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LA CONCEPCION DE UNA

“JUSTICIA POLITICA” DE
OTFRIED HÖFFE
RESEÑA ARGUMENTADA N°2

JUAN ANDRES SUÁREZ GIRALDO | CEINCIAS POLÍTICAS | 12-10-2021

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LA CONCEPCION DE UNA “JUSTICIA POLITICA” DE
OTFRIED HÖFFE

LA CONCEPCION DE UNA “JUSTICIA

POLITICA” DE OTFRIED HÖFFE*

David Sobrevilla**

oco a poco Otfried Höffe (nacido en 1943), Profesor de filosofía actualmente de la


Universidad de Tübingen, se ha ido convirtiendo en uno de los filósofos alemanes más
conocidos y estudiados del presente1. Lamentablemente en español sólo se han
traducido parte de sus obras iniciales y otras de carácter más bien secundario y no
existen trabajos de una cierta amplitud sobre sus obras mayores. De allí que en este
artículo hayamos querido (I) presentar Politische Gerechtigkeit. Grundlegung einer
kritischen Philosophie von Recht und Staat [Justicia política. Fundamentación de una
filosofía crítica del derecho y del Estado] (Francfort del Meno: Suhrkamp, 1987;
citamos por la reimpresión en edición de bolsillo de 1994: 512 pp.), uno de sus libros
principales. En la parte final (II) nos referiremos a la repercusión y continuación de los
planteamientos de Höffe en otras de sus obras posteriores, Justicia política consta de
una introducción y de tres partes. En aquélla explica el autor que una crítica del
derecho y del Estado emprendida bajo el título de “justicia política” tiene el sentido de
una crítica ética de la dominación, que investiga las condiciones y criterios de una
dominación justa, separa las formas injustas de las justas, y emplea argumentos éticos
para señalar los límites de un Estado que tendencialmente ha llegado a ser demasiado
poderoso: el Leviatán. Explica que la idea de una justicia política se halla frente a una
doble amenaza: la procedente del positivismo estatal y jurídico, que niega a la justicia
dentro del Estado, y la del anarquismo, que rechaza cualquier tipo de dominación y de
orden estatal y jurídico. De allí que contra el primero haya que mostrar la legitimidad
de la idea de justicia dentro del Estado y los límites de éste, y contra el segundo haya
que justificar el orden estatal y jurídico. A cumplir estas tareas están dedicadas las dos
primeras partes del libro. En la tercera expone Höffe su propia posición: que el Estado
se legitima desde el punto de vista de la justicia, es decir cuando deja de aparecer como
el Leviatán descrito por Hobbes para poder hacerlo más bien en la forma de la justicia
que para garantizar el orden está armada de una espada. Dicho de una manera más
explícita y en forma de tesis de filosofía política: (1) el Estado tiene una obligación para
con la justicia, (2) la justicia política constituye la medida normativo-crítica del
derecho, y (3) el derecho justo constituye la forma legítima de la coexistencia humana.

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¿QUÉ ES LO JUSTO?,
¿Qué entendemos por justicia?, al paso de los años hemos llevado con nosotros
paradigmas sociales que solemos mencionar como término justo, es esta la razón por la
cual se recurre, la mayoría de las veces, a buscar su definición etimológica, pero más
allá de esto, que comprendamos nuestra realidad actual. Teniendo muy presente que
desde hace miles de años ya se hablaba de justicia.

El conocimiento y la razón exigen la apertura de actos correctivos que continúen


realineando las mecánicas de la justicia ordinaria, la construcción colectiva de saberes
independientes y la innovación de la teoría justiciera de los últimos tiempos. Debemos
de tener lo suficientemente claro que, para poder lograr el cumplimiento absoluto de
la justicia, por obligación moral; tendremos que defenderla a capa y espada con la
unión de todos nuestros principios.

Ante todo, parece ser necesario considerar a la justicia social como un concepto que
goza de una doble militancia. Se menciona doble militancia porque es tanto una idea
como un sentir, un debate ideológico como una experiencia cotidiana. Por un lado, la
justicia social es una utopía, fuente de interpretación religiosa, política y filosófica que
nos permite imaginar un horizonte de desarrollo pleno, individual y colectivo, hacia
donde las sociedades deberían avanzar. En toda cultura está presente el debate sobre la
forma en la cual los hombres y mujeres distribuimos el poder, cómo nos relacionamos
y cómo proyectamos una vida digna, así como se legitiman cierto tipo de diferencias y
desigualdades.

Ahora bien, la justicia social es también un espacio de lucha diaria y persistente, una
experiencia que aparece constantemente en lo cotidiano. La lucha que levantan los
movimientos sociales o la crítica que expresan los individuos cuando se revelan frente
a la pobreza o las discriminaciones de las altas cumbres del gobierno son otra forma en
que la justicia social aparece en la vida social de manera permanente. Cada vez que
alguien se enfrenta a la explotación laboral o experimenta las consecuencias de la
desigualdad, en su crítica se evidencian las razones estructurales de un malestar social
que es tan particular como compartido.

El diálogo entre el mundo de las ideas y la experiencia, donde cobra vida la injusta e
inhóspita justicia, es un intercambio dinámico y productivo, en constante movimiento.
Las luchas que se dieron para terminar con la esclavitud modificaron el pacto sobre lo
que una comunidad de individuos consideraba como justo, así como sucedió cuando
se discutió la necesidad de limitar el trabajo infantil o cuando se ganó el derecho al
voto para la mujer, entre tantos otros hitos que profundizan en una moral
desconocida.

En ningún caso estas problemáticas se resolvieron por completo, aún hay múltiples
casos de trabajo forzoso, trabajo infantil y limitaciones en la participación política de
las mujeres. Sin embargo, la expresión conjunta de ese malestar social y las fisuras que
introdujo en el mundo de las ideas obligó a renovar y fortalecer las formas de pensar la
justicia social en su momento, de actualizar un contrato social necesario para legitimar
la manera en como construimos sociedad. En términos concretos, después de cada

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lucha desatada, la vida social, así como las políticas públicas y las estrategias de
desarrollo de muchos países cambiaron y cambiarán de manera prematura.

Hoy en día, frente a las desigualdades que ha desnudado la pandemia del COVID-19,
que se asocia directamente a las demandas que emergen en un cambio de siglo
marcado por las transformaciones educativas, tecnológicas y culturales. Observamos
diversas experiencias de injusticia que parecen describir el panorama global y regional.
Estas críticas están asociadas a la forma como construimos sociedad y, por lo tanto, a la
manera como nos organizamos para canalizar nuestras diferencias, siendo la
democracia uno de los principales objetos de cuestionamiento.

La incapacidad de canalizar las experiencias de injusticia y procesarlas de manera


institucional es un problema que aqueja al sistema político en diversos puntos del
globo. Sin embargo, el conflicto no es únicamente procedimental, es también una
consecuencia de un momento histórico de renovación de una idea de justicia social
compartida; cambios en lo social y lo político son producto de nuevas formas de
experimentar las injusticias y de comunicarlas, lo cual nos invita a repensar, en este
nuevo siglo, cuánto hemos logrado avanzar y cuáles son los nuevos horizontes de
justicia. En el desafío de construir un nuevo pacto sobre lo que entendemos por
justicia se encuentra la posibilidad de alcanzar sociedades más cohesionadas, en paz y
que nuestros sistemas de convivencia ciudadana y social alcancen mayores niveles de
legitimidad.

“Si la utopía por alcanzar sociedades más justas se apaga, todo orden social o
régimen democrático se desvanece”

BIBLOGRAFÍA:

❖ http://www.scielo.org.mx/pdf/is/n20/n20a9.pdf
❖ https://www.google.com/search?q=la+justicia+en+la+politica&rlz=1C1JZAP_esC
O963CO963&sxsrf=AOaemvJ-0YU-
zPYSz9zHXNNH9wiUhqFVEA:1634094163610&source=lnms&tbm=isch&sa=X&
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