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Violencia: La piedra angular del

Derecho
Autor: Manuel Lucas Silva
Introducción

Uno de los rasgos más distintivos de la teoría política moderna ha sido el aspecto de la
violencia, práctica que según el contractualismo de Hobbes ha estado presente desde antes
del inicio de la sociedad, sin embargo, es necesario plantear en qué medida es esta
inherente a la esencia humana y preguntarse si en verdad no es una conducta acarreada
históricamente y de la cual debería prescindirse. Al mismo tiempo existe la violencia como
instrumento político, Hobbes alega la necesidad de una autoridad que atemorice y obligue a
las personas a convivir pues: “cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en
el cuerpo de los demás. Y, por consiguiente, mientras persiste ese derecho natural de cada
uno con respecto a todas las cosas, no puede haber seguridad para nadie” (Hobbes: 1980;
107). Es decir que la instauración del contrato social entre los hombres impone un orden y a
partir de ese momento cada individuo renuncia a su derecho a la violencia en pos de la
seguridad que ofrece el Estado Civil. Sin embargo la opinión de Rousseau respecto al
hombre anterior al pacto es sumamente diferente:

Pretende Hobbes que el hombre es por naturaleza intrépido y no busca otra cosa que atacar y
combatir. Un filósofo ilustre opina, por el contrario, y Cumberland y Pufendorff lo aseguran
también que nada hay más tímido que el hombre en estado de naturaleza, y que está siempre
dispuesto a huir al menor ruido que le hiera, al menor movimiento que perciba

En primer lugar Rousseau niega que el hombre sea egoísta y tenga un afán desmedido de
poseer todo lo que tenga a su alcance y esté dispuesto a lo que sea con tal de conseguirlo;
posee las cualidades necesarias para hacer frente a las inclemencias de su entorno, pues
carece de las comodidades que el hombre civilizado posee otorgándole ciertas ventajas
físicas para su sobrevivencia, sin embargo evita cualquier conflicto innecesario, por lo tanto
niega también el constante estado de guerra que Hobbes plantea, esta “no es una relación de
hombre a hombre, sino de Estado a Estado, en la cual los particulares son sólo enemigos
accidentalmente, no como hombres, ni siquiera como ciudadanos sino como soldados”
(Rousseau: 1984; 162)

Ambos autores coinciden en que el hombre en estado de naturaleza es amoral (pues carece
de las nociones de bien y mal), sin embargo hay un aspecto crucial que los diferencia: la
piedad. Rousseau alega que esta es la virtud más importante que el hombre posee desde el
comienzo pues está en la naturaleza humana sentir repulsión hacia el sufrimiento de un
semejante y todas las virtudes subsecuentes provienen de esta, además, las luchas entre
hombres son algo circunstancial entre los salvajes y no es un obstáculo para unirse a otros
iguales a él pues aún no tiene presente el sentimiento de rencor que nacerá con la creación
inevitable de la sociedad y la desigualdad que conlleva el derecho a la propiedad privada
pues permitió eventualmente que unos poseyeran más que otros

Dicha división entre ricos y pobres, entre amos y esclavos presente desde el comienzo de la
sociedad es una cuestión que no ha tenido solución sin importar cuantas batallas hayan
librado los pueblos para combatirla, por más que los gobernantes y formas de gobierno sean
suplidas y nuevas reivindicaciones sean ganadas lo coyuntural del Derecho se mantiene aún
monopolizando el uso legal de la violencia tal como Benjamin sugiere en su ensayo.Dicha
cuestión se trasluce en un acontecimiento como la Revolución Francesa, la cual quiebra con
la monarquía absolutista del momento y marca el comienzo la contemporaneidad; dicho
proceso fue gradual, la pérdida de poder del rey se dio por medio de las sesiones del
parlamento, entre la emergente clase burguesa con la nobleza y el clero. No obstante, a
pesar de la conquista de derechos esta causa no estuvo exenta de violencia pues uno de los
momentos más memorables de este evento fue la toma de la Bastilla cuyo principal
propósito fue la apropiación de las armas que esta prisión albergaba y asimismo no fue
suficiente todo esto para el grupo de los Jacobinos quienes consideraron necesario para que
el pueblo francés sea libre que muera el rey.

Cabe preguntarse en este punto si la violencia proviene de la misma naturaleza humana y


en caso de que la violencia no sea algo arraigado en la conducta es menester inquirir la
posibilidad de prescindir de esta. Hasta este punto todos los autores han plantado la
violencia como algo ineludible, sin embargo Etienne de La Boetie, filósofo contemporáneo
de Montaigne, planteó una solución simple y que prescinde de la violencia para poner fin a
un rey tirano:

Al igual que el fuego de una pequeña chispa se hace grande y no cesa de crecer, pues cuanta más
leña encuentra a su paso más abrasa, aunque acaba por consumirse y apagarse por sí solo si se lo
deja de alimentar, los tiranos, cuanto más saquean más exigen (…) Pero si no les diéramos nada, si
no les obedeciéramos, aun sin luchar contra ellos ni atacarlos, se quedarían desnudos y vencidos, al
igual que el árbol, cuyas raíces ya no reciben savia, pasa a ser muy pronto un tronco seco y muerto.
(La Boetie: 2008; 49)

Walter Benjamin: La violencia y el Estado

En principio la violencia puede definirse como un medio específico utilizado para alcanzar
un fin, dicho concepto desde el punto de vista del derecho natural no representa ningún
problema mientras sea utilizada para fines justos, sin embargo en el plano del derecho
positivo no basta con que el fin sea justo sino que el medio para alcanzarlo debe ser
legítimo;dentro de este marco la violencia no es un medio legítimo para fines individuales,
el Derecho monopoliza la violencia no sólo para proteger sus fines, sino que actuar fuera de
este pone en peligro su integridad misma. Cabe resaltar que desde su origen el Derecho se
funda en la violencia, así como también se conserva por medio de esta; por un lado, al
instaurar un nuevo ordenno es posible prescindir de la violencia tal como la teoría
contractualista de Hobbes plantea el nacimiento del Estado Civil:“durante el tiempo en que
los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición
o estado que se denomina guerra” (Hobbes: 1980: 102) esta es la principal razón por la que
el hombre cede su derecho a poseerlo todo y pacta la paz con otros, el temor ante un peligro
constante de ser despojado de su vida. De este modo es que se da el paso de derecho natural
a derecho positivo; luego, el orden garantizado por el Estado, el cual fue fundado en la
violencia, se mantiene por esta misma a la que los individuos renunciaron en pos de su
seguridad, tanto Hobbes como Benjamin se dan cuenta de que “todo fin natural de las
personas individuales colisionará necesariamente con fines de derecho, si su satisfacción
requiere la utilización, en mayor o menor medida, de la violencia. De esta máxima se
deduce que el derecho considera que la violencia en manos de personas individuales
constituye un peligro para el orden legal”. (Benjamin: 1991:26)Lógicamente el Derecho se
protege a sí mismo, pues el accionar fuera de este lo debilita; ahora bien, es menester
preguntarse si una sociedad ante un hecho considerado injusto llevado a cabo por su
gobernante legitima levantarse en contra de este.
Según da a entender Hobbes, no resultaría sensato ir en contra del Estado, el pacto hecho
entre los hombres para obedecer a otro no puede romperse arbitrariamente por un nuevo
acuerdo de este tipo, además es importante destacar que “ cada súbdito es, en virtud de esa
institución, autor de todos los actos y juicios del soberano instituido, resulta que cualquier
cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos, no debe
ser acusado de injusticia por ninguno de ellos” (Hobbes: 1980:145) esta premisa se apoya
en que el soberano al haber sido investido por sus representados con el poder para gobernar
le fue dado el derecho para tomar tales decisiones, las cuales no pueden ser injustas pues
este acto fue una manifestación de la voluntad universal (tanto la mayoría que lo respalda
desde el inicio como la minoría obligada a aceptar dicha elección), por lo tanto si el
soberano cometiera injusticia y con sus decisiones perjudicara a la nación estaría
cometiendo injusticia contra sí mismo lo cual carece de sentido; es decir, según dicho
argumento la obligación del gobernante es proteger al Estado y a la gente bajo su
patronatopor lo tanto no habría nada que objetarle si considerase necesario el sacrificio de
algunos para salvar dicha institución y con ello no cometería injusticia. Por otra parte,
Hobbes no descarta que existan situaciones en las que el pacto se rompe:

Si los jueces, corrompidos por regalos, favores e incluso por misericordia, rebajan los castigos y con
ello alimentan en los malvados la esperanza de la impunidad, los buenos ciudadanos, asediados por
asesinos, ladrones y taimados, no podrán relacionarse libremente ni moverse en absoluto con
libertad; más aún, el propio Estado se disuelve y cada uno recupera su derecho de protegerse a su
arbitrio (Hobbes: 2000: 224)

Revolución francesa: un nuevo paradigma

En dicho caso en que los legisladores demuestren una expresa corrupción y dejen de ofrecer
protección a los ciudadanos, la ruptura del pacto y el derecho al uso de la violencia se
vuelven legítimos. Un caso icónico de esto fue la revolución francesa cuyos momentos más
emblemáticos fueron acompañados de violencia. En 1789 la reunión de los Estados
Generales fue el escenario grandes tensiones; mientras los representantes del Tercer Estado
ejercían presión en el parlamento para que se creara una Constitución, los grupos populares
marcaban presencia en las calles. Según Vovelle esta alianza entre burguesía y masa es
ambigua, cada una tenía intereses propios por los que luchaba y los primeros preferían
evitar recurrir a la violencia, sin embargo, puede apreciarse que los reclamos hechos por
parte de los grupos populares fueron funcionales al propósito de los representantes en el
parlamento y admite “gracias a la intervención popular la revolución parlamentaria pudo
materializar sus éxitos” (Vovelle: 2000; 27)

A primera vista la relación establecida entre el contractualismohobbesiano y la revolución


francesa es antitética, ya que Hobbes fue un defensor de la monarquía y dicha revolución
un proceso que puso fin a una, pero dado que hay circunstancias en las que es legítima la
violencia el vínculo establecido entre ambas no es insalvable al considerar que el pueblo
francés lidiaba con una gran crisis y con un gobierno incapaz de ofrecer protección alguna
sumada a las grandes inequidades sociales con las que el Tercer Estado debía cargar,
manteniendo a la nobleza y el clero con sus impuestos pero sin derecho a ejercer cargos
políticos. Ante tales circunstancias, cabe recordar que el derecho inalienable que toda
persona posee siempre es el de proteger su vida y que si dentro del Estado Civil los
hombres ya no pueden gozar de seguridad sobre su persona ni sobre su propiedad, el pacto
por el cual se funda este queda anulado; del mismo modo es menester relacionar a
Rousseau con la cuestión de la decadencia de un Estado, pues advierte: “hay dos vías
generales por las cuales degenera un gobierno: cuando se concentra y cuando se disuelve.
El gobierno se concentra cuando pasa del gran número al pequeño, o sea, de la democracia
a la aristocracia y de la aristocracia a la monarquía” (Rousseau: 1984; 219) Este fragmento
coincide con los intereses de los revolucionarios francesesquienes redactaron la
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano(1793) cuyo artículo 35 dice:
“Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para
cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los
deberes”. Respecto a este artículo que legítima la desobediencia civil cabe preguntarse en
modo lo hace, pues resulta contradictorio que la misma institución que acaba oprimiendo al
pueblo permita una vía legal que le dé la potestad de derrocarla pero esto será retomado
más adelante.

Los acontecimientos que devinieron en revolución fueron de suma relevancia al redactar la


Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, la cual en su artículo 1 expresa:
“El fin de la sociedad es la felicidad común. – El gobierno ha sido instituido para garantizar
al hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles”. Partiendo de este artículo
se percibe el cambio de paradigma: a partir de este acontecimiento los revolucionarios
promovieron quela ley sea igual para todo ciudadano “aboliendo los privilegios nobiliarios”
sin embargo no hay que olvidar que este fue un proceso fundacional que se dio
violentamentey por ello no pudo prescindir de esta para sostenerse, un claro ejemplo es que
a pesar de mostrarse como defensores de los derechos naturales de los hombres, la pena de
muerte estuvo presente en el código penal de 1791; entre los partidarios de la abolición de
esta pena se encontraban Duport y Robespierre, lo cual se logró brevemente en 1795, sin
embargo, fue retomada quince años más tarde y se mantuvo hasta 1981 con la
promulgación de la ley 81-908 . Nuevamente se hacen visibles las ideas de Hobbes, una
buena razón para no vetar dicha pena sería mantener el control civil mediante el miedo tal
como sucedió durante el gobierno revolucionario entre 1793 y 1794: “el Comité de
Salvación Pública fue la pieza maestra de la coordinación de la actividad revolucionaria
(…) los ministros se subordinan a la iniciativa del Comité de Salvación Pública, y aún el
otro gran Comité, el Comité de Seguridad General, se limita a la coordinación de la
aplicación del Terror” (Vovelle: 2000;51). Este punto también es tenido en cuenta por
Benjamin, quien afirmó: “la utilización de violencia sobre vida y muerte refuerza, más que
cualquier otra de sus prácticas al derecho mismo” (1991;31)

Por otra parte, cabe también destacar la contradicción entre el ideal de igualdad en lo
teórico respecto a lo que se llevó a la práctica; la constitución francesa de 1793 en su
artículo 44 expresa que en el caso de los crímenes cometidos por los legisladores: “Pueden
ser detenidos en flagrante delito por un hecho criminal, pero ni la orden de arresto ni la
orden de comparecencia podrán ser emitidas contra ellos sin la autorización del cuerpo
legislativo”el cual se mantuvo en la constitución de 1795, artículo 112 Esto demuestra que
contaban con una protección extra a la hora de ser juzgados y que por lo tanto no eran
iguales al resto de los ciudadanos, con ello queda demostrado nuevamente que las leyes
proclamadas están para proteger a la institución y sus representantes, y eso no es algo que
se viera modificado con el cambio de paradigma, ya que en el pasado tanto el clero como la
nobleza también gozaban de prerrogativas demostrando que la raíz de los problemas del
pueblo no se extinguen sino que se transforman y cambian las formas de dominación; idea
la cual fue sostenida por Engels: “la esclavitud es la primera forma de la explotación, la
forma propia del mundo antiguo; le sucede la servidumbre, en la Edad Media, y el trabajo
asalariado en los tiempos modernos” (Engels: 2012; 101) Sin embargo sigue vigente la
pregunta respecto a si es posible prescindir de la violencia y más aún lograr un cambio

Revolución no-violenta

Según afirma Etienne De La Boétie (1530-1563) el tirano carece por completo de poder
pues es un solo hombre, cobarde y débil el cual paradójicamente subyuga a millones de
hombres bajo su mando con la ilusión de que posee una extraordinaria cantidad de recursos
a su disposición para castigar a quienes se le opongan, ejércitos para defenderlo y ojos
múltiples que le informan quienes van contra su voluntad; pero realmente es el propio
pueblo, quien a pesar de lo contradictorio que parezca, le dan el poder al tirano para
oprimirlos. Otra razón sería la costumbre, es decir, obedecer por el mero hecho de haber
nacido y sido criado en un contexto donde desde la infancia la consigna es obedecer a tal o
cual persona y cuya autoridad es sostenida ya sea por conquista, por herencia o por elección
general del pueblo lo cual es comparable con la lealtad ciega que un rebaño tiene con su
pastor el cual explota su lana y no dudará en matar a las que sean necesarias para saciar su
hambre. La solución que propone este pensador es sencilla: “no pretendo que os enfrentéis
a él, o que lo tambaleéis, sino simplemente que dejéis de sostenerlo. Entonces veréis como,
cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, se desplomará y se romperá por sí
solo” (La Boétie: 2008; 50). En base a este razonamiento se sigue que la violencia como
elemento político no es algo necesario sino una circunstancia histórica de la que las
sociedades aún no han logrado desligarse

Una buena objeción a su respuesta sería que derrocar a un tirano es menos sencillo de lo
que quiere hacer ver pues aún si todos los ciudadanos se unieran a una causa de
desobediencia civil, negaran las promulgaciones del tirano y brindarle sustento económico
mediante los impuestos este seguiría teniendo un ejército que lo respalda y una corte de
aduladores que también poseen gente a su mando y armas para oprimirlos, pero desde luego
previó esto: Contemplad a sus arqueros, a sus guardias y a sus alabarderos; no es que no
padezcan ellos mismos de la opresión del tirano, sino que esos malditos por Dios y por los
hombres se limitan a soportar el mal, no para devolverlo a quien se lo causa a ellos, sino
para hacerlo a los que padecen como ellos y no pueden hacer nada” (La Boetie: 2008; 69)
Quienes protegen al tirano pueden cumplir con su función si el atacante es un solo hombre
pero están lejos de tener una voluntad lo bastante firme como para protegerlo de un pueblo
entero que toma las armas y está decidido a defender su libertad, lo cual es análogo con la
posterior revolución francesa, pues históricamente las clases nobles fueron conocidas como
las “hacedoras de la guerra” y ser las únicas con derecho a portar armas, sin embargo nada
de eso importó en esta gran causa. De este modo como el mencionado autor esboza su
pensamiento se halla una vía factible por la cual el artículo 35 de la declaración de los
derechos del hombre y el ciudadano quedaría satisfecha sin necesidad de que el organismo
responsable de la creación de nuevas leyes permita que se le agreda

Conclusión

A lo largo de este escrito fue analizada la noción de violencia por un lado como parte de la
esencia humana y por otro como herramienta política con el propósito de demostrar que a
lo largo de la historia los procesos políticos han estado plagados de ésta y no es posible
prescindir de ella; la prueba está en que sin importar cuantas revoluciones hayan triunfado
en contra de sus opresores siempre nace una nueva clase de opresión tal como ocurrió con
la revolución francesa y el nacimiento de la burguesía; del mismo modo queda demostrada
la tesis de Benjamin respecto a que el Derecho monopoliza la violencia no con el fin de
proteger a la sociedad sino que es un medio para protegerse a sí mismo.

Cabe destacar además que las afirmaciones de La Boétie aún no han sido cumplidas pues al
día de hoy los tiranos y las inequidades siguen siendo un hecho pues los pueblos continúan
temerosos de ellos y sus ejércitos del mismo modo que quienes lo protegen no muestran
intención de rebelarse y aun cuando sucede un nuevo tirano surge. En este punto habría que
concederle a Hobbes su idea del egoísmo humano, de lo contrario sería extraño que sujetos
tan despreciables como afirma La Boétie lleguen con tanta facilidad a gobernar a las masas.
Sin embargo queda todavía vigente el derecho de resistencia del artículo 35 ya mencionado,
la corrupción de los sistemas políticos puede ser inevitable pero combatirla también forma
parte de ese esquema en el que un ciclo se cierra y comienza otro
Bibliografía

- BENJAMIN, Walter (1991); Para una crítica de la violencia. España. Taurus


- Constitución francesa de 1793 y 1795
- Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano 1789
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- FERNANDEZ PEYCHAUX, Diego (2013); Thomas Hobbes: la resistencia política
al Leviatán. Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho n° 28
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- JERADE DANA, Miriam (2007); De la violencia legítima a la violencia
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- ROUSSEAU, Jean-Jacques (1984), Discurso sobre la desigualdad entre los
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- ROUSSEAU, Jean-Jacques (1984), El contrato Social. Buenos Aires. Ediciones
Orbis
- VOVELLE, M. (2000); Introducción a la revolución francesa. Barcelona. Crítica

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