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Resumen
Abstract
From a psychological and prospective point of view of the judge, I try to ex-
plain how the “correct interpretative judicial decision” remains stable or changes.
To accomplish this, I propose a theoretical model, i. e. a super evolutionary game
between judges from the present and the future that are concerned with making
trustworthy decisions. With this in mind, the stability and the change, represented
by cooperative and non-cooperative equilibrium, are explained by the attitudes
towards risk of each one of the judges when solving problems of interdependent
decision making under uncertainty.
0. Introducción
La perspectiva psicológica tiene por objetivo explicar qué hacen los jueces
con sus palabras. Desde este punto de vista, la relación entre mente y acto de
habla es intencional (i. e. el acto es especificado con base en la intención de
1
En un sentido similar, vid. Hart 1961: cap. VII; Celano 2009: 160-165.
2
Vid. Schauer 1991: 155-166.
3
Kahneman y Tversky 1979: 263-292; Kahneman 2011: 269-288.
238
2. Súper-juego evolutivo
Cada juez cree que está jugando un juego y cree que el otro cree (que ella cree
que el otro cree, etc.) lo mismo: cada juez reconoce el problema de interacción
estratégica. Cada una de ellas pretende ganar y evita perder, i. e. presupuesto
de pretensión de sobrevivencia. Con base en este presupuesto, que es común
a otros juegos, se asume que los jueces tienen la intención de acertar, o de no
equivocarse, al proferir “actos de habla interpretativos correctos”, es decir, actos
adecuados para dotar de contenido correcto al derecho, i. e. “objetivo judicial
común”. Para contribuir a tal objetivo, el juez no necesita tener certeza absoluta
sobre qué es lo que los otros hacen o harán con sus palabras; el juego continúa
a pesar de la probabilidad de que el contenido proposicional de la intención
individual de un juez sea inconsistente con la intención de otro juez. Este juego
requiere tan solo que cada juez crea (que el otro cree que ella cree, etc.) que
comparte con los otros tal objetivo común, y que cada una de ellas aporte su
parte para alcanzarlo 6.
4
Vale advertir que un enunciado interpretativo es usado frecuentemente de modo elíptico: el juez
hace uso del definiens (“N”) sin hacer referencia al definiendum (“T”).
5
Vid. Jeffrey 1965: 1.
6
Sobre la relación entre “intención individual” e “intención colectiva”, vid. Searle 2010: 44 y ss.
239
7
El término “nomodinámico” es de Kelsen 1945: parte I, caps. X-XI; Kelsen 1960: 71. Sobre este
rasgo esencial del derecho, vid. Celano 2009: 160-165.
8
Sobre la indeterminación respecto a la decisión judicial, vid. Leiter 2007: 9-12.
9
Kelsen 2000: prefacio.
10
Vid., p. ej., Raz 1970: cap. VIII: el criterio de identidad de los sistemas es lo que dicen los “ór-
ganos primarios de aplicación”; Ross 1959: cap. I: el derecho vigente es el derecho que se cree hoy que
será aplicado mañana por los jueces.
11
Sobre las técnicas o métodos de interpretación como factores de indeterminación, vid. Llewe-
llyn 1931: 1239; Kelsen 2000: prefacio; Celano 2009: 154-155. Para un aparato analítico sofisticado en
torno a las implicaciones de aceptar esta idea, vid. entre otros, Tarello 1980; Guastini 2011; Chiassoni
2011.
12
Será suficiente con entender por esta una coincidencia de intereses, el conocimiento común
de tal coincidencia y que actuar con base en tal coincidencia es la solución “saliente” en interacciones
futuras, Hume [1739-1740], 1969, II, I, 541 y ss., Lewis 1969: 39 y ss.
240
que el juez hace uso de un enunciado interpretativo todas las cosas consideradas:
enunciado re-interpretativo del enunciado prima facie y que es alternativo a este;
dicho en otros términos, el acto con el que ella atribuye un significado que es
infra-inclusivo o sobre-inclusivo respecto al significado convencionalmente atri-
buido a un texto normativo: el acto con el que ella hace uso de la norma jurídica
que modifica o derrota a la norma que, hasta el momento de su proferimiento,
era la traducción correcta, autoritativa, de tal texto.
De esto se sigue que la práctica de toma de decisión judicial interpretativa sea
a la vez cooperativa y no-cooperativa.
En teoría se suele distinguir entre dos clases de juego: por un lado, i) juegos
de cooperación cuyo criterio de evaluación es el equilibrio de coordinación de
“expectativas mutuas concordantes” 13, en concreto, el esquema convencional
del lenguaje ordinario propuesto por Lewis (i. e. esquema “L-convención” 14).
En este esquema todos los jugadores (pierden o) ganan si sus intereses indivi-
duales (no) coinciden perfectamente, es decir, si sus actos (no) combinan en
algún equilibrio de coordinación, sin importar cuál sea este: i. e. el acierto (o
equivocación) de uno implica el acierto (o equivocación) del otro 15; por otro
lado, ii) juegos de no-cooperación cuyo criterio de evaluación son los equilibrios
no-cooperativos o de conflicto, en concreto, el esquema estándar del dilema del
prisionero o “esquema-DP”: hay una sola ronda de juego en la que los jugadores
deciden simultáneamente; los intereses de los jugadores son opuestos, y, además,
cada uno gana lo que el otro pierde 16, es decir, el acierto de uno implica la equi-
vocación del otro.
El esquema i) capta el rasgo cooperativo o comunicativo de la práctica ju-
dicial interpretativa, y el esquema ii) su rasgo no-cooperativo o conflictual, sin
embargo, ninguno de ellos puede representarlos en conjunto, por consiguiente,
ninguno es idóneo para esquematizar a la práctica de modo suficiente 17: el i) no
captura que el juez tiene razones para no-cooperar, y, por tanto, que para ella
a veces cooperar resulta ser auto-refutatorio; los jueces tienen preocupaciones
diferentes a la de entenderse mutuamente o comunicarse con base en cómo se ha
entendido un texto específico en el pasado: ellas a veces se preocupan por ganar
241
en la “lucha por el texto”, de modo tal que ellas a veces tienen intereses opuestos
sobre qué significado atribuir a un texto normativo; el ii), por su parte, no da
cuenta del hecho de que los jueces tienen razones de auto-interés para cooperar
entre ellas, es decir, para comunicarse; sus preocupaciones no coinciden siempre
con las de un “monstruo” egoísta o con las de un “homo-oecomicus virtual”: si
hay razones que un juez auto-interesado tiene para cooperar, entonces hay veces
en que ella cree que actuar como un free rider (i. e. aprovecharse de la coopera-
ción de los otros sin hacer otro tanto) es auto-refutatorio 18.
En lo que sigue expondré (iii) un esquema de “súper-juego” o “esquema-DP
reiterativo” 19 cuyo criterio de evaluación es el equilibrio de coordinación con
jueces del futuro; un esquema que capta el hecho de que el juez auto-interesado
en tomar la decisión correcta tiene razones para aplicar su poder deóntico de
modo cooperativo en ciertas ocasiones y de modo no-cooperativo en otras.
Este esquema es, por una parte, reiterativo: los jueces juegan reiterativamente
en una secuencia de rondas de turnos de decisión intercalados, no simultáneos 20,
y ellas no saben a priori cuál será la última ronda del juego 21; y, por otra parte,
prospectivo: el juez que decide en el presente (i. e. Jn–1, en el momento t) úni-
camente le concierne cómo decidirá otro juez en el futuro (Jn, en el momento
t+1) 22. Este esquema puede ser representado con la figura siguiente:
18
Vid. Bayón 1991: 149 y ss.; Celano 2010: 314 y ss., Blackburn 1998: 184; Bicchieri 2004: 205.
Sobre lo implausible de un monstruo egoísta, vid. Hume [1739-1740] 1969, II, I, 538-539. Sobre la
virtualidad del egoísmo de un hombre económico, vid. Pettit 1995: 308-329.
19
Bayón 1991, 154, nota 172; Bicchieri 2004: 196-205.
20
Hardin 2006: 22. Los jueces tienen conocimiento sobre la decisión tomada por el otro.
21
Esto excluye que no-cooperar sea la estrategia dominante en cada ronda, vid., al respecto,
Bicchieri 2004: 196-205; Blackburn 1998: 173-175, 204; Bayón 1991: 154, nota 172.
22
Tomo esta característica del modelo de “reputación judicial” de Miceli y Cosgel 1992: 37-38.
242
2.2.2. Equilibrios
23
Celano 2009: 159, si bien el autor hace referencia a juegos no-cooperativos, esta afirmación se
aplica al esquema (no-)cooperativo aquí propuesto.
24
Lewis 1969: 27.
25
En oposición a las predicciones o “expectativas verbalizadas”, Quine (1995) 2001: 134.
26
Estos corresponden a las perspectivas subjetiva y objetiva, respectivamente, sobre la “necesidad
práctica” de una acción para llevar a cabo un fin, si la primera no coincide con la segunda, la intención
del agente se frustra: von Wright 1972: 24.
27
Se trata de una lectura de tal eslogan que es alternativa (y creo que también más caritativa) res-
pecto a la ofrecida por Hart 1961: 141 y ss. Tratar ambas lecturas (y, por tanto, la “perspectiva interna”
según Hart y la aquí presupuesta) excedería el propósito de este escrito. Espero, sin embargo, hacerlo
en otra ocasión.
243
Con base en la indeterminación racional del juego (supra § 2.1), Jn–1 no tiene
certeza (absoluta) sobre cuál será la movida que hará Jn, por tanto, para Jn–1 es
incierto que proferir AI1 o AI2 sea adecuado para obtener el resultado preferido
y esperado por ella. En los apartados siguientes, intentaré explicar por qué a
pesar del rasgo de la indeterminación racional del juego, las expectativas de los
jueces sobre cuál es la decisión correcta son tendencialmente estables y esporá-
dicamente cambiantes.
Se había dicho que, desde la perspectiva psicológica, el acto de habla proferi-
do por el juez es especificado con base en el resultado representado en su inten-
ción de proferirlo: i. e. el cambio o transformación que ella tiene la intención de
provocar en el mundo. Este concepto de resultado a su vez denota dos cosas muy
distintas: i) el estado de cosas final de cambio; ii) el cambio de un estado de cosas
inicial a un estado de cosas final 29 (i. e. «magnitud de cambio» 30).
A cada una de estas nociones de resultado corresponden tipos de explicación
diferentes: i) explicaciones independientes de un punto de referencia o estado
inicial de cosas, y que presuponen que las preferencias se asignan a estados fi-
28
En iii) ambos AI2 son inconsistentes con la noción de acto no-cooperativo. En ii) AI1 lo es con
la de acto cooperativo. iii) representa el conflicto reiterativo (i. e. la ausencia de estabilidad) pero no
representa el cambio, y si bien ii) representa una coordinación no reiterativa, no representa la estabili-
dad, quizá tan solo una estabilidad en potencia.
29
von Wright 1963: 39.
30
Kahneman y Tversky 1979: 277.
244
31
i) son explicaciones lógicas (de la teoría de la utilidad esperada), vid., p. ej., Jeffrey 1965; ii) son
explicaciones descriptivas (de la teoría prospectiva), vid., p. ej., Kahneman y Tversky 1979: 277; sobre
estas dos teorías, vid. Moreno Cruz 2014: 95-99, 109-112.
32
Bentham, 1970: 2. Sobre el contenido evaluativo de las emociones, Greenspan 2004: 207-208.
Sobre la hipótesis de la marcación somática, Damasio 1994: 283 y ss. Sobre las ganancias y pérdidas
como magnitudes de cambio, Kahneman y Tversky 1979: 277; Kahneman 2011: 377-385.
33
Sobre las emociones en la toma de decisión en general, vid. Damasio 1994: caps. VI y IX; Black-
burn 1998:131-133; González Lagier 2009: 101.
34
Hardin 2006: 27-41.
245
35
Así Hobbes en su Leviathan (1996: 83-84), autor citado por Blackburn 1998: 180; Miceli y
Gosgel 1992: 39: la reputación únicamente se gana con actos no-cooperativos.
36
Esto con base en la distinción entre “resultado” y “consecuencia” de una acción, de von Wright
1963: 39-41.
37
Sobre los efectos de la perlocución en la mente del interlocutor o auditorio, vid. Austin
1962:101-103, 117-118, 120-121; Searle 1969: 43, 46 y ss.
246
(1) y (2) pueden ser traducidos del modo siguiente, sin olvidar que a (1) le
corresponde únicamente una lectura en términos de ganancia [+], y a (2) otra tan
solo en términos de pérdidas [–]: al lado izquierdo del disyunto, la cosa cierta,
el juez tiene la expectativa cierta o seguramente exitosa c de que con el proferi-
miento de AI1 provocará un cambio [+][–] w; a su lado derecho, la apuesta, el
juez tiene la expectativa de que con el proferimiento de AI2 provocará: con una
probabilidad alta p, un cambio [+][–] r que es un poco más alto que [+][–] w, o
bien, con una probabilidad baja q, un cambio u ni de ganancia ni pérdida.
De acuerdo con la teoría prospectiva: en (1) la actitud del juez es de aversión
al riesgo; ella prefiere proferir AI1 con resultado cierto sobre proferir AI2 con
resultados inciertos (una magnitud de cambio de ganancia mayor a la obtenible
con certeza, o bien no obtener ganancia alguna); en (2) la actitud del juez es de
propensión al riesgo; ella prefiere apostar, es decir, prescindir de AI1 con resul-
tado cierto y proferir AI2 con resultados inciertos (una magnitud de cambio de
pérdida mayor a la obtenible con certeza, o bien no obtener pérdida alguna).
38
La magnitud de cambio es distinta a la utilidad o valoración subjetiva de tal magnitud, vid.
Kahneman y Tversky 1979: 268-269; Kahneman 2011: 278-288.
39
Kahneman 2011: 269-277: enmarcación que depende del problema, de las reglas, hábitos y
características personales de quien decide.
40
Esta es una reformulación de un problema hipotético de Kahneman 2011: 279. Si bien aquí
no es necesario detenerse en este punto, el valor lógico de un disyunto es equivalente al otro, lo que
es relevante para cuestionar la validez de las explicaciones lógicas sobre la asignación de preferencias.
247
Nótese que en (1) la actitud (de aversión al riesgo) del juez es opuesta a la
actitud (de propensión al riesgo) en (2). Con base en la teoría prospectiva, este
“efecto reflejo” en la asignación de preferencias se explica por los siguientes
motivos: i) para el juez los resultados obtenibles con certeza tienen más peso
que los resultados inciertos (i. e. “efecto certeza”). En (1) este efecto contribuye
a la aversión al riesgo: a la preferencia por una ganancia que se cree cierta sobre
una ganancia mayor pero probable; en (2), en sentido opuesto, contribuye a la
propensión al riesgo: a la preferencia por una pérdida que es probable sobre una
pérdida menor pero cierta 41; además ii) también en ambos problemas, el juez
experimenta el “decrecimiento de la sensibilidad”: en (1) la diferencia entre la
obtención cierta de una magnitud de cambio de ganancia de confiabilidad alta
(punto de referencia o de aspiración) y la obtención probable de una ganancia
un poco más alta tiene un valor subjetivo bajo: lo que contribuye a que el juez
profiera el acto con resultado cierto 42; en (2) la obtención de una magnitud de
cambio de pérdida de confiabilidad alta y la obtención probable de una pérdida
un poco más alta tiene un valor subjetivo bajo: lo que contribuye a que el juez
profiera el acto con el que arriesga obtener una pérdida mayor, o bien no perder
nada 43; por último iii) el juez tiene aversión a las pérdidas 44, a ella le gusta más
ganar que perder, lo que contribuye a su vez a que el peso que ella asigna a las
pérdidas y a las ganancias sea “asimétrico”: dicho en términos hedonistas, para
ella tiene más peso el dolor de perder (de equivocarse) que el placer de ganar
(de acertar); que esto sea así tiene una explicación evolutiva: «Organism that
treat threats as more urgent than opportunities have better chance to survive and
reproduce» 45.
Para terminar, ¿por qué el juez tiende a creer que cooperar es confiable, y por
qué esporádicamente cree que no-cooperar lo sea?
El juez frecuentemente asocia a AI1 la provocación de cambios de confia-
bilidad ciertos (o muy probables), ya que ella tiende a formar expectativas que
son producto de una “inducción primitiva”: expectativas cognitivas que están
basadas en el hábito o “disposición innata” de la mente a creer, injustificada-
mente, que el futuro será similar al pasado 46. Con base en esta inducción, y en
circunstancias normales, actuar conforme a una regla o convención interpreta-
Esta actitud en tipos de problemas con ganancias se remonta a Bernoulli 1954 [1738]: 23-36.
42
43
Kahneman 2011: 282-286: la aversión al riesgo se presenta siempre, salvo que el punto de refe-
rencia sea muy bajo; en dilemas con solo apuestas, vid. Kahneman y Tversky 1979: 279.
44
Esta también explica la aversión al riesgo en problemas con solo apuestas, una con ganancias y
otra con pérdidas, Kahneman 2011: 285.
45
Kahneman y Tversky 1979; vid. también Kahneman 2011: 280, 282, 285, 287.
46
Hume [1739-1740] 1985: 184 y ss; Quine 1995 (2001): 130-131, 134.
248
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