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Hermanos, un cordial y fraterno saludo.

Quiero en esta breve reflexión proponerles unos puntos importantes para meditar en
relación con esta Palabra que hemos escuchado y que por supuesto, tiene mucho que ver
con lo que hemos reflexionado en este encuentro de guardianes.
1. El primer elemento y más fundamental y esencial que salta a la vista como síntesis
de esta Palabra, es la importancia de la escucha de esta misma Palabra de Dios como
acabamos de escuchar. Y nos preguntamos: ¿Qué significa entonces “¿Escuchar la
Palabra y ponerla en práctica, y llevara a nuestra vida fraterna”? ¿y qué significa
guardarla?
Quisiera entonces hacer un breve recorderis sobre dos verbos fundamentales que
aparecen en el texto de Lucas que se nos ha proclamado. Son el verbo escuchar y el
verbo guardar.
1.1Respecto al verbo escuchar, sabemos que tiene un trasfondo muy profundo en toda la
Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. No se conoce la
Palabra, ni se lleva a la práctica si antes no se escucha. Entonces, lo primero es escuchar. El
verbo en griego es akouontes que literalmente se traduce como escuchar.
Recordemos que la revelación bíblica es esencialmente palabra de Dios al hombre. He aquí
por qué, en la tradición hebrea la relación del hombre con Dios está fundada ante todo en la
audición, según la Biblia “la fe nace del escuchar” (Rom 10,17).
El hombre debe escuchar a Dios. ¡Escuchad!, grita el profeta con la autoridad de Dios (Am
3,1 ; Jer 7,2). ¡Escuchad!, repite el sabio en nombre de su experiencia y de su conocimiento
de la *ley (Prov 1,8). ¡Escucha, Israel!, repite cada día el piadoso israelita para penetrarse
de la *voluntad de su Dios (Dt 6,4; Mc 12,29). ¡Escuchad!, repite a su vez Jesús mismo,
palabra de Dios (Mc 4,3.9).
Ahora bien, según el sentido hebraico de la palabra *verdad, escuchar, acoger la palabra de
Dios no es sólo prestarle un oído atento, sino abrirle el *corazón (Hch 16,14), ponerla en
práctica (Mt 7,24ss), es *obedecer. Tal es la obediencia de la *fe que requiere la
predicación oída (Rom 1,5; 10,14ss).
Pero el hombre no quiere escuchar (Dt 18,16.19), y en eso está su drama. Es sordo a las
llamadas de Dios; su oído y su corazón están incircuncisos (Jer 6,10; 9,25; Act 7, 51). Tal
es el pecado de los judíos de la época de Jesús:. “Vosotros no podéis escuchar mi palabra…
El que es de Dios oye las palabras de Dios; por eso vosotros no las oís, porque no sois de
Dios” (Jn 8,43.47).
En efecto, sólo Dios puede abrir el oído de su *discípulo (Is 50,5; cf. ISa 9,15; Job 36,10),
“profundizárselo” para que obedezca (Sal 40, 7s). Así en los tiempos mesiánicos oirán los
sordos, y los milagros de Jesús significan que finalmente el pueblo sordo comprenderá la
palabra de Dios y le obedecerá (Is 29, 18; 35,5; 42,18ss; 43,8; Mt 11,5). Es lo que la voz
del cielo proclama a los discípulos: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadle” (Mt 17,5 p).
María, habituada a guardar fielmente las palabras de Dios en su corazón (Lc 2,19.51), fue
glorificada por su hijo Jesús cuando éste reveló el sentido profundo de su maternidad :
“Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28). Así pues,
maría se convierte en modelo de escucha. Ella nos enseña cómo debe ser nuestra actitud
frente a la Palabra de Dios. Saber escuchar, no es lo mismo que oír ruidos, u oír a cualquier
persona, escuchar implica poner el corazón. Pero para aprender a escuchar, también es
importante aprender a escucharme y escuchar a los demás.
Y en este contexto de encuentro de guardianes qué importante recordar que necesitamos
escucharnos en fraternidad y volver a escuchar la Palabra de Dios. Justamente, en el
Manual de guardianes, se nos dice que una de las funciones más importantes del Guardián
al promover la formación permanente es promover la Escucha de la Palabra de Dios en
fraternidad. (Num 6.5).
1.2. El segundo Verbo, es guardar, o custodiar la palabra de Dios. El verbo griego es
filassontes que se traduce como guardar o mantener, también se puede traducir como
“custodiar, vigilar, mantener o proteger”.
También tiene el sentido de cuidar. Dios puso a Adán “en el huerto del Edén, para que lo
labrara y lo guardase” (Gen 2:15). … En este mismo sentido se dice que Dios es el que
“guarda” a Israel (Sal 121:4). Guardar es también vigilar, custodiar, proteger o cuidar algo.
Ser guardián implica no solamente un honor sino una gran responsabilidad, ser Guardian,
Protector, Custodio, Centinela de algo muy valioso. En el contexto Bíblico se utiliza para
hacer un llamado a Guardar y Proteger la Palabra de Dios, aquel tesoro tan precioso que
Dios nos ha encomendado. Cuando el texto bíblico que hemos escuchado nos dice que son
más “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”, nos está diciendo que
son dichosos aquellos que llevan la palabra de Dios a sus vidas, la custodian, la guardan, la
protegen, la mantienen viva en sus vidas. No se alejan de ella, no viven al margen de Dios.
Ahora bien, nos cae muy a propósito este verbo, pues no solo somos guardianes de
fraternidades, sino también custodios de la Palabra de Dios, es decir, cuidamos que esa
Palabra de Dios se viva en nuestras fraternidades. Y somo además custodios del don
precioso de la fraternidad.
1.3Ahora bien, una vez que hemos explicado estos dos verbos tan importantes de la
perícopa del Evangelio de Lucas, cabe volver sobre el sentido general del texto, el cual
hace una alabanza a la Madre de Jesús, por haber llevado a Jesús en su vientre y por
haberlo amamantado, pero vemos entonces que Jesús trasciende el plano físico, para exaltar
mejor el plano espiritual. No se es dichoso solamente por una situación de parentesco sino
por guardar y mantener la Palabra de Dios. Ahora bien, ¿quién ha escuchado y guardado
mejor la Palabra de Dios que María? Es por ello que San Agustín dice de María que es más
dichosa por ser discípula de Cristo que por ser su Madre.
Podemos decir que María es la mujer bendita por excelencia, porque aceptó el plan de Dios
y nos dio al salvador. Ella supo decirle un sí a Dios en todos los momentos de su vida.
Pidámosle al Señor por intercesión de María nos enseñe a decirle sí cuando nos llama su
servicio, cuando nos llama a ser más auténticos, cuando nos llama a ser instrumentos del
plan de Dios.
María entonces nos enseña a ser discípulos, a escuchar, y custodiar la Palabra de Dios, pero
también a vivir la Voluntad de Dios en nuestra Vida. ¿Y cual será la voluntad de Dios para
nosotros guardianes de fraternidades franciscanas? No es otra que ser custodios del don de
la fraternidad, ser vigilantes que el espíritu del Señor y su Santa operación no se apague, ser
custodios del espíritu de San Francisco. Y podremos decir con el profeta Joel en la primera
lectura, sabrán que el Señor habita en medio de nosotros o con el salmista: Alégrense justos
con el Señor.
Hermanos pongamos manos a la obra y continuemos haciendo lo que ya venimos haciendo,
escuchando y guardando la palabra de Dios, junto con el pan y el vino, ofrezcamos al Señor
nuestras fraternidades, nuestras luchas, nuestras dificultades, pero también nuestros
aciertos, nuestros gozos y esperanzas. Que el Señor nos fortalezca y nos ayude siempre. Así
sea.

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