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“En resumen, ¿qué se puede concluir acerca de la utilidad analítica de la literatura sobre
encuadres para comprender los procesos de los movimientos sociales que buscan
comprender e iluminar la generación, difusión y funcionalidad de las ideas y significados
movilizadores y contramovilizadores?” (Benford y Snow, 2000, p. 612).
“Una característica crucial que distingue los marcos de acción colectiva de los esquemas y
otras construcciones cognitivas relacionadas es que ‘los marcos de acción colectiva no son
meras agregaciones de actitudes y percepciones individuales, sino también el resultado
de negociar un significado compartido’ (Gamson, 1992a, p. 111)” (Benford y Snow,
2000, p. 614).
“Los marcos de acción colectiva se construyen en parte cuando los adherentes del
movimiento negocian una comprensión compartida de alguna condición o situación
problemática que definen como una necesidad de cambio, hacen atribuciones con
respecto a quién o qué tiene la culpa, articulan un conjunto alternativo de arreglos e
instan a otros a actuar conjuntamente para efectuar un cambio” (Benford y Snow, 200,
p. 615).
“Snow y Benford (1988) se refieren a estas tareas centrales de encuadre como ‘encuadre de
diagnóstico’ (identificación de problemas y atribuciones), ‘encuadre de pronóstico’ y
‘encuadre motivacional’” (Benford y Snow, 2000, p. 615).
“Dado que los movimientos sociales buscan remediar o alterar alguna situación o
asunto problemático, se deduce que la acción dirigida depende de la identificación de
la (s) fuente (s) de causalidad, culpa y/o agentes culpables. Este componente
atribucional del marco de diagnóstico atiende a esta función al enfocar la culpa o la
responsabilidad. Sin embargo, el consenso sobre la fuente del problema no se deriva
automáticamente del acuerdo sobre la naturaleza del problema” (Benford y Snow, 2000, p.
616).
“El encuadre de pronóstico, la segunda tarea central, implica la articulación de una
solución propuesta al problema, o al menos un plan de ataque, y las estrategias para
llevar a cabo el plan (...) no es sorprendente que el encuadre pronóstico de una SMO
incluye típicamente refutaciones a la lógica o a la eficacia de las soluciones defendidas
por los opositores, así como la justificación de sus propias soluciones. Las formas se
han denominado ‘contramarcos’ (Benford, 1987, p. 75) (...) El punto importante es que la
actividad de encuadre opuesta o contramarco puede afectar los marcos de un movimiento,
por un lado, al poner a los activistas del movimiento a la defensiva, al menos
temporalmente, y, por otro lado, forzándolo frecuentemente a desarrollar y elaborar
pronósticos más claramente de lo que podrían haber sido” (Benford y Snow, 2000, p. 617).
“El encuadre motivacional, la última tarea central del encuadre, proporciona un ‘llamado
a las armas’ o una justificación para participar en una acción colectiva de ‘mejora’,
incluida la construcción de vocabularios de motivos apropiados. Asistir a esta tarea de
encuadre implica esencialmente el desarrollo de lo que Gamson (1995) llama el
componente ‘agencia’ de los marcos de acción colectiva. (...) Estos vocabularios
socialmente construidos proporcionan a los adherentes explicaciones convincentes
para participar en la acción colectiva y para mantener su participación” (Benford y
Snow, 2000, p. 617).
“Lo que sugiere esta literatura es que los marcos se desarrollan, generan y elaboran no
sólo a través de la atención a las tres tareas centrales de enmarcado discutidas
anteriormente, sino también a través de tres conjuntos de procesos superpuestos que
pueden conceptualizarse como discursivos, estratégicos y controvertidos” (Benford y
Snow, 2000, p. 623).
Procesos discursivos
“Los procesos discursivos se refieren a la plática y las conversaciones --los actos de habla--
y las comunicaciones escritas de los miembros del movimiento que ocurren principalmente
en el contexto o en relación con las actividades del movimiento. Los marcos de acción
colectiva se generan mediante dos procesos básicos interactivos discursivos:
articulación y amplificación o “puntualización” de marcos. La articulación del marco
implica la conexión y alineación de eventos y experiencias para que se unan de
manera relativamente convincente. Lo que le da al marco de acción colectiva
resultante su novedad no es tanto la originalidad o actualidad de sus elementos de
ideación, sino la forma en que se unen y articulan, de modo que se proporciona un
nuevo ángulo de visión, punto de vista y/o interpretación” (Benford y Snow, 2000, p.
623).
Procesos estratégicos
“La extensión del marco implica representar los intereses y el (los) marco (s) de una SMO
que se extienden más allá de sus intereses primarios para incluir cuestiones y
preocupaciones que se presume que son importantes para los adherentes potenciales.
(...) McCallion y Maines (1999) y Benford (1993) informan que las actividades de
extensión de los marcos generaron aumentos en los conflictos y disputas intramuros dentro
de los movimientos con respecto a cuestiones de ‘pureza’, eficiencia y ‘territorio’
ideológicos” (Benford y Snow, 2000, p. 625).
Procesos de contestación
“Existe un acuerdo generalizado entre los investigadores de la perspectiva del
encuadre en los movimientos de que el desarrollo, la generación y la elaboración de
marcos de acción colectiva son procesos controvertidos. Todos los actores dentro de la
arena de acción colectiva que participan en este trabajo de construcción de la realidad
están involucrados en la política de la significación. Esto significa que los activistas no
pueden construir e imponer a sus públicos objetivos previstos ninguna versión de la
realidad que les gustaría; más bien, hay una gran variedad de desafíos que enfrentan todos
aquellos que participan en actividades de encuadre de los movimientos” (Benford y Snow,
2000, p. 625).
“Lo que sabemos, sin embargo, es que estas confrontaciones (contests) entre encuadres
ocurren dentro de arenas complejas, multi-organizacionales, y algunas veces multi-
institucionales (McAdam, 1996; Meyer, 1995), que los actores del movimiento a menudo
toman en cuenta este hecho (Ellingson, 1995; Evans, 1997), y que la actividad de
encuadre del movimiento social y el alcance de su resonancia se ven afectados por el
entorno cultural y político, incluidos los marcos/contramarcos de las élites
institucionales (McAdam, 1996)” (Benford y Snow, 2000, p. 626).
“Las confrontaciones de encuadre no sólo tienen lugar entre los movimientos y sus
oponentes, sino que también pueden ocurrir internamente. Tras el uso del término por
parte de Goffman (1974), Benford (1993) se refirió a los desacuerdos intramovimiento
con respecto a los diagnósticos y pronósticos como ‘disputas de marco’. Estas son
esencialmente disputas sobre la realidad (presente o proyectada). Un tercer tipo de
disputa, conocido como ‘disputas de resonancia de encuadre’, implica desacuerdos
con respecto a ‘cómo se debe presentar la realidad para maximizar la movilización’
(Benford, 1993, p. 691)” (Benford y Snow, 2000, p. 626).
“La forma final en que los marcos de los movimientos pueden ser disputados, y por lo
tanto modificados o transformados, se refiere a la tensión dialéctica entre los marcos
de acción colectiva y los eventos de acción colectiva. Esta dinámica fue bien ilustrada por
el análisis de Ellingson (1995) del discurso público y disturbios sobre el abolicionismo en
Cincinnati antes de la guerra; descubrió que el encuadre inicial ayudó a legitimar y hacer
posibles algunas formas de acción y, por el contrario, cómo la acción colectiva
transformó el significado y la estructura del discurso, limitando así las oportunidades
posteriores para la acción colectiva” (Benford y Snow, 2000, p. 627).
“Por lo tanto, el discurso afecta los eventos que, a su vez, ‘(...) pueden cambiar las ideas
o creencias subyacentes que conforman los discursos y marcos utilizados por los
actores del movimiento, resignificar qué conjunto de creencias colectivas son
relevantes y alterar el significado de intereses de los actores, todos los cuales afectan el
poder de un discurso o marco particular (Ellison, 1995, p. 136)” (Benford y Snow, 2000,
p. 627).
Traducción y resumen: Tilly, C. (1994). “Social Movements as Historically Specific
Clusters of Political Performances”, Berkeley Journal of Sociology, 38, pp. 1-30.
“Basándose esencialmente en el mismo trabajo que inspiró este artículo, Mario Diani
presenta una definición superior: un movimiento social es una red de interacciones
informales entre una pluralidad de individuos, grupos y/u organizaciones, involucrados en
un conflicto político o cultural, sobre la base de una identidad colectiva compartida (Diani,
1992, p. 13)” (Tilly, 1994, p. 5).
“Como Marwell y Oliver, McAdam, Melucci y Tarrow han insistido, atraen a sus
participantes y los apoyan desproporcionadamente en las redes sociales existentes, sin
simplemente consistir en esas redes. Algunos grupos se especializan, además, en la
promoción de los movimientos sociales, tanto es así que Mayer Zald y sus asociados han
hecho que el estudio de las Organizaciones de Movimiento Social (SMO) sea central para
los análisis contemporáneos de los movimientos sociales. Pero las SMO no constituyen
movimientos sociales más que las escuelas de música constituyen el mundo de la música
clásica de las galerías, el mundo de la pintura” (Tilly, 1994, p. 5).
“Tampoco los movimientos sociales experimentan historias naturales en el mismo sentido
que los individuos, las organizaciones e incluso las creencias, que tienen historias naturales
que se reproducen a través de las cuales se forman, florecen, cambian y desaparecen. La
mayoría de las descripciones de los movimientos sociales, especialmente las descripciones
de sus defensores, sugieren que se parecen a los dragones que viven continuamente en
algún lugar de la clandestinidad social, pero que salen de sus laberintos de manera
recurrente para pisotear mientras rugen” (Tilly, 1994, p. 6).
“Esa idea se deriva de varias características comunes de los movimientos sociales desde
18000: su agrupamiento en el tiempo y el espacio, la afirmación deliberada de sus líderes
de vínculos a desafíos anteriores con respecto a problemas y poblaciones similares, las
ventajas políticas de afirmar que constituyen un actor político duradero, y el hecho de que
reclutan a su personal de manera desproporcionada en entornos en los que las personas
mantienen fuertes conexiones fuera de los desafíos que constituyen el movimiento social.
De hecho, no pueden tener historias naturales que se reproduzcan por sí mismas
porque consisten en interacciones intermitentes entre retadores de poder, audiencias
y, a menudo, muchos otros partidos, como rivales, enemigos, fuerzas represivas,
reporteros y oportunistas” (Tilly, 1994, p. 6).
“Esto no significa en lo más mínimo que los movimientos sociales carezcan de historias
coherentes. Muchas formas de interacción estratégica, desde las partidas de ajedrez hasta
las guerras, tienen historias acumulables y explicables. Esas historias surgen de
restricciones duraderas en la interacción, cambios en la distribución de los recursos,
acumulación de ventajas y desventajas, alteraciones en los entendimientos
compartidos y entradas o salidas de actores. En la medida en que un conjunto de
empresarios políticos relativamente unidos coordina una campaña de movilización y acción
colectiva, publicita constantemente un programa e influye en las prácticas rutinarias de los
partidarios, las autoridades observadoras, los rivales o los enemigos, la historia se vuelve
más coherente” (Tilly, 1994, p. 6).
“Del mismo modo, en la medida en que los detentadores de poder o terceros anticipan,
definen y reaccionan a una serie de desafíos al tratarlos como manifestaciones
sucesivas del mismo fenómeno, la serie adquiere coherencia. Los ciclos de los
movimientos sociales también siguen patrones coherentes en los que los partidarios de
diferentes movimientos compiten, interactúan y cambian las relaciones con las
autoridades (ver Kitschelt, 1993; Tarrow, 1989a, de próxima publicación)” (Tilly, 1994, p.
6)
“Aunque los activistas del movimiento a veces toman medidas directas contra las
autoridades, rivales u oponentes, en general los movimientos sociales se centran en formas
indirectas de acción: acciones que muestran voluntad y capacidad, pero que en sí mismas
no cumplirían los objetivos en nombre de los cuales hacen los reclamos. Los movimientos
sociales piden, en cambio, a los titulares del poder que tomen las acciones cruciales” (Tilly,
1994, p. 7).
“En sus versiones europeas de los siglos XIX y XX, al menos, las exhibiciones
características incluyen la creación de asociaciones con propósito especial, cabildeo de
funcionarios, reuniones públicas, manifestaciones, marchas, peticiones, panfletos,
declaraciones en los medios de comunicación, publicación o uso de letreros de
identificación, y adopción de lemas distintivos; aunque su peso relativo ha variado
considerablemente de un movimiento a otro, estos elementos han coexistido desde
principios del siglo XIX” (Tilly, 1994, p. 7).
“Vistos como formas distintivas y específicas de acción social en la visión a largo plazo
de la historia política, los movimientos sociales son recién llegados. Como un grupo de
prácticas políticas estándar disponibles para una amplia gama de actores, el movimiento
social surgió hace menos de dos siglos” (Tilly, 1994, p. 8).
Al igual que con muchas formas contenciosas colectivas, podemos comparar los
movimientos sociales en múltiples niveles: 1) la acción o interacción individual, como
la exhibición de una pancarta etiquetada o la firma de una petición; 2) la secuencia de
acciones e interacciones que conforman un desempeño distinguible, como
demostraciones, declaraciones a periodistas o una batalla con rivales; 3) el conjunto de
actuaciones que constituye una campaña particular, como todas las reuniones,
procesiones, apariciones públicas, discursos, respuestas y otras actuaciones que ocurrieron;
4) el conjunto de campañas (pasadas, presentes y futuras) que los observadores o
activistas incorporan en su narrativa compartida del movimiento en un momento
dado; 5) el repertorio de todos los medios contenciosos disponibles para los
reclamantes en un momento dado, independientemente de si realmente son utilizados
en los movimientos sociales; 6) la matriz de todos los repertorios disponibles dentro de
los límites dados de tiempo y espacio” (Tilly, 1994, pp. 8-9).
“Cada uno de estos niveles tiene prioridad en algunos análisis de movimientos sociales.
Si queremos distinguir entre las estrategias de movimientos competitivos, por ejemplo,
generalmente tendremos que trabajar principalmente en los niveles 1 y 2, notando las
diferencias en las acciones individuales y los desempeños que prevalecen dentro de cada
uno de ellos. Si, por otro lado, queremos caracterizar países o épocas enteras, tendremos
pocas opciones más que concentrarnos en los niveles 5 y 6. La mayor parte de mi propia
investigación conecta los niveles 1 y 2 --acciones, interacciones y actuaciones
individuales-- a los niveles 5 y 6 --repertorios y series de repertorios-- examina cómo las
innovaciones a pequeña escala se acumulan en la alteración a gran escala de medios
contenciosos, y cómo los repertorios existentes limitan la contención colectiva” (Tilly,
1994, p. 9).
“Al momento en que cualquiera de los cuatro elementos cae hacia cero, el movimiento
pierde su posición como fuerza política. Cada elemento adquirió su propia manera de
evidenciarse: números por el tamaño de las manifestaciones o peticiones, compromiso
por la disposición de los partidarios a sacrificar o luchar por la causa, unidad por el
intercambio de símbolos y lemas, dignidad por decoro e historias de sufrimiento, y
mucho más. Además, una historia creíble de larga duración podría mejorar
cualquiera de los elementos” (Tilly, 1994, p. 14).
“Muchos partidarios que habían mantenido su compromiso, unidad y dignidad durante años
de lucha contaron más que un número equivalente que se presentó por primera vez. De ahí
los incentivos adicionales para reclamar afinidad con los movimientos sociales latentes y
sus triunfos anteriores. Un elemento podría compensar a otro: un movimiento con
números pequeños podría mostrar una inmensa determinación y unidad, mientras
que unas pocas víctimas inocentes de la represión podrían elevar el valor de mérito y,
por lo tanto, el impacto general de un movimiento débil” (Tilly, 1994, p. 14).
Traducción y resumen: Offe, C. (1985). “New Social Movements: Challenging the
Boundaries of Institutional Politics”, Social Research, 52 (4), 817-868.
“Para emanciparse del estado, la propia sociedad civil (sus instituciones de trabajo,
producción, distribución, relaciones familiares, relaciones con la naturaleza, sus propios
estándares de racionalidad y progreso) debe politizarse a través de prácticas que
pertenecen a una esfera intermedia entre búsquedas y preocupaciones privadas, por
un lado, y modos de política institucionales, sancionados por el estado, por el otro”
(Offe, 1985, p. 820).
“La nueva política de los nuevos movimientos sociales se puede analizar, al igual que
cualquier otra política, en términos de su base social, sus problemas, preocupaciones,
valores y modos de acción. Para hacerlo, emplearé el término ‘paradigma político’” (Offe,
1985, p. 820). “Nota al pie: el término paradigma político, como lo tomo prestado y
redefinido de Raschke, se refiere a un modelo integral de lo que se trata la política. Un
paradigma político proporciona respuestas a preguntas interrelacionadas, tales como:
(1) ¿Cuáles son los valores y asuntos principales de la acción colectiva? (2) ¿Quiénes
son los actores y cuál es su modo de convertirse en actores colectivos? (3) ¿Cuáles son
los procedimientos, tácticas y formas institucionales apropiadas a través de los cuales
transcurrirá el conflicto?” (Offe, 1985, p. 820).
El viejo paradigma
“El supuesto sociológico implícito que subyace en los arreglos constitucionales del estado
de bienestar liberal era que los patrones de vida ‘privatistas’, familiares, laborales y
centrados en el consumo absorberían las energías y las aspiraciones de la mayoría de las
personas, y que la participación y el conflicto sobre las políticas públicas, por esa razón, no
tiene más que un significado marginal en la vida de la mayoría de los ciudadanos” (Offe,
1985, p. 823).
“La fuerza dinámica del sistema político-económico era la producción industrial y la
innovación para aumentar la productividad. y la tarea que quedaba para las políticas
públicas era crear seguridad y, por lo tanto, las condiciones bajo las cuales este proceso
dinámico podría continuar operando” (Offe, 1985, p. 823).
“Desde los años cincuenta, ‘seguridad’ ha sido el término más utilizado en campañas
electorales y consignas (...) Tiene tres aspectos importantes. Primero, la seguridad se
refiere al estado de bienestar, es decir, a los problemas de proporcionar un ingreso y
un nivel de vida adecuados para todos los ciudadanos (...) Segundo, se refiere a la
estrategia y defensa militar, los problemas de mantener la paz en el sistema-mundo y
prevención de crisis militares a través de la organización internacional (...) y la
modernización continua del aparato de defensa. Tercero, y superpuesto en parte con el
primer y segundo aspecto, ya que se refiere a los problemas de tratar y prevenir todo tipo de
comportamiento ‘desviado’” (Offe, 1985, pp. 823-824).
“Todo esto fue respaldado por una cultura cívica que enfatizaba los valores de la
movilidad social, la vida privada, el consumo, la racionalidad instrumental, la
autoridad y el orden y que desenfatizaba la participación política. El predominio de
estos problemas, actores y modos institucionales de resolución de conflictos se destaca
por la ausencia de problemas transversales, modos alternativos de resolución de
conflictos o de actores colectivos que no se acomodan fácilmente dentro del marco de
crecimiento y seguridad” (Offe, 1985, p. 824).
El nuevo paradigma
“La mayor parte de la literatura científico-social que trata sobre nuevas preocupaciones y
movimientos simplemente enfatiza la ruptura y la discontinuidad, mediante el uso de
términos como ‘nuevos movimientos de protesta’, ‘nuevas políticas’, ‘nuevo populismo’,
‘neoromaticismo’, ‘antipolíticos’, ‘comportamiento político poco ortodoxo’ y ‘política
desordenada’, o describe los medios por los cuales el conflicto se lleva a cabo típicamente
dentro de la política del nuevo paradigma como ‘poco convencional’” (Offe, 1985, pp. 825-
826).
“(...) tienen una raíz común en ciertos valores que (...) no son en sí mismos ‘nuevos’,
sino que reciben un énfasis y una urgencia diferentes dentro de los nuevos
movimientos sociales. Los más destacados entre estos valores son la autonomía y la
identidad (con sus correlatos organizacionales como la descentralización, el
autogobierno y la autoayuda) y la oposición a la manipulación, el control, la
dependencia, la burocratización, la regulación, etc.” (Offe, 1985, p. 829).
“Un tercer elemento del nuevo paradigma es el modo de acción de los nuevos
movimientos sociales. Esto típicamente involucra dos aspectos: el modo por el cual los
individuos actúan juntos para constituir una colectividad (modo de acción interno) y los
métodos por los cuales confrontan al mundo externo y sus oponentes políticos (modo de
acción externo)” (Offe, 1985, p. 829).
“(...) el modo por el cual multitudes de individuos se convierten en actores colectivos es
altamente informal, ad hoc, discontinuo, sensible al contexto e igualitario (...) Los nuevos
movimientos sociales consisten en participantes, campañas, portavoces, redes, ayudantes
voluntarios y donaciones. Por lo general, en su modo de acción interno, los nuevos
movimientos sociales no se basan, en contraste con las formas tradicionales de
organización política, en el principio organizativo de la diferenciación, ya sea en la
dimensión horizontal (interna o externa) o vertical (líderes con rangos frente a
miembros)” (Offe, 1985, p. 829).
“Finalmente, con respecto a los actores de los nuevos movimientos sociales, el aspecto
más llamativo es que no confían para su autoidentificación en los códigos políticos
establecidos (izquierda/derecha, liberal/conservador, etc.) ni en la parte socioeconómica
(como clase trabajadora/clase media, pobres/ricos, población rural/urbana, etc.). El universo
del conflicto político está codificado en categorías tomadas de los problemas de los
movimientos, como género, edad, localidad, etc., o, en el caso de los movimientos
ambientales y pacifistas, la raza humana en su conjunto” (Offe, 1985, p. 831).
“El nuevo paradigma divide el universo de acción en tres esferas (política privada
frente a política no institucional frente a política institucional) y reivindica la esfera de
la ‘acción política dentro de la sociedad civil’ como su espacio, desde el cual desafía las
prácticas e instituciones tanto privadas como políticas institucionales. Como hemos
definido el concepto de paradigma como una configuración de actores, problemas,
valores y modos de acción en conflictos sociopolíticos, los viejos y nuevos paradigmas
pueden contrastarse esquemáticamente” (Offe, 1985, p. 832).