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La fraternidad en construcción

El Dasein (la existencia) no existe como un ser acabado, se va construyendo en la


cotidianidad en la medida de sus posibilidades en el horizonte del tiempo.

Mucho se ha predicado o se ha dicho de la fraternidad y continuamente escuchamos hablar


sobre la fraternidad. Pero, pienso, que nunca estará todo dicho sobre fraternidad. Siempre
habrá algo más por decir, por profundizar, por comprender, por interpretar de esta hermosa
realidad, don del Espíritu que además nos ha sido regalado como carisma a los hermanos
menores. Y aquí está nuestro imperativo de comprender y re-comprender y volver a
comprender una y otra vez la fraternidad. No nos podemos cansar de hablar de nuestra
fraternidad, por que (permítanme la expresión) nos casamos con ella, es nuestro estilo de
vida. Un estilo de vida que, bien lo sabemos, no es fácil. Sin embargo es nuestro imperativo
más urgente, pues todo el tiempo tenemos que vérnosla con la fraternidad, gústenos o no.
Para ello hemos profesado en la Orden de Frailes menores.

Pero tenemos que ser realistas, la fraternidad no es fácil, está en constante construcción.
Como la metáfora del edificio de la Iglesia, cada uno somos piedras preciosas en esta
construcción. Tanto la carta a los Efesios como la primera carta de Pedro señalan una realidad
de la Iglesia: Una iglesia en construcción. Estamos siendo edificados, para ser morada de
Dios en el Espíritu. Lo interesante es ambos textos, afirman que cada miembro es piedra viva,
que entramos en la construcción de un edificio espiritual, “para un sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo”.

Aquí quisiera valerme de unas palabras que pronunció el Papa Francisco en una de sus
cuantas reflexiones sobre la Iglesia:

Y dice el Papa: “En manos de Jesús somos pequeñas piedras vivas para construir la Iglesia.
También con nosotros hoy, Jesús quiere continuar construyendo la Iglesia, esta casa con
fundamentos sólidos pero donde no faltan las grietas”, que además tiene “una continua
necesidad de ser reformada, reparada”. Lo mismo sucede con nuestras fraternidades.

“Nosotros ciertamente no nos sentimos rocas, sino solo pequeñas piedras. Sin embargo,
ninguna piedra pequeña es inútil. En las manos de Jesús la más pequeña piedra se hace
preciosa, porque Él la toma, la mira con ternura, la trabaja con su Espíritu, y la coloca en el
lugar justo, que Él siempre ha pensado y donde puede ser más útil a toda la construcción”.

El Papa subraya que “cada uno de nosotros es una pequeña piedra, pero en las manos de Jesús
se orienta a la construcción de la Iglesia”.

“Y todos nosotros, siendo pequeños, somos ‘piedras vivas’ porque cuando Jesús toma en sus
manos la piedra, la hace suya, la hace viva, la llena de su amor, y así tenemos un lugar y una
misión en la Iglesia: ella, la Iglesia, es comunidad de vida, hecha de muchísimas piedras,
todas distintas, que forman un único edificio en el signo de la fraternidad y de la comunión”.

En este mismo sentido nos hablan nuestras constituciones cuando nos dice que “Cada
hermano es un don de Dios a la fraternidad; por lo tanto, acéptense los hermanos unos a otros

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en su propia realidad, tal como son y en plan de igualdad, por encima de la diversidad de
caracteres, cultura, costumbres, talentos, facultades y cualidades, de modo que toda la
fraternidad resulte lugar privilegiado de encuentro con Dios”.
Y quisiera llamar la atención en esto tan importante que dicen nuestras constituciones: cada
uno de nosotros es diferente, desde su propia realidad, por encima de la diversidad de
caracteres, culturas, costumbres, talentos, facultades, y cualidades. No será esto mismo lo
que nos está diciendo la Palabra de Dios en efesios y 1ra de pedro? Somos piedras vivas
desde nuestro talentos, y dones que Dios nos ha regalado, con nuestras diferencias, porque
quizá somos demasiado diferentes, pero justamente allí reside la riqueza y por eso nuestra
fraternidad puede ser un lugar eminentemente teológico, es decir, de encuentro con Dios.
Pero qué se requiere para que esto se de? Pienso que el evangelio nos lo reitera una y otra
vez, es necesario perdonarnos, no una, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco, sino siempre, setenta
veces siete. Es necesario fortalecer el perdón, dialogar, escucharnos, aceptarnos, caminar
juntos, no ponernos zancadillas, buscar la apertura al otro, al diferente, al que no me cae tan
bien. Y esto, naturalmente habría que llevarlo a la lógica también de nuestra fraternidad
provincial. De hecho, no es un secreto para nadie, que hay hermanos en la provincia que no
me caen tan bien, cada uno de nosotros lo sabemos, yo el primero, hermanos que quisiéramos
evitar. Y sin embargo, siguen siendo hermanos. No lo podemos olvidar. Aquí está el reto
construir la fraternidad provincial también y nuestra fraternidad local que según la metáfora
del papa Francisco, también puede tener ciertas grietas. No faltan dice el Papa. Más aun
podríamos estar en crisis, pues qué familia no sufre crisis? y sin embargo, allí esta el reto de
descubrir la presencia de Dios en medio de las dificultades.

No es secreto para nadie tampoco que vivimos una cultura en crisis, un mundo en crisis, una
iglesia también, porque no decirlo, en crisis. Estamos en un momento de cambio dicen los
sociólogos. Pero, cómo descubrir la presencia de Dios en medio de esta crisis… Jesús nos
prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Descubrir esta presencia
de Dios es fundamental para salir de nuestras crisis. Volver al evangelio, una y otra vez,
volver a la fuente, al fundamento que es Jesús.

Descubrir en Él su presencia alentadora, en medio de las arideces de la vida, de las


dificultades. Porque quizá todos las hemos tenido. Todos hemos tenido momentos difíciles
en la provincia. Y sin embargo, hemos sentido también a algún hermano cercano que nos ha
confortado, y nos ha dicho ánimo.

Finalmente, quisiera señalar una breve reflexión sobre el texto que escuchamos del Espejo
de Perfección 85. A mi modo de ver, Francisco allí nos dice que la fraternidad perfecta no
existe, también en su época, estaba en construcción. Quién hace una fraternidad perfecta, o
quién es el hermano perfecto? Cada uno, soy yo, desde mis talentos y dones, desde mis
cualidades y mi apertura a Dios y a mis hermanos.

La importancia de adquirir la virtudes, (lástima que hoy las virtudes estén como pasadas de
moda) porque éstas adornan nuestra existencia. Son, en lenguaje contemporáneo modos de
ser de la existencia.

Es necesario trabajar por cultivarlas, Y Francisco nos advierte que hay que cultivarlas todas:

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Ya en el Saludo a las Virtudes las va desgranando, y dice expresamente que "quien posee
una, las posee todas". Es decir, que cada virtud hermana con Cristo y, por tanto, si una te
hermana, las posees todas. Otra cosa es que las virtudes las tengamos en un plano meramente
humano, psicológico. Entonces aparecen como urgidas a desarrollarse espiritualmente. Dicho
de otra manera, Dios quiere que lo que tengamos de bueno lo orientemos a su Amor, a su
Servicio y al de los hermanos. De lo contrario, podrían ser causa de vanidad. Quedarían por
tanto a nuestro servicio propio, por mucho que quizás otros se beneficiarían, pero no las
pondríamos de veras a su servicio.

Es necesario vivir una vida en relación, una vida de armonía, entre estructuras y valores, dice
el padre Giacomo Vinni

“No se puede llevar una vida completamente desestructurada, en la que se hace una llamada
a la autenticidad, pero sin un discernimiento espiritual, sin una profundización intelectualy
fraterna, sin una coherencia de vida. Una vida sin ninguna visibilidad estructural, sin
sacramentalidad es incapaz de comunicarse porque ha perdido el vínculo entre valores y
estructuras y no halla formas y canales adecuados de transmisión”.

Así, Francisco no desgrana personalidades. Sólo medita y piensa cómo podemos nosotros,
hacernos de veras de Dios, potenciando lo que, por naturaleza y Don de Dios, nos hace
mejores, nos impulsa por sí mismo al bien.

Dejarse atrapar por la fuerza de aquella experiencia única, es la forma más segura de crearse
la propia experiencia de la fuerza salvífica del Evangelio y de la intimidad con Dios… por
eso se hace decisivo que descubramos hoy nuestras virtudes y las potenciemos, nuestros
dones y carismas, talentos que enriquecen nuestra fraternidad. Con el fin de que podamos
construir una fraternidad, no perfecta, pero sí mejor, que podamos decir que nuestra
fraternidad está en construcción, porque vivimos ese mensaje que está al lado del ascensor:
“En esta casa amamos, abrazamos, nos divertimos, cometemos errores y lo más importante,
perdonamos”.

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