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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria


Universidad Politécnica Territorial del estado Portuguesa “Juan de Jesús Montilla”
Acarigua, estado Portuguesa

El Poder en las Relaciones


Internacionales.

Prof.: Maria Isabel Peña Isabela Rosendo C.I.: 28.478.719


PNF Distribución y Logística
Sección 590

Mayo, 2021
Introducción.

Uno de los temas centrales en las investigaciones sobre la realidad social, y


también uno de los temas más debatidos y complejos con los que tiene que enfrentarse
el teórico de las Relaciones Internacionales lo constituye el fenómeno del poder.

El origen de esta aparente paradoja se debe al hecho de que adentrarnos en el


conocimiento del poder significa introducirnos en una de las facetas esenciales de la
vida humana. En el fenómeno del poder convergen las dimensiones individual y social
del hombre. Por ello caben tantas ideas o interpretaciones del poder como orientaciones
científicas o concepciones filosóficas sobre el ser humano puedan sustentarse. Pretender
establecer unos principios absolutos y unos axiomas inmutables sobre el fenómeno del
poder, sus diversas manifestaciones y sus efectos constituye una tarea utópica que suele
conducir a dogmatismos difíciles de compaginar con la investigación científica.

Al mismo tiempo, abandonar la búsqueda de la teoría del poder no significa


restarle importancia, ni nos exime del esfuerzo intelectual de formular una teoría del
poder que guíe nuestras observaciones sobre el mundo internacional. Significa, tan sólo,
relativizar su contenido y hacernos conscientes de sus limitaciones explicativas, lo que
permitirá prevenirnos contra el espejismo de cualquier doctrina del poder que se nos
presente con los destellos de la verdad categórica.

Hechas estas consideraciones introductorias, pasaremos a exponer nuestra


concepción personal del poder en las relaciones internacionales. Para ello,
procederemos mediante sucesivas aproximaciones conceptuales, desde las formas más
simples y generales de manifestación del poder a aquellas otras más específicas y
complejas que se dan en la vida internacional.
1.- El Poder en las Relaciones Internacionales.

La tradicional consideración de las relaciones internacionales como en estado de


naturaleza, en contraposición al estado de orden que se considera caracteriza a la
sociedad estatal, ha acentuado aún más el juego del poder en la vida internacional, de
forma que la casi totalidad de la literatura sobre las relaciones internacionales le ha
otorgado siempre un papel prominente en orden a la explicación de los fenómenos
internacionales.

Las dos grandes líneas de pensamiento que tradicionalmente han dominado la


consideración de las relaciones internacionales, la realista y la idealista, han girado
siempre en torno al fenómeno del poder. Si la primera ha entronizado el poder y su
acrecentamiento como motor y explicación de las relaciones internacionales, la segunda
ha sido simplemente, en la mayor parte de los casos, una reacción de condena del poder,
en base a la idea de que el poder, como motor de la vida internacional, puede y debe ser
eliminado y reemplazado a través de la puesta en práctica de instituciones
internacionales. Ambas corrientes han llegado hasta nuestros días, de forma que el
poder continúa siendo el eje sobre el que gira la consideración dominante de las
relaciones internacionales.

Si este hecho intelectual descansa en la imagen clásica de un sistema


internacional en el que reina la anarquía, en el que los Estados son los actores
prácticamente únicos de las relaciones internacionales, en el que la jerarquía entre los
mismos es esencialmente militar, hay que preguntarse no sólo si esa imagen de la
realidad internacional ha sido acertada, sino igualmente si, ante la realidad que presenta
la actual sociedad internacional, producto de importantes transformaciones estructurales
en todos los órdenes de la vida social, caracterizada porque los Estados no son los
únicos actores significativos y porque su jerarquía no está basada en términos
exclusivamente militares, esa imagen no ha quedado obsoleta, como consecuencia de la
revalorización de los recursos económicos, financieros, tecnológicos y culturales. En
concreto, es hoy un hecho evidente que la estructura económica internacional determina
en gran medida la estructura de poder y de la propia sociedad internacional, además de
que ésta, sin dejar de ser objeto de confrontación bilateral, es también cada vez más una
cuestión de interacción multilateral.

Nuestro punto de partida descansa, en primer lugar, en la consideración de que el


poder, con ser un elemento clave en la explicación de las relaciones internacionales y
jugar un papel significativo en la política internacional, no es un fin en sí mismo, como
afirma la escuela realista, sino un instrumento para la consecución de determinados
objetivos y, en consecuencia, como ha señalado BRUCAN, que la lucha por el poder,
lejos de ser la causa primera y determinante de la política internacional, fue y es, a su
vez, el efecto de fenómenos más profundos, que pertenecen a las condiciones de la
existencia misma de la sociedad.
Y, en segundo lugar, en la consideración de que el poder es un fenómeno
multidimensional, en el sentido de que se manifiesta de muy distintas formas y se ejerce
a través de muy diversas vías, que van desde la coerción hasta el acuerdo.

Desde esta óptica se ha de comprender el alcance que concedemos al fenómeno


del poder, y, su consecuencia, el fenómeno de la dominación, en las relaciones
internacionales y en el resultado de éstas, la estructura de la sociedad internacional en
cada momento histórico.

Por otro lado, consideramos, de acuerdo con nuestra propia concepción teórica
de las relaciones internacionales como sociología histórica, que, la comprensión y
análisis del fenómeno del poder y de la dominación, sólo es posible partiendo de una
perspectiva histórica a través de la cual sea posible encadenar la evolución de las
propias condiciones de la existencia misma de la sociedad con la evolución del
fenómeno del poder y de la dominación, y, en consecuencia, con las paralelas
transformaciones estructurales que han ido experimentando históricamente las
sociedades internacionales hasta llegar a la actual sociedad internacional. Pues todo
cambio en la estructura de poder y de dominación lleva consigo a medio plazo un
cambio en la propia estructura de la sociedad internacional. Como señala
WALLERSTEIN, al poner de manifiesto el papel último que la lucha de clases ha
desempeñado y desempeña a escala internacional, la historia del sistema internacional
puede considerarse como la historia de la desigualdad y de la reacción contra la misma.

En definitiva, creemos, parafraseando a Brown, que sólo en base a una


perspectiva histórica es posible aprehender e interpretar «la cambiante esencia del
poder».

De esta forma, el problema del poder se presenta esencialmente como un


problema de análisis de la influencia y dominación política y social, manifestado en el
campo de las relaciones internacionales, tanto en el plano propiamente interestatal,
como en el plano de las fuerzas y actores sociales, económicos y políticos, actuantes en
la sociedad internacional, lo que supone centrar la reflexión teórica no sólo en el
fenómeno del poder y de sus dimensiones y en la jerarquía que él mismo origina en las
relaciones internacionales, sino igualmente en la propia estructura de la sociedad
internacional, en cuanto que ésta viene determinada en gran medida por la distribución
del poder entre los actores de la misma. Todo ello, como ya hemos apuntado, desde una
perspectiva evolutiva que tome el poder como un fenómeno cambiante, tanto en sus
manifestaciones concretas como en sus dimensiones centrales.

En todo caso, sin caer en el simplismo y en las falacias propias del realismo, y
sin desconocer el trasfondo social último que da lugar al papel que el poder juega en la
vida internacional, estimamos que la investigación en torno a este fenómeno continúa
siendo un elemento clave para comprender la actual realidad internacional y para
plantearse la futura evolución de la sociedad internacional hacia modelos más
igualitarios e integrados, superadores de las actuales estructuras de dominación.

Sin embargo, el presente trabajo no pretende ser exhaustivo ni tratar todas las
cuestiones en torno al poder que acabamos de esbozar. Nuestro objetivo es simplemente
plantear la problemática actual de la idea de poder en la esfera internacional, pues
creemos que ello es previo a cualquier otro estudio que busque una consideración más
amplia del fenómeno del poder.

Quedan, pues, fuera del mismo, temas de tanta importancia e interés como el de
los elementos que configuran o constituyen el poder, la evaluación o medición del
mismo, el establecimiento, si es posible, de criterios en base a los cuales establecer una
o varias jerarquías entre los Estados, y la aparición y desarrollo de lo que se han
denominado los «nuevos centros de poder».

Tampoco estudiaremos el papel de las grandes potencias en la evolución de la


sociedad internacional, ni la influencia que la estructura de poder ha tenido y tiene en la
configuración de la propia estructura de la sociedad internacional. Con todo, como
veremos, algunas alusiones a esos temas serán inevitables. El trabajo se centra, pues, en
los aspectos más teóricos y conceptuales del fenómeno del poder, pues consideramos
que se trata de un paso previo necesario para poder entrar posteriormente en el análisis
de los temas detallados hace un momento.

Aunque no faltan autores, sobre todo aquéllos que consideran las relaciones
internacionales como en estado de naturaleza, que, en base a las propias características
de la sociedad internacional, ven a ésta como un medio social radicalmente distinto al
propio de la sociedad estatal y, en consecuencia, estiman que el fenómeno del poder en
las relaciones internacionales es mucho más complejo e incluso diferente a su
manifestación en el interior de los Estados, nuestra posición, de acuerdo con las
consideraciones anteriores, parte de una perspectiva distinta, pues estimamos que el
criterio de la «internacionalidad», si bien es válido a efectos académicos y de
delimitación del objeto de estudio científico de las relaciones internacionales, es sin
embargo, un criterio más formal que real, por cuanto la explicación de los fenómenos
sociales y, en concreto en nuestro caso, de los internacionales, sólo puede realizarse
partiendo del hecho de que la realidad social, interna o internacional, constituye un todo
en el que es el hombre y su medio social el protagonista. Lo que hay es una diferencia
de grado, derivada de las propias características de la sociedad internacional,
especialmente de la descentralización del poder como consecuencia de la escasa
institucionalización de la misma, que en ningún caso puede estimarse como base para
considerar el poder en las relaciones internacionales como algo sustancialmente
diferente al fenómeno del poder y de la dominación en general.

Lo anterior responde a la necesidad de romper con el aislamiento e ignorancia


respecto de las aportaciones y análisis sobre el poder realizados desde otras ciencias
sociales, con que en general, como señala BALDWIN, los internacionalistas han
considerado el poder alegando un pretendido carácter único de tal fenómeno en la
esfera internacional.

Relacionado con lo anterior está el hecho de que tradicionalmente el poder en la


esfera internacional ha tendido a ser concretado en los Estados, protagonistas
indiscutibles a nivel formal de las relaciones internacionales.

La necesidad de superar tal planteamiento es evidente, por cuanto supone una


clara simplificación de la realidad internacional, como ya hemos señalado. Sin embargo,
si bien usamos la expresión «poder» e indagamos sobre ese fenómeno en un sentido
genérico, válido no sólo para cualquier actor, sino igualmente para cualquier situación
de poder, nuestras consideraciones concretas se centran principalmente en el Estado, ya
que a efectos de análisis constituye el más claro exponente del poder a nivel
internacional. Es en base a los mismos, dada la complejidad del medio internacional,
que debe partirse en el análisis del poder. Las propias carencias y paradojas que del
mismo se irán derivando nos servirán para ir determinando la problemática del poder en
otros actores de las relaciones internacionales y poner de manifiesto su papel en la
sociedad internacional. Además, si, como hemos apuntado, es necesario superar las
concepciones tradicionales, y éstas entronizan al Estado como actor de las relaciones
internacionales, es precisamente de ese paradigma del que hay que partir en orden a su
superación ".

A pesar de la antigüedad del estudio del poder y del papel que a éste se ha
atribuido en las relaciones sociales, sólo después de la segunda guerra mundial el poder
ha pasado a ser objeto científico y autónomo de la indagación intelectual,
transformándose en uno de los ejes del análisis científico-social. Si en el campo de las
relaciones internacionales la obra de Hans MORGENTHAU, Polines among Nations,
publicada en 1948 y anclada todavía en gran medida en los planteamientos
tradicionales, ha tenido por su influencia la virtud o el defecto de hacer de ese fenómeno
la clave del análisis de la política internacional, en un campo más general es, sin
embargo, la obra de LASSWELL. y KAPI.AN, Power and Society, que marca el paso
entre el antiguo e intuitivo tratamiento del poder y los intentos de precisión y
clarificación del mismo que se han multiplicado desde entonces. A partir de ese
momento, los teóricos de las relaciones internacionales se han movido en una dinámica
de investigación en la que si, por un lado, el poder seguía asumiendo como centro de
toda explicación, por otro, se trataba de superar la debilidad de tal análisis, característico
del realismo político, buscando la profundización y clarificación de ese fenómeno, que
las nuevas dimensiones puestas de manifiesto en el campo de las ciencias sociales
hacían absolutamente necesario. De esta forma; el poder empieza a ser visto no sólo en
su aspecto mítico o creencial, sino también en su aspecto estructural.

No tiene, así, nada de particular que si cuando entre los científico-sociales


hablamos de poder existe un consenso unánime en que nos referimos al poder social y
no al poder sobre la naturaleza, no sucede lo mismo cuando se trata de definirlo, de
establecer el significado de la expresión «poder» y de otras expresiones relacionadas
con él, en suma, cuando se trata de clarificar su noción y de analizarlo . En este aspecto,
así como en todos los demás relacionados con el poder, la falta de consenso es de tal
naturaleza, dadas las dificultades de todo tipo que presenta su aprehensión, que se ha
llegado a considerar el concepto de poder como un concepto caracterizado por su
evasividad " . La conciencia de este hecho ha sido un estímulo indudable para la
multiplicación y proliferación de los intentos de formular un concepto del poder capaz
de penetrar e iluminar la esencia del fenómeno.

Usar el término «poder» en el sentido genérico nos evita entrar directamente en


una problemática, cuál es la de distinguir las nociones de «poder», «influencia»,
«control» y «autoridad», que desborda el objeto del presente estudio. Con todo, no se
puede desconocer la utilidad que puede tener la distinción entre dichas nociones de cara
a completar la indagación en torno a este fenómeno.

Por otro lado, hay que señalar que, superada hoy la consideración personalista
del poder, que consideraba a éste como una propiedad característica de un individuo o
grupo de individuos, la gran mayoría de los estudiosos parten de una visión relacional
del mismo, única adecuada para dar cuenta de los aspectos credenciales y estructurales
del poder. Nuestro trabajo se ocupa del fenómeno, como es lógico, desde esta óptica. En
este sentido se expresa KNORR al señalar que «el poder como un efecto sobre otro
actor sólo se genera en situaciones y relaciones concretas y los recursos o capacidades
del poder no son poder estrictamente hablando, porque muchas variables situacionales
determinan el resultado cuando aquellas capacidades son utilizadas» .

Desde esta perspectiva relacional son muchas las definiciones formuladas.

A título puramente ilustrativo y como base para nuestras posteriores


consideraciones, podemos recordar las siguientes.

MORGENTHAU señala que «el poder puede consistir en cualquier cosa que
establezca y mantenga el control del hombre sobre el hombre. El poder cubre, pues,
todas las relaciones sociales que sirven a tal fin: desde la violencia física hasta los lazos
psicológicos más sutiles por el que una mente humana controla a otra.

ARON, empleando el término «potencia», dice que es «la capacidad de una


unidad política para imponer su voluntad a las otras unidades» .

HOLSTI define el poder como «la capacidad general de un Estado para controlar
la conducta de otros».

KEOHANE y NYE como «la habilidad de un actor para conseguir que otros
hagan algo que de otra manera no harían (y con un aceptable costo para el actor)».
FRANKIE, se refiere a «la capacidad para producir los efectos deseados».

ROSEN y JONES hablan de «la habilidad de un actor en la esfera internacional


para usar recursos y activos tangibles e intangibles de forma que influencian los
resultados de los acontecimientos internacionales para su propia satisfacción.

Definiciones todas ellas que, dejando de lado sus propios matices, ilustrativos de
las distintas posiciones, vienen a considerar el poder como un fenómeno relacional,
dinámico, que se materializa en la imposición de la voluntad de unos sobre otros. Se
trata, en todo caso, de nociones que parten de una concepción causal del poder, en
cuanto que ese fenómeno relacional se desglosa en una serie de aspectos que van desde
los recursos o capacidades del actor, la fungibilidad de los mismos en una acción
concreta, el costo, hasta terminar en unos efectos o resultados.

Se impone, pues, en orden a clarificar la noción de poder, analizar los distintos


aspectos implícitos en las definiciones señaladas.

En primer lugar, y ello lo apuntábamos en las consideraciones previas, el hecho


de que el poder es un medio y no un fin en sí mismo, que tiene un carácter instrumental.
Se trata de la habilidad o capacidad para controlar la conducta de otros en orden a lograr
ciertos objetivos. Ello, sin embargo, no es aceptado por todos los autores, pues aquellos
que se insertan dentro de la concepción realista tienden a considerar el poder al mismo
tiempo como un medio y como un fin de la acción política. Estos autores estiman que
los objetivos a largo plazo, como la paz permanente, son inaplicables en la conducción
de la política internacional e irrelevantes en el proceso político, que está siempre
orientado a corto plazo. Así, MORGENTHAU afirma que «la política internacional,
como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los fines últimos de
la política internacional, el poder es siempre el fin inmediato». Tal concepción, objeto,
como es sabido, de numerosas críticas, no responde a la realidad internacional. Sin
negar el papel del poder en las relaciones internacionales, no se puede, sin embargo,
afirmar que constituya un fin en sí mismo, o sea. el factor primordial de la historia, el
objetivo supremo perseguido por los Estados. El poder en sí mismo no sirve para
explicar los objetivos perseguidos por un Estado, ni constituye la esencia de todas las
relaciones internacionales, pues muchos otros valores y fines entran en juego en la
política internacional. En definitiva, el poder es un medio a través del cual los actores se
relacionan unos con otros tratando de influenciar su conducta. Implica, pues, posesión,
concretamente la posesión de una serie de recursos que fundamentan en mayor o menor
medida la habilidad o capacidad de un actor para actuar en las relaciones
internacionales.

Surge así un segundo aspecto que es necesario analizar, pues si el poder no es un


atributo político natural, sino el resultado de recursos tangibles e intangibles a
disposición del actor, no podemos olvidar que la clave del poder estará en la
movilización de esos, recursos o capacidades en apoyo de sus actos. No es tanto la
posesión en sí de ciertos recursos como la habilidad o capacidad para movilizarlos en
una acción concreta lo que determina, al menos en principio, el poder de un actor.

En su obra Poder e Interdependencia (1977), Keohane y Nye reconocen que la


naturaleza del poder en las relaciones internacionales se ha vuelto más compleja,
producto de los avances tecnológicos y la aparición de nuevos tipos de poder en un
contexto de creciente interdependencia y globalización. Según los autores, «dado que la
fuerza militar es ineficaz frente a ciertos problemas, la noción convencional de poder
carece de precisión. Por lo tanto, pueden llegar a ser necesarios distintos conceptos de
poder para enfrentar problemas diversos» (Keohane y Nye, 1977:22).

En la política mundial existen diferentes áreas de cuestiones en las cuales los


países no se encuentran posicionados de la misma manera y es posible que aparezcan
distintos liderazgos, producto de que un actor sea débil en un área pero fuerte en otra.
La fuerza militar puede no ser útil y eficaz para solucionar una cuestión económica o
ecológica. Esto se vincula también al carácter multidimensional del concepto, lo cual
hace posible que el poder aumente en una dimensión al tiempo que decae en otra
(Baldwin, 2002:178). Esta característica es subestimada desde la perspectiva realista.

Por estas razones, desde el enfoque de la interdependencia es de vital


importancia contextualizar los usos del poder y pensarlo en los espacios específicos en
que se pretende ejercer, y habrá situaciones y cuestiones en que los recursos de poder
disponibles serán más efectivos que en otras. En función de estas apreciaciones,
Keohane y Nye identifican dos dimensiones centrales para optimizar los análisis del
poder en un contexto interdependiente, la sensibilidad y la vulnerabilidad. Estas
categorías permiten evaluar los diferentes grados de interdependencia y colocar en una
medida más justa su impacto sobre las relaciones de poder.

La sensibilidad implica los grados de respuesta que tiene un actor frente al


impacto de situaciones externas que pueden afectarlo, mientras que la vulnerabilidad
tiene que ver con la disponibilidad relativa y los costos de las alternativas que los
actores deben encarar. De este modo, claramente la sensibilidad será menos importante
que la vulnerabilidad para proporcionar recursos de poder a los actores, ya que si un
Estado puede modificar sus políticas y encontrar alternativas a un bajo costo (baja
vulnerabilidad), la sensibilidad de un actor nos dice muy poco sobre su poder (Keohane
y Nye, 1977:26-29).

De este modo, resulta evidente la imposibilidad de determinar si un actor tiene


poder solo en función de los recursos que posee, es preciso definir «poder para qué». Se
debe especificar quienes están involucrados en una relación de poder, así como también
qué áreas de cuestiones son consideradas (Nye, 2011:6). Este tipo de análisis permite a
un Estado evaluar qué tipos de recursos resultan de mayor utilidad y cuál es la mejor
forma de utilizarlos para ejercer poder en un contexto determinado. De acuerdo con
todo lo desarrollado, no es posible ignorar el carácter relacional del poder. Un análisis
concentrado solo en la posesión de recursos resulta insuficiente, es preciso contemplar
los diferentes aspectos que mediatizan su utilización y su traducción efectiva o no en
poder real.

Los diversos conceptos del poder: poder general, poder material, poder humano
y poder social.

El término poder, en un sentido genérico, es definido por el diccionario de la


Real Academia como sinónimo de: «fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío».
Esta acepción del término lo asimila a cualquier tipo de conexión causal entre dos
fenómenos o, incluso, a su mera posibilidad. Ello supone una gran imprecisión
conceptual del término, aunque presenta la ventaja de que nos permite aplicarlo a
cualquier ámbito de la realidad.

Nos surge, por tanto, la necesidad de establecer una primera distinción teórica
entre los fenómenos de poder que se generan en la naturaleza, según unas relaciones de
carácter puramente material y que siguen unas leyes mecánicas o impersonales, de
aquellos otros fenómenos de poder que nacen de la actuación de los seres humanos y
que, en su condición de seres pensantes, desarrollan formas particulares de dominio o
influencia sobre la propia naturaleza.

A las relaciones de poder que se desarrollan en el ámbito del mundo de la


naturaleza, las denominaremos con el término de poder natural. A ellas solemos
referirnos cuando señalamos el poder destructor de la naturaleza (por ejemplo: sismos,
huracanes, inundaciones, etc.), o su poder creador y reproductor (fertilidad de la tierra,
la fecundidad de los animales, etc.).

En cambio, cuando nos referimos a un tipo particular de poder que se constituye


como un atributo exclusivo del ser humano, de cualquier hombre por el simple hecho de
serlo, lo denominaremos con el término de poder humano. El poder humano podemos
definirlo diciendo que es la utilización consciente de las capacidades humanas en orden
a generar ciertos efectos o resultados en la naturaleza o en la realidad social.

De este concepto podemos deducir una serie de consideraciones importantes


para nuestro análisis:

1. El poder humano se genera como una conjugación de las dos dimensiones


básicas del hombre, la material o biológica, y la espiritual o psicológica. No se puede
excluir ninguna de estas dos dimensiones del ser humano ya que éste nace y se
desarrolla gracias a su interacción, aunque en cada manifestación concreta podemos
destacar más una u otra de ambas dimensiones.
2. Si consideramos que el hombre es un ser limitado en sus capacidades (físicas
o psíquicas) resulta lógico concluir que el poder humano alcanza hasta donde lo
permitan tales capacidades. En otras palabras, el poder humano posee unos límites o
condicionamientos absolutos derivados de los que posee la propia condición humana en
las dimensiones antes mencionadas.

Tan imposible resultan al hombre ciertos actos, por evidentes limitaciones


biológicas, por ejemplo, la reproducción ovovivípara, como por condicionamientos
psicológicos, por ejemplo, vivir sin emociones o sentimientos.

Junto a las limitaciones absolutas, el poder humano goza también de unas


limitaciones o condicionamientos históricos, es decir, actividades que resultaban
imposibles para el hombre en ciertas etapas y que en cambio puede realizar en períodos
posteriores. La trascendencia de estas limitaciones históricas ha sido posible gracias a la
sociabilidad humana que le ha permitido descubrir, movilizar y perfeccionar sus propias
capacidades individuales en el transcurso del devenir histórico. Por ejemplo, el hombre
de cromañón no podía realizar un trasplante de riñón, actividad que resulta frecuente en
la sociedad actual.

Es precisamente mediante el juego recíproco de los límites absolutos e


históricos, como podemos determinar el campo concreto que abarca el poder humano en
cada hombre y para cada sociedad.

3. Para que la capacidad utilizada por el hombre pueda considerarse como poder
humano, en su sentido estricto y diferenciado del poder natural es necesario que sea
ejercida de un modo consciente. Dicho de otro modo, sólo los actos humanos realizados
conscientemente los consideraremos actos propios del poder humano. Desde luego
existen numerosos actos realizados por el hombre de una forma mecánica o
preconsciente, por ejemplo, la respiración o los latidos del corazón, que aun cuando
pueden resultar imprescindibles para su supervivencia no los incluimos en el concepto
del poder humano. Semejante restricción se fundamenta en la idea de que el elemento
de consciencia constituye un factor diferencial básico entre los seres humanos y otros
seres vivos. Gracias a él los seres humanos pueden controlar sus actos y aprender
conductas, y de esta forma influir en su entorno natural o desarrollar procesos de
acumulación social de sus poderes individuales.

4. Que los actos del poder humano tengan que ser actos conscientes no significa,
ni presupone, que sean actos totalmente racionales. En efecto, muchos actos humanos
son conscientes y racionales en su ejecución, pero inconscientes y/o irracionales en su
motivación, sin dejar por ello de ser actos del poder humano. Es frecuente que entre
actividades que diariamente realizamos como expresión de nuestro poder humano
individual, algunas de ellas poseen motivaciones perfectamente racionales; sin embargo,
otras muchas las realizaremos como consecuencia de móviles irracionales (creencias,
sentimientos, impulsos, etc.) de los que seremos conscientes o no, pero que en todo caso
afectarán a la racionalidad de nuestras actuaciones. En estos supuestos si nos interrogan
sobre las razones que nos inducen a obrar de determinado modo y no de otro distinto,
probablemente encontraremos argumentos y explicaciones que racionalizan «a
posteriori» los motivos, desconocidos o inconfesables, que afectaron nuestros actos de
poder humano. Esto demuestra que somos conscientes de su realización, aunque no,
necesariamente, de su motivación. En tales casos podemos afirmar que el poder humano
es un poder ejercido conscientemente, pero no podemos sostener que es un poder
completamente racional. Esta sutil pero decisiva distinción entre conciencia y
racionalidad complica extraordinariamente la investigación de las actuaciones humanas
individuales y sociales, cuestionando seriamente la premisa de aquellos teóricos que
enfatizan la dimensión racional en el ejercicio del poder, y desconocen o subestiman
esas otras dimensiones no estrictamente racionales, pero cuya influencia en la esfera del
poder humano es indiscutible. En definitiva, para que el hombre ejerza su poder es
necesario que sea consciente de sus capacidades y las utilice aunque no sepa
racionalmente por qué ejerce su poder.

5. De todo lo anterior se desprende un corolario muy importante. El poder


humano aun cuando no siempre es racional en sus motivaciones o en su ejercicio puede,
sin embargo, estudiarse y conocerse siguiendo un análisis racional. En otras palabras, la
irracionalidad de muchos de los actos humanos del poder no impide su investigación
racional y científica, pues, al fin y al cabo, junto a la lógica de la razón existe también
una lógica de la sinrazón.

6. Evidentemente de la definición del poder humano que hemos formulado no


cabe esperar una interpretación unilateral y cerrada mediante la cual el poder del
hombre conduzca, inexorablemente, a unos efectos específicos o unas consecuencias
predeterminadas.

Las causas, formas de ejercicio y consecuencias resultantes del poder humano


son muy diversas y varían en función de las capacidades de las personas, de su
voluntad, del contexto en el que actúan, de los fines a los que aspiran, y naturalmente,
de la percepción y valoración que los propios individuos posean de todos estos factores.
Cada uno de estos elementos no sólo condiciona el ejercicio del poder humano sino que
relativiza su estudio. El conocimiento del poder humano es, por tanto, el conocimiento
de los poderes de todos y cada uno de los hombres y de las condiciones concretas en las
que lo ejercen. Es precisamente esta dimensión contingente y particular del poder
humano la que más obstaculiza la formulación de una teoría general del poder.

Hasta ahora hemos estado considerando un concepto abstracto y genérico del


poder humano. No obstante, en la medida en que el poder de cada persona concreta
depende en cierto modo de sus capacidades (físicas y psicológicas), y teniendo en
cuenta que la experiencia de las capacidades son distintas y desiguales entre las diversas
personas, resulta imprescindible concluir que el ejercicio del poder humano es diferente
y desigual, que permite sustentar unas relaciones sociales caracterizadas por su
diversidad y desigualdad, relaciones sociales que nacen y reproducen el fenómeno del
poder entre los propios seres humanos.

Pero también podemos argumentar en sentido opuesto, afirmando que el poder


social engendra una diversidad y desigualdad de condiciones y capacidades en cada uno
de los individuos, y de este modo contribuye decisivamente a concretar el poder
humano de cada persona.

De esta forma, y a través del juego dialéctico del poder humano, en sus
dimensiones individual y colectiva, se desarrolla también la asociación entre dos facetas
de la realidad humana: la desigualdad y el poder. Ambos elementos constituyen el
anverso y el reverso de una misma realidad, sin que podamos comprender y explicar al
hombre tal y como conocemos de su existencia histórica, desconectado de las
desigualdades y de las actuaciones de poder.

BART LANDHEER ha destacado esta vinculación entre poder y desigualdad de


un modo magistral al escribir:

«… No hay igualdad en la realidad social, sino más bien desigualdad. La


desigualdad es, verdaderamente, la razón de ser de la sociedad.

Si se admite que la sociedad global posee necesariamente una estructura, el


problema de la evolución social aparece bajo un punto de vista diferente. El mundo que
se desarrolla no es igualitario sino, por el contrario, fuertemente diferenciado. Esto
deriva de la desigualdad de capacidad de los grupos sociales, y esta capacidad desigual
es, a fin de cuentas, un fenómeno biológico que es necesario aceptar en la medida en
que escapa enteramente a la voluntad humana.»

Desde luego cualquier pretensión igualitaria se mueve más en el terreno de los


deseos utópicos que en el de las realidades humanas, tal y como se nos presenta desde
diversos campos científicos. Sin embargo, admitir la desigualdad y el poder entre las
sociedades o los individuos como una realidad, no significa negar la común naturaleza
humana y, desde luego, no puede jamás confundirse con una justificación de la opresión
y la injusticia que de ambos fenómenos puede derivarse como uno, y no el único, de sus
posibles efectos.

Tanto la desigualdad como el poder humano permiten no sólo la dominación y el


conflicto sino que también promueven la cooperación y la solidaridad humanas;
fundamentan la vida humana en grupos sociales organizados de modo cada vez más
complejo y avanzado, y fomentan la colaboración social a través de relaciones cada vez
más justas y pacíficas. En una palabra, la desigualdad y el poder permiten el progreso
humano tanto como propiciar procesos de estancamiento o degradación de la
humanidad. Que en cada momento y circunstancia el hombre, cada uno de nosotros,
utilice sus desiguales capacidades y ejerza sus poderes en una de ambas direcciones, no
puede atribuirse a la naturaleza justa o inicua de la desigualdad o el poder, sino al grado
de conciencia y responsabilidad de cada persona y sociedad.

Hasta aquí nos hemos referido al concepto de poder humano de un modo


genérico, pero el poder humano encierra diversas formas de poder que debemos
diferenciar. Estas se pueden reconducir básicamente a dos categorías: el poder material
y el poder social.

El poder material podemos precisarlo afirmando que es el ejercicio del poder


humano sobre el entorno material que rodea al hombre, considerado individual o
colectivamente, y en el que éste se desarrolla.

La existencia y subsistencia de los hombres y las sociedades descansa en una


constante interacción con el medio natural que le circunda. La necesidad de toda
persona de proveerse de recursos materiales (alimentos, vestidos, vivienda, etc.) le
obliga a utilizar sus capacidades productivas (o destructivas) aplicándolas a su medio
ambiente, al que también debe adaptarse en cierta medida, dando origen a una de las
formas más primarias e importantes de manifestación del poder humano.

Debido a la trascendencia vital que posee la interacción entre el poder material


del hombre y el poder natural de su entorno medioambiental, resulta inevitable que esta
dinámica produzca efectos decisivos en el propio contexto social, es decir, entre las
relaciones humanas. Algunas de las manifestaciones más enraizadas de la desigualdad
social, pero también más enraizadas en la conducta humana, se han desarrollado como
consecuencia de las desigualdades de poder material entre los individuos o las
sociedades. La desigualdad del poder material origina relaciones de desigualdad y de
poder en y entre las sociedades.

Esta dimensión social del poder material del hombre se debe a la propia
tendencia societaria de los individuos. Esta sociabilidad humana constituye una de las
pocas limitaciones absolutas que posee. En su origen se encuentran causas de tipo
biológico, por ejemplo, la función reproductora que asegura la supervivencia y
continuidad de la humanidad resultaría imposible fuera de un marco societario; pero
también es debida a causas de carácter psicológico, pues es bien sabido que la
dimensión mental del hombre únicamente puede desarrollarse con plenitud en relación
con su participación en ciertos grupos sociales. La soledad dificulta, cuando no
traumatiza, dos de las facultades más específicamente humanas: el pensamiento y la
comunicación.

La dimensión social del ser humano constituye el sustrato sobre el que se erige el poder
social, que podemos definir como el ejercicio del-poder humano con. objeto de generar,
mantener, alterar o impedir ciertos comportamientos o actuaciones de las personas
tomadas individual o colectivamente. En otras palabras, el ejercicio del poder humano
proyectado en las relaciones internacionales.
La primera consideración que se desprende de esta definición del poder social,
es que esta forma de poder únicamente se da en las relaciones entre los seres humanos.
Debemos diferenciarlo, por tanto, del ejercicio-del poder del hombre sobre las cosas, o
de éstas sobre el hombre, aunque en estos dos supuestos se produzcan resultados que
afectan, más o menos directamente, a las relaciones sociales de poder.

Como veíamos, el poder material del hombre sustenta y condiciona ciertas


relaciones sociales de poder. Sin embargo, semejante supuesto no es identificable con el
poder social. Por ejemplo, el poder del hombre para cultivar la tierra ha dado origen
tanto a la propiedad privada como a la propiedad colectiva de la tierra, e incluso a la
propiedad de unos hombres sobre otros destinados al cultivo y explotación de ciertas
tierras (esclavos, siervos de la gleba, etc.). En definitiva, el mismo poder material ha
fundamentado diversos tipos de relaciones sociales de poder ostensiblemente diferentes
entre sí.

En segundo lugar: en la medida en que el poder social posee como promotores y


destinatarios a las personas, su estudios tiene que realizarse considerándolo como parte
integrante de las relaciones sociales. Atendiendo a esta faceta relacional podemos
afirmar que el poder social no se posee sino que se ejerce. Como lo ha señalado ARON,
al referirse al poder político:

«El poder político no es absoluto, sino una relación humana.»

Paradójicamente esta es una de las cuestiones más discutidas por la doctrina, que
suele identificar el poder con las capacidades, y no con el ejercicio de capacidades.
Naturalmente, la mayoría de esos mismos autores no tiene ningún reparo en
contradecirse, señalando que no siempre la disponibilidad de ciertas capacidades
termina materializándose en una actuación de poder.

Esta no es una cuestión secundaria y requiere alguna aclaración. Es cierto que en


términos coloquiales se afirma que tal persona o grupo tiene poder porque dispone de
ciertas capacidades (económicas, políticas, jurídicas, etc.), de las que carecen otros
miembros de la sociedad. Sin embargo, ello sólo no bastaría para que se le atribuyese un
cierto poder social si en alguna ocasión aunque no necesariamente de modo constante
esa persona o grupo no hubiese demostrado prácticamente que utilizando esas
capacidades lograba afectar de algún modo el comportamiento de otras personas o
grupos.

Es lógico, por tanto, que en términos generales se identifique la posesión de


ciertas capacidades, que es una condición necesaria, aunque no suficiente, para el
ejercicio del poder social, con la propia relación de poder. No obstante, este
planteamiento resulta inadecuado cuando nos movemos en el terreno científico, ya que
omite algunos otros elementos fundamentales del poder social cuya importancia se pone
de manifiesto en algunas de las relaciones internacionales que más están afectando a la
sociedad internacional actual, por ejemplo, el poder internacional alcanzado a partir de
la disponibilidad de importantes arsenales nucleares.

Tercero, en función de las observaciones anteriores podemos concluir que el


poder social, como expresión y fundamento de una parcela esencial de las relaciones
sociales, se manifiesta y desarrolla en las tres dimensiones básicas de la vida social,
dando origen a otras tantas formas básicas del poder social y a las que denominamos:
poder económico, poder político y poder cultural.

Cada una de ellas presenta características particulares y se desarrolla entre unos


agentes o destinatarios sociales distintos. Ello no es obstáculo para que entre estas
formas básicas del poder social existan influencias recíprocas o para que algunos grupos
participen simultáneamente en varias de ellas.

El poder económico podemos definirlo como aquella forma del poder social que
se desarrolla entre los miembros (individuales o colectivos) de un determinado. Proceso
económico en base a su condición de productores, distribuidores o consumidores.

En cambio, consideramos el poder político como aquel poder social establecido


para organizar la convivencia y garantizar la seguridad e independencia de las
sociedades.

Finalmente, podemos decir que el poder cultural es la forma adquirida por el


poder social en base a la existencia de una comunidad de valores, conocimientos,
ideologías o experiencias entre los miembros de una sociedad.

Cada una de estas manifestaciones del poder social engendra y desarrolla otras
tantas estructuras sociales, en las que se plasman la organización y las contradicciones
imperantes en las relaciones sociales de poder.

En cuarto y último lugar, el poder social fundamental, y en la mayoría de los


casos se subsume parcialmente, en el poder estatal. Ahora bien, el Estado no sólo
descansa en las relaciones de poder social, sino que también reúne partes significativas
del poder material de la sociedad al estar asentado sobre un espacio territorial definido.

Por otro lado, en la medida en que el Estado existe para ordenar e


institucionalizar la convivencia entre los miembros de una sociedad, su columna
vertebral está constituida por el poder político con el que habitualmente se le identifica.
Pero ¡eh! El Estado también requiere el ejercicio de un cierto poder económico y de un
importante poder cultural, sin cuyo concurso dejaría de poder realizar una parte
importante de sus funciones de cara a la sociedad.
En resumen, el Estado constituye la organización institucional de una parcela
limitada, pero decisiva, de las relaciones de poder de una sociedad. Por esta razón, el
Estado, cada Estado en concreto, es una emanación de la sociedad a la que pertenece,
así como de sus relaciones y estructuras de poder, y por consiguiente, el estudio del
poder estatal sólo es comprensible en el marco general del poder social, y no a la
inversa.

2.- Definición de Realismo Político.

El realismo político nace como una escuela de opiniones y pensamiento en las


relaciones internacionales que, en respuesta al idealismo político, percibe al Estado
como entidad suprema.​ Esta escuela se ha desarrollado en general en Alemania, Gran
Bretaña y los Estados Unidos, aunque algunos exponentes de habla hispana también se
destacan.

En la década de los 40, en medio del proceso de total reestructuración política,


económica y militar de la sociedad internacional, empezaron a proliferar en los Estados
Unidos estudios teóricos que tenían como fin inmediato explicar los acontecimientos
desde, según sus autores la llaman, una perspectiva realista.

El núcleo de esta "nueva perspectiva" se localizaba en la idea de que el poder y


su mantenimiento o búsqueda constituyen el fin supremo de los Estados y de que la
política, y por ende la política internacional, no es a fin de cuentas más que la lucha por
el poder.

Quienes formularon esto provenían de los más diversos campos de la Ciencia


Social, pero a todos los unía el hecho de que se declaraban hijos ideológicos de
Reinlioid Niebhur, teólogo protestante quien, desilusionado de la moral cristiana o,
mejor dicho, del poco apego que los hombres tenían a esa moral, sostenía que era
utópico pensar en la construcción de un mundo confiable y seguro mediante el
establecimiento de instituciones democráticas, en tanto lo que privaba en el contexto
internacional eran el terror, la fuerza y la brutalidad.

La conclusión lógica de este padre del realismo moderno fue la de que los
Estados Unidos deberían establecer una política exterior acorde con el mundo real, para
estar debidamente capacitados en la lucha contra las fuerzas irracionales que en él
actúan de modo perverso.

De las premisas anteriores, planteadas a muy grandes rasgos, surgió, en la teoría


de las relaciones internacionales, la escuela realista del poder de la que son destacados
representantes Kenneth Thompson, Quincy Wright, Ceorge Kennan, Walter Lippmann.
Nicholas Spykam y destacadamente. Hans Morgenthau. quien fue el que mejor
condensó los postulados realistas en su obra Política entre las Naciones.
Con rapidez el realismo político se impuso como la escuda dominante en la
teoría de las relaciones internacionales, debido en buena medida al papel que en los
Estados Unidos asumieron determinantemente al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Se trataría, en esta hipótesis, de la escuda que orienta, da sentido y justifica a la política
exterior de una gran potencia hegemónica. Si los Estados Unidos tienen que imponer
mundialmente una forma de vida, entonces es necesario formar un soporte teórico a
partir del cual se proyectará la nueva política exterior.

Sin embargo, vistas las cosas desde una óptica más amplia, es posible sostener,
igual como hipótesis. que el realismo tiene una presencia constante y permanente en la
tradición política norteamericana que va desde la época de la independencia hasta los
días actuales. Contra lo que sostienen los críticos del realismo, acerca de que éste
proviene de un contexto europeo, alemán pura más señas, en donde la afición por el uso
del concepto de poder es muy grande y que, por lo tanto, no corresponde a los ideales de
la política norteamericana, es factible sostener que a partir del desarrollo de la doctrina
del Destino Manifiesto, el realismo político impera, con altas y bajas es cierto, en la
política exterior norteamericana.

Dicho de otro modo, el realismo político se reconoce como una escuela de la


teoría de las relaciones internacionales en la década de los 40, pero su presencia en el
contexto norteamericano data de varias decenas de años atrás. No hay que olvidar
incluso que al dividirse formalmente el grupo que consiguió la independencia de las
primeras colonias británicas en América, se plantean dos posiciones, ambas
expansionistas, en las que priva el pragmatismo y el realismo, respecto de la posición
del nuevo Estado frente al exterior: una encabezada por Hamilton, propugnadora de la
expansión marítima; la otra, sustentada por Tilomas Jefferson, sostenía que el futuro
norteamericano se encontraba en el sur y en el oeste del territorio ocupado por las ya
entonces ex colonias.

3.- Definición de Idealismo.

El idealismo es la familia de teorías filosóficas que afirman la primacía de las


ideas o incluso su existencia independiente. Afirman que la realidad, o la realidad que
podemos conocer, es fundamentalmente un constructo de la mente o inmaterial. El
idealismo supone que los objetos no pueden tener existencia sin que haya una mente
que esté consciente de ellos. Para poder conocer las cosas, se debe tomar en cuenta la
conciencia, las ideas, el sujeto y el pensamiento.

El materialismo rechaza el idealismo. El idealismo no es precisamente


antagónico al realismo pues hay filosofías idealistas (idealismo objetivo) que postulan
una existencia de objetos abstractos independientes del observador.

Epistemológicamente, el idealismo se manifiesta como un escepticismo sobre la


posibilidad de saber cualquier cosa independiente de nuestra mente. En un sentido
sociológico, el idealismo enfatiza cómo las ideas humanas, especialmente las creencias
y los valores, dan forma a la sociedad. Como doctrina ontológica, el idealismo va más
allá, afirmando que todas las entidades están compuestas de mente o de espíritu. El
idealismo rechaza así las teorías fisicalistas y dualistas, que no atribuyen prioridad a la
mente. Una versión extrema de este idealismo puede existir en la noción filosófica del
solipsismo.

En 1781, Immanuel Kant publicó su famosa Crítica de la razón pura, rechazando


ambas posturas y proponiendo una alternativa. Según Kant, si bien todo nuestro
conocimiento empieza con la experiencia, no todo se origina de ella,​​pues existen ciertas
estructuras del sujeto que anteceden a toda experiencia, en tanto son las condiciones que
la hacen posible. La filosofía del siglo XIX se caracterizó en gran parte por ser una
reacción a su filosofía, comenzando con el desarrollo del idealismo alemán.

4.- Definición de Conflicto.

El conflicto es una situación en la cual dos o más personas con intereses


diferentes entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente
antagonistas, con el objetivo de dañar o eliminar a la otra persona. En el caso de ser un
conflicto violento al rival cuando tal confrontación sea de manera verbal o agresiva,
para lograr así la consecución de los objetivos que motivaron dicha confrontación. Por
su condición a menudo extrema o por lo menos nacionalista en relación a objetivos
considerados de importancia o incluso urgencia (valores, estatus, poder, recursos
escasos) el conflicto genera problemas, tanto a los directamente involucrados.

El conflicto define al conjunto de dos o más hipotéticas situaciones que son


excluyentes: esto quiere decir que no pueden darse en forma simultánea. Por lo tanto,
cuando surge un conflicto, se produce un enfrentamiento, una pelea, una lucha o una
discusión, donde una de las partes intervinientes intenta imponerse a la otra.

Para el alemán Ralf Dahrendorf, un conflicto es una situación universal que sólo
puede solucionarse a partir de un cambio social. Karl Marx, por su parte, ubicaba al
origen del conflicto en la dialéctica del materialismo y en la lucha de clases.

Las teorías existentes sobre el conflicto social permiten entender la necesidad de


contar con un cierto orden dentro de la sociedad, cuyos miembros deben integrarse. Para
esto deben desarrollarse políticas de consenso e instrumentarse acciones de coerción.

El conflicto puede analizarse a partir de diversas perspectivas a nivel social. En


general se entiende a través de la moral o la justicia, con consecuencias negativas ya que
puede destruir o hasta desintegrar una sociedad. Se puede aceptar, de todas maneras,
que el conflicto tenga una función positiva gracias a su dinamismo (promueve el cambio
social).
Fuera de la política o de la sociología, podemos entender al conflicto como algo
mucho más cotidiano y sin grandes efectos. Una pareja discutiendo por el manejo
doméstico del dinero, un alumno enfrentando a su maestra por una mala calificación o
dos amigos peleándose por cuestiones futbolísticas están viviendo un conflicto.

Existen muchos tipos de conflictos, una forma de clasificarlos es la de:


unilaterales y bilaterales. Un conflicto es unilateral cuando sólo una de las partes está en
desacuerdo y bilateral cuando todas las partes esperan algo de la otra.

5.- Definición de Conflicto Social.

Las teorías del conflicto social buscan explicar, a partir de una percepción de la
sociedad que requiere tanto orden e integración como innovación y cambio, las
estrategias que se observan y/o se pueden seguir para lograr ambas necesidades
sociales:)

Una asunción central de las teorías del conflicto es que en una sociedad tanto los
individuos como los grupos —no solo pero incluyendo las clases sociales— buscan
maximizar sus beneficios —lo que inevitablemente produce cambio social—. Ese
cambio no necesariamente envuelve conflicto físico sino que puede expresarse en
confrontaciones verbales. Paradójicamente, ese conflicto y cambio busca lograr un
orden a fin de mantener en forma estable estos beneficios. Lo anterior da origen a
diversas estrategias y mecanismos tanto a fin de lograr ese cambio como de mantener
las formas ya sea existentes o emergentes. En otras palabras, el objeto de interés no es el
origen o causas del conflicto sino las situaciones o maneras a través de las cuales ese
conflicto se puede resolver a fin de lograr una solución estable y duradera.

Partiendo de la base que el conflicto es el factor principal del cambio social, que
se expresa, por ejemplo, con la formación de grupos de presión y acción social, se busca
estudiar cómo ese conflicto se integra socialmente, a través de pactos, ya sea acordados
o impuestos, con el resto de los actores sociales, en cambio de estructuras, que, se
supone, ocasionarán estabilidad social. Así, desde este punto de vista, el conflicto social
se percibe como algo que, propiamente controlado o integrado, es esencial para el buen
funcionamiento o estabilidad social.

Lo anterior se puede estudiar no solo observando el cómo los diversos sectores o


individuos se han conducido en la práctica, sino también teóricamente, a través de la
teoría de los juegos.

Algunos autores han alegado que lo que mantiene unida a la sociedad no es el


consenso sino la represión. Esto sucede porque, claramente, algunos grupos sociales se
benefician más que otros de los arreglos y condiciones sociales existentes. La teoría del
conflicto social tiene sus raíces en los escritos de Karl Marx (1818-1883) y su noción de
lucha de clases.

6.- Definición de Hegemonía.

Hegemonía se refiere a la dirección suprema, la preeminencia o el predominio


de una cosa sobre otra. Más usualmente se emplea en un sentido político para designar
la supremacía de un Estado sobre otro u otros. El vocablo proviene del griego ἡγεμονία
(hegemonía), que significa ‘dirección’, ‘jefatura’.

En este sentido, la supremacía de un pueblo sobre otros, o, dicho de otro modo,


la superioridad que un país tiene sobre los demás, convertirá a esta nación en un Estado
hegemónico.

La hegemonía implica una situación de influencia que se registra a varios niveles


y ámbitos de la vida de las naciones. Puede tratarse de hegemonía política, económica,
cultural o militar, siendo que esta última se manifiesta en el potencial bélico que posee
una nación en cuanto armamento, contingente, municiones, etc.

La historia registra hegemonías desde la Antigua Grecia, cuando tres


ciudades-Estado se diferenciaron del resto: Esparta, Atenas y Tebas. Fue entonces
cuando el rey de Macedonia decidió invadir Grecia, uniéndose con otros pueblos, para
derribar a los griegos del sitial hegemónico y así reclamar para Macedonia la hegemonía
político-militar.

7.- Definición de Globalización.

La globalización es un proceso histórico de integración mundial en los ámbitos


económico, político, tecnológico, social y cultural, que ha convertido al mundo en un
lugar cada vez más interconectado. En ese sentido, se dice que este proceso ha hecho
del mundo una aldea global.

La disolución progresiva de las fronteras económicas y comunicacionales ha


generado una expansión capitalista. Esta, a su vez, ha posibilitado inversiones y
transacciones financieras globales orientadas a mercados distantes o emergentes, en
términos que antiguamente resultaban muy difíciles, altamente costosos o inviables.

El proceso de globalización ha modificado la forma en que interactúan los países


y los sujetos. Ha generado gran impacto en aspectos económicos (mercado laboral,
comercio internacional), políticos (instauración de sistemas democráticos, respeto de los
derechos humanos), así como un mayor acceso a la educación y a la tecnología, entre
otros.
8.- Definición de Guerra Fría.

A fines de la Segunda Guerra Mundial, el escritor inglés George Orwell usó


«guerra fría» como un término general en su ensayo You and the Atomic Bomb (en
español, «La bomba atómica y tú»), publicado el 19 de octubre de 1945 en el periódico
británico Tribune. En un mundo amenazado por la guerra nuclear, Orwell se refirió a las
predicciones de James Burnham de un mundo polarizado y escribió:

Sin embargo, mirando al mundo en su conjunto, desde hace ya muchas décadas


la deriva es no hacia la anarquía, sino hacia el restablecimiento de la esclavitud [...] La
teoría de James Burnham ha sido discutida ampliamente, pero pocos se han parado a
sopesar sus implicaciones ideológicas, esto es, el tipo de visión del mundo, el tipo de
creencias y la estructura social que es probable que se imponga en un Estado
inconquistable y en constante situación de «guerra fría» con sus vecinos.

El mismo Orwell escribió en el The Observer del 10 de marzo de 1946 que


«después de la conferencia de Moscú en diciembre pasado, Rusia comenzó a hacer una
guerra fría contra Reino Unido y el Imperio británico».

El primer uso del término para describir específicamente la confrontación


geopolítica entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de posguerra fue en un
discurso de Bernard Baruch, un financiero e influyente asesor presidencial
estadounidense, el 16 de abril de 1947. En el discurso Baruch dijo: «no nos engañemos:
estamos inmersos en una guerra fría». El término fue popularizado por el columnista
Walter Lippmann con su libro The Cold War. Cuando se le preguntó en 1947 sobre la
fuente de la expresión, Lippmann lo remontó a la guerre froide, un término francés de
los años treinta.​

La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, ideológico,


militar e informativo iniciado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el bloque
Occidental (occidental-capitalista) liderado por los Estados Unidos, y el bloque del Este
(oriental-comunista) liderado por la Unión Soviética.

La primera fase de la Guerra Fría comenzó inmediatamente después del final de


la Segunda Guerra Mundial en 1945. Estados Unidos creó la alianza militar de la OTAN
en 1949 con el objetivo de frenar la influencia soviética en Europa. La Unión Soviética
respondió a la creación de esta alianza con el establecimiento del Pacto de Varsovia en
1955. Las principales crisis de esta fase incluyen el bloqueo de Berlín de 1948-1949, la
segunda fase de la guerra civil china (1946-1949), la guerra de Corea (1950-1953), la
crisis de Suez de 1956, la crisis de Berlín de 1961 y la crisis de los misiles cubanos de
1962. La Unión Soviética y los Estados Unidos comenzaron a competir por la influencia
en América Latina, Oriente Próximo y los estados recién descolonizados de África y
Asia, donde el comunismo tenía una gran fuerza y donde se vivieron enfrentamientos
tales como la Emergencia Malaya o la guerra de Indochina.

Después de la crisis de los misiles cubanos, comenzó una nueva fase que vio
cómo la ruptura sino-soviética (es, decir China-Unión Soviética) complicaba las
relaciones dentro de la esfera comunista, mientras que Francia, aliado de los Estados
Unidos, comenzó a exigir una mayor autonomía de acción llegando incluso a abandonar
la OTAN.​ La URSS invadió Checoslovaquia para reprimir la Primavera de Praga de
1968, mientras que Estados Unidos experimentó una agitación interna del movimiento
de derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam. En las décadas de 1960 y
1970, un movimiento internacional por la paz se arraigó entre los ciudadanos de todo el
mundo. Se produjeron movimientos contra las pruebas de armas nucleares y por el
desarme nuclear, con grandes protestas contra la guerra. En la década de 1970, ambas
partes comenzaron a hacer concesiones para la paz y la seguridad, marcando el
comienzo de un período de distensión (o détente) que vio las conversaciones
estratégicas de limitación de armas y las relaciones de apertura de los Estados Unidos
con la República Popular China como un contrapeso estratégico para la URSS.

La fase de estabilidad se derrumbó a finales de la década con el comienzo de la


guerra Afgano-Soviética en 1979. La década de 1980 fue otro período de tensión
elevada. Estados Unidos aumentó las presiones diplomáticas, militares y económicas
sobre la Unión Soviética, en un momento en que ya sufría un estancamiento económico.
A mediados de la década de 1980, el nuevo líder soviético Mikhail Gorbachev introdujo
las reformas conocidas como Glásnost (1985) y Perestroika (1987) y puso fin a la
participación soviética en Afganistán. Las presiones por la soberanía nacional se
fortalecieron en Europa del Este, y Gorbachov se negó a apoyar militarmente a sus
gobiernos por más tiempo en la llamada Doctrina Sinatra. El resultado en 1989 fue una
ola de revoluciones que (con la excepción de Rumanía) derrocó pacíficamente a todos
los gobiernos comunistas de Europa central y oriental. El propio Partido Comunista de
la Unión Soviética perdió el control del territorio y fue prohibido luego de un intento
fallido de golpe de Estado en agosto de 1991 contra el gobierno anticomunista de Borís
Yeltsin. Esto a su vez condujo a la disolución formal de la URSS en diciembre de 1991,
la declaración de independencia de sus repúblicas constituyentes y el colapso de los
gobiernos comunistas en gran parte de África y Asia.

9.- Definición de Política.

La política es la ciencia de la gobernación de un Estado o nación, y también un


arte de negociación para conciliar intereses.

El término proviene del latín politicus y este término del griego politiká, una
derivación de polis que designa aquello que es público, o politikós, que significa 'civil,
relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano'.
El significado de política es muy amplio y está relacionado, en general, a lo que
se refiere al espacio público.

En la ciencia política, se trata de la forma de actuación de un gobierno frente a


determinados temas sociales y económicos de interés público: la política de educación,
la política de seguridad, la política salarial, la política de vivienda, la política de medio
ambiente, etc, las cuales se generalizan en el término políticas públicas.

El sistema político es una forma de gobierno que engloba las instituciones


políticas para gobernar una nación. La monarquía y la República son los sistemas
políticos tradicionales.

Dentro de cada uno de estos sistemas puede haber variaciones significativas a


nivel de organización. Existen varios tipos de ideologías políticas, como el totalitarismo,
el conservadurismo, el socialismo, el liberalismo, el nacionalismo, el anarquismo, etc.

10.- Definición de Guerra.

La guerra, en su sentido estrictamente técnico, es aquel conflicto social en el que


dos o más grupos humanos relativamente masivos —principalmente tribus, sociedades o
naciones— se enfrentan de manera violenta, preferiblemente, mediante el uso de armas
de toda índole, a menudo con resultado de muerte —individual o colectiva— y daños
materiales de una entidad considerable.

La guerra es la forma de conflicto socio-político más grave entre dos o más


grupos humanos. Se da en sociedades tribales y en sociedades civilizadas, pero es más
grave entre estas últimas porque son más complejas, masificadas y tecnificadas. Es
quizás la más antigua de las relaciones internacionales y ya en el comienzo de las
civilizaciones se constata el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados con
el propósito de controlar recursos naturales o humanos (conflictos entre cazadores
nómadas y recolectores sedentarios que sí desarrollaron el concepto de "propiedad"),​
exigir un desarme o imponer algún tipo de tributo, ideología o religión, sometiendo,
despojando y, en su caso, destruyendo al enemigo, en lo que se podía llegar y se llegó
frecuentemente al genocidio. Es más, este tipo de conducta gregaria es extensible a la
mayor parte de los homínidos y se encuentra estrechamente relacionado con el concepto
etológico de territorialidad.

Las guerras tienen como origen múltiples causas, entre las que suelen estar el
mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, dirimir disputas económicas,
ideológicas, territoriales, etc. En Ciencia Política y Relaciones Internacionales, la guerra
es un instrumento político, al servicio de un Estado u otra organización con fines
eminentemente políticos, ya que en caso contrario constituirá una forma más
desorganizada aunque igualmente violenta: el bandolerismo por tierra o la piratería por
mar. En las sociedades primitivas tribales su origen aparece más claro: deriva de dos
elementos: presión demográfica y escasez de recursos.

11.- Definición de Guerra y Paz.

La guerra, consuetudinaria práctica inhumana realizada exclusivamente por los


humanos, ha sido definida como la contraparte de la paz, y ésta, como la contraparte de
la guerra. Algo así como definir el negro como el contrario del blanco y el blanco como
lo contrario del negro. Contrarios, además, que han sido ubicados en categorías
maniqueas de buenos y malos, aunque en el caso de la guerra depende de quién
practique, pues se ha hablado incluso de guerras “santas”, como las cruzadas que en el
oscurantismo pretendían imponer el catolicismo dentro de las “hordas” de infieles.

La guerra –las guerras– son “una invención social”, según reza el Manifiesto de
Sevilla sobre la Violencia citado por Fisas (2004: 26), quien afirma que se trata de un
concepto cultural –no maniqueo– y que solo será posible alcanzar la paz cuando una
nueva cultura de paz se imponga. Lo cual exigirá, sin duda alguna, un largo proceso,
durante el cual seguirá habiendo víctimas.

Si la guerra es el acto de imponer unos conceptos, un ejercicio de dominación


por la fuerza de las armas –con violencia– cuando los conflictos no han sido resueltos,
la paz sería, entonces, la forma no violenta de solucionar los conflictos, sin exclusiones.
Hacemos énfasis en el plural, pues nos referimos a los conflictos culturales, sociales,
económicos, territoriales, étnicos, religiosos, políticos, deportivos… La paz es, por
tanto, el ejercicio de la libertad sin condicionamientos, sin imposiciones.

En la teoría, en el papel, sería simple, elemental alcanzar la paz. Se trataría


apenas de un ejercicio de buena voluntad. Pero son tantos los intereses que la paz
parecería ser una utopía y, por ende, un sueño inalcanzable.

Un primer paso para alcanzar la paz es reconocer los conflictos, abordarlos


desde “sus raíces más profundas, su evolución, vinculaciones, actores y posibilidades de
transformación o regulación” (Fisas: 30). Sólo así, sin imponer posiciones, sin obligar,
reconociendo al Otro y sus planteamientos, será posible empezar a andar el camino de la
paz. En los ámbitos nacional e global.

12.- Reseña Histórica de las Guerras Mundiales.

A lo largo de toda la historia de la humanidad han habido innumerables guerras


que han acabado con millones de personas en todo el mundo. Un fracaso para la raza
humana que es incapaz de aprender de sus propios errores.

Primera Guerra mundial (1914-1918)



La Primera Guerra Mundial o Gran Guerra fue un conflicto armado que tuvo
lugar entre 1914 y 1918, y que produjo más de 10 millones de bajas. Más de 60
millones de soldados europeos fueron movilizados desde 1914 hasta 1918. Originado en
Europa por la rivalidad entre las potencias imperialistas, se transformó en el primer
conflicto bélico en cubrir más de la mitad del planeta. Fue en su momento el más
sangriento de la historia.

Referida por muchos años como la “Gran Guerra”, fue protagonizada por dos
bandos opuestos que reunían a la totalidad de las potencias coloniales europeas del
momento. Por un lado se encontraba la Triple Entente: Gran Bretaña, Francia y la Rusia
zarista. Por otro lado se agruparon las Potencias Centrales de la Triple Alianza:
Alemania, Italia y el Imperio Austrohúngaro. A cada bando se unieron, además, sus
respectivos aliados, arrastrando al conflicto a Grecia, Bélgica, Serbia, Montenegro,
Estados Unidos, Rumania, Japón y Portugal (del lado de la Entente); y el Imperio
Otomano, Bulgaria, Azerbaiyán, Sultanato de Darfur, Estado Derviche y Emirato de
Jammal Shammar (del lado de la Alianza). El conflicto culminó con la derrota de las
Potencias Centrales y la firma del Tratado de Versalles.

La Primera Guerra Mundial, también denominada la Gran Guerra, fue uno de los
conflictos más mortíferos de la historia y preparó el terreno para otra guerra mundial
solo 20 años después.

La Gran Guerra, un conflicto por tierra, aire y mar, fue tan terrible que dejó más
de ocho millones de víctimas militares y 6,6 millones de víctimas civiles. Murieron casi
el 60 por ciento de las personas que lucharon. Muchas más desaparecieron o resultaron
heridas. En solo cuatro años, entre 1914 y 1918, la Primera Guerra Mundial cambió los
conflictos bélicos modernos, convirtiéndose en uno de los más letales en la historia
mundial.

Las causas de la Gran Guerra

La Primera Guerra Mundial tuvo diversas causas, pero sus raíces se encuentran
en una compleja red de alianzas entre las potencias europeas. En esencia, fue la
desconfianza entre —y la militarización de— la informal «Triple Entente» (Gran
Bretaña, Francia y Rusia) y la secreta «Triple Alianza» (Alemania, el Imperio
austrohúngaro e Italia).

Los actores más poderosos, Gran Bretaña, Rusia y Alemania, gobernaban


imperios coloniales mundiales que querían expandir y proteger. A lo largo del siglo
XIX, consolidaron su poder y se protegieron forjando alianzas con otras potencias
europeas.
En julio de 1914, las tensiones entre la Triple Entente (también conocida como
los Aliados) y la Triple Alianza (también denominada Potencias Centrales) escalaron
tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de
Austria-Hungría, por parte de un nacionalista serbio-bosnio durante su visita a Sarajevo.
Austria-Hungría culpó a Serbia por el ataque. Rusia respaldó a su aliado, Serbia.
Cuando Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia un mes después, sus aliados
intervinieron y el continente entró en guerra.

El archiduque Francisco Fernando

El archiduque Francisco Fernando (1863-1914) fue asesinado en Sarajevo por


un nacionalista serbio. El incidente provocó la Primera Guerra Mundial.

La expansión de la guerra

El conflicto pronto se expandió al resto del mundo y afectó a las colonias y a los
países aliados de África, Asia, Oriente Medio y Australia. En 1917, los Estados Unidos
entraron en la guerra tras un largo periodo de no intervención. Entonces, el escenario
principal de la guerra —el Frente Occidental en Luxemburgo, Países Bajos, Bélgica y
Francia— fue el emplazamiento de un bloqueo letal.

Christopher Miller

El coronel estadounidense Christopher Miller contempla el paisaje lleno de


baches en Fort de Vaux. Estas colinas aparentemente apacibles son testimonios
duraderos de los intensos bombardeos durante la batalla de Verdún.

A pesar de el uso de avances tecnológicos como el gas tóxico o los tanques


blindados, ambas facciones estaban atrapadas en una guerra de trincheras que cobró un
gran número de víctimas. Batallas como la de Verdún y la primera batalla del Somme
fueron unas de las más mortíferas en la historia del conflicto humano.

Con la ayuda de Estados Unidos, los aliados se abrieron paso con la Ofensiva de
los Cien Días, que provocó la derrota militar de Alemania. Oficialmente, la guerra llegó
a su fin a las 11:11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918.

Para entonces, el mundo estaba en manos de una pandemia de gripe que


afectaría a un tercio de la población mundial. Se habían desatado revoluciones en
Alemania, Rusia y otros países. Gran parte de Europa estaba en ruinas. La «neurosis de
guerra» y las secuelas de la intoxicación por gas se cobrarían miles de vidas más.

Aunque el mundo se comprometió a no permitir que ocurriera otra guerra como


esa, se sembraron las semillas del siguiente conflicto con el Tratado de Versalles, que
fue humillante y punitivo para los alemanes y contribuyó a preparar el terreno para el
auge del fascismo y la Segunda Guerra Mundial. La tecnología que había generado la
guerra se emplearía en la siguiente guerra mundial sólo dos décadas después.

Aunque entonces se describió como «la guerra para poner fin a todas las
guerras», las cicatrices que dejó la Primera Guerra Mundial en el mundo no acabaron de
curarse.

Las causas de las guerras mundiales nunca son simples o concretas, sino que se
constituyen a lo largo de muchos años, durante los cuales acumulan masa crítica hasta
que un evento, la gota que derrama el vaso, desencadena la violencia.

En el caso de la Primera Guerra Mundial, las causas se deben a las tensiones


fruto del reparto colonial de África y Asia entre las potencias europeas del momento. A
ello se sumaban las tensiones económicas que implicaba la competencia por la
predominancia industrial en el siglo naciente.

El evento que desencadenó la violencia fue, en 1914, el asesinato del heredero al


trono del Imperio Austrohúngaro, el duque Francisco Fernando de Austria, en Sarajevo.

En cambio, las raíces de la Segunda Guerra Mundial se hallan justamente en el


fin de la Primera Guerra Mundial y las opresivas condiciones en que los vencidos
debieron firmar la paz, según lo estipulado en el Tratado de Versalles. Esto, sumado a la
Gran Depresión de 1929, los sumergió en la pobreza y las deudas impagables.

Así se gestó el caldo de cultivo perfecto para que ascendiera una nueva facción
política en Europa: el fascismo. Nacido en Italia con Benito Mussolini, pronto germinó
en Alemania con Adolfo Hitler, y desencadenó un resurgimiento del nacionalismo
extremo, inspirado en una lógica racista y en el darwinismo social.

Era, pues, cuestión de tiempo que la guerra estallara en Europa. El evento que la
desencadenó fue la invasión de Polonia por parte de Alemania en 1939, luego de
haberse anexionado pacíficamente Austria y Checoslovaquia.

Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

La Segunda Guerra Mundial ha sido, hasta el momento, el conflicto armado más


grande y sangriento de la historia universal en el que se enfrentaron las Potencias
Aliadas y las Potencias del Eje, entre 1939 y 1945. Fuerzas armadas de más de setenta
países participaron en combates aéreos, navales y terrestres. Por efecto de la guerra
murió alrededor del 2% de la población mundial de la época (unos 60 millones de
personas), en su mayor parte civiles.

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló


entre 1939 y 1945. En él se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo.
Fue la mayor contienda bélica de la Historia, con más de cien millones de militares
movilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes contendientes destinaron
toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo bélico,
borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme
repercusión histórica que incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto y el uso,
por primera y única vez, de armas nucleares en un conflicto militar, la Segunda Guerra
Mundial fue el conflicto más mortífero en la historia de la humanidad, con un resultado
final de entre 50 y 70 millones de víctimas.

Quizá el conflicto bélico más célebre de la contemporaneidad, no sólo por el


talante destructivo del mismo, que arrasó con Europa entera, sino por los métodos
extremos a los que acudieron sus combatientes, entre ellos el bombardeo masivo e
incendiario, o el uso de bombas atómicas. Además, fue célebre la aplicación de la
esclavitud por parte de las fuerzas del nazismo alemán, en los tristemente célebres
campos de concentración y exterminio. Los bandos opuestos en esta ocasión fueron los
Países Aliados: Francia, Inglaterra, Estados Unidos y la URSS, junto a sus apoyos: la
República de China, Polonia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, el Raj
británico, el Reino de Nepal, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos,
Grecia, Yugoslavia y un largo etcétera; versus las Potencias del Eje: Alemania, Japón e
Italia, junto a sus apoyos y socios: Hungría, Rumanía, Bulgaria, Finlandia, Tailandia,
Irán, Irak, y el apoyo no beligerante de Croacia, Eslovaquia, Serbia, Albania,
Montenegro, República Checa, España, Luxemburgo y Yugoslavia.

Las consecuencias de este tipo de conflictos, como se supondrá, son


devastadoras. En dos ocasiones ha quedado Europa en ruinas, especialmente en la
Segunda Guerra Mundial, y las pérdidas de vidas humanas ha sido impresionante: 16
millones de personas murieron en la Primera Guerra Mundial y entre 55 y 60 millones
en la Segunda.

Además, en ambos casos hubo una violenta reconfiguración de las potencias


políticas y económicas del mundo, arrebatandoles sus colonias o propiciando la caída o
disolución de regímenes como el Imperio Ruso (en la Revolución de Octubre de 1918),
el Imperio Austrohúngaro, Checoslovaquia, o la reestructuración de las mismas (como
la división de Alemania en dos países).

Tristemente, muchas de las tecnologías que hoy en día empleamos a diario


tienen su origen directo o indirecto en estos dos conflictos devastadores, tales como la
energía atómica, la propulsión a chorro, las computadoras, etc.

¿Cómo terminó la Segunda Guerra Mundial?

La Segunda Guerra Mundial terminó con los bombardeos de Hiroshima y


Nagasaki.
La Segunda Guerra Mundial se prolongó durante seis años de conflicto hasta
que en 1944 se produjo la invasión aliada a Francia (el célebre desembarco de
Normandía), gesto que marcó el inicio del fin de la dominación alemana de Europa.

Ya se habían producido eventos catastróficos para las potencias del Eje, como la
derrota de los alemanes en territorio soviético y la caída de Benito Mussolini en Italia.
Esta última había obligado a los alemanes a invadir la antigua nación aliada y restaurar
el orden.

El lanzamiento de la ofensiva soviética en invierno de 1944 fue otro golpe de


tenazas contra la Alemania de Hitler, que fue perdiendo progresivamente terreno en
todos sus frentes. Esto ocasionó alzamientos contra el III Reich alemán en muchas
naciones ocupadas, mientras que la alianza entre China y Estados Unidos hacía lo
mismo con Japón en el frente del Pacífico.

La resistencia alemana retrasó la llegada de los soviéticos a Berlín hasta inicios


del año siguiente. Ante este panorama definitivo para los nazis, Hitler se suicidó en su
búnker el 30 de abril de 1945, dejando su nación en ruinas y a la deriva.

Sin embargo, la rendición alemana e italiana no supuso el fin del conflicto, dado
que Japón permanecía enfrentado a los Países Aliados. La lucha en el pacífico era
particularmente cruenta y las tropas estadounidenses sufrían ya los estragos de la
campaña en el frente Occidental.

Así que, aprovechándose de la tecnología heredada de las enloquecidas


iniciativas alemanas, el gobierno de los Estados Unidos tomó la decisión de bombardear
en agosto de 1945 las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con dos días de
diferencia, empleando para ello bombas atómicas.

Tras la muerte instantánea de 166.000 personas en la primera ciudad y 80.000 en


la segunda, el gobierno japonés anunció el 15 de agosto su rendición incondicional,
poniendo así fin a la Segunda Guerra Mundial.

Guerra Fría (1947-1991)

Se denomina Guerra Fría al enfrentamiento ideológico que tuvo lugar durante el


siglo XX, desde 1945 (fin de la Segunda Guerra Mundial) hasta el fin de la URSS y la
caída del comunismo que se dio entre 1989 (Caída del Muro de Berlín) y 1991 (golpe
de estado en la URSS), entre los bloques occidental-capitalista, liderado por Estados
Unidos, y oriental-comunista, liderado por la Unión Soviética. Este enfrentamiento tuvo
lugar a los niveles político, ideológico, económico, tecnológico, militar e informativo.
La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que
se desarrolló entre los años 1945 y 1989 entre dos bloques de países liderados por los
Estados Unidos de América (EE.UU) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS).

El eje del conflicto se desarrolló en torno de las dos superpotencias surgidas a


partir de la Segunda Guerra Mundial:

Estados Unidos: líder del bloque Occidental integrado por los países europeos
capitalistas. Defienden el capitalismo como sistema económico y la democracia liberal
como sistema político.

Unión Soviética: encabezaba el llamado bloque del Este o bloque Oriental,


integrado por las áreas bajo ocupación del Ejército Rojo y otras fuerzas armadas
comunistas. Defienden el comunismo como sistema económico y la democracia popular
como sistema político.

Características de la Guerra Fría

La Guerra Fría tuvo las siguientes características:

No fue un conflicto armado, sino que constituyó una amenaza permanente de


conflicto entre los dos bloques.

Cada uno de los bloques se organizó mediante tratados de cooperación y apoyo


militar. El bloque occidental integró la OTAN (Organización del Tratado Atlántico
Norte) y el bloque oriental el Pacto de Varsovia.

Se produjo una fuerte escalada armamentista. Tanto la Unión Soviética como los
Estados Unidos y las potencias aliadas a ambos bloques acumularon armas nucleares
con la capacidad de destruir el planeta completo.

La demostración del poder y la capacidad destructiva de los Estados en pugna se


manifestó en constantes ensayos nucleares.

El equilibrio entre las superpotencias se sostuvo en el mutuo temor de un


conflicto nuclear que provocaría la mutua destrucción. Se desencadenó, especialmente
en la sociedad occidental una fuerte sensación de miedo a una guerra nuclear. El
momento de máxima tensión fue la Crisis de los misiles en Cuba (1960).

Las diferencias entre las potencias se manifestaron en la participación directa o


indirecta en conflictos entre otros países, especialmente de Asia y África, que no
estaban alineados directamente con uno de los bloques. Por ejemplo, la Guerra de Corea
(1950-1953), la Guerra de Vietnam (1955-1975), la Guerra del Yom Kipur (1973).
La competencia entre los bloques se evidenció en otras áreas como la cultural y
la tecnológica. Una de estas manifestaciones fue la carrera espacial, una competencia
para la exploración del espacio.

En las sociedades, el conflicto se sostenía a través de los enormes aparatos


propagandísticos de ambos bloques. Para las potencias eran tan importantes los logros
obtenidos como su comunicación ya que los triunfos y los fracasos de las misiones se
percibían como triunfos o fracasos de un modelo político o de un Estado sobre el otro.

Causas y consecuencias de la Guerra Fría

Causas

Podemos resaltar 2 principales causas de la Guerra Fría:

La causa predominante de esta guerra fue que tanto la Unión Soviética como los
Estados Unidos quisieron imponer sus ideologías a través del mundo.

El plan Marshall, el cual tenía como objetivo que los norteamericanos


presentaron recursos económicos a bajos intereses para que los países capitalistas
resurgieron tras la Segunda Guerra Mundial, no agradaba al comunismo de Josef Stalin.

Consecuencias

Algunas de las consecuencias de la Guerra Fría fueron:

La polarización del mundo en dos bandos, el procomunista y el anti comunista.


Esto se manifestó en el debilitamiento de los partidos comunistas de Occidente y la
eliminación de los partidos no comunistas en la URSS.

Acumulación de armas en los países satélites de las potencias que luego de


finalizada la Guerra Fría se redirigieron a movimientos de guerrilla y a guerras civiles.

Se consolidó el dominio soviético sobre los países de Europa oriental y la


injerencia de EE.UU en la política interna de otros países.

La amenaza permanente de guerra favoreció la aparición de movimientos


antibelicistas y antinucleares internacionales.

Fin de la Guerra Fría

Luego del desarrollo económico de las décadas de 1950 y 1960, hacia la década
de 1980 ambos bloques sufrieron crisis económicas. La injerencia en la política de otros
países y la escalada armamentista consumían una enorme cantidad de recursos y
provocaron crisis tanto en EE.UU como en la URSS. Algunos países satélites de la
Unión soviética comenzaron a manifestar su descontento.

En sucesivas reuniones, los líderes de ambos bloques, Ronald Reagan y Mijail


Gorbachov (Reykjavik, 1986 y Washington, 1987), acordaron la necesidad de iniciar un
nuevo modelo de relaciones internacionales.

La URSS inició una serie de profundas reformas internas que llevaron a una
apertura mayor hacia Occidente y culminaron en la caída del comunismo.

Simbólicamente, se considera la caída del Muro de Berlín, en 1989 como uno de


los eventos que marcaron el fin de la Guerra Fría.

Guerra de Vietnam (1964-1975)



​ o que conocemos como guerra de Vietnam fue un conflicto que enfrentó a las
L
dos partes en que se dividía el Estado de Vietnam (norte y sur) entre 1959 y 1975, y que
a raíz de la intervención de cerca de 40 países se convirtió en un conflicto internacional,
uno de los más recordados del período de la Guerra Fría.

Vietnam había sido colonia francesa hasta el final de la II Guerra Mundial,


momento en el que aprovechó el reordenamiento mundial para declarar su
independencia junto a otros países de la zona como Laos y Camboya.

Sin embargo, desde el principio quedó claro que en la nueva república convivían
dos modelos antagónicos: uno de corte capitalista y otro comunista. Las diferencias eran
de tal calibre que ni siquiera los acuerdos posteriores a la retirada de Francia de dicha
zona lograron conseguir la estabilidad de los vietnamitas.

Uno de esos acuerdos fue la división del país en el Vietnam del Norte y el
Vietnam del Sur, cuya frontera quedó marcada por el paralelo 17. Sin saberlo, con ese
gesto los integrantes de los dos países habían iniciado una larga confrontación que sólo
se resolvería a mediados de los años 70.

Desarrollo del conflicto: de lo local a lo global

A inicios de 1964, el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, dio


su visto bueno para que Vietnam del Norte fuese bombardeado por las tropas
norteamericanas. Este hecho marcó el inicio de la guerra de Vietnam, aunque las
hostilidades ya habían comenzado mucho antes.
Los pactos firmados en Ginebra se habían incumplido progresivamente por
ambas partes y tanto los Estados Unidos como la URSS, principales potencias en esa
coyuntura, aprovecharon para apoyar cada uno al bando con el que se identificaba
ideológicamente. El resultado fue el inmediato estallido de la guerra.

El desarrollo del conflicto, que cada vez fue sumando nuevos actores mundiales
en calidad de aliados, se puede resumir así:

● 1964: Vietnam del Norte prosigue sus acciones en Vietnam del Sur a través del
Frente de Liberación Nacional (FLN).
● 1965: Estados Unidos intensifica sus acciones militares contra los rebeldes que
buscan someter a Vietnam del Sur.
● 1967: Pese a la contundencia de sus acciones militares, EE. UU. no consigue
derrotar a las tropas del FLN que operan en Vietnam del Sur.
● 1968: El presidente Johnson ordena cesar los bombardeos en Vietnam del Norte
y su sucesor, Richard Nixon, promete que los soldados norteamericanos
regresarán pronto a su país.
● 1969: Se inician las conversaciones de paz en París.
● 1970: Estados Unidos y Vietnam del sur invaden Camboya, país vecino.
● 1972: Vietnam del Norte invade a su vecino del sur y Estados Unidos reinicia los
bombardeos en territorio norvietnamita.
● 1973: Las partes acuerdan un alto el fuego y EE. UU. se retira del conflicto. Las
conversaciones en París continúan. Sin embargo, es inminente que la situación
derive en la unificación de los dos territorios en un solo país, algo contra lo que
siempre luchó Estados Unidos.
● 1974: La guerra continúa entre los dos bandos vietnamitas.
● 1975: Se consuma la victoria del FLN con la toma de la ciudad de Saigón.
● 1976: Unificación: nace la República Socialista de Vietnam.

Principales consecuencias de la guerra de Vietnam

La guerra de Vietnam, en la que además participaron países como China del lado
de los norvietnamitas, y Australia, España, Tailandia, Corea y Filipinas del lado de
Vietnam del Sur, dejó cerca de 5,7 millones de víctimas.

Además, supuso un importante daño medioambiental en Vietnam y los países de


la zona, especialmente Camboya, que además se vio afectado por la intervención militar
de los Estados Unidos y tardó casi dos décadas en iniciar su reconstrucción.

Dentro del orden mundial de la época, la derrota de los Estados Unidos significó
un fuerte golpe a su poderío militar e internacional, que hasta entonces gozaba de total
inmunidad. China y la URSS fueron las más favorecidas.
Sin embargo, el efecto más significativo fue la reconstrucción del propio
Vietnam, que tuvo que acoger a los distintos grupos sociales y políticos en una sola
nación. Además, los informes hablan de casi 10 millones de refugiados.

La Guerra de Vietnam,llamada también Segunda Guerra de Indochina, fue un


conflicto bélico que enfrentó entre 1964 y 1975 a la República de Vietnam, o Vietnam
del Sur, apoyada principalmente por los Estados Unidos, contra la República
Democrática de Vietnam, o Vietnam del Norte, apoyada por el bloque comunista, en el
contexto general de la Guerra Fría. En el bando de Vietnam del Norte murieron 10 veces
más que en el del Sur.

Debe recordarse que Vietnam, así como Laos y Camboya, eran colonias
francesas en Asia, que tras la Segunda Guerra Mundial encontraron el momento ideal
para proclamar su independencia.

Sin embargo, el nuevo país no lograba poner de acuerdo a las dos tendencias
radicales en su seno, y terminó por dividirse en dos países distintos a partir del paralelo
17: Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.

La guerra se debió a que los EEUU interrumpieron los intentos de reunificación


del país bajo una coalición nacionalista en que todos los sectores políticos intervinieran,
financiando una dictadura corrupta, atroz e ineficiente.

Esto movilizó el levantamiento popular y la formación del Frente de Liberación


Nacional, que desató una guerra civil en Vietnam del sur. Esta coyuntura fue
aprovechada por Vietnam del norte para intentar reunificar el país bajo un gobierno
comunista.

Consecuencias de la Guerra de Vietnam

Además de las trágicas e irreparables consecuencias que dejan todas las guerras,
como millones de ciudadanos muertos, desplazados o refugiados, la Guerra de Vietnam
causó daños severos a la infraestructura del país y a su vegetación, debido al uso de
napalm y armas químicas. Otras consecuencias fueron:

● La reunificación y reconstrucción de Vietnam. Bajo una misma bandera y un


único gobierno. Los retos económicos y sociales de este nuevo gobierno eran
particularmente severos, considerando el estado de ruina en que la guerra dejaba
al país.
● Estados Unidos sufrió una derrota apabullante. Esto fue un golpe muy severo a
la imagen militar y política del país en el mundo, lo cual sirvió para cambiar la
idea que de esta nación se tenía en el mundo y la que su población tenía de sí
misma.
● Los movimientos comunistas en Laos y Camboya. Derrotados los EEUU, líderes
revolucionarios de los países vecinos encontraron un panorama favorable para
sus propios regímenes totalitarios.

¿Quién ganó la Guerra de Vietnam?

EEUU aceptó retirar sus tropas en 1973, cuando se firmó un alto al fuego en
París.

La guerra de Vietnam la ganó el Vietcong, cuando los EEUU aceptaron retirar


sus tropas en 1973, cuando se firmó un alto al fuego en París. Vietnam del Sur quedó
abandonado a su suerte en pleno conflicto, sin embargo, en 1976 las tropas comunistas
tomaron su capital de Saigón y depusieron el gobierno, dando por establecida la
reunificación forzosa del país bajo la autoridad de Hanoi.

Hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, la región de Indochina,


en el Sudeste asiático, era una colonia de la Tercera República Francesa.

En 1940, tropas japonesas invadieron la colonia y ocuparon parte de la región,


mientras que el resto del territorio quedó bajo la administración de la Francia de Vichy,
que era un gobierno títere que colaboraba con los alemanes.

En 1941, el Viet Minh, una fuerza guerrillera integrada por comunistas y


nacionalistas y liderada por Ho Chi Minh, comenzó una revuelta para poner fin tanto a
la dominación colonial francesa como a la ocupación japonesa.

Luego de la finalización de la guerra, Francia se negó a aceptar los reclamos


independentistas de los insurgentes. Esto inició la Guerra de Indochina (1946-1954),
durante la cual Laos, Camboya y Vietnam proclamaron su independencia.

Tras la derrota de los franceses en la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, se


celebró la Conferencia de Ginebra, que estableció:

La retirada francesa y el fin de su dominación colonial en Indochina.

La independencia de Laos y Camboya.

La división de Vietnam en dos Estados separados por el paralelo 17: Vietnam del
Sur, con capital en Saigón y presidida por el emperador Bao Dai; y Vietnam del Norte,
con capital en Hanoi y liderada por Ho Chi Minh.

La celebración en 1958 de un referéndum en las dos Vietnam para decidir por


voto popular la reunificación del país o la separación definitiva de los dos Estados
Invasión de Irak de 2003

La guerra de Irak (2003) fue un conflicto bélico entre Estados Unidos que,
apoyado por una coalición internacional, se enfrentó al régimen iraquí que presidía
Saddam Hussein. El conflicto se saldó con la caída del dictador iraquí Saddam Hussein,
pero, tras la guerra, Irak se convirtió en un país asolado por la insurgencia, el terrorismo
y la miseria.

Las causas que motivaron la invasión de Irak han sido objeto de una gran
polémica. Así, Estados Unidos argumentaba que Irak poseía armas de destrucción
masiva, al tiempo que afirmaba que existían vínculos entre el régimen de Saddam
Hussein y el grupo terrorista Al Qaeda. Sin embargo, no logró demostrarse la existencia
de armas de destrucción masiva ni la relación entre Sadam Hussein y Al Qaeda.

Más allá de las armas de destrucción masiva, hay quienes señalan que el
conflicto estuvo impulsado por motivaciones económicas, pues afirman que Estados
Unidos buscaba acceder a las vastas reservas de petróleo de Irak.

Por otra parte, en el plano internacional, la guerra de Irak causó una importante
fisura entre las grandes potencias mundiales. Así, Gran Bretaña, Estados Unidos y
España, abanderaron la guerra de Irak, mientras que Francia, Rusia, Alemania y China
mostraron una firme oposición al conflicto.

Antecedentes del conflicto

Con el final de la guerra del Golfo (1991), Irak fue obligado a desmantelar sus
arsenales de armas de destrucción masiva y a someterse al control de los inspectores de
la ONU, al tiempo que se determinaba una zona de exclusión aérea.

Por otra parte, se impuso un estricto bloqueo económico por el cual se prohibían
las exportaciones de petróleo iraquíes. No obstante, este bloqueo se flexibilizó,
permitiendo la venta de petróleo para adquirir alimentos y medicinas. Al amparo de la
ONU, este programa fue bautizado como “petróleo por alimentos”.

A pesar de todo, el gobierno estadounidense continuó con su embargo comercial


a Irak y, en 1998, el país fue bombardeado por Gran Bretaña y Estados Unidos debido a
la resistencia de Saddam Hussein a desmantelar sus arsenales.

El camino hacia la guerra de Irak

La llegada de George W. Bush a la Casa Blanca pondría más aún en el punto de


mira a Irak. Así, el régimen iraquí quedaba incluido en el denominado “eje del mal”,
mientras el presidente Bush insistía en los vínculos entre Irak y la organización
terrorista Al Qaeda.
Con la tensión en aumento, desde la ONU, se impusieron inspecciones
armamentísticas a Irak. Entre noviembre de 2002 y marzo de 2003, los inspectores no
encontraron indicios de que Irak poseyera armas de destrucción masiva.

Mientras tanto, Estados Unidos, tratando de legitimar la guerra, exponía ante la


ONU una serie de pruebas que trataban de demostrar que Irak disponía de armas de
destrucción masiva. No obstante, dichas pruebas resultaron ser falsas, pues tras la
invasión de Irak en 2003 no se encontraron armas químicas, biológicas o nucleares.

A pesar de la oposición a la guerra por parte de países como Rusia, Francia,


Alemania y China, Estados Unidos comenzó a fraguar una coalición internacional para
acabar con el régimen de Saddam Hussein. Entre los países que lideraban esta coalición
se encontraban Estados Unidos, Gran Bretaña y España, que en la Cumbre de las
Azores acordaron un ultimátum para Irak. El ultimátum imponía el desarme de Irak para
evitar la guerra.

En cuanto a si la intervención fue acorde a derecho internacional, existe también


una gran polémica. Así, son multitud los que afirman que la guerra de Irak fue una
flagrante violación de la legalidad internacional, puesto que no había un mandato
explícito de la ONU. En contraposición, quienes eran partidarios de la guerra, sostenían
que la resolución 1441 y la expresión “graves consecuencias” era suficiente para
justificar la guerra, a lo que también añadían que otros conflictos se libraron sin el
mandato de la ONU.

La invasión de Irak

El 20 de marzo de 2003 estallaba la guerra de Irak. Los aviones y buques de


guerra de la coalición comenzaban las operaciones de bombardeo. Posteriormente, las
tropas de la coalición procedían a la intervención terrestre, derrotando rápidamente a las
fuerzas iraquíes.

Para abril de 2003, la resistencia iraquí se desmoronaba y las tropas de la


coalición se hacían con el control de Bagdad. Finalmente, el 1 de mayo de 2003, el
presidente estadounidense George W. Bush, anunciaba el final de los combates en Irak.

Pero la invasión no había supuesto el final de la guerra en Irak. Con un país


sumido en el caos, la ocupación de Irak iba a ser terriblemente convulsa. Mientras tanto,
Estados Unidos y Gran Bretaña establecieron un gobierno provisional en el país.

Una ocupación caótica

De la administración del país se encargó la Organización para la Reconstrucción


y Ayuda Humanitaria en Irak, inicialmente encabezada por el ex militar Jay Garner, que
posteriormente fue reemplazado por Paul Bremer, quien ocupó el cargo de
administrador civil de Irak. Ya en el año 2004, las autoridades de ocupación terminaron
por transferir el poder a Irak.

Por su parte, las tropas de la coalición continuaban buscando a Saddam Hussein,


mientras que las armas de destrucción masiva continuaban sin aparecer. Finalmente,
Saddam fue capturado el 13 de diciembre de 2003, siendo juzgado, condenado a muerte
y ejecutado a finales de 2006.

Sin embargo, la caída del régimen de Saddam Hussein no significó el final de la


violencia en Irak. La insurgencia se enzarzó en combates con las tropas de la coalición,
estallaron enfrentamientos entre las distintas etnias (chiíes y suníes) y el país fue
víctima del terrorismo de Al-Qaeda.

La presencia militar de Estados Unidos en el país continuó hasta 2010, cuando


se retiraron sus tropas. Únicamente quedó un contingente de menor envergadura
encargado de las labores de formación y asesoramiento del ejército iraquí.

La guerra de Irak en el plano económico

Además del terrible drama humano, con cientos de miles de muertos y


desplazados, la guerra de Irak supuso un gran coste económico para Estados Unidos. En
este sentido, el economista Joseph Stiglitz llegó a afirmar que fue la guerra más onerosa
que Estados Unidos ha afrontado desde la Segunda Guerra Mundial.

Continuando con el gran desembolso que supuso la guerra de Irak en Estados


Unidos, Stiglitz aporta el siguiente dato: si en la Segunda Guerra Mundial el gobierno
debía asumir un coste de 100.000 dólares por cada soldado, esa cifra se multiplicó por
cuatro en la guerra de Irak. Y es que, los campamentos estadounidenses eran auténticas
ciudades dotadas de toda clase de telecomunicaciones e instalaciones deportivas, todo
ello sin olvidar el coste económico de los cuidados médicos que precisa un soldado
herido.

Otro aspecto llamativo de la guerra de Irak fue la amplia presencia de


mercenarios, también llamados contratistas. Se trata de ejércitos privados que
desempeñaron operaciones de combate y labores de vigilancia en las bases. Privatizar la
guerra no es algo precisamente barato, debido a los sueldos de los mercenarios, que son
muy superiores a los de un soldado profesional. Cabe destacar el papel de la empresa
militar Blackwater, cuyos contratos aumentaban de valor a medida que transcurría la
ocupación de Irak.

Para Irak, la guerra significó un desastre social, económico y humano. El daño


provocado en las infraestructuras eléctricas provocó una importante reducción del
promedio de horas de suministro eléctrico. Más aún, la abundancia del petróleo, que
tiene un peso importantísimo en el PIB iraquí, fue insuficiente para garantizar el
abastecimiento de electricidad. Esto se debe a que Irak carece de la capacidad necesaria
para refinar su petróleo.

Es curioso que, si bien Irak es un país rico en petróleo, después de la invasión, la


tenencia en propiedad de automóviles descendió, incrementando por el contrario el uso
de motocicletas y bicicletas.

Los largos años de enfrentamientos civiles, guerra y terrorismo, trajeron consigo


la pobreza para los iraquíes. La destrucción, la corrupción y la inseguridad condujeron
al país a elevadisimas tasas de desempleo.

Otro indicador de la pobreza que ha afrontado el país es la disponibilidad de


alimentos. Desde la década de los 90 se repartían los alimentos más imprescindibles
entre la población. Pero, tras la guerra, en 2011, Irak registraba un porcentaje de
personas desnutridas del 5,7%, lo que venía a representar unos 1,9 millones de
habitantes.

Uno de los grandes males endémicos de Irak ha sido la corrupción. Buena parte
de los iraquíes pagaron sobornos, convirtiéndose en una práctica tristemente habitual, al
tiempo que consideraban que los esfuerzos gubernamentales por luchar contra la
corrupción eran insuficientes.

Un dato muy revelador sobre la corrupción data del verano del año 2003. Por
aquel entonces, se destinaron 18.400 millones de dólares para reconstruir
infraestructuras básicas, así como instalaciones sanitarias y escuelas. Pues bien, de ese
total, sólo 1.000 millones se emplearon en la reconstrucción, siendo el resto destinado a
operaciones militares o perdiéndose fruto de la corrupción.

La invasión de Irak, entre el 20 de marzo y el 1 de mayo de 2003, fue llevada a
cabo por una coalición de países encabezada por los Estados Unidos. Otros países
estuvieron involucrados en la fase de ocupación posterior. La invasión marcó el inicio
de la Guerra de Irak.

Según el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, las razones para la
invasión eran "desarmar a Irak de armas de destrucción masiva (ADM), poner fin al
apoyo brindado por Saddam Hussein al terrorismo, y lograr la libertad al pueblo iraquí.

​Revolución Francesa (1789-1799)

​ a Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos


L
de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras
naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido
como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como
Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en
1799.

La Revolución francesa fue un movimiento político, social e ideológico que se


desarrolló en Francia, desde 1789 hasta 1804. Se inició con la Toma de la Bastilla, el 14
de julio de 1789, y culminó con la coronación de Napoleón Bonaparte como emperador
de los franceses, el 2 de diciembre de 1804.

La Revolución francesa tuvo como protagonistas a opositores y partidarios del


Antiguo Régimen. Este sistema político, social y económico se caracterizaba por la
monarquía absoluta y una sociedad estamental dividida legalmente en sectores
privilegiados y no privilegiados.

La Revolución francesa puso fin al absolutismo, el feudalismo, la servidumbre y


los privilegios del clero y la nobleza. Sus lemas fueron «libertad, igualdad y
fraternidad». Junto a la Revolución industrial, marca el comienzo a una nueva época de
la historia europea, conocida como Edad Contemporánea.

Causas y consecuencias de la Revolución francesa

Causas

Las principales causas de la Revolución francesa fueron las siguientes:

Las arbitrariedades de un absolutismo monárquico que oprimía a la mayoría de


sus súbditos.

Una gran desigualdad social debido a las fuertes cargas (impuestos, tributos y
diezmo) que recaían sobre los campesinos franceses, quienes con su trabajo debían
mantenerse a sí mismos y a los grupos privilegiados: la nobleza y el clero.

El descontento de sectores intelectuales por la falta de derechos y libertades.


Estos intelectuales estaban muy influidos por las ideas de la Ilustración.

La crisis económica y financiera en la que se encontraba Francia. Los excesos de


gastos de la Corona y los gastos provenientes de la participación en la guerra por la
Independencia de Estados Unidos habían provocado un déficit presupuestario.

Una serie de malas cosechas provocaron aumentos desmedidos del precio del
pan, que era el principal alimento de los sectores populares.

Las aspiraciones de una burguesía en ascenso que deseaba que su posición


económica se correspondiera con su situación social y sus derechos políticos.
Consecuencias

Las principales consecuencias de la Revolución francesa fueron las siguientes:


● Fin del sistema feudal: la Revolución francesa suprimió todas las expresiones
del feudalismo, entre ellas la servidumbre, el pago de tributos, los privilegios del
clero y la nobleza.
● Declaración de nuevos derechos individuales: libertad, igualdad ante la ley,
abolición de la esclavitud, entre otros. Estas ideas se expandieron por toda
Europa e influyeron sobre los líderes de las revoluciones de independencia en
América.
● Supresión de la monarquía absoluta y establecimiento de un sistema republicano
con división de poderes, elección de los funcionarios por parte del pueblo y
duración limitada en los cargos públicos.
● Ascenso de la burguesía, que paulatinamente se transformó en el grupo social
predominante en Francia.
● Extensión de la guerra en Europa, debido al intento de las monarquías del
continente de unirse para restaurar el Antiguo Régimen.
● Ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, como consecuencia de las victorias
militares contra las potencias extranjeras. El resultado fue paradójico: Napoleón
salvó a la Revolución francesa de sus enemigos exteriores para luego terminar
con ella y reemplazarla por un sistema monárquico imperial. Tras su derrota se
restauró la monarquía absoluta y Luis XVIII fue coronado como rey de Francia.

Etapas de la Revolución francesa

La Revolución francesa se puede dividir en las siguientes etapas:

Etapa monárquica

Comprende los inicios de la revolución, desde 1789 hasta 1792, cuando se


abolió la monarquía.

Estados Generales

Eran una asamblea que se reunía en momentos de crisis y en la que


representantes de los tres estados o estamentos de la sociedad francesa transmitían sus
necesidades o escuchaban las de la Corona.

El rey Luis XVI convocó a los Estados Generales para solicitar un aumento de
los impuestos y que los nobles los empezaran a pagar. Pero los representantes del Tercer
Estado (integrado por banqueros, comerciantes, artesanos, campesinos y sectores
populares urbanos), aprovecharon la convocatoria para solicitar el voto individual, en
lugar del tradicional voto por estamentos. Como este pedido fue rechazado tanto por el
rey como por los dos primeros estados (clero y nobleza), el Tercer Estado se retiró de
los Estados Generales y formó una Asamblea Nacional.

Asamblea Nacional
El rey Luis XVI intentó disolver por la fuerza la Asamblea Nacional. Pero el 14
de julio de 1789 los sectores populares de la ciudad de París tomaron por asalto la
Bastilla, una fortaleza en la que la monarquía guardaba armas y encarcelaba a los
opositores. La toma de la Bastilla salvó a la Asamblea Nacional, que pudo seguir
sesionando para suprimir el feudalismo y los derechos y privilegios de la nobleza.

Asamblea Constituyente

La Asamblea Nacional, transformada en Asamblea Constituyente, proclamó la


Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y sancionó la Constitución de
1791. Esta Constitución creó la monarquía parlamentaria, al establecer la división de
poderes y una Asamblea Legislativa que se encargaría de la sanción de las leyes. En la
monarquía parlamentaria sólo un sector del Tercer Estado, la burguesía, tenía derecho a
votar a los dirigentes políticos.

Asamblea Legislativa

La Asamblea Legislativa estaba dominada por dos facciones políticas:

● Girondinos: liderados por Jacques Pierre Brissot, propiciaban un acuerdo entre


el rey y los sectores burgueses, que pretendían dar por terminada la revolución.
● Jacobinos: al mando de Maximilien Robespierre, eran más radicales ya que
querían mejorar la situación de los sectores populares y proclamar la república.

En un principio predominó la posición de los girondinos, pero las sospechas de


que Luis XVI conspiraba con otros monarcas para que atacaran Francia, provocaron la
detención de la familia real y la supresión de la monarquía.

Etapa republicana

Se inició con la abolición de la monarquía, en 1792, y se extendió hasta 1804.

La Convención

En 1792 se conformó un nuevo organismo llamado Convención. Esta asamblea


decidió ejecutar al rey Luis XVI en la guillotina, acto que simbolizó el fin de la
monarquía. El asesinato del rey provocó la reacción de Gran Bretaña, Holanda, España,
Austria y Prusia, que se unieron para acabar con la Revolución francesa.

Ejecución de Luis XVI en la revolución francesa


Representación de la ejecución de Luis XVI.

El temor ante el ataque extranjero fue aprovechado por los jacobinos para tomar
el control de la Convención y arrestar a los líderes girondinos. Los jacobinos
impulsaron las siguientes medidas:

Sanción de la Constitución de 1793 que estableció la República y proclamó el


sufragio universal masculino.

Obligación de servir en el ejército para todos los varones entre 25 y 30 años.


Esta leva masiva permitió conformar un ejército que derrotó a las potencias europeas y
llevó la guerra fuera de las fronteras de Francia.

Establecimiento de precios máximos para los productos de primera necesidad,


como el pan.

Amenaza de ejecutar a toda persona sospechosa de ser contrarrevolucionaria, lo


que derivó en más de 50 mil muertos en la guillotina.

En 1794, estas medidas provocaron el descontento de parte de la población, que


retiró su apoyo a los jacobinos. Esto fue aprovechado por sectores burgueses para
detener y ejecutar a Robespierre y otros líderes jacobinos.

El Directorio

En 1795 se sancionó una Constitución, que creó un Poder Ejecutivo de cinco


miembros llamado Directorio. También se estableció un sufragio masculino restringido
a las personas de mayores fortunas.

El Directorio debió enfrentar varios levantamientos, tanto de monárquicos como


de jacobinos. Para terminar con esta inestabilidad, en 1799, Napoleón Bonaparte
encabezó un golpe de Estado que derrocó al Directorio. Para muchos historiadores, este
golpe de Estado marca el fin de la Revolución francesa.

El Consulado

El Consulado, integrado por tres cónsules, impuso un régimen de gobierno


centralizado y autoritario que restableció las relaciones con la iglesia católica.
En 1804 Napoleón decidió suprimir el Consulado y autoproclamarse emperador.

Etapa imperial
La coronación de Napoleón en 1804 significó el surgimiento del Imperio
napoleónico, que trató de conquistar toda Europa. El Imperio perduró hasta 1815,
cuando Napoleón fue derrotado por británicos y prusianos y confinado en la isla de
Santa Elena, en el Atlántico sur.

Guerra de las Galias (58 a. C. - 51 a. C.)



​ La Guerra de las Galias fue un conflicto militar librado entre el procónsul
romano Julio César y las tribus galas entre el año 58 a. C. y 51 a. C. En el curso de las
mismas la República romana sometió a la Galia, extenso país que llegaba desde el
Mediterráneo hasta el Canal de la Mancha. Los romanos también realizaron incursiones
a Britania y Germania, pero estas expediciones no llegaron a transformarse en
invasiones a gran escala. La Guerra de las Galias culminó con la Batalla de Alesia en 52
a. C., donde los romanos pusieron fin a la resistencia organizada de los galos. Esta
decisiva victoria romana supuso la expansión de la República romana sobre todo el
territorio galo. Las tropas empleadas durante esta campaña, conformaron el ejército con
el que el general marchó sobre la capital de la República.

Entre los años 58 y 52 a.C., Julio César lideró a las legiones romanas hasta
sojuzgar a las tribus galas, un choque que demostró la superioridad logística, estratégica
y armamentística del ejército romano

El ambicioso vástago de una familia de la más rancia nobleza romana, César


protagonizó un espectacular ascenso político en Roma, que lo llevó en el año 59 a.C. al
máximo cargo de la República, el de cónsul.

A los 42 años había demostrado su habilidad en las intrigas, su tirón entre el


pueblo y también, como propretor en la Hispania Ulterior, sus dotes de administrador.
Pero para ponerse a la altura de sus rivales de la aristocracia romana, en particular de
Pompeyo, le faltaba un triunfo militar indiscutible. Con este objetivo en mente –pero
también con el de engrosar su fortuna personal con un abundante botín–, logró que lo
nombraran gobernador de la Galia Cisalpina, lo que le daba el mando sobre cuatro
legiones y la posibilidad de emprender una campaña de conquista contra los pueblos
que habitaban la Galia libre, provincia que también le fue atribuida.

A principios de marzo de 58 a.C., César ocupó su nuevo cargo. Durante los ocho
años siguientes sometió al dominio romano, en una serie de audaces campañas, buena
parte de los territorios de las actuales Francia y Bélgica, e incluso realizó incursiones en
Britania y Germania. Al acabar su mandato, César había extendido las fronteras de la
República romana hasta Europa central y se había convertido en uno de los hombres
más ricos y poderosos de Roma. Sin embargo, la guerra de las Galias no fue un paseo
militar para César y sus tropas, pues los galos ofrecieron una enconada resistencia y
derrotaron a los romanos en varias ocasiones. La lucha contra los galos constituyó un
desafío militar mayúsculo que puso de manifiesto por qué el ejército romano fue el más
poderoso y eficaz de la Antigüedad.

Líder Carismático

El liderazgo del propio Julio César fue una de las claves del triunfo romano en
las Galias. El estilo de mando de César puede resumirse en tres palabras: agresividad,
velocidad y riesgo. En el mundo antiguo, los generales romanos tuvieron una merecida
fama de combativos, pero incluso entre ellos César destaca como un comandante
extremadamente agresivo. Su método en las operaciones militares era siempre el
mismo: encontrar al ejército enemigo y destruirlo. Ya fuesen los helvecios en busca de
nuevas tierras, los germanos del rey Ariovisto intentando asentarse en las Galias o el
rebelde galo Vercingétorix, César logró acorralarlos y acabar con ellos.

Otro elemento básico del estilo cesariano de hacer la guerra fue la velocidad. En
el caso de la guerra de las Galias, su habilidad para mover el ejército con gran rapidez
tuvo especial trascendencia, ya que le permitió compensar su principal debilidad, el
hecho de estar en franca inferioridad numérica ante sus enemigos. Un ejemplo excelente
lo tenemos en la campaña del año 57 a.C. contra los pueblos belgas. Cuando los
romanos se encontraron, cerca de Vibrax, con un enorme contingente de tribus belgas,
César se negó durante varios días a librar una batalla campal contra sus enemigos,
sabedor de que éstos no podrían permanecer mucho tiempo en el lugar dada su
incapacidad para garantizarse el abastecimiento de comida. Y en efecto, cuando las
tribus se dispersaron para retornar a sus bases, César actuó raudo y condujo su ejército a
marchas forzadas, primero contra la capital de los sucesiones y después contra la de los
belovacos, hasta conseguir la rendición de ambos pueblos. A continuación invadió el
territorio de los nervios y, aunque éstos le atacaron por sorpresa, los derrotó en el río
Sabinas. De esta manera, combinando velocidad y agresividad, César, con un ejército de
40.000 soldados, consiguió derrotar a una coalición que contaba con casi 300.000
guerreros.

Asimismo, César asumió a menudo unos riesgos que para otros generales
hubiesen sido inaceptables. No hay duda de que muchos de estos peligros estuvieron
perfectamente calculados, como lo demuestra el hecho de que nunca sufrió una derrota
estrepitosa. Pero hay ocasiones en que rozó el desastre. Entre los años 55 y 54 a.C.
condujo parte de su ejército a sendas expediciones a la isla de Britania. Empeñado en
acrecentar su fama en Roma, César descuidó la preparación de la invasión y
menospreció el peligro que suponen las frecuentes tormentas de verano en el canal de la
Mancha. En ambas campañas perdió parte de su flota y a punto estuvo de quedar
atrapado en Britania, pero la suerte no le abandonó y pudo regresar al continente con la
mayor parte de su ejército.

Afortunadamente para César nunca tuvo que enfrentarse a todos los galos en
bloque, ya que éstos se encontraban divididos en más de cuarenta pueblos
independientes. A fin de cuentas, la vida política de los pueblos galos, con diversas
facciones de nobles compitiendo ferozmente entre sí por el poder y el prestigio, no era
muy diferente de la de la propia Roma, y César aprovechó su experiencia para explotar
hábilmente estas divisiones.

Un Ejército Disciplinado

César sabía que el resultado final de sus campañas dependía de sus tropas. Por
ello, fue lo que actualmente calificarían como un excelente motivador, capaz de
conseguir que sus hombres se entregasen en cuerpo y alma a cada tarea, ya fuese una
marcha, un asedio o bien una batalla.

El ejército romano de entonces era heredero de las reformas llevadas a cabo


medio siglo antes por el cónsul Cayo Mario –pariente de César por matrimonio con su
tía Julia–, que lo habían convertido en una fuerza casi profesional. En consecuencia, los
soldados romanos se sometían a una disciplina muy dura. La historia del cónsul Tito
Manlio Torcuato, quien más de tres siglos antes había hecho ajusticiar a su propio hijo
por haber abandonado la formación para enfrentarse en combate personal contra el
campeón de un ejército enemigo, probablemente sea falsa, pero los legionarios de César
la conocían y se la creían. Puede que los soldados romanos no fuesen, individualmente,
más valientes o más fuertes que sus rivales galos, pero colectivamente eran más
disciplinados. Por todo esto las unidades romanas eran más eficaces en combate que las
galas y, sobre todo, eran mucho más capaces de superar situaciones adversas.

Quizás el ejemplo más claro lo tengamos en la batalla del río Sabinas, en 57 a.C.
En ella los belgas sorprendieron a los romanos mientras construían un campamento
fortificado. El ataque debió de suponer una gran sorpresa para los legionarios, pero su
profesionalidad y entrenamiento les permitieron superar la emergencia. César ordenó a
sus tropas formar una línea de batalla, cosa que tuvieron que hacer en los pocos minutos
que tardaron los belgas en cruzar el Sabis. Los legionarios tuvieron que formar allí
donde se encontraban, agrupándolos alrededor de los centuriones y estandartes más
cercanos. El resultado final fue una rotunda victoria romana.

Los galos demostraron en todo momento un coraje asombroso, como ilustra un


incidente ocurrido durante el asedio de Avaricum, la capital de los bituriges. Los
romanos habían construido una rampa que les permitió acercar las torres de asalto a la
muralla de la ciudad. Los defensores galos debían destruirlas o la plaza estaría perdida,
así que un guerrero intentó incendiarla, pero fue abatido por el proyectil de un
escorpión, una pequeña catapulta empleada por los romanos. A continuación, uno tras
otro, tres guerreros más ocuparon su lugar, muriendo todos en el intento. Sin embargo,
pese a estos actos de valentía individual, las unidades galas carecían del grado de
cohesión interna y la disciplina que tenían las romanas, por lo que fueron derrotadas por
éstas en la mayoría de batallas campales.
La Valentía De Los Centuriones

Quienes en último término garantizaban la cohesión de las legiones eran los


centuriones. Cada legión contaba con sesenta de estos oficiales, al mando de una
centuria de ochenta hombres. En combate se esperaba de ellos que dieran ejemplo de
valor y desprecio a la muerte ante sus hombres, y está claro que a menudo lo hicieron, a
juzgar por la proporción de bajas anormalmente alta que sufrieron en algunas batallas.
Precisamente uno de los ejemplos más extremos que se conocen se produjo durante la
campaña de César en la Galia en el año 52 a.C. Al contar sus muertos después de un
asalto fracasado a la capital de los arvernos, Gergovia, los romanos descubrieron que
habían perdido casi 700 legionarios y 46 centuriones. Dicho de otro modo, los
legionarios habían sufrido un 14 por ciento de bajas frente al 76 por ciento de los
centuriones.

Los Comentarios sobre la guerra de las Galias, la obra que escribió el propio
César para glorificar sus conquistas en las Galias, están repletos de historias heroicas
protagonizadas por centuriones. Por ejemplo, Publio Sextio, pese a llevar varios días
enfermo y sin comer, formó junto con otros centuriones ante la puerta de un
campamento el tiempo suficiente para organizar la defensa, luchando hasta que se
desmayó por las graves heridas recibidas. Marco Petronio, en el fracasado ataque a
Gergovia, murió mientras protegía la retirada de sus hombres, que pudieron salvarse
gracias a su sacrificio.

Pero el caso más sobresaliente es el de los centuriones Tito Pulón y Lucio


Voreno. César los presenta como dos oficiales que se enzarzaron en una competición
para demostrar ante el ejército cuál de los dos era el más valiente. El punto culminante
se alcanzó en el invierno de 54 a.C., cuando los dos formaban parte de la legión que fue
asediada en su campamento por los nervios. Durante un ataque a la base romana, el
centurión Tito Pulón salió del campamento y se enfrentó en solitario a un grupo de
guerreros nerviosos, siendo seguido inmediatamente por Lucio Voreno. En una lucha
desesperada, los dos centuriones se salvaron la vida mutuamente y consiguieron
regresar vivos al campamento romano sin que, en palabras de César, «pudiera juzgarse
cuál aventajaba en valor al otro».

Maestros En La Guerra De Asedio

La superioridad tecnológica fue también determinante en la victoria final de los


romanos, en particular en lo que se refiere a la conquista de ciudades. La ciencia militar
romana del momento conocía un gran número de tácticas y máquinas de asedio que
podían utilizarse en los asaltos a fortalezas, como torres móviles, artillería y arietes.
Antes de ello, los soldados realizaban inmensas obras de circunvalación para aislar a las
ciudades atacadas, un trabajo para el que estaban particularmente entrenados por su
hábito de construir campamentos fortificados para pasar la noche siempre que se
encontraban en territorio enemigo.

El ejemplo más conocido y más espectacular de cerco a una ciudad gala fue el
de Alesia. Para tomar la ciudad donde se había refugiado con su ejército Vercingétorix,
el líder de la gran revuelta del año 52 a.C. contra el dominio romano, César ordenó
rodearla con una circunvalación de 16 kilómetros. Ésta consistía en una muralla con
torres cada 25 metros y protegida por dos fosos, uno de ellos lleno de agua. Frente a los
fosos había una zona de trampas que incluían estacas aguzadas clavadas en agujeros en
el suelo y pequeñas púas metálicas escondidas entre las hierbas. Para defenderse de la
llegada de un ejército galo de rescate, César construyó una línea de contravalación de 21
kilómetros, concebida para proteger a su ejército de los ataques desde el exterior.
Finalmente, César derrotó tanto al ejército sitiado en Alesia como al ejército de rescate
enemigo, pese a que en conjunto le superaban ampliamente en número, y no es
exagerado afirmar que las fortificaciones de campaña tuvieron un papel clave en la
victoria. En última instancia los legionarios eran tan peligrosos empuñando la dolabra,
una herramienta mezcla de pico y hacha usada en las tareas de asedio, como el gladius,
la espada corta.

Así pues, la combinación de un ejército casi profesional dirigido por un general


brillante y con gran capacidad para tomar ciudades resultó ser demasiado para los galos.
Cada vez que se enfrentaron a los romanos en batalla campal fueron derrotados,
mientras que los romanos, por su parte, culminaron con éxito todos los asedios que
emprendieron, menos el de Gergovia. Esto no debe hacernos creer que el resultado de la
guerra estaba decidido de antemano. En varias ocasiones la situación de César y su
ejército en las Galias se asemejó a un gigantesco castillo de naipes: una sola derrota
podría haberlo derribado. Pero lo que de verdad importa es que esto nunca sucedió y las
conquistas de César cambiaron para siempre la historia de las Galias y de la propia
Roma.

Revolución rusa de 1917



La Revolución rusa de 1917 fue un movimiento político en Rusia que culminó
en 1917 con la expulsión del gobierno provisional que había reemplazado el sistema
zarista, lo que llevó finalmente al establecimiento de la Unión Soviética, que duró hasta
su caída en 1991.

Se entiende por la Revolución Rusa al conjunto de eventos históricos ocurridos


en la Rusia a principios del siglo XX (1917). Consistió en el derrocamiento del régimen
monárquico zarista y la construcción de un nuevo modelo de Estado de tipo leninista
republicano.
Esto luego se convirtió en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.
Conocida también como la Rusia soviética o la Rusia comunista, esta última sería el
corazón de la posterior Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).

Comúnmente, la Revolución Rusa comprende dos distintos momentos de este


proceso histórico, ambos en 1917:

La Revolución de Febrero. Puso fin al gobierno del Zar Nicolás II y conformó


un gobierno provisional.

La Revolución de Octubre. Vladimir Lenin y sus compañeros del Partido


bolchevique, derrocaron el gobierno provisional e instauraron un gobierno de tipo
soviético (el Sovnarkom o Soviet de Comisarios del Pueblo), reestructurando así al país
para colocar los cimientos de la venidera Unión Soviética.

La Revolución Rusa fue un acontecimiento decisivo en la historia del siglo XX y


es uno de los más estudiados por los historiadores de este período. Despertó enormes
simpatías en los sectores progresistas y revolucionarios del mundo entero, así como
enormes miedos y antagonismos una vez que sus dinámicas políticas y sociales
estuvieron en juego.

De hecho, muchos hablan de un “corto siglo XX” para referirse al ciclo iniciado
por la Revolución Rusa de 1917 y cerrado por la Caída de la Unión Soviética en 1991.

Antecedentes de la Revolución Rusa

Desde hacía siglos, el Imperio Ruso era una nación esencialmente rural (85% de
la población vivía fuera de las urbes). Había un alto porcentaje de campesinos sin tierra,
empobrecidos y receptivos a ideas revolucionarias. De hecho, a principios del siglo XX,
la Guerra ruso-japonesa (1904-1905), con victoria japonesa, desató un momento
propicio para la demanda de cambios.

Pero el zar Nicolás II no atendió a las solicitudes de la llamada Revolución de


1905, procedió a reprimirla con fuego y sangre, resultando en el tristemente célebre
Domingo Sangriento en que la Guardia Imperial rusa acribilló a los manifestantes. Esto
significa que el momento crítico para la Revolución y la caída de la aristocracia se había
venido gestando desde hacía tiempo.

Causas de la Revolución Rusa

Rusia había sufrido numerosas derrotas en la Primera Guerra Mundial.

Las causas de la Revolución Rusa son varias, y podemos exponerlas por


separado de la siguiente manera:
La situación de opresión y pobreza a la que estaba sentenciado el campesinado
ruso desde hacía ya mucho tiempo, sosteniendo con sus vidas el mando absolutista de la
monarquía zarista.
Las sucesivas derrotas de la Primera Guerra Mundial que Rusia sufrió, sumadas
al hecho de que, al momento de ingresar al conflicto, todos los partidos se mostraron a
favor excepto el Partido Obrero Socialdemócrata.

Además, el fracaso en el intento por sostener el ritmo de producción ruso


durante la guerra desató una crisis económica y social que se tradujo en hambruna,
escasez de mercancías, y colapso de las estructuras del Estado, lo cual condujo a ciertos
primeros niveles de organización popular autónoma.

La llegada del invierno de 1917, uno de los más cruentos de esas épocas, en las
peores condiciones posibles para el pueblo ruso.

Etapas de la Revolución Rusa

Durante la Revolución de Febrero murieron cientos de personas. La Revolución


Rusa de 1917 comprende, como hemos dicho, dos otras revoluciones, en febrero y
octubre de dicho año, respectivamente.

La Revolución de Febrero

Se inició con una huelga espontánea entre los trabajadores de las fábricas de
Petrogrado, a los que rápidamente se les juntaron otros sectores, como las mujeres que
salieron a la calle a pedir pan. Cuando la policía ya se hizo insuficiente para contener las
manifestaciones, el ejército asumió el rol represivo y asesinó a numerosos
manifestantes, pero terminó eventualmente sumándose también a los insurrectos.

Presionado por el Estado mayor, ante la sublevación de todos los regimientos de


la guarnición de Petrogrado, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo, y su hermano, el
duque Miguel Aleksándrovich, rechazó la corona al día siguiente.

Se erigió un Gobierno Provisional, compuesto por coaliciones de políticos


liberales y socialistas moderados, a lo largo de cinco distintos gabinetes que fracasaron
en su intento de contener la desastrosa situación del pueblo ruso y continuar con los
esfuerzos de guerra al mismo tiempo. Su cometido era gobernar hasta la elección
democrática de una Asamblea Constituyente Panrusa a finales de 1917.

Ante la demora en la aplicación de las reformas que el pueblo ruso exigía, el ala
más radical de los revolucionarios, el Partido Bolchevique, ganó partidarios a ritmo
acelerado hacia el otoño de 1917, sentando las bases para la Revolución de Octubre.
La Revolución de Octubre

El plan ideado por los bolcheviques fue tomar el poder del país durante el II
Congreso de los Soviets, catalogando cualquier intento en su contra de un acto
contrarrevolucionario.

Se instauró el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado (CMR), controlado


por los bolcheviques, otorgándoles todo el control de la fuerza y arrinconando así en
poco tiempo al Gobierno provisional, al cual le fue arrebatado formalmente el poder en
pocas semanas. Sin embargo, los enfrentamientos continuaron a lo largo de Rusia en
diversas etapas.

Con el poder bajo el mando de los bolcheviques, se llevaron a cabo las


votaciones de la Asamblea Constituyente Panrusa, en la que los Socialistas
Revolucionarios resultaron vencedores por un amplio margen (380 escaños), seguidos
por los Bolcheviques (168 escaños) y luego el resto de los partidos.

Renuentes a entregar el poder a la Asamblea Constituyente, que Lenin


consideraba menos democrática que los soviets, los Bolcheviques iniciaron una
campaña alegando que la suya era “una democracia superior” y a través de una serie de
enfrentamientos encendieron la mecha de la Guerra Civil venidera. Así se disolvió en
enero de 1918 la Asamblea Constituyente legítimamente electa y se expulsó los soviets
a los partidos socialistas la primavera siguiente.

Características de la Revolución Rusa

La Revolución Rusa sacudió los cimientos del mundo europeo y occidental,


porque depuso en muy poco tiempo una monarquía de larga data y transformó el Estado
de forma violenta y significativa en un lapso de apenas un año. Hay quienes comparan
esta revolución con la ocurrida en Francia en 1789, dado el profundo impacto que tuvo
en las potencias del momento.

No en balde el propio Adolfo Hitler, en sus momentos más desesperados de la


Segunda Guerra Mundial, abrigó hasta el final la esperanza de que las demás potencias
occidentales se pusieran de su lado, al percatarse de que el III Reich era la única fuerza
capaz de detener el avance del comunismo proveniente de Rusia.

Consecuencias de la Revolución Rusa

La Revolución Rusa significó el fin del gobierno zarista.

Las consecuencias de la Revolución Rusa pueden enumerarse en:


La caída de la monarquía zarista y el inicio de la historia comunista de Rusia,
que duraría hasta la caída de la URSS en 1991.
El inicio de la Guerra Civil Rusa, que enfrentó por el mando del Estado al bando
bolchevique (rojo) contra el movimiento anti bolchevique (blanco) entre 1918 y 1921,
con victoria del bando rojo.

Se produjeron cambios culturales significativos en Rusia, sobre todo en lo que


respecta al rol de la familia tradicional burguesa, permitiéndose el aborto legal, el
divorcio y la despenalización de la homosexualidad (aunque volvió a prohibirse en
1934). Esto también se tradujo en mejoras sociales para las mujeres. También se aprobó
el triple principio de la laicidad, gratuidad y obligatoriedad de la educación formal.

Transformación de las viejas estructuras feudales heredadas de la Rusia zarista,


lo cual condujo a un lento proceso de modernización que, inicialmente, sometió a
poblaciones enteras a la hambruna, resultando en millones de muertes, especialmente en
los años de 1932-1933, cuando se produjo el Holodomor ucraniano.

Surgimiento del estado policial leninista, que inspirará a la venidera Unión


Soviética.
Personajes importantes de la Revolución Rusa

Lenin contribuyó al pensamiento marxista y fue uno de los más grandes


revolucionarios.

Los personajes más significativos de este período histórico fueron:

Zar Nicolás II (1868-1918). De nombre Nikolái Aleksándrovich Románov, era el


monarca regente de Rusia durante la Revolución Rusa. Había ascendido al trono tras la
muerte de su padre en 1894, y gobernó hasta su deposición en 1917, siendo apodado por
sus críticos como “Nicolás el Sangriento”, debido a la brutal represión vivida durante su
gobierno. Apresado junto a su familia por los bolcheviques, fueron ejecutados todos en
el sótano de su casa en Ekaterimburgo en julio de 1918.

Mijaíl Rodzianko (1859-1924). Uno de los políticos clave de la Revolución de


Febrero de 1917, intentó negociar una transición pacífica entre las partes sin éxito. Fue
electo diputado en la Tercera Duma Estatal de Rusia, y representó en los eventos
posteriores a la derecha política rusa, favorable a la política de los soviets y a un
gobierno de transición socialista-burgués. En 1920 emigró a Yugoslavia, donde falleció
cuatro años después.

Vladimir Ilich Uliánov – Lenin (1870-1924). Es uno de los grandes pensadores y


oradores de la Izquierda revolucionaria de todos los tiempos. Fue un político, filósofo y
teórico de importancia, nombrado presidente de la Sovnarkom en 1917, y por lo tanto
líder de la facción de los bolcheviques. En 1922 se convirtió en el primer y máximo
dirigente de la URSS, y su contribución al pensamiento marxista es tal, que existe una
vertiente que lleva su nombre: el leninismo. Después de su muerte, su legado fue
motivo de pugnas entre sus seguidores, especialmente entre León Trotski y Joseph
Stalin. Es considerado uno de los más grandes revolucionarios del siglo XX.

León Trotski (1879-1940). Político y revolucionario ruso de origen judío, fue


una de las piezas clave de la Revolución de Octubre, y durante la Guerra Civil ocupó el
cargo de Comisario de asuntos militares en el gobierno comunista. Fue él quien negoció
la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial y posteriormente lideró la oposición
de izquierda en la Unión Soviética, debiendo exiliarse en México, donde fue asesinado
por espías soviéticos al servicio de Stalin.

La Guerra de los Cien Años (1337-1453)

​ a Guerra de los Cien Años (Guerre de Cent Ans en francés, Hundred Years'
L
War en inglés) fue un prolongado conflicto armado que duró en realidad 116 años
(1337-1453) entre los reyes de Francia y los de Inglaterra. Esta guerra fue de raíz
feudal, pues su propósito no era otro que dirimir quién controlaría las enormes
posesiones de los monarcas ingleses en territorios franceses desde 1154, debido al
ascenso al trono inglés de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou y casado con Leonor
de Aquitania. Tuvo implicaciones internacionales. Finalmente y después de numerosos
avatares, se saldó con la retirada inglesa de tierras francesas.

La guerra de los 100 Años fue un conflicto bélico que enfrentó a los reinos de
Francia e Inglaterra, entre los siglos XIV y XV. Se inició en 1337 y finalizó en 1453.

Durante los 116 años que se prolongó el estado de guerra entre ambas coronas se
alternaron campañas militares con períodos de paz, que se alcanzaban tras la firma de
acuerdos temporales.

En un principio, las acciones bélicas favorecieron a los ingleses que, en medio


del avance de la peste negra, obtuvieron tres resonantes victorias: las de Crécy (1346),
Poitiers (1356) y Azincourt (1415). Pero la decisiva intervención de Juana de Arco, una
campesina francesa que derrotó varias veces a los ingleses, cambió el rumbo de la
guerra.

El conflicto finalizó en 1453, luego de la formación de una alianza entre los


reinos de Francia, Escocia, Castilla, Aragón y Navarra, que terminó doblegando a
Inglaterra.

Etapas de la guerra de los 100 Años

La guerra de los 100 Años puede ser dividida en 4 grandes etapas.


Primera etapa (1337-1360)
Se inició debido a las ambiciones del rey Eduardo III de Inglaterra, que
cuestionó la coronación de Felipe VI de Valois y reclamó sus derechos sobre la corona
de Francia.

La mayoría de las batallas de esta etapa favorecieron a los ingleses, que


infligieron duras derrotas a los franceses, y lograron capturar al rey Juan II el Bueno
durante la batalla de Poitiers.

En 1360 se firmó el Tratado de Brétigny, por el cual Francia otorgó varios


territorios a Inglaterra a cambio de que Eduardo III renunciara a sus pretensiones sobre
la Corona francesa.

Segunda etapa (1360-1396)

Las hostilidades se reiniciaron debido a que Francia e Inglaterra se involucraron


en las guerras civiles que tuvieron lugar en Castilla, uno de los reinos cristianos de la
península ibérica.

Durante este período, los franceses aprovecharon la muerte de Eduardo III, y de


su hijo el Príncipe Negro, para recuperar territorios que anteriormente habían cedido a
los ingleses.

Tercera etapa (1396-1421)

Se inició debido al apoyo de Francia a las pretensiones independentistas del


reino de Escocia, que resistía los intentos de dominación ingleses.

Inglaterra respondió con una invasión liderada por el rey Enrique V, que ganó
varias batallas, entre ellas la de Azincourt.

Este período finalizó con la firma del Tratado de Troyes, que en 1420 estableció
que el monarca francés Carlos VI sería sucedido por los descendientes de Enrique V y
de Catalina de Valois, quienes se unieron en matrimonio.

Cuarta etapa (1422-1453)

Su principal protagonista fue Juana de Arco, una campesina francesa que


afirmaba que Dios le había encomendado la misión de derrotar a los ingleses.

Sus victorias elevaron la moral de los franceses y permitieron el acceso al trono


de Carlos VII de Valois. Este recuperó la corona que el Tratado de Troyes había cedido
a Enrique V de Inglaterra y sus sucesores.
Luego del ascenso al trono de Carlos VII, Juana de Arco fue traicionada y cayó
en manos de los ingleses. Fue acusada de brujería y quemada en la hoguera en 1431.

Hacia finales del reinado de Carlos VII, una alianza entre castellanos,
aragoneses y escoceses apoyó a los franceses, que vencieron a los ingleses en la batalla
de Castillón, en 1453. Luego de esta derrota, los ingleses evacuaron Francia y solo
conservaron el puerto de Calais.

Causas y consecuencias de la guerra de los 100 Años

Causas

Las principales causas de esta guerra fueron las siguientes:

La enemistad entre las coronas de Francia e Inglaterra, que se remontaba a la


conquista normanda de Inglaterra, en 1066.

La pretensión de los reyes ingleses de heredar la corona francesa tras la


extinción de la dinastía gala de los Capetos, en 1328.

Las ambiciones independentistas del territorio de Flandes, que quería separarse


de Francia y que buscó el apoyo de Inglaterra.

Los intereses comerciales que Inglaterra tenía en Flandes, donde se producía una
lana muy apreciada para la elaboración de tapices.

El apoyo dado por Francia al reino de Escocia, que luchaba para asegurar su
independencia de la Corona inglesa.

Las pretensiones de los monarcas ingleses de dominar todas las costas del Canal
de la Mancha, que dividía los dominios de Francia e Inglaterra.

El intento de ocupación por parte de la Corona francesa del ducado de


Aquitania, feudo del rey inglés Eduardo III en territorio galo.

Consecuencias

Entre las principales consecuencias de esta guerra se pueden mencionar las


siguientes:

● La recuperación por parte de Francia de todos los territorios conquistados por


Inglaterra durante la primera y la tercera etapa de la guerra. Los ingleses solo
conservaron el puerto de Calais, a orillas del Canal de la Mancha.
● La muerte de gran cantidad de nobles franceses, que contribuyó a la paulatina
disolución del feudalismo en Francia.
● La instauración de una monarquía centralizada en Francia, por parte de Carlos
VII que reclutó un ejército permanente y reorganizó la economía con la ayuda de
la burguesía.
● La conformación de un sentimiento de pertenencia e identidad común entre los
habitantes de los distintos territorios que integraban el reino de Francia.
● El debilitamiento de Inglaterra que, tras el largo conflicto con Francia, padeció
la guerra de las Dos Rosas, que marcó la transición de la Edad Media a la Edad
Moderna en las islas británicas.

13.- Análisis Crítico del Impacto de las Guerras Mundiales en los


Ciudadanos.

La gran repercusión que tienen las guerras sobre los ciudadanos, además de las
inmensas cantidades de vidas inocentes arrebatadas contra su voluntad, son
devastadoras y van desde ciudades enteras perdidas, hasta terrenos inhabitables. Sin
mencionar el hecho que los estragos que dejan sobre la población sobreviviente hace
que sea aún más difícil el poder subsistir en estos sitios destruidos. Lo que lleva a dichas
poblaciones a buscar refugio en naciones en las que sí vean esperanzas de vida.

Como fue el caso de la 1era y 2da Guerra Mundial. Al quedar Europa devastada
tras los acontecimientos de estos conflictos mundiales, se originó el éxodo de millones
de ciudadanos de todas partes de Europa. Más que todo ciudadanos alemanes. Además
de este gran hecho de personas abandonando su patria, también se debe incluir los daños
psicológicos que quedan en los sobrevivientes luego de esto como pueden ser ansiedad,
neurosis y depresión. Las poblaciones se exponen a un grado de tensión máxima o
extrema con las consiguientes afectaciones a la salud mental. Causa grandes
movimientos de población, espontáneos u organizados, a menudo hacia áreas donde los
servicios de salud no pueden atender la situación.

En el aspecto económico se destruye la infraestructura económica existente para


implantar una nueva que responda a la obtención de ganancias y las clases más
poderosas. Desde el punto de vista financiero significa que el quebranto de las finanzas
es saqueado el tesoro nacional.

En el aspecto cultural es la pérdida de los valores históricos culturales


atesorados por la nación o comunidad, el desarraigo de la cultura e imposición de una
nueva que nada tiene que ver con la anterior. Se colocan los poderosos medios de
información en una amplia campaña de desinformación sobre el curso y los
acontecimientos de la guerra que abarcan a todos los medios de difusión masiva. Se
destruyen también valores religiosos como santuarios, templos, iglesias. En general se
destruyen los códigos, normas, conceptos por el de los ocupantes.
En lo social la guerra afecta a todos los sectores, se produce una desorganización
de la sociedad. En el aspecto humano se presentan olas de violencia, violación,
atropellos, deshumanización por el ocupante, pérdida de la espritualidad, de la
autoestima, de los atributos humanos. Constituye una violación flagrante de los
derechos humanos. Se produce la desintegración de las familias, por muerte de sus
miembros o desplazamiento, el ya mencionado éxodo y refugio. También sufren las
comunidades bien por la pérdida de los eslabones fundamentales, o la desaparición de la
misma.

Con relación al Medio ambiente la guerra causa destrucción física y


perturbación de hábitats naturales de importancia nacional e internacional, y de la vida
silvestre como resultado del uso de armas. La contaminación radiológica, química o
biológica de los hábitats naturales se produce como resultado del uso de armas de
destrucción masiva y bombardeo de facilidades industriales o militares. Perece la
vegetación como resultado de las batallas; desertificación y extinción de especies o
subespecies endémicas.

Para la Salud Pública las guerras pueden causar un número inesperado de


muertes, lesiones o enfermedades, que exceden las capacidades de los servicios locales
de salud. Destruye las infraestructuras locales de salud, como los hospitales, unidades
de los ministerios de salud, clínicas privadas. También pueden alterar la prestación de
los servicios rutinarios y actividades preventivas, con graves consecuencias a corto,
mediano y largo plazo, en términos de morbilidad y mortalidad. Genera efectos
adversos sobre el ambiente y la población al aumentar el riesgo de enfermedades
transmisibles y los peligros ambientales. La Guerra tiene los siguientes aspectos en
común con los desastres.

Solo resta decir que son incontables los daños que dejan las guerras a los
ciudadanos afectados, hecho que refleja una gran injusticia al ser estos los que sufren
todos estos estragos. Solo por el egocentrismo, ira y soberbia de algunos cuantos que
desean tener poder sin ver el precio que se tendrá que pagar.
Conclusión.

El recorrido teórico propuesto, sin pretender ser exhaustivo ni mucho menos,


procuró dar cuenta de algunos de los principales debates en torno al concepto de poder
en las relaciones internacionales, con el simple objetivo de poner de manifiesto su
complejidad y la necesidad de proceder a abordajes más sofisticados. Tal como lo
advierten muchos autores, es menester romper con la tentación simplificadora de definir
el poder exclusivamente en términos de la posesión de recursos. Un avance fundamental
radica en reconocer su carácter relacional y explorar las diferentes dimensiones en las
que opera.

Las formas tradicionales de entender el poder en las relaciones internacionales


resultan insuficientes para desentrañar la complejidad de la política mundial, dado que
aún cuando logran avanzar hacia el reconocimiento de su carácter relacional,
permanecen demasiado concentradas en la primera dimensión del poder. Tal como se
mencionó, esto se debe en gran parte al predominio del positivismo en términos
epistemológicos y las consecuentes elecciones ontológicas hacia el materialismo y el
individualismo, todo lo cual conduce a un análisis más superficial de las relaciones de
poder y su dinámica, concentrándose en lo inmediatamente tangible y observable, sin
considerar otras variables y factores que complejizan la cuestión. Claro está que esta es
solo una parte de la historia, o mejor dicho tan solo una dimensión del poder.

Tal como se evidenció a lo largo del trabajo, el poder en la política internacional


presenta diversas alternativas para su ejercicio y construcción, todo depende de la óptica
teórica desde la cual se reflexione al respecto. Según las posiciones ontológicas y
epistemológicas que priman en un enfoque teórico determinado, se destacan distintos
aspectos y dimensiones del poder. No se trata entonces de eliminar los abordajes
tradicionales, sino de incorporar nuevos enfoques según los aspectos y dimensiones del
poder que se pretenda analizar. Asimismo, no se trata de hacer primar una dimensión del
poder por encima de las restantes. El desafío radica en entenderlas de manera integrada,
no para lograr una concepción del poder unificada, sino más bien con el propósito de
entender cuál es la interrelación existente entre las distintas dimensiones y cómo opera
el poder en cada una de ellas. Solo contemplando estas cuestiones es posible hacer
inteligible un concepto sumamente complejo y problemático. Los análisis del poder ya
no pueden quedar confinados a los supuestos de la teoría realista y la ampliación del
horizonte teórico resulta tan necesaria como inevitable.
Referencias Bibliográficas.

Guerra de los 100 Años (2019). Recuperado de la Enciclopedia de Historia


(https://enciclopediadehistoria.com/guerra-de-los-100-anos/).

¿Cuáles fueron las causas y consecuencias de la Primera Guerra Mundial? Por Erin
Blakemore Publicado 15 Abr 2019 11:46 Cest , Actualizado 5 Nov 2020 7:02 Cet
https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/04/cuales-fueron-las-causas-y-consecu
encias-de-la-primera-guerra-mundial

Oro Tapia, Luis R. El concepto de realismo político / Luis R. Oro Tapia. -- Santiago :
RIL editores - Centro de Análisis e Investigación Política (CAIP), 2013.

Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/hegemonia/

Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/globalizacion/

El concepto de poder en las relaciones internacionales y la necesidad de incorporar


nuevos enfoques, Nicolás Creus, Estudios Internacionales 175 (2013) • Universidad de
Chile.

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