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Título original: Chariemagnr ei l'empiv camtingien

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«No esta permitida la reproducción total O


parcial de este libro, ni su tratamiento ¡nformá-
tico, ni la transmisión de ninguna forma o por
cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico,
por fotocopia, por registra u otros métodos, sin
el permiso previo y por escrito de los titulares
del Copyright.»

£ F.dilions Alton Michcl, 1947 y 19AS


£ Traducción: María Hiena Jorge Margado
Para todos los países de habla hispana.
£ Hdxior.es Akal. S. A . 1992
Los Berrocales del Jarama
Apdo 40(1 - Torrcjdn de Ardoz
Teléis.: 656 5á 1 1 - 656 4*> 11
La*: 656 49 95
.Madrid - Lspatía
ISBN: 84-7600-678-0
Depósito legal: M. 41-1992
Impreso en Anzos. S A.
J-uertlabrada (Madrid)
LOUIS HALPIIEN

CARLOMAGNO
Y EL IMPERIO
CAROLINGIO
friulucido por
María Flena Jorge Margallo

AKAL

27314
El mérito de Louis Ilotphen. que fue miembro del Instituto y profesor
de lo Sorbona, es doble: una primero redacción de Carlomagno y c!
Iniptírio carolingin estaba acabada en 1939. pero se perdió en el tumulto
de la segunda guerra mundial. I m obrafue escrita nuevamente en condi­
ciones extremadamente penosos y con grandes dificultades. A pesar de
ello, el libro es una obra de arte.
Ixi finalidad del autor no era «escribir una biografía más de Cario-
magno ni una descripción del periodo carolingin sino la de destacar los
conceptos político-religiosos de los que surgió el Imperio fundado en el
año 800 y en qué medida respondió a ellos durante cerca de un siglo»
(l/)uis Halphen). Es un problema de organización, de estructura, un pro­
blema capital para el Occidente europeo de aquella época, reflejado en
este libro, lo que lo hace profundamente interesante «Mientras el mundo
bizantino se constituye en Oriente, ¿qué ocurrirá con los diversos pueblos
que Roma habla sometido, las individualidades geográficas que ella
había reunido, los grupos bárbaros cuya expansión se había podido con­
tener a duras penas gracias al limes, que habían recorrido Italia. Galio.
España y ocupado el centro de Europa? ¿Triunfará la división o se esta­
blecerá la unidad en el mundo occidental?» (Henri Beer).
Fue la unión. Y hay que reconocer que lograrla, en medio de estos
siglos tan sombríos, no deja de resultar sorprendente. Tras los exhaustos
merovingios y en medio de una serie de circunstancias que. como vere­
mos, hacen difícil medir sus méritos personales. Carlomagno recibe en
San Pedro de Roma la corona imperial de manos del Papa que «le
adora» mientras el pueblo le aclama: «A Carlos Augusto, coronado por
Dios grande y pacífico emperador de tos romanos, vida y victoria.» Sin
duda esta fuerza y esta unidad no van a durar mucho: pero, como destacó
Louis Halphen. «de ellas van a derivarse consecuencias importantes y
duraderas». Un mundo nuevo, el mundo feudal, iba a sustituir ulante-

5
ñor. Todo la historia de Europa cambió, debido a los hechos que se exjx>-
uen y analizan en esta obra
Al igual que es paralelo a la historia de Bizancio (que ocupa tres
lomos de La evolución de la Humanidad) de Louis Bréhier. este libro
constituye una continuación del de Eerdinand ¡x)t: El fin del mundo
antiguo y el comienzo de la Edad Media.
Después de la Bibliografía del autor, se encuentra el suplemento
bibliográfico para los arlos 1947 a 1967 que ha tenido la gentileza de pre­
parar para esta edición Jeatt Dmisse, profesor de la Facultad de Lxtras
de Lille.
Pa u l C u a l u s

SeLTeturio ¿¡errcral del Cenlií'Inlím nlional


de Svnthésc

6
ADVERTENCIA

Comenzado hace varios años, este volumen, cuya primera redac­


ción se hundió en la tormenta, asi como casi todas las notas y libros
tjue me ayudaron a prepararlo, tuvo que ser escrito totalmente de
nuevo, lejos de las grandes bibliotecas y en condiciones materiales
poco lavorables p arala puesta apunto de una obra de esla natura­
leza. De ahi el carácter imperfecto de algunas de nuestras referen­
cias y quizá también para algunos detalles, el retraso de nuestra
información.
Quisiéramos haber alcanzado nuestro objetivo, al menos en lo
esencial, que no fue el de escribir, después de tantas obras, una bio­
grafía de Carlomagno. ui trazar un panorama de conjunto del
periodo carolingio. sino establecer las concepciones político-reli­
giosas de las que surgió el Imperio fundado en el año 800 y en qué
medida respondió a ellas durante cerca de un siglo.

L.H.

Grenoble, septiembre i 94 i-septiembre 1943.

1
I
INTRODUCCIÓN

Pl Imperio romano fue una organización política fundada en el


poderío de Roma, que se extendió sucesivamente por toda la cuenca
del Mediterráneo. Después de.su hundimiento ya no se restaurará el
orden ni volverá a florecer la civilización, hasta el día en que uno de
los pueblos bárbaros que se habían lanzado al asalto del mundo
antiguo, e! pueblo franco, logre construir un nuevo imperio: este
nuevo imperio es puramente interior, de tierra adentro, y no tiene ya
por capital a Roma, sino a Aquisgrán (Aixla-Chapelle); en é!
domina el elemento bárbaro, pero todos aquellos pueblos a los que
el conquistador somete a su autoridad, vinculados por una misma
creencia religiosa, se sienten miembros solidarios de una sola y
vasta comunidad, y se consideran un único pueblo: el «pueblo cris­
tiano». Aquel dia nació Europa. una Europa todavía muy limitada y
frágil, pero que va a sobrevivir al imperio que le dio vida. Por efí­
mero que haya sido el Imperiocarolingio. se nos presenta como una
etapa hacia la estructuración de un orden profundamente diferente
al que había conocido el mundo antiguo.
Convertido en mar interior, el Mediterráneo había asegurado la
cohesión del Imperio romano.permitiendo que se establecieran pri­
mero. y que se sostuvieran luego entre todos los países que baña,
constantes intercambios de productos comerciales, de ideas y de
creencias: gracias al Mediterráneo todo el mundo romano en su
conjunto se cubrió de grandes ciudades, ricas y activas, en donde se
fundían la-* más diversas civilizaciones, que armonizaban hasta el
punto de parecer, en verdad, que constituían un todo Pero de todo
aquel inmenso esfuerzo, nada subsistió después del triunfo d i los
bárbaros, por lo menos en Occidente. Al principio, en el interior de
las antiguas fronteras romanas, so constituyeron innumerables rei­
nos distintos y. por lo general, enemigos: y oíros países, particu-

<>
lamiente en Gemianía. que nunca habían estado incorporados al
Imperio y que se habían mantenido extraños al mundo mcditerrA-
neo. adquirieron en el curso de los siglos, creciente importancia en
la vida política de Occidente, en via de reagruparse, Pero, alejados
del Mediterráneo sin costas propias, la mayoría de los reinos bárba­
ros fueron obligados a vivir replegados en si mismos, con lo cual no
existía en ellos comercio, y las ciudades, allí donde todavía las
había, arrastraban un vivir triste y marchito. Por doquier se volvía
así a una economía esencialmente rural que. carente de medios de
comunicación, reducía al mínimo el intercambio de productos: se
impusieron el particularismo y el aislamiento, y la civilización luc
arrastrada a una regresión espantosa.
De repente se habían hundido las fundamentales nociones que
apoyaban el listado romano. La clara conciencia que habían adqui­
rido los romanos de que existía un interés colectivo, aquella «cosa
pública» (res /niblica) de la que todos, comenzando por el empera­
dor. debían considerarse scrvidoTes.se bahía horrado porcompleto;
la misma idea de servicio público había desaparecido, y con ella
toda distinción entre bienes públicos y bienes privados (respublicac.
res privatac), Cualquiera que fuere la ambigüedad del vocabulario
que entonces se usaba, ya no existían tesoro público, ni funciona­
rios públicos, ni Estado. sino arcas de las que extraían los principes,
sin distinción, tanto para sus necesidades privadas como para las
colectivas, y servidores empleados indiferentemente en las tareas
domésticas y en aquellas que interesaban a la vida del reino y tei ri-
lorios que eran considerados propiedades del rey. y como tales,
transmisibles por herencia y reparto entre lodos sus descendientes
directos con el conjunto de sus bienes.
I'al era la situación a la llegada de los earolingios. Su papel no
consistió en hacer resucitar un estado de cosas ya abolido: intenta­
ron construir, sobre las ruinas del mundo antiguo, un mundo
nuevo, alentados por principios nuevos, y devolver, si asi puede
decirse, un espíritu al Occidente que agonizaba. Desde esie punto
de vista vamos a emprender la historia de su Imperio.

Úl
LIBRO PRIMERO

FUNDACIÓN DEL IMPERIO


CAPITULO I

ESTABLECI MIENTO DE LA MONARQUÍA


CAROLINGIA

Desde los primeros siglos tic la P.dad Media, los francos de Clo-
doveo y de sus sucesores habían logrado establecer su dominación
sobre vastos territorios cuya configuración geográfica y composi­
ción étnica presentaban ya. en gran parte, una anticipada forma del
Imperio carolingto.
En el momento de su mayor extensión, en los días del reinado de
Dagoberto (629-639). su rei no englobaba poco más o menos toda la
üalia. una parle de los países renanos. Alemania y Ttiringia. y hasta
comenzaba a hacer sentir su acción en Frisia. Sajorna y Bavicra y a
inspirar respeto a algunos de sus vecinos eslavos. Sin embargo, la
monarquía merovingia no era oirá cosa que un reinobárhan>, como
sus semejantes, fundada en la conquista, no se proponía otro obje­
tivo que aumentar incesantemente el conjunto de su territorio, que
formaba su riqueza, y cuyas partes integrantes no poseían en común
más que el pertenecer a los mismos dueños: los francos Por eso.
todas ellas se llamaban «reino de los francos» (regnarn francorum).
C on respecto a estos últimos, los descendientes de Clodoveo sólo
tenían la calidad necesaria para reinaren virtud do una tradición
que enraizaría en lo sucesivo sólidamente y que, entre todos los bár­
baros. reservaba el trono a la familia del caudillo que los había con­
ducido a la victoria. I as tierras conquistadas por sus armas se
consideraban como de propiedad personal, y parecía obligado que
su herencia quedase asegurada en favor de sus hijos legítimos y
luego de los herederos ti irectos de éstos, que se las repartían entre
ellos por lotes o reinos de valor parecido y que únicamente los, natu­
rales fallecimientos lograban, a veces, reagrupar en un reino único.
Pero, en la segunda mitad del siglo vil. la estirpe merovingia
parece agotada \ su decadencia conduce el «reino de los francos » a
su ruina, Uno a uñóse van separando de él los territorios germáni-

t.l
ios que untes estaban bajo su dominio: la misma Galla se desmem­
bra y Iriunfa la anarquía en el interior de cada uno de los reinos par­
ciales, que ya regularmente se oponen a otros sobre su sucio
—Austrasia, Neustria. Borgoña—, sin que ninguno de ellos consiga
conservar a la disidente Aquilania. I£n torno a los reyezuelos ramas-
mas que la prematura muerte de sus padres lleva al trono, aún en su
primera infancia y que, comúnmente, no alcanzan la pubertad,
hasta tal punto es tú degenerada su raza, se agita una multitud de
ambiciosos, sedientos de poder: los más hábiles, que se apoyan en
una mayor clientela o facción de leudes, logran, en cada uno de los
tres reinos, ocupar el cargo de «alcaide o mayordomo de palacio»
(majar domas), que le vale disfrutar en realidad el poder. La unidad
teórica de la dominación franca pudo, pese a todo, sobrevivir al
fraccionamiento, y no hubo mayordomo de palacio que no tuviera
el deseo de reconstruirla en provecho personal, apoderándose de las
mayordomos que no les estaban sometidas.
Por haberlo logrado cuando sus rivales fracasaban, y por haber
maniobrado, además, con gran tacto para reservar a su familia el
monopolio de su cargo, los antepasados de los caroli ligios pudieron
fundar el deslino de su casa

I I.OS ANTI-PASADOS Oh LOS CAROLINÜIOS


Y LA OBRA DK CARLOS MARTPL

Desde los días de Gotario II y de su hijo Dagoberto. uno de ellos.


Pipino el Viejo, ocupaba la mavordomia del palacio de Austrasia. en
la que parece se mantuvo por espacio de veinte años, eon excepción
Je un muy breve período de desgracia (hacia el 634), durante el cual
sus funciones fueron desempeñadas por su yerno Ansegisclo. hijo
del obispa de Melz. Amulfo. 1*Después de este Pipino. a quien los
modernos historiadores tienen la costumbre de llamar Pipino de
Lauden, gobernaron el palacio de Austrasia su hijo Grimoaldo y
luego su nieto Pipino el Joven: éste, al que llamamos Pipino de Men­
tal. venció a los de Neustria en Tertry, cenca de Perenne, el año 6K7. y
anexionó a la suya las mayordomos de palacio de Neustria y de
Borgoña.:
Hasta el año 714 en que mu rió. este Pipino el Joven, aun delegando
por algún tiempo el gobierno de los dos palacios de Neustria y de

1 Cf UOlioier-MuhlUnchcr pife Regestat <A.< tt'iiiumríeft im irr i/en Ktuvlingcrn.


151-918:2.’ eil.L L revisado\ lermimiduporJ. I «hnorllnnsbnick. 1908. n.Wl
2i a 2(/.
Cf. Idem. il° ‘ I r j 21L

14
Bcirgofla en su segundo hijoGrinioaldo 11.3se mantuvo en realidad
como único y omnipotente .señor de los Ires reinos en que segnia
dividido el regnum franeamm Asi. desde comienzos del siglo vil. se
establece la costumbre de considerar al mayordomo o alcaide de
palacio de Ausirasia como jefe de toda la monarquía.
Hs cierto que en el arto 714. el orden que estaba a punto de esta­
blecerse parece destruido de repente por el asesinato de Grimoaldo II.
único superviviente de los dos hijos legítimos de Pipino el Joven,
quien, a su vez mucre unos meses m.is larde.11.os nietos de Pipino
son unos niños, igual que el único rey merovingioqucaún vive.el de
Nettstria, ¿Se va a producir aquella ficción duplicada de sostener
junto a un rey fantasma pareados mayordomos también ficticios?
Tal es la combinación que intenta, sin lograrla, la viuda de
Pipino. Pleclrudes. que Iraltl de gobernar al socaire de sus nietos.
Pero se enfrenta con la resistencia de los de Neustriy. que eligen un
nuevo mayordomo de palacio en la persona de uno de los suyos,
Rainfrodo o Ragenfredo. y luego marchan hacia el Mosa para
unirse con el duque de los l'risoncs paganos, Radhodo. que también
¡tenia en plena rebelión y cuyas tropas, más o menos de acuerdo con
los sajones, remontan el Rin hasta C olonia.*5 Parece que el reino
franco va a volverá caer cu la anarquía cuando aparece un salvador
en la persona de un bastardo. Carlos, fruto de los amores cío Pipino
el Joven con la noble Alfaida. ‘ Mantenido en aislamiento poi la
ambiciosa Pleclrudes y por orden de ella encerrado en una prisión o
vigilado, esquiva el cerco de sus carceleros y triunfa sobre sus ene­
migos uno tras otro: de los de Neusrriaen Amhléve, cerca de Lieja.el
716, luego en Vincy (o Vinchy). cerca de Cambray. en el 717; el
mismo uño. de los partidarios de Pleclrudes. que alcanzada en
Colonia, en donde se habia refugiado, tiene que entlegarle el tesoro
de Pipino: derrota también a los frisones v a los sajones, a los que
persigue hasta en su lerritorio: poco después (71 <1-720), vence a los
de Aquilania ya su duque Elides, aliado de Ragenfredo; finalmente,
en el 724. derrota en Angers a este último. De creerá sus contempo*

' < f. Man, n.“ 3(Wa 3ilg. .


J Cí. Idtnt l.1*1 ’1f>y m
5 Gesta regnum íraneonon (crónica redactada en 717 y igue hu) suele designare:
con el nombre de Ltbi r histomie Fraiicaruni). 51 y 52. ed. Kriisch |Gesta nrrumjrunro-
n/ti. pul', poi B. Krusch con el mulo Líber historia? F/vneoniM, en lo? Mein Germ.
soíe de los Scripinrrs (¿ruin inerovitigicanim. i ti (H annovei 1988. iu -t/i|. pigs
32<-126; continuadores de Ftedcgario 8 y 4. ed. Kiusch [Conltrimibree de / mkgfirit>
puh por B K iuselien los Mon. Gemí., serie de los.Scripiorcsrenim mcrovineic.uum
i t) iHannovoc. 1853. in-J i p.lgs, |"0-17d
fl O'rjM ren Frutw. p.tg Is), püg. 324g eonl de Prcdrgarin, b, 172.
GestuiYfi Freate SI-53. pigs. 325028: com de Frcdcgario. X-17. pnes I73 I7S < |
Hiíhmcr-M’JliIbaclier a.1** 29n-?7/>
rúñeos, el mismo Dios le conduce por doquier a la victoria, y por su
brazo salva al reino tranco Je la desmembración v de la mina
Nada impide ja a Carlos, puesto que en lo sucesivo no tiene
quien rivalice con él. ejercer el poder en calidad de mayordomo del
palacio en nombre del reye/uelo mcrovingio Thicrrv IV. hijo de
Dagoberto 111 y restablecer la situación tal como su padre la
había dejfldo.
No obstante, el reino franco resulta de todo aquello muy redu­
cido. Por el su r. y pese a la victoria deCatiosdel año 720. la Aquita-
nia permanece bajo el dominio de su duque Fudc.s prácticamente
independiente; los musulmanes de Lspaña. después de hahei inva-
di do d Rosellón y el Languedoe interioren el 71V) o ol 72ti. penetran
al mismo tiempo hacia Nimesy Tolos»; sólo tina rápida _\ vigorosa
intervención de Ludes de Aquitania logra impedir su avance, a las
puertas de osla última ciudad, cerrándoles el paso al valle del
Garona; pero, por el mirle de Nimes. pueden el año 725 lanzarse
impunemente poi los valles del Ródano y del Saona hasta el cora­
zón de Horgoña, saquear Aulun y llevarse un cuantioso bolín sin ser
molestados ni perseguidos.s La mayona de los territorios germáni­
cos al este y al norte del Rin. dejaron de reconocer la hegemonía
franca y difícilmente puede contenerse en sus fronteras el impulso
invasor de alamnnos. bávaros. sajones v Irisónos. Nunca, en ningún
momento de su historia, apareció más débil ni más próximo a la
ruina, el reino cuyo gobierno tenia Carlos en sus manos.
Pero el mayordomo de palacio no carece ni de osadía ni ele
carácter enérgico, y con valor sereno hace Irente a las más compro­
metidas situaciones. Por el este obliga a los basaros a someterse; ''
desde el año 750, queda reducido a una provincia el ducado alama-
no " y pot una serie de bien dirigidas ofensivas (desde el 720 al 758)
son con tenidos y amedrentados los sajones. Por el norte someto a
los frisónos en 755-754. Mientras tanto, se presenta de lepente el
mas grave peligro que jamás amenazara al reino, el peligro musul­
mán; cu tromba, la caballería del emú de Lspaña. Abderrahmán, se

‘ Gola /V)>. Fiiiu. >t. paj!. 325. I 27.(.0111 de Fredcgofio. X. p.ig. PJ. l.lT .P .p n g
P5. i r . 15. 1% 170. I I; 19, pjg. IT». 1.9. 20. |i;i¿ 17.S. l io
A. Mclinier s 11. /iilen hcif. Hurla ¡m asicu <jmhrwl,in\!< Zai.yiu\it\ cu la His-
tuwgínénrie r/e t.angunlc* de Devie y Vaisseie. nueva Cvt. loma I I 1 IS'5). 549-
55S: T. Codera. «Njrbona, Cjcrona s flurcelonj bajo la dominación imisnlinHnu».cu
Aijirtia ti Evudii CiiiuUr.s. Auuon. artos I1» ) - 1910. pac». 17S-2D2
I Cont de Fredegari». 12. p.ig. 175. LT B&hmcr-Muhll’ achrr. n.n’ t'< y áVi
II BOluucr-MllIbitchcr, n.’ tSr
11 hUm, n.'-Alif. 55a P ii 3$Ji,4la. bl lestimoniiievenciülcseldeluseoiitiniiKito-
ics Je Frcdcgariu. II, pag. 175. s 19. prig. 177
- Düliiilei-Mlthlbacher. n.‘ .'‘X1s d. También .il| ai el testimonio cscrio .1 es si «le
los enntinuxduies de Ficdegario I'. pág. Píi

16
abare desdo Pamplona sobre la Gascuña y Burdeus \ premio, d iri­
giendo su avance hacia Tours y la Prancia septentrional, llega a las
puertas de Poitiers (octubre del 7'2). Ps la repetición de la aleara del
725. pero esta vez están en peligro las regiones vitales de la Galia.
I lomado por el derrotado duque Hudes. acude Carlos. l os Jos ejér­
citos se enfrentan a las mismas puertas de Poitieis: con sus filas
apretadas, «inmóviles como una muralla», según frase de un con­
temporáneo 1 pero animados de una feroz energía, esperan los
trancos a pie firme el choque del enemigo, que viene a descargar su
furia en sus espadas y del que hacen una horrible matanza, lintre
los muertos está Abderrahmán y solo el manto de la noche que cae y
los oculta, salva de los vencedores los maltrechos restos del derro­
tado ejercito m usulm án.15
Al fin puede respirar la Galia: no queda su suelo enteramente
limpio de sarracenos, ya que éstos ocupan todavía el Kosellón y el
l angucdoc inferior, desde donde realizarán afortunadas correrías,
especialmente la del año 757 sobre Axiñón y la comarca vecina:
pero la respuesta a estas incursiones no se hizo esperar: rechazados
y derrotados por Carlos ese mismo año a orillas de! Berro, al sur de
Narhona, las huestes del Islam quedan ya contenidas en aquella
región 1,1 ríe la que serán fácilmente desalojadas veinte años más
tarde.
Sus victorias sobre los musulmanes, en especial la do Poitiers.
dieron al mayordomo de palacio prestigio y autoridad en toda la
Cialia. Aquiiania. que le debe su salvación, parece haber entrado
entonces definitivamente bajo su obediencia: conserva en sn gobierno
a un Juque, aún después de la muerte de Hudes acaecida el 735. pero
un recorrido a caballo de Carlos a través del país hasta Burdeos y

1.1 Isidoro ilc llcju 11siüorns l'jsccnsisJ. Ctnviiu/ue, en Rk u h I des lita. dti Oattlr.\ ti
lA/iiérum't 1. II. p.ig. 7Z l . y cu Mi crie. I\ttm¡. hit I . \ l VI. col. 12" I. |Se Irnlu ilc l¡i ( rtl
ní.ii atribuida can error al obispo Je Par Julia (Reja): Menénclc/ Piñal la designa
como Cnimuj ,/W S/ivríw/w tic! 7S4 ipot ejemplo. ffoJnyo rl ¡tilinto üi*to. I. I. p.ips
X W II. 1..WII. I.X V III i para ClaudioSánchez Albornoz.su autor dth¡A«.cr «únete -
ripvi ilc la Iglesia Je Toledo, acaso oriundo de Córdoba. y 140i a teces en ella Resi­
liente u viajero h. Vea>e Fu tomo a loí onyciu-i do Fcntlalumo Mendoza ( Argentina).
i'»:, tomo 11. páís :?-r] | \ jet 11
IS C f BOhmer-Miltilbai'hef. n.’ 39ti Los tesaos esenciales, a n :i i riel Je 1l nota
anterior,suri la ChroHUjHc de .Ifw u ir \( hroti.'ijUt:de \fn :\ iir. pub en Hoil ( ienn.. serie
dclasScriplorCsl t y tlflla n n o u o i. |tC6> IS29. in-t'olini|. p ig .’91. y Insconhnuado-
nes de Trafagado. Ü.púg. 175 La importancia real d é la batalla de Poiiier? no«e«lis-
culo aquí. poro lo eieilc <s que el Occidente tuso una sensación de alivio i|Uc
pmpoteionó giiin prestigió a Carlos Mariel.
' Hohmcr-Milll'achrr. n."> VK □ » « i t:| texto esencial e «el «Ir los continuadores
de fredeyarui. 211. p;tg>. 177-17P.
1.1 Cf. A. Mnliniei y I I.Zotcnbcrg./w . ¡it pense pág. 11. ti. 1|.pás>.5> t. L ndera./r*
ú (víase pac II. n. I). pags. 197 19.5

17
[ilaye, al «lia siguiente de aquel suceso.es suficiente para imponer a
todos el reconocimiento de la soberanía franca. * He la misma
numera deben inclinarse Borgoflii y Provenza, igualmente rebeldes,
qtte son recorridas, como hizo con Aquitunia. por Carlos, en 733.
736 y en los años siguientes para, sin gran esfuerzo, someter su espí­
ritu levantisco. Pero uqui no se trata sólo de un simple dominio
señorial, sino de soberanía plena y absoluta, y Carlos designa sus
condes v representantes sobre toda la extensión dei territorio
sometido. •’
Allí donde queda asi restablecida la autoridad real —una autori­
dad leal que el mayordomo del palacio ejerce sin que.se le ocurra, ni
aun desptics de la muerte de Thierry IV. d 737. H justificar con la
presencia junto a si de un merovingio—. Carlos actúa como señor
absoluto, legislando, haciendo justicia, disponiendo a su antojo de
las sedes episcopales o abaciales y de los bienes de las iglesias, que
distribuyen enire sus fieles a cambio de sus servicios; en una pala­
bra, conduciéndose exactamente como si personalmente estuviera
investido del poder soberano :i No se produce protesta alguna ni
aunconlru las numerosas usurpaciones de que se hace culpable con
respecto al clero y ninguno desús contemporáneos pensaría siquiera
que aquello significaba una actitud cualquiera contra la Iglesia Por
el contrario, se le rinden elogios, con razón, por su abnegación en
favor de la religión. Tanto para las ohrax piadosas como para las
misiones, resulta protector destacado, al que no en vano se pide
ayuda. L'l año 722. el papa Gregorio II. «conociendo el espíritu reli­
gioso que anima'* a aquel «glorioso duque de los francos, solicita su
apoyo en favoi de San Bonifacio, encargado por la Santa Sede de
con vertí i a la fe cristiana a los paganos de Gemianía: y Carlos con­
testa con una carta Je protección completa, redactada según el
modelo de las cartas habituales de protección real, por la que con­
vierte al misionero ponlilicio en un protegido personal suyo.
Tal gestión en aquella fecha podía parecer temeraria, ya que en
el año 722 la autoridad de! hijo de Pipino era todavía incierta Pero
quince años más tarde ya no era posible ningún género de duda; el
mayordomo del palacio era el más importante personaje no sólo del
reino merovingio, sino de todo el Occidente No lias por tanto de
qué asombrarse si en 731). y luego en 740. el nuevo papa Gregorio ITI

11 C'úiit Je fredogano, 15. p.1gs, l 75't"6


'-1 Mem, 1-1. IS. 71. pitg» l7S.pg
■'* Bnhmfr-Múhlbai'hur. n 0 70h.
l.L » i. n. * >1 .U 55, 57. IX. JW, 1(1. 41. «O.
-- San Bonifacio, Fpisuiltie. rd. Tangí «S. HonilVuii ot Lililí epiiaiulnc*'. pntt. poi t.
Tamil (UerUn m íe. in-S do las M idi ííojiii . serie de las Lpistnl.ie Sclcclue.
t I)
IX
se dirige .1 Carlos para solicitar no ya 1111 simple salvoconducto en favor
de un misionero, sino ayuda y consuelo contra sus temibles enemigos
los lombardos que, a la sazón, amenazan con apoderarse de Roma.
Desde los dias de Justiniano. la silla de San Pedro había pare­
cido afincada de modo permanente bajo la autoridad de los empe­
radores romanos deC'onstanlinopla: peroéstos, que consideraban y
trataban a los papas como simple obispos imperiales, acabaron por
adoptar una política eclesiástica y. con frecuencia, una posición
religiosa a la vez. que no se conjugaban con la tradición defendida
]K>r los sucesores de San Pedro, Desde el año 717 ocupaba el trono
imperial León III. cuyas pretensiones de regir a la Iglesia desenca­
denaron por doquier la guerra en sus listados. Partidario del regreso
a un culto desembarazado de las supersticiones y excesos que en
Oriente condujeron a la devoción de los iconos, adoptó una postura
tan radical en aquella delicada materia que no sólo llenó de luchas
terribles el Oriente, sino que consumo la ruptura con el romano
pontífice. No había dudas en cnanto a Ja posición adversa que debe­
ría tomarel papado, y por mucho tiempo no habría posibilidad de
que llegase a un acuerdo con un gobierno imperial que estaba deci­
dido a imponerle sus normas, a ejercer represalias cada vez más
duras contra los bienes de la Iglesia romana y basta a posesionarse
ríe la autoridad de la Santa Sede, cuyo campo de acción directa dis­
minuía al substraer a su jurisdicción eclesiástica, para unirlas al
patriarcado de Consta nónupla, provincias enteras como Calabria.
Sicilia. Palm ado y los países balcánicos.
Así. pues. 110 pudiendo contar con el apoyo de un emperador
que. además, tenia entre manos otros asuntos bien diferentes y
estaba por su parte entregado a defender sus posesiones tic Asia y de
liuropa. el papa se encontraba desamparado trente ni peligro que
los avances de los lombardos le hacían correr. No es este el lugar de
hacer la narración de sus conquistas: hay que recordar tan sólo que
después de haber atravesado la Gemianía hasta orillas del Danu­
bio. invadieron Italia el 568. í.n aquella fecha toda la península era
ya desde hacia treinta años, parte integrante del Imperio romano y
estaba gobernada desde Conslaniinoplu por los únicos sucesores
supervivientes de los Augustos. I enlámente, desde entonces, se
dedicaron los lombardos arrancársela: ocuparon gran parte do las
provincias septentrionales y algunas del sur, pero aún no habían

,J Codas Cnrol-, cansa 1 y 2 "C chIcx Cnroimus». pul), fuii W. Omni tac li en ii 1 III
ilcId!, f pisiolac Epitiultic. 1 til a VIH. I'ifac. I.puh por !■ Ddmmlci y oíros (1 turnio
ver. ISM2-1931). 5 wilv t I fase., in—í-"’ ele la Mon. ücrm: (1 ufa. por i. I taller on In tutee
ciim eiiail.i bii.to el ru 4fv Resultan p.irliajlaimeiiie sigii¡fivHMvo<< tos leoninos qut
cmplen Gieporía III puro scnalsi la pieduti ilc Carlos y so devoción |S<r In tgleifa
con seguido apoderarse ni de Roma ni de Rávena. la antigua capital
de los emperadores de Occidente, en donde residía ahora el exarca
de Italia, representante oficial del emperador pata toda la pe­
nínsula.
Arríanos en un principio, los lombardos, que hablan comen­
zado por hacer gravitar sobre Italia el peso de una sañuda persecu­
ción religiosa, terminaron por hacerse católicos romanos, pero su
lomo avance a causa «lo su falta de entendimiento y luchas intesti­
nas, seguía siendo objeto de constante preocupación para el papado.
Nominulmente obispo del Imperio, pero en la práctica libre de sus
presiones y tan alojado de Constaniinopla y aun tic Rávena como
para poder actuar en calidad de pontífice universal, el papa tem­
blaba ante la idea de que pudiera convertirse en obispo «le una
monaiquia lombardo. Evidentemente, la incorporación de la sede
de Roma a aquel reino hubiera sido una catástrofe para el sucesor
de San Pedro en una época en la que su autoridad ecuménica estaba
aún seriamente en litigio por las pretensiones del patriarca de Cons-
tanlinoplu. a quien respaldaba firmemente el emperador y de quien
era colaborador directo.
Pero ¿cómo evitar el peligro? Sólo una solución parecía factihle:
recurrir a los francos. Por primera ve/ iba entonces a hacerse indis­
pensable para salvara la cristiandad de Occidente aquella conjun­
ción «le lo carolingio y del papado, de la que, más adelante, debían
producirse tan trascendentales consecuencias.
El año 73Ú, el rev lombardo l.uilprando acampaba a quince leguas
de la Ciudad Eterna: el momento no daba lugai .1 vacilaciones y el
papa Gregorio III se dirigió resueltamente al poderoso mayordomo del
palacio meros ingio. Las epístolas que a la sazón dinge al jefe electivo
del gran reino bárbaro de Occidente sorprenden por sii singular
tono. Se trata de u 11a súplica urgente dirigida al v/mrr (subrcgulus) de los
francos para que actúe como «hijo devoto del príncipe «le los Apósto­
les»; para que se conmueva ante ¡as lágrimas «que dia y noche vierten
los ojos» del pontífice ante los desastres que se acumulan: paia que
piense, también, en las burlas que sus letrasosen acuda levantan entre
aquellas gentes que pretenden menospiviciar el poderío «le los francos.
El acento de estas cartas y la brillante embajada que Gregorio envión
Carlos e! año para exponerle verbalmente su {veticioti. demuestran
el valor que se concedía en la curia romana al concurso del principe
franco y el gran prestigio de que gozaba en aquel momento.
Su categórica negativa a intervenir en los asuntos de Italia en el
momento en que le era necesaria la alianza lombarda para contener1

1v ( hloliiiiL-r-MülillijehcT. ii- rirf.


fW i-r í'rjn./. e-jrtj*. I v ya filad»-.
a los musulmanes por el lado de Provenza. I'ue sin duda una prueba
de prudencia: en cualquier caso no puede verse en ella el sinloma de
un debilitamiento de su autoridad. como parecía insinuar Grego­
rio 111 en la última de sus cartas: y casi i n media lamen le después de
este incidente asistimos, el año 741. a un insólito espectáculo: Car­
los, que desde el 737 y sin ampararse siquiera en un rey. gobierna
sólo el conjunto de los territorios sometidos a los francos, procede
«después de haber obtenido el consejo de sus nobles, al reparto del
reino entre sus hijos», I ales son. al menos, las expresiones que
emplea un contemporáneo generalmente bien informado, quien
precisa que Carlos dio al hijo mayor. Cario man. la Auslrnsia. el país
de los ultímanos y laTuringia; al menor. Pipino, Borgoña. Ncustria
y Provenza. Luego, agrega. Carlos murió en Quierzy el 22 de octubre
riel 741 y —como el gran rey Dagobcrto— fue enterrado «en la hasi-
liea de San Dionisio manir».
No era todavía rey el carolingio. pero todo sucedía como si ya la
monarquía merovingia hubiera dejado Je existir.

II. GoBir.RNO di C ari.oman s di P ihino

Iban a transcurrir, sin embargo, diez años antes de que se diera


el paso definitivo: fueron diez años durante los cuales la monar­
quía, ya carolingia. no dejaría de cxlcndcr su autoridad en Occi­
dente.
No por ello tuvieron en menos grado C'arlomán y Pipino. que
hacer frente, en un principio, a toda una serie de rebeliones signifi­
cativas que estallaron en cuanto murió su pariré: la de Grifón, hijo
bastardo Carlos Martel. celoso del poderío que se habia otorgado a
sus hermanastros:3* la del duque de Aquitania. Hutía Ido, hijo de
Ludes, que se alzó el 742; la del duque de los alamanos. Teodc-
baldo. el 742. "y la del de Haviera. Odilón. en 743 ' Por doquier, la
respuesta Je los nuevos señores fue rápida y eficaz, aunque tanlo en
Haviera como en la región alamamt y en Aquitania tuvieron necesi­
dad de reanudar varias veces sus campañas '* y juzgaran prudente,
pitia consolidar su poder, proveerde nuevo el aüo743 el trono mero-

Conl. <le Frrdegario, 23. p.iy 179.


" ¡don, M. 17*),
Aimutes rui.j.Vv, tcrMu de l.i refundición, año 791 ed Kurzc. pig. 3.
-J Con), de rrrtleg.trio. 25. pág ISU Cl. Briliiiiei-Molitl'.uíier. ii." -C»
1 Coni de fíL'depjiio. 25, pjg. ISO
1 itU-m, 20. p¡ig. I m ). t'í. RChnier-Muhlbailicr. n* 45/».
■- Conliiili.idorcs de t-'redC)>íiiiu. 27.2S, 29. pup;, ISO-lSl; ftólnr.cr-MüliItm hrr.
ir

21
vingio. que una curiosa paradoja mantenía vacio desde el 737. lle­
vando allí a un reyezuelo fantasma. Childerico III. del que sólo
hacen mención desde entonces las acias oficíales. lina de ellas
lleva la siguiente declaración, que bien vale la pena citar «Childe-
rico. rey de los francos, al eminente Carlomán. mayordomo del
palacio que nos bu establecido sobre el trono .».JJ y tal fórmula no
precisa comentario. A mayor abundamiento, los dos mayordomos
del palacio siguen promulgando acias en su propio nombre y llegan
en ellas hasta a hacer referencia a «su reino»,o a decir, como lo hace
Carlomán en el 747. que están «encargados por el Señor del cuidado
del gobierno». "
r.sta tarea, en electo, la realizan como si el reino Tuese verdadera­
mente suyo. Emprenden la obra de regenerarlo, reúnen concilios y
publican capitulares en las que expresan su voluntad soberana,
lina capitular de Carlomán. " de fecha 21 de abril del 742 —por
tanto anterior til establecimiento de un rey nietos ingio en el tro n o -
comienza con las siguientes palabras:

«En el nomhre de Nuestro Seílor Jesucristo Yo. (.adornan. duque y principe de


los francos, ¡sor consejo de los servidores de I üos y de mis proceres, lie teumdo a los
obispos y a los sacerdotes que están en mi1reino., pura que me aconsejen el medio de
restaurar la ley de Dios y la Iglesia, corrompidas en los días de los principes .interio­
res. a Un de que el pueblo cristiano puesta asegurar la salvación de su alma y no se
deje arrastrar a su pérdida poi falsos sacerdotes,»

Siguen a esto las decisiones acordadas «porconsejode sus sacer­


dotes v de sus nobles», por el «duque y principe» Carlomán. Podas
ellas se dirigen a la restauración de la Iglesia franca bajo la égida de
aquel mismo Bonifacio, «enviado de San Pedro», «i quien ya Callos
Marte! había concedido su apoyo y que, por propia iniciativa —el
mismo apóstol de los germanos da testimonio de ello— el hijo
mayor de Carlos Martcl habia «hecho llamar jumo a él» para resta­
blecer la disciplina eclesiástica en sus Estados.
Las medidas promulgadas entonces y que sólo se contraían a los
territorios sometidos a Carlomán. fueron confirmadas o rectifica­
das el 1de marzo siguiente en bslinnes.en Ilain au t.3i y un año des­
pués adoptadas por Pipi no para sus propios territorios, con ocasión

Bfihmcr-MuHIbncher, n-5 4.V


"l hkm.
' t<tem n ' 51
Cu/iiiiilarin. t. I n.1 liJ. pigs 2J-26, l :slc documento uinhitn aparece til la
correspondencia ¿c San Bonifacio. ey|. ’la u g l. pogv 98-102. n ■ *<>.
r San Bonifacio, h/’i.'loke ed. langl.. carta 50. pág S2.
■* Ctiffilul. 1. 1, n * I l.pagv 22-28 Para la lecha,cf, tam bién Bühmei-Miihlhat.hei.
n." J5.
de un sínodo reunido en Soissons ei 2 de marzo del 744. Fu la capi­
tular que las resume, el nombre de Childcrico. que había sido
entre tanto elevado al trono, sólo aparece en la lecha («en el año
744... segundo del rev Childcrico»), Para colmo, el documento está
redactado de acuerdo con el modelo de la capitular del arto 742: allí,
quien dicta su voluntad es Pipino. «duque y principe de los fran­
cos», voluntad decidirla «de acuerdo con los obispos» y después de
«haber sido aconsejado por el clero y porsu.v nobles»; es «Pipino,
varón ilustre, mayordomo del palacio» y no el rey quien al final del
acta estampa su firma. Ionio de hecho como de derecho, la reforma
de la Iglesia de las Guijas fue obra personal de los dos hijos de Car­
los Marte!, a quien prestó su concurso San Bonifacio.
La relirada de Carlomán, que en el arto 747 dejó el siglo para ira
acabar sus días en un cenobio,411posiblemente apresuró la anulo­
ción de la licción mero vi ngin, En efecto, sólo ya a la cabeza de iodo
el reino. Pipino. al que llamamos el Breve, tuvo, es cierto, que hacer
frente a una nueva rebelión de su hermanastro Grifón al que impru­
dentemente se había puesto en libertad después de seis años de pri­
sión. rebelión complicada con los apoyos que el suhlevado encomió
en Sajorna y en tía vi e ra :*401*43pero el mayordomo del palacio no parece
que tuviera, porolra parte, dificultades serias en hacerse obedecer. r
Grifón y sus cómplices fueron vencidos al cabo de algunos meses de
luchas, *3y los documentos contemporáneos, aunque no se tenga en
cuenta más que las apariencias oficiales, demuestran que el papel
asignado al rey merovittgio decrece constantemente. Se buscaría en
vano, durante este periodo, en las actas auténticas una sola que
emane del rey Childcrico. mientras se multiplican aquellas en las
que Pipino se nos presenta en el ejercicio del poder soberano.
Parecía, pues, llegado el momento de dar el paso decisivo t n un
acta riel mes de agosto del 750 aparece Pipino sentenciando públi­
camente en justicia, en el palacio mcrovjngio de Altigny. al que
llama «su palacio»; declara que reside allí «rodeado de sus nobles»
tproi'eri's nosiril —los obispos, los duques y los condes del reino— y
ejerce el poder «que le ha sirio confiado por Dios». u
Poco después decide, al fin. separar al ficticio rey en cuyo nom­
bre gobierna y lomar para si el titulo real.

Capi/ul I I. n** 12. pags 20-20


40 BcHimcr-Millilbaelier. ii * Í2n y 551?.
41 l.lti». n « 55, y 5 V
l: Sin embargo, se ha «uputslo. sin que se p unta afirmar, que un hij i de i -irla ■
<aán. llamado Drogon. pudo abrigar algunas pretensiones, rápidam ente anilladas a
•nicedei a >.u padre. Véase Son Bonifacio, Ephlohif, eJ T a n g í, n.* 7‘J. pítg. 172.
43 CX Hohrocr-Mtihlbacher. n.r 57c
44 Atoll, n ' ÍS.

•I
III. Ciñl.pr DP r.STAIXJ DI PlPINO '<PL BRP.VT

I üdo hace creer que este golpe de Estado fue preparado cuida­
dosa menie. Durante los dos años que lo precedieron, según observa
uno Je nuestros tnús serios informadores (uno de los «Continuado­
res de I-rejega no»), «la tierra se mantuvo sin combates»,J-y. en una
época en la que el retí acimiento primaveral traía normalmente una
actividad bélica, lodo hace pensar que aquella paz excepcional se
aprovechó, sobre todo, para enlabiar negociaciones. Hay que supo­
ner que se sostuvieran Conversaciones con los próceros del reino. y
conocemos, por luenle segura, que las hubo con la Iglesia, cuyo
apoyo se creía indispensable. Enlre otros detalles, sabemos que el
obispo de Würzbuig. Burchard. y el abad de San Dionisio. Puliad.
fueron enviados u Roma a fines del año 749 o. con más probabili­
dad. a comienzos del 750, para lograr la adhesión del papa al propó­
sito de un cambio de régimen,
Ya hacía algunos años que se habían ido multiplicando las rela­
ciones entre los jefes del reino franco y la Santa Sede, L,t obra de
reforma religiosa emprendida por (..adornan y por Pipino en sus
Estados, el apoyo que todos los misioneros, comenzando por Boni­
facio. habían encontrado enlre ellos, no podían por menos, pese ¡i
cuanto su ha dicho a veces, que predisponer a ambas potestades
para concertaran acuerdo más intimo. La misma situación política
obligaba a los pontífices mínanos a realizarlo, ya que. después de una
breve tregua, sus relaciones tanlo con el emperador como con los lom­
bardos se presentaban ante ellos cargadas de amenazas, l’ot el hori­
zonte de Bizaneio. donde en 740. después de la muerte tío León l i l e /
Iconoclmia. con quien el papado había tenido que vivir en actitud de
guerra, pareció ai principio asomar una esperanza de duradero acer­
camiento. volvían otra vez a acumularse nubarrones y. desvanecido el
periodo Je las iniciales afabilidades \ del cambio de cortesías, el papa
Zacarías, aunque oriundo de la Italia griega, iba a encornar en
Constantino V un encarnizado adversario del culto de las imágenes >
por consecuencia, un enemigo latente de la Santa Sede. De la misma
manera, por parte de los lomba idos, con quienes habían mejorado las
relaciones en los últimos meses del reinado de Luitprando y durante
el de su sucesor Ratehis 1744-749). la paz parecía peligrosamente com­
prometida con la ascensión al podei de A-srollo en junio del 749.J

’ • l ont Ce 1-renegarlo. i2. pag. Is2. t M


hit'in. .1.1, pjg. IS2, Ai\nah.\ m i itl<w. arto 749
4 Sobre todo esto sráse la hinvuiliu dei pii|»i Zacarías i estrila, en opinión Je
Mo'.i»eíiúr Ducheíne. en vicf.i Ucl mismo pnntilioet en el l.ibtriiontijiwli'. I I . p.:gs. 42t>.
4.W. \ lo notas ilel editor.

74
t mu o antaño, en los días de l.uitprando. el nuevo rey sólo tenia un
deseo, el de realizar a todo riesen la unidad de Ilalia. Se prepara ha d
ataque, si e.s(|uenoesiaha ya en marcha contra loque quedaba de la
provincia bizantina de Káveiia —d e x a r c a d o — cuando los dos
enviados de Pipino llegaban a Roma para abril ton el papa las
negociaciones que les había encomendado el principe franco. J‘
De tupidla negociación no aparece señal alguna en los cronistas
pontificios ni. lo que es más sorprendente todavia.cn el Codex Caro­
linas, esa copiosa recopilación, formada el año 791 por orden del
mismo ( a rlomagno. de las epístolas que se cruzaron entre los papas
y los primeros earolingios. Pero, según dice el redactor olicioso de
los anales de Incorie li tinca | los Aiwalex royales |, del que,en nueslra
traducción, liemos respetado el estilo lorpe c incorrecto, el obispo
Bu relia rd y el abad l-ulrad. fueron «tildados al papa Zacarías para
preguntarle, con respecto a los reyes que. a la sazón, no tenian en
I-rancia el poder real, si estaba bien o no que lítese asi» a lo que
Zacarías parece que respondió «que más valia llamar rey al que
tenia que ni que no tenía el poder real».J lira —ignoramos si con
condiciones o sin ellas— la anticipada aprobación de la actitud que
el principe franco se disponía a tomar.
Seguro va de esta aquiescencia, de la que un texto como el que
acabamos de citar parece demostrar que se dio a conocer a la opi­
nión pública. Pipino decidió en noviembre de 751 encerrar en un
convento al merovingio Childerico y se hizo reconocer personal­
mente como rey en una gran asamblea reunida en Soissons. M
Su elevación al trono, contraria en principio a la tradición
franca que limitaba la elección del rey a los miembros de la familia
meroviligia, tuvo lugar con formas inusitadas: la habitual ekrnon
por el pacido, según la requería la antigua costumbre franca Onon
Franconon. dice el analista), fue seguida en Soissons por una cere­
monia desconocida hasta entonces en la Ciaba yen el curso de ia
cual de recién elegido recibió la unción santa de manos del obispo
Je Gemianía, Bonifacio.51 Con esto se proponía el carolingio. sin
duda alguna, hacer visible a todos la aquiescencia otorgada por el
Soberano Pontífice a la usuqiacion realizada. ¿No era. en efecto. San
Bonifacio, el legado, el enviado personal de! papa con el que estaba,
como lo demuestra su correspondencia de la época, en íntimo y

l.tb*r poiiii/kalis. ( 1. pae. -14*1


-tímales royufrs. 7-W, Lite C iiiniliiimloiv*. de Frcdegsriu, ÍC p.ig, V \ a
(luufulti (U‘ umiiune l'ippmi hacer alusión, también. .1 clin aprobación pomllicia:
rcio l’inihU'Dienic rcpiodiicen la luÍMiia líteme t|Ce el auliu di- lu\ A míale* mivil,, o
H jii siguen II tOí Illl-imuv AtttMlt f UiViltrf.
" .JuHifif.v im.i/. ,tñii 1!*0, pags, S y tu, Com de Fiodeeario, l'v pag, tsé
Ititiii, ailo 'Mi. i:ú_tu S \ 10.
permanente contado? I a presencia y actitud del más calificado de
los representantes del ¡ele supremo de la cristiandad significaba, por
tanto. ame los espectadores, que la instauración de un orden nuevo
se llevaba a cabo en pleno acuerdo con aquel que debía ser conside­
rado como el más legitimo interprete de la voluntad divina.
Ll gesto de San Bonifacio, al verter los sanios óteos en la cabeza de
Pipino, tenía por resultado convenir al carulingio en el elegido de
Dios, a la vez que en el elegido del pueblo Sobre esto no cabe duda
alguna: se renovaban los tiempos bíblicos v la consagración adquiría
a los ojos de los contemporáneos su valor antiguo. Si el alcance de este
rito olvidado podía no sercomprcndido por la inasa de los francos no
sucedía lo mismo con respecto al selecto grupo clerical alimonado
con la lectura de los Libros santos. Igual que Saúl y que David. Pipino
era el ungido del Señor y como ellos se co m alia en su mandatario: de
Dios recibía la investidura, que significaba un verdadero sacerdocio,
como lo fuera, según el testimonio de los libros de Samuel y de los
Keyvs. el de aquellos a quienes la voluntad divina, y no su nacimiento,
habia designado para regir a los fieles del '!'opoderoso,
La anología de las situaciones debió conmover a los hombres de
Iglesia y por muchos años la historia de Saúl j de David ibaaesiarpre-
semeen sus espiritasen lodo momento y seria continuamente evocada
por ellos como una especie de prototipo de la misma historia caroliugia.
1lav que admitit también que esta resurrección de la ceremonia
bíblica de la consagración hubiera podido ser fácil iluda por el
recuerdo de uu pasado menos lejano. La monarquía visigótica prac­
ticó parecidos usos antes de ser barí ida. a comienzos del siglo VIII.
por la conquista musulmana, y nada impide suponer que se poseye­
ran informes cincuenta años más linde, en la Galiu. por cualquier
libro litúrgico o cualquier recopilación canónica importada de
Esparta. Es posible, también, aunque menos seguro, que ya lucra
usada la consagración en los países anglosajones de los que venia
San Bonifacio ^ Peroeri todocaso puede tenerse porseguro que los
antecedentes bíblicos impresionaron directamente el espíritu de los
clérigos Jcl siglo vm y que en tal evocación halló Pipino luetva y
prestigio capaces de hacer olvidar el origen revolucionario de su poder.

IV. Llamamiento del papa Esilban 11 \t. rly i kanco


y i a «promesa - Dh P ipino
Carecemos de detalles sobre la acogida que tuvo este golpe de
Estado, pero cabe razonablemente suponer, que la adhesión no lite

l 'f M ate. Bloch. I ^ n 'iis iliiiu in n iu rg i’s (1'MraslHtrgo y París. |S)24. in-S.". I.isc IM
Ju las / ‘tlt ’Ui í liif iin ild u> l ili u lln h s í-iTrrt't de S tm xhnurní. upíndier 111, p:l"s -O 1- - 7.
' Cf. uit'm.
unánime “ y que no parecieron de mrtgún modo superfinas las nue­
vas manifestaciones de la Iglesia en favor del «elegido de Dios»,
Precisamente proporciono ocasión para ello al haberse agravarlo
el peligro a que exponían al papado las victorias lombardas del olro
lacio de ios Alpes. Ravena había sido ocupada por Astollo a comien­
zos del verano del 751. y al año siguiente era amenazada Roma. El
sucesor de Zacarías, el papa Esteban 11, elegido en marzo del 752.
trató en vano de negociar, pero Astollo no escuchó sus demandas.
I a conmoción ganó finalifienlo a Rizando. La pérdida de
Rávena, con la que Constanlinopla había sostenido siempre cons­
tantes comunicaciones, fue allí vivamente sculida y se envió a un
alio funcionario del palacio imperial, el silenciario Juan, para pro­
testar ante el rey lombardo por aquella usurpación, jhra perder el
tiempo! Asiolla. que poseía la fuerza, se hurlaba de las protestas
diplomáticas y respondió, al recurso que le dirigieron Roma %sus
habitantes, redoblando las amenazas»
El emperador Constantino V, hijo y sucesor de León 111 el Icono-
i ¡asta, no eslaba evidentemente en disposición de hacer respetar sus
derechos en Occidente. Esto lo sabía bien el papa Esteban II, que
aun enviándole, par guardar las formas, una embajada solicitando
socorro,56 enviaba a Pipino. con todo secreto por conducto de un
simple peregrino, una carta exponiéndole su angustia; en ella le
expresaba, además, el deseo de ir a parlamentar con ¿I y le rogaba
que le enviase a buscar a Roma con hombres de confianza. Era
una medida doblemente prudente, ya que los caminos, infestados
de lombardos, no eran seguros y, por otra parle, antes de ponerse en
camino quería el papa, sin duda, obtener de Pipino un acto que
comprometiese claramente la responsabilidad ríe su futuro aliado.
Las respuestas a estas dos gestiones intentadas por Esteban II
una en Consiantinopla y la otra en la Galia, llegaron con pocas
semanas de inlervnlo. lmcia fines del verano o comienzos del otoño
del arto753. La d eConsiantínoplaera una invitación para significar
ele nuevo ai rey lombardo, de parle de! emperador, la orden de eva;
criar ios tenitorios que había conquistado. Nueva y vana protesta

■‘ L Le\illain. f.atbétenwtt de/» Mtvliitgiir.ne Levillain d ,| *1 avencnicni


lie Ij dyr.aslic carolingicrmc el les origines Je f ú til ponlilíc,il, Z-W-75". en la JbMúrftafwe
tí /VV*Vi- i ¿5 t. ,\C IV i |ó?3j i’úgv. 21v2*)v p;¡g 219. nou imeiprvWtin pasaje J.-
Willil'jjdiien su hiocrolia Je Sun Bonifacio (cd. Li:iisu:i.ji%44)i:umo un.i in lrd j i!«•-•]- >11
•i "turbulencias jxipulaiev" subsecuentes a la «reuiludón dinástica» Úcru c» JÍM.niihle
listos hechos s Iris siguientes ¡.rilo nos son conocidos por la versión. \isihlr-
nidiletenJeni.iosa.qiic Ja de ellos c! biógrafo de Esteban 11 en el / i/w/'onfr/iui/it.ei!
L Duchcsnc, 1.1. pAg 4J2. Su narración se linee.con frecuencia, apolcj£riii i. p.-oi sio,
■ine.ts generales pueden teileise en cuerno.
' ¡Mwt fumttftatiii. |, |, páj>, W2
*" /r/i'ni pág 44J
diplomática que realizaba el emperador por medio del obispo de
Roma, al que consideraba como un funcionario imperial. La de la
Galia, mu deseada, llegó a través de una embajada compuesta por dos
grandes personajes: el obispo de Metz, C'lnodegango y el duque
Augier. ambos encargados evidentemente de asegurar al papa sobre
las intenciones de su sertor y, además, de aeompaúnr a Fstobnn II,
según era su deseo, hasta su país, en donde estaba preparada una
entrevista. ■’ L:.l papa no podía tener la menor duda en elegir entre
Rizando y los francos y no nos sorprende saber que efectivamente se
puso en camino el 14 Je octubre del 753 dirigiéndose a la Italia scpien-
Irkmal a la Galia protegido por los enviados de Pipino
Sin embargo, por un último escrúpulo y para tanqm tizar su con­
ciencia. hslebati fue □ Pavía a visitar al rey Asiolfo y h cumplir la
misión que le había encomendado el emperador: como era fácil­
mente previsible chocó allí con una categórica negativa a recibir el
mensaje y. sin hacer caso de las tentativas de intimidación que le
hizo el rey lombardo, se puso en camino hacia Francia, con una
buena escolla, cu noviembre,"1
Consciente de la excepcional importancia que tenían las nego­
ciaciones que iba a emprender. F.steban II llevaba consigo a algu­
nos de los principales personajes de la curia: seis cardenales, el
arcediano de l;t Iglesia romana, el primicerio) el sccuiulicerio de su
palacio, quecran. los tíos, altos funcionarios de I ctrán.y un nutrido
sequilo de sacerdotes \ diáconos romanos. A pesar del t rio, hi Irave-
sia de los puertos se realizó sin dificultades, pero el camino era largo
y hasta el ó tic enero del 754. en pleno invierno, después de una
detención en el convento de San Mauricio en Val ais, no fue recibido
el Soberano Pontífice en el dominio real de l’onlhion. no lejos del
actual Viny-le-Fianyois. por el rey Pípino que había salido a su
encuentro. Junios se trasladaron al monasterio tic San Dionisio,
donde el papa se instaló para pasar el invierno y en donde se prosi­
guieron las conversaciones iniciadas en Ponthion.1
No conocemos los detalles de estas conversaciones, pero sus
resultados fueron daros. Su conclusión se puso de manifiesto en
una ceremonia que tuvo como escenario de la iglesia abacial de San
Dionisio yduiüntelacual Fstcban II procedió de nuevo a consagra i
al principe franco y luego a sus dos lujos Carlos y Carlomán. Un*•

/lian. 445,
lila». |*;ie 44*’
'* hian. |>;íl'n 445~Wt
*• /i/i’iií. pága. 44('4-T\ Cunliuiuiitorcs <Jc hic<ltg;mn, !t'. p.ig ISJ P¿ia In • ror.o-
logii. ci J30hmt'r-Muhlb<it:liL‘T. n.- 75/'.
r Ii h < r I p-lgs 44S: .-liifiil/is nnui'j. uño 754. pí.g. \2, Cllh"¡lr,:l•• ¡U
tAwííiii'. páp. ’.O!; C«•í.'i'.v Cüwí . caria 7 rn las / . i. til. p¡ig. 493.
contemporáneo a i^tidc que el mi.sitm día el Soberano Pontífice ben­
dijo a la reina Berlrade. esposa tic Pipino. y que «prohibió a lotloS,
bajo pena de ¡mordido y de excomunión, elegir jamás a un rey
salido de otra estirpe que la de aquellos príncipes que la divina pie­
dad se había dignado exaltar y, por intervención de los santos após­
toles, confirmar y consagrar por la mano del bienaventurado pontífice
su vicario».1' Este texto. tan curioso, no es más que una nota per­
dida al final tic un manuscrito, copiado, en San Dionisio, algunos
años más tarde, por un monje de la abadía, posiblemente testigo de
los acontecimientos: no posee valor oficial y sin duda sólo traduce
la personal interpretación de su redactor, pero hay que pensar que
responde a un sentimiento compartido también porotfOS. 1.a nueva
consagración.extendida ahora además a iu descendencia de Pipino,
no sólo tenia el efecto de repetir, reforzándolo, el acto realizado
antaño por San Bonifacio, sino que confería a la familia, del que en
un principio no era más que un usurpador, una consagración
solemne calificándola a toda ella y definitivamente para la realeza.
Ln nombre del papa San Bonifacio habla convertido a Pipino en
elegido de Dios, ahoia el mismo papa, intérprete autorizado de la
voluntad divina por ser el sucesor del principe de los Apóstoles,
hacia de la familiacarolingia la designada especialmente por Dios
para gobernar al pueblo franco.
Con todo, muchos aspectos quedan oscuros en este asunto. La
misma fecha de la consagración de San Dionisio se presta a contro­
versias. Algunos la sitúan en el verano del 75A en el mes de julio.6,1
Peni lodo hace pensai que tuvo lugar en la primavera loque supone
ya varias semanas de negociaciones. Pero, más aún que la fecha
seria deseable conocer la naturaleza y la forma precisa de los com­
promisos a que se obligaba el rey franco, a cambio del apoyo que le
proporcionaba el papado. Nos gustaría también saber en qué
atmósfera se desarrollaron conversaciones tan decisivas para el
porvenir de las dos partes. Por desgracia, desde que el Soberano
Pontífice penetra en el territorio de la Galia. comienzan las oscuri­
dades. Los honores que se dispensan a bs lebatí II cuando llega a
Puntillón no revelan un protocolo inusitado hasta entonces y que el
biógrafo pontificio señala con visible complacencia. *- Pipino >alió
al encuentro de su augusto visitante hasta tres millas de dislan-

CIüiici!,! pn£s Jt,S-46fi Sulire til julerticitl.nl Ji'l lexio, ver baiiüOI. cll Le
nioyntagtf,? *sor ic. I. X X V III i l'J27t.pj‘gs 1'2-tSl.v L Lcóllaiu. en I;. ftihlíutkthjue rfe
I ftflíc ,lc\ Chufles, l. t X X X V III (I*):?), p íp . 20 41
Véjsc I LcvilLiitv l.'unneuiem ¡lf ln ilyn.islie towllugioiue ,vei nOI□ 5-11que
pmpa:ie.;Kteni.is.jiar.i imlns losacomecimlcmoí ile losarlos mucnitinlngiíi
nueva. Lie ella Ut-vrcpamos tinuiameiiialineme.
11 Lthpr ¡w t’.ijksllii. I I. piiu 44'
cía de su palacio, cuando vio a Esteban II. descendió delcnhallo y se
arrodilló liuinikleincme junto con su esposa, sus hijos y los grandes
personajes de su séquito: luego, en señal de respeto, caminó a pie a)
lado del papa, que iba a caballo, y. por algunos momentos, sos­
tuvo la brida de su montura, coo si fuera un simple eseuder del
pontífice.
Pero todavía no hemos llegado al cabo de nuestro asombro. En
el oratorio real ríe Ponthion. en donde tuvieron ambos su primera
conferencia, e! papa —según dice su biógrafo— recibió la promesa
de Pipi no bajo le de juramento, de entregarse «por todos los medios
a la tarea de restituirle el exarcado de Rávena. asi como los derechos
y territorios de la república», Pero inmediatamente se nos ocurre
preguntar, ¿a qué restituciones ha querido referirse el pupa?¿Es que
no pertenecían al emperador aquellos dominios?
Y al llegar aquí hay que incluir en el expediente un documento
cuyo origen Ira producido desde hace siglos constantes controver­
sias entre los historiadores, pero que tiene todas las probabilidades
de haber sido llevado por el papa Esteban II en su equipaje pata
impresionar al principe franco; no referimos a la falso dtmneióii de
Constantino.*1En virtud de esta acta,sobre la que existen poderosas
razones para creer que acababa de ser redactada entonces precisa­
mente. aprovechando diversas leyendas, por un falsificador al servi­
cio de la Santa Sede, se atribula al emperador Constantino el
Grande el haber concedido al pontífice romano, en la persona del
papa Silvestre I. amplias cesiones: muchas de ellas, como vamos a
ver resultaban extremadamente oportunas para aquel momento en
el que. lanío dentro del oratorio de Ponthion como en la capilla de
San Dionisio, Pipino y el sucesor del papa Silvestre. Esteban II. se
ocupaban de vincular mutua mente sus destinos.
t'l acta tiene amplias dimensiones, ya que está contenida en
unas ocho o diez páginas de gran tamaño. Comienza con una larga
evocación de las circunsiancias que llevaron al emperador, cuando
fue curado milagrosamente de la lepra, a abjurar d d paganismo y
abrazar la le cristiana, en la que le inició el mismo papa Silvestre, y
en reconocimiento de todo lo cual, Flavio Constantino, reveren­
ciando en San Pedro «ni vicario del Hijo de Dios» y en los pontífices

/líen, pac. -US.


p' Hay de clin numerosascdíciunes. Una Jcltls mejores es la de K. Zrumer. en la
((vgabefürRuiblhunGnrtmViciYin. 18W.in-S*i pan».-17-59. reproducida en la coles
aiótt Je I. Hnller | n 4<j ríe ln rtibliogratial. p.'igs. ü-H-l'O. G! documento.cuya copia
más antigua se remonta a comienzos del siglo l.v La sido objelo de ütulle rosos estu­
dios etílicos, entre ellos reeoiitamos especialmente el de Lcvtson. A'o.u.sfiiiifíMKrfci
Sihctikiingund Sf.Vrsí. rlcueiuir. en MixdluniV t r t 'h 'i r i II i Rutila 1924. ui-S.*) Ade­
mas. véase el Va citado artkulu de I l.ciillanl.

íl)
romanos «a los representantes del principe de los Apóstoles»,
declara su deseo de asegurar a estos últimos que deben su principado
a la Alia Voluntad de Oíos, un poder m¿s amplio que el que él
mismo posee como emperador por indulgencia de los hombres
Ansioso, en consecuencia, de irabajnr en la exultación de la Silla de
San Pedro, decidió «reconocerle el poderío, la dignidad, los medios
de acción r los honores imperiales, es decir, el primado sobre las
cuatro sedes principales de Antioquia. Alejandría. ConsiuntinopJa
y Jerusalen, asi como sobre todas las iglesias del universo culero». V
iie aquí, de pronto, establecida, por un acto solemne, la primacía de
la Sede de Roma, y a los oíros patriarcados, incluso el de Consumii-
nupht. que en el siglo Vil era inspirador de la política imperial, redu­
cidos lodos ellos al rango de simples agencias ejecutóos.
A esta primeia concesión agregó Constantino el regalo del pala­
cio de Letran y de la iglesia de San Pedro del Vaticano: el derecho a
queel papa llevase la diadema y las insignias imperiales: clámide de
púrpura, túnica escaríala, cetro y bastón de inando: el derecho a la
misma escolta de caballeros «que acompañan la gloria imperial»; el
poder de «crear patricios y cónsules»; y. en fin. y ésta era la más sen­
sacional concesión, la soberanía sobre Roma, Italia y hasta sobre
lodo el Occidente:
«A fui de que en nada sea despreciada la dignidad pontificia, sin» que recital
honor) clona y tenga xiin mayor poderío que la dignidad del imperio Icrresl re. d cim­
illos al bicnnvenniiado pontífice. mustio Suniu PaJrc Silvestre. papo iifmci».il.y le
entregamos, tamo a él como a »us sucesores, no sólo nuestro palacio cilailci (el de
I ctráiil. sino lo ciudad de Koma.y con ella (oslas las provincia*, lodas las localidades,
ludas las ciudades, tamo de inda Italia como de todas las regiones occidentales y. por
una 'lime decisión de nuestro autoridad imperial en virtud de ene edicto sagrado v
de esta piaginálica, las reconocemos corno de plena propiedad de la Santa Iglesia
romana par* que disponga de ellas a perpetuidad. También lientos juagado conve- -
niente transferir nuestro impelió y el ejercicio de nuestra autoridniJ a las regiones
orientales, erigir en la provincia de B¡¿Hncio.en lugar panieularmentc favorable, un.)
ciudad que llevará nuestro nombre y establecer allí miestrn imperio. Pues donde el
principado de los sacerdotes y la capital de la religión cristiuna lian sal» institui­
dos por el I mperadoí celestial, no es justo que el emperador terrenal ejerza su
poden».'

Tal es lo esencial Je ese texto famoso que será muy frecuente­


mente citado a lo largo de la Edad Media y sobre el que se apoyaián
muchas leonas resonantes. Pero, además, contiene lodaví.i varias
cláusulas nolubles.de las que no señalaremos mas que una: después
de haber recordarlo, de paso, que había renunciado a su blanca li.ua
para cubrir cotí ella a aquel que gustosamente reconocía por Sobe­
rano Pontífice de toda la cristiandad. Constantino agregaba que
«por respeto a San Pedro» había desempeñado junto a Silvestre i el
«oficio de escudero», llevando de la brida su cabalgadura.

U
(.omu vemos, esle documento, no sólo en su conjunto señalad
origen dei significativo protocolo adoptado en Ponthionoal menos
presenta estrechas vinculaciones con ¿I. sino que explica también. y
pretende justificar, las reivindicaciones territoriales de Esteban II. y
parece efectivamente que constituye el perentorio argumento desti­
nado a vencer, llegado el caso, las vacilaciones del rey franco. Argu­
mento lanío mas necesario cuanto que Asiolfo no temió luiccrsalir
del claustro, en donde vivía retirado desde el 7-47. a Carlomán. her­
mano de Pipino y. sin pérdida de tiempo, enviarle a la Dalia para
combatir allí la propaganda pontificia, recordando a los francos las
grandes ventajas que para ellos tenia su tradicional alianza con
los lombardos. ”
Apoyándose sin duda también en la Donación d eC a n M a n tin o , en
ocasión de la consagración realizada en San Dionisio, añadió d
papa Esteban un signo honorífico suplementario a los que ya habla
concedido a su huésped para ganar su favor: en uso de una de las
prerrogativas que la falsa acta imperial concedía al Soberano Pontí­
fice, vemos que Esteban cotillero al rey Pipino y a sus hijos el titulo
ile «patricio de los romanos»: desde entonces las epístolas que le
dirija la curia llevarán, en electo, el siguiente encabezamiento: «A
los señores nuestros muy excelentes hijos el rey Pipino,., Ciarlos y
Carlomán. los tres patricios de los romanos...»
Este pomposo titulo de patricio de los tómanos.cuyo valot prác­
tico se mantenía en un misterio, significaba, lo mismo que sucedía
con la consagración, el pago anticipado de un pacto lormal que el
Soberano Pontífice creia firmemente concertar con el principe
franco. En Pomhion nada se habla pteeisado entre ambos, limi­
tándose a un contacto inicial: pero después las negociaciones
prosiguieron en sentido favorable al papado: Pipino rompió defini­
tivamente con Astolfo al hacer detener a Carlomán, poniendo fin a
sus intrigas: además dio oiden de encenarlo pata sietnpte en un
cenobio, en donde iba a monr pronto: *1luego el rey franco adoptó
una actitud más resuelta al prometer que iría a la cabeza de sus ejer-
ciiprs pata arrancar a los lombardos y rc.aútiir al papa un extenso
territorio recientemente conquistado por Astolfo: filialmente, en el
mes de abril del 75-4 con ocasión de una asamblea reunida en
Quierzy. junto al Oise. delante del papa, se comprometió solemne­
mente a obligar a los lombardos, hasta por la fuei/a >i era menester

Libe» ¿v'jfí/.óif», < I. p.ig. -te».


w (7aiJ.ur/it, e.i. Annll. pác. -K'5. i-J llcllfi. p.iir I 24.
1 r»,.vv r uml. c, irt.is6. 7 S.'J.etc V l-jm 1tiin-.bién L-:irl;i I. t p.1u 5tlc. di? \Á\Epnlir
hc. t lili.
/.;/» r prtttiÍ!, u/¿, I. t. pág 4-5‘J. ./win/ti nnuln. OrVf» *’i. til. Ktir/c. pJg I’
a abandonar sus conquistas ' y patece que llegó a establecer en un
acta, redactada en debida lotma, el alcance exacto que lendria su
intervención, señalando por amicipado las resiintcion<\ que se pro­
ponía realizar.
La desaparición, posiblemente intencionada, de este docu­
mento impedirá siempre llegar, en relación con su contenido, a
conclusiones definitivas. 1 Debe hacerse notar, sin embargo, que
resulta curioso quepoi parte de los Cráneos se abstuvieran de hacer
alusión a su existencia y que del lado pontificio se limitaran a evo­
carla sin reproducir nunca sus términos. La idea de mtiiucianes
debidas al papa, que suponía el reconocimiento de un derecho
para el cual tínicamente la i nlsa donación de Constantino podía ser­
vir de apoyo, repugnaba menos en si misma a los contemporáneos
de lo que actualmente sucede, ya que el papa, desde hacia mucho
tiempo, era el señor efectivo del «lineado de Roma» y ya había
obtenido varias veces antaño que se le entregasen plazas evacua­
das portas tropas lombardas. Pero, según se deduce del Liher/tonti-
ficaih. esta vez se iba más lejos en estos intentos, ya que entre los
bienes que debían ser restituidor al papado se incluían territorios
como el exarcado de Rávena 1 del que había sido arrojados poi
los lombardos, h ad a írtenos de ires años, los representantes dilec­
tos ilc Rizando. Realmente el papa trataba de obtener de la situa­
ción ventajas que ningún antecedente hacia presumibles en el
pasado.

Ltbtr poitnficitlii. I. I, pag, 444, Anii<i!t s n n v itf. versión aircglada. uño 7 \ ', cd
Knr/e. pjp. 11 Nosotros seguimos t» cronología de Hóhiuer- Mülilhaeher, n J "M: sin
embargo sólo tiene.i >u lavorel ser nuis verosímil. El recopilador de raya­
te' (p.lg 11 de In ed kurre), sitúa la asamblea de Quicrzv ames de la consagración >
peinen eslo no hice sino inlciprctnr de manera discutible el ir.ik i nnalisiu prinmivii
arreglándolo l’nresio. también nqi>i. nos separamos del sisiema cronológico defen­
dido peí l.cullnm en el aniculo c ilado \upru inola $4i
I iher fwiiri/ictili!. I I , pjg. -W$ (biografía Je Adriano ll
1 Monseñor Salteeen una serie de artículos publicados en el HuíUlin ¡/rliilCrnJnn-
ithgicuic do TiuiIikiw Snliei (L ) « La leeture d iin Icvlc et tu enligue eonieniporainc.
I es pul le mi ues promesses de Quicial (774) el de Kouiei774jd:ins le '.Lihcf pontifiea-
lis»cuelAir/to//¡ ilchlh'nitiirretilcutiaiqui'. pul1, por el Insiiiuto Católico de l« ulou.se.
año IÓ4IJ, pág*. 176-206; l ‘J4l, p;ig< 61-S5. llega h.tsia a firmar gue nunca Iml'o ■pro-
nie-a de (Juierzv.» y que |j uidia alusión que- se liacc J ella en el l.ih-rpr-uiifieiltf poi
■I biógrafo del papa Adriano (pasaje citado en ia «ola anterior) carece do valor Pero
cómo explica! en tul caso las cartas (cUadas en la unía siguí entejen las que el misino
p.v,'d L vichan II recuerda, poco después de (Jir.crzy > cu léiitiiuos formules, el acia de
donación que el rey franco había v.iscruiu’ii lavor de la Iglesia romana cor. nnleiiori-
dad a .su naje y liaiia ’
C oda Canil, C anas o. 7. 11,
Líber pomificdlL. i. I. piigs. 444-4¡o y. especialmente. 44S ihiogralij de ts -
leh.i.i 11>.

u
V. R n A l PZA DE 1)1 RPCHO D IVINO

Desde entonces es completa la vinculación ilc intereses enlre la


realeza franca y el papado: e! porvenir o destino de cada una Je las
dos partes interesadas depende en gran medida de los éxitos de la
oirá. No se trata únicamente de una cuestión de prestigio: la existen­
cia de un papado fuerte y. con todo, sosteniendo obligaciones para
el carolingio, le resulta lan necesario a Pipino. cuyo poder reciente­
mente establecido.choca aun con insidiosas resistencias, como una
realeza franca solida es indispensable al Soberano Pontífice, que
frente a los lombardos carece de cualquier otro apoyo.
Para esa misma realeza, las consecuencias de tal estado de cosas
son decisivas, t i papel desempeñado por la Iglesia en la revolución
dinástica que favoreció a la casa carolingia. tuvo por primer efecto
dar a la autoridad real un carácter nuevo.
Sin iluda, ya algunos reyes merovingios se habían apoyado en
Dios para justificar sus frecuentes intervenciones en los asuntos
eclesiásticos. Hl año 5S5. el piadoso rey Gontrán, al invitar n los
obispos de sus Estados a predicar el retorno a una más cuidadosa
práctica del culto y al recordar a sus súbditos la obligación del des­
canso dominical, invocaba, como respaldo de sus decisiones, sus
deberes para con Dios «de quien», subrayaba, «lenfa el podei de
reinar» (facultas regmmdi). Reminiscencia del libro de los Proverbios
(VIII, 15-16): «Por mi reinan los reyes, las autoridades decretan el
derecho; por mi los principes gobiernan y los magnates juzgan con
equidad,» Este es lambió» el pensamiento de Sun Pablo: «Toda
alma se someta a las autoridades superiores. (Porque no hay autori­
dad que no sea instituida por Dios)pio/i rtt euim potería /lisia Deo): y
las que existen, por Dios lian sido ordenadas. (Asi que el que se
opone a la autoridad resiste a la ordenación establecida por Dios». )
l.o que quiere decir, como lo lian explicado perfectamente desde
San Agustín, pasando por Cusiodoro. Isidoro de Sevilla y Gregorio
el Grande, 1 los diversos comentaristas de San Pablo, que lodo
gobierno, inda magistratura es de institución divina, porque, ya sea
en bien o en mal. el orden establecido lo ha sillo por la voluntad de
Dios y que un príncipe, cualquiera que sea. aunque se irate de un
Neinn. no posee, según palabras de San Agustín.Vl «el poder de
manda i si esle poder no le ha sido dado por la Providencia». Sólo en

t I, n" s pag. | ], ;,3<i


Fpiaota a romanos. XIII, I--
t í . R W. y A .1. t;irl\ le, 1 iti/ton' of mtJiaaiil po/uicül tinvn i>t ihr BW( I. I
■15>W).I. US-I.S.1, 157, I7U-I7 1,
' l.o ('iiiilttii iIr D:u>. V. 19.

74
este sentido muy general se creía Clon Irán apoyado para convertirá
pies en autor de su poder
Pero en lo sucesivo va a sei diferente. T_a misma persona de
Pipino y las de sus descendientes han sido objeto de una elección
divino.Tal elección tuvo lugaren la misma forma queco los días en
que Israel reclamaba un rov y plugo a Yahvólt designar personal­
mente y hacer ungir, para ocupar el trono, primero a Saúl. luego a
David y luego a Salomón. Al gesto del sacerdote Samuel, derra­
mando el sanio óleo, por orden de Dios, en la cabeza de Saúl o de
David venia a corresponderse el de San Bonifacio y luego el del
Soberano Pontífice, haciendo olio lanío con Pipino y con sus hijos.
Podía, pues, el carolingio decir ul Señor, como Salomón: «Tú me
escogiste para rey» ¡tu elegisii me rege)»)'.' o como para Saúl o para
David, «el Espíritu de Yallvch lo hundió»: él es su mandatario. Si
ninguna de las actas de Pipino. que se conservan en d original, lleva
lodnvía w la fórmula «rey por la gracia de Dios» iDeigratia rex Fiun-
corum). que regularmente van a emplear sus sucesores, el concepto
que tal fórmula contiene, se expresa ya en ellas varias veces: «Con la
ayuda del Señor que nos lia colocado en el trono...»11 se lee en el
encabezado de un acta del año 760: «Habiéndonos ungido la divina
Providencia para el trono real..» o bien: «Habiéndose realizado
enteramente con la ayuda dd Señor nuestra ascensión al Irono...».
según se lee en actas del 762 y del 768. ‘ Y no se trata depuras fórmu­
las protocolarias, sino de la afirmación consciente y reiterada de
una doctrina cuya marca o señal va a llevar pronto estampada todas
las capitulares de los primeros carolingios \ según cuyo espíritu, el
rey de los francos, a partir de Pipino el Breve, ha recibido efectiva­
mente de Diosla misión personal de reinar sobre el pueblo franco y
de trabajar apoyándose en éste, por el triunfo de la religión d c ‘
C risto.*

f I ibro I ik tos Reyes (I de Samuel). X. I: XVI, IV


■ Libro de Ib Sabiduría, IX. 7
*■' Litim I de los Rose;, il ile Samuel), X. <v XVI. | i
*J Mucho liempo se creyó lo cotururúi d ando le a copias ancjUdilus
"" Diplum. t'iirvl. i 1. n.» N: ojuvanir nos Domino, cui mis ir. solio legm
insumir.»
Vl Mi'/». ii.» Ib: «P.1 urna divniu n.isis prnvlileniiú m ¿olium rc^ui un.xissc nvnn-
tcstuin
bina, a ' 7J >■ 2b: ■Incipiente» teyri nosiri nllctlV ac noslia cttMli'llc ¡nts'firc
mullíanle Domino . »
CAPITULO II

LA OBRA DE PIPINO

I. Intervención e n Italia (755-756)


y«D o nación » a i .a Sa ni a Sedi

La primera larca que incumbía a Pipino. una vez asentada la


realeza en las bases que acabamos de ver, era la de cumplir las pro­
mesas que habla hecho a Esteban II y de las que dependía, además,
grandemente el porvenir dd papado, tan íntimamente vinculado,
en lo sucesivo, al de la misma monarquía franca,
Ante todo tenía que obligar al rey lombardo a evacuarlos territo­
rios cuya cesión al Soberano Pontífice había sido acordada. Al prin­
cipio, trató Pipino de lograrlo por medios pacíficos, y a este fin se
realizaron activas negociaciones durante el verano y el otoño del
754. con la esperanza, constantemente defraudada, de atraer a
Astolfo a un arreglo. Todo osle trabajo fue en vano y sólo la fuerza
podía decidir. En la primavera del 755. un ejército franco salió de los
alrededores de Soissons dirigiéndose a Lyon y de alli a la comarca
de la Maurienne (Saboya). en donde Pipino se unió al grueso de sus
tropas junto con Esteban II. MDespués de tin ultimátum inútil, la
expedición franqueó los Alpes por el puerto del monte Ceñís y
luego, empujando a las vanguardias enemigas, los francos avanza­
ron basta Pavía, capital del reino lombardo, donde Astolló se dejó
cercar. Parece que su resistencia fue débil y todo hace creer que se
resignó pronto a cedei al menos aparentemente, para desembara­
zarse del invasor. Por su parte Pipino parece que se declaró satisfe­
cho con bastante facilidad. Posiblemente no veia con claridad

*' -ir,nalc^ n/wiUt. arto 775; Continuadores de Fredegario. 37. Cf. Levillain. /.Vn>-
nemit de la dvnasiie carel, i «ola 54). pií» 34 y híjív que anuí se separa, acertadamente
en nuestra opinión, de la cronología tradicional.
aquel negocio ni tenia entusiasmo por una empresa que de prolon­
garse podía poner en peligro su propia situación dentro de sus Ksla-
dos: por otra parte no podía conlai con los recursos militares más
allá <le las semanas que determinaba la legislación, ni con ei con­
cluso de sus fieles, a quienes noimeresaban los asuntos pontificios:
por ello se contentó con el compromiso que adquirió Astoll'o. bajo
juramento, de que evacuarla el exarcado de Rávena y algunas otras
conquistas recientes o al menos no exigió de él sino la ilusoria
garantía de cuarenta rehenes: después de esto, con la conciencia ya
tranquila, hizo conducir al papa hasta Roma y regresó al reino
fi anco, donde debió estar de vuelta como muy tarde al comienzo del
verano del 775,
Pero con todo aquello no estaba eximido de su obligación, ya
que la promesa que había hecho al papa de ayudarle a contener a
los lombardos estableciéndole en lus territorios, cuya posesión creía
el pontífice, con razón o sin ella, necesaria, como consecuencia de la
inhibición de los emperadores, no podía considerarse como cum­
plida mientras Aslolfo no la realizara. Ahora bien, apenas había
Pipino regresado cuando ya el rey lombardo, olvidando sus jura­
mentos. se negaba a ceder nada.y el papa se veía obligado a recono-
ccrel Iracasode la política seguida por su aliado, en su intervención
al sur de los Alpes.
Las cartas que le dirige, sólo unos meses después de la capitula­
ción de Pavía, rezuman la más amarga decepción. ¿Qué significa,
pues, para Pipino y sus hijos, el acto realizado por el Soberano Pon­
tífice en la ceremonia de San Dionisio, cuando «San Pedio» no ha
obtenido «justicia» después de la brillante victoria con la que. sin
embargo, galardonó el lodopodeioso a las armas Iranías? " ¿Al
«ungirlos como reyes» no les ha dedicado al servido de la santa
Iglesia y no les confio el mandato de obligara restituir loquesedebc
al Principe de los Apóstoles?1,1 ¿No se obligó Pipino a ello en un
diploma firmado por su mano?*- Ha sido vano que padeciendo el
papa un largo y penoso \ ¡aje. fuese desde Roma «a depositar en sus
manos, por orden del Señor», aquella causa sagrada entre todas: ya
desembarazado de toda influencia, Astolfo «se ha negado a restituir
a San Pedro la más pequeña pulgada de terreno» y su negativa está
impune. Y he aquí que pronto reanuda su ofensiva. A comienzos

sg 1.1 los ic.oos ciltdos en Bolinicr-Mnlilbnchcr. n.'- ’N, 7h>'i. que iia> qur corre­
gir. trn.ua m oa lücrcnoloywi. ilc licúenlo con el tm iculo JeL evillam eiiadu en tu nocí
■interior.
v" C'ui/cv t ittot.. c.iriu ii.« t
hlt'm, n " 7.
Jifa tu, n.m tí i "
« Itkm. ii “7

38
Je enoio del 756, acampa delante tic Roma. Después de apoderarse
Je localidades situadas en «el patrimonio de San Pedro», es decir,
en los dominios particulares de la Iglesia romana, cerca por todas
partes la capital de la cristiandad, en cuyos alrededores, escribe
Esteban II. sus Iropas multiplican las profanaciones de iglesias y de
monasterios, los pillajes, las violaciones, las matanzas. Se llega
ahora, según él. a que «los lombardos desdeñen y menosprecien a
los francos». «¡Qué vengan, pues, exclaman, que vengan a arranca­
ros de nuestras manos!» ¡Asi es escarnecida la alianza franca y. a
pesar de la gravedad del momento. Pipino no actúa!01
ti llamamiento del papa se hacia cada vez más apremiante, y
hasta suplicante. En nombre de los dos jóvenes herederos del trono
franco, a quienes considera, por la consagración que les impartió en
San Dionisio, como hijos espirituales suyos, y que no son menos
dulces a su corazón que al de su padre. Esteban II —aunque no sea
sino para evitar que llegue un día en que la desgracia se ahata sobre
ellos— conjura a Pipino para que vaya a socorrerle, ya que de oirá
manera el rey carolingio se expondría a una penosa sorpresa
cuando en el día del Juicio, rodeado de San Pedro y de oíros apósto­
les. le pilla el Señor cuenta de sus actos: «No te conozco», le dirá
entonces, si no obtiene ahora su apoyo, «no te conozco, pues no
socorriste a mi Iglesia, no hiciste nada para defenderla a ella y a su
pueblo en peligro».c< Una demanda igual fue dirigida al pueblo
franco. “ y. para conmover más intensamente los espíritus, la canci­
llería pontificia, recurriendo a la prosopopeya, adjunta al expe­
diente Je tan insistentes ruegos una caria, todavía más apremiante.9:
por la que San Pedro en persona reclama un inmediato auxilio de
Pipino y de sus hijos:

i-..¡Vosotros, que sois mis litios adoptivos, i en ida arrancadle manos de misenc-
migos a mi ciudad de Roma y al pueblo que me íue confiado por Dios: venid u prote­
ger del contado de estas gentes, el tugaren donde reposa mi cuerpo: venid ¡i lilrcrntu
la Iglesia fie Dios, expuesta a las peores li.rnicnlis. a las peores opresiones a causado
esc abominable pueblo lombardo' Vosotros j quien lamo amo. estad seguios que.
entre linios los pueblos, el de los francos me es particularmente querido Asi o; con­
juro a hacerlo y os aconsejo a ello, ¡nh reves crisli,lilísimos' Pipino. ( arlos > Cario-
man. y lo mismo n cuan los pcrlciieven a) orden sacerdotal, obispos, abades, sacerdote-.,
intimes v a los duques \ cundes, y al pueblo franco todoenicro. dad le a mis cvlioiia-
ciimescomosi isUiwera ni la entre vosotros vivo s presente, puesquesi no me veiseu
carne y hueso, esloy nbi cu espíritu. Y, junta mente conmigo, también nuestra señora
la nudrede Dios, la Virgen Mari», os conjura, os aconseja y os ordena, asi como ioJj
la rtiiliciacclesiinl de mártires y confesóles de Cristo, para que tenga i> piedad i!e esta

IJc/n. n ' S,
IJ: /i/i'IH, II" S.
litan, n ■' 9.
' ¡ílt'ni. n " Ili

1\>
dutluil ttf KuinJ. que Dios me ha confiado y de! rebaño del .Señor que .lili pjce y tic la
Sama Iglesia que d Señui me dio tu guarda. Sin perder un Inslanie. \cnid en su
defensa y lilvracion d" las imninsilc los lombaidosque las alocan, para evilarque mi
cuerpo, que sufrió el maní rio por Nuestro Señor Jcsuerisloy el lugar en donde reposa
por la vninnidd de Oios. sean mancillarlos ■su tonracluy para que mi pueblo no sea
ya más tiempo desgarrarlo v asesinado por esta genio lombarda, hacinainienio d<
perjuros y de transgresoresde las divinas Escrituras. Conoced a mi pueblo romano
dad u Nuestros hermanos el apoyo de Unías vuestras lucirás pare que vo. Pedro aj'ós-
lol, pueda, al colocarlos bajo mi protección,.. concederos como recompensa las feli­
cidades eternas y las alegrías infinitas del Paraíso
lApi estiraos. pues apresuraos! Por el Oios vivo. por el Dios Verdadero, os lo
ruego, os los suplico; acudid en nuestra ayuda, antes de que vuestra madre espiri­
tual. la Sama Iglesia de Dios, por la que esperáis alcanzarla vida eterna, sea humillada,
invadida, violada, mancillada, por los impíos. Os conjuro a ello, mis amadísimos
hijos adoptivos, por la yieiii del Espíritu Sanio, os conjuro a ello en nombre de Dios,
creador de todas las cosas., y. conmigo. Pedro. z\pó.sialde Dios, os conjura líimbitín
la .Santa Iglesia católica y apostólica que el SeíkoT me ha con liado, para que no dejéis
perecer esia ciudad de Roma, en donde el Señor ha colocado mi cuerpo, esla ciudad
que El me ha con liado y que El eligió corno fundamento ele la le
Ya estáis advertidos, Si obedecéis pululamente, seté-i.s por clin leiútnpcnsados
con lurguc/a: no sólo mi apoyo os permitirá triunfar en csin vida de iodos vuelto?
enemigos, sino que después de una larga cylstencia.cn la que disfrutareis vlc los bie­
nes de esla tierra, os asegurará, en rl otm mundo, el beneficio de una vida cierna En
caso contrai iu —y no podemos creerlo— <i si os retrasáis.,, sabed que en el nomine de
la Santisirnil Trinidad y pot la gracia del apostolado que me ha dado Nuestro Señot
Jesucristo, vuestra desobediencia a mis evliotucioncs os valdrían ser separados «leí
temo de Dios y de la vida eterna.»

Aun haciendo caso omiso de la exageración, ora evidente que


para el papa indefenso la coyuntura eia grave y que si en verdad
quería preservar a Roma de im jisaho de los lombardos, Pipi no no
podía üplazai su llegada a Italia, Esto fue lo v|tie decidió en los pri­
meros meses del 756. y su nueva expedición se desarrolló, al princi­
pio. de manera casi idéntica a la del año ¿interior: paso del monte
Cenis. ruptura de la linea defensiva del enemigo en el paso de Susa.
bloqueo tic Astolló en Pavía, osla vez con ayuda de eoniingenles
ha víiros traídos del norte por el duque de naviera. Tassilon. y. línal-
mcnie. rendición del rey lombardo.
Sin embargo, mientras lamo, se había producido un incidente
que merece ser ¡motado: dos representantes del btisileus hablan
desembarcado en la península con ln misión de ponerse en enti­
lado. en el plazo más breve, con el rey franco, y recordarle.en nom­
bre de su señor los deiechos impiescriptibles del emperador sohte
los lernlorios indebidamente ocupados por los lombardos Esta lla­
mada al orden, efecto evidente de las noticias recibidas en Constanti-
impla sobre lo.suconieciinieniosdd año 755. llegaba en un momento
muy poco oportuno. C u a n d o después de muchas Michas lograron
los enviados del emperador ser recibidos por Pipi no. junio a Pavía,
le ofrecieron, ingenuamente, magnificas recompensas si lograba

lu
volver a colocar bajo la autoridad de Bizancio el exarcado de
Kavcna perdido el arto 751. Ya no le era posible al rey franco desco­
nocer en e! supuesto de que la hubiera olvidado, la verdadera situa­
ción jurídica que tenia que afrontar, pero el biógrafo pontificio, poi
quien conocemos estos detalles, afirma que ei franco acogió como
se merecía la proposición imperial, es decir, negándose categórica­
mente a «arrebatar a San Pedro lo que con anterioridad le había
ofrecido».
I n efecto, una vez que Aslolfo capituló, no sólo se puso en vigor
el tratado del 755. con la obligación por parte del rey lombardo de
entregar una indemnización tic guerra } nuevos rehenes, sino que
Pipíno. si hemos de seguir creyendo al biógrafo pontificio, hizo
redaclai inmediatamente un acta en la que se hacía «donación per­
petua a San Pedio, a la santa Iglesia romana y a lodos los pontífices
que en lo sucesivo ocupasen la Sede apostólica», de todas las ciuda­
des y todos los territorios que el rey lombardo se Itabia comprome­
tido a evacuar el arto anterior y que irla a recibir en persona el abad
de San Dionisio. Fulrad. en representación dei rey franco. Y asi
sucedió. Ful rail hizo su entrada en Kóvena y en Comaccbio en el
exarcado, en Korlimpopoli, Cesena. Rimini. Pcxaro. I ano. Siniga-
glia, San Marino. Montefeltrolhoy San Leo). Urbino. Icsi y en tieso
eualru plazas o aldeas de la Penlápolis; también se hizo entregar
Ciubbio. al norte de la Umbría, y en los confines del ducado de
Roma y de la Sabina, la pequeña población de Narni que As tollo
había ocupado, poi sorpresa, al papa un poco antes. '** Lr lodos los
lugares el abad de San Dionisio exigió rellenes, luego lite a deposi­
taren la tumba del Príncipe de los Apóstoles las lias es de las ciuda­
des entregadas junto con el acta oficial de donaáott extendida a
nombre de Pipíno.
Lo mismo que sucede con la promesa inicial hecha en Quietzy el
754, 'll tampoco podemos precisar el contenido de este documento.
Aunque el biógrafo oficial de Esteban II declare que en el momento
en que escribe (entre el 757 \ el 759). el original del mismo se guar­
daba ven lo* archivos de la Sania Iglesia rom ana»." hay que sCrta-
lui que. al igual que con la promesa de Quietzy. aunque la Santa
Sede se haya referido continuamente a tal documento en los siglos
VIH y tx. siempre mantuvo secreto su texto, que ha desaparecido.
,'.Había Pipíno hecho suponer al papa la evacuación por los lom-

^ ü tv r ¡h'inifu tiln. i I pitgs. -15.-453.


" /i.'.i». pá(i, -152
11,1 fih'ni, pae* 4Í3-454
" Vcaso Mipr,!. |>á¿. 32.
' L:fvr pomificnhi. i I. p.i¿ <153.

41
bardos, en beneficio de la Iglesia romana, de oíros territorios ade­
más ile aquellos de que se había apoderado Asiolfo después de su
ascensión al trono y de los que se liizocargo Filtrad? P.l curso de los
acontecimientos hace pensar que inlencionalmeiuc fueron dejados
sin precisión estos extremos en el acta oficial y el papado no dejaría
más tarde de aprovechar esta vaguedad. Pero Pipmo, pot su parte,
estaba convencido de que podía regresar de Italia (hacia julio del
756) con la conciencia tranquila, pensando que una vez hecho
cargo, jio i los buenos oficios d e Ftilrad. de los territorios deseados,
el gobierno pontificio quedaría desde entonces capacitado para
dedicarse por si mismo a sus propios asuntos.

II. M E D IA C IO N DE P lP lN O EN IK I I I REY D E S IP H R IO
V I I PAPA PAl.'LO I

Era no tener en cuenta las dillcultadcs de todas clases que iba a


encontrar el papa para hacer respetar su autoridad en sus nuevas
posesiones, frente a una monarquía lombarda vencida, pero no
resignada a su derrota, v que, además, no podía dejarse aninconar
en el noroeste de la península sopona tic suicidio,
No había duda de que las circunstancias parecían favorables al
papado Muerto Astoll'o, a consecuencia de un accidente de caza,
pocos meses después de la victoria de Pipino (diciembre del 756).
fue sucedido en el trono de Pavía por un principe del que, tanto en
Roma como en la corte del rey franco, se esperaba mi leal apoyo: se
trataba del duque de Toscana. Desiderio, candidato del abad Ftil-
rad y cuyo triunfo sobre los demás pretendientes se debió al apoyo
de este último \ del papa. 1 A cambio. Desiderio había jurado
solemnemente cumplir todos los compromisos adquiridos por
Astolfu. Llegó hasta prometeral papa que renunciaría en su favor
a la región Je Facnza. ¡mola. Bolonia y Ferrara, a la comarca occi­
dental del exarcado, asi como a la de Ancona. Emana y Osimo, al
sudeste de la Pentápolis.Ifl' regalo verdaderamente regio que termi­
na ría por convertir al Estado de San Pedro en un conjunto territo­
rial imponente, ya que. además del «ducado de Roma», que estaba
desde hacia mucho tiempo bajo la autoridad directa del papa, iba a
comprender, en lo sucesivo, toda la Remaba la Pentápolis. con la
marca de Ancona. y. sin duda, la vieja ruta que enlazaba a Roma
con estas últimas provincias.

ItUi», p.ig.v 454-4.'*'


"■I Uem. pág. -555
1 C’oJev Comí, n° II. en el i III ác Ins t'piw U f, pilg. 5u('

4.7
Pero ¿qué valor tenia esta nueva promesa de Desiderio? ¿.Man­
tendría su palabra? Por otra pane, ¿estaba dispuesto el rey lia neo a
velar por su cumplimiento? P.sio era lo que solicitaba de Pipino
Esteban H. a comienzos del año 757, en una cana un píreo embara­
zosa ''en la que. expresándole su gratitud entusiasta por !a obra rea­
lizada y saludándole con los lisonjeros tirulos de «nuevo Moisés» y de
«nuevo David», le explicaba que la promesa hecha por Desiderio se
refería a territorios que eran en realidad inseparables de aquellos
otros consignados en el acta de donación, que Fulrad había deposi­
tado en la tumba de San Pedru; que tanto unos como otros siempre
habían estado hasta entonces sometidos «a la autoridad de un tínico y
mismo señor» y que. por con secuencia, esperaba el apoyo y vigilancia
del rey franco, para que efectivamente le fueran entregados.
El hecho es que Desiderio no parecía darse mucha prisa para
cumplir su promesa. Habla podido, efectivamente, el papa entraren
posesión de los territorios de l aen/a \ de F errara;l(I' peroen cuanto
alo demás. Desiderio subordinaba su entrega a loria clase ríe condi­
ciones. que Esteban II juzgaba inaceptables ) durante meses y
meses iba Pipino a verse asediarlo de reclamaciones sobre aquel
asunto por parte de Paulo 1. hermano y sucesor de Esteban II. quien
había muerto el 26 de abril del 757.
Un diluvio de cartas se abatió entonces sobre el rey franco para
empujarle a una nueva intervención en Italia. No sólo deja Deside­
rio ríe cumplirsii promesa, le escribía Paulo, sino que se permite
atravesar la Pentápnlis para ir a la Italia meridional a someter a
obediencia a los duques lombardos de Spolelo y de Benevento, y el
papa se indigna de que se atreva a atacarlos “'cuando han manifes­
tado la intención de pasar al campo pontificio.11 Además, las
comunicaciones por tierra están cortadas de nuevo entre Roma y el
reino franco y el papa tiene que recurrirá la astucia para informara
Pipino de la situación, llegando, incluso, para despistar, a enviara
través de las lincas lombardas un informe engañoso en el que elogia
los merecimientos de Desiderio. mientras por la vía marítima
dirige otro auténtico plagado de acusaciones contra él. 1
Pero esta vez, Pipino se resiste a dejarse arraMrar y trata de saín
del asunto por medios diplomáticos. En abril del 760, dos plenipo­
tenciarios de calidad, su hermano el obispo de Ruán. Remigio, Vel

CVsJ.-v Caro!.. n 11 II.


Líber punri/iuilis. i l. p¿¡». 445
' Cttdex CtintL, n *’* 15 v M (ílrtns 757-7SS1.
Í,J Idem, n “ P (75«I
u Idem, n II. en el l. III Je las faplsudae. pág. ífR*.
1,1 Idem. n * I IS (7SSJ.
‘ Idem. n.v P ps;u
duque Augicr, logran, al fin, que Desiderio se comprometa forntal-
menlc a entregar, en aquel mes, los lerritorios que lodavia detenía
contra derecho: hasta consiguieron que comenzara la evacuación
de Jos mismos. Pero todas eran promesas vanas; bajo los más
falaces pretextos Desiderio se desentiende v Paulo l, aunque no cesa
de elevar protestas.1)1 no consigue conmover a Pipino, a quien
otros más urgentes cuidados —y en especial los asuntos de Aqui-
tania — obligan a permanecer entonces al norte de los Alpes.
Para colmo. Pipino concede muy limitado crédito a lo que le dice
el papa, para quien todo el mundo parece conjurarse contra la Iglesia
y que. sospechando connivencias entre Desiderio s el emperador
bizantino, ya le parece ver a la flota griega desembarcando en el exar­
cado. la PcntápoJis y el ducado de Roma, ejércitos dispuestos a ayudar
a los lombardos.116ya que las actuaciones de Bizancto no inspiran al
papa menos terror que las del rey Desiderio. Hacia fines del 763 yen
los comienzos de 764. denuncia a Pipino un complot más o menos real
iTamado contra su gobierno cu Kávcna y enlazado con los represen­
tantes del bastíais y, una vez más, tiembla ante la perspectiva, que él
cree próxima ya. de un desembarco griego en las costas de la Pe ni ¡ipo­
lis. También suplica al rey franco que, como defensor de la ortodoxia,
intervenga, sin dilación, contra aquellos herejes, o, cuando menos,
presione... al rey lombardo para que éste le proporcione esta clase de
socorro, lo que parece sor el colmo de la paradoja. '
Con todo, fue el mismo Pipino el primero que. cansado de tantas
quejas y peticiones, invitó al Soberano Poutilice a llegar a un entendi­
miento con Desiderio. l|J y el papa, dominando su contrariedad,
tuvo que aceptar la conclusión de un modus vivendicon el adversa­
rio de la víspera t i acuerdo, firmado lo más larde el ario 766.
aunque dejaba muchos asuntos sin decidir, al menos terminaha
con el estado belicoso que incesantemente había enfrentado, por
muchos años, al papa y al rey lombardo, Es cierto que el resultado
no era perfecto, pero concedía un respiro a Ij inonatqu ¡u franca y le
proporcionaba el medio de proseguir, en condiciones más seguras,
las negociaciones que había comenzado algunos meses antes con

1■* ¡don, n.'J Iprnnnvcrj del Ví>i)i


1: 1 Mi ni. o ' 12. que parece lógico siumi poco después ¿le la carta W
1.5 Véase tu fin. pac.-. 4(v47.
1.6 Codas Cmr>t„ n.m 15 y 17 nifio 75it|.
1 ' Idem. n :“ 25 y 2v.
• 1'• Idem, n.-'* 31). 31,32 y 3X. Esla ultima curia, etc Icclu iiidei lu. creemos que ilet-e
ser relacionada con l:is precedentes.
1 Idem. n.' 3S.
I-1 Idem, n * 37. cana sectil ¿míenle -interior ut sínodo fie Oeniillv, tic l:is Pascuas
del ano 767.

44
Hizaiicio. u fin de llegar. también por aquel lado, a mi acuerdo pro­
visional sobre los mullí pies problemas suscitados por los asuntos de
Italia. 1:1

111 RES TABU CIMIENTO D12 LA SITUACIÓN EN I A CALIA


Y l:N OF.RMANIA

La parsimonia que manifestaba Pipi no para una intervención


decisiva al sur de los Alpes, no.se puede explicar únicamente por los
riesgos Je una aventura cuyo interés inmediato para la monarquía
franca puede ser que no pareciera en aquella sazón muy claro: hay
que tener en cuerna, para comprender sus reservas, las dificultades
que aún tenia que vencerla casa earolingin. tanto enGalia como en
Gemianía, para asentar su autoridad sobre bases sólidas.
En Germania. los ¡llámanos, que fueron cu un principio liosli-
les. parece que se sometieron, al fin. a los nuevos señores del reino
franco; después de sucesivas rebeliones en los años 742, 744. 74b
y.posiblemente, 74Ó. abandonaron toda esperanza de rcconstruii
su país como ducado independíenle; pero su sumisión era reciente
y. sin duda, hacia falla seguir vigilándolos de cerca.
Cuando se llevó a cabo la coronación de Pipi no, fiaviera. que
seguía teniendo duques propios y que siempre aguantó con inquie­
tud la hegemonía franca, hacia poco que había sido sometida a la
obediencia, Al duque Odilón, a quien Pipino y Oarlomán. avan­
zando victoriosos basta las orillas del Imi, impusieron su voluntad
el año 74.1 m sucedió el "44 un niño de tres años, su hijo Tassilon.
sobrino, por parle ilc su madre Hiltrudes. de los dos principes
francos, Pero en el 74N ó 749. un terrible levantamiento conmovió de
nuevo al paisa la llamada de Grifón, hermano bastardo de Pipino y
Carlcmuin, que, desde la muerte de Carlos Marte] se agitaba para
obtener su participación en el poder. Bávaru por su madre Svvana-
gilda sobrina de Odilón, Grifón estuvo a plinto de vencer. Pero una
nueva e irresistible ofensiva de los ejércitos de Pipino hasta el Inn
le obligó a abandonar el campo y a entregar el ducado al ven­
cedor.
Al restablecer a Tassilon en el trono ducal, Pipino sólo le resti­
tuyó el encargo de mantener la provincia «en beneficio» fper suum

' 1 i lili», ji .'(i y 1?,


-- Cciiil. ile Frejcgaiiú. 25. 27. 2Í,
S¡ el Ju<|uc l.üiilin ilu . citado e» esta lecha en los Ijjiktici r»vt¡¡< i. es electiva
m ente .ítam ann
CoilL Je Fredeyjno. 26.
flirt», II 72: |r¡M<7.V.f royal,-,. nf», ’ -lS
Buneficinm). '■*es decir, en las condiciones de subordinación y de ser­
vicios previstos para un vasallo con respecto a su señor -■ Asi, pues,
en apariencia, estaba entonces asegurarla la sumisión de Bavicra: el
pequeño ducado parecía estar basta dominado: el año 757. al llegara
su mayoría legal de edad, a los quince años.Tassilon se dirigió al pala­
cio deC'ompiégne.cn el corazón de la Galia, para prestar.ante toda la
corte reunida, jura mentó de vasallaje al rev franco en medio de excep­
cional .solemnidad a la que el redactor oficioso de los Anuales royales
se refiere conevldentccomplacencia.l3*Hasta venios a lassilón cum­
plir dócilmente con su nuevo señor el servicio de hueste o mesnada, al
que en lo sucesivo está obligarlo, y llevarle sus contingentes armados,
especialmente, en ocasión de la expedición a Italia del año 756. IN
Pero el rescoldo alienta bajo la ceniza y , bruscamente, el 763, durante
una campaña en Aquitania. el duque, que ya llegó a la edad viril,
deserta las lilas del ejército real y con un pretexto más o menos fútil, se
substrae ya a sus deberes ríe vastólo.|Vl Él reinarlo rlc Pipino va a ter­
minar sin que Baviera vuelva a cumplir con sus obligaciones.
A sólo algunas leguas de Colonia, en las fronteras septentriona­
les tic Hcsse y de 1uringia, se mantenían corno temibles vecinos los
sajones, cuyas incursiones y devastaciones en lerritorio franco úni­
camente podían evitarse por medio de una incesante vigilancia y de
frecuentes campañas conducirlas Hasla su propio territorio. De ellas
citan los cronistas y analistas 111 Iasde744,747,753 y 758. Los ejérci­
tos francos no vacilan en internarse en terrilorio sajón, donde el
enemigo se oculta prudentemente mientras hace paga rearo su victo­
ria al invasor.|,; liste, por su pane, se venga matando, robando y
quemando, llevando por doquier el terror. Después de eso los sajo­
nes de las comarcas asoladas hacen acto de sumisión, se compro­
meten a pagar tríbulo y. a veces, hasla aceptaban el bautismo, para
volver a sus correrías devastadoras en cuanto las tropas francas se
replegaban. Además de esto, los sajones estaban siempre dispuestos
a dar incondicionalmente su apoyo a todos los adversarios de los
francos y esto mismo fue. precisamente, lo que sucedió el año 747
cuando el hermanastro de Pipino. Grifón, luchó en sus filas.|U

, 'e Annalei toixiles. arto 74S


CT mfra. pdgs. 151-154
' Anuales royntes. arto 757.
I-V Conl de Fredeganu. 3S.
,i(‘ Aunalexroyiilej. añu 7t>V Fl (culi) retocado habla Je una pretendida enferme­
dad de J'assilon.
n| Conl. de F-redegano, 2"\ 3 1, 35. para las campañas de 744. 747 \ 753: Anutiln
ntynh'-í, «nos 747, 753 v 75R.
1'- Vcnse. en especial, lo que dicen lox Annnlvs mulles de la campaña del
753.
11' .-tunales rayates, artn 747

46
Pero ios más serios obstáculos para el triunfo de su autoridad los
encuenda Pipino en la Galia. Si entre los años 7S2 y 759. logra
hacerse dueño sin mucho esfuerzo de la Scplimania. recuperada
finalmente manos de los infieles gracias a la colaboración de la
población gótica.1,4 necesita realizar todos los años, desde el 760 al
76«S. con excepción del 764 y del 765. duras campañas cu Aquitania
para llegar por fin. a convertir en provincia la mayor parte del
extenso conjunto territorial comprendido entre el Loira, el Océano, el
Gnrona y los Cevennes. Y pese a todo, sólo se trata de una asimila­
ción muy relativa, ya que los aquilanos se muestran obstinada­
mente reacios a la penetración franca, tamo por el orgullo natural
de ser herederos de la tradición romana, como también por un
deseo de indómita independencia, en apoyo del cual los duques
nacionales pueden contar con el concurso permanente de los rudos
montañeses gascones, que constituyen, según dicen los cronistas. ’3'
lo mejoi desús tropas. Cuando era mayordomo del palacio, creyó ya
haberlos sometido Pipino en el curso de dos campañas realizadas
en 742 y 745 en compañía de su hermano Carlomán, 134 Ll duque
Ilunaldo se declaró finalmente dispuesto a «cumplir exactamente
la voluntad de Pipino». Pero esta sumisión sólo era aparente.
Perseguido por todas partes, fue junio al duque Wail'redo (o G aife-
ros), sucesor de Hunaldo. donde encontró refugio Grifón, suble­
vado contra el rey.cn 748 ó 749 lwy pudo permanecer allí, al parecer
sin ser molestado, hasta el día en que, cuando intentaba pasar al
reino lombardo, donde proyectaba preparar nuevas intrigas, lite
apuñalado por un asesino. 114
Sin duda no fue único el caso de Grifón; Pipino reprochaba, de
manera general, a Waifredo el que abriese con gusto las fronteras de
su ducado para acoger a los francos desterrados: además le acusaba
por la falla de escrúpulos que tenía para usurpar los hienos y violar
los derechos de las iglesias francas en tierra aquitana; finalmente le
hacia responsable del asesínalo de los caudillos godos, que eran los
protegidos de Pipino. después de haberse posesionado este de la
Scplimania. I4“ Las campañas que realizó Pipino al mediodía del
Loira, desde el año 760 tuvieron por objetivo terminar con aquel

1,4 Chrottúinc de Moissat, pág, 294


E*(ü c» lo que >e deduce particiljHTiHdilede la lectura de Frcilcfiirin y de »iix
uominuadnrci que hablan conslMUcmrtue ilc lux tropiix pavinuix ul ,\civicio ilc lux
«laques etc Aquitania
Conl. de Ftcdepano. 25 \ 2SlAnnabs iv.uu/ej. ¿rtü 742.
n " Cení, lie Ftvdcgario. 28.
||J Aimalíf wvalcs. Jilo 748.
I?'} t.onl. de Prcdegano. 35.
|J" Com. de i rcdcgailo. 41.

•17
irreconciliable adversario; cada arto. Pipino avanza más hacia el
interior del país: el arto 767. en el mes de agosto, tiene lugar la asam­
blea general del reino en Hourges. un donde ha establecido una
guarnición desde el arto 766. y hasta se atreve a pasar allí el invierno
cun su esposa, El 768. lleva a la reina a Sai mes y avanza hasta las ori­
llas del (iarmin. adonde llegan los gascones, que habitaban entre
los Pirineos y el rio, a rendirle pleitesía: luego se lanza en persecu­
ción de Wail'redo. que finalmente muere asesinado. Desde aquel
momento puede decirse que la conquista de Nquilunia es un hecho;
una tras otra las principales ciudades del ducado lian caído en
manos del reí tranco, que situó en ellas guarniciones; sus condes
han ido sustituyendo por todas parles a los del antiguo duque; en
este momento Pipino cae enfermo repentinamente en Saintcs de
una dolencia que ya no le permitirá restablecerse.,'*1pues muere el
74 de septiembre del 768. ■‘-dejando a sus sucesores la tarea de reali­
zar. hasta donde sea posible, la asimilación moral de una Aquitania
dominada, pero no conquistada aún para la causa curolingia.

IV Ü B R -\ RP1IC.IOSA

I n más de un aspecto, la obra religiosa realizada poi Pipino des­


pués de su golpe de Estado, viene a ser el complemento de su obra
política. Después de que. siendo mayordomo riel palacio, prestó
todo su apoyo a la reforma general de la Iglesia emprendida en el
reino franco por San Bonifacio, a partir del 742 yconjugósus csfuci-
zos en este aspecto con los tic <n hermano C'arlonián.|J ya siendo
rey se entregó a proscguíi esta larca. I I mismo carácter de su monar­
quía. fundada en la investidura divina, convertía estos esfuerzos en
un ineludible deber; la Escritura le enseñaba que si nu ««caminaba
«le iodo corazón en la ley de Dios» iría a la ruina, arrastrando con él
a su pueblo en la catástrofe.
Ademas, de acuerdo con el espíritu de los tiempos, la restaura­
ción de la disciplina en la Iglesia y el retorno del pueblo a una vida
íoligiosa,conforme a las prescripciones de la ley divi na. eran condi­
ciones esenciales para el restablecimiento del orden Por otra parte,
era indispensable, para Pipino que la buscada corrección se ope­
rase en beneficio de la misma monarquía. Ahora bien, tal como lo
había querido y dispuesto San Bonifacio, la relamía iniciada debía

11 Suhrc éslc. v « el tvliiln <J¿ UisCoiílinucuJcrrs.lc Pre i!<junio. 11-S.í, y


roytilts, uño* 7««0-76X
noiunei-Mtlhlt'iidiei. n." 115c»
Cí 'iiprn, pJj¡>. 22-’ í.

48
conducir a una completa subordinación de lodo el clero franca ¿i la
.Hilaridad pontificia; como «legado de San Pedro» (ntiwtis .timili
Ptiril. San Bonifacio se pioponia, en efecio rcslahlocercn la iglesia
tranca una jerarquía estricta que tuviera en su cabecera a arzobispos
directamente vinculados con el Soberano Pontífice y que recibirían
sus consignas de Roma. |U Se trataba de una concepción tan sencilla
como lógica, pero que no podía seducii u un principe celoso de su
propia autoridad. Así vemos que. después de haber aceptado en un
principio en el sínodo de Soissonsdel 744. la institución de los arzo­
bispos exigidos por San Bonifacio. Ií5 Pipí no titubea poco despulís en
aplicar, u este respecto.el programa del representante pontificio; m¡is
aún. su celo se enfria tanto que San Bonifacio señala en su corres­
pondencia la decepción que esto le produce '* y. finalmente, después
de haber conferido la sagrada unción, por orden del papa, al antiguo
mayordomo del palacio, abandona el reino franco sin propósito de
regresar. > va a reanudar su actividad evangelizado™ en la pagana
Irisia, en donde halla el martirio e! 5 de junio del 754.
No por ello abandona Pipino la causa de la reforma, pero susii-
iiiye el método radical de San Bonifacio por otro más ductil. que ha
de realizarse por etapas, a fin de no herir, al principio, ciertas cos­
tumbres que le parece peligroso descartar inmediatamente, lis esto lo
que con toda claridad explican en su nombre los obispos reunidos
por él en el palacio de Ver. en julio del 755. Después de recordar que
«Je haber sido mantenidas en su integridad» hubieran sido su lie ¡cn-
les las reglas canónicas antiguas para asegurarla vida normal de la
Iglesiu. lo que no lia permitido lo desastroso ele los tiempos, declaran
que el propósito de su reunión es poner aquellas reglas en vigor, den­
tro de lo posible. Sin embargo, agregan, «faltando el medio de resta­
blecerlas en su integridad» el rev ha decretado, en principio, «que
fuera corregido parcial mente lo que él entiende estar hondamente en
contradicción con la Iglesia Je Dios»; después, «si Dios le concede
días serenos y épocas tranquilas» se dedicará a disponer un com­
pleto regreso a los «santos cánones»; por el momento, «bajo la
fuerza de la necesidad», algunos Je ellos lian sirio soslayados. 111

1 Víase C. l,esnc. Lu AiV/wi’yiiiV iphiopalt Pnnlthry mstrop.ifirtiini. pmitflls **■


( ia'j '.í €i >>) fjfTmiwiíei/ijJu/j lu rifumwik Saint ¡iimifaev just/u <i la nion >1Hinotuir '42-
*'2 (I.illc. 190?. iu-H/. fase. I ,lc la , Mi'nioiresotniKiux ih>FtiaiUriCat/ialiifuii<l< LilU'l
pn£>. 2"-29) J’ -SO.
1 Cupitul, 1.1. n 12. p:lg 29. jrl. i. r.n Soissins solo .ve ir.Uaba de Jo s arzobispos
pura loco el rem o ód i| ui-l-iUi>iki:s<th Pipino mayordomo Jet palacio: túcense pensó
«n ¡mmeiUal su número; y Icisnrzohispos debían reuit. en principio, sedes m eiropliu-
nas Véase I LrsilC. obia cilüd.i. páj-s 42-4,\
C l Lesne. ídem. p4¡t. «S.
“ Capital. 1.1 ii ■’ Id, pág. 33. preámbulo


De ahí el carácter de las medidas acordadas por el concilio. Si
bien todas se dirigen a restauraren su plenitud las atribuciones del
obispo y la misma institución episcopal, fundamento de la organiza­
ción eclesiástica del reino, aplazan para épocas más propicias el
restablecimiento de las provincias eclesiásticas y de las sedes metro­
politanas. para limitarse a prescribir la provisional delegación de
obispos en las funciones metropolitanas.119Y ni una palabra se dice
ni do! título arzobispal ni de la vinculación directa de la Iglesia
franca con Roma por intermedio de esos arzobispos, tal como lo
deseaba San Bonifacio. En cambio, de todas las cuestiones objeto de
litigio, hay quedar referencia al rey y no a la Santa Sede, ya que es el
rey quien puede asegurar la disciplina estricta, especialmente en los
monasterios, asi como velar por el respeto de las reglas canónicas en
materia Je excomunión 1*'1Hasta un articulo prohíbe a los monjes ir
a Roma.sin autorización de su abad. Finalmente, si bien es verdad
que se prescribe la regular convocatoria de los sínodos, no lo es
menos que el marco elegido para celebrarlos es el de la monarquía, >
de las dos reuniones anuales prescritas, una deberá tener lugar obli­
gatoriamente y eu presencia del rey. y la otra en una ciudad como
Soissons. en donde podrá ejercerse fácilmente el control real. "
l ales fueron las principales disposiciones que. de acuerdo con el
rey. creía poder poner en práctica el episcopado franco en el arto 755.
Las restantes sólo son un recuerdo de las disposiciones conciliares anti­
guas. Todas se dirigen a la restauración del orden en la sociedad, tanto
civil, como eclesiástica, bajo la suprema autoridad del rey. í.No ¡rosee
este, ¡)or estar consagrado, un poder que lo coloca por encima de los
simples laicos y le convierte en su guia y responsable ante Dios? De ahí
las numerosas prescripciones relativas al matrimonio que promulga al
margen de los sínodos reunidos a lo largo de su reinado ;í': nada de lo
que se refiere a la disciplina moral y religiosa de su pueblo le es ajeno.
Asi. pues, no sólo en el terreno militar y en el político marca el
reinado de Pipino una etapa capital en la obra restauradora ini­
ciada por Carlos Martel; en el momento en que muere el primer rey
carolingio (septiembre del 768). el reino franco da la impresión de
estar depurado y parece llegada la hora de aquellas grandes empre­
sas que van a permitir a la joven dinastía asegurarse, en la Europa
de entonces, nn lugar destacado.

H Víase Capitul. I 1. n.' 14. p:ig. ?J iriv I 3. 5 .’ .S.S, ll) 11. U, |.t. n . ?|.
p.igs. 0 -5 ;
, ‘ 1 Mi ai. aits. 1 J. 5. ptgs 33-34.
' '■J Idem, nls 5, (t. <). 20. 22, p;i¡is, 34-31
1 ‘ hkm. an. 10. p.ig >5
Idem, .iil 4. p;ij¡. 34.
*■’ Víase ('iif.iiut. i t. n.*" |s ) lo. pjps, 17-41

50
CAPÍTULO 111

CARLOMAGNO Y LA OBRA DE COMPLETAR


TERRITORIAL MENTE EL REINO TRANCO

Por considerable que haya sido la obra realizado por l’ipino el


Breve, na debía producir fruios sino por la acción de su hijo mayor,
Carlos, cuya autoridad c incomparable prestigio, iban a hacerlo
dueño de Occidente en los cuarenta > cinco años de un reinado
glorioso.

i C omienzos dei. reinado

Esforzadas tarcas esperaban, en verdad, al joven principe de


veiiilisóis años —nació, sin duda, el 742 154a quien la posteridad Ila­
maral Carlos el Grande (Carolas Magnas) o Carlomagno. IÍS La pri­
mera de todas era la de mantener y, en lo posible, reforzar la
cohesión del reino que le transmitía Pipino. Ahora bien, tiel a la
costumbre franca. Pipino. antes de morir, había ordenado al re­
parto de sus Estados entre Carlosy su otra hijo Carlomán. perpe­
tuando de esta manera bajo la nueva dinastía los errores que. en los
dias de los merovingios. engendraron tantas complicaciones y con­
flictos. Para colmo, habla determinado una tan extraña distribución
territorial entre los dos herederos, que los mismos contemporáneos
parecen un poco desorientados sobre ella y los cronistas, que suelen
estar mejor informados, sólo recogen algunos elementos, Unica-

li4 Véase Bolimer-Míllbaclicr. n ú I3M


" Eslc sobrenombre parece que no <c usó por ve/ primcr.i hasta el liño S'll o
muy poco después, y por Iii plum a tic su nielo Nilliatd iHisi. Jcsfih tle Louis U Picus. I,
I eJ. Lauer, pág. •!).
•‘A Conl de hredegatio. 53,
;s7 Especialmente tos Continuadores de bredcgaiio. loe. eit.

M
metilo un átenlo examen tic los dooumciuos a nuestra disposición,
para el estudio ele los dos reinados conjuntos de Carlos y de su her­
mano permite restituir aproximadamente los dalos que nos quedan
de aquel reparto '
Del estudio de esos textos se deduce que. en ve2 de lener en
cuéntalos últimos precedentes de oirihu ira cada uno de los copartí­
cipes regiones muy distintas —Austrasiu, Neusiria. Aqtiiiania. ele.—,
de manera que formaran lotes territoriales claramente separarlos
por si mismos. Pipino se propuso iodo lo contrario al yuxtaponer lo
mas posible y den tro de las mismas regiones los reinos de sus dos
lujos, cuyas dos capitules —Noyon. para Carlos y Soissons, para
Carlonián estaban dentro de Neustria y próximas una a la otra,
como ya había sucedido en los dias de los primeros merovingios.
Los territorios adjudicados a Carlos estaban dispuestos en un
extenso arco de circulo rodeando los que Pipinu había resentido
para Gnrlomán. I Desde la extremidad oriental de Furingia v desde el
norte de Fiisia. hasta la Gascuña.contenían todo el nordcsle de Aus-
trasia, con el valle del Main, las legiones del medio Rin, 1 ieja. Ilers-
tal y las Antenas, cima de la familia carolingia: continuaban por
Ncustria.cn donde Carlos recibía lodo el espacio comprendido entre
las costas del mar del Norte y de la Mancha basta los confines breto­
nes. ile una parte, el üise y el curso inferior del Loira (desde los aIre­
dedores de Ton rs. sin duda), por la otra, y porlu Aquilania, de la que
quedaban en su poder iodo el litoral y la mitad occidental. Carloman
recibía el resto, es decir, el Macizo Central y el Languedoc, compren­
diendo la provincia narbonesa n Septimania. la Provenza. Rnrgoña,
la Ala inania, Alsaciu y las partes de Ausirnsia, propiamenlc dicha, y
de Neusiria no comprendidas en el reino de su hermano,
No debe excluirse, por otra parte. Ja posibilidad de que este
reparto, bastante desconcertante, haya tenido por objeto obligar a
los dos sucesores de Pipi no a itianiencrenire ellos un contacto más
intimo y, por consecuencia, frenar las fuerzas disociadoras que lan
intensamente habían actuado cu el reino franco, desde el siglo Vil
hasta los días de Carlos Mattel. También cabe pensar que la heren­
cia que se dejaba a Carlomagno tenia por propósito darle el domi­
nio de las más importantes regiones, colocando en realidad a su
hermano en una posición de inferioridad y a m i discreción; pero la
experiencia iba a demostrar que la colaboración con Carloman era
difícil. Algunos meses después de su ascensión al poder y con

lv F slü Kihor lúe ceoJi/ihla cur. niaiur u mer.or acierto por Oclsncr. AV'i/'in.Oel-
ncr. «J.di (buche retes frankischcn Roches ar.iei Kúmp 1‘ ippi» >tLeipzig 1371. In-íí ^i
apéndice X V II. \ poi Abe! y Sitasen. AaW <ier <r<v i, i. p:ips. I-J-Ju.
1" Crine de I nvlceirin,
motivo de una rebelión en Aquitania. en donde los dos hermanos,
que cada uno reinaba sobre una mitad de la provincia, estaban apa­
rentemente obligados a conjugar sus esfuerzos.se demostró i niprac-
ticable aquel sistema de gobierno dual. Los autores contemporáneos
sólo hablan encubiertamente de la mala inteligencia de Carlos con
Carlomán: pero mío de ellos, aunque se trata de un eclesiástico, no
vacila, inmediatamente después del fallecimiento de Carlomán. en
felicitar a C tirio magno por no tener que contar ya con la hostilidad
de su hermano, a quien Dios lia querido llamar antes de que
hubiera derramamiento de sangre.Itf'
l:n efecto, el 4 de diciembre del 771 una muerte prematura arre­
bataba a Carlomán 1,1 y permitía a Carlos —una vez separados los
dos hijos menores del fallecido |í,:— ser inmediatamente recono­
cido como su sucesor y reunir en sus manos la totalidad de los terri­
torios procedentes de la herencia paterna. '*■
ti acontecimiento no podía pioducirse más oportunamente
pues tanto en la Galia como en Gemianía los resultados logrados
por Pipino no se habían demostrado torios igualmente consolida­
dos. llasta la Aquitania. que.se creía pacificada en el 768. una vez
desaparecido Waifredo, se hahia sublevado nuevamente.como aca­
bamos de decir, a comienzos del 769 bajo el caudillaje de un ¡eleque
los analistas llaman Humilde (o Hunaudo) v que. sin duda, no era
otro que el antiguo duque, padre de Waifredo. eliminado quince
años antes por Pipino. IMEscapado del monasterio en donde había
sido obligado a encerrarse entonces, no pudo ser dominado en el
769. sino por la decisión \ la rapidez con que intervino Cai los. que
se lanzó a su persecución, sin dar siquiera tiempo para reunir un
ejército numeroso ni retrasarse por la iuercin o el abandono de Car-
lomári. 1(4 Aun asi tuvo Carlos que avanzar hasta los confine; de
Gascuña, en donde se hahia refugiado Munaldo junto al duque
Lobo, entonces prácticamente independiente. x amenazar a este
último con una invasión, para conseguir que le fuera entregado el
rebelde. ' De esta manera iodo el territorio de Aquitania fue sorne-
údo a la obediencia, y la muerte de Carlomán. que venia a colocarlo
tic nuevo bajo una autoridad única, iba a facilitar la pacificación.
Pero es lo cierto que aun después de esta rápida y decisiva campaña

16,1 t a n a <le C am ilo, en las Episrolnc. i. IV. p¡lgi. 502. CT Abel \ Simson. ? I.
págs. 3fv37.
u Roluncr-Mulilbaetiei. n * l.lOü.
I(" Abe] y Sinisun. l. I. p:íg. IU2-I04.
I(-' nohmcr-Muhlt’iichcr, n.J I-Cu
||J Abe! y Simson I. I. púg. 42. Ri>hiner*Mülill\U‘lier. n l.'3é
" ¡<¡nt/h\ n/i u¿.i, aflo ‘■(W, p.ie 2S.
k< iilo». págs ’ v y 31): el mismo icxlo arreglado, págs ■) y ti
dd 76Ú. Aquiiania iba a dar todavía a Carlos baslarites pteociipneio-
nes para que esle esperase hasta el 778. según dice un cronista, gene­
ralmente bien informado. 14 para ir sustituyendo poco a pococn los
cuadros administrativos a las genies d d puis. por trancos y que se
creyera, poco después (781). en el caso de la obligación, para suavi­
zar susceptibilidades locales, de convertir aquella provincia en un
reino particular, aunque subordinado Intimamente a su autoridad,
en beneficio ¿le su hijo Luis, aún menor de edad. '■**

II. ANEXIÓN HE B.WlliRA

Sin embargo, mucho más inquietante que la de Aqmtanta. era


la situación de Baviera. donde el duque Tassilon. después de
haberse reconocido vasallo del rey franco, había aprovechado,
según dijimos, la primera ocasión favorable para recuperar de
hecho su libertad de acción. ll/>Apoyado por su clero y. por io gene­
ral, en buenas relaciones con el papado, que desde el 7(i6 le favore­
cía. iTl' supo, por lo menos, vivir mucho tiempo en una situación
equívoca Hacia el 76Ú. el abad de Fulda, Slurni. bávaro de naci­
miento. aún defendía su causa ante C arlomagno. r i que. preocu­
pado en otras cosas, aparentó dura ule artos contentarse con algunas
pruebas de relativa buena voluntad como el envío por Tassilon de
un contingente militar, cuya importancia desconocemos, en oca­
sión de la movilización de tropas destinadas el arto 778, a una expe­
dición franca a España. -
Finalmente, el arto 781 parece que Carlomagno decidió termi­
nar con aquella situación ambigua. Desde Roma, en ¿tonde se
cnconlraha en el mes de abril, requirió a Tassilon para que respe­
tase en su integridad sus compromisos, y el papa Adriano I tuvo que
aceptar unirse a aquella gestión Obedeciendo a esta intimación,
el duque de Baviera concurrió a la asamblea general de Worms, a
comienzos del verano, para renovar allí su juramento de vasallaje.
Cediendo a la amenaza, hasta consintió en entregar los doce rehe­
nes que. como garantía, le reclamó el rey franco rJ l'em, entre tanto,
l.i derrota sufrida (7821 por las armas fraileasen Sajonia.cn el Sün-

r Ll Aítnlr.oino. t. Cf. Abel j sirmtm. I. I. . 5tl‘J.lin.


Abel y Simson. t I 380 y W - IOI.
,f'1 Ve.ise Mipra, p.lp. 34-35
' Codt\ ( ¡t’t'l n 1 '6
1 Abel \ Simson, i I, t'6-67.
1 - A nw hs royale*, jilo ^"5
pl IJíin ano *SI.
'• hfeni. Jilo "Rí,
iclgehirge, ''5pareció devolverle su ¿nidada, y la ruptura parecía una
ve/ más completa, cuando, después de haber aplastado a los sajones
(785). Carlomagno se inclinó, finalmente, por los actos decisivos.
Desde los primeros meses del 7S7. comenzó a condesarse la tor­
menta. De pronto, lleno de inquietud. Tassilon implora la interven­
ción amistosa del papa Adriano, a quien Carlomagno habia ido a
visitar de nuevo a Roma para las fiestas de Pascua. Pero ya el rey
franco no consiente ser hurlado y exige del mismo papa la aproba­
ción de las medidas coactivas que va a emplear, si Tassilon no se
somete sin reservas. Y como este rechazase finalmente compare­
cer ante la asamblea general reunida en Wonns a comienzos del
verano del 787. ya no se hizo esperar el casigo y Hac iera fue objeto de
un triple ataque. Por el oeste, saliendo de la Alamania. y conducido
por el mismo Carlomagno. un primer cuerpo de ejército marcho
directamente sobre Augsburgo; por d norte, un segundo ejército
compuesto de gentes de Auslrasia, de turingios y de sajones, llegó al
Danubio hacia Pforing, más arriba do Ratisbona: porcl sur, un ter­
cer ejército. mandado por Pipino, hijo de Carlomagno. subió desde
linlia por Tremo y Ro/.cn. Viéndose perdido, Tassilon capituló. Hl 3
de octubre está Carlomagno acampado en ei Lechfeld, delante de
Augsburgo, y se presenta el duque bávaro, arrepentido, a renovarle
su juramento de vasallaje, le entrega de nuevo doce rehenes Je cali­
dad y hasta se somete a darle en garantía a su propio hijo Teodón.
heredero riel truno ducal. '
<',ts sincera esta sumisión con la que, de momento, se conforma
Carlomagno?No lo parece. Apenas las tropas francas regresan de la
expedición, el duque de Bavicra prepara su desquite. Para los con­
temporáneos se trata Je un rapio de locura, ya que I assilon no
puede apoyarse en .m is súbditos aterrorizados por el despliegue de
las tuerzas francas. Procesado bajo la acusación de falsedad de
juramento, ante la asamblea general reunida cu [ngelheim.cn junio
del 788, no lo desmiente. Como le recordaran los rehenes de garan­
tía que el arto anterior había entregado y el peligro de represalias a
que exponía su conducta a mi propio hijo Teodón. contestó con
cinismo que si tuviera diez hijos no dudaría en sacrificarlos a lodos,
antes que cumplir su palabra en las condiciones establecidas. A la
acusación de lalsojuramcmo se agregaron otras: se le acusó de que­
rer atentar contra la sida del rey yde haber sostenido relaciones con
los avaros para realizar una invasión de Italia: igualmente le acusa­
ron de deserción ante el enemigo. F,s decir, de otros tantos crímenes

' Véase ultra, NI


'■ tunóles royala, mío 7H7. piuv 74 v 76.
Zi/| jii . J ñ <1 7x 7 p.iii. ’H

ss
que entre los francos so castigaban con la pena Je muerte, fcsla sen­
tencia fue pronunciada electivamente por la asamblea, pero Cario-
magno la conmutó por la de prisión perpetua en un monasterio y la
extendió al hijo del culpable: mejor dicho, para respetar las formas,
el duque y su heredero, indultados por el rey. quedaron autorizados
para ii a hacer penitencia perpetua en habito monacal, Tassilon a
Jumiéges y Tendón a San Maximino de i re veris, mientras sus prin­
cipales consejeros eran desterrados.
Lo que más sorprende en todo este asunto, es la longanimidad
de que. contra su costumbre, dio pruebas Cario magno hasta el final
con respecto a Tassilon Como país des ieja civilización, muy celoso
de su independencia, cristiano dc.sde hacia mucho tiempo. \ de
entusiasta adhesión a su casa ducal, naviera, debió merecer en su
opinión excepcionales cuidados: de ahí su prolongada paciencia \
las prudentes negociaciones que realizó con el papa, del que se
quiso asegurar la conformidad, antes de lanzarse a la conquista: de
ahi. también, su aparente ingenuidad del arto 787. cuando Ungió
creer en los juramentos de un duque reincidentemente perjuro; de
ahi que recurriera en Ingelhcim. el arto 788. a un procedimiento «Ies-
tinado a hacer brillar su justo derecho ante los ojos de todos y la acu­
mulación de las pruebas de culpabilidad contra Tassilon: finalmente,
iodo esto explica también, que en el rehilo de los analistas oficiosos
se insista en destacar la generosidad de las decisiones del rey fraileo
y se tiña con un carácter de espontaneidad la retirada ai claustro
del duque r ’
Una vez conseguido este retiro monacal. C'arloniagnn tomó
posesión del ducado, mas no por ello dejo de mostrarse prudente.
Tal vez le incitaba a esto el peligro a\am. que ya se hacia sentir,
amenazador, en las fronteras Por eso tiene cuidado «le no herir el
amor propio de los basaros y se inclina a dulcificar las transiciones.
Desde la primavera o el comienzo del verano del 79!. hasia el otoño
del 703. reside casi constantemente en Ratisbona; allí icúne asam­
bleas generales y parece perseguir con ello la progresiva asimilación
del pais, 1
Sin «billa eran miramientos necesarios y que ni uun asi emplea­
dos. resultan suficientes para conseguir la adhesión de los habitan­
tes. ya que. el 794. se cree Carlomagno cu el deber para asegurar un
indiscutible fundamento de su autoridad en el ducado, de sacar a
Tassilon del cenobio y llevarlo, vestido con sus hábitos de monje, a

* \nnalco reija.'o. .lint 7ss. p.i^i* SO « 82: Abel v Silicon. < I, png. O.’T
/(•/.•'i. afín 788. texto prinulili), p;k‘'. W y 82 ■ la a l k u r /r . le\lu aiiq'l.iile.
rag- 82
' Bñhtr.tfr-Mülilhaehcr. n.°‘ l i l i / a V

5(i
la asamblea general de Praclorl. para e|uc ante ella renuncie públi­
camente y sin restricciones :i tojos sus derechos y a los de sus here­
deros. Redactado en tres ejemplares, uno para el ex duque y los
suyos y dos para los archivos reales, el expediente de esta renun­
cia 1se proponía establecer, de manera irrecusable, el derecho de
Cari oruga no y de sus descendientes sobre el ducado v sus depen­
dencias.
May que observar aun que. todavía después de su incorporación
al Estado Itaiico. Bavicra fue mantenida no sólo dentro de sus limi­
tes tradicionales, sino en toda su individualidad. Sin designar un
duque. Carlomagno delegaba para ella, como prepósito, ni gobierno
del país (üuiooriae praejh. fus), es decir, como gobernador, a uno tic
los condes más ilustres del reino, a su cuñado Gcroldo. hermano de
su esposa la reina Hildegarda, y los poderes deéste se extendían al
conjunto de los territorios reunidos, asi, a la corona tranca. 113Igual­
mente se respetó la unidad religiosa del antiguo ducado. \ Bavicra
constituía una sola provincia eclesiástica, de la que el año 707 se eri­
gió en metrópoli Salzburgo.1,1 Se hizo. pues, todo de tal manera que
se dio a los bávaros la ilusión de que el gobierno del rey Ira neo no
era sino la continuación del poder ducal desaparecido.

II] C’O N Q U S J A LIE S/VJONIA

Con más violencia procedió Carlomagno respecto a los sajones.'


I s verdad que en este caso se trataba de poblaciones particular­
mente diltciles de contener y que desde hacia siglos constituían para
los francos un peligro incesantemente renovado. Hasta entonces
lodo se habla limitado a realizaren aquel país rápidas demostracio­
nes de poderío militar y, cuando se podía, imponerles tributo con las
armasen la mano. Pero no siendo metódicamente proseguidas estas
campañas demasiado breves, nunca producron otra cosa que una
caluma provisional, y al menor debilitamiento de la autoridad real,
las provincias limítrofes —Turingia. llosse. las regiones renanas—
volvían a sor asoladas por las devastadoras bandas sajonas. Paga­
nos empedernidos, pese a las tentativas realizadas para cristianizarlos,
temibles bárbaros, ocupaban extensas llanuras entre los Países

11 ni icxtucn lasí.n;'/«W(f«íi, l I, pjg. "J, u ’s. ai 1.3 yen tas Coiuiliu u m l.uml l
I. png lí'5.
'- liriM/ti , .iñu :'W. p.tn MIS; Abel v Siins.m 1.1, p.tn. M3 y < II piUv.
WM*).|
,v \ M v Sansón, i II. pa¡j,. H7-I W.
1 S<í tmtl.ii.-ti icfcrcncias y jusltlicudoncs rcspcein a este p a ra lo rn I Hal-
plicn, (¡ni. f <rin,¡tti> y.ir / /li'.'c.iv d, ( karknhtf&w. pág. 14S-C !S
Bajos y El ha. entre e l ! larz y el mar<lcl Norte y llega bun aun liadla el
Báltico por los confines del país danés. Sin duda, a este conjunto le
faltaba unidad, ya que estaba poblado de diversos grupos étnicos
frecuentemente de tendencias opuestas: al oeste estaban los vvcsila-
I¡anos, al este los osil'ulianos. entre ambos los angnanosy en ambas
orillas del l iba inferior los nordalbinginnos y los habitantes de la
región de Wihuíosle: pero indómitos en cuanto a la defensa de su
independencia, lodos ellos constituían un bloqueen cuanto la sen
lian amenazada. Y esto es lo que se produjo en los dias tic Pipinoe/
Brcxe y lo que iba a suceder muchas voces durante el reinado de
su sucesor,
Aunque evidentemente se imponía un cambio de método, las
primeras intervenciones de Carlumngno en Sajonia fueron aún de
tipo tradicional: simples demostraciones militares que no tenían
más objetivo que el de hacer respetar el poderío franco y ejercer
represalias, Sólo la fuerza de las circunstancias condujo al rey a
modificar su política y a preparar un plan de penetración progre­
siva. a iin de evitar aquella constante rea nudación de intervenciones.
El arto 772. lecha de su primera campaña en Sajonia, aún man­
tuvo, pues. C’arlomano la táctica habitual, y las operaciones se seña­
laron por la conquista tle la fortaleza sajona de I Icresburgo. al norte
de la frontera, de hesse. por la destrucción del ídolo Irminsul y,
finalmente, por un avance vistorioso hasta el Weser. inmediata­
mente los sajones se sometieron, entregando rehenes como garantía
de fidelidad. Pero al año siguiente, aprovechándose de que el rey
franco había pasadoaItalia.se lanzaron sobre el teiritoriode Hesse
y desde allí fueron a saquear la iglesia de Fritzlar. No tuvo mejores
resultados una segunda campaña délos francos el año 774: recorrie­
ron de oeste a este el valle de Ruhr. franquearon el rio Weser en la
mitad de su curso y se internaron algo más adentro v luego las tro­
pas regresaron a sus puntos de partida con los acostumbrados rehe­
nes. Sin embargo, en esta campaña por el sur de Sajonia. lntbo un
hecho nuevo, el de dejar establecidas guarniciones en Syhurgo.
junto a Ruhr. y en Heresburgo. más al este.
No impidieron estas medidas, es cierto, un nuevo contraataque
sajón que se produjo el 77(i mientras Carlomagno se encontraba en
Italia; pero, en el verano, el rey franco replicó victoriosamente.
Muchos sajones fueron a Paderborn a hacer acto de sumisión y a
recibii el bautismo y hasta en el séquito de C arlomagno se liablaya
de sumisión general. Sin embargo, pura mayor seguridad, se dis­
pone entre la frontera de I le.sse y e! curso del río I ippe una extensa
zona mil¡iai'O//J0rtY7 destinada a contcnei el enemigo. Es un nuevo
progreso preparatorio de operaciones militares de más ancho
aliento.
( on lodo, los sajones no se dejan ganar por el abatimiento Ln el
arto 778. al llamamiento de uno de sus más esforzados caudillos,
Widukin. pasan los westfalianos a la ofensiva. Fuerzan, por el oeste,
las fronteras del reino franco, saquean las inmediaciones del Rin por
la margen derecha, desde Deutz hasta Coblenza. remontan el valle
del Lahn y por I Icssc atacan por la retaguardia a los ejércitos de Caí-
loinagno. que con gran esfuerzo consigue rechazarlos. Fn el 779 y el
780, dos expediciones de castigo, una en los valles del I.ippe y del
We.scr y la otra por Oslfalia. llegando hasta el ücker por Oh rum, pare­
cen suficientes para restablecer la situación, cuando, en el 782, un
gran ejéteito franco que atravesaba el territorio sajón para ira comba­
tir al pueblo eslavo de los sorbes, en el sudeste de Turingia.es sorpren­
dido y destrozado en las faldas del Stlntelgebiige. junto a las márgenes
orientales riel VVeser De los tres generales que mandaban el ejército,
dos —el camarero Adalgiso y el condestable Cieilon— y. con ellos,
cilantro condes «y hasta veinte personajes de la alta nobleza», según
contiesa un analista oficioso coetáneo, quedaron muertos sobre el
campo de batalla, los supervivientes se retiran en plena derrota.
I I golpe es duro: pero Carlos está firmemente resuelto a realizar
una terrible venganza. Personalmente acude con refuerzos, cae
sobre el enemigo y le. da alcance y lo derrota en Verden. cerca de la
confluencia del Wescry el Aller. en donde 4.500 sajones hechos pri­
sioneros son cruelmente pasados por las armas. Widukin ya se
había dado a la fuga y sus compañeros de lucha dan pruebas de
estar desmoralizados
Sin embargo, se reorganizan, y desde el 783 al 785 prosiguen con
furor el combate. También Carlomagno se encarniza, el año 784
resuelve incluso invernal en aquel territorio, a fin de estar preparado
parala llegada déla primavera, 1.a campaña del 785 tiene por punto de
partida Paderborn. para donde ha sido convocada la asamblea gene­
ral. y triunfa de las postreras resistencias. El mismo Widukin tiene que
capitular y aceptar poco después, trasladarse a Attigny, en plena Cíalia.
para prestar allí juramento de fidelidad y recibii con gran solemnidad
el bautismo, junto con muchos otros caudillos sajones.
Además de esta espectacular conversión, el rey franco, instruido
pot la experiencia, impone una serie de medidas draconianas, desti­
nadas a prevenir cualquier otra deserción. Se promulga una terrible
capitular para im plantaren Sajonia la civilización franca v la reli­
gión cristiana bajo pena de muerte. Sus artículos son de una sin
igual crueldad.
••Quien eulre pur l.i viulcncm en un.i iyksiti v. por lii tUClíU o el Imit*', ■ lleve
ciiak|incr objeto o porga luego al edificio, será condenólo a muerte
Quien, con menosprecio Je t cristianismo, rohüse respetar rinanto iiviinoriel n.i-
irsinn y eom.i carne Uníanle ella, será condenado a muerte 9

S9
I

Quirn mate a un ob¡S|xi. a un sjccrúotc o j nn diácono. será Lorulon.ido a


niucrlc.
(Juicn entregue u las llamas el cuerpo de un ditunio, <¡cgün el rilo paránú. i «duren
sus huesos a ceniza, verá condenado a mucitc.
Tocio sa jbu no han (izado t|uc traicdc ocultarse erare sus compatriotas y se niegue
a recibir el bautismo, será condenado a muenc
El i|uc conspire con los paga nos contra los cristianos o persista en asoldarles en su
lucha conlm los cristianos, seiá condenado a mncric.
El que falte a la fidelidad que debe al rey, será condenado a muerte.»

Obediencia pasiva al rey franco, prohibición de toda asamblea,


de toda reunión pública, fuera de acuellas que puedan convocarlos
condes francos (articulo ?4], imposición del bautismo y de la prac­
tica del culto cristiano bajo pena de muerte... jamás se vio método
más brutal para obligar a toda costa au n país, libre aún la \ Ispera. a
sufrir la ley del vencedor.
Bajo este régimen de terror vivió algunos artos Sajorna, pero sus
habitantes estaban al acecho de la ocasión para sacudirse el yugo.
Se les presentó, en la primavera del 79?. Cuando ttn destacamento
de Iropas procedentes de Frisia. bajo el mando del conde I hierry.
atravesaba Westfalia para unirse al grueso del ejército real, quc.se
disponía a realizaruna expedición contra los avaros.cayeron sobre
é! los sajones y los destruyeron junto al Weser, l;.sta luc luscrtal de la
rebelión. 1,5Como escribe un contemporáneo, «lo que hada mucho
tiempo se ocultaba en el fondo de sus corazones estalló a la luz del
día Igual que la cabra que lira al inonie, los sajones retornaron al
paganismo, engañando a Dios y a su sertor el rey que. sin embargo,
los había colmado de beneficios y arrastrando con ellos a los pue­
blos paganos vecinos.., Todas las iglesias que se encontraban en su
territorio fueron destruidas o incendiadas: rechazaron a mis obispos
v a sus sacerdotes, se apoderaron de algunos, mataron a otros y se
volvieron a hundir en el culto de los Ídolos».IW
Había que comenzar otra vez, yn que la rebelión se extendía por
toda Sajorna, De nuevo era necesario imponerse por la fuerza de las
armas y recoger por doquier rehenes: más de 7.000. en el 795, y
mayor número, en el 796 y 797. cuando se avanzó hasta el estuario
del Weser y luego de allí hasta Wihmodc. I>7
hsla última comarca se defendió, nu obstante, con enorme
valentía y parece que se mantuvo til margen déla paz cuando, el arto
797. la mayor parte de Sajonia se pudo considerai .sometida de
nuevo. En esta fecha, rectificando el error cometido d 785. de aque­
llos procedimientos brutales con los que creyó poder dominar a los

L. Italphcn. h'fiiJ ti criiufuet, págs- 1X4-18').


iM /J.iu , pjg. ISX tlexio ilc los, Aniiuict l¿tiircjliuiiiiv.w).
' h h ’ii. páp>. 189-1*))

60
síi jones,Carlomagno negocié con los caudillos westláliunos, a tigrili­
nos y oslfalianos un acuerdo por el que se anularon las medidas
anteriormente decretadas. Al régimen de excepción instaurado el
785 sucedió otro de entendimiento, Fin primer lugar, Sajonia. bajóla
administración franca, fue asimilada a los restantes territorios del
reino franco; la constante amenaza de la pena de muerte quedó sus-
liluido por la normal tarifa de composiciones y mullas que, en el
derecho común de los francos, era suficiente para mantener la paz
pública, Vun articulo (el 9) llegaba a consignar que esta tarifa nose
modificarla sin el conocimiento expreso de los interesados.!w lira
un verdadero edicto de pacificación, y la experiencia demostró que
su propósito fue logrado, ya que west falla nos. angromos y ostfalia-
nus se mantuvieron en lu sucesivo como subditos leales del rey
carolingio.
Pero aún bahía que vencerá los sajones del extremo septentrio­
nal, los de Wihmodc y de \o n lu l Fungia. Tal fue la difícil labor de los
artos 7*38-804. pues durante esos seis artos todavía los habitantes de
las dos citadas regiones, opusieron a la conquista franca una resis­
tencia desesperada, matando a los funcionarios reales y a misione­
ros cristianos y volviendo al sistema de la fingida sumisión cuando
las tropas acampaban en su país, para sublevarse de nuevo en masa
y reemprender las masacres en cuanto los generales de Carlomugnn
se alejaban de sus territorios, sin que valiera el exigirles rehenes, ya
que aun con ellos sacudían el yugo. Is9
Decidió entonces Carlomagno aplicar medidas más radicales;
una de ellas fue la de separar a las poblaciones rebeldes del suelo
natal, trasladándolas por pequeños grupos al interior del reino
franco * sustituyéndolas por doquier ya con francos, ya con otras
poblaciones de probada fidelidad y. entre ellas, llevar allí muchos
monjes o clérigos que podían desarrolla! ¡a dohle acción de asegu­
rar a la vez la dominación tranca y el triunfo de la religión cristiana
Aplicadas estas medidas el año 799 a un primer grupo Je habí lames
de Wihmodc, fueron sistemáticamente extendidas el 8IW a una gran
parle, y tal vez a la totalidad, de aquel país \ a la Nordalhingia. Las
órdenes eran estrictas, y el mismo Carlomagno vigiló sobre el
terreno su ejecución: tropas francas recorrían las regiones nu some­
tidas. \ se llevaban a sus habitantes, aun a los ancianos, las mujeres
vlos niños, que eran conducidos como rebaños hacia las lejanas tie­
rras que se les habían asignado yen las que los rebeldes se encuni ra­
llan diseminados entre la población franca. Los francos tomaban
inmediatamente después posesión de las tierras abandonadas, al

" Ido», págs. IVt-ítltl


hl.m. 2UOOII).
til
sur del Elba, > los eslavos en la otra orilla del río, y los a boíl rilas a los
que Carlomagno utilizó también para terminar 1,0
De esia manera so llevó a cabo la conquista de aquel inmenso
territorio sajón, que durante tanto tiempo hizo correr tantos peli­
gros al reino franco y a la civilización cristiana. A la sazón, las fron-
icras de Carlomagno llegaban hasta la desembocadura del Irlha: al
otro lado d d rio. los abodritas, basta entonces sometidos a las Orde­
nes del rey franco, montaban la guardia frente a los daneses de Jut-
laiidnt.|,)l Más larde, a pan ir del 808. los abodrilas demostraron ser
demasiado débiles para resistir, por sí mismos, a los daneses, por lo
que fueron a sustilthrlos. en la parle meridional de la Nordnlbi ligia,
tropas francas. i,J y aquella zona militar resultó suficiente de mo­
mento para cubrir con eficacia las fronteras de la Sajorna franca
contra toda sorpresa. Por otra parle, la conversión del país se conti­
nuó infatigablemente y con éxito. Aquel foco de paganismo oslaba
en camino de extinguirse, por eso, con justicia, elogiaban, a porfía,
los contemporáneos, el brillante Iriunfoobtcnidoen aquellas regio­
nes por la tenacidad d d rey franco.

IV. S umisión de F kjsla

Situada al noroeste de Wesifalin, entre la desembocadura dd Rio y


el estuario del Weser. Frisia estaba habitada por una población empa­
rentada m uy de cerca con los sajones y cuyas condiciones de vida, cos­
tumbres y creencias eran sensiblemente las mismas l os frisónos, de
indomable sentimiento de independencia y paganos irreductibles,,no
habían sido antes del siglo vi ti sometidos a los francos más que en apa­
riencia. y las comarcas situadas al noroeste del Zuiderzce se moslraban
particularmente refractarias a la influencia de estos últimos pese a los
esfuerzos desplegados desde el siglo Vil por los misioneros anglosajo­
nes. para convertirlos a la religión de Cristo. Hl año 7.M habla cuido
como mártir de la fe. en Dokkum. San Bonifacio, que se trasladó alli
para predicar, con el apoyo del rey Pijiino: unos quince años después,
otro misionera procedente de Ingla ierra, \V¡ lidiad, reanudó en aquella
zona, sin mayor éxito la lucha contra el paganismo. ,VJ
Es cierto que en el sur del país frison. la causa franca y la cris­
tiana habían realizado duraderos progresos en los ilins de Carlos

'r*' Míiu. i'iiu 210


1,11 Víase in/m. p¡ig.
1,3 Venís’ injríi, pag. SO
Sobre lodueslii y lo guc sieuc véase A. Hauck. KMicntiaihiclHi. 1. 1. -J.l 1
•W7: i JJ, péifci }S4-V7i; h von Sdiuheil, (¡tyi’iií/uidrrihnulifhfu Kovhr. |'l|o ’>
'01. .134-33?

I
Marlel }' de l’ipino el Breve. DI obispada fundado el a fio 695 en
L treclil. en lictn pos de Pipi no «I Joven. que :i comienzos del siglo vm
fue por un momento barrido, pudo restablecerse poco después como
consecuencia de la derrota que Carlos Ma riel infligió al duque de Fi i-
sia, Radbodoicon ello se convirtió en un centro activo de las misiones
en tierra de paganos y en un sólido punto de apoyo, desde el cual pudo
insinuarse la influencia franca hasta las orillas del Zuide17.ec.
Pero en los primeros años del reinado de Carlomagno. Frisia.eii
ski mayor parte, era para los francos una conquista insegura y frágil,
F1 año 784. todo el norte se alineó con los sajones sublevados: des­
pués. las llanuras situadas al este del Zuider/ec continuaron el
movimiento. El obispo misionero Liudgero. que se había esta­
blecido allí, sólo tuvo tiempo de huir para evitar correr el destino de
San Bonifacio.
Pero lúe ésta la ultima tentativa que hicieron los Irisónos para
escapar a la ocupación franca. El aplastamiento de los sajones, en
785, les obligó a deponer las armas. Fl obispo Liudgero pudo reanu­
dar su predicación entre ellos y proseguirla con entusiasmo hasta
las orillas del I ms y en todo el archipiélago frisón. Reducida a pro­
vincia. Fiisia fue dividida en condados; ios funcionarios francos
circularon libremente por el país y. al igual que las restantes parles
del reino, sus habitantes tuvieron que proveer, en lo sucesivo, con­
tingentes para la hueste del re\ cada vez que fueron requeridos a
ello y aun cuando se tratara de expediciones a comarcas lejanas.
Fa cierto que hizo falla bastante tiempo aún para acabar con el
paganismo muy intenso, en el norte y en el noreste del país. 1.0 que
se ha llamado Ley de los Friones \ que. sin duda, sólo es una compi­
lación de carácter privado que se lemonla al siglo IX. J piopor-
ciona. al respecto, pruebas bastante diáfanas. Entre otras cosas, se
ve allí que en algunas legiones las iglesias estaban muy disemina­
das Pero, desde aquel momento, el cristianismo, en conjunto, se iba
abriendo camino. Va no se trataba sino de una cuestión de pacien­
cia y de tenacidad, dos virtudes que los representantes de Carlo­
magno ya habían aprendido a practicar. Como en Sajorna, también
aquí, iba el misionero ¡t demostrar, en lin de cuentas, que era el más
seguro y útil auxiliar de la política curolincia

Y I .OS Pt r BLOS ESLAVOS HP LAS r RON 1'LRAS (JRIfNTAl.ES

I 'na vez traspuestas las fronteras de Sajorna. I unugui y Ba\ icra.


se entraba en país eslavo, l a política de Carlomagno parece que no

1,1 ( f. Bruhiti'l. I I p.igí. -05-4SJ

fvl
se proponía incorporar a su imperio los diversos pueblos (pie lo ocu­
paban. sino solo mantenerlos en el lemor y ponerlos, si era posible,
baje vigilancia.
Fntreel Báltico y los montes Je Bohemia se encontraba concen­
trada la vanguardia de los eslavos septentrionales o Wendos. Do los
que se encontraban más o menos en contacto con los francos, los
principales eran los abodrilus. establecidos en la región compren­
dida cnlre d Elba inferior y el Báltico, desde el Trave hasta el War-
novv: los vvilsas o wdáiabos. más al esle. en las comarcas del
Mecklemburgo: los linones, en la orilla derecha del F.lba, cnlre el
Havcl y el F.lda: y los Sorbes osa rabos, entre el Snaley el Elba. En el
centro, entre el Rlesengebirge. el Fr/gebirge y el Bdhmcrwald. csia-
b.nn los bohemios: ni sur riel Danubio, en la margen derecha riel
[;nns. los cari litios, que ocupaban, a más de la Calinda. la Fsiina y
una parte de Austria
Los más adelantados eran los carinlios. va que hacia tiempo
habían enlrado en la estera de influencia del ducado de Bavicni,
antes de que esta provincia fuera incorporada al reino franco
Desde Salzhutgo.el obispo Virgilio, irlandés de origen, que al igual
que sus cumpa i riólas era misionero por naturaleza,|JÍ bahía desple­
gado un incansable celo para hacerles abjurar del paganismo y,
cuando menos, había logrado, hacia el 76‘L atraer a su tiuque a la le
cristiano. El aiU>772 había impuesto, a este último,por las armas,
elduqueTassilon.su hegemonía, mientras que la predicación del
cristianismo proseguía por iodo el país, tanto desde Sfllzbutgo. por
el obispo Virgilio, como desde el monasterio fundado en Innichen,
en la misma Cariniia.cn el valle alto del Drn\ e. el año 769 o el 770. '*
Al posesionarse Carloniagiio del ducado de Bn\¡era adquirió al1
mismo tiempo la hegemonía sobre el país de los cariniios Las
misiones continuaron allí su obra. ' Fl sucesor de Virgilio en la
sede de Síil/hurgo. el obispo Arn, gran amigo de Alalino, para
quien Carlomagno obtuvo el año 797. del papa León III. el p a lliu n i v
la dignidad de arzobispo tic Bavicra. recibió ese misino año del rey
franco el encargo de ir personal me tile al país de los carinóos para
activar la predicación del Evangelio y organizai el culto, ordenar
sacerdotes y consagrar iglesias. -"
Ese país fue ya considerado, en lo sucesivo, como un territorio
anexo a Baviera, y siguió su suerte aunque fuese incorporado al

Sohrc el. el llúuek. I. I, págs 5(«-SW


Ahe) > Si mson. i. 1, p.ias 57-?S
,v hhin. ri¡s. Di
pags. 131 132.
" Hauck. l II r¡ig. .171
' M jcJ \ Sjnifon. i II. p.igs l.ls-l-9

r.s
reino Iranio. Cuantío, al comenzar el reinado de Ludovico IMo, se
pensaba realizar un reparto de territorios entre los hijos del empera­
dor (817). la Cari 11 lia lúe oficialmente asignada a uno de ellos. Xl
Diferente fue el caso de los eslavos septentrionales. Los que esta­
ban establecidos al esto de Sajorna no se pusieron en contacto con
los francos, sino a partir del momento en que tropas de estos últimos
se atrevieron a ademarse profundamente en el país sajón \ llegar
hasta las orillas del L;lba. Hasta el 780 no hacen alusión, por vez pri­
mera. a ellos, ios analistas francos para señalar la conversión de
algunos grupos situados en la orilla derecha del rio. !'J2Pero las con­
versiones de este tipo fueron aisladas: Carlomagno se limitó a una
sumisión política.
Los más solícitos, al respecto. \ los más dispuestos a la sumisión
fueron los abodritas, que parece eran un pueblo bastante débil,
Expuestos a los ataques de los sajones, de los daneses y de los welá-
tabos. buscaron desde el 780 el apoyo del rey franco. ’ Después Jel
primer triunfo de las armas francas en Sajorna, el 785, se colocaron
resueltamente bajo su protección; a cambio de ello. Carlomagno les
uyudó.cn 789.a resistirá los wcJátahos.;flJ Después de la rebelión de
Sajorna del año 793.se pusieron resueltamente al lado de los francos
en la lucha contra el enemigo común. En el 795 halló la muerte su
duque El año 798 derrotan decisivamente a los nordalhigia-
n o s:oí y sabemos que en aquella ocasión una parte de sus Iropas
estaba mandada por un legado del rev franco. Además, a este último
es al que se entregan, al final de la campaña, los rellenes exigidos a
los vencidos como prenda de obediencia, manifiesto testimonio de
que los ahodrilas no lueron. en el campo de batalla, más que un ins­
trumento de la política franca
Entre ellos y Carlomagno fue completa la cooperación. El año
SO-I se con fía a ellos, después de la definitiva sumisión de la Nordal-
hingia. el país evacuado por sus habitantes. Su duque, desde
entonces, y en calidad de simple federado, hace guardia en las fron­
teras del imperio earolingio, frente u los amenazadores daneses.
Tarea difícil: el arto 808 tiene que ceder ante el ataque y huye aban­
donando a los suyos en la confusión de la derrota, otro caudillo
abodrita. posiblemente rival suyo, cae prisionero de los daneses y es

1 (.npiinl. 1 I. n ." 1.16. pag. 2 T ,m 2.


' .Abrí \ SmiMin r, II, pa¡¡. l-ls, n* 2. v paa. 35*1
' l.h’ll!. p.ig _*Hi.
:<u Abel y Siriisnii. ■ II p ij» . .1-1.
titán.
' hit di p:ij>s IJft-líll.
- Véase j'iig lio
Abel s SimsOll. 1 II. p.ijE1' rS5-3S(v
¡,horcado: w algunos meses después, el mismo duque muere bajo el
puñal de un asesino Para hacer líenle a la situación. tienen que
acu d ir a Nordalbingia las tropas francas, y, como hemos visto.:1:
se establecen allí, al menos, en los puntos más amenazados.
A través de todas estas peripecias los abodritas vinieron final­
mente a situarse bajo el dominio franco; Carlomagno interviene en
sus asuntos como señor: la elección de su duque se realiza bajo sn
influencia;3" las negociaciones con los daneses para restablecer la
paz las hacen representantes del monarca franco y parece que
cuando se concluyen firman el 810 y el 811 los abodritas ni siquiera
toman parte en las deliberaciones.-’^ *
I lav que hacer notar, sin embargo, que nada se dice ni de la con­
versión desús duques ni de la evangelizacion de su país. Parece que
lodo quedó limitado, por el momento, a convenirlo en un piolcc-
torado.
Más a! sur. los linones y los restantes grupos eslavos, vecinos
suyos, son mantenidos por el temor. I I 808. para castigarlos por
haber ayudado a los daneses conira los abodritas, se envió contra
ellos una expedición al mando de Carlos, hijo de Carlomagno; se
pensaba que sería casi un paseo militar: pero los analistas francos
confiesan que el asunto se hizo grave y que el ejército de Caí los
sufrió perdidas bastante importantes.315 Pero instruido poi la expe­
riencia, el rey franco se asentó sólidamente en la orilla de derecha
del Elba, en donde estableció cabezas de puente bien fortificadas \
guarniciones permanentes: 3''esto no impidió que el ano 811 tuviera
que volverá! ataque, rechazar a los linones, que, poco numerosos
al parecer, siguieron no obstante obligando aún algunos años, al
gobierno carolingio. a una constante vigilancia.
Aunque menos cercanos, más problemas dieron a Carlomagno
los wclátabos. ya que eran numerosos e inquietos. Establecidos
detrás de los abodritas. no cesaban de atacarles. El año 789 dirigió
personalmente Carlomagno contra ellos una importante expedición,
en la que tomaron parte, además de las tropas francas, contingentes
sajones, frisónos y abodritas. avanzando con gran ímpetu y i icio lio­
samente muy lejos hacia el este: los wciñluHos se sometieron ventre-


SJJ p.ig 386.
’ púi-v 4i i-u :
l,hn¡ pág. 4)2.
" - Vújss p.tjív 61 -<■3.
:l \hr.l y Simson, I. II pJx. J2'l
u ItiuH. p.iw -147 \ 467.
13 Itlnn p.igs. 3S7-3SX
' ¡don páfs. .4911-391
t,Ln i pti£. I6X

67
gil ron rehenes cu garanda do su fidelidad, Durante veinte años se
mantuvieron tranquilos o. al menos, nada tuvieron los trancos que
reprocharles, pero el 808 se pusieron al lado de los daneses, intervi­
niendo en las hostilidades contra los n h o d r iia s .y esto produjo
que lucran también invadidos en el año 809 y que una vez más su
país quedara sometido a sangre y luego. ’2n En el S141. como res­
puesta. destruyeron uno de los Tuertes instalados por los francos en
la margen derecha del Elba,2:1 Finalmente.en el 812. vuelven a ser
sometidos por una vigorosa campaña; se realizó é.sta de acuerdo
con una antigua láctica muy usada por Carlomagno y que le vimos
aplicar para Baviera: tros ejércitos salieron Je tres puntos diferentes
contra los vvchitabos,cerrándose sobre ellos como un ciieulode hie­
rro, y aquel pueblo tuvo que rendirse, someterse y, como siempre,
entregar rehenes. Pero entonces el sometimiento fue duradero y
ya dentro de la órbita fianca.se mostraron leales aliados, ün los días
de Ludovieo Pío les vamos a vcrcotnpareceren las asambleas impe­
riales y en el 823. recurrir al arbitraje del emperador franco para
zanjar una diferencia surgida enlre ellos rcspceio a la corona real o
ducal. Pero igual que con los abodritas o los linones, tampoco se
dice nada en cuanto a la conversión de los vvelátahos al cristianismo.
Los sorbos o sorabos eran para los francos, a fines del siglo VIII,
mucho más molestos todavía que los vveláiahos, ya quecsiahan con­
centrados en las fronteras de Sajorna y de l uringia. Desde el 7X2 sus
incursiones en territorio franco adquirieron tal extensión, que Car­
lomagno dispuso contra ellos una importante expedición, cuyo
mando fue confiado a aquellos tres generales que se habían dejarlo
sorprenda por los sajones sublevados \ finalmente derrotar en la
batalla de Süntelgehirgc.::j Fue necesaria esperai largo tiempo y
saber esperar; hasta el año 806 no tuvo lugar seriamente una cam­
paña a fondo, en el territorio ocupado por los sorabos, campaña
que parece fue corta, pero decisiva, y que estuvo confiada a Carlos,
el lujo mayor de Carlomagno El duque de los sorabos (o tino de sus
duques) lite muerto, el país devastado y para tener amenazado al
enemigo, se establecieron cabezas de puente en la orilla derecha del
Saalc. Aún han de ¡mentar los sorabos. poco después ele la muerte*I

Ik Idem p.lks. l-?_


II Idem. p.te. JSA.
Idem. pág. -101.
1 Idem pn£. -ijli
" ' Idem pñp. -lid
— inlutks rol<;¡t\ .mi» S22 v s2y
Abel j Simsnn. l I. p.itp 127-42*. y en cuanto ¡i la bai¡il!¡i ite Stiinelüt'hiipc.
HV)>< íiipní pójí J!>.
: Mvl y SiiiiMui. t ti pje> n c t e

ñS
¿le Ciulomagno —el S16— sacudirse el dominio franco, pero van a
sei fácilmente sometidos y después se les verá irtam biéna recibii
órdenes a la corle franca. -
Los cliceos o bohemios —ésle es el nombre que entonces se les
liaba (behetmi o beeheimi}— se mantuvieron ¡Kir mucho tiempo ale­
jados de todo contacto continuado con los francos, A comienzos del
siglo IX esta situación se modificó. Cuando los francos se interesa­
ron de cerca por la situación de los países del Danubio central, con
motivo de su penetración en territorio avaro, tuvieron que contar
con esta nueva estirpe de pueblos eslavos: el arlo 805 se realizó un
gran esfuerzo contra ellos, siempre al mando de Carlos, el hijo
mayor de C'arloinagno. Lo mismo que cuando la conquista de
Baviera el 787 o como sucedió al atacar a los wetaiubos el 812. lam­
bió» ahora tres cuerpos de ejército convergentes invadieron siimtl-
táneamemeel país: el primero entró desde el oeste por el Bfthmorwald.
a las órdenes directas del joven Carlos: el segundo, por el suroeste
estaba compuesto esencialmente de bavaros: el tercero, venía del
norte, por el Crzgebirge. y lo constituían contingentes sajones y
posiblemente eslavos. Los tres ejércitos llegaron hasta las orillas del
bger. en donde realizaron su reunión, y luego, ya junios, devasta­
ron la llanura del Giba. G1 duque de los bohemios pereció en un
combate: sus tropas, para no ser destruidas, se refugiaron en las
montañas,!3<
l.o que sucedió entonces no aparece claro, sólo se sabe que un
nuevo cuerpo de ejército franco file enviado desde Sajorna como
refuerzo, por el Giba. fisto permite suponer que la sumisión del
país fue menos fácil de lo que se había esperado en un principio.
Hubo que volver al año slguienre con (ropas de refresco, sobre cuya
actuación las noticias escuelas que nos lian llegado sólo dicen que
«después de haber devastado u na gran parte del país, regresaron sin
experimentar pérdidas», confesión que implica resultados poco
halagüeños. No por esto dejó Bohemia de entrar en la zona de
influencia franca, pues el año 817. la citará Ludnvico Pío entre los
territorios reservados, después de su mu ene. para su hijo luis, el
futuro G e r m á n i c o y el 822 los bohemios harán acto de acata­
miento al emperador euroJingio enviándole representantes y rega­
los con ocasión de la gran asamblea reunida en Fraefori -T- Se

Aunatfs r o v .1 ño 810
himt arto 822.
A M v Sinifon. i II pá£$ 322-32?.
pág. 328 y nota 2
J" Annala rm-.ilcs, año SO*.
Cnpiiitúrw i I, n 130. arl 2. p:lc 2"?I .
. Innalfs arto S22.
estaba, por lanío, lejos de lina sumisión verdadero y en cuanlu o la
conversión al cristianismo nadie se había ocupado de ella todavía.
I ii resumen, si se exceptúa a los corintios, va a medias ganados
por los bávaros a la civilización cristiana. Carlomagno se limitó a
mnntencrcomo vecinos respetuosos del poderlo mililor de Jos fran­
cos, a rodos los restamos pueblos eslavos con los que aquéllos
tenían que establecer contacto en lo sucesivo, pero su conversión
religiosa se aplazó para más tarde. Sin duda, huho un momento, al
principio, ya en los finales del siglo vnt, en que se pensó extender
sin dilación a todos los pueblos eslavos de Occidente la obra evan
gelizadoia con tanto éxito realizada en los países germánicos, y la
correspondencia de Alcuina ofrece testimonios de ello. pero
aleccionado por la terrible experiencia de Sajorna. Carlomagno se
limitó prudentemente a proseguir la obra iniciada entre los carin-
llos desde los días de Tassilon y dejó (odo lo demás para épocas
más propicias.

V] S umisión nt t os avaros

Mucho más audaz fue la política que se practicó con respecto a!


pueblo avaro.
Los avams, orimulos del corazón de Asia, después de muchas
vicisitudes establecieron sus campamentos en el centro del valle del
Danubio, desde el Tisza hasta la Cariniia. Por lo demás, sus fronte­
ras eran inciertas, pues no habían renunciado a sus correrías y rapi­
zasen todas direcciones, a costa ya de los países balcánicos como de
oirás diversas comarcas tic la Luropa occidental. Su caudillo, que
seguía usando el Ululo asiático de jaglian. era ante todo un jefe gue­
rrero. bajo cuya dirección se llevaban a cabo las algaras a zonas
lejanas para lograr el bolín I os tesoros que poi este procedimiento
acumulaban los avaros estaban reunidos en el recinto fortificado
que. a ejemplo de sus antepasados, habían establecido lejos de todo
alcance y que constituía como su reducto defensivo. Los occidenta­
les lo llamaban, con vocablo germánico, su ring o anulo. Todo lince
pensar que este ring se encontraba establecido, a lincs del siglo Vlli.
entre el Tisza y el Danubio, en las mismas comarcas en donde
otrora había dominado Atila con sus hunos, con los cuales Irccuen-
tcinente los confundían los francos, que indifcrcniemciile les llama­
ban íivaios o hunos. J

- Canas n 1 fi y 1
Snhit tixto loAnterior, o VK;I ySimsou. i 11. p.i¡o OS-104; sobre ti ori^cinl-
las avaro*' vr:nt L Halphru. Lc.t /fcirNwv.'. I «licitln i l'J-JO), pjg. 112-1?
A fines del siglo vm, aún constituían un peligro serio. A partir
del arto 787 se mueven iras las iTíiieiones del duque Tnssilon de
Rariera. al que se acusa expresamente de mantener tratos con
ellos. F.rt el 788. en el momento del juicio de Ingclhdm. sus ata­
ques se multiplican.sin duda para obligar a ( arlomagno a abando­
nar el asunto de Baviera. I.as fronteras de esta provincia y las del
Friul son atacadas a ¡Hiérvalos, pero en ambas Cnrlomagno con­
traataca enérgicamente; en tos confines de F:riul los avaros son obli­
gados a huir, el arto 788; más al norte, en la frontera bávara, el
mismo arto, y con intervalo de algunas semanas, son rechazado^
doS veces hacia el este por las tropas francas, que atraviesan ci I «ns
y los desalojan de la zona de Ips, junio al Danubio.:r
Sin embargo, sólo se trata aún de combates para proteger las fron­
teras; en octubre va C¡iriomagno a Ralisbona a lomar medidas para
asegurarla defensa de aquéllas. El año 790 negocia con el enemigo
un nuidus viwmti. pero las deliberaciones fracasan :-Ny las incursiones
bárbaras se reanudan de tal manera que el rey franco licne que deci­
dirse. finalmente, a llevat la guerra hasta el territorio avaro, en el
verano del 791. l os efectivos que moviliza son muy elevados v. lo
mismo que en la campaña bávara de hacía cuatro artos, se distribuyen
en tres cuerpos invasores que avanzan en tres diferentes direcciones
para converger; el primer grupo de ejércitos, compuesto de Inincos,
sajones. Irisónos y luringios. atraviesa la Bohemia y sedirige a la orilla
izquierda del Danubio; e! segundo, en el que se alinean francos, ala-
manos y bñvaros. avanzu desde Ravieru por la orilla derecha del
Danubio al mando personal de Carlomagno y es avituallado por el
río; el tercero, finalmente, sube desde Italia Avanzando audazmente
hada el este los dos primeros cuerpos Je ejército lograron batir a los
avaros en el mismo corazón de la Pannonia. ■*' Desde comienzos de
septiembre, los resultados obtenidos son tan halagüeños que. lleno de
esperanzas. Carlomagno envía «a su querida y muy amada esposa la
reina has Ira de» una carta que respira alegría y c o n f ia n z a .id resto
de la campaña se desarrolla felizmente: Cnrlomagno llega al Uaalv
pasa el rio y avanza por su orilla derecha hasta su confluencia con el
Danubio El país recorrido es arrasado a sangre y fuego y el rey tranco
trac gran número de prisioneros y mucho bolín.:J2

y (DiviVs orlo ’ SS.


Wíivc iupru. |':i£. <S
Abel i Slirisiv.i. i. 1 si,i > f i'i-M
t<ta>\ ,u r Wl
' hii-in. L ti. pag 11
•' UfoM i. II. caos. II. 24.
1 ftoliiaíi-Mülilhíichrr n- »|s
* Aticl v Sinisoa, i II. i'ilgs. 2J-2S,
Sin dilación prcpiirn Carlos desde naviera, en donde se encuen­
tra. una segunda campaña de penetración en tierra enemiga, pero,
por dos veces tiene que posponerla: en el 792. parque le obliga a man­
tenerse allí el descubrimiento de un complot que debe r e p r im ir :en
el 793. porque, en el último momento, cuando se realizaba la asam­
blea de las tropas para la invasión necesita hacer frente a la eran
rebelión de Sajonia.de la que anteriormente hicimos referencia.y que
le retendrá ocupado en aquella zona mucho tiempo. ^ Mientras
tanto, en espera de asestar el golpe definitivo, emplea la diplomacia y.
en el 795. después de conseguir establecer relaciones con uno de los
caudillos avaros, envía desde la Italia septentrional, un pequeño ejér­
cito para meter una cuña en la Pannonia. t i éxito obtenido sobrepasa
todas las esperanzas: el lamoso ring cae en pódenle los atacantes, que
eran muy poco numerosos para explotar a fondo su victoria, pero que
regresan con tal botín que deslumbra al rey franco. Ln lorio el reino se
elevan acciones de gracias por orden de Carlos, que no deja de reservai
a las iglesias.comenzando por la de San Pedro de Roma, y al Soberano
Pontífice, una parle de las riquezas conquistadas por las armas :r
Al mismo tiempo el rey franco decide proseguir desde el 7%, cor
medios apropiados, la conquista de los tesoros acumulados en el
ring, a la vez que continúa negociando con aquellos caudillos uva-
ios cuya fidelidad hacia el jaghan parecía más debilitada. Hasta
unodccllos va a Aquisgráncon un numeroso séquito para recihirel
bautismo y Carlos es su padnno. Finalmente, durante el verano
del 796. un formidable ejército es enviado hacia el Danubio al
mando del rey de Italia. Pipino. Atravesando el rio. rechaza a los
avaros en desorden, más allá del Tisza y va, a su vez. a acamparen el
ring y se apodera de todo su contenido, eun admiración desbordada
de los con témpora neos, quienes cantan a porfía, en prosa yen verso,
la brillantez de tal victoria. ^
Jamás se repondrían los avaros de aquella derrota que se les
habla infligido. Minado por sus discordias, aquel pueblo que tanto
tiempo hizo temblar al mundo, era entonces una l’ñeil presa para un
poderoso enemigo del oeste Las primeras conversiones logradas
hasta hacían pensar que se dejaría ganar sin mucho esfuerzo a la
civilización cristiana, si se sabia atraerle a ella y evitar los procedi-

Bnlinicr-Múh!t';.ch.:r. ii • j í *»í -
11 Abel v Simsíiti. i. 11 prg> sSM*
l' />k»i r.tc.
*■ Ve.or m/'m |Vk. ti"
' Abel \ SirtlSi';, | II, V, - US- Ill
l.(,m |>.!*■' I'.'-IU»
’ hl¡ Kl. |’.IW I I -I 2S
Vl-.IM' Inilrl/n Iirsali'y .llklj "9.S y Vt) \ lllicam (lüirnfi' .illieilm
miemos sumarios empleados con los sajones. Alalino, que es
entonces un consejero muy oido cu malcría religiosa, no cesa en
general ele anim arlas esperanzas de los que. en la corle de Cario-
magno, creen en el éxito de una cvangelización rápida, y reco­
mienda sin descanso que se actúe con prudencia. Primero, predicar,
repella, antes de barnizar: no conduzcáis a los paganos a la pila huu-
lismal bajo la amenaza de la espada: usad, al contrario, dulzura y per­
suasión: actuad por etapas: mostraos, al principio flexibles en los
detalles y. sohre lodo, dejad para más tarde las obligaciones de orden
m a te ria l, como el pago de los diezmos, que (an inútilmente exasperó a,
los sajones y contribuyó a hacerles insoportable el cristianismo. ' 1
Consejos prudentes, «lentamente escuchados cu lo adelante
Asi. en el serano del 79ú. el jefe del cuerpo expedicionario, el rey
Pipino de Italia, reunió en su campamento, dentro del territorio
conquistado, una especie de consejo de guerra compuesto por los
obispos que le hablan acompañado en las operaciones militares o
se le unieron después para, junto con ellos, determinar las reglas
que debían seguirse con respecto a la cvangelización de los avaros.
Haciendo suyas las observaciones de Alcuino. el patriarca de Aqui­
lea. Paulino, defendió allí, en una consulta evacuada porescrilo. la
lesis de la prudencia indispensable más que nunca, según decía,
cuando se tiene que tratar con un «pueblo bárbaro, inaccesible al
razonamiento, ignorante, sin instrucción, de espíritu estrecho y
renuente a iniciarse en los santos misterios»(gen* bruta n inmrionabi-
lis n i cene idiota et sino litteris. tardío tuque laboriosa ad cognoscenda
sacra mystcria). «Aun pueblo tal. que no está familiarizado con el len­
guaje de los Libros santos, no conviene, agrega, conferir, tan pronto,
como es uso normal, el sacramento del bautismo: hay. primero, que
impregnarlo de le. aligerando algunos plazos, pues el Señor dijo a sus
discípulos: Id. pues, y enseriada rodas las gentes. Ikiufizáiidales en el nom­
bre del Padre, del Hijo v del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas
cuantas cosas os ordené. No les dijo en ningún modo: Id r bautizada
todas bis gentes, si no. primero: Enseñad, y sólo después: Bautizad.
La técnica, si asi puede llamarse, de la conquista religiosa,
estaba entonces en sazón, y produce sus frutos, ya que desde aquel
momento vemos convertirse en gran numero a los avaros.
Es cieno que aún tropieza con alguna resistencia la asimilación
del pais. En el 799 se produce una rebelión contra la autoridad franca,
y tíos de los mejores colaboradores de Carlomagno. el duque de Friul,

Alalino. Cí-rrc-,,'H./i:t 'miú. cartas HO, 110-113.


t m u W ié n 'c. p.íg- 17 1 v n texto evangélico citado, ¿n Sun
Marco cK. l ‘i-7íii i I.i
H.mck. Klirlun'iKCuhiihlr. I II. r'AfJ 973-4150.
(■rico, y el cunde Geroldo. prefecto del gobierno de Batiera, hallan
la muerte en el curso de ella; 5Síel ario 802 perecen en circunstancias
análogas dos condes de Ba viera. s’ Pero algunas demostraciones
militares, especialmente la del ado 803. bastan para restablecer el
orílen. Insensiblemente, los avaros, aun conservando un gobierno
autónomo, ingresan en la categoría de pueblos vasallos. En el 805, el
poderío de su jaghan queda reducido a tal punto que solícita como
gracia a Curlomagno que le conceda territorios menos expuestos
que los que tiene a ios ataques de los eslavos y se siente leliz de ser
acogido por el rey franco de la «Pnnnonia superior», es decir, en
los confines inmediatos ríe Baviera. Esc mismo ahoyen testimonio
de gratitud, abraza el cristianismo y presta homenaje al empera­
dor " que desde entonces se convierte en oficial protector suyo. Y
hasta este úllimo ha de enviarle el arto 811 algunas tropas de socorro
para salvarle de una nueva amenaza de los eslavos, por cuyo gesto
irá el jaghan a tlatle las gracias al palacio de Aquisgráu.
¡El caudillo de los avaros presentándose en Aquisgrán como res­
petuoso vasallo para rendir homenaje al emperador carolingio! En
verdad, la situación había cambiado mucho.

VII l,OS MttSl'LMANES DK ESPAÑA

En la ona extremidad del reino franco, la seguridad de la üalia les


obligaba a enfrentarse a estos otros paganoy que, para el Occidente
cristiano, eran tan bárbaras Vtan peligrosos como los eslavos y los ava­
ros; nos referimos a los musulmanes de Esparta, bien conocidos en los
dias de Carlos Marlel con los nombres de moros o de sarracenos
Desde mediados del siglo VIH. Esparta vivía prácticamente sepa­
rada del califato, que los abasies habían trasladado a Bagdad. Sal­
vado casi milagrosamente de la sistemática matanza Je su estirpe,
nn principe onieya se había hecho dueño del poder en Córdoba en
el ano 75(v pero su autoridad era combatida aún dentro de la Penín­
sula. I a ocasión parecía extremadamente favorable, se creía, para
pasar al otro lado de los Pirineos y asestar el golpe definitivo al
dominio de los infieles en Europa.
I 1 arto 778 se dejó tentar Carlomagno por las promesas más o
menos sinceras del gobernador de Barcelona. Stileiman ibn Al-

- sl ■l'Kuifi’j n n u ii corrospnnilcnein ile \Lui:io. sartas I x4. IS5 Ns


• 1 And > simson t. II. pOu. 2*-
hl'.m pat¡, 2Sí»
* p,ig<. l 21-322.
' h Jr/ti. p¡ii>. 322
Im.'j/ri ioiav.1. arta Sil

4
Arawi. sublevado contra el emii Abderrahmún, y creyó que podría
apoderarse de una sola vez, de toda la región seplcnirional hasi;i el
libro. Dos cuerjvos de ejército, uno Je ellos hajo su mando personal,
franquearon ios Pirineos por dos caminos difcrenles y después de
atravesar Pamplona, se encaminaron sobre Zaragoza: jA pero el
fracaso fue completo y la expedición terminó en desastre, L Imitado
al norte, ante el anuncio ríe una sublevación de ios sajones. Carlos
luto que batirse bruscamente en retirada sin haber logrado apode­
rarse de Zaragoza. Se vengó destruyendo Pamplona al regreso, pero
al volverá pasar los Pirineos por el desfiladero de Ronoesvalles, su
retaguardia fue sorprendida y aniquilada por bandas de vascos el 15
de agoslo del 778.
Al principio, el doloroso acontecimiento fue ocultado por los
analistas, que en losdius inmediatos nada dicen del mismo; luego lo
desvelaron en términos discretos y sabido es cuánto elemento
legendario habría más adelante de obtenerse Je aquella catástrofe
militar. Algunos de los más ilustres caudillos del ejército franco,
entre ellos el senescal del rey. el conde del palacio y el conde Rol­
dan que era prefecto de la mana de Bretaña. cayeron en aquella
acción. A comienzos del siglo IX, el redactor oficioso de los Anales
reates arregladas. no disimula ya que Carlomagno sintió, ante
aquel desdichado hecho, un dolor profundo que. según observa,
«anubló en su corazón una gran parte de los triunfos obtenidos
en rispada».
I .sos triunfos, si se puede hablar de que los hubo, no había sido
sino temporales, lis posible que la desastrosa retirada de Roncesva-
lles fuese seguida de una contraofensiva de Ahderiahmán en Cas­
cuda y en Cerdada. -w Pero Carlomagno no era capuz de aguantar
un fracaso. Renunció únicamente a sus proyectos de gran enverga­
dura tal como los había concebido cu el ado 778 para concentrar su
acción, en lo sucesivo, en un avance lento y metódico hacia Cala-
luda y el libro inferior, con el evidente propósito de formar por
aquel lado, que era el más expuesto a las incursiones musulmanas,
una nutren defensiva dentro del territorio enemigo En el arto 785 s iis
tropas ocupaban Gerona, al norte de Cataluña; :(,<el 790. avanza­
ban por las c o s t a s . F l enemigo replicó en 795 franqueando los
Pirineos y avanzó de improviso incendiando los alrededores de Nar-
hona y llegando con sus vanguardias basta Rouergue: una sangrienta
batalla tuvo lugar en las orillas del Orbtcu. entre Nurhona y Oarcas-

!‘’1, Alíñales royales, paes. 51 y 53.


’ Annuh's niyuU's. págs 51 y 5?.
-I’¿ El htvhn un está com probado Véase Abel y Simson, ( I. pág .Mi
'• /lío», pags "10-511
-w Idem. I. II. pagy N -15

75
sonríe; después de esto. los musulmanes se replegaron ¿«I sur de
los Pirineos.
Para prevenirse de nuevas sorpresas, las iropas francas se fortili-
caronen 795 en la región de Gerona, en Cardona.cn Vicli y en Case­
ras. desde cuyas posiciones lanzaban algunas avanzadas hacia el
sur. Al mismo tiempo se entablaban relaciones con el pequeño
reino cristiano de Galicia y con los jefes o funcionarios musulma­
nes dispuestos a intrigar con ira el emit de C ó r d o b a ,I I año 799
los francos fueron llamados a intervenir en las Raleares ** y por
entonces. Huesca, que el hijo de Carlomagno. Ludovicn Pió. res de
Aquitania. había intentado en vano conquistar por la fuerza desde
el 797. " enviaba a Carlomagno en señal de homenaje, las llaves de
sus puertas. " El 801, después de dos años de sitio, capitulaba Rar-
celona. y Ludovico Pío. enviado especialmente, hacia allí su entrada
solemne.J:J El 806. se rendía también Pamplona y con ella toda
Navarra.-11 I inalmentc. el SI l. Torios», junto a la desembocadura
del Ebro. ciudad que había resislido dos sitios seguidos el H09 y el
SIO. abría sus puertas después de un asedio de cuarenta dias.: '
En resumen, la zona comprendida entre los Pirineos v el Kbro.
acabó por caer poco a poco en poder de los francos, aunque Huesca
y Zaragoza, pese a los ofrecimicnlos reiterados de sumisión, no
pudieran ser ocupadas, y aunque los vascos, decididamente poco
seguros, intentasen, bien es cierto que sin éxito, repetir en el S13 el
golpe de Roncesvalles contra un ejército que regresaba a la Galia
posiblemente por el mismo camino que lmi los días de Roldan
Pero si del lado occidental. Navarra y ci País Vasco se mostraban
reacios, la dominación franca era más sólida al este, l a Septimnnin
quedaba ya libre del peligro permanente de las algaras sarracenas:
al sur de los Pirineos, una ancha franja de territorios militarmente
ocupados y que constituían los que se llamaba una marca —la

:b- Idtiti. pá¡w. 57-61.


Idem, pjg 105
' Idem. p:ig. IM
-** Idan. p.Ags U M .IJ 1 .I5 M J :
M Idem. png. :02.
' Idem. púg. 132
- T| Idem. p.ig. JíU.
-1J Idem. pdgs. 257-76y.
- ‘ Ida» púg. 362.
‘ Idem, p.igs. .W-31S. 448-150, J75-TM
Idem p4gs J i.|~ l|V 447.-WJ-W4
Idem. págv 5 14-515. <Posiblemente. evinió en 778. los va «os o-t i n.m p jiíipci:.-
,li>\ subre la gargam.i. en las cumbres de A|l*hi»c<)r e (baílela Poi eso. frente a la
Ch.intr.n épica ttancoca co m eru n lú.> tascos el AltaJuzkarkn kan;¡¡tt. mucho m.is
«.cfltilo a la rc.ilúlritl hisioiic .1 que el poema tic RnlJ.lii.l l'l i
«Marca de Esparta" ¡Marca Híspanme o Marca Hispánica):V—, res­
guardaba al reino franco por el sur comprendiendo toda Cataluña
con Barcelona como capital
Esta gran ciudad fue en lo sucesivo la cabecera de un condado
Tranco, el pagua o comitatus liurvinonensis; allí estableció su residen­
cia el principal conde de la marca. i|Ue, según parece, comprendía
además oíros siete condados subalternos, especialmente los de Gerona.
Ampurias y Urgcl La mayoría de los musulmanes se retiraron de
allí, pero parece que aún eran numerosos en aquellas regiones los gru­
pos de población ya visigótica impregnada do civilización visigó­
tica. yol principe Tranco no dejó de reclutar de entre ellos a alguno, al
menos, como caballeros. Por otra parte, el primer titular del condado
de Barcelona. Bera, era godo y la guarnición de la ciudad estaba com­
puesta, en pane, de elementos visigodos. l)c esta manera la transición
fue realizada hábilmente y aquellas poblaciones, que eran desde
hada mucho tiempo cristianas, se inclinaron sin repugnancia a adhe­
rirse a sus nuevos dominadores. En cuanto a las tierras abandonadas
|xir los musulmanes en fuga, se llevó a ellas.concediendo privilegios
fiscales, a colonos que debían significar para el gobierno carolingio.
al menos eso se esperaba, sólidos a|>oyos.

VIII BRfclAÑA

Al comienzo del siglo IX, la península armoncana. al oeste de la


Galia. permanecía todavía libre de la dominación ca rol i ligia,
I a mayor parle de su población procedia del otro lado de la
Mancha como consecuencia de lu ocupación de la «Bretaña»
romana por los invasores anglosajones y era. en todos los aspectos,
muy diferente de la de los territorios vecinos; no lenta ni las mismas
costumbres, ni la misma lengua, ni las mismas formas sociales, ni
las mismas instituciones civiles y religiosas.
Nunca lograron someterla los nierovingios pese a varias expedi­
ciones realizadas durante el siglo vi. Atravesada una linea for­
mada pm los ríos Vilainc. lile \ Coucsnnn, ya se oslaba litera del
reino franco. Varias veces tuvieron los bretones que comprometerse
a pagar tributo, pero tal compromiso jamás se mantuvo mucho

Designación atestiguada Je-de esta tpoca


Cl Ahel y Simson. t II. pág. 20'/. Sim.yin. luifaig iier f'ri/iimir. i. 1 pig.
1Ñ1
- v Víase, mire alia». Diplcitnuhi A'ur<7, n.a 217 iS12) neta de CarJountuitu publi­
cada también en la» Capiin/u/io. i. I p:i¿(. 1«9 n" 76
' Sobre «vio estoy loque sigue, véase Abel y Siinson.t I] paps .7(w-?6SSimson,
/ mili// tícr t'nimmv. t. I. ( 4"o2 s I-4-1S6

77
tiempo y sólo reconocían la hegemonía franca cumulo no les quedaba
olro remedio. 1(1 Como se mostraban muy inquietos, fue necesario
establecer entre el reino franco y sus territorios una muren o zona militar
cuya administración se confió, como en casos semejantes, a uno de
los Condes de la región. />re//ós¡io (praefeems). designado especial­
mente. Uno de ellos fue el famoso conde Roldan, el desdichado héroe
de Ronccsvalles Después de su muerte, en el 77S, se produjeron nue­
vos desórdenes en la frontera del país. El a fio 7X6 decidió Cartomagno
enviar contra los bretones un ejército al mando de su senescal
Audullo. Perseguidos a través de las laudas y las marismas y cercados
hasta en sus fortalezas, tuvieron que declararse sencidos y entregar
rehenes de calidad. queCarlomaano hizo trasladar a Wortns. junto al
Rin. en donde tenia lugar aquel arto su asamblea general
i,Podía con esto considerarse arreglada la cuestión de Bretaña?
No. ciertamente. Todo lo más se podía hablar de un modus viwndi tic
carácter provisional y que suponía que los bretones se abstendrían
en lo sucesivo de inquietar las fronteras francas. Pero más que
nunca se organizan entonces los confines bretones. A fines del 7X9 o
a comienzos del 7<K1, Carlos el Joven, hijo mayor de Carlnmagno.
recibe, junio con la corona real, el gobierno de los territorios del
oeste entre el Loira y el Sena. La «matea de Bretaña» (morco Br¡-
lo/itiiae o morco Briíannica. o. en latín clásico limes B riu n m h u\) es
una dependencia de ellos, lo mismo que. poco después, la marca
Hispánica dependerá del reino de Aquitanía constituido en benefi­
cio de Ludovico Pío. olro hijo de C'arlomagno.
En los últimos artos del siglo VIH. esta marea de Bretaña tiene por
titular a un conde llamado O iti. miembro eminente de una de las
más grandes familias de la región del Mosela, y por quien Alalino,
que le dedicó una de sus ohras. abriga sentimientos de particular
estima y afecto Tal era el hombre de confianza que, junto con los
demás condes colocados a sus órdenes, fue encargado e! 799 de obli­
gar a los bretones a rendirse ante el poderío franco. La campaña se
desarrolló según la táctica habitual, es decir, el país fue invadido y
devastado. Perose persiguen resultados de otro alcance mayor que
los ¡interiores, ya no el exigir únicamente respeto en las fronteras
francas, sino una sumisión total. Los caudillos bretones, o m o ch ilero
son desarmados, se inscriben cuidadosamente sus nombres en una
relación, que es remitida a Carlomagnu. > se les linee responsables

Sohrc una prelL-inüila campanil J r P ip m o c i'ffr* p o r el V.mnclnis. c¡ arto v>.>


seguida de una Mi misión ele toda ln Kretalla. sú!<i se liahl:: en lo-, In n o li ¡ I L iu ».•<>.
pero parece que ve iraLi de una eunfiistüii con tus acontecimientos elcI lilo 2‘W.
Alvl y Simsot:. i. I. p¡ljK >2(i-S?t
-5-1 M iitt.i II. pá¿> (i-"1 CI Simscn. Luilni¡¡ikr Fivnnnc. i. II páiis. ISO-18 1
'' C f Abel v Simeón II paye. 2110 201\ en particular, la nota " etc la pag 2<M*
personal metilo en lo sucesivo de la obediencia de su provincia ,M
Fsta. «toda ella», agrega el oficioso analista con temporáneo, «es
sometida al yugo de los francos, lo que no se había visto antes»
Ya no sabemos más sobre este aconteeimienlo del que latí orgu­
lloso so muestra el analista. ¡Bretaña conquistada al Un! Triunfo
Brillante a primera vista, aunque nada se diga de las medidas toma­
das por la corte franca para pasar de la teoría a la práctica. ¿Iban a
sci sustituidos, como en los otros países conquistados, los caudillos
nacionales porcondes francos? ¿Se plegarían los Iliciones a la disci-
pli na y al género de vida eclesiástica de las oirás provi nci as del rci no
cuando hasta entonces habían vivido bajo el régimen, muy dife­
rente a todos respectos, acostumbrado en los países célticos como
Irlanda? No buho mucho tiempo para decidir todo esto, pues muy
pronto llegaría la desilusión. Retocando, a algunos años de distancia,
la frase de los anales que acabamos de citar, un recopilador, que
también desempeñaba el papel de informador oficioso, la sustituía,
con el siguiente pasaje: «Parece que la provincia fue sometida ente­
ramente; y lo hubiera estado si la versatilidad de este pueblo pérfido
no hubiera incitado, según su costumbre, a un rápido cambio.» Jr
I n efecto, la sumisión de los bretones no era sino aparente. Hl
SI l.cl gobierno deCarlnntagno, cansado de ser engañado por aque­
llos rebeldes, tuvo que enviar contra ellos una nueva expedición
armada que. según asegura el analista. m obtuvo nuevos triunfos
Pero, al igual que los anteriores, ios triunfos del año 811 no fueron
decisivos, ya que durante el reinado de Ludovico Pío hubo necesi­
dad de realizar varias campañas contra los bretones, sin que nunca
pudiera hablarse de una incorporación de su país al remo franco ni
aun siquiera de una subordinación duradera.
Lil único resultado positivo conseguido en aquellas regiones fue,
pues, la organización o reorganización y, posiblemente, la consoli­
dación de una marca colocada bajo la autoridad de uno de los con­
des más ilustres del reino, loque por lo menos.evitaría la posibilidad
de una nueva sorpresa y constituía un primer jalón para realizar
una metódica penetración en el interior del país bretón.

IX DFFT.NSA Ofc LAS C O SIA S

A la defensa de las fronteras terrestres tuvo que agrega) L'arlo-


magno la de las marítimas. No sólo le causan ya preocupaciones los

'' Itilín, yil


Aumifts rr\u!cs |inmem lodacción. jn n ’•»
tilon. i r M n . i m - L 'l n i l o . ; i i U i "N<J

/(Ah í hiV i SI1

N
corsarios musulmanes del Mediterráneo, sino que oíros piratas
comienzan a dar que hablar por el norte y a indo lo largo délas cos­
tas del Atlántico: son los daneses, cuyo espíritu belicoso ya se nos
mostró en el continente, en las fronteras de Sajorna,
Desde el comienzo de su reinado, tuvo Carlomagno que enfren­
tarse con ellos por aquel lado, En su país bailó refugio, el año 782,
Widukin. Después,y en lodo momento, los daneses se unen siem­
pre con los enemigos del rey franco en las zonas del l iba y atacan a
los abodritas. sus altados, La primera voz que se oye hablar tic
ellos en las costas de la Cialia es hacia Unes del año 7W o en los
comienzos del 800. Pero no se trataba tic su maque inicial por Occi­
dente. va que hacía liempo que las cosías inglesas hablan recibido
su visita ola desús émulos los noruegos -MJ| pues en un principio no
se distinguía cnlrc unos y otros y a todos se les llamaba indistinta­
mente los «hombres del norte», Non/wuinni, de donde procede
nuestro normandos. Una banda de eslos piratas desembarca repen­
tinamente en las costas de Aquitania y saquea la comarca. Dada la
atería, ciento cincuenta de ellos son muertos en la orilla. Inme­
diatamente se da aviso a Carlomagno que en marzo dol 800 va a visi­
tar las cosías del Atlántico y de la Mancha -’w para organizar flotillas
a fin de defender el litoral Por su parle, el rey de Dinamarca. God-
fred. se muestra agresivo: negocia con C'ailomagno. pero, al mismo
liempo. envía barcos a lo largo de las costas en las cercanías del
Elba. " en tanto que el rey franco, ya desde el 808. va estableciendo
poco a poco al norte de esle rio un sistema de defensas avanzadas
que constituyen una nueva nunca, la «marca de los normandos»
(mana Nonhmatmica o times Morthmaimn'us). en los confines de
Escandinavia (Northmannia).
En la primavera del año 8 Id. estaba Carlomagno ocupado en
preparar una invasión de Dinamarca cuando, hacia el comienzo de
junio, llegó a la corte de Aquisgrán la noticia de que una Ilota de
unos doscientos navios procedentes de Escandinavia, habla devas­
tado el archipiélago frisón. desembarcado Iropas en Elisia y ven­
cido en ires encuentros a ios habitantes que había sido movilizados
apresuradamente Después de eso, Godírcd impuso a los \encidos
un fuerte rescate, del que debían ser entregadas cien libras inmedia­
tamente. luego, el rey danés se había dado a la mar y pudo regresar

chinities im illa, artas 77]. 7N2.


-'Il Véase ui/’Ut psg 5-1.
■ Cf. Vopel. Pie Xomhiiinrii. 50-51
’ Abel i Sinisau. l II. p-m 207
Abel y Simson. I. II. pags. 2ij7-20S
-■>' Mr»i. páü> JW7-2IW.
'• Man. págs Wi-.V)l

80
impunemente a su país, con (a esperanza, posiblemente, de volver
en breve a realizar una expedición tan fructuosa como fácil.
Carlomagno alertado dio orden inmediata de reforzarlas defen­
sas marítimas. Tanto en Boulogne-sur-Mer.como en Gante sobre el
f-scakla.se concentraron navios: una capitular del año 810. en un
articulo, del que desgraciadamente sólo nos lia llegado un resumen,
prescribía la requisa o. al menos, el almacenamiento de los materia­
les necesarios para las construcciones navales. ™ El hijo del empe­
rador. I ndovieo lJio. posiblemente recibió también la orden de
tomar medidas análogas en m i reino de Aquitania y aun en el 1 an-
euedoc mediterráneo, en donde la piratería musulmana planteaba
al gobierno earolingio problemas semejantes. ^ El año 81 ] fue per­
sonalmente el emperador a Boulogne para inspeccionar el puerto y
la ilota y hacer restaurar y poner en servicio el faro construido en
tiempo de los romanos. Una nueva capitular, promulgada en
octubre de aquel año. con motivo de su visita a la ciudad,
recuerda a sus habitantes las obligaciones militares a que están
sometidos y en especial los servicios de atalaya y guardia (wtiaa v
minia), y agrega, en un útimo articulo, que todos los sellóos, jefes de
cuerpo, deberá n estar preparados para embarcarse inmediatamente
si el emperador decide una expedición naval.
f n aquella fecha aun se podía nlimentai la vana esperanza de
un regreso a la calma en las regiones del mar del Norte. El rey God-
trecl había muerto el 810: su sucesor, con quien se concluyó un
primer acuerdo, desapareció al año siguiente, y los daneses, desga­
rrados por una cruel guerra de sucesión, parece que aspiraban a la
pazcxtorioi A fines del verano del 818. la armonía con el empera­
dor franco habla sido objeto de un pacto solemne jurado por ambas
partes en la frontera de los dos Estados. ,í,: Pero los acontecimientos
de ese mismo año 813 iban a convencer al gobierno earolingio que
no era suficiente negociar con los reves daneses para terminar con
los ataques de los piratas, si hemos de creer lo que dice un analis­
ta lS que sitúa, precisamente en esa lecha, una nueva correría en
Frisia. en donde los piratas recogieron un enorme holin e hicieron
numerosos prisioneros.

UtM páp> 425-426


/dévrt. p%s. 425-426.
Cap ¡tul .1 1. n " 64. pdg 153, arl 16.
-w Abel y Simsoji. i II pá*s. 426-427
" Idem p:ljL-j. 460-J7U
' ' Capital., I |. n " 74, pd^s. 166-16’
- Abel y Simsúu. t. II jmg. 426
K- fdrrn. pOys 447. 465-467, 471, 47‘J-4tjlJ
'1,1 Mr»l. pi[!. 526
' líl auiUT la Chnuuifii,1de Uoissac, en los Striptow, 1 II. pny ,’ÍVS
I

SI
Son lo que sea, desde entonces estaba claro que los medios
defensivos improvisados en un principio por Carlomagno para ase­
gurar la protección de las costas que rodeaban su imperio al norte,
al oeste y al sur. eran precarios. Ls cierto que en el Mediterráneo
podía disponer el carotmgio «Je los navios italianos y proveníales y
si. al comienzo del siglo ix. los moros de Esparta y de Africa, después
de haber iniciado una guerra de piratería por Italia. Córcega y
Cedeña. se atrevieron en el 813 incluso a atacar Niza. “ los francos
eslahan en condiciones de replicar y aun tuvieron la audacia de ir el
ario 799, recordémoslo, a establecerse en las Raleares. "• Pero en el
Atlántico, en la Mancha y en el mar del Norte, su Ilota era entonces
todavía embrionaria.
No es posible imaginar lo que hubiera sido, a este respecto, el
programa de conjunto queCarlomagno.de haber vivido, habría lle­
vado a la práctica, pero algunos hechos que hemos anotado hacen
pensar que. al igual que por tierra, tampoco en el inai hubiera per­
manecido inactivo frente a la creciente amenaza que hacían sentir
sobre su reino los piratas normandos y sarracenos.

X El reino franco ai final mu reinado

Conlando lan sólo los resultados positivos, la obra realizada por


Carlomagno para completar territorialmcnte el reino franco y pro­
teger sus fronteras, resulta considerable. A la Galia. sometida por
entero a su autoridad, con excepción de la península armorieana
cuyas poblaciones célticas se mantuvieron reacias y hasta indómi­
tas, llegó Carlomagno a unir lodos los territorios germánicos más
allá del Rin Uno tras otro, fueron integrados todas en la unidad
franca, y cu lo sucesivo participaron de la misma organización polí­
tica de la misma civilización y de la misma Te religiosa. Como sol­
darlo ile Dios. Carlomagno los sometió a toda costa a las reglas de
vida de las que esperaba su salvación: hizo extender a ellos la cul­
tura de que estaba orgulloso y los acostumbró progresivamente a
sentirse solidarios frente a los bárbaros del exterior. a la sazón con­
tenidos. y de los que algunos comenzaban ya a dejarse ganar tam­
bién por la fe cristiana.
A lo largo de las fronteras de aquel reino asi engrandecido, se
establecieron toda una serie de nutrias avanzadas que las garantiza­
ban por doquier donde era necesario, contra el peligro de aquellas
incursiones devastadoras que en «jiro tiempo tanto sufrimiento les

Innata n>yalfí. .alo SI.'


" Ve use suprn. pj». 7ii. y cf. .-Irinu/rí rayales. arto f 13
anisaron, cuando los sajones, los l'risones o los sarracenos podían
penetrar en ellas impunemente en cuanto observaban el menor
debilitamiento de la autoridad monárquica. I 1reino franco consti­
tuía entonces un conjunto uniforme, sólidamente protegido por el
lado terrestre y que sólo será en el porvenir vulnerable por las
costas.
Este último peligro, que retenía la atención de Carloinagno en
los últimos años de su vida, va a ser. por desgracia, descuidado poi
sus sucesores. Pese a su inmenso litoral, el reino franco seguirá
siendo una monarquía de tierra adentro. Nunca dispondrá de una
Ilota capaz de enfrentarse a los ágiles barcos pequeños de los escan­
dinavos: y éstos, que ya pudieron darse cuenta de tan extraordinaria
laguna no lardarán en obtener ventaja de ella cuando, después de
Cario magno, el Imperio carolingio se hunda en la discordia y en
la anarquía.

a.»
CAPÍTULO IV

ANEXIÓN DEL REINO LOMBARDO

Quisiera lo o no. Carlomagno no podía limitar su acción a los


territorios que constituían la zona natural de expansión de la
monarquía franca. Italia, que desde los dias de Pipino el Un've
estaba íntimamente relacionada con el papado, tenia que requerir
obligadamente a su atención y ocupar de buena o de mala gana, un
lugar de primera importancia en su política.

I. E m p r e s a s dh D e s id e r io y n l e v o l l a m a m ie n t o
DEL P/U’A A LOS FRANCOS

Como se recordará, desde el arto 756 el trono lombardo estaba


ocupado por el ex duque de Toscana. Desiderio, con quien creía
Pipino que podría contar como aliado de la monarquía franca y tic In
Santa Sede. Alianza frágil, en cualquier caso, que un incidente pro­
ducido. aun antes de morir Pipino. desveló en su valor autentico.
En julio del 768. dos altos funcionarios de la curia, el primicerio
de los notarios. Cristóbal, y su hijo, el secundicerio Sergio, solicita­
ron imprudentemente de Desiderio que les ayudase a expulsar al
papa intruso Constantino 11. que p oruña intervención imprevista
había sido declarado el año anterior sucesor de Paulo 1:308 Deside­
rio aprovechó la ocasión para intentar colocar en el trono de San
Pedro a un hombre de su elección, al sacerdote Felipe, quien, a
pesar de la intervención de las tropas lombardas, no pudo mante­
nerse como papa más que mi solo d ía .305 Pero el hecho no podía ser
relegado al olvido y el papa Esteban III. elegido el I de agosto

308 i ibcr pomijKclh, t. I. p;igv 4íS-4(i9.


w Idem, pápv 4"0-171

85
i!d 768 en el lugar de Felipe, lema buenas razones para desconfiar
de lan pérfidoíf/rWn. I lasca se decía en I elráu que un sacerdote lla­
mado Waldlperl. que había sido el ágeme ejeculivo del rey lom­
bardo en el asunto del papa Felipe, habia concebido el proyecto de
asesinar al priinicctio Cristóbal y a otros personajes distinguidos,
para entregar Roma a las tropas de su señor. ,|a
Sin duda, se trataba sólo de uno de aquellos falsos rumores que
entóneos solian circular por Roma, posiblemenle hasta una pura
invención destinada a justificar la odiosa venganza que pocos dias
después de la consagración de Esteban III ejercieron sus partidarios
en VValdipert. al que untura ron horriblemente ames de hacerlo asesi­
nar por un empleado del palacio pontificio ’•1Pero de esta manera se
comprenderá la impresión que recibió el nuevo papa al saber que los
dos jóvenes sucesores de Pipi no?/ Bnve. mtierlo por entonces (el 24 de
septiembre del 768), siguiendo las sugestiones de su madre la reina
Benrade (o Berta la del pie grande), se dedicaban desde su adveni­
miento a estrechar relaciones de alianza cotí el rey lombardo por
medio de enlaces matrimoniales que parecían comprometer grave­
mente el porvenir: la hermana de los dos reyes francos, llamada
Gisela.debia casarcuando fuese nubil con un hijo del rey Desiderio y
hasta Carlos, ya de inmediato (el año 770), tomaba por esposa a una
de las hijas del mismo rey.Jl; Del lado franco se esperaba atraer a
Desiderio, y la reina Beriradc tenia la ingenuidad de negociar todavía
con él con respecto a las últimasi’esfitttao/ies a que se había comprome­
tido en vida de Pipino; pero, entre tatito, el Soberano Pontífice se
indignaba, hablaba de traición V denunciaba a aquellas uniones y
esponsales como obra del diabla en persona, ya que los descendientes
de la «ilustre estirpe de los francos» no jjodian. sin renegar tic si mismos,
unirse con aquellos hijos «de paganos», con aquella «raza hedionda
de los lombardos», sólo apropiada para «engendrar leprosos». ’M
Desiderio uo se desalentaba por el fracaso de su primera tenta­
tiva de apoderarse del papado. El año 771, al socaire de ira orar ante
la tumba del principe de los Apóstoles y de tratar con Esteban (II
sobre las reswtdottes. entraba en San Pedro con un destacamento
desoldados.arrestaba al primicerio Cristóbal y a sil hijo el secundi-
ccrio Sergio, les hacia horadar los ojos ;,y mantenía luego al papua

i:'' litfm. pjy 472.


311 hion. pajj 47.1.
3■1 Coik'x Carvl.. n " 45
h lo n ■curia 46: el. BOluner-Mlllilhachcr. n." I VKt
" CoJcx C (irol., n 0 4<
hlon, ii " 4S. y Líber fOiilifmiliS, L I. páps 478-4x0. Sobre la discordancia de los 4 os
reimos, léase |. it .11p h c n /ji papnuh'ole. . imploifontlkinl Halpheu (L.) «La papante ci
le complot loiubind <lc en 1 <1 K ove Hiaorit/ue. L CLXXX1I (lOÍSi. pilgs. 2.1X-244.

S6
su discreción aún más fácilmente ya que Cristóbal, el verdadero
dueño de Lelrán. no lardó en morir a consecuencia de sus heri­
das. -*11*Asi. pues, parecía ase curada eslu vez el buen ¿xilo de Deside­
rio. cuando al morii Esteban 111, a fines tic enero del 772, fue
reemplazado en seguida por un pontífice enérgico, perteneciente a
una antigua familia romana,e! diácono Adriano, con gran descon­
tento del partido lombardo. t|ue estaba representado en el seno de la
curia por el i'uhhttktrio Paulo Aliarla
Sin dar liempo á Desiderio y u los suyos u reponerse, el nuevo
papa, que tomó el nombre de Adriano l.se apresuró en primer lugar
a traer del destierro y a poner en libertad a las victimas aún vivas del
eomplol del 77! y con ello a prepararse para la lucha ,IS La mala fe
de Desiderio era evidente para todos: a la misma hora en que se
sabia que acababa de poderarse por sorpresa de Paenza. ferrara y
Comaechio y de poner sitio a Rávena (marzo-abril de! 772) ¿no
fingía querer reanudar las conversaciones sobre las restituí iones
esperadas y no hacia protestas cínicas de su inalterable deseo de
armonía?
Para los francos había llegado el momento de dicidir.se. Parece
que Carlomagno se resolvió a ello a comienzos del 772,ya que todo
hace pensar que antes de fines de abril de aquel afin ya habla repu­
diado a la hija del rey lombardo u ,y roto con él. Por.su parte Desi­
derio, con objeto de hacer imposible roda intervención transalpina
de Carlos, preparaba un golpe de Estado en el reino franco en favor
de los jóvenes hijos de Carlomán, que estaban refugiados en su
corte junto con su madre, y pretendía que fueran consagrados por el
Soberano Pontífice, mientras se disponía a colocai a este último
bajo su protección después de haberle entretenido con vanas nego­
ciaciones. ..Pero cómo iba a dejarse engañar Adriano por aquel
juego cuando, a las demandas incesantes de evacuación de territo­
rios formuladas por la curia, el rey lombardo contestaba con ince­
santes ocupaciones de provincias o de localidades que ya había
antes evacuado, ya que. después del exarcado de Rávena. volvió a
apoderarse de Lírbino. MontofcItroySinigaglia, en la Penlápolis: de
Gubbio. en ( mhrla: finalmente, de Olricoli yViterbo. al noreste val
norueste del tlucatlo de Roma? ^ La amenaza se precisaba de tal
forma que Adriano ordenó por precaución reforzar los cierres de las

' ,f ¡Jbt-r ponti/klllis. I I, |iá}>. -5X7


11 Ilion, i I, pá¿¡. ISO
n* li/o n , t 1. pags. JX0-áS7
; ¡Jim i 1. pites. -IS7—t-íS
' Al'cl > Simsiui I I p.lgs, V4-% v 671-0)5. Hutimer-Millilhuchcr n •' I427>.
L)lh.rpontlficulii. l I, |i.'iis. •14S--WI
Ition. pilys. 491. 594,
puertas de San Pedro, avisando al rey Ira neo pnreorreo marítimo
—ya que las comunicaciones terrestres estaban cortadas por los
lombardos— en un llamamiento particularmente urgente, ¿Iba a
abandonar más tiempo Carlos «a la santa Iglesia de Dios» expuesta
a los alaques de los enemigos? (Tardada más en imitar a su padre y
llegar en socorro del papado en peligro? ¿Dejaría que el rey Je los
lombardos se quedara impunemente con las ciudades y las provin­
cias arrebatadas a San Pedro?5:4
Pese a las negativas de Desiderio, que pretendía haherefecluado
ya todas las restituciones acordadas, una información rápida con­
venció pronto a Carlomagno de la exactitud de las quejas formula­
das por Adriano y del peligro, en aumento cada día. que constituía
para el porvenir inmediato, la audacia del reí lombardo si no se
ponía obsláculo a ella inmediatamente: y después de aconsejarse
entre los suyos, decidió, finalmente. Intervenir.

II CONQUISl.A or.l RMNO LOMBARDO

La concentración de las trapas francas se efectuó en Ginebra


hacia hítales de la primavera del 773; luego, después de tres ñlti-
mos requerimientos enviados a Desiderio para que evacuase sus
conquistas, Carlomagno ordenó el ataque.
Había dividido su ejercito en dos cuerpos, que se abiieron
camino, uno por la garganta del monte Genis y el otro por el Gran
San Bernardo, obligando de esta manera al enemigo a una precipi­
tada retirada sohre Pavia. donde, igual que cuando las campañas de
Pipino. el rey lombardo cometió el errar de dejarse encerrai. Allí
opuso una feroz resistencia, mientras sil hijo Adalgis corría a refu­
giarse, con la viuda y los hijos de Carlomán. a Venina, donde el rey
franco no tuvo más quehacer que atraparlos. Un la llanura del Po se
produjo, por doquier, la desbandada al acercarse el ejército franco
que. en vez de desmovilizarse como era su costumbre, al final del
otoño, esperó pacientemente durante ocho o nueve meses al pie de
las murallas de Pavía a que el hambre, las epidemias y el cansancio
realizaran su obra. Finalmente, a comienzos tle jimio del 774. Desi­
derio tuvo que rendirse a discreción.J-'

hian. p,1g. -104.


• Anuales n-xate**. uño D f: líber /Hiniifii'alh. i. 1 p,i$¡s. 493-494
líber l. I. páj; 49-1: Anuales rayale i. afiu 373
' Anuales ntyítU*. filio ?73.
- Lien), v Líber poniifiealis. I I, págí. 4*14-499 l’urn l.i lecha de la toma de Ihniu,
cf Hflhrr.er-Mühlhjeher, n * lfi.lj
Pero la situación difería hondamente de la que se produjo des­
pués de las campañas do Pipino. Mientras entonces el rey franco
no tuvo otra preocupación que cumplir sus obligaciones con los
menores dispendios, la campaña de Carlomagno se había reali­
zado con el propósitode abatir realmente el poderlo lombardo. Por
e s to , como medida excepcional aunque la historia de Carlomagno
ofrece otros ejemplos —especialmente durante las guerras de
Sajorna—. el rey y su ejército se mantuvieron un año entero en
territorio enemigo, única manera eficaz de conseguir un resultado
decisivo. Desde Pavía hasta más allí» de Verona. las provincias
lombardas había sufrido la ley del vencedor; yen aquellas provin­
cias en las que sus ejércitos aún no habían penetrado, los represen­
tantes de Desiderio se había apresurado, en su mayoría, a rendir
sumisión aunque después de la Caída de Pavía, el rey franco
venía a ser en realidad el dueño de todas las porciones del reino en
donde se ejercía la directa autoridad del rey lombardo. Fin cuanto a
Adalgis. halda abandonado la lucha para ir a buscar refugio a
Hizancio
lil final se imponía; Desiderio y su esposa fueron enviados al
cautiverio y. antes de que se volviera a comenzar con otro principe
lombardo una experiencia decepcionante, el rey franco conservó
paras! la corona arrancada a Desiderio. ,!0 A partir del 5 de junio
del 774. Carlos ordena encabezarlas actas oficiales 1,1 con el doble
título de rey de los francos y rey de los lombardos ín?A framorunt
ei ÍMiigobardoritm).

ni N ueva «promesa de d o n a c ió n » a la Sa n ia Str»t P74i

A estos dos títulos agrega Carlomagno casi inmediatamente.-,J-


un tercero, que hasta entonces ni el ni su padre había juzgado perti­
nente hacer valer: el de «patricio tle los romanos» fpalrícius Roma-
nona»), que fue conferido por el papa Esteban II a Pipino y a sus
hijos en ocasión de su viaje a la Galia. " ’yesla adición de tal titulo
resulta significativa, sobre todo si la relacionamos con algunos
detídles del protocolo que se siguió en Roma en ocasión de la visita
que el rey franco lu/o a aquella ciudad algunas semanas antes

Anualesrit).iUí,nt\i)T!A:Libi'r/HMilificoli'. I I. pág 4V9. Cl :VM y Símson. I J.


rngv 188-lhS>.
i -“ lunilla tvyales. arto P C
Abel y Simson. i. I. pág. 0*4
nalimcr-Milhtl'aclier. n." 165
Cf. Idem, n " ' 165 > 16,7
111 Víase mpr«. pAg J7.

Ñ'l
En efecto, doran le ei sitio de Pavía, manifestó Carlos el deseo de
visitar las tumbas de los Apóstoles en ocasión de las festividades
pascuales, y la acogida que le preparo el Soberano Pontífice se con­
formó —según anota el biógrafo oficial de Adriano I 154— con la
que. ¡interiormente, se reservaba «a un exarca o a un patricio». El
ceremonial era el mismoama delegación de todos los funcionarios
ile la capital, llevando a la cabeza sus estandartes, se adelantó a reci­
bir al rey hasla el lugar llamado,-!*/A'ovav, a treinta millas de Roma:
a una milla de la capital estaban las di versas secciones (sch o lae) de la
milicia urbana y de la juventud escolar con palmas v ramos de olivo,
cantando laudes: finalmente, a la entrada de la ciudad esperaban
para ¡i delante anunciando la llegada de] ilustre huésped, lasentces
regionales. Al volver a poner en práctica este ceremonial, dis­
puesto. sin duda, de acuerdo con el mismo rey franco, el p a t n d a d o
de éste, hasla entonces puramente honorífico, posiblemente adqui­
ría un valor efectivo.
Además se permitió a Carlos penetrar dos veces cu Roma para
practicar allí sus devociones. Llegó el sábado santo (-de abril del 774)
a San Pedro, en la orilla derecha del I íber •1J6y aquel mismo día fue.
con su séquito yen compartía de Adriano I, a oír misa en la ciudad, a
San Juan de 1 ctrán. Al día siguiente, día de Pascua, fueron a buscarle
con gran solemnidad a su campamento, cerca de San Pedro, una dele­
gación de funcionarios y las milicias urbanas, para darle escolla de
nuevo dentro de la ciudad Hasta Santa Minia la Mayor, desde donde,
después de la misa, le llevó el papa a comer al palacio de I.ctrán M'
Todos estos testimonios de distinción iban acompañados, además.
|Hir múltiples precauciones; antes de permitirle entraren la capital, el
papa había exigido de su huésped el formal compromiso de no abu­
sar de esta señal de confianza, y por su pane el rey tranco exigió que
Adriano se hiciera responsable de su seguridad personal, Pero
entonces.¿si desconfiaban asi el uno del otro, para qué todas aquellas
ceremonias y manifestaciones espectaculares?
Es que, en realidad, había llegado para ambos la hora de esclare­
cer una situación que amenazaba con complicarse al máximo. Aun­
que. en el momento de esta visita, no se hubiera rendido Pavía, su
caidn no ofrecía dudas a nadie. Pero este acontecimiento no arregla­
rla nada si. como en los dias de Pipi no. se iba a limitar torio a medi­
das incompletas. Parecía, por tanto, necesario uti acuerdo previo

Librr tn,niifulitis. I I. *4S)7.


• ’ /iltiii. págs. +ÍIV-197.
1 No hay que olvidar que S.m Pedio c,clubs fuera de Roimi. que entonces se
exti'iidiii por cónipleio en la margen i/quierda del líber
,v [.ibtr poimliíiv'it. l 1. púus •197-J'JS
iJ" Jikm. i'ág. -197
entre el rey fr;ineo y el Soberano Pontífice, si se querían evitar más
tarde penosas discusiones: >, por otra parle, la prolongada resisten­
cia de Pavía inclinaba a Carlomagno a ser prudente. Tenía en sus
manos, además, asuntos en demasía, para iratar de desconocer el
apoyo que en Italia le podría proporcionarla diplomacia poniiftcia,
más activa que nunca desde que Adriano ocupaba el trono de San
Pedro. Por la incesante actividad que desplegaba en los medios
lombardos, especialmente en las provincias próximas a Roma, el
papado representaba una fuerza con la que tenia que contarse.
Especialmente hacían rellexionarsus últimos éxitos: en el verano
de! 77?. Spoleto había abandonado la causa lombarda y pasado al
lado del papa: antes do terminar aquel año. todo el ducado de Spo-
lelo reconocía su supremacía y Adriano daba la investidura al
nuevo duque que. con mayor o menor libertad, habían elegido los
habitantes, f ilialmente era de presumir que. ya sin comunicacio­
nes con la Italia septentrional, el ducado de Renevento. muy minado
por los emisarios pontificios, no tardaría en seguir aquel ejemplo,
Un realista como Caí lomagno tenía que sopesar iodos estos hechos.
Una vez más las necesidades políticas conducían al papado y a la
monarquía franca a precisar sus respectivas posiciones, v el recibi­
miento concedido al «patricio de los romanos» no era más que el
preludio de Importantes conversaciones con respecto al futuro esta­
tuto que iba a darse a Italia.
Y, efectivamente, el lunes de Pascua vuelven a encontrarse en
San Pedro el papa y Carlos: en el curso del servicio divino, se ento­
nan acciones de gracias en honor del «excelentísimo rey de los fran­
cos, patricio de los romanos»: al otro día el pontífice celebra en
presencia del rey la misa en San Pablo Extramuros: y el miércoles
día 6 de abril, Adriano va a visitar a Carlos a la sacristía de San
Pedro, en donde firman ambos un acuerdo conjunto cuyas cláusu­
las. por desgracia, conocemos imperfectamente.
Unicamente, nos lian llegado —en forma de un resumen de
estilo sospechoso— las que ofrecían ventajas para el papado Ll rey,
escribe el biógrafo oficial del papa Adriano. ’ «una vez que se hizo
releer la promesa que Fue hecha en Francia, en Quierzy». por su
padre el rey Pipino, confirmó sus estipulaciones: luego «por su pro­
pia voluntad y por impulso espontáneo, ordenó a lthier.su capellán
y notario, redactar otra promesa de donación, según el modelo tic* la
precedente». Fue. pues, la promesa del 754. no la donación electiva
del 756. si es que el relato de! biógrafo pontificio es exacto, la que
confirmó y volvió a emplazar, el acta del año 774.

Mein, p.ljis. 495-496


"" Idem', p.ig. 49X

VI
I

El rey franco, prosigue el biógrafo pontificio, «concedía en ella a


San Pedro las mismas ciudades y los mismos territorios y prometía
entregarlos ul papa basta la linea fronteriza señalada» en el acta de
Pipino. Esta línea, según él, era la siguiente: salia de Luna (cerca de
Speziafen la desembocadura del rio Magra, cuvo curso remontaba,
tilingueaba el Apellino por la garganta de la Cisa comprendía
['arma. Roggio, Mantua. Mon.selice, lodo el exarcado do Rávctui
«con sus límites antiguos» (es decir, los anteriores a las conquistas
de Luilprando) y. finalmente. Ve necia e Istiia. Córcega, porim lado,
y los ducados de Sjtolelo y de Benevcnto. por el otro, también esta­
ban comprendidos en la relación de las provincias que la nueva
promesa reservaba a la Santa Sede: pero con respecto a la Italia
meridional no quedaba precisada la frontera
La anterior enumeración, suponiendo que figure en el texto pri­
mitivo del Líber pontificulis. serla suficiente, en lodo caso, para
demostrar que el objetivo no eia trazar un mapa de los territorios
accesibles inmediatamente a los representantes de la Santa Sede,
sino, únicamente, una linea de demarcación precisa entre la zona
de expansión pontificia y la del rey franco, en caso de victoria defi­
nitiva de este último sobre el rey lombardo, y es característico que
entre las provincias reservadas al papado se encuentren algunas
como Venecia e Istria, que todavía oslaban, el año 774. bajo la domi­
nación bizantina Aunque cabo preguntarse si no habrá sido inten­
cionalmente retocado en estos puntos el texto del hiógraío de
A driano.111 ya que uno se sorpiendo. cuando menos, ante el hecho
de qtie ei documento del 774, poruña significativa coincidencia, no
se nos haya conservado mejor que los viel 754 y riel 75b. J:
De todas maneras no hay que excluir que el informador deíoi-
mnse en algo, consciente o inconscientemente, las cláusulas. >a que
en muchos detalles la sucesión de los acontecimientos, como aque­
llos que están demostrados de manera irrecusable, parece oncuadrai

ul Sin que senu i.m decisivos como c) otee. las observaciones que .i esle i especio
ufrece Monseñor Salid en su vacilado «ludio. Salid <L.) c ía Icclure d'im leste el l.i
critique conlemporaine Les prctendues promesse* de Quien?) (754>rtdc Rontc(774|
dans le “I ibcr ponlificnlis". en el Bullain de Itutnititiv fxcl¿áa>ltilU<.. puf'. /•./.? Intitulo
católico ilo Tonlousr. uño l'Míi.pdgs I7t>-2(yi: I 44! pajes bl-SS. merecen ser eon.sidcr.i-
vlns ¡iicmantenie, Vero nos parecen excesivas las conclusiones que obtiene de ellas
Va dijimos mas ai riba ipág 72 n.) que un las tenemos por lur.dadas en lo que rón­
deme a la promesa de Qnierzy.
No datemos aquí la bibliografía del asumo. Ks nuiy amplia LiniuOmnnco a
ícítalm lo que dice, al respecto. Monseñor L Puchesne en su introducción al I tl>ir
f*onitfkttti<i, l 1, fiágs. '31-242'. i'. Kclir Dic \ogenaiinte kamlingLichf Schatkiinf’. kchr
íP ) «Die sagenaunte knrolingischc xclienkting son 77*|« en ll¡ftori<i.hvid t'ch n fi,
i J.X’VX i 1843). i'uvy. '85-441; cu tin tecienteincnlc, Monseñor Sullct. en el estudio
recordado en la r.otd anterior

92
dudarse que. taulo por pane del pontifico como del rey franco, no
existía un deseo muy mareado de señalar, por anticipado en un
documento oficial, lo que cada uno se había asignado en el reparto
de los despojos lombardos para evitar de esta manera eventuales
complicaciones.

IV A p l ic a c ió n del pa c to del 774

Y con lodo, resultaba inevitable que una vez derribado Deside­


rio yen poder de Carloinagno su reino, los intereses det papado y los
de la monarquía Tranca se encontrasen en oposición Para Carlos, la
conquista de) reino lombardo señalaba, sin duda, el final de una
etapa; libre de roda inquietud por parte de la Italia septentrional,
podía entregarse por completo a los asuntos de Sajorna que. en
aquella sazón, necesitaban una intervención rápida. Por el contra­
rio. para Adriano se Irritaba del comienzo de una era de realizacio­
nes. De la promesa del rev franco, creía poder obtener inmediatos
beneficios completando la obra comenzada en los días de Pipólo y,
seguramente, contaba para ello, según dice su biógrafo, con el
□poyo que el rey franco le había prometido.
Asi. no bien éste lomó posesión de! trono lombardo, ya el Sobe­
rano Pontífice hubiera querido verle intervenir en su favor. Su corres­
pondencia revela de nuevo una impaciencia que liaría sonreír, si no
presagiara muy próximas y molestas discrepancias. ¿Qué espera,
pues, el nuevo señor de Pavía, para asegurar la evacuación de los tei ri­
lónos que desde hace tantos años está esperando la Sania Sede que se
le devuelvan? ¿Cuando fue a Roma Carlos, no declaró solemne­
mente que no se rendía ni al incentivo «del oro, Je las piedras precio­
sas o de la plata» ni a la vana sed de gloria o de conquistas y que su
única ambición era. como la de su padre otrora, la de «luchar para
que se hiciera justicia a San Pedro, para completar la exaltación déla
santa Iglesia de Dios y para acrecentar la seguridad» de su cabeza? Ul
Ahora bien, tina vez terminada la conquista de las provincias septen­
trionales ha vuelto a pasar los Alpes, y Adriano casi se lo reprocha
como tina deserción. Como el arzobispo de Rávena. contagiado por el
ejemplo, quisiera crear para si. a expensas del Testado de San Pedro,
un dominio temporal, apoderándose del exarcado y de la Penlápolis.
el pontífice se queja amargamente anle Carlos:

, A que hmnillricion1 —le c.m.t íK- di respecto — ct>ut reducid;), conlrn lo to lo e-pe-
rado. ni sania madre e<pimii:il l.i Iglesia Dimana! .L}ue posiraciótv. que deshonra

'■a tW .v Canil., ii.”'


•’11 h h n \ . n." 5t>,

lJ4
jur.i nosotros, cuando vemos hoy. ailn en vidu luya, a miserables e impíos que son
jdvcrs.irios luyo? lanío uoittn núes Iros esforzarse en arrancamos posesiones de las
que disponemos como señores desde los tiempos de los lombardos! Y he aquí que
nuestros enemigos nos agobian con palabras como éstas: ,.De que os ha servido la
ruina de la nación lombarda y su sumisión al rey franco? Mirad: no sólo no se han
cumplido ninguna de las promesas que se os hicieran, sino que las propiedades icrn-
lí)ríales concedidas a San Pedro por el rey Pipino. de sania memoria ns son
ahora arrebatadas!» S4Í

Pero además, no se irata sólo del arzobispo de Rávena. Un arto


después de su visita n Roma, el mismo Carlos parece haber olvidado
un poco los acuerdos que lo unen con el Soberano Pontífice. Sus
representantes llevan a cabo en Spoleto una obra que justificada­
mente inquieta a este último: el duque que había recibido la investi­
dura el 773 se inclina, parece que invitado o animado por ellos, a
cambiar de obediencia y a reconocer la autoridad carolingia. dis­
puesto a traicionar pronto a su \ez al rey franco, en provecho del
hijo de Desiderio. Adalgis, que se mueve en la sombra. 114 Vana­
mente recuerda Adriano, el año 775, su solemne promesa a Car­
los; H éste no tiene escrúpulos en entrar al arto siguiente en Vcnccia,
acampar en Treviso y apoderarse de Friul, cuyo duque parece que
estaba complicado en la conjura urdida en favor de Adalgis. Ms
También en este timpo interviene el rey franco en Isiria. w Asi. lejos
de ayudar al Soberano Pontífice a realizar sus esperanzas. Carlos,
poco a poco metido en los complicados asuntos italianos, parecía
entonces trabajaren contra suya.
Pero, al mismo liempo que Adriano se lamenta ríe aquellas
intervenciones, continúa pidiendo oirás en su beneficio. A comien­
zos del año 778. urge a Carlos para que vaya a conferenciar con él a
Ruma; se sorprende de que no demuestre suficiente atención a los
intereses de la Sania Sede: quisiera que fuc.sc menos olvidadizo del
ejemplo dado por «el piadoso Constantino de santa memoria»,
aquel «gran emperador por cuya generosidad fue elevada y exaltada
Insania Iglesia romana, católica y apostólica a la que él concedió el
poder en estos países occidentales», es decir, en Italia )-° Le denun­
cia con vehemencia las inlrigas del duque de Bencvento, quien en
connivencia con el patricio bizantino de Sicilia y con otros persona­
jes bastante ambiguos, prepara una conjura de la que el rey franco
no dejará de ser igualmente victima.

Idem, n' -h) f finos Jel Jtio 77-4).


1 Idem. 56 y 5? (fine-, del arto 7751
Idem.
** Amate? myíik.i. uño 776: Cede.i < orol . iv* 57
Idan. il.“ 63
Idem, n. 60.
-<l Idem. n.c’ 61 y 6-1.

>J5
Retenido mucho tiempo por otros quehaceres volvió, final­
mente. Carlos a Italia: el 780 celebra las fiestas de Navidad en Pavía
y reside allí todo el invierno; en la primavera del 781 va a pasar las
Pacuas a Roma donde Adriano bautiza a su segundo hijo Pipino y
consagra a éste y a su hermano menor. Luis, como reyes. Pipino en
aquella ocasión recibió el titulo de rey de Italia. " Nos faltan deta­
lles sobre esta estancia de Carlos en la ciudad pontificia: en particu­
lar. no sabemos hasta qué puntóse mantuvo en la misma discreción
que el 774: pero la concesión de la corona lombarda a Pipino. la for­
mación al lado de este niño de una corte y de un personal adminis­
trativo destinado a aplicar en la península la legislación franca,
demuestran bastante bien que Carlnmagno comenzaba u intere­
sarse seriamente por Italia,
Con todo, cada vez menos, detienen la atención del rey franco
los asuntos del papa. Asi, en los artos siguientes, no cesa Adriano de
icclamar justicia para la Santa Sede Sus quejas no se refieren sólo a
la ejecución de las promesas del 774 ya olvidarlas: insiste en la resti­
tución rio simples patrimonios de la iglesia de Roma, es decir, de bienes
ratees diseminados, al azar, por toda la península como consecuen­
cia de las liberalidades que desde hacia siglos se les aceptaban a los
fieles. El gobierno carolingio. que lia heredado el producto de las
expoliaciones lombardas, demuestra una evidente renuncia a pri­
varse de ellas. Para cada propiedad territorial es necesario realizar
interminables negociaciones, acumula! pruebas y testimonios. El
papa acabó por perder la paciencia, y sin salir, por lo general. Jel
estilo pleno de unción que era regla de su cancillería, desvela con fre­
cuencia su mal humor. Hasta llega a denunciar el espíritu leguleyo
que ponen en sus funciones los agentes de la monarquía franca.
El ptoblema no era la aplicación integral del programa del arto
774. Carlos que. después de haber designado para el trono de Pavía
a su hijo Pipino. sigue sin embargo presidiendo los destinos del
reino lombardo, quiere, cuando menos, reconstituirlo en su totali­
dad. r.l año 786 pasa por tercera vez a Italia, celebra en Florencia la
Navidad, va a Roma, donde se detiene algunos días y luego invado
el ducado de Beneveiito.cn donde, desde Capua.dicta, a comienzos
del 7S7, sus condiciones al duque Ariquis. que había corrido a refu­
giarse en Sálenlo. El duque, así como sus súbditos, son obligados «
presta) juramento Je fidelidad al vencedor, v a entregarle rehenes,
entre los cuales figura el hijo de aquél. Grimoaklo. :'°

- Juniiti.i rtyu¡C'. u ío i SO y "SI. pág. Si,


C a p itu la r ía , i. I. o* VI. pS^i. IVl-PO,
" J Vcase tWi-n f . W „ n."' oo m . oh ,■ ’ i ,’s. Ri), S2 n h i
lsí ■inililliS rtKü.'i’i. iiíios 1H6 \ 'Mi

%
Sin duda. ¡i l.is nuevas victorias trancas debió el papa diversas
ven lajas territoriales, entre otras la cesión de Capa a. aunque
desde el comienzo se hiciese Carlomagno, prestar allí juramento de
fidelidad " y la ocupación de la ciudad y de su comarca, si alguna
vez llegó a efectuarse, no fuera más que provisional. En aquella
coyuntura obtuvo Adriano —y esta vez de hecho— una rectifica­
ción de fronteras al norte de la Tuscia romana, en donde el rey
franco separó en su provecho, de los territorios lombardos las ciu­
dades de Vilerhfi. Ragnorea, Toscanella y Soana a las que se
agregó en principio —sólo en principio las localidades, ya más
alejadas, de Rosellae. cerca de Grosseto y de Populonia, cerca de
Piomhino w Pero estas liberalidades, fueran o no efectivas, tuvie­
ron porcontrapariida el abandono de lo restante Nada se dice de la
Toseana propiamente dicha que. sin embargo, estaba incluida por
entero en la zona pontificia prevista el 774: lampoco se habla de los
territorios que debían completar entonces el exarcado, tanto en la
Emilia como al norte del Po: ni Módcna. ni Reggio. ni Mantua, ni
Vicen/n. ni Velona, para no citar sino algunos ejemplos, nunca for­
marán parte del Estado pontificio y basta con leer la serie tic acias
oficiales extendidas por la cancillería de Caí lomagno, para conven­
cerse de que. en ningún momento, parece que el sucesor de Deside­
rio hiciese el más ligero ademán de desprenderse de ellos.
También conservó el rey franco la soberanía sobre la Sabina ' a
pesar de las tentativas hechas por el papa para crear una confusión
a ese respecto, sirviéndose de la anfibología entre territorio, a propó­
sito de un antiguo terreno, y patrimonio tic su iglesia, tpie. final­
mente. por otra parle, le luc restituido hacia el 782. V citando
Adriano se atreve a afirmar que todo el ducado de Benevento debe
serle entregado. ‘ Carlos se hace el desentendido. A lo sumo con­
siente que en aquellas comarcas el Soberano Pontifico v sus agentes56

56 tis /n Canil.. n ■ x.1y X3> Apéndice, u.* 1ten el I. ill de lis Epi'udac. pótjts.65-1-
<o5). Q iic Ja (Jtoirtcitm ccmpiendiuru. .uleniíó, <■tu orilla izquiejda del 1 n¡5*> y los ciu­
dades de Sou, Arpiño, .Vite. Aquino > I sano, no es más que una simple deducción
sse.ida del acta sospechosa par ln c|ue LuJovica Pío liahiu confirmado el 817 las
donaciones (interiores iBotlmer-Muhlt'jcliei n/hJ.tj.
Vease Cniex Canil., n / 83 y Apéndice n I . págs 654-65Í
"* Íd e m , n." SO
IM Idem, n." S-l
Idnr.. n 1sil
’M Vente Dipluma,.; Kara!. i I. it 113 iTf.). 1.31 l'SOl. 147 f ’S2l. IS3 (707). 1X7
('♦ 0 , etc.: Capitularía t I. IV 91 |78>-7S6) art 9 (pjp. 103, linca 13)
"• Vea se D ip ta m u iu K am i 1.1, n."08 VW f75l III l?7(i), 146(7X2). I60i 7s Xi. 171
v 172 i etc.
Cudtx Cerní, r. M 611. 6S j ’2. El papa lo y rjrj sus propósitos en el sieln l\
hl<m n.ul xo. X2. S'4.
97
le sirvan de in f o r m a d o r e s .sin que por ello se crea obligado a
seguir sus consejos: más aún. cuando, en el verano del 787, se lrata
de designarsucesor del duque Ariquis.qucacaha de morir, pasa por
alto las observaciones del papa, que so opone, eori todas sus fuerzas
al nombramiento do Grimoaldo. hijo del fallecido, que desde hace
algunos meses está en l-rancia como rehén. y al elegirle rodea la
designación de medidas destinadas a hacer más estríela la autori­
dad de rey franco en el ducado.
Precaución ilusoria, a decir verdad, pues Grimoaldo, como
Adriano lo había previsto, no tarda en sacudir el yugo y mostrarse
como príncipe independiente. ’M Pero con ello gana el papado, ya
que se da motivo para que las armas francas intervengan varias
veces en aquella zona de Italia, en donde ya no se hablará más de los
derechos pontificios. w

V, C arlomac. no , i)Up S:o r>r Italia

La transferencia de la corona Je Pavia al rey franco, tuvo, pues,


como consecuencia convenirlo en el heredero de las pretensiones
lombardas. Lleno de consideraciones hacia el papado y sin que en
un principio lraíase de negar nada, en lincas generales, de las dona­
ciones acordadas por su padre y después por el mismo, cuando
fácilmente se podían mostrar generosos usando de la propiedad
ajena. Carlomagno consideró la situación de manera bien diferente
en cuanto personalmente su puso a la cabeza de los destinos de Ita­
lia. Siguiendo el ejemplo de sus predecesores lombardos, ya tenia, a
la sazón, que considerar la unidad política de la península como
una necesidad absoluta, aunque le fuera cada vez másdificil satisfa­
cer las exigencias pontificias, muy imprudentes, además, poi care­
cer de medios ejecutivos, como lo demuestran los llamamientos
incesantes de Adriano solicitando el concurso de su aliado.
Por su parle, resultaba muy difícil, por no decir imposible,
mantener una demarcación clara entre los territorios reservados al
Soberano Pontífice y los que Carlos había decidido mantener bajo
su autoridad directa. Ll gran número y la diseminación de los patri­
monios de la Iglesia romana, el peligro que existía de que se estable­
ciera una confusión —como hemos visto en cuanto al patrimonio

- Itlo n . n.°* S2 v S?.


hlcm. nA- Sí y 84.
‘ Véase R. Poui)ardin./ríw-.'/í*< lia p rin tip itu u ji bmh»inU.\ \n. 91 d éla BiHiogrz-
tidj. 1.“ ai lien lo, pájj 269.
Ilion, pág ■’m
Mftn, pmiv 270-222.

*)S
de la Sahína ; — eniro los más extensos de ellos y las provincias
cedidas en plena soberanía al jefe de la Iglesia, así como sus com­
promisos y la obligación que ten la el papa.dada la configuración do
sus listados — que eorlahan en dos partes la península a todo lo
ancho—de dejar un derecho de peaje en su territorio a los represen-
tantesyaun a los ejércitos del rey franco, planteaban problemas de
los que no se podría obtener solución, a no ser que, en la práctica,
una de las dos potencias se subordinara a la otra en lo temporal,
lodos los pergaminos del mundo —auténlicos o no— resultaban
estériles para resolver aquella dificultad.
Pronto advirtió Adriano su perjuicio. Nada más significativo
que el espectáculo de este orgulloso pontífice, en el que por momen­
tos reaparecía el alma soberbia y altiva bajo la aparente humildad
del estilo protocolario, reducido al cabo de algunos años al papel de
auxiliardócil de la política desarrollada porel principe tranco, ,:| A
las veces siente un sobresalto de independencia y protesta contra las
usurpaciones del rey y de sus representantes. Asi. el año 79fl o el 791
en una extensa misiva 1TJ en la que abundan las expresiones de
doble sentido sobre la devoción de su destinatario a los intereses de
la Santa Sede, llega hasta protestar ante Carlomagno contra la lige­
reza con que son violadas sus prerrogativas judiciales y se atreve a
escribir frases del tono siguiente:
■iViiL-Mr.r Re.il kxedencia me escribe que nu teniendo inconveniente alguno cu
<|uc u l obispo u ínI conde n ral súhJiki de sus 1 s culos pueda venir u vernos ya poi
nuestra llamada y.i por su voluntad, no podría disgustar .1 nuestra Paternidad que
uno de Ins nuestros fuera junto a vosotros bien para sil bularos, bien para pediros ius
(ida. Sin duda: pero no vayáis a ofenderos si, desde el momento en que vuestros sub­
ditos nn pueden venir (?(/ii/i!Oja jponrolftruni y junto a r.üsolrns sin ur.a auloiización
vuestra, cuando los nuestros deseen 11 a veros, tengan igualmente la obligación dr
pedirnos autorización y una carta de ruta V, |n mismo que no dejamos nosotros de
exhortar a aquellos súbditos vuestros que recibimos, a que se empeñen con todas sus
fuerzas a serviros eou p u re/a de eoiazón y absoluta fidelidad, también rogamos a
vuestra real Prudencia que tenga la bondad d ; invitar a aquellos súbditos nuestros
que vayan iunln n Pila, que tingan lo mismo con respecto a nosotros.»

Pero,',que fuerza podiíin tener tules protestas trente a la dura rea


lidad? Lo inevitable se iba cumpliendo: sobre el suelo de Italia el
papado se lutbia encontrada, en la persona del rey franco, con un
protector intervencionista, invasor, de tal manera, que apenas se
iiiibia establecido su dominación temporal, ya estaba amenazada
porel mismo u quien se la debía. A diferencia del rey lombardo, que
se presentaba ante Koma como enemigo. Caitos aparecía, en aque-

1 Ves se p.ig. ‘tx. ¡tiprii.


1 Véuse, entre otros, fVs/ev Curol. 11,' ■Vi. X4. $f> fU
lb:d. i r >M.

U»l
lia sazón. como ¡imigo sincero y leal: pero Roma y iodo el P.siado
pontificio no son otra cosa, que una prolongación de aquella Italia
que el nuevo rey de Pavía se esfuerza en rehacer. Sus intervenciones
se hacen allí cada vez más numerosas y más indiscretas: no sólo cir­
culan sin cesar por los lerrilorios pontificios sus agentes, no sólo los
súbditos del papa —como hemos visto por la carta del 790 o del 791
que acabamos de citar— pueden ser convocados ante él o sus repre­
sen lames, sino que interviene en muchos otros asuntos que. en prin­
cipio. escapaban a su competencia. Asi, por dos veces tiene que
recordarle Adriano.con firmeza, que no debe interveniren Rávena
en la elección de arzobispo ni tampoco hacer que sean vigiladas por
un delegado suyo las operaciones electorales:3 'ycslán cércanoslos
tiempos en los que, ya muerto Adriano, se permita Carlos, cuyo
poderío no lia cesado de ir en aumento, más graves usurpaciones
hasta en las orillas del Tlber.

C . h Im C a r v t.. n.™ 85 y

UNI
CAPITULO V

EXALTACIÓN DE CARLOMAGNO AL IMPERIO

Desde Unes del siglo MU. y ¿mies de que coronase todas las con­
quistas que había emprendido, aparecía Carlomagno como el
ducflo de Occidente. Sajorna estaba vencida, ya que sólo quedaba
por pacificar su extremidad seplcnirional. El ring de los jívaros
había caído en poder de los francos, con sus fabulosos tesoros. El
poderío de Carlomagno se extendía, entonces, hasta Pannonia y
amenazaba ya fuertemente el mundo eslavo. Italia estaba bajo su
dominio y acabamos de ver a un papa tan orgulloso como Adriano
obligado, en muchos casos, a oscurecerse ante él dentro de sus pro­
pios Estados En estas condiciones ¿no era natural que. a los títulos
reunidos de rey de los francos, rey de los lombardos y patricio de los
romanos, que hasta entonces llevaba, viniera a unirse otro que los
englobase se adaptara mejor a la preponderante situación que
habla adquirido, título que marcaría, al fin. con toda claridad ante
lodos, el papel que representaba realmente en Occidente?

I C arlomagno . Arbitro nn O ccidcntl

Un hecho de capital importancia dominaba toda la cuestión:


durante los acontecimientos que habían tenido lugar en Italia,
desde que Carlomagno intervenía en los asuntos lombardos, el
mundo occidental había adquirido junto a él y por él, la conciencia
de su unidad frente al «Imperio romano» que. en el este del Medite­
rráneo, proseguía su curso ocho veces secular y seguía encarnando
la tradición de la Roma antigua. Replegado en el Bósforo, en la
«Nueva Roma», aquel imperio no poseía ya, de sus territorios al
oeste del Adriático y del mar Jónico, más que esparcidos y raros res­
tos de los que nada podía esperar en el porvenir. El mismo papado

101
habla cesado de mirar hacia el sucesor de Conslanlitio y Je Teodo-
sio, pai a volverse resuella mente al lado del carolingio. con quien se
sentía íntimamente solidario; y. al igual que él. todo el Occidente o,
al menos, lodo el Occidente continental, comprendió, al fin. que
rodeando al vencedor de Sajorna, ganaría en vigor \ en posibilida­
des para su porvenir.
Ya muy ni final del siglo Vi», después de la muerte del papa
Adriano 1(25 de diciembre del 795). aquella situación se iba a preci­
sar más todavía. Procedente de aquel medio de clérigos modestos
que llenaban las olicinas de lucirán, y ascendiendo por sucesivas
etapas, desde las más modestas a las más elevadas funciones del
palacio pontificio, hasta ser promovido a Soberano Pontífice el 2ó
de diciembre del 795. el sucesor de Adriano. León II), había sentido
más que nadie la necesidad de asegurar a su poder el apoyo más
completo del rey tranco. ’ ' Las reservas que Adriano aún se creía
capaz de hacer, y las resistencias que creía útil opuner a las usurpa­
ciones de su aliado, estaban fuera de lugar; desde su advenimiento
al trono pontificio. I con se rinde ame los hechos y traía a Carlo-
magno con las consideraciones debidas a un jefe, colocándose a su
lado como colaborador subordinado. Había recibido, sin protestar,
la cana por la que el rey franco, seguramente con la pluma Je
Alcuinn, al felicitarle por su elevación a la Sede de San Pedro, le
recordaba que contaba con él para trabajar «en el robustecimiento
de su propio patrieiado» es decir, de su dominio sohre Roma en su
calillad de patricio délos romanos y luego agregaba frases cargadas
de intención:
(• Descocsitiblcccrcoji Vuciini Ui jtitud un prieto ¡minlahliMlr Ir ydc caridad.)>oi
el cual... pueda seguirme por doquier l.i apostólica bendición.) lo sontísima sede de
la Iglesia rum ana sea constantem ente defendido, pur mi devoción. Me pertenece.
Con la atilda de la piedad divina, defender en todos los lugares a la sonto Iglesia de
Cristo por las armn>; fuera de tas fronteras, contra las incursiones de los paganos v
tas devastaciones de los infieles, deiltrode ellas, protegiéndola por ‘.a difusión de la fe
católica. A vos. Santísimo Pudre. pertenece. elevaiiJa las manos n Dios con Moisés,
a n id a r con ' uestr.is oraciones al triunfo de nuestras armas... Que vuestra Prudencia
se adhiera cu todo J las prescripciones canónicas y siga constantem ente las reglas
establecidas por los Santos Padres, a fin de que vuestra vtJa proporcione en todo el
ejem plo de la .santidad: que d r vuestra boca nos.tlgmi m is que piadosas exhortacio­
nes \ que vuestra luz brille delame de los hombres." 1

Al confinai deesta manera al papa en la oración, Carlomagno se


reservaba para si el terreno Je la acción. L1 portador Je su caria, »u

J Sobre León 111 véase I j Iht Ponfi/iiu/i.v. I. Il.paes. J-35. C f. l h. U.i>et, L'íitcuon
‘U t {on III I m *. u>tit fies KoMMins ?n 7Vdn « i ron • tuerces. cu WA n m u iic Je ><iFucuhé
./.< ¿cirros de 1 \ ch arto 1 - ( ISXú, fase I. pngs 173-1*17.
Akuirto. Correspi»yltm ui can a n “ Ó3.
llel A rrib eñ o . tenia orden tic comprobar Je cerca la jusla distribu­
ción de las larcas. Sus instrucciones decían:

» Adviene bien al papa que debe liünísfainenic y, unte todo, observar los sanios
cánones: decidle que debe gobernar piadosamente la sania Iglesia de Dios según los
acuerdos que llevareis y según su conciencia. Repetidle. con frecuencia, que el honor
al que «cuba de ser elevado os pasajero, mientras quesera eterna la recompensa pro­
molida a las buenas obras. Persuadidle de que se ocupe con la mayor diligencia en
desarraigar la herejía simoniaca que mancilla en muchos sanios lugares e! sagrado
cuerpo de la Iglesia. Hile cuanto recuerdes de los problemas qm- nos preocupan...
Que el Señor conduzca y dirija bondadosísim a mente su corazón para que pueda ser-
s ir útilmente a la santa Iglesia de Dios e interceder en nuestro favor '< ’ '

lira lanío como decir que liasta la dirección espiritual del mundo
de Occidente quedaba reivindicada entonces por e¡ re\ franco,
A esta eventualidad parecía que León III se resignase tanto más
fácilmente cuanto su personal posición era más insegura. Su elec­
ción. lograda por sorpresa al otro día de la muerte de Adriano,
encontró en Roma una oposición que, en el verano del 79N, degeneró
en desórdenes.31" hn la primavera siguiente vivía la Ciudad tierna t*l
tiranta. El 25 de abril del 7951, cuando se dirigía para una procesión
desde I clián a la iglesia de San Lorenzo en Lueina. León III fue ma­
cado por una banda de conjurados, con la complicidad de dos altos
funcionarios del palacio pontificio, entre ellos el mismo sobrino de
su antecesor Derribado en tierra y apaleado, fue objeto de odiosas y
enteles violencias: trataron de arrancarle la lengua y de horadarle ios
ojos y cuando le levantaron hartado en sangre fue para encerrarle en
una celda del monasterio de San Erasmo. de la que sólo la oportuna
intervención de dos mixsi del rey franco lograron salvarle Pero los
conjurados no cedieron y colmaban al papa de acusaciones, espe­
cialmente la do adúltero y perjuro. ¿Quién, sino Carlos, era capaz
de sacar al papa de aquel atolladero? El desesperado llamamiento
del Soberano Pontífice llegó hasta él cuando se encontraba en lo más
apañado de Sajorna luchando contra los paganos.
Cuando el papa se decide a trasladarse a Paderborn a donde la
lia invitado Carlos a ¡i a su encuentro para esclarecer la situación,
los escritos de los contemporáneos y, en especial, la corresponden­
cia de Alcuino, retiñen con un sonido en parte nuevo. F.n una carta
del mes de junio del 799. escribía este último al ley franco:

rh íJt-in n J 92
Vcú<e tu Latía de A kuttio. i i " 159. pág ' '
1 Cf. Bayct, n i a i : Abel y Sirosun. l !t. pag». I63-1S?.
1 Según el testimonio de Alcuino. en su Corr^poinlaiaa. u.* P 9 ¡>ág 291
(agosto dd 799).
" " Bayct. /í>( f ú , Abel y Simson. I II. p íg v I63-1K7

103
«liüüia ahora. <nv¡ personas lino alcalizado la cumhro de la jerarquía dol
mundo.
1 ' El ruprcscmaittc de 1j suhlimiilinl aposlólica. vicario del iiiennvcniurado
l'edro. principe de los Apóstoles, del cual ocupa la Silla Lo que ha sucedido al que
actualmente licnc esta sede, ha tenido a Iden vucslrú bondad hacérmelo saber
2 “ Viene luego el liui! arde la dignidad imperial que cjeice el poderío secular en
la segunda Roma De qué manera impla ha sido depuesto el jefe de este imperio, no
pui extranjeros, sino por los suyos y por sus conciudadanos, se lia extendido por
todas partes la noticia.
,V> En tercer lugar, está la dignidad real que nuestro SeAor Jesucristo os lia reser­
vado para que gobernéis al pueblo cristiano. Éslñ dignidad es superior a las Oirás dos
y las eclipsa y sobrepasa en sabiduila

Sólo en li se apoyan aliona las iglesias de Cristo.de il sólo esperan la salvación: de


li, vengador de los criniencs. guia de los descarriados, consolador de los afligidos,
sosten de ln< buenos.»

No pntliiu decirse con másclaridad que la mon¡irqiii:i llanca cr:i


la tínica esperanza que le quedaba al mundo cristiano anic el hun­
dimiento del mismo papado, ni subrayar de manera más nítida que
el poderlo del rey Iranco venia a suslituiren aquel momenlo al anti­
cuo poder imperial que se creta destruido por la deposición tic
Constantino VI el 707
Ademas, aparece, a la sazón, resbalando bajo la pluma de
Alcuimi. tina expresión nueva que refleja la situación creada; es la
del «imperio cristiano» Los duques francos defienden vigilantes
las fronteras de esc «imperto cristiano»; Carlos es el protector de
ese imperio '*•’ y está empeñado constantemente en ensancharlo por
medio de las arm as.>!J I sas dos palabras «imperto cristiano», hasta
entonces exirañas al vocabulario de Alalino, pero que, de pronto, se
le hacen familiares. w traducen el concepto «pueblo cristiano» que
ya hacia algún tiempo se usaba, aun en los documentos oficiales,
para designar a la cristiandad de Occidente. Y ese «imperio eris-
liano» es el que. como nunca, forma un masivo conjunto deltas «Id
rey franco; sobre ese «imperio» se extiende su autoridad, sin que
esta expresión, que Alcuino opone entonces itilcncionalmente a la
de Imperio romano, tenga todavía en su pluma un sentido igual:
pero el uso que hace de ella actúa poco a poco a la manera de una
idea domíname y. conscientemente o no, prepara a los contemporá­
neos para los acontecimientos de que pronto será Roma escenario


1>l C o rre a n J m n n ilí Alcuino. n 1 17d
3?- Idem n" IM5.
w Idem, i i ' 177
Idem iv' 202.
"■ Idem n m 200. 23A 245 240.
"* Id e m tí v* 2011 V 245.

IIK
Mientras tonto. todo converge, desde el verano del 799, n reforzar
la posición de Cario magno y a hacer prevalecer la idea de que es el
árbitro supremo de Occidente. El viaje del papa, que apenas curado
de sus lieridas.se traslada al corazón de Sajonia para pedirle ayuda,
produjo una intensa impresión. En un poema de estilo épico y
posierior a la entrevista.1** un poeta, que se cree era Angilbcrto,
obtiene materia para exaltaren sonoros versos y acumulando hiper­
bólicos opílelos «al rey Carlos, cabecera del mundo y cumbre de
Europa». el único capaz de «someter a justo juicio la conducta»
del papa y «vengarle de los crueles ataques» de que ha sido obje­
t o . En la profusión de reminiscencias clásicas que se agolpan
bajo .su pluma, emplea el poeta dos veces, para aplicarlo a C arlo-
magno. el epíteto de «augusto», También por dos veces le llama
«el Augusto» y «el gran Augusto». iWcon lo que da a entender que el
rey délos francos ocupa a sus ojos, en la Europa de entonces —y este
nombre de Europa le es familiar—, el lugar que otrora un Augusto.
Por los mismos días y bajo la influencia de iguales aconteci­
mientos, el obispo de Orleáns. Tcodulíb, dedica al rey unos adula­
dores versos. ' en los que, después de recordar que es el «honor y la
gloria de! pueblo cristiano», no vacila en escribir que San Pedro en
persona «queriendo ser sustituido poi el» «lo ha enviado para que
salve» al papa. «El que posee las llaves del ciclo —le escribe aún—
ha ordenado que tengas las suyas». Y concluye: «Tú gobiernas la
Iglesia.. el clero y el pueblo.»
Einalmente, en el otoño del 799. cuando Carlos, después de
haber hecho regresar a 1eón llla.sii c a p i t a l ,s e dispone a ir tam­
bién a visitarle para delenninarsobre el terreno, las responsabilida­
des cu que hayan incurrido tamo los conjurados como el mismo
papa. Alcuino. por muy opuesto que en un principio se mostrase a
euulquiei forma de proceso contra el Soberano Pontífice. no
puede contenerse de enviar a su «amado David» —tal es el sobre­
nombre del rey franco— un breve poema en el que expresa, en elc-*

',T Publicado |xir rjummlcr, en los Poetar hit, i I. paes 366-379


J 1 l‘ii lodo caso es anteriora ian iu eiied ela reina Liuigurde (-1 de junio del SOJ) a
quien el poeta hace aparecer sin ¡iludir a su muerte.
Versus 92-9?.
Versos 3SS-29U
141 Versos 64 y 94
Veisos 332 v -rió
* 5 Publicados por Dümmlei. /W u r hit., t. t. |>3y>. 523-524.
A su advenimiento, había enviado León til a Carlomiurnn, como signo dr
honor, las llaves de la confesión (1c San Pedro y un estandarte de la ciudad de Roma.
Ve,ase Aunóles royales, arto 796. ed. Kurze. prtj;. 98.
39‘ Abel y Siuison. I. II, prtgs. 186-187
Véase su carta a Arn de Satzburgo. n." !79 de las EpL'loláC. I IV
gamos versos, sus esperanzas y sus deseos. ” 1 ¡Ojalá pueda Carlos
eurar las llagas que sufre Ruma, restablecerla concordia entro el papa
y el pueblo, restaurar el orden y llevai a todos la salvación! «Roma,
capital del mundo, ve en ti a su protector»; ^ « h a z reinar allí de nuevo
la paz y la piedad»: «guía al jefe de la Iglesia como a ti le guía el
Señor con su mano omnipotente» **' Esta conclusión, como se Ve. es
igual que la tic Teodulfo: Carlomagno, situado en la cumbre de la
jerarquía terrenal, se conviene en el directo mandatario de Dios unle
todos los cristianos de Occidente, incluso el Soberano Pontífice.

ll. C oronación

Con esla calidad emprendió Carlomagno el camino de Roma


durante el otoño del año 800; su viaje se convirtió en un triunfo. El
papa, sobro quien todavía gravitaban abrumadoras acusaciones
que le lanzaban los romanos, salió a su encuentro en Menlana. a
veinte kilómetros de la ciudad, desde donde regresó apresurada­
mente para preparar una recepción digna de su ilustre visitante. Al
día siguiente (24de noviembre del 800) recibía solemnemente al rey
franco en lo alto de la escalinata de San Pedro, lodeado de todo su
clero y en medio de cánticos de acción de gracias.41,1
Dos semanas después, presidia Carlomagno en la misma San
Podro una asamblea compuesta, a la vez. de prelados, simples cléri­
gos y dignatarios laicos, a los que hacía examinar las quejas presen­
tadas contra el papa, y éste era invitado a justificarse bajo la fe del
juramento, —suprema humillación que Alcuino hubiera querido
evitarle \ que constituía, a lo que parece, un hecho sin pre­
cedentes— En vatio habla Alcuino recordado, por medio de una
caria escrita unos meses anlcs. la regla ya antigua, según la cual «la
Sede apostólica no puede ser juzgada por nadie»: ■*"' León lli tuvo
que inclinarse ante la voluntad de Carlomagno. que se había hecho
cargo personalmente del asunto y dirigido la información. J“6 \ al

■w) P o d a d im . (te n da rol., i 1. jidgs 257 359.


Verso 63.
" Verso <>8.
Versos 71-72,
*11 Ahtt v Sinison. i 11. pags. 219-223
h i ñ a . pjg. 224.
“ 7 Alcuino. Correspondencia, ti." 17').
■*u Cf. Atnann Vogcl (W |. Dio \'(¡m',an»e» nntl <l<i>frlinkitihc Kaclt bis ,:rirOrtin-
tlim.ij ilar \omumdu’. '99-911 (I tekldberji. 1906. in-S". fase. 14 Je 1leiJelhergcr
Ahlundlungei!),
" " Carla 179 ya Litada, ed DOmmlei. pag 179, 124
Mease Aimatei rayate*, año XOO, p.lg 112.

HK«
cabo de (res .semanas, el 23 de diciembre, el papa hubo de someterse
en la iglesia de San Pedro a la dura obligación que le imponía el
dueño de Occidcnic. Ame tina asamblea compuesta de la misma
manera que la del 1de diciembre, yen presencia del rey.se presentó
como reo. no sin hacer las más expresas reservas en cuanto a la legi­
timidad del procedimiento: «Para escuchar esta causa», comenzó
diciendo. *" «el clementísimo y señorísimo señor rey Carlos, aquí
presente, ha venido a esta ciudad con sn clero y sus nobles»: luego
agregó, sin preocuparse del carácter contradictorio de sus declara­
ciones: «Por todo lo cual. yo. León, pontífice de la sania Iglesia
romana, sin ser juzgado ni obligado por nadie, sino por un aelti de
espontánea voluntad, me purifico y me expurgo en vuestra presen­
cia. ante Dios que conoce mi conciencia, ante tos ángeles y ante el
bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, en cuya basílica
nos encomiamos, y declaro no haber perpetrado ni ordenado per­
petrar los actos criminales e infames que se me reprochan...» Por
mucho que dijera, aquello era aceptar como válida la intervención
del rey franco en aquel amito doloroso en que se discutía la digni­
dad de su \ ida privada y reconocer, prácticamente, a Cnrlomaguoel
derecha de presentarse en Roma como señor soberano.
Por una coincidencia, que posiblemente no fue casual, el mismo
día en que León 111 se sometía de esta manera yen presencia del rey
franco a la ceremonia de expurgatoria que se le exigia. llegaba a
Roma procedente de Jerusalén una delegación que traía a Carlos,
en nombre del patriarca, un (vexUlini o) estandarte y las llaves del
Sanio Sepulcro, del Calvario y de la misma Ciudad Santa. ^S im p le
signo de honor igual que cinco años antes el envío que le había
hecho el papa de las llaves de la «confesión de San Pedro» y de un
estandarte de Roma.4|n Pero la mención que se Italia en los oficiosos
Anules reales de estos dos presentes sucesivos y la exultación que
manifiesta Alalino sobre el segundo de ellos, en cuanto tiene noti­
cia del hecho.4,1 parecen indicarla importancia que se les concedió
entre los francos. Después de los homenajes de la cristiandad
romana, llegaban a Carlomagno los de los cristianos de Orienle.
Olios asuntos habían, mientras tanto, ocupado la atención de
Carlomagno. El autor de los Anuales reales habla de ellos en térmi­
nos enigmáticos. Dice que Carlos, una semana después de so lle­
gada a Roma (el 1 de diciembre), «reunió una asamblea para
exponer a todos las razones de su viaje y en lo sucesivo se dedicó

Abel y Stmson. t II. pag. 231


Puhl jxir Jaffe. Bihlúitlura rerum xem uw kttnlm , I IV p:igs. ,?7S-.T7ÍJ.
* ' Aunóles minies, arto SOU. pdg. 112.
M1>Aun ules n>j,ik.<. ,silo 7%, páy 4ís
Jl Corre*poixlriifin tic Alen ¡no. n.“ 2M. p jp 358. 1 26-2 7

107
diariamente a arreglar los asuntos que le habían llevado allí, Lntre
ellos, el más importante) ard no era el primeramente Ira lado: el exa­
men de los crímenes de que se acusaba al pontífice». ¿Cuáles
eran los oíros asuntos? I:.| analista no lo dice. Pero la rehabilitación
del papa ya era un hecho el 23 de dícjcmhre. y el campo quedaba
libre para realizar proyectos de diferente naturaleza, meditados por
el rey franco en el secreto de las deliberaciones que se venían reali­
zando desde hacía casi un mes.
Ahora bien, dos días después, el 25 de diciembre. Carlos regreso
a San Pedro con motivo de la fiesta de Navidad y antes de que se
celebrase el oficio, fue a inclinarse y a rezar ante la confesión del
principe de los apóstoles: en aquel momento y cuando el rey iba a
ponerse en pie. el papa León se acercó a él y le colocó en la cabeza
una corona, mientras que «el pueblo romano» elevaba por tres
veces la aclamación: ¡A C’oWos augusto, coronado por Dios, grande y
pacifico emperador de los romanos, vida p victorial! Después de esto
el Pontífice se arrodilló delante del nuevo augusto y lo adoró 411
como lo exigía el antiguo protocolo imperial inaugurarlo por Dio-
cleciano. " De esta manera, por un acto teatral silenciosamente
preparado en las semanas, o tal vez en los meses anteriores. Carlos
se encontraba de repente elevado a la dignidad de emperador
romano,
F.l propósito esencial que se quería lograr con tal acto y usando
un ceremonial calcado sobre el que efectivamente se seguía desde el
siglo V para la coronación de los emperadores bizantinos por el
patriarca dcConstantinopla.era.sin duda, el de aclarar la situación.
Hasta entonces, el único tirulo que en sus relaciones con el Sobe­
rano Pontífice y con sus súbditos había usado Carlomagno era el de
«patricio de los romanos»: pero ninguna de las prerrogativas que. al
socaire de tal titulo, honorífico en un principio, se había ido ¡irro­
gando podían justificarse en derecho. Cuando, por ejemplo, recla­
maba de los nuevos papas la inmediata notificación de haber sido
elegidos, usurpaba los poderes que, hasta mediados del siglo vm.
nunca dejaron de ejercer los «emperadores romanos» de Bizancio.
Pero desde entonces y por insensihles etapas, la situación se había
modificado a este respecto, hasta el punto que. mucho antes de la
Navidad del SOO. el rey franco ya se había apropiado con respecto al
papado, casi todas las prerrogativas anteriormente reconocidas

J r A unóla rayala, afia SUJO. j'Oy. 112


•o Rclnlu ilc « rilo oficial en los Aitiwlts novales, uflo SOI, prtg. 112: reíalo, poco
mas i> menos concordante, en el Líber pomifiinln, !. II. pájí. 1 (Vida de 1 crin 111.
cap :? |
HH Cf r.-Cli. Habue ‘■L'adorHlion d esem pcicuis el les origines de la persécultnn
de Dinclciicn». en la ftisue Histvnytir, I. CXXIH (l'tlGJ. pág. 220
:j| emperador. Los litigios a que habían dado Jugarlas relaciones de
las dos potencias en los días del papa Adriano, pusieron no obs­
tante. de manifiesto los inconvenientes de un estado de cosas tan
nial definido en el terreno jurídico. Sustituir el titulo ambiguo de
«patricio de los romanos» por el decisivo y claro de «emperador de
los romanos»: tal fue. ¡inte todo, el propósito de la ceremonia que
tuvo por escenario la iglesia de San Pedro el 25 de diciembre del arto
S00 y tilI fue el efecto que produjo, en un principio.cn los contempo­
ráneos Por eso. después de haber relatado e! acto de la coronación
aproximadamente en los mismos términos de que nosotros nos
hemos servido, el autor tic los Anales reales se limita a concluir lacó­
nicamente: «... y, abandonando su titulo de patricio, se llamó empe­
rador y augusto».
Después de la ceremonia —Carlomagno. como resultado de
clin, reemplazó efectivamente en los encabezamientos de sus
actas el título de «patricio de los romanos» por el de «emperador
augusto que gobierna el imperio romano»—, no se elevó ningún
canto triunfal ni ningún poema para celebrar el acontecimiento
pese a que nunca como entonces abundaron los poetas en la corle
franca. Apenas si Alcuino, en su correspondencia, se permite bre­
ves alusiones y cuando lo hace es para expresaron términos mesu­
rados la alegria que siente por la exaltación en dignidad {exaltalio).
el rey su señor y amigo, al que envía una carta de cariñosas feli­
citaciones: «Hendilo sea el Señor y bendita su misericordia hacia
sus servidores, por cuya prosperidad y salvación, ¡oh mi duco
David!, le ha conducido felizmente y llevado en medio de la paz, te
ha honrado y exaltado (honaravit el exultavit) ■>.Jl en osle caso la
ti nica alusión a la coronación imperial está resumida en estas sim­
ples palabras: el Señor «le ha exaltado» Por importante que haya
podido ser para sus contemporáneos la transformación política
realizada en la Navidad del arto KOO. hubo como una preconce­
bida discreción que posiblemente se explique por razones de
orden diplomático.
Recuérdese, en electo, la lamosa carta de Alcuino —con una
redacción de largo alcance— en donde enfrentaba la primacía de la
monarquía franca con el derrumbamiento del poderío imperial.Jl7
Las informaciones que. por entonces, tenían los occidentales —junio
del 799— de los acontecimientos de Oriente hacían pensar que la
aciitud de Irene destronando y condenando a ceguera a su hijo Cons­
tantino VI. habla realmente dejado vacante el imperio. Por eso,1

111 Alcuino, Ci)rre¡pondcneui. n 'n 2M v 2 IX.


/fíela, n ‘ 229 (septiembre y ocwhrc del SUII
411 V. ¿upru. | K M .

1(19
desde aproximadamente el 8U3. podían ser presentidos los hechos
como lo hacia un analista bajo la influencia de la corte carolingia:
«iConioya en el país de los griegos no había em perador y el poder imperial estaba
detentado por una mujer, pareció al mismo papa 1 ron igual que a lodos los Santos
Padres que entonces estaban reunidos en coneilio. asi como a todo el pueblo cris­
tiano. que convenía J a i el titulo de empcradoi ¡ti rey de los francos. Carlos, que tenía
en su poder la ciudad de Roma, residencia normal de los Cesares, y las demás ciuda­
des de Italia, ele la Galia y de G em ianía. Como Dios Todopoderoso tiabia querido
ponerlas todas ba jo su autoridad, parecía justo que, de acucidocon la dem anda del
pueblo cristiano, también él llevara el titulo imperial. No quiso Carlos réch a/at esta
dem anda, sino que sometiéndose humildemente a Dios, a la ve/, que al deseo expre­
sarlo |>oi los sacerdotes y pot el pueblo cristiano, recibid el titulo de ernperadoi con la
consagración del papa le ó n » ’ Jl<

Todo estotra tamo como decir: I 1 que la ausencia de un empera-


doi habla hecho indispensable la concesión del título a C'ariomagtio
para hacer frente a las necesidades del momento: 2", que. siendo ya
emperador de hecho, pareció legitimo atribuirle el titulo que coi res­
pondía a sus funciones reales, como había sucedido cincuenta artos
antes con respecto al titulo real de su padre Pipino. re\ de hecho
junio a un rey sin autoridad: 3.°. que la iniciativa de este cambio se
debía al clero, con el papa a la cabeza, y al pueblo, a cuyos deseos no
creyó conven ien le Cario magno oponerse. No era la primera \cz en la
historia, y no iba a ser la última, que un emperador aceptaba un ple­
biscito. y en apoyo de la tesis presentada de esta manera, podía ale­
garse la realidad del gran concilio previo del que habla un analista y
cuyas misteriosas deliberaciones, en lomo a los destinos de la cris­
tiandad. excitaban la curiosidad de Alcuino a comienzos del SOI,4I<>
Nosoiros creemos que seria en cierta manera ingenuo el tener
por exacta, en su conjunto, la icsis que acabamos de exponer. lT.v¿-
dentemente, es la consecuencia de un cuidado apologético que
explica, sin iluda, el deseo de suavizar las susceptibilidades del
gobierno bizantino, cuya reacción, ante los aconlrcimicnlos. parece
que fue. como podia preverse, muy hostil. Pero, en un aspecto esen­
cial, es» tesis recoge las explicaciones anteriormente proporciona­
das y destaca con más nitidez aiin el incontestable inlores que
habiu. en el año 800. en poner de acuerdo el derecho y la realidad,
confiriendo a Carlomngno el litulo imperial, por estimarse que las
circunstancias momentáneamente permitian disponer del mismo
sin peligro de levantar una oposición seria

UuiiiltS hiurc-h. eii. Pertz, pág. 'X; Cil. Kalz. pág, W.


J,‘’1 Alcuinu. Ojm-.s/wi<h'wia. n.1' -1S: (Tongo curiosidad |K>i sabor —escribe
Alctur.o u uno de los Padres del concilio, ¡i >u amigo el obispo Atu de Sul/hutgu— lo
que se ha decidido en una tan im pórtam e c. ilustre asamblea en cu an to s la salvación
de la Iglesia y él afianzam iento de la le católica. l'n a léum ón tan prolongada no
puede por menos s|ue haber sido ele gran provecho para el pueblo cristiano »

Iti
ill. Consecuencias de i a enai íacian
n r C areos ,\l Imperio

lina vez reconocido emperador, dispone Carlos en Roma de


una autoridad más terminante, en cuyo apoyo pueden ya invocarse
precedentes firmes. Ln principio desapareció todo equivoco: iradi-
cionalmeiue. el emperadores el soberano de Roma: allí habla como
seflory juzga como dueño, t i papa goza allí, por su parte.de] presti­
gio > de la autoridad adscritos a la sede de San Pedro, pero lia de
conformarse, en el ejercicio de sus funciones, con las reglas que,
desde lince siglos, ordenan las relaciones tic los dos poderes: no sólo
tiene que notificar su elección al emperador, sino que la costumbre
determina que su consagración esté subordinada a la aquiescencia
de este último: y esta regla será expresamente recordada ul morir
León III el año 816.J
Compárese la situación do Carlomagno en Roma en su primera
visita el año 774. con la que ocupa ahora al día siguiente de la coro­
nación imperial y aparecerá el contraste en toda su plenitud.
t i 774. después de comprometerse formalmente a no abusar de
aquel insigne favor. le permite el papa, excepcionalmente. el benefi­
cio de admitirle algunas Horas en la ciudad para que pueda practi­
car en ella sus devociones, t n lo sucesivo está en su casa y tiene en
ella las manos libres. Sin duda, no esperó liasla entonces para
actual, realmente, en las orillas del Tiber. con la misma desenvol­
tura, pero desde entonces puede decir que el derecho lo acompaña y
el pobre León III no estará en condiciones de poder contradecir
esto.
Pero aclarada en un sentido, la situación creada por la ceremo­
nia. que tuvo como escenario la iglesia de San Pedro en la Navidad
del año 800. planteaba problemas complicados tanto de orden exte­
rior como interior.
t n el exterior había que esperar una viva reacción por parte de
üi/.ancio, único depositario legitimo del poder imperial. Al inscribir
en el encabezamiento de sus actas el titulo de «emperador y augusto...
que gobernaba el Imperio romano»,4:1 el rey franco —que seguía
titulándose a la vez «rey de los francos y de los lombardos»— come­
tía una usurpación típica que ningún principe bizantino podía
dejai pasarsin proresta: no había tnásqueun Imperio romano,el de*Ili

Véase Artanita rojví/ís. ;tOO 816. |Mg I4-J.


La redacción lnú-era cm: hC.irlos, serenísimo nuguslu. cor una Jo ¡iui Dios,
uiande j pacifico em perador,qnc gobierna d im perio romano y. a la ve/, poi l.i miacr-
ncordi* do Dios. rey de tos Ituncos y Je los lom bardos->[C a n tlu s. s e n v is s lm u s <mguf-
inj, a l i t o to ro iia iu .i m a g n a s rt f x u iíicu.\ u n p sn ilo r . K o in o m im g n b e m n iis m tp r r iu in . ¡/ni el
[<tr m ú fr ic u n ita in i k ' i re* t r u n Coria» el l o n g a h t i n l n n im .}

Ili
los auténticos sucesores ele los Augustos y Constantinos, estableci­
dos líesele hacia mucho tiempo en las orillas del Bosforo)1los únicos
que legitímente podían apoyarse en la iTadieión romana. En efecto,
elevaron su protesta, ‘ y una de las más serias dificultades con las
que chocó el gobierno earolingio después del año S00, fue precisa­
mente la que produjo este inevitable conflicto.
Por el laclo franco se creta, o se fingía creer, que la exaltación de
Carlos al imperio era de una regularidad perfecta. ¿No había sido
proclamado emperador en territorio romano dentro de las formas
legales, según el protocolo antiguo que estaba en vigor y en un
momento en que el trono de los augustos se encontraba sin titular?
Porque a futes del año 800, tal como lo había destacado Alalino
antes de la coronación y como, después de ella, lo recuerdan los
analistas de Occidcme. ' Constantino VI. destronado por su madre
la emperatriz Irene, no tenia sucesor. Fs verdad que Irene pretendía
conservar para si el poder, pero aquello era una novedad escanda­
losa contra la que se protestaba incluso en Constanlinopla. Y. ade­
más, ya que Irene pretendía reinar ¿no se podía arreglar todo
recurriendo a la cómoda solución de un matrimonio entre los dos
rivales? IX* una vez. el antiguo Imperio romano hubiera sido
reconstituido de un extremo al otro del Mcdilcrránco en beneficio
de la pareja imperial Que se concibiera tal proyecto sólo nos lo dice
un cronista bizantino ,:s que. en más de un aspecto, es sospechoso:
por esto hay que dudar antes que creerle pero en realidad osla solu­
ción novelesca del problema de Oriente, si fue en verdad alishada.
se reveló impracticable, ya que. aun ames de que pudiera ser plan­
teada. un nuevo usurpador se había impuesto en Bizancio en la per­
sona del logotheles Niccforo. que pronto se consolidó sobre el
trono imperial. Hubo. pues, que negociar, sobre otras bases, un
acuerdo Asunto largo \ delicado del que no se piulo salir sin
esfuerzo.
La tensión llegó en mi principio a tal pumo entre los dos gobier­
nos de Aqtiisgrán y de Constanlinopla que se habló del inmediato
envió de un ejercito franco a Sicilia, entonces territorio bizantino, y
tas negociaciones prosiguieron cu medio de la trepidación de las
armas, para no terminar hasta el SI2. en los dias del sucesor de
Nicéforo, Miguel I Rangnbe. con un compromiso imperfecto por el
cual el emperadorde la «Nueva Roma» —la del Bosforo— coriseo-

i:- V éase J>tpru. pág. III


■s'1 Véase 'iipru. png. UW
Véase, sobre fcnU*. los .tr/ui.’is Luitmh., ed Penz. p.ig. 3S; cJ Katz. pag. -
El monje leófancs (Crónica. J7.V q ur escribía entre el arto 81U v c¡ RM
J-v' Véase, para el detalle. K G anshof. «Notes critiques sur Égiiihard, btograplic
deC hdilcm agnfrt.cn la Rc\vc I*¡ge <kphUvItrxicH d'hiilotrc. arto N y .p a g v 725-7?í
lía. finalmente, en no lunar en adelante. en su correspondencia,
como simple rey bárbaro a su colega tic la Roma antigua, sino califi­
carle de hermano, lo que era i educir todo ello a una simple cuestión
de protocolo y dejar sin solución el verdadero problema: el de la
coexistencia de dos emperadores y el de sus relaciones mutuas en
los limites del antiguo imperio romano
1 a misma ambigüedad se mantenía en el plano interno. ¿Se ads­
cribía una autoridad nueva al nuevo titulo que recibía Carlomagno?
Parece que ni siquiera se hizo esta piegunta. También en esto todo
quedó en el aspecto protocolario; se exigió a lodos un nuevo jura­
mento de fidelidad al soberano en sil calidad de emperador, ya que
los juramentos anteriores sólo se referían a él como rey.J- En lo
demás, no se produjo cambio alguno. 1al vez pensó Carlos en reali­
zar reformas después tic *u elevación a la dignidad imperial;
durante algún tiempo se abstuvo de toda operación militar y estu­
dió el año 802. con sus nobles del orden laico y del eclesiástico, la
revisión y nueva reducción de las /o w en uso, asi como la codifica­
ción de los textos canónicos \ disciplinarios que interesaban a la
vida religiosa; v pero los resultados de esta actividad parece que
fueron mediocres y nada revela, en las capitulares promulgadas
entonces o durante los años siguientes sobre estas materias, que
existiera una nueva concepción directriz; como emperador. C arlos
proseguía, sin más, la obra comenzada antes vid año 800
¿Cuál es, al menos, el destino que columbra para ese «imperio
romano» parcialmente reconstituido en su provecho? Hay que
declarar que. una vez más. todo quedó incierto o mejor dicho, que,
todo sucedió como si ( arlos considerase el imperio como una reali­
zación momentánea, llamada a desaparecer con c! mismo. En
efecto, a comienzos del 80(\ promulga un acta para regular su suce­
sión en caso de fallecimiento, y este documento il" demuestra que en
aquella lecha, de acuerdo con las viejas costumbres francas, cree
inevitable el fracciona miento dei conjunto territorial reunido bajo
su autoridad. Después de dar gracias al Todopoderoso, poi haberle
concedido tres hijos legítimos. Carlos. Pipino y Luis, expresa el
doble deseo de verlos, en tamo que el viva, conjuntamente asocia­
dos a su poder y el de transmitirles la totalidad de sus Estados des­
pués de su muerte. Sin embargo, deseoso, dcelaia. de evitar toda
confusión y desorden, ha de precisar por adelantado el lote que
entonces ha de ser atribuido a cada uno de ellos. De su «imperio o

Capnul. l i n.' J 3 1cornil tizo* del ¡ifio *02).i,n pig- ‘*-


Aiwa!f f royala. artos XUl-WJi,
l:* Capilul. L I. J6-.tR (K02). páj»v 105-11i.
Capiuil. i. I. n - 43. pags, 126-130

ID
reino» hace. pues, tres parles que comprenden; una. la Aquilanin. la
Gascuña, la Scplimania. la Provenza y la «Borgoña» occidental; la
segunda. Ilalia. Naviera y la Alamania oriental: la tercera, iodo lo
demás. Este úllimo grupo territorial, el más importante porque
incluía el viejo pais Tranco —Fronda, como se decía entonces—,
estaba reservado al primogénito Carlos, mientras el primero se asig­
naba a Luis y el segundo a Pipino. El emperador estipula que cada
uno de sus tres hijos deberá «contentarse con su pane» y asegurar su
defensa, sin intentar nada sobre los territorios de sus hermanos con
los que. espera el emperador, ha de vivir en «paz j c a r i d a d » , lo
que conlleva deberes de mutua asistencia en caso de grave amenaza
para la seguridad de cualquiera de ellos Así también, en virtud del
artículo 6. los tres hermanos se comprometen expresamente a pres­
tarse socorro unos a otros contra los enemigos de fueran de dentro, y
el articulo .1 dispone facilidades de paso a través de los Alpes para
cada uno de los tres hermanos, a fin de prevenir cualquier peligro
que pudiera amenazar a Pipino. Pero el articulo ft estipula, igual­
mente. que los tres hermanos se abstendrán de toda intervención en
los asuntos del vecino.y varios artículos (los 10. 11 y 12) se dirigen a
eslableccrv mantener una estricta separación entre los tres futuros
reinos, tanto en lo que se relaciona con los bienes privados como en
lo relativo a los vínculos personales de recomendación y fidelidad.
Sobre un solo punto espera el emperador de sus hijos, después
de su muerte, tina política comüti: por el articulo 15. al evocar su
propia ejemplo, el de su padre y el de su abuelo, les exhorta a «ase
gurar todos juntos la defensa de la Iglesia de San Pedro (es decir, el
papado)... y procurar que se le haga justicia». Más aún. todas las dis­
posiciones tomadas por el emperador suponen la nipiuia definitiva
de la unidad después de su muerte. Se mantiene intacta la costum­
bre franca de los repartos territoriales, no sólo en lo inmediato, sino
aun en el caso de nuevas eventualidades; fallecimiento de uno o de
otro de los hijos, nacimiento de nietos en estado o no de suceder a
los tallecidos (artículos -4y 5). Sin duda. Carlos tiene plena concien­
cia de la necesidad de salvaguardar sin limitación alguna, mientras
él vive.Su poder absoluto sobre el conjunto del imperio (articulo 20):
pero, una vez que él huya muerto, aquel imperio está llamado a
desaparecer y la unión de sus herederos se reducirá a lo que su
buena voluntad reciproca permita (artículos M y 16).
De las nuevas perspectivas abiertas por la coronación del ano
8t)0 no subsiste mucho, como se ve. menos de seis años después de
aquel acontecimiento. Parece que el imperio no sea sino una apoteo­
sis personal de Carlomagno. apoteosis cuya duración está limitada

‘ ' 1 ¡tifia, preám bulo* ii ráculo.. I a t


por su misma vida personal. Y. sin embargo, la muer le prematura de
sus dos Hijos mayores, fallecidos con escaso intervalo el uno del
oiro.433antes de que el mismo descienda a la lumba. va a tener como
imprevista consecuencia la de que. el imperio fundado el año 800 en
la inccrtidumhre y el equivoco, no sólo sobreviva a las circunstan­
cias que le hicieron nacer, sino que. sin conservar nada de lo que
hubiera podido ofrecer por un momento la ilusión de un renaci­
miento de la Roma antigua, adquiera, poco a paco, la forma de un
organismo original, ese organismo que llamamos Imperio caroiin-
gio y que. durante cerca de un siglo, dominan! sobre la bu ropa
occidental.

J ': Pi pino. c| I de julio del arta VIU: Cario;, en diciembre del SJI. Víase Bohnu-f-
Mnhlliachcr. n.u* 467a y 51 Sa.

115
CAPÍTULO VI

ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y ADMINISTRATIVA

I. T e r r it o r io s

¿Dominada por los Trancos, forma ya ia Europa occidental un


todo coherente? A primera vista hay que dudarlo. El reino franco
fue constantemente aumentando por medio de la conquista, pero
las poblaciones que su fue anexionando han consenado su fisono­
mía propia, sus costumbres, sus leyes y. en más de un caso, una parte
de su individualidad polílica.
El particularismo étnico, como se ve. todavía opone er muchas
comarcas, aun en la üalia. vigorosa resistencia a todas las tentativas
íle asimilación.
No hablemos de Bretaña. que. con su población céltica, su clero,
dotado de una organización que no tiene analogía con ninguna otra
del continente, y sus miilfipes condados o ducados nacionales,
jamas habia sido aún incorporada a los territorios francos. Todo lo
que pudo conseguir Carlomagno. después de dos duras campañas
en 786 y 7l)y. fueron promesas de fidelidad, de las que ya dijim os4J]
lo que podía esperarse.
Pero hay, en el otro extremo de la Galia. una provincia a la que
no ha privado de su libertad el hecho de que haya sido incorporada
teóricamente a la monarquía franca: la Gascuña. A diferencia de la
península armoricana. fue considerada como parte integrante del
Imperio, y en 806 figura entre los territorios que Carlomagno señala
para ser repartidos después de su muerte.J1J Comprendía a la vez
nuestra Gascuña y los países vascos actuales, ya que. como se sabe,
las palabras vasco y gascón no son sino dos formas de un mismo

433 Véase supra. pag, 78.


J,J Cüpilul.. I 1. ii.*' 45. arl. 4. pág 128.

117
nombre (en líilin. wsto). Habitada dicha región por un antiguo pue­
blo de raza ibérica que por la lengua, las costumbres y hasta el
vestido— una camisa de anchas mangas, calzones amplios y un
cono manto redondo4''— se diferenciaba de los habitantes de las
regiones más septentrionales, fue necesario realizar prolongados y
sangrientos esfuerzos para conducirlo, primera. a pagar tributo y
linal mente, en los días de C arlomagno. a reconocer la autoridad del
rey franco.
Aquella provincia había logrado conservar un duque nacional
cuya fidelidad brillaba por su ausencia y ha jo cuya dirección el país
siempre estaba dispuesto a rebelarse t i episodio de Roncesvallcs
no fue. a este respecto, sino un ejemplo entre muchos. Aún en el año
813. unas semanas antes de la muerte de C arlomagno. los gascones
intentaban, igual que en el 778. sorprender un ejército franco a su
paso pot los desfiladeros pirenaicos.
Desde el Garantí al I oirá y desde el Océano a los montes Ceven-
nes. el conjunto de los territorios que entonces constituían la Aqui-
tania llevaba el sello de un pasado que hacia difícil la asimilación
completa a las otras provincias francas: por mucho tiempo Aquila-
nia vino a ser como una especie de zona de explotación que los reyes
francos se repartían como botín. Orgullosos de la cultura que les
había dado Roma, los habitantes detestaban la grosería de los con­
quistadores bárbaros y se defendían indómitamente contra sus
empresas, ti rey Uttgoberto había intentado atraerlos haciendo de
su país, el año 629. un reino apune, aunque subordinado a su autori­
dad suprema, en benelieio de su hermano Cariberlo. Pera este
murió el 6.12. y con él desapareció el reino aquilano. Desde enton­
ces, la Aquitania fue recuperando poco a poco su libertad de actua­
ción A fines del siglo vil. tenia un duque elegido de entre su
población y del que los merovingios acababan de obtener que reco­
nociera su soberanía. Carlos Martcl y Pipinoe/Bn'w tuvieron que ii
a imponérsela con las armas en la mano, hasta que. en el 768, al
sucumbir el duque Waifredo después de ocho años de lucha si cuar­
tel. se pudo, al fin. procederá la instalación de funcionarios francos
en el interior del país.4,1
A pesar de todo.se mantuvo tan vigoroso el particularismo aqui-
laro que no más tarde del año 781, e inspirándose lal vez en el ejem­
plo de Dagoherto. había Carlomagno juzgado oportuno reconstituir

115 \s i los describe aun. algunos años después de Ij muerte de Cnr’tnn.igno, el


biógrafo de Ludowcu t’iú llam ado el Asln'imimu ít rfi. Mudoriai en su capitulo IV.
(Sobre los vascos o vasetmes puede verse Sánchez Albornoz, op til supra. lom o III.
fi/Mim.) |'t )
Véase Küpru. p.ie. 76
4,1 Véase supro, pág. 48

118
¡lili un reino subordinado y con fiar su gobierno, bajo su alta autori­
dad, a su hija Luis. ,3s<’.No podía tenerse ;i ésto poraquilano cuando
la casualidad le había hecho nacer un poco ameslel verano del 778)
en Pnitou, durame uno de los desplazamientos de su padre?4,3
Parece que Carlomagno quiso halagare! amor propio de las pobla­
ciones meridionales al ordenar que el niño lucra vestido a la
manera de los gascones que. sin duda, se seguía conservando en una
parte de Aqtiitania.4+1 al concederle el titulo de «rey do los aquila-
nos» Ovx A(/ntKinoniniJ y al prescribir la constitución de una corte
real parecida a lasuva propia, con una jerarquía semejante de gran­
des oficiales, una cancillería expidiendo actas redactadas en la
misma forma solemne que las suyas, y oficinas para acuñar mone­
das con el nombre del joven principe. 1,11 lodo estaba concebido
para produciren los aquitanos la ilusión de una sem¡autonomía, 'i
en realidad, la combinación era viable ya que no sólo se mantendría
basta la muerte de Carlomagno. sino que iba a sobreviví ríe.
Cn el territorio germánico tuvo Ka viera un régimen que pre­
sentaba algunas analogías con el de Aquilania Aunque desde el
siglo vi dependían del reino franco, los bávaros se habían mos­
trado también refractarios a toda asimilación; conservaban su
derecho <la «ley de los bávaros») y sus duques nacionales de la
vieja familia de los Agiloliingos. Hn el siglo vil llegaron éstos a
rechazar, casi por completo, la hegemonía franca. Dos campañas
de Carlos Míirtcl. el 725 y el 728.^ no lograron de manera durable
abatir su espíritu de independencia, ya que, treinta y cinco años
después, su duque Tassilon se alzaba de nuevo, como hemos vis­
to,44í rehusaba todo concurso militai al rey franco y se conducia
como principe independiente, no lechando ya sus actas sino pol­
los años de su propio reinado en Baviera. Sabido es lo que siguió; 1,1
obligación de prestar juramento de fidelidad a Carlomagno el 781.
luego, una nueva rebelión, después de la cual tuvo que renunciar
en favor de los carolingius a todos sus derechos, tanto los persona­
les como los de sus herederos.
Pero aunque ya no había duque de los bávaros, Baviera subsis­
tía No atreviéndose a destruir su unidad. Carlomagno se limito a
sustituir a los Agiloliingos por un gobernador de alio rango, su
cuñado Gemido que. con el titulo de duque o «prefecto de Baviera»

CT Abel \ SiniSon. I. 1 p.ig. V)7; Aü/ias. prtjrv 3-21.


**• Róhmcr-Míihlbflchcr, n." 515ü,
11,1 t i Astrónomo, Cap. a
111 Abel y Simsoa, L 1. prtgs. 19S-?‘)9.
u : Bfíhnur-M nhlbachcr, n. " 37c y 38u
i41 Vcnsc sttpra. ¡'ó¡j, «1<j,
144 V cum: ( ’jp. llt |ll), uipra
(pmeftxius liaioariae), recibió la misión de administrar iodo el
ducado cuyos límites siguieron siendo exactamente los mism os.145
1 sie régimen se maniuvo después de la muerte de Geroldo (7Ó9).
con la sola reserva de que el prefet'U) fue desde entonces reempla­
zado por un directorio de dos pmefeeli Btiioariae. que aculaban
conjuntamente Haciera iba a conservar mucho tiempo aún su indi­
vidualidad: uno de los primeros cuidados de Ludovico Pió va a ser
confiar su gobierno a uno de sus hijos, concediéndolo, con el titulo
de «rey de los hávaros», "* las mismas prorrogad vas \ la misma
autonomía que al «rey de los aquitanos». No hay que decir que
Bavicra estaba sometida de la misma manera que Aquiiania o Gas-
curta a) régimen común
A ese régi men escapaba, más claramente todavía, Italia, l.as par­
tes del territorio que otrora estaban bajo el dominio de los Astolfosy
de los Desiderios, nunca perdieron su carácter de reino distinto. t:n
la enumeración de sus títulos, nunca deja de hacer figurar Carlo-
mngno el de «reyde los lombardos».y no sólo las leyes lomba rilas se
mantuvieron en vigor, sino que se admitía, por lo general, que las
capitulares promulgadas para lodo el Imperio podian ser objeto
de variantes para adaptar su contenido a la costumbre especial de
«Lonibardía». Igual que en Aquitania. el gobierno del reino fue
confiado desde el año 78! a un príncipe de la esrirpe caroliligia
ba jo la autoridad del jefe de la casa real: a Pipino, hi jo segundo de
Cailomagno y primer titular del cargo, sucedió el año 813. por
voluntad del emperador, el propio hijo de Pipino llamado Uer-
narílo. M* Inútil decir que se irataba de un reino ficlicin. pero .se
salvaban las apariencias: el reyde los lombardos tenia sil corle.su
personal administran vo. su diplomacia, y levemos negociar direc­
tamente con Hi/aucio. aunque no haga sino ejecuta! las órdenes
que recibe de Aquisgrán,J+* Llega hasta a promulgar capitu­
lares. 4W
Los ducados lombardos del mediodía peninsular siguen, como
antes de la conquista franca, manteniéndose al margen de la autori­
dad de los reyes de Pav¡3. t i duque de Bencvento consiguió, final­
mente. salvaguardar su independencia, aunque reconociendo la
soberanía cnrolingia y sometiéndose a pagar nn tributo; el de Spo-

4I- Véase Clip. III. utpra.


^ Hohmi-r-Muhltmchcr, n ." oJ1)» \ IJüftr.
4-1 Tal fue.al menos, el caso de la capiHilardel 77<J. IId iiu í Iii i!e I Icrslul {Ctipniií
1.1 n.- 20) si es ijue el tcxioquc «parece en los mauuseriiits imítanos c? clcctivnnvr.ic
el ile til redacción oficial
44* Hüluner-MOlilbadii-r, n.,M '!?/> y 515c
u i Véase Alie! s Simson. I I, p.igí 2SX-3S-I y piisxiw
Cupuul i I n.«<»|,<W.VS. Iltfl. 102

l?.l)
Icio quedó en situación análoga a la do I assilon «lo ña viera unios de
su postrera rebelión: su ducado forma parto, en teoría, del Imperio
carolingio, pero sigue gobernado al estilo lombardo y por lom­
bardos. m
Atravesando la península, desde la desembocadura del I iheral
A driático, el listado pontificio, o. según la expresión entonces
corriente, la «república de San Pedro», conservaba igualmente un
régimen político y administrativo distinto, con tina población
sometida en su mayoría al derecho romano y gobernada en nombre
del papa por funcionarios pontificios, Carloinagno no tuvo
escrúpulo en intervenir constantemente en esc Estado. Pero ¿estaba
ulli en territorio del Imperio1’ l.ste punto quedó, parece que inten­
cionadamente. en la penumbra.
Había, filialmente, dentro de los limites del Imperio carolingio,
territorios Je reciente, o relativamente reciente, adquisición, como
Frisia > Sajorna, en donde se mantendrán mucho tiempo, pese a
roclos los esfuerzos violentos o pacíficos que se hagan, el recuerdo
nostálgico de una independencia que no había cedido sino ante la
presión de las armas y fuertes tradiciones nacionales,contra las que
se romperán todas las voluntades adversas. Además, el hecho de
que los francos no hubieran jamás, antes de aquel momento, ira-
lado de someter al país conquistado a una legislación uniforme y
que cada pueblo, y hasta cada uno de los individuos que lo compo­
nían. conservara por doquier y constantemente su estatuto jurídico
original, no podía menos que contribuir intensamente, aun en los
países de antigua adquisición, a conservar cierto particularismo. 1.1
franco salió vivía bajo el régimen de la ley sálica: el ripuario. bajo la
ley ripuaria: d frison dependía de la ley friso na; el sajón, el búcaro,
el lombardo, el burgondo. el romano, cada uno dependía de su ley
propia Sm duda, se trataba de estatuios personales, independientes
del lugar de residencia: peto, en todas las comarcas anexionadas
recientemente y en todas aquellas donde el fondo tic la población se
sostenía homogéneo, los límites étnicos señalaban, agm™ moda, el
campo de aplicación principal de cada legislación. Esta regulaba,
en la práctica, la vida cotidiana de la mayoría de los habitantes:
mayoría Je edad, régimen matrimonial, derecho sucesorio, penali­
dades diferentes de un código con respecto a otro y. como conse­
cuencia. Je cada uno de los grupos étnicos. I,a impresión de
diversidad, que. a primera vista, produce el imperio de t'arlomagno
se encuentra, con todo esto, reforzada.

J<' Sobre ivios .liiL-icIns. \é,i>e R PoilpürJiil. L ts prixc¡piililéf lninhiir,lt.i <«. Vi


ilc lo Bibltúgial'ú).
Ií; I I’ L. DuilieMie. End poHti/lui!. Cap IX

lél
II. A d m in ist r a c ió n u .m a j

Sin embargo, osla diversidad no impide a esie imperio constituir


realmente un lodo, Por mucho que varíen los códigos, por sacrifi­
cios que se hagan en favor de las aspiraciones particulares de algu­
nos de los territorios conquistados, por doquier, aun cuando se
conservaran provisionalmente duques nacionales, funcionarios
faenados en los sistemas francos y seleccionados por el rey carolin-
gio aseguran la marcha de los sem ejos.4'1
Ll principal do estos funcionarios es el conde, llamado comes en
latín clásico ygrn/(latinizado engra/ro/. en lengua germánica. Cons­
tituye el piñón esencial del engranaje administrativo: por eso lo
elige cuidadosamente el emperador. Preferentemente es hijo de una
noble familia franca o. ni menos, ausirasiana,4Meducado y formado
en la corte, Bl emperador no lo designa sin conocimiento de causa.
Su campo de acción es el condado (comitatus) que también se deno­
mina {Higas (de donde procede nuestra palabra país) y gnu en lengua
germánica I lay condes de un extremo a otro del I mperio dondecsta
práctica pudo generalizarse m ás fácilmente cuanto ya era usada en
muchos países germánicos ames de la conquista franca, especial­
mente entre los lombardos, F.l total de los condados entre los que se
reparte la administración imperial alcanza varios centenares. J' : La
extensión de cada uno es variable y depende de la densidad de
población. Los habla más extensos que algunas de nuestras provin­
cias y otros cuya superficie no sobrepasaba la de un termino judicial
de nuestros dias,
I I conde represalia al emperador eu la plenitud de sus atribu­
ciones administrativas: publica capitulares y todas las actas impe­
riales cuya ejecución debe vigilar, percibe los impuestos, dirige las
obras publicas (conservación o construcción de caminos y puentes
\ todos los restantes irabajos edilicios). vela por el mantenimiento
del orden, administra la justicia, recluta y acaudilla los contingentes
militares y. finalmente —por limitarnos sólo a lo esencial—, recibe
los juramentos de fidelidad de los sühditos. Revocable od nuium.

,?l Para cnanto concierne.! I.i administración locnl, liay que refirm e, en per.cral
<i luí guindes ut'rjc que traían de-las instituciones cnriilliijáus. p¡ mcipjíinentc las ilt
Wiiiw f ustel Ce Ciml.tnges \ firur.uer. cilud.» en mieslr.i hiMíngrufia.
JM Cf R t'oup.irriin, l e s g ra n d e * fitm ü te s i.n u t r e n . Monje ,1c S«n Ciall. «Oe»lj
karoli M acni». pul\ oí*. los.l/ow C erní, serie de los Scuptoies. l i l i IJo mío ver. 1S24, in­
folio) «traed. por Ph. Jafle en el l IVde su «Biblioteca rerum gennanicaruni IBerlín
ISO"1, in-Js’1): oirn ed Porl . Vtevcr wjn Knonmi.cn sus «Si. Gnllische Gcschicliisque-
lien», l. VI
Véase s.j nonieticlalili'a en A. ln n p n u n . Atlas, l.onjpion. A <Alias histonque
de la Frunce slcpuis t'csn r jusqu n nos jones», sólo se -dim Iti primera parle ipaiis.
ISS4-l90f ¡alus m-lblio y I vol m-K.' mayor)

I '•»
puede también .ser trasladado a voluntad del emperador: pero las
dtísliiliciones y los cambios se producen rara vez; el mismo conde
puede permanecer en la misma circunscripción, quince, veinte,
uvinia a dos; 45<>lees permitido en ella adquirir bienes y. en contra de
lo que se dice a veces, sucede que. desde esta época que nos ocupa,
los miembros de su familia, en particular su hijo o su yerno, le suce­
den en el caigo. También excepcional mente puede un mismo conde
regir varios condados. Pem lo normal es que sólo administre uno a
la vez.
En iodo momento el conde se mantiene en intima dependencia
del soberano al que debe el cargo y los bienes que a éste están adscri­
tos. pues no teniendo sueldo no percibe otra remuneración, lucra de
lo casual —constituido por un porcentaje determinado sobre los
producios de la administración de justicia 4V y las contribuciones
recaudadas por él— que la tenia de las tierras y de las abadías que.
sin perjuicio del carácter religioso de estas últimas, le son asigna­
das normalmente a cambio de sus servicios: en los limites ele su
condado,
Si un conde comete alguna libertad que se juzga reprensible, se
expone no solo a perder su cargo, sino también todo lo que lormu su
complemento y hasta, a veces, sus bienes personales; esto sucederá
más Je umi vez durante el reinado de Ludovico Pío
Además, el emperador sabe limitar la iniciativa que concede a
sus agentes, por el env io de instrucciones escritas o verbales, por la
obligación que les impone Je solicitarlas en casos dificultosos y.
sobre todo, por la de ir a la corte a dar cuenta y llevar justificaciones
completas de su actividad, por lo menos una vez al año. al reunirse
la «asamblea general» Sabe, también, informarse sobie su admi­
nistración las quejas de que se hace cargo su tribunal, las inspeccio­
nes de los wiimi', el más o menos discreto control que ejerce el obispo
en cada condado por la fuerza de las cosas, sobre los actos de los
fucionarios civiles a cuyo lado está colocado, son para el soberano
preciosas fuentes de información que no Jeja de tener en cuenta
El conde tenia un delegado oficial: el vizconde(vicecomes). que él
mismo elegía y cuyo nombramiento proponía a la aceptación del
em perador.B ajo sus órdenes bahía además otros diversos cmplea-

tu e s to ye» lo que síguem e remito <1los resultados a que me llevo» mi mvfsti-


g..ijión itiiciudii miles del 1940.1.i pendida de mis r.olus. destruidas o ro ta d a s jun io
sor mi biblioteca por los alem anes, me obliga a aplazar su publicación, filtre los
documentos mas significativos h.iv que señalar ios «Jeta Suiza Alaren nica t del.i Sii.i
bin. porque obligan ti rrsisar tus nociones c o m e n to en cm.i materia
11 Véase págs. líb-151
Sobre el vizconde, véa se el detallado estudio de \V Siekcl Oolrfliiki\. i< iiiv,n
" ih m (f>irashuriw, tOtM-lWx. Ihsc In-4.4].
dos a cuya cabeza estaban los vitarlos (vicaríi). cada uno de ellos
encargado de administrar una parlcdel condado, la vivaría (vit aria)
Dos palabras que serán incorporadas a nuestra lengua, como iredo-
res o magistrados, y,-rilarías o magistraturas. También se designaba la
vicaria con el nombre de centena (centena), y al s icario con el Je cen­
tenario (centenarias), ya se trale de dos instituciones originalmente
distintas, como opinan algunos historiadores, que después se run­
dieron. ya que esta terminología dual se relicta simplemente a cos­
tumbres regionales diversas, como inclinan a creer numerosos
documentos. Sea como sea. los vicarios, igual que los vizcondes y los
empleados subalternos del condado, parece que eran designados
por el conde > estaban bajo su dependencia directa. Sus atribucio­
nes abarcaban, como las suyas, todos los aspectos de la vida admi­
nistrativa, pero en un cuadro territorial más reducido v con la
diferencia progresiva, según su categoría, tspccialmente en el
terreno de la administración dejuslieia.su competencia se limita a
las causas llamadas menores (minores), y varias capitulares de los pri­
meros arios del siglo IX. de las que hablaremos después, precisan lo
que ha de entenderse poi lales.
Con los representantes del poder civil hay que relacionarlos del
poder eclesiástico, tic los que no es posible prescindir cuando se
expone el conjunto de un Lstado en el que el elemento civil y el reli­
gioso.como veremos más adelante.están indisolublemente vincula­
dos. r.l obispo, cuya diócesis suele lenet los mismos limites que el
condado, ya que corresponde como este al territorio de la antigua
rimas romana, no es. settsu sirictu. sino un funcionario imperial, y
uno de los mas útiles instrumentos de la política unificndoia y cen­
tralista del soberano, ya que como la religión cristiana se establece,
en principio, por doquier penetra la dominación franca, no hay
comarca en el Impctto en donde los obispos no desempeñen un
activo papel en beneficio de la causa franca. La manera en que son
designados.como veremos.19los convierte en criaturas del empera­
dor. que se apoyaen ellos v los utiliza como verdaderos agentes de la
autoridad pública: el soberano controla sus actos, los dirige instruc­
ciones como si se tratase de condes, les encarga publicar sus capitu­
lares y velar por su ejecución cuando contienen asuntos eclesiásticos:
les hace llamary exige su presencia en las grandes asambleas; final-
lítenle, a través de ellos, actúa sobre el clero inferior, cuya acción
puede de esta manera estar dirigida según sus propósitos.
Pm sencilla que fuera la organización administiativa peligraría
con descomponerse y seguir imperfectamente los impulsos de la
autoridad central, si ésta no dispusiera de solícitos inspectores capa-

J1" r. Vil. Suptu

\:a
ces ile hacer respetar de tin extremo al otro del territorio las consig­
nas <lel soberano. l-stos inspectores fueron los missi Jominici o
«enviados ilcl señora que anualmente recorren el Imperio en
todas direcciones.■“
Ya los inerovingios habían, a veces, utilizado enviados de esta
clase. A fines del reinado de i urlomaeno. este servicio se había
generalizado, si que los niissi formaran propiamente una dase de
funcionarios distintos de los que hemos enumerado. Reclutados
excepcional mente entre los abades y. más comúnmente, cutre los
condes en activo y entre los obispos, sus funciones de inspectores
\ en tan a añadirse a las que ya tenían > que no dejaban de ejercer
Sus misiones son. además, tan sólo temporales y. aun a finales del
reinado, cuando se hicieron más frecuentes sus recorridos, no les
ocupan sino unas cuantas semanas cada uño. Viainban de dos en
dos —conde y obispo o conde) abad— y provistos de instrucciones
del emperador: visitaban el conjunto de condados (en total unos
seis u más) que formaba la zona objeto de la inspección, o missúli-
aun. que les había sido asignada. A veces sucedía que iban más de
dos a inspeccionar un solo inissaiicnm. pero en todo caso siempre se
pareaban condes y obispos o abades para realizar la tarea que exi­
gía. en efecto, la doble y alternada competencia de laicos o de ecle­
siásticos,
En efecto, su inspección abarcaba variados aspectos: gestión de
los funcionarios de todas las categorías y rangos, observancia de las
capitulares y de las prescripciones de los concilios, semencias dicta­
das por los tribunales locales, quejas formuladas contra los condes
o sus subalternos, publicación de las medidas decretadas por el
gobierno superior, recepción de juramentos de fidelidad cuando un
cambio de soberano obligaba a renovarlos, etc. Si se quiere compre-
den el campo reservado a su control véase el texto de una circular
que a comienzos del siglo tx dirigieron cuatro de ellas a cada uno de
los condes cuya circunscripción se disponían a visitar:

“Os enviamos cíi .i cuna jeiiii oroenntos. en mimbre tlcl rniprnuJar. y rogaros
:n.- ■iccidnnteitu: pul nuestra parte, que os esforcéis en cumplí! coh ludis-s tus obliga-
dones que ús culi ciernen, u n to en lo que lespeeln al m in u te Diosceni:) al servicio ilr
nuestro señor v .1 la salvación \ cuidada del p-achlocrislinno Va qm nuestro seiloi
ni's luí encomendado, lo tnÍMTitsque n iodos los demás imvií. presentarlo a mediados
de abril un informe ex ¡ICIO soluc tn ibtm a un que se hun ciimplidu en itl reino las
oidencs que esios últimos ¡nías hizo irensmiiir por sus <ms pues esii do-eoso di
iceom pcnsji dipiiuiileiile a los que se lino cedido a ellas i reprender culi dureza
coinoltiir.erceen.il lasque r.o lo lian licctiousi... Os in slam rsa repasar m k sii .is Capí-

Sobre ellos, ver el estudio lundam ental de V Krause. "('.igescltiihlc de\ Mis si
doniinki». =n U>\ .\lM alunxin Jet fnslittH.sfiirutrcmtchr.tríeí i<sihiela-.Vori hi<ny.\ \ l
livJiH. págs Ifi y sil’'.

121
lu íales a íísn u la r Lis instrucciones resbales que se ns fiiciciuu y a desplegar,
pura aplicarlas, curt lal celo qtir podáis ser recompensados por ello, mniu imr Dio*
como poi uucsiio se lio r el gran emperador.
l)s crcarcceiuJs. pues, anle lodo y os leeiutietisl.linos ubudecvi puiuo.iliticutc y
exigir de vuestros empleados y Je v-joxltus .ulniinisirailos. exacta obediencia a lj<
órdenes de '• ucsiro obispo en kulo aquello que se relaciona con su ministerio Dedi­
caos a iiiauieuci iorlos los derechos del em perador la I como os ha sido precisados por
escrito y verhalmcnlc. pues luis responsable Je ellos. Miieed píen.i. convela yequiia-
tiv.imcnk justicia u las iglesias, a las vindas, a los huertanos y u todos. sin liaudc, sin
corrupción, sin renuencia o con plazos abusivos y velad para que iodos vuestros
I
subordinados hagan lo mismo, si queréis que Dios y m iento sertor os recompensen
Si enfrentáis actos de tebclilla o desobediencia, si hnv quien se niegue a aceptar luí
decisiones que dictéis en conformitlad con la ley n :a justicia, lomad n o u de ello i
ad venirnos ya inm ediatam ente si es ingente, ya a uuesiio paso, a lin de que demos
aviso de acuerdo con las instrucciones que heñios recibido de mi es Lio sélluí, No vaci­
léis. si es que os queda alguna duda sobre el sentido de un pasaje de es le mandj.
miento cu enviam os ingentemente a uno de vucstios tupresemaliles que sea cnpj/
de darse cuenta de nucslras explicaciones a luí de que podáisccunpredcr 1odo v.cun
1.1 ayuda de Dios, cum plir con iodo.
Poned atención, sobre lodo, en que ni a vos ni a vuestros sulvirdinadm se ns sor­
prenda y digáis alas partes interesadas, ccui la idea de burlar n ictrasar rl ejercicio de
la ius.lie.fii* ¡Callaos hasta que hayan pasado los moa. después loaircglaiemos entre
nosotros' Por el contrario. dedicaos » imprimir celeridad en iu/eai los asuntos pen­
dientes con anterioridad a nuestra llegada ya que si cometéis algún engatíllele cita
clase o si pul negligencia u malicia ictiasáisla marcha de la justicia hasta nuestra Hí­
gada. r l.id seguro de que remiden.,r contra ios un seveio ¡iilVirule
• I cc.J y releed c«in carta vcnserv.iríln bien, para que sirva de kslutniuio cuite vos
y uusostros.»,lf’'

I sia circular demuestra hasta qué punLti cuidaba el emperador


de nianienorcn alona consumió a sus funcionarios) cómo esperaba
realizar, por medio de sus missi. la unidad de dirección guberna­
mental. l.os missi so hacían cargo, durante sus viajes, de lo« casos en
litigio que debían sentenciar poi sí mismos o enviai inmediata*
mente al soberano para su examen: cuestiones relacionadas con el
procodimienlo. los (¡lulos de propiedad, el estatuio personal tic los
libros y do los no libres, la validez de las acias, ele. Do lodas matu­
ras. los problemas planteados, complicados por la diversidad de
códigos, reclamaban una compciencta amplia y eran cxpciienci.ide
los asuntos,
La luboi encomendada a los missi es lanío más pesada cuanto
que el número de viajes que se los prescriben a límenla sin cesar. De
una capitular pcrlcnccienie a los últimos años vio Carlomagiuv*'
parece deducirse que enlonces se había llegado a un tolal tic ettaim
g ira s o recorridos anuales en enero, abril, julio \ octubre, y uno

Cíip¡t;t).. t. i. ii." £5. pác.s |S ’-IS4.


Vcnsc. pur ejemplo. Caplihl t I, n * sk pug. MS.
SíLn:. i. I. U." SO. ait S. pae. IT1
a preguntarse cómo podían esLos ins peo lo ros le*ñor tiempo
p,ira sus normales actividades de condes, obispos o abades, sobre
iodo si so Tiene en cuenca los largos recorridos que muchos de ellos
leiiiun que realizar, las expediciones ni iMía res en que debían tomar
parle y las asambleas generales en las que era obligatoria su presen-
cia.l.Cómu podran en tales condiciones estos altos funcionarios ase­
gurarse simultáneamente en persona, de la buena marcha de los
servicios que se les encomendaban"
Aun había otras circunstancias agravantes de lo que decimos-
sus zonas de inspección, como era nulimiL no podían nunca coinci­
dir con sus propios disiritos administrativos y toda la extensión de
los territorios incorporados al Imperio, ya lucsc la Aquitaniu o la
Lombardín, estaba.cn principio, sometida a su inspección Tenían
acceso aun a los listados pontificios, aunque su injerencia allí fuera
discutible Inmensocampo de actividad en el que los /mi« parece
que realizaron con celo su tarea de x igilancia y a la ve/ sirvieron de
agentes de enlace permanente entre el emperador \ lodos los funcio­
narios provinciales.
No hay duda que de esta manera logró Carlomagno mantener
firmemente el control de toda la administración, aun en las comar­
cas ti las que concedió una sem ¡autonomía I os *v)va-de Aquilato a o
de Lombardta deben, igual que los demás condes, ejecutar las órde­
nes del emperador, velar por la aplicación de sus capitulares, ele­
varle iodos los casos de litigio, presentarse personalmente en las
asambleas generales y dat cuenta en ellas de sus actos. La menor
intención de independencia porsu parte seria reprimida inmediata­
mente: el «rey de los lombardos», bernardo, lo experimentará.en su
perjuicio, a comienzos del reinado de Ludo vico Pío is Lo misino
sucede en Gasearla, en donde el duque nacional se expone a ser tra­
tado como rebelde, si se sale del papel que le ha sido asignado.
Sin embargo, las provincias que confinan con las fronteras
terrestres, escapan, en su conjunto, a la organización habitual.
Siendo permanente en ellas el contacto con el enemigo, lorman
territorios militares, a los que se denomina manas. En lo.s textos se
habla de una «marca de Bretaña» en los limites de In Bretaña inde­
pendiente. que compren de Na ules. Vannes \ Retines: de una
«marca Hispánica», en el borde de la I spaña islámica.con Gerona,
t rgel y Barcelona: de una «marca de I ríul». en los confines de los
países eslavos del sur; de ¡a marca avara, de la «marca xvenda». de la
«marca danesa». En cada marca htuurhú. n en latín clásico, limesj,
todos los poderes están concentrados en las manos del ¡efe de las

■fJ Ver :/)■ carias ilc Arin.mo I citadas >ur?*« S6-S


Vfa'C tn fh ( |>a¡J 102.

120
Iropas de ocupación, que tiene el rango de conde y lleva el lilulo de
«conde de la marca», en lailn i'oínmmarate y. en lengua germánica.
markgraf, de donde procede nuu^raw. Cambien se decía morchio ■**
y. mas tarde. marchisiis, de donde procede nun<¡ués. Es1e personaje,
cualc|uiera que sea el nomine con el que se le designe, manda como
jefe las tropas que se cree conveniente poner a su disposición para
hacer frente a cualquier eventualidad, y por ello se le dio también, a
veces, el nombre de duqueütux). es decir, caudillo o general. Pero sus
prerrogativas sobrepasan las de un general ordinario, ya que. al igual
que los otros condes, administra, juzga, recauda impuesto-', promulga
decisiones imperiales y. en tina palabra, acula como aquellos dentro
del orden administrativo en favor de la unidad Iranca.

III AOMINlS I RACIÓN CLN IRAL

lodo, dentro del Estado earolingio. va a parm a manos dol


emperador. Y es curiosos que éste no posea, para secundarle en su
tarea, sino una administración central de las más rudimentarias.
I a razón principal de esto reside en la misma sencillez con que,
en aquellos tiempos, se concebía el gobierno. Lus representantes del
soberano en las provincias vivían de sus funciones y de las preben­
das que éstas conllevaban y. por otra parte, los gastos de ínteres
colectivo, como los de las obras públicas, por estar, como veremos, a
cargo de los usuarios en forma de prestaciones en especie, no pesa­
ban sobre el gobierno imperial, que de esta manera quedaba libe­
rado de una carga que. más que otra alguna, constituye una fuerte
sobrecarga para los Estados modernos. La parte de las recaudacio­
nes públicas que se ¡ngresaha en la tesorería imperial después de
que los condes separaban el porcentaje que les correspondía como
remuneración tic sus servicios y no se hubieran invertido en el lugar,
iba a agregarse a las sumas procedentes de la explotación de los
dominios del emperador. \ éste podía disponer de todas ellas a
su antojo,
De esta manera no existía liada parecido a un ministerio de
hacienda. Las mismas palabras «tesoro público» Utenmum ¡mbli-
cuín o / i.vrvJ. cuando se las emplea por casualidad, no son sino im
arcaísmo culto sacudo del vocabulario adminístralo o romano Con
más exactitud se habla de la cámara l a m iera) del emperador, en
donde csián acumulados, en efecto, las especies monetarias, los lin­
gotes Je metales preciosos y las ¡ovas que se consideran bienes pro­
pios. de los que no nene que dar cuenta a nadie, y de los que. por

lv Vo.isc. por cjvmpic. f ii/’Uu!., I 1 pog “(V> i 1)

I Ul
imito. puede disponer libremente lamo en beneficio de las personas
que le rodean como en favor de sus herederos
Igual que el lesoroera un iodo con su caja panícula], su corleo,
como entonces se decía, ctpalai to (palatium) se confundía con loque
otrora se llamo su ana. Su servicio privado no se distingue del ofi­
cial, > la conlusión que dominaba sobre esto en los tiempos merovi li­
gios se pcrpeiúa en los dias de Carloniagno. Poco más o menos los
cargos están distribuidos de la misma manera Unicamente lia
desaparecido, naturalmente, la mayordomiade palacio el diaen cjue,
con Pipinot-f Bmv. el t ¡lula r de lal función se convirtió en rc>. Parece
que el camarero (ctinierarius). guardián de la cámaro imperial en
donde eslaha depositado el tesoro,,Bi cubnó en adelante el conjunto
de sen icios piopiamenic domésticos y desempeñó una parle del oli­
do que tenia otrora a su cargo el mayordomo del palacio. Se trataba
de un gran personaje al que Alcuino '" recomienda aconsejar bien al
rey. realizar con prudencia las misiones que le están confiadas, juz-
gai con equidad y ser generoso en la distribución de limosnas. I n los
dias de Ludmico Pió. se va a comprohai a cuántos peligros queda
expuesta la monarquía ante la influyente posición del camarero, en
el caso de que la autoridad del soberano llegara a debilitarse.
A su lado figuran. n en primei término, el xauvail (st-iu’xcakus).
cncaigadode proveerd palacio y que, por está razón , se le acosium-
bra a designar en latín clásico refiiat; mensa?pmepositus. es decir,
«prepósito de la mesa real»; el copciv (bmit uUiruts) o «jefe de los
escanciadores» Onaxisier piiurntarttm): final mente, el «conde cid*1

1 Véase el icsianiemo de Carloniagno al final de la He ¡le Cluirkn:a¿>:c. poi


Egiuliard icd y irad de llitlphcn. págs, >14-10’ I
i6> Al describir la organización del palacio caioliitgio en csia época a que nos
rolcnnios. generalmente se sigue demasiado el De oixline poünU d e Hiucm.uo, En uno
¡ligar dijimos ii.ilpiien (L.i, «Le “Lie ordiile palalii" d'Miucmac» en j Rc\ue iiruort-
i c I.XXXV (N39), págs. 50-7U, por qué con venia no tenerlo en enema para los
i'.i is de Carloniagno. A lo sumo.se líala de nn opúsculo de piopagJnda. no de un lia-
ui lo objetivo. NueMia exposición se apuyu en el examen de lo., icMuscslncm mente
,<inlcniporoncsnsdcCartomagno. que son los únicos valértelos, ya que las ¡iisliiueiu-
nes se moditieanm consiimicmeittc ouramc el siglo ix C on osius revenas, pueden
tullía ne infnrnmcionc.x útiles en Wiiíi/ . i III. 7 J ed., p4gs bM-MS I nsieláe Coulaii-
gfv. I. VI, pags Utunner. I. t i . 2.* ed., págs. ¡30-lid
Por esto también le lia Ala incoan unus 1 1hxpensaiur 11>esmiivritn (V-'/n-ra/r.i
i IV. ii.* III. p.íg ¡ VA
J’fl Idem. |>áj> 161.
1 La mayor paite de os ic.xíos scC.esiíicnnen FusteKIe Cnulucges.i, \ I. |'.l«¡s. >.'(i
J Véase lambien B iu iliie i. I. II. 3. ed. pág». i <S y 5ig$;, y los ¿sitiólos Ce detalle a
l.>s vonles reírme, Pa ia los lérminos dc.<i’ «i5f«/uu y de tmi.yuluriin. léase principal-
me ule Capilua! I I. p:lg. 54. ai l. 16 (capitual: de n/fty l pxg. 314 an. ó: para oí de
mqirn/iV /’<»«<miHiiil. los .hnuiltw royales arto 75 p.1g 55; pata el de reglar ii/i /mn
pritepa>iuis. en los ic.m o s d ia d o s por I listel Je C o n .auges, añadir \r.gllHcn poema
publicado en los tV ir t r tu¡. I 1, pig . 363 verso 65

1.41
establo», es decir, de las caballerizas, o a»uícsui¿>U' {romes Midiuli):
es ios tres citados personajes tenían a sus órdenes diversos emplea­
dos subalternos: chambelanes o cubiculani. adsci iios al cubil ulwn o
apartamento privado del emperador, ujieres o porteros losliuríi).
cocineros, escanciadores, murkiales fuiomaila) o palafreneros, etc,
Pero, al igual que el camarero, los tres jefes Je servicios que acaba­
mos de citar no limitaban su actividad a los asuntos privados del
emperador; basta con leer los documentos de aquella época para
darse cuerna que a ella agregaban muchas veces, bien mandos mili­
tares o misiones de todas clases, según lucra l:i voluntad imperial.
Asi como no hay ministerio de hacienda, lumpoco aparecen, en
general, dentro de palacio servicios distintos para las diversas clases
de asuntos que deben tramitarse y su necesidad no se hace sentir, ya
que. en los mismos condados, tóelas las cuestiones, cualquiera que
sea su género, son indistintamente de la competencia de los condes.
Sin embargo, por imposición de la necesidad, existen algunos servi­
cios especializados, ya que requieren un personal de determinada
msturale/a y en primer lugar dos servicios desempeñados, uno
exclusivamente y el otro de preferencia, poi clérigos: la capilla \
la cancillería.
Capilla (cappctla o capcUtíi era el nombre que se daba al oratorio
real 1- Por mucho tiempo este nombre sólo se aplicó a ese sitio, ya
que la palabra cappeíhi, diminutivo tic cappa. designaba una ríe las
preciosas reliquias que allí se encontraban despostadas, una capa
de San Martin sobre la cual, desde el siglo Mi. disponían los reves
francos que se prestase juramento en su propio oratorio. Parece que
los antepasados de Cnrlomagrio se habían apropiado esa reliquia
en los comienzos del siglo Vill. y de ah i lomaron después los clérigos
de su oratorio particular el nombre Je capellanes irappi.lltini o cape-
lltinil. Desde entonces, esios términos de capilla v capellanes se
hicieron extensivos a toda clase ríe oratorios, sin que se olvidase
nunca.sin embargo, que en un principio se habían aplicado .ti oía­
lo rio del principe earoliugio: más Je un escritor lo recordará en el
siglo IX y exaltará las virtudes de tu venerable capa confiada a la
guarda ríe los capellanes imperiales.
Ll jefe de éstos, que todavía no poseía designación particular
—basta el reinado siguiente no se le llamará mxluaipiHii/i farchiui-
pcllamis ñMtfniuusciipi‘ihinu\) — no cía. sin embargo, un capellán*•

-1' Xíibiíioetilotiucsigur vs.iM.-ílffluilioespsdiililtfW Ltidci&.ciiH<liic¡inu:'s-


lo ttiblúigoh:i l.(kl;rs l\V.|. ( ¡tpclki, C ijielU «Din 1l«tlx;ip.-l!e d-i kariilirtyci
/ui 11¡tic des ncnr.trn J.ilirlucJuuieis C?.píll.ic atif Vitn¡£<¡-uiul privaifi.il1> ■»
.•íir/lli'i’ fúr Vri.’.tHtkilfarSihill'g II (191)01. 1-11«J
J' 1 Fn una JiLítise n n js I IV. p.ic l ’4. t r W|. Alce ino !c lla n o '.« I í M-'
• l(th / ‘t/uifíi’ni.v: pem <Me iiiulu nada Itenc ce olí. i.U
Jei mismo rango que los otros. Al abad de San Dionisio, I ulrad
(muerto el año 784). que ocupó esc cargo a comienzos del reinado,
sucedieron por nombramiento de Carlomagno dos grandes prelados:
primero el obispo de Metz. Angilrumo (muerto el 791). y Iliego el de
Colonia. Hildebaido, que vivió basta el 818. Para estos dos últimos
ñivo que solicitar del papa una dispensa de residencia en sus diócesis
respee iivas. que**no podían respetarsi querían atender el cargo para el
que el emperador les designaba. Además, obtuvo para ellos la digni­
dad arzobispal, que no estaba adscrita a sus diócesis. Debe señalarse
que cu ambos casos su petición de dispensa sea ['oyó en la obligación
que tenia de mantener «constantemente» a su lado «para las necesi­
dades de la Iglesia» al prelado en cuestión, Y basta sometió el caso de
Hildebaido a un concilio reunido ol año 794 en l-ruiicfort.cn presen­
cia del legado de la Sania Sede, para el examen de la herejía adopcio-
uisia.J 'Con estova se dice lo suficiente en cuanto a la importancia dc
aleunas de la-, cuestiones sobre las cuales deseaba obtener consejo en
lodo mámenlo de un prelado calificado. H1 ¡ircli¡capellán, jefe de su
capilla, era a la ve/, su consejero peí mancille en materia eclesiástica o
religiosa, un consejero cuya función dobla ser niv importante, a juzgar
por los documentos. 1 ' El proceso verbal tic un concilio, reunido en
Maguncia el año SU.da al arehicapellán Hildebaido el signilkalno
tratamiento de «arzobispo del sacro palacio» y le reserva " un lugar
ile honor a la cabeza de los arzobispos allí citados: de esto podemos
deducir el rango que ocupaba en el Estado.
Intimos eran los vínculos que existían entre la capilla \ la canci­
llería La redacción y expedición de actas o diplomas, en una época
en la que. en Occidente, la única lengua oficial era el latín, suponía
una cultura que con mas facilidad se encontraba entre los clérigos
que entre los laicos. Más de un capellán, un consecuencia, trabajaba
en las ulicina.s de la cancillería en calidad de noiario fuatarius). No
por esto dejaba de constiluii la cancillería un servicio distinto cuya
dirección estaba encomendada a uno de aquellos notarios al que
habitual mente se daba entonces el titulo de canciller (catu elhiritts). El
canciller siempre era escogido entre el clero.
Al capellán \ al canciller lia> que agregar un tercer alto funcio­
nario de la corte caroUgta: el conde del paludo (tom a ptilotiij. - que
1' \ canse las acras ácl concillo cr, ( Vva itiii titu ktiml.. t 1. n.' IV. canon s> pUC
m. y Copnul. r I. n “ 2$. canon 55, pag ~x
* ' Inilic.iiliv. c-n tít ev.iutio ile Lfliltffs. pay> J4-iS.
J 11 lo/.olh; </ctí kiiro!., r. I. p.i«. ¿sy.
J Sol'i e cmcoficio vease i) muy extenso c«iinlanlc 11-F. Míyut. (• Oif l’lnl/gi fi­
len Isr MiTcwinircriind karolinju-r», en la 7 . t ¡Ur miwaiflungfilrkhn
•:khlite Gtrir.iinMisclwAtoftlungo X III 1 19_I i pújy. 3R(M('3 |. e n á n m le *v hnlliii Ui
bmis las rulufiicíasiJiilcs. Cl Únurrci.i II 2'cJ-pág.s 144-154. \ sotn'c lacanrille-
na iuJ ílIü! 11 Prusslau. fhme/huc/: J>r UrimtiJotMiry 1.1. * ' Ctl,, I',ip -SO

1.1»
asiste el soberano en el ejercicio Lie la administración Jo justicia y
cada ve/ más preside en lugar suyo el tribunal imperial.' ' Ln
electo, el volumen de los asuntos aumenta constantemente en ese
tribunal, a medida que se extiende el poderío y el prestigio de Car­
los Asi, esto cargo que todavía era modesto a fines do la época mero-
vingia se hace cada día más importante. Masía una cancillería
especial, ocupada únicamente de la redacción de los juicios, se consti­
tuye poco a poco, al margen de aquella otra que está dirigida por el
canciller. TI personal es distinto. Compuesta, al parecer, exclusiva­
mente por laicos (cuando los notarios colocados a las órdenes del
canciller son clérigos), adquiere, por necesidad, la costumbre Je
recibir sus orientaciones del conde del palacio. Desde comienzos
del siglo l\, los documentos que expide esta cancillería judicial van
marcados con un sello especial y tienen una fisonomía propia que
Iraiisparentala unidad de dirección y demuestra la importancia que
ha adquirido el jefe de la administración del que emanan.
Pero una vez citados los pocos servicios que acabamos de rese­
llar, puede darse por completo el cuadro de la «administración cen­
tral» de los dias de Carlnniagno. Si aún hay un reducido número de
empleos de los que. a veces, se halla mención en los textos —como
los de hosialcros Onamiuiuirii). encargados, sin duda, de disponer el
alojamiento del emperador y su séquito durante sus desplazamien­
tos. o los de veneros (wiatores) y de halconeros (falcomtrii). encarga­
dos de las cacerías—, puede decit.se que no interesan para nada en
la marcha del listado. Así. pues, para gobernar, el emperador a ñ i­
laba directamente con el personal que lo representaba en las pro­
vincias y al que se esforzaba —sus capitulares lo demuestran en
mantener constantemente bajo su dirección.

IV A s a m b l l a C¡LM RAI

Pero el em p a ndo i no sólo quiere cstablecei contacto con sus


representantes en las provincias, sino con lodo el pueblo. Para esto
se \ ale Je la ns/imhlaigment!Ironwnwsgcncrali.s). que se llanta, tam­
bién. Olltlii’thüi geiwnil (plarimm fíltrale). 1
Todos los anos, de acuerdo con una tradición antigua, convo­
caba el emperador a sus súbditos para reunirse con él antes de

J'* Vvi.i.i de C jflomagnp til los 0.-;»ii(i; A'í/ru: n Iu2 t'75>. ’ I 11 1 I3t> pS! I
]J5¡ |, "S2'). 2iu (H'Vn. 2 lh 1X12). iVimiula- .le Unes Jrl ssglu MU. :il las Foriutihti'. p.ie
122 ■>.- 21 tailk-ióu fi tas kirnuilasvlr Mnrculfoiv jñg. 19*. n 2ft ifumiul.is <lí Síiis i
Cu/>illil i 1 ». SO. pty 12u.ini. 1. Vtc ík Cl!nricimi"i:i‘ peí fccmliafd. Cap W l \
1 C 1 VVnu*. i, MI. pág.v Ss4-<V05; piiOel de Cuulangc-i. I. Vi. |!íi¿» 25b-112 Y
Hrumicr. l I!. 1T I- 1UI

154
ponerse en campaña; pues para imu nación marcial, como lo era el
pueblo banco, los operaciones militares son cosa normal que
anualmente llegan con la primavera. La asamblea coincidía con la
concentración de las tropas y la lecha de su convocatoria se elegía
de acuerdo can las necesidades militares. De ina izo. mes en el que.
todavía a comienzos d d siglo \ m, tenia lugar esta concentración
—de nlu su antiguo nombre de campo o campamento de marro (cam­
pus manís)—, se trasladó, en un principio, a mayo, convirtiéndose
asi en campa de mayo (campus maii o campus mudius). veste nombre
que se dalia por extensión a la misma asamblea general, se man­
tuvo. aunque poco a poco la convocatoria lucra retrasada a junio,
hasta julio y aun al mes de agosto.
Todos los súbdilos del Imperio se consideraban convocados \
presentes. De esla manera todas las decisiones que se tomaban alli
lo eran con lu aquiescencia de nulo el pueblo (omnis populas), y esto
nunca dejaba de declararlo el emperador en las actas que promul­
gaba dcspties de la asamblea. Feto hay que decir que.en la practica,
sólo estaban presentes los nobles (optimates o proceres), es decir, sobre
todo, funcionarios y primales, y (representando la masa de los sub­
ditos) las tropas que iban a la reunión para cuinplircon la orden de
movilización. El lugar en que se celebraba la asamblea lo determi­
naba cada año el emperador, y estaba en las inmediaciones de uno
de sus palacios o de una de sus residencias campestres, cuya elec­
ción dependía de.su proximidad relativa al futuro teatro de opera­
ciones militares. La asamblea propiamente dicha tenia lugar en los
edificios Je habitación v.porconsiguiente. no comprendía sino una
selección de personas, y la muchedumbre de los soldados, acampa­
dos en los alrededores, no hacia más que dar una aprobación de
pura forma a las medidas decretadas
Por restringida que fuera, la selección así reunida en torno del
soliera no comprendía, no obstante, varios cíenlos de personas, altos
funcionarios de palacio, duques v condes, obispos, abades y vasa­
llos del rey Pues, para todo aquel que posea un rango dentro dd
Imperio es obligatoria la asistencia: hasta a un Alcuino.cuando va
la edad y las dolencias comenzaron a abrumarle le cuesta trabajo ver
aceptadas como válidas las excusas que le prapoiciona su estado Je
salud, aunque tal género de excusas parece que era el único que
tenia probabilidades de ser admitido. Y es que de los nobles que
teúiic el emperador no sólo espera consejos, sino también compro­
misos: las medidas acordadas con su participación, sea esta real o

Hoi lo motos, tael ún-.cn míe luibilualmcruo sr ¿legaba. Véase. poreirmjila


it ‘'I rc.uaJii Jf Luéovkn pió las ranas ik OjmlianJ en las r.poin!iji'. \ V, p.ig, 11 1
<n. tm. Ilr-tn» 1.1), II'<lf MI, IIXOl- ISi. I” in* .Vu
delicia, vinculan a unios tos asistentes, por esto es impártanle que
radie se inhiba. Este hecho se va a producir con mucha frecuencia
después de C'ariOniagno. en las horas criticas que atravesará la monar­
quía. a u n q u e pueda uno equivocarse sobre las rabones profundas de la
obligación asi impuesta por el soberano a sus súbditos.
C uando se abria la asamblea, el programa de los asuntos que
san a ser sometidos ha sido por anticipado cuidadosamente estu­
diado por el emperador con aquellos altos dignatarios del palacio o
aquellos íntimos suyos que considera sus consejeros habituales.
Hay que suponer que. por ejemplo, el urchieapcUáu cía consultada
siempre en todo lo que se relacionaba con la religión o la Iglesia: \ la
correspondencia de Alcuiim demuestra que durante mocho tiempo
el celebre abad de San Martin de Tours fue también, en estas mate­
rias. uno de los personajes de quienes C arlomagno gustaba conocer
la opinión.
El programa elaborado marcaba el trabajo de la asamblea v
orientaba la discusión, como puede juzgarse por la muestra siguien­
te. Wi que se cree corresponde ni abo 811:

«(Jorrem us p iimci nnicniecolucat a nuestros ohis|Hisy abades ji un Indo y n inici-


liws condes al vilru y considerar por separado can c.uln uno .le anihns grupos luí
viciiietiics remas:

1 A qué causa» dehe Jlrihuirsc el hecho ,¡ilr ve niegue Ih ¡mida mullía millo e r
las marcas Ironteri/.u com a en el ejercito, cuando huy necesidad de ucluar p.ua
vicienJcr la patria.'
' , De J é u J e proceden esos perpetuos plei’.os tu s a eauvn es que sí rcivirdic.i
aquello que posee uno de los iguales’/
3. Del hombre vlc a r o les d e ,ir.el \ asaltolque vlc-rrlii o su sertoi ye- a-opulo ni
curo lugar.
J Se les preguntar.i en que y en cuáles lugares lu> tu icos son molestados per loi
eeicsiasiiens \ .vis eclesiásticos por los laicos en el ejercicio de sus funciones 3 i esv
respecto del cr.i vcrdiscmide y resuelta la cursilón de viiher en que medida uu ohisp­
o mi abad debe iule rven it en los ¡tm iuosrrcularvs) uncvinvlcu mro laico en l.isdeLi
Iglesia. Lo que ccnJucirA a Oicibtm el significado de aquella- palabras del Apos
l.il J' Vwuo miltlJtu Om impllcai fslufcnttis w .ituribus ique ninpit:) iv.icmhio de la
milicia de Dios se mezcle en los nsunlos sev-ularcsi y luiubién deienm nnr a quién sí
aplica esta scr.lcncir, «

Después de diversas cuestiones que se refieren a problemas de


orden religioso, el programa, que no está cxenio tic cierta ironiu. cor­
tiene el estudio de algunos puntos que merecen ser señalados

■i1). De Ir vida v de las costumbres de mis virus pastores, es decu. los obi>]WS. que
ciel'en nu solo con sa cú sala u/u. suto laiuWcn con su conduela. dar buen ejemplo si

" CaprtuL v i. iv -71.


jS- |San Pablo. o l'imn»■ II -l| |.\ vtel T
piiohlodc Dios: pues lT íc i i k h que fu i a ellas;l quienes ic dirige el <\p<s>,tiil '' eusm ln
a o b te n ía le tso 1/ ni it,i n n iln ila n l \ii m h tib c iu J b n u a » , n o u r a tn
Jke: /n m o h tfi v»;(i w w
(SeJ imitadores míos \ observad . 1 los qüe proceden soyrtn el m odelo que (encis
en nosolrosl.
Mi. De 1.1 vida de los que se li.ininii canónigos, (.rimo del’ti a sei
|i Ue l:i viil.i monástica ¿Se puede str monje sm observar la rcjrln de San
Ucuilo' Habra que usciiguai si hubo monjes en la Ciali.-i ames d r que esta n’gla
llctí.ise

La división tic la ;isamble;i en dos grupos, el de los clérigos y el de


|ns laicos, tal coma csuí prevista en esc texto, era de uso corriente.
Los clérigos formaban un verdadero sínodo nacional encargado de
estudiar todas las cuestiones de disciplina y de organización ecle­
siástica. mientras la política y la miministración correspondían más
bien a los laicos Las respuestas de los dos grupos, reunidos a conti­
nuación en sesiones plenarias.ayudaban al emperadora tomar sus
decisiones con conocimiento de causa
Estas decisiones eran entonces formuladas en una serie de ai líenlos
Haiuaúos capítulos (capitula). cuya reunión constituía la ordenanza ti
(dpititlar (capitulare), que el emperador promulgaba habitualmente
como conclusión de la asamblea Luego se daba lectura de todo al
pueblo agrupado en torno del edificio y cuya aprobación se manifes­
taba, por medio de la aclamación. Seguidamente se disolvía la asam­
blea y el ejercito se ponía en marcha en dirección a la 1roncera
próxima.
A veces, también la asamblea tenía que conocer otros asuntos-
Se había descubierto una conjura, había estallado una rebelión en
las semanas o los meses anteriores y el emperador reseñaba a su
pueblo el cuidado de pronunciarse sobre la suerte que debían sufrir
los culpables. Asi, el año 7Kó se habla preparado una conjura en
Furingia y los sospechosos, entre ellos varios condes, comparecie­
ron ante la asamblea general de Womis. que pronunció condenas
diferentes, desde la revocación de los funcionarios v la confiscación
de sus bienes, hasta el destierro y la ceguera. * Dos años después, el
duque de Bavicra comparecía ante una asamblea reunida aquel año
en Ingclheim y. juzgado culpable de alta traición, era condenado a
muerte por ella.’’5
Además, convocar a una asamblea era obligado cada vez que
estaban en juego los intereses generales del Estado, ya se tratase,
por ejemplo, de proceder, como el año KOh. au n reparto eventual Je
los territorios del Imperio, o bien, como en el SI3. a la designa-

San bablD.Pilipcii.ies. III P


,,J I cmos i-n Dálimcr-Milhlbachcr. n* 772u
.Ifiim ín toyalis pág SU.
titán pag. 121.
ción y ¿i la coronación de un emperador asociado en el ejercicio del
poder. Añádase a todo eslo que por medio de la asamblea se
informaba el emperador de la situación de las comarcas más apar­
tadas. podía comunicar a todos sus opiniones e instrucciones, recibir
de los re prese nía ules la parle que le pertenecía de las contribucio­
nes y multas percibidas por los condados, asi como los donativos
anuales que. como veremos, estaban obligados a entregar un gran
número de sus súbditos; finalmcnle. gracias a un contacto perso­
nal con los nobles que acudían de lodas las panes del Imperio,
podía el emperador trabajar directamente en la gran obra de apro­
ximación y de unificación de la que dependía el fnniro del
Imperio.

V. Jl.RAMI.NTO OI- P ID tL IU A ll

Desde el pumo de vista político, la unidad a que se desea llegar


queda aseguiada poi el más fuerte de lodos los vínculos, por el jura­
mento de fidelidad que adscribe individualmente al emperadora
todos Jos hábil antes del Imperio del sexo masculino desde que cum­
plen doce años.
f I compromiso que adquieren es sencillo, pero categórico. He
aquí un ejemplo de comienzos del siglo l,\:

■i.lurn-dc'iJue.vK Jia. sír liol ni señtn C'.irUiN, mvy piadoso emperador. hijúiid rey
1‘ipm üy ite 'a rcinsi R c n asin tcram cn l:. sin fraude ni mala ¡mención, y por el honor
do su io i iuidi>. coma pnrtfcrctlm iin hombre le debo soi a su sortea y¿lucilo Asi. Oíos
y los san to s,yuyas reliquias ostrtn aquí, me proleían; pues todos los Utas Jo mi vida,
ton lotla mi voluntad \ con loda la inteligencia qiir Dios me conceda, mededi.-are s
- - ' JvS
ine consagrare a >u sem ejo »

t n una sociedad saturada de espíritu religioso, un compromiso


de este género se consideraba indisoluble. Concertarlo con fingi­
miento era lanío como perjurar y. por consecuencia, perder el dere­
cho de recurrir en lo sucesivo, al juramento para justificarse de los
acusadores y verse descal illeudo como testigo ante los tribunales:
era hasta exponerse a la amputación de In mano derecha como
cómplice de falso juramento: era ser considerado en el número de
los infieles, lucia de la ley y quedar sin protección para los bienes o
para la misma ' ida: mucho nuls aún. era la certidumbre de estar ya
condenado eternamente al infierno.J"

i '" Tc\lns oí) Bchniei’-Muhlbacliei. »■ AT)a.


Ciifitul. i I, ti.* .14. pág. Id I.
w sobre elperjurjn Yéiiso.e.'pccuilmcnic.Grp/aw. i l.pays.44,ss.vs, jio . il4.asi
oomu l.i /.oí iitHiítriu, titulo t-vy
Por otra parte, d compromiso excluía toda limitación, toda esca­
patoria. Basta para convencerse de ello leerlas instrucciones remiti­
das el año 802 a los mfc¡Ki encargados de exigir a todos los súbditos,
sin excepción, un nuevo juramento, en el que fue incluido el título
imperial que poco antes había recibido Carlomagno.2 Se les pres­
cribía. en electo, hacer destacar en tal ocasión, en sus conteníanos
pre\ios, «cuán grandes y numerosas» eran las obligaciones asumi­
das por iodo aquel que comprometía asi su fe. Se les invitaba a espe­
cificar que el juramento no era tan sólo, «como muchos lo habían
creído hasta entonces», una promesa de «fidelidad hacia el empera­
dor \ivo». sino que implicaba además obligaciones múltiples v
variadas que desbordaban !<i misma persona del soberano, tales
como «mantenerse con toda su inteligencia y rodas sus fuerzas al
id-vicio de Dios»: itocmprcuder nada, «ni por perjurio ni por mala
intención, ni por fraude, ni por seducción, ni por dinero» contra los
bienes del fisco; no cometer «ni fraude, ni rapiña, ni injuria alguna
coima los santos templos de Dios, las viudas, los huertanos, ni los
viandantes, porque nuestro señor el emperador ha sido establecido,
después del Señor y de sus santos, como protector \ defensor suyo»;
«no arruinar la tierra llevada en beneficio del empetador ni apio-
piársela»; «no substraerse a los alistamientos o llamamientos de
hucsie» ni usar de influencia alguna para ayudar a alguien a subs­
traerse a dicho servicio: obedecer puntualmente v «sin engaño» las
bidones y prescripciones del emperador; pagar con exactitud el
ecuso y todas las sumas debidas, no hacer nada que pueda falsear o
dilículrai la administración de la justicia.
El luramcnto de fidelidad implicaba, pues, una sumisión sin
reservas a la voluntad del emperador. Toda desobediencia, todo
engaño y aun toda tentativa de realizarlo, equivalía a una violación
de ese juramento. Difícil seria encontrar docilidad más absoluta.

VI C argas militares

De todas las cargas que abrumaban a los súbditos y que estos


estaban obligados poi su juramento a cumplir escrupulosa mente,
las más pesadas eran las militares.-'11
La guerra era para los francos una institución nacional Ya diji­
mos que. casi invariablemente, la primavera la trae a las Imnicras
•Id Imperio con uno o con otro y. frecuentemente, con varios de los

Cupiiul , i. I. n ' .1.1, págs. 92-tO.


" Ci Waiiz. t IV pitjis. S.? s «iijjf I Intel de C oulaujcs. i. VI. pjgf
Branncr. i II. pies. ítW-.’ÜU.
cairos nacrás ncrisitios de todas clases — linchas, doladeras i.iliidtiv-. segures, picos
pueblos que las bordean. I os analistas señalan como años exeep- ‘ j p jla s — s las demás herramientas necesaria? pañi la guerra I lacréis también cu
dónales aquellos en los que no hubo que guerrear. Por consecuen­ vuestros carros víveres para tres meses, a contar Je la salida de Stiassl'uit. y aruias v
cia. anualmente, todo súbdito de! Imperio puede ser requerido a vestido* para medio <fto, C u iJ a iá s q u c ilu u n tc el camino. > hasta llegar ni citado
lomar las armas al primer llamamiento. Cuatro años después de la lugar, no causéis ningún desorden por ningún «jiics de nuestro rrino por el r|lte vues­
tro itinerario O* haga pasar. S o locareis nada excepto la hierba, la madera y el
muerle de Carlomagno, es cierto que para una campaña que estaba
agua..."19
destinada a reprimir una reheliún inopinada en lialia. los moviliza­
dos fueron advenidos que debían estar preparados para ponerse en
Así. pues, cada expedición militar obligaba a iodos los moviliza­
camino la misma tarde del día en que recibieran la orden de alista­
rlos a realizar sacrificios considerables, sin otra compensación que
miento. si esta orden les llegaba por la mañana, y al din siguiente al
|;i del muy eventual bolín que pudieran lograr en la guerra.
amanecer, si la recibían por la tarde. *':
No habla regiones privilegiadas: Neuslria. igual que Austrasia:
Cada movilizado dehe equiparse por su cuenta y llevareonsigo
Frisia. como Borgoña: Sajonin s Aquitania: lloviera, de la misma
víveres para tres meses También debe llevar vestidos, armas, y
manera que Lomhanlía, enviaban una después de oirá, atando no
materiales para seis meses, y aun los cairos quedan a su cargo
simultáneamente sus con iingenies, aunque se tratara de teatros de
1Insta las etapas señaladas se cuentan, no desde el lugar Je salida,
operaciones que no les interesaran de manera directa. El año 778.
sino desde una linea que a veces eslá muy alejada; por ejemplo,
cuando la guerra de España que terminó tan desastrosamente en
desde el l.oira o desde el Rin. según Ins casos, para los hombre*
Roneesvalles. el ejército de Carlomagno comprendía con tropas
que residen cu el lado de acá de ambos ríos; desde el I Iba, par:;
reclutadas en Cj al in meridional, <ui*i rusia nos, hurgoiulos, hávaros y
los que. viviendo en Germania. van a hacerla campaña a los paí­
lombardos. J'>) Sin embargo, poco a poco, a medida que las expedi­
ses eslavos; desde los Pirineos, para los aquitanos enviados <1
ciones militares tuvieron menos extensión, parece que cambió este
Esparta m sistema y. en lo posible, se limitaron los reclutamientos a los habi­
1 I armamento era ohjeio de minuciosa reglamentación. El
tantes de las provincias menos alejadas de las zonas donde iba a
movilizado debia presentarse en el centro de concentración pro­
combatirse. Pero como se guerreaba a la vez o sucesiva mente en
visto. bajo penado multa, de un lanza, de un escudo. Je un arco con
todas las fronteras, al final ninguna región podía considerarse más
una cuerda de recambio y de doce Hechas, 'll Los jefes de destaca­
favorecida que las otras
mento debían, además, llevar un casco y una loriga o una b r u m a ,es
En cada una de ellas, salvo el caso de invalidez debidamente
decir, un sayo de cuero revestido de piezas de m etal.jq5 l-.l material
demostrada, iodos los iiomhrcs libres —únicos que eran tenidos en
que debe llevarse también está previsto anticipadamente, como lo
cuenta— estaban afectados por la orden de llamada >. según la leí
demuesna. entre otros documentos, esta nota de servicio que posi­
minologia vle la época, obligados a presentarse al «batido de hueste».
blemente pueda fecharse aproximadamente en el arto 806 y de la
Sólo quedaban exceptuados los pocos empleados que los condes,
que se halló un ejemplar dirigido por el emperador al abad de
los obispos y los abades tenían autorización de dejaren sus puestos
San Quintín;
pata que no sufriera menoscabo la buena marcha de la administra­
•«Dthss saber que nuestra asamblea gcncr.-.lesinconvociidii este ano para la Sajo ción, 1' y lo mismo pasaba con los ancianos y los enfermos que
manricni.il en Estnissfun.a Otilias del Norte 1 o o id -n a m o sq u e csics nlliel 15 Je . - habían obtenido del emperador, y de manera individual, una exen­
calendas <lc julio. siete días ames Je San J ujii It.iuIisla, con lodos tus hombre*
ción permanente Jcl servicio m ilitar:500 finalmente, también esta­
bien arm ados y equipados. Ic presentarás con dios dispa-.-sln y preparado para
entrar en cam pana en la dirección que yo « fialaie. con armas, bagajes \ Inda ptovi
ban exentos los clérigos y los monjes dedicados ni culto y a la
sldfl Je guerra cr. visores s vestidos. Carie Caballero llevar.) un escudo, una lanza, plegaria, Pero esta última excepción no se refería a los obispos y a
una espade taiga y una espade corla, un orco y un carcaj lleno de Ileo-has fcn il?*27

L (ipiliil., l. I. u* “5. pig. 16S


ld: Ve.tse ¡a cana del arzobispo de I reven s. lla lli, en las EputnUu-. i V, páj. .-(.'.virtió mirj/i’í. ;lftn
27 \ n 5 2. ;0u Cr.piuií l. I, i v MI. art. 4. 137.
C tljtilul. l I «.* 74 (SIIJ. art. $. pág. 1-67. n.'' "'5. pág <>S. ' Hasta nosotros han Ilegal!,) modelos Je rafias de exención que se i c ilion la n
JJ| Cujuíul I I, n J 7? ari u. pag 111 a comienzos Jet reinado de (. rulomogno. en la colección de las Fómmlm¡le Sm> n
■H’ ídem i ( ’tipitul. ' I. n.“ 4- (SUS). jrts. f> y 7. pac I ’.V •V r o s - " 1'! y en la de las Fúnuukií. tlf \f<rt.cf n ” 41 1 774-775). p i'j) s de
4' hs decir, el 17Je ninio las Fommkic.

I4U Itt
los ahucies que. en principio, estaban obligados a conducir por si
mismos sus contingentes armados.
No obstante hubiera sillo imposible en la práctica que en cada
regida se arrancaran consianlemcnle de sus actividades normales a
iodos los hombres libres, a la vez. a pesui de la inmensa coniribu-
ción que la mano de obra de los sierc os proporcionaba a las labores
agrícolas ya la actividad artesano Asi, era raro un tal reclutamiento
masivo. Lo normal era que el emperador sólo llamase a una parte
del contingente, teniendo en cuenta las necesidades en electivos, la
distanciado los itinerarios. las condiciones económicas y las posibi­
lidades Je iodo género Por ejemplo, una capitular. " que puede
fecharse en los primeros anos del siglo I V. distingue para los sajones
ios tres casos siguientes’ I, campada en el país de los avaros o hacia
Istria: 2“ campada en Bohemia; .V” guerra emitía los su rabos. Ln
el primer caso, la movilización afectaba a un hombre porcada seis:
en el segundo, a un hombre de cada tres; en el tercero, a toda la
población masculina, pues los sorabos oran vecinos inmediatos de
los sajones y entonces se Irataba de la «defensa de la patria». Otra
capilulai que su más rocíenle editor lecha en el arto S(17. prevé,
con respecto a una leva general entre el Sena y el Loira, las siguien­
tes modalidades de aplicación, menos rigurosas que de costumbre,
dice el texto, en consideración d d hambre que azota: l." no estarán
obligados individualmente al servicio —a más de los que llevan
beneficios, reales que están vinculados al emperador por un compro­
miso especial del que hablaremos más adelante— sino los propicia­
rlos de lies mansos [mamó! o mus (el manso era entonces la unidad
territorial): 2." los propietarios de menos de tres mansos >c agrupa­
rán para equipar poi su cuenta entre todos ellos a un hombre: se
agruparán por dos los que posean de tres a cuatro mansos porcada
dos: por iros, los que no posean más que un manso cada uno; poi
seis, los que no poseían más que mediocada lino o su equivalente en
especie □ en bienes muebles L1 año StlS todavía se hacen más holga­
das estas medidas: 't"' el servicio no atañe sino a los propietarios de
cuatro mansos, cuando menos, y se invita a los demás a reunirse
para proveer, a costa de iodos conjuntamente, un hombre porcada
cuatro mansos

“l| ( n f’ftul I I II.1 -W. .10. pág ' '(’


Según .is k-iK-iisues ilc los uidiuiM.'iiios.ta ivh¡6 ii ez iju tse iraio scru Piparta
■ihspam a oflrtí.ig pero crocinos que es un:i confusión \ proponemos mirrefui Híspa-
»uu’ por H én i.y con'.o parece sugerir tu proximidad con las '<■ ■tvan.wrn tu e\en-
ninliJad supuesto \ c a m in í/.i* del oiylú IX pinole que v.t no luieísil levas de 'rapas
supinas para enviadas a comitivas ian ntejad.is como l >p.in;i
11 C tip im l.. ( I. n"-W pae IM
11 AZiir. ‘•U. ¡iri I. pite, 117.
Hasta en algunos casos, parece que el emperador confió a las
autoridades locales el establecer una rotación entre los moviliza­
res. pues algunos de ellos se quejaban de ser convocados con mas
frecuencia de la debida por no ser bien vistos del conde o de sus
su ballet nos y aun del obispo o del abad ' ‘-Con todo, poi regla gene­
ral. parece que el servicio militar peso con gravitación sensible­
mente igual sobre todos los habitantes de todos los territorios que
componían el Imperio, un peso que era ciertamente abrumador
Hs cierto que las campañas, por lo general, no eian imn prolon­
gadas Normalmente la salida tenia lugar en el mes de julio o
durante el mes de agosto y el regreso en septiembre o en octubre, lo
más tardar.
Pero el emperador tenia el derecho de poder prolongar por más
tiempo el servicio del contingente armado si lo juzgaba útil, obli­
gándose a proveer vituallas a las gentes una vez pasados los lies
meses, en los que cada uno debía atenderse por sus propios medios
Abandonar el ejercito sin orden formal del soberano, cualquiera
que fuese el plazo o momento en que se hiciera, era considerado
como una deserción pura y simple, crimen queso designaba con
la palabra germánica de herislir (que precisamente quiere decir
«abandono del ejército») y que acarreaba la pena capital con la
confiscación de bienes.
Todo retraso en acudir al centro de concentración de las tropas
era castigado: toda ocultación se consideraba como infracción al
htuub thamius) u orden del soberano y. como tal. se castigaba con
una mulla de 60 s u e l d o s . con la agravante de que si se iralaba del
«bando de hueste» |nde mesnada] —coiminmente llamado heribún
(h,rilxiiiitta, o hetnbanmis), de la palabra alemana herí, ejercí 10—.
tenia que ser satisfecha en el acto, y en caso de insolvencia, el delin­
cuente era condenado a servidumbre hasta salda] por completo
su deuda ,M
Si se iiene en cuenta que a las obligaciones anteriores loo que
agregarla de servir en la guardia de las fronteras, la de atalaya, la de

' hli'ii: ii.‘ 73. iiils a > 5. pág. Ibó


V ía s e la cronoliiL'id de Ias guerras en d repertorio de llo tm ie r-M d lil
licclirr.
C í )¡i I!Ii I . t I. n.' M. ,irl. 13: "•J. iir; 4 ; OS. ;ul 3. 4 iinoí<s inva/ci. año 7SS
PJ£. SO
Capiiu! i I n ’ 74 y OS
1 La sanción oiie eslipjl.i una s.ipilulai Jel iño XII líu /i/fn i. 1.1. n "’J.u rl.J.
pju. IMu es posible qec haga sonreír: privación d r vino i de carne dóram e un
número de días igual al <lcl reltasu,
I V. mlril |Mg.v 140" 141, lo ijoe se reitere al hundo Je l sohcrnnn
II r,.;p ¡tu l l. I, n." «vi ari 13; it.‘ 74. ails I. 2. 0

143
piilTiilInniientos51: s la de permanente defensa de las cosías, para la
cual todos los subditos icnian que estar preparados al primer llama*
miento. '1' se convendrá, sin posibilidad de error, en que el seivicio
militar amenazaba con agobiar económicamente a las poblaciones \
además, con producir un serio colapso a la vida normal del país.

V il IaRI SIAC IONTS V bL.KVK.U>S

A las obligaciones militares toda ría se agregaban otras cargas de


diversa naturaleza, de que navlie estaba exento tampoco dentro
del Imperio.
P.n primo Inga restallan las requisas de aloja miemos de víveres,
ele caballos y de canos, para los agentes o representantes de la auto­
ridad publica. I'l Imperio romano J había poseído un perfeccio­
nado servicio de correos o postas con paradores estafetas ti hosales
por etapas {mansio/ies) y relesos de caballos ( u n ili y paniremlii.
Cada albergue O parador de tutu tema un cercado con habitaciones,
donde lodo funcionario del listado y hasta toda persona civil o ecle­
siástica acreditada por el emperador.con la sola presentación Je mi
carta de misión, hallaba alimento y lugar techado para él y para su
sequilo, asi como los medios de transpone indispensables para con­
tinuar su viaje Posiblemente, algunos elementos de esta organiza­
ción suhsisiian todavía, al menos en llalia.cn la Opoca eamlingia. ’n
aunque dehían ser muy pocos. Pero, no obstante, quedaba el princi­
pio de que lodo representante de la autoridad pública que llevara
una orden en regla, podia obtener durante m i viaje alojamiento \
víveres poi medio de una requisa.
Se nos ha conservado un modelo Je la ama de ruta o cana de viaje
[epístola tniciona o tmc¡oria. simplemente) que se iemitía a tal efeclo a los
aiiSiidotuink t. Está dirigida no sólo a iodos los agentes de la admitíis-

A.'.nr n." 4. ar. a - i v i .:i l i


ÍM lih'm n.' 34 (W 2 i. ari I 3fi. p.igv I0U-IDI,
|J Véase.en iia iirn casn < tullí,m fhstoi’ViL la Oniilt l VIII i l\J26) (\ií5. V-Sft |-
i I Irlmlre’it./iViti. ■ A¿A.'i .A if iwmiíftJA ia n l r-. • s i. |Pi1ju iii |. l.\ . «ir
ti fttisus publinusotu ti-tuiui fZhipinrmnwtn. en liis.V/d/iioírvj /•/kmi.v í paniiriTt nn>iri¿ ú
I l'v.'.A’wi.v itey ínfitíptiotK .- Hdt i*/r/r/vs i XIX. I 1pane i l'Min, pags lss-3'i I faca el
aán.vto J i la época coman.', a la báibara inn>u!iac el eoiideit/uJoisuuli.ide F L G;-ns-
lint. Ijü fiYJh'.fD/w tian.-hal (I-.t La li’acMrui.Cinilrilvjdon 111Mude ileiofigir.ts-du úroil
ile gil. en FijvIvebnM \ ik>i k , hivge^nledcm-, i, VIH 1 1s»2ttJ pasi
11 b ilo q u e lia c c s o s p c d u i la cap itular publicada en í ti/ufin'. 1 . 1 ¡ i” ’. 5tl. «n. |4.
pág. .llift
\J¡n!eln ilc lo- alrc.leil ireMlcI arto NOU en la n'ecdán de V la rc u lló Ó
loe pág 120. re 20l. ijuc reproduce una tcm iula rlieroi ingia ipuM i.jda./cA m I I
pero coa algunas modilicadu-.iüi >ij>niCicüii vas.

14-1
iracion. si mi líimhién a «iodos losjulcles» del emperador. es decir, a
iodos sus subdito* y les requiere que provean ,1 los portadores de los
medios de iransporto (tveciio) v de los víveres (hunuiniitis) neeesa-
i¡os. AHI mismo se detalla todo tantos caballos de relevo, tamo en
pan. en vino, en cerveza, en tocino, en puercos o Icdiones en ovejas
v corderos y oirás carnes, en pollos, ánsares, faisanes, lluevas, miel,
aceite vinagre, comino, pimienta, clavo v otias especias, tanto en
¡.al. en legumbres, en quesos, en cera, en heno para los caballos, en
madera para el fuego, etc De acuerdo con c! testimonio que nos pro­
porciona una capitular de aquella época. '' las raciones señaladas
variaban de acuerdo con el rango del que se beneficiaba de ellas
(evidentemente teniendo en cuenta la supuesta importancia de su
st'quiio). Por ejemplo, el número de panes que había de proporcio­
narse era de dO para un obispo, de JO para un abad o un conde y de
17 pura un simple vasallo del emperador
Ls dilial afirmar si estaban afectados todos los habitantes sin
distinción Al contrario. hay que pctisui que,sin perjuicio de los pri­
vilegios generales de inmunidad, de los que hablaremos. *IS existían
muchas dispensas individuales y colectivas.114 l’arcce también que
el derecho de requisa estuvo limitado a algunos casos netamente
especificas, como los viajes de los ini.\st doininú i, pues ha> capitula­
res cuyo objeto es. entre otros, llamarda atención a los condes, los
obispos, los abades o los vasallos realesquesc pemiilimi, en mis des­
plazamientos personales, exigir hospitalidad de sus administrados
y abusar de mis bienes. Con lodo, la carga debió de ser muy pesada,
pues resultaban frecuentes las misiones que. como las de los nim i
doininti t. daban derecho a la requisa de viveresy de medios de trans­
porte sin liahlai del alojamiento y del luego que. en invierno,
cuando menos, era obligado proporcionar por requisa, a iodo vian­
dante sin posada, llevara o no tnnroriu. " Además no conocemos
caso alguno en c! que esias provisiones hayan sido pagadas. Abru­
madora caiga de la que nos coiisia que las iglesias > los monasterios
trataron ince usa ntementc de liberarse.
A lodo esto hay que agregar las prestaciones para la conserva­
ción v e ve n mal me me. la construcción de caminos, de puentes y de

-l Cti/itul I. I, il. I-I, nri. 20. pag, ’*ll.


1 htfyo pág. 10).
|J O.tpUui I. I. n.*1 1 5 5 . ai-i. 10. |>dl!. .115.
' típ ecialn iíaití.C jp im t i. I r ./'H i’ í i, an -i. pags. .SS-lviv
'" Ejemplo. rórniul.i dciraerana. un poco posterior a la ¡íiuerte Je C arltunaytio.
psta vasallos ere.ligadas de la leva Je la hueste \ Je la piíTvcpciúr. ,lel larihnn en la
ioltvvMn Je las FvnnitLia i’t:¡\nal¡ \ lUmnuÍM, pág. n .1 "1
' Ljsíin¡»ln>: Capiml i. I. n; 1$. ,iu -i(>. páfi .13. n “ 5 5 ari. I. pag :-l-,n ’-M.ari.
I9'l: cu.

M5
edificios públicos. ' Sin embargo, estos til timos servicios se encuen­
tran raramente citados en los textos, lo que hace suponer (¡tic los
trabajos de esta clase sólo ocupaban un limitado tugaren las preo­
cupaciones del gobierno imperial.

VTÍI I.MITHSTOS

I'n su mayoi pane, el régimen fiscal no fue sino una superviven­


cia de las prácticas romanas. No siendo indispensables las contri­
buciones para el funcionamiento de los sen icios públicos, tal como
entonces se concebían —ya que los agentes del poder central vivían
de sus cargos > del producto de las tierras que les estaban asignadas
y no tenían sueldo y los súbditos contribuían personalmente a satis­
facer casi todas las necesidades del Estado, tanto en el orden militar
como en el civil—, el emperadoi se comentaba, en general, con lo
poco q nc había sido salvado por sus antecesores del antiguo sistema
riscal instituido por Ruma
En lo que concierne a las contribuciones o impuestos direc­
tos. esa herencia romana era tan pequeña que hasta se ha creído
que habla desaparecido por completo. No obstante, todavía de vez
en cuando se hablaba de la capitación y de la contribución lerrilo-
tial en las capitulares promulgadas por ( a rlomagno o por sus inme­
diatos sucesores. El ario S05. por ejemplo, el emperadoi decretó
recaudar el emeo real ya sobre la persona de los contribuyentes ya
sobre sus bienes, doquiera fuera hasta entonces Icgalmente exígi-
blc v y. poco después, insiste en otra acta en la necesidad de levan­
tar una relación de las tieiras sometidas al pago del censo: «Que
nuestros missi procedan a una diligente imestilación con respecto a
nuestios censos en lodos los lugares en donde antiguamente había
costumbre de pagarlos al rey... y nos rindan un informe para que
podamos ordenar lo que deberá hacerse sobre esto en lo sucesivo.»
Parece que no ofrece dudas que los <casos de que aquí se trata, eran los
que en otros textos se designan más bien como tribuios \ que eonnin-

' ;l C iip itid ,. i I n.'^l-p ág . IfC an . J; u ' su.|u¡¡. 199.<m.*): 11 U«.p.¡>!.2Í>5í. j i i 8:


n: i l l p.ig. 3-)u. df l I 7. ii.' US. pá(j roí. ,ii1. 1«. n.' I5n. p % Mn. iy . MCI» dcCurlu-
itiagno. en DÍ/'/ortiii-'n AVwwí.. a .501 p.ig 13?. I !').
Vías*. íspccir.lmciuc. femando Luí. L :m/+v ftuxur Luí iF.l <<]_ impon lon-
cicrei la eapiimioi! persuiicllo suu> tu H.iv T nipite ei a l'epiK|iif lratu|iir i P»ris. 10?S.
iu-S". ia»e ??? efe l.i Itibliixliequr de I I .ole des Hamos Lindes. Sciences Histori­
ónos oí f'hitulouinues). pagi HV'-l ¡S. y el’. FuJol Ce Cerníanles, i VI. p,ie>. 'IU - 5W'.
Uicmnci. I II payls. 3 líO ? l.
C'.ipilul.. 1 I n.° -Ú. ¡irt. '0. pay. ir?
’ 1 Oip:inl. i. L ii.' t¡ii<SH-8l 3i. j i i . ID. p.iy !!'T

1 l(i
atente llamamos impuestos; tampoco debe dudarse, leyendo los
documentos de la é|voca, que las dus categorías de impuestos que se
enumeran en la capitular del año 805 son. uno la capitación perso­
nal. y el otro, la contribución territorial. Pero en muchos sitios
estos impuestos habian dejado de percibirse, ya porque en gran
parte de sus grandes patrimonios los antecesores de C'arlomagno y
el mismo habian renunciado espontáneamente a ellos, poco a poco,
en beneficio de las iglesias, de las abadías y de los beneficiarios de
inmunidades, ya también por simple negligencia o abandono o a
consecuencia de la mala voluntad de los contribuyentes, hasta el
pantoque el año SO2 hizo taita recordara t<xlos los súbditos del Impe­
rto que «eludir pagar al rey lo que le es debido o el impuesto» [dehiium
iinuH vWcensen» maniré), era. salvo en el caso de exención regular, tal­
lar al juramento de tidel idad que se le debia al monarca. 'J
Pero eran vanas exhortaciones: el impuesto ya no respondía a la
necesidad de proveeral sostenimiento de los sen icios públicos: por
doquier se consideraba abusiva y estaba en camino de desapa­
recer.
I a única contribución pública asimilable a un impuesto directo,
que entonces estaba verdaderamente en vigoi. era el diezmo. *
Aunque percibido por la Iglesia y. en un principio, en su exclusivo
provecho, se exigía a lodos.de un extremo al otro del Imperio, en vir­
tud de las órdenes que daba el misino soberano, pues, desdo Pipi no.
la monarquía franca no separaba ya su causa de la de la religión
cristiana y a nadie dejaba el cuidado de legislar en tal materia.
El pago del diezmo eclesiástico se hizo, pues, obligatorio en lo
sucesivo, por orden de la autoridad pública y son numerosas las
capitulares de Carlomagno que se ocupan de ello, y¡j pura recordat
a los líeles que se trata de un deber al que nadie, bajo ningún pre­
texto. puede sustraerse, ya para reglamentarla percepción y la tarifa
aplicable, ya. linalmemc. para amenazar a los que tratan de elu­
dirlo, \ los agentes del emperador cumple hacer respetar en esto la
lev —palabra que se repite \arias veces— ' y perseguir a los
renuentes, que no podrán eludir ya ni la mulla civil ni las censuras
eclesiásticas. Se trata, por tanto, de un verdadero impuesto cuyo

t Lul./o. cjí. ha realizado un minuc;<iM>cxniv.cu de los textos. Rem itim os ,¡


su drtr.iMruvimi
Capital. 1.1. n " .vi im i . ' i j a . s, paj5. i)j.
Vc ji Im: !n» Irahajos J e Stuiz. Pcrcbv P Vtjird. scilalado.s en uacslrj Hihliu
¿rutui. i: • |:> I I S .
" ('.¿penalmente en las C tifilu l.. i. I. n.' iri. ' pá« 1.16: n - s 4. ,ut

V éase.entre<<iiO}.Ctipiini, i I .¡í.-ST.un. J.p¿j>, |S6: r..'9 } ,,in .s. pnp I T . i r


'i~ (i.i e :n j

M
importe, que es realmente igual a la iléeinia parle de las remas rustí-
cas de cada fiel, eslá destinado en este caso a soslcner el desenvol­
vimiento de un servicio público: el del culto y las obras de asistencia
a é! vinculadas.
No obstante, el tesoro imperial nada obtenía del diezmo, a no ser
por usurpación, y más de una capitular recuerda a los representan­
tes de la autoridad publica que las tierras del soberano no constitu­
yen excepción y están como Indas las demás, afectadas por 1¡j
contribución que se debe al clero.
La contribución directa en beneficio del Estado no sería, pues, sino
un recuerdo, si al impuesto terriiorinl y a la capitación no se agregaia
un tríbulo especial, que posiblemente se puso en práctica poco a poco;
nos referimos al don o. mejor dicho, a los dones anuales (mutua dona n
dona o annualia). Se llamaba asi una contribución cu especie que todos
los años entregaban, en principio voluntaria, pero en realidad obliga­
toriamente. iodos los grandes propietarios del Imperio, tanto laicos
como eclesiásticos, en ocasión de In asamblea general.5" I os ingresos
de esta contribución se consideraban, dentro del sistema administra­
tivo imperial, como los de un verdadero impuesto: «Enviarás al lugar
donde me encuentre a mediados de mayo» —urdenn Carlomagno al
abad de San Quintin. I ulrad— «los dones que ni debes ofrecerme en
la próxima asamblea.» <,J Como se ve. la obligación era absoluta y son
muchos los textos que hacen alusión a ella sin ambages de ninguna
clase: pero, saltó algunas excepciones, el impone del don quedaba a
voluntad de cada uno. lo que hacia este impuesto menos humillante c
insoportable para el amor propio de los afectados.
Bajo la denominación general deloniieux (tehnea). derivado del
gtiego (recaudación de alcabala^, que vino a sustituir poco a poco
n la palabra latina ¡mnoríum |portazgo, peaje. flete|. estaban las
diversas lasas de aduanas, consumos y peajes que en el Imperio
romano gravaban el transporte de mercaderías. I n general las13

131 diezmo es doble en ulgilnus casos Oeicrnumulm por las íap ilu ln rcv qik.
cnioncrs. hablan de «diezmo \ nono->, entendiendo por ello que el obligado a pagarlo
debo entregar !a décima paite tic la renta total más la décima pane Je lo restante (es
decir. exactamente el 9 por 100 del total primrtiwi), Ksl.i duplicación del diezmo estaba
destinada :i compensar en cierta medida el peijoieio salu do por lii.s iglesias cuyos bie­
nes rucroii secularizados en los d tn sd : Curios M attel o después y el gravamen afectaba
a ludo aquel que jw-seia una de aquellas propiedades va en beneficio o en pleca no
Icense |.esne./ft.'f. .fela pn>¡tné:<>tveUsitiMtquc. l. II. lase 1. p.igs.98 y sicts.l. Com ose ie.se
irala aquí de casos particulares en los que no tenemos por que detenemos ahora
Véase W n iu . i. 111. págs l O ' - l ll : Fusie! de Cnulanpes. i XI. págs SUJótP.
Rrciuner. t It. págs 91-01.
Cnpuul i. I n.' 7 \ pag lh>.
Sobre el jmrivriun, véase e) libro clasico de R C ngnat, i /i<dc /?io<«n;uc 'íi'
impi/a uuiim.lt che: hs Ramtiins Itoyu'itus i'iutiioirs barbares l’zro 18-S2. in-S")

US
oficinas recaudadoras se hablan conservado en los sil ios decostum­
bre. aunque a veces se fueron multiplicando ya por abusos ya perla
premeditada voluntad de algunos reyes o de sus agentes, deseosos
Je poder asi aumentar sus ingresos con los menores «asios, l-stas
alcabalas. en principio, y como sucedía en el Imperio romano,
sólo afectaban n los productos destinados a la venta, pero las amo­
nestaciones que a este respecto dirigía el rey a sus representarles en
las capitulares, hacen pensártele los alcabaleros solían inclinarse a
percibir el impuesto, aun por productos destinados al uso personal
de quienes los transportaban o de aquellos por cuya cuenta se reali­
zaba el transporte No obstante, siempre se mantuvo como regla no
exigir alcabala sirio en el caso de mercaderías destinadas al comer­
cio y las exenciones concedidas por el poder real, lo solían estipular
así expresamente.
Las alcabalas mencionadas más a menudo en los textos son
derechos de portazgo, que se percibían al paso de puentes o de
esclusas, en el itinerario de caminos o de ríos; se les designaba con
nomines especiales, que por si mismos ya señalan la naturaleza del
impuesto: rodaje (rotatiettm). para los transpones en vehículos de
ruedas (mine); acamo fportaticum). para el acarren a hombros tic
hombres: Mjumaitawi [desognui, albarda|. para los productos con­
ducidos sobre bestias de carga: hargaiuiticutH [barcaje] para el trans­
porte en barcas:pontazgo iponuaitum). para el tránsito por im puente.
azwhizg/O (exclusatiatm), para el paso por una presa, esclusa o azud,
etc. Pero con evidente error han tratado algunos eruditos de distin­
guir los derechos asi denominados de bis alcabalas propiamente
dichas. ' u pues no hay que dudar que los textos de la época los
contunden
También entre las alcabalas incluían los contemporáneos de
Carlomagno los derechos percibidos por las transacciones mercan­
tiles efectuadas en los mercados \ en las ferias, cuya celebración
estaba sometida, además, a la autorización del rey Procedentes.

t'or ejem plo. Capital. I I. n ' I f t75-t*755l.aii Jipóg ?2): n.* 14? (tOOaproxi-
nudmicnicl. un. i ipag, 204).
Sobre las tricábalas. véase Wailz. i IV.pags SS-h.V Fuslel deC oulim gfs. i V.
l’Ags. 247-250: R rjn r.ei.i I t.p jg í. ;7M 27: pelo, sobre lodo. el. l0> testos: Capitu­
lar!, I l.fitimm: tliplomam Ktirnlin.. I. I.pags 0, 17.2". 66,67 I2S IJS, i7fl. I -8 .25^: hir-
mulac. pags 500, 3D3-.;(H, ele.
Véase especialmente 1 uslcl de Cnulanges. i V. |\rg 2>0: G j iis Iiii I le* origi­
nes Hurlantes ilu r/amage» G in is lio ljL i 'Les origines romamcs da rm iugc', en M étan­
les J e droir ro m .in dciiiés A G c o rg e s C o rn il (G ante s París. 102o.7 v e is . in-S .'li.1.
Págs. 3S7-305 '
Véase, cii particular Di/'tonww KnrnL p;t}s. i28 (711-775)
1,11 (. 1.11 H u v d m .ftsn / kivoriqut'jur le tirón Jes man h¿± a ¡tes (eirts. iParls. Ih07.
ni-sv. l:sis J¿ derecho de Parts). en pmiieutai pags l-ri !7h y 573-5S-I.

ib»
1

como los derechos anteriores. del Imperio romano, estas diferentes


clavos de alcabalas proporcionaban, con toda verosimilitud, al
tesoro, tin apreciahlo suplemento de ingresos. mnu|iic seguramente
i nsu lición te — si se tiene en cucnia el atraso del comercio mayorista
en cI inundo occidental para proveer al presupuesto icol de algo
más que una simple ayuda.

IX P A I RJMONIO. MONOPOLIO DL LA MONI DA.


DFKI < HOS DI- CANCILLMRÍA

Ls cierto que la monarquía contaba con algunas fuentes de


iiigic.sos por rentas los que obtenían ya de la explotación do sus
dominios, ya del ejercicio del poder público.
Los dominios <ví//«P) de que disponía Carlom agito, eran consi­
derables y estaban diseminados por lodo el territorio, aunque se
concentraban más en las regiones septentrionales de la Galia > en
las comarcas del M osaydel Rin en donde las propiedades pal rimo-
niales de la familia carolingia fueron aumentar las que Pinino, il
usurpare! poder, había heredado tic los merovingios que. a su ve/,
las habían lomado, a veces, del lisco romano Estos patrimonios
comprendían, como era normal, tierras de labran'/a. praderas, viñe­
dos. jardines, bosques \ tierras baldías, de lo que tina parle estaba
bajo la directa administración del rey, mientras la mayor extensión
era usufructuada por terratenientes.,J| Habla intendentes (villici)
encargados de la vigilancia de la explotación, de la conservación de
los edificios para habitación que. al igual que en los grandes patri­
monios. compre odian como complemento caballerizas, establos,
un corral, un colmenar, un lagar, un molino, herrerías para repara­
ción de los aperos, latieres de hilandería y. cuando se podía, pesque­
rías y viveros.
Poseemos varias capitulares que demuestran el ¡títeres del eotpc-
rador por una administración inteligente del conjunto. La más
famosa, la capitular llamada <7e '.tllis " — Je la que. además, resulta
muy difícil precisar si emanó del mismo (. arloinagno o de su lujo
Luis (el futuro Ludovieo Pió), entonces delegado de su padre en el
gobierno de Aquilunia >*4—, desnucora con evidencia, desde su

'■o Sohrr el patrim onio fc,il c í W a* i Iv, |ing\. -ta-IS3. t(ue rerni.c ¡i los
tcxius esenciales
W-nse e>i«-NinlnK-nlc Cufutiií i. I. 11/ '(M S I11. a n 19 \ Ir m p íiu lji <.v
i ;lh.\. iiiiiJ.i más .iu c I j iik
ítíyaii/.. 1 1 n " 32. pács. S3-91.
C f Maic Bloch. «Ldriginc el l¿ (tule ilu "Cnpilulijre do lillis’ *. en 1j R‘ fUf
l/isir,tiif:u 1. L’\ l . MI 1 19231. |'á¿- Jll-Sfi

150
¡irilculo 1 la verdadera preocupación del soberano: no permitir
que vayan en beneficio de oíros los recursos que puede obtener de
oí patrimonio, Se Irma de un concepto que .se repite en más de un
artículo. I I pequeño rendimiento de algunos impuestos subsisten­
tes obliga ai monarca a velar alen lamente para que nadie i nleriiera.
usurpando su derecho y adueñándose de tina clase de rentas que
aseguran importantes aspectos de su vida. Olio punto que debe
señalarse es el empleo a la vez. lanío en esia capitular345 como en
muchos oíros icxios contemporáneos, de las dos palabras vilkie y
físci. para designar los reales patrimonios: aun siendo de origen
familiar, esios dominios estaban, por tardo, asimilados a los que en
Roma se consideraban como tierras del fisco, lo que no debe causa r-
nos sorpresa.ya que cuulquicrdistinción enlreel carácler privado y
el público de la persona del rey parece que estaba apanir de enton­
ces abolida.
De los diversos monopolios que producían beneficios a los
emperadores lómanos, parece que el único que pudo conservar el
soberano camlingio fue el de la acuñación de moneda. Después de
los desórdenes del período merovingio en los días de su decaden­
cia, M Pipino el Breve se hizo cargo, con energia. de la administra­
ción monetaria. 1* Sus esfuerzos y los de su sucesor permitieron
reorganizar metódicamente la casa de moneda y el mismo sistema
monetario. I I número de tálleres de acuñación, que se había hecho
excesivo, fue reducido pava facilitar la vigilancia, tnrlomagno llegó, en
el £00 y el SOS, hasta el punto de no autorizar, en principio, acuñación
sino en el taller de Aquisgran.VJ1 Medida de excepción y. sin duda, pro­
visional (pues ya no parece estar en vigor en los dias de I udovicn Pió),
pero que produjo la nueva ordenación del sistema monetario.
i os gastos que ocasionaba la acuñación se cubrían con las mer­
mas que los jefes de los talleres de troquel —los monederot
(monmani)—estaban autorizados a efectuar sobre el metal o sobre
las monedas viejas sometidas a fundición. Una capitular, que se
remon la a los dias de Pipino el Breve, había señalado esta merma

I nlrc ¡uros, en los uiHculiss J j 51


Veasr espeJalnu-m c fbploniiita A«w,1.. i. I i. K3 tTT-d aprnsimnitamenio).
t'á¿. ) 19. linca 40.
J 11 el Cút'iloxur JtJ moniimVt fmiiftivi'r <!•’ la fíiblte!li<\ute lhi:io»iili 1 i ' ijiuii •
•‘ais intuí,iHf¡Uviu\ poi M jn rk io Pro-.i ( l’.'iris IS<0. in-y ") Imrodnecimi
l>,ira cuanto se rclnciona con la .ivuítiiciñii ile tmn-.edas Ciirolingiav se.ise l.i
Jr.iroiliKvión de M. I’iou al G íííjÍii^ í. i1¡/.n m amwt's rwr.ling/runn Proal M I •< iiinlu-
%*c<.'c j i> fr a m a m u if infíibliolhtifUí'iiulUinalvK Les íiiuiinaieccjiulliieicm u -,
ion un inltiklui i ion (París. IS-Ni. in-S.0)
LupiiuL I I. i».' 44 IS05). arl. tí., pag. US n/ s ’ pni.si urt 7. |>,ie 1411
CiipimL I. 1. n.' IV i “54-i?5l. .ni 5. pjj; 3.2

I 51
en un sueldo, por libra de pinta, en una época en que la libra lema 22
sueldos. Como no se autorizaba ninguna otra merma, hay que supo­
ner que cada taller estaba arrendado por el soberano o que le corres­
pondía una pane de los beneficios.
liste monopolio tenia, además, la ventaja de permitir la unifica­
ción del sistema monetario, signo tangible de la nnidail dei Imperio
Oirloinagno hizo todo lo posible para conseguí i este resultado. \si,
retiró de la circulación las piezas antiguas. entre las i|ue existía la
mayor diversidad, y las reemplazó por piezas nuevas de lipo, peso v
denominación uniformes. Medida, aparentemente, fácil de apli­
car ya que la única moneda que quedaba oficial mente en circula­
ción dentro del reino franco, era el denano de plata, del que el
sueldo tenia 12 y la libra 240, sin que se sintiera la necesidad en el
futuro do acuñar piezas de ninguno de estos valores. Con todo, los
textos demuestran que la reforma triunfó, no sin eslueizo.y la clasi­
ficación de las monedas que nos han llegado testimonia que el
gobierno de Carlorn agrio fueimpolcntc.cn último caso, para asegu­
rar en el campo monetario aquella uniformidad absoluta que se
proponía Sin embargo, no se puede negar que los dónanos de los
días de ( ’nrlomagno —a los que en la practica no pudn dejar de
adicionarse medios den tirios u óbolos— ofrecen un carácter de
regularidad relativa con manifiesta ventaja sobre los tic la época
merovingia.
Si resulta difícil apreciar las rentas que la monarquía carolingia
obtenía de la acuñación de la moneda, más lo es aún. posiblemente
calcular las que le producían los derechos de cancillería lodo
cuanto se puede decir que es la autoridad y el prestigio que propor­
cionaron a Carlomaano sus triunfos militares y el atinado ejercicio
del poder, fueron dando día a día más valor a las actas que expedía
para conceder o con ti rm a rhicnesx privilegios. Dealii la avalancha
que había en su corto de peticiones, como lo demuestran los docu­
mentos de la época Hl constante acrecentamiento de los territorios
que formaban el Imperio carolingia ensanchó, más aun, el chatio
ele los que acudían a solicita r favores del señor y que proporcionan a
su cancillería oportunidad de ingresos que. sin la menor duda, se
subestimarían si se redujera su importancia al volumen únicamente
de las escasas 160 acias, cuyo texto autentico ha llegado hasta noso­
tros. Ln el estado actual de la documentación a nuestra disposi­
ción, es imposible aventurarla menoi valoiacion. ni aun atreverla

Stthrc ti i siuur \cnsc ln nW.i o" M t’ r m OtHllojeitc d a mohín »** <■•><•!<'■


aun n a ni I?** Uf uucíir.i bibliografía).
Vé.ise ln (.'i'kciiiiil ijuc íil ddilu I Mulilh.iclirr fhpiiuKiHít Kliniiüiormit. l I
u;i£< 7^ ;y2.
decir si los beneficios que se obtenían poi este renglón, superaban
cn demasía los gastos necesarios para mantener en buen estado el
desenvolvimiento de estos servieios.
Si resulta difícil apreciar las rentas que la monarquía eamlingin
obtenía de la acuñación de la moneda, más lo es aún. posible­
mente, calcular las que le producían los derechos de cancillería.
Tntlo cuanto se puede decii es que la autoridad y el prestigio que
proporcionaron a Cario magno sus triunfos militares y el atinado
ejercicio del poder, fiicron dando día a día mas valora las actas que
expedía para conceder o confirmar bienes y privilegios. De ahí la
avalancha que había en su corle de peticiones, como lo demuestran,
los documentos de la época. 1,1 constante acrecentamiento de los
territorios que formaban el imperiocarolingioensanchó, más aún.
el circulo de los que acudían a solicitar favores del señor y que pro­
porcionan a su cancillería oportunidad de ingresos que. sin la
menoi duda, se subestimarían si se redujera su importancia al
volumen única me n te de las escasas I(>0 acias, cuyo texto autentico
lia llegado hasta nosotros. I n el oslado actual de la documenta­
ción a nuestra disposición, es imposible aventurar la menor valo­
ración. ni aún atreverse a decir si los beneficios que se obtenían
por este reglón, superaban en demasía los gastos necesarios pata
mantener en buen estado el desenvolvimiento de estos servi­
cios.
En verdad, la monarquía caiolingia ya no se encontraba en la
situación que caracterizó ios tiempos de las grandes invasiones, y en
el que se esperaban Je la guerra, por el botín que obtenía e! vence­
dor y poi los tributos que se imponían a los vencidos, los más pin­
gües tecursos; con todo, sólo se pudieron suplir débilmente estos
ingresos con la fiscal idad y las normales obvenciones de los dere­
chos que ésta ejercía. Las manifestaciones de alegría que el año 7%
levantó la noticia de que los tesoros acumulados por los avaros
hablan caído en manos de las tropas francas, nos anidan a puntua­
lizar la situación: un botín semejante pareció n todos, como una
Inesperada fortunan latería que iba a ahí ir inmediatamente una era
de excepcional abundada
Sin embargo, el ejercicio Jcí poder judicial, dd que tenernos
lodavia que ocupamos, no dejó de proporcionar n la monarquía,
con mayor regularidad, ingresos apreciables, a la vez que permitía
al soberano a firmal útilmente en todo el Imperio, su autoridad
moderadora, al servicio de la paz \ el orden público

' cas*' l.i colección que luí dado E. Miihlhachei. Komlíuonim. I


PJg* TI-2s)2
‘ Vé/>e \upni [vil! ’ I
X JUSTICIA

Pese a la divorsuhid tío los códigos —leyes sálica. rípuaríu. hur­


goneé. etc — a que estaban sometiilos dentro del Imperio y ¡uní en
el solo reino franco, los súbditos del monarca carolingio. y cuyo
estatuto jurídico individual, función que procedía del origen étnico
de cada uno de ellos. nada pudo modificar, la organización
judicial era. al menos en m is rasgos generales, uniforme de un
extremo al otro de los territorios sometidos a la autoridad de
Carlomagno.
Pn este aspecto domina todo el panorama un principio: el de
que. orine los deberes que incumben al soberano, no luty ninguno
quesea más imperioso que el de asegurar a todos el pleno respeto de
sus derechos —de m i k r. dicen los textos— y una justicia escrupu­
losa Este principio, muchas veces enunciado en las capitulares. f"'
no sólo es aplicable al mismo emperador, sino a lodos aquellos,
tanto laicos como eclesiásticos, que ejercen la autoridad en su nom­
bre. Pues hay que señalar que el deber de hacer justicia se impone
de manera tan absoluta al soberano que se considera como respon­
sable de la exacta ejecución de las sentencias pronunciadas en sus
Estados tanto por los obispos o los abades como por los condes > los
demás agentes del orden civil Por todo esto las prescripciones

r '4 Sobre el Irma (ra u c o aquí. véase sobre lodo G. VVnii/. I. IV. págs. J(i5o25
que proporciona un fácil cuiincim ienioJe los ícelos v H Bmmtcr. i. II. png' -Gí -SMi.
que ü.s secura ni en le la muís completa exposición Je eotiiunio Je Ljue disponemos
actualmente para cuanto se reluduna con el uim iom um eniode la ¡usudn cii las épo­
cas meros i ligia v caioliiigia. Cada parralo de esia ewensa exposición lleva una
bibliografía que.ilcanza hnsia c! año W Por desgracia. la presentación re miIi j cor
frecuencia contusa v uanaua m ucho si estuviere mas concentrada Etilte los estudios
en Iraimes aun resine-, prou-diosu leei I listel ileC O'.ilarsges.l V pau». .tlM-ÍÚti. en lo
que a lañe esencial metilo n la época mcrovingia. peí o m is -Je ur, pasaje interesa ir.m-
bién :i los lienjivis earohngios. A esios había icservadu Fu>:d i.n capitulo del volu­
men Mguienle de su obla l(. V11, pero en esc vo'unictl. lal a unió fue publicado poi
Camilo Jullian después de la mué ríe .II- m . autor, no se encuentra ipigs 4'MoOI ) más
que un brevísimo bosquejo del ¡cnia Xcstohav qua a fiad li en cuanto a la nrganiza-
. :<in de los iríblmulés. el libro aenialilieilie sobrepasada dr I . Ite.iuelicl Hinufír ■>’•
••re-.muíitjoil jiu!it:ti:n .-n fnif.vv. FpH/u< I n:n.¡:i. ¡París. ISV'. ín • l y el niedineie
l-Mníc.'ur f. iiuítliwi <J: Biitiiiilt síes C ñau Ules. F.imii.wir fe inullin» i París, IWC. i *y.
le»isde derecho eo PaiiSK que es-.ir. liábalo ile priti.ipi.iule F.u imln In que l látaulc-s
¡*ll las páginas v|iie siguen se iii'.punc m.ls que nunca rcci.riira los leváis Nlk'sim dis­
cípulo K B.linio; prepara une rh rn d.- v oti/nll < sobre la /nsiiciJ en la época ce
lo- ca:u li ul'Í'js
" Vcus-e fupru. paes. I2d-I.il
C(>(<:mi i I •• 1 ' v'*i. p.m ss ni (•} 2$ . pae ■' j rl. 5. 1? | S»*r.' i1is-
lló ari 2f>: ¿íi(Slüj. pag I55 .u rls .jy ? n*.)(S 10;.p;lg 155.uri. *:so (fin M I j ) . pna. Iíi4,
ares. 2, s, 5.
véase Copimt 1 n. iXiOi, p.ijj qg. art

I«4
queso contraen a la administración de la justicia resultan Ireetien-
ios en las capitulares
Suelen ir dirigidas a los condes, cuya actuación so nos presenta
aqui mu primordial mente como en los otios tei renos administra-
ticos. \a que. en principio, dependen de su tribunal, salvo casos
particulares, todos los procesos cu los que contienden dos subdi­
tos del emperador, con la sola excepción de los asuntos de orden
puramente eclesiástico que estaban reseñados a los tribunales de
la Iglesia. Asi. todo conde nene en su condado audiencias regula­
res —se llamaban nwll (malhisi o plan! (pita ihituj ¡asamblea tri­
bunal] condal—. unas en la ciudad donde residía y otras en
dil'creutoseiudíkles o localidades de su distrito I:! conde presidia
asistido de jueces que. después de haber sido, hasta el siglo VIII.
seleccionados entre los notables del condado, como nuestros
modernos jurados —entonces.se les llamaba rodnmburgos iradií-
utiburgt, hhliiitburgi, niíiiti'burgt, mcinburgi) u hombre humos
ilion i hontinési—. coiisiiiuian desde el último cuarto del siglo, al
menos dentro del reino tranco propiamente dicho, un cuerpo de
inagist nulos profesionales —¡oxrugidora*(ccln-vins. saibinij—cuva
intervención se limitaba a establecer el derecho, quedando a
cargo del conde, como presidente de su tribunal el dar forma a las
sentencias y pronunciarlas. Reclutado dentro de cada condado
por el misma conde de acuerdo con los itussi {Jominici. el cuerpo de
los regidores o echevines se reducía a una docena de miembros
como mucho por cada condado, En la mayen parle de los casos era
saliciente que se reunieran siete de ellos para que el tribunal
pudiera legitímente deliberar Wompañaban al conde en sus
recorridos judiciales y, como él. estaban sometidos a la vigilancia
de los missi.
I I número de audiencias o sesiones que debía celcbrm el conde
durante el año lúe limitado a tres, poi Catlomagno. a lin de termi­
nal con los abusos de todas clases que se le notificaban sobre las
citaciones demasiado frecuentes para contparecei y las molestias
que de esto se originaban a los i n leí osados. Varias capitulares
recuerda ti. además, que sólo las partes del proceso esHitt obligadas a
asisiii a las audiencias.

Véase. |<nr ot>ii>|'!o. h p.tg '51. n Ce lunmilin H.im.itlus iic


Meikcl nli.es .tel siglo m u i
C.tpuul . \ I i l 'i iSO.o.pag. lio. .11: .0 ,]• i l f j '- q j.jíji i ’s ,h | i, ■,-4,|
iü-Wj. p:ig. I > ¡o S. E ll^hiiilcriuccncsinicai'iiulaie:. ssilose hiie.m leu u .11
I' inibies lilire.s ti 1 lloclla gcnci símenle creer que lodos los hombre-. ibo . ,lil<i,n 1
■s . J t presemos en las tíos sesiones. I.os :e\ios no dicen n.id.i le eso I u irnco qn
oeicnuiiiiin —\ esto 1j sabemos p o ro tiis luoiucs .idetnás— es iiuc las .li'.p.>M1iim.o
■ncf.idjs i!e es<i m.iiier.' no ¡Hinami .1 ios no libres. I ín;» capitula Je I.MiIomci I*:• 1
I a competencia del tíihuiial condal se extendía a toda clase de
¿istmios, civiles o criminales, que los litigantes le sometían. No
parece que el conde Inviera facultad para ¡indar por si mismo pro­
cesos. salvo cuando se Iralnsc de cumplimcntarórdenes o defender
los intereses del soberano Pero su celo se alimentaba con el incen­
tivo de los provechos que le valía la aplicación de las penas que
pronunciaba.
En efecto, el principio general era que. cualquiera que fuese el
estatuto jurídico de cada procesado, toda infracción al derecho
ajeno conllevaba, en caso de condena, el pago de tina composición
cuyo móntame era proporcional a la gravedad del perjuicio pro­
ducido. pero del cual se reservaba siempre una parteen calidad
de malla [fredus) para la auloridad rea), prolcclora en todo el
Imperio del orden público. Esta fracción era de un tercio, al
menos en el derecho franco: y. de la suma asi percibida, el conde
se quedaba, a su ve/, con un tercio como remuneración de sus
servicios.
i lav que añadir siempre a esto —siempre a base de un tercio—el
producto global de las multas recaudadas en beneficio del Tesoro
por infracciones íi lo*- decretos superiores o. como se decía entonces,
al bando de! soberano /hmmus dominicus). caso que era frecuente,
dado el gran número de actos de la vida civil, religiosa o militar que
todos los subditos del Imperio teman obligadamente que realizar
con riesgo de infringir lo que se consideraba bando de! .soberano
Numerosos textos demuestran que con esto no se hacia sólo referen­
cia a sus capitulares, ordenanzas o actas oficiales publicadas debi­
damente. sino a todo lo que. bajo cualquier forma > en cualquier
grado reflejaba o implicaba una decisión de parte del emperador,
como, por ejemplo, su voluntad de mantener bajo su protección a
las iglesias, las viudas, los huérfanos y a lodos los desheredados d.
la ionu 11a. en cualquier lugar del Imperio en donde vivan, o su
¿.leseo de perseguir a los incendiarios, a los amores de los crímenes
de rapto, robo, a los desertores.. “ 1 numeración que nada tiene de
limitativa y que en realidad el emperador o sus agentes ejculivos.se
inclinaban .1 extender cnsi indefinidamente. va que vemos ¡1 Cailn-
m.iguo itiJuir en ella la caza Tuitiva en los vedados de loe bosques

((.Jfí.'in t I. fl l-l ‘ ¡ifl.i ‘ IV. p;iv :0ÍI, nrl U l iYLliml:i I: Idiiil.iciciil ¡1 lies, íUi<l.en-
ci.iv judiciales aiUUcái'AliM.'.s ¿le frnc/ulUi /\luc¡hi h'v.e c-olilicnnvo pcnmilt,. he dn.l>'
liiiur .1 muchos em ires üe ii.ueiilu u.'u ol comevin desiei'.a. cvalcnrcnioiiw la*
m idicntlaf det conde p.-irn difcrrnei irl.is d i las iív* lus ■renliirioncs.
p" Ctif ifnt. 1 I . 11.' ’ I . üO I; ii.l ?3|SH II,pág.li!‘. iri.4 D :n .''Jiírtu
p.lj! m i . .10 (SSISOI-SI.'I.pajis I5n-j 5S..tris 1-3: i:~sis.|SI»Ii.páp !f>s.an.2
II.* l|l>. p.(¡.; irle. l-S-flc.

i 5ti
r
reiiiüi. 1,1 >-'1rehusar monedas de curso legal. v el negarse iciieimlo-
ifleiiieíil pago del diezmo " la venia de objetos del culto. ' la i iolíi-
-ión por parle de los clérigos de lás prescripciones conciliares eon
(especio a la presencia de muieres en sus casas.*5 la percepción
alusiva de alcabalas o peajes, d encubrí míenlo de fu g itiv o s .e l
10I10 de granos o de forrajes en perjuicio de los habitantes de las
comineas por donde transitaban las tropas. r‘ el robo de bestias de
eargn. ' la venia a precio más alio de los producios lasados, la
v¿ain de esclavos o de siervos fuera de las fronteras del reino. ' el
homicidio de peregrinos, etc. El campo de aplicación de bis medi­
das lomadas contra los infractores del hmnh real o imperial era.
como se ve, ilimitado. >a cjuo «oda ofensa al derecho de Olio, o a las
prescripciones de la Iglesia respaldadas por el emperador o al
urden, podía serconsiderada como una oposición a la \nhm tad del
voberano. Y la pena que se aplica en este caso al delincuente es la de
(>p sueldo.-. " cantidad impórtame en aquella ¿poca \ que aun
puede ser doblada y hasta triplicada si el delito cometido
parece exccpcionalmcnte grave. En cambio, es raro que sea infe­
rior a los 60 sueldos No hay que olvidar considerar cuán produc­
tiva podía ser esta fuente de ingresos para un conde vigilante s
actúo
Y esto no era todo \lgunos procesos podían, por su misma nato-
ralc/a. proporcionar al conde beneficios suplementarios, si se trataba
de crímenes como el incesto, el homicidio de parientes cercanos, la
falta » la fidelidad jurada, que conllevaban, cu caso tic condena, la
pena de confiscación de bienes. Es cierto que el beneficiario de ella

Ci¡t<tmL i. I, ii. :'t (80. 1. friti. 'iS. ,iri •-): n ■I02 (¡tOI-íWlj p¡ig. ; i| .iri I'
/(A«i. n 4íí' (80'n. p,rg, 152. ait 7. n*,,Jti rül i, pág. 101, nn o.
AA'III n (O (-S7-SH). pig. ISO. íiri 4
1 ton. n." 3318(0 .1, |i.ig 0-1. ,iri 15
• ton. n " Uto t«i:u-au>|. ,>.(g :ir ,m I
ton. n." f1 I801-S14). p.ig 144. «u "
<6~ Irft"i. :i. >2iSf>Ki. p.tif Mil nrl 6; n ' M is tlli pñg. 133. ¡ir: v.
!í* t o n , n " ‘n |Nln-8111, p¿j>, lljtl, ¡irl 4.
AA»i, n 1~i (Sül-Jtlij. pdg. I~V ¡irl V
hhni. ii " 5 2 (SOS). M n.jn. 5. H,is que vñ.il.ir. jilrm tis.i|tie .le Ins (iUsiil'I
do.-. 20 son. en .-I ^¡iso indicado. resentidos ni denuncíame
U o» n : í t i ’ 7<b. r.r¡>. «i.<m. t<>; n > >ro r s i i i>ap i <a
AA«I. n.'91 í\S2-Sfi). pdü. PJV.ir tu.
1 t o n . n.- 35 >sil-V piig. 104; an, Y : n.*1(-8 is iji -i<h i . p.ig; i v q í\. ;uls. 1-7
n ‘4.81 i png, I6t'.ari I. il“ 7"'|Sii;-8r'LU Íg. r i .a r l.O , n "98 iStlll.iMp. 2uí.<;rt 2:
II l ili, |U¡> 224. e*.
' J AA'jii, n KKi |NIUJ-8 IOi, pjg. 2,.'8. ort 2.
t o n , ii 1 I3¡> |SH -S!1Z|. pajis 2M-2A7. atl>. 4-s.
Vcass; Cn)>u:<l.. I I n.' 13 ("M -’S'i, p:i¿. 11. itn I nnccsi.i)’ n 3h iSúM , 31.
T-ij! I I j . iri 3 dinmi, i,.¡o de |';t; lentes cercanos, incesto). £Ht<lou¡tHti K<irc¡, isi)

151
es. primero, el soberano: pero algunos textos hacen pensar que iam-
bién aquí el conde obtenía su parte, pues se le acusaba de dejarse
arrastrar por una «insaciable codicia» para multiplicar las conde­
nas de esta especie.
I’nr otra parle, el conde mi es el único que cu las provincias
conoce de los asuntos judiciales. Pn clecio. se distinguía entre las
causas llamadas muyoren que. salvo casos particulares, eran obli­
gatoriamente de la competencia de su tribunal. \ las causas de
menor importancia, llamadas anisas tnenoras. que podían ser
enviadas al juicio de sus subordinados, los vicarios o centuriones,
De acuerdo con las capitulares promulgadas a comienzos del
siglo l\. quedaban reservados al tribunal del conde Iqs asuntos
criminales y los procesos relativos a la libertad. Desde el siglo
IX. las disputas relativas al derecho de propiedad —al menos de
la propiedad territorial— no son por si mismas competencia de
los \ icarios, sino de manera provisional. y, sm duda, cuando el
objeto del litigio es de menor cuantía: cuando se trata dctnníu.v
livianos (leviorvs anisad, dice una capitular. ti campo de admi­
nistración de la justicia conliado a los vicarios es. pues, de los
mas reducidos.
P.sla administración de justicia viearial se ejerce en forma aná­
loga a la de la condal: el vicario preside un iribunal considerado
como audiencia Iplai o malí) y compuesto igualmente por siete jue­
ces. al principio rachhnhitrgos y luego r,'guiaras oci/u rm , una vez
que la institución de estos últimos se puso en practica '*■' Pero, sin
duda, debe imputarse a la, cada vez más. restringida importancia de
su tribunal la extrema rareza de los documentos que testimonian su
funcionamiento en la época de Cailomagno.
Si el tribunal del conde tiene competencia para sentenciar los
procesos de los que, sólo con reservas, tienen conocimiento los iri-
bumdcs de sus vicarios, estas sentencias de los condes estaban, n su
vez., sometidas a revisión por pane de los missi. que deben, además.

|1M' i. p:\p. 243. I Si luí'..tilí fnleliii.nl i. ii* 2<i5 i*tu |.p .i« .2 H I 3H ¡nccsiol; / .....
i r 22 Je las tAíimitas H. de Rciehcn.m iSOO-SJi'l pdc 351 (alcedo 31
TI Aslrunomo. i j p X .W M Il.
• l'ara e>1a distinción ic.isr ( jpiml i l.o 2111 'Vt. png l'J id ni: n." 1.12
I'IS). ¡>á¿. 2(’2. n a 2
’ "* CapiiuL i.l.n. 6J<<S10|. p¿j¡.:5.3. jrl. a: r..'6 5 1 slOi.pjií. I'J . ni. S: n.'‘ SniSI 1-
Si 3). png. I 16. un 4: i r 102 |SIII-SI0l. pin* 210. .irl U.
1 May. al menos, pata el siglo un.un eiftnp:oeoilirail» Viwl-umittlth.. :i 23
i!e |m ómiiuIlis llama Jas Je Mcikcl. pag 252.
” Co/iiini. I 1. n / (Vi v 65. i iia.lns en Ih iioj.i mijsu
¡u\w. n.' lUZ.cii. cu .a nota 1 ¿«/-ni
,v' Funtailur. n " ’ Je las fórm ulas lia ni.nía v de Rienda i’ .5" '741. pag 2?u,
n 2V y JU ce I is i'ñmiulns llani.nl.is de Mcrkrl ifir.es del vigío vmj. pac. Z 'í
hacerse cargo de los procesos que por cualquier razón eslén en sus­
penso. Se les recomienda que durante el mes de su viaje o gira
lengan cuatro audiencias en cuatro localidades dil'cientes del con­
junto de los condados sometidos a su inspección ''‘ ycada ve? presi­
dan allí asistidos no sólo de los sido regidores que en lo adelante
estaban determinados para todos los tribunales o r d in a r io s .s in o
también en presencia del conde en cuyo distrito se abrió el proceso
queso someleasu examen. En lodos los casos, ya el recurso ti los
uu.tvJ esté fundado en una queja por una injusticia o en un litigio
relativo a la decisión dictada por este o aquel conde. la sentencia
promulgada en nombre del soberano por sus representantes en
visita de inspección, produce, igual que la de los tribunales conda­
les. provechos cuyo reparto se lleva a cabo de acuerdo con las regla­
mentaciones entine uids anteriormente. Debe también señalarse
que los litigios relativos a las sucesiones i nmobiliarias. cuyn conoci­
miento parece que estaba reservado a los missi. producían derechos
especiales en beneficio de! Tesoro que reclamaba por sus buenos
olie ios una décima parle de las tierras y de la mano Je obra
sen il.ss'
El tribunal del rey "" constituía la instancia suprema a la que se
elevaban los procesos que los tribunales ordinarios, especialmente
los del orden eclesiástico ?,,, o aun los tic los Diissi. se considera­
ban incapacitados para resol ver o los que se negaban a juzgar. asi
como aquellos que se remidan en apelación. VIJ f n primera instan-

Sr.hre ln jurisdicción Je k i «m u, tease W nil/, I. IV pág*. 413-tlX: I ftr.ni-


íhet. pJgs (01-336. Fuslel rfc Coulangos. i. VI. p;ig> 555-55'J: 11 H runntr, i 11. pn es.
líS-iSa, r e o r.ir.gum Je eotjs .luiorcs ¿siiiHecí claranicme h J» iin t¡m l enirt tus
egOi-JS i i|Ue .sr reúcrun los IcXllts .ilcg.iJos
CupuuL i 1 . 11T" su ts 11 -XI3j. ¡uig. IJ1, :in Ü
Pipián,. k\iml i. l ii - I4S (“ 32j. pao 2II| . Curtulanif Hcdoi,. plibl. pin V Je
( nursuii. n " l'Jt J“Si?|. repnKtlKiiírt jio¡ T lim ’llill. Íi’íli'i Jin in*ntui:„/f
< i. n ‘ f-3. r;«. •• '* ■ ' fiim iii/ii. p.g 3 l3 .il.’ 4 Je l:is Siiiu
m i'K io n .'
Ctipilul I I. ti." («I I-SI3I. pag. P .iil X. ii 41 (XI'J! piig -‘>1.
ai;.
■" C,ip:iul.. i I , n 3»1 i. pág. SI, un 31 liniuslieM i: tw'muhu. pag. 3?" n ' '
iMWI-S401 Je l.is lormius B Je Kricticnau t.ipelaenuil
->l Cupiinl. í 1. n." V (M il -X131. |>.1l- IV. .til “ t i I Vmniil.is Jv Morculio. I il't * 'I
n 2IMlii)<« del siglo un. p.ig. 3(1 ili? ios l'ortnuhtc.
' Snt'rí'CsVtiit'uniil vorVt'aiu. i t \ . p.icj.. » L Q o ti.lu i. p.irs > '' I<:
Uiur.r.er. i II. pag>. 1X1-103
Cupiiui, 1.1. ti 2> I"sUi. p igs 4-*5.,tt|. 7;ti.“ 11.' i ■'i*i-si|iii. 33s • mi
3<i ir* 33 it)0.!l. pjg, 94. un. tí.
JUtw. □. 34 i sor i. p.ig ta i. un. ty
iih m n,J r>i i b l i, p.tg Ivu. ari 2
/■(*•*«, n 13 t"54-'53l. pág *2. ari 'i r . - I iXi‘2l. ’ i.ijis 113 124. .m S i i ' l i ' i
ti.iou el SH 'i. páj, Ii*/ an ‘

IVJ
cía.el tribunal del soberano iiizgahti el caso de los funcionarios lea­
les. especialmente de los condes, con ira los que se presentaban
quejas por sus administrados. algunos procesos erases de deso­
bediencia a las órdenes del rey como la deserción /lirrisli-i. que
estaba reseñada a la sola competencia del monarca,3* y, final­
mente. los procesos que se referian a los proceres o podemsos
fpoieminrc\), altos funcionarios, obispos abades, grandes lena te­
nientes.
No hay que decir que c! soberano no presidía por si misino las
audiencias, sino excepcional mente, cuando la importancia de los
asuntos sometidos a su tribunal hacia oportuna su intervención. En
esos casos estaba asistido por el conde del palacio.cuyas atribucio­
nes ya señalamos más arriba ** y que era quien presidia en sus veces
y sitio en los casos normales. ,w Pero sea quien sea quien lu presida,
este tribunal residía en el palacio en donde se encontrase en aquel
momento el monarca y la función de jueces es asumida entonces no
por regidores, si no por algunos ilc los Wdc.vque forman el séquito o
corte del rey. "

XI INML'NÍDMHS

Ni el régimen adniinistraii\o ni el régimen judicial que acaba­


mos de describir, se aplicaban.como eran, a unios los patrimonios o
propiedades eclesiásticas, l’ara un número cada ve/ más grande de
ellos se había establecido un régimen de privilegio, el de la nnnuiu-
que los convertía en otros tantos territorios en los cuales, en
gran medida, la acción del propietario sustituía a la del conde y sus
agentes, liste régimen no fue concebido en la época carolingia; mas
aún. en lo fundamental fue un legado de los tiempos meros mgios:
pero fue precisado, generalizado v trimsloi nimio cu los dias J e t ar-

¡dan. ii.-'t>.'i luicia el >>, "II n ; ihpíom. t\iim i i l.n. I ’ <* p.ljU.
C-lí.
- f 1.1,1-, tO l¥IO |.r:ig. I.'.’. iiri I.'
hht<L u "'(SOI-M ji, pág I ' 1, art. I n Sütfil | V |; :p iv l"6.aii 2
tullo! i I. n.' lo : r _S). náu Nli: n " ISO |7 n i|, p ;ig ’-!2: n.a Itl-l p.iu
27),
'‘ ,Sii/ t «. fl,l£ *i
Véase pnc. 13.xi
notu-í-, lifyx-ii.tcni -.eícicr.cin ,i !gs i .-x Ih -, o í u I.i (iKsnírna.
•M caite.: .leí pnliMO. ■ u >u i'iL'senci;: iiiruo al manaren
Dtptom Kci'i't \ I r 11 ltC(?7s|, taSiVli o N s i^ S il, F ow ulüi. i>áe . n"
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lomagno > en el transcurso del tiempo llegó n conveniise en sus
manos, en un medio regular de gobierno aplicable a las i ion as
de la Iglesia.
Se cniendia por inmunidad tiimmnitas o cmtmnus). un privilegio
por el cual un patrimonio quedaba sustraído a la acción de los agen­
tes ordinarios del rey o. para emplear el lenguaje de la época, se le
declaraba exento timinmm) de su ¡utcrvención y adscrito direciu-
menle a la autoridad central, ante la que su propietario era. a partir
de eniouces responsable en persona ele la mayor parte de los servi­
cios administrativos y judiciales de los que normalmente estaban
encargados el conde \ sus subalternos. Ningún /undonnrío público
(índex¡mhlhuM. se Ice, con alpinas variantes, en las actas que confe­
rían o confirmaban esle privilegio, «podrá, en lo sucesivo, penetran»
en los dominios del beneficiario, ni «para administrar allí justicia, ni
para cobrar multas, ni para reclamar fiadores, ni para hospedarse allí,
opedirpresiacioncs. ni para recauclai impuestos o rentas, ni para ejer­
cer cualquier coacción sobre los habitantes libres o no libres»», lo que
implica —y los documentos lo demuestran—que la recluta de contin­
gentes militares no dependía del conde, Esle y sus subordinados se
esfuman ame el que disfruta de inmunidad que. por favor especial \
pura loda la extensión de sus dominios presentes y futuros, tiene por
delegación los necesarios poderes para actuar en nombre del rey.
Desde el punto de vista jurídico, las consecuencias prácticas de
esta medida son las siguientes: para las causas menores, los habitan­
tes ilc la inmunidad dependen exclusivamente del iribunal del
inmunizado: para las causas mmvivs. y en especial para las elimí­
nales. pertenece a éste, en cu ¡mío es requerido para ello presentare!
mismo a los inculpados ante el Iribunal publico, va habiten regtilar-
menie dcnlro riel dominio inmune, ya hayan buscado refugio allí
Sólo si c! inmunizado se niega a esto y dificulta de esta manera v
voluntariamente la acción de la justicia, puede d conde, después de
lies apercibimientos, penetrar en el territorio exento y apoderarse
illl del inculpado. Además había sanciones con Ira el inmunizado
recalcitrante, sanciones que en loima de umita iban desde 15 a ’Oó
60sueldos y aun hasta 600. en caso de resistencia armada v. además.
>o podía llegar, si el caso lo merecía, a la confiscación de los beiufi-
ilos reales que detentaba y a la revocación de los cargos públicos
que ejerciera. I’cro la resistencia armada no era. evidentemente,
sino un caso ultimo, un vcreladcro acto de rebeldía contra la autoii-
ilau rcal.de la que. en virtud de su mismo privilegio, es un nuxiliarel
que disfruta la inmunidad, y hasta se podría decir que su represen
tan te dilecto en loda la extensión de s u s dominios
Desde el punto de \ isla militar sucedía lo mismo Al que goza de
la inmunidad corresponde proceder, en caso de inmovilización, a la

161
leva Jel contingente > a ponerse ¡i su mando, a él incumbe d cui­
dado de hacer ejecutar los sen icios de guaidin y de atalaya necesa­
rios: y a el se le encomienda el encargo de obligar a los renuentes a!
pago del htñbfíH.
Desde el pumo de vista fiscal, finalmente, también es el benefi­
ciario de la inmunidad quien representa al rey. lauto en lo que con­
cierne a los impuestos propiamente dichos, como a las prestaciones
en naluraleza o personales y a la percepción de las multas.
L n resumen, en toda la extensión del territorio exento. la respon­
sabilidad administrativa estaba funda mentalmente transferida al
que disfrutaba de la inmunidad, teniendo a su cargo el velar por el
cumplimiento délas órdenes del rey. perla percepción de las contri­
buciones por la comparecencia de los habitantes ante el tribunal
público en lodos los casos que sobrepasaran su jurisdicción, asi
como por el gravamen de los impuestos y el pago de las mullas.
Asi concebido, el que disfrutaba de la inmunidad, aunque se
beneficiaba de un régimen que levaba una mayor libertad de movi­
mientos dentro de sus dominios, que en lo sucesivo quedaban prote­
gidos contra las demasiado frecuentes vejaciones Jel conde y de sus
subordinados, se convertía en realidad en un engranaje de la
maquina administrativa, en igual medida que los condes. Como
estos, era personalmente responsable ante el rey. > >;t liemos visto
las sanciones a que so exponía si no cumplía bien con la función
que le estaba encomendada. La amenaza de ser privado tic su cargo
y de sus h i v i f i i i o s no era una palabra vana cuando se trataba, como
era el caso general, de nhispos o de abades, iodos ellos nombrados
por el rey o sometidas a su aquiescencia; pues las inmunidades con­
cedidas o continuadas en aquella época se refieren, sin excepción, a
iglesias o a abadías, para las que el régimen que acabamos de defi­
nir tiende cada ve? más a convenirse en el normal
l.a calidad de los que disfrutaban inmunidades, a quienes su
misma situación mantenía permanentemente bajo la vigilancia
directa del monarca, llevaba a este ultimo a mostrarsegeneioso res­
pecto a ellos Así solía cederles las sumas que habían percibido en
principio para el fisco. \ mi gran número de privilegios Je inmuni­
dad concedidos por Carlomagno llevan una nueva cláusula, según
la cual el producto de los tribuios y de las penas pecuniarias | inultas
o c<iltnnf)n¡(ts\ correspondientes al territorio de inmunidad, se con­
cedían al beneficiario del privilegio para hacer frente a los gastos
del culto. 'i hasta parece que. Inicia linos del reinado, el soberano
renunciaba, en provecho de algunos, a exigir el servicio militar de
lo-, habiiames de la zona exenta, ya que desde el año X!' algunos
textos hacen pensar que este alivio de cargas estaba ya bastante
geneializado. lili fin. como el estatuto o situación legal Je los beneíi*

(62
icarios Jo inmunidades, cualesquiera que fuesen sus formas, tema
ii’,odiablemente que p invocar envidias y resquemores y era necesat io
impedir claramente las intervenciones de los condes y de sus .subordi­
nados, vemos que, ya desde el principio, Carlomagno ptumulga edic­
tos contra los infractores de la inmunidad, estableciendo las
sanciones más severas: a la pena pecunia ría de úOOsueldos, que. como
vimos, estaba determinada contrae! beneficiario de inmunidades que
se mostrara rebelde, corresponde, para d caso de violación del privile­
gio de inmunidad, una composición del mismo monto, un tercio del
cual, en lomia de/m/io. queda en provecho riel mona rea y los dos ter­
cios a favor del beneficiario de la inmunidad en cuestión
Además, de este disfrute del producto integro de las percepcio­
nes que. en principio, se realizan a nombre y por cuenta del
gobierno real, resulta poi doquier colmado de provechos. Para res­
ponder a las nuevas exigencias que resultan, el precio obligado del
piiv ilegiode que disfruta, necesita disponer de un aparato adminis­
trativo análogo, en la proporción debida, al del conde de cuya auto­
ridad se halla exento. Por otra parte, m is funciones eclesiásticas Je
prohíben ejercer por si mismo una parte, al menos, de lns funciones
civiles que e! privilegio de inmunidad le otorgan. Asi. pues, el
monarca imponía a estos beneficiarios un agente o mandatario
especial, cuyo titulo oficial es el de procurador (adumuusi —o, a
veces, vidamo <\¡cedominus¡, cuando se trataba de obispos—, desig­
nado cuidadosamente por el monarca, que también vigilaba su ges­
tión " Un procurador, pues, es el que realiza, un lugar suyo, la
mayor pane tic las obligaciones que en virtud del privilegio de
inmunidad le incumben a su beneficiario. Pero a través de los docu­
mentos que nos han llegado, resulta, al menos por el momento,
imposible precisar el funcionamiento de los servicios que dirige el
procurador Nada sabemos, en particular, de la composición de su
tribunal, aunque se pueda suponer que está formado de manera
parecida a los tribunales públicos: y no sería aventurado creer que
el régimen administrativo de los territorios de inmunidad estaba
copiado en gran medida del de los otros territorio.' del Imperio.
l-it cuanto a la extensión del privilegio, todo permite crecí que
era considerable. I I número Je los dominios que disfiutnn de la
inmunidad siguió el movimiento ascendente que señalo el de los
patrimonios eclesiásticos v. cu los dias de Carlomagno. acabó por
representar una parte importante del conjunto territorial sometido
a la autoridad del emperador franco.1

1 Sot'tc lo-, procunuiorte. a mrisd:* Ij itc Krorll teit t'Í£ l.r<.'('ni• i!,-1
Scnn | Sumid'.) p/.«¡ir.'MfKm dnuwi^rrifsm laiXBM k'satFnutrr^ tt ' iri' l'JOV. m-.S, ic.;-
-Ic ccns.hu rn P¡iil>.| Sdmt il | 1. i/,s ritlawiV en hwi*.ef • Piut- ‘>0 ¡n-s l
XII Vasai i mi Í<JS

Na eran los beneficiarios de inmunidades los únicos imerme-


diarios a que recurría el emperador, al margen de sus represen lames
normales, para establecer relaciones con sus súbditos \ hacer ojeen-
lar sus órdenes. 1.a rápida extensión del régimen vasalicó puso a su
disposición oíros auxiliares que. al descargar a los condes v sus
alijamos de una parle de sus obligaciones, vinieron a reforzai, al
menos en apariencia, la organización administrativa y a aumentar
sus rendimientos.
Sm embargo, a diferencia de la inmunidad, no fue el vasallaje, al
comienzo, una insliiución de derecho público. Su contrato es de
derecho privado entre dos personas de condición libre, que coneier-
lan entreellas un acuerdo po rd cual una.el vnvtíla f\<i.\stis. vasmliix),
se cómpremele, se con fia o —para emplear el lenguaje de la época—
se encomienda o se recomienda /se cominctidat) al sen icio fsenitium) v
a la ohí’dit'M'ifi fm obsequio}, del olio, al que reconoce por dueña
ttíomimis} o señor (\onwri, □ cambio de la proieccióu <[ue osle le
garantiza.
Estas mismas palabras de servicio, obediencia, dueño, señor,
indican u primera vista que sin renunciaren nada a su condición de
hombre libre, uno de los conlraianlcs acopia dejarse asimilar en
alguna medida a un simple servidor I I empleo del vocablo vasallo.
que acabará por evocar ¡deas bien diferentes, esta lejos de oponerse
a esto, ya que originariamente y todavía a veces en pleno siglo vni. v
hasta excepcionalmente eu el IX. se empleaba para designar agentes
de condición servil Y es que, en elccio. la inseguridad de la vida
durante el siglo su y luego en una gran pane del vill y las conmocio­
nes sociales que fueron su consecuencia, obligaron .1 muchos hom­
bres libres a buscarse prolectores, enlre aquellos a quienes ln suene
había salvado del desasiré y. con freuiencia. se entregaban .1 la
generosidad de estos L'dtimos

'J1 Conflátil!, ‘lile loe... MiUei? (II >«1 rluiccdlt und $t,Mllsgíxval<r> (VVciii.n.
iy.5?. ir-S.-l \ileiiu4<.inuc niroí, Waiti>. 1 IV. p.igs IWOri. [iiuncci II p-- 1
'6S; P. Loe co la Hkloiri-&.«éralesin Cilol/. Mm-.a ú¡>* 1. I páus. Or-l-"iXI de la 2 ‘ cd
l»min‘.CMl>lrs son lo-; indujo* Miare csic icmy Los principales cswn citados en Mil­
ico. Bnimici \ > Lo: \ rase ademas Caustica iJ : ■iicnetue and v.issnlagcmir.c ajar
ufClnirleiraur.tí »c:i Ti;rcaml'ritlui-hiaorictiljoum/il, 1. tV 11021,1 p;ij>. 147- ]“5.CJftns-
hnf ■•‘Volé sur le*origini-s de l'unió:: du hcnclicc uro ’.i ussalite en lu* FiuJi-*
lihhloin ,l<.las ■/l.i Mi'iHiiirf ile Hniri Pin«’ 1limsehi. IV?‘ In-S Jl pa¿s 1 .t-.’SM
IAarcuucse.cn .uanto .1 lus orígenes v a la ewilutinn piclcud.il del vasallaje. !j ol'm
fundHmcnial.g'.icviíriiJTíxisarj rccnlic.ir adiKtrin.idc Bn.inrrr deClaudio San­
dio £ AillOI 1102. L< uní.O ll loj oligl'ltl i/t'/ (UlllullMIlO. L’il. mprtl, . : . Cll Cr-pCCl.ll. lu»
loalos II v ¡11 (Pane ScUllildj. l.o j omina r el rcf’iinai nrrfi ihhil 1.irchtii'io)\ |N
del I I
J6d
l-ii formulario que parece remontarse mediados del siglo
Vlil.' ‘ nos luí conservarlo un modelo de comí alo establecido entre
uno de aquellos desheredados de la fortuna y el protector que eli-
¿¡o. Fl documento comienza recordando la demanda elevada al
magnifico señor /domino magnifienl elegido por aquel a quien la
desgracia —como lo indica el Ululo que inscribió en el encabeza­
miento el autor del formulario /Om se ni alienas poieslaie iom mea­
da/) —colocó en la llura necesidad de «encomendarseal poderío tic
oiró»:
« t omo es bien sabido por lodos que Vil no ItiljiCi Je qué Cuitisr i>¡ icrsUrtne. lie
solicitado Je tu piolad, v me Id lias concedidi». Ja a u inri/ación p.irn entregarme i
encciincadarme a l\i pioleeeión (en otras palabras, eoiocarm cbajo tu pnuocimo). Lo
,|ue lio hecho en las condiciones slguieiilev I.*, tú debórti.-. uyud.urne a síilivlacermc
lam ocn la enmula como cu el vestí Ju. en la medida en que pueda id merecerlo sir-
viimlote: 2 ".tan to liem pocom o yo \ iva. ic debo el serviciov la obediencia que puede
Jar «n luimbie libre > no podre, mjcmras me dm e la vida, sustraerme a tu iiodery
mano. . uim cnim os en que si uiuide nosotros nata de eludir esle neuerdo ler.di.i
que pagar n su par. un composición de tuiiirn vicltht y el neiienui scju u c siempre en
vigvir: i íhuitmente convenimos que a este res pecio se entreguen a cada uno Jos
acta* ¡piales v tonHrmiritis por ambas parles. Asi se ha hecho

Aquí se trata. sin duda, de un cusn extremo el que declara enirm


al servicio de otro reconoce que lo hace porque carece en absoluto
de recursos y no dispone de ningún medio de vida. Pero esta confe­
sión que. a lo sumo, sólo encierra un Leslimonio de humildad expre­
sado con alguna exageración, no impide al pobre quídam cubrirse
con su dignidad de hombre libre y Iraturde igual a igual con su pro-
lecior. que en la fórmula está íntencionalmetuc señalado como su
par o igual. I as cláusulas del acuerdo concertado se ajustan como
conviene a un contrato lihremcnle redactado entre iguales, y la vio­
lación de c>e contrato por cualquiera de las dos partes, se condena
con la misma pena pecuniaria. J l vasallo se dirige .i un dueña (daini-
itnsh pero es un dueño voluntariamente elegido porél: y lo que. ame
todo, le pije no e.s un medio de \ ida.sino su «m;thiboui»..su p infec­
ción. ¡i cambio de la cual se lleva a efecro el contrato de ser-
iicio.
Fsta protección no conllevaba ninguna Humillación para aquel
que la recibía. I'n una sociedad en la que. poco a poco, se fue per­
diendo la noción de orden público.sc adquirió la costumbre, entre
los que carecían de la fuerza suficiente para por si mismos hacer res­
pedir sus derechos, de ponerse de esta manera «bajo el mandebin-
dio» (mundeburdiinu o intnidiumj ele una persona más poderosa, v el
mismo rey en persona din el ejemplo al aceptaren su mandehnrdio o

' Pmrmibnn .te lours. u ' I1, en Formal.-:,', pac Iís


ha jo sugiumifí (tmrio) muchas iglesias y monasterios de sus Estados
I avnr muy solicitado que valla a sus beneficiarios encontrarse a
cubierto, ellos y sus bienes, por la misma garanda que las personas y
las propiedades de la fumtlij riel protector o hasta que sus bienes
propios.
El acuerdo vinculaba, en principio, a los dos contratantes durante
luda su vida. Sin embargo textos posteriores medio siglo después
precisan que el rcctttiiwic/utlo o encamendutlo —ai que desde enton­
ces se le llama con más frecuencia vasallo— puede considerarse
libre do toda obligación, si su señor lia faltado gravemente a sus
deberes de protector, poi ejemplo, amenazándole de muerte, o
empleando la violencia hacia él.o atentando a la virtud de su esposa
o de su hija. o. también, tratando de despojarle de sus bienes perso­
nales. Exceptuando casos de esta clase, el compromiso del vasa­
llo es irievocable y. en principio, no tiene otras limitaciones de
servicios que las que implican su condición de Immbrc libre.'*
Estrictamente, y con esta limitación, es decir con exclusión seña­
lada délos trabajos manuales que entonces realizan sólo los siervos,
el vasallo ya no se pertenece, esta a disposición del señor, al que.
según el lenguaje de la época, se ha «entregado y condenado» Una
capitulnr de Pipuio el Breve que se cree aproximadamente del
año 760,considera como normal la obligación en que puede encon­
trarse el vasallo de expatriarse con su señor, si este se re constreñido
a destierro: ya que no hace rio asi, observa el legislador, será «tallara
la fe jurada» (fídent men/m).
I n efecto, hacia esa época comienza el contrato de vasallaje a
completarse > reforzarse, más aún si era posible, con la prestación
Je un ilinimento de fidelidad que. desde (ines del siglo VIH. se enn-
venirá en obligado acompañante de todo compromiso vasálico
Este juramento viene a igualarse con el que el monarca exige Je sus
súbditos, y posiblemente resulte significativo que el texto más anti­
guo en el que aparece, se reliera. precisamente, a un vasallo real ya
que éste.desde imtv pronto, tuvo sus vasallos, como un simple parti­
cular. 1‘tir primera vez aparece en un documento tal tura memo de
fidelidad, el año 757. cu ocasión ilc la entrada en vasallaje de) duque
de Bu viera. Tassilo. Este «se encomienda en vasallaje» (tu i (tsstiiico
presta juramento sobre las reliquias de los santos,
«prometiendo fidelidad» (liJeliiattin pninm útia Pipino. «como un

óu: lapiini i 1. n . - an tu, pá¿. Tti. y isi el texto se remolí:» rcaltinfiue J lo'
mas .le Culúina¿na tu s|ue nos parece Jinloxii . n " )|U. orí X. pag. 21’
■" l i Minéis i'ájLs. ¡x-40.
« Ctifttuí i 1 ” 16. arl VI. pág, -t i
(.i MUwis págs. ■1^-4"

166
vasallo I¡i debe con sincera y sólida devoción poi justicia a su señor»
iivchi /neme cifnvui devoiione per mxliiiain, drnt i•«.«»* d>»)iitw\ \uos
t.o<‘ dcherei).' ‘ Y. desde el comienzo del siglo IX. osla práctica se
hace Uní habitual que, en una capitular del año S05. Cario magno no
vacila en colocaren el mismo plano el juramento de fidelidad del
vasallo y el juramento de fidelidad riel súbdito a su rey. para señalar
que son los dos únicos tipos de juramento de fidelidad auténtica
válidos.( Hasta cabe pensar que la lórmula de juramento exigido
el arto X02 de los fieles del emperador, y cuyo texto liemos traducido
mas arriba. 11 lúe modelada hasta cierto punto, a su vez. por la lór-
inula del juramento que entonces se exigía de los vasallos, ya que el
fiel o lldei de Carlomagno se comprometía con él a conducirse
«como por derecho un hombre debe hacerlo con respecto a su
señor».
También con motivo del comienzo de vasallaje de Tassilon. el
757, vemos perfilarse el formalismo de lo que mas adelante se lla­
mara homenaje. Para destacar el alcance de su acto, según observa
el analista oficioso cuyo relato seguimos. Tassilon se encomienda
ai reí «por las manos» <in i'asalteo se cotntnettdans per mann.\j: o, en
otras palabras, ponesus manos en las manos de su señor Je acuerdo
con un rito cuyo sentido o simbolismo es claro, y cuya dilusión
rápida, poco después, demuestran los documentos que nos han
llegado fistos nos prueban, además, que tal ceremonial se pre­
cisa y se completa hasta el punto de relegar en la oscuridad el pri­
mitivo contrato cuyas luidlas se pierden ames de finales del
siglo vm.
I:n electo, ya no había necesidad de acta escrita; era suficiente
que la entrada en vasallaje, de acuerdo con las formas que acaba­
mos de señalar tuviera lugar públicamente para que el compromiso
del vasallo lucra indiscutible. En cambio, nada positivo o evidente
señalarla ya el compromiso del señor, si no viniera oportunamente
una practica nueva a testimoniarlo: en vez de lina promesa general
y vaga de ayuda material, el señor tuvo, cada vez mas. que gratificar
a su vasallo con alguna fierra o cualquier oirá propiedad que osle
tendría do él en calidad de beneficio ihciu’ficiimt). e.s decii —si seda a
la palabra hene/teinm su sentido original—. como un icsimioiiio de
mi generosidad.

1/i'iiiAs 'VíVW.Y-v .iño "í1 11 .minen ¡•'iialn ImHi i .i . !//■»


•• Ui'l .Scn/V»í«. t, VIH IJu VI. S;in.l,eíí -UbliRio/, f>p. I. I • •,• <a| N ,,, I|
V iijcuiii/ l I. 11 J-l. .irt. 0. p:iy. I Vs
<:i Supni. (vly. I.IS.
HíU.Ví/o W'Iií/lj, ,ii'iu "5?.
'■|l t'l Auj-bsM D u in a , ,/ • irirnoii•ie/i-ft'lúíell(ilOiiceeuoiiilufviivoiri».’ IZ ía n
h H l'lu ig r.u i .11

Iti
I

Aunque esta costumbre no se introdujo en la practica sino pro­


gresivamente y con alguna lentitud, una capitular de Carlomagno,
de los primeros años del siglo t.v ya precisa que. salvo circunstan­
cias excepcionales, ningún vasallo podría ya abandonara su señor
«desde el momento en que recibiera de él el valor de un sueldo».' 1
La posesión de un beneficio cualquiera, por insignificante que
litcre. creaba, por tanto, la presunción de un vinculo de vasallaje o
venia a confirmarlo: y. a la inversa, desde el mismo momento el
vasallaje parece coullevai corrientemente la atribución de un
beneficio.
Aunque, repitámoslo, no lucra aun en aquella época conside­
rada necesaria esta atribución, al menos de modo inmediato el
beneficio —que en el siglo Xse llamará feudo— ve convierte de esta
manera en el complemento > la contrapartida del vasallaje del que
sigue las vicisitudes: el incumplimiento por el vasallo de la le jurada
ocasiona que el señor vuelva a hacerse cargo del beneficio e igual
sucede cuando se produce la disolución del vinculo de vasallaje por
fallecimiento o por otra causa "r De todas formas el contrato de
vasallaje tiende a pasar, como dicen los juristas, del plano personal
al reíd. tendencia que seguirá manifestándose incesantemente des­
pués de la muerte de Carlomagno.
Esta evolución, por otra parle, importa menos para nuestro pro­
pósito que el vasallaje en si mismo \ el vinculo personal y directo
que significa entre el protegido y el protector Pata el señot los vasa­
llos constituyen un gi upo de fieles o túfeles siempre dispuestos a eje­
cutar sus órdenes y a secundarle en la realización de sus empresas
Ahora bien, como el monarca posda sus propios vasallos —a los
que se diferencia de los. otros con el calificativo de rovo donnnici - .
éstos, cuyo nitmeio ya era considerable en los días de f arlomagito.
son amplio equipo de auxiliares a los que mantiene más mlsctiiosa
si. que la masa tic sus subditos corrientes, en consideración a los
beneficios que les distribuye \ de 1n\ que puede desposeerlos al
menor signo de desobediencia.
De los vasallos del monarca salen los cuadros de! ejército y esta
demostrado que esta consideración p o r ellos era dominante hacia
mediados del siglo Vtil I 1 arto 743. reconocía f arlomán que sí
había visto en la necesidad de crear, «a causa de las guerras», gran
numero de beneficios sacados de los bienes de los monasterio: ' dr

Cil;'iin: i. I. n. 7. <m. ,o. -iKf I Jo.


n ,7 '(í:i/. I. 1. il. 2‘ i |-*> |, :n( 'i. pac IH
Ziíiiii r.° i.siSrtfii, ¡rr. v p¿g I ’ S: n ’ 7 - iS l I ). j i i “ pjg. If'". n." 13.' ;Slsi
nrt n. |\ic 162.
Minos, tv.gs l4S-i(>V
;tó
Iíi-í iglesias. a fin Je poder dotar de manera suficiente a los vasallos
deque tema la necesidad pava su* ejercí los. Método, en un princi­
pio. excepcional, al que se había tenido que recuiiii desde hacia
bástanle liempo ya para liaccí trente a las insuficientes reseñas
milil»res de la monarquía.
I ue con este motivo como se invenid el singular sistema de las
pnx'tinns en nombre Jet rev (precario in verbo regís) que na es éste el
motílenlo de estudiar, pero a cuyo socaire daba licencia el rey para
tisiilrucluar bienes de la Iglesia, mediante determinadas compensa­
ciones, aparentes cuando menos, a muchos de sus vasallos, con lo
que evitaba asi nuevos despojos de su propio patrimonio \ creaba
-ubre los bienes eclesiásticos beneficios suficientes.'1' Los textos
parecen demostrar que ¡< fines del siglo Vlll y en el IX los vasallos
reales ocupan, al lado de los condes, ptieslos de mando en losejérci
los de Carlomagno *’2Cy que, sin someterse a los condes, en caso de
movilización conducen directamente a la hueste los voniingcnics
ile sus propios vasallos y de lodos lo-s movili/ablcs que dependían
de ellos.'
Además, el vasallaje proporcionaba por si mismo a la monar­
quía iin medio cómodo de simplifica! y de acelerar la movilización
en todos los grados. De acuerdo con el contenido de ¡diurnas capitu­
lares de comienzos del siglo IN y, en especial, de los años NOS y
Sil la regla era que la movilización se realizara a las ordenes de
los señores, para iodos los que dependían de un señor excepto
cuando, por una razón valedera, ese señor estaba dispensado de ir
personalmente a la hueste
fin estas condiciones se explica que el gobierno deCm lomagno.
Icios de poner obstáculos al vasallaje, hiciera todo lo posible, por d
contrario, para favorecer su desarrollo. No sólo lo aceptó, sino que
lo reglamentó, y la distribución de los beneficios y el juramento vasa-
llcn le parecieron adecuados para aumentar sus medios de acción
Nu calie duda de que con esto se anticipaba a dcicrminados peli­
gros. cuya gravedad habría de precisarse más adelante. \ que supo
ver y hallar en esc sistema, durante los primeros tiempos, un medio

1 (-(in u lto d e l sillines, cil las C u/ián). i.l.n ." I J.art.2.p:ig.2S¡.\ un lo s Ceiicrl/ii
iVi / I. I, pací.
11J t i, Minéis, págs. l l i -,23
ViMie. especialmente. la ¿arr.i Je Carlaiiiugim a l:i ruina F raslrule t'MlV
vahie I:. campad» en tierras de loe asaros, en las bpitiohw, i. IV. pn¿, í2s,
i“; ' Citem os uiircinnenir l a s Cnpnnl i I. n."49. ;irt J.p ág 3*á: a ' “J . avt ", p j|í.
o l sato L -.xeepaonalm auecunn.loel vasallo real no iba a la luscsi: se i nv imh:i sn>
'u b o rain ad o s . aeudii J ella b a jo las ordenes tlcl ccm Jci
( ify ifn/ I. 1. n *(!, nrt I pjji \3~ n.* 73. üil S. pá¿;. Ib5: n ~-l. .■rl l)
Píg. l u ­

to)
cómodo y seguro de reforzar y completar sus cuadros adminis-
i minos.
Desde cualquier ángulo que se considere, toda la organización
política y administrativa riel Imperio, a fin de cuentas, va a parar a
las manos del emperador 1:1 es el motor central del listado: sus
órdenes y sus capitulares se cumplen de un extremo al otro de los
territorios sometidos a su autoridad: los condes y los //jí.cw' ejecutan
en ellos sus decisiones: los beneficiarios «.1c inmunidades) los vasa­
llos tampoco se luirían a la vigilancia normal de sus agentes, sino
para adbcrir.se a su persona por vínculos de tnás directa dependen­
cia. I n cualquier eventualidad, es el dueño de todos, un señor cuya
voluntad es ley.
Llegamos, pues, al punto en que dehemos investigar los funda­
mentos de su gobierno y las concepciones generales a que respon­
dieron sus actos.
CAPITULO Vil

EL EMPERADOR

1. P rincipios nr (¡omr.RS’n

H;iy que señalar obligadamente, y ante todo, que Carlomagno.


aunque en el encabezamiento de sus actas, a partir del ado £00.
declara «gobernar el Imperio romano» (Romanumxttbcntam ¡tupe-
riitnv, no lite, sin embargo, un emperador romano. Si su biógrafo
Kginluirdo hace todo cuanto puede por asimilarlo a los principes de
la antigua Roma es por haber tomado eomo modelo al biógrafo ele
los «Doce Cesares», al historiador latino Suetonio: pero, en reali­
dad,el poder que mane ja Carlomagno sólo lejanamente recuerda el
de los «Césares» antiguos. TI concepto de república que. como lo ha
demostrado con evidencia l-uslel de Coulanges.6-’J se mantenía en
Roma por encima del emperadoi y lo convertía en interprete y eje­
cutor de la voluntad colectiva de todo el pueblo, hacia mucho
tiempo que se había esfumado de los espíritus en Occidente.' A lo
largo de siglos de anarquía, transcurridos desde el triunfo de los
conquistadores bárbaros, se adquirió la costumbre de no versa en
los diferentes reyes que se repartían el dominio del mundo occiden­
tal. sino dueños o señores todopoderosos por el derecho de con
quista, que podían disponer de la tictra y de sus habitantes como de
una propiedad personal rudamente adquirida por la fuerza .li­
las amias.
Esta manera sumaria de concebir la importancia del podei
monárquico fue entonces sobrepasada. Por electo de la act ion de la

6' Véase .if'hi pág. I I ’. is." J4.


‘,J Fusicl de Contantes, t. t. pá¿. US.
11 L llalplien. i. n/iV d f-Uu tu.' IS5 Uc la ftibl ngr.iit.i).

171
Iglesia, el curolirigio adquirió conciencia «.le los deberes que k-
incumbían como cabecera de la comunidad de los pueblos some­
tidos a su gobierno. En virtud de la consagración, su autoridad
procede de Dios; como otro David, está designado por el Omni­
potente para conducir hacia su salvación al nuevo pueblo elegido,
el de los fieles de Cristo. Pues, igual que en los tiempos de Israel, las
fronterasde.su actuación tienden a confundirse con las de los tem ­
iónos que ocupan los adeptos de la verdadera fe, ya que aun a
aquellos que. en un principio, eran extraños a ella se les obliga,
por lo general, a abrazarla en cuanto quedan incorporados a sus
Estados. Asi. por una simplificación que los hechos van. a la larga,
a justificar, se tiene la comiccion ríe que reina sobre modo el pue­
blo ci ¡sitarto» (ornáispopulHschrisiianusf y no se quiere considerar
dignos de este nombre más que aquellos cristianos que cons­
tantemente se mantuvieron en la obediencia de) sucesor de San
Pedro.
No hay. por tanto, p a ra d monarca tranco más imperativa obli­
gación que la de una vida conforme a las enseñanzas de la religión
católica Oirlumagno estaba penetrado de esra necesidad, que no
dejaban de recordarle los hombre- de Iglesia \ que. ya cu los
comienzos de su reinada, le señalaba en una epístola, citarla coa fre­
cuencia. un clérigo llamado ( atullo: atribuirlo todo a Dios. que.
desdo el más pequeño al más grande, a todos nos lm sacado de la
nada para hacernos lo que somos: a Dios, a quien el rey debe sus
triunfos \ mi dominación sobre «L'uropa»: a Dios, de quien «ocupa
el lugar aquí en la tierra» y de quien recibió la misión de hacer rei
narv de «evíillflr la Ley». Es un programa idéntico .il de los reyes
bíblicos.cavo ejemplo se invoca constantemente en lo? documento.-!
de la época y que se le presentan a C ¡tilos para que le sirvan de
modelo. Por eso le recomienda Canillo que tenga siempre al alcance
de la mano na ejemplar de la Ley, según el mandamiento de Moisés
en el Deutcmnomio (XVII. IR-I1)). que. refiriéndose al rey. dice: «En
cuanto se siente sobre su nono real escribirá él en un libro un dupli­
cado de esta ley custodiada por los sacerdotes levitas V lo tendrá
consigo y leerá en él todos los días de su vida, ¡i lin de temer a Yah-
véli.su Dios, guardando todas las palabras de esta lev \ eslas dispn-
vieiones para cumplidas...»
Las actas promulgadas por Carlomagno demuestran mi deseo
constante de aplicar lid programa Nadie tenia en mayor grado quí
él. el nítido sentimiento de las graves responsabilidades de orden

<.'l ■»/'?«. cíi|' i <v i


U ! (-.Alus lOiitL-iupoiailtlus úp.inrCcr. filmados Je --sin c.vi'i-asió.i
f niWltH'. I ll p.lp', S¡1| Sin
espinilla!, no menos que material que pesaban sobre sus hombros.
I ina de sus más famosas capitulares. la que se acostumbra a lla­
mar «Admonición general» (Admonino xcnemlh). ofrece, hacia el
7SÚ aproximadamente, una exposición de conjunto de los princi­
pios que se ha propuesto, Recordando el precedente del rey Josias
qitc. según dice el Libro de los Reyes (I ihro II, caps 22-23). hizo una
encarnizada guerra a \a*.itifftrsik'toso±y se dedicó sin descanso a res-
uibkcer en todo Israel el culto del verdadero Dios. Carlos también
creía no tener más urgente tarea que la de hacer volver al «pueblo de
Dios» a la t ía del Señor \ la de procurar con todas sus fuerzas su sal­
vación. Asi. su primer cuidado es el de reproducir (arts. 1-60),
para memoria de los obispos y de >u clero, las prescripciones esen­
ciales de los grandes concilios que. desde los de Nicea. de Laodicea
o ile Aniioquia. establecieron las reglas de una vida religiosa. Uni­
camente puristas se podrá asegurar la pureza de la fe que los cléri­
gos deberán, sin desfallecimiento, predicar al pueblo (art. bl) \ que
cimentará la unión de iodos alrededor del monarca, que es su obli­
gado guardián «Que la paz. la concordia y la unanimidad reinen
entre todo el pueblo cristiano y los obispos, los abades, ios condes y
nuestros demás representantes: entre lodos, grandes y pequeños:
pues, sin la paz no se puede agradar a Dios», precisa el articulo 62.
con referencia a los pasajes de la Escritura en los que el amor del
prójimo \ la concordia se dan como condición para la salvación
común (.¡rucias a esta concordia y a esta unanimidad todos, unidos
l'rcllernal mente entre si y con el monarca, formarán un solo cuerpo
en C risto. ganando de esta manera para después de la muerte el
reino de los ciclos (art. 82),
Las mismas ideas y. con frecuencia, iguales vocablos.especial­
mente d tan expresivo de unanimidad (uminimiiM o unianimitaxi.
vuelven a repetirse, con razonamientos en parte originales, en las
instiuccioncs que. ya emperador, dio Carlomaguo el año S02 a los
wjími em ratlos para lomar el nuevo juramento de fidelidad que el
monarca creyó necesario exigirde mis súbditos. J causa de su exalta­
ción al Imperio.*0 No hay posibilidad de gobierno sin el concuiso
de todas las voluntades bien dispuestas, repite: lodos deben «mante­
nerse unánimes cuando cumplen con mis obligaciones \ sus funcio­
nes» y observar entre ellos «relaciones de caridad y de paz», w' Esto
suponc.cn prime i lugar, como liemos visto, que cada u no «habrá de

( . i I n “ 2.’ pags i't-o.1


hit»:. | ml’í . <■' <'« ipic.jiil'ulol
Ctipwil I. I, n,' v , páj;-. «I
\c.isv paz. lis
Lian, pjj.' l('5. I. IJ-IV

t i
mantenerse plenamente ál servicio de Dios». a fui de salvaguardar
Iji fe sin la cual perecen los pueblos, pues al emperador le seria
imposible «por si misino proporcionar a cada uno en particular,
iodos los cuidados y los adoctrinamientos necesarios» (arl. 3). tslo
supone, también, que cada cual, no sólo observará sus órdenes
esl riela liten te. sino que se dedicará a facilitar su ejecución (;m, X):
que no sólo no dificultará el ejercicio de la justicia, sino que pondrá
todas sus Tuerzas al servicio de la equidad (arl. 4): que no solo no
emprenderá nada en contra de los bienes del soberano, sino que
ayudará a esle cu su tarea de defensor de la propiedad ajena y de
protector de la.s iglesias, viudas. huérfanos y extranjeros, absienién-
dose de ofenderlos (arls. 2. 4. 5). C arlos espera de cuantos poseen
ascendiente o pudei público, «obispos, abades, abadesas, condes»,
que se «muestren unánimes.... con toda claridad j en plena concor­
dia». en la ejecución de sus mandatos (art. Ni. Sólo ayudándose
intimamente los unos a los niros y marchando en completa unión
de corazones > de almas —que es lo que significa el vocablo
unammuiad— lodos los que constituyen, de arriba abajo de la
escala, el «pueblo cristiano», sostendrán al emperador para que no
sucumba bajo el peso de las responsabilidades con que Dios le
ha abrumado.
Viví i siempre en perfecto acuerdo los unos con los oíros, no
separarse jamas Je los principios de solidaridad y de caridad (cun­
tas). en el verdadero senado de esle vocablo, que se repile cousian-
temenle en sus capitulares, he aquí las virtudes que no se cansa de
predicar C. arlos por medio de sus intuí a todos los líeles del Impe­
rio, presentándolas como indispensables para el cumplimiento de
su misión: y una parte de las resoluciones que loma proceden de
este pensamiento generoso Tal fue el caso, por ejemplo, cuando,
con motivo de las hambres que 'arias veces azotaron sus Estados,
prescribió que iodo aquel que dispusiera de suficientes recursos,
ulimeniara poi su cuenta a uno o a 'arios indigentes, de acuerdo
con nn cálculo establecido según los medios de cada uno: o
cuando recuerda la obligación impuesta a lodos de acoger bajo su
lecho a los vianda riles ricos o pobres \ a los peregrinos durante
s un viajes."''
Únicamente practicando esta gran lev de ¡mida mutua y de soli­
daridad humana y por el comíame acuerdo de todas las buenas
voluntades, espera el emperador preservar la paz interior sin la cual

I,n.‘ 1A. j .u 2y.n " J.1.a riv M i V*:n.' |fc; i r ,iri. M i:: h'.
,iri. 4; n Aj . an. 5: n.' 7s *rl. 4: u.1 *>J. arl ’ . ore.
Air»). :i.' 11. U." 4<«. arl • ,V S4. ji I 1
n Atan. ,i.J X .ni. ’ 5; n." .O, ,m. 1?.

114
no liav lisiado viable hitaba convencido de que sólo el acuerdo
de todos —lo que el expresa empleando la palabra concordia—
puede conseguir la paz y por eso se encuentran constantemente
asociados en sus capitulares esos dos términos. basta tal punto
Je que en algunos casos dan lugar a una locución difícil do tra­
ducir al romanee: concordia pocis («la concordia de la paz»), que
posiblemente está inspirada en las páginas que San Agustín, en
su Ciudad de Dios —Eginhard afirma que era ésta una de las favo­
ritas iecluias ile Carlomagno—, *-w después de haber exaltado
|X1X, 1I y 12) «la.,, suavidad de la paz. que tan agradable es a
todo» y presentándola como el soberano bien aqui en la tia ra , la
define como e! tinto de un perfecto acuerdo uancordiu) entre
todos los elementos del organismo social, garantizado pot el
buen orden de cuantos lo componen, lo que resume diciendo que
¿da pa/ de los hombres es la ordenada concordia»; pax htmiinum
esl ardinato concordia.
l iel a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, también sabia
Carlomagno, como igualmente lo dijo San Agustín —cuyo impac-
miste pensamiento, sin embargo, no lia dejado huellas en las
capitulares—. cjue «si n la vnliidde la justicia los reinos no son sino
execrables latrocinios»;bJ' sabía que los buenos reyes son aquellos
que «reinan justamente» laminen el se entiegasin descanso u la
tarea de asegurar el reinado Je la justicia y Ifi mas elevada, la más
imperativa consigna que da a sus representantes, es, que hagan justi­
cia a iodos: «Que aquellos a quienes se ha dado poder de juzgar», lee­
mos en el articulo 63 de la Adnwniiio gcnmi/o. citada más arriba,
«juzguen justamente, ya que está escrito: i un justicia has dejuzgar a tu
prójimo v Juzgad con equidad, pues. <¡ juicio es de Dios " 1< ada u no
reitera el emperador a sus miüsj en las instrucciones del año SO?., debe
siempre estar seguro de que la ley será aplicada con equidad: ^
debe sentirse protegido contra la arbitrariedad: * tiene derecho a una

' Fjcm pluv Cuftttii., i 1. n.' 2 1 .111 62, n ' lo. .irt TS: i r > '.jri M. n ■7S. í«i | v
ii,J »*». an 2: en-.
11 Víiim ’. ¿ñire nica-. Cnpiiul. i. I u ' ■!(> .iri. 2
'' [yitiliiirJ. 2-t
l.v Ciuiioilile A ») Lih XIX. cap-. Ii \ 14. |C oim c-nues l.icl.isic.i i^-flnición
.1:1 I (i|'iiiieii>: i , . i , siuuc ni lllaiir citado <L ,1 p.i/,!c imlns las o la lini¡<|lillidnl
del orden \ el orden riñes sino una di-.p<KÍei<m Je cosas iguales > ¡lesiyu ili-,.i|iic d.i.i
ejd.i ana prupin lugar»! [N del i |
1 I )c- ¡xi CiuJu.l ilt- Dii«, L ¡1'. IV. e.!p ■<
1 /./.«, I.ilv 24
' h ¡.cal:, NIX. 15.
~ ¡)ruit’n ‘iio.‘>iii<, I. I«vl
M Cuptiui i I n .• i.í, aris 1,9 N
hicni a n 2<v
justicia estríela, con exclusión de lodo engaño o fraude. u Pn las
capitulares. con tina perseverancia incansable, reitera Carlomagno
oslas recomendaciones. ,4'q u e proceden a la vez del Antiguo Testa­
mento \ do la palabra de Cristo: «Porque con el juicio con que juz­
gáis. seréis juzgados» (Maleo. Vil, 2).
P.l emperador multiplica las prescripciones destinadas, tío sólo a
garantizar el perfecto Hmciuiiamienio de los tribunales v la sinceri­
dad de los debates que en ellos tienen lugar. **"sino :i prevenir los
procesos evitando las ilegalidades, las usurpaciones, los fraudes\.
especialmente, velando de cerca, por la honradez de las transaccio­
nes mercantiles.{< Noesentima nada por su parte, para merecer .ser
colocado entre los principes que. según dice San Agustín, fiel intér­
prete de los textos bíblicos. siempre hicieron la felicidad tic sus
subditos por el cuidado que tuvieron en que se diera a cada cual lo
que te correspondía en derecho.

II. Acción religiosa

Pero oigamos, en su amplitud, la lección de San Agustín « Tam­


poco tícennos que fueron dichosos y felices algunos emperadores
cristianos —escribe en La Ciudadth• Dios ll ib V. cap. 2-41— poique
reinaron largos años, porque murieron con muerte apacible deja­
ron a sus lujos en el Imperio, porque sujetaron a los enemigos de la
República, o porque pudieron, no sólo guardarse de sus ciudada­
nos, sino también oprimirlos . Sin embargo, los llamamos felices y
dichosos cuando reinan justamente, cuando entre las lenguas de los
que los engrandecen y entre las sumisiones de los que humilde­
mente los saludan, no se ensoberbecen, sino que se acuerdan \
conocen que son hombres; cuando hacen que su dignidad \ potes­
tad sirvan para dilatar cuanto pudieren el culto a Dios: cumulo
temen al Señor, braman \ adoran... cuando ejercen todas estas vir­
tudes no por el ansia de la vanagloria sino por el amor de la felici­
dad eterna.»
I I propósito de Carlomagno no era traducir en actos esta doc­
trina. que. por lo demás, no tuvo necesidad de ir a buscar en San
Agustín <y tampoco esto refleja la idea del lliponense en ninguna de

1 /<;. m ¿rl. 1
,Jf Por ejemplo. < WíWV. i I. n.1 64. arl. 10. n * ,xS. nrl '
~J‘ Coa ;i. UT» jrcnjia Je los imperiales (.Cayiud.. l I n 121. píip ’-tu
líllL-J Il'l|
< 11/1 tul. I. n 12> a n I*. rl* t). art. 4: n." 30, u l n 1 vii. au 3; ,‘fc
-*1 ftjivii r. 22. art ’ -l n 55: n ." 67. ah . 1: n “ 7S. .U1 tü. etc.
He / a I iiuiiui <h‘ | ih V. cap 24.

rt6
los capitulares). va que se desprende duramente de los textos bíbli­
cos cuya lectura alimentaba al emperador y a sus colaboradores,
eunio lo había solicitado Ca tu lio desde los primeros lieiupos del rei­
nado Carlos secreta, pues, investido ele un verdadero .sacerdocio.
¡\| igual que los reyes bíblicos, su preocupación dominante, reiteré­
m o s lo , era conducir a .sus súbditos por el elimino del bien yen torno
a este pensamiento dispone en gran parle su acción, lista conven­
cido de que no lograra el auxilio de Dios, sino en la medida en que
sepa sólidamente conservar y aún fortificar los seniintienlos cristia­
nos de su pueblo, en la medida en que sirva a la causa de la religión y
Indisponga todo mirando aquella felicidad eterna que está prome­
tida a los principes y y los pueblos que han cumplido en la tierra la
voluntad del Señor
No es aceptable pensar, como se lia dicho con frecuencia, que
esta doctrina implica la subordinación de lo espiritual a lo lempo-
ral, con el pretexto de que Cario magno era un laico. I.o que sí resulta
verdad es que hubo en esto una sistemática confusión de los dos
dominios y que el papel de cabe7a espiritual fue posiblemente el que
Carlmnagnn asumió más gustosamente. Sus capitulare*1', que tratan
de todo, yen las que. a teces, "e mezcla todo, se contraen con mas fre­
cuencia a la religión y a la vida del clero, que a la administración ya la
política Se detienen en detalles que por sí solos nos explican las con­
cepciones de la época y los propósitos que se había impuesto el
monarca, Ya se trate de disciplina eclesiástica, de la vida interna de
los monasterios, de la loimación \ selección del clero <Jc la instruc­
ción religiosa de los fieles, de su asiduidad ul culto y a la comunión.de
la observancia del descanso dominical y de las fiestas religiosas, de la
liturgia, de los sacramentos, en especial del bautismo, va se refieran
incluso al mismo dogma, nada escapa a la atención del emperador v
nada parece extraño al campo normal de su actividad. "J

y .s u p r ií p.ty: V 2

I imi*cmot:o,s a alguno* ejemplos; i t. n.“ Z2. an. iJis c ip lin a s i


art' i SU itiiiugi.i;, s i (descanso dominical,). ¡O (num iceiun de los líe le s>; n J 3J
íir 13 lii l d Cd bam bino): j i i .v Z5(.isiitn:it::d il;- los líeles n -o scilicio*I. ?f> y 3 J M isei-
p!ma): n. Zs. aus ' lih scip lin .il: i r 3?..ir>. b j rogs. iJ is iip liiv .) ti" 34..iris Z—
(disciplina). n 3S i disciplina. Iilnrcia. ihs Itucckíi ) reliuÍDs.ule los leles, pr.icticíi de Ja
comunión j: n.0 S9. un. 11 (destu m iid o m inical): n 1 (.■•>. un I ilibros llnirgicosi. an Z
luisiiucciór. rcíigiusj Je los fieles): n. 61 an. obligación d i 1j o rik iin ): an IS |oH i
Dación de I.i 1¡iiiomiu 1: n ’ “ l.íin.6taauUM:'.ü>:.li S y ü tp r.lclicaed cu iK i). Id-12 rdisci-
rlm ¡niel clerosecularvd elrecu laran/ I2.nri.v?-M m i q jis c ip lin .u v iK iutism o):n"
j c i . I i disciplina i'.ionósliej); r..‘ an b ro c s c .iu s o d o n iiiiic iill n *i. licsiii.
religiosasi v ici ¡límenle n b lig alo i las l.n ’")Z ..irlv Z \ sicv (disciplina): i: o.l.ail I idie-
•ciplitü): cV, ( 1 F.pistulñf. i. II. ii. 31 <inform ación sobre el l-«.pn¿ni Saninl: n,'-' ZS-Zs
't'.nr.ismii); n," Zs (sacra mcnln.: I. IV n " 36 V sigs rbniilisaiol: n.‘ 33 d iscip lin a
n.o-.:islie:il. elcéler.i. Para ol dogma. ir,ira lo relulivn a los concilios
I ii caso ile hambre o de calamidad publica. L adom agno orde­
naba plegarias expiatorias, ayunos y penitencias.'■'* citanJo se pro­
ducían grandes victorias, disponía que se elevasen acciones de
g r a c i a s .S u pensamiento se mantiene natura! \ constantemente
dirigido hacia Dios x toda catástrofe que se abate sobre el Imperio
solo puede ser para sus convicciones, un castigo por la impiedad.
Todo queda envuelto y re/untanle de la misma atmósfera que
envuelve los reíalos bíblicos,
Se dirige al obispo Je Lieja y al arzobispo de Milán para señalar­
les sus deberes pastorales V, estos lejos de sorprenderse > protestar
le expresan su gratitud y alaban su piadoso celo. "‘'Se haeccargodcl
problema de la formación del c le ro :re c u e rd a a los sacerdotes el
deber que tienen de cumplir con sus deberes: <*,J reprende a los que
fallan a ellos si llega el caso, se muestra tronico con respecto a
ellos, como en aquella capitular del año S11 en laque mega a los
obispos y a los demás clérigos reunidos a su convocatoria, que con­
testen a la pregunta de si las palabras «renunciar al siglo» no tienen
para ellos otra significación que lude «¡renunciara Ilevar minas ya
vivir públittuHt'tiii*1 en estado de casados!»
C arkunagno piesidta los concilios en los que se discutían asun­
tos pu lamente eclesiásticos y, a veces, incluso problemas relativos ni
dogma. Un el concilio de Francfort del año 744. en el que la discu­
sión se refirió, entre otros temas, al Je la herejía tidapciomsia de los
obispos |béliv| de l'rgel y |P.l¡p¡mdo| de Toledo,C arlomagno pro­
nuncia el discurso de apertura, señala el programa de los debates
luego, toma parte en las deliberaciones: las acias oficiales lineen
expresa mención de lodo ello. Cu el asunto de la adoración de las
imágenes,que se trató en el mismo concilio. fue suya la iniciaron
para redactar los famosos Libros airoiiugios. que prelendteron

G iprid l. I n. 21: n. -14. ai). 4: n 04. arl. 5. n.“ 124.


1 /;/')>.'<i/.ir no i kaml. 1.1\. pag. sij| u urtu deCurluningnu u la reina hr.isii.tde
Jcsprjiis ce ’a primera victoria sobre tos avaros del .uto NI). ími.-i/'t ro\ íj.Vs. ailo '96.
prtj. 9S (después di* la segunda sitiaría sobre ki» .is.itcs;
31 Cupiiu!. i. I ti M . nrl 5 n.- ¡Ja
' Weiti ii. • 122. 124, V>. 126
' Cari» <tj aliad Baagullu.en las t apnui 1.1. n. 2V.e. uiem l.ieíiuu il C.ii .-
td w u iii kiinj! . i t. pa¡t>: 245-ic o (concilios del .u to xlñ .
Ci:pU:i!. : 1. n." ut. ans 5 y t>
W'i Mrm r .- ■'2. arl. 4
'■ CV'iii'iiiii ,vm \um! l.l ¡i,y* 11M-1 I. x rspe. ¡i Inserí p.igs. l'fl. I4.v 5'
( upit«/ I.». 2X. ¿speeiaimeiue r.us 1 f< * «. :0 en
K,í Véase Cíifitui. 1. 1. n 2S. ;s|H.vi.il]iienio mi. 2.
Véase la cáiv'iou tt.ii'geo «l.ibri earoluii». pub por H I!niegen il l.mnover
IV24 ;n-4 fomi.iiiJo suplemenio a los vOiuilics indicados C\>r.cilia. t. II: mui k<iro
¡bu 1 pnb. por VWcrnnr.yIidJI (llannoier. l'JOs.in-4‘) i!c:<isNUr, t'icin.i.pap 2.'-
■Mi.dimlel tnisiuo cmdiloen IssAViíci. IrWir». f'.dcuisthc OVjiMi/iu'yrti'l/ii»e • VXVI
fniniuliM la doctrina oficial Je Occidente; pura oponerla <i las tesis
j L. uizancio, \ esto lo hizo el monarca franco sin que ni siquiera
concertara un acuerdo previo sobre ello con el Soberano Pontífice,
quien, al final tuvo que dejarle u cU a sus teólogos la decisión en
niatcria tan delicada. También ante un concilio presidido por Car-
Imuagno en Aquisgrán, el ano fiOd, fue invitado a comparecer para
justificarse el obispo l élix de Lrgd; y la cuestión del adopcio-
nisino preocupo de tal manera al emperador, que personalmente
siguió su refutación realizada poi los clérigos de su icinov. especia!
Diente por Alalino. ((J'
til otro concilio celebrado en el palacio de Aquistarán el año X0-.
el emperador interviene para recordar a los clérigos seculares los
cánones de la Iglesia y hacer que se distribuya entre ellos una com­
pilación cuidadosamente actualizada.*' .según un ejemplar reci-
hnlo del papa A d r i a n o . A la vez. durante el mismo concilio,
ordeno que se leyera delante de los monjes la regla ríe San benito c
invitaba a los interesados a ceñirse a ella.
finalmente, el año NI J, volviendo una Vev mas sobre la cuestión
ite la reforma de la Iglesia, que ya había sido tratada varias veces,
hizo elaborar por el clero franco, repartido en cinco asambleas con­
ciliares que tuvieron lugar simultáneamente en Maguncia. Reinis,
Chalón*. Tours y Arles, un amplio conjunto de proposiciones del
que se reserva obtener aquellas conclusiones prácticas que juzgue
convenientes. hste sistema de cinco asambleas que deliberaban
por separado, tenía, además, la ventaja de permitirle una mayor
libertad de decisión También resulta difícil, es cierto, imaginarse
un clero más dócil y deferente. Tin la epístola con l.i que remiten la
exposición de sus opiniones, los Padres del Concilio de Maguncia

vXXVII (1011 y 1912) yel ten parte discutible) üe V. vutulen Striuen km\t¡l, 1111x 11:1 »
J:kln, da i tbiiCiin/litH. luí Io'í {0«W.Vi¡ iiniíftiiM)uo;%cii nii\íudUlllit h<OI. In lltuv witl
B:hhoi’icka>. i XXI (1929-1930). Breve pem clara revisión pur (i Osimgnrsfs, f«-<-
hichic i/lv h \:aniinis\ l¡¡.» .Suiate* 110-lili pdgs 12r-12S
w C-vicUta ucá karol I I. pijst. 220-221.
’•**' Corrcstxmtiencui cíe.Menino. en Iris kpin*4a?. i. IV. r 1I7l.j"2 1' n1 111;ir;i
el iíiJ.</vni.'.'/.iainnteikiaW'.nuí opnñol en ambos UCo» de los Pirineos, pílele vetse ut
IfirnoV.Ir y.<■Ea'wUt Stsjpada ¿el pndir Flan.-/ (.'>.• ni, I.y)K). el Ionio III u.11.i J/i«r.>u.i
fi/i'í.r..7i, oJ l Vi.tine ilc l,i t-ueni-O.'ed. It>‘ »i, la ffínoiinJi íis/í... • i-./i.aío-
• .Je M.irccli lioMcilClUlí/ Pcla.yny clcsiuJtode Federico Snm¡! de Rublo. I l,r n.
i' .S í.n f l u í , y. h Li<l>unn. -’n U: ¡oteen de lu Cullur.i fcspafluln Vl.ái'.n.l, V \ | |\
de! i.|
í■,, C,)uai!,l (iri i kjrsi., I 1 p.ig 23U
t a colección Ihiniad.rD:um s.v-//íjrfrwij(i C(, I' Fournirryti I //;>
da lüHniiuiit ctwdimiui?. i I. púgs 95-9U
Concilio <hvi k.inil. i I pag. 230.
1 Man. l I. p.iyn 2-1

» *1
declarahuu su gratitud ül Señor por haber «proporcionada ¡i la Igle­
sia un jete —y con ello señalaban al mismo Carlomagno— lan p¡¿.
doso. tan abnegado cu el servicio de Dios y que al hacer brotar el
manantial de la sabiduría sagrada proporcionaba a las ovejas Je
Cristo, o! alimento que las formarla en las enseñanzas divinas; un
jefe que se esfuerza, con incansable labor, en acrecentar el pueblo
eiistiano: que liorna jubilosamente los templos deCristON se dedica
a rescatar el mayoi número de almas posible de la horrible boca del
Dragón, para restituirlas al seno de nuestra santa madre la Iglesia y
dirigirlas todas juntas hacia los goces del Paraíso y el Reino de los
Cielos: un ¡efe en fin. que sobrepasa a iodos los otros reyes de la tie­
rra por su santa sabiduría y su piadoso celo». 1Los firmantes de
esta epístola se creen en la necesidad de añadir además que tío
hubieran podido decidii nada sin él. que «tienen necesidad de su
ayuda y de su ciencia» cuyo apoyo solicitan a lin de evitar los errores
a los que «su Magnificencia imperial» pondrá remedio en provecho
grande de «lodos ellos, de lodo el pueblo crisliano i de la
posteridad»
Por su parte, los eclesiásticos reunidos en Clialons. declaraban
en m i epístola d e remisión que sometían con confianza sus proposi­
ciones «al sacro juicio» del soberano (ail ejit.t xaavti.\sÍHintn ituli-
citmii. que proveerá a la insuficiencia de olios: y.' haciendo
constar, entre otros extremos, que las antiguas reglamentaciones
sobre la penitencia, la excomunión y la reconciliación habían caiiln
en desuso, «sol icitan la ayuda de su scñOT el emperador» para que Se
vuelva a la tradición canónica y hasta agregan que «esperan su
decisión» tM'iiiettiiú/ en cuanto a los clérigos y diáconos que se creer,
absuclms de lodo pecado si van a Roma i hacer oración o si sim­
plemente se trasladan a visitar a la tumba de San Vlnilin en
Tours. “1
l os Padres del concilio de Arles hacen análogas declaraciones
se confian a la sabiduría y al juicio del emperador, que sabrá comple­
tar y corregii sus proporciones. Los del concilio de I mirs. aunque
un poco menos inclinados a la adulación. 1acaban igualmente pin
no enfrentarse al dueño del I mperio: ( ríanlas medidas tenga a bien
de decidir nuestro piadosísimo principe, estamos dispuestos, coma

' tíUm pa« 25*1


■' fAui. Pd¡¡ 27­
1 (Jan .irl ;?
r‘' IJan. jri 45
" hi-.i» pag. 24S.
' Vcíisc ¡Allí, el ,,n -ifr. er Jando los clérigos reunidos en l'nnrs Lt-nsUuii ■I
ijui' vu> peticiones .interiores con ?e-.i»ecto 'tos nonos s luí J icemos luyan siili'imia-
das con desprecio

l»|
lides sen ¿dores, a aceptarlas, indi liñudonos por anticipado. con
iodo nitrado, ame su voluntad.» Finalmente, los obispos encarga­
dos. después de la clausura de los cinco concilios, de coordinar las
opiniones emilúlas. subrayan que un lema delicado, el relativo a los
clérigos tonsurados ames de su mayoría de edad, ha sitio reservado
h la decisión del emperador iad arbitnum üomni imperatoria), al que
también >c invita para reglamentar «como le agrade» este problema
que ha quedado en suspenso.
En efecto Carlos. t|uc ya había decretado soberanamente el pro­
grama de los trabajos llevados a cabo por los cinco concilios,
decidió, en úhima instancia, sobre todos los asuntos."

IM J efe s i t r c m o d f l c it .r o

La autoridad del emperador acabó, pues, por extenderse hasta


tal punto, que ningún terreno o dominio le pareció ya ajeno. Señala
la le.' a los sacerdotes, a los obispos y hasta al mismo papa, con la
convicción de que nunca desborda Sus derechos, sino que. por el
contrario, cumple estrictamente con sus deberes. Ejercita estos con
icspecto al clero de sus Estados dentro de una exticma libertad
Traía a los obispos como simples funcionarios, cuya misión esen­
cial es. sin duda, la de trabajar por la salvación délas ¡dinas, pero
han de realizar esta labor de acuerdo con los designios del empera­
dor. que espera de ellos que le brinden un concurso ilnniiudopara
su obra de gohierno.
'>a 'irnos cómo los utiliza en loda dase de menesteres para los
que no parecen dispuestos \ bajo cuya responsabilidad acaban por
'ei abrumarlos C ada vez se reduce mús el tiempo que deben dedi­
car a mi ministerio pastoral pues se ven instados a ocuparse Je m úl ­
tiplos obligaciones que .son de su incumbencia por orden del
emperador: llamadas a la corte, convocatorias a las asambleas genera­
les del reino Ira neo. viajes de inspección en calidad de ittissi <fa/»iitia.
parúcipación en las campañas militares, misiones diplmnáneas y
oirás, Algunos hasta tienen que sei dispensados de residir en sus
diócesis por haber decidido el emperador con liarles lu liciones per
manenicsen su corte. Tul era el caso del obispo de Meiz. Augi Iramo,
v después, del de Colonia. Ilildebaldu, que mantuvo i su lado en1

1 líifm p:tg. '9.'


0> khvi. |>i£. 2s)S. ari, I?
La cuiirtmhi.icKi Je la- piopiisicioiu.", prcicni.«l¡is por oí p a Jic i U: luí
i IiviU'mií eom itins ocl 813 lo tlemursiiy; ¿np eviten u
1,1 l ontilhi (U\i icamt l I. págs, 2yí-r*J_ v 2V—-.'01
1

calidad ilc- urchicupellnnes, no sin obtener permiso ilo las autorida­


des eclesiásticas superiores, que se vieron obligadas ¡i acceder a sus
deseos. " A secos, algún prelado so queja directamente de la impo­
sibilidad de cumpliroomo quisiera sus deberes pastorales por loner
que dedicarse constantemente a alguna orden del emperador:
pero estas quejas son inútiles: quiéralo o no. el obispo es. ante todo,
el dóeil auxiliar del monarca. \ si se atreviera j rebelarse contra la
autoridad de Carlos, seria inmediatamente depuesto como cual­
quier otro representante del poder público.
Pues, a pesar de las prescripciones canónicas, los obispos eran,
en realidad, nombrados por el emperador La elección por los Relés
ya era desde hacia mucho tiempo tan sólo un simulacro. Cada vez
que quedaba vacante una sede episcopal, el emperador sugería al
clero de la iglesia interesada que. en lo sucesivo, forma exclusiva­
mente el cuerpo electoral, el nombre de aquel i|iic deseaba rucia
nombrado como nuevo lindar, y este deseo expresado por el sóbe­
la no equivalía a un mandato. ¿Qué podio haber de más normal,
desde su punto de vista, teniendo en cuenta la función encomen­
dada entonces al obispo en la dirección de los asuntos del F.siado?
1:1 emperador necesitaba hombres en los que pudiera apoyarse en
cualquier momento y para mayor seguridad los elegía entre los clé­
rigos de su palacio Formados en buena escuela y. por asi decirlo,
bajo su mirada, serán colaboradores impregnados del mismo espi-
t itu que alienta en su señor y acostumbrados a sus métodos Y hay
que reconocer que. generalmente, las selecciones que hacia (¿arlo-
magno eran buenas aun con respecto a la Iglesia: sinceramente reli­
gioso. sus prcleiencias se inclinan por aquellas que juzga mas
dignos por todos los conceptos, v la composición del episcopado
franco bajo su reinado honra, en su conjunto, el acierto del monarca
para elegirlo.
Frente al Soberano Puntillee. ( arlomagno se muestra pleno de
respeto, pero la órbita de acción que le reconocía acabó por redu­
cirse al mínimo. Invitado desde su advenimiento a limitarse a la
oración. J León III desde la exaltación de C míos al Imperio, no es
ya sino un tlcl eolaboradorcuya más pequeña veleidad de indepen­
dizarse quedaría parada en seco. Ya que. junto al emperador, que se
considera cabecera suprema de la cusiiandad de Occidente, no hay
lugar sino para autoridades subordinadas \ como acabamos de

V n ip rii.p ig .ti3
F.i'i'lctu. I i\.ii, IS-, \ IXf>. c;trtj> .di- Kmlino Ue V|uítea.
I m t\ii <J. I.i I oui. U.• fhvuo’tf • - / l í i i k / v . V i L lix¡¡.,<» tk t-ranc?<iut VW «u
Xlii ViViV ! l sv 11
IJ V >K>-m IOS
señalar. aun en malcría dogmálica.Carlomagno se propuso mante­
nerse como señor. Nada demuestra esto mejor que la actitud indepen-
dienic qne adoptó en el cándenle problema del F ilitH /u a. al obstinarse.
pesai del veto de l.cón III.en que en su capilla se cantase, en la reci­
tación del símbolo de Nicca. la fórmula por la cual el l-spirilu Santo
procede tanto de Dios i lijo como de Dios Padre.
Los favores que prodiga a los monasterios, en los que ve asilos de
oración indispensables para la salud desús listarlos, ny le impiden
manteiiei sobre ellos tina vigilancia estricta, lamo su correspon­
dencia. como sus capitulares, demuestran el constante cuidado que
le anima para obligarlos a someterse a la regla benedictina, a laque
su amor por el orden, exige que iodos los cenobios sean dirigidos
uniformemente. Msin qneesto, poi oirá parte.le impida considerar,
siguiendo el ejemplo de sus predecesores, los cargos abaciales como
ricas prebendas destinadas lanío a recompensar el celo lIc sus He­
les. como a asegurar, en parte, los ingresos de sus condes. Ade­
mas. no sólo son tolerados, sino multiplicados m i l i b i m » j. los
«abades laicos», cuyo ahadlalu consiste únicamente en el disfrute
ite una parte de las rentas monásticas, y la libertad de las elecciones
abaciales estipulada por la Regla de San tíenitotcap 64) se arrumba
en el olvido. 1 No es ésta una de las menoiescontradicciones de un
régimen qne iodo lo a tribuye a la persona riel emperador y convierte
la voluntad éste en ley suprema del Hsiado,
Pero, en verdad, esta contradicción pasó inadvertida por los
contemporáneos o. si llegaron a darse cuenta de ella, no pudieron
menos que rendir sincero homenaje al elevado pensamiento que
inspiraba, eti el conjunto, el proceder del soberano. Sin duda, los
elogios que en público le dedican, rezuman adulación: los Padre.-»de
los cinco concilios celebrados en el reino franco, el año K13. fueron
demasiado lejos —pudiera pensai.se en este terreno. Pero no es

•' i i. Ani.m n. I • pn<¡uf »» r p;ig'. L .t-IK I «ItiM oirc ili I T i ’.Iím -


d¿|iu¡s les origines juMju'u nos. io u iv ., puh. par Y F I k - lic jV M ¡i:liu .i V ftrig tm r
iVCÍrumi1 la Etal\ bürf>ar\’<¡r la <o!:tji‘r‘!e ixrab-’ pa r I ISn-hii.-i \ K A iur.im il'n ris .
I'í.'s. n-s i. V I / por b Anuinn d '.iris. |'>> i i i -S.-i 1 V il
L hjgfw un i ownir i / l-» íu (í/ mi». pur T Amunn i Aujíumh Oum i« iPcm». 1'M i ii -
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íV.y.fi.i/ i I iv - T i. iir i i ;
V \ij« IK i Dio k.i rol n i; i sehe jtlüs’.e.-prliiK mui üet NiOsU-l/wai: de «c-u
lid kiselu-:i küiiaiplutus I ..-in/h-e ur.,1 klostorinhal'i-r- iSnuly.ir | ') | * ir. v la .-
'*'■‘11 .le lo» Ki>eherirccluliel»le A M M iiiílunceu pul' |kii N S n ilo
' V ur/vw. 1IW
* C í 11 I cw -H m lil. ,7o /,■»«> tíhfrtilhih* « fu irle sur les oterln>ns .ih -h ile»
er I riuiee uscru'n la lin du r¿jjucde Charles leCtiauve» (1'aiLv 191?. In-s O iiuedel e
iiiiliriirse roa reserva». ( I nuestra rcsi-fia en 1h AVtia - at'o l*M J.
" V ni)u\i p¡i« Ií H-ISj .
posible recusar el lesiiirionio de ferviente admiración de un espiritu
lan independíeme como el de Alcuino. que hacia el 794 o el 795,
inmediatamente después del concilio de I ranclón, se expresa, en
un impulso cordial, de esta manera:
■ítUil(twtur<iiUi. Jijo ti Salmista :i ¡a nación ¡I? la ¡fue Dios c.<el Señor: biennven-
m i ndo el pueblo exaltado por un caudillo ysostenidoporun predicador tic la fe. cuy.
mano diestra b b n d e l.i espada de las vietotias y cuya boca hace resonar la (rompetó
de la Verdad católica. Asi fue como en otro tiempo. David, elegido por Dio-, para rey
del pueblo, que entonces era su pueblo elegida ... sometió a Israel, con la espada vio-
id io sa, a las naciones cercanas y predicó entre los suyos la ley divina, ü c la noble
estirpe de Israel brotó, para salvación del mundo, la rosa de Serón y el litio de los
valles”. el Cristo, a quien, en nuestros días. el nuevo pueblo «pie él ha hecho
suyo. debe otro rey David. Con el mismo nombre. ’■*anim ado de la misma virtud
y de igual fe. éste e> nim ia nuestro caudillo y nuestro ¡ele: un ¡ele «a cuya som bra” ■'
el pueblo cristiano goza en la paz y que por doquier inspira el terror de las naciones
paganas: un caudillo cuya devoción no cesa de fortificar por su firmeza evangélica la
le católica contra los herejes, volando por que nada coiilr.uio a la doctrina Je los
Apóstoles venga a introducirse en cualquier lugar y dedicándose a hacer lesplunde-
ver por todas partes esta fe católica a la luz de la gracia celestial.» 6

Magnífico elogio salido de una pluma que. mejor que otra


alguna, se inovia al impulso de las aspiraciones elevadas de aquel a
quien se dirigía entonces.

Salm o XXXII. 12.


C antar ce los C a ñ a res. II, I
ni pnthlo criiiiiUio.
J En la corte a Curlomupmi te llamaban David.
Cantar de lo» Cantares. II, ■ |«A su sombra estoy sentada, como desee -|
Menino. CYurei/ioflí/v'iiiíl. en Epístola?, i. 11. n.‘ -II

1S4
L IB R O S E G U N D O

VICISITUDES DEL IMPERIO BAJO


LUDO VICO PÍO (8 1 4 -8 4 0 )
CAPÍTULO I

e s t a b l e c im ie n t o de IJN I M P E R I O UNI 1A R IO

El reinado de Cailmnagno mvo fin envuelto en el equivoco, ya


que. el año 806. el emperador pudo proceder a un reparto de sus
Estados entre sus hijos, sin hacer ni la menor alusión a la dignidad
suprema Je que se había sido revestido seis años ames. - Solo la
muerte que. uno tras otro, le fue arrebatando a dos ele sus hijos legíti­
mos de lustres que le quedaban, permitió, finalmente, salvaguardar
la unidad del Imperio, cuya corona pasó al más pequeño y único
superviv iente de ellos. Luis, de manos del viejo emperador, en una
asamblea reunida en el palacio de Aquisgrán en septiembre del año
SJ3. ¿Se seguiría asi confiando al azar el cuidado de disponer el
porvenir político de la cristiandad occidental? O. por el contrario,
¿se iba osadamente a resolveraquel problema bajo la preocupación
de consolidar la obra realizada y de asentar sólidamente el nuevo
imperio? Hay que reconocer que. desde su ascensión, se dedicó, sin
descanso Ludovieo Pió a resolver el problema y la claridad, no
menos queel atrevimiento de las soluciones adoptadas hace pensar
qae sus consejeros no esperaron la nuiertcdesu padre para meditai
y hacer madurar sus decisiones.

I. FN BUSCA Df: I.A UNIDAD

Fn electo, desde el comienzo, el programa del nuevo reinado se


refleja ya cu el misino protocolo tic las acias que expide la cancille­
ría imperial. Mientras que. hasta los postreros di as de su vida. ( ar-

Supm pú£. 11.1.


' Ahel v Simson, t l. páe Sis. Drihiner-Milhlhuehcr. n.' 4?'Wi

1X7
lomagno mantuvo en sus actas. al encabezarlas, la enunciación de
sus tres títulos de rey de los Ira neos, rey de los lombardos \ empera­
dor. t . en la lecha al pie. la indicación de los artos de ejercicio de su
poder cu aquella lripie calidad. Linlovieo Pío sopara de un golpe
iodo lo que subraya lo que tuvo de laboriosa aquella yuxtaposición
de territorios y tle dignidades de la que salió el Imperio, para nn
señalar más que el hecho mismo de su existencia y ríe la mu idad que
enea rúa. A la complicada fórnndj que alma las actas de su padre
«Carlos, serenísimo augusto, coronado por Dios, grande y pacifico
emperador que gobierna el imperio roma no y. a la vez. por la miseri­
cordia ile Dios, rey de los francos y de los lombardos», susliluye
in media lamente esta otra, breve y clara; 'rí.udovico. por orden de la
Providencia divina, emperador augusto»: \ . desde el K14. en la lecha
aparece esta simple mención: «el arto I de nuestro impeiio». en ve/
de la que usaba C arloniagno todavía algunos dias antes: «el arto
XIV de nuestro i tupe río. XI-V! de nuestro rcinui loen b rancia \ XXX
de nuestro reinado en Italia» T.l cambio parecía mínimo, peto era
lodo un programa. Significa sin duda que a los ojos del nuevo .sobe­
rano sólo aparece presente una realidad: el Imperio, ante la cual se
eclipsa en adelante la noeiónde lo- reinos
Pueden subsistir reinos o podrán establecerse dentro de las tion-
toras imperiales. lis el caso del reino de Italia a cuya cabecera se sos­
tiene Bernardo, el nieto de Pipi no. a quien Carloinagnii envió allí
con el (ilulo real el año SI 3: ’4\, durante el verano del SI 4. el mismo
I .uñovico Pío no vacilará en delegaren sus Jos hi¡ns mayores. I ota­
rio y Pipitio. los gobiernos respectivos de Baviera y de Aquftaiiia
Pero esta concesión al particularismo de algunas provincias un
debilita en nada su subordinación a la animidad imperial: eran mi­
nos subordinados como los había habido siempre dcntio de la
monarquía franca, y sus monarcas debían al emperador una obe­
diencia estricta, de tal manera que en ningtln momento csiaba nive­
lada la unidad del Imperio
Por aquella primera > discreta reforma ya indicaba el soberano
su voluntad ile respetai las diversidades étnicas y las tradiciones
propias de cada una de las paites que componían el Imperio.que
constituían su característica común. > de la que debe, según su con­
ciencia. garantizar la unidad, es decir, la religión cristiana, que. no:
las victorias de las armas francas ha triunfado hasta en los territo­
rios más recientemente sometidos. A los reyes que gobiernan sobre
los diversos grupos étnicos se antepone un emperador, que reina
sobre iodo «el pueblo cristiano» y. esta expresión, ya empicada cr.

Bohn'cr-MiOilh.ielti'i. ¡i M 'f.
n 5ISa
los dWS deCurUrmagiio, se reiterará consinriicmenlc 011 el futuro por
|a pluma Je quieres mejor reflejan el pensamiento deLuduvico Pío
. desús consejeros. Hn lodo caso, traduce perfectamente su esencial
preocupación, que es la de asegurar por iodos los medios n su
alcance. el desarrollo de la Vida crisiiaua en el marco de un imperio
L'uyns limiles coinciden aproximadamente, poniendo aparle Inula-
tena e Irlanda, con los de la misma cristiandad de Occidente.

II. PROGRAMA RELIGIOSO DI;I Nl'F'VOfJOim.RNC)

De osla manera, va tlesdo el comienzo del rcinatío, lodo se dis­


cuso pata reforzar el carácter religioso de aquel imperio. A di leren­
da de su padre, Ludovico. ¿pie tiene a la sazón cerca de treinta y seis
artos, recibió una sólida instrucción dentro de las carácteríslicas de
la que, desde linos del siglo \tli. se daba a los futuros clérigos: los
contemporáneos están de acuerdo en esto My uno de ellos agrega
que la vida monástica ejercía tal atractivo sobre el emperador que
huhiera i ngresndo en un convento si no hubiera sido designado por
Hios para reinar. Fu Aquitamu donde se habían iniciado, antes
de morir (. arlomagno. en su oficio de rey. se dedicó con lodo el entu­
siasmo de su fe n la reforma de los monasterios bajo la inspiración
de mi sanio tiiion.de! que había hecho su intimo consejero: el abad
Je Amana Henilo. restaurador de la roela benedictina estricta cu los
conventos del I anguedoc, \ la ve/ se dedicó Ludovico, según nos
relie re uno Je xu> biógiafos. M¿i la reforma nmml de las provincias
sometidas i su autoridad, y ya mereció por aquel celo constante en
favor de Lis buciuK costumbres y de la religión, el sobrenombre de
A'ííitoso o ñ o ‘hu.n que. de manera consianie. se le dará después de
su muerte ' y también d de Monje. que algunos le daban con
suave burla por su lendcncia a querei someter a todo el inundo,
incluso en su corle, a una disciplina de estilo monacal.
bu ascensión al imperio produjo inmediatamente un cambio de
al moviera. Por muy saturado que estuviera de principios religiosos,
(.arlomagno vivía en el siglo, vivía en el plenamente y, al igual que
su séquito, no siempre daba un espectáculo muy edificante, Las
aventuras de sus hijas legitimas —por no hablar más x|uc de éstas,

V¿ü$e Slllliui). L u i I h m i ; tit'r l 'r o i l i ’ ii i I p.igí "-41


ri Aeronatan. !*>.
■ A M y ¡simson i II pag ->l $nhr:> fknilu. . i-a J Ce Aiii&lu. ver. ademas. la
h'l- ijü-.iiia i|iiciln 1.1jm Schnn’ z o ) f l i M u a ■/'«></»!• .í,■S.ii >u Ui-uol:. 1.1 ( N-I2i. pdgí
‘•Mnn. m, .
I I Astrónomo. 10
SiiiiMut [ L pag».
-" Sitrtsou. i 1 ivtg. >'

U\)
pues las ilegitimas eran numerosas—dieum que hablaren el mundo,
especial mente las de Berra, que tutu del sobresaliente poeta Angil-
lierto —el llanura de Aquisgrán— varios hijos nacidos lucra del
matrimonio. lo que no impidió, a pesar de Calo, que C'arlomagno
colmara espléndidamente de favores al feliz amante, con ITriéndole
incluso la abadía de Sainl-Riquier.
Apenas murió el viejo emperador, esta vida holgada y de disipa­
ciones fue desterrada de la corte: desde su llegada u Aquisgrán
Ludovieo Pío invitó a sus hermanas a retirarse en monasterios,
tediiio al mínimo el personal femenino que podía residir en palacio
y expulso de este, sin contemplaciones, a las mujeres de costumbres
ligeras ' IIna capitular sobre el gobierno interini de la corte, que
se remonta, sin duda, a aquella época, les prohibía no sólo vivir en
palacio, sino en las casas de las inmediaciones: dispone qne se vigi­
len lodos los locales para habitación de los alrededores de Aquis­
taran \ prescribe expulsar inmediatamente a todos los hombres >
mujeres de moralidad dudosa. 1 n articulo dispone que «lodo hom­
bre cu cuya casa se encuentren mujeres de vida alegre deberá llevar­
las a hombros hasta el mercado, en donde serán azotadas, y que. en
caso de negarse a ello, será azoiado en el mercado con ellas», Al
mismo tiempo que expulsaba de Aqutsgran a los elementos inquie­
tos, el emperador establece allt ,i Benito de Amana; o. mejor dicho,
contad piadoso abad no quisiera mezclarse en la vida a tilica: pesca
la depuración que en ella se hahia realizado. I udovico fundo para
él un monasterio en las puertas «le Aquisgrán. en Inda (actual
Kornelimünsier] y cu donde le es fácil consultarle en cualquier
momento.
Fot lo demás, no es sólo la viJa de corte lo que ha cambiado: el
personal tic confianza de C'arlomagno luc despedido y reempla­
zado por hombres ideológicamente unidos con el nuevo empera­
dor. A la cabeza de ellos estaba el que había sitio su canciller en
Aquitama. el sacerdote l lelisacliur, reputado por su ciencia teoló­
gica. Se trata de un tcrdttdero gobierno de clérigo-.. Tanto por el
clima general de austeriJad que cica en torno <il palacio, cotilo por
la elección de los hombres de que se rodea j las convicciones que
dictan sus p n meros actos. I.udovico Pío señala híen pronto la orien­
tación que piensa tiara su política, mientras que en los dias de Car-
lomagno aparecía la Iglesia como incorporada al bstado. el nuevo
régimen se propone evidentemente desde un principio hacer predo­
minar el pensamiento tic la Iglesia sobre la razón de lisiado.

Simstui. i I. aig t. i T 19.


'* < ti¡>tntl 1 I. n " J4h. p-n> ’VS
.sinivjn : ! -,.ag5. J4-r?
Ju/gucse mejor sobre todo esto a través de aquella verdadera
profesión de le que aparece en la exposición de motivos de un acia
promulgada por aquellos mismos d ia s'" 'e n nombre del empera­
dor, que dice: «1 ¡i piedad que nuestro muy santo emperador Ludo-
vico siente hacia Dios no cesa de buscar todo cuanto puede
concertarse mejor con la voluntad del Señor acrecenrareí prestigio
de la religión, ayudar al desarrollo cada día mayor de la devoción,
favorecer la celebración del culto divino y asegurar más honra y dig­
nidad ¡i los sagrados oficios.. El emperador tiene constantemente
présenle en su espíritu aquella palabra de Dios: Hallen David, el hijo
de ¡sai. varan según mi corazón, que cumplirá roelas mis voluntades. — Jl
En esie programa de acción cristiana se resumen, ante todo, en lo
esencial, las opiniones de Ludovico Pió en cnanto al gobierno del
Imperio: por esto, las primeras medidas que decreta son de restaura­
ción moral y religiosa.

III R r r o k M A u f i a s o t i f d a o f c i i si As i k v

¿Cómo puede producir sorpresa, dados estos anteceden les. el


que entre esa- medidas aparezca en primer lugar la reforma de la
misma sociedad eclesiástica?
I a idea no era nueva. Se recordará que unos meses mitos de
morir Carlomagno. en mayo del SI3.74: va habla tomado la inicia­
tiva de reunir el clero riel reino franco en cinco sinodos regionales,
en Maguncia. líeim s.Touis.í halon-siii-Saóney Arles, para «reme­
diar e! estado de las iglesias»-.TUpero de aquellas deliberaciones no
habían salido, como suele ocurrir en casos de este tipo, mas que pro­
puestas que se referían a las reformas en detalles. u En el mes de
agosto del Slfv Ludovico Pro, en ocasión de una asamblea general
reunida en Aquisgrán. adoptó un método complciamenle distinto
L:l. personalmente con sus consejeros, preparó los textos orgánicos
que se dirigían a realizar en su con ¡unto lo que él mismo llama mui
«reforma de la santa Iglesia de Dios», J‘ Presentados estos textos
para su opinión al examen de los miembros del clero, reunidos en
un solo y gran concilio que delibero rielen ida mente sobre ellos

FuruUtim Si i h » . m i i i’a íY Y .'ii r jm ,’-,-. n en. I.i culis. cisln il¿ í itr/iitilat.
•.,* ZAs
4 Hechos de k>j V'OMdlev. \ I H . 22.
1 V >w^vil r .ii ll'’.
'' <»milo anula. iiéoslJ
** Venase sin ael.is en :j eoleeeió» <le Ion Gw.'riiicJ iu \i kurel.. islgs. 2-i? MMr
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luista comienzos de septiembre. fueron seguidamente revisados v
promulgados por el emperador, a c«va piedad s prudencia se dejó
oficialmente la iniciativa,
Dos son los citados restos promulgados I I primero, que se refiere
a los Canónigos de las iglesias caled rales, es un estatuto aplicable uni­
formemente en lodo el Imperio J y que. al constreñirlos a la vida en
comunidad \ en clausura, los sometía a una recia igual a la de |p$
monjes benedictinos En lodo esto es fácilmente reconocible la
inlluencia de Benito de Aniana, 01 segundo texto, promulgado en
septiembre deSI6. es un estatuto de las religiosas o monjas. Inspirado
porel mismo espíritu, tiende a introducir de igual manera una regula­
ridad perfecta \ una completa uniformidad en el género Je vida
impuesto a las religiosas, al adaptar a sus necesidades la regla de San
Benito, tslos dos primeros estatutos fueron publicados en todas las
diócesis.en donde el emperador prescribió que se les aplicara integra­
mente en el pla/o máximo de un año. bajo pena de sanciones, y los
obispos fueron informados de que los ini.\si. en su próxima Msila de
inspección, se asegura rían de que se habían tomado toda clase de
medidas necesarias, de un extremo al otro del territorio, con objeto de
que se respetara en esto, estrictamente, la voluntad imperial
l a reforma de los monasterios Je varones, que no piulo termi­
narse de establecer en la asamblea general del año SI ó. quedó
finalizada en la asamblea general de utlio del SI 7. celebrada igual­
mente en Aquisgrán l na comisión de monjes v de abades, a
cuyo trente sobresalía Benito de Aniana. dio allí sus opiniones en
cuanto a los medios de combatir la relajación de la \ula monás­
tica. de disipar las dudas que puede producir la interpretación Jr
la regla benedictina v de, finalmente, elabmai un texto rígido apli­
cable uniformemente a todo el Imperio y que I .iulo\ ico Pió promul­
gó. igual que los anteriores, ordenando a los h ü s s i que vigilasen
también su estricta ejecución. La reforma se completó con un
inventario exacto de las cargas de toda naturaleza impuestas a los
monasterios, bajo cuyo peso, algunos de estos se arruinaban, dis­
poniéndose un.i distribución mejor Jo gravámenes que les permi­
tiera consagrarse, con toda holgura de espíritu, a la meditación ya la
plctami.

!* f./.-n i«g ’i:.


1 /nVit |>iie?. J 12-421
J’ jv ig ' - C .’ - t í t i .
1 Wi"¡ p:igí. *.'8-464,
/líi ;u, páC ', ->64 4<W
' C<>pu‘il i I r 1 11u p .ifj Í4í-}*i.
Idtiií.. c; 171. pá¿s. -’49-?57.
(T, Smiinki i t, pjy>¡. S'-sic

i'i:
}-iiiíilincnCc. durante lin;i tercera asamblea general. el 818 o el
se promulgó una úllima serie üe textos J relativos a la reforma
del episcopado y. en general, del clero secular, con mi llamaniienlo
A las reglas canónicas olvidadas con demasiada frecuencia y que e!
emperador, por su parte, se compromete a respetar cu lo sucesivo
Uno de los mejor informados cronistas coetáneos agrega que las
medidas tomadas en esta ocasión tuvieron poi efecto que los inlcrc-
sado‘>modificaran un género de vida que ora la negación misma del
ospiríiu evangélico: obispos \ sacerdotes, escribe, «abandonaron
sus cinturones y sus bandas de oro. sus pesados puñales enriqueci­
dos Je piedras preciosas, sus vestidos lujosos, las espuelas que car­
gaban sus talones». 1 n una palabra, era el retorno a reglas de vida
mrts conformes con el mismo ideal de la Iglesia y que se creía, ade-
in;is. que servirían de ejemplo a toda la sociedad
Una capitular, promulgada también en el 818 o el SISJ. ordenaba
ja inclusión en ludas las leyes, las francas y las otras, que estaban
reconocidas en el Imperio, de una serie ríe artículos, varios de los
cuales tenían porobjelo reprimir crímenes u delitos atentatorios de
la religión, como los homicidios, golpes o heridas en el interior de
lus templos o a mi entrada, o el homicidio de penitentes
De esta manera, la Iglesia y la religión son las piedras angulares
del nuevo edificio que se quiete construir: se cree que. erigiéndolo, el
Imperio carolingio realizará la obra que le ha sido destinada y que
I udovico esta dispuesto a ejecutar

IV RLSTAl RAC ION m L PODliR PONTIFICIO

Poro ..cómo lograr ese objetivo sin devolver primero al papado


todo su brillo?
Desde el advenimiento de León III [qué decadencia! Fl desdi­
chado pontifico, rehabilitado a Unes del año SfJO por Ca rio magno,
pero tratado por éste en la Tomín ruda que ya vimos. so mosiio hasta
el íin?.l impotente para triunfar de la oposición que. en la misma
Roma, se rebelaba contra su autoridad. \ comienzos del año 815
cstuio -a punto de ser asesinado por segunda vez: luego, como orde­
nase condenar ;i muerte a los culpables, tuvo que enfrentarse con
una rebelión que no comenzó n aquietarse hasta mayo del 81b.
cuando el pontífice murió. ;

1 (upan l i I. ii. 11“-! Ají p.igv -T -Si


Kl -Wrór.omo. Js.
' tupian i 1 i:. I3SI. p:lj! _xt. j i i ». I. 2. 5
In u r J ff •uWr* fins S |5 iM íi

IM'
No era posible salir de tal estado de cosas, sino cambiado de
método, t i nuevo papa fsleban IV imitando a sesenta ados de dis­
tancia.el gesto de su homónimo F.stehan II no vacilóenira la Galia
unos meses después de su consagración para enI revistarse alIi con el
sucesor de Cnrlomagno y. confiado en los sentimientos de que Je
sabia animado, lograr si era posible que le diera su apoyo,
I a entrevista tuvo lugar en Reims. en el mes de octubre del año
816. con un protocolo exactamente igual ai que se aplicó en Pem­
il ion Como su abuelo Pipino. Laidos ico Pin se adelantó a recibir al
Soberano Pontífice hasta una milla de distancia, echó pie a tierra,
lúe respetuosamente a lomar su caballn por la brida y ayudó a su
huésped, como un simple escudero a que descendiera de su mon­
tura. y luego, después de tres genuflexiones \ alua/os. lo condujo
hasta la catedral para oír misa 1 as conversaciones que dieron
comiendo inmediatamente después, condujeron, al cabo de cuatro
dias. a un acuerdo de principio, especialmente sobre las promesas
hechas en otro lit'mpo al papudo por los ¡iniccesores de Ludovieo.
Lucen —y siguiendo siempre el precedente establecido por Fisie-
ban II— el Soberano Pontífice procedida una nueva coronación y a la
consagración del emperador, asi como de su esposa, timengarda.
De esla manera solvía iodo a situtir.se como en los tiempos en
que el papado y la monarquía franca, por necesitarse mutuamente,
también mutuamente se consideraban, Por eso no nos produce sor­
presa saber que habiendo fallecido Fstcban IV (el 24 de enero de!
817). poco después de su regreso a Roma, la cancillería de Ludovieo
Pío expidió a su sucesor Pascual I. elegido casi inmediatamente, un
diploma que. siendo consecuencia de las conversaciones de
Reims. señala finalmente, en la política del emperador un claro
cambio de orientación en beneficio de la Santa Sede.
Después de hacer u na relación de lodos los territorios que cons­
tituían el l-siado de San Pedro, como consecuencia de los abando­
nos realizados progresivamente desde los días de Pipinod /Jw c “

' Sobre lodo lo itr.lf ¡i'T víase Sunsún t Nh ,1er h'mimt:, I. I. pac,-, (ti)-"1?:
H<ihm<r-Milhlt'.iehei. n 6?7ti
'v Este tiel.i. cusas principales ediciones esiJc sci'ialadas ce, el ropeílrmó de
Roliinei-M uhlh.idirr n." MS. ha sitio piiHic.ida cm rr Kmc. por Doreaus. en les
< ,i/>iw!. i l . n ' l ' J rái'-. 35.’-.’?.'. y ptii f ] taller. R ,. i,Ji. págs 3?S-.'-U |v . I p af.X li
El lexeo mi eoniii lo conocemos por c o p a s Je .ch as tardías l.j Mito alterado cu
mu. li.is partes con interpcilacion.-e tpic Ui crines lia trillado de m vrprvi.ir. pero una
ver limpio tle eíus adiciones, su conm uto pricve a Ule a: ic 1.1. el estudio capiml de
Til Sickcl, Das D r:-il,yiuri Ota •. I úir dn mwm /Ve Air. b, ,;•/» í.thre ‘/d.1 (IniishiUCií.
ISfii, m-S. ’|.
" I r esla parte del iexiocsdor.dccopistascxeedv.micnie celosos imcrpol.irnr.
r.umhitís de lugares d ; leinluni» i|ur nunca hervían sidiulnciudus J pap.n:.i
el documento pieeisabn que el emperador .se comprometía por si,
por sus hijos y por sus sucesores:
I a no producir allí minea la menor ofensa o ataque «pordis-
pulii o maquinación de cualquicrgúncro». ¡i hacer respetar en ellos
en toda su plenimd la autoridad poiuilicia y a asegurar, por lodos
los medios u su alcance, su defensa;
' a no inlervenirya en In sucesivo en materia política, adminis­
trativa o judicial, a no ser expresamente requerido por el papa;
3." a eniregai a los representantes de este último iodos los a cu
sados que fueran a busca i refugio en territorio del Imperio, salvo un
número reducido de casos claramente especificados:
4 a no intervenir personalmente ni conseiiiir que intervinie­
ran ninguno a su • íide les, al producirse la muerte de un Soberano
Pontífice, en el arreglo de su sucesión al trono de San Pedro, ya que
la elección de los nuevos papas debería siempre mantenerse con
libertad y sólo sei notificada al emperador lina vez realizarla la con­
sagración y a efectos de renovar el pacto «ríe amistad, ríe caridad s
de paz» que vincula a ambas poicndas.
De esta manera, eJ papado, que Carlomacno había mantenido n
raya, recobraba la independencia política necesaria para su restau­
ración. a la vez que la de toda la Iglesia

V AcmiíHLM 1

Pero «no correría la misma cristiandad un mortal peligro sí no


era el Imperio ddlniiivamcntc garantizado contra arpie! desmem­
bramiento que. al morir Carlomagno, solo pudo evitarse poi el con­
curso de circunstancias excepcionales'.’ Justificadamente preocupado
por aquella situación. Ludovico Pióse atrevió, en el mes de julio del
M /. a adherirse a las más inveteradas iradicioncs francas pui un
acto de alcance todavía mayor.
fin la misma asamblea general en que se decidióla reforma de los
monasterios de hombres. \usfidelcs —según se lee en el preámbulo
del documento— iuvitaimi a su señor a que «aprovechando que
entonces estaba en buena salud y la pa/ reinaba, gracias a I)¡os. por
doquier», dispusiera poi anticipado, y con plena tranquilidad de
espíritu, la suene lulura de sus listados y su eventual repullo cu iré sus
hijos «ile acuerdo con la ancestral eosiumbre» Itnor fkirenimn nusim
mi»/. Y l.udovico desveló enlonecs repentina menee sus provéelos

Cit/iUul. I I n." IJfi p¿td 27Ü.


l 't •.iifim. fifí. I<t2.
Aunque la petición, observa el mismo empinador en el encabe­
zamiento del acta. Ule présenla Ja con «devoción y lidelidad»ó¿ rofc-
nc/idcdict-f, «no nos ha parecí Jo. m a nosotros ni a aquellos que lla­
gan su ñámeme U¡tti sanum ui/n'ttnn. que fuera posible, por amor Je
nuestros lujos, permitir que se quebrantara, al proceder a un
reparto, la unidad de mi imperio que Dios ha mantenido en nuestro
beneficio No hemos querido correr el riesgo de desencadenar un
escándalo en la santa Iglesia v ofender a Aquél en cuyo poderío des­
cansan los derechos de torios los reinos». Por eso se prescribió un
triduo Je ayunos y oraciones pata implorar la inspiración divina. El
resultado fue la adopción, «en pleno acuerdo con el Todopoderoso»,
de las siguientes medidas que Lmlovico promulgo seguidamente:
1. 1 I primogénito de m i s ires hijos, Lolario, que entonces tema
aproximadamente veintidós años, fue proclamado emperador, ciñó
solemnemente la diadema imperial, asocidado desde entonces en el
ejercicio del poder junto a su padre y declararlo solo y único here­
dero eventual de todo el imperio.
2. ” De los dos hijos menores. Pipino y Luis, el primero cun-
scivó la corona real de Aquitania.quc le había transmitido su padre
el año #14. y el segundo fue designado rey de Raviera, pero ambos
toman que gobernar bajo bt dirección del emperador
3. " Cuando su padre muriera. Pipino y Luis completarían oís
respectivos reinos, uno con la anexión de la Gascuña. Je la marca
de I tilosa. del condado Je Carcussonnv \ ríe los tres condados tic
Vultiii. \vallon > Nevéis; el orno, por la tic C arintia. bohemia y las
marcas avara \ eslava, poro umhus seguirían subordinados a la
autoridad imperial.
4. " Lo mismo sucedería con el reino de Italia que. cu sus
estado actual, había sido adjudicado u bernardo el uño K|S por
C arlomagno.
5,1' Una vezqitequeda.seeomodnieoemperador. I .otariodebe­
ría dejar a sus dos hcniumos. en cuanto alcan/aseti la mayoría de
quince años, exigida por la ley npuatiit que era la vigente en la lami­
lla carolingia (ari. lín, la libre disposición, dentro de sus respectivos
reinos, de los cargos y dignidades tari. 3t. del produelo de las conti i-
huciones. de los impuestos, penas pecuniarias y rentas fiscales (un.
2): pero en todo lo demás conservarla Lolario la dirección sobre
ellos. Sus tíos hermanos tendrán, en consecuencia, una vez jI año y
«en el momento oportuno», es decir, cu ando se reúna la asamblea
general, que ii a llevarle en persona sus «dones anuales» y eoucei-
tarsc con el «con espmui de amor fraterno» para todos los asuntos
de interés común iari.4) Salvo el caso de ataque improvisto, no
podrán leeurnt a las armas sin permiso Je Loiario tari 7): les >era
vedado concellar tratados ni recibir embajadores mii liabci JnJo

1%
;1v¡so prev io a su hermano mayo) y haberse puesto Je acuerdo con
¿sie para las respuestas que deban darfiiri. 8). II n cambio, deberán
¿ar facilidades para que lleguen hasta el todas las embajadas que le
sean enviadas v tenerle al corriente de cuanto suceda en mis fronte­
ras, a tin de que siempre esté en condiciones de poder intervenir a II i
donde lo precise el interés del Imperio (art. 8) No podrán contraer
matrimonio sin su consentí míenlo (arl 130). Y hasta pata iodo acto
(pie sea abuso de autoridad o tiránico, quedaran sometidos a la
reconvención a la vez «paternal y fraterna» de su hermano mayor,
que, en caso de obstinación por palé de ellos, consultará a la asam­
blea general sobre la sanción que debe aplicárseles (art I(!)
(i.0 Por su parte. Lotaiio deberá acogerlos fraternalmente
c u a n d o le lleven sus «dones anuales», recordando que dispone
«con el consentimiento de Dios» de una autoridad superior a la de
ellos >debe gratifica ríes, a su vez. con regalos de un valor mayor (nn.
5); además les deberá dar ayuda y protección militar eonlra los ata­
ques de las «naciones extranjeras» (arl. íi).
Piñal mente, para evitar que lo esencial de las disposiciones
señaladas sea puesto en tela de juicio algún día. se estipulaba que.
encaso tic fallecimiento de uno de los hermanos de I ola rio. el pue­
blo del reino respectivo sera invitado a elegir aquel de los hijos del
muerto, a quien deha darse la sucesión vacante, sin que pueda frac­
cionarse ni ser adquirida \ ejercida en otras condiciones que las
señaladas más arriba tan. 14): que si el fallecido no dejase hijos legí­
timos. su reino pasará directamente a manos del emperador (art
15). que si muriese el mismo Lotaiio. los filíeles, «a fin de asegurarla
salud de iodos, la tranquilidad déla Iglesia y la unidad del Imperio»,
serán invitados n recogerse y a implorar por medio de oraciones, la
divina inspiración, para proceder con el concurso del Todopoderoso
a la designación Je aquel de losouos dos hermanos a quien deba con­
fiarse la autoridad imperial desdo entonces (art. I.Sl
H conjunto de estas disposiciones constituye, como se ve. un torio
coherente que. ponina Iniciativa osada, no respeta, de las iradie ton a les
costumbre-de la monarquía franca, sino el mínimo indispensable para
calmar, hasta cieno punto, los apetitos de aquellos a quienes el nuevo
reamen más perjudica y que. aun concediéndolos algunas satisfaccio­
nes de prestigio, proclama y consolida la unidad del Imperio, del que se
lian constituido defensores Ludovico Pió v su hiio Lotaiio.

V I. ID Q A I DI I N ID A Il C K IS IIA N A

, Hubiera sido posible ir todavía mas lejos'.' Parece que algunos


lo creyeron. Soñando con una fusión completa de los pueblos v de

l>t
los territorios sometidos al señor del reino franco, el impetuoso
arzobispo de Lyon. /VgoharJo. en una carta que le dirigió por enton­
ces expresaba el deseo de que se unificara el derecho vigente en el
Imperio, aplicando uniformemente a torios un solo código: el de los
francos salios. Al señalar las violentas discordancias del enjuicia­
miento que se presentaban en un mismo lugar, ya que de acuerdo
con el principio de la ley personal, un inculpado dependía por su
condición jurídica individual ya ríe mi código o de otro y. sobre
lodo, al subrayar la extrema ilegalidad de las penas a que se expo­
nía. Agobardo. que vivía en una zona de población muy mezclada
se indignaba por lo confusión que producía aquel estado tic cosas.
('.Cómo aceptar —escribe— que se mantengan tales diferencias de
trato entre líeles del emperador que son. a la vez. líeles de Cristo? Y,
sin embargo, una sola vertía fue «anunciada a todas las naciones del
mundo, una sola fe les ha sido dada por Dios, una misma espe­
ranza... una misma caridad, una misma voluntad, un mismo
anhelo, una misma oración; cualesquiera que sean sus diferencias
raciales, la diversidad de sus condiciones, de su sexo, de su origen,
nobles y siervos, lodos, sin excepción, hablan con igual corazón al
dirigirse al Dios único, que es su padre común: Padre Nuestro que
estáscii bsríelos, saiuiftcaduseaIttnombre; no invocan sino a un solo
Padre., no piden mas que un soloreino.su reino celestial, noatihclan
sino que se haga su sola voluntad, le ruegan lodos que les conceda el
mismo pan cotidiano y que a todos les perdone sus pecados...»
«Ya no haV —prosigue, aplicando un famoso pasaje de San
Pablo -w— ni gentil, ni judio... ni bárbaro, ni escita, ni aquiiano.
ni lombardo, ni burgoudo. ni a la mano, ni siervo, ni libre: todos no
son más que lino en Ci islo», Pues «si el Señor lia sufrido la pasión,
fue para que con su sangre quedaran juntos los que estaban aleja­
dos y desaparecieran las separaciones». ,.Hs posible aceptar —
pregunta a Ludovico el arzobispo— que a «esta unidad, obra de
Dios, se oponga una lal diversidad de leyes que. en una misma
comarca, en una misma ciudad, y hasta en una misma casa,
sucede (¡evidente exageración!) que. de cinco hombres que van
uno jumo al otro, ninguno de ellos, en el terreno de las cosas
humanas, dependa del mismo derecho cuando, en el fondo de si
mismos, en el plano de las cosas eternas, dependen de la misma
ley de Cristo?» N ¿no se impone como conclusión que debe
«transferirse al derecho franco» a cuantos están sometidos ¡i otro
cuerpo de leyes?

Cata sobre la lev gumbcin lúdelos huigondos|cr. l a r »n.v. i. V p,i^. ISv


líwl i .ímeriiirtiictue i:i Miañe fu tivl ¡a/, l (. IV col. 115-126
“ tp is lo l.i :í <>> ('(ilnscnses. III. I
Sin llegai tan lejos, de lodos modos fue cieno que Ludovieo Pío
ve entregó, hasta cieno punto, en los primeros años de su reinado, a
líi obra de unificación jurídica deseada, con la promulgación tic
varias capitulares, cuyo objeto fue incluir en los diversos cuerpos
legislativos vigentes, disposiciones adecuadas para nivelar las
divergencias, También es verdad que. a partir del arto SI7. la
palabra unidad (uníais/ se va a encontrar empleada constantemente
por la pluma de los partidarios o de los adversarios del emperador
Se víi a luchar por o contra la unidad del ítnpeno. Vsiempre se evo­
cará, en lal ocasión, el elevado concepto de la unidad cristiana, déla
unidad de le. que se cree entonces el más sólido cimiento dd
Imperio.

’’ C a p ita l i. l. ii" ' l.'-K I 'S Jr l i-.rtoSlu; ii." 139'. ■W.tld kitiiiVn MS-SI'J; n.- U '
Ucl jjii ) S-<1
CAPÍTULO II

OPOSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN Y PENITENCIA


L)E ATTIGNY

I R rnr.uóN nn Btrnardo de I talia

Sin embargo, era obligado que tina revolución política, como la


que significaba e! programa formulado por el acia del año S11, no
podia realizarse sin suscitar, frente a movimientos de entusiasmo
como el Acobardo, oíros en sentido contrario por parte de aquellos
cuyos intereses iban a ser lesionados.
Los dos hijos menores de LuJovico Pío. los más afectados
por aquellas medidas, eran dem asiado jóvenes para intervenir:
Luis tenia no más de once o doce años: M Pipi no. aunque mnyoi.
también estaba aún en la infancia. Pero el rey de Italia, Rer-
nardo, sobrino del em perador, que tendría a la sazón unos
veinte años. se Jejo incitar a la rebeldía par sus cortesanos,
aunque ningún cam bio se produjo en el régimen a que estaba
sometido su gobierno. Además, todo hace creer que sólo era un
instrumento manejado por un numeroso grupo de descontemos,
entre los que sorprende encontrar algunos personajes de alio
rango: no sólo algunos de los más altos personajes de la corte,
sino hasta prelados, como los obispos de Milán y de Cremona y.
aun de la Galia. como el de Orleáns. el ilustro poeta Teo-
dulfo. :és
Pese a la extrema discreción que guardan los analistas y cronis­
tas contemporáneos, todos ellos afectos a la causa del emperador,
parece que se trató de una muy seria tentativa de rebelión general
que desde Italia debia pasar u la Galia. Solo la decisión con que

s'- 1labia nucido hacia el hl)S-Sü6 Vlmnc Búlimer*M(lli!baclicr. :i. IJjS/i.


C f Siroson, i. I. pág. 11\
' ' Sunsún, i. L pdg». 113-117.
I mímico Pío y sus consejeros hicieron Irem en la situación. per-
milió dominarla antes de que alcun/ase mi aran desarrollo:
urgentemente se convoco la hueste en el otodo y se ordenó a todos
los jetes Je destacamento que se mantuvieran dispuestos a salir al
primer aviso hacia la frontera de los Alpes. " Lndovieo Pió asu­
mió personalmente el mando délas lropas y se dirigió a Italia. La
rapidez de la concentración del ejército fue solídente para que-
hrai la sedición: Bernardo, abandonado por una parle de los
rebeldes poco respaldado por otros, no se atrevió a inam ena ja
lucha. Conducido a C halon-sur-Sacme. hasta donde hahia lle­
gado el emperador en su camino hacia Italia, so rindió incon-
dicionalmentc
El castigo fue ejemplar. ( iludo ¡i comparecer ante la asamblea
general convocada con anticipación para el mes de abril del 8|fc,
Bernardo y aquellos de sus cómplices que no pertenecían al
estado eclesiástico fueron condenados u muerte por el crimen de
alta traición los obispos, abades y oíros personajes del clero com­
plicados en la conjura, comparecieron ante un concilio que sen­
tenció su deposición Además, por orden de Lndovieo Pío \ de
acuerdo con su grado de culpabilidad, ruó ron desterrados o ence­
rrados en monasterios, pura hacer allí perpetua penitencia. En
cuanto a Bernardo y sus cómplices laicos, el soberano dictó en su
favor una medida de clemencia en vez de hacerlos ejecutar, se
limitó a que se les horadaran los ojos, lo que supuso igual resul­
tado para Bernardo > para uno de sus principales consejeros, el
camarero Regimbardo. ya que am hos.sucumbieron a aquel supli­
cio Finalmente, como precaución. I udovieo Pió hizo tonstirar
\ encellar en monasterios a sus hermanos bastardos, Je los
que desconfiaba
Asi. la última pul ubi a la dijo el eniperadoi \ su voluntad impuso
el acta del año S 1 1 De momento, el único resultado aparente de In
oposición armada, de que había dado la señal Bernardo, l'ue l:i
supresión ilc un reino de Italia distinto: el antiguo reino lombardo
quedó simplemente anexado a los territorios que se había piovisto
que Loiario ocu paría al morir su padre, asumiendo el gobierno
diieeio de ellos Asi. no se atenuaron, sino que salieron fortalecido»
los principios básicos del acta del S17. como consecuencia Je la
rebelión.

Ver l.i . j;,_ ilel uizubtqioilc Treieriv I K-lli. .li- l.ull, I :nlhi:i. ro
Mlíiv:. i C\ I
I ’M ' ii ! :¡:t s\\ o ¿ \ \ insior m If.s ¿V^.viYfr. : V. 2 "'
Simsoii. I. I. |'de MX.
SiiniS'in, i I T"- 120-12.'
Nilh.uC. i. I 2.
II f O R l Al ti I M l t N ' I O Dfc LA UNIDAD DF. G O l l i r k N O

A la vez queen X18-S10 se llevaban a cabo las gratules rcl orinas Je la


sociedad eclesiástica de queya hablamos. ' parece que la misma estruc­
tura Je! gobierno imperial sufrid modificaciones bastante profundas.
Hasta entonces, había seguirlo funcionan Jo el régimen Je las
asambleas generales en la misma (orina que en los clias de (.'arlo-
magno: poco más o menos, en el verano, cuando llegaba el momento
de ponerse en campaña, se celebraba el coHvantus gewmtis en nn
lugar ce rea no al futuro teatro Je l«i>- operaciones militares, en las que
el mismo emperador se disponía normalmente a tomar pane, y allí se
aconsejaban y decidían las disposiciones que habrían Je aplicarse.
De esta manera, el rilmo de la vida de gobierno se ordenaba por el Je
la actividad castrense. Pero, poco a poco, nuevas costumbres se fue
ron abriendo paso. Cada vez participa menos el emperador lmi los
combates. Las guerras se desarrollan en zonas cada día más alejadas
\ los ejércitos que las sostienen están formados por tropas reclutadas
en los países vecinos, salvo cuando se producen acontecí miemos lan
graves como en X17, en que hizo latía enfrentarse con la rebelión de
Bernardo en Italia 'o en el 818,con motivo de un le'auiamienlode
la Bretaña que obligó a I udovico Pío a reuniría asamblea en Va unes
ya hacerse cargo personalmente del mando de la expedición. Pero
excepto casos Je este género, la asamblea normal, aquella a la que
deben llevaise Jos «dones anuales» al soberano, se reúne desde
entonces, comúnmente, en el centro del reino franco, por ejemplo, en
Quier/y en Xiligny. en Compiégne.asicomoen Aquisgran.cn Ingel-
heim o en Francfort. ^ Además — y aquí es donde aparece la nove­
dad más sobresaliente—, aunque la asamblea normal signe siendo
convocada en verano, si bien en lechas mas variables que antericn-
meme. Ludovico Pió toma lu costumbre de convocar otras asam­
bleas. restringidas o generales, en otras épocas del año. a veces en
enero o en lebrero, a veces en octubre o en noviembre, para preparar
en ellas reformas, elaborar planes de campaña v cambiar impresio­
nes sobre la situación general

' V KH/IIU p:\ji 19?.


■' V. .S ií / iiyj p a c . 2111
' Simpson. 1 I. |'¡h¡, 117.
( Vcíiisí !■i-; cxiiyjc.uk ;li- asambleas n i c repertorio de Botlinei-Mllblhucliei
Lo el mee ilc er.cro del 819. nSanlbleu general en Aquisenin. par.i .iKiniar
leuirn'.js: luego, en el nn-sde ¡uliu. asamblea genera lile verano en Ingelheli'.i.al tercm-
.ir la eii.il el emperador sale J e caza, ti 820. en el mes Je ene m. jMjniblL-a en Aquí-,
erun en dnnde. rnlic nino-i asnillo:-. se preparn b m ñipan a siguióme. luego ¡K.iniblr.i
ec.ieral de verano qiosihlrm rnic en iulioj. en Quicrzy. después Je ella el ciupeiuiloi
salí mi j ley »le ea/ i l.n el mes dC lobiClodel 82' a.-jm hbn en Ai|(iiegr,tn en lu qui- sr
preparar, Jos planes de cam paña: luego otra H-i.inihlra en mayo, en Nmieaa. después
l.a carencia de lexios explicativos nos impide sabor cuál era ( |
objetivo que se proponía d emperador con esla multiplicación de
asambleas, pero está claro que sus resultados contribuyeron a estre­
char más todavía los vínculos que en lazaban las diversas parles del
Imperio y. porconsecuencia. a fortalecer aquella unidad que consti­
tuía la esencia misma de m i programa político. Un una de aquellas
asambleas suplementarias, en mayo del 821. en Ni mega, creyó opor­
tuno el emperador subrayar una vez más ese pensamiento suyn.
haciendo leer otra vez el acta del S I 7 ante los proceres reunidos y
exigiéndoles a todos el jura mentó de respeta r sus disposiciones: ' y
este mismo jura metilo se vuelve a exigir a lodos cuantos no asistie­
ron a la asamblea de Ni mega en la general reunida en octubre en
Thtonvillc. a i.fran medidas de precaución contra los que todavía
no se habían resignado’’ No cabe duda de que en el año 821 el acia
del 817 continua siendo la piedra angular del edificio político que
había erigido Ludovico Pío.
Pero aquella acta no podría, por ella misma, asegurar por mucho
tiempo la unidad del mundo cristiano, si el espíritu de unión no inspi­
raba la conducta de lodos los que do él formaban parte. Igual que en
los días de C arlomagno. las polainas de paz y ele concordia se repiten
constantemente por los dóricos, que entonces tvllcjancl pcie-aniienlii
del emperador y de sus consejeros: sin esa paz entre indos los /ñ/e,V<
del emperador, hermanos todos en Cristo, seria i ano. señalan, espera)
la estabilidad del régimen que se acaba de insinuó y este mismo régi­
men quedaría desprovisto de todo sentido. “ Poroso no produce sor­
presa que. inmediatamente después de haber lieclin renovar los
juramentos prestados a la nueva constitución. 1 mímico Pin >e píen-
cupe, ante torio, de borrar toda sombra de ¡as anteriores discordias,
procediendo a una reconciliación general de stt> subditos.
P.n consecuencia, después ele la asamblea de I hionvillc. decidí
amplias disposiciones de amnistía para lodos los implicarlos en l:i
rebelión de Bernardo de Italia, No solo les perdona, sino que lis res­
tituye los hiciies que les fueron confiscarlos " Además, levanta el
rlcst crio al abad de C’orhic. Adalardo. antiguo consejero de Cario-

C; I:-, nuil l.irnlsien -lile el en:pci.iiln: a e.iznr: y , en rx.wl i«. u.ier • «saniHe.i general
n I FionviJIe. t a agosto Je! .is.iniMij geueul .ti Xitiyn.eon nueva <al:dn « i
e-jipcrjú. i |í j ij hiLL.z.t .i re? ironiiuC.! I:i reLmnn:l’.i.-ce. ra r.iMeiiit'idf>dv.iJiil-
bie Jet mismo i.rn Hs.iinM ejdlFr.ir.iínri tlSJ.V lu í •■ipu.iliticr.Tc áo< .is-iirMci».
uru en mayo en H ancíuiiy la i»!r.. en novieml'u en Cnmpiégnc \ case el reperorio
lie Hol.mei
.-liaviiVr rvivi/ft. ;ir.o *.11. nii(t !5s.
íi/itii gag, 156.
' U li.muaud Uelnm ari |Bc>murl Dehimare (R i L idee de país j I cp ,linr
cjritin g ie r.n e (París, in S l j.|
11 lin.Miu oad/i. üi’.o >ZI. pjg. IV?

TtM
ni.ieno. al que había cotí nado en Noiimcuilier. \ le devuelve la regen­
t a de su mon(Pierio. Finalmente, en el mes de agosto del K22. en
,)casióii de la asamblea general que aquel arto se reunía en Altigny.
junio al Aisnc. decide—«por consejo de sus obispos y de sus proceres»,
según escribe el analista oficioso extender ledas aquellas medidas
Je clemencia y de reconciliación a sus dos hermanos hnslardos que
aún vivían: sacados de los monasterios en donde habían sido reclui­
dos el 817, 'u vuelven a la vida activa y pronto van a iccibii cargos
eclesiásticos importantes: el mayor, Drogón. en junio del $23.cuando
apenas tenia veintidós artos de edad, es nombrado obispo de Metz;
el otro. Hugo, se hace cargo, después, de diversas abadías.

II!. P C M T I t N C IA G M N L R A L LMr A l l l U N Y <S22)

Noobslante. estas metlidas reparadoras no eran suficientes para


apagar la sed de apaciguamiento que atormentaba el emperador, y.
aunque su piadoso consejero Benito de Amana habla muerto el 11
tic febrero del 821. ' nunca estuvo el monarca más poseído de la
idea de que. únicamente una sumisión de todos, sin reservas, a los
mandamientos de la religión y a las exigencias de la humildad cris­
tiana. podía asegurar la salvación del Imperio. De ahí nació, cu
aquella misma asamblea de Attigny, la decisión de una penitencia
general de la que él misino quiso dar ejemplo. Públicamente y para
deplorar sus consecuencias, confesó su conducta pasarla para con
Bernardo de Italia, asi como para con el abad de Corbic, Arla lanío.
\ su hermano el monje Wala. ambos exiliados después de la rebe­
lión del S17, y pidió la absolución de estos pecados *’
Después ríe él. hicieron acto de contrición, a su vez. los obispos:
<>Bajo la inspiración de Dios I udopoderoso y según el consejo de
vuestro piadoso celo, a la vez que excitados por vuestro provechoso
ejemplo», declararon dirigiéndose a I udovico Pío que presidia,
«confesamos haber sido, en momentos, que ahora no es conve­
niente. ni posible señalar, negligentes lamo en nuestra conducta
conloen nuestra doctrina y en el ejereciode nuestro ministerio» "

!l- Atiin. año. (¡21, püg. I jo.


'* tiU.»!. ano t¡22 pac i?x
V i'.ipru. 202.
k' t'ifiiiiVr rot'iit/.r. nrt<i ' 2' pag IH Cf. Sansón, i I. j*ag> l‘)í>-192
kf I llegan. 2J
' SilHvJtl. L J. If>?.
V.-ase pmg, 202
. I<i'orlofinn/r). .uto X22. p.ije l i s Este es «I texto que situación I I A siu m o n u i
\ Thtj>jn.
" Capimí \ I. n.- l'-l. pag. aíi l

W
fc's ció rio que el olecin do aquella confesión quedó un tanto ate-
nuudu por la advorionciu, que inmediatamente présenla ron los
obispos, de que iban a poder neniar como era conveniente, ri el
emperador, como asi se había comprometido, les devolvía las nece­
sarias libertades para el cumplimiento de su misión. Pero, final­
mente. reconocían haber cumplido con esta muy imperfectamente,
por carecer de una adecuada instrucción religiosa y se acusaban de
haber dado pruebas de un celo insuficiente en lu organización de
las escuelas de sus diócesis, a las que debieron, según declaraban,
haber dedicado más cuidados para (pie precisamente, pudiera for­
marse un clero dotado de una sólida cultura 1Confesiones bien
delimitadas, por fallas que los autores terminaban por cargar a ia
cuenta \ responsabilidad de los que no les Imbian proporcionado,
según ellos, lo-, medios financieros para actuar. '■ pero, en fin de
cuentas, confesiones que se asemejaban con las que personalmente
había l.udovico Pío ejemplarizado.
..Hicieron también su confesión.después de los obispos, los pro­
ceres del orden laico? Lo ignoramos: pero su caso fue evocado —>
no con excesivo agrado— por los prelados reunidos cu sesión espe­
cial M arzobispo de I yon. Acobardo, para responder al deseo del
emperador de conocer los males que debían ser con más urgencia
evitados.se ufana de haberstigerido.porsn parte, resolveren primei
lugar el problema de la apropiación de los bienes de la Iglesia por
los laicos: y hasta nosotros ha llegado, además, a continuación de
la confesión de los obispos, el sumario de varias proposiciones,
entre lasque ligu ra u na que se refiere a los laicos que no concurren a
la iglesia. u
Como se ve. lo que tuvo lugai cu Artigue fue un estimen general
de conciencia. Cada cual hizo allí, o fue obligado a liaeei las confe­
siones y los sacrificios necesarios al bien común. Por su personal
acto de contrición, no pensaba realmente el emperador.como se luí
dicho, que humillaba su dignidad imperial, y ningún contemporá­
neo le dirigió nunca este reptoche. l'n o d e ellos™5 hasta le felicita
por aquélla actitud que re nova bu (.1 de Teodosio. Al actuar de aquel
modo. Ludo\ ico sólo intentaba señalar con ostentación su ardiente
deseo de una reconciliación de lodos, en beneficio de la paz tan
ansiada \ ri» la cual la unidad imperial nn hubiera sido riño tilia
vana palabra,

*• hkn' ans. I-'.


" liktn. pag. '-K. íri 4.
1 Mpoh.in.il).iVi/í.-fli,'iírjrriiJ.,i i.ii'i íii;>.\i<iii.it: i.rnii.- 1 1 4 oí Mi¿nc l’ntmi im
i i IV. l'-.’I : ; v : *D > er. I.is L'ptiwlac, i \ . li.‘
C k ip u u l.. l I. o 1 l ’4 pác ?W. jii.
1 H Af Iraníinm. 5?

Mu
No por esto es menos negable queen Atiigm se acentuó el cari?
religioso del gobierno imperial No sólo la unidad del Imperio se
encontraba fundada en l.i unidad déla fe.y por eso se hablaba como
de cosas equivalentes de la unidad del Imperio y Je la unidad de la
Iglesia, sino que todo se subordina a la causa de la religión, y la Igle­
sia acaba por adquirir un lugarprepondcranlecn la vida de! Estado.
Los eclesiásticos son consultados antes que todos los otros conseje­
ros; después de la muerte de Benito de Amana, los obispos, el abad
de Corbie. Adalardo. su hermano el monje Wula, ejercen tan conti­
nua presión sobre el emperador que éste acabó por no ver ya más
que por sus ojos \ no actuar sino de acuerdo con sus deseos.
¡Que contraste con el reinado de Cario magno! Un lugar de un
clero enteramente a las órdenes del monarca, nos encontramos en
aquel momento con un clero dueño de la situación y con un empe­
rador siempre dispuesto a escuchar > a seguir sus consejos. ¿Del
gobierno tic la Iglesia poi el emperador, seiba a pasara un gobierno
tlel Estado por la Iglesia?
CAPÍTULO MI

CAMBIO DE ORIENTACIÓN
DEL GOBIERNO IMPERIAL

I. SfctiUNDO MAI K1M0NJO DLL FMPEiRADOR

N g obstante, precisamente en aquella misma época, comen­


zaba a apuntar en Ludovico Pió un cambio de actitud, que oslaba
en relación con acontecimientos de su vida intima fisto empera­
dor piadoso era al mismo tiempo de carácter débil, propicio a
dejarse dominar por su séquito. Bajo la influencia de Benito de
Aniana > de otros clérigos que hasta entonces le habían inspirado,
marchó sin desviarse, menospreciando todos los obstáculos, por
el camino que vimos; pero, por débil e inlluenciahlc que fuese, no
dejaba por ello mostrarse autorilaiio. como sucede con muchos
caracteres de este tipo, y perfectamente capaz de mantenerse en
algunos momentos en una actitud intransigente. Ahora bien, su
vida intima había sufrido, desde hacía poco tiempo, una modifi­
cación decisiva: v iudo desde el 3 de octubre del 818 de su primera
esposa I r m e n g a r d a . se había vuelto a casar el mes de febrero
siguiente con la hermosa Judit de Baviera. ' que no tardó en
adquirir sobre aquel hombre de cuarenta artos un enorme as-
evadiente.
Los escritores de la ¿poca alaban a porfía la sorprendente
belleza de la nueva emperatriz. Algunos artos después, uno de los
espíritus más cultos del Imperio, el obispo tic Lisien*. breculló. al
dedicarle el tomo segundo de su gran Historia Universal, le escri­
birá, como perfecto cortesano: «L-n verdad y sin adulación, sobrepa­
sas en hermosura a todas las reinas que he podido ver o de las que he

tW h m e r-M llh lb jclicr.


liici‘1, u.' (íSlu.

2(W
oído hablas. t\ de este lerna sabia va que en su obra había evo­
cado a muchas reiuas y emperatrices! Vero, además, todos los con­
temporáneos tic Frecullo están Je acuerdo en esto, y la crónica Je
aquel los Jias está abundantemente surtida con el relato Je las aven­
turas en que la soberana se vio mezclada. Por otra parte, en su
masería, los escritores del tiempo concuerda» —con sospechosa
complacencia y excesiva tendencia a la simplificación— en hncei
de .Itidil el genio malo del reino.
Sea como sea. su inlluencia sólo se hizo seniii muy lentamente
en los asuntos del imperio; pues no debemos echar en olvido que el
artoN2l aun hacia su marido piestarjuramento a la constitución de!
SI 7 y que la penitencia de Attignv es del mes de agosto del N22 Pero
durante esc mismo arto X22, inmediatamente después de la asam­
blea de Attigny. en la que había dado a sus lides una prueba tan
decisiva de su deseo de concordia para conservar la unidad cris­
tiana. I udovico Pío enviaba a Italia a su hijo Loiario. asociado
hasta aquel momento con él en el ejercicio del gobierno imperial, \
hacia que le acompañasen en aquella misión, que lema todas las
trazas de un destierro, el monje de Corbie. Wala. hermano del abad
Adalardo, > el gran ostiario del palacio de Aquisgrán. (Jorungo,
encargados ambos de orientarle con sus consejos. °
Pul apariencia, nada ha cambiado sin duda todavía en las dispo­
siciones fie año SI 7. Loiario sigue llevando el titulo de emperador;
«Lotario augusto, lujo de mi señor el invictísimo emperador Ludo-
vico» iHlotharius augu&itn hiviciissiml Jomni impiTomm Hludovht
filia'.¡. se lee en la cabecera de »us actas; pero su ¡tetó idad se limita,
en lo sucesivo, a halia.cn donde reúne asambleas generales, publica
sus capitulares v expide diplomas en favor de las iglesias y de los
monasterios de la península. Actúa, salvo el título, como uu sini
pie rey de aquella Italia en donde reside y. al igual que los antignoí
soberanos lombardos, tiene su corte habitualmenie en el norte del
país, ya en Pavía o. con más frecuencia, cerca de esta ciudad, en si
dominio de Congolona. "
Desde allí, invitado por el Soherauo Pontífice, fue a Roma a
comienzos de abril del arto S2j Y allí fue solemnemente consa­
grado por el papa Pascual I en la iglesia de San Pedro, el domingo
de Pascua, sin que. no obstante aquella ceremonia, se saliera del
marco de las puramente protocolares ni produjera cambio alguno

'■ M .n t P.ilr.,1 .'¡u i ( ' I col .> n ió u iiiin o.. Lo . V,


\ a!y
luí,.,.',.>iviii/i'j. aíoftil i'íip I-1.*.
•" t i ñíihnv.'t-\l(ih:haV'liiT. u."’ lút-li \ •.i¡-v
Veas; Wim ii." lillív lD i?. lilis, lu.'.'si. I(J?-1 tu.'

:iit
en sus atribuciones. Su estancia en Italia se prolongó hasta el
verano del 825, salvo un breve paréntesis, de mediados del 823 a
comienzos del 824. durante el cual estuvo en relaciones con el reino
Cráneo. Todo sucede, pues, el resto del tiempo, como si. a partir
del arto 822. la presencia de [.otario en la corte imperial, se conside­
rase indeseable o. al menos, inútil, y como st. sin modificaren nada
las disposiciones decretadas el 817 para el futuro, prefiriera Ludo-
vico. de momento eonfmai a su primogénito, como a sus hijos
menores, en los limites de un reino particular

II Tl'TF.L * SUBIO 11 t'-\PAUU

La presencia de Lotario en Italia tuvo, además, como conse­


cuencia. cambiar de nuevo, poco a poco, en beneficio del poder
imperial, el carácter de las relaciones entre la corte franca v la
Santa Sede.
El mes de abril del 823. inmediatamente después de su consagra­
ción imperial en San Pedro, interviene I.otario en los asuntos del
f.stado pontificio, al presidir en la misma Roma las sesiones de un
tribunal al que se ha .sometida un proceso pendiente desde hace
mucho tiempo entre la curia romana y el abad de un gran monaste­
rio ríe la Sabina.el de baria, con respecto al estado secular de la aba­
día v a su situación jurídica. Asunto que en si mismo no tenia
mucha importancia, pero que demostraba la injerencia caracterís­
tica del poder imperial en la sida interna del Estado de San
Pedro, Hay que artadii. además, que d tribunal presidirlo por
Lotario sentencio contra las pretensiones de la administración pon­
tificia. que estaba representada por un alto funcionario, por el
bibliotecario de la Santa Sede
Pero pronto adquirieron las cosas un aspecto más grave Mien­
tras [.otario estaba momentáneamente ausente de Italia. corrió el
rumor de que acababa rlc desarrollarse un drama en el palacio de
Letráii. residencia del Soberano Pontífice, en donde dos jefes de
servicio de la curia, el primicerio de los notarios. Teodoro v el
nomenclador León, acusados de simpuda hacia los francos \ de
connivencia con el gobierno de Lola rio. habían sido asesinados pni
gentes del séquito pontificio: y la instigación e iniciad' a tic este cri
men >e imputaba al mismo pupa.* ' lodo esto produjo intensa

' .tu'jaás njvfjfc-» ;iño 4i2.\ |ug 1(4. i el tM lnnrr-Mitlhh.i.lur. i 'H,


*'■ ' Vcd<c Itáhn-iCr-MullIh.ii'hír. n "* |Ú |*I/ h I<IÍ1
|I,Í Millimci-Mlililhiicher. n ' IMt' Ci i Diiclusm.-. F.tm p.in;i(i<nt p.i¡- ■
. l « n v i i í - t nflo W3. pJfc |h l.
emoción en la corte de Aquisgrán. en donde Ludovico Pío decidió «jode:>" li nal mente, en el mes de noviembre del 82-1, se promulgo un
enviar inmediatamente a dos niissi. un conde V un abad. para qu,. acia para establecer de manera diáfana las relaciones entre los
realizaran una investigación. sobre el lerreno, de los hechos. Indig. «los poderes: el del emperador y d del papa.
nadas protestas de inocencia 11i20 Pascual ! personaje de nni\ Se lríiln Je un documento capital. De los nueve artículos que
escasa autoridad y de prestigio mediocre, que se apresuró a en vi ai a contiene, una parle tiene por objeto restablecer d orden en el Estado
Ludovico dos cardenales.quienes llegaron a la corte l'ianca antesde je San Pedro.promtilgtjruna amnistía para las violencias pasadas y
que salieran de ella los investigadores y que .solicitaron, al llegar, ¿siipulur reparaciones para las victimas y los daños causados. Estas
que se hiciera justicia a su señor indignamentecalumntadn. No p0l disposiciones de carácter transitorio procedían todas, debe seña­
iodo ello fue juzgada con menos severidad la conducta del papa cu larse. de la iniciativa imperial, y la ejecución de algunas de ellas fue
el sequilo «le Ludovico Pió. I:l amor oficioso de los Anuales reales. ;i expresamente conliada sólo a representantes del emperador. Tal
quien debemos eslos detalles. In deja entrever cuando anota con lite el caso ele las que aparecen vn el articulo 6. redactado asi: «Para
escepticismo: «Los dos mtssi no pudieron poner las cosas en claro las propiedades de las iglesias indebidamente ocupadas, va al
de manera cierta, porque el papa Pascual, por un juramento que ¡socaire ile una pretendida autorización pontificia,ya. por el mismo
prestó junto con numerosos obispos, se lavó de toda complicidad en gobierno pontificio, quejemos que la reparación sea exigida por
el negocio y. tomando a su cargo la delensa de los homicidas poi nuestros tnissi.»
pcnenccer estos a la familia «le San Pedro (es decir, por sor familia­ De esta manera, el emperador se reservaba el derecho exclusivo
res suyos y servidores de su propia casa), afirmo que las victimas de corregir los excesos del papado,
habían sido asesinadas con justicia. como culpables del delito de Pero mas significativas son las disposiciones de carácter perma­
lesa majestad». El emperador no se atrevió a llevar más lejos in nente y de alcance general que ocupan el Uigat más impon ante en el
investigación, pero, sin duda, se reservó tomai las precauciones que citado documento. He aquí lo esencial:
se hacían indispensables. 1. La administración pontificia estará, en lo sucesivo, bajo la
A todo esto, el papa Pascual I murió el 11de febrero del K24, y su vigilancia de una delegación mixta residente en Roma y compuesta
sucesor I 11genio II fue elegido, en ausencia de I .otario, bajo la vigi> de un representante del papa y de un representante del emperador.
lauda de un represéntame del gobierno imperial, que parvee haber Esios rendirán anualmente un informe al emperador: recibirán las
sido Wnla. y obligado a prestar ame el un juromeiuo que solo pudú quejas presentadas contra los funcionarios pontificios y las trans­
ser «le fidelidad al Imperio y a su ¡ele. 1 Icaso es que el nuevo pap.i mitirán al papa, que deberá hacer justicia sin demora \. si asi no
que. al igual de tantos 01 ros antecesores suyos, tenia que hacer fíenle litera, el delegado imperial dará cuenta al emperador, quien enviara
a un partido de oposición que preieudia sustituirlo porolrn rival, a Roma iniisi chmiaia para sentenciar tari 4),
se encontró a merced de sus protectores trancos y Lmlnvico Pm 2. I .os Ibneionarios pontificios de Roma deberán presentarse
aprovechó aquella para hacer que Loiario. enviado urgentemente a ante el cmperadoi (o. verosímil mente, ante su delegado!, quien en
Roma, tomara «las medidas», dice un texto oficioso, «que ivqucri.i adelante tendrá una relación nominal de ellos y quien «los amones­
la situación». J tará individualmente respecto al ejercicio de sus funciones», es
De tal situación, de acuerdo con la iulorniución que se hizo por decir, les comunicara sus instrucciones (art. 8).
las autoridades francas en Roma, se tuvo por responsables en gran -Vu El articulo 5 extendía al Estado pontificio, y aun a la misma
medida al paparlo y a sus funciona nos: I otario ordenó la rcstilu Roma, el sistema Iranco de las leves personales, planteando como
cióu «le algunos bienes usurpados con la complicidad de la Santa principio qno cada romana será invitado n declarar el detecho bajo
el que quiere vivir \ ser juzgado: ias autoridades tomarán al res­
pecto. indas las disposiciones pertinentes junto con las autoridades
¡iU’’« r¡<» u ib itd pontificias: con esto, se abria. itint vez más. la puerta pata muchas
■ f <¡u>c:-1» que f tigrero c.ihrUn menos, ulnif.» iV.ivr e«r .1 fórmu!.' .Ir. i«u intervenciones francas en la vida interna del Estado «le San Pedro.
nciiM exigido ['ovo Jespuo?. la- súlvJttes« . I pa \ coso Ciif’inA. 1.1 ■ l<> ;vr
.«il. I 18-IV)
\ case Simion. i I. png». 214-2IS « los textos 1ii.nlu* en 1-xiIj : L Llil. I.osnc. fdr»¡ p.ig I t ) Vsltur.onxi. t>
t u r ¡•nwiúicnl iMp-. bW -t»' Simson. t. I. i'dit 225
.lilrrir/i i rrtiiíff.i rtu S--t. p jp - Ib4l«5. Ciípiiul «.I ii - lal. 322-124.
-1" Purotroaiiiculoturi. 1). quedan exentas del deiecho común
indas las personas colocadas bajo la especial salvaguarda, ya del
emperador, va J d papa. \ el que contraviniera esia disposición se
exponía a ser condenado a muerte.
5 ” Sólo en manos de los romanos quedaba la elección dei
papa, perodebu hacerse según las reglas que oslaban vigentes am¡-
gnamcnteínrl. a), os decir, al parecer sin exclusión de los laicos.con­
tra la nueva regla impuesta el 769. inmodiatamenio después de lu
elección de Fstehan III: 111‘ oslo ponuitirá al gobierno imperial ejer­
cer mayor presión sobre el cuerpo de electores. De todas maneras, el
elegido sólo podía sor consagrado después de haber prestado públi­
ca me me. ye n presencia del delegado permaiienie del cmpeindoren
Roma, un juramento semejante al que lo fue exigido a t ugenio 11 el
año S24. es decir, un juramento de lealtad al emperador
6 o Finalmente, y coronando todo este edificio, se exigía a iodos
los siilulilos del papa el siguiente juramento de fidelidad al empera­
dor: «l-.n el uombie Je Dios Todopoderoso, sobre eslos Santo*
I vangeliosy sobre esta ( rii7 de Nuestro Señor Jesucristo, asi como
sobre el cuerpo del bienavenlurado Pedro, principe de los Aposto-
Ies. prometo que. a partir de este día y h.isia el de mi miierlo. seré liel
a mies tíos señores los emperadores l.udovicov Lotario, con todas
mis fuerzas \ con toda mi inteligencia, sin engaño ni mala inten­
ción. salvo la fe prometida a mi señor el papa...» De esta manera, el
fiel al papa se encuentra convenido también en firfet ni emperador,
y, úllinui precisión, se pide de el que agregue: «Me opondré con
todas mis fuerzas y con toda mi inteligencia a que ninguna elección
a la «ede de Roma tenga lugar de manera diferente a como lo dis­
pone el derecho canónico y la justicia. \ no permitiré que el elegido
sea consagrado antes de haber prestado públicamente, en presencia
del delegado de mi señor el emperador, el jnramemo requerido»;
formula terrible que Irunsfoirnaba a los romanos en garantes de un
esiauno al que quedaban, en lo sucesivo, sometidos al papado y el
Fsiado pontificio. Ln resumen, el F.>tadu pontificio se convierte en
una especie del protectorado franco v. desde el punto de vista
secular, el papa quería claramente subordinado a la autoridad
imperial
Como se ve. se trataba de un completo y radical cambio de la
situación ¡interior, tal como había sido definida el año NI”. y hasta
p a ra d papado.había tina agravante respecto al régimen practicado

í l . Dacho-m'. /íf..r /w.v.'/.sii/ finí*. ■>«-'* . painel i ¿jamen n-"-'*


!:?-!>
|! C :usul,i niseiUi en el icxMdcl inrm nerln a |ij>m num oscl ;uv>j04
'C<1/ liitt • t. a lili, p:íg. -’74l

>4
en lo» días de Larlomagno. unto más cu;mio a la sazón, se ira la lia
de un régimen legal, definido en un estatuto oficial y regularmente
promulgado Toda la polfiica de los comienzos del reinado con res­
pecto a la Santa Sede, se encontraba asi revocada

III INTRIGAS LN TORNO DH LO'I'ARIO

lodo esto, por enionees. también afectaba la vida imerioi del


Imperio.
I n electo, el 13 de junio del 823. la segunda esposa de Lndovico
Pió. Jitdil. dio a luz un hijo. Carlos í,? —que después será llamado
Carlos el Cah»—, y osle nacimiento planteaba un problema que
podía dificultar la aplicación del sistema sucesorio establecido por
el acia promulgada el año SI7. Por ésta se creía haber tenido en
cuenta minuciosamente todas las eventualidades: muerte prema­
tura de uno de los tres hijos de l.udovico Pió. matrimonio de caria
lino de ellos, nacimiento de sus hijos: »e había previsto el caso de
que los hijos del emperador no tuvieran herederos directos, el caso
en que faltasen a sus deberes; se habían meditado muchas hipótesis,
salvo la Jel nacimiento de uno o de varios hijos más del mismo
l ndovico Pío. como si este emperadoi de cuarenta años apenas,
(halua nacido el 77xj hubiera hecho voto de castidad perpetua. El
nacimiento de un cuailo hijo legítimo, sin anular ios principios
expuestos el año 817. obligaba, sin embargo, a reconsiderar, para
adaptarlas a las nuevas circunstancias, algunas de las disposiciones
decretadas entonces con respecto a los reinos concedidos a los
hijos menores
Para atraerse, a estos electos la confianza de Loiario, su sucesor
designado, el emperador le hizo venir a.su corteen el ventilo del año
823 *l! Sc tuvo la habilidad de que lucra el padrino dei recién nacido
y de conliarle su protección Igualmente se logró que admitiera el
principio de atribuir al nuevo heredero un reino análogo al que
había 'ido previsto icspecti va mente para Pipino y para Luis "
Pero al llegar aquí, las cosas se complican; l.otario, que se da
cuenta de ser el hombre indispensable, comienza a querer explotar
la situación o. más hicn. se convierte en inslrumenlo de una cantan
lia que la explota y queso manifestará cada vez más indiscreta I sta1

1 Hrthiv.vr-Miihlbíiehíi. a ” “TTsj.
,|f' De .lili el Via:* Je G itano .il reino li.incu por »s.i \.t'i-Cd i á) que jliuliriK»
más iitrib.l pnjt 'la
11 HOHivi 1 -M n h th a ih ti. u" ',7.Vr
1 Nithsici!. i. í. pátr. S.

215
uainanll;i Cslá constituida poi hombies de ioda clase y. por conse­
cuencia, de diversas tendencias. Entre ellos hay simples ambiciosos
que no buscan sino subir, acaparar cargos, llenar sus bolsillos y
aumentar sus propiedades: hay oíros, especialmente clérigos, que
creen poder realizar, gracias a L.otario. sus ideales de purificación
de la sociedad: hasta algunos, todavía más ingenuos, esperan mati­
zar por d la unidad que está en peligro—al menos asi lo creen—pol­
la ambición de Judit, en quien ven im agente de Satanás.
Emre los primeros de estos últimos estaba el monje Wala. her­
mano del abad de Corbie. Adalaido. Encargarlo, después de haber
vuelto a la gracia del emperador. t ') de acompañar a I otario en lia­
ba. adquirió sobre éste una influencia que. aun exagerada por su
apologista Pascasio Radberio, ° no parece haber sido pequeña, y
que iba a acrecentarse en el curso de los acontecimientos subsi­
guientes. Enire lo pescadores en rio revuelto estaban gomes como el
conde de Tonrs. 1lugo, suegro de I.otario, el conde de Orleáns. Mai-
fndo. y algunos otros personajes poco recomendables cuya inter­
vención se hizo pronto inquietante.
Ls cierto que. en nn principio, no pareció que habían sufrirlo
cambio algu no las relaciones entre I alario y su padre. Después de
los compromisos que adquirió en cuanto al niño Carlos, Lotarin fue
enviado de nuevo a Italia, en donde completó la obra comenzada,
desplegando en el antiguo reino Jombaido una actividad <le que nti.s
ofrecen testimonio las numerosas actas promulgadas en su nom­
bre. ‘ actividad que fue absorbida, como liemos vislo. * 1 parlas
asuntos del Estarlo pontificio Pero d año X25, durante el verano,
regresó al reino franco, parece que decidirlo a capitalizar el apoyo
que había prometido a la emperatriz ludil para el establecimiento
del jecién nacido.
lina primera satisfacción para su amoi propio fue el que mi
nómbrese añadiera al de su padre ene! protocolo ríe las acias oficia­
les: otra.el que las gentes de su sequilo y corte personal, los Wala. los
Hugo, los Mailrido. comenzaran a dar que hablut en el aula impe­
rial. v:,Con motivo de las tiestas ofrecidas en el palacio de Ingelliomi
en m iiiodd K26. por el bautismo Jel re\ I-lamido de Dinamarca. U
emperatriz Judit. si hay que aco r al poeta hrmoldn el ¡\egn>.' se
presento en un conejo, llevada precisamente por los condes I lugo >

V .-. i s í t ' í i t s . v i r - 'iK v


Vca>c -.v/vw pa¿.
>:i Tn rl ¡.pilc!¡’ht:in\ Antur. til.'' 4- He la Bibliografía I
\ chjo HillimiT-MUhlh.tr licr. u. lli'fki-IO*-
Vjrprw i'.-tc. 1[1
Cl. UiUii:irr-Müli!t>a-lit-r. n.' 102 ' y sigs,; Símica. l I |.’an» 2-ii-2li
" Pfi.-nui -nhrr I uHuvi.m I*io. libro IV. icimís 2 > i2-’ V'í
\fatlYido; y uiui cari;) del arzobispo de l.yon. Aeobardo. dirigida al
4<¡l(is(iisiino Matfrido. el más eminente Ue los humbies». solid­
ando su ¡nllucncia cerca del emperador «a quien Dios ha desig­
nado como ministro Suyo desde el origen del mundo». ' nos desvela,
al igual que oíros muchos d o c u m e n to s ,la importancia que, en
aquella sazón, había adquirido este singular personaje. Pn cnanto a
Wala. abatí de Corbie después de la imicnc de su hermano Ada lardo,
i principios del año 826. comienza, sin duda, poi entonces, según dice
su biógrafo Paseasio Kadbcrto, a acosar a Ludovicn Pío con lo que el
mismo Paseasio calibea de discursos a lo Jeremías, para reclamar
nuevas reformas en la Iglesia, principalmente, entre los eclesiásticos
de la capilla imperial. De esia manera el palacio de Ludovieo Pío
era poco a poco acaparado por la camarilla de I.otario.

iv Asunto nr io s fOM 5i-.s llt r . o y M \ ttrido <s:tii

Ahora bien, en tanto que se tejían estas intrigas en la cune


frmea. en las fronteras del Imperio tenían lugar en graves aconte­
cimientos.
Hasta el Jilo 826. no sólo pudieron ser preservadas estas ríe lodo
ataque, sino que aim a veces fueron ligeramente ensanchadas por
medio de avances. f:l prestigio del Imperio era todavía considerable
Peni los nubarrones se amontonaban del lado tle la península Ibé­
rica l lo cía tiempo que la nuimt establecida en los días de (. ni lomagno
cilios con fines déla hspañn musulmana, se había convertido en un
foco de perpetua.- intrigas. El año 826 se produjo allí una rebelión
cuntía la autoridad franca bajo el caudillaje de un godo llamado
Ai/iin. a quien apoyaba el emir omeya ríe Córdoba Abdcrrah-
msin 11 \ comienzos del año 827, la situación se hizo alarmante: los
rebeldes ganaron rápidamente leneno: se multiplicaron las detec­
ciones, las tropas musulmanas llamadas de auxilio de la subleva­
ción recurrían el país basta la Cerdada y Gerona \ ponían sitio a
LDrecio na Los primeros destacamentos do socorro enviados apre­
suradamente por el emperador resultaron, de mumeniu. insuficien­
tes: pero un gran ejercito colocado oficial mente bajo las ordenes del
rey de Aquilania. Pipino. fue inmediatamente movilizado y partió
para el teatro de operaciones. Ll mando e f e c tiv o de estas fuei zas fue
conliado a los cundes Hugo \ MaOrulu, los dos espíritus malos de

C u rtas.... AgcbuUu íii Mi-ji.-j, Pmrtri. Un.. I. CtV, coi IS5-|yiic. m eioi.ci: las
:•!«.. V pags 201-203
CY Sin-.Mía, i !. jijes. ’ Sv>-2'»l
V* l./iKtiyfavu . hi . n i i tibie ti. cii Migiti:. f’utn/l inl. i. C X V »m I <>lj
LoLiiriu Pero su avance se hizo con tai lenri Ind que. ence nado cu su
capital. Barcelona, el conde Bernardo, gobernador de la Marca Hispá­
nica. eslabn allí reducilio casi a sus solas luer/as para enfrentarse a la
invasión, \ sólo con increíbles esfuerzos logró rechazar al enemigo.
hn el palacio de I udovico Pió se alzó una opinión unánime: la
inercia de Hugos do Mall'rido había sido voluntarla: retrasaron inien-
eionalmente el avance de su ejcrciin. con la esperanza de que. abando­
nado a sus propios recursos frente a un enemigo superior en número.
Bernardo sucumbiría. Hijo del conde de Tolosa. Guillermo (o Gui­
llen). que en los días de C arlomaenn .se habin distinguido por su valen-
lía cu la lucha contra los vascos > conlra los musulmanes, antes de
morir piadosamente en el monasterio de Gellonc.si| Bernardo era ahi­
jado del emperador I.udovico, con quien además estaba emparentado
y en cuya presencia se había casado en el verano del 824. *3’ Al con­
fiarle por entonces el condado de Barcelona y la Marca Hispánica
(que algunas veces se llamaba Marca de Septimania). le había dado
el emperador un testimonio de extraordinaria confianza, y los acon­
tecí miemos venían a demostrar que la elección había sido acertada.
F n cuanto a la actirud observada por los condes Hugo y Matfrulo.se
e.xplicuha. sin duda, por un delecto de envidia.
Asi. no se hizo esperar su castigo. Una asamblea convocada en
lebrero del 828 en Aquisgrán. juzgó su conducía v, a la vez. latid duque
de Friul, que. casi al mismo liempohnhlu demostrado gran negligencia
en la defensa contra los búlgaros de la marca de Isuia cuya guarda se le
Itabía encomendado I os tres culpables fueron destituidos de sus car­
gos y perdieron sus beneficios í,! Peio en el caso de Hugo y de Maifrido.
es fácil descubrir de dónde procedía c! golpe, ya que su desgracia fue
acompañada Je una rápida ascensión del emulo Bernardo, s a uno tic
los primeros de este. Fudes. se le concedió m mediatamente el condado
de OiJeáns. del que se había desposeído .1 Mall'rido ‘,J

V INFORVIT DI I OS OHISI'OS (tCV)

L 011 iodo, la camarilla de l.oiario no se dejó sacrificaren silencio


Aunque Hugo y Matlrido hubieran cuido en desgracia, allí estaban
W.dn y los suyos para segnii hablando todavía alto v fuerte, fcspc-

1 l ’r. i v l a i u <lí e r > i n i licchns cu Simsoii. 1 I p j i t r í \ * -•


(. I Simsun. 1 I 2 ’b
" lis el San Omiten t_c la L i, 1 > el Guillermo ae i)ran¿c 4c l.t IcsenJa
Sobre Bcrn.udu ' su p a d re,'case Simsoa. 1 t-p v - s.1! -’ »1 I C íiItiií::-Vi
tí.ri.tinlti L)í H crnjrJii sanen Ciiiillelnti lilui» iT<iuloii>e v.C •n-s,"3,
' Súm an. 1. I. país. 2tsv M
11 Astrúnonid
IS
cialmcnie Wala.que redobla mis amonestaciones <il emperador, le
acusa de usurpación de los bienes y derechos de la Iglesia y reclama
a vu7 en grito relamías *Ai liaMa el pantoque en el mes Je diciembre
del $2K, el emperador acabó por dar oídos ¡i sus redamaciones y
prescribió la reunión de enano sínodos encargados de proponerle
líis relórmas. reseñándose someter sus proposiciones a una pró­
xima asamblea general
I n lacinia dccoiwocaioria dirigida a los obispos y redui.rada.de
acuerdo con el protocolo antcrionnenic establecido, lanío en su
nombre como en el de su hijo Loiano. el emperador no vacila en
justifica! los .sínodos ame la necesidad de una reforma de con junio,
f c o m m u n i t i o m n i o ) capaz de poner remedio a los i icios de una

sociedad cuya conducta constituye una perpetua ofensa a Dios: \


en razones análogas se funda mema su orden adjunla de que se pro­
ceda en lorio el Imperio a previas informaciones. Los piolados,
reunidos en mayo y junio riel 82s> en París. I yon. Maguncia o
folosa. según la sede de su obispado, se consideran convocados y
de sus deliberaciones sale un voluminoso expediente compuesto en
parle por observaciones generales sobre la sociedad —la religiosa
en particular, pero también la civil, sin exceptuar a la misma
monarquía—y en parte por proposiciones concretas que se mega al
emperadoi insisienlemenle que haga suyas.
La* únicas resoluciones que han llegado a nosotros son las acor­
dadas pur el sínodo tic París J" Kevelan el estado de espíritu cotí
que el episcopado franco abordó entonces los problemas que lo
eran sometidos Después de evoeai las razones que. ante los males
que se abanan sobre el Imperio, obligan a los líeles a un hondo exa­
men de conciencia y a una corrección general, los obispos destaca­
ban con satisfacción que. para hacer frente a la situación y apaciguar
la cólera del Todopoderoso, los dos emperadores habían decidido,
como era noimrd. recurrir en primer término a las luces de aquellos
a quien 13¡os había conferido el poder de atar y de desalaren la tie­
rra. «vicarios de los Apóstoles y lumbreras del mundo», conforme a
las palabras del profeta Ageotll. 12) «Pregunta ahorna los sácenlo-
tes acerca de la ley.»
Apoyados en eslas citas preliminares, los Padres del sínodo de
París insistían sobre la prim ada de lo espíritu al y sobre la superioii
dad que debe reconocerse a los clérigos en todo el Imperio, hasta, no

P.iv.,is¡i> tí,saberlo. II. „>:i Migue, crl ll>l j


Coi., j'Tu,u .ik u n -l ¡-iv’- '9K v t .,/».■ / |, II. r O U .p á g .Isn lis?. p<ij!.-í
i red»,.,-niii A. b rcntaieiiiii lí. mus exlíiiS:;. -> uil.i fjl*iUe<ie¡Cnl
" r'rt/'íf.vl 1 II r . :S‘ . m (I.
" ( i í i . u i ’k í i / l^ í k.irol p.in* Mll-fiSII
hi.iii
«¡ni anevimiontu. recordaban al comienzo de su exposición la
ruinosa frase del papa Celasio. que colocaba la tiuiornltidfaiiaoritoí)
de que osla imcslido el cuerpo sacerdotal muy por encima del s¡m.
pie ¡ioder demando (¡toiesuis) de que disponen los principes tempo­
rales, reyes o emperadores. Obligado a dar cuenta a Dios de la
conducta de los principes, el clero está cargado de iespon.sabilid;t.
des más graves, y por eso los obispos consagraban largas páginas
a las reformas que debía imponerse el mismo,
No olvidan no obstante las icsponsabilidades que pesan sobre
los hombros de los monareas: y. Halando de precisar los defieres
que les incumben, recordaban con Isidoro de Sevilla y con el amor
anónimo de un tratado muy citado sobre los Abusos del siglo, que un
principe que no gobierna según la equidad y la ley de Dios no es,
sino un tirano de poder vacilante ■ll Agregaban que tenia que dar
cuenta de sus actos ante Dios, al único al que debe su reino, sin que
sus antepasados tengan nada que \cr eon ello: c que él peca
cumulo delega su poda en «jueces o en ministros inicuos»:' que
no deberá tolerar que los «hombres revestidos de dignidades palmi­
llas se desgarren enire ellos por envidias» y se dediquen a saciui sus
mutuos odios con el mayor provecho para los «enemigos de ( lis­
io». 5JJ Era difícil que no se viera en esto una alusión directa :i las
intrigas de que. a la sazón, era escenario el aula imperial ya los Lam­
idos que iban a producirse en el personal de confianza del palacio
después de la desgracia de los condes Hugo y Mallridu
Las peticiones que. en conclusión, sometían los obispos, muy
respetuosamente, al empeiadoi 1,41 no carecían de audacia Solicita­
ban, ante todo, como lo reclamaba Wala. que el emperadoi recor­
dase a sus hi ¡os y a sus próceros las consideraciones debidas al clero
(arliculos K y ó): pero iban más lejos: pedían al emperador que
invitara a sus súbditos a que no tu vieron dudas de la pure/a de mis
intenciones cuando, de acuerdo con los deberes de su inniislci'iu.
sugirieran aquellas medidas que creyeran necesarias para la salva­
ción de todos (articulo lli): pedían que fueran echados de palacio
lus clérigos y los frailes que calaban fuera de la ley canónica y que lo
ocupaban con abuso ele la complacencia del monarca (uri. 14): soli­
citaban también del emperadoi que pusiera Un a las maquinacio­
nes de gomes sin autoridad que, dentro del Imperio, hacían correrla
sangre cristiana para ejercer sus personales venganzas pin I” ) le

ti!. I» paj{. ole. I Jí-'-J


•i till-ll! l\lg>. <")V-t>Sll
i; /iiVfi: p.m. (-5.'.
Iib 'i: p,ig r--*
Ithii; pj¡¡ (■;(.
p.l-Jv (ifiS-ísil


palian iillam ase Jíi atención a suscapellaues ya los clérigos Je su
palacio sobre el respeto a las prescripciones canónicas y que invi-
iaiá a los proceres ya los lnncionaros Je la corte a asistir a la misil
los días de tiesta \ n Jar por su parle, ejemplo de asidnitlad a losofi-
t ios divinos i ariic.itJo I9j: le recomendaban comulgar con frecuen­
t a (ari. 2ó) \ velar por la selección Je buenos obispos y ¿le buenos
abades dignos de los cargos que se les confiaban (arts. 22-2J): final­
mente, y sobre iodo, que velase «por su salvación, por el hicneslarde
iodo el pueblo, por el honor y la estabilidad de la monarquía», poi
|j elección de «consejeros \ Je funcionarios que fuera respetuosos,
en sus relaciones muirías, de los preceptos de caridad, de paz y de
concordia», enemigos del «disimulo y del engaño», «guardianes de
su alma, a la vez quede su cuerpo», «queden ejemplo de honesridad
y de bondad» y conviertan su «sagrado palacio» en casa digna de
respeto |arl. 24).
fc.sie breve resumen de las demandas del sínodo de Parts, del 824.
desvela claramente la evolución realizada y el clima combativo en
que ya se vivía, Lndovico Pío dejaba hablar pero, como lo obser­
vaba con despecho un biógrafo del abad Wala doce años después.Sl'
de iodo aquello nada salió, Y esta observación decepcionada era nn
eco ríe la que. el año 83b. presentaban los Padres de un concilio cele­
brado en Aquisgiiin al emperador, con estas palabras: «Recorda­
mos que en reuniones tinte rio ros, varios artículos fueron discutidos
t elaborados a petición luya con propósito del bienestar \ ¡a salva­
ción comunes de IolsJ os órdenes,el eclesiástico y el laico; pera igno­
ramos por qué subsecuentes obstáculos aquellos artículos quedaron
relegados al olvido » ,A

M pHit mu Rjnhcflo. II. col 16J2 de a cd .Vhgnc.


1 Ciiuihu t:e\‘ fniru! i’3U. J”l, 25-y.S.
CAPÍTIJ! O IV

r e b e l ió n d e l o s h ijo s y g o l p e d e e s t a d o
DE LOTARIO

I. D esgracia de Lotario y designación


].jki. conde Bernardo para < amari f.ngo *• •

Si ios textos propuestos de esta manera a 3a aprobación del


emperador quedaron —para aprovechare] eufemismo de los Padres
del concilio de Aquisgrán— «relegados al olvido», fue porque unas
semanas después, cansado de ser mantenido a raya por la camarilla
de I.otario. inquieto por las «maniobras que se urdían en la 50111-
hra». como escribe uno de sus biógrafos.S1íl y empu jado, sin duda,
por Judii. que se sentía el primer objetivo de aquellas sordas maqui­
naciones. Ludovico Pió sc decidió a lomar medidas enérgicas.
Al terminar la asamblea general reunida en Worms en el mes
de agosto del #29. sc supo inmediatamente que Lotario era en­
viado de nuevo a Italia, que el conde de Barcelona. Bernardo, era
llamado a la corte en calidad de camarlengo v que. finalmente
—sin que aquella cuestión hubiera sido sometida a la asam blea—,
un territorio que comprendía el país alamano (cuna do la familia
de los Well', ¡1 la que pertenecía Judit). la Recia. Alsaeia \ una pane
de HorgofUt se alribuia a Carlos, el postrero de los hijos del empe­
rador *'
Esta última medida no tenia en si misma nada de revoluciona­
ria: no estaba en contradicción con los principios planteados el N17
para disponei la sucesión imperial: el territorio que se dejaba a ( ar­
los cu . según toda apariencia, basta inferiora los de mis hermanos,
que quedaban intactos, val reino de Italia que I udovico. después de
haber sostenido allí a m is sobrino Bernardo el til7, había juzgado I

I I Astrónomo. 41. pJe*. 05SJ<ic la uJ tic Migue


s*' Siiiism.. 1 I. r.ics 0-1-134.
prudcnlc colocar bajo hi parliculni dilección Je Lntano. Ni siquier.(
sabemos ningún toxlo habla Je ello— si el mulo real se re.serv.irvj
a Carlos. La atribución de aquellos territorios al pequeño principe
real izada.ya por espontánea voluntad vlel emperador, ya parla pre
siñn de sus cortesanos. v" no hacia menos necesario un arreglo<|c|
acta del «17. puesto que nada parecido se bahía previsto. ..\hora
bien, en mngun momento se hablo de ello.
Pero lo que. sobre lodo, podía hacer sospechosa aquella deci­
sión es que ¡hn acompañada de las otras dos que señalamos i sobre
cuya significación m> cabían dudas: el hacer ro l'e ra Lola rio a lialij
con el corolario de que mi nombre quedaba omitido en el protocolo
ile las actas oficiales, en donde figuraba al lado del de su padre
desde su regreso al palacio imperial, y el nombramiento del conde
Bernardo para el puesto de camarlengo uno de los más importante;
de la corle. lisias dos medidas se complelaban. para colmo, pare
desgracia de iodos los que hasta enlonces habían tenido voz en las
reuniones del consejo de gobierno y. en priinci plano, la del abad
de C orhie. W'ala. obligado poco después a regresar a su monasieiio
con orden de no volverlo a abandona! nunca '
Entonces estalló la colera enue los poderosos de antaño iodos,
unos después de lo.s oíros, alejados del palacio \ sustituidos por gen-
íes ¡decías a la emperatriz o al nuevo camarlengo. Considerándolos
a ambos responsables de sus infortunios, no les perdonaban la pei-
Jida de los caíaos que habían ocupado y que. aún a veinte años de
distancia, el biógrafo de W’ala no duda en escribir que les eran ileln-
lAiv I uego. después de haber inculpado a ambos de despojo. >c paso
.tl ¡naque. Judit y Beinaido lucran arrastrados cu el fango: se h¡cic­
lón correr subre ellos las mas repugnanlcs calumnias.
Demasiado bien se sabia —decían— el proposito de aquel uí
Bernardo desde que se Je había hecho senil de su lejana España
»<Ke\oleándose en el fango», hozando «como un jahali lunusui
luihiu comenzado por ■■poner lodo el palacio palas arriba, redu­
ciendo a la muía el conseio. arrojando v pi soleando a los li tula íes de
los olicios. lanío clérigos como laicos . conmoviéndolo lodo, cam­
biando sucesivamente el din en noche \ luego la noche en día»,
encarnizándose, sobre iodo, con aquellos que. tanto en el palac.o
como fuera de él. habían conquistado un justo le n o m b c e '

V.I SilllM-tl. I 1. pie -5-"


'■ A!, tu. 1x 1:. 5M.
t; ( í s*ir<nn • I |V.¿ .i.1"*
I1. iC.iiiti Radl'cilu l . !. I s l ' . l ; 1,1 c J. MÍ l-iic
" J ¿ihv!. nal. 61 i
, al fvi
luego se habla atrevido hasta a apoderarse del corazón de la cmpe-
r<Jlriz y esta había venido a sei su concubina; había convenido el
palacio en /mstibulo; ' “ joven y liviana. Judo se hnhia dejado arras-
irai a los r eürcs excesos Sí‘ y sólo veía ya poi los ojos de su untante,
convenido en tan poderoso gracias a sus sortilegios jhasta el
punió que era de temer por la misma vida del emperador, que tenia
una venda en los ojos!,V|
Imposible residía descubrir lo que en todo esto hubiera de ver­
dad- aunque lo esencial iba. sin embargo, a ser nlilizaJo más tarde
éii las acusaciones lanzadas oficialmente contra el emperador y su
coposa Pero la violencia de la campada realizada desde entonces
demuestra bastante bien, que las genios destituidas no se resigna­
r í a V. además, el biógrafo de Wala reconocía Mn que su héroe, hun­
dido en su monasterio, se había desde allí «pucsio a buscar, cu el
nombrede Cristo, con grandes personajes y algunos santos obispos,
el medio de evilur que tales hechos no desembocaran en una sub­
versión de iodo el Imperio».
I labia, pues, en su aliededor. se decia.'' empeño por «salvar la
religión, el Irn pe rio. la paz de la Iglesia» y por «proteger al rey y a la
inunarquJa» contra los traidores conjurados para su pérdida. Con­
fesión significativa que era un anuncio de los tumultuosos aconteci­
mientos desarrollados poco después.

II Rt Kt-1IÓN OLI X'O

- Asi. prepatada en la sombra, la rebelión estalló en el mes de abril


del S3tl y adquirió inmediatamente gran amplitud La ocasión la
proporcionó el descontento producido en el pueblo por la convoca­
toria del ejército en una lecha insólita, en plena cuaresma, con el
pretexto de ira reprimir turbulencias en Orela ña. **- DI Inga r tic con­
centración de la hueste y de la asamblea general se fijó en R ai­
nes. Se levantaron quejas diciendo que aquel lugar era muy
lejano y Je «difícil acceso»; sedisculió la utilidad o, al menos, la

- l,hm.
Agotviruu. l.iK r apnlaxiiieut. 2. tu Mipuc. I C1V. col .tu1
HiiMasia R.utbcno. «I. Mieiic. ío 1 I .
Cl SiiilvV.l. |<jjs .Mu
■*’ P íiIiJuvki K.ulK-rh). «Ni. Migr.e,col IMS.
ecl I» IX.
0 ¡ . 3: rtin:<n:t tfd WniU. p ij. H y ln <i/*i»iu« rW(l«i r n la n ilpltuliirul.
i I I . n . " I 1) ' p . l g M . . i t I. .!
“ ’ b i'i Shv. ¡i'i.-i XAH
1*1 Si-rUr. , iiilo S3U.

ys
urgencia de la campaña proyectada; v se \ io en ella un capucho
del cumailcngn Bernardo. Los conjurados se adelantaron inme-
dialamentc en su papel de liberadores dei «emperador y de sus
hijos». ílabia llegado el momento, declaraban, de impedir que el
Imperio se hundiera en las «trampas tendidas por sus enemigos»,v '
) Je desembarazarse del traidor «y de sus cómplices»,w de sacara
Ludovico Pío del estado de «abyección» a que lo tenia reducido «el
insolente Bernardo». ** Una parle de las tropas se dejó arrastrar por
el movimiento Je rebelión y se concentró en Paris. ti hijo segundo
de Ludovico Pió, Pipino de Aquiiania, ganado también a la causa
de los rebeldes, fue en seguida a unirse con ellos después de Haber
restablecido al pasar, en Orleáns. al conde Mailrido. Lotario era
esperado de Italia y su hermano Litis, de Unciera. *
En el palacio imperial hubo pánico. Ludovico Pío hahía salido
para Re mies en los primeros dias de marzo, dando un largo rodeo
por Snint-ümor y por las costas del C anal de la M ancha:" ' la e m p e ­
ratriz Judit habia quedado sola en Aquisgián con el camarlengo
Bernardo y algunos altos funcionarios. * Baio la amenaza de
muerte que pesaba sobre él. Bernardo huyó a Barcelona apresura­
damente; k" \ Judit corrió a refugiarse en un convenio de I.aon. 1
Los rebeldes la sacaron de allí y la condujeron a Compiegne. en
donde Ludovico Pióse miel ¡mió valerosamente al encuentro de los
sublevados; ,’í estos hicieron presión sobre la emperatriz para que
obtuviera de su esposo una espontánea abdicación y una piadosa
retirada a un monasterio. Pero el emperador no está dispuesto a
ceder y pide tiempo para reflexionar A ludil no se le condece este
expediente y Pipino ordena conducirla a la abadía de Santa Radc-
gundn de Poitiers y se la obliga a profesar como monja: al mismo
tiempo se endona en otros monasterios a sus dos hermanos. Con­
rado y Rodolfo
Lo presencia de Lotario. que había llegado entre tanto n C uín-
piegne. se obligo a 1 udo vico Pío a que. en lo sucesivo, se plegara a

^ Ft.'i'iyj’/wii*n en 1,1S <npaut t II n 10'. pj|> 54. -.iri. 2


Ijiii ticrtui. uA» K.»‘l.
f./iistu/wuiH hií/tn- en los Ltipuul i. II. v 19'. ¡ w 5 J.a u . 4
*** 1’js CíiS:l> R lJ I ' liiio. eii. Migue, col. IfCO.
TI Aiinm iunu.-III.ec Migue, eo!.
( ( Simeón ‘ I. pro 3-M \ •>«:•... Hi>liir,cr-MOlí1haehci. u.* S74«.
'* O ll«liiHei-Mulill’:ieher, n .1 s >/,
' i«/i, fím in ::ñu S 'i'
' /.<.«• v el Smison. i I. (>aj¡. 54n
T \>irnmnii». «.-a. Migue eol. «5'A
f l -\>'roni:m;>. iW r/r, .itti; Bmiir., año .'Olí
Kl -V 'i ojie roa. ed Migue en!. »-«,
n¡» Btrv/ii año ü.M; Ti A sirór.onu. h<¡ ni

120
lo?, consejos de sus antiguos consejeros y velara por el manteni­
miento de las disposiciones anteriormente decretadas para la salva­
ción del Imperio. Seejereieron represalias contra la familia del ex
camarlengo Herminio: su hermano Herbolo fue cegado y deste­
rrado con guardas a Italia: su primo Eudes. hasta en lotices conde de
Orleáns. fue deportado. Otros sospechosos fueron detenidos r
encarcelados. Lotario quedó restablecido en la plenitud de sus atri­
buciones de emperador asociado y su nombre colocado inmediata­
mente después del de su padre en el protocolo de las actas y
diplomas oficiales.

III. REACCIÓN DEL $31

¿Lia. pues, todo esto el regreso pura y simplemente a la situación


¡interior? Para ello hubiera sido necesario restaurar a la vez la con­
fianza entre los adversarios anteriores. Ahora bien, esto estaba lejos
del horizonte posible. Cada cual desconfiaba y tornaba precaucio­
nes. I.udovico Pió, separado de Judit — que estaba encerrada en
Santa Radcgunda de Poitiers, en donde, al menos teóricamente por
el deseo de sus adversarios, debía hacer penitencia hasta su muerte—.
se encontraba vigilado de cerca por Lotario. que no le habla dejado
sino una sombra de poder. " Uno de sus partidarios, su sobrino
Nithard. escribía 1 que elemperado restaba, igual que su hijo Car­
los. «en libertad vigilarían tsub libera custodia), eufemismo que des­
vela cuál seria la verdadera situación. Es cierto que Lotario no se
sentía, mucho más que sus partidarios, muy seguro con respecto a
los sentimientos que hacia él abrigaría su padre. I.udovico Pío
bahía tenido que ceder por la violencia, pero preparaba mi desquite,
buscando para ello la inicrvenctón de un monje llamado Gom-
hautl. a fin de aliarse con sus otros hijos Pipinoy Luis, pasando por
encima del primogénito.
1 .» asamblea geneial celebrada en Ni mega en el mes de octubie
del $30 se desarrolló en una atmósfera belicosa. I n anónimo que
fue testigo —el cronista que se llama el Astrónomo por el interés que
demuestra por los fenómenos astronómicos— nos lia dejado una
descripción tan sorprendentemente animada de aquellas peripecias
que vale L pena .seguirlas a través de su estilo, M0

k’' PiivaiMu R:iílli:rto. ccl Mijiuí. enl IK2. Pase p.uoec ju» liiv icsium.
' Simsu". I i pü£s. j 5u-.'55: Rnhnicr-M ulilhavliti. u.” S74,C
"" t . V-iiúiKiiiui. c>!. Micne. ca! '.Wfc,: Nuli.ird, I 3
101 Niihiinl, I, í
h1'' N irhnrJ. I. 3.
I"‘- El .'Vlroiwmu. c>l M i¿ hl-, col
I I lugar de la reunión fue fijarlo por Ludovicü Pío en un.i
commea en la que creía contar con adhesiones más numerosas que 1
en Neustria. v. por prudencia, se dio orden de que iodos los convoca- '
dos se presentaran aili sin armas ni escolias. Con general sorpresa
ci emperador, de repente, se atrevió a hablarde nuevo como señorv
comenzó a vengarse de los que le habían traicionado algunos ni ese5
ames. Como a pesar tic su carácter sagrado, y violando la consigna
decretada, se presentara armado el abad de San Dionisio. Hilduino,
arehicapdlán del palacio imperial, lúe invitado a dar una satisfac­
ción y. finalmente, desterrado a Ptulerborn. en Sajorna. A su ve?
resultó ásperamente despedido Wala. al que se pidió regresar a su
monasterio de ( orhie listas dos primeras sanciones llevaron |q
confusión al campo de los partidarios de Lutado. que pasaron con
este la noche siguiente en medio de conciliábulos para empujarle a
un nuevo golpe de violencia Pero I.otario vacilaba y aprovechán­
dose de esto. Ludovico lo convocó, también, de manera imprevista
A pesar de la opin ión de sus secuaces, que se sienten perdidos, hora­
rio. aturdido. 110 se atreve a inhibirse: comía lo que esperaba, lúe
acogido sin gritos por un padre inclinado al perdón. Sin embargo,
litera resuena el motín. Luis aparece con su hijo ante la multitud vel
tumulto crece, peio el emperador se enfrenta a todo y arenga al pue­
blo restableciendo la calma. I udovieo se atreve hasta el punto de
que ordena detener .1 los agitadores y decirle que comparezcan unto
una nueva asamblea general convocada en Aqtiisgrán; hasta uno de
los más constantes seguidores de Wala y de H iklttino. el obispo de
Amiens. Jesse. es destituido stn más; final mente se acuerda autori­
zar ¡1 la emperatriz Judit para que vaya a justificarse a Aquis-
gran.
Fn esta ciudad se reunió la asamblea prevista, cuya sesión de
apertura tuvo lugar el 2 de febrero del Sjl Nunca se bahía presen­
tado Ludovico Piolan seguro de si mismo, Todos sus lujos estaban a
su lado: la emperatriz Judit hizo una triunfal entrarla en compañía
de sus hermanos C onrado > Rodolfo. Para ir ¡1 buscarla, y recibirla
con todos los honores, el emperador había enviado a su encuentro a
su hijo Carlos y a su hermano bastardo el obispo tic Metz. Dro-
gón. v Con la cabeza erguida, Judit declaró que estaba limpia de
loria culpa con respecto a las insultantes acusaciones que se le
habían hecho, A la pregunta ¿quien quiere sostener la acusación"
110 respondió nadie, y pot ello, de acuerdo con la costumbre t runca
una vez que lu acusarla juró su inocencia, fue inmediatamente resw-

Sobre unir» le jn ie rto r ,U'ie¿ai. para los detalle?, las previsiones \ J -«»■ - dr
Siinsoil. I I i' ú ls . .'ClK'bí'. s Bi'iliniL'r-Mílhlh.iclk'r. n." s 7<*
: Siins ni 1 II. i'jiíi riDhmer-Miinlliaclifv. n.’ st'.i
btccidw en su anterior dignidad. " Implacable se abatió el castigo
<;obre l°s agitadores y los rebeldes tic los últimos meses. La asam­
blea decretó la pena de muerte por el delito de alta traición contra
ellos, pero el emperador la conmutó por la de prisión para los laicos
v ja de encierro en monasterios para los clérigos, agregando, en
alpinos casos, la confiscación de bienes y el destierro: Wnla fue
deporiado a orillas del lago de Ginebra. Finalmente, reconocido
¿o»no cómplice. Lotario íue separado una vez más del poder \ su
nombre borrado de las actas y diplomas oficiales, dándosele orden
de regresar a! reino de Italia y de no abandonarlo sin especial
autorización. **•
Asi vino a caerse en un estado de cosas radicalmente opuesto al
que había sido instituido el arto 817: por esto, no sin razón, el biógraló
de Wnla denuncia aquella ruptura ele todos los acuerdos establecidos
\ de los juramentos de fidelidad prestados. f*s De Lotario. emperador
asociado, elemento esencial del edificio tan [venosamente cstniclu-
rado. no se decía una palabra, las cláusulas de aquella acta del K17.
parlas que se había dispuesto previamente la sucesión imperial, eran,
sin posible ambigüedad, tenidas entonces por nulas: los Jos herma-
nns de Lotario. cuyo concurso o. al monos, su neutralidad hubo que
ganarse, fueron recompensados por su acción con un aumento consi­
derable de sus filiaros reinos, y un diploma sin recluí, pero que ¿il
parecer no puede situarse más que en aquella sazón, determinaba el
reparto de los Territorios que entonces quedaban ulcerados. *
Su texto es significativo. En efecto, ante todo hay que notar que
el acta eMá casi, de principio a fin. redactada siguiendo la pauta de
la que el año 81)6 sirvió a 1 arlomngno. cuando tenía tres hijos legíti­
mos. para disponei el reparto de su Imperio en ires zonas iguales,
según la costumhre franca. De la misma manera, veinticinco años
después. I ndovico Pío ordenaba el reparto de todo su imperio en
tres lotes iguales entre los tres hijos en quienes únicamente con­
fiaba. Pipino. Luis y Carlos, con la sola reserva de Italia, que se
dejaba a Lotario —de la misma manera que en el SI3 >e la había
cedido Carlomagno a su nieto Bernardo—. sin que esta vez Ludo-
vico se crea obligado a hacer expresa mención de ello ni a pronun­
ciar el nombre de aquel a quien se cede.
A Pipino. el mayor de los tres hijos llamados a beneficiarse del
reparto de los territorios rrancus.se roer\nbu. ademas de Aquitania

>' <L SiiiivjiL i 1! | i . i e . Buhnur-Muhltvii'híi. n ís* ! k


" SinX'.ii',. i II p.iys M v BZilunerMíllilKichti. n XS|,¡
P.iscasio RacUerirt. ¿,l Migr.e. cel. líO 1,
Nitlianl. 1. J.
“ r ,f /\tul. i 11.11 MM. pau.s 2U-24.
\ las contarais anexas señaladas en el 817. indas las legiones entro el
Loira y el Sena y una gran parte tic la Ncn.slria. propiamente dicha.
A Luis, además Je Naviera y las provincias vecinas t|iie habían sido
designadas en el 817. se halaba el acta a que nos referimos casi leída
la Ausliasia. Turingia, Sajorna. Prisia. Flandes. Brabante y i Iai-
nanl, así como el extremo septentrional de la Neustria. Para Carlos,
además del país de los ¡llámanos, de Abacia y de Recia, se añadía la
comarca del Mosela. los condados de Rcims y de Laón. todo el anti­
guo i ciño burgondo basta el Mediterráneo, con excepción délos tres
condados reservados el 817 a Pipino (los de Aulun. Avallon y
NeversV y. finalmente. toda la Gotia (Seplimaniá y la Marca
Hispánica).
La toma de posesión efectiva de los tres reinos citados tendría
lugíiT al morir el emperador reinante y se declaraban independien­
tes en las mismas condiciones y con iguales reservas que en el 8tlC.es
decir, quedaba a cargo de los tres hermanos ponerse de acuerdo
para la defensa común de sus fronteras y de la Iglesia romana,
cuando ya su padre hubieia fallecido. Pues parece quedar soluen-
tendido que ya no habrá emperador una vez desaparecido Ludo-
vico Pió sino que los tres monarcas ¡temarán entonces comu lo
crean mejor para sus intereses, sin tener en cuenta a su hermano
mayor.
lin cambio, míen iras viva Ludo vico Pió. se espera de ellos sumi­
sión y obediencia absolutas y un amenazador articulo (el 1?) decía
que el emperador se reservaba aum entaren perjuicio de aquel o de
aquellos que no se condujeran ledamente, la parte territorial Je
aquel o de aquellos que se hicieran dignos de un •«suplemento en
sus dignidades y en su poder», a fin de que cada uno fuese recom­
pensado de acuerdo con sus merecimientos ¿Contra quien se diri­
gía es la amenaza? F.videiitenienic no contra Carlos, el hijo de Judit.
niño Je siete años y que por algún liempo aun no podría actuar poi
enema propia Pero la experiencia llevó a Ludovico Pió a desconfiar
de Pipino y de Luis, especialmente de Pipino. que en el 8311 había
sido instrumento de los rebeldes hasta la llegada de su hermano
mayor de Italia

IV. Rkbi lion m L «o

Desconfianza justificada. ya que. desde tíñales del X?l. ya esta


de nuevo Pipino en estado de rebelión. Ahora bien, en el mismo
momento en que Ludovico Pío se disponía a marcliai contra el. en
las primeras semanas del 832. llegaba hi noticia de que Luis de
Baviera. secundando el movimiento, va a lanzarse sobre ios icriiio-
rios de l;i Mamama que. como se recordará. había sido señalada
para su hermano Carlos.
La rebelión se instala, por lanío, desde entonces denho del
Imperio y adquiere los caracteres de una endemia. Ludovico Pío
hizo esfuerzos desesperados para quebrar aquella conjura que
constantemente renacía y recurrió para ello unas veces a la violen
cins onas n la astucia Frustróla maniobra de Luis de Bavieru. anti­
cipándosele por una marcha impida: penetrando personalmenic en
Haviera en el mes de mayo a la cabeza de un fuerte ejórciio. llego a
Augsburgo. junio al no l.ecli, en donde el liijo rebelde se consideró
dichoso de obtener su perdón Inmediatamente so volvió contra
Pipino. se apoderó de su persona, lo envió prisionero a Tróveos
(sepliembre del 832) y lo susiiluvóen el trono de Aquiiania por Car­
los. el hijo de Judit Al mismo tiempo. queriendo aprovecharse de la
mala avenencia que esislia enríe sus tres hijos mayores, trató de
negociar un nuevo acuerdo con I.otario, en el que posiblemente
salieran perjudicados Pipino y I uis. Pero, en verdad, lodo
acuerdo duradero entre d emperador y cualquiera de sus Ires hijos
mayores era imposible en lo sucesivo: ninguno cree ya en la buena
le del úlro y cada cual trata de ponerse en guardia conira nuevas
sorp lesas.
Pipino. que había conseguido escaparse de Treveris, se puso
inmediatamente en relación con sus hermanos Luis y Lotario. para
volver a realizar juntos al ataque fracasado en el 830 lista vez la
rebelión había sido preparada con cuidado \ los tres hermanos dis­
pusieron detalladamente su plan de operaciones. Lotario. que .sin
duda liabia salido de Pavía durante el mes de abril del 833, lorzó el
paso de los Alpes y corrió a reunirse con Pipino v con I uis en
Alsaeia
Má< que minea agitaban entonces los lies hermanos la cansí iili­
ción del año 817. que estaba bien olvidada desde hacia algún
tiempo, y se adelantaban como defensores del orden e.slahlci id a
Lita ruidosa propaganda tendía a presentarles no como facciosos,
sino como salvadores Ti arzobispo de I yon, Agnhaido, siempre
dispuesto a ocupar las primeras Illas, publicaba, en forma de caria
abierta al emperador, el manilie.sk>de los rebeldes. ' Si le escribía.

SimiMitt. i II, p.lgs lj- IS


Sim-nli. I II. p ies IS--‘ I ituguLuiiion con t llano, que cílil tilc'iígiLxl.i
poi ct Vslrúnomo |4~. n i Mignc. col es posible .|iií iiicij imu-u!. cu mui
cni:cvi>>ü qui- s.io¡uv¡cKircJ padre > el hijoeu M ajnnxui miel u iu le ¿“ osin iicl
CT l'¡n Hi mi; ;nvu *3r.
Vl-' Sitiivon. I ll.|vni-i J ’ v sie>. Rohmcr-Muhlbachúi. o- *>>5.i > IHU
Tcxin en Miañe. Pairol. luí. r.ClV eo: >87-792. y en las Ffiiwlut'. i. \ p.-ifis
2;
declinaba, era pata descarga! su conciencia. Ln vez de llevar con
sus hijos, como hubiera podido hacetlo, «una \ida bien tranquila
lal como lo hicieron su padic y su abuelo»». Llidovico. después {(,»
T
haber'Ornado cu mi pi incipm disposiciones sabias con respecto ala
suerte de sus Estados y a la conservación de la unidad imperial,
cambió bruscamente «de voluntad y rompió sus compromisos»-
«sin razón y sin lomar consejo, repudió, sin tener en cuenla a Dios,
las medidas que había decretado con Dios». One vuelva en si \ que 1
Dios le atraiga al camino recio, que lema «no se desencadene la I
cólera de Dios contra ¿I». Que tenga cuidado, la gente «murmura
intensamente a causa de los diversos y eonlradiclorios juramentos»
que se exigen; y hasta «no se contenta con murinurji, sino que se
siente aflicción y se levantan criticas». V. para terminar. Agobardo
recuerda el pensamiento de San Jerónimo sobre el olvido del iiir<-,- ' >
mentó que conduce al perjurio... Como se ve, la acusación no iba ni *
velada. El emperador sabia va a qué aienei.se, pues a un perjuro '
nadie le debe ya fidelidad. •
A mayor abundamiento, y por nmi maniuhra magistral, lunario
atraía hasta su causa al Soberano Pontífice Gregorio l\ que se
había dejado arrastrar en la comicción de que defendía de aquella
manera la paz cié la ciistiaiidao s de que «el era el único capaz do
reconciliar al padre y a los hijos» I a presencia de lal autoridad
en el campo ríe los rcheklcs produjo conmoción t n el sequilo de
Llidovico Pío. en donde se expandió el rumor de que el papa venia
para excomulgar al emperador > a todos cuantos seopusieian a las
órdenes de Lotario. '
Esta intervención pontificia fue inteligentemente explotada: el
papa, por iinn primera curia que ha llegarlo a nosotros, invnú j
todos los obispos trancos a presentarse ante é(. lo que era una
manera disimulada de arrojarlos en manos de l.otario. Vatios dr
ellos se excusaron de no poder aceptar aquella invitación por nn
estar mi ton/arlos pata ello por el emperador. I :na segunda carta tic
Gregorio, cuyo icxto poseemos.v protesta contra tal actitud: l.t
orden del papa está poi encima de la que ha dado el emperador,
señala Gregorio y además, se le antepone. Por otra parle, los ubis-
pos «rio debieran ignorar que el gobierno de las almas, que perte­
nece al pontífice, es mas importante que el gobierno temporal que
pertenece al emperador.» ¿No dijo San Gregorio Nnciaticeno en
pleno templo a los emperadores" La ley del Cristo os ha snnteiitlu a

El Asu<-:wr.‘.n. J->. Ovl Vtigr.c. col


El Aslii)::;:n.ü, -ti. cd m i. "Ó\l-'J(>.irt
■' Vlijiiic. f ’it.'r, i. I,u t. CIV. col. -os i /. mi (u re, tp i w h ti i v'
nuestro poderM iC i'hloial.. lilla n o s lu í d a d a u n p rin c ip a d o n n n /io m á s
p¿rjixto que el \ut-Miv t,Quc habéis umiestado como verdaderos
sacerdotes?, agrega dirigiéndose a los obispos recalcitrantes:
, ¿por 411c ni 1habéis respondido al emperador, cuyas ófdcncs.seeiHidCci.v. uv llar.
Im pregnado, haciendo vuestra aquella 7épüea del mismo San (Jregona a un empe­
rador: I lurnltia’<i<‘Cvolt il(fcreiiihv ni parlanaiumlrmam ¡>or tuhsMneia de lodos iir/iir1-
üfj i¡iide'iatii soiiitinlos o ti Mamér.ie eu espíritu uin Oíos 1 gbrifieatena umío de niandoi
elinundo • «.‘luí dc *er ninndtlJo por Cristo. Fu ve? de quedaros cím el cm periukir. pin
que no jtiandonaií vuestras estúpidas adulaciones v le decís, con San Agustín.'
Pichoso* los im pira,lores ruando reinen: jucamente, cuando mire las lenguas de los </
tngrnr.decen 1 enríe tas xtantsinncs délos t/tie hiimildelmnielOs saludan. no se ensobre-
1liando ion hados 1 isrmisos <11 <■ligarse: ruando esta 1. nganra ln liaren (razado 1
}¿ la iitXs’sidad del giilnerno v deft-nsn del Estado y na per satisfacer su rencor.. ¡Vosotros,
que nó quisisteis ser los buenos obreros de la Verdad, no sois más que en culi adores.
,D udáÍ 5' ¡I’lto el que duda escom o la nuda del m arque el viento agita: y en Mies-
tras MIC¡Jjolones llegáis hasta declarar estúpidam ente que somos nosotros los que
nos hemos olvidado de nuestra misión pastoral.. 1 I legáis hasta n acusarnos desvor-
,¡01un Ja inerte de venir a pronunciar lio se qué presuntuosa y desaunada excomu­
nión... de querer insultar y deshonrarla potestad im;iei i.'.l y al misino tiempo rebajar
veuvileeei nuestra autoridad! .'.Qué sigm íieju. qué anuncian tales p aln h ras 1 V , qué
a lo que deshonra mas la potestad imperial: los actos dignos de excomunión o la
excomunión misma.’... Tules expresiones provocan náuseas. ¡M í 1eeurdáis el jura
arcillo Je fidelidad qiicpiestcaleui|serudui! Mas yo quiero preei.samenle evitar faltar
t tai juramento y denunciarle la J o lr>L|ue él realiza contra la unidad y le p a; lanío vi c
!a Iglesia como de la mouarqtiia. Si no lo hiciera quebrantaría mi juram ento, como
udtáis vosotros al q ac habéis jurado y vuelto a jurar actuar siempre fielmente liaeiu el
enqif radnr v s|iie viéndolo ahora obrar contra toda huena le v puro.pilarse a su ruma,
no ledisuadis de liucci lo. Finalm ente me pr. m íelos una alsvuiosa recepción si voy a
vivil. irlo.según su voluntad iPero unes en los I ib rus divinos cu donde leisteis sem e­
jante respuesta! Cuino r.o hacéis iluda sino ivens.indo en Jas ieeompeiis.is tem|n>rales,
veis como rosales agitados por el viento y os doblegáis ul m enor soplo Considcrad.
vulistdernd. hermanos nitos.euán lejoscsin vuestro espiritudcaqucllaoración que al
cele lira 1 la 111isa tenéis costumbre de elevar a Dios, con la boca pero no con la i tile l i ­
ción nanos. ¡uir J an:or </, 77. poder pura tiienospnxntr las \¡mi,¡ada de este inundo 1
¡uní unían. 1 ningunamlsn-idad. Si vuestra plegara saliera Jeltoi-izóu I. hubiera ya
.-.«.rígido Aquel que ha dicho: l’. Jid e si oí dará >.

I sia proclama del Soberano Poníilicc. posiblemente redactada


por Agobarúo. Jespluzaha hábilmente el problema. Se olvidaba la
rebel ion de tres hijos, ávidos de poder, contra un emperador legi­
timo, para no vctmiio un caso de conciencia, la unidad del Imperio
\ de la Iglesia estaba rota, y el jefe supremo de la cristiandad llegaba,
en nombre de la autoridad c|\it' Dios le había concedido, para (esta­
blecer la paz entre los cristianos: /.cómo atreverse a no bajar la
cabeza ¡míe su suprema magistratura?
lina nueva cartadeAgobardo M’i velo recumla al emperador.en
respuesta a la invitación que ha recibido de acudir. 1 una asamblea

'* Agolvirdo, He conipanutohe regunims. e:i Migne. 1‘airol luí . (_ I \ nd. 291-
-9íe C11 l-.iv Eprnufuí 1 V, pugs 220-..21Í
general convocada. con toda premura, en Worms para primeros de
junio. ('.Na lia observado ya San Agustín que es cismático quien se
separe de la sede apostólica? V el papa San León «no lia dicho, a su
vez. que «deja de participar en el misterio divino» el que se atreva a
desviarse do la sede de San Pedro? ¿Cómo podéis sospechar de las
intenciones del papa Gregorio, que ha venido para restablecer la
paz v pura volver a colocar las cosan en el estado en que «por vuestra
voluntad, en nombre de vuestro podci y con el consentimiento de
torio el Imperio, las habías tu mismo colocado y hecho confirmar
por la Santa Sede»-1, preguntaba a Ludovieo Pío el arzobispo de
I.YOii. que terminaba su carta de la manera siguiente.

«•Dígnese ni sublime Prudencia pesar estas palabras del Apóstol: En los /murcio.¡
uUto se presentarán tiempos pclignijos. vw El hienavcuturjd¡ipjp:i firugorui. ya deplo­
raba c.Mis policios en una dpoe» en que la silii;iL-<Y>n ero todavía ¡ncoinparahicinerr.é
mejor que ahora, y ¡mdtx'in: Estay Je itil manera sacudido por ¡tu alas J oosle mitnjiit/ne
na i ta jo eoiutuitr a puerto tu vicia semicart oinula i uva .Urea />»■ me fian úiitfiuth
los itst una ifi lientos di Diut Tan pronto la asalta ti oh an pona proa, ew.nn tas nía} espu­
mo u i tl, ¡ mar je filia lien en sus t oslados o sopla l,¡ tempestad par la popí), y r n esta inr-
menta mu ptvnia me iéh r.hlig.ntn a tunearme direetamenle sobre i i obstínate coma „
bantíárío ufrtcintilo los llantos ¡ti la tunea la amenuea >/i l olean tilmo poiyn, me doy
rúenla d< i]ueii: t aanta thsíalleee mt ni(itantui i revela lemitiu de las ortos) tinefiilllea
lo tempeu/hlque han i viragos, tes mJileent raivoinid.'71 exhalan la ipieiamlrcilii naufra­
g o i/ne se <jvis i/ta * " , Ay I, si ya en roncos l.i nave dé la Iglesia y ¿I maderamen Jeque
es la ¡'.Celia estallan roídos po: la carco m a., qué debemos decir ahora?»

I sin hábil propaganda tema el oléelo de producir confusión en


los espíritus, ¿Cómo d u d a r de que únicmnentecon peil'ecto conoci­
miento de causa hubiera el Soberano Pontífice lomado partido por
los hijos de Ludovieo Pío? A fuerza de uir decir que no había
emprendido semeja tile viaje, sino para restablecei la paz. impedir el
rompimiento de la unidad cristiana, asegurarla salvaguarda Je las
iglesias, del pueblo y del Imperio, los más adictos al emperador se
sentían vacilantes.
Ludovieo Pió. con todo.se mamen ia firmemente > se enfrentaba
a la tormenta con energía y dignidad. A la amenaza de usar las
armas, replicó con una nota niiiv decisiva, de la que si no conoce­
mos los términos exactos, si nos ha llegado su contenido aproxi­
mado. Recordaba en ella a Lotario v a sus hermanos menores.
Pipino y Luis, lo siguiente:
que los Lrcs eran liijn\ suyos \ debieran recordarlo en su
conducía con respecto a el:

ti Tintineo. Ill, 1.
Gregorio el G rande. Epiw lae (J.ilic-Wi-.tleiiliach. 11." I J 11
l'ascasiu R.-iiíhcnn. etl Migue, col ltijiH óM .
2.". que eran «sus vasallos» y como rales le habían prestado
juramento de fidelidad:
.1.“. que él era el defensor autorizado de la Sede uposiolicn \ no
les pcrmiiía que asumieran esa función:
4". Íes acusaba de impedir al papa ir hasta él:
5. \ a Lotario. en particular, le reprochaba el secuestrar a
Pipi no \ a Luis y haberles arrastrado a la rebelión.
<v le.s acusaba, 10111111101116. de corrupción Je vasallos
Punto par punto contestó Loiarirt:
1. ü. que lanío él como sus hermanos estaban llenos de respeto
para su padres: que de ninguna manera se encontraban en estado
de rebelión contra él. como se decía. >1110 que se acercaban a el como
hijos adictos a solicitar su indulgencia:
2. ". que eran fieles a sus juramentos, dispuestos a cumplir sus
compromisos hacia su sertory que 110 les movía otro deseo que el de
protegerlo contra sus enemigos;
V que.com oasociadoal Imperio por la misma voluntad del
emperador, y enviado por este junto <1 la Santa Sede, tenia que ase-
guiar juntamente con él la defensa del Soberano Pontífice,
4" que. lejos de impedir al papa de ira visiiardl emperador, le
habió ayudado a dejar Italia, mientras que I udovicu Pío ordenaba,
par el contrario, cerrar los pasos de salida de aquel reino:
5., que, lejos de sepa ni 1 al emperador de sus dos hijos Pipiuoy
Luis, se los uaia. cuando su padre los habla expulsado:
6. ", que él había obrado lo mismo con respecto a los vasallos a
quienes el emperador había perseguido, desterrado n encarcelado:
que. «habiendo oído decir siempre que los hombres de valia que lian
hecho méritos ante su soberano, deben ser honrados s recompensa­
dos». Umbién se los traía pura que usase con ellos de misericordia.
Lian razonamientos 1¿buscados “ con el propósito ilc desviar las
responsabilidades, imputando al emperador todas las injusticias

V. El .CAMPO Dj; LA MHNIIRA.' V L \ l $L HPACKV's 1)1 LOIN K IO

Mientras tanto, los dos ejércitos habían establecido c o i i l i . Id en


las cercanías de Colmar: I udovico Pió acampó en Uotlilekl. \ sus

P.n verdad 110 vemos por que áiirtíonU M. iiags ’T-.tVlconMdoia |>.n.i i.nihin.i
l:i .101:1 .'ml'iudna LudcvkoPtov laslespue-'ui., deLolano Hi-jml'ioiicumsidei.iLim
lifi entii1:llos pjiee¿. por .iir.i parli-.vtcmtislT.uIn ivcü' ci -I inisnin Sinis.jn, 1 II p;..■. 1
11. • » . 11..1. -te. n él. ;.P(ir qu# íil loiv.es reLliaza re 11eu.u pimío las ...... oles .iIiiiii.iu .■
lu’stte l'.ísc.iüo Radbária en su r.p:'uiphi'.i’ii tru’iiir T .ski niiqiiíiiiv J¿¡ 11 qin-aespienm*
i|ik lia ixaiiiL-Hi.v ei icviii liieral di* irs notas cruzadas lJorr> as|>iclln e- ik’n iimd.i
eiidtoi;.
hijos, jumo ;j Sigolsheim. t-.t 24dc jimio, cuando parecía a punióle
comen/a r la batalla, se anunció al emperador, de manera inopi­
nada. la visita del Soberano Pontífice: maniobra suprema desti­
nada a salvar las apariencias y a precipita» las deseiciones entre las
gentes que rodeaban a Ludovico Pío. Posiblemente lambién se
daba por descontado, que este Ultimo tuviera un gesto de contrición
que lo arreglara todo, *"■’
La acogida hecha al papa lúe reservada y basta l'tía. Cl empera­
dor hizo observar a su visitante, que si no se hahia seguido el cere­
monial que era dehido legítimamente al Pontífice, es que tampoco
la visita tenia lugar cu condiciones normales. Después de esto, se
habló. Las conversaciones se prolongaron varios dias y no se puede
evitar la idea de que, además de los dos interlocutores principales,
hubo otros en los pasillos, ya que apenas se había retirado el papa,el
día ilc los apóstoles Pedro y Pablo (29 de junio), llevando proposi­
ciones de concierto, citando. Jurante la noche siguiente, el campa­
mento de Ludovico Pío se vacia coma por arte de encantamiento
Los légalos, las promesas y las amenazas hicieron su electo.observa
un testigo,"” y. desde el campamento de I udovico Pió al Je sus
hijos, agrega, «corría como un tórrenle do desertores». Je tal
manera, señala olro coetáneo. * que al día siguiente por la
mañana, en el campamento de los rebeldes, al contemplar todas las
tiendas nuevas alzadas alrededor de las de I otario y del Soberano
Pontífice. se atribuyó a milagro, viendo en ello el dedo tic Dios,
pues, por la voluntad de Dios ya no había de prunio sino «un solo
pueblo» que se encontraba por completo unido en ionio a aquel, a
quien el mismo Ludovico Pío habla designado para recibir todos
los sufragios al asociarlo a su poder
Asi. cl «Rolhfcld» o «Campo rojo» se convirtió por la voluntad
divina en «Campo de la negación» o. para liahlai como los con tem­
poráneos. en el «Campo de la mentira», el «Lügctifcld»; " y. cuino
observa irónicamente el biógrafo de Víala '* Ludovico se encon­
traba solo «con m Judit» y su hi|o Latios.
«Sólo»: era simplificar un poco las cosas Pero el empcradoi
sólo podía contar con un puñado de fieles y. aun entre las tropas
estacionadas a su alrededor iba produciéndose la cólera: m

* Solue esto y lü que sigue, sease Síu im iii . I. ti -1? y sigs.


,,|U H A un >niii no, JS. n ll SW.hv
t’asc.uin fia tiberio. e d .\iigne. col .<>U)
*ui Id u ii col. IMil.
■l Vú.im ! Sim-iim. l II. pag. 5u. n -I
"J l’ascasio K.iilbei-Ui til Mijriv. col l<40.
' Lf, Simsoii i II, p¡le 5.1
siquiera sti vida oslaba segura. " Se resignó, pues, a solicitar la pro-
lccción de sus hijos. Y entonces se produjo un espectáculo de
suprema humillación: en compartía de la emperatriz v del pequeño
garlos. Ludovico Pió se dirigió hacia el campamento de sus luios.
Salieron éstos a su encuentro. Pronunció él algunas palabras
demandando piedad; descendieron ellos de suscoiceles. lo besaron
\ lo llevaron a su campamento. Pero después de haberle demos­
trado asi su JeJerencia. lo separaron tic Judii. que l ite con liarla al
cuidado > vigilancia de Luis tle Un viera, mientras llegaba el
momento de enviarla prisionera a Toriona.cn Italia; a él lo con Hila­
ron junto con su hijo pequeño a una pa ríe dislima del earnpamenio.
Luego la propaganda de los rebeldes se apresuró a obtener conclu­
siones de los acontecimientos que acababan de desarrollarse: se
consideró que I ndovico liabia perdido el poder, por «un justo juicio
de Dios»; que. por otra parto, I .otario liabia sirio designado, hacia
mucho tiempo y con todas las formas legales, su heredero \ hasta
asociad», con anticipación al gobierno del Imperio: linalmenie.
que los Heles, ele manera espontánea, habían trasladado su fideli­
dad a I.ola l io; por consiguióme, se proclama que este último era en
adelante el único legítimo poseedoi de la autoridad imperial,
Mceiivatnemc. en lo sucesivo, las actas y diplomas oficiales
fueron promulgados con sólo el nombre del emperador Lotario y
fechados en el arto I de su reinado imperial «en Francia». Al
mismo tiempo se encomendó a AgobarJo la redacción de un
mamliesto para justificar el golpe de bstado ante la opinión
pública.
Lse munifíeslo fue escrito con pluma incisiva; en sus páginas
se trata con la misma desconsideración a Ludovico Fin que a mi
esposa, la emperatriz Judi!. ese monstruo de impudicia y de perver­
sión moral.
«Lsvuchad. pueblos», exclama el autor al principio:

-E.scneh.nl. pueblo* de loda la llci iíi . ilesde Oríenu- al Occidente.deade ri aquilón


a ii mar. y considerad cuán flindada h.l sido !.l irulií'níu-.ún que .■nnlienm los hijos
de) tínipíuid'ii 1 üdoviL-a: apreciad la equidad de sus designios ni querer lim piar el
parneio pnieniu de .os erimcnes que o mancillan, ¡im cmno d-. las l'necionrs que
lineen reinar en el Ja iniq uid ad . \ emnlJo se proponen liberar a tu miir.arqiu.i de las
miserables* mmulii.uMis :ieiia.ior.esq u e : 5 sacudena á n d e rcsiabloeeren ella y ase­
r r í n u n iul.1 Nenien Ir la confianza y la lealtad Haieinnles. ürneu.* dignas de
Días.»

1 El Astrcuuiiiii). -l.s cu), \>is?í


Para lodn ln a menor se li.illuriu leierruciasativsiesio'-ruSiimoR.i I pags
í'"1‘'.i > en Búlur.ei'-Müliihaeher r, M Ü.V.
Siinsún. t II. p lg S<>: Hohnicr-Muhlh.ichcr. n “ v
' \e>’Kirdo Librr iipoioxciicia. en Migue. 1‘iurul. tai. t l IV ,ol 1íi7, >'n

221
A canlimuivión Je este grandilocuente preámbulo, viene una
evocación encendida de la progresiva abdicación del emperador,
traicionado pot aquella a la que hizo su esposa; de cómo está mujei
joven, sensual y liviana, poco a poco olvidada de su marido, fue
envendo en una vida de libertinajes, al principio disimulados y
luego ostentados sin rudor Sccomen/ó.eserihe. por hablar de ellos
con palahms cncubierlas, en un círetdo reducido: pero pronto se
hizo aquello <ria comidilla del palacio, de! reio y de toda la tierra»,
mientras que «los proceres se lamentaban y juzgaban intolerable
aquel escándalo» No podiendo sopoilat los hijos del emperador
que lamaha afrenta fuera ya más tiempo infligida a su padre, a la
monarquía y a los mismos fraíleos, c u 'o «nomine se había mante­
nido hasta entonces sin lacha», unidos en el misino deseo de poner
límite al crimen, arrojaron de palacio a la causante del mal y la
encerraran con peí luiente guarda, haciendo que cambiara sus vesti­
da ras reales por d hábito monástico y devulv icrido a su padre la paz
v el honor.
Pero no fue. ¡ay!, por mucho tiempo: pues aprovechando «la
excesiva indulgencia de sus hi jos» c incapaz de resistir a las «tenta­
ciones de la carne», cediendo, ademas, a «viles c indecentes adula­
ciones». el emperador se dejó arrastrar hasta «volver a llevar
aquella mujer a palacio» y a «colocarla por encima de los consejos y
Je los consejeros». Y desde entonces, «trocado su espíritu», se
dedicó a perseguirá sus hijos con su odio, sembrando la confusión en
el pueblo.nl que constantemente «ha exigido juramentos contradic­
torios». «/.Se ha visto jamás cosa semejante? ¡Todos juraron sucesi­
vamente fidelidad al emperador padre: luego, por orden suya, til
emperador hijo: luego, también por su mandato, algunos juraron
fidelidad al hermano (el icy Luis): después, casi lodos fueron obli­
gados a jurar fidelidad al niño (Carlos) Finalmente, y como si de
nada hubiera servido esto, hizo falta prestar nuevos juramentos
todavía!» ¿Se puede tolerar quesea de esta manera profanado impu­
ne mente el nombre de Dios y estén divididos en si mismos los ejér­
citos que deberían usarse para combatir a los pueblos bárbaros y
someterlos a la fe cristiana?

...Olí Sifli'l Dios del Cielo y Je la T icrta' ,'po t|»c lias consentido que ni fieU uis-
tianisim o sen «lie nuestro emperadm huya llevado a no discernir s» lo» males que
p o n lo q u icr le ¡in-.ciuiZitnW :i am ar «i .niurlUisqiie le <>Ji.-.ii \ a ociar a aquellos que te
aman.’.ó que debo esperarse Jo el si es vierto. vonto Jonlim iaii :mivitos Je los qoe úe-
nvi'. lama Je elariMJcnciu que a su lado s e hallan ¿entes que slcseun ávidamente el
vsteniiuiio ilc sus hijos y han ¡-.rutado insi.:ins entre ellos para apoderarse Jel empf.
laCof y repártase Ilícito mi reino'.'. Ks evident: ip.ie si Dio» r.o inleivieiie vi Impeiin
L.iei.i en lítanos Je pueblo s extranjeros o>r Jesiiienibiviaen provee lio de una muln-
luil ,:e manos, porque el em perador que debiera haeer j u s t a s ¿tierras venir.: los leve-
barbar»» ..Is picparn injustas u m ita las hijo» qtte 1c am ar.»
«, Que debía hacerse, pues», ame aquellos males crecientes que
el regreso «escandaloso e indecente» de Judit ha desencadenado?
/Disimular? /.Callarse? <X razarse de brazos? Dios, que vela por su
pueblo, no lo lia querido \ ha inalado a los hijos del emperador, y
reunidos éstos de nuevo se pusieron de acuerdo para evitar a su
padre el destino del rey Acab Empujado por su esposa Jczahel.
cometió Acab pecados cuya penitencia le impuso el profeta Elias,
penitencia que no hizo sino retrasar el castigo, ya que. contra su
casa, el Señor suscitó, al cabo, al rey Jehti. Pero Agobardo resentí
para los pártalos filíale.-, de su manifiesto el precedente más deci­
sivo, el de Sansón; «Amó. recuerda, una esposa que no le amaba y
que era más obediente a sus enemigos que al amigo que le daba su
amor. Y por haber creído este hombre justo a aquella mujer infiel,
peidió la vida y el gobierno de su pueblo. Y aunque luego le fuera
demello su original vigory terminara con muerte gloriosa tina vida
de ignominia, lo que le permitió alcanzar la vida eterna, jumas reco­
bró su mando.» Tras esta evocación transparente, terminaba: «¡Dig­
nóse. en consecuencia, nuestro señor. el antes emperador, vclai
piadosamente para no perder el remo eterno de los C icios, ¿I. que
engañado por su esposa, lia perdido el reino terrenal! .» Este reino,
«según la voluntad y el juicio de Dios», ha pasado, en adelante,
eom od mismo emperador lo había deseado, a manos «no de algún
enemigo, sitio de tm (rijo querido»; no le resta sino «entrar en si
mismo, humillarse bajo la poderosa mano de Dios y luiccr peniten­
cia». ¡Todos, debemos inclinarnos ante la semencia divina, pues
toda la Tierra, como dijo el Profeta! 1la bacuc, II 2<J). se calla ante el
rostro del Señor1
I
CAPITULO V

RESTAURACIÓN DE LUDOVICO PÍO


Y FIN DEL REINADO

I. Di SAVJ N tN C 'IA EN TRE LOS V E N C E D O R ES

I a invitación a lodos para un sometimiento ciego, que cerraba el


manifiesto de Acobardo, no excluía, sin embargo, inmediatamente
después del golpe de P.staclo. la necesidad de un procedimíenlo
menos expeditivo.
Pero con esto comenzaron las dificultades, ya que el acuerdo
mutuo de los tres hermanos y su común pacto con las autoridades ecle­
siásticas. fácil de establecer mientras se trató de derribar el gobierno
de Bernardo y de Judil. considerados responsables de todos los males,
resultó frágil en cnanto se quiso consolidar los resultados obtenidos.
No podía aceptarse un simple retomo al régimen previsto el año ti 17
en el caso de fallecimiento de Ludovico Pío. pues ni Pipinode Aquila­
tan ni Luis de Baviera estaban dispuestos a conformarse con ello.
Mejorados por su padre cuando había calilo Loiario en desgracia el
arto 831, ni el uno ni el otro podrían aceptar oscurecerse en beneficio
del primogénito. Asi. en tanto se descartaba al niño Carlos, encerrán­
dolo en el monasterio de Priim bajo la vigilancia de Luis de Baviera. se
convino en completar el primitivo territorio concedido a este último,
agregándole las zonas resonadas primeramente a Carlos (Alamania,
Alsacia y Recia) >. además, el valle del Main («Auslrasia»), luringiay
Sajonia: a su vez. Pipino recibía.en parte al menos, los territorios entre
el Loira y el Sena.1 J Se volvía, por tanto, al despedazamiento del
Imperio, que precisamente, se vanagloriaban de haber querido evi­
tar La solución resultaba decepcionante y contra ella se alzaron
inmediatamente las protestas el clero, “"con las que el papa parece

,1U Sinvion. i II. jiíík' SS-v): B rihinei-M ohlbacher. i r " T S í y 92S/.


Véase. íi'.irc otros. P aseasio Rnilbrrto. cil. Migue, col. 1641

241
v|iic trató de solidarizarse con cierto mido al decidir regresar a
Roma sin más im danza.:'16
Además. Pipino de Aquitaiiia y l uis de Baviera se separaron
inmediatamente de su hermano mayor, regresando a sus reinos res­
pectivos y comenzando a fechar sus actas no por los artos del nuevo
emperador..sino por los de su propio reinado o. aceesonamenie. pnr
los del emperador destronado/ cuya suerte se dejó a la discreción
de Lola rio.

II. P enitencia di Soíssons <S33|

Sobre este último aspecto, el camino a seguir había sido trazado,


por anticipado, en el manifiesto de Agubardo. que liemos analizado
anteriormente: era necesario llevara Ludovico Pío a hacer peniten­
cia y a que por su voluntad se retirara hasta el fi n de mis días, en un
monasterio en donde pediría a Dios la remisión de sus pecados. De
esta manera, únicamenle, la opinión publica, muy dividida de
nuevo y que comenzaba a conmoverse hondamente por la suerte
miserable del emperador, podría resignarse a las consecuencias del
golpe de Ksiatlo. l-.n una palabra, hacia falta que la retirada de
Ludovico Pió apareciese como una voluntaria abdicación y el adve­
nimiento de Lntario. como la consecuencia normal de aquella deci­
sión. 1,9 De allí la odiosa comedia que fue montada entonces por el
usurpador y sus cómplices.
Una asamblea general, reunida el 1 de octubre del 833 en Com-
piégne. se hizo cargo del caso del emperador, encerrado a unos cua­
renta kilómetros Je allí, en el convento de San Medardo de
Soíssons.v;j t i arzobispo de Reuns. hbbun. en cuya provincia ecle­
siástica se encontraba Soíssons. lomó personalmente en sus manos,
en el Consejo de los prelados, el examen de los crímenes de que se
acusaba a Ludovico v fue encargado de dirigir el proceso eclesiás­
tico que. en un plano religioso, debía facilitar al emperador destro­
nado el acceso a una pendencia redentora. FI arzobispo cumplió
esla tarea con una energía y una rudeza despiadadas, como lo testi­
monia el proceso verba) oficia), que en lotices se redamó en su nom­
bre ' en el de sti< colegas del episcopado.'-1

Sini.suu. l II | f>l.
ÍMinson 1. II. r>ags liU-M. H dlinirr-M illdl'acliei, i¡ l.o i a : Auziíls.
pjgina I lu.
J;' Símsnn i. II. píiii. 0 1-rs'
Vznso 1:1 Astrónomo, «t. ¿ J Mignc. rol «>•4f> y
SiuiMin. i II. i'ili!,-. íO-ftJ. liotimrr-M uldhaeluT, u" O^Im
o: i II i\* IM”. p.igs 51 -55.
C a p im t
Después de señalar brevemente el primordial papel designado a
]a Iglesia guardiana soberana de la religión y de la moral, cuyos
uienospreciadores deben ser sin debilidades condenados por ella a)
castigo, los redactores del documento evocaban los males desenca­
denados por la conducía del emperador 1‘ n vez de seguir el noble
ejemplo dado por su padre el ilustre C arlos, de pía memoria. Ludo-
vico «porsu imprevisión y su negligencia)» precipitó el reino «en un
estado tal de ignominia y de envilecimiento, que éste se convirtió
para sus amigos en objeto de aflicción > para sus enemigos en objeto
de burla. Por haber Fallado de esta suene a sus deberes de rey. «irri­
tado a Dios y escandalizado a la sania Iglesia», y. en último lugar,
«empujado ni pueblo que le estaba confiado a una guerra civil». Fue
«privado repentinamente de la potestad imperial por un justo juicio
de Dios».
Pero los obispos no lian querido abandonarle sin apoyo a su
irisic suerte; «con autorización del principe I otario», han resuelto
aeerciiT.se a el para «señalarle sus pecados, a fin de conducirlo a una
fume decisión que le permita salvarse». El emperador destronado
se dejó llevar Fácil mente - pidió reconciliarse con su hijo Lola rio y se
sometió a luicet pública penitencia.
Asi. Fue conducido a la basílica de San Medardo de Soissons. y
alIJ.en presencia de una multitud de clérigos y de laicos, entre los que
se hallaba en primera Illa el propio I otario, se tendió en tiei ra delante
del altar mayor, confesó humildemente sus pecados, reclamó el bene­
ficio de la penitencia y solicito la absolución de «aquellos h quienes
Dios ha confiado ti poder de atar y de desatar». A las preguntas de
éstos reconoció, dice el proceso verbal, haber cometido realmente las
Faltas que los prelados le lubian imputado y de las que tenia una lista
detallada en las manos. Se confesó de ellas en ocho puntos:
I Culpable de «sacrilegio y de homicidio» poi haber Fallado a
los compromisos adquiridos delante Dios hacia su padre y hacia
el pueblo, haber emplearlo la violencia para con los suyos; habei
llevado a la muerte a su sobrino bernardo: haber desviado la reli­
gión hacia lines de venganza personal
2.' «autor de ese ándalo, perturbador de la paz. violador de
juramentos» por haber contravenirlo las decisiones decretadas
solemnemente para la salvaguarda «déla paz. \ tic la unidad» y obli­
gado a sus subditos a consumios perjurios al exigirles juramentos
contradictorios;
V violador de los precepros de la religión, por haber, s n inzon
valida, convocado <d ejercito y a la asamblea general en plena
cuaresma:
■1" «violadoi de las leyes divinas y humanas» i una vez mas
«homicida» por haber i im h I i i de represalias con respecto a algunos

M3
de sus líeles que. con toda humildad, le fueron a advertir de los peli­
gros que le amenazaban:
5.° perjuro, por los falsos juramentos que exigió y. especial­
mente. con el designio ríe demostrar la inocencia de Jiidii;
6° responsable de todas Iris matanzas, rapiñas, incendios y de
todos los saqueos ele los bienes de la Iglesia, ha jo cuyo peso el pue­
blo sucumbía;
7. ü responsable también do los arbitrarios repartos a causa de
los cuales había obligado al pueblo a considerar a sus hijos como
enemigos, cuando hubiera debido dedicarse a conservar paternal­
mente la concordia entre todos;
8. ' culpable, linalmente. y para colmo de miseria, de haber
incitado al pueblo a una matanza civil, cuando hubiera debido lle­
varlo a la salvación > la paz.
Esta enumeración transparentaba, por su misma confusión, el deseo
de impresionar más intensamente los espíritus, aumentando capricho­
sa m en te el total de los pecados de que públicamente se obligaba al
emperadora considerarse culpable. Este entregó la lista a los sacerdotes
que habían salido a recibirle: quienes la colocaron encima del altar,
Ludovico se despojó ele su cinturón y de sus armas, que de|xjsiln al pie
del altar, recibió de los obispos el hábito de penitentes fue admitido por
ellos a la penitencia perpetua, esa penitencia de donde —asi terminad
proceso verbal— «ya no se regresa nunca a la vida del siglo».
De esta manera, el emperador habla renunciado espontánea­
mente —asi podía pretenderse al menos— a la dignidad impetial y a
la vida del mundo. I a ceremonia, además, bahía tenido lugar en
condiciones de publicidad que garantizaban su valor: de ella duba
le un minucioso proceso verbal y. para mayor seguridad, cada uno
de los obispos presentes fue requerido para añadir ni expediente un
personal testimonio. Foseemos el del arzobispo de i yon. Agohai-
dn. que insiste, con mas detalle > tuerza que el mismo procesa
verbal colectivo, en el carácter espontáneo de la confesión hecha
por el culpable y en su voluntad de definitivo retiro. I n apariencia,
la situación asi creada era clara: no solo había perdido Ludovico el
poder en el «Campo de la Mentira», s i n o que. en adelante, lia
renunciado de manera legal a poseerlo. Forsu voluntario retiñí ?.l
convento de San Medardo, en donde va a seemr visicntlo en oración
v en virtud clcl acta XI7 cuya anulación ínmás había sido pronun­
ciada. Lolario es un indiscutible sucesor.
Tal es al menos el aspecto en que se presentaban desde aquel
momento las cosas para el séquito s conejo del primogénito del
emperador destronado.

Ciifuul. i II. n lf|V pS.jrs 5pi-si


lll. K í;s i a u k a c ió n !) (• L u u ü v ic o P ío

Desgraciadamente para Lotano y los suyos, la realidad era


muy diferente.
En primer lugar. 1 udovico Pin no era por completo el peiiilenle
volé nta rio epte se csperaba. En San Meclardo de Soissons sólo habia
cedido por la violencia. Algunos de sus partidarios lu afirmaban
expresamente. ■' en particular el autor de losd»r//e.t llamados de San
Berrín, que dice sin rodeos: «1 o maltrataron hasta obligarle a despo­
jarse desús armas y a cambiar de vestido: luego lo arrojaron de la igle­
sia. sin permitir que litera a hablar con él nadie, excepto los que
iiabian sido delegados a este efecto.» Dicho de otra manera, habían
encerrado al pobre soberano, aislándolo, y finalmente solo, le obliga­
ron a ceder agotando su capacidad de resistencia, ’i esta es también la
impresión que producen, leyéndolos despacio, los mismos documen-
ios oficiales. v:>Se habían cumplido las apariencias rituales, pero era
l;tn poco lo que podía decirse sobre la adhesión csponláncn del peca­
dor. que Linaria no se atrevió a dejar a su padre en el convenio —o,
mejor dicho, en la dependencia del convento—. donde le había hecho
encerrar con buena vigilancia. ' sino que. después de la ceremonia
de San Medardo. Je llevaba por todas partes consigo temeroso de que
se escapara y volviera a la vivía p o lí tic a .N autor de los ‘tunales lla­
mada* de San fíeníit. cuyas informaciones proceden, en general, de
buenas fuentes, llega hasta a atn marque, en las primeras semanas del
X.V|. Luden ico l’ío todavía oponía una categórica negativa a los ince­
santes requerimientos de los que «din y noche» se esforzaban para
decidirle a «abandonar espontánea mente el siglo y reiirarsc a un
cenobio». v:“ Se estaba, por tanto, lejos de pensar en lograrlo
Muirá bien, poco a poco se transparentaba la verdad \ no falla­
ban gentes dispuestas a explotarla. Descontentos de haber sacado
las castañas del fuego a su hermano mnym tanto Luis de bat iera
como Ibpinodc Aquitanin comenzaban a inquietarse. El primero se
indignaba, con mayor o menor sinceridad. Je los malos tratos infli­
gidos a su padre. Una entrevista que a este respecto celebró con
Lola rio en Maguncia, en diciembre del 833. no hizo si no acrecer sus
desavenencias. “ En la opinión se dibujaba un cambio en favor
del emperadoi depuesto.

Cf. -Súman, i ti. g:K'. íC


'- 1 t»<t fíiHin míI o S Vv
t 1 1 H jlp lic n , La /'ivüíniív </<• Li 171.' h / ’u-ii.i ni SO <li" 1J Bú'lioiii.ilu)
Súman. r II. pLt'. ~b
Súman, U ¡rn\.
' . Jtifi. Hi'tliii. ,u)u SU
Súman. I II. ú:l|{s. ~7-7k.

145
Al sóceme de vengar el honor de su [radie y salvat su persona
Luis y Pipi no se ponían de acuerdo pronto, para realizar una acción
común. Intímelo por .su seguridad, Loiario juzgaba prudente, en
lebrero del 834. alejarse de Aquisgríln, demasiado cercana de Lis
fronteras de Luis de Baviera. y retirarse a París y 1liego al monasterio
de San Dionisio, llevando siempre consigo a su imperial prisionero
Pero la lortunii había cambiado decampo. 1;] 38 de lebrero, bajo la
doble amenaza de las fuerzas conducidas desde el esle por Luis de
Moviera y de otras traídas desde el sur poi Pipino. Loiario huía sin
tener liempo siquiera. aquella vez. de llevarse a su padre o sin atre­
verse a ello Q'"1
Liberado como por encantamiento. Ludovico Pío. al dia siguienie
1 1 de marzo del 834)ohtenia de los obispos, en el templo tic San Dio­
nisio. la absolución desús pecados y su reingreso en la comunión de
los líeles: luego lúe inmediatamente puesto en posesión de sus vesti­
duras y de sus insignias reales \ restaurado en la plenitud de su
potestad. Unicamente el empleo por la candlld ia de una singular
fórmula encabezando las acias y diplomas oficiales —«I udovtco.
por un retorno favorable de la d ivi un clemencia {divina repro/>iiitmic
clementifí) emperador tuigusto»— venia a recordara los líeles la trá­
gica nvéjiluiu que. duiame varios meses, había costatlo al empcia-
doi la pérdida de su autoridad. Saludado a svi paso con respeto,
en la asamblea de Quierzy. no sólo por sus dos hijos Pipino \ Luis,
sino poi muchos de aquellos que pocos dias antes le habían aban­
donado a su triste suerte, reunido pronto con la emperatriz .ludit.
arrancada también cu Italia de las ganas de sus cautelen >s. Ludovico
Pm podin una vez mas ir a celebra i con gran solemnidad la fiesta de
Pascua a su palacio de Aquisgián el 5 de abril del 834.
Unicamente Loiario y sus partidarios, demasiado comprometi­
dos para resignarse a lo inevitable, intentaron un desesperado
esfuerzo para oponerse a la restan ración, de la que iban a serlas pri­
meras victimas. I ti grupo de ellos, en el que esiaban el ex conde de
Orlenos. Maifndi). y el conde de Ñames. Lamberto, lograron infli­
gir. en los confines de la marca de Ifr emita, una sangrienta derrota a
las tropas imperiales, cuyos jetes principales quedaron muertos en
el campo de batalla, otro grupo, capitaneado personalmente por
Loiario se ¡ipoileró de C halon-sul-Saóne. en donde se distinguió
por sus matanzas Pero, en el mes de agosto o a comienzos de sep­
tiembre, el ejército imperial conducido por Ludovico Pío llegaba
con todo su poderio cerca de Blms v corlaba la retirada a las tropas

Sims'ju. i II. .V'g' x-t-s"


' Sinistili. ! 11. . •• ‘-S
Simson. i H. Silg' JS \ 'JM u :
que I-otario llevaba sobre el Loira para reunirías con las de Mal-
Tridos Lamberlo; viéndose perdido. I ulano se rindió. Arrodílladoa
los p ió de su padre, e implorando su perdón, tuvo que jurarle de
nuevo obediencia, obligándose a regresar a Italia y aceptar gober­
narla únicamente en calidad de simple rey. como otrora su lio
pipino en los dias de C ¡irlnmagno.y. finalmente, a no salir de aquel
icn¡torio Sin autorización expresa; la veidad es que allí se man-
uivo constantemente hasta comienzos del ario

IV, RL'iRIíSAI JAS

No por todo esto dejaba de seguir siendo extremadamente con­


tusa la situación. Después de tantos acontecimientos contradicto­
rios. nadie sabia ya con certeza cu donde se encontraba el derecho.
Otrora emperador asociado, en virtud de actas solemnes, Lola rio ya
no era sino un hijo sometido a penitencia y mantenido en un semi-
Jcslierro en Italia, sin otro titulo en lo sucesivo que el de rey. Por oirá
pane, reconciliado de puenas afuera con su padre, se le sentía, en el
fondo, hostil y en modo alguno resignado con su destitución. En
cuanto a Ludovico Pío, estaba restablecido en el trono, pero ¿sena
duradera esa restauración'? ¿Era siquiera válida?
En todo caso planteaba muchos problemas, a los que consagró
un opúsculo dedicado al emperador el famoso abad de Fnlda en
Hesse. el erudito Rábano Mauro, cuyos escritos gozaban entonces
de plena autoridad en el Imperio.M> ( on abundante aparato de
utas bíblicas v con el árido estilo de un tratado teórico condenaba
en nombre de la religión, la conducta de los hijos que tallaban al respeto
v a la debida sumisión a sus padres o que internaban apoderarse de
la herencia paterna sin esperar a que se produjera normalmente la
sucesión: tumhién condenaba los juicios temerarios.especialmente
con respecto a los pecadores arrepentidos cuya confesión, decía, no
puede, en ningún caso servir de base para una acusación s con fre­
cuencia sólo demuestra la pureza de conciencia de quien la hace; a
mayor abundamiento, recordaba en esto que el Se fior era misericor­
dioso con los que hacían penitencia Pero evocando, para terminar,
la parábola del hijo prodigo, exhortaba a Ludovico. como conclu
sido, a mostrarse, pese a todo, indulgente con respecto a I ota no. o
este reconocía su error y prometía enmendarse. De esta numera pro­
porcionaba Rabauo Mauro al emperador restaurado v a la opinión

Itbu. pjgs. HC-. <>


UChu.i’r-MüIdfajL'lier. r ' llUfí-tUfó.
h'pi’ioht- i. V pá£S. 4U.'-4<5
un necesario seriante, ¡i la u v que procuraba dar paso a la conci­
liación.
Pero para disipar las dudas de los fieles hacia falta algo más. En
febrero del 8.15 se organizaron primer en Tliionville gratules cere­
monias expiatorias, en ocasión de celebrarse una asamblea general
el 2 de aquel rae»,día de la Purificación de la Virgen, y luego en la
basílica de San Esteban de Melz (a treinta kilómetros de allí) el
domingo de Quincuagésima, en donde, presidida poi el obispo de la
ciudad, el archicapellán I) rogón, medio hermano del emperador, se
celebró una misa solemne en presencia de atarenla y cuatro obispos y
de una muchedumbre de abades \ de dignatarios eclesiásticos
En Tliionville quedó anulado lodo el proceso del año 833 y cada
obispo tuvo que suscribir una declaración personal repudiando la
que había firmado en San Medardo de Soissons: en Vletz. el arzo­
bispo de Reims. Ebbon, tuvo, además, que desdecirse públicamente
desde el pulpito y desaprobar las medidas tomadas bajo su respon­
sabilidad artoy medio antes. Después de lodo esto y en la basílica de
San Esteban, Eudovico Inc solemnemente reconciliado con la Igle­
sia y se le \ok ió a colocaren la cabeza la corona imperial. Final­
mente, como broche que cerró aquel proceso reparador Ebbon
compareció el 4 de marzo, a petición del emperador, anie un sínodo
episcopal celebrado en Tliionville, donde se le invitó a renunciar ,i
su arzobispado y a redactar por su mano, una declaración en la que
decía mostrarse indigno de ocupar aquel cargo «a causa de sus
p eca d o s» .L u eg o , por una equitativa transformación de las cosas
de osle mundo, fue encerrado en un lugar de los alrededores de
Lyon. EJ arzobispo de esta ultima ciudad. Agobardo.\ algunos otros
prelados que estaban entre los comprometidos \ que. convocados ¡il
citado sínodo, no comparecieron. íueron condenados igualmente
en Contumacia a la pérdida de sus sedes.,iJJi
Pero estas medidas de represalia no un ieron otro efecto que el
de agravar la confusión de los espíritus, sin hacer solida la posición
del emperador. Difícilmente conseguía éste hacerse obedecer, [.ota­
rio esquiva obstinadamente todas las peticiones de explicación y de
acercamiento; vcoinnsu padre.cn el mes de mayo del 837.abrigó
por un momento d proyecto de m i Roma para arregla i allí lo> asun­
tos de la Iglesia, su primogénito se apresuró a fot mica r los desfilade­
ros \ puertos de los Alpes para impedirle el paso. Algunas

' Solirc esto y lo qtn jic u í . v iaje Siin.Mc» II. p.'iec Pft-I.M
Texiti en l¡i>. í~ i/.íí.i,1, ti, n. í ,vó. piR* * "-Ss v rn c.(;:n;o .t los hecho- Mil:-
liertfs. Sif.Mia. i 11. p £• l-t-ls"
’■ Sunsún, t II, r\iRS J3~-l-to
>jv- lun. Jhrtui.. jilos SJ5 y Jt.lI•
hit -n mo S,"

-tx
semanas mas tarde, justamente alarmado por la tímida de que loe
vikingos habían saqueado la isla de Wal dieren i el puerto de
Duurstedc en ios Países Bajos. Ludovieo Pío solicitó en vano de los
habitantes de las regiones amenazadas que contribuyeran a la
defensa de su sudo: en plena asamblea general, en Nimega. tuvo
que enfrentarse eon su renuencia. *
(Cómo, en tales condiciones, podía creerse aun en el restableci­
miento de aquella atmósfera de ccmlian/a indispensable para
eobei nar en paz?

V U ltimas disposiciones sl cesokias


Y MI I-R'lfc D t LL ÜOVK'ü PtO |S?7 K«J|

F.n adelante, parece que la única iden que obsesiona el espiritu


del envejecido emperador sea la de asegurar a toda costa una pane,
tan importante como sea posible, de la herencia de su último hijo, el
de Jtidii. ia esposa que sigue teniendo gran ascendiente sobre su
mundo. Para lograr sus propósitos, no perdona nada aun eon peli­
gro de enemistarse con sus hijos mayores, En octubre del 837.
dumnie la asamblea general reunida en Aquisgráti. el emperador
hace conocer los lerrilorios nuevos que serán cedidos ,il pequcóo
Carlos, pOT haber venido a parar, según se recordará. '- los anti­
guos. el año 833. en las manos tic I uis de Ba viera, al que Ludovieo
Pió trata de agradar provisional mente, esperando quesea su aliado
<Nn había tenido este hijo gran parte para el cambio de opinión en
su furor después de San Medardo de Soissons? ¿Y no le debía su
liberación? \ m. pues, los lerrilorios reservados a Carlos fueron
todos turnados del antiguo lote de Lotario.que ahora habia caído en
desgracia: constituían un vasto conjunto compacto que compren­
día las comarcas situadas entre el norte del archipiélago Irisón. el
estuario del Sena y el Mosa y que se extendía, pnrel sur. hasta Parts.
Etu tupes. Auxerre \ t roves.
Pero ¿estaba realmente dispuesto 1 uis de Ha viera a garantizar
este nuevo reparto Je territorios? No lo parece, pues apenas se dio a
conocer, cuando entablo conversaciones secretas con su hermano
Lotaiin. Prevenido el em perador tuvo con Luis dos tormentosas
explicaciones, después de las cuales lo ordeno evacuar inmediata­
mente todas las producías de Uermania (Alsacia el valle del
Main. Alamania. Recia. Sajorna. Turingia.etc.) que había ocupado

JJ Wi tu iilu S3"
V. .:ipr<; p.ij; 2-11
• IMi « ir . lilis S.V
,1 ral? de los acomectnueiuosdel S33, v limitarse a su reino de navie­
ra: ' IJ cs(o significó la guerra abierta: Luis de Rnviera se lanzó sobre
Francfort en noviembre del 108. \ su padre, en respuesta, unas
semanas después, a comienzos del 8 » . se adelantó contra él con im
ejército para rechazarlo al interior del país bávaio. ‘
,Hacía quien dirigirse entonces para asegurar el porvenir de
Carlos.' Pipino de Aquiiania, debilitado desde hacía algún tiempo
por la enfermedad murió en diciembre del 838. dejando hijos min
menores. <i*6 la ocasión parecía excelente para acrecentar más loda-
via la parle del hijo de Judil. Pero la prudencia más elemental indi­
caba entenderse a este respecto con I.otario, el único de los dos hijos
minores que le quedaban, con quien aún no se habían conado lus
puenles de manera oficial. En la primavera del 839. se pudo concer­
tar un acuerdo: l.otario fue de nuevo a solicitar perdón ante una
asamblea general, reunida en Worms el 30 de mayo, y entonces se
procedió a un último reparto de toda la herencia imperial en benefi­
cio de I otario y de Carlos, dejando al rebelde Luis únicamente
Bu viera. Los letritorios restantes se dividieron en dos partes de valor
sensiblemente igual. \ Lotario. en su calidad de primogénito, fue
invitado a elegir primero la parte que le correspondía De acuerdo
con esta elección, su reino dchla compremier, en conjunto, adeptas
de Italia, todas las regiones situadas al este del Ródano, del Saona y
del Mosa: el de Carlos, las comarcas simadas al oeste de esta linea,
además de la Provenza y de lus condados de Ginebra, Lyon,
Clialon-sur-Saóne y Toul fste reparto entraría en vigor el mismo
día Je la muerte del emperador 1 l os dos hermanos prometían
ayudarse mutua mente: pero no se hablaba para nada de Imperio,
I otario y Carlos quedaban situados en un plano completamente
igual
Después de veintidós años de luchas, en las que constantemente
se había alegado la unidad del Imperio \ de la Iglesia, se volvía a l.i
costumbre ancestral de los repartos en lote.' arbitrariamente delimi­
tados. sin consideración pura los supremos intereses de la cristian­
dad —a la que. sin embargo, comenzaban a poner por entonces en
serio peligro los ataques de los pirulas normandos— ni para la está­
bil idad de los compromisos adquiridos bajo la Je del juramento: y
para colmo de desdichas, el Imperio se hundía en la anarquía \ en
las guerras civiles. Nadie -e sentía seguro del día de mañana: los

.íjni /teMiii. .lito SiS.


'* Saman, t II. pags í'^í v s i k ^
W«ir rjS"
J h i¿ » , i ll.pVij;>.2ficOW. I (i-idxin'.eviK liáis so i los Inmí.Y.i /Ymiriil'n.fi Sie.1
A'Tin.euyj i.-jacciiSn p¡mi c-v iv iiick -tere .il utispo tic 1:o;.fc Prudencio. >. -iJ:-
ni i', I Ihvnnu iis h» Jn/iu ,/-■ ,, /V„ Ju ViharU. I. n-7
lililí ¡iros de los cargos civiles o Je las dignidades eclesiásticas esta­
ban en peligro, a cada momento, de ser destituidos: más que minea
se liabía convertido en obsesión el afán de obtener dignidades y
empleos. Imposible dudar de la grave dolencia que corroía al I nipC-
rio. cuando vemos que los últimos meses del tan turbulento reinado
de Ludovico Pin se pasaron, desde el verano del 839, primero, en
aplastar a la Aquitania sublevada por la desconsideración con que
se disponía de su territorio en perjuicio de los herederos Je Pipi-
no. ,u y luego, en preparar una nueva campaña contra Luis de
Bavicra, que seguía manteniéndose en estado de rebelión ^'U nica­
mente la enfermedad, y luego la muerte del emperador (20 de jimio
del 840), salvaron a aquel mal hijo del ejemplar castigo que su padre
se disponía entonces a aplicarle.
Ciertamente, se estaba lejos de aquel ideal de paz y de concordia
untas veces preconizado al comienzo del reinado.

s" C f. 143-151
w,> Sims-.m. (. II. púgs.
" MiVi. yijtt 2: 7031 .

1S|
LIBRO TERCERO

DESMEMBRACIÓN DEL IMPERIO


1
CAPÍTULO I

REPARTO DE LOS TERRITORIOS Y PROGRAMA


DE CONCORDIA

Al comenzar el venino del 840 no sólo no quedaba nada del


helio programa trazado por Ludovico Pío inmediatamente después
de su ascensión a! trono, sino que todo hacia pensar que el Imperio
fundado por Carlomngno estaba destinado a una inmediata desa­
parición. Y, sin embargo, el Imperiocarolingio va a prolongar bas­
tantes a ó os aún su existencia, adaptándose a las circunstancias
nuevas y revistiendo aspectos también nuevos.
No obstante, hahia un hecho cierto: ha pasado ya la ocasión que
en su momento pareció propicia para fundir en unidad política los
territorios agrupados diversamente bajo la autoridad franca. Esos
territorios salieron de las manos de Ludovico Pío divididos, desga­
nados entre varios principes, sin que pueda preverse cómo se lle­
gará a establecer entre ellos el equilibrio.
La Aquitania. cuyo particularismo tantos esfuerzos hicieron
Carlos Mattel. Pipi no el Breve y Carlomagno para reducir, se man­
tiene obstinadamente renuente a todas las tentativas de absorción.
Quiere un re\ suyo, aunque sea un carolingio, y se alza casi uná­
nime para apoyar al joven Pipino II. nieto de I udovico Pió. a tin de
oponerse a que su territorio sea incluido en e! reino de Carlos, es
decir, quede reducido al estado de simple provincia.4ÍI
Carlos —el futuro Carlos el Calvo— no admite, sin embargo,
que se le desposea de aquella región Tiene diecisiete años, está cu
la plenitud del entusiasmo y lo estimula su madre, la ambiciosa
Judil: por ello se encuentra decidido a mantener integramente los
derechos que le corresponden por el reparto de Worrns, Pm su
parte. I uis de (tuviera no renuncia a ninguno de los lerritoiios
que. aprovechándolas turbulencias pasadas, bien htibia ocupado

’?l Ci A uzms. paes 1i"7-1 .<>.

•K«
electivamente o hicn se dispone a ocupar: pronto será llamada l uis
el Germánico, que es. lumhicn. la dctwmi unción que corresponde a
sus esperanzas. En cu unto u 1 otario, sólidamente establecido en
aquella Italia en donde desde hace algunos años se acostumbró a
actuar como ti licito, no dejó un momento de llevar el título de empe­
rador \ quiere intervenir un calidad de tal cuando menos trata di­
solver a posesionarse de todos aquellos territorios que sus herma­
nos no podrán defender: pero estaba claro, desde junio del año X-4fi.
que le iba a hacer falta limitar sus pretcnsiones, si querrá evitar que­
sos hermanos se alzaran de nuevo contra el.

I. L l CHA t l t LOb 1 RfcS MÉRMANOS


V .11' RAM ENTOS D I ESTKASÜL'KGO

Pero este hecho, que resultaba evidente para cualquier observa­


dor imparcial. no lo era para el mismo I otario, a quien obsesiona el
penoso recuerdo de la ocasión fallida del ti.í.V Para nada tenia en
cuenta los juramentos prestados en VVorms un año antes; \ Iré aquí
que. una vez mas, blanda un su mano la constitución del año SI 7 y.
aposándose en el titulo imperial que entonces se le habla conce­
dido. teclama toda la herencia paterna. No sólo, al saber la muerte
de su padre, se apresura a tomar posesión, cunto era justo de los
territorios que le coi respondieron en el reparto de VVorms. \ particu­
larmente riel palacio imperial de lngelhcim. en donde establece su
residencia en agosto del MO, sino que desvela la voluntad Je ejerce i
su autoridad en los territorios ocupados o reivindicados poi sus
herma nos.
I n cuanto llega a Ingclheim. promulga, en calidad de «empe­
rador augusto», un acta orgullosamente lechada en «el año I de
su regreso a Francia fin i-rvm'itt} como sucesor de su padre». I n
ése diploma declaraba que «de acuerdo con el consejo de los
obispos» restablecía en la sede de Reims. «perdida por servir su
causa», al arzobispo Ehhori. ■ ’ depuesto el fc¡3Ñ como vimos, en
castigo del papel desempeñado por aquel prelado en San Me­
dardo de Soissons Ahora bien. Reims. en virtud del reparto de
VVorms. estaba en los territorios de Carlos, la provincia eclesiás­
tica sle que era metrópoli .se hallaba igualmente y por en tero den­
tro de ellos. \ los veinte obispos consultados, cuyo asentimiento
se hacia constar en el diploma, eran, sin excepción, extraño' ..
aquella provincia.

° í: IhL ' II n V« lll-ll v. p.i:.i tu te. hii.el. l5éhn-.cr-M0lilh .iehci.


n.- '«'**
:.vi
A este flagrante abuso tic autoridad. que quebrantaba lamo las
ivglas «Id derecho canónico como las conven¡encias políticas,
siguieron inmedintamerne otros más graves todavía Después de
una hábil preparación diplomática. Lotario. en los comienzos de
octubre, invadió las comarcas entre el Mosa y el Sena, que habían
sido adjudicadas a C arlos en el reparto de Worms. I.os proceres lai­
cos v los eclesiásticos, sobre quienes había ejercido, en las semanas
anteriores, una tremenda presión amenazándoles con desposeerlos
de su* cargos y dignidades, se adelantaron a recibirle, entro ellos
estaban el abad tic San Dionisio. Milduino. v el conde de París.
Girare! fcl UJ de octubre se instala Lotario en el palacio de Vei. cerca
Je Senlls: poco después llega al Sena \ luego avanza hasta el Loira
Carlos, que entonces combate con los aquitanos opuestos a recono­
cerle. no se encuentra en condiciones de combatirle. Por su parte,
tampoco Lotario, cuya retaguardia está amenazada por Luis «í Oer-
immuti. desea, de momento, llevar más lejos su avance v conquista.
Por esto se concierta entre el y Callos, frente a trente en las inmedia­
ciones ilc Orleáns. una tregua fumada en noviembie.según la cual
Lotario conservará provisionalmente los territorios que habían
caído en su poder, es decir, las comarcas entre el Mosa > el Sena y
una jume de los condados entre el Sena v el Loira, y Carlos acep­
taba. hasta que se llegara a un arreglo definitivo. limilarsu acción a
las provincias que no habían virio ocupadas por los ejércitos de
su hermano.
Inmediatamente después. Lotario se dirigid coima Luis el Ger­
mánica. que. en cuanto le concernía, minen reconoció —como era
natural — el repullo do Worms, que en gian parle ve había realizado
:i sus expensas después de su desavenencia con su pudre. Si Lotario
se apoya cu el acta del 817 para reivindicar sus derechos a Indo el
Imperio. I niv se parapeta para defender los suyos en los acuerdos
del ano S33. subsiguientes a la deposición de 1 udovico Pío. \ por los
cuales se le había adjudicado, además de lía viera, la tnavoi parte de
las provincias propiamente germánicas tSajorna. Tunngia. el valle
dd Main. Abacia. Mamama. Recia, etc.) Desde el momento en que
Lotario paso al norte de los Alpes. Luis untó en vano de impedirle el
acceso a las regiones de las que se considera legítimo heredero; no
pudo evitar que se apoderara, desde el primer momento, de Alsnci.i
(julio y agostoilel 840) ni de Worms y Maguncia. 1Sólo la interven­
ción de lotario en el reino Je Callos permitió a Luis evitar de
mo memo, el ataque que su lien nano mayor preparaba contra los

" s.it'ií IikIoWi .i li'.'fiúi. iej-r l.oi y Hj]plii.:i./.*'fl jw. <kOai-J.j-!<■• ¡/iwnv, l I,
|>-igs i4*-il
C l HriJuni.t-MiililtMvliei.tr uHiS-lil I i.v- i l,
otros temiónos más orientales. Pero no era sino un aplazamiento,
t n cuanto (.pialó concertada la tregua con Carlos. Lotario solvió al
ataque. Un abril del S'41 cruzóel Rincereade Worms ytratódereini-
ciar en las comarcas del río Main la operación que tanto éxito |¿
había proporcionado entre el Mosayel Loira Abandonado por una
parle de sus fíeteles, a los cpie Lotario había logrado atraerse por los
mismos procedimientos que en el reino de Carlos, I nis se vio obli­
gado a replegarse dcmro de Baviera.w
Tanto en Francia como en Ciermania. la diplomacia de Lotario
se ingenió para lograr defecciones de los /ir/e/es de sus hermanos,
empleando para ello mayores ofertas de dignidades o bienes v el
imponerse a ellos como el sucesor legitimo de Luden ico Pió en toda
la extensión del Imperio Pero la identidad de peligros que corrían
acercaba instintivamente a Luis W (ktm ánko y a Carlos, futre
ambos luibo conversaciones que condujeron pronto a una alianza
contra el adversario común, ni que su unión tenia todas las probabi­
lidades de reducir. En efecto, por los tíos fíenles tuvo Lotario que
ceder terreno. En el oeste, a fines de marzo del S41. ( arlos atraviesa
el Sena.al sur de cuyo rio se habla comprometido a mantenerse pro­
visionalmente: después logra apoderarse de París y llegar hasta 7 ro­
yes: en mayo avanza hasta C'hillons-sur-Marne.w Poi el esle.
victorioso I uis el 13 de aquel mismo mes en el Ricssgau.cn los con­
fines de llaviera. fuerza, por su paite, el paso del Rin y avanza ni
encuentro de su joven hermano I a unión de los ejércitos se verifica
poco después. ‘
Parecía inevitable el choque entre sus dos ejércitos reunidos
con el de Lotario. que había, a su vez. itlo en busca de su sobrino
Pipino II de Aquitania.el rival de Carlos, al surtid Loira, La bata­
lla tuvo lugar el 25 de junio en Fonlenoy-en-Puisaye, cerca de
Auxerre. y. después de diversas alternativas finalmente terminó
con ventaja para I uis y Carlos, sin que. no obstante, los venecdo-
ics. también agolados, pudieran perseguir a su hermano en
luga.
Así. pues, este ultimo no se consideró derrotado, desde Aquis-
gran v luego desde l Itionville. adonde se replegó, reemprendió sus
maniobras cerca de los IhtrLw de sus hermanos y. para comenzar,
preparaba una nueva ofensiva contra Carlos Pero esta ofensiva
iniciada en septiembre, terminó con otro fracaso rechazado sobre

Dum i iln (« » •( ./r> u'tuuK Rt>. « 1 el.. 1 | IJS. Holline:-


M il h h iJ ic i r. ‘ lllS.v V IJti'líi
, ''1 l.ot > Itnlpticn. r-')0- - I - "
■*' nümnilor I. pag |S |: niiluiiei-Mühü'íUliet. n. l> W /\i-
” I o! i Hiilphen.
1 Itiilinver-MuMI' iclicr. u.r lusan-tus'rf
rl Sena, no pudo impedir 1.otario que una ve?, más Curios \ Luis
unieran sus fuerzas. L.l 1-1 de lebrero del H42. los «los hermanos se
encontraron en Estrasburgo.} con plena conciencia de la necesidad
de una inteligencia duvadera para hacer frente a los peligros comu­
nes. concertaron entre ellos una alianza defensiva en medio de
excepcional solemnidad. '
Los juramentos que entonces cambiaron— los famosos «jura­
mentos Je Estrasburgo»— nos han llegado a través de su primo, el
historiador Nithard. hijo bastardo de una Je las hijas de C'urlo-
magno, Je Berta, y del célebre poeta Angilherto, al que debemos un
animado reVqto —escrito antes del verano del N44— de las luchas y
Je las negociaciones llevadas a cabo unte sus ojos, entre los suceso­
res «le Ludovido Pió. * Cada uno de los dos hermanos juró pública­
mente en Fjdrasbrugo. Luis «en lengua románica» [o romance] tes
decir, en francés), para que lo entendieran los soldados de Carlos, y
Cat losen lengua germánica, para ser comprendido por los soldados
de I ais. sostener sin desfallecimiento a su compañero y no concer­
tar trato alguno sino de acuerdo con él:

■Por i?t jjiiui de Dio>, por la salvación del pueblo ciis-tumi > por mteslr.i
común salvación, rn tamo Dios me conceda vaher > podrí, astillaré en lo sucesivo
ti ésto mi birmano i le aiixiliuiécn todo como se debe. según la equidad, socorrei
i tiii llorín Jiro, siempre i|uc el haga tn mismo conmigo: y jam ás concluiré con
Lnutro nin.eün acuerdo ijne. por mi voluntad, pueda per¡udicjr a mi her­
mano

Después de esto, los representantes de cada uno de los dos ejérci­


tos jura ton igual mente cada uno en su idioma —los de I uis. en ger­
mánico. > los de Carlos, en francés—velar por el mantenimiento de
los compromisos adquiridos:

-:S' I oic (o Ccirln') obséiva el j.irrímenlo i|Ue ha prestado .1 su hermano Carlos (o


¿uio v Carlos (o I. dííi mi sertur rnmpé por su p,tire el suso. juro que si no puedo des­
liado de hacerlo, jituis le dure mi aluda comea Lilis <0 CaritM.x

Asi. por vez primera tul vez. aparecían olicialmente los pueblos
como testigos en una lengua inteligible pava todos y quedaban tam­
bién asociados a los compromisos adquiridos por sua soberanos. 1.a
alianza 110 se concertaba tan sólo entro lu is \ C arlos, sino entre sn>
fíleles, a quienes, por mecho de una arenga previa, ambos reves
habían explicado el alcance del tratado, utili/ando lambión de lal

l cuy Halphcti. pjgs.


ÍJíin paps -T-is.
\iiliu id . I !I cd. L-uci.p.iev Im.ios.ccirt un iflcsmiil ciulc tus |u>:iit,is
misma manera la lengua francesa o la germánica, que era familiara
la mayoría tte sus o y e n te s.N o v e d a d sobresaliente que nos ha
valido además, la conservación del texto original de los juramentos
pronunciados, venerables testimonios del francés primitivo.

II. T r a t a ijo nr- V c r d ú n

No sólo habían señalado en Estrasburgo Luis y Carlos su inque­


brantable voluntad de vincular su suerte para protegerse contra las
empresas de l.otario: parece que también comprendieron la necesi­
dad de un entendimiento duradero del que podría renacer cutre «el
pueblo cristiano» aquella «concordia» y aquella «unanimidad»
cuy a necesidad con tanta frecuencia bahía sido destacada tanto poi
la Iglesia como por los mismos emperadores. Antes de cambiar los
juramentos de que acabamos de hacer mención lo- dos monoicas,
en la arenga con que los hablan precedido, insistieron precisamente
on la esperanza que alimentaban de trabajar de aquella manera por
el «bien de torios» y por el restablecimiento de la «paz» por medio
de «la justicia»; “ e inmediatamente después del acuerdo, toda su
actitud parece estar calculada para subrayar su ilesa) do rehacer la
unión; el historiador Nithard. que los acompañaba, nos los mues­
tra “ viviendo juntos bajo el mismo techo, en una estrecha \ frater­
nal intimidad, comiendo en la misma mesa, comunicándose sus
cuidados y sus alegrías; nos muestra cómo aquella perfecta «con­
cordia» - -palabra que brota espontáneamente de su plu nía— se iba
extendiendo poco a poco, desde los reyes a sus súbditos, que sejuu-
laban para sus juegos en grandes torneos «uvniil la lettie». cu los
que todos, «sajones, gascones, auslmsianos, hretones», mezclado»
en lu emulación confiada. olvidaban sus diversiones de origen para
sentirse de nuevo miembros solidarios de una misma comunidad,
la del gran «pueblo cristiano» con la que habían soñado Lado-
magno v Ludovico Pío.
Mientras tanto. Lotario. que había creído poder aventurarse pin
el valle del l.oirn\ haslael Mame, dándose cuenta de la futilidad de
estos circunstanciales avances, se replegó sobre el Rin y desde el
palacio de Sin/ig, a unos treinta y cinco kilómetros más arriba de
C’oblen/n. rechazó, a mediados de marzo del 842. los ofrecimientos
ile entablar negociaciones que sus hermanos le hacían 1 ' Estos.

Lm v H¿lolien jiáe-, r '


* Niih.mt. I. 5.
Niihml, 1 (i.
Lu! , Hnlplu'ii. pna*.
reforzados por la llegada de destacamentos procedentes de Lici ma­
nía. decidieron terminar aquello entonces. CI 18 de marzo entraron
en Coblen ¿a. franquearon e! Mosela y se abrieron paso hacia Sin-
zia, que Lolariu abandonó al día siguiente ( IÓ do marzo), dirigién­
dose a Aquisgran, seguido do cerca por las fuerzas adversarias He
Aquisgrán también se salvó, llevándose los tesoros y los ornamen­
tos imperiales; reemprendió su marcha, esta vez hacia el sur. como
si. renunciando a la lucha, abandonase a la vez sus derechos al
Imperio y se dispusiera a ir a encerrarse en Italia.
Asi lo creyeron al menos Luis v C arlos. Ya en el palacio de
Aquisgrán. del que tomaron posesión inmediatamente, hicieron
con los prelados y clérigos ríe su séquito un balance de la situación.
Sejuzga la conducta tic Lotario y se establece la relación de sus per­
jurios. sus violencias y de los males «que lia causado a la Iglesia por
su avidez»; se establece la prueba de «su incapacidad para reinar».
La asamblea considera por unanimidad que su luga es un electo de
la «voluntad do Dios» que «por un justo juicio» lo ha desviado «del
combate y luego de su reino» en «castigo de sus crímenes», v de osla
manera ha «devuelto el gohiernodcl Imperio a sus hermanos, mejo­
res que él» Apoyados en estas premisas, los prelados, intérpretes
fíelos del pensamiento divino, después de estar seguros de que I .uis
\ Carlos se disponen a gobernar como buenos reyes y «de acuerdo
con la voluntad de Dios», les invitaron a hacerse cargo de la heren­
cia vacante v a proceder a repartírsela. w
l na vez más se volvía Je esta manera al sisiema demasiado
cómodo del «juicio de Dios» con un clero dócil a los señores de!
momento, al que se invitaba para que. en determinadas ciivunsum-
cias. diera al respecto el comentario epte convenía. Como e.s com­
prensible. no se hablaba, ni por asomo, del régimen instaurado el
año Si 7: «el reinn», «el Imperio».subsistía, y nadie pensaba en dis­
cutir la unidad del «pueblo cristiano»; pero, al mismo tiempo, cu
aquel palacio de Aquisgrán. todavía poblado por el recuerdo de
Cari omagno y del que Ni! ha id dice, bajo el electo de los acón teci-
mientos. que «era entonces la capital de Francia» (es decir, del
reino de los francos), se decidió, en frió. que. cutre los do> reyes
considerados vcnceilorcs.se procediera a un nuevo reparto en dos
territorios equivalen les de toda la herencia y que Lotario quedara
limitado a sti reino de Italia; y. pasando seguidamente de la inten­
ción a la acción se designó una comisión para determinar las
fronteras

" /irti, i'.nos. Si.ioJ.


N i u i J . 1\ I
l.i'l j Halphcu. i'. iij. 5.V

>1
Lo que cMe repullo lúe licué poco impul tanda, pues resultó inás
efímero aún que los anteriores, Baste decir que la paite de Luís com­
prendía el conjunto de territorios germánicos, con la {"lisia, y la de
Carlos, el de los territorios situados al oeste del Vlosa. mas Aquita-
nia y. verosimilmente. el antiguo país de las burgondos y la
Proven za. ,?CI
I otario intentó entonces un último esfuerzo diplomático para
salvar cuando menos una parte Je lo que ocupaba Refugiado, no en
Italia, como se liabia creído y esperado, sino en Lyon. en donde
pudo reorganizar un ejército, reanudó el hilo de las negociaciones
con sus hermanos. Aceptando, aquella vez. no prevalerse de su
título imperial, u. al menos, no exigir nada en contrapartida, logró
que se aceptase inmediatamente el principio de un reparto teirito-
rial en tres reinos: y. después de los inevitables regateos, se estable­
cieron las bases de un acucíelo en una entrevista que los tres
principes celebraron en los alrededores de Mácon el 15 de junio del
S41 Tuvo. nnohslantc. que transcurrir más de un arto de agrias dis-
ptilas y de múltiples conferencias entre los- delegados de los copartí­
cipes miles de convertir este acuerdo de principio en un tratado
definitivo, que piulo finalmente sellarse cu una nueva entrevista de
los tres príncipes, en Verdún. en el mes de agosto del 841 Fue el
lamoso tratado de Vcrdtin que. no obstante las modificaciones que
ulteriormente hubo de sufrir, se mantuvo poi mucho tiempo como
mapa territorial de Fu ropa.
Las cláusulas de este tratado, cuyo texto, por desgracia, no se ha
conservado, son las siguientes:
El conjunto de los temiónos que componían el Imperio se
repartía en ires zonas consideradas equivalentes. A Luis, se le
cedían los países germánicos Y sus anexos al norte de los Alpes y al
este de! Rin. completados por los tres condados de Espira. Wormsy
Maguncia, en la orilla izquierda de este rio. asi como todo el país de
los aluminios y la Recia (Crrisones y Fugad ina}: en cambio, quedaba
lucra de esta zona, al norte, toda la Erisia A tarlo s se le entregaban.
Je norte a sur. las regiones situadas al oeste del Escalda, luego todo
lo occidental, a partir de una linea que llegaba a la comarca meri­
dional de Camhrai y la Je Sedán, pura pasar en seguida por los
Gemías, el salle superior del Mame, la meseta de Lancees, el Siona
Icor una pequeña cuña sobre la orilla izquierda, a fin de contener
iodo el condado Je C halón), dejando al este los de L.yoii. Vivar y
L'/ege y alcanzando 11nal mente el Pequeño Ródano al sur de
Ni mes. La larga Irania de territorios comprendidos entre el reino

¡Jan pg? ■O-?-*


lil,m piijis vl-to.
germánico del estoy el reino frunces del oeste, se dejaba, juntamente
con ludia, a Loiario. cuyos Estados se extendían así desde el norte
Je Frisia hasta la Cam panil. El palacio de Aquisgrún. la región de
las Ardenas \ la comarca entre el Masa y el Rin, cuna Je la familia
|tfrnUllK'a| carolingia. quedaban incluidos en esta zona. He esta
manera, al final, se venían hasta cierto punto o consagrarlos títulos
Je Loiario a un trato de favor en consideración a su calidad de
mayorazgo c implícitamente, quisiérrtse o no. a su titulo Lie empera­
dor, que continuaba usando.
El reparto se hacía de manera qtttt entre los tres hermanos
viniera «disponerse la herencia Jel emperador difunto, lo imis equi­
tativamente posible. Varias consideraciones se tosieron en cuenta
para esta determinación.
En primer lugar consideraciones de conveniencia políticas per­
sonal. ya no era posible separar entre si a las comarcas germánicas
cedidas a Luis cuya posesión a éste resallaba indiscutible. Los jura-
memos Je Estrasburgo demuestran que ya se tenia conciencia de
que su intimo parentesco lingüístico y su sumisión a Luis era un
hecho incontestable muchos artos antes Je aquel tratado Por lo que
concernía al reino del oeste cedido n Carlos, si bien su-, fronteras
orientales cían muy discutibles y si Aquiiania aún se man tenia en
rebelión, estaba lucra de Judas que tanto histórica como lingüísti­
camente formaba también un conjunto homogéneo, cuya atribu­
ción a otro que no fuera Carlos, hacían sumamente difícil los
aconlecimicnlos de los últimos años.
Lo más delicado había sido disponer para Loiario una zona tal
que. aun conservando a Italia, en donde reinaba desde hacia mucho
tiempo, no quedara, no obstante, excluido J d «reino Iraneo» y en
especial de las antiguas comarcas llancas, en las que sus hermanos
iban a seguir ejerciendo su poder. De ahí la idea de seccionar tales
provincias, llamadas todas comúnmente entonces «1 rancia», en
tres trozos: para Luis, el del irás-Rin o «Erarían oriental» i f nim iti
oriemulis). de la que lo esencial estaba formado par el valle del Main
y queco sentido restringido se llamahaentoiK.es también «Austria»
o «AiiAirasia»; para Carlos, el de entre Musa > Sena, o «I rancia
occidental» 'handooccidcnialis),denom inada también <>\e u s irin»
para Loiario. el de entre Musa \ Rin. que en adelante será la «I ran­
cia media»'. De esta manera los tres hermanos podrían llamarse
igualmente «reyes de los francos »(reges Fnincortimi y efecln ámente
van a remarcada uno de ellos sobre una porción de aquel «remo de

I si.-termina dcjóvlcsde entonces de designar la parte cíe l¡i,iiiflg«i.\ Aiim i ¡.. i i


sitii¡ula c u t r e VIos.! y Rui, S -„ se[tlidi>reMtiii,-,iilae$t;i dem ostrada.c-tilicali.» i i i i Ii k c s .
p< i la s Anuir. l!tinuiiin\ ■/■' Vi í í : Hiilti:
REPARTO DE VERDÚN
( 843 )
Regiones no inc’uidas
□ en el Imperio Carolirg.o
I ~1 Poses ones bizantinas
(--------- 1-------- *-------- •-------- ■
<
los truncas» /n'gntau Framoruna, cuya unidad ideal no quedó des­
unida por el nuevo repinto, como sucedía rail los anteriores desde
los tiempos de los lujos de Clodoveo.
Uno de los más arduos problemas debió sorel de la distribución
de los Jiddes. en el sentido civil del vocablo, l odo nuevo reparto de
lerriiorins se enfrentaba, en efecto, con la espinosa cuestión de la
transferencia de obediencias. Cada monarca tenía su clientela de
fidetes o de vasallos que le hablan prestado personal juramento de
fidelidad y a los que era necesario dar satisfacción distribuyéndoles
cargos y dignidades, ya que nadie estaba autorizado a conservar
heinfidos ni varios reinos. es decir, a reconocer como señores a
varios reyes o súbditos de varios reyes. Asi, la permuta de territorios
volvía a plantear cada voz las atribuciones ya realizadas, pues todo
nuevo titular dehia contentar a aquellos que habían abandonado a su
antiguo.ftVJrtrpani adherírsele. La lectura de los historiadores de aque­
lla epoca. en especial de Nithard y la del epistolario que nos lia llegado
de aquellos días turbulentos, '■''demuestra las complicaciones que sus­
citaban estas modificaciones riel mapa político, y Nithard aie.stigua.de
manera formal, que el problema de las (ierras que icnian que distri­
buirse ,i Uis fideli’s gravitó con tremendo peso en las negociaciones que
desde el X42 sostuvieron los tres luios de Ludovico Hin
La complejidad de los problemas a resolver explica la extraña
apariencia del estatuid territorial elaborado en Vcrdun: hubo que
conciliar demasiados intereses divergentes, satisfacer demasiadas
ambiciones contradictorias, especialmente las de I otario, cuya sin­
ceridad seguía siendo dudosa v cuyo deseo, demasiado visible, era
disponer los medios para solverá lanzarse a la conquista Jcl Impe­
rio en detrimento tic mis dos hermanos.
Con todo, antes de separarse, los tres ¡tiraron solemnemente la
paz sobre las bases territoriales que acababan de sci establecidas, y
sus inicies confirmaron este juramento, cuvo texto fue remitido
inmediatamente al Soberano Pon tí fice,"

111 PltOGKAMA or- CONO")RUI.A

I;s1e último detalle no debe olvidarse L n la confusión en que se


hundió el Imperio después del N33.apuiecia la Iglesia como la única

Ve.iscrt a. u d e repartadel "lo snh irl Vi O /M ií/ i 1.i 1>, oag. I.SfcíMfc-
KCtU'c fuiwTiv ilíl S' ' »rt. "5 ( í ¡>m, i t 136. i ... I12r. r¡ :iei<i cte repino del >*5J. jrl.
'fV.y<:/nf V 194. |Mg. ” i
VOaiiMí l.i* surtas .Id Cgínliiinlix üd l-nrM ír d- Tos»l. tx.
L"(. Lot y Hntphen. pii.-. íe
" Idem. r :»gs t'.'-í’tv
capaz tic salvaguaidai la unidad del «pueblo cristiano», cuyo go-
liierno acababan, una vez más. ele repartirse los hijos de Ludovico
pío. Pero.a talla de un emperadoi que tuviera autoridad sobre toda la
cristiandad, la Iglesia y su cabeza se convienen en depositarios de
aquella idea que hasta entonces, había encarnado el emperador. Ya el
año 806. cuando C arlomagno decidió el leparlo de sus Estados entre
sus hijos, la Santa Sede había sido oficialmente informada de ello \ el
papa León III lúe invitado a suscribir el acta, eomn.si Carlnmagno
hubiera comprendido anticipadamente el importante papel que
estaba reservado a la Iglesia, después de el, en c! plano político. I ra
ella, en efecto, la que ante la crisis del poder temporal, arrebatado por
el torbellino de las luchas intestinas, iba en aquella sazón a hacerse
cargo directamente de la defensa de la unidad cristiana y a entregarse
sin desfallecimientos a rehacer, a toda costa, el acuerdo necesario
para salvar la cansa a la que está vinculado >u propio destino.
Por otra parte, fue menos el papado que el alto clero, particular­
mente el del reino Je la «Francia occidental» —la actual I rancia—
quien asumió al principio la actitud de defensor de la unión, ante
torio, para salvaguarda de la civilización cristiana. En noviembre
del 84.1. mientras Carlos lucha por doquier con una fatiga ble ener­
gía a fin de someter a su autoridad las provincias que el tratado de
Verdiin le adjudico dejándole el cuidado de conquistarlas, el epis­
copado franco.cn ocasión de una asamblea reunida en Coulaines,
cercarle Mans. propusoal ¡oven monarca el texto de las deliberacio­
nes que el rey. Je buena o de mala voluntad, promulgó inmediata­
mente. y aquel texto era significativo."s
Comienza con una evocación ríe los obstáculos que luiu debido
ser vencidos para llegar a restablecer la paz entre los tres hijos de
Ludovico Pió y. por medio de un reparto del remo paterno, permitir
a la Iglesia y al pueblo respirar con sosiego después de tan crueles,
sufrimientos. Pero, continuaba el redactor, el mal subsistía, ) no
podrá ser conjurado más que por «la unión en la obediencia de
Dios.en la veneración Je la Sama Iglesia, en la fidelidad al rey. en lu
voluntad de afirmar y mantener el honor que lees debido, dentro de
la paz. la concordia y la amistad sincera», en otras palabras, pin la
voluntad unánime de restaurare! concierto entre lodos los ensíla­
nos en el interior del reino franco. Las decisiones lomadas lo lian
sido en común y están formuladas «con voto unánime», ya que
todos observa el redactor, «no forman sino un cuerpo tic la única
Iglesia» v sólo piensan en el «provecho común».

bi>uifa rouilcf. aun StH\


" ' f uf-iliit t II. n 2?4. p á i ; . ' . fel lexiocsiá nnalizsdn y coaii'M’.iklii n .
I mí > 1lalphsn 'JI-95
Distribuidas en seis articules. estas decisiones lenian por objeto
deierminar las precisas condiciones de la ansiada restauración, seña­
lando su deber a cada uno: para torios y ante iodo, «honrar»' los icni-
plos val clero:en .segundo lugar, «honrar» al revy servirle reclámenle:
en cnanto al mismo rey. «honrar» a.m is /ií/e/es-. es decir, irata ríos según
«la razón y la equidad»; en enano lugar, ay udar al rey a cumplir con
esta regla y vclai para que no se ejerza presión sobre él en beneficio de
intereses particulares: en quinto lugar, en caso de que el rey falte a la
antedicha regla, advertírselo fielmente, aunque con el respeto debido
a la «sublimidad de la realeza»: finalmente, en sexto lugar, tratar de
atraer de nuevo a respetar a ese «vinculo de caridad» > ese «pacto de
concordia», «amonestándole en sentimientos de amor cristiano» a
todo aquel que se baya atrevido a quebrantarlo y. caso de no conse­
guirlo. ejercer rigurosamente e! castigo contra él.
Como se ve. se trataba de poner en práctica, dentro de uno de los
tres reinos salidos del desmembramiento del Imperio, pero con nn
espíritu que los hacia fácilmente tras huía bles en su conjunto, aque­
llos principios generales ya formulados en los dias de Carlnmag-
0 0 “’' y mantenidos por su inmediato sucesor durante los años
primeros de su reinado. Se referían a la idea de la Intima .solidaridad
que debía unir entre ellos a todos los que constituí a 11 el «pueblo cris­
tiano». Como hermanos en Cristo, sólo por el concierto de sus bue­
nas voluntades liarían triunfar entre ellos la paz y la concordia, sin
las que no podía haber salvación para la cristiandad: esta era como
un solo cuerpo a cuya vida todos los miembros contribuyen con
inlima \ armoniosa cooperación
Cavlnmafino se había referirlo ya a la ututniouilud indispensable
entre todos sus,subditos: pero, en cuanto a él mismo, se consideraba
como dueño absoluto ríe las decisiones que debían turnarse y como
responsable sólo ante Dios de sus iniciativas Desde entonces, el
poder imperial había atravesado por muchas vicisitudes \ la ele­
vada autoridad moral de que disponía mi Cnrloniaguo había ten­
dido insensiblemente. 11 pasar de manos riel soberano a las ríe la
Iglesia A lo largo de los turbulentos años que el Imperio liabia
vivido desde el 829. la Iglesia no había dejado de recordar, en térmi­
nos cada vez más apremia mes. que si los reyes estaban elegidos poi
Dios para velar poi la salvación de los pueblos, también ella tenía
por misión velar por la salvación dolos reyes Sólo merecen conser­
vare! poder los principes que gobiernan con justicia y que por ella
aseguran en medio de la paz el reino ríe I )¡os sobre la I ierra. " De
torio esto lo- obispos, en su demanda dirigida :il emperador después

‘ 1 V'c.i-e Au/Ta. p;rg. 1/4.


J VoúSr; .ítV’J.i, rwj!> 1 *MSn

:t>x
del concilio. liabian sacado como conclusión que ellos icnian la
misión expresa, en consecuencia de las responsabilidades que gra-
liiaban sobre ellos como los únicos intérpretes calificadas de la ley
divina, de guiar la conducía de los reyes por medio de sus uiiverten-
i tus y sus iitnone.uiwiíines y no habían lidiado a ello.
Desde el año S2Ú esia doctrina se hizo habitual. Id obispo de
Orlerins, lonas, uno de los principales redactores de las netas del conci­
lio de Pans.la utilizó y propagó casi textualmente en un tratado especial
que. sobre los delicies de los reyes, escribió poco después I mal­
mente. las dramáticas peripecias de la lucha emprendida por I udovico
Fio con sus hijos el año N3_’ habían familiarizado a los fieles con la idea
de que el poder de! monarca, líese a su carácter sagrado, sólo [xxlia ser
deten latió por.mi tilular. a condición deque fuera ejercido normalmenle
El año 843 *e lleva en Cotila ines a sus últimas consecuencias tal
docn ina: no solo son invitados los subditos de Carlos a orientar al rey
con mis (tiiiriie/icitu y a protegerlo contra los arrebatos a los que pueda
ceder por debilidad o por ignorancia (art. 5), sino que el soberano, por
el articulo 3. se compromete a gobernar de acuerdo eoit la justicia, que
es la razón misma de su autoridad; «Queremos, declara en términos
precisos, que todos nuestros JideU's tengan por muy cieno que en {«le­
la n le no privaremos a nadie, cualquiera que sea su condición o su digni­
dad, tic los puestos a que icnga derecho, que no le despojaremos ni |x>r
capricho, ni bajo ninguna pérfida influencia, ni ponina injusta codicia,
sino que usaremos los caminos Je la ¡uslici.i y nos ceñiremos a la razón
y a la equidad. Garantizo a todos, con la ayuda tic Dios, y cualesquiera
que sean su dignidadn su estado.el mnmenimienlo de la ley. tal como la
han tenido m is antepasados en los días Je nuestros antecesores.»
Grande y lurhadorn novedad: no solo la autoridad quedaba
limitada poi la necesidad desomelerse a la ley divina, sino que. ade­
más en el caso que nos ocupa, se subordinaba al cumplimiento de
la explícita promesa que debe h aca a sus súbditos de no tipiar
minea los dictados de la justicia, fundamento de su potestad.
Ya no >c Halaba, pues, u n solo del Imperio; los mismos princi­
pios sobre los que se había edificado quedaban uno iras otro com­
prometidos: después de la ruptura de la unidad be aquí que hasta el
concepto de realeza se tambaleaba anlc Indos dejando de impo­
nerse sin discusión. Peni allí estaba la Iglesia para reaudai a quie­
nes trataron de olvidarlo, incluso a los reyes, que los anhelos y las
ambiciones personales debían dilunii liarse ante la gran ley de
unión y de concordia a la que ningún fiel de t risto puede sustraerse
y que nada esta perdido micuiras no se ha olvidado.

' C tlp ilU i 1 II, |\!(¡>


lu.iai Ur O.-Ic jp 1! H. K¡.fr,‘ni.-Lili r .x h i Oí ” ál Je :

>1
CAPÍTULO II

RÉGIMEN DE ERATERN1DAD

Que la unidad política del Imperio estuviera rom era un daño


que. en efecto, tal vez no resultara irremediable a condición de que
entre los tres monarcas, que acababan en Verdón de repartirse el
territorio heredado de su padre, se instaurara un régimen tic frater­
nal inteligencia. Ln este sentido iba a trabajar.sin descanso durante
unos doce años el alto clero.

I. P R E T E N S I O N E S OH L O TARJO Y C O N F E R E N C I A Oí: Y l ' T Z (8-W|

lil principal obstáculo para llegar a un acuerdo era Lo’.ariu, que.


a pesar de las seguridades que había dado, no se resignaba, en modo
alguno, a quedar incluido en un orden igual, abdicando de los dere­
chos que su padre y. sobre todo, mi abuelo hnhian poseído: hahía
sido consagrado F.mperador y como tal quería ser considerado.
Inmediatamente después del tratado de Verdón se instala en el anti­
guo palacio de Carlomagno en Aquisgrán y allí parece desear
establecer su principal residencia Italia se convierte parél en loque
era para su padre y para su abuelo un simple territorio anexado a su
«reino franco», lo que no le impide vigilar cuidadosamente cunniu
sucede en las orillas del Tíbcr y. en caso necesario, intervenir allí
como soberano.
Al morir Gregorio IV. en enero del S44. la elección del nuevo
papa Sergio II dio lugar a algunas luchas, y Lotario envió a Roma a
su hijo luis (d futuro Luis 11). nombrado para aquellas cireulistan
eias rey de los lombardos, y a su lío. e! obispo de Metz. Droyou.
acompañados de importantes fuerzas militares, f I objeto de esta
misión era proceder a una información sobre el terreno y velar por

Cl. BOfciv.dr-Muhlojchcr. n 01 KtW ysigs.


el mantenimiento de los derechos imperiales. ' i.il como habían
sido establecidos el ano 82-1 poi mediación del nusnin Lotario. con
objeto de soinelci la consagración del nuevo papa a la aprobación
del emperador y «i la prestación de un juramento de fideliilüd a su
p e rs o n a .L o ta rio . como se ve. «.pieria el N44 salvaguardar, en sus
relaciones con la Santa Sede rodas las prerrogativas que hubia obte­
nido en el acra del año 817 El nuevo papa, a consecuencia «Icl
mismo carácter discutible de su elección, nn tino olio remedio que
someterse a ello l hi concilio en donde, al lado de Drogon. se senta­
ron veintidós obispos italianos alectos al hijo de Ludúvico Pío \
representantes del clero romano, aprobó la validez de la elección
papal, pero, en contrapartida. Sergio tuvo que confirmar el esta tu lo
del N24 que colocaba al papado bajo la permanente intervención del
emperador. ’1,f'
Dicíase que en aquella sazón iban a renacer los esplendidos dias
del Imperio triunfante No sólo aceptó dócilmente Sergio con sagra i
como rey de Italia a Luis, el hijo de l otario, en San Pedro de Roma,
sino que se dejó arraneai la colación para el obispo «le Metz. I tro
gnu. promovido hacia poco a la dignidad archiepiscopal. del título
de vicario apostólico «en Unías las provincias más alia de los
Alpes», es decir, en toda la Galio y la Germania. En la huía
correspondiente, declinaba el papa que. retenido en Italia. perú
interesado en asegurar la salvación del pueblo cristiano en las
demás provincias, delegaba su lugai «al aivoh¡s|xi de Mol/. Dio-
gon. hijo de! difunto \ glorioso emperador Garlos, cuno hábil
gobierno habla permitido la unión «leí imperio di' los romanos i «Icl
ile los francos». Considerando, agregaba, que I)rogon es «el tío «le
nuestro serenísimo y muy piadoso hijo el gran emperador I.otario y
de sus mu\ queridos hermanos, nuestros linos los reyes I uis \ ( ai
los. y que se distingue poi su santidad > poi la pureza de su doc­
trina». le encarga de hacer frente a las dificultades que puedan
presentarse tras los Alpes \ prescribe a todos l«>s obispos de los iris
reinos fraileros obedecerle como a ¿I mismo La delegación de pode­
res que le concede es mu> holgada: en toda la extensión de los tro-
remos. Drogon sustituirá al papa en la convocatoria y en la presi­
dencia Je los concilios: deberá ser lenido al corriente inmediata­
mente de toda decisión lomada por los simulo* pros i ocíales: recibirá

■- Diimir.lci. i I. pns>- 240-251. tíal:nuT-Milhlh::i:li<r. n lllS a


CuyUn!.. ! !. a 161. pac. ’ M.
H«i:u.er-MtiHlhü«.hcr. n ! l l \ i
B.ihruenMulitt'arhrr ir . L]5><.
' Jall¿-N\.i>:rr,1l'ji.-Ji, i; l'Si-: rvlti piihlk.-uloír. f i t \ n' ihf Jiúw.vvu ¡A i Ocíe
Ifirilt'iu-l-'hir.t « ' ' I I . pan ->S; M f.r.'i < \» ¡i t!u. I. \ l V pagMih: M igue.P»« 1 l¿t
C VI. col 'II t.
en primera instancia las apelaciones a la corle di1 Roma, lodo ello
dentro de los limites que sean compatibles con «la autoridad y la
dignidad tle iiursim muy amado hijo espiritual, el gran emperador
Lotario» Pri\ilcgio inusitado que. a través de Dtogon. cuya sede
episcopal está dentro del territorio de I.otario, proporciona a éste un
derecho tic usado, y hasta de intervención sobre toda la Iglesia
tranca, y le ladina cómodo medio de inmiscuirse en los asuntos de
sus tíos hermanos
Sólo en un pumo encontró Lotario resistencia en el mte\o papa.
Hubiera querido, al mismo tiempo, obtener de Sergio II la rehabili­
tación y restablecimiento en sus sedes de sus incondicionales parti­
darios el ex arzobispo de Natbona. Ranhclemy.y el ex arzobispo de
Reims. líhbon.eon quien estaba comprometido desde el S33, TI pro­
pósito no Jetaba do ser audaz, ya que los dos arzobispos tic Reims y
de Narhona y toda la provincia eclesiástica de que era metrópoli
Komis se encontraban, como ya vimos, dentro del reino de Carlos,
b! napa rehusó acceder a aquello. '• pero la gestión resultaba signi­
ficativa. ya que demostraba que ia resignación de I otario a las cláu­
sulas del tratado de Verdón no era. evidentemente, sino provisional,
y estaba completamente decidido a obtener todas las ventajas posi­
bles de su titulo imperial. Ahora bien, de persistir en este camino,
era seguro que enlraria encnnlliclo con Luis y t arlos, quienes no se
hallaban dispuestos a permitir que. de cualquier manen» que lucre,
se rol viese a abrir en su detrimento la cuestión del restablecimiento
de mi imperio que ellos, hacia tiempo, consideraban abolido para
siempre.
I eli/mentc, la Iglesia vigilaba Hit la misma huía en la que.
cediendo a la presión que Lotario ejercía sobre él. com enta a Dro-
gnu en \icario suyo para la ( ¡alia \ licrnianiu. declaraba el papa
Sergio II: «No e> tolerable que lu sociedad de lies hermanos carna­
les, unidos por la misma fe en la Trinidad se aparte de! mutuo
cumio ' de la común equidad. Si uno Je ellos, pretiriendo segoiral
Lnneipe de la discordia, .se separa de la paz general, con luda justi­
cia y con la ayuda de Dios de acuetJo con los cánones, nosotros
mismos cuidaremos de infligirle el castigo.» I > cierto que. bajo la
pluma del Soberano Puntillee —lo lestnnicdcl testólo demuestra—
a quien se dirigía la amenaza era. especialmente a Luis el GVmtó-
»ia> y a Carlos, ya que Lotario. poi su paite, esperaba asegurat para
si la dirección Je aquel acuerdo cuite los reyes que deseaba la Igle­
sia. Pero el principio quedaba unidamente planteado: el manteni­
miento ríe una inteligencia fraternal entre los tres reyes aparecía
como el tí nico medio de restablecer la paz en la ciiMiandad eonnio-

t 1 1 M.i.phcR. p.ig. i
vida por el derrumbamiento del nono imperial, y de con.juiai los
peligros que. por doquier, la amenazaban desde el exterior.
Hubiera habido o no. desde la conclusión del iraiado de Ver­
dón. el proyecto de ulteriores entrevistas de sus firmantes, lo
cierto es que. do acuerdo con los deseos del clero, tuvo lugar una
primera reunión cnirc ellos en el mes de octubre del 844 en c|
palacio tic Ytltz. cerca de Thionville. dentro de los Hshulos de
Lola rio. I as conversaciones se desarrollaron con un espíritu de
cordialidad, al menos apárenle. “ Los prelados de los tres reinos,
reunidos bajo la presidencia del arzobispo Drogon,wl en cuya
diócesis se celebraba el encuentro, sometieron a la aprobación de
los reyes un programa en seis artículos “12 de inspiración seme­
jante a los que u n arto antes habían hecho adoptaren Coulaincs a
Carlos J Calvo, los obispos de la Francia occidental, Los conside­
ran dos generales que constituyen >u preámbulo son parecidos a
los que figuran en el encahc/amicnLo del acta de Coulaines. Ade­
mas se felicita a los reyes por haber comprendido, al lín. la nece­
sidad de consultar al clero, único interprete autorizado del
pensamiento de Dios, para ulincei frente al peligro común y pro­
veerá la salvación de iodo el pueblo». I n respuesta, pues, a su lla­
mamiento. los prelados les liaeen saber.sin rodeos.cuáles son sus
sentimientos:

(•ncjadnc.sdceljrurus, sin querer ofenderos, muy nobles señores, que nuestro


s.uiio Iglesia. redim ida ñor la sonoro «ti- t Jri-ío. y roblan•-iiUi ■! precio de innloi
sacrificios por vuestros anlcpasarios. csiñ desgarrada por vuestras discordias
cotudos ida v abrum ada. Si deseáis un rem ado leí i / er, la Tierra y vuestra salva­
ción en ( I m rn r undn . tened cuidado de c o n so n a r cnirc vo>olios aquella can­
dad ui que habla el Apci.ilul. la calid ad que nace de un corazón km pió. de unu
buena co n .ieu c i,. \ de una fe sincera., que esclu se toda inrliia m aquinación cun
pr,ipó<íiii pcrnicíoMi y. iloquiiin que es menester. lleva al prójim o el socorro ce
sus consejos \ unn avuda proni i pues está esculo: v'4 H ■«wiunoayutiuda¡‘¡h jm
kenuatM ai t umo uiiti filtiul filarte. Efl Vez de la discordia e.vtemlidn pot tus
naciones del diablo eniie el pueblo que -e i>s lia confiado. propagad la paz. esa
paz que C i imo al subo al C icio ha decido a .mis lid e s como la m ayor de las recom­
pensas. d iciér dotes w’ ÍJ> ileja ¡a fin: mí pi.’j os ilút pues sin ella nadie podía
ver ,■ D io?.1-

Después de esl;t exhortación a la paz. los pielados invitaban a


los iros reyes a reparar los males causados con mis discordias, prove-

'J'' ¡mi. lii'ii» .1 ño .vil


,i:| \c.i>e Curia,I : II. n 2 —. pjg. 12. I. 2é y ^ig^.
I I le>li>es’ :?;■,! js r ■ ' 11. rs ' ' p * p . I.>-1 lív ¡o analizan I el > H.il
plier.. paus, 124-12?
I Ti milico. I. 5.
firtn \ \ III |'l
Sao Juan. Xl\ 27.

'74
yendo sm tardanza a cubrir las sedes episcopales vaca mes de uno de
las formalidades canónicas o restituyendo en ellas a sus titulares
anteriores, los obispos injustamente expulsados; vigilando también
la designación de abades regulares en todas las abadías: devol­
viendo a las iglesias los bienes de que habían sido despojadas:
renunciando a los abusos de autoridad más escandalosos porcaya
causa padecían los monasterios de (railes o de monjas: aportando,
linalmenlc. el concurso del brazo secular a las medidas de rigor que
el clero creyera necesarias para asegurar la salvación de los líeles;
en una palabra, devolviendo a la Iglesia el honor que le es debido y
avadándola a desempeñar de nuevo y plenamente la eminente fun­
ción que le corresponde. Los prelados terminaban haciendo una
invitación a todos, y a los tres monarcas en particular, para que
hicieran penitencia por los errores pasados, «cosa fácil, afirmaban,
si en lugar de la discordia se esinblece la caridad» y si es escuchada
la voz de la Iglesia, que es la del misino Dios.
Dando razón a sus amonestaciones, los tres reyes se comprome­
tieron a realizar las reformas deseadas, a mantener en lo sucesivo
entre ellos «un régimen de fraternidad y de caridad mutuas»: y.
pasando, seguidamente, de la teoría a la práctica decidieron enviar
una delegación común encargada de notificar a Pipino II de Aqui-
tariia. al conde de Maníes’, Lamberto, y al «duque de los bretones».
Nnminne. que estaban los tres en rebeldía, su intención de tomar
cnujunlamente contra ellos medidas coercitivas si no se sometían a
Carlos, su legítimo soberano.
Con este sistema se ufanaban de establecer una especie de con-
tlommio /im w rt/ que permitiría al conservación de la unidad cris-
liana puesta en peligro por los repartos.

11. P b l.lG R O EXTERIOR Y PRIM ERA i ONFERR,N< I \


DL MF j ER SSR v IX44-Ü-Í7i

Las resoluciones ele Yütz hicieron nacer grandes esperanzas,


pronto fallidas, ya que. después de la conferencia, cada cnul no
pensó va. una vez de regreso a su listado, mas que en sus intereses
propios. Sin duda. I otario, ante la desconfianza producida, cu el
reino de C arlos y en el seno del mismo clero, por la institución del
vicariato de Drogón. no insistió en convertirlo en realidad, pero
de la acción común decidida contra Pipino de Aquitania. Lamberlo

' H>rrji i f NC4.


C. I. Loi y tl:il|itieu p.ij¡. IXv
‘ /i/fííi. p.i£. I?.1
v Nomino*.’ tampoco >e volvió a hablar y. una vez más. las relaciones
enlre Lola rio y su hermano menm se «agriaron, hasta el punió i|ue,a
comienzos del X4fi. I olario solicito del papa Sergio IJ la convocato­
ria inmediata de un concilio de T re veris —dentro de sus propios
lisiados, en consecuencia— para revisar el proceso del ex arzuhispo
de Keims. Fbbon, ' proceso que Carlos y sus obispos juzgaban per.
ledamente terminado, ya que eu abril del 845 habían provisto la
sede de Reims con un nuevo lindar en la persona de un monje de
San Dionisio. Hinemaro. II,uñado a gran prestigio y fama. fii
esa época no oslaba mucho mejor asegurada la armón i,a enlre Lota-
rio y Luis, 1,101 y si se evitaron conllictos serios se debió, sin duda,
menos a una voluntad de concordia que a las dificultades que cada
lino de los dos reyes tenían deniro de sus Lstados y «a los muchos
peligros de inda clase que, conslnnlemcnlc, les amenazaban v que
forzosamente debínn afrontar
Sobre lodo, el peligro exterior y. en particular, el de los norman­
dos. que adquiría entonces un aspecto lan amenazador como pura
incitar a los monarcas a unirse parj combatirlo. El ario 841. una
banda de daneses, subiendo por el Sentí, fue a saquear e incendiar
Ruán. asi como todos los monasterios de aquella comarca,1®»
mientras I.olario tenía que abandonaren Zelandia la isla de Wal-
cIteren a los piratas. Él ario 842. forzando la desembocadura del
rio Canche, llegaron estos últimos a sorprender Vsaquear el puerto
de Qvieiitowie (cerca del actual limpies), el Calais de aquella época,
llevándose prisioneros y haciendo una matanza entre la pobla­
ción, 24 de junio del «843. en plena fiesta de San. luán, .sesenta y
siete barcos piratas ancha ron frente n Ñames: sus tripulantes se lan-
2 aion sobre la ciudad, irrumpiendo en la caiedtal en el momento de
criar celebrándose una misa solemne, mataron al obispo y j I cloro
mientra^ celebraban los oficios divinos y prendieron luego ¡il edifi­
cio: luego roharou e incendiaron varios barrios de la población,
devastaron las «abadías de la comarca, ocuparon la isla de Nnir-
moumiei ‘ > azotaron con sus depredaciones las costas de Aquila-
niíi. hl' El 844. subieron los vikingos por el Carona hasta las
cercanías de I olosa y saquearon la s dos orillas del rio.

¡¡ion p.iviv I5Í-I6;.


1 v‘ Siliiois, p.ig. 3V
lv" t ul * Ildlphcn. rsj« IMl-llil
' ,t«m Htrtin, «lito S41. p;ie,I5: Ctiroii FiWumil. .UlnS-ll
"" l'iíi . .nin S-l 1 jjj^.
h io n .lito SJ-’. p;i¿: *S: Ni?h.ii-ii l \ , -
■ I «a > 1li.Iplicit i jj- "'J-M
" l«i», Heñir jflu S43.
lili m I' r V el V.h’.rl I):. SíntIUWIIi’ll pác

n*
El 84.5 fue un año.entre todos, verdaderamente somhno. Lustres
hermanos reciben por tumo la visita de aquellos indeseables hués­
pedes: pero el reino de Carlos tiene, como siempre, el privilegio de
los ataques más duros. En marzo. ciento veinte naves danesas, al
mundo de un famoso caudillo. Raimar —el Ragnar LoJbiok de las
leyendas escandinavas—, remontan el Sena hasta París, a donde
llegan el domingo do Pascua La ciudad es saqueada lo mismo que
todas las ricas abadías de la región. Incapaz de rechazar a los inva­
sores. Carlos, cuyas tropas, concentradas en San Dionisio, son pre­
sas del pánico, dehe comprar su retirada pagándoles un enorme
rescate de 7.000 libras de plata. ““ V aun asi no puede impedir que el
enemigo devaste, al regresar, las costas del Canal de la Mancha
ni oponer resistencia, algo después.al saqueo de las de Aquitania y a
l.i loma de Saintcs. realizada por otras bandas. :0l° Ese mismo arto
los piratas atacan los lisiados de I.otario y de Luis, impotentes igual­
mente para evitarlas matanzas y las devastaciones: en las coma reas
del Mosa y del Rin inferior " las poblaciones son diezmadas: en el
Ir Iba, Hamburco queda reducida a cenizas.
No es mejor el arto 846 para el reino de Loiario, ya que los Países
Bajos son atacados de nuevo y saqueados por los piratas, que esta
vez extienden impunemente sus devastaciones a toda la región
especialmente al importante puerto lluvial de Duurstede. ' '
Al mismo tiempo tiene Lotario i.|ne hacer fren le. en el extremo
opuesto de su Estado, al peligro musulmán, que no parece menor
i-n efecto, a la sazón los emires de Knirouan que. prácticamente,
lograron hacerse independientes del calila de Bagdad, en lo que hoy
es rúnc/. bajo la dinastía Aghlabida. realizan poco a poco la con­
quista de Sicilia, comenzada el 827. y. a la vez que tratan de pasar a
la Italia meridional, comienzan a inquietar con sus corsarios las
provincias ribereñas del Medilciraneu occidental, tanto en Italia
como en Proveriza. Desde el arto >08. los piratas tamícenos van a
saquear las costas proveníales: 11 el 842 remontan el Ródano >
asaltan \rlc- " hacia el 845.se establecen en las islas de Ponza.cn
el golfo ile Gaeia. \ en la de Iscliia, frente al cabo MEeno: ' ' In tilí­
nteme. en el mes de agosto del 846 se presentan de pronto en la

,,ls I oí y Hulphrn p.ig? l?M ?s


/.7ct r j'd¿ IV)
II l/».\ Ütrtin ¡irto $¿5. gnu V*. \ el 1 s llalpt.cil r a t 1S
III 'I>k; hih!. arto xl'
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Ii.ví /irruí; arto S-li>: Ir.n P.iU . ño S-J": /un A'w». afl.i S-l
l::|J hut. Kstut, . a tío s is . pag u
11 ’ Iti-.t» j:'.a jt-2. pac 2a,
11 '• Ci Hohmrr Miililh.iehcr. m ’ II..Ni.

’i i
desembocadura del lihej. remontan el rio y tratan de apoderarse
por jOrprc.su de Roma La ciudad propiamente dicha logra recha­
zarlos y salvarse, pero. San Pedro, en la orilla derecha del río. que
entonces no poseía defensa alguna, es saqueada. No sólo la vene­
rada basílica queda profanada, sino que los piratas musulmanes
roban los ornamentos y las lesoros allí reunidos y se llevan hasta la
piedra del altm bajo el que reposan los restos del Príncipe de los
Apóstoles, fin la opuesta orilla del Tiber. también es saqueada la
iglesia de San Pablo extramuros '
La noticia de aquel acontecimiento produce honda emoción en
toda la cristiandad. Como lo hacía constar, poco después, el mismo
Lotario en tina capitular cuyo propósito eia. precisamente, evitar la
reproducción de semejantes catástrofes.10111 «no cabía la menor
duda: se trataba de un castigo por los pecados» cometidos por los
cristianos «el que* tal desdicha se hubieia abatido sobre la Iglesia; la
misma Iglesia romana, que es la cabecera de la ciistiandad. había
sido entregada en manos de los infieles: finalmente, en todas las
fronteras de los iciitos Je Lotario y de sus hermanos, el pueblo
pagano triunfaba». I,|( En todas las fronteras de los tres reinos, dijo
Lotario I ra eierto. ya que, precisamente en aquel mismo mes de
agosto. I uis el Germánico, que luchaba desde el Rábico basta Hohe-
mia v Moravin con los eslavos paganos, sufría en estas últimas
regiones una aplastante derrota, que el oficioso autor de los Anotes
Fuida. pese a su adhesión al monarca, se ve obligado a confesar
sin rodeos. ,,WJ
En estas victorias de todos los bárbaros que. como vemos por
la capitular citada, se agrupaban entonces bajo la común deno­
minación de paganos y. sobre todo, en la profanación de San
Pedro, que afectaba dolorosamente las conciencias cristianas,
todo el mundo vela, con Lotario y sus consejeros, una solemne
advertencia: «En consecuencia, nos parece de necesidad impres­
cindible, agregaba Lotario. corregir con ayuda de la misericordia
divina, aquello en que hayamos podido especialmente ofen­
derla.» '■'■I
I o que mas urgía era realizar de una vez el programa de c o n c o r­
d ia fraternal esbozarlo en Ytiiz el 844 Bajo la amenaza de los peli­
gros a que los exponían <us mismas disensiones, [.otario. Luis W
Genw » ico \ Carlos aceptaron reunirse de nuevo el 28 de lebrero del

"• Jun ííiVN-i. -i:1u s j ■ |..s ;-.-rui, uMU<"> «m: B<i]inirr-Milhll><Klki iV


unto.
f'.»yi.Vw/. I. II. 2».\ r:ii>>. <’-r-S.
1 Clí/’íí.'f/.. i. II 2H'. p.iZs to-{,6. mi '
Am i I"i .’i' . í :iñ < i s l«

' llU‘»¡ p.l¿í (><■>.hit. i


847 en Mcerssen, cerca de Muastnehl. |iar;i tratar de rcalizai la
unión, al menos con ira los enemigos exteriores
Parece que las deliberaciones resultaron bastante laboriosas y se
prolongaron du rail le quince días. Los asuntos tratados fueron, mui
vez más y en su conjunto, los mismos que en Yíltz, pero el sumario
(0 el programa) de las cuestiones abordadas, que es lo único que nos
ha llegado. 113 trunsparema visiblementealguna laxilud: «De la paz
Yde la concordia —se Ice en el comienzo— y de la unanimidad que
íos ires hermanos deben guardar entre ellos. Y de los vínculos de
caridad, no disimulados, sino verdaderos, que deben unirlos, a lili
de que nada, en el futuro, pueda sembrai entre ellos gérmenes de
escándalo» (art. I.). Asi. pues, frente a los peligros de los reyes son
invitados a «ayudarse los unos a los otros, según las posibilidades
del momento»(art. 2): deberán cobrar «común venganza» de «cual­
quiera. en cualquier reino que sea. que por codicia se aireva a violar
las leves déla paz» (art. 3), como ya había sido pievisto en Víltz con-
un los rebeldes del reino de Carlos. I'm i ve/ más se recuerda el
honor debido a las iglesias, sus derechos y el respeto de la condición
legal de la persona (¡tris. 4 y 5).No sin desaliento se evocan los desor­
denes internos: «Que los robos y depredaciones que han venido
cometiéndose hasta el píeseme, cornos! se apoyaran en un legitimo
derecho, sean extirpados radicalmente y que nadie pueda impune­
mente: cometerlos en lo sucesivo» (ar|. 6). Para evitarlos, se disponía
in.slittiirrmv.vf en los reinos, a fin de investigar y estatuir en torno a
los asuntos señalados y lograr que los culpables ya no puedan lograr
la impunidad pasándose de un remó al otro (art. 7l, Sin duda, este
articulóse rejería al ruidoso asunto del rapio de una de las hijas de
Lot.uio por un vasallo de Carlos, llamado Gilbcito, ocurrido a
comienzos del año americn y que había producido un grave con-
ll icio entre Lotano y su lieimaiio menor, en cuyos 1-stadns se habían
refugiado los dos amantes. 1:i Igual inspiración tenia el artículo
siguiente (el SI. en el que se precisaba que debería xei «castigado
según la ley» quienquiera que «en lo sucesivo se alie va a realizar un
rapto» en uno cualquiera de los tres reinos, finalmente, después de
un articulo sobre la transmisión hereditaria a los lií¡os legítimos .le
cada uno de los monarcas, de las parles ilt: los reinos que quieran
asignarles ellos mismos, se anunciaban tres gestiones colectivas1
una con respecto a l’ipinu tic Aquil.mia. otra cerca tlel duque bre­
tón. Nontinoe. y la tercera con el rey de los daneses. I lorie, esta
iillnn.i pura lueini que se suspendieran las incursiones de que cían

l.ni i i(al|il:,,i> p.igs '? !• I "


1 <.¡/’.f.v,1, i ti H." ym.
" C I l'sn su l./.■ fUI'Jimir ..'i- l+ * tu u . rugv 3iv3
victimas pui igual los tres reinos y contra las que se preveía que. en
caso tic fracaso de aquella gestión. los tres munarcas constituirían
un frente conu'm.
F.ti principio eran hermosas oslas decisiones, pero <',cn verdad
exiMia. al lin. la decisión de realizarlas? Hay que dudarlo cuando se
lee el texto, felizmente con servado, tío las tL'dorm iones que cada uno
de los monarcas hizo publicai después de la conferencia.
F1 primero que habla en su calidad de primogénito u mayoiazgo
es Lotario, que se limita a anunciar el hecho de haberse puesto de
acuerdo los tres para hacer reunir entre ellos la armonía quees obli­
gada entre hermanos y para prestarse, en (al calidad y en la medida
do lo posible, la ayuda mutua necesaria en «provecho común»?, es
decir, en interés Je todos.
L.uis »7Gcmuinko es un puco menos impreciso: anuncia el envío
de delegaciones comunes a Pinino de Aquii:inia. «a los bretones?) \
«a los normandos», para tratar de restablecer la paz Pipino será
además citado con igual propósito para que comparezca ante una
asamblea o tribunal formado por los tres monarcas: pero, tanto en lo
que le concierne, como en lo que respecta a los bretones y a los nor­
mandos, I .uis se limita a añadir que en caso de fracaso sus herma­
nos v él «lomarán consejo» de sus líeles en lo que haya de hacerse.
Agrega que Lola río ha dado órdenes a «sus hombres» de que cesen
de inquietar a Carlos \ que los tros en sus respectivos reinos liarán
justicia a las legitimas reivindicaciones de la Iglesia.
Pese a lodo, el conjunto quedaba bastante impreciso l int vez
mas se limitaban los acuerdos a promesas y hasta ti promesas condi­
cionales. sin concrelai nada y no podía olvidiir.se que. ues artos
antes, en Yiltz. se habían anunciado también gestiones cerca de
Pipino y de lo s bretones.sin que se llegara a ningún resultado prac­
tico V. posiblemente, sin que ni siquiera se hubiera pasado ¡i realizar
lo propuesto.
No borra la impresión de vacio que nos depiii las declaraciones de
sus dos hermanos, la que hace Carlos, que comienza por notificar el
aplazamiento para una nueva conferencia que se inaugurará en Paris
el din Je S.m.luan f?.4 de jimio), de las decisiones para la eivcuciónde)
acuerdo general que acababa de concertarse, l:\bona a respetar la
paz hasta que se reúna tal conferencia y termina con algunas reco­
mendaciones respecto a las relaciones de los señores \ Je los vasallos
como si \u no tuviera nada más que decir sobre lo esencial.
De esta manera, tampoco en Meerssen. como había sucedido en
t í11 y. aquella pol inca de «cínico id ia frale mal», de la que se habían
prometido maiavillas, conducta a olía cosa que a ennnciai simples

1; CtipilH/ 1 II n 1 7»M. ,»;i;:s

'SU
piincipios cuya aplicación seguía apla7ando.separa una nueva eor.-
Iciencia. V fue tal la decepción. que el analista oficioso del reino
franco del oeste. el obispo de Troves. Prudencio, tan átenlo siempre
a mi omtlir nada de lo esencial v que casi siempre escribía malic­
iando los documentos, no dice una palabra de la asamblea de
Meerssiíii, que es la forma que acostumbra cuando quiere ocultar
un fracaso. u:'

III A g K.-\VA( 1ÓN DI.I PELJGRO 'i SEGUNDA C O M I Rl N O A


D t MEQRSSEN (SJ7-8ÍH

Pasó el 2-4 de ¡unió del X-17 sin que so hablara de la conferencia


anunciada para aquella lecha. Nadie, salvo, lal vez. Carlos. 1 se
preocupó ya más del asumo, t i concierto tripatiiio para la salva­
guarda del imperio franco y de la cristiandad conira los que redo­
blan los ataques de los bárbams. solo era malcría para hermosos
discursos.
I .s que el espíritu de aimonia. aquel espíritu de a tr id n t¡ \ dccnji-
i on/ifi de que se hablaba lanío, brillaba por su ausencia en los prin­
cipes ' una reconciliación sincera v sin reservas enríe los lre>
monarcas parecía imposible. .¡Cómo era posible, en particular, que
Ciados confiara en [.otario que respaldaba a cuantos se sublevaban
contra el? 1 I «duque «Je los bretones». Nummoe. hacia creer que no
reconocía otro soberano que al hijo mayen de l.udmico Pío. y
Pipi no de Aquilania sabia que podía contar con su apoyo declarado
u tácito. En el mes Je febrero Jel XIN. a consecuencia de una confe­
rencia qlie Lutado celebro en l ohlenza con Luis t'l Germánico, se
expandió el rumor de que estaba gestionando el separar a Luis de
Carlos, a lia de preparar, de acuerdo con él. un insidioso ataque
contra el último. Parece que únicamente la lealtad del rey Jo Ger-
mama deshizo la maniobra. a “
1 as perspectivas cían cada vez más sombrías. I <is devastadoras
incursiones de los normandos se iban ampliando. La gestión cim­
enta aprobada en la asamblea Je Meerssen se había realizado
cerca del lev danés I lorie. pero éste parece que no tenia verda­
dero poder sobre aquellos compatriotas suyos que corrían los mares
y es probable, además, que tal gesiion no le imptesiiinara. I I

0 l«>- . Ih.lplicn. p*i¿ 1 n


1 Moa. pser. r “-l7$
1 t t , p¿i¡. Id*.
1 un. Flll.l alio .SJs
t< « i. & m i. . a r .e W

■¡Sil
añu ¿>'47. los normandos devastaban las cosías de Aquitania v
ponían sitio a Burdeos, de cuya ciudad se apoderaron a comienzos
d d S4S. a pesar de una tentativa que hizo Carlos para evitarlo:1111l;i
cuidad lúe robada y los piratas se extendieron hacia el norte hasta
Melle, lugar en donde había una fundición y troquel de monedas
que. sin duda, excitó su codicia y que fue saqueada 1 F.l año í¡47.
oíros piratas invadían los Países Bajos, se apoderaban del gran
puerto lluvial de Dtmrstcde y del país de Reluvio sin que Lotario
pudiera detenerlos. ' 1-1 R4l7 vuelven a aparecer los normandos en
Gascuña y en el Périgord,|,w desde donde posiblemente extienden
sus correrlas hasta I.¡m u g e s.I:n e lS 5 ().h is provincias septentrio­
nales de Lotario y las de Carlos son visitarlas nuevamente poruña
concentración numerosa de naves normandas que remontan el Rin,
el W aal. el Pisca Ida y el Lys. Impotente para rechazara los invasores,
se ve obligado Lotario a abandonar, a los caudillos de la expedición,
el puerto de Duurstede y «varios condados» en la comarca del
Rin inferior. '
Aunque parece que en esta época no fue atacado por los nor­
mandos. tuvo en cambio Luis ni Germánica que enfrailarse con los
eslavos a todo lo largo de sus fronteras orientales. FU S4S> los
bohemios le infligieron una temblé Jetrota. que el analista oficioso
ríe I ulda trata de explicar ampliamente alegando las circunstancias
atenuantes, sin atreverse, no obstante, a negar la gravedad del
desastre.
Sólo con inauditos esfuerzos logra contenerse a los musulma­
nes. a aquellos terribles sarracenos cuya amenaza gravita sobre
lodos los países ribereños riel Mediterráneo occidental, pero, en
paitieular. sobre el reino de Lotario. que es el más próximo a sus
bases de operaciones de 1 nuez y el más atractivo pava ellos a causa
de su riqueza. Ll K4T se extendieron por la provincia Je Rene ven lo.
dirigiéndose otra vez sobre Roma 1,lWsin que. sin embargo, aquel
año llegaran hasta las puertas de la ciudad. La doloroso experiencia
d d verano anterior había darlo sus unios y Lotario había ordenado
que se realizara una colecta en toda la extensión de sus listados para
construir una «solida muralla en lomo a la iglesia ríe San Pedro.» M'

111 Liv > ilnlpheii. |vi£-> ltft-PJtj.


Inn Pcrtin. ;nK' S4i p.ijj. 3í>
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1' Vm«í !. O.v Vr.rMiunKi/i. I
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' . Ir./: f u i j jilo s ü4s-x5U. inu. fonii, arto viv
lr.it J í i U .ido ' J’-J
'' lili! Htnn:. .irt» s-T
l" ” ( .ip:t!t! i II ii 207. m í 7 r S. p.ies mi-r«*

’.X
ül nuevo papa. León IV. que sucedió a Sergio II en los comienzos
del uño 84". se entrego con toda actividad a esta obra y los elevados
muros que entonces se levantaron van a convertir pronto el arrabal
en cuya ext ientidad se yergue la venerarla basílica, en unu especie de
pequeña ciudadela fortificada —la «ciudad Leonina»»— en condi­
ciones de contener al invasor |J1 A la vez prescribió 1 otario el
reclutamiento de un fuerte ejercito.compuesto de italianos, francos,
burgondos \ pro vénzales, a cuyo mando colocó a su hijo, el rey de
India. Luis, tslc ejército tenía permisión impedir a los musulmanes
el camino de Roma y de la Italia cenital. |,>4:1 I mismo papa, el dogo
de Veneciayel duque de tícncvcitlo lucro» invitados» participaren
esta movilización general ríe las fuerzas cristianas contra el Inlicl 1W
J
V. en realidad. Roma parecía quedar, provisionalmente, defendida:
pero el 84S los sarracenos saquearon el puerto de lama, cerca de Spe-
zia. en la Italia septentrional; luego.cansando estragos a iodo lo Lugo
de las costas, avanzaron hasta Proven/,a. |IMJ fcl 850. atacaron poi
segunda vez el puerto de Arles, sin encontrar la menor resistencia. ,3,
A estos peligros exteriores se agregaban para cada uno ríe los lies
monarcas otras dificultades de orden interno que colapsaban este,
cuando no les hubieran bastado ni aun todas las fuerzas de que dispo­
nían paia enfrentarse con los enemigos de fuera. Hl reino de Carlos
presentaba el espectáculo délas mas lamentable confusión. Ln el mes
de junio del 845 uno que ceder este monarca a su sobrino Pipino la
mayor parte del gobierno ríe Aquiiania a cambio de una promesa de
fidelidad que. como debe pensarse, no icnia Pipino la menoi inten­
ción Je cumplir y que, además, ya oslaba rota apenas unos meses des­
pués de haber sido hecha Desde el 848 se reanudaron las hostilidades
cnta' lio y sobrino: la lucha se prolongaiá hasta septiembre del 852.
cuando hecho prisionero Pipino por el duque de Gascuña, este se lo
entregue a Carlos, quien se desembarazará de él. enconándole en el
ya famoso monasterio de San Medardo de Soissons. ""
No menores dificultades producían los bretones al rey de
Francia. Ln noviembre del 845. el duque Nontinoe le cansa una
denota en Redon. coi ca de las marismas de tía Non. que a poco cuesta
la vida a Curios y en la que caen muertos gran número de sus hom­
bres. •’ Las incursiones bretonas se extienden hasta las cercanías

' ‘ V'¿.:<.v- f . i h t f II. v el L. Duelle-aie. I I ‘ 11 pi/t'Ui-vu'


<
|lJ Cn/ jn / l II i;.' 20.< >111 y. pip. f\,
,M¡ /.V.il .u!s. I* » 12
1u I».1»' /k-ni’i. .riin s jy .
* jftíisVi
11 Siiúre Umíiis r-ln-: .K'tavioeiniiciiios. A l i n a s . ~ )s
J I iv \ I I .. 11■l ie II- n .ljj-i. I S-l-1 SV
de Bayettx (<_■) arto 847) y «le Angers (el 84l)| y conlmuan el 85(1 en
connivencia con el conde de Nanle.s. Lamberto que. por .segunda
vez en poco tiempo, traiciona al monarca. <Hs Sólo por breve tiempo
estas correrías se \cn interrumpidas por la muerte repentina de
Nominoe (7 de marzo del 851l. cuyo hijo P.iispoe se dispone a rea­
nudar la tradición
Si parcialmente ignoramos las dificultades que. en aquella
sazón, tiene que afrontar l uis el Germánico, en cambio sabemos
(pie. dema* de las fronteras desús Estados. no está Lotarioen situa­
ción mejor que la de su hermano más pequeño, El 845 tuvo que
recurrir a las armas para domeñar el espíritu levantisco de los pro­
saízales KIMt n Italia su autoridad y la de su hijo Luis, al que en
abril del 850 hizo consagrar emperadoi en Roma por el papa
I eon IV.,f,t| son tan poco respetadas que sólo con gran trabajo con­
siguen mantener el orden en aquellas comarcas. L'na capitular h :
promulgada hacia tiñes de aquel mismo arto 851.1demuestra que por
doquier hacia allí estragos el bandolerismo en complicidad eon los
condes y los funcionarios reales; que. además, ni los próceros laicos
ni aun los del orden eclesiástico tienen esci upillos, en el curso de sus
viajes, de robar a quienes los hospedan: que los más ricos terrate­
nientes están con frecuencia en connivencia con los ladrones de
camino, con los que se reparten el botín. A mayor abundamiento, el
misino documento nos ofrece un triste panorama del estado de
abandono y deterioro en que están los edificios públicos: los pala­
cios reales han dejado de ser cuidados y los puentes, sin reparación,
se hunden. Estos datos son suficientes para darse atenía Je que hi
maquinaria administrativa ya no funcionaba
Ante tal derrumbe dentro de los iros Estados y frente a tales peli­
gros. los reyes no podían permanecer insensibles a los llamamien­
tos a la concordia que les prodigaba el clero, haciéndoles espcrai
que un retorno a Dios les abriría el camino de salvación sobre la
rieiid. a la vez que la eterna. En octubre del K4K se volvieron a ini­
ciar negociaciones entre los tres hermanos para arreglar amistosa­
mente las últimas desavenencias. !, w En enero del N4Ó. aceptó
I otario ir n visitar en Pero mu* a m i hermano Carlos, con la con­
fianza ile restablecer con el relaciones pacllicas v una «concordia
fraternal». En la misma época reinaba por entero la am istad)'la

Air."i rhjrs r t ••
« i mi. ::?-326
Ii.ií fíiiHi:. jrtu Vlv Ini; FuUi. .1 í|n SIS
Cf Rohinui-Mlililb.ichrt n* ll7'J«
C a p ita l. 1, I I . 5 L ' y 1! J . (M j¡s . 8 4 - S S .
L o l y lld lp lli’il. páp. I9s
’ 1 hlun p;U*. t')S.

?8I
tonlianza entro Luise/íVermrimi’o y Carlos: en el curso de una entre­
vista que sosii)vieron hacia el mes de mayo, los dos hermanos convi-
niermi públicamente en poner bajo la salvaguarda de aquel de ellos
que sobreviviera al otro, n sus esposas c hijos. 05i
Al año siguiente (el 850). en jumo. Luis e¡ Oermamco visitaba a
Lotarioen Colonia \ luego lo llevaba a cazar algunos días a Wcsll'a-
|ia: sus relaciones aparecían lan cordiales que un analista escri­
bía que «muchos se maravillaban de ellas» "
De esla manera se iba creando entre los lies hermanos una
atmósfera de mutua comprensión l’a ra enlazar definitivamenie sus
puntos de visia v sellar por un acuerdo positivo la obra de «concor­
dia fraternal» que hasta entonces se había mantenido en el terreno
teórico, se intentó un nuevo acuerdo a comienzos del ario 851 1lacia
ul mes de mayo tuvo lugar.cn el mismo palacio de Meeisscn una
nueva conferencia como la de hacía cuatro arios en el mismo sitio,
cuando se había vanamenle intentado iraductren actos las resolu­
ciones lomadas el 844 en Yiltz.
Después de tantas conferencias sucesivas, todo el mundo pare­
ció convencido de la idea de una armonía y. en electo, husuiron
algunos días para realizarla. hs cierto que. aún esta vez. como suele
suceder en este genero de reuniones, lodo quedó limitado a enun­
ciar algunos principios muy generales: pero se puso más claridad \
más entusiasmo en ello. Los textos que salieron de estas deliberacio­
nes reflejan la voluntad unánime de terminar con la* disensiones
generadoras de debilidad v de confusión \<i. lo primero que se
declara 1 1es el olvido del pasados el perdón de las reciprocas ofen­
sas: el recuerdo «de todos los males, de todas las contrariedades»
sufridas, «de todas las usurpaciones, maquinaciones, maniobras o
enredos» de que cada uno lia sido vicliuu en mayor o inenoi
medida, será, declaran solemnemente los monarcas, «abolido >
arrancarlo de nuestros corazones» con toda huella de «malicia o de
rencor» (art. I) I: ñire ellos no subsistirán sino sentimientos de «ver­
dad lma caridad», exentos <le lodo disimulo y cada uno de los reyes se
prohibirá en adelante intervenir en el reino vecino ni directamente,
ni por medio de una «propaganda solapada» (per oeailun susurro-
f\es) o recurriendo a la calumnia i .ni Además, los tres monarcas
quedan situados en un plano de perfecta igualdad: se tratan entre sí
de pan*, es decir, de iguales (arts - > 3) y se obligan a mudarse en
todas las circunstancias, agregando que. como bueno* hermanos

Ai:™, |> »>-. JUI-eilJ


Alar. p.ts 12ti.
lili.- Vai i i . uño Síti
Lili > ll.itphen. p.i£. .'2
' ' (. opiinl. i II. n 11?. pjg». J-"4

28?
que m u í . considerarán sinceramente cuino comunes sus Tristezas y sus
alegrías (arl. .1). hsle acuerdo deberá ser mantenido después de lu
muelle de los reyes y hacerse ostensivo a sus hijos (an, ,V|. Ninguno do
los tres contraíanles asilará ni prolegerá a los subditos rebelados de los
otros dos; cada uno do olios deberá, incluso, dedicarse con sus herma­
nos a castigarlos (an. 4). Tal compromiso se reloria a los culpables que,
por escapar a las penas eclesiásticas, huían del reino do que dependían
para buscar refugio en uno de los otros tíos (arL 5). Finalmente, para
coronar esto edificio, los monarcas proclamaban su fe en el ideal de
concordia general que el clero, desde la muerte de Ludas ico Fia. no
había cesado de predicar en toda la extensión dd Imperio: concordia
no sólo entre los reyes, sino entre éstos y sus subditos, que Lutado, Luis
v Carlos se comprometían concertadamente a garantizar contra loria
arbitrariedad, concordia de Ios fuU h’S entre si. por la obra común de
restauración de la Iglesia \ del Fslado: comunión de todos en Dios;
alian/a de todos contra los que. fuera cual lítese su raneo, tratasen de
perturbar aquel régimen de paz taris 6. 7 \ 8) Para esta obra de
reforma moral, cada uno de los tres monarcas prometía «<reconocer.sin
tardanza ni excusa los puntos en que ha violado los mandamientos de
Dios», conegirsus faltas y proporcionar con «toda sinceridad» la ple­
nitud de su esfuerzo pitra d bienestar de lodos (arl. 7).
Las declaraciones personales que. u no después de otro. I.otario,
Litis y t arlos hicieron al terminar la conferencia para comentar sus
decisiones comunes, con ti imán la impresión sedante que se desprende
del texto que acabamos de analizar. «¡Gracias a Dios —proclama
I.otario. que pateco al fin convencido poi el general impulso—
líenos aquí unidos entre nosotros y con nuestros fuída porque
hemos reconocido que, tanto dentro de nuestros reinos como fuera,
en nuestras maicas fronterizas, esto es una necesidad!» «Como os lo
dice mi hermano —insisle Luise/Ofriutinico—. hay urgente necesi­
dad púia nosotros y pata el pueblo cristiano que nos ha sido con­
fiado por Dios, de que vivamos unidos y en concordia, esta es la
voluntad de Dios v lo quecumplea verdaderos hermanos. Y porque
hasta ahora liemos fallado a esto han sucedido lanías cosas contra­
rias a Dios y lan graves p,na nosotros—: luego se regocija por haber
logrado que la umuiimhhui sea al fin testa arada 1ambién Carlos se
hacía eco de esto > subrayaba la necesidad absoluta de la paz rena­
cida los tres se relie re u «al reino» \ no solo a sus reinos respectivos,
el sentimiento do unidad territorial de ese leinn. el Rcgnum Franco-
mm. que sobrevive a las desmembraciones, está grabado honda­
mente en sus espíritus _\ en sus corazones. \ este coneeplo se
adhieren con indas sus fuerzas como a un ancla de salvación, sin
pronunciar, pese a lodo, las palabras Impelió o cmperadoi. qite'
resucitarían las discordias.

'M i
lisia nueva > consciente concepción tic la unidad carolingia
demuestra. cuando menas, que lá misma idea do la que halda
nacido el Imperio no había muerto: en esa concordia fraternal más
intensamente proclamada que nunca y cusa necesidad esiahn lan
nítidamente señalada porcada uno de los tres reyes, puede decirse
que aquel imperio sobrevivía a Si mismo.

IV. I I IIM OS A C l'l KOOS y MUI RTL- IIP lü T .A K tn 1-SÍ5]

I I pacto del 851 dio la impresión de que ¡ha acomendar una era
nueva. I I analista oficioso del reino de Carlos, el obispo de Troves.
Prudencio, que ni siquiera había hecho mención en su libro de la
primera conferencia de Meersscn. transcribe, por una insólita
excepción en él. con toda demora, entre las áridas referencias quede
ordinario forman su relato, el texto de las resoluciones decididas de
común acuerdo en la secunda, subrayando con esto la importancia
extraordinaria que le concede.
Pero esto no eia sino una ilusión. Lo que contribuía a acariciarla
era que. por primera vez desde la muerte de Ludovico Pío —se
podría decir que desde el <83?—. I otario, que constantemente había
sostenido una actitud de enemigo irreductible a lodo acuerdo fun­
dado en el principio de la cooperación de igual a igual con sus her­
manos. parecía al fin conquistado por la idea de una alianza que
pudiera oponerse al avance de los invasores bárbaros y salvar a la
cristiandad de un desastre. Hl lindo imperial que sus hermanos ya
no le discutían, sin por ello concederle la significación de cuaiquíei
atisbo de superioridad en materia política, era suficiente, junto con
la posesión de Aquisgran s la intervención sobre el papado, para
contentar su amor propio: y la consagración imperial que había
obtenido por anticipado para su hijo Luis ll.cn Roma, en el mes de
abril anterior, sin levantar la menor protesta, le había confirmado
en el sentimiento de que a este respecto nadie le causaría molestias
Además, con los años, su punto de vista lendín a modiliearse. I I
ardor juvenil había ido dejando lugar, poco a poco, a una mas insta
apreciación de las cosas. I 185 Les un hombre de cintílenla \ seis o
cincuenta y siete años; tiene tres hijos y dehe pensaren prepararles
ana herencia que esté al abrigo de ambiciones ,,L orno podría logra i
estos! se mantenía en pie ele guerra con sus hermanos ' l’or lo tumo,
su o. ni versión a la idea de la concordia parecía entonces ser
sincera
Peni, poi una mudanza que no dein de producimos sorpresa, es
Luis el (firmón ¡o>.que hasta enlonces había sido apóstol de la paz v
s<' había mantenido siempre dispiicslu a interponerse entie Lutado
y CaiIcs. el que en adelante présenla las mayores reticencias v. muy
propio, después. las mas fuerte rcsisloucia. ¿Ls que. simándose
afectado antes por otros enemigos de los tic ellos sentía menos que
sus hermanos la necesidad de una cooperación’? No se sabe: pero lo
cierto es que apenas se ha firmarlo el acuerdo de Meersseii parece
enojarse con Lotario y con Curios y luego se dedica a imrigar en
contra de éstos I I año 851 mientras Loiario había ido a sostener
con sus fuerzas a Carlos contra los normandos, vemos a Luis en
misteriosos conciliábulos en Colonia con «algunos de los pnSeeres»
ile su hermano mayor: 1" el 85a inicia conversaciones con algunos
subditos de C arlos con un propósito perfecta mente claro, ya que se
trata deque Luis ayude a los amúlanos sublevados en \ ¡¡índoles a>n
propio hijo. Luis el Joven como lo hará en marzo del 854.
Sin embargo, entre Loiario y Carlos la voluntad de cooperación
se afirma más cada día en el curso de entrevistas cuyo objeto ya nn
es formular con brillantez grandes principios, sino iiabajar real­
mente en común. Asi ambos reyes se encuentran en San (Juiniin a
comienzos del 851 en Valcnciennes. en noviembre riel 853. y cu
Lieja. en lebrero del 854, y la atmósfera de estas reuniones es
cada vez más cordial. Ln San Quintín.que está en el reino de < arlos,
este prodiga a su huésped testimonios de alecto fraternal que el
obispo de Troves. Ptudencio. se regocija en destacar en mi> Imi­
lis. I" 1 Algunos meses más tarde, ambo* luchan unidos junio .<1
Sena contra los normandos que. después de habei saqueado 1-Tisia
v el valle de! hscalda. u": fueron a invernal en la isla de Jeulbs.se. no
lejos de Vernon: sólo se separan ambos hermanos cuntido los pira­
tas deciJen poi si mismos replegarse a comienzos del 853: y para
testimoniar su gratitud. L arlos, ames de que su hermano regrese ,i
nu reino, lo elige como padrino ríe su ultima luja que acababa de
nacer a la sazón. I*r
Ln noviembre se reanudan en Valcncicnnes las conversaciones,
v los dos hermanos acuerdan allí el envío de mm/ encargados de
restablecer el orden en >us F.slados b.slos oiivm actúarári pm

■“ .Ifrv hi'J mío *5?


" h i'i. Btnbi arto 85.1;, ai* /-u/ii _r.u s?."'
‘ I Au/i:i*. pajis. 275-rrh \ c|. ni5hmer-.\lnhl.L>.ieh«i. ii. IM n.
■ \r Hobiiu'i-M ííli.s.i.I. l:. ii. I|- tu :;' ‘
: w tu r H< ra lo S s.
M.'.ll
1"f ' ( l M o te l. I ) ¿ . </. p iv 's 1 >-t-
U;‘l l l i >■"' .lilii 'S i.
Véase el leiiuaeno, Jeclaiuenti.í'.iiceli:^ p..; .ti«: >:m>iiJicasUe<pi¡<s
•le i. i.*uir.\il!. cu t 'j'it u ! . . I.II. il. 7ll<\ |Mg». * • 'í>\ l.i rxpO'lvinii ii.-l,ii].n!jpresefll.io.l
s...iv< , 1' ■.* .Iev,’iir>. pn:C.ir!("¡ .1 <¡u'. i>:.a<7. en '.i misma colección ') ’W pjL’S 1 I-
anillas panes ele acuerdo con el mismo programa. se comunicará»
sus informes con respecto a los delincuentes en luga de un Estado al
otro y Se los entregarán respectivamente. Por primera vez. pues, se
ponia en práctica un plan de coordinación de las medidas decididas
en dos de los reinos salidos de la desmembración del Imperio: ames
de separarse los dos hermanos advierten juntos el siempre grave
peligro noi matulo.IJ0'' ya que. de lq cuenca del Sena, los piratas se
han trasladado a la riel Loira, llegando hasta Tours. precisamente
en H momento en que Lola rio y Carlos estaban conferenciando
en Valenciemies. 0
Losmissi designados en esta última entrevista fueron invitados a
rendir sus informes en un plazo basiame inmediato para que I.nut­
rió y Carlos pudieran tenerlos en cuenta en el curso de ins nuevas
conversaciones, proyectadas entre ellos para comienzos del 854 "
I stas se desarrollaron en el mes de febrero en Licia dentro Jel
mismo espíritu de completa armonía. Luis el Otrme'wnv, que había
sillo invitado n la reunión, eludió su asistencia y.desde entonces,
sus intenciones quedaron claramente desveladas: su hijo Luis <7
Yrtivvi estaba en camino hacia Aquttania. en donde los rebeldes le
esperaban con impaciencia. 1‘ En estas condiciones. I murió y
Carlos no podían dejar'de considerar su abstención v su lioslilidad.
deplorarlas y hacer más intimo su propio acuerdo. Las declaracio­
nes públicas que hicieron, como era costumbre, después Je sus con­
versaciones ","1son una aliimación. más decisiva que nunca, de su
estrecha alianza: «Queremos —declara Loiario— daros la seguri­
dad de nuestra unión: para salvara la sania Iglesia de Dinsjpurn
nuestro lijen común y para enfrentar nuestros comunes peligros,
deseamos permanecer indisolublemente unidos de voluntad y de
acción, no lórmnii.lo más que uno solo cu Cristo, y vos no conslítu
yendo sino uno con nosol tos»» tari 2] .«Sabed —repite ( arlos--que
estaremos unidos en la adversidad como en la prosperidad \ que. si
Dios viene en nuestra ayuda, nadie nos podrá separar del amurque
nos vincula fraternalmente. Doquiera tengamos necesidad de un
socorro o apoyo, y tanto como lo permita el Señor, deseamos soste­
nernos > protegernos el uno al oiro: queremos prestamos nuestra
mutua ayuda contra iodo enemigo terrenal.»»

\ case el i'iimtn .ie |n> .iu? u'Moi iiiüJii." jii no;- anterior pac
crl !•'
" C 1 \V Vncel t)¡l' .V|)rn[í)/|;(t/T |\']L> l.lf'-IJI
Vejse ¿I preám bulo del strémulo (ic los w.ilu> en.ules en la ti M-
v .\i-c la-creltiriieúiiu.'.xl.' ( ,’t.m oi ari. i <y Je C. silosuifL I \. t-n las Ciirtt'il
II II. ?«■". |MJ{.
lii'hn-.T-MOlili.’Leltei', i. l-íú'/’.
< \ ¡fU u i ; I I . ii íir .y 'tlg s

"Vi
Estas declaraciones recuerdan las de Meersseu. pero con algo de
viril y ile más cíi legó rico que. desgraciadamente, se explica por el
hcclio de que los contratantes no son ya mas que dos y los compro­
misos que adquieren se dirigen tanto al bien publico comoconlra d
ausente I nis el (ñnmínica, del qne tanlo Lotario como Carlos
denuncian, uno después de! olro con mayor o menor claridad, la
actitud. Lotario hace constar secamente: «Varias veces en este arto
liemos imitado a nuestro muy amado hermano ! uis a una conver­
sación común...: pero como hasta ahora, pese a nuestro deseo y obs­
taculizado por causas diversas, ha dilatado su venida, no quisimos
esperarle más tiempo para realizar nuestra unión», mi hermano \
yo: y Carlos, con más franqueza, agrega: «I sla unión la hornos
venido aplazando hasta aluna parque hubiéramos querido que
nuestro dicho hermano (Luis) viniera a encontrarnos para aso­
ciarse con nosotros. Pero como, impedido por varias causas, ha des­
cuidado venir, decidimos, ante la noticia de litrhideucias que su lujo
trata de fomentar, aliarnos» mi hei mano y yo Sin eluda, esta alianza
estuvo en un principio abierta a Luis. pero, aun Indicándolo, no
vacila Carlos en piectsar que I otario y él consideran ya al G e r /iiü -
ntoj como un adversario, uno de esos «enemigos terrenales» a lo*
que se alude antes, más que como un eventual adliercmc del pació
que han decidido enirc los dos: «Que si nuestro dicho hermano se
retrasa todavía en realizar lo que deseamos y le mandamos (es decir,
unirse a nosotros), estamos decididos a prestarnos mutuo socorro y
ayuda para quedar asegurados por doquier, donde sea necesario de
la pacifica posesión del reino que Dios nos dio.»
A mayor abundamiento, ames de separarse. Lotario y Carlos se
comprometen mismamente bajo la íc de juramentos redactados en
términos idénticas. 1 ' cu los que úntenme me se iniui de la eventua­
lidad de enlrur en eucira contra I oís y sus lujos: «A partir de este
día. si nuestro hermano Luis llega a violar el juramento que nos ha
prestado ten Meerssen) o si sus hijos atacan cualquier pane del
iciño que ni recibiste, yo te daré socorro si ino lo pides...» No cabe
iluda de que la idea de concordia general se lia pasado de nuevo
insensiblemente a un Iralado de alianza defensiva dedos de los her­
manos contra el tercero, como bahía sucedido doce años antes en
Estrasburgo: pero el acuerdo de I reja señala una verdadera mudanza
de las alianzas: a l uis. el intimo y amado aliado de ( ¡ti los el arto M2.
viene a sustituir ahora 1.era no. su implacable adversan m iel mee doce
años: \ es Luis, en aquella sazón, el que queda expulsado de la alianza
(hmv/uil concertada en nombre de los principios de paz que so creían
necesarios para lograr la salvación del mundo crí'ti.nio.

11 : Vilo» pá¡r. >

WO
Ademas, la alianza Je Loo rio y de Ciarlos no quedaba limilada
a la persona de los dos contratantes, sino que se extendía a sus
herederos, a los que garantizaba la integridad territorial de su
herencia. Lolario. el más inmediatamente interesado de los dos en
obtener todas las seguridades sobre este extremo, se laslil/o dar
por Carlos en su declaración: «Si uno de nosotros dos sobrevive a
su compañero, tomará a su cuidado el proteger a los hijos v al
reino del fallecido para ponerlos, con la ayuda de D ios, al abrigo
de las maquinaciones de los adversarios y asegurarla los interesa­
dos) su pacifico disfrute» (art 2). Y en los juramentos que cam ­
bian, como conclusión de sus conversaciones, cada uno de los dos
con Irma ules renueva este compromiso. Es decir, que el rejimim
tínico se ha perdido de vista: el estatuto territorial elaborado en
Vcrdiin el 84a se considera intangible, por lo menos en lo que
concierne a los reinos de Lotario y de Carlos: y ambos monarcas
están de acuerdo para salvaguardar a toda costa la integridad
g u cin sasu alianza contra su tercer hermano y sus hijos, especial­
mente contra I uis t'/./ínv/í. dispuesto entonces a conquistar Aqui-
tania.
El acuerdo concertado en l.icja fue mantenido. Cuando I nise/
Joven invadnt repentinamente Aquítania. esforzándose en arrancar
aquel país a Carlos. 1 Lotario realizó con toda urgencia una ges­
tión cerca del Gemíanle», con el que se entrevistó en las orillas del
Ri 11 en la primavera del 854 I I primer contacto fue duro. Los dos
hermanos, escribe cu sus ,l«d/e.i el obispo de 1royes. Prudencio,
comenzaron, por «desgarrarse a dentelladas» (sene móntenles om-
h>). luego se dieron explicaciones y se separaron en una aimóslera
de sosiego Después y jtorla intervención de 1 otario, que se apre­
suró u ir hasta Altigny. ¡tinto al Aisne. para poner a Carlos al
corriente ríe lo sucedido (junio del 854). se reanuda ron las negocia­
ciones entre los tres hermanos con el propósito de un restableci­
miento general de la paz y la retirada de Luis «7Jo\en cuya campaña
en Aquitnnia resultaba infructuosa. Cuando esta remad» se pio­
lín ¡o. poco después se realizó el acercamiento de ( arlos con I ni.scJ
Germánico, en tales temimos que llegaron a inquietar a Lnlii-
rio. ya enfermo. \ cuya muerte no ofrecía dudas para sus
herm anos.,r'”

Inri ih rliu mo
1 (mi li*■y/n i'o K5-
1 ' tihvi. j. i\i;.i 1 fcdi.i d." la cnuevitls <1; \ 11lgm . t. •; Cu/ iim : : II n !f>t
pjp 1 ’<i-: 1
1 ti l» H ft lú i j ;Vj S.s .S
Es le q u t tl;i cnlendCi P'Udi'ilclO di! IÍIISC-S l-ii 'os til» W.rií»
¡irti' SSS

MI
Efectivamente, el fin de Lotario se aproximaba. Murió el 29 de
septiembre del 855 en el monasterio de Príim. no sin haber dis­
puesto su sucesión entre sus tres hijos, pero dejando iras si una
situación complicada que debía, casi inevitablemente, poner en
peligro lodo el edificio tan laboriosamente alzado al precio de tan­
tos artos de penosas negociaciones por sus hermanos \ por él.

'■ Cl Hi'hr:'.:r-M(lli]t'ii¿-lict- 1 11“ ti \ h


CAPITULO III

SALVACIÓN DE LA UNIDAD CRISTIANA


POR LA IGLESIA

I. FKAC ASO n i I A «KRATLRNIDAD» (S55-SÍS)

Hasta entonces podía engañar la esperanza de que u na concor­


dia fraterna acaharía por mantener enlre todas las partes del anti­
guo Imperio carolingio una cohesión suliciente para salvar, al
menos en lo esencial, aquella «unidad cristiana» realizada porCar-
lormignoen Occidentey que Ludovico Pin creyó poder convertir en
realidad política durante los primeros años de su reinado. Pero('.qu¿
iba a ser de tal esperanza treme a las nuevas complicaciones que
acarreaba la muerte de l.oiario?
Había este dispuesto la .sucesión entre sus tres hijos lcgitiinos.de
la manera siguieme: a Luis, el primogénito, el reino de Italia y la
corona imperial, que ya le habían sido asignados anticipadamente
desde hacia varios años: a 1.otario, el segundo, que entonces anda­
rla en los dieciocho años a lo más . las comarcas septentrionales,
desde l-risia hasta la meseta de Langresy hasta la montaña de Alsa-
cta. posiblemente aun hasta el Jura; al menor. Carlos, todavía
niño, iodo lo demás l iste reparto territorial modificaba sensible­
mente el aspecto de las cosas: con el mayorazgo. Luis —el emperador
Luis II —.el titulo imperial venía a quedar como relegado a Italia, en
aquella Italia lombarda que. desde los días de Carlomagno. jamás
Irabia sido considerada oirá cosa que un anexo del reino franco
Aquisgrán. por primera vez. no era ya capital sino de un reino
secundario, el de l.oiario —Lotario II—, cuyo núcleo central estaba
constituido, sin duda, por la «Francia media», pero tan mal deter­
minado geográficamente que sus fronteras, sobre iodo por el sur.

1 Véase PnriMK, Le n.unim c IxirrOMi p.igs. "S-'y


C í Hnhni'cr-MUliltvichcr. r.1 IP 'a : l'aiisui. pngs "I- ’5

293
variaron con frecuencia y que resultó tan inconsistente a todos res­
pecios que no poseyendo otro nombre tendrá que dársele el de su
rey l.orfiarü regmnn, ¡diluírteme regnum, «reino de Lola rio», «reino
lolanano». denominación que en el sido 8 se transformará final­
mente en f^hutnngio. de la que los alemanes lucieron Loihringen y
los franceses «Lorraine» ;í*\
Asi. pues, en adelante, el antiguo Imperio carnlingio era un
mosaico de cinco reinos desiguales y sin cohesión que los anteriores
aeueidos. a pesar de lo1» •solemnes juramentos que los hahian
cerrado, no [>odian proteger mucho tiempo contra los peligros de
nuevos arreglos. Al menos hubiera sido indispensable la alianza de
los tres hijos de Loiario para conjurar las tormentas. Pero los dos
mayores. Luis II y I otario II. se creían ambos lesionados, y los seño­
res ile Provenza sosicman al pequeño Curios cuyos hermanos
hubieran querido sacrificar sus intereses. Las discusiones emre
estos tres hermanos que. por una coincidencia de funesto augurio,
llevaban los mismos nombres que los lies rivales de Fontenoy. se
hacían agrias: en el curso de las conversaciones que soslnvicron
¡unios el año 856 en Orbe, al sur del lago de Neuchñtcl. estuvieron a
punto de llegar a las manos: sólo con mucho trabajo logro restable­
cerse la paz ente ellos 11
P.ntie Luis el Germánico y Carlos el <alvo, c! acucnlo penosa­
mente restaurado el 855 resultaba igualmente muy precario. A
comienzos del verano del 856estalló en el reino de Carlos una rebe
lino que puso cu peligro su poder, entonces se vio a los sublevados
ofrecer el nono discutido a su hermano, igual que los nqniianos 1n
habían hecho el 854. sin queso pueda decir porolra parle, hasta qué
punto oslaban los insurgentes entonces en connivencia con el rey de
Gemianía Comprometido entonces en duros combates con los
bohemios que 1c infligieron en el mes de agosto del 856 terribles pér­
didas I uis. ya muy resentido por una campaña conducida el
ario anterior contra los moravos. ' te encontraba imposibilitado
para acoger semejante Huma miento: ¿peni lo hubiera desdeñado on
otras circunstancias?
Gu rante algunos meses pudo, sin embargo, creerse todavía en la
conservación de la concordia, si no en Iré lodos los leyes, al menos
entre Carlos el Ctihu Luis e¡ Germánico > su sobrino I.nimio II
Seguro desde el comienzo ce su reinado del apoyo del Geniiáuio»

“iJ filiar,i paS'


" 1n/i ti,mu. jilo SS6
tíL in io p iitil II. n 2<0. páji _“‘i. s - pae IS.s I 6
Ihi:. fctúl lllrj S*i (■.■i. H, u n f n Xi f i
-|i.ii tu!,i. liln S?5: nñu S.'S.

>J4
que había ido :i solicitarle en F ranclón durante el otoño del 855
Lotario II le fue a visitar sucesivamente en febrero del 857 a L oblen-
z a lwfl y luego algunos días mas larde (el I de marzo), fue a Sun
Quintín para dar cuerna a su iín Carlos de aquella entren isla
Pese a euaino se dijera, las declaraciones públicas que el lio y el
sobrino hicieron después de esta visita respiran la más cúmplela
confianza o, al menos, ira un i de dar a losyWWe.v reunidos la ilusión
de que nada lia sucedido todavía que pueda lesionar aquella con­
cordia. Carlos comienza por recordar que personalmente, desde la
muerte de su padre, «encomió siempre en su amado hermano Luis
los consejos que habla menester» y que «gracias a su intervención, la
unanimidad que conviene a los hermanos» pudo reinar cmre el llo­
rado Lotario I y él: después evocaba el acuerdo sellado en l.iejn en
lebrero del 854 y las obligaciones que de ello resudaban para él con
respecto a su sobrino: las dificultades de todo género que le impidicum
llevar a cabo con más anticipación las conversaciones que con csle
«muy amado sobrino» acaban de tener lugar y cu las cuales se ha mani-
feslado la simpatía «que abrigan en su corazón el uno para el olio»
hace alusión, linalmeme, a la entrevista que Lotario II lia tenido
pocos dias antes en Cohleiiza con su «muy amado hermano I uis»
junto a quien halló l.i acogida esperada «lo que —añade— me lia lle­
nado de satisfacción». Como demostración, Loiario II y él —declara—
han renovado el pacto de Ligia, han garantizado sus respectivos
remos v se lian comprometido, con la aprobación de sii>/í<7e/ií. a pres­
tarse en el futuro la ayuda > la asistencia de que hilván menester
\ su vez, loiario afirma esiai resuello a sostener la palabra
empeñada por su padie en Licia Agrega que, en conformidad con
los acuerdos de Va leuden nes (855). los nríssi de los dos reinos se
entregarán mutuamente los delincuentes huidos de cavia uno de los
listados al oiro: promete ejecutar las clausulas del tratado celebrado
en Meeissen el 851 por los ires hijos de Ludovico Pió y rinde (tome
na je. Iiiuilmeme.il la lyomíiid de sus dos tíos que. según dice, le lacili-
taron ambos su ascensión al irono.
Por lamo.aparenIemente.seguía >¡genteel espíritu de Meeissen.
cuando, de pronlo. en el verano del S5~. llega la uoiicia de que l.ui*
•/ Germánico acabado entrevistarse en I rento) hacia el mes de ¡uliol
con su ocio sobrino, el emperador Luis II. \ había concertado con el
un acuerdo lil analista oficioso del reino de Carlos <•! Cu!yo, el
obispo Je Trov es. Prudencio, presema csle concierto como una res*

l*i/i fililí , ¿rtn S.Ss.


" U, li. i.n.i S- ■
jiK. ¿l,nín ji'.u fó~
(. • II II '«s pvgs " -‘i
!■ Hítrh ¡s5'_ vi. Dólinisi M m .ll v ln :M
piresia luM.il tic Lotario 11 y ( arlóse/ Calvo en Sun Quintín y los his-
lo rindo res se pierden en un mar de conjeturas sobre el alcance de tal
acción, Sin embargo, parece claro que el objeto de ella era poner
coto a las combinaciones que.desde la muerte de su padre.estaba dis­
poniendo Lotario 11 para apoderarse de la parle reservada a cu her­
mano menor C’nilos. cuyo estado precario de salud (era epilépiico)
inclinaba ya a desechar la sucesión ’ La violenta entrevista que
luvo por escenario Orbe, durante el verano del S56. no había lenido
olio propósito, y los meses inmediatos iban a demostrar que Lutado II
no habia renunciado a realizar sus deseos, que chocaban, corno era
presumible, con los que. por su pane, abrigaba su hermano Luis II
Lslá. pues, claro que el himno a la paz entonado por Carlos el Olivo
después de su entrevista con su sobrino Lotario y las demostraciones
de alecto que prodigaban entonces a su «muy amado hermano»' Luis
el Germánico no correspondían ya a la verdad.
Además, el rey «de I rancia» iba a cnlreriun.se con diticutlades
in tennis conslantemenlc* crecientes v cada vez con más claridad se
daría cuenta Lie ijue no eran ajenas a ellas las intrigas de su «muy
amado hermano» de Gemianía. Ya vimos que insiintivamentc se
habían dirigido a este ultimo los rebeldes del icino el arto <X5ft. 11
retraso con que el Germánico eontesió ¡i su llainnmicnio pe rmilió
finalmente a C arlos restablecer la calma sin excesivo esfuerzo 1
IVro era exilíenle la débil situación en que se encomiaba el rey do
I rancia 1,1 hs cierto que su reino era precisamente entonces atacado
por los normandos, que el 856yel S>7 llevan a cubo mu obstáculos, sus
correrías en el valle del Loira, cuyo rio remonta lutsia Ti mis. Illois v
Orlcán*. al del Sena, en donde París vuelve a ser nsaliiulo e incen­
diado, \ a \qmlnnia. en donde los piratas llegan hasia l’oilicrv ciu­
dad que saquean el año 85' '
liste mismo año se le presenta is Carlos un nuevo v grave alza
míenlo del país en lavoi de Pipino II. que se Imbia escapado del
monasterio en donde oslaba encerrado desde el «52 1 l ambien se
rebelan al norte del Loira una parte de los irnnt <>\ " >. a primera
vista, parece que Luis el Germánico ínula tenga que ver con osle
movimiento que va adquiriendo mayores proporciones. Masía nos
encontramos con la sorpresa de que í arlos, en una capitular del M

,JJ Tu el pasaje riüie< c h u lo d¿ lus Iw. Hf w


' ii." Birtin .vilo sii!. pac <•!
‘ l/.-u /í.!7ir .-.i:o S5r.
V'Oiiíe |,i serie r.= mi- -u'i.iiJnrc- v clin ullci.ile* p. Ivu luios en I o lo,1'
ni.1 II. pói’v
" , tu<i f l i t i i i ; . :nl;> SS'
,>J poe I1
■ t í. m p.lu. -S
de febrero del 857. se refiera a las medidas decretadas contra los
rebeldes, de acuerdo con aquel al que sigue llamando su «amado
hermano». Ycon sus tres sobrinos, los hijos tic I otario l 11 Peroal
arto siguiente, mientras Carlos lucha valerosamente en el Sena infe­
rid contra una violenta ofensiva de los normandos y se multipli­
can las deserciones en su ejército la diplomacia del rey de
Germaniu adquiere un inquietante aspecto. Su analista, el monje de
Fulda. Rodolfo, lo presenta, en la primavera del S5S. en conver­
sación sucesivas misteriosas con sus dos sobrinos, Luis 11y Lotri-
rio 11 1 1 liste último, al que esperaba eu Cohlcnza a comienzos de
mayo, no cumple lo prometido y va a visitar aJ rey de F rancia, al que.
cumpliendo la palabra empeñada. Ic lleva ayuda militar contra los
normandos ll>. Entonces de desenmascara el Germánico e invade
finalmente el reino de su hermano ll<*.
Aquel momento es trágico para Carlos Abandonado por una
gran parle de los suyos, ganados anticipadamente por el invasor y dis­
puestos a secundar sus designios y comprometido en \ iolmtos com­
bates contra los normandos, parecía impotente para oponerse a la
invasión. Su sobrinoLotario II.que lucha lealmenteasu lado ¡untoal
Sena, no era capaz, por su parie.de impedit al reí do Gemianía forzar
ia fronteta lorenesa. Kl camino estaba libre ante este último, que
puede desenvolverse holgadamente sin que ningún escrúpulo lo
detenga: hasta se aíres e a publicar —como consta poi el analista ofi­
cioso de I ulila —que va u liberara los freimos del reino del oeste y a
los aqniianos.de la insopurta ble de un principe que ni siquiera
sabe delendei a la cristiandad contra i<>spagano* Amarga ironía en la
boca de un hombre que se disponía a apuñalar por la espalda a su
Itei mano en el mismo momento en que este emplea su máxima ener­
gía para impedir d paso de los pagano* del norte. Luis cuenta con que
le se ni laeil derribarle y entonces reunir m i reino al suyo, lo que hace
presagiar a I otario los peligros que le esperan a su vez.
I I avance de l.uis es rápido y sus progresos decisivos. A media­
dos de agosto termina de coticenirarsus (topasen Worms: atraviesa
el reino de I otario, llega el I de sepiiemhre a Eonihion. junto al
Oruain. en el reino.de Carlos, y recibe allí los juramentos de fideli­
dad de los proceres de su hermano, que en gran número lian salido a

111 Ciipilul. I. il n 26f>. a il\. I y III. píips ’.S<( y


■(«» lleivii r:fiu S5S. pag. ;s. \ tos MMus ( ínulas por \ oed. Di, Sonm uun.
p.igs. Iwi-IOí
11,1 t i Auzius pAjts 79$-’iX).
11,11 A m i. lu id , ¡illo SsS. piijis. Iti-Js
" " A liil B e rlín . año pág. si).
Um Bídil. año S5S. píj>s. J9-.su.
1 Inr Inhi. Jilo *58, p;ig. 49

2*>7
su encuclillo; desde n11i sigue hasta Chalons-sur-Víame y luego,
por Scns, se dirige hacia Orleáns. para adelantarse a los aquilanos.
reuniendo /niela por todas parles. Ai isado Carlos, acude al peligro
sin poder terminar las operaciones emprendidas contra los norman­
dos. El 10 de noviembre, los ejércitos de los dos hermanos se
encuentran tronica frente en Briennc. cerca de! ríoAuhe Alcahode
lies días tic vanas negociaciones, va a comenzarse el combate
cuando, traicionado por una parte de sus tropas, que se pasan al
enemigo. Carlos juzga prudente emprender una retirada precipi­
tada hacia Borgoña " r
Después de aquello. el asunto parecía ya claro; los proceres
desertan en masa v se unen a I uis. que en I royes, para recompensar
a los tránsfugas, procede a lina extensa distribución de condados,
obispados, abadías, cargos y propiedades de todo género I ti el
palacio de Aitigny.cn donde se ha instalado seguidamente antes de
liiics de noviembre, recibe una adhesión impórtame: la del mismo
Lolario 11 !,n. que lleno de repentino temor y creyendo, también, que
Carlos elCalvo está perdido, no encuentra, para salvaguardar su pro­
pio reino, otra salida que una neta reunión con su lio victonoso.
Pera i'.ihu la Iglesia a apoyar una expoliación tan escandalosa?
En aquella hora en que liasia los fundamentos de aquel orden tan
penosamente restablecido en la cristiandad se ponían de esta
manera en tela vle juicio por la ambición de un principe que por
lanío tiempo se había presentado como defensor de la paz. el alto
clero de la.s (i al ¡as supo hacer oir su voz con una valentía y una
autoridad que. cuando todo parecía perdido, conjuró una vez mas el
peligro, obligando al invasor a abandonar su presa.

II. I s IT R Y F M ION DI I ARZOBISPO H lSTV IA R O


Y Df L CLERO DL7 LAS (JA M A S

í nlie los prelados del reino occidental, el arzobispo de Seas.


Giienchui f Newi/Oí o Canelón, que era. no obstante, adicto Carlos el
Calvo fue de los pocos en adherirá al rey de Gemianía Hasta no
temió, en los piirnetos momentos, hacer propaganda en su favor '■ .
Pero no bailó mucho eco >. en su conjunto, el alto clero se mantuvo

Sobre m Ul> lo a a tenor, w i !.■> reteiee.ei.is an ItiUiima-VInhlKiclicr. »/"


■4 3 f t> I 4 .'5 m.\
\nn. fíen i-i i.i m i>X. •. 3| I C.ilnu-Me. ,nr>a p á g Ss
' Kínin.. p.ig M.v el p.ijTdfo “ Ji-I íi ijiií'.-i p r e s e n | i < i r t jrluw.'íijJ-.o
l.-;-it} t .im n risp j I meitelóa. en las i .lyaul i. II n ?im riie a sí. I 11 -1s
\.-asv la qe.e |i ip.it pe.-tmó contra .1 í irlu -. I C ,i!in, r jum o ilcl *S‘i i,hm
p.ies. -»'iC4<t

VtV
lescrvíulo, hasta el punto de que. aun en el palacio de Attignv Luis
tuvo que limitarse a que le dijera misa el arzobispo telón pese a no
se aquella zona de ml diócesis 1 Cuando fueron convocados a
Keims para celebrar una asamblea general cuya apertura se lijó
para el 25 de noviembre, los prelados se excusaron de acudir Al
menos nos ha llegado la negativa rotunda, hábil, pero firme, que
opusieron al usurpador los obispos de las dos provincias eclesiásti­
cas de Ruán y de Keims "* documento capital que fue red achulo
por el arzobispo de Rcims. aquel I linemaro del que anunciamos yu
el impone papel que iba a desempeñar y que durante algún tiempo
fue el portavoz elocuente de la Iglesia.
liste documento, muy amplio, está escrito en l'oima epistolar) va
dirigido al rey Luis, en respuesta a la convocatoria que éste habla diri­
gido a los obispos C omienzan ¿slos por atrincherarse en la imposibi­
lidad material en que se hallan de contestar en un plazo tan corto y en
un momento de tal conlnsión a la orden que 1 ais les envía; luego ata­
can directa mente los problemas planteados por el mismo folleto de
convocatoria del re)1. La reunión, como se anunciaba, tema porubjetu
proveer a «la restauración de la santa Iglesia y a la salvación del pue-
hlo cristiano». Ahora bien, en tales asuntos, señalaban los obispos,
irían mejor las cosas «si os Imbieiais querido mostrar obediente a
nueslVas anteriores observaciones», pues «lo que hemos escrito,
mandado, dicho y hecho, nos fue dictado.. por Dios» Recuerdan par­
ticularmente a Luis la sugerencia que le presentaron cinco veces dife­
rentes para tina conferencia con Carlos, en la que los dos monarcas,
indcados de sus /nieles, hubiesen examinado en común los remedios
que dehiap aplicarse a los males señalados, lisya tiempo para I uis de
seguir sus consejos v se los formulan poi escrito.
Que. ante todo, se recoucenlrc en si mismo y eonsideie en con­
ciencia.sin daroidos j las palabras de los aduladores, el valor de Lo
«excusas y nizones que puede dai para justificar su presencia en el
reino» invadido. Que piense en los cambios, siempre pusihles. de la
foiiuna: «Los que ahora te sonríen cuando consiguen de ti lo que
quieren, sonreirán >i oíros cuando estés en trance de muerte para
Iratar de obtener de ellos lo que hayan obtenido antes de li. peni
podría suceder que traten de conseguirlo cuando tu estés ¡mu vivo»
Igual que aquellos que «organizaban las rebeliones conU.i su
padre», hay ahora quienes lo incitan contra su hermano, con el
tópate de palabras de paz.de salvaguarda de la Iglesia de salvación
\ Je unidad del pueblo iristWHo; peto «el veneno se oculta bajo la

IJ Vc&sc ci tevu>. .ai. ". r>ág. -15?, 1 IU-1 ■


'■ Véase el e\li> <.ii:it(o en la r.«l:i «guíenle, páirato l.pac -2S. I I )
,J (ffgíiYi/. 1 II n " N ’ pftgs P7-1JI
miel}'se cumplen las palabras ilel Salmista- Hablan Je paz con su prójima
r en su corazón anida la maldad» (Salmos. XXVI1 [XXVTII], 3)
Los abominables daños que sufre el país a causa de los paganos
«son todavía sobrepasados por los que. con menosprecio de todas
las leyes divinas y humanas, infligen unos cristianos a otros cristia­
nos. los parientes a sus parientes, un rey cristiano a otro rey cris­
tiano. un hermano a su hermano». Tened cuidado, exclaman los
obispos, que vuestro palacio «que debe ser un palacio sagrado no
sea mi palacio sacrilego» y si habéis venirlo, como decís, a «corregir
el mal que se ha hecho, no hagáis otro mal peor», A ya que decís
estar guiado por la «caridad», «que la caridad os impulse a ira com­
bato a los paganos v... a libertar de esta manera Ja Iglesia y el reino»,
De manera general, va que Luis pretende querer «restaurar la Igle­
sia de Dios», los obispos le invitan a tomar mejor como modelo a su
hermano «su señor» y no conducirse con el clero como lo hi/o Car­
los Mat tel, que se ha condenado por haber confiscado los bienes
eclesiásticos. Finalmente, puesto que I uis expone el deseo de «bus­
car el bienestar y la salvación del pueblo cristiano» que se coi rija a
si mismo antes de pretender corregir al prójimo, pues está escrito
«Médico, cúrale a ti mismo» (Lucas, tV. 23) Asi creían los prelados
indispensable rocordatle a lo largo de su escrito, sus deberes de
rey
«Si Dios, concedían no obstante, decide conliai en tus manos la
causa y la salvación de la iglesia y del mino, decidiremos realizar
bajo tu gobierno lo que nos parezca mas conveniente a las disposi­
ciones divinas Pues Dios puede de un mui comienzo oblenei con­
secuencias felices, que le c^ posible a til lo que parece imposible ¡i
los hombres.» Pero de tal adhesión no se podría hahl.it cu lauto itu
existiera la certeza de que «nuestro señor vuestro hermano, se lia
(electivamemo) retirado de esta parte del reino». \ csin expresión
«nuestro señor», que ocurre aquí por segunda vez. señala que la
cuestión de hecho, en opinión del que cscnhe. no está liquidada
mientras todos tos obispos de la (jaita no hayan podido delibciat
entre ellos Pito, observan los prelados, son ellos quienes «con el
consentimiento v por la voluntad del pueblo tic este reino, ungieron
a nuestro señor vuestro hermano como rey con el santo crisma»
En consecuencia, que relea I uis en el libro segundo de los Reyes
la historia de Saúl. «Vera cuánto respeto guardó hasta el final
Samuel para Saúl, aunque éste hubiera sido reprobado y rechazado
por el Señor» por haberlo aquel ungido con el real crisma Aquel
sacerdote Samuel, de quien lo obispos «ocupan, aunque sean indig­
nos vle ello, su lueai en la Iglesia», les ha señalado el camino Ln
cintillo ¡i el. que se acuerde de la conducta de ! )av id que. si bien «ele­
gido \ ungido pur el Señor para reemplazar <i Saúl», se oponía a
r

que se «pusiera la muño sobre el ungido del Señor». " V. sin


embargo. David no era «ni de la familia ti i aun de la tribu de Saúl»:
«sabia que estaba rechazado por el Señor y se sabia personalmente
elegido por Dios y no había dado garantía alguna Saúl», mientras
Liris el Germánica ten ¡a (orinales compromisos con Carlos el Calvo.
su propio hermano. David «no intentó airebatara Saúl su reino ni
por la guerra ni por la astucia»; aunque rodeado «de aduladores >
de partidarios, no se dejó arrastrar por nadie en tal camino»: arros­
tró «las persecuciones ) los peligros murtales a que le expuso Saúl»
V llevando cada se/ más lejos la osadía, bajo el velo de la alusión
bíblica, los obispos se atreven a agregar: «Sabes muy bien, además,
cómo David ordenó piueedercon respecto a aquel que. poi conse­
guir sus favores, se ufanó de haber puesto la mano sobre el ungido
del Señor» 1 ; pero para el caso de que alguien lo ignore, recorda­
remos que dio orden de matarlo». Pues «quien pone la mano sobre
el ungido del Señor, ofende al mismo Cristo..señor de todos los ungi­
dos o cristos y perece bajo la espada espiritual». «Pistó se dice, agregan
en seguida los obispos, no para oponer a tu dominio argumentos
que pudieran parecer fuera del lugar, sino para hacer resaltar mejoi.
como lo manda nuestro ministerio, el respeto que debemos a tu
hermano».
Para terminar recordaban los prelados que los eclesiásticos no
se entregan a quien quiere tomarlos: que no son libres para «compro­
meterse en vasallaje y prestar jurarncnlos. como lo hacen los laicos»:
«consagrados a Dios», sólo de Dios dependen «Cuando llegue el
momento v el lugar, actuarán como bien les parezca hacerlo para
acomodarse con las justas decisiones del Señor» Que no cuente con
ellos Luis, en ningún caso «para desencadenar, comprometo o sos­
tener con llieios. revueltas o guerras, pues el Señor les dio por misión
predicar) mantener la paz» \ no sostenet sino un solo combate: el
«combate cunda los vicios». Que «no cure de las palabras de los
felones v gentes bajas» ifelloncs tHque ixtuihihs) v «si es uii ivv eris-
Iiüim \. quiere reinar de acuerdo con Dios» que se atenga estricta-
lítenle a lo s consejos de los obispos, va que. como sucesores de los
Apostóle.», lian recibido de Cristo el gobierno de «Ja Iglesia es decir,
de su iciño». Oigullosas declaraciones que tendían a hacer de la
Iglesia el arbitro de la situación y del clero el inlérpictede la volun­
tad divina v el verdadero dispensador de la potestad monárquica
1la\ que darse cuenta del camino recorrido desde las asambleas
de Con la i nes. de Yiilz v de Meerssen- la Iglesia ya no es solamente
indispensable gula, cuya misión consiste, entre otros aspectos, en

I A»l» . |.V»|hiii'Í|. XXVI. S I II AY |ll i|. I Is


" lt A. La |ll S tínutcl) I I-16

?UI
velat sobre los reyes y dirigirlos por las sendas salvadoras, sino que,
en nombre del Sciior. es ella quien hace a los reyes al verter en sus
frentes los sanios óleos, misión poi la cual su autoridad deja de estar
sometida a los caprichos humanos para no depender sino de Dios.
Pero ,,u quién incumbirá el cuidado de decidir si un rey. en caso de
disputa, está o no calificado para ejercer el poder'.' til la carta antes
citada que escribió, en nombre de los obispos de su provincia y déla
de Riuin. el lamoso 11memoro, se abstuvo este de abordar de frente
el problema; pero en su opinión la respuesta no ofrecía dudas: úni­
camente los obispos que realizaron la consagración del rey por
voluntad divina, pueden, porosa misma voluntad, decidir si debe
considerarse a un monarca abandonado de Dios. Y lo que en
noviembre riel 85S se limita H¡neniara a dejar sobrentendido sin
decirlo aún explícitamente, lo aceptará v declarará sin ambages el
mismo Carlos el Calvo algunos mesOs más larde, cu junio del 859.
cuando escriba, o deje que se escriba en su nombre, que habiendo
sido consagrado en la Iglesia de Santa Cruz de Orleáns el 848 dentro
de las formalidades requeridas «no debe ser suplantado ni derribado
del trono, sin. cuando menos, ser oírlo y juzgado por los obispos bajo
cuyo ministerio fue consagrado. y por medio de los cuales da a cono­
cer IJios m is juicios De esta manera se desembocaba en un teoría
déla realeza que estaba muy alejada déla que sostenía C'arlomagnoy
por la cual la monarquía quedaba a merced de la Iglesia.

I [i Rl ST.-M RACIÓN OP IA I N IDA O HOK LA ICiLFMA

I .) resistencia del episcopado de las Gaitas tuvo como primer


resultado hacer delicada la posición del iitvusorj dar tiempo a Car­
los el Calvo de recuperarse > rehacer su ejército Aprovechando que
su hermano había ido a San Quintín pata pasar allí las fiestas de
Navidad, v tenia consigo pocas tropas, Carlos se lanzo improvisa­
damente al ataque sobre él ( I 5 de enero del 859) v lo obligó a reple­
garse apresuradamente hacia el este 11 .
ti cambio fue tan completo como súbito, lo que más prisa se die­
ron en acudir al rey legitimo fueron precisamente quienes se habían
adherido al leycle Gemianía: Carlos, por su parte, procedida reali­
zar distribuciones de abadías y de condados para recompensat el
celo de sus partidarios IIIV. A comienzos de lebrero. Lotario II. cuyos

" G i/’í.’iií i. II. íi -'<m. ti ,í -)5I luiieja ,l¿ C Artife t i C t i l w contra


(ilieiielo-.ll
;l " tan ¡ii-nín . ui'.ns SiS \ X5M. ,iAjr i ¡ ii,h F;ild. .uto ti5S. pag 51
'• A‘ni tieniti ailu SS'l. p.»^. 51. J. ('.ilnu-lic, liiphnmmr p.ij¡. MI.
Fstados acalca de atravesar de nuevo Luis el Germán ico para
regresar a su reino vencido, se apresura a cantar la palinodia 1 .
Los obispos se convierten en el centro básico ríe la situación Reu­
nidos en sínodos provinciales, el rey les consulta, se apoya en
ellos y cada díase ve afirmarse mas la gran ligura del que había
•.ido alma de la resistencia al invasor, del arzobispo Je Reitns.
Mine maro.
El 859, tiene unos cincuenta años 11 Formado en el monasterio
de Sao [Dionisio bajo el abad llikluino. recibió una intensa cultura
teológica que descansaba en lecturas excepcional mente copiosas de
las que supo, mejor que ningún otro de su ¿poca, obtener la mayor
utilidad. A ejemplo de la mayor parte de sus contemporáneos,
aprendió el arte de insinuar sus ideas bajo el ropaje de las releren-
eias que multiplica hasta abrumar un tanto al lector: pero, a diferen­
cia de muchos de sus émulos, cuyos escritos suelen ser cargamentos
de citas expuestas sin arle, 11i neniara sabía con incomparable maes­
tría introducirlas y encadenarlas con tal lógica que conducía impla­
cablemente a quienes se dirigía a la conclusión que se había
propuesto. Su cana del mes de noviembre del 858 a Luis el Gemiá-
vico, en nombre de los obispos de las dos provincias de Reims y de
Rúan, no es más que un ejemplo, entre muchos otros, del rigor de su
argumentación y del carácter original de un pensamiento que lioso
oculla Jetrás de los textos sino para imponerse mejor,
Llevado a la corte el 822 por su maestro I lilduino. cuando éste
lite designado allí archteapellán, lo habla seguido en su caída en
desgracia el año S3Ü, pero no tardó en ser llamado de nuevo a pala­
cio \ supo ganarse de tal manera la confianza de Ludovico Pió >
luego de Carlos el Calvo que de acuerdo con éste fue elegido el 845
como arzobispo de Reims después de la destitución de Fhhon. La
experiencia en tratar los asuntos que había adquiridoen la corle, las
mismas circunstancias que concurrieron cu su elección al arzobis­
pado de Reims. que vinieron a ser favorables a su prestigio cuando
Lhbon y sus partidarios seguían desesperadamente inquietos
sobre lodo, su temperamento, que era el de un hombre de acción
más que el de un especulativo, todo, en lili, lo señalaba para desem­
peñar una acción de primera magnitud en los conflictos de %u
época, l leno de brioso entusiasmo penetrante y lucido, siempre
dispuesto a la lucha \ a sacar de su arsenal de lecturas las ninas
necesarias para ella, iba a sei durante un cuarto de siglo la cou-

I iij i llutiii .1 iV j S í! > . p l i j j i l


l-1 !««. Ilciuit. aflo X5‘). I, í.
' Sc'hiviH. te .*c |iriiieip,(lnuTli- Stlircir»,//iflAmur perú iui lu í un lilun i|ui‘
o.no peí .ijiMu sol'i'í l.i ivtüflaliJflii Je Hi neniajo v sus uhf.is

303
ciencia pensadora de la Iglesia de las Gallas y si por algún tiempo
aun sohrcviviód ideal de una cristiandad de Occidente unida frente
a la barbarie, consiguiendo, con frecuencia, triunfar del egoísmo d<:
los monarcas, se debió en gran paite al arzobispo de Reims.
F.n todo caso, a comienzos del arto St.sú. es él sin duda el inspira­
dor de la política seguida por el alto clero con el propósito de lograr
una reconciliación general del Occidente: es ¿I indudablemente
quien, desde la primera reunión de los obispos en el concilio de
Metz. el 28 de mayo, cuando se trata de deienninai por escrito las
medidas que con mayen urgencia deben lomarse, maneja la pluma
para hacerlo ' La asamblea.en laque toman parte muchos prela­
dos pertenecientes a los de dos reinos de Carlos WCahn y de Lolario.
ambos consultados antes de la reunión y probablemente presentes
en ella se hallaba conmovida por la reciente lucha entre I uiseider-
rnáttko y su hermano o! rey de Francia: deplora los excesos que por
ella han sufrido tanto la Iglesia como el reino de ( arlos y. decidida a
preservar a la cristiandad contra ia vuelta de lan funestos peligros,
resuelve enviar al rey de Gemianía una delegación compuesta par
los arzobispos de Reims.de Ruán, de Colonia v por seis obispos, los
lie Omlanvcs, I non. Mean*, Auxerre. Chálons-sur-Marne \ Metz
bstos delegados tendrán plenos poderes para darle la absolución
bajo las condiciones siguientes: 1 el reydeGcrmíiniadebe recono­
cer y confesar los daños que. por instigación tic perversos conseje­
ros. Inzo padecer a las iglesias: 2 " ha de prometer hacer penitencia
por ellos v reparar los desaíne ros cometidos: 3 tiene que compro­
meterse a concertar la paz con su lierniiiiin t arlos y a vis ir, en
adelante, en armonía, tanto con él como con I otario, en las condi­
ciones en que éstos se presten a ello: 4 ü ha de dar la seguridad do
«no volver ya nunca a producir semejante cisma en la santa Iglesia y
la cristiandad»; 5° debe retirar «su protección y sus favoies a los
hombres malignos que lo impulsaron a ofender lan gravemente a
Dios» y. tal como se había comprometido a ello en Mecissen hacerles
comparecer en la próxima asamblea que tcudiasu hei mano Carlos o
su sobrino Lotaria, para que sufran.si ha lug.n .i ello, el castigo a que
se hayan hecho acreedores: ó." debe, finalmente dar su apoyo a la
Iglesia, cuya unidad está por encima de los repartos en reinos, a luí de
que «icniemkmi cuenta los peligros del motílenlo, sea restaurada que
el clero disfrute de los privilegios y de la autoridad a que tiene derecho
y que el pueblo viva en la justicia Ven la paz». Sólo con estas condicio­
nes. están los delegados autorizados a darla absolución a Liii&r/O’. <■
inania;; además, lie' an la misión de advertirle que toda reincidencia
le expondría al castigo de Dios y de la Iglesia1

11 ( iljlll-’ll ! II II.“ -MS, p.ill •l-ll'


.'Oj
t omo so ve. para los prelados que por si mismos se Inician carpo
<1e la causa de la paz. el reproche esencial que se formulaba contra
I uis ti Germánico era el haber llevado la división y el desorden a
aquella «Iglesia una» que en la confusión de la época y en medio de
la diversidad do reinos, era la única realidad permanente. ^ nadie
parece sorprendido por aquella transposición de los hechos del
plano político al religioso; signo revelador de la evolución que se ha
producido en los espíritus y que tiende a hacer pasar, con el consen­
timiento tácito o expreso de los mismos monarcas, la dirección del
antiguo Imperiocarolingio desde las manos de los principes a las de
los clérigos
Particularmente significa uva es, a este respecto, la con versación
que tuvo lugar algunos días después —el -1 de junio— en VVortns.
entre los delegados de los obispos v Luis el Germánico. I cuentos la
suerte de poseer un relato detallado y que puede consideiarse casi
fiel N’J Comenzó Luis por preguntar a Hiñe maro, que era quien
presidía la delegación, si él y los que le acompañaban tenían el espí­
ritu libre de todo resentimiento personal con respecto a él; luego,
una ve/ tranquilo en cuanto a este punto, hizo que se le dieran a
conocerlas instrucciones escritas Je que eran portadores y declaró
que antes de dar respuesta ti ellas necesitaba consultara sus propios
obispos de los que .sólo tenía jumo a si «dos o i res»; como los delega­
dos insistieran en iniciar la conversación sohiv los pumos a que se
referían sus instrucciones. Luis replicó de nuevo «desde lo alto de su
nono» que no podía «enlrnren la discusión de aquel escrito ante­
de haberlo examinado con sus obispos». Medida dilatoria, sin
duda, pero también clara confesión de que el proceso pertenecía,
ante lodo, a Ja competencia de la Iglesia
La evolución que acabamos de señalar se coi inhora, con más
intensidad aun. diez dias después (14 de junio), con ocasión do un
seguíuln sínodo episcopal reunido en Savonniéres. no lejos del
I oul en el que participan enalto arzobispos y veintitrés obispos
del reino de C arlos <7Calvo, tres arzobispos y siete obispo-del temo
de Lutado II, en cuyo lenitotio lenta lugar la asamblea, \ un arzo­
bispo y cuatro obispos del reino de Carlos de Prnveitza. a los que se
unen tres abades, dos tic olios del reino de C arlos el Calvo, en total
cuarenta y cinco prelados, a cuyas deliberaciones asisten los reves de
los tres reinos citados. lisios cuarenta v cinco prelados, en el proceso
verbal de su reunión, declaran que pertenecen a doce de las provin­
cia- elcesi jslieasde la antigua Galia de un conjunto de dieciocho pro­
vincias, cilu que por su importancia proporciona importante res-

l,,J i ll. a 2sJS. jw. »


l3: 1-1 jL'i:t te )ii!hlic<V en Jas Liiftllut. i II. ».' ~W. p.iy- I 1 -l'rt

305
palJo u sus opiniones. I I abjomo que so proponen os. según
exponen, restablecer la concordia fraternal entre los rosos Luis y
Carlos \ ponei con olio término al cisma que desgarra la Iglesia y
diside «al pueblo eríMiano». bren te al desmoronamiento de la potes­
tad del monarca quieren oponer «la unidad de la Iglesia» (articulo.
I ). V ya. desde el articulo 2 de Ins textos acordados, no sacilun en
precisar su programa en los siguientes léiminos: «Los obispos,
como lo requiere su ministerio y la autoridad sagrada de que están
investidos, deberán mióse para dirigir y corregir a los monarcas, asi
como a los proceres de los diversos reinos y al pueblo a ellos con­
fiado. prestándoles el apoyo de sus consejos.» Para conseguirlo,
deberán asistir asiduamente a los sínodos, tal como lo exigen los
cánones. Gracias a esto podran imponerse sus opiniones a los reyes,
tal como sucedió en el pasado: tal es. al menos, la tesis de los prela­
dos que. ante el resonante fracaso ele la política de dilecto entendi­
miento y de conferencias entre los reves, lian decidido ahora
hacerse cargo personalmente de Ja dirección del mundo cristiano y
de lo> mismos monarcas, lis la idea favorita de Hincmaro. cuya
intervención resulta preponderante y quien va .1 desariollarese con­
cepto hasta su muerte.
Sin embargo. Luis el (jermánkv se opone a lodo eso por rio estai
presente ni representado en Savonnicres. P01 lo menos la asamblea
declara con satisfacción (art. 3) que t arlos el Calva y sus dos sobri­
nos, Lotario y Carlos de Provvn/a. han resuelto mantenerse unidos
y trabajíii en la obra de salvación emprendida por la Iglesia
I .a condición primera para tal obra era la reconciliación de Luis
el üemuhucti con su hennaiio. pero el fracaso de la negociación de
Woims la hacia difícil. Lotario II. interesado por s u propia .seguri­
dad en el restablecimiento de la paz culto sus dos vecinos, parece
que se dedicó activamente a poner lln a su enemistad. I 'na piimeia
entrevista entre ambos tuvo lugai cerca de Andernach. más arriba
de C oblenza. en una isla del Rin. a comienzos dei verano del 854. y
fue un fracaso. Los dos reyes desconfiaban uno del otro hasta tal
punto que se habían hecho acompañar ¡1 la isla elegida para la con­
ferencia poi un 1111 mero estrictamente igual de proceres cuya lista
nominal había sido previamente aceptada pm las dos partes. > el
grueso de las dos escoltas se mantuvo vigilante cu las orillas del río
para intervenir, una en la margen izquierda, en ten ¡lorio Je [.otario,
la otra en la derecha, en el de Cicrmania Después de un prolon­
gada y estéril disensión, que se centró pniieipalniciile en la icstitu-
ción que Luis reclamaba de los bienes que C arlos .7 Calvo había
dc.qiO'Cido a los que le traicionaran el S'S, fue necesario convenir mi

)"J tít'.íi .1. 'V'

«I»'
nuevo LMieuentm para el 25 de octubre cerca .le Basileu " .es decir,
una vez más en la fronteia de Gcrmania con el reino de ¡.otario y
como ésle no pudo estar dispuesto para la lecha acordada, se fue
aplazando hasta que logró reunirse ¡a conferencia el I de junio del
KóO. cnC obtenza. con asistencia de los dos hermanos enemigos yen
presencia y con el concurso de su sobrino Lotario Los iros
monarcas llegaron allí acompañados de un numeroso sequilo, en el
que estaban en mayoría losprvcnvs laicos y, especialmente, los con­
des pero el lugar elegido fue la sacrisiia de la iglesia de San ( as-
lur, seguramenie bajo la influencia de los piolados que estuvieron al
lado de los reyes y entre los que se cita en primer lugar al arzobispo
de Reim.s. Hincmaro; allí, al cabo de cinco dias de laboriosas discu­
siones, se llegó a un acuerdo que según se creía, iba a terminar con la
el apa de sus disentimientos " finalmente, el 5 de junio pudo ser
comunicado por los roses a susjidiic\ aquel acuerdo. Tomando la
palabra en su nombre s en el de su hermano. Carlos WGi/vu recordó
los esfuerzos realizados por I.otario, ante la presión de los obispos,
para restaurar la paz y restablecer entre su hermano > el. «la caridad
y la concordia fraternales, sin la que ningún cristiano puede conse­
guir su salvación». Las primeras proposiciones del rey deGennailia
no pudieron ser consideradas, pero las más recientes parecían acep­
tables; por todo ello Carlos pedia a los asistentes ratificar el testo de
la convención preparada y que iba a ser leído.
Lse texto, que ha llegarlo hasta nosotros, tiene doce artículos,
ocho de los cuales reproducen simplemente el pacto lirmado en
Mivrssen el 851. De los cuatro artículos nuevos, dos tienen poi
objeto dar a la Iglesia las garantías reclamadas, los otros doscmisii-
tuyen un compromiso entic las peticiones de Luis el Germánico, que
ieelumaha la anulación tic todas las sanciones de orden político o reli­
gioso aplicadas a los que se habían pasado a su campo el 85K. y el
rígido mantenimiento de aquellas sanciones, tal como loquería Carlos
el ( alio: se prometían amplias medidas de clemencia después de exa-
minarcada caso particular. Ln otras palabras, se pasaba una esponja,
dentro de lo posible sobre los acontecí mi cutos de tos últimos anos
pata volver al régimen piuclamadoel 851; peni el hecho nuevoei.i que
se trasladaba el poder moderador de los reyes a los obispos, que v ¡iii
a secundarlos en lo sucesivo en el ejercicio de su autoridad.
La aprobación del acuerdo por los fi<leU'\ permitió que el 7 de
junio fuera proclamada oficialmente la convención Los reves juia-

:l ' M .iir hin /hnii,. ,irtn S’9, j’jj.


11•’ luu H mu .illo SO), p;,J¡ M
o '’1 Vcasc su li\l.r ulieul en Ijn Capínii I. II p.ig 154.
Sot'ic lis nrjKKiftcioues y final veínse los lextu* Htíeiütjs en I isí »/./»)
• II. n.' M,?, p.igs. IÍ3-IÍK

lo
mu dedicarse con toda su voluntad \ toda su cncrcia a «la defensa
de la Iglesia y a la salvación del pueblo cristiano» y también ayu­
darse mutuamente para realizar la obra común. Los sobrinos de
Luis y de C arlos fueron expresamente incluidos en la promesa de
ayuda mutua. Después se clausuró la asamblea con las solemnes
declaraciones que hicieron Luis y Carlos ante los asistentes, aquél
en lengua germánica y éste en /omemee t es decir.en francés), con un
resumen cu lengua germánica y una adhesión de Lotario expresada
en lengua germánica también Las declaraciones de Luis y Carlos,
que tienen un contenido idéntieo, dicen, al principio, que encomen­
dando a «sus obispos y a sus fideles» el cuidado de hallar una fór­
mula de acuerdo, hablan aprobado el texto que estos —es decir,
esencialmente los obispos— le< habían sometido: que. en conse­
cuencia. estaban resueltos a vivir todos, en lo sucesivo, hermanos,
tíos y sobrinos, en pleno acuerdo; que «no querían ya. en adelante,
usarcnire ellos masque palabras que agradaban a Dios y servil a su
común salvación igual que a su honor»; que aquellos Je entre ellos
que vinieran a romper este acuerdo deberían ser obligados «a Jar
explicación de ello y castigados tic tal manera que ya nadie más
lucra tentado a hacer nada semejante»; que estaban resueltos a
garantizar a cada cual «en sus reinos respectivos, su ley. su derecho
y su seguridad, como en los tiempos desús antepasados», bajo con­
dición de reciprocidad; final me me. que no darían acogida a ningún
perttnhador del orden, mientras no se hubiera justificado, s prohi­
birían cometer actos de violencia o de robo en el interior de ninguno
de los reinos
A esta declaración. Carlos, expresándose en lengua mnitinn- y
«elevando la voz» de manera que fuera bien entendido por indos,
agregó mi breve comentario: «Por el amor de Dios, perdonaba a
aquellos que le habían traicionado v se habían pasado a su her­
mano». declaraba estar dispuesto a restituirles «sus aludios (o bie­
nes propios) \ las propiedades que habían recibido de sus señores ■
con las dos condiciones siguientes: I" que se eotnpronielieran u
conducirse pacíficamente en mi reino y a vivir allí como deben
hacei lo los cristianos en país cristiano: 2.'' que su hermano usaría de
teeiproeidad con respecto a los que habían rehusado deserta i de su
favor Aceptaba examinar con indulgencia la posibilidad de devol­
ver a aquellos súbditos suyos que «espontánea memo regio Miran a
su lado» los bienes y las dignidades que por el tenían y que su trai­
ción les había hecho peiJer. Luego exhortaba a todo> a regresaren
paz ¡i sus c<i>as
Negociación, redacción de los textos y declaraciones de los
leyes, todo indica con que espíiitu \ bajo que inllucncin se Había
podido al fin realizar el acuerdo. Los que hablan son ios monarcas.
pero mis mismas palabras rellejan el pensamiento Je los i|ue las ins­
piraron, aquellos obispos a cuya cabeza se encuentra Hi ñañaro _V
que están resueltos a proveer a la inhibición ile los reyes Por el
momento no se habla para nada de Imperio, sino u n sólo de reinos
múltiples, entre los cuales quieren los prelados mantener una estre­
cha cooperación, recordando que representan las parles, no ya de
un único c idéntico «reino franco», sino de una Iglesia una e indivi­
sible. Unicamente ella es la que entonces, apelando a la religión ya
los principios de la paz. de que es guardiana. tralii de poner término
a la discordia, l a única comunidad de que se habla es la comunidad
religiosa: al final va a ser ésta la que permitirá salvara la comunidad
política que. pese a todo, sobrevive en potencia entre los esparcidos
miemhros de aquel «pueblo cristiano» del que otrora era cabecera
el emperador.
1

I
CAPÍTULO IV

LA HORA DLL PAPADO: NICOLÁS I

Las declaraciones oficiales que la Iglesia había dictado a los


reyes carolingios reunidos en Coblenza el año 8MJ, apenas si vela­
ban las insidiosas rivalidades que aún se mantenían entre ellos y
que amenazaban llegar a la cristiandad al abismo. No cabía duda
que se había salvado de nuevo el principio de unidad: pero «podrían
por mucho tiempo imponerse el respeto para unos principes cuya
única ambición era aumentar sus listados cu perjuicio del vecino?
Al acecho de todas las posibilidades que se les ofrecían de satisfacer
m i apetito de poder, sin la menor consideración para los derechos de
sus émulos ni para el bienestar común, con tanta frecuencia invo­
cado. aquellos que expresaban conceptos más desinteresados solian
ser, en la práctica, los menos escrupulosos,
L'n escandaloso asunto, el del divorcio de Lora rio II. iba a permi­
tir darse cuenta del verdadero valor que tenían los sentimientos de
los principales cabecillas de la complicada combinación que enton­
ces se maquinaba y. al misino tiempo, ofrecer al jefe supremo de la
Iglesia una insólita oportunidad para convertirse en árbitro de la
situación.

I D ivorcio uj I.otario II

Casado el ano 855. poco después de su ascensión al trono, con


muí muchacha de la región del Voláis, llamada leutherga. hermana
del abad de San Mauricio, Huberto. Lotario no liabia tenido
ningún hijo de ella, cuando otra mujer. Waldrada. que era m i amanto,
ya le diera cuando menos un hijo. Si el monarca logiaba, tal como

1,11 11 Uaiirncr-Müpbjclicr. Hegfshi, ii.*'J2/.,rt.


I
1

queiíu. que la Iglesia rompiera su matrimonio porestéril y consa­


grara como legitima su unión con Waldrada. aseguraría el luUirode
su trono amenazado con desaparecer por lalia Je heredero Frulos
sus esfuerzos se dirigían a este doble objetivo, que no le era posible
alcanzar, sino con la condición tic que quedara establecida la mili-
dad canónica de su unión con Tcutbcróa.
f:.l año 8?7 ya estaba preparado su expediente. que se ini­
ciaba con aplastantes declaraciones de I eutberga. en las que reco­
nocía que antes de su matrimonio liabia sido violada por su
hermano el abad Huberto, cuya reputación cía tal 11 como pina no
considerar inverosímil el hecho, y con quien, según ella declaraba,
había sostenido después relaciones contra natura Indigna de com­
partiré! lecho de su esposo, solicitaba que se le permitiera retirarse a
un convento para hacer allí penitencia Lotario. por su parte decla­
raba no haber sabido hasta entonces nada de aquel escándalo, que
ahora ora ya públicamente notorio, y solicitaba, en consecuencia. 1¡i
anulación de su matrimonio, que tenia un rieio de origen por un
error sobre la persona
En enero riel 860 comunicó Loiario este expediente a un redu­
cido grupo de obispos de su reino reunidos en el palacio de Aqiiis-
gr.m bajo la presidencia de su archicapelhin el arzobispo Jo Colonia.
Gimther, r su lectura produjo en ellos el electo previsto: tupidlos
complacientes prelados reconocieron la materialidad de los hechos
alegados, lo que permitía continuar el proceso. 1 1 Hn mes neis
tarde, y en el mismo lugar, fue invitado a examinar el caso de l'etii-
hergn u n segundo sínodo compuesto de tal manera que produjese la
impresión de imparcialidad \ de universalidad: tomaron parte tres
prelados del reino de Lola rio. dos del Je Carlos w Calvo (el arzo­
bispo de Kuán y el obispo de Meaux) y uno del de Carlos de Pro­
venza (el obispo de Avienonl: enp.ua delegación que dilicilmcnle
podía pretender representar, como se quena dai a entender, til con-
ni nú) de los Estados carolincios. Con tojo, no tuco esta asamblea
escrúpulos en continuar el proceso sentenciando sobre la pseudode-
maiuia do lembeiga. a la que se concedió, según lo pedia, ser admi­
tida al beneficio de la penitencia perpelua en un monasterio.
I a noticia de esta semencia no produjo reacción inmediata en la
opinión. Todavía no habían tenido lugar las conversaciones de

' Sgt’ti' imio este a$u m :> veas»- l.i ;nu> Jeiall.ida exposi.-'Zin Je R I’-u m i L L
miiü.-r, tlcLr-'»\iiw. pags. U 2 -?'4 y lh ituichomascnnitisa.pviii.iMirli'ceuciici.i.nij?
prncir.im c. Je J L'tilnictic. I sj ¡liprjuuaU ttirohngicMK ptlys S9 ;■ -ics
( tifiriiil. i. II. y -US. púr:». J 6.Í-II".
1 Véase l'rr.ip.irJiil. ¡x «vyiihiw i/r AyiiiV.Yi p.i^-s -W-í"
,ll‘ - It. ii '<)?. píies -If'é-V'f’ y les imias
1,1 -Uin ¡1,'rtin ai'.o SMI. pjp. 53: i'apaui. L l l . n aln p jp . JWv-ISS
I oblcnza. en las que tantas esperanzas se cifraban. y nadie quería
hacerlas fracasar por exceso de precipitación. Pero inmedi a lamente
que fue concertado el acuerdo, en junio, entre Carlos«7CYj/ivj \ I uis
d Cwrniáiiicf). gracias a la intervención Je su sobrino I otario, el
arzobispo Je Rcimv Hi neniare, que pese a las apremiantes sol ici -
tuJes Je que había sido objeto, rehusó participar en el sínodo de
Aquisgrán. !P salió Ünal mente de su mutismo y publicó, sobre el
asunto del divorcio, un amplio tratado. C on rigor estrictamente
jurídico, pero con una rudeza de estilo que en cada linea rezumaba
apasionamiento, el amor dirigía un sistemático ataque contra el
procedimiento seguido, comía la sinceridad de las confesiones
recocidas y conlrn las conclusiones que tan audazmente se habían
obtenido. Solicitaba la reunión de un nuevo sínodo que fuera
auténtica represen lacio n tic toda Io I atropa caiolingia y ante el cual
se volviera a examinar, del principio al fin. todo el proceso.
La política no era extiafta a esta actitud intransigente de Hinc-
mtim y no se puede dudar de ello cuando sobemos que mu) pronto,
con un pequeño intervalo el uno del otro, el abad Huberto y luego su
hermana el reina I euiberca huyeron del reí no «le l otario y hallan in
inmediatamente asilo er. el de Carlos «7 Calvo. de quien llinc-
maro era completamente incondicional. <.t ómo se podía ya dejar de
peiism que al obstaculizare! divorcio el arzobispo de Reims trataba
de Irivorecer .1 su señor, que evidentemente estaba interesado en
Jetar abierta la perspectiva de una sucesión para si por Ial la de heré­
delos directos? Por su parte, tampoco Lotariu se dejó engañar por
aquello v en cuanto supo la huida de Huberto se dirigió .1 su 110 1 uis
<7 ofreciéndole Alsacia a cambio Je que le diera su apo­
yo, 11Je esta manera volvían otra vez los curotingios a encontrarse
di' i«líelos en «los grupos Inútiles.como antes del acuerdo deCoblenzu.
con la diferencia Je que Loiatio se había pasado del campo del rey
de I lam ia al del icj de Gcrmania.
I I Xíil se acentuó la oposición de los dos grupos, ya qué Carióse/
í alvo, con ubicua violación del pacto «Jo ( oblenza. acogió en su
territorio .1 subditos de I uis .7 (n'/vahiho v Je Lola lio. que estaban
perseguidos o condenados por las autoridades de atrtbo'. monaictis
Algunos Je estos exiliados eran Je gran relevancia; el conde I rnesto

l I P.iris.ll p.1g5 ¡M-lfrl,


‘ hsCl lutado .|Uv! lliv j pin i.le;.! D? ........ Lwilhiru i.^f. t, le ll.e ij.;.' rve.vWi'
iMifiiie.Pairo! Un.. 1, ( XXí\. eol f>.'. <• 'i R. P.iris* i ’ia tveluvun i.ipi:!nir'.áliMs Je
CjI.i f-| -.u líhii \H olfiilo. p.lg‘ l, '-|"'i
1 l"i, ttoíin a:1í>SíVii. |i,ijj sj.
' Aun fítnin.. .lílti Sri.i p.iu,'S. ¡in.ilrs' l1lenrrei .. ur.j.■sn.,i Ms.io.a\<.
animi-: per» R Px.-wji i p ^ I«aii, v .ítc?ru -sd o d .i ( alm riin/i.y '• ,,.wl p.ip.Tfii
•<“ . iy .hi q.'.'.' 110 pll.’J í •JJt.tlsi <iiUi de un iiliiC.micÜto lOiI.Iu'K hihI p.11. ‘.'J lllllirii
(suegro de Carlomán, hijo de Lola rio) y sus tres sobrinos, el ahad de
YValdon. y los condes llo n y Herenguer, rebelados contra Luis; el
conde Adahirdo. sublevado conlra Lotario 1- Iodos fueron acogi­
dos favorablemente y gratificados con dignidades y beiiefiaot por el
rey de Francia
Pronto esie til limo pasó a la ofensiva tlesearada atacando. en el
oloño del Stol. el reino llamado de Provenza, devuelto el año f>55 al
más joven de los tres hijos de Loiario I y donde, afumaba 11inema no
—otrora tan elocuente defensor de la concordia y de la fe jurada—
los pnktnvx rebelados, deseaban ser librados al lili vlc mi principe
«indigno ríe la dignidad real y hasta del nombre del rey» 1 Des­
vergonzada violación de todos lo* acuerdos anteriores y. para
colmo, acto de hostilidad sin disimulo conlra Loiario II. i|iic\ desde
bacía mucho tiempo, era el candidato declarado a una sucesión que
lodo el minuto en Occidente daba por vimialmente planteada
Nadie ignoraba, en efecto, que el hijo menor de Loiario L Carlos,
padecía un estado muy precario de salud hasta el punto de que
sus dosliei manos, especialmente Lotario II. esperaban su muerte de
un momento a otro. Desde ol aftofóS. Loiario II había tomado posi­
ciones. permitiendo al joven rey una rectificación de fronteras (le
cedió las diócesis de Melley \ de Tureniai.se) n cambio de la promesa
de toda su herencia en el caso, minutamente probable ante su debili­
dad v m is cortos años, de que muriese sin dejar hijo legitimo \
desinteresa mió a su otro hermano Luis II por la cesión de algunos
oíros territorios lias diócesis de Ginebra. Lausana y Sión) sacados de
su propio reino Así. pues, el repentino ataque a la «Provcn/a»poi
Carlos f¡ Cobo era un golpe directo contra el mismo Lotario
En realidad, la empresa fracaso ,ir y el misino llincmaro se atre­
vió a afirmar después que su señor nunca había teñirlo la menor
intención de conquista. N'" Poro la alarma había sido intensa y va lio
parecía posible esperar el restablecimiento de un concierto que
hubiera facilitado.con respecto a I otario, el buen éxito de sus proyec­
tos matrimoniales. Desde aquel momento le era necesario tratar de
violentarla decisión sin tener en cuenta el parecer del clero ile «Fran­
cia». Después de una última gestión que en su nombre v en el de Luis

1,1 (»!» K><}>,, uv.nSM.p l.’ Ifioier / .ii'r.i Vil el'P.irÍMit. pajs>. IS4-IW
,u C í CaliiMtte Pii'kituait pie».
14 tu» llt-im urtnSól.páir 56 \p ,irtin lé Sfil e s to s ’iiiilísesliiii leiiactaúiMpíT-
peí llineniaro
' 44 tT «iifint. |Ofi.
U’,: l<i« :iiln v s . pái;> -W-Si.i.
11 k f o t '» aiio i%5'\ pág. v
IJ /./>«: ü’íij stil pag r’i
1 t i P. mp.ifilin. /V ,, >m |’.i¡.'. -S.

<l-t
vi Crmiámev hizo por ¿I 86J. cerca de Curios el Volvo, gestión que
fracasó : j". Loitirio se decidió a icrininarcl caso de Teulherga con la
sola intervención del clero de sus lisiados
Ocho obispos ¡orenos. reunidos en Aqtiisgi á n d 2'J de abril tle 862.
fueron. pues, invitados a pronunciarse de una manera clara y defini­
tiva. Al expedienle J d asunto se había agregarlo una memoria justifi-
caliva en la que el rey no vacilaba en hacer intervenir el argumento
dinástico: Teutberga no sóloera una esposa indiga, a la que tal ve/ él
hubiera podido seguir conservando cu ínteres de la paz. sino que poi
su esterilidad comprometía el ftiium de la monarquía. Por mayoría
desoís votos contra dos. el sínodo episcopal reconocía, una ve/ más.
la exactitud ile las acusaciones comía la reina y considerando, ade­
más. «que no se podia prohibir,il monarca lomar imijera fin de pro­
crear hijosw.se declaraba favorable a la anulación del matrimonio>
concedía autorización a Lotario para contraer oiro nuevo, si lo
deseaba 'l'“. Oneciendo, con iodo, salvar las apariencias, Lolario
hizo que a esta decisión siguieran dos gestiones cerca del Soberano
Pontífice: una.solicitando su aquiescencia y la otra migándole, en
su nomine v en el de su tío Luis viGermánica. que advirtiera a Carlos
Calvo la necesidad de respetar el pacto de Coblenza : Luego, sin
esperar siquiera la respuesta, cuyo sentido no podia ofrecer dudas, se
tasó con su a manto en el verano o en los comienzos de moho del S62 e
hizo proceder, con gran solemnidad, a su coronación
Lra aquello sostenei descaradamente la audacia. Pero, para
imponer esta solución, le hubiera hecho falta contar, al menos, con
el firme apoyo del rey de Gemianía. Ahora bien, si este se encou-
ir.iba unido a mi sobrino poi la misma hostilidad conlra el rey de
I rancia, no tenia razón ni interés alguno en levnntm la hipoteca
que gravaba una herencia de la que no estaba excluido—y el luliiro
iba a Jemosirarlo— y en la que él se encontraba inieresado. Ade­
mas, carecía de los medios necesarios para proseguir una política
que conllevaba para él graves riesgos en un momento en que su
poder estaba muy quebrantado por una -serie tic rebeliones que le cos­
taba mucho trabajo dominar, especialmente la que. coma vimos 1 \

'■ I/.V) WiVjin :irtO S(>¡. paj! 36.


" ' \ e.mse Insuda* Jcl si nudo con los das u memos anexos, cil M uuil.í mialui
i W col 61 I-63Í1 v d .Diálisis en Pnrisoi. |\ic« IU3-I05. 11 en rSolirm-tMiililkioliii
Utf’c'tfi n I ’O'íj
1 Se lint? alusión ;i (sMi-n una curta del papa Nicolás I del 3 1 de o d u l'ic d d
sii' ,1muida ;> n obispos de O rm uiriia lEifisrohic. r VI ,-ls. Imicg- i !i
. < m , i'iiislicada. hívni. piSg>. 2IÜ-2H v iiinliz.ics en l-it'lmid-Miihll'.il .
WiKt’sto. «■' I-'1""
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3H
capitaneara el conde Ernesto en la primavera ¡Icl Xbl luego la de su
propia hijo C.'ultiman, que había podido vencer en la primavera del
¡<62 cediendo una parte de los territorios ocupados por el rebelde
entre el Inn \ Ja marca de Onrinlia y min era Je esperar que este
mal hijo reanudara en poco tiempo las hostilidades En las fron­
teras orienlales y septentrionales de su reino, luis <7 fierojd/ije0
tenia, al mismo tiempo, que emplearse a fondo y sin Iregua para
contener a los paganos eslavos " vu los daneses y a otros bárbaros
nuevos, recién llegados a las fronteras de sus Estados, a los húnga­
ros. cuyas correrías por los países germánicos dieron comienzo pre­
cisamente el S62 l<\ En tales circunstancias, aun habiéndolo
deseado, no estaría en condiciones de intervenir y comprometerse
en favor de sn sobrino Lnijirio.
Sin embargo, tenia interés en no dejar el campo libre a su her­
mano, cuya tentativa fracasada sobre la Pro\en/a señalaba con cla­
ridad sus ambiciones Así. empleando «formas capciosas», según
dice Hiñe maro 1|V1. logró convencerlo de la necesidad de celebrar
una entrevista que. de común acuerdo, tuvo lugat a comienzos de
noviembre en d reincide 1 otario, en Savonniéres (cerca tic I mili,en
donde ya se habia desarrollado en junio del N.59 lina de las glandes
asambleas episcopales que habían preparado el camino para el
acuerdo de Cohlenza Su objeto era, precisamente, buscar las bases
Je un compromiso que permitiera restablece) la paz.
También entonces la negociación, que fue laboriosa la con­
dujeron tos obispos y parece que la acción desplegada por Hiñe-
maro fue preponderante 1íl Antes de aceptar reunirse con I otario,
tanto Carióse/ Calvo como sus obispos. Hiñe maro al frente pusieron
condiciones que tuvieron cuidado de formular poi escrito en un
memorándum que con toda probabilidad lúe redactado por el
obispo de Reims ' Carlos ei Calvo, en cuyo nombre se presentaba
la exposición, hace saber en ella, no sin osadía, que poi su parte
siempre había observado leal mente los compromisos comí aillos en
Cohlenza y poma al mundo por testigo de la taha de palabra tic su
sobrino Lolario No era culpa suya que mise hubieran celebrado las
conferencias previstas por el acuerdo de Cohlenza para reglamett-

l« « /» , , u f lu í XM i S f O . . l/:> \ Havn Jilos SOI > su2. ¡ '; . í ¡ s 5 5 i 5 S O í.


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Iiwj Ai<í'/. irtn Sf>t r -s 56: I/.-ij B¡ nn: .iflu S61 p¡,¿. i.J
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a. aii>ii<i!. i ii. i 24.'. r.ie i v i i :n : i
' i; - II p1-*t.t. p.ic' 1 1ol

516
lar los asuntos comunes y poi eso que siempre había estado dis­
puesto a ellas no había vacilado en acudir a la presente reunión.
Inviniendo constantemente los papeles cTiitcncioiialinenie olvi­
dado de su propia conducta. Carlos ,*/ Calvo acusaba a su vez a su
sobrino de haber violado ei pacto de Cohlcnza al dar asilo al raptor
de su luja Judit. el conde Rnldiiino. declarado culpable y excomul­
gado por los obispos de «L rancia»: le reprochaba, en particular, que
en el asunto de m i matrimonio, no hubiera tenido en cuenta la opi
ni ó n Je los obispos y prescindiera do la del Soberano Pontífice, l o
consecuencia, al tiempo que solicitaba con sospechosa pronlilud el
concurso de LuiselOenminnv —al que llamaba su «único y ainado
hermano»—, ú lili de concertar un acuerdo riel que dependía a la
ve/ «la común salvación de ellos, la salvación \ d honor de su
sobrino > la salvaguarda de todos sus súbditos», reclamaba de I ula­
no. antes de iniciar nuevas conversaciones, la categórica promesa
de una sumisión sin reservas al juicio común de los obispos de
I rancia, de Lo retía > de Gemianía. r'.No era aquél un asunto que en
primer plano «interesaba a la generalidad de los cristianos» y des­
bordaba. poi consiguiente, la competencia del clero Je un solo
icino? De no cumplirse con esto, terminaba diciendo Carlos, podía
hacer I otario «lo que le gustara», pero no debía contal con él pata
«separarse de Diosa cambio de su amistad ni para ayudara realizai
el mal. pues escrito estaba: «¿Al impío das ayudo y amas oltn enemiga*
<h> Ynlu'iHi ' ( tuj esto luis túmido sobre li lo cólera de Yabvéh 1 ».
Pura vilo del atolladero I.olario se declaró dispuesto a Jai
explicaciones y justificarse y las conversaciones se rea nuda ron.
acordando que ci asunto del divorcio no lucra ya presentado a un
concilio, soto al mismo papa. Con esto, el acuerdo entre los tres
monarcas quedó restablecido oficialmente el 3 de noviembre del
Sb ’ \ cada uno de ellos Iti/o redactar cu este sentido una declina­
ción Luis para felicitarse por haber servido de mediador cutre su
hermano v su sobrino y de esta manera restaurado el espíritu de
Meervsen y de < oblen/a: Carlos, para protestar una vez mas de su
constante fidelidad a los compromisos anteriores v tic so ti míe
voluntad de sostener con 1.otario lelaciunes normales de amistad
p tupias de un lio con m i sohrino. siempre que este último estuviera,
en ventad, dispuesto a ellos tal como había prometido: 1 otario, en
fin. para dar gracias a la bondad solicita de su tío Luis \ prometer
conducirse como buen sobrino respecto tic Carlos, en la medida en
que éste nc condujera como buen lio.
1 II Crouiios ,\!.V ’
C'ii/’ílin'. t II n M i.lu í : . pie. lt>t.li::essé'-2S(t.l;ci.ir»ciiiaCc I ul.iri.>i'.es-
pues J í l.i cir.retitiii J i l J de ¡..sviím luí det SíOi
:i/,: frft'in, |m s >. ;f>s-lt)S

ti '
1

Por restablecido que estuviera este acuerdo aparecía, como se ve.


muy envuelto en reservas, y las partes contratantes se separaron en
medio Je un incidente que seria largo ( uando iba a pasarse a la Ice-
Una pública de las tres declaraciones reales ya citadas, según era cos­
tumbre. después de haber dado conocimiento de ellas únicamente a
los casi doscientos consejeros que llenaba la sala de las deliberacio­
nes, Luis \ Lotario »c opusieion a ello, para evitar exponer ante el
auditorio los agravios y las discordias del pasado: pero, sin hacercaso
vle esto. Carlos (tal vez por instigación de 1lincmaio) hizo conocer al
pueblo reunido todos los extremos en los que Lotario se había visto
obligado a daile satisfacción y con esto destruyó de una vez el
electo apaciguador de un acuerdo tan laboriosamente conseguido.

I! SrNTt N cu ni i papa N icolás 1

De ios acontecimientos que acabamos de resumirse desprendía,


no obstante, con toda claridad un hecho: desde aquel instante era de
la Iglesia, y únicamente ilc la lglcsia.de la que dependía la solución
del asunto del divorcio, que poco a poco se había convertido en la
clave de (oda la política occidental Pero, al aceptar someterlo al
Soberano Pontífice, nadie ludria considerado, ¡d parecer, ni en el
campo de los monarcas ni en el de los obispo», las consecuencias
incalculables que esta simple transferencia vle jurisdicción podía
producir en el provenii Je la Europa carolingia. Convertido cu
árbitro vle la situación, no intentara el papa asegurar par si en Occi­
dente, aun en el tetreno político, el lugar que estaba vacante por la
carencia de un emperador.' Todo, evidentemente, dependía de su
personalidad Ahora bien, no se iba a tardar en comprobar que el
nuevo titular de la Sede Apostólica no era hombre que desaprove­
chara la oportunidad que tan sencillamente se le ofrecía para alo­
mar »u autoridad de modo positivo.
Aquel papa —Nicolás I— que iba a revelarse como uno de los
gra rutes pon ti tices de la época, había sido considerado, curiosa­
mente. como un sacerdote de personalidad difnminnda o borrosa.
Sólo se sabia que su elección tuvo electo el N5Nu petición vle Luis lt o.
mejor dicho, que habla sido impuesta por ésto al clero romano y
por ello se descontaba su docilidad: obligado a estar Je acuerdo con
aquel a quien I ünemaro calificaba desdeñosamente de «pretendido
empeicidoi vle Italia» ’. se le creía dispuesto a todos lo» compmmi-

\»H. fftriui. afta StiZ. ;'ac-. ñn-H. rel.llu a.-h .lo a la rilum j .le Hlncmaio.
Iun. fU iv.'L Jim SS.V •
hh «i ,iiVi>X'vV |M(> H
»ox> se iha :i percibir bien pronto queeia un hombre no sirio difícil
ilo manejar, sino irreductible cuando se trataba de los principios.
Comenzó, ya el 23 de noviembre, por decidir que el asunto del
divorcio serla sometido de nuevo íil examen de un concilio, ijuc ten­
dría lugar en Vletz. pero en el que los prelados del reino de ¡.otario
estarían asistidos por ocho obispos más, a razón de dos por el reino
de Gemianía, dos por el de Francia, dos por el de Proven/a y dos
por Italia, \ que estos dos últimos serian los presidentes por derecho
en entinto llevaban la calidad de legados pontificios. Todo el expe­
diente del proceso y el juicio deberían serle en \ indos para su apio
baeión o icvisión antes que la sentencia se considerase definitiva
Sus legados, además, llevaban instrucciones precisas con prohibi­
ción de desviarse de ellas.
Diversos acontecimientos —entre ellos uno de primera magni­
tud. sobre el que \oh eremos: la muerte de Carlos de Pimenza. el 24
Je enero del S63 y el arreglo de su sucesión—retrasaron hasta el mes
de junio del 803 la reunión del concilio r i . I.ulario aprovechó esa
demora para recurrí i a la diplomacia y a la astucia Especialmente
se las arregló para interceptar las cartas y las instrucciones de que
eran portadores los legados pontificios antes de que estos hubieran
podido dar conocimientos de ellas a los interesados, para que el día
fijado parala reunión sólo los obispos del reino de Lota rio hubieran
recibido las convocatorias previas, y para que el sínodo de ¡unió del
S63 estuviera compuesto, una vez más. únicamente por personas
afectas a (.otario; los mismos legados, más o menos comprados a su
causa, se guardaron bien de hacer nada de lo que les había sido
ordenado. Fu estas condiciones, los prelados lenuidos se hallaron
fácilmente de acuerdo para sentenciar la inocencia de Lolario.
aprohai su conducta condenar a Tcutberga. Hasta llegaron a
admitirlo bien fundado de la tesis paradójica que hacia poco había
decidido Lotario presentar, según la cual WnUIrada habría sitio su
esposa legítima con anterioridad a su unión con Tcutberga. que de
pronto no tenia ya sino el titulo de concubina, de una concubina a la
que no se tenia inconveniente en arrastrar por el lodo
Pintoresca preslidigilactón cuyo único electo lúe que el papa se
nguieia contra todos los que. monarca y obispos, se estaban luir
lando con tanta osadía de el. 5>e encalcaron de llevar a Roma al

C.in¡i> ik' Nlcotj* I J<?1 23 Je nfmi.'nlhTL' J rl *»>.' or. ' VI | .i¡> V.S
!” ii 3-n
/ /, m. p ig '
tn.'i WiWm. jf i ' .stC1. p.ix l*
1 1 V.'.im' t i caria í U‘ Nicolás I a los obispo» J e lic n n n riu . Jvi 31 Ui-. icUi I ic iL
SS' l’h l.i\ kpiHolik-. l VI. pug. 343 nv S?i; la nenio:i.i Je Advcricin, n S upinlc Meo
'.ir**!, p a o . 3 l í \ ! l ‘ Ims iun ,n\n x<<\ pac (d.

II"
Soberano Poníífice las conclusiones a que había llegado el sincnlo
al arzobispo de Colonia. Gumlier. y el de Tiéveris, Teutguldo. Fue­
ron recibidos como lo merecían. Después Je conocer los textos que
llevaban los dos arzobispos y haber sometido el caso a un sínodo
reunido en c! palacio de Lctnin. Nicolás, hacia fines de ociubre,
anuló la semencia pronunciada en Metz por los cómplices de aquel
nuevo «bandidaje de tieso», decretó la deposición de (¡imihcr y de
Tculgaklo. suspendiéndoles en su ministerio sacerdotal, conminó a
los otros obispos que se habían reunido en Melz a que hicieran
inmediato acto de contrición bajo pena de las mismas sanciones y.
francamente ordenó sin menor consideración el «crimen del rey
Loiario». si es que todavía, agregaba la bula pontifica, «era posible
verdaderamente llamarle rey», " :-
l 'na carta especial dirigida por el Soberano Pontífice a aquel re\
indigno, destacaba, además, sus sentimientos de dolorosa reproba­
ción con respecto u un principe que «soltando la rienda de las pasiu-
n e s . se revolcaba» —romo dice el Salmista (XXXIX, 3 XL. 2)— « e n
el hoyo de miseria y en el fango cenagoso, arrastrando a su ruina a
un pueblo que tenia la misión de gobernar» 4
F.s cierto que los dos arzobispos depuestos i mentaron oponerse
al papa. Llegaron, incluso, a comienzos del Nb4. a empujar al em pe ni­
tor l uis 11 para que probara un golpe de tuerza en su favor Amena­
zado en su capital. Nicolás 1enfrentóla violencia con incomparable
firmeza de alma. Se retiro a San Pedro, en donde pasó dos dias y «los
noches implorando la divina misericordia, hasta que I uis II íuvu
que ceder ame su iullexible voluntad Cíunlher v I culgaldo con­
testaron entonces a las medidas lomadas contra ellos, redactando
una caria de vehemente protesta dirigida al papa ", en l.i que. a su
vez, le acusaban sin temor, con inaudita libertad de urna Devol­
viendo. contra el ¡efe supremo de la Iglesia, la acusación que este
había lanzado a los padres del sínodo de Metz. ealitkaban igual­
mente de bamlultHi? la brutal parcialidad con la quv. según ellos,
habla realizado el papa el examen de su proceder, con «todas las
puertas cerradas, tmlc una muchedumbre abigarrada en la que los
laicos estaban mezclados con los eclesiásticos»; le reprochaban con
vehemencia haberles juzgado y condenado «sin consideración para
el procedimiento canónico, sin que se presentara ningún acusador,
sin citar testigos, sin discusión, sin defensa, sin la meuoi declar.v-

i -Íl.v . VI p.ws ‘ t. ' . ' 2


'■'* #...»» :sf :i
I ‘ tí.» Lknir ,‘ rt» $<>l ■ <■'
II * t : 1J\M t\k ' a .itlíC i lioivir H m t i r ; .! r .) r n tu- tnu flnirn. - r " m -1. p.ies.<«‘J
i p ir R.i-.li.llo ilr Ful.l.i, en ¡<» h,n b'nUl ¡ i r t e ¡ ' á « » " '
cjón por parte de ellos, en ausencia de los otros metropolita nos y de
sus sufragáneos, en ausencia de sus colegas de episcopado, sin
aquiescencia de nadie y por un acto puramente arbitrario y de furor
tiránico» Y. no vacilando ya en adoptar una ¡tclinul de abierta
rebeldía contra aquel a quien, en el comiendo de su caria, lingian
aún tratar con el respeto debido a su alta dignidad y a su carácter
sagrado, terminaban con estas pnlaharas desafiantes:

« lu maldita sentencia que excluye la benevolencia paternal v que es


extraña a todu sentimiento de caridad fraterna, esa sentencia que luis lan­
zado contra nosotros con titilación de toda juslii ia. de toda ni/ón. de Unías
las leves canónicas, lio la aceptamos y. con el conjunto de nuestros hernia-
nos t considerando:» como no producida, la despreciamos y recitábamos.
En cuanto a li. que estás en la comunión de los condenados y de los exco­
mulgados, junto con los que desechan la santa religión a quienes resen as tus
lavores. rehusamos lecibirle en nuestra comunión y en la sociedad fnilcrnal
de toda tu Iglesia, de esta Iglesia que,en íu arrogante vanidad, desdeñas t de la
que eres indigno por Iu insensato orgullo En tu temeraria ligereza, ni mismo
te l\a> hecho reo de anatema cuando exclamas: «Que quien no observe los
preceptos apostólicos sea anatema», pues ni no cesas de violar esos preceptos,
a la vcv que las leyes divinas y Jos sagrados cánones . y nosotros que liemos
experimentado ahora tu engaño y tu astucia, lejos de sentirnos humillados
por 1¡. nos erguimos con piadoso celo contra tu iniquidad..»

I i intímenle, para que nadie lo ignorase, estos dos arzobispos en


rebeldía agravaron aun su caso dirigiendo copia de su libelo a sus
colega* del episcopado en el reino de Lntaiio. haciéndolo preceder
de tina caria de remisión en la que el Soberano Pontífice era califi­
cado como «señor Nicolás, a quien llaman papa, que pretende set
aposlol cuno los apóstoles y que se cree emperador del mundo» Y
hasta no vacilaban cu Itablai de mi ( h ' t m ' n i ú i ( i n u i n i a ) ,
I sin* violencias de lenguaje, este desbordamiento de injurias, no
sirvieron dv nada No solo Nicolás ! no se desvió de la línea de con­
duela que se había trazado, sino que los obispos del reino de I otario \
el mismo 1.otario en persona se sometieron por medio de caitas llenas
de respeto, excusándose a cual mejor ¡K>r haberse dejado arrastrar a
aquello ti mismo ai/obispo de TréverLs se apresuro a inclinarse
ante la semencia de deposición que le afectaba l.[ticamente
Ciumher se empecinó en su rebelión, aunque abandonado por Lotíi-
lio. que dispuso la provisión de su sede de Colonia "s

1»». Ki'W;.. urtu siw. ’


/r • VI ,»•>•• ■ i: ‘ IIO I I ■ •• !'<• « ' i • ln fi • .. • i
KVI. p.iy. i I
' l.os imsiiiús ,I l- I,i unid i ntciior.
la», /¡.tv» «ño ski. !>ag *J
De esta manera la firmeza Je Nicolás i habla irinrilado de
todos los obsláculos y. en aquella sazón, se sintió lo bastante
Inerte como para convocaren Roma un concilio general, cuya reu­
nión fijó para el I de noviembre del 864. con la misión de decidir,
bajo su presidencia. Indos los asuntos pendientes lanío en Occi­
dente como en ürienle. entre ellos, claro está, el del divorcio
Je Lora rio

111 E l p a p a . a k u it r o d e O c < i d e n t e

Ante el anuncio ile esta convocatoria, los reyes carolingios se


conmovieron. Vieron en ella una amenaza para su independencia
política y como si litera una consigna, ningún obispo de las Cía lias
ni de Ucrniania se presentó eJ I de noviembre en Roma ' Sin
desanimarse por esto. Nicolás aplazó para el 19 de marzo de! 865 la
apertura del concillo y lanzó nuevas convocatorias
Luis el Germánico y Carlos, inquietos dándose cuenta de la nece­
sidad de conforma!' su acción política anlCs de que un arreglo deli-
nilivo viniera a inlcrferirse, se en Irevista ron. a mediados de febrero,
en Tusev. junto al Mesa, en el reino de Lola rio El acia de su icu-
mon ' da comienzo con una protesta de desinterés: los dos monar­
cas. que no tienen la conciencia tranquila, se creen en el caso de
precisar que su reunión no tiene por móvil ni «el deseo Je engañaro
condenar a nadie ni cualquier codicia indebida», Sus intenciones
son limpias: les anima una sola voluntad la de laborar por el bie­
nestar común. I negó, una vez que se prometen Je nuevo la ayuda
mutua que —como lo recuerdan— eousliiuia una obligación estricta
a consecuencia del pacto de Cohlcuza. Untan el pumo esencial: el
caso de su sobrino Lotario. Este, observan, «victima de los impulsos
juveniles» y excesiva me nie dócil a los «consejos de los hombres
livianos» de su séquito, con su conducta «ha conmovido a la Iglesia,
conducido a los sacerdotes al deshonor y comunicado al pueblo
cristiano el contagio del mal». Por iodo ello, considerando que «la
Iglesia que les ha sido confiada a él y a ellos, constituye un solo y
único reino» y que los diversos pucNos que gobiernan no forman,
déla misma manera, sirio uno solo: la «cristiandad», han lomado la
resolución de Ja ra su sobrino los «consejossinceros» que.además,
él mismo les ha pedido.

hhin ¡)fui SM. |)íig *?: Epiin/hti, l VI. p:i£ Ull n O.


Pansci. Pag, ’á"
l<3 E/M'ilttí i. V|. (ijn. ;'-i. u( .(j,
1,1 f n l(.n Inn. !)i-/1:h pay! - W.i'j ( j i j ' t ( ■ • II p i, tlSS I 23-2S
|l>' L i;/i¡<u¡ . I II II.' >U | Iw>-I67
El acta oficial no dice más; pero Hiñe maro, sin duda présenle en
la entrevista, cree poder afirmar n> que Loiario fue expresamente
invitado por sus dos tíos para que pusiera fui al escándalo produ­
cido por el asunlo Je su divorcio, es decir, para que se separara de
VYaldiada y volviera a unirse con Teuiherga.
Ni un solo intímenlo le cupieron dudas al interesado sobre las
intenciones verdaderas de los consejos que se le prodigaban: en ellos
vio la prueba palmariade que sus dos líos, cuyas protesias de desin­
terés sólo podían engañar a los ingenuos, se Itabía puesto de
acuerdo, como ladrones en feria, ante el reparlo de su sucesión que.
sosteniendo el matrimonio con ’lciilbcrga, iba a caer larde o km-
prono en desheredamiento por falta de descendientes directos v
hasta, posiblemente, habían tratado de una inás rápida ocupación
de su reino ' Ante esta amenaza. Loiario ya no vaciló: más valia
apelar a la conciencia del Soberano Pontífice que dejarse despojar
Je aquella manera por sus líos. Inmediata mente pidió a sn hermano
Luis II que hiciera una gestión cerca del papa Nicolás I para favore­
cerle llí{. De esla manera los líeseos del papa se veían colmados: el
mismo Loiario quedaba constreñido a inclinarse ante su alta
autoridad
Menos clara parecía la actitud de Luise/ Germánico > dc(. arlos
ej Calvo. En Tusey, no liahian descartado la eventualidad de una
personal gestión de Loiario cerca del Soberano Pontífice, pero
bajo Ja expresa condición de que el asunto del divorcio fuera con­
siderado previamente como arreglado y que ya no hablara en
Roma sino de iiuiulgonciu, es dócil, de reconciliación religiosa ',vJ
Además, se habían pucslo de acuerdo para negar a sus obispos
autorización pata ii al concilio general con tocado en Roma,
como vimos, para el ló de mayo del Nb.Y Pretendían que los plazos
eran demasiado cortos, las distancias excesivamente grandes, los
caminos muy poco seguros y el momento poco oportuno a cansa
de los constantes ¡naques de los normandos, que hacían indispen­
sable la presencia de leídos cu sus puestos " Pese a ello, no
estaba el papa menos resucito a proceder con energía Al mismo
tiempo que declaraba no engañai.se sobre las luzoncs invocadas
para excusar l.i ausencia de los obispos al concilio. cn\ iaba a Ins
revesen calidad delegado pontificio a una de las más distinguidas
personalidades de la curia, a su a/wirtsarto y fiel consejero el

,y I r . R T j .tm i lh<‘t in , . l i l a X f i S . p ; i ^ , " 4 .


|y /d. «i |vi[!'. . r I os icn in n o s<|e i|iir >c s in c I lim niiirii i n i-oc p.i'.uic m.'
concillan iii. oi con l,i ití¡*uiilIj hi|Xj|Cio
• hitm, i'ág, '
‘ 1 Ith ni, pa|¡ M
“ lipniulat. l \ I j’tin 3J-I. ii' I ll: páj: illtf. iV 3S
obispo Je Orín. Arsenio. con la misión de arreglar en su nombre los
asuntos pendientes
A mayor abundamiento, Arsenio tenía orden de no tener en
cuenta ninguna susceptibilidad, ni siquiera la de Mine maro, cuyas
pretcnsiones de regentar la Iglesia de las Calías habían llegado a
aburrir al Soberano Pontífice. .,No se había visto el año S62. al arzo­
bispo de Reims privar de su sede, por una simple semencia sinodal,
a uno de sus sufragáneos, el obispo de Soissnns. Rotadus, y ordenar
m i interna miento en un cenobio sin esperar siquiera la conformidad
papa la que se había alzado en apelación el condenado? Convir­
tiéndose aquel asunto en personal, se habiu negado Hincmaro du­
rante mucho tiempo y con obstinación, pese .1 las conminaciones
pontificias, -i dejar que Rotados fuera a Roma, de donde volvía en
aquella sazón, en compañía de Arscnío. para ser reintegrado en su
diócesis en virtud de una sentencia pontificia del mes de enero
del 865 ” •
Arsenio llevaba consigo un paquete de cartas por las que el papa
expresaba de manera clara y decisiva a lodos, tanto monarcas comn
obispos, sus decisiones en «orminos que no admitían replica H), F|
legarlo entrego a cada cual su epístola: a Luis «7 C it'iv u m w o . en
Francfort, en el mes de julio: a I ola rio. en Gondrcvillc, cerca de
Toul. algunos dias después: luego a Carlos .7 Cttlvu. a mediados de
julio, en el palacio de Attignv, Los obispos recibieron las suyas en
los mismos siiios. A todos In/o saber Arsenio. por medio de comen­
tarios verbales, el carácter imperativo de la voluntad riel Pontífice,
I .otario, en particular, fue conminado a abandonar u Wnldradn y a
utiir-o de nuevo con Tentbeieu "“F Traída ésta por Arsenio. desde
Francia, hasta donde se hallaba su esposo, en el mes de agosto, lite
solemnemente reconocida de nuevo como esposa legitima en pre­
sencia de diez obispos y arzobispos, del capellán del icy \ de una
numerosa muchedumbre venida de los diversos reinos. Seis condes
y seis señores se hicieron garantes, bajo la le del jmamento. de que
en adelante seria untada con la< consideraciones debidas a una
esposa legitima y a una reina, v I otario fue advertido de que cual­
quier nueva desviación por.su parle Ir acarieuría una «nmcdiulj

¡tifia paye SúO-.i ¡II, n 3X t i pags Wi7-30y. i,- 37 \ P.irisol.


:
‘ ■ I I iV cía" -«SII1V.11 til: ■tv.iillll'.tMIIC l'lll'-'.TCOJ|' Cll liis t i "!•'/,h 1 M.
|\iy.-. 353-137 y p.etlc -omj'lclrn <<■ron la varia <lr J lieciiMm en M ime, l'jin-l ¿i)
C '\X V l._ i't'5 -si Hir.ciTuirnpreSfíUn Insc «¡i su in -ner.i e n ,l/iu &-*tir¡. iirtosSol
Sí 7 síi-, Síi-l » H 'l (_ I S-.'irilrs. p:ip- 23’ ' ”fl
Lo vtiir >e na c n n san n ü it il ■L-llas -.".la publicado en l.w Fpmtiibr 1 'I
raye ',U2-3l-i u " 1c W
- In;:. a^:> W. p.iyv 75-7<i

324
excomunión: fuinlmenie. para mayor segundad. Arsenio se hizo
entregar a WaMnida y se la llevó con él a Italia
bn este asunto iminiaba la voluntad del ¡tapa. Igual mente salta vic­
toriosa en todos los dominios de la vida política o religiosa Je la
Europa caiolingia. donde Arsenio liabia tenido el mandato Je inter­
venir. Además, el legado había logrado restablecer, entre todos los
principes earolingios. las relaciones pacificas. I na vez resuelto el
asintió Je leulbeiga ni Carlos vi C'aho ni Litis vi Germánico tenían
motivos para mantener en cuarentena a su sobrino, Carlos, por su
parle, accedió a recibirle en Ailignv hacia el mes de agosto, reanu­
dando con él las relaciones de amistad acordadas en Cnhlcnza
Carlos y Luis se entreviMamti en seguida en Colonia par confirmar
aillo el legado su armonía Hasta la sucesión de Provenza dejó de ser
motivo de discordia: después de la muerte del rey Carlos, ocurrida en
enero del Sb.V el emperador Luis II. considerando sin valor el tratado
por el quet'l tallecido había reconocido a Lotario II como heredero ll*1.
logró anticiparse a éste.ganándose la fidelidad de una parle de los pro­
ceres de Provenza, y final mente se llegó a una transacción entre los dos
pretendientes por medio de un reparto que parece haber tesen ario a
Luis II la Proveu/¡i y las diócesis de nmbinn.Ciap.Grenoble.Mouiiers
y Helley. dejando iodo lo demas para Lotario \ Desde entonces las
relaciones entre Luis 11 y.su hermano se mantuvieron tan cordiales r]ue
en todo momento habla encontrado Lola rio en el rey Italia. Jurante
sus desavenencias con la Sanie Sede, el más seguro y eficaz apoyo.
Hay que agregar spie en aquel momenio tenían los reyes, parece
cada uno en su territorio, tribulaciones bastantes como para no
desear ocuparse de los asuntos generales de la ham pa caí ni i ligia
En Francia, las devastaciones de los normandos hablan alcanzado
alarmantes proporciones y la necesidad de acudí i a la defensa riel
territorio que el rev invocaba el XM v el Mí5 para justificarla absten­
ción de sus obispos a los concilios de Roma no era. por desgra­
cia. un vano pretexto; los normandos se instalaban en el mismo
cora/oti del reino, en las inmediaciones do París, y se adentraban,
en sus correrías, por el país: no menos osados aparecían en la
cuenca del Loira . adem ás.sabemos que el iev se vein nhligaJoa

lilew, páji?. 16-15 i¿n conde *.• reproduce integrad-,er.te c> icvio .leí tira-
lll il'.'.li. bisel lo Uiiihi: n en Iüs { i II n .llj!, pagí fu¡:i j iV 565
caite del p.ip.i NicoLlí I. »1el 51 d. iivtuliie del 3ST. a UixOiispo* Je CiL-rnunu cu l.i-,
£•• ,, I. 3 t ]'ág. —s ( i r 55j.
i>»>. B < rílll. S ito pág N
lw«f l u i d , .ifiu t\* pÁp. l.“ C C llInnl.i ( c d ic iu ii l‘ ii l:i _. p .irlc i
V'm sc t u j ’/y . póg 5 N
t’C 'lli'jiJin p T ' i v c w . pígs '¿-35
Véase \upm pac '55.
i l Vog^l ihc Xurt>unr.cn p¡lj¡s a)
multiplicar sus esfuerzos para mantener en obediencia a sus súbdi­
tos y hasta a su propio hijo Luis el Tartamudo ,J”. También Litis el
Germánico tenia que hacer lYeme a los rebeldes y a las traiciones de
sus hijos y de algunos de sus proceres ,2W En cuanto a Lotario. lo
menos que puede decirse es que los acontecimientos de los últimos
artos hablan puesto a dura prueba su autoridad y su prestigio, I odo
quedaba, por tanto, libre para el papado, que era el grait vencedor
de la llora y parecía estar en condiciones de dictar su voluntad
al Occidente.

K c h c l i - . i i i e - <Jc 1 " i - Turiofuiiilo c ii ¿ I 8 6 2 y de P ipinode V | u í i h i ú h er. í!


Si-4. | i;k ñ. a (n jr.m $62 y S6-L pj¡!>. 58. ?y. 66,72: niovimienins le; jin se u s en Uor-
Z.ofla {C'Ápimt-ir Je t uses. Ce te tte m del Sf»5. en Cit¡ iin!, I. II, n.' 2 -1, pLij*. 32‘)-332l
11 Rebelión de su< t'arlo m é n el 863 y Lilis el 866, iru id ó n d cl m.uciucsdc
Pjiinnni.i el 865 Vé.inse los t'in Fnhl ; los tm licrlin
CAPÍTULO V

EL DESPERTAR DE LA IDEA IMPERIAL: LUIS II

Una sombra, sin embargo, se presentaba en este cuadro: el


«emperador del mundo» que, según decían los arzobispos de Trc-
veris y de Colonia, trataba de ser Nicolás 1, carecía de los medios
necesarios para proveer a su propia seguridad F.n la misma Roma
estaba a merced de cualquier golpe de m an o ;13 1en lodo momento
las facciones, que no estaban desarmadas, podían turbar el so­
siego de la ciudad. Pero más todavía quclas turbulencias internas
tenían que preocuparle los enemigos exteriores y. sobre lodo, los
musulmanes que seguían amenazando a la capital de la Cris­
ti a ndad.
Desde que. desde Sicilia, habían logrado poner el pie en la Italia
meridional, sus avances en aquella zona habían sido constantes.
Aprovechando Jas rivalidades que enfrentaban entre si a ios peque­
ños principados lombardos de (.'ampania. fueron poco a poco,
desde Barí, su primera base en el continente, adentrándose en la
comarca de Benevento v hasta más allá del Voliumo; lograron
adueñarse de las fortalezas que guarecían el curso superior de dicho
rio > finalmente habían gando el valle del Liris. desde donde
comenzaron a avanzar hacia el Lacio.
F.l papado era por si mismo impotente para contenerlos, y mi
debilidad material iba. durante muchos años a obligarlo, no solo a
moderar sus designios políticos, sino a asegurar a toda costa, en la
persona de uno de los principes carolingios. el puesto \ titulo de
dcfensoi que redamaba la salvación de la cr istiandad. Lra tanto como
declarar que después de haber vivido un cuarto de siglo abrigando

' Vv'nsiv fio r eje:»pío. en los -iiin . .ifio M -J. páj». (v-(>v t i relnti» de
l<*. iMinutluosiis ¡tu i i t í ules i|ne sert.ilmon l.i llrit,t,l;i ;■ Rom a el alto S M <lc
Lili.. II

127
I;i gt'nciosa ilusión de una concordia fraternal. cuya animadora
lucra la Iglesia, se habla venido, por fuerza de la realidad, a tener
necesariamente que entregarse, por medio de un caudillo temporal,
a la defensa del patrimonio común de lodos los ensílanos de Occi­
dente. Ahora bien, como el peligro más apremiante era el que ame­
nazaba a la sede de San Pedro, los papas iban a dedicarse en
adelante, sin descanso, a la tarea de hallar d más calillcado monarca
que pudiera en fien tu rse con aquella situación.

I E l K M I'h ltA I)OR I .U S I I V L A UbbLNSA Ufc 11 A LI A

En los dias de Nicolás I no era posible ninguna duda: se impo­


nía tan sólo un hombre a la elección del Soberano Pontífice; el hijo
mayor de Loiario I. aquel Luis II a quien, precisamente, había sido
concedido el título imperial \ que.cn la lialiadcl sur. Inicia añosque
sostenía la lucha contra ios infieles.
Había nacido hacia el año 822 y. por tanto, estaba a la sazón en
la plenitud de su vida. «Rey de los lombardos» desde el año 844.
consagrado emperador el 850. las circunstancias le hablan hecho
un soberano esencialmente italiano. Desde el X5() hasta el día de su
muerte ten el 875) va no abandonaría el suelo de Italia mas que lies
veces, y cada una de ellas por ausencias breves: el X56 v el 864 para
conferenciar con su hermano Lotario II en Orbe, a algunas leguas
de sus fronierns septentrionales y el 863 para ir a Provenzn a hacerse
cargo de la sucesión de su hermano l arlos. Todo el resto de su vida
se desarrolla en Italia, residiendo con preferencia en la antigua
capital de los reves lombardos, en Pavía, cumulo las necesidades de
orden militar no lo obligan a ir a las comarcas de Renevemo. *
Su calidad de soberano italiano —de «emperador de Italia»
como decía con desdén II me muro 1 1 — no dejaba. por otra parte
de colocarlo con frecuencia en oposición con el papado. Si bien no
estuvo en Roma, sino en breves v raras ocasiones, ejerció al li sin Ma­
quear va por si mismo, va por medio de sus representantes, las pre­
rrogativas que poseía por la Constitución romana del uño 824.
aunque desde los tiempos de León IV Í.S47-855) se elevaban cu
Letran quejas contra sus injerencias en los asuntos pontificios v
hasta, a veces, las relaciones entro las dos potestades degeneraban
en violentos conflictos. A la miiciivdc I con IV. en julio del 855

Ver tos documentos recodaos, en ¡os <!e BOluner-MOlilbachcr. ti.


ii
" V'cjmI myvu. |
Ve.1,se l.i c o rro por. J c n .i le Lcoii l\ i.u.Uizoda cu los Rixcsia <ic 11 fo-
\\ jiit'iihücli. n 2«0-.VI(>. eJ L i PóiK.fh.tli* l II. (iíiís I34 i v.fis. y líis coui'-. y
I ) i i . l ie s T ie l in t / » '» ; / / ! . i/¡ i '. i e s 25o 1 2 '
el carolingio hizo respetar.mu consideraciones su derecho de interven­
ción en las operaciones electorales. que dieron por resultado la elec­
ción del nuevo papa Henal icio MI. como los electores descuidaron
solicitar su aprobación previa, había exigido, antes de aceptar su voto,
que se volviera a realizai d escrutinio cu presencia de sus delegados '»
cslo aún como resultado de una transacción, pues en un principio había
manifestado la pretcnsión de sustituir al elegido por un candidato seña­
lado por el, que era el hijo del obispo de Orla. Arsenio.cl lamoso Anas­
tasio al que. con poderosas razones. León IV anatematizó . i:"
A menos de tres años de distancia —ya que Henedieto MI había
muerto el mes de abril del S5H—. fue sin tardanza Luis a Roma para
vigilar por si mismo y de cerca la nueva elección y asegurai el
triiuilodcsu candidato que. esta voz. era nada menos que el diácono
Nicolás, proclamado papa con el nombre de Nicolás i Portales
circunstancias, csic se le mostró, al principio, completamente adicto
Al mrodia de su consagración le vemos recibirá Luis sentándolo en
su mesa, abrazarlo con ternura en el momento en que van a sepa­
rarse y hasta darle !u sorpresa, cuando el emperador está ya en
camino Je regreso, de alcanzarle a algunos kilómetros de Roma
peía participar en su comida v estrecharle una vez más entre sus
brazos. *1 Llega hasta el punto de rodearse de algunos personajes
que sorprende sean sus colaboradores, de no haberle sido impues­
tos por su prokcior. entre ellos, aquel Anastasio a quien Luis II
pensó haeei papa el S55 y que, a causa de su inteligencia \ excepcio­
nal cultura. fue designado por Nicolás secretario suyo: o aquel Arsenio,
obispo de Oria, y padre de Anastasio, cuya acertada intervención en
el asunto del divorcio de Losario uo impide que fuera un hombre
lleno de vivios: o linalmente, el obispo de Porto Rodoaldo. notorio
prevaricador que se dejó comprar el KM por Lotario I!. 1 ( liando,
algo mas tarde, quiso Nicolás desembarazarse y quedai libre, se
produjeron choques bastante tuertes, poi ejemplo, el S6Ü v el Xól
cumulo l.nis I! sostuvo al arzobispo de Rávenn contra la Santa
Sede \ el Kó4. cuando, como vimos, el emperador llegó hasta
emplear la violencia para ira lar de que el papa doblegase su volun­
tad ante los dos arzobispos Gimllier v Teuigaldn. destituidos en cas­
tigo de su escandalosa actitud en el asunto Jel divorcio

" Sol’ ic iodos rsioj □L'iilvcinntiili \¿ js e D u ch i1sin.' F . h i i i/,' p:ii¡>22--


l las oulas ü il iiiin ih 1 liisluriuvlor en sil c<tjwion del / <b?r p lHli/ií-tU I II
l.tk;'i pvr.vj'l. at< i. ti. ji.lgí 151-1?!: . tlui lisn ii, . -.lito S5S. p¿j>. 50
" iO'-.-r( " v.í.'Íí ,.. t. if. p.i¿!. 152.
Duches il.:. Éuti ii.»:i>fnni p.iys. ’ ' so y ’4-1: carias (U N i..' i- I .leI ,uto
sivi. .i |.rs p jira ie a s v obispos de Oiiew e scb rv íl papel de Ra.lo.ildn en el asunto Je
I o rín | F.FÍ'it'hit', i VI p.igs. 55-t. 561. 562)
L.ilhv i II. p<i|is. 155.:f-fr Duvhcsnc. h u í fv>i:;ni.;h p íe •
Supra. pag. 5 10.
IIn este ultimo caso Nicolás supo hacer trente altivamente a la
tormenta. Pcro.yic.se j su cnerda y a la elevada idea que tenia de su
autoridad, no podía permitirse romper con un principe que tanto le
era necesario para la defensa de Italia. /.No se habían puesto a
prueba, desde m i ascensión al trono, la valentía y los talentos milita­
res de Luis en la lucha contra aquellos in lides cuyo alaque decisivo
se temía a cada momento' t i arto 8*47 los había detenido en seco,
por primera vez. en las cercanías de Benevento.IJM 1:1 R32. después
de haber intentado, sin éxito, arrebatarles Bari. los había derrotado
otra vez juntoa Benevento. "'"El N60, cuando se hallaba en la Italia
septentrional, los infieles volvieron al ataque, impusieron tributo al
duque de Benevenlo. amenzaion Ñapóles \ amagaron un movi­
miento en dirección del Lacio, de tal manera que lúe necesario
disponer contra ellos la movilización de toda Italia, desde la lla­
nura del Po hasta las comarcas más directamente afectadas. A esta
preocupación responde una capitular. r promulgada el Sí>6 por
l itis II por la cual hace un llamamiento, a causa del peligro, a
lodos los hombres libres de la península divididos.de acuerdo con
sus recursos personales, en dos categorías: los menos t icos deben
set movilizados en el lugar o proximidad de su residencia, para
asegurarla vigilancia de las fortalezas > de las costas: los otros, des­
tinados al ejército de operaciones, deben estar dispuestos a partir,
provistos del equipo necesario para un año de campaña. Plazo
excepcional (el normal de la movilización en el territorio carolin-
uio era de res meses) que demuestra la gravedad de aquel
momento.
/.Cómo no iba el Soberano Pontífice, mejor situado que nadie
para darse cuenta de la situación, a sentirse obligado a conceder su
completo apoyo al tínico defensor posible? Luis II invitó al papa
a participar con una aportación financiera a la empresa contra los
infieles, indicándole que podría consistir en que cediera la rica
ofrenda que le acababa de hacer el khan de los búlgaros. Boris.
reden convertido al cristianismo; l-|,i Nicolás se vio obligado a acce­
der. maso menos gustosamente, a aquella demanda, que.según dice
! lincniaio. equivalía a una orden, pero no entregó la totalidad del

BahmiT-Miihlhadu'i rVoiofij u * 11*18


1 h il'lll ii.-* llj-l.l.
foviii ii. P IÍ v Sin cintiiirgn. t i «til ¡til .leu' si tacan* re l ■ urioll :il pjpJ
S ;o Lis l/ó'iHí/.'iii1 1. VI. fM¡;. -I i' cicuta con este num rui . lOticur a una mnenai.i
s.iir.ivtnii o a una .im.-nn/.i m m natidj.
; í <j;\inl, t II. iv -IS. paja W '1)»
-1* \ t .n e en l.is fpiih>!¡h. i VI.. péy la ra n a ipir ;l *u.t>oi «le Nicolás I ti
mi Atlriiii.'i ti. cscrihii.i cr fth rtM Jet SíX a Luís \‘l
1 Cí, I I i.itpiic:). L ii ItothtiiYs ( |W i| p.iu /O*).
regido búlgaro. sino mii sólo una parte Je los presentes recibidos,
excusándose de no poder ser mas generoso.
El futuro de la cristiandad do Occidente, quistaras? o no, apare­
cía, por tanto, mas intimamente vineulado cada vez a las posibilida­
des militares del pequeño príncipe carolignio. a quien el destino
había hecho emperador, y aun el orgulloso Nicolás 1estaba, hacia el
fin de su pontificado, suficientemente convencido de ello como
para no someterse a aquella evidente realidad.

íl. El. papa A driano II. a rí MoLgth del emperador

Muerto Nicolás (13 de noviembre del 86"). cada vez se va


haciendo más borroso el significado político del papado, mientras
acrecienta .su importancia la acción del earolingio. en quien lodos
ven. a la sazón, la barrera ele la Europa cristiana contra los
infieles
El sucesor de Nicolás 1. llamado Adriano II. cuya elección tuvo
tugaren ¡niscncinde Luis II. enaquel momento ocupado en la Italia
meridional por la .situación militar, era un sacerdote romano bas­
tante oscuro. I tierlo y cojo, hombre sin gran prestigio, acogedor y
servicial. 1pero sin personalidad y sin carácter, siempre dispuesto
a testimoniar su gratitud > su buena voluntad u un emperador de
quien espera apoyo y de quien elogia los méritos. I le aquí, escribe a
comienzos del StiS a Luis el (jcr»i('wico y a ( aríosci Cuho. he aquí
un principe que no consume sus fuerzas contra los cristianos, sino
que las emplea tortas «en delensa de la Iglesia, para nuestra propia
seguridad \ para librarnos de los infieles»; un principe que protege
nuestras fronteras contra los sarracenos; que no ha dudado en dejar
su capital v saerilicanrel grato reposo» que disfrutaba para lanzarse
a la lucha, afanándose sin limites, sufriendo «calores \ escarchas»,
siempre dispuesto a «soportal males y peligros por la causa de
Cristo», no retrocediendo ame nada «para asegurarla salvación y la
paz» de los cristianos. En lodo esto, la actitud del papa Adriano res­
ponde n la obsesión del peligro mu mi Imán y ¡d sentimiento de que
únicamente 1 uis II es capaz de proteger a la cristiandad conird
aquella amenaza, asi. cuando el Tu de lebrero del -Sos sienta ¡i su
mesa, en Evitan, a unos monjes extranjeros, les invita a rogai por
«mi cnsiiiiiiirimo litio el cmpcindor augusto Luis, a fin de que I )tos

1 " VV.iv I lin t man i vn Ion Iun. Uom i .»U> sW. sn t i tt«l)i>v<-
V íllltlia th t:. «.v, u - IMS*.
1 N h rc -u l'trsnlihlidail v s.i olrcciot). Viiuxt el Líber ¡•oii/tíi'.iili' I II i >hi*n.
r<-r.v
i {>l\tina*. I. VI. 70a i ” 17

JJt
ínJúpoderoso le conceda ia victoria sobre el pueblo sarraceno» y
disponga de esta manera, poi su mediación, «la paz perpetua» al
mundo cristiano.1 "
Ademas de dispuesto a inclinarse profundamente delante de
aquel Luis II. que era, en su concepto, el salvador, se hallaba ade­
más Adriano en una situación personal bastante delicada para no
hacer nada que pudiera enajenarle la amistad de m: hombre tan
poderoso. Cuando ascendió al trono pontifical, ya era sacerdote
desde hacia veinticinco artos l5:j \ había estado casado antes ríe
ordenarse Ahora bien, su esposa y su hija seguían viviendo en su
propia casa aun después de su advenimienio al papado, en el pro­
pio palacio de J.eirán. y esta situación no dejaba de producirle
embarazo. Asi se supo que en el mes de marzo del S68.en plena cua­
resma. su hija se había dejado raptar del palacio de Leii'án pot su
amante, un joven Je nombre Eleuterioy que no era oiru sino uno de
los hijos del obispodeOrta. Arsenio. también casado otrora. I ue
no escándalo sonado, un escándalo en el que Luis II. invitado per­
sonalmente por las dos familias afectadas, la del papa y l.i del
obispo de Orla, luvo que intervenir para atenuar los efectos.
Arsenio fue el primero que acudió, presentándose en Henevento.
donde a la sazón eslabn el emperador, para colocarse bajo m i
amparo y. según afirma llincnuiro i::í —que no peca por exceso de
benevolencia cuando se trata del antiguo legado pontificio—. para,
al mismo tiempo, poner su fortuna en lugar seguro: pero, agrega a
renglón seguido, «mientras Arsenio estaba en conversación con los
demonios, dejó este mundo si haber comulgado», también el pupa
entrego el asunto a la jurisdicción de I nis II. rogándole que proce­
sara al raptor Posiblemente, nunca se había visto u un papa en una
situación más falsa y, en cierto sentido, más ridicula Pero el inci­
dente tuvo un desenlace particularmente dramático. I I mismo
Htncmáro dice que, impulsado rieuterio a los peores excesos poi
nstigación de su propio hermano Anastasio (aquel otro hijo del
obispo Arsenio que estuvo a punto de ser papa y que, después de
ocupar la secretaria de Nicolás I. había sido promovido por Adriano
a la dignidad de «bibliotecario de la Santa Sede»), acabó por dego-
Uarumt después de Otra a la hija s a la mujer del papa. Los icpiesen-
tantes del emperador en Roma aprehendieron ¿ti asesino y lo
hicieron ejecutar: pero es inútil decir que este hecho, que fue de

i . i K r ti p.rj!. rr>, . ys.


1 * Vc.-isr 1 Piichc-ne. en mi edición Jet Líber / - u n r i f r l II p.l£. I <r>
n.'
t-:í inn fíerttn. .ifiO SfvS. 92
1 ¡tlt DI.
Sol’re iodo lo iioierior, vó,,nse lo , .hi/i fírniti, nnii MiS. p.i¡¡. ')2.
incidencias i;m ruidosas, no consiguió realzar el prestigio del
papado ni siguiera conirihnvó a aumentar su autoridad.
¡Profundo cambio se luibia producido en Occidente después de la
muerte tic Nicolás I! Hn algunos meses la situación volvía, una vez
más. a trastrocarse en beneficio del poder temporal Se considera al
papa tan susceptible de adaptarse a lodo que lodo el mundo se jacta
de hacerle rectificar las disposiciones Je su predecesor, t n particular.
Gimlhei \ Tcutealdo. los arzobispos destituidos, mitigan cerca «le él
para que se les vuelva a establecer en sus sedes episcopales de Colonia
y rrcveris; Lolario II da por seguro la revisión de la sentencia que lo
separó de Wnldradu le obligó a unirse de nuevo con I cutbaga; esta
última insiste por su parteen que se le autorice a no hacer vida marital
con el monarca; y. en cada caso, se requiere el apoyo omnipotente de
Luis II. I=3< Adriano, que no quiere disgustar a nadie, en especial a
Luis II. resiste blandamente; ruega a Lotmio que tenga nu puco de
paciencia y espere la reunión de un nuevo sínodo, y para otorgarle
una primera satisfacción acepta, en febrero del S68. a solicitud de su
«muy anuido hijo l uis, empcradorclementísimo, a quien en todo hay
que dai le» —éstas son sus mismas expresiones—. levantar a Wal-
drada la excomunión lanzada contra ella por su antecesor 12:1
Decididamente, el papa no se atreve a negar nada al emperador
y por esto, l.uiaj io. a quien las primeras concesiones no hacen sino
agudizarla impaciencia y que. además, esta resuello a poner, cueste
lo que cueste, lodos los triunfos de su lado, no vacila en trasladarse,
en junio del 8í>9. hasta Bcnewnto. donde espera convencer a sn her
uuiiio Luis II para que intervenga con el Soberano Pontífice en
sn Livor. 1:3,1
Ocupado en la guerra contra los musulmanes, encomienda Luis
,1 su esposa, la emperatriz l.ngelherga. que lo acompañe hasta
Monte (. j s s i u o donde el papa Adriano, cumpliendo las órdenes del
emperador, \a a recibirlo; el asunto parece en vías de solución,
cumulo Loi.irio muere lepcniiiiamcuie a consecuencia «le un ata­
que de liebre palúdica en PLiseneia. el Sde agosto de 869. cuando ya
e s la b u de regreso ,il norte. 1

III El PAPUJO Y LA SI.CISION I 1)1 VKING1A iSW-S*IJ1


bsia muerte inesperada tuso como inmediata Consecuencia
plantear, antes «le lo que se su ponía, perdón condiciones ya pres isas

. l/;« fít nbi .irtu S(»7 p:.¿. vi: Jet papii AUnanu. Lis
£/’n.,«,W. i. VI. ¡'¡ios. (*Ví y sigs
1 if-Ml’itii'. L VI, p.lgs. 1*01 7u2.
.l'iii hiiwt üftii pjgs ‘MLW.
I-1 ..tíiíi Bi HÍm afta S69. i*j¡2i.
U<
por Carlos el Calvo y por I ms vi Gemianía), el problema etc la .suce­
sión lotarineia, ya que Loiario no dejaha hijos sino Je su unión,
reputada ilegitima, con Widdrada. ten otra época hubiera podido
Luis II. el más próximo heredero del fallecido, encontrar en aquella
circunstancia una oportunidad excelente para reconstituir en su
provecho ei reino de su padre Loiario Les decir. la ocasión de reunir
de nuevo en un solo Estado los antiguos países trancos del Mosa y
del Rin. con su capital Aquisgran. y la Italia de los reyes lombardos,
en la que reinaba desde hacia veinticinco años. Su titulo imperial, al
que habían proporcionado signilieación sus victorias militares y los
servicios prestados a la cristiandad, hubiera hallado con ello, sin
duda, un brillante complemento. Pero la lucha contra los sarracenos
de la Italia meridional hacia, de momento, imposible para él toda
intervención al norte de los Alpes. Kn parecida situación se encon­
traba su lío Luis W Germánico, que había caído tan gravemente
enfermo en Ratisbona como para que los médicos desconfiaran de
salvarle la vida. ’ Magnifica c inesperada fortuna para Carlos el
Calvo que. después de haber negociado rápidamente con los prócc-
les del reino vecino, se encontraba en Metz el 5 de septiembre y se
hacia coronar allí el 9 como tey de la Lotaringia,
I I papa Adriano, siempre dócil auxiliar de Luis II. en cuanto
tuvo noticia de la muerte de I otario envió curtas a los obispos, a los
condes y a los próceres del rey de Lrancia. mJ para pedirles que obs­
taculizaran toda tentativa de este genero por parte de su soberano y
les recordaba los derechos imprescriptibles de Luis II a la sucesión
de su hermano También evocaba que Curios se había cómpreme
litio por juramento (especialmente en Lieja el a respetar en
beneficio Je sus sobrinos la independencia del reino concedido a
Loiario I en el tratado de Verdón; exaltaba. una vez más. la admira­
ble abnegación de Luís II por la causa de la cristiandad, elogiaba los
merecimientos «de un principe tan grande y de mi emperador tan
piadoso»: amenazaba con anatematizar y. a los obispos, destituir, j
quien no se opusiera a la realización del crimen que L atios medi­
taba con (oda certeza. Por carta particular invitaba a Hincmaro
para que empleara s ii ascendiente personal con el rey. a fin de
disuadirlo de realizar aquello. bina hítenle, conminó al mismo
Carlos para que renunciara a ad u ar de aquella manera. Por oirá
parte, había invitado porel mismo correo a los obispos y a los proce-

•|i;i:,FíiUI. 31’.<I M'‘> rrttf (O; •J,i« fíen:/;, .iño SfrM. ;\!t_ |i|>
I/.// Ihn m ¡lito M>V. |'ágs ’ut-liis.
' ' frn.-a,',/. i \ | . p.tgs. *17-731
hhm pag 77tl
< ari.i prr.liJ.i jjiuliz.nl.. por Hmi in.'.ri'cn I iis .-Ijmi ¡i. run. ¡u'.u S(>s. paginas
lili Ilis
res de) reino Iotaringio para que se adhirieran iodos, so pena de ana­
tema. «I heredero legitimo, el emperador Luis. «rey. señor y empera­
dor de leída la Galia» 1 1
Por una ironía del destino, las carias de Adriano estañan lecha­
das el 5 de septiembre, es decir, el mismo Jía en que C arlos<7Calvo
entraba en Metz: sólo después de haber lomado posesión de tina
gran parte del reino de Lomrio II y de haber disfrutado, especial­
mente. los honores del palacio de Aquisgrán. lúe cuando el rey de
I rancia recibió a los mensajeros del papa, a los que acompañaba
un embajador de lu is II encargado de apoyarles ensu gestión. Pero
I lincmaro. que estaba en l.orena junio a su rey '' *y a quien debe­
mos los detalles de todo esto, observa que Carlos «no cuidó de tal
petición» l2ií ni siquiera se lomó el trabajo de darle respuesta, ai
igual que hicieron todos sus obispos, entre ellos el mismo Hiñe-
maro. 5 lodos sus proceres. Ll lenguaje conminatorio Jel papa
disimulaba mal su \ erdadera debilidad y nadie se dejó engañar Un
cuanto al emperador, cuya cansa defendía con tanto csttisiasmo
Adriano II. estaba demasiado absorbido poi la lucha contra los
musulmanes para que la reclamación que hacia de sus derechos
pudiera intimidar al rey de Francia.
I I único con quien éste pudo contar fue con Luis el lirmiátiictr.
Menos gravemente enfermo de lo que se había creído en un princi­
pio, reclamó su parte en la distribución del bolín. Aun antes de que
Lotntio hubiera muerto, ya desde e] año S68. se había puesto de
acuerdo con Carlos el Calvo para repartirse entre ellos, por zonas
iguales, «lodo lo que Dios íes diera de los reinos de sus sobri­
nos»; IM v en sepliemhre riel MfW no dejo de recordar a Carlos las
condiciones de este acuerdo, -J- Pero cuando supo que. no contento
con insudarse en ci tciiiiono lotarmgio \ de promulgar en él actas
fechadas en «el año 1 ele su reinado como sucesor del rey Lola-
rio». Carlos, que precisamente había enviudado por entonces leí
ó de octubre), se habia vuelto a casar solemnemente en \quisgr;ln.
el 22 de enero del N70. con una doncella del país. Riquilda o
Riquclda. hija del conde loreno Hivin y sobrina de la reina Teutbcr-

- lix iM h K . i . V I , | i ; i g i 7 ; i - ’ 2 .v
/huí, Iknih, afio WJ, pngs. lid.
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' t'iv o s m ¡\st?s>lr>|iiií‘. la M'rtiilab.ic<>n uin.vgiirii Ai Iómhi II Viaii-i: iih v\n-
-- cu la> A/)óíi■/,.%' I M. pap ' • iliin*jv 1-Mfu ”2i- i I ’ li ' 'T'.'O 1 1 ?i'i
J| <, ¡liiiil, l II, i!. pagv Ui7-Jb? t-.Me tcUo v|Ui¡ Ito .i l.elia i'.rl S<«S. i slj
Jjliidm*: iliiu -ilciu itii'|> o r!.l .ilmetce./>i>sWri<irft‘«arri p.tjr- l l i n lOV-Mo I>ai: s
lo .uiui.ieri jl arto Sb* | km razones que m u m e y rechaza I i.iliw .li iv. i.i
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*' ISiilinii'i-Mnlilhaelic: n: M.'í

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gu, esperando así al raerse a sus nuevos súbditos. I uis amenazó a
su hermano con recu trica las amias si no procedía inmediatamente
al leparlo acolitado. J' No sin esfuerzo pudo Imalmenlc llegarse a
un enlendim lento en Meeisscn. en donde los dos monarcas se en (re­
vistaron el S de agosto del 870: el reino de I otario fue partido en dos.
de norte a sur, por una linea de trazado bastante complicado que
dejaba a Luis Aquisgrán. Colonia. Tréveris. Thiomille, Vtelz. Ma­
guncia, Alsaeia \ la región del Jura, y a Carlos, las comarcas occi­
dentales. I:i" Verdadero despedazamiento en el que no se habla
tenido el menor respeto por el ¡ntenis general ni porta equidad.
La única voz que aún se elevaba en favor del derecho y de los
principios que los dos reyes de P rancia y d c( iermania estaban piso­
teando con tanto cinismo, era la del papado. Apenas se había realizado
el reparto de Mecrssen. cuando una lluvia de cartas pontilicias ,-J7
caía sobre Occidente, aunque sin d e d o diferente al producido por
las anteriores e igual que ellas con un retraso en la información yen
la transmisión que acentuaba su carácter inoportuno e ¡nopeinnte:
fechadas el de junio del 87(1. testimoniaban a Luis el Uermúiilto.
con enfadosa impertinencia, felicitaciones por su desinterés, y a
Carlos el Coleo vehemente reproches y amenazas de ¡materna, tan
vanas como las de 869. Conminaban a los obispos, a los proceres v.
personalmente.a llmcmaro para que intervinieran, a lili de salva­
guardar los derechos de Luis II que estaba llevando a cabo, «con
grandes fatigas», el combate hermoso «contra los enemigos del
nombre cristiano y para liberar al pueblo de I )ios*> Pero de la elo­
cuencia de Adriano, de sus súplicas v Je sus amenazas nadie hi/o
más caso que anteriormente.
Sin embargo. Ilincm aiü.aquien el papa intimaba aexcoimilgai
al rev de Francia si éste no renunciaba a su conquista, se dio, i la
tarea de contestarle. ¡'Pero que respuesta' I n un extenso memo-
nal | J,el inquieto arzobispo, herido en lo vivo.colocaba en su lugar
al Soberano Poní ifice, con un atrevimiento de lenguaje increíble,
participándole la sorpresa que habían producido cu la Gaita -ais
observaciones No faltaban gentes, llegaba ¡t decirle, que recordaban
que los papas, en las horas difíciles en que los lombarJos amena­
zaban. habían aceptado con premura que Pipino y sus descen­
dientes concurrieran a las armas para salvarles, con esto señalaba,
también, que contra los normandos, las oraciones del sucesor

C'i fn iis o i. ivjgs. r'Su.jtrfv


r * 5 -Un;. Betún, nrtu H1». p .ip IDK-IW
- f •i¡<íiut I. II. n :’ ?.V p,1j¡,-. p:ir.' lt ' ‘
ry.jíi'i'i,!’ . I. VI
MÍl’iil1 ftun.t lili u>l <A\\ I, col. IT4- IMS Hju; üo.m-.iCiUO es Jí cciul'f.'
Je s'li.
>5(>
ilc San Pedro eran insuficientes. Agregaba que «de dar crédito a la
lite ral ura secular, los reinos de esle mundo se ganan poi la guerra y
se aumenlan con la victoria y no con excomuniones», que. además,
«no es posihlc ser a la vez monarca y obispo» y que «si los asuntos
eclesiásticos dependen del papa, los públicos son de la competencia
de los reyes». Que cales declaraciones hayan salido de la pluma de
un obispo y. lo que es más todavía, de un Mine maro, es la mejor
prueba de la evolución que se bahía producido en los espíritus

IV I A RECONQUISTA I3F B.AKI Y t l DfcSI'LR'IAR OI LA IDF.A 1M PF.RIAL

Junto al débil pontífice, cuyas amenazas dejaban indiferentes a


los reyes de Francia > de Gemianía \ de las que se mofaba el arzo­
bispo de Kcinis. el emperador, que borraba la personalidad de
Adriano podía presentarse como un gran personaje.
Hs verdad que en el terreno militar, al menos, era sin duda el cau­
dillo infatigable cuya abnegación por la causa cristiana guslosa-
mcmecxaliaba el papa. Desde el Sitial 871, va no abandonó la Italia
meridional -í“ y no tuvo mas que un pensamiento: acabar con el
invasor musulmán I as operaciones, tan pronto victoriosas como
indecisas, que personalmente dirige sin alejarse con ningún pre­
texto del teatro de la lucha, le condujeron linalmente. a comienzos
de ícbiem del 871. ¿H resultado que perseguid encarnizadamente
desde el 8b7: la conquista de la gran base musulmana de Mari, a ori­
llas del Adriático. \ la liberación casi total de la península.
Para llegar a este final no escatimó esfuerzos: ni aun dudó en
ponei.se en relación con el emperador bizantino, a fin de obtener, cu
N0Ó y el .X7I, el concurso tic una Ilota griega que pudiera suplir la
molesta carencia, para e) ataque a un puerto, de lodo clase de naves
de guerra. Pero, lin al liten te. la victoria se debió a el y a sus tropas,
’l el orgullo que ésta le produce es tal que le hace perder ti n tanto la
cabeza, si hemos de juzgar por la carta que. al día siguiente de su
lrumio, se atreve, según todo hace suponer, a enviar al ba.\Hetts
de ( onstaiuinopla.
Desde s u s primeras palabras loma una actitud contraria a su
colega de Oliente, oponiendo su propio titulo a aquel que él le da:
«Luis, por la voluntad de la divina Providencia emperador augusto
Je los Romanos. a su mm amado hermano espirrlu.il Basilio, glo­
riosísimo > piadosísimo emperador de la Nueva Roma.» Pues el os

- B t it im c r-M ilh lb n c h e r. n . ‘ T232-J


- Iilrm. :i" 12-llv \ t
- 11 Vífc'ii. :i 04 l24¿j \ l2-tf>
’■ f.íi’.’U n ' 1217: nhini.i edición en las t¡>¡ít>vur. i Vil pags.
ul verdadero emperador; lo es pot la voluntad de Dios, como lo
indica el pioiocolo de sus acias, es decir porque plugo ul Todopode­
roso dar el trono imperial al más digno, poi virtud del sanio óleo que
el papa, nuevo Samuel, vertió sobie su frente, inientríis que Basilio
pertenece a una linca tic principes que no sólo abandonaron la cui­
dad ite Roma, sede del Imperio, sino que desertaron del pueblo
romano \ hasta dejaron de usar la lengua romana, para emigrar a
oirá ciudad, jumo a otro pueblo, adoptando otra lengua.» I rente a
Basilio, que représenla la hetera o. mejor dicho, la k i u h Io.xui . el
representa la ortodoxia. /.Que importa que él petene/ca a la raza
franca'.1Nunca dejó de haber emperadores romanos salidos de otras
razas diferentes j la romana; espadóles, isaunanos, kazatos, por
ejemplo. Desde entonces le plugo a Dios llamar a los francos, por­
que. según las palabras del Apóstol, el Señor ha querido «injertar
ramas nuevas y de tina fe limpia, en lugar de las ramas que ¡rabia
desgajado a causa tic mi incredulidad». Que aquel, pues, «que tenga
oidüs. oiga,» 1"■*
Ridiculizando en seguida la estúpida pretensión de un empeia-
dor que tan mal conoce la lengua de los romanos como para estro­
pea) la palabra iv.x (rey) e ignora que es equivalente a la griega
basilcH'i señala el asombra de verle reim indicar la conquista de
Bari como testimonio de las virtudes militares de «sus griegos»,
con pretexto de que en el sirio de la ciudad, los francos sólo eran
un puñado de hombres únicamente ocupados en «mirar y comer»
«Los vuestros, replicaba, eran como los saltamontes al comenzar
el asalto: pero luego, bruscamente enfermos de cobardía..., sin
mirar, sin comer, sin combatir y sin i rol con de victoria, se eclipsa­
ran repentinamente, poniéndose a resguardo, mientras que, des­
pués de haber sanamente espetado durante meses la llegada de
vuestra Ilota, nuestros hombres, por poco numerosos que fuesen \
aunque se hallaban agolados por tantos sufrimientos.... habían
vencido tan bien a la muchedumbre innumerable de los sarrace­
nos que devastaban la Calabria... que por esn fue fácil la toma
de Bari »
I (na vez restablecidos asi los hechos y luego ilc hacer alusión ,i
oíros agravios. Lu¡> II pedia al emperador bizantino que enviara a
las zonas de la lialia meridional una flota suficiente para corlar a
los musulmanes de sus bases v. en especial, de Sicilia: de lo eonlra-
nri, las victorias ele los francos no serían definitiva?., cuando con el
concurso de una Ilota griega mi sólo >c podr ía liberar toda la penín­
sula. sino que. tal vez. la misma Sicilia.

S.ltl l’.lhlu. /TvWdfn ,i ¡I/., UnuuHU/S XI. IT-’U.


* sjt Milico XI I r

>5*
El lono de esta caita es tal que, a veces, luí sido considerada apó­
crifa. '-1J Pero naja hace pensar esto, lia sido redactada con el
mismo espíritu y casi con el mismo estilo que muchos otros docu­
mentos que salieron en aquella época de la curia pontificia.
Recuerda especialmente una carta dirigida unos seis artos antes por
el papa Nicolás 1al emperador bizantino Miguel 111. quetambién se
había permitido tratar de bárbara la lengua latina, a lo que el Sobe­
rano Pon ti fice había replicado que los báibaros eran quienes se
ponían en «ridiculo al titularse emperadores de los romanos igno­
rando la lengua romana»; |:?- y esta coincidencia no fue electo de la
casualidad, sino la demostración de que en ambos casos el redactor
era la misma persona: es decir, el lamoso Anastasio, protegido de
Luis II. secretario del papa Nicolás I. bibliotecario de su sucesor \
siempre dispuesto a sem rlacausade .su imperial protector. I I sobe­
rano deConstaniinupIci se había ido eom irtiendo poco a poco para
los occidentales en «emperador tic los griegos»(Gmirorunt ¡m/wria-
mr) \ más que siempre Litis II podía persuadirse, como lo hacia o
dejaba de declararlo que el veradero «emperador roma tío» era
él.
Es un solo punto y en una calla desgraciadamente perdida a la
que Luis II daba respuesta, atinaba Basilio en el punto neurálgico al
scrtalnr que aquel principe franco que pretendía hablaren nombre
del poderío franco «no reinaba en todo el territorio franco» (in iota
Frouriu) La respuesta ele Luis fue aquí singularmente oscura y
embarazosa: «Rehuimos en todo el territorio franco, pues se puede
decir que poseemos los países que poseen aquellos que son de la
misma carne y de la misma sangre que nosotros»: ' lo quesignili-
caba que. haciendo suya la leoría do la indivisibilidad del imperio
earolineio. que se creía muerta. I ui< se presentaba como dueño y
señor supiemo de todos los reinos francos, ¡jim de aquellos (pie
poseí n su» (tos C arlos e/ ( al\ o y I ui.s<-/ Grnnánko y que el Unge creer
que le deben las mismas consideraciones c igual sumisión a la que
Ludmicó Pió.el R17. reclamaba desús hijos menores respecto de»tt
primogénito, el padre de Luis II
Las hechos desmentían cruelmente semejante pretensión, \a
que Luis II continuaba careciendo de poder al norte de los Alpes:
había tenido que limitarse a protestas platónicas contra la ocupa­
ción por sus tios del reino sacante por la i míe ríe de su hermano
I otario II: e» notable que los cronistas oficiosos de Carlos el Cairo v

l.il i-s l.i tesisí Je .'V K..i iiL't.ms/. I for.ptr■ iwltnxirii -MI IX .Ir]
iiioiir >. Im J iil.iifi II ¡i Itnriie h’ MmAiomev en I r iuahn ií/x . I " <ei il.« M il
■l‘t ‘~l. pdp¡ i* ) «£>
1 h 'iw llli . I VI. pág. 5S. linea ’ll
. l V il. p.1j> »*S I ’S: pn^ _JS»T. I I
de Luis el Germánico —Hincmaro. en los Anales de San Berrín v
Meginhardo. en los Anales de Falda— no dediquen ni una sola
palabra para celebrarla loma de Barí, demostrando de esta manera
que' el eco de esta victoria no lúe muy considerable fuera de
Italia.
No por ello era menos cierto que. en los medios de la curia, a los
que pertenecía Anastasio, el supuesto redactor del documento que
acabamos de analizar, la idea imperial tendía, de pronto, a renacer
La defensa de la Iglesia y de la cristiandad requería un emperador:
por esto, el Imperio que se creia muerto iba n resucitar.
CAPITULO VI

EL PAPADO LLAMA A CARLOS «EL CALVO»

1 F.l. PKOB1 F.MA DF I A SI-CESIÓN IMPERIAL


V LA ACCIÓN OLI. PAPADO

Casi i n media la me ule después de la loma de Bari. se planteó el


problema de la sucesión imperial. Fn efecto, habiendo cuido prisio­
nero Luis II el 13 de agosto del 871. durante un motín en Benevcnio.
se expandió la noticia de su muerte y todo el mundo tomó
posiciones.
LJuiso la filialiiiad que. al igual de sus dos hermanos, no tuviera
l.uis hijos legitimes, sino una sola hija de su matrimonio con la
emperatriz Engelberga Sus únicos herederos posibles eran, por
lanío, sus dos lios. Carlos el Calvo \ Luis el Gennánico Y no hay que
decir que ambos se mantenían al acecho. Los analistas nos lo pre­
sentan dispuestos a intervenir en cuanto les llege el primer rumor
det fallecimiento de su sobrino: Carlos fue a simarse en Besanyon.
muy cerca de la frontera, en el camino que llevaba a Italia Luis,
lograba inmediatamente un acuerdo con sus hijos rebelados para
tener las manos libres :<l.
Pero la noticia era. además, falsa: Luis II iic l só Io estaba vivo,
sino que el 17 de septiembre recobraba la libertad y reanudaba
su actividad anterior Mas, a partir do aquel momento, el problema
de su sucesión se mantuvo en el primer plano de todas las prcocupa-

i:.«« .-tnrj. B¡nía año S 'l. pie. ] 1S v los restos cítelos cu BrjSniei-Miilhlb.ieher.
r:’ 1:51.3
,;5V Ana. Berlín., arto íP 1. pág. 118
" /í/i.ll pá¿. 11S
1 Aun. Futí, afio 871. páp 74.
Betiincr-Vluhlhachcr. n J

311
dones del mundo político en Occidente, y en todas las cancillerías
ya no se trató de otro asunto que del trono imperial y de su futuro
titular La emperatriz Eneelberga. que parece haber sido una diplo­
mática muy hábil y a la que su marido había encomendado el arto
869 las negociaciones con el papa Adriano en nombre de Lotariu II
cuando éste lúe a Italia, se dedicó entonces con singular astucia a
tener engañados y entretenidos tan pronto a Carióse/ Cabo como a
Luis vi Gtimcmico. haciendo brillar engañosamente ante ambos la
esperanza do la sucesión italiana |:,'V Pero, ni mismo tiempo.se rea­
lizaba otra negociación por parle de la curia romana y ésta, a espal­
das de Luis II. tratando de arreglar el problema según sus intereses,
p.ntre los gritos, las proíeslas lumultunsas. los ilesa líos v las amena­
zas que llenan la correspondencia cruzada entonces entre el rey de
I rancia v el Soberano Pontífice, con motivo de una multitud de
asuntos eclesiásticos que los enfrentan ,J. cansa soipresa encon­
trar. de pronto, en una carta del año 872 dirigida por Adriano a
Cridóse/Cabo. un pasaje en donde —después de hiperbólicos cum­
plí miemos sobre el saber, la piedad, la justicia y la devoción del re\
de Francia, a cuyas dotes afirma el papa audazmente haber rendido
siempre homenaje— ligaran frases como éstas <«le con llamos bajo
sigilo —y esto no debe ser comunicado a nadie, si no es a gentes muy
seguras—, que... si Tu Nobleza sobrevive a nuestro emperador. aun­
que nos diera montones de oro. no aceptaremos, m solicitaremos o
acogeremos nunca con pleno agrado en este reino y en el Imperio
romano a nadie que no seas lu mismo... Si ui sobrevives a nuestro
emperador, es a li al que nosotros deseamos... como ¡efe, como rey.
como patricio y como emperador». I;**
De esta manera, no sólo la asignación de la corona imperial se
convertía en un problema que preocupaba a los espíritus, sino que
se comenzaba a pea'ibir que si el papado no estaba, tal como lo
deseara Nicolás I. en condiciones de regentar al mundo cristiano,
tenía, a lo menos, que d esculpe llar una acción esencial en la elec­
ción de un nuevo emperador
A este respecto la siluación era bien dikrcnle de lo que habla
sido en la primera mitad del siglo ix Sin duda. Caiiomagno había
ido el año 8011 a hacerse coronar emperador en San l’edro de Roma
perol Soberano Pontifico, pero nadie en aquel momento había pen-
'<ido que al colocarle la diadema sobre la cabeza, en medio de las
aclamaciones de la multitud que llenaba la haolica. había sido otra

! -( 0 (• , (,’alnicac. riini/. p .ig i l.l(i-l-ll


l" a rías,le Viliuiii' I! cu los b . p v n o t t ic . l VI, pjp«. ' iímt.is Oc < ¿lies
L<ii'vi>,i V iiinro nvil.teuoa5.cn parle at im.-in.tv pt>r llii-.i-inaru. i-n Mi gnu P j w ¡
Un. i f . N X t v . c o l .S'ti-.VJO)
1,0 f.pbntlof1 l VI pue !•
coso León III que un instrumento ile la publica dictadn poi el dueño
y señor del reino Trunco. Después. I.mlovico Pío no recibió el año
SI.’ en Aqui.sgrán aquella diadema imperial Jel papa, sino de
manos de su padre, y la consagración L|ue llevó a cabo Esteban l\
más larde, el 816. en Reims. con motivo de la visita que había ido a
hacer a la Galia, sólo fue una ceremonia religiosa de carácter proto­
colario que por ningún concepto señalaba el punto de partida de
una nueva era en las relaciones del poder espiritual con el poder
temporal. Igualmente en Aquisgrñn. y por la mano y la voluntad de
su padre l2(,í había sido coronado emperador Lotario I el 817. j la
ceremonia de coronación celebrada el 823 en San Pedro de Ruma
con motivo de la visita que el joven heredero hacia al Soliera no
Pont i Tice nt no era, una vez más. sino una manifestación de proto
colo sin ningún valorconstitucional. Pero.desde entonces, las cosas
habían cam biadacuamto.cn su carta al emperador Basilio, escribía
Luis II: «Los principes francos.que antes llevaban el lihilo de reyes,
adquirieron el de emperador a partir del momento en que recibie­
ron para ello, del pontífice romano, la unción poro! santo óleo»
o cuando observaba que sus mismos líos le daban el lilulo de
emperador «en consideración no a su edad, que es menor que la de
ellos, sino de la consagración que. por la imposición de las manos
del Soberano Pontífice y por sus oraciones, lo lia exaltado divina­
mente a esta dignidad»: cuando atribuía entonces, en consecuencia,
al papado la investidura imperial, señalaba hondamente la gran
transformación que se habia producido en las ideas de la época
sobre materia tan discutida
Estaba, también, el hecho de que cuando, el año 850. Lota rio I
bahía decidido, en plenitud de la soberanía de sus derechos, asociar
a su hijo Luis al Imperio, su primer cuidado y actitud habla sido
enviarle a Roma, donde el papa León IV le había conferido poi la
consagración las insignias de su nueva dignidad Pero ahora, se
creía ose fingía creer que la ceremonia de la consagración cu Roma
era el aero fundamental para la exaltación de un emperador, v el
Soberano Pontifico podía, y esto en opinión de los mismos mollin­
eas, llegar a establecerse, sin contradicción, corno distribuidor di­
ce ron as.
No si- iba a lardaren recoger las consecuencias de esta malicia
de presentar las cosas.

IKllim.'-Mjhlb.ichirr. r. 'vWji.
1 MiW a.-1
I.M /T/’i-xlií/íi. I. VII p.l|! ÍK'J, i i- III
• Uw, ts’. i :?-:<•
\un. Ikrtti;, año N?M; llnhinrr-M iihlb-.i'her. v il h
I I —El. papa J uan VIII v i a <okonauón imperial
df C arlos «fl Calvo» (875)

Fin clcclo. el 12 ilc agosto del 875.1.uis fallecía en la comarca de


Broscia. después de haberse empleado a fondo en su lucha contra
los musulmanes 1 . cuya amenaza no había disminuido, como se
había esperado, con la toma de Barí. El papa Adriano había muerto
dos años y medio antes que él y en el trono pontificio estaba, a la
sazón, un anciano, Juan VIH, que hacia unos veinte años, cuando
menos, eje id a en Roma las funciones de archidiácono en las
que había adquirido larga y sólida experiencia. Pese a su edad avan­
zada. estábil dolado de una extraordinaria energía, como lo demos­
traron sus primeras cartas e intervenciones; pero, al igual que sus
antecesores, le era necesario tener presente el peligro sarraceno y
sus cartas, de las que conservamos un huen Inte, prueban que estatuí
dominado por la preocupación permanente de asegurar la salva­
ción de Honra y de la cristiandad, buscando un sucesor de I.nis II
que fuera capaz de proseguir la lucha contra el amenazador inlk-l
Aun antes de que l uis II exhalara el último suspiro, se produjo
un nueuj y violento sohresallo. Hacia fines del 87-| o a comienzos
del 875. mientras l uis II estaba en la Italia .septentrional, lus sarra­
cenos realizaron un desembarco en las costas del Lacio, ocuparon
Terincma. a 38 kilómetros al sureste de Roma en la vía Apia \ el
papa, pese a estar bastante enfermo, tuvo que acudir personalmente
para rechazar a los invasores: logró apoderarse de dieciocho de sus
inncs. hacerles sei.scicnlos prisioneros c infligirles sangrientas pér­
didas: pero ya no le fue posible realizar otra vez esta hazaña y deses­
peradamente clamaba por recibir ayuda, solicitando el envió
inmediato de tropas para delender las costas > rechazar nuevos
ataques '
La muerte Je Luis 11. en agosto del 875. le impuso la tarea de pro­
veer mu tardanza j su reemplaza miento. Desde el mes de septiem­
bre. reanudando las gestiones emprendidas por Adriano II . escribió a
Carlos eJ Calvo participándole que. examinada la situación con los
cardenales y con «el senado inmuno», en cuyas reuniones se había
elogiado mucho « m i piedad y m i fe», él mismo, recordando los testi­
monios que habiutlado el rey de Francia «nosoloen su tiempo.sino
en los del papa Nicolás, de feliz memoria, espera que Su Excelencia
podrá ser elegido para honor y exultación de la santa Iglesia roma­
na". 10 dicho de otra manera. Carlos liCtiim era su candidato.

( HCihrner-Vlolifhiic íser. n" l ’ ’5ii


I .ip ’v iv. l.'tu tn p e vf te |n mi ije I , 8iW iogi.iti.il. pd(* 3n
Canas ce Je..1a vili.o.- I»« C/vir-ta- i vil, p.ijt ’Oá u 4')
:: idttn, naj1.. JU n 1 5‘).

U-l
Pero, a ni us de proceder a la coronación imperial, su imponía la
necesidad, al parecei. de obtenei para Carlos el Gilvo oirá corona
que desde los dias de C'ailomagno siempre había sido previamcnlc
airibiiidH a los Tulliros emperadores: l.i corona real de Italia: y
menos podía concebirse entonces un procedimiento distinto un ¡«mío
el emperador se había convertido en un soberano italiano, Ahora
bien, si es cierto que Carlos vi Calvo era el candidato preterido en
Roma o, mejor dicho, el candidato único, no sucedía lo mismo en
Pavía, en donde la asamblea de los proceres, hacia comienzos de
scptictnbie del 875, se dividió en dos grupos, uno favorable a Carlos
vi Calvo y el otro al primogénito de Luis el Oenmiuka. el principe
Curlomán. cuya candidatura estaba apoyada por la emperatriz
tngelberga rinda tic Luis II. ¡mocando para hacerlo las postreras
\uluntados Je su esposo n"5
Esta indecisión de los oledores tic Pavía dejaba el campo libre a
los pretendientes s la ventaja, evidenlomente. seria pata el más
resuello de ellos. Ni Carlos el Calvo ni el papa perdieron el tiempo.
Mientras tres legados poniificios —los obsipos de Vcllctri. de Porto
v de Arezzo— eran enriados apresuradamente para invitar al rey de
fruncía a ir a Roma para ser coronado emperador \ Carlos, en
cuanto luvo noticia de la muerte Je su sobrino, convocaba con
mgencia una asamblea de proceres en Ponthion. en el camino que
conducía hacia I ¡mures c llalia, tomaba el mando de sus tropas en
1.angres. atravesaba el rio Saona. Tranqueaba la frontera de sus
I simios d I de septiembre y luego, poi San Mauricio del Voláis y el
tiran San bernardo, bajaba a Lombürdla. El 79 de septiembre
estaba en Pavía. hacia retroceder a un primer de si acame uto de
tropas que Luis vi Germánico había enviarlo, a las órdenes du su hijo
menor. Carlos ¡ I Craso, para cortarle el paso al sur de los Alpes; 1'
neutralizaba por gestiones diplomáticas un ejército más importante
que el primogénito del Germánica Curlomán. conducía por el llren-
nero: luego, una vez conseguido el asentimiento de una pane de
los proceres de la Italia septentrional, se encaminaba derechamente
¿i Roma, .i donde el papa le urgía que se presentara, y en donde este
le acogía en la escalinata de San Pedro el 17 da diciembre: final*
mente, era coronado y aclamado emperador de los romanos en la
basílica, d día de Navidad con el mismo ceremonial que' exacta­
mente. setenla y cinco años antes se había usado para -u abuelo.

Hot*,rrerMil¡ilh!uher. ir” l.'IL’ii


’ A iUji* i!d '■ ir.aJo vle Ho iii Iik i ;i. en la* Cii;'iiiii i II. i 279. pá¿ i S-l-t
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U.-i
J I analista de Fuida. cuyo relato inmsparema con violencia el
despecho producido en el sequilo Je Luis el Germánico \ de su hijo
Calloman, presenta el aeontccimienlo como resultado de una
desenfrenada campada de corrupción, en la que el oro robado por
C arlos el Cairo en la Italia .septentrional produjo, en lo que él llama
«el senado romano», los mismos efectos que en los días de Yugur-
ta. *1 ' Pero, en realidad, había sirio el Soheranu Pon (i fice quien pre­
parara y combinara todo y por su rápida decisión proporcionara a
Carlos el (Salvo aquel primer y decisivo iriuufo,
También fue la autoridad de Juan XIII la que le oh|u\o. poco
después, aquella corona real de Italia que. como consecuencia de lu
falla de acuerdo enlrc los proceres de la Lombardia \ para adelan­
tarse a sus competidores, tuvo que renunciar a reeibii con anteriori­
dad. como lo hubiera requerido el orden normal. Ln el mes de
lebrero del 816 tuvo lugar en Pavía una segunda reunión de los pró-
cert’s del reino de Italia, y el nuevo emperador que concurre a ella es
allí finalmente elegido rey. El acta oficial de la asam blea.i:' que
piesidióel aizobispo de Milán. Ansberto, y en la que tomaron parte,
¡unto con unos diez condes, unos veinlc obispos italianos, en su
mayoría de la Italia seplenirional. señala expresamente que la elec­
ción de Carlos como «rey de Italia» se hizo por indicación del Siohe-
rano Ponlifice. quien «por inspiración del Fspiiiiu Samo lo lia
exaltado a la ihginidad imperial» y que los electores han creído por
si mismos obrar «en provecho de toda la santa Iglesia de Dios \ de
su propia salvación» Por todo ello prometen lodos, unánimemente.
,i Carlos fidelidad v obediencia: y. en la reunión que él mismo pre­
sidien seguida en el palacio real de Pavía, el nuevo rey solicita, ame
lodo, década uno «honrar y venerar a la santa Iglesia inmana, que
es la cabeza de todas las iglesias y no emprender nada contra sus
derechos y su potestad»: ademas pide a cada uno dedicarse a «sciste-
nercl hrmnrdc... Juan, soberano pontífice y papa univeisal». «aco­
ger con el mayor respeto las decisiones» que el Santo Padre
«decrete en nombre de su ministerio apostólico y conformarse a
ellas con la obediencia que se les debe»; no cometer depredación
alguna en los territorios pontificios ni en los patrimonios de la
Iglesia romana, pues, délo contrario, se caerá bajo condena de tri­
ple destierro real: y. sólo después, un muy breve articulo recuerda
en dos lineas el «respeto debido al honor del emperador y la ohli-

i>in / ‘iii'i/. j-.V, s 7 \ p ja .s’ |l ti el p.-.lülolóCíl.i cl;ii;i ' rvoc.'-.eiou <lf Stilus-
iv.:: e urbe»! Ytiuil, tu t i m u u r c f i'ih o u n ; v iini'hi'iH ' .■ • a ri'to l..' N eel t )
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i|iie esinnleiiipora (lin d el «¡cinenie (f ri/u/id i II n 1 ', 7I 1 l.-chaUn u n neis pioci-
-¡oii. cu el mu- Je lebrero

•40
¿ación i le sonielerse a sus mandatos» bajo pena de procesa-
miento.1:''1

III C arlos *ei.C alvo». emperador

Emperador de los romanos en virtud de la consagración que le


ha conferido el Soberano Pon ti fice por inspiración «le Dios, rey ilc
Italia gracias a la hábil diplomacia de Juan VIII yen condiciones
que. de cualquier nimio, eran bastante precarias, ya que el acta de la
elección demuestra, como liemos visto, que sólo obtuvo diez adhe­
siones de los proceres laicos. t,oslan a en condiciones C arlos el Calm
de responder a las esperanzas que se punjan en el? Y aquel Imperio
que apareniemente vuelve a hallaren San Pedro de Roma el mismo
brillo que en los días de su primer ti tillar earulingio. ¿va a sei ele nuevo
el «imperio de los francos» con la significación que se daba a estas
palabras a comienzos «leí siglo? ti estado general tic Occidente en el
876 no permitía hacerse grandes ilusiones sobro esros dos extremos.
Ciertamenle. Carlos el Calvo estaba lejos de ser un principe sin
valia. Piadoso.de una cultura muy extensa, familiarizado con los
problemas teológicos, por los que sentía vivo interés, era a la \e?. un
hombre de acción, enérgico y valiente. Desde su adolescencia había
tenido que enfrentar toda dase de dificultades, sufrir los más gran­
des peligros y las situaciones más desesperadas en apariencia. }
siempre demostró poseer una gran energía y un notable espíritu de
iniciativa que no se dejo abatir nunca por la adversidad y estuvo
siempre dispuesto, sin vacilaciones, a responder a su destino. Con
su llegada a Italia acababa de Jai una prueba de su temperamento
Pero los medios de que disponía no estallan a la nllura «le su auda­
cia y no iba a lardarse en percibir que no se hallaba en condiciones
ni de proteger eficazmente a la Iglesia romana \ :j la cristiandad ni
de imponerse como soberano de Occidente.
La rapidez desús decisiones pudo dcsconeei ini ¡il principio a su
hermano \ a sus sobrinos: pero pronto se repusieron éstnv Mientras
Carlos se«lirigia a Roma, l.nise/(ieunnuieo, en compañía d e .mi hijn
l uis el Jove/i. se lanzaba sobre Prnncia, en donde había logrado
ganarse cómplices, e iba a eelcbim la Navidad il palacio de Snignv
junto al Ais ne. ” Sin duda, en su conjunto. Iris proceres doC arlos i /
Ctilw se mantuvieron líeles a éste. de lal manera que l.uis<7íñ'<-
hkihííii, pos ih le n te me ya eniermo. se halló imposibilitado de sucai
partido de sus primeros triunfos y tino que regresar a sus Estado* i
'4 C apaular Je P.nta. en l;u Ctifuul i II. n 221. p.ig.v l«i|.|«H
In i : l i . T i i i i . ,ina S"5. jíáj;. 127: -tur; F i i h l aun 8?s pac Si
I Iñ iiK 'lu D)p!í>/>utiii í,itv .l püi¡ | ■/>

•4
comienzos de enero: ' pero la más elemental prudencia aconse­
jaba a Carlos no dejai abandonados demasiado tiempo a sussúhdi-
los. Asi. apenas reconocido como el rey de lialia, lo vemos regresar
rápidamente ¡i sus antiguos listados, después de haber delegado d
gobierno de la península al conde de Viena. Roson (hermana de su
esposa Riquelda]. a quien invistió para ello con la dignidad ducal ll,<
Apenas apareció Carlos en I-rancia. la calma, turbada un mo­
tílenlo por la fracasada intervención del rey de üermania. se restable­
ció. Pero vencido este primer paso.ora necesario triunfar en olro.cl de
hacerse rcconocei como emperador por la totalidad del mundo
franco. A es le efecto se convocó, para comienzos del verano del 876,
mi gran concilio de los obispos de Cínlia. que tuvo lugar en Pontliion
(cerca del actual Vilry-le-FraiKois) del 21 de junio ai 16 de julio. l-,”)
bajo la presidencia del nuevo emperador asistido de los obispos de
Arczzo > de Toscanella. que habían venido a acompañarlo como
legados pontificios desde el mes de abril: *’ ya que en adelante, el
papa, con quien Carlos el Calvo mantiene una estrecha alianza, apa­
rece. en cada uno de sus actos, respaldándolo o colocándose a su lado
C¡ncuenta obispos de Francia o fiel antiguo ivino de I.otario con-
cumcron al concilio: pero duran le los veintiséis dias que duró,
todo se hizo como si las deliberaciones hubieran sido preparadas en
Roma i las decisiones hubieran sido decretadas de común acuerdo
cutre el papa y el emperador. No sólo fue esencial la acción desple­
gada cu los debates por los Jos legados pontificios, sino que casi todas
las sesiones estuvieron dominadas por la lectura y el examen de caitas
que el Soberano Pontífice habla remitido para felicitara unos, amo­
nestara otros. pedirla aprobación de tal o cual medida \ dictar a cada
uno la conducta que habla dcscguii : C'artas e instrucciones com­
plementarías llegaron aún Jurante el concilio, traídas piados nue­
vos enviados pontificios, uno de ellos el propio sobrino del papa, el
obispo de Gahies. León, apoensario de la Santa Sede '
Al mismo tiempo se dispuso todo de tal manera que los asisten­
tes quedaron hondamente impresionados v persuadidos que con la

’’ •inir Fallí .(lili tTfv pác >S.


Inri. Htítin. n'in S"6. pág. I2s ( I l'oupnniln Pnr.i m e. pjgs. (i\)-7U
' .hnl ISuvii jilo S7(i. págs ¡IS-I.'I.
r.i.ni. - . i:*
Sobre lorio lo que figuc. vrr lo i|iie qnoüa Ce las .i O li J ei cuui'ilm Uc tus
l iipiiitl, i II i1.' pags. .vM-tj.i y I- 'elación do lliiie n t.n o en lo-.-l'»:. Bi <:»' arto
' "'íi. ' S* 111
" i. MI. pac. .'b ■ < n.‘ t-S
ItiriH.. p n jtí.1 O . i-, 'l, y Ijm J.m U s pet.lulns q n e ^ ñ tild li-.ileiliani Olí los
i.1."! H,mu., añ-i s _tv o 12*) l-clijii uol ludí: li>e.dem íasdejulim v I lti|vtsHin;l.l
* il? los ¡lilis).
1: : ,t)ni fortín. .nlii S li. pág 130

V4S
proclamación vio Carlos como emperador se abría una nueva ora.
En la sesión de apertura. Carlos se presentó llevando el vestido
tranco lmi compañía de los dos legados: pero, ya en la segunda
sesión, se dio lectura de todos los documentos relativos tamo a su
elección como rey de Italia como a su exaltación al Imperio > se
invitó a la asamblea a dar su aprobación a ellos. Después, poco a
poco, fue modificándose e! ambiente: en la sesión quinta se leyeron
las cartas de felicitación enviadas por el papa al nuevo emperador,
luego, al otro dia, se presentaron los suntuosos regalos que le
enviaba, especialmente, las insignias de su potestad imperial: un
cetro y un bastón de oro: finalmente, en la sesión de clausura, el 10
de julio, apareció el emperador revestido con el traje imperial, según
la moda bizantina, y conducido por los legados pontificios revesti­
dos también con los ornamentes eclesiásticos usados en Roma: y la
ceremonia religiosa que señaló el fin del concilio se rodeó Je una
pompa y un ceremonial inusitados en la Galia. I,' ,í
Pero el concilio Jcbiu servir, sobre todo, para ¡ifirmai sólida­
mente la autoridad del nuevo emperador sobre el conjunto del
mundo franco. Es probable que fuera invitado Luis el Germánico a
enviara ¡a asamblea ¡i sus obispos, pero él se limitó a enviar a ella ni
arzobispo iic Colonia, a quien se entregó una carta por la que el
papa reprochaba con vehemencia a] clero de Germania el habet
consentido por inercia que su rey invadiera Francia cuando Carlos
t i C tifrfi estaba en Roma pata recibir allí la corona imperial que.
Dios le había reservado. Por oirá parte, el arzobispo de Colonia
iba a la reunión —junto con dos condes del reina dcGenumiiu que
le acompañaban— no para asociarse a las deliberaciones del conci­
lio. sino paui proiestai contra la anexión do los Estados de Luis II
por el re> de f runcía a quien Luis él (¡t-nminico recordaba sus ante­
times compromisos respecto al eventual reparto Je los territorios
qnccl fnllccimienlodcsiisscihnnosJcj.ini Vacantes. ¡Pero miera
de e.\o precisamente de lo que se i rulaba! I I concilio, por el contra­
lto. tenia como nusum ensanchar el campo de acción reservado al
nuevo emperador y por eso. entre los asuntos sometidos a su exa­
men, los Inihiu que desbordaban ampliamente el mareo de la Galia
Asi. no vacilaba el papa en liarle conocimiento inicial de la- conde­
nas pronunciadas en Roma el 19 de abril contra el obispo de Porto
I ruinoso, el luniwndctth» Gregorio v algunos de los más importan­
te-, |viso najes ile la ciudad, acusados de maniobras sediciosa- con

Acema- Jet leMíiiiuiHi) Je It-.iiemjm.en lio.l<r/i Betún. irtn>f<v '3U


3¡. vui la Uii.i -le lus lmi tu td . .nin S ■<«. fi.w M'.
/Y'ie.jíik i Vil. n iel. 320-31.'. li“ " L im o ii Ih del mismo lev.oi- v s-.jlve mjal
tenia rol .-(ha ,Ir-’,m uía a ln.-comles Je¡ leiiuj JeC iem um iJ ihtrtil pú¿« ó V v n S|
lmi ífi fí!n .ifln V il, p,|¿, I mi |-c-K!ii Jet -l ilc l.iv iiuiiiL' Je niáu'
ira la lelo.>ia y lu Sania Sede. I?“s i a caria pontificia que hacia refe-
icncia a este grave incidente. lechada el 12 de abril y llevada por un
correo especial a la sesión del 11 Je julio, estaba dirigida «a todos los
obispos de la Ciaba y do Germania». como si todos ellos estuvieran
reunidos en Ponthion.1W
Otra carta pontificia. "dirigida igualmente a todos los obispos
de Ciaba y Germán 1a. pero lechuda el 2 de enero y. por consiguiente,
escrita en los días en que Carlos d Calvo se hallaha aún en Roma
después de la consagración imperial. fue comunicada en la pri­
m an sesión y produjo un electo un tanto frío sobro una parte de la
asamblea, ya que señalaba la creación Je un vicariato apostólico en
favor del arzobispo de Sens. Ansegiso. Este recibía del papa tina
delegación permanente de poderes a efecto de convocaren sus luga­
res y tiempo, dentro de toda la extensión de los Estados traucos, los
s inodos necesarios para arreglarlos asuntos eclesiásticos comentes
v servir de intermediario regularentre sus colegas tanto de Gemia­
nía como de la Galio, y la Santa Sede. Era. a unos treinta años de
distancia y con un análogo designio, la repetición de la maniobra
intentada una primera vez, a petición de l .oíario I. en favorde Dro-
gón de Metz " De esta manera se proporcionaba al emperador, par
medio de uno de los prelados que pasaba por ser el más devoto suyo y
el que con más solicitud había traba jado para sti exaltación a la digni­
dad imperial,1 : un derecho de visado sobre toda la Iglesia franca \
con ello se trataba de ayudar a que. poco a poco, se extendiera su auto­
ridad por lodos los territorios en otro tiempo unidos bajo un sola
señor. Cuando menos, se esperaba favorecerle para reconstituir en su
alrededor la unidad espiritual y moral del antiguo Imperio.
Pero esta combinación no iba a tenor mejor éxito que la reali­
zada en los dias de Lotario I. Sin atreverse a una abierta oposición al
decreto pontificio, los obispos presentes en Ponthion se limitaron a
declarar por tres veces que estaban dispuestos a aceptar, «a reserva
de los derechos reconocidos n cada metropolitano por los sagrados
cánones i las decretales de los papas», y fue necesario contentarse
con tal adhesión de lodos, salvo la del arzobispo de Buríleos, que
iralaba de conseguir, a cambio de su voto, el ser trasladado a Bour-
ges. \ no consintió en dar su completa aprobación de obediencia a

c -' /,/. m p.íe l.in iso td ii del .' ils lu» iiliii do uliol
1 ¿/ifrw/fV l. v il. | ' . i i ¡> . V V J
: !dn, |\ig, >l(i. n ' >
I j rloí . i 41Vii i ti no hal’i.'í silu ln Je Roma p.ir: P a n a li:isi:i el ? <le meso
I-,/ Bcftiu .silo fl"'\ pjL1 IZ71
1" V ? 11
H " í í ( a li-ie U C . Dif‘io»it>n .< i i v >., í / i $>i i V(W.' | m ie I ’ S.
Ansegiso (ni como la redamaba Carlos. i: 1Este hizo sentaren Jugar
de honor, desde la primera sesión, al arzobispo de Sens. con franco
descórnenlo de Hincmaro. que inmediatanienre elevó una solemne
protesta.' 111 y sucedió con el \ icaruito de Ansegiso lo que otrora con
el de Drogon: su institución nació muerta
Un cuanto a LuisW Germánico y a sus Jáleles hubo que buscar,
para lograr su adhesión, otros medios distintos a habilidades de este
género o a las medidas de intimidación de las epístolas conminato­
rias dirigidas por Juan VI11 al episcopado y a los condes de G em ia­
nía. I*V
'"b El 28 de agosto una embajada compuesta por représenla tiles
de Carlos el Calvo y por dos legados pontificios, cuyo concurso pare­
ció absolutamente indispensable a todos los actos políticos del
nuevo emperador, salía de Francia con destino al reino vecino para
buscar una base de acuerdo con I.uis. sus hijos, sus obispos y sus
proceres. " y tal vez hubiera podido despejarse la atmósfera si tío
hubiera sido porque, no bien había salido la embajada, se supo que
Luis acababa de morir el mismo dia l‘"i en que los delegados se
habían puesto en camino.
Entonces, con aquella vesánica audacia que lo caracterizaba.
Curióse/ Cfilvo no tuvo más que un pensamiento: aprovechar inme­
diatamente la ocasión para desquirarsu desgraciarlo retroceso del
año 870 \ reinstalarse en Aquisgrán. que en aquella sazón le había
obligado a evacuar su hermano. " Días después de la muerte de
Luis el Uvrmanico ya estaban sus emisarios en «Lorena». prece­
diendo en pocas dins la llegada de sus tropas v la suya personal. A
mediados de septiembre hada su entrada en Aquisgrán v luego en
Colonia.cn donde recibía la noticia de que los normandos remon­
tarían el Sena con unos cien barcos grandes. Sin cambiar por ello
sus designios prosiguió imperturbable su camino hacia Maguncia.
Halando, sin duda, de ocupar toda la orilla izquierda del Rut. '"
Esperaba sorprenderá sus sobrinos en medio de la confusión de un
arreglo de la sucesión que aün estaba imprecisa, pese a un repinto,
teórico, que. su padre había hecho el Xó5 en su lawir. V en esto se
equivocaba 1 uis el Jovc». aquel de ellos cuyas posesiones eran las
más directamente amenazadas \ cu lodo caso la» más próximas, ya
que comprendían Sajorna htriugi.i \ la «branda oriental» " se

1 1 -hm ft'.'niii mt-i SV6. |Vtj>s I M - | i |


' ' Wi'iii . u ij1 '1»
r./m.v.'i.'i i Vil p.ivv r 1,‘ti
' -ti.1» Ihili'i ürtn S:(i l’.'u’S I3M35
ii-iluiiüi-MiililKii’lier r* 1510,1j
V Htpnt |»a£. i tíi
1 Uní ll.vm. .iñu Sró. |>¡'iy 132: huid aflo K7Í', p.ie*¡ 'i--s
Uoluiicr-Vliililli.icht'r. i r IJH i.

»5t
simo a orillas del Kin. después de un rano intento de negociación,
que franqueó unte Andernuch, a unos veinte kilómetros más arriba
rieCoblenza. L'n terrible combate tuvo lugar el 8 de ocrub recerca de
esta ciudad. \ en aquella acción Carlos el Calvo luc derrotada
Dura lección para el emperador, que se vio obligado a huir sin parar
iiasla Licja con los restos de su ejército y tuvo que dejar el campa
libre a su sobrino, quien pocos días más tarde hacia de nuevo mi
triunfal entrada en Aquisgrán. 1Destrozado moral y físicamente,
pues estaba enfermo de una pleuresía que por poco el cuesta la
vida. 3!‘ Carlos se dio cuenta, aunque demasiado tarde, que la idea
de una restauración imperial tan completa como la había sorbido
en el arrebato délos primeros triunios se encontraba ya fuera de su
alcance y que, para llevar a cabo la realización de una obra dura­
dera. le hacía falla limitar sus ambiciones.

|\ ( ARIOS I I C Al \O o V fcL Pr.I.IGRO MI St I MAS

No menor debió serla decepción de Juan VIH. pues por doquier


le cercaban los peligros. Después de la muerte de Luis II. los sarrace­
nos se rehacían y. síntoma inquietante poi demás.era que encontra­
ría n ahora complicidades caria vez más numerosas emie los
pequeños principes lombardos de la Italia meridional, en el duque
de Ñápales y hasUi cu Roma y aun en el misino palacio de
Letrán. ya que en la primavera del 876 habían podido por un
momento aliarse con aquel grupo de descontentos u los que \.i alu­
dimos 1,1 \ de lasque era el alma uno de los mas altos funcional ios
de la cu ría. el notiMivImhr Gregorio. 1 I labia sido éste expresa­
mente acusado por el papa de haber querido abritles las puertas de
la ciudad, en connivencia con varios otros personajes que pertene­
cían al palacio pontificio Que fucin o no fundarla esta acusa­
ción. lo cierto era que el peligro se había agravado y que Juan VIII.
como lo demuestra su correspondencia, experimentaba una cre­
cióme angustia, t i conde Bo.son. a quien Carióse/ Calvo había con­
fiado el cuiduJu de velar por Italia en su ausencia, solo trabajaba
pam sí. Ln vano le urgía el papa, desde .septiembre del 87n. para que

- I«b. tUrnu. uV) x, (■ (i.igs I52-13.Í:,(««. h ,U .tac- Os ¡'a;.- S'-'D


ti»; Hemu aíin s'iv I37 I '4: Aun h‘.thL arti-s7(i. p;i£. SW
.
"* t^rii tiiao; .irti' ''te r-'s: t’-i.
!| \ «divsr tas CLrijs Ju:m \ 111«vi la «.h Ic m Í oII de l.ti t p i u l ó l a v. t Vil ¡>t
ii.-’ o—11
s.vrAi. ’-s'i.
.1 VII. Oí, -Al
UrHl |s.iv**. ' s ' N

is:
enviara socorros; en vano le animi ¡aba con espanto, pocos shas
más tarde, que. según informes seguros lina Ilota de cien grandes
navios sarracenos navegaba hacia Roma: Boson se mantenía
sordo a aquellas alertas. El duque Lamberto, restablecido en Spo-
leto a instancias del papa, y su hermano Guido, designado adjunto
suyo con la misión, al parecer, de ayudarle en la protección del terri­
torio pontificio. solo se preocupaban de sus intereses persona­
les. ir fin cuanto a Carlos el Calui. se eiemizahu en la Galia. v
prodigando buenas palabras y promesas difería constantemente su
intervención, }-' Ll 15 de noviembre del X76 le demuestra Juan VIH
su impaciencia y su decepción: ¿no ha sido elegido ( arlos para sei
sosten y defensa de la Sania Sede’.’ El papa solicita de los prela­
dos de la (jaita y de la misma emperatriz Riqudda que pongan en
juego su influencia, a fin de apresurar la salida del emperadoi
hacia Italia,
La noticia del desastre de \ndernnch. en octubre, no impidió al
papa renovar sus demandas. En la primavera del 877. recibe C arlos
el Calvo, convaleciente de su pleuresía, la visita de dos legados pomi-
fieios. que le entregan una caria del 10 de lebrero con términos
más apremiantes todavía: los sarracenos realizan correrías en los
alrededores de Ruma: se han apoderado del valle del \niu. a algu­
nos kilómetros al norte Je la ciudad; l.i suerte de la cristiandad está
de nueva eu juego «Es que crees que los darlos que sufre nuestra
Iglesia son pequeños'.’» Por desgracia no es asi. precisa el papa, que
se considera en vísperas de sucumbir. V agrega, no me obligues a
«dirigirme a otro lado» y envíame sin dilación al auxilio hace tanto
tiempo prometido. I res dias después, había agregado el papa a
esta carta tina poetada para recorrí a ra su dcsiinataiío que el trono
imperial que le había reservado con perjuicio de sus otros preten­
dientes conllevaba obligaciones especiales. ( arlos no podía pretex­
tar otros cuidados para sustraerse a su deber con la Iglesia romana,
cuyo peligro sobrepasaba a todos los otros. Lste uigiu: bajo los ata­
ques conjuntos de los sarracenos y del duque de Spolelo. la Iglesia

' lita n . \i±£ l rv' I


ht> n ; . p ¡w i r S.
Vcflíc I .1|Vcvt: f l . n n . i f c o fe S í m i l .Swgr l apólr". i.Vl 0-: Xir.-I.isui
;r>lío1Jl?CJiii ■SeJi- Vpnuulienr" i P üií-,. 1SIS/i lil fi. t 3.v>
1/ - •Ll i vit pjjjs 3a 33-3*: r-<* 30 -. r.. - 1
f./rWi , p.ig 79. u. 31.
’ - U " . ]iá¿. 11. n.- ' ’
/inri.. paev u 37; f-S- 35. n. 3ti,
Itn:. Ikrun.. uiln h~7. pag li-1
" />.;■, 1. Vil. púgr 39-31'. u. 11 Igual que jilUnuriliiMUí
—n.i il'J una |•-ir.. I.i emperatriz Riu:irU> -:i i .i que m sisiij d pnpri .-n s c liu u i su
.úc.urs.", ip.ig T. i. 331,
romana estaba amenazada con perecer. 1** Como, pese a estos
llama míenlos desesperados, nadie aeudia en m i ayuda, el papa, atur­
dido. se cree en ei caso de suplicaren el mes de abril, al comandante
de una iloia bizantina que cruza en aquella sazón las aguas italianas,
que destaque diez navios de alio bordo para la protección de las cos­
tas cercanas a Rom a.1■" Esto no le impide volver a la carga con Car­
los el Otho en el mes de mayo, en términos más categóricos que
nunca. recordándole, desde la primera linea de su epístola, que
«la divina Majestad lo eligió con preferencia a todos los otros para
elevarlo a la dignidad del Imperio romano y ha querido coronado
con la diadema de los augustos para que proteja constantemente a la
Iglesia de Cristo. y la defienda contra los ataques de los paganos»
Ante el espectáculo de las devastaciones que cada dia se extienden
mas y la penuria que amenaza, f.no \a a conmoverse Carlos? 1la lle­
gado el momento de acudir. ¡El papa y su cleiu rogarán al Señor para
que la preciosa salud del emperador no sufra demasiado con el clima!

V A.SAM BL h /\ D £ Q W J P R /Y (S77)

¡( mol ironía dirigida ti un principe de cincuenta y dos años,


duramente probado por la enfermedad \ que no podía dejar por
mucho tiempo, sin correr un peligro mayor, que los normandos ocu­
pa rao el valle del Sena. 1,1 Pero, para emprender opeiaciones mili­
tares contra ellos le hacia falta disponer de algunos meses. Ahora
hien. ni la impaciencia del Soberano Pontífice ni las necesidades de
la defensa de Italia parecían permitirlo. \si. a comienzos de abril,
cediendo a las instancias de luán VIH. Latios el Cahv estaba
resuelto a desaliar lina vez más las dificultades \ emprender el
camino de la península. Desde Compicgne, a donde habia ido para
celcbiar las fucsias pascuales, decretó.el 7 de mayo, la imposición de
un tributo especial, a fin de levantar cinco mil libras do piala para
comprar la retirada ele los normandos; luego, consciente de la
gravedad riel momento, convoco <i sus súbditos a una asamblea
general en Quierzv para e! 14 de junio, a fin de dejar dispuesto con
ellos el gobierno de sus Esculos francos durante su ausencia
I vulcritctneme. no le faltaban, en aquella sazón, inquietudes: la
coronación imperial no le había proporcionado, hasta entonces,
sino un aumento de trabajos \ cuidados > la ruda lección de Ander-

11 ' t i i i i n , p j )í .11 n ' S 2 i l.i ¡le irhrcro vid > 7Y


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l? " f l Í H H . p .lU S | (j. ■*(».
1' Ann /í.'i-rut, .iñti S'6. p:ig | U
1 t ií: ifi/l : II pá;i. !S4. i 2S0. Ikw. ilrn iii. arto S7* im s ,

isa
itcicll un se poJia olvidar; el largo viaje que iba a em prenda por
segunda vez. el peligio de nuevos ataques a que. bien sabia, estaba
expuesto su reino por parte de sus sobrinos lanío como por los nor­
mandos. los liesgos que iba a correr entonces al aventurarse hasta
aquella Italia meridional, en donde el peligro musulmán reclamaba
su presencia y. íinulmenie. In muy escasa confianza que le inspiraba
su li i jo I imelTartamudo. al que necesariamente tenia que conliar la
regencia y del que anteriormente bahía tenido que Inmcntai las trai­
ciones. todo eslo constituía para el emperador, enfermo \ enveje­
cido prematuramente, un cúmulo de preocupaciones de que nos
dan manifiesto testimonio las decisiones adoptadas en Quierzy. En
aquella ocasión quiso que cada cual adquiriese sus propias respon­
sabilidades adhiriéndose por un formal compromiso a las decisio­
nes que iba ¡i promulgar; y una feliz casualidad nos lia consenado
el texto, por lo menos parcial, del cuestionario a que fueron someti­
dos los proceres reunidos en Quirr/v asi como el de las respuestas
que dieron
I n la mayoría de los asuntos las preguntas y los respuestas son
claras, y el emperador obtuvo de sus tldvh's todas las seguridades
deseados; promesa de respetar los bienes de la Iglesia y las funda­
ciones personales del emperador larls. I y 2); aquiescencia a la
designación hecha por él de las personas que van a acompañarle a
Italia (art. .i), confirmación de los juramentes de fidelidad} de leal
colaboración prestados por iodos en los años anteriores (art 4);
garanda de loe bienes personales de la esposa y de los hijos del
emperador (arts. 5 \ 6). aprobación, en principio, de las medidas de
protección que el emperador juzgase pertinentes, en caso de ataque
de sus sobrinos contra su ejército o contra el reino (art. 1).
De acuerdo con stis/We/es.Cuilos decretó, además, las deposicio­
nes conservadoras que debían lomarse en su ausencia para los ofi­
cios y beneficios que quedaran vacantes (ari. ó); en caso de muerto de
un arzobispo, el obispo más cercano se hará cargo de la diócesis,
junto con el conde de la ciudad cabecera, basta la noli lie ación del
fallecimiento al emperador, en caso de muelle de mi obispo la dió­
cesis será administrada poi uu visitad,» designado por el arzobispo,
de acuerdo como con el derecho amónico, visitador que será asis­
tido, como en el caso anterior, por el conde que resida en la sede afec­
tada hasta set notificado el caso al emperador; en caso de deceso de
un abatí, el obispo y el conde Jel distrito IcnJrán en las mismas con
dicioncs el cuidado provisional del monasterio. 1 a elección de nuevo
tilulai cuestos tres casos, quedará sometida a las reglas habituales,
es decir, suhuidinnda a la aprobación del soberano.

Cuolíul i. II. pji;s. >55-IM o ’XI


Para los cargos comíalos se señalaban los mismos principios; en
caso ile fallecimiento de un conde, la administración del territorio
afectado será confiada provisionalmente a mi consejo gestor for­
mado por los altos funcionarios del condado y por el obispo, hasta
que el emperador haya podido decidir. Pero hay una disposición
que desvela algunas transformaciones importantes para la com­
pleta ejecución de este decreto; de una manera expresa se reservan
los derechos de tos hijos del conde, si es que los liene. como si. en
tiempos normales, recayera sobre ellos la sucesión. Si se encuentran
en el lugar de residencia de su padre, pero son menores de edad, el
hijo mayor sera delegado provisionalmente en el cargo bajo la inter­
vención del consejo gestor: si el primogénito del fallecido es mayor
de edad, pero se encuentra junio a Carlos en Italia, algunos de sus
parientes o familiares serán adjuntos al citado consejo para velar
por sus intereses. Igual disposición se aplicaba a los/»«w/?(mvdelos
vasallos. >;i procedan estos beneficios del emperador, de mi obispo,
de un abad, de un conde o de un señor cualquiera, los derechos dé­
los hijos, si los hubiere, serán igualmente reservados y las investidu­
ras definitivas igualmente aplazadas, f inalmente, se estipulaba que
las propiedades de los obispos, tic los abades y de las abadesas, asi
como las de los condes o de los vasallos del rey y las desús esposas \
de m is hi jos, si llegaran a fallecer unos u otros, quedarían bajo la sal­
vaguarda de la autoridad publica v toda ofensa a cm js bienes conlle­
varía las sanciones judiciales previstas por la ley. J
Por otro articulo (el Id), eslipulaha Carlos fl Cairo que en el caso
ilc que él muriera durante la expedición a Italia, concedí» a aquellos
de sus /iíii'b' que quisieran renuncia! al mundo para consagro el
fin de su vida a rogar poi el descanso de su alma, el deieeho excep­
cional de disponer libremente Je sus dig/t/í/m/e' en lavm de sus hijos
o Je m is parientes en estado de servir el cargo; ) este a rtienlo ei rcu ns-
lancial también es muy elocuente para probarnos la evolución que
entonces se realizaba, dentro Je las concepciones de la época. >‘(1
materia jurídica.
Los artículos '¡guiemos tienen menor alcance, pero transpaieii
tan las inquietudes del emperador. Recomendaba Cariosa sus hitos
v a >us /mWo no hacer caso a las noticias que pudieran circular
sobre su muerte, pero si éstas se confirmaban, dar cumplimiento a
sus últimas vainillados (art. I li: designaba a los alhacc.is o ejecuto­
res testamentariosíarL Pj: dejaba previsto, e n cumitoa su sucesión,
el caso en que le naciera olro hijo y también el de que uno de sus
sobrinos se hiciera digna de recibir lina parte de la herencia, lo que

1 L) síiU'.áo v alcance Jet .cuento v. i ,1 c o ry ..l osuno- erernu s iiiteipií'.ol::.


se pueilrii jiri-cion |>iu los artículos J \ 4 Je la capitular eme úu ofici.límenle priiin.il-
cdCa el '{■ Je jim io K ..Tilín . l II. n. 2c*2. p.iys .Vó-.Vi.o.
indica la inceiiidumhrc en que se hallaba en olíanlo al futuro de su
imperio tari. I3).
Previendo luego el caso en que regresara salvo y sano de su expe­
dición. inviraba a su hijo a estar dispuesto a ira Italia para dedicarse
ni servicio de la Santa Sede v hacerse coronal en Roma (ari, 14).
Designaba los diversos obispos, abades y condes que. según las
regiones, deberían asistir al rey Luis en el ejercicio clcl poder (nn. 15);
recomendaba a éste que tuviera siempre junto a si. siguiendo su
ejemplo, a un grupo de hombres seguros dispuestos a dirigirse con­
tra sus adversarios allí donde fuera necesario (ai!. 16): finalmente,
disponía (arts. 17-33). hasta en los menores detalles, la marcha de
los servicios durante su ausencia, sin olvidar la conservación de las
defensas contra los normandos ni las de los bosques, y llegaba hasta
el punto íle que. antes de cerrarcl capitulo tic sus recomendaciones,
ordenara que se llevase una cuenta exacta de las piezas cobradas en
la caza por su hijo tari. 33)
Este cuidado de dejar dispuesto todo en sus detalles y de limitar
lo mas posible el espacio a toda decisión caprichosa y hasta a la ini­
ciativa de cada quien, nos produce la penosa impresión de un viaje
corroído por la ansiedad angustiosa, ensombrecido por la cruel cer­
teza de mi fin inmediato
Lo esencial tic- estos textos fue recogido el 16 de junio en cuatro
artículos, que se leyeron al pueblo reunido: 1535 luego se dio la orden
departida, hl 20 de junio el emperador estaba en Cumpiégne: el I de
agosto el ejéreito airavcsaha el rio Saona. dirigiéndose hacia
Italia.'"»■

VI. I"-iim m C arlos <>i?i C alvo» isi?)

Mientras lanío, el Soberano Pnniilice se dedicaba en la penín­


sula a consolida i la autoridad de Carlos. A la vez que proseguía
ccicj deducía activas y delicada' negociaciones para poner fin a la
connivencia del duque de Ñapóles y de algunos otros régulos de
( ampania con los sarracenos. convocaba en Rávoiut. a petición
del mismo emperador, un concilio cuya retí ilion, anunciada ju n a d
34 de junio. 1S' tuvo que ser ictmsada. a causa tic los asuntos de la
Italia meridional hasta comienzos del mes de agosto El objeto do la1

1 ii/’ilul I II. n S2. p u jv


l.l Lulmcue. fMpiouiitth .lin t, p.ig' I " l-l'2.
l\piMrlií l Vil,p.qi, ’(> i. i'.ig s.'S-IM.n V W .':p n í K n,*-!(■: |Ug$.4S-
■W, ir 1 S)-s.i |\|ii <5. ii.' til
Vtíaus^ lu> cartas i),i l i.in M ll.n f i m.. pág. 50. :i '55; p j£ . >2; -i.“ s pngs
54. u.r pngs Vi--.fi, h ■"
asamblea era, ¡míe rodo. asegurara Carlos una más amplia y sincera
adhesión del espisenpudo italiano. Ame los ciento treinta obispos
que respondieron a la convocatoria, pronunció Juan VIH un hiper­
bólico elogio del caroliligio: después de lo cual la asamblea declaró
por unanimidad que aprobaba y confirmabu la elección que se
había hecho de el para emperador y anatematizaba a quien a clin se
opusiera. 'y>
En Orbe, al norte de Lausana. jumo al camino que le conducía
hacia San Mauricio do Valais y hacia el Gran San Bernardo, lino
noticia l arlos el Coha de este r oto alentador.tJ!" fundado en que la
elección realizada en su persona estaba dispuesta por Dios desde la
eternidad o. para emplear las palabras del texto, «inscrita por Dios
en el orden del mundo». 1A comienzos de septiembre, el mismo
Juan VIII lo recibía personalmente en Verccil. cuando entraba en la
llanura lombarda, y desde allí !e acompañó hasta l'avia y fue aquí
donde les llegó de pronto la nueva inquietante de que el primogé­
nito de Lu is t f Germánico. Carlomán. llegaba .1 Italia con todo pode-
ría dispuesto segura irte n le esta scz a corlar el camino a su lio ya
disputarle la corona lombarda y la diadema imperial. ::
Después de la muer le de su padre, el '8 de agosio del año ante­
ñor, los tres hijos de Luis el Oernuinivo. C a ¡lemán. Luis el Joven \
Carlos vi Craso, se habían, en eludo, repartido amigablemente los
diversos tem iónos que constituían el reino de Ciermama, b'l pri­
mogénito. C'nrlomán. lmblfi heredarlo Baviera con sus anexos de
Bohemia. Moravia. Pan minia y Carinlia: el segundo. Luise/Jmn:.
la «branda orienial» (la fu tura Lranconial. Turingta, Sajorna.
Fi isia i la mayor paríe de la Lotaringia. que su padre había anexio­
nado: Carlos et Craso, el menor de los hermanos, recibió la .-Mama­
ma (la fui uro Suabia) con Msaciu y, sin duda, la Kecia. " Jl Ahora
bien, en virtud de este reparto. C'arloman era sin disputa, a la vez
que su hermano Carlos el Craso, el más directamente interesado
en los acontecimientos de Italia > el mejor situado para intervenir
en ellos eficazmente. Se iccardará. además, que. a la imiurie del
emperador I uis II, una gran pane de los proceres de Italia había
pensado en él para la doble sucesión real e imperial y que ya en
875 Id había intentado, repentinamente presentándose un Lom­
ba 1día

-\cuix d ü concilio M aiisi. t. M II. A p ín Jic c . col ! ' - 1 "J.


lu/. ¡lito 8*’ . p:i¡!* 135-1-Vv.
,J1 Acias slel calicillo M a r ,i. I. \ \ II Apc nil.ee. col. i T I - l'J .
IJ -im, i l w t s il.i^ -n á j!. t?t'. CailiiSíK.Vz/iPCSl.il.'.icii Vcrccil a comienzos
,.t sc|'l::n':h!c lis" lili ilip!<nm xiivu fii 1L Fnst;><‘. I \JII. pág. 6V-II
Híllmwi-Mtihliuclwr. n - '<»,

35#
Era de esperar una terrible batalla. Procedente, sin duda del
Bren ñero. C. arlomán avanzaba rápidamente sobre Pavía y Carlos W
Calvo, que esperaba la llegada de importantes refuerzos traídos de
l: rancia, juzgó prudente replegarse al sur del Po. hacia Toriona. en
donde el papa, siempre a su lado, coronó como emperatriz a su
esposa Riquelda. Luego, como el peligro se concretara. Carlos hizo
que ésta \olvicra ti atravesar inmediatamente los Alpes por !¡i más
próxima garganta, la del C enis. llevando su tesoro i;“
C arlomán seguía avanzando y, sin embargo, los relnerzos no lle­
gaban. Pronto se tuvo la explicación de este remiso: acababa de pro­
ducirse en b rancia un formidable levantamiento capitaneado por
algunos de los jefes militares que mandaban las tropas de refuerzo.
Entre los que figuraban al frente de aquel movimiento estaban el
conde Boson. hernia nú de Riquelda. Hugo, el Abad —uno de los
miembros más distinguidos de la familia Wclf y primo carnal del
emperador—, el conde de Auvemia. Bernardo Plantevelue. el mar­
qués de la Septirtiania. Bernardo, y a éstos seguían en la rebelión
otros condes y muchos obispos del reino. De cuantos habían que­
dado en Francia, muv pocos, afirma Hinemaro. se mantenían
lióles. |lJ'
I os historiadores han tratado <le descubrir la causa de esta rebe­
lión que sorprendía a L arlos WCaho en un momento decisivo. Hay
una incontrastable, superior a todas y resulta ahúmente significa­
tiva: el mismo Imperio, con todo lo que implicaba de nuevos tribu­
ios. Carlos volvía a Italia el 877 «contra la voluntad de los suyos»,
declara con palabras precisas el autor anónimo de los Anales de
San Vaasr de Arras. Descomento ianlo más explicable cuanto
que la expedición del rey de I rancia era posible gracias al hecho de
haber entregado a los invasores normandos una contribución, cuya
v irgu sobre los tributarios pareció a éstos insoportable. 1 1 <’,Nn era,
en tales circunstancias, una verdadera deserción la ausencia de Car­
los? Ya el año S75 le reprochaba Hinemaro haber «abandonado
espontáneamente su reino para marchar a Italia».I-1' dejando a los
MiUis expuestos sin defensa al ataque de los enemigos; " Y asegura
haber Oído entonces al pueblo reprochar al rey «que dejai a el reino
en el momento en que. trastornado en su interior, estaba cer-

' Ifi> fi. rítu, jiln i'.ijj Ifi


IU fJiin.
,JtJ -l'ui I olii iiM nilúS'7 |uic 4J
1'- ir tt.iu . 1 v c ; n l:i . l o 1 l i i ¡ m ‘I í r / r t i i w i i i i í » , p n i i . i l n S . n
l'nh'il hit I t XXV lili \'S"| -»SSa
'• i c .iii.i ilo 11ii:«.iiuru a ti» iil'íMKts de ;us tiii|iiulioo<sis. p.uuiio 1 <iA-»«
Oi'l l)f\ li
u • 1-iiM i'.vrúlVi '< oúl 1WC
cado por los paganos y el haber desertado —ésta era la palabra que
se pronunciaba— de aquellos a quienes la voluntad de Oios le
había confiado en gobierno y protección». Lyn Y tratando otra vez.
poco después, el K77. sobre estos hechos.cn una carta dirigida a I uis
el Tartamudo, el arzobispo de Reims. que desde el asunto del vica­
riato de Ansegiso de Seas había pasado ít la oposición, precisa los
agravios al acusar a Carlos el Calvo de haber dejado en peligro a
lodo en el país «porque sus consejeros no se atrevían ya a decirle, ni
aun estaban en condiciones de ello, lo que creían que era útil y pro-
ccliosn para el reino».1,5
No era posible mayor claridad para dar a entender que la arries­
gada pol nica de C arlóse/ Calvo ya no tenia la aprobación de sus/¡de­
les. De ah! la explosión de descontento y la rebelión general que. de
pronto, destruía toda con su tuerza al emperador en el momento
preciso en que Carlomán se aprestaba a atacarle. Rebelados los
refuerzos indispensables junto con sus caudillos, no le quedaba a
Carlos sino un camino: c) de regreso a Francia, y lo más pronto, si
quería salvar su corona.
Era demasiado tarde para esto. Abatido por la adversidad, tem­
blando de liebre, sólo tuvo tiempo para franquear a su vez el paso
del Cenis en litera, para ti a morir miserablemente, el 6 de octubre
del $77. cu una aldea perdida de la Maurienne.

hion. ptirr.ifii ' i útil. %Tn


Mi ene. Kitrn! hn i col. ms7l> í s Sa
Ir//! Biilili ¡il’.OS'“. i c 13"’.
CAPÍTULO Vil

CARLOS «EL CRASO»

I. I I PAPA Jl.A N V IH , HN BUSCA DF UN FVÍPFR.ADOR


CONCILIO DE TRO Y bS <S73j

Así, poi segunda vez en dos años, el Imperio estaba vacante, Ll


papa, que se había entregado a fondo en favor de Caí los </ Calvo con
la esperanza quimérica de que el rey de Francia seria capaz de prosc-
guiren Italia la obra de defensa iniciada por Luis 11 \ de reconstituir,
además, un poder imperial suficientemente sólido para imponerse en
Occidente, noten ía ya, desde entonces, capacidad para hallar sohicio-
ncs. Seriamente no era posible, al parecer, tener en cuenta al hijo de
Carlos el Calvo, aquel Luis el Tartamudo, que con gran esluer/o iba a
conseguir ser reconocido y obedecido en la misma Francia. s' Ade­
más. el hijo mayor de Luis el Germánico. Caí loman, se había hecho
dueño, rápidamente, de la situación en la Italia septentrional: mien­
tras Juan VIII regresaba presuroso a Roma.'^Carlomán se instalaba
en Pavía, en donde recibía el juramento de fidelidad de los proceres en
la primera quincena de octubre \ escribía ¡ll papa para preparar su
futura coronación imperial ,Í,L. Para Juan VIII era aquello un naipe
forzado y lo único que intentó fue salvar su situación lo mejor posi­
ble. poniendo determinadas condiciones

l>" PoupdrJin. P r o v ie n e . p:ig. S?


Am i Rtmn arto 87'?, pág IJft.
l'j‘i Fuítl arto 877. pág. Ü0. i toda una serie Je J i l a s expedidas por Cailo-
il.art .i Conlar Jet líí Je ucltihre para iglesias o at-aJins Je ln iiali» leplcrlriim al
iB ahirer-M iililhjchcr. n" 152_'-15.iy: restos p u l'li;jd o s en lo sity ’íajrM:. n x (/entut­
ume. i. ti
■*' Véase li>. resp u esia J e J o a n VIII en las Episiolac. i V il. págs. Í '- Í S .
a. íU
11y tpi.UOÍde . I Vil pags. S 'oS , n. fvl,
Peni l:i iatalidad se cebaba con las camliligios. Apenas había
comentado la negociación cuando (.'adornan caía gravemente
enfermo y tenia que ser transportado, también en una litera, a sus
Estados.IW* Su mismo ejército estaba diezmado por una epidemia
mortal, que un analista llama «liebre italiana» 1155 Fue necesario
dejar para mejores tiempos la continuación del asumo y. como el
esiado de salud de Cailomán no dejaba de agravarse, pronto tuvo
que ser descartada la idea de conlernle el poder .supremo.'
Mas que nunca, sin embargo, sania el papa la necesidad de un
protector ya que al peligro que hacían correr los musulmanes a La
capital de la cristiandad se agicgaba entonces el de las empresas
amenazadoras del duque Lamberlo de Spoleto. Desde comienzos
del S78. Juan VIII >e habla en vano contra la pretensión de este
último de imponérsele y protestaba con energía contra lo desconsi­
derado de su correspondencia. I 11 el mes de marzo, el duque de
Spoleto. auxiliado por d marqués de loscana, Adalberto, logró
penetrar en Roma, se hizo seguir allí poi los antiguos'conjurados
del ¡S76 e impuso el tcrroi en la ciudad tiherina: intentó cortai ,d
Soberano Ponlílke, encarado en San Pedro, todas las comunica­
ciones con los suyos y con su clero, le mantuvo bloqueado de esta
manera poi espacio Je treinta días en la basílica y. durante este
tiempo, se hizo <lucho de la ciudad. I>:
En vano demandaba Juan VIII el socorro de t'.irlomáii. cuya
enfermedad ignoraba y al que creía simplemente de regreso en
Alemania para arreelai con sus hemíonos la sucesión de Lore-
na: luego, desesperando de poder restablecer la situación con sus
propias fuerzas, lomó la decisión de ir a establecerse en icrriiorio
franco iííS para tratar de salvar a la ciistiandad Jei desastre, enta­
blando gestiones personales con los carolingios. Proyectaba un
gran concilio en el que los tres lujos de I ms ci Cñ-nnónUo. el lii 10 de
Carióse/ CoWtt y los obispos de sus cuatro reinos, asi como los de Ita­
lia. reunidos bajo su presidencia, tuvieran, li nal mente, codos jimios,
conciencia del peligro \ proveyeran los medios para enfrentarlo

' t<i»i lii'iuu. .nía 5T". pJe I ■~


■'J f'ni,/, .uto v ". pH£ 9ti
'• l.l.ti:, arto s'9. páe. 92
I’ tfitiotnc 1 M I. I'ac.s -S-Sn. n. »>-$4.
C I Irise;n a i d e luán VIII. i -nl a - : \ 11.fiys íiN--|i r.. 1 7' ‘4:paes
tvJ-Ss. :i'" s.s-S9. 4n. n.' 9a. pap. 99, n.“ ltl‘ . Suluc la lee lia Je cv ocupneinn Je
KcillX VMSC iiVjh. pag. ‘U. a. 2 Ir » Vn" l-iilj ir..i s'S . p at. 9j. lu l't.ia Je un iUI'.i-
ineiilu J e I.Je lid jJ que se e.vigirt «monees a los rom .mor en ruimhre J r rarloni.lt'.
pero cmí ii'Áiiinonhi <!' Je sale: endeble.
i ¡J' kf'tucli!*' ,1 Vil. p ag “íl. n .1
1 ¡lili» ll. O-1
II ■’ M i n pág. ii. ' "s.

«O
solidariamente; v, después <Je haber anatematizado a Lamberto
Je Spulclo y a sus cómplices, abandonó Roma a Fines de abril del
S7N. se hizo a la mar. loco en Genova y desembarcó en Arles el I de
mayo. Desdealli.se hizo acompañar por el conde Bosori liasia Lyon
y siguió después su viaje hacia el none.
Ames de dejar Roma, y luego desde Genova, había dirigido car­
ias a los monarcas carolingios *1 para exponerles la gravedad de la
situación e Invitarles a sellar entre ellos una alianza que exigía la
salvación común: además les anunciaba la próxima reunión del
concilio, del que esperaba habría de salir una.solución, por la buena
voluntad de lodos, el angustioso problema del Imperio, condición
primera, según su opinión, para la salvación del papado y de la
Iglesia
Pero ana doble y penosa decepción 1c esperaba a su llegada a
Francia Sucesivamente se enteraba de la enfermedad de dos de los
cuatro reyes carolingios a quienes contaba leñera su lado: ladeC nt-
lonián, al que piometió ir a visitar después del concilio. y la de
Luis el ¡artmmdn, que estaba retenido en Tours por un mal súbito
que por un momento hizo peligrai su vida 1 1Todo lo que pudo
haeei provisionalmente el rev de Francia fue facilitarle el viaje
hasta I roye.v a cuyo obispo dio orden de acogerlo y en donde piulo
ser convocado el concilio para el dia I Je agosto 1 Fn cuanto a
Luis ct Joven y a Carlos el Craso se hicieron los sordos: ni uno ni otro
pensaron siquiera poi un momento en ira T royos \ el papa invoque
resignarse n prometer que les visitaría también después de la cele­
bración del concilio, que ya no seria más que un concilio «de las
Galias», pues los obispos de Gemianía, al igual que sus monarcas,
no iban ¡i comparecer en él. u
De apla/.amicnlo en aplazamiento, el concilio, cuya apertura se
habla fijado al principio paia el 2 de julio ’’’ y luego para el I de
agosto, no dio comienzo luisia el 11 de este último mes i aun el
earoh ligio, con cuya presencia había contado el papa, no llegó hasta
varios días después. asi que el efecto que Juan VIII lrulaba de
producir salió fallido: ni un solo monoica estaba allí para la sesión

"'*■ fj.n i K 2 u sT-VJ. i r «JO p:lg lu í, n 10*1


1 'v .lnil Serió) , i'.nn s I4IM4I, r/'ió o lo ^ I V il |i'«. ■' n SO
¡»aí S». n" 'O
1" lipiitMaf . < V il. r ¡ÍL's SC-Sfi, n.'“ (O-S*); |■ ACS *»-lIIU n ' W
litan. |V1 i> Sfi-S' r.'"*•-•11
Un; Bi iln;.. a i'o 87S. páu. I4U
/ l V il, pjjjs. XAH” , n ’ '>«41
•' lililí). p,tg. S7. d." Ht. j'ju *)7. n |<M; p«gs. I l'M .'ti i r “ I ’ (■ I ' i
hlaii. p;ti' . 17. i;.' 1VI
J 'c a n s e l'is «eras del c o n cilio ?n Man.M. I X V IJ l o I ia> '5X.
Il/'i'iiilin . i. V IL pj¡' 114. n." ti.
de apertura \ los únicos obispos (con excepción del de Pono) míe
estaban presentes en la asamblea pertenecían a la Cialia. Después
ile la llegada de Luis el Tartamudo. Juan VI11 pronunció el discurso
patético, del i|ue sólo tenemos dos breves fragmentos, para hacer un
llamamiento urgente a sus auditores en auxilio de la «santa Iglesia
lomana» que estaba en peligro: ademas, en el curso del concilio,
reiteró varias veces este tema. '' Pero ¿qué eco podían tener sus
palabras frente a un rey enfermo v sin autoridad y a un clero cuyo
estado de espirito traduce muy bien llincmaro cuando aconsejaba
al joven rey abstenerse de seguir, a este respecto, el ejemplo de su
padre'.1 lodo lo más el concilio aceptó continuar los anatemas\
excomuniones pronunciados por el Soberano Pontífice contra sus
ad\osarios en Roma, en especial contra Lamberlo de Spoleto y sus
cómplices laicos o eclesiásticos: 'luego decretó diversas medidas de
detalle y se disolvió sin haber podido hacer nada de lo que el papa
esperaba en su reunión. Entre Juan VIII v el rev «le Francia sólo hubo
mi intercambio de cortesías y. una ve? terminado el concilio, Luis el
Tartamuda se apresuró a que el papa regresara a Italia acompañarlo
de Boson. que poco a poco se habia convertido en el personaje más
impórtame de su corte y cuya ambición no cesaba de crecer , vl
Por su parte. Juan Vil! sólo había recogido amargas decepcio­
nes de su viaje a tierra franca. La experiencia riel concilio de 'I royes
le había bastado: no creyó conveniente ir más lejos en su tentativa,
vendo a hacer sus proyectadasvisitas a Cadornan y a sus hermanos.
M menos, antes de abandonar Francia, había conseguido que se
iniciaran negociaciones entre Luis el Tartamudo \ su primo Luisíi
Joven, el primer fruto de esta política de aproximación fue la entre­
vista de 1 mirón, entre Vise \ Aiplisgríin. ei; la cual, dentro del mateo
de la política general de apaciguamiento preconizada por el papa,
los dos monarcas convinieron el l de noviembre nn modas vivendi
relativo a todos los asuntos que estaban pendientes: manleiii miento
del reparto acordado entre Luis el (Jervxhiieu y Carlos el (a lto en
Mcersseu el K"0 para los territorios procedentes de la sucesión de
Lolario II. mantenimiento proi isiontt! del -tatú t/no para los territo­
rios de «Pro'cn/a» x de «Horcona» pmeedentes de la sucesión de
Luis II: reseña expresa de derechos eventuales de cada uno de ellos
sobre Italia. Además, acordaion ampliar, a comienzo- del me- de
lebrero siguiente, las conversaciones para que tomaran parte en

’ ¿ j '.’.mVíVii' I. \11. |\ÍEi HiS-11n> ii " I '


' Vi-a-í Mansi. I. XVII. loI S jj- t- s
1 * Ciiri.i de Mincin 1r<> i l.u is i/ Turunntuh. tu Migue, ftm I í i.CX.W -"I
'ISS-'Ml
' tnn lli'lin .lí'i X’ R. paes. M l-I-L
P«:ijp..jJ:ii. /V iiee p:'ies. ti'»-ün.

*1.4
citas ( ¡irloiiiáu \ Carlo.se/Craso, a lin de realizar entre Unios ellos el
acuerdo general deseado por el Soberano Pontifico. 1 ' Do esta
manera, el pudo de I mirón ora.cn su propósito, un preludio para el
restablecimiento de aquella unidad inmea que, desde la muerte de
l iidovico Pío. no había cesado la Iglesia de conliar en conseguir.
Pero la conferencia ptenaría de los reyes enrollarnos proyectada en
Fotiron no piulo celebrarse. Muy enfermo desde hacia liempo. Cado­
ma n sufrió un alaque de parálisis a comienzos del 8?S) y perdió el
habla: después de haber acudido a su cabecera, su hermano Luis el
.bren, que creía asegurada para si la sucesión, se dedicó a recoger, anti­
cipadamente. las adhesiones de los fideici de Baviera:1* por su parle.
Luis Tartamudo sulrió a comienzos del arto una tan grave recaída de
su dolencia que le fue forzoso abandonar el cuidado del gobierno a su
joven hijo L-tus 111 y no tardó en morir! 10 de abril). '**'Un estas condi­
ciones la conferencia proyectada tuvo que ser aplazada .anadie y. tam­
bién por este lado, se esfumaron las esperanzas de Juan Mil

II. i- 1 i-cciün ui- C aki os «i i C raso

Desde su regreso a Italia, el Soberano Pontilícc que. en un


momento, parece haber abrigado intenciones favorables con res­
pecto a aquel conde Roson. I’k4 a quien I uis al Tartamudo había
encomendado la escolta del via je papal a su regreso, intento reúno
en Pavía, en el mes de diciembre, uu nuevo concilio para volver a
tratar las cuestiones capitales que quedaron pendientes en Tro­
ves. ’'5Parece que nadie respondió a su demanda, en todo caso ni el
arzobispo de Milán ni sus sufragáneos. Di ¡érase que en torno al
desgraciado papa todo el inundo estuvieia de acuerdo para hacer el
vacio Prrco inclinado a aventurarse en el avispero italiano, el
mismo Boson. convenido en el niño mimado de .luán VIII desde
que hicieran juntos el camino de Arles a Troves y luego el de I royes
a Paviii. prefirió regresar a la Galia para asegurarse al otro lado
de los Alpes provechos más sustanciales que aquellos que el pontí­
fice romano le hacia brillar en deslumbrantes posibilidades **

,v! lw Bi 'IKi , <l" STS. pajdv l-J-lJ<>; ( l II r '•!(,. • íiS-l'fi.


t " Futil. litio STy. pAe 92
tnn. B rm n, añ:i N^V, pAjrs H7-1-IS.
'1 Vcasc l.v proirctcdor.v caria que te escribió en miijvniicl x 'u en l..s
L Vil. pA^-. 149. n • IS~
• |M«¡. O", n.® KH: p.ie Mil n." inH y |I)Ó: png. 123 ii »' 146 > U7
hlon. r>A¿. 13-1 n ' 163: I.m i . ii IX.S,
Uon p.ig.SV), ‘>4: p¡]g.Sl6. n • lfl2:pjy. Ifll.n ."' IfISv IOS; pj^. |ll2. n 'JIM.
I'sg. 111. tv.01 1'I v 12.’: |>Ai> 1*S. a * l?|
' Véase I' o’J i r a i d í n . p i s » . 91-uj.

365
Nunca iun sombrío so había presentado d horizonte político. La
muerte prematura de Luis el Tanatiituíi). el 10 de abril de 879. a la edad
ile treinta y lies años.,w habla sido en Francia para la monarquía la
sedal ríe un nuevo retroceso. Durante algunos meses reinó en el país
una extrema confusión en medio de la cual los proceres luchaban unos
contra otros con el único propósito de procurarse con las menores pér­
didas el máximo de independencia y do ventajas materiales. Algunos
c|iierian asociaral mayor de los hijos del fallecido, a Luis III. que ape­
nas contaba dieciséis años de edad y a quien Luis Wlarutimulo habla
encomendado, ntni en vida, del gobierno, su hermano más jov en, en
dos o tres años. Carlomán. Pero nacidos ambos Je una primera unión
considerada ilegitima, fueron descartados a la vez por un grupo levan­
tisco que deseaba como soberano al iej de la «Francia oriental», a
luis el Joven Y no sin mucho esfuerzo y después de una amenaza que
este último hizo de invadir Francia, se logró que Luis 111 y Carlomán.
apresuradamente y los dos juntos coronados v consagrados, a Unes del
venino, por el arzobispo de Scns. Ansegbo. en el pequeño monasterio
de Fcrriérc en el Omináis, fueran aceptarlos como reyes después que
sus consejeros cedieron al rey de lt¡ Francia oriental, para desviarle, la
pane de la Lorena concedida a C arlos rl ( ahn en el reparto del 87H 1 1
Además. I nis rl ./oren sólo abandonó sus preiensiones para poder
tener las manos libres por el lado de Baviera, donde acechaba la suce­
sión de su hermano Carlomán. entonces moribundo y sm oiro hijo que
un bastardo. Amnlfo. igualmente vigilanie. I>"
Fn tal coyuntura ¿hacia quién podía dirigirse dicazmente
Juan Ylir> Durante algunos meses su correspondencia transparenta su
confusión. Hasta junto del N79, cominua dirigiéndose, a lo menos
para guardar las formas, a Carlomán pidiéndole su ayuda IN-. aun­
que sabe desde hace semanas a que atenerse respecto a su salud |,,s
pero, a la vez. aún se cree en el caso, hacia el mes de marzo, de recor­
dar a Boson las conversaciones secretas que tuvieron cuando el con-
ciliode Troves y los compromisos que adquirieron ambos entre si y
le pide que detinitivamcnle le haga saber sus intenciones luego.
»in esperar su respuesta, escribe a CarloseV Craso, el 3 de abril, para
decirle que cuenta con él v que le reserva «los honores» quesn soli­
citud le ganarán 1 Fn junio vuelve a acosarle pero, en el
. íiih tivtti# ano $79. pá¿. !■*$: An». ntV>$‘9. g.tf -U.
SoHre Kíilci'oles dediueoiiuenlcs seise•b m fie m u .uva \ ’v pÁijs. l-tvl.'1):
U/j 1 ifin *i j-.1e 45 *, el iehili i iH Carbol. piji? t.’.'-JPt*
*M ti», Jk-ni*. . ano $~9. |>¡tg. 1-9. b>!\ F lihl. ¡ u t o S , < ) . p;ig. 9 . V
r./MM 1. Vil. i'iie-. ¡¿M44. n l~‘*. pags tS4-|?S .i |9.l > un
■4, Wi<». \\\e i .L\ nJ i(O
*U íl,V»I |\IL‘. 140. u- 1$'
tac»: r*i«v 136-177. n1liSS
-b f,An, I-L4-MV M' I5U

!fi(i
mismo momento, encargaba al obispo Je Panna Je una misión en
Gemianía y le recomendaba vera allí.si Jebe dirigirse a Carlomán o
a Carlas el Craso, a la vez que precisando que el peligro sarraceno le
obliga a recibir lo antes posible la ayuda «de cualquier monar­
ca '" •> A mayor abundamiento) para colmo de precauciones, tam­
bién escribe, paralelamente, a Luis el Joven para confiarle que el
apoyo de «sil poderoso brazo» le es indispensable, queespera su lle­
gada y que está dispuesto a entregarle «el imperio romano
Hurte estos diversos candidatos posibles no sabe cuál será el
bueno. F.l 0 de mayo declara que no se atreve a alejarse de Roma
porque espera, de un día a otro, la llegada de «un rey de los liun­
cos ¿Cuál? No lo prevé todavía con seguridad y, como desean*
lia. advierte al arzobispo de Milán que no acoja como rey a nadie
sin darle cuenta «porque el que dehe ser ordenado emperador dehe
primero haber sido elegido» por el papa Audaz pretensión que
demuestra hasta que punto, aun en medio de la violenta crisis en la
que se debate, se hahia. poco a poco, dejado arrastrar Juan VIII
según sus pretcnsiones, el Soberano Pontífice ya no es solo el
.supremo dispensador de la diadema imperial, sino que a el corres­
ponde disponer como dueño de la corona lombarda con el pretexto
de que la dignidad imperial es su natural complemento.
Durante el verano del fi7l). acabaron por esclarecerse las confu­
siones. Cediendo a las demandas del papa, que le pidió mantener
sus promesas o retirarlas Carlomán se retira ame su hermano
menor C arlos el Craso, a quien cede sus derechos sobre Italia, ni
mismo tiempo que permite a su otro hermano. I uise/./mm estable­
cerse cu Raviera y. en el mes de oclubre.C arlos elC raso ocupa la
Italia septentrional sin tener la cortesía de avisar desús intenciones
al Soberano Pontífice, que se sorprende del procedimiento y llama
la atención al rey de la Al amanta sobre el respeto a las formalidades
Pues, perfectamente lógico consigo mismo. Juan VIH tiene la con­
vicción de que debe subordinarse a la aquiescencia pontificia la
coronación dc( arlos como rey de Italia. Convocado por él a Pavía
para el I de noviembre, para deliberar allí en torno a los asuntos de
la Iglesia a de! reino, el papa reclamó, ante lodo, el e n v ió de tiii.t
embajada encargada de notificarle, dentro de las formas obligadas
la llegada de aquel monarca en quien sólo ve un candidato 1 Car

" Mr») M í, nc ISI: páus. 1-lJi-149. ir 1 ISlV


l -'* Mrm |iáa. t«S. n' 20S.
O'*' /rÁ'in. i<sg. 4s n b t t i pác I l¡. iV I7«. y pJe !«J. i r 2(0
Mrm pág 13.’, h“ 103
1 ,''1 liii'it. |iii¡;. l+i. ti* ISO: p.v¡:. IÍ5. n I»>?.
1 IldlinuT-Mohlhachei. «“ !>J7u > fc
l*'-* t/J iiu lü i. t. Vil, i’j)' iiiX. r" Jt-t
los (I ( rasa no deja Je conducirse. sin embargo, ya en noviembre v
diciembre, como el legal sucesor Je los reyes lom bardos1 '
I r enero del SSO tuvo lugar en Ravcna la entreveía deseada
porCiirlnsWOawi. En presencia Jel papa, los próccrev lantnecle-
siásticos como laicos, prestaron allí oficialmente juramento de
dilclidail ¡il nuevo rey Pero, ya desde el primer comaeio, Juan
VIII tuvo que darse cuenta de que el rey de .Mamama no era el
emperador de sus sueños. I na caria que le dirigió poco des­
pués '■‘''‘contiene el triste testimonio: de la entrevista de Rutena
bahía regresado Juan VIII con las manos vacias, con iodo, declara
estar dispuesto, pese a su decepción, a «realizar iodos sus esfuer­
zos para completar el honor y ¡a gloria» del nuevo res de Italia si
éste, por su parle, se dedica «con toda su piedad y con un espirilu
de devoción a realizar lo que es útil para bien y exaltación de !a
Sania Sede»: pero exige que antes tic ¡i a Roma el futuio empera­
dor confirme «los pactos y privilegios de la santa Iglesia romana»
y rompa con los enemigos del papado, De esta manera se precisa
completamente la doctrina pontificia: olvidándose tal vez un
poco pronto de que a la sazón, es él quien necesita de un empera­
dor con mayor urgencia que Carlos el Craso la corona de los
augustos, plantea el principio —que se sostendrá a lo largo de la
Edad Media— de que antes de ir a Roma para ser consagrado
emperador por el papa, el rey de Italia tal que más tarde se llamará
Rey de los Romanos) dehe primero confirmar los privilegios de la
Iglesia romana y adquirir formales compromisos con respecto .11
Soberano Pont i fice
Pero Carlos el Craso demostró en seguida el caso que hacia de
semejames exigencias. Después de haber reservado a Juan VIII. en
octubre del 879. la desagradable sorpresa de presentarse de impro­
visto en Italia para lomar posesión allí del poder monárquico. Ic
daba en abril del Si>0 la no menos de regresara Alemania sin despe­
dirse 1. ante la noticia de la muerte de su hermano < arlonum que
había fallecido el 22 de marzo V Juan VIH tuvo que limitarse .1
enviar detrás de él a un legado de con fianza, su subí uto y consejero
inunui barullo, y a expresarle por medio de una carta, en término*
apremiantes, la urgencia que lema de su viaje a Roma, en donde
aumentaba el peligro 1 A !n que Carlos, sin molestarse, contestó

1 noJinict-M'.ihllMchcr, ji .1 fyisialur. 1 X11 paj¡ ' n- A.1.


- Ccr.iinu^Joi Je todtaililieil. ea M o r .. G c r n .SuJjwnrv II. [>.ik 5 V C I
Uolimor-Muiilhiu'lu'r. :i 1'>9iii
’ Ep-au'.M. i vil i';íg luy. n 274.
' li.".\ Ui mn atlo Í<8U. |”ij¡. 151
Kolimcr-MíiHIhachcr. n 1547.'.
" /./'uít'.W i. vil. v 2i¡0. 11 725

JhS
designando ni papa dos pro lee lores, que —amarga ironía— resulta­
ron ser... el nuevo duque de Spoleto. Guido, hijo y cómplice del muy
lamoso Lamberto, y su compañero de pillajes, el marques de i os­
ea na. Adalberto l41". .Singulares protectores! Si con Ada Iberio acabó
Juan VIII por llegar a un acuerdo . Guido, apodado la Peste
siguió siendo un implacable enemigo que se burlaba del papa y,
según éste decía, se ponaba como un «ladrón rapa/ IJIV bvidcule-
menlc. era imposible contar con lat personaje para conicner el
avance de los sai ráceos.
Ahora bien, por Ionio que este avance fuera, seguía siendo temi­
ble, y la connivencia de los musulmanes con las autoridades civiles
y idigiosas de la Italia meridional se bahía hecho ¡religiosa. Los
obispos de Ñapóles, de Amalli y de Gacla era. también cómpli­
ces J Por medio de fuertes sub\endones que gravaban pesada­
mente su presupuesto, conseguía el papa temporalmente, ganarse
un aquellos diversos punios auxilios marítimos que le permitían
retrasare! momento fatal: pero aquellas ayudas eran preeaiias y con
írecuencia las subvenciones se gastaban en sano y los interesados se
guardaban el dinero, pero no actuaban 14 J. A veces, también.
Juan VIII lograba la ayuda militar de alguna escuadra bizanti­
na pero este lampoco pasaba de ser un remedio provisional, 3
contemplando las Ilotas musulmanas que cruzaban én alia mar
Iré me a Ostia, el desdichado papa volvía a temblar por la suene de
la capital de la cristiandad |11ÉI
bue necesario, sin embargo, que pasara iodo el año SRO en acti­
tud de espera y sin contar con otros medios para tener alejados a los
sarracenos que con el concurso de las ilotas griegas -r hasta el
¡.mulo tic que esto despena i a en C arlos el Craso basiames sospe­
c h a s11 Kcicnidó en sus Lisiados, el monarca de Alamania no
manilesuiba mucha prisa por haecrel viaje a Roma, pese a las reite­
radas ciólas 1en las que el papa le mostraba una impaciencia que
no le impedía, stn embargo, sosténci sus exigencias Ln casi todas

Nl" Wi’im ¡'¡ni J71y. n' 25.


**• lamí. pug. 23$. n' 260
II■ Idem p¡ig. -2t>, n 257; 254. n J 240: pags, 26J-2M, a áO-t.
" ' Ida ii . .1 2:14. ir ’ Jfl: pAg. 21$. ¡p 2J6. p a o 2 ¡T-2IK. n 240y25U U
l*j¡i 2-11. n'J 273. \ pag. 246. n' 2 >i
N 4 /«Aw pags. 7.'-’s.a.i' "6 ~~ j 79.j»á¿.Sl.n‘S fcpaí.' : '• n. I T av 2l4
pac I4J. n 21': |'ág. 215». n" 25U; paj! 246. ii 279.
,J1" /Oi iii. pag. 214, o' 24$; pa¿ '34. n ?$*>.
11" /(/oh p.ig. 21-1. r 245
III IJm t pá¡». 222>. r 263. f í . pjg. 224, ir 254
11 ’ Idrm p.iií- 22.', n' 2 ' '
,4' ‘ /(/Oí. p.ic. 114 n1 251 ijunlo Jol v*'n pág 2’ ?,rv: ?57 ijulioi: pop 2‘«i n 2rti
iseptiim l'Ki, (O,1. 2.33. ii 263 Kk-iiihrrl

(|.y
sus cartas repetía que Carlos debía hacerse preceder poi un embaja­
dor con el quc debían, antes, arreglarse de manera clara las cuestio­
nes relativas a los derechos > privilegios de la Iglesia romana, ya que
1j coronación imperial oslaba subordinada a este requisito.
riualm cute.cn noviembre, volvía Carlos a Italia y en diciembre,
lomando la vía Emilia, se dirigía rápidamente a Roma en deudo
entraba en los primeros díasele febrero del 881 antes Je la focha
en que el misino papa lo esperaba, ya que el 25 de enero Juan V]||
oxpre.saha su asombro ante la noticia do que. quemando etapas.Car­
los el Craso llegaba sin haberse hecho preceder Je la embajada que
el Pontífice le había incesanierlc pedido como una necesidad.
Envió a mi encuentro legados con instrucciones precisas para notifi­
carle su irrevocable voluntad ilu no conferirle el imperio antes de
que se concertara cutre ellos el acuerdo previo con respecto a los
derechos y privilegios de la Iglesia loruuna, \ esto antes do que Car­
los traspasara las fronteras del l.slado pontificio 1 Sobre esta
cuestión de principio se mostraba el papa intransigente, ya que. en
electo, ella iba a señalar toda la evolución ulterior de la institución
imperial; \ no hay que dudar de que sólo después Je que Carlos cf
Craso dio ai Soberano Pontífice las garandas reclamadas, fue admi­
tido finalmente M para recibir los linnoics de la consagración
imperial en San Pedro de Roma en la primera quincena de febreto
del NNI (posiblemente el 12 de lebrero).
Muy mediocres, para colmo, iban a ser las ventajas que el papa
obtendría de arpie! acontecimiento tanto tiempo y con lauta impacien­
cia esperado: u¡ contra los sarracenos ni coima el duque Je Spolcio ni
con Ini nadie, h iai nada el nuevo emperador, pese a las desesperadas
demandas que se le dirigieron 1 abandonando Roma inmediata­
mente después de su coronación. I arlos .7 Ow.ru no volvió jamás a la
Italia meridional y ni siquiera a las orillas riel libei. Unica mente la lia-
lia .septentrional tuvo el privilegio de su intermitente presencia. Hs cierto
que pmmeiio enviui soco no a aquellas Aínas ' '. pero nunca cumplió
esta promesa ni volvió avei a Juan VIII si no durante un concilio al que
éste le invitó \ que tuvo lugar en Rávena en l’ehicioilel 882 ; es verdad
que decretó algunas decisiones de pimtipio contra lo.s enemigos de la
Sama Sede, especialmente contra el duque de Spoleto pero en

''' Uí'hnit'T-Míltillvclii.-r. n.'" IM '!,/ < lA V un


|,: í.f.riluiú' 1. Vil, par :V 'h '
1J Bohoic.-MiililKielie!. iv Iww.i
f.'/n,‘¡olnr. L Vil. |\i t. ir ' S o m n ¿o ikl ' S I ).pi.y >l.i: -luinovícnihu.-
ss l i: paw ’yi. tv N"1 in ic io J t l ss2): ji.ui. . n ‘tu inui/<> leí «¡Ci
* ‘ U nn. pú¿. 2-Sf. it 2'S (m arfil di-l Mf|),
Ut m. pjy. n ;y7.
1 iMhtnc'-MilhIKiehn. ir* t í, n 1 IrdS-lfdO

ni
seguida ve inhibió cada vez más de los asnillos italianos, abando­
nando al papa a su irisle suene. Presa (lelas peores dificultades, trai­
cionado por todos, sin fuerzas suficientes pura impedir que los
sarracenos, aliados con Ciaeta. se apoderaran del valle dei Ciare-
llanov realizaran algaradasdenlro del territorio rumano. Juan VIII
iba a morir trágicamente el 15 de diciembre del 8S2. envenenado,
según se cree, por uno de sus familiares y luego rematado n nía ni Ha­
zos en la cabeza

III ESPERANZAS D t RENOVACIÓN

Fuera de llalia. la ascensión de Carlos el Craso al Imperio hizo,


por un momento, concebir esperanzas de renovación.
I a casualidad le convirtió en heredero de loda In Gemianía. Sil
hermano mayor, Cnrlomún. había muerto, como dijimos, a comien­
zos del 880 sin dejar más descendencia que un bastardo llamado
A mullo y por su condición do tal descartado del trono IJ:\ Su otro
hermano, I ui a el Joven, que entonces bahía recogido la herencia ger­
mánica de Carlomán y ocupado loda la anligua I.otariugta. había
cuido tan gravemente enfermo en el verano o el otoño del 88! que
moriría el 20 de enero del 882 no Jejandu. de la misma manera,
ningún heredero legítimo, ya que todos sus hi¡os habían fallecido
prematuramente La autoridad de Luis III y Carloman en el
reino franco de! oeste, aunque hubiera triunfado fácilmente, a
comienzos dd 8S0, de una nueva tentativa de conquista iniciada por
Luis el Joven : parecía <uin mus frágil
Se planteaba, pues la cuestión de saber si C arlos el Craso, que
entonces estaba en pleno vigor físico, ya que había nacido el 8.»
estaría en condiciones de rehacer en lomo a sí aquella unidad imperial
que desde los días de su infancia llenaba los espíritus de evocaciones
Recientes acontecimientos habían venido a resucitar la antigua
idea de la solidaridad franca. En el sureste de la Galla se había pre­
sentado un competidor extranjero líente a la estirpe carolingiu cu la

bxcdeivcs olwrvacioncs (le Monsoloi Amane, al tomo V I iU-1» Ifotmn-th


l*X ¡iivdi FILhe > Mui un. «Hhuirk 1 de ITulise deputi les oróme.-, i . •4,1.1 1 1 .■mi.s
puS por A. Fli.-hc 1 V. Martin. I V: (VrOfiWV />■ fes F.'Hilx/wWvn, ,t h< •vwia|iriM>
; por H Bícliier y R. Aigi'jiutPiiris. IM38. ¡u-!í”l. r V |-/. f/itK/íii'Ziíiv'É'i’íip.Y'ie. |*u I
Vi.uMti tP.irÍ!>. ¡937. iu-S’l. t. M I 1 t.yhscuitp o a m ' r i / t v , pui F Viiu iiim Aiigu-in
I lutr.as 1Parts. PJ-Ki, ir-S i p.igs
Vcase Siipm. páp. 366.
11 ■ lili; Fililí, años SÑI y SS pop 97.
,J " l'arisoi. p.i¿s -1JS y J4S.
i4' PaiisOL piijü. 4.'S-4>J.
,J’ 4j:« 4fam 1110 S.l'J en t Ion Orón V ripian1' 1 1 pau 4'J

'71
persona tío aquel Boson. conde de Viena. cunado de ( arlos WfdAvz,
cu ya bulliciosa actividad ya vimos manifestarse desde el aña S76
lauto en la corle de los reyes de T- rancia como en el séquito del papa
Delegado el r ilado año durante algún lienipo por su cuñado como
gobernador de Italia ,iJ. se había casado allí con la bija del empera­
dor Luis !l. Lrmengarda M,J. que parece haberle llevado al matrimo­
nio algo de aquel genio míngame que poseía su madre, la inquieta
T-nge)belga, y un acrecentamiento —que el ciertamente no nece­
sitaba— de proyectos ambiciosos Desde arpie! momento su mala fe
se lúe manifestando por Ih rebelión durante el segundo viaje de Car­
los el Calvo a Italia, luego con su actitud ambigua en los dias de Luis
el lorhimtido \ mis tratos secretos con Juan VTII cuando el concilio
de í royos, y con su posición indefinida al advenimiento de Luis Mi
y de C'arloman |Ji\ Sólo trabaja para sí mismo cada vc7 más impul­
sado por su esposa, según dice llinemaro. la cual se indignaba ya
que siendo hi ja de un emperador y habiendo estado prometida a un
emperador (ya que por tazones diplomáticas su padre la lutbia tlcs-
tinaclo otrora al emperador bizantino Basilio 1). sólo tuviera por
esposo a un conde u*\ Asi, desde el 25 de abril del 87l>, éste ponía
oren liosamente en una de sus actas este titulo inusitado' «Yo
Roson. que soy lo que soy por la gracia de Dios», mientras el notario
que redactaba este documento de forma insólita se intitulaba con
no nicnot orgullo archicwu iUer. a ejemplo de los jefes de las grandes
cancillerías reales. Además, el año del reinado de los dos principes
que entonces se sentaban en el trono ele Francia, I uis 111 y C'arlo-
mán. y que debiera esta i indicado en la lecha, de acuerdo con la cos­
tumbre. no aparecía pata nada. |J!
Su voluntad de no considerarse subdito tic los liijus de Luís el
Tunaimiíb era evidente Tal vez también estuviera Rosna desde
aquel momento resuelto a sostener que aquellos dos jóvenes eran
indignos de la monarquía En todo caso esto fue. sin duda, lo que
creyeron \ quisieron dar a entender, algunas semanas mas tarde, los
seis arzobispos de Viena. I yon. Besimcon. Tarenlatse Arv y Arles,
junto con diecinueve de sus obispos sufragáneos, cuando, reunidos
con cierto numero de/>r<./i c«> en Mamadlo, corva de Vierta del Del
tinado, el 15 de octubre del 87d, confnicron a Hoson la dignidad
real. Declararon en aquella ocasión que le habían elegido rey poi­
que la muerte de I ui> el Tunainudo había dejado al reino stn defen-

- \ ¿use .Wj'M. p;i¿. ! 1 ’


C!'. F'uut'.ildil",. ÍV.ii.í.i. i'Jus. ' C '
i- "ii psg< S|-<Z5
|J'-! \t,n. B<.rt¡», añu S7l¡. -j til»
'■* ti ■<* .* <vá ¡le l'ie.v. tt, , ■Rl' cucíI Ij-.-í ftcirs J a oís <t. Pnnence" is.Sí-^'si.
puK r n t< P 'iijv.rdn: iPao's, l'i'iV ni-J , it: l.i nii-ni.i i.atMC-.iui)
sor y Dios les había inspirado l.i elección «Jol hombre en quien ya
Carlos rl Calvo, y luego el mismo l uis el Tanamtiilo. habían colo
codo su confianza y a quien e! papa Juan Vlll. alabando poi
doquier sus merecimientos, había elegido personalmenie como
protector cuando hizo el viaje de regreso a Roma. '
I)c esta manera, un hombre nuevo, extraño por stt nacimiento a
la familiiicarolingia. pretendía, al socaire ele las turbulencias provo­
cadas en la ti tilia po t la muerte sucesiva deCarlo.se/Cn/io v de I tris
el Tariannub. usurpar el titulo real y presentarse como rival de los
legitimo-sdescendienlesdeCarlomugnoy de Ludovlco Pío. H:r\ que
suponer la conmoción que debió producirse en Occidente ante
■.anejante noticia. Iodos los carolingios se sintieron inmediata­
mente amenazados por aquella usurpación que poma en peligro el
principio mismo de su poder, fundado, como se recordará, en el
derecho exclusivo de su familia para gobernar a los trancos en vir­
tud de la consagración conferida a Pipinot’/Z/rcvc j a sus lujos por el
papa l'steban II Se llevaron a cobo entre todos ellos conversacio­
nes. de lasque no fueron excluidos los hi jos de Luisc/ Tatitiniiul» en
cuyo favor había intervenido, cerca de Carlos al Craso, el arzobispo
de Reims. Mincinaro. " Ji y tina reunión de los cuatro carolingios
entonces vivos —1 I l i s rl Joven, C artos el Craso, I uis III y C allo­
man— >e fijó para celebrarse en Gomlrevillc. junto a! Moscla. en el
ines de junio del RSH. Allí acudió Cn ríos el Craso, asi como l.uis III y
Oirlomán. Luise/./mw, que oslaba enfermo, envió una representa­
ción. Se acordó un plan de acción común contra Hoson. a la vez que
muchas otras medidas de interés general, especialmente una
campaña contra el bastardo de Lotario II. Hugo. que también
intentaba, desde hacia idgnn tiempo, establecer un dominio inde­
pendiente en la antigua Lotnriligia. La expedición proyectada
contra Hoson se emprendió en el mes de julio, y las tropas de I uis ¿7
Joven al principio, actuaron en conjunción con las do Luis NI \ L'ar-
lomán en el sureste de la (Julia, después de haber batallado juntas
en su campaña contra I lueo de l.orena: luego se unieron ¡i ellas las
de C ariosetCraso, que procedían vle Italia y llegaban mandadas por
su rey ' De esta manera la usurpación de Boson produjo el mila­
gro de la unión de todas las fuerzas eorol iligias en los mismos cam­
pos de biiinlla: \ ial milagro se prolongo durante varios meses
hasta noviembre—, reanimando en Occidente el sentimiento de

C u flih il. 1 II I f tS-l. p.ljt*. V . S - I r/ r f í V r f t r , .i 1<: \ *1, p .,i, ISO.


:J '' Itnhmrr-Mdliibaeliei. n Iúh.V*
l'i'i H eñir aun KSO, pá(>, 151.
"• l i. I*, hnii. píes I-i MV
| i : ' -Jfin Herí»' .ul,s ÜSO. |\i¿ 151: !>:// I aítn Síll. i’dt, -T l/'n I >tld. tAu
p.ie ') ' t 't Pntipnrilin./Vnrniti. | - 12t H2T
la solidaridad cnire los diferentes reinos Trancos olrora agrupados
bajo nn dommiu único.
Kl que Buso» pudiera, linnlmenic. manteneiseen el suresle de la
Galia y has la cousrimii allí un pequeño reino independienie —o]
reino de Pvovenza IJI1—. después ¿le haber intuido de disputar el
trono de Francia a sus legítimos herederos, no disminuye en nada el
interés de aquella cooperación momentánea de todas las fuerzas
carolingias unidas contra el usurpador. Cuando Carlos el Craso se
hacia coronar emperador en Roma en febrero del X8I. algunas
semanas después Je haber participado en el sitio de Vicna. junto al
Ródano. 1X1id lado de los ejércitos de su hermano y de sus jóvenes
primos de Francia, podía con todo derecho pensar que, con él. el
antiguo reino Tranco estaba aquella \ez efectivamente en trance de
resucitar de sus cenizas
A mayor abundamiento, en el reino franco del oeste se elevaba
de nuevo entonces la voz de Hi ñañaro en lavorde un retorno a la
tradición de los antepasados y de la unidad del Occidente cristiano
Después de un eclipse pasajero, correspondiente a los últimos
años del reinado de Carlos el ('alvo, la autoridad del arzobispo de
Keims se había engrandecido. Parece que su influencia fue decisiva
al lado de Luis el Tartamudo y la había empleado constantemente en
favor del establecimiento de la concordia interior y de una alianza
entre lodos los cürolincio.s ,M‘ Muerto l.uisc/ I iinamiu/o, no bahía
vacilado en ponerse en relación cor (arlo s el T’wwj cuando éste se
convertía en ¡efe de la casa cu rol ¡ligia. Como Carlos no tenia hijos.
Hinemaro le escribió para pedirle no sólo que pusiera bajo.su pro­
tección a sus dos jóvenes primos. I ttis III y Carlomán. sino que
adoptara a estos dos huérfanos designándoles tutores y velando por
su seguridad personal y poi la de su reino y tomando, finalmente,
todas las disposiciones eficaces para la buena marcha de su gobier­
no. ~ [Je esta manera, lu is 111 y Carlomán se encontrarían provi­
sionalmente subordinados al soberano germánico, pero también
convertidos en sus herederos legítimos para lodo el conjunto de los
territorios que estaban bajo la autoridad de Carlos como de Iíi de
ellos. Solución atrevida que. por oirá pane, no consintieron las cir­
cunstancias que se convirtiera en realidad.
Al mismo tiempo se esforzaba Hinemaro. lanío 1:011 m is escritos
como por sus jetos, de reas ivarel antiguo ideal de grandeza carolin-

llJ Cf. P t J i q i u r i l í r . . | x i u - 136 !4.


M u i oips l-\
11,1 Cf. SvinOrs. |>ág4 •ir-4Ur.
|,u,‘l l'irta iltf Cdtlns W Craso é:i Migue./VernJJij;. 1. 1 \ \ S .... "W-‘4*)4 T-.Jil;-
>I) .1 primera visca tpcsc.i ai.inlm lice Setirnri pin m noninndirona c jru
tiin la que .niiilTili) FlndC'.u J en «u Hisloiri <h‘ t Egüse tii R< m;.< 111. pile. 34

W-t
girt. Va en los postreras artos del reinado de Carióse/Cu/vo había
redactado. para uso del soberano, todo u ii breve Matado sobre
los derechos y los deberes de la monarquía, tales corno estaban esta­
blecidos tradicional mente desde los días de Carlomagno y de Ludo
vico Pío: reitento este lema en una caria dirigida el 877 a l.u isd
Tartamudo '■ug, en la cual se dedicaba a oblenerdel pasado lecciones
aprovechables para el presente. TI 2 de abril del 881. al red¿tctar las
acias de un sínodo episcopal celebrado bajo su presidencia en la
iglesia de Sania Maera de f-ismes. llamaba la atención de l itis III a
quien, de los dos hijos de Litis W Tartamudo, incumbía el gobierno
de la h rancia septentrional, sobre una larga serie de artículos saca-
tíos de las antiguas capitulares, y esto le daba ocasión para evocar
intencionalmcnte ante el joven príncipe, los gloriosos tiempos en
que ( arlomagno reinaba sobre el Imperio, rodeado de sus conseje­
ras. tres de los cuales, según afirmaba, estaban siempre junto a él y
con ellos preparaba cuidadosamente todas sus decisiones. Y a ren­
glón seguido, te aconsejaba a Luis III que tomara como modelo
aquel ilustre ejemplo, si quería hacer renacer en el rento las tradicio­
nes de justicia y las virtudes ancestrales, que eran las únicas que per­
mitirían salvarlo del desorden y Je los paganos: pues lie aquí que
bacía tiempo que, en lugar de defenderse contra los normandos, se
había adquirido la costumbre tic contentarse con comprar su reti­
rada. arrastrando a la misma ruina, como consecuencia del peso de
los tributos que había que pagai. tanto a las pobres gentes corno a
las iglesias,otrora las más ricas: demasiado hacia también que 'teste
reino, antes noble y grande, eslá dividido en sí mismo». *
Finalmente, el arto 882, después déla muerte de Luis 111. prema­
tura mente desaparecido el 5 de agosto de aquel arto, y dirigiéndose a
Cariomán que había quedado como monarca único en el trono de
Francia. Hiñe maro, ya en vísperas de su muerte se cree en e! deber
de dar at joven principe un supremo consejo. La dominación caro-
lingia. le deja entender, se acaba si los reyes no vuelven a bailar el
sentido de la grandeza franca y por ello, en sti Doot'diih'pahitii. no
vacilará |i?l en presentar ante sus ojos v los de »us fídvU ’s un cuadro
completo de la organización poldiea y administrativa del Imperio

Vca-e Sthrflrs. pag 5S5, u > .


1 * A ír t s ú j’ vratvifl í ! fíjjí,,» w im -ttriv cu Vliime, ¡‘.n n ti b.U l C W V m i MUi'Vli,
** \Cá:l; . ¡ \ l t r o l I, t'WV. en! «J.'S.'WO
l,: \O asi!H «iii:k1í >Je Santa Nta.Tii.cn Migue. fKuwl.tai. i c \ S V mi. lUfíMOSi.
■' l’uhlic.Kkt irailucnhi > com entada por VI Prou I I í i i c í i iu i ú . O, " ‘¡UiiipiilMi
c un im irm li.mccni por M l'fou iP.uis ÍSS5. iivs-, lase 'S d i la Rili|in'.|iet|'ie-.
d . I h o 'L des Maúles Lsiuslvs Sciences Ilisti'rii[iies el l'luloloíigucsi. ed. de] ifxiu
únicamente en los cspilul I. II .d i i r X: publicado de nuesn sin li.ulucuim di comen
tuno, por V Kr.iuse. en el lomo II Je Ins Capuul p.igs S N -v’il
frailen en los dias do su fundador. Cuadro intensamente idealizado
y cuyo objeto se dirige menos a ofrecer la maqui nana de un régimen
aholido que a hacer resurgir los rasgos por los que. en opinión de
Hincmaro. el antiguo r e i n o había llegado a imponer nnliguameme
el respeto a todos «por su misma grandeza y por su unidad.» ,i,:

IV. L'NIÜN II NTO \l I MPURAUOR CONTRA LOS UÁRUAROS

lisias advertencias no eran excesivas en un ahora en la que por


doquier subía la marea de la barbarie, amenazando con llevarse las
postreras defensas que le oponían los camlingios. última esperanza
para Occidente. Mientras en Italia se cslorazahael papado en retra­
sare! avance de los musulmanes hacia Roma, los piratas escandina­
vos penetraban cada vez más adelante en el interior del territorio
franco. Cobrando mayor atrevimiento cada año, establecían sus
cuarteles de invierno en la Galla. sucesivamente en Gante, a tiñes
del S7ú: en Coitnraí. diez leguas más al sur. el 8SU: en Conde, jumo
al r.scalda. en el 882: en Aniiens. el £83. ti arto 885 estaban junio a
París. Igualmente en las regiones de! Músa y del Rin, invenían en
Ni mega a futes del 880: en EKIoo. cerca de Maastrichi. el 881: en
Lovaimt. el 88-L Desde estas bases de operaciones.cada vez másale
jadas de sus puntos de partida, se extienden con creciente audacia
por todas las regiones colindantes, saqueando c incendiando igle­
sias y abadías, palacios reales y ciudades, sembrando por doquier el
terror \ la muerto y llevándose de todas paites botín v prisione­
ros. 5 tiñes del S81. sufre Aquisgrán la misma suerte, el palacio
de Cailomugno es devastado y la famosa capilla imperial .sirve Je
establo a los caballos de los bárbaros.
Ya no se comentaban éstos con remoniareon sus barcos io s ruis;
provistos de caballería, se lanzan a través de los campos, rompen las
defensas de las ciudades y ncuianrpor sorpresa cu am plus zuikis.de
la que huye enloquecida la población pai salvarse de la matanza
lira un cuadro de horror que arranca exclamaciones de desolación
al impasible analista de San Yaast de Arras: «Nocesan los norman­
dos de llevarse en cautividad o de matar al pueblo cristiano, de
derribar iglesias, de aludir murallas, de incendiar ciudades. No se
encuentran en todos los lugares sinocacluv eres de clérigos, de laicos,
nobles o no, Je. mujeres, de jóvenes, de niños de pecho. No hay
camino ni lugar donde no esté el suelo seminado de cadáveres Viv i-
Cf. I- ltal):lien. Ia. Hnlphcn 11.) l.e -D e o reir p.iLuii"
J ili:K ii) 3in, en l.i R nue hi-tvri¡fu\ t CLXXX11I pá¿s 1-4.
Vea te el tibisi <:< Víieel. £)•<■ .ViwiudB.-d pae>. 2(>4-575
■¡ ir;;j. f u l . i irtu ssi. p.ij' ' ) Voüiet /> : ,• S m ^ h v i j í o : . pig. 28.' y ti t.
iiios en medio «.le la congoja y del dolor ame este espectáculo ele atn-
quilamieiuo del pueblo cristiano».
De ve/, en cumulo huida mi rey o un caudillo con suficiente
\alenlia para enfrentarse al enemigo. Asi. en lebrero del 880. Luise/
¡oven se lan/ó calurosamente al asalto de las trincheras normandas
de Tltimeon. al norte de ('liarle roí. y les inlligio graneles pérdidas,
hasta (|ite descubrid entre los cadáveres el de su hijo Asi. tam­
bién. el 3 de agosto del 881. el rey Luis III mediante un m¡u|ue
audaz, corló la retirada a un ejército normando que regresaba de
lienuvuis cargo de botín, presentándole combate en Saueourt-on-
Vimeli, cerca de la desembocadura del Sotnme: hubo un momento
en que sus tropas cedieron: serenamente, echó pica tierra, volvió a
concentrar a sus hombres, les animó de nuevo > venció a los barba­
ros. que. en lo sucesivo, corno dice el analista, «comenzaron a temer
a este joven rey» de veinte años, 1|l Pero junto a estos felices hechos
de armas ¡cuántos desastres y retrocesos! 11 2 «le febrero del 880. en
Sajorna, un gran ejército germánico es completamente derrotado
por los normandos: dos obispos, doce condes, entre ellos el her­
mano ile la rana, dieciocho vasallos directos de Luist/ Joven y todo
su séquito, quedaban muertos en el campo de batalla; los prisione­
ros que se llevan los vencedoies son iniiuniei obles. según dice d ana­
lista de Luida: fue un desastre sin precedentes. Pero, en general,
ni tan siquiera intentaba el combate; el terroi que inspiraban los
normandos era tal que se prefería no esforzarse y tratar con ellos y
comprar su retirada mediante la entrega de un tributo cuyo importe
se discutía con los invasores. Paliativo mediocre que no hacia sino
retrasar el encuentro decisivo o aplazar el problema, ya que el cau­
dillo normando se retiraba de un lugar para ir a atacar en otro.
iQuien salvara a la cristiandad Jel desastre' Lms«7./mvrt el ven­
cedor de I liimeon. mucrccn cuando! 88—Luis III.el queohmvo la
villoría ile Saueouri, fallece en el mes Je agosto del mismo año Su
hermano l ¡uloimiu no carece de valentía, como lo probara en más
de un encuentro -delante de Komis .i linosdol 882.en la desembo­
cadura del Soinme. unos meses después n ‘—. pero es casi un niño
todavía (tiene dieciséis añosl. Solo queda f ¡irlos «7 ( rato, hacia
quien convergen todas las espci unzas I n mavnn ¡unto del 882. a su
regreso de Italia, en donde luí sido coiomulu emperndoi un año
antes, decide la formación de un poderoso c|i tvi lo contra los nor-

■ |»w Irt/ae aiiu 88-, |Mj;s. >--ss.


I‘< Vii.v A'. V.s»:,7M>ir»l |vi|¡» 'iiN-.'.liV l’ui isiit. ¡i:.«r. -Ps
■*' fj'ji i n /aj, .(A» 881. fMgs. Si-"11 (. t, Vrgil M.'c V >»i• p.i» - ’ .V
" In>i fuíii. ¡lile 8S*.Ceil Kuíüí. pjV¿;.‘.'-I.
**' Viljifl. Día iV flW B I r lt p.ly*. ■ l - 'l s

IV
matulos pnrn el cual serán movilizados francos, alamanos. lurin-
j>ios. sajones c inlciiso lombardos: el emperador se hace cargo del
mando de sus tropas y en julio se presenta delante del campamento
de los caudillos normandos del Mosa.cn Flsloo; pero, con inmensa
decepción para todos, al cabo de doce dias. se inclina a tratar tam­
bién con los piratas y compra, por medio de un fuerte tributo, su
repliegue a Fiisia. en donde queda establecido oficialmente el
duque Godlred a cambio de la vana promesa de su alianza y de su
conversión al cristianismo. No por esto dejan de tenerse espe­
ranzasen Carióse/ Craso: y el hecho e.s que si bien desde el asunto de
Flsloo ya no interviene personalmente en la lucha contra los nor­
mandos. delega su autoridad militaren un maravilloso caudillo, en
el conde t noque. quien se cubre de gloria en muchos combates y
culmina su fama el año 885 con un ataque audaz: la matanza del
duque Cíodfrcd y de los suyos destrozados en pleno país íj isón por
los guerreros francos que Hnríqne condujo personalmente al cam­
pamento enemigo al socaire de nuevas negociaciones. ‘1
Mientras tanto, la situación se ha agravado en el reino del oeste,
en donde Cailoman. después de haber tratado de enfrentarlos a
comienzos del 884. tuvo que resolverse también, por consejo de sus
proceres, a comprar algunos meses de tranquilidad, pagando un tri­
buto a los invasores que entonces se encontraban instalados en
Amienv Pero Carlomán no sobrevivió mucho tiempo a la con­
clusión de este acuerdo y su muerte accidental el 12 de diciembre del
884. a la edad de dieciocho años. |J‘" dejó a Francia sin rev v
expuesta a los ataques de uu adversario que aceehaha la ocasión
liara volver a avanzar. Adenitis, el país se cncnntruhu en uu estado
de descomposición y de anarquía, como lo demuestran las capí mia­
res de los añus 88? y 884 1"’1va no se su he cómo aeabarcon las ban­
das armadas.con los robosv con las depredaciones, que no dejaban
desde hacia tiempo de denunciar, por la pluma de Hincmaro. los
eclesiásticos y otros prelados en sus concilios.
Ahora bien, de la descendencia de Luis el Tttrumnttlo sólo vivía
un hijo postumo. Carlos —id que mas larde se apodo el Simple—
nacido de uu segundo matrimonio, pero de una edad tan tierna
(cumplió cinco años en septiembre del 884) y de una legitimidad tan
discutible (aun viv ía al primera esposa de su padre v su matrimonio
con ella no había sido regularmente anulado) que nadie pensaba, al
paiocei.cn h acollos ubi ral trono en tan criticas circunstancias. Por

* Hahiiici-Miilill',,(.Ker n" IhWt; t ’l Vogel. |’‘á»».2SS\2<>2'. Pj iím i :. ■Ugs.-Kó-W


VogL'l an.jrU ; i'ariíul. l'íl.L'.v 4f>0-P"
l lA- ■Iw f ¡tlav. .lito SS4, p;¡j> ss
J'" li/ii'l. pa.!. <t'
l***1 Z'iiy.'MÍ I. II. ii. y ’jjl. p.n»,. VO-) »

t'8
consiguiente, la única solución cu la que Unios pensaban era llamar al
emperador el tínico earolingio que estaba, a la sazón, en condiciones
ile reinar; y como esta solución se llevaia todos los sufragios. Callos i'l
Craso lite im itado a trasladarse a Francia paia recibir los ¡nramentos
de lidelidad de sus nuevos súbditos.110- que acudieron en masa a
Ponlhion en el mes de junio del 885. para asistirá la ceremonia. u"'
Esta prontitud se explica sin Ja menor duda por la confianza que
se había puesto otila persona de un emperador al que estamos acos­
tumbrados a ¡nzgarieniendoen cuenta las desilusiones de los meses
que siguieran. Pero en loncos sólo se van en Curios a un ¡oven ani­
moso a quien hasta entonces había sonreído constante la fortuna,
que. sin que él hubiera cuidado excesivamente de ira buscarla, le
luihia proporcionado el más sorprendente de los triunfos: volvoi a
reagiupai en sus manos torios los territorios .sometidos antigua­
mente a un solo soberano; para colmo, su nombre hacia esperar el
regreso de las gloriosas tr adiciones Y probablemente no fue casual
el que por entonces un monje de San fjall. Notker elTaruimutlo, des­
pués de liabei pasado por su cenobio el nuevo señor rlc Occidente
en diciembre del ¡Sí>3. se entregue a redactar, para instrucción de
aquel huésped ilustre, no. como lo hizo i lincmaro un D¿ orillar paili­
ta. sino una especie de historia edil! can te del gran emperador C arlo-
mágno. de la que quisiera que su homónimo de aquel IIn «le siglo
obtuviera útiles lecciones. Por ridículo que sea. en más de un
pasaje,el librodceste buen «M onjede San Gall»,cuyos relatos algu­
nos historiadores han cometido el error durante mucho tiempo de
considerar auténticamente sucedidos, es ¿ti monos a su manera un
curioso testimonio del estado de los espíritus hacia el 885 e. indirecta­
mente, de las esperanzas que en más de un medio despertaba el hecho
do que volviera a ascender otro Carlos al trono Je Occidente.

V. 1.A L AIDA

Todas estas esperanzas tuvieron pitmto tremendo desengaño


Igual que en tierra ilaliana. tampoco en la franca hizo nada Carlos
el Craso de cuanto se esperaba de él
Su primer cuidado al llegar a la Ciaba lite reclutar un ejéiciln
contra los normandos y enviarlo hacia Lovama en donde estaban

M"' Jhii I ní{j>/. ¿irtu SS-J. pap. 56; Ri-timoii, (.luvm m r. anu SS-t. »•. I k u r/s .
j ' j " . 1 1Z
1|J tria JOAí ' í ano sN5. p.ie 5-1: y. pairi la iccliu mi ¡i íi ,-i ,li- C¡n <K /ii*>
cvo ceiüi en l'ow lunn el 16 lie jum o (lUlhnia-M illilluiclier. r rO il
11 Itolimtr-MOlill'.iiluT. n <l< i V r
Vt'nsc H.ilphrn, tu n ta ¡.ríti^uti. paj¡f.
lisios acantonados. Pero enfermo el jefe normal de Li expedición,
u no de los más poderosos personajes de Ncuslria, Hugo, llamado el
Abad, no le fue posible hacerse careo del mando de las hopas y el
fracaso fue complelo. En unalisla de San Vaast de Arras cuerna que
los normandos acogieron con sarcasmos a los soldados francos:
«¿A qué habéis venido? No debisteis tomaros este Irahajo. Ya sahe-
mos quiénes sois y lo que deseáis: ¿queréis que volvamos a vuestro
país’ De acuerdo: ¡no dejaremos de hacerlo!»
Y. en efecto, algunas semanas más tardo, en el mes de julio del
H85. los normandos se ponían en marcha hacia el sur. llegaban a
Rnán. entraban en la ciudad s luego, apoyados por un» Ilota de sete­
cientos grandes barcos, remontaban el Sena y concentraban, en
noviembre, bajo los muros de París, un ejercito de unos cuarenta
niil hombres, el mas poderoso que minea hubieran reunido. "
París resistió heroicamente bajo la dirección del conde Elido y del
obispo CiozIin.Cliando Carlos dCta.\o. cmonccs ocupado cu Ha vie­
ra. iri luvo noticia de aquello, despachó en ayuda de la ciudad a su
mejor general.el conde Enrique, que entonces estaba cu la culmina­
ción de su gloriosa carrera dopues de su matanza de normandos en
Frisia *' Pero esta ve/ fue menos afortunado. Con una caballería
fatigada y duramente resentida por las inclemencias del tiempo, no
pudo vencer a las tropas normandas que. sólidamente atrinchera­
das delante de París, rehúsa ion aceptar halalla campal I o más que
pudo lograr hacia el mes de marzo lite desorganizar su campa­
mento, infligirles perdidas en hombres y en caballos y abrirse piw>
hasta la ciudad, en la que introdujo avituallamientos. IJ I n
seguida regresó a buscar refuerzos y a dnrcuenla de la silaución al
emperador, que en aquel momento regresaba de Italia J Pero en
aquel periodo turbulento comcn/amn a manifestarse los ¡ i i l o i i u --
niemes de una monarquía que abarcaba un perímetro lerriiorial
demasiado extenso s que se vein solicitada simultáneamente en
todas las direcciones por necesidades igualmente urgentes \ con
lieeueneia. inconciliables.
Desde Met/, en donde había reunirlo una asamblea general, en
inlio del 8-Só. decidió el emperador marcharon socorro Je Parts ’
A tiñes de agosto terminó la concentración de su ejército en Quievzs.

. I1.1. I Í i /i IS, .i|!ú SsS fOgi, 5í,.j-


hltiii. |\iü -Itilion. I . , . ftiri... l‘U SV:«|ucl icoii ii.,A liieeiúii!. crpf-
cirilir.cnli' I t l), p;ij¡. 14. \ I. i l . \ pan. M
|J lililím o r-M i i nlh.rdK'r i r ■>, I, i .
i r - |/w.\ fulil. arto SMj. pág. IOí
IJ IJ,Ir, p.W. 1114; A iihu i:, t e i.v ftsff.t II : -| y, ca Wd<|UCl, pJg Mi.
I J Hnlnner-VliililKtclier. n£ I IKií
II ' hm . I ut<l arto ' KC. páa. 1<>5
¡mito al Üise. Pero el conde Enrique, enviado como batidor de van­
guardia, es sorprendido p n rd enemigo y cae muerto bajo sus golpes
delante de París el 28 de agosto. asi que. cuando el emperador se
píese uta con sus tropas en las alturas de Monimaiire en e! mes de
octubre '■*' la partida está virtual mente perdida por falta de mi cau­
dillo militar capaz de conducir el ataque. A mayor abundamiento,
se extiende la noticia de que el caudillo noimando Sigfrido. que se
había alejado del sitio de I5¡tris cu marzo. i:“ llegaba con icfuer-
zos. J Asi. después de haber rechazado a los sitiadores hacia la ori­
lla izquierda \ cmzado él mismo el Sena, el emperador se decide ¡i
tralar con el enemigo sin esperar más: a cambio de un ¡rthutodc 700
libras de plata y de que se les conceda la libertad de establecer sus
cuarteles de invierno en Roigo ña. los normandos aceptan Icvantai
el cerco \ se obligan a regresar a su país en la primavera siguien­
te. 1 Concluido este pacto, d emperador se vuelve a Alemania con
más rapidez de la que había traído: salió de París coica del ó de
noviembre, el 12 estaba cerca de Melz y pocos dias después en
\lsacia.
finueinenie enfermo, transportado ron precauciones desde
Alsaeia hasta las orillas del lago de Constanza, en donde lu\o que
someterse en el mes de febrero del S87 a una peligrosa operación en
la cabeza -sin duda una trepanación—, aquel emperador de
cuarenta y siete años ya no líic desde-entonces sino in sombra de si
mismo. \ su precipitada retirada vio París —retirada que los histo­
riadores no cesaron de reprocharle como una deserción y casi como
Hita traición es posible que se explique, al cabo, como electo de
mía imprevista decadencia lisien
I a desgracia que su había cebado en sus hermanos, arrebatados
los dos prematuramente y sin dejui hijos, le persigue» su vez. igual
que ellos, tampoco el tenia hijos legítimos. Trató en vano, por el año
h'Sx de haca reconocer coi no heredero a un bastardo, ti Bernardo,
euva legitimación li.ibi.i solicitado hasta entonces sin éxito, del
papa. Lisiaba solo, también conocía él aquel abandono en el
que vivió sus últimos meses \u hnm aiio C alloman. cuando indo el

'■ Util lí./n.M niln.VH'. |U¡!. <q:.(i;n htl,1 nnnSNú, |Wg. litó. AHhurt. Jl.3:~
-2". ji;’i¡¡. X2. noliTncr-MühtlvL-lu.T. ii' I T v i.
■*’' Ahia:: II. p.ig. *)IV \uu I >'(■ . S2: v. p.i.. lecha,
Itohinc.-MtHilpachcr, numi r : _ \i l7 3 3
Ahbon. Le slég.-1ti Piirh 1. .31-A' I’-M?' nv7n
1r - lmi. Fiilil. año í*('. pne in?
Ul* Ablvin. II. .vx- .t-tn, pá¿: ‘Til. li.ll. fn!il ■•.rtn píg. J'ir
>•!*) BiMinler-MClttllrachci, n - r - "U i
1- ■ Um. I'ihl ülV« $$6- pí:¿. Mó: comiir.iacnVn it.- K.i ishmi.
n.i 11'
i »»• I>!IL tu::!.. año no.

381
mundo espiaba los progresos de su enfermedad y acechaba su
muerte. Carlos desconfía de los que le rodean: a comienzos del
verano del 887. despide bruscamente a su caneillei y arch¡capellán,
el obispo Liutwardn.en el que teniapuesta su confianza y, al mismo
tiempo, se separa de la emperairiz Ricarda, por sospechar que sos-
liene relaciones culpables con el citado obispo. ifü Se cierne el des­
córnenlo contra aquel emperador enfermo y alucinado.
Fnelotoñoesiallan por doquier las rebeliones: en iranconia.en
Sajonia. en Turingia. en Bavicra. en Suabia: Arnulfo. el hijo bas­
tardo de Carlomán con quien se puso en connivencia el destituido
canciller Liutwardo. es invitado por los rebeldes a unirse a ellos.
Se trata de un hombre joven, de unos treinta o cuarenta años que ya
estaba probado en las guerras de Carintia y de Pannonia y también
en la lucha contra los normandos el !SX2. Los rebeldes lo eligen
rey. 14'4 Hn Tribur o Trebur. a unos doce kilómetros al sudeste de
Maguncia, en donde reunió una asamblea general en noviembre, el
emperador es pronto abandonado por lodos. No 1c queda más que
un recurso: entregarse a la generosidad del usurpador, que enn-
sieme en dejarle el disfrute de algunos dominios en Suabia Allí
murió, olvidado de todos, el 13 do enero siguiente, en Neidingen.
cerca de la Selva Negra.1

1 hita, i l o S j r . pags. I l l i - H H c L í m i i i i i N i i U i i u k ’ R i i l i • s l i o i l .1 . p j g . 1 t í : B o l i n r : -
M íllllhk'hfl. n” PW<i
:l h:i: í n i i i . aflo S!'" p!í|(. UHi: ciintinu j c í <!'íi de Raiisbonn, pág, lis.
U óicner'M ahH'achcr. n«* l^tiV/ :i I
1,1 UflluiK’r-MiiMlwhLT. n.” 1'65/i-i/
CAPÍTULO VIH

LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO CAROLINGIO

Puede decirse que con Carlos el Craso tuvo fin el Imperio carolin-
gio. Aún ha de continuar conmoviendo los espíritus el sueúo imperial,
pero el ideal a que había respondido el imperio de un Carlomagno o
de un Ludovico Pío. y que después de ellos había intentado en vano
rehacer la Iglesia, ya no correspondía a ninguna realidad
lil imperio earolingio nació de una progresiva extensión clel
«reino de los francos» /regina» Fmmonun) es decir, de la domina­
ción franca hasta los limites del Occidente cristiano, con excepción
de la Gran Bretaña y de Irlanda. Ahora bien, el año 887 la unidad
franca no es más que un recuerdo próximo a borrarse y la estirpe
earolingia. cuyas victorias habían permitidoexienderconsiderabíe-
mente la obra com entada bajo los merovingios, está, a su vez. en
vías de extinguirse.

I N ací vil unto i >i ni/ ev \ s vionarqi Tas

Los hechos son en esto muy elocuentes. I n el momento en que


abandona la Galla, después de su breve y estéril intervención. ( arlos
el Craso confia espontáneamente amplios poderes al valeroso defen­
sor de París, el conde Piulo, hijo de aquel lamoso Roberto ti fuerte
que había muerto gloriosamente en la batalla de Brissuillic, el año
8M\ durante su lucha contra los normandos dc.Loira desde enlu­
ces no va Carlos elCrasti. sino los «francos Jel I sten.eomo lo llama
el analista de San Vaasl de Arras 1 se desinteresan por el porvenir

-t«» V a l ii.u. Jilo Stiíi p.ig 6 2 . Ri'pinúii. C h ro n :irt« sS


Un: IciAm.. .iñn Ss p.lü fv4.

38»
de Id Ualia. Después de Güilos rl Craso, su res Armillh la deja sola
treme a los noimandos; permite que le arzobispo de Reims. Ful-
quex. presente al conde Iludo un competidor en la persona del
Juque de Spoletu Guido. de quien no podía esperarse que intervi­
niera en aquel asunto: permite también sin decir una palabra, que
ambos m ales sean coronados como icyes. Finio en C'ompiégnc. el
2ó de lebrero del MSN. \ Guido en I angies. casi simultáneamente: y
sólo cuando el duque de Spoleio Iracas» rotundameme > el arzo­
bispo de Kcims no quiere sahet nada de reconocer a I udo. se decide
el rey de Gennania. presionado por aquel prelado, a intervenir en
I rancia a comienzos de! mes de junio con motivo de la dieta de
Francfort, en la que se ocupa de lo que ocurre en las orillas del Sena
v del Loira " Para el continuador de los ltulles <h Falda. Ludo no
es en aquel momento sino uno de aquellos múltiples reyezuelos que
habiendo usurpado el poder en diversas regiones de «Pumpa»
intentan «portarse como reyes 1+11 Pero algunos días más tarde
Finio oblicué sobre los normandos (el 24 de jtmiol la aplastante vic­
toria ile Monifancon en Argona y aureolado por aquel triunfo,
que causó profunda impresión, aceptar ir a Worms. en el mes de
agosto, para visitar al hijo de C arloman. lJtl
Cn tales condiciones, no piensa Anuillo ni por un instante en dis­
putar j Finio el titulo real con el que le han obsequiado los t rancos del
oeste: se inehn.in ante su decisión, a la que acaba por adherirse tam­
bién basta el misino arzobispo de Reirás Fste último se consuela cnu
pensar que al ir a Worms se conviene Pudo, por esta actitud, en «el
hombre» del curolingio. J'1J lo que. sin duda, es forzar un poco las
cosas. Pero el caso es que. reconocido como rey por Arnulfo.con quien
en ajelante sostiene relaciones diplomáticas normales. Ludo puede
lilañarse de haber vencido los principales obstáculos que hasta enton­
ces >e oponían al establecimiento en Francia de una monarquía
evu.iiia j la dinusiia curolingia. ü. mus exactamente, al principio
dinástico, provisionalmente descartado pos liier/a de las circunstan­
cias, ha sustituido d nuevo principio, queyu habían querido hacer pre-
idccer los electores de Roson cu Mauladle, el esto es. d de
dirigirse a aquel a quien la voluntad d:\ina designara en cada caso
como al más calificado para asumo la defensa del reino
* t-^i iv. r.vi/r\ F.irn 11 rn¡ ¡i. fr-.tn- <Kmre (I l. F.uik■ «a,
id </,' /Vumv tP-ins. l*Ujj. m-S aoc M‘J ilr o m:svn¡i RtMui.) “K-|ii*
• l«j<i hil,1 ».tnui.,i,.i. i-4» a« Rüiiít'i’iuu ;ir.<i £M*. iu£ n>
1 f'».'. I n.'iil :iñ » > 'S .|i, b* Ahí'i.i!. (’.:m II.-W.•*.''> rué» M_' 11'<•
*'*’ H .'iiv.cr Mílhlhn.híi. i:" • •<.
C.-.UOilfl ir^ui'isp" I-..li|ik's ;i \ililiIIn .-.imÍízjiIii ¿i; l-'i>Kli<jid WiV'i.u i/.
ir.y’ÜM fí.wi- l \ ' V
O-1 Uti’ I /•/< .irto SSS. ir ( (' I I I i ■ .■ ■ mi t i - f n i s í i f i -'
I I Tlli >• | ' . I J . " I l í'- l l 'J

qu
Al sudeste iic la (¡alia había muerto Boson una año miles que
Carlos el Craso, en el mes de enero del 887.1,|'*y todo lia ce creer que
su reino, desde aquella fecha, se había vudlo a colocar baja la auto­
ridad del emperador, '**' Pero no por mucho licmpo. I n el mes de
enero del 888 apareció un hombre nuevo, el conde Rodolfo, de la
poderosa familia de los Welf: ya lindar de vm ios condados tleuBor*
goña» —en pnriieular. de los de Ginebra, I a usa na y Sión—. se hizo
proclamar y coronar rey en San Mauricio del Valais. Jesde donde
irá extendiendo poco a poco su dominación por una gran parle de
la Borgoña y hasta momentáneamente sobre Lnrcna y Aisa-
eia. :,|'Nsin que esto sea inconveniente para que en iodo sur del anti­
guo reino de Boson. el joven hijo de este último. Luis de Provenza
(cuyo nombre recuerda que está unido por su madre Lrmegarda.
hija del emperador Luis II. a la familia carolingia) se Inign elegir >
coronar rev en Valencia del Dellinadu. durante las meses últimos
del 8l8i.
El acia de esta elección expresa que. ante la anarquía que
reina en el país y los continuos ataques a que eslá expuesto por parte
de los normandos y de los sarracenos, los miembros de la asamblea
juzgaron imposible prolongar más tiempo la situación de un trono
vacan le desde la muerte del emperador Curios > que nadie les ha
parecido más digno de ocupar que el hijo de Rosan. Su corta edad
no le permitirá, sin duda, enfrentarse persa nal mente con los bárba­
ros. pero con la as tula de Dios realizará su larca.gi acias a los conse­
jos \ al concurso de los proceres láteos y eclesiásticos Jel reino, asi
como a la laboi de su madre. Destacando especialmente que el
¡oven principe es «nieto del difunto emperador I ais. de gloriosa
memoria»» i que «el poderoso emperador Carlos» (Carlos el ( raso)
lo había designado para el trono —lu que parece afirmación bas­
tante atrevida—, ios miembros eclesiásticos de la asamblea de
Valencia principalmente los arzobispos de Lyon. Vicnü, Arles y
Embrun, jimio con m i s sufragáneos, apoyados, según declaraban,
en la aquiescencia del Soberano Pontífice > seguros de interpretar
líeImente la voluntad divina, hacían constai que lo elegían tey por
parce cries que cía el que mcjoi respondía a las necesidades de aquel
momento \st. pues, se adhieren una tez mas al nuevo principio
enunciado en Mamadle, ya que. en su opinión, el argumento dinás­
tico no es sino una razón más. pero no una razón sitie qua no>t en

ISilip.iTilir.. fV-.ivinv. piij:. 1-■»


Jtktti. p,ih |JS.
• Uní:, pK IJS-l.str t‘r.i|\iii1iii . [)j¿i 10-L
w) l’mipiirihn. fíouryuyiit. p.lj;*. 13-10.
I,M Pouiparótrj m-15’
1 ( iiruiil i 11. n ?ua imip 1t«-<
Oís
favor de mi candidalo. j ¡itm este argumento carecía en aquel caso
de valer, ya que la descendencia por línea femenina no proporcio­
naba entonces ilcreclio sucesorio en la monarquía.
Con luí movimiento paralelo se separa Italia también a comien­
zos del año 888. Dos ri\ ales se disputan allí la corona: el marqués de
l-riul. Rerengner. y el duque de Spolelo. Guido, aquel mismo que
«devorado por el ansia de reinar», como escribe un cronista coetá­
neo. trataba entonces de apoderarse igualmente del trono de
Francia. Hijo y sucesor del marques de l-riul, Lverardo. Bercnguer
estaba unido, igual que Luis de Provenza, a la familia carolingia por
su madre Gila. Iiiju de Lndovjco Pío y de la emperatriz Judil: '
pero no es tampoco.como Luis de Provenza, un carolingio y al con­
ferirle en Pavía la corona real. los proceres lombardos se ceñían
sin duda a la misma preocupación que los de Francia o de Pro­
ve n/a: elegir al hombre que. por las virtudes militares demostradas
hasta entonces en su mando, parecía el mas idóneo para proteger a
la Italia septentrional contra el peligro eslavo que la amenazaba por
sus fronteras orientales. Otros, considerando el peligro sarraceno,
siempre grave al .sur y particularmente inquietante p arad porvenir
del papado, habían pensado entonces en el duque de Spolelo que.
de regí es o de sus andanzas, se había convertido, después de la
muerte de Juan VIH. en un celoso Jefensoi del f-slndo pontificio
coma los musulmanes, y se había fogueado librando en el valle del
Garellano varios combates victoriosos
Mimado, a la sazón, por el sucesor de Juan VIII, el papa l-sie-
han V que le cal ideaba de «hijo adoptivo». 11 ,.no. era. mejoi que
Rerengner. su rival constante, el candidato indicado para la corona
de llalia?
Todo esto iba a decidirlo un encuentro campal entre las ñopas
de los dos rivales, batalla que tuvo lugar en la llanura lombarda a
orillas del I rebia a comienzos del NSu y en la que Rerengner luc ven­
cido, \ este «inicio de Dios» dispuso la .suene de Dalia. Una
nueva dieta, reunida en Pav ía en el mes de lebrero, plantea la nece­
sidad de restablecer d orden confiando el poder a aquel por quien
Dios se lia pronunciado. Gracias a el. los peligros que poi doquierI

I rvlicMi-ycr Hio.in.v L¿iiciil'án.i:riini • en SU»' (, ••• Vi n f - u v i III. v»-


láiut > 3
' tViup.nUin P r o pag. i Mi. y el m aíllo i'eniMiugnxi Oe l.is páginas ’ I <i-
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ZiUm. i'ács. 3<i5066:1. M. H artm .inn. 6ou »;/. /:.v <n *• il; la Bihl¡<>
¿t.il'O i 111 parte JMgs. KI.V-IIN.
I

agobian al leino desde la muerte del «glorioso emperador í ¡irlos»


podrán finalmente ser conjurados; sersi para lodos «un rey un señor,
un dcfcnsoi»; la Iglesia romana hallará en él un protector vigila ti­
le. ^ Igual que en Mantaillc. solo hay una preocupación: elegii a!
principe con el que India se enconlrara mejor garantizada conira los
peligros. No se hace la menor alusión ni a la unidad del antiguo Impe­
rio ni a la cuestión dinástica I I horizonte político ha cambiado.

il P retensiones dl Arnulfo m G ekmania


Mas no se crea que en e! año KXX el pasado ha muerto de golpe.
La Historia no ofrece ejemplos deesas revoluciones quede manera
instantánea arrastran con ellas todas las tradiciones anteriores; } no
debe producir sorpresa, por consiguiente, el que el ideal de unidad
franca, unido momentáneamente todavía al respeto del privilegio
dinástico, se mantenga apegado a los espíritus mucho más tiempo
de lo que parecería ordenarlo la realidad.
Ll único representante de la estirpe carnlingia en posesión ríe un
trono, a pesar de sci bastardo, lo que le tuvo durante varios años
separado del poder, era Arnulfo que, al parecer, no se resignaba con
ser sólo un rc\ de Gemianía en una Europa desmembrada en
pequeños reinos ¡dependientes unos de oíros e iguales en derechos.
Ya citamos el pasaje en el que continuador de los.-birt/ei ¡te hiU n se
expresa en términos denigrantes para aquella multitud de reguíos
ireguh) o reve:«('los que. hacia el S88. tienen la pretensión de desem­
peñar el papel de reves. En esto podemos hallar el eco del pensa­
miento que dominaba en el cortejo y séquito del rey de Gemianía
prevalido de su dignidad de carolingio y de ser sucesor de Carlos el
Cima v que miraba desde su altura al vulgo menudo de los usurpa­
dores. Arnulfo cita, para que comparezca ame la dieta Je Worms
durante el verano del 888. al modesto rey de I rancia, l udo, que des­
pués de considera rol caso > pura evitar complicaciones, según cun-
11es a el analista de San Vaast de Atrás. ¡leude a aquella convo­
catoria produciendo de esta manera a lodos el s e n t i m i e n t o Je un
reconocí miento, cuando menos implícito, de la superioridad del
poder que ejercía el carolingio. Asi. del lado alemán se insiste en
lo humillante óc su actitud v el arzobispo de Rcims. en su deseo de
rebajar a l udo, llega a hablar de hwnenatc.

11 -\el.i i!e l>iMihis(ios rc m iú ln s en Pavía, pii las ( i 11 r. ’


r,.i> I!«■!>*.
I' IA I mii í uhL o iiu íii . Je Rüiisl'ona .a lto SSS.
1 J im K ’i / j e . . l í l . ) S S S . p : i £ . 6 5
t*«i Ful:i. coaita, de R um bona. ¡mu S8S
V.-.uc \ttpm [Mit. 5x4.

A
r n el mes de nombre del mismo año. el iev Rodolfo de Horgoña
cuyas tentativas en Alsaeia habían chocado con la resistencia de las
Iropas de Amullo, se decidió a entablar negociaciones con este y fue
a visitarlo a Ratisbona. con la esperanza de obtener un aneglo
am istoso:1 generalmente.se lia visto en esta gestión una copia de
la de Ludo en Francia, sin que. a decir verdad, la lectura délos textos
obligue a tal conclusión. 1:1 mes siguiente. Arnulfo se pone en
camino hacia Italia, para hacer valer allí sus derechos al reino.
Berengucr de Friul, quien no había todavía logrado triunfal Guido
de Spolcto por aquella lecha, corre a su encuentro hasta Tiento; e s
recibido allí «con clemencia» por el rey de Gcnnauia, quien se
digna «renunciar a no quitarle nada de m i reino», declara el conti­
nuador de los Anales Faldeases, inclinado a dar una versión de los
hechos que sea agradable para el amor propio de su soberano. ’
I3e la misma manera, el 890, Lmiengarda se cree cu el deber, antes
de que sea coronado su lujo —el rey niño Luis de Proum /a— de
asegurarse la aprobación de Amu lio y de ella se hace mención explí­
cita en el proceso oficial Je la elección.
lista. pues, claro que su calidad de caroliugio. aunque sea bas­
tardo, valia Arnulfo un prestigio \ aun una autoridad de tipo .supe­
rior a la de torios sus émulos,
i.Se va a sostener esto? Una analista afirma que desde el año 890.
el papa Esteban \ . cuya confianza en Guido de Spolcto liabia
decaído mucho. Inicia saber al rey de Gemianía que le vena con
agrado «visitar la morarla ríe San Pedro \ tomar en mis manos el
reino de Italia para arrancárselo a malos cristianos y a los paganos
que lo amenazaban», 1 Pero por enlonccs tarcas mas urgentes
retenían a Armillo en Alemania, cu donde los normandos. los
moravos v Ja acción levantisca de un hasiardo de t .tilos el ( niso.
bernardo, le estaban produciendo preocupaciones. ' Se veia obli­
garlo. por el momento, a desinteresante de aquella Italia en la que
sin embargo, se había preparado para intervenir el año 888
I ntoces se liabia borrado, por un tiempo al menos, ante lietenguet
tic f riul, Pero iba a mostrar menos paciencia con respecto a Guido
de Spoieto.euya ambición no conocía limites.,',No se lanzó esto, una
ve 7 rey de Italia, a reclamui la corvina imperial que el papa Esteban V
tuvo por fuerza que concederle en lebrero vlei 891" , No exigió.

' ' í «j >


i !u h ! e ,m m . Ce K.vtq-un.i. .nía sSS. lió: pjr.i t.i levita. el.
U a h in íi- M iililb .ic lK i. minis lsr>3-JSU5
-fui: í'iitii. .al. 'SS. jijo : r
' S‘>l>, p.ig 11■?; í oiail i II n 12k ). \-j^. 3“ 7. ). ítl.33
.tu M /-■ •/■ /. Hilo S«i'
D ü iiiin lc i. i III jje s í3 ‘!-?5*.
' V. npiü p.ip ■ '
además, del papa Formoso.en abril del 892. el mismo honor para su
pequeño hijo Lambeilo. ya asociarlo con ¿I como rev de Ilalia desde
el I de mayo del X9I? "
Si dejaba pasar, sin decir nada, semejantes hechos. Arnulfo
corría el riesgo de verse suplantado para siempre en aquella Italia a
donde el papa Kstehan V le había invitado a ir Así. pues, ya no
vaciló más. A panit del año 893, la conquista de la península y de la
cotona imperial ligara de nuevo en su programa: a comienzos del
X94 se hace dueño de Lomhardía y pone iodo el tesón en hacerse
coronar emperador, l-:"
Cu aquella lecha su situación en Occidente parece verdadera­
mente sólida, ya que, más que nunca, en medio de la geneiul confu­
sión. se presume, no sin ingenuidad, que representa todavía la
tradición de los grandes antepasados carolingios. I n octubre riel
891. se cubrió de gloria al infligir a los normandos delante de
l.ovainu. a la cabe/a de un ejército franco, una terrible y sangrienta
derrota: en el incs de julio riel 892. capitaneando un fuerte ejér­
cito compuesto de francos, de alamanos y de bávaros. condujo \ie-
toiiosatneiue una expedición de Moravia; '-'í: a comienzos del 894.
se impuso en la india septentrional por la valentía y la audacia que
desplegó conduciendo sus tropas al asalto de Béigamo. asi como
por el ejemplarcastigo que impuso .1 los defensores de la ciudad por
haberse atrevido a resistir!c -
Al regreso de esta ultima expedición, en junio del S94. en la
asamblea de Worms. se presenta Amulfo como árbitro de Occi­
dente Mal considerado por varios Iracasos en el curso de la lucha
contra los noimandos, abandonado por una pane de los proceres, el
rey de Francia. Huelo, se encontraba con la oposición de un grupo de
descomemos. ¿1 cuya cabeza se hallaba el arzobispo de Reims. TliI-
ques. quienes presentaban y sostenían para rey aí hijo póstumo de
l.utse/ Tiirnimuito. el pequeño Carlos tal que se designa con el nom­
bre de Carlos el Simple), quien por entonces se acercaba ya a la
mayoría legal fijada en quince años. Se solicitó de Amulfo que se
pronunciara entre los Jos reyes. Finio, el primero que había sido
coronado, y Carlos, que tenía en su favor el penenecei a la estirpe
carolingia. H arzobispo de Reims se excusó de no haber consultado
con d rey de Cicrmania antes de consagrar al josen principe.

“ 1 OtiniTiter.t m .i - á o . ir* '* i; ll.irtn a iin ,íít,.«A//iW f,iíii,rM:v N rir l.i


Kit-lioglatía). • III. 2 p.jrlt-. pac.v | ; - i i i
litilinirr-Mijlilb.ielifr. 11,1015. ÜWIMS'T
' Holi.tv.T-Mtitdt'achoi. 11 IScs-\j Vrasc. en i'iinie 11l.tr Ins fclaic. Jcl eonii-
IUIaJ iM Ce /.■ihkns-y .inn X')].y Je Kc¿inon. l.hroit 3lio 641.
Ihíhmei-Vtiili’.baclicr. n “ lltTiu Vei. en i'a n k u b r .inu f u i / jñ n vi.?
‘ Krihmvr-MdhlLiiichi'r. nüm v IK>)*r-tS‘Xl.J
haciendo constar que «no hay costumbre» cuando se sustituye al
re) fallecido por «un miembro ríe su familia, de consultar al rey
superior», peto agregaba inmediatamente que el rey-niño estaba
dispuesto a gobernar Je acuerdo con los consejos de su poderoso
vecino.Iv 1Arnulfo acogió con condescendencia a su sobrino, que
fue a Worms a solicitar su protección y, declara un analista tran­
ces. «le concede el reino paterno». Luego, como esta solución
levantó grases turbulencias en Francia \ Carlos se reveló incapaz de
reinar, Arnulfo citó, el año siguiente, a los dos rivales ante su corto y
devolvió su con lianza a Ludo, que fue el único de ambos que hi/o el
viaje a Alemania y que se presentó ante Armillo con un cargamento
de regalos
Algunos días antes (a comienzos de mayo), con ocasión de una
asamblea reunida en el palacio de I rebur. cerca de Maguncia, el rey
de Gemianía se presentó con toda la brillantez de su gloria, rodeado,
según dice el acta oficial, «de una inmensa muchedumbre de obis­
pos. abades, condes, proceres, clérigos y laicos» Desde su elevado
trono, revestido con sus más hermosos atavíos, recibió de manos ríe
sus obispos el texto de las decisiones conciliares en el que rendían
un magnifico homena je al «principe que el Rey Je reyes se había
dignado proponer a torios los órdenes de la sublimidad eclesiástica
\ a todas la« dignidades de la potestad secular, inflamado su cora­
zón con el ardnrde] Lspíritu Santoy con el amordivino. a fin de que
apareciera ante el mundo entero no como elegido por los hombres y
para los hombres, vino por el mismo Señor». Fl palacio de I re­
huí'luc en aquella ocasión escenario de fastuosas ceremonias calcu­
ladas visiblemente para realzar el prestigio de! rey carolmgio en
vispeias de acontecimientos decisivos. Todo estaba entonces dis­
puesto para el supremo homenaje.

MI l 'r M.MO IMU NTO DFl. I VIH KIO C:\IUJl INcilO !**>

Inmediatamente después de la dieta de‘1rebnt. Amullo tomaba,


en electo, el camino de Konta. para ir n recibir allí la corona impe­
rial, yen aquel momento le ronda la ilusión Je que el Imperio caro-
liligio icmice de sus cenizas, fcn el mes de lebrero del V,R» lo acoge
solemnemente el «Sen.ido romano» y los representantes de los
barrios de la Ciudad Flema, que llevan sus estandartes y miv cruces.

11 U'>Unier\llilill’Mclii-i. paí"
I<iii J-iíiia hiííi s'm
-» l<shm<-r-V1uhll'.ifher, t ivus«
( «/•;/«i ! II i r ’ l^.-JípeciüImemc las pafs. - l!l-2 !? UexIO.l i. .v reptcvír.l.i
H'i.-inn ¡er.i.l.i Ii.is!;i oh<<r <s u üu‘=i:iicai C: ntv¡»m.T-Muhlr>.,tliei. n l»i'í/>

«A»
Raspémosos con la Iradieiün. han acudido todos a su encuentro
hasta el puente Milvin y le acompañan piocesionnlmente a la hasi-
lica de San Pedro.
l u lo alto de la escalinata lo espera el papa I-orinoto. c|uc desde
hace meses esperaba su llegada. ' " Lo recibe como otrora León 111
ñ ( arlomagno. La decoración es igual que hi del dia de Navidad del
año 880. la ceremonia está calcada sobre la de aquella época
Arnnlfo es coronado emperador «según la costumbre de sus antepa­
sados» 33 El largo paréntesis ahiciio después de la muerte de Car­
los (>l ( ruso se cierra al fin. La historia suelve a comenzar..,
AJ menos esoseercía. Pero únicamente las apariencias son igua­
les. Amalló tiene que recurrir a la fuerza para abrirse un camino en
Roma, que entonces estaba en poder de otro emperador, el joven
I uní heno de Spoleto. regularmente entronizado, como vimos, desde
el año NÓ2 por el mismo papa Formoso, de cuyas manos acababa de
recibí i la corona el rey de Cicnnania. Si duda. Lamberto, que suce­
dió u su padre Cumio el año 894, no era todavía sino un niño bajo la
miela de su madre \gelmides: pero poseía el titulo imperial: y
frente a aquel rival, sin embargo bien débil, el carolmgio se nos
ofrece con caracteres desdichados. Quince días después de su coro­
nación en San Pedro se ve ohligudo a ponerse en campaña para tril­
lar de someter, en su propia guarida de Spolelo. al niño en cuyo
nombre se atreven a disputarle el poder.
La tarca sobrepasó sus fuerzas físicas. Bruscamente herido prn
una congestión cerebral, aquel pobre representante de una raza
agolada debe ser inmediatamente conducido a Memnniii.de donde
no volverá a salir. Morirá oscuramente en el mes de diciembre
del año VW.
Esta última experiencia de un Imperio carolingio fue efímera \
el titulo no volverá a serconlerido, después de Lamberlo de Spolcio.
sino a dos insignificantes principes, a los que no proporcionará nin­
gún aumento de prestigio: a Luis de Provenza \ ,i Bercnguer ile
I riul, iurdios supervivientes de un miimlo tleliniilv.iiiienie muerto.

I'iu i-utd i'nulil: .II R .Ii M 'iimi., :.iVii 12*.


IJ. ni i!» s' í 1 |siu. 122 \ s>'\ pn.i. I2u
hh (i, .mI u s y » i'. iu l “s
/./im írti> SW. i'.iig^ I2'-I2‘í.
fJlTt) -II11 Js'Jl I p.tj I"1!
B.iliitiei-Mulill>jel:-i. i f 1*y55.‘.-

H
C A P Í T U L O IX

EN EL UMBRAL DE IJN MUNDO NUEVO

Ln realidad, el Imperio carolingio murió poique las concepcio­


nes a que había respondido, durante una época, se habían transfor­
marlo profundamente. Si aún se mantenía incrustada en los espíriius
la idea de una cristiandad de Occidente, ya no iba. en cambio, aso­
ciada a la de una vigorosa autoridad central que dictaba su ley a
todo «el pueblo cristianos» y le imprimía una dirección única. Incor­
porados uno tras olio al conjunto territorial tic que Carlomagno
había formado su imperio, los pueblos de esta manera vinculados
por la voluntad del conquistador y unidos por él en la concienciade
una común fe religiosa, tendieron, ya desde mediados del siglo IX. y
aun sin perder nunca el sentimiento de su solidaridad espiritual, a
evolucionar, sin embargo, de manera divergente de acuerdo con sus
intereses políticos y sus propias necesidades. A pesar de los esfuer­
zos desplegados constantemente por la iglesia para mantener su
unión Irenie a paganos e infieles, por doquier y cada vez más ame­
nazantes. afirmaron también, cada dia con mayor vigor, sus indivi­
dualidades técnicas y el fraccionamiento de la naciente Europa en
una serie de grupos distintos, primeros esbozos de los Estados
medievales, no íuc una de las características menos sorprendentes
de aquella época cuya historia, después de la muerte de L.udovico
fio. acahamos de describir.

1 ÍDliCAIir.lMCTA DF.L PRINCIPIO MONÁRQUICO

Esta descomposición de un Estado, que de la autoridad del sobe­


rano obtenía lo esencial de su fuerza y cíe su cohesión, se explica,
ante todo, por la decadencia progresiva del principio monárquico.
Mientras que el poderde un C'arlomagno se imponía sin discusión \

.101
Je muñera absoluta a iodos los habitantes del Imperio, el de los pos­
treros sucesores suyos sólo es una potestad condicionada. I I jura­
mento de fidelidad que obliga a cada cual personalmente con
respecto al principe subsiste, pero se adquirió poco a poco la cos­
tumbre de no considerarlo válido, sirio en la medirla en que el prin
cipe a su vez. se mantuviera fiel a los deberes de su careo.
Sin duda, el origen de esta reseivu capital debe buscarse en los
acontecimientos que señalaron el reinarlo de Ludovieo l’io: pero
l'ue poco después de su muerte cuando adquiere lo que podemos
llnmai aspecto de regla constitucional. Ya señalamos ' la deci­
siva importancia de la asamblea ríe Cmilaincs del año N-U en el
reino de Carlos el Craso y analizamos el articulo en el que el
monarca, al prometer a sus filíeles <«no privar a nadie, cualquiera
que sea su condición o su dignidad, del puesto u que tenga
dcrelto». se comprometía a no emplea! en lo sucesivo «más que
vi as de justicia, ajustándose a la razón y a la equidad» y «garanti­
zando a todos el respeto a sil propia lev. Ls decir, al compromiso
del /¡del hacia el rc \. corresponde el del rey con respecto al tuh I, lo
que implica necesariamente para este ultimo la ('acuitad de que­
dar redimido de toda obligación si el res taita a la palabra Jada.
Ocho años después, en Meerssen. I,otario. Luis el Ocmn'uiUo \
C arló se /Calvo se hacen solidarios de análogas promesas cuando
declaran: «Que nuestros /hlch-y cualesquiera sean su condición o
su estado, estén seguros que ya jamás los condenaremos ni les pri­
varemos de sus dignidades ni les oprimiremos con menosprecio
de la ley. Je la justicia o de la equidad, v que no realizaremos con­
tra ellos ninguna maquinación indebida...» Asi. agregaban, serán
para nosotros «verdaderos colaboradores» y nos proporcionarán
«sinceramente su» consejos y sus concursos., corno, en derecho,
debe hacerlo cada uno con respecto a su principe y su señor».
Iguales seguridades se reiteran en ni lidias ocasiones en el curso de
los años siguientes.
Un paso mas en este camino se da el año 858 en el reino de Car­
los el Calvo Como se multiplicaran en su lomo las detecciones en
henelicio de su hcrninan Luis<4 Uenmmico. Carlos reclama do
su» súbditos un nuevo juramento Je fidelidad: pero, inmediata-
menie después, tiene, en contrapartida, que prestar ¿1 mi»mo otro
juramento, cuyo texto ha llegado hasta nosotros ' ■»I ambién yo.

p.ivv r.z ’yj


• ’s ítifñ iu !. i II iV 'lis, ¿ji. b, p;ij{.
Vc.ivr speeiüi¡iiai le. i i II i: {■'t»0U). .•rl. 10. pjp. 15h, :v ¿4i*('S
« i: 5. p.ig t««
Vgastf Piig- >,J"
I i I I . I ) ' 2 ( 0 . p j g . :'/<■
según mi saberv entender me lo ilición con la ayuda del Soflor. hon­
raré a Lacla uno de vosoiros de acuerdo con su condición y su per­
sona; velaré por su hicnestarsin fraude ni engano; mantendré su ley
propia y su deiccho en la medida en que lo haya menester y lo
pidiera razonablemente: usaré con el de misericordia, procediendo
en todo como un rey fiel lo debe hacer con respecto ¡i sus ¡hieles.
Tanto como lo permita la humana fragilidad y Dios me de inteli­
gencia Ypoder, no me separaré de esta linea de conducta en benefi­
cio ile nadie, ni por favor, ni por malevolencia, ni por incitaciones
indebidas: y si yo me dejare arrastrar a desviarme de esto pordehili-
dad. me dedicaré, en cnanto de ello me dé cuenta, ¡i repararesponiá-
ncanienrc |cl (Inflo cometido].»
1 n este caso citado, el juramento del rey resulta hasta más pre­
ciso y detallado que el que reclama de susfhleles, ya que es, en aque­
lla sazón, tan fuerte la competencia entre los descendientes de
Ludovico l’io. en particular entre Carlos el Caho \ Lu is el (ientiá-
nico. que para conservar n sus tifíeles se ven los monarcas cu el caso
de darles seguridades cada vez más claras, pues los próeeres amena­
zan a cada insianlc con pasarse a la autoridad de un rival si no
obtienen satisfacción, 'y llegan, incluso.en Aquilania.a reivindi­
car el derecho de coalición para obligar a su rey a respetar sus
compromisos ■‘,l
Antes de recibir el trono de Lorena e! afto 809. tiene Carlos el
Calvo que ofrecer a .sus nuevos subditos, a cambio de su fidelidad,
garantías análogas a las queconstan en el juramento del 8S8 111v su
declaración la presenta en aquella ocasión el obispo de Metz. que
preside la ceremonia, como condición .sirte tfita non de su elección:
«Es Cíiuvenienle —afirma el prelado y aun necesario, que
oigámosele su boca la declaración que un pueblo lie! \ unánime en
servirle, espera de este rey cristianísimo...» V sólo después de la
declaración del monarca tiene lugar la coronación
I n lo sncesivo.se impondrá la regla deque en el momento de mi
elección, cada nuevo monarca dé a los que van a ser sus lulele\ la lór
mal «aramia de una buena y exacta justicia, a la vez que una ación
protección contra cualquiera que intente ofenda sus derechos. A
cambio de esto, obtiene la fidelidad de los suhditos. lo que quiere
decir que la autoridad real queda oficialmente subordinada al res­
pecto por parle del rey do las cláusulas de un contrato establecido
con aquellos que acepten reconocer su poder. Asi sucede espe-

Vi'js ; .npr.i rngs :*)_>. ?o.v .vr


i4i íu p ü u t. t II. ii -62 .in ID, pág. 2!>1: iv 2<ó. p¿j>. 2NÍ
' 11 /..'mi ii 'I ’.' .i:i. A, p.ijr. 1• *. v art 1 la itiiiu n iiaite |iíii:. v-"' n” n i■-lyt-
Ha ?.'*). I ts.2>J
'' Mil», fi.iy, V'S. I | 5- | 7

i*J5
entínteme en 876.877, 879, 882.88S, con inolivo del advenimiento de
Carlos al Calvo como rey de llalia.de Hoson.en Provenza.y üe Luis
t'f Tartamudo, de Carlomán v de Pudo, en Ernncia. “

II, EXTENSIÓN DEI. VASALLAJE

No es muía dudoso que este nuevo aspecto de la monarquía se


explique por una generalización progesiva de las costumbres vasá-
lieas que desde los días doCarlomagno no cesaron de ganar terreno.
Ya en la fórmula de promesa, hecha por Lola rio, I uis el Germánuoy
Carlos el Calvo, el año 851 en la segunda conferencia de Mecrs-
sen la liase final, que se refiere a las condiciones en que los¡tdeles
deben dar su concurso a los monarcas —«como en derecho cada
uno ilc ellos debe hacerlo con respeelo a su principe o su señor» (el
suo sentón)—. subraya por si misma la transformación que está en
camino de operarse, ya que el reyes tralado allí a la vez como prin­
cipe y cuino señar, cu el sentido pleno que este término señor con­
lleva desde entonces No menos significativos son los términos por
los que. el año 858. Carlos el Caira en el texto del juramento a que
más arriba nos referimos. se compromete a conducirse con res­
pecto a sus súbditos «como un rey fiel debe hacerlo con respecto a
su s /¡deles». o aquellos, casi idénticos, put los que se vincula, el a ñu
876, a los proceres (Icl reino de Ilidia. I n ambos casos la fórmala
parece relacionarse de manera sorprendente, en cuanto nos es posi­
ble saberlo, pues no poseemos texto preciso, con los compromisos
que entonces se pactaban entre se ñon* y vasallos, y es característico
que, en el juramento prestado el 876 por los gratules de Italia a cam­
bio de la pmmesa real, la palabra serta/ figure Je nuevo miii todas
sus letras: «Prometo que a contar de este día. sene fiel, en lanío que
yo viva, a mi señor que esta aquí f/.wi se/non //ico).>'
Pero más que el vocabulario, Jo que llama la atención es la posición
mutua de los tidelcs y del r e y .Fin dónde sino en la practica del vasallaje
pudieron hallar el rey y sus subditos la idea de ese compromiso revi
proco que en adelante los vincula cslrcchiinieiile entre si y subordina
la fidelidad de los unos a la leal actitud del otro.11 nicamenie el vasa­
llaje había admitido desde su origen el principio de una mpluia en
caso de incumplimiento, poruña u ona de las parto_s.de los compromi­
sos adquiridos El hecho de que la monarquía camlmgia haya llegado
¡i eso señala un transformación radical de la sociedad.

- í ii^jiMÍ I ti, m ini? 12Í1. TS-I yss. p¡igi |f n liv| ii\" 3Tu ( y <•
L— Visor Supui p/iji. >S5.
Vírese .Suyj/jj (riji. tus
*■“ Ciipnti]. l II >“ 7211, na*; mu
t n realidad, el vasallaje termino por invadirlo nulo i os princi­
pes extranjeros son invitados poi los soberanos carlinsiios a prestar
so sumisión declarándose vasallos I-I ejemplo de Tassiloii de ña viera
intimado por Pipi no Vil el 757 a encomendarse en vasallaje. i;j’ es ini i -
lado en adelante tan ampliamente que la premiación de homenaje
puede considerarse como el modo regular de sumisión empleado en
esos casos «Con las manos ¡untas —escribe con referencia al rey
danés Harnldo el poeta Hrmoldiis Nigellus. contemporáneo de
Ludovieo Pío— se entrega al rey franco al mismo tiempo que su
reino... y el emperador recibe sus manos en la* suyas». ' lo que es
exactamente el rito de homenaje; y esta práctica parece hasta lal
punto natural en la segunda mitad del siglo IX que los analistas se
limitan de ordinario a aludir a ella, sin insistir, al hablar de la ruco-
nu’tuUiíiáH (rotnrinnilatiat de lal o cual principe, es decir, de su
entrada en vasallaje, como de una señal normal de sumisión J
Igual mente ganan sin cesar terreno en las relaciones i menores el
vocabulario vasá Iico v las costumbres que conlleva v supone, fl
hiógralo del abad de C'orbie. Wnla, el cronista Pascasio Radberto,
en un pasaje de su libro escrito poco después del 85!, pone en boca
«le I mímico Pío. el año 83.1. dirigiéndose a sus hijos rebelados;
«Sois niis vasallos/mm vassaU) v me halléis ¡loado fidelidad». lo
que hace suponer que. en opinión de Pascasio. muyen relación como
>e sabe con la vida del siglo, el vasal luje aparecía como la forma
luihiiual de subordinación en una sociedad que ya constituía una
larga cadena de señores y de vasallos vinculados los unos con los
otros por los la ¿os de la fidelidad. «Sabed —declara Carlos el Calvo
después del primer concreso de MccTssen el S47— que queremos
asegurara nuestros táleles sus derechos y no lesionarlos en nada; y.
déla misma manera, os invitamos a asegurai a Mies tros hombie.ssu
derecho y a nu lesionarlos en n a d a » . l o que el mismo monarca
icplteel año Sí»1), con la siguiente fórmula: «Conservaremos a nuestros
/'nieles n mi ley y mi justicia, lal como fueron aplicadas a sus antepa­
sados en los días de nuestros antecesores; y queremos y ordenamos
que los vasallos Je nuestros obispos, abades, abadesas, condes v
insultos, vean qtie .se les aplica por sus respectivos señores su lev v la
justicia, tales como ellas lo fueron a sus antepasados por sus señores
en los días de nuestros antecesores». i<!: De esta manera viene a
Véase mi i/ra. pj£ -Ifi
I’ iiii .'Idus Niiuilu». I'itin c s m {¿Hits h fti'ttx. IV vs MSt-MS'S. oU r.ir;ii
(SlR. ISS
1 Cí Wiutr.i IV |'3e.2SH. Minéis, pág. Tu |Pj»ri. !d practica v*.. p t tih.ua ■
' s u pioluhlL-inlüiÍ!'..v o s e SdiiL’h iv Alho>rnoz.<i;> o / i l.p.tgs Mi \ sigs.| | \ Ucl I I
1 ' P nv'm:;) Ri-.Uhcna, ed Miañe, col I6áí>.
Capital i II, n' _'i4. 71. ar¡ 4
/./«»; il ’ 75. pA^. A.*"1 ,1t> 1 y '

w
formarse entóneos toda una jerarquía de señores y do vasallos para
ir a parar, de prado en prado, en cada tina de las partes del antiguo
imperio carolingio. en el rey que se convierte asi en el señor de
los señores.
También las relaciones del soberano con la alta sociedad ecle­
siástica se resienten de osla transformación. Ya sea. originalmenle.
en razón de los beneficios anexos a sus cargos -como lo sugiere un
pasaje de los Anales llamados de San Berlín hacia el año K37, en el
que .se hace mención de los «obispos, abades, condes \ vasallos rea­
les que poseen beneficios» en los territorios atribuidos a Carlos el
Calvo y que vienen a encomendarse a el. va sea poi simple
extensión Je las prácticas vasálicas. lo cierto es que en la segunda
mitad del siglo ix los reyes' adquieren la costumbre de reclamar a
los obispos, como a los abades, una eneomendación (comnic/ulatto) en
vasallaje, al mismo tiempo que una profesión (professio) de fideli­
dad. Asi vemos que al advenimiento de 1 uis el Tanamndo. el año
877 los obispos de su reino le hacen, el illa de su coronación, estas
dos declaraciones, .seguidas una después de la orra: I «Me enco­
miendo a ti y 10 encomiendo mi iglesia para que nos conserves la ley
\ la justicia y n o asegures protección tal y como debe hacerlo un rey
con respecto a un obispo y a su iglesia»; 2U«ncclaroquc.il contar de
este día v en adelante, seré fiel a mi señor y rev aquí piesente (isii
wnioríel regínteal. Luis, hijo Je Carlos y de Irmcnirude.s.con todo mi
saber y poder en el ejercicio de mi cargo y que lo ayudaré con mi
concurso j mi consejo, con mi fidelidad v mi sacerdocio, como un
obispo debe hacerlo normalmente para con su señor (seniori sao)».
listas dos declinaciones sucesivas, que se complementaban una
a la otra, demuestran que grado de confusión se había llegado, ya
que la fórmula precedente de cncomcmhción se refiere al rey. en
tanto que ley. mientras la de fidelidad se refiere a él en su calidad de
rev y de señar. Más reveladores todavía de esta confusión muí los tér­
minos que empleaba siete años antes el obispo de Lamí, en una
declaración Je fidelidad a Carlos el Calvo, cuyo testo lia llegado a
nosotros: «Seré fiel y obediente ;j mi señor el ley Carlos en el ejercicio
de mi ministerio... como un vasallo /homo) debe serlo respecto a su
señor tsno seniora y un obispo para con su rey'». |W' P.n vano había
alzado mi voz el arzobispo do Reims lliiicmani. el año ¡i5$. contra
esta extensión del régimen de vasallaje a las relaciones de la monar­
quía con el episcopado, recordando, con su habitual energía que «los
obispo-, consagrados al Señoi. nn pertenecen a aquella cu legón a de
Aiih físmn.. -ino pug. 1'.
Maicis. pj£>.
rv.ya.-a., i. II. n 283. p¿y. 365.
In ii H i' O ir .irtn 8611 p ig t i»
hombres que. como los laicos, pueden verse obligados a encomen­
darse a cualquiera en vasallaje (t/lin vassaloticodebeamnsnoscuUihei
commendaret... o a prestar juramento, lo «pie prohíbe la autoridad
evangélica, apostólica y canónica». ' toda la sociedad, sin exceptuar
a la Iglesia, se vela arrastrada por la corriente de las transformaciones
generales que la convertían en una sociedad de un nuevo cuño.

III C O N F U S IO N u t t o s ( A RO O S IM HI.ICOS V [)| LOS B C N F F IC IO S

Más grave en consecuencias fue la tendencia, que se afirma


desde mediados del siglo IX. a confundir como si fueran beneficio>
todas las dignidades y lodos los cargos del bstado Ya timos IJV< el
año 877 a lo obispos de Francia encomendar a Luis el Tctrlonmdo sus
iglesias, a la ve/ que seencontendtihnn ellos mismos; \ oslo era loque
desde el 838 escandalizaba mas al arzobispo Hincmaro. «Las igle­
sias (pie nos lian sido confiadas por I )ios —declaraba * no son
beneficios de tal especie Otilio beneficia).,, que pueda el rey a su capri­
cho y sin consultar con nadie darlas o quitadas.'> I n cuanlo a las
abadías, y a era entonces práctica comente conferirlas a cambio del
juramento de vasallaje. VA Ln cuanto a los cargos condales que.
como es sabido, conllevaba beneficios desde hacia mucho tiempo,
su asimilación con beneficios era inevitable. Ya liemos citado un
pasaje de los ionios llamados de San Berlín. en el que. a propósito
de una nueva atribución de territorios hecha a Carlos el Cñivo por su
padre, el año 837, se habla de los condes que van a encomendarse a el
a causa de los beneficios que disfrutan: -®1el año 841. según dice un
testigo particularmente calificado, el historiador N itliani primo
carnal de Carlos el Calvo. Juque de Sepiimama. Remardo. enviaba
a este itliimo.su hijo Guillermo, con orden de encomendarse a el. si el
rey acepta «en darle las dignidades que hasta entonces había tenido
en Borgoña. es decir, sin que ofrezca duda, si le mantiene en
posesión Je tos cargos que hasta ese momento habiu venido ejer­
ciendo: y. cuarenta años mas tarde, n ti analista ’ refiere sin vacilar
al rey Luis eUo\en, lujo del OVimiímeo. que se aseguró la fidelidad de
Cnpiml i. II n“ :M7. pin*. 4.W, I U .i|.
V íase Supni. p ju WX
•>S»
' Cíipnitl. i. II n .•> p,í|¡. j.v>, 2S-ÍI).
' W j íi / . i IV j'.ijo 7 '2-2.-I: hm nunicfOsOScjoni'liiMilla ilc lov ln»
leñadores > anulólas (le l.i cp<K:.i. especialiueutcen (o s .Ihh U erw : urti< *rd (rile t'l
áJuina lineio.xtiStpag ¿'J. j ' q . KW'ipíg. s l. I 3 b . WiVipap as. I ig¡ip ixi, i Mi
S«x rp (g. ‘>1 I llM
l?<" Víase Suptii. pap. ->‘>7
Niili.m! III 1 p,i¡> na
\ii>, h,U a r tu S s I . pHp m ?.

¡40
Hugo, lujo bastardo del rey Lola lio II de Lo re na. «dándole abadías
y condados en beneficio» (Wahhniieisercomiunns in beneliciion dedil)
Al menos había un hecho cieno, el de que cada ve? que se producía
el embargo tic los bienes de un rebelde que ocupaba una posición
sobresaliente en uno de los reinos, o se llevaba a efecto una redistri­
bución de territorios enire los diversos mollineas, cualesquiera que
fueran suscansas.se procedía a un nuevo reparto de cargos y benefi­
cios. en el cual iban comprendidos, sin discriminación, condados,
abadías y todas las oirás clases de beneficios y de dignidades. J
Además, estos dos \ ocablos.beneficio* y dignidades, van a relacio­
narse Ya. (elidiéndose u ios acontecimientos del aiio B39, el obispo
de Tioyes, Prudencio, opone a los bienes propios ipn>¡>nciascs) reser­
vados a I,otario, sus «dignidades beneficiarías, o en beneficio»
(beneficiara honores), es decir, los cargos que tiene en beneficio:|,fi
ile igual maneta, el arzobispo de Kemis. Hincmaro, tremía aiins
más larde, habla de un conde hlroy lAiínilii.s) que posee la aba­
día de San Hilario de Poitiers y un gran numero de «oíros cargos
tenidos cu beneficio» (honorabiba beneficio). Los cargos o dignida­
des —en primer rango están los cargos condales, abaciales y episco­
pales — se asimilan de esta manera a beneficios tinos ponedores
tienen el disfrute de ellos en calidad de vasallos del rt;r. Con clin pierden
la noción de eslar ejerciendo funciones públicas para no lener en
cuerna sino los provechos y la autoridad que obtienen de ellos No
puede, poi lauto, sorprendernos que. en tales condiciones, se diera
una multiplicación de acumulaciones de condados. .1 veces, hasta en
regiones muy alejadas unasdeotiasy que. a ejemplo de los beneficios,
las dignidades condales tiendan a convertirse en hereditarias.
Pn un principio se trató de un fenómeno del que ya anterior­
mente. ,<fS a partir del siglo \ ni anuíamos algunos casos excepcio­
nales. pero en el curso del siglo ix los ejemplos se hacen más
'recuentes Sea suficiente aquí citar el condado de Auuin. del que
recientes investigaciones han demostrado que durante cu.ilio gene­
raciones sucesivas se manluvo en posesión de los descendientes del
conde Thierry. padre del conde de Tolosa. (riiillermo. La eos-
O'** Vóam.'. prir ejemplo en los lun Hertoi. arto Sró ip.ig. SUl o l, .isu ilel comí;
Vl.iluiJo: uño SW-|p:ÍL SI t.i'l e.w>ikU''a:JiiJo Je Vnlcn: suVis" Ip.ie 1wi.elv iso
.ic los .-oiuáiJos Jel reum Je Luis:1 lnanmuJa. iiAnXT'fipap» :tS-|-Wi. i! caso de- los
.uiiCfl.lOí loienesís X ni' sur: sino dipneos ejcmpl.-s entre mirh">.
./>m Vi, oi'i uno ■*». p¡ip. 2u
|S' 1 It/i'ii) uno íhr. pjp 'JO
Verso In Unimtino ittiptin riel si en Ijs Cnpnnl i l . i i I.Úi. j i V.1 psg -
j i:n Bvnin , iiñu Í6?. p;ip. I. Jí-dO: arto NM. pr>g 'XI. I 2_<-2<j, e s .
‘■',l S'u«n; Libro i pag UW
I C.iliVicM,* V »ii, A u n utipire n i' 5o d<: la HiH ii’j.'kUi .U. paprnis
121-1.v segur sus propio'’ira h J¡os. losilel ¡ihaic< hamne. Je L \n/i;is v I Lrvi-
Uaiu Sobro Sun Ciuilk'n. i nipr.i. p.i>;. -IX. n. 5le
lumbre se hizo lan general en 1j segunda mitad del siglo IX que, al
punir pata Italia el ano S77, Carlos el Calvo acepta como cosa nor­
mal que tanto en los condados como en los beneficios vasálieos los
hijos sucedan a los padres No es. insistamos, que renuncie a su
derecho de designación iti, minen teoría, a la libertad de elegir: pues
la famosa capitular que promulgó en Quierzv. lejos de ser. como se
ha creído mucho tiempo, la carta constitutiva del feudalismo, tuvo
por objeto, por el contrario, reservar expresamente la libertad de ini­
ciativa al soberano, que no abdica ni de la más mínima partícula de
su autoridad: pero si nada aparece cambiado en las antiguas regla­
mentaciones sobre los nombramientos condales, está claro que en
lo sucesivo los titulares de estos, igual que los titulares de beneficios,
a los que pronto se dará el nombre de leudos, tienen segura la posi­
bilidad de una transmisión hereditaria v se consideran como en
propiedad personal dentro de sus condados Do alo la resistencia
que oponen a los reves que quieren despojarles de ellos. □ año S64.
el conde Aiiluii, Re mauló Planleveluc. distituido por Carlos 17
Cuho. se niega, con las armas en la mano, a ceder sti puesto al
sucesor que el rey ha designado en la persona de Roberto el Fuer­
te I a misma escena se reproduce en S67-S68 en Bourges. en
donde el conde Gerardo, destituido también, se enfrenta en com­
bate al nuevo titular I frov del que finalmente se desernbar¡t7a poi
medio de un asesinato. Algunos años mas tarde.en Gemianía,
el rev I. tiis el Joven concede un condado de la «marca oriental» a
un personaje extraño a la familia de los titulares anteriores, esta
forma un bloque coma el intruso, le conmina a abandonar «el
condado de >tis padres» > emprendo contra él una Incita a
muerte.
\si detrás del aspecto exterior del Impeiio earolingio. se está
constituyendo un inundo uucvo.el mundo al que llamamos feudal \
que poco a poco eliminará al antiguo.

I\. i I PRINC IPIO M O NAK O I k O SI S1111 ItlO POR U V AS Al lí.U

Los misinos monarcas precipitaron l.t evolución al abdicar más


cada día cu beneficio del régimen vasálico. Raía asegurarse contra
los cómplices de su hijo C'arlomán, que se lia rebelado, no encuen­
tra nada mejor Carióse' Calvo, el arto fi7l. que obligarlos a entrar en1

1 ..v/m-!,. ]m£ 355


J O ln trliv I t ■■ Uto: p.it> I VV
4'i». Sima. aíti'S X6‘ y S(>8 00-91 C’f J (. .ilniclk-, I i '! <i:.ln n;uti J v»
p .ir |1 S
l<¡« t-lM fn n lic itc R :i i-.h o iiu uño ÍSJ. 1 1 0 - 11 I
vasallaje de algunos de sus filíeles a su elección ' 1y como no lodos
se sometan a ello, una capitular del año 873 condena a confiscación
de bienes a los que en aquella lecha no han elegido todavía seño­
res. En otras palabras, no pudieron asegurare! orden por medio
Je sus propios representantes, los monarcas descargan aquella fun­
ción en el vasallaje que, sin embargo, no es sino una institución de
carácter privado.
De la misma manera recurren aI beneficia como medio de garan­
tizar los vínculos de fidelidad más seguramente que invocando su
autoridad soberana. Carlos el Calvo. tía cu beneficia fin benefieium). al
duque de los bretones, llamado Salomón, quien acepta el 863 reco-
nocei la hegemonía franca, una pane del condado de Anjou \ la
abadía de San Albino de Angersa cambio tle su juramento de fideli­
dad v de homenaje que el antiguo rebelde se decide a prestarle: lj,f a
ello añade el 867. parece que en condiciones semejantes, el condado
de Couta tices: y ya liemos visto IH* a Luis el Joven proceder de la
misma manera el 881. con respecto a I lugo tle Lorena, el hijo bás­
tanlo tle I.otario II. Para sometei a sus hijos rebelados, tampoco
conoce Luis el Germánico en 871 procedimiento mejor que distri­
buirles beneficios y los sublev ados no se le someten hasta que están
bien seguros de no ser engañados. No lia terminado aún el siglo
IX y ya se siento el aliento de la plena atmosfera feudal.
En tales condiciones, los principios tic gobierno en los que se
había apoyado Cario magno no son sino un recuerdo lejano Las
monarquías nacidas del desmembiamicnio tic su Imperio están ya
maduras para emprender nuevos rumbos.

firm a . j í l u S 7 | |ij^ . U S
( j/ i./iií. i. II. n -’ V .lil. J. pag. Wá
Iai: S a lín aí!o Vio. pág 01
Id o » jrtn SoT. pac. SÍ
Véase Supw . pag. XN>.
Inn. F;iU. Jilos"1) [Mes ¡ ?J,

-lif
CONCLUSIÓN

A iodo lo largo tic nu historia se resintió el Imperio caroli ligio


de la confusión que había presidido su nacimiento Ni Carlu-
magno ni sus consejeros pudieron formarse una idea clara del
objetivo que era necesaiio alcanzar. 1 I rey de los francos intentó
en un principio recoger la sucesión del Imperio romano y pronto
tuvo que darse cuenta de que no había sido desheredado como se
creía el arto 800. y que Roma c Italia ya hacía mucho tiempo que
no eran sus piezas claves. Apoyado cu la nueva dignidad de que
había sido investido en la antigua ciudad de los Césares. C arlo-
magno. no menos que estos, actuó como jcl'e .soherano de lodo el
Occidente cristiano: pero nunca tuvo conciencia clara de las
necesidades que conllevaba un tal estado de cosas, y lodo hace
pensar que lo consideró, al principio, como provisional 5 sólo
unido a su persona.
Hacer constar esto no es disminuirsu gomo, sino situar al hom-
bie en su tiempo. Se ha pretendido que Curlomugno fue un pro­
fundo |X)litico y se le atribuyó la intención, detenidamente meditada,
de iodos los grandes acontecimientos de que él lúe urigen, mientras
se hacía recaer sobre sus sucesores la responsabilidad de las conse­
cuencias desdichadas que tuvieron. Se nata de un simple espejismo.
Carlomagno se ha dejado condueÍT por los acontecimientos en
mayor medida de lo que se cree. Sin embargo. h> cierto es que su
vigorosa personalidad y un instituto, inuy seguro de lo posible le
previnieron siempre contra la impulsividad de que no supieron
guardarse sus herederos.
No poseyó un espíritu sistemático: las sucesivas realizaciones
fueron completadas a medida que lo requerían las circunstancias y
esto explica que fundado el Imperio en el arto ¡OM). Carlomagno se
resigne va el 806 a prever su reparto entre sus tres hijos que entonce-
lo v¡\í;m. .i lln Jo evitar <iI Occidente cristiano los peligros Je una
guerra Jo sucesión. De oslo no hay que deducir que no se diera
cuenta Je Jas veniajas que la cristiandad iba a obtener normalmente
a consecuencia Je la nueva situación que casi inmediatamente se
produjo por la muerie sucesiva, a poca distancia uno fiel olro.de dos
de sus tres herederos. De esta manera la totalidad desús Estados y la
corona imperial pasaban sin violencias ni choques a un príncipe
del que se podía esperar que. continuando la política paterna, seria
capaz de consolidar la obra ya realizada y convertir al Imperio en
una realidad duradera.
El error capital de I tidovico Pío y de sus consejeros fue querer
realizarlo todo desde el primer momento \ de una vez. Dando la
espalda a la realidad, empujando tradiciones c intereses, no tuvie­
ron sino una idea: elaborar y hacer triunfar sin más un sistema lal
que ya nunca estuviera en peligro la unidad imperial. Su plan era
claro y lógico, poro sólo viable a condición de que se realízala por
etapas. Al tratar de imponerlo sin demora, corrían al fracaso Iñan­
gotado bajo e) signo de la unidad, el reinado del segundo empera­
dor carolingio condujo pronto n los peores desórdenes y sólo
engendró confusión en espíritus desconcertados, por las constantes
mudanzas v arreglos de los territorios que se concedían a los here­
deros del trono.cuando.en un principio, se había repudiado paladi­
namente la costumbre de los repartos,
1 as vacilaciones del comienzo se perpetuaron hasta el N40. para
desembocar pronto, por el tratarlo de Venlnn. en una liquidación
aparentemente definitiva. Pero, destruido en cimillo a su territorio,
el Imperio se mantuvo después de aquella fecha cu el plano espiri­
tual y moral como una realidad viva. La autoridad personal de los
principes que se apoyan en el titulo imperial tiene menos valor, en
adelante, que la idea que ellos encarnan: la unidad del Occidente
cristiano. Y por eso no puede sorprendernos ver a la Iglesia recoger
de las manos temblorosas y decaídas de los carolingins la dirección
de aquella comunidad ideal que está formada por pueblos política­
mente extraños unos de otros, pero solídanos en cuanto a la religión
> a la civilización
Este hecho hace cambiar el carácter del Imperio carolingio:
mientras que en m is orígenes la religión estaba como absorbida por
el poder político, luego se convierte en la dominadora Ll papa, cuyo
papel en los días de Cario magno era el de un simple delegado ejecu­
tivo. termina por convertirse en el supremo dispensador de la
corona imperial, y para asignarla exige que el que va a llevarla se
comprometa a pioteger a la Sania Sede, Esta mudanza de papeles
condujo a disminuir progresivamente ame los contemporáneos el
valor de un titulo mas cargado de responsabilidad que de honores
I )c dueño > sefior de Occidente, que era el que oslaba investido con
aquella suprema dignidad en un principio, pasó, en los lina les del
siglo I X . a no ser más que un auxiliar del Soberano Pontífice para la
defensa de la fe. V aun a este respecto, los lamentables fracasos de
un Carlos i•! Calvo, de un C arlos el Craso o de un Arinilfo, acaban de
hacer poco considerable la función imperial, hasla el día en que un
principe extraño a la descendencia de Carlmnagno. Otón de Ger-
manía. intente de nuevo la aventura y. sobre las ruinas del Imperio
carolingio. funde pronto otro que ha Je conocer una prolongada y
sorprendente lorluna.

405
BIBLIOGRAFÍA

Damos aqu i una bibliografía redacida a lo esencial. Para la interpretación


de las referencias que están indicadas en abreviatura puede confrontarse el
cuerpo de la obra.
Para algunas de ellas que ocurren con frecuencia usamos un sistema de
citas extremadamente conde usadas. He aqui. por orden alfabético, la lista
de las abrevianirns usadas en ese caso; los números señalados enfrente de
cada lina de ellas corresponden al de la bibliografía que sigue

Abbon. L e Siége tic París n.® 19. =n I


D i/ilo m . K aroi.
Abel y Simson n 58. Duchesnc. É ia t p o n tific a l n.° IU3.
Alcuiito. Corre.yiondcncia - n.° 14. Dilmmler = n." 60.
Aun. Berlín n.° 20. Pginliardo, Correspandeneta = n," 16.
Ann. F u ld. n.° 21. = n.® 12.
E p is to la r
A un Lnuresh, = n.' 22. Fannulae n.° 7.
. Inti M e a = n 123 Fuste! de C oulanges = n 122
A nu ales royales = n 24. G e sta reg. Franc.= n.° 32.
■Inn Pedan. n.° 25. H allcr. Recital - n." 46.
¡un X a tu n.° 25 H alphen. Eludes irtitc/u es n.° 66
Astrónomo (lili = n.u 20. Hautk. K ire lie n g e sc h tcltte n.0 95
Auzias n." 69. Jafl'é-W allenbacli n.' 48
Beauchcl n ’ 141. l í b e r p t/n iifía ili.s n.® 33.
Bóluner-Mílhlbacher n 47. I ol \ H alphen n 1 61,
Brunner = n." 121 M an s i n.® Ib
Cal melle. Diploincitu caro!. n 68. M in éis - n.° 149
Capital. n.“ 8. N ilh a r d n." 35.
O irá n Fnntanell. n.u 27. P ariso l = il ° 70.
C h a n de Mansar n “ 28. P asta sio Kailbertn n ' 12.
t h u s illo n.° 45. P o e ia e lat. = n." 45.
Codex Cand. n.“ 1.1. Pouparilin, H ourgogni n." 65.
Concilla (teni ka n il n.® 9. Potipardin, Pmxa ire n." M
C onlin. de Fredegario n.° 29. R éeinon n.® 36.

407
S chrórs _ n.' 120, Yogel. Dte S arm anm n - n-J 93.
Simsoij = n/* 59 Waitz ó." 124
Thiigan = n " *7.

I TEXTOS

(I o s ,1lom im en m ( h rnm it¡t historien, lus Serijuorrs r<n o n gernuinicanan ¡n


itsuni seluilam m los Classiqnes ¡le i ‘f Jsluin •tic Fram c o ti m ayen i)¡ge y la ¡>,¡¡r().
logia Imilla iU M iy nc v an seftalados i o n las siguienlcs nbreviniurys respecri-
v.im enic: M on G en» S irip i rer. gen»., Cías» hist. J e 1 ranee M iyne .1

1. ‘ Acias dí los reves y de los emperadores:

1 D ip ló m a la K a r v h n o n im . I. I puh. por E MUlilbnclier iHunnuvcr.


1906. in-4 \ de los M o n G e n » . ): aeras de Pipino r i B reve Cnrlomún
y Carlomagno.
2. D iplóm ala región G e m ia n ia e e x sitrpe ko ra h n o n tm i I y II. publicados
porP. F- Kelu (Hannover. I934- 1940.3 vols in-4.n, de ¡os Mon G em í, )
.telas J e Lni> . I G cnntintio. Cnilmnán, I iris el Jo \eti. Carlos el Craso
y Ariuilfo.
3 R e c a e d tlt s tictes d e C h a r le s 1! l e C l u i u n m i J e Frunce, p u h por Ci Tes-
sior. t. I: J40-X60 ( París. 19-43. in - l d e l.i col. C h a r tts et diplome». puh.
p o r la Acállenme iles InscriptionS el B d les-L cliresi
4. R e c ita l J e s <a i o J e f'é p tn h~' e t d e P é p m II m is ü 'A q u tiu in e <MI4-S4}ti
p u h . p o r L L c v i l l a m i P a r í s . 1926, i n - 4 ". de la m i s m a colee-
eionl
s R a n e d J e s a d e s J e s ro te J< /Vmvrii W&5J-9 2 6 ) pub por R Pntipardin
lParts. 1**20. in-4 . de Iti misma colección).
l\ Diplom an! k a ra lin o m m . Re-eueil ¡h reprodiatw ns en fae-únale Jes m ies
originan \ Jes .wuveruins eam lingiens fa r,se n e s ¿Inas. les archa es i ,• bihlie
ih eq u es J e b ra m e , p u h . b a j o la d i r e c c i ó n d e 1 Lnt. p o r Pl I. 1 a u e r v
t í . T essier, 4 á l b u m e s p u b l i c a d o s ( rn u lo ris c y París. Isi3(i-193N in-
l'olió)

2. “ F o rm u la rio s d e actas p u b lic a s y p riv a d a s

7 F orm ular n H n n in g ic ic i korolintitcxi. p u b l p o r K. ¿ c o m e r í IIrmllover


IXH6. de los M on. G entil

3. ° Formúlanos de actas públicas y privados:

x. 1 a p ila Inri a re g u m h r a m o n tin . puh por V IKircliusy V KrausclHan-


nnvei, IS83-I&97. 2 vols. in-4,*'. de los M o a G e n t u
*J Concilla, I ll:Cow.-f/«irten K am lini I puh pm V VVcrniiiighuff(ll<iil-
iiovcr. I90S. in-».“ de los G e r m .j
. 11. Sacrón»» ■aai ilion»» a oca ti anip/issinia i olleeno pub. poT J 13. M ansi
I F lo ren cia v \ onecía. I759-I79S. 31 vols. in-lolioj.
II Libn úiroltm puh. p m ll Balseen (Ha uno ver. 1924. in-4.‘. humando
suplemenlu a los tone illa indicados «n el nlimero 9)

■1“ Correspondencia pública y privada:

11 Eftimlae. I. III a VIH . fase. I i formando los ionio'; I a VI de las Episto­


lar kitrohni üc\'í) porF Dftinntlcrv otros (Hannover. I X92- ! 9» , 5 vnls.
\ l fase. ¡n-4.". de la Man Gen».).
II C o d c x C u m lin m puh. por W. Gundlaeh en el i III de las E p isto la r\ n u
12 (le esta Hihliogrulia):puh. porJ, I Inllei en la colección citada bajo el
n." 4(i.
14, A IC I 1X 0 , Couespondcmia. puh, por F Dümnili.T en el i. IV ile las
Epistolar (n.° 12 de esta Bibliografía)
15, S ISonil'attie lL u ili epistolar, pvih. poi I . Tangí (Berlín. 1916. in-X.°, de
los Mvn Gemí serie de las Ep isialae seleeínr, i 11
16 F.CiINHARDO. Correspondencia. p u h p o r F T an g í en el i. V üe las
Epístolas(n ' 12 de esta B ib l io g r a f ía I j . a n le s . co n Versión francesa, po r
A. Tculel en el l. II de las Obru.\ de b g in l ia r d o (Parts. IS40. in-«S.0. J e la
Saaii¿ ilt Ebistuiiv de Frailee/.
I' H INC MARO Cunvs/Kmdt'niM puh entre sus obras i véase » W| i
antes (para el periodo 845-868) una nueva edición en el L VIH fase I de
las Epístolas (véase n." 12 de esta BibliografíaI.
IN I t u ’P 111 r-hRKlCKCS. C o /re sp o u d tin te . puh. con traduc francesa por
I I tnillam (l’aiis 1927- 19.15. 2 vols- in-ltv”, de los Clan hnl. Je Frunce).
V lexfos ii . icmiívos |cn orden .íllabélico)

19. MIRON /.'■ ticgi-de(‘m u por les Xornitíitd*. puh. con liad, francesa por
II. Waquc! (París. 1'■M-2. in-8 menor, de los Clon. Irise de Erante/: etl
anterior pur von P. Wmierfeld en la colección de los Pocote hit (soase
u 451, l l\
2(1. Unoilts Ihnliiutni. puh. poi (i W'aii/ (llunnnvor IxNT, in-8.". de los
St ript.
nr per»! i
21, irmale* Euldenu puh, por I Kurze (llannover. 1S9 I. in-S.‘ de los
.Si npt. >c>. peno ).
22 Uníate; Lauresluinienses puh, pin Pcr(¿ en los Man. Gen». Senpinres
i. I, \ pm Kalé en et./oiin’sfu ru tu <hsO/)'eiitl S'ijt> l ittcri(\ iitiuisiiiiiis der
Hemdkttner :o Si. Paul a ñ o ISLJ9.
25. Anuales .Mt’ieiiu.v priores pu h . p o r B. von S i m s o n 1 1l. m u i o e i . 1905,
¡n -8 J. de lo* Si ripi reí. gen» i
2-1 huíales royales, versión p ri m i ti v a ) versión arreglada, puh. p or F K urre
co n el titulo: Ar,nales regia Eraneontm ( l l a n n o v e r , 1595 in-N". de los
Se ript rcr gen»A,
25. Iinuik.i \a m n ses i híñales J 'e.daaim puh. por B vori Sinuoii (ila ii-
iiuver. 19(19. in-x.1. de los Siripi, mr. gente).
2tv F.l AS I RONOMO. I tía fllm ltn o i Pir en \l</)¡ C ana serie d e bis Vi ripio-
rex. i ÍI iH a n n o v e r . 1829, m-foliul. v en M igue. Patín!, lai l. C IV
2“ Oirvmcou Eonuuiehcuse. puh cn.f/tui GlY iii . serie de los Scrtpiores.
i II (Hanuovei. 1826 \ 1829, uHolu.il

409
1

2X t tnoniijui de Moissae. pub. cn.U on .G e m í seria d e 1os.Vín/>/wi;\. i l y l l


i H ü in o v e r 1826 y 1829. ¡n-fol¡oI,
29 C ontinuadores de Frt'dcgarin pulí, p o r B. K ru sch en los yIon. Geno
sene de los Scrip to m remití merovlngicamiti, i M ( I lannover. 1883. n-i
'0, l'GINHAROO. I Te de ChurUmagne, puh. con luid. íianeesa pur L Uní-
p h e n (París, 1923. i n - H v ; 2.“ed. a rreciad a. 1438: HrOv h i\t de F ra n c c i
II f-RMOl DCS N l í . F l U S l E n n o l d o c I N e g r o ).P o ¿ m e s u r h m is l e Pien\
¿7 epim-.s (tu roí Pcpht p u h. con versión trances.i por t . P aral (París
1432. i n - 16.'. de los Ciáis, fiixt. de FnutreV. ed, a ni ilc I . D ü i n m l e r e n el i
II de Ins P od a r ta i. eii n " 4 5
32. Gesta reputo Fruiufírum . pulí p m B. Ktuseli con el lltuJo Líber histo­
riar i-nou o rn in .c n los.Wo». G em í, s e n e d e los S a ip to n s n rttm uieroiiu-
girarían. t. II (H a n n o v e r. 1888. in-4.“|
33. Liherpom ilictilis. puh.por L. Ducliesne( París. 1886-1892.2 vols.in-41
de la ¡iibUothéque des Eróles frun^oises d'Atldhe.s et de Hoirtc).
14 M O N J t I)L SAN CiAl.L. Gesta ka ro h Maguí, pub. en los Mon G em í.
serie de los Scnptores. t. II (H a n n o v e r . IS29. in-ínlio): ntrn ed p o r Pli.
J a í lc e n el t. IV de su flib lin ih tca n-ruingernuinicanini (Berlín. 1Xo7. in-
X.u): o ir á ed, p o r E M c \ e r voii K nnn.iu. en s i n S t Gulische Gcschic/irs-
tjitd h u . i VI (.San G all. 1418: Ín-X°. extr. de los WiitdJnngcii :ut
raierlditdischvu G txchfclue tle S a n Gal!, i XXXVII
35. NTT11ARD Ht •¡taire dc\ fíls d e l w ti\ le l'iettx. p uh . co n versión francesa
por Ph. L u u cr (París. 1926. ¡n-16. de los C h in hi.i de Franco.
5(». Kt'CílNON. C.bnwitfue, p u b p o r I k u i 7e ( I l a n n o s e i lx9íl. í n - 8 e.e
Ins Strnuárt <n-r gem í.)
37. T li r O A N . I tía l.u d /m c i iin/itraturis. puh. e n los Man. ( ,crm. serie de
lux S ltiptores. i II 11 laiir.over 1829 ¡n-lolio).

6." F rutados y exentos de c ircu n sta n cias:

38 Ac i o u a RI H). Obras, puh. en Mi ene. t. t i V Algunos íragnienios icooi*


la d o s en el 1 III de las Episu/lüí, cil. n," 17
<9 I UNÍ MARO Obras, en M igue, t. t XXV y C X W I y l í a s e n." -HJ
-ni 1 11N( MARO. De ordhie piila'ii puh. con versión flanees, i p o r M Prmi
i París ISS.\ i 11- 85', fase. 58 J e la üibifollín)tic de I Fi óle des Ihiiaes Fm Jes
p ita r e s his/tiru)uis o pliilnlogit¡iu\il. ed del Icxiu ín u c a m c m e en los
C aptad. i li. eii n .’ S.
-II J o ñ a s LJL <)RL L:. \NS. De itiM iutiiour regia, puh. p or el a b ate Revirón
\ e a x e i r I6H
J2. P ascn s io KADHPR I O. h i'ito p h w m Arsetm p u h . ea Migue. 1. 1 X.Y col
1557-1650: p u h p or F D ílnimler. en hi* . Ihfnvu1!ungvn de la A cadem ia
de RcriíiuPhU ishg.-lusiorisi h e Flae-ei ,-flo AH ni II. págs 18-98: ed. con
iras. Ir.-.uccsa en p re p a r a c ió n p o r e a h aie t i llo c q u a r d en los CÍO'.-
hi''¡ de I n in i r
45. C lausula tic m íe n m e Ptpptni p u h p o r Ardrii e n los Alón. <ñ.-m¡ sene
sk- los .Seo ........ rertiat ruerovtngicarum. I I ( H a n no ver. |XfU ¡n-*l5).
p:i«s. 465 -166. v por .1 Ilallei. en las p ú as 67-68 J e la col cil. en el
i r -16.

•un
I

M. fuih. por K. Zcitmer. en F c slfia b e J'tir


h'ukfl th n iiL io n d e C a n x lo n iin o .
G/i«.v/( Berlín, 1RS8. in-S t póg.v 47-5'). y purJ I Iniler.en las
R tid o lfx o n
págs 24I-25U de In col. cit. en c¡ n " 46
75 Poetas:
45 P o e m e la tin i a e v i C iir o h u i i l-l V. poli. por I- Uiimniler. luego por I*, tic
Winterleldy finalmente púr K Sirctker(Hanmner. ISSO-1923.4 vols
in-4 ", de los Xión G¿nn).

s.° Colección especial;

46 I lALI l K1.1). Dic Qitel/en lurGeschicluetierLnimfhuitgdc! KinJunsiiiii-


te> tl.cipizg. 1907. in-S." menor, de la Qnelk-nwinmluHg sur Jcul.whm
Gtwhichicl recopilación asequihletk las textos seleccionados sóbrela
formación del Paitado pontificio, con una hreve perú sustancial intro­
ducción y un mapa.

II l< I . PF. RTO R IOS DF I f . XTOS

4 UOHMbR-Mt HI.BAÍ 11F.K. D ic R c g is ifíi d a K a i s c m i í t u m u e r d e n


K tiruH iixcrn 7 5 I - 9 I S ; 2.’ ed,. 1 I. revisado v terminado por J Lcchnei

t Innshruek. 1908. in-4.',i.


4K lAFrr \ W.VFlhMfAC II. M o g a ta f w i t i j h w n R a in a iio r u in a b to n d iiu
f .e d e s ú t ü d a n n u m p o s i C/iri.M um n a tii'ii II C Y C l I I I 2." ed i. 1i Leizpig.
1885. ir — 4.'>.

MI MAPAS

4'). LON liNO N I A ). Ado.< h isio r iq u e J e la F ru n ce d e p u k ( ¿ m r fusqu'a i m ,


jour< sólo se editó la primera parte (Paris. ISN4-IW7. atlas in-íolió \ I
vn| in-?/' mayorI

IV OBRAS GLNfcKAI F.S

1.' Historias generales:

50 Cambridge m edieial Justare. (. II (C am bridge. 1915. tti-K. i. cap ítulo s de


U. I Huit. F oakes-Jackson. I M. H a r t m a n n . G . SeeligeryI* Vlnogradolf:
l. III tl922v capítulos d e I.. Halphcn. R. P o u p ard in s Prcvite-Orion.
■si. II M.PHI N l L / es llurbotvs de? grandes itiviisions «trv cwufUiie* m i
<yites du ,YA .déele (Maris. 1926. in-S. . 4 “ ed.. Im alin en lc refu n d id a. I '• Id
5.* ed . I94V I. V d e /Vii/t/es ei chtUstiltons h i s t o r i a g e n e ta l pulí p m I
I I alp lien \ IMi. S a u n a c l
52. I OI | F.I. PFISTtR(C'lit.).G.ANSllOl |1 r.l, L t s</<wóii .-<<&.<I L m /n r . <n
IParís. I42S j-19351. in-S5. reimpresa en 7 vijls, con algunas
th iid e iu

411
atildones. 194U-194I: i I de l:l sección Mayen dgetn Iti Historiegénératie puh.
por Cí. G lo iz I.

I o Historia tic I-rancia;

53 LAVlSSi: (0.1. H isio irc d e F n in c e . i. II. I.Jpane, porC . Bayel.Chr. Pfis-


ter y A. KJeinclausz (Paris. 1903.

3 a Historia de Italia:

5-1. MAR 1MANN I L. M.J. G esch ich teItitlie n sim M itlekilter. I. II. 2.aparle,
y I, III. 1* y 2.J parles (Golli.i, 1903-1911. 3 vols. in-8.” de la col. Ge.»
chichte der i’nropaiic/icn üluaieii de Hceren y Ukcrl).

•1.° H isto rio del Im p erio carolingio:

55. Kl r.rNCLAl'SZ (A.1. L 'E m p iiv carolingien. Scs origines <7 inmxjor-
m ations {París. 1902, in-M üJ.
56. CAI.MI I I t ( J i.'effoiidrenh-ni ti un em pm - el la m vssa n cc tl'nne
l urot>c IXC-XC. (París. I‘M1. in-16°|.

5“ H istoria d e la Iglesia:

Véase la sección especial (n.05 94-120}.

V. HISTORIA POI ITIC A

1 L*n la serie d é Jo h rhii rh e r d e r deu t sclicn G estiuciih’. puh. p o r la A cad em ia


de M unicll;

57. (TI I SKC-R, b h rb íli'tier des frankisobeu R eírla s linter Kríning fífip iu
i Leipzig. IS71. in-S.<‘|.
5S. Atlf-L i5> i y SIMSON i H.I. Jitluhüclterlies frdnkisclia, R tirlu t iin n i Kart
dem Grossem ILeipzig. 1883-188$. 2 vols, m - s el lomo I. publicado en
ISKK. es una reluiulicion por B. Siinson de una primera redacción
publicada por S. Abel en 1866).
59. Sl.MSON (Ib). Jaln klich cr des frdiiktscfien Reír lies un ¡el Liulveing iti M
F n n n n u n i Leipzig. 1874-1876. 2 vols. in-P.'1),
60. DÜM.VILLR Ib ). G t s c h i t l i t e t l t s O sllriink.ist.heu R r k h e s ' “ed.. ccnnplc-
ttímenle retundida (I eipzig. 1887- 188$,3 vols. in-8*’!. historia del reino
de Germánia del 840 a'. 918.

2 E n la serie de los h u ía le s tie l'h h n u r e de l'r a iu e a i i f o ijtieraroliugicniu


p u b . en la Hihlunluu/tie de IF ro te des lim ites f.liiihvs. sn e iu r s k k to r r
t/it, r el ¡>/i;loh,gU¡Uí’s.

61. I OI <! ) y l l \l P M IN (L .I. L e ivgitc de Charles le Clniure. I.1• parle: «Wfi-


r

¿53 (París, 1910. in-S.6, fas»:. 175 d e la fítbl. Eeola des H um es finales}; la
c o n tin u a c ió n . e n p r e p a r a c ió n .
62. I'AVRI: (E.l. F.udcs, coim e de París ti m i de Frunce ( París. 1893. in S '.
lase. 99 d e la m is m a Uihl.).
63. F.CKI-I (A ). Charles Ir S im p le ( París. 1899. in- 8.°. fase. 12-1 de la m ism a
fítbl.).
64. POL PARDIN ( R) , Le royanm e de P w e n c e s o u s les Carolingicns. 855-
()33 (Paris. 1901. in - 8.a. fase. 131 d e idem).
63. POl PARDIN ( R.),Lje royanm e tle Botii'gogne. 88S-W 38. fii tule su r les ori­
gines (lu royanm e d Irles (Paris. 1907. in - 8.°. lase 163 de idem).

3." M onografías:

06. HAl PHEN 11 i titu le s critiques su r I hisroire de Charicm agiie (París.


1921. in-R"). a p a re c ió en arlicu lu s sucesivos en Ih R m u e hisw iiqnc. a ñ o s
191"-1920.
67. KLfclNCLAUSZ (A.). C lia rh m a g u e (Paris. 1934. in - 8.u).
6 bis. C AI.ME I IP. (J.). C h a rle m a g n e S u ríe el son ocurre ( P a r í s . 1945.
in- 8." m enor).
68. C'ALMHTTf (.!.). L a dip lam a fie m roliH gienne du traite de le rd ttn ó la
m orí de Charles le C h a u w ( París. 1901. in - 8 °. lase. 135 de !:i fíiblioi beque
de I Eróle des liantes. Eludes Sciences histor , i /iluto.i.
69. AL’Zt.AS (I—). LA c/uita in e cm vlitigienne 7~8-987 |P¿n¡s y l o u l o n s e
1937. in- 8.0, fase. 28 de la fíih h o ih iytn ' int ridinnale. pnh. por la Haculiad
de Letras de T o n lo u se. 2 ■ serie!.
0. PA R ISO I i k I. Le ro ya n m e de Lorredtic súus les Carolmgiens (Paris.
1S99, in- 8.°|.

4 l-sludins de detalle l i n d e n al f a t a l ico J e auioresi

I IJOl ROÍ OIS (I ). I i tipiniluire di kien y -su r-O ie (P arís. 1885. in-
8.°).
”2 HOl K( íl'.c )IS ( I . ). L itsiiim hlee de Quierzy-sitr-Oise. en los E ttid a tl'liis-
u n red tt muveii a geíndices a G a b rie lM o n o d <Paris. 1896. in-Rj i. p á g in a s
i.n 153.
"5 CALMO 1 1P iJ). D i H e r m in io sa n i'li G u ille h m f i li o [ loulouse. 1902, in-
I.
74 C lIA U M L ( M) , ¡ á>s origines du d u ch e de lio tn g o g m . i I / h\loirc paliu-
i/ue (Dijoií, 1925. in - 8.ul
"5. DOl/.i: iJ.j. /.c g o h rcw em ciii canfratem cl des iris de Lorió te Pteitx el
I niuie de I Empire, en L e rnoven age. arto 189.8, pags 252-285.
" 6. G a SQUET i , \ )./. L m /iire k y zitm in el la irw narebiefiam /ttr París. IS 88.
in - 8.0).
1 1 VY (J . i. / . Im ite m erid u m a lf ei i'Etupiré byztutiin detm is L axenem em de
fia n te L 'jtis tju il la prisa de fía n p a r Us S a n n a n d s, 867-1071 (Paris. arto
1904. in-R". de la fíibl. des Leotes (nii\\aises d d i/iiiw ¡ et de R o m o .
78 H ALPIlüN ( L.)..l pro/nis i/tt <a/iituhdre d e O uiC r:\- sin-Oí: c en la R e m e
historiqite (. CVI (1 9 1 1). págs. 286-294

41 i
79. HALl’I M N <1 La papante et Id complci lomlmrd de 771. en la R c 'mc
hitfortqne t. CLXXXII (1938). págs 238-244
Sil HA 1 .IJHI: \ IL.). I.tí p fa ro le e de Loa.'. Ir Pieux a Saint-Médartl de Suis-
sotis. en los Trvisitmes mclnnges ¡l'hisnure Jtt mayen ágc. p u k bajn la
dirección «le A Luclmire (París. 1904. in- 8 .", lase. 1S de ¡a llibliodríyn,
de la H ienflf des Leu res de París), páps 177-185.
8 I. HKLHMAXN l K.l. Da i kaisciltttn korís thv Grnsscn. Thcarícii and Mi7-
klichkeii (W einiai. 1908, ¡n-X.r, lase. 2 dt-l t VI dcQuelIcn u u d Siinlieii ¿ur
l'c-rfa.smng.igeschicfiredes dcui.<tlu/i Rciehes, Ilindados por K. Zeumer).
82. IIIMLY (A.). M<ila et Latís /a Déhottnnirc i París. 1849. in -8
Si JO R AS SON (E l. The D a n e g e h iin Trance (R o c k - I s la m l. 1923, i n - 1. 1
n 1 10 J e las A ugustana libran pnblieaihmu/.
S4. LHVI1.1AIN (L.). L'avénemenl debí tlynasitc caro/itigiciuic a lea origines
de I P.nv pontifical. 749-757, en la Rthlioifieque de I Feote des C h a n a
t. XCIV (1933), págs. 225-205.
R4his. L t VII.UMN iL 1 I r u o m te * de P a n u l líp/iriue fninque. vi\ Lvinoxen
age arto 1941. pAgs. 137-205.
X5 I f Vil LAIN 1 1 Le caurannenit ni imperial de Cliartoinignr en /levar
d'/iistnne de 1 Lglloj de Prona , i. X V 11 1 ( 1932), págs. 5-19.
8(i. Lo 1(1 ).lei glande invasión iionnandi'di'X.'<2o\62. en l.i Whhoilicnuede
It'u d e d i's C h u ru s (. I.XIX i l ‘X)8). págs. 5-62
8 ?, I O T (F t La ( oiré leiquitaineel lo Sh'inr de H62 a SftO R obenle Fon en
la icvista. i LXWI ( I*915». págs, 473-MO.
m ism a
SS \./.<stríhul.siiux \ornumdui TUgUsedr Frotiee a n x IX' shyie. en
L O T (l
la misma revista. I I XXXV <1924). pdps. 5S-78.
SO 1 OT 11 U ne anace da regué de Charles le C h a m e m a lí. Aórt. e n t
m ayen age. a ñu I9U2
90. POL P ARDIN (R i. l o levre de Lotus U ti fíasil, le Macedóníc/s en / e
woien age añ o 190? el., en la m ism a tívím.'i. a ñ o 1904, pags. 45 y síes..
it>n el tm sm u liiitln u n a respuesla de V. K leinelaus?.
91 P o i |> \RÍ)IN i R.i. I-.iudt-' mi' Thiríom d a principantes honhardes de
fh títh tnirídionah ei de lew -, rappom ijk -i TEmpire franc. en Le nunvn
agí i año- 1906 y 19H7
92. POl AUDIN <R ). li n d e sai lis instituí tatn pola ¡a n a ¡ i adm tnisiraiiics es
prouipatites lombardos deT íta tie tin-ridlvmdc. IX--XL síteles (París. 1999.
i ii*8;'».
*>,- VOC.fL ( \\ .1. Da Cnrmomieii ¡ma' ¿los franki.se he R enh h r :itr Criin-
ditngder,\'orim»irite 'nn v l l ( I leidelK-rg. 1906. 111 -8 ; . fase I 1de ih i/h l-
h aver li: h o i¡di ungen >

VI HlSlOKI \ di I\ 1ULL8I \

1; (Jhras generales:

>J4 //ofíiiii th I Lghse deput.s ¡i songtiies ¡n sifu a nosioiirs pul' por A. I i-


e h e ' V M a rtin . (, V; (irfgnire le (irá n ,i le<Fíats- barlúims i ; la coinpii'if
tiráis, p o r I . Rrehiei y R. Aiurain iPnris. 1958. i n -8 ): i. VI
/.'tywflMtf uirolingicHne. p o r I'. A iiu u tn (Pari.s, 1937 in- 8/ j ; (. Vil
L 'E g lh e u u p o u x o u d e s Itilíítitv, poi F A m a n n y A rb u s t o Dnma.s I P a n s ,
1940. in-S.M¡.
95 HAUCK. (A.J.. K tirhenyeselúe liteD cutsehlaiuh ñu Millt'lalter. i 11.1 1 cd.
(Leipzig. 190*1. in-S.‘‘).
96. SC'Hl IBERT (H. r on) . G eséhkhtt' dcr ehrislliehen K irríte im F nl/unillc
fa lte n ru h in g a . 1921. in- 8.”]

2“ H istoria del p a p a d o :

97 GASPAR (E .). GexchUitK des Papsttumx. t. II (Berlín. 19.1.1, m-S."). Se


q u e d ó en la m itad de! siglo VIII y el resto n o se publicó.
98. HAl.l.FR (J.j. fías Papstium. J d e e im d Wirklichkeit. i II I ' parle (Siutt-
garl. 19.16. in-X.u).
99 HA1 I PR tJ.1. Nikítlan) I Mui PhXiiiohitfor tSlidluarl. I93fi. ir.-S.“l
Ion L/MROl’L (A .I. L Fu rape et le S a in t-Si^ge á l.epoque eundingit'ivte I •
parte: Le p a p e .k a n f l l (Parix, 1X95. In-S '1)
lili. I.APOTRI (A i. De .-tnasiarío h ih lio ilu ru n o Seths apostolícete (París.
1885. in- 8.")
Ill2 PLRFLS i E . i. Fup a N ikeiuus I u n d A n a v a siu s BibU oihtittriu» (Ik-rlin.
1920. m - 8 ")

.1 ; i li s t o n a del E stad o pontificio:

10.1 Di ’L I irSNE ( I..I. i t j p re n d e n / w « / m de l'F tiu pon tifiad, i ed i Paris.


1904. m-16 c)
IIM. K l l l K t P l Fiie sogenniuue kttrotingisihe Scheiiktotg vot¡ 774 en Hi.sta-
n srh c S.cfaehrift. i L X X X (18931, pags. 385-441
105 £ RIVI I II CCI |A ). D elfa o iig m i dedo S ta iv delfa Chiesa (Pisa. I9U9.
i n-S.^|
106 MARTLNS (W |. Di, rtínihelir Finge to n a Ftppill io n / k a n Jellt tin a :
(Stuttgart. I 8M. -.ji- S 0).
I()7. M \ R 1 f:NS (W ). Xci/i Erfirtemngeii ilh erd n róinrsthe fíi/jeelStullgart.
1882. i n - s -1
iris SAL TLT i L.>. La h v iu r e d 'tm texie ei tu i ritiq u e n in ie in p o n iitie I.n
preienditcs p ro n u sse s d e O itii r r r / 7 5 4 l ei d e K o n n <1‘ 774) dan \ le , t il» ¡
pontifteidis", en el H u iletw di lio e ra tu n c e c la ia s u q u e ptib. p o r el
In s tit u to c a tó l ic o d e T m i l m i s c u ñ o 1940, pngs, 176-206: |9 J 1 , p á g i ­
n a s 6 1-85

4." Instituciones eclesiásticas:

109 Di I i VIS regle tic xattir Bi nott D . lnía n t r ila r,‘!<niin n iotuaiti/w a
! epiiiine iaridtngii'iine ( Nlm es. 1935. in-X i
lili. IM HAR1 131: LA TO t R. I , <eUctiatt: episcopales ilemt I F.ghs, A, I ron, .
ilu l.\ un \ l l ‘ neclc (P arís, 1691. ¡n - S “J,
I I I I T W ItRL HL. <11.1. E lu d e su r les illa linas tiblioliol, \ en I ritm e ¡usqu á
la íw du rt'gue </, Charles le C h a m e (P aris. !9t.(, iti * ' i

|t
111 LESN! ( I*.V I o iucrairhii epnnopale. PnniH Cíí mcnv/niliHun*. prittia/s
en Cumie ¿ten Gcrnniiiic Jcptas la réfortue de saini Honiface } um¡ u a ¡anión
J'H inenntr 7J2-H¡S2 (Lillc, ISKIS, m s ' lusc. de las \fc in a ir c tt i traranx
des Facultes aitholit/ttes Je LilU1)
113. LD'SNE (F..). H isiotredc la proprtéh’et i lesiaxriquc en Frunce 11 lile. I9|u.
1043.6 vols. iii- 8.'\ fases. 6. 10. 30. .11.4 4 .46. SOy 53 «.le la m ism a col ).
114 t LLRC'Q (C. IJf.l. L a législatlon religietnc fratnptc. J e C h a is a Charle-
m ague. É m J e s u r tes acti * de ca n a les 11 les i upunlaires. les u a n its Jothsaiiis
ei les r e t ín manMtitfUfS. S07-M14 1l.o v n m a y l’arís. 1036. i n-M." fase. 38 de
la Reí ueil Je travaux p u h t para les m em bres Jes conferí tices J histonv et de
p h lo lo g ie J e l'Universiu' Je Laurain, 2 “ sene).
115 PERl'L-S ( El . Oir k i a filie he ii /.chuten v u k a n J in g ia lien Rcich i Berlín,
1004, i n - S 0).
116 FLRTLS )F ). Dn ( nprürtge d a karoltngischttn Z iln tira lite s, cn lrchii-
fin U rkuitjeti/brsehung. i 111 (1 0 1 1], págs. 233 y sigs
117 S U T /H J.I.flM i kiirolitigtsehc/chnijieltot, e n la A-n.u krtfi Jet Stiugiw -
S tiftungJiir ktchtsgesihirhte, G cttimiiisuschi . Ihtcihttig. 1 XXI X ( I 000|
p;lgs. ISO y siys.
lx VlARL) (É.i, Ih uniré de la Jin ie m .teuosliqitc, p r tiie ip a h n u a t«tt Fronte
fitufii A Deera J e G raden ( D ijo n . 1000. in-X.').
110 VOlCí I I K. 1. Dte kariili/igist lie k losa rpnhttk a n d Jer \i e th rgutig <l< «vtf-
Inlkisi lien kom ytum * Lah nahte u n J K losurtnhnln r iSiutigarl. I‘M7 in-
X, luso. 00-01 de los Hirckcnrcchili. h:< JiltanJiuiixen pulí pin I Snn/|
F.<tudio biográfico

IJn S tH K O R S i H.i. I lin k ntar, ln r h iu h ttf u n t Rcints ll nhurgO de Hri'.gn-


\ ím INR4. in - 8."l

\ ti. I IISTOR1A DE I Ais INSTI H Í I O S I S l \ R f J 1 I M d \ S


lo re. en ¡ilw M lico J e a m o r e s en Cada s til'.ü tis io n l

1 O b ra» generales:

13 |Jl N \ F R (II ). [h litscke R<.efn5t,v.Mliiehte I 11. 2.* o d . relim dnl.i p o r <


von Schw vrin (L eipzig 1028. in-S l.
13' I I STI'I IH: COI U N G F .S . Hisioire Jet insiilttnotr; p u h ttq m s Je h ite
cla m e I ranee ( Haris. IXXS-1S92. h vols. in- 8. I. especie, hile me el vol 3 ’
‘l ,t inoiitircine tram piei ve! 6.' O rs irtm stttm htíiims J> la m u ía te pt t>,hii:i
Ftpttqite arr-lnigiaui, ¡, d i o d o s asi: f us i cl J e Couluiiycs. 1 V o l. \ l
.2; St'IIRODLK 114 s / r/:e/i|«« d a (leuiSitien R a h ifg e síiu k h 6 - ed..
relundivla p o r H. v o n kilussO cig i Leipzig. 1022. in-S,' i
124. \ \ A I1 '/. iti.I. Ih-aitcht K :rf'ossattgsgíschtchh l III j l \ . 2." ed. I Berlín.
IS83-1SS3. 3 vols. ¡n-S,').

2 J u r a m e n to de fidelidad:

123 Dl.'MAS <Aug i f i e eerm ent d e fuielile ct la c o rn e p iio n du p o tu o i r


d n I1” a u IX* siécick>. en ia R a it e hisloriiiitc Je J n v t truncare a clrangi i
jf io 1031 pács. 30-31 y 7SO-32I.
126. D i; VIAS (Au%.). L e sem ieut deJMé/tré a l'époquefrunque. en R e in e bftg<
d e philologie tid h tsio irc. I XJV (1935). págs 405-126. lespuesta al artículo
ile I* Loi. n.“ 128
127 LOT (F ), F ideles o u v A sta u x 9 h s x a i s u r lo n o lu r e d u lien q u i o n is s a ii les
g r a n d s vassüu.x a lo r o y a m e d e sp u is le m illie u d o ¡Xr j u s q t t 'dfin d u X I F sié-
ele (P arís. l9 0 4 .m -8 ”),
128, LOT (F.J, Le sem ieni defidciiie a le p o q u e/ro n q u e, en la R en te belge de
p lu h lo g it ci dhisioire, i. Xll (1033), pdgs. 569-582, crítica del estu d io
n 1- 125

3 “ O r g a n iz a c i ó n adm in istrativ a:

129, HRESSLAT (H ),H andbueh iler U rktin d tn b hre.ftirD euisehlond tu u lIlu ­


den, l I. 2 - ed. (Leipzig, 1912. in - 8.°).
130, KKAL'SE IV.J, G c x h ic h te d e r fifis s i d o m in ic i. en los M ttie ilu n g e n d e s h ts-
liiu s f ü r fo terre ic h tx ch e G tu e h ic h ts /o n tliu n g . t. XI (1890), págs. 193 y
siguientes.
131. L( DERK IW.). C apel la. Die H q/kupelle der K arolinger his zu r Mita; des
ueutiten Jahrlninderts. C ap ella eú u /K ü n ig s- u n d Prisatgut. en c\A rchiv ftir
L rkuudenjorschung, I. II ( 1909). pags, 1-1W,
132. M r V T R (H. F..J, P ie l'falzgra/tn der M crowinger und Karolinger en la
Z tih i'lm ft der Savignysuftuug fu r HeeltisgeSihu fin Gt rn n u d stiu 'lu Ahiei-
lung. I. XLU (9121). púgs. 380-463.
133. P h K K It'H h I (I ), L o grande chancellene d e Frunce, des origines á IJ2&
(París. 1912. in- 8.").
134, POtT.VRDIN (R.l, Les grandes tandiles condales d lep o q u e carotin■
gienne en In Rcviw historique, l. L.XXII ( 1900), r e p r o d u c id o y co rreg ido
en la o b ra del m is m o tmlor. L e rayanm e de P tw e n c e (n ° 64 de esta
Bibliografía). páas. 377-399
135. SK KEL |\V ). D er Jrilnki\chi 1'iceanitiMt ( fi s ti a s b u r g o , 1907-1908,
2 lase, rn-t.'T.

■I 1 Im p u e sto s y p restaciones:

I '6 G ANSH lí F (F.l. Les origines n w u d n es du rouuge. en Meltinges Je dniit


roinain dedi es a George C ornil i G n m e V P arís, 1926, 3 cois. in-Sr), I I.
págs. 387-395.
137 GANS I I Or ( F ) . L o ir (te lo n a C o n m b u tio n á I elude des origines J ii
droii de pile, en l¡ids< hrtn w o r R tehigeschiedenis. I V I IJ i |92S), pagi
tías 69-92.
138. LOT ( F i L tnipót fa n cier, i lo cupiitiiion pt-rsonnelly soi/' A1 tías-L m pire
el <I Itp v q u e /r a n q u c (Paris. 1928. in- 8.‘. tese. 253 c e Jn B ihlioildque de
I E nde des liantes l ludes setenas bisionques ti pblloiogitjUisi

Monedas

139 PKOL IM.). Co/tdtMfue d es nlomudos fiany¿uses de la t í i l d i o d u x i u e r,alionad


I‘ ' monnuities caralóigUnties. con una introducción (Paris. lS9(i, in-S.ci

417
6.° Organización judicial:

140. A L T H O H -T R iU ). / e.v scnhiiif (N a n e y . 1938. m-S.0, tesis de d erecho en


N aney). tr a b a jo de p rin cip ian te.
141. BEAIX 'HLT (L.). Histoirg de I orgunisarion ju d icia ire en Franca F.poque
fn n u /u e (París. 1886. in - 8.°).
142. B lD A l’LT OES CHADMFS. Él tule sur le tnallutn (Paris. 1906. in-8.“.
tesis de derecho en Paris). trabajo de principiante.

7o I n m u n id a d e s :

143 KROl L.LIM.) L 'ImmiM iié’j r a n q u r iP a ú s , 191(1. m-fl .0 tesis de derecho


en Naney).
144. SfcNN (I .). / m stiiuiion des aeom rtes ctdt'siuslitjues en tra n c e (Paris.
1903. in- 8.'1. tesis d e d e re c h o en P aris)
145. SPNN (F.). /. instituiion des vidamics en F ru n ce i Paris. 1907, in- 8.°).

S.° Vasallaje:

146. f i A N S U O r (F ) Renefice a n d utsscdage in lile age o f C lw rltniagn, , en


The C am bridge histórica!Journal, t. VI (1939). pág s 147-175.
141 GANSHOE (l; ). \u ie su r les origines d eT iin io n do bcncfice arce la vassa-
lite, en lo I ludes d hissoire dédices <i la m érnoire de Ifenri Pirante iBiUSc-
las. 1937. in-S “). págs. 173-189.
148. I .OT ( F ). Les transform alions de In sos iétcfratu/ite: tixdicincnt du rvgune
etissalit/ue. págs 6-11-677 del v o lu m en n ' 52.
J49 M PITEIS 114.). t.etin r,i hl n n d Slaaisgnvidl (W eim nr. 1933. in-S.I.

VIH HISTORIA DE IA S IDEAS POLITICAS

150. A R O U L I II RE (H X l L a u g u stíu iv m 'p o tin q u e . L'ssai sur lajorm ation


dt.s iht'arics paliitque.s du mayen age (P aris, 1934, in- 8.“).
51 6 ERNHEI M (F. i Politr.se/te Begrifíe des Miiielalters im Lieliie d e r .4rn-
clm uungeti Angustias, en la D eutsche Zeir.tdiriji fur Gesclucluswissai.s-
cluifi. n u ev a serie*, i. I |I8% -IÜ97). pdgs. 1-25.
152. BONN AUO D LLAMARE (R I. L idee de p tlix ú le p o q u t uieoiingitm w
i Paris. 1939. in-S'*).
155 C M t L l L l i R. \V. s A J) . t h is to n 'o /m e d ie v a l politieul ih e o n in tki
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il"
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA

Ñ us liemos lim ita d o a q u í a in d ic a r las o b r a s y artículos m á s im p o rta n -


te s o m ás característicos d e las ten d e n c ia s actuales de la h istoriografía caro-
lingia a p arecid o s d esd e 1947. t u ocasio n es, h e m o s ind icado , m e d i a n te un
breve co m en tario , el interés del estu d io en cu estió n y en particular, la p re ­
sencia de b ib lio grafías d e ta lla d a s , d e icxlos. q u e nos p e rm ite n c o m p l e ta r
n u e s tra in form ac ió n ,
F n general, los veinte últim o s a ñ o s lian a p o r t a d o u n a m e n o r c a n ti d a d
de trabajos sob re los caro lin g io s que los d e c e n io s an terio res P e ro a
m en u d o , estos estu d io s c o n stitu y e n u n n o tab le a v an ce de la in vestigación y
tam bién, u n a lau d ab le a m p lia c ió n del ám b ito q u e esta últim a abarca.

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i
IV Biografías

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S tin k t R o n i/'n i¡u s :G e d < n k g o b o ztin i :\vfilJhtouli>rm ?tt T o J e< ta g
conjunto de folículos con bibliografía.
Kl.FINCI AUSZ iA.),.<IA «r«. -b ín a les «fe / U im etsih » d e L y o n L W . 1058.
Kl.liINGLAL'SZ (A.i. F g in lu ird . París. 10-12
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carece de in te rp re ta c io n e s d iscu tibles ni de errores, contieno, sin e m ­
bargo, en ciertos p u n io s, iitluiciim cs d e m a s ia d o interesa n tes c o m o p a ra
p a sa rla to ta lm e n te p o r alto.

V I AS I\S T I T 1 X I 0 N I S

Ll estudio de las instituciones ha progresado, en nuestra opinión, en


una dirección ace riada, estrechamente relacionada con la historia general \
social v cenlrandose en aspectos muy concretos.

ü.ANSHOf jh I ). tía. befe1 1¡ .< u n ley C a jiiru h íin * , P¡|il>, 1958. Obra enna
pero d.’stacuhlc. sobre la que conviene meditar v vnlvei con frecuen­
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desde m í a p erspectiva in te rd is tip lin a r.
( «oí 1 \|< 1 1W .). T h flt M nn\ ¡argenes A elntpterl/ain ¡tu luston a! C hin eh in
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VIII V ID A SOCIA1

l os estudios -c distribuyen vil dos grandes tendencias, los que insisten aún
nitii lio eti ¡as estructuras m'iiiiicionnles y los que adoptan un panto Je 'isla
roliiltlioiie tille rente y ñuscan penetral en El vida ier.1 Je e-ia sociedad
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X. V1UA L C O N Ó M lt A

F.sia ess in d u d a, la sección q u e ha su scitado el m a y o r n ú m e r o de n uevas


iiivesiigucifmc.s \ de d is c u s io n e s co n frecu en cia a p a s i o n a d a s
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ex p re s a d a s p or H P ir e n n e en su o b r a va lia s vece* r e e d ita d a .M a /io u u iu
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Joan DEVISSfc.

429
CUADRO GENEALÓGICO SIMPLIFICADO
DE LOS CAROLINGIOS
AKW1F0
nhisjin de Mil?
i MI

ANsroisnocasado con Becga


I------- ,---------- 1
PlIiNO El. JOVEN
llamadu de Hcrsial
mvoidonio de Palacio de Australia. Neusttta v Bcugona
J 714
i
---------- !---------------------------
------------- 1
Drogdn GnmoaUo Carlos Makit.i (baMardol
♦108 7 714 * 741
r
Caaloman PirtNOtl.BREVI
mavordomo de Palacio de Ausirasia mavofdonití de Palacio de Aüürasi J
♦754 1♦68
r
Cari lim o so Cariovám
«NU *771
____ I____
C arlos Piprso l.i Dnvn n Pío
■*IJ rev de llalla »M) .
* 810
I
Bernardo I<JIAI<I<J PlPINOl
lev de Italia cmpcradai icv de Aquitania
51$ 1 855 - 8»
___L
I--------- ------ 1------ I I------
L Lis II Lotario II C arlos Típ in o II C.VRIOMAS
rev de Italia lev de Lorena rev de Piósen?a rev de Aqe. lanía lev de Haciera
de SpllJi encerador ' 1 869 ♦$61» t X$ll
I
ÍRMr NOARIJA AkNUI n (liastaidol
mujer üc Bosdn. rev v después cmpcr.-.lc
conde de V:cna +K>W
i 8S5
I
I VriF PROVIN7A
llamado el Ciegn
-92S
PiMson. Viejo
llamado de t-arder
amordomodc Vahan de Aiulnvh
- 6.10

G rimoaldci
mayordomo de Palacio de Ausliavia
t 656

Gritón (bastardo)
i 753

Diosón (bastardo)
obispo de Mclr
tS55
---------------1
LUJÜel.dEHMAMrn Cari osFi.CAt.voihijo de Judo)
1KTA ♦ S77

• I I I
11 isri Jiivi n i arios el C raso L c t s llt i T aktami i» i C arlos C arioman
rey d.- 8)sS re. ilc i u k ia rey tS76
(rancia oricni.il * Ji?') de Auuitar.ia
♦Sil.*1 j tSM
I i I
I i M il < ari oman C arios i . Simis i (habido cu segundo tnalrimoniol
rev de Francia lev de Francia rtv de Francia
I Wr2 i sM *<M0
I civ l \ nr l i tramar
rev Je Francia
' 'XI
I
III ARIO
lev de Francia
*086
I
L io V
lev de Frjnc.a
• OS"
INDICE DE NOMBRES

A badía. 18. 125. J27. 135. 142. 162. 183 Alejandría de Egipto, 3 1
205. 22!. 208. 304. 356. 30?. 402. Alodios. 308.
I véase también Motuisurioai. Alpaida. 15.
Abasidas. 74. Alpes. 37. 114. 231. 248,359
Abdcrrahmán I, emir de Córdoba. 16. 75 Abacia. 52. 223. 230-231 241. 2-<9. 257.
AWcrrahirwn II, emir de Córdoba, 217, 313. 336.358. .381. 3S<.
Abel, S., 53-59, («5-78. 80-81. 87. S9. 103. A nniri. nh.spodc. 369.
105. 119, 120. 189. Amann, F., 183,371
Abodriias, 63, 65-67. 80. Amblive, 15.
Woiim ilc! siglo limado de los. 220 Amiens, 376,378
Atab. 239. Amponas, condado de. 77.
Acarreo. U9. Anastasio, bibliotecario de la Santa Sedo,
Acción religiosa. 176. 329.332. 339
Adalurdo, abad de Cmhic, 205. 20?. 216. Ancona. 42.
217. 4110. Andcrnach. 306, 352, .353
Ad.ilni'do, conde, .31J. Angcrs. 15. 284
Adalberto. re arques dcToscana. 362. Abadía de San Albino de. 402.
Adalgis. hijo del rey Desiderio. SS-S9. 95. Artgiibeno, 103, 105, 190. 259.
Adalciso, camarero. 59 Angiltanlo, obispo de Mciz. 133. 181
Atólle»; í/r.) geee/.aitt, 173, 175. Angrarianos o arre ríanos. 58. 6 1.
.-U.Voihi.40. Aniana. 1S9
Adopcronismo, 133. 178, 179. A rio. 353
Adoración de ios imperadores. 10?. Anjou. condailo «le, 402.
Adriano I. papa. 54. 55, 87-91, l(J2. <03. Ansbcno, arzobispo «de Milán. 346,
129. 179. Ansegiselo. 14.
Adnano II. papa. 33!. 342. 344. Anseeiso. arzobispo >i Se-' 323.360.366
Aertinum p:ih::cuni. 130. Amiuquía.
A líclmidcc, esposa de Guido II de Spplcro. 391. concilio de, 173.
Ageo. 219. obispado de, ‘ l
Aglilabida. dinamia, 277. Apeninos. 92.
Agilulfingós. 119. Aquino. 97
Agnbardo. arzobispo de Lvan. 193. 206. Aquisgii.It. ■ >2. 74. 190. 226 228. 245. 240
217. 2.31, 232. 233. 237.'238. 239. 24?. 258. 261, 263. 271. 287. 293, 335-736.
244. 2-18 .343,351.3 5 2.376.
Agustín. San. 34. 175-177. 231 234, asambleas de, 187. 192. *18 228. 249
Aix. arzobispo de. 261. concilios o sínodos de . 7'J. 321, <12.
Arzón. 217. 315.
Abríanla. 13. 52.55. 114. 223. 230. 231. taller de acuñación. 151
241.249. 257. 358 Aquiouri.i. 14. 52. 53. 54. SU. I .4. 3*5 2(>2,
Mámanos. 16. 21.45. 71. 230. 378, 289. 276-277,281.282. 296-297
Alcaide de palacio, (vóase W , ..... r/e ducado de. 15, 16. 17. 18. 71-14. qi.. a '.
Baladoi 48. 53. 118, 119.
Altuino. 65. 70. 73. 78. 102-104. 106. 107. reino do. 78, 81. lis, 129. ix». i% .
109. MO. 112. 131. 133. 135. 136. 184. 229. 251.283. 289. 291

4 AS
Arte. 97. Batiera. 1 1 2.1. 45-46. 34-58. 64, 65. 7|
ArclnoapellAn, I3J. IW, 182. 72. I1J. 110. 141, 358. 365. 166 ISO
Antenas. 52, 263 382.
Arezzo. obispo de. 3J5. 3JK reino de. 120. 18$. i 06. 226. 229. 331
Argonis. 262 Huyci.Oi.. 103,
AruiciS, duque de BenevcntO. 96, 9.8 Raveux. 284
Arles, '.SO, 271. 283, 363. Fkawlie;, L , 154, 159
arzobispo de. 385. Bcuuvais. 377
concilio de. 170, 101 , Belley,di6;e«s .te, 314,32?
Afinamenin, Mil. Benedicto III papa. 329.
Arn. obispo Je Salzburgo. 65. I 10 Beneficio. 45, M2. 151. 162, 167-169 21$
Aniiilfo, obispo de Me La.. |>¡, 266, 305. 314. 356 393 400. 40l 402
Atuulfo, res de Gemianía. después cmpeia- Bencvenio. 327-328.330 3 12. 3-11.
dor 366, 371, 382, ?S4, 383.-M)í. ducado de. 43, 9 ,-9». 95, 12(1-121. 283
Arpiño, 97, Benito,abad de Aldorta. ISO, 192. 205, 2l>9.
Arscniu. obispo de Ohh. 3 2 4 -3 2 5 . 329. 332. Benito, San. (vdase Regla de San ñrnitvi
Arzobispados. 49. 50. 133 183, 192.
Asamblea general, 125, 126 120, 134-139. Bcra, conde de Barcelona. 77
I JO. 1.16, 1%, 197. 205-207 Berenguer. conde en Alemania, 314.
Asiollo. rev de los IfimKirikis, 2J, 27. 28, Bcivnguer, marqués de Friul, 386, 391
72, 37-39, dO-l.i. BéryattH1, 389
Astrónomo. Fl. 118.227. 236 lierrturdü. bastardo de Cíifloi f /fn u n , 1 S|.
Atalas,. se¡ vicios de. 1 11 . 162 388,
Aiila. 70. Bernardo Plánteselas-, cunde de Auvertilu
Atlántico, o. >\iitn. 80. 82. 359.401.
Atmmv, 23 59, 203, 291. 298-299, 3Ja- Bernardo, rev de iloliu. I2D, 129, 188, 196.
325. 347 201-203/2-13.
ieniientui general de, 205. Bernardo I, duque ik Scpinrunia, camarero
J ullo. senescal, 7? de I míos ico Pío. 21$. 223-227,199
Augier. duque. 26, 44 Bernardo II, duque n naiqiid; de
Augvbureu. 55. 231 Sepiimama, 359.
Ansirasii, 14. 21. 52. 55. 12-í. 141, 230, Berre. t.n.dlci Jcl, 17
241, 26.3. Bella, hija de Cjilornagno, 359
Auillil. 16. Beitrjde. esposa de Pipíen <1 B r e ir. 29 86
.• orillado Je. 196. 220.460. Besaniiun. .91.
AnScrie, 1 2-19. arzobispo de. 312
obispo de, HM Ltctusse, 282
\u /ijs. I . 283. 288, Biblinpruün. 407.
V allor.. condado do, l IJ6 2 .1(1 Bidaull lies í'haumcs. 154
Varos. 55. 56 60 69 70-75. 129. IV. Bienes ,1c 1 Iglesia, 18
142, 153. I 6« Bis in, 11 nde. 335
Asmen. 17. Biza-icio ■' Consiantiimpl.i 27-28. 31, 89,
obispo de, 312 112 13, P9, i véase también Impcno
A/udí/go 149 luzeiiiino) 337
Biur.ltnos, ilotas de Un. 354.
Blave 1.8
Bagdad 7-, 2“ 7 Blocli. Man;, 2 6 .1511
Bagnurea, 97 Ulms. 246, 296.
UjIJuino. conde -17 Bohemia. 65. 71, 112.278. 356.
Baleares. ~6 82 Bvthcmtos o checos. 6?. 69. 283.294
Báltico. 55 65. Báhmerscal.l, 69
Bailón 283 Bolonia. 42.
Bando del .«libertino, U3 156 Boitiias.ii. San 18. 22. 23, 24-26. 29. 3?.
B.ncc’on.i. 74. 7”. Id-', : r 2:5, 226 JS-ÍU. o5.
/?,11 /,■»; 1ío Burináud Del-jnilte. 204
R .11 330.337-1.10,3 Ja. Burgoñd. 14. |n. 18. 21.5: 114 141.323,
B.isiie,. 302’ 230. -64. >81.399
ü.iiii'.o I empir.nlni dr Rizando. .«3?-.US. reino de, 385
343. .372 Bm s. khan délos búlgaros, t <11.
Uangcn. II.. 178. Rosoli, cs'Hide de Vierta. lA'' '52. 35°. 3ó3-
Baudot, \1„ 2‘1 366. 372.396
H.iLr.snio • - rev Je Piovenzu. 372, 373, 18J.
Rásame. I6 ,6 9 ." l. 119, 4i.3$«. Botín. 153.
leyes de los. 12! Bnoiucnc, 81

-136
Boutges. 4S. Curtos el Craso. 345, 358. 365-182 1(1.5,
jryohisporte, ISO Carlos el Simple. 378. 389
condado de. IO¡ Carlos, hijo ¿e Cartón 1afino. 67, 68, 78, 113
doren, 55. Carine Martel. 15-21, 52. 63-61 7-, 75.
Hrahamc. 230. 119, 300.
Hrenneio, 145. 75u Carlos, icv de Provenía, 293 294 296. 3U.
Bvcseia J-4 319, 325, 328,
Bresslmi. H.. 133 Carolmgios. ame pasudos de los. 14.
0rcufla.71.S0. J17. 129. 203. Casetas. 76
Breioties. 260. 2Sil. 284 Citsiodoro, 34
Bnuiint, 298. Cíllaltifla. 75.
Brissurthc. 383. Camilo, 53. 172,117
Urunncr, H.. 124, 131. 133, 134. J1. 146. Causas.
M8-M9. 15.1. 159. lili mayores. 158. 161
Búlgaros, 318 menorev 126. 158, I 61
Ktircharri, obispo de WtlrrlHirg. 21. 25 Cen s. mor.le. 37 40, 88. 359, 360.
Burdeos. I". 282, Censos. 146-147.
arzobispo do 25(1 Centena. 126
Butiondos, 262. 283. Centenario 126.
lejos de los, 121. Centuriones, 158
Cerdeíl», 82,
Ceseiui, 4 1
Cagnul. H . UK. Cisa. garuania de la. 92.
Calabria. 19. .338. Ciudad de Dios La. 175-176.
Califas de Bagdad. 74. ' Ciudad Leonina . 283.
Calrceile. J., 21.5. 298. 302. 312-514. 235. Clérigos. clero. 132. U7 MI 178. 180
.342. 346. 147, 35(1, 357. 400. 401. :S4. 193.207. 217.22(1-221.
Cámara riel emperador 130-131 (léase tamhien Iglesia)
Camalero. 13' 223-224. Clmlíiveo, 11.
Campa..... ?63. 327.257. Cloiarin II. 14
CanijiO de IUaj/0 o do majo. 135 ( ohleníH, 59. 260.261,281.295. 297. 315­
"Campo de la me nina". 235. 241 317. 322. 325
Canciller, caiuillena, 132, 1.33, 152 372 acácidos de. 306. 7I2-31J.
Canónigos. 102. Cmlr\ Carolinas, 25
Capellanes.capilla. 132. 1,11,217, " I . CodilíciH¡ón de .os texiu- canónicos. ! 13.
Capitación. 146. Colmar. 235.
Capiial.ires, 120, 121, 127, 137. | T 183. enloma. 15. 46. 285. 288. >21 725 536,
37.5. 151,
<lcQu;fifj. 154.357.401. ur/obispiíilo l i e . 304, 33 1, 332 349.
rio Sajorna 50 I , Jilo. II 87.
de lilis. 150 Complane, 46 203. 226 242. 354, 357
(Viptiu, % 97. 3S3.
I ' jmUkiu. 76 Composición. 156. I6J.
Calí" (ícese líi i.r/ii rol Concordia, 13. :(H. 221. 2-1. 251. 26(1
Caribeño. m de Aipiiun .i, I 18 266-2r»9, 370, ' 8Ü. 283-286. ,i(ls 3(17
Caridad. 17 4-17-1, 196 22 I , ’ 6K, 274, 281. Condado. 124. 127. 155 400.
285, 5(81, 307 ( onriadns, 303
Ciiriniia, e.nimios, 65, w, .(J, 196, 758. Conde 124-130, 131 132, 154-158. I6u
382 161.355-356
Carlota agito. 25, 39. 31-187. 190. 191 245. de! palacio, 133. I fíl 1
375. 379. 391 403. ( ondú icrilu si fiscald.i. 376.
C ai lantén, hijo de ( '.vlos Mane!. 21. 32. 45. Condestable. ¡32.
47.-> 168 Contado. conde, hermano de . emperatriz
Carlor.án, lujo de ¡.otario n 314. Jl6 Jodií. 226, 228.
Carloman. hijo de Luis Ci Gen)'.amen. 126. Consagración 26. 29. 34. 38. 1 7 1 1 94. 2 10.
345-746. 359. 369 371. 288. 3C0.302. 35S 545 346. 342. 366.
C.iiloman. hijo de Luis ti iananiuila 366. 36 S. 370. 371. 390
371-775, 37?. 396. Coinlaj’.l'iid I el Grande, emperador, II), 95
Corloinán. hija de Pipíen el Hrt'if 3R 32. Constantino 11. papa. 85
51. 86. Constaminu 1', emperador 24. 27
Caries .1 Calvo 215. 223 224 23j. i3fi Constaniinu VI. emperador, 104. lio, 1 |
2J7, 2>H. 241,249. 250, 255. 331. 3.34­ C'nn$Mn|innp!a pairiafcado de 1 litase
156.34 360, 372, 37c toa.ttr, tug Unan « 0 .31 IIJS.
4(81, 401.402. 405 Codsmnza, lago de. 381

477
I ¡tlHt'IIUl fteKCftth'í (Siase Uiltt.o < Ci'flJ- Dogma, 179-1 SI Españoles, cinpcudm fs, 3 - 8 . Francos. 1.3, 14. 26. 37. 38. 46, 4 7 , 5 .1 . ?s
r jt , Deíkum, 63. Espira. 262. 57. ftt. 63. 61. 70, 71. 79, 82, 87 1.71
Cogito, I 'I Dominios. 146. 150 151. (vease también Eslado Pontificio. 29-35, 37 aJ. 89 103, 2.38. 263. 263-266. 333. 373. 378, 383.
C'nrbie. 228. Pairímonwt. 121. 129. 194 I« 6. 211-215 346. 37(1, .189.
Córcega. 82. 02. Donación de Cunswnltno. 30-1.1, 95-96. 386. Fraternidad. 196. 197. 2W. 26». 275. 28d.
Córdoba, 76 Donaciones a la Sania Sede. 30-46. 0|.9¿ Esteban II, papa. 26-27, 32, 33. 37. 41-43. 284, 288. 290. 29,1, 306, 707
emir de "4. 97-98, 194. 89,373. régimen de, 271.
Corleulonj, 210 Dones anuales. 148, 19o Esteban IJI. papa. 85,87.214, FrecuU'o. obispo de t.ideux. 2i(l
Coucsnon. "57 Dr-jve, 6J. Esteban IV papa, 194. ?l3. Fredegano. J 6 , 47.48, 52
Cnulaines, 263, 269. 274 Drognn, nieto de CmiOs Marlel, 23. Esteban V, papo. 386, 388. 389. Frtditi, 156, 163.
(.'outanccs. 304 Drogón. obispo de Mciz 205, 228, J.IK Esiinnes. concilio de, 22, 168 Frísia. 13, 49. 52, 60. 63>65 80. 81 I2<
condado d=, 41/2. 271. 275,35(1 Estil la. 65 23(1. 262. 393. 35S. 378.
Ctenvona, obispo de. 2 0 1 . Dudiesnc. L... U , 92. 1 2 1 . 212 2i4. 2*1 Estrasburgo, 390 Frijones. 15, 16.67,71
Crisriajvlad 122. 328. 329. 332 luramentos de. 259-260, 263. Jcy de los, 6-i. 1 2 1 .
Cristiano, pueblo. IIM-IÜ.V 172-1 73. 180. Damas, A.. 167 Estampes, 249. Fi ¡t/lai, 68 .
183, 184, 188. 97 10X. 260, 767. 268, Dümniler. E . ‘86 , 388, 5X9 Ende*, conde de Orlcans, 218. 227. Frilll, 71.95. I2y.2l8. 39'.
287. 299-300, 306. 307. 308, 122 U 6 , Duque, 130 Elide*, tiuque de Aquitxnla. 15. 16. 17. Frotliter, 202
377.393. DunrMede. 249 . 277, 282 Eudo. «onde de París. después res- de Fulquís, arzobispo de Rcini*. 3»?. 189.
Cristóbal. primicerio de los lioiaiibr-, 83 Francia, 3S0. 383. 389-390, 395 I ulrad. abad de San Dionisio. 24. 25. ,l I -4¿.
Cuhúiilarii 132. Eugeniu II. papa. 212, 214. 133.
Dhbufl. aj/nhi*po de kcitr.s. 242 248, '56 Europa. 105. ] 17, 172 E'j ImkI. abad de San Qtiiiilln 140, (48.
27.3. 276, 303 Averno, 145. Euslci de Cuüianges, 124. 131, 134, 1 3y,
Clralon-fcir-Saóiie, 3112, 2-16. 230. 263. libro, 75-76 l-vcrarHo. morques de Friul. 386. 146. 148-149. 153. 159, 171.
lütlíiliOsiC. |7*J, 191. K(ioí. Arnl.lu\, mulo ik- llmugis, 4"ii Es arca de llulia. 2(1, 90,
Chftldns sur-Mame, 26x. 2'J* W-¡. l-.gcr, 69 Exarcado de Rjveno. 2(1, 25 j0 33, 3S. 40,
Cb&inhf'aiie*. 132, l-gllllltmku. 171, 17,5, -11,87.92-95,97. Gaeta, 357. 369. 371
CIwcoj Oías* Bohemia*!. Ejcicilo. 124, 137 138.139 UO. 16], ,(i>J 1J¡{| Galu 13 14. 17 18,25,27-28,29.32,45.
CfciUlerieolll, 22.23,23 Fllw 58.63, 05-68. 69 80.140.277. 47. SU, 82. 89. 117, 272, 302, 7(11. 305.
Ctmrdepango. obispe de MeU 38 Clixeióíl de. Faetua. 42 45,87 322. 335 336. 343. 34? 35.3. 363. 171 -
obispos, I¡5J I-ano, 4 1 373.376, 379.
papa. 2M..I2H-J29. Pai la. monasterio de. 2 ) I. ( ¡alíela. 16.
Jjuohena l rev de lio'rjusos. 13 14 21 rey 25, 146, 372,3X5, 195, l-anilld. legado del Papa, 368. tralishul, E.. 112. 144. 149. 164.
11K l.lciMerio, linoilcl iibiSfHi (\rwnni 7.12 b'asiradc, esposa de C.ulomagilo. 7 1 | r>y Garre. 81 37fi
D uohcno III. 16. I lias probna. 239 Filtre. I- . 384 Gap. diócesis de. 325
D.ilm.vi.i. 19 Fisión, 376, 378 Felipe, papa intruso. 86 Careliano, 371,386.
Djn.ihu 6') 2|), 7 1 (■nibnmt, Fs'rias, 1 49 Carona. 16, 47, 48, 276.
D,«vió 11 yrslsi-|xi do. 355, Finara. 42, 43. 87. Gasccncí, 47. J 8 . 111. 118. 26(1.
id liO'luo. 7.6 35, 11. 172 IXi, t*J|, diócesis de. 325. Femérc. monasieria de. en el Ciannnis. 366 Gascuña, 17,52, 53,75 IU 117 129.106.
■un bniilía, 97. FeuduliSrno. 402 282. 2S3.
■•4'ren,'imiic dada _ C-jiK'inagit". 103 , Gin», 64 Feudo, 16?, C/jii 124
llM. Erige Ibe rea. espesa del emperador Luis i], IM cjuc. 183. GiiVsn. L-nndesiable, 59.
Deberes de les reyes. 23ü. 269. 375. 332. 341.345. 372. Fisco. 13(1, 146. 150-151. 161-162. Gelasio I, papa, 220 .
|3ei gratla res Erar,coi .mi. 35 Enns. 65.31, Fismis, glesia de Sanio Macra de. 3 J5. Gellóiie. monasterio de, 218.
(telurio. 152. Enrique, sonde, 378. 381 Flandes, 230. Genos a. 261.
[Jo iceVi Fp:scopado, 15. 141. 162. 17». 182, 193. Flore nsia. 96. GcmiLy. slnudii de 44.
OiVilliS. cllezn C.s. 2ü 7 -4, "1,221'. 205 21v 320, 233 342, 269 2.-275. F7oia bi/anlina. griega, 339, 369 (¡crtsrdo. conde di Bourge,*. -01
lOiiiiou, 1 2 1 . 3«jt 302. 315-317. 355. 398. 41XJ Fo.irv, palriarca griego, 329, (iermania, 18. 25. 45. 249. 258. 2(v2, 27’.
LiO'eroiún ríttnsiVn 141.1611 Eneo, duque de briul. 73-74 . Fonicnoy-en-Puisa\e. balall.i de. 2<8 j<H. i|> , 31“ 51 a, 3 2 1 116. .149. Jsii
De-sillero, rey de Ins lombardo*. 42-44.85- Erit-poe. duque de los bretoue*. 284 Forllmpopoli. 41, 358. 363, 367, 387. 3*9 .190.
'XI. *1 LTmsngjrda. hija fiel empelado. Luí- II, ForirivSo. obispo de INitto. 349. Geioltlo.Criildedi Biivien. 57 * I |9
Desmembración del Imperto C tnolinelo. 255 S7Í. 335,388, papa. 389,391. Gerona. 75. 76. 1 29.21"
Deditmo nial. 346- F'moldo el Negro rfm;.iWiiv 216. Fotimikirios. 141, 155. 165. ( illa, bi a de Ludm 1C0 Pío. 'H(i
DflIh'MfnllO 173. 397 É'ourn-cr. P . |79 (iíllierto. sasall 1 de L'uilus* 1 C<Jli.> 379
De el/. 59 Erneslit. sonde. 313. 316. Eouron. entresistu de 364 (imebra, 88
Die/tni*. 14 ; ISO Lr/ueptes-e, 69 Era le*. 275. sondado de. 250. .185.
Dicnitluées. 196. 251, 266. 269, 308. 14 Escalda. 81. 26.3, 2X2. 2X3, FriiiKt'orl. 57, i"í. 203. 25(1. 2 *74. 384 diócesis de 311
' -6. Un Escanciadores. jefe Je loa. 131. concillo de. 7X. lago de. 229,
Dir.amanta. daneses, <ij. C>o 6 *. 80-63, i »o Es-.-l idiiuiMa. escutldirtaVOs SO, 83. ivéasí Fi-msii, 28 114, 257, 2n|. 263. 296. .317, l’iirard. conde de P.uis. 257
782 \<'rp;ülkini> ■>47 (52, 159. 36ii, Ifii, 106, 17-1, 375, Gisela, luja de Pijúnu el Bn 1 - X(>.
Dá í i .í . 136 Eild'us. 278, 282,316. 386. iiéase t.unniéii 384. 390. Godtred. dai|Le nomiattdu. 378
DtOclevialisJ. iu 8 . W W n i í i A . Bm:í í x i a i . I i i i i s . - j , ! ;• •«. media. 293. Godfred, rev de Üuiamar^u. MI XI
O:onyxif-IIi J'Miui:ü COleCsiu 1"9. .W/vc. il enjo.i H7/ vmi oi CíJrníi.'i'i.t. 263. 267 298 Godos.47.77. 2(7-
Disemina ee.csi'Jsdca. 48. I l l 13 . I 1 . España, lii 17. 54. 7-J-77 '24, is'ii.W tsill- r<iVM',’d(r.*. 26.'. 351. 558 Gctnbaud. monje, 227
1X9. 191. ívease ifimhicr Iglptin.- bifn M w t tii. hisfan'.-o. Francon a, 358. 5X2. Gcndrevtile, 324. 77]

139
Cinntran. rey de los franco* 34-35. 335, 340, 342, 351. 359, 364. 372-376
Goda. 230. 378.398
Gozlin, obispo He París. 380. Homenaje. 167, 387,397.402,
Grafio 12«l. Homero de Aquucrán. Ar-giIberio, 190
tiran Bretaña (víase Imtaienaj Horlí. rev de Dinamarca. 279, 281,
Gran San Bernardo, X8, 345, 358, Hostalcius. 134.
Gregorio Nacianceno. San. 232. Huberto, abad de San Mauricio, 3i 1.313,
Gregorio, nomenclador, 352. Muesca. 76.
Gregorio 1. el Grande papa 34. Hueste.
Gregorio II. papa. 18. bando de, o herihan, 141, 143, 162.
Gregorio III, papa. 18. 19, 20. sen icio de, 46.
Gregorio IV. papa. 232, 221. Hugo. abad.359, 380
Grenohle. diócesis de. 325. Hugo, conde de Toun. 216-219
Griegos, 338-339. (víase también Uiianciol- Hugo, hijo baslaido d e Carlornagno, 205
Grifón, hijo de Carlos Marte!, 21, 22, 23, Hugo de Ixnena. 373. 400, 402.
46-48. Hunuiniias, 145
Gmnoaldo. liijode Anquis. 96-98 Heraldo, duque de Aquimnía. 21,47 53.
Grunoaldo 1, hijo de Pipino El Viejo, 1J Hurgaros. 316.
Grinvoaldo íl. hijo de Pipino elJtnen, 15, Hur.nl, 70,
Grosseto.97, lluvelín, P , 149.
Gnbblo, 41.87.
Guenelóo, af/obispo dé Sens. 298-299,
Guil. conde de la mana de Bretaña, 78. Iconoclasia, 19
Guido, hermano de Lamberlo I de Spnieto. fcíl.41.
- M3- Iglesia 34,47-50. 172. 177-181, 191 |93.
Guido III. apodado la l'eile, duque de 207. 217. 219, 220-221, 232-233, 250.
Spolcto, 369, 3S4, 386. 388. 251. 267-269, 273-275, 278, 285, 288
Guillermo o Guíllen, ronde de Tolosa, 218, 298-302, 304. 308. 309. 318. 322, 34Ü
400. 345, 346. 349, 355, 368. 393, 404
Guillermo de Septiinania, hijo de Brroaido I, restauración de la, 22, 23.
399. lile. 77.
Cíunihci, tir/obispo de Colonia. 312, 320, Imbuí de la l'nur, 182
321.329, 333. linda. 42.
Imperio.
bizaminn, 19, 24, 33, 40. 44, ¿5. 9 ’ ,
Ktünaut. 230. 101. IOS. 120, 179, 338-339 (vease tam
Halconeros. 134. hícn M ía te lo ) ,
Haluhen. I... 57, 70. 86. 131. 171,245. 257­ carolingio. 114, 120. 383.
261. 266-267, 274-277, 270, 2S1-286. iomano. 104, I I 1-113, 14-1. 171. 272,
330. 376. 379. 33S, 403.
Ilamburgo, 277. Impiedad. I7R.
llar oído, rev de Dinamarca. 216. 397. Impuestos, 145-150.
Harimann, L. M., 386, 389. Inda. 190
Hauck, A.. 63, 65. Ingelheim. 55, 71, 137, 203. 216, 256.257.
Havel, 65. Inglaterra. 189,383.
Helinachai, canciller de Ludovicó Pío. teinos do, 27,
190 Inmunidades. 145. 146. 160.
Herbeno. hermano de bomaiJo de Sepli- Inn, 45
mania. 227. Irnieben 65.
Herencia de beneficios y nficlos. I 25, 357. ]ps. 71.
41X1. Inene, emperatriz de Bizancio, I0y, 112,
Hercshurgo, 58. Irlanda, irlandeses, 65, 79, 189, 383
Hcribln o bando de hueste, 141, 143. 162 Irmengarda, esposa de Luduvito Pío. 194,
Herstal, 52. 209.
tlesse. 46.57-59. irmcnlmdes, 398.
Iteni. 202. Irminstil, 53.
i liidebaldu, obispo de Colunia. 133, 181. Isauiianos. emperadores. 338.
llildcgarda. mujer de Carlomagno, 57. Isclua, 277.
Ililduino. abad de Son Dionisio, 228, 257. Isidoro de Sevilla, ,14,220
30.3, Israel. 35, 172, 184.
Hilirudcs, madre de Tassilou, 45. Isiria. 92.95, 142,
Hincmaro, anobispo de Reims. 131, 276. llalla. 2(1. 21. 37. 40. 58. 82. 85-105. 114.
299, 302. 303. 305, 306, 307, 309. 313. 188. 201 203. 210 211, 216. 223-224.
316. 323-324, 328. 330. 331, 332. 334- 220. 229, 235, 246. 247. 256. 261, 263.

440
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272, 284. 23V, ,<2X-329, 345. 346. 354, Lorguedoc. 16, I 7, 52, 81.
357, 350. 365, 360-376, 372, 386.JS7 LanlCndo. duque, 45
reino de. 120 Lucsdiceu, roneiliodc. 173
del Sur. 278. 327, ¿30. ,334. 335 336. Ljou. 226.
352. 354, .757, 37n. condado tic, 230.
Itnicr, capellán de Csrlomígoo. 9I obispo de. 304, 398.
Lspñtie. A., 314. 153
Lau-.and.
Jughon de lo» «Miro», 70, 72, 74, 75 candado de, 286.
Jehú. 239 diócesis de. .314.
Jerarquía eelesiáslica, 49 Le Bras, 179.
Jerónimo. San. 232 Lcch, 231.
Jerusalón. 31. IÍI7. Lechleld, 55
Jcssó, obispa de An-.icns. 228 Legislación canónica, 49, 102, 170, 180,
leufoste, 288. 193,214.221.322,350.
JeMbcl. 239. Lengua.
.lona*, obispo de Orlcáns, 269 francesa, 259. 3(J8.
Jcislas. I73. germánica. 259. 308.
luán VIH, papa. 34J-347. 352-354. 358. latina. 3.39.
36I 374, 386 romántica d romance. Irancesa, 259.
Juan, silenciario. 27. 308.
Jiotes pulittcus, Í61 I.cón I. papa. 2.11
Jodií, esposa de Ludovico Fio. 209. 2I5- león III, el Iconoclasia emperador 19,
2I7, 223, 246.255-256. 386. 24.
Judie, Lije de Carlos. elCalvo. 3I7. león III, papa, 65, 102, 106-108, I i0-l 11.
Juicio de Dios. 237. 239. 243. 261. 386 182-183. 193,267.343,391.
Juir.iíges. 56. León IV, papa 283. 28J, 328, 343.
Jun, 336. León, nomenclador. 211
Juramcnio de fidelidad, León, obispo de Gabies. 348.
al rey o al emperador. I I 3, I24. 127. Lísne, E., 49. 148.
I37, 166. 167, 173, 212, 2!4. 232, 235, Lelrán. 31, 86. 90, 102, 103. 21 I, 320, 328
238, 239. 243, 244, 297, 346. 355. 368, .331.352.
393, 402, Leudes, 14.
«I señor, 166, 167. Levllliin, I... 27, 29-30, .33. 37, 38.
Juraincnlu del rey a sus sSíbdilos, 395. 1avisan, W„ 30
Juramcnios de, Lóvy-Bmhl, H , 183.
Estrasburgo. 259-266. Leyes, 113.
Lieja, 290. de los hávanos, i 19, 121.
Jusdcla, 174-176, 260. 304 de los frlsones. 64, 121.
administración de. I 34. gombeln, 198.
funciotumieme de la, 124-125. 127. de los lombardos. 120,
161, 175-176, 214, 26S-269, personalidad de las, 121, 196-199.
organización de la. 153-160. ripuana. 121. 196.
Jusiirtiano. emperador, 19. de los .taimes, 121
Juiiandia, 63. sálica. 121. 198
I iber pontificans, 92.
Libra, unidad de moneda, 152
K airouon, « ñ ir e s d e. 277 Libro dr lot Reyes. 173.300,
Ka7ams. emperadores, 338. Libro Córolinglas, 178.
Kehr. P, 92. Lieja. 52. 288-289. 295.
Kleinclausz, A . 339 juramentos de, 290. 354.
KorneümiinUci. I9<1 obispo de, 178.
Krausc. V., 127. l-imocrs, 282.
Kroell, M.. 160 I inosies, 65, 67. 68,
Lippc. 58.
Litis. 97. 327 328,
Lacio, 327.330. 344. Liudgeiu. obispo. 64
Latín, 59. Liulgaide, esposa de Curlumagno. 105.
Lamberto, conde de Mames, 246, 275-276. Liutwardo, canciller de Carlos el CraAu
284. 382.
Lamberto 1. duque de Spoleio. 353, J62. Lobo, duque de Gascuña. 53.
364. Loira, 247, 257, 289. 296, 326. 384
Lamberlo 11, duque de Spolctu, 3K9 39i Lnmhardía. 129, .345 346. 358, 386. 389
Lnmtres. 345, JR4 Lombardo, reino. 120. 129.

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Salerao. 96, Sura, 97.
Sálica, ley i véase Sorbes o soiabas. 59. 65. 68. M2.
Salomón. 35. Spuleio. duque v ducado de 43, 91. 95.
.Salomón. duque de Iím bretones. 402. 120 121 361. 3711.
Salles Monseñor. 92, Slcincii \3 , con der. 179
Salvación, 171- 244. 2b?, 27J. 284. 290. Sirav-fuil. 141
291 ?(XJ, 307. 331.340. Snirm. abad de Fuida, 54.
Satzburgo, 57. 65. Slinx. I'-. 147.
Samuel, 35..100, 33S. Suahia. 382.
Libro I. (I.- loi Riyes, 26 Sueldo, rm wda. 15 1
San Bernardo, Oran. feS. 345. 358 Stic ionio, 171.
San Dionisio, inoqaMerlo de. 21.28-30, 38. Sulemian ibn Al-Aráis i, 74-75
246. 277, 303 Sbnfelgebllgc. limalla de. 54 45 49. <*g
San Ciad, monasieiio <Je. 37y. Sus.i. paso de. JO-
S,in Ic o ,41. Suauagild,!, madre de Lirifófl. -5
San Marino. 41. Syhurgn, 58
San Mauricio de Valuó, 28. M í 358. 385
San Medardo iych.sc ío Ij .w i j ,,
San Quinlin, 288, 295. 296. 302 Taitwaivc,
Sansón, 239. ar/obispu de. o de M puliere. !72.
Sania Macu. iglesia de Istu-e Fumes i diócesis de, r de Mouucrv 314. 325,
Sarna, 16, 250. 262, Mí. I d»-,ik>n, duque de Bavieia. 10. 45. 46. 54,
Sarracenos miase A/nsu.'ninoeíi 65.70.71 119.121 137,107.397.
Snucourr-en-Vmieii. 177. le uno. 97
Sñfll. 2d. 33. 300 7codeb-lido, duque de los ,ll,míanos. 21
Sownaunmi. 149 Tendón de Bavicra. 55.
Savoniiicirr. 305-306, 316. Teodoro primicerio, 211
Schinitr, riom 189 Teo(tosía I. emperador, 206
Scluilue de Roma. 90 Teodulm. obispa de Orlcán». 105- 06. 201.
ScJiriíii, H . 276. .103, 374-175. Teólanes, crunisla, 12
Schuben, H., von. 6.1. Teología, 177, F9,
.Sedán. 262 Tciiiy, 11
Sedes iiK-UopolilaniLs. 49-30. Teiono páMico. ;30, 153
Sena. 249. 237-259. 277.289, 296 297 731. Temberga, esposa de Lolarin 11, 311. 315,
351.380 ’ ki 3S4 319, 323. 324. 325. 332, 3.35-336.
ScrescJ. 131 1culg.lldo, arzobispo de Tidvrris. 320. 329.
Scnn. I-.. 163. 33.3
Seos. 298. TTiierry, «onde <¡e Aulim. 400
drznhíspc de, 350, Tliicny. cihide franco. 60
Sertor iveasc Vainita). Tliicrry IV. niy incnivinpu» 16. 18
Sepiimanís,47. 33. 76, 114, 218. 230 Thimeon. 377,
Sergio, sccuniiicenu. 85. 86. 1 hlnnvillc. 204.248.2.58, 536.
Serglu II. papa, 271-273, 276 283. Til*íi, 2 '8.
Sicilia. 19.95 112.277. 327. 33* Vi renos. 220. 239. 297
Sickcl. Tli 194 l'lsza. 70
Sirkel. W 125 Tuledo, l 76.
Sigftido. jele noitmmdo. 381. 1olo>a. Ifi 196. 219. 276
SigoMieim. 236 Toniieui 148
Silvcsitc I. papa. 317-32. Tonicok. 260
Símson, H„ 33-Í7, 65 78, 80-81. 87. 89. Tartaria. 237. 359
103, 11)5. 106. 119. 120. 89-I9H. (92. I añosa.76.
201 205. 2i2. 21.3, 216-218. 223-22'J. Tuscnu». 42. 97
231 235-237. lose.mella 97.
Sinigaplia. 41. $7 ubispo de. 34S.
SiiiziS. 260, 261 Tcu!. 250,
Siór. Tours. 7. 52. ISO. 289. 2*36 363.
condado du. 3S5 sínodo Je. 179, 191
diátesis de. 314, T riirw ij. 142.
Souit.l. 97 Titulado de poblju.\le> icheldes, *1
aoíssüns. 25, 37. 52. Tr.ne, 65.
Sar.Medanlndc.242.248.283. frcbia 386
sínodo de. 23, N. *0. 2-12. Irebur ú Tnbur. 382.390
Sn'idaridao. 174,26* Trente. 55, 295. >83.
Soimnc, ,1"1 Tróveos. 56.2? I, 3 '6
1

concilio do. 276. \ lard, P . U7


obispo de, 333 Vicaría, 126. 15S
Treviso. 95. Vicariato de.
Tribunal, Anscgisu. 350
ikl beneficiario de inmunidad, 162. Drugon. 271. 275.
del corda. I5Í. Vtosnxa. 97.
de lusmissi, 158-159. Vich. 76.
del rey. 159. Vida i el iyiosa. 102, 138, 173. 177-181, 184.
del vicario. 15fi. 188-192. 205. 206. 221, (véa.se también
Tribuí o Trebur, 382. 390. iRlesitH,
Tribuios, 146. 153. Vidanio, 163.
a los normandos, 217. 359. 375, 377. Vicna del Rodano, 374
381. arzobispado de. 372. 385
Tropa», 135 Vikingos, 249 (via.se S'Armanrfos i,
Troses. 249. 258. 298. Vilaine, 77.
concilio de. 363. 366. 372 Yifhe. 150.
Turingia, 13. 21, 46. 52, 57. 59, 68, 137. Vincv a Vincby, 15.
230.2JI.249. 257.35I.35S.3S2. Virgilio, obispo de Salzbargo. 65
I uringios. 55. I I . 37S. Visigodos, elección del rey emie los. 26
l'usey. 322-32.3. ívésuc f i o ih s l
I uscia romana, 97 Vitcrbo, 87. 97
Vivar, 262
Vizconde. 125.
Ujieres, 132, Vogel. W 276.282. 297. 325. 176-178
Umjna, 42. Voigl. K.. 183.
Umbría, 41, 87. Vulturno, 327-328
Unanimidad 173. 260. 267 268, 269. 279.
286. 289. 295.
Unidad cristiana. unidad del Imperio. 196­ Waal. 282
199. 20b. 21Ú. 232. 233-234. 2J3. 250, Wulficdn <o fraileros), ilinpc de Vquiidr.iu.
268. 275. 2S6. 389. 293. 299-300. 305­ ■17, 53. 118.
350. 365, 372.383. 387.41*4 Wniiz. (i.. 124, 13). 134. |39. I4S-I5U,
Unificación jurídica. 199. 154. 159. 164.397.399.
Ulrhinn. 4!, 87 VVala, tnonje. dopucs .ib.nl de Corbie. 2(17,
Ufscl, I2y. 210. 212. 216-221, 224. 228, 236. .397.
condado de, 77. Wakliercn. isla de, 249, 276.
obispo de. 178 \\ aldipen. 86.
Ibón, conde, 31J. W.ildon. abad. 11 I
I liec'hi. 64. IYíi Lirada, amante de Lote rio II, 3 l l. 319.
L'zégc. 267. 323, 324. ira
VVamow. 65.
Welaiabos o wilsa». 65. 66. 67.
V.úis. 385 Wclf famina. 223,359
V alencia del Del finado. 385 Wendos. 65. 129.
Valen el ennos. 288. 295 Woscr. 58. 6.7.
Vcnnes, 129, 203 Wsilla!:a. 60.285.
Vgnnetaii. "8, V,estta..ar.os, 58. 61
Vasallo, vasallaje. 46 54 157. I6J 235. Widukin. 59, SO
2*0, 356. 396-399. limo,te. 58. 60. 6 1
y I.: le le* ia. 30!. VVjlsas o «databas. 65. 66. 6S
Vascos. ■ ’>>, 117, 18. i só.isc también vvilicliasl. ipisioneru. 63.
Gasioneti. VVillibaldo. ini-íüiKio. 27.
Urítji <írwi.'.'«/iT 168. Woim». 54. 55. 78. 1.37, 223. 234. 297. W«.
Vaticano. 51. 506.384. 387. 3*9, 3911
Vcllviii, obispo di. 3-5, condado de, 262
Vendo» >vcjsi II enJinl reparto He la herencia i v.periül, 2511 255
Ver,con. J2. 95 283 Y u i/,'conferencia c í j'J 2"8 279. 280
Venero-. 134. 255. 3(11
Ver. 49.25
Verter. 558.
V'crden. 59. Zacarías. papa. 24
Vcrdfin, amado ile. 262 2fni. 241.404 Zniagn/j. 75-76
l.'tr'if» |44 /leí india. 276
Verom, 88-89, 97. /.Hilenred. 67. 04.

446
INIMC 1-

ADVERTENCIA ....................................................................
INTRODUCCIÓN ................................................................. 9

LIBRO PRIMERO
I I \0\CIÓN OKI. IMPERIO

CAP T ESTABLECIMIENTO DI: LA MONARQUÍA


CAROLINUIA .................................................................. 13
1. Los antepasados de los eamlingios > la obnuieC ai los
Martel ............................................................................. 14
2. Gobierno de Carlomán y de Pipino ......................... -1
3. Golpe de Estado de Pipino «el Breve» ...... 2-1
-b Llamamiento del papa Esteban II al rey franco y la
«promesa» de Pipino .................................................. -26
5 Realeza de derecho divino ......................................... 3-1
( M>. II. LA OBRA DE PIPINO ................................ 37
1. Intervención en Italia (7.35-736) y «Donación» a la
Santa Sede ..................................... ........................ -......... 37
2. Mediación de Pipino entic el rey Desiderio \ el papa
Paulo I ......................................- ........................- ..... 42
3. Restablecimiento de la situación en la Dalia > en
Gemianía ....................... 45
4 Obia relie»v>a ............................ ...................................
CAP III ( AKI OMAGNO V I.A (JURA DI COV1PI I •
IAR II RRl I OKI Al. MENTE El, RI-.IM) EKANl O 51
1. t oinicn/O' del reinado ....................................
2. Anexión de lloviera .............. - .................................... >1

447
3. Conquista Je Sajorna ........... .. ........— ..........„......... 57
4. Sumisión Je Elisia ........................................... .......... 63
5. I os pueblos eslavos Je las fronteras orientales ........ 64
6. Sumisión Je los avaros ........... ........ .................... 70
7. Los musulmanes ríe España .......«........ ................. 74
8. Uretaña ..... ................. - ......................—...................... 77
9. Defensa de las costas ..... «........ ................................... 79
It). El reino franco al final del reinado ....................... 82
C AP IV. ANEXIÓN DF.I REINO LOMBARDO ......... 85
I Empresas de Desiderio y nuevo llamamiento del papa
¡t los francos ............... ................... ......................... 85
2. Conquista del reino lombardo ............ ....... .............. 88
3. Nueva «promesa de donación» a la Santa Sede (774) ... 89
4. Aplicación del pacto 774 .............. ....................«........ 94
5. Cario magno, dueño de Italia .... ................................. 98
CAP V EXALTACIÓN DE CAREOMAGNO AL IM­
PERIO ............................................................................ 101
1. Car!omíii»nu. Arbitro de Occidente .......... .................. 101
2. Coronación ........... ........................................... ......... ¡06
3. Consecuencias de la exaltación de Carlos al Impe­
lí ' ....................... - ....... ............. ..... Ili
CAP. VI. ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y ADMINIS-
1R \11\ A ............... .............................. ......................... II"
1. Territorios .... ..................... ...... .................................. 11 1
2 Administración local ......... ......................—.............. 124
3. Adminstración central .......... ........................ ........... I *0
4 Asamblea general .................... ............ .................... 134
5. Juramento de fidelidad .. .... .......... ........................ 138
ó. Cargas militares ............................................... .......... 139
7. Preslaciones \ servicios ............................................... 144
8. Impuestos ...................... ............................... ............... 146
9. Patrimonio, monopolio de lu monejn. Je techos de
cancillería ............................... .................................... 150
10 Justicia .................. - ........................................ -......... 154
11. Inmunidades ......................................................... . 160
12. 3 astíllate ............... «............................. .................... 164
CAP Vil. EL I MPERADOR ................ ........................... 171
1 Principios de gobierno ......... ..................................... 1"1
2. Acción religiosa ........................................................... 176
3. Jefe supremo del clero ................................................ IRI
I IHKO II
VKISITIDES DF.l IMl'HOO H\.H) 1.1 DOVICO HÍll
(flU-8401

CAP. 1. ESTABLEE IM11NIO DI: UN IMPERIO UNI-


I ARIO .................... ............................................- ............ 187
1. En Busca de la unidad ........... .................................... 188
2. Programa religioso del nuevo gobierno —......... 189
3. Reforma de la sociedad eclesiástica .......................... 191
4. Restauración del poder pontificio -................. - 193
5. \o .i del 817 ........- ......................... - ................... - ...... 195
6. Ideal de unidad cristiana .... ..........- .... - ..................... 198
CAP II OPOSICIÓN AL NI EVO RÉGIMEN Y PENI­
TENCIA DE AIT1GNY .................................................. 201
1. Rebelión de Bernardo de llulia ...........—„......... . 201
2. LorlaIccimieuto de la unidad de Gobierno .............. 203
3. Penitencia general de Adignv (822) ................ — 205
CAP 111 CAMBIO UH ORIENTACIÓN DEL GOBIERNO
IMPERIAL ..................................... ............. - .......... 209
1. Segundo matrimonio del emperador .............. .......... 209
2. I niela sobre el papado (8241 ...... - ............. —..... ....... 211
* Inlrigas en lomo de Lotario ....................................... 215
4. Asumo de los condes Hugo y Matl'rido (826) ........ 217
5 Informe de los obispos (8291 ......-............................. 218
CAP IV REBELIÓN DL I OS HIJOS Y GOLPE DE
ESTADO DE LOTARIO ................ ............................... 223
1 Desgracia de Lotario > designación del conde Ber­
nardo para camarlengo (8291 ...................... —......... 223
2 Rebelión del 830 .......................... - ............. ............... 225
3 Reacción del 831 ..............................................— ....... 227
4. Rebelión del 833 .......................................................... 230
5. I I «campo de la mentira» y la usurpación de Lo-
miio ...... ....... ................... ............................................ 235
CAP V. RESTAURACIÓN DE L l1DOVICO PÍO Y FIN
DEL REINADO ................................................ ....... ....... 241
I Desavenencia entre los vencedores ..............—......... 241
Penitencia de Soissons (853) .................. ................... 242
3. Rcsi,limación de Ludovico Pío ................................ . 245
4. Represalias ..................... ......................... - ............ - .... 24
5 Últimas disposiciones sucesorias i muerte de Ludo-
vico Pto (837-840) ...............................—........ . ..... 244

149
I.1BRO 111
DESMEMBRACIÓN 1JEI. IMPERIO

CAP. I REPARTO DE LOS TERRITORIOS Y PRO­


GRAMA DE CONCORDIA ......................................... 255
1 Lucha cic los iros hermanos y juramentos do Esiras-
bu rgo ............................................................................. 256
2. Tratado deVerdón ........ 260
3. Programa deconcordia ................................................ 266
CAP II RÉGIMEN DE FRATERNIDAD ...................... 271
I Prelensiones de Lotario y Conferencia de Yiltz
(844) ............................................................................... 271
2. Peligro exterior y primera conferencia do Meerssen
1844-851) .... 2'5
3 Agravación del peligro y segunda conferencia de
Meerssen (847-851) ...................................................... 281
4 Últimos acuerdos y muene de Lotario (S5I-S55) .... 2S7
CAP III SALVACIÓN DE LA UNIDAD CRISTIANA
POR LA IGLESIA ........................................................... 293
1. Fracaso de la «fraternidad» (855-858) ...................... 293
2. Intervención del arzobispo Hincmaroyel clero de las
Gal ias ............................................................................ 298
3. Restauración de la unidad por la Iglesia ................. 302
CAP. IV. LA HORA DEL PAPADO: NICOLAS I ......... 311
I Divorcio de Lotario II ............................ ,................... 311
2. Sentencia del papa Nicolás I ................................. . 31.8
3 El papa, arbitro de Occidente ................................... 322
CAP Y EL DESPERTAR DE LA IDEA IMPERIAL:
LUIS II................................................................................ 327
1 El emperador Luis II y la defensa de Italia ........... 328
2, El papa Adriano II, a remolcpie del emperador ...... 3.31
3 El papado y Ja sucesión lotaringia i869-870) ........... 333
4 La reconquista de Barí y el despertar de la idea im­
perial .................................. 337
CAP. V| EL PAPADO LLAMA A CARLOS «EL
l M .V O » .............................................................................................. 54]
1. El problema de la sucesión imperial y la acción del
(i.l pudo ...................... 341
2. El papa Juan VIII y la coronación imperial de Carlos
«el Calvo» i87>) ........................................................... 344
3. Carlos «el Calvo», emperadoi ............... 347

45U
4. Carlos «el Calvo», y el peligro musulmán ............. 352
5 Asamblea de Quierzy (877) .... .................................. 354
fi. Fin de Carlos «el Calvo» (877) .................................. 357
CAP. Vil CARLOS «EL CRASO» .................................... 361
1. El papa Juan VIH en busca de un emperador concilio
de Troves (878) .............................................................. 361
2. Elección de Carlos «el Craso» ................................... 365
3. Esperanzas de renovación .......................................... 371
4. Unión junio al emperador contra los bárbaros ....... 376
5. La caída ......................................................................... 379
CAP. VIH. LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO CAROUN-
GIO .................................................................................... 383
1. Nacimiento de nuevas monarquías .......................... 383
2. Pretensiones de Amullb de Gemianía ..................... 387
3. Último intento del Imperio Carolingio (896) ........... 390
CAP. IX. EN EL UMBRAL DE UN MUNDO NUEVO... 393
I. Decadencia del principio monárquico ..................... 393
2 Extensión del vasallaje ............................................ 396
3. Confusión de los cargos públicos y de los benefi­
cios ................................................................................. 399
4. El principio monárquico sustituido por el vasálico .... 4(J1
CONCLUSIÓN ..........................................„ ......................... 403
BIBLIOGRAFÍA ............................................................. 407
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA .......................... 421
ÍNDICE DE NOMBRES ...................................................... 435

45

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