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AUTORA: Svampa Maristella


Por ejemplo, si un
país importa fibras textiles, el modelo de sustitución de importaciones demanda el establecimiento de una industria nacional que se
encargue de producirlas para ya no tener que importarlas

Es una investigadora del CONICET, dedicada a la investigación en el campo de las políticas sociales,
particularmente el campo de las transferencias de ingresos que hace el estado, para sostener ingresos en las
familias y en los individuos que NO tienen una inserción plena en el mercado de trabajo asalariado formal
en la Argentina, o sea la sociedad de pleno empleo, esta autora, plantea temas sobre aquello que nuestras
políticas sociales estatales realizan o están dispuestos a realizar para sostener y garantizar ingresos para
este conjunto de la población y poder sostener niveles de igualdad y bienestar.
Donde ella nos planeta primeramente:
Políticas sociales con perspectiva de derechos. La agenda pendiente en Argentina
Entonces es importante primero establecer





Estados límites en la adolescencia---Esses
Se trata de una problemática cada vez más frecuente, detectada en los consultorios psicológicos,
que reciben adolescentes en evidente estado de fragilidad subjetiva y social.
Un buen número de los adolescentes que registran este estado, están en el límite o se han excedido
en el tiempo para dejar de serlo; muchos están desocupados y desescolarizados, lo que configura una
zona de incertidumbre en lo que se refiere a su pasaje y a la posible construcción de un lugar.
Características del estado límite: impulsiones, episodios de agresiones, juegos de riesgo,
adicciones, trastornos de la alimentación, una sexualidad indiscriminada, caracteropatías, angustias
intensas hasta el pánico, episodios de pasajes al acto y acting out, entre otros.
Con respecto al acting out –“actuación”, en castellano-, representa una falta de confianza en la
palabra, más no en el lenguaje. Es decir, el joven – que se halla en un estado sufriente- prefiere
manifestar su dolor, su malestar, mediante la expresión corporal (haciendo “algo” con el cuerpo),
antes que plantear verbalmente sus demandas.
Esto deriva en algo que puede verse desde el exterior como un “desprecio del propio cuerpo” –por
las adicciones y la promiscuidad-, pero que en realidad debe interpretarse como una deficiencia en
la conformación de la personalidad: el joven ha quedado en un estado rudimentario de su desarrollo,
ya que no termina de discriminar el “yo” del “no yo”, separándolos debidamente, haciendo un cierre
del esquema corporal que le permita una “unidad” tal que lo lleve a valorarlo en todas sus
dimensiones.
El yo y el fantasma
Es una figura que sirve para explicar la necesaria división que tiene que hacer el sujeto del “otro”,
es decir de otro/s sujeto/s.
Esto Parece algo sencillo, pero en la constitución de la personalidad, ésta es una operación que
debe cumplirse, porque de no hacerse los sujetos quedan “adosados” –pegados- a otros semejantes
a ellos, como a objetos adictivos, con una labilidad afectiva(inestabilidad afectiva) y vincular que pasa
desde el desapego defensivo hasta la pasión aglutinante.
En toda relación hay un “retorno”, una respuesta, que siempre es amenazante, y más aún cuando
aquél “otro” que estaba presente para escuchar y responder se ausenta, o cuando el otro sexo pide
respuestas para las que el sujeto no está preparado. La amenaza es real, no es un miedo infundado,
ya que la falta de respuestas, o la imposibilidad de responder, hacen que lo pulsional inunde la
subjetividad, y que la repetición de lo traumático aún no reprimido vuelva con su carga de dolor.
La función paterna no corta ni pincha, peeeero…
La figura del padre ha sufrido una declinación y hasta una devaluación por la crisis de la
representación del Estado y su vulnerabilidad en la pertenencia al Mercado. Estos fenómenos socio-
económicos han desdibujado la doble referencia del padre, en tanto trabajador y ciudadano, que
había construido durante la Modernidad.
Más allá de los detalles psicológicos, lo importante es remarcar que este debilitamiento de la figura
paterna genera una deficiente resolución del complejo de Edipo y por lo tanto una insuficiente
consolidación del yo –coincidente con una potenciación del superyó-, como resultado de la
sustitución de la palabra del padre por sus silencios o sus gritos.
Pensemos en las realidades cercanas que podemos observar, y registremos la frecuencia de historias
que confirman esta idea: cuántos hogares están desarticulados, con figuras varoniles ausentes, o –
peor- violentas en extremo.. De eso estamos hablando.
El goce de los excesos como respuesta a las carencias
Esa característica adolescente y juvenil, que consiste en buscar los excesos y en plantearse como “la
excepción a la regla” en términos de reivindicación de derechos, es también una consecuencia de la
exclusión social, pues en este contexto la lógica de la privación como un sacrificio ha perdido
totalmente su sentido.
A ver si puedo explicarme: en la Modernidad tenía sentido la privación, la idea de posponer los deseos
hasta la adultez cuando tanto el cuerpo como la mente alcanzaban la madurez necesaria como para
controlarlos.
Hoy esa espera no tiene fundamento, aparentemente. Vivimos en tiempos no sólo de exclusión, sino
de absoluta indiferencia, para con uno mismo y para con el otro. La mayoría de las personas vive en
“no lugares”: son desocupados, desescolarizados, desnutridos, desalojados, desafiliados…
“Des” es un prefijo que denota no sólo exclusión, sino inexistencia. Porque si el sujeto no adquiere
de algún modo rasgos constitutivos identitarios fundamentales, como son la ocupación, la
escolarización, la alimentación, la filiación, y un lugar… ¿qué es? Termina siendo casi nada. Le queda
solamente el cuerpo, que es precisamente herramienta y objeto de deseo, fácilmente convertible en
mercancía.
Como señala Esses, la exclusión social es “quedarse afuera”, exiliado de los lugares sociales
constitutivos de la subjetividad –entre los que la familia ocupaba un lugar insustituible-, y encerrado
en los “no lugares” de los espacios abiertos característicos de la Posmodernidad –los “shoppings”,
ahora también en declive-, que en realidad son depósitos de concentración y segregación de los
desechos sociales que son jóvenes y adolescentes.
Dos encerronas para los adolescentes y jóvenes
La primera: la cultura del anonimato, desarrollada a partir de las tecnologías y las redes sociales, que
sustituyen compañías reales, de personas reales, por sujetos escondidos detrás de un avatar, que
representa deseos y fantasías. Esto en un mercado que estimula con inmensa fuerza marcas fetiches,
y que además hace tiempo ya sustituyó todos los discursos, desde los más idealizantes a los más
realistas, por otro basado en el gozo infinito del consumismo adictivo (que es, entre otras cosas,
autoerótico), el que a su vez reemplazó los lazos sociales, los afectos, y hasta la intimidad.
La segunda: vinculada con padres depresivos, decepcionados por el incumplimiento de las promesas
de la Modernidad (ascenso social y otras revoluciones por el estilo, nunca concretadas), y por la
ruptura de los pactos entre géneros (de hecho, la cuestión de género es otra dimensión
mercantilizada), que los ha dejado sin respuestas frente a los adolescentes y jóvenes, al igual que
todos los demás adultos de las escuelas, los hospitales y centros de salud, la justicia y demás
instituciones designadas para atender las problemáticas juveniles.
Dicho de otro modo, los adultos no sabemos qué hacer con los adolescentes y jóvenes que nos
cuestionan, desde la indiferencia o desde la agresión; las únicas salidas –bastante violentas- son la
medicalización y la judicialización tempranas. En este punto personalmente hago una vinculación
con otra respuesta del mundo adulto, que se disfraza de preventiva: el aborto. La sociedad no sabe
qué hacer con las futuras generaciones, y al parecer está queriendo cortar el problema de raíz,
aniquilando a los sujetos que van a venir a cuestionarnos, antes de que salgan del útero, en un
genocidio que va a ser legalizado dentro de poco tiempo.
Todo esto enmarcado en lo que Esses plantea como “irresponsabilidad del Otro social”, algo con lo
que estoy de acuerdo, por supuesto. Esto es gravísimo porque debemos tener en cuenta, como
docentes, que nuestros jóvenes y adolescentes están interrogándonos permanentemente,
preguntándonos si nosotros sentimos que ellos le “hacen falta” a alguien, especialmente a sus padres.
Si encuentran que la respuesta es no –como sucede en demasiadas oportunidades-, esos sujetos son
empujados hacia el consumo adictivo, hacia la emigración, hacia la exclusión, hacia su desaparición…
Los momentos de la mutación económica
El primer peronismo (1946-1955) es considerado como la máxima expresión del modelo político
económico denominado de integración nacional-popular, que tuvo tres rasgos fundamentales:
a. Una concepción de desarrollo económico vinculada a la sustitución de importaciones y la
estrategia mercado-internista.
b. Un Estado entendido como agente y productor de la cohesión social, principalmente por medio
del gasto público social.
c. Y una tendencia a la homogeneidad social, vista en la inclusión de gran parte de la clase
trabajadora y la expansión de las clases medias asalariadas.
En clases presenciales habíamos visto en qué consistió el modelo de sustitución de importaciones:
con la intención de estimular la industrialización del país, el Estado favoreció la apertura de fábricas
nacionales que se dedicaran a la producción de aquellas mercancías que provenían del exterior,
sustituyéndolas por aparatos de fabricación argentina. Así tuvimos desde heladeras, ventiladores,
lavarropas y televisores, hasta automóviles hechos enteramente en el país, con todo lo que eso
significa.
Complementariamente, el Estado aplicó políticas de fortalecimiento del mercado interno,
consistentes básicamente en inyectar dinero a través de los salarios, con la intención de permitir que
el ciudadano argentino pueda consumir lo que se producía aquí, y generar así un círculo vicioso de
producción-consumo.
Ese mercado interno a su vez fue protegido con aranceles a la importación tan altos, que en la práctica
el ingreso de mercadería extranjera era casi imposible, lo que blindaba a la producción nacional, que
además era de buena calidad (quién no recuerda una heladera Siam, por ejemplo, de las que muchas
todavía están funcionando perfectamente, luego de 60-70 años de haber sido fabricadas).
Los demás rasgos del modelo político-económico sostenido por el primer peronismo, son fácilmente
entendibles, por lo que puedo dejarlos así planteados, sabiendo que ustedes van a poder
desarrollarlos adecuadamente durante el examen final.
Este modelo de sociedad fue desmantelado violentamente por las oligarquías liberales más
tradicionales del país, que lo reemplazaron por un nuevo régimen, centrado en la primacía del
mercado, mediante un proceso iniciado con las dictaduras militares, y culminado con el recordado
Carlos Saúl Menem, que consolidó un esquema llamado “neoliberal”, consistente básicamente en
condiciones que favorecieron decididamente la acumulación y concentración de las riquezas.
Quizás conviene que ustedes repasen someramente los detalles históricos presentados por Svampa,
pero me basta con que alcancen a conocer algunos detalles puntuales del modelo:
 Apertura financiera y liberación de la importación de bienes y capitales.
 Interrupción de la industrialización sustitutiva.
 Fuerte endeudamiento de los sectores público y privado.
 Anulación de las condiciones de coalición nacional-popular.
 Dominación absoluta de los grandes grupos económicos nacionales y los capitales
transnacionales.
Obviamente, este proceso de desindustrialización produjo importantes cambios en la estructura
social argentina, que fue “latinoamericanizada” a través de la expulsión de mano de obra del sector
industrial al sector terciario y cuentapropista, o directamente a las cada vez más cuantiosas filas de
la mano de obra marginal.
Además de todo esto, debemos tener en cuenta el deterioro de los salarios reales y la baja de la
producción –que contrajeron la demanda interna-, más la eliminación de las negociaciones
colectivas, lo que se traduciría en un profundo empobrecimiento de las mayorías trabajadoras.
Para destacar: en 1974, en la Argentina la distribución de la riqueza era similar a la de muchos países
desarrollados: los ingresos del 10% más rico eran 12,7 veces mayor que el del 10% más pobre.
Contrastemos estos números con las cifras históricas y actuales, para darnos cuenta de la gravedad
del asunto.
Sigamos. Con la recuperación de la república, en 1983, el presidente Raúl Alfonsín –verdadero padre
de la democracia, título que algún fanatizado sector del kirchnerismo quiere arrebatarle-, intentó
reorientar el sistema hacia una economía productiva, pero no lo logró, y por eso ésa es considerada
la “década perdida” por la Cepal, principal organismo asesor económico para el continente, de cuyos
estudios depende el financiamiento de todos nuestros países dependientes de la banca mundial.
¿Por qué Alfonsín no pudo recuperar la economía argentina? Porque no contó con el coraje político
ni con las alianzas necesarias para ir hasta el fondo de la cuestión, que incluía la renovación de las
estructuras sindicales, uno de los principales obstáculos para cualquier renovación político-
económica que se pretenda para la Argentina (baste recordar que la CGT de Ubaldini le hizo 13 paros
generales en menos de cuatro años, medida que sencillamente paralizó tanto al gobierno como a los
empresarios).
La debacle de la presidencia de Alfonsín fue sentenciada con el “golpe de mercado” que le asestaron
los grandes grupos económicos, y que consistió en una crisis hiperinflacionaria devastadora.
ANOTACIONES:
Con respecto al capítulo 1 del texto de Svampa, he decidido dejarlo en el punto donde quedamos, porque lo que sigue
es excesivamente histórico y político, y no hace falta que profundicemos tanto, por ahora.
Imagino que ya estarán notando que los criterios de evaluación son los que corresponden a su nivel: sólido manejo
conceptual, demostrado mediante la utilización correcta del vocabulario propio de las disciplinas involucradas en el
desarrollo de cada tema; establecimiento de las relaciones entre los diferentes conceptos y temas para la construcción
de conclusiones propias elaboradas a partir de las argumentaciones desarrolladas en clases; fluidez en la expresión oral,
teniendo en cuenta que muy próximamente ya se desempeñarán como docentes del Nivel Superior.

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