VII CCG 1998 - Sociedad Colombiana de Geotecnia

CARLOS HÉCTOR CANTILLO RUEDA

MARCO METODOLÓGICO PARA LA EVALUACIÓN DE RIESGOS POR MOVIMIENTOS EN MASA

MARCO METODOLÓGICO PARA LA EVALUACIÓN DE RIESGOS POR MOVIMIENTOS EN MASA

Ing. CARLOS HÉCTOR CANTILLO RUEDA

C. S. Optimizar Ltda.

RESUMEN: La historia de Colombia ha enseñado que este país es altamente vulnerable a la acción de numerosas
amenazas de origen natural y antrópico-natural, sobresaliendo los movimientos en masa del terreno. En casi
todos los casos la ocurrencia de desastres en Colombia desnudó debilidades que en diversas materias presentaba
la Nación, que fueron causa, a manera de cómplices, de los impactos ambientales (sociales, económicos,
ecológicos) de dichos sucesos. La principal corresponde a la falta de preparación del Estado y la comunidad para
enfrentar este tipo de situaciones y el desconocimiento de su verdadero nivel de riesgo frente a las mismas; otra,
es el enfoque sesgado e incompleto que daban las ciencias naturales y de la ingeniería a la problemática de los
desastres, reduciendo su estudio de manera exclusiva al fenómeno y desconociendo componentes igualmente
importantes, entre ellas las características de la comunidad expuesta o afectada. Otra debilidad evidenciada fue la
carencia de una organización institucional suficientemente fuerte y efectiva que se encargara de coordinar y
formular acciones de prevención, mitigación, atención y reconstrucción de forma adecuada. A partir de la
implantación del Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres, los cambios que en materia política y
normativa ha tenido el país, con la nueva Constitución Política, y la proclamación del Decenio Internacional de
Reducción de los Desastres Naturales por parte de las Naciones Unidas, se ha iniciado un proceso de toma de
conciencia respecto al tema de los desastres, el cual en la actualidad ha permeado los niveles de decisión del
Estado en cuanto a planificación y normatividad. Sin embargo, a pesar de las exigencias en materia normativa, se
observa escasez y vacíos en cuanto a apropiadas herramientas metodológicas disponibles para llevar a cabo los
estudios de riesgos, de carácter integral y de origen autóctono, que consideren el problema en su conjunto, desde
la evaluación del fenómeno propiamente dicho hasta las potenciales consecuencias para la sociedad en caso de
su materialización. Atendiendo estos planteamientos se presenta un artículo que resume el tema desarrollado
como trabajo final de la Especialización en Evaluación de Riesgos y Prevención de Desastres de la Universidad de
los Andes, el cual comprendió la elaboración de una guía metodológica marco para la evaluación de riesgos por
fenómenos de remoción en masa, considerando la problemática planteada de manera global y atendiendo los
diversos componentes de un análisis completo del riesgo. Dicho análisis parte de una conceptualización y
adaptación de términos como amenaza, vulnerabilidad, resiliencia y riesgo, con un enfoque sistémico, tanto del
problema como de su estudio. En general se plantean las siguientes etapas: Delimitación del estudio; Análisis de
contexto; Evaluación de la amenaza; Análisis de vulnerabilidad; Evaluación de riesgo; Análisis de sensibilidad; y
Recomendaciones. Se debe tener en cuenta que la presente propuesta, es susceptible de mejorar y se ha basado
en valiosos aportes de los investigadores que se mencionan a lo largo del trabajo.

1. CONSIDERACIONES BÁSICAS La vulnerabilidad puede entenderse como la

1.1 Marco Conceptual
1.1.1 Amenaza, vulnerabilidad y resiliencia
De acuerdo con Cardona (1997a), la amenaza está
representada por un peligro latente asociado con un
fenómeno físico de origen natural o tecnológico que
puede presentarse en un sitio específico y en un tiempo
determinado produciendo efectos adversos en las
personas, los bienes y el medio ambiente,
matemáticamente expresado como la probabilidad de
exceder un nivel de ocurrencia de un evento con una
cierta intensidad en un cierto sitio y en cierto período de
tiempo. La amenaza es el potencial de ocurrencia del
fenómeno; no es el fenómeno, ni el evento.
predisposición intrínseca de un sujeto o elemento o
sistema a sufrir daño debido a posibles acciones
externas o internas. La resiliencia es la capacidad de
recuperación de un sistema. (Cardona, 1997a).
Wilches (1993), en su artículo “La Vulnerabilidad
Global”, define la vulnerabilidad como la “incapacidad
de una comunidad para absorber, mediante el
autoajuste, los efectos de un determinado cambio en su
medio ambiente, o sea su inflexibilidad o incapacidad
para adaptarse a ese cambio”.
1.1.2 Desastres y riesgo
El medio ambiente es un sistema cuyos elementos se
encuentran en permanente interacción, que determina
las condiciones de existencia de los mismos y de la
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totalidad del sistema. Cuando en esa dinámica hay
cambios que no son posibles de absorber por falta de
flexibilidad o capacidad de adaptación, surge una crisis;
dependiendo de la valoración social que la comunidad
le asigne, se le denomina “desastre”, siendo en todos
los casos un impacto ambiental desfavorable.
(Cardona, 1997a). Un desastre es un proceso social
que reviste una situación de anormalidad, como
consecuencia de la materialización de una amenaza,
que implica pérdidas ambientales (humanas y
materiales), en un contexto determinado por la
vulnerabilidad y resiliencia del sistema afectado.
El riesgo es el desastre potencial, definido como el
daño, destrucción o pérdida esperada obtenida de la
convolución de la probabilidad de ocurrencia de
eventos peligrosos y de la vulnerabilidad de los
elementos expuestos a tales amenazas,
matemáticamente expresado como la probabilidad de
exceder un nivel de consecuencias económicas y
sociales en un cierto sitio y en un cierto período de
tiempo. (Cardona, 1997a).
1.1.3 Riesgo aceptable y percepción del riesgo
Se define riesgo aceptable como aquel que la
comunidad está dispuesta a asumir a cambio de una
determinada tasa o nivel de beneficios. Seguridad es el
distanciamiento del riesgo aceptable.
La percepción del riesgo se da tanto a nivel colectivo, el
cual define el nivel de riesgo aceptable, como
individual, que determina el comportamiento ante una
situación de emergencia. Por esta razón se considera
que los riesgos y desastres también involucran una
dimensión sicológica. En el caso individual las
características de la personalidad influyen en la
percepción del peligro y en la respuesta al mismo; los
individuos seleccionan, organizan e interpretan en
forma subjetiva la información respecto a la amenaza y,
en lugar de confiar o basar su acción en la información
objetiva entregada por los organismos de prevención,
generan conclusiones que para ellos tienen sentido
pero que no son necesariamente congruentes con las
verdaderas características del evento. (Larrain y
Simpson-Husley, 1994). La percepción del riesgo a
nivel colectivo depende de la interrelación de las
lecturas particulares de los habitantes expuestos, de
factores culturales, como el imaginario popular, las
vulnerabilidades ideológicas (en cuanto a la concepción
del mundo), la recurrencia de la amenaza, el grado de
cohesión social, la importancia y credibilidad
institucionales (de gobierno, científicas y académicas) y
la voluntad política de los dirigentes y líderes
comunitarios, entre otros.
1.1.4 Enfoque sistémico en la evaluación del
riesgo
En las últimas décadas, el desarrollo de la teoría
general de sistemas ha servido de base para la
integración del conocimiento científico a través de un
amplio campo. Se ha definido un sistema como un
todo unitario organizado, compuesto por dos o más
partes, componentes o subsistemas interdependientes
y delineado por límites identificables de su
suprasistema ambiente. Esto quiere decir que un
sistema se compone de elementos en estado de
interacción; todo elemento que no interactúa con los
demás, no forma parte del sistema que se analiza; a la
vez, hay relaciones con el sistema jerárquicamente
superior (suprasistema). (Fremont et al, 1981).
Como lo anota Wilches (1993), debe entenderse la
interacción en un sistema como “una pluralidad
dinámica de vínculos, una red de relaciones activas
entre todos y cada uno de los elementos que
conforman el sistema, relaciones éstas que, a su vez,
constituyen también elementos del sistema y
condicionan, es decir, determinan las condiciones de
existencia de todos los elementos y del sistema como
una totalidad. Los subsistemas o sistemas - elementos
del sistema superior conservan sus características
como sistemas autónomos, pero simultáneamente
convirtiéndose en partes del sistema superior. Los
cambios en las partes se traducen en cambios del todo,
y los cambios del todo provocan a su vez cambios en
las partes”. Y a continuación agrega: “... La aparición de
nuevas relaciones en un sistema jerárquicamente
superior impone nuevas condiciones de existencia a los
subsistemas que lo conforman, los cuales deben poder
autoajustarse, es decir, estar en capacidad de
transformar por sí mismos sus estructuras y sus ritmos
de cambio para adaptarse a las nuevas condiciones. Si
el sistema no es capaz de absorber los cambios del
sistema superior surge la crisis; si ésta acarrea
pérdidas materiales y víctimas humanas, se denomina
desastre”.
De acuerdo con esta visión una primera aplicación del
enfoque de sistemas al caso de los estudios de riesgo
es considerar el objeto de estudio como un sistema.
Como lo expresa Wilches (1993): “Una comunidad
humana es un sistema, compuesto por personas
(individuos integrados en parejas, familias, colegios,
oficinas, fábricas, organizaciones, clubes, cuadras,
manzanas, barrios, etc.), elementos materiales,
tangibles y concretos (edificaciones públicas y privadas,
vías y medios de comunicación, redes de servicios
públicos y toda la infraestructura física, los recursos
naturales y culturales, y la tecnología y los medios para
su transformación), elementos inmateriales, pero
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tangibles (superestructura institucional: el Estado, la
Religión, el Derecho, la Moral, la Tradición, la Historia,
la Política, la Cultura, la Economía, la Ciencia) y sobre
todo la compleja red de relaciones que vinculan entre sí
a los individuos y grupos, y que los atan dinámicamente
a los demás elementos. El sistema ‘comunidad’ existe
en unas condiciones determinadas y concretas de
tiempo y de lugar: en un medio ambiente natural y
cultural, que es también un sistema, con el cual la
comunidad interactúa de manera permanente; de esta
interacción (comunidad - medio ambiente) surge un
sistema “síntesis”, cualitativamente superior, en el que
se viene a materializar y concretar la realidad de la
comunidad en un momento histórico determinado”.
De otra parte, en el pasado, el conocimiento tradicional
se ha desarrollado a lo largo de materias o temas bien
definidos. Bartalanffy, citado por Fremont et al (1981)
sugiere que los diversos campos de la ciencia moderna
han tenido una evolución continua hacia un paralelismo
de ideas. Este paralelismo representa una oportunidad
para formular y desarrollar principios que actúan como
sistemas en general. “Si estudiamos los diversos
campos de la ciencia moderna, nos daremos cuenta de
que hay una evolución sorprendente y sustancial.
Concepciones y principios similares han surgido en
áreas muy diferentes, aunque este paralelismo de ideas
es el resultado de acontecimientos independientes, y
los estudiosos en los campos individuales no están muy
conscientes de la tendencia común. Por tanto, los
principios de totalidad, de organización, y de la
concepción dinámica de la realidad, son apreciables en
todos los campos de la ciencia” ... “En la ciencia
moderna, la interacción dinámica es el problema básico
en todos los campos, y sus principios generales
tendrán que ser formulados en la Teoría General de
Sistemas”.
“La teoría general de sistemas representa la base para
integrar y entender el conocimiento de una gran
variedad de campos especializados. En las sociedades
complejas con una acelerada expansión de
conocimientos, los diversos campos científicos están
cada vez más diferenciados y especializados. En
muchos de ellos, la atención en los tiempos recientes
ha sido puesta en enfoques analíticos, de obtención de
datos y en enfoques experimentales, en áreas muy
específicas. Eso ha sido útil para ayudar a desarrollar
el conocimiento y para entender los detalles de temas
específicos, pero limitados. Sin embargo, en cierto
momento debe haber un proceso de síntesis,
reconciliación e integración, de tal manera que los
elementos analíticos y de obtención de datos se
unifiquen en teorías más amplias y multidimensionales.
El análisis de sistemas es un proceso general por el
que se analizan y explican elementos correlacionados
que constituyen conjuntos sistémicos, permitiendo
resolver problemas operativos mediante diversas
técnicas y comprender cómo se componen y relacionan
entre sí las estructuras y los procesos de un programa,
de una organización, e incluso de un sistema de mayor
magnitud. Se utiliza como un proceso de raciocinio que
permite establecer interrelaciones entre las partes
integrantes de un conjunto. El mayor beneficio del
concepto de sistema es permitir una visión global de la
problemática y como consecuencia, hacer énfasis en la
misión de la organización”. (Fremont et al, 1981).
Surge entonces de estas reflexiones, la segunda
aplicación del enfoque de sistemas a la evaluación del
riesgo, la cual se refiere a la visión integral del
problema, en el trabajo inter, pluri y (ojalá)
transdisciplinario, cuya envolvente corresponda a un
acercamiento objetivo al verdadero nivel de riesgo que
presenta el sistema objeto de estudio.
Las principales dificultades para el análisis de sistemas
complejos surgen por la incapacidad de las diferentes
disciplinas de integrarse en el diálogo académico,
debido a la relativa insularidad de cada una de ellas; el
ejercicio interdisciplinario supone una cierta disposición
del investigador para reformular aspectos de su propia
disciplina en el transcurso del proceso investigativo.
Otra dificultad tiene origen social y sicológico; el
ejercicio de la ciencia moderna está marcado no solo
por la división abrupta entre las disciplinas, sino
también por la competencia individualista impuesta por
las leyes del mercado económico. Por lo anterior la
labor de interdisciplina es difícil y no debe confundirse
con la superposición de trabajos aislados que se
ensamblan al final en un volumen único. (Angel y
Velásquez, 1997)
1.2 Características de los desastres
Los desastres son procesos sociales, y a la vez
impactos ambientales negativos, que pueden ser
dimensionados, de acuerdo con su magnitud y efectos
(intensidad), desarrollo espacial y características de su
evolución en el tiempo, y analizados desde
perspectivas históricas en dichas dimensiones.
Los efectos que puede causar un desastre son función
de las características de los elementos expuestos y la
naturaleza del evento mismo. (Cardona, 1997a).
Las pérdidas sufridas por la ocurrencia de un desastre
deben analizarse desde la visión de los sistemas, con
el objeto de incluir las pérdidas directas de cada uno de
los subsistemas y las pérdidas del sistema en sí, como
por ejemplo la interrupción abrupta de varias de sus
interrelaciones y propiedades emergentes. Se deben
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tener en consideración las características de
vulnerabilidad y resiliencia del sistema antes y después
de ocurrido el desastre; las pérdidas por el desastre
corresponden a los aumentos de vulnerabilidad y las
disminuciones de resiliencia.
Avanzando un poco más, y retomando los conceptos
de Cardona (1997a), cuando afirma que los desastres
son procesos que no terminan con la materialización
del evento amenazante, los efectos adversos se
seguirán presentando después de éste debido a la
continuidad en el tiempo de dicho proceso, por lo que,
consecuentemente, las pérdidas podrían clasificarse en
“próximas” y “derivadas”. Las primeras están
relacionadas con el grado de afectación que sufren los
elementos expuestos de manera directa y las segundas
las que se derivan de las pérdidas “próximas”, como
consecuencia de la continuidad de la evolución
dinámica del sistema y sus relaciones con otros
sistemas externos. Un ejemplo se presenta con las
inundaciones, las cuales generan unas pérdidas
directas expresadas en muertos, desaparecidos,
heridos, damnificados, edificaciones afectadas o
destruidas, etc, las cuales serían las pérdidas próximas;
las epidemias que ocurren días después por el
estancamiento de las aguas, la pérdida de valor del
suelo en la región afectada y los costos de reubicación
de las familias son ejemplos de pérdidas derivadas.
Con base en las consideraciones de Cardona (1997a),
Wilches (1993), Ramírez (1997) puede concebirse
entonces la evaluación de las pérdidas en 3
dimensiones:
- Afectación sobre la vida
Pérdidas próximas: Se refiere al número de víctimas,
heridos y damnificados. Pérdidas derivadas: Aspectos
de salud pública como consecuencia de la ocurrencia
del desastre (sicológicos, toxicológicos,
epidemiológicos).
- Pérdidas económicas
Próximas: Daños en viviendas, espacio urbano, industria,
comercio, agricultura, líneas vitales, edificaciones
indispensables, deterioro del medio ambiente, sistema
biótico, recursos naturales renovables y no renovables.
Todo elemento del sistema tiene un valor per se y
adicionalmente el costo de reemplazo en su función
dentro del sistema. Hay efectos económicos derivados
como la inflación local, alteraciones en la industria y el
comercio, desmotivación de la inversión, gastos de
rehabilitación y reconstrucción, pérdida de valor de la
tierra, etc.
- Efectos sociales
Próximos: Se incluyen las interrupciones del transporte,
servicios públicos, medios de información y la
valoración en términos cualitativos de la afectación de
la comunidad por las víctimas, los heridos y los
damnificados (quiénes son, qué hacían en condiciones
normales) y los elementos físicos dañados (importancia
relativa y estratégica de las edificaciones, ecosistemas,
etc.). Pérdidas derivadas: La desfavorable imagen que
puede tomar una región con respecto a otras. También
se refiere a las disminuciones en la calidad de vida y el
grado de afectación del tejido social de la comunidad
afectada, su capacidad de organización, su curva
evolutiva. Se podrían incluir los efectos negativos de
un mal manejo de información pública (desprestigio
institucional) y los asociados al inadecuado uso de los
medios masivos de comunicación (Para esto último se
recomienda consultar a Restrepo, 1993).
El riesgo, considerado como un desastre potencial
puede ser estudiado con base en la debida
investigación de antecedentes y en la historia de los
desastres. Los análisis históricos de los desastres
contribuyen a su conocimiento y estudio suministrando
herramientas para la evaluación de los principales
factores determinantes de éstos. Es así como los
desastres no surgen espontáneamente, sino que son
resultado de un proceso en el tiempo, durante el cual
se presenta la evolución de las variables que
intervienen. Por lo tanto la explicación de un desastre
no puede darse por el evento detonante, sino a partir
de la interrelación de variables en el tiempo, gestadas
con anterioridad y que construyeron un escenario
propicio para el desencadenamiento del desastre.
Cada variable formal tiene una trayectoria o recorrido
en la variable tiempo, que es develado por el análisis
histórico respectivo.
De otra parte, el análisis histórico aporta la experiencia
o resultado de la reflexión de la sociedad sobre su
pasado, que es una ayuda eficaz para la determinación
de la recurrencia de amenazas, la prevención de
desastres y por lo tanto de la disminución de la
vulnerabilidad y del riesgo. Finalmente, la historia
explica cómo los desastres han determinado el proceso
de desarrollo de una sociedad. (Ramírez, 1997).
1.3 Riesgo por movimientos en masa
De acuerdo con Alvaro González (1990a), los
movimientos de remoción en masa pueden
considerarse como fenómenos de segundo orden, pues
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son producto de factores naturales o artificiales, los
cuales constituyen los eventos de primer orden o
causas.
Desde este óptica, al considerar la acción combinada
de una amenaza de primer orden (evento detonante
que materializa el proceso de inestabilidad, como por
ejemplo lluvias, movimientos sísmicos, erosión natural,
efectos de la acción del hombre, o combinaciones de
ellos), que encuentra condiciones favorables en la
naturaleza y nivel de exposición del terreno
(susceptibilidad), se está planteando la primera fase de
la cadena del riesgo. Una vez configurado el proceso
de inestabilidad, aunque sea potencial, éste se
convierte en amenaza para los elementos expuestos
(población, edificaciones, infraestructura, actividades y
relaciones de la comunidad, etc.), los cuales presentan
unas determinadas características tanto de exposición
como de resistencia a sus efectos y un nivel de
resiliencia, que definirán el nivel potencial de daños o
pérdidas (riesgo).
El proceso general de los fenómenos de remoción en
masa y sus consecuencias se ilustra con la Figura 1.
El riesgo se puede plasmar en mapas, aunque también
existen otras presentaciones como listas de chequeo,
matrices, redes, análisis de costo - efectividad -
beneficio y modelaciones multidimensionales.
(Cardona, 1997a). De acuerdo con este mismo Autor,
el alcance de los estudios y el tipo de metodología para
la evaluación de la amenaza, la vulnerabilidad y el
riesgo dependen de la escala del espacio geográfico
involucrado, el tipo de decisiones de mitigación que se
esperan tomar, la información disponible, factible y
justificable de conseguir, la importancia económica y
social de los elementos expuestos y la consistencia
entre los niveles de resolución posibles de obtener en
cada etapa de la evaluación.
2 MODELO GENERAL
Se presenta a continuación la metodología marco
propuesta para un conocimiento más cercano a los
verdaderos niveles de riesgo a los que está expuesto
un sistema territorial específico. Se basa en los
valiosos aportes de investigaciones pioneras sobre el
tema, adoptando sus fortalezas y tratando de subsanar,
en lo posible, las debilidades, bajo la óptica del autor.
2.1 Objeto de estudio
El objeto de estudio es el riesgo asociado a fenómenos
de remoción en masa en un contexto de tiempo -
espacio, correspondiente a un sistema territorial (en su
concepción más amplia) compuesto por subsistemas
interrelacionados e interdependientes que son
básicamente el subsistema físico y el subsistema socio-
cultural de la comunidad usuaria de ese espacio en el
período de tiempo en consideración.
2.2 Bases de diseño metodológico
La propuesta se ha diseñado con los siguientes
criterios:
- Carácter general, para aplicar en lo posible a
cualquier caso particular.
- Amplia cobertura de las diversas dimensiones y
ángulos de la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo.
Con el fin de optimizar los recursos, el nivel de detalle
en la identificación y evaluación se hace de forma
selectiva, de manera que se vayan descartando zonas
o procesos que no requieran profundización de estudio.
- Aplicación de los elementos conceptuales que sirven
de base al trabajo, tales como el enfoque sistémico, y
los conceptos básicos de la teoría de riesgos y
desastres.
Los estudios de caso (como los análisis de un talud
específico o la vulnerabilidad de un elemento particular
específico) tienen sus propios procedimientos, por lo
que están fuera del alcance de esta metodología,
aunque pueden incorporarse sus resultados.
2.3 Estructura metodológica
Para la evaluación del Riesgo por inestabilidad del
terreno se seguirán las siguientes etapas generales:
1. Delimitación del estudio
2. Análisis de contexto
3. Evaluación de la amenaza
4. Análisis de vulnerabilidad
5. Evaluación de riesgo
6. Análisis de sensibilidad
7. Recomendaciones
El procedimiento general se ilustra mediante el
diagrama de flujo de la figura 2.
3 ETAPAS
Se amplía a continuación el alcance y cubrimiento de
cada una de las etapas del proceso de evaluación.
3.1 Delimitación del estudio
En esta etapa se requiere una definición clara, concreta
y precisa del alcance y objeto de la investigación, en la
que sean expresamente estipulados el área de estudio,
la escala geográfica del espacio involucrado, el período
de estudio, los recursos disponibles (presupuesto,
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plazo, recursos humanos, herramientas de trabajo,
fuentes de información, etc.), los fines perseguidos del
estudio, los destinatarios, los usuarios y toda
información relevante al respecto. Esta etapa tiene
como fin el ajuste de los procedimientos con los
objetivos del trabajo
En el esquema general se ha considerado que el
análisis de vulnerabilidad se inicia en esta etapa, pues
los vacíos de cualquier índole en los términos de
referencia indican una debilidad conceptual por parte
del contratante (puede ser personal encargado de la
planeación municipal o regional), que termina por
disminuir la calidad de la evaluación.
En cuanto a la dimensión espacial, debe tenerse en
cuenta que la evolución de la amenaza puede
trascender las fronteras teóricas del trabajo, al igual
que las consecuencias potenciales; por lo tanto el
cubrimiento del estudio debe ser flexible en cuanto a
sus límites espaciales y puede ser que no haya
coincidencia estricta de los mapas de amenaza,
vulnerabilidad y riesgo en lo referente a la delimitación
de las áreas cubiertas. A pesar de lo anterior debe
haber consistencia entre los mismos, además del nivel
de resolución de cada etapa.
El período de estudio debe ser acorde con el avance
del conocimiento científico y los registros históricos
respecto a la proyección en el tiempo (hacia adelante y
hacia atrás) del comportamiento del fenómeno; de
igual manera debe basarse en las tasas de variación de
las condiciones de la zona. Por ello se requiere un
conocimiento previo de la misma y de su dinámica
física y cultural.
Es importante conocer la información sobre los
objetivos (en especial las decisiones que se esperan
tomar), los destinatarios y los usuarios del estudio
porque, además de darle el enfoque adecuado y de
diseñar formalmente la presentación de resultados, va
a determinar el tipo y nivel de lenguaje en que se
redacte el informe final. Se requerirá en muchos casos
la “traducción” de los términos del informe, a fin de que
el estudio cumpla con su misión. Esta traducción
también es importante para que pueda sacarse
provecho de la interdisciplinariedad; por ejemplo en un
estudio de amplia cobertura (no en el sentido
geográfico, sino temático y de precisión), se requerirá el
concurso de profesionales de las ciencias naturales y
de ingeniería (Geología, geotecnia, geomorfología,
sísmica, hidrología, hidráulica, estructuras, ambiental,
biología), ciencias sociales (sociología, antropología,
historia, geografía, sicología, comunicación), ciencias
de la salud y ciencias económicas.
Esta etapa también permite la planeación de los
procesos y recursos para acometer el estudio, el diseño
de instrumentos metodológicos para recopilación de
información, pruebas estadísticas, unidades de
observación, etc. Se sugiere establecer expresamente
las variables a considerar y los indicadores o
parámetros que las representan.
A pesar de las consideraciones anteriores deben
tenerse en cuenta las limitaciones impuestas por la
complejidad de los sistemas, los recursos disponibles,
capacidad de análisis (desarrollo teórico y conceptual) y
la naturaleza de las variables involucradas. (Sánchez-
Silva, 1997a).
3.2 Análisis de contexto
Corresponde al estudio de los sistemas involucrados,
sus elementos, interrelaciones y atributos. En esta
etapa se establece el marco referencial del estudio, por
lo que requiere a nivel general información de todos los
campos (sociales, físicos, etc.)
La información se debe clasificar, analizar y sintetizar,
de manera que se disponga fácilmente de ella en las
etapas subsiguientes. La cobertura de la información
así sintetizada debe mostrar un panorama general
sobre la zona en aspectos geográficos, históricos,
sociales, políticos, demográficos, institucionales,
topográficos, geológicos, geotécnicos, hidrológicos,
ecológicos, usos del suelo, actividades económicas,
etc., organizados de tal manera que den una visión
global del riesgo.
3.3 Evaluación de la amenaza
Para el estudio de la amenaza no es suficiente la
caracterización de los fenómenos de remoción en masa
potenciales o existentes (susceptibilidad, tipo, altura,
longitud, parámetros de estabilidad, etc.), sino que en
términos de potencial destructivo se deben caracterizar
sus atributos como: Estado actual y tendencia dentro
del ciclo de la estabilidad e inestabilidad, probabilidad
de falla, energía (velocidad de desplazamiento de masa
inestable y volumen y altura de posición) y
configuración espacial (geometría, trayectoria posible).
(Ver González, 1990a y Velásquez y Asté, 1994).
Dichos atributos presentan variaciones tanto en el
tiempo como en el espacio, por lo que puede definirse
un comportamiento dinámico de los procesos de
inestabilidad.
Esta etapa (que se ha iniciado en el análisis de
contexto) se divide en las siguientes subetapas:
- Identificación y caracterización espacial
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Actividad a cumplirse en tres fases. En un primer nivel,
que podría denominarse “Zonificación o Determinación
Preliminar de Susceptibilidad”, con base en la
información topográfica, geotécnica y geológica general
se obtienen mapas y memorias de susceptibilidad en
forma general, que puede ser alta, media o baja (como
herramientas de trabajo serían muy útiles los sistemas
de información espacial y la Metodología de Taludes
Naturales, ésta última de Shuk, 1993). Se concentra
ahora la atención en las zonas de susceptibilidad
preliminar alta, para iniciar la segunda fase.
El segundo nivel, que se basa en información un poco
más detallada, incluyendo todas las determinantes de
la susceptibilidad, determina mapas y memorias de
susceptibilidad detallada.
El tercer nivel, con base en los resultados detallados y
considerando únicamente las zonas que realmente
ameritan un estudio más preciso (susceptibilidad
detallada alta), proporciona la información suficiente y
necesaria para hacer análisis de estabilidad. En este
nivel se justifica la exploración del subsuelo y
profundización de la información en todas las áreas
requeridas (Ver González, 1990, Ishihara, 1989 y
Castellanos, 1996).
- Identificación y caracterización temporal
Con base en los resultados de la etapa anterior e
información sobre antecedentes (historia, evolución
geomorfológica, testimonios, etc.) se puede definir el
estado de actividad de cada zona (activo, suspendido,
reactivado, dormido, estabilizado o relicto) y los grados
de desarrollo en las etapas activas (incipiente, inicio,
pleno desarrollo, desarrollo avanzado, agotamiento),
que también se pueden registrar en mapas (Ver Varnes
y Cruden, 1996 y Chacón et al, 1996).
- Identificación y caracterización espacio temporal
Recogiendo la información precedente y con la ayuda
de expertos en cada área, se terminan de definir los
fenómenos de inestabilidad involucrando la influencia
de los eventos detonantes tanto de evolución lenta
(erosión, sobrecargas, lluvias prolongadas, etc.) o
súbita (sismos, lluvias fuertes, explosiones), y
correlacionando las características espaciales y las
temporales, así como definiendo el tipo (complejo,
compuesto, múltiple, sucesivo, singular) y distribución
de la actividad (de avance, retrogresivo, de ensanche,
de disminución, confinado) de cada zona (Varnes y
Cruden, 1996). Se obtiene como resultado un mapa de
estabilidad con tendencias en todos los aspectos
analizados, lo cual corresponde a la zonificación de
amenaza.
- Resultados de la evaluación de amenaza
Escogiendo las zonas de amenaza alta, se procede a
determinar sus atributos, con la ayuda de expertos que
establezcan varias hipótesis de disparo, evaluación de
factores de seguridad y estimación de probabilidades
de falla. Para cada hipótesis de disparo se pueden
identificar posibles trayectorias, condiciones de energía
(determinando velocidad, volumen y contando con el
dato de altura de posición) y derivación de otras
amenazas (por ejemplo al obstruir corrientes de agua).
Una vez se tenga un panorama más o menos completo,
por efectos de limitaciones de recursos, el grupo
interdisciplinario debe escoger el escenario más
probable de falla. Las opiniones de expertos pueden
interpretarse y manejarse por medio de la teoría de las
variables lingüísticas y conjuntos difusos (Sánchez-
Silva, 1997b). Se obtienen, al final, los resultados de la
evaluación de la amenaza.
3.4 Análisis de vulnerabilidad
Esta etapa pretende cubrir la evaluación de los diversos
ángulos de la vulnerabilidad de los elementos
expuestos, estableciendo los diversos grados de
afectación teniendo en cuenta las pérdidas por el
evento (“próximas”), y las que se presentan post-evento
(“derivadas”). Por ello se ha dividido en varias etapas,
aunque a partir de las primeras etapas se tienen
suficientes elementos de juicio para establecer los
factores conexos con la vulnerabilidad existente.
Se han adoptado términos propuestos por Velásquez y
Asté (1994) y se proponen otros, con el objeto de
involucrar los elementos conceptuales con procesos
prácticos de evaluación. Así como en la evaluación de
amenaza los productos de cada subetapa fueron
mapas y memorias, en este caso son matrices, para
cuya conformación se requiere que sean tenidos en
cuenta todos los posibles factores de vulnerabilidad.
Para la evaluación de vulnerabilidad pueden escogerse
escenarios, como por ejemplo noche-día, o de acuerdo
con el objeto del estudio, de máximas pérdidas o de
máximo daño. Es conveniente que se analicen varios
escenarios, con el fin de tener una mayor cobertura en
la evaluación. Las subetapas consideradas son:
- Identificación de elementos expuestos
De acuerdo con el escenario adoptado en la evaluación
de amenaza, se pueden determinar los elementos
expuestos, que, como ya se expuso, pueden ser
tangibles e intangibles. Para ello se sugieren 3
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categorías, aunque pueden ser todas las que considere
el grupo evaluador, cada una de las cuales puede ser
subdividida según el caso particular: Elementos físicos,
personas y relaciones y funciones socioculturales.
Además, como ya se ha focalizado el estudio en unas
cuantas áreas, puede realizarse una investigación de
mayor alcance y profundidad sobre estos elementos,
conformando una primera matriz.
- Respuesta al evento
De acuerdo con la información particular de cada
elemento, puede establecerse su nivel de respuesta
ante el evento. En el caso de los elementos físicos
inanimados, la respuesta corresponde a su resistencia
estructural; las personas tienen una respuesta
individual y la sociedad tiene una respuesta
institucional, surgiendo entonces la matriz de
respuesta. En la respuesta al evento o posterior a él,
además de la vulnerabilidad, se deben considerar
factores de resiliencia, forma y redundancia del sistema
y subsistemas analizados.
- Nivel de afectación de cada elemento (“próximo”)
Teniendo en cuenta la evaluación de amenaza y las
matrices de respuesta, puede analizarse el grado de
afectación, que en el caso de elementos materiales se
denomina daño, de individuos perjuicio y de relaciones
y funciones socio culturales, perturbación (Velásquez y
Asté, 1994). Se tiene la matriz de afectación por el
evento. La categorización y criterios empleados para
definir los diversos niveles de afectación son de libre
escogencia del grupo evaluador, pero se recomienda
que las parámetros escogidos sean verdaderamente
representativos de lo que se quiere medir. Para el caso
de daño en edificaciones, y líneas vitales se sugiere
emplear métodos similares a los de evaluación de
vulnerabilidad sísmica (Cardona, 1997b y Campos,
1997); para los perjuicios pueden ser niveles de
incapacidad temporal, incapacidad permanente,
invalidez y muerte; para las perturbaciones el
panorama se amplía, puesto que se involucran
dimensiones particulares a cada región, pero en
términos generales puede sugerirse que se evalúe en
términos de disminución de calidad de vida,
rompimiento de tejido social (civismo, que puede
medirse en términos de confianza y solidaridad),
afectación de las actividades normales de la población.
- Respuesta al desastre
Se sigue un procedimiento similar al de la respuesta al
evento, pero en este caso deben considerarse factores
de resistencia residual, respuesta a efectos colaterales
de la amenaza, como avalanchas, procesos
institucionales e individuales durante la fase de
atención de emergencia. Tienen la mayor importancia
los factores de resiliencia.
- Nivel de afectación de cada elemento (“derivado”)
Teniendo en cuenta los resultados de la etapa anterior
y el estado de los elementos por el evento, se proceden
a evaluar los efectos y secuelas post-evento.
3.5 Evaluación de riesgo
Una vez evaluada la amenaza y el riesgo, deberá
procederse a una valoración de los elementos
expuestos, para lo cual se propone asignar a cada
elemento un valor económico, un valor social y un valor
estratégico, de los cuales los dos últimos se dan en
forma cualitativa y relativa; hay elementos a los que no
se puede asignar valor económico, como por ejemplo
los seres humanos, pero sí valores sociales y
estratégicos. También hay metodologías de economía
ambiental, por medio de las cuales se asigna valor a
elementos del medio ambiente (Ver Fonseca y
Valderrama, 1997).
Conocido el valor de los elementos, así como su
afectación acumulada, pueden determinarse las
consecuencias, las cuales pueden presentarse en
mapas, matrices, memorias, etc.
3.6 Análisis de sensibilidad
Para reconocer la influencia relativa de las variables
estudiadas es importante hacer análisis de sensibilidad,
con el objeto de priorizar las medidas de prevención y
mitigación hacia el la intervención de dicha variable.
De otra parte, en un futuro, los estudios de riesgo
incluirán una evaluación de la variación del mismo en el
tiempo. Por ahora la evaluación es estática, como una
fotografía, y se recomienda relacionar los factores
claves que pueden alterar las condiciones bajo las
cuales se determinó el riesgo. Qué tanto influyen,
corresponde al análisis de sensibilidad, que a su vez
nos indica la relación relevancia vs. precisión.
3.7 Recomendaciones
En esta etapa se formulan y definen las medidas
recomendables de prevención y mitigación del riesgo.
Para la formulación de las recomendaciones y medidas
de mitigación, se deben contemplar las siguientes
fases:
- Definición de las medidas aplicables, sus instrumentos
y estrategias.
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- Evaluación de decisión económica, que pueden ser
árboles de decisión o análisis de beneficio - costo.
Las medidas de prevención y mitigación son acciones u
obras que reducen el riesgo, bien sea evitando la
materialización de la amenaza o interviniendo en la
exposición, resistencia, resiliencia, forma o redundancia
de los elementos vulnerables. Para cada una deben
diseñarse unos elementos y unas estrategias de
aplicación. (Cardona, 1997c).
- Medidas estructurales
Soluciones de control y protección, como las obras y
soluciones convencionales de Ingeniería, categorizadas
como sigue, las cuales pueden combinarse entre sí:
• Elusión del problema: Incluye la reubicación, las
remociones totales o parciales de materiales
inestables, el terraceo y la instalación de puentes.
• Reducción de fuerzas motoras: Cambios de
pendiente, drenaje superficial, drenaje
subsuperficial, reducción de pesos y otras.
• Incremento de fuerzas resistentes: Contrapesos,
estructuras de contención, tablestacados, anclajes,
drenaje subsuperficial.
• No intervención, incluyendo la aplicación del Método
Observacional de Peck e instrumentación.
(Martínez, 1997).
- Medidas no estructurales
Acciones de mitigación, también llamadas no
convencionales, que pueden ser activas o pasivas:
• Activas: Involucran a la gente potencialmente
afectada, como el fortalecimiento institucional, la
organización para atención de emergencias, la
educación y capacitación, la información pública, la
participación comunitaria, etc., las cuales fortalecen
la resiliencia.
• Pasivas: No involucran contacto directo con las
personas involucradas, como la legislación y
planificación, códigos de construcción,
reglamentación de usos del suelo, estímulos fiscales
y financieros y promoción de seguros. Estas
medidas intervienen directamente sobre la
vulnerabilidad, especialmente física.
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