Lo que la resurrección declara
David Roper
a muerte, sepultura y resurrección de Jesús
L constituyen la esencia de nuestra fe y de
nuestra relación con Dios (1era Corintios 15.1–4). El
primer día de cada semana, cuando nos reunimos
alrededor de la mesa del Señor,1 nosotros conmemo-
ramos la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.
Por ahora, centraremos nuestros pensamientos en
el tercer elemento de esta tríada, esto es, la
resurrección. Queremos responder preguntas como
¿cuál es el significado de la resurrección? y ¿qué
declara este gran evento? He aquí algunos de sus
mensajes básicos.
JESÚS ES EL HIJO DE DIOS
En primer lugar, la resurrección declara la
deidad de Jesús. En Romanos 1.4, Pablo se refirió a
Él diciendo: «nuestro Señor Jesucristo […] fue
declarado Hijo de Dios con poder, según el espíritu
de santidad, por la resurrección de entre los
muertos». La resurrección prueba que Jesús es el
Hijo de Dios.
Entre las primeras personas que visitaron el
sepulcro la mañana de la resurrección se en-
contraban las mujeres que vinieron a terminar de
ungir el cuerpo de Cristo. María Magdalena, según
parece, dejó a las demás y se encontró con Pedro y
Juan. Al oír los temores de María, los dos apóstoles
corrieron aprisa al sepulcro para investigar. Juan
dice que cuando él miró dentro de este, creyó.
Cuando entró en el huerto con Pedro, no sabía qué
creer. Luego vio lo que había en el sepulcro. He
aquí el relato de Juan:
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el
sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el
sudario, que había estado sobre la cabeza de
Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado
en un lugar aparte. Entonces entró también el
otro discípulo [esto, Juan2] que había venido
1
Cuando Jesús instituyó la cena del Señor, Él recalcó
que tal celebración proclama Su muerte (1era Corintios
11.23–26); sin embargo, también hay una estrecha relación
entre ella y la resurrección. En vista de que Jesús se levantó
de los muertos el primer día de la semana (Mateo 28.1–6),
la iglesia se reúne ese día, con el propósito expreso de
celebrar la cena del Señor (Hechos 20.7; vea también
1era Corintios 16.1–2).
2
Al que andaba con Pedro se le identifica como el
discípulo «al que amaba Jesús» (Juan 20.2), una expresión
que la mayoría de los eruditos creen que es la manera como
Juan se refiere a sí mismo (vea también Juan 13.23; 19.26;
21.7, 20).
primero al sepulcro; y vio,3 y creyó (Juan 20.6–8).
¿Qué vio Juan que produjo fe en él? Él vio «los
lienzos puestos allí, y el sudario, que había
estado sobre la cabeza de Jesús, […] enrollado en
un lugar aparte». Si el cuerpo de Jesús se lo hubieran
llevado hombres actuando con rapidez,4 ellos no se
hubieran tomado el tiempo para quitar los lienzos
ni para poner aparte el sudario enrollándolo con
nitidez. Lo que Juan vio no era el resultado de los
esfuerzos de seres humanos, sino de la intervención
divina. Era consecuente con la resurrección que
Jesús había anunciado a menudo (Mateo 16.21;
17.23; 20.19; Marcos 8.31; 9.31; 10.34; Lucas 9.22;
Juan 2.19).
Si usted y yo nos tomamos el tiempo para
examinar las pruebas con detenimiento, en
nosotros se producirá la fe, del mismo modo que
en Juan. Son abundantes las razones para creer que
Jesús fue levantado de los muertos. Por ejemplo,
tenemos el testimonio de cientos de testigos
confiables que lo vieron vivo después de Su
resurrección (1era Corintios 15.4–8).
Una prueba la constituye la transformación
que tuvo lugar en los discípulos de Jesús. A nadie
le hubiera impresionado la conducta exhibida por
los seguidores de Cristo durante el arresto y los
juicios que sufrió Este. Fueron de todo, menos
valientes. Se comportaron ya sea huyendo por
miedo a perder la vida o tratando de mantenerse
lejos del peligro. Pedro incluso negó que conocía a
Jesús. Después de la resurrección, no obstante, los
mismos hombres predicaron abierta y osadamente
a Jesús. La convicción de ellos resuena por todas
las páginas del Nuevo Testamento.
¿De qué estaban tan llenos de certeza? De
que Jesús estaba vivo. Esta certeza produjo una
transformación de las vidas de los apóstoles. La
creencia de ellos no pudo tambalearse, ni siquiera
cuando fueron encarcelados, azotados, apedreados
ni muertos. Individuos que habían sido débiles,
inconstantes y faltos de fe, llegaron a ser las más
dinámicas personalidades que el mundo jamás ha
visto. Las enseñanzas de ellos conmovieron el Im-
perio Romano hasta que este se tambaleó y cayó.
3
La palabra griega que se traduce por «vio» indica
más que simple observación; incluye la idea de comprensión.
4
Hay quienes han hecho esta afirmación. Lea Juan
20.2 y Mateo 28.11–15.
1
La transformación ocurrida en estos hombres no
puede explicarse sin la resurrección. Ellos vieron
al Señor resucitado, y esa visión transformó sus
vidas para siempre.
La resurrección probó hace mucho tiempo que
Jesús es el Hijo de Dios, y todavía declara esa gran
verdad hoy.
EL SACRIFICIO DE CRISTO FUE ACEPTADO
La resurrección declara que Dios aceptó el
sacrificio de Jesús en la cruz. El cristianismo se
centra en la cruz. Somos reconciliados con Dios
«mediante la cruz» (Efesios 2.16). Mediante el
sacrificio de Jesús, se satisfizo la justicia de
Dios, 5 y nosotros tenemos esperanza de vida
eterna. Pablo, por lo tanto, dijo: «… me propuse
no saber […] cosa alguna sino a Jesucristo, y a
éste crucificado» (1era Corintios 2.2). Cuando nos
reunimos alrededor de la mesa del Señor cada
primer día de la semana, lo hacemos con el fin de
anunciar la muerte del Señor (1era Corintios 11.26).
No obstante, si Jesús no hubiera sido resucitado
de los muertos, hubiéramos quedado inseguros en
cuanto a si la cruz cumplió su propósito. La
resurrección declara que Dios de hecho aceptó el
sacrificio que hizo Jesús por nuestros pecados. En
este sentido, somos salvos no solo por la muerte de
Jesús, sino también por Su resurrección. Así, Pablo
se refirió a Jesús como Aquel que «fue entregado
por nuestras transgresiones, y resucitado para
nuestra justificación» (Romanos 4.25; énfasis nuestro).
PODEMOS SER SALVOS
¡Al aceptar Dios el sacrificio de Jesús, tenemos
el emocionante resultado de que usted y yo
podemos ser salvos! La resurrección declara que
podemos ser levantados de la muerte por el pecado,
a una nueva vida.
Jesús usó una vez una sanidad corporal para
probar que Él tenía potestad para sanar espiritual-
mente (vea Mateo 9.6). Del mismo modo, la Biblia
recalca la relación entre la resurrección corporal de
Jesús y nuestra resurrección espiritual a nueva vida.
Esto fue lo que Pablo escribió a los cristianos que
estaban en Roma:
Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como
Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
5
Una manera como las Escrituras indican esto es con
una palabra que muchos no conocen: «propiciación»
(1era Juan 2.2; 4.10). Vea una breve explicación de esta
palabra, en el artículo «¿Por qué tuvo que morir Jesús en
una cruz?».
2
Padre, así también nosotros andemos en vida
nueva. Porque si fuimos plantados juntamente
con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección;
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el
cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que
no sirvamos más al pecado (Romanos 6.4–6).
Cuando Pablo escribió a los efesios, él resumió
la conversión de ellos en estas palabras: «… aun
estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos
dio vida juntamente con Cristo» (Efesios 2.5; énfasis
nuestro). Las bendiciones de Dios son «según la
operación del poder de su fuerza, la cual operó en
Cristo, resucitándole de los muertos» (1.19b–20a;
énfasis nuestro).
TENEMOS UN SALVADOR VIVIENTE
Una vez que hemos sido salvos de nuestros
pecados, tenemos necesidad de ayuda para vivir la
vida cristiana. La resurrección declara que tenemos
un Salvador que está «viviendo siempre para in-
terceder» por nosotros (Hebreos 7.25). Nuestra
lealtad no es para con un precepto muerto, sino
para con una Personalidad viviente.
Jesús ha prometido estar con nosotros para
siempre (Mateo 28.20). Nos ha asegurado que Él
está allí cada vez que nos reunimos (Mateo 18.20).
El libro de Hebreos nos dice que Él es nuestro
«misericordioso y fiel sumo sacerdote», que puede
«compadecerse de nuestras debilidades» y que
acude a socorrernos cuando somos tentados (2.17;
4.15; 2.18). Por medio de Él «[alcanzamos] miseri-
cordia y [hallamos] gracia para el oportuno socorro»
(Hebreos 4.16).
No solo somos «reconciliados con Dios por la
muerte» de Jesús, sino que también somos «salvos
por su vida» (Romanos 5.10). ¡Gracias a Dios por
un Salvador viviente y bondadoso!
SE HA APARTADO UN DÍA
La resurrección también declara que se ha
apartado un día para un propósito especial. Cuando
digo que se ha apartado «un día para un propósito
especial», no me refiero a uno o dos días apartados
durante el año para una celebración cristiana par-
ticular (note Gálatas 4.10). Tampoco tengo presente
el sétimo día de la semana (el día de reposo) que se
apartó en el Antiguo Testamento (Éxodo 20.8–11;
Deuteronomio 5.12–15).
Me refiero, más bien, al primer día de la semana,
al día que llamamos «domingo». Era en el primer
día de la semana que la iglesia primitiva se reunía
para adorar, esto es, para observar la cena del
Señor (Hechos 20.7) y para dar de sus recursos
(1era Corintios 16.2). El apóstol Juan le llama al
primer día «el día del Señor» (Apocalipsis 1.10).
¿Por qué era (y es) especial el primer día de
la semana para los cristianos? Porque el Señor
resucitó en el primer día. Marcos nos dice que fue
«muy de mañana, el primer día de la semana, [que
las mujeres] vinieron al sepulcro, ya salido el
sol» (Marcos 16.2; énfasis nuestro). Allí, un ángel
les dijo: «buscáis a Jesús nazareno, el que fue
crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el
lugar en donde le pusieron» (Marcos 16.6). Para los
cristianos, el amanecer de cada primer día es «la
mañana de la resurrección».
NOSOTROS TAMBIÉN SEREMOS
RESUCITADOS
Llegamos ahora a uno de los más emocionantes
mensajes de la resurrección: ¡Esta declara que
algún día nuestro cuerpo también será resucitado
de entre los muertos! Hace mucho tiempo, Job
preguntó: «Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?»
(Job 14.14). La respuesta de Dios es «¡Sí! Porque
Jesús fue resucitado!». Esta verdad es afirmada en
1era Corintios 15:
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos;
primicias de los que durmieron es hecho.
Porque por cuanto la muerte entró por un
hombre, también por un hombre la resurrección
de los muertos. Porque así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados. Pero cada uno en su debido orden:
Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo,
en su venida […] Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte (vers.os 20–26).
Si hemos hecho «lo bueno», «[saldremos] a
resurrección de vida»; si hemos hecho «lo malo»,
saldremos «a resurrección de condenación»
(Juan 5.29); pero la verdad es que todos seremos
resucitados. La muerte ya no es una muralla, sino
una puerta. ¡La resurrección nos asegura que esto
es así!
EL SEÑOR MANTIENE SU PALABRA
Un mensaje más que debe hacerse notar, una
verdad general que todos los hombres deben
conocer: La resurrección declara que el Señor
mantiene Su Palabra. Como solían decir los predi-
cadores: «¡Cuando Dios dice algo, lo dice en serio!».
Los anuncios relacionados con la resurrección
que hizo Jesús, dejaron una impresión en Sus
oyentes, especialmente aquella enigmática asevera-
ción relacionada con el templo: «Respondió Jesús y
les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré»; «Mas él hablaba del templo de su
cuerpo» (Juan 2.19, 21). Cuando Jesús estaba siendo
procesado ante Caifás, un testigo falso citó ese
anuncio (Mateo 26.61). Cuando Jesús estaba en la
cruz, los irreverentes gritaron, diciendo: «Tú que
derribas el templo, y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo» (Mateo 27.40a)6.
Los enemigos de Jesús no creyeron Su anuncio;
sin embargo, llegó a suceder. Su cuerpo, Su templo
terrenal, murió en la cruz, y al tercer día, ese
cuerpo fue resucitado de entre los muertos. Cuando
el Señor dice que algo es así, así es. ¡Usted puede
creerlo!
CONCLUSIÓN
Hay quienes dicen que ellos creen en la re-
surrección, y le dan mucha importancia a ella una
vez al año. Al mismo tiempo, ellos niegan las
grandes verdades que ella declara:
• La resurrección declara que Jesús es el Hijo
de Dios, pero muchos niegan la deidad de
Este.
• La resurrección declara que la cruz satisfizo
la ira de Dios, pero muchos niegan la
realidad del pecado y el hecho de que Dios
debe castigar a los pecadores.
• La resurrección declara que podemos ser
salvos, cuando nuestra fe nos mueve a
bautizarnos en la semejanza de la muerte,
la sepultura y la resurrección de Jesús
(Gálatas 3.26–27), pero algunos niegan la
necesidad del bautismo, mientras que otros
rehúsan ser revestidos de Cristo en el
bautismo.
• La resurrección declara que tenemos un
Salvador viviente que intercede por
nosotros, pero muchos se burlan de la idea
de que Dios provee fortaleza personal para
la vida.
• La resurrección declara que un día especial
para la adoración se ha apartado, que es el
primer día de la semana, pero muchos
limitan su asistencia a unos pocos días al año.
• La resurrección declara que algún día
seremos resucitados, pero muchos niegan
la resurrección corporal.
• La resurrección declara que Dios mantiene
Su Palabra, pero muchos se burlan de las
enseñanzas de esa Palabra.
Hace muchos años, toda Inglaterra se
6
Vea también la aseveración del sanedrín en Hechos
6.14.
3
entristeció cuando un incendio devastador no dejó
más que las paredes de un pabellón de 760 años de
antigüedad de York Minster, la catedral gótica
más grande de Gran Bretaña. La antigua catedral
atrae grandes cantidades de turistas todos los
años. Y aunque el incendio fue trágico, más trágico
fue lo sucedido unos años antes de este: En ese
edificio, un hombre con el pretencioso título de
«El reverendo David Jenkins» fue ordenado
«Obispo de Durham», ¡a pesar de haber aseverado
públicamente que no creía en el nacimiento vir-
ginal de Jesús, y que no creía que Jesús había
realmente resucitado de entre los muertos!7
¿Cree usted en la resurrección? ¡Entonces
proclámela! ¡Entonces vívala!
Si usted cree en la resurrección y necesita ser
bautizado, no titubeará.8 Así como el poder Dios
bajó hasta el cuerpo sin vida de Su Hijo y le dio
vida a Este y lo levantó de entre los muertos,
así también el poder y el amor de Dios pueden
darle a usted vida nueva, si usted está dispuesto a
someterse a Su voluntad.
 NOTAS 
Existen muchas fuentes que recalcan las tras-
cendentales implicaciones de la resurrección. He
aquí algunas de ellas: W. T. Hamilton, Show Us the
Father (Plainview, Tex.: Nichols Bros. Publishing
Co., 1964), 200; H. I. Hester, The Heart of the New
Testament (La esencia del Nuevo Testamento) (Liberty,
Mo.: Quality Press, 1963), 232 y Josh McDowell,
The Resurrection Factor (El factor resurrección) (San
Bernardino, Calif.: Here’s Life Publishers, 1981).

7 8
Esta ilustración fue adaptada de Dick Marcear, “It’s Anteriormente se citó un pasaje sobre la impor-
Time to Take a Stand” («Es el momento de adoptar una tancia del bautismo. Es aconsejable que recalque usted la
actitud firme»), Hilltop Reflections, boletín de la Central necesidad de la restauración si alguno se ha apartado del
church of Christ de Amarillo, Texas, 13 de abril de 1986. Señor (Santiago 5.16; Hechos 8.22).

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