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SUMA DE TEOLOGÍA
BIBLIOTECA
DE
AUTORES CRISTIANOS
Declarada de interés nacional
35
SUMA DE
TEOLOGÍA
II
PARTE I-II
COLABORADORES
Ángel Martínez • Donato González • Luis
López de las Heras • Jesús M. Rodríguez
Arias • Rafael Larrañeta • Victorino Rodrí-
guez • Antonio Sanchís • Esteban Pérez • An-
tonio Osuna • Niceto Blázquez • Ramón Her-
nández
SEGUNDA EDICIÓN
SUMA DE
TEOLOGÍA
Edición dirigida por
los Regentes de Estudios de las
Provincias Dominicanas en España
PLAN GENERAL DE LA OBRA
PARTE I-II
Págs.
PARTE I-II
PRÓLOGO 27
TRATADO DE LA BIENAVENTURANZA
Introducción a las cuestiones 1 a 5, por RAFAEL LARRAÑETA OLLETA, O.P 29
CUESTIÓN 1: El fin último del hombre 37
Art. 1: ¿Es propio del hombre obrar por un fin? 37
Art. 2: ¿Es propio de la naturaleza racional obrar por un fin? 39
Art. 3: ¿Los actos del hombre se especifican por el fin? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
Art. 4: ¿Hay un fin último de la vida humana? 41
Art. 5: ¿Puede un hombre tener muchos fines últimos? 43
Art. 6: ¿Quiere el hombre por el fin último cuanto desea? 44
Art. 7: ¿Hay un único fin último para todos los hombres? 44
Art. 8: ¿Las demás criaturas tienen el mismo fin último? 45
CUESTIÓN 2:¿En qué consiste la bienaventuranza del hombre? 47
Art. 1: ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en las riquezas? 47
Art. 2: ¿La bienaventuranza del hombre consiste en los honores? 49
Art. 3: ¿La bienaventuranza del hombre consiste en la fama o gloria? . . 49
Art. 4: ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en el poder? 50
Art. 5: ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en algún bien del cuer-
po? 51
Art. 6: ¿La bienaventuranza del hombre consiste en el placer? 53
Art. 7: ¿La bienaventuranza del hombre consiste en algún bien del
alma? 54
Art. 8: ¿La bienaventuranza del hombre consiste en algún bien creado? . . . . 55
CUESTIÓN 3: ¿Qué es la bienaventuranza? 57
Art. 1: ¿La bienaventuranza es algo increado? 57
Art. 2: ¿Es la bienaventuranza una operación? 58
Art. 3: ¿La bienaventuranza es una operación de la parte sensitiva o sólo
de la intelectiva? 60
Art. 4: ¿La bienaventuranza es una operación del entendimiento o de la
voluntad? 61
Art. 5: ¿La bienaventuranza es una operación del entendimiento especula-
tivo o del práctico? 63
Art. 6: ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en la consideración de
las ciencias especulativas? 64
XII Indice general
Págs.
Art. 2: El acto humano, por ser bueno o malo, ¿tiene razón de laudable
o de culpable? 212
Art. 3: El acto humano, por ser bueno o malo, ¿tiene razón de mérito o
de demérito? 213
Art. 4: El acto humano, por ser bueno o malo, ¿tiene razón de mérito o
de demérito ante Dios? 214
Art. 2: ¿Se distinguen las virtudes morales que versan sobre las operacio-
nes de las que versan sobre las pasiones? 457
Art. 3: ¿Hay tan sólo una virtud moral relativa a las operaciones? 458
Art. 4: ¿Hay diversas virtudes morales acerca de las diversas pasiones? . . 459
Art. 5: ¿Se distinguen las virtudes morales según los diversos objetos de
las pasiones? 460
CUESTIÓN 61: Sobre las virtudes cardinales 463
Art. 1: ¿Deben llamarse cardinales o principales las virtudes morales? 463
Art. 2: ¿Son cuatro las virtudes cardinales? 464
Art. 3: ¿Deben llamarse principales otras virtudes más bien que éstas? . . 465
Art. 4: ¿Se distinguen entre sí las cuatro virtudes cardinales? 466
Art. 5: ¿Se dividen convenientemente las virtudes cardinales en virtudes
políticas, purgativas, de alma purificada y ejemplares? 467
CUESTIÓN 62: Sobre las virtudes teológicas 470
Art. 1: ¿Existen algunas virtudes teológicas? 470
Art. 2: ¿Son las virtudes teológicas distintas de las virtudes intelectuales
y morales? 471
Art. 3: ¿Son la fe, la esperanza y la caridad adecuadamente las virtudes
teológicas? 472
Art. 4: ¿Precede la fe a la esperanza y la esperanza a la caridad? 473
CUESTIÓN 63: Sobre la causa de las virtudes 475
Art. 1: ¿Nos es dada la virtud por la naturaleza? 475
Art. 2: ¿Es causada en nosotros alguna virtud por la costumbre de las
obras? 476
Art. 3: ¿Hay en nosotros algunas virtudes morales infusas? 478
Art. 4: ¿Es la virtud que adquirimos por la costumbre de las obras de la
misma especie que la virtud infusa? 478
CUESTIÓN 64: Sobre el medio de las virtudes 480
Art. 1: ¿Consisten en el medio las virtudes morales? 480
Art. 2: El medio de la virtud moral, ¿es el medio de la cosa o el medio
de la razón? 481
Art. 3: ¿Consisten en el medio las virtudes intelectuales? 482
Art. 4: ¿Consisten en el medio las virtudes teológicas? 483
CUESTIÓN 65: Sobre la conexión de las virtudes 485
Art. 1: ¿Están mutuamente conexas las virtudes morales? 485
Art. 2: ¿Pueden existir las virtudes morales sin la caridad? 487
Art. 3: ¿Puede existir la caridad sin las virtudes morales? 488
Art. 4: ¿Pueden existir la fe y la esperanza sin la caridad? 489
Art. 5: ¿Puede la caridad existir sin la fe y la esperanza? 490
CUESTIÓN 66: Sobre la igualdad de las virtudes 492
Art. 1: ¿Puede la virtud ser mayor o menor? 492
Art. 2: ¿Son iguales todas las virtudes existentes en el mismo sujeto? 493
Art. 3: ¿Son las virtudes morales superiores a las intelectuales? 494
Art. 4: ¿Es la justicia la principal de las virtudes morales? 496
Art. 5: ¿Es la sabiduría la mayor de las virtudes intelectuales? 497
Art. 6: ¿Es la caridad la mayor de las virtudes teológicas? 499
CUESTIÓN 67: Sobre la permanencia de las virtudes después de esta vida . . 500
Art. 1: ¿Permanecen después de esta vida las virtudes morales? 500
Art. 2: ¿Permanecen después de esta vida las virtudes intelectuales? . . . . 501
Art. 3: ¿Permanece la fe después de esta vida? 502
Art. 4: ¿Permanece la esperanza después de la muerte en el estado de glo-
ria? 504
Art. 5: ¿Permanece algo de la fe o de la esperanza en la gloria? 505
Art. 6: ¿Permanece la caridad después de esta vida en la gloria? 507
Indice general XXI
Págs.
TRATADO DE LA GRACIA
Introducción a las cuestiones 109 a 114, por RAMÓN HERNÁNDEZ MARTÍN, O.P. 901
CUESTIÓN 109: De la necesidad de la gracia 909
Art. 1: ¿Puede el hombre conocer alguna verdad sin la gracia? 909
Art. 2: ¿Puede el hombre querer y hacer el bien sin la gracia? 911
Art. 3: ¿Puede el hombre amar a Dios sobre todas las cosas con sus me-
ras fuerzas naturales sin la gracia? 912
Art. 4: ¿Puede el hombre cumplir los preceptos de la ley sin la gracia y
con solas sus fuerzas naturales? 914
Art. 5: ¿Puede el hombre merecer la vida eterna sin la gracia? 914
Art. 6: ¿Puede el hombre prepararse por sí mismo para la gracia sin el
auxilio exterior de la gracia? 916
Art. 7: ¿Puede el hombre levantarse del pecado sin el auxilio de la gra-
cia? 918
Art. 8: ¿Puede el hombre evitar el pecado sin la gracia? 919
Art. 9: El que ya posee la gracia, ¿puede obrar el bien y evitar el pecado
por sí mismo sin otro auxilio de la gracia? 921
Art. 10: El hombre que está en gracia, ¿necesita el auxilio de la gracia
para perseverar? 923
CUESTIÓN 110: De la esencia de la gracia de Dios 925
Art. 1: ¿Pone la gracia algo en el alma? 925
Art. 2: ¿Es la gracia una cualidad del alma? 927
Art. 3: ¿La gracia es lo mismo que la virtud? 928
Art. 4: ¿La gracia tiene por sujeto la esencia del alma o bien alguna de
sus potencias? 930
CUESTIÓN 111: De la división de la gracia 932
Art. 1: ¿Es buena la división en gracia que nos hace gratos y gracia gra-
tisdata? 932
Art. 2: ¿Se divide correctamente la gracia en operante y cooperante? . . 933
Art. 3: ¿Se puede dividir la gracia en preveniente y subsiguiente? 935
Art. 4: ¿Es apropiada la división que hace San Pablo de la gracia gratis-
data? 935
Art. 5: ¿La gracia gratisdata es superior en dignidad a la gracia santifi-
cante? 937
CUESTIÓN 112: La causa de la gracia 939
Art. 1: ¿Solamente Dios es causa de la gracia? 939
Art. 2: ¿Se requiere por parte del hombre una preparación o disposición
para la gracia? 940
Art. 3: ¿Se concede necesiariamente la gracia a quien se prepara para re-
cibirla o hace todo lo que está de su parte? 942
Art. 4: ¿Es mayor la gracia en unos que en otros? 943
Art. 5: ¿Puede el hombre saber que se encuentra en gracia? 944
CUESTIÓN 113: De los efectos de la gracia. Y, en primer lugar, de la justifi-
cación del pecador 946
Art. 1: ¿La justificación del pecador consiste en la remisión de los pe-
cados? 946
XXVIII Indice general
Págs.
Cat. aur. sup. Mt. Mc. Lc. Io. = Catena aurea super quatuor Evangelia.
Collat. in Credo = Collaciones de Credo in Deum.
Compend. Theol. = Compendium Theologiae seu Brevis Compilado
Theologiae ad Fratrem Raynaldum.
Cont. errores graec. = Contra errores graecorum ad Urbanum IV Pa-
pam Máximum.
Cont. Gentes = Summa contra Gentiles seu de veritate catholi-
cae fidei.
Cont. impugn. relig. = Contra impugnantes Dei cultum et religionem.
Contr. retrahent. = Contra pestiferam doctrinam, retrahentíum ho-
mines a religionis ingressu.
De aeternit. mundi = De aeternitate mundi contra murmurantes.
De angelis = De angelis seu de substantiis separatis ad Fra-
trem Raynaldum de Piperno.
De art. fid. = De articulis fidei et Ecclesiae sacramentis.
De carit. = Q.D. De caritate.
De correct, frat. = Q.D. De correctione fraterna.
De demonstr. = De demonstratione.
De different. verb. = De differentia verbi divini et humani.
De duob. praecept. = De duobus praeceptis caritatis et decem legis
praeceptis.
De ente et ess. = De ente et essentia.
De fallaciis = De fallaciis ad quosdam nobiles artistas.
De forma absol. = De forma absolutionis sacramentalis.
De instant. = De instantibus.
De iudic. astror. = De iudiciis astrorum.
De malo = Q.D. De malo
De mixt. element. = De mixtione elementorum ad Magistrum Philip-
pum de Castrocaeli.
De motu cord. = De motu cordis ad Magistrum Philippum de
Castrocaeli.
De natur. accident. = De natura accidentis.
De natur. gener. = De natura generis.
De natur. mater. = De natura materiae et dimensionibus intermina-
tis.
De natur. verb. intellect. = De natura verbi intellectus.
De operat. occult. = De operationibus occultis naturae ad quemdam
militem ultra montanum.
De perf. vitae spirit. = De perfectione vitae spiritualis.
De pot. = Q.D. De potentia Dei.
De princ. indiv. = De principio individuationis.
De princ. natur. = De principiis naturae ad Fratrem Sylvestrum.
De prop. modal. = De propositionibus modalibus.
De quatuor oppos. = De quatuor oppositis.
De rat. fid. = De rationibus fidei ad cantorem Antiochenum.
De regim. iudaeor. = De regimine iudaeorum Epístola ad Ducissam
Brabantiae.
De regim. princ. = De regno seu de regimine principum ad Regem
Cypri.
XXX Siglas de las obras de Santo Tomás
De secr. = De secreto.
De sortibus = De sortibus ad Dominum Iacobum de Burgo.
De spe = Q.D. De spe.
De spirit. creat. = Q.D. De spiritualibus creaturis.
De un. Verbi = Q.D. De unione Verbis Incarnati.
De unit. intell. = De unitate intellectus contra Averroistas Pari-
sienses.
De verit. = Q.D. De veritate.
De virt. cara. = Q.D. De virtutibus cardinalibus.
De virtut. = Q.D. De virtutibus in communi.
Decret. 1 = In Decretalem Primam Expositio ad Archidia-
conum Tudertinum.
Decret. 2 = In Decretalen Alteram Expositio.
Ep. ad Bernardum = Epistola ad Bernardum, abbatem Casinensem.
Ep. de modo stud. = Epistola de modo studenti.
Exposit. Ave Maria = Expositio super salutationes angélica, videlicet
Ave Maria.
Exposit. Pater Noster = Expositio devotissima orationis Dominicae, vi-
delicet Pater Noster.
In Boet. De Trin. = Expositio super Boethii De Trinitate.
In De anima = In Aristotelis Librum De Anima Commenta-
rium.
In De caelo = In Libros Aristotelis De Caelo et Mundo Com-
mentaria.
In De causis = Expositio super Librum De Causis.
In De div. nom. = Expositio super Dyonisii De Divinis Nomini-
bus.
In De generat. et corrupt. = In Librum Primum Aristotelis De Generatione
et Corruptione Commentaria.
In De hebdom. = Expositio super Boethii De Hebdomadibus.
In De mem. et reminisc. = In Aristotelis Librum De Memoria et Reminis-
centia Commentarium.
In De sensu et sens. = In Aristotelis Librum De Sensu et Sensato
Commentarium.
In Ethic. = In decem Libros Ethicorum Aristotelis Ad Ni-
comachum Expositio.
In Ier. = In Ieremiam Prophetam Expositio.
In Io. = In Evangelium S. loannis Commentarium.
In Iob = Expositio super lob ad litteram.
In Is. = In Isaiam Prophetam Expositio.
In Metaphys. = In Metaphysicam Aristotelis Commentaria.
In Meteorol. = In Libros Aristotelis Meteorologicorum Com-
mentaria.
In Mt. = In Evangelia S. Matthaei Commentaria.
In Periherm. = In Aristotelis Libros Peri Hermeneias Commen-
taria.
In Physic. = In octo Libros Physicorum Aristotelis Com-
mentaria.
In Polit. = In octo Libros Politicorum Aristotelis Exposi-
tio.
In Post. Analyt. = In Aristotelis Libros Posteriorum Analyticorum
Commentaria.
In Ps. = In Psalmos Davidis Expositio.
In Rom. - In 1 Cor. - In 2 Cor. = Super Epistolas S. Pauli Expositio.
In Gal. - In Eph. - In Phil. - In
Col. - In 1 Thess. - In 2 Thess. - In
1 Tim. - In 2 Tim. - In Tit. - In
Philem. - In Hebr.
Siglas de las obras de Santo Tomás XXXI
In Sent. = Scriptum super quatuor Libros Sententiarum
Magistri Petri Lombardi.
In Thren. = In Threnos Ieremiae Prophetae Expositio.
Off. de fest. Corp. Christi = Officium de festo Corporis Christi ad manda-
tum Urbani Papae IV dictum festum instituen-
tis.
Piae preces = Piae preces.
Princ. Hic est = Principium: Hic est liber. De Commendatione
et Partitione S. Scripturae.
Princ. Rigans Mont. = Principium: Rigans Montes. De Commendatio-
ne S. Scripturae.
Q. de anima. = Q.D. De anima.
Quodl. = Quaestiones quodlibetales.
Resp. de art. 6 = Responsio de 6 articulis ad Lectorem Bisunti-
num.
Resp. de art. 36 = Responsio de 36 articulis ad Lectorem Vene-
tum.
Resp. de art. 43 = Responsio de 43 articulis.
Resp. de art. 108 = Responsio ad Fratrem Ioannem Vercellensem
Generalem Magistrum Ordinis Praedicatorum
de articulis 108 sumptis ex opere Petri de Ta-
rantasia.
Resp. super mater. vendit. = De emptione et venditione ad tempus ad Fra-
trem Iacobum Viterbiensem, Lectorem Florenti-
num.
Summa Theol. = Summa Theologiae.
Suppl. = Supplementum. Summa Theologiae.
SUMA DE TEOLOGÍA
II
INTRODUCCIÓN A LA I-II
Por RAFAEL LARRAÑETA OLLETA, O.P.
1. Características generales
1
Cf. R. GUARDINI, Mundo y persona. Ensayos para una teoría cristiana del hombre (Madrid 1963)
p.53-63.
2
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes n.36.
3
Cf. F. BÖCKLE, Moral fundamental (Madrid 1980) p.51-90; R. RINCÓN, G. MORA, E. LÓ-
PEZ, Praxis cristiana. I: Fundamentación (Madrid 21980) p.243-261.
4
Cf. F. COMPAGNONI, La specificità della morale cristiana (Bologna 1972); R. SlMON, Fundar
la moral. Dialéctica de la fe y de la razón práctica (Madrid 1976) p. 193-226.
6 Introducción a la I-II
y otras, en la relación de coincidencia-contraste entre ética y fe 5 . La cues-
tión, que en Santo Tomás no queda definitivamente resuelta, también hoy
sigue abierta.
2. Fuentes
6
Boccanegra ha hecho algunas comparaciones sugerentes entre los distintos planteamientos
observados en P. Lombardo y en las obras de Santo Tomás más cercanas: el Comentario a las
Sentencias, la Suma contra Gentiles y la Suma de Teología. Cf. su introducción a la I-II en S. TOM-
MASO D'AQUINO, La Somma teológica (Perugia 1959) VIII p.10-20.
8 Introducción a la I-II
terial, especialmente todo lo referido a las fuentes aristotélicas. Pero la es-
tructura total es muy fragmentaria en su maestro Alberto, mientras en el
discípulo está perfectamente construida y llena de significados. La moral
está también mejor ordenada en Santo Tomás y hay un mejor logro de ade-
cuación entre el orden de la racionalidad y el orden sobrenatural.
Las razones que debieron de impulsar a Santo Tomás a construir una
moral más independiente de la razón y más inserta en la línea de la creación-
salvación pudieron estar motivadas por estos autores que inmediatamente le
precedieron. No quería despojar de su cohesión humana y racional a la mo-
ral. Por ello le concede un puesto aparte. No pretendía en absoluto privarla
de sus raíces en el misterio de la fe. Por ello une el tratado anterior sobre
Dios y su creación con la moral, insertando en su inicio el tema del fin de
la vida humana, que es Dios mismo, así como haciéndolo terminar con las
cuestiones sobre la gracia, en virtud de la cual la acción humana se hace me-
ritoria ante Dios.
Deudor reconocido de todos estos autores, Santo Tomás, con plena
honradez científica, va sembrando sus textos de citas explícitas o generales,
con las cuales es fácil descubrir hoy el valor de su estudio y la categoría de
sus aportaciones e investigaciones.
3. Originalidad
7
Esto es lo que refiere S. RAMÍREZ en su introducción general a la Suma teológica. Cf.
S. TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica (Madrid 21957) I p.193*.
Introducción a la l-ll 9
8
tóteles, que ya comentó Santo Tomás de acuerdo con él , es que la ética o
la moral es una ciencia, pero una ciencia singular, porque posee rasgos más
prácticos que especulativos. Y lo que es más importante, esta «ciencia» en
que consiste la moral ha de tender, por necesidad y si no quiere perder su
sentido, a hacer que los hombres lleven una vida virtuosa. Dicho con otras
palabras, no sólo debe enseñar a los hombres a pensar en sus reacciones éti-
cas, sino que debe mostrarles el arte de conducir la vida. Esta forma de con-
siderar la moral está muy en concordancia con los autores humanistas actua-
les 9 , quienes se alejan de esas otras corrientes que, desde las ciencias positi-
vas o desde las filosofías del lenguaje, intentan desposeer a la ética de su
carácter humano y dinámico.
El segundo aspecto tiene profunda conexión con el anterior. La moral
de Santo Tomás, como la de Aristóteles, tiene «un centro», posee algo que
le da consistencia y garra. La aplicación falseada de sus análisis de los actos
humanos y la caída en el legalismo por alejamiento de la teología, transfor-
maron la moral de los teólogos clásicos en un jeroglífico de posibilidades
para juzgar un acto moral. Despojada de su sentido hondo, la moral se con-
virtió en «casuismo», una especie de juego de acertijo para descubrir cuántas
diferenciaciones esenciales podía tener un acto humano, un caso moral.
Nada de eso aparece ni en el autor de la Etica nicomaquea ni en nuestro
Doctor. La moral está centrada, como bien puede descubrirse en esta I-II,
en el hábito moral. La finalidad de la acción humana es lograr formar en el
hombre hábitos buenos (virtudes), desterrando los malos (vicios). Del con-
junto surgirá un conjunto de hábitos buenos que dotarán a cada uno del ca-
rácter, estilo o forma de ser que la moral desea conseguir en todos.
No es ilógico que esta manera de concebir al hombre ético sea muy po-
sitiva. Es decir, Santo Tomás desea reflejar con su ética que el hombre,
creado por Dios, aun habiendo recibido la tradición del pecado, es un ser
con potencialidades más positivas que negativas. Su naturaleza es original-
mente buena. Incluso en la ignorancia de Dios, el hombre puede percibir en
sí, en su naturaleza primaria, la luz de la bondad, la guía, orientación o ley
hacia ti bien. La moral no basca aterrorizar a los hombres con el recuerdo
de su condición desgraciada, sino más bien enseñarles a desplegar toda su
capacidad natural para el bien y, desde el bien, ir caminando a la felicidad
y a Dios mismo.
Santo Tomás se desprende mejor de ciertas inclinaciones agustinianas
hacia el pesimismo moral. La tradición posterior de talante antinatural,
como la de Lutero, o de insistencia en el frío deber, como la de Kant, poco
tendrían que ver con la tendencia hacia la moral de la felicidad que refleja
la Suma teológica.
8
9
In Ethic. l.I lect.I-III.
Como ejemplo de otros pensadores, más alejados del pensamiento clásico del catolicismo,
pero concordes contesta idea, citamos a E. FROMM, Etica y psicoanálisis (México 91973) p.20-50.
10 Introducción a la I-II
4. División de la I-II
Esta primera parte de la moral de Santo Tomás contiene 114 cuestiones,
lo que significa un amplio material de reflexión y de estudio.
La división más general que puede hacerse sería en dos bloques, absolu-
tamente desiguales: Uno, que comprendería sólo las cinco primeras cues-
tiones, y referido al fin último de la vida humana; y otro, que abarcaría el
resto, y trata de los actos humanos.
Propiamente esta I-II incluye ocho tratados; a saber: el inicial, acerca del
fin último, más conocido como de la bienaventuranza; un segundo, dedica-
do a los actos humanos en cuanto tales; un tercero, a aquello que el hombre
«tiene común con los animales», o sea las pasiones; el cuarto, con sólo seis
cuestiones, lo dedica a los hábitos en general; el quinto, a las virtudes; el
sexto, a los vicios y pecados; el séptimo, a la ley; y el octavo, también con
seis cuestiones, a la gracia.
Existe otro tipo de esquematizaciones que sacan cinco o siete tratados,
pero nada nos añade de enseñanza. Reflejamos, por ello, sin más preámbu-
los, el esquema total que se ha venido dando siempre para mayor claridad
del lector:
b) En par-
ticular
B) En sus 2) Vicios v
principios pecados
(q.71-89).
a) Directivos: la ley
(q. 90- 108).
2) Extrínsecos
b) Motivo: la gracia
(q. 109-1 14).
Introducción a la I-II 11
BIBLIOGRAFÍA
(Se excluyen de esta bibliografía elemental las referencias a Aristóteles, Platón y
otros clásicos teológicos, como San Agustín, así como también las paralelas de Santo
Tomás, de sus predecesores y sus comentaristas posteriores. La selección está hecha
pensando solamente en las referencias más históricas, más teológicas y más re-
cientes.)
En este índice recogemos las referencias usadas por Santo Tomás de modo explíci-
to y aquellas otras que, gracias al minucioso trabajo de sus editores, sobre todo los de
la Edición Leonina, han podido ser detectadas como citas implícitas. De estas últimas
damos las fuentes bibliográficas cuando las hay. Se tiene así a mano un elenco casi
completo de las auténticas fuentes del pensamiento de Santo Tomás y de las raíces de
su doctrina, que pueden servir para que los historiadores de las doctrinas teológicas y
filosóficas reconstruyan la historia de las ideas.
Al hacer referencia a las ediciones de las obras hemos preferido las más divulgadas
y corrientes entre los estudiosos. En algunos casos, como en las obras de los Santos Pa-
dres, citamos, además de la edición de Migne, otras de gran valor, si bien las referen-
cias en el texto de la traducción se dan sólo a Migne. En las obras de Aristóteles se
citan en el texto las ediciones de Didot y de Bekker, aunque en esta lista de fuentes
sólo aparece la de Bekker, por ser la más usada. En todas las obras, a continuación
de la referencia, va la abreviatura con que será citada la obra en este volumen.
Para la confección de este índice somos deudores a la Edición Leonina y también
a las ediciones de Ottawa y de Ediciones Paulinas.
1. Estructura y contenido
2. Originalidad y fuentes
6
DENZ, 530 (1000).
34 Tratado de la bienaventuranza
cluso a todos los méritos de los buenos. La Reforma resucitó esta cuestión
con mucha fuerza, pero insistiendo en el extremo contrario: la impotencia
del hombre.
También dio que hablar otra pequeña cuestión, aquí presente de forma
indirecta: el deseo natural de ver a Dios. Algunos malos conocedores del
Santo quisieron presentar este «deseo natural», un deseo de tal calibre «que
no puede quedar insatisfecho», como un argumento lógico para demostrar
la existencia de Dios y de la inmortalidad. En los textos de Santo Tomás
esta forma de hablar es solamente un argumento «ad hominem» para algu-
nos musulmanes que tanto ensalzaban la vía mística de la contemplación de
Dios. En realidad, la expresión sólo es legítima como argumento «de con-
gruencia», que nos muestra tanto la armonía de lo natural-sobrenatural
como la imposibilidad de acceder por los propios medios a la visión de
Dios.
3. La bienaventuranza en el conjunto
de las obras de Santo Tomás
Como diversos autores han señalado7, este tratado no aparece por pri-
mera vez en la Suma. De muy diversos modos había tocado ya Santo Tomás
el tema del fin último y de la felicidad.
Los lugares donde se estudia son tantos que su completa enumeración
resultaría aburrida y no muy útil. Lo haremos de modo escueto8 para refle-
jar la evolución de la doctrina sobre la felicidad y la bienaventuranza en sus
escritos.
Cuatro son los principales lugares donde se abordan los contenidos de
estas cuestiones:
1.° El Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, donde se refiere a
la felicidad en el libro I d.1, hablando del disfrute y del uso; en el libro II
d.1 y 38, donde se enfrenta más directamente al interrogante sobre el fin úl-
timo; en el libro III d.14, cuando comenta el problema de la ciencia biena-
venturada del alma de Cristo; y finalmente, en el libro IV d.49, al referirse
a la retribución de los buenos después de la muerte.
2.° La Suma contra Gentiles, especialmente en el libro I c. 100-102, expli-
cando la bienaventuranza de Dios; en el libro III c.1-73, dedicados al fin de
todas las cosas, que es Dios, y al constitutivo de la felicidad eterna; y en el
libro IV c.79-97, al exponer la resurrección y los novísimos.
3.° El Comentario a la Etica a Nicómaco. Se estudian las cuestiones del
fin último y de la felicidad en el libro I y en el libro X. Pero de hecho toda
la obra aparece como inmersa en el tema de la felicidad, ya que Aristóteles
daba una visión muy complexiva de la misma y la remitía tanto al fin defini-
tivo como a la virtud, al placer y a los bienes externos.
4.° En la Suma de Teología se abordan en varios lugares estas temáticas.
7
Cf. O LOTTIN, Psychologie et morale aux XIIe et XIIIe siècles (Gembloux 1942-60) III p.592.
8
Para quien desee obtener una recopilación mucho más amplia de lugares paralelos, le será
útil acudir a J. RAMÍREZ, De hominis beatitudine, en Opera omnia (Madrid 1972) III vol.1 p.202-4.
Introducción a las c.1 a 5 35
En la parte I son numerosos: en la q.12, sobre la visión de Dios; en la
q.26, sobre la felicidad de Dios; en la q.44 a.4, sobre Dios como causa final
de todas las cosas; en la q.62, sobre la felicidad de los ángeles; en la q.94
a.1, sobre la visión de Dios en el estado de inocencia del hombre.
En la parte I-II, además de las q.1-5, correspondientes a nuestro tratado,
en la q.69, al explicar las bienaventuranzas evangélicas.
En la parte II-II, se plantea en la q.173 a.1, si los profetas vivían la esen-
cia divina; reaparece indirectamente la felicidad en las q. 179-182, al hablar
de la vida contemplativa y activa.
En la parte III, en las q.9-10, donde surge un curioso tema acerca de la
«ciencia feliz» del alma de Cristo. Y, por supuesto, en las q.57-58, sobre la
glorificación de Cristo.
Ya indicamos más atrás la manera tan diferente de estudiar la moral en
el Comentario a las Sentencias y en la Suma teológica. Ahora seguiremos comen-
tando su evolución doctrinal desde la perspectiva de la bienaventuranza.
En el Comentario a las Sentencias, aunque ya ha asimilado la doctrina filo-
sófica sobre el fin último, todavía no la ha perfilado por entero. Desde el
punto de vista racional le falta incorporar de modo pleno el finalismo aris-
totélico a su concepción del actuar humano. A nivel teológico ya señalamos
el distanciamiento de Pedro Lombardo al introducir con claridad el tema
agustiniano-platónico de la salida y del retorno. La bienaventuranza aparece
sólo al término de estos comentarios y como parte de la enseñanza sobre la
remuneración final. Todas estas primeras doctrinas del Santo habrían de
evolucionar considerablemente.
En la Suma contra Gentiles encontramos manifiestos progresos. El plan-
teamiento filosófico aristotélico sobre el fin último ya ha sido integrado.
Los capítulos centrales están estructurados de manera orgánica y completa.
Se detiene con gusto en resaltar los aspectos más destacados de la felicidad
humana en cuanto tal. Teológicamente se advierte la incorporación del fin
último al «misterio» de Dios, o sea, que se inserta el actuar humano dentro
del finalismo humano-divino (retorno a Dios). Por otro lado, se confirma el
sobrenaturalismo estricto de la felicidad, constituyéndolo en momento últi-
mo de la salvación y del retorno a Dios. Falta realizar la síntesis plena entre
el camino racional y el orden revelado, pero ya se pergeñan bien las solucio-
nes, aunque el libro IV reproduce el esquema tripartito de los primeros li-
bros e incluso según el mismo orden racional (forma, causa eficiente y fin);
no obstante, queda por conseguir la incardinación de todos ellos en un pro-
ceso racional-revelado más completo.
El Comentario a la Etica nicomaquea no se sale del estilo expositivo del
Santo, pese a que la forma de exposición sea tan diferente. Santo Tomás
busca desentrañar la lógica interna de los textos aristotélicos, aunque a veces
ésta no resulte clara ni completa. En las cuestiones que nos corresponden
hemos de decir que se percibe un acuerdo sustancial entre ambos autores.
Las discordancias que puedan notarse proceden a menudo del talante teoló-
gico, y otras de rango menor son debidas a perfeccionamientos de los con-
tenidos argumentativos. Sorprende un tanto observar que Santo Tomás se
ciñe estrechamente al estilo filosófico del Estagirita, dejándose llevar en
36 Tratado de la bienaventuranza
cierta manera por su modo de «sentir» la existencia. La reflexión sobre la fe-
licidad humana en cuanto tal, que pudiera parecer pobre en estas cuestio-
nes 1-5, está aquí mucho mejor desarrollada y de manera más acorde con
las exigencias del interrogar humano. No cabe duda que el estudio pausado
de esta obra ayudó al Doctor de Aquino a configurar el cañamazo interno de
toda su moral, incluso tal como la podemos leer hoy en la segunda parte de
la Suma teológica.
En la Suma de Teología se tiene la sensación de haber llegado ya al térmi-
no del trayecto. Ya hicimos notar que, en todo lo que se refiere al tratado
de la bienaventuranza y a los principios de la moral, hay una serie de temas
que son de índole puramente teológica y que son abordados en ese mismo
estilo (por ejemplo, el de la bienaventuranza objetiva), mientras que se ob-
serva un estilo plenamente racional para estudiar aspectos de carácter filosó-
fico (el del fin último). Y lo más llamativo es que no parece existir ningún
salto brusco entre ellos. La tradición neoplatónica, el espíritu aristotélico y
el orden de la creación-salvación quedan bien conjuntados, aunque el norte
de la cuestión sea lo teológico, es decir, la visión de Dios como meta de lo
moral.
Después de la Suma, la reflexión sobre la bienaventuranza no sufrirá rec-
tificación alguna. No en vano la muerte sorprendió a su autor sin terminar-
la. Los discípulos se encargarían de completar este breve tratado, dándole a
veces dimensiones mucho mayores.
BIBLIOGRAFÍA
(Se reseñan únicamente las obras más importantes y más actuales acerca del tema
de la bienaventuranza como fin de la moral.)
1. C.1 n.2 (BK 1094a4): S. TH., lect.1 2. C.9 n.5 (BK 200a34): S. TH., lect.15.
a A partir de esta inicial declaración de principios, se van a dar en estos tres primeros ar-
tículos varias definiciones previas que es imprescindible tener en cuenta para entender todo el
conjunto de la moral: 1) La definición del hombre, a quien se denomina como tal, como hom-
bre, cuando es dueño de sus acciones y cuando es capaz de caminar hacia el fin por sí mismo.
2) La identidad de fin y de bien. 3) La identificación del objeto de la voluntad como fin y
como bien. 4) La equiparación del acto humano con el acto moral. 5) La declaración de que
la especificación del acto viene del fin, por ser un acto humano.
En el fondo, toda la cuestión está dedicada a desentrañar estos principios básicos y que po-
38 Tratado de la bienaventuranza C.1 a.1
sólo aquellas acciones de las que el hom- Luego es necesario que todas las accio-
bre es dueño pueden llamarse propia- nes humanas sean por un fin.
mente humanas. El hombre es dueño de
sus actos mediante la razón y la volun- Respuesta a las objeciones: 1. A la
tad; así, se define el libre albedrío como primera hay que decir: El fin, aunque es lo
facultad de la voluntad y de la razón 3 . Lla- último en la ejecución, es lo primero en
mamos, por tanto, acciones propiamente la intención del agente. Y de este modo
humanas a las que proceden de una vo- tiene razón de causa.
luntad deliberada. Las demás acciones 2. A la segunda hay que decir: Si algu-
que se atribuyen al hombre pueden lla- na acción humana es fin último, es nece-
marse del hombre, pero no propiamente sario que sea voluntaria, como acabamos
humanas, pues no pertenecen al hombre de decir. Y se llama voluntaria una ac-
en cuanto que es hombre. ción de dos modos distintos: porque la
Ahora bien, todas las acciones que ordena la voluntad, como andar o ha-
proceden de una potencia son causadas blar, o porque nace de la misma volun-
por ella en razón de su objeto. Pero el tad, como el mismo querer. Pero es im-
objeto de la voluntad es el bien y el fin. posible que el acto nacido de la volun-
dríamos resumir en este breve enunciado: el hombre obra por un fin; ese fin es también el bien
que, a su vez, es objeto de la voluntad, ya que ningún acto humano puede existir sin alguna
intención determinada.
Conviene, para mejor entendimiento del problema, explicar un poco todas las «identifica-
ciones» incluidas en estos presupuestos.
1. La identificación del obrar humano-voluntario con el obrar por un fin.
No procede ésta de ninguna demostración lógica, sino de un análisis del obrar humano.
Pero a la vez hay una equiparación previa entre actuación humana y actuación voluntaria, ya
que las acciones no voluntarias no se consideran propiamente humanas.
Para los clásicos, esta doble identificación es innegable desde la simple observación. En la
existencia, todo agente obra por un fin y se juzga imputable, para bien o para mal, su obrar
si esa acción surge de su voluntad libre. Ya sabían ellos que existen algunos actos que parecen
estar desposeídos de sentido o de finalidad, pese a su raíz plenamente voluntaria y humana;
mas la tesis general hizo prevalecer esta primera aseveración.
2. La identificación del fin con el bien y la identificación consiguiente del obrar volunta-
rio-finalista con el obrar moral.
Aquí la lógica se hace más presente. Se parte de la definición del bien como «aquello que
todos apetecen». Ahora bien, como todo lo apetecible por el hombre es el fin de su voluntad,
se concluye que fin y bien son idénticos.
La moralidad quedará circunscrita a los fines y bienes objeto de la voluntad, y la acción
moral será la acción humano-voluntaria que desea alcanzar un bien o que obra por un fin de-
terminado por el hombre. Aunque existe un raciocinio más estricto, el proceder primero tam-
bién parte de la observación experimental.
Aristóteles también daba comienzo a su ética con expresiones muy semejantes: «todas las
artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas
nuestras determinaciones morales tienen, al parecer, siempre por mira algún bien que deseamos
conseguir. Y por esta razón se ha dicho que es el objeto de todas nuestras aspiraciones»
(cf. ARISTÓTELES, Eth. 1 c.1 n.1 [BK 1049a1]).
3. La identidficación del fin-bien, al que tiende el hombre, con su perfección. Posiblemen-
te ésta se basa en la palabra que los griegos utilizaban para designar el fin y la perfección, que
hacía muy cercana su significación primordial. Pero de hecho refuerza la idea de que aquello
a. lo que el hombre se siente atraído por naturaleza constituye su verdadera perfección.
4. La identificación del bien-objeto general de la voluntad con el bien universal.
Esta es una deducción por el análisis auto-reflexivo del modo de ser humano, que nunca
se sacia con ningún bien particular.
La posterior equiparación de ese bien universal con Dios es más compleja, y de ella habla-
remos más adelante.
Conviene insistir en que tanto el finalismo como los análisis del acto humano no surgen en
Santo Tomás del dato teológico. Tampoco proceden de una demostración metafísica. Son so-
bre todo análisis experimentales, tomados del Estagirita, quienes le conducen a establecer tales
fundamentaciones antropológicas y morales.
C.1 a.2 El fin último del hombre 39
5
tad sea fin último, porque el objeto de la el II Physic. que no sólo el entendimiento,
voluntad es el fin, como el de la vista es sino también la naturaleza obra por un fin.
el color. Del mismo modo que es impo- Solución. Hay que decir: Todo agente
sible que el primer objeto visible sea el obra necesariamente por un fin. En efec-
ver mismo, pues el ver tiene como obje- to, en una serie de causas ordenadas en-
to siempre algo visible; así es también tre sí, no se puede eliminar la primera
imposible que el primer objeto apeteci- sin suprimir también las otras; y la pri-
ble, o sea, el fin, sea el querer mismo. Si mera de todas las causas es la final. La
alguna acción humana, por tanto, es el razón de esto es que la materia no alcan-
fin último, ésta tiene que ser ordenada za la forma sin la moción de la causa
por la voluntad. Y, así, alguna acción agente, pues nada puede pasar por sí
del hombre, al menos el mismo querer, mismo de la potencia al acto. Pero la
es por un fin. Luego es verdad que cual- causa agente sólo actúa en vista del fin.
quier cosa que realiza el hombre la hace Si un agente no estuviera determinado a
por un fin, incluso cuando lleva a cabo lograr algo concreto, no haría una cosa
la acción que es último fin. en vez de otra, porque, para que pro-
3. A la tercera hay que decir: Estas ac- duzca un efecto determinado, tiene que
ciones no son propiamente humanas, estar determinado a algo cierto, lo cual
porque no proceden de una deliberación tiene razón de fin. Esta determinación la
de la razón, que es el principio propio realiza en los seres racionales el apetito
de los actos humanos. No tiene, por tan- racional, que llamamos voluntad; en los
to, un fin establecido por la razón, sino demás seres la lleva a cabo la inclinación
sólo imaginado. natural, que también se llama apetito na-
tural.
ARTICULO 2 Debemos, no obstante, tener en cuen-
ta que un ser puede tender a un fin de
¿Es propio de la naturaleza racional dos modos distintos: uno, cuando se
obrar por un fin? mueve a sí mismo hacia el fin, como es
el caso del hombre; otro, cuando es otro
Infra q.12 a.5; De princ. natur.; Cont. Gentes 1 q.75; 2
q.23; 3 q.1.2.16 y 24; De pot. q.1 a.5; q.3 a.15; In Me- ser quien lo encamina al fin, como ocu-
taphys. 5 lect.16. rre con la flecha, que se dirige a un fin
determinado porque la lanza un arquero,
Objeciones por las que parece que dirigiendo su acción al fin. Así, pues, los
obrar por un fin es una propiedad exclu- seres dotados de razón se mueven por sí
siva de la naturaleza racional. mismos al fin merced al dominio de sus
1. El hombre, que ciertamente obra actos que les presta el libre albedrío, que
por un fin, nunca actúa por un fin des- es la facultad de la voluntad y de la razón 6 .
conocido. Pero hay muchos seres que En cambio, los que carecen de razón
desconocen el fin, porque carecen de co- tienden al fin por inclinación natural,
nocimiento, como las criaturas insensi- como movidos por otro y no por sí mis-
bles, o porque no captan la razón de fin, mos, pues carecen de noción de fin y,
como los animales irracionales. Luego el por tanto, nada pueden ordenar a un fin,
obrar por un fin es exclusivo de la natu- sino que ellos mismos son ordenados a
raleza racional. un fin por otro ser. En efecto, toda la
2. Además, obrar por un fin signifi- naturaleza irracional es, con respecto a
ca ordenar la acción hacia él. Pero esto Dios, como un instrumento en manos
es tarea de la razón. Luego no se da en de un agente principal, como arriba se
los seres que carecen de ella. dijo (1 q.22 a.2 ad 4; q.103; 1 ad 3). Por
3. Además, el bien y el fin son el tanto, es propio de la naturaleza racional
objeto de la voluntad. Pero la voluntad tender a un fin moviéndose o dirigién-
está en la razón, como se dice en el III De dose a sí misma; a su vez, lo caracterís-
anima4. Luego sólo la naturaleza racional tico de la naturaleza irracional es tender
obra por un fin. al fin como impulsada o dirigida por
En cambio, demuestra el Filósofo en otro, bien sea a un fin de algún modo
4. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 432b5): S. TH., lect.14. 5. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK
196b21): S. TH., lect.8. 6. Cf. nota 3.
40 Tratado de la bienaventuranza C.1 a.3
conocido, como los simples animales, 2. Además, lo que proporciona la
bien sea a un fin del todo desconocido, especie, tiene que ser anterior. Pero el
como los seres privados de conoci- fin es posterior en el orden del ser. Lue-
miento. go el acto humano no se especifica por
Respuesta a las objeciones: 1. A la el fin.
primera hay que decir: Cuando un hombre 3. Además, una cosa no puede per-
se dirige por sí mismo a un fin, conoce tenecer más que a una especie. Pero a
ciertamente el fin; pero cuando se dirige veces un mismo acto se ordena a fines
o es guiado por otro, obrando, por diversos. Luego el fin no da la especie a
ejemplo, bajo la orden o el impulso de los actos humanos.
otro, no es necesario que conozca el fin. En cambio está lo que dice Agustín
Y esto mismo pasa en las criaturas irra- en el libro De moribus Ecclesiae et Mani-
cionales. chaeorum 7: Según sea culpable o laudable el
2. A la segunda hay que decir: Es pro- fin, así serán vuestras obras culpables o lau-
pio de quien puede por sí mismo dirigir- dables.
se a un fin, el ordenar hacia él; pero a
quien es movido hacia el fin por otro, Solución. Hay que decir: Cada cosa se
sólo le compete ser ordenado al fin. Y constituye en su especie por el acto y no
esto es lo propio de la naturaleza irracio- por la potencia; por eso los seres com-
nal, pero conducida por un ser dotado puestos de materia y forma se constitu-
de razón. yen en sus especies por sus propias for-
3. A la tercera hay que decir: El obje- mas. Esto mismo debe pensarse de los
to de la voluntad es el fin y el bien en movimientos. Aunque el movimiento se
universal. Por lo tanto, no puede haber divide, de algún modo, en acción y pa-
voluntad en los seres privados de razón sión, ambas se especifican por el acto: la
y entendimiento, porque no pueden acción, por el acto que es principio del
aprehender lo universal; pero hay en obrar; la pasión, por el acto que es tér-
ellos apetito natural o sensitivo, determi- mino del movimiento. Así, la acción de
nado a algún bien particular. Es eviden- calentar es una mutación que procede
te que la causa universal mueve las cau- del calor, mientras que su pasión no es
sas particulares, como el gobernador de otra cosa que un movimiento hacia el
una ciudad, que intenta el bien común, calor: y la definición pone de manifiesto
pone en funcionamiento con sus órdenes la naturaleza de la especie.
todos los oficios particulares de la mis- Los actos humanos, ya se consideren
ma. Por eso es necesario que todos los como activos, ya como pasivos, se espe-
seres carentes de razón sean movidos ha- cifican por el fin. De ambas maneras
cia sus fines particulares por una volun- pueden considerarse los actos humanos,
tad racional que alcance el bien univer- pues el hombre se mueve y es movido
sal, es decir, la voluntad divina. por sí mismo. Hemos dicho antes (a.1)
que los actos son humanos cuando pro-
ceden de la voluntad deliberada, y el ob-
ARTICULO 3
jeto de la voluntad es el bien y el fin;
¿Los actos del hombre se especifican por tanto, es claro que el fin es el princi-
por el fin? pio de los actos humanos, en cuanto que
son humanos. Y es también su término,
Infra q.18 a.6; q.72 a.3; In Sent. 2 d.40 a.1; De virtut.
q.1 a.2 ad 3; q.2 a.3.
porque el término de los actos humanos
es lo que busca la voluntad como fin;
Objeciones por las que parece que del mismo modo que en los agentes na-
los actos humanos no reciben su especie turales lo producido tiene forma similar
del fin. a la del productor. Y porque, como di-
1. El fin es una causa extrínseca. ce Ambrosio, Super Lucam 8: A las cos-
Pero los seres reciben su especie de al- tumbres las llamamos propiamente humanas,
gún principio intrínseco. Luego los ac- los actos morales se especifican propia-
tos humanos no reciben su especie del mente por el fin, pues los actos morales
fin. son lo mismo que los actos humanos.
9. § 1: MG 3,694; S. TH., lect.1. 10. ARISTÓTELES, I a c.2 n.9 (BK 994b12: S. TH., lect.4.
11. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK 256a17): S. TH., lect.9.
bien, objeto de la voluntad, es algo real. Analizando la causalidad interna de lo real, descubrimos
que algo «tiene que ser» lo último real y, por lo mismo, el último fin de la voluntad del hom-
bre, puesto que la constitución ontológica de los seres está formada por un orden jerárquico
en el que «lo inferior» depende de «lo superior».
Santo Tomás defiende además la correspondencia entre la causalidad final de los seres y la
realidad perfectiva del hombre. Es decir, para él la estructura de lo real es la misma que aquella
a la que busca coaptarse el hombre.
Desde esta concepción metafísica y antropológica de las cosas, el orden ético encuentra un
sentido muy claro. La acción moral nunca estará desprovista de significado profundo, sino que,
por el contrario, estará inserta hondamente en lo real. La actuación ética del hombre intenta
llevarle a la cúspide de lo real, ir orientando su vida hacia el bien real, hacia el bien incluso
total por el que suspira implícitamente todo el dinamismo del ser humano.
C.1 a.5 El fin último del hombre 43
ARTICULO 5 vez objetos diversos como fines últimos.
Podemos demostrarlo con tres argumen-
¿Puede un hombre tener muchos tos. El primero: como todo desea su pro-
fines últimos? c pia perfección, lo que uno desea como
fin último, lo aprecia como bien perfec-
Objeciones por las que parece posi- to y perfeccionador de sí mismo. Por
ble que la voluntad de un hombre pueda eso dice Agustín, XIX De civ. Dei 14:
querer cosas distintas como fines últi- Llamamos ahora fin de un bien, no que se
mos simultáneamente. consuma hasta dejar de existir, sino que se
1. Dice Agustín, XIX De civ. Dei13, perfeccione hasta ser plenamente. Es necesa-
que algunos pusieron el fin último del rio, por tanto, que el fin último colme
hombre en estas cuatro cosas: En el pla- de tal modo los deseos del hombre, que
cer, en la tranquilidad, en los bienes primarios no excluya nada deseable. Y esto no
de la naturaleza y en la virtud. Es evidente puede darse si requiere, para ser perfec-
que son cosas distintas. Luego un hom- to, algo distinto de él. Por tanto, es
bre puede establecer muchas cosas como inadmisible que el apetito desee dos co-
fin último de su voluntad. sas como si ambas fueran un bien per-
2. Además, las cosas que no se opo- fecto.
nen mutuamente, no se excluyen entre Segundo argumento: En el proceso del
sí. Pero en la realidad hay muchas cosas apetito racional, que es la voluntad, es
que no se oponen mutuamente. Luego, necesario que el principio sea algo natu-
si se toma una de ellas como fin último, ralmente deseado, del mismo modo que,
por eso no se excluyen las otras. en el proceso de la razón, el principio es
3. Además, la voluntad no pierde su algo que se conoce naturalmente; y esto
libertad por establecer como último fin tiene que ser único, porque la naturaleza
una cosa, pues antes de fijar una como tiende a un único fin. Pero el principio
fin último, por ejemplo: el placer, podía en el proceso del apetito racional es el
haber establecido otra: las riquezas, por último fin. Por tanto, es necesario que
ejemplo. Por tanto, después de estable- sea uno solo aquello que busca la volun-
cer uno, como fin último de su volun- tad como último fin.
tad, el placer, también puede a la vez se- Tercer argumento: Porque las acciones
ñalar como fin último las riquezas. Lue- humanas reciben su especie del fin,
go la voluntad de un hombre puede como ya se ha dicho (a.3), es necesario
tener a la vez distintos objetivos como que la razón de género la reciban tam-
fines últimos. bién del fin último, que es común, como
sucede en los seres naturales, que se
En cambio, lo que un hombre acepta constituyen en su género por una razón
como fin último domina su afecto, por- formal común. Si, pues, todo lo que la
que de ello toma las normas que regulan voluntad en cuanto tal puede apetecer es
toda su vida. Por eso se dice de los glo- del mismo género, forzosamente el últi-
tones, Flp 3,19, su dios es su vientre, pues mo fin tiene que ser uno solo. Y, sobre
consideran los placeres del vientre como todo, porque en cada género hay un pri-
fin último. Pero, como se lee en Mt mer principio, y el fin último tiene ca-
6,24, nadie puede servir a dos señores, no su- rácter de primer principio, como se ha
bordinados entre sí. Por tanto, un hom- dicho.
bre no puede tener a la vez muchos fi- Por otra parte, la relación que tiene el
nes últimos no subordinados entre sí. último fin del hombre en cuanto tal con
Solución. Hay que decir: Es imposible todo el género humano es la misma que
que la voluntad de un hombre desee a la guarda el último fin de un hombre con-
c En los tres artículos que siguen se pretende hacer universal la fundamentación antropoló-
gica y moral dada anteriormente: se amplía a todas las mociones voluntarias de cada hombre
(todas se mueven por un solo y último fin) y se extiende también a todos los hombres, aunque
sea en cuanto a «la idea general» de último fin («ratio ultimi finis», a.7).
Esta universalización le interesa mucho al Santo para dar unidad y coherencia a su sistema
moral desde el ámbito racional y desde la esfera de lo creyente.
44 Tratado de la bienaventuranza C.1 a.6-7
creto con todo su ser. Por consiguiente, Solución. Hay que decir: Es necesario
hay que concluir que la voluntad de que el hombre desee por el último fin
cada hombre se determina a un solo fin todo cuanto desea. Y esto por dos razo-
último, del mismo modo que todos los nes. En primer lugar, porque cuanto de-
hombres tienden naturalmente a un solo sea el hombre, lo desea bajo la razón de
fin último. bien; y, si éste no es el bien perfecto,
Respuesta a las objeciones: 1. A la que sería el fin último, es necesario que
primera hay que decir: Todas aquellas co- lo desee como tendente al bien perfecto,
sas eran consideradas, por quienes las porque siempre el comienzo de algo se
tomaban como su fin último, como un ordena a su perfeccionamiento, como se
solo bien perfecto integrado por todas ve en las obras de la naturaleza y en las
ellas. artificiales. Y, por tanto, el comienzo de
2. A la segunda hay que decir: Aunque una perfección se ordena a la perfección
puedan encontrarse muchas cosas que completa, que lo es por el último fin.
no se oponen entre sí, sin embargo, a un En segundo lugar, porque el fin últi-
bien perfecto se opone el que haya algu- mo, cuando mueve al apetito, se com-
na perfección real distinta de él. porta del mismo modo que el primer
3. A la tercera hay que decir: El poder motor en los demás movimientos. Pero
de la voluntad no es capaz de hacer exis- es claro que las causas segundas mueven
tir a la vez cosas opuestas. Y esto su- sólo en la medida que son movidas por
cedería si persiguiera objetos distintos el primer motor. Por consiguiente, los
como riñes últimos, como se desprende apetecibles segundos mueven el apetito
de lo antes dicho (a. 5 y ad 2). sólo en orden al primer apetecible, que
es el fin último.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
ARTICULO 6 primera hay que decir: Las acciones lúdicas
¿Quiere el hombre por el fin último no se ordenan a ningún fin extrínseco,
cuanto desea? sino que se ordenan al bien del que jue-
ga, porque le son agradables o le pro-
In Sent. 4 d.49 q.1 a.3 q.ª4; Cont. Gentes 1 q.101. porcionan descanso. Pero el bien perfec-
Objeciones por las que parece que el to del hombre es el fin último.
hombre no quiere por el fin último todo 2. Y del mismo modo hay que responder
cuanto desea. a la segunda, sobre la ciencia especulativa,
1. Las cosas que se ordenan al fin que se desea como un bien del estudio-
último son serias, útiles. Pero los juegos so, y este bien queda comprendido en el
no son cosas serias. Luego lo que el completo y perfecto que es el fin último.
hombre hace por divertirse no lo ordena 3. A la tercera hay que decir: No es
al último fin. necesario que uno piense siempre en el
2. Además, dice el Filósofo, en el fin último cuando desea o hace algo,
principio de Metaphys.15, que las ciencias sino que la eficacia de la primera inten-
especulativas se buscan por sí mismas, y, ción, que mira al fin último, permanece
sin embargo, no podemos decir que en el deseo de cualquier otra cosa, aun
cualquiera de ellas sea el fin último. Por cuando no se piense de hecho en el fin
tanto, no todo lo que el hombre desea último. Del mismo modo que no es ne-
lo desea por el fin último. cesario que quien va por un camino
3. Además, quien ordena algo a un vaya pensando a cada paso en el final
fin, piensa en el fin; pero el hombre no del trayecto.
piensa siempre en el último fin cuando
quiere o hace algo. Luego el hombre no ARTICULO 7
quiere o hace todo por el fin último. ¿Hay un único fin último para todos
En cambio está lo que dice Agustín, los hombres?
XIX De civ. Dei 16: El fin de nuestro bien es Supra a.5; In Ethic. 1 lect.9.
aquello por lo que deben desearse los demás
bienes, y él por sí mismo. Objeciones por las que parece que
15. ARISTÓTELES, c.2. n.3,5 (BK 928al4; a.28): S. TH., lect.2. 16. C.1: ML 41,621.
C.1 a.8 El fin último del hombre 45
no hay un fin último único para todos intención del fin último, que buscan
los hombres. equivocadamente en otras cosas.
1. Parece que el fin último del hom- 2. A la segunda hay que decir: En los
bre tiene que ser un bien inconmutable. hombres se dan distintos intereses vita-
Pero algunos se apartan de él pecando. les, porque buscan el bien supremo en
Luego no hay un fin último único para cosas distintas.
todos los hombres. 3. A la tercera hay que decir: Aunque
2. Además, toda la vida del hombre las acciones son de los individuos, el
se regula por el fin último. Si todos los primer principio para obrar es de la na-
hombres tuvieran un fin último único, turaleza, y ésta tiende a un único fin,
se seguiría que no habría en sus vidas como ya se dijo (a.5).
intereses distintos. Lo que, evidentemen-
te, es falso. ARTICULO 8
3. Además, el fin es el término de la
acción, y las acciones son de los indivi- ¿Las demás criaturas tienen el
duos. Pero los hombres, aunque conven- mismo último fin?
gan en la naturaleza específica, se dife- 1 q.103 a.2; In Sent. 2 d.38 a1l y 2; De verit. q.5 a.6
rencian en los elementos individuales. ad 4; Cont. Gentes 3 q.17 y 25.
Luego no hay un fin último único para Objeciones por las que parece que
todos los hombres. todas las demás cosas convienen en el
En cambio está lo que dice Agustín, fin último del hombre.
XIII De Trin.17, que todos los hombres 1. El fin corresponde al principio.
coinciden en desear el fin último, que es Pero el principio de los hombres, o sea
la bienaventuranza. Dios, es también principio de todos los
Solución. Hay que decir: El fin último otros seres. Luego todos los seres tienen
puede considerarse de dos modos: uno, el mismo fin último que el hombre.
refiriéndonos a lo esencial del fin últi- 2. Además, dice Dionisio, en el li-
mo; y otro, a aquello en lo que se en- bro De Div. nom.18, que Dios atrae hacia
cuentra este fin. Pues bien, en el primer sí, como a fin último, a todas las cosas. Pero
caso, todos coinciden en desear el fin úl- Dios es también el fin último del hom-
timo, porque todos desean alcanzar su bre, porque, como dice Agustín19, sólo
propia perfección, y esto es lo esencial El es digno de ser gozado. Luego tam-
del fin último, como ya se dijo (a.5). bién las demás cosas tienen el mismo fin
Pero en cuanto a aquello en lo que se último que el hombre.
encuentra el fin último no coinciden to- 3. Además, el fin último del hombre
dos los hombres, pues unos desean las es el objeto de la voluntad. Pero el obje-
riquezas como bien perfecto, otros los to de la voluntad es el bien universal,
placeres, y otros cualquier otra cosa. Del que es el fin de todas las cosas. Luego es
mismo modo que lo dulce es agradable a necesario que todas las cosas convengan
todos los gustos, pero unos prefieren la en el fin último del hombre.
dulzura del vino, otros la de la miel, En cambio está que el fin último de
otros la de cualquier otra cosa. Sin em- los hombres es la bienaventuranza, que
bargo, se debe considerar propiamente todos apetecen, como dice Agustín 20 .
como dulzura más agradable la que sa- Pero los animales, que carecen de razón, no
tisface al gusto más refinado. De igual pueden ser bienaventurados, como dice
modo se debe considerar como bien más Agustín en el libro Octoginta trium
perfecto el deseado como fin último por quaest.21 Por tanto, los demás seres no
quien tiene el afecto bien dispuesto. tienen el mismo fin último que el
Respuesta a las objeciones: 1. A la hombre.
primera hay que decir: Quienes pecan se Solución. Hay que decir: Como señala
apartan de aquello en lo que se encuen- el Filósofo, en II Physic. 22 y en V Me-
tra realmente el fin último, pero no de la taphys.23, hablamos del fin de dos mo-
17. C.3: ML 42,1018. 18. C.4 § 4: MG 3,700; S. TH., lect.3. 19. De doctr. christ. l.1
c.5.22: ML 34,21.25. 20. De Trin. 1.13 c.3: ML 42,1018; De civ. Dei l.19 c.1: ML
41,621. 21. Q.5: ML 40,12. 22. ARISTÓTELES, c.2 n.9 (BK 194a35): S. TH., lect.4.
23. ARISTÓTELES, cf. De an. 1.2 c.4 n.2.5 (BK 415b2; b20): S. TH., lect.7.
46 Tratado de la bienaventuranza C.1 a.8
d
dos, a saber: cuius y quo; es decir, la cosa cosas . Pero, si hablamos del fin último
misma en la que se encuentra el bien y del hombre refiriéndonos a la consecu-
su uso o consecución. Por ejemplo: el ción del fin, entonces las criaturas irra-
fin del cuerpo grave es el lugar inferior, cionales no tienen el mismo fin que el
como cosa, y estar en el lugar inferior, hombre. Porque el hombre y las demás
como uso; y el fin del avaro es el di- criaturas racionales alcanzan el último
nero, como cosa, y su posesión, como fin conociendo y amando a Dios, y esto
uso. no lo consiguen las otras criaturas, que
Por tanto, si hablamos del fin último logran el último fin por participación de
del hombre refiriéndonos a la cosa mis- alguna semejanza de Dios, porque exis-
ma que es el fin, entonces todos los de- ten, viven o incluso conocen.
más seres tienen el mismo fin último Y con esto queda clara la respuesta a
que el hombre, porque Dios es el fin úl- las objeciones, pues la bienaventuranza
timo del hombre y de todas las demás significa la consecución del último fin.
d Al llegar aquí Santo Tomás reconocería que aún quedaba por exponer lo más vital y cer-
cano para la preocupación ética: la determinación concreta del bien y del mal para el hombre.
Efectivamente, ese bien último al que tiende el ser humano nunca se hace presente en nues-
tra realidad próxima, frágil y temporal. La más normal experiencia de los hombres lo atestigua.
El hombre se encuentra únicamente con bienes de índole menor que le dejan, como mucho,
medianamente satisfecho y que nunca sabe con seguridad si son apropiados a ese bien total de
la vida.
Las dificultades para llegar a esa determinación serían tres: 1) cómo elegir esos bienes limita-
dos de forma segura, es decir, sabiendo que están ordenados rectamente al bien último; 2) qué
o quién puede darnos la certeza para distinguir el bien del mal; 3) dónde se halla ese objeto
que cumple en sí mismo la categoría de bien último del hombre.
Santo Tomás dedicará varias cuestiones al final del tratado de los actos humanos (Summa
theol. 1-2 q.18-21) para resolver la primera dificultad. Para la segunda propondrá en distintos
lugares de la 1-2 y 2-2 sus enseñanzas de la ley natural, de la sindéresis y de la conciencia.
La tercera quiere solucionarla en este breve artículo octavo. Si no supusiésemos toda la
doctrina anterior de la primera parte de la Suma, esta respuesta sería desilusionante. Tampoco
podría exigírsele en absoluto si hablase como filósofo. Muchos niegan que haya una respuesta
a ese interrogante. Otros se conforman con las parcas medidas de lo terrenal. Otros todavía re-
huyen saber algo del asunto.
Pero Santo Tomás habla como teólogo. Desde la revelación y desde la doctrina de fe —ya
expuesta, como decimos—, él declara con toda naturalidad que ese último fin es Dios. Si antes
había mostrado que Dios era la causa primera, también ahora se deducirá por evidencia que es
la causa final, meta y término de todo lo creado, también del hombre, de sus acciones y de sus
anhelos. Insistimos: esta declaración procede de la fe y desde ella confiesa que la cúspide de lo
real y aquello que puede saciar enteramente al hombre es Dios. Por eso mismo, por ser una
identificación creyente, él tiene buen cuidado de aclarar que no todos llegan a conocer esta ver-
dad, aunque ello no obsta para que el orden de la realidad fundante de lo ético esté apoyado
en el ser supremo, que es Dios.
CUESTIÓN 2
¿En qué consiste la bienaventuranza del hombre?
Ahora estudiaremos la bienaventuranza (cf. q.1 introd.). En primer lu-
gar en qué consistea; después, qué es (q.3); finalmente, cómo podemos al-
canzarla (q.5).
Sobre lo primerob se plantean ocho problemas:
1. ¿Consiste la bienaventuranza en las riquezas?—2. ¿En los hono-
res?—3. ¿En la fama o en la gloria?—4. ¿En el poder?—5. ¿En algún
bien del cuerpo?—6. ¿En el placer?—7. ¿En algún bien del al-
ma?—8. ¿En algún bien creado?
a Comienza así el estudio concreto de la felicidad como meta de la moral. Ya dijimos que
es un tema muy clásico para la filosofía y teología precedentes.
Y ello nos lleva a preguntarnos sobre el eudemonismo de Santo Tomás. Partimos de que en
él y en general se consideraba eudemonismo hacer de la vida feliz el fin de la acción humana.
En ética consiste en tomar como meta de lo moral la felicidad del hombre. Y desde aquí hay
que interrogarse sobre si Santo Tomás es o no eudemonista.
En la historia antigua fueron eudemonistas radicales todos los hedonistas; no tanto los es-
toicos y, de manera divergente, el mismo Epicuro. Esta es la opinión de un autor actual
(cf. A. PLÉ, Par devoir ou par plaisir [París 1980] p.32s) quien con otros reduce las formas esen-
ciales de la moral a dos: las centradas en el puro deber (Kant) y las eudemonistas (cf. A. UTZ,
Approches d´une philosophie morale [Friburgo 1972] p. 33-72). Hoy se han llegado a tomar como
un tanto eudemonistas el utilitarismo y el pragmatismo. De ahí lo importante que es la pregun-
ta sobre esta doctrina en el autor de la Suma teológica.
Algo está muy claro dentro de su enseñanza: él propone con toda claridad y espontaneidad
que la felicidad es el fin último de la vida y de la actividad moral.
Las únicas matizaciones notables son las que proceden del ámbito subjetivo y objetivo.
Desde el primero, ésta es una verdad indiscutible: que todos los hombres, tal como ya indicaba
Aristóteles, buscan la felicidad para sí mismos. El plano objetivo es más complicado, y éste nos
lleva a indagar una y otra vez por el verdadero «objeto» que proporciona al hombre la felici-
dad absoluta.
Sin embargo y como se verá en el desarrollo de estas cuatro cuestiones, su eudemonismo
es muy característico: está centrado en Dios, no excluye el placer, no aborrece la felicidad terre-
nal, no cuestiona la racionalidad, no niega el amor. Son síntomas de una concepción ética bas-
tante original.
b Como ya apuntamos, Santo Tomás toma la forma de investigación sobre la felicidad de
Boecio, añadiendo un poco más de orden lógico, un tema aristotélico acerca de los bienes del
alma y una conclusión, la del artículo 8.
También de Boecio procede la célebre definición de felicidad: «status omnium bonorum ag-
gregatione perfectus» (c.2 a.1 obj.2) que luego está repetida en otras cuestiones (cf. c.3 a.2
obj.2 y c.3 a.3 obj.2).
Otro de los autores más evocados es San Agustín. El fue quien mejoró las ideas platónicas
e identificó la idea de bien con la «vita beata» que sólo en Dios mismo, sumo bien, puede en-
contrarse (cf. S. AGUSTÍN, Sermo CLVI c.6 y 7: ML 38,853-4).
De todos modos y a partir de sus predecesores, el Santo dejará tan bien entramada esta te-
mática, que sus comentadores pasarían por ella sin apenas glosarla.
48 Tratado de la bienaventuranza C.2 a.1
al dinero. Por tanto, la bienaventuranza Las riquezas artificiales, a su vez, sólo
del hombre consiste en las riquezas. se buscan en función de las naturales.
2. Además, la bienaventuranza es un No se apetecerían si con ellas no se
estado perfecto con la unión de todos los bie- compraran cosas necesarias para disfru-
nes, como dice Boecio en III De consol.1 tar de la vida. Por eso tienen mucha me-
Pero parece que todo se posee con el di- nos razón de último fin. Es imposible,
nero, porque, como dice el Filósofo en por tanto, que la bienaventuranza, que
el V Ethic.2, el dinero se inventó para es el fin último del hombre esté en las
ser como la fianza de cuanto desee el riquezas.
hombre. Luego la bienaventuranza con- Respuesta a las objeciones: 1. A la
siste en las riquezas. primera hay que decir: Todas las cosas cor-
3. Además, el deseo del bien sumo porales obedecen al dinero, por lo que
parece que es infinito, pues nunca se ex- se refiere a la multitud de los necios,
tingue. Pero esto ocurre sobre todo con que sólo reconocen bienes corporales,
la riqueza, porque el avaro nunca se llenará que pueden adquirirse con dinero. Pero
de dinero, como dice Ecle 5,9. Luego la no son los necios, sino los sabios, quie-
bienaventuranza consiste en las riquezas. nes deben facilitarnos el criterio acerca
En cambio, el bien del hombre con- de los bienes humanos, del mismo modo
siste más en conservar la bienaventuran- que el criterio acerca de los sabores de-
za que en gastarla. Pero, como dice Boe- bemos tomarlo de quienes tienen el gus-
cio en II De consol.3: Lo que da más brillo to bien dispuesto.
al dinero no es el atesorarlo, sino el gastarlo; 2. A la segunda hay que decir: El dine-
por eso, la avaricia inspira aversión, mientras ro puede adquirir todas las cosas vendi-
que la generosidad merece el aplauso de la glo- bles, pero no las espirituales, que no
ria. Luego la bienaventuranza no consis- pueden venderse. Por eso dice Prov
te en las riquezas. 17,16: ¿De qué sirve al necio tener riquezas,
si no puede comprar la sabiduría?
Solución. Hay que decir: Es imposible 3. A la tercera hay que decir: El deseo
que la bienaventuranza del hombre con- de riquezas naturales no es infinito, por-
sista en las riquezas. Hay dos clases de que las necesidades de la naturaleza tie-
riquezas, como señala el Filósofo en nen un límite. Pero sí es infinito el de-
I Polit.4, las naturales y las artificiales. seo de riquezas artificiales, porque es
Las riquezas naturales sirven para subsa- esclavo de una concupiscencia desorde-
nar las debilidades de la naturaleza; así el nada, que nunca se sacia, como nota el
alimento, la bebida, el vestido, los ve- Filósofo en I Polit.5 Sin embargo, el de-
hículos, el alojamiento, etc. Por su parte, seo de riquezas y el deseo del bien su-
las riquezas artificiales, como el dinero, premo son distintos, porque cuanto más
por sí mismas, no satisfacen a la natura- perfectamente se posee el bien sumo,
leza, sino que las inventó el hombre tanto más se le ama y se desprecian las
para facilitar el intercambio, para que demás cosas. Por eso dice Eclo 24,29:
sean de algún modo la medida de las co- Los que me comen quedan aún con hambre de
sas vendibles. mí. Pero con el deseo de riquezas o de
Es claro que la bienaventuranza del cualquier otro bien temporal ocurre lo
hombre no puede estar en las riquezas contrario: cuando ya se tienen, se des-
naturales, pues se las busca en orden a precian y se desean otras cosas, como
otra cosa; para sustentar la naturaleza manifiesta Jn 4,13, cuando el Señor dice:
del hombre y, por eso, no pueden ser el Quien bebe de esta agua, refiriéndose a los
fin último del hombre, sino que se orde- bienes temporales, volverá a tener sed. Y
nan a él como a su fin. Por eso, en el precisamente porque su insuficiencia se
orden de la naturaleza, todas las cosas advierte mejor cuando se poseen. Por lo
están subordinadas al hombre y han sido tanto, esto mismo muestra su imperfec-
hechas para el hombre, como dice el sal- ción y que el bien sumo no consiste en
mo 8,8: Todo lo sometiste bajo sus pies. ellos.
6. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 1099bl6): S. TH., lect.14. 7. ARISTÓTELES, c.3 n.15 (BK
1123b35): S. TH., lect.8. 8. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (BK 1123b20): S. TH., lect.8. 9. ARIS-
TÓTELES, c.5 n.4 (BK 1095b24): S. TH., lect.5. 10. ARISTÓTELES, Eth. 1 c.5 n.4 (BK
1095b24): S. TH., lect.5. 11. § 1: MG 3,694; S. TH., lect.1. 12. AGUSTÍN, Contra Maxi-
min. Haeret. 2 c.13: ML 42,770.
50 Tratado de la bienaventuranza C.2 a.4
dad laudatoria. Luego la bienaventuranza eso se dice en 2 Cor 10,18: Está probado
del hombre consiste en la gloria. aquel a quien recomienda el Señor.
3. Además, la bienaventuranza es el Respuesta a las objeciones: 1. A la
más estable de los bienes. Y así parece primera hay que decir: El Apóstol no se
ser la fama o gloria, porque por ella los refiere a la gloria que procede de los
hombres alcanzan de algún modo la hombres, sino a la que otorga Dios ante
eternidad. Por eso dice Boecio en De sus ángeles. De ahí que se diga en Me16
consol. 13: Vosotros creéis asegurar vuestra in- 8,38: El Hijo del hombre lo reconocerá en la
mortalidad cuando pensáis en vuestra gloria gloria de Dios, ante sus ángeles.
venidera. Por tanto, la bienaventuranza 2. A la segunda hay que decir: El reco-
del hombre consiste en la fama o gloria. nocimiento multitudinario de la bondad
En cambio, la bienaventuranza es el de un hombre ilustre, si es verdadero,
verdadero bien del hombre. Pero la debe derivar de la bondad existente en
fama o gloria pueden ser falsas, como ese hombre y, entonces, presupone su
dice Boecio en el libro III De consol.14: bienaventuranza, perfecta o sólo inicia-
Son muchos los que deben su renombre a la da. Pero si este reconocimiento es falso,
falsa opinión del vulgo: ¿puede darse algo más no concuerda con la realidad y, por tan-
vergonzoso? Pues quien es alabado sin mereci- to, la bondad no se encuentra en quien
miento forzosamente sentirá vergüenza de los la fama ha hecho célebre. En consecuen-
elogios. Por tanto, la bienaventuranza no cia, queda claro que la fama nunca pue-
consiste en la fama o gloria. de hacer a un hombre bienaventurado.
Solución. Hay que decir: Es imposible 3. A la tercera hay que decir: La fama
que la bienaventuranza del hombre con- no tiene estabilidad, es más, la destruye
sista en la fama o gloria humana. La fácilmente un rumor falso. Si alguna vez
gloria se define como una notoriedad lau- permanece estable es por accidente. Pero
datoria, como dice Ambrosio15. Ahora la bienaventuranza tiene estabilidad por
bien, el conocimiento de una cosa es dis- sí misma y siempre.
tinto en Dios y en el hombre, pues el
conocimiento humano es producido por ARTICULO 4
las cosas conocidas, mientras que el co-
nocimiento divino las produce. Por eso, ¿Consiste la bienaventuranza del
la perfección del bien humano, que lla- hombre en el poder?
mamos bienaventuranza, no puede pro-
Cont. Gentes 3,31; In Mt. 5; De regim. princ. 1,8; Com-
ducirla el conocimiento humano, sino pend. theol. 2,9.
que éste procede de la bienaventuranza
de alguien y es como causado por ella, Objeciones por las que parece que la
sea incoada o perfecta. Por tanto, la bie- bienaventuranza consiste en el poder.
naventuranza del hombre no puede con- 1. Todas las cosas tienden a aseme-
sistir en la fama o en la gloria. Pero el jarse a Dios, como fin último y primer
bien del hombre depende, como de su principio. Pero los hombres constituidos
causa, del conocimiento de Dios. Y, por en poder se parecen más a Dios por la
eso, la bienaventuranza del hombre tiene semejanza del poder; por eso en la Es-
su causa en la gloria que hay ante Dios, critura se les llama incluso dioses, como
como dice el salmo 90,15-16: Lo libraré y puede verse en Ex 22,28: No hablarás
lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le mal de los dioses. Luego la bienaventuran-
haré ver mi salvación. za consiste en el poder.
Hay que considerar también que el 2. Además, la bienaventuranza es un
conocimiento humano se equivoca con bien perfecto. Pero lo más perfecto es
frecuencia, sobre todo al juzgar los sin- que el hombre pueda gobernar también
gulares contingentes, como son los actos a los demás, y esto es propio de los que
humanos; y, por eso, la gloria humana están investidos de poder. Luego la bie-
es frecuentemente engañosa. En cambio, naventuranza consiste en el poder.
la gloria de Dios, como El no puede 3. Además, la bienaventuranza, por
equivocarse, es siempre verdadera; por ser lo más deseable, se opone a lo que es
13. L.2 prosa 7: ML 63,711. 14. Prosa 6: ML 63,745. 15. Cf. nota 12. 16. Cf.
Lc 12,8.
C.2 a.5 ¿En qué consiste la bienaventuranza? 51
más repulsivo. Pero los hombres huyen bre se ordena a la bienaventuranza por
sobre todo de la esclavitud, que es lo principios internos, pues se ordena a ella
opuesto al poder. Luego la bienaventu- por naturaleza; pero esos cuatro proce-
ranza consiste en el poder. den de causas externas y, con frecuencia,
En cambio, la bienaventuraba es un de la fortuna, de ahí que se les llame
bien perfecto. Pero el poder es muy im- también bienes de fortuna. Por tanto, de
perfecto, porque, como dice Boecio en ningún modo puede consistir la biena-
III De consol.17: El poder humano no es ca- venturanza en ellos.
paz de impedir el peso de las preocupaciones, Respuesta a las objeciones: 1. A la
ni de esquivar el aguijón de la inquietud. Y primera hay que decir: El poder divino se
añade: ¿Llamarás poderoso a quien se rodea identifica con su bondad y, por eso, no
de una escolta y teme más que es temido? Por puede ejercerse mal. Pero esto no ocurre
tanto, la bienaventuranza no consiste en en los hombres. De ahí que no baste
el poder. para la bienaventuranza del hombre el
Solución. Hay que decir: Es imposible asemejarse a Dios en el poder si no se
que la bienaventuranza consista en el asemeja también en la bondad.
poder, por dos razones. La primera, 2. A. la segunda hay que decir: Del mis-
porque el poder tiene razón de princi- mo modo que lo mejor es que alguien
pio, como se ve en V Metaphys.18, mien- desempeñe bien el poder en el gobierno
tras que la bienaventuranza la tiene de de muchos, lo peor es que lo desempeñe
fin último. La segunda, porque el poder mal. Es que el poder vale lo mismo para
vale indistintamente para el bien y para el bien que para el mal.
el mal; en cambio, la bienaventuranza es 3. A la tercera hay que decir: La escla-
el bien propio y perfecto del hombre. vitud es un impedimento para el buen
En consecuencia, puede haber algo de uso del poder y, por eso, los hombres
bienaventuranza en el ejercicio del po- sienten una aversión natural hacia ella;
der, más propiamente que en el poder no porque en el poder humano esté el
mismo, si se desempeña virtuosamente. bien supremo.
Pueden aducirse, con todo, cuatro ra-
zones generales para probar que la bie- ARTICULO 5
naventuranza no puede consistir en nin-
guno de los bienes externos de los que ¿Consiste la bienaventuranza del
venimos hablando. La primera es que, hombre en algún bien del cuerpo?
por ser la bienaventuranza el bien sumo
In Sent. 4 d.49 q.1 a.1 q. a l; Cont. Gentes 3 q.32; In
del hombre, no es compatible con algún Ethic. 1 lect.10; Compend. theol. 2 c.9.
mal; y todos esos bienes los encontra-
mos tanto en los buenos como en los Objeciones por las que parece que la
malos. La segunda es que, por ser pro- bienaventuranza del hombre consiste en
pio de la bienaventuranza el ser suficiente los bienes del cuerpo.
por sí misma, como se dice en I Ethic.19, 1. Dice Eclo 30,16: No hoy tesoro ma-
es de rigor que, una vez alcanzada, no le yor que la salud del cuerpo. Pero la bien-
falte al hombre ningún bien necesario. aventuranza consiste en lo mejor. Luego
Pero, después de lograr cada uno de consiste en la salud del cuerpo.
esos bienes, pueden faltarle al hombre 2. Además, dice Dionisio, en el ca-
otros muchos necesarios, como la sabi- pítulo 5 del De div. nom.20, que es mejor
duría, la salud del cuerpo, etc. La tercera ser que vivir, y vivir mejor que las otras
es que la bienaventuranza no puede oca- cosas que siguen. Pero para ser y vivir
sionar a nadie ningún mal, porque es un el hombre necesita la salud del cuerpo.
bien perfecto; pero esto no sucede con Luego por ser la bienaventuranza el ma-
los bienes citados, pues se dice en Ecle yor bien del hombre, parece que la salud
5,12 que las riquezas se guardan para el del cuerpo es una parte muy importante
mal de su dueño, y lo mismo ocurre con de ella.
los otros tres. La cuarta es que el hom- 3. Además, cuanto más común es
17. Prosa 5: ML 63.741. 18. ARISTÓTELES, 4 c.12 n.1(BK 1019a15): S. TH., 1.5 lect.14.
19. ARISTÓTELES, c.7 n.6 (BK 1097b8): S. TH., lect.9. 20. § 3: MG 3,817; S. TH., lect.1.
52 Tratado de la bienaventuranza C.2 a.5
una cosa, tanto más elevado es el princi- conservación del ser humano. Porque el
pio del que depende, porque cuanto más ser del hombre consta de alma y de
alta es una causa, a más cosas alcanza su cuerpo y, aunque el ser del cuerpo de-
virtualidad. Pero del mismo modo que pende del alma, el ser del alma no de-
la causalidad de la causa eficiente se pende del cuerpo, como se ha demostra-
mide por su influencia, la causalidad del do antes (1 q.75 a.2; q.76 a.1 ad 5,6; q.90
fin se aprecia por la tendencia hacia él. a.2 ad 2); además, el cuerpo existe por el
Por tanto, lo mismo que la primera cau- almac, como la materia por la forma y
sa eficiente es la que influye en todas las los instrumentos por el motor, para que
cosas, el último fin es lo que todos de- con ellos realice sus acciones. Por tanto,
sean. Pero lo que todos desean es ser. todos los bienes del cuerpo se ordenan a
Luego la bienaventuranza consiste en lo los del alma como a su fin. En conse-
perteneciente al ser mismo del hombre, cuencia, es imposible que la bienaventu-
como es la salud del cuerpo. ranza, que es el fin último del hombre,
En cambio, el hombre aventaja a to- consista en los bienes del cuerpo.
dos los demás animales en la bienaven- Respuesta a las objeciones: 1. A la
turanza. Pero muchos animales le supe- primera hay que decir: Los bienes exterio-
ran en los bienes del cuerpo, como el res tienen como fin al cuerpo, lo mismo
elefante en longevidad, el león en fuerza, que el cuerpo al alma. Y, por eso, igual
el ciervo en velocidad. Luego la bien- que el bien del alma es preferible a los
aventuranza del hombre no consiste en del cuerpo, el bien del cuerpo es preferi-
los bienes del cuerpo. ble, con toda razón, a los bienes exterio-
Solución. Hay que decir: Es imposible res, que son los señalados con la palabra
que la bienaventuranza del hombre con- tesoro.
sista en los bienes del cuerpo, por dos 2. A la segunda hay que decir: El ser,
razones. La primera, porque es imposi- considerado en sí mismo, por incluir
ble que el último fin de una cosa, que toda la perfección del ser, vale más que
tiene otra como fin, sea su propia con- la vida y todo lo que le sigue, pues el
servación en el ser. Así, el comandante ser así considerado comprende en sí
de una nave no busca como último fin todo lo que le sigue. Y en este sentido
la conservación de la nave que tiene en- se expresa Dionisio. Pero, si considera-
comendada, porque el fin de la nave es mos el ser como se participa en las cosas
otra cosa, navegar. Ahora bien, el hom- concretas, que no contienen en sí toda la
bre ha sido entregado a su voluntad y perfección del ser, sino que tienen un
razón para que lo gobiernen, lo mismo ser imperfecto, como es el ser de toda
que se entrega una nave a su comandan- criatura; entonces es claro que el ser do-
te, como dice Eclo 15,14: Dios hizo al tado de más perfección es más eminente.
hombre desde el principio y lo dejó en manos Por eso, también Dionisio señala en el
de su criterio. Pero es claro que el hombre mismo lugar 21 que los seres inteligentes
tiene un fin distinto de él mismo, pues son mejores que los vivientes, y éstos,
el hombre no es el bien supremo. Por que los sólo existentes.
tanto, es imposible que el último fin de 3. A la tercera hay que decir: Porque
la razón y de la voluntad humanas sea la el fin se corresponde con el principio, en
conservación del ser humano. este argumento se demuestra que el últi-
La segunda, porque no se puede decir mo fin es el primer principio del ser, en
que el fin del hombre sea algún bien del el que se halla toda la perfección del ser,
cuerpo, aunque se conceda que el fin de y cuya semejanza buscan todos según su
la razón y de la voluntad humanas es la capacidad: unos sólo en el existir, otros
c Aunque sea como llamada, conviene destacar este razonamiento tan espiritualista: en el
orden metafísico, lo imperfecto está en razón de lo perfecto, y, por ello, el cuerpo —infe-
rior— está por el alma —superior—. La acusación de hedonismo contra Santo Tomás es una
auténtica desmesura o desconocimiento de su teología. Su espiritualismo reaparece en el artícu-
lo siguiente y en las otras cuestiones acerca del tema, como en la q.4, cuando declara que el
placer corporal no es ni esencial ni siquiera «accidente habitual» de la felicidad última.
C.2 a.6 ¿En qué consiste la bienaventuranza? 53
en el ser vivo, otros en el ser vivo, inte- Solución. Hay que decir: Las delectacio-
ligente y bienaventurado. Y esto es pro- nes corporales, por ser las que conoce más gen-
pio de pocos. te, acaparan el nombre de placeres, como se
dice en VII Ethic.25, aunque hay delecta-
ARTICULO 6 ciones mejores. Pero tampoco en éstas
consiste propiamente la bienaventuranza,
¿La bienaventuranza del hombre porque en todas las cosas hay que dis-
consiste en el placer? tinguir lo que pertenece a su esencia y lo
In Sent. 4 d.44 q.1 a.3 q.a4 ad 3,4; Cont. Gentes 3, que es su accidente propio; así, en el
27.33; In Ethic. 1 lect.5; Compend. theol. 108. hombre, es distinto ser animal racional
que ser risible. Según esto, hay que con-
Objeciones por las que parece que la siderar que toda delectación es un acci-
bienaventuranza del hombre consiste en dente propio que acompaña a la bien-
el placerd. aventuranza o a alguna parte de ella, por-
1. Por ser la bienaventuranza el fin que se siente delectación cuando se tiene
último, no se la desea por otra cosa, un bien que es conveniente, sea este
sino que las demás cosas se desean por bien real, esperado o al menos recorda-
ella. Pero esto es lo más propio de la de- do. Pero un bien conveniente, si es ade-
lectación, pues es ridículo preguntarle a uno más perfecto, se identifica con la bien-
por qué quiere deleitarse, como se dice en aventuranza del hombre; si, en cambio,
X Ethic.22 Por tanto, la bienaventuranza es imperfecto, se identifica con una parte
consiste principalmente en el placer y la próxima, remota o al menos aparente, de
delectación. la bienaventuranza. Por lo tanto, es cla-
2. Además, la causa primera influye con ro que ni siquiera la delectación que
más vehemencia que la segunda, como se acompaña al bien perfecto es la esencia
dice en el libro De causis23. Pero el influ- misma de la bienaventuranza, sino algo
jo del fin se mide por su deseo. Luego que la acompaña como accidente.
parece que lo que más mueve al deseo Con todo, el placer corporal no puede
tiene razón de fin último. Ahora bien, acompañar, ni siquiera así, al bien per-
esto ocurre con el placer, y la prueba fecto, porque es consecuencia del bien
está en que la delectación absorbe de tal que perciben los sentidos, que son virtu-
modo la voluntad y la razón del hom- des del alma que se sirve de un cuerpo;
bre, que le hacen despreciar los otros pero el bien que pertenece al cuerpo y es
bienes. Luego parece que el último fin percibido por los sentidos no puede ser
del hombre, que es la bienaventuranza, un bien perfecto del hombre. La razón
consiste sobre todo en el placer. de esto es que, por superar el alma ra-
3. Además, parece que lo mejor es cional los límites de la materia corporal,
el deseo del bien, de aquello que todos la parte de ella que permanece desligada
desean. Pero todos desean la delectación, de órganos corpóreos tiene cierta infini-
tanto los sabios como los necios, incluso tud respecto al cuerpo y a sus partes
los que carecen de razón. Luego la de- vinculadas al cuerpo; lo mismo que los
lectación es lo mejor. seres inmateriales son de algún modo in-
En cambio, dice Boecio en III De finitos respecto a los seres materiales,
consol.24: Quien quiera recordar sus livianda- porque en éstos la forma queda contraí-
des, comprenderá el triste resultado de los pla- da y limitada de algún modo por la ma-
ceres. Si pudieran proporcionar la felicidad, teria y, por eso, la forma desligada de la
nada impediría que las bestias fueran bien- materia es en cierto modo ilimitada. Y
aventuradas. así, los sentidos, que son fuerzas corpo-
22. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1172b22): S. TH., lect.2. 23. Prop. 1; S. TH., lect.1.
24. Prosa 7: ML 63,749. 25. ARISTÓTELES, c.13 n.6 (BK 1153b33): S. TH., Iect.13.
d Esta temática está considerada en lugar aparte por la importancia que asumió entre los
griegos, muchos de los cuales ponían la felicidad suprema en el placer. Luego lo comentare-
mos. Aristóteles tampoco dejó del todo clara su postura sobre el placer como constitutivo de
la felicidad. De todas maneras, para el Filósofo era más esencial que para Santo Tomás
(cf. ARISTÓTELES, Eth. 10 [BK 1172-1181]).
54 Tratado de la bienaventuranza C.2 a.7
rales, conocen lo singular, que está de- ARTICULO 7
terminado por la materia; mientras que
el entendimiento, que es una fuerza des- ¿La bienaventuranza del hombre
ligada de la materia, conoce lo universal, consiste en algún bien del alma?
lo que está abstraído de la materia y se
extiende sobre infinitos singulares. Por Objeciones por las que parece que la
consiguiente, es claro que el bien conve- bienaventuranza consiste en algún bien
niente al cuerpo, que causa una delecta- del alma.
ción corporal al ser percibido por los 1. La bienaventuranza es el bien del
sentidos, no es el bien perfecto del hom- hombre. Pero este bien se divide en tres:
bre, sino un bien mínimo comparado bienes exteriores, bienes del cuerpo y
con el del alma. Por eso se dice en Sab bienes del alma. Ahora bien, la bien-
7,9: Todo el oro, en comparación con la sabi- aventuranza no consiste en los bienes
duría, no es más que arena. Así, pues, el exteriores ni en los del cuerpo, como se
placer corporal ni se identifica con la demostró antes (a.4.5). Luego consiste
bienaventuranza ni es propiamente un en los bienes del alma.
accidente de ella. 2. Además, amamos más a quien le
deseamos un bien que al bien que le de-
Respuesta a las objeciones: 1. A la seamos; así, amamos más al amigo al
primera hay que decir: La misma razón te- que deseamos dinero que al dinero. Pero
nemos para apetecer el bien que para cada uno desea para sí todo el bien.
apetecer la delectación, pues ésta es el Luego cada uno se ama a sí mismo más
sosiego del apetito en el bien; igual que que a todos los demás bienes. Pero la
se debe a la misma fuerza de la naturale- bienaventuranza es lo que más se ama,
za que los cuerpos graves desciendan ha- como manifiesta el que amamos y desea-
cia abajo y se queden ahí. Por eso, igual mos todas las demás cosas por ella. Por
que el bien se desea por sí mismo, la de- tanto, la bienaventuranza consiste en al-
lectación es también deseada por sí mis- gún bien del hombre mismo. Pero no en
ma, si por indica causa final. Pero si in- los del cuerpo. Luego en los bienes del
dica causa formal, o mejor, motiva, en- alma.
tonces la delectación es apetecible por 3. Además, la perfección es algo del
otra cosa: por el bien, que es su objeto sujeto que se perfecciona. Pero la biena-
y, en consecuencia su principio y quien venturanza es una perfección del hom-
le da forma, pues se apetece la delecta- bre. Luego la bienaventuranza es algo
ción precisamente por ser el descanso en del hombre. Pero no es algo del cuerpo,
un bien deseado. como se demostró (a.5). Luego la biena-
2. A la segunda hay que decir: El apeti- venturanza es algo del alma. Y así, con-
to vehemente de la delectación sensible siste en bienes del alma.
se debe a que las operaciones de los sen-
tidos son más perceptibles, porque son En cambio, como dice Agustín en el
el principio de nuestro conocimiento. libro De doctr. christ.26, debe ser amado por
Por eso también la mayoría desea las de- sí mismo aquello en que consiste la vida bien-
lectaciones sensibles. aventurada. Pero no debemos amar al
3. A la tercera hay que decir: Todos hombre por sí mismo, sino que cuanto
desean la delectación del mismo modo hay en el hombre debemos amarlo por
que desean el bien; sin embargo, desean Dios. En consecuencia, la bienaventu-
la delectación en razón del bien, y no al ranza no consiste en ningún bien del
contrario, como se acaba de decir (ad 1). alma.
Por tanto, no se sigue que la delectación Solución. Hay que decir: Como se dijo
sea el bien máximo y esencial, sino que más arriba (q.1 a.8), se llama fin a dos
acompaña al bien, y una delectación de- cosas: a la cosa misma que deseamos al-
terminada, al bien que es el máximo y canzar, y a su uso, consecución o pose-
esencial. sión. Por tanto, si hablamos del fin últi-
27. § 3: MG 3,872; S. TH., lect.4. 28. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 252b24): S. TH., lect.4.
56 Tratado de la bienaventuranza C.2 a.8
que el que pueda recibir. Por tanto, pa- ranza del hombre consiste en Dios solo.
rece que el hombre pueda llegar a ser Respuesta a las objeciones: 1. A la
bienaventurado por algún bien creado, primera hay que decir: Lo superior del
pues no es capaz de un bien que supere hombre alcanza ciertamente lo ínfimo de
los límites de toda la creación. Y así, la la naturaleza angélica por cierta semejan-
bienaventuranza del hombre consiste en za, pero no se detiene allí como en el úl-
algún bien creado. timo fin, sino que se dirige hasta la mis-
En cambio está lo que dice Agustín ma fuente universal del bien, que es el
en el XIX De civ. Dei29: La vida bienaven- objeto universal de la bienaventuranza
turada del hombre es Dios, como la vida de la de todos los bienaventurados, como
carne es el alma; por eso se dice (Sal bien existente, infinito y perfecto.
143,15): Dichoso el pueblo cuyo Dios es el 2. A la segunda hay que decir: El fin
Señor. último de una parte es algo distinto del
Solución. Hay que decir: Es imposible mismo todo, si este todo no es último
que la bienaventuranza del hombre esté fin, sino que se ordena a otro fin ulte-
en algún bien creado. Porque la biena- rior. Pero el conjunto de las criaturas,
venturanza es el bien perfecto que calma con quien se relaciona el hombre como
totalmente el apetito, de lo contrario no la parte con el todo, no es el fin último,
sería fin último si aún quedara algo ape- sino que se ordena a Dios como al últi-
tecible. Pero el objeto de la voluntad, mo fin. Por tanto, el bien del universo
que es el apetito humano, es el bien uni- no es el último fin del hombre, sino
versal. Por eso está claro que sólo el Dios mismo.
bien universal puede calmar la voluntad 3. A la tercera hay que decir: El bien
del hombre. Ahora bien, esto no se en- creado no es menor que el bien del que
cuentra en algo creado, sino sólo en el hombre es capaz, como cosa intrínse-
Dios, porque toda criatura tiene una ca e inherente; sin embargo, es menor
bondad participada. Por tanto, sólo Dios que el bien del que el hombre es capaz
puede llenar la voluntad del hombre e , como objeto, que es infinito. Pero el
como se dice en Sal 102,5: El que colma bien del que participan el ángel y todo
de bienes tu deseo. Luego la bienaventu- el universo es un bien finito y contracto.
e De modo casi paralelo a la cuestión anterior se repite la presentación de Dios como felici-
dad suprema. El único bien objetivo que puede saciar al hombre es Dios. Es un dato, como
dijimos, de carácter teológico.
CUESTIÓN 3
¿Qué es la bienaventuranza?
Corresponde ahora considerar qué es la bienaventuranza (cf. q.2 introd.)
y qué requiere (q.4).
Sobre lo primero se plantean ocho problemas:
1. ¿La bienaventuranza es algo increado?—2. Si es algo creado, ¿es
una operación?—3. ¿Es una operación de la parte sensitiva o sólo de la
intelectual?—4. Si es de la intelectiva, ¿es una operación del entendimien-
to o de la voluntad?—5. Si es una operación del entendimiento, ¿lo es del
especulativo o del práctico?—6. Si es una operación del entendimiento es-
peculativo, ¿consiste en la contemplación de las ciencias especulativas?—
7. ¿Consiste en la contemplación de las sustancias separadas, es decir, de
los ángeles?—8. ¿Sólo en la contemplación de Dios, por la que se le ve
por esencia?
1. Prosa 10: ML 63,766. 2. De doctr. christ. 1 c.5: ML 34,21; c.22: ML 34,25. 3. C.3:
3. C.3: ML 34,20.
a Como ya dijimos en la introducción, esta cuestión 3 es la más importante por las polémi-
cas existentes en la época, aunque hoy estemos algo lejos de ellas.
En cambio debe reconocerse que, en aspectos no tan nucleares, toca temas muy dignos de
tener en cuenta por las consecuencias que entraña para todo lo moral.
En este primer artículo, por ejemplo, se refiere a un aspecto que pudiera parecer intrascen-
dente, pero no lo es. Al negar que la bienaventuranza sea algo increado, se declara desde la teolo-
gía el carácter radicalmente antropológico de esa felicidad que ha quedado constituida como
meta de la moral. Dios y todo lo divino pertenecen a otro plano. A Dios sólo se llega por par-
ticipación. Incluso en la vida eterna, el hombre goza de la felicidad divina humanamente. Apare-
ce de nuevo la concordia entre razón y fe, humano y divino, natural y sobrenatural, camino
moral y meta trascendente.
58 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.2
5
bien increado, es decir, Dios, el único consol. , que la bienaventuranza es un es-
que con su bondad infinita puede llenar tado perfecto con la acumulación de todos los
perfectamente la voluntad del hombre. bienes. Pero estado no significa opera-
En la segunda acepción, el fin último ción. Luego la bienaventuranza no es
del hombre es algo creado existente en una operación.
él, y no es otra cosa que la consecución 3. Además, la bienaventuranza signi-
o disfrute del fin ultimo. Pero el fin últi- fica algo que está en el bienaventurado,
mo del hombre se llama bienaventuran- pues es la última perfección del hombre.
za. Por tanto, si se considera la bien- Pero la operación no significa algo exis-
aventuranza del hombre en cuanto causa tente en el operante, sino algo que pro-
u objeto, entonces es algo increado; cede de él. Luego la bienaventuranza no
pero si se la considera en cuanto a la es una operación.
esencia misma de la bienaventuranza, en- 4. Además, la bienaventuranza per-
tonces es algo creado. manece en el bienaventurado. Pero la
Respuesta a las objeciones: 1. A la operación no permanece, sino que pasa.
primera hay que decir: Dios es la bienaven- Luego la bienaventuranza no es una
turanza por propia esencia: no por parti- operación.
cipación o consecución de algo distinto 5. Además, cada hombre tiene una
de El, sino por propia esencia. Los sola bienaventuranza. Pero las operacio-
hombres, sin embargo, son bienaventu- nes son muchas. Luego la bienaventu-
rados, como dice allí mismo Boecio4, ranza no es una operación.
por participación, del mismo modo que 6. Además, la bienaventuranza está
se les llama también dioses por participa- en el bienaventurado sin interrupción.
ción. Pero la bienaventuranza según la Pero la operación humana se interrumpe
cual se llaman bienaventurados los hom- con frecuencia, por ejemplo, con el sue-
bres, es algo creado. ño, con alguna otra ocupación, con el
2. A la segunda hay que decir: Se afir- descanso. Por tanto, la bienaventuranza
ma que la bienaventuranza es el bien no es una operación.
sumo del hombre, porque es la consecu-
En cambio está lo que dice el Filóso-
ción o disfrute del bien sumo.
fo en I Ethic.6, que la bienaventuranza es
3. A la tercera hay que decir: Se llama
una operación según la virtud perfecta.
último fin a la bienaventuranza del mis-
mo modo que a la consecución del fin se Solución. Hay que decir: Es necesario
llama fin. afirmar que la bienaventuranza del hom-
bre es una operación, en la medida que
ARTICULO 2 es algo creado existente en él. Porque la
bienaventuranza es la perfección última
¿Es la bienaventuranza una del hombre. Pero algo es perfecto en
operación? tanto en cuanto está en acto, pues la po-
tencia sin acto es imperfecta. Es preciso,
In Sent. 4 d.49 q.1 a.2 q.a2; Cont. Gentes 1,100; In
Ethic. 1 lect.10; In Metaphys. 9 c.8. por eso, que la bienaventuranza consista
en el acto último del hombre. Pero es
Objeciones por las que parece que la claro que una operación es el acto últi-
bienaventuranza no es una operación. mo del que obra, por eso el Filósofo, en
1. Dice el Apóstol, en Rom 6,22: el II De anima7, la llama también acto se-
Tenéis por fruto la santificación, por fin la gundo; pues lo que tiene forma puede ser
vida eterna. Pero la vida no es una opera- operante en potencia, como el sabio es
ción, sino el ser mismo de los vivientes. pensante en potencia. De ahí que tam-
Luego el fin último, que es la bienaven- bién en las demás cosas se afirma que
turanza, no es una operación. cada una es por su operación, como se dice
2. Además, dice Boecio en III De en II De caelo8. Por consiguiente, es ne-
9. De consol. 3 prosa 2: ML 63,724. 10. Cf. nota 6. 11. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK
1097a29): S. TH., lect.9. 12. ARISTÓTELES, 8 c.8 n.9 (BK 1050a30): S. TH., 1.9 lect.8.
13. ARISTÓTELES, c.10 n.16 (BK 1101a20): S. TH., lect.16.
b Declarando que la bienaventuranza es un acto, rebate Santo Tomás a todos los que,
como San Buenaventura, opinaban que es un hábito. Como se ve, el razonamiento es puramen-
te metafisico y citando a Aristóteles.
60 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.3
za que en la vida contemplativa, que nen en común con nosotros la operación
sólo se aplica a una cosa, a la contempla- sensitiva. Pero no la bienaventuranza.
ción de la verdad. Y si alguna vez el Luego la bienaventuranza no consiste en
hombre no realiza de hecho esa opera- la operación sensitiva.
ción, no obstante, porque tiene en la
Solución. Hay que decir: Una cosa
mente realizarla siempre y porque orde-
na a ella la interrupción misma, por puede pertenecer a la bienaventuranza
ejemplo, la del sueño o la de alguna de tres formas: una, esencialmente; otra,
ocupación natural, parece que es una antecedentemente; la tercera, consiguien-
operación casi continua. temente. La operación de los sentidos
Y con esto queda clara la respuesta a no puede pertenecer esencialmente a la
bienaventuranza c , porque la bienaventu-
las objeciones quinta y sexta.
ranza del hombre consiste esencialmente
en su unión con el bien increado, como
ARTICULO 3 arriba se señaló (a.1), y el hombre no
¿La bienaventuranza es una puede unirse con él mediante la opera-
operación de la parte sensitiva o sólo ción de los sentidos. Del mismo modo
de la intelectiva? también porque, como se señaló (q.2
a.5), la bienaventuranza del hombre no
Cont. Gentes 3,33; In Ethic. 1 lect.10; Compend, theol. consiste en los bienes corporales, que
2,9. son los únicos que podemos alcanzar
Objeciones por las que parece que la mediante la operación de los sentidos.
bienaventuranza consiste también en la Sin embargo, las operaciones de los
operación de los sentidos. sentidos pueden pertenecer a la bien-
1. No se encuentra en el hombre aventuranza antecedente y consiguiente-
ninguna operación más noble que la sen- mente. Antecedentemente, según la bie-
sitiva, exceptuada la intelectiva. Pero la naventuranza imperfecta que puede te-
operación intelectiva depende en nos- nerse en la vida presente, porque la
otros de la operación sensitiva, porque no operación del entendimiento exige pre-
podemos entender sin imagen, como se dice viamente la operación de los sentidos. Y
en III De anima14. Luego la bienaventu- consiguientemente, en la bienaventuran-
ranza consiste también en la operación za perfecta que se espera en el cielo,
sensitiva. porque después de la resurrección, por la
2. Además, dice Boecio en III De misma bienaventuranza del alma, como dice
consol.15, la bienaventuranza es el estado Agustín en la Epístola ad Dioscorum17, ha-
perfecto con la acumulación de todos los bie- brá ciertos influjos en el cuerpo y en los senti-
nes. Pero hay bienes sensibles, que alcan- dos, de modo que se perfeccionen en sus opera-
zamos mediante la operación de los sen- ciones; como se verá más claramente
tidos. Luego parece que se requiere la cuando se trate de la resurrección
operación de los sentidos para la bien- (Suppl. q.82). Pero, entonces, la opera-
aventuranza. ción por la que el alma se une con Dios
3. Además, la bienaventuranza es el no dependerá de los sentidos.
bien perfecto, como se demuestra en el Respuesta a las objeciones: 1. A la
I Ethic.16; y no lo sería si con ella el primera hay que decir: La objeción de-
hombre no se perfeccionara en todas sus muestra que se requiere antecedentemen-
partes. Pero algunas partes del alma se te la operación de los sentidos para la
perfeccionan mediante operaciones sensi- bienaventuranza imperfecta, cual puede
tivas. Luego se requiere la operación tenerse en esta vida.
sensitiva para la bienaventuranza. 2. A la segunda hay que decir: La bien-
En cambio, los animales brutos tie- aventuranza perfecta, como la que tienen
14. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 431al6): S. TH., lect.12. 15. Prosa 2: ML 63,724.
16. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 1097a29): S. TH., lect.9. 17. Epist, 118 c.3: ML 33,439.
c Con esta negación se aparta el Santo de todos los hedonismos y de ciertas opiniones ára-
bes. El gozo corporal y de los sentidos sólo puede obtenerse por participación, siendo lo pri-
mordial la actividad espiritual e intelectual. De ello hablará más adelante en la q.4 a. 1-2.
C.3 a.4 ¿Qué es la bienaventuranza? 61
los ángeles, tiene la acumulación de to- operación más noble que el conocimien-
dos los bienes por la unión con la fuente to, que lo es del entendimiento; como
universal de todo bien; y no porque ne- manifiesta el Apóstol en 1 Cor 13. Lue-
cesite de cada uno de los bienes particu- go, parece que la bienaventuranza con-
lares. Pero, en esta bienaventuranza im- siste en un acto de la voluntad.
perfecta, se requiere la suma de los bie- 5. Además, dice Agustín en XIII De
nes suficientes para la más perfecta Trin.19, que sólo es feliz el que posee todo lo
operación de esta vida. que desea y no desea nada mal. Y añade
3. A la tercera hay que decir: En la poco después20: Se acerca al bienaventurado
bienaventuranza perfecta se perfecciona quien quiere bien todo lo que quiere; pues el
todo el hombre, pero en la parte inferior bien hace bienaventurado, y del bien ya tiene
por redundancia de la superior. Sin em- algo, la buena voluntad misma. Luego la
bargo, en la bienaventuranza imperfecta bienaventuranza consiste en un acto de
de la vida presente, ocurre lo contrario, la voluntad.
se llega a la perfección de la parte supe- En cambio está lo que dice el Señor,
rior a partir de la perfección de la infe- en Jn 17,3: Esta es la vida eterna, que te co-
rior. nozcan a ti, único Dios verdadero. Pero la
vida eterna es el fin último, como se
ARTICULO 4 dijo (a.2 ad 1). Luego la bienaventuran-
za del hombre consiste en el conoci-
¿La bienaventuranza es una miento de Dios, que es un acto del co-
operación del entendimiento o de la nocimiento.
voluntad?
Solución. Hay que decir: Como ya se
1 q.26 a.2 ad 2; In Sent. 4 d.49 q.1 a.1 q.a2; Cont.
Gentes 3,26; Quodl. 8 q.9 a.1; Compend, theol. c.107.
señaló (q.2 a.6), para la bienaventuranza
se requieren dos cosas: una, lo que es la
Objeciones por las que parece que la esencia de la bienaventuranza, y la otra,
bienaventuranza consiste en un acto de lo que la acompaña como accidente pro-
la voluntad. pio, es decir, la delectación consiguiente.
1. Dice Agustín, XIX De civ. Dei 18 , Digo, por tanto, que es imposible que la
que la bienaventuranza del hombre con- bienaventuranza consista en un acto de
siste en la paz, por eso dice el Salmo la voluntad, en cuanto a lo que es esen-
147,3: El puso la paz en tus fronteras. Pero cialmente la bienaventuranza, pues se
la paz pertenece a la voluntad. Luego la desprende claramente de lo antes dicho
bienaventuranza del hombre consiste en (a.1 y 2; q.2 a.1), que la bienaventuranza
la voluntad. es la consecución del fin último. Pero la
2. Además, la bienaventuranza es el consecución del fin no consiste en el
bien sumo. Pero el bien es el objeto de acto mismo de la voluntad, porque la
la voluntad. Luego la bienaventuranza voluntad se mueve a un fin cuando lo
consiste en una operación de la vo- desea si está ausente, y cuando se deleita
luntad. descansando en él si está presente. Pero
3. Además, el fin último correspon- es claro que el deseo mismo del fin no
de a lo primero que mueve, por ejem- es su consecución, sino un movimiento
plo, el fin último de todo el ejército es hacia el fin. Ahora bien, la delectación le
la victoria, que es el fin del general que llega a la voluntad precisamente porque
mueve a todos. Pero lo primero que el fin está presente y no al contrario,
mueve a obrar es la voluntad, porque que algo se haga presente porque la vo-
mueve las otras fuerzas, como se dirá luntad se deleita en ello. Por tanto, es
más abajo (q.9 a.l y 3). Luego la bien- necesario que haya algo distinto del acto
aventuranza pertenece a la voluntad. de la voluntad por lo que el fin se haga
4. Además, si la bienaventuranza es presente a quien lo desea.
una operación, es necesario que sea la Y esto se observa claramente a propó-
más noble del hombre. Pero el amor de sito de los fines sensibles. Pues, si el
Dios, que es acto de la voluntad, es una conseguir dinero fuera un acto de la vo-
18. C10: ML 41,636; c.ll: ML 41,637. 19. C.5: ML 42,1020. 20. De Trin. 13 c.6:
ML 42,1020.
62 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.4
luntad, inmediatamente el deseoso lo ha- es la consumación de la bienaventu-
bría conseguido desde el principio, ranza d.
cuando quiere tenerlo; pero le falta des- Respuesta a las objeciones: 1. A la
de el principio, y lo consigue precisa- primera hay que decir: La paz pertenece al
mente cuando lo toma con la mano o de fin último del hombre, pero no como si
alguna otra forma; y es entonces cuando fuera esencialmente la bienaventuranza
goza de tener el dinero. Y lo mismo misma, sino porque se relaciona con ella
ocurre con el fin inteligible, porque des- antecedente y consiguientemente. Ante-
de el principio queremos conseguirlo, cedentemente, en cuanto que todo lo
pero lo conseguimos precisamente por que perturba y aparta del fin último ya
un acto del entendimiento, y es entonces ha desaparecido. Consiguientemente, en
cuando la voluntad gozosa descansa en cuanto que el hombre permanece en paz,
el fin ya conseguido. con su deseo aquietado, una vez que ha
Así, pues, la esencia de la bienaventu- conseguido el último fin.
ranza consiste en un acto del entendi- 2. A la segunda hay que decir: El pri-
miento; sin embargo, pertenece a la vo- mer objeto de la voluntad no es su acto,
luntad la delectación consiguiente a la como tampoco el primer objeto de la vi-
bienaventuranza, como dice Agustín en sión no es su acto, sino lo visible. De
X Conf. 21 , que la bienaventuranza es el ahí que, por el hecho mismo de que la
gozo de la verdad; porque el gozo mismo bienaventuranza pertenece a la voluntad
d Este es el quicio de las polémicas a que nos referíamos. Se debate si el acto de la bien-
aventuranza es del entendimiento o de la voluntad. Contra su propio maestro San Alberto y
contra otro autor, muy apreciado, como A. de Hales, él afirma que pertenece al entendimiento.
El razonamiento proviene de la psicología aristotélica: puesto que el entendimiento necesita
siempre de la presencia del objeto, sólo su acto puede traernos la posesión del bien último. La
voluntad estará actuante, en cuanto algo consiguiente, en cuanto gozo de consumación y des-
canso en el bien ya alcanzado.
Pero de fondo había algo mucho más serio, es decir, la importancia del amor en el acto de
posesión absoluta de Dios, de felicidad humana con Dios, un Dios que ha sido definido como
amor.
Desde la teología se ha querido oponer una moral centrada en el amor, o la caridad, a otra
centrada en la felicidad. Para Santo Tomás se trata de una falsa oposición. El orden de la cari-
dad no va contra la felicidad como meta suprema de la vida humana. El hombre está llamado
a acabar su vida en la comunión con Dios. Esa unidad común entre Dios y hombre, expresada
y vivida como amor pleno y santo, no contradice el proyecto de felicidad. Dios es santo, bue-
no, amoroso y feliz. El hombre desea culminar su existencia participando de todas esas «cuali-
dades» y «sentimientos» de Dios. Siendo Dios el objeto principal del creyente y de la exis-
tencia, en él se realiza nuestra perfecta felicidad y en él también la perfecta conjunción del amor
a Dios, al prójimo y a nosotros mismos.
La filosofía también hostiga esta concepción de la felicidad.
Por un lado, ateos, como L. A. Feuerbach (cf. Das Wesen des Christentums [Stuttgart 1971]
p.251.369-399), criticarán a los cristianos por convertir el amor al prójimo en «una condición
para la salvación» o para la felicidad personal, por hacer del amor algo secundario y pensar
sólo en la propia bienaventuranza. Ya vemos que la concepción teológica de la Suma no incu-
rre en tal defecto.
Por otro lado, Kant resucita esta oposición: «Con esta ley ofrece curioso contraste el princi-
pio de la felicidad propia, que algunos quisieran elevar a principio supremo de la moralidad.
Ese diría así: Amate a ti mismo sobre todas las cosas y a Dios y al prójimo por amor a ti mis-
mo» (cf. M. KANT, Critica de la razón práctica [Buenos Aires 41977] p.90). Las motivaciones de
Kant son diferentes. Para realizar una fundamentación puramente racional del deber, excluye
la felicidad de lo ético como motivación «indigna». El amor a Dios y al prójimo, en cuanto
deberes, son muy dignos y respetables, y demuestran lo impropio de los deberes hechos por
gusto o por felicidad. Olvida, quizás, Kant o, al menos, no está muy concorde con la idea que
Aristóteles tenía del amor a sí mismo, que es difícil, arduo y presupuesto para aprender a amar
bien a los demás. Es decir, buscar la felicidad es una forma de sano amor a sí mismo que sirve
de fundamento para llegar a amar a los demás de buen grado y con cordura (cf. E. FROMM,
Etica y psicoanálisis [México 91973] p. 132-154, donde hace análisis semejantes a los aristotélicos).
C.3 a.5 ¿Qué es la bienaventuranza? 63
como su propio objeto, se sigue que no dimiento práctico se ordena más al bien
pertenece a ella como su propio acto. que el especulativo, que se ordena a la
3. A la tercera hay que decir: El enten- verdad. Por eso también nos llamamos
dimiento capta el fin primero que la vo- buenos según la perfección del entendi-
luntad, si bien el movimiento hacia el miento práctico y no según la perfección
fin arranca de la voluntad. Por eso se del entendimiento especulativo; por ésta,
debe a la voluntad lo que se sigue en úl- en cambio, nos llamamos sabios o inteli-
timo lugar de la consecución del fin, es gentes. Luego la bienaventuranza del
decir, la delectación o fruición. hombre consiste más en una operación
4. A la cuarta hay que decir: El amor del entendimiento práctico que del es-
aventaja al conocimiento en mover, pero peculativo.
el conocimiento es previo al amor en al- 3. Además, la bienaventuranza es un
canzar, pues sólo se ama lo conocido, como bien del hombre mismo. Pero el enten-
dice Agustín en X De Trin.22 Y por eso dimiento especulativo se ocupa más de
alcanzamos primero el fin inteligible por las cosas que son exteriores al hombre,
la acción del entendimiento, del mismo mientras que el entendimiento práctico
modo que alcanzamos primero el fin se ocupa de aquellas cosas que son del
sensible por la acción de los sentidos. hombre mismo, es decir, sus operaciones
5. A la quinta hay que decir: Quien y pasiones. Luego la bienaventuranza
tiene todo lo que desea es dichoso, pre- del hombre consiste más en una opera-
cisamente, porque tiene todo lo que de- ción del entendimiento práctico que del
sea, y esto se debe a algo distinto del entendimiento especulativo.
acto de la voluntad. Pero se requiere
En cambio está lo que dice Agustín
para la bienaventuranza, como disposi-
ción debida para la misma, el no querer en I De Trin.23, que esta contemplación se
nada mal. Y, así, la buena voluntad se nos promete, término de todas las acciones y
plenitud eterna de gozos.
cuenta entre los bienes que hacen biena-
venturado, en la medida que es una in- Solución. Hay que decir: La bienaven-
clinación en ella; del mismo modo que turanza consiste más en una operación
el movimiento se reduce al género de su del entendimiento especulativo que del
término, como la alteración a la cua- práctico. Y esto se demuestra por tres
lidad. razones. La primera, porque, si la bien-
aventuranza del hombre es una opera-
ARTICULO 5 ción, debe ser la mejor operación del
hombre. Pero la mejor operación del
¿La bienaventuranza es una hombre es la de la mejor potencia res-
operación del entendimiento pecto del mejor objeto. Ahora bien, la
especulativo o del práctico? mejor potencia es el entendimiento, y su
In Sent. 4 d.49 q.1 a.1 q.a3; In Ethic. 10 lect.10-12.
mejor objeto el bien divino, que no es,
ciertamente, objeto del entendimiento
Objeciones por las que parece que la práctico, sino del especulativo. Por con-
bienaventuranza consiste en una opera- siguiente, en esta operación, es decir, en
ción del entendimiento práctico. la contemplación de las cosas divinas,
1. El fin último de toda criatura es consiste fundamentalmente la bienaven-
asemejarse a Dios. Pero el hombre se turanza. Y porque parece que cada uno es
asemeja más a Dios por el entendimien- su parte mejor, como se dice en los libros
to práctico, que es causa de las cosas en- IX y X Ethic.24, por eso mismo esta
tendidas, que por el especulativo, que operación es la más adecuada al hombre
recibe su ciencia de las cosas. Luego la y la más agradable.
bienaventuranza del hombre consiste La segunda surge de que la contem-
más en una operación del entendimiento plación se busca sobre todo por sí mis-
práctico que del especulativo. ma. Pero el acto del entendimiento prác-
2. Además, la bienaventuranza es el tico no se busca por sí mismo, sino por
bien perfecto del hombre. Pero el enten- la acción. Las acciones mismas también
22. C.1: ML 42,973. 23. C.8: ML 42,831. 24. ARISTÓTELES, 1.9 c.8 n.6 (BK
1169a2): S. TH., lect.9; 1.10 c.7 n.9 (BK 1178a2): S. TH., lect.11.
64 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.6
se ordenan a un fin. Por consiguiente, es que alcanzamos por una operación del
claro que el último fin no puede consis- entendimiento especulativo, por eso mis-
tir en la vida activa, que pertenece al en- mo, la bienaventuranza del hombre con-
tendimiento práctico. siste más en una operación del entendi-
La tercera también surge de que, en la miento especulativo que en una opera-
vida contemplativa, el hombre entra en ción del entendimiento práctico.
contacto con los seres superiores, es de-
cir, con Dios y los ángeles, a quienes se ARTICULO 6
asemeja por la bienaventuranza. Pero, en
las cosas que pertenecen a la vida activa, ¿Consiste la bienaventuranza del
también los otros animales tienen algo hombre en la consideración de las
en común con el hombre de algún ciencias especulativas?
modo, aunque imperfectamente. Cont. Gentes. 3.48; Compend. theol. c.104.
Y, por eso, la bienaventuranza última
y perfecta, que se espera en la vida futu- Objeciones por las que parece que la
ra, consiste toda ella en la contempla- bienaventuranza del hombre consiste en
ción. Pero la bienaventuranza imperfec- la consideración de las ciencias especula-
ta, como puede tenerse aquí, consiste en tivas.
primer lugar y principalmente en la con- 1. Dice el Filósofo, en el libro
templación; en segundo lugar, en la ope- Ethic.26, que la felicidad es la operación se-
ración del entendimiento práctico que gún la virtud perfecta. Pero distinguiendo
ordena las acciones y pasiones humanas, las virtudes, sólo señala tres especulati-
como se dice en X Ethic.25 vas: la ciencia, la sabiduría y el entendimien-
Respuesta a las objeciones: 1. A la to 27 , todas las cuales pertenecen a la con-
primera hay que decir: Esta similitud del sideración de las ciencias especulativas.
entendimiento práctico con Dios es se- Luego la última bienaventuranza del
gún proporcionalidad, es decir, porque hombre consiste en la especulación de
se relaciona con su objeto conocido las ciencias especulativas.
como Dios con el suyo. Pero la semejan- 2. Además, parece que la bienaven-
za del entendimiento especulativo es se- turanza última del hombre es aquello
gún unión o información, que es una se- que todos desean naturalmente por sí
mejanza mucho mayor. Y, además, se mismo. Pero así es la consideración de
puede decir que Dios no tiene conoci- las ciencias especulativas, porque, como
miento práctico, sino sólo especulativo, se dicen en I Metaphys.28, todos los hom-
del principal objeto conocido, que es su bres desean por naturaleza saber; y poco
esencia. después 29 añade que las ciencias especu-
2. A la segunda hay que decir: El en- lativas se buscan por sí mismas. Luego
tendimiento práctico se ordena al bien la bienaventuranza consiste en la consi-
que está fuera de él, mientras que el en- deración de las ciencias especulativas.
tendimiento especulativo tiene el bien en 3. Además, la bienaventuranza es la
sí mismo, es decir, la contemplación de perfección última del hombre. Pero algo
la verdad. Y si ese bien es perfecto, todo se perfecciona en la medida que pasa de
el hombre se perfecciona y hace bueno, potencia a acto. Ahora bien, el entendi-
pero ciertamente no lo tiene el entendi- miento humano pasa a acto mediante la
miento práctico, sino que ordena a él. consideración de las ciencias especulati-
3. A la tercera hay que decir: Ese ra- vas. Luego parece que la bienaventuran-
zonamiento procedería si el hombre mis- za última del hombre consiste en una
mo fuese su último fin, pues entonces la consideración así.
consideración y ordenación de sus actos En cambio está lo que se dice en Jer
y pasiones sería su bienaventuranza. 9,23: No se gloríe el sabio en su sabiduría; y
Pero, porque el fin último del hombre habla de la sabiduría de las ciencias es-
es un bien extrínseco, es decir, Dios, peculativas. Por tanto, la bienaventuran-
25. ARISTÓTELES, c.7 (BK 1177a12) c.8 (BK 1178a9): S. TH., lect.10ss. 26. ARISTÓTE-
LES, 1 c.13 n.1 (BK 1102a5): S. TH., lect.19. 27. ARISTÓTELES, Eth. 6 c.3 n.1 (BK
1139b16): S. TH., lect.3. 28. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 980a21): S. TH., lect.1. 29. ARIS-
TÓTELES, Metaph. 1 c.2 n.3.5 (BK 982a14; a28): S. TH., lect.2.
C.3 a.7 ¿Qué es la bienaventuranza? 65
za última del hombre no consiste en la to de alguna cosa que sea superior al en-
consideración de éstas. tendimiento humano. Ahora bien, se ha
Solución. Hay que decir: Como se ha demostrado (1 q.88 a.2) que mediante las
dicho antes (a.2 ad 4), la bienaventuran- cosas sensibles no se puede llegar al co-
za del hombre es doble: una perfecta y nocimiento de las cosas separadas, que
otra imperfecta. Ahora bien, hay que en- son superiores al conocimiento humano.
tender como bienaventuranza perfecta la Luego queda que la bienaventuranza úl-
que alcanza la verdadera razón de bien- tima del hombre no puede estar en la
aventuranza, y por bienaventuranza im- consideración de las ciencias especulati-
perfecta la que no la alcanza, sino que vas, sino que, del mismo modo que en
participa de una semejanza particular de las formas sensibles se participa alguna
la bienaventuranza. Del mismo modo semejanza de las sustancias superiores, la
que la prudencia se encuentra en el consideración de las ciencias especulati-
hombre, en quien se da la razón de las vas es cierta participación de la biena-
cosas agibles, mientras que una pruden- venturanza verdadera y perfecta.
cia imperfecta se da en algunos animales Respuesta a las objeciones: 1. A la
brutos, en quienes hay algunos instintos primera hay que decir: El Filósofo habla
particulares para algunas obras similares en el libro Ethicorum32 de la felicidad im-
a las de la prudencia. perfecta, del modo en que puede tenerse
Así, pues, la bienaventuranza perfecta en esta vida, como ya se dijo (a.2 ad 4).
no puede consistir en la consideración 2. A la segunda hay que decir: No sólo
de las ciencias especulativas. Para verlo se desea naturalmente la bienaventuranza
claramente, es necesario advertir que la perfecta, sino también cualquier seme-
consideración de la ciencia especulativa janza o participación de ella.
no se extiende más allá de la virtud de 3. A la tercera hay que decir: Mediante
los principios de esa ciencia, porque en la consideración de las ciencias especula-
los principios de la ciencia se contiene tivas nuestro entendimiento pasa a acto,
virtualmente toda la ciencia. Pero los pero no al último y completo.
primeros principios de las ciencias es-
peculativas son recibidos mediante los ARTICULO 7
sentidos, como demuestra el Filósofo en
el principio de Metaphys. 30 y al final de ¿La bienaventuranza consiste en el
Poster.3I Por tanto, toda la consideración conocimiento de las sustancias
de las ciencias especulativas no puede separadas?
extenderse más allá de adonde puede
1 q.64 a.1 ad 1; In Boet. De Tria, q.6 a.4 ad 3; Cont.
conducir el conocimiento de las cosas Gentes 3,44.
sensibles. Pero la bienaventuranza última
del hombre, que es su perfección última, Objeciones por las que parece que la
no puede consistir en el conocimiento bienaventuranza del hombre consiste en
de las cosas sensibles; pues nada inferior el conocimiento de las sustancias separa-
perfecciona a algo superior, a no ser que das, es decir, de los ángeles.
en lo inferior haya alguna participación 1. Dice Gregorio en una homilía33:
de lo superior. Pero es claro que la for- De nada sirve asistir a las fiestas de los hom-
ma de la piedra, o de cualquier otra cosa bres, si no se asiste a las fiestas de los ánge-
sensible, es inferior al hombre. Por con- les; con lo que se refiere a la bienaventu-
siguiente, el entendimiento no se perfec- ranza final. Pero podemos asistir a las
ciona por la forma de la piedra en cuan- fiestas de los ángeles mediante su con-
to es tal forma, sino en cuanto en ella se templación. Luego parece que la última
participa alguna semejanza de algo que bienaventuranza del hombre consiste en
es superior al entendimiento humano, es la contemplación de los ángeles.
decir, la luz inteligible o algo así. Por 2. Además, la perfección última de
eso conviene que la perfección última una cosa es que se una con su principio;
del hombre sea mediante el conocimien- por eso también se dice que el círculo es
30. ARISTÓTELES, 1 c.1 n.4 (BK 980b29): S. TH., lect.1. 31. ARISTÓTELES, 2 c.15 c.5
(BK 100a6): S. TH., lect.20. 32. ARISTÓTELES, 1 c.10 n.16 (BK 1101a20): S. TH., lect.18.
33. In Evang. 1.2 homil.26: ML 76,1202.
66 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.8
34. Cf. ARISTÓTELES, Phys. 8 c.8 n.10 (BK 264b28): S. TH., lect.19. 35. § 2: MG
3,180. 36. ARISTÓTELES, la c.1 n.5 (BK 993b30): S. TH., 1.2 lect.3. 37. Lib. de causis 3;
S. TH., lect.3; AVICENA, Metaph. tr.9 c.4 (104 v); De an. p.5 c.6 (26va). 38. § 3: MG
3,1001.
C.3 a.8 ¿Qué es la bienaventuranza? 67
e Después de complementar con temas adyacentes el a.4 (en los arts. 5-7), Santo Tomás
plantea un articulo conclusivo.
En éste intenta dar ante todo la denominación justa del acto intelectual por el que el hom-
bre consigue la bienaventuranza: es la visión. Se opone así este «nombre» al acto normal del
conocimiento humano, que se llama ciencia, y al acto propio de los «viatores» en las cuestiones
sobrenaturales, que se denomina fe. La visión es una forma de «conocimiento» de Dios, ya en
la eternidad, que posee todas las cualidades de lo sobrenatural.
Por ello insistirá el Santo en el carácter propio de esta visión de Dios. Por el entendimiento
natural, el hombre conoce, como mucho, la existencia de Dios. Por la revelación de fe, el ser
humano penetra ya en los misterios propios de Dios. Pero nada de eso es suficiente para sentir-
se perpetuamente feliz. Sólo la «posesión» de la esencia divina por parte del hombre en el acto
de visión le dará la verdadera bienaventuranza.
Se marcan así las diferencias entre los actos de la inteligencia humana respecto de Dios. Se
recuerda con pertinencia la índole humana de la bienaventuranza celestial. Y se pone un acen-
to: puesto que las fuerzas humanas son insuficientes para aprehender tan grande misterio de la
esencia misma de Dios, el hombre se ve necesitado de una ayuda. De esta «ayuda» nos hablará
en la c.5, aunque ya estaba desarrollado en la Suma teológica I q.4-5, donde le da el nombre de
«lumen».
Santo Tomás cita con frecuencia en esta cuestión a San Agustín, quizás porque fue uno de
los teólogos que más trató de la vida «beata» y de la contemplación de Dios. No faltan tampo-
co, según hemos observado, las alusiones a Aristóteles. En el fondo, el tratamiento dado a la
felicidad aquí no anda muy lejos, si le añadimos el «bautismo» teológico, del que nos presenta
el Estagirita en su Etica Nicomaquea (libro 10 c.8).
68 Tratado de la bienaventuranza C.3 a.8
objeto, en lo único en que consiste la mismo el fin de la naturaleza superior
bienaventuranza del hombre, como ya se que el de la inferior, incluso el de todas
dijo (a.1 y 7; q.2 a.8). las cosas, como allí mismo se dijo. El
Respuesta a las objeciones: 1. A la otro, como la consecución de esta cosa;
primera hay que decir: Dionisio habla del y así es distinto el fin de la naturaleza
conocimiento que tienen los viadores, superior y el de la inferior, según su dis-
los que se dirigen a la bienaventuranza. tinta relación con la cosa. Así, pues, la
2. A la segunda hay que decir: Como bienaventuranza de Dios, al comprehen-
hemos dicho (q.1 a.8), el fin puede en- der con el entendimiento su esencia, es
tenderse de dos modos. Uno, como la más alta que la del hombre o la del án-
cosa misma que se desea; y así, es el gel, que ven, pero no comprehenden.
CUESTIÓN 4
a Con esta solución, que completará en el a.2, sienta Santo Tomás su tesis acerca de la de-
lectación o goce de la bienaventuranza. Se excluye el placer corporal como tal y se afirma que
el goce espiritual es un elemento necesario (concomitante), pero no esencial, para la felicidad
última.
70 Tratado de la bienaventuranza C.4 a.2
es otra cosa que la consecución del bien delectación es más importante que la vi-
sumo. sión en la bienaventuranza.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. L.a delectación es la perfección de la
primera hay que decir: Por el hecho mismo operación, como se dice en X Ethic.8
de darle la recompensa a uno, la volun- Pero la perfección es mejor que lo per-
tad del que la merece descansa, y eso es fectible. Luego la delectación es mejor
deleitarse. Por eso, en la razón misma de que la operación del entendimiento, que
la recompensa dada se incluye la delecta- es la visión.
ción. 2. Además, es de más valor aquello
2. A la segunda hay que decir: La de- que hace apetecible una cosa. Pero las
lectación es causada por la visión misma operaciones se apetecen por su delecta-
de Dios. De ahí que, quien ve a Dios, ción; por eso también la naturaleza aña-
no puede carecer de delectación. dió delectación a las operaciones necesa-
3. A la tercera hay que decir: La de- rias para la conservación del individuo y
lectación que acompaña a la operación de la especie, para que los animales no
del entendimiento no la impide, sino las descuidaran. Luego en la bienaventu-
más bien la refuerza, como se dice en ranza, la delectación es de más valor que
X Ethic.7: pues realizamos con más la operación del entendimiento, que es la
atención y perseverancia aquellas cosas visión.
que hacemos deleitablemente. Sin em- 3. Además, la visión corresponde a
bargo, una delectación extraña impide la la fe, mientras que la delectación o frui-
operación, unas veces por distracción de ción, a la caridad. Pero la caridad es ma-
la intención, porque, como acabamos de yor que la fe, como dice el Apóstol en
decir, atendemos más a aquellas cosas 1 Cor 13,13. Luego la delectación o frui-
que nos deleitan y, mientras atendemos ción es más estimable que la visión.
vehementemente a una, necesariamente En cambio, la causa es más aprecia-
la intención se aparta de otra. Otras ve- ble que el efecto. Pero la visión es causa
ces también por contrariedad, como la de la delectación. Luego la visión es más
delectación de los sentidos, contraria a la apreciable que la delectación.
razón, entorpece la estimación de la pru- Solución: Hay que decir: Esta cuestión
dencia, más que a la estimación del en- la plantea el Filósofo en X Ethic.9, y la
tendimiento especulativo. deja sin solucionar. Pero si se considera
diligentemente, es del todo necesario
ARTICULO 2 que la operación del entendimiento, que
¿Es más importante la visión que la es la visión, sea más estimable que la de-
delectación en la bienaventuranza? lectación. Porque la delectación consiste
en un descanso de la voluntad. Pero el
In Sent. 2 d.38 a.2 ad 6; Cont. Gentes 3,26; In Ethic. que la voluntad descanse en algo, se
10 lect.6.
debe sólo a la bondad de aquello en que
Objeciones por las que parece que la descansa. Por tanto, si la voluntad des-
7. ARISTÓTELES, c.4 n.6 (BK 1174b23): S. TH., lect.6. 8. ARISTÓTELES, c.4 n.6.8 (BK
1174b23; b31): S. TH., lect.6. 9. ARISTÓTELES, c.4 n.11 (BK 1175a18): S. TH., lect.6.
Santo Tomás se sitúa así entre los que excluían todo placer de la bienaventuranza y los que
la hacían consistir en el goce fruitivo, como Aureolo. El sí al placer producido por la felicidad
es claro. Sin él no hay verdadera bienaventuranza. Por eso se aleja de los espiritualismos puri-
tanos, que llegaban a negar el placer de la vida eterna.
Pero las características de esa delectación última son muy espirituales. De entrada, el cuerpo
es excluido directamente de la suprema felicidad. El deleite del que se Habla es el acompañante
al acto del entendimiento humano aprehendiendo su objeto beatífico. Hay gozo, hay placer,
pero poseen un carácter singular, propio de lo más «alto» que tiene el hombre: su alma.
Esta manera de concebir el placer en la felicidad eterna la aplicará también en esta vida. El
hombre feliz es el hombre en el acto de contemplación, un acto típicamente intelectual. No es
extraño que algunos acusasen a Santo Tomás y Aristóteles, de donde procede la doctrina, de
ser fríamente intelectuales hasta para la concepción de la felicidad humana y tangible. Hoy día
muchos desearían un mayor compromiso con el placer, más acorde con la visión del hombre
como un todo unitario y donde todas las facultades gozan con su ejercicio gratificante.
C.4 a.3 ¿Qué se requiere para la bienaventuranza? 71
cansa en una operación, el descanso de ARTICULO 3
la voluntad procede de la bondad de la
operación. Ni siquiera la voluntad busca ¿Se requiere la comprehensión para
el bien por el descanso; si fuera así, el la bienaventuranza?
acto mismo de la voluntad sería fin, y 1 q.12 a.7 ad 1; In Sent. a1 d.l q.1 a.1; 4 d.49 q.4 a.5
esto contradice lo dicho antes (q.1 a.1 ad q. 1.
2; q.3 a.4). Con todo, busca descansar en
Objeciones por las que parece que
la operación, porque la operación es su
no se requiere la comprehensión para la
bien. Concluyendo, es claro que la ope-
bienaventuranza.
ración misma en la que descansa la vo-
1. Dice Agustín, Ad Paulinam, De
luntad es un bien más importante que el
videndo Deum11: Es gran bienaventuranza
descanso de la voluntad en él.
llegar con la mente a Dios, pero es imposible
comprehenderlo. Luego la bienaventuranza
Respuesta a las objeciones: 1. A la se da sin comprehensión.
primera hay que decir: Como señala en el 2. Además, la bienaventuranza es la
mismo lugar10 el Filósofo, la delectación perfección del hombre según su parte
perfecciona la operación, como los encantos a intelectiva, en la que no hay más poten-
la juventud, porque son su consecuencia. cias que el entendimiento y la voluntad,
Así, la delectación es una perfección como se dijo en la primera parte
concomitante de la visión, no una per- (q.79ss). Pero el entendimiento se per-
fección que haga que la visión sea per- fecciona suficientemente por la visión de
fecta en su especie. Dios, y la voluntad por la delectación en
2. A la segunda hay que decir: La apre- él. Luego no se requiere la comprehen-
hensión sensitiva no llega a la razón co- sión como algo tercero.
mún de bien, sino a un bien particular 3. Además, la bienaventuranza con-
que es deleitable. Y por eso, según el siste en una operación. Pero las opera-
apetito sensitivo que hay en los anima- ciones se determinan según sus objetos,
les, se buscan las operaciones por la de- y los objetos generales son dos: la ver-
lectación. Pero el entendimiento apre- dad y el bien; la verdad corresponde a la
hende la razón universal de bien, a cuya visión, y el bien, a la delectación. Luego
consecución sigue la delectación; por eso no se requiere la comprehensión como
se dirige con más interés al bien que a la algo tercero.
delectación. Y de ahí que el entendi-
miento divino, que es el que dispone la En cambio está lo que dice el Após-
naturaleza, haya añadido las delectacio- tol en 1 Cor 2,24: Corred de modo que com-
nes por las operaciones. Pero no hay prehendáis. Pero la carrera espiritual ter-
que apreciar las cosas simplemente por mina en la bienaventuranza; por eso
el orden del apetito sensitivo, sino más también dice en 2 Tim 7,8: He combatido
bien según el orden del apetito intelec- un buen combate, he terminado la carrera, he
tivo. guardado la fe; al final se me ha dado la co-
3. A la tercera hay que decir: La cari- rona de la justicia. Luego se requiere la
dad no busca por la delectación el bien comprehensión para la bienaventuranza.
amado, sino que esto es su consecuencia, Solución: Hay que decir: Como la bien-
deleitarse de haber conseguido el bien aventuranza consiste en la consecución
que ama. Y así la delectación no le co- del fin último, las cosas que se requieren
rresponde como fin, sino más propia- para la bienaventuranza hay que consi-
mente la visión, por la que el fin se le derarlas desde el orden mismo del hom-
hace presente primero. bre al fin. Ahora bien, el hombre se or-
10. ARISTÓTELES, c.4 n.6.8 (Ex 1174b23; b31): S. TH., lect.6. 11. Serm. ad popul. serm.117
c.3: ML 38,663.
72 Tratado de la bienaventuranza C.4 a.4
Solución: Hay que decir: La rectitud lo que se ordena a un fin termina cuan-
de la voluntad se requiere para la bien- do llega al fin, sino sólo lo que se da en
aventuranza antecedente y concomitante- razón de la imperfección, como el movi-
mente. Antecedentemente, en efecto, miento. Por eso, los instrumentos del
porque la rectitud de la voluntad existe movimiento no son necesarios después
por el orden debido al fin último. Ahora de que se ha llegado al fin, pero es nece-
bien, el fin se relaciona con lo que orde- sario el orden debido al fin.
na a él, como la forma con la materia.
Por eso, lo mismo que la materia no
puede conseguir la forma si no está de- ARTICULO 5
bidamente dispuesta para ella, nada pue- ¿Para la bienaventuranza del hombre
de conseguir el fin si no está ordenado a se requiere el cuerpo?
él debidamente. Y, por eso, nadie puede
llegar a la bienaventuranza si no tiene Cont. Gentes 4,79.91; Depot, q.5 a.10; Compend. theol.
rectitud de voluntad. c.151.
Concomitantemente también, porque, Objeciones por las que parece que se
como ya se dijo (q.3 a.8), la bienaventu- requiere el cuerpo para la bienaventu-
ranza última consiste en la visión de la ranzab.
esencia divina, que es la esencia misma 1. La perfección de la virtud y de la
de la bondad. Y así la voluntad del que gracia presuponen la perfección de la na-
ve la esencia de Dios necesariamente turaleza. Pero la bienaventuranza es per-
ama cuanto ama en orden a Dios; lo fección de la virtud y de la gracia. Aho-
mismo que la voluntad de quien no ve ra bien, el alma no tiene la perfección de
la esencia de Dios necesariamente ama la naturaleza sin el cuerpo, pues es por
cuanto ama bajo la razón común de bien naturaleza parte de la naturaleza huma-
que conoce. Y esto es lo que hace recta na, y toda parte separada de su todo es
a la voluntad. Por consiguiente, es claro imperfecta. Por consiguiente, el alma no
que no puede haber bienaventuranza sin puede ser bienaventurada sin el cuerpo.
voluntad recta. 2. Además, la bienaventuranza es
Respuesta a las objeciones: 1. A la una operación perfecta, como ya se dijo
primera hay que decir: Agustín está ha- (q.3 a.2 y 5). Pero la operación perfecta
blando del conocimiento de la verdad es consecuencia del ser perfecto, pues
que no es la esencia misma de la todo obra en la medida que es ente en
bondad. acto. Por tanto, como el alma no tiene el
2. A la segunda hay que decir: Algún ser perfecto cuando está separada del
acto del entendimiento precede a todo cuerpo, lo mismo que ninguna parte
acto de la voluntad, pero algún acto de cuando está separada del todo, parece
la voluntad es anterior a algún acto del que el alma no puede ser bienaventurada
entendimiento. Porque la voluntad tien- sin el cuerpo.
de al acto final del entendimiento, que 3. Además, la bienaventuranza es la
es la bienaventuranza. Y, por eso, se exi- perfección del hombre. Pero el alma sin
ge previamente para la bienaventuranza el cuerpo no es hombre. Luego no pue-
la recta inclinación de la voluntad, lo de haber bienaventuranza en un alma sin
mismo que el movimiento correcto de la cuerpo.
flecha para su impacto en la diana. 4. Además, según el Filósofo, en
3. A la tercera hay que decir: No todo VII Ethic. 13, la operación de la felicidad, en
b Reaparece el cuerpo, que, como antes se dijo, es innecesario para la visión feliz. Convenía
reafirmarlo contra quienes demoraban la bienaventuranza hasta la resurrección universal. En el
a.6 se complementará esta enseñanza, diciendo que el bien del cuerpo es un «ornato» de la feli-
cidad total; por eso se habla de la resurrección de los cuerpos.
Incluso en esta vida presente, el cuerpo es nada más que un medio para la felicidad, aunque
se necesita de él más próximamente. Es muy difícil, por ejemplo, sentirse feliz sin salud corpo-
ral. Ya lo decía Aristóteles.
Es curiosa la observación acerca de esa especie de «nostalgia» que tendría el alma del cuer-
po (cf. q.4 a.5 ad 2).
74 Tratado de la bienaventuranza C.4 a.5
la que consiste la bienaventuranza, es no lio cuando añade (v.7): porque caminamos
impedida. Pero la operación del alma se- en fe y no en visión. De lo cual se despren-
parada es impedida, porque, como dice de que, cuando uno camina en fe y no
Agustín en XII Super Gen. ad litt. 14: Le en visión, careciendo de la visión de la
es inherente cierto apetito natural de gobernar esencia divina, todavía no está presente
el cuerpo, y este apetito le impide de algún ante Dios. Pero las almas de los santos,
modo llegar con toda atención a aquel sumo separadas del cuerpo, están presentes
cielo, es decir, a la visión de la esencia di- ante Dios, por eso se añade (v.8): Pero
vina. Luego el alma no puede ser bien- nos atrevemos y tenemos buen deseo de dejar el
aventurada sin el cuerpo. cuerpo y presentarnos ante el Señor. Por con-
5. Además, la bienaventuranza es un siguiente, es claro que las almas de los
bien suficiente y aquieta el deseo. Pero santos, separadas de los cuerpos, andan
esto no se ajusta al alma separada, por- en visión, viendo la esencia de Dios, y
que aún desea la unión del cuerpo, en esto está la verdadera bienaventu-
como dice Agustín15. Luego el alma se- ranza.
parada del cuerpo no es bienaventurada. Esto también se concluye por razón.
6. Además, el hombre en la bien- Porque el entendimiento, para su opera-
aventuranza es igual a los ángeles. Pero ción perfecta, sólo necesita del cuerpo
el alma sin el cuerpo no es igual a los por las imágenes (phantasmata), en las
ángeles, como dice Agustín16. Luego no que mira la verdad inteligible, como se
es bienaventurada. dijo en la primera parte (q.84 a.7). Pero
es evidente que la esencia divina no pue-
En cambio está lo que se dice en de verse mediante imágenes, como se
Apoc 14,13: bienaventurados los muertos que demostró en la primera parte (q.12 a.3).
mueren en el Señor. Por consiguiente, la bienaventuranza
Solución: Hay que decir: Hay dos cla- perfecta del hombre no depende del
ses de bienaventuranza: una imperfecta, cuerpo, pues consiste en la visión de la
que se tiene en esta vida, y otra perfecta, esencia divina. En consecuencia, el alma
que consiste en la visión de Dios. Ahora puede ser bienaventurada sin el cuerpo.
bien, es claro que para la bienaventuran- Pero hay que tener en cuenta que una
za de esta vida por necesidad se requiere cosa pertenece a la perfección de otra de
el cuerpo, porque la bienaventuranza de dos modos. Uno, para constituir la esen-
esta vida es una operación del entendi- cia de la cosa, como se requiere el alma
miento, del especulativo o del práctico. para la perfección del hombre. Del otro
Pero no puede haber operación del en- modo, se requiere para la perfección de
tendimiento en esta vida sin imagen, que una cosa lo que pertenece a su bien ser,
sólo está en un órgano corpóreo, corno como pertenecen a la perfección del
se determinó en la primera parte (q.84 hombre la belleza del cuerpo y la rapi-
a.6 y 7). Y así la bienaventuranza que dez de ingenio. Así, pues, aunque el
puede tenerse en esta vida depende de cuerpo no pertenece a la perfección de la
algún modo del cuerpo. bienaventuranza humana del primer modo,
Pero acerca de la bienaventuranza sin embargo, pertenece del segundo.
perfecta, que consiste en la visión de Porque la operación depende de la natu-
Dios, algunos afirmaron que no puede raleza de la cosa, cuanto más perfecta
llegarle a un alma que existe sin cuerpo, sea el alma en su naturaleza, más perfec-
diciendo que las almas de los santos, se- tamente tendrá su operación, en la que
paradas del cuerpo, no pueden llegar a consiste la felicidad. Por eso, en XII Su-
esa bienaventuranza hasta el día del jui- per Gen. ad litt.17, cuando pregunta
cio, cuando vuelvan a tomar los cuer- Agustín: Si puede darse aquella bienaventu-
pos. Y esto ciertamente parece que es ranza suprema a los espíritus sin cuerpo de
falso tanto por autoridad como por ra- los difuntos, responde que no pueden ver la
zón. Por autoridad, en efecto, porque sustancia inconmutable como la ven los santos
dice el Apóstol en 2 Cor 5,6: Mientras es- ángeles; bien porque hay en ellos un apetito
tamos en el cuerpo, permanecemos exiliados natural de gobernar el cuerpo, bien por otra
del Señor; y muestra la razón de este exi- causa más oculta.
14. C.35: ML 34,483. 15. De Genesi ad litt. 12 c.35: ML 34,483. 16. De Genesi ad
litt. 12 c.35: ML 34,483. 17. C.35: ML 34,483.
C.4 a.6 ¿Qué se requiere para la bienaventuranza? 75
Respuesta a las objeciones: 1. A la ma fruición llegue también al cuerpo
primera hay que decir: La bienaventuranza por redundancia, en la medida de lo po-
es la perfección del alma por parte del sible. Y por eso, mientras ella disfruta
entendimiento, según el cual trasciende de Dios sin el cuerpo, aunque su apetito
los órganos del cuerpo; pero no por ser descansa en lo que tiene, querría, sin
forma natural del cuerpo. Y por eso per- embargo, que su cuerpo llegara a parti-
manece aquella perfección de la naturale- cipar de ello.
za según la cual se le debe la bienaven- 5. A la quinta hay que decir: El deseo
turanza, aunque no permanezca la per- del alma separada descansa totalmente
fección de la naturaleza según la cual es por lo que se refiere a lo apetecible, por-
forma del cuerpo. que, en efecto, tiene lo que sacia su ape-
2. A la segunda hay que decir: El alma tito. Pero no descansa del todo como
se relaciona con el ser de modo distinto apetente, porque no posee aquel bien
a como lo hacen las otras partes. Porque con toda la capacidad con que quisiera
el ser del todo no es de una de las par- poseerlo. Por eso, al recobrar el cuerpo,
tes; por eso, o bien deja de ser totalmen- la bienaventuranza crece extensivamente,
te la parte, una vez destruido el todo, no intensivamente.
como ocurre con las partes del animal, 6. A la sexta hay que decir: Lo que
destruido el animal; o bien, si permane- allí se dice, que los espíritus de los difuntos
cen, tienen otro ser en acto, como una no ven a Dios igual que los ángeles, no hay
parte de la linea tiene un ser distinto de que entenderlo como una desigualdad de
toda la línea. Pero en el alma humana cantidad, porque ya algunas almas de
permanece el ser del compuesto después bienaventurados también han sido eleva-
de la destrucción del cuerpo, precisa- das hasta los órdenes superiores de los
mente porque es el mismo el ser de la ángeles, y ven a Dios con más claridad
materia y el de la forma, y eso es el ser que los ángeles inferiores. Sino que se
del compuesto. Ahora bien, el alma sub- entiende como desigualdad de propor-
siste en su ser, como se demostró en la ción, porque incluso el último ángel tie-
primera parte (q.75 a.2). Por consiguien- ne toda la perfección de la bienaventu-
te, resulta que, después de la separación ranza que va a tener, mientras que no
del cuerpo, el alma tiene un ser perfecto ocurre lo mismo con las almas separadas
y, por eso, puede también tener una de los santos.
operación perfecta; aunque no tenga la
naturaleza perfecta de la especie.
3. A la tercera hay que decir: La bie- ARTICULO 6
naventuranza es según el entendimiento
del hombre y, por eso, mientras haya ¿Se requiere para la bienaventuranza
entendimiento, puede haber en él biena- la perfección del cuerpo?
venturanza. Del mismo modo que los 3 q.15 a.10; In Sent. 4 d.49 q.4 a.5 q.a2.
dientes de un etíope, según los cuales se
le llama blanco, pueden ser blancos in- Objeciones por las que parece que
cluso después de la extracción. no se requiere la perfección del cuerpo
4. A. la cuarta hay que decir: Una cosa para la bienaventuranza perfecta del
impide otra de dos formas. Una, por hombre.
modo de contrariedad, como el frío im- 1. La perfección del cuerpo es un
pide la acción del calor; y tal impedi- bien corporal. Pero ya se ha demostrado
mento de la operación se opone total- (q.2) que la bienaventuranza no consiste
mente a la bienaventuranza. La otra, por en los bienes corporales. Luego no se
modo de algún defecto, es decir, porque requiere una disposición perfecta del
la cosa impedida carece de algo de lo cuerpo para la bienaventuranza.
que se requiere para su perfección com- 2. Además, la bienaventuranza del
pleta, y este impedimento de la opera- hombre consiste en la visión de la esen-
ción no se opone a la felicidad, sino a su cia divina, como se demostró (q.3 a.8).
perfección completa. Y así se dice que la Pero el cuerpo no aporta nada a esta
separación del cuerpo retarda al alma en operación, como se dijo (a.5). Luego no
dirigirse con toda intención a la visión se requiere ninguna disposición del cuer-
de la esencia divina. Pues el alma desea po para la bienaventuranza.
disfrutar de Dios de modo que esta mis- 3. Además, cuanto más separado
76 Tratado de la bienaventuranza C.4 a.7
está el entendimiento del cuerpo, más cielo. Por eso concluye que cuando este
perfectamente entiende. Pero la bien- cuerpo ya no es animal, sino espiritual, enton-
aventuranza consiste en la operación ces se equiparará a los ángeles y le servirá de
más perfecta del entendimiento. Luego gloria lo que fue pesada carga. Consiguien-
es de todo punto necesario que el alma temente, porque de la bienaventuranza
esté separada del cuerpo. Por tanto, de del alma habrá redundancia para el cuer-
ningún modo se requiere la disposición po, de modo que éste mejorará su per-
del cuerpo para la bienaventuranza. fección. Por eso dice Agustín en la carta
En cambio, la bienaventuranza es el Ad Dioscorum21: Dios hizo el alma de una
premio de la virtud, por eso se dice en naturaleza tan potente, que de su bienaventu-
Jn 13,17: Seréis bienaventurados si hacéis es- ranza plena redundará el vigor de la inmorta-
tas cosas. Pero no sólo se promete a los lidad a la naturaleza inferior.
santos como premio la visión de Dios y Respuesta a las objeciones: 1. A la
la delectación, sino también una buena primera hay que decir: La bienaventuranza,
disposición del cuerpo, pues se dice en no consiste en el bien corporal como su
el último capítulo de Isaías, 14: Veréis, y objeto, pero el bien corporal puede con-
se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos tribuir algo al complemento o perfec-
reverdecerán como hierba. Luego se requiere ción de la bienaventuranza.
la buena disposición del cuerpo para la 2. A la segunda hay que decir: El cuer-
bienaventuranza. po podría impedir esa operación del en-
Solución: Hay que decir: Si hablamos tendimiento mediante la cual se ve a
de la bienaventuranza del hombre que Dios, aunque no aporte nada a ella. Por
puede tenerse en esta vida, es claro que consiguiente, se requiere la perfección
para ella se requiere por necesidad la del cuerpo para que no impida la eleva-
buena disposición del cuerpo, pues con- ción de la mente.
siste esta bienaventuranza, según el Filó- 3. A la tercera hay que decir: Para una
sofo 18, en la operación perfecta. Pero es operación perfecta del entendimiento se
claro que el hombre puede verse impedi- requiere ciertamente la separación de
do en toda operación de virtud por la este cuerpo corruptible, que sobrecarga
debilidad del cuerpo. al alma, pero no la del cuerpo espiritual,
Pero si hablamos de la bienaventuran- que estará totalmente sometido al espíri-
za perfecta, a este respecto algunos afir- tu. De esto hablaremos en la tercera par-
maron que no se requiere ninguna dis- te de esta obra (Suppl. q.82ss).
posición del cuerpo para la bienaventu-
ranza; es más, que se requería que el ARTICULO 7
alma estuviese totalmente separada del
cuerpo. Por eso Agustín, en XXII De ¿Se requieren algunos bienes
civ. Dei19, cita estas palabras de Porfirio: exteriores para la bienaventuranza?
Para que el alma sea bienaventurada, debe 2-2 q.186 a.3 ad 4.
huir de todo cuerpo. Pero esto es incon-
gruente. Pues no puede ser que la per- Objeciones por las que parece que se
fección del alma excluya su perfección requieren también bienes exteriores para
natural, y para ella es natural unirse al la bienaventuranza.
cuerpo. 1. Pertenece a la bienaventuranza lo
En consecuencia, hay que decir que que se promete como premio a los san-
para la bienaventuranza completamente tos. Pero a los santos se les prometen
perfecta se requiere una disposición per- bienes exteriores, como comida y bebi-
fecta del cuerpo, tanto antecedente como da, riqueza y reino, pues se dice en Lc
consiguientemente. Antecedentemente, 22,30: Para que comáis y bebáis a mi mesa
porque, como dice Agustín en XII Super en mi reino, y en Mt 6,20: Venid, benditos
Gen. ad litt.20: Si el cuerpo es de tal condi- de mi Padre, tomad posesión del reino. Lue-
ción que es difícil y pesado su gobierno, como go se requieren bienes exteriores para la
es esta carne que corrompe y sobrecarga al bienaventuranza.
alma, se aparta de aquella visión del supremo 2. Además, según Boecio en III De
18. ARISTÓTELES, Eth. 1 c.13 n.l (BK 1102a5): S. TH., lect.19. 19. C.26: ML 41,794.
20. C.35: ML 34,483. 21. Epist.118 c.3: ML 33,439.
C.4 a.8 ¿Qué se requiere para la bienaventuranza? 77
22. Prosa 2: ML 63,724. 23. De lib. arb. 2 c.19: ML 32,1267. 24. Cf. Le 6,23.
25. ARISTÓTELES, c.13 n.1 (BK 1102a5): S. TH., lect.19. 26. ARISTÓTELES, c.8 n.5 (BK
1178b1): S. TH., lect.12. 27. In Evang. 2 homil.11: ML 76,1114. 28. L1 c.5: ML 34,1237.
78 Tratado de la bienaventuranza C.4 a.8
requiere la compañía de los amigos para requiere necesariamente la compañía de
la bienaventuranza. amigos para la bienaventuranza, porque
2. Además, dice Boecio29 que ningún el hombre tiene toda la plenitud de su
bien sin compañía es posesión grata. Pero perfección en Dios. Pero la compañía de
para la bienaventuranza se requiere de- amigos contribuye al bien ser de la bien-
lectación. Luego también se requiere aventuranza. Por eso dice Agustín en
compañía de amigos. VIII Super Gen. ad litt.31: Para ser bien-
3. Además, la caridad se perfecciona aventurada, la criatura espiritual sólo es ayu-
en la bienaventuranza. Pero la caridad dada intrínsecamente por la eternidad, la ver-
comprende el amor de Dios y del próji- dad y la caridad del Creador. Pero extrínse-
mo. Luego parece que se requiere para camente, si podemos hablar de ayudar, quizá
la bienaventuranza la compañía de ami- únicamente ayude el que se ven mutuamente y
gos. se alegran de su compañía en Dios.
En cambio está lo que se dice en Sab Respuesta a las objeciones: 1. A la
7,11: Me vinieron todos los bienes junto con primera hay que decir: La gloria que es
ella, es decir, con la sabiduría divina, esencial para la bienaventuranza es la
que consiste en la contemplación de que tiene el hombre, no ante los hom-
Dios. Y así, para la bienaventuranza no bres, sino ante Dios.
se requiere ninguna otra cosa. 2. A la segunda hay que decir: Esa fra-
Solución: Hay que decir: Si hablamos se tiene sentido cuando en el bien que se
de la felicidad de la vida presente, como tiene no hay plena suficiencia. Y esto no
dice el Filósofo en IX Ethic.30, el hom- puede decirse en el argumento, porque
bre feliz necesita amigos; no, ciertamen- el hombre tiene suficiencia de todo bien
te, por utilidad, pues se basta a sí mis- en Dios.
mo; ni por delectación, pues tiene en sí 3. A la tercera hay que decir: La per-
mismo la delectación perfecta en la ope- fección de la caridad es esencial para la
ración de la virtud; sino para obrar bien, bienaventuranza en cuanto al amor de
es decir, para hacerles bien, y para que, Dios, pero no en cuanto al amor al pró-
al verlos, le agrade hacer el bien, y tam- jimo. Por eso, si hubiera una sola alma
bién para que le ayuden a hacerlo. Por- disfrutando de Dios, sería bienaventura-
que el hombre necesita del auxilio de los da, aunque no tuviera prójimo a quien
amigos para obrar bien, tanto en las amar. Pero, supuesto el prójimo, su
obras de la vida activa como en las de la amor es consecuencia de la dilección
vida contemplativa. perfecta de Dios. Por eso, la amistad y
Pero si hablamos de la bienaventuran- la bienaventuranza perfecta se relacionan
za perfecta que habrá en la patria, no se entre sí como concomitantemente.
29. SÉNECA, Ad Lacilium epist.6 (DD 532). 30. ARISTÓTELES, c.9 n.4 (BK 1169b22):
S. TH., lect.10. 31. C.25: ML 34,391.
CUESTIÓN 5
La consecución de la bienaventuranza
A continuación debemos tratar de la consecución de la bienaventuranza
(cf. q.2 introd.).
Y acerca de esto se plantean ocho problemas:
1. ¿Puede el hombre conseguir la bienaventuranza?—2. ¿Puede un
hombre ser más bienaventurado que otro?—3. ¿Puede alguno ser bien-
aventurado en esta vida?—4. ¿Se puede perder la bienaventuranza una vez
adquirida?—5. ¿Puede el hombre adquirir la bienaventuranza por sus me-
dios naturales?—6. ¿Consigue el hombre la bienaventuranza por la acción
de alguna criatura superior?—7. ¿Se requiere alguna obra del hombre para
conseguir de Dios la bienaventuranza?—8. ¿Todo hombre desea la bien-
aventuranza?
1. C.4 § 1.2: MG 3,693-696; S. TH., lect.1.2; c.6 § 1: MG 3,856; S. TH., lect.2; c.7 § 2: MG
3,868; S. TH., lect.2. 2. ARISTÓTELES, c.7 n.5 (BK 431b2): S. TH., lect.12.
a Se aborda aquí un problema muy interesante: la posibilidad radical del hombre para la
bienaventuranza eterna y comunión con Dios.
La respuesta de Santo Tomás es positiva. Y la fundamenta en su antropología, que concibe
el entendimiento humano como adaptado en su capacidad al «bien universal». Confirma esta
doctrina con la revelación cristiana, que habla de cómo un día los bienaventurados llegan a ver
a Dios.
Otro problema, ya abordado inicialmente (cf. Summa theol. 1 q.12 a.4-5; 1-2 q.3 a.8), es si
el hombre, sólo con sus propias fuerzas, logra la visión de la divina esencia. La respuesta aquí
es negativa. En el a.5 dirá que ver a Dios por esencia excede a la naturaleza humana, y más
adelante (a.6 ad 2) hablará del «lumen gloriae», por el que Dios viene en ayuda del ser humano
para gozar de esa visión beatificante.
Y todavía otro tema completa las condiciones humanas para la bienaventuranza y que inte-
resa señalar para comprender de nuevo el sentido de la moral frente a la felicidad última. Se
trata de la necesidad de las obras buenas para llegar al Dios feliz. Su solución es intermedia:
la bienaventuranza en Dios es gratuita, pero hay una necesidad «secundaria» de los méritos de
las acciones buenas «para que se conserve el orden en las cosas» (cf. a.7 ad 1). Esta frase mis-
teriosa parece significar lo que en otros lugares suele denominar respeto a lo natural o al orden
de la creación, ya que la gracia no destruye nunca la naturaleza. Tampoco la bienaventuranza
sobrenatural ha de eliminar la propia naturaleza del orden moral humano.
80 Tratado de la bienaventuranza C.5 a.2
superar lo medio. Luego, como entre 2. A la segunda hay que decir: Según el
Dios y la naturaleza humana media la estado de la vida presente, le es connatu-
naturaleza angélica, que el hombre no ral al hombre el modo de conocer la
puede superar, parece que no puede ad- verdad inteligible mediante imágenes.
quirir la bienaventuranza. Pero después del estado de esta vida, tie-
En cambio está lo que se dice en el ne otro modo connatural, como se dijo
Sal 93,12: Bienaventurado aquel a quien tú en la primera parte (q.84 a.7; q.89 a.1).
educas, Señor. 3. A la tercera hay que decir: El hom-
bre no puede superar a los ángeles en
Solución. Hay que decir: La bienaven-
grado de naturaleza, es decir, siendo por
turanza significa la adquisición del bien
naturaleza superior a ellos. Pero puede
perfecto. Por consiguiente, quien es ca-
superarlos mediante la operación del en-
paz de recibir el bien perfecto puede lle-
gar a la bienaventuranza. Pero se ve que tendimiento, al entender que algo está
el hombre es capaz de recibir el bien sobre los ángeles, y esto hace a los hom-
perfecto, porque no sólo su entendi- bres bienaventurados; y cuando lo consi-
miento puede alcanzar el bien universal ga perfectamente, será perfectamente bien-
aventurado.
y perfecto, sino también su voluntad de-
searlo. Por tanto, el hombre puede al-
canzar la bienaventuranza. Se advierte ARTICULO 2
también lo mismo por el hecho de que
el hombre es capaz de tener la visión de ¿Puede un hombre ser más
la esencia divina, como se determinó en bienaventurado que otro?
la primera parte (q.12 a.1); y hemos di- In Sent. 4 d.49 q.1 a.4 q.a2; In Matth. 20; la 1 Cor.
cho (q.3 a.8) que la bienaventuranza per- 3 lect.2; In lo. 14 lect.l.
fecta del hombre consiste precisamente
en esta visión. Objeciones por las que parece que
Respuesta a las objeciones: 1. A la un hombre no puede ser más bienaven-
primera hay que decir: La naturaleza racio- turado que otro.
nal supera a la naturaleza sensitiva de 1. La bienaventuranza es el premio de
modo distinto a como la intelectual su- la virtud, como dice el Filósofo en I
pera a la racional. Porque la naturaleza Ethic.3 Pero se da a todos la misma re-
racional supera a la sensitiva en cuanto compensa por las obras de las virtudes,
al objeto del conocimiento, ya que los pues se dice en Mt 20,10 que todos los
sentidos de ningún modo pueden cono- trabajadores en la viña recibieron cada uno
cer lo universal, cuya razón es cognosci- un denario; porque, como dice Grego-
tiva. Pero la naturaleza intelectual supera rio 4, consiguieron la misma retribución de
a la racional en cuanto al modo de cono- vida eterna. Luego uno no será más bien-
cer la misma verdad inteligible, pues la aventurado que otro.
naturaleza racional llega a ella mediante 2. Además, la bienaventuranza es el
la investigación de la razón, como se bien sumo. Pero no puede haber algo
desprende de lo dicho en la primera par- mayor que lo sumo. Luego no puede
te (q.58 a.3; q.79 a.8). Y por eso, la ra- haber otra bienaventuranza mayor que la
zón llega mediante cierto movimiento a bienaventuranza de un hombre.
lo que el entendimiento comprende. Por 3. Además, la bienaventuranza, por
consiguiente, la naturaleza racional pue- ser un bien perfecto y suficiente5, aquieta el
de conseguir la bienaventuranza, que es deseo del hombre. Pero no se aquieta el
la perfección de la naturaleza intelectual, deseo si falta algún bien que pudiera
aunque de modo distinto a como lo ha- añadirse. Ahora bien, si no falta nada
cen los ángeles. Pues los ángeles la con- que pueda añadirse, no podrá haber un
siguieron inmediatamente después de su bien distinto mayor. Luego o el hombre
creación, mientras que los hombres lle- no es bienaventurado, y, si sí lo es, no
gan a ella a través del tiempo. Pero la puede haber una bienaventuranza mayor
naturaleza sensitiva de ningún modo que otra.
puede conseguir este fin. En cambio está lo que se dice en Jn
14,2: En la casa de mi Padre hay muchas dice Agustín en V Confess.8: Quien te co-
moradas, que, como señala Agustín6, sig- noce a Ti y las otras cosas, no es más bien-
nifican distintas dignidades de méritos en la aventurado por las otras cosas, sino que es bien-
vida eterna. Pero la dignidad de vida eter- aventurado por Ti solo.
na, que se da por los méritos, es la bien-
aventuranza misma. Luego hay diversos ARTICULO 3
grados de bienaventuranza, y no todos
tienen igual bienaventuranza. ¿Puede alguien ser bienaventurado
Solución. Hay que decir: Como se dijo en esta vida?
antes (q.1 a.8; q.2 a.7), en la razón de In Sent. 4 d.43 a.1 q.al; d.49 q.1 a.1 q.a4; Cont. Gen-
bienaventuranza se incluyen dos cosas: tes 3,48; In Ethic. 1 lect.10.16.
el fin último, que es el bien sumo, y la
consecución o fruición de este bien. En Objeciones por las que parece que
cuanto al bien, que es objeto y causa de puede tenerse la bienaventuranza en esta
la bienaventuranza, no puede haber una vida.
bienaventuranza mayor que otra, porque 1. Se dice en Sal 118,1: Bienaventura-
no hay más que un bien sumo, Dios, dos los de conducta intachable, porque caminan
con cuya fruición los hombres son bien- en la ley del Señor. Pero esto sucede en
aventurados. Pero en cuanto a la conse- esta vida. Luego alguno puede ser bie-
cución o fruición de este bien, uno pue- naventurado en esta vida.
de ser más bienaventurado que otro, 2. Además, la participación imper-
pues cuando más disfruta de este bien, fecta del bien sumo no quita razón de
más bienaventurado es. Ahora bien, su- bienaventuranza; de lo contrario, uno no
cede que uno puede disfrutar de Dios sería más bienaventurado que otro.
más perfectamente que otro, porque está Pero, en esta vida, los hombres pueden
mejor dispuesto u ordenado a su frui- participar del bien sumo, conociendo y
ción. Y de acuerdo con esto, uno puede amando a Dios, aunque sea imperfecta-
ser más bienaventurado que otro. mente. Luego el hombre puede ser bien-
aventurado en esta vida.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. Además, lo que afirman muchos
primera hay que decir: La unidad del dena- no puede ser del todo falso, pues parece
rio significa la unidad de la bienaventu- que es natural lo que hay en muchos, y
ranza por parte del objeto. Pero la di- la naturaleza no falla del todo. Pero mu-
versidad de mansiones significa la diver- chos encuentran la bienaventuranza en
sidad de bienaventuranza según el diverso esta vida, como se demuestra por lo que
grado de fruición. dice Sal 143,15: Llamaron bienaventurado
2. A la segunda hay que decir: Se afir- al pueblo que tiene esto, es decir, los bienes
ma que la bienaventuranza es el bien de la vida presente. Luego alguno puede
sumo, en cuanto que es la posesión o ser bienaventurado en esta vida.
fruición perfecta del bien sumo.
3. A la tercera hay que decir: A nin- En cambio está lo que se dice en Job
gún bienaventurado le falta algún bien 14,1: El hombre nacido de mujer vive poco
que pueda desear, pues tiene al mismo tiempo y se llena de miserias. Pero la bien-
bien infinito que es el bien de todo bien, aventuranza excluye la miseria. Luego
como dice Agustín 7 . Pero se dice que en esta vida no se puede ser bienaventu-
uno es más bienaventurado que otro por rado.
la distinta participación en este bien. Sin Solución. Hay que decir: En esta vida
embargo, la adición de otros bienes no se puede tener alguna participación de la
aumenta la bienaventuranza, por eso bienaventuranza b, pero no se puede te-
b Se aborda, por fin, de forma directa el tema de la felicidad en esta vida. Como se excluye
su plenitud, se le llama «imperfecta» (a.3 ad 2).
Santo Tomás defiende, por tanto, que en esta existencia terrena pueda darse la felicidad. Si-
guiendo sus categorías cristianas, el Santo la considera ortológicamente como «participación»
de la bienaventuranza divina. Pero su razonamiento expresa nada más que un típico análisis de
82 Tratado de la bienaventuranza C.5 a.3
ner la bienaventuranza perfecta y verda- primera hay que decir: Se llama a algunos
dera. Y esto se puede comprender de bienaventurados en esta vida, bien por
dos modos. En primer lugar, por la mis- la esperanza de conseguir la bienaventu-
ma razón común de bienaventuranza, ranza en la vida futura, según Rom 8,24:
pues la bienaventuranza excluye todo En esperanza hemos sido salvados; o bien
mal y colma todo deseo, por ser el bien por alguna participación de la bienaven-
perfecto y suficiente (cf. nota 5). Pero la turanza, según alguna fruición del sumo
vida presente está sometida a muchos bien.
males que no pueden evitarse: tanto la 2. A la segunda hay que decir: La par-
ignorancia por parte del entendimiento, ticipación de la bienaventuranza puede
como el deseo desordenado por parte ser imperfecta de dos modos. Uno, por
del apetito, y múltiples penalidades por parte del objeto mismo de la bienaven-
parte del cuerpo, que enumera minucio- turanza, al que ciertamente no se ve se-
samente Agustín en XIX De civ. Dei9. gún su esencia. Y esta imperfección qui-
Igualmente tampoco el deseo de bien ta la razón de verdadera bienaventuran-
puede saciarse en esta vida, pues el hom- za. De otro modo, puede ser imperfecta
bre desea naturalmente la permanencia por parte del mismo que participa, quien
del bien que tiene. Pero los bienes de la ciertamente llega a alcanzar el objeto
vida presente son transitorios, puesto mismo de la bienaventuranza, es decir, a
que la vida misma pasa y la deseamos Dios, pero imperfectamente, en compa-
naturalmente, queremos que permanezca ración con el modo como Dios disfruta
sin interrupción, porque el hombre re- de sí mismo. Y esta imperfección no
huye naturalmente la muerte. Por consi- quita la verdadera razón de bienaventu-
guiente, es imposible tener en esta vida ranza, porque, al ser la bienaventuranza
la verdadera bienaventuranza. una operación, como se dijo (q.3 a.2), se
En segundo lugar, si se considera considera la verdadera razón de biena-
aquello en lo que consiste especialmente venturanza a partir del objeto, que da la
la bienaventuranza, es decir, la visión de especie al acto, pero no a partir del su-
la esencia divina, que no puede ocurrirle jeto.
al hombre en esta vida, como se demos- 3. A la tercera hay que decir: Los
tró en la primera parte (q.12 a.2). Según hombres consideran que en esta vida
esto, queda claro que nadie puede conse- hay alguna bienaventuranza por alguna
guir la bienaventuranza verdadera y per- semejanza con la bienaventuranza verda-
fecta en esta vida. dera. Y así no se equivocan del todo en
Respuesta a las objeciones: 1. A la su apreciación.
9. C.4: ML 41,628.
la experiencia humana, que conoce la fragilidad de la dicha humana y los enormes obstáculos
que la acompañan.
Otro asunto es la relación de esa felicidad humana con la moral. Siguiendo a Aristóteles,
hace consistir esa felicidad en la actividad del alma conforme a la virtud. Una vida virtuosa es
fuente de dicha. En el ejercicio de la virtud consiste la felicidad. Cuanto más virtuoso es un
hombre, más feliz será y más durará su gozo. Son expresiones repetidas una y otra vez por am-
bos autores. Etica y felicidad quedan así bien ensambladas y unidas.
Desde esta vertiente humana, la filosofía y teología han querido recuperar el tema de la feli-
cidad para la ética. Se vuelve a proponer, con aquellos grandes maestros, que el ejercicio moral
lleva a la felicidad y que, si no es así, algo falla en la vida. Es cierto que se ofrecen muchos
matices para esta «recuperación», como restarle el tono excesivamente «intelectual» a la felici-
dad aristotélica y hacer más hueco al placer corporal; pero ahí queda una buena herencia para
la actualidad.
Desde e¡ ámbito cristiano se ha resucitado la felicidad como modo de vida desde el sermón
de las bienaventuranzas. Se trata de actuar conforme al seguimiento de Jesucristo, pero sin per-
der esa serenidad existencial, tan apacible y tan feliz, que reflejan las palabras de Jesús cuando
llama bienaventurados a los suyos. La ética creyente, sin olvidar las paradojas de la cruz, debe
ser una ética de felicidad.
C.5 a.4 La consecución de la bienaventuranza 83
ARTICULO 4 to que impiden muchas operaciones de
las virtudes; pero no pueden quitarla del
¿Puede perderse la bienaventuranza? todo, porque siempre permanece la ope-
1 q.64 a.2; q.94 a.1; In Sent. 1 d.8 q.3 a.2; 4 d.49 q.1 ración de la virtud mientras el hombre
a.1 q.a4; Cont. Gentes 3,62; In lo. 10 lect.5; Compend. soporte satisfactoriamente las adversida-
theol. c.166; p.2 c.9. des. Y porque la bienaventuranza de
Objeciones por las que parece que esta vida puede perderse, y esto parece
puede perderse la bienaventuranza. que está en contra de la razón de bien-
1. La bienaventuranza es una perfec- aventuranza, por eso dice el Filósofo en
ción. Pero toda perfección está en el ser I Ethic.10, que algunos son bienaventu-
perfectible según su modo de ser. Y, rados en esta vida, pero no absoluta-
puesto que el hombre según su naturale- mente, sino como hombres, cuya naturaleza
za es mudable, parece que el hombre está sometida al cambio.
participa de la bienaventuranza de un Ahora bien, si hablamos de la bien-
modo mudable. Y así parece que el aventuranza perfecta que esperamos des-
hombre puede perder la bienaventu- pués de esta vida, hay que recordar lo
ranza. que afirmó Orígenes11, siguiendo el
2. Además, la bienaventuranza con- error de algunos platónicos, que después
siste en una acción del entendimiento, de la última bienaventuranza el hombre
que está sometido a la voluntad. Pero la puede llegar a ser miserable.
voluntad se relaciona con cosas opues- Pero se ve claramente que esto es fal-
tas. Luego parece que puede desistir de so de dos formas. Una, por la misma ra-
la operación que hace al hombre bien- zón común de bienaventuranza. Pues
aventurado, y así dejar el hombre de ser por ser la bienaventuranza el bien perfecto
bienaventurado. y suficiente (cf. a.2 arg.3), es necesario
3. Además, el fin se corresponde que aquiete el deseo del hombre y exclu-
con el principio. Pero la bienaventuran- ya todo mal. Pero el hombre desea natu-
za del hombre tiene principio, pues el ralmente retener el bien que tiene y con-
hombre no siempre fue bienaventurado. seguir la seguridad de retenerlo, de lo
Luego parece que tendrá fin. contrario, es necesario que se atormente
con el temor de perderlo o con el dolor
En cambio está lo que se dice en Mt por la certeza de la pérdida. Se requiere,
25,46, acerca de los justos, que irán a la por tanto, para la verdadera bienaventu-
vida eterna, que es la bienaventuranza de ranza, que el hombre tenga la certeza de
los santos, como se dijo (a.2 sed contra). que el bien que tiene, nunca lo va a per-
Pero lo que es eterno no termina. Luego der. Y si esta certeza es verdadera, nun-
no puede perderse la bienaventuranza. ca se perderá la bienaventuranza. Pero si
Solución. Hay que decir: Si hablamos es falsa, ya es un mal el hecho mismo de
de la bienaventuranza imperfecta, cual tener una opinión falsa, pues lo falso es
puede tenerse en esta vida, ciertamente un mal del entendimiento, del mismo
puede perderse. Y esto es manifiesto en modo que lo verdadero es un bien suyo,
la bienaventuranza contemplativa, que como se dice en VI Ethic.12 Así, pues,
puede perderse bien por olvido, por ya no será verdaderamente bienaventura-
ejemplo: cuando una enfermedad destru- do si hay algo malo en él.
ye la ciencia; o bien por otras ocupacio- La segunda concluye lo mismo, si se
nes, que distraen a uno totalmente de la considera la razón de la bienaventuranza
contemplación. Y también es claro en la en especial. Pues se demostró antes (q.3
felicidad activa, pues la voluntad del a.8) que la bienaventuranza perfecta del
hombre puede transformarse hasta pasar hombre consiste en la visión de la esen-
de la virtud, en cuyo acto consiste fun- cia divina. Pero es imposible que quien
damentalmente la felicidad, al vicio. ve la esencia divina quiera no verla. Por-
Pero si la virtud permanece íntegra, los que uno desea privarse de un bien que
cambios exteriores pueden, ciertamente, ya tiene cuando es insuficiente y busca
perturbar esta bienaventuranza, en cuan- en su lugar otro más completo, o cuan-
10. ARISTÓTELES, c.10 n.6 (BK 1101a19): S. TH., lect.16. 11. Peri Archon 1 c.5: MG
11,164; c.6: MG 11,167 n.70; cf. AGUSTÍN, De civ. Dei 10 c.30: ML 41,309. 12. ARISTÓTE-
LES, c.2 n.3 (BK 1139a26): S. TH., lect.2.
84 Tratado de la bienaventuranza C.5 a.5
do está asociado con alguna incomodi- cipación hace bienaventurado. Por eso
dad que provoca hastío. Ahora bien, la se debe a una cosa el comienzo de la bien-
visión de la esencia divina llena al alma aventuranza, y a otra el que carezca de
con todos los bienes, pues la une a la fin.
fuente de toda bondad; por eso se dice
en Sal 16,15: Me saciaré cuando aparezca tu ARTICULO 5
gloria; y en Sab 7,11: Me vinieron todos los
bienes juntamente con ella, es decir, con la ¿Puede el hombre adquirir la
contemplación de la sabiduría. De igual bienaventuranza por sus medios
modo, tampoco tiene asociada ninguna naturales?
incomodidad, porque de la contempla- 1 q.12 a.4; infra q.62 a.1; In Sent. 3 d.27 q.2 a.2;
ción de la sabiduría se dice, en Sab 8,16: 4 d.49 q.2 a.6; Cont. Gentes 3,52.147.
No es amarga su conversación, ni tediosa su
convivencia. Así, por tanto, queda claro Objeciones por las que parece que el
que el bienaventurado no puede dejar la hombre puede conseguir la bienaventu-
bienaventuranza por propia voluntad. ranza por sus medios naturales.
De igual modo, tampoco puede perderla 1. La naturaleza no falla en las cosas
porque se la quite Dios. Porque, al ser necesarias. Pero nada hay más necesario
su sustracción una pena, Dios, que es para el hombre que aquello por lo que
juez justo, no puede producirla si no se consigue el fin último. Luego no falta
hay alguna culpa; y no puede incurrir en esto a la naturaleza humana. Por consi-
culpa quien ve la esencia de Dios, pues guiente, el hombre puede conseguir la
acompaña necesariamente a esta visión la bienaventuranza por sus medios natura-
rectitud de la voluntad, como ya se de- les.
mostró (q.4 a.4). Tampoco ningún otro 2. Además, el hombre, por ser más
agente puede apartar de ella, porque la noble que las criaturas irracionales, pare-
mente unida a Dios se eleva sobre todas ce que es más suficiente. Pero las criatu-
las demás cosas, y así ningún otro agen- ras irracionales pueden conseguir sus fi-
te puede excluirla de esta unión. En nes mediante sus medios naturales. Lue-
consecuencia, parece inaceptable que a go mucho más el hombre puede
lo largo de ciertas alteraciones de los conseguir la bienaventuranza por sus
tiempos el hombre pase de la bienaven- medios naturales.
turanza a la miseria, y al contrario; por- 3. Además, la bienaventuranza es la
que estas alteraciones temporales sólo operación perfecta, según el Filósofo13.
pueden afectar a las cosas que están so- Pero corresponde al mismo comenzarla
metidas al tiempo y al movimiento. y llevarla a cabo. Por consiguiente,
Respuesta a las objeciones: 1. A la como la operación imperfecta, que es
primera hay que decir: La bienaventuranza como el principio en las operaciones del
es la perfección consumada, que excluye hombre, está sometida al poder natural
todo defecto del bienaventurado. Y, por del hombre, por el cual es dueño de sus
eso, llega a quien la tiene sin mutabili- actos, parece que podrá alcanzar la ope-
dad, mediante el poder divino, que eleva ración perfecta, que es la bienaventuran-
al hombre hasta la participación de la za, mediante el poder natural.
eternidad, que supera toda mutación. En cambio, el hombre es natural-
2. A la segunda hay que decir: La vo- mente el principio de sus actos mediante
luntad se relaciona con cosas opuestas el entendimiento y la voluntad. Pero la
en lo que se ordena a un fin, pero se or- bienaventuranza última, que está prepa-
dena por necesidad natural al fin último. rada para los santos, supera el entendi-
Y esto es claro por el hecho de que el miento y la voluntad del hombre; pues
hombre no puede no querer ser bien- dice el Apóstol, en 1 Cor 2,9: Ni el ojo
aventurado. vio, ni el oído oyó, ni ha llegado hasta el cora-
3. A la tercera hay que decir: La bien- zón del hombre lo que Dios tiene preparado
aventuranza tiene principio por la con- para quienes le aman. Por consiguiente, el
dición de quien participa, pero carece de hombre no puede conseguir la bienaven-
fin por la condición del bien cuya parti- turanza por sus medios naturales.
14. Prop. 8: S. TH., lect.8. 15. ARISTÓTELES, c.3 n.13 (BK 1112b27): S. TH., lect.8.
16. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 292a22): S. TH., lect.18. 17. ARISTÓTELES, 11 c.10 n.1 (BK
1075a11): S. TH., 1.12 lect.12.
86 Tratado de la bienaventuranza C.5 a.7
aventuranza consiste en el orden del ocurre también en el orden del universo:
hombre al bien que está fuera del uni- los ángeles ayudan, ciertamente, al hom-
verso, que es Dios. Luego el hombre bre a conseguir el fin último mediante
llega a ser bienaventurado mediante la algunas cosas preparatorias que lo dispo-
acción de la criatura superior, es decir, nen a su consecución; pero el hombre
del ángel, en él. consigue el último fin mediante el pri-
2. Además, lo que es algo en poten- mer agente mismo, que es Dios.
cia, puede ser llevado a acto por lo que 2. A la segunda hay que decir: Cuando
es eso mismo en acto; por ejemplo, lo una forma existe en acto en alguna cosa
que es cálido en potencia pasa a ser cáli- según el ser perfecto y natural, puede
do en acto mediante lo que es cálido en ser principio de acción para otra cosa;
acto. Pero el hombre es bienaventurado por ejemplo, lo cálido calienta mediante
en potencia. Luego puede llegar a ser el calor. Pero si la forma existe en algo
bienaventurado en acto mediante el án- imperfectamente, y no según el ser natu-
gel, que es bienaventurado en acto. ral, no puede ser principio de su comu-
3. Además, la bienaventuranza con- nicación a otro; así, la visión de un co-
siste en una operación del entendimien- lor que está en la pupila no puede dar
to, como antes se dijo (q.3 a.4). Pero el color a otra cosa; tampoco todo lo que
ángel puede iluminar el entendimiento está iluminado y caliente puede iluminar
del hombre, como se estudió en la pri- y calentar otras cosas, pues así las accio-
mera parte (q.111 a.1). Luego el ángel nes de iluminar y calentar serían hasta el
puede hacer al hombre bienaventurado. infinito. Ahora bien, la luz de gloria,
con la que se ve a Dios, está en El, cier-
En cambio está lo que se dice en Sal tamente, de un modo perfecto según el
83,12: El Señor dará la gracia y la gloria. ser natural, pero en las criaturas está im-
Solución. Hay que decir: Como toda perfectamente y según un ser figurado o
criatura está sometida a las leyes de la participado. Por consiguiente, ninguna
naturaleza, puesto que tiene una virtud y criatura bienaventurada puede comuni-
una acción limitadas, la virtud de una car su bienaventuranza a otra.
criatura no puede llevar a cabo lo que 3. A la tercera hay que decir: El ángel
excede la naturaleza creada. Por eso, si bienaventurado ilumina el entendimiento
es necesario hacer algo que supera la na- del hombre, o incluso el ángel inferior,
turaleza, eso lo hace inmediatamente en lo referente a algunas razones de las
Dios, como resucitar un muerto, dar la obras divinas, pero no en cuanto a la vi-
vista a un ciego, y cosas así. Ahora bien, sión de la esencia divina, como se dijo
se ha demostrado (a.5) que la bienaven- en la primera parte (q.106 a.1). Pues
turanza es un bien que supera la natura- Dios ilumina inmediatamente a todos,
leza creada. Por consiguiente, no es po- para que vean su esencia.
sible que se proporcione por la acción
de criatura alguna, sino que Dios sólo es ARTICULO 7
el agente que hace al hombre bienaven-
turado, si hablamos de la bienaventuran- ¿Se requiere alguna obra buena para
za perfecta. Pero si hablamos de la bien- que el hombre consiga de Dios la
aventuranza imperfecta, sí hay propor- bienaventuranza?
ción entre ésta y la virtud, en cuyo acto
1 q.62 a.4; Compend, theol. c.172.
consiste.
Respuesta a las objeciones: 1. A la Objeciones por las que parece que
primera hay que decir: Normalmente suce- no se requiere ninguna obra del hombre
de, en las potencias activas ordenadas, para que éste consiga de Dios la bien-
que pertenece a la potencia suprema el aventuranza.
conducir al fin último, mientras que las 1. Por ser Dios un agente de virtud
potencias inferiores ayudan a la consecu- infinita en su obrar, no necesita previa-
ción de este fin disponiendo; por ejem- mente materia ni disposición de la mate-
plo, el uso de una nave, que es para lo ria, sino que puede producir todo al ins-
que se la construye, pertenece al arte de tante. Pero las obras del hombre sólo
la navegación, que preside el arte de la pueden requerirse para su bienaventu-
construcción naval. Lo mismo, pues, ranza como disposiciones, pues no se re-
C.5 a.7 La consecución de la bienaventuranza 87
quieren para ella como causa eficiente, dente alguna. Pero, como la bienaventu-
según se ha dicho (a.6). Luego Dios, ranza excede toda naturaleza creada,
que no requiere disposiciones previas en ninguna simple criatura consigue la bien-
su obrar, confiere la bienaventurarla sin aventuranza convenientemente sin el
que precedan obras. movimiento de la operación, mediante la
2. Además, Dios es el autor inme- cual tiende a ella. Con todo, el ángel,
diato de la bienaventuranza, del mismo que es superior al hombre en el orden
modo que lo es de la naturaleza. Pero en de la naturaleza, la ha conseguido, por
la primera disposición de la naturaleza disposición de la sabiduría divina, con
produjo las criaturas sin que precediera un solo movimiento de operación meri-
ninguna disposición o acción de las cria- toria, como se expuso en la primera par-
turas, pues al instante hizo todo perfecto te (q.62 a.5). Los hombres, en cambio, la
en su especie. Luego parece que conferi- consiguen con muchos movimientos de
rá la bienaventuranza al hombre sin que operaciones, que se llaman méritos. Por
preceda obra alguna. eso también, según el Filósofo19, la bien-
3. Además, dice el Apóstol, en Rom aventuranza es premio de las operacio-
4,6 que la bienaventuranza del hombre nes virtuosas.
es para quien Dios confiere la justicia sin
obras. Por tanto, no se requiere obra al- Respuesta a las objeciones: 1. A la
guna del hombre para conseguir la bien- primera hay que decir: No se exige alguna
aventuranza. operación previa del hombre para conse-
guir la bienaventuranza por insuficiencia
En cambio está lo que se dice en Jn de la virtud divina beatificante, sino
13,17: Si sabéis esto, seréis bienaventurados si para guardar el orden en las cosas.
lo practicáis. Luego por la acción se llega 2. A la segunda hay que decir: Dios
a la bienaventuranza. produjo al instante las primeras criaturas
Solución. Hay que decir: Como se ob- perfectas sin que precediera ninguna dis-
servó más arriba (q.4 a.4), se requiere posición u operación de las criaturas,
para la bienaventuranza la rectitud de la porque Dios estableció los individuos de
voluntad, pues no es otra cosa que el or- las especies de modo que por ellos se
den debido de la voluntad al último fin; propagara la naturaleza a los descendien-
y se exige esta rectitud para la consecu- tes. De igual modo, porque a través de
ción del último fin como se exige la dis- Cristo, que es Dios y hombre, habría
posición debida de la materia para la que derivar la bienaventuranza a los
consecución de la forma. Pero con esto hombres, según aquello del Apóstol en
no se demuestra que alguna operación Heb 2,10: Quien había llevado muchos hijos
del hombre deba preceder a su bien- a la gloria; al instante, desde el principio
aventuranza, pues Dios podría hacer a la de su concepción, sin ninguna operación
vez que la voluntad tendiera rectamente meritoria precedente, su alma fue bien-
al fin y que lo consiguiera; del mismo aventurada. Pero esto es peculiar en él, y
modo que a veces dispone la materia e así el mérito de Cristo ayuda a los niños
induce la forma a la vez. Pero el orden bautizados a conseguir la bienaventuran-
de la sabiduría divina exige que no se za, aunque les falten méritos propios,
haga esto, pues, como se dice en el II porque por el bautismo han sido hechos
De caelo18, de los seres que están destinados a miembros de Cristo.
tener el bien perfecto, alguno lo tiene sin movi- 3. A la tercera hay que decir: El Após-
miento, otros con un solo movimiento, otros tol está hablando de la bienaventuranza
con muchos. Ahora bien, tener el bien per- de la esperanza, que se tiene por gracia
fecto sin movimiento, es propio de justificante y que no se da porque prece-
quien lo tiene naturalmente. Pero tener dan obras. Pues no tiene razón de térmi-
la bienaventuranza naturalmente es pro- no de movimiento, como la bienaventu-
pio de Dios solo. Por eso, es propio de ranza, sino que más bien es el principio
Dios solo que no sea movido a la bien- del movimiento con el que se tiende a la
aventuranza mediante operación prece- bienaventuranza.
18. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 292a22): S. TH., lect.18. 19. ARISTÓTELES, Eth. 1 c.9
n.3 (BK 1099b16): S. TH., lect.14.
88 Tratado de la bienaventuranza C.5 a.8
20. ARISTÓTELES, c.10 n.4.6 (BK 433a27; b12): S. TH., lect.15. 21. C.4: ML 42,1018;
De civ. Dei 18 c.41: ML 41,601. 22. Cf. C. CAPELLE, Autour du décret de 1210. III:
Amaury de Rene (París 1932) p.105; A. M. MOTTE, Une fausse accusation contre Abélard et Arnaud
de Brescia: Rev. Se. Phil. Theol. 22 (1933) 27-46. 23. C.5: ML 42,1020. 24. C.3: ML
42,1018. 25. AGUSTÍN, De Trin. 13 c.5: ML 42,1020; PEDRO LOMBARDO, Sent. 4 d.49 q.1.
C.5 a.8 L.a consecución de la bienaventuranza 89
de la razón, entonces tener algunas cosas cosas que le impiden conocer la verdad.
que desea el hombre no pertenece a la Teniendo esto en cuenta, Agustín26 aña-
bienaventuranza, sino más bien a la des- dió, para la perfección de la bienaventu-
ventura, porque el tenerlas impide al ranza, que no desee nada mal. Aunque lo
hombre alcanzar lo que desea natural- primero, que es bienaventurado quien tiene
mente; del mismo modo que el hombre todo lo que desea, podía ser suficiente si se
a veces acepta como verdaderas algunas entiende correctamente.
a) La volición 2. El motivo de la
voluntad (q.9).
3. El modo de ser
a) Respecto movida (q.10).
del fin
b) El gozo o fruición (q.11).
2. Originalidad y fuentes
Este «tratado» no existía como tal, de forma independiente, hasta la
Suma teológica de Santo Tomás. Esta es una de sus mayores originalidades,
aunque tenga fuentes que explican su contenido.
1
El siglo XIII estudia explícitamente el problema de los fundamentos de la libertad huma-
na. Parten de una convicción de Anselmo de Canterbury: que la libertad es una perfección, que
existirá incluso en la vida bienaventurada de los justos. El cariz teológico de la cuestión no
quita radicalidad al planteamiento. Cf. O. LOTTIN, Mora/e fundamentale (Tournai 1954) p.96s.
Introducción a las c.6 a 21 95
Santo Tomás encontró estos temas en varios autores, sobre todo en el
«Maestro de las Sentencias»; en efecto, Pedro Lombardo los había recogido
como una parte de las consideraciones morales acerca del pecado. El Santo
también lo estudió así hasta la Suma, cuando lo desglosa de todo lo referen-
te al pecado.
De todas maneras, los contenidos de estas cuestiones eran bien conoci-
dos en su época y traían un lejano legado histórico. El mérito del Santo es
sintetizar, ordenar y profundizar las reflexiones heredadas.
Su fuente más remota es Aristóteles y, concretamente, su Etica a Nicó-
maco (cf., sobre todo, 1.3). De esta obra encontramos hasta sesenta citas, y
aunque son perceptibles bastantes diferencias en cuanto a análisis y a talante,
el significado general se asemeja mucho.
San Agustín es el otro gran inspirador del Santo. El Doctor de Hipona
no confeccionó un conjunto estructurado sobre los actos humanos y, sin
embargo, las numerosas observaciones introspectivas de sus escritos sirvie-
ron de material-base para las sumas del Medioevo2. De él derivan aspectos
tan interesantes como la fruición, el consenso y el uso; igualmente procede
de él la división bipartita de la teología en «usar» y «disfrutar», es decir que
San Agustín distinguía las cosas según sirven para uso o para disfrute (aun-
que ambas pueden conducirnos al goce perfecto: Dios mismo)3. Precisa-
mente P. Lombardo recogerá esta distinción y de ella derivarán largos co-
mentarios en la introducción a la teología; así lo haría el mismo Santo To-
más en su Comentario a las Sentencias 4, aunque ahora se desprenda de la
generalización del uso y el disfrute para insertarlos dentro de la estructura
del acto moral.
Juan Damasceno, nombrado con frecuencia por el autor, fue uno de los
primeros que intentó estructurar las diversas partes o «pasos» del acto hu-
mano; puso en ello tanto énfasis y detallismo, que llegaría a enunciar doce
«pasos» sólo para la voluntad, sin contar con los del entendimiento. Sin de-
jar de reconocer tan insigne autoridad, Santo Tomás reducirá ese número a
prácticamente la mitad (aunque hay opiniones diversas, como se verá).
San Gregorio Niceno es el más citado en estas cuestiones. De él refiere
siempre la obra De natura hominis; en realidad, su autor es Nemesio, obispo
de Emesa (sobre el siglo v); no se conoce ninguna otra obra del mismo, y
ésta se atribuyó umversalmente al Niceno. Santo Tomás debió de remitirse
tanto a él por sus alusiones continuadas a la Etica aristotélica. Era un modo
clásico de protegerse en el prestigio de los Santos Padres para utilizar doc-
trinas tan sospechosas entonces como las del pagano Aristóteles, porque, en
el fondo, no añadían demasiado al texto original del Estagirita.
Pese a que estas fuentes eran muy conocidas por todos los maestros,
Santo Tomás se separa de ellos en el estilo de exposición, creando un con-
junto independiente. Ese fue uno de sus méritos, según dijimos, pero debe
tener alguna explicación.
2
No obstante, la escuela de Santo Tomás se separará de las tesis más voluntaristas del
agustinismo. Cf. J. RAMÍREZ, Opera omnia. IV: De actibus humanis (Madrid 1972) p.518s.
3
S. AUGUSTINUS, De doctrina christiana I c.4: ML 34,20.
4
In Sent. I d.1.
96 Tratado de los actos humanos
Posiblemente Santo Tomás juzgó que, si lo humano-moral posee consis-
tencia propia, no convenía difuminarlo mezclándolo con cuestiones de más
directa implicación teológica, como sucede con el pecado. La actuación hu-
mana queda así bien perfilada y forma el cimiento de la conducta creyente.
Evidentemente, existen otras muchas fuentes para tantos temas como se
estudian en este tratado. No nos toca en tan breve espacio realizar una in-
vestigación histórica, ya efectuada por otros eruditos y con acierto5. Pero
conviene resaltar siquiera los pormenores más sobresalientes, según la selec-
ción que ofrecemos a continuación.
En la q.6 aborda el problema de «lo voluntario», muy meditado ya por
el Estagirita. Aunque los enunciados remiten al Damasceno y al Niceno, las
soluciones concretas son propias del Santo.
Las circunstancias, enumeradas de pasada por Aristóteles, han de atri-
buirse en justicia a Cicerón. En su obra De inventione oratoria, aconseja al
orador que en sus defensas nunca olvide las circunstancias atenuantes o
agravantes de las causas en litigio. Las múltiples circunstancias de Cicerón
fueron reducidas por la escolástica a siete, intentando una especie de parale-
lismo con los accidentes individuantes de la persona (forma, figura, locus,
tempus, stirps, patria, nomen). Estas son las que sirven de base al argumento
de Santo Tomás para enumerar las circunstancias del acto humano.
Mientras muchos detalles de la elección, el consejo y la intención proce-
den de Aristóteles, la mayor parte de las que se refieren a la fruición, al con-
senso y al uso son de San Agustín. Ya dijimos algo al respecto. Basta añadir
que algunas de estas citaciones probablemente las tomó de las muchas que
había en las sumas sobre el Doctor de Hipona, y particularmente debió de
inspirarse en P. Lombardo.
El tratamiento de la bondad y malicia de los actos no es tan propio de
Santo Tomás. Eran temas muy antiguos. Y por si fuera poco, ya estaban
muy discutidos desde Abelardo por todos los maestros de la época. Tam-
bién veremos cómo el mismo Santo Tomás ya había debatido estos proble-
mas anteriormente cuando estudió toda la moralidad referente al pecado.
No deben pasarse por alto la gran cantidad de citas bíblicas. A través de
ellas se nos quiere recordar una y otra vez que seguimos en teología. Algo
importa señalar: la mayoría no se emplean rigurosamente como contenido
directo de valor demostrativo, sino más bien como textos que apoyan lo
que por otro cauce va a demostrarse. Lógicamente, falta el rigor de la expli-
cación exegética que hoy pedimos a los biblistas y que en aquel entonces era
imposible esperar. Tampoco escasean demostraciones lógico-racionales para
confirmar algunos contenidos de fe que de suyo son indemostrables. Es un
modo peculiar de utilizar el dato bíblico y, ciertamente, propio de una etapa
mucho menos crítica e incluso ingenua.
5
Cf. O. LOTTIN, Psychologie et morale aux XIIe et XIIIe siècles (Louvain-Gembloux 1948:
t.11).
Introducción a las c. 6 a 21 97
Siendo esta parte la más original, es lógico que sólo encontremos pasajes
parciales paralelos a las distintas cuestiones. Estos son los lugares más rele-
vantes:
1.° El Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo.—Desde su comien-
zo trata del uso y de la fruición como actos de la razón y del intelecto
(I d.1 c.1); también se aborda en el libro II d.24 c.l el tema del libre albe-
drío, que en la d.25 se aplica a Dios. En el mismo libro II d.38 se trata de
la voluntad y de su ordenación al fin. Y por último, en el libro IV d.l6 c.3
se toca el tema de las circunstancias morales referidas al pecado.
2.° La Cuestión disputada acerca de la Verdad, que contiene muchos asun-
tos similares a los que nos ocupan. En la q.1 se estudia la verdad y falsedad
del entendimiento; en la q.10 se analiza la mente humana dentro de esta
vida y de la otra; en las q.15-17 se habla ya de la razón, la sindéresis y la
conciencia. Finalmente, la q.24 aborda la cuestión del libre albedrío.
3.° La Suma contra Gentiles.—En ésta aparecen, en el libro I c.88, un
curioso interrogante sobre la libertad de Dios y otros no menos sugerentes
sobre el gozo y el amor de Dios, en el c.90-91. Mas propio para nuestro
tema es el libro II c.46-101, donde se expone todo lo referente al alma, al
entendimiento humano y de las «sustancias separadas».
4.° El Comentario a la Etica a Nicómaco, que probablemente es el lugar
más cercano a estas cuestiones de la Suma. En el libro III c.1-4, correspon-
dientes a las lecciones 1-10 del Santo, se intenta aclarar el significado exacto
del voluntario, del acto de elección y del «consilium»; se volverá también a
definir el objeto propio de la voluntad.
5.° La Cuestión disputada acerca del Mal.—En la q.3 y hablando del pe-
cado, se pregunta el autor por las causas que pueden impedir la voluntarie-
dad plena. Pero la más interesante es la q.6, dedicada al acto de «elección»;
de esta cuestión se ha dicho que con ella pretendió Santo Tomás intervenir
directamente en la polémica suscitada por las condenas del obispo Tempier,
polémica a la que aludiremos en algún momento.
6.° Llegamos así a la Suma teológica. — En la primera parte no tenemos,
hablando con propiedad, un lugar paralelo, sino algo mucho más capital: el
complemento del tratado de los actos humanos. Estamos refiriéndonos al
llamado «tratado del hombre» q.75-89. En el prólogo a la q.84 leemos que,
mientras «ahora estudiamos los actos intelectivos», en «la segunda parte, que
98 Tratado de los actos humanos
versa sobre la cuestión moral», estudiaremos los actos apetitivos, aunque ya
ha descrito poco antes qué es la voluntad (q.82) y el libre albedrío (q.83).
En el estudio del hombre, que llega hasta la q.102, no quiso insertar
Santo Tomás los contenidos de nuestras cuestiones. Para dar mayor cohe-
rencia y unidad a la moral, el Santo no tiene inconveniente en realizar esta
especie de «vivisección». Los discípulos se aprestarán a unificar esas dos sec-
ciones, pero al Doctor de Aquino le importaba más construir una funda-
mentación rigurosa de lo ético.
En la segunda parte están únicamente, como pasajes de cierta enverga-
dura, nuestro tratado de los actos humanos. Sin embargo, será muy fácil ha-
llar por doquier, en el resto de esta parte, que es la típicamente moral, lla-
madas continuas a nuestras q.6-17, de manera especial en el estudio de los
vicios y pecados (I-II q.75-89).
Hagamos ahora un breve repaso sobre el sentido de estos pasajes parale-
los para la comprensión de nuestras cuestiones.
Los que hemos citado son los lugares «mayores». Existen otros de índo-
le menor, como la Cuestión disputada acerca del Alma y el Comentario al «De
Anima» de Aristóteles. Pese a su cierto interés, nos referiremos solamente a
los señalados más arriba.
Puede observarse con facilidad que en ellos no se da una exposición tan
ordenada y completa de la temática de los actos humanos. A nivel moral,
el único lugar de similar categoría sería el Comentario a la Etica nicomaquea
al exponer la voluntad, la elección y la deliberación; algo parecido hemos de
decir de su estudio de la «elección» en la cuestión 6: De Malo.
En cambio, el estilo de análisis no difiere demasiado. En todos ellos es
un estudio de carácter filosófico por el que se introduce en el contenido del
acto humano. El contexto varía más. Ante todo y como ya dijimos, el nues-
tro es un contexto teológico y que da cabida a problemas procedentes del
misterio de la fe. Pero además difiere de las otros lugares donde la teología
también está presente, y eso da un tono muy diverso a nuestro tratado. En
el libro de las Sentencias y en la cuestión De Malo domina la preocupación
por el pecado, mientras que aquí sólo interesa la fundamentación del obrar
moral.
Esta diferencia nos da ya una pista para entender por qué Santo Tomás
lo separó de otros contextos. No se trata de saber qué es un acto humano
en su raíz ontológica, antropológica o psicológica. Todo ello es importante,
pero siempre como preámbulo. Ahora se trata de estudiar el acto humano
en cuanto fundamentación de la actuación moral y como principio del acer-
camiento al Dios bueno.
Algunos acusarán al Santo de haber sido demasiado analista y haber
provocado el nacimiento del casuismo. La segunda acusación ya está res-
pondida más atrás, cuando hablamos del sentido pleno de estas cuestiones
en la formación de la virtud. La primera tiene dos perspectivas: si, desde la
actualidad científica, comparamos estas introspecciones con las indagaciones
últimas acerca del subconsciente o acerca de la conducta, tendremos que re-
conocer la claridad y sencillez de estas páginas. Si, desde una cierta e intere-
sada simplicidad de algunos moralistas recientes, volvemos la mirada a estos
Introducción a las c. 6 a 21 99
análisis, entonces habrá que admirar, junto a la complejidad, la seriedad y
altura de lo intentado por el Santo6.
En todo caso, es verdad que este modo de fundamentar la moralidad en
el acto humano, con sus peculiaridades racionales y su raigambre teológica,
sirvió de guía para muchos hombres durante siglos. También hoy puede
servir de punto de confrontación y de modelo de estudio teológico.
7
Este es el sentido de una obra cuyo título ya era singular. Cf. O. N. DERISI, Los funda-
mentos metafísicas del orden moral (Madrid 21951).
8
El sentido «práctico» de la ética tiene aquí su raíz dentro del espíritu de Santo Tomás.
Otras corrientes bien dispares de la del autor de la Suma buscarán, en la acción humana, el «cri-
terio» de toda la filosofía. Bien lo destaca, por ejemplo, J. L. L. ARANGUREN, El marxismo como
moral (Madrid 1968), aunque luego se ha hecho lugar común y desde una vertiente socipolítica
para una nueva versión de la teología: la polémica teología de la liberación. Cf. G. GUTIÉRREZ,
La fuerza histórica de los pobres (Salamanca 1982) p.51-95.
Introducción a las c. 6 a 21 101
BIBLIOGRAFÍA
(Continuamos empleando el criterio de selectividad y de actualidad teológica.)
CENTI, T. S., Gli Atti umani. Introduzione, en S. TOMMASO D'AQUINO, La Somma
teológica (Perugia 1959) p.165-173.
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théologique (París 21926). En la novena edición hace los comentarios S. Pinckaers.
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res. I: Los fundamentos (Barcelona 1980). Es una versión de «moral fundamental»
más actualizada y pastoral que su célebre obra La Ley de Cristo (Barcelona
7
1973).
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(Barcinone 121955) I.
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VAN DER POEL, C. J., El principio del doble efecto, en CH. E. CURRAN, ¿Principios abso-
lutos en teología moral? (Santander 1970) p. 187-211.
CUESTIÓN 6
Lo voluntario y lo involuntario
4. ARISTÓTELES, c.10 n.6 (BK 433b11): S. TH., lect.15. 5. ARISTÓTELES, c.2 n.5 (BK
253all): S. TH., lect.4. 6. De fide orth. c.24: MG 94,953. 7. Eth. 3 c.1 n.20 (BK
1111a23): S. TH., lect.4. 8. NEMESIO, De nat. hom. c.32: MG 40,728. 9. De fide orth. 2
c.24: MG 94,953.
a Se pretende determinar con tan elemental fórmula los principios básicos de la moralidad.
Y lo primero es establecer el sujeto de atribución de la moralidad, que es todo el actuar
humano, pero en la medida en que es voluntario.
Para mejor delimitar el término, Santo Tomás comienza dando la «definición» de volunta-
rio: la actuación hecha por un fin conocido y que surge de un agente con principio propio para
esa acción. Esta definición va a delimitar mucho el campo de la voluntariedad, ya que se ex-
cluirá de ella a los seres irracionales (carecen de conocimiento por un fin «explícito»: a.2) y a
todo lo que en el hombre no procede de su principio interior.
104 Tratado de los actos humanos C.6 a.2
Respuesta a las objeciones: 1. A la por el movimiento de un cuerpo exte-
primera hay que decir: No todo principio rior, también se altera el apetito sensiti-
es primer principio. Por consiguiente, vo accidentalmente, pues es virtud de un
aunque pertenece a la razón de volunta- órgano corpóreo; como cuando, a con-
rio que su principio esté dentro, no va secuencia de una alteración del cuerpo,
contra ella que el principio intrínseco se estimula el apetito a desear alguna
sea causado o movido por un principio cosa. Pero esto no es contrario a la ra-
exterior; porque no pertenece a la razón zón de voluntario, como se dijo (ad 1),
de voluntario que el principio intrínseco pues estas mociones que proceden de un
sea primer principio. Con todo, hay que principio exterior son de otro género.
saber que a veces el principio de un mo- 3. A la tercera hay que decir: Dios
vimiento es primero en el género, pero mueve al hombre a obrar no sólo pro-
no es absolutamente primero; como ocu- poniendo lo sensible a los sentidos, o al-
rre en el género de las cosas alterables, terando el cuerpo, sino también movien-
donde lo primero que altera es un cuer- do la voluntad misma; porque todo mo-
po celeste que, sin embargo, no es lo vimiento, tanto de la voluntad como de
primero que mueve absolutamente, sino la naturaleza, procede de El como del
que es movido con movimiento local primero que mueve. Y del mismo modo
por un agente superior. Así, pues, el que no es contrario a la razón de natura-
principio intrínseco de un acto volunta- leza que su movimiento proceda de Dios
rio, que es la fuerza cognoscitiva y ape- como de lo primero que mueve, por
titiva, es el primer principio en el géne- cuanto la naturaleza es un instrumento
ro del movimiento apetitivo, aunque lo que mueve Dios, así tampoco es contra-
mueva algo exterior según otras especies rio a la razón de acto voluntario que
de movimiento. proceda de Dios, por cuanto Dios mue-
2. A la segunda hay que decir: Algo ve la voluntad. No obstante, pertenece,
exterior antecede a un movimiento nue- tanto a la razón de movimiento natural
vo del animal de dos modos distintos. como a la de movimiento voluntario,
Uno, cuando por un movimiento exte- que proceda de un principio intrínseco.
rior se presenta a los sentidos del animal
algo sensible, que, una vez percibido, ARTICULO 2
mueve el apetito; por ejemplo, el león ¿Se encuentra lo voluntario en los
que ve a un ciervo que se acerca por su animales irracionales?
movimiento, comienza a moverse hacia
él. El otro modo cuando por un movi- In Sent. 2 d.25 a1 ad 6; De verit. q.23 a.1; In Ethic.
3 lect.4.
miento exterior el cuerpo del animal co-
mienza a alterarse algo con alteración Objeciones por las que parece que
natural, por ejemplo, por el frío o el ca- no hay voluntario en los animales irra-
lor. Ahora bien, si el cuerpo se altera cionales.
Con ello tenemos dada ya, por evidente, la existencia de la voluntariedad humana y, con
ello, la posibilidad misma de lo moral. Pero aún señalaremos dos notas más.
Pese a que no son idénticos voluntario y libre (y todavía existen distinciones más sutiles en-
tre voluntario-involuntario, voluntario «pleno» y voluntario indirecto, que tendrán muchas
aplicaciones en la moral posterior), con este enunciado equipara Santo Tomás la voluntariedad
libre a lo moral. La moral se corresponde adecuadamente con lo voluntario y lo humano.
Cuando el acto y hasta el hombre mismo se ven privados de voluntariedad libre, aunque sea
por accidente o mucho más si es por la fuerza, se ven desposeídos, a la vez, de su talante hu-
mano y de su responsabilidad ética. Cuando se halle en alguien ausencia o deficiencias de vo-
luntariedad, nunca deberán pronunciarse sobre sus acciones ni sobre su personalidad juicios
morales. Este principio tan primordial no siempre se tuvo en cuenta en la práctica moral, tanto
en sus versiones eclesiásticas como civiles, y dio lugar a tremendos errores. En el Doctor de
Aquino había otra enseñanza.
En efecto, Santo Tomás hace una defensa pausada, pero profunda, de la libertad humana.
La voluntad humana es libre. Nada impide del todo este modo libre de actuar. Incluso frente
a los elementos exteriores, la voluntad podrá conservar bastantes resortes de libertad, a no ser
que le priven de la vida o de la razón. Dios mismo no puede condicionar la voluntad humana
(cf. a.4 ad 1). Tampoco lo desea; porque Dios no exige ser elegido como objeto necesario de
la voluntad humana en esta vida, y además el modo de sostener Dios nuestra existencia se aco-
pla perfectamente con el carácter libre del movimiento voluntario (q.9 a.6; q.10 a.4).
C.6 a.3 Lo voluntario y lo involuntario 105
10. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 432b5): S. TH., lect.14. 11. De fide orth. 2 c.27: MG
94,960. 12. De fide orth. 2 c.24: MG 94,953. 13. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1111b8):
S. TH., lect.5. 14. De fide orth. 2 c.24: MG 94,953. 15. NEMESIO, De nat. hom. c.32:
MG 40,729.
106 Tratado de los actos humanos C.6 a.4
modo que, al cesar el acto de voluntad, otras, incluso, sin acto interior, como
se dice que no quiere. Pero el no querer cuando no quiere.
es causa de lo involuntario, que se opo- Respuesta a las objeciones: 1. A la
ne a lo voluntario. Luego lo voluntario primera hay que decir: Se llama voluntario
no puede existir si cesa el acto de vo- no sólo a lo que procede de la voluntad
luntad. directamente, como de un agente, sino
3. Además, la razón de voluntario también a lo que procede de ella indirec-
exige el conocimiento, como se dijo tamente, como de un no agente.
(a. 1.2). Pero el conocimiento llega a ser 2. A la segunda hay que decir: El no
mediante algún acto. Luego no puede querer se entiende de dos modos. Uno,
haber voluntario sin algún acto. tomándolo como una sola dicción, como
infinitivo del verbo nolo16. Por eso,
En cambio se dice que es voluntario
cuando digo no quiero leer, el sentido es
aquello de lo que somos dueños. Pero
quiero no leer; de este modo, no querer leer
somos dueños de actuar y de no actuar,
significa querer no leer. Y, así, el no que-
de querer y de no querer. Luego del
rer causa involuntario. El otro modo,
mismo modo que actuar y querer son
tomándolo como oración. Y entonces
voluntarios, lo son el no actuar y el no
no se afirma un acto de la voluntad. Y
querer.
este no querer no causa involuntario.
Solución. Hay que decir: Se llama vo- 3. A la tercera hay que decir: El acto
luntario a lo que procede de la voluntad. de conocimiento se requiere para lo vo-
Pero una cosa procede de otra de dos luntario del mismo modo que el acto de
modos. Uno, directamente, es decir, la voluntad; es decir, que esté en poder
cuando una cosa procede de otra en de uno pensar, querer y actuar. Y enton-
cuanto que es agente; como la acción de ces, del mismo modo que el no querer y
calentar, del calor. El otro, indirecta- no actuar, cuando es momento, es vo-
mente, precisamente porque no actúa; luntario, así también lo es el no pensar.
así, se atribuye el hundimiento de una
nave al piloto, porque deja de pilotar. ARTICULO 4
Pero hay que advertir que lo que se de-
riva de la falta de acción, porque no ac- ¿Puede infligirse violencia a la
túa, no siempre se achaca como causa al voluntad?
agente, sino solamente cuando puede y 1 q.81 a.1; In Sent. 2 d.25 a.2; 4 d.29 a.1; De verit.
debe actuar. Pues, si un piloto no pudie- q.22 a.5.8.
ra dirigir una nave, o no tuviera enco- Objeciones por las que parece que
mendada su conducción, no se le impu- puede infligirse violencia a la voluntad.
taría el hundimiento que sucediera por 1. Cualquier ser puede ser coaccio-
ausencia de piloto. nado por otro más poderoso. Pero hay
En consecuencia, porque la voluntad, algo más poderoso que la voluntad hu-
queriendo y actuando, puede impedir el mana: Dios. Luego al menos El puede
no querer y el no actuar, y algunas veces coaccionarla.
debe hacerlo, el no querer y el no actuar 2. Además, lo activo coacciona su
se le imputan, porque los causa ellab . Y pasivo correspondiente, cuando lo alte-
así puede haber voluntario sin acto: unas ra. Pero la voluntad es una fuerza pasi-
veces sin acto exterior, aunque con acto va, pues es algo movido que mueve, como se
interior, cómo cuando quiere no actuar; dice en el III De anima17. Luego parece
16. En la primera acepción, identifica no querer (non velle) con el infinitivo del verbo nolo
(no quiero) en el significado de querer no hacer algo. En la segunda acepción significa no querer
de un modo absoluto: ausencia de acto de voluntad (N. del T.). 17. ARISTÓTELES, c.10
n.7 (BK 433B16): S. TH., lect.15.
b Bajo esta terminología está presente la polémica sobre el acto de «omisión». Se discutía
si éste era voluntario o no, y, por lo mismo, si era imputable al sujeto o no. La respuesta de
Santo Tomás es muy clara: los actos de «omisión» se imputan a la voluntariedad humana como
si procediesen expresamente de ella. Esta solución a tan debatido problema haría escuela y des-
de entonces las enseñanzas oficiales se inclinaron pronto a favor de esta tesis.
C.6 a.5 Lo voluntario y lo involuntario 107
18. De fide orth. 4 c.20: MG 94,1196. 19. C.10: ML 41,152. 20. De fide orth. 2 c.24:
MG 94,952. 21. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.l n.19 (BK 1111a20): S. TH., lect.4.
108 Tratado de los actos humanos C.6 a.5
22. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.3 (BK 1109b35): S. TH., lect.1. 23. De fide orth. 2 c.24:
MG 94,953. 24. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 254bl4): S. TH., lect.7.
c A partir de este artículo 4 se explican los impedimentos clásicos del voluntario, aunque
en el a.3 ya se había comenzado el tema desde otra perspectiva. Sólo la violencia impide de ma-
nera total lo voluntario hasta producir su contrario: lo involuntario. Será preciso en cada caso
dictaminar el grado de violencia, temor, concupiscencia o ignorancia para calibrar la gravedad
o lenidad de la acción moral. La concupiscencia en sus casos extremos no anula lo voluntario,
sino la privación de la razón, con lo cual estamos en el mismo nivel que los irracionales (a.7
ad 3).
C.6 a.6 Lo voluntario y lo involuntario 109
ARTICULO 6 Pero si uno piensa correctamente, es-
tas acciones son más voluntarias que in-
¿Causa el miedo lo absolutamente voluntarias, pues son voluntarias en sí
involuntario? mismas e involuntarias relativamente. Se
In Sent. 4 d.29 q.1 a.1; In 2 Cor. 9 lect.1; In Ethic. 3 dice que una cosa es en sí misma, cuan-
lect.l. 2; Quodl. 5 q.5 a.3 do está en acto, mientras que es relativa-
mente y no en sí misma, cuando está
Objeciones por las que parece que el sólo en la aprehensión. Ahora bien, lo
miedo causa absolutamente involuntario. que se hace por miedo está en acto en la
1. Lo mismo que la violencia es con medida que se lleva a cabo; pues, como
respecto a lo que contraría la voluntad los actos están en las cosas singulares, lo
en el presente, así es el miedo respecto singular en cuanto tal está aquí y ahora.
al mal futuro que se opone a la volun- Lo que se hace está en acto en la medida
tad. Pero la violencia causa absoluta- que está aquí y ahora y bajo las otras
mente involuntario. Luego también el condiciones individuales. Pero lo que se
miedo causa absolutamente involuntario. hace por miedo es voluntario en cuanto
2. Además, lo que es de suyo de un está aquí y ahora, es decir, en cuanto en
modo determinado permanece tal, aun- este caso evita un mal mayor que se es-
que se le añada cualquier cosa; por ejem- taba temiendo. Por ejemplo: el arrojar
plo, lo que es de suyo cálido permanece las mercancías al mar llega a ser volunta-
cálido mientras no deje de existir, aun- rio cuando hay tempestad, por temor del
que se añada cualquier cosa. Pero lo que peligro. Por eso, es claro que en sí mis-
se hace por miedo es de suyo involunta- mo es voluntario. En consecuencia, le
rio. Luego también hay involuntario cuan- corresponde la razón de voluntario, pues
do sobreviene el miedo. su principio es interno. Pero si se piensa
3. Además, lo que es de un modo en lo que se hace por miedo, prescin-
determinado bajo condición, es tal relati- diendo de la circunstancia concreta, en
vamente; mientras que lo que es de un cuanto que contraría a la voluntad, eso
modo determinado sin condición alguna, sólo existe en la mente. Y, por eso, es
es absolutamente tal. Por ejemplo: lo involuntario relativamente: en cuanto se
que es necesario por alguna condición, lo considera fuera de las circunstancias
es necesario relativamente, mientras que concretas.
lo que es necesario de un modo absolu-
to, es absolutamente necesario. Ahora Respuesta a las objeciones: 1. A la
bien, lo que se hace por miedo es abso- primera hay que decir: Entre las cosas que
lutamente involuntario, sólo es volunta- se hacen por miedo y las que se hacen
rio bajo condición, o sea, para evitar el por violencia, no sólo hay diferencia en
mal que se teme. Luego lo que se hace cuanto al presente y al futuro, sino tam-
por miedo es absolutamente involun- bién en cuanto que en las cosas que se
tario. hacen por violencia la voluntad no con-
siente, sino que se hacen totalmente en
En cambio está lo que dicen Grego- contra del movimiento de la voluntad.
rio Niseno25 y el Filósofo26, que las co- Las cosas que se hacen por miedo, en
sas que se hacen por miedo son más vo- cambio, son voluntarias, precisamente
luntarias que involuntarias. porque el movimiento de la voluntad
Solución. Hay que decir: Como advier- lleva a ellas, aunque no por ellas mismas
ten el Filósofo en el III Ethic. 27 y Gre- sino por otra cosa: por evitar el mal que
gorio Niseno28, las cosas que se hacen se teme. Pues para la razón de volunta-
por miedo tienen mezcla de voluntario e in- rio es suficiente que sea voluntario por
voluntario. Pues lo que se hace por mie- otra cosa, porque es voluntario no sólo
do, considerado en sí mismo, no es vo- lo que queremos como fin por sí mismo,
luntario, pero se hace voluntario casual- sino también lo que queremos por otra
mente, es decir, por evitar el mal que se cosa como fin. Por consiguiente, queda
teme. claro que la voluntad interior no hace
25. NEMESIO, De nat. hom. c.30: MG 40,721. 26. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.6 (BK
1110a12): S. TH., lect.1. 27. ARISTÓTELES, c.1 n.6 (BK 1110a12): S. TH., lect.1.
28. NEMESIO, De nat. hom. c.30: MG 40,721.
110 Tratado de los actos humanos C.6 a.7
nada en lo que se hace por violencia, to para lo voluntario. Pero la concupis-
pero, en lo que se hace por miedo, la cencia corrompe el conocimiento, pues
voluntad sí hace algo. Y por eso, como dice el Filósofo, en el VI Ethic.30, que la
dice Gregorio Niseno29, para excluir lo delectación, o la concupiscencia de la de-
que se hace por miedo, en la definición lectación, corrompe la estimación de la pru-
de violento no sólo se dice que violento es dencia. Luego la concupiscencia causa in-
aquello cuyo principio es exterior, sino que voluntario.
se añade sin que coopere el paciente; porque En cambio está lo que dice el Da-
la voluntad del que teme aporta algo a masceno31: Lo involuntario es digno de mise-
lo que se hace por miedo. ricordia o de indulgencia, y se realiza con tris-
2. A la segunda hay que decir: Las co- teza. Pero ninguna de estas cosas se apli-
sas que se dicen absolutamente, aunque ca a lo que se hace por concupiscencia.
se añada cualquier otra, permanecen ta- Luego la concupiscencia no causa invo-
les, como lo caliente o lo blanco. Pero luntario.
las cosas que se dicen relativamente va-
rían según se comparan con otras dis- Solución. Hay que decir: La concupis-
tintas, pues lo que es grande comparado cencia no causa involuntario, sino que
con esto, es pequeño en comparación más bien hace las cosas voluntarias. Se
con lo otro. Ahora bien, se llama volun- dice que algo es voluntario porque la
tario no sólo a lo que lo es por sí mis- voluntad se dirige a ello. Pero la volun-
mo, absolutamente en cierto modo, sino tad, por la concupiscencia, se inclina a
también a lo que lo es por otra cosa, re- querer lo que se desea vehementemente.
lativamente. Por eso, nada impide que lo Por consiguiente, la concupiscencia con-
que no sería voluntario comparado con tribuye más a que algo sea voluntario
una cosa, llegue a ser voluntario en que a que sea involuntario.
comparación con otra. Respuesta a las objeciones: 1. A la
3. A la tercera hay que decir: Lo que primera hay que decir: El temor se refiere
se hace por miedo es voluntario sin con- al mal, mientras que la concupiscencia
dición, es decir, en cuanto que se realiza mira al bien. Pero el mal por sí mismo
en acto; pero es involuntario bajo condi- es contrario a la voluntad, mientras que
ción, esto es, si no amenazase ese miedo. el bien es acorde con ella. Por eso, el te-
Por consiguiente, según ese razonamien- mor tiene más capacidad de producir in-
to, más bien se puede concluir lo con- voluntario que la concupiscencia.
trario. 2. A la segunda hay que decir: En
quien hace algo por miedo, permanece
ARTICULO 7 la repugnancia de la voluntad a hacerlo
si se considera en sí mismo. Pero en
¿La concupiscencia causa quien hace algo por concupiscencia,
involuntario? como es el caso del incontinente, no
In Ethic. 3 lect.2.4. permanece la voluntad primera, con la
que se repudiaba lo que se desea vehe-
Objeciones por las que parece que la mentemente, sino que se transforma has-
concupiscencia causa involuntario. ta querer lo que antes repudiaba. Por
1. La concupiscencia es una pasión, consiguiente, lo que se hace por miedo
lo mismo que el miedo. Pero el miedo es de algún modo involuntario, pero no
causa de alguna manera involuntario. lo es de ninguna manera lo que se hace
Luego la concupiscencia también. por concupiscencia. Pues el incontinente
2. Además, el incontinente actúa en de concupiscencia actúa contra lo que se
contra de lo que se proponía, por la proponía en un primer momento, pero
concupiscencia; como el temeroso, por no contra lo que quiere ahora; en cam-
el temor. Pero el temor causa involunta- bio, el temeroso actúa contra lo que
rio de algún modo. Luego también la ahora desea propiamente.
concupiscencia. 3. A la tercera hay que decir: Si la
3. Además, se requiere conocimien- concupiscencia quitara totalmente el co-
29. NEMESIO, De nat. hom. c.30: MG 40,721. 30. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1140b12):
S. TH., lect.4. 31. De fide orth. 2 c.24: MG 94,953.
C.6 a.8 Lo voluntario y lo involuntario 111
nocimiento, como ocurre en quienes por tiene capacidad de causar involuntario
la concupiscencia llegan a perder la ra- en la misma medida que priva del cono-
zón, se seguiría que la concupiscencia cimiento que, como se ha dicho (a.1),
quitaba lo voluntario. Con todo, tampo- requiere lo voluntario. Sin embargo, no
co habría allí propiamente involuntario, toda ignorancia priva de este conoci-
porque en quienes no tienen uso de ra- miento. Por eso hay que tener en cuenta
zón no hay voluntario ni involuntario. que la ignorancia se relaciona de tres
Pero en los otros casos, cuando se hace modos distintos con el acto de la volun-
algo por concupiscencia, no desaparece tad: uno, concomitantemente; otro, con-
la capacidad de conocer, sino sólo la siguientemente; y el tercero, anteceden-
consideración actual sobre un agible par- temente. Concomitantemente, cuando
ticular. Y, sin embargo, esto mismo es versa acerca de lo que se hace, pero,
voluntario, porque se entiende por vo- aunque se supiera, no dejaría de hacerse.
luntario lo que está en el poder de la vo- En este caso la ignorancia no induce a
luntad, como no actuar, no querer y, de querer hacerlo, sino que ocurre que hay
un modo semejante, no pensar; pues la a la vez algo hecho e ignorado, como en
voluntad puede resistir la pasión, como el ejemplo puesto (en obj.3), cuando
se dirá después (q.10 a.3; q.77 a.7). uno quiere matar a un enemigo y lo
mata sin saberlo, pensando que mata un
ciervo. Esta ignorancia no produce in-
ARTICULO 8 voluntario, como dice el Filósofo37, por-
¿La ignorancia causa involuntario? que no causa algo que sea contrario a la
voluntad; sino que causa no voluntario,
Q.76 a.3; In Sent. 2 d.39 q.1 a.1 ad 4; d.43 a.1 ad 3; porque no puede ser querido en acto lo
In Ethic. 3 lect.1.3; De malo q.3 a.8.
que se ignora.
Objeciones por las que parece que la La ignorancia se relaciona con la vo-
ignorancia no causa involuntario. luntad consiguientemente, cuando la ig-
1. Lo involuntario merece perdón, como norancia misma es voluntaria. Y esto
dice el Damasceno32. Pero algunas veces ocurre de dos formas, de acuerdo con
lo que se hace por ignorancia no merece los dos modos de voluntario antes (a.3)
perdón, de acuerdo con 1 Cor 14,38: señalados. La primera, porque el acto de
Quien ignora, será ignorado. Luego la igno- la voluntad se dirige a la ignorancia; por
rancia no causa involuntario. ejemplo, cuando uno quiere no saber,
2. Además, todo pecado está acom- para tener excusa del pecado o para no
pañado de ignorancia, según Prov 14,22: retraerse de pecar, según Job 21,14: No
Yerran los que hacen el mal. Si, pues, la ig- queremos saber tus caminos. Y esta ignoran-
norancia causa involuntario, se seguiría cia se llama afectada. Según la otra for-
que todo pecado era involuntario. Y ma, se llama voluntaria la ignorancia de
contra esto afirma Agustín33 que todo pe- lo que uno puede y debe saber, del mis-
cado es voluntario. mo modo que se llama voluntario el no
3. Además, lo involuntario está acompa- actuar y el no querer, como se dijo más
ñado de tristeza, como dice el Damasce- arriba (a.3). Por consiguiente, tenemos
no34. Pero algunas cosas se hacen con una ignorancia así cuando uno no tiene
ignorancia y sin tristeza; por ejemplo: si en cuenta lo que puede y debe tener en
uno mata a un enemigo a quien deseaba cuenta. Esta ignorancia se llama de mala
matar, pensando que mataba un ciervo. elección y puede provenir de la pasión o
Luego la ignorancia no causa involun- del hábito. También tenemos esta igno-
tario. rancia, cuando uno no procura tener el
conocimiento que debe tener; y así, la
En cambio está lo que dicen el Da- ignorancia de los principios universales
masceno35 y el Filósofo36, que algún invo- del derecho, que todos deben saber, se
luntario es por ignorancia. considera voluntaria, porque se produce
Solución. Hay que decir: La ignorancia por negligencia. Ahora bien, cuando la
32. De fide orth. 2 c.24: MG 94,953. 33. De vera relig. c.14: ML 34,133. 34. De fide
orth. 2 c.24: MG 94,953. 35. De fide orth. 2 c.24: MG 94,953. 36. ARISTÓTELES, Eth.
3 c.l n.3 (BK 1110al): S. TH., lect.1. 37. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.14 (BK 1110b25):
S. TH., lect.3.
112 Tratado de los actos humanos C.6 a.8
ignorancia misma es voluntaria de algu- que no haría de saberlo; por ejemplo,
na de estas formas, no puede causar in- cuando uno, prestada la debida atención,
voluntario propiamente. No obstante, sin saber que alguien pasa por el cami-
causa involuntario de algún modo, pues no, lanza una flecha con la que mata a un
precede al movimiento de la voluntad a transeúnte. Esta ignorancia causa invo-
hacer algo, y este movimiento no se da- luntario absolutamente.
ría de haber conocimiento. Y con esto se tiene la respuesta a las
La ignorancia se relaciona con la vo- objeciones. Pues el primer argumento
luntad antecedentemente cuando, sin ser procedía de la ignorancia de lo que uno
voluntaria, es causa de querer lo que de tiene que saber. El segundo, de la igno-
otro modo una persona no querría. Así, rancia de elección, que de algún modo
cuando un hombre ignora alguna cir- es voluntaria, como se dijo (a.8). El ter-
cunstancia de un acto que no estaba cero, de la ignorancia que se relaciona
obligado a conocer, y por eso hace algo concomitantemente con la voluntad.
CUESTIÓN 7
Las circunstancias de los actos humanos
Ahora corresponde estudiar las circunstancias de los actos humanos (cf.
q.6 intr.)a. Y acerca de esto se plantean cuatro problemas:
1. ¿Qué es una circunstancia?—2. ¿Debe el teólogo considerar las
circunstancias de los actos humanos?—3. ¿Cuántas son las circunstancias?—
4. ¿Cuáles son las más importantes?
1. Rhetor. 1.1 c.17. 2. Top. c.3 3. ARISTÓTELES, c.1 n.15 (BK 1110b33): S. TH.,
lect.3. 4. ARISTÓTELES, Perih. c.1 n.2 (BK 16a3): S. TH., lect.2. 5. ARISTÓTELES, 1.9 c.4
n.1 (BK 1055a9): S. TH., 1.10 lect.5.
a El tema de las circunstancias del acto humano es estudiado de forma muy sintética. Sus
repercusiones morales serán, sin embargo, muy importantes, pues pueden cambiar esencialmen-
te la categoría ética de la acción y, por ello, reaparecen en la q.18 a. 10-11. Su número septena-
rio (quis, quid, ubi, quibus auxiliis, cur, quomodo, quando) fue muy conocido en la antigüedad, y
Santo Tomás lo justifica acudiendo al razonamiento de su accidentalidad (a.3).
114 Tratado de los actos humanos C.7 a.2
del acto, que afectan de algún modo al ARTICULO 2
acto humano. Pero se llama accidente de
una cosa a lo que, siendo exterior a su ¿Debe el teólogo considerar las
sustancia, la afecta realmente. Por consi- circunstancias de los actos humanos?
guiente, a las circunstancias de los actos
humanos hay que llamarlas accidentes de Objeciones por las que parece que el
los mismos. teólogo no debe considerar las circuns-
tancias de los actos humanos.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. El teólogo sólo considera los ac-
primera hay que decir: El discurso, en tos humanos en cuanto que son cualifi-
efecto, da fuerza a la argumentación so- cados, es decir, buenos o malos. Pero
bre todo con la sustancia del acto, pero parece que las circunstancias no pueden
secundariamente con lo que rodea al hacerlos cualificados, porque, hablando
acto. Así, uno se convierte en acusado, con propiedad, nada es cualificado por
en primer lugar, por haber cometido ho- lo que le es exterior, sino por lo que
micidio; secundariamente por haberlo está en ello. Luego el teólogo no debe
perpetrado con dolo, por lucro, en tiem- considerar las circunstancias de los ac-
po o lugar sagrado, o algo similar. Por tos.
eso, dice expresamente que con la cir- 2. Además, las circunstancias son ac-
cunstancia el discurso añade fuerza a la ar- cidentes de los actos. Pero un ente tiene
gumentación, de un modo secundario. infinitos accidentes y, por eso, se dice en el
2. A la segunda hay que decir: Una VI Metaphys.6 que ningún arte o ciencia ver-
cosa se dice accidente de otra de dos sa sobre el ente por accidente, salvo la sofís-
modos. Uno, porque le es inherente; así, tica. Luego el teólogo no debe conside-
blanco se dice accidente de Sócrates. El rar las circunstancias de los actos huma-
otro, porque está junto con ella en el nos.
mismo sujeto, y así se dice que blanco es 3. Además, el estudio de las circuns-
accidente de músico por cuanto coinci- tancias corresponde al retórico. Pero la
den y de algún modo se unen en un su- retórica no es parte de la teología. Lue-
jeto. De este segundo modo se dice que go la consideración de las circunstancias
las circunstancias son accidentes de los no corresponde al teólogo.
actos.
3. A la tercera hay que decir: Se dice En cambio, la ignorancia de las cir-
que un accidente lo es de otro por la cunstancias causa involuntario, como di-
concurrencia de ambos en el mismo su- cen el Damasceno7 y Gregorio Niseno8.
jeto, como acabamos de exponer (ad 2). Pero lo involuntario excusa de culpa, y
Esto sucede de dos modos. Uno, cuando esto sí debe considerarlo el teólogo.
los dos accidentes coinciden en el mismo Luego también las circunstancias.
sujeto sin orden alguno, por ejemplo, Solución: Hay que decir: Las circuns-
blanco y músico en Sócrates. El otro tancias entran en la consideración del
modo, con algún orden, por ejemplo, teólogo por tres razones. La primera,
porque el sujeto recibe un accidente me- porque el teólogo considera los actos
diante el otro, como el cuerpo recibe el humanos en cuanto que por ellos el
color mediante la superficie. Y así se hombre se ordena a la bienaventuranza.
dice también que un accidente está en Ahora bien, todo lo que se ordena a un
otro, pues decimos que el color está en fin, debe ser proporcionado a él, y un
la superficie. Pues bien, las circunstan- acto adquiere esa proporción al fin se-
cias se relacionan con los actos de am- gún cierta medida que surge de las cir-
bos modos, porque algunas de las que se cunstancias debidas. Por consiguiente, la
ordenan al acto afectan al agente sin que consideración de las circunstancias co-
medie el acto, por ejemplo, el lugar y la rresponde al teólogo. La segunda, por-
condición de la persona; mientras que que el teólogo considera los actos huma-
otras le afectan mediante el acto mismo, nos en cuanto que son buenos o malos,
como el modo de obrar. mejores o peores, y esta diversidad se
6. ARISTÓTELES, c.2 n.1 (Bk 1026b3): S. TH., lect.2. 7. De fide orth. 2 c.24: MG
94,953. 8. NEMESIO, De nat. hom. c.31: MG 40,724.
C.7 a.3 Las circunstancias de los actos humanos 115
9. En sed contra y c.6 a.8. 10. ARISTÓTELES, c.6 n.3 (BK 1096a26): S. TH., lect.6.
11. ARISTÓTELES, c.1 n.16 (BK 1111a3): S. TH., lect.3. 12. ARISTÓTELES, c.1 n.16 (BK
1111a3): S. TH., lect.3.
b Esta cuestión, tal como está aquí planteada, es bastante extemporánea y, en realidad, de-
biera extenderse a todo el tratado de los actos humanos; es decir, si el teólogo tiene que pre-
ocuparse de demarcar los principios racionales de la actuación humana. La respuesta de Santo
Tomás nos da un nuevo apoyo a la idea ya expuesta de su concepción ética en teología. El teó-
logo no debe despreocuparse de la bondad y maldad de lo humano, ya que en ello está en jue-
go la bienaventuranza eterna. Con ello no niega la competencia propia de los moralistas, los
políticos y los «retóricos» (buen argumento para la autonomía de las ciencias correspondientes),
pero cree que el teólogo debe compartir con ellos lo que hoy llamaríamos inquietud por el des-
tino del hombre y el sentido de la vida (cf. a.2 ad 3).
116 Tratado de los actos humanos C.7 a.4
Solución: Hay que decir: Tulio en su causas. Pues no es circunstancia el fin
Retórica13 señala siete circunstancias, que da la especie al acto, sino un fin so-
contenidas en el verso siguiente: quién, bre añadido; por ejemplo: no es circuns-
qué, dónde, con qué medios, por qué, cómo, tancia que un hombre fuerte actúe con
cuándo. En un acto humano se debe con- vigor por el bien de la fortaleza, pero sí
siderar, en efecto, quién lo hizo, con qué lo es que lo haga por la liberación de
medios o instrumentos lo ha ejecutado, una ciudad o del pueblo cristiano o por
qué es lo que ha hecho, por qué, cuándo algo semejante. Lo mismo ocurre tam-
y cómo lo hizo. Pero Aristóteles, en el bién a propósito de qué, pues no es cir-
III Ethic.14, añade otra: acerca de qué, in- cunstancia de una mojadura que alguien,
cluida por Tulio en la circunstancia qué. al echar agua sobre otro, lo moje; lo es,
La razón de esta enumeración puede en cambio, que al mojarlo lo enfríe o lo
encontrarse así. Se llama circunstancia a caliente, lo cure o le haga daño.
lo que existe fuera de la sustancia del
acto y de algún modo le afecta. Y esto
puede suceder de tres maneras: porque ARTICULO 4
afecta al acto mismo, porque afecta a su
causa o porque afecta a su efecto. Al ¿Cuáles son las circunstancias
acto mismo puede afectarle midiéndolo, principales?
como el tiempo y el lugar, o bien cualifi- In Sent. 4 d.16 q.3 a.2 q.a2; In Ethic. 3 lect.3.
cándolo, como el modo de obrar. Respecto
del efecto, se considera circunstancia qué Objeciones por las que parece que
ha hecho alguien. En cuanto a la causa las principales circunstancias no son por
del acto, puede referirse a la causa final, qué y aquello en lo que está la operación,
y tenemos por qué; a la causa material u como se dice en el III Ethic.15
objeto, y resulta la circunstancia acerca de 1. Aquello en lo que está la opera-
qué; a la causa eficiente principal, quién ción parece que son el lugar y el tiempo,
ha hecho; finalmente, a la causa agente que no parecen ser circunstancias princi-
instrumental, de la que resulta la cir- pales, pues son las más extrínsecas al
cunstancia con qué medios. acto. Luego aquello en lo que está la
operación no es una circunstancia prin-
Respuesta a las objeciones: 1. A la cipal.
primera hay que decir: El tiempo y el lugar 2. Además, el fin es extrínseco a la
son circunstancias del acto como su me- cosa. Luego no parece ser circunstancia
dida, pero las otras lo son porque le principal.
afectan de algún otro modo, y existen 3. Además, lo principal de una cosa
fuera de su sustancia. son su causa y su forma. Pero la causa
2. A la segunda hay que decir: Este del acto es la persona agente, y su forma,
modo de obrar bien o mal no cuenta el modo. Luego parece que estas dos
como circunstancia, sino que es conse- circunstancias son las principales.
cuencia de todas ellas. No obstante, fi-
gura como circunstancia especial el En cambio está lo que dice Gregorio
modo que se refiere a la cualidad del Niseno16, que las principales circunstancias
acto, como el andar veloz o lento, gol- son para qué se obra y qué es lo que se obra.
pear suave o fuerte, etc. Solución: Hay que decir: Los actos se
3. A la tercera hay que decir: No se llaman propiamente humanos en la me-
tiene por circunstancia a la condición de dida que son voluntarios, como ya se
la causa de la que depende la sustancia dijo (c.1 a.1). Ahora bien, el fin es el
del acto, sino otra condición añadida; motivo y el objeto de la voluntad. Por
así, en el objeto no se dice que sea cir- consiguiente, la principal de todas las
cunstancia de un robo lo ajeno, porque circunstancias es la que afecta al acto
esto pertenece a la sustancia del robo, por parte del fin, es decir, para qué; des-
sino que sea de mayor o menor canti- pués de ésta, la que afecta a la sustancia
dad. Lo mismo ocurre con las demás misma del acto, es decir, qué hizo. Las
circunstancias que surgen de las otras demás circunstancias son más o menos
13. Rhetor. 1 c.24. 14. C.l n.16 (BK 1111a3): S. TH., lect.6. 15. ARISTÓTELES, c.1
n.18 (BK 1111a18): S. TH., lect.3. 16. NEMESIO, De nat. hom. c.31: MG 40,728.
C.7 a.4 Las circunstancias de los actos humanos 117
1. ARISTÓTELES, Metaph. 8 c.2 n.2 (BK 1046b8): S. TH., 1.9 lect.2. 2. ARISTÓTELES, c.9
n.3 (BK 432B5): S. TH., lect.14. 3. § 32: MG 3,732; S. TH., lect.22. 4. § 10: MG 3,708;
S. TH., lect.9. 5. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1094a3): S. TH., lect.1.
C.8 a.2 El objeto de la voluntad 119
forma, el apetito natural sigue a una for- razón de bien, y así tiende a ellas la vo-
ma que existe en la naturaleza, mientras luntad. Por eso dice el Filósofo7 que ca-
que el apetito sensitivo y también el in- recer de mal tiene razón de bien.
telectivo o racional, que se llama volun-
tad, siguen a una forma aprehendida. ARTICULO 2
Por consiguiente, igual que hacia lo que
se dirige el apetito natural es un bien La voluntad, ¿es sólo del fin o
existente en la realidad, hacia lo que se también de lo que es para el fin?
dirige el apetito animal o voluntario es
In Sent. 1 d.45 a.2 ad 1; 1 d.24 q.1 a.3 ad 3; De verit.
un bien aprehendido. Luego, para que la q.22 a.13 ad 9.
voluntad tienda hacia algo, no hace falta
que sea un bien verdadero y real, sino Objeciones por las que parece que la
que sea aprehendido en razón de bien. voluntad no es de lo que es para el fin,
Por eso dice el Filósofo, en el II sino sólo del fin.
Physic.6, que el fin es un bien o un bien apa- 1. Dice el Filósofo, en el III Ethic.8,
rente. que la voluntad es del fin, mientras que la
elección es de lo que es para el fin.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Además, potencias diversas del alma
primera hay que decir: Una misma poten- se ordenan a cosas que son diversas en género,
cia es de cosas opuestas, pero no se como se dice en el VI Ethic.9 Pero el fin
comporta con ellas del mismo modo. y lo que es para el fin están en diverso
Así, pues, la voluntad se relaciona con el género de bien, pues el fin, que es del
bien y con el mal, pero con el bien de- bien honesto y deleitable, está en el gé-
seándolo, mientras que con el mal, hu- nero de cualidad, o en el de acción o pa-
yendo de él. Por consiguiente, el apetito sión; en cambio, el bien útil, que es para
en acto de bien se llama voluntad, puesto el fin, está en el de relación, como se
que designa el acto de la voluntad; y en dice en el I Ethic.10 Luego, si la volun-
este sentido hablamos ahora de volun- tad es del fin, no será de lo que es para
tad. La huida del mal, sin embargo, se el fin.
llama mejor noluntad. Por tanto, igual 3. Además, los hábitos son propor-
que la voluntad es del bien, la noluntad es cionados a las potencias, pues son sus
del mal. perfecciones. Pero entre los hábitos que
2. A la segunda hay que decir: No es se llaman artes operativas, el fin pertene-
propio de una potencia racional perse- ce a una, y lo que es para el fin, a otra;
guir cualesquiera cosas opuestas, sino las así el uso de una nave, que es su fin,
que están contenidas en su objeto con- pertenece al comandante, mientras que
veniente, pues toda potencia persigue lo que es para el fin, su construcción,
sólo su objeto conveniente. Ahora bien, pertenece al arte de construcción naval.
el objeto de la voluntad es el bien. Lue- Luego, como la voluntad es del fin, no
go es propio de la voluntad perseguir será de lo que es para el fin.
cosas opuestas que estén contenidas en
el bien, por ejemplo, moverse y quedar- En cambio está que, en las cosas na-
se quieto, hablar y callar, y otras seme- turales, uno pasa el medio y llega al tér-
jantes. Hacia una u otra se inclina la vo- mino mediante la misma potencia. Pero
luntad en razón del bien. las cosas que son para el fin son medios
3. A la tercera hay que decir: Lo que con los que se llega al fin, como al tér-
no es ente en la naturaleza real se toma mino. Luego, si la voluntad es del fin,
como ente en la razón; por eso las nega- lo es también de lo que es para el fin.
ciones y privaciones se llaman entes de Solución: Hay que decir: Se llama vo-
razón. Y así, incluso las cosas futuras, luntad unas veces a la potencia del alma,
en cuanto que son conocidas, son entes. y otras, en cambio, al acto de la volun-
Pues bien, en la medida que son entes tad. Por consiguiente, si hablamos de la
de esta clase, son aprehendidas bajo la voluntad refiriéndonos a la potencia, se
6. ARISTÓTELES, c.3 n.5 (BK 195a26): S. TH., lect.5. 7. ARISTÓTELES, c.1 n.10 (BK
1129b8): S. TH., lect.1. 8. ARISTÓTELES, c.2 n.9 (BK Illlb26): S. TH., lect.5. 9. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.5 (BK 1139a8): S. TH., lect.1. 10. ARISTÓTELES, c.6 n.3 (BK 1096a26):
S. TH., lect.6.
120 Tratado de los actos humanos C.8 a.2
extiende tanto al fin como a lo que es participa de algún modo del color. Por
para el fin, pues cada potencia se extien- otra parte, la razón de bien, que es el
de hasta todo aquello en lo que puede objeto de la potencia de la voluntad, se
encontrarse razón de su objeto; la vista, encuentra no sólo en el fin, sino también
por ejemplo, se extiende a todo lo que en lo que es para el fina.
a Se recoge de nuevo el tema del bien como objeto de la voluntad (cf. a.1).
Para que este «bien» funcione como objeto, debe tener razón de fin, porque éste es el que
por sí mismo puede ser y «es bien y querido».
La «razón de bien» no tiene por qué coincidir siempre con el bien real. Es imprescindible
y al mismo tiempo es suficiente que sea aprehendido por el hombre como bueno por su inteli-
gencia y propuesto así a la voluntad.
Pero esta conjunción de inteligencia y voluntad, fin y objeto, es muy compleja y dará lugar
a muy importantes distinciones, que se irán resolviendo en las cuestiones siguientes (cf. q.9-10)
y sobre las que necesariamente habrá que volver.
Ahora nos importa detenernos en un asunto que ya insinuamos y que aparece aquí de for-
ma más plena: si la ética posee raíces objetivas o subjetivas; si su «ideal» o su meta tiene asien-
to en la realidad o solamente en la aprehensión humana; si hay que inclinarse por un cierto
subjetivismo o hay que buscar la fidelidad sin tacha a lo objetivo.
Es éste uno de los grandes problemas que se debaten en la moral de Santo Tomás y en
cualquier otro sistema ético: cómo debe enraizarse la moral en el mundo objetivo, respondien-
do simultáneamente a las exigencias del hombre que persigue su propia realización y plenifi-
cación.
La combinación de ambos aspectos, el objetivo y el subjetivo, parecería sencilla. Si toma-
mos la expresión «realidad» en un sentido muy determinado, podríamos enunciar: la moral está
llamada a «realizar», es decir, a incorporar a la «realidad» de manera plena a todos los sujetos
que acierten en su empeño virtuoso.
Pero surgen luego las diferencias de apreciación en los distintos pensamientos filosóficos y
teológicos, que cargan más el acento sobre el sujeto o el objeto.
Veamos lo que sucede en Santo Tomás, aunque sea de una manera muy esquemática e
inicial.
En tres momentos de su exposición fundamental se pronuncia Santo Tomás sobre este pro-
blema:
1) Lo hallamos, en primer lugar, al ofrecer la justificación metafísica de por qué la voluntad
apetece un bien. En ese momento (q.6), Santo Tomás señala la existencia del bien objetivo
—del bien entitativo— y propone el dinamismo apetitivo del bien como el resorte interior de
toda la perfección humana y moral, y su satisfacción en los dominios reales del bien como el
verdadero ejercicio del actuar moral. Santo Tomás es aquí plenamente objetivista. El bien «está
ahí», correlacionándose y convertible con el ser real. La voluntad es la potencia humana para
la búsqueda y el logro permanente de ese bien real que se ofrece al hombre en la existencia.
2) El tema reaparece, por supuesto, en el análisis de lo bueno y lo malo. En este momento
parece inclinarse más a lo subjetivo. En efecto, la voluntad humana, que guarda el secreto del
dinamismo sustancial de lo moral, se inclina siempre y se decide ante aquello que el entendi-
miento le propone como bien. No es el bien en sí, en su cualidad real, lo que elige la voluntad,
sino, por así decir, «la forma de bien» propuesta por el entendimiento humano. La conquista
del bien pasa por un proceso de subjetivización radical, sin el cual —dice una y otra vez Santo
Tomás— no puede haber elección del bien (q.8 y 9). La labor de selección crítica del bien, he-
cha por el sujeto racional, es primordial. Es el sujeto mismo el que discurrirá entre lo bueno real
y lo bueno para el hombre. Lo moral está en dependencia de un mecanismo plenamente subjetivo.
3) A nivel más plenamente moral encontramos algo similar: la regla moral es la ley natural,
reconocida por la razón (q.19). La razón señala lo que es bueno, lo que está en conformidad
con el orden definitivo hacia el fin. En este momento parece surgir como una doble medida:
la medida de lo objetivo, real, final, recto cuya adecuación se nos presenta de forma perfecta en
la ley eterna; y la medida de la razón natural, donde está impreso ese orden objetivo, recto. La ra-
zón es imagen e instrumento de la medida objetiva, y, por consiguiente, lleva al hombre a la
perfección segura del bien pleno y del ser absoluto. Este modo moral de conducir la razón no
está negado por el hecho de que, a falta de otras luces próximas, el hombre, en algunas ocasio-
nes, haya de obedecer a un dictamen racional erróneo. Normalmente no sucede así: el hombre
es guiado por la razón de forma bastante segura hacia el bien objetivo y real. Santo Tomás está
tan convencido de ello que, cuando el individuo y su conciencia yerran en la proposición de
un bien particular a la voluntad, nunca afirmará que obra bien, que elige un bien verdadero,
sino que no hace mal, que no se vicia la voluntad por esa obediencia a la razón.
En conjunto podemos concluir que Santo Tomás se inclina por el objetivismo como funda-
C.8 a.2 El objeto de la voluntad 121
Pero si hablamos de la voluntad refi- tanto, la voluntad sólo se dirige a ello
riéndonos exclusivamente al acto, enton- en la medida que se dirige al fin; por eso
ces, hablando con propiedad, es sólo del precisamente lo que quiere en esto es el
fin, pues todo acto que lleva el nombre fin. El entender, por ejemplo, es propia-
de su potencia designa al acto simple de mente de lo que se conoce de suyo, es
la potencia; por ejemplo, entender designa decir, de los principios; pero no se dice
el acto simple del entendimiento. Ahora que la inteligencia sea de lo que se cono-
bien, el acto simple de una potencia se ce mediante los principios, salvo en la
refiere a lo que es de suyo el objeto de medida en que se aprecian en ello los
la potencia, y lo que es por sí mismo principios, pues el fin se comporta en lo
bien y querido es el fin. En cambio, lo apetecible igual que el principio en lo inteligi-
que es para el fin no es bien ni querido ble, como se dice en el VII Ethic. 11
por sí mismo, sino por orden al fin. Por Respuesta a las objeciones: 1. A la
mentó de su moral. La moral está enraizada en el ser de las cosas, en el orden verdadero del
universo, ese orden inscrito desde siempre en la creación y que los hombres por su razón pue-
den conocer. Por eso Santo Tomás no es voluntarista, porque no hace depender el bien de
algo subjetivo, sino que sitúa el bien en la categoría del ser. La razón puede conocer ese orden
del ser. La voluntad puede abrazar el bien en sus participaciones; pero nunca a capricho, ni si-
quiera a capricho de Dios, podrá mudar el sentido y la realidad de lo existente.
Las distintas filosofías y teologías de corte más subjetivista insistirán en los valores más «in-
teriores», ya sea primando la voluntad, ya sea exaltando algunas realidades subjetivas, ya sea ra-
dicalizando todo en la sola razón. Sin olvidar el salto de la Edad Moderna, esto es lo que suce-
dería con Kant. En Kant, más allá de las críticas profundas que puedan hacerse, el a priori fun-
damental de todo lo ético es subjetivo: el imperativo práctico. «En efecto, el pensamiento a
priori de una posible legislación general, pensamiento, pues, puramente problemático, se impo-
ne absolutamente como ley sin tomar nada de la experiencia o de cualquier otra voluntad exte-
rior» (M. KANT, Critica de la razón práctica [Buenos Aires 41977] p.37).
Vuelve a aparecer el subjetivismo radical ético en el existencialismo. Abominando los exce-
sos de un objetivismo abstracto y legalista, los existencialistas se volcarán en lo subjetivo: lo
que importa es obrar con decisión desde el sujeto y en una situación según la autenticidad del
momento. Este modo de pensar y de sentir no ha desaparecido, ni mucho menos, en el mundo
actual; de ahí que el hombre tienda en sus valoraciones éticas al relativismo radical.
Santo Tomás desea insertar al hombre en la realidad y que su moral transforme la vida y
el entorno real de lo humano. Esta tendencia se hallaba también en Aristóteles, quien daba a
su ética un acento mucho más vital y práctico que subjetivista e idealista. Se trata de hacer al
hombre virtuoso y feliz, no de teorizar sobre esos principios de lo humano. Algunos discípulos
suyos sacarán conclusiones que en manera alguna tendrían que ver con el objetivismo de su
doctrina moral. En cambio, otras tendencias, provenientes en principio de los idealismos, ten-
derán a una practicidad mucho mayor de lo moral y harán de la realidad el principio de toda
la filosofía y de todos los imperativos humanizantes de la historia.
Que lo objetivo nunca se da en forma pura y plena es algo que ya había notado toda la
tradición filosófica grecorromana. Tanto en moral como en derecho se aludía constantemente
a las circunstancias individuantes como imprescindibles para valorar moral y jurídicamente las
acciones. Esta complicación se agudizará bastante al mezclar las circunstancias de lo objetivo
con la visión subjetivista de las cosas. De la complicación de planos morales que de ahí surgirá,
ya hemos insinuado algo al referirnos al casuismo.
Santo Tomás analiza todo ello y da a la circunstancia un puesto relevante en moral. Tam-
bién reconoce la complicación de lo subjetivo y ofrece soluciones, que son válidas aún hoy,
para afrontar los problemas morales. Pero no pocos críticos posteriores al Santo y considerados
a veces como discípulos suyos, hicieron derivar el tema del subjetivismo y de las circunstancias
en ese otro casuismo minimalista que abusaba de las distinciones de la moral y que en el fondo
se separaba de la orientación objetiva y realista de la moral del Maestro. Curiosamente, el exis-
tencialismo, que se rebela contra lo objetivo de la ley moral, se quedó en la circunstancia —la
situación— como determinante último de la acción moral del sujeto. Ni el fervor por la cir-
cunstancia, ni el interés abusivo por las distinciones minimizantes de lo moral ni el subjetivis-
mo radical, son propios del Santo. Santo Tomás parte de la realidad y pretende conducir al in-
dividuo, a través de opciones fundamentales y de acciones maduras, a su estabilidad y plenitud,
que consiste en la incorporación de su ser a la fuente misma de lo real y de todo bien.
122 Tratado de los actos humanos C.8 a.3
12
primera hay que decir: El Filósofo está Pero la luz y el color se ven con el mis-
hablando de voluntad en cuanto que de- mo acto. Luego la voluntad quiere el fin
signa su acto simple, no en cuanto de- y lo que es para el fin con el mismo mo-
signa la potencia. vimiento.
2. A la segunda hay que decir: Poten- 3. Además, el movimiento natural
cias diversas se ordenan a cosas diversas que a través del medio tiende a lo últi-
en género, cuando éstas se relacionan mo es el mismo numéricamente. Pero lo
entre sí de un modo igual; el sonido y el que es para el fin se relaciona con el fin
color, por ejemplo, son géneros diversos como lo medio con lo último. Luego es
de sensible y a ellos se ordenan el oído el mismo movimiento de la voluntad
y la vista. Pero lo honesto y lo útil no se aquel con el que se dirige al fin y a lo
relacionan entre sí de un modo igual, que es para el fin.
sino como lo que es de suyo y lo que es En cambio, los actos se diversifican
por otro. Ahora bien, las cosas de esta según los objetos. Pero el fin y lo que es
clase siempre se refieren a la misma po- para el fin, que es lo útil, son especies
tencia; así, mediante la potencia visiva, diversas de bien. Luego la voluntad no
se sienten el color y la luz, mediante la se dirige a uno y otro con el mismo
cual se ve el color. acto.
3. A la tercera hay que decir: No todo Solución: Hay que decir: Como el fin
lo que diversifica el hábito diversifica la es querido por sí mismo y lo que es para
potencia, pues los hábitos son unas de- el fin, en cuanto tal, sólo es querido por
terminaciones de las potencias para algu- causa del fin, es claro que la voluntad
nos actos especiales. Y, sin embargo, puede dirigirse hacia el fin sin por ello
toda arte operativa considera tanto el fin dirigirse a lo que es para el fin; sin em-
como lo que es para el fin, pues el arte bargo, no puede dirigirse hacia lo que es
náutica considera el fin, como lo que para el fin, en cuanto tal, sin dirigirse al
hace, y lo que es para el fin, como quien fin mismo. Por tanto, la voluntad se di-
manda; y el arte de construcción naval, rige a un mismo fin de dos modos: uno,
en cambio, considera lo que es para el absolutamente por sí; el otro, como a la
fin, como lo que hace, y el fin, como razón de querer lo que es para el fin.
aquello a lo que se ordena lo que hace. Por consiguiente, es claro que es uno
En otras palabras, en toda arte operativa solo e idéntico el acto con el que la vo-
hay un fin propio y algo que es para el luntad se dirige al fin, en cuanto es ra-
fin y que le pertenece a ella con toda zón de querer lo que es para el fin, y ha-
propiedad. cia lo que es para el fin. Pero el acto con
el que se dirige hacia el fin de un modo
ARTICULO 3 absoluto es distinto. Y a veces precede
en el tiempo, por ejemplo, cuando uno
La voluntad, ¿se mueve con el quiere primero la salud y, después, deli-
mismo acto hacia el fin y hacia lo berando cómo puede sanar, quiere traer
que es para el fin? al médico para que lo cure. Lo mismo
Q.12 a.4; De verit. q.22 a.14.
ocurre también con el entendimiento:
uno entiende primero los principios por
Objeciones por las que parece que la sí mismos, después entiende también en
voluntad se mueve con el mismo acto las conclusiones, puesto que asiente a las
hacia el fin y hacia lo que es para el fin. conclusiones por los principios.
1. Según el Filósofo 13, donde hoy una Respuesta a las objeciones: 1. A la
cosa por causa de otra, hay sólo una cosa. primera hay que decir: Ese razonamiento
Pero la voluntad sólo quiere lo que es procede en la medida que la voluntad se
para el fin por causa del fin. Luego se dirige al fin, en cuanto que es la razón
mueve con el mismo acto a ambos. de querer lo que es para el fin.
2. Además, el fin es la razón de que- 2. A la segunda hay que decir: Siempre
rer lo que es para el fin, igual que la luz que se ve el color, se ve la luz, pero
es la razón de la visión de los colores. puede verse la luz sin que se vea el co-
12. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.2 n.9 (BK 1111b26): S. TH., lect.5. 13. ARISTÓTELES, Top.
3c.2 n.2 (BK 117a18).
C.8 a.3 El objeto de la voluntad 123
lor. Del mismo modo, siempre que uno conclusiones por los principios, que se
quiere lo que es para el fin, quiere tam- llaman medios. Por eso el entendimiento,
bién el fin con el mismo acto, pero no al a veces, entiende un medio y con eso no
revés. llega a la conclusión. Lo mismo la vo-
3. A la tercera hay que decir: En la luntad: unas veces quiere un fin, pero
ejecución de la obra, lo que es para el no llega a querer lo que es para el fin.
fin se comporta como medio, y el fin, En cuanto a la objeción en contra14,
como término. Por eso, igual que un la respuesta es clara con lo que se ha di-
movimiento natural a veces se detiene cho (a.2 ad 2). Pues lo útil y lo honesto
en el medio y no llega al término, así no son especies de bien divididas por
uno a veces realiza lo que es para el fin igual, sino que se relacionan como lo
y no llega al fin. Pero en el querer ocu- que es por sí y lo que es por otro. Por
rre lo contrario, porque la voluntad lle- eso el acto de la voluntad puede dirigir-
ga a querer lo que es para el fin por el se a uno sin dirigirse al otro, pero no al
fin, como el entendimiento llega a las
1. Enarr. in Psalm. ps.l 18,20 serm.8: ML 37,1552. 2. ARISTÓTELES, 3 c.3 n.4 (BK
427b23): S. TH., lect.4. 3. ARISTÓTELES, c.6 n.6.7 (BK 433B10; b16): S. TH., lect.15.
4. ARISTÓTELES, c.2 n.10 (BK 194b5): S. TH., lect.4.
C.9 a.1 El motivo de la voluntad 125
sus actos, pues las usamos cuando que- guno de los tribunos, que pretende el
remos; porque los fines y las perfeccio- orden de una sección.
nes de todas las otras potencias están in- Por su parte, el objeto mueve deter-
cluidos en el objeto de la voluntad como minando el acto, como un principio for-
bienes particulares, y siempre el arte o la mal, que especifica la acción en las cosas
potencia a la que pertenece el fin univer- naturales, igual que el calor al calentar.
sal mueve a obrar al arte o a la potencia Ahora bien, el primer principio formal
a la que pertenece un fin particular in- es el ente y lo verdadero universal, que
cluido en el universal. Por ejemplo: el es el objeto del entendimiento. Luego,
caudillo de un ejército, que pretende el con este tipo de moción, el entendimien-
bien común, es decir, el orden de todo to mueve a la voluntad, presentándole
el ejército, mueve con sus órdenes a al- su objetoa.
a Con esta expresión se propone la reflexión sobre las relaciones entre el entendimiento y
la voluntad, que saldrán frecuentemente a colación. Esta es una cuestión más importante de lo
que pudiera parecer a primera vista.
Ante todo es imprescindible definir los términos de «voluntad» y «entendimiento».
Voluntad significa, normalmente, esa facultad humana que, junto con el entendimiento, for-
man el alma. Suele denominársele también facultad apetitiva superior, donde todo deseo pro-
piamente humano tiene su origen.
La facultad correspondiente, como decimos, dentro del espíritu humano es el entendimien-
to. Con ella el hombre es capaz de pensar, de concebir ideas, de abstraer, de objetivar, de acce-
der a la verdad. Como también se le llama «razón», a veces puede confundirse con algunos as-
pectos normativos de carácter humano, tal como está usado en la tradición aristotélica, ya que
«conforme a razón» equivale a bueno, y «disconforme», a malo. Pero no es en absoluto correc-
to equipararlos, pues en este caso se refiere al orden universal de las cosas, de la bondad, de
lo moral que «está inscrito» o que «espontáneamente conoce el hombre» en la razón natural,
es decir, la razón sin ninguna otra ayuda o luz que le venga de fuera. De esto se hablará más
tarde y no conviene mezclar aspectos.
Volviendo al tema que aquí se propone, vemos que la voluntad tiene como dos principios
de movimiento, uno para el ejercicio y otro para la determinación concreta, o sea, uno para
«comenzar» a actuar y otro para actuar «de tal o cual manera». El primero procede con toda
certeza de la causa agente, que es la voluntad misma. El segundo proviene de quien posee «el
principio formal», es decir, de quien presenta el objeto a la voluntad, y que no es otro sino
el entendimiento.
A nivel ético se ha planteado en este momento si Santo Tomás era intelectualista o volunta-
rista. El interrogante es correcto y posee, desde luego, mucha mayor trascendencia de la que
pudiera suponerse, como hemos dicho.
La cuestión del intelectualismo o voluntarismo interesa mucho a la ética, ya que con ello
se privilegia una u otra concepción del bien y del tipo de actuación que transforma los actos
en buenos o en malos. Hasta el mismo Dios puede verse involucrado en el tema, pues no es
igual que sea su «razón» o su «voluntad» las que señalen lo bueno o lo malo dentro del uni-
verso.
Santo Tomás no se inclina exclusivamente por la superioridad de una u otra facultad. Con-
tinuamente repite que ambas son imprescindibles para la constitución de lo humano y de lo
moral. En estas mismas cuestiones (6-21) comprobamos con facilidad un equilibrio bastante
claro entre los «actos» del entendimiento y los «actos» de la voluntad para lograr el acto huma-
no pleno.
Sin embargo y como es sabido, el Santo se inclina moderadamente por la primacía del en-
tendimiento. Si nos insertamos en el contexto de la época, lo veremos mejor, pues frente a las
tendencias platónico-agustinianas propagadas por la escuela franciscana y más proclives a exal-
tar la voluntad, el Doctor de Aquino se inscribirá con gusto en la corriente aristotélica, de ta-
lante más intelectualista.
Y así vemos en sus aplicaciones al sistema ético: la norma moral es una ordenación de la
razón; esa misma norma es captada por un hábito racional, la sindéresis; también la conciencia,
norma próxima de moralidad, es un juicio de razón. Dios mismo va a ser «sometido» a la ra-
zón o el intelecto, en la medida en que no puede determinar la verdad o la bondad de las cosas
superponiéndose al principio de contradicción.
También ha de quedar claro que Santo Tomás no minusvalora tanto la voluntad. El acto
últimamente determinante de la acción está definido por la voluntad. Esta es, además, el sujeto
de los actos respectivos, la elección y la intención, que son decisivos para la moralidad. Y por
si no bastase, en la cúspide de todas las virtudes se sitúa ese acto de la voluntad que se llama
el amor de caridad.
126 Tratado de los actos humanos C.9 a.2
Respuesta a las objeciones: 1. A la particular de los sentidos. Luego no
primera hay que decir: De esa autoridad no puede causar el movimiento de la volun-
se tiene que el entendimiento no mueva, tad, que es universal, puesto que es con-
sino que no mueve necesariamente. secuencia de una aprehensión universal
2. A la segunda hay que decir: Lo mis- del entendimiento.
mo que la imaginación de una forma no 3. Además, como se demuestra en el
mueve el apetito sensitivo sin la estima- VIII Physic.7, lo que mueve no es movi-
ción de conveniente o nocivo, tampoco do por lo que ello mismo mueve, de
la aprehensión de lo verdadero sin la ra- modo que haya una moción reciproca.
zón de bueno y apetecible. Por eso el Pero la voluntad mueve el apetito sensi-
entendimiento especulativo no mueve, tivo, por cuanto el apetito sensitivo obe-
sino el entendimiento práctico, como se dece a la razón. Luego el apetito sensiti-
dice en el III De anima5. vo no mueve a la voluntad.
3. A la tercera hay que decir: La vo- En cambio está lo que se dice en
luntad mueve al entendimiento para el Sant 1,14: Cada uno es tentado por su concu-
ejercicio del acto, porque lo verdadero, piscencia, que lo atrae y seduce. Pero nadie
que es la perfección del entendimiento, sería atraído por la concupiscencia si el
está incluido como bien particular en el apetito sensitivo, en el que está la con-
bien universal. Pero, para la determina- cupiscencia, no moviera su voluntad.
ción del acto, que procede del objeto, el Luego el apetito sensitivo mueve la vo-
entendimiento mueve a la voluntad, por- luntad.
que el mismo bien es comprendido se- Solución: Hay que decir: Como se in-
gún una razón especial, incluida en la ra- dicó (a.l), lo aprehendido bajo razón de
zón universal de verdadero. Y así está bien y de conveniente mueve a la volun-
claro que no es lo mismo lo que mueve tad como objeto. Pero el que algo parez-
y lo que es movido respecto a lo mismo. ca bueno y conveniente se debe a dos
cosas: a la condición de lo que se propo-
ARTICULO 2 ne, y a la del sujeto a quien se propone.
Lo conveniente, en efecto, se dice como
¿Mueve el apetito sensitivo a la relación; por eso depende de ambos ex-
voluntad? tremos. A esto se debe que el gusto, si
Infra q.10 a.3; q.77 a.1; De verit. q.22 a.9 ad 6. varía su disposición, aprecie de modo
distinto una misma cosa como conve-
Objeciones por las que parece que el niente o como no conveniente. Por eso
apetito sensitivo no puede mover a la dice el Filósofo, en el III Ethic.8: Según
voluntad. es cada uno, así le parece el fin.
1. Lo que mueve y lo que obra es supe- Por otra parte, es claro que el hombre
rior a lo que padece, como dice Agustín en se inclina a una disposición determinada
el XII Super Gen. ad litt.6 Pero el apetito siguiendo la pasión del apetito sensitivo.
sensitivo es inferior a la voluntad, que Por eso, cuando el hombre está bajo una
es el apetito intelectivo, como lo son los pasión, le parece conveniente una cosa
sentidos al entendimiento. Luego el ape- que no le parecería tal si estuviera sin
tito sensitivo no mueve a la voluntad. pasión; por ejemplo, al que está irritado
2. Además, ninguna virtud particu- le parece bien lo que le parece mal cuan-
lar puede producir un efecto universal. do está tranquilo. Y de este modo, por
Pero el apetito sensitivo es una virtud parte del objeto, el apetito sensitivo
particular, pues sigue a la aprehensión mueve la voluntad.
5. ARISTÓTELES, c.9 n.7 (BK 432b26); c.10 n.2 (BK 433a17): S. TH., lect.14.15. 6. C.16:
ML 34,467; cf. ARISTÓTELES, De an. 3 c.5 n.2 (BK 196a21): S. TH., lect.10. 7. ARISTÓTE-
LES, c.5 n.9 (BK 257b23): S. TH., lect.10. 8. ARISTÓTELES, c.5 n.17 (BK 1114a32): S. TH.,
lect.13.
De todos modos, la postura del Santo fue criticada por su intelectualismo. Es cierto que
el exceso daría lugar a los racionalismos de signo extremo. Pero tampoco deja de ser verdad
que, en el otro lado, se dio una radicalización de signo contrario, los voluntarismos de dis-
tintos colores, que provocarían el nacimiento de espiritualidades, éticas y hasta políticas, cuyos
resultados últimos fueron bien funestos.
C.9 a.3 El motivo de la voluntad 127
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. Además, el entendimiento mueve
primera hay que decir: Nada impide que lo a la voluntad, como se dijo (a.1). Por
que es más fuerte de suyo y de un modo consiguiente, si la voluntad se moviera a
absoluto, sea más débil en relación con sí misma, se seguiría que una misma
algo. Por tanto, la voluntad es de un cosa era movida a la vez e inmediata-
modo absoluto más fuerte que el apetito mente por dos motores, lo que parece
sensitivo, pero en relación con quien incongruente. Luego la voluntad no se
está dominado por una pasión, en cuan- mueve a sí misma.
to que está sometido a ella, el apetito
sensitivo mueve a la voluntad. En cambio, la voluntad es dueña de
2. A la segunda hay que decir: Los ac- su acto y está en ella el querer y el no
tos y las elecciones de los hombres se re- querer. Ésto no sería así si no tuviera el
fieren a cosas singulares. De ahí que el poder de moverse a sí misma a querer.
apetito sensitivo, por ser virtud particu- Luego se mueve a sí misma.
lar, tenga gran virtud en sí mismo para Solución: Hay que decir: Como ya se
disponer al hombre, de modo que algo señaló (a.1), pertenece a la voluntad mo-
le parezca de una forma u otra en lo re- ver las otras potencias por razón del fin,
ferente a cosas singulares. que es el objeto de la voluntad. Pero el
3. A la tercera hay que decir: Como fin se comporta en las cosas apetecibles
señala el Filósofo en el I Polit.9, la ra- como el principio en las inteligibles,
zón, en la que está la voluntad, mueve como ya se dijo (q.8 a.2). Ahora bien, es
con su dictamen al irascible y al concu- claro que el entendimiento, precisamente
piscible, pero no con autoridad despótica, por conocer el principio, se lleva a sí
como mueve un señor a su esclavo, sino mismo de potencia a acto en cuanto al
con autoridad regia o política, como rige conocimiento de las conclusiones, y de
un gobernante a hombres libres, quie- este modo se mueve a sí mismo. Igual-
nes, no obstante, pueden oponerse. Por mente la voluntad, por el hecho mismo
tanto, el irascible y el concupiscible pue- de querer el fin, se mueve a sí misma a
den oponerse a la voluntad. Y, así, nada querer lo que es para el fin.
impide que alguna vez muevan a la vo-
luntad. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: La voluntad no
ARTICULO 3 mueve y es movida respecto a lo mismo.
Por tanto, tampoco está en potencia y
¿Se mueve la voluntad a sí misma? en acto respecto a lo mismo, sino que,
De malo q.6.
por querer en acto el fin, se lleva de po-
tencia a acto respecto a lo que es para el
Objeciones por las que parece que la fin, es decir, a querer esto en acto.
voluntad no se mueve a sí misma. 2. A la segunda hay que decir: La po-
1. Todo lo que mueve, en cuanto tencia de la voluntad está siempre pre-
tal, está en acto, y lo que es movido, en sente a sí misma en acto; en cambio, el
potencia, pues movimiento es el acto de lo acto de la voluntad, con el que quiere
que existe en potencia en cuanto está en poten- un fin concreto, no siempre está en ella.
cia10. Pero una misma cosa no está en Por otra parte, es mediante este acto
potencia y en acto respecto a lo mismo. como se mueve a sí misma; por eso no
Luego nada se mueve a sí mismo. Lue- se sigue que siempre se mueva a sí
go tampoco la voluntad se mueve a sí misma.
misma. 3. A la tercera hay que decir: La vo-
2. Además, un móvil se mueve en luntad no se mueve a sí misma del mis-
presencia de lo que mueve. Pero la vo- mo modo que la mueve el entendimien-
luntad está siempre presente a sí misma. to, sino que el entendimiento la mueve
Luego, si se moviera a sí misma, se mo- por razón del objeto, y a sí misma, en
vería siempre; lo que, evidentemente, es cambio, se mueve por razón del fin.
falso.
9. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 1254b5): S. TH., lect.3. 10. ARISTÓTELES, Phys. 3 c.1 n.6
(BK 201a10): S. TH., lect.2.
128 Tratado de los actos humanos C.9 a.4-5
ARTICULO 4 algo. Incluso si se hubiera movido a sí
misma, sería necesario que lo hiciera me-
¿Mueve a la voluntad algún principio diante consejo, procedente de otra vo-
exterior? luntad previa. Pero esto no se puede lle-
1 q.105 a.4; q.106 a.2; q.111 a.2; infra q.80 a.1; var hasta el infinito. Por consiguiente, es
q.109 a.2 ad 1; De verit. q.22 a.9; Cont. Gentes 3,89; necesario afirmar que la voluntad necesi-
De malo q.6; Quodl. 1 q.4 a.2. ta arrancar del impulso de algo exterior
Objeciones por las que parece que que la mueva para su primer movimien-
nada exterior mueve a la voluntad. to, como concluye Aristóteles en un ca-
1. El movimiento de la voluntad es pítulo de la Etica a Eudemo12.
voluntario. Pero pertenece a la razón de Respuesta a las objeciones: 1. A la
voluntario proceder de un principio in- primera hay que decir: Pertenece a la razón
trínseco, como también a la razón de na- de voluntario que su principio sea inte-
tural. Luego el movimiento de la Volun- rior, pero no es necesario que este prin-
tad no procede de algo extrínseco. cipio intrínseco sea primer principio, no
2. Además, la voluntad no puede movido por otro. Por consiguiente, aun-
padecer violencia, como se demostró que el movimiento voluntario tenga un
(q.6 a.4). Pero es violento lo que tiene un principio intrínseco próximo, el primer
principio externo11. Luego nada exterior principio es exterior. Igual que el primer
puede mover a la voluntad. principio del movimiento natural es ex-
3. Además, lo que mueve suficiente- trínseco: el que mueve la naturaleza.
mente un motor, no necesita que lo 2. A la segunda hay que decir: Para la
mueva otro. Pero la voluntad se mueve razón de violento no basta que el princi-
suficientemente a sí misma. Luego no la pio sea extrínseco, es necesario añadir:
mueve algo exterior. sin la colaboración del paciente13. Y esto no
En cambio, a la voluntad la mueve sucede cuando algo exterior mueve a la
el objeto, como se dijo (a.1). Pero el ob- voluntad, pues es ella misma la que
jeto de la voluntad puede ser una cosa quiere, aunque sea movida por otra
exterior presentada a los sentidos. Luego cosa. No obstante, este movimiento se-
algo exterior puede mover a la voluntad. ría violento si fuera contrario al movi-
miento de la voluntad; pero en este caso
Solución: Hay que decir: Puesto que el es imposible, pues la misma cosa querría
objeto mueve a la voluntad, es claro que y no querría.
algo exterior puede moverla. Pero es ne- 3. A la tercera hay que decir: La vo-
cesario afirmar también que la voluntad luntad se mueve suficientemente a sí
puede ser movida por algo exterior in- misma para algo determinado y en su
cluso en el ejercicio del acto; pues todo orden, es decir, como agente próximo,
lo que unas veces está en acto y otras en pero no puede moverse a sí misma para
potencia, necesita que lo mueva algo todo, como se demostró (a.4). Por con-
que mueve. Ahora bien, es claro que la siguiente, es necesario que la mueva
voluntad comienza a querer algo si antes algo, como lo primero que mueve.
no lo quería; por tanto, es necesario que
algo la mueva a querer. Y, efectivamen-
te, como se dijo (a.3), se mueve a sí mis- ARTICULO 5
ma cuando de querer el fin pasa a querer
lo que es para el fin; pero esto no podría ¿Mueven a la voluntad los cuerpos
hacerlo si no mediara el consejo, por- celestes?
que, cuando uno quiere sanar, comienza 1 q.115 a.4; 2-2 q.95 a.5; In Sent. 2 d.15 q.1 a.3; De
a pensar cómo puede conseguirlo y, me- verit. q.5 a.10; In Mt. 2; Cont. Gentes 3,85.87; In de
Anima 3 lect.4; In Ethic. 3 lect.13; De malo q.6; In
diante este pensamiento, llega a que pue- Periherm. 1 lect.14; Campend, theol. c. 127.128.
de sanar con la ayuda de un médico, y
lo quiere. Pero, porque no siempre qui- Objeciones por las que parece que
so en acto la salud, es necesario que co- los cuerpos celestes mueven a la vo-
mience a querer sanar por la moción de luntad.
11. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.3 (BK 1110a1): S. TH., lect.2. 12. L.7 c.14 n.20.22 (BK
1248a14). 13. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.3 (BK 1110a1): S. TH., lect.2.
C.9 a.5 El motivo de la voluntad 129
14. ARISTÓTELES, c.9 n.2 (BK 265a27): S. TH., lect.19; cf. 4 c.14 n.5 (BK 223b18): S. TH.,
lect.23. 15. C.4: ML 42,873. 16. De fide orth. c.7: MG 94,893. 17. ARISTÓTELES,
c.9 n.3 (BK 432b5): S. TH., lect.14. 18. L.3 c.3 n.1 (BK 427a25): S. TH., lect.4. 19. HOME-
RO, Odyss. 18,135-136.
130 Tratado de los actos humanos C.9 a.6
20. Prop. 4-8 (46vb-47rb): cf. Quadripartitum 1.1 c.3 (2v). 21. C.17: ML 34,278.
22. De cael. hier. c.4 § 2: MG 3,180. 23. Retract. 1 c.9: ML 32,596. 24. ARISTÓTELES,
c.4 n.7 (BK 255b35): S. TH., lect.8.
C.9 a.6 El motivo de la voluntad 131
ción universal. Por eso, ni siquiera la nozca. Y así también las criaturas exte-
materia prima, que está en potencia para riores pueden mover la voluntad, como
todas las formas, puede ser causada por se dijo (a.4).
un agente particular. 3. A la tercera hay que decir: Dios,
como motor universal, mueve la volun-
Respuesta a las objeciones: 1. A la tad del hombre hacia su objeto univer-
primera hay que decir: El ángel no es tan sal, que es el bien. Sin esta moción uni-
superior al nombre que sea causa de su versal, el hombre no puede querer nada.
voluntad; como ocurre con los cuerpos Pero el hombre se determina mediante la
celestes, que son causa de las formas na- razón a querer esto o aquello, que es un
turales, a las que siguen movimientos bien real o aparente. No obstante, a ve-
naturales de las cosas naturales. ces Dios mueve a algunos de un modo
2. A la segunda hay que decir: Los án- especial a querer algo determinado, que
geles mueven el entendimiento del hom- es bien; por ejemplo, a los que mueve
bre desde el objeto que le presenta la mediante la gracia, como se dirá más
virtud de la luz angélica para que lo co- adelante (q.109 a.2).
CUESTIÓN 10
1. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 192b8): S. TH., lect.1; c.5 n.2 (BK 196b21): S. TH.,
lect.8. 2. C.1: ML 64,1341. 3. L.4 c.4 n.1 (BK 1014b16): S. TH., 1.5 lect.5. 4. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.10 (BK 193a28): S. TH., lect.2.
C.10 a.2 El modo como se mueve la voluntad 133
dero, que corresponde al entendimiento; género corresponde una sola cosa en gé-
o el ser, el vivir y otras cosas semejan- nero; a la naturaleza considerada en es-
tes, que se refieren a la consistencia na- pecie corresponde una sola cosa en espe-
tural. Todas estas cosas están compren- cie, mientras que a una naturaleza indi-
didas en el objeto de la voluntad como vidualizada le corresponde una cosa
bienes particulares. individual. Por consiguiente, al ser la
Respuesta a las objeciones: 1. A la voluntad una fuerza inmaterial, como lo
primera hay que decir: La voluntad se divi- es el entendimiento, le corresponde por
de con la naturaleza como una causa con naturaleza una unidad común, es decir,
otra, porque unas cosas se hacen natu- el bien; como le corresponde al entendi-
ralmente y otras voluntariamente. En miento una unidad común: lo verdade-
efecto, es distinto el modo de causar ro, o el ente, o lo que algo es. Ahora bien,
propio de la voluntad, que es dueña de la voluntad no está determinada a nin-
sus actos, y el modo que corresponde a guno de los muchos bienes particulares
la naturaleza, que está determinada a una que se contienen en el bien común.
sola cosa. Pero, porque la voluntad se
fundamenta en una naturaleza, es necesa- ARTICULO 2
rio que el movimiento propio de la na-
turaleza se participe de algún modo en ¿Mueve a la voluntad su objeto
la voluntad, igual que lo que pertenece a necesariamente?
una causa anterior se participa en lo pos- 1 q.82 a.1; In Sent. 2 d.25 a.2; De verit. q.22 a.6; De
terior. Ahora bien, en todas las cosas es malo q.6; In Periherm. 1 lect.14.
primero el ser, que es por naturaleza,
que el querer, que es por voluntad. Por Objeciones por las que parece que el
consiguiente, la voluntad quiere algo objeto de la voluntad la mueve con ne-
por naturaleza. cesidad.
2. A la segunda hay que decir: En las 1. El objeto de la voluntad se rela-
cosas naturales, lo que es natural sólo ciona con ella como lo motor con lo
como consecuencia de la forma, está móvil, según se desprende del III De
presente siempre en acto, como el calor anima6. Pero lo motor, si es suficiente,
en el fuego. Pero lo que es natural como mueve al móvil por necesidad. Luego el
consecuencia de la materia no está en objeto de la voluntad puede moverla
acto siempre, sino que a veces está sólo por necesidad.
en potencia; porque la forma es acto, 2. Además, la voluntad es una fuer-
mientras que la materia es potencia. za inmaterial como el entendimiento, y
Ahora bien, el movimiento es el acto de ambas potencias se ordenan a un objeto
lo que existe en potencia5. Por consiguien- universal, como se dijo (a.1 ad 3). Pero
te, lo que pertenece al movimiento o es el objeto del entendimiento lo mueve
su consecuencia, no siempre está presen- por necesidad. Luego también a la vo-
te en las cosas naturales; así, el fuego luntad, el suyo.
sólo se mueve hacia arriba cuando está 3. Además, todo lo que uno quiere
fuera de su lugar propio. De modo se- o es el fin o es algo ordenado al fin.
mejante, no es necesario que la volun- Pero, como parece, el fin se quiere por
tad, que pasa de potencia a acto cuando necesidad, porque es como un principio
quiere algo, quiera siempre en acto, sino en lo especulativo, al que asentimos por
sólo cuando está en una disposición de- necesidad. Por otra parte, el fin es la ra-
terminada. En cambio, la voluntad de zón de querer lo que es para el fin, y,
Dios, que es acto puro, está siempre en así, parece que también queremos por
acto de querer. necesidad lo que es para el fin. Luego
3. A la tercera hay que decir: A la na- por necesidad la voluntad es movida por
turaleza le corresponde siempre una sola su objeto.
cosa, aunque proporcionada a la natura- En cambio está que, según el Filóso-
leza, pues a la naturaleza considerada en fo 7 , las potencias racionales se relacio-
5. ARISTÓTELES, Phys. 3 c.1 n.6 (BK 201a10): S. TH., lect.2. 6. ARISTÓTELES, c.10 n.6.7
(BK 433b10; b16): S. TH., lect.15. 7. ARISTÓTELES, Metaph. 8 c.2 n.2 (BK 1046b8): S. TH.,
1.9 lect.2.
134 Tratado de los actos humanos C.10 a.2
nan con cosas opuestas. Pero la volun- en todos los aspectos, sino que lo es en
tad es una potencia racional, pues está en un aspecto, pero no en otro, entonces la
la razón, como se dice en el III De ani- vista no lo ve por necesidad, pues po-
ma8. Luego la voluntad se relaciona con dría mirarlo desde la parte que no tiene
cosas opuestas. Por tanto, no se mueve color en acto, y entonces no lo vería.
por necesidad hacia uno de los opuestos. Pues bien, lo que tiene color en acto es
el objeto de la vista, lo mismo que el
Solución: Hay que decir: La voluntad bien lo es de la voluntad. Por tanto, si
se mueve de dos modos: para el ejercicio se propone a la voluntad un objeto que
del acto y para la especificación del acto, sea universalmente bueno y bajo todas
que proviene del objeto. En el primer las consideraciones, necesariamente la
modo, por tanto, ningún objeto mueve voluntad tenderá a él si quiere algo, pues
a la voluntad con necesidad, pues uno no podrá querer otra cosa. Pero si se le
puede no pensar en ningún objeto y, propone un objeto que no sea bueno
consiguientemente, tampoco quererlo en bajo todas las consideraciones, la volun-
acto. tad no se verá arrastrada por necesidad.
Pero, en cuanto al segundo modo de Y, porque el defecto de cualquier bien
moción, unos objetos mueven a la vo- tiene razón de no bien, sólo el bien que
luntad con necesidad, otros no. En efec- es perfecto y no le falta nada, es el bien
to, en el movimiento de cualquier po- que la voluntad no puede no querer, y
tencia producido por su objeto, hay que éste es la bienaventuranza. Todos los de-
tener en cuenta la razón por la que un más bienes particulares, por cuanto les
objeto mueve a la vista bajo la razón de falta algo de bien, pueden ser considera-
color visible en acto. Por eso, si se pre- dos como no bienes y, desde esta pers-
senta un color a la vista, necesariamente pectiva, pueden ser rechazados o acepta-
la mueve si no se la aparta; esto pertene- dos por la voluntad, que puede dirigirse
ce al ejercicio del acto. Pero si se presen- a una misma cosa según diversas consi-
ta a la vista algo que no es color en acto deraciones a.
a Si unimos el tema de este artículo con la q.12, con las cuestiones 19-20 y con la preceden-
te q.8, tendremos planteado uno de los problemas más complicados de la moral de Santo To-
más. Nos referimos a la relación entre objeto y fin.
Objeto significa, por lo general, el objeto del acto: matar es el objeto del homicidio. Fin
suele equivaler a fin del agente: defender la patria puede ser el fin del homicidio practicado so-
bre el enemigo.
Fin tiene más significados: fin se dice de la vida entera, y se habla entonces de fin del hom-
bre (que puede ser la bienaventuranza o la condenación). Otras se aplica a la acción misma, y
se identifica entonces con el objeto de la acción. En sentido operativo se designa siempre como
fin del agente o de la voluntad, y se le llama «fin de la intención» (q.12).
Cuando los mecanismos humanos se ponen en movimiento, el fin suele estar comprendido
siempre bajo la intención, mientras que el objeto se restringe a los medios que el hombre esco-
ge en la elección.
La dificultad mayor proviene de la determinación específica de la bondad o maldad. Quién
dictamina últimamente si un acto es bueno o malo, ¿el fin o el objeto?
Tenemos dos respuestas primordiales: una que lo atribuye al objeto (matar es malo), otra
al fin (defenderse es legítimo). La primera tiene en cuenta el objeto del acto; la segunda, los
propósitos del agente. Es una delicadísima distinción, pues a menudo coinciden y, en alguna
medida, ningún objeto de la acción puede estar fuera del fin de la voluntad cuando se halla en
pleno ejercicio.
En todo caso, Santo Tomás afirma que de ambos, el objeto y el fin, surge la especificidad
del bien y del mal. También se señala que suele prevalecer el fin sobre el objeto. Y, por últi-
mo, que si alguno de los dos posee malicia, ésta «gana» sobre la otra, ya que «bonum ex inte-
gra causa», o «el fin no justifica los medios», y otras interesantes concreciones que dieron los
manuales (cf., por ejemplo, la revisión de F. BÖCKLE, Moral fundamental [Madrid 1980]
p.291-307).
Todavía conviene no olvidar la complicación que se añade con la diferenciación entre acto
interior y exterior de la voluntad (cf. q. 19-20) y la especificación peculiar de las circunstancias.
El conjunto se hará extremadamente complejo; no es raro que diese pie a las más dispares
C.10 a.3 El modo como se mueve la voluntad 135
Respuesta a las objeciones: 1. A la tad el dejar a un lado inmediatamente la
primera hay que decir: Sólo el objeto que pasión. Luego no está en la potestad de
tiene totalmente razón de motor es el la voluntad no querer aquello a lo que la
motor suficiente de cualquier potencia. inclina la pasión.
Pero si le falta algo, no moverá con ne- 3. Además, una causa universal sólo
cesidad, como se dijo (a.2). se aplica a un efecto particular mediante
2. A la segunda hay que decir: El en- una causa particular; por eso tampoco la
tendimiento es movido necesariamente razón universal mueve sin que medie
por el objeto que es siempre y necesaria- una estimación particular, como se dice
mente verdadero, pero no por lo que en el III De anima10. Pero la voluntad se
puede ser verdadero y falso, es decir, relaciona con el apetito sensitivo como
por lo contingente; como se dijo acerca la razón universal con la estimación par-
del bien (a.2). ticular. Por consiguiente, la voluntad
3. A la tercera hay que decir: El fin úl- sólo se mueve a querer algo particular si
timo mueve a la voluntad por necesidad, media el apetito sensitivo. Luego, si el
porque es el bien perfecto. Y lo mismo apetito sensitivo está dispuesto a algo
cuanto se ordena a este fin sin lo cual no por alguna pasión, la voluntad no podrá
se puede llegar a alcanzar, como el ser y moverse a lo contrario.
el vivir, etc. Pero las demás cosas sin las En cambio está lo que se dice en
cuales se puede alcanzar el fin, no las Gén 4,7: El apetito te estará sometido y lo
quiere necesariamente quien quiere el dominarás. Luego el apetito inferior no
fin; del mismo modo que quien acepta mueve a la voluntad por necesidad.
los principios no acepta necesariamente
las conclusiones sin las cuales los princi- Solución: Hay que decir: Como se se-
pios pueden ser verdaderos. ñaló (q.9 a.2), la pasión del apetito sensi-
tivo mueve la voluntad desde la parte en
ARTICULO 3 que la voluntad es movida por el objeto,
es decir, en cuanto que un hombre, pre-
¿Mueve a la voluntad el apetito dispuesto por una pasión, juzga que es
inferior necesariamente? conveniente y bueno algo que no juzga-
Infra q.77 a. 7; De verit. q.5 a.10; q.22 a.9 ad 3.6. ría así estando sin pasión. Ahora bien,
un cambio de este tipo, producido en el
Objeciones por las que parece que la hombre por una pasión, sucede de dos
pasión del apetito inferior mueve la vo- modos. Uno, cuando la razón queda to-
luntad por necesidad. talmente atada, hasta el punto de que el
1. Dice el Apóstol, en Rom 7,15: hombre queda sin uso de razón; por
No hago el bien que quiero, sino que hago el ejemplo, aquellos que llegan a ser furio-
mal que odio. Y esto lo dice por la concu- sos o dementes por una ira vehemente o
piscencia, que es una pasión. Luego la por concupiscencia, o por alguna otra
pasión mueve necesariamente la vo- perturbación corporal; pues este tipo de
luntad. pasiones no se producen sin transmuta-
2. Además, como se dice en el III ción corporal. Acerca de éstos hay que
De anima9, según es uno, así le parece el fin. argumentar como acerca de los animales
Pero no está en la potestad de la volun- irracionales, que siguen el ímpetu de la
9. ARISTÓTELES, c.5 n.17 (BK 1114a32): S. TH., lect.13. 10. ARISTÓTELES, c.11 n.4
(BK 434b19): S. TH., lect.16.
opiniones en algunos problemas morales y que de alguna manera ayudase a la aparición del ca-
suismo.
Pero en Santo Tomás las cosas no se enfocan por ahí. A él le preocupa más la relación suje-
to-objeto, entendimiento-voluntad, pero para situar de una manera armónica la acción moral
ante el compromiso con Dios. De ahí que ciertas soluciones parezcan muy arduas en los nive-
les de pura razón, y muy sencillas en el confrontamiento, que late en su moral, con esa otra
pauta fundamental del cristiano: el seguimiento del camino de Jesucristo.
No debe esconderse con esta referencia la dificultad interna de la solución de Santo Tomás
que tantas polémicas suscitó, pero sin olvidar la primacía de lo teológico y la preeminencia de
lo humano, manifiesta en su «normal» predilección por el fin.
136 Tratado de los actos humanos C.10 a.4
pasión necesariamente, pues en ellos no sas sin pasión, sólo por elección, como
hay movimiento de la razón y, por con- queda bien claro en aquellas cosas en las
siguiente, tampoco de la voluntad. que la razón se opone a la pasión.
Otras veces, en cambio, la razón no
queda totalmente absorbida por la pa-
sión, sino que queda la posibilidad de al- ARTICULO 4
gún juicio libre de la razón. Y en esta ¿Mueve Dios, como motor exterior, a
medida queda algún movimiento de la la voluntad necesariamente?
voluntad, puesto que en la medida que
la razón permanece libre y no sometida 1 q.83 a.1ad 1; De verit. q.24 a.l ad 3; De malo q.6
a.3.
a la pasión, el movimiento de la volun-
tad que permanece, no tiende por nece- Objeciones por las que parece que
sidad a lo que sugiere la pasión. Y así, o Dios mueve a la voluntad necesaria-
no hay movimiento de la voluntad, sino mente.
que domina sólo la pasión, o, si hay mo- 1. Todo agente, al que no se puede
vimiento de la voluntad, no secunda ne- resistir, mueve con necesidad. Pero no
cesariamente a la pasión. se puede resistir a Dios, que es de virtud
Respuesta a las objeciones: 1. A la infinita; por eso se dice en Rom 9,19:
primera hay que decir: Aunque la voluntad ¿Quién resistirá a su voluntad? Luego Dios
no pueda hacer que no surja el movi- mueve la voluntad con necesidad.
miento de la concupiscencia, del que 2. Además, la voluntad se mueve
afirma el Apóstol, en Rom 7,15: Hago, con necesidad hacia lo que quiere por
es decir, deseo con concupiscencia, el mal que naturaleza, como se dijo (a.2 ad 3). Pero
odio; no obstante, la voluntad puede no es natural a todas las cosas que Dios obre en
querer desear con concupiscencia, o no ellas, como dice Agustín en XXVI Con-
consentir con la concupiscencia. Y así, tra Faustum11. Luego la voluntad quiere
no se secunda necesariamente el movi- necesariamente todo aquello hacia lo que
miento de la concupiscencia. Dios la mueve.
2. A la segunda hay que decir: Como 3. Además, es posible aquello de lo
en el hombre hay dos naturalezas, la in- que no se sigue lo imposible si se supo-
telectual y la sensitiva, unas veces se ne. Pero se sigue lo imposible si se su-
muestra de un modo con toda el alma, pone que la voluntad no quiere aquello
porque la parte sensitiva se somete total- hacia lo que la mueve Dios, porque, se-
mente a la razón, como ocurre en los gún esto, la operación de Dios sería ine-
virtuosos, o, al contrario, la razón queda ficaz. Por tanto, no es posible que la vo-
absorbida totalmente por la pasión, luntad no quiera aquello hacia lo que
como ocurre en los dementes. Pero otras Dios la mueve. Luego es necesario que
veces, aunque la razón esté obnubilada ella lo quiera.
por una pasión, queda algo de razón li- En cambio está lo que se dice en
bre y, de acuerdo con esto, uno puede Eclo 15,14: Dios hizo al hombre desde el
repeler totalmente la pasión o, al menos, principio y lo dejó en manos de su albedrío.
abstenerse de secundarla. En realidad, en Por tanto, no mueve su voluntad con
esta disposición, porque el hombre está necesidad.
dispuesto de distinta forma según las
distintas partes del alma, le parece una Solución: Hay que decir: Como afirma
cosa según la razón y otra según la pa- Dionisio en el capítulo cuarto de De di-
sión. vin. nom.12: A la providencia divina no co-
3. A la tercera hay que decir: La vo- rresponde destruir la naturaleza de las cosas,
luntad no sólo se mueve por el bien uni- sino conservarla. Por eso mueve todas las
versal aprehendido mediante la razón, cosas según su condición; así, de causas
sino también por el bien aprehendido necesarias se siguen efectos con necesi-
mediante los sentidos. Y, por tanto, dad, mientras que de causas contingen-
puede moverse hacia un bien particular tes se siguen efectos contingentemente.
sin pasión del apetito sensitivo. Real- Así, pues, porque la voluntad es un
mente queremos y hacemos muchas co- principio activo, no determinado a una
sola cosa, sino que se relaciona indife- 2. A la segunda hay que decir: Para
rentemente con muchas, Dios la mueve cualquier cosa es natural lo que Dios
sin determinarla con necesidad a una obra en ella para que le sea natural: así,
sola cosa, sino conservando su movi- algo es conveniente a la naturaleza de
miento contingente y no necesario, salvo una cosa, en la medida que Dios quiere
en aquello hacia lo que se mueve por que le sea conveniente. Ahora bien, no
naturaleza. quiere que cuanto se obra en las cosas
les sea natural, por ejemplo, que resuci-
Respuesta a las objeciones: 1. A la ten los muertos. Pero quiere que le sea
primera hay que decir: La voluntad divina natural a todo estar sometido a la potes-
no sólo alcanza a hacer algo mediante la tad divina.
cosa que mueve, sino también a que se 3. A la tercera hay que decir: Si Dios
haga del modo conveniente a su natura- mueve la voluntad hacia algo, es incom-
leza. Y, por eso, repugnaría más a la patible con esta suposición que la volun-
moción divina que moviera la voluntad tad no se mueva hacia ello. Sin embar-
con necesidad, pues esto no es propio de go, no es absolutamente imposible. Por
su naturaleza, que el moverla libremen- eso no se sigue que Dios mueva la vo-
te, como corresponde a su naturaleza. luntad con necesidad.
CUESTIÓN 11
La fruición, que es acto de la voluntad
A continuación hay que estudiar la fruición (cf. q.8 introd.)a.
Y acerca de esto se plantean cuatro problemas:
1. El disfrutar, ¿es acto de la potencia apetitiva?—2. ¿Conviene sólo
a la naturaleza racional o también a los animales brutos?—3. ¿Sólo hay
fruición del fin último?—4. ¿Es sólo del fin conseguido?
a Un poco fuera del esquema que luego establecerán los discípulos como lógico, aparece
la fruición. Es un tema que está plenamente insertado en la moral de Santo Tomás y que co-
rresponde al puesto tan importante que Aristóteles concedió al placer en su ética. Lo hemos
comentado antes.
Basta destacar ahora que es un acto perteneciente a la voluntad (a.l), que está siempre pre-
sente en el acto humano, aunque de forma consecuente (a.3) y que es un gozo propio del espí-
ritu humano (a.2).
La añadidura que hace el Santo sobre la perfecta fruición (a.4) ya la habíamos escuchado
en sus cuestiones acerca de la bienaventuranza. Vuelve a insistir que en «intención» o, como
diríamos hoy, en esperanza también puede haber una fruición imperfecta.
C.11 a.2 La fruición 139
primera hay que decir: Nada impide que pio de éste deleitarse. Luego disfrutar
una misma cosa pertenezca a diversas no pertenece al apetito sensitivo. Y así,
potencias, según razones diversas. Pues no conviene a los animales brutos.
bien, la visión de Dios, en cuanto es vi-
sión, es acto del entendimiento; pero, en En cambio está lo que dice Agustín
cuanto es bien y fin, es objeto de la vo- en el libro Octoginta trium quaest.4: No se
luntad. Y así es su fruición. De este piensa absurdamente que también las bestias
modo, el entendimiento alcanza el fin disfrutan del alimento y de cualquier placer
como potencia agente, mientras que la corporal.
voluntad lo alcanza como potencia que Solución. Hay que decir: Como se ha
mueve hacia el fin y disfruta de él una concluido (a.l), el disfrutar no es acto
vez conseguido. de la potencia que alcanza el fin como
2. A la segunda hay que decir: El fin y ejecutora, sino de la potencia que ordena
la perfección de cualquier otra potencia la ejecución, pues se ha dicho que es
está incluido en el de la apetitiva, como propio de la potencia apetitiva. Ahora
lo propio en lo común, según se dijo bien, en las cosas que carecen de conoci-
(c.9 a.1). Por consiguiente, la perfección miento se encuentra ciertamente la po-
y el fin de cualquier potencia, por cuan- tencia que alcanza el fin como ejecutora;
to son un bien, pertenecen a la apetitiva, por ejemplo, aquella por la que un cuer-
porque ésta mueve a las otras a sus fi- po pesado tiende hacia abajo y uno lige-
nes, y ella misma logra el fin cuando ro hacia arriba. Pero en estas cosas no se
cualquiera de las otras lo alcanza. encuentra la potencia a la que pertenece
3. A la tercera hay que decir: En la de- el fin como ordenadora, sino que está en
lectación hay dos cosas: la percepción de una naturaleza superior, que mueve toda
lo conveniente, que pertenece a la po- la naturaleza con sus órdenes lo mismo
tencia aprehensiva, y la complacencia en que, en quienes tienen conocimiento, el
lo que se presenta como conveniente. Y apetito mueve las demás potencias a sus
esto último pertenece a la potencia apeti- actos. Por consiguiente, es claro que en
tiva, en la que se lleva a cabo la razón lo que carece de conocimiento, aunque
de delectación. alcance el fin, no hay fruición del fin;
ésta sólo se da en quienes tienen conoci-
ARTICULO 2 miento.
Pero el conocimiento del fin es doble:
¿Disfrutar conviene sólo a la perfecto e imperfecto. El conocimiento
naturaleza racional o también a los perfecto, con el que no sólo se conoce
animales brutos? lo que es fin y bien, sino también la ra-
In Sent. 1 d.1 q.4 a.1. zón universal de fin y bien, es exclusivo
de la naturaleza racional. Es conocimien-
Objeciones por las que parece que el to imperfecto aquel con el que se conoce
disfrutar es exclusivo de los hombres. particularmente el fin y el bien, y se da
1. Dice Agustín, en I De doctr. en los animales brutos. Además, sus vir-
christ.3, que nosotros los hombres somos quie- tudes apetitivas no dan órdenes libre-
nes disfrutamos y utilizamos. Luego los de- mente, sino que se mueven hacia lo que
más animales no pueden disfrutar. aprehenden según el instinto natural.
2. Además, la fruición es del último Por consiguiente, conviene a la naturale-
fin. Pero los animales brutos no pueden za racional la fruición según una razón
llegar al último fin. Luego carecen de perfecta, a los animales brutos según
fruición. una razón imperfecta, y a las demás cria-
3. Además, lo mismo que el apetito turas, de ningún modo.
sensitivo se subordina al intelectivo, el
apetito natural se subordina al sensitivo. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Luego si el disfrutar pertenece al apetito primera hay que decir: Agustín está ha-
sensitivo, parece que por la misma razón blando de la fruición perfecta.
podría pertenecer al natural. Pero es evi- 2. A la segunda hay que decir: No es
dente que esto es falso, pues no es pro- necesario que la fruición sea del último
fin absolutamente, sino de lo que cada dos cosas: que sea último, y que calme
uno tiene como último fin. el apetito con cierta dulzura o delecta-
3. A la tercera hay que decir: El apeti- ción. Ahora bien, lo último es absoluta
to sensitivo sigue a algún conocimiento, y relativamente: es absolutamente último
pero no el apetito natural, sobre todo el lo que no se refiere a ninguna otra cosa;
que se da en los seres que carecen de co- en cambio, lo es relativamente lo que es
nocimiento. último de algunas cosas. Por consiguien-
4. A la cuarta (arg. en cambio) hay que te, lo que es último absolutamente, en lo
decir: Agustín ahí se refiere a la fruición que uno se deleita como último fin, reci-
imperfecta. Esto es claro por su mismo be con toda propiedad el nombre de fru-
modo de hablar, pues dice que no se pien- to, y de él se dice propiamente que al-
sa tan absurdamente que también las bestias guien disfruta. Pero lo que no es deleita-
disfrutan, esto es, como sería absurdísimo ble en sí mismo, sino que se apetece
afirmar que utilizan. sólo en orden a otra cosa, como una be-
bida amarga para la salud, de ningún
modo puede llamarse fruto. En cambio,
ARTICULO 3 lo que tiene en sí alguna delectación, a
La fruición, ¿es sólo del último fin? la que se refieren ciertas cosas previas,
puede llamarse fruto de algún modo,
In Sent. 1 d.1 q.2 a.1; In Períherm. lect.2. pero no se dice que disfrutemos de ello
propiamente y según la completa razón
Objeciones por las que parece que la de fruto. Por eso dice Agustín en el X
fruición no es sólo del último fin. De Trin.1 que disfrutamos de las cosas cono-
1. Dice el Apóstol, en Flm 20: Así, cidas, en las que descansa complacida la volun-
hermano, disfrute de ti en el Señor. Pero es tad. Pero sólo descansa completamente
claro que Pablo no había puesto su últi- en lo último, porque el movimiento de
mo fin en un hombre. Luego disfrutar la voluntad, mientras espera algo, per-
no es sólo del último fin. manece en suspenso, aunque ya haya lo-
2. Además, fruto es aquello con lo grado algo. Como en el movimiento lo-
que uno disfruta. Pero dice el Apóstol, cal, aunque lo que es medio en la exten-
en Gal 5,22: El fruto del Espíritu es la ca- sión sea principio y fin, sin embargo,
ridad, el gozo, la paz, y otras cosas seme- sólo se toma como fin en acto cuando se
jantes, que no tienen razón de último descansa en ello.
fin. Luego la fruición no es sólo del últi-
mo fin. Respuesta a las objeciones: 1. A
3. Además, los actos de la voluntad la primera hay que decir: Como señala
reflejan sobre sí mismos, pues quiero Agustín en el I De doctr. christ.8: Si hu-
querer y amo amar. Pero disfrutar es un biera dicho «disfrute de ti», sin añadir «en el
acto de la voluntad, pues la voluntad es el Señor», parecería que había puesto en él el fin
medio con el que disfrutamos, como dice del amor. Pero porque añadió eso, señaló que
Agustín en el X De Trin.5 Luego algu- puso el fin en el Señor y que disfruta de El.
no disfruta de su fruición. Pero el últi- De modo que ha dicho que no disfruta
mo fin del hombre no es la fruición, del hermano como término, sino como
sino sólo el bien increado, que es Dios. medio.
Luego la fruición no es sólo del último 2. A la segunda hay que decir: El fruto
fin. se relaciona de modo distinto con el ár-
bol que lo produce que con el hombre
En cambio está lo que dice Agustín que lo disfruta. Con el árbol se relaciona
en el X De Trin.6: No disfruta quien desea como el efecto con la causa; con quien
por otra cosa lo que tiene en la facultad de la lo disfruta, como lo último que se espe-
voluntad. Pero es sólo el último fin lo ra y deleita. Por tanto, esas cosas que
que no se desea por otra cosa. Luego la enumera ahí el Apóstol se llaman frutos,
fruición es sólo del último fin. porque son, ciertamente, efectos del Es-
Solución. Hay que decir: Como se se- píritu Santo en nosotros; por eso tam-
ñaló (a.l), a la razón de fruto pertenecen bién se los llama frutos del Espíritu, no
9. In Gal. super 5,22: ML 17,389; cf. PEDRO LOMBARDO, Glossa super Gal 5,22: ML
192,160; Sent. 1 d.1 c.3. 10. C.ll: ML 42,982. 11. De doctr. christ. 1.1 c.4: ML 34,20.
CUESTIÓN 12
La intención
Ahora debemos estudiar la intención (cf. q.8 introd.). Y acerca de esto
se plantean cinco problemas:
1. La intención, ¿es acto del entendimiento o de la voluntad?—
2. ¿Es sólo del fin último?—3. ¿Puede uno tender a la vez a dos co-
sas?—4. La intención del fin, ¿es el mismo acto que la voluntad de lo
que es para el fin?—5. ¿Conviene la intención a los animales brutos?
a Con esta declaración introduce Santo Tomás el tema de la intención. Además de su per-
tenencia a la voluntad, conviene no olvidar que dice referencia al fin (a.2), con lo cual queda
adscrita al mismo orden de moralidad de los fines.
La intención tenía en la tradición anterior otros tratamientos. Y conviene no olvidarlos
para comprender mejor la postura de Santo Tomás.
Unos resaltaban la enorme importancia de la intención para definir la «cualidad» del acto
humano. Abelardo llegaría a defender que todos los actos humanos son, de suyo, indiferentes
y que sólo la intención les confiere valor moral.
C.12 a.2 La intención 143
Respuesta a las objeciones: 1. A la lud, o si hay algo de estas características.
primera hay que decir: Se llama ojo a la in- En el segundo modo se considera el fin
tención metafóricamente, no porque per- en cuanto se descansa en él, y así mira al
tenezca al conocimiento, sino porque fin la fruición. En el tercer modo se con-
presupone el conocimiento mediante el sidera el fin como término de algo que
cual se propone a la voluntad el fin ha- se ordena a ese fin, y así es como la in-
cia el que mueve; del mismo modo que tención mira el fin. Pues no se dice que
mediante los ojos prevemos el lugar ha- tendemos a la salud sólo porque la que-
cia donde debemos dirigirnos corporal- remos, sino porque queremos llegar a
mente. ella mediante alguna otra cosa.
2. A la segunda hay que decir: Se llama
luz a la intención, porque es clara para
el que la tiene. Por eso también se lla- ARTICULO 2
man tinieblas las obras, porque el hom- La intención, ¿es sólo del fin último?
bre sabe qué intenta, pero no sabe qué
se sigue de una obra, como Agustín ex-
plica en el mismo lugar. Objeciones por las que parece que la
3. A la tercera hay que decir: La vo- intención es sólo del fin último.
luntad, ciertamente, no ordena, sino que 1. Se dice en el libro Sententiarum, de
tiende hacia algo según el orden de la Próspero3: La intención del corazón es el
razón. Por eso la palabra intención desig- clamor a Dios. Pero Dios es el último fin
na el acto de la voluntad después de pre- del corazón humano. Luego la intención
suponer la ordenación de la razón que siempre mira el último fin.
ordena algo al fin. 2. Además, la intención mira el fin
4. A la cuarta hay que decir: La inten- en cuanto que es término, como se dijo
ción es acto de la voluntad respecto al (a.1 ad 4). Pero el término tiene razón
fin. Pero la voluntad mira el fin de tres de último. Luego la intención siempre
modos. Uno, absolutamente, y así se la mira el último fin.
llama voluntad, por cuanto queremos de 3. Además, la intención mira el fin,
un modo absoluto; por ejemplo, la sa- como la fruición. Pero la fruición es
Pedro Lombardo, entre otros, aclaró que existen actos intrínsecamente malos y a los que
ninguna intención puede transformar en buenos.
De todas maneras, y más allá de los avalares menudos de esta polémica, todos los maestros
resaltaron la importancia de la intención, si bien es verdad que en algún momento [por ejem-
plo, al hablar del cur, como circunstancia (cf. q.7 a.3 ad 3)] se llegaba a admitir, en cirto modo,
que la intención del fin podía llegar a ser un elemento «exterior» al acto humano.
En Santo Tomás, y pese a que en él también se desliza este doble modo de considerar la
intención, siempre se deja bien sentado que la intención es factor intrínseco de moralidad: la
intención del fin es lo que especifica el acto humano. En estas cuestiones que estamos comen-
tando lo repite a menudo: la moralidad proviene del objeto de la voluntad (q.8 a.2), está en
la intención misma (q.12 a.9), surge del acto interno (q.9 a.2), es lo especificativo del acto exter-
no (q.20 a.3). Confirmaba así la enseñanza del Comentario a las Sentencias y de la cuestión De malo.
Al interrogante suscitado por Abelardo sobre si la intención es el único determinante de la
moralidad, la respuesta del Santo sería negativa en un doble sentido:
En primer lugar, porque él no desea dejar reducida la moralidad a pura intención interior.
La intención no proporciona bondad o maldad «plena» sino en la medida que le sigue la elec-
ción de los medios. Eso que corrientemente llamamos intenciones «decisivas» constituyen de
hecho un único acto junto con la elección (cf. q.12 a.4).
En segundo lugar, el Doctor de Aquino, como vimos, no está dispuesto a negar esa otra
fuente de moralidad que es el objeto del acto, pese a las complicaciones inherentes a tal dis-
tinción. Mas su fidelidad a lo «objetivo» le lleva a devolver una y mil veces la moralidad al
campo de la realidad misma de las cosas y de las acciones.
Cuestión adyacente y de erudición sería por qué Santo Tomás, dada la relevancia que con-
cede a la intención, no excluye de las circunstancias el cur o la causa final (motiva, se diría hoy)
de los actos humanos. La respuesta es obvia si se recuerda el sumo respeto con que trata a «las
autoridades» en teología. El no podía suprimir de la enumeración tradicional esta «circunstan-
cia», aunque tampoco tiene dificultades para estudiarla en una cuestión singular.
144 Tratado de los actos humanos C.12 a.3
siempre del fin último. Luego también uno no puede tender a muchas cosas a la
la intención. vez.
En cambio, el fin último de las vo- 1. Dice Agustín en el libro De serm.
luntades humanas es uno solo, es decir, Dom. in monte4 que un hombre no puede
la bienaventuranza, como se dijo (q.1 tender a la vez hacia Dios y hacia la co-
a.7). Por tanto, si la intención fuera sólo modidad corporal. Luego, por la misma
del último fin, los hombres no tendrían razón, hacia ningún otro par de cosas.
intenciones diversas. Lo que, evidente- 2. Además, la intención designa el
mente, es falso. movimiento de la voluntad hacia el tér-
Solución. Hay que decir: Como se se- mino. Pero un solo movimiento no pue-
ñaló (a.1 ad 4), la intención mira el fin de tener muchos términos desde una
como término del movimiento de la vo- parte. Luego la voluntad no puede ten-
luntad. Ahora bien, en un movimiento der a la vez hacia muchas cosas.
puede considerarse el término de dos 3. Además, la intención presupone
modos: uno, como el término último un acto de la razón o del entendimiento.
mismo en el que se descansa, que es tér- Pero, según el Filósofo5, no sucede que se
mino de todo el movimiento; el otro, entiendan a la vez muchas cosas. Luego tam-
como algo medio, que es principio de poco sucede que se tienda a la vez hacia
una parte del movimiento y fin o térmi- muchas.
no de otra. Por ejemplo: en el movi- En cambio, el arte imita a la natura-
miento que va de A a C pasando por B, leza. Pero la naturaleza de un solo ins-
C es el término último, mientras que B trumento tiende a dos utilidades: Por
es término también, aunque no último. ejemplo, la lengua se ordena tanto al gusto
Y de ambos términos puede ser la inten- como a la locución, según se dice en el II
ción. Por eso, aunque siempre sea del De anima6. Luego, por la misma razón,
fin, no es necesario que sea siempre del el arte o la razón puede ordenar a la vez
fin último. una sola cosa a dos fines. Y así, uno
Respuesta a las objeciones: 1. A la puede tender a la vez a muchas cosas.
primera hay que decir: Se considera la in- Solución. Hay que decir: Dos cosas se
tención del corazón como clamor a pueden entender de dos modos: como
Dios, no porque Dios sea siempre el ob- ordenadas entre sí o como no ordenadas
jeto de la intención, sino porque es co- entre sí. Y, si estuvieran ordenadas entre
nocedor de la intención. O porque, sí, es claro, por lo antes expuesto, que
cuando oramos, dirigimos nuestra inten- un hombre puede tender a la vez a mu-
ción a Dios, y esta intención tiene, cier- chas cosas; pues la intención no es sólo
tamente, fuerza de clamor. del fin último, como se dijo (a.2), sino
2. A la segunda hay que decir: El tér- también de un fin intermedio. Efectiva-
mino tiene razón de último, pero no mente, uno tiende a la vez al fin próxi-
siempre de último respecto del todo, mo y al último; por ejemplo, a la elabo-
sino que a veces lo es respecto de una ración de la medicina y a la salud.
parte. Si se entienden las dos cosas como no
3. A la tercera hay que decir: La frui- ordenadas entre sí, incluso así un hom-
ción implica quietud en el fin, y esto bre puede tender a muchas cosas a la
pertenece sólo al fin último. Pero la in- vez. Esto es claro porque el hombre
tención implica movimiento hacia el fin, puede escoger una cosa en vez de otra,
mas no quietud. Por consiguiente, no porque una es mejor que otra, pero en-
hay semejanza. tre las distintas condiciones por las que
una cosa es mejor que otra, una de ellas
ARTICULO 3 es valer para muchas cosas; por eso pue-
de escoger una cosa en vez de otra, por-
¿Puede uno tender a dos cosas a la que vale para muchas cosas. Y así clara-
vez? mente el hombre tiende a la vez a mu-
De verit, q.13 a.3. chas cosas.
Objeciones por las que parece que Respuesta a las objeciones: 1. A la
4. L.2 c.14.17: ML 34,1290.1294. 5. ARISTÓTELES, Top. 2 c.10 n.1 (BK 114b35).
6. ARISTÓTELES, c.8 n.10 (BK 420b18): S. TH., lect.18.
C.12 a.4 La intención 145
7. C.6: ML 42,992.
146 Tratado de los actos humanos C.12 a.5
8. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 202a19): S. TH., lect.4. 9. ARISTÓTELES, c.8 n.12 (BK
199b30): S. TH., lect.13.14.
CUESTIÓN 13
La elección, acto de la voluntad acerca de lo que es para el fin
A continuación debemos estudiar los actos de la voluntad que están re-
lacionados con lo que es para el fin (cf. q.8 introd.). Y son tres: elegir, con-
sentir y usar. Ahora bien, el consejo precede a. la elección. Luego hay que
estudiar primero la elección (q.13), después el consejo (q.14), a continuación
el consentimiento (q.15) y, finalmente, el uso (q-16).
Acerca de la elección se plantean seis problemas:
1. ¿De qué potencia es acto: del entendimiento o de la. voluntad?—
2. ¿Conviene la elección a los animales brutos?—3. ¿La elección es sólo
de lo que es para el fin o también, alguna vez, del fin?—4. ¿La elección
es sólo de lo que hacemos nosotros mismos?—5. ¿La elección es sólo de
lo posible?—6. ¿Elige el hombre por necesidad o libremente?
1. ARISTÓTELES, 1.3 c.3 n.17.19 (BK 1113a4; a11): S. TH., 1.7 lect.3. 2. ARISTÓTELES,
c.1 n.15 (BK 1110b31): S. TH., lect.3. 3. ARISTÓTELES, c.3 n.19 (BK 1113a9): S. TH.,
lect.9.
4. ARISTÓTELES, c.2 n.5 (BK 1139b4): S. TH., lect.2. 5. NEMESIO, De nat. hom. c.33:
MG 40,733. 6. ARISTÓTELES, c.2 n.9 (BK 1111b27); c.3 n.20 (BK 1113a11): S. TH., lect.5.9.
7. ARISTÓTELES, c.12 n.6 (BK 1144a8): S. TH., lect.10. 8. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK
980b22): S. TH., lect.1. 9. NEMESIO, De nat. hom. c.33: MG 40,732. 10. ARISTÓTELES,
c.3 n.1 (BK 202al3): S. TH., lect.4. 11. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK 196b17): S. TH., lect.8.
150 Tratado de los actos humanos C.13 a.3-4
12. ARISTÓTELES, c.12 n.8 (BK 1144a20): S. TH., lect.10. 13. ARISTÓTELES, c.2 n.9 (BK
1111b26): S. TH., lect.5. 14. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 200a20): S. TH., lect.15. 15. ARIS-
TÓTELES, c.3 n.3 (BK 195a1): S. TH., lect.5.
C.13 a.5 La elección 151
respecto a los elegidos. Luego la acción 1. La elección es un acto de la vo-
no es sólo de los actos humanos. luntad, como se dijo (a.1). Pero la volun-
En cambio está lo que dice el Filóso- tad es de cosas imposibles, como se dice en
fo en el III Ethic.16, que nadie elige otra el III Ethic.17 Luego también la elección.
cosa que lo que juzga que puede hacer él. 2. Además, la elección es de lo que
realizamos nosotros, como se dijo (a.4).
Solución. Hay que decir: Del mismo Luego nada importa, en cuanto a la elec-
modo que la intención es del fin, la elec- ción, que se elija lo que es absolutamen-
ción es de lo que es para el fin. Ahora te imposible o lo que es imposible para
bien, el fin es una acción o una cosa. Si quien elige. Por otra parte, elegimos fre-
fuera una cosa, es necesario que inter- cuentemente cosas que no podemos lle-
venga alguna acción humana, bien por- var a cabo y, así, son imposibles para
que el hombre hace la cosa que es fin, nosotros. Luego la elección es de cosas
como el médico hace la salud, que es su imposibles.
fin (por eso se dice también que el fin 3. Además, el hombre no intenta ha-
del médico es hacer la salud), o bien cer nada sin elegir. Pero el bienaventura-
porque el hombre de algún modo usa o do Benito18 dice que, si el prelado man-
disfruta de la cosa que es fin; así el ava- dara algo imposible, habría que intentar-
ro tiene como fin el dinero o su pose- lo. Luego la elección puede ser de cosas
sión. Y lo mismo hay que decir de lo imposibles.
que es para el fin, porque es necesario
que lo que es para el fin sea una acción En cambio está lo que dice el Filóso-
o una cosa, con la intención de alguna fo, en el III Ethic.19, que la elección no es
acción que haga o utilice lo que es para de lo imposible.
el fin. Y así la elección es siempre de ac- Solución. Hay que decir: Como se dijo
tos humanos. (a.4), nuestras elecciones se refieren
Respuesta a las objeciones: 1. A la siempre a nuestras acciones. Ahora bien,
primera hay que decir: Los órganos se or- todo lo que nosotros hacemos nos es
denan al fin en la medida en que el posible. Luego es necesario afirmar que
hombre los utiliza para el fin. la elección sólo es de cosas posibles.
2. A la segunda hay que decir: En la Así también la razón de elegir algo
contemplación misma hay un acto del está en que conduce al fin. Pero nadie
entendimiento que asiente a una opinión puede conseguir el fin mediante lo que
o a otra. Pero la acción que se divide es imposible. La prueba es que, cuando
con la contemplación es la exterior. los hombres, al deliberar, llegan a algo
3. A la tercera hay que decir: Quien que es imposible, desisten, por no poder
elige un obispo o una autoridad ciuda- avanzar más.
dana, elige nombrarlo para tal dignidad. También se ve esto claramente en el
De lo contrario, si su acción fuera nula proceso precedente de la razón, pues lo
para constituir al obispo o a la autori- que es para el fin, de lo que trata la elec-
dad, no le competería la elección. Y del ción, se relaciona con el fin como la
mismo modo hay que decir que, siempre conclusión con el principio. Ahora bien,
que se afirma que se elige una cosa en es claro que de un principio posible no
vez de otra, se añade una operación de se sigue una conclusión imposible. Por
quien elige. consiguiente, no puede ocurrir que el fin
sea posible sin que lo que es para el fin
sea también posible. Por otra parte, na-
ARTICULO 5 die se mueve hacia lo que es imposible.
¿La elección es sólo de lo posible? Por consiguiente, nadie tendería al fin si
no pareciera que lo que es para el fin es
In Ethic. 3 lect.5. posible. Luego lo que es imposible no
Objeciones por las que parece que la entra en la elección.
elección no es sólo de cosas posibles. Respuesta a las objeciones: 1. A la
16. ARISTÓTELES, c.2 n.8 (BK 1111b25): S. TH., lect.5. 17. ARISTÓTELES, c.2 n.7 (BK
1111b22): S. TH., lect.5. 18. Reg. ad mon. c.68: ML 66,917. 19. ARISTÓTELES, c.2 n.7
(BK1111b22): S. TH., lect.5.
152 Tratado de los actos humanos C.13 a.6
primera hay que decir: La voluntad está en 1. El fin se relaciona con lo elegible
el medio entre el entendimiento y la igual que los principios con lo que se si-
operación exterior, pues el entendimien- gue de ellos, como se ve en el VII
to propone a la voluntad su objeto y la Ethic. 20 Pero las conclusiones se dedu-
voluntad realiza la acción exterior. Por cen de los principios por necesidad.
tanto, el principio del acto de la volun- Luego uno se mueve a elegir a partir del
tad se contempla en el entendimiento fin por necesidad.
que aprehende algo como bueno en uni- 2. Además, como se dijo (a.1 ad 2),
versal; en cambio, la terminación o per- la elección sigue el juicio de la razón so-
fección del acto de la voluntad se mira bre lo que se debe hacer. Pero la razón
en la operación, mediante la cual uno juzga de algunas cosas necesariamente,
tiende a la consecución de la cosa; por- por la necesidad de las premisas. Luego
que el movimiento de la voluntad va del parece que la elección se sigue necesaria-
alma a la cosa. Por consiguiente, la per- mente.
fección del acto de la voluntad se calcula 3. Además, si dos cosas son comple-
según esto, que para alguien una cosa es tamente iguales, el hombre no se mueve
buena para hacerla. Pero esto es posible. más hacia una que hacia otra, como el
Luego la voluntad sólo es completa si es hambriento, que, si tiene alimento igual-
de lo posible, que es lo bueno para mente apetecible en diversas partes y a
quien quiere. La voluntad de lo imposi- igual distancia, no se mueve más hacia
ble, en cambio, es incompleta y, según uno que hacia otro, como dijo Platón,
algunos, se llama veleidad, porque uno señalando la quietud de la tierra en el
querría algo si fuera posible. Ahora centro, según se dice en el II De caelo21.
bien, la elección es el acto de la volun- Pero mucho menos se puede elegir lo
tad ya determinado a lo que uno tiene que se considera menor que lo que se
que hacer. Por consiguiente, es de lo po- considera igual. Luego, si se proponen
sible solamente. dos o más cosas, entre las que una pare-
2. A la segunda hay que decir: El juicio ce mayor, es imposible elegir alguna de
acerca del objeto de la voluntad debe es- las otras. Luego se elige por necesidad
tablecerse por lo que entra en la apre- lo que parece más excelente. Pero toda
hensión, pues el objeto de la voluntad es elección versa sobre lo que parece de al-
el bien aprehendido. Por tanto, lo mis- gún modo mejor. Luego toda elección
mo que algunas veces hay voluntad de es por necesidad.
algo que se aprehende como bueno y,
En cambio está que toda elección es
sin embargo, no lo es de verdad, también
un acto de la potencia racional, que se
algunas veces hay elección de algo que se
relaciona con cosas opuestas, según el
aprehende como posible para quien elige
Filósofo 22.
y, sin embargo, no lo es para él.
3. A la tercera hay que decir: Esto se Solución. Hay que decir: El hombre
afirma porque el subdito no debe definir no elige con necesidad, precisamente
con su juicio si algo es posible, sino ate- porque lo que es posible que no exista
nerse al juicio del superior en cualquier no es necesario que exista. Pero la razón
caso. de que es posible elegir y no elegir pue-
de apreciarse por la doble potestad del
hombre, porque el hombre puede querer
ARTICULO 6
y no querer, obrar y no obrar, y puede
¿Elige el hombre por necesidad o también querer esto o lo otro, hacer esto
libremente? o lo otro. Y la razón de esto está en la
virtud misma de la razón, pues la volun-
1 q.83 a.1; In Sent. 2 d.25 a.2; De verit. q.22 a.6; q.24
a.l; De malo q.6; In Periherm. 1 lect.14. tad puede tender hacia cuanto la razón
puede aprehender como bueno. Ahora
Objeciones por las que parece que el bien, la razón puede aprehender como
hombre elige por necesidad. bien no sólo el querer y el obrar, sino
20. ARISTÓTELES, c.8 n.4 (BK 1151a16): S. TH., lect.8. 21. ARISTÓTELES, c.13 n.19.22
(BK 295b12; b25): S. TH., lect.25. 22. ARISTÓTELES, Metaph. 8 c.2 n.2 (BK 1046b8): S. TH.,
lect.2.
C.13 a.6 La elección 153
1. De fide orth. 1.2 c.22: MG 94,945. 2. NEMESIO, De nat. hom. c.34: MG 40,736.
3. ARISTÓTELES, c.2 n.16.17 (BK 1112a15): S. TH., lect.6. 4. ARISTÓTELES, c.2 n.5 (BK
1139b4): S. TH., lect.2. 5. De fide orth. 1.2 c.22: MG 94,945. 6. De fide orth. 1.2 c.22: MG
94.945.
156 Tratado de los actos humanos C.14 a.2-3
impide que algunos bienes sean muy to, mientras se tiene como dudoso no se
ciertos según la opinión de varones sa- tiene como fin. Por consiguiente, si se
bios y espirituales y que, sin embargo, tiene consejo acerca de ello, no será un
no son bienes ciertos según la opinión consejo acerca del fin, sino acerca de lo
de la mayoría, o de hombres carnales. Y que es para el fin.
por eso se dan consejos acerca de esas 2. A la segunda hay que decir: El con-
sejo trata de operaciones en cuanto que
se ordenan a un fin. Por eso, si una ope-
ARTICULO 2 ración humana es fin, de ella, en cuanto
tal, no hay consejo.
El consejo, ¿considera el fin o sólo lo
que es para el fin? ARTICULO 3
In Sent. 3 d.35 q.2 a.4 q.a1; In Ethic. 3 lect.8.
El consejo, ¿trata sólo de lo que
Objeciones por las que parece que el nosotros hacemos?
consejo no considera sólo lo que es para In Ethic. 3 lect.7.
el fin, sino también el fin.
1. Se puede investigar acerca de Objeciones por las que parece que el
todo lo que admite duda. Pero sucede consejo no trata sólo de lo que nosotros
que acerca de lo que pueden realizar los hacemos.
hombres hay dudas sobre el fin y no 1. El consejo comporta una con-
sólo sobre lo que es para el fin. Luego frontación. Pero la confrontación puede
parece que el consejo puede considerar hacerse entre muchos e incluso acerca de
también el fin, pues la investigación tra- seres inmóviles, que no hacemos nos-
ta de lo que se puede hacer. otros, por ejemplo, las esencias de las
2. Además, la materia del consejo cosas. Luego el consejo no trata sólo de
son las operaciones humanas. Pero algu- lo que hacemos nosotros.
nas de éstas son fines, como se dice en 2. Además, los hombres a veces pi-
el I Ethic.7 Luego el consejo puede con- den consejo acerca de lo establecido por
siderar el fin. la ley, por eso también se habla de juris-
En cambio está lo que dice Gregorio consultos. Y, sin embargo, quienes pi-
Niseno 8 , que el consejo no trata del fin, sino den este consejo no hacen las leyes. Lue-
de lo que es para el fin. go el consejo no trata sólo de lo que ha-
Solución. Hay que decir: En las cosas cemos nosotros mismos.
realizables el fin tiene razón de princi- 3. Además, se dice que algunos ha-
pio, porque las razones de lo que es para cen consultas acerca de acontecimientos
el fin se toman del fin. Ahora bien, el futuros que, sin embargo, no están en
principio no entra en la cuestión, sino nuestro poder. Luego el consejo no trata
que es necesario suponer los principios sólo de lo que hacemos nosotros.
en toda investigación. Por tanto, como 4. Además, si el consejo versara sólo
el consejo es una cuestión, el consejo no sobre lo que nosotros hacemos, nadie se
trata del fin, sino sólo de lo que es para aconsejaría sobre lo que tiene que hacer
el fin. Sin embargo, sucede que lo que otro. Pero esto es claramente falso. Lue-
es fin respecto de algunas cosas se orde- go el consejo no trata sólo de lo que ha-
na a otro fin, como también lo que es cemos nosotros.
principio de una demostración es con- En cambio está lo que dice Gregorio
clusión de otra. Así, pues, lo que se Niseno9: Nos aconsejamos acerca de lo que
toma como fin en una investigación, hay en nosotros y podemos hacer.
puede tomarse como para el fin en otra. Solución. May que decir: El consejo
Y, así, tratará de ello el consejo. propiamente implica confrontación entre
Respuesta a las objeciones: 1. A la muchos, como su mismo nombre indica,
primera hay que decir: Lo que se toma pues consejo equivale a sesión conjunta,
como fin está ya determinado. Por tan- porque muchos se sientan a conferenciar
7. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 1094a4): S. TH., lect.1. 8. NEMESIO, De nat. hom. c.34:
MG 40,740. 9. NEMESIO, De nat. hom. c.34: MG 40,737.
C.14 a.4 El consejo 157
juntos. Ahora bien, hay que tener en ARTICULO 4
cuenta que, en los contingentes particu-
lares, para llegar a conocer algo cierto, El consejo, ¿trata de todo lo que
es necesario considerar muchas condicio- hacemos?
nes y circunstancias que no son fáciles
para considerarlas uno solo, sino que las In Sent. 3 d.35 q.2 a.4 q.M; In Ethic. 3 lect.7.
perciben con más certeza muchos, pues
lo que uno advierte otros no. En cam- Objeciones por las que parece que el
bio, en lo universal y necesario, la re- consejo trata de todo lo que tenemos
flexión es más absoluta y más simple, que hacer.
hasta el punto de que uno solo puede 1. La elección es el apetito de lo acon-
valerse mejor para hacerlo. Por eso la sejado previamente, como se dijo (a.1).
investigación del consejo se refiere pro- Pero la elección versa sobre todo lo que
piamente a contingentes singulares. Aho- hacemos. Luego también el consejo.
ra bien, el conocimiento de la verdad en 2. Además, el consejo conlleva in-
estas cosas no tiene algo grande, que sea vestigación de la razón. Pero procede-
apetecible por sí, como el conocimiento mos con investigación de la razón en
de lo universal y necesario, sino que se todo lo que no hacemos por impulso de
apetece en la medida que es útil para la una pasión. Luego el consejo se refiere a
operación, porque las acciones se refie- todo lo que hacemos.
ren a contingentes singulares. Por consi- 3. Además, dice el Filósofo en el
guiente, hay que decir que el consejo se III Ethic.10 que, si algo puede hacerse con
refiere propiamente a lo que hacemos muchos medios, se pide consejo sobre cómo ha-
nosotros mismos. cerlo más fácilmente y mejor; si, en cambio,
Respuesta a las objeciones: 1. A la sólo puede hacerse con uno, sobre cómo puede
primera hay que decir: El consejo compor- realizarse. Pero todo lo que se hace, se
ta confrontación, pero no cualquiera, hace con uno o con muchos medios.
sino la que se refiere a lo que hay que Luego el consejo trata de todo lo que
hacer, por la razón dicha (a.3). hacemos.
2. A la segunda hay que decir: Lo dis- En cambio está lo que dice Gregorio
puesto por la ley, aunque no dependa de Niseno11, que no hay consejo acerca de las
la acción de quien pide consejo, le es obras que se hacen mediante disciplina o arte.
normativo para su obrar, porque el
mandato de la ley es una de las razones Solución. Hay que decir: El consejo es
de hacer algo. una investigación, como se dijo (a.l).
3. A la tercera hay que decir: El con- Pero sólo solemos investigar las cosas
sejo no se refiere sólo a las cosas que se que llegan a ser dudosas; por eso la ra-
hacen, sino también a las que se ordenan zón inquisitiva, que se llama argumento,
a la acción. Por eso se dice que se con- es lo que da firmeza a un asunto dudoso12.
sulta acerca de acontecimientos futuros, Ahora bien, entre las cosas que pueden
porque el hombre, conociéndolos, se di- realizar los hombres, ocurre que algo no
rige a hacer algo o a evitarlo. es dudoso por dos motivos. Uno, por-
4. A la cuarta hay que decir: Pedimos que se llega a fines determinados por
consejo acerca de hechos de otros, por- vías determinadas, como sucede en las
que en cierto modo forman unidad con artes, que tienen vías seguras de obrar;
nosotros, bien por unión de afecto, por ejemplo, el escribiente no se aconse-
como el amigo se preocupa por los ja sobre cómo debe juntar las letras,
asuntos del amigo como si fueran pro- pues esto está determinado por el arte.
pios, bien como instrumento, pues el El segundo, porque no importa mucho
agente principal y el instrumental son de hacerlo de un modo u otro; se trata de
alguna manera una misma causa, pues cosas mínimas que ayudan o entorpecen
uno actúa a través del otro; y así el amo muy poco la consecución del fin: la ra-
se aconseja sobre lo que tiene que hacer zón considera lo poco como si fuera
el esclavo. nada. Por consiguiente, como dice el Fi-
10. ARISTÓTELES, c.3 n.2 (BK 1112b16): S. TH., lect.8. 11. NEMESIO, De nat. hom. c.34:
MG 40,740. 12. Cf. CICERÓN, Top. principio.
158 Tratado de los actos humanos C.14 a.5
13
lósofo , no nos aconsejamos sobre estas mienza por las cosas primeras y llega a
dos cosas: sobre cosas pequeñas y sobre las últimas, siguiendo el orden más con-
lo que está determinado cómo hacerlo, veniente. Por consiguiente, como las co-
por ejemplo, en la operación de las ar- sas pretéritas son anteriores a las presen-
tes, exceptuando, como advierte Gregorio tes y éstas a las futuras, parece que, al
Niseno14, algunas artes que se basan en con- efectuar el consejo, hay que proceder de
jeturas, como la medicinal, la negociativa, etc. lo pasado y presente hasta lo futuro.
Respuesta a las objeciones: 1. A la Pero esto no pertenece al orden resolu-
primera hay que decir: La elección presu- torio. Luego no se observa el orden re-
pone el consejo por razón del juicio o solutorio en los consejos.
de la sentencia. Por eso, cuando el juicio 3. Además, el consejo sólo trata de
o sentencia son claros sin investigación, lo que nos es posible, como se dice en el
no se requiere la investigación del con- III Ethic.15 Pero determinar si una cosa
sejo. nos es posible depende de lo que pode-
2. A la segunda hay que decir: La ra- mos o no podemos hacer para llegar a
zón no investiga en las cosas claras, sino ella. Luego en la investigación del con-
que juzga inmediatamente. Por tanto, no sejo se debe comenzar por lo presente.
es necesario que haya investigación del En cambió está lo que dice el Filóso-
consejo en todo lo que se hace racional- fo, en el III Ethic.16, que quien efectúa el
mente. consejo parece investigar y analizar.
3. A la tercera hay que decir: Puede
Solución. Hay que decir: En toda in-
haber duda cuando puede hacerse por
vestigación hay que comenzar por algún
un solo medio, pero de distintos modos,
principio. Y, si lo que es primero en el
lo mismo que cuando se hace por mu-
conocimiento lo es también en el ser, no
chos medios; por consiguiente, se nece-
hay proceso resolutorio, sino más bien
sita el consejo. Pero cuando están deter-
compositivo; por ejemplo, proceder de
minados tanto la cosa como el modo,
las causas a los efectos es un proceso
entonces no hace falta el consejo.
compositivo, pues las causas son más
simples que los efectos. En cambio, si lo
ARTICULO 5 que es primero en el conocimiento es
El consejo, ¿procede con orden posterior en el ser, hay proceso resoluto-
resolutorio? rio; por ejemplo, cuando juzgamos efec-
tos claros, resolviéndolos en sus causas
In Ethic. 3 lect.8. simples. Ahora bien, el principio en la
Objeciones por las que parece que el investigación del consejo es el fin, que
consejo no procede de modo resolu- es anterior en la intención y posterior en
el ser. Según esto, es necesario que la in-
torio.
1. El consejo trata de lo que nos- vestigación del consejo sea resolutiva, es
otros hacemos. Pero nuestras operacio- decir, que comience por lo que se pre-
nes no proceden de modo resolutorio, tende en el futuro y llegue hasta lo que
sino más bien de modo compositivo, es hay que hacer inmediatamenteb.
decir, de las cosas simples a las com- Respuesta a las objeciones: 1. A la
puestas. Luego el consejo no procede primera hay que decir: El consejo conside-
siempre de modo resolutorio. ra, efectivamente, las operaciones, pero
2. Además, el consejo es una inves- la razón de las operaciones se toma del
tigación de la razón. Pero la razón co- fin; por eso el orden del razonar acerca
13. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.3 n.10 (BK 1112b9): S. TH., lect.7. 14. NEMESIO, De nat.
hom. c.34: MG 40,740. 15. ARISTÓTELES, c.3 n.13.15 (BK 1112b26; b32): S. TH., lect.8.
16. ARISTÓTELES, c.3 n.11 (BK 1112b20): S. TH., lect.8.
b Quizás por este carácter analítico dirigido a una decisión práctica se traduce consilium de
dos formas: consejo y deliberación. El término griego original es bouleusis; en latín siempre se
utiliza consilium; hubiera convenido en las traducciones de Aristóteles y Santo Tomás dar uni-
dad a la terminología. De todas maneras quede patente que, aunque proceda del entendimiento
(a.1) y sea indagativo (a.3-4), se dirige a los medios (a.2) con ese carácter deliberativo.
C.14 a.6 El consejo 159
de las operaciones es contrario al orden dos partes: por la parte del principio y
del obrar. por la parte del término. En la inves-
2. A la segunda hay que decir: La ra- tigación del consejo, en efecto, se toma
zón comienza por lo que es primero se- un doble principio: uno propio, del mis-
gún la razón, pero no siempre por lo mo género de lo que se puede hacer,
que es primero en el tiempo. que es el fin, acerca del cual no hay con-
3. A la tercera hay que decir: Acerca sejo, sino que se establece como princi-
de lo que hay que hacer por causa del pio en el consejo, como se dijo (a.2); y
fin, no preguntaríamos si es posible si otro tomado de otro género, como en
no fuera adecuado al fin. Por eso, antes las ciencias demostrativas una de ellas
de mirar si es posible, es necesario in- toma de otra unos principios que no in-
vestigar si es conveniente para llevar ha- vestiga expresamente. Ahora bien, los
cia el fin. principios de esta clase que se suponen
en la investigación del consejo son cuan-
ARTICULO 6 to aceptamos por los sentidos, como que
esto es hierro o pan, y cuanto es conoci-
El consejo, ¿procede al infinito? do en universal mediante alguna ciencia
especulativa o práctica, por ejemplo: que
In Ethic. 3 lect.8.
el cometer adulterio está prohibido por
Objeciones por las que parece que la Dios, y que el hombre no puede vivir
investigación del consejo procede al infi- sin tomar alimento adecuado. Acerca de
nito. estas cosas no investiga el consejo.
1. El consejo es una investigación Por otra parte, el término de la inves-
acerca de cosas particulares, entre las tigación consiste en lo que está inmedia-
que está la operación. Pero los singula- tamente en nuestro poder hacerlo. Y lo
res son infinitos. Luego la investigación mismo que el fin tiene razón de princi-
del consejo es infinita. pio, lo que se hace por el fin tiene razón
2. Además, entra en la investigación de conclusión. Por eso, lo primero que
del consejo el mirar no sólo qué hay que hay que hacer tiene razón de conclusión
hacer, sino también cómo quitar los im- última, en la que termina la investiga-
pedimentos. Pero toda acción humana ción.
puede ser impedida y los impedimentos No obstante, nada impide que el con-
pueden quitarse mediante alguna razón sejo sea infinito en potencia, puesto que
humana. Luego resulta infinito inves- el consejo puede investigar algunas co-
tigar el modo de suprimir los impedi- sas hasta el infinito.
mentos. Respuesta a las objeciones: 1. A la
3. Además, la investigación de las primera hay que decir: Los singulares no
ciencias demostrativas no procede al in- son infinitos en acto, sino sólo en po-
finito, porque consiste en llegar a unos tencia.
principios conocidos por sí mismos, que
tienen certeza completa. Pero esta certe- 2. A la segunda hay que decir: Aunque
za no puede encontrarse en los singula- la acción humana puede ser impedida,
res contingentes, porque son variables e no siempre tiene preparado un impedi-
inciertos. Luego la investigación del mento. Por consiguiente no es necesario
consejo procede al infinito. reflexionar siempre sobre el modo de
quitar los impedimentos.
En cambio, nadie se mueve hacia donde 3. A la tercera hay que decir: En los
es imposible llegar, como se dice en el I contingentes singulares puede tomarse
De caelo17. Pero es imposible atravesar lo algo como cierto, aunque no de un
infinito. Por consiguiente, si la inves- modo absoluto, sino como es ahora, en
tigación del consejo fuera infinita, nadie cuanto se asume en la operación. Porque
comenzaría a hacer consejo. Lo que evi- no es necesario que Sócrates esté senta-
dentemente es falso. do, pero sí es necesario que lo esté
Solución. Hay que decir: La investiga- mientras está sentado. Y esto puede to-
ción del consejo es finita en acto por las marse con certeza.
5. De fide orth. 1.2 c.22: MG 94,945. 6. De fide orth. 1.2 c.22: MG 94,945.
C.15 a.4 El consentimiento 163
ración y la perfecciona, como los encantos a la gún juicio de la razón tiene razón de
juventud, según se dice en el X Ethic.7 sentencia final. Ahora bien, la sentencia
Pero el consentimiento en el deleite per- final acerca de lo que hay que obrar es
tenece a la razón inferior, como dice el consentimiento en el acto. Por tanto,
Agustín en el XII De Trin.8 Luego el el consentimiento en un acto pertenece a
consentimiento en un acto no pertenece la razón superior, pero en la medida que
sólo a la razón superior. se incluye en ella la voluntad, como se
2. Además, se dice que es voluntaria dijo antes (a.1 ad 1).
la acción en la que consentimos. Pero
pertenece a muchas potencias producir Respuesta a las objeciones: 1. A la
acciones voluntarias. Luego no sólo la primera hay que decir: El consentimiento
razón superior consiente en un acto. en el deleite de la obra pertenece a la ra-
3. Además, la razón superior tiende a zón superior igual que el consentimiento
mirar y consultar las cosas eternas, como en la obra, pero el consentimiento en el
dice Agustín en el XII De Trin.9 Pero deleite del pensamiento pertenece a la
muchas veces el hombre consiente en un razón inferior, lo mismo que le pertene-
acto no por razones eternas, sino por ra- ce el pensar. Sin embargo, la razón su-
zones temporales o incluso por pasiones perior tiene el juicio sobre pensar o no
del alma. Luego el consentir en un acto pensar en cuanto que esto se considera
no pertenece sólo a la razón superior. acción, y lo mismo de la delectación
consiguiente. Pero en cuanto se conside-
En cambio está lo que dice Agustín ra ordenado a otra acción, entonces per-
en el XII De Trin.10: La mente no puede tenece a la razón inferior, pues lo que se
decretar eficazmente la ejecución de un pecado ordena a otra cosa pertenece a un arte o
si la intención de la mente, que tiene potestad a una potencia inferior que el fin al que
absoluta para lanzar los miembros a la acción se ordena. Por eso el arte que considera
o refrenarlos, no cede y sirve a la acción mala. el fin se llama arquitectónica o principal.
Solución. Hay que decir: La sentencia 2. A la segunda hay que decir: Porque
final siempre pertenece al superior, a las acciones se llamen voluntarias por el
quien pertenece juzgar las demás cosas, hecho de que consentimos en ellas, no
pues mientras queda algo que proponer es necesario que el consentimiento perte-
a juzgar, no se da la sentencia final. Por nezca a cualquier potencia, sino a la vo-
otra parte, es claro que la razón superior luntad, pues de ella deriva voluntario; y
es la que tiene que juzgar todo, porque ésta está en la razón, como se dijo (a.l
juzgamos las cosas sensibles mediante la ad 1).
razón, y lo que pertenece a las razones 3. A la tercera hay que decir: Se dice
humanas según las razones divinas, que que la razón superior consiente no sólo
pertenecen a la razón superior. Por con- porque siempre mueva a obrar según las
siguiente, mientras no es cierto si se re- razones eternas, sino también porque no
siste o no según las razones divinas, nin- disiente según estas razones.
7. ARISTÓTELES, c.4 n.8.9 (BK 1174b31; 1175a5): S. TH., lect.6. 8. C.12: ML 42,1002.
9. C.7: ML 42,1005. 10. C.12: ML 42,1008.
CUESTIÓN 16
El uso, que es acto de la voluntad en relación con lo que es
para el fin
A continuación hay que estudiar el uso (cf. q.13 introd.). Y acerca de
esto se plantean cuatro problemas:
1. ¿Usar es un acto de la voluntad?—2. ¿Conviene a los animales
brutos?—3. ¿Hay uso sólo de lo que es para el fin o también del
fin?—4. El orden del uso con la elección.
a Basándose en esta distinción entre el uso respecto de los fines y respecto de los medios,
los escolásticos propondrían dos tipos de uso dentro del esquema de los doce «pasos» del acto
humano, a saber, el uso activo (el propiamente tal) y el uso pasivo.
C.16 a.4 El uso 167
último que pertenece a la primera rela- nece a esta moción de la voluntad, está
ción de la voluntad, respecto a lo que es en el medio entre la elección y la ejecu-
para el fin, es la elección, pues en ella se ción.
cumple la proporción de la voluntad 2. A la segunda hay que decir: Lo que
para querer completamente lo que es es relativo por su propia esencia es pos-
para el fin. Pero el uso ya pertenece a la terior de un modo absoluto, pero a lo
segunda relación de la voluntad, por la que se atribuyen relaciones no es necesa-
que tiende a conseguir la cosa querida. rio que sea posterior. Al contrario,
Por consiguiente, es claro que el uso si- cuanto más primera es una causa, más
gue a la elección si se entiende el uso en relaciones tiene con muchos efectos.
cuanto que la voluntad usa la potencia 3. A la tercera hay que decir: La elec-
ejecutiva moviéndola. Pero, porque la ción precede al uso, si se refiere a él.
voluntad también mueve de algún modo Pero nada impide que el uso de una cosa
a la razón y la usa, puede entenderse preceda a la elección de otra. Y porque
como uso de lo que es para el fin, en la los actos de la voluntad se reflejan sobre
medida que está en la consideración de sí mismos, en todo acto de la voluntad
la razón que lo relaciona con el fin. De se puede encontrar tanto el consenti-
este modo, el uso precede a la elección. miento como la elección y el uso; por
Respuesta a las objeciones: 1. A la ejemplo: si se dice que la voluntad con-
primera hay que decir: La moción, con que siente en elegir y consiente en consentir,
la voluntad mueve a ejecutar, precede a y se usa a sí misma para consentir y ele-
la ejecución de la obra, pero es posterior gir. Y siempre estos actos ordenados a
a la elección. Y así, como el uso perte- lo que es primero, son primeros.
CUESTIÓN 17
Los actos imperados por la voluntad
A continuación hay que estudiar los actos imperados por la voluntad
(cf. q.6. y 8 introd.). Y acerca de esto se plantean nueve problemas:
1. Él imperar, ¿es acto de la voluntad o de la razón?—2. Imperar,
¿pertenece a los animales brutos?—3. ¿Cómo se relaciona el imperio con
el uso?—4. El imperio y el acto imperado, ¿son un único acto o son
varios?—5. ¿Se impera el acto de la voluntad?—6. ¿El acto de la ra-
zón?—7. ¿El acto del apetito sensitivo?—8. ¿El acto del alma vegetati-
va?—9. ¿Los actos de los miembros exteriores?
1. Suffic. l.1 c.10; De an. p.1 c.5. 2. NEMESIO, De nat. hom. c.16: MG 40,672.
3. ARISTÓTELES, Eth. l.1 c.13 n.17 (BK 1102b26): S. TH., lect.20.
a El último aspecto del acto humano lo ocupa el tema del imperio, que en el prólogo de
la q.6 lo presentaba como los «actos imperados», aunque en la q.17 a.4 señala ya la unidad esen-
cial de ambos. El imperio parecería a primera vista propio de la voluntad. Santo Tomás deter-
mina su origen inmediato en el entendimiento, ya que a la razón práctica atañe el ordenar, aun-
que nunca se eluda la fuerza impulsora de la voluntad (a.l). Bajo este imperio, propio de los
hombres (a.2) y distinto del uso (a.3), caen todas las potencias del ser humano en cuanto tal,
tanto las apetitivas como las racionales (a.5-6), aunque con un dominio sólo «político» respecto
del apetito sensitivo. Los actos del hombre que no puede ordenar la razón lógicamente no es-
tán sometidos al imperio. La tesis moral a deducir es clara: puesto que la moralidad atañe al
orden conforme a razón, resulta que sólo pueden ser actos morales aquellos que poseen capaci-
dad de obedecer al imperio racional.
C.17 a.2 Los actos imperados por la voluntad 169
contrario, que hay un acto de la razón ARTICULO 2
en el que permanece virtualmente algo
del acto de la voluntad. ¿Pertenece a los animales brutos
Ahora bien, imperar es esencialmente imperar?
acto de la razón, porque quien impera
ordena a aquello a lo que impera hacer Objeciones por las que parece que
algo, advirtiendo o intimando; y ordenar imperar conviene a los animales brutos.
así, mediante intimación, es propio de la 1. Según Avicena5, la virtud que im-
razón. Pero la razón puede advertir o in- pera es la apetitiva, y la virtud que ejecuta
timar algo de dos modos. Uno, absolu- está en los músculos y los nervios. Pero am-
tamente, y esta intimación se hace con bas virtudes están en los animales bru-
un verbo en modo indicativo, como si tos. Luego se encuentra imperio en
uno dijera a otro: Tienes que hacer esto. ellos.
Otras veces, en cambio, la razón intima 2. Además, pertenece a la razón de
algo a alguien moviéndolo a ello, y esta esclavo que se le impere. Pero el cuerpo
intimación se expresa con un verbo en se relaciona con el alma como el esclavo
modo imperativo; por ejemplo, cuando con el señor, según dice el Filósofo en el
uno dice: Haz esto. Por otra parte, es la I Polit.6 Luego el alma impera al cuerpo
voluntad lo primero que mueve en las incluso en los .brutos, que están com-
fuerzas del alma para el ejercicio de un puestos de cuerpo y alma.
acto, como se dijo (q.9 a.1; 1 q.82 a.4). 3. Además, el hombre impulsa a obrar
Por consiguiente, como lo segundo que mediante el imperio. Pero el impulso a
mueve sólo lo hace en virtud de lo pri- obrar se encuentra en los animales brutos,
mero que mueve, se sigue que el hecho como dice el Damasceno7. Luego en los
mismo de que la razón mueva, al impe- animales brutos se encuentra imperio.
rar, lo tiene de la virtud de la voluntad. En cambio, el imperio es un acto de
De esto se desprende que imperar es un la razón, como se dijo (a.l). Pero en los
acto de la razón que presupone un acto brutos no hay razón. Luego tampoco
de la voluntad, en virtud del cual mueve imperio.
mediante su imperio al ejercicio del acto.
Solución. Hay que decir: Imperar no
Respuesta a las objeciones: 1. A la es más que ordenar a alguien hacer algo
primera hay que decir: Imperar no es mo- con una moción intimadora. Pero orde-
ver de cualquier modo, sino con una in- nar es el acto propio de la razón. Por
timación indicadora. Y esto es propio de consiguiente, es imposible que haya im-
la razón. perio de algún modo en los animales
2. A la segunda hay que decir: La raíz brutos.
de la libertad es la voluntad como suje- Respuesta a las objeciones: 1. A la
to, pero, como causa, es la razón. Por- primera hay que decir: Se dice que la fuer-
que la voluntad puede dirigirse libre- za apetitiva impera un movimiento por-
mente a cosas diversas precisamente por- que mueve a la razón a imperar. Pero
que la razón puede tener concepciones esto ocurre sólo en los hombres. En los
diversas del bien. Por eso los filósofos animales brutos, en cambio, la virtud
definen el libre albedrío como el juicio li- apetitiva no es propiamente imperativa,
bre de la razón 4 , indicando que la razón a no ser que se entienda imperativo en
es la causa de la libertad. sentido amplio, como motivo.
3. A la tercera hay que decir: Ese ar- 2. A la segunda hay que decir: En los
gumento concluye que el imperio no es animales brutos, el cuerpo tiene capaci-
acto de la razón de un modo absoluto, dad de obedecer, pero el alma no tiene
sino con cierta moción, como se dijo capacidad de imperar, porque no tiene
(a.l). capacidad de ordenar. En consecuencia,
4. BOECIO, Maior comm. in De interpret. Arist. l.3 prol.: ML 64,492. 5. De an. p.1
c.5. 6. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 1254b4): S. TH., lect.3. 7. De fide orth. 1.2 c.22: MG
94,945.
170 Tratado de los actos humanos C.17 a.3-4
no hay razón de imperante e imperado, imperio. Pero el uso de lo que es para el
sino de moviente y movido. fin, en cuanto que está sometido a la po-
3. A la tercera hay que decir: El im- tencia ejecutiva, sigue al imperio, por-
pulso a obrar se encuentra de forma dis- que el uso de quien usa está unido al
tinta en los animales brutos y en el hom- acto de lo que es usado, pues nadie usa
bre. Los hombres se impulsan a obrar un bastón antes de hacer algo de algún
mediante la ordenación de la razón; por modo con él. Ahora bien, el imperio no
eso en ellos el impulso tiene razón de es simultáneo al acto de aquello a lo que
imperio. En cambio, en los animales se impera, sino que es naturalmente an-
brutos, el impulso a obrar se efectúa me- terior a su obediencia y, a veces, incluso
diante el instinto de la naturaleza, por- en el tiempo. Por consiguiente, es claro
que su apetito, inmediatamente de cono- que el imperio es anterior al uso.
cer lo conveniente o lo inconveniente, se Respuesta a las objeciones: 1. A la
mueve naturalmente a la persecución o a primera hay que decir: No todo acto de la
la huida. Por eso están ordenados por voluntad precede a este acto de la razón
otro a obrar, no se ordenan a sí mismos que es el imperio, sino que uno precede,
a la acción. En consecuencia, en ellos la elección, y otro sigue, el uso. Porque
hay impulso, pero no imperio. la voluntad elige después de la determi-
nación del consejo, que es un juicio de
ARTICULO 3 la razón, y, después de la elección, la ra-
zón impera a quien debe ejecutar lo ele-
¿El uso precede al imperio? gido; entonces, finalmente, la voluntad
de alguien empieza a usar, ejecutando el
Objeciones por las que parece que el imperio de la razón. Unas veces, la vo-
uso precede al imperio. luntad de otro, cuando uno impera a
1. El imperio es un acto de la razón otro; otras veces la voluntad del mismo
que presupone un acto de la voluntad, que impera, cuando uno se impera a sí
como se dijo (a.1). Pero el uso es acto mismo.
de la voluntad, como también se dijo 2. A la segunda hay que decir: Los ob-
(q.16 a.1). Luego el uso precede al im- jetos son previos a los actos, igual que
perio. los actos lo son a las potencias. Ahora
2. Además, el imperio es una de las bien, el objeto del uso es lo que es para
cosas ordenadas al fin. Pero el uso se re- el fin. Por consiguiente, dado que el im-
fiere a lo ordenado al fin. Luego parece perio mismo es para el fin, es más posi-
que el uso es anterior al imperio. ble concluir que el imperio es anterior al
3. Además, se llama uso a todo acto uso, que no que sea posterior.
de una potencia movida por la voluntad, 3. A la tercera hay que decir: Igual
porque la voluntad usa las demás poten- que el acto de la voluntad que usa la ra-
cias, como se dijo antes (q.16 a.1). Pero zón para imperar precede al imperio,
el imperio es acto de la razón movida también se puede decir que a este uso de
por la voluntad, como se dijo (a.l). Lue- la voluntad le precede otro imperio de la
go el imperio es uso. Pero lo común es razón, porque los actos de estas poten-
anterior a lo propio. Luego el uso es an- cias se reflejan sobre sí mismos.
terior al imperio.
En cambio está lo que dice el Da-
ARTICULO 4
masceno8, que el impulso a la operación
precede al uso. Pero el impulso a la ope- El imperio y el acto imperado, ¿son
ración se efectúa mediante el imperio. un mismo acto?
Luego el imperio precede al uso.
3 q.19 a.2; De un. Verbi. a.5.
Solución. Hoy que decir: El uso de lo
que es para el fin, en cuanto está en la Objeciones por las que parece que el
razón que lo refiere al fin, precede a la acto imperado no es el mismo acto que
elección, como se dijo antes (q.16 a.4). el imperio.
Por consiguiente, precede mucho más al 1. Actos diversos son de potencias
9. ARISTÓTELES, Top. 3 c.2 n.2 (BK 117a18). 10. C.13 §2: MG 3,977; S. TH., lect.2.
11. ARISTÓTELES, c.3 n.15 (BK 202a18): S. TH., lect.4.5. 12. C.9: ML 32,758.
172 Tratado de los actos humanos C.17 a.6
sin embargo, no lo hace. Pero querer es que, en los miembros corporales, cada
acto de la voluntad. Luego el acto de la uno de ellos no obra sólo para sí, sino
voluntad no se impera. para todo el cuerpo, así sucede también
2. Además, conviene ser imperado a en las potencias del alma. Pues el enten-
quien conviene entender el imperio. dimiento no entiende sólo para sí, sino
Pero no es propio de la voluntad enten- para todas las potencias. Por consiguien-
der el imperio, porque la voluntad se di- te, el hombre se impera a sí mismo un
ferencia del entendimiento, de quien es acto de la voluntad, en cuanto que es in-
propio entender. Luego el acto de la vo- teligente y volente.
luntad no es imperado. 3. A la tercera hay que decir: Como el
3. Además, si algún acto de la vo- imperio es un acto de la razón, se impe-
luntad es imperado, por la misma razón ra el acto que está sometido a la razón.
lo son todos. Pero si todos los actos de Ahora bien, el acto primero de la volun-
la voluntad son imperados, es necesario tad no nace de una ordenación de la ra-
proceder al infinito, porque un acto de zón, sino del instinto de la naturaleza o
la voluntad precede a un acto de la ra- del de una causa superior, como ya se
zón que impera, como se dijo (a.1); y si dijo (q.9 a.4). Por consiguiente, no es
este acto de la voluntad es de nuevo im- necesario proceder al infinito.
perado, otro acto de la razón precederá
a ese imperio, y así hasta el infinito.
Pero es inconveniente proceder al infini-
ARTICULO 6
to. Luego el acto de la voluntad no es ¿Se impera el acto de la razón?
imperado.
De virtut. q.1 a.7.
En cambio, todo lo que está en
nuestra potestad, está sometido a nues- Objeciones por las que parece que
tro imperio. Pero los actos de la volun- no puede imperarse el acto de la razón.
tad están totalmente en nuestra potestad, 1. Parece inconveniente que uno se
pues se dice que todos nuestros actos es- impere a sí mismo. Pero es la razón la
tán en nuestra potestad en la medida en que impera, como se dijo antes (a.l).
que son voluntarios. Luego nosotros im- Luego el acto de la razón no se impera.
peramos los actos de la voluntad. 2. Además, lo que es por esencia es
Solución. Hay que decir: El imperio diverso de lo que es por participación.
no es otra cosa que el acto de la razón Pero la potencia cuyo acto es imperado
que ordena, con una moción, hacer algo, por la razón, es razón por participación,
como se dijo (a.l). Pero es claro que la como se dice en I Ethic.13 Luego no se
razón puede ordenar acerca del acto de impera el acto de la potencia que es ra-
la voluntad, pues igual que puede juzgar zón por esencia.
que es bueno querer algo, también pue- 3. Además, se impera el acto que
de ordenar imperando que el hombre está en nuestra potestad. Pero conocer y
quiera. De esto se desprende que el acto juzgar lo verdadero, que es el acto de la
de la voluntad puede ser imperado. razón, no está siempre en nuestra potes-
tad. Luego el acto de la razón no puede
Respuesta a las objeciones: 1. A la ser imperado.
primera hay que decir: Cuando el ánimo se
impera perfectamente a sí mismo querer, En cambio, lo que hacemos con libre
quiere; pero el que algunas veces se im- albedrío, puede hacerse con nuestro im-
pere y no quiera, se debe a que no impe- perio. Pero los actos de la razón se ejer-
ra perfectamente, como señala allí mis- cen mediante el libre albedrío, pues dice
mo Agustín. Ahora bien, hay imperio el Damasceno14 que con libre albedrío el
imperfecto porque la razón es movida hombre investiga, escruta, juzga y dispone.
desde diversas partes a imperar y a no Luego los actos de la razón pueden ser
imperar, y por eso fluctúa entre dos co- imperados.
sas y no impera perfectamente. Solución. Hay que decir: La razón
2. A la segunda hay que decir: Igual puede ordenar sobre su acto igual que
13. ARISTÓTELES, c.13 n.15.17 (BK 1102b13; b26): S. TH., lect.20. 14. De fide orth. 1.2
c.22: MG 94,945.
C.17 a.7 Los actos imperados por la voluntad 173
sobre los actos de las otras potencias, ARTICULO 7
porque se refleja sobre sí misma. Por
consiguiente, también su acto puede ser ¿Se impera el acto del apetito
imperado. Pero hay que advertir que el sensitivo?
acto de la razón puede ser contemplado 1 q.81 a.3; infra q.56 a.4 ad 3; q.58 a.2; De verit.
de dos modos. Uno, en cuanto al ejerci- q.25 a.4; De virtut. q.1 a.4.
cio del acto. Y así el acto de la razón
Objeciones por las que parece que el
puede ser imperado siempre; por ejem-
plo: cuando se le indica a uno que atien- acto del apetito sensitivo no es impe-
rado.
da y use la razón. El segundo, en cuanto
a su objeto, y respecto al objeto se ad- 1. Dice el Apóstol, en Rom 7,15:
No hago el bien que quiero, y la Glossa15 ex-
vierten dos actos de la razón. El prime-
plica que el hombre no quiere tener con-
ro, conocer la verdad acerca de algo. Y
cupiscencia y, sin embargo, la tiene. Pero
esto no está en nuestra potestad, pues se
tener concupiscencia es un acto del ape-
realiza por virtud de una luz natural o
tito sensitivo. Luego el acto del apetito
sobrenatural. Por consiguiente, en cuan-
sensitivo no está sometido a nuestro im-
to a esto, el acto de la razón no está en
perio.
nuestra potestad ni puede ser imperado.
El otro acto de la razón se produce 2. Además, en cuanto a la transmu-
tación formal, la materia corporal sólo
cuando asiente a lo que conoce. Por tan-
obedece a Dios, como se estudió en la
to, si las cosas conocidas fueran de tal
primera parte16. Pero el acto del apetito
modo que el entendimiento asintiera a
sensitivo tiene transmutación formal del
ellas naturalmente, como ocurre con los
cuerpo, por ejemplo, calor o frío. Luego
primeros principios, el asentimiento o
el acto del apetito sensitivo no está so-
disentimiento con estas cosas no está en
metido al imperio humano.
nuestra potestad, sino en el orden de la
3. Además, lo motivo propio del
naturaleza, y, por consiguiente, no están
apetito sensitivo es lo aprehendido por
sometidas a imperio, hablando con pro-
los sentidos o la imaginación. Pero no
piedad. Pero hay otras cosas conocidas
está siempre en nuestra potestad que
que no convencen al entendimiento de
aprehendamos algo con los sentidos o la
tal modo que no pueda asentir o disen-
imaginación. Luego el acto del apetito
tir, o al menos suspender el asentimiento
o el disentimiento, por alguna causa. En sensitivo no está sometido a nuestro im-
perio.
estos casos, tanto el asentimiento como
el disentimiento están en nuestra potes- En cambio está lo que dice Gregorio
tad y caen bajo el imperio. Niseno17, que lo que obedece a la razón se
divide en dos, en desiderativo y en irascitivo,
Respuesta a las objeciones: 1. A la que pertenecen al apetito sensitivo. Lue-
primera hay que decir: La razón se impera go el acto del apetito sensitivo está so-
a sí misma del mismo modo que la vo- metido al imperio de la razón.
luntad se mueve a sí misma, como ya se Solución. Hay que decir: Un acto está
dijo (q.9 a.3); es decir, por cuanto que sometido a nuestro imperio en la medida
ambas potencias se reflejan sobre su pro- que está en nuestra potestad, como ya se
pio acto y pasan de una cosa a otra. dijo (a.5 sed contra). Por tanto, para en-
2. A la segunda hay que decir: Por la tender cómo el acto del apetito sensitivo
diversidad de objetos que se someten a está sometido a nuestro imperio, es ne-
un acto de la razón, nada impide que la cesario examinar cómo está en nuestra
razón participe de sí misma, igual que potestad. Ahora bien, hay que recordar
en el conocimiento de las conclusiones que el apetito sensitivo se diferencia del
se participa del conocimiento de los apetito intelectivo, que se llama volun-
principios. tad, en que el sensitivo es virtud de un
3. La respuesta a la tercera es clara órgano corporal, mientras que la volun-
por lo dicho (a.6). tad no lo es. Pero todo acto de una vir-
15. Glossa ordin.; AGUSTÍN, Contra Iulian. 1.3 c.26: ML 44,734. 16. C.65 a.4; c.91 a.2;
c.110 a.2. 17. NEMESIO, De nat. hom. c.16: MG 40,672.
174 Tratado de los actos humanos C.17 a.8
tud que se sirve de órgano corporal no dos con el acto del apetito sensitivo.
depende sólo de la potencia del alma, Uno, como precedente, en la medida que
sino también de la disposición del órga- uno está de algún modo determinado se-
no corporal; así, la visión depende de la gún el cuerpo a alguna pasión concreta.
potencia visiva y de la salud del ojo, que El segundo, como consiguiente, por ejem-
puede facilitar o dificultar. Por consi- plo, cuando se acalora por la ira. Pues
guiente, también el acto del apetito sen- bien, la cualidad precedente no está so-
sitivo no depende sólo de la potencia metida al imperio de la razón, porque
apetitiva, sino también de la disposición nace de la naturaleza o de alguna mo-
del cuerpo. ción precedente, que no pueden aquie-
Ahora bien, lo que procede de parte tarse al instante. Pero la cualidad consi-
de la potencia del alma sigue a una apre- guiente sí sigue al imperio de la razón,
hensión. Pero la aprehensión imaginati- porque sigue al movimiento local del
va, por ser de lo particular, está regula- corazón, que se mueve de distinta forma
da por la aprehensión de la razón, que según los diversos actos del apetito sen-
es de lo universal, igual que una virtud sitivo.
activa particular está regulada por la vir- 3. A la tercera hay que decir: Porque
tud activa universal. Por consiguiente, para la aprehensión de los sentidos se re-
desde esta parte, el acto del apetito sen- quiere un sensible exterior, no está en
sitivo está sometido al imperio de la ra- nuestra potestad aprehender algo con los
zón. La cualidad y la disposición del sentidos si no está presente lo sensible; y
cuerpo, en cambio, no están sometidas esta presencia no está siempre en nuestra
al imperio de la razón. Por consiguiente, potestad, pues cuando está, el hombre
desde esta parte, es imposible que el mo- puede usar los sentidos como quiera si
vimiento del apetito sensitivo esté total- no hay impedimento por parte del órga-
mente sometido al imperio de la razón. no. La aprehensión de la imaginación,
Ocurre también a veces que el movi- en cambio, está sometida a la ordenación
miento del apetito sensitivo de repente de la razón, según la virtud o la debili-
se excita ante las aprehensiones de la dad de la potencia imaginativa, pues el
imaginación o de los sentidos. Entonces que el hombre no pueda imaginar lo que
este movimiento queda al margen del piensa la razón, se debe a que no son
imperio de la razón, aunque la razón ha- cosas imaginables, por ejemplo, las cosas
bría podido evitarlo si lo hubiera previs- incorpóreas; o por debilidad de la virtud
to. Por eso dice el Filósofo, en el I Po- imaginativa, debida a alguna indisposi-
lit.18, que la razón prescribe al irascible ción del órgano.
y al concupiscible, no con autoridad despó-
tica, que es propia del señor para con el ARTICULO 8
esclavo, sino con autoridad política y real,
que es la que se ejerce con hombres li- ¿Se impera el acto del alma
bres, no sometidos totalmente al im- vegetativa?
perio. 2-2 q.148 a.1 ad 3; 3 q.15 a.2 ad 1; q.19 a.2; In Sent.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2 d.20 q.1 a.2 ad 3; De verit. q.13 a.4; Quodl. 4 q.11
a.1.
primera hay que decir: Él que el hombre
no quiera tener concupiscencia, y de he- Objeciones por las que parece que
cho la tenga, se debe a la disposición del los actos del alma vegetativa están some-
cuerpo, que impide al apetito sensitivo tidos al imperio de la razón.
seguir totalmente el imperio de la razón. 1. Las fuerzas del alma sensitiva son
Por eso el Apóstol añade allí mismo más nobles que las fuerzas de la vegeta-
(v.23): Veo otra ley en mis miembros, que se tiva. Pero las fuerzas del alma sensitiva
enfrenta a la ley de mi mente. Esto también están sometidas al imperio de la razón.
sucede por el movimiento súbito de la Luego mucho más las fuerzas del alma
concupiscencia, como se dijo (a.7). vegetativa.
2. A la segunda hay que decir: La cua- 2. Además, al hombre se le llama
lidad del cuerpo se relaciona de dos mo- mundo menor19, porque el alma está en
18. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 1254b5): S. TH., lect.3. 19. ARISTÓTELES, Phys. 8 c.2
n.2 (BK 252b26): S. TH., lect.4.
C.17 a.9 Los actos imperados por la voluntad 175
el cuerpo igual que Dios en el mundo. 3. A la tercera hay que decir: La vir-
Pero Dios está en el mundo de tal tud y el vicio, la alabanza y el vituperio,
modo, que todo lo que hay en el mundo no se deben a los actos mismos de las
obedece a su imperio. Luego también potencias nutritiva y generativa, que son
todo lo que hay en el hombre obedece al la digestión y la formación del cuerpo
imperio de la razón, incluidas las fuerzas humano, sino a los actos de la parte sen-
del alma vegetativa. sitiva ordenados a los de la generativa y
3. Además, la alabanza y el vitupe- nutritiva; por ejemplo, desear concupis-
rio sólo se dan en actos que están some- centemente el deleite del alimento o de
tidos al imperio de la razón. Pero sucede lo venéreo, y usar o no según se debe.
que hay alabanza y vituperio, y virtud y
vicio en los actos de las potencias nutri-
tiva y generativa, como se ve en la gula ARTICULO 9
y la lujuria y en las virtudes opuestas. ¿Se imperan los actos de los
Luego los actos de estas potencias están miembros exteriores?
sometidos al imperio de la razón.
1 q.81 a.3 ad 2; infra q.56 a.4 ad 3; q.58 a.2; In Sent.
En cambio está lo que dice Gregorio 2 d.20 q.1 a.2 ad 3; De pot. q.3 a. 15 ad 4.
Niseno 20, que lo nutritivo y lo generativo no
están regulados por la razón. Objeciones por las que parece que
los miembros del cuerpo no obedecen a
Solución. Hay que decir: Unos actos
la razón en cuanto a sus actos.
proceden del apetito natural, otros del
1. Consta que los miembros del cuer-
apetito animal o del intelectual, porque
po distan más de la razón que las fuerzas
todo agente de algún modo apetece un
del alma vegetativa. Pero las fuerzas del
fin. Ahora bien, el apetito natural no es
alma vegetativa no obedecen a la razón,
consecuencia de ninguna aprehensión,
como se dijo (a.8). Luego mucho menos
como lo son el apetito animal y el inte-
los miembros del cuerpo.
lectual. Por otra parte, la razón impera
2. Además, el corazón es el princi-
como virtud aprehensiva. Por eso los ac-
pio del movimiento animal. Pero el mo-
tos que proceden del apetito intelectivo
vimiento del corazón no está sometido
o del animal puede imperarlos la razón,
al imperio de la razón, pues dice Grego-
pero no los que proceden del apetito na-
rio Niseno 22 que lo pulsativo no es regula-
tural. Pero de esta clase son los actos del
ble por la razón. Luego el movimiento de
alma vegetativa, de ahí que Gregorio
los miembros corporales no está someti-
Niseno 21 diga: Lo generativo y lo nutritivo
do al imperio de la razón.
se llama natural. Por eso los actos del
3. Además, dice Agustín en el XIV
alma vegetativa no están sometidos al
De civ. Dei 23 que el movimiento de los
imperio de la razón. miembros genitales a veces es inoportuno, sin
Respuesta a las objeciones: 1. A la que nadie lo pida; otras veces, en cambio,
primera hay que decir: Un acto, cuanto abandona a quien lo desea vehementemente, y
más inmaterial es, más noble es y más se enfría el cuerpo cuando la concupiscencia
sometido al imperio de la razón. Por eso hierve en el ánimo. Luego los movimientos
deí hecho mismo de que las fuerzas del de los miembros no obedecen a la razón.
alma vegetativa no obedecen a la razón
En cambio está lo que dice Agustín
se desprende que son las más bajas.
en el VIII Confess.24: Impera el ánimo que
2. A la segunda hay que decir: La se-
se mueva la mano, y hay tanta prontitud, que
mejanza se aprecia en algún aspecto, es
difícilmente se distingue el imperio y la reali-
decir, porque el alma mueve al cuerpo
zación.
como Dios mueve al mundo. Pero no en
cuanto a todo, porque el alma no creó Solución. Hay que decir: Los miem-
de la nada el cuerpo, como hizo Dios bros del cuerpo son órganos de las po-
con el mundo; por eso le está completa- tencias del alma. Por eso, del mismo
mente sometido a su imperio. modo que se comportan las potencias
20. NEMESIO, De nat. hom. c.22: MG 40,692. 21. NEMESIO, De nat. hom. c.22: MG
40,692. 22. NEMESIO, De nat. hom. c.22: MG 40,693. 23. C.16: ML 41,425. 24. C.9:
ML 32,758.
176 Tratado de los actos humanos C.17 a.9
del alma en la obediencia a la razón, así del corazón, que se manifiesta a través
lo hacen también los miembros del cuer- de las venas pulsátiles.
po. Por consiguiente, porque las fuerzas 3. A la tercera hay que decir: El hecho
sensitivas están sometidas al imperio de de que el movimiento de los miembros
la razón, mientras que no lo están las genitales no obedezca a la razón se debe
fuerzas naturales, todos los movimientos a la pena del pecado, como dice Agustín
de los miembros realizados por las po- en XIV De civ. Dei 21, para que el alma,
tencias sensitivas están sometidos al im- por su desobediencia a Dios, sufra la
perio de la razón, mientras que los mo- pena de desobediencia sobre todo en el
vimientos de los miembros que secun- miembro mediante el cual se transmite el
dan a las fuerzas naturales no están some- pecado original.
tidos al imperio de la razón. Pero como, a consecuencia del pecado
del primer padre, como luego se dirá
Respuesta a las objeciones: 1. A la (q.85 a.1 ad 3), la naturaleza ha sido
primera hay que decir: Los miembros no abandonada a sí misma, porque se le
se mueven a sí mismos, sino que los quitó el don sobrenatural que había
mueven las potencias del alma, y algunas otorgado Dios al hombre, hay que con-
de éstas son más próximas a la razón siderar la razón natural por la que el
que las fuerzas del alma vegetativa. movimiento de estos miembros no obe-
2. A la segunda hay que decir: En las dece especialmente a la razón. Y la causa
cosas que pertenecen al entendimiento y de esto la señala Aristóteles en el libro
a la voluntad, se encuentra primero lo De causis motus animalium28, al decir que
que es según la naturaleza y de esto de- los movimientos del corazón y del miembro
rivan las otras cosas; por ejemplo: del vergonzoso son involuntarios, porque, aun-
conocimiento de los principios conoci- que estos miembros se mueven a partir
dos naturalmente deriva el conocimiento de una aprehensión, es decir, porque el
de las conclusiones, y de la voluntad del entendimiento y la fantasía representan
fin deseado naturalmente, la elección de algo de lo que se siguen pasiones del
lo que es para el fin. Igualmente, en los alma, a las que sigue el movimiento de
movimientos corporales, el principio tam- estos miembros, no obstante, no se mue-
bién es según la naturaleza. Ahora bien, ven según el mandato de la razón o del
el principio del movimiento corporal de- entendimiento, porque para el movimien-
riva del corazón. Por eso el movimiento to de estos miembros se requiere una al-
del corazón es según la naturaleza y no teración natural: calidez o frigidez; y
según la voluntad; este movimiento si- esta alteración, ciertamente, no está so-
gue, en efecto, como su accidente pro- metida al imperio de la razón. Por otra
pio a la vida que surge de la unión del parte, esto ocurre especialmente en estos
alma y el cuerpo. Igual que los movi- dos miembros, porque ambos son como
mientos de los seres graves y leves son animales separados, por cuanto son prin-
consecuencia de su forma sustancial, por cipios de vida, y el principio es virtual-
eso también se dice que los mueve lo mente el todo. Él corazón es el principio
que los genera, según el Filósofo en el de los sentidos, y del miembro genital
VIII Physic.25 Y por eso este movimien- sale la virtud seminal, que es virtual-
to se llama vital. De ahí que Gregorio mente el animal completo. Y por eso
Niseno26 diga que igual que lo generati- tienen naturalmente sus propios movi-
vo y lo nutritivo no obedecen a la ra- mientos, porque es necesario que los
zón, tampoco lo pulsativo, que es lo vi- principios sean naturales, como se dijo
tal. Lo pulsativo significa el movimiento (a.2).
25. ARISTÓTELES, c.4 n.7 (BK 255b35): S. TH., lect.8. 26. NEMESIO, De nat. hom. c.22:
MG 40,693. 27. C. 17.20: ML 41,425.428. 28. C.11 (BK 703b5).
CUESTIÓN 18
Bondad y malicia de los actos humanos en general
A continuación se debe estudiar la bondad y malicia de los actos huma-
nos (cf. q.6 introd.)a. En primer lugar, cómo es buena o mala una acción
humana; después, las consecuencias de la bondad y de la malicia de los actos
humanos, como mérito o demérito, pecado y culpa (q.21).
Acerca de lo primero se presentan tres reflexiones: sobre la bondad y
malicia de los actos humanos en general, sobre la bondad y malicia de los
actos interiores (q.19) y sobre la bondad y malicia de los actos exteriores
(q.20).
Sobre la bondad y malicia de los actos humanos en general se plantean
once problemas:
1. ¿Es toda acción buena o hay alguna mala?—2. Las acciones del
hombre, ¿son buenas o malas por su objeto?—3. ¿Lo son por las circuns-
tancias?—4. ¿Lo son por el fin?—5. ¿Alguna acción del hombre es bue-
na o mala en su especie?—6. ¿Los actos tienen la especie de bien o de mal
por el fin?—7. ¿La especie que procede del fin está contenida en la especie
que procede del objeto, como en su género, o al revés?—8. ¿Hay algún
objeto indiferente según su especie?—9. ¿Algún acto individualizado es
indiferente?—10. ¿Alguna circunstancia constituye al acto moral en la es-
pecie de bien o de mal?—11. Toda circunstancia que aumenta la bondad
o malicia, ¿constituye al acto moral en la especie de bien o de mal?
a Esta parte, que corresponde estrictamente a la moralidad de los actos, la separa con niti-
dez de las demás cuestiones. Quizás lo hace por su complejidad, o por el deseo metodológico
de diferenciarlas unas de otras. En todo caso estamos ya de manera explícita ante el problema
de la moralidad, de sus fuentes, de sus normas, de sus determinaciones concretas.
La gran división que señala es desigual, como puede notarse. Primero se estudian los ele-
mentos especificantes de la bondad-maldad de las acciones (q. 18-20); después (q.21) las conse-
cuencias derivantes.
Conviene hacer una aclaración terminológica. Santo Tomás emplea con mucha frecuencia
la palabra «moral», y ciertamente jamás utiliza el vocablo abstracto de «moralidad». Esto pudie-
ra dar la impresión de una deficiencia y un olvido lamentable o arcaico. Pero no es así. Sola-
mente existe otro tipo de lenguaje: lo que hoy denominamos «moralidad» es conocido como
«distinción de bondad y malicia de los actos humanos». Fácilmente puede comprobarse la se-
mejanza de los contenidos. Otra cosa sería discutir si esa «distinción» según la bondad o mali-
cia es tal, si puede aplicarse al campo moral y si conviene sólo a los actos o a toda la persona
humana.
178 Tratado de los actos humanos C.18 a.1
acto: la potencia en cuanto se perfeccio- falta algo para la plenitud de ser que les
na por el acto es bien, como se dice en es debida. Por ejemplo: para la plenitud
el XI Metaphys.2 Luego nada obra en del ser humano se requiere que sea un
cuanto es mal, sino sólo en cuanto es compuesto de alma y cuerpo, que tenga
bien. Luego toda acción es buena y nin- todas las potencias e instrumentos del
guna mala. conocimiento y del movimiento; por
3. Además, el mal sólo puede ser consiguiente, si algo de esto le falta a un
causa accidentalmente, como demuestra hombre, le falta algo integrante de la
Dionisio en el capítulo 4 de De div. plenitud de su ser. Por tanto, tiene de
nom.3 Pero toda acción tiene de suyo un bondad cuanto tiene de ser, y en la me-
efecto. Luego ninguna acción es mala, dida en que le falta plenitud de ser, le
sino que toda acción es buena. falta bondad, que se llama mal; así, un
hombre ciego tiene de bondad que vive,
En cambio está lo que dice el Señor
y de mal, que carece de visión. Si, por el
en Jn 3,20: Todo el que obra mal, odia la
contrario, no tuviera nada de bondad o
luz. Luego alguna acción del hombre es
de entidad, no podría decirse que fuera
mala.
bueno ni malo. Pero porque pertenece a
Solución. Hay que decir: Hay que ha- la razón de bien la plenitud de ser, si a
blar del bien y del mal en las acciones alguien le falta algo de la plenitud debi-
igual que del bien y del mal en las cosas, da de ser, no se llamará absolutamente
porque todas las cosas producen accio- bueno, sino bajo algún aspecto, en cuan-
nes semejantes a ellas. Ahora bien, en las to es ente; aunque se podría decir que es
cosas todo tiene de bien cuanto tiene de absolutamente ente y bajo algún aspecto
ser, pues el bien y el ente se convierten, no ente, como se dijo en la primera par-
como se dijo en la primera parte (q.5 te (q.5 a.1 ad 1).
a.1.3; q.17 a.4 ad 2). Pero sólo Dios tie- Por consiguiente, hay que decir que
ne toda la plenitud de su ser en unidad toda acción tiene tanto de bondad cuan-
y simplicidad, mientras que todas las de- to tiene de ser, pero, en la medida que le
más cosas tienen la plenitud de ser que falta algo de la plenitud de ser que se
les es conveniente con diversidad. Por debe a una acción humana, en esa medi-
eso sucede en algunas cosas que en un da le falta bondad, y así se dice que es
aspecto tienen ser y, sin embargo, les mala b ; por ejemplo, si le falta una canti-
2. ARISTÓTELES, 1.8 c.9 n.16 (BK 1051a4; a29): S. TH., lect.10. 3. § 20: MG 3,717; § 32:
MG 3,732; S. TH., lect. 16.22.
4. C.12: ML 34,73.
cial» del Lombardo no posee implicaciones morales; como dijimos, sólo tiene carácter entitati-
vo. Y establece en seguida una clara distinción: existe una primera bondad del acto que proce-
de de su forma genérica; esta bondad ex genere la obtiene el acto de su propio objeto. Pero hay
además una bondad ulterior, que proviene de las «circunstancias» del acto, y especialmente de
la más importante de ellas (ya vimos cómo sobrepasa tal categoría accidental), que es el fin; fi-
nalmente, queda una bondad de perfección que se da cuando esa acción surge de un hábito vir-
tuoso.
180 Tratado de los actos humanos C.18 a.3
modo con que llamamos género humano a del acto, como existiendo fuera de él, se-
toda la especie humana. gún se dijo (q.7 a.1). Pero el bien y el mal
Respuesta a las objeciones: 1. A la están en las cosas mismas, como se dice en
primera hay que decir: Aunque las cosas VI Meíaphys.5 Luego una acción no tie-
exteriores sean buenas en sí mismas, no ne bondad o malicia por las circunstan-
siempre guardan la debida proporción cias.
con una u otra acción. Por eso, en la 2. Además, la bondad o malicia de
medida en que se las considera como un acto son estudiadas principalmente
objetos de tales acciones, no tienen ra- por la doctrina moral. Pero las circuns-
zón de bien. tancias, por ser accidentes de los actos,
2. A la segunda hay que decir: El obje- quedan fuera del estudio de un arte, por-
to no es la materia de la que está hecha la que ningún arte considera lo que es por acci-
acción, sino sobre la que versa; y tiene de dente, como se dice en el VI Metaphys.6
algún modo razón de forma, en cuanto Luego la bondad o malicia de una ac-
que da la especie. ción no dependen de las circunstancias.
3. A la tercera hay que decir: No siem- 3. Además, a una cosa no se le atri-
pre el objeto de una acción humana es buye por un accidente cualquiera lo que
objeto de una potencia activa, pues la le conviene por su propia sustancia.
potencia apetitiva es de algún modo pa- Pero el bien y el mal convienen a una
siva, por cuanto es movida por lo apete- acción por su sustancia, porque una ac-
cible, y, sin embargo, es el principio de ción puede ser buena o mala por género,
los actos humanos. Tampoco los objetos como se dijo (a.2). Luego ser buena o
de las potencias activas tienen siempre mala no conviene a una acción por las
razón de efecto, sino cuando han sido ya circunstancias.
transformados; por ejemplo, el alimento En cambio está lo que dice el Filóso-
transformado es efecto de la potencia fo en el libro Ethic.7, que el virtuoso
nutritiva, pero el alimento aún no trans- obra como se debe, cuando se debe y de acuer-
formado se relaciona con la potencia nu- do con las demás circunstancias. Luego, al
tritiva como materia sobre la que obra. contrario, el vicioso, según cada vicio,
Ahora bien, del hecho de que el objeto obra cuando no se debe, donde no se
es de algún modo efecto de una potencia debe, etc. Luego las acciones humanas
activa, se sigue que es término de su ac- son buenas o malas según las circunstan-
ción y, por consiguiente, que le da la cias.
forma y la especie, pues un movimiento
recibe la especie del término. Y aunque Solución. Hay que decir: En las cosas
tampoco la bondad del efecto causa la naturales, toda la plenitud de perfección
bondad de la causa, sin embargo, se que se debe a una cosa no procede de la
puede llamar buena una acción precisa- forma sustancial, que le da la especie,
mente porque puede inducir un efecto sino que se añade mucho con los acci-
bueno; y, así, la proporción misma de la dentes que sobrevienen, como en el
acción con el objeto es la razón de su hombre, con el color, la figura, etc.; si
bondad. falta alguno de éstos para una compos-
tura decente, se origina un mal. Lo mis-
mo ocurre también en la acción, pues la
ARTICULO 3 plenitud de su bondad no reside toda en
Las acciones humanas, ¿son buenas o su especie, sino que se añade algo con
malas por las circunstancias? las cosas que sobrevienen como acciden-
tes; y así son las circunstancias debidas.
In Sent. 2 d.26 a.5; De malo q.2 a.4 ad 5. Por consiguiente, si falta algo de lo que
Objeciones por las que parece que se requiere para las debidas circunstan-
una acción no es buena o mala por las cias, la acción será mala.
circunstancias. Respuesta a las objeciones: 1. A la
1. Las circunstancias están alrededor primera hay que decir: Las circunstancias
5. ARISTÓTELES, 1.5 c.4 n.1 (BK 1027b25): S. TH., 1.5 lect.4. 6. ARISTÓTELES, 1.5 c.2
n.1 (BK 1026b4): S. TH., 1.5 lect.2. 7. ARISTÓTELES, 1.2 c.3 n.5 (BK 1104b26): S. TH.,
lect.3.
C.18 a.4 Bondad y malicia de los actos humanos 181
están fuera de la acción por cuanto no Solución. Hay que decir: Las cosas se
son de su esencia; sin embargo, están en disponen igual en la bondad que en el
la acción misma como accidentes. Del ser. En efecto, hay cosas cuyo ser no de-
mismo modo que también los accidentes pende de otra cosa, y en ellas basta con-
que están en las sustancias naturales, es- siderar su mismo ser absolutamente.
tán fuera de sus esencias. Pero hay cosas cuyo ser depende de
2. A la segunda hay que decir: No to- otra, por lo que es necesario considerar-
dos los accidentes se relacionan acciden- las en relación con la causa de la que de-
talmente con sus objetos, sino que algu- penden. Por otra parte, la bondad de
nos son accidentes propios; y éstos son una cosa depende del fin, igual que el
estudiados en todo arte. Así se estudian ser de una cosa depende del agente y de
las circunstancias de los actos en la doc- la forma. Por eso, en las divinas perso-
trina moral. nas, que no tienen una bondad que de-
3. A la tercera hay que decir: Por con- penda de otra cosa, no se considera nin-
vertirse el bien con el ente, igual que el guna razón de bondad procedente del
ente se dice por sustancia y por acciden- fin. Pero las acciones humanas, y las
te, también el bien se atribuye a algo otras cosas cuya bondad depende de
tanto según su ser esencial como según otra, tienen razón de bondad que proce-
el ser accidental, lo mismo en las cosas de del fin del que dependen, además de
naturales que en las acciones morales. la bondad absoluta que hay en ellas.
Así, por consiguiente, en una acción
humana puede considerarse la bondad
ARTICULO 4 en cuatro niveles: 1) por el género, en
cuanto es acción, pues tiene tanta bon-
Las acciones humanas, ¿son buenas dad como acción y entidad, según se
o malas por el fin? dijo (a.1); 2) por la especie, que se recibe
In Sent. 2 d.36 a.5. según el objeto conveniente; 3) por las
circunstancias, como accidentes que son;
Objeciones por las que parece que el 4) por el fin, según su relación con la
bien y el mal en los actos humanos no causa de la bondad.
proceden del fin.
1. Dice Dionisio, en el capítulo 4 de Respuesta a las objeciones: 1. A la
De div. nom.8, que nada obra mirando al primera hay que decir: El bien al que uno
mal. Por tanto, si derivara del fin que mira cuando obra, no siempre es un
una acción fuera buena o mala, no ha- bien verdadero, sino que unas veces es
bría ninguna acción mala. Y esto es cla- bien verdadero y otras aparente. Y de
ro que es falso. acuerdo con éste se sigue una acción
2. Además, la bondad de un acto es mala del fin.
algo que existe en él. Pero el fin es una 2. A la segunda hay que decir: Aunque
causa extrínseca. Luego una acción no se el fin sea una causa extrínseca, la debida
dice buena o mala según el fin. proporción al fin y la relación con él son
3. Además, sucede que alguna ac- inherentes a la acción.
ción buena se ordena a un fin malo, 3. A la tercera hay que decir: Nada
como cuando uno da limosna por vana- impide que a una acción que tenga una
gloria, y al revés, que una acción mala de dichas bondades, le falte otra. Según
se ordena a un fin bueno, como cuando esto, puede suceder que una acción que
uno roba para dar a un pobre. Luego no es buena según su especie o según las
procede del fin el que una acción sea circunstancias, se ordene a un fin malo y
buena o mala. al revés. No obstante, no hay una acción
completamente buena si no concurren
En cambio está lo que dice Boecio todas las bondades, pues cualquier defecto
en Topic.9, que aquello cuyo fin es bueno, es singular causa un mal; en cambio, el bien nace
ello mismo bueno; y aquello cuyo fin es malo, de una causa íntegra, como dice Dionisio
también ello mismo es malo. en el capítulo 4 de De div. nom.10
11. ARISTÓTELES, 1.2 c.3 n.8 (BK 998b22): S. TH., 1.3 lect.8. 12. ARISTÓTELES, c.1 n.7
(BK 1103b21): S. TH., lect.1.
sino que es la plenitud de todo lo real. Tampoco es algo que contenga en sí únicamente ele-
mentos entitativos y metafísicos. El bien provoca en el individuo un verdadero cambio gozoso,
y por ello se identifica con naturalidad el bien con la felicidad objetiva; gran y primera identifi-
cación que nunca debía olvidarse: el bien y todo lo que tiene categoría de bien participado es,
a la vez, objeto felicitante. Felicidad, objeto moral y bien entitativo, coinciden en su cúspide.
Nunca debiera haberse separado la felicidad del bien, y mucho menos en el terreno moral. San-
to Tomás se confiesa aquí plenamente eudemonista. Kant aparece a esta luz como la contradic-
ción pura y simple de su moral.
Pero el bien resulta ser el objeto preferido del apetito humano y, elevado a categorías abso-
lutas, el último fin del deseo humano. Así pues, el bien que es la felicidad se convierte ahora
en objetivo máximo de toda la vida humana. Esta concepción finalista, felicitante y tendente
hacia el bien del hombre, constituye sin duda el tipo de análisis antropológico-moral de Santo
Tomás. Puede negarse este análisis, pero no podrá ponerse en duda que existen fundamentos
en la realidad para justificar esta visión del hombre. Los ideales de la vida moral se formarán
a partir de estos presupuestos fundamentales, y así tendremos el actuar moral concebido como
un camino hacia el bien y la felicidad.
El dinamismo y la operatividad subjetiva debe corresponderse con este primer esquema de
lo real. Las acciones concretas van haciendo bueno al hombre. Por eso, al operar habitual del hom-
bre bueno lo llamamos con un nombre diferente de la operación circunstancial: lo denomina-
mos virtud. El hombre que obra habitualmente conforme al bien es reconocido como un hom-
bre virtuoso.
Algo paralelo comprobamos en el tema de la felicidad moral. El hombre que obra bien está
forjando cada día su felicidad. Aquí resalta el papel tan preponderante de la fruición; la frui-
ción como prototipo de lo que le sucede al hombre en todas sus operaciones morales. El hom-
bre goza en la conquista del bien. Si ese gozo, si ese descanso pleno de la potencia en su objeti-
vo no existiera, tampoco existiría una completa acción humana, tampoco una similitud verda-
dera con el orden entitativo, donde el bien aparece unido a la felicidad. A este gozo del apetito
en el bien conseguido lo llama Santo Tomás de distintas maneras, pero en todas ellas deja no-
tar su presencia esencial dentro del acto moral, dentro del acto plenamente humano.
Como para confirmar más claramente su tesis, Santo Tomás propone el ejercicio de la vida
virtuosa como la verdadera felicidad. Con esto se declara buen discípulo de Aristóteles. Y con
ello ambos hacen de ese obrar moral bueno y habitual que llamamos virtud, la clave de la feli-
cidad humana. Uno de los consejos aristotélicos y tomistas para la felicidad sana será el ejerci-
cio de la virtud, pues en ella alcanza el hombre en esta tierra una dicha real y auténtica.
Esta doctrina se presta, por supuesto, a deformaciones. No todo lo que conduce a la felici-
dad ni todo lo que es considerado como felicidad es moral y bueno. Acaso por desproporción
con el modo de ser de un hombre concreto, o acaso por el desconocimiento de sus circunstan-
cias personales; acaso por error de la razón. Contra lo que dice Kant, esto es tan elemental,
que justamente para evitarlo se propone todo el sistema ético de reglas racionales que conduce
al descubrimiento del verdadero bien.
En todo caso cabe preguntarse hasta qué punto una concepción del bien moral separada de
la realidad, separada de las aspiraciones más íntimas del hombre, separada de la felicidad y se-
parada de la virtud, pueden atribuirse a Santo Tomás. Y, sin embargo, esta doctrina tan clara
en el Maestro recibirá interpretaciones rigoristas que separarían casi todo placer y toda la felici-
dad humana de la virtud moral. Una y otra vez han recordado los discípulos estrictos del Santo
que él nunca negó la identidad entre bien moral y felicidad. Una y otra vez se ha dicho que
Santo Tomás no considera malo o incurablemente herido el dinamismo humano y las fuerzas
primordiales de sus apetitos. Una y otra vez se ha repetido que esos dinamismos pueden pro-
ducir en el hombre satisfacción, felicidad y bondad, y que ese «producto conjunto» es la virtud.
Pero pese a todas estas llamadas, la moral práctica del catolicismo tendió en no pocos momen-
tos a separar la virtud y el bien, del gozo y de la satisfacción del hombre bueno. Es un exceso
que no debe atribuirse a Santo Tomás.
184 Tratado de los actos humanos C.18 a.6
diferencias de por sí (per se) diversifican de objeto. Luego el bien y el mal que
la especie. proceden del fin no diversifican la espe-
Respuesta a las objeciones: 1. A la cie del acto.
primera hay que decir: También en las co- 2. Además, lo que es por accidente
sas naturales el bien y el mal, que es se- no constituye la especie, como se dijo
gún la naturaleza o contra la naturaleza, (a.5). Pero es accidental a un acto estar
diversifican la especie natural, pues un ordenado a un fin determinado, como
cuerpo muerto y un cuerpo vivo no son dar limosna por vanagloria. Luego los
de la misma especie. De modo semejan- actos no se diversifican según especie
te, el bien, en cuanto que es según la ra- por el bien y el mal que procede del fin.
zón, y el mal, en cuanto que está fuera 3. Además, actos diversos según la
de la razón, diversifican la especie especie pueden ordenarse a un mismo
moral. fin; por ejemplo, al fin de vanagloria
2. A la segunda hay que decir: El mal pueden ordenarse actos de distintas vir-
implica una privación no absoluta, sino tudes y de distintos vicios. Luego el
relativa a una potencia determinada, bien y el mal que toman según el fin no
pues se llama malo un acto según su es- diversifican la especie de los actos.
pecie, no porque no tenga un objeto, En cambio está lo que se señaló an-
sino porque tiene un objeto no conve- tes (q.1 a.3), que los actos humanos reci-
niente con la razón, como quitar lo aje- ben la especie del fin. Luego el bien y el
no. Por eso, en cuanto que el objeto es mal que se toman según el fin diversifi-
algo positivamente, puede constituir la can la especie de los actos.
especie de un acto malo. Solución. Hay que decir: Unos actos se
3. A la tercera hay que decir: El acto llaman humanos porque son voluntarios,
conyugal y el adulterio, en cuanto se re- como se dijo (q.1 a.1). Ahora bien, en
lacionan con la razón, difieren en especie un acto voluntario se da un acto doble:
y tienen efectos diferentes en especie, un acto interior de la voluntad y un acto
porque uno de ellos merece alabanza y exterior; y cada uno de ellos tiene su ob-
premio, y el otro, vituperio y pena. Pero jeto propio. Pero el objeto del acto inte-
en cuanto se relacionan con la potencia rior voluntario es propiamente el fin,
generativa, no difieren en especie, y así mientras que el objeto de la acción exte-
tienen un mismo efecto según la especie. rior es aquello sobre lo que versa. Pues
4. A la cuarta hay que decir: Las cir- bien, lo mismo que el acto exterior reci-
cunstancias se toman a veces como dife- be la especie del objeto sobre el que ver-
rencia esencial del objeto, en cuanto se sa, el acto interior de la voluntad recibe
relacionan con la razón, y entonces pue- su especie del fin, como de su propio
den dar especie al acto moral. Y es nece- objeto.
sario que esto ocurra siempre que las Ahora bien, igual que lo que procede
circunstancias cambien un acto bueno o de la voluntad se comporta como formal
malo, pues las circunstancias no podrían con respecto a lo que procede del acto
hacer un acto malo si no se opusieran a exterior, porque la voluntad utiliza para
la razón. obrar los miembros como instrumentos,
también los actos exteriores sólo tienen
ARTICULO 6 razón de moralidad en cuanto que son
voluntarios. Por tanto, la especie de un
¿Los actos tienen la especie de bien acto humano se considera formalmente
o de mal por el fin? según el fin, y materialmente según el
In Sent. 2 d.40 a.2 objeto del acto exterior. Por eso dice el
Filósofo en el V Ethic. 14 que quien roba
Objeciones por las que parece que el para cometer adulterio es, hablando propia-
bien y el mal que proceden del fin, no mente, más adúltero que ladrón.
diversifican la especie de los actos. Respuesta a las objeciones: 1. A la
1. Los actos reciben la especie del primera hay que decir: También el fin tiene
objeto. Pero el fin está fuera de la razón razón de objeto, como se dijo (a.6).
15. ARISTÓTELES, 1.6 c.12 n.5 (BK 1038a9): S. TH., 1.7 lect.12.
186 Tratado de los actos humanos C.18 a.8
rresponde a un agente más universal: la 2. A la segunda hay que decir: El fin es
victoria, por ejemplo, que es el último lo último en la ejecución, pero lo prime-
fin de un ejército, es el fin perseguido ro en la intención de la razón, según la
por el jefe máximo, mientras que orde- cual se toman las especies de los actos
nar una u otra sección es el fin que per- morales.
sigue uno de los jefes inferiores. Y de 3. A la tercera hay que decir: La dife-
esto se sigue que la diferencia específica rencia se relaciona con el género como
que procede del fin es más general, y la forma con la materia, por cuanto hace
que la diferencia que procede de un ob- que el género esté en acto. Pero también
jeto ordenado de por sí a ese fin es espe- al género se le considera más formal que
cífica respecto a él; pues la voluntad, la especie, porque es más absoluto y me-
cuyo objeto propio es el fin, es lo moti- nos contracto. Por eso también las par-
vo universal de todas las potencias del tes de una definición se reducen al géne-
alma, cuyos objetos son los de los actos ro de la causa formal, como se dice en el
particulares. libro Physic.16 Y, de acuerdo con esto, el
Respuesta a las objeciones: 1. A la género es la causa formal de la especie,
primera hay que decir: Según su sustancia, y será tanto más formal cuanto más
una cosa no puede estar en dos especies, común.
de las cuales una no esté ordenada a la
otra. Pero según los accidentes, una cosa
puede estar contenida en diversas espe- ARTICULO 8
cies, por ejemplo, esta manzana está ¿Hay algún acto indiferente según
contenida en la especie de blanco según su especie
el color y en la de perfumado, según el
olor. De modo similar, un acto que se- In Sent. 2 d.40 a.5; De malo q.2 a.5.
gún su sustancia está en una especie de
naturaleza, según las condiciones mora- Objeciones por las que parece que
les que son accidentes, puede estar refe- no hay ningún acto indiferente según su
rido a dos especies, como se dijo (q.1 a.3 especied.
ad 3). 1. El mal es una privación de bien, se-
d Comienza asi el estudio de la «indiferencia de los actos humanos», que continúa en el a.9.
Aparentemente es un problema de índole menor, pero tiene su importancia por la radicalidad
de la postura de Abelardo y por sus implicaciones en moral.
Odón Rigaud es, después de Abelardo, la figura mayor en este asunto. El distingue la pala-
bra de los restantes actos. A la palabra le niega la indiferencia, porque aplica literalmente el pa-
saje evangélico de Mt 12,36; pero los actos humanos, como comer o pasear, pueden ser indife-
rentes.
San Buenaventura rechaza las distinciones de O. Rigaud y establece una nueva: actos referi-
dos positivamente a Dios y actos que carecen de tal referencia; de los primeros dice que son
buenos, pero de los segundos no todos son malos, pues sería demasiado pedir a la naturaleza
humana que dirijamos explícitamente todos nuestros actos a Dios. Dios nos deja libres, y mu-
chos actos son moralmente indiferentes. La diversificación entre natural-sobrenatural es inmen-
sa: no se condena lo natural, pero tampoco se le confiere categoría moral si sus actos no están
informados por la caridad sobrenatural.
San Alberto Magno distingue mejor lo filosófico de lo teológico. En el primer plano puede
haber un acto indiferente, pues no existe ninguna virtud humana que oriente nuestros actos a
Dios. En el segundo no hay actos indiferentes, porque la caridad, aunque sea de manera implí-
cita, ha de guiar nuestras acciones a Dios.
Santo Tomás se separa de todos. No existe tal distinción entre natural-sobrenatural para de-
terminar la bondad de nuestros actos. Los actos deliberados son necesariamente buenos o ma-
los, porque el fin que se propone el agente está conforme o disconforme con la regla moral.
Esta primera aclaración se expone inicialmente en el Comentario a las Sentencias.
Ahora, en la Suma y en estas cuestiones, perfila más el asunto. Todos los actos humanos
son conformes o disconformes con la razón. Pero hay importantes salvedades: 1) Puede existir
algún acto indiferente en cuanto «su objeto» lo es (c.18 a.8). 2) La ordenación al fin de los ac-
tos humanos y por la cual nunca son indiferentes (c.18 a.9) no es preciso que esté explicitada
C.18 a.9 Bondad y malicia de los actos humanos 187
17
gún Agustín . Pero la privación y el privado, que lo quita todo, no deja nada;
hábito son opuestos inmediatos según el por ejemplo, la ceguera quita totalmente
Filósofo18. Luego no hay ningún acto la vista; las tinieblas, la luz; la muerte, la
que, según su especie, sea indiferente, vida. Entre esta privación y el hábito
que esté en el medio entre el bien y el opuesto no puede haber algo medio en
mal. cuanto a la propiedad afectada. Pero hay
2. Además, los actos humanos reci- otra privación que consiste en estar siendo
ben su especie del fin o del objeto, privado, por ejemplo, la enfermedad es
como se dijo (a.6; q.1 a.3). Pero todo privación de salud, no porque haya sido
objeto y todo fin tienen razón de bien o quitada toda la salud, sino porque es
de mal. Luego todo acto humano se- como una vía para la total sustracción
gún su especie es bueno o malo; luego de la salud, que realiza la muerte. Por
ninguno es indiferente según su especie. consiguiente, esta privación, al dejar
3. Además, como se dijo (a.1), se algo, no siempre es inmediata con el há-
llama acto bueno al que tiene la debida bito opuesto. Y de este modo es el mal
perfección de bondad, y malo al que le privación de bien, como dice Simplicio
falta algo de eso. Pero es necesario que en Commento super librum Praedic.20, por-
todo acto tenga toda la plenitud de bon- que no quita todo el bien, sino que deja
dad o que le falte algo. Luego es necesa- algo; por lo que puede haber algo inter-
rio que todo acto sea bueno o malo se- medio entre el bien y el mal.
gún su especie y que ninguno sea indife- 2. A la segunda hay que decir: Todo
rente. objeto y todo fin tiene alguna bondad y
En cambio está lo que dice Agustín malicia, al menos la natural, pero no
en el libro De serm. Dom. in monte19, que siempre conllevan bondad o malicia mo-
hay algunos hechos medios, que pueden hacerse ral, que se aprecia en la relación con la
con buen ánimo o con malo, acerca de los cua- razón, como se dijo (a.8). Y de esta bon-
les es temerario juzgar. Luego hay algunos dad o malicia se trata ahora.
actos indiferentes según su especie. 3. A la tercera hay que decir: No todo
lo que tiene un acto pertenece a su espe-
Solución. Hay que decir: Todo acto re- cie. Por eso, aunque en la razón de su
cibe su especie del objeto, como se dijo especie no esté contenido cuanto perte-
(a.2.5), y el acto humano o moral recibe nece a su bondad, no por eso es malo
su especie del objeto referido al princi- por su especie, ni tampoco bueno; así,
pio de los actos humanos, que es la ra- un hombre por su especie no es ni vir-
zón. Por eso, si el objeto del acto inclu- tuoso ni vicioso.
ye algo conveniente al orden de la ra-
zón, será un acto bueno según su es-
pecie, como dar limosna a un pobre; ARTICULO 9
pero si incluye algo que se opone al or-
den de la razón, será un acto malo según ¿Algún acto individual es
su especie, como robar, que es tomar indiferente?
cosas ajenas. No obstante, puede suceder In Sent. 1 d.1 q.3 ad 3; 2 d.40 a.5; 4 d.26 q.1 a.4; De
que el objeto de un acto no incluya nada malo q.2 a.5.
perteneciente al orden de la razón, como
levantar una brizna del suelo, salir al Objeciones por las que parece que al-
campo, y cosas semejantes; estos actos gún acto individualizado es indiferente.
son indiferentes según su especie. 1. No hay ninguna especie que no
Respuesta a las objeciones: 1. A la contenga o pueda contener algún indivi-
primera hay que decir: Hay dos clases de duo. Pero algún acto es indiferente se-
privación. Una que consiste en haber sido gún su especie, como se dijo (a.8). Lue-
17. Enchir. c.11: ML 40,236; De civit. Dei l.11 c.9: ML 41,325. 18. ARISTÓTELES, Cat.
c.8 n.16 (BK 12b26). 19. L.2 c.18: ML 34,1296. 20. In Cat. 10 (CG 8,388.7).
en cada uno de ellos (q.19 a.10). 3) El hombre define, en su ámbito propio, qué es la «razón
próxima», el contenido de su elección hacia el bien o hacia el mal, y «en general» hay una cierta
«indiferencia» (indeterminación) hacia el bien a elegir.
188 Tratado de los actos humanos C.18 a.9
go algún acto individual puede ser indi- cambio, si se ordena al fin debido, con-
ferente. viene con el orden de la razón, por lo
2. Además, a partir de actos indivi- que tiene razón de bien. Ahora bien, es
duales se producen hábitos conformes necesario que se ordene o no al fin debi-
con ellos, como se dice en el II Ethic.21 do. Por consiguiente, es necesario que
Pero algún hábito es indiferente, pues todo acto del hombre que procede de la
dice el Filósofo en el IV Ethic.22 de al- razón deliberativa, considerado indivi-
gunos, como los plácidos y los pródi- dualmente, sea bueno o malo.
gos, que no son malos y, no obstante, Pero si no procede de la razón delibe-
consta que no son buenos, porque se rativa, sino de una imaginación, como
apartan de la virtud; por tanto, son indi- cuando uno se frota la barba o mueve
ferentes en cuanto al hábito. Luego al- una mano o un pie, ese acto no es pro-
gunos actos individuales son indiferen- piamente moral o humano, pues esto lo
tes. recibe de la razón. Por tanto, será indife-
3. Además, el bien moral pertenece rente, pues queda fuera del género de
a la virtud, y el mal moral, al vicio. Pero los actos morales.
sucede que a veces uno no ordena a un Respuesta a las objeciones: 1. A la
fin virtuoso o vicioso un acto que por primera hay que decir: Un acto puede ser
su especie es indiferente. Luego sucede indiferente según su especie de muchos
que algún acto individual es indiferente. modos. Uno, porque deba ser indiferen-
En cambio está lo que dice Gregorio te por su especie. Y en este sentido pro-
en una homilía23: Es palabra ociosa la que cede la objeción, pero ningún acto es así
carece de la utilidad de la rectitud o no está indiferente por la especie, pues no hay
motivada por una necesidad justa o utilidad ningún objeto de un acto humano que
piadosa. Pero una palabra ociosa es mala, no pueda ordenarse al bien o al mal me-
porque de ella darán razón los hombres en el diante el fin o las circunstancias. Otro
día del juicio, como se dice en Mt 12,36. modo por el que puede decirse indife-
Por otra parte, si está motivada por una rente según la especie, es porque no re-
necesidad justa o por utilidad piadosa, es cibe de ella el ser bueno o malo. Por
buena. Luego toda palabra es buena o tanto, puede llegar a ser bueno o malo
mala. Por la misma razón, por tanto, por alguna otra cosa; así, el hombre no
cualquier acto es bueno o es malo. Lue- debe a su especie el ser blanco o negro,
go ningún acto individual es indiferente. tampoco el no serlo, pues la blancura o
Solución. Hay que decir: A veces un la negrura le pueden sobrevenir al hom-
acto es indiferente según la especie y, sin bre de otro origen distinto de los princi-
embargo, es bueno o malo considerado pios de la especie.
individualmente; precisamente porque el 2. A la segunda hay que decir: El Filó-
acto moral, como se dijo (a.3), no recibe sofo24 afirma que se llama propiamente
la bondad sólo de su objeto, sino tam- malo a quien es nocivo para los demás
bién de las circunstancias, que son como hombres, y es según esto como dice25
accidentes. Igual que algo conviene a un que el pródigo no es malo, porque no
hombre individual en virtud de acciden- daña a nadie más que a sí mismo. Y lo
tes individuales, que no le conviene al mismo de todos los que no son nocivos
hombre bajo la razón de especie. Y es para sus prójimos. Pero nosotros llama-
necesario que todo acto individual tenga mos comúnmente malo a todo lo que se
alguna circunstancia que lo acerque al opone a la recta razón. Y según esto,
bien o al mal, al menos desde la inten- todo acto individual es bueno o malo,
ción del fin; porque, como es propio de como se dijo (a.9).
la razón ordenar, el acto que procede de 3. A la tercera hay que decir: Todo fin
la razón deliberativa, si no está ordena- pretendido por la razón deliberativa per-
do al fin debido, por eso mismo se opo- tenece al bien de alguna virtud o al mal
ne a la razón y tiene razón de mal; en de algún vicio, pues todo lo que uno
21. ARISTÓTELES, c.1 n.7 (BK 1103b21): S. TH., lect.1. 22. ARISTÓTELES, c.1 n.31 (BK
1121a26): S. TH., lect.1. 23. In Evang. 1.1 homil.6: ML 76,1098. 24. ARISTÓTELES, Eth.
1.4 c.1 n.32 (BK 1121a29): S. TH., lect.1. 25. ARISTÓTELES, Eth. l.4 c.1 n.31 (BK 1121a26):
S. TH., lect.1.
C.18 a.10 Bondad y malicia de los actos humanos 189
hace ordenadamente para sostenimiento el proceso de la razón no está determi-
o reposo de su cuerpo, se ordena al bien nado a algo único, sino que, dada una
de la virtud en quien ordena su cuerpo cosa, puede proceder más allá. Por eso,
al bien de la virtud. Y lo mismo vale en lo que en un acto se toma como circuns-
los otros casos. tancia accidente del objeto que determi-
na la especie del acto, puede ser tomada
de nuevo por la razón y ser ordenada
ARTICULO 10 como condición principal del objeto que
determine la especie del acto. Por ejem-
¿Alguna circunstancia constituye al plo: tomar lo ajeno recibe la especie de
acto moral en la especie de bien la razón de ajeno y, por eso, se constitu-
o de mal? ye en la especie de hurto; y si se consi-
Supra a.5 ad 4; infra q.73 a.7; In Sent. 4 d.16 q.3 a.2 dera además la razón de lugar o de tiem-
q.a3; De malo q.2 a.6.7. po, el lugar y el tiempo estarán en razón
de circunstancias. Pero porque la razón
Objeciones por las que parece que puede ordenar también acerca del lugar,
una circunstancia no puede constituir la del tiempo y de cosas semejantes, puede
especie de un acto bueno o malo. suceder que la condición de lugar refe-
1. La especie de un acto procede del rente al objeto se tome como contraria
objeto. Pero las circunstancias son dis- al orden de la razón; por ejemplo, la ra-
tintas del objeto. Luego las circunstan- zón ordena que no hay que ultrajar un
cias no dan la especie del acto. lugar sagrado. Según esto, tomar algo
2. Además, las circunstancias se rela- ajeno de un lugar sagrado añade una es-
cionan con el acto moral como sus acci- pecial oposición al orden de la razón y,
dentes, según se dijo (a.7 a.1). Pero un en consecuencia, el lugar, que antes era
accidente no constituye la especie. Lue- considerado como circunstancia, pasa
go la circunstancia no constituye ningu- ahora a ser considerado como condición
na especie de bien o de mal. principal del objeto que se opone a la
3. Además, una cosa no tiene mu- razón. Y así, todas las veces que una cir-
chas especies. Pero un acto tiene muchas cunstancia se refiere a un orden especial
circunstancias. Luego las circunstancias de la razón, a favor o en contra, es nece-
no constituyen un acto moral en una es- sario que la circunstancia dé la especie al
pecie de bien o de mal. acto bueno o malo.
1. § 32: MG 3,732; S. TH., lect.22. 2. ARISTÓTELES, c.5 n.4 (BK 1140b6): S. TH.,
lect.4. 3. ARISTÓTELES, c.1 n.3 (BK 1129a9): S. TH., lect.1.
192 Tratado de los actos humanos C.19 a.2
es siempre bueno, sino que algunas ve- se dijo (a.1). Luego la bondad y la mali-
ces es malo. cia de la voluntad no dependen de las
2. A la segunda hay que decir: Aunque circunstancias, sino sólo del objeto.
un acto pueda ser el último fin del hom- Solución. Hay que decir: En cualquier
bre de algún modo, no obstante, ese género, cuanto más anterior es algo, tan-
acto no es acto de la voluntad, como ya to más simple es y consiste en menos
se dijo (q.1 a.1 ad 2). cosas; así los primeros cuerpos son sim-
3. A la tercera hay que decir: El bien ples. Por eso encontramos que las cosas
se presenta como objeto a la voluntad que son primeras en cualquier género,
mediante la razón y, en cuanto está in- son de algún modo simples y consisten
cluido en el orden de la razón, pertenece en una sola cosa. Ahora bien, el princi-
al género moral y causa bondad moral pio de la bondad y de la malicia de los
en el acto de la voluntad. La razón, en actos humanos procede del acto de la
efecto, es el principio de los actos huma- voluntad. Por eso la bondad y la malicia
nos y morales, como se dijo (q.18 a.5). de la voluntad se observa por una sola
cosa; en cambio, la bondad y la malicia
ARTICULO 2 de los demás actos puede observarse por
cosas diversas.
La bondad de la voluntad, ¿depende Por otra parte, la unidad que es prin-
sólo del objeto? cipio en cualquier género no es por acci-
dente, sino de por sí, porque todo lo
Objeciones por las que parece que la que es por accidente se reduce a lo que
bondad de la voluntad no depende sólo es de por sí como a su principio. Por
del objeto. eso la bondad de la voluntad depende de
1. El fin es más afín a la voluntad esta única cosa, de la que hace de por sí
que a cualquier otra potencia. Pero los la bondad en un acto, es decir, del obje-
actos de las otras potencias reciben la to; y no de las circunstancias, que son
bondad no sólo del objeto, sino también accidentes del acto.
del fin, como se desprende de lo dicho Respuesta a las objeciones: 1. A la
(q.18 a.4). Luego también el acto de la primera hay que decir: El fin es el objeto
voluntad recibe la bondad no sólo del de la voluntad, pero no de las otras
objeto, sino también del fin. fuerzas. Por eso, en cuanto al acto de la
2. Además, la bondad de un acto no voluntad, no es diferente la bondad que
procede sólo del objeto, sino también de procede del objeto, de la bondad que
las circunstancias, como ya se dijo (q.18 procede del fin, como en los actos de las
a.4). Pero sucede que la diversidad de otras fuerzas; a no ser quizá por acciden-
bondad y de malicia en el acto de la vo- te, en cuanto que un fin depende de
luntad es según la diversidad de las cir- otro fin, y una voluntad de otra vo-
cunstancias: como que uno quiera cuan- luntad.
do debe, donde debe, cuanto debe y 2. A la segunda hay que decir: Supues-
como debe o como no debe. Luego la to que haya voluntad de bien, ninguna
bondad de la voluntad no sólo depende circunstancia puede hacerla mala. Por
del objeto, sino también de las circuns- consiguiente, decir que alguien quiere
tancias. un bien cuando no debe o donde no
3. Además, la ignorancia de las cir- debe, puede entenderse de dos modos.
cunstancias disculpa la malicia de la vo- Uno, de modo que esa circunstancia se
luntad, como ya se trató (q.6 a.8). Pero refiera a lo querido, y así no hay volun-
esto no ocurriría si la bondad y la mali- tad de bien, porque querer hacer algo
cia de la voluntad no dependiera de las cuando no debe hacerse, no es querer el
circunstancias. Luego la bondad y la ma- bien. El otro modo, si se refiere al acto
licia de la voluntad depende de las cir- de querer; y así es imposible que alguien
cunstancias y no sólo del objeto. quiera el bien cuando no debe, porque
En cambio, un acto no recibe la es- el hombre debe querer siempre el bien; a
pecie de las circunstancias en cuanto ta- no ser acaso por accidente, por cuanto
les, como ya se dijo (q.18 a.10 ad 2). que, si se quiere este bien, se impide
Pero el bien y el mal son diferencias es- querer un bien debido: entonces no vie-
pecíficas del acto de la voluntad, como ne el mal de que uno quiera aquel bien,
C.19 a.3 Bondad y malicia del acto interior de la voluntad 193
sino de que no quiere el otro. Y lo mis- mente en no ser inmoderada. Luego la
mo hay que decir de las otras circuns- bondad de la voluntad depende de que
tancias. esté sometida a la razón.
3. A la tercera hay que decir: La igno- Solución. Hay que decir: La bondad de
rancia de las circunstancias disculpa la la voluntad depende propiamente del
malicia de la voluntad, en la medida que objeto, como se dijo (a. 1.2). Pero el ob-
condiciona lo querido, es decir, en cuan- jeto de la voluntad le es presentado a
to que ignora las circunstancias del acto ella por la razón, pues el bien entendido
que quiere. es el objeto de la voluntad que le es pro-
porcionado; en cambio, el bien sensible
ARTICULO 3 o imaginario no es proporcionado a la
voluntad, sino al apetito sensitivo, por-
La bondad de la voluntad, ¿depende que la voluntad puede tender al bien
de la razón? universal, que aprehende la razón, mien-
tras que el apetito sensitivo sólo tiende a
Objeciones por las que parece que la un bien particular, que aprehende la
bondad de la voluntad no depende de la fuerza sensitiva. Por eso la bondad de la
razón. voluntad depende de la razón del mismo
1. Lo primero no depende de lo modo que depende del objetoa.
posterior. Pero el bien pertenece antes a Respuesta a las objeciones: 1. A la
la voluntad que a la razón, como se des- primera hay que decir: El bien, bajo la ra-
prende de lo dicho (q.9 a.1). Luego el zón de bien, esto es, de apetecible, per-
bien de la voluntad no depende de la tenece antes a la voluntad que a la ra-
razón. zón. Pero bajo la razón de verdadero
2. Además, dice el Filósofo en el VI pertenece antes a la razón que a la vo-
Ethic.4 que la bondad del entendimiento luntad bajo razón de apetecible, porque
práctico es lo verdadero conforme con el ape- el apetito de la voluntad no puede refe-
tito recto. Pero el apetito recto es volun- rirse al bien si antes no es aprehendido
tad buena. Luego la bondad de la razón por la razón.
práctica depende más de la bondad de la 2. A la segunda hay que decir: El Filó-
voluntad que al contrario. sofo habla ahí del entendimiento prácti-
3. Además, lo que mueve no depen- co, en cuanto que es aconsejador y razo-
de de lo que es movido, sino al revés. nador acerca de lo que es para el fin,
Pero la voluntad mueve a la razón y a pues así se perfecciona mediante la pru-
las otras fuerzas, como se dijo (q.9 a.1). dencia. Ahora bien, en lo que es para el
Luego la bondad de la voluntad no de- fin, la rectitud de la razón consiste en su
pende de la razón. conformidad con el apetito del fin debi-
En cambio está lo que dice Hilario do. No obstante, el mismo apetito del
en el X De Trin.5: Es inmoderada toda fin debido presupone una recta aprehen-
pertinacia en decisiones tomadas cuando la vo- sión del fin, que realiza la razón.
luntad no está sometida a la razón. Pero la 3. A la tercera hay que decir: La vo-
bondad de la voluntad consiste precisa- luntad mueve a la razón de algún modo,
a Esta q.19 contiene temas muy importantes. Sobre la especificación de la voluntad según
el fin y el objeto ya hemos hablado anteriormente, comentando al Santo.
Pero faltaba otro punto de referencia para discernir la bondad o maldad de las acciones. Es
la conclusión a la que llegaría Santo Tomás en el Comentario a las Sentencias.
El primer concepto que aparece es «la razón». Su concepción como norma moral procede
de Aristóteles, y el Doctor de Aquino lo entiende como un juicio de orden hacia el fin. Esta
síntesis entre fin del acto y la razón que indica el orden la realiza él en la Suma contra gentiles.
En sus obras disputadas De malo y De veritate se referirá a la razón como lo que proporciona
especie moral al objeto, aunque en esta q.19 establece que la rectitud última de esta «razón na-
tural» deriva de la ley eterna, cuya imagen es.
Sin embargo, desea deslindar con claridad esa razón natural, de la ley eterna, aunque el
tema será explicado mejor más adelante, en la q.94, al hablar de la ley natural.
194 Tratado de los actos humanos C.19 a.4-5
y la razón de algún modo mueve a la túa en virtud de la causa primera. Ahora
voluntad: desde el objeto, como ya se bien, que la razón humana sea la regla
dijo (q.9 a.1). de la voluntad humana, a partir de la
cual se mide su bondad, se debe a la ley
eterna, que es la razón divina. Por eso se
ARTICULO 4 dice en Sal 4,6-7: Muchos dicen: «¿Quién
La bondad de la voluntad, ¿depende nos mostrará el bien? Sobre nosotros ha sido
de la ley eterna? impresa como un sello la luz de tu rostro, Se-
ñor». Como si dijera: «La luz de la razón
que hay en nosotros puede mostrarnos
Objeciones por las que parece que la el bien y regular nuestra voluntad, en la
bondad de la voluntad humana no de- medida que es la luz de tu rostro, esto
pende de la ley eternab. es, procedente de tu rostro». Por consi-
1. A una sola cosa sólo pertenece guiente, es claro que la bondad de la vo-
una sola regla y medida. Pero la regla de luntad humana depende mucho más de
la voluntad humana, de la que depende la ley eterna que de la razón humana, y,
su bondad, es la recta razón. Luego la cuando falla la razón humana, se debe
bondad de la voluntad no depende de la recurrir a la ley eterna.
ley eterna.
2. Además, la medida es del mismo gé- Respuesta a las objeciones: 1. A la
nero que lo medido, como se dice en X Me- primera hay que decir: Una sola cosa no
taphys.6 Pero la ley eterna no es del mis- tiene muchas medidas próximas; sin em-
mo género que la voluntad humana. bargo, puede tener muchas medidas su-
Luego la ley eterna no puede ser medida bordinadas entre sí.
de la voluntad humana, de modo que de 2. A la segunda hay que decir: La me-
ella dependa su bondad. dida próxima es del mismo género que
3. Además, la medida debe ser muy lo medido, pero no una medida remota.
cierta. Pero la ley eterna nos es descono- 3. A la tercera hay que decir: Aunque
cida. Luego no puede ser medida de la ley eterna nos es desconocida como
nuestra voluntad hasta el punto de que está en la mente divina, no obstante, se
la bondad de nuestra voluntad dependa nos da a conocer de algún modo me-
de ella. diante la razón natural que procede de
ella como su propia imagen, o mediante
En cambio está lo que dice Agustín, alguna revelación sobreañadida.
en el libro XXII Contra Faustum7, que el
pecado es algo hecho, dicho o deseado en contra ARTICULO 5
de la ley eterna. Pero la malicia de la vo-
luntad es la raíz del pecado. Luego, ¿La voluntad que está en desacuerdo
como la malicia se opone a la bondad, la con la razón errónea es mala?
bondad de la voluntad depende de la ley In Sent. 2 d.39 q.3 a.3; De verit. q.17 a.4; In Gal. 5
eterna. lect.1; Quodl. 8 q.6 a.3; Quodl. 9 q.7 a.2; Quodl. 3
q.12 a.2; In Rom. 14 lect.2.
Solución. Hay que decir: En todas las
causas ordenadas, el efecto depende más Objeciones por las que parece que la
de la causa primera que de la causa se- voluntad que está en desacuerdo con la
gunda, porque la causa segunda sólo ac- razón errónea no es malac.
6. ARISTÓTELES, 1.9 c.1 n.13 (BK 1053a24): S. TH., 1.10 lect.2. 7. C.27: ML 42,418.
b El origen de este tema está en San Agustín. De él lo heredó A. de Hales y toda la escuela
franciscana. Esta enseñará que debe existir una ley eterna, ya que el espíritu humano posee la
facultad de contemplar la verdad inmutable. Pedro de Taranto dirá algo similar, al establecer
que la conducta humana necesita de una ley inmutable e infalible.
Desarrollando este concepto, Santo Tomás concluye que la ley eterna, por la que se rige
lo creado, sólo puede ser obra de la razón divina. La razón divina se convierte así en el princi-
pio rector de todo el orden del universo, también el moral. Mas ello no obstaculiza la autono-
mía e independencia de la razón natural, que orienta la vida y acciones de los humanos.
c Extraña no hallar un apartado expreso para la conciencia. Pero Santo Tomás dedica una
reflexión muy concreta a ella, para explicarnos la obligatoriedad de la conciencia errónea.
C.19 a.5 Bondad y malicia del acto interior de la voluntad 195
1. La razón es la regla de la volun- Luego la razón errónea no es regla de
tad humana en cuanto que deriva de la la voluntad humana. Por consiguiente, la
ley eterna, como se dijo (a.4). Pero la ra- voluntad que está en desacuerdo con la
zón errónea no deriva de la ley eterna. razón errónea no es mala.
El siglo XIII se mueve en una indeterminación bastante grande sobre el tema de la concien-
cia. Una de las primeras delimitaciones proviene de Felipe el Canciller (hacia 1235), cuando éste
la distingue de la sindéresis y la define como el resultado de la aplicación de esta sindéresis a
un dato concreto de la razón.
En la escuela franciscana, Juan Rochelle distingue hasta tres sentidos, uno de los cuales se-
ría la sindéresis, otro un hábito innato y otro todavía un hábito adquirido. San Buenaventura
se decidirá por definir la conciencia como un hábito en parte innato y en parte adquirido.
San Alberto Magno tomará una dirección muy diferente. Distingue la conciencia de la sin-
déresis y la define como un juicio, es decir, no un hábito, sino un acto de la razón práctica.
Santo Tomás toma la doctrina de su maestro y coincide con él en definirla como un juicio o
acto de razón (1 q.79 a.13). Así quedará establecido en la escuela tomista, mientras que otros
autores definirán la conciencia de diverso modo, hasta llegar a hacer de ella un acto de la vo-
luntad.
Al escudriñar la mente del Santo se nos plantea una duda que aquí aparece insinuada y que
puede servir para completar más adelante el cuadro total del acto humano: ¿Coincide la con-
ciencia con el juicio práctico precedente a la elección?; ¿coincide con la recta razón, norma pró-
xima del obrar? Amparándose en distintos pasajes del Santo, unos han hecho coincidir la con-
ciencia con el juicio práctico; otros con el dictamen de la razón recta, mientras que otros la dis-
tinguen de ambos. Los textos invocados no dan para tantas precisiones, ya que deben ser
tomados con sumo cuidado, sabiendo la costumbre que tiene el Santo de emplear sinónima-
mente distintos términos.
Estas disquisiciones no deben llevarnos al olvido de lo que de una vez por todas dejó esta-
blecido el Santo: la conciencia es la norma próxima del actuar humano; su voz debe ser oída
en toda ocasión, pues sin esa escucha no podemos admitir que un acto moral sea moralmente
bueno. Justamente para destacarlo mejor se plantea tan detenidamente el problema de la con-
ciencia errónea.
Que la conciencia puede equivocarse de buena fe, es algo fácilmente experimentable en la
vida humana. Hacia 1240, algunos autores, basándose en este dato, defendían que, siendo la ley
el principio formal de la obligación, la conciencia, en sí misma, no tiene poder para discernir
entre el bien o el mal. Tenemos así planteado el tono con que se trataría este problema: refe-
rencia de la conciencia a la ley divina y objetividad del acto moral.
La escuela franciscana formulará en un principio la no obligatoriedad de la conciencia cuan-
do ésta dicta algo esencialmente malo, ya que la conciencia no puede obligar más que subordi-
nadamente a la ley divina. Pero más tarde se plantea la necesidad de obrar según conciencia,
aun cuando se equivoque, pero dando por supuesto que esa equivocación sea absoluta. La ra-
zón que se aducía era la existencia de un lazo objetivo, secundum veritatem, y un lazo subjetivo,
secundum conscientiam, entre el hombre y Dios: objetivamente no puede estar uno obligado a ha-
cer un acto contrario a la ley divina, pero subjetivamente sí. Así lo explicaba Juan de la Roche-
lle, hablando de la conciencia de los judíos ante la condena a muerte de Jesucristo.
San Alberto será el primero que hará firme esta tesis: la conciencia obliga siempre, también
en caso de falsedad, pues entonces desobedecer a la conciencia significa un menosprecio del
precepto dictado (e incluso, puede añadirse, de quien últimamente lo dicta).
Santo Tomás, desde el Comentario de las Sentencias, defiende la necesidad de obedecer siem-
pre a la conciencia. La voluntad recibe su especie moral del objeto tal como se lo presenta la
razón. Si esta presentación hecha por la conciencia es errónea con error absoluto e invencible,
obliga ciertamente, no porque nos induce a elegir algo intrínsecamente malo, ya que entonces
no tendría fuerza obligatoria por sí misma, sino porque vincula necesariamente la voluntad. Lo
mismo se dice en la cuestión De veritate: la voluntad que no se adhiere a la conciencia errónea
incurre en un grave menosprecio a la ley divina. Y lo repetirá en estas cuestiones nuestras de
la Suma teológica.
Pero se plantea todavía una cuestión curiosa y simultáneamente significativa de las dificulta-
des que aquella época encontraba para determinar exactamente el alcance total de la bondad y
de la maldad moral. Se trata de lo siguiente: ¿puede considerarse como bueno un acto confor-
me a conciencia errónea, es decir, un acto desviado de la ordenación al fin último?
La escuela franciscana responderá generalmente que no, pese a algunas discrepancias. Santo
Tomás tiene dos opiniones, aunque pueden reducirse a una sola, pese a sus diferencias evi-
dentes.
Nunca declara el Santo «moralmente bueno» un acto conforme a conciencia errónea. Este
es el punto clave de las discordancias.
196 Tratado de los actos humanos C.19 a.5
8
2. Además, según Agustín , el pre- ciencia al acto, como se dijo en la prime-
cepto de una potestad inferior no obliga ra parte, q.79 a.13), es lo mismo pregun-
si contraría el precepto de una potestad tar si la voluntad que está en desacuerdo
superior; por ejemplo, si un procónsul con la razón es mala, que preguntar si la
manda algo que prohibe el emperador. conciencia errónea obliga. Acerca de
Pero la razón errónea a veces propone esto algunos 9 distinguieron tres géneros
algo que es contrario a un precepto del de actos: unos son buenos por género,
superior, de Dios, que tiene la suprema otros son indiferentes y otros son malos
potestad. Luego el dictamen de la razón por género. En consecuencia, dicen que,
errónea no obliga. Luego la voluntad no si la razón o la conciencia determina que
es mala si está en desacuerdo con la ra- hay que hacer algo que es bueno por su
zón errónea. género, no hay error. Igualmente, si de-
3. Además, toda voluntad mala se termina que no hay que hacer algo que
reduce a alguna especie de malicia. Pero es malo por su género, pues la misma
la voluntad que está en desacuerdo con razón ordena el bien y prohibe el mal.
la razón errónea no puede reducirse a Pero si la razón o la conciencia le dice a
ninguna especie de malicia; por ejemplo, uno que el hombre está obligado a reali-
si la razón errónea se equivoca en esto, zar por precepto lo que es de por sí
en que hay que fornicar, la voluntad de malo, o que está prohibido lo que es de
quien no quiere fornicar no puede redu- por sí bueno, la razón o conciencia será
cirse a ninguna malicia. Luego la volun- errónea. Igualmente, si la razón o con-
tad que está en desacuerdo con la razón ciencia le dice a uno que lo que es de
errónea no es mala. por sí indiferente, como levantar una
brizna del suelo, está prohibido o man-
En cambio, como se dijo en la pri- dado, la razón o conciencia será errónea.
mera parte (q.79 a. 13), la conciencia no Dicen, según esto, que la razón errónea
es otra cosa que la aplicación de la cien- acerca de cosas indiferentes, mandando
cia a un acto. Ahora bien, la ciencia está o prohibiendo, obliga; de modo que la
en la razón. Luego la voluntad que está voluntad que esté en desacuerdo con
en desacuerdo con la razón errónea, es esta conciencia errónea, será mala y pe-
contraria a la conciencia. Pero una vo- cado. Pero la razón o conciencia que ye-
luntad así es mala, pues se dice en Rom rra mandando lo que es de por sí malo,
14,23: Todo lo que no nace de la fe, es peca- o prohibiendo lo que es de por sí bueno
do, es decir, todo lo que es contrario a la y necesario para la salvación, no obliga;
conciencia. Luego la voluntad que está por eso, en estos casos, la voluntad que
en desacuerdo con la razón errónea es está en desacuerdo con la razón o con-
mala. ciencia errónea, no es mala.
Solución. Hay que decir: Como la con- Pero esto se dice sin razón, pues en lo
ciencia es en cierto modo un dictamen indiferente la voluntad que no está de
de la razón (pues es una aplicación de la acuerdo con la razón o conciencia erró-
8. Serm. ad popul. serm.62 c.8: ML 38,421. 9. BUENAVENTURA, In Sent. 2 d.39 a.1 q.3
(QR 2,906); ALEJANDRO DE HALES, Summa theol. 2-2 n.388 (QR 3,388).
En el Comentario a las Sentencias dice: para que un acto sea bueno, no basta que yo lo consi-
dere bueno. Es necesario que objetivamente sea bueno. Por tanto, si se hace algo que es objeti-
vamente malo, aunque la razón lo considere bueno, no se evita el pecado, y éste dura mientras
permanece la conciencia errónea. Esta doctrina la modificará Santo Tomás recurriendo en
obras posteriores al pecado de ignorancia: si la ignorancia es directa o indirectamente querida,
entonces hay falta; en caso de ignorancia invencible y puesto que ya sé dijo (q.6 a.8) que ésta
priva al acto de su carácter moral, Santo Tomás juzgará que la conciencia errónea excusa de
toda culpa (q.19 a.6).
Pero ya se puede comprobar que ni siquiera en este caso concede el Santo que este acto
sea positivamente bueno. Falta la integridad que pedirá para todo lo bueno moralmente.
Se revela así un cierto hiato entre el orden de la razón como instancia última de bondad,
como ordenadora de la voluntad al fin último, como norma próxima obligatoria para la acción
moral, y la bondad del objeto, que parece decir una «relación» diferente. Es la tensión dialécti-
ca entre lo subjetivo y lo objetivo que está latente en todos los sistemas éticos.
C.19 a.6 Bondad y malicia del acto interior de la voluntad 197
nea, es mala de algún modo por su obje- perior. Pero si alguno creyera que el
to, del que depende la bondad o malicia mandato del procónsul era mandato del
de la voluntad; pero no del objeto según emperador, despreciaría el precepto de
su propia naturaleza, sino en cuanto que éste al despreciar el del procónsul. Y, de
por accidente la razón lo aprehende igual modo, si un hombre conociera que
como mal que hay que realizar o evitar. la razón humana dictaba algo contra un
Y porque el objeto de la voluntad es lo precepto de Dios, no estaría obligado a
que propone la razón, como se dijo seguir a la razón, pues entonces la razón
(a.3), la voluntad toma razón de mal de no sería totalmente errónea. Pero, cuan-
lo que la razón propone como mal, si es do la razón errónea propone algo como
llevada a ello. Ahora bien, esto sucede precepto de Dios, entonces es lo mismo
no sólo en lo indiferente, sino también despreciar el dictamen de la razón que el
en lo que es de por sí bueno o malo, precepto de Dios.
porque no sólo lo indiferente puede re- 3. A la tercera hay que decir: Cuando
cibir razón de bien o de mal por acci- la razón aprehende algo malo, siempre
dente, sino también lo que es bueno lo aprehende bajo alguna razón de mal;
puede recibir razón de mal, y lo que es por ejemplo, porque se opone a un prin-
malo, razón de bien. Por ejemplo: abs- cipio divino, o porque es escándalo, o
tenerse de la fornicación es un bien, por algo semejante. Y, entonces, esta
pero la voluntad no se dirige a este bien mala voluntad se reduce a esa clase de
si no se lo propone la razón; por consi- malicia.
guiente, si la razón errónea lo propone
como mal, se dirigirá a ello bajo razón
de mal. Por eso la voluntad será mala, ARTICULO 6
porque quiere el mal; no, ciertamente, lo ¿La voluntad acorde con la razón
que es malo de por sí, sino lo que es errónea es buena?
malo por accidente, por la aprehensión
de la razón. Igualmente, creer en Cristo De verit, q.17 a.3 ad 4; Quodl. 8 q.6 a.3.5; Quodl. 9
q.7 a.2; Quodl. 3 q.12 a.2 ad 2.
es de por sí bueno y necesario para la
salvación, pero la voluntad sólo se diri- Objeciones por las que parece que la
ge a ello en la medida que la razón lo voluntad que está de acuerdo con la ra-
propone. Por tanto, si la razón lo pro- zón errónea, es buena.
pone como malo, la voluntad se dirigirá 1. Igual que la voluntad que está en
a ello como mal, no porque lo sea de desacuerdo con la razón, tiende hacia lo
por sí, sino porque es mal por accidente que la razón juzga como malo, la volun-
a consecuencia de la aprehensión de la tad que está de acuerdo con la razón
razón. Y por eso dice el Filósofo en VII tiende a lo que la razón juzga como bue-
Ethic.10 que, hablando con propiedad, es in- no. Pero la voluntad que no está de
continente quien no sigue la razón recta; pero, acuerdo con la razón, incluso con la
por accidente, quien no sigue la razón falsa. errónea, es mala. Luego la voluntad
En consecuencia, hay que decir sin re- concorde con la razón, incluso errónea,
servas que toda voluntad que está en de- es buena.
sacuerdo con la razón, sea ésta recta o 2. Además, la voluntad concorde
errónea, siempre es mala. con el precepto de Dios y la ley eterna
Respuesta a las objeciones: 1. A la es siempre buena. Pero la ley eterna y el
primera hay que decir: El juicio de la ra- precepto de Dios se nos proponen me-
zón errónea, aunque no proceda de diante la aprehensión de la razón, inclu-
Dios, la razón errónea lo propone como so de la errónea. Luego la voluntad con-
verdadero y, por consiguiente, como de- corde incluso con la razón errónea, es
rivado de Dios, de quien procede toda buena.
verdad. 3. Además, la voluntad que no está
2. A la segunda hay que decir: La ex- de acuerdo con la razón errónea, es
presión de Agustín ha lugar cuando se mala. Por tanto, si la voluntad que está
sabe que la potestad inferior manda algo de acuerdo con la razón errónea es tam-
en contra del mandato de la potestad su- bién mala, parece que toda voluntad de
12. Cf. 1.13 c.26: ML 32,863. 13. En otros manuscritos se lee «consiguiente», término
que parece más acorde con el contexto. (N. del T.)
200 Tratado de los actos humanos C.19 a.8
14. Glossa ordin. super Mt 12,35; RÁBANO MAURO, In Mt 12,35 1.4: ML 107,931.
C.19 a.9-10 Bondad y malicia del acto interior de la voluntad 201
ARTICULO 9 en primer lugar y de por sí con la vo-
luntad divina como con su objeto pro-
La bondad de la voluntad, ¿depende pio. Ahora bien, lo que es primero en
de su conformidad con la voluntad cualquier género, es medida y razón de
divina? todas las cosas que son de ese género.
In Sent. 1 d.48 a.1; De verit. q.23 a.7. Pero cada cosa es recta y buena en cuan-
to que alcanza la propia medida. Luego,
Objeciones por las que parece que la para que la voluntad del hombre sea
bondad de la voluntad humana no de- buena, se requiere que se conforme con
pende de la conformidad con la volun- la voluntad divina.
tad divina.
1. Es imposible que la voluntad del
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: La voluntad del
hombre se conforme con la voluntad di-
hombre no puede conformarse con la
vina, como demuestra lo que se dice en
voluntad divina por equiparación, sino
Is 55,9: Como se elevan los cielos sobre la tie-
por imitación. Y del mismo modo que
rra, se elevan mis caminos de vuestros caminos
la ciencia del hombre se conforma con la
y mis pensamientos, de vuestros pensamientos.
ciencia divina porque conoce lo verda-
Por tanto, si para la bondad de la volun-
dero; también la acción del hombre se
tad se requiriera la conformidad con la
conforma con la acción divina porque es
voluntad divina, se seguiría que era im-
conveniente para el agente. Y esto ocu-
posible que la voluntad del hombre fue-
rre por imitación, no por equiparación.
ra buena. Y esto es inconveniente.
Por tanto, quedan respondidas las ob-
2. Además, nuestra voluntad deriva
jeciones segunda y tercera.
de la voluntad divina, como nuestra
ciencia, de la ciencia divina. Pero no se
requiere para nuestra ciencia que sea ARTICULO 10
conforme con la ciencia divina, pues
Dios sabe muchas cosas que nosotros
¿Es necesario que la voluntad
ignoramos. Luego no se requiere que
humana se conforme con la voluntad
nuestra voluntad sea conforme con la
divina en lo que quiere, para ser
voluntad divina.
buena?
3. Además, la voluntad es el princi- In Sent. 1 d.48 a.2.3.4; De verit. q.23 a.8.
pio de la acción. Pero nuestra acción no
puede ser conforme con la acción divi- Objeciones por las que parece que la
na. Luego tampoco nuestra voluntad con voluntad del hombre no debe confor-
su voluntad. marse siempre con la voluntad divina en
lo que quiere.
En cambio está lo que se dice en Mt 1. No podemos querer lo que desco-
26,39: No como yo quiero, sino como quieres nocemos, pues el objeto de la voluntad
Tú, que significa que quiere ser un hombre es el bien aprehendido. Pero, en la ma-
recto y dirigirse a Dios, como explica yoría de los casos, ignoramos lo que
Agustín en Enchirid.15 Ahora bien, la Dios quiere. Luego la voluntad humana
rectitud de la voluntad es su bondad. no puede conformarse con la voluntad
Luego la bondad de la voluntad depen- divina en lo que quiere.
de de su conformidad con la voluntad 2. Además, Dios quiere castigar al
divina. que sabe por su presciencia que va a
Solución. Hay que decir: La bondad de morir en pecado mortal. Luego, si el
la voluntad depende de la intención del hombre tuviera que conformar su vo-
fin, como se ha dicho (a.7). Ahora bien, luntad con la voluntad divina en lo que
el fin último de la voluntad humana es quiere, se seguiría que el hombre tendría
el sumo bien, que es Dios, como ya se que querer su condenación. Y esto es in-
dijo (q.1 a.8; q.3 a.1). Por consiguiente, conveniente.
se requiere para la bondad de la volun- 3. Además, nadie está obligado a que-
tad humana que se ordene al sumo bien, rer algo que sea contrario a la piedad.
que es Dios. Pero si el hombre quisiera lo que Dios
Por otra parte, este bien se relaciona quiere, esto sería alguna vez contrario a
16, Glossa ordin.; Glosa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,325; cf. AGUSTÍN, Enarr. in Psalm.
ps.32,1 enarr.2 serm.1: ML 36,277.
C.19 a.10 Bondad y malicia del acto interior de la voluntad 203
en lo querido materialmente, se confor- con Dios materialmente y no sólo for-
ma por razón de causa eficiente, porque malmente.
las cosas concretas tienen de Dios, como 2. A la segunda hay que decir: Dios no
de su causa efectiva, esta inclinación quiere la condenación de nadie bajo ra-
propia que sigue a su naturaleza o apre- zón de condenación, ni la muerte de na-
hensión natural. Por eso se acostumbró die en cuanto que es muerte, porque
decir, en cuanto a esto, que la voluntad quiere que todos los hombres se salven (1 Tim
del hombre se conforma con la divina, 2,4); pero lo quiere bajo razón de jus-
porque quiere lo que Dios quiere que ticia. Por eso basta, con respecto a esto,
quiera. que el hombre quiera la justicia de Dios
Hay también otro modo de conformi- y que se guarde el orden de la naturaleza.
dad según la razón de causa formal: que Con eso queda respondida la objeción
uno quiera algo por caridad, como Dios tercera.
quiere. Esta conformidad se reduce a la Respuesta a las objeciones en con-
conformidad formal que se aprecia por tra: 1. A la primera hay que decir: Quiere
el orden al fin último, que es el objeto más lo que Dios quiere quien conforma
propio de la caridad. su voluntad con la divina en cuanto a la
Respuesta a las objeciones: 1. A la razón de lo querido, que quien la con-
primera hay que decir: Podemos saber qué forma en cuanto a la cosa misma queri-
es lo que quiere Dios según razón co- da, porque la voluntad se dirige más
mún, pues sabemos que lo que Dios principalmente al fin que a lo que es
quiere, lo quiere bajo razón de bien. Por para el fin.
eso, quien quiere algo bajo alguna razón 2. A la segunda hay que decir: La espe-
de bien, tiene voluntad conforme con la cie y la forma de un acto se aprecian
voluntad divina, en cuanto a la razón de mejor según la razón del objeto que se-
lo querido. Pero no sabemos qué quiere gún lo que es material en el objeto.
Dios en particular. Y, en cuanto a esto, 3. A la tercera hay que decir: No hay
no estamos obligados a conformar nues- enfrentamiento de voluntades cuando al-
tra voluntad con la divina. Sin embargo, gunos quieren cosas diversas según dis-
en el estado de gloria todos verán, en tinta razón. Pero si, bajo una misma ra-
cada cosa que quieran, su orden hacia lo zón, uno quisiera algo que otro no quie-
que Dios quiere acerca de eso. Por ello ra, se induciría enfrentamiento de volun-
todos conformarán en todo su voluntad tades. Pero esto no está en lo propuesto.
CUESTIÓN 20
Bondad y malicia de los actos humanos exteriores
A continuación debemos estudiar la bondad y la malicia concernientes a
los actos exteriores (cf. q.18 introd.). Y acerca de esto se plantean seis pro-
blemas:
1. La bondad y la malicia, ¿están antes en el acto de la voluntad o en
el acto exterior?—2. Toda la bondad o malicia del acto exterior, ¿depende
de la bondad de la voluntad?—3. La bondad o la malicia del acto interior,
¿es la misma que la del acto exterior?—4. El acto exterior, ¿añade bondad
o malicia al acto interior?—5. Un acontecimiento subsiguiente, ¿añade
bondad o malicia al acto exterior?—6. Un mismo acto exterior, ¿puede ser
bueno y malo?
primera hay que decir: El acto exterior es moral por ser voluntario, parece que el
objeto de la voluntad en cuanto que la bien y el mal se reciben en el acto sólo
razón se lo presenta a ella como un bien de la voluntad.
aprehendido y ordenado por la razón, y En cambio está lo que dice Agustín
así es anterior al bien del acto de la vo- en el libro Contra mendacium5, que hay co-
luntad. Pero en cuanto consiste en la sas que se pueden hacer bien casi sin un fin
ejecución de la obra, es efecto de la vo- bueno o sin buena voluntad.
luntad y sigue a la voluntad.
2. A la segunda hay que decir: El fin es Solución. Hay que decir: Como ya se
anterior en la intención, pero posterior advirtió (a.1, en un acto exterior puede
en la ejecución. contemplarse una doble bondad o mali-
3. A la tercera hay que decir: La for- cia: una según la debida materia y cir-
ma, en cuanto que se recibe en la mate- cunstancias, y otra según el orden al fin.
ria, es posterior a la materia en la vía de Y la que surge del orden al fin depende
generación, aunque sea anterior por na- toda ella de la voluntad. En cambio, la
turaleza; pero en cuanto que está en la que proviene de la materia debida o de
causa agente, es de todos los modos an- las circunstancias, depende de la razón, y
terior. Ahora bien, la voluntad se rela- de ésta depende la bondad de la volun-
ciona con el acto exterior como causa tad, porque se dirige a ella.
eficiente. Por eso la bondad del acto de Pero hay que tener en cuenta que,
la voluntad es la forma del acto exterior como ya se dijo (q.19 a.6 ad 1), para que
que está en la causa agente. una cosa sea mala, basta un defecto sin-
gular, mientras que para que algo sea
bueno no basta un bien singular, sino
ARTICULO 2 que se requiere integridad de bondad.
Toda la bondad o malicia del acto Por consiguiente, si la voluntad es bue-
exterior, ¿depende de la bondad de na tanto por su propio objeto como por
la voluntad? el fin, se sigue que el acto exterior es
bueno. Pero, para que el acto exterior
In Sent. 2 d.40 a.2. sea bueno, no basta la bondad de la vo-
Objeciones por las que parece que luntad que viene de la intención del fin,
toda la bondad y la malicia del acto ex- sino que, si la voluntad es mala por la
terior dependen de la voluntad. intención del fin o por el acto querido,
1. Se dice en Mt 7,18: Un árbol bueno se sigue que el acto exterior es malo.
no puede dar frutos malos, ni un árbol malo Respuesta a las objeciones: 1. A la
dar frutos buenos. Pero por árbol se en- primera hay que decir: La voluntad buena,
tiende la voluntad y por fruto, la obra, significada por el árbol bueno, hay que
según la Glossa2. Luego no puede ocu- entenderla como dotada de bondad tan-
rrir que la voluntad interior sea buena y to por parte del acto querido como del
el acto exterior malo, o a la inversa. fin intentado.
2. Además, dice Agustín en el libro 2. A la segunda hay que decir: Uno no
Retract.3 que sólo se peca con la volun- peca con la voluntad sólo cuando quiere
tad. Luego, si no hay pecado en la vo- un mal fin, sino también cuando quiere
luntad, no lo habrá en el acto exterior. un mal acto.
Y así toda la bondad y malicia del acto 3. A la tercera hay que decir: Lo vo-
exterior depende de la voluntad. luntario no se atribuye sólo al acto inte-
3. Además, el bien y el mal de que rior de la voluntad, sino también a los
hablamos ahora, son diferencias del acto actos exteriores, en cuanto que proceden
moral. Pero las diferencias dividen de de la voluntad y de la razón. Por consi-
por sí al género, según el Filósofo en guiente, acerca de unos y otros actos
VII Metaphys.4 Luego, como el acto es puede haber diferencia de bien y de mal.
2. Glossa ordin. sobre Mt 7,18; AGUSTÍN, Contra Iulian. 1.1 c.8: ML 44,667. 3. L.1 c.9:
ML 32,596. 4. ARISTÓTELES, 1.6 c.12 n.5 (BK 1038a9): S. TH., 1.7 lect.12. 5. C.7: ML
40,528.
206 Tratado de los actos humanos C.20 a.3
ARTICULO 3 tad se comporta como lo formal respec-
to al acto exterior. Pero lo formal y lo
La bondad y la malicia del acto material hacen una sola cosa. Luego es
exterior, ¿es la misma que la del acto una sola bondad la del acto interior y la
interior? del exterior.
Solución. Hay que decir: El acto inte-
Objeciones por las que parece que la rior de la voluntad y el acto exterior,
bondad o malicia del acto interior de la considerados en el género moral, son un
voluntad no es la misma que la del acto único acto, como se dijo (q.17 a.4). Pero
exterior a. sucede algunas veces que el acto que es
1. El principio del acto interior es la uno en cuanto al sujeto, puede tener
fuerza interior aprehensiva o apetitiva muchas razones de bondad o malicia y,
del alma, mientras que el principio del otras veces, una sola. Por tanto, hay que
acto exterior es la potencia que ejecuta decir que unas veces la bondad o la ma-
el movimiento. Pero donde hay diversos licia del acto interior y la del exterior
principios de acción, hay diversos actos. son la misma y, otras veces, distintas;
Por otra parte, el acto es sujeto de bon- pues, como ya se dijo (a. 1.2), estas dos
dad o de malicia, y un mismo accidente bondades o malicias, la del acto interior
tampoco puede estar en diversos sujetos. y la del exterior, se ordenan entre sí.
Luego el acto interior y el exterior no Pero, en las cosas que se ordenan una a
pueden tener la misma bondad. otra, a veces una es buena únicamente
2. Además, virtud es lo que hace bueno porque se ordena a otra, como una bebi-
a quien la tiene, y buena la obra que realiza, da amarga es buena sólo porque es cura-
como se dice en II Ethic.6 Pero la virtud tiva. Por eso no es distinta la bondad de
intelectual que está en la potencia impe- la curación de la de la bebida, sino la
rante es distinta de la virtud moral que misma. Sin embargo, otras veces lo que
está en la potencia imperada, como se se ordena a otra cosa tiene en sí alguna
indica en I Ethic.7 Luego es distinta la razón de bien, además del orden a otro
bondad del acto interior, que es de la bien, como el medicamento sabroso tie-
potencia imperante, y la del acto exte- ne razón de bien deleitable, además de
rior, que es de la potencia imperada. ser curativo.
3. Además, la causa y el efecto no Por consiguiente, hay que decir que,
pueden ser una misma cosa, pues nada cuando el acto exterior es bueno o malo
es causa de sí mismo. Pero la bondad sólo por orden al fin, entonces es del
del acto interior es causa de la bondad todo la misma bondad o malicia la del
del acto exterior, o a la inversa, como se acto de la voluntad, que se orienta de
dijo (a. 1.2). Luego la bondad de ambos por sí hacia el fin, y la del acto exterior,
no puede ser la misma. que mira al fin mediante el acto de la
En cambio está lo que se demostró voluntad. Pero cuando el acto exterior
antes (q.18 a.6), que el acto de la volun- tiene bondad o malicia de por sí, es de-
6. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1106a15): S. TH., lect.6. 7. ARISTÓTELES, c.13 n.20 (BK
1103a3): S. TH., lect.20.
a Puesto que la moralidad «esencial» viene determinada por la voluntad, parece que el acto
exterior no añadiría nada a la bondad-malicia de la acción. Evidentemente, no es así, y de ahí
las distinciones de estos tres artículos, pues no es lo mismo adulterar de hecho que ser adúltero
en el deseo. Siguiendo la tradición evangélica, en el deseo ya hay pecado, pero la consumación
añade culpa, responsabilidades y consecuencias.
Por eso, en los siguientes artículos (a.4-5), advierte el Santo que los efectos del acto pueden
ser considerables y, en ocasiones, llegan a revestir mayor gravedad que los actos mismos. Se
distingue, naturalmente, en ellos entre las consecuencias previstas y las imprevistas, que engro-
sarán las categorías de culpa o perdón según la unidad propia o accidental a la acción de que
se trata.
Caso diferente, muy polémico hasta el día de hoy y muy discernido de variadas actitudes
en casos conflictivos, es el «doble efecto» —uno positivo y otro negativo, aunque ambos si-
multáneos— de la acción moral. Sobre esta distinción se han fundamentado soluciones radical-
mente antitéticas.
C.20 a.4 Bondad y malicia de los actos humanos exteriores 207
cir, por la materia o las circunstancias, acto exterior no añade bondad o malicia
entonces la bondad del acto exterior es al acto interior.
una y la bondad de la voluntad, que 1. Dice Crisóstomo, en Super Matth.9:
procede del fin, otra; de modo que, no La voluntad es la que es premiada por el bien
obstante, la bondad del fin redunda de o condenada por el mal. Pero las obras son
la voluntad al acto exterior, y la bondad testimonios de la voluntad. Luego Dios
de la materia y de las circunstancias re- no busca las obras por sí mismo, para
dunda al acto de la voluntad, como ya saber cómo juzgar, sino por los demás,
se dijo (a. 1.2). para que todos entiendan que El es jus-
Respuesta a las objeciones: 1. A la to. Pero el bien y el mal han de apreciar-
primera hay que decir: Ese argumento de- se más según el juicio de Dios que se-
muestra que el acto exterior y el interior gún el juicio de los hombres. Luego el
son distintos según el género de la natu- acto exterior no añade bondad o malicia
raleza. Sin embargo, de cosas distintas al acto interior.
así se constituye una única en el género 2. Además, es una misma la bondad
moral, como ya se dijo (q.17 a.4). del acto interior y la del exterior, como
2. A la segunda hay que decir: Como se dijo (a.3). Pero el aumento se hace
se señala en el VI Ethic.8, las virtudes por adición de una cosa a otra. Luego el
morales se ordenan a sus propios actos, acto exterior no añade bondad o malicia
que son como fines, pero la prudencia, al acto interior.
que está en la razón, se ordena a lo que 3. Además, toda la bondad de las
es para el fin. Por eso se requieren va- criaturas no añade nada a la bondad di-
rias virtudes. Pero la razón recta no reci- vina, porque toda ella deriva de la bon-
be del fin mismo de las virtudes otra dad divina. Pero la bondad del acto ex-
bondad que la de la virtud, porque la terior a veces deriva toda ella de la bon-
bondad de la razón se participa en cada dad del acto interior, otras veces al
una de las virtudes. revés, como se dijo (a. 1.2). Luego nin-
3. A la tercera hay que decir: Cuando guno de ellos añade bondad o malicia al
algo deriva de una cosa a otra como de otro.
una causa agente unívoca, entonces es En cambio, todo agente busca conse-
distinto lo que hay en una y en otra; por guir el bien y evitar el mal. Luego, si
ejemplo, cuando lo caliente calienta, es con el acto exterior no se añadiera bon-
numéricamente distinto el calor de lo dad o malicia, quien tiene buena o mala
que calienta y el calor de lo calentado, voluntad en vano realizaría una obra
aunque sea el mismo específicamente. buena o dejaría una obra mala. Y esto es
Pero cuando algo deriva de una cosa a inconveniente.
otra por analogía o proporción, enton- Solución. Hay que decir: Si hablamos
ces es una sola cosa numéricamente; por de la bondad del acto exterior que recibe
ejemplo, de lo sano que hay en un cuer- de la voluntad del fin, entonces el acto
po animal deriva lo sano a la medicina y exterior no añade nada de bondad, a no
a la orina, y no es distinta la salud de la ser que la misma voluntad de suyo se
medicina y de la orina de la salud del haga mejor en cosas buenas y peor en
animal, que la medicina realiza y la orina malas. Y esto parece que puede ocurrir
indica. Y así deriva la bondad del acto de tres modos. Uno, por el número; por
exterior de la bondad de la voluntad, y ejemplo, cuando uno quiere hacer algo
al revés, por el orden del uno al otro. con buen o mal fin y en ese momento
no lo hace, pero más tarde quiere y lo
ARTICULO 4 hace; se duplica el acto de la voluntad y,
así, se hace un doble bien o un doble
El acto exterior, ¿añade bondad o mal. Otro modo, por la extensión; por
malicia al acto interior? ejemplo, cuando uno quiere hacer algo
In Sent. 2 d.40 a.3; De malo q.2 a.2 ad 8. con un fin bueno o malo y desiste por
algún impedimento, y otro, en cambio,
Objeciones por las que parece que el continúa el movimiento de la voluntad
11. ARISTÓTELES, c.4 n.9 (BK 228a20): S. TH., lect.8. 12. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK
202a18): S. TH., lect.4.
210 Tratado de los actos humanos C.20 a.6
1. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 199b4): S. TH., lect.14. 2. ARISTÓTELES, Phys, 1.2 c.8 n.5
(BK 199al6): S. TH., lect.13. 3. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 199a33): S. TH., lect.14.
4. C.21: ML 42,418. 5. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 199a35): S. TH., lect.14. 6. ARIS-
TÓTELES, c.5 n.15 (BK 1114a23): S. TH., lect.12. 7. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 199a33):
S. TH., lect.14.
C.21 a.3 Consecuencias de los actos humanos 213
hecho algo malo, porque es propio de la a un fin particular, que es algo excogita-
industria del artífice poder hacer una do por la razón. En las morales, en cam-
obra buena y una obra mala, cuando bio, la razón se ordena al fin común de
quiera. Luego parece que tampoco el toda la vida humana. Ahora bien, el fin
acto moral tiene razón de culpable por particular se ordena al fin común. Lue-
ser malo. go, como hay pecado por desviación del
3. Además, dice Dionisio en el capí- orden al fin, según se dijo (a.1), en un
tulo 4 De div. nom.8 que el mal es débil e acto de arte se encuentra pecado de dos
impotente. Pero la debilidad y la impoten- modos. Uno, por desviación del fin par-
cia quitan o disminuyen la razón de cul- ticular intentado por el artífice, y este
pa. Luego el acto humano no es culpa- pecado será propio del arte; por ejem-
ble por ser malo. plo, si el artífice, intentando hacer una
En cambio está lo que dice el Filóso- obra buena, la hace mala, o intentando
fo 9 , que son laudables las obras de las virtu- hacer una obra mala, la hace buena. El
des, mas vituperables o culpables las obras otro modo, por desviación del fin co-
contrarias. Pero los actos buenos son ac- mún de la vida humana y, así, se dice
tos de virtud, porque virtud es lo que hace que peca si intenta hacer una obra mala
bueno a quien la posee y a su obra, como se que defraude a alguien, y la hace. Pero
dice en el II Ethic.10; por eso los actos este pecado no es propio del artífice en
opuestos son actos malos. Luego el acto cuanto artífice, sino en cuanto que es
humano tiene razón de laudable o de hombre. Por eso se culpa al artífice en
culpable por ser bueno o malo. cuanto artífice por el primer pecado, y al
hombre en cuanto hombre, por el se-
Solución. Hay que decir: El mal está gundo. Pero en los asuntos morales, en
en más que el pecado, igual que el peca- los que se considera el orden de la razón
do está en más que la culpa, pues se lla- al fin común de la vida humana, el peca-
ma laudable o culpable un acto precisa- do y el mal siempre se consideran por la
mente porque se imputa a quien lo hace, desviación del orden de la razón al fin
puesto que alabar o culpar no es otra común de la vida humana. Por consi-
cosa que imputar a alguien la bondad o guiente, se culpa de un pecado de este
la malicia de su acto. Ahora bien, un género al hombre en cuanto que es
acto se imputa al agente cuando está en hombre y en cuanto que es moral. Por
su potestad, cuando tiene dominio sobre eso dice el Filósofo, en el VI Ethic.11,
su acto. Pero esto ocurre en todos los que en el arte es preferible el que quiere pe-
actos voluntarios, porque el hombre tie- car, pero no en la prudencia, ni tampoco en
ne dominio sobre sus actos mediante la las virtudes morales, que dirige la pru-
voluntad, como se demuestra con lo di- dencia.
cho (q.1 a. 1.2). Por tanto, queda que 3. A la tercera hay que decir: Esa de-
sólo en los actos voluntarios el bien o el bilidad que hay en los males voluntarios
mal constituyen razón de alabanza o de está sometida a la potestad humana. Por
culpa; y en éstos el mismo mal es peca- eso no quita ni disminuye la razón de
do y culpa. culpa.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Los actos naturales ARTICULO 3
no están en la potestad del agente natu-
ral, pues la naturaleza está determinada a El acto humano, por ser bueno o
una sola cosa. Por eso, aunque en los ac- malo, ¿tiene razón de mérito o de
tos naturales haya pecado, no hay en demérito?
ellos culpa.
2. A la segunda hay que decir: La ra- Objeciones por las que parece que el
zón se comporta de un modo diferente acto humano no tiene razón de mérito y
en las cosas artificiales que en las mora- de demérito por su bondad o malicia.
les. En la artificiales, la razón se ordena 1. El mérito y el demérito se dicen
8. § 31: MG 3,732; S. TH., lect.22. 9. ARISTÓTELES, Eth. 3 c.1 n.1 (BK 1109b31): 4 c.5
n.14 (BK 1127b4); De virt. et vit. c.1 n.2 (1249a28). 10. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1106a15):
S. TH., lect.6. 11. ARISTÓTELES, c.5 n.7 (BK 1140b22): S. TH., lect.4.
214 Tratado de los actos humanos C.21 a.4
por orden a la retribución, que sólo tie- pio bien o mal, pues también esto re-
ne lugar en lo que es para otro. Pero no vierte en el común, porque él mismo es
todos los actos humanos buenos o malos parte de la colectividad; aunque no se le
son para otro, sino que algunos son para deba retribución por cuanto es bien o
uno mismo. Luego no todo acto huma- mal para una persona singular, que es la
no bueno o malo tiene razón de mérito misma que obra, a no ser que acaso se
o de demérito. deba retribución a sí misma, por cierta
2. Además, ninguno merece pena o semejanza con la justicia del hombre
premio por disponer como quiere de lo para consigo.
que él es dueño; así, si un hombre des- Queda claro, por tanto, que el acto
truyera una propiedad suya, no sería cas- bueno o el malo tienen razón de lauda-
tigado como si destruyera algo de otro. ble o de culpable en la medida que están
Pero el hombre es dueño de sus actos. en la potestad de la voluntad; tienen ra-
Luego no merece pena ni premio por zón de rectitud y de pecado, según su
disponer bien o mal de su acto. orden al fin; y razón de mérito y de de-
3. Además, porque alguien adquiera mérito, según la retribución de justicia
un bien para sí mismo, no merece que para con otro.
nadie le recompense; y la misma razón Respuesta a las objeciones: 1. A la
vale para los males. Pero el mismo acto primera hay que decir: A veces los actos
bueno es una perfección y un bien para buenos o malos del hombre, aunque no
quien lo hace, mientras que el acto de- se ordenan al bien o al mal de otra per-
sordenado es un mal para quien lo reali- sona singular, se ordenan, no obstante,
za. Luego el hombre no merece ni des- al bien o al mal de otro: de la comuni-
merece porque haga un acto bueno o dad misma.
malo. 2. A la segunda hay que decir: El hom-
En cambio está lo que se dice en Is bre, que tiene dominio sobre su acto, en
3,10-11: Decid al justo que bien, que comerá cuanto que pertenece a una comunidad,
el fruto de sus acciones. ¡Ay del impío! Le de la que es parte, también merece algo
irá mal, se le dará el mérito de su manos. o desmerece, en la medida que dispone
Solución. Hay que decir: El mérito y sus actos bien o mal; como también si
el demérito se dicen por orden a la retri- administra bien o mal sus otros bienes,
bución que se hace según justicia. Pero con los que debe servir a la comunidad.
se le hace a uno retribución según jus- 3. A la tercera hay que decir: Ese mis-
ticia porque obra en provecho o en per- mo bien o mal que uno se hace a sí mis-
juicio de otro. Ahora bien, hay que te- mo con su propio acto, redunda a la co-
ner en cuenta que cualquiera que viva munidad, como se dijo (a.3).
en una sociedad, es en cierta medida
parte y miembro de toda la sociedad. ARTICULO 4
Luego quienquiera que hace algo para
bien o para mal de alguien que vive en El acto humano, por ser bueno o
sociedad, esto redunda a toda la socie- malo, ¿tiene razón de mérito o de
dad; como quien hiere una mano, consi- demérito ante Dios?
guientemente hiere al hombre. Luego, Infra q.114 a.1.
cuando uno obra para bien o para mal
de otra persona singular, le corresponde Objeciones por las que parece que el
de dos modos razón de mérito o de de- acto bueno o malo del hombre no tiene
mérito. Uno, porque le debe retribuir la razón de mérito o de demérito en rela-
persona singular a la que ayuda u ofen- ción con Dios.
de. Otro, porque le debe retribución 1. Se ha dicho (a.3) que el mérito y
todo el colectivo. Además, cuando uno el demérito implican un orden a la re-
ordena su acto directamente para bien o compensa por el beneficio o el daño
para mal de todo el colectivo, le debe causados a otro. Pero el acto bueno o
retribución primero y principalmente malo del hombre no llega a ser un pro-
todo el colectivo, en efecto, pero secun- vecho o daño de Dios, pues se dice en
dariamente todas las partes del colectivo. Job 35,6.7: Si pecas, ¿qué daño le haces? Si
Pero también se debe retribución a uno obras justamente, ¿qué le das? Luego el acto
cuando hace algo que revierte en su pro- del hombre, bueno o malo, no tiene ra-
C.21 a.4 Consecuencias de los actos humanos 215
zón de mérito o de demérito ante Dios. por parte de toda la comunidad del uni-
2. Además, un instrumento no me- verso, porque, en toda comunidad, quien
rece ni desmerece ante quien lo usa, por- rige la comunidad tiene sobre todo el
que toda la acción del instrumento es de cuidado del bien común, por lo que a él
quien lo usa. Pero el hombre, cuando le corresponde retribuir cuanto se hace
obra, es instrumento de la virtud divina, bien o mal en la comunidad. Ahora
que lo mueve principalmente, por eso se bien, Dios es el gobernador y rector de
dice en Is 10,15: ¿Acaso se jacta el hacha todo el universo, como se estudió en la
frente al que corta con ella?; ¿o se tiene por primera parte (q.103 a.5), y especialmen-
grande la sierra ante quien la maneja?, don- te de las criaturas racionales. Por consi-
de claramente se compara al hombre con guiente, es claro que los actos humanos
un instrumento. Luego el hombre, obran- tienen razón de mérito o de demérito en
do bien o mal, nada merece ni desmere- relación con Dios, de lo contrario se se-
ce ante Dios. guiría que Dios no se preocuparía de los
3. Además, el acto humano tiene ra- actos humanos.
zón de mérito o de demérito en cuanto Respuesta a las objeciones: 1. A la
que se ordena a otro. Pero no todos los primera hay que decir: Mediante el acto de
actos del hombre se ordenan a Dios. un hombre nada puede aumentarle o
Luego no todos los actos buenos o ma- disminuirle a Dios de suyo; sin embar-
los tienen razón de mérito o de demérito go, el hombre, en cuanto de él depende,
ante Dios. sustrae algo a Dios o se lo otorga, cuan-
En cambio está lo que se dice en do observa o no observa el orden que
Ecle 12,14: Todo lo que se hace, Dios lo lle- Dios instituyó.
vará a juicio, sea bueno o malo. Pero el jui- 2. A la segunda hay que decir: Dios
cio implica retribución, respecto a la mueve al hombre como instrumento,
cual se habla de mérito o de demérito. pero de un modo que no excluye que el
Luego todo acto bueno o malo del hom- hombre se mueva a sí mismo mediante
bre tiene razón de mérito o de demérito. el libre albedrío, como se desprende de
lo dicho (q.9 a.6 ad 3). Por eso con su
Solución. Hay que decir: El acto de un acto merece o desmerece ante Dios.
hombre tiene razón de mérito o de de- 3. A la tercera hay que decir: El hom-
mérito en cuanto que se ordena a otro, bre no se ordena a la comunidad política
por razón de él o de la comunidad; pero con todo su ser y con todas sus cosas;
de ambos modos nuestros actos buenos por eso no es necesario que cualquier
o malos tienen razón de mérito o de de- acto suyo sea meritorio o demeritorio
mérito ante Dios. Ciertamente por razón por orden a la comunidad política. Sin
de El, porque es el último fin del hom- embargo, todo lo que el hombre es y
bre. Ahora bien, hay obligación de refe- todo lo que puede y tiene, ha de ser or-
rir todos los actos al fin último, como denado a Dios, y, por eso, todo acto
ya se trató (q.19 a. 10). Por eso, quien bueno o malo del hombre tiene razón de
realiza un acto malo que no puede ser mérito o de demérito ante Dios en la
referido a Dios, no observa el honor de medida que es, por la misma razón de
Dios, que se debe al fin último. Además, acto.
TRATADO DE LAS PASIONES DEL ALMA
Introducción a las cuestiones 22 a 48
Por VICTORINO RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, O. P.
1
Cf. S. TOMÁS, infra q.49 a.2; De Verit. 26,1; In Physic. 3 lect.5; In VIl Physic. 1 lect.4
Introducción a las c. 22 a 48 219
la voluntad, muy explicable por el influjo y reflujo mutuos de lo sensual y
de lo espiritual en el hombre. No debe extrañar, por ejemplo, que en la
cuestión de la delectación se hable del placer estético y del placer científico,
ajenos a la vivencia animal. Muchos aspectos de la caridad y de la esperanza
no se analizarán más ampliamente al tratar de los actos de estas virtudes teo-
logales en la Secunda secundas, porque se suponen estudiados en el tratado de
las pasiones. Ya se sabe, desde el principio, que Santo Tomás, en la Suma,
procura evitar las repeticiones. Con ello no sólo se logra ganar espacio y
tiempo, sino también armonización de ideas.
El lector podrá advertir cómo Santo Tomás subraya continuamente el
factor orgánico de los movimientos pasionales. Desde la primera parte (q.20
a.1) viene manteniendo que la pasión está integrada por dos elementos esen-
ciales: el anímico o formal y el orgánico o material. Es más, estas afecciones
se llaman y son propiamente pasiones por razón del factor orgánico, sujeto
de movimiento propiamente dicho. Sin embargo, los magistrales análisis de
Santo Tomás atienden principalísimamente al proceso psicológico-moral de
estos movimientos, que son los que interesan directamente a la teología. Por
lo demás, para los análisis más apurados de los procesos fisiológicos y bio-
químicos de las pasiones, en general y en particular, Santo Tomás no dispo-
nía de la experimentación científica requerida.
BIBLIOGRAFÍA4
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Tom. n.248.250, t.80 (1953); t.81 (1984).
4
Indico las principales fuentes escritas que tuvo Santo Tomás a mano y algún otro trabajo
de información histórico-doctrinal que ayudan a comprender el texto del autor.
CUESTIÓN 22
Del sujeto de las pasiones del alma
Completado lo anterior, debe tratarse ahora de las pasiones del alma
(cf. q.6 introd.), primero en general y luego en particular (q.26). Considera-
das en general, las pasiones ofrecen cuatro temas de estudio: primero, su
sujeto (q.22); segundo, la diferencia entre ellas (q.23); tercero, su relación mu-
tua (q.25); cuarto, la malicia y bondad de las mismas (q-24).
La primera cuestión plantea y exige respuesta a tres problemas:
1. ¿Existe alguna pasión en el alma?—2. ¿Se halla más bien en la
parte apetitiva que en la parte aprehensiva?—3. ¿Reside más bien en el
apetito sensitivo que en el intelectivo, llamado voluntad?
1. ARISTÓTELES, c.3 n.2 (BK 202a25): S. TH., lect.5 n.310. 2. ARISTÓTELES, c.3 n.3-8
(BK 40612): S. TH., lect.6 n.75-86. 3. ARISTÓTELES, 6 c.6 n.21 (BK 145a3). 4. SAN
PABLO. 5. ARISTÓTELES, c.3 n.9 (BK 318b2): S. TH., lect.8 n.59.
a Para conocer la esencia de la pasión se indaga su propio sujeto, que es más que soporte
o causa material in qua. Se trata del sujeto propio del movimiento pasional (el «mobile»), que
califica esencialmente al movimiento. Como se trata de un movimiento más del alma que del
cuerpo (passiones animae), el sujeto en cuestión es más el psíquico que el orgánico: la potencia
apetitiva inferior, que es, a la vez, causa eficiente o principio elicitivo de la pasión.
224 Tratado de las pasiones del alma C.22 a.2
do de lo que es menos noble se engen- ARTICULO 2
dra algo más noble, hay generación en
sentido absoluto y corrupción en sentido ¿Se halla la pasión más bien en la
relativo; y, viceversa, cuando de lo que parte apetitiva que en la aprehensiva?
es más noble se engendra algo menos 1 q.81 a.1; In Sent. 3 d.15 q.2 q.a2; De verit, q.26 a.3;
noble. In De div. nom. c.2 lect.4; In Ethic. 2 lect.5.
Y sucede que la pasión se da en el
alma de estos tres modos. Efectivamen- Objeciones por las que parece que la
te, según la mera recepción se dice que pasión se halla más bien en la parte ape-
sentir y entender son un cierto padecer6. Mas titiva que en la aprehensiva.
la pasión acompañada de sustracción no 1. Lo que es primero en cada géne-
existe sino por transmutación corporal. ro parece ser lo máximo de cuanto está
De ahí que la pasión propiamente dicha en ese género y su causa, como dice
no pueda convenir al alma sino acciden- II Metaphys.9 Pero la pasión se encuentra
talmente, es decir, en cuanto el com- en la parte aprehensiva antes que en la
puesto padece. Pero también en esto hay parte apetitiva, pues la parte apetitiva no
diferencia, porque cuando semejante padece a no ser que preceda pasión en la
transmutación se hace a peor, posee más parte aprehensiva. Luego la pasión se
propiamente la razón de pasión que halla más bien en la parte aprehensiva
cuando se hace a mejor. Por eso la tris- que en la parte apetitiva.
teza es pasión más propiamente que la 2. Aún más: Lo que es más activo
alegría. parece ser menos pasivo, pues la acción
se opone a la pasión. Pero la parte apeti-
Respuesta a las objeciones: 1. A la tiva es más activa que la aprehensiva.
primera hay que decir: Padecer, en cuanto Luego parece que la pasión se halla más
conlleva pérdida y transmutación, es bien en la parte aprehensiva.
propio de la materia. De ahí que no se 3. Y también: Así como el apetito
halle más que en los compuestos de ma- sensitivo es una potencia en órgano cor-
teria y forma. Pero padecer, en cuanto poral, así también lo es la potencia apre-
implica mera recepción, no es necesaria- hensiva sensitiva. Pero la pasión del
mente propio de la materia, sino que alma tiene lugar, propiamente hablando,
puede darse en cualquier ser existente en por una transmutación corporal. Luego
potencia. Y el alma, aunque no esté no se halla la pasión en la parte apetitiva
compuesta de materia y forma, tiene, no sensitiva más bien que en la aprehensiva
obstante, algo de potencialidad, según la sensitiva.
cual le conviene recibir y padecer en el En cambio está lo que dice San
sentido en que entender es padecer, Agustín en IX De civ. Dei 10, que ¿os mo-
como dice III De anima7. vimientos del ánimo a los que los griegos lla-
2. A la segunda hay que decir: Aunque man «pathe» y algunos de los nuestros, como
padecer y ser movida no convenga al Cicerón, perturbaciones, otros los llaman afec-
alma esencialmente, le conviene, sin em- ciones o afectos, pero otros más expresivamen-
bargo, accidentalmente, como dice I De te los denominan pasiones, como en griego. Lo
anima 8. cual evidencia que las pasiones del alma
3. A la tercera hay que decir: La razón son lo mismo que las afecciones. Ahora
aducida vale respecto de la pasión que bien, las afecciones pertenecen claramen-
tiene lugar con transmutación hacia lo te a la parte apetitiva y no a la aprehen-
que es peor, y tal pasión no puede con- siva. Luego también las pasiones se ha-
venir al alma, a no ser accidentalmente, llan más bien en la parte apetitiva que
pues por su propia naturaleza conviene en la aprehensiva.
al compuesto, que es corruptible. Solución. Hay que decir: Como ya se
6. ARISTÓTELES, c.5 n.8 (BK 410a25): S. TH., lect. 12 n.183. 7. ARISTÓTELES, c.4 n.9
(BK 429b25): S. TH., lect.9 n.720. 8. ARISTÓTELES, c.3 n.7 (BK 406b5): S. TH., lect.6
n.84. 9. ARISTÓTELES, 1 a c.1 n.5 (BK 429b25): S. TH., l.2 lect.2 n.292. 10. C.4: ML
41,258.
C.22 a.2 Del sujeto de las pasiones del alma 225
ha indicado (a.1), el nombre de pasión que se aproximan a lo que es primero en
implica que el paciente sea atraído hacia la perfección, es decir, a Dios, se en-
el agente. Ahora bien, el alma es más cuentre menos la razón de potencia y
atraída hacia una cosa por la potencia pasión; mientras en los otros, consi-
apetitiva que por la aprehensiva, pues guientemente, más. Y así también en la
por la potencia apetitiva el alma dice or- primera potencia del alma, esto es, en la
den a las cosas como son en sí mismas. aprehensiva se da menos la razón de
Por eso dice el Filósofo en VI Me- pasión.
taphys.11 que el bien y el mal, que son los 2. A la segunda hay que decir: La po-
objetos de la potencia apetitiva, existen tencia apetitiva se considera más activa,
en las cosas mismas. Por otra parte, la po- porque es más principio del acto exte-
tencia aprehensiva no es atraída hacia rior. Esto le compete por la misma ra-
una cosa en cuanto es en sí misma, sino zón por la que es más pasiva, o sea, por
que la conoce según la intención que de cuanto dice orden a las cosas como son
la cosa tiene en sí o recibe según su en sí mismas, pues por la acción exterior
modo propio. Por eso se dice también llegamos a conseguirlas.
en el mismo lugar 12 que lo verdadero y lo 3. A la tercera hay que decir: El órga-
falso, que pertenecen al conocimiento, no no del alma, como ya se ha indicado
están en las cosas, sino en la mente. Luego (1 q.78 a.8), puede sufrir alteración de
es evidente que la razón de pasión se ha- dos maneras. Una, por transmutación es-
lla más bien en la parte apetitiva que en piritual, en cuanto recibe la intención de
la aprehensiva. la cosa. Y esto se da esencialmente en el
Respuesta a las objeciones: 1. A la acto de la potencia aprehensiva sensitiva.
primera hay que decir: Sucede a la inversa Así, el ojo es inmutado por las cosas vi-
en lo concerniente a la perfección y en sibles, no de modo que sea coloreado,
lo concerniente al defecto. Porque en lo sino de modo que reciba la intención del
que se refiere a la perfección, la intensi- color. Hay también otra transmutación
dad se determina por la aproximación a natural del órgano que se da en él en
un primer principio único, de manera cuanto a su disposición natural; por
que cuanto más cercana a él se halla una ejemplo, que se calienta o se enfría, o
cosa, tanto es más intensa. Como la in- sufre otros cambios similares. Esta
tensidad de lo lúcido se determina por transmutación es accidental al acto de la
su aproximación a lo sumamente lumi- potencia aprehensiva sensitiva, como
noso, de manera que cuanto más se acer- cuando el ojo se fatiga por la intensidad
ca a ello una cosa, tanto es más lúcida. de la mirada, o se inutiliza por el exceso
Pero en lo que se refiere al defecto, la de luz. Pero tal transmutación se ordena
intensidad se determina no por la apro- esencialmente al acto del apetito sensiti-
ximación a lo sumo, sino por el aleja- vo. Por eso en la definición de los movi-
miento de lo perfecto, pues en esto con- mientos de la parte apetitiva se pone
siste la razón de privación y defecto. Y, como elemento material alguna transmu-
por tanto, cuanto menos se aparta de lo tación natural del órgano. Así se dice
que es primero, tanto es menos intenso. que la ira es el ardor de la sangre junto al
Por eso, al principio siempre es pequeño corazón 13. Es evidente, por lo tanto, que
el defecto, que, después, al ir avanzando, la razón de pasión se halla más bien en
se acrecienta más. Ahora bien, la pasión el acto de la potencia apetitiva sensitiva
pertenece al orden de lo defectuoso, que en el acto de la potencia aprehensiva
porque corresponde a un ser en cuanto sensitiva, aunque una y otra son actos
está en potencia. De ahí que en los seres de un órgano corporal b.
11. ARISTÓTELES, 5 c.4 n.1 (BK 1027b25): S. TH., l.6 lect.4 n.1230. 12. ARISTÓTE-
LES, ibid.; S. TH., l.c. n.1231. 13. ARISTÓTELES, De an. 1 c.1 n.11 (BK 403a31): S. TH.,
lect.2 n.24.
b Esta integración esencial del factor psíquico y del factor orgánico o neurovegetativo co-
rrespondiente en la definición integral de toda pasión lo había ya señalado perfectamente en
1 q.20 a.1 ad 1, y en De anima, c.1 lect.2.
226 Tratado de las pasiones del alma C.22 a.3
ARTICULO 3 como ya se ha expuesto (a.1), se halla
propiamente donde hay transmutación
¿Reside la pasión más bien en el corporal, la cual ciertamente se encuen-
apetito sensitivo que en el tra en los actos del apetito sensitivo, y
intelectivo, llamado voluntad? no sólo espiritual16, como sucede en la
1 q.2 a.1 ad 1; In Sent. 3 d.15 q.2 q.a2; 4 d.49 q.3 a.1 aprehensión sensitiva, sino también na-
q."2 ad 1; De verit, q.26 a.3; In Ethic. 2 lect.5. tural. Ahora bien, en el acto del apetito
intelectivo no se requiere transmutación
Objeciones por las que parece que la
alguna corporal, porque semejante apeti-
pasión no reside en el apetito sensitivo
to no es potencia de ningún órgano. Por
más bien que en el intelectivo.
lo cual es evidente que la razón de pa-
1. En efecto, dice Dionisio en el c.2
sión se halla más propiamente en el acto
De div. nom. 14 que Hieroteo fue instruido
del apetito sensitivo que del intelectivo,
por una inspiración más divina, no sólo apren-
como también es claro por las definicio-
diendo, sino también padeciendo las cosas divi-
nes citadas del Damasceno 17.
nas. Pero la pasión de las cosas divinas
no puede pertenecer al apetito sensitivo, Respuesta a las objeciones: 1. A la
cuyo objeto es el bien sensible. Luego la primera boy que decir: Pasión de las cosas di-
pasión reside en el apetito intelectivo lo vinas se llama allí a la afección a las co-
mismo que en el sensitivo. sas divinas y a la unión a las mismas por
2. Además, cuanto más potente es lo el amor, lo cual, sin embargo, tiene lu-
activo, tanto más fuerte es la pasión. gar sin transmutación corporal.
Pero el objeto del apetito intelectivo, 2. A la segunda hay que decir: La mag-
que es el bien universal, es un principio nitud de la pasión no sólo depende de la
activo más potente que el objeto del fuerza del agente, sino también de la pa-
apetito sensitivo, que es el bien particu- sividad del paciente, porque los seres
lar. Luego la razón de pasión se halla muy pasibles padecen mucho aun de
más bien en el apetito intelectivo que en parte de activos débiles. Por consiguien-
el apetito sensitivo. te, aunque el objeto del apetito intelecti-
3. Y también: El gozo y el amor se vo sea más activo que el objeto del ape-
dice que son pasiones. Pero éstas se ha- tito sensitivo, sin embargo, el apetito
llan en el apetito intelectivo y no sólo en sensitivo es más pasivo.
el sensitivo, pues de lo contrario no se
atribuirían en las Sagradas Escrituras a 3. A la tercera hay que decir: El amor,
Dios y a los ángeles. Luego las pasiones el gozo y otras cosas similares, cuando
no residen más en el apetito sensitivo se atribuyen a Dios o a los ángeles, o a
que en el intelectivo. los hombres respecto del apetito intelec-
tivo, significan el simple acto de la vo-
En cambio está lo que dice el Da- luntad con un efecto semejante, pero sin
masceno en el libro 1115 describiendo las pasión. Por eso dice San Agustín en IX
pasiones animales: La pasión es un movi- De civ. Dei18: Los ángeles no sólo castigan
miento de la potencia apetitiva sensible en la sin ira, sino que también socorren sin compa-
imaginación del bien o del mal. Y de otro sión de la miseria; y, sin embargo, siguiendo el
modo: La pasión es un movimiento irracional uso del lenguaje humano, también a ellos se les
del alma por la conjetura de un bien o un aplican los nombres de esas pasiones por cierta
mal. semejanza de operación, no por debilidad en
Solución. Hay que decir: La pasión, sus afectos.
14. §9: MG 3,648; S. TH., lect.4 n.191. 15. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth.
c.22: MG 94,941. 16. Espiritual equivale aquí a inmaterial, ya que el significado de este
término tiene alcance más amplio, pues se extiende a toda eminencia sobre las leyes de la po-
tencialidad, que puede ser inferior a la espiritualidad propiamente dicha. 17. Cf. nota 15.
18. C.5: ML 41,261.
CUESTIÓN 23
1. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK 1105b23): S. TH., lect.5 n.296. 2. Glossa ordin. 5,46 A;
JERÓNIMO, In Matth. 1.2, super 13 n.33: ML 26,94. 3. ARISTÓTELES, c.7 n.4 (BK
113b1).
228 Tratado de las pasiones del alma C.23 a.2
4. ARISTÓTELES, c.5 n.3 (BK 229a30): S. TH., lect.8 n.719-720. 5. De an., p.2
c.3. 6. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1094a3): S. TH., lect.1 n.9. 7. ARISTÓTELES, c.7
n.11 (BK 1116a3): S. TH., lect.15 n.554.
C.23 a.3 De la diferencia de las pasiones entre si 229
Luego no toda contrariedad de las pa- trariedad por aproximación o alejamien-
siones del irascible es según la contrarie- to respecto del mismo objeto.
dad del bien y del mal. En cambio, el objeto del irascible es
el bien o el mal sensible, no absoluta-
Solución. Hay que decir: La pasión es mente, sino bajo la razón de dificultad o
un movimiento, como dice III Physic.8 arduidad, según se ha expuesto antes
Por eso es preciso tomar la contrariedad (a.1). Pero en el bien arduo o difícil hay
de las pasiones según la contrariedad de motivo para que se tienda hacia él en
los movimientos o de las mutaciones. cuanto es un bien, lo cual pertenece a la
Ahora bien, en las mutaciones y en los pasión de la esperanza, y para apartarse
movimientos hay una doble contrarie- de él, en cuanto es arduo o difícil, lo
dad, como dice V Physic.9 Una, por que corresponde a la desesperación. De
aproximación y alejamiento de un mis- manera semejante, en el mal arduo hay
mo término. Ésta contrariedad es pro- motivo para que sea evitado, en cuanto
piamente de las mutaciones, esto es, de es un mal, y esto conviene a la pasión
la generación, que es mutación hacia el del temor, pero presenta también un
ser, y de la corrupción, que es mutación motivo para tender hacia él como hacia
desde el ser. La otra, en cambio, según algo arduo, por lo que se evita la suje-
la contrariedad de los términos, que es ción al mal, y así tiende hacia él la auda-
propiamente la contrariedad de los mo- cia. Luego en las pasiones del irascible
vimientos, como el blanqueamiento, que se da contrariedad según la contrariedad
es un movimiento de negro a blanco, se del bien y del mal, como entre la espe-
opone al ennegrecimiento, que es un ranza y el temor, y, además, por aproxi-
movimiento de blanco a negro. mación y alejamiento respecto del mis-
Así, pues, en las pasiones del alma se mo término, como entre la audacia y el
encuentra una doble contrariedad: una, temor.
según la contrariedad de los objetos, es Y con esto es evidente la respuesta a
decir, del bien y del mal; y la otra, por las objeciones.
aproximación y alejamiento del mismo
término. En las pasiones del concupisci- ARTICULO 3
ble se halla solamente la primera contra-
riedad, esto es, la que proviene de los ¿Hay alguna pasión del alma que no
objetos, mientras que en las pasiones del tenga contrario?
irascible se encuentran ambas. La razón
Infra q.46 a.1 ad 2; In Sent. 3 d.26 q.1 a.3; De verit.
de esto es que el objeto del concupisci- q.26 a.4.
ble, como se ha dicho antes (a.1), es el
bien o el mal sensible considerado abso- Objeciones por las que parece que
lutamente. Pero el bien, en cuanto bien, toda pasión del alma tiene algún con-
no puede ser a modo de término a quo, trario.
sino solamente a modo de término ad 1. En efecto, toda pasión del alma o
quem, porque ningún ser rehuye el bien está en el irascible o en el concupiscible,
en cuanto bien, sino que todas las cosas según se ha dicho antes (a.1). Pero unas
lo apetecen. De igual modo, ningún ser y otras tienen contrariedad a su modo.
apetece el mal en cuanto tal, sino que Luego toda pasión del alma tiene con-
todas las cosas lo rehuyen, y por eso el trario.
mal no tiene razón de término ad quem, 2. Toda pasión del alma tiene por
sino sólo de término a quo. Así pues, objeto o el bien o el mal, que son los
toda pasión del concupiscible respecto objetos en universal de la parte apetiti-
del bien tiende hacia él, como el amor, va. Pero a la pasión cuyo objeto es el
el deseo y el gozo; mientras toda pasión bien, se opone la pasión cuyo objeto es
respecto del mal se aleja de él, como el el mal. Luego toda pasión tiene con-
odio, la huida o abominación y la tris- trario.
teza. Por consiguiente, en las pasiones 3. Y también: Toda pasión del alma,
del concupiscible no puede haber con- como queda dicho (a.2), tiene lugar por
8. ARISTÓTELES, c.3 n.2 (BK 202a25): S. TH., lect.5 n.310. 9. ARISTÓTELES, c.5 n.3
(BK 229a20): S. TH., lect.8 n.719.
230 Tratado de las pasiones del alma C.23 a.4
aproximación o por alejamiento. Pero a miento. Como dice el Filósofo en su Re-
cada aproximación es contrario un aleja- tórica11, el aplacarse se opone al airarse, lo
miento, y viceversa. cual no es opuesto contrariamente, sino
En cambio, la ira es una pasión del negativa o privativamente.
alma. Pero no se pone ninguna pasión Y con esto es obvia la respuesta a las
contraria a la ira, como es evidente en objeciones.
IV Ethic.10 Luego no toda pasión tiene
contrario. ARTICULO 4
Solución. Hay que decir: Lo singular ¿Hay en la misma potencia algunas
de la pasión de la ira es que no puede pasiones diferentes en especie, no
tener contrario ni en cuanto a la aproxi- contrarias entre sí?a
mación y alejamiento ni en cuanto a la
In Sent. 3 d.26 q.1 a.3; De verit. q.26 a.4; In Ethic. 2
contrariedad del bien y del mal. La ira, lect.5
en efecto, es causada por un mal difícil
ya presente, a cuya presencia es necesa- Objeciones por las que parece que
rio que o sucumba el apetito, y entonces no pueden darse en una potencia pasio-
no sale de los límites de la tristeza, que nes diferentes en especie y no contrarias
es compasión del concupiscible; o bien entre sí.
se mueva para atacar al mal dañino, lo 1. En efecto, las pasiones del alma
cual pertenece a la ira. Pero no puede te- difieren según los objetos. Ahora bien,
ner un movimiento de huida, porque se los objetos de las pasiones son el bien y
supone el mal ya presente o pasado. Y el mal, en cuya diferencia se basa la con-
así, no hay pasión alguna que sea con- trariedad de las pasiones. Luego no hay
traria al movimiento de la ira según la pasiones de la misma potencia que, sin
contrariedad de aproximación y aleja- tener contrariedad entre sí, difieran en
miento. especie.
De igual manera tampoco en cuanto a 2. Aún más: La diferencia de especie
la contrariedad del bien y del mal, por- es una diferencia por razón de la forma.
que al mal presente se opone el bien Pero toda diferencia en cuanto a la for-
conseguido, que ya no puede tener ra- ma es según alguna contrariedad, como
zón de arduo o difícil. Y después de la dice X Metaphys.12 Luego las pasiones
consecución del bien no queda otro mo- de la misma potencia que no son contra-
vimiento sino el reposo del apetito en el rias no difieren en especie.
bien conseguido, que pertenece al gozo, 3. Y también: Consistiendo toda pa-
pasión del concupiscible. sión del alma en la aproximación o aleja-
El movimiento de la ira, por tanto, miento respecto del bien o del mal, pa-
no puede tener como contrario ningún rece necesario que toda diferencia de las
movimiento del alma, sino únicamente pasiones del alma sea según la diferencia
se opone a él la cesación en el movi- del bien y del mal, o según la diferencia
10. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1125b26): S. TH., lect.13 n.800. 11. ARISTÓTELES, 1.2
c.3 n.1 (BK 1380a5). 12. ARISTÓTELES, 1.9 c.8 n.2 (BK 1058a7): S. TH., 1.10 lect.10 n.2120.
a La división de las pasiones en dos grandes géneros, las del apetito concupiscible y las del
apetito irascible, resulta del examen de la naturaleza de las pasiones, hecho en la cuestión ante-
rior. El sujeto inmediato de las pasiones es el apetito sensitivo, que es doble. Sus objetos for-
males genéricos son los objetos formales de ambas facultades. Otro criterio de subdivisión in-
termedia lo da el doble término contrario de estos movimientos: unas pasiones son sobre el
bien apetecible (amor, deseo, gozo, esperanza, desesperanza) y otras son sobre el mal aborreci-
ble (odio, fuga, tristeza, temor, audacia, ira). El criterio de la última división especifica se seña-
la en el último artículo completivo, de la cuestión 23: la formalidad de bien o mal ausente (de-
seo, fuga, esperanza, desesperanza, temor, audacia), presente (gozo, tristeza, ira), o de bien y
mal en absoluto (amor, odio). Las que son contrarias (amor-odio, deseo-temor) se neutralizan
o se restan vigor; las que no tienen términos contrarios, sino que son graduales del mismo sig-
no (v.gr., amor-deseo, odio-fuga) se sobreponen y refuerzan (cf. De veritate c.26 a.4). Las del
apetito irascible nacen de las del apetito concupiscible y en él terminan, desde el amor hasta
el gozo o tristeza.
C.23 a.4 De la diferencia de las pasiones entre si 231
de su aproximación o alejamiento, o se- Pero en los movimientos de la parte
gún la mayor o menor aproximación o apetitiva, el bien tiene, por así decirlo,
alejamiento. Pero las dos primeras dife- una fuerza atractiva, y el mal, una fuerza
rencias producen contrariedad en las pa- repulsiva. El bien, pues, primero causa
siones del alma, según se ha dicho (a.2). en la potencia apetitiva una inclinación o
La tercera diferencia, sin embargo, no aptitud o connaturalidad hacia el bien,
diversifica la especie, porque así serían lo cual pertenece a la pasión del amor, a
infinitas las especies de las pasiones del la que corresponde como contrario, por
alma. Luego no es posible que las pasio- parte del mal, el odio. Segundo, si el bien
nes de la misma potencia del alma difie- no es aún poseído, le comunica un mo-
ran en especie y no sean contrarias. vimiento para conseguir el bien amado,
En cambio, el amor y el gozo difie- y esto pertenece a la pasión del deseo o
ren en especie y están en el concupisci- concupiscencia. Y en el lado opuesto, por
ble, y, sin embargo, no son contrarios parte del mal, está la huida o aversión.
entre sí, sino más bien uno es causa del Tercero, cuando se ha conseguido el
otro. Luego hay algunas pasiones de la bien, produce una cierta quietud del
misma potencia que difieren en especie y apetito en el bien conseguido, y esto
no son contrarias. pertenece a la delectación o gozo, al cual se
opone, por parte del mal, el dolor o la
Solución. Hay que decir: Las pasiones tristeza.
difieren según los principios activos, que
en el caso de las pasiones del alma, son Por otro lado, las pasiones del irasci-
sus objetos. Mas la diferencia de los ble presuponen la aptitud o inclinación
principios activos puede considerarse de para procurar el bien o evitar el mal por
parte del concupiscible, que mira al bien
dos maneras: una, según la especie o na-
o al mal absolutamente. Y respecto del
turaleza de los mismos principios acti-
vos, como el fuego difiere del agua; bien aún no conseguido, están la esperan-
otra, según su diverso poder activo. Mas za y la desesperación. Respecto del mal
aún no presente, están el temor y la auda-
la diversidad del principio activo o mo-
tivo, en cuanto al poder de mover, pue- cia. Mas respecto del bien conseguido,
no hay pasión alguna en el irascible,
de explicarse en las pasiones por la se-
mejanza con los agentes naturales. En porque ya no tiene razón de arduo,
efecto, todo el que mueve atrae en cierto como se ha dicho anteriormente (q.22
modo hacia sí al paciente o lo aleja de sí. a.3). Pero del mal presente surge la pa-
sión de la ira.
Al atraerlo hacia sí, hace en él tres cosas.
En primer lugar, le da una inclinación o Así, pues, es evidente que en el con-
aptitud para tender hacia el que mueve, cupiscible hay tres combinaciones de pa-
como un cuerpo ligero, que está en lo siones; a saber: amor y odio, deseo y
alto, comunica al cuerpo engendrado la huida, gozo y tristeza. Igualmente hay
ligereza por la que tiene inclinación o tres en el irascible; a saber: esperanza y
aptitud para estar arriba. Segundo, si el desesperación, temor y audacia, y la ira,
cuerpo engendrado se halla fuera de su a la que no se opone ninguna pasión.
propio lugar, le da el movimiento hacia Hay, por tanto, once pasiones diferentes
su lugar. Tercero, le da el reposo cuan- en especie: seis en el concupiscible y cin-
do ha llegado a su lugar, puesto que se co en el irascible, bajo las cuales quedan
debe a la misma causa el reposar en un incluidas todas las pasiones del alma.
lugar y el movimiento hacia ese lugar. E Y con esto es evidente la respuesta a
igualmente debe entenderse respecto de las objeciones.
la causa de repulsión.
CUESTIÓN 24
Del bien y el mal en las pasiones del alma
Corresponde a continuación tratar del bien y el mal en las pasiones del
alma (cf. q.22 introd.). Acerca de esto se plantean cuatro problemas:
1. ¿Pueden hallarse el bien y el mal moral en las pasiones del al-
ma?—2. ¿Es mala moralmente toda pasión del alma?—3. ¿Aumenta o
disminuye toda pasión la bondad o malicia del acto?—4. ¿Es alguna pa-
sión buena o mala por su especie?
6. ARISTÓTELES, Eth 1.2 c.5 n.3 (BK 1105b32): S. TH., lect.5 n.300. 7. C.5: ML
41,408; cf. c.9: ML 41,415. 8. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.22: MG
94.941. 9. SAN JUAN DAMASCENO, ibid., c.4: MG 41,876. 10. C.9: ML 41,413. 11. Cf.
AGUSTÍN, De civ. Dei 1.9 c.4-5: ML 41,258,261; CICERÓN, De finibus, 1.3 c.12.13. 12. Cf. NE
MESIO, De nat. hom. c.6: MG 40,633; AGUSTÍN, ep.118, ad Diosc. c.3: ML 33,440. 13. C.4.
14. Tuscul. 1.3 c.10.
las enfermedades o pasiones no es sana. Pues igual modo el bien moral. Pero la pasión
las pasiones no se llaman enfermedades disminuye el mal moral, pues peca me-
o perturbaciones del alma sino cuando nos el que peca por pasión que el que
les falta la regulación de la razón. peca de propósito. Luego el que hace el
Respuesta a las objeciones: 1. A la bien sin pasión obra mayor bien que el
primera hay que decir: Es evidente según que lo hace con ella.
lo expuesto. En cambio está lo que dice San
2. A la segunda hay que decir: En toda Agustín en IX De civ. Dei18, que la pa-
pasión del alma se añade o disminuye sión de la misericordia sirve a la razón
algo por el movimiento natural del cora- cuando se hace la misericordia de tal manera
zón, en cuanto que el corazón se mueve que se conserva la justicia, ya cuando se da al
más intensa o más remisamente según la necesitado, ya cuando se perdona al penitente.
sístole o diástole, y por ello tiene razón Pero nada de lo que sirve a la razón dis-
de pasión. Pero no es preciso que la pa- minuye el bien moral. Luego la pasión
sión se aparte siempre del orden de la del alma no disminuye el bien moral.
razón natural.
3. A la tercera hay que decir: Las pa- Solución. Hay que decir: Así como los
siones del alma, en cuanto están fuera estoicos suponían que toda pasión del
del orden de la razón, inclinan al peca- alma era mala, así afirmaban consiguien-
do; pero en cuanto están ordenadas por temente que toda pasión del alma dismi-
la razón, pertenecen a la virtud. nuía la bondad del acto, pues todo bien,
por la mezcla del mal, o desaparece ente-
ramente o se hace menos bueno. Y esto
ARTICULO 3 es verdad, ciertamente, si llamamos
¿Aumenta o disminuye toda pasión pasiones del alma solamente a los movi-
la bondad o malicia del acto? mientos desordenados del apetito sensiti-
vo, en cuanto son perturbaciones o en-
Infra q.77 a.6 ad 2; De verit, q.26 a.7; De malo q.3 fermedades. Pero si denominamos pasio-
a.11;q.12a.1.
nes en absoluto a todos los movimientos
Objeciones por las que parece que del apetito sensitivo, entonces pertenece
cualquier pasión disminuye siempre la a la perfección del bien humano que aun
bondad del acto moral. las mismas pasiones sean moderadas por
1. En efecto, todo lo que impide el la razón. Puesto que el bien del hombre
juicio de la razón, del que depende la consiste en la razón como en su raíz,
bondad del acto moral, disminuye consi- tanto más perfecto será este bien cuanto
guientemente la bondad del acto moral. pueda extenderse a más cosas pertene-
Pero toda pasión impide el juicio de la cientes al hombre. Por lo que nadie
razón, pues dice Salustio en Catilinario15: duda que es propio de la perfección del
Es conveniente que todos los hombres que deli- bien moral el que los actos de los miem-
beren sobre asuntos dudosos estén libres de bros exteriores se regulen por la razón.
odio, ira, amistad y misericordia. Luego De ahí que, pudiendo el apetito sensiti-
toda pasión disminuye la bondad del vo obedecer a la razón, como se ha di-
acto moral. cho anteriormente (q.17 a.7), pertenezca
2. Aún más: Cuanto el acto del a la perfección del bien moral o humano
hombre más se asemeja a Dios, tanto que también las mismas pasiones del
mejor es, por lo cual dice el Apóstol16, alma sean reguladas por la razón.
Ef 5,1: Sed imitadores de Dios como hijos Por lo tanto, así como es mejor que el
muy amados. Pero Dios y los santos ángeles hombre no sólo quiera el bien, sino que
castigan sin ira, socorren sin compasión de la también lo realice por un acto exterior,
miseria, como dice San Agustín en IX de igual modo pertenece a la perfección
De civ. Dei17. Luego es mejor hacer estas del bien moral que el hombre se mueva
obras sin pasión del alma que con pa- al bien no sólo según la voluntad, sino
sión. también según el apetito sensitivo, con-
3. Y también: Así como el mal mo- forme a aquello del Sal 83,3: Mi corazón
ral se determina por orden a la razón, de y mi carne se regocijaron en el Dios vivo, de
19. C.5: ML 41,260. 20. ARISTÓTELES, c.7 n.14 (BK 1108a32): S. TH., lect.9 n.355.
236 Tratado de las pasiones del alma C.24 a.4
Respuesta a las objeciones: 1. A la es un bien verdadero, e igualmente las
primera hay que decir: El argumento que apartan de un mal verdadero. Y, al
utilizado es válido para las pasiones en contrario, las pasiones que consisten en
cuanto pertenecen a la especie de natura- el apartamiento del bien y en la aproxi-
leza, esto es, en cuanto se considera el mación al mal son malas.
apetito en sí mismo. Mas en cuanto el 3. A la tercera hay que decir: En los
apetito sensitivo obedece a la razón, el animales el apetito sensitivo no obedece
bien y el mal de la razón no está en las a la razón. Y, sin embargo, en cuanto se
pasiones de aquél accidentalmente, sino guía por cierta estimativa natural que
esencialmente. está sujeta a una razón superior, esto es,
2. A la segunda hay que decir: Las pa- divina, hay en ellos cierta semejanza con
siones que tienden al bien son buenas si el bien moral de las pasiones del alma.
CUESTIÓN 25
1. ARISTÓTELES, c.4 n.6 (BK 255b24): S. TH., lect.8 n.1035. 2. ARISTÓTELES, c.5 n.10
(BK 112a21): S. TH., lect.13 n.1035.
3. S. PABLO. 4. ARISTÓTELES, c.4 n.15 (BK 416b23): S. TH., lect.13 n.810. 5. § 12:
MG 3,709: S. TH., lect.9 n.424. 6. ARISTÓTELES, c.2 n.1 (BK 1155b21); c.3 n.1.5 (BK
1155a12, a31); c.4 n.1 (BK 1156b33): S. TH., lect.2 n.1552; lect.3 n.1563-1566; n.1571.
C.25 a.3 Del orden de las pasiones entre sí 239
7
Agustín en XIV De civ. Dei que todas Y, como dice San Agustín en X De Tri-
las pasiones son causadas por el amor, nitate9, se siente más el amor cuando lo pone
pues el amor, ansiando poseer el objeto ama- de manifiesto la indigencia. De ahí que en-
do, es el deseo; mas poseyéndolo y disfrutando tre todas las pasiones del concupiscible
de él es la alegría. Luego el amor es la pri- la que más se siente es la concupiscencia.
mera de las pasiones del concupiscible. Y por este motivo da su nombre a la
Solución. Hay que decir: El bien y el potencia.
mal son el objeto del concupiscible. Mas 2. A la segunda hay que decir: La
el bien es naturalmente antes que el mal, unión de lo amado con el amante es de
porque el mal es privación. De ahí tam- dos clases. Una real, que consiste en es-
bién que todas las pasiones cuyo objeto tar unido a la cosa misma. Y tal unión
es el bien sean naturalmente anteriores a corresponde al gozo o delectación, que
las pasiones cuyo objeto es el mal, es de- sigue al deseo. Otra es la unión afectiva,
cir, cada una respecto de la opuesta; que consiste en una aptitud o propor-
pues el buscar el bien es causa de recha- ción, es decir, en cuanto que por el he-
zar el mal opuesto. cho mismo de que una cosa tiene apti-
Pero el bien tiene razón de fin, que es tud e inclinación hacia otra, ya participa
anterior en la intención y posterior en la en algo de ella. Y en este sentido el
consecución. Luego el orden de las pa- amor importa unión. Esta unión prece-
siones del concupiscible puede estable- de, ciertamente, al movimiento del
cerse según la intención o según la con- deseo.
secución. En el orden de la consecución 3. A. la tercera hay que decir: La delec-
es antes lo que tiene lugar primeramente tación causa el amor en cuanto es ante-
en lo que tiende al fin. Y es evidente rior en la intención.
que todo lo que tiende a un fin, tiene
primeramente una aptitud o proporción ARTICULO 3
a ese fin; en segundo lugar, es movido a
ese fin; en tercer lugar, descansa en el ¿Es la esperanza la primera entre las
fin una vez conseguido. Ahora bien, la pasiones del irascible?
aptitud o proporción del apetito al bien
es el amor, que no es otra cosa que la Objeciones por las que parece que la
complacencia en el bien, mientras el mo- esperanza no es la primera entre las pa-
vimiento hacia el bien es el deseo o con- siones del irascible.
cupiscencia, y el descanso en el bien es 1. En efecto, la potencia irascible re-
el gozo o delectación. Y, por tanto, se- cibe su nombre de la ira. Luego como la
gún este orden, el amor precede al deseo denominación se toma de lo más principal,
y éste a la delectación. Pero según el or- parece que la ira es más principal y ante-
den de la intención es a la inversa, pues rior a la esperanza.
la delectación intentada produce el deseo 2. Aún más: El objeto del irascible
y el amor. La delectación, efectivamente, es lo arduo. Pero parece ser más arduo
es la fruición del bien, la cual en cierto intentar superar el mal contrario que
modo es fin, como lo es también el mis- amenaza como futuro, lo cual pertenece
mo bien, según se ha dicho anteriormen- a la audacia, o que se experimenta ya
te (q. 11 a.3 ad3). como presente, lo cual pertenece a la ira,
Respuesta a las objeciones: 1. A la que intentar adquirir simplemente algún
primera hay que decir: Una cosa es deno- bien. Y de igual modo, parece ser más
minada según el modo como nos es co- arduo intentar vencer el mal presente
nocida, pues los vocablos son signos de las que el mal futuro. Luego la ira parece
ideas, según el Filósofo8. Y nosotros, de ser una pasión más principal que la
ordinario, conocemos la causa por el audacia, y la audacia que la esperanza.
efecto. Ahora bien, el efecto del amor, Y, en consecuencia, la esperanza no pa-
cuando, ciertamente, se posee el objeto rece ser la primera.
amado, es la delectación; mas cuando no 3. Y también: En el movimiento ha-
se posee, es el deseo o concupiscencia. cia un fin ocurre antes la separación de
7. C.7: ML 41,410. 8. ARISTÓTELES, Perih. l.1 c.1 n.2 (BK 16a3): S. TH., lect.2 n.14-16.
9. C.12: ML 42,984.
240 Tratado de las pasiones del alma C.25 a.3
un término que la aproximación al otro. ser alejamiento del mal, es primero que
Pero el temor y la desesperación impor- la audacia. Que la esperanza y la deses-
tan alejamiento de algo, mientras la peración son naturalmente anteriores al
audacia y la esperanza implican aproxi- temor y a la audacia es evidente, porque,
mación a una cosa. Luego el temor y la así como el apetito del bien es la razón
desesperación preceden a la esperanza y por la que se evita el mal, así también la
a la audacia. esperanza y la desesperación son la ra-
En cambio, cuanto una cosa está más zón del temor y de la audacia, pues la
próxima a lo que es primero, tanto es audacia sigue a la esperanza de la victo-
anterior a las demás. Pero la esperanza ria, y el temor a la desesperación de ven-
está más próxima al amor, que es la pri- cer. Mas la ira sigue a la audacia, pues
mera de las pasiones. Luego la esperanza ninguno se aíra deseando la venganza a
es la primera entre todas las pasiones del no ser que se atreva a vengarse, según
irascible. dice Avicena en VI De naturalibus10.
Así, pues, es evidente que la esperan-
Solución. Hay que decir: Como ya se za es la primera entre todas las pasiones
ha indicado (a.1), todas las pasiones del del irascible. Y si queremos saber el or-
irascible implican movimiento hacia den de todas las pasiones en la línea de
algo. Pero el movimiento hacia una cosa su generación, se presentan así: prime-
puede ser causado en el irascible de dos ro, el amor y el odio; segundo, el deseo
maneras. Una, por la sola aptitud o pro- y la huida; tercero, la esperanza y la de-
porción al fin, la cual pertenece al amor sesperación; cuarto, el temor y la auda-
o al odio; otra, por la presencia del bien cia; quinto, la ira; sexto y último, el
o del mal, la cual corresponde a la tris- gozo y la tristeza, que siguen a todas las
teza o al gozo. Y, en verdad, por la pre- pasiones, como dice II Ethic.11 De tal
sencia del bien no se produce pasión al- manera, sin embargo, que el amor es an-
guna en el irascible, según se ha dicho terior al odio, el deseo a la huida, la es-
(q.23 a.3-4); pero por la presencia del peranza a la desesperación, el temor a la
mal se produce la pasión de la ira. audacia y el gozo a la tristeza, como pue-
Así, pues, como en el orden de gene- de deducirse de lo dicho anteriormente
ración o consecución, la proporción o (a.1-3).
aptitud al fin precede a su consecución,
de ahí resulta que la ira sea la última, Respuesta a las objeciones: 1. A la
entre todas las pasiones del irascible, en primera hay que decir: Puesto que la ira es
el orden de generación. Mas entre todas causada por las otras pasiones como un
las pasiones del irascible, que implican efecto por las causas que le preceden,
un movimiento que sigue al amor o al por eso de ella, como más notoria, reci-
odio del bien o del mal, las pasiones be su nombre la potencia.
cuyo objeto es el bien, a saber, la espe- 2. A la segunda hay que decir: No es lo
ranza y la desesperación, han de ser na- arduo, sino el bien, la razón del acerca-
turalmente anteriores a las pasiones cuyo miento o deseo. Y, por eso, la esperanza
objeto es el mal, esto es, a la audacia y que mira al bien más directamente es an-
al temor. De tal modo, sin embargo, terior, aunque la audacia e incluso la ira
que la esperanza es anterior a la desespe- miren alguna vez a lo más arduo.
ración, porque la esperanza es un movi- 3. A la tercera hay que decir: El apeti-
miento hacia el bien según la razón de to primeramente y de suyo se mueve ha-
bien, que. por su naturaleza es atractivo, cia el bien como hacia su propio objeto,
y, por tanto, es un movimiento hacia el y de esto proviene que se aparte del mal.
bien por sí mismo, mientras la desespe- Porque el movimiento de la parte apeti-
ración es el alejamiento del bien, lo cual tiva no está en proporción con el movi-
no corresponde al bien en cuanto bien, miento natural, sino con la intención de
sino por razón de alguna otra cosa, y, la naturaleza, la cual intenta el fin antes
por tanto, accidentalmente, por así de- que la remoción del contrario, que no se
cirlo. Y por la misma razón, el temor, al busca sino por la consecución del fin.
10. De an. p.4 c.6. 11. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK 1105b23): S. TH., lect.5 n.296.
C.25 a.4 Del orden de las pasiones entre sí 241
ARTICULO 4 ranza son principales no como completi-
vas absolutamente, sino porque son
¿Son el gozo, la tristeza, la esperanza completivas en el género del movimien-
y el temor las cuatro pasiones to apetitivo hacia alguna cosa; pues res-
principales?b pecto del bien, el movimiento comienza
Infra q.84 a.4 ad 2; 2-2 q.141 a.7 ad 3; In Sent. 3 en el amor, continúa en el deseo y ter-
d.26 q.1 a.4; De verit. q.26 a.5. mina en la esperanza; mientras respecto
del mal, comienza en el odio, continúa
Objeciones por las que parece que el en la huida y termina en el temor. Y,
gozo, la tristeza, la esperanza y el temor por eso, el número de estas cuatro pa-
no son las cuatro pasiones principales. siones suele considerarse según la dife-
1. En efecto, San Agustín, en XIV rencia entre el presente y el futuro, pues
De civ. Dei12, pone la concupiscencia en el movimiento mira al futuro, y la quie-
lugar de la esperanza. tud está en algo presente. Así, pues, el
2. Aún más: En las pasiones del gozo es del bien presente, y la tristeza
alma hay dos órdenes; a saber, el de in- del mal presente, mientras la esperanza
tención y el de consecución o genera- es del bien futuro, y el temor, del mal
ción. Así, pues, o las pasiones principa- futuro.
les se consideran según el orden de in- Ahora bien, todas las otras pasiones,
tención, y en ese caso sólo serán que son acerca del bien o del mal, pre-
principales el gozo y la tristeza, que son sente o futuro, se reducen completiva-
pasiones finales; o según el orden de mente a éstas. De ahí que algunos lla-
consecución o generación, y entonces la men principales a estas cuatro pasiones
principal pasión será el amor. Luego de mencionadas, porque son generales. Lo
ninguna manera debe decirse que las cual, ciertamente, es verdad, si la espe-
cuatro pasiones principales son el gozo y ranza y el temor designan el movimiento
la tristeza, la esperanza y el temor. en común del apetito, que tiende a ape-
3. Y también: Como la audacia es tecer o rehuir algo.
producida por la esperanza, así lo es el
temor por la desesperación. Luego o la Respuesta a las objeciones: 1. A la
esperanza y la desesperación deben po- primera hay que decir: San Agustín pone
nerse entre las pasiones principales como el deseo o concupiscencia en lugar de la
causas, o la esperanza y la audacia por esperanza, en cuanto parecen referirse a
ser afines entre sí. lo mismo, es decir, al bien futuro.
En cambio está lo que dice Boecio 2. A la segunda hay que decir: Esas pa-
en el libro De Consol.13, enumerando las siones se dicen principales según el or-
cuatro pasiones principales: Desecha el den de intención y consumación. Y aun-
gozo, expulsa el temor, ahuyenta la esperanza que el temor y la esperanza no sean,
y no esté presente el dolor. absolutamente hablando, las últimas pa-
siones, lo son, sin embargo, en el gé-
Solución. Hay que decir: Estas cuatro nero de las pasiones que tienden hacia
pasiones comúnmente se llaman princi- otra cosa como a algo futuro. No cabe
pales. Dos de las cuales, a saber, el gozo urgir el argumento sino respecto de la
y la tristeza se dicen principales porque ira, la cual, sin embargo, no puede po-
en ellas se completan y terminan absolu- nerse como pasión principal, porque es
tamente todas las pasiones, de donde un efecto de la audacia, que tampoco
son consecutivas a todas ellas, como puede ser pasión principal, como se dirá
dice II Ethic.14 Mas el temor y la espe- más adelante (ad 3; q.45 a.2 ad 3).
12. C.3: ML 41,406; c.7: ML 41,410. 13. L.1 metr.7: ML 63,657. 14. ARIS-
TÓTELES, c.5 n.2 (BK 1105b23): S. TH., lect.5 n.296.
b Los versos de Boecio (en Sed contra, sobre las cuatro pasiones principales: placer, dolor,
esperanza, temor) recogían la tradición estoica (VIRGILIO, Eneida VI v.733; CICERÓN, Tuscull.
quaest. IV cap.6-7) y de los Santos Padres (S. JERÓNIMO, In Ez. I c.; S. AGUSTÍN, De civ. Dei
XIV 3), que les atribuyeron principalidad por su prioridad terminal (placer-dolor) y por su
prioridad de movilidad (esperanza-temor).
242 Tratado de las pasiones del alma C.25 a.4
3. A la tercera hay que decir: La deses- pasiones no pueden ser principales, por-
peración implica alejamiento del bien, lo que lo que es accidental no puede decir-
cual es como algo accidental; y la auda- se principal. Y de la misma manera,
cía importa aproximación al mal, que tampoco puede decirse pasión principal
también es algo accidental. Por eso estas la ira, que resulta de la audacia.
CUESTIÓN 26
Sobre las pasiones del alma en especial, y primeramente del amor
Empezamos ahora a tratar de las pasiones del alma en especial (cf. q.22
introd.), primeramente de las pasiones del concupiscible y luego de las del
irascible (q.40).
La primera consideración tendrá tres partes. En primer lugar trataremos
del amor y del odio; en segundo lugar, de la concupiscencia y la huida
(q.30); en tercer lugar, del deleite y la tristeza (q.31).
Acerca del amor deben considerarse tres cosas: primera, el amor mismo;
después, su causa (q.27), y, por último, sus efectos (q.28).
Sobre lo primero se formulan cuatro preguntas:
1. ¿Reside el amor en el concupiscible?—2. ¿Es el amor una pa-
sión?—3. ¿Es el amor lo mismo que la dilección?—4. ¿Se divide conve-
nientemente el amor en amor de amistad y en amor de concupiscencia?
a Desde el primer artículo sobre la génesis psicológica de la pasión inicial del amor, acto del
apetito concupiscible, Santo Tomás lo delimita no sólo por el amor infrahumano o natural, sino
también por el amor volitivo o dilección. Como indiqué antes, Santo Tomás extiende analógi-
camente la consideración de cada una de las pasiones a las correspondientes afecciones de la
voluntad, que generalmente mantienen el mismo nombre; pero otras veces reciben nombre
propio o específico, como ocurre en esta cuestión al tratar más expresamente de la dilección
y sus divisiones en amor de benevolencia y amor de concupiscencia (artículos 3 y 4), que son
propiamente actos de la voluntad.
244 Tratado de las pasiones del alma C.26 a.2
que apetece, sino a la de otro, y éste se partes del cuerpo, y, umversalmente, en
llama apetito natural, pues las cosas natu- todas las cosas, porque, como dice Dio-
rales apetecen lo que les conviene según nisio en el c.4 De div. nom.4: lo bello y el
su naturaleza, no por su propia aprehen- bien son amables a todos, puesto que cada
sión, sino por la del autor de la naturale- cosa tiene connaturalidad con lo que le
za, como se ha dicho (1 q.6 a.1 ad 2; es conveniente según su naturaleza.
q.103 ad 1 et 3). Mas hay otro apetito
que sigue a la aprehensión del que ape-
tece, pero por necesidad, no por juicio ARTICULO 2
libre. Y tal es el apetito sensitivo en los ¿Es el amor una pasión?b
animales, el cual, sin embargo, participa
algo en los hombres de la libertad, en
cuanto obedece a la razón. Hay, además, Objeciones por las que parece que el
otro apetito que sigue a la aprehensión amor no es una pasión.
del que apetece según un juicio libre. 1. En efecto, ninguna virtud es pa-
Tal es el apetito racional o intelectivo, sión. Pero todo amor es una virtud,
que se llama voluntad. como dice Dionisio en el c.4 De div.
Ahora bien, en cada uno de estos ape- nom.5 Luego el amor no es pasión.
titos se llama amor aquello que es prin- 2. Aún más: El amor es cierta unión
cipio del movimiento que tiende al fin o vínculo, según San Agustín en el libro
amado. Y en el apetito natural, el princi- De Trin.6 Pero la unión o vínculo no es
pio de este movimiento es la connatura- pasión, sino más bien una relación. Lue-
lidad del que apetece con aquello a lo go el amor no es pasión.
que tiende, que puede llamarse amor na- 3. Y también: El Damasceno dice en
tural, como la misma connaturalidad de el l.117 que la pasión es un movimiento.
un cuerpo pesado con su centro es por Mas el amor no implica el movimiento
la gravedad, y puede llamarse amor na- del apetito, que es el deseo, sino el prin-
tural. Y, de la misma manera, la mutua cipio de este movimiento. Luego el
adaptación del apetito sensitivo o de la amor no es pasión.
voluntad a un bien, esto es, la misma En cambio está lo que dice el Filóso-
complacencia del bien se llama amor fo en VIII Ethic.8, que el amor es una pa-
sensitivo, o intelectivo y racional. Luego sión.
el amor sensitivo reside en el apetito Solución. Hay que decir: La pasión es
sensitivo como el amor intelectivo en el efecto del agente en el paciente. Ahora
apetito intelectivo. Y pertenece al con- bien, el agente natural produce un doble
cupiscible, porque se refiere al bien ab- efecto en el paciente, pues primero le da
solutamente, no bajo el aspecto de ar- una forma, y en segundo lugar le da el
duo, que es el objeto del irascible. movimiento consiguiente a la forma;
Respuesta a las objeciones: 1. A la como el generante da al cuerpo la grave-
primera hay que decir: La autoridad citada dad y el movimiento consiguiente a ella.
habla del amor intelectivo o racional. Y la misma gravedad, que es el princi-
2. A la segunda hay que decir: El amor pio del movimiento hacia el lugar con-
es temor, gozo, concupiscencia y tris- natural por razón de la gravedad, puede
teza, no esencial, sino casualmente. decirse en cierto modo amor natural. De
3. A la tercera hay que decir: El amor la misma manera, el objeto apetecible da
natural no sólo se halla en las potencias al apetito primeramente una cierta adap-
del alma vegetativa, sino en todas las tación para con él, que es la complacen-
potencias del alma e incluso en todas las cia en ese objeto, de la cual se sigue el
9. ARISTÓTELES, c.10 n.8 (BK 433b22): S. TH., lect.15 n.855. 10. De div. nom. c.4
§ 12: MG 3,709: S. TH., lect.9 n.424. 11. ARISTÓTELES, c.1 n.16 (BK 1262b10): S. TH.,
lect.3 n.193. 12. § 11: MG 3,708: S. TH., lect.9 n.412. 13. C.7: ML 41,410.
14. § 12: MG 3,709: S. TH., lect.9 n.419.
c La nomenclatura del amor en Santo Tomás es varia, desde el término más amplio y pluri-
valente del amor (que abarca desde el amor erótico hasta el amor divino) hasta sus últimas ma-
tizaciones o diferenciaciones: amor, simpatía, complacencia, benevolencia, gracia, favor, amis-
tad, dilección, piedad, caridad, concordia. Sobre el sentido propio de estos términos puede ver-
se S. RAMÍREZ, O.P., La esencia de la caridad, ed. V. Rodríguez, O.P. (Madrid 1978).
246 Tratado de las pasiones del alma C.26 a.4
sin embargo, en que la amistad, según el de tender mejor a Dios por el amor,
Filósofo en VIII Ethic.15, es a modo de há- atraído pasivamente en cierto modo por
bito, mientras el amor y la dilección a Dios mismo, que pueda conducirle a
modo de acto o pasión, y la caridad pue- ello la propia razón, lo cual pertenece a
de entenderse de ambos modos. la naturaleza de la dilección, como que-
No obstante, el acto se significa dife- da dicho (en la sol.). Y por esto el amor
rentemente por esos tres nombres. En es más divino que la dilección.
efecto, el amor es el más común de
ellos, pues toda dilección o caridad es ARTICULO 4
amor, pero no viceversa. Y es que la di-
lección añade sobre el amor una elección ¿Se divide el amor convenientemente
precedente, como indica el mismo nom- en amor de amistad y amor de
bre. Por eso la dilección no está en el concupiscencia?
concupiscible, sino sólo en la voluntad, 1 q.60 a.3; 2-2 q.23 a.1; In Sent. 2 d.3 p.2 q.a1 ad 3;
y se encuentra únicamente en la natura- 3 d.29 a.3; 4 d.49 q.1 a.2 q.a1 ad 3; In De div. nom.
leza racional. Mas la caridad añade sobre c.4 lect.9.10; De spe a.3.
el amor una cierta perfección de éste, en
cuanto el objeto amado se estima en mu- Objeciones por las que parece que el
cho valor, como indica el mismo amor se divide inconvenientemente en
nombre. amor de amistad y de concupiscencia.
1. En efecto, el amor es pasión, y la
Respuesta a las objeciones: 1. A la amistad es hábito, como dice el Filósofo
primera hay que decir: Dionisio habla del en VIII Ethic.16 Pero el hábito no puede
amor y la dilección en cuanto están en el ser parte divisiva de la pasión. Luego el
apetito intelectivo, pues así el amor es lo amor no se divide convenientemente en
mismo que la dilección. amor de concupiscencia y amor de
2. A la segunda hay que decir: El obje- amistad.
to del amor es más general que el objeto 2. Aún más: Nada se divide por
de la dilección, porque el amor se ex- otro miembro de la misma división,
tiende a más cosas que la dilección, pues hombre no es miembro de la misma
como se ha dicho (en la sol.). división que animal. Pero la concupis-
3. A la tercera hay que decir: El amor cencia es un miembro de la misma divi-
y la dilección no difieren sobre la base sión que el amor, como pasión distinta
de la diferencia entre el bien y el mal, del amor. Luego el amor no puede divi-
sino como se ha dicho (en la sol.). No dirse por la concupiscencia.
obstante, en la parte intelectiva son lo 3. Y también: Según el Filósofo en
mismo el amor y la dilección. Y en este VIII Ethic.17, hay tres clases de amistad:
sentido habla allí San Agustín del amor. útil, deleitable y honesta. Pero la amis-
De ahí que un poco después añada que tad útil y la deleitable incluyen la concu-
la voluntad recta es el amor bueno, y la volun- piscencia. Luego la concupiscencia no
tad perversa es el amor malo. Sin embargo, debe contraponerse a la amistad en una
como el amor, que es una pasión del división.
concupiscible, inclina a muchos al mal;
de ahí tomaron ocasión los que les asig- En cambio se dice que amamos cier-
naron la mencionada diferencia. tas cosas porque las deseamos, como se
4. A la cuarta hay que decir: Algunos dice que alguien ama el vino por lo dulce que
afirmaron que, aun en la misma volun- en él apetece, según afirma II Topic.18
tad, el nombre de amor es más divino Pero no tenemos amistad con el vino y
que el de dilección, porque el amor im- cosas semejantes, como dice VIII
porta alguna pasión, principalmente en Ethic.19 Luego uno es el amor de concu-
cuanto está en el apetito sensitivo; mien- piscencia y otro el amor de amistad.
tras que la dilección presupone el juicio Solución. Hay que decir: Como afirma
de la razón. Ahora bien, el hombre pue- el Filósofo en II Rhetor.20, amar es querer
15. ARISTÓTELES, c.5 n.5 (BK 1157b28): S. TH., lect.5 n.1602. 16. ARISTÓTELES, ibid.
17. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 1156a7): S. TH., lect.3 n.1563-1566. 18. ARISTÓTELES, c.3
n.3 (BK 111a3). 19. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1155b29): S. TH., lect.2 n.1557-1558.
20. ARISTÓTELES, c.4 n.2 (BK 1380b35).
C.26 a.4 Sobre las pasiones del alma en especial 247
el bien para alguien. Así pues, el movi- por el que se ama algo para que sea el
miento del amor tiende hacia dos cosas, bien de otro es amor relativo.
a saber: hacia el bien que uno quiere
para alguien, sea para sí, o sea para otro, Respuesta a las objeciones: 1. A la
y hacia aquel para el cual quiere el bien. primera hay que decir: El amor no se divi-
A aquel bien, pues, que uno quiere para de en amistad y concupiscencia, sino en
otro, se le tiene amor de concupiscencia, amor de amistad y de concupiscencia,
y al sujeto para quien alguien quiere el pues se llama propiamente amigo aquel
bien, se le tiene amor de amistad. para quien queremos algún bien, y se
Ahora bien, esta división es según un dice que nosotros deseamos con amor
orden de prioridad y posterioridad, pues de concupiscencia lo que queremos para
lo que se ama con amor de amistad se nosotros.
ama en absoluto y por ello mismo, 2. A la segunda hay que decir: La res-
mientras lo que se ama con amor de puesta resulta evidente de lo expuesto.
concupiscencia no se ama absolutamente 3. A la tercera hay que decir: En la
y por ello mismo, sino que se ama para amistad útil y en la deleitable alguien
otro. Pues así como es ente absoluta- quiere, ciertamente, un bien para el ami-
mente el que tiene existencia y ente rela- go, y bajo este aspecto se salva en el
tivamente el que existe en otro, así el caso la razón de amistad. Pero como él,
bien, que es convertible con el ente, es además, refiere ese bien a su deleite o
el que absolutamente tiene la bondad, utilidad, de ahí que la amistad útil y la
mas lo que es bien de otro es un bien deleitable, en cuanto están ordenadas al
relativo. Y, por consiguiente, el amor amor de concupiscencia, pierdan la ra-
por el que se ama algo para que tenga zón de verdadera amistad.
un bien, es amor en absoluto, y el amor
CUESTIÓN 27
De la causa del amor
Corresponde a continuación tratar de la causa del amor (cf. q.26 introd.).
Sobre esta cuestión se plantean cuatro problemas:
1. ¿Es el bien la única causa del amor?—2. ¿Es el conocimiento cau-
sa del amor?—3. ¿Lo es la semejanza?—4. ¿Lo es alguna otra de las pa-
siones del alma?
1. ARISTÓTELES, c.4 n.27 (BK 1381b29). 2. § 10: MG 3,708: S. TH., lect.9 n.381-
393. 3. C.3: ML 42,949.
C.27 a.2 De la causa del amor 249
tiva, de manera que se llama bien a lo la contemplación de la belleza o bondad
que agrada en absoluto al apetito, y be- espiritual es el principio del amor espiri-
llo a aquello cuya sola aprehensión tual. Así, pues, el conocimiento es causa
agrada. del amor por la misma razón por la que
lo es el bien, que no puede ser amado si
no es conocido.
ARTICULO 2
Respuesta a las objeciones: 1. A la
¿Es el conocimiento causa del amor? primera hay que decir: El que busca la
2-2 q.26 ad 1; In Sent. 1 d.15 q.4 a.1 ad 3; In De div. ciencia no la desconoce totalmente, sino
nom. c.4 lect.10. que la conoce de antemano de algún
modo, bien en universal, bien en alguno
Objeciones por las que parece que el de sus efectos, o bien porque oye alabar-
conocimiento no es causa del amor. la, como dice San Agustín en X De
1. En efecto, el que se busque algo Trin.8 Pero poseerla no es conocerla de
proviene del amor. Pero se buscan algu- este modo, sino conocerla perfecta-
nas cosas que no se conocen, como las mente.
ciencias, pues como en éstas es lo mismo 2. A la segunda hay que decir: Para la
poseerlas que conocerlas, según dice San perfección del conocimiento se requiere
Agustín en el libro Octoginta trium algo que no se requiere para la perfec-
quaest.4, si se conociesen, se poseerían y ción del amor. En efecto, el conocimien-
no se buscarían. Luego el conocimiento to pertenece a la razón, de la cual es
no es causa del amor. propio distinguir lo que está unido en la
2. Aún más: Parece haber la misma realidad y juntar en cierto modo lo que
razón para que se ame algo desconocido es diverso, comparando una cosa con
que para que algo sea más amado que otra. Y, por eso, para la perfección del
conocido. Pero algunas cosas son más conocimiento se requiere que el hombre
amadas que conocidas, como Dios, que conozca singularmente todo lo que hay
en esta vida puede ser amado por sí mis- en la cosa, como las partes, las potencias
mo, pero no puede ser conocido en sí y las propiedades. Pero el amor está en
mismo. Luego el conocimiento no es la potencia apetitiva, que mira a la cosa
causa del amor. como es en sí. De ahí que para la perfec-
3. Y también: Si el conocimiento ción del amor baste que se ame la cosa
fuese causa del amor, no podría hallarse según se aprehende en sí misma. Por
amor donde no hay conocimiento. Pero esta razón, pues, sucede que una cosa es
el amor se encuentra en todas las cosas, más amada que conocida, porque puede
como dice Dionisio en el c.4 De div. ser amada perfectamente, aunque no sea
nom.5, mas no en todas se halla conoci- perfectamente conocida. Como se ve, so-
miento. Luego el conocimiento no es bre todo, en las ciencias, a las que algu-
causa del amor. nos aman por un cierto conocimiento
En cambio está lo que prueba San general que de ellas tienen. Por ejemplo,
Agustín en X De Trin.6, que ninguno pue- porque saben que la retórica es una cien-
de amar algo desconocido. cia por la que el hombre puede persua-
dir, y esto es lo que aman en la retórica.
Solución. Hay que decir: El bien es Y algo semejante debe decirse acerca del
causa del amor a modo de objeto, como amor de Dios.
se ha indicado (a.1). Mas el bien no es 3. A la tercera hay que decir: También
objeto del apetito sino en cuanto es el amor natural, que hay en todas las co-
aprehendido, y, por tanto, el amor re- sas, es causado por algún conocimiento,
quiere una aprehensión del bien amado. no existente en verdad en las mismas co-
Por esto dice el Filósofo en IX Ethic.1 sas naturales, sino en el autor de la natu-
que la visión corporal es el principio del raleza, como se ha dicho anteriormente
amor sensitivo. Y, de manera semejante, (q.26 a.1; 1 q.6 a.1 ad 2).
9. ARISTÓTELES, c.1 n.6 (BK 1155a35): S. TH., lect.1 n.1544. 10. C.14: ML 32,702.
11. C.4 n.8,26 (BK 1381a20; b24).
C.27 a.4 De la causa del amor 251
tor, en este caso se considera la semejan- alcanzar una cosa, o la ama tibiamente o no
za de proporción, en cuanto que uno y la ama en absoluto, aunque vea cuan bella es.
otro tienen lo que conviene a cada cual Luego la esperanza es también causa del
según su arte. amor.
3. A la tercera hay que decir: El que En cambio está que todas las demás
ama lo que necesita, tiene semejanza con afecciones del alma son causadas por el
lo que ama, como lo que está en poten- amor, como dice San Agustín en XIV
cia con el acto respectivo, según queda De civ. Dei14.
dicho (en la sol.).
4. A la cuarta hay que decir: Según la Solución. Hay que decir: No existe
misma semejanza de la potencia con su ninguna otra pasión del alma que no
acto, el que no es liberal ama al que lo presuponga alguna clase de amor. La ra-
es, en cuanto espera de él algo que de- zón de esto es que toda otra pasión del
sea. Y la misma razón se aplica al que alma o implica movimiento hacia una
persevera en la amistad con respecto al cosa o descanso en ella. Ahora bien,
que no persevera, pues en uno y otro todo movimiento hacia una cosa o el
caso la amistad parece darse por la utili- descanso en ella proviene de cierta con-
dad. O bien puede decirse que, aunque naturalidad o proporción, que pertenece
no todos los hombres posean estas vir- a la naturaleza del amor. Por lo tanto, es
tudes en estado de hábito completo, las imposible que alguna otra pasión del
poseen, sin embargo, como ciertos prin- alma sea umversalmente causa de todo
cipios germinales de la razón, merced a amor. Puede suceder, sin embargo, que
los cuales el que no posee la virtud ama alguna otra pasión sea causa de un de-
al virtuoso al hallarle conforme con su terminado amor, como asimismo un
propia razón natural. bien es causa de otro.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
ARTICULO 4 primera hay que decir: Cuando alguien
ama una cosa por deleite, tal amor es
¿Es alguna otra de las pasiones del causado, ciertamente, por la delectación,
alma causa del amor? pero esta delectación es, a su vez, causa-
da por otro amor precedente; pues nadie
Objeciones por las que parece que se deleita sino en la cosa que ama de al-
alguna otra pasión puede ser causa del guna manera.
amor. 2. A la segunda hay que decir: El deseo
1. En efecto, dice el Filósofo en de una cosa presupone siempre el amor
VIII Ethic.12 que algunos son amados de esa cosa. Pero el deseo de una cosa
por razón de la delectación. Pero la de- puede ser causa de que se ame otra cosa,
lectación es una pasión. Luego alguna como el que desea dinero ama por este
otra pasión es causa del amor. motivo a aquel de quien lo recibe.
2. Aún más: El deseo es una pasión. 3. A la tercera hay que decir: La espe-
Pero amamos a algunos por el deseo de ranza causa o aumenta el amor no sólo
algo que esperamos de ellos, como apa- por razón del deleite que produce, sino
rece en toda amistad que tiene por moti- también por razón del deseo que fortale-
vo la utilidad. Luego alguna otra pasión ce, pues no deseamos tan intensamente
es causa del amor. las cosas que no esperamos. Sin embar-
3. Y también: Dice San Agustín en go, incluso la misma esperanza es de un
X De Trin.13: El que no tiene esperanza de bien que se ama.
12. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 115a12): S. TH., lect.3 n.1563. 13. C.1: ML 42,973.
14. C.7: ML 41,410.
CUESTIÓN 28
De los efectos del amor
Pasemos ahora a tratar de los efectos del amor (cf. q.26 introd.). Acerca
de esta cuestión se plantean seis problemas:
1. ¿Es la unión efecto del amor?—2. ¿Lo es la mutua inhesión?—
3. ¿Es la éxtasis efecto del amor?—4. ¿Lo es el celo?—5. ¿Es el amor
pasión que hiere al amante?—6. ;Es el amor causa de todo cuanto hace
el que ama?
a Los diversos efectos del amor analizados en esta cuestión son, en realidad, diversos gra-
dos o según los diversos grados de intensidad del amor, de menos a más, de lo más interior
a lo más exterior. En el cuerpo del artículo y en la respuesta ad 2 queda bien resaltada la unión
causativa del amor, el efecto formal del amor o unión afectiva y el resultado o unión efectiva del
amor, de distinta perfección en el amor de amistad y en el amor de concupiscencia.
C.28 a.2 De los efectos del amor 253
Luego el amor produce la primera conversen juntos y estén unidos en otras
unión efectivamente, porque mueve a cosas similares.
desear y buscar la presencia de lo amado 3. A la tercera hay que decir: El cono-
como algo que le conviene y pertenece. cimiento se perfecciona por cuanto lo
Mas la segunda unión la produce for- conocido se une al que conoce a través
malmente, porque el amor mismo es esta de su semejanza. Pero el amor hace que
unión o vínculo. Por eso dice San Agus- la misma cosa que se ama se una de al-
tín en VIII De Trin.6 que el amor es gún modo al amante, como queda dicho
como vida que enlaza o desea enlazar otras (en la sol. y ad 2). Por consiguiente, el
dos vidas, a saber, al amante y al amado. Al amor es más unitivo que el conoci-
decir enlaza se refiere a la unión del afec- miento.
to, y al decir intenta enlajar se refiere a la
unión real. ARTICULO 2
Respuesta a las objeciones: 1. A la
¿Es la inhesión mutua efecto del
primera hay que decir: La objeción proce-
amor?b
de de la unión real, la cual ciertamente
se requiere como causa de la delectación, In Sent. 3 d.27 q.1 a.1 ad 4.
pero el deseo se da en la ausencia real de
10 amado, y el amor tanto en su ausencia Objeciones por las que parece que el
como en su presencia. amor no causa la mutua inhesión, a sa-
2. A la segunda hay que decir: La ber, de modo que el amante esté en el
unión guarda relación con el amor de amado, y viceversa.
tres maneras. En efecto, hay una unión 1. En efecto, lo que está en otro,
que es causa del amor. Y esta unión es está contenido en él. Pero lo mismo no
sustancial en cuanto al amor con que puede ser continente y contenido. Luego
uno se ama a sí mismo, mientras en la mutua inhesión no puede ser causada
cuanto al amor con el que uno ama las por el amor, de modo que el amado esté
otras cosas, es unión de semejanza, se- en el amante, y viceversa.
gún queda dicho (q.27 a.3). Otra unión 2. Aún más: Nada puede penetrar
es esencialmente el amor mismo. Y ésta en el interior de una cosa íntegra sino
es la unión según la mutua adaptación mediante una división. Pero el dividir
del afecto. La cual, en verdad, se aseme- las cosas que están unidas en la realidad
ja a la unión sustancial, en cuanto que el no corresponde al apetito en el que se
amante, en el amor de amistad, se orde- halla el amor, sino a la razón. Luego la
na al amado como a sí mismo; y en el mutua inhesión no es efecto del amor.
amor de concupiscencia, como a algo 3. Y también: Si por el amor el
suyo. Hay otra unión que es efecto del amante está en el amado, y viceversa, se
amor. Y ésta es la unión real, que el seguirá que el amado está unido al
amante busca con la cosa amada. Esta amante de la misma manera que el
unión es según la conveniencia del amante al amado. Pero la unión misma
amor, pues, como refiere el Filósofo en es el amor, como queda dicho (a.1).
II Polit.7, Aristófanes dijo que los aman- Luego sigúese que siempre el amante es
tes desearían hacerse de los dos uno solo, pero amado por aquel a quien ama, lo cual es
como de esto resultaría la destrucción de evidentemente falso. Luego la mutua
ambos o de uno de ellos, buscan la inhesión no es efecto del amor.
unión que es conveniente y decorosa, En cambio está lo que dice 1 Jn
esto es, de suerte que vivan juntos y 4,16: El que permanece en caridad, en Dios
6. C.10: ML 42,960. 7. ARISTÓTELES, c.1 n.16 (BK 1262b11): S. TH., lect.3 c.193; cf.
PLATÓN, Symposium c.15.16.
8. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1165b27): S. TH., lect.3 n.1794. 9. ARISTÓTELES, c.4 n.3
(BK 1381a3).
c En el vocabulario de Santo Tomás, el éxtasis tiene otros términos afínes: el rapto y la ena-
jenación. Cf. 2-2 c.175 a.2 ad 1; In Psal. 30,1.
C.28 a.4 De tos efectos del amor 255
d El celo es un efecto del amor intenso en el apetito irascible. Cicerón distinguía entre celo
y celotipia. Esta importa mayor vehemencia y anormalidad (Tuscull. quaest. III c.8), más caracterís-
ticas del celo de concupiscencia que del celo de amistad.
256 Tratado de las pasiones del alma C.28 a.5
el bien, que es comunicativo de sí mis- uno tiene celo por su amigo cuando
mo. Pero el celo es contrario a la comu- procura rechazar todo lo que se dice o
nicación, pues parece ser propio del celo hace contra el bien del amigo. Y de este
que alguien no sufra la participación en modo también se dice que alguien tiene
el objeto amado, como se dice de los va- celo por la gloria de Dios cuando procu-
rones que tienen celos de sus esposas, a ra rechazar según sus posibilidades lo
las que no quieren tener en común con que es contra el honor o la voluntad de
los demás. Luego el celo no es efecto Dios, según aquello de 2 Re 19,12: Me
del amor. abraso en celo por el Señor de los ejércitos. Y
3. Y también: No hay celo sin odio, sobre aquello de Jn 2,17: El celo de tu
como tampoco sin amor, pues, dice el casa me devora, dice la Glossa 14 que es de-
Sal 72,3: Tuve celos de los inicuos. Luego vorado por el buen celo quien se esfuerza en
no debe decirse que es más bien efecto corregir cuantas cosas malas ve; si no puede,
del amor que del odio. lo sufre y gime.
En cambio está lo que dice Dionisio Respuesta a las objeciones: 1. A la
en el c.4 De div. nom.12, que Dios es lla- primera hay que decir: El Apóstol15 habla
mado celoso a causa del mucho amor que tiene allí del celo de la envidia, que es, en ver-
a lo existente. dad, causa de contienda, no contra la
Solución: Hay que decir: El celo, de cosa amada, sino en favor de ella y con-
cualquier modo que se tome, proviene tra lo que le sirve de obstáculo.
de la intensidad del amor. Porque es evi- 2. A la segunda hay que decir: El bien
dente que cuanto más intensamente tien- se ama en cuanto es comunicable al
de una potencia hacia algo, más fuerte- amante, por lo cual, todo lo que impide
mente rechaza también lo que le es con- la perfección de esta comunicación se
trario e incompatible. Así, pues, siendo hace odioso. Y así el celo es causado por
el amor un movimiento hacia el amado, el amor del bien. Mas por defecto de
como dice San Agustín en el libro Octo- bondad acontece que ciertos bienes pe-
ginta trium quaest. 13, el amor intenso trata queños no pueden ser poseídos íntegra-
de excluir todo lo que le es contrario. mente por muchos al mismo tiempo. Y
Esto, sin embargo, acontece de dife- del amor de tales bienes se produce el
rente manera en el amor de concupiscen- celo de la envidia. Pero esto no sucede
cia que en el amor de amistad. Pues en propiamente respecto de aquellas cosas
el amor de concupiscencia, el que desea que pueden ser poseídas íntegramente
alguna cosa intensamente se mueve con- por muchos; ninguno, en efecto, envidia
tra todo lo que se opone a la consecu- a otro por el conocimiento de la verdad,
ción o fruición tranquila del objeto ama- que puede ser conocida íntegramente
do. Y en este sentido se dice que los va- por muchos, a no ser, quizás, por la ex-
rones tienen celos de sus esposas, para celencia de tal conocimiento.
que la exclusividad que buscan en la 3. A la tercera hay que decir: Eso mis-
consorte no sea impedida por la compa- mo de tener odio a lo que se opone al
ñía de otros. De la misma manera tam- amado procede del amor. De ahí que el
bién, los que pretenden destacar, la em- celo se considere propiamente como
prenden contra los que parecen sobresa- efecto del amor más bien que del odio.
lir, como si fueran un impedimento de
su propia grandeza. Y esto es el celo de ARTICULO 5
la envidia, del cual dice el Sal 36,1: No
envidies a los malignos, ni celes de los que ¿Es el amor una pasión que hiere al
obran la iniquidad. amante?
Mas el amor de amistad busca el bien In. Sent. 3 d.27 q.1 ad 4.
del amigo; por lo cual, cuando es inten-
so, hace que el hombre se mueva contra Objeciones por las que parece que el
todo aquello que es opuesto al bien del amor es una pasión lesiva.
amigo. Y conforme a esto, se dice que 1. En efecto, el desfallecimiento sig-
12. § 13: MG 3,712: S. TH., lect.10 n.438. 13. Q.35: ML 40,23. 14. Glossa or-
din. 5, 193 E. 15. S. PABLO.
C.28 a.6 De los efectos del amor 257
nifica cierta lesión del que desfallece. ral, sucede que el amor es lesivo por ex-
Pero el amor causa desfallecimiento, ceso de inmutación, como pasa en el
pues dice Cant 2,5: Confortadme con flores, sentido y en todo acto de una potencia
fortalecedme con manzanas, porque desfallezco del alma que se ejerce mediante una in-
de amor. Luego el amor es una pasión le- mutación del órgano corporal.
siva. Respuesta a las objeciones: Hay que
2. Aún más: La licuefacción o derre- decir: Al amor pueden atribuírsele cuatro
timiento es una cierta disolución. Pero el efectos próximos, a saber: la licuefacción
amor es licuefactivo, pues dice Cant 5,6: o derretimiento, la fruición, el desfalleci-
Mi alma se derritió, en cuanto habló mi ama- miento y el fervor. Entre los cuales ocu-
do. Luego el amor es disolutivo. Es, por pa el primer lugar la licuefacción o derre-
consiguiente, corruptivo y lesivo. timiento, que se opone a la congelación.
3. Y también: El fervor denota cier- Lo que está congelado, en efecto, es en
to exceso de calor, exceso que es cierta- sí mismo compacto, de manera que no
mente corruptivo. Pero el fervor es cau- puede ser fácilmente penetrado por otra
sado por el amor, pues Dionisio, en el cosa. Ahora bien, pertenece al amor que
c.7 De cael. hier.16, entre las demás pro- el apetito se haga adecuado para recibir
piedades pertenecientes al amor de los el bien que se ama, en cuanto lo amado
serafines, pone que es ardiente, agudo y su- está en el amante, según se ha dicho
perferviente. Y Cant 8,6 dice del amor (q.1 a.2). De ahí que la congelación o
que sus lámparas son lámparas de fuego y de dureza sea una disposición que se opone
llamas. Luego el amor es una pasión lesi- al amor. En cambio, la licuefacción o
va y corruptiva. derretimiento importa un reblandeci-
En cambio está lo que dice Dionisio miento del corazón, que le hace hábil
en el c.4 De div. nom. 17, que cada ser se para que en él penetre el bien amado.
ama a sí mismo contentivamente, esto es, Luego si lo amado está presente y se lo
conservativamente. Luego el amor no es posee, se produce la delectación o frui-
una pasión lesiva, sino más bien conser- ción. Mas si está ausente, resultan dos pa-
vativa y perfectiva. siones, a saber: la tristeza por la ausen-
Solución: Hay que decir: Como se ha cia, que se indica con el término desfalle-
indicado anteriormente (q.26 a.1-2; q.27 cimiento (por lo que también Tulio, en
a.1), el amor significa una cierta coadap- III De tusculanis quaest.18, llama enferme-
tación de la potencia apetitiva a un bien. dad especialmente a la tristeza); y el de-
Mas nada que se adapta a una cosa que seo intenso de alcanzar lo amado, que se
le es conveniente, sufre lesión por ello, designa por el fervor. Y éstos son en ver-
sino más bien, si es posible, sale ganan- dad los efectos del amor tomado formal-
cioso y mejorado. En cambio, lo que se mente, según la relación de la potencia
adapta a una cosa que no le es conve- apetitiva a su objeto. Pero en la pasión
niente sufre por ello daño y deterioro. del amor se siguen algunos otros efectos
Luego el amor del bien conveniente per- proporcionados a éstos, por razón de la
fecciona y mejora al amante, y el amor inmutación del órgano.
del bien que no conviene al amante le
daña y deteriora. De ahí que el hombre ARTICULO 6
se perfeccione y mejore principalmente
por el amor de Dios, y sufra daño y de- ¿Es el amor causa de todo cuanto
terioro por el amor del pecado, según hace el que ama?
aquello de Os 9,10: Se hicieron abominables In Sent. d.27 q.1 a.1.
como las cosas que amaron.
Esto que se ha dicho se entiende del Objeciones por las que parece que el
amor en cuanto a lo que es formal en él, amante no lo hace todo por amor.
esto es, por parte del apetito. Pero en 1. En efecto, el amor es una pasión,
cuanto a lo que es material en la pasión como se ha dicho anteriormente (q.26
del amor, que es una inmutación corpo- a.2). Pero no todo lo que hace el hom-
16. § 1: MG 3,205; S. TH., lect.9 n.407. 17. § 10: MG 3,708: S. TH., lect.8 n.382.
18. C.11.
258 Tratado de las pasiones del alma C.28 a.6
bre lo hace por pasión, sino que algunas agente, cualquiera que sea, ejecuta todas
cosas las hace por elección y otras por sus acciones por amor.
ignorancia, como dice V Ethic.19 Luego Respuesta a las objeciones: 1. A la
no todo lo que hace el hombre lo hace primera hay que decir: Esta objeción se.
por amor. refiere al amor como pasión existente en
2. Aún más: El apetito es principio el apetito sensitivo. Pero nosotros habla-
de movimiento y de acción en todos los mos ahora del amor en general, en cuan-
animales, como aparece claro en III De to comprende bajo sí el amor intelectual,
anima20. Si, pues, todo lo que uno hace el racional y el natural. Así, en efecto,
lo hace por amor, las demás pasiones de habla Dionisio del amor en el c.4 De div.
la parte sensitiva son superfluas. nom.22
3. Y también: Nada es causado a un 2. A la segunda hay que decir: Como
mismo tiempo por causas contrarias. se ha indicado (a.5), el deseo, la tristeza
Pero algunas cosas se hacen por odio. y la delectación y, por consiguiente, to-
Luego no todo es causado por amor. das las otras pasiones son causadas por
En cambio está lo que dice Dionisio el amor. De ahí que toda acción proce-
en el c.4 De div. nom.21, que todas las cosas dente de una pasión cualquiera, proceda
hacen cuanto hacen por amor del bien. también del amor como de primera cau-
sa. Por consiguiente, no son superfluas
Solución: Hay que decir: Todo agente las otras pasiones, que son las causas
obra por algún fin, como se ha dicho próximas.
anteriormente (q.1 a.2). Ahora bien, el 3. A la tercera hay que decir: El odio
fin es para cada uno el bien deseado y también es causado por el amor, como
amado. Luego es evidente que todo se expondrá más adelante (q.29 a.2).
19. ARISTÓTELES, c.8 n.8.9.12 (BK 1135b21, b25; 1136a6): S. TH., lect.13 n.1044.1045.1049.
20. ARISTÓTELES, c.10 n.3 (BK 433a21): S. TH., lect.15 n.821-825. 21. § 10: MG 3,708:
S. TH., lect.9 n.389-393. 22. L.c., cf. nota 21; cf. S. TH., lect.12 n.457.
CUESTIÓN 29
Del odio
Corresponde a continuación tratar del odio (cf. q.26 introd.). Acerca de
esta cuestión se plantean seis problemas:
1. ¿Es el mal causa y objeto del odio?—2. ¿Es causado el odio por
el amor?—3. ¿Es el odio más fuerte que el amor?—4. ¿Puede alguien
odiarse a sí mismo?—5. ¿Puede alguien tener odio a la verdad?—
6. ¿Puede tenerse odio en universal a alguna cosa?
4. L.c., cf. nota 3. 5. § 20: MG 3,717; S. TH., lect.16 n.492. 6. C.12: ML 42,984.
262 Tratado de las pasiones del alma C.29 a.5
mismo, como los que se suicidan. Luego quiere y hace el mal para sí a no ser en
algunos se odian a sí mismos. cuanto lo aprehende bajo la razón de
3. Y también: Dice Boecio en II De bien. Porque aun aquellos que se suici-
consol.7 que la avaricia hace odiosos a los dan, perciben el mismo morir bajo la ra-
hombres, de lo cual puede concluirse que zón de bien, en cuanto que ponen fin a
todo hombre odia al avaro. Pero algu- alguna miseria o dolor.
nos son avaros. Luego éstos se odian a 3. A la tercera hay que decir: El avaro
sí mismos. odia un accidente propio; sin embargo,
En cambio está lo que dice el Após- no por esto se odia a sí mismo, corno el
tol8 en Ef 5,29: Nadie aborreció jamás su enfermo odia su enfermedad por lo mis-
carne. mo que se ama a sí mismo. O bien pue-
de decirse que la avaricia le hace odioso
Solución. Hay que decir: Es imposible a los demás, pero no a sí mismo; antes
que uno, absolutamente hablando, se bien, es causada por el amor desordena-
odie a sí mismo. En efecto, todo ser do de sí mismo, según el cual uno quie-
apetece naturalmente el bien, y ninguno re para sí los bienes temporales más de
puede desear algo para sí si no es bajo la lo que debe.
razón de bien, pues el mal es extraño a la
voluntad, como dice Dionisio en el c.4 De
div. nom. 9 Ahora bien, como se ha dicho ARTICULO 5
anteriormente (q.26 a.4), amar a uno es ¿Puede uno tener odio a la verdad?
querer para él el bien. Por consiguiente,
es necesario que uno se ame a sí mismo,
y es imposible que uno se odie a sí mis- Objeciones por las que parece que
mo, absolutamente hablando. uno no puede tener odio a la verdad.
Sucede, sin embargo, que indirecta- 1. En efecto, el bien, el ser y la ver-
mente uno se odia a sí mismo. Y esto de dad se identifican. Pero uno no puede
dos maneras. Una, por parte del bien tener odio a la bondad. Luego tampoco
que uno quiere para sí, pues acontece a a la verdad.
veces que lo que se desea es relativa- 2. Aún más: Todos los hombres natu-
mente bueno, pero absolutamente malo, ralmente desean saber, como se dice en el
y según esto, uno indirectamente quiere principio de Metaphys.10 Pero la ciencia
para sí un mal, lo cual es odiarse. Otra no es sino de las cosas verdaderas. Lue-
manera es por parte de sí mismo, para go la verdad es deseada y amada natural-
quien quiere el bien. Cada ser, en efecto, mente. Pero lo que es naturalmente
es, sobre todo, lo que hay más principal- inherente a una cosa siempre está en
mente en él. Por eso se dice que la ciu- ella. Luego ninguno puede tener odio a
dad hace lo que hace el rey, como si el la verdad.
rey fuese toda la ciudad. Es evidente 3. Y también: El Filósofo dice en II
que el hombre es principalmente su Rhetoric. 11 que los hombres aman a los que
mente. Pero sucede que algunos se con- no simulan. Pero no es por otro motivo
sideran ser principalmente lo que son se- que por la verdad. Luego el hombre
gún la naturaleza corporal y sensitiva. ama naturalmente la verdad y, por con-
Por eso se aman según lo que juzgan siguiente, no puede odiarla.
que son, pero odian lo que verdadera- En cambio está lo que dice el Após-
mente son en tanto quieren cosas con- tol12 Gal 4,16: Me hice vuestro enemigo di-
trarias a la razón. Y de ambos modos el ciéndoos la verdad.
que ama la iniquidad, odia no sólo su Solución. Hay que decir: El bien, la
alma, sino también a sí mismo. verdad y el ser son idénticos en la reali-
Respuesta a las objeciones: 1. A la dad, pero difieren en la razón. El bien,
primera hay que decir: La respuesta resulta en efecto, tiene razón de apetecible, mas
evidente de lo expuesto. no el ser o la verdad, pues el bien es lo
2. A la segunda hay que decir: Nadie que apetecen todas las cosas. Y por eso el
13. C.23: ML 32,794. 14. Confess. 1.10 c.23: ML 32,794. 15. ARISTÓTELES, 1.5
c.4 n.l (BK 1027b25): S. TH., l.6 lect.4 n.1230. 16. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a4).
264 Tratado de las pasiones del alma C.29 a.6
vista conozca el color en universal, sino aprehensión universal del entendimiento,
porque el hecho de que el color sea cog- puede hallarse de ambos modos respecto
noscible para la vista no le conviene al del universal.
color en cuanto es este color, sino en
cuanto es color simplemente. Así, pues, Respuesta a las objeciones: 1. A la
también el odio de la parte sensitiva primera hay que decir: El sentido no apre-
puede dirigirse a alguna cosa en univer- hende el universal en cuanto universal,
sal, porque por su naturaleza común pero aprehende algo a lo que por abs-
algo es hostil al animal y no sólo en su tracción sobreviene la universalidad.
ser particular, como el lobo a la oveja. 2. A la segunda hay que decir: Lo que
De ahí que la oveja odie al lobo en ge- es común a todos, no puede ser razón
neral. Pero la ira siempre es causada por de odio. Pero nada impide que una cosa
algo particular, porque proviene de un sea común a muchos y, sin embargo,
acto del que ofende, y los actos son de esté en disonancia con otros, y así a és-
seres particulares. Y por esta razón dice tos les es odiosa.
el Filósofo que la ira siempre se refiere a 3. A la tercera hay que decir: La obje-
algo particular, y el odio puede ser respecto de ción procede del universal en cuanto
algo en general17. subyace en la intención de universalidad,
En cuanto al odio que está en la parte pues de este modo no cae bajo la apre-
intelectiva, por lo mismo que sigue a la hensión ni el apetito sensitivo.
De la concupiscencia
13. ARISTÓTELES, c.11 n.1 (BK 1118b8): S. TH., lect.20 n.614-621. 14. ARISTÓTELES,
l.1 c.11 n.5 (BK 1370a19). 15. ARISTÓTELES, l.1 c.11 n.5 (BK 1370a25). 16. ARISTÓTE-
LES, l.1 a c.2 n.9 (BK 994b10): S. TH., 1.2 lect.4 n.316-319. 17. ARISTÓTELES, c.3 n.19 (BK
1258a1): S. TH., lect.8 n.126.
18. ARISTÓTELES, c.3 n.17 (BK 1257b25): S. TH., lect.8 n.123. 19. ARISTÓTELES.
20. ARISTÓTELES, Pol. l.1 c.3 n.18 (BK 1257b30): S. TH., lect.8 n.123-125. 21. ARIS-
TÓTELES, c.6 n.8 (BK 207a7): S. TH., lect.11 n.384.
CUESTIÓN 31
De la delectación en sí misma
Corresponde a continuación tratar de la delectación y de la tristeza.
Acerca de la delectación hay que considerar cuatro temas: primero, la delec-
tación en sí misma; segundo, las causas de la delectación (q.32); tercero, sus
efectos (q.33); cuarto, su bondad y malicia (q.34).
Sobre lo primero se plantean ocho problemas:
1. ¿Es la delectación una pasión?—2. ¿Tiene lugar en el tiem-
po?—3. ¿Difiere del gozo?—4. ¿Reside en el apetito intelectivo?-
5. De la comparación de las delectaciones del apetito superior con las del
inferior—6. De la comparación de las delectaciones sensitivas entre sí?-
7. ¿Se da alguna delectación no natural?—8. ¿Puede una delectación ser
contraria a otra?
11. Cf. Philebus c.32,33. 12. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 1153a12): S. TH., lect.12
n.1490-1493. 13. ARISTÓTELES, c.1 n.1,5 (BK 412a10; a22): S. TH., lect.1 n.213,216,227.
14. ARISTÓTELES, c.11 n.1 (BK 1369b33). 15. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 1174a17):
S. TH., lect.5 n.2007.
272 Tratado de las pasiones del alma C.31 a.3
sión, porque no es movimiento, sino difieren por sus objetos. Pero el objeto
término de un movimiento o mutación, del gozo y de la delectación es el mismo,
esto es, de su generación; pero como el esto es, el bien conseguido. Luego el
ser humano está sujeto a causas muda- gozo es absolutamente lo mismo que la
bles, por esto el ser hombre tiene lugar delectación.
en el tiempo. 2. Aún más: Un solo movimiento
Así, pues, hay que decir que la delec- no concluye en dos términos. Pero es
tación por sí misma no tiene lugar en el uno mismo el movimiento que termina
tiempo, pues la delectación está en el en el gozo y en la delectación, a saber, la
bien ya conseguido, que es como el tér- concupiscencia. Luego la delectación y
mino del movimiento. Pero si el bien el gozo son absolutamente lo mismo.
conseguido está sujeto a cambio, la de- 3. Y también: Si el gozo es distinto
lectación tendrá lugar accidentalmente a la delectación, parece que, por igual
en el tiempo. Si, en cambio, es del todo razón, también la alegría, la exultación y
inmutable, la delectación no tendrá lugar la jovialidad significan algo distinto de
en el tiempo, ni por sí ni accidental- la delectación; y así todas serán distintas
mente. pasiones, lo cual parece ser falso. Luego
Respuesta a las objeciones: 1. A la el gozo no difiere de la delectación.
primera hay que decir: Como expone III En cambio está que no hablamos de
De anima16, el movimiento se dice de gozo en los animales, pero sí de delecta-
dos maneras: una, como acto de algo ción. Luego no es lo mismo el gozo que
imperfecto, esto es, de algo existente en la delectación.
potencia en cuanto en potencia, y tal
movimiento es sucesivo y en el tiempo. Solución. Hay que decir: Como afirma
Mas el otro movimiento es acto de algo Avicena en su libro De anima17, el gozo
perfecto, esto es, de algo existente en es una especie de la delectación. En efec-
acto, como entender, sentir, querer y co- to, es de observar que así como hay
sas semejantes, y también deleitarse. Y unas concupiscencias naturales y otras
este movimiento no es sucesivo, ni se da no naturales que siguen a la razón, se-
por sí mismo en el tiempo. gún se ha dicho anteriormente (q.30
2. A la segunda hay que decir: La de- a.2); así también respecto de las delecta-
lectación se denomina duradera o moro- ciones, unas son naturales y otras no na-
sa, en cuanto accidentalmente tiene lugar turales, que se dan con la razón. O bien,
en el tiempo. como dicen el Damasceno18 y San Gre-
3. A la tercera hay que decir: Las otras gorio Niseno19, unas son corporales, otras
pasiones no tienen por objeto el bien son animales, lo que viene a ser lo mismo.
conseguido, como la delectación. De ahí Porque nos deleitamos no sólo en las
que participen más de la razón de movi- cosas que deseamos naturalmente, consi-
miento imperfecto que la delectación. Y, guiéndolas, sino también en las que de-
por consiguiente, conviene más a la de- seamos según la razón. Pero el nombre
lectación no tener lugar en el tiempo. de gozo no se aplica sino a la delecta-
ción que sigue a la razón. Por eso no
atribuimos el gozo a los animales, sino
ARTICULO 3 sólo el nombre de delectación. Ahora
¿Difiere la delectación del gozo? bien, todo lo que deseamos según la na-
turaleza, podemos desearlo también con
Infra q.35 a.2; In Sent. 3 d.26 q.1 a.3; d.27 q.1 a.2 ad delectación racional, pero no a la inver-
3; 3 d.49 q.3 a.1 q.a4; De verit, q.26 a.7 ad 5; Cont.
Gentes 1 c.90. sa. Por consiguiente, de todo lo que hay
delectación puede también haber gozo
Objeciones por las que parece que el en los seres dotados de razón, aunque
gozo es absolutamente lo mismo que la no siempre lo haya, pues a veces se sien-
delectación. te una delectación corporal, de la que,
1. En efecto, las pasiones del alma sin embargo, no se goza según la razón.
1.6. ARISTÓTELES, c.7 n.1 (BK 431a6): S. TH., lect.12 n.766. 17. P.4 c.5.
18. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.13: MG 94,929. 19. Cf. NEMESIO, De nat.
hom. c.18: MG 40,677.
C.31 a.4 De la delectación en sí misma 273
Y conforme a esto es evidente que la de- 1. En efecto, dice el Filósofo en I
lectación tiene mayor amplitud que el Rhetoric.20 que la delectación es cierto movi-
gozo. miento sensible. Pero el movimiento sensi-
Respuesta a las objeciones: 1. A la ble no se da en la parte intelectiva. Lue-
primera hay que decir: Siendo el objeto del go no hay delectación en la parte inte-
apetito animal el bien aprehendido, la lectiva.
diversidad de aprehensión pertenece en 2. Aún más: La delectación es una
cierto modo a la diversidad del objeto. pasión. Pero toda pasión reside en el
Y así las delectaciones animales, que apetito sensitivo. Luego no hay delecta-
también se llaman gozos, se distinguen ción sino en el apetito sensitivo.
de las delectaciones corporales, que se 3. Y también: La delectación nos es
dicen solamente delectaciones, como común con los animales. Luego no se
también se ha indicado anteriormente halla sino en la parte que nos es común
acerca de las concupiscencias (q.30 a.3 con los animales.
ad2). En cambio está lo que dice Sal 36,4:
2. A la segunda hay que decir: Seme- Deleítate en el Señor. Pero el apetito sensi-
jante diferencia se encuentra también en tivo no puede llegar hasta Dios, sino
las concupiscencias, de modo que la de- sólo el intelectivo. Luego la delectación
lectación responde a la concupiscencia, y puede darse en el apetito intelectivo.
el gozo al deseo, que parece pertenecer Solución. Hay que decir: A la aprehen-
más bien a la concupiscencia animal. Y sión de la razón sigue una cierta delecta-
así, según la diferencia del movimiento ción. Ahora bien, en la aprehensión de
es también la diferencia en el reposo. la razón no sólo se mueve el apetito sen-
3. A la tercera hay que decir: Los sitivo por su aplicación a una cosa par-
otros nombres que se refieren a la delec- ticular, sino también el apetito intelecti-
tación, se han impuesto por los efectos vo, llamado voluntad. Y, según esto, en
de la delectación; ya que alegría se dice el apetito intelectivo o voluntad se da la
por la dilatación del corazón, cual si se delectación que se llama gozo, mas no
dijese anchura (latitia); exultación se dice delectación corporal.
por las señales exteriores de la delecta- Hay, sin embargo, esta diferencia en-
ción interior, que aparecen exteriormen- tre la delectación de uno y otro apetito,
te, esto es, por cuanto el gozo interior que la delectación del apetito sensible se
salta al exterior; y jovialidad se dice por halla acompañada de una mutación cor-
ciertas señales especiales o efectos de ale- poral, mientras que la delectación del
gría. Y, sin embargo, todos estos nom- apetito intelectivo no es otra cosa que el
bres parecen pertenecer al gozo, pues no simple movimiento de la voluntad. Y en
los empleamos sino en las naturalezas ra- este sentido dice San Agustín en XIV
cionalesa. De civ. Dei 21 que el deseo y la alegría no son
otra cosa que la voluntad en consonancia con
ARTICULO 4 las cosas que queremos.
¿Hay delectación en el apetito Respuesta a las objeciones: 1. A la
intelectivo? primera hay que decir: En esa definición
del Filósofo 22 , la palabra sensible se toma
Infra q.35 a.1; In Sent. 1 d.45 a.1; 4 d.49 q.3 a.1 en sentido amplio por cualquier apre-
q.a1.2.
hensión. Pues dice el Filósofo en X
Objeciones por las que parece que Ethic.23 que se da delectación en todos los sen-
no hay delectación en el apetito intelec- tidos, y de manera semejante también en el en-
tivo. tendimiento y la especulación. O bien, puede
20. ARISTÓTELES, c.11 n.1 (BK 1369b33). 21. C.6: ML 41,409. 22. ARISTÓTE-
LES. 23. ARISTÓTELES, c.4 n.5 (BK 1174b20): S. TH., lect.5 n.2025.
a Santo Tomás, pensaba con San Isidoro (Etymol. X), que laetitia y delectatio procedían etimo-
lógicamente de dilatado (dilatación del corazón). Más bien parecen proceder del verbo lacere y
delicere ( = atraer), lo mismo que deliciae. El término gozo (en latín, gaudium), que es una delecta-
ción superior, raciona!, connota esplendor, bienestar.
274 Tratado de las pasiones del alma C.31 a.5
decirse que él define la delectación del sa se conoce por el efecto. Pero las de-
apetito sensitivo. lectaciones corporales tienen más fuertes
2. A la segunda hay que decir: La de- efectos, pues modifican el cuerpo, y en algu-
lectación tiene razón de pasión, propia- nos dan origen a locuras, como dice VII
mente hablando, en cuanto está acompa- Ethic.28 Luego las delectaciones corpora-
ñada de alguna mutación corporal. Y así les son más fuertes.
no existe en el apetito intelectivo sino 3. Y también: Es preciso moderar y
como simple movimiento, pues de este refrenar las delectaciones corporales a
modo también se da en Dios y en los causa de su vehemencia. Pero no es ne-
ángeles. Por eso dice el Filósofo en VII cesario reprimir las delectaciones espiri-
Ethic.24 que Dios goza con una sola y simple tuales. Luego las delectaciones corpora-
operación. Y Dionisio declara al final del les son mayores.
De cael. hier.25 que los ángeles no son suscep- En cambio está lo que dice Sal
tibles de nuestra delectación pasible, pero se 118,103: Cuán dulce son a mi paladar tus
regocijan con Dios con una alegría de inco- palabras; más que la miel para mi boca. Y
rrupción. el Filósofo dice en X Ethic.29 que la más
3. A la tercera hay que decir: En nos- grande delectación es la que proviene del ejerci-
otros no sólo hay una delectación que cio de la sabiduría.
nos es común con los brutos, sino tam- Solución. Hay que decir: Como se ha
bién la que nos es común con los ánge- expuesto (a.1), la delectación proviene
les. Por eso dice Dionisio en el mismo de la unión con lo conveniente que es
lugar 26 que los hombres santos, muchas ve- sentida o conocida. Ahora bien, en las
ces, participan de las delectaciones angélicas. operaciones del alma, principalmente de
Así es que en nosotros se da la delecta- la sensitiva e intelectiva, debe observarse
ción no solamente en el apetito sensiti- que, no pasando a la materia exterior,
vo, que nos es común con los brutos, son actos o perfecciones del operante,
sino también en el apetito intelectivo, como entender, sentir, querer y simila-
que nos es común con los ángeles. res; porque las acciones que pasan a la
materia exterior son más bien acciones
ARTICULO 5 de la materia transformada, ya que el
movimiento es el acto del móvil por parte
¿Son las delectaciones corporales y del que mueve. Así, pues, dichas acciones
sensibles mayores que las del alma sensitiva e intelectiva son tam-
espirituales e inteligibles? b bién ellas mismas un bien del operante,
y asimismo son conocidas por el sentido
In Sent. 4 d.49 q.3 a.5 q.M; In Metaphys. 12 lect.8; In
Ethic. 1 lect.13; 10 lect.10; In Ps. 28. o el entendimiento. De ahí que la delec-
tación surja incluso de ellas y no sólo de
Objeciones por las que parece que sus objetos.
las delectaciones corporales y sensibles Si se comparan, pues, las delectacio-
son mayores que las delectaciones espiri- nes inteligibles con las delectaciones sen-
tuales inteligibles. sibles, en cuanto que nos deleitamos en
1. En efecto, todos persiguen alguna las acciones mismas, como en el conoci-
delectación, según el Filósofo en X miento del sentido y en el conocimiento
Ethic.27 Pero son muchos más los que del entendimiento, no cabe duda que
buscan las delectaciones sensibles que las son mucho mayores las delectaciones in-
espirituales inteligibles. Luego las delec- teligibles que las sensibles. El hombre,
taciones corporales son mayores. en efecto, se deleita mucho más en co-
2. Aún más: La magnitud de la cau- nocer algo entendiendo que en conocer
24. ARISTÓTELES, c.14 n.8 (BK 1154b26): S. TH., lect.14 n.1535. 25. C.15 § 9: MG
3,340. 26. De cael. hier. c.15 § 9: MG 3,340. 27. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1172b10);
c.4 n.10 (BK 1175a16): S. TH., lect.2 n.1965; lect.6 n.2036. 28. ARISTÓTELES, c.3 n.7 (BK
1147a16): S. TH., lect.3 n.1342. 29. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 1177b23): S. TH., lect.10
n.2090.
31. ARISTÓTELES, c.11 n.11 (BK 1370b19); Eth. l.1 c.8 n.10 (BK 1099a8): S. TH., lect.13
n.155. 32. ARISTÓTELES, c.10 n.9 (BK 1370b19): S. TH., lect.20 n.614. 33. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.1 (BK 980a21): S. TH., lect.1 n.5. 34. ARISTÓTELES, c.10 n.7 (BK 1118a18):
S. TH., lect.19 n.610. 35. ARISTÓTELES, Metaph. l.1 c.1 n.1 (BK 980a26): S. TH., lect.1 n.5-8.
C.31 a.7 De la delectación en sí misma 277
la delectación, y especialmente la que raleza en el hombre puede tomarse de
proviene del tacto, es causa de la amis- dos maneras. Una, en cuanto que el en-
tad deleitable a manera de fin, mientras tendimiento o razón constituye princi-
la visión es causa como de donde proce- palmente la naturaleza del hombre, pues
de el principio del movimiento, en cuan- por ella es constituido el hombre en su
to por la vista del objeto amable se im- especie. Y en este sentido pueden lla-
prime su imagen, que induce a amarlo y marse delectaciones naturales de los
a desear su delectación. hombres las que se encuentran en lo que
conviene al hombre según la razón,
ARTICULO 7 como es natural al hombre deleitarse en
la contemplación de la verdad y en los
¿Hay alguna delectación no natural?c actos de las virtudes. De otra manera
puede tomarse la naturaleza en el hom-
Objeciones por las que parece que bre en cuanto se contrapone a la razón,
no hay delectación alguna no natural. es decir, lo que es común al hombre y a
1. En efecto, la delectación en los otros seres, principalmente lo que no
afectos del alma es proporcionada al re- obedece a la razón. Y en este sentido,
poso en los cuerpos. Pero el apetito del las cosas que pertenecen a la conserva-
cuerpo natural no reposa sino en un lu- ción del cuerpo, bien en cuanto indivi-
gar connatural. Luego tampoco la quie- duo, como la comida, la bebida, el lecho
tud del apetito animal, que es la delecta- y cosas similares, o bien en cuanto a la
ción, puede existir sino en algo connatu- especie, como el uso de las cosas vené-
ral. Por consiguiente, no hay delectación reas, se dicen deleitables al hombre natu-
alguna no natural. ralmente.
2. Aún más: Aquello que es contra Mas entre estas dos clases de delecta-
la naturaleza es violento. Pero todo lo ciones sucede que algunas son no natu-
violento causa tristeza, como dice V Me- rales, absolutamente hablando, pero con-
taphys.36 Luego nada de lo que es contra naturales bajo cierto aspecto. Porque
la naturaleza puede ser deleitable. acontece corromperse en algún indivi-
3. Y también: Sentirse constituido duo alguno de los principios naturales
en la propia naturaleza causa delecta- de la especie, y así, lo que es contra la
ción, como es evidente por la definición naturaleza de la especie llega a ser natu-
del Filósofo37 citada anteriormente (a.1 ral accidentalmente a tal individuo,
sol.). Pero es natural a cada cosa ser como es natural al agua que ha sido ca-
constituida en su naturaleza, porque el lentada el que caliente. Así, pues, sucede
movimiento natural es el que tiende a que lo que es contra la naturaleza del
un término natural. Luego toda delecta- hombre, ya en cuanto a la razón, ya en
ción es natural. cuanto a la conservación del cuerpo, se
hace connatural a un determinado hom-
En cambio está lo que dice el Filóso-
bre a causa de alguna corrupción natural
fo en VII Ethic.38, que ciertas delectacio-
existente en él. Esta corrupción puede
nes son morbosas y contra la naturaleza.
ser, o por parte del cuerpo, bien por en-
Solución. Hay que decir: Se denomina fermedad, como a los que tienen fiebre
natural lo que es conforme a la naturale- las cosas dulces les parecen amargas, y a
za, como afirma II Physic.39 Mas la natu- la inversa; o bien a causa de la mala
36. ARISTÓTELES, l.4 c.5 n.2 (BK 1015a28): S. TH., 1.5 lect.6 n.830. 37. ARISTÓTELES,
Rhet. l.1 c.11 n.1 (BK 1369b33). 38. ARISTÓTELES, c.5 n.1.3 (BK 1148b18; b27); c.6 n.6 (BK
c.11 n.1 (BK 1369b33). 38. ARISTÓTELES, c.5 n.1.3 (BK 1148b18; b27); c.6 n.6 (BK
1149b29): S. TH., lect.5 n.1370,1373; lect.6 n.1398. 39. ARISTÓTELES, c.1 n.5,11 (BK
192b35; 193a32): S. TH., lect.1 n.147; lect.2 n.151.
c Adviértase el distinto sentido que se da aquí a la expresión non-naturalis del que tenía en
la cuestión 30, artículo 3. Allí concupiscencias no naturales, en contraposición a las naturales,
eran las que participaban de la razón, por encima de las corporales o irracionales; aquí delecta-
ciones no naturales son las patológicas o antinaturales, en contraposición a las naturales, que
lo son tanto las corporales como las espirituales.
278 Tratado de las pasiones del alma C.31 a.8
40. ARISTÓTELES, c.8 n.22 (BK 13b36). 41. ARISTÓTELES, 1.9 c.4 n.4 (BK 1055a19);
c.5 n.1 (BK 1055b30): S. TH., 1.10 lect.5 n.2030; lect.7 n.2059. 42. ARISTÓTELES 1.9 c4
n.1 (BK 1055a3): S. TH., 1.10 lect.5 n.2025. 43. ARISTÓTELES, Phys. 1.8 c.8 n.1 (BK
262a11): S. TH., lect.16 n.1 107; cf. Metaph. 1.9 c.4 n.5 (BK 1055a27): S. TH., 1.10 lect.5
n.2033. 44. ARISTÓTELES, c.5 n.3 (BK 1175b1): S. TH., lect.7 n.2044-2047. 45. ARIS-
TÓTELES, c.6 n.7 (BK 230b11): S. TH., lect.10 n.742. 46. ARISTÓTELES, cf. nota 40
47. ARISTÓTELES, c.6 n.812 (BK 230b18; 231a13): S. TH., lect.10 n.742 748.
CUESTIÓN 32
De la causa de la delectación
Pasamos ahora a tratar de las causas de la delectación (cf. q.31 introd.)12.
Y acerca de esta cuestión se formulan ocho preguntas:
1. ¿Es la operación la causa propia de la delectación?—2. ¿Es el mo-
vimiento causa de la delectación?—3. ¿Lo son la esperanza y la memo-
ria?—4. ¿Lo es la tristeza?—5. ¿Son las acciones de otros causa de de-
lectación para nosotros?—6. ¿Es causa de delectación hacer bien a
otros?—7. ¿Es la semejanza causa de delectación?—8. ¿Es la admiración
causa de delectación?
1. ARISTÓTELES, c.11 n.6 (BK 1370a27). 2. ARISTÓTELES, c.11 n.4 (BK 1370a14).
3. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 1153a14); c.13 n.2 (BK 1153b9): S. TH., lect.12 n.1492,1493;
lect.13 n.1505. 4. ARISTÓTELES, c.4 n.5 (BK 1174b20): S. TH., lect.6 n.2025.
a El orden de los artículos de esta cuestión, que no aparece tan claro a primera vista, lo
justifica así S. Ramírez: Primero se estudian las causas inmediatas o perfectivas de la delecta-
ción (artículos 1-6); luego, las causas mediatas o remotas (artículos 7-8). En la primera parte,
ante todo, las causas de la delectación del propio sujeto (artículos 1-5); luego las causas de la
delectación en otros (artículo 6). Como causas propias se señalan las perfectas o totales (artícu-
los 1-2) y las imperfectas o incompletas (artículo 3); luego la causa accidental (artículo 4), y la
recepción de la acción de otros (artículo 5). Como causas remotas o dispositivas, unas son por
parte del objeto (artículo 7), y otras por parte del sujeto (artículo 8).
280 Tratado de las pasiones del alma C.32 a.2
cuanto se nos unen, bien por el conoci- y presente es causa de la delectación.
miento solamente, como cuando nos de- Por eso dice el Filósofo en VII Ethic.6
leitamos en la consideración u observa- que la delectación no se compara a la
ción de algunas cosas; o bien de cual- generación, sino a la operación de una
quier otro modo juntamente con el cosa ya existente. Ahora bien, lo que se
conocimiento, como cuando alguien se mueve hacia algo, aún no lo posee, pero
deleita en conocer que posee un bien se halla en cierto modo en vía de gene-
cualquiera, como riquezas u honor o ración respecto de ello, en cuanto que
algo semejante, los cuales, ciertamente, generación y corrupción están unidas a
no serían deleitables si no se aprehendie- todo movimiento, como dice VIII
sen como poseídos. Pues, como dice el Physic.7 Luego el movimiento no es cau-
Filósofo en II Polit.5, gran delectación hay sa de la delectación.
en juzgar algo como propio, la cual procede 2. Aún más: El movimiento ocasio-
del amor natural de uno a sí mismo. Ahora na especialmente la fatiga y el cansancio
bien, poseer tales cosas no es nada más en las obras. Pero las operaciones, por
que usarlas o poder usarlas. Y esto tiene lo mismo que son laboriosas y fatigosas,
lugar mediante una operación. Por lo no son deleitables, sino más bien aflicti-
tanto, es evidente que toda delectación vas. Luego el movimiento no es causa
se reduce a una operación como a su de la delectación.
causa. 3. Y también: El movimiento impli-
2. A la segunda hay que decir: Aun en ca cierta innovación, que se opone a la
aquellos casos en los que las operaciones costumbre. Pero las cosas acostumbradas
no son fines, sino que lo son las mismas nos son deleitables, como dice el Filósofo
cosas realizadas, éstas son deleitables en en I Rhetoric.8 Luego el movimiento no
cuanto son poseídas o realizadas. Lo es causa de la delectación.
cual se refiere a algún uso u operación. En cambio está lo que dice San
3. A la tercera hay que decir: Las ope- Agustín en VIII Confess.9: ¿Qué es esto,
raciones son deleitables en cuanto son Señor, Dios mío, que siendo tú gozo eterno de
proporcionadas y connaturales al ope- ti mismo y gozando siempre de ti algunas
rante. Ahora bien, siendo finita la poten- criaturas que se hallan junto a ti, goce esta
cia humana, la operación le es propor- otra parte de criaturas con alternativas de
cionada según una cierta medida. De ahí retrocesos y adelantos, de ofensas y reconcilia-
que, si excede esa medida, ya no le será ciones? De lo cual se infiere que los hom-
proporcionada ni deleitable, sino más bres gozan y se deleitan con ciertas al-
bien penosa y tediosa. Y en este sentido, ternativas. Y, por lo tanto, el movimien-
el ocio, el juego y otras cosas que se re- to parece ser causa de delectación.
fieren al descanso, son deleitables en
cuanto quitan la tristeza que resulta del Solución. Hay que decir: Para la delec-
trabajo. tación se requieren tres cosas, a saber:
dos cuya unión es deleitable, y una ter-
cera que es el conocimiento de esta
ARTICULO 2 unión. Y con respecto a las tres, el mo-
vimiento se hace deleitable, como dice el
¿Es el movimiento causa de la Filósofo en VII Ethic.10 y en I Rheto-
delectación? ric. 11 En efecto, por lo que toca a nos-
In Sent. 4 d.49 q.3 a.2 ad 3. otros que nos deleitamos, la mutación
nos resulta deleitable porque nuestra na-
Objeciones por las que parece que el turaleza es mudable, y por esta razón, lo
movimiento no es causa de la delecta- que ahora nos conviene no nos será con-
ción. veniente después, como calentarse al
1. Porque, como se ha dicho ante- fuego es conveniente al hombre en in-
riormente (q.31 a.1), el bien conseguido vierno, pero no en el estío. Por parte del
5. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1263a40): S. TH., lect.4 n.202. 6. ARISTÓTELES, c.12
n.3 (BK 1153a12): S. TH., lect.12 n.1491. 7. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 254a10): S. TH.,
lect.14 n.1015. 8. ARISTÓTELES, c.11 n.3,19 (BK 1370a3; 1371a24). 9. C.3: ML
32,752. 10. ARISTÓTELES, c.14 n.8 (BK 1154b28): S. TH., lect.14 n.1536. 11. ARIS-
TÓTELES, c.11 n.20 (BK 1371a25).
C.32 a.3 De la causa de la delectación 281
bien que deleita y que se nos une, por- ral. Y en este sentido el movimiento no
que la acción continuada de un agente es deleitable sino en cuanto hace desapa-
aumenta el efecto; así, cuanto más tiem- recer lo que es contrario a la disposición
po está uno arrimado al fuego, más se natural.
calienta y se seca. Ahora bien, la disposi- 3. A la tercera hay que decir: Lo acos-
ción natural consiste en una cierta medi- tumbrado se hace deleitable en cuanto
da. Y por eso, cuando la presencia con- llega a ser natural, pues la costumbre es
tinuada del objeto deleitable sobrepasa la como una segunda naturaleza. Ahora
medida de la disposición natural, su re- bien, el movimiento es deleitable, no
moción resulta deleitable. Por parte del ciertamente porque se aparta de la cos-
mismo conocimiento, porque el hombre tumbre, sino más bien porque impide la
desea el conocimiento total y perfecto de corrupción de la disposición natural, que
algo. Así, pues, cuando algunas cosas no podría provenir de la continuidad de al-
pueden ser aprehendidas de modo com- guna operación. Y así por la misma cau-
pleto y simultáneo, deleita en ellas el sa de connaturalidad la costumbre y el
cambio, de manera que pase una y la su- movimiento resultan deleitables.
ceda otra, y así se llegue a conocer el
todo. Por eso dice San Agustín en IV
Confess.12: No quieres que las sílabas se pa- ARTICULO 3
ren, sino que vuelen, para que vengan las otras ¿Son la esperanza y la memoria
y así oigas el conjunto. Así acontece siempre causas de la delectación?
con todas las cosas que componen un todo y cu-
yas partes todas que lo forman no existen al In Sent. 3 d.26 q.1 ad 3; In Metaphys. l.12 lect.8.
mismo tiempo, las cuales más deleitan todas
juntas que no cada una de ellas, de ser posible Objeciones por las que parece que la
sentirlas todas. memoria y la esperanza no son causas de
Luego si hay alguna cosa cuya natura- la delectación.
leza sea inmutable y no pueda darse ex- 1. En efecto, la delectación se origi-
ceso respecto de su natural disposición na de un bien presente, como dice el
por la continuación del objeto deleitable, Damasceno13. Pero la memoria y la es-
y pueda ella contemplar al mismo tiem- peranza miran a un bien ausente, pues la
po todo su objeto deleitable, no habrá memoria es de cosas pasadas y la espe-
para la misma cambio deleitable. Y ranza de cosas futuras. Luego la memo-
cuanto más se acercan a esto algunas de- ria y la esperanza no son causa de la de-
lectaciones, tanto más pueden prolon- lectación.
garse. 2. Aún más: Una misma cosa no es
causa de contrarios. Pero la esperanza es
Respuesta a las objeciones: 1. A la causa de aflicción, pues dice Prov 13,12:
primera hay que decir: Lo que se mueve, La esperanza que se dilata, aflige al alma.
aunque aún no posea perfectamente Luego la esperanza no es causa de delec-
aquello hacia lo que se mueve, comien- tación.
za, sin embargo, a poseer ya algo de 3. Y también: Como la esperanza
ello, y bajo este aspecto, el mismo movi- conviene con la delectación en que am-
miento posee algo de delectación. Pero bas son acerca del bien, así también la
no alcanza la perfección de la delecta- concupiscencia y el amor. Luego no
ción, porque las delectaciones más per- debe asignarse la esperanza como causa
fectas se hallan en las cosas inmóviles. de delectación con preferencia a la con-
El movimiento también resulta deleita- cupiscencia o al amor.
ble, en cuanto por él se hace convenien-
te algo que antes no lo era, o deja de En cambio está lo que dice Rom
serlo, como se ha dicho anteriormente 12,12: Alegraos en la esperanza, y el Sal
(en la sol.). 76,4: Me acordé de Dios y me deleité.
2. A la segunda hay que decir: El mo- Solución. Hay que decir: La delecta-
vimiento produce molestia y cansancio ción es causada por la presencia del bien
en cuanto sobrepasa la disposición natu- conveniente, en cuanto es sentida o se
12. C.11: ML 32,700. 13. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.12: MG 94,929.
282 Tratado de las pasiones del alma C.32 a.4
percibe de cualquier otra manera. Ahora ARTICULO 4
bien, una cosa nos está presente de dos
modos: uno por el conocimiento, en ¿Es la tristeza causa de la
cuanto la cosa conocida está por su se- delectación?
mejanza en el que conoce; otro, según la
realidad, en cuanto una cosa está real- Objeciones por las que parece que la
mente unida a la otra en acto o en po- tristeza no es causa de delectación.
tencia, por cualquier modo de unión. Y 1. En efecto, un contrario no es
como es mayor la unión según la cosa causa de su contrario. Pero la tristeza es
misma que según su semejanza, que es la contraria a la delectación. Luego no es
unión del conocimiento, y asimismo es su causa.
mayor la unión de una cosa en acto que 2. Aún más: Los contrarios tienen
en potencia, por eso la máxima delecta- efectos contrarios. Pero las cosas deleita-
ción es la que se produce por el sentido, bles recordadas son causa de delectación.
que requiere la presencia de la cosa sen- Luego las cosas tristes recordadas son
sible. El segundo grado corresponde a la causa de dolor y no de delectación.
esperanza, en la cual no sólo se da la 3. Y también: La tristeza es a la de-
unión del objeto deleitable por el cono- lectación lo que el odio al amor. Pero el
cimiento, sino también por la facultad o odio no es causa del amor, sino más
posibilidad de alcanzar el bien deleitable. bien al contrario, como se ha dicho an-
Y el tercer grado pertenece a la delecta- teriormente (q.29 a.2). Luego la tristeza
ción de la memoria, que tiene solamente no es causa de delectación.
la unión del conocimiento. En cambio está lo que dice Sal 41,4:
Respuesta a las objeciones: 1. A la Mis lágrimas me han servido de pan día y no-
primera hay que decir: La esperanza y la che. Ahora bien, por pan se entiende el
memoria son de cosas que, absolutamen- sustento de la delectación. Luego las lá-
te hablando, están ausentes, las cuales, grimas que se originan de la tristeza
no obstante, están bajo cierto, aspecto pueden ser deleitables.
presentes, esto es, o por la sola aprehen-
sión, o bien por la aprehensión y el po- Solución. Hay que decir: La tristeza
der, en la estimación al menos, de conse- puede considerarse de dos maneras: una,
guirlas. en cuanto existe en acto; otra, en cuanto
2. A la segunda hay que decir: Nada está en la memoria. Y de una y otra ma-
impide que una misma cosa sea bajo di- nera la tristeza puede ser causa de delec-
versos aspectos causa de contrarios. Así, tación. En efecto, la tristeza existente en
pues, la esperanza, en cuanto implica el acto es causa de delectación, en cuanto
aprecio presente de un bien futuro, pro- que trae a la memoria la cosa amada, de
duce delectación, pero, en cuanto carece cuya ausencia uno se entristece, y, sin
de su presencia, causa aflicción. embargo, con sola la aprehensión de ella
3. A la tercera hay que decir: También se deleita. Pero el recuerdo de la tristeza
el amor y la concupiscencia causan de- se convierte en causa de delectación por
lectación. En efecto, todo lo amado se razón de la evasión subsiguiente, pues el
hace deleitable al amante, porque el carecer de un mal se considera como un
amor es una cierta unión o connaturali- bien. De ahí que por el hecho de que un
dad del amante con lo amado. De igual hombre conoce haberse liberado de al-
manera también todo lo deseado es de- gunas cosas tristes y dolorosas, se acre-
leitable al que lo desea, ya que la concu- cienta en él la materia del gozo, confor-
piscencia es principalmente apetito de me a lo cual dice San Agustín en XXII
delectación. Pero, sin embargo, la espe- De civ. Dei14 que muchas veces recordamos
ranza, en cuanto implica una certeza de alegres las cosas tristes, y sanos los dolores sin
la presencia real del bien que deleita, dolor, y entonces estamos más alegres y conten-
que no incluyen ni el amor ni la concu- tos. Y en VIII Confess.15: Cuanto mayor ha
piscencia, se considera más causa de de- sido el peligro en el combate, tanto mayor es
lectación que éstas. E igualmente más el gozo en el triunfo.
que la memoria, que es de lo pasado. Respuesta a las objeciones: 1. A la
14. Cf. S. GREGORIO, Moral, 1.4 c.36: ML 75,678. 15. C.3: ML 32,752.
C.32 a.5 De la causa de la delectación 283
primera hay que decir: A veces un contra- dos cosas para la delectación, a saber: la
rio es accidentalmente causa de su con- consecución del bien propio y el conoci-
trario, como lo frío a veces calienta, según miento del bien propio conseguido.
dice VIII Physic.16 Y de igual modo, la Luego la operación de otro puede ser
tristeza es accidentalmente causa de de- causa de delectación de tres modos.
lectación, en cuanto por ella se realiza la Uno, en cuanto que por la operación de
aprehensión de algo deleitable. otro conseguimos algún bien, y de esta
2. A la segunda hay que decir: Las co- manera las operaciones de aquellos que
sas tristes recordadas causan delectación nos hacen algún bien nos son deleita-
no en cuanto tristes y contrarias a las bles, porque recibir bien de otro es de-
deleitables, sino en cuanto el hombre se leitable. Otro, por el hecho de que las
ve libre de ellas. Y de modo semejante, operaciones de otros nos hacen conocer
el recuerdo de las cosas deleitables, por o apreciar el bien propio. Y por esta ra-
el hecho de que se han perdido, puede zón los hombres se deleitan en ser alaba-
causar tristeza. dos u honrados por otros, porque de
3. A la tercera hay que decir: El odio este modo se persuaden de que en ellos
también puede ser accidentalmente causa mismos hay algún bien. Y como esta es-
del amor, esto es, a la manera como al- timación se origina con más firmeza por
gunos se aman, por cuanto convienen en el testimonio de los buenos y de los sa-
el odio de una misma cosa. bios, por eso los hombres se deleitan
más en los honores y alabanzas de éstos.
ARTICULO 5 Y como el adulador aparenta alabar, por
esto a algunos les son también deleita-
¿Nos son causa de delectación las bles las adulaciones. Y como el amor es
acciones de otros? de algún bien y la admiración de algo
grande, por eso es deleitable ser amados
y admirados por otros, en cuanto el
Objeciones por las que parece que
las acciones de otros no son para nos- hombre recibe así el aprecio de su pro-
pia bondad y grandeza, en las que uno
otros causa de delectación.
se deleita. Un tercer modo, en cuanto las
1. En efecto, la causa de la delecta-
ción es el bien propio unido. Pero las mismas acciones de otros, si son buenas,
se estiman como un bien propio por la
operaciones de los otros no nos están
fuerza del amor, que hace estimar al
unidas. Luego no son para nosotros cau-
amigo como idéntico a sí mismo. Y a
sas de delectación.
2. Aún más: La operación es el bien causa del odio, que hace juzgar contra-
propio del que obra. Si, pues, las opera- rio a sí el bien de otro, nos resulta delei-
ciones de otros son para nosotros causa table la acción mala de un enemigo. Por
de delectación, por igual razón todos sus eso dice 1 Cor 13,6 que la caridad no se
otros bienes serán para nosotros causa alegra de la iniquidad, mas se complace en la
de delectación, lo cual es evidentemente verdad.
falso. Respuesta a las objeciones: 1. A la
3. Y también: La operación es delei- primera hay que decir: La operación de
table en cuanto procede de un hábito otro puede estarme unida o por el efec-
que nos es innato. Por eso dice II to, como en el primer modo; o por el
Ethic.17 que es necesario considerar como se- conocimiento, como en el segundo
ñal de que se ha contraído un hábito el deleite modo; o bien por la afección, como en
que se produce en la operación. el tercer modo.
2. A la segunda hay que decir: Ese ar-
En cambio está lo que dice la.segun- gumento es procedente en cuanto al ter-
da carta canónica de Jn 4: Mucho me he cer modo, mas no en cuanto a los dos
alegrado al saber que tus hijos caminan en la primeros.
verdad. 3. A la tercera hay que decir: Las ope-
Solución. Hay que decir: Como ya se raciones de otros, aunque no proceden
ha expuesto (a.1; q.31 a.1), se requieren de los hábitos que hay en mí, causan en
16. ARISTÓTELES, c.1 n.8 (BK 251a31): S. TH., lect.2 n.977. 17. ARISTÓTELES, c.3
n.l (BK 1104b3): S. TH., lect.3 n.266.
284 Tratado de las pasiones del alma C.32 a.6
mí algo deleitable, o me hacen apreciar a los amigos, como en nuestro propio
o conocer mi propio hábito, o proceden bien. Segundo, por relación al fin, como
del hábito de aquel que es uno conmigo cuando uno, por hacer bien a otro, espe-
por el amor. ra conseguir algún bien para sí mismo,
ya de Dios, ya del hombre, pues la espe-
ARTICULO 6 ranza es causa de delectación. Tercero,
por relación al principio. Y así el hecho
¿Es causa de delectación hacer bien de hacer bien a otro, puede ser deleita-
a otros? ble por relación a un triple principio.
Uno de los cuales es la facultad de hacer
Objeciones por las que parece que bien, y de este modo hacer bien a otro
hacer bien a otro no es causa de delecta- resulta deleitable, en cuanto por ello lle-
ción. ga el hombre a imaginarse que existe en
1. En efecto, la delectación proviene él bien abundante, del que puede hacer
de la consecución del bien propio, como partícipes a otros. Y por eso los hom-
se ha dicho (a.1; q.31 a.1). Pero hacer bres se deleitan en sus hijos y en sus
bien no pertenece a la consecución del propias obras, como a los que comuni-
bien propio, sino a su erogación. Luego can su propio bien. Otro principio es la
más parece ser causa de tristeza que de inclinación habitual por la que se hace
delectación. connatural a uno el hacer beneficios. De
2. Aún más: El Filósofo dice en IV ahí que los hombres generosos sientan
Ethic.18 que la avaricia es más connatural a placer en dar a otros. El tercer principio
los hombres que la prodigalidad. Pero es es el motivo, como cuando uno es mo-
propio de la prodigalidad hacer bien a vido por otro a quien ama a hacer bien
otros, y de la avaricia desistir de hacerlo. a alguien, pues todo lo que hacemos o
Luego, siendo la operación connatural padecemos por el amigo es deleitable,
deleitable a cada uno, como dice VII 19 y porque el amor es la causa principal de
X Ethic.20, parece que hacer bien a otros la delectación.
no es causa de delectación. Respuesta a las objeciones: 1. A la
3. Y también: Los efectos contrarios primera hay que decir: La erogación, en
proceden de causas contrarias. Pero al- cuanto es indicativa del propio bien, es
gunas cosas que consisten en hacer mal deleitable. Pero en cuanto priva de él,
son naturalmente deleitables para el puede contristar, como cuando es inmo-
hombre, como el vencer, refutar o incre- derada.
par a otros, y aun el castigar, en cuanto 2. A la segunda hay que decir: La pro-
a los airados, como dice el Filósofo en I digalidad implica una erogación inmode-
Rhetoric.21 Luego hacer bien más es cau- rada, que repugna a la naturaleza. Y por
sa de tristeza que de delectación. eso se dice que la prodigalidad es con-
traria a la naturaleza.
En cambio está lo que dice el Filóso-
3. A la tercera hay que decir: El ven-
fo en II Polit.22, que dar con largueza y so- cer, refutar y castigar no son deleitables
correr a los amigos o extraños es muy delei- en cuanto son para mal de otro, sino en
table.
cuanto pertenecen al bien propio, que el
Solución. Hay que decir: El hecho hombre ama más que odia el mal de
mismo de hacer bien a otro puede ser otro. El vencer, en efecto, es natural-
causa de delectación de tres modos. Pri- mente deleitable, por cuanto produce en
mero, por relación al efecto, que es el el hombre la estima de la propia excelen-
bien producido en otro. Y, bajo este as- cia. Y por eso todos los juegos en los
pecto, en cuanto consideramos el bien que hay competición y es posible la vic-
de otro como nuestro bien a causa de la toria, son los más deleitables; y en gene-
unión del amor, nos deleitamos en el ral, todas las competiciones en que hay
bien que hacemos a otros, especialmente esperanza de triunfo. Refutar e increpar
18. ARISTÓTELES, c.1 n.37 (BK 1121b14): S. TH., lect.5 n.698. 19. ARISTÓTELES,
c.14 n.15 (BK 1174b20): S. TH., lect.14 n.1533. 20. ARISTÓTELES, c.4 n.5 (BK 1174b20):
S. TH., lect.6 n.2025. 21. ARISTÓTELES, c.11 n.9,13,27 (BK 1370b10; b30; 1371b29).
22. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1263b5): S. TH., lect.4 n.203.
C.32 a.7 De la causa de la delectación 285
pueden ser causa de delectación de dos semejante, en cuanto es uno, es deleita-
modos. Primero, en cuanto dan al hom- ble, como se ha dicho anteriormente
bre la persuasión de su propia sabiduría (q.27 a.3). Y ciertamente, si lo que es se-
y excelencia; pues increpar y corregir es mejante no destruye el bien propio, sino
propio de los sabios y de los superiores. que lo aumenta, es absolutamente delei-
Segundo, en cuanto que, increpando y table, como el hombre al hombre y el
reprendiendo uno, hace bien a otro, lo joven al joven. Mas si es destructor del
cual es deleitable, como queda dicho (en bien propio, entonces accidentalmente
la sol.). Al airado le es deleitable cas- resulta fastidioso y aflictivo, no cierta-
tigar, por cuanto se figura que quita la mente en cuanto es semejante y uno,
aparente humillación que parece deberse sino en cuanto destruye lo que es más
a un previo agravio; pues cuando uno es uno.
ofendido por otro, parece ser rebajado Pero el que algo semejante destruya el
por él, y por eso desea librarse de esta bien propio sucede de dos modos. Pri-
humillación devolviendo el daño. Y así mero, porque destruye la medida del
aparece claro que hacer bien puede ser propio bien por cierto exceso; pues el
de suyo deleitable, mientras que hacer bien, especialmente el corporal, como la
mal a otro no es deleitable sino en cuan- salud, consiste en una cierta medida. Y
to parece interesar al bien propio. por eso el exceso en la comida o en
cualquier delectación corporal produce
hastío. Segundo, por ser directamente
ARTICULO 7 contrario al bien propio, como los alfa-
¿Es la semejanza causa de reros detestan a los otros alfareros, no
delectación? en cuanto alfareros, sino en cuanto que
por ellos pierden su propia primacía o
su lucro, que apetecen como bien
Objeciones por las que parece que la propio.
semejanza no es causa de delectación.
1. En efecto, regir y presidir impli- Respuesta a las objeciones: 1. A la
can cierta desemejanza. Pero regir y presi- primera hay que decir: Existiendo comuni-
dir es naturalmente deleitable, como dice cación entre el príncipe y el subdito, hay
I Rhetoric.23 Luego la desemejanza, más en este caso semejanza, mediando, no
bien que la semejanza, es causa de la de- obstante, una cierta excelencia, porque
lectación. regir y presidir pertenecen a la excelen-
2. Aún más: Nada hay más deseme- cia del bien propio, pues regir y presidir
jante a la delectación que la tristeza. es propio de los sabios y de los mejores.
Pero aquellos que padecen tristeza son De ahí que el hombre llegue a formarse
los que buscan las delectaciones, como así la idea de su propia bondad. O bien
dice VII Ethic.24 Luego la desemejanza, porque el hombre, por el hecho de regir
más bien que la semejanza, es causa de y presidir, hace bien a otros, lo cual es
la delectación. deleitable.
3. Y también: Aquellos que están 2. A la segunda hay que decir: Aquello
saciados de algunas delectaciones, no se en que se deleita el que está triste, si
deleitan en ellas, sino más bien les pro- bien no es semejante a la tristeza, es, sin
ducen fastidio, como es evidente en el embargo, semejante al hombre contrista-
que está harto de manjares. Luego la se- do, porque la tristeza es contraria al bien
mejanza no es causa de delectación. propio del que está triste. Y por eso los
que se hallan afectados por la tristeza
En cambio está que la semejanza es desean la delectación como conducente
causa del amor, como se ha dicho ante- al propio bien, en cuanto es remedio de
riormente (q.27 a.3). Ahora bien, el su contrario. Y ésta es la causa por la
amor es causa de delectación. Luego la que las delectaciones corporales a las
semejanza es causa de delectación. que son contrarias ciertas tristezas, se
Solución. Hay que decir: La semejanza desean más que las delectaciones intelec-
es una cierta unidad, de donde lo que es tuales, que no tienen tristeza contraria,
23. ARISTÓTELES, c.11 n.27 (BK 1371b26). 24. ARISTÓTELES, c.14 n.4.6 1154a27;
bll): S. TH., lect.14n.1523.
286 Tratado de las pasiones del alma C.32 a.8
como se dirá más adelante (q.35 a.5). De en lo acostumbrado, por lo que las ope-
ahí también que todos los animales ape- raciones de los hábitos adquiridos por la
tezcan naturalmente la delectación, por- costumbre son deleitables. Pero lo acos-
que el animal obra siempre por los senti- tumbrado no causa admiración, como
dos y el movimiento. Y por este motivo dice San Agustín Super Ioan. 30 Luego la
también los jóvenes desean en gran ma- admiración es contraria a la causa de la
nera las delectaciones, a causa de los delectación.
muchos cambios que hay en ellos, mien- En cambio está lo que dice el Filóso-
tras se hallan en estado de crecimiento. fo en I Rhetoric.31, que la admiración es
Asimismo, los melancólicos desean gran- causa de delectación.
demente las delectaciones a fin de ahu-
yentar la tristeza, porque su cuerpo es como Solución. Hay que decir: Alcanzar las
corroído por un humor maligno, según dice cosas que se desean es deleitable, como
VII Ethic.25 se ha dicho anteriormente (q.23 a.4; q.31
3. A la tercera hay que decir: Los bie- a.1 ad 2). Y por eso, cuanto más aumen-
nes corporales consisten en una cierta ta el deseo de la cosa amada, tanto más
medida, y por eso el sobreexceso de ta- aumenta la delectación cuando se consi-
les cosas destruye el propio bien. Y por gue. Y aun en el aumento mismo del de-
esta razón resulta fastidioso y contristan- seo se produce también aumento de de-
te, en cuanto es contrario al bien propio lectación, por cuanto hay también espe-
del hombre. ranza de la cosa amada, según se ha
dicho anteriormente (a. 3 ad 3) que el
mismo deseo es deleitable por la espe-
ARTICULO 8
ranza. Ahora bien, la admiración es cier-
¿Es la admiración causa de to deseo de saber, que en el hombre tie-
delectación? ne lugar porque ve el efecto e ignora la
causa, o bien porque la causa de tal efec-
to excede su conocimiento o su facultad.
Objeciones por las que parece que la
Por consiguiente, la admiración es causa
admiración no es causa de delectación.
de delectación, en cuanto va acompaña-
1. En efecto, admirarse es propio
da de la esperanza de conseguir el cono-
del que ignora la naturaleza, como dice
cimiento de lo que se desea saber. Y por
el Damasceno26. Pero la ignorancia no
esta razón todas las cosas maravillosas
es deleitable, sino más bien la ciencia.
son deleitables, como las cosas raras, y
Luego la admiración no es causa de de-
todas las representaciones de las cosas,
lectación.
aun de aquellas que en sí mismas no son
2. Aún más: La admiración es el
principio de la sabiduría, como la vía deleitables; pues el alma goza en la com-
para investigar la verdad, según se dice paración de una cosa con otra, porque
comparar una cosa con otra es un acto
en el principio de los Metafísicos27. Pero
propio y connatural de la razón, como
es más deleitable contemplar lo ja conocido
dice el Filósofo en su Poética32. Y por
que investigar lo ignorado, como dice el Fi-
este mismo motivo, librarse de grandes pe-
lósofo en X Ethic.28, puesto que esto su-
ligros es más deleitable, porque es admirable,
pone dificultad y obstáculo, mientras
que aquello, no. Ahora bien, la delecta- como dice I Rhetoric.33
ción proviene de una operación no im- Respuesta a las objeciones: 1. A la
pedida, como dice VII Ethic.29 Luego la primera hay que decir: La admiración no
admiración no es causa de delectación, es deleitable en cuanto implica ignoran-
sino que más bien la impide. cia, sino en cuanto incluye el deseo de
3. Y también: Cada uno se deleita conocer la causa y en cuanto el que se
25. ARISTÓTELES, c.14 n.5.6 (BK 1154b7; b11): S. TH., lect.14 n. 1528,1529,1532. 26. SAN
JUAN DAMASCENO. 27. ARISTÓTELES, 1.1 c.2 n.8 (BK 982b12): S. TH., lect.3 n.54.
28. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 1177a26): S. TH., lect.10 n.2092. 29. ARISTÓTELES, c.12
n.3 (BK 1153a14); c.13 a.2 (BK 1153b11): S. TH., lect.12 n.1493; lect.13 n.1505. 30. Tract.
24 super 6,2: ML 35,1593. 31. ARISTÓTELES, c.11 n.21,23 (BK 1371a31; b4). 32. ARIS-
TÓTELES, c.4 n.2 (BK 1448b9). 33. ARISTÓTELES, c.11 n.24 (BK 1371b10).
C.32 a.8 De la causa de la delectación 287
admira aprende algo de nuevo, es decir, miento de la propia ignorancia. De ahí
que es tal como no pensaba. que el hombre se deleite especialmente
2. A la segunda hay que decir: La de- en las cosas que descubre o aprende por
lectación importa dos cosas, a saber: la primera vez.
quietud en el bien y la percepción de 3. A la tercera hay que decir: Es delei-
esta quietud. Respecto de la primera, table hacer las cosas acostumbradas, por
como es más perfecto contemplar la ver- cuanto son cuasi connaturales. Y, sin
dad conocida que investigar la descono- embargo, las cosas raras pueden ser de-
cida, la contemplación de las cosas sabi- leitables, o por razón del conocimiento,
das es, propiamente hablando, más delei- porque se desea conocerlas por lo que
table que la investigación de las cosas tienen de admirables, o bien por razón
desconocidas. Sin embargo, respecto de de la operación, porque la mente es más
la segunda, sucede que la investigación inclinada por el deseo a actuar más intensa-
es algunas veces más deleitable acciden- mente sobre cosas nuevas, como dice X
talmente, en cuanto que procede de un Ethic.34, pues la operación más perfecta
deseo mayor suscitado por el conoci- causa más perfecta delectación.
1. S. PABLO.
C.33 a.2 De los efectos de la delectación 289
cía de la cosa que produce ya delecta- delectación no produce de suyo sed o
ción, porque el ánimo se entrega más a deseo de sí misma, sino sólo accidental-
la cosa que ya le deleita que a la cosa de- mente, si se trata de la sed o deseo del
seada y no poseída, ya que la delectación apetito de la cosa no poseída, pues la de-
es el fin del deseo. lectación es la afección del apetito res-
3. A la tercera hay que decir: Aquel pecto de una cosa presente. Lo cual pue-
que se deleita estrecha ciertamente la de provenir o por parte de la cosa poseí-
cosa que le deleita mientras se adhiere a da o por parte del que la posee. Por
ella fuertemente, pero ensancha su cora- parte de la cosa poseída, porque no se la
zón para disfrutar perfectamente de la posee toda a la vez, sino que se recibe
cosa deleitable. sucesivamente, y mientras uno se deleita
en aquello que posee, desea disfrutar de
lo que le falta; como el que oye la pri-
ARTICULO 2 mera parte de un verso, desea oír la otra
¿Produce la delectación sed o deseo parte del verso, según dice San Agustín
de sí? en IV Confess.3 Y de este modo casi to-
das las delectaciones corporales produ-
In Sent. 4 d.49 q.3 a.2 ad 3; In Io. c.4 lect.2. cen sed de sí mismas hasta que se consu-
Objeciones por las que parece que la man, porque tales delectaciones siguen a
delectación no produce el deseo de sí. un movimiento, como aparece claro en
1. En efecto, todo movimiento cesa la delectación de los manjares. Por parte
cuando ha llegado al reposo. Pero la de- del poseedor, como cuando uno no po-
lectación es como una cierta quietud del see al instante perfectamente una cosa
movimiento del deseo, según se ha di- que existe perfecta en sí, sino que la ad-
cho anteriormente (q.23 a.4; q.25 a.2). quiere poco a poco. Así, en este mundo,
Luego el movimiento del deseo cesa nosotros nos deleitamos con una percep-
cuando ha llegado a la delectación. Lue- ción imperfecta del conocimiento divi-
go la delectación no causa el deseo. no, y esta delectación excita la sed o el
2. Aún más: Lo opuesto no es causa deseo de un conocimiento perfecto. En
de su opuesto. Pero la delectación se este sentido puede entenderse lo que se
opone en cierto modo al deseo por parte halla en Eclo 24,29: Los que me beben, aún
del objeto; pues el deseo es del bien no tendrán sed.
poseído, mientras la delectación es del En cambio, si por sed o deseo se en-
bien ya poseído. Luego la delectación no tiende la mera intensidad del afecto que
causa el deseo de sí misma. hace desaparecer el fastidio, entonces las
3. Y también: El hastío repugna al delectaciones espirituales producen en
deseo. Pero la delectación la mayor parte alto grado sed o deseo de sí mismas.
de las veces causa hastío. Luego no pro- Porque las delectaciones corporales en
duce el deseo de sí. razón de su acrecentamiento o incluso
por su continuidad desbordan los límites
En cambio está lo que dice el Señor, de la disposición natural y llegan a ha-
Jn 4,13: El que bebiere de esta agua volverá cerse fastidiosas, como se ve claro en la
a tener sed. Mas por el agua se significa la delectación de los manjares. Y por eso,
delectación corporal, según San Agus- cuando uno ha llegado ya a lo completo
tín 2 . en las delectaciones corporales, le has-
Solución: Hay que decir: La delecta- tían, y a veces desea otras distintas. Mas
ción puede considerarse de dos maneras: las delectaciones espirituales no rompen
una, en cuanto está en acto; otra, en el equilibrio de la disposición natural,
cuanto está en la memoria. Asimismo, la sino que perfeccionan la naturaleza. Por
sed o el deseo puede entenderse de dos eso cuando se llega en ellas a la consu-
modos: uno, propiamente, en cuanto im- mación, entonces son más deleitables, a
porta el apetito de la cosa no poseída; no ser quizás accidentalmente, en cuanto
otro, en general, en cuanto implica ex- se asocian a la operación contemplativa
clusión del fastidio. algunas operaciones de las potencias cor-
Así, pues, en cuanto está en acto, la porales que por la asiduidad en el obrar
4. ARISTÓTELES, c.3 n.7 (BK 247b10): S. Tu., lect.6 n.925. 5. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK
1140b12): S. TH., lect.4 n.1169. 6. ARISTÓTELES, c.5 n.5 (BK 1175b13): S. TH., lect.6
n.2045. 7. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1140b12): S. TH., lect.4 n.1169.
C.33 a.4 De los efectos de la delectación 291
primer modo, ambos juicios son impedi- 2. Aún más: Nada se perfecciona a
dos. Tercero, por una cierta ligadura, es sí mismo o a su causa. Pero la delecta-
decir, en cuanto que a la delectación ción es una operación, como dice VII 8 y
corporal sigue una alteración corporal, X Ethic.9, lo cual debe entenderse o
mayor aún que en otras pasiones, por esencial o causalmente. Luego la delecta-
cuanto el apetito es afectado más vehe- ción no perfecciona la operación.
mentemente por la cosa presente que 3. Y también: Si la delectación per-
por la ausente. Y estas perturbaciones fecciona la operación, la perfecciona o
corporales impiden el uso de la razón, como fin, o como forma, o como agen-
como aparece claro en los ebrios, que te. Pero no lo hace como fin, porque las
tienen el uso de la razón ligado o impe- operaciones no se buscan por las delec-
dido. taciones, sino, al contrario, como se ha
Respuesta a las objeciones: 1. A la dicho anteriormente (q.4 a.2). Ni tampo-
primera hay que decir: La delectación cor- co a modo de agente, porque más bien
poral implica, ciertamente, la quietud del es la operación la causa eficiente de la
apetito en lo que le deleita, quietud que delectación. Ni, por último, como for-
a veces es contraria a la razón; pero por ma, pues la delectación no perfecciona la ope-
parte del cuerpo siempre implica altera- ración como si fuese un hábito, según el Fi-
ción. Y por ambos motivos impide el lósofo en X Ethic.10 Luego la delecta-
uso de la razón. ción no perfecciona la operación.
2. A la segunda hay que decir: Las po-
tencias apetitiva y aprehensiva son, cier- En cambio está lo que dice en el
tamente, partes diversas, pero pertene- mismo lugar 11 , que la delectación per-
cen a una sola alma. Y por eso, cuando fecciona la operación.
la atención del alma se aplica vehemen- Solución: Hay que decir: La delecta-
temente al acto de una, se halla impedi- ción perfecciona la operación de dos
da respecto del acto contrario de la otra. modos. Uno, a manera de fin, no preci-
3. A la tercera hay que decir: El uso samente en cuanto se dice fin aquello
de la razón requiere el uso debido de la por lo cual una cosa es, sino en cuanto
imaginación y de las otras potencias sen- puede llamarse fin a todo bien que so-
sitivas, que se sirven de un órgano cor- breviene a una cosa para completarla. Y
poral, y, por consiguiente, impedido el en este sentido dice el Filósofo en X
acto de la potencia imaginativa y el de Ethic.12 que la delectación perfecciona la
las otras potencias sensitivas por la in- operación como un fin que sobreviene, es de-
mutación corporal, es impedido el uso cir, en cuanto a este bien que es la ope-
de la razón.
ración sobreviene otro bien que es la de-
lectación, ia cual importa el reposo del
ARTICULO 4 apetito en el bien presupuesto. El segun-
¿Perfecciona la delectación a la do modo es por parte de la causa agen-
operación? te. No, en verdad, directamente, porque
In Sent. 4 d.49 q.3 a.3 q.a3 ad 3; In Ethic. 10 lect.6.7.
el Filósofo dice en X Ethic. 13 que la de-
lectación perfecciona la operación no como el
Objeciones por las que parece que la médico al sano, sino como la salud. Mas sí
delectación no perfecciona la operación. indirectamente, es decir, en cuanto el
1. En efecto, toda operación depen- agente, por el hecho de deleitarse en su
de del uso de la razón. Pero la delecta- acción, le presta atención más intensa-
ción impide el uso de la razón, como mente y la ejecuta con mayor diligencia.
queda dicho (a.3). Luego la delectación Y conforme a esto dice X Ethic.14 que
no perfecciona, sino que debilita la ope- las delectaciones aumentan sus operaciones co-
ración humana. rrespondientes e impiden las extrañas.
8. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 1153a10); 13 n.2 (BK 1153b12): S. TH., lect.12 n.1492; lect.13
n.1505. 9. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1175b33): S. TH., lect.8 n.2052. 10. ARISTÓTE-
LES, c.4 n.8 (BK 1174b31): S. TH., lect.6 n.2031. 11. Cf. nota ant. 12. Cf. nota 10.
13. ARISTÓTELES, c.4 n.6 (BK 1174b24): S. TH., lect.6 n.2027. 14. ARISTÓTELES, c.5 n.2
(BK 1175a36): S. TH., lect.7 n.2042,2043.
292 Tratado de las pasiones del alma C.33 a.4
Respuesta a las objeciones: 1. A la dos cosas sean causas mutuamente la
primera hay que decir: No toda delectación una de la otra, de manera que una sea
impide el acto de la razón, sino la delec- causa eficiente y la otra causa final. Y de
tación corporal, que no sigue al acto de este modo la operación produce la delec-
la razón, sino al acto del concupiscible, tación como causa eficiente, mientras la
que se acrecienta por la delectación. Mas delectación perfecciona la operación a
la delectación que sigue al acto de la ra- modo de fin, según queda dicho (en la
zón robustece el uso de ésta. sol.).
2. A la segunda hay que decir: Como 3. A la tercera hay que decir: La res-
indica II Physic.15, puede suceder que puesta es evidente por lo dicho.
1. § 32: MG 3,733; S. TH., lect.22 n.584-585. 2. ARISTÓTELES, c.11 n.4 (BK 1152b16):
S. TH., lect.1 1 n.1477. 3. Cf. ORÍGENES, In Num. hom.6: MG 12,610. 4. ARISTÓTELES,
c.5 n.10 (BK 1176a17): S. TH., lect.8 n.2062. 5. S. PABLO. 6. ARISTÓTELES, c.3 n.10
(BK 1105a9): S. TH., lect.3 n.278. 7. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 1172a28): S. TH., lect.1
n.1959. 8. ARISTÓTELES, 1.3 c.3 n.1 (BK 427a21): S. TH., lect.4 n.617.
294 Tratado de las pasiones del alma C.34 a.2
de sus palabras. Porque en las acciones y riormente (q.33 a.3), o por la contrarie-
pasiones humanas, en las que la expe- dad del apetito que descansa en lo que
riencia vale muchísimo, mueven más los repugna a la razón, de donde proviene
ejemplos que las palabras. el que la delectación sea moralmente
Luego debe decirse que algunas delec- mala; o bien por cierta sujeción de la ra-
taciones son buenas y otras malas. La zón, como el placer del acto conyugal,
delectación es el descanso de la potencia aunque sea conforme a la razón, impide,
apetitiva en algún bien amado y consi- sin embargo, el uso de la razón por la
guiente a una operación. De ahí que mutación corporal que la acompaña.
pueda asignarse un doble argumento a Mas de esto no se sigue malicia moral,
esta aserción. El primero, ciertamente, como tampoco el sueño en el que está li-
por parte del bien en el que descansando gado el uso de la razón es moralmente
uno se deleita. Pues en el orden moral lo malo si se ha entregado uno a él confor-
bueno y lo malo se determinan por su me a la razón, porque también es propio
conformidad o desacuerdo con la razón, de la misma razón el que a veces se inte-
según se ha dicho anteriormente (q.18 rrumpa su uso. Decimos, sin embargo,
a.5), así como en el orden natural una que esta ligadura de la razón por el de-
cosa se dice natural porque conviene a la leite en el acto conyugal, aunque no im-
naturaleza e innatural porque está en de- plique malicia moral, porque no es peca-
sacuerdo con ella. Por consiguiente, del do mortal ni venial, proviene, no obs-
mismo modo que en el orden natural se tante, de cierta malicia moral, esto es,
da un cierto reposo natural en lo que es del pecado de nuestro primer padre,
conforme a la naturaleza, como cuando pues esto no se daba en el estado de ino-
un cuerpo pesado reposa abajo, y otro cencia, como consta de lo que ya se ha
reposo innatural en lo que es contrario a dicho (1 q.98 a.2).
la naturaleza, como cuando un cuerpo 2. A la segunda hay que decir: El mo-
pesado reposa en lo alto; así también en derado no rehuye todas las delectacio-
el orden moral hay una delectación bue- nes, sino las inmoderadas y no confor-
na en cuanto que el apetito superior o mes con la razón. Pero el hecho de que
inferior descansan en lo que es conforme los niños y las bestias busquen las delec-
a la razón, y otra delectación mala, por taciones no demuestra que sean umver-
descansar en lo que está en desacuerdo salmente malas, porque en ellos hay un
con la razón y con la ley de Dios. apetito natural proveniente de Dios que
Otro argumento puede tomarse de las se mueve hacia lo que les es conve-
operaciones, de las cuales unas son bue- niente.
nas y otras malas. Ahora bien, son más 3. A la tercera hay que decir: El arte
afines a las operaciones las delectaciones no versa sobre toda clase de bien, sino
que les están unidas que las concupis- sobre las cosas exteriores factibles, como
cencias que les preceden en el tiempo. se dirá más adelante (q.57 a.3). Pero las
Por lo tanto, siendo buenos los deseos operaciones y pasiones que hay en nos-
de las buenas acciones y malos los de las otros pertenecen más bien a la prudencia
malas, con mayor razón las delectaciones y a la virtud que al arte. Y, sin embar-
de las buenas operaciones son buenas y go, hay algún arte productivo de la de-
las de las malas, malas. lectación, a saber, el arte culinario y el
Respuesta a las objeciones: 1. A la de la perfumería, como dice VII Ethic.9
primera hay que decir: Como se ha indica-
do anteriormente (q.33 a.3), las delecta- ARTICULO 2
ciones que son del acto de la razón no ¿Es buena toda delectación?a
impiden el uso de la razón, ni destruyen
la prudencia, sino las delectaciones ex- In Sent. 4 d.49 q.3 a.4 q.a1; In Ethic. 7 lect.11; 10
lect.4.8.
trañas, como son las delectaciones cor-
porales. Estas, ciertamente, impiden el Objeciones por las que parece que
uso de la razón, como se ha dicho ante- toda delectación es buena.
a En la valoración de las pasiones empieza Santo Tomás por rechazar la posición extrema
C.34 a.2 De la bondad y malicia de las delectaciones 295
1. En efecto, como ya se ha dicho suceder que lo que no es bueno en sí
(1 q.57 a.3), el bien se divide en hones- mismo sea bueno para un individuo de-
to, útil y deleitable. Pero todo lo hones- terminado, por dos razones. Una, por-
to es bueno, e igualmente todo lo útil. que le es conveniente según la disposi-
Luego también toda delectación es ción en que se encuentra actualmente, la
buena. cual, sin embargo, no es natural; como a
2. Aún más: Aquello es bueno en sí veces es bueno para un leproso comer
mismo que no se busca por razón de algunas cosas venenosas, que no convie-
otra cosa, como dice I Ethic.10 Pero la nen, absolutamente hablando, a la com-
delectación no se busca por razón de plexión humana. La segunda razón, por-
otra cosa, pues parece ridículo preguntar que se estima como conveniente lo que
a alguien por qué quiere deleitarse. Lue- no es tal. Y como la delectación es el re-
go la delectación es buena en sí misma. poso del apetito en el bien, si aquello en
Mas lo que se predica por sí de algo, se lo que reposa el apetito es bueno absolu-
predica universalmente de ello. Luego tamente, habrá delectación absolutamen-
toda delectación es buena. te y será buena en absoluto. Si, en cam-
3. Y también: Lo que es deseado bio, no es un bien absolutamente, sino
por todos parece ser por sí mismo bue- para un individuo determinado, enton-
no, pues el bien es lo que apetecen todas las ces ni es delectación en sentido absoluto,
cosas, como dice I Ethic. 11 Pero todos, sino para tal individuo, ni es absoluta-
aun los niños y las bestias, apetecen al- mente buena, sino bajo un cierto aspec-
guna delectación. Luego la delectación to, o aparentemente buena.
es buena por sí misma, y, por consi-
guiente, toda delectación es buena. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Lo honesto y lo útil
En cambio está lo que dice Prov se dicen respecto de la razón, y, por
2,14: Quienes se gozan cuando han hecho el consiguiente, nada hay honesto o útil
mal y se alegran en cosas muy malas. que no sea bueno. Mas lo deleitable se
Solución: Hay que decir: Así como al- dice respecto del apetito, que a veces
gunos estoicos 12 afirmaron que todas las tiende a lo que no es conveniente a la
delectaciones eran malas, así también los razón. Y, por tanto, no todo lo que es
epicúreos13 sostuvieron que la delecta- deleitable es bueno con bondad moral,
ción era en sí misma buena y, por consi- que depende del orden de la razón b .
guiente, que todas las delectaciones eran 2. A la segunda hay que decir: La de-
buenas. Parece ser que éstos se engaña- lectación no se busca por razón de otra
ron porque no distinguían entre lo que cosa, porque es reposo en el fin. Ahora
es bueno absolutamente y lo que es bue- bien, puede darse un fin bueno y un fin
no respecto de un individuo determina- malo, aunque nunca sea fin sino en
do. Es bueno absolutamente lo que es cuanto es un bien para un individuo de-
en sí mismo bueno. Ahora bien, puede terminado.
10. ARISTÓTELES, c.6 n.9 (BK 1096b14): S. TH., lect.7 n.90. 11. ARISTÓTELES, c.1 n.1
(BK 1094a3): S. Tu., lect.1 n.9. 12. Cf. S. AGUSTÍN, De civ. Dei l.14 c.8: ML 41,412.
13. Cf. S. AGUSTÍN, ib. c.2: ML 41,403; CICERÓN, De finibus 1.2 c.3.
por defecto de Espeusipo y de los estoicos, de que todas las pasiones son malas. En el artícu-
lo 2 rechazará la otra posición extrema por exceso, de Eudoxio y de los epicúreos, de que to-
das ¡as pasiones son buenas. La posición intermedia de Platón, perfeccionada por Aristóteles
y llevada a plenitud por Santo Tomás, con los datos de la Revelación, se expone en los dos
últimos artículos. En una buena historia de la filosofía pueden verse las vicisitudes y matices
de esa triple posición filosófica. Las matizaciones de Santo Tomás se encuentran aquí y en los
lugares paralelos señalados.
b Aquí y a lo largo de la cuestión se puede apreciar una doble distinción para adoptar un
criterio adecuado en la valoración de las pasiones: la distinción entre el aspecto ontológico-psi-
cológico y el aspecto moral u honestidad de las pasiones; y la distinción entre la consideración
absoluta o específica de las pasiones y la consideración relativa o individualizada: lo que es
bueno para uno en determinadas circunstancias no lo es para otro en otras circunstancias. Teo-
lógicamente, el punto de referencia más alto y valioso es la delectación de la visión beatífica.
296 Tratado de las pasiones del alma C.34 a.3
16
3. A la tercera hay que decir: Todas sumo bien o lo óptimo . Pero, en cuan-
las cosas apetecen la delectación del mis- to cabe juzgar por sus argumentos, falló
mo modo que apetecen el bien, puesto en dos cosas. En primer lugar, porque,
que la delectación es el reposo del apeti- viendo que las delectaciones sensibles y
to en el bien. Pero como sucede que no corporales consisten en cierto movi-
todo bien que se apetece es en sí mismo miento y generación, como aparece claro
y verdaderamente bien, así también no en la hartura de manjares y cosas seme-
toda delectación es en sí misma y verda- jantes, pensó que todas las delectaciones
demente buena. siguen al movimiento y a la generación.
De ahí que, siendo el movimiento y la
ARTICULO 3 generación actos de lo imperfecto, se se-
guiría que la delectación no tendría ra-
¿Hay alguna delectación que sea lo zón de última perfección. Mas esto es
mejor de todo? evidentemente falso en las delectaciones
In Sent. 4 d.49 q.3 a.4 q.a3; In Ethic. 7 lect.11. intelectuales. Porque uno se deleita no
12.13.14; 10 lect.2. solamente en la generación de la ciencia,
como cuando aprende o se admira, se-
Objeciones por las que parece que gún se ha dicho anteriormente (q.32 a.8
ninguna delectación es lo mejor de todo. ad 2), sino también en la contemplación
1. En efecto, ninguna generación es de la ciencia ya adquirida.
lo mejor de todo, pues la generación no En segundo lugar, porque llamaba lo
puede ser el último fin. Pero la delecta- óptimo17 a aquello que es absolutamente
ción sigue a la generación, pues por el el sumo bien, es decir, el bien mismo
hecho de que una cosa esté constituida como separado y no participado, al
en su naturaleza se deleita, como se ha modo como Dios mismo es el sumo
dicho anteriormente (q.31 a.1). Luego bien. En cambio, nosotros hablamos de
ninguna delectación puede ser lo mejor lo mejor en las cosas humanas. Ahora
de todo. bien, lo mejor en cada cosa es el último
2. Aún más: Aquello que es lo ópti- fin. Y el fin, como se ha dicho anterior-
mo no puede hacerse mejor por ninguna mente (q.1 a.8; q.2 a.7) se dice de dos
adición. Pero la delectación resulta me- maneras, a saber: la cosa misma y el uso
jor con alguna adición, pues la delecta- de la cosa, como el fin del avaro es o el
ción es mejor con virtud que sin ella. dinero o la posesión del dinero. Y según
Luego la delectación no es lo óptimo. esto, el último fin del hombre puede de-
3. Y también: Lo que es óptimo es cirse que es o Dios mismo, que es el
umversalmente bueno, como bien exis- sumo bien absolutamente; o bien la frui-
tente por sí, pues lo que es por sí es an- ción de Dios, que implica un deleite en
terior y mejor que lo que es accidental- el último fin. Y de este modo, alguna
mente. Pero la delectación no es un bien delectación del hombre puede decirse lo
en universal. Luego la delectación no es óptimo entre los bienes humanos.
lo mejor de todo.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
En cambio, la bienaventuranza es lo primera hay que decir: No toda delectación
mejor de todo por ser el fin de la vida sigue a la generación, sino que algunas
humana. Pero la bienaventuranza no se delectaciones siguen a operaciones per-
da sin delectación, pues dice Sal 15,11: fectas, como se ha indicado (en la sol.).
Me llenarás de alegría con tu rostro; delecta- Y, por tanto, nada impide que alguna
ciones en tu diestra hasta el fin. delectación sea lo óptimo, aunque no
Solución: Hay que decir: Platón no toda delectación sea tal.
afirmó, como los estoicos14, que todas 2. A la segunda hay que decir: Ese ar-
las delectaciones son malas, ni, como los gumento se refiere a lo óptimo en abso-
epicúreos15, que todas son buenas, sino luto, por participación del cual todas las
que unas son buenas y otras malas, de cosas son buenas; de ahí que no se haga
manera, sin embargo, que ninguna es el mejor con ninguna adición. Pero respec-
14. Cf. nota 12. 15. Cf. nota 13. 16. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 1.10 c.2 n.3 (BK
1172b28): S. TH., lect.2 n.1971; cf. Philebus (22 A; 60 C). 17. Cf. ARISTÓTELES, Eth. l.1 c.6
n.7 (BK 1096b34): S. TH. lect.7 n.87ss.
C.34 a.4 De la bondad y malicia de las delectaciones 297
to de otros bienes es umversalmente go las delectaciones no son la regla y
verdadero que todo bien se hace mejor medida de la bondad y malicia en mate-
por la adición de otro. Aunque podría ria moral.
decirse que la delectación no es algo ex- En cambio está lo que dice San
traño a la operación de la virtud, sino Agustín sobre aquello del Sal 7,10,
concomitante a la misma, como dice «Dios, que escudriñas los corazones y
I Ethic.18 los ríñones»: El fin de la solicitud y del
3. A la tercera hay que decir: La delec- pensamiento es la delectación a la que uno se
tación no implica que sea lo óptimo por esfuerza en llegar 22. Y el Filósofo dice en
el hecho de ser delectación, sino por ser VII Ethic.23 que la delectación es el fin ar-
descanso perfecto en lo óptimo. Por eso quitectónico, esto es, principal, mirando al
no es necesario que toda delectación sea cual decimos de cada cosa que es buena o mala
óptima, ni siquiera buena, del mismo absolutamente.
modo que alguna ciencia es óptima, Solución: Hay que decir: La bondad o
pero no toda ciencia lo es. malicia moral consiste principalmente en
la voluntad, como se ha expuesto ante-
ARTICULO 4 riormente (q.20 a.1). Pero que ésta sea
buena o mala se conoce ante todo por el
¿Es la delectación la medida o regla fin. Y se considera como fin aquello en
según la cual se juzga del bien o del lo que descansa la voluntad. Ahora bien,
mal moral? el descanso de la voluntad, y de cual-
quier apetito en el bien es la delectación.
In Sent. 4. d.49 q.3 a.4 q.a3 ad 1.
Y, por tanto, se juzga que un hombre es
Objeciones por las que parece que la bueno o malo principalmente por la de-
delectación no es la medida o regla del lectación de la voluntad humana: es bue-
bien o del mal moral. no, en efecto, y virtuoso el que goza
1. En efecto, todas las cosas se miden en las obras de las virtudes, y malo el
por lo que es primero en su género, como que goza en las obras malas.
dice X Metaphys.19 Pero la delectación En cambio, las delectaciones del ape-
no es lo primero en el género de lo mo- tito sensitivo no son la regla de la bon-
ral, sino que la preceden el amor y el de- dad o malicia moral, pues el alimento es
seo. Luego no es la regla de la bondad deleitable según el apetito sensitivo a
y malicia en materia moral. buenos y malos en general. Pero la vo-
2. Aún más: La medida y regla debe luntad de los buenos se deleita en ellos
ser uniforme, y por eso el movimiento conforme a la razón, de la que no se
más uniforme es la medida y regla de to- preocupa la voluntad de los malos.
dos los movimientos, como dice X Me- Respuesta a las objeciones: 1. A la
taphys. 20 Pero la delectación es diversa y primera hay que decir: El amor y el deseo
multiforme, ya que algunas de ellas son son anteriores a la delectación en el or-
buenas y otras malas. Luego la delecta- den de la generación. Pero la delectación
ción no es la medida y regla de la mora- es anterior en cuanto a la razón de fin,
lidad. que en las operaciones prácticas tiene ca-
3. Y también: Es más cierto el juicio rácter de principio, por razón del cual,
que se hace del efecto por la causa que como de su regla y medida, se forma
viceversa. Pero la bondad o malicia de la principalmente el juicio.
operación es causa de la bondad o mali- 2. A la segunda hay que decir: Toda
cia de la delectación, porque son delecta- delectación es uniforme en cuanto es re-
ciones buenas las que resultan de operaciones poso en algún bien y, según esto, puede
buenas, y malas las que resultan de operacio- ser regla o medida. Porque es bueno
nes malas, como dice en X Ethic.21 Lue- aquel cuya voluntad descansa en un ver-
18. ARISTÓTELES, c.8 n.6 (BK 1098b25): S. TH. lect.12 n.148. 19. ARISTÓTELES, 1.9 c.1
n.7 (BK 1052b18): S. TH. 1.10 lect.2 n.1937; cf. Phys. 1.4 c.14 n.5 (BK 223b13): S. TH. lect.23
n.634. 20. ARISTÓTELES, 1.9 c.1 n.10 (BK 1053a8): S. TH. 1.10 lect.2 n.1947; cf. Phys. 1.4
c.14 n.5 (BK 223b12): S. TH. lect.23 n.630. 21. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1175b24): S. TH.
lect.8 n.2050-2051. 22. Enarr. in psalm., ps. 7,10: ML 36,103. 23. ARISTÓTELES, c.11
n.1 (BK 115b2): S. TH. lect.11 n.1470.
298 Tratado de las pasiones del alma C.34 a.4
dadero bien, y malo aquel cuya voluntad operación perfectamente buena si no hay
descansa en el mal. también delectación en el bien, pues la
3. A la tercera hay que decir: Puesto bondad de la cosa depende del fin. Y así
que la delectación perfecciona la opera- la bondad de la delectación es en cierto
ción a modo de fin, como se ha dicho modo causa de la bondad en la opera-
anteriormente (q.33 a.4), no puede haber ción.
CUESTIÓN 35
Del dolor o tristeza en sí
Pasamos ahora a tratar del dolor y la tristeza (cf. q.31 introd.), acerca de
lo cual se ha de considerar: primero, la tristeza o dolor en sí; segundo, sus
causas (q.36); tercero, sus efectos (q.37); cuarto, sus remedios (q.38); quinto,
su bondad o malicia (q.39).
La primera cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas.—
1. ¿Es el dolor una pasión del alma?—2. ¿Es la tristeza lo mismo que el
dolor?—3. ¿Es la tristeza o dolor contraria a la delectación?—4. ¿Es
toda tristeza contraria a toda delectación?—5. ¿Hay alguna tristeza contra-
ria a la delectación de la contemplación?—6. ¿Debe evitarse más la tristeza
que desearse la delectación?—7. ¿Es el dolor exterior mayor que el dolor
interior?—8. De las especies de tristeza.
Objeciones por las que parece que el Solución: Hay que decir: Así como
dolor no es una pasión del alma. para la delectación se requieren dos co-
1. En efecto, ninguna pasión del sas, cuales son la unión con el bien y la
alma reside en el cuerpo. Pero el dolor percepción de esta unión; así también se
puede existir en el cuerpo, pues dice San requieren dos cosas para el dolor, esto
Agustín, en el libro De vera relig. 1, que el es, la unión con algún mal (que es mal
llamado dolor corporal es la pérdida repentina por lo mismo que priva de un bien) y la
de la salud en la parte que, por el abuso del percepción de esta unión. Ahora bien,
alma, quedó sujeta a la corrupción. todo lo que se une, si no tiene razón de
2. Aún más: Toda pasión del alma bien o de mal respecto de aquel al que
pertenece a la potencia apetitiva. Pero el se une, no puede causar delectación o
dolor no pertenece a la potencia apetiti- dolor. Por lo cual es evidente que el ob-
va, sino más bien a la aprehensiva, pues jeto de la delectación y del dolor es algo
dice San Agustín, en el libro De natura bajo la razón de bien o de mal. Pero el
boni 2, que la resistencia del sentido a un bien y el mal, en cuanto tales, son obje-
cuerpo más poderoso produce el dolor en el tos del apetito. Es evidente, por tanto,
cuerpo. Luego el dolor no es una pasión que la delectación y el dolor pertenecen
del alma. al apetito.
3. Y también: Toda pasión del alma Mas todo movimiento del apetito o
pertenece al apetito animal. Pero el do- inclinación que sigue a la aprehensión,
lor no pertenece al apetito animal, sino pertenece al apetito intelectivo o sensiti-
más bien al apetito natural, pues dice vo; pues la inclinación del apetito natu-
San Agustín, en VIII Super Gen. ad litt.3: ral no sigue a la aprehensión del mismo
Si no hubiese quedado algún bien en la natura- que apetece, sino a la de otro, como se
leza, ningún bien perdido nos causaría dolor ha dicho (1 q.6 a.1; q.103 a.1 y 3). Pre-
en la pena. Luego el dolor no es una pa- suponiendo, pues, la delectación y el do-
sión del alma. lor alguna sensación o aprehensión en el
En cambio está que San Agustín, en mismo sujeto, es evidente que el dolor,
a El dolor corporal, pasión del apetito concupiscible, está vinculado a la sensación dolorosa
del tacto. De ahí que Santo Tomás unas veces hable del dolor referido principalmente al tacto
(sensación dolorosa), y otras veces se refiera principalmente a la reacción emotiva del dolor,
como en este lugar. Son vivencias específicamente distintas. Hay una sensación de dolor, como
la hay de placer, que perficitur in tactu (= culmina en el tacto), y hay una reacción emotiva de
dolor o placer propia del apetito concupiscible. Sobre la sensación puede verse Sent. 3 d.15 q.2
a.3 q.a2; De verit. 26,9; 1-2 q.72 a.2; q.83 a.4 ad 3. Una más amplia información de los textos
de Santo Tomás, en V. RODRÍGUEZ, Presupuestos psicológicos para una moral del dolor: CT n.464
(1957) p.613-639.
C.35 a.3 Del dolor o tristeza en sí 301
como el gozo es una especie de delecta- entonces indica el género de la tristeza,
ción. como queda dicho (en la sol.).
Respuesta a las objeciones: 1. A la
ARTICULO 3
primera hay que decir: San Agustín habla
allí del uso del vocablo, porque dolor se ¿Es la tristeza o dolor contraria a la
usa más corrientemente respecto de los delectación?
dolores corporales, que son más conoci- Supra q.31 a.8 ad 2; 3 q.84 a.9 ad 2; In Sent. 4 d.49
dos, que en relación a los dolores espiri- q.3 a.3 q.a1.
tuales.
2. A la segunda hay que decir: El senti- Objeciones por las que parece que el
do exterior no percibe sino lo presente, dolor no es contrario a la delectación.
mientras la facultad cognoscitiva interior 1. En efecto, uno de los contrarios
puede percibir lo presente, lo pasado y no es causa del otro. Pero la tristeza
lo futuro. Y, por consiguiente, la tris- puede ser causa de la delectación, pues
teza puede darse acerca de lo presente, dice Mt 5,5: bienaventurados los que lloran,
de lo pasado y de lo futuro; mas el do- porque ellos serán consolados. Luego no son
lor corporal, que sigue a la aprehensión contrarias entre sí.
del sentido exterior, no puede referirse 2. Aún más: Uno de los contrarios
sino a lo presente. no denomina al otro. Pero en algunas
cosas el dolor mismo o la tristeza es de-
3. A la tercera hay que decir: Las co- leitable, y así dice San Agustín en III
sas sensibles al tacto son dolorosas no Confess.10 que el dolor deleita en los es-
solamente en cuanto son desproporcio- pectáculos teatrales, y en IV Confess.11
nadas a la potencia aprehensiva, sino que el llanto es cosa amarga, y, no obstante,
también en cuanto son contrarias a la a veces deleita. Luego el dolor no es con-
naturaleza. En cambio, las cosas sensi- trario a la delectación.
bles de los demás sentidos pueden ser, 3. Y también: Uno de los contrarios
ciertamente, desproporcionadas a la po- no es materia del otro, porque los con-
tencia aprehensiva, mas no contrarias a trarios no pueden coexistir juntamente.
la naturaleza, a no ser con respecto a las Pero el dolor puede ser materia de de-
cosas sensibles al tacto. De ahí que úni- lectación, pues dice San Agustín en el li-
camente el hombre, que es animal per- bro De poenitentia12: El penitente tenga
fecto en el conocimiento, se deleite en siempre dolor y alégrese del dolor. Y el Filó-
las cosas sensibles de los otros sentidos sofo dice en IX Ethic.13 que, por el con-
consideradas en sí mismas, mientras los trario, el malo se duele por haberse deleita-
otros animales no se deleitan en ellas do. Luego la delectación y el dolor no
sino en cuanto se refieren a las cosas son contrarios.
sensibles al tacto, como dice III Ethic.9
Y por eso, respecto de las cosas sensi- En cambio está lo que dice San
bles de los otros sentidos no se dice Agustín, en XIV De civ. Dei14, que la
existir dolor como contrario a la delecta- alegría es un querer en consonancia con las co-
ción natural, sino más bien tristeza, que sas que queremos, y la tristeza es un querer en
es contraria al gozo animal. Por lo tan- disonancia con lo que no queremos.
to, si el dolor se toma por el dolor cor- Solución: Hay que decir: Como expre-
poral, que es lo más corriente, el dolor sa el Filósofo en X Metaphys. 15 , la con-
se divide por contraposición a la tristeza trariedad es la diferencia en cuanto a la
según la distinción de la aprehensión in- forma. Ahora bien, la forma o especie
terior y exterior, aunque, en cuanto a los de la pasión y del movimiento se toma
objetos, la delectación se extiende a ma- del objeto o término. Por lo tanto, pues-
yor número que el dolor corporal. Pero, to que los objetos de la delectación y de
si el dolor se toma en sentido general, la tristeza o dolor son contrarios, esto
9. ARISTÓTELES, c.10 n.78 (BK 1118a16; a26): S. TH., lect.19 n.610-612; lect.20 n.616.
10. C.2: ML 32,683. 11. C.5: ML 32,697. 12. C.13: ML 40,1124, citada como obra de
San Agustin. 13. ARISTÓTELES, c.4 n.10 (BK 1166b23): S. TH., lect.4 n.1818. 14. C.6:
ML 41,409. 15. ARISTÓTELES, 1.9 c.4 n.1 (BK 1055a3): S. TH., l.10 lect.5 n.2024-2025.
302 Tratado de las pasiones del alma C.35 a.4
es, un bien presente y un mal presente, ARTICULO 4
se sigue que el dolor y la delectación
son contrarios. ¿Es toda tristeza contraria a toda
delectación?
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Nada impide que 3 q.46 a.8 ad 2; q.84 a.9 ad 2; In Sent. 4 d.14 q.1 a.4
q.a2.
uno de los contrarios sea accidentalmen-
te causa del otro. Y así, la tristeza puede Objeciones por las que parece que
ser causa de la delectación. En primer toda tristeza es contraria a toda delecta-
lugar, en cuanto que la tristeza por la ción.
ausencia de una cosa o por la presencia 1. En efecto, así como la blancura y
de la contraria busca con más vehemen- la negrura son especies contrarias del co-
cia aquello en que deleitarse, a la manera lor, así también la delectación y la tris-
que el sediento busca con mayor afán el teza son especies contrarias de las pasio-
placer de la bebida, como remedio con- nes del alma. Pero la blancura y la ne-
tra la tristeza que padece. En segundo grura se oponen entre sí umversalmente.
lugar, en cuanto que por el gran deseo Luego también la delectación y la tris-
de un determinado placer no rehusa uno teza.
soportar la tristeza para lograr ese pla- 2. Aún más: Los medicamentos se
cer. Y de ambas maneras el llanto pre- hacen con los contrarios. Pero cualquier
sente conduce al consuelo de la vida fu- delectación es una medicina contra la
tura. Porque, por el hecho mismo de tristeza, como consta por el Filósofo en
que el hombre llora por sus pecados o VII Eihic.16 Luego toda delectación es
por la dilación de la gloria, merece el contraria a toda tristeza.
consuelo eterno. De igual modo, tam- 3. Y también: Son contrarios los
bién la merece uno porque, para conse- que se impiden mutuamente. Pero cual-
guirla, no rehusa soportar trabajos y pe- quier tristeza impide toda delectación,
nalidades por ella. como es evidente por lo que dice X
2. A la segunda hay que decir: El dolor Eíhic.17 Luego toda tristeza es contraria
mismo puede ser deleitable accidental- a toda delectación.
mente, en cuanto está acompañado de
admiración, como en los espectáculos, o En cambio, no es una misma la cau-
en cuanto evoca el recuerdo de la cosa sa de los contrarios. Pero de un mismo
amada y hace sentir el amor de aquello hábito procede que alguien se alegre de
cuya ausencia resulta dolorosa. De ahí una cosa y se entristezca de la opuesta,
que, siendo el amor deleitable, tanto el pues por la caridad acontece alegrarse con
dolor como todo lo que proviene del los que se alegran y llorar con los que lloran,
amor sea deleitable, en cuanto ello hace como dice Rom 12,15. Luego no toda
sentir el amor. Y por esta razón también tristeza es contraria a toda delectación.
los dolores en los espectáculos teatrales Solución: Hay que decir: Como afirma
pueden ser deleitables, por cuanto en X Metaphys. 18 , la contrariedad es una di-
ellos se siente algún amor que se ha co- ferencia según la forma. Ahora bien, la
brado a los personajes representados en forma es general y especial. Por consi-
tales espectáculos. guiente, puede haber cosas contrarias en
3. A la tercera hay que decir: La vo- cuanto a la forma del género, como la
luntad y la razón vuelven sobre sus ac- virtud y el vicio, y en cuanto a la forma
tos en cuanto que los mismos actos de la de la especie, como la justicia y la injus-
voluntad y de la razón son considerados ticia.
bajo la razón de bien o de mal. Y de Mas debe considerarse que unas cosas
este modo la tristeza puede ser materia se especifican por formas absolutas,
de delectación, o viceversa, no por sí como las sustancias y las cualidades, y
mismas, sino accidentalmente, es decir, otras se especifican por su relación con
en cuanto una y otra se consideran bajo algo exterior, como las pasiones y los
la razón de bien o de mal. movimientos reciben su especie de los
16. ARISTÓTELES, c.14 n.6 (BK 1154b13): S. TH., lect.14 n.1532. 17. ARISTÓTELES,
c.5 n.5 (BK 1175b16): S. TH., lect.7 n.2048.2049. 18. ARISTÓTELES, l.9 c.4 n.1 (BK 1055a3):
S. TH., l.10 lect.5 n.2024.2025.
C.35 a.5 Del dolor o tristeza en sí 303
términos u objetos. Así, pues, en las co- diversos objetos son contrarios, enton-
sas cuyas especies se consideran según ces la delectación y la tristeza no sólo no
las formas absolutas, sucede que las es- implican contrariedad por razón de la
pecies que se contienen bajo géneros especie, sino que incluso muestran con-
contrarios no son contrarias por razón veniencia y afinidad, como alegrarse del
de la especie, pero tampoco tienen algu- bien y entristecerse del mal.
na afinidad o conveniencia entre sí. En Respuesta a las objeciones: 1. A la
efecto, la intemperancia y la injusticia, primera hay que decir: La blancura y la ne-
que pertenecen a géneros contrarios, grura no se especifican por la relación
esto es, a la virtud y al vicio, no son con algo exterior, como la delectación y
contrarias entre sí por razón de la propia la tristeza. Por consiguiente, no vale la
especie; sin embargo, tampoco tienen misma razón.
afinidad o conveniencia entre sí. Pero en 2. A la segunda hay que decir: El géne-
aquellas cosas cuyas especies se toman ro se toma de la materia, como aparece
por relación con algo extrínseco, sucede claro en VIII Metaphys.20 Y tratándose
que las especies de los géneros contra- de los accidentes, el sujeto ocupa el lu-
rios no solamente no son contrarias en- gar de la materia. Ahora bien, se ha di-
tre sí, sino que incluso tienen alguna cho (en la sol.) que la delectación y la
conveniencia y afinidad entre ellas. Por- tristeza son contrarias en cuanto al géne-
que el comportarse de la misma manera ro. Y, por eso, en cualquier tristeza hay
respecto de los contrarios reviste contra- una disposición del sujeto contraria a la
riedad, como el aproximarse a lo blanco que se da en cualquier delectación, pues
y el aproximarse a lo negro tiene razón en toda delectación el apetito se com-
de contrariedad, mientras que compor- porta como aceptando lo que posee,
tarse de manera contraria respecto de los mientras que en toda tristeza tiene la ac-
contrarios implica razón de semejanza, titud del que huye. Por consiguiente,
como el alejarse de lo blanco y el acer- por parte del sujeto toda delectación es
carse a lo negro. Y esto aparece princi- una medicina contra cualquier tristeza, y
palmente en la contradicción, que es el toda tristeza es un obstáculo a cualquier
principio de la oposición; porque la placer, pero principalmente cuando la
oposición consiste en la afirmación y ne- delectación es contraria a la tristeza, in-
gación de una misma cosa, como blanco cluso específicamente.
y no blanco; en cambio, en la afirmación 3. A la tercera hay que decir: La res-
de uno de los opuestos y en la negación puesta resulta evidente de lo expuesto.
del otro se consideran la conveniencia y O también puede decirse que, aunque
la semejanza, como si digo negro y no no toda tristeza sea contraria a la delec-
blanco. tación en cuanto a la especie, lo es, sin
Ahora bien, la tristeza y la delecta- embargo, en cuanto al efecto, porque la
ción, siendo pasiones, se especifican por una conforta la naturaleza del animal,
los objetos. Y, ciertamente, según su gé- mientras la otra en cierto modo la per-
nero implican contrariedad, pues el uno turba.
corresponde a la prosecución y el otro a
la huida, que son respecto del apetito como
la afirmación y la negación respecto de la ra- ARTICULO 5
^ón, según dice VI Ethic.19 Por lo tanto, ¿Hay alguna tristeza contraria a la
la tristeza y la delectación respecto de un delectación de la contemplación?
mismo objeto son opuestas entre sí por
razón de su especie, mientras que res- 3 q.46 a.7 ad 4; In Sent. 3 d.15 q.2 a.3 q. a 2 ad 3;
d.26 q.1 a.5 ad 5; 4 d.49 q.3 a.3 q.a2; De verit, q.26
pecto de diversos objetos que no son a.3 ad 6; a.9 ad 8; Compend, theol. c.165.
opuestos, sino dispares, no se oponen
entre sí por razón de su especie, pero Objeciones por las que parece que
son también dispares, como entristecerse alguna tristeza es contraria a la delecta-
por la muerte de un amigo y deleitarse ción de la contemplación.
en la contemplación. En cambio, si esos 1. En efecto, dice el Apóstol 21 2 Cor
19. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1139a21): S. TH., lect.2 n.1128. 20. ARISTÓTELES, l.7 c.2
n.67 (BK 1043a5; a19): S. TH., 1.8 lect.2 n.1697ss. 21. S. PABLO.
304 Tratado de las pasiones del alma C.35 a.5
22. C.3: ML 42,999; c.4 ML 42,1000. 23. ARISTÓTELES, l.11 c.9 n.3 (BK 1074b32):
S. TH., 1.12 lect.11 n.2605. 24. ARISTÓTELES, c.12 n.3 (BK 1153a14); c.13 n.2 (BK
1153b11): S. TH., lect.12 n.1493; lect.13 n.1505. 25. ARISTÓTELES, c.4 n.5 (BK 1174b20):
S. TH., lect.6 n.2025-2026. 26. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.18: MG 40,680. 27. ARIS-
TÓTELES, c.13 n.5 (BK 106a38). 28. ARISTÓTELES, c.3 n.7 (BK 1173bl6): S. TH., lect.3
n.1995.
C.35 a.6 Del dolor o tristeza en sí 305
se mezcla la tristeza o el dolor a la apre- razón de conocer el otro. Por lo cual
hensión, directamente, en las potencias hay una sola ciencia de los contrarios.
aprehensivas de la parte sensitiva, que 3. A la tercera hay que decir: La con-
tienen órgano corporal, ya por el objeto templación en sí misma nunca tiene ra-
sensible que es contrario a la comple- zón de mal, ya que la contemplación no
xión del órgano, como el gusto de una es otra cosa que la consideración de la
cosa amarga o el olor de una cosa fétida; verdad, que es el bien del entendimien-
ya por la continuidad del objeto sensible to; sino sólo accidentalmente, en cuanto
conveniente, que por su insistencia pro- la contemplación de una cosa más vil
duce un exceso en la disposición natural, impide la contemplación de otra mejor;
como se ha dicho anteriormente (q.33 o por parte de la cosa contemplada, a la
a.2); y así la aprehensión del objeto sen- que el apetito se aficiona desordenada-
sible que antes era deleitable se hace fas- mente.
tidiosa. Pero estas dos cosas no tienen 4. A la cuarta hay que decir: La tris-
lugar directamente en la contemplación teza que proviene del impedimento de la
de la mente, porque ésta no tiene órga- contemplación no es contraria a la delec-
no corporal. Por lo cual, en el testimo- tación de la contemplación, sino que es
nio citado (sed cont.) se dice que la con- afín, como se ha dicho (en la sol.).
templación de la mente no tiene ni amargu- 5. A la quinta hay que decir: La aflic-
ra ni tedio. Mas como en la contemplación ción de la carne afecta a la contempla-
la mente humana se sirve de las poten- ción accidental e indirectamente, según
cias aprehensivas sensitivas, a cuyos ac- lo expuesto (en la sol.).
tos sobreviene el cansancio, por eso in-
directamente se mezcla alguna aflicción
o dolor a la contemplación.
ARTICULO 6
Pero de ninguno de los dos modos la ¿Debe evitarse más la tristeza que
tristeza unida accidentalmente a la con- desearse la delectación?
templación es contraria a su delectación.
2-2 q.138 a.1; In Sent. 3 d.27 q.1 a.3 ad 3; 4 d.49 q.3
Porque la tristeza proveniente del impe- a.3 q.a3.
dimento de la contemplación no es con-
traria a la delectación de la contempla- Objeciones por las que parece que
ción, sino que más bien tiene afinidad y debe evitarse más la tristeza que desearse
conveniencia con ella, como consta de lo la delectación.
dicho antes (sed cont.). En cambio, la 1. En efecto, dice San Agustín en el
tristeza o aflicción que resulta del can- libro Octoginta trium quaest.29: Nadie hay
sancio corporal no se refiere al mismo que no rehuya el dolor más que apetezca el
género, por lo que es enteramente dife- placer. Ahora bien, aquello en que co-
rente. Y así es evidente que ninguna múnmente están todos de acuerdo pare-
tristeza es contraria a la delectación de la ce ser natural. Luego es natural y conve-
contemplación, ni se le une tristeza al- niente huir de la tristeza más que desear
guna, a no ser accidentalmente. la delectación.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Aún más: La acción del contrario
primera hay que decir: Esa tristeza que es contribuye a la rapidez e intensidad del
según Dios no proviene de la contem- movimiento, pues el agua caliente se
plación misma de la mente, sino de algo hiela más pronto y con más firmeza,
que la mente contempla, es decir, del pe- como dice el Filósofo en el libro Mete-
cado, que la mente considera como con- reor.30 Pero la huida de la tristeza se
trario al amor divino. debe a la contrariedad de lo que contris-
2. A la segunda hay que decir: Las co- ta, y el deseo de la delectación no proce-
sas que son contrarias en el orden de la de de contrariedad alguna, sino más bien
naturaleza no implican contrariedad en de la conveniencia de lo que deleita.
cuanto existen en la mente, pues las ra- Luego la huida de la tristeza es mayor
zones de los contrarios no son contrarias que el deseo de la delectación.
entre sí, sino más bien un contrario es la 3. Y también: Cuanto más fuerte es
29. C.36: ML 40,25. 30. ARISTÓTELES, l.1 c.12 n.18 (BK 348b36): S. TH., lect.15 n.122.
306 Tratado de las pasiones del alma C.35 a.6
la pasión a la que uno resiste según la es contrario. De ahí que también la in-
razón, tanto más digno de alabanza es y clinación de la potencia apetitiva, abso-
más virtuoso, porque la virtud es acerca de lutamente hablando, tienda con más ve-
lo difícil y bueno, como dice II Ethic.31 hemencia a la delectación que a huir de
Pero el fuerte que resiste el movimiento la tristeza.
de huida ante el dolor es más virtuoso Pero sucede accidentalmente que al-
que el moderado que resiste el movi- guien huye de la tristeza más que desea
miento apetitivo del placer, pues dice el la delectación. Y esto por tres motivos.
Filósofo en II Rhetoric.32 que los fuertes y Primero, por parte de la aprehensión.
los justos son los más honrados. Luego es Porque, como dice San Agustín en X
más vehemente el movimiento por el De Trin.34, el amor se siente más cuando lo
que se huye de la tristeza que el movi- pone de manifiesto la indigencia. Ahora
miento por el que se apetece la delecta- bien, de la indigencia de lo que se ama
ción. procede la tristeza, causada por la pérdi-
da de algún bien amado o por la presen-
En cambio, el bien es más fuerte que cia de algún mal contrario, mientras que
el mal, como consta por Dionisio en el la delectación no implica indigencia del
c.4 De div. nom. 33 Pero la delectación es bien amado, sino que reposa en él ya
apetecible por razón del bien, que es su conseguido. Siendo, pues, el amor la
objeto, mientras la huida de la tristeza lo causa de la delectación y de la tristeza,
es por causa del mal. Luego el apetito tanto más se huye de la tristeza cuanto
de la delectación es más fuerte que la más se siente el amor, por ser contraria
huida de la tristeza. a éste. Segundo, por parte de la causa
Solución: Hay que decir: El deseo de que contrista o inflige el dolor, que es
la delectación, propiamente hablando, es opuesta a un bien más amado que el
más fuerte que la huida de la tristeza. La bien en que nos deleitamos, pues ama-
razón de esto es porque la causa de la mos más la preservación natural del
delectación es el bien conveniente, mien- cuerpo que el placer de la comida. Y así
tras la causa del dolor o tristeza es algún por temor del dolor ocasionado por gol-
mal que repele. Ahora bien, puede suce- pes o cosas similares, que se oponen al
der que un bien sea conveniente sin nin- buen estado del cuerpo, dejamos el de-
guna disonancia, pero no es posible que leite de los manjares o de otras cosas pa-
se dé un mal totalmente repelente sin al- recidas. Tercero, por parte del efecto,
guna conveniencia. Por eso la delecta- esto es, en cuanto la tristeza impide no
ción puede ser íntegra y perfecta, mien- solamente una delectación, sino todas.
tras que la tristeza es siempre parcial. De Respuesta a las objeciones: 1. A la
ahí que el apetito de la delectación sea primera hay que decir: La afirmación de
mayor naturalmente que la huida de la San Agustín de que se rehuye el dolor más
tristeza. Otra razón es porque el bien, que se apetece el placer es verdadera acci-
objeto de la delectación, es apetecido dentalmente y no absolutamente, como
por sí mismo, mientras el mal, objeto de es evidente por lo que añade 35 : Puesto
la tristeza, debe eludirse en cuanto es que vemos que incluso los más feroces animales
privación de bien. Y lo que es por sí se abstienen de los mayores placeres por miedo
mismo es mejor que lo que es por razón a los dolores, que son contrarios a la vida,
de otra cosa. Una señal de esto se ve en la cual es lo que más se ama.
los movimientos naturales, ya que todo 2. A la segunda hay que decir: En el
movimiento natural es más intenso al fi- movimiento que procede del interior no
nal, cuando se aproxima al término con- ocurre lo mismo que en el movimiento
veniente a su naturaleza, que al princi- que proviene del exterior. Porque el mo-
pio, cuando se aparta del termino que vimiento procedente del interior tiende a
no es conveniente a la misma. Como si lo que es conveniente más que se aparta
la naturaleza tendiese hacia lo que le es de lo que es contrario, como se ha dicho
conveniente más que huyese de lo que le antes (en la sol.) acerca del movimiento
31. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (BK 1105a9): S. TH., lect.3 n.277-278. 32. ARISTÓTELES, c.4
n.8 (BK 138a21). 33. § 20: MG 3,717: S. TH., lect.16. 34. C.12: ML 42,984. 35. Octog.
trium quaest. q.36: ML 40,25.
C.35 a.7 Del dolor o tristeza en sí 307
37. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.14: MG 94,932. 38. Cf. NEMESIO, De nat.
hom. c.19: MG 40,688. 39. ARISTÓTELES, c.9 n.1 (BK 1386b9); c.11 n.1 (BK 1388a30).
40. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.19: MG 40,688. 41. Cf. nota anterior. 42. S. JUAN
DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.14: MG 94,932.
C.35 a.8 Del dolor o tristeza en sí 309
Solución: Hay que decir: Pertenece al como mal propio, y así tenemos la envi-
concepto de especie el que se constituya dia. Por otra parte, el efecto propio de la
por una adición al género. Pero puede tristeza consiste en cierta huida del apetito.
añadirse algo al género de dos modos. Por eso lo extraño con relación al efecto
Uno, lo que pertenece al mismo esen- de la tristeza puede considerarse en
cialmente y está virtualmente contenido cuanto a otro solamente, es decir, por-
en él, como racional se añade a animal. Y que se impide la huida, y así tenemos la
tal adición constituye verdaderas espe- ansiedad, que de tal manera agrava el áni-
cies de un género, como consta por el mo que no se ve escape alguno; de ahí
Filósofo en VII 43 y VIII Metaphys.44 Se que por otro nombre se llame angustia.
añade además al género algo extraño al Pero si se agrava hasta tal extremo que
concepto del mismo, como si a animal se paralice también los miembros exteriores
añade blanco o algo semejante. Y tal adi- impidiéndoles obrar, esto pertenece a la
ción no constituye verdaderas especies acidia; así será extraño en cuanto a am-
del género, en el sentido en que común- bas cosas, porque ni es huida ni está en
mente hablamos de género y especies. el apetito. Y la razón de decir que la aci-
Algunas veces, sin embargo, se dice que dia corta la voz es porque la voz entre
una cosa es especie de determinado gé- todos los movimientos exteriores expre-
nero por tener algo extraño a lo que se sa mejor los conceptos y efectos interio-
aplica el concepto de género; como la res, no sólo en los hombres, sino tam-
brasa y la llama se dicen ser especies del bién en otros animales, como dice I
fuego, por la aplicación de la naturaleza Polit.45
del fuego a materia extraña. Y según el
mismo modo de hablar, la astronomía y Respuesta a las objeciones: 1. A la
la perspectiva se consideran especies de primera hay que decir: La delectación es
las matemáticas, en cuanto los principios producida por el bien, que se dice de un
de las matemáticas se aplican a la mate- solo modo. Y por eso no se asignan tan-
ria natural. tas especies de delectación como de tris-
Y de acuerdo con esta manera de ha- teza, que es causada por el mal, el cual
blar se asignan aquí las especies de tris- sobreviene de muchas maneras, como dice
teza, aplicando el concepto de tristeza a Dionisio en el c.4 De div. nom.46
algo extraño, lo cual puede ser conside- 2. A la segunda hay que decir: La peni-
rado o por parte de la causa, o del obje- tencia se refiere al mal propio, que es de
to, o por parte del efecto. El objeto pro- suyo objeto de la tristeza, y, por eso, no
pio de la tristeza es el mal propio. De ahí pertenece a estas especies. Pero el celo y
que el objeto extraño de la tristeza pue- la indignación se contienen bajo la envi-
da considerarse ya por relación a otro dia, como se pondrá en claro más ade-
solamente, es decir, como mal, pero no lante (2-2 q.36 a.2).
propio, y así tenemos la misericordia, que 3. A la tercera hay que decir: Esa divi-
es tristeza del mal ajeno, en cuanto se sión no se toma de la oposición de las
estima como propio; o bien por relación especies, sino de la diversidad de los ob-
a ambas cosas en cuanto que ni es pro- jetos extraños a los que se aplica el con-
pio ni es mal, sino un bien ajeno, es- cepto de tristeza, como queda dicho (en
timándose, sin embargo, el bien ajeno la sol.).
43. ARISTÓTELES, l.6 c.12 n.4 (BK 1038a5): S. TH., 1.7 lect.12 n.1549. 44. ARISTÓTE-
LES, l.7 c.2 n.6 (BK 1043a5); c.3 n.7 (BK 1043b28): S. TH., 1.8 lect.2 n.1697; lect.3
n.1721. 45. ARISTÓTELES, c.1 n.10 (BK 1253 a10): S. TH., lect.1 n.36. 46. § 30: MG
3,729: S. TH., lect.22 n.572.
CUESTIÓN 36
4. ARISTÓTELES, l.9 c.4 n.9 (BK 1055b18): S. TH., l.10 lect.6 n.2054. 5. SAN J U A N DA-
MASCENO, De fide orth. l.2 c.12: MG 94,929. 6. ARISTÓTELES, c.11 n.10 (BK 1370b15)
7. C.24: ML 40.244.
312 Tratado de las pasiones del alma C.36 a.3
8
con frecuencia del deseo o concupiscen- Ethic. que la opinión que suponía que la
cia en lugar del amor, como también se plenitud es causa de delectación y la di-
ha indicado ya (q.30 a.2 ad 2). Y en este visión causa de tristeza, parecer haber teni-
sentido dice que la concupiscencia es la do su origen en los placeres y tristeza relacio-
causa universal del dolor. nados con la comida. Pero no toda delecta-
Mas la misma concupiscencia, consi- ción o tristeza es de esta clase. Luego el
derada según su propia naturaleza, es a deseo de la unidad no es causa universal
veces causa del dolor. En efecto, todo lo del dolor, puesto que la plenitud perte-
que impide al movimiento llegar a su nece a la unidad, y la divisen introduce
término es contrario a ese movimiento. la multitud.
Ahora bien, aquello que es contrario al 2. Aún más: Toda separación es
movimiento del apetito es contristante. opuesta a la unidad. Luego si el dolor se
Y así, en consecuencia, la concupiscencia produjese por el apetito de la unidad,
resulta causa de la tristeza, en cuanto ninguna separación sería deleitable. Lo
que nos entristecemos por el retraso del cual es, evidentemente, falso con respec-
bien deseado o por su total desaparición. to a la separación de todo lo que es su-
Mas no puede ser causa universal del perfluo.
dolor, porque nos dolemos más de la 3. Y también: Por la misma razón
sustracción de los bienes presentes, en apetecemos la unión con el bien y el
los que ya nos deleitamos, que de los fu- apartamiento del mal. Pero como la con-
turos que deseamos. junción pertenece a la unidad, por ser
una cierta unión; así la separación es
Respuesta a las objeciones: 1. A la
contraria a la unidad. Luego el apetito
primera hay que decir: La inclinación del
apetito a conseguir el bien es causa de de la unidad debe considerarse, con pre-
ferencia al apetito de separación, como
su inclinación a huir del mal, como que-
causa de dolor.
da dicho (en la sol.). Y de aquí proviene
que los movimientos apetitivos que mi- En cambio está lo que dice San
ran al bien se consideren causa de los Agustín en III De libero arbitrio9, que por
movimientos del apetito que se refieren el dolor que sienten las bestias, aparece sufi-
al mal. cientemente cuánto desean las almas la unidad
2. A la segunda hay que decir: Aquello en el gobierno y animación de sus cuerpos.
que se desea, aunque realmente sea futu- ¿Pues qué otra cosa es el dolor, sino cierta
ro, está, sin embargo, presente de alguna sensación violenta de división o destrucción?
manera por la esperanza. O puede decir- Solución: Hay que decir: Del mismo
se que, aunque el bien deseado sea futu- modo que la concupiscencia o el anhelo
ro, sin embargo, está presente el obs- del bien es causa de dolor, también el
táculo, que es lo que produce el dolor. apetito de la unidad o el amor debe con-
3. A la tercera hay que decir: La con- siderarse causa de dolor. En efecto, el
cupiscencia es deleitable mientras perma- bien de cada cosa consiste en cierta uni-
nece la esperanza de alcanzar lo que se dad, es decir, en cuanto cada cosa tiene
desea. Pero desaparecida la esperanza unidos en sí todos aquellos elementos
por el obstáculo interpuesto, la concu- que constituyen su perfección, por lo
piscencia causa dolor. cual también los platónicos afirmaron
que lo uno es principio como lo es asi-
ARTICULO 3 mismo el bien10. Por eso cada cosa ape-
tece naturalmente la unidad lo mismo
¿Es el apetito de la unidad causa de que la bondad. Y por esta razón, como
dolor? el amor o apetito del bien es causa de
dolor, así también lo es el amor o apeti-
Objeciones por las que parece que el to de la unidad.
apetito de la unidad no es causa de Respuesta a las objeciones: 1. A la
dolor. primera hay que decir: No toda unión per-
1. En efecto, dice el Filósofo en X fecciona la cosa en su bien, sino sola-
11. ARISTÓTELES, Eth. 1.10 c.3 n.6 (BK 1173b14): S. TH., lect.3 n.1995. 12. C.20: ML
42,557. 13. Cf. nota anterior. 14. Cf. nota 12.
CUESTIÓN 37
De los efectos del dolor o tristeza
Pasamos ahora a tratar de los efectos del dolor o (cf. c.35 introd.). Esta
cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas:
1. ¿Priva el dolor de la facultad de aprender?—2. ¿Es la pesadumbre
del ánimo efecto de la tristeza o dolor?—3. ¿Debilita la tristeza o dolor
toda operación?—4. ¿Perjudica la tristeza al cuerpo más que las otras pasio-
nes del alma?
3. ARISTÓTELES, c.11 n.4 (BK 1152b16): S. TH., lect.11 n.1477. 4. In Ezech. 1.2 ho-
mil.10: ML 76,1072. 5. S. PABLO. 6. S. PABLO. 7. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.19:
MG 40,688. 8. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.14: MG 94,9.32.
316 Tratado de las pasiones del alma C.37 a.3-4
acrecienta hasta el punto de excluir la es- 3. Y también: Como ciertas opera-
peranza de escapar de él, entonces aun el ciones son propias de los que se regoci-
movimiento interior del ánimo angustia- jan, así también otras lo son de los que
do es absolutamente impedido, de suerte están tristes, como el llorar. Pero cada
que no puede desahogarse por ningún cosa crece con lo que le es conveniente.
lado. Y a veces incluso el movimiento Luego algunas operaciones no son impe-
exterior del cuerpo es impedido, de didas, sino mejoradas, por la tristeza.
modo que el hombre queda como ale- En cambio está lo que dice el Filóso-
lado. fo en X Ethic.12, que la delectación perfec-
Respuesta a las objeciones: 1. A la ciona la operación, y, al contrario, la tris-
primera hay que decir: Esa erección del teza la impide.
ánimo proviene de la tristeza que es se-
gún Dios, en virtud de la esperanza con- Solución: Hay que decir: Como ya se
comitante del perdón del pecado. ha indicado (a.2), la tristeza algunas ve-
2. A la segunda hay que decir: En lo ces no agrava o consume el ánimo hasta
que toca al movimiento apetitivo, la el punto de excluir todo movimiento in-
constricción y la pesadumbre se refieren terior y exterior, sino que, a veces, cier-
a lo mismo, pues, por el hecho de que el tos movimientos son causados por la
ánimo se apesadumbra hasta el punto de tristeza. Así, pues, la operación puede
no poder dirigirse libremente a las cosas compararse a la tristeza de dos modos.
exteriores, se vuelve hacia sí como enco- Uno, como objeto de la tristeza. Y en
gido. este caso la tristeza impide cualquier
3. A la tercera hay que decir: Se habla operación, pues lo que hacemos con tris-
de que la tristeza consume al hombre, teza nunca lo hacemos tan bien como lo
cuando la fuerza del mal que contrista que hacemos con delectación, o sin tris-
afecta al alma tan completamente que teza. La razón de lo cual es que la vo-
excluye toda esperanza de evasión. Y así luntad es la causa de la operación huma-
también apesadumbra y consume a la na. Por eso, cuando la operación misma
vez. Pues algunas cosas que en sentido es la que contrista, necesariamente se de-
propio parecen incompatibles, tomadas bilita la acción.
metafóricamente se implican mutuamente. La operación se compara de otro
modo a la tristeza como a su principio y
causa. Y así es preciso que tal operación
ARTICULO 3 se aumente por la tristeza, como cuanto
¿Debilita la tristeza o dolor toda más se entristece alguien de una cosa,
operación? tanto más se esfuerza en desechar la tris-
teza con tal que mantenga la esperanza
Objeciones por las que parece que la de lograrlo; de otra manera ningún mo-
tristeza no impide toda operación. vimiento u operación resultaría de la
1. En efecto, la solicitud es causada tristeza.
por la tristeza, como se ve claro por la Y por lo expuesto es evidente la res-
autoridad aducida del Apóstol9 (a.2 arg.1). puesta a las objeciones.
Pero la solicitud ayuda a obrar bien, por
lo cual dice el Apóstol 10 en 2 Tim 2,15: ARTICULO 4
Cuida con solicitud de mostrarte a ti mismo
como ministro que no tiene de qué avergonzar- ¿Perjudica la tristeza al cuerpo más
se. Luego la tristeza no impide la opera- que las otras pasiones?
ción, sino más bien ayuda a obrar bien. Infra q.41 a.1.
2. Aún más: La tristeza produce en
muchos concupiscencia, como dice VII Objeciones por las que parece que la
Ethic. 11 Pero la concupiscencia contribu- tristeza no causa al cuerpo el mayor
ye a la intensidad de la operación. Lue- daño.
go también la tristeza. 1. En efecto, la tristeza tiene un ser
9. S. PABLO. 10. S. PABLO. 11. ARISTÓTELES, c.14 n.6 (BK 1154b11): S. TH.,
lect.14 n.1532. 12. ARISTÓTELES, c.4 n.6 (BK 1174b23); c.5 n.5 (BK 1157b17): S. TH., lect.6
n.2030; lect.7 n.2048.
C.37 a.4 De los efectos del dolor o tristeza 317
espiritual en el alma. Pero las cosas que ción corporal, que es en ellas lo mate-
solamente tienen ser espiritual no produ- rial, es conforme y proporcionada al
cen transmutación corporal, como es movimiento del apetito, que es lo for-
evidente respecto de las especies inten- mal; como en todas las cosas la materia
cionales de los colores que están en el es proporcionada a la forma. Luego
aire y que no coloran cuerpo alguno. aquellas pasiones del alma que entrañan
Luego la tristeza no produce daño algu- un movimiento del apetito hacia la con-
no corporal. secución de algo, no se oponen al movi-
2. Aún más: Si produce algún daño miento vital según la especie, pero pue-
corporal, esto es sólo por estar acompa- den ser opuestas según la cantidad,
ñada de una transmutación corporal. como el amor, el gozo, el deseo y simi-
Pero en todas las pasiones del alma se lares. Y, por tanto, estas pasiones según
halla transmutación corporal, según se su especie favorecen a la naturaleza del
ha dicho anteriormente (a.2). Luego la cuerpo, aunque por su exceso pueden
tristeza no daña al cuerpo más que las dañarla. Por otra parte, las pasiones que
otras pasiones del alma. importan un movimiento del apetito con
3. Y también: Dice el Filósofo en cierta huida o retraimiento se oponen al
VII Ethic.13 que la ira y la concupiscencia movimiento vital no sólo según la canti-
les causan a algunos la locura, lo cual parece dad, sino también según la especie del
ser el mayor daño, puesto que la razón movimiento y, por tanto, son absoluta-
es lo más excelente de cuanto hay en el mente nocivas, como el temor y la de-
hombre. También la desesperación pare- sesperación, y más que todas la tristeza,
ce ser más nociva que la tristeza, ya que que agrava el ánimo por el mal presente,
es su causa. Luego la tristeza no daña al cuya impresión es más fuerte que la del
cuerpo más que las otras pasiones del mal futuro.
alma.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
En cambio está lo que dice Prov primera hay que decir: Puesto que el alma
17,22: El ánimo alegre hace la edad florida: mueve naturalmente al cuerpo, el movi-
el espíritu triste seca los huesos. Y Prov miento espiritual del alma es natural-
25,20: Como la polilla al vestido y la carco- mente la causa de la transmutación cor-
ma al madero, así la tristeza daña al corazón poral. Y no es lo mismo en el caso de
del hombre. Y Eclo 38,19: Por la tristeza las especies intencionales, que no están
se apresura la muerte. ordenadas naturalmente a mover otros
Solución: Hay que decir: La tristeza es cuerpos no destinados a ser movidos
entre todas las pasiones la que más daña por el alma.
al cuerpo. La razón de lo cual es que la 2. A la segunda hay que decir: Las
tristeza se opone a la vida humana en otras pasiones implican una transmuta-
cuanto a la especie de su movimiento y ción corporal conforme, según su espe-
no sólo en cuanto a su medida o canti- cie, al movimiento vital, pero contraria a
dad, como las otras pasiones del alma. la tristeza, como se ha dicho antes (en la
La vida humana, en efecto, consiste en sol.).
cierto movimiento que del corazón se 3. A la tercera hay que decir: Para im-
difunde a los demás miembros, movi- pedir el uso de la razón basta una causa
miento que, ciertamente, conviene a la más ligera que para destruir la vida,
naturaleza humana según una determina- pues vemos que muchas enfermedades
da medida. Si, pues, ese movimiento hacen perder el uso de la razón sin que
traspasa la debida medida, será opuesto priven de la vida. Y, sin embargo, el te-
a la vida humana según la medida de la mor y la ira ocasionan un daño corporal
cantidad, mas no según la semejanza de por la tristeza que se les mezcla a causa
la especie; mientras que, si se impide el de la ausencia de lo que se desea. Aun la
curso de este movimiento, será opuesto misma tristeza quita a veces el uso de la
a la vida según su especie. razón, como se ve en los que por causa
Ahora bien, hay que notar que en to- del dolor caen en la melancolía o se
das las pasiones del alma la transmuta- vuelven maniáticos.
1. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1104b17): S. Tu., lect.3 n.270. 2. ARISTÓTELES, c.4 n.10
(BK 1166b23): S. TH., lect.4 n.1818. 3. C.7: ML 32,698. 4. ARISTÓTELES, c.14 n.6 (BK
1154b13): S. TH., lect.14 n.1532.
C.38 a.2 De los remedios de la tristeza o dolor 319
pienten de los males de que se alegra- los gemidos j en las lágrimas hallaba algún
ron. Y a esta tristeza se pone remedio descanso.
con las delectaciones contrarias. Solución: Hay que decir: Las lágrimas
3. A la tercera hay que decir: Cuando y gemidos alivian naturalmente la tris-
existen dos causas que inclinan a movi- teza por dos razones. En primer lugar,
mientos contrarios, ambas se impiden porque todo lo nocivo que se guarda en
mutuamente, y, sin embargo, finalmente, el interior aflige más, pues la atención
triunfa aquella que es más fuerte y dura- del alma se concentra más sobre ello,
dera. Ahora bien, en el que se entristece pero cuando se manifiesta al exterior,
de aquellas cosas en las que acostumbra- entonces la atención del alma en cierto
ba a deleitarse juntamente con el amigo modo se desparrama sobre las cosas ex-
muerto o ausente, se encuentran dos teriores, y así disminuye el dolor inte-
causas que producen movimientos con- rior. Y, por eso, cuando los hombres
trarios. Porque el pensamiento de la que se hallan atribulados manifiestan su
muerte o de la ausencia del amigo incli- tristeza exteriormente por el llanto o ge-
na al dolor, mientras el bien presente in- mido, o también por la palabra, se miti-
clina a la delectación. Por consiguiente, ga su tristeza. En segundo lugar, porque
ambos se atenúan mutuamente. Pero, no la operación que conviene al hombre se-
obstante, como el sentimiento de lo pre- gún la disposición en que se encuentra
sente mueve con más fuerza que el re- le es siempre deleitable. Ahora bien, el
cuerdo de lo pasado, y el amor de sí llanto y los gemidos son operaciones
mismo es más duradero que el amor de que convienen al hombre entristecido o
otro, de aquí que, finalmente, la delecta- con dolor, y, por tanto, se le hacen de-
ción ahuyenta la tristeza. Por eso San leitables. Así, pues, puesto que toda de-
Agustín añade un poco más adelante 5 lectación alivia de alguna manera la tris-
que su dolor cedía el paso a la misma clase teza o dolor, como se ha dicho (a.1), se
de placeres de tiempos anteriores. sigue que la tristeza se alivia por el llan-
to y los gemidos.
ARTICULO 2 Respuesta a las objeciones: 1. A la
¿Se alivia el dolor o la tristeza con el primera hay que decir: La relación de causa
llanto? a efecto es contraria a la relación de lo
que constrista al contristado, pues todo
efecto es conveniente a su causa, y, por
Objeciones por las que parece que el consiguiente, le es deleitable, mientras
llanto no alivia la tristeza. que lo que contrista es contrario al con-
1. Ningún efecto disminuye su cau- tristado. Y por eso la relación del efecto
sa. Pero el llanto o gemido es efecto de de la tristeza con el contristado es con-
la tristeza. Luego no disminuye la tris- traria a la que con el mismo tiene lo que
teza. contrista. Y así, por razón de dicha con-
2. Aún más: Así como el llanto o trariedad, la tristeza se mitiga por su
gemido es efecto de la tristeza, así la risa efecto propio.
es efecto de la alegría. Pero la risa no 2. A la segunda hay que decir: La rela-
disminuye la alegría. Luego el llanto no ción de efecto a causa es semejante a la
alivia la tristeza. relación de lo deleitable al que se deleita,
3. Y también: En el llanto se nos re- porque en uno y otro caso hay conve-
presenta el mal que nos contrista. Pero niencia. Ahora bien, todo lo semejante
la imaginación de la cosa que contrista produce aumento en su semejante. Y
aumenta la tristeza, como la imaginación por eso, la risa y otros efectos de la ale-
de lo deleitable aumenta la alegría. Lue- gría aumentan la alegría, a menos que
go parece que el llanto no alivia la tris- accidentalmente haya un exceso.
teza. 3. A la tercera hay que decir: La ima-
En cambio está lo que dice San ginación de la cosa que contrista, de
Agustín en IV Confess. 6 , que cuando se suyo, está ordenada a aumentar la tris-
dolía de la muerte de su amigo, sólo en teza, pero por lo mismo que el hombre
7. C.27. 8. C.4: ML 32,752. 9. C.9: ML 32,699. 10. ARISTÓTELES, Eth. l.9 c.4
n.5 (BK 1166a31): S. TH., lect.4 n.1811. 11. ARISTÓTELES, c.11 n.2 (BK 1171a29): S. TH.,
lect.13 n.1928. 12. ARISTÓTELES, c.11 n.2 (BK 1171a28): S. TH., lect.13 n.1928-1931.
13. ARISTÓTELES, c.9 n.7 (BK432b27): S. TH., lect.14 n.813-814.
C.38 a.5 De los remedios de la tristeza o dolor 321
movimientos del alma, parece que la 3. A la tercera hay que decir: En las
contemplación de la verdad no contribu- potencias del alma se produce una re-
ye nada a la mitigación del dolor. dundancia desde la superior a la inferior.
3. Y también: El remedio de la en- Y conforme a esto, la delectación de la
fermedad debe aplicarse donde está la contemplación, que está en la parte su-
enfermedad. Pero la contemplación de la perior, redunda en el sentido para miti-
verdad está en el entendimiento. Luego gar el dolor que padece.
no mitiga el dolor corpotal, que se halla
en el sentido.
ARTICULO 5
En cambio está lo que dice San
Agustín en Soliloq.14: Parecíame que si ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por
aquel resplandor de la verdad se descubriese a el sueño y los baños?
nuestras mentes, o que yo no habría de sentir
aquel dolor, o que, ciertamente, lo habría teni- Objeciones por las que parece que el
do por nada. sueño y los baños no mitigan la tristeza.
Solución: Hay que decir: Como se ha 1. En efecto, la tristeza reside en el
indicado anteriormente (q.3 a.3), la ma- alma. Pero el sueño y el baño concier-
yor delectación consiste en la contempla- nen al cuerpo. Luego en nada contribu-
ción de la verdad. Ahora bien, toda de- yen a la mitigación de la tristeza.
lectación mitiga el dolor, según se ha di- 2. Aún más: El mismo efecto no pa-
cho antes (a.1). Por consiguiente, la rece ser producido por causas contrarias.
contemplación de la verdad mitiga la Pero tales cosas, siendo corporales, son
tristeza o el dolor, y tanto más cuanto contrarias a la contemplación de la ver-
más perfectamente es uno amante de la dad, que es, como se ha dicho (a.4), cau-
sabiduría. Y por eso los hombres se ale- sa de la mitigación de la tristeza. Luego
gran en medio de las tribulaciones por la la tristeza no se mitiga por tales cosas.
contemplación de las cosas divinas y de 3. Y también: La tristeza y el dolor,
la fugura bienaventuranza, según aquello en cuanto pertenecen al cuerpo, consis-
de Sant 1,2: Tened, hermanos míos, por ten en una cierta alteración del corazón.
sumo gozo el caer en diversas tribulaciones. Y Pero tales remedios parecen ser propios
lo que es más, semejante gozo se en- más bien de los sentidos y miembros ex-
cuentra en medio de los tormentos cor- ternos que de la disposición interior del
porales, como el mártir Tiburcio, que, corazón. Luego la tristeza no se mitiga
andando con los pies desnudos sobre carbones por ellos.
encendidos, dijo: Parece me que camino sobre En cambio está lo que dice San
rosas en el nombre de Jesucristo15. Agustín en IX Confess.16: Había oído que
Respuesta a las objeciones: 1. A la el baño es llamado así porque arroja del alma
primera hay que decir: Quien aumenta el sa- la tristeza. Y más adelante: Me dormí y
ber, aumenta también el dolor, ya por la di- desperté, y hallé en gran parte mitigado mi
ficultad y el defecto de encontrar la ver- dolor. Y cita lo que se dice en un himno
dad, ya por el hecho de que por la cien- de San Ambrosio17, que el sueño restablece
cia el hombre conoce muchas cosas los miembros debilitados para el trabajo, ali-
contrarias a su voluntad. Y así, por par- via las mentes fatigadas y libera a los angus-
te de las cosas conocidas, la ciencia cau- tiados de su pena.
sa dolor; mientras, por parte de la con- Solución: Hay que decir: Como se ha
templación de la verdad, causa delecta- indicado anteriormente (q.37 a.4), la tris-
ción. teza es contraria según su especie al mo-
2. A la segunda hay que decir: El en- vimiento vital del cuerpo. Y por eso
tendimiento especulativo no mueve el aquellas cosas que restablecen la natura-
ánimo por parte de la cosa contemplada, leza corporal a su debido estado de mo-
pero sí lo mueve por parte de la misma vimiento vital son contrarias a la tristeza
contemplación, que es un bien del hom- y la mitigan. Además, por el hecho de
bre y, naturalmente, deleitable. que mediante estos remedios vuelve la
14. C.12: ML 32,880. 15. Breviarium S.O.P. die 11 augusti ad mera. S. Tiburtii.
16. C.12: ML 32,777. 17. Deus Creator omnium: ML 16,1473.
322 Tratado de las pasiones del alma C.38 a.5
naturaleza a su debido estado, son causa se ha indicado anteriormente (q.31 a.8),
de delectación; pues esto es lo que pro- las delectaciones contrarias se impiden
duce la delectación, según se ha dicho mutuamente, y, sin embargo, toda delec-
anteriormente (q.31 a.1). Luego por es- tación mitiga la tristeza. Por lo tanto, no
tos remedios corporales se mitiga la tris- hay inconveniente en que la tristeza se
teza, ya que toda delectación la mitiga. mitigue por causas que se impiden mu-
tuamente.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. A la tercera hay que decir: Toda
primera hay que decir: La debida dispo- buena disposición del cuerpo redunda en
sición del cuerpo, en cuanto percibida cierto modo en el corazón como en el
por el sentido, causa delectación, y, con- principio y fin de los movimientos cor-
siguientemente, mitiga la tristeza. porales, según dice el libro De causa mo-
2. A la segunda hay que decir: Como tus animalium18.
1. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.19: MG 40,688. 2. ARISTÓTELES, c.11 n.4 (BK 1152b15):
S. TH., lect.11 n.1476. 3. ARISTÓTELES, c.9 n.7 (BK 1128b30): S. TH., lect.17 n.879.
4. C.14: ML 34,385.
a En este primer artículo, a la vez que descubre la bondad metafísico-psicológica del dolor,
por lo que tiene de conocimiento y rechazo del mal, se responde a la cuestión histórica de los
estoicos: no todo dolor es malo en su ser psicológico. En los artículos siguientes se fijará más
bien en la valoración moral del dolor, tomando muy en consideración los testimonios de la Es-
critura y de San Agustín.
324 Tratado de las pasiones del alma C.39 a.2
por suposición, se juzga voluntario, se- de la voluntad humana a la divina perte-
gún dice III Ethic.5, y se ha expuesto nece a la rectitud de la voluntad, según
anteriormente (q.6 a.6). se ha dicho anteriormente (q.19 a.9), pa-
Respuesta a las objeciones: 1. A la rece que la tristeza es contraria a la recti-
primera hay que decir: San Gregorio Ni- tud de la voluntad y, por lo tanto, no
seno habla de la tristeza por parte del tiene razón de bien honesto.
mal que entristece, mas no por parte del En cambio, todo lo que merece el
que siente el mal y lo rechaza. Y aun premio de la vida eterna tiene razón de
bajo este aspecto todos rehuyen la tris- bien honesto. Pero tal es la tristeza,
teza, en cuanto huyen del mal, pero no como consta por lo que dice Mt 5,5: Bie-
rehuyen la sensación y repulsa del mal. naventurados los que lloran, porque ellos serán
Y lo mismo debe decirse del dolor cor- consolados. Luego la tristeza es un bien
poral, pues la sensación y rechazo del honesto.
mal corporal testifican la bondad de la Solución: Hay que decir: Por la misma
naturaleza. razón por la que la tristeza es un bien,
La respuesta a la segunda y tercera puede ser un bien honesto. En efecto, se
objeción es evidente según lo expuesto. ha dicho (a.1) que la tristeza es un bien
en cuanto al conocimiento y repulsa del
ARTICULO 2 mal. Estas dos cosas en el dolor corpo-
ral testifican la bondad de la naturaleza,
¿Puede ser la tristeza un bien de la cual proviene que el sentido sienta
honesto?b y la naturaleza rehuya el objeto lesivo
que produce dolor. En cuanto a la tris-
3 q.15 a.6 ad 2 et 3; q.46 a.6 ad 2.
teza interior, el conocimiento del mal se
Objeciones por las que parece que la debe a veces al juicio recto de la razón,
tristeza no tiene razón de bien honesto. mientras que el rechazo del mal se reali-
1. En efecto, lo que conduce al in- za por la voluntad bien dispuesta, que
fierno es contrario al bien honesto. detesta el mal. Mas todo bien honesto
Pero, como dice San Agustín en XII Su- proviene de estas dos cosas, a saber, de
per Gen. ad litt.6: Jacob parece haber temido la rectitud de la razón y de la voluntad.
que la demasiada tristeza le perturbase de tal Por consiguiente, aparece claro que la
manera que no fuese al descanso de los bien- tristeza puede tener razón de bien ho-
aventurados, sino al infierno de los pecadores. nesto.
Luego la tristeza no tiene razón de bien Respuesta a las objeciones: 1. A la
honesto. primera hay que decir: Todas las pasiones
2. Aún más: El bien honesto es lau- del alma deben ser reguladas por la nor-
dable y rrieritorio. Pero la tristeza dismi- ma de la razón, que es la raíz del bien
nuye la razón de alabanza y mérito, pues honesto. La tristeza inmoderada, de la
dice el Apóstol 7 en 2 Cor 9,7: Haga cada que habla San Agustín, traspasa esta re-
cual conforme lo ha resuelto en su corazón, no gla y, por tanto, se aparta de la razón de
con tristeza o por necesidad. Luego la tris- bien honesto.
teza no es un bien honesto. 2. A la segunda hay que decir: Así
3. Y también: Como dice San Agus- como la tristeza por el mal procede de la
tín en XIV De civ. Dei 8: La tristeza pro- voluntad y de la razón recta, que detes-
viene de las cosas que suceden contra nuestra tan el mal, así la tristeza por el bien pro-
voluntad. Pero no querer las cosas que cede de la razón y de la voluntad per-
suceden actualmente es tener voluntad versa, que detestan el bien. Y por eso tal
contraria a la ordenación divina, a cuya tristeza es un obstáculo a la alabanza o
providencia está sometido todo lo que mérito del bien honesto, como cuando
acontece. Luego como la conformidad alguien hace limosna con tristeza.
5. ARISTÓTELES, c.1 n.6 (BK 1110a18): S. TH., lect.1 n.390-391. 6. C.33: ML 34,482.
7. S. PABLO. 8. C.15: ML 41,424.
b Para un conocimiento más apurado del pensamiento de Santo Tomás sobre el valor mo-
ral del dolor, debe acudirse al lugar paralelo de 3 q.46, sobre la pasión de Cristo.
C.39 a.3 De la bondad y malicia de la tristeza o dolor 325
3. A la tercera hay que decir: Algunas contristante. Y en este sentido la tristeza
cosas suceden actualmente no porque es útil, si es respecto de algo que debe
Dios quiere que sucedan, sino que las rehuirse. Porque se debe huir de una
permite, como los pecados. Por consi- cosa por dos motivos. Primero, por ra-
guiente, la voluntad que rechaza el peca- zón de la cosa misma, que es contraria al
do existente en sí o en otro, no está en bien, como el pecado. Y por eso la tris-
desacuerdo con la voluntad divina. Los teza por el pecado es útil para que el
males penales, en cambio, se dan actual- hombre evite el pecado, como dice el
mente, incluso por voluntad divina. Sin Apóstol12 en 2 Cor 7,9: Me alegro no por-
embargo, no se exige para la rectitud de que os entristecisteis, sino porque os entris-
la voluntad que el hombre los quiera en tecisteis para la penitencia. En segundo lu-
sí mismos, sino solamente que no ponga gar, se debe huir de una cosa, no porque
resistencia al orden de la justicia divina, sea mala en sí misma, sino por ser oca-
según se ha dicho anteriormente (q.19 sión de mal, ya porque el hombre se
a.10). adhiere a ella con amor excesivo, ya por-
que a causa de ella cae en algún mal,
como se ve claro en los bienes tempora-
ARTICULO 3 les. Y bajo este aspecto la tristeza por
¿Puede la tristeza ser un bien útil? los bienes temporales puede ser útil,
como dice Eclo 7,3: Mejor es ir a la casa
3 q.46 a.6 ad 2. del luto que a la casa del festín, pues en aqué-
lla se recuerda el fin de todos los hombres.
Objeciones por las que parece que la La tristeza, por tanto, respecto de
tristeza no puede ser un bien útil. todo lo que debe evitarse es útil, puesto
1. En efecto, dice Eclo 30,25: La que es doble el motivo de huir. En efec-
tristeza ha matado a muchos y no hay utili- to, el mal en sí mismo debe evitarse, y
dad en ella. todos rehuyen la tristeza por sí misma,
2. Aún más: La elección es de aque- como también todos apetecen el bien y
llo que es útil para un fin. Pero la tris- la delectación en el bien. Luego, así
teza no es elegible, antes, al contrario, como la delectación en el bien hace bus-
una cosa debe elegirse sin tristeza más car el bien más ávidamente, así la tris-
bien que con ella, como dice III Topic.9 teza por el mal hace huir del mal con
Luego la tristeza no es un bien útil. más vehemencia.
3. Y también: Todas las cosas existen
por razón de su operación, como dice II De Respuesta a las objeciones: 1. A la
coelo10.. Pero la tristeza impide la opera- primera hay que decir: La autoridad aduci-
ción, como dice X Ethic.11 Luego la da se entiende de la tristeza inmoderada,
tristeza no tiene razón de bien útil. que absorbe el ánimo, pues tal tristeza
paraliza el ánimo y le impide huir del
En cambio, el sabio no busca sino lo mal, como se ha dicho anteriormente
útil. Pero como dice Eclo 7,5: El corazón (q.37 a.2).
de los sabios está donde hay tristeza, y el co- 2. A la segunda hay que decir: Así
ra^ón de los necios, donde hay alegría. Luego como todo lo elegible se hace menos
la tristeza es útil. elegible por causa de la tristeza, así todo
Solución: Hay que decir: Del mal pre- aquello de que debe huirse se hace más
sente surgen dos movimientos apetiti- rechazable por causa de ella. Y en este
vos. Uno, por el que el apetito es con- sentido la tristeza es útil.
trario al mal presente. Y bajo este aspec- 3. A la tercera hay que decir: La tris-
to, la tristeza no tiene utilidad, porque teza por una operación impide la opera-
lo presente no puede no serlo. ción, mientras que la tristeza por cesa-
El segundo movimiento surge en el ción de la operación hace obrar con más
apetito para evitar o rechazar el mal avidez.
9. ARISTÓTELES, c.2 n.16 (BK 117b30). 10. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 286a8): S. TH.,
lect.4 n.334. 11. ARISTÓTELES, c.5 n.5 (BK 1175b17): S. TH., lect.7 n.2048. 12. SAN
PABLO.
326 Tratado de las pasiones del alma C.39 a.4
13. ARISTÓTELES, c.10 n.2 (BK 1160b9): S. TH., lect.10 n.1677. 14. C.6: ML 41,409.
15. C.12: ML 32,881. 16. C.12: ML 34,132. 17. C.12: ML 40,237; cf. De mor. Eccl. Ca-
thol. 1.2 c.3: ML 32,1346. 18. A saber, CORNELIO CELSO (cf. S. AGUSTÍN, Solil. 1.1 c.12: ML
32,881).
c La formidable afirmación de que peor que padecer el mal es «no juzgar que es mal lo que
verdaderamente es mal o no rechazarlo», tiene un espléndido antecedente en la observación de
Séneca: «¿Piensas tú que se preocupan del remedio quienes cuentan sus males por virtudes?»
(Carta 26).
CUESTIÓN 40
Empezamos ahora a tratar de las pasiones del irascible (cf. q.26 introd.);
y, en primer lugar, de la esperanza y la desesperación; después, del temor
y la audacia (q.41), y, por fin, de la ira (q.46). La primera de estas cuestiones
plantea y exige respuesta a ocho problemas:
1. ¿Es la esperanza lo mismo que el deseo o anhelo?—2. ¿Reside la
esperanza en la potencia aprehensiva o en la apetitiva?—3. ¿Se da la espe-
ranza en los animales?—4. ¿Es la desesperación contraria a la esperan-
za?—5. ¿Es la experiencia causa de la esperanza?—6. ¿Abunda la espe-
ranza en los jóvenes y en los ebrios?—7. Del orden de la esperanza al
amor. — 8. ¿Contribuye la esperanza a la operación?
1. C.3: ML 41,406.
328 Tratado de las pasiones del alma C.40 a.2
siones del irascible se diferencian de las perar con atención. Luego la esperanza
pasiones del concupiscible. Y por esta pertenece a la potencia cognoscitiva.
razón la esperanza presupone el deseo, 2. Aún más: La esperanza, al pare-
como también todas las pasiones del cer, se identifica con la confianza. Pero
irascible presuponen las pasiones del la confianza, lo mismo que la fe, parece
concupiscible, según se ha dicho ante- pertenecer a la potencia cognoscitiva.
riormente (q.25 a.1). Luego también la esperanza.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. Y también: La certeza es una pro-
primera hay que decir: San Agustín pone piedad de la potencia cognoscitiva. Pero
el anhelo en lugar de la esperanza, por- la certeza se atribuye a la esperanza.
que ambas miran al bien futuro, y por- Luego la esperanza pertenece a la poten-
que el bien que no es arduo se reputa cia cognoscitiva.
como nada; de manera que el anhelo pa- En cambio, la esperanza mira al
rezca tender, sobre todo, al bien arduo, bien, como se ha dicho (a.1). Pero el
al cual tiende también la esperanza. bien, en cuanto tal, no es objeto de la
2. A la segunda hay que decir: El obje- potencia cognoscitiva. Luego la esperan-
to de la esperanza no es el bien futuro za no pertenece a la potencia cognosciti-
absolutamente, sino como arduo y difícil va, sino a la apetitiva.
de conseguir, como queda dicho (en la Solución: Hay que decir: Implicando la
sol.). esperanza una cierta extensión del apeti-
3. A la tercera hay que decir: El obje- to hacia el bien, pertenece claramente a
to de la esperanza no sólo añade la posi- la potencia apetitiva, pues el movimien-
bilidad al objeto del deseo, sino también to hacia las cosas corresponde propia-
la arduidad, que hace que la esperanza mente al apetito, mientras que la acción
pertenezca a otra potencia, esto es, a la de la potencia cognoscitiva se perfeccio-
irascible, que mira a lo arduo, como ya na no por el movimiento del que conoce
se ha expuesto (1 q.81 a.2; cf. supra q.23 hacia las cosas, sino, más bien, en cuan-
a.l). Además, lo posible y lo imposible to las cosas conocidas están en el que
no son enteramente accidentales con res- conoce. Pero como la potencia cognosci-
pecto al objeto de la potencia apetitiva. tiva mueve a la apetitiva presentándole
Porque el apetito es principio de movi- su objeto, según los diversos aspectos
miento, y nada se mueve hacia una cosa del objeto aprehendido, siguen diversos
sino bajo la razón de posible; ninguno, movimientos en la potencia apetitiva.
en efecto, se mueve hacia lo que juzga En efecto, uno es el movimiento que re-
imposible de conseguir. Y por esto, la sulta en el apetito de la aprehensión del
esperanza se diferencia de la desespera- bien, y otro de la aprehensión del mal.
ción según la diferencia entre lo posible Y de la misma manera son diversos los
y lo imposible. movimientos que siguen a la aprehen-
sión de algo presente o futuro, absoluto
ARTICULO 2 o arduo, posible o imposible. Y confor-
me a esto, la esperanza es un movimien-
¿Reside la esperanza en la potencia to de la potencia apetitiva, que sigue a la
aprehensiva o en la apetitiva? aprehensión de un bien futuro, arduo y
posible de obtener, esto es, la extensión
In Sent. 3 d.26 q.1 a.1; q.2 a.2.
del apetito a este bien.
Objeciones por las que parece que la Respuesta a las objeciones: 1. A la
esperanza pertenece a la potencia cog- primera hay que decir: Como la esperanza
noscitiva. mira al bien posible, surge en el nombre
1. En efecto, la esperanza parece ser un doble movimiento de esperanza,
cierta expectación, pues dice el Apóstol 2 como doble es el modo de serle posible
en Rom 8,25: Si esperamos, pues, lo que no una cosa, esto es: por su propio poder y
vemos, aguardamos por la paciencia. Pero la por el poder de otro. Por tanto, lo que
expectación parece pertenecer a la poten- uno espera conseguir por su propio po-
cia cognoscitiva, de la que es propio es- der no se dice aguardarlo expectante,
2. SAN PABLO.
C.40 a.3 De las pasiones del irascible 329
sino esperarlo solamente. Pero, propia- ARTICULO 3
mente hablando, se dice esperar con ex-
pectación (exspectare) lo que se espera ¿Se da la esperanza en los animales?
por el auxilio ajeno, de modo que se In Sent. 3 d.26 q.1 a.1.
dice exspectare (en latín) como implicando
el fijar la mirada en otro (ex alio specta- Objeciones por las que parece que
re), es decir, en cuanto que la potencia no se da la esperanza en los animales.
aprehensiva, yendo adelante, no sólo 1. En efecto, la esperanza se refiere
mira al bien que intenta conseguir, sino al bien futuro, como dice el Damasce-
también a aquello por cuyo poder espera no3. Pero conocer el futuro no es pro-
conseguirlo, según lo que dice Eclo pio de los animales, que tienen solamen-
51,10: Miraba en busca del socorro de los te conocimiento sensitivo, el cual no se
hombres. Luego el movimiento de la es- extiende al futuro. Luego la esperanza
peranza a veces se llama expectación a no se da en los animales.
causa de la previa inspección por parte 2. Aún más: El objeto de la esperan-
de la potencia cognoscitivaa. za es el bien posible de alcanzar. Pero lo
posible y lo imposible son diferencias de
2. A la segunda hay que decir: Lo que
lo verdadero y lo falso, que existe sólo
el hombre desea y juzga poder conse-
en la mente, como dice el Filósofo en
guir, cree que lo conseguirá, y el movi-
VI Metaphys.4 Luego la esperanza no se
miento que sigue en el apetito se llama
da en los animales, que carecen de en-
confianza, por esa fe previa de la poten-
tendimiento.
cia cognoscitiva. Porque el movimiento
3. Y también: Dice San Agustín, en
apetitivo recibe su nombre del conoci-
Super Gen. ad litt.5, que los animales se
miento precedente, como el efecto de la
mueven por las cosas que ven. Pero la espe-
causa más conocida; pues la potencia
ranza no es de lo que se ve, porque lo que
aprehensiva conoce su acto mejor que el
uno ve, ¿cómo esperarlo?, según dice Rom
acto de la potencia apetitiva.
8,24. Luego la esperanza no se da en los
3. A la tercera hay que decir: La certe- animales.
za se atribuye no sólo al movimiento del
apetito sensitivo, sino también al del En cambio, la esperanza es una pa-
apetito natural; así se dice que la piedra sión del irascible. Pero en los brutos se
tiende con certeza hacia abajo. Y esto es da el irascible. Luego también la espe-
debido a la infalibilidad que le viene de ranza.
la certeza del conocimiento, que precede Solución: Hay que decir: Las pasiones
al movimiento del apetito sensitivo, o interiores de los animales pueden descu-
incluso natutal. brirse por los movimientos exteriores.
3. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.12: MG 94,929. 4. ARISTÓTELES, l.5 c.4 n.1
(BK 1027b27): S. TH., l.6 lect.4 n.1230ss. 5. L.9 c.14: ML 34,402.
6. ARISTÓTELES, l.4 c.12 n.9 (BK 1019b30): S. TH., 1.5 lect.14 n.973. 7. ARISTÓTELES,
1.9 c.4 n.4 (BK 1055a19); c.5 n.l (BK 1055b30): S. TH., l.10 lect.5 n.2030; lect.7 n.2059.
C.40 a.5 De las pasiones del irascible 331
implica una cierta aproximación. Pero en Ahora bien, la esperanza no reside en la
cuanto se le considera como imposible potencia cognoscitiva, sino en la apetiti-
de obtener, se presenta con carácter re- va, según se ha dicho (a.2). Luego la ex-
pelente, porque, como dice III Ethic.8: periencia no es causa de la esperanza.
Cuando se llega a algo imposible, los hombres 2. Aún más: Dice el Filósofo en
se retiran. Y bajo este aspecto mira al ob- II Rhetoric.10 que ¿os viejos son difíciles
jeto la desesperación. De ahí que impli- para la esperanza, a causa de la experiencia.
que un movimiento de retirada. Y por Por lo cual parece que la experiencia es
esta razón es contraria a la esperanza causa de la falta de esperanza. Pero una
como el alejamiento al acercamiento. misma cosa no es causa de los opuestos.
Respuesta a las objeciones: 1. A la Luego la experiencia no es causa de la
primera hay que decir: El temor es contra- esperanza.
rio a la esperanza por razón de la con- 3. Y también: Afirma el Filósofo en
trariedad de los objetos, es decir, del II De caelo 11 que decir algo de todo y no de-
bien y del mal, y esta contrariedad se en- jar pasar nada, es a veces señal de necedad.
cuentra en las pasiones del irascible, en Pero que el hombre lo intente todo pa-
cuanto se derivan de las pasiones del rece ser propio de una gran esperanza,
concupiscible. Pero la desesperación le mientras que la necedad proviene de la
es contraria solamente en cuanto a la inexperiencia. Luego la inexperiencia,
contrariedad de acercamiento y aleja- más bien que la experiencia, parece ser
miento. causa de la esperanza.
2. A la segunda hay que decir: La de- En cambio está lo que dice el Filóso-
sesperación no mira al mal bajo la razón fo en III Ethic.12, que algunos tienen buena
de mal, pero a veces mira accidental- esperanza, por haber vencido muchas veces y a
mente al mal, en cuanto hace imposible muchos, lo cual pertenece a la experiencia.
la consecución de algún bien. Mas puede Luego la experiencia es causa de la espe-
darse la desesperación por el mero so- ranza.
breexceso del bien. Solución: Hay que decir: Como se ha
3. A la tercera hay que decir: La deses- indicado antes (a.1), el objeto de la espe-
peración no importa solamente priva- ranza es el bien futuro, arduo y posible
ción de esperanza, sino también aleja- de conseguir. Luego una cosa puede ser
miento de la cosa deseada por juzgar causa de la esperanza, o porque hace que
imposible su consecución. Por consi- algo sea posible al hombre, o porque
guiente, la desesperación, como asimis- hace que éste juzgue que algo le es posi-
mo la esperanza, presupone el deseo, ble. Del primer modo es causa de espe-
pues de aquello que no cae bajo nuestro ranza todo lo que aumenta el poder del
deseo, ni tenemos esperanza ni desespe- hombre, como las riquezas, la fortaleza
ración. Y por esta razón cada una de y, entre otras cosas, también la experien-
ellas mira al bien que cae bajo el deseo. cia; pues por la experiencia adquiere el
hombre la facultad de hacer algo con fa-
ARTICULO 5 cilidad, de donde resulta la esperanza.
Por lo cual dice Vegecio en el libro De
¿Es la experiencia causa de la re militan 13: Nadie teme hacer lo que confía
esperanza? haber aprendido bien.
Infra q.42 a.5 ad 1; q.45 a.3. Del segundo modo es causa de espe-
ranza todo lo que hace juzgar a uno que
Objeciones por las que parece que la algo le es posible. Y así, tanto la instruc-
experiencia no es causa de la esperanza. ción como cualquier género de persua-
1. En efecto, la experiencia pertene- sión pueden ser causa de esperanza. Y
ce a la potencia cognoscitiva, por lo cual de este modo también la experiencia es
dice el Filósofo en II Ethic.9 que la vir- causa de la esperanza, a saber, en cuanto
tud intelectual necesita experiencia y tiempo. por la experiencia se forma el hombre la
8. ARISTÓTELES, c.3 n.13 (BK 1112b24): S. TH., lect.8 n.471. 9. ARISTÓTELES, c.1 n.1
(BK 1103a16): S. TH., lect.1 n.246. 10. ARISTÓTELES, c.13 n.11 (BK 1390a4). 11. ARIS-
TÓTELES, c.5 n.2 (BK 287b28): S. TH., lect.7 n.364. 12. ARISTÓTELES, c.8 n.13 (BK
1117a10): S. TH., lect.17 n.577. 13. Instit. rei militar. l.1 c.1.
332 Tratado de las pasiones del alma C.40 a.6
idea de que le es posible algo que consi- compara la esperanza al áncora. Pero los
deraba imposible antes de su experien- jóvenes y los ebrios están faltos de fir-
cia. Pero de este modo la experiencia meza, pues su ánimo es fácilmente mu-
puede ser también causa de la falta de dable. Luego la juventud y la embria-
esperanza. Porque así como por la expe- guez no son causa de la esperanza.
riencia se forma el hombre la idea de 2. Aún más: Lo que aumenta el po-
que le es posible algo que antes juzgaba der es especialmente causa de esperanza,
imposible, así, al contrario, la experien- como se ha dicho antes (a.5). Pero la ju-
cia le hace considerar como imposible lo ventud y la embriaguez llevan aneja cier-
que juzgaba posible. ta debilidad. Luego no son causa de la
Así pues, la experiencia es causa de la esperanza.
esperanza de dos modos, mientras que 3. Y también: La experiencia es cau-
es causa de la falta de esperanza de un sa de esperanza, como queda dicho (a.5).
solo modo. Y por esta razón podemos Pero a los jóvenes les falta experiencia.
decir que es más bien causa de la espe- Luego la juventud no es causa de la es-
ranza. peranza.
Respuesta a las objeciones: 1. A la En cambio está lo que dice el Filóso-
primera hay que decir: En el orden de la fo en III Ethic.15 que los ebrios tienen bue-
práctica, la experiencia no sólo produce na esperanza. Y en II Rhetoric.16 dice que
ciencia, sino también cierto hábito, por los jóvenes tienen buena esperanza.
razón de la costumbre, que hace más fá- Solución: Hay que decir: La juventud,
cil la operación. Además, la misma vir- según afirma el Filósofo en II Rheto-
tud intelectual contribuye a facilitar la ric. 17, es causa de esperanza por tres ra-
operación, pues demuestra ser algo posi- zones, que pueden tomarse de las tres
ble. Y de este modo es causa de la espe- condiciones del bien que es objeto de la
ranza. esperanza; a saber, que es futuro, arduo
2. A la segunda hay que decir: En los y posible, según se ha indicado (a.1). En
viejos hay falta de esperanza a causa de efecto, los jóvenes tienen mucho futuro
la experiencia, en cuanto la experiencia y poco pasado. Y, por tanto, como la
les persuade de su imposibilidad. Por memoria es de lo pasado, y la esperanza,
esto se añade allí14 que para ellos muchas de lo futuro, tienen pocos recuerdos,
cosas fueron a peor. pero viven mucho de la esperanza. Por
3. A la tercera hay que decir: La nece- otra parte, los jóvenes, por el calor de la
sidad y la inexperiencia pueden ser causa naturaleza, abundan en espíritus vitales,
de esperanza accidentalmente, esto es, y por eso se les ensancha el corazón. Por
descartando la ciencia, por la que se juz- eso los jóvenes son animosos y tienen
ga verdaderamente que algo no es posi- buena esperanza. De la misma manera,
ble. De ahí que por la misma razón por también aquellos que no han sufrido re-
la que la experiencia es causa de la falta veses ni han experimentado obstáculos
de esperanza, sea la inexperiencia causa en sus esfuerzos juzgan con facilidad
de esperanza. que una cosa les es posible. De ahí que
los jóvenes, por su inexperiencia de los
ARTICULO 6 obstáculos y deficiencias, fácilmente con-
sideren posible una cosa. Y por eso son
¿Abunda la esperanza en los jóvenes de buena esperanza.
y en los ebrios? Dos de estas cosas se hallan también
Infra q.45 a.3 ad 2. en los ebrios, a saber, el calor y la abun-
dancia de espíritus por causa del vino, y,
Objeciones por las que parece que la además, la inadvertencia de los peligros
juventud y la embriaguez no son causa y deficiencias. Y, por la misma razón,
de la esperanza. todos los necios y los que obran sin de-
1. En efecto, la esperanza importa liberación lo intentan todo y tienen mu-
certeza y firmeza. Por eso Heb 6,19 cha esperanza.
14. ARISTÓTELES, Rhet. l.2 c.13 n.11 (BK 1390a5). 15. ARISTÓTELES, c.8 n.14 (BK
1117a14): S. TH., lect.17 n.578. 16. ARISTÓTELES, c.12 n.8 (BK 138a19). 17. ARISTÓTE-
LES, ibid.
C.40 a.7-8 De las pasiones del irascible 333
Respuesta a las objeciones: 1. A la bién a aquello por lo que algo se nos
primera hay que decir: Aunque en los jó- hace posible.
venes y en los ebrios no haya en reali- Así pues, en cuanto la esperanza mira
dad firmeza, la hay, no obstante, en ellos al bien esperado, es causada por el amor,
según su propia estimación, pues pien- pues no hay esperanza sino del bien de-
san conseguir con certeza lo que es- seado y amado. Mas, en cuanto la espe-
peran. ranza mira a aquel por quien se nos hace
2. E igualmente hay que decir a la segun- posible algo, entonces el amor es causa-
da que los jóvenes y los ebrios son débi- do por la esperanza, y no viceversa.
les en realidad, pero, según su propia es- Pues por el hecho de que esperamos que
timación, son poderosos, porque igno- nos pueden venir bienes por medio de
ran sus defectos. alguien, nos dirigimos hacia él como ha-
3. A la tercera hay que decir: No sólo cia nuestro bien, y de esta manera co-
la experiencia, sino también la inexpe- menzamos a amarle. Ahora bien, por el
riencia es en cierto modo causa de espe- hecho de amar a alguien no esperamos
ranza, como queda dicho (a.5 ad 3). de él sino accidentalmente, esto es, en
cuanto creemos ser amados recíproca-
ARTICULO 7 mente por él. Por consiguiente, el ser
amados por alguien nos hace esperar en
¿Es la esperanza causa del amor? él, pero nuestro amor a él lo causa la es-
Supra q.27 a.4 ad 3; infra q.62 a.4 ad 3; 2-2 q.17 a.8; peranza que tenemos en él.
De spe a.3. Y por lo expuesto es evidente la res-
puesta a las objeciones.
Objeciones por las que parece que la
esperanza no es causa del amor.
1. Porque, según San Agustín, en ARTICULO 8
XIV De civ. Dei 18, la primera de las afec-
ciones del alma es el amor. Pero la espe- ¿Contribuye la esperanza a la
ranza es una afección del alma. Luego el operación o más bien la impide?
amor precede a la esperanza, y, por con-
siguiente, la esperanza no causa el amor. Objeciones por las que parece que la
2. Aún más: El deseo precede a la esperanza no ayuda a la operación, sino
esperanza. Pero el deseo es causado por más bien la impide.
el amor, según se ha dicho (q.25 a.2; 1. En efecto, la seguridad pertenece
q.28 a.6 ad 2). Luego también la espe- a la esperanza. Pero la seguridad produ-
ranza sigue al amor y, en consecuencia, ce negligencia, la cual impide la opera-
no lo causa. ción. Luego la esperanza impide la ope-
3. Y también: La esperanza produce ración.
delectación, como se ha dicho (q.32 a.3). 2. Aún más: La tristeza impide la
Pero la delectación no se da sino respec- operación, como se ha dicho anterior-
to del bien amado. Luego el amor prece- mente (q.37 a.3). Pero la esperanza algu-
de a la esperanza. nas veces causa tristeza, pues dice Prov
En cambio está lo que sobre aquello 13,12: La esperanza que se dilata aflige el
de Mt 1,2: Abrahán engendró a Jacob, dice alma. Luego la esperanza impide la ope-
la Glosa 19, esto es, la fe a la esperanza, la ración.
esperanza a la caridad. Ahora bien, la cari- 3. Y también: La desesperación es
dad es amor. Luego el amor es causado contraria a la esperanza, como queda di-
por la esperanza. cho (a.4). Pero la desesperación, sobre
todo en asuntos bélicos, ayuda a la ope-
Solución: Hay que decir: La esperanza ración, pues dice 2 Re 2,26 que es cosa
puede mirar a dos cosas. En efecto, mira peligrosa la desesperación. Luego la espe-
como a su objeto al bien esperado. Pero ranza produce el efecto contrario, impi-
como el bien esperado es lo arduo posi- diendo la operación.
ble, y a veces una cosa ardua se nos hace
posible no por nosotros, sino por medio En cambio está lo que dice 1 Cor
de otros; por eso la esperanza mira tam- 9,10, que el que ara debe arar con la espe-
6. ARISTÓTELES, Eth. 1.2 c.5 n.3 (BK 1105b28): S. TH., lect.5 n.299. 7. Q.33: ML
40,23. 8. ARISTÓTELES, c.2. n.2 (BK 1139a21): S. TH., lect.2 n.1128. 9. ARISTÓTELES
c.5 n.1 (BK 138a21). 10. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.3 c.23; MG 94,1088. 11. SAN
JUAN DAMASCENO, De fide orth. c.12: MG 94,929; c.15: MG 94,932. 12. ARISTÓTELES
Rhet. l.2 c.5 n.1 (BK 1382a21).
C.41 a.3 Del temor en sí mismo 337
13. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.3 c.23: MG 94,1088. 14. S. JUAN DAMASCENO,
ibid. 15. § 15: MG 3,713: S. TH., lect.12 n.454. 16. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK
1382a22).
338 Tratado de las pasiones del alma C.41 a.4
20
obstante la inclinación natural a ello. Y taphys. Ahora bien, el temor no mueve
por eso, tales pasiones no se atribuyen a investigar, sino más bien a huir. Lue-
en manera alguna a las cosas inanimadas. go la admiración no es una especie de
Y así es evidente la respuesta a las ob- temor.
jeciones. En cambio está en contra la autori-
dad del Damasceno21 y de San Gregorio
ARTICULO 4 Niseno 22 , que es suficiente.
¿Se asignan convenientemente las Solución: Hay que decir: Como se ha
especies del temor?a indicado (a.2), el temor se refiere a un
mal futuro que supera el poder del que
In Sent. 3 d.26 q.1 a.3; d.34 q.2 a.1 q.a1 ad 6; De ve- teme, esto es, al que no es capaz de re-
rit. q.26 a.4 ad 7. sistir. Mas tanto el bien como el mal del
Objeciones por las que parece que el hombre pueden ser considerados ya en
Damasceno señala17 inapropiadamente la operación de éste, ya en las cosas ex-
seis especies de temor, a saber, la pereda, teriores. En la operación del hombre
el rubor, la vergüenza, la admiración, el es- puede temerse un doble mal. Primera-
tupor y la congoja. mente, el trabajo que agobia a la natura-
1. En efecto, como dice el Filósofo leza, es decir, cuando alguien rehusa
en II Rhetoric.18, el temor proviene de obrar por temor de un trabajo excesivo.
un mal que contrista. Luego las especies En segundo lugar, la deshonra que daña
de temor deben corresponder a las espe- a la reputación. Y así, si se teme la des-
cies de tristeza. Ahora bien, las especies honra de cometer el acto hay rubor,
de tristeza son cuatro, como se ha dicho mientras que, si es de un acto torpe ya
anteriormente (q.35 a.8). Luego sola- cometido, hay vergüenza.
mente deben ser cuatro las especies de Por otra parte, el mal que consiste en
temor correspondientes a ellas. las cosas exteriores puede superar la fa-
2. Aún más: Lo que consiste en una cultad del hombre para resistir por tres
acción nuestra, está sometido a nuestro razones. Primera, por razón de su mag-
poder, como queda dicho (a.4). Luego la nitud, esto es, cuando alguien considera
pereza, el rubor y la vergüenza que mi- un gran mal cuyo término es incapaz de
ran a nuestra operación no deben consi- calcular. Y entonces hay admiración. Se-
derarse especies de temor. gunda, por la falta de costumbre, es de-
3. Y también: El temor es de algo cir, porque se presenta a nuestra consi-
futuro, como queda dicho (a.l y 2). deración algún mal insólito y, por eso,
Pero la vergüenza es de un acto torpe ya es grande en nuestra estimación. Y de
cometido, como dice San Gregorio Ni- este modo hay estupor, que es causado
seno19. Luego la vergüenza no es una por la imaginación de algo desacostum-
especie de temor. brado. Tercera, por razón de la imprevi-
4. Asimismo, el temor es solamente sión, es decir, porque no puede preve-
del mal. Pero la admiración y el estupor nirse, y así se temen las desgracias futu-
se refieren a algo grande e insólito, sea ras. Y tal temor se denomina congoja.
bueno o malo. Luego la admiración y el Respuesta a las objeciones: 1. A la
estupor no son especies del temor. primera hay que decir: Las especies de tris-
5. Además, los filósofos son impul- teza establecidas antes (obi.1) no se to-
sados por la admiración a investigar la man de la diversidad del objeto, sino de
verdad, como dice el principio de Me- la diversidad de los efectos y de ciertas
17. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.15: MG 94,932. 18. ARISTÓTELES, c.5 n.1
(BK 1382a22). 19. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.20: MG 40,689. 20. ARISTÓTELES, l.1
c.2 n.8 (BK 982b12): S. TH., lect.3 n.54. 21. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.15: MG
94,932. 22. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.20: MG 40,693.
a Una exposición más amplia de la división del temor en los autores aludidos, explícita o
implícitamente, en este artículo (Aristóteles, Andrónico de Rodas, Nemesio, Cicerón, S.Juan
Damasceno) y en los lugares paralelos señalados del mismo Santo Tomás, puede verse en la
obra citada de Ramírez, comentando esta cuestión (p.399-405).
C.41 a.4 Del temor en sí mismo 339
razones especiales. Y, por tanto, no es del temor, sino la admiración acerca de
preciso que aquellas especies de tristeza un gran mal y el estupor sobre un mal
correspondan a estas especies de temor, insólito. O puede decirse que así como
que se toman de la división propia del la pereza rehuye el trabajo de la opera-
objeto mismo del temor. ción exterior, así la admiración y el es-
2. A la segunda hay que decir: La ope- tupor rehuyen la dificultad de considerar
ración, en cuanto está ejecutándose ya, una cosa grande o insólita, sea buena o
está sujeta al poder del operante. Pero mala, de manera que la admiración y el
puede considerarse algo acerca de la estupor son al acto del entendimiento lo
operación que supera la capacidad del que la pereza es al acto exterior.
operante, por cuya causa uno rehusa 5. A la quinta hay que decir: El que se
obrar. Y conforme a esto, la pereza, el admira rehusa de momento dar un juicio
rubor y la vergüenza se consideran espe- sobre aquello de que se admira por te-
cies de temor. mor de equivocarse, pero inquiere para
el futuro. En cambio, el que padece es-
3. A la tercera hay que decir: Puede tupor no sólo teme juzgar al presente,
temerse una afrenta u oprobio futuros sino también en el futuro. De ahí que la
por una acción pasada. Y en este sentido admiración es el principio de la inves-
la vergüenza es una especie de temor. tigación filosófica, mientras el estupor es
4. A la cuarta hay que decir: No cual- un obstáculo para la consideración filo-
quiera admiración o estupor son especies sófica.
CUESTIÓN 42
Del objeto del temor
Corresponde a continuación tratar del objeto del temor (cf. q.41 in-
trod.). Esta cuestión plantea y exige respuesta a seis problemas:
1. ¿Es el bien el objeto del temor o lo es el mal?—2. ¿Es el mal de
la naturaleza objeto del temor?—3. ¿Hay temor del mal de culpa?—
4. ¿Puede temerse el temor mismo?—5. ¿Se temen más las cosas repenti-
nas?—6. ¿Se temen más lo que no tiene remedio?
6. ARISTÓTELES, c.5 n.14 (BK 1383a6). 7. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1112a23): S. TH.,
lect.7 n.461. 8. ARISTÓTELES, c.6 n.6 (BK 1115a26): S. TH., 14 n.536. 9. ARISTÓTELES,
c.5 n.1 (BK 1382 a21). 10. Rhet. l.2 c.5 n.1 (BK 1382a21). 11. C.5 n.1 (BK 1382a25).
12. C.5 n.14 (BK 1383a5).
342 Tratado de las pasiones del alma C.42 a.3
los cuales se opone, en cuanto puede, la terrible, sino que sólo es terrible lo que
naturaleza particular. Y así, por la incli- depende de una causa extrínseca. Ahora
nación de la naturaleza particular hay bien, el mal de culpa tiene como causa
dolor y tristeza por tales males cuando propia la voluntad humana y, por consi-
están presentes, y temor si amenazan guiente, no tiene propiamente razón de
para el futuro. terrible.
Pero como la voluntad humana puede
ARTICULO 3 ser inclinada a pecar por una causa ex-
terna, si esta causa posee gran fuerza
¿Hay temor del mal de culpa? para inclinarla, entonces podrá haber te-
2-2 q.144 a. 12. mor del mal de culpa en cuanto depende
de una causa externa; por ejemplo, cuan-
Objeciones por las que parece que do uno teme vivir en compañía de los
puede haber temor del mal de culpa. malos, no sea que le induzcan a pecar.
1. En efecto, dice San Agustín en Pero, propiamente hablando, en tal dis-
Super canonicam loan.13 que el hombre teme posición el hombre teme más la seduc-
con casto temor la separación de Dios. Pero ción que la culpa considerada en su na-
nada nos separa de Dios sino la culpa, turaleza, es decir, en cuanto voluntaria,
según aquello de Is 59,2: Vuestros pecados pues bajo este aspecto no es de temer.
han puesto separación entre vosotros y vuestro
Dios. Luego puede haber temor del mal Respuesta a las objeciones: 1. A la
de culpa. primera hay que decir: La separación de
2. Aún más: Dice Tulio en IV De Dios es una pena consiguiente al peca-
tusculanis quaest.14 que tememos aquellas co- do, y toda pena procede de algún modo
sas cuya presencia nos entristece. Pero uno de una causa exterior.
puede dolerse o entristecerse del mal de 2. A la segunda hay que decir: La tris-
culpa. Luego también puede uno temer teza y el temor convienen en una cosa,
el mal de culpa. pues ambas tienen por objeto el mal,
3. Y también: La esperanza se opo- pero difieren en dos. Primera, porque la
ne al temor. Pero la esperanza puede re- tristeza es del mal presente, y el temor,
ferirse al bien de la virtud, como es evi- del mal futuro. Segunda, porque la tris-
dente por el Filósofo en IX Ethic.15 Y el teza, residiendo en el concupiscible, mira
Apóstol16 dice Gál 5,10: Yo confío de vos- al mal absolutamente, y, en consecuen-
otros en el Señor que no tendréis otros senti- cia, puede ser de cualquier mal, pequeño
mientos. Luego también puede haber te- o grande. En cambio, el temor, hallán-
mor del mal de culpa. dose en el irascible, mira al mal acompa-
4. Asimismo, la vergüenza es una ñado de cierta arduidad o dificultad, que
especie de temor, como se ha dicho an- desaparece en cuanto una cosa está so-
teriormente (q.41 a.4). Pero la vergüenza metida a la voluntad. Y, por tanto, no
versa sobre un hecho torpe, que es un tememos todas las cosas futuras que
mal de culpa. Luego también el temor. cuando están presentes nos entristecen,
sino sólo algunas, esto es, las que son
En cambio está lo que dice el Filóso- arduas.
fo en II Rhetoric. 17, que no todos los males 3. A la tercera hay que decir: La espe-
se temen; por ejemplo, ser uno injusto o tardo. ranza es del bien asequible. Ahora bien,
Solución: Hay que decir: Según se ha alguien puede conseguir el bien por sí
indicado anteriormente (q.40 a.1; q.41 mismo o por otro, y, por consiguiente,
a.2), como el objeto de la esperanza es el la esperanza puede ser de un acto de vir-
bien futuro arduo que uno puede conse- tud, que está en nuestra facultad realizar.
guir, así el temor es de un mal futuro En cambio, el temor es de un mal que
arduo que no puede evitarse fácilmente. no está sometido a nuestra potestad, y,
De lo cual puede concluirse que lo que por tanto, el mal que se teme proviene
está sujeto absolutamente a nuestro po- siempre de una causa extrínseca, mien-
der y voluntad, no tiene naturaleza de tras el bien que se espera puede provenir
13. Tract.9 sobre 4,18: ML 35,2049. 14. C.6. 15. ARISTÓTELES, c.4 n.5 (BK 1166a25):
S. TH., lect.5 n.1808. 16. S. PABLO. 17. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1382a22).
C.42 a.4-5 Del objeto del temor 343
tanto de una causa intrínseca como de mido de ningún modo, por eso hay que
una causa extrínseca. responder a ellas.
4. A la cuarta hay que decir: Como se Respuesta a las objeciones: 1. A la
ha indicado anteriormente (q.41 a.4 ad 2 primera hay que decir: No todo temor es
y 3), la vergüenza no es el temor del idéntico, sino que hay diversos temores
acto mismo del pecado, sino de la des- según las diversas cosas que se temen.
honra o ignominia que le sigue y que Nada impide, pues, que por un temor se
proviene de una causa extrínseca. preserve alguien de otro temor, y de
esta manera se guarda de temer por di-
ARTICULO 4 cho temor.
2. A la segunda hay que decir: Siendo
¿Puede ser temido el temor mismo? uno el temor con que se teme al mal in-
minente, y otro el temor con que se
Objeciones por las que parece que el teme al mismo temor del mal inminente,
temor no puede ser temido. no se sigue que una cosa huya de sí mis-
1. En efecto, todo lo que se teme es ma o sea la huida de sí misma.
custodiado con temor para no perderlo, 3. A la tercera hay que decir: Por la
como el que teme perder la salud, la diversidad de temores ya mencionada
guarda temiendo. Si, pues, el temor es (ad 2), puede el hombre temer con te-
temido, temiendo se guardará el hombre mor actual un temor futuro.
de temer, lo cual parece inadmisible.
2. Aún más: El temor es una huida. ARTICULO 5
Pero nadie huye de sí mismo. Luego el
temor no teme al temor. ¿Son más temidas las cosas
3. Y también: El temor es de lo fu- repentinas?
turo. Pero el que teme, ya tiene temor.
Luego no puede temer al temor. Objeciones por las que parece que
En cambio está que el hombre puede las cosas insólitas y repentinas no son
amar el amor y dolerse del dolor. Luego más temidas.
también, por la misma razón, puede te- 1. En efecto, así como la esperanza
mer al temor. es respecto del bien, así el temor es acer-
Solución: Hay que decir: Como se ha ca del mal. Pero la experiencia contribu-
indicado (a.3), solamente tiene razón de ye a aumentar la esperanza de los bienes.
terrible lo que proviene de una causa ex- Luego también contribuye a aumentar el
trínseca, mas no lo que proviene de temor de los males.
nuestra voluntad. Ahora bien, el temor 2. Aún más: Dice el Filósofo en II
en parte proviene de una causa extrínse- Rhetoric.19 que son más temidos no los
ca y en parte está sometido a nuestra vo- que son prontos a la ira, sino los apacibles y
luntad. Proviene, ciertamente, de una astutos. Ahora bien, consta que los iracun-
causa extrínseca, en cuanto es una pa- dos tienen movimientos más repentinos.
sión que sigue a la imaginación de un Luego lo que es repentino es menos te-
mal inminente. Y conforme a esto puede rrible.
uno temer al temor, es decir, que le 3. Y también: Las cosas que suceden
amenace la necesidad de temer a causa súbitamente pueden considerarse menos.
del ataque de un mal notable. Está so- Pero tanto más se temen las cosas cuan-
metido a la voluntad en cuanto el apeti- to más se las considera; por lo cual dice
to inferior obedece a la razón, por lo el Filósofo en III Ethic.20 que algunos pa-
que el hombre puede rechazar el temor, recen valientes a causa de su ignorancia, los
y en este sentido el temor no puede ser cuales, si llegan a conocer que las cosas son
temido, como dice San Agustín en el li- distintas de como sospechan, huyen. Luego
bro Octoginta trium quaest.18 Pero como las cosas repentinas se temen menos.
alguien podría valerse de las razones que En cambio está lo que dice San
aduce para probar que el temor no es te- Agustín en II Confess. 21 : El temor se es-
18. Q.33: ML 40,23. 19. ARISTÓTELES, c.5 n.11 (BK 1382b20). 20. ARISTÓTELES,
c.8 n.16 (BK 1117a24): S. TH., lect.17 n.580-581. 21. C.6: ML 32,681.
344 Tratado de las pasiones del alma C.42 a.6
panta de las cosas insólitas y repentinas con- lado de su contraria. Por eso, cuando al-
trarias a las cosas amadas y se preocupa de la guien pasa de repente de la pobreza a la
seguridad. riqueza, aprecia más la riqueza debido a
Solución: Hay que decir: Como se ha la pobreza anterior; y, al contrario, los
indicado anteriormente (a.3; q.41 a.2), el ricos que caen de repente en la pobreza,
objeto del temor es el mal inminente la encuentran más horrible. Y por esta
que no se puede rechazar con facilidad. razón se teme más el mal repentino, por-
Y esto proviene de dos cosas: de la que parece ser mayor mal. Pero puede
magnitud del mal y de la debilidad del suceder por alguna circunstancia que la
que teme. Ahora bien, a ambas cosas magnitud del mal permanezca oculta;
contribuye el que algo sea insólito y re- por ejemplo, cuando los enemigos se es-
pentino. En primer lugar, contribuye a conden insidiosamente. Y entonces es
que aparezca mayor el mal inminente. verdad que una consideración diligente
En efecto, todas las cosas corporales, hace más terrible el mal.
tanto buenas como malas, aparecen me-
nores cuanto más se las considera. Y por ARTICULO 6
eso, así como el dolor del mal presente
se mitiga por razón de su larga dura- ¿Se teme más lo que no tiene
ción, así también el temor del mal futu- remedio?
ro se aminora mediante su consideración
anticipada. En segundo lugar, al ser algo Objeciones por las que parece que
insólito y repentino, contribuye a la de- no debe temerse más lo que no tiene re-
bilidad del que teme, en cuanto que le medio.
priva de los remedios de que el hombre 1. En efecto, para que haya temor se
puede proveerse para rechazar el mal fu- requiere que quede alguna esperanza de
turo, por no poder disponer de ellos salvación, como se ha dicho antes (a.3;
cuando el mal surge de improviso. q.41 a.2). Pero en los males irremedia-
bles no queda ninguna esperanza de sal-
Respuesta a las objeciones: 1. A la vación. Luego tales males no se temen
primera hay que decir: El objeto de la es- en absoluto.
peranza es el bien que uno puede conse- 2. Aún más: Ningún remedio puede
guir. Y, por tanto, lo que aumenta el aplicarse al mal de la muerte, porque na-
poder del hombre, naturalmente aumen- turalmente no es posible el retorno de la
ta la esperanza, y, por la misma razón, muerte a la vida. Sin embargo, no es la
disminuye el temor, porque el temor es muerte lo más temido, como dice el Fi-
de un mal al que no se puede resistir lósofo en Rhetoric.23 Luego no se teme
con facilidad. Así, pues, como la expe- más lo que no tiene remedio.
riencia hace al hombre más poderoso 3. Y también: Dice el Filósofo en
para obrar, por eso, del mismo modo I Ethic.24 que no es mayor el bien que dura
que aumenta la esperanza, también dis- mucho que el de un solo día, ni el perpetuo que
minuye el temor. el que no lo es. Luego, por la misma ra-
2. A la segunda hay que decir: Los ira- zón, tampoco es peor el mal. Pero las
cundos no ocultan su ira y, por eso, el cosas que no tienen remedio no parecen
daño que causan no es tan repentino que diferenciarse de las otras sino por su lar-
no se prevea. Pero los hombres apaci- ga duración o perpetuidad. Luego no
bles y astutos ocultan su ira, y así el son por esto peores o más terribles.
daño inminente por parte de ellos no
puede preverse, sino que llega de impro- En cambio está lo que el Filósofo
viso. Y por esta razón dice el Filósofo22 dice en II Rhetoric.25, que todo lo temible
que tales hombres son más temidos. es más terrible aun cuando, una vez cometida
3. A la tercera hay que decir: De suyo, la falta, no puede corregirse; o que no tiene
los bienes o males corporales al princi- socorro, o éste no es fácil.
pio parecen mayores. La razón de esto Solución: Hay que decir: El objeto del
es porque una cosa resalta más puesta al temor es el mal; por consiguiente, lo
22. ARISTÓTELES. 23. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1382a26). 24. ARISTÓTELES, c.6
n.6 (BK 1096b3): S. TH., lect.7 n.85. 25. ARISTÓTELES, c.5 n.12 (BK 1382b22).
C.42 a.6 Del objeto del temor 345
que contribuye a aumentar el mal, con- duración. Y, por lo tanto, se hacen su-
tribuye a aumentar el temor. Pero el mal mamente terribles.
no sólo se aumenta según su especie, Respuesta a las objeciones: 1. A la
sino también según las circunstancias, primera hay que decir: El remedio del mal
como es manifiesto por lo dicho ante- es doble. Uno, mediante el cual se impi-
riormente (q.18 a.3). Y entre las demás de que venga el mal futuro. Y, suprimi-
circunstancias, la larga duración o inclu- do tal remedio, desaparece la esperanza
so la perpetuidad parecen contribuir más y, en consecuencia, el temor. De ahí que
a aumentar el mal. En efecto, las cosas no hablemos ahora de tal remedio. Hay
que existen en el tiempo se miden en otro remedio del mal, mediante el cual
cierto modo por la duración del tiempo. se aleja el mal ya presente. Y de este re-
Por lo cual, si padecer algo en un deter- medio tratamos aquí.
minado tiempo es un mal, padecer lo 2. A la segunda hay que decir: Aunque
mismo en doble tiempo se aprehende la muerte sea un mal irremediable, sin
como duplicado. Y por esta razón, pade- embargo, como no amenaza de cerca, no
cer la misma cosa durante un tiempo in- se teme, según se ha dicho antes (a.2).
finito, que es padecerla perpetuamente, 3. A la tercera hay que decir: El Filó-
implica en cierto modo un aumento infi- sofo habla allí26 del bien en sí mismo,
nito. Ahora bien, los males que, después que es el bien según su especie. Pero en
de hacerse presentes, no pueden tener este sentido no se aumenta el bien por la
remedio o no lo tienen con facilidad, se larga duración o la perpetuidad, sino
consideran como perpetuos o de larga por la naturaleza del mismo bien.
1. Tract.9 super 4,18: ML 35,2049. 2. ARISTÓTELES, c.5 n.13 (BK 138b33). 3. Q.33
n.13: ML 40,22.
C.43 a.2 De las causas del temor 347
mera y directamente mira al mal que re- fuerza, el gran número de amigos y el poder
huye, el cual se opone al bien amado. excluyen el temor, como dice II Rhetoric.6
Y así, el temor, de suyo, nace del amor. Luego el temor se produce por la falta
Pero secundariamente mira a la causa de de estas cosas.
la que proviene tal mal. Y así, acciden-
talmente, el temor conduce algunas ve- Solución: Hay que decir: Como se ha
ces al amor, en cuanto el hombre que expuesto antes (a.1), puede considerarse
teme ser castigado por Dios, guarda sus una doble causa del temor. La primera,
mandamientos, y de este modo comienza a modo de disposición material, por par-
a esperar, y la esperanza conduce al te del que teme; la segunda, a modo de
amor, como se ha dicho anteriormente causa eficiente, por parte de lo que se
(q.40 a.7). teme. Así, pues, en cuanto a la primera,
2. A la segunda hay que decir: Aquel la impotencia es, de suyo, causa del te-
de quien se aguardan males, primera- mor. En efecto, sucede que por la falta
mente se le odia, pero una vez que se de poder no puede uno rechazar con fa-
comienza a esperar bienes de él, enton- cilidad un mal inminente. Pero en cam-
ces empieza a ser amado. En cambio, el bio, para causar temor se requiere una
bien al que es contrario el mal que se impotencia de cierta medida. Pues la im-
teme, era amado desde un principio. potencia que causa el temor de un mal
3. A la tercera hay que decir: El argu- futuro es menor que la impotencia con-
mento es procedente respecto de lo que siguiente al mal presente, objeto de la
es a modo de causa eficiente del mal te- tristeza. Y aún sería mayor la impotencia
rrible, mientras el amor es su causa a si desapareciese totalmente la sensación
modo de disposición material, como se del mal o el amor del bien cuyo contra-
ha dicho (en la sol.). rio se teme.
En cuanto a la segunda, el poder y la
fuerza, absolutamente hablando, son
ARTICULO 2 causa del temor, pues por el hecho de
¿Es la impotencia causa del temor? que algo que se aprehende como nocivo
es poderoso, su efecto no puede recha-
In Ps. ps.26. zarse. Puede suceder, sin embargo, acci-
Objeciones por las que parece que la dentalmente, que bajo este aspecto un
impotencia no es causa del temor. defecto cause temor, en cuanto que al-
1. En efecto, se teme, sobre todo, a guien, debido a un defecto, quiera cau-
los que tienen poder. Pero la impotencia sar daño; por ejemplo, movido por la
es contraria al poder. Luego la impoten- injusticia, o porque ha sido antes ofendi-
cia no es causa del temor. do o teme serlo.
2. Aún más: Los que van a ser deca- Respuesta a las objeciones: 1. A la
pitados se hallan en la máxima impoten- primera hay que decir: El argumento pro-
cia. Pero los tales no temen, como dice cede de la causa del temor por parte de
II Rhetoric.4 Luego la impotencia no es la causa eficiente.
causa del temor. 2. A la segunda hay que decir: Los que
3. Y también: Pelear proviene de la ya van a ser decapitados están padecien-
fortaleza, no de la impotencia. Pero los do un mal presente. Y, por tanto, su im-
combatientes temen a los que luchan potencia excede la medida del temor.
frente a ellos, como dice II Rhetoric.5 3. A la tercera hay que decir: Los que
Luego la impotencia no es causa del combaten no temen por razón del poder
temor. que les capacita para luchar, sino a causa
En cambio, las causas de los contra- de la falta de poder, debido a lo cual no
rios son contrarias. Pero las riquezas, la confían en que habrán de vencer.
4. ARISTÓTELES, c.5 n.14 (BK 138a5). 5. ARISTÓTELES, c.5 n.9 (BK 1382b13). 6. ARIS-
TÓTELES, c.5 n.20 (BK 1383b1).
CUESTIÓN 44
De los efectos del temor
Pasamos ahora a tratar de los efectos del temor (cf. q.41 introd,). Esta
cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas:
1. ¿Produce el temor contracción?—2. ¿Dispone para el consejo?—
3. ¿Produce temblor?—4. ¿Impide la operación?
1. C.8. 2. ARISTÓTELES, c.9. n.2 (BK 1128b13): S. TH., lect.17 n.870. 3. S. JUAN
DAMASCENO, De fide orth. c.23: MG 94,1088. 4. ARISTÓTELES. 5. Ps. ARISTÓTELES,
sect.27 probl.3 (BK 947b23). N.B. Como modernamente esta obra titulada Problemata no suele
incluirse en el Corpus Aristotelicum entre las auténticas de Aristóteles, por eso, siguiendo el tex-
to latino de la Summa Theologiae de Santo Tomás publicado por Editiones Paulinae de Roma
(1962), citamos el autor como el seudo Aristóteles.
C.44 a.2 De los efectos del temor 349
sin embargo, el movimiento de los espí- leza. Y por eso, en este temor no sólo se
ritus no es idéntico en los airados y en produce la contracción por parte del
los que temen. En los airados, en efecto, apetito, sino también por parte de la na-
debido al calor y sutileza de los espíritus turaleza corporal. En efecto, el animal,
que provienen del apetito de venganza, imaginándose la muerte, concentra el ca-
se produce interiormente el movimiento lor en el interior y se produce en él la
de los espíritus desde las partes inferio- misma disposición que cuando su muer-
res a las superiores, y, por eso, los espí- te es naturalmente inminente. Y de ahí
ritus y el calor se concentran alrededor resulta que los que temen la muerte palide-
del corazón. De lo cual se sigue que los cen, como dice IV Ethic. 10 En cambio, el
airados se muestran prontos y audaces mal que teme la vergüenza, no se opone
para acometer. En cambio, en los que a la naturaleza, sino solamente al apetito
temen, los espíritus, a causa del enfria- animal. Y, por tanto, se produce, cierta-
miento que los condensa, se mueven mente, una contracción según el apetito
desde las partes superiores a las inferio- animal, mas no según la naturaleza cor-
res. Esta frialdad proviene de la imagi- poral. Pero el alma, como contraída en
nación de su falta de poder. Y por eso sí misma, se entrega más al movimiento
no aumentan el calor y los espíritus alre- de los espíritus vitales y del calor, de
dedor del corazón, sino más bien se ale- donde resulta la difusión de éstos a las
jan de él. De ahí que los que temen no partes exteriores. Y por eso se ponen ro-
sean prontos para atacar, sino más bien jos los avergonzados.
para rehuir.
2. A la segunda hay que decir: Es natu- ARTICULO 2
ral a todo el que sufre, sea hombre o
animal, servirse de cualquier medio para ¿Dispone el temor para el consejo?
librarse de la cosa nociva presente que le 2-2 q.129 a.7; In Ps. ps.12.
causa dolor. Así vemos que los animales
doloridos hieren con la boca o con los Objeciones por las que parece que el
cuernos. Ahora bien, en los animales, la temor no dispone para el consejo.
principal ayuda para todo es el calor y 1. En efecto, no es propio de una
los espíritus vitales. Y por eso en el do- misma cosa disponer para el consejo e
lor la naturaleza conserva el calor y los impedirlo. Pero el temor impide el con-
espíritus interiormente, a fin de utilizar- sejo, pues toda pasión perturba la calma
los en rechazar lo nocivo. De ahí que el que se requiere para el buen uso de la
Filósofo6 diga en De problematibus 7 que, razón. Luego el temor no dispone para
cuando los espíritus y el calor han el consejo.
aumentado en el interior, es preciso dar- 2. Aún más: El consejo es un acto
les salida por la voz. Y por eso, los que de la razón que piensa y delibera sobre
sienten dolor apenas pueden reprimir los las cosas futuras. Pero hay algún temor
quejidos. En cambio, en los que temen que trastorna las ideas y hace salir a la mente
se produce el movimiento del calor inte- de su lugar, como dice Tulio en IV De
rior y de los espíritus desde el corazón a tusculanis quaest. 11 Luego el temor no dis-
las partes inferiores, como queda dicho pone para el consejo, sino más bien lo
(ad 1). Por lo cual el temor se opone a impide.
la formación de la voz por la emisión de 3. Y también: Como el consejo se
los espíritus hacia arriba a través de la aplica para evitar los males, así también
boca. Por esta razón, el temor hace se aplica para conseguir los bienes. Pero
guardar silencio. Y de ahí también que como el temor es de los males que de-
el temor haga temblar, como dice el Filó- ben evitarse, así la esperanza es de los
sofo8 en De problematibus 9. bienes que deben conseguirse. Luego el
3. A la tercera hay que decir: Los peli- temor no dispone para el consejo más
gros de muerte no sólo son contrarios al que la esperanza.
apetito animal, sino también a la natura- En cambio está lo que dice el Filóso-
12. ARISTÓTELES, c.5 n.4 (BK 138a6) 13. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (BK 1112b120):
S. TH., lect.7 n.472. 14. ARISTÓTELES, c.5 n.14 (BK 1383a7). 15. ARISTÓTELES, c.3 n.13
(BK 1112b24): S. TH., lect.8 n.477. 16. C.8.
C.44 a.4 De los efectos del temor 351
teriores quedan frías, y por esta razón cosa con temor, fracasan más fácilmente
les sobreviene el temblor, que es el ins- en el obrar, como si uno camina por una
trumento con que mueve el alma, como viga en alto, fácilmente se cae debido al
dice II De anima17. temor, mas no se caería si caminase por
Respuesta a las objeciones: 1. A la la misma viga colocada en el suelo, por
primera hay que decir: Retirado el calor falta de temor. Luego el temor impide la
del exterior al interior, aumenta el calor operación.
interiormente y, sobre todo, hacia las 3. Y también: La pereza o flojedad
partes inferiores, esto es, en torno a la es una especie de temor. Pero la pereza
región digestiva. Y, por tanto, consumi- impide la operación. Luego también el
da la humedad, se sigue la sed, y tam- temor.
bién a veces la evacuación del vientre y En cambio está lo que dice el Após-
la emisión de la orina, y en ocasiones in- tol 20 Flp 2,12: Con miedo y temblor traba-
cluso del semen. O bien la eliminación jad en vuestra salvación.
de estas superfluidades se produce por la Solución: Hay que decir: La operación
contracción del vientre y de los testícu- exterior del hombre es causada, cierta-
los, como dice el Filósofo 18 en De pro- mente, por el alma como primer motor,
blematibus 19. pero por los miembros corporales como
2. A la segunda hay que decir: Es evi- instrumentos. Ahora bien, la operación
dente por lo que antecede. puede ser impedida tanto por defecto
3. A la tercera hay que decir: Como en del instrumento como por defecto del
el temor el calor abandona el corazón, motor principal. Por parte, pues, de los
dirigiéndose de las partes superiores a instrumentos corporales, el temor, en
las inferiores, por eso a los que sienten cuanto es de suyo, tiende siempre natu-
temor les tiembla especialmente el cora- ralmente a impedir la operación exterior,
zón y los miembros que tienen alguna a causa de la falta de calor que por el te-
conexión con el pecho, donde se halla el mor se produce en los miembros exte-
corazón. De ahí que a los que temen les riores. Pero, por parte del alma, si es un
tiemble principalmente la voz, por la temor moderado, que no perturba la ra-
proximidad de la arteria vocal al cora- zón, ayuda a obrar bien, en cuanto causa
zón. También tiembla el labio inferior y cierta solicitud y hace que el hombre sea
toda la mandíbula inferior por su conti- más cuidadoso en aconsejarse y obrar.
güidad con el corazón, de donde resulta En cambio, si el temor crece tanto que
asimismo el rechinamiento de dientes. Y perturba la razón, impide la operación
por la misma razón tiemblan los brazos incluso por parte del alma. Pero el
y las manos. O también porque estos Apóstol 21 no habla de tal temor.
miembros son más movibles. Por lo Respuesta a las objeciones: 1. A la
cual, a los que temen les tiemblan hasta primera hay que decir: Es evidente por lo
las rodillas, según aquello de Is 35,3: expuesto.
fortaleced las manos flojas y robusteced las 2. A la segunda hay que decir: Los que
rodillas temblorosas. se caen de una viga colocada en alto, pa-
decen perturbación de la imaginación a
ARTICULO 4 causa del temor de la caída que se ima-
¿Impide el temor la operación? ginan.
3. A la tercera hay que decir: Todo el
Objeciones por las que parece que el que teme rehuye lo que teme, y, por
temor impide la operación. consiguiente, siendo la pereza temor de
1. En efecto, la operación se impide la operación misma en cuanto laboriosa,
principalmente por la perturbación de la impide la operación, porque retrae de
razón, que dirige en el obrar. Pero el te- ella a la voluntad. En cambio, el temor
mor perturba la razón, como queda di- de otras cosas en tanto ayuda a la opera-
cho (a.2). Luego el temor impide la ope- ción en cuanto inclina la voluntad a
ración. obrar aquello por lo que el hombre evita
2. Aún más: Los que hacen alguna lo que teme.
17. ARISTÓTELES, c.4 n.16 (BK 416b29): S. TH., lect.9 n.348. 18. ARISTÓTELES. 19. Ps.
ARISTÓTELES, sect.26 probl.10-11 (BK 948b35; 949a9). 20. S. PABLO. 21. S. PABLO.
CUESTIÓN 45
De la audacia
Pasamos ahora a tratar de la audacia (cf. q.41 introd.). Esta cuestión
plantea y exige respuesta a cuatro problemas:
1. ¿Es la audacia contraria al temor?—2. ¿Cómo se relaciona la auda-
cia con la esperanza?—3. De la causa de la audacia.—4. De su efecto.
5. ARISTÓTELES, c.7 n.7 (BK 1115b28): S. TH., lect.15 n.552. 6. ARISTÓTELES, c.5 n.14
(BK 1383a3). 7. ARISTÓTELES, c.8 n.13 (BK 1117a9): S. TH., lect.17 n.577. 8. ARIS-
TÓTELES. 9. Ps. ARISTÓTELES, sect.27 probl.4 (BK 948a13).
354 Tratado de las pasiones del alma C.45 a.3
Luego la audacia es causada por un de- Por lo cual, quienes están en buena relación
fecto. con las cosas divinas son más audaces, según
2. Aún más: Dice el Filósofo en II dice también el Filósofo en II Rhetoric.13
Rhetoric.10 que los que no han experimenta- Y el temor se excluye, en cuanto a esta
do los peligros son audaces. Pero la inexpe- manera, por el alejamiento de lo terrible
riencia es un defecto. Luego la audacia amenazador; por ejemplo, no teniendo
es causada por un defecto. enemigos por no haber causado daño a
3. Y también: Los que han sufrido nadie, el hombre no ve que le amenace
injusticias suelen ser más audaces, como peligro alguno, pues los peligros pare-
también las bestias cuando son heridas, según cen amenazar especialmente a quienes
dice III Ethic. 11 Pero sufrir injusticia es han causado daño a otros.
un defecto. Luego la audacia es causada En cambio, por parte de la transmuta-
por un defecto. ción corporal, la audacia es causada me-
En cambio está lo que dice el Filóso- diante la suscitación de la esperanza y la
fo en II Rhetoric.12, que la causa de la exclusión del temor por aquellas cosas
audacia tiene lugar cuando hay en la imagi- que producen calor alrededor del cora-
nación esperanza de cosas saludables como zón. Por lo cual dice el Filósofo en el li-
existentes cerca, y de las cosas temibles o como bro De partibus animalium 14 que aquellos
no existentes, o existiendo lejanas. Pero lo que tienen el corazón pequeño cuantitativamen-
que pertenece al defecto implica o sepa- te son más audaces, y los animales que tienen
ración de las cosas saludables o proximi- el corazón grande cuantitativamente, son tími-
dad de las terribles. Luego nada de lo dos; porque el calor natural no puede calentar
que pertenece al defecto es causa de la tanto un corazón grande como uno pequeño,
audacia. del mismo modo que el fuego no puede calentar
tanto una casa grande como una pequeña. Y
Solución: Hay que decir: Como se ha en el libro De problematibus 15 dice que los
indicado anteriormente (a.1 y 2), la que tienen pulmón sanguíneo son más audaces
audacia sigue a la esperanza y es contra- por el calor del corazón que resulta de ello. Y
ria al temor. Por lo cual todo lo que por en el mismo lugar afirma que los amado-
su naturaleza está ordenado a causar la res del vino son más audaces por el calor del
esperanza o a excluir el temor es causa vino. Por eso también se ha dicho ante-
de la audacia. Y como el temor y la es- riormente (q.40 a.6) que la embriaguez
peranza, e incluso la audacia, consisten, contribuye a dar buena esperanza, pues
por ser pasiones, en un movimiento del el calor del corazón rechaza el temor y
apetito y en una transmutación corporal, suscita la esperanza por la extensión y
la causa de la audacia puede considerarse amplitud del corazón.
de dos maneras, ya en cuanto a suscitar
la esperanza, ya en cuanto a excluir el te- Respuesta a las objeciones: 1. A la
mor. La primera, por parte del movi- primera hay que decir: La embriaguez cau-
miento apetitivo; y la segunda, por parte sa la audacia, no en cuanto es un defec-
de la transmutación corporal. to, sino en cuanto produce la dilatación
Por parte del movimiento apetitivo del corazón, y también en cuanto crea la
que sigue a la aprehensión, se suscita la imagen de una cierta grandeza.
esperanza, causa de la audacia, por aque- 2. A la segunda hay que decir: Los que
llo que nos hace estimar como posible el no tienen experiencia de los peligros son
conseguir la victoria, bien sea por el más audaces no por un defecto, sino ac-
propio poder, como la fortaleza corpo- cidentalmente, es decir, en cuanto que
ral, la experiencia en los peligros, la por su inexperiencia no conocen la pro-
abundancia de riquezas y otras cosas si- pia debilidad ni la presencia de los peli-
milares; o bien por el poder de otros, gros. Y así, por la eliminación de la cau-
como la multitud de amigos o de cuales- sa del temor, resulta la audacia.
quiera otros auxiliares, y principalmente 3. A la tercera hay que decir: Como
si el hombre confía en la ayuda divina. indica el Filósofo en II Rhetoric.16, los que
10. ARISTÓTELES, c.5 n.18 (BK 1383a28). 11. ARISTÓTELES, c.8 n.1116b32):
S. TH., lect.17 n.574 12. ARISTÓTELES, c.5 n.16 (BK 1383a17). 13. ARISTÓLES, c.5
n.21 (BK 1383b5). 14. ARISTÓTELES, l.3 c.4 (BK 667a15) 15. ARISTÓTELES, c.27 n.4
BK 948a17). 16. ARISTÓTELES, c.5 n.21 (BK 1383b7).
C.45 a.4 De la audacia 355
han sufrido injusticia se hacen más audaces, una de las circunstancias de una cosa,
porque estiman que Dios socorre a los que pa- sino que forma un juicio inmediato. Mas
decen injusticia. ocurre a veces que es imposible conocer
Y de esta manera queda claro que en la aprehensión inmediata todas las di-
ningún defecto causa la audacia a no ser ficultades que se presentan en un asunto
accidentalmente, en cuanto tiene adjunta determinado. De ahí que surja un movi-
alguna excelencia verdadera o imagina- miento de audacia para hacer frente al
ria, por parte de sí o por parte de otro. peligro. Y por eso, cuando experimen-
tan el peligro mismo, sienten una difi-
ARTICULO 4 cultad mayor de la que se habían figura-
do. Y, en consecuencia, ceden.
¿Son los audaces más valerosos al En cambio, la razón es capaz de exa-
principio que en medio del peligro? minar atentamente todo lo que ofrece
dificultad en un asunto. Y por eso, los
In Ethic. lect.15.
fuertes, que afrontan los peligros según
Objeciones por las que parece que el juicio de la razón, al principio parecen
los audaces no son más valerosos al remisos, porque no acometen con pa-
principio que en medio del peligro. sión, sino con la debida deliberación.
1. En efecto, el temblor es produci- Mas cuando se hallan en medio de los
do por el temor, que es contrario a la peligros no experimentan cosa alguna
audacia, como es evidente por lo dicho imprevista, sino que algunas veces son
(a.1; q.44 a.3). Pero los audaces a veces menores de lo que habían pensado de
tiemblan al principio, como dice el Filó- antemano. Y por eso son más perseve-
sofo17 en el libro De problematibus 18. rantes. O también porque afrontan los
Luego no son más valerosos al principio peligros por el bien de la virtud, y su
que hallándose en medio del peligro. voluntad del bien se mantiene firme en
2. Aún más: Con el aumento del ob- ellos por grandes que sean los peligros,
jeto se acrecienta la pasión, de modo mientras que los audaces lo hacen por la
que, si un bien es amable, también un mera apreciación que produce en ellos la
mayor bien es más amable. Pero lo ar- esperanza y excluye el temor, como se
duo es el objeto de la audacia. Luego, ha dicho (a.3).
aumentado lo arduo, se aumenta la
audacia. Ahora bien, el peligro resulta Respuesta a las objeciones: 1. A la
más arduo y difícil cuando está presente. primera hay que decir: También en los
Luego entonces debe crecer más la audaces sobreviene el temblor a causa de
audacia. la retirada del calor desde las partes ex-
3. Y también: Las heridas recibidas teriores a las interiores, como asimismo
provocan la ira. Pero la ira causa la en los que temen. Pero en los audaces se
audacia, pues dice el Filósofo en II Rhe- retira el calor hacia el corazón, mientras
toric.19 que la ira da atrevimiento. Luego que, en los que temen, hacia la región
cuando ya se hallan en medio del peligro inferior.
y son heridos, parece que se hacen más 2. A la segunda hay que decir: El obje-
audaces. to del amor es el bien absolutamente
considerado; por lo cual, aumentado el
En cambio está lo que dice III bien absolutamente, aumenta el amor.
Ethic.20, que los audaces son precipitados y En cambio, el objeto de la audacia es un
animosos antes de los peligros, pero ja en ellos compuesto de bien y de mal; y el movi-
se retiran. miento de la audacia hacia el mal presu-
Solución: Hay que decir: La audacia, pone el movimiento de la esperanza ha-
siendo un movimiento del apetito sensi- cia el bien. Y por eso, si se añade tanta
tivo, sigue a la aprehensión de la poten- dificultad al peligro que sobrepasa la es-
cia sensitiva. Ahora bien, la potencia peranza, el movimiento de la audacia no
sensitiva no compara ni examina cada seguirá, sino que disminuirá. En cam-
17. ARISTÓTELES. 18. Ps. ARISTÓTELES, sect.27 probl.3 (BK 948a8). 19. ARISTÓTE-
LES, c.5 n.21 (BK 1383b7). 20. ARISTÓTELES, c.7 n.12 (BK 1116a7): S. TH., lect.15 n.556.
356 Tratado de las pasiones del alma C.45 a.4
bio, si el movimiento es de audacia, más adelante (q.46 a.1). Y, por consi-
cuanto mayor es el peligro, tanto mayor guiente, si el peligro fuere tan grande
se reputa la audacia. que sobrepase la esperanza de la victo-
3. A la tercera hay que decir: Una le- ria, no se seguirá la ira. Pero en verdad
sión no causa la ira, a no ser que se su- que, si se sigue la ira, aumentará la
ponga alguna esperanza, como se dirá audacia.
CUESTIÓN 46
De la ira en sí misma
Corresponde a continuación tratar de la ira (cf. q.40 introd.). Primero,
de la ira en sí misma; segundo, de la causa que produce la ira y de su reme-
dio (q-47); tercero, de su efecto (q.48). La primera de estas cuestiones plan-
tea y exige respuesta a ocho problemas:
1. ¿Es la ira una pasión especial?—2. ¿Es el objeto de la ira el bien
o el mal?—3. ¿Reside la ira en el concupiscible?—4. ¿Se da la ira con la
razón?—5. ¿Es la ira más natural que la concupiscencia?—6. ¿Es la ira
más grave que el odio?—7. ¿Se refiere la ira solamente a aquellos a quie-
nes se refiere la justicia?—8. De las especies de la ira.
1. ARISTÓTELES, c.2 n.1.2 (BK 1378a31; b1). 2. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2
c.16: MG 94,932. 3. C.7; c.9. 4. §4: MG 3,697: S. TH. lect.3 n.311. 5. C.7: ML
41,410.
a Es bien notable el triple modo de generalidad señalado aquí por Santo Tomás: el univer-
sal lógico y el universal dinámico, bien sea de efecto (una causa con muchos efectos), bien sea
de causa (un efecto de muchas causas).
358 Tratado de las pasiones del alma C.46 a.2
de todas las pasiones, según se ha ex- pedimento tiene razón de mal. Luego la
puesto anteriormente (q.27 a.4). En ira mira al mal como objeto.
cambio, la ira puede llamarse pasión ge- 2. Aún más: La ira y el odio convie-
neral del tercer modo, en cuanto es cau- nen en el efecto, pues es propio de am-
sada por el concurso de muchas pasio- bas infligir daño a otro, como se ha di-
nes. En efecto, el movimiento de la ira cho anteriormente (q.29 a.1). Pero el
no surge sino a causa de alguna tristeza odio mira al mal como a su objeto, se-
inferida y supuestos el deseo y la espe- gún se ha dicho anteriormente (q.29
ranza de vengarse, porque, como dice el a.l). Luego también la ira.
Filósofo en II Rhetoric.6, el airado tiene es- 3. Y también: La ira es causada por
peranza de castigar, pues desea la venganza en la tristeza, por lo cual dice el Filósofo en
cuanto le es posible. Por eso, si la persona VII Ethic.9 que la ira obra con tristeza.
que causó el daño es muy superior, no Pero el objeto de la tristeza es el mal.
se sigue la ira, sino solamente tristeza, Luego también el de la ira.
como dice Avicena en De anima 7,
En cambio está lo que dice San
Respuesta a las objeciones: 1. A la Agustín en II Confess.10, que la ira apetece
primera hay que decir: La potencia irasci- la venganza. Pero el deseo de venganza es
ble recibe su nombre de la ira, no por- deseo de un bien, ya que la venganza
que todo movimiento de esta potencia pertenece a la justicia. Luego el objeto
sea ira, sino porque todos los movimien- de la ira es el bien.
tos de esta potencia terminan en la ira, y Asimismo, la ira implica siempre la
entre sus otros movimientos, ése es el esperanza, por lo que también produce
más manifiesto. delectación, como dice el Filósofo en II
2. A la segunda hay que decir: Por lo Rhetoric. 11 Pero el objeto de la esperanza
mismo que la ira es causada por pasio- y de la delectación es el bien. Luego
nes contrarias, a saber, por la esperanza, también el de la ira.
que es del bien, y por la tristeza, que es
del mal, incluye en sí misma la contra- Solución: Hay que decir: El movimien-
riedad, y por eso no tiene contrario fue- to de la potencia apetitiva sigue al acto
ra de sí. Como en los colores interme- de la potencia aprehensiva. Ahora bien,
dios tampoco se encuentra otra contra- la potencia aprehensiva conoce una cosa
riedad que la de los colores simples, de de dos modos. Primero, a modo de algo
los que provienen. simple, como cuando entendemos qué es
3. A la tercera hay que decir: La ira el hombre; segundo, a modo de algo
incluye muchas pasiones, no, ciertamen- complejo, como cuando entendemos que
te, como el género las especies, sino más lo blanco está en el hombre. Por consi-
bien según la inclusión de la causa en el guiente, la potencia apetitiva puede ten-
efecto. der al bien y al mal de ambos modos. A
modo de algo simple o incomplejo,
cuando el apetito absolutamente sigue o
ARTICULO 2 se adhiere al bien o rehuye el mal. Y ta-
les movimientos son el deseo y la espe-
¿Es el objeto de la ira el bien o el ranza, la delectación y la tristeza, y otras
mal? cosas similares. Y a modo de algo com-
Infra a.6; De malo q.12 a.2 et 4. plejo, como cuando el apetito está inte-
resado en que un bien o un mal se halle
Objeciones por las que parece que el o se realice en otro, ya tendiendo hacia
objeto de la ira es el mal. esto, ya huyendo de aquello. Esto se ve
1. En efecto, dice San Gregorio Ni- manifiestamente en el amor y en el odio.
seno 8 que la ira es como el escudero de la En efecto, amamos. a alguno en cuanto
concupiscencia, en cuanto combate lo que queremos que se halle en él un determi-
impide la concupiscencia. Pero todo im- nado bien, y le odiamos en cuanto que-
6. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1378b4). 7. P.4 c.6. 8. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.21:
MG 40,692. 9. ARISTÓTELES, c.6 n.4 (BK 1149b20): S. TH., lect.6 n.1396. 10. C.6: ML
32,681. 11. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1378b1).
C.46 a.3 De la ira en sí misma 359
remos que se halle en él un determinado en el concupiscible como el amor. Lue-
mal. Y lo mismo ocurre en la ira, pues go la ira reside en el concupiscible.
todo el que se irrita, busca vengarse de 3. Y también: El Damasceno15 y
alguien. Y así, el movimiento de la ira San Gregorio Niseno16 dicen que la ira
tiende a dos cosas, a saber, a la vengan- está compuesta de tristeza y deseo. Pero una
za misma, la que desea y espera como y otro residen en el concupiscible. Lue-
un bien, y por eso también se deleita en go la ira reside en el concupiscible.
ella. Y tiende además hacia aquel de En cambio, la potencia concupiscible
quien busca vengarse como hacia algo es distinta de la irascible. Si, pues, la ira
contrario y nocivo, lo cual pertenece a la residiese en el concupiscible, no recibiría
razón de mal. de ella su nombre la potencia irascible.
Hay que observar, sin embargo, una
doble diferencia en esta relación de la ira Solución: Hay que decir: Como se ha
con el odio y con el amor. La primera es indicado anteriormente (q.23 a.1), las pa-
que la ira siempre mira a dos objetos, siones del irascible difieren de las del
mientras el amor y el odio a veces miran concupiscible en que el objeto de éstas
a un objeto solamente, como cuando se son el bien y el mal en absoluto, mien-
dice que alguien ama u odia el vino o tras el objeto de las pasiones del irasci-
algo semejante. La segunda es que los ble son el bien y el mal con una cierta
dos objetos a los que mira el amor son grandeza y arduidad. Ahora bien, se ha
buenos, pues el que ama quiere el bien dicho (a.2) que la ira mira a dos objetos,
para alguien como conveniente para el esto es, a la venganza que desea y a
mismo. Y los dos objetos a los que mira aquel de quien busca vengarse. Y acerca
el odio implican razón de mal, pues el de ambas cosas la ira requiere cierta ar-
que odia quiere el mal para alguien duidad, pues el movimiento de la ira no
como cosa inconveniente para ese tal. surge si no se da una cierta magnitud,
Pero la ira mira a un objeto según la ra- puesto que lo que no es nada o muy poco no
zón de bien, es decir, a la venganza que merece ninguna estima, como dice el Filó-
desea; y al otro bajo la razón de mal, sofo en II Rhetoric.17 Por tanto, es evi-
esto es, como a un hombre nocivo, del dente que la ira no reside en el concu-
cual quiere vengarse. Y, por tanto, es piscible, si no en el irascible.
una pasión compuesta en cierto modo Respuesta a las objeciones: 1. A la
de pasiones contrarias. primera hay que decir: Tulio 18 llama libido
Y con esto aparece clara la respuesta a al apetito de cualquier bien futuro sin
las objeciones. distinción de lo arduo o no arduo. Y se-
gún esto, pone la ira bajo la libido, por
cuanto es apetito de venganza. Pero en
ARTICULO 3 este sentido la libido es común al irasci-
ble y al concupiscible.
¿Reside la ira en el concupiscible? 2. A la segunda hay que decir: Se afir-
In Sent. 3 d.26 q.1 a.2.
ma que la ira crece hasta el odio, no en
el sentido de que la misma pasión que
antes fue ira, después se haga odio por
Objeciones por las que parece que la una especie de arraigo, sino por una
ira reside en el concupiscible.
cierta causalidad. La ira, en efecto, que
1. En efecto, dice Tulio en IV De dura largo tiempo, causa el odio.
tusculanis quaest.12 que la ira es una cierta 3. A la tercera hay que decir: Se afir-
libido. Pero la libido reside en el concu- ma que la ira está compuesta de tristeza
piscible. Luego también la ira. y deseo, no como de partes, sino como
2. Aún más: Dice San Agustín en de causas. Se ha dicho anteriormente
Regula 13 que la ira crece hasta el odio. Y (q.25 a.2), en efecto, que las pasiones del
Tulio afirma en el mismo libro 14 que el concupiscible causan las pasiones del
odio es ira inveterada. Pero el odio reside irascible.
12. C.9. 13. Epist.211: ML 33,964. 14. Tuscul. l.4 c.9. 15. S. JUAN DAMASCE-
NO, De fide orth. l.2 c.16: MG 94,933. 16. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.21: MG 49,692.
17. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1378b12). 18. Tuscul. l.4 c.6.
360 Tratado de las pasiones del alma C.46 a.4-5
ARTICULO 4 males brutos tienen el instinto natural
puesto en ellos por la razón divina, en
¿Se da la ira con la razón? virtud del cual tienen movimientos inte-
2-2 q.156 a.4; In Ethic. lect.6. riores y exteriores semejantes a los mo-
vimientos de la razón, como se ha dicho
Objeciones por las que parece que la anteriormente (q.40 a.3).
ira no se da con la razón. 3. A la tercera boy que decir: Como
1. En efecto, al ser la ira una pasión, indica VII Ethic.23, la ira escucha de alguna
reside en el apetito sensitivo. Pero el manera a la razón, en cuanto anuncia que
apetito sensitivo no sigue a la aprehen- se le ha hecho un ultraje, pero no escucha
sión de la razón, sino a la de la parte enteramente, porque no guarda la regla de
sensitiva. Luego la ira no se da con la la razón en contrapesar la venganza. La
razón. ira, por tanto, requiere algún acto de la
2. Aún más: Los animales carecen razón y pone un obstáculo a la razón.
de razón y, sin embargo, en ellos se en- Por eso dice el Filósofo 24, en el libro De
cuentra la ira. Luego la ira no se da con problematibus 25, que los que están muy
la razón. ebrios, como se hallan privados de todo
3. Y también: La embriaguez liga la juicio de la razón, no se airan; pero los
razón y, sin embargo, contribuye a la que están poco ebrios se irritan, porque
ira. Luego la ira no se da con la razón. conservan el juicio de la razón, aunque
En cambio está lo que dice el Filóso- impedido.
fo en VII Ethic.19, que la ira sigue en al-
gún modo a la razón. ARTICULO 5
Solución: Hay que decir: Como se ha ¿Es la ira más natural que la
indicado anteriormente (a. 2), la ira es el concupiscencia?
apetito de venganza. Pero ésta implica la
comparación entre el castigo que debe 2-2 q.156 a.4; De verit. q.25 a.6 ad 4; In Ethic. 7
infligirse con el daño recibido. Por eso lect.6.
dice el Filósofo en VII Ethic.20 que el Objeciones por las que parece que la
que silogiza que debe atacar a alguien se irrita ira no es más natural que la concupis-
inmediatamente. Ahora bien, comparar y cencia.
sacar conclusiones es propio de la razón. 1. En efecto, se dice que es propio
Y, por consiguiente, la ira se da en cier- del hombre ser un animal manso por na-
to modo con la razón. turaleza. Pero la mansedumbre se opone
Respuesta a las objeciones: 1. A la a la ira, como dice el Filósofo en II Rhe-
primera hay que decir: El movimiento de toric.26 Luego la ira no es más natural
la potencia apetitiva puede darse con la que la concupiscencia, sino que parece
razón de dos modos. Uno, con la razón ser enteramente contra la naturaleza del
imperando, y así la voluntad acompaña a hombre.
la razón, por lo que también se llama 2. Aún más: La razón se contrapone
apetito racional. Otro, con la razón de- a la naturaleza, pues aquellas cosas que
nunciando, y de este modo la ira se da obran según la razón no decimos que
con la razón. En efecto, dice el Filóso- obren según la naturaleza. Pero la ira se
fo 21 en el libro De problematibus22 que la da con la razón, y la concupiscencia sin
ira se da con la razón, no como razón que im- ella, como dice VII Ethic.27 Luego la
pera, sino como razón que manifiesta la inju- concupiscencia es más natural que la ira.
ria. Porque el apetito sensitivo no obe- 3. Y también: La ira es apetito de
dece inmediatamente a la razón, sino venganza, mientras la concupiscencia es
mediante la voluntad. principalmente apetito de las cosas delei-
2. A la segunda hay que decir: Los ani- tables al tacto, a saber, de la comida y
19. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1149b1): S. TH., lect.6 n.1386. 20. ARISTÓTELES, c.6 n.1
(BK 1149a33): S. TH., lect.6 n.1388. 21. ARISTÓTELES. 22. Ps. ARISTÓTELES, c.28 n.3
(BK 949b17). 23. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1149b1): S. TH., lect.6 n.1386. 24. ARIS-
TÓTELES. 25. Ps. ARISTÓTELES, sect.3 probl.2,27 (BK 871a8; 875a29). 26. ARISTÓTE-
LES, c.3 n.1 (BK 1380a6). 27. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1149b1): S. TH., lect.6 n.1388.
C.46 a.5 De la ira en sí misma 361
de lo venéreo. Pero estas cosas son más considera la naturaleza de un individuo
naturales al hombre que la venganza. concreto según su propia complexión,
Luego la concupiscencia es más natural entonces la ira es más natural que la
que la ira. concupiscencia, puesto que a la disposi-
ción natural a airarse, que procede de la
En cambio está lo que dice el Filóso- complexión, sigue con mayor facilidad la
fo en VII Ethic.28, que la ira es más natu- ira que la concupiscencia o cualquiera
ral que la concupiscencia. otra pasión. El hombre, en efecto, está
Solución: Hay que decir: Se llama na- dispuesto a irritarse en cuanto que tiene
tural lo que es causado por la naturaleza, complexión biliosa, y la bilis se mueve
como aparece claro en II Physic.29 Por más rápidamente que los demás humo-
consiguiente, la cuestión de si una pa- res, pues se asemeja al fuego. Y por eso
sión es más o menos natural no puede aquel que se halla dispuesto a la ira por
decidirse sino por su causa. Ahora bien, complexión natural se irrita con más
la causa de la pasión, como se ha dicho prontitud que pasa al deseo ardiente el
anteriormente (q.36 a.2), puede conside- que está predispuesto a la concupiscen-
rarse de dos modos: uno, por parte del cia. Y por esta razón dice el Filósofo, en
objeto, y otro, por parte del sujeto. Si, VII Ethic.31, que la ira se transmite de
pues, se considera la causa de la ira y de padres a hijos más que la concupis-
la concupiscencia por parte del objeto, cencia.
así la concupiscencia, principalmente de Respuesta a las objeciones: 1. A la
la comida y de lo venéreo, es más natu- primera hay que decir: En el hombre pue-
ral que la ira, en cuanto estas cosas son de considerarse no sólo la complexión
más naturales que la venganza. natural por parte del cuerpo, que es
En cambio, si se considera la causa de atemperada, sino también la razón mis-
la ira por parte del sujeto, entonces en ma. Por parte, pues, de la complexión
algún aspecto la ira es más natural, y, en corporal, no hay en el hombre natural-
algún otro lo es la concupiscencia. En mente, según su especie, predominio de
efecto, la naturaleza de un hombre pue- la ira ni de ninguna otra pasión, debido
de considerarse o según la naturaleza ge- al equilibrio de su complexión. En cam-
nérica, o según la específica, o bien se- bio, los otros animales, en cuanto que se
gún la complexión del individuo. Si, apartan de esta clase de complexión ha-
pues, se considera la naturaleza genérica, cia la disposición de una complexión ex-
que es la naturaleza de este hombre en trema, por eso mismo se disponen natu-
cuanto animal, así la concupiscencia es ralmente al exceso de alguna pasión,
más natural que la ira, porque por su como el león a la audacia, el perro a la
misma naturaleza común tiene el hom- ira, la liebre al temor, etc. Y por parte
bre inclinación a apetecer lo que conser- de la razón es natural al hombre tanto
va la vida tanto según la especie como irritarse como ser manso, en cuanto que
en cuanto al individuo. Pero si conside- la razón de alguna manera causa la ira
ramos la naturaleza del hombre por par- denunciando su causa, y de alguna ma-
te de la especie, es decir, en cuanto ra- nera la calma, por cuanto el airado no es-
cional, así la ira es más natural al hom- cucha del todo el imperio de la razón,
bre que la concupiscencia, por cuanto la como se ha dicho anteriormente (a.4
ira se da más con la razón que la concu- ad3).
piscencia. Por eso dice el Filósofo en 2. A la segunda hay que decir: La ra-
VII Ethic. 30 que es más humano castigar, lo zón misma pertenece a la naturaleza del
cual es propio de la ira, que ser manso, hombre. De ahí que, por lo mismo que
pues cada ser se alza naturalmente con- la ira se da con la razón, se sigue que de
tra las cosas contrarias y nocivas. Y si se alguna manera es natural al hombre*.
28. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1149b6): S. TH., lect.6 n.1390. 29. ARISTÓTELES, c.1
n.5.11 (BK 192b35; 193a32): S. TH., lect.1 n.147.152. 30. ARISTÓTELES, c.5 n.12 (BK
1126a30): S. TH., lect.13 n.812. 31. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1149b6): S. TH., lect.6
n.1392.
b En esta respuesta, como en el cuerpo del artículo, se resalta bien la mayor participación
de razón en la ira que en las demás pasiones, especialmente en comparación con la concupis-
362 Tratado de las pasiones del alma C.46 a.6
3. A la tercera hay que decir: El argu- cuanto tal, mientras que el airado desea
mento es procedente respecto de la ira y el mal de aquel contra quien se irrita, no
de la concupiscencia por parte del ob- en cuanto mal, sino en cuanto tiene al-
jeto. guna razón de bien, es decir, por estimar
que aquél es justo, en cuanto vindicati-
ARTICULO 6 vo. Por eso también se ha dicho antes
(a.2) que el odio tiene lugar por la apli-
¿Es la ira más grave que el odio? cación de un mal al malo, mientras la ira
2-2 q.158 a.4; De malo q.12 a.4. por la aplicación de un bien al malo.
Ahora bien, es evidente que desear un
Objeciones por las que parece que la mal bajo la razón de justo tiene menos
ira es más grave que el odio. carácter de mal que querer absolutamen-
1. En efecto, dice Prov 27,4 que la te el mal de uno. Porque querer el mal
ira no tiene misericordia, ni el furor impetuo- de alguien bajo la razón de justo puede
so. Pero el odio a veces tiene misericor- ser incluso conforme a la virtud de la
dia. Luego la ira es más grave que el justicia, si se obedece el precepto de la
odio. razón, y el defecto de la ira está sola-
2. Aún más: Es peor padecer un mal mente en no obedecer al precepto de la
y dolerse de él que simplemente pade- razón al vengarse. Por lo tanto, es evi-
cerlo. Pero al que odia a alguien le basta dente que el odio es mucho peor y más
con que aquel a quien odia sufra un mal, grave que la ira.
mientras que al airado no le basta, sino
que pretende que lo conozca y se duela Respuesta a las objeciones: 1. A la
de él, como dice el Filósofo en II Rheto- primera hay que decir: En la ira pueden
ric.32 Luego la ira es más grave que el considerarse dos cosas, a saber: lo que se
odio. desea y la intensidad del deseo. En cuan-
3. Y también: Cuanto más cosas to a lo que se desea, la ira implica más
concurren a la constitución de algo, tan- misericordia que el odio. Puesto que el
to más estable parece ser, como es más odio desea el mal de otro por el mal
permanente el hábito causado por mu- mismo, no se sacia con ninguna medida
chos actos. Pero, como se ha dicho antes del mal, pues las cosas que se desean por
(a.1), la ira es causada por el concurso sí mismas se desean sin medida, según
de muchas pasiones, mientras que el dice el Filósofo en I Politic.34, como el
odio, no. Luego la ira es más estable y avaro las riquezas. De ahí que diga Eclo
más grave que el odio. 12,16: El enemigo, si halla ocasión, no se
hartará de sangre. Pero la ira no desea el
En cambio está que San Agustín en mal sino bajo la razón de justa vengan-
Regula 33 compara el odio a una viga y la za. Por eso, cuando, a juicio del airado,
ira a una paja. el mal infligido sobrepasa la medida de
Solución: Hay que decir: La especie de la justicia, entonces se compadece. Por
una pasión y su naturaleza se aprecian lo cual dice el Filósofo en II Rhetoric.35
por su objeto. Ahora bien, el objeto de que el airado, si ocurren muchos males, se
la ira y del odio es el mismo en cuanto compadecerá, mientras el que odia, por nin-
al sujeto, pues así como el que odia de- guno.
sea el mal a aquel a quien odia, así el En cambio, en cuanto a la intensidad
airado a aquel contra quien se irrita. del deseo, la ira excluye la misericordia
Pero no por la misma razón, sino que el más que el odio, porque el movimiento
que odia desea el mal del enemigo, en de la ira es más impetuoso a causa de la
32. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a8). 33. Epist. 211: ML 33,964. 34. ARISTÓTE-
LES, c.3 n.17 (BK 1257b25); cf. 1.2 c.4 n.11 (BK 1267b4): S. TH., lect.8 n.123; lect.9
n.272. 35. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a14).
cencia. Ello obedece a la complejidad del objeto de la ira, «compuesto en cierto modo del obje-
to de pasiones contrarias» (a.2); de ahí la superioridad del apetito irascible sobre el concupisci-
ble, denominados precisamente por sus actos más característicos: la ira y la concupiscencia.
Puede verse una exposición más amplia de esto en el lugar paralelo de Ethic. 7 lect.6 n.1388-
1389.
C.46 a.7 De la ira en si misma 363
inflamación de la bilis. Por lo que se embargo, el hombre a veces se irrita con
añade inmediatamente: ¿Quién podrá so- las cosas irracionales; por ejemplo, cuan-
portar el ímpetu de un espíritu arrebatado? do un escritor tira la pluma airado, b un
2. A la segunda hay que decir: Como jinete golpea al caballo. Luego la ira no
se ha indicado (en la sol.), el airado de- se refiere solamente a aquellos a quienes
sea el mal de alguien, en cuanto implica se refiere la justicia.
razón de justa venganza. Ahora bien, la 2. Aún más: La justicia del hombre
venganza se efectúa por la aplicación de no es respecto de sí mismo ni de sus co-
la pena. Y es de la naturaleza de la pena sas, como dice V Ethic.38 Pero el hom-
que sea contraria a la voluntad, que sea bre a veces se irrita consigo mismo,
aflictiva y que se aplique por alguna cul- como el penitente por su pecado. Por
pa. Y por eso el airado desea que aquel eso dice Sal 4,5: Enojaos, y no pequéis.
a quien causa daño lo perciba y se duela, Luego la ira no se refiere solamente a lo
y sepa que es debido al ultraje que le ha mismo que la justicia.
hecho. En cambio, el que odia no se 3. Y también: La justicia y la injus-
preocupa nada de esto, porque desea a ticia pueden ser de uno solo con rela-
otro el mal como tal. Mas no es verdad ción a todo un género o a toda una co-
que sea peor aquello de lo que uno se munidad; por ejemplo, cuando una ciu-
entristece, pues la injusticia y la impruden- dad ha ofendido a alguien. Pero la ira
cia, siendo malas, como, no obstante, son no se da con respecto a un género, sino
voluntarias, no contristan a aquellos en quie- solamente a un individuo, como dice el
nes se hallan, según dice el Filósofo en II Filósofo en II Rhetoric.39 Luego la ira no
Rhetoric.36 se refiere propiamente a los mismos que
3. A la tercera hay que decir: Lo pro- la justicia y la injusticia.
ducido por muchas causas es más estable En cambio, lo contrario puede cole-
cuando las causas son de la misma natu- girse del Filósofo en II Rhetoric.40
raleza, pero una causa puede prevalecer
sobre otras muchas. El odio, en cambio, Solución: Hay que decir: Como se ha
proviene de una causa más permanente indicado antes (a. 6), la ira desea el mal
que la ira, porque la ira surge de una en cuanto tiene razón de justa venganza.
conmoción del ánimo por una ofensa re- Y por eso la ira se refiere a los mismos
cibida, mientras que el odio procede de que la justicia y la injusticia. Porque
una disposición del hombre, en virtud aplicar la venganza corresponde a la jus-
de la cual estima serle contrario y noci- ticia, mientras que perjudicar a alguien
vo aquello que odia. Y, por tanto, así es propio de la injusticia. Por consi-
como la pasión pasa más pronto que la guiente, tanto por parte de la causa, que
disposición o el hábito, así la ira pasa es el daño inferido por otro, como tam-
más pronto que el odio, aunque también bién por parte de la venganza, que desea
el odio sea una pasión que proviene de el airado, es evidente que la ira pertene-
tal disposición. Y por eso dice el Filóso- ce a los mismos a quienes pertenecen la
fo en II Rhetoric.37 que el odio es más incu- justicia y la injusticia.
rable que la ira. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Como se ha indica-
ARTICULO 7 do antes (a.4 ad 2), la ira, aunque se dé
con la razón, puede hallarse también en
¿Se refiere la ira solamente a aquellos los animales, que carecen de razón, en
a quienes se refiere la justicia? cuanto que por instinto natural son mo-
vidos mediante la imaginación hacia
Objeciones por las que parece que la algo semejante a las operaciones de la
ira no se refiere solamente a aquellos a razón. Así, pues, habiendo en el hombre
quienes se refiere la justicia. razón e imaginación, el movimiento de
1. En efecto, la justicia del hombre la ira puede surgir de dos modos. Uno,
no se refiere a las cosas irracionales. Sin por sola la imaginación que acusa el
36. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a11). 37. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a7).
38. ARISTÓTELES, c.6 n.8 (BK 1134b12): S. TH., lect.11 n.1013. 39. ARISTÓTELES, c.4 n.31
(BK 1382a4). 40. ARISTÓTELES, c.2 (BK 1378a31); c.3 (BK 1380a5).
364 Tratado de las pasiones del alma C.46 a.8
daño. Y así surge un movimiento de ira ARTICULO 8
incluso contra los seres irracionales e
inanimados, a semejanza de aquel movi- ¿Se asignan convenientemente las
miento que se da en los animales contra especies de la ira?
todo lo nocivo. Otro, por la razón que
denuncia el daño. Y de este modo, Objeciones por las que parece que el
como dice el Filósofo en II Rhetoric.41, Damasceno asigna44 de manera inade-
no puede haber ira en manera alguna respecto cuada tres especies a la ira, a saber: cóle-
de las cosas insensibles ni respecto de los ra, manía y furor.
muertos, ya porque no sienten dolor, que 1. En efecto, ningún género se divi-
es lo que principalmente buscan los aira- de en especies diversas por un accidente.
dos en aquellos con los que están enoja- Pero estas tres cosas se diversifican 45
dos, ya también porque no hay lugar por un accidente, pues el comienzo del
para la venganza contra ellos, puesto movimiento de la ira se llama bilis o có-
que no pueden causar daño. lera; la ira permanente se dice manía, y
2. A la segunda hay que decir: Como el furor es la ira que aguarda la ocasión
indica el Filósofo en V Ethic.42, se da una para la venganza. Luego no son diversas
cierta justicia e injusticia metafórica del hom- especies de ira.
bre con respecto a sí mismo, en cuanto que 2. Aún más: Tulio dice en IV De
la razón rige el irascible y el concupisci- tusculanis quaest.46, que el arrebato o encen-
ble. Y en este sentido también se dice dimiento en griego se dice «thymosis», y es la
que el hombre se venga de sí mismo y, ira pronta para surgir y pronta para ce-
por consiguiente, que se irrita contra sí sar. Pero thymosis, según el Damasce-
mismo. Pero propiamente y por su natu- no47, es lo mismo que furor. Luego el
raleza no ocurre que uno se irrite consi- furor no busca el tiempo para la vengan-
go mismo. za, sino que cesa con el tiempo.
3. A la tercera hay que decir: En II 3. Y también: San Gregorio, en
Rhetoric.43, el Filósofo señala esta sola XXI Moral.48, establece tres grados de
diferencia entre el odio y la ira, que el ira, a saber: ira sin voz, ira con voz e ira
odio puede darse respecto de un género, y así con palabra, conforme a las tres cosas que
odiamos a todo género de ladrones, pero la ira pone el Señor (Mt 5,22): El que se enoja
no se da sino respecto de algo individual. La con su hermano, donde se trata de la ira sin
razón de esto es porque el odio es causa- voz; y después añade: El que dijere a su
do por el hecho de que se aprehende la hermano raca, donde se trata de la ira con
cualidad de una cosa como discordante voz, pero aún no formada con palabra com-
con nuestra disposición, lo cual puede pleta; y, por último, dice: Y el que dijere
ser en universal o en particular. Pero la a su hermano fatuo, donde se completa la
ira se produce porque alguien nos ha voz con la perfección de la palabra. Luego la
ofendido con su acción. Ahora bien, las división de la ira propuesta por el Da-
acciones son todas propias de seres indi- masceno es insuficiente, no poniendo
viduales. Por consiguiente, la ira versa nada relativo a la voz.
siempre sobre alguna cosa singular. Y
En cambio está la autoridad del Da-
cuando toda la ciudad nos ha ofendido,
masceno 49 y de San Gregorio Niseno50.
toda la ciudad se computa como un solo
individuo. Solución: Hay que decir: Las tres espe-
41. ARISTÓTELES, c.3 n.16 (BK 1380b24). 42.ARISTÓTELES, c.11 n.9 (BK 1138b5):
S. TH., lect.17 n.1106. 43. ARISTÓTELES, c.4 n.31 (BK 1382a4). 44. S. JUAN DAMAS-
CENO, De fide orth. 1.2 c.16: MG 94,933 45. S. JUAN DAMASCENO, ibid. 46 C.9.
47. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.16: MG 94,933. 48. C.5: ML 76,194. 49. S. JUAN
DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.16: MG 94,933. 50. Cf. NEMESIO, De nat. hom. c.21: MG
40,692.
C.46 a.8 De la ira en sí misma 365
cies de ira que establece el Damasceno y Respuesta a las objeciones: 1. A la
también San Gregorio Niseno se toman primera hay que decir: Todas aquellas co-
de aquello que da a la ira algún aumen- sas por las que la ira recibe alguna per-
to. Esto ocurre de tres modos. Uno, por fección, no le son completamente acci-
la facilidad del mismo movimiento. Y a dentales. Y, por tanto, nada impide que
tal ira la llama bilis o cólera, porque se conforme a ellas se señalen las especies
enciende rápidamente. Otro, por parte de la ira.
de la tristeza que causa la ira, la cual 2. A la segunda hay que decir: El en-
permanece mucho tiempo en la memo- cendimiento en ira de que habla Tulio
ria; y ésta pertenece a la manía, que se parece pertenecer a la primera especie de
deriva de manendo (permaneciendo). Él ter- ira, que se caracteriza por la rapidez de
cero, por parte de lo que apetece el aira- la ira, más bien que al furor. Pero nada
do, es decir, de la venganza; y ésta co- impide que el término griego thymosis,
rresponde al furor, que no descansa has- traducido en latín por furor (furor), im-
ta que castiga. Por eso el Filósofo, en plique ambas cosas, la rapidez en airarse
IV Ethic.51, a algunos de los que se irri- y la firmeza del propósito para castigar.
tan los llama agudos, porque se enojan 3. A la tercera hay que decir: Esos
pronto; a otros, amargos, porque retienen grados de ira se distinguen por el efecto
la ira por largo tiempo; a otros, difíciles, de la ira, y no por la diversa perfección
porque jamás descansan si no castigan. del movimiento mismo de la ira.
51. ARISTÓTELES, c.5 n.9,10,11 (BK 1126a18; a19; a26): S. TH., lect.13 n.809.810.811.
CUESTIÓN 47
De la causa efectiva de la ira y de sus remedios
Pasamos ahora a tratar de la causa efectiva de la ira y de sus remedios
(cf. q.46 introd.). Esta cuestión plantea y exige respuesta a cuatro pro-
blemas:
1. ¿Es siempre el motivo de la ira algo hecho contra el que se irri-
ta?—2. ¿Es sólo el desdén o desprecio el motivo de la ira?—3. De la
causa de la ira por parte del que se irrita.—4. De la causa de la ira por
parte de aquel contra quien uno se irrita.
otros, y deseamos la venganza en cuanto cio. Hay, en efecto, tres especies de me-
los dañados nos pertenecen de alguna ma- nosprecio, como dice II Rhetoric.8, a sa-
nera, bien por afinidad o amistad, o bien, ber: el desdén, la oposición o impedimento
al menos, por la comunidad de naturaleza. para cumplir la propia voluntad y la con-
3. A la tercera hay que decir: Aquello tumelia. Y todos los motivos de la ira se
en lo que principalmente nos ocupamos, reducen a estos tres, por una doble ra-
lo consideramos como un bien propio. zón. La primera, porque la ira desea el
Y por eso, cuando es despreciado, pen- daño de otro en cuanto tiene razón de
samos que también nosotros somos des- justa venganza, y, en tanto busca la ven-
preciados y nos damos por ofendidos. ganza en cuanto parece ser justa. Y no
4. A la cuarta hay que decir: El que se toma justa venganza sino de lo que
calla provoca la ira del que le injuria, ha sido hecho injustamente. De ahí que
cuando parece callar por desprecio, lo que provoca a ira sea siempre algo
como si tuviese en poco la ira del otro. bajo la razón de injusto. Por lo cual dice
Y ese desdén es un acto. el Filósofo en II Rhetoric.9 que los hom-
bres no se irritan, si piensan que sufren justa-
ARTICULO 2 mente de parte de quien les causa daño, porque
¿Es sólo el menosprecio o desdén el la ira no surge contra lo justo. Ahora bien,
motivo de la ira? se puede hacer daño a uno de tres mane-
ras; a saber: por ignorancia, por pasión
Objeciones por las que parece que y por elección. Y entonces comete uno
no sólo el menosprecio o desdén es mo- mayor injusticia cuando causa daño por
tivo de ira. elección, o de propósito o con malicia
1. En efecto, dice el Damasceno4 cierta, como dice V Ethic.10 Y por eso
que nos irritamos cuando hemos sufrido una nos irritamos especialmente contra
injuria o creemos sufrirla. Pero el hombre aquellos que pensamos nos han
puede sufrir una injuria aun sin menos- perjudicado de propósito. Porque si
precio o desdén. Luego no sólo el des- juzgamos que algunos nos han injuriado
dén es motivo de ira. por ignorancia o pasión, o no nos
2. Aún más: Es propio del mismo enojamos contra ellos, o mucho menos,
sujeto desear el honor y entristecerse pues el hacer algo por ignorancia o
por el desdén. Pero los animales no de- pasión disminuye la razón de injuria y,
sean el honor. Por consiguiente, no se en cierto modo, mueve a misericordia y
contristan por el desdén. Y, sin embar- a perdón. En cambio, los que de
go, se provoca en ellos la ira cuando son heri- propósito causan daño parecen pecar
dos, como dice el Filósofo en III Ethic.5 por desprecio, y por eso nos enojamos
Luego no sólo el desdén parece ser mo- grandemente contra ellos. Por lo que
tivo de la ira. dice el Filósofo en II Rhetoric.11 que
3. Y también: El Filósofo en II Rhe- contra los que hicieron algo con ira, o no nos
toric.6 señala otras muchas causas de la enojamos o nos enojamos menos, pues no
ira; por ejemplo, el olvido y el alegrarse en las parecen haber obrado por menosprecio.
desgracias, el anuncio de males, el impedir La segunda razón es porque el
conseguir lo que uno quiere. Luego no sólo menosprecio se opone a la excelencia del
el desdén es provocador de la ira. hombre, pues los hombres menosprecian las
cosas que de nada son dignas, como dice
En cambio está lo que dice el Filóso- II Rhetoric.12 Ahora bien, nosotros bus-
fo en II Rhetoric.7, que la ira es el deseo de camos alguna excelencia en todos nues-
castigo con tristeza, a causa de un menosprecio tros bienes. Y, por consiguiente, cual-
que aparece hecho indebidamente. quier daño que se nos infiera, en cuanto
Solución: Hay que decir: Todas las rebaja nuestra excelencia, parece pertene-
causas de la ira se reducen al menospre- cer al menosprecio.
4. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.16: MG 94,942. 5. ARISTÓTELES, c.8 n.10
(BK 1116b25): S. TH., lect.17 n.571. 6. ARISTÓTELES, c.2 n.9,20,26 (BK 1379a9; b17;
b34). 7. ARISTÓTELES, c.2 n.1 (BK 1378a31). 8. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1378b13).
9. ARISTÓTELES, c.3 n.15 (BK 1380b16). 10. ARISTÓTELES, c.8 n.11 (BK 1135b24; 1136a4):
S. TH., lect.13 n.1044,1048. 11. ARISTÓTELES, c.3 n.11 (BK 1380a34). 12. ARISTÓTE-
LES, c.2 n.3 (BK 1378b12).
368 Tratado de las pasiones del alma C.47 a.3
13. ARISTÓTELES, c.2 n.9 (BK 1379a15). 14. ARISTÓTELES, Rhet. l.2 c.2 n.14 (BK
1379a36). 15. ARISTÓTELES, c.3 n.12 (BK 1380b3). 16. ARISTÓTELES, Rhet. l.2 c.9
n.1.12 (BK 1386b12; 1387b4).
C.47 a.4 De la causa efectiva de la ira 369
cuanto es más indigno el desprecio, tie- Solución: Hay que decir: Como se ha
ne mayor razón para irritarse. A menos indicado anteriormente (a.2 y 3), el des-
que piense que no es envidiado o escar- precio indigno provoca especialmente la
necido por desprecio, sino por ignoran- ira. El defecto, pues, o la pequenez de
cia u otra cosa parecida. aquel contra quien nos enojamos contri-
3. A la tercera hay que decir: Todas buye a aumentar la ira, en cuanto
esas cosas impiden la ira, en cuanto im- aumenta el desprecio indigno. Porque,
piden la tristeza. Pero, por otra parte, así como cuanto mayor es uno tanto
son aptas naturalmente para provocar la más indignamente es despreciado, así
ira, porque hacen que un nombre sea cuanto menor es uno tanto más indigna-
impropiamente despreciado. mente desprecia. Y por eso los nobles se
irritan si son despreciados por los rús-
ARTICULO 4 ticos, o los sabios por los ignorantes, o
los señores por los siervos.
¿Es el defecto de otro causa de que En cambio, si la pequenez o el defec-
nos enojemos más afácilmente contra to disminuye el desprecio indigno, tal
él? parvedad no aumenta, sino que disminu-
ye la ira. Y de este modo los que se
Objeciones por las que parece que el arrepienten de las injurias hechas y con-
defecto de alguien no es causa para eno- fiesan que obraron mal, y se humillan y
jarnos más fácilmente contra él. piden perdón, aplacan la ira, según
1. En efecto, dice el Filósofo en II aquello de Prov 15,1: La respuesta suave
Rhetoric.17 que no nos enojamos con los que quebranta la ira, en cuanto parece que no
confiesan y se arrepienten y se humillan, sino desprecian, sino más bien estiman en mu-
más bien nos amansamos para con ellos. Por cho a aquellos ante quienes se humillan.
eso los perros no muerden a los que se están Respuesta a las objeciones: 1. A la
quietos. Pero estas cosas pertenecen a la primera hay que decir: Es evidente por lo
pequenez y al defecto. Luego la peque- expuesto.
nez de uno es causa de que nos enoje- 2. A la segunda hay que decir: Existen
mos menos contra él. dos motivos por los que cesa la ira con
2. Aún más: No hay defecto mayor respecto a los muertos. Primero, porque
que el de la muerte. Pero la ira cesa res- no pueden dolerse ni sentir, que es lo
pecto de los muertos. Luego el defecto que pretenden principalmente los aira-
de uno no es causa que provoque la ira dos en aquellos con quienes se irritan.
contra él. Segundo, porque ya parecen haber llega-
3. Y también: Nadie tiene a uno en do al límite de sus males. De ahí que
poco por ser amigo suyo. Pero nos eno- también cese la ira con respecto a cuales-
jamos más con los amigos si nos ofen- quiera gravemente heridos, porque su
den, o si no nos ayudan. Por lo que dice mal sobrepasa la medida de la justa retri-
Sal 54,13: Si mi enemigo me hubiese maldeci- bución.
do, lo habría soportado, ciertamente. Luego 3. A la tercera hay que decir: También
el defecto de uno no es causa para irri- el desprecio que proviene de los amigos
tarnos más fácilmente contra él. parece ser más indigno. Y por eso, si
En cambio está que el Filósofo dice nos desprecian perjudicándonos o no
II Rhetoric.18 que el rico se irrita contra el ayudándonos, nos enojamos más contra
pobre si éste le desprecia, y el que gobierna ellos por igual razón que lo hacemos
contra el subdito. también contra los inferiores.
17. ARISTÓTELES, c.3 n.5 (BK 1380a13). 18. ARISTÓTELES, c.2 n.7 (BK 1379a1).
a Al final del artículo 4 alude brevemente a la petición de perdón como remedio de la ira,
del que había prometido tratar en el prólogo de la cuestión, como había tratado anteriormente
de los remedios de la tristeza en la cuestión 38. También en el artículo 3 ad 3 había tocado
el tema. En realidad no era necesario extenderse más: conocidas las causas que provocan o
aumentan la ira, ya quedan señalados implícitamente los remedios, pues «lo contrario se cura
con lo contrario». Ramírez, al final del comentario a esta cuestión (p.480-493) explicita más el
tema, recogiendo preciosos testimonios de Séneca en la obra De ira, y de la divina revelación.
CUESTIÓN 48
De los efectos de la ira
Pasamos ahora a tratar de los efectos de la ira (cf. q.46 introd.). Esta
cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas:
1. ¿Causa la ira delectación?—2. ¿Produce un gran ardor en el cora-
zón?—3. ¿Impide en gran manera el uso de la razón?—4. ¿Produce mu-
tismo?
1. ARISTÓTELES, c.6 n.4 (BK 1149b20): S. TH., lect.6 n.1396. 2. ARISTÓTELES, c.5 n.10
(BK 1126a21): S. TH., lect.13 n.810. 3. ARISTÓTELES, c.3 n.12 (BK 1380b4). 4. ARISTÓTE-
LES, Rhet. 1.2 c.2 n.2 (BK 1380b4). 5. HOMERO, Iliad, c.18 v.109, 6. ARISTÓTELES, c.14
n.4 (BK 1154a27): S. TH., lect.4 n.1523.
C.48 a.2 De los efectos de la ira 371
2. A la segunda hay que decir: Esa ob- por eso vemos que el agua caliente se
jeción proviene de la delectación que es congela más, como si el frío actuase con
causada por la presencia real de la ven- más vehemencia contra lo caliente. Aho-
ganza. ra bien, el movimiento apetitivo de la
3. A la tercera hay que decir: Las de- ira es producido por una injuria recibi-
lectaciones precedentes impiden que se da, como por un contrario presente. Y
siga la tristeza y, por consiguiente, impi- por eso el apetito tiende principalmente
den la ira. Pero la delectación de la ven- a rechazar la injuria por el deseo de ven-
ganza sigue a la ira. ganza, de lo cual se sigue una gran ve-
hemencia e impetuosidad en el movi-
miento de la ira. Y como el movimiento
ARTICULO 2 de la ira no es a modo de retracción,
¿Produce la ira una gran que corresponde al frío, sino más bien a
efervescencia en el corazón? modo de prosecución, que corresponde
al calor, consiguientemente, el movi-
De malo q.12 a.1 miento de ira viene a ser causa de cierta
efervescencia de la sangre y de los espí-
Objeciones por las que parece que el ritus junto al corazón, que es el instru-
fervor no es principalmente efecto de la mento de las pasiones del alma. De ahí
ira. que, por la gran perturbación del cora-
1. En efecto, el fervor, como se ha zón que se da en la ira, aparezcan princi-
dicho anteriormente (q.28 a.5 ad 1.2.3: palmente en los airados ciertas señales
q.37 a.2), es propio del amor. Pero el en los miembros exteriores. Porque,
amor, como ya se ha indicado (q.28 a.6 como dice San Gregorio en V Moral.10,
ad 2; q.1 a.2 ad 1), es el principio y la inflamado por los estímulos de la ira, el cora-
causa de todas las pasiones. Luego, sien- zón palpita, el cuerpo tiembla, trábase la len-
do la causa mayor que el efecto, parece gua, el rostro se enciende, se vuelven torvos los
que la ira no causa principalmente el ojos, y de ningún modo se reconoce a los conoci-
fervor. dos; con la boca forma sonidos, pero el sentido
2. Aún más: Las cosas que de suyo ignora lo que habla.
excitan el fervor aumentan con el paso
del tiempo, como el amor se fortalece Respuesta a las objeciones: 1. A la
con la larga duración. Pero la ira se de- primera hay que decir: El amor no se siente
bilita con el transcurso del tiempo, pues tanto, sino cuando lo pone de manifiesto la in-
dice el Filósofo en II Rhetoric.7 que el digencia, como dice San Agustín en X De
tiempo aquieta la ira. Luego la ira no cau- Trinit. 11 Y por eso, cuando el hombre
sa propiamente fervor. sufre detrimento por el ultraje inferido a
3. Y También: El fervor añadido al la excelencia que él ama, siente más el
fervor lo aumenta. Pero al sobrevenir una amor; y por eso el corazón se altera con
ira mayor se mitiga la ira, como dice el Fi- mayor ardor, para quitar el obstáculo a
lósofo en II Rhetoric.8 Luego la ira no la cosa amada, de manera que crezca así
causa el fervor. el fervor mismo del amor por medio de
la ira y se sienta más.
En cambio está lo que dice el Da- Sin embargo, la efervescencia que si-
masceno9, que la ira es la efervescencia de gue al calor pertenece de modo diferente
la sangre que está junto al corazón y que se al amor y a la ira. Porque el fervor del
produce por la evaporación de la bilis. amor va acompañado de dulzura y sua-
Solución: Hay que decir: Como se ha vidad, pues se dirige al bien amado y,
indicado (q.44 a.1), la alteración corpo- por lo mismo, se asemeja al calor del
ral que se da en las pasiones del alma es aire y de la sangre. Por esta razón los
proporcionada al movimiento del apeti- sanguíneos son más propensos al amor.
to. Mas es evidente que todo apetito, Y se dice que el hígado fuerza a amar,
aun el natural, tiende más fuertemente a por la sangre que en él genera. En cam-
lo que le es conveniente si está presente; bio, la efervescencia de la ira va acompa-
7. ARISTÓTELES, c.3 n.12 (BK 1380b6). 8. ARISTÓTELES, c.3 n.13 (BK 1380b10). 9. SAN
JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.16: MG 94,932. 10. C.45: ML 75,724. 11. C.12:
ML 42,984.
372 Tratado de las pasiones del alma C.48 a.3
nada de amargura que consume, pues ARTICULO 3
tiende al castigo del contrario. Por lo
cual se asemeja al calor del fuego y de la ¿Impide la ira en gran manera el uso
bilis. Por esta razón dice el Damasceno12 de la razón?
que procede de la evaporación de la bilis y se De malo q.12 a.1.
denomina biliosa.
2. A la segunda hay que decir: Todo Objeciones por las que parece que la
aquello cuya causa disminuye con el ira no impide la razón.
tiempo, necesariamente debe debilitarse 1. En efecto, aquello que se da con
con el tiempo. Ahora bien, es evidente la razón, no parece ser impedimento de
que el recuerdo disminuye con el tiem- la razón. Pero la ira se da con la razón,
po, pues las cosas pasadas hace largo como dice VII Ethic. 14 Luego la ira no
tiempo se olvidan con facilidad. Y la ira impide la razón.
se produce por el recuerdo de una ofen- 2. Aún más: Cuanto más es impedi-
sa recibida. Por eso la causa de la ira da la razón, tanto más disminuye su ma-
disminuye paulatinamente con el tiempo, nifestación. Pero dice el Filósofo en VII
hasta que desaparece del todo. Además, Ethic.15 que el iracundo no es insidioso, sino
la ofensa parece mayor cuando primera- que obra abiertamente. Luego la ira no pa-
mente se siente, y poco a poco disminu- rece impedir el uso de la razón, como la
ye su apreciación a medida que se va delectación, que es insidiosa, según se
alejando la sensación presente de la inju- dice en el mismo lugar.
ria. E igualmente sucede también con el 3. Y también: El juicio de la razón
amor, si la causa del amor permanece en se hace más evidente por la unión del
el recuerdo. Por eso dice el Filósofo en contrario, porque los contrarios yuxta-
VIII Ethic.13 que, si la ausencia del amigo puestos resaltan más. Pero también la ira
es prolongada, parece que hace olvidar la crece por esta causa, pues dice el Filóso-
amistad. Pero con la presencia del amigo fo en II Rhetoric.16 que los hombres se irri-
la causa de la amistad aumenta continua- tan más si los contrarios se dan juntos, como
mente con el tiempo y, por tanto, crece los dignos de honor si son deshonrados, etc.
la amistad. Y cosa parecida ocurriría con Así, pues, por la misma causa crece la ira
la ira si su causa aumentase continua- y es favorecido el juicio de la razón.
mente. Luego la ira no impide el juicio de la
Sin embargo, el hecho mismo de que razón.
la ira pase rápidamente demuestra la En cambio está lo que dice San Gre-
fuerza de efervescencia. Porque así como gorio en V Moral.17, que la ira ciega la
un fuego grande se extingue pronto, inteligencia, turbando la mente con su agita-
consumido el combustible, así también ción.
la ira, a causa de su vehemencia, cesa Solución: Hay que decir: La mente o
prontamente. razón, aunque no se sirve de órgano
3. A la tercera hay que decir: Toda corporal en su acto propio, sin embargo,
fuerza dividida en muchas partes, se de- como para su acto necesita de ciertas po-
bilita. Y por eso, cuando alguien enoja- tencias sensitivas, cuyos actos son impe-
do contra uno, se irrita después contra didos cuando el cuerpo está perturbado,
otro, disminuye su ira respecto del pri- el juicio de la razón también se ve nece-
mero. Y sobre todo si la ira contra el se- sariamente impedido por las perturba-
gundo es mayor, puesto que la ofensa ciones corporales, como aparece claro en
que provocó la ira contra el primero pa- la embriaguez y en el sueño. Ahora
recerá pequeña o nula en comparación bien, se ha dicho (a.2) que la ira produce
de la segunda ofensa, que se estima principalmente una perturbación alrede-
mayor. dor del corazón, de manera que también
12. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.2 c.16: MG 94,932. 13. ARISTÓTELES, c.5 n.1
(BK 1157b11): S. TH., lect.5 n.1597. 14. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1149a25; b1): S. TH.,
lect.6 n.1386. 15. ARISTÓTELES, c.6 n.3 (BK 1149b14): S. TH., lect.6 n.1393. 16. ARIS-
TÓTELES, c.2 n.16 (BK 1379b4). 17. C.45: ML 75,724.
C.48 a.4 De los efectos de la ira 373
se extiende hasta los miembros exterio- la tristeza que precede, aumenta, consi-
res. Por consiguiente, la ira es, entre to- guientemente, también la ira.
das las pasiones, la que impide más ma-
nifiestamente el juicio de la razón, según ARTICULO 4
aquello del Sal 30,10: Mi ojo se ha contur-
bado con la ira. ¿Causa la ira especialmente el
mutismo?
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Él principio de la Objeciones por las que parece que la
ira proviene de la razón en cuanto al ira no causa mutismo.
movimiento apetitivo, que es el elemen- 1. En efecto, el mutismo se opone al
to formal en la ira. Pero la pasión de la habla. Pero por el aumento de la ira se
ira se adelanta al juicio perfecto de la ra- llega hasta las palabras, como aparece
zón, como si no escuchase del todo a la claro por los grados de la ira señalados
razón por la conmoción del calor que la por el Señor, al decir, Mt 5,22: El que se
mueve impetuosamente, y es el elemento irrita contra su hermano; y el que dijere a su
material en la ira. Y bajo este aspecto hermano raca; y el que dijere a su hermano
impide el juicio de la razón. fatuo. Luego la ira no causa mutismo.
2. A la segunda hay que decir: Se habla 2. Aún más: Por la falta de control
de que el iracundo es manifiesto, no de la razón sucede que el hombre pro-
porque sea manifiesto para él qué es lo rrumpe en palabras desordenadas. Por lo
que debe hacer, sino porque obra abier- que dice Prov 25,28: Como una ciudad
tamente, sin pretender ocultarse. Lo cual abierta y sin el cerco de sus muros, así es el
en parte ocurre por estar impedida la ra- varón que no puede reprimir su espíritu al ha-
zón, no pudiendo discernir qué debe blar. Pero la ira impide especialmente el
ocultarse y qué debe manifestarse; ni juicio de la razón, según se ha dicho
tampoco idear el modo de ocultarlo. Y (a.3). Luego produce especialmente un
en parte se debe a la ampliación del co- flujo de palabras desordenadas. Por con-
razón, propia de la magnanimidad pro- siguiente, no causa mutismo.
ducida por la ira. Y por eso dice el Filó- 3. Y también: Dice Mt 12,34: De la
sofo del magnánimo en IV Ethic.18 que abundancia del corazón habla la boca. Pero
es manifiesto en el odio y en el amor, y habla la ira perturba, sobre todo, el corazón,
y obra abiertamente. En cambio, se dice según queda dicho (a.2). Luego causa el
que la concupiscencia es oculta e insidio- mucho hablar.
sa, porque, generalmente, las cosas delei-
tables que se desean tienen cierta fealdad En cambio está lo que dice San Gre-
y molicie, que el hombre quiere ocultar. gorio en V Moral.19, que la ira encerrada
Pero en las cosas que indican virilidad y por el silencio, hierve con más fuerza dentro
excelencia, como es la venganza, el hom- del alma.
bre busca estar al descubierto. Solución: Hay que decir: La ira, como
3. A la tercera hay que decir: Como se se ha expuesto (a.3; q.46 a.4), se da con
ha indicado (ad 1), el movimiento de ira la razón e impide la razón. Y por ambas
tiene su comienzo en la razón. De ahí partes puede producir mutismo. Por
que en este sentido la yuxtaposición de parte de la razón, cuando el juicio de
un contrario con otro ayude al juicio de ésta conserva su vigor de tal manera
la razón y aumente la ira. En efecto, que, aunque no logre apartar el efecto
cuando uno tiene honra o riquezas, y del apetito desordenado de la venganza,
después las pierde, esa pérdida parece refrena, sin embargo, la lengua de pala-
mayor, tanto por la proximidad de su bras desordenadas. Por eso San Grego-
contrario como por ser imprevista, y, rio, en V Moral.20, dice: A veces la ira
por lo mismo, causa mayor tristeza; impone silencio con una especie de juicio al
como también los grandes bienes que se ánimo perturbado. Y por parte del impedi-
adquieren inesperadamente, causan ma- mento de la razón, porque, como se ha
yor delectación. Y según el aumento de dicho (a.2), la perturbación de la ira se
18. ARISTÓTELES, c.3 n.28 (BK 1124b26): S. TH., lect.10 n.772. 19. C.45: ML 75,725.
20. Cf. nota anterior.
374 Tratado de las pasiones del alma C.48 a.4
La naturaleza de los hábitos resulta patente del estudio de sus causas in-
trínsecas y extrínsecas. Pero las causas de los hábitos no pueden notificarse
al modo de las causas de las sustancias. Se trata de accidentes, y como tales
han de ser analizados en sus peculiares causas. Así, su condición intrínseca
se irá descubriendo al ir reduciéndolos a su propia categoría de accidentes
(cualidades de la primera especie); y como el accidente dice orden esencial
al propio sujeto, la razón formal de la cualidad-hábito termina clarificándose
en el estudio de su propio sujeto, que, en este caso, es no sólo causa mate-
rial in qua (extrínseca), sino también principio de determinación esencial del
hábito. Esa es la razón de ser y el orden de las dos primeras cuestiones: en
la cuestión 49 se indaga la razón formal del hábito como determinada espe-
cie del accidente-cualidad, y en la cuestión 50 se llega a la última determina-
376 Tratado de los hábitos en general
ción esencial con el estudio del propio sujeto, en conexión con el artículo
segundo de la cuestión anterior, en el que la cualidad-hábito quedaba referi-
da a la naturaleza del sujeto. Este mismo procedimiento seguirá en el trata-
do de las virtudes.
Una vez encontrada la razón formal del hábito y su sujeto propio, de
donde resulta la definición esencial del hábito en general, pasa Santo Tomás
al estudio de su causa extrínseca o eficiente, en cuanto a su generación
(q.51) y en cuanto a su aumento (q.52), disminución o corrupción (q.53); es
decir, pasa al estudio de su nacimiento, vida y muerte. A la causa final no
le dedica cuestión aparte, porque en realidad reincide en la naturaleza del
sujeto y del objeto del hábito, y ambos aspectos se han dilucidado en las
dos primeras cuestiones. Reaparece el tema en la última cuestión (q.54),
pero, más que como causa extrínseca, se aduce como principio de distinción
esencial o intrínseca de los hábitos.
El tratado se desenvuelve, pues, en dos partes desiguales, que son:
A. Definición del hábito, tomada de sus cuatro causas:
a) por la causa formal (q.49 a. 1-2);
b) por la causa final (q.49 a.3-4);
c) por la causa cuasi material (q.50);
d) por la causa eficiente (q.51-53).
B. División o distinción de los hábitos (q.54).
BIBLIOGRAFÍA
ALBERTUS MAGNUS, S., Liber de praedicamentis, en Opera omnia, ed. BORGNET I (Pa-
ris 1890); Metaphysicorum libri XIII, ed. cit., VI; Ethicorum libri VIII, ed. cit.,
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RAMÍREZ, J. M., O.P., De habitatibus in communi, ed. de V. Rodríguez, O.P. (Madrid
1973) vols.I y 2. De los tratadistas posteriores a Santo Tomás, citamos a este
autor no sólo por el gran valor de su comentario a estas cuestiones, sino también
por la riqueza de su indagación histórico-doctrinal de las fuentes greco-latinas
del tratado tomista.
SlMPLICIUS, In categorias Aristotelis, ed. S. KALBFLEISCH: Comment. in Aristotelem grae-
ca vol.VIII (Berolini 1907).
CUESTIÓN 49
Sobre los hábitos en general, en cuanto a su naturaleza
Después del tratado de los actos y de las pasiones, debemos estudiar los
principios de losa actos humanos (cf. q.6 introd.). Primeramente, los princi-
pios intrínsecos ; luego, los principios extrínsecos (q.90). El principio in-
trínseco es la potencia y el hábito; pero como de las potencias ya se trató
en la primera parte (q.77ss), nos queda por estudiar ahora los hábitos. Lo
haremos primero en general, para ocuparnos luego de las virtudes, de los
vicios y de otros hábitos parecidos, que son principios de los actos humanos
(q.55).
Sobre los hábitos en general hay que estudiar cuatro cosas: primera, la
naturaleza misma de los hábitos (q.49); segunda, el sujeto de los mismos
(q.50); tercera, la causa de su generación, aumento y corrupción (q.51);
cuarta, su distinción (q.54).
En cuanto a la naturaleza de los hábitos se presentan cuatro problemas:
1. ¿Es el hábito una cualidad?—2. ¿Es una determinada especie de
cualidad?—3. ¿Importa el hábito orden al acto?—4. Sobre la necesidad
del hábito.
1. Q.73: ML 40. 2. C.6 n.3 (BK 8b26). 3. C.6 n.6 (BK 9a10). 4. L.4 c.19 (BK
1022b1): S. TH., 1.5 lect.20. 5. C.6 4-5 (BK 9a3; a10).
a Al llamar a los hábitos principios intrínsecos de los actos no es en el sentido de que los
constituyan en su propio ser, sino en cuanto que obran desde el interior del sujeto. Se refiere,
pues, a principios interiores, en contraposición a los principios extrínsecos o exteriores: la ley y
la gracia. Este sentido del término usado aquí puede comprobarse en los prólogos a las cues-
tiones 76 y 109.
b Del verbo latino habere (haber, tener, poseer) deriva el sustantivo habitus, con la triple sig-
nificación indicada en el artículo; distinción que utiliza Santo Tomás para situar los hábitos de
que empieza a hablar en la categoría cualidad. Efectivamente, el verbo haber puede usarse en
380 Tratado de los hábitos en general C.49 a.2
En cuanto a la primera acepción, hay este sentido hablamos ahora del hábito.
que tener en cuenta que haber dicho res- Por consiguiente, hay que decir que el
pecto de cualquier cosa que se tiene, es hábito es una cualidad.
común a diversos géneros. De ahí que Respuesta a las objeciones: 1. A la
Aristóteles6 ponga el haber entre los pos- primera hay que decir: La objeción proce-
predicamentos, que siguen a diversos de de tomar «haber» en su significación
géneros de cosas, como son la oposición, más corriente, pues así es común a mu-
la prioridad y posterioridad, y cosas así. chos géneros, según queda dicho.
Pero entre las cosas que se tienen parece 2. A la segunda hay que decir: El argu-
que hay esta distinción: que en unas no mento procede de tomar el hábito en el
media nada entre el que tiene y lo teni- sentido de algo que media entre el suje-
do, como no media nada entre el sujeto to que tiene y la cosa tenida, y en este
y su cualidad o cantidad; en otras, en sentido constituye uno de los predica-
cambio, media algo, pero no es más que mentos, según queda dicho.
una relación, como cuando se dice que 3. A la tercera hay que decir: La dis-
alguien tiene un socio o un amigo; y en posición siempre importa orden en un
otras, finalmente, media algo, que no es ser que tiene partes; pero esto puede
una acción o una pasión, sino algo que ocurrir de tres modos, como añade in-
se les parece, en cuanto que el que tiene mediatamente Aristóteles en el lugar ci-
y lo tenido se han entre sí como adorno tado, a saber: según el lugar, según la poten-
o cobertura y como adornado y cubier- cia o según la especie. En lo cual, como dice
to. De ahí que diga Aristóteles, en el li- Simplicio en el Comentario a los Predica-
bro V Metaphy.7, que se llama hábito como mentos 9, comprende todas las disposiciones: al
si fuese una cierta acción del que tiene y de lo decir «según el lugar» las corporales, y esto
tenido, como nos ocurre respecto de pertenece al predicamento situs, que es el
aquellas cosas que tenemos alrededor. orden de las partes en el lugar. Al decir
Por eso entre estas cosas se constituye «según la potencia», incluye aquellas disposi-
un género especial, que se llama predica- ciones que están en vías de preparación, antes
mento hábito, del cual dice Aristóteles, de llegar a la perfección, como es el caso de
en el libro V Metaphys. (ibid.), que entre la ciencia y de la virtud incoadas. Y al
el que tiene vestido y el vestido tenido media el decir «según la especie», incluye las disposicio-
hábito. nes perfectas, llamadas hábitos, como son la
Pero si se toma el verbo haber en el ciencia y la virtud perfectas.
sentido de que una cosa se ha de un
modo determinado en sí misma o res-
pecto de otra, como ese modo de haber- ARTICULO 2
se se debe a alguna cualidad, en esa ¿Es el hábito una determinada
acepción el hábito es una cierta cualidad, especie de cualidad?
del cual dice Aristóteles, en el libro V De virtut. a.1
Metaphys.8, que el hábito es una disposición
por la cual el sujeto está bien o mal dispuesto Objeciones por las que parece que el
en sí mismo, o en relación con otra cosa, al hábito no es una determinada especie de
modo como es un cierto hábito la salud. Y en cualidad.
6. Cat. c.12 n.1 (BK 15b17). 7. L.4 c.20 n.1 (BK 1022b4): S. TH., 1.5 lect.20. 8. Ibid.,
c.20 n.2 (BK 1022b10). 9. In Cat. c.8.
sentido activo, con proyección extrínseca, equivalente a tener, poseer. Es el haber incluido en
los pospredicamentos. Los sustantivos teniente, tenencia, habentia (en latín) nacen de esa significa-
ción primaria. Pero también puede usarse en sentido reflexivo de haberse, y en esa flexión el há-
bito importa una cualidad: un modo de ser o de estar o de comportarse. Al interrogante latino
qualiter tu te habes (¿cómo estás?) corresponde la respuesta de un hábito-cualidad: sano, enfermo,
conocedor, ignorante, etc. Este haberse cualitativo en español se expresa actualmente más bien
con el verbo ser o estar. Ya no solemos preguntar «cómo se ha el amigo», sino «cómo está».
También se usa el verbo haber en sentido impersonal: «Qué hay?»; «Haya paz», pero ya es en
sentido trascendental, reducible al ser. Sobre la tercera acepción del hábito como vestido o ves-
tición, el último de los predicamentos señalados por Aristóteles, no es necesario aclarar aquí
nada.
C.49 a.2 Sobre los hábitos en general 381
1. Porque, según queda dicho (a.1), unas son las que confieren al sujeto estar en
el hábito, que es cualidad, se define potencia, y éstas constituyen la segunda especie
como una disposición por la cual el sujeto de cualidad; otras le confieren estar en acto,
está bien o mal dispuesto. Pero esto es co- bien sea en profundidad, bien sea superficial-
mún a toda cualidad, pues también por mente. Si es en profundidad, constituyen la
la figura una cosa está bien o mal dis- tercera especie de cualidad; y, si es superficial-
puesta, y de modo parecido ocurre con mente, constituyen la cuarta especie de cuali-
el calor y el frío y con todas las demás dad, que son la figura y la forma, o figura del
cualidades. Luego el hábito no es una ser animado. Pero este modo de distinguir
determinada especie de cualidad. las especies de cualidad no parece ade-
2. Dice Aristóteles, en los Predica- cuado. Hay, en efecto, muchas figuras y
mentos 10, que el calor y el frío son dispo- cualidades pasibles que no son naturales,
siciones o hábitos, como la enfermedad sino adventicias; y muchas disposiciones
y la salud. Ahora bien, el calor y el frío que no son adventicias, sino naturales,
pertenecen a la tercera especie de cuali- como la salud, la belleza y otras pareci-
dad. Luego el hábito y la disposición no das. Además no se ordenan debidamente
se distinguen de las otras especies de las especies, pues a lo natural hay que
cualidad. darle prioridad.
3. Ser difícilmente mudable no es una Por consiguiente, la distinción de las
diferencia del género de la cualidad, sino disposiciones y hábitos respecto de las
que pertenece más bien al orden del mo- demás cualidades ha de entenderse de
vimiento o de la pasión. Pero ningún otro modo. La cualidad importa propia-
género se contrae a una especie por una mente un modo de la sustanciac. Ahora
diferencia de otro género, sino que es bien, el modo es, según dice San Agus-
necesario que las diferencias sean homo- tín en Super Gen. ad litteram14, lo que la
géneas al género dividido, como dice medida prefija; de ahí que importe cierta
Aristóteles en el libro VII Metaphys 11 . determinación conforme a alguna medi-
Luego, al definir el hábito como cualidad da. Por consiguiente, así como aquello
difícilmente mudable (cf. a.1 sed cont.), pa- que determina la potencia de la materia
rece excluirse que sea una determinada en su ser sustancial se llama cualidad,
especie de cualidad. que es la diferencia sustancial; así aque-
llo que determina la potencia del sujeto
En cambio dice Aristóteles en los en su ser accidental se llama cualidad ac-
Predicamentos 12 que una de las especies de cidental, que también es cierta diferen-
cualidad es el hábito y la disposición.
cia, según consta por Aristóteles en el li-
Solución. Hay que decir: Aristóteles, bro V Metaphys.15
en el lugar citado de los Predicamentos, Pues bien, el modo o determinación
entre las cuatro especies de cualidad del sujeto en su ser accidental puede en-
pone como primera a la disposición y al tenderse o bien en orden a la misma na-
hábito. Simplicio, en el Comentario a los turaleza del sujeto, o bien según la ac-
Predicamentos 13 explica las diferencias de ción y la pasión que derivan de los prin-
estas especies, diciendo que entre las cua- cipios de la naturaleza, materia y forma,
lidades, unas son naturales, que acompañan o bien según la cantidad. Si se toma el
naturalmente al sujeto y siempre; otras son modo o determinación del sujeto según
adventicias, causadas por un principio extrín- la cantidad, se tiene la cuarta especie de
seco, y pueden perderse. Y éstas, las adventi- cualidad. Y como la cantidad no impor-
cias, son los hábitos y las disposiciones, que ta, de suyo, movimiento ni razón de
difieren entre sí según sean fácil o difícilmente bien o de mal, a la cuarta especie de cua-
mudables. Entre las cualidades naturales, lidad no se debe el que algo esté bien o
10. C.6 n.4 (BK 8b36). 11. L.6 c.12 n.5 (BK 1038a9): S. TH., 1.7 lect.12. 12. C.6
n.3 (BK 8b26). 13. In Cat. c.8. 14. L.4 c.3: ML 34,299. 15. L.4 c.14 n.1 (BK
1020a33): S. TH., lect.16.
c La comprobación inicial de que los hábitos no son sustancias, sino cualidades accidenta-
les, da pie a Santo Tomás no sólo para diferenciarlos de las cualidades sustanciales y de las
demás especies de cualidad accidental, sino también para entenderlos y valorarlos cualitativamen-
te, sin hipostasiarlos ni cuantificarlos ni reducirlos a relaciones extrínsecas.
382 Tratado de los hábitos en general C.49 a.2
16. Text.17 (BK 246b23): S. TH., lect.5; cf. 1.7 c.3 n.4 (BK 246a13). 17. C.7 n.7 (BK
198b3): S. TH., 1.5 lect.20. 18. L.4 c.20 n.2 (BK 1022b10): S. TH., 1.5 lect.20. 19. C.5
n.2 (BK 1105b25): S. TH., lect.5.
Solución. Hay que decir: Importar or- primero, mientras que la operación es acto
den al acto puede convenir al hábito, segundo.
bien por razón del hábito mismo, bien 2. A la segunda hay que decir: No es
por razón del sujeto en que se da. Y la esencial al hábito que mire a la potencia,
verdad es que a todo hábito, por el sino a la naturaleza. Y como la naturale-
mero hecho de serlo, le conviene de al- za precede a la acción, a la cual dice or-
gún modo decir orden al acto, pues es den la potencia, por eso entre las espe-
de la esencia del hábito importar cierta cies de cualidad es antes el hábito que la
relación de conveniencia o inconvenien- potencia.
cia respecto de la naturaleza del sujeto. 3. A la tercera hay que decir: La salud
Ahora bien, la naturaleza del sujeto, que se llama hábito o disposición habitual
es el fin de la generación, se ordena ulte- por orden a la naturaleza, según queda
riormente a otro fin, que es, o la opera- dicho (a.2 ad 1). Pero, en cuanto que la
ción, o algo obrado a lo que uno llega naturaleza es principio del acto, también
por la operación. Por consiguiente, el la salud dice, consiguientemente, orden
hábito importa no sólo orden a la misma al acto. De ahí que el Filósofo diga, en
naturaleza de la cosa, sino también, con- el libro X De historia animal.26, que se
siguientemente, a la operación, en cuan- habla de un hombre o de un miembro
to es fin de la naturaleza o medio para sano cuando puede realizar la operación de un
conseguirlo. De ahí que también se diga ser sano. Y cosa parecida ocurre en los
en el libro V Metaphys.24, al definir el demás ejemplos.
hábito, que es una disposición por la cual el
sujeto se encuentra bien o mal dispuesto, o en ARTICULO 4
sí mismo, es decir, según su naturaleza; o
en orden a otra cosa, o sea, en orden al fin. ¿Es necesario que exista el hábito?
Pero hay ciertos hábitos que importan In Sent. 3 d.23 q.1 a.1; De verit, q.20 a.2; De virtut.
también por parte del sujeto en que se a.1.
dan un orden primario y principal al Objeciones por las que parece que
acto. La razón es porque, según queda no es necesario que existan hábitos.
dicho, el hábito importa primaria y esen- 1. Por los hábitos, una cosa se dis-
cialmente orden a la naturaleza de la pone bien o mal para algo, según se ha
cosa. Por tanto, si la naturaleza de la dicho (a.2). Ahora bien, estar bien o mal
cosa en que se da el hábito se constituye dispuesto lo debe cada cosa a su forma,
por el mismo orden al acto, se sigue que puesto que por la forma algo es bueno,
el hábito ha de importar principalmente lo mismo que es ser. Luego no hay ne-
orden al acto. Ahora bien, es claro que cesidad de los hábitos.
la naturaleza y razón de ser de la poten- 2. El hábito importa orden al acto.
cia es ser principio del acto. Por consi- Pero la potencia es principio suficiente
guiente, todo hábito que tiene por suje- del acto, pues hasta las potencias natura-
to alguna potencia importa principal- les son principios de los actos sin necesi-
mente orden al acto. dad de hábitos. Luego no hubo necesi-
Respuesta a las objeciones: 1. A la dad de que existiesen los hábitos.
primera hay que decir: El hábito, en cuan- 3. Lo mismo que la potencia dice
to que es una cualidad, es cierto acto, y orden al bien y al mal, así también el há-
según esto puede ser principio de opera- bito; y lo mismo que la potencia no
ción. Pero está en potencia respecto a la siempre actúa, así tampoco el hábito.
operación. De ahí que se diga, en el li- Existiendo, por tanto, las potencias, es
bro II De anima 25, que el hábito es acto superflua la existencia de hábitos.
24. L.4 c.22 n.2 (BK 1022b10): S. TH., l.5 lect.20. 25. C.1 n.5 (BK 412a22): S. TH.
lect.1. 26. C.1 n.1 (BK 633b23).
o quo quis operatur cum voluerit). El texto exacto de Averroes es: «Esta es la definición de hábito,
a saber, que el que tiene hábito entiende por él lo que le es propio cuando quiere por sí sin
necesidad de principio extrínseco» (cf. RENÉ-A. GAUTHIER, O.P., Estudio preliminar a la edi-
ción leonina de Sententia Libri de anima de Santo Tomás [París-Roma 1984] p.223*).
C.49 a.4 Sobre los hábitos en general 385
En cambio, los hábitos son ciertas de un modo determinado, no pueden ser
perfecciones, según se dice en el libro tenidas por hábitos o disposiciones, sino
VII Physic.27 Pero la perfección es suma- por simples cualidades. En cambio, tene-
mente necesaria a cada cosa, puesto que mos por disposiciones o hábitos la sa-
tiene razón de fin. Luego fue necesario lud, la belleza y cosas semejantes, que
que existiesen los hábitos. importan cierta conmensuración de mu-
Solución. Hay que decir: Según queda chos elementos que pueden combinarse
dicho (a.2.3), el hábito importa cierta de diversos modos. Por eso dice el Filó-
disposición en orden a la naturaleza de sofo, en el libro V Metaphys.28, que el há-
la cosa y a la operación o fin de la mis- bito es disposición, y que la disposición es
ma, en virtud de la cual algo resulta el orden en un ser que tiene partes, sea según
bien o mal dispuesto para ello. Ahora el lugar, sea según la potencia, o según la es-
bien, para que un ser necesite disponerse pecie, conforme se ha dicho anteriormen-
para otra cosa se requieren tres condi- te (a.1 ad 3).
ciones: Por tanto, dado que hay muchos se-
Primera, que el sujeto que se dispone res, a cuyas naturalezas y operaciones
sea distinto de aquello a lo que se dispo- concurren necesariamente diversos ele-
ne, y así esté respecto de ello en relación mentos que pueden conmensurarse de
de potencia a acto. distintos modos, hemos de concluir que
De ahí que, si hay algún ser cuya na- es necesario que existan los hábitos.
turaleza no esté compuesta de potencia y Respuesta a las objeciones: 1. A la
acto, cuya sustancia se identifique con su primera hay que decir: La naturaleza de la
operación, y cuya razón de ser sea él cosa obtiene su perfección por la forma;
mismo, no hay lugar en él para el hábito pero es necesario que antes el sujeto esté
o la disposición, como sucede manifies- preparado en orden a la forma por algu-
tamente en Dios. na disposición. Pero la misma forma se
Segunda, que lo que está en potencia ordena ulteriormente a la operación, que
para otra cosa, pueda ser determinado o es el fin o medio conducente a él. En
de muchas maneras y para diversos fi- caso de que la forma no tenga más que
nes. De modo que si se encuentra un su- una determinada operación, no hay ne-
jeto que está en potencia para otra cosa, cesidad de ninguna otra disposición so-
pero únicamente para ella, tampoco en breañadida a la forma para obrar; pero si
él hay lugar para la disposición y el há- se trata de una forma que puede obrar
bito, porque tal sujeto ya está por su de diversos modos, cual es el alma, en-
propia naturaleza debidamente determi- tonces es necesario que se disponga para
nado a tal acto. De ahí que si el cuerpo sus operaciones por determinados hábitos.
celeste está compuesto de materia y for- 2. A la segunda hay que decir: A veces
ma, dado que aquella materia no está en la potencia está abierta a muchas opera-
potencia para otra forma, según se ha ciones, y por eso necesita que algo dis-
dicho en la primera parte (q.66 a.2), allí tinto la determine. Pero si se da una
no hay lugar para el hábito o disposi- potencia que no está abierta a muchas
ción para la forma, ni tampoco para la actuaciones, no necesita de hábito deter-
operación, ya que la naturaleza del cuer- minante, según queda dicho. Por eso las
po celeste no está en potencia sino para fuerzas naturales no ejercen sus opera-
un único movimiento determinado. ciones mediante hábito alguno, puesto
Tercera, que a disponer al sujeto a que están determinadas por sí mismas a
uno de aquellos modos para los que está una sola operación.
en potencia concurran muchos elemen- 3. A la tercera hay que decir: Según se
tos, que puedan conmensurarse de di- verá más adelante (q.54 a.3), el mismo
versas maneras y el sujeto resulte así hábito no dice relación al bien y al mal.
bien o mal dispuesto para la forma o En cambio, una misma potencia sí dice
para la operación. De ahí que las cuali- relación al bien y al mal. De ahí la nece-
dades simples de los elementos que con- sidad de los hábitos para que las poten-
vienen a las naturalezas de los elementos cias se determinen al bien.
27. C.3 n.4 (BK 246a11): S. TH., lect.5. 28. L.4 c.20 n.2 (BK 1022b10): S. TH. 1.5
lect.20.
CUESTIÓN 50
Sobre el sujeto de los hábitos
A continuación corresponde tratar del sujeto de los hábitos (cf. q.49 in-
trod.). Tema que ofrece seis problemas:
1. ¿Existe algún hábito en el cuerpo?—2. ¿Es el alma sujeto de hábi-
to en su esencia o en sus potencias?—3. ¿Puede existir algún hábito en las
potencias de la parte sensitiva?—4. ¿Existe algún hábito en el mismo en-
tendimiento?—5. ¿Existe algún hábito en la voluntad?—6. ¿Se dan há-
bitos en las sustancias separadas?
5. C.3 n.4 (BK 240b4). 6. Cat. c.6 n.4 (BK 9a3). 7. In Cat. c.8.
388 Tratado de los hábitos en general C.50 a.2
según su esencia que según su potencia. hombre, según aquello de la 2 Pe 1,4,
1. Las disposiciones y los hábitos se para hacernos partícipes de la divina natura-
definen por su orden a la naturaleza, se- leza, entonces nada impide que en la
gún se ha dicho anteriormente (q.49 a.2). esencia del alma se dé algún hábito, que
Ahora bien, la naturaleza se atiende más es la gracia, según se dirá posteriormen-
según la esencia del alma que según su te (q.110 a.4).
potencia, puesto que el alma es por su Pero si se toma el hábito en orden a
esencia naturaleza y forma de tal cuerpo. la operación, entonces es el alma el prin-
Luego los hábitos se dan en el alma se- cipal sujeto de hábitos, en cuanto que el
gún su esencia y no según su potencia. alma no está determinada a una sola
2. El accidente no se da en el acci- operación, sino abierta a muchas, que es
dente. Ahora bien, el hábito es un acci- lo que se requiere para ser sujeto de há-
dente, y también son accidentes las po- bito, según se ha dicho (q.49 a.4). Y
tencias del alma, según se ha dicho en la dado que el alma es principio de las ope-
primera parte (q.77 a.1 ad 5). Luego el raciones por sus potencias, de todo lo
hábito no se da en el alma en razón de dicho se sigue que los hábitos se dan en
su potencia. el alma según sus potencias.
3. El sujeto es anterior a lo que se
Respuesta a las objeciones: 1. A la
da en él. Pero el hábito, por pertenecer
a la primera especie de cualidad, es ante- primera hay que decir: La esencia del alma
pertenece a la naturaleza humana, no
rior a la potencia, que pertenece a la se-
gunda especie de cualidad. Luego el há- como un sujeto que deba disponerse
bito no tiene por sujeto a la potencia del para otra cosa, sino como forma y natu-
alma. raleza para la que se dispone el sujeto.
2. A la segunda hay que decir: De suyo
En cambio, el Filósofo, en el libro I un accidente no puede ser sujeto de otro
Ethic.8, pone diversos hábitos en las di- accidente. Pero, dado que también entre
versas partes del alma. los mismos accidentes se da un orden, el
Solución. Hay que decir: Según se ha sujeto que sustenta a un accidente puede
dicho anteriormente (q.49 a.2-3), el hábi- ser, mediante él, sujeto de otro acciden-
to importa cierta disposición en orden a te, y en este sentido se dice que un acci-
la naturaleza o a la operación. Si se dente es sujeto de otro accidente, como
toma, pues, el hábito en cuanto que dice la superficie es sujeto del color. De este
orden a la naturaleza, refiriéndose a la modo la potencia puede ser sujeto del
naturaleza humana, entonces no puede hábito.
darse en el alma, puesto que el alma 3. A la tercera hay que decir: El hábi-
misma es la forma constitutiva de la na- to precede a la potencia en cuanto im-
turaleza humana. Por tanto, en este sen- porta disposición en orden a la naturale-
tido, más bien se puede dar algún hábito za, mientras que la potencia importa
o disposición en el cuerpo en orden al siempre orden a la operación, que es
alma que en el alma en orden al cuer- posterior, dado que la naturaleza es el
poa. Pero si hablamos de una naturaleza principio de la operación. Pero el hábi-
superior, de la que puede participar el to, cuyo sujeto es la potencia, no impor-
8. C.13 n.20 (BK 1103a3): S. TH., 1.7 lect.2; 1.8 c.8 n.1 (BK 1049b4).
a El alma, definida como «acto primero del cuerpo físico orgánico» (STO. TOMÁS, De anima
1.2 lect.1 n.229 y 233), es algo completivo y último en el orden de la información de la natura-
leza humana; no está en potencia para actuaciones ulteriores de orden humano, es decir, no es
sujeto de hábitos naturales propios, que suponen «un sujeto que está en potencia para la forma
o para la operación» (1-2 q.50 a.1). El cuerpo sí admite y exige disposiciones en orden a la in-
formación individual última del alma, que la individualizan intrínsecamente» Cf. V. RODRÍ-
GUEZ, O.P., Diferencia de las almas humanas a nivel sustancial en la antropología de S.Tomás: Doctor
Communis 24 (1971). La relación esencial del hábito, como accidente, a su propio sujeto, con-
diciona el modo de definirlo en abstracto o en concreto. «Como en la definición de todos los
accidentes debe ponerse el sujeto, si unos nombres significan el accidente en abstracto, es nece-
sario que en su definición se ponga el accidente en primer término, como género, y el sujeto
en segundo término, como diferencia» (STO. TOMÁS, In I Perihermeneias lect.4 n.40).
C.50 a.3 Sobre el sujeto de los hábitos 389
ta orden a la naturaleza, sino a la opera- tinto natural; otro, en cuanto obran mo-
ción, y, por tanto, es posterior a la po- vidas por la razón. Así, pues, en cuanto
tencia. O bien puede decirse que el obran por instinto natural, están ordena-
hábito precede a la potencia como lo das, como la misma naturaleza, a una
completo a lo incompleto, y el acto a la misma cosa; y en este sentido en las po-
potencia, pues el acto es naturalmente tencias sensitivas no pueden darse hábi-
anterior, aunque la potencia tenga prio- tos, como tampoco se dan en las poten-
ridad en el orden de la generación y del cias naturales. Pero en cuanto obran mo-
tiempo, como se dice en el libro VII y vidas por la razón, pueden ordenarse a
en el IX Metaphys. 9 diversas cosas, y así pueden darse en
ellas algunos hábitos que las disponen
bien o mal a algo.
ARTICULO 3
Respuesta a las objeciones: 1. A la
¿Puede darse algún hábito en las primera hay que decir: Las potencias nutri-
potencias sensitivas? tivas no caen bajo el imperio de la ra-
In Sent. 3 d.14 a.1 q.a2; d.23 q.1 a.1; De virtut. a.1. zón, y, por tanto, no pueden darse en
ellas hábitos. Mas las potencias sensiti-
Objeciones por las que parece que en vas son capaces de recibir el imperio de
las potencias de la parte sensitiva no la razón; por tanto, pueden darse en
puede darse hábito alguno. ellas hábitos, pues, en cuanto obedecen a
1. Lo mismo que es irracional la po- la razón, son en cierto modo racionales,
tencia nutritiva, lo es también la poten- como se dice en el libro I Ethic. 11
cia sensitiva. Pero las potencias nutriti- 2. A la segunda hay que decir: En los
vas no son sujeto de hábito alguno. animales irracionales las potencias sensi-
Luego tampoco lo son las potencias de tivas no obran movidas por la razón,
la parte sensitiva. sino por instinto natural, siempre que se
2. Las potencias sensitivas nos son les deje moverse a su gusto, y así no se
comunes a nosotros y a los animales. dan en ellos hábitos operativos, aunque
Ahora bien, en los animales no se da há- sí ciertas disposiciones en orden a la na-
bito alguno, puesto que no tienen vo- turaleza, como la salud y la belleza. Mas
luntad, que entra en la definición de há- como los animales pueden adquirir, por
bito, según se ha dicho anteriormente arte del hombre, cierta costumbre de
(a.l obi.1; q.49 a.3 sed cont.). Luego en obrar de uno u otro modo, pueden ad-
las potencias sensitivas no se da hábito mitirse de algún modo hábitos en ellos.
alguno. De ahí que diga San Agustín, en el libro
3. Los hábitos del alma son las cien- Octoginta trium quaestionum12, que vemos
cias y las virtudes; y como la ciencia cómo las bestias más feroces, por miedo al do-
pertenece a la potencia aprehensiva, así lor, se abstienen de los placeres más vehemen-
la virtud pertenece a la potencia apetiti- tes; y cuando esto se convierte en costumbre en
va. Pero las potencias sensitivas no son ellas, se dice que están domadas o amansadas.
sujeto de ciencia, ya que la ciencia es de Sin embargo, tal costumbre no alcanza
los universales, inaccesibles a las poten- la razón de hábito, en cuanto a su uso
cias sensitivas. Luego tampoco los hábi- voluntario, porque no tienen dominio
tos de virtud pueden darse en las poten- para usar o no usar de él; lo cual parece
cias sensitivas. esencial al hábito. Por consiguiente, ha-
blando con propiedad, no se pueden dar
En cambio dice el Filósofo en el li- hábitos en ellos.
bro III Ethic.10 que algunas virtudes, a sa- 3. A la tercera hay que decir: El apeti-
ber, la templanza y la fortaleza, pertenecen to sensitivo está por naturaleza abierto a
a las partes irracionales. la moción del apetito racional, según se
Solución. Hay que decir: Las potencias dice en el libro III De anima 13; en cam-
sensitivas pueden considerarse de dos bio, son las potencias racionales apre-
modos: uno, en cuanto obran por ins- hensivas las que por naturaleza reciben
9. L.6 c.3 n.2 (BK 1029a5): S. TH., 1.9 lect.7. 10. C.10 n.1 (BK 117b23): S. TH.,
lect.19. 11. C.13 n.17 (BK 1102b25): S. TH., lect.20. 12. Q.36: ML 40,25. 13. C.11
n.3 (BK 452a28): S. TH., lect.16.
390 Tratado de los hábitos en general C.50 a.4
de las potencias sensitivas. Por eso es forma no puede darse algo que esté si-
más natural que se den hábitos en las multáneamente en potencia y en acto,
potencias sensitivas de orden apetitivo pues esto postula un sujeto compuesto
que en las potencias sensitivas de orden de materia y forma. Ahora bien, como el
cognoscitivo, dado que en las potencias entendimiento es forma sin materia, el
sensitivas apetitivas no se dan hábitos hábito, que importa a la vez potencia y
sino en cuanto movidas por la razón. acto, como algo medio entre ambos, no
Aunque también pueden asignarse algu- puede darse en el entendimiento, sino
nos hábitos a las potencias sensitivas in- únicamente en el compuesto de alma y
teriores de conocimiento, por los cuales cuerpo.
el hombre puede recordar, discernir o 3. El hábito es una disposición por la
imaginar mejor; de ahí que incluso el Fi- cual alguien se halla bien o mal dispuesto
lósofo diga, en el capítulo 2 De memo- para algo, según se dice en el libro V Me-
ria 14, que la costumbre ayuda mucho a recor- taphys.17 Pero el que alguien esté bien o
dar bien; porque también estas potencias mal dispuesto para el acto de entender
son movidas a actuar por el imperio de proviene de alguna disposición del cuer-
la razón. En cambio, las potencias apre- po, conforme dice Aristóteles, en el li-
hensivas externas, como la vista, el oído bro II De anima18, que vemos que los de
y otras así, no son capaces de hábito al- complexión delicada son mentalmente más do-
guno, sino que están determinadas a sus tados. Luego los hábitos cognoscitivos
propios actos según la disposición natu- no se dan en el entendimiento, que está
ral, lo mismo que los miembros del separado, sino en alguna potencia que es
cuerpo, en los que no se dan hábitos, acto de alguna parte del cuerpo.
sino más bien en las potencias que diri- En cambio, el Filósofo, en el libro
gen sus movimientos. VI Ethic.19, pone la ciencia, la sabiduría
y el entendimiento, que es el hábito de
ARTICULO 4 los principios, en la misma parte intelec-
tiva del alma.
¿Se dan hábitos en el entendimiento
mismo? Solución. Hay que decir: Sobre los há-
bitos cognoscitivos se han dado opinio-
1 q.89 a.5; 1-2 q.56 a.3; In Sent. 3 d.14 a.1 q.a2; d.23 nes diversas. Unos, sosteniendo que el
q.1 a.1; De verit. q.20 a.2; In Ethic. 6 lect.3 y 5; De
virtut. a.1. entendimiento posible es el mismo en
todos los hombres, se han visto obli-
Objeciones por las que parece que gados a negar que los hábitos cognosci-
no se dan hábitos en el entendimiento. tivos se diesen en el mismo entendi-
1. Los hábitos son proporcionados a miento, y los asignaron a las potencias
las operaciones, según se ha dicho (a.l). sensitivas internas 20 . Efectivamente, es
Pero las operaciones del hombre son co- manifiesto que los hombres difieren en
munes al alma y al cuerpo, según se dice sus hábitos. Luego los hábitos cognosci-
en el libro I De anima15. Luego también tivos no se pueden poner directamente
lo han de ser los hábitos. Ahora bien, el en aquello que es numéricamente uno y
entendimiento no es acto del cuerpo, se- común a todos los hombres. Por consi-
gún se dice en el libro III De anima16. guiente, si el entendimiento posible es
Luego el entendimiento no es sujeto de numéricamente el mismo en todos los
hábito alguno. hombres, los hábitos de las ciencias, se-
2. Todo lo que se da en otro existe gún los cuales se distinguen los hom-
en él según el modo del sujeto receptor. bres, no pueden tener por sujeto el en-
Ahora bien, lo que es forma sin materia tendimiento posible, sino que residirán
es acto solamente, mientras que lo que en las potencias sensitivas internas, que
es compuesto de forma y materia impli- son diversas en los diversos hombres.
ca a la vez potencia y acto. Por consi- Pero esta posición es, ante todo, con-
guiente, en aquello que es solamente traria al pensamiento de Aristóteles.
14. C.2 (BK 452a28): S. TH., lect.6. 15. C.1 n.9 (BK 403a8); c.4 n.11 (BK 408b8):
S. TH., lect.2,10. 16. C.4 n.4 (BK 429a24): S. TH., lect.8. 17. L.4 c.20 n.2 (BK 421a26):
S. TH., 1.5 lect.20. 18. C.9 n.2 (BK 421a26): S. TH., lect.19. 19. C.3 n.1 (BK 1139b16):
S. TH., lect.2ss. 20. Cf. AVERROES, In De An. l.3 comm.5 digressio p.5.
C.50 a.5 Sobre el sujeto de los hábitos 391
Pues es claro que estas potencias sensiti- tencia como objeto. Ahora bien, el acto
vas no son racionales por esencia, sino mismo de entender no es común al alma
sólo por participación, como se dice en y al cuerpo sino por razón del fantasma,
el libro I Ethic.21, y, sin embargo, el Fi- según se dice en el libro I De anima25, y
lósofo (en el lugar citado en contrario) es claro que el fantasma se compara al
coloca las virtudes intelectuales, que son entendimiento posible como objeto, se-
la sabiduría, la ciencia y el entendimien- gún se lee en el libro III De anima26. De
to, en el sujeto racional por esencia. Por donde se infiere que el hábito intelectivo
consiguiente, no se dan en las potencias tenga razón de tal principalmente por lo
sensitivas, sino en el mismo entendi- que le viene de parte del mismo entendi-
miento. Dice, además, expresamente, en miento y no de parte del fantasma, que
el libro III De anima22, que el entendi- es común al alma y al cuerpo. Por consi-
miento posible, al hacerse cada cosa, esto guiente, hemos de decir que el entendi-
es, cuando se actualiza con las especies miento posible es sujeto de hábitos; pues
inteligibles de cada cosa, entonces pasa al precisamente le compete ser sujeto de
acto al modo como decimos que quien sabe está hábito a aquello que está en potencia
actualizado, que es lo que sucede cuando uno para muchas cosas, y esto se da al máxi-
puede obrar por sí mismo, es decir, pensar. mo en el entendimiento posible. En con-
Por supuesto que también entonces es potencia clusión, el entendimiento posible es suje-
de algún modo, pero no lo mismo que antes de to de hábitos intelectuales.
aprender o inventar. Por consiguiente, es el 2. A la segunda hay que decir: Así
mismo entendimiento posible en el que como el estar en potencia para el ser
se da el hábito de ciencia con el que sensible conviene a la materia corpórea,
puede pensar, aunque no piense actual- así el estar en potencia para el ser inteli-
mente. gible conviene al entendimiento posible.
En segundo lugar, tal posición es Por tanto, no hay inconveniente en que
contraria a la verdad objetiva, pues así el entendimiento posible reciba el hábi-
como la potencia pertenece a quien per- to, que es algo medio entre la pura po-
tenece la operación, así también el hábi- tencia y el acto perfecto.
to pertenece a quien pertenece la opera- 3. A la tercera hay que decir: Dado
ción. Ahora bien, el entender y el pensar que las potencias aprehensivas preparan
es acto propio del entendimiento. Luego interiormente al entendimiento posible
también el hábito, con que se considera, el objeto propio del mismo, se debe a la
es propio del mismo entendimiento. buena disposición de estas potencias, a
Respuesta a las objeciones: 1. A la la que concurre la buena disposición
primera hay que decir: Algunos dijeron, corporal, el que el hombre esté mejor
según refiere Simplicio en el Comentario dispuesto para entender. En este sentido
a los Predicamentos 23, que, puesto que el hábito intelectivo puede residir secun-
toda operación del hombre es de algún dariamente en estas potencias; pero su
modo del compuesto, según dice el Filó- sujeto principal es el entendimiento po-
sofo en el libro I De anima 24, ningún há- sible.
bito es exclusivamente del alma, sino del
compuesto; y que, en consecuencia, en ARTICULO 5
el entendimiento no se da ningún hábi-
to, ya que el entendimiento está separa- ¿Se da algún hábito en la voluntad?
do del cuerpo. Así procedía la objeción. In Sent. 2 d.27 a.l ad 2; 3 d.23 q.1 a.1; De verit. q.20
Pero este argumento carece de valor. El a.2; De virtut. a.1.
hábito, en efecto, no es una disposición
del objeto para la potencia, sino más Objeciones por las que parece que en
bien una disposición de la potencia para la voluntad no se da hábito alguno.
el objeto. De ahí que el hábito haya de 1. El hábito que se da en el entendi-
estar en la potencia que es principio del miento está constituido por las especies
acto, no en lo que se compara a la po- inteligibles, mediante las cuales entiende
21. C.13 n.15 (BK 1102b13): S. TH., lect.20. 22. C.4 n.6 (BK 429b6): S. TH., lect.8.
23. In Cat. c.8. 24. C.1 n.9 (BK 403a8); c.4 n.11 (BK 408b8). 25. ARISTÓTELES, c.1 n.9
(BK 403a5): S. TH., lect.2. 26. C.7 n.3 (BK 431a14): S. TH., lect.12.
392 Tratado de los hábitos en general C.50 a.6
actualmente. Pero la voluntad no obra que para el fin de la vida humana es ne-
por medio de especies. Luego la volun- cesario que la potencia apetitiva se incli-
tad no es sujeto de hábito alguno. ne a algo determinado a lo que no la in-
2. Aunque se den hábitos en el en- clina la naturaleza de la potencia, que
tendimiento posible, en el entendimiento está abierta a varias y diversas cosas, de
agente no se da hábito alguno, por ser ahí la necesidad de que en la voluntad y
potencia activa. Pero la voluntad es po- en las demás potencias apetitivas se den
tencia activa en máximo grado, puesto ciertas cualidades que inclinen estas po-
que mueve a todas las demás a sus actos, tencias a determinadas operaciones, y
según se ha dicho anteriormente (q.9 eso es precisamente lo que entendemos
a.1). Luego en ella no se da hábito al- por hábitos.
guno. 2. A la segunda hay que decir: El en-
3. En las potencias naturales no se tendimiento agente es únicamente acti-
da hábito alguno, por estar determinadas vo, y de ningún modo es pasivo, mien-
por su naturaleza a su propia operación. tras que la voluntad, como cualquier
Pero la voluntad está ordenada por su otra potencia apetitiva, es motor movi-
misma naturaleza a tender al bien prefi- do, según se dice en el libro III De ani-
jado por la razón. Luego en la voluntad ma 28. Y por eso la razón no es la misma
no se da hábito alguno. en uno y otro caso, pues para ser sujeto
En cambio, la justicia es un cierto de hábito se requiere estar en potencia
hábito, y se da en la voluntad, pues la de algún modo.
justicia, según se dice en el libro V 3. A la tercera hay que decir: La vo-
Ethic.27, es un hábito según el cual algunos luntad se inclina por su misma naturale-
quieren y obran lo que es justo. Por tanto, la za al bien de la razón. Pero, dado que
voluntad es sujeto de algún hábito. este bien es muy diverso, es necesario
que la voluntad tenga algún hábito que
Solución. Hay que decir: Toda poten- la incline a algún determinado bien de la
cia que puede ordenarse de diversos mo- razón a fin de que la operación resulte
dos a obrar necesita de hábito que la más expedita.
disponga bien para su acto. Ahora bien,
la voluntad, por ser una potencia racio-
nal, puede ordenarse de diversos modos ARTICULO 6
a obrar, y, por ello, necesita de algún ¿Se dan hábitos en los ángeles?
hábito que la disponga bien para su
acto. Además, atendiendo a la razón In Sent. 3 d. 14 a.1 q.a2 ad 1.
misma de hábito se ve que importa prin- Objeciones por las que parece que
cipalmente orden a la voluntad, en cuan- no se dan hábitos en los ángeles.
to el hábito, según se ha dicho anterior- 1. Dice Máximo, el comentador de
mente (a.l obi.1; q.49 a.3 sed cont.), es Dionisio, en el cap. 7 De caelesti hierar-
aquello de que uno usa cuando quiere. chia29: No debe pensarse que las virtudes in-
Respuesta a las objeciones: 1. A la telectuales, es decir, espirituales, existen en
primera hay que decir: Así como en el en- las inteligencias divinas, esto es, en los án-
tendimiento existe la especie, que es una geles, a modo de accidentes como en nosotros,
semejanza del objeto, así también en la de modo que exista una cosa en la otra como
voluntad y en cualquier potencia apetiti- en sujeto, pues allí no tiene lugar accidente al-
va ha de existir algo que la incline a su guno. Ahora bien, todo hábito es acci-
objeto, puesto que el acto de la potencia dente. Luego en los ángeles no se dan
apetitiva, según se ha dicho anterior- hábitos.
mente (q.6 a.4), no es otra cosa que cier- 2. Según dice Dionisio, en el cap. 4
ta inclinación. Por consiguiente, respec- De caelesti hierarchia30, las santas disposicio-
to de aquellas operaciones a las que está nes de las esencias celestes participan más que
suficientemente inclinada por la natura- ninguna otra cosa de la bondad de Dios.
leza de la misma potencia, no necesita Ahora bien, lo que se es por razón de la
otra cualidad determinante; pero dado esencia precede siempre y es mejor que
27. ARISTÓTELES, c.1 n.3 (BK 1129a7): S. TH., lect.1. 28. C.10 n.7 (BK 433b16):
S. TH., lect.15. 29. § 1: MG 4,65. 30. § 2: MG 3,180.
C.50 a.6 Sobre el sujeto de los hábitos 393
lo que se es por participación de otro. teria y la potencia de la sustancia espiri-
Luego las esencias de los ángeles entra- tual no son de la misma condición, con-
ñan en sí mismas la perfección de con- siguientemente tampoco pueden ser de
formarse a Dios, y, por consiguiente, no la misma condición los hábitos de una y
por hábito alguno. Y esta parece ser la otra. De ahí que diga Simplicio, en el
razón en que se apoya Máximo, quien lugar citado del Comentario a los Predica-
añade en el mismo lugar: pues si eso ocu- mentos, que los hábitos de la sustancia espiri-
rriese, la esencia de estas inteligencias no per- tual no son semejantes a los hábitos que se dan
manecería la misma ni comportaría de suyo la en este mundo, sino más bien semejantes a las
máxima deificación posible. especies simples e inmateriales que posee en sí
3. El hábito es una cierta disposi- misma.
ción, según se dice en el libro V Me- Respecto de tal hábito es, sin embar-
taphys.31 Pero la disposición, según se go, distinta la condición del entendi-
afirma allí mismo32, es orden de lo que tie- miento angélico y del entendimiento hu-
ne partes. Luego no parece que en los án- mano. El entendimiento humano, en
geles, que son sustancias simples, se den efecto, al ser el ínfimo de los entendi-
disposiciones y hábitos. mientos, está en potencia para todos los
En cambio dice Dionisio, en el capí- objetos inteligibles, como la materia pri-
tulo 7 De caelesti hierarchia 33, que los án- ma lo está para todas las formas sensi-
geles de la primera jerarquía se llaman bles; en consecuencia, necesita de algún
Ardientes, Tronos y Efusión de la sabiduría, hábito para entenderlos a todos. En
que es la manifestación deiforme de sus há- cambio, el entendimiento angélico no
bitos. está en pura potencia respecto de los ob-
Solución. Hay que decir: Algunos sos- jetos inteligibles, sino de algún modo en
tuvieron que en los ángeles no se dan acto, aunque no sea acto puro (pues esto
hábitos, sino que todo lo que se dice de es exclusivo de Dios), sino con mezcla
ellos pertenece a su esencia. De ahí que de potencia; y tanto menos tiene de
Máximo, a continuación de las palabras potencialidad cuanto es superior. Por
consiguiente, según se ha dicho en la
citadas en la primera objeción, diga: los
primera parte (q.55 a.1), en cuanto está
hábitos y virtudes que se dan en ellos son esen-
en potencia, necesita ser perfeccionado
ciales, debido a su inmaterialidad 34. Y lo
habitualmente por algunas especies inte-
mismo dice Simplicio en el Comentario a
ligibles para ejercer su propia operación;
los Predicamentos 35: la sabiduría que se da en
el alma es hábito, pero la que se da en la inte- pero en cuanto está en acto puede enten-
der algo por su propia esencia, al menos
ligencia es sustancia, pues todo lo que es divino
a sí mismo y otras cosas según el modo
es autosuficiente y existe por sí mismo.
Tal posición es en parte verdadera y de su sustancia, según se dice en el libro
en parte falsa. Pues es claro, por lo di- De causis 36, y esto tanto más perfecta-
cho anteriormente (q.49 a.4), que para mente cuanto más perfecto es.
ser sujeto de hábito se requiere estar en Mas como ningún ángel llega a la
potencia. De ahí que dichos comentaris- perfección de Dios, sino que dista de
tas, al considerar que los ángeles son ella infinitamente, para poder alcanzar a
sustancias inmateriales y al no hallar en Dios con el entendimiento y la volun-
ellos la potencia de la materia, excluye- tad, necesitan de hábitos, en cuanto se-
ron, en consecuencia, de ellos los hábi- res potenciales respecto de aquel acto
tos, y cualquier accidente. Sin embargo, puro. De ahí que diga Dionisio (en el
aunque en los ángeles no se halle poten- lugar citado en el argumento en contra-
cia de materia, sí se da en ellos alguna rio) que sus hábitos son deiformes, es de-
potencia, pues el ser acto puro es exclu- cir, que por ellos se conforman con
sivo de Dios; y, por consiguiente, en Dios.
cuanto que se da en ellos potencia en Pero los hábitos que son disposicio-
tanto se pueden dar en ellos hábitos. nes para el ser natural no se dan en los
Ahora bien, como la potencia de la ma- ángeles, por ser inmateriales.
31. L.4 c.22 n.2 (BK 1022b10): S. TH., 1.5 lect.20. 32. L.4 c.19 (BK 1022b1). 33. § 1:
MG 3,205. 34. In De cael. hier. c.7 § 1: MG 4,65. 35. In Cat. c.8. 36. Prop. 8,13:
S. TH., lect.13.
394 Tratado de los hábitos en general C.50 a.6
Respuesta a las objeciones: 1. A la dad divinas, en tanto necesitan hábitos
primera hay que decir: Las palabras de Má- en cuanto necesitan participar algo ex-
ximo han de entenderse de los hábitos trínseco a ellos.
y accidentes materiales. 3. A la tercera hay que decir: En los
2. A la segunda hay que decir: Respec- ángeles no se dan partes en cuanto a su
to de aquello que compete a los ángeles esencia, pero sí en cuanto a sus poten-
por su esencia no necesitan de hábito. cias, en cuanto que su entendimiento se
Pero como no son tan independientes perfecciona con muchas especies y su
que no participen de la sabiduría y bon- voluntad está abierta a muchos objetos.
CUESTIÓN 51
Sobre la causa de los hábitos en cuanto a su generación
A continuación hemos de estudiar la causa de los hábitos (cf. q.49 in-
trod.): primero, en cuanto a su generación; segundo, en cuanto a su aumen-
to (q.52); tercero, en cuanto a su disminución y corrupción (q.53).
En cuanto 'a su generación se presentan cuatro problemas:
1. ¿Hay algún hábito dado por la naturaleza?—2. ¿Algún hábito es
generado por los actos?—3. ¿Basta un acto para engendrar un hábi-
to?—4. ¿Hay en los hombres hábitos infundidos por Dios?
1. AVERROES, comm. 18 (VI/2 161B). 2. ARISTÓTELES, c.2 (BK 1141a5): S. TH., lect.5.
396 Tratado de los hábitos en general C.51 a.1
Pero el hábito que es disposición para dual, también se da algún hábito cog-
la operación, cuyo sujeto es la potencia noscitivo incoativamente natural, en
del alma, según se ha dicho (q.50 a.2), cuanto un hombre, debido a su disposi-
puede ser natural tanto según la natura- ción orgánica, es más apto que otro para
leza específica como según la naturaleza entender, en la medida en que la opera-
individual. Según la naturaleza específi- ción intelectual depende de las facultades
ca, por parte del alma, la cual por ser sensitivas.
forma del cuerpo, es principio específi- En cambio, en las potencias apetitivas
co. Y según la naturaleza individual, por no se da hábito alguno incoativamente
parte del cuerpo, el cual es principio ma- natural, por parte de la misma alma, y
terial. Pero ni de un modo ni de otro en cuanto a la misma sustancia del hábi-
ocurre que se den en los hombres hábi- to, sino sólo en cuanto a ciertos princi-
tos naturales dados totalmente por la na- pios del mismo, al modo como los prin-
turaleza, como sucede en los ángeles, cipios del derecho común se llaman semi-
que tienen especies inteligibles natural- lleros de virtudes. Y la razón de ello es
mente impresas, cosa que no tiene el porque la inclinación a los propios obje-
alma humana, conforme se ha dicho en tos, que parece ser la incoación del hábi-
la primera parte (q.55 a.2; q.84 a.3). to, no pertenece al hábito, sino más bien
Hay, pues, en los hombres algunos a la misma naturaleza de las potencias.
hábitos naturales, que proceden en parte Pero por parte del cuerpo, según la na-
de la naturaleza y en parte de un princi- turaleza del individuo, se dan hábitos
pio exterior, si bien de distinto modo en apetitivos incoativamente naturales, pues
las potencias aprehensivas y en las po- hay hombres que, debido a la com-
tencias apetitivas. Porque en las poten- plexión del propio cuerpo, tienen predis-
cias aprehensivas puede darse el hábito posición para la castidad o para la man-
natural incoativamente, tanto según la sedumbre u otras virtudes.
naturaleza específica como según la na- Respuesta a las objeciones: 1. A la
turaleza individual. Según la naturaleza primera hay que decir: La objeción proce-
específica, por parte de la misma alma, de de considerar la naturaleza en cuanto
como es hábito natural el entendimiento contrapuesta a la razón y a la voluntad,
de los principios; pues por la misma na- siendo así que la misma razón y la mis-
turaleza del alma intelectual le es dado al ma voluntad pertenecen a la naturaleza
hombre que, una vez que se conoce lo del hombre.
que es el todo y lo que es la parte, co- 2. A la segunda hay que decir: A la po-
nozca inmediatamente que el todo es tencia puede añadírsele algo naturalmen-
mayor que la parte, y cosa parecida ocu- te que no puede, sin embargo, pertene-
rre con los demás principios". Pero co- cer a su naturaleza. Así, en los ángeles,
nocer lo que es el todo y lo que es la no puede pertenecer a su misma poten-
parte no le es dado al hombre de no ser cia intelectiva que se baste a sí para co-
por las especies inteligibles, tomadas de nocer todas las cosas, porque para eso
los fantasmas. Por eso muestra el Filóso- sería necesario que fuese acto de todas
fo, al final de Posteriorum3, que el cono- las cosas, lo cual es exclusivo de Dios.
cimiento de los principios nos viene de En efecto, aquello con que se conoce
los sentidos. Según la naturaleza indivi- una cosa ha de ser una semejanza actual
a En cuanto a la constitución del hábito natural de los primeros principios, de que habla
Santo Tomás aquí y en el comentario al II Posteriorum analyticorum, lect.20, los lectores más
atentos de Santo Tomás no están del todo de acuerdo entre sí. Lo que parece indudable es que
Santo Tomás incluye en él la capacidad y propensión del entendimiento posible a asentir a los
primeros juicios y las especies inteligibles de origen sensitivo. Basta esta simple integración y
complementariedad. El que en los hábitos científicos, prudenciales y artísticos haya otros facto-
res esenciales no obliga a pensar que esta complejidad se ha de dar también en el hábito de los
principios. También en el artículo 6 de la cuestión 50 razonaba la existencia de hábitos en el
entendimiento de los ángeles por la necesidad de especies inteligibles sobreañadidas. En todo
caso resulta obvio el carácter analógico de los hábitos operativos. La historia de estas distintas
lecturas del texto de Santo Tomás puede verse en RAMÍREZ, o.c., I p.282-317.
C.51 a.2 Causa de los hábitos en cuanto a su generación 397
de la cosa conocida. Por consiguiente, si bito es más noble que el acto que prece-
la potencia del ángel conociese por sí de al hábito, como se ve por el hecho de
misma todas las cosas, habría de ser se- que produce actos más nobles. Luego el
mejanza y acto de todas las cosas. Así, hábito no puede ser causado por el acto
pues, es necesario que a su potencia in- que precede al hábito.
telectiva se le sobreañadan algunas espe- En cambio enseña el Filósofo, en el
cies inteligibles, que son semejanzas de libro II Ethic.5, que los hábitos de las
las cosas entendidas, mediante las cuales virtudes y de los vicios son causados
el entendimiento del ángel se hace en por los actos.
acto las cosas conocidas, no por su pro-
pia esencia, sino por participación de la Solución. Hay que decir: A veces, en
sabiduría divina. Y así consta que no el agente se da solamente el principio ac-
todo lo que pertenece al hábito natural tivo de su acto, como en el fuego se da
puede pertenecer a la potencia. solamente el principio activo del calor; y
3. A la tercera hay que decir: La natu- en tal agente ningún hábito puede ser
raleza no provee del mismo modo de las causado por el propio acto. De ahí que
diversas clases de hábitos: unos proce- las cosas naturales no puedan acos-
den de ella naturalmente y otros no, se- tumbrarse ni desacostumbrarse a nada,
gún queda expuesto (sol.). Por tanto, del como se dice en el libro II Ethic.6 Pero
hecho de que algunos hábitos sean natu- hay agentes en los que se da principio
rales no se sigue que lo sean todos. activo y pasivo del propio acto, como se
ve en los actos humanos, pues los actos
de la potencia apetitiva proceden de ella
ARTICULO 2 en cuanto es movida por la potencia
¿Es causado algún hábito por los aprehensiva que le presenta su objeto; y,
actos? ulteriormente, la potencia intelectiva, en
cuanto discurre sobre las conclusiones,
De malo q.4 a.2 ad 4 y 5; De virtut. a.9. tiene por principio activo la proposición
Objeciones por las que parece que evidente por sí misma. Por consiguiente,
ningún hábito puede ser causado por el tales actos pueden causar en sus agentes
acto. algunos hábitos, no ciertamente en cuan-
1. El hábito es una cualidad, según to al primer principio activo, pero sí en
se ha dicho anteriormente (q.49 a.1). cuanto al principio activo que mueve
Ahora bien, la cualidad es producida en siendo movido. Porque todo lo que es
un sujeto en cuanto receptor. Por consi- influido y movido por otro, recibe la
guiente, dado que el agente, por el he- disposición del acto del agente, y así, al
cho de obrar, más que recibir algo, da multiplicarse los actos, termina engen-
de sí, no parece que en el agente pueda drándose una cualidad en la potencia pa-
ser causado hábito alguno por sus pro- siva y movida, que es lo que se llama
pios actos. hábito. Así es como los hábitos de las
2. El sujeto en el que es producida virtudes morales son causados en las po-
una cualidad es movido hacia aquella tencias apetitivas en cuanto son movidas
cualidad, como se ve en la cosa que se por la razón, y los hábitos de las ciencias
calienta o enfría. En cambio, el sujeto son causados en el entendimiento, en
que produce el acto que origina la cuali- cuanto es movido por los primeros prin-
dad, mueve, como se ve en el calefactor cipios.
o refrigerador. Por consiguiente, si en Respuesta a las objeciones: 1. A la
un sujeto fuese el propio acto lo que en- primera hay que decir: El agente, en cuan-
gendrase el hábito, se seguiría que sería to agente, no recibe nada, pero en cuan-
lo mismo el motor y lo movido, el agen- to obra movido por otro sí recibe algo
te y el paciente, lo cual es imposible, se- del principio motor, y así puede engen-
gún se dice en el libro VII Physic.4 drarse en él el hábito.
3. El efecto no puede ser más noble 2. A la segunda hay que decir: Un mis-
que su propia causa. Ahora bien, el há- mo sujeto, bajo el mismo aspecto, no
4. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 241b24): S. TH., lect.1. 5. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK
1103a31): S. TH., lect.1. 6. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 1103a19): S. TH., lect.1.
398 Tratado de los hábitos en general C.51 a.3
puede ser motor y movido, pero nada dicho (a.2), el hábito es engendrado por
impide que el mismo sujeto se mueva a el acto en cuanto que la potencia pasiva
sí mismo bajo distinto aspecto, según se es actuada por algún principio activo.
prueba en el libro VIII Physic.7 Ahora bien, para que una cualidad sea
3. A la tercera hay que decir: El acto causada en un sujeto pasivo es necesario
que precede al hábito, en cuanto que que el principio activo venza totalmente
procede de un principio activo, procede la resistencia que ofrezca el principio pa-
de un principio más noble que el hábito sivo. Así vemos que el fuego no inflama
engendrado, al modo como la misma ra- súbitamente al combustible, porque no
zón es un principio más noble que el há- puede vencer de inmediato su resisten-
bito de la virtud moral engendrado en la cia, sino que va poco a poco anulando
potencia apetitiva por la repetición de las disposiciones contrarias para que, re-
actos, y el entendimiento de los princi- duciéndolo totalmente, le pueda impri-
pios es un principio más noble que la mir su propia semejanza.
ciencia de las conclusiones. Pues bien, es evidente que el princi-
pio activo, que es la razón, no puede
ARTICULO 3 dominar totalmente con un solo acto la
potencia apetitiva, dado que la potencia
¿Puede ser el hábito engendrado por apetitiva está diversamente abierta a di-
un solo acto? versas tendencias, en tanto que la razón
juzga con un solo acto que algo ha de
In Sent. 1 d.17 q.2 ad 3 ad 4; De virtut. a.9 ad 11.
ser apetecido conforme a determinados
Objeciones por las que parece que el motivos y circunstancias. Por lo que con
hábito puede ser engendrado por un eso no queda reducida totalmente la po-
solo acto. tencia apetitiva para que tienda a lo mis-
1. La demostración es un acto de la mo en la mayoría de los casos, de modo
razón. Ahora bien, basta una demostra- natural, como se requiere para el hábito
ción para causar la ciencia, que es hábito de virtud. Por consiguiente el hábito de
de una conclusión. Luego el hábito pue- virtud no puede ser engendrado por un
de ser engendrado por un solo acto. solo acto, sino por muchos.
2. Como sucede que los actos crecen Mas en las potencias cognoscitivas,
multiplicándose, también sucede que un hay que tener en cuenta un doble prin-
mismo acto crece intensificándose. Aho- cipio pasivo: uno, el mismo entendi-
ra bien, con la multiplicación de los ac- miento posible; otro, el entendimiento
tos se engendra el hábito. Luego tam- llamado por Aristóteles 10 pasivo, que es
bién si se intensifica mucho el mismo la razón particular, esto es, la potencia
acto podrá engendrar el hábito. cogitativa con la memoria y la imagina-
3. La salud y la enfermedad son há- ción. Así pues, respecto del primer prin-
bitos. Ahora bien, el hombre puede sa- cipio pasivo, puede haber un principio
nar o enfermar con un solo acto. Luego activo que con un solo acto venza total-
un solo acto puede engendrar al hábito. mente la potencia de su principio pasi-
vo, como una proposición evidente por
En cambio, dice el Filósofo, en el li- sí misma basta para convencer al enten-
bro I Ethic.8, que, así como ni una golon- dimiento a asentir firmemente a la con-
drina ni un solo día hacen verano, así tampoco clusión, cosa que no puede hacer la pro-
un día ni un poco de tiempo hacen al hombre posición probable. De ahí que para cau-
dichoso o feliz. Ahora bien, la felicidad con- sar el hábito de opinar, incluso en el
siste en la operación del hábito de la virtud entendimiento posible, se requieren mu-
perfecta, según se dice en el libro I chos actos de la razón, mientras que
Ethic.9 Luego el hábito de la virtud y, para causar el hábito de ciencia en el en-
por la misma razón, cualquier otro hábi- tendimiento posible puede bastar un
to, no puede ser causado por un solo solo acto de la razón. Pero en lo que se
acto. refiere a las potencias cognoscitivas infe-
Solución. Hay que decir: Según queda riores, es necesario que se repitan mu-
7. ARISTÓTELES, c.5 n.8 (BK 257a31): S. TH., lect.10. 8. ARISTÓTELES, c.7 n.16 (BK
1098a16): S. TH., lect.10. 9. ARISTÓTELES, c.7 n.15 (BK 1098a16): S. TH., lect.10; c.13 n.1
(BK 1102a5). 10. De an. l.3 c.5 n.2 (BK 430a24): S. TH., lect.10.
C.51 a.4 Causa de los hábitos en cuanto a su generación 399
chas veces los mismos actos para que Solución. Hay que decir: Dios infunde
algo se fije en la memoria. De ahí que algunos hábitos en el hombre por dos
diga el Filósofo, en el libro De memoria razones. Primera, porque hay hábitos
et reminiscentia 11, que la meditación afianza que disponen bien al hombre en orden a
la memoria. un fin que excede las facultades de la na-
En cuanto a los hábitos corporales turaleza humana, como es la última y
hay que decir que pueden ser causados perfecta bienaventuranza del hombre, se-
por un solo acto, si el principio activo gún se ha dicho anteriormente (q.5 a.5).
es muy potente, como a veces una medi- Y como los hábitos han de ser propor-
cina fuerte produce la salud inmediata- cionados a aquello para lo que disponen
mente. al hombre, de ahí la necesidad de que
Y por todo lo dicho quedan resueltas los hábitos que disponen para dicho fin
las objeciones. excedan también las facultades de la na-
turaleza humana. Por consiguiente, tales
ARTICULO 4 hábitos jamás pueden darse en el hom-
bre si no son infundidos por Dios, cual
¿Hay en los hombres hábitos es el caso de todas las virtudes gratuitas.
infundidos por Dios? La segunda razón es porque Dios
Infra q.63 a.3. puede producir los efectos de las causas
Objeciones por las que parece que en segundas prescindiendo de ellas, según
los hombres no se da hábito alguno in- se ha dicho en la primera parte (q.105
fundido por Dios. a.6). Pues así como, a veces, para mani-
1. Dios atiende por igual a todos. festar su poder, produce la salud sin el
Luego, de infundir hábitos en algunos concurso de las causas naturales, que po-
hombres, los infundiría en todos; lo cual dría, sin embargo, ser recuperada natu-
es manifiestamente falso. ralmente, así también, a veces, para ma-
2. Dios obra en todas las cosas con- nifestar su poder, infunde en el hombre
forme a la naturaleza de cada una de aquellos hábitos que pueden ser causa-
ellas, pues, según dice Dionisio, en el dos naturalmente. De este modo conce-
cap. 4 De divinis nominibus 12, es propio de dió a los Apóstoles la ciencia de las Es-
la divina Providencia salvaguardar la natura- crituras y de todas las lenguas, que los
leza. Ahora bien, los hábitos en el hom- hombres pueden adquirir por el estudio
bre son causados naturalmente por los o la práctica, aunque no tan perfecta-
actos, según queda dicho (a.2). Luego mente.
Dios no causa algunos hábitos en los Respuesta a las objeciones: 1. A la
hombres sino mediante los actos. primera hay que decir: Dios atiende por
3. Si hay algún hábito infundido por igual a todos en cuanto a su naturaleza;
Dios, mediante él el hombre puede pro- pero según el orden de su sabiduría da
ducir muchos actos, que, a su vez, causan determinadamente a unos lo que no con-
un hábito semejante, de acuerdo con lo que cede a otros.
se dice en el libro II Ethic.13 De donde 2. A la segunda hay que decir: El he-
resultaría que en el mismo sujeto habría cho de que Dios obre en todas las cosas
dos hábitos de la misma especie, uno ad- según su propia condición no excluye
quirido y otro infuso, lo cual parece im- que Dios obre en ellas algo de lo que no
posible, pues en el mismo sujeto no pue- es capaz la naturaleza; pero de ello se si-
den darse dos formas de la misma espe- gue que nada obra que sea contrario a la
cie. Por consiguiente, en el hombre no naturaleza.
se da hábito alguno infundido por Dios. 3. A la tercera hay que decir: Los ac-
En cambio, se lee en el Eclesiástico tos que proceden del hábito infuso no
15,5: Lo llenó el Señor de espíritu de sabidu- causan hábito alguno, sino que afianzan
ría y de entendimiento. Pero la sabiduría y el hábito preexistente, así como las me-
el entendimiento son ciertos hábitos. dicinas aplicadas al hombre naturalmente
Luego en el hombre se dan algunos há- sano no causan una nueva salud, sino
bitos infundidos por Dios. que corroboran la salud habida.
11. ARISTÓTELES, c.1 (BK 451a12): S. TH., lect.3. 12. §33: MG 3,733. 13. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.7 (BK 1103b21): S. TH., lect.1.
CUESTIÓN 52
Sobre el aumento de los hábitos
A continuación hemos de estudiar el aumento de los hábitos (cf. q.51 in-
trod.), en un triple aspecto:
1. ¿Aumentan los hábitos?—2. ¿Aumentan por adición?—3. ¿Todo
acto aumenta el hábito?
1. ARISTÓTELES, c.2 n.10 (BK 226a30): S. TH., lect.4. 2. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK
246a13): S. TH., lect.5. 3. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 246a10): S. TH., lect.5. 4. C.8:
ML 42,929. 5. In Cat. c.8 (CG 8,284.14). 6. Cf. SIMPLICIO, In Cat. 8 (CG 8,284.14);
PLOTINO, Ennead. 6 1.3 c.20 (BU 6,149). 7. Cf. SIMPLICIO, In Cat. 8 (CG 8,284.14).
C.52 a.1 Sobre el aumento de los hábitos 401
sostenían que las cualidades y los hábi- pierdan la especie, en razón de la unidad
tos eran susceptibles de aumento y dis- del término al que se ordenan y que las
minución por ser materiales e importar especifica. Así el movimiento puede ser
cierta indeterminación debida a la infini- en sí más intenso y más remiso14, y, no
tud de la materia. Otros8 sostenían, por obstante, conservar la misma especie,
el contrario, que las cualidades mismas y debido a la unidad del término que lo
los hábitos en sí mismos no experimen- especifica. Y lo mismo puede decirse de
taban aumento y disminución, sino que la salud, pues el cuerpo logra el estado
las cosas afectadas por la cualidad se di- de salud al tener la disposición conve-
cen más o menos tales según la diversa niente a la naturaleza del animal; dispo-
participación; por ejemplo, no hay ma- sición que admite diversos grados, y que
yor o menor justicia, sino cosas más o puede, por tanto, variar en más o en
menos justas. Es la opinión que mencio- menos conservando siempre, a pesar de
na Aristóteles en los Predicamentos9. Una ellos la misma salud. De ahí que diga el
tercera opinión, media entre las dos an- Filósofo, en el libro X Ethic.15, que la
teriores, fue la de los estoicos 10, que sos- salud misma admite más y menos, pues la
tenían que algunos hábitos, como las ar- conmensuración no es la misma en todos ni
tes, admiten más y menos, mientras que siempre la misma en cada uno, sino que puede
otros no admiten más y menos, como es disminuir hasta cierto término. Estas diver-
el caso de las virtudes. Una cuarta opi- sas disposiciones o conmensuraciones en
nión fue la de aquellos 11 que dijeron que la salud se hallan entre sí en razón de
las cualidades y las formas inmateriales más y menos. Por eso, si con la palabra
no aumentan ni disminuyen, pero las salud sólo se significase el equilibrio or-
materiales sí. gánico perfectísimo, no cabría hablar de
Para esclarecer la verdad en esta cues- mayor o menor salud. Resulta así claro
tión, hay que considerar que aquello por de qué modo una cualidad o una forma
lo cual una cosa se constituye en espe- puede aumentar o disminuir en sí misma
cie 12 ha de ser fijo y estable, como algo y de qué modo no lo puede.
indivisible, de modo que las cosas que Pero, si consideramos la cualidad o la
lo alcanzan pertenecen a la especie, y las forma según su participación en el suje-
que se apartan de él, por más o por me- to, también así se encuentran unas cuali-
nos, pertenecen a otra especie, más o dades y unas formas que admiten más y
menos perfecta. De ahí que diga el Filó- menos, y otras no. Simplicio 16 señala la
sofo, en el libro VIII Metaphys.13, que causa de esta diversidad, en que la sus-
las especies de las cosas son como los tancia no es susceptible de más y menos
números, en los que el aumento y la dis- en sí misma, por tener consistencia pro-
minución hacen variar la especie. Por pia. Por eso toda forma participada sus-
consiguiente, si alguna forma o cual- tancialmente en el sujeto carece de
quier otra cosa se constituye en especie aumento y disminución. En consecuen-
por sí misma o por algo que le es pro- cia, en el género de sustancia no tiene
pio, necesariamente ha de tener de suyo lugar el más y el menos. Y como la can-
una determinada medida, que no pueda tidad es el accidente más próximo a la
ser rebasada ni disminuida. De esta con- sustancia, y la figura sigue a la cantidad,
dición son el calor, la blancura, y otras de ahí que tampoco en estos accidentes
cualidades así, que no son relativas a se dé el más y el menos. Por eso dice el
otra cosa, y mucho más la sustancia, que Filósofo, en el libro VII Physic.17, que
existe de por sí. Pero las cosas que se cuando algo recibe la forma y la figura,
constituyen en especie por orden a otra no se dice que se altera, sino más bien
cosa, pueden diversificarse en sí mismas, que se hace. En cambio, las demás cuali-
en más o en menos, sin que por eso dades, que distan más de la sustancia y
8. Cf. SIMPLICIO, In Cat. 8 (CG 8,233.10). 9. C.6 n.22 (BK 10a30). 10. Cf. SIMPLI-
CIO, In Cat. 8 (CG 8,284.32). 11. Cf. SIMPLICIO, In Cat. 8 (CG 8,285.1). 12. Cf. 1 q.15
a.3 ad 4. 13. ARISTÓTELES, 1.7 c.3 n.8 (BK 1043b33, 1044a9): S. TH., 1.8 lect.3. 14. Cf.
In De caelo 1.2 lect.8 n.3; lect.9 n.2. 15. ARISTÓTELES, c.3 n.3 (BK 1173a24): S. TH., lect.3
n.1983s. 16. In Cat. 8 (CG 8,285.27). 17. ARISTÓTELES, c.3 n.2 (BK 246a1): S. TH.,
lect.5.
402 Tratado de los hábitos en general C.52 a.2
18. ARISTÓTELES, l.7 c.3 n.10 (BK 1044a9): S. TH., l.8 lect.3. 19. C.6 n.23 (BK
11a7). 20. ARISTÓTELES, c.3 n.4.5 (BK 246b3, 247a1): S. TH., lect.5.6. 21. ARISTÓTE-
LES, c.3 n.6.7 (BK 247a6, 248a6).
C.52 a.2 Sobre el aumento de los hábitos 403
por adición, conforme se dice en el libro formas se entendiese hecho por adición,
I De generatione 22, que el aumento es adita- ello habría de ser o por parte de la mis-
mento a la magnitud anterior. Luego tam- ma forma o por parte del sujeto. Ahora
bién en los hábitos el aumento se hace bien, si se entendiese por parte de la for-
por adición. ma, ya se ha dicho (a.1) que tal adición
2. El hábito no aumenta sino por la o sustracción haría variar la especie,
acción de algún agente. Pero todo agen- como varía la especie de color al pasar
te produce algo en el sujeto paciente, de lo pálido a lo blanco. Y si tal adición
como el calentador induce el calor en el se entendiese por parte del sujeto, ello
sujeto calentado. Luego no puede darse no podría ser sino de una de estas mane-
el aumento sin que se realice alguna adi- ras: o bien porque una parte del sujeto
ción. recibe la forma que antes no tenía, como
3. Asi como lo que no es blanco si dijéramos que el frío crece en el hom-
está en potencia para serlo, así lo que es bre cuando se extiende de unas partes a
menos blanco está en potencia para ser otras; o bien porque se añade otro suje-
más blanco. Ahora bien, lo que no es to que participa la misma forma, por
blanco no se hace blanco sino por el ad- ejemplo, un cuerpo caliente a otro cuer-
venimiento de la blancura. Luego tam- po caliente, o uno blanco a otro blanco.
poco lo que es menos blanco se hace Pero en una y otra hipótesis no se dice
más blanco sino por el advenimiento de que el sujeto es más cálido o más blan-
alguna otra blancura. co, sino que es mayor.
Pero dado que algunos accidentes
En cambio dice el Filósofo, en el li-
aumentan en sí mismos, según queda di-
bro IV Physic.23, que el cuerpo caliente se cho (a.1), en algunos de ellos puede dar-
hace más caliente, sin que ello suponga que se el aumento por adición. Aumenta,
parte de la materia no estaba caliente cuando efectivamente, el movimiento al añadír-
el cuerpo estaba menos caliente. Luego, de
sele algo o en cuanto al tiempo en que
modo parecido, tampoco se produce adi-
se realiza o en cuanto al camino por
ción alguna en las demás formas que
donde discurre, aunque permanece en la
aumentan.
misma especie, debida a la unidad del
Solución. Hay que decir: La solución término. Ello no obsta a que el movi-
de este problema depende de la anterior. miento aumente también por intensifica-
Se ha dicho, efectivamente (a.1), que el ción, según la participación en el sujeto,
aumento y disminución en las formas en cuanto que el mismo movimiento
que aumentan y disminuyen, se da, de puede ser realizado más o menos expedi-
un modo, no por parte de la forma en sí ta o prontamente. De modo parecido,
misma considerada, sino por su diversa también puede aumentar la ciencia en sí
participación en el sujeto. Por tanto, este misma por adición, como aumenta el
modo de aumento de los hábitos y de mismo hábito específico de la geometría
las otras formas no se realiza por adición en el sujeto cuando aprende más conclu-
de forma a forma, sino por participar el siones. Sin embargo, también aumenta la
sujeto más o menos perfectamente una ciencia en algún hombre por intensifica-
misma e idéntica forma. Y así como por ción, según la participación en el sujeto,
la acción de un agente actualmente ca- en cuanto que un hombre procede más
liente resulta algo actualmente cálido, expedita y claramente que otro en la
como si empezase a participar la forma, consideración de las mismas conclusio-
sin que se produzca la forma misma, se- nes.
gún se prueba en el libro VII Me- En cambio, en los hábitos corporales
taphys.24, del mismo modo por la acción no parece darse mucho el aumento por
intensa del mismo agente se hace más adición, pues no se dice sin más que el
cálido, en cuanto que participa más per- animal está sano o que es hermoso si no
fectamente la forma, no en cuanto que lo está o es en todas sus partes. Pero el
se añada algo a la forma. que llegue a una más perfecta conmen-
Pues si este modo de aumento en las suración se debe a la transmutación de
22. ARISTÓTELES, c.5 n.7 (BK 320b30): S. TH., lect.13. 23. ARISTÓTELES, c.9 n.6 (BK
217a34): S. TH., lect.14. 24. ARISTÓTELES, l.6 c.8 n.3 (BK 1033b5); c.9 n.7 (BK 1034b7):
S. TH., l.7 lect.7.8.
404 Tratado de los hábitos en general C.52 a.3
las simples cualidades, las cuales no 3. Lo semejante aumenta por lo que
aumentan sino en intensidad, por la par- le es semejante. Ahora bien, cada acto es
ticipación en el sujeto. semejante al hábito del que procede.
Respecto de las virtudes se tratará el Luego cualquier acto aumenta al hábito.
problema más adelante (q.66 a.1). En cambio, una misma cosa no pue-
Respuesta a las objeciones: 1. A la de ser causa de efectos contrarios. Pero,
primera hay que decir: También el aumen- según dice Aristóteles en el libro II
to en la magnitud corporal se realiza de Ethic.21, algunos actos procedentes del
dos modos: uno, por adición de materia, hábito disminuyen el mismo hábito, al
como sucede en el aumento de los vi- realizarse negligentemente. Luego no
vientes; otro, por mera intensificación, todo acto aumenta el hábito.
sin adición alguna, como ocurre en el Solución. Hay que decir: Actos semejan-
enrarecimiento de los cuerpos, según se tes causan hábitos semejantes, según se dice
dice en el libro IV Physic.25 en el libro II Ethic.28 Ahora bien, la se-
2. A la segunda hay que decir: La causa mejanza y la desemejanza se entiende no
que produce el aumento del hábito pro- sólo según la misma o la diversa cuali-
duce siempre, desde luego, algo en el dad, sino también según el mismo o el
sujeto, pero no una nueva forma, sino el diverso modo de participación. En efec-
que el sujeto participe más perfectamen- to, hay desemejanza no sólo entre lo ne-
te la forma preexistente o que se extien- gro y lo blanco, sino también entre lo
da más. menos blanco y lo más blanco, pues
3. A la tercera hay que decir: El sujeto también se da el movimiento de lo me-
que no es blanco está en potencia para la nos blanco a lo más blanco, como entre
forma de blancura que aún no tiene, y, términos opuestos, según se dice en el
por tanto, la causa agente produce esa libro V Physic.29
forma en el sujeto; pero el sujeto menos Pero, dado que el uso de los hábitos
caliente o menos blanco no está en po- depende de la voluntad del hombre, se-
tencia para la forma, que ya posee en gún consta por lo dicho anteriormente
acto, sino para el modo perfecto de par- (q.49 a.3 sed cont.; q.50 a.5), así como
ticiparla. Y esto lo consigue por la ac- ocurre que uno en posesión del hábito
ción del agente. no use de él o ponga un acto contrario,
también puede suceder que use del hábi-
ARTICULO 3 to con un acto de él no proporcionado a
la intensidad del hábito. Por consiguien-
¿Aumenta el hábito cualquier acto? te, si la intensidad del acto es proporcio-
2-2 q.24 a.6. nalmente igual a la intensidad del hábito
o la excede incluso, entonces cualquier
Objeciones por las que parece que acto, o bien aumenta el hábito, o bien
cualquier acto produce el aumento del dispone a su aumento. Hablamos aquí
hábito. del aumento de los hábitos al modo del
1. Al multiplicar la causa se multi- aumento del animal, pues no todo ali-
plica el efecto. Ahora bien, los actos son mento ingerido hace crecer inmediata-
la causa generadora de algunos hábitos, mente al animal, como tampoco cual-
según se ha dicho anteriormente (q.51 quier gota perfora la piedra, sino que
a.2). Luego, al multiplicar los actos, multiplicando el alimento se produce fi-
aumenta el hábito. nalmente el crecimiento. Así también,
2. De las cosas semejantes se ha de multiplicando los actos, crece el hábito.
juzgar lo mismo. Ahora bien, todos los Pero si la intensidad del acto es propor-
actos que proceden del mismo hábito cionalmente inferior a la del hábito, tal
son semejantes, según se dice en el libro acto no dispone para el aumento del há-
II Ethic.26 Luego, si algunos actos bito, sino más bien para su disminución.
aumentan el hábito, lo mismo hará cada Con lo dicho queda clara la respuesta a
uno. las objeciones.
25. ARISTÓTELES, c.7 n.7 (BK 214b2); c.9 n.6 (BK 217b8): S. TH., lect.10.14. 26. ARIS-
TÓTELES, c.2 n.8 (BK 1104a29): S. TH., lect.2. 27. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1104a18):
S. TH., lect.2. 28. ARISTÓTELES, c.1 n.7 (BK 1103b21): S. TH., lect.1. 29. ARISTÓTE-
LES, c.5 n.7 (BK 229b14): S. TH., lect.8.
CUESTIÓN 53
Sobre la corrupción y disminución de los hábitos
Hemos de tratar, finalmente, de la corrupción y disminución de los há-
bitos (cf. q.51 introd.), abordando tres problemas:
1. ¿Puede corromperse el hábito?—2. ¿Puede disminuir el hábi-
to?—3. Sobre el modo de la corrupción y disminución.
1. ARISTÓTELES, c.4 n.13 (BK 408b18): S. TH., lect.10. 2. ARISTÓTELES, l.6 c.7 n.5 (BK
1032b2): S. TH., 1.8 lect.6. 3. ARISTÓTELES, c.10 n.10 (BK 1100b14): S. TH., lect.16.
4. ARISTÓTELES, c.2 (BK 465a23). 5. ARISTÓTELES, c.1 n.6 (BK 1103b7); c.3 n.1 (BK
1105a15): S. TH., lect.1.3.
406 Tratado de los hábitos en general C.53 a.1
cundario las facultades sensitivo-cognos- telectuales, y residen en la misma razón,
citivas, según se ha dicho anteriormente según se dice en el libro VI Ethic.9, y
(q.50 a.3 ad 3). Por consiguiente, el há- para ellas vale lo dicho sobre la ciencia y
bito de ciencia no puede corromperse la opinión. Otras, que son las virtudes
indirectamente por parte del entendi- morales, pertenecen a la parte apetitiva
miento posible, sino tan sólo por parte del alma; y lo que se diga de ellas vale
de las facultades inferiores sensitivas. también para los vicios opuestos. Ahora
Hay que examinar entonces si estos bien, los hábitos de la parte apetitiva
hábitos pueden corromperse por sí mis- son engendrados debido a que la razón
mos. Si hay, pues, algún hábito que ad- es capaz de mover la parte apetitiva. De
mite contrario, bien en sí mismo, o por ahí que tanto el hábito de la virtud
parte de su causa, podrá corromperse como el del vicio pueda corromperse
por sí mismo; pero si no admite contra- por el juicio de la razón al mover en
rio, no podrá corromperse por sí mis- sentido contrario de cualquier modo que
mo. Ahora bien, es manifiesto que la es- sea, es decir, por ignorancia, por pasión
pecie inteligible existente en el entendi- o por elección.
miento posible, no tiene contrario; como Respuesta a las objeciones: 1. A la
tampoco tiene contrario el entendimien- primera hay que decir: Según se dice en el
to agente, que es su causa. Por consi- libro VII Ethic.10, aunque el hábito se
guiente, si se da algún hábito en el en- asemeje a la naturaleza, sin embargo, no
tendimiento posible causado inmediata- llega a identificarse con ella. Y por eso,
mente por el entendimiento agente, tal mientras la naturaleza de una cosa es in-
hábito es incorruptible tanto de por sí separable de ella, el hábito es separable
como indirectamente. Y así son los hábi- con dificultad.
tos de los primeros principios, tanto es- 2. A la segunda hay que decir: Si bien
peculativos como prácticos, que no pue- las especies inteligibles no tienen contra-
den perderse ni por olvido ni por error, rio, sí lo pueden tener las proposiciones
según dice el Filósofo en el libro VI y el proceso del razonamiento, según
Ethic.6, de la prudencia, que no se pierde queda dicho (sol.).
por olvido. Pero en el entendimiento posi- 3. A la tercera hay que decir: La cien-
ble se da algún hábito causado por la ra- cia no puede perderse por el movimien-
zón, esto es, el hábito de las conclusio- to corporal, en cuanto a la raíz misma
nes, que se llama ciencia, cuya causa del hábito, pero sí en cuanto a lo que
puede tener contrario de dos modos: puede impedir su acto, en la medida en
Uno, por parte de las mismas proposi- que el entendimiento necesita para su
ciones de las que procede el razonamien- acto de las facultades sensitivas, en las
to, como a la proposición el bien es bien que puede darse impedimento, debido a
le es contraria esta otra: el bien no es bien, la transmutación corporal. Mas por el
conforme dice el Filósofo en el libro II movimiento intelectual de la razón sí
Periherm.7 De otro modo, en cuanto al puede corromperse el hábito de ciencia,
mismo proceso racional, al modo como incluso en cuanto a la raíz misma del há-
el silogismo sofístico se opone al silogis- bito. Y de modo parecido puede co-
mo dialéctico o demostrativo. Así, pues, rromperse también el hábito de virtud.
es claro que por un falso razonamiento Sin embargo, decir que las virtudes son
puede corromperse el hábito de una opi- más estables que las ciencias 11, debe enten-
nión verdadera e incluso el hábito de derse, no por parte del sujeto o de la
ciencia. Por eso dice el Filósofo, en el causa, sino por parte del acto, ya que el
lugar citado (sed cont.), que la decepción ejercicio de las virtudes es continuo du-
es corrupción de la ciencia 8. rante toda la vida, mientras que no lo es
En cuanto a las virtudes, unas son in- el ejercicio de las ciencias.
6. ARISTÓTELES, c.5 n.8 (BK 1140b29): S. TH., lect.4. 7. ARISTÓTELES, c.14 n.12 (BK
24a2): S. TH., lect.14. 8. De long. et brev. vitae c.2 (BK 465a23). 9. ARISTÓTELES, c.1 n.4
(BK 1139a1); c.2 n.6 (BK 1139b12): S. TH., lect.2. 10. ARISTÓTELES, c.10 n.4 (BK 1152a31):
S. TH., lect.10. 11. ARISTÓTELES, Eth. l.1 c.10 n.10 (BK 1100b14): S. TH., lect.16.
C.53 a.2 Corrupción y disminución de los hábitos 407
13. ARISTÓTELES, c.2 (BK 465a23). 14. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1157b13): S. TH.,
lect.5. 15. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 254b7): S. TH., lect.7.
C.53 a.3 Corrupción y disminución de los hábitos 409
encima del tiempo; pero la parte sensiti- en las facultades aprehensivas. De ahí
va está sometida al tiempo. Por eso se que diga el Filósofo, en el libro IV
altera con el correr del tiempo, tanto en Physic.16, que el tiempo es causa del ol-
las pasiones de la parte apetitiva como vido.
16. ARISTÓTELES, c.12 n.10 (BK 221a32); c.13 n.8 (BK 222b16): S. TH., lect.20.22.
CUESTIÓN 54
Sobre la distinción de los hábitos
Pasamos ahora al estudio de la distinción de los hábitos (cf. q.49 in-
trod.), abordando cuatro problemas:
1. ¿Pueden existir varios hábitos en una misma potencia?—2. ¿Se
distinguen los hábitos por sus objetos?—3. ¿Se distinguen los hábitos por
el bien y el mal?—4. ¿Se constituye un hábito por muchos hábitos?
1. ARISTÓTELES, 1.4 c.28 n.5 (BK 1024b9): S. TH., 1.5 lect.22; cf. 1.9 c.3 n.6 (BK 1054b26):
S. TH., l.10 lect.4. 2. ARISTÓTELES, c.1 n.5 (BK 1139a8): S. TH., lect.1. 3. ARISTÓTE-
LES, c.2 n.2 (BK 193b25): S. TH., lect.3.
412 Tratado de los hábitos en general C.54 a.3
hábito. Por tanto, la distinción específica tración son como los diversos principios
de los hábitos puede atenderse, bien se- activos según los cuales se diversifican
gún el modo común de distinguirse es- los hábitos científicos.
pecíficamente las formas, o bien según el 3. A la tercera hay que decir: Según
modo propio de distinguirse los hábitos. dice el filósofo, en el libro II Physic.5 y
Las formas se distinguen entre sí según en el libro VII Ethic.6, el fin ejerce en
los diversos principios activos, ya que las operaciones la función que ejerce el
todo agente produce lo que es específi- principio en las demostraciones. Por eso
camente semejante a él. El hábito, en la diversidad de fines diversifica a las
cambio, importa orden a otra cosa; y to- virtudes como la diversidad de princi-
das las cosas que dicen orden a un tér- pios activos. Además, los mismos fines
mino se distinguen según la distinción son objetos de los actos interiores, que
de los términos de referencia. Concreta- son los más propios de las virtudes, se-
mente, el hábito es una disposición que gún consta por lo dicho anteriormente
dice orden a dos términos, esto es, a la (q.18 a.6; q.19 a.2 ad 1; q.34 a.4).
naturaleza y a la operación consiguiente
a la naturaleza. ARTICULO 3
Así, pues, los hábitos se distinguen
específicamente según tres criterios: uno, ¿Se distinguen los hábitos por el
tomado de los principios activos de tales bien y el mal?
disposiciones; otro, tomado de la natura- In Sent. 3 d.33 q.1 a.1 q.a1.
leza; y el tercero, tomado de los objetos
específicamente diferentes, conforme se Objeciones por las que parece que
explicará a continuación (ad 1.2.3; a.3). los hábitos no se distinguen por el bien
Respuesta a las objeciones: 1. A la y el mal.
primera hay que decir: Tanto para la dis- 1. El bien y el mal son contrarios.
tinción de las potencias como para la Pero los contrarios pertenecen al mismo
distinción de los hábitos no se toma el hábito, según se ha dicho anteriormente
objeto mismo materialmente, sino la ra- (a.2 ad 1). Luego los hábitos no se dis-
zón del objeto específicamente, o incluso tinguen según el bien y el mal.
genéricamente diferente. Y aunque las 2. El bien se convierte con el ser, y
cosas contrarias difieran específicamente así, siendo común a todas las cosas, no
en su realidad, las une la misma razón puede tomarse como diferencia de algu-
de cognoscibilidad, ya que una se cono- na especie, según consta por el Filósofo,
ce por la otra. Por consiguiente, en en el libro IV Topic.7 De modo parecido
cuanto convienen en la misma razón de tampoco el mal, al ser privación y no
cognoscibilidad, pertenecen al mismo ser, puede ser diferencia de ente alguno.
hábito cognoscitivo. Luego los hábitos no pueden distinguir-
2. A la segunda hay que decir: Que la se específicamente por el bien y el mal.
tierra sea redonda lo demuestran tanto el 3. Sobre un mismo objeto pueden
naturalista como el astrólogo, pero por versar diversos hábitos malos, como
distintos medios, pues el astrólogo lo versan sobre las concupiscencias la in-
demuestra valiéndose de medios mate- temperancia y la insensibilidad; y de
máticos, como de las figuras de los modo parecido, también diversos hábi-
eclipses y de cosas así, mientras que el tos buenos, como la virtud humana y la
naturalista lo hace usando medios natu- virtud heroica o divina, según consta en
rales, como el movimiento de las cosas el Filósofo, en el libro VII Ethic.8 Lue-
pesadas hacia el centro o cosas semejan- go los hábitos no se distinguen por el
tes. Ahora bien, toda la fuerza de la de- bien y el mal.
mostración, que es el silogismo que hace sa- En cambio, el hábito bueno es con-
ber, según se dice en el libro I Poster.4, trario al hábito malo, como la virtud al
depende del medio que emplea. Por con- vicio. Pero las cosas contrarias son espe-
siguiente, los diversos medios de demos- cíficamente diversas. Luego los hábitos
4. ARISTÓTELES, c.2 n.4 (BK 71b18): S. TH., lect.4. 5. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK
200a15): S. TH., lect.15. 6. ARISTÓTELES, c.8 n.4 (BK 1151a16): S. TH., lect.8. 7. ARIS-
TÓTELES, c.6 n.2 (BK 127a26). 8. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1145a15): S. TH., lect.1.
C.54 a.4 Sobre la distinción de los hábitos 413
a Estos hábitos que disponen en orden a una naturaleza superior son los hábitos infusos,
de cuyo origen ya habló en la cuestión 51, artículo 4, y volverá a hablar de ellos en general
en la cuestión 63, artículo 3. La sobrenaturaleza en cuestión es la gracia santificante, de la que
tratará en la cuestión 110, artículos 1-4.
414 Tratado de los hábitos en general C.54 a.4
ca. Luego un mismo hábito está cons- tiende a muchos objetos sino en orden a
tituido por muchos hábitos. algo común que le da unidad b.
En cambio, el hábito, por ser una Respuesta a las objeciones: 1. A la
cualidad, es forma simple. Pero nada primera hay que decir: La sucesión en la
que es simple está constituido por mu- generación del hábito no tiene lugar
chas partes. Luego un mismo hábito no porque se genere parte tras parte, sino
está constituido por muchos hábitos. porque el sujeto no adquiere súbitamen-
te una disposición estable y difícilmente
Solución. Hay que decir: El hábito or- movible, y porque comenzando a estar
denado a la operación, del cual tratamos primero de modo imperfecto en el suje-
principalmente ahora, es una perfección to se va luego poco a poco afianzando.
de la potencia. Mas toda perfección es Es lo que ocurre también con las demás
proporcional a su sujeto perfectible. Por cualidades.
tanto, así como la potencia, siendo una, 2. A la segunda hay que decir: Las par-
se extiende a muchos objetos en cuanto tes que se asignan a cada una de las vir-
que convienen en algo unitario, esto es, tudes cardinales no son las partes inte-
en una razón común de objeto, así tam- grales que constituyen un todo, sino
bién el hábito se extiende a muchos ob- partes subjetivas o potenciales, según se
jetos en cuanto unificados en algo, a sa- verá más adelante (q.57 a.6 ad 4; 2-2
ber, en una razón especial de objeto, o q.48).
en una naturaleza o en un principio, se- 3. A la tercera hay que decir: Aquel
gún consta por lo dicho (a.2.3). que mediante demostración adquiere
Por consiguiente, si consideramos el ciencia de una conclusión en una deter-
hábito por parte de los objetos a los que minada disciplina tiene, ciertamente, el
se extiende, entonces veremos en él una hábito, pero imperfectamente. Al adqui-
cierta multiplicidad. Pero como esa mul- rir con otra demostración ciencia de otra
tiplicidad está ordenada a algo unitario, conclusión no adquiere un hábito dis-
a lo que mira principalmente el hábito, tinto, sino que el hábito ya existente se
de ahí que el hábito, aun cuando se ex- hace más perfecto al extenderse a más
tienda a muchos objetos, sea una cuali- objetos, ya que las conclusiones y de-
dad simple, no constituida por muchos mostraciones de una ciencia están orde-
hábitos, pues el mismo hábito no se ex- nadas y una deriva de la otra.
b Al afirmar Santo Tomás que el hábito es una cualidad esencialmente simple es en el sen-
tido de que no está constituida por agregación de hábitos, sin que por ello excluya una cierta
composición o integración reducida a la unidad esencial o específica; no se trata de una simpli-
cidad omnímoda, sino de la unidad formal nacida del objeto motivo, cuando se trata de hábitos
operativos. «La especie de cualquier hábito depende de la razón formal del objeto; si ella desa-
parece, no puede permanecer la especie de tal hábito» (2-2 q.5 a.3). No es, pues, lo mismo la
unidad en los hábitos intelectuales (en los que se articulan las especies inteligibles) que en los
hábitos volitivos; en los hábitos entitativos orgánicos (en los que se integran las cualidades pa-
sibles) que en los hábitos inorgánicos.
TRATADO DE LAS VIRTUDES EN GENERAL
Introducción a las cuestiones 55 a 67
Por VICTORINO RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, O.P.
1
2
S. THOMAS, Summa Theologiae I-II q.100 a.6 ad 2.
A la Q.D. De virtutibus in communi la sitúa Grabmann entre 1269-1272; Mandonnet y Glo-
rieux, entre 1270-1272; mientras que la Prima Secundae la sitúa entre 1266-1270.
416 Tratado de las virtudes en general
La prioridad cuantitativa está de parte de Aristóteles (148 citas), de la Sagra-
da Escritura (65 citas), de San Agustín (51), de Cicerón (19), de San Grego-
rio Magno (8), del pseudo-Dionisio (6), de Macrobio (6), de San Ambro-
sio (5). También aparecen Sócrates, Séneca, Plotino, Andrónico, Proclo,
San Próspero, San Juan Damasceno y Boecio. Entre los maestros escolás-
ticos anteriores o coetáneos, a los que suele aludir indeterminadamente, es-
tán Pedro Lombardo, Abelardo, Simón de Tournai, Guillermo de Auxerre,
San Alberto Magno y San Buenaventura. Para el encuadramiento histórico-
doctrinal de estas cuestiones son fundamentales los estudios de los benedic-
tinos O. Lottin y Th. Graf, que citaremos más en detalle en bibliografía.
Estas dos facultades son sujeto de la mayor parte de las virtudes morales (el
género de la templanza y el género de la fortaleza); todas las pasiones pue-
den y deben tener una realización buena, aunque pueden tener una realiza-
ción inmoderada o irracional. Paradójicamente puede haber tristezas buenas
(como las de la virtud de la penitencia) y placeres malos (como los de la lu-
juria o la venganza). Incluso el género de la virtud de la justicia y el género
superior de las virtudes teologales, que no versan directamente sobre las pa-
siones, no las excluyen, sino que pueden asumirlas y reflejarse en ellas, para
sentir y obrar cum passione (no ex passione).
e) Especificidad de las cuatro virtudes cardinales y su orgánica proliferación vir-
tuosa.—Los carmelitas Salmanticenses Dogmáticos elaboraron un Arbol predica-
mental, al comentar la cuestión 58 de la I-II, con todas las especies átomas
de virtud señaladas por Santo Tomás en este tratado y en la moral especial.
El inventario es de 58 virtudes morales adquiridas, más las correspondientes
58 morales infusas, más las tres teologales y la misericordia aneja a la cari-
dad. Total, 120. Pienso que el recuento no es del todo exacto, pero sí bas-
tante aproximado.
Entre las virtudes morales, tanto la Sagrada Escritura como los filósofos
paganos y los teólogos cristianos atribuyen singular principalidad a las cua-
tro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza (frónesis, di-
kaiousine, andreía, sofrosine), que son como los quicios (cardines) sobre los
que gira toda la vida moral virtuosa 4. La división cuatripartita de las virtu-
des cardinales tiene, en Santo Tomás, no sólo la justificación en las cuatro
grandes modalidades del objeto de virtud moral, sino también (y esto es
más original de él, frente a las explicaciones platónico-agustinianas) en las
cuatro facultades que son sujeto de virtud moral: la razón práctica, la volun-
tad, el apetito irascible y el apetito concupiscible. Se hace también eco y dis-
cierne puntualmente el triple sentido de la universalidad de las virtudes car-
dinales o principales: en cuanto que son cuatro géneros de virtudes, abar-
cando cada una diversas especies átomas; en cuanto que significan cuatro
cualidades que se dan en todas y cada una de las virtudes; en cuanto que de-
signan cuatro especies átomas de virtud que gozan de principalidad por la
materia y el influjo, a las que van anejas sus correspondientes partes poten-
ciales. En este sentido las toma Santo Tomás.
f) Lo que era cierto y lo que era problemático sobre las virtudes teologales. —
No era problema la existencia y origen sobrenatural de la fe, la esperanza y
la caridad, y su superioridad absoluta respecto de las demás virtudes. Los
testimonios bíblicos y patrísticos eran abundantes y claros. Además de expli-
car su conveniencia o razón de ser en el orden de la gracia y su número ter-
nario, Santo Tomás fija otros puntos de reflexión: la caridad es la más per-
fecta y perpetua de las virtudes, pero es don creado, distinta del Espíritu
4
Santo Tomás toma de los cuatro grandes doctores de la Iglesia occidental esta clasificación de
las cuatro virtudes cardinales: S. AMBROSIO, De officiis I c.36 (ML 16,82); Expositio in Lucam
V c.49 (ML 15,734); S. JERÓNIMO, Epist. 66 (ML 22,640); S. AGUSTÍN, Epist. 167 (ML 33,375);
De moribus Ecclesiae I c.15 (ML 32,1322); S. GREGORIO MAGNO, Moralium II c.49 (ML 75,592);
XXII c.1 (ML 76,211). También habían enumerado conjuntamente a las cuatro CICERÓN, De
Inventione Rhetorica II c.53, ed. FIRMIN-DIDOT, I 165; y SÉNECA Ad Lucilium Epístolas Morales,
Ep.90,48-50, ed. L. D. REYNOLDS (Oxford 1980); Ep.115.
Introducción a las c.55 a 67 419
Santo (contra lo que pensaba Pedro Lombardo), y que, en el orden de gene-
ración, le precede no sólo la fe, sino también la esperanza, aunque una y
otra sean luego vivificadas por la caridad (cf. q.62 a.4 ad 3).
g) Las virtudes morales infusas de los hijos de Dios.—Al tratar del origen
o causa eficiente de las virtudes, en la cuestión 63, no sólo se presenta el
problema de la existencia de virtudes morales infusas, causadas inmediata-
mente por Dios, a la vez que las virtudes teologales, sino también el de su
diferenciación ultragenérica de las virtudes naturales y de sus peculiares le-
yes de crecimiento y desaparición. Santo Tomás da por buena la convicción
de los Doctores de la Iglesia y de los maestros escolásticos que le precedie-
ron, con buena base bíblica (aunque no tan definitiva como respecto de las
virtudes teologales) sobre la existencia de las virtudes morales infusas, que
en el siglo XII llamaban virtudes católicas, «que Dios obra en nosotros sin
nosotros», según decía la definición generalizada de virtud. Nuestro autor
aplicó su talento teológico a manifestar cómo los hijos de Dios, renacidos
en la gracia y orientados por las virtudes teologales hacia Dios, necesitan ser
revestidos interiormente con virtudes de ese mismo orden para comportarse
como tales. Las incidencias histórico-doctrinales del tema antes de Santo
Tomás pueden verse en la obra de O. Lottin (III p. 100-150).
h) Bella imagen del hombre virtuoso.—Con las tres últimas cuestiones (64-
67) sobre las propiedades de las virtudes, queda perfilada la imagen esplén-
dida del hombre virtuoso: el equilibrio de las pasiones, reducidas por la razón
prudencial al medio virtuoso, para lograr el extremo formal de perfección
que es la virtud, «disposición de lo perfecto para lo óptimo», por encima de
la medianía o mediocridad; la integralidad de la vida virtuosa, debida a la co-
nexión de todas las virtudes morales con la prudencia y de todas las virtu-
des infusas con la caridad, aparte otras vinculaciones más particulares debi-
das a la afinidad de la materia; la organicidad o jerarquización de las virtudes,
de mayor a menor dignidad, universalidad y eficacia bienhechora, dentro de
la unidad proporcional de un ser vivo normalizado; el distinto modo de perdu-
ración de las virtudes en esta vida y en la otra, según la condición de su suje-
to (espiritual o psicofísico) y de su materia.
A esta apreciación de la virtud como belleza moral no obsta el concepto
de «virtud imperfecta», tan frecuente en este tratado. Santo Tomás tiene
gran cuidado en no presentar la virtud como una perfección unívoca. Las
predisposiciones naturales para el bien aún no son virtud; las ciencias y las
artes que capacitan para el bien, pero no confieren el buen uso, no son vir-
tudes perfectas, sino imperfectas, o parciales o «secundum quid»; las virtu-
des morales adquiridas, aunque sean virtudes perfectas en el orden natural,
son imperfectas en sentido absoluto, en orden al destino sobrenatural del
hombre; todas las virtudes son imperfectas si no están animadas por la cari-
dad. Y todas y cada una de las virtudes «perfectas» pueden encontrarse en
estado accidental de imperfección o de desarrollo.
420 Tratado de las virtudes en general
BIBLIOGRAFÍA
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CUESTIÓN 55
Sobre las virtudes en cuanto a su esencia
Seguidamente hemos de estudiar los hábitos en especial (cf. q.49 in-
trod.). Y como los hábitos se distinguen en buenos y malos, según queda
dicho (q.54 a.3), primero hemos de tratar de los hábitos buenos, que son las
virtudes y otras cosas afines a ellas, a saber, los dones, bienaventuranzas y
frutos (cf. q,68); a continuación se tratará de los hábitos malos, esto es, de
los vicios y pecados (q.71). Acerca de las virtudes hay que considerar cinco
cosas: primera, la esencia de la virtud; segunda, el sujeto de la misma (q.56);
tercera, la división de las virtudes (q.57); cuarta, la causa de la virtud (q.63);
quinta, las propiedades de la virtud (q.64). Sobre el primer tema se aborda-
rán estos problemas:
1. ¿Es un hábito la virtud humana?—2. ¿Es un hábito operati-
vo?—3. ¿Es un hábito bueno?—4. La definición de la virtud.
1. ARISTÓTELES, c.11 n.7.8 (BK 281a14, 281a18);cf. S. T H . I n De caelo l.1 lect.25. 2. C.19:
ML 32,1268; Retract. l.1 c.9: ML 32,598. 3. C.15: ML 32,1322; De civ. Dei l.15 c.22: ML
41,467. 4. Q.30: ML 40,19. 5. C.6 n.4 (BK 8b29).
422 Tratado de las virtudes en general C.55 a.2
pues se determinan a los actos por los cias racionales. No es, por tanto, el mis-
hábitos, según consta por lo dicho ante- mo caso, conforme se ha explicado (en
riormente (q.49 a.4). Por tanto, las virtu- sol.).
des humanas son hábitos.
Respuesta a las objeciones: 1. A la ARTICULO 2
primera hay que decir: La virtud se toma ¿Es la virtud humana un hábito
unas veces por aquello a lo que se orde- operativo?
na, es decir, por su objeto o por su acto,
como es el caso de la fe, que unas veces In Sent. 3 d.23 q.1 a.3 q.a1.
significa aquello que se cree; otras veces, Objeciones por las que parece que la
el acto mismo de creer; y otras, el hábito virtud humana no es un hábito opera-
con el que se cree. Por eso, cuando se tivo.
dice que la virtud es lo último de la po- 1. Dice Tulio Cicerón, en el libro
tencia, se toma la virtud por el objeto de IV De tuscul. quaest.6, que así como la sa-
la virtud. Porque, efectivamente, la vir- lud y la belleza es del cuerpo, así la vir-
tud de una cosa se define por lo último tud es del alma. Ahora bien, la salud y
a que se extiende su potencia. Por ejem- la belleza no son hábitos operativos.
plo, si uno puede llevar un peso de cien Luego tampoco lo es la virtud.
libras, y no más, su virtud se valora en 2. En las cosas naturales se da la
cien libras, no en sesenta. La objeción virtud no sólo para obrar, sino también
procedía, de suponer que se definía para ser, según consta por Aristóteles,
esencialmente a la virtud como lo último en el libro I De caelo 7, al decir que cier-
de la potencia. tas cosas tienen virtud para ser siempre,
2. A la segunda hay que decir: En el mientras que otras no la tiene para siem-
mismo sentido se dice que la virtud es el pre, sino por un tiempo determinado.
buen uso del libre albedrío, a saber, por- Ahora bien, la virtud humana es en los
que a eso es a lo que se ordena la virtud seres racionales lo que es la virtud natu-
como a su propio acto, pues el acto de ral en las cosas naturales. Luego también
la virtud no es otra cosa que el buen uso la virtud humana es no sólo para obrar,
del libre albedrío. sino también para ser.
3. Dice el Filósofo, en el libro VII
que merecemos por algo de dos modos: Physicorum 8, que la virtud es disposición de
uno, por el mérito mismo, al modo lo perfecto para lo mejor. Ahora bien, lo
como decimos que corremos por la ca- mejor para lo que debe disponerse el
rrera, y en este sentido merecemos por hombre por la virtud es Dios mismo, se-
los actos; de otro modo se dice que me- gún prueba San Agustín, en el libro II
recemos por algo como por el principio De moribus Eccles.9, respecto del cual se
de merecer, al modo como decimos que dispone el alma asemejándose a El. Se-
corremos por la facultad de movimiento, gún eso, parece que la virtud se ha de
y en este sentido merecemos por las vir- definir como una cierta cualidad del
tudes y hábitos a. alma en orden a Dios, como asimilativa
4. A la cuarta hay que decir: Se dice a El, y no en orden a la operación. Lue-
que la virtud es el orden u ordenación go la virtud no es un hábito operativo.
del amor en razón de aquello a que se
ordena la virtud, pues mediante la vir- En cambio, dice el Filósofo, en el li-
tud se ordena el amor en nosotros. bro II Ethic.10, que la virtud de cada cosa
5. A la quinta hay que decir: Las po- es la que hace que su obra sea buena.
tencias naturales están de suyo determi- Solución. Hay que decir: La virtud,
nadas a una sola cosa; no así las poten- como indica su mismo nombre, importa
6. C.13 (DD 4,30). 7. C.12 n.1 (BK 281a28): S. TH., lect.25. 8. ARISTÓTELES (BK
246b23); cf. 1.7 c.3 n.4 (BK 346a13). 9. C.3: ML 32,1347. 10. ARISTÓTELES, c.6 n.2
(BK 1106a15): S. TH., lect.6.
11. C.6: ML 32,1314. 12. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1106a15): S. TH., lect.6.
13. ARISTÓTELES, c.11 n.7.8 (BK 281a14, 281a18): S. TH., lect.25. 14. § 32: MG 3,732:
S. TH., lect.22.23. 15. ARISTÓTELES, 1.4 c.16 n.1 (BK 1021b17): S. TH., 1.5 lect.18. 16. De-
finición transmitida por PEDRO LOMBARDO, Sent. 1.2 d.27 c.5 (QR 1,446 y tomada de S. Agus-
tín (cf. sed cont.). La fórmula aquí usada se aproxima a la de PEDRO PICTAVIENSE, Sent. l.3 c.1:
ML 211,1041. 17. Cf. a.3 sed cont. 18. C.8: ML 42,1005. 19. ARISTÓTELES, c.10
n.l (BK 1117b23): S. TH., lect.19.
c Esta definición clásica, dada por buena por Santo Tomás con las precisiones pertinentes,
está elaborada con palabras de San Agustín, como se dice en Sed contra. La cláusula «Buena
cualidad de la mente» está tomada de Contra Iulianum l.IV c.8. La cláusula «por la que se vive
bien y de la que nadie usa mal» está tomada de De libero arbitrio l.II c.19; y la cláusula «causada
por Dios en nosotros sin nosotros» está tomada de la Epístola 194.
C.55 a.4 Sobre las virtudes en cuanto a su esencia 425
una cosa usa mal de ella. Pero muchos operativos disponen siempre para el mal,
se enorgullecen de la virtud, según dice como son los hábitos viciosos; otros dis-
San Agustín, en la Regla 20, que la sober- ponen unas veces para el bien y otras
bia se infiltra insidiosamente incluso en las veces para el mal, como la opinión, que
buenas obras para destruirlas. Luego es fal- puede ser verdadera o falsa; la virtud, en
so decir que de la virtud nadie usa mal. cambio, es un hábito que dispone siem-
6. El hombre es justificado por la pre para el bien. Por eso, para distinguir
virtud. Pero, comentando aquello de Jn la virtud de los hábitos que disponen
14,12, hará mayores obras que éstas, dice siempre para el mal, se dice por la que se
San Agustín 21 : Quien te creó sin ti no te vive rectamente; y para distinguirla de
justificará sin ti. Luego no se dice correc- aquellos otros que unas veces inclinan al
tamente que la virtud es producida por bien y otras veces al mal, se dice de la
Dios en nosotros sin intervención nuestra. cual nadie usa mal.
En cambio está la autoridad de San La causa eficiente de la virtud infusa,
Agustín, con cuyas palabras, tomadas de la que se da esta definición, es Dios.
principalmente del libro II De libero arbi- Por eso se dice producida por Dios en nos-
trio 22, se ha elaborado dicha definición. otros sin intervención nuestra. Si se prescin-
Solución. Hay que decir: Esta defini- de de esta cláusula, el resto de la defini-
ción abarca perfectamente todo lo que es ción es común para todas las virtudes,
esencial a la virtud. Efectivamente, la tanto adquiridas como infusas.
definición perfecta de cada cosa se hace Respuesta a las objeciones: 1. A la
teniendo en cuenta todas sus causas; y la primera hay que decir: Lo primero que
antedicha definición comprende todas aprehende el entendimiento es el ser.
las causas de la virtud. La causa formal Por eso a todo lo que aprehendemos le
de la virtud se toma, como en las demás atribuimos que es ser, y, consiguiente-
cosas, de su género y diferencia específi- mente, que es uno y que es bueno, que
ca, al decir cualidad buena, pues el género son convertibles con el ser. De ahí que
de la virtud es el ser cualidad, y su dife- digamos que la esencia es ser, y que es
rencia específica es el ser buena. Sin em- una y que es buena; y que la unidad es
bargo, sería más exacta la definición si ser, y que es una y que es buena; y lo
en vez de cualidad se pusiese hábito, que mismo hacemos con la bondad. Pero
es el género próximo. esto no se da en las formas especiales,
La virtud no tiene materia de la que como son la blancura y la salud, pues no
(ex qua) se forme, como tampoco la tie- todo lo que aprehendemos lo aprehende-
nen otros accidentes; pero tiene materia mos bajo la razón de blanco y sano. Sin
sobre la que (circa quam) versa, y mate- embargo, hay que tener en cuenta que
ria en la que (in qua) se da, esto es, el los accidentes y las formas no subsisten-
sujeto. La materia sobre la que versa es tes, así como se llaman entes, no porque
el objeto de la virtud, que no pudo po- tengan ellos mismos el ser, sino porque
nerse en dicha definición, porque por el por ellos algo es, así también se dice que
objeto se determina la virtud a su espe- son buenos o unos; no, ciertamente, de-
cie, mientras que aquí se trata de la defi- bido a alguna otra bondad o unidad,
nición de la virtud en común. Por eso, sino debido a que por ellos algo es bue-
en lugar de la causa material se pone el no y uno. En este sentido, pues, tam-
sujeto de la virtud, al decir que es una bién la virtud se dice que es buena, por-
buena cualidad de la mente d. que por ella algo es bueno.
El fin de la virtud, por tratarse de un 2. A la segunda hay que decir: El bien
hábito operativo, es la misma operación. que se pone en la definición de la virtud
Pero hay que notar que unos hábitos no es el bien común que se convierte
20. Epist. CCXI: ML 33,960. 21. Serm. ad popul. serm. CLXIX c.11: ML 38,923; In
Ioann. tract. LXXII acerca de 14,12: ML 35,1823. 22. C.19: ML 32,1268.
con el ser y es más común que la cuali- cho anteriormente (q.19 a.4), es común a
dad, sino el bien de la razón, según dice toda virtud.
Dionisio, en el capítulo 4 De div. nom.23, 5. A la quinta hay que decir: De la
que el bien del alma consiste en vivir confor- virtud se puede usar mal tomándola
me a la razón. como objeto como, por ejemplo, cuando
3. A la tercera hay que decir: La vir- uno siente mal de ella, cuando la odia o
tud no puede existir en las facultades se enorgullece de ella; pero no en el sen-
irracionales del alma sino en cuanto par- tido de que ella sea el principio del mal
ticipan de la razón, como se dice en el uso, de modo que el acto de la virtud
libro I Ethic.24 Por eso es la razón o la sea malo.
mente el sujeto propio de la virtud hu- 5. A la sexta hay que decir: La virtud
mana. infusa es causada por Dios en nosotros
4. A la cuarta hay que decir: Es pro- sin que intervenga nuestra acción en
pia de la justicia la rectitud que se reali- ello, pero no sin nuestro consentimien-
za acerca de las cosas exteriores de las to. Así ha de entenderse la cláusula pro-
que usa el hombre y constituyen la ma- ducida por Dios en nosotros sin intervención
teria propia de la justicia, según se verá nuestra. En cambio, las cosas hechas por
más adelante (q.60 a.2; 2-2 q.58 a.8). nosotros las causa Dios en nosotros,
Pero la rectitud que importa orden al fin pero no sin nuestra intervención, pues
debido y a la ley divina, que es la regla El obra en toda voluntad y en toda na-
de la voluntad humana, según se ha di- turaleza.
23. § 32: MG 3,733. 24. ARISTÓTELES, c.13 n.15.20 (BK 1102b13, 1103a3): S. TH.,
lect.20.
CUESTIÓN 56
Sobre el sujeto de la virtud
Se ha de estudiar ahora el sujeto de la virtud (cf. q.55 introd.), y sobre
él se presentan seis problemas:
1. ¿Tiene la virtud por sujeto una potencia del alma?—2. ¿Puede una
virtud residir en varias potencias?—3. ¿Puede el entendimiento ser suje-
to de virtud?—4. ¿Pueden serlo el apetito concupiscible e irascible?—
5. ¿Se dan virtudes en las facultades aprehensivas de orden sensitivo?—
6. ¿Se da la virtud en la voluntad?
1. C.19: ML 32,1268. 2. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK 1106a15): S. TH., lect.6. 3. ARIS-
TÓTELES, c.11 n.7.8 (BK 281a14, 281a18): S. TH., lect.25.
428 Tratado de las virtudes en general C.56 a.2-3
4. ARISTÓTELES, c.4 n.3 (BK 1105a31): S. TH., lect.4. 5. ARISTÓTELES, c.5 n.4.6 (BK
1140b4, 1140b20); c.13 n.5 (BK 1144b27): S. TH., lect.4. 6. ARISTÓTELES, Eth. 1.6 c.12 n.10
(BK 1144a36): S. TH., lect.10. 7. C.15: ML 32,1322.
C.56 a.3 Sobre el sujeto de la virtud 429
8. ARISTÓTELES, Eth. l.2 c.6 n.2 (BK 1106a15): S. TH., lect.6. 9. ARISTÓTELES, c.3 n.1
(BK 1139b16); c.2 n.6 (BK 1139b13): S. TH., lect.2.3. 10. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK
1139b16): S. TH., lect.2.
a El sentido de la distinción entre virtud simpliciter y virtud secundum quid, que traduzco
aquí por virtud absolutamente y virtud parcialmente tal, es claro en la exposición del artículo y
en la respuesta a las objeciones. La contraposición de los adverbios simpliciter y secundum quid,
tan frecuente en Santo Tomás, implica matices distintos en las diversas cuestiones. Aquí es vir-
tud simpliciter la que implica no sólo capacidad de bien obrar (aspecto parcial de la virtud), sino
también propensión o inclinación actual al ejercicio (aspecto completivo). Más adelante llamará
virtud simpliciter a la virtud que ordena al último fin sobrenatural, absolutamente último, mien-
tras que las virtudes completas de orden natural serán virtudes secundum quid nada más.
430 Tratado de las virtudes en general C.56 a.4
que impulsa a obrar bien en acto, y no lativo como en el orden práctico, se lla-
se reduce a mera facultad para ello, ha ma virtud.
de residir o en la misma voluntad o en 3. A la tercera hay que decir: La obje-
otra potencia en cuanto que es movida ción procede de tomar la virtud en su
por la voluntad. sentido absoluto.
Pero sucede que el entendimiento es
movido por la voluntad, lo mismo que ARTICULO 4
las demás potencias: pues uno considera
algo en acto porque quiere. Y por eso, ¿Son el apetito concupiscible y el
el entendimiento, en cuanto que dice or- apetito irascible sujeto de virtud?
den a la voluntad, puede ser sujeto de Infra a.5 ad 1; In Sent. 3 d.33 q.2 a.4 q.a2; De verit.
virtud absolutamente dicha. De este q.24 a.4 ad 9; De virtut. a.4; a.10 ad 5.
modo el entendimiento especulativo o la
razón es sujeto de la fe, pues el entendi- Objeciones por las que parece que el
miento es movido por el imperio de la apetito concupiscible y el apetito irasci-
voluntad a asentir a las verdades de la ble no pueden ser sujeto de virtud.
fe, ya que nadie cree si no es queriendo 11. Y 1. Estas potencias nos son comunes
el entendimiento práctico es sujeto de la a nosotros y a los animales. Pero aquí
prudencia, pues al ser la prudencia la tratamos de la virtud en cuanto que es
recta razón de lo agible, para que exista propia del hombre, pues por eso se lla-
la prudencia se requiere que el hombre ma virtud humana. Por consiguiente, las
esté bien dispuesto respecto de los prin- potencias concupiscible e irascible, que
cipios de esta razón de lo agible, que son partes del apetito sensitivo, según se
son los fines, respecto de los cuales está ha dicho en la primera parte (q.81 a.2),
bien dispuesto el hombre por la rectitud no pueden ser sujeto de virtud humana.
de la voluntad, como lo está para los 2. El apetito sensitivo es una poten-
principios especulativos por la luz natu- cia que usa de órgano corporal. Pero el
ral del entendimiento agente. bien de la virtud no puede residir en el
Por consiguiente, así como el sujeto cuerpo del hombre, conforme dice San
de la ciencia, que es la recta razón de lo Pablo, Rom 7,18: Sé que no hay en mi car-
especulable, es el entendimiento especu- ne cosa buena. Luego el apetito sensitivo
lativo en orden al entendimiento agente, no puede ser sujeto de virtud.
así el sujeto de la prudencia es el enten- 3. San Agustín prueba, en el libro
dimiento práctico en orden a la recta vo- De moribus Eccles.12, que la virtud no
luntad. está en el cuerpo, sino en el alma, por el
hecho de que el cuerpo es regido por el
Respuesta a las objeciones: 1. A la alma; de donde resulta que, si uno usa
primera hay que decir: Las palabras de San bien del cuerpo, todo se atribuye al
Agustín han de entenderse de la virtud alma: como se debe totalmente a mí el que el
absolutamente dicha; y no porque toda cochero rija bien los caballos que conduce, si lo
virtud así entendida sea esencialmente hace atendiendo a mis indicaciones. Ahora
amor, sino porque depende de algún bien, así como el alma rige al cuerpo, así
modo del amor, en cuanto que depende la razón rige al apetito sensitivo. Por
de la voluntad, cuyo primer efecto es el consiguiente, el que el apetito irascible y
amor, según se ha dicho anteriormente concupiscible sean rectamente regidos se
(q.25 a.1.2.3; q.27 a.4; 1 q.20 a.1; infra debe totalmente a la parte racional. Lue-
q.62 a.2 ad 3). go, como la virtud es por la que se vive rec-
2. A la segunda hay que decir: El bien tamente, según se ha dicho anteriormente
de cada cosa es su propio fin. Por eso, (c.55 a.4), la virtud no se da en el apeti-
como la verdad es el fin entendimiento, to irascible y concupiscible, sino única-
conocer la verdad es el acto bueno del mente en la parte racional.
entendimiento. Por eso, el hábito que 4. El principal acto de la virtud moral
perfecciona al entendimiento para cono- es la elección, según se dice en el libro
cer la verdad, tanto en el orden especu- VIII Ethic.13 Pero la elección no es acto
11. S. AGUSTÍN, In Ioann. tract. XXVI sobre 6,44: ML 35,1607. 12. C.5: ML 32,1314.
13. ARISTÓTELES, c.13 n.11 (BK 1163a22): S. TH., lect.13.
C.56 a.4 Sobre el sujeto de la virtud 431
14. ARISTÓTELES, c.10 n.1 (BK 1117b23): S. TH., lect.19. 15. ARISTÓTELES, c.2 n.11
(BK 1254b4): S. TH., lect.3. 16. ARISTÓTELES, Pol. l.1 c.2 n.11 (BK 1254b5): S. TH., lect.3.
17. ARISTÓTELES, c.13 n.5 (BK 1144a6): S. TH., lect.10. 18. L.2 c.53 (DD 1,165).
19. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1103a14): S. TH., lect.1. 20. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK
1138b35): S. TH., lect.1. 21. ARISTÓTELES, c.2 (BK 452a27): S. TH., lect.5.6. 22. L.2
c.53 (DD 1,165).
voluntad sobre las facultades inferiores (cf. Suma de teología 1 q.81 a.3 ad 2; 1-2 q.9 a.2 ad 3;
q.17 a.7; q.58 a.2; q.74 a.2 ad 3; In Polit. 2 lect.3). Sobre la interferencia interna de voluntad
y razón, de que se habla en el artículo tercero, se volverá a tratar más ampliamente más adelan-
te, al definir la prudencia (q.58 a.4-5).
C.56 a.6 Sobre el sujeto de la virtud 433
como predisponer para el conocimiento apetece naturalmente su propio bien; y
intelectual. Por eso, en estas facultades la virtud, según dice Tulio Cicerón en su
no se dan las virtudes por las que se co- Rhetorifa 25, es un hábito conforme a la razón
noce la verdad; sino más bien en el en- a modo de naturaleza. Por tanto, la volun-
tendimiento o razón. tad no es sujeto de virtud.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Toda virtud es o intelectual o
primera hay que decir: El apetito sensitivo moral, según se dice en el libro I 26 y en
está respecto de la voluntad, que es el el libro II Ethic.27 Ahora bien, la virtud
apetito de la razón, en relación de movi- intelectual tiene por sujeto el entendi-
do por ella. De ahí que la actividad de la miento y la razón, no la voluntad; y la
potencia apetitiva se consume en el ape- virtud moral tiene por sujeto el apetito
tito sensitivo; y por eso el apetito sensi- irascible y el apetito concupiscible, que
tivo es sujeto de virtud. En cambio, las son racionales por participación. Luego
facultades sensitivas de conocimiento ninguna virtud tiene a la voluntad por
son más bien motoras respecto del en- sujeto.
tendimiento, ya que las imágenes son 3. Todos los actos humanos, a los
respecto del alma intelectiva lo que los que se ordenan las virtudes, son volun-
colores respecto de la vista, según se tarios. Por consiguiente, si respecto de
dice en el libro III De anima 23. Por eso algunos actos humanos se da alguna vir-
la actividad cognoscitiva termina en el tud en la voluntad, por igual razón se
entendimiento. Y esa es la razón de que dará en ella virtud respecto de todos los
las virtudes cognoscitivas están en el en- actos humanos. Por lo tanto, o en nin-
tendimiento mismo o razón. guna otra potencia se dará virtud algu-
2. A la segunda hay que decir: Por lo na, o a un mismo acto se ordenarán dos
dicho resulta manifiesta la respuesta a la virtudes, lo cual parece inaceptable. Lue-
segunda objeción. go la voluntad no puede ser sujeto de
3. A la tercera hay que decir: La me- virtud.
moria no se pone como parte de la pru- En cambio se requiere mayor perfec-
dencia, al modo como la especie es parte ción en el motor que en lo movido.
del género, como si la memoria fuese Pero es la voluntad la que mueve al ape-
una virtud de por sí, sino en el sentido tito irascible y concupiscible. Luego con
de que una buena memoria es una de las mucha más razón ha de darse la virtud
cosas que se requieren para la prudencia; en la voluntad que en el apetito irascible
y de este modo puede considerarse y concupiscible.
como una parte integral de la misma. Solución. Hay que decir: Puesto que
por el hábito es perfeccionada la poten-
ARTICULO 6 cia para obrar, entonces precisamente
necesita la potencia de hábito perfectivo
¿Puede ser la voluntad sujeto de para obrar bien, que es el hábito de la
virtud? virtud, cuando para ello no basta la pro-
pia naturaleza de la potencia. Ahora
In Sent. 3 d.23 q.1 a.4 q.a1; d.27 q.2 a.3 ad 5; De ve-
rit. q.24 a.4 ad 9; De virtut. a.5; De carit. a.2. bien, la naturaleza propia de cualquier
potencia se considera en orden al objeto.
Objeciones por las que parece que la Siendo, pues, el objeto de la voluntad el
voluntad no es sujeto de virtud alguna. bien de la razón proporcionado a la vo-
1. Para aquello que conviene a la luntad, según se ha dicho anteriormente
potencia por razón de la potencia misma (q.19 a.3), para tender a él no necesita la
no se requiere hábito alguno. Pero de la voluntad de virtud perfectiva. Pero si a
razón misma de la voluntad, por existir la voluntad del hombre se le ofrece un
en la razón, según el Filósofo, en el li- bien que excede su proporción, bien sea
bro III De anima 24, es que tienda a lo respecto de toda la especie humana,
que es bueno según la razón, a lo que se como el bien divino, que trasciende los
ordena toda virtud, porque cada cosa límites de la naturaleza humana, bien sea
23. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 431a14): S. TH., lect.12. 24. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK
432b5): S. TH., lect.14. 25. L.2 c.53 (DD 1,165). 26. ARISTÓTELES, c.13 n.20 (BK
1103a4): S. TH., lect.20. 27. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1103a14): S. TH., lect.1.
434 Tratado de las virtudes en general C.56 a.6
respecto del individuo, como es el bien apetito irascible y concupiscible, sino to-
del prójimo, entonces la voluntad nece- talmente, es decir, universalmente, lo ape-
sita de virtud. Por consiguiente, estas titivo, como se dice en el libro I Ethic.28;
virtudes que ordenan el afecto del hom- y dentro de lo apetitivo está comprendi-
bre a Dios o al prójimo, tienen por suje- da la voluntad. Por consiguiente, si hay
to la voluntad, como son la caridad, la alguna virtud en la voluntad, será una
justicia y otras así. virtud moral, a no ser que sea teológica,
según se verá posteriormente (q.58 a.3
Respuesta a las objeciones: 1. A la ad 3; q.62 a.3).
primera hay que decir: Esa razón es válida 3. A la tercera hay que decir: Algunas
respecto de la virtud que ordena al bien virtudes se ordenan al bien de la pasión
propio de la misma persona, como es el moderada, que es propio de este o de
caso de la templanza y de la fortaleza, aquel hombre, y en estos casos no es ne-
que versan sobre las pasiones humanas, cesario que exista virtud alguna en la
y de otras semejantes, según consta por voluntad, ya que para esto le basta su
lo dicho anteriormente (q.25 a.6 ad 3; 1 naturaleza, según queda dicho (sol.).
q.21 a.1 ad 1; q.59 a.4 ad 3). Ello es únicamente necesario tratándose
2. A la segunda hay que decir: Racional de aquellas virtudes que se ordenan a al-
por participación lo es, no solamente el gún bien extrínseco.
1. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 1099b16): S. TH., lect.14. 2. C.2 n.1 (BK 121 b34).
3. ARISTÓTELES, c.1 n.5 (BK 1139a7): S. TH., lect.1.
436 Tratado de las virtudes en general C.57 a.2
4. C.37: ML 75,764. 5. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 1141a19): S. TH., lect.5.6. 6. ARIS-
TÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b16); c.7 n.3 (BK 1141a19): S. TH., lect. 3-6.
C.57 a.2 Distinción de las virtudes intelectuales 437
lativa es aquella que perfecciona al en- sólo en cuanto a las conclusiones, sino
tendimiento especulativo para el conoci- también en cuanto a los primeros princi-
miento de la verdad, ya que ésta es su pios, de ahí que tenga razón de virtud
operación buena. Ahora bien, la verdad más perfecta que la ciencia.
es cognoscible de dos modos: uno, por 2. A la segunda hay que decir: Cuando
sí misma; otro, por medio de otra ver- la razón del objeto se relaciona con la
dad. Pero la verdad que es cognoscible potencia o el hábito con un solo acto,
por sí misma tiene condición de princi- entonces no se distinguen los hábitos o
pio y es percibida inmediatamente por el las potencias según la razón del objeto y
entendimiento; y de ahí que el hábito el objeto material, como pertenece a la
que perfecciona al entendimiento para el misma potencia de la vista ver el color y
conocimiento de estas verdades, se llame la luz, que es la razón de que vea el co-
entendimiento, que es el hábito de los lor y se ve simultáneamente con él. Pero
principios. los principios de la demostración pueden
En cambio, la verdad que es conocida conocerse separadamente sin que se co-
mediante otra verdad, no la percibe el nozcan las conclusiones. También pue-
entendimiento inmediatamente, sino me- den conocerse simultáneamente junto
diante la inquisición de la razón, y así con las conclusiones, en cuanto que los
está en condición de término. Lo cual principios derivan hacia las conclusio-
puede suceder de dos modos: uno, sien- nes. El conocimiento, pues, de los prin-
do término último en un género deter- cipios de este segundo modo pertenece a
minado; otro, siendo término último la ciencia, que conoce también las con-
respecto de todo el conocimiento huma- clusiones. Pero conocer los principios en
no. Y como las cosas que, por lo que a nos- sí mismos pertenece al entendimiento.
otros toca, son conocidas posteriormente, son Por consiguiente, si uno piensa recta-
anteriores y más conocidas según su naturale- mente, estas tres virtudes no se dis-
za, según se dice en el libro I Physic.7, tinguen entre sí por igual, sino según un
de ahí que lo que es último respecto de cierto orden, como ocurre en los todos
todo el conocimiento humano sea lo pri- potenciales, en los que una parte es más
mero y máximamente cognoscible según perfecta que la otra, tal como el alma ra-
su naturaleza. Y sobre ello versa la sabi- cional es más perfecta que el alma sensi-
duría, que considera las causas altísimas, tiva, y el alma sensitiva es más perfecta
según se dice en el libro I Metaphys.8 que el alma vegetativa. Pues de este
Por eso le compete juzgar y ordenar to- modo la ciencia depende del entendi-
das las cosas, puesto que el juicio perfec- miento como de algo más principal, y
to y universal no puede darse sino por ambos dependen de la sabiduría como
la resolución en las causas primeras. de algo principalísimo, que contiene
Pero respecto de lo que es último en bajo sí al entendimiento y a la ciencia,
este o en aquel género de seres cognos- en cuanto que juzga de las conclusiones
cibles, es la ciencia la que perfecciona al de las ciencias y de sus principios.
entendimiento. De ahí que, según los di- 3. A la tercera hay que decir: Según se
versos géneros de seres científicamente ha dicho anteriormente (q.55 a.3.4), el
cognoscibles, se den diversos hábitos de hábito de virtud dice determinadamente
ciencia, mientras que la sabiduría es so- orden al bien y de ningún modo dice or-
lamente una. den al mal. Pero el bien del entendi-
miento es la verdad, como su mal es la
Respuesta a las objeciones: 1. A la falsedad. Por consiguiente, sólo son vir-
primera hay que decir: La sabiduría es una tudes intelectuales aquellos hábitos por
cierta ciencia, en cuanto que cumple la los que se profiere siempre la verdad y
función común a todas las ciencias, que nunca la falsedad. Ahora bien, la opi-
es deducir unas conclusiones a partir de nión y la sospecha pueden versar sobre
unos principios. Pero como tiene algo la verdad o sobre la falsedad. Y por eso
propio, superior a las demás ciencias, no son virtudes intelectuales, conforme
que es juzgar de todas las cosas, y no se dice en el libro VI Ethic.9
7. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 184a18): S. TH., lect.1. 8. ARISTÓTELES, c.1 n.12 (BK
981b28); c.2 n.7 (BK 982b9): S. TH., lect.1 y 2. 9. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b17):
S. TH., lect.3.
438 Tratado de las virtudes en general C.57 a.3
10. L.2 c.18: ML 32,1267; c.19: ML 32,1268. 11. ARISTÓTELES, c.5 n,7 (BK 1140b22):
S. TH., lect.5. 12. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b16); c.7 n.3 (BK 1141a19): S. TH.,
lect.1.5.6.
C.57 a.4 Distinción de las virtudes intelectuales 439
de estas obras se llaman simplemente causa sólo la facultad de producir obras
ciencias, y no artes. Aparte de que por buenas, porque no dice orden al apetito;
el hecho de que las artes liberales sean la prudencia, en cambio, no sólo causa
más nobles, no se sigue que les conven- esa facultad, sino también el uso, pues
ga más la razón de arte. dice orden al apetito, en cuanto que pre-
supone la rectitud del mismo.
ARTICULO 4 La razón de esta diferencia es que el
arte es la recta razón de lo factible, mien-
¿Es la prudencia una virtud distinta tras que la prudencia es la recta razón de
del arte? lo agible. Ahora bien, difieren el hacer y
2-2 q.47 a.4 ad 2; a.5; In Ethic. 6 lect.4; De virtut. el obrar, porque, según se dice en el li-
a.12. bro IX Metaphys.17, la hechura es un
Objeciones por las que parece que la acto que pasa a la materia exterior,
prudencia no es una virtud distinta del como edificar, cortar, y cosas parecidas,
arte. mientras que el obrar es un acto que
1. El arte es la recta razón de ciertas permanece en el mismo agente, como
obras. Pero los diversos géneros de ver, querer, y cosas parecidas. Así, pues,
obras no hacen que algo pierda la natu- la prudencia está respecto de estos actos
raleza de arte, pues hay diversas artes humanos, que son el uso de las poten-
que se ejercitan en obras muy diversas. cias y de los hábitos, en la relación en
Siendo, pues, la prudencia una razón que está el arte respecto de las obras ex-
recta de las obras, parece que también teriores, porque una y otra son la razón
ella debe tenerse por un arte. perfecta respecto de aquello a que se
2. La prudencia es más afín al arte aplican. Pero, así como la perfección y la
que los hábitos especulativos, pues una rectitud de la razón en el orden especu-
y otra versan sobre lo que puede suceder de lativo depende de los principios, a partir
otra manera, según se dice en el libro VI de los cuales la razón silogiza, conforme
Ethic.13 Pero algunos hábitos especulati- se ha dicho (a.2 ad 2) que la ciencia de-
vos se llaman virtudes. Luego, con mu- pende del entendimiento, que es el hábi-
cha más razón, debe llamarse arte la pru- to de los principios, y lo presupone; en
dencia. los actos humanos los fines ejercen la
3. A la prudencia pertenece el buen con- función que los principios en el orden
sejo, según se dice en el libro VI Ethic. 14 especulativo, según se dice en el libro
Pero también en ciertas artes tiene lugar VII Ethic.18 Por consiguiente, para la
el consejo, según se dice en el libro III prudencia, que es la recta razón de lo
Ethic.15, como en el arte militar, en el agible, se requiere que el hombre esté
arte de gobernar y en el arte de la medi- bien dispuesto respecto de los fines, lo
cina. Luego la prudencia no se distingue cual se logra por el apetito recto. De ahí
del arte. que para la prudencia se requiera la vir-
tud moral que hace que el apetito sea
En cambio, el Filósofo, en el libro recto. En cambio, el bien de las obras de
VI Ethic.16, distingue la prudencia del arte no es el bien del apetito humano,
arte. sino el bien de las obras mismas; por eso
Solución. Hay que decir: Las virtudes el arte no presupone el apetito recto.
se han de distinguir donde aparecen dis- Esa es la razón de que se alabe más al
tintas razones de virtud. Pues bien, se ha artista que realiza mal la obra queriendo
dicho anteriormente (a.1; q.56 a.3) que que al que le ocurre lo mismo sin que-
un hábito tiene razón de virtud porque rer; en cambio, es más imprudente el
solamente causa la facultad de producir que peca queriendo que el que peca sin
una obra buena, mientras que otro la querer, puesto que la rectitud de la vo-
tiene, no sólo por causar esa facultad, luntad es esencial a la prudencia, y ño lo
sino también el uso. Ahora bien, el arte es al arte. Por todo lo cual resulta claro
13. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1140b25): S. TH., lect.5. 14. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK
1140a25): S. TH., lect.4. 15. ARISTÓTELES, c.3 n.8 (BK 1112b3): S. TH., lect.7. 16. ARIS-
TÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b16); c.5 n.3.7 (BK 1140b2; 1140b21): S. TH., lect.4. 17. ARIS-
TÓTELES, 1.8 c.8 n.9 (BK 1050a30): S. TH., 1.9 lect.8. 18. ARISTÓTELES, c.8 n.4 (BK
440 Tratado de las virtudes en general C.57 a.5
que la prudencia es una virtud distinta go tampoco la prudencia es necesaria al
del arte. hombre para vivir bien una vez que ha
Respuesta a las objeciones: 1. A la llegado a ser virtuoso, sino, a lo sumo,
primera hay que decir: Los diversos géne- para llegar a serlo.
ros de obras de arte son todas exteriores 2. La prudencia es por la que nos aconse-
al hombre, y, por eso, no dan lugar a di- jamos bien, según se dice en el libro VI
versas razones de virtud. Pero la pru- Ethic.20 Pero el hombre puede obrar con
dencia es la recta razón de los actos hu- buen consejo, no sólo con el propio,
manos mismos, y, por eso, en ella hay sino también con el ajeno. Luego, para
una razón de virtud diversa, según que- vivir bien no es necesario que uno mis-
da dicho (sol.). mo tenga prudencia, sino que le basta
2. A la segunda hay que decir: La pru- seguir el consejo de los prudentes.
dencia es más afín al arte que los hábitos 3. La virtud intelectual es la que ca-
especulativos en cuanto al sujeto y a la pacita al hombre para decir siempre la
materia, porque una y otra residen en la verdad y nunca la falsedad. Pero parece
parte opinativa del alma y versan sobre que esto no sucede según la prudencia,
lo contingente. Pero el arte es más afín pues no es humano no errar nunca al
a los hábitos especulativos que a la pru- deliberar sobre lo que se ha de hacer,
dencia en la razón de virtud, según dado que el obrar humano es sobre ma-
consta por lo dicho (en la sol. y en el teria variable. De ahí que se diga en el
a.3). libro de la Sabiduría 9,14: los pensamientos
3. A la tercera hay que decir: Pertene- de los mortales son inseguros, y nuestros cálcu-
ce a la prudencia aconsejar bien sobre los muy aventurados. Luego no parece que
las cosas que pertenecen a toda la vida la prudencia deba ponerse como virtud
del hombre y al fin último de la vida intelectual.
humana. Pero el consejo que se da en al- En cambio, en el libro de la Sabidu-
gunas artes se refiere a los fines propios ría 8,7, se enumera entre las virtudes ne-
de ellas. De ahí que aquellos hombres cesarias para la vida humana, al decir de
que aconsejan bien en los asuntos béli- la divina sabiduría: enseña la templanza y
cos o náuticos se llamen prudentes cau- la prudencia, la justicia y la fortaleza, las
dillos o prudentes capitanes, pero no virtudes más provechosas para los hombres en
simplementos hombres prudentes, sino la vida.
que esto es propio de aquellos que acon- Solución. Hay que decir: La prudencia
sejan bien respecto de las cosas que afec- es la virtud más necesaria para la vida
tan a toda la vida. humana. Efectivamente, vivir bien con-
siste en obrar bien. Pero, para que uno
ARTICULO 5 obre bien no sólo se requiere la obra
que se hace, sino también el modo de
¿Es la prudencia una virtud necesaria hacerla, esto es, que obre conforme a
al hombre? recta elección, y no por impulso o pa-
2-2 q.51 a.3 ad 3; De virtut. a.6. sión. Mas como la elección es respecto
de los medios para conseguir un fin, la
Objeciones por las que parece que la rectitud de la elección requiere dos co-
prudencia no es una virtud necesaria sas, a saber: el fin debido y el medio
para vivir bien. convenientemente ordenado al fin debi-
1. Lo que es el arte respecto de lo do. Ahora bien, respecto del fin debido,
factible, cuya recta razón constituye, lo el hombre se dispone convenientemente
es la prudencia respecto de la agible, se- mediante la virtud que perfecciona la
gún lo cual se considera la vida del parte apetitiva del alma, cuyo objeto es
hombre, por ser la prudencia su recta ra- el bien y el fin; y respecto del medio
zón, según se dice en el libro VI Ethic.19 adecuado al fin debido, necesita el hom-
Pero en las cosas factibles el arte no es bre disponerse directamente mediante el
necesaria al no ser para que se hagan, hábito de la razón, ya que el deliberar y
sino después que han sido hechas. Lue- elegir, que versan sobre los medios, son
19. ARISTÓTELES, c.5 n.4 (BK 1140b3): S. TH., lect.4. 20. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK
1140a25); c.7 n.6 (BK 1141b9).
C.57 a.6 Distinción de las virtudes intelectuales 441
actos de la razón. Por consiguiente, es la conformidad del entendimiento con la
necesario que en la razón exista alguna cosa conocida; y como el entendimiento
virtud intelectual que la perfeccione con- no puede conformarse infaliblemente
venientemente respecto de los medios a con las cosas contingentes, sino tan sólo
elegir para la consecución del fin, y tal con las necesarias, por eso ningún hábi-
virtud es la prudencia. La prudencia, to especulativo de las cosas contingentes
pues, es una virtud necesaria para vivir es virtud intelectual, sino que ésta versa
bien. únicamente sobre lo necesario. En cam-
Respuesta a las objeciones: 1. A la bio, la verdad del entendimiento prácti-
primera hay que decir: El bien del arte se co se obtiene por la conformidad con el
considera no en el mismo artista, sino apetito recto; conformidad que no tiene
más bien en la misma obra de arte, ya lugar en las cosas necesarias, que no de-
que el arte es la recta razón de lo facti- penden de la voluntad humana, sino tan
ble, y la producción que se plasma en sólo en las cosas contingentes, que pue-
una materia exterior, no es perfección den ser hechas por nosotros, bien se tra-
del productor, sino de la obra hecha, te de lo agible interior, bien se trate de
como el movimiento es acto del sujeto lo factible exterior. Por eso, la virtud del
móvil; y el arte versa sobre lo factible. entendimiento práctico no se da más que
El bien de la prudencia, en cambio, se sobre las cosas contingentes: el arte so-
considera en el mismo agente, cuya per- bre lo factible, y la prudencia sobre lo
fección es el obrar mismo, pues la pru- agible.
dencia es la recta razón de lo agible, se-
gún se ha dicho (a.4). De ahí que para el ARTICULO 6
arte no se requiera que el artista obre
bien, sino que haga una obra buena. Se ¿Son la eubulia, la synesis y la
requiriría, más bien, que el producto del gnome virtudes anejas a la
artífice obrase bien; por ejemplo, que el prudencia?
cuchillo cortase bien o que la sierra se- 2-2 q.48 y 51; In Sent. 3 d.33 q.3 a.1 q.a3; In Ethic.
rrase bien, si estos instrumentos fuesen 6 lect.8 y 9; De virtut. a.12 ad 26; De virt. card. a.1.
capaces de actuar por sí, y no más bien
de ser movidos, ya que no tienen domi- Objeciones por las que parece que
nio de su acto. Por tanto, el arte no es no está bien hecha la anexión de la eubu-
necesario para que viva bien el mismo lia, la sjnesis y la gnome a la prudencia.
artífice, sino tan sólo para hacer una 1. La eubulia es el hábito por el que nos
buena obra de arte y conservarla. La aconsejamos bien, según se dice en el libro
prudencia, en cambio, es necesaria no VI Ethic.22 Pero aconsejar bien pertenece a
sólo para que el hombre sea bueno, sino la prudencia, según se dice en el mismo
para que viva bien. libro 23 . Luego la eubulia no es una virtud
2. A la segunda hay que decir: Cuando aneja a la prudencia, sino que es más
el hombre obra el bien, no dirigido por bien la misma prudencia.
la propia razón, sino movido por el con- 2. Es propio del superior juzgar de
sejo de otro, su operación no es aún to- los inferiores. Luego la virtud cuyo acto
talmente perfecta en cuanto a la direc- es el juicio parece ser la virtud suprema.
ción de la razón y en cuanto a la moción Pero el juzgar bien es propio de la syne-
del apetito. Por eso, aunque obre el sis. Luego la sjnesis no es una virtud ane-
bien, no obra bien absolutamente, que ja a la prudencia, sino más bien virtud
es vivir bien. principal.
3. A la tercera hay que decir: La ver- 3. Así como son diversas las cosas
dad del entendimiento práctico se toma de que se ha de juzgar, también son di-
en sentido distinto que la verdad del en- versas las cosas de que se ha de tomar
tendimiento especulativo, según se dice consejo. Pero sobre todas las cosas que
en el libro VI Ethic.21 La verdad del en- son materia de consejo se pone una sola
tendimiento especulativo se obtiene por virtud, a saber, la eubulia. Luego, para
21. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1139a26): S. TH., lect.2. 22. ARISTÓTELES, c.9 n.4 (BK
1142b16): S. TH., lect.8. 23. ARISTÓTELES, Eth. 1.6 c.5 n.1 (BK 1140a25); c.7 n.6 (BK
1141b9).
442 Tratado de las virtudes en general C.57 a.6
juzgar de lo que se ha de hacer, no es mediante la virtud sujeta a ella, que es la
necesario poner, además de la synesis, eubulia.
otra virtud, a saber, la gnome. 2. A la segunda hay que decir: El juicio
4. Tulio Cicerón señala, en su Rheto- sobre lo que se ha de hacer se ordena a
rica24, otras tres partes de la prudencia, a algo ulterior, pues ocurre que uno juzga
saber, la memoria del pasado, la inteligencia bien sobre lo que se ha de hacer, y, sin
del presente y la providencia del futuro. Ma- embargo, no lo ejecuta rectamente. La
crobio, a su vez, en Super somnium Scipio- culminación está en que la razón precep-
nis25, señala como partes de la prudencia túe bien lo que se ha de hacer.
la precaución, la docilidad, y otras semejan- 3. A la tercera hay que decir: El juicio
tes. Por consiguiente, las virtudes anejas sobre cada cosa se basa en sus propios
a la prudencia no parecen ser sólo las principios. Pero la indagación no proce-
tres señaladas. de aún por los propios principios, por-
que, poseídos éstos, ya no sería necesa-
En cambio está la autoridad del Filó- rio seguir indagando, por tener ya la so-
sofo que pone, en el libro VI Ethic.26, lución. Por eso es una sola virtud
estas tres virtudes como anejas a la pru- ordenada a aconsejar bien, pero para
dencia. juzgar bien se requieren dos: porque la
distinción no se basa en los principios
Solución. Hay que decir: Tratándose comunes, sino en los propios. De ahí
de potencias ordenadas, es principal en- que también en el orden especulativo
tre ellas la que se ordena a un acto más una sola dialéctica basta para inquirir en
importante. Pues bien, sobre las acciones todas las cosas, mientras que las ciencias
humanas versan tres actos de la razón: el demostrativas, que proceden juzgando,
primero es aconsejar, el segundo es juz- son distintas para los diversos objetos.
gar, y el tercero es mandar. Los dos pri- Pues bien, la synesis y la gnome se dis-
meros responden a los actos del entendi- tinguen según las diversas reglas con
miento especulativo, que son indagar y que se juzga, pues la synesis juzga sobre
juzgar, ya que el consejo es una cierta lo que se ha de hacer según la ley co-
indagación. Mas el tercer acto es propio mún, mientras que la gnome juzga con-
del entendimiento práctico, en cuanto forme a la misma razón natural en aque-
que es operativo, pues la razón no pue- llos casos a los que no alcanza la ley co-
de mandar las cosas que no pueden ser mún, según se verá más ampliamente en
hechas por el hombre. Ahora bien, es su lugar (2-2 q.51 a.4).
claro que, respecto de las cosas que hace 4. A la cuarta hay que decir: La me-
el hombre, el acto principal es mandar, moria, la inteligencia y la providencia, lo
al cual se ordenan los otros. Por consi- mismo que la precaución y la docilidad
guiente, a la virtud de bien mandar, que y otras semejantes, no son virtudes dis-
es la prudencia, se le juntan, como a más tintas de la prudencia, sino que vienen a
principal, las virtudes secundarias de la ser como partes integrales de la misma,
eubulia o del buen consejo, y de la synesis en cuanto que todas ellas se requieren
y de la gnome, que son las partes que juz- para su perfección. También se dan cier-
gan de las acciones. De su distinción se tas partes subjetivas o especies de la pru-
hablará luego (ad 3). dencia, como la prudencia doméstica, la
prudencia política y otras así. Mas las
Respuesta a las objeciones: 1. A la tres antedichas son como partes poten-
primera hay que decir: El buen consejo ciales de la prudencia, puesto que se or-
pertenece a la prudencia, no como si el denan a ella como lo secundario a lo
aconsejar bien fuese acto inmediato de principal. De ellas se tratará más adelan-
ella, sino en cuanto que ejerce este acto te (2-2 q.48ss).
24. L.2 c.53 (DD 1,165). 25. L.1 c.8 (DD 33). 26. ARISTÓTELES, c.11 n.2 (BK
1143a25): S. TH., lect.9.
CUESTIÓN 58
Sobre la distinción entre las virtudes morales e intelectuales
A continuación se ha de tratar de las virtudes morales (cf. q.57 introd.).
Y primeramente, de su distinción respecto de las virtudes intelectuales; lue-
go, de la distinción de ellas entre sí, según la propia materia (q.59); final-
mente, de la distinción de las virtudes principales o cardinales respecto de
las demás (q.61).
Sobre lo primero se presentan cinco problemas:
1. ¿Toda virtud es virtud moral?—2. ¿Se distingue la virtud moral
de la virtud intelectual?—3. ¿Es adecuada la división de la virtud en in-
telectual y moral?—4. ¿Puede darse la virtud moral sin la intelec-
tual?—5. ¿Puede darse, por el contrario, la virtud intelectual, sin la moral?
1. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK 1106b36): S. TH., lect.7. 2. L.2 c.53 (DD 1,165). 3. De
div. nom. c.4 § 32: MG 3,733. 4. ARISTÓTELES, c.13 n.20 (BK 1103a7): S. TH., lect.20.
444 Tratado de las virtudes en general C.58 a.2
5. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 192b21): S. TH., lect.1. 6. L.4 c.21: ML 41,128; 1.22 c.24:
ML 41,789. 7. ANDRÓNICO DE RODAS, De affectibus, en ARNIM, Fragmenta v.3 c.5 § 7. Cf.
también DIÓGENES LAERCIO, en ARNIM, ib.; STOBEO, en ARNIM, ib.; CLEMENTE DE ALEJAN-
DRÍA, Strom. II, en ARNIM, ib. Puede verse 2-2 q.137 a.1 sed cont. 8. C.6: ML 32,876.
9. ARISTÓTELES, c.13 n.4 (BK 1134b21): S. TH., lect.11. 10. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK
1106b36): S. TH., lect.7.
a Sea exacta o no esta correspondencia que señala Santo Tomás aquí y en el comentario
al II Ethic. lect.1, entre la doble significación del término mos latino y el distinto término grie-
go éthos y êthos, lo cierto es que una cosa es el modo de ser adquirido o hábito, que viene a
ser como una segunda naturaleza; y otra cosa es el modo de ser o carácter natural del hombre.
Piensa RAMÍREZ (Filosofía y filología: Arbor n.119 [1955] p.21) que el latín clásico traducía el
éthos griego por consuetudo, y el éthos griego por mos. Se trataría de la distinción entre propen-
sión natural (éthos, mos) y propensión adquirida (êthos, consuetudo). Los editores leoninos de los
comentarios de Santo Tomás a la Etica de Aristóteles recogen y aceptan otra interpretación:
mos es sinónimo de consuetudo, y la diferencia entre éthos y êthos está en que éthos significa la ope-
ración y êthos significa la cualidad engendrada en el alma por la operación; de modo que, así
como la palabra éthos da origen a la palabra êthos, así la operación da origen a la cualidad (Sen-
tentia Libri Ethicorum [Romae 1969] p.77 nota).
C.58 a.2 Distinción entre las virtudes morales e intelectuales 445
16
virtud intelectual, según se dice en el li- Filósofo que la razón impera al apetito
bro VI Ethic.11 Luego la virtud moral con dominio político, es decir, al modo
no se distingue de la intelectual. como el hombre gobierna a subditos li-
bres que tienen derecho a contradecir en
En cambio, se dice en el libro I
Ethic.12: Las virtudes se distinguen según esta algunas cosas. Por eso dice San Agustín,
diferencia: en que unas son intelectuales y Super Psal.17, que a veces el entendimiento
otras morales. señala el camino y se retarda o no sigue el
afecto, hasta tal punto, que a veces las pa-
Solución. Hay que decir: La razón es siones o los hábitos de la parte apetitiva
el primer principio de todas las obras impiden el uso de la razón en particular.
humanas. Los demás principios que con- Y en este sentido es en parte verdad lo
curren a su realización obedecen de al- que dijo Sócrates, que existiendo ciencia
gún modo a la razón, aunque de diversa no se peca, suponiendo que esto se ex-
manera. Efectivamente, unos obedecen a tienda hasta el uso de la razón en lo ele-
la razón en total disponibilidad, sin re- gible particular b .
sistencia alguna, como ocurre con los Así, pues, para que el hombre obre
miembros del cuerpo siempre que estén bien se requiere no sólo que esté bien
en su vigor natural, pues al imperio de dispuesta la razón por el hábito de la
la razón, la mano o el pie se ponen in- virtud intelectual, sino que también esté
mediatamente en movimiento, y así dice bien dispuesta la facultad apetitiva por el
el Filósofo, en el libro I Polit.13, que el hábito de la virtud moral. Por consi-
alma rige al cuerpo con imperio despótico, es guiente, así como se distingue el apetito
decir, como el señor al esclavo, que no de la razón, así se distingue también la
tiene derecho a desobedecer. Así, pues, virtud moral de la virtud intelectual. Por
algunos defendieron que todos los prin- lo que, así como el apetito es principio
cipios activos que existen en el hombre del acto humano en cuanto que participa
obedecen de este modo a la razón. Si de algún modo de la razón, así el hábito
ello fuese verdad, para obrar bien basta- moral es virtud humana en cuanto que
ría que la razón fuese perfecta. Y como se conforma con la razón.
la virtud es el hábito que nos perfeccio-
na para obrar bien, se seguiría que no Respuesta a las objeciones: 1. A la
existiría más que en la razón y, por lo primera hay que decir: San Agustín toma
tanto, que no existiría más virtud que la el arte en el sentido general de cualquier
intelectual. Tal fue la opinión de Sócra- razón recta, y, en este sentido, dentro
tes, que dijo que todas las virtudes son pru- del arte se incluye también la prudencia,
dencias, según se dice en el libro VI que es la recta razón de lo agible, como
Ethic.14 Sostenía, en consecuencia, que el arte es la recta razón de lo factible.
el hombre de ciencia no podía pecar, Según esto, lo que dice de que la virtud
sino que todo hombre que pecaba, peca- es el arte de bien vivir conviene esen-
ba por ignorancia15. cialmente a la prudencia, y, por partici-
Pero esto procede de un falso supues- pación, a las demás virtudes, en cuanto
to, porque la parte apetitiva no obedece dirigidas por la prudencia.
a la razón en total disponibilidad, sino 2. A la segunda hay que decir: Esas de-
con cierta resistencia, por lo cual dice el finiciones, quienquiera que las haya da-
11. ARISTÓTELES, c.13 n.4 (BK 1144b21): S. TH., lect.11. 12. ARISTÓTELES, c.13 n.20
(BK 1103a3): S. TH., lect.20. 13. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 1254b4): S. TH., lect.3.
14. ARISTÓTELES, c.13 n.3 (BK 1144b19): S. TH., lect.11. 15. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 1.7 c.2
n.1 (BK 1145b23): S. TH., lect.2 y PLATÓN, Protag. (352 B; 355 A; 357 B). 16. ARISTÓTE-
LES, c.2 n.11 (BK 1254b5): S. TH., lect.3. 17. Enarr. in Psalm. salmo CXVIII, serm. 8 sobre
v.20: ML 37,1522.
b En la nota (b) de la cuestión 56 queda referida esta fuente del principado político de la vo-
luntad. Santo Tomás reconoce de buen grado la parte de verdad de la posición socrática: No
todo pecado es ignorancia, pero no se da pecado sin ignorancia de juicio práctico, obnubilado
por la pasión. A Santo Tomás le venían a la mente no sólo las citas de San Agustín, sino tam-
bién las de San Pablo. Puede verse el comentario Ad Rom. 7 lect.3.
446 Tratado de las virtudes en general C.58 a.3
c
do , tuvieron su origen en la concepción porque no versan sobre las pasiones, so-
socrática de la virtud, y han de explicar- bre las que versa principalmente la vir-
se conforme a lo que se ha dicho del tud moral. Luego la división de la vir-
arte (ad 1). tud en virtudes intelectuales y morales
3. Vale la misma respuesta para la no es suficiente.
tercera. En cambio, dice el Filósofo, en el li-
4. A la cuarta hay que decir: La recta bro II Ethic.19, que la virtud es doble: una
razón, propia de la prudencia, se pone intelectual y otra moral.
en la definición de la virtud moral, no
como parte de su esencia, sino como Solución. Hay que decir: La virtud hu-
algo participado en todas las virtudes mana es un hábito que perfecciona al
morales, en cuanto que la prudencia di- hombre para obrar bien. Ahora bien, en
rige todas las virtudes morales. el hombre hay un doble principio de ac-
tos humanos, a saber, el entendimiento
o razón, y el apetito, pues éstos son los
ARTICULO 3 dos motores que hay en el hombre, se-
¿Es adecuada la división de la virtud gún se dice en el libro III De anima20.
en intelectual y moral? Por consiguiente, es necesario que toda
virtud humana perfeccione a uno de es-
In Ethic. 2 lect.1. tos principios. Si perfecciona, pues, al
Objeciones por las que parece que la entendimiento, especulativo o práctico,
división de la virtud humana en virtud para el bien obrar del hombre, será una
moral y virtud intelectual no es sufi- virtud intelectual; y, si perfecciona la
ciente. parte apetitiva, será una virtud moral.
1. La prudencia parece ser algo me- Resulta, por tanto, que toda virtud hu-
dio entre la virtud moral y la virtud in- mana o es intelectual o es moral.
telectual, pues en el libro VI Ethic.18 se Respuesta a las objeciones: 1. A la
la enumera entre las virtudes intelectua- primera hay que decir: La prudencia, según
les, y también la enumeran comúnmente su esencia, es una virtud intelectual.
todos entre las cuatro virtudes cardina- Pero, en cuanto a su materia, conviene
les, que son virtudes morales, según se con las virtudes morales, ya que es la
verá más adelante (q.61 a.1). Luego la recta razón de lo agible, según se ha di-
división de la virtud en intelectual y mo- cho anteriormente (q.57 a.4), y en este
ral no procede adecuadamente como in- aspecto se enumera entre las virtudes
mediata. morales.
2. La continencia y la perseverancia, 2. A la segunda hay que decir: La con-
lo mismo que la paciencia, no se cuentan tinencia y la perseverancia no son per-
entre las virtudes intelectuales. Pero fecciones del apetito sensitivo, como
tampoco son virtudes morales, porque consta por el hecho de que en el hombre
no guardan el medio en las pasiones, continente y perseverante sobreabundan
sino que más bien son intensas en ellas pasiones desordenadas, lo cual no ocu-
las pasiones. Luego la división de la vir- rriría si el apetito sensitivo estuviese
tud en virtudes intelectuales y morales perfeccionado con algún hábito que lo
no es suficiente. conformase a la razón. Pero la continen-
3. La fe, la esperanza y la caridad cia, como también la perseverancia, es
son virtudes. Pero no son virtudes inte- una perfección de la parte racional, que
lectuales, ya que éstas son sólo cinco, a resiste a ser arrastrada por las pasiones.
saber, la ciencia, la sabiduría, el entendi- Sin embargo, no alcanza la condición de
miento, la prudencia y el arte (q.57 virtud, porque la virtud intelectual que
a.2.3.5). Tampoco son virtudes morales, dispone bien a la razón respecto de los
18. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b16); c.5 n.8 (BK 1140b28): S. TH., lect.3.4; cf. 1.1 c.13
n.20 (BK 1103a3): S. TH., lect.20. 19. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1103a14): S. TH., lect.1.
20. ARISTÓTELES, c.10 n.1.3 (BK 439a9; 439a21): S. TH., lect.15.
21. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK 1145b1); c.9 n.6 (BK 1151b32): S. TH., lect.1.9. 22. Rhe-
tor. 1.2 c.53 (DD 1,165). 23. C.1: ML 76,212.
448 Tratado de las virtudes en general C.58 a.5
bien lo presupone la prudencia, que es la virtud intelectual puede existir sin la vir-
recta razón de lo agible. tud moral.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. La perfección de lo anterior no
primera hay que decir: La inclinación natu- depende de la perfección de lo posterior.
ral en las cosas que carecen de razón se Pero la razón es anterior al apetito sensi-
realiza sin elección, y por eso no requie- tivo y motor del mismo. Luego la vir-
re necesariamente razón. Pero la inclina- tud intelectual, que es una perfección de
ción de la virtud moral es por elección, la razón, no depende de la virtud moral,
y, por tanto, para su perfección necesita que es una perfección de la parte apetiti-
que la razón esté perfeccionada por la va; puede, por tanto, darse sin ella.
virtud intelectual. 2. Lo moral es la materia de la pru-
2. A la segunda hay que decir: En el dencia, como lo factible es la materia del
hombre virtuoso no es necesario que sea arte. Pero el arte puede existir sin que
vigoroso el uso de la razón en todos los exista su propia materia, como existe el
órdenes, sino tan sólo respecto de aque- herrero sin el hierro. Luego también la
llo que se ha de obrar virtuosamente. Y prudencia puede existir sin las virtudes
en este sentido el uso de la razón se da morales, a pesar de ser, entre todas las
en todos los virtuosos. De ahí que tam- virtudes intelectuales, la más vinculada,
bién aquellos que parecen simples, por según parece, a las virtudes morales.
carecer de astucia mundana, pueden ser 3. La prudencia es la virtud de aconsejar
prudentes, conforme aquello de Mt bien, según se dice en el libro VI Ethic.27
10,16: Sed prudentes como serpientes y sim- Pero hay muchos que aconsejan bien,
ples como palomas. aunque carezcan de virtudes morales.
3. A la tercera hay que decir: La incli- Luego la prudencia puede existir sin vir-
nación natural al bien de la virtud es tud moral.
una incoación de la virtud, pero no vir- En cambio, querer hacer el mal se
tud perfecta. Tal inclinación, cuanto más opone directamente a la virtud moral,
fuerte es, tanto más peligrosa puede re- pero no se opone a aquello que puede
sultar, a no ser que medie la recta razón existir sin la virtud moral. Ahora bien,
por la cual se realice la recta elección de pecar queriendo se opone a la prudencia,
los medios convenientes para el fin debi- según se dice en el libro VI Ethic.28
do; así como el caballo en carrera, si es Luego la prudencia no puede darse sin
ciego, cuanto más corre tanto más vio- la virtud moral.
lentamente tropieza y se daña. Por eso, Solución. Hay que decir: Las demás
aunque la virtud moral no sea la recta virtudes intelectuales pueden existir sin
razón, como decía Sócrates24, sin embar- la virtud moral, pero la prudencia no
go, no sólo es según la recta razón, en puede existir sin la virtud moral. La ra-
cuanto que inclina a aquello que es con- zón de ello es porque la prudencia es la
forme a la recta razón, como afirmaron recta razón de lo agible, no sólo en ge-
los platónicos25, sino que es necesario neral, sino también en los casos particu-
también que se dé con razón recta, tal lares, donde se realizan las acciones.
como dice Aristóteles en el libro VI Ahora bien, la recta razón preexige unos
Ethic.26 principios de los que procede en su ra-
ciocinio. Pero es necesario que la razón
ARTICULO 5 sobre los casos particulares proceda no
sólo de los principios universales, sino
¿Puede darse la virtud intelectual sin también de los principios particulares.
la moral? En cuanto a los principios universales
de lo agible, el hombre está bien dis-
Infra q.65 a.1; In Ethic. 6 lect.10; De virt. card. a.2;
Quodl. 12 q.15 a.1. puesto por el entendimiento natural de
los principios, mediante el cual conoce
Objeciones por las que parece que la que nunca se ha de hacer el mal, o tam-
24. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 1.6 c.13 n.3 (BK 1144b19): S. TH., lect.11. 25. Cf. PLATÓN,
Meno c.41. Y otra referencia en S. TH., In Ethic. 1.6 lect.2. 26. ARISTÓTELES, c.13 n.5 (BK
1144b21). 27. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1140a25); c.7 n.6 (BK 111b10): S. TH., lect.4.6.
28. ARISTÓTELES, c.5 n.7 (BK 1140b22): S. TH., lect.4.
C.58 a.5 Distinción entre las virtudes morales e intelectuales 449
1. C.5: ML 41,261. 2. ARISTÓTELES, c.5 n.3 (BK 1105b28): S. TH., lect.5. 3. ARIS-
TÓTELES, c.6 n.15 (BK 1106b36): S. TH., lect.7.
C.59 a.2 Comparación de la virtud moral con la pasión 451
vicio se entiende el hábito por el cual 3. La virtud moral requiere el per-
uno obra mal, evidentemente ninguna fecto uso de la razón, incluso sobre lo
pasión es vicio. Pero si se llama vicio al particular. Pero esto es lo que impiden
pecado, que es el acto vicioso, entonces las pasiones, pues dice Aristóteles, en el
nada impide que la pasión sea vicio o libro VI Ethic.9, que los placeres corrom-
que concurra, por el contrario, al acto pen la estimación de la prudencia, y Salustio
de virtud, según que la pasión sea con- dice, por su parte, en Catilinario10, que el
traria a la razón o siga al acto de razón. alma no percibe fácilmente la verdad cuando
3. A la tercera hay que decir: Se dice ellas, esto es, las pasiones del alma, obs-
que la misericordia es virtud, esto es, taculizan. Luego la virtud moral no pue-
acto de virtud, en cuanto que, según de existir con la pasión.
dice San Agustín 4 , este movimiento sirve a En cambio, dice San Agustín, en el
la razón cuando se hace la misericordia de tal libro XIV De civ. Dei11: Si la voluntad es
manera que se conserve la justicia, sea cuando perversa, serán perversos estos movimientos,
se da al necesitado, o como cuando se perdona es decir, los de las pasiones; pero si ella es
al penitente. Pero si por misericordia se recta, ellos serán no sólo inculpables, sino in-
entiende un hábito que perfecciona al cluso laudables. Pero la virtud moral no
hombre para que se compadezca razona- excluye nada que sea laudable. Luego la
blemente, nada prohibe que la misericor- virtud moral no excluye las pasiones,
dia así entendida sea virtud. Y lo mismo sino que puede existir con ellas.
puede decirse de otras pasiones pareci-
das. Solución. Hay que decir: Según dice
San Agustín, en el libro IX De civ. Dei12,
discrepan sobre este particular los es-
ARTICULO 2 toicos y los peripatéticos. Los estoicos
sostuvieron que las pasiones del alma no
¿Puede existir la virtud moral con la pueden existir en un hombre sabio o
pasión? virtuoso. Los peripatéticos, en cambio,
In Ethic. 2 lect.3; De verit. q.26 a.7 y 8. cuya escuela fundó Aristóteles, según re-
fiere San Agustín, en el libro IX De civ.
Objeciones por las que parece que la Dei13, sostuvieron que las pasiones pue-
virtud moral no puede existir con la pa- den coexistir con la virtud moral, pero
sión. reducidas al medio.
1. Dice el Filósofo, en el libro IV Pero esta divergencia, como dice San
Topic.5, que manso es el que no sufre, pero Agustín, en el lugar citado, era más de
paciente es el que sufre y no cede ante el sufri- palabras que de pensamiento. En efecto,
miento. Y lo mismo se puede decir de to- los estoicos, al no distinguir entre el
das las virtudes morales. Luego toda apetito intelectivo, que es la voluntad, y
virtud moral existe sin pasión. el apetito sensitivo, que se divide en
2. La virtud es una disposición recta irascible y concupiscible, tampoco dis-
del alma, como la salud es una disposi- tinguían entre las pasiones del alma que
ción del cuerpo, según se dice en el li- son movimiento del apetito sensitivo y
bro VII Physic.6; y de ahí que diga Tulio otras afecciones del alma que no son pa-
Cicerón, en el libro IV De tusculanis siones, sino movimiento del apetito inte-
quaest. 7, que la virtud parece ser una cierta lectivo o voluntad, como distinguieron
salud del alma. Ahora bien, el mismo Ci- los peripatéticos. Ellos llamaban pasio-
cerón dice en el citado libro 8 que las pa- nes a todos los afectos contrarios a la ra-
siones del alma son ciertas enfermedades del zón, los cuales, si se originan deliberada-
alma. Luego, como la salud no es com- mente, no pueden existir en el sabio o
patible con la enfermedad, tampoco la en el virtuoso, pero cuando surgen es-
virtud es compatible con la pasión del pontáneamente pueden darse en el hom-
alma. bre virtuoso, porque, según el dicho de
4. De Civ. Dei 1.9 c.5: ML 41,261. 5. ARISTÓTELES, c.5 n.2 (BK 125b22). 6. ARIS-
TÓTELES, c.3 n.4.5 (BK 246b2; 247a2): S. TH., lect.5.6. 7. C.13 (DD 4,30). 8. Tuscul.
1.4 c.10 (DD 4,29). 9. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1140b12): S. TH., lcct.4. 10. In coniu-
rai. Catil. c.51 (BU 47). 11. C.6: ML 41,409. 12. C.4: ML 41,258. 13. C.4: ML
41,258.
452 Tratado de las virtudes en general C.59 a.3
A. Gelio, recogido por San Agustín, en ARTICULO 3
el lugar citado del libro IX De civ. Dei14,
las visiones del alma, que llaman fantasías, no ¿Es compatible la virtud moral con
depende de nosotros el que alguna vez sorpren- la tristeza?
dan al alma; y cuando proceden de cosas terri- In Ethic. 2 lect.3.
bles, es imposible que no turben el alma del
sabio, de forma que momentáneamente o se es- Objeciones por las que parece que la
tremezca de miedo o se sobrecoja de tristeza, virtud moral es incompatible con la tris-
como previniendo estas pasiones la función de teza.
la razón, pero sin que las apruebe ni consienta 1. Las virtudes son efectos de la sa-
en ellas. biduría, según aquello de Sab 8,7: la di-
Así, pues, si se llama pasiones a las vina sabiduría enseña la sobriedad y la jus-
afecciones desordenadas, no pueden ticia, la prudencia y la fortaleza. Pero la
existir en el hombre virtuoso, de tal convivencia de la sabiduría no es amarga, se-
modo que consienta en ellas, habiendo gún se añade a continuación (v.16). Lue-
precedido deliberación, como sostuvie- go tampoco las virtudes pueden existir
ron los estoicos. Pero si se llama pasio- con la tristeza.
nes a todos los movimientos del apetito 2. La tristeza es un impedimento de
sensitivo, entonces pueden darse en el la operación, según hace ver el Filósofo
hombre virtuoso, en cuanto que están en el libro VII 18 y en el libro X Ethic.19
ordenados por la razón. De ahí que diga Pero el impedimento de la buena opera-
Aristóteles, en el libro II Ethic.15, que ción repugna a la virtud. Luego la tris-
algunos no definen bien las virtudes como cier- teza repugna a la virtud.
tas impasibilidades o quietudes, hablando de 3. La tristeza es una cierta enferme-
forma absoluta; cuando debieran decir dad del alma, como la llama Tulio Cice-
que son quietudes de las pasiones que rón, en el libro III De tuscul. quaest.20
surgen como y cuando no conviene. Pero la enfermedad del alma es contraria
Respuesta a las objeciones: 1. A la a la virtud, que es una buena disposición
primera hay que decir: El Filósofo aduce del alma. Luego la tristeza es contraria a
ese ejemplo, como otros muchos en los la virtud y no puede coexistir con ella.
libros de lógica, no conforme a su opi- En cambio, Cristo fue perfecto en la
nión, sino según la opinión de otros. Y virtud. Pero en él existió la tristeza,
tal fue la opinión de los estoicos 16, que pues, según se lee en Mt 26,38, dice: mi
las virtudes se daban sin las pasiones del alma está triste hasta la muerte. Luego la
alma; opinión que excluye el Filósofo, tristeza puede darse con la virtud.
en el libro II Ethic. 17, al decir que las
virtudes no son impasibilidades. No Solución. Hay que decir: Según dice
obstante, puede decirse que, al afirmar San Agustín, en el libro XIV De civ.
que el manso no experimenta pasión, ha Dei21, los estoicos quisieron poner en el alma
de entenderse de la pasión desordenada. del sabio tres eupatías, es decir, tres pasio-
2. A la segunda hay que decir: Aquel nes buenas, correspondientes a las tres per-
argumento, lo mismo que todos los turbaciones, a saber: la voluntad en vez de la
otros semejantes a él, aducidos por Cice- concupiscencia; el gozo en vez de la alegría, y
rón en el libro IV De tuscul. quaest. para la precaución en lugar del miedo. Pero en vez
lo mismo, procede de entender las pasio- de la tristeza negaron que se diese algo en el
nes como afectos desordenados. alma del sabio. Y esto, por dos razones:
3. A la tercera hay que decir: La pa- Primera, porque la tristeza está provoca-
sión que previene el juicio de la razón, da por un mal ya presente. Pero ellos es-
si prevalece tanto en el alma que se le timan que ningún mal puede suceder al
preste asentimiento, impide el consejo y sabio, pues creyeron que, así como el
el juicio de la razón; pero si le sigue, único bien del hombre es la virtud, ya
como imperada por la razón, ayuda a la que ninguno de los bienes corporales
ejecución del imperio de la razón. son bienes del hombre, así el único mal
14. C.4: ML 41,259. 15. ARISTÓTELES, c.3 n.5 (BK 1104b24): S. TH., lect.3. 16. Cf. CI-
CERÓN, Tuscul. 1.3 c.4 (DD 4,3). 17. ARISTÓTELES, c.3 n.5 (BK 1104b24): S. TH., lect.3.
18. ARISTÓTELES, c.13 n.1 (BK 1153b2): S. TH., lect.13. 19. ARISTÓTELES, c.5 n.5 (BK
1175b17): S. TH., lect.17. 20. C.7 (DD 4,5). 21. C.8: ML 41,411.
C.59 a.4 Comparación de la virtud moral con la pasión 453
del hombre es lo inhonesto, que no pue- tecerse moderadamente por aquello por
de darse en el hombre virtuoso. lo que se ha de sentir tristeza, como dice
Pero todo esto no es razonable. Por- también el Filósofo en el libro II
que, siendo el hombre un compuesto de Ethic.22 Además ello es útil para huir del
alma y cuerpo, lo que contribuye a la mal, pues así como a los bienes se les
conservación de la vida del cuerpo es un busca con mayor prontitud por su delec-
bien del hombre, aunque no sea el ma- tación, así a los males se les evita con
yor, pues puede el hombre usar mal de mayor fortaleza por la tristeza que oca-
él. De ahí que el mal contrario a este sionan.
bien puede darse en el sabio e inducir Debe decirse, pues, que la tristeza por
una tristeza moderada. Además, aunque las cosas que son propias de la virtud no
el virtuoso puede vivir sin pecado gra- puede coexistir con la virtud, ya que la
ve, nadie está libre en su vida de peca- virtud se complace en lo que le es pro-
dos leves, según aquello de 1 Jn 1,8: Si pio; pero la tristeza por aquellas cosas
dijéramos que no tenemos pecado, nos engaña- que son contrarias a la virtud la experi-
mos a nosotros mismos. En tercer lugar, menta moderadamente la virtud.
porque el hombre virtuoso, aunque no Respuesta a las objeciones: 1. A la
tenga ahora pecado, quizás lo tuvo en primera hay que decir: La autoridad aduci-
otro tiempo, y de ello se duele laudable- da prueba que el sabio no se entristece
mente, según aquello de 2 Cor 7,10: La por la sabiduría; pero, sin embargo, se
tristeza según Dios es causa de penitencia sa- entristece por aquellas cosas que son
ludable. En último lugar, porque también obstáculo para la sabiduría. Por eso en
puede dolerse laudablemente del pecado los bienaventurados, en quienes no pue-
ajeno. Por consiguiente, del mismo de haber obstáculo alguno para la sabi-
modo que la virtud moral es compatible duría, no tiene lugar la tristeza.
con otras pasiones moderadas por la ra- 2. A la segunda hay que decir: La tris-
zón, también es compatible con la tris- teza impide la operación que nos entris-
teza. tece; pero ayuda a ejecutar con pronti-
La segunda razón que movía a los es- tud aquello que ahuyenta la tristeza.
toicos a pensar así era que la tristeza es 3. A la tercera hay que decir: La tris-
del mal presente, y el temor es sobre el teza inmoderada es una enfermedad del
mal futuro; así como el placer es del alma; pero la tristeza moderada pertene-
bien presente y el deseo es sobre el bien ce a la buena disposición del alma, se-
futuro. Ahora bien, puede pertenecer a gún el estado de la vida presente.
la virtud que un hombre goce del bien
poseído o desee conseguirlo al no tener-
lo, o que también tome precauciones ARTICULO 4
frente al mal futuro; pero que el ánimo ¿Versa toda virtud moral sobre las
del hombre se someta al mal presente, pasiones?
como ocurre en la tristeza, parece total-
mente contrario a la razón, y es, en con- In Ethic. 5 lect.1.
secuencia, incompatible con la virtud. Objeciones por las que parece que
Pero tampoco esto es razonable. Exis- toda virtud moral versa sobre las pasio-
te, en efecto, algún mal que puede afec- nes.
tar al virtuoso, según queda dicho; mal 1. Dice el Filósofo, en el libro II
que detesta la razón, por supuesto. Por Ethic.23, que la virtud moral versa sobre los
consiguiente, el apetito sensitivo, al en- placeres y las tristezas. Pero el placer y la
tristecerse por este mal, aunque con mo- tristeza son pasiones, según se ha dicho
deración, según el juicio de la razón, no anteriormente (q.23 a.4; q.31 a.1; q.35 a.1
hace sino seguir la detestación de la ra- y 2). Luego toda virtud moral versa so-
zón. Ahora bien, es propio de la virtud bre las pasiones.
que el apetito sensitivo se conforme con 2. El sujeto de las virtudes morales
la razón, según se ha dicho (a.1 ad 2). es lo racional por participación, según se
Por tanto, pertenece a la virtud entris- dice en el libro I Ethic.24 Pero es ésa
22. ARISTÓTELES, c.6 n.10 (BK 1106b20): S. TH., lect.6. 23. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK
1104b8): S. TH., lect.3. 24. ARISTÓTELES, c.13 n.19 (BK 1103a1): S. TH., lect.20.
454 Tratado de las virtudes en general C.59 a.5
precisamente la parte del alma en que se no se dan pasiones, según queda dicho
dan las pasiones, según se ha dicho ante- (en la sol. y q.56 a.6 ad 2).
riormente (q.22 a.3). Luego toda virtud 3. A la tercera hay que decir: Algunas
moral versa sobre las pasiones. virtudes tienen por materia propia las
3. En toda virtud moral interviene pasiones, pero otras no. Por tanto, no se
alguna pasión. Por tanto, o todas versan puede decir de todas lo mismo, según se
sobre las pasiones o ninguna. Pero algu- verá más adelante (q.60 a.2).
nas versan sobre las pasiones, como la
fortaleza y la templanza, según se dice ARTICULO 5
en el libro III Ethic.25 Luego todas las
virtudes morales versan sobre las pasio- ¿Puede darse alguna virtud moral sin
nes. pasión?
En cambio, la justicia, que es una Infra q.60 a.2.
virtud moral, no versa sobre las pasio-
nes, según se dice en el libro V Ethic.26 Objeciones por las que parece que
puede darse virtud moral sin pasión.
Solución. Hay que decir: La virtud 1. Cuanto más perfecta es la virtud
moral perfecciona la parte apetitiva del moral tanto más supera las pasiones.
alma ordenándola al bien de la razón. Luego cuando llega a su máxima perfec-
Pero bien de la razón es todo aquello ción se da sin pasión alguna.
que está moderado u ordenado por ella. 2. Una cosa es perfecta cuando está
Por tanto, la virtud moral puede versar libre de su contrario y de todo lo que
sobre todo aquello que puede ser mode- inclina a lo contrario. Pero las pasiones
rado y ordenado por la razón. Ahora inclinan al pecado, que es contrario a la
bien, la razón ordena no sólo las pasio- virtud; por eso en Rom 7,5 se habla de
nes del apetito sensitivo, sino también pasiones de los pecados. Luego la virtud
las operaciones del apetito intelectivo, perfecta está totalmente libre de pasión.
que es la voluntad, que no es sujeto de 3. Por la virtud nos asemejamos a
pasión, según se ha dicho anteriormente Dios, según explica San Agustín en el li-
(q.22 a.3). Por consiguiente, no toda vir- bro De moribus Eccl.28 Pero Dios todo lo
tud moral versa sobre las pasiones, sino hace sin pasión. Luego la virtud perfec-
que unas versan sobre las pasiones, y tísima excluye toda pasión.
otras versan sobre las operaciones. En cambio, no hay justo que no goce con
Respuesta a las objeciones: 1. A la la operación justa, según se dice en el li-
primera hay que decir: No toda virtud mo- bro I Ethic.29 Pero el gozo es una pa-
ral versa sobre los placeres y las tristezas sión. Luego la justicia no puede darse
corno sobre materia propia, sino como sin pasión, y muchos menos las demás
sobre algo consiguiente al propio acto, virtudes.
pues todo hombre virtuoso se complace Solución. Hay que decir: Si llamamos
en el acto de la virtud y le entristece el pasiones a las afecciones desordenadas,
acto contrario. De ahí que Aristóteles, como hacían los estoicos30 (cf. a.2), en-
después de las palabras citadas, añada 27 tonces es manifiesto que la virtud per-
que si las virtudes versan sobre los actos y las fecta excluye las pasiones. Pero si llama-
pasiones, como a toda pasión y a todo acto si- mos pasiones a todos los movimientos
gue el placer y la tristeza, por eso la virtud del apetito sensitivo, entonces es claro
versará sobre los placeres y las tristezas, es que las virtudes morales, que tienen las
decir, como sobre algo consiguiente. pasiones por materia propia, no pueden
2. A la segunda hay que decir: Racional existir sin pasiones. La razón de ello es
por participación lo es no sólo el apetito que, de lo contrario, se seguiría que la
sensitivo, que es el sujeto de las pasio- virtud moral haría al apetito sensitivo
nes, sino también la voluntad, en la cual completamente inútil, siendo así que no
25. ARISTÓTELES, c.5 n.23 (BK 1115a6); c.10 n.1 (BK 1117b25): S. TH., lect.14.19; cf. 1.2
c.12 n.2.3 (BK 1107a33; 1107b5): S. TH., lect.8. 26. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1129a4):
S. TH., lect.1-4. 27. Eth. 1.2 c.3 n.3 (BK 1104b13): S. TH., lect.13. 28. C.6: ML
32,1315; c.11: ML 32,1319; c.13: ML 32,1321. 29. ARISTÓTELES, c.8 n.12 (BK 1099a17)-
S. TH., lect.13. 30. Cf. arriba a.2.
C.59 a.5 Comparación de la virtud moral con la pasión 455
es propio de la virtud hacer que las fa- anteriormente (q.17 a.7; q.24 a.3). Y así,
cultades sometidas a la razón cesen en por esta redundancia, cuanto más perfec-
sus propios actos, sino que sigan el im- ta sea la virtud, mayor pasión induce.
perio de la razón ejerciendo sus propios
actos. Por lo que, así como la virtud or- Respuesta a las objeciones: 1. A la
dena a los miembros del cuerpo ejecutar primera hay que decir: La virtud supera las
los actos exteriores debidos, también or- pasiones desordenadas, pero suscita las
dena al apetito sensitivo tener sus pro- ordenadas.
pios actos ordenados. 2. A la segunda hay que decir: Las pa-
Mas las virtudes morales que no ver- siones desordenadas inducen a pecar,
san sobre las pasiones, sino sobre las pero no así las moderadas.
operaciones, pueden existir sin pasiones 3. A la tercera hay que decir: El bien
(cual es el caso de la justicia), pues me- de cada cosa se ha de tomar según la
diante ellas se aplica la voluntad a su condición de su naturaleza. Ahora bien,
propio acto, que no es pasión. Sin em- en Dios y en los ángeles no se da apetito
bargo, al acto de justicia sigue el gozo, sensitivo, como se da en el hombre. Por
al menos en la voluntad, que no es pa- tanto, la operación buena en Dios y en
sión. Y si este gozo se multiplica por la los ángeles excluye toda pasión, como
perfección de la justicia, redundará hasta excluye todo cuerpo; mas la operación
el apetito sensitivo, en cuanto que las fa- buena del hombre va acompañada de pa-
cultades inferiores siguen el movimiento sión, lo mismo que media en ella el mi-
de las superiores, conforme se ha dicho nisterio del cuerpo.
CUESTIÓN 60
Sobre la distinción de las virtudes morales entre sí
Pasamos ya a estudiar la distinción de las virtudes morales entre sí
(cf. q.59 introd.), investigando cinco cosas al respecto:
1. ¿Hay sólo una virtud moral?—2. ¿Se distinguen las virtudes mo-
rales que versan sobre las operaciones de las que versan sobre las pasio-
nes?—3. ¿Hay tan sólo una virtud moral relativa a las operaciones?—
4. ¿Hay diversas virtudes morales acerca de las diversas pasiones?—
5. ¿Se distinguen las virtudes morales según los diversos objetos de las pa-
siones?
moral, la razón ejerce la función de im- (q.31 a.1; q.35 a.1). Luego la misma vir-
perar y mover, mientras que a la facul- tud que versa sobre las pasiones versa
tad apetitiva le corresponde ser impera- también sobre las operaciones, puesto
da y movida. Pero el apetito no recibe la que es operativa.
impresión de la razón como unívoca- 2. Las pasiones son principios de las
mente, porque no se hace racional por operaciones exteriores. Por tanto, si al-
esencia, sino por participación, según se gunas virtudes rectifican las pasiones,
dice en el libro I Ethic.1 De ahí que los consiguientemente han de rectificar tam-
objetos apetecibles se constituyan, según bién las operaciones. Luego son las mis-
la moción de la razón, en diversas espe- mas las virtudes morales que versan so-
cies según las diferentes relaciones a la bre las pasiones y sobre las operaciones.
razón. Por consiguiente, las virtudes 3. El apetito sensitivo se mueve,
morales son específicamente diversas, y bien o mal, a toda operación exterior.
no de una sola especie. Pero los movimientos del apetito sensiti-
Respuesta a las objeciones: 1. A la vo son las pasiones. Luego las mismas
primera hay que decir: El objeto de la ra- virtudes morales que versan sobre las
zón es la verdad, y la razón de verdad es operaciones versan también sobre las pa-
la misma en todos los objetos morales, siones.
que constituyen lo contingente agible. En cambio, el Filósofo3 pone la jus-
De ahí que baste una sola virtud, la pru- ticia para rectificar las operaciones y la
dencia, para dirigir la acción sobre ellos. templanza, la fortaleza y la mansedum-
Pero el objeto de la facultad apetitiva es bre para rectificar determinadas pasio-
el bien apetecible, cuya razón formal es nes.
diversa según la diversa relación en que Solución. Hay que decir: La operación
esté con la razón reguladora. y la pasión pueden compararse con la
2. A la segunda hay que decir: Aquella virtud de dos modos. Uno, en cuanto
razón formal de bien es genéricamente efectos, y en este sentido toda virtud
una, por la unidad del agente; pero se moral tiene algunas operaciones buenas,
diversifica en especies por las diversas producidas por ella, y también algún
relaciones de los sujetos receptores, se- placer o tristeza, que son pasiones, se-
gún queda dicho (sol.). gún se ha dicho anteriormente (q.49 a.4
3. A la tercera hay que decir: Los en- ad 1).
tes morales no se especifican por el fin De otro modo puede compararse la
último, sino por los fines próximos, que, operación a la virtud moral como mate-
aunque sean infinitos en número, no son ria sobre la que versa, y en ese sentido
infinitos en cuanto a la especie. es necesario que unas virtudes morales
versen sobre las operaciones y otras ver-
ARTICULO 2 sen sobre las pasiones. La razón de ello
es porque el bien y el mal en ciertas
¿Se distinguen las virtudes morales operaciones se considera según las ope-
que versan sobre las operaciones de raciones mismas, cualquiera que sea el
las que versan sobre las pasiones? afecto del hombre sobre ellas, en cuanto
In Ethic. 2 lect.8; 5 lect.1. que el bien y el mal en ellas se toma de
su conmensuración respecto de otro
Objeciones por las que parece que hombre. En tales casos es necesario que
las virtudes morales no se distinguen en- exista alguna virtud que dirija las opera-
tre sí porque unas versen sobre las ope- ciones en sí mismas, como son la com-
raciones y otras sobre las pasiones. pra y la venta y todas las demás opera-
1. Dice el Filósofo, en el libro II ciones semejantes en las que se atiende a
Ethic.2, que la virtud moral es operativa la razón de debido o indebido a otro.
de lo mejor en los placeres y en las tristezas. Por eso la justicia y sus partes tienen
Pero los placeres y las tristezas son pa- por materia propia las operaciones. En
siones, según se ha dicho anteriormente cambio, en otras operaciones el bien y el
4. ARISTÓTELES, c.1 n.20 (BK 1130a12): S. TH., lect.2. 5. ARISTÓTELES, c.2 n.12 (BK
1130b30): S. TH., lect.4.
C.60 a.4 Distinción de las virtudes morales entre sí 459
lo que es debido a los bienhechores, y se ve principalmente en el caso de las
así las demás. ciencias. Pero todas las pasiones tienen
Respuesta a las objeciones: 1. A la un mismo principio, que es el amor, y
primera hay que decir: La justicia propia- todas terminan en el mismo fin, que es
mente dicha es una virtud especial, que el placer o la tristeza, según se ha visto
atiende a la razón perfecta de débito, anteriormente (q.25 a. 1-4; q.27 a.4). Lue-
que puede ser saldado de modo equiva- go acerca de todas las pasiones no se da
lente. Sin embargo, en un sentido más más que una virtud moral.
amplio, el nombre de justicia se aplica a 2. Si acerca de las diversas pasiones
cualquier satisfacción de deuda, y en este existiesen diversas virtudes morales, se
sentido no es una virtud especial. seguiría que habría tantas virtudes mora-
2. A la segunda hay que decir: La jus- les como pasiones. Pero esto es, eviden-
ticia que mira al bien común es virtud temente, falso, porque una misma virtud
distinta de la justicia que se ordena al moral modera pasiones opuestas, como
bien privado de una persona. De ahí que la fortaleza modera los temores y las
también se distinga el derecho común audacias, y la templanza modera los pla-
del derecho privado; y Tulio Cicerón6 ceres y las tristezas. Luego no es necesa-
señala una virtud especial, la piedad, que rio que sobre las diversas pasiones haya
mira al bien de la patria. Pero la justicia diversas virtudes morales.
que ordena al hombre al bien común es 3. El amor, la concupiscencia y el
una virtud general por razón de su im- placer son pasiones específicamente dife-
perio: porque ordena todos los actos de rentes, según se ha visto anteriormente
las demás virtudes a su propio fin, esto (q.23 a.4). Pero sobre todas ellas versa
es, al bien común. Y la virtud que reci- una misma virtud, que es la templanza.
be el imperio de tal justicia también Luego las virtudes morales no son di-
toma el nombre de justicia, y, en este versas por versar sobre diversas pasio-
sentido, la virtud no difiere de la justicia nes.
legal más que con distinción de razón, En cambio, se dice en el libro III7 y
como con sólo distinción de razón difie- en el libro IV Ethic.8 que la fortaleza
re la virtud que obra por sí misma y la versa sobre los temores y las audacias; la
virtud que obra por imperio de otra. templanza, sobre las concupiscencias; y
3. A la tercera hay que decir: En todas la mansedumbre, sobre las iras.
las operaciones que pertenecen a la jus-
ticia especial hay una misma razón de Solución. Hay que decir: No puede de-
débito, y por eso las regula una misma cirse que haya una sola virtud moral
virtud de justicia, especialmente en para todas las pasiones, pues algunas pa-
cuanto a las conmutaciones, porque tal siones pertenecen a potencias diversas,
vez la justicia distributiva difiera especí- ya que unas pertenecen al apetito irasci-
ficamente de la conmutativa; pero esto ble y otras pertenecen al apetito concu-
se investigará más adelante (2-2 q.61 piscible, según se ha dicho anteriormen-
a.1). te (q.23 a.4).
Sin embargo, no basta cualquier di-
ARTICULO 4 versidad de pasiones para diversificar las
virtudes morales. Primero, porque hay
¿Hay diversas virtudes morales pasiones que se oponen contrariamente,
acerca de las diversas pasiones? como el gozo y la tristeza, el temor y la
audacia, y otras así. Y sobre estas pasio-
Objeciones por las que parece que nes así opuestas es necesario que verse
acerca de las diversas pasiones no hay una sola virtud, pues como la virtud
diversas virtudes morales. moral consiste en un cierto medio, éste
1. Acerca de las cosas que convie- en las pasiones contrarias se establece se-
nen en un mismo principio y en un mis- gún una misma razón, lo mismo que en
mo fin se da tan sólo un hábito, como las cosas naturales es el mismo el medio
6. Rhetor. 1.2 c.53 (DD 1,165). 7. ARISTÓTELES, c.5 n.23 (Bic 1115a6); c.10 n.1 (BK
1117b25): S. TH., lect.14.19. 8. ARISTÓTELES, c.5 n.l (BK 1125b26): S. TH., lect.13; cf. 1.2
c.7 n.2.10 (BK 1107a33; 1108a6).
460 Tratado de las virtudes en general C.60 a.5
entre los contrarios, como entre el blan- ARTICULO 5
co y el negro.
Segundo, porque hay pasiones diver- ¿Se distinguen las virtudes morales
sas que se oponen del mismo modo a la según los diversos objetos de las
razón, a saber, por el impulso hacia lo pasiones?
que es contrario a la razón, o por la re- In Ethic. 2 lect.8 y 9.
tracción de aquello que es según razón.
Y así diversas pasiones del apetito con- Objeciones por las que parece que
cupiscible no pertenecen a diversas vir- las virtudes morales no se distinguen se-
tudes morales porque sus movimientos gún los objetos de las pasiones.
se suceden según un cierto orden, pues- 1. Las pasiones tienen sus objetos
to que se ordenan a lo mismo, esto es, a como las operaciones tienen los suyos.
conseguir el bien o a rehusar el mal, tal Pero las virtudes morales que versan so-
como del amor procede la concupiscen- bre las operaciones no se distinguen se-
cia y de la concupiscencia se pasa a la gún los objetos de las operaciones, pues
delectación. Y la misma razón vale para a la misma virtud de la justicia pertenece
los opuestos, porque del odio se sigue la comprar o vender una cosa o un caballo.
huida o la abominación, que lleva a la Luego tampoco las virtudes morales,
tristeza. Mas las pasiones del apetito que versan sobre las pasiones, se diversi-
irascible no son de un mismo orden, fican por los objetos de las pasiones.
sino que tienen términos diversos, pues 2. Las pasiones son ciertos actos o
la audacia y el temor se refieren a algún movimientos del apetito sensitivo. Pero
peligro grande; la esperanza y la deses- se requiere mayor diversidad para la dis-
peración, a algún bien arduo; mientras tinción de los hábitos que para la dis-
que la ira mira a superar algún contrario tinción de los actos. Por consiguiente,
que produjo daño. Por eso a moderar los diversos objetos que no causan di-
estas pasiones se ordenan diversas virtu- versidad específica de pasiones tampoco
des, a saber: la templanza, respecto de diversificarán específicamente a la virtud
las pasiones del apetito concupiscible; la moral, de modo que sobre todos los ob-
fortaleza, respecto de los temores y las jetos deleitables no habrá más que una
audacias; la magnanimidad, respecto de virtud moral; y lo mismo ocurrirá con
la esperanza y la desesperación; la man- las demás pasiones.
sedumbre, respecto de las iras. 3. Lo más y lo menos no diversifi-
can la especie. Pero los diversos objetos
Respuesta a las objeciones: 1. A la placenteros no difieren sino por serlo
primera hay que decir: Todas las pasiones más o menos. Luego todos los objetos
convienen en un mismo principio y en placenteros caen bajo la misma virtud. Y
un mismo fin común; pero no en un por la misma razón, todos los objetos de
mismo principio o fin propio. Por tanto terror. Y lo mismo cabe decir de los ob-
eso no basta para la unidad de la virtud jetos de las demás pasiones. Luego las
moral. virtudes morales no se distinguen según
2. A la segunda hay que decir: Así los objetos de las pasiones.
como en las cosas naturales es uno mis- 4. Así como la virtud obra el bien,
mo el principio por el que se deja un ex- también impide el mal. Pero sobre las
tremo y se acerca al otro, y en el ámbito concupiscencias de los bienes hay diver-
de lo racional es una misma la razón de sas virtudes, como la templanza sobre
los contrarios, así también la virtud mo- los placeres del tacto, y la eutrapelia so-
ral, que concuerda con la razón a modo bre los placeres del juego. Luego tam-
de naturaleza, es la misma para las pasio- bién debe haber diversas virtudes sobre
nes contrarias. los temores de los males.
3. A la tercera hay que decir: Aquellas En cambio, la castidad versa sobre
tres pasiones se ordenan a un mismo ob- los placeres venéreos; la abstinencia ver-
jeto según un cierto orden, como queda sa sobre los placeres de la comida; y la
dicho (en la sol.), y por eso pertenecen a eutrapelia versa sobre los placeres del
la misma virtud moral. juego.
C.60 a.5 Distinción de las virtudes morales entre sí 461
Solución. Hay que decir: La perfección bien se ordene al bien del hombre en re-
de la virtud depende de la razón, mien- lación con los demás. Y toda esta diver-
tras que la perfección de la pasión de- sidad, tomada del diverso orden a la ra-
pende del mismo apetito sensitivo. Por zón, lleva consigo diversidad de virtu-
tanto, es necesario que las virtudes se di- des.
versifiquen según el orden a la razón, Así, pues, si se trata de un bien apre-
mientras que las pasiones se diferencian hendido por el sentido del tacto y que se
por el orden al apetito. En consecuencia, ordena a la conservación de la vida hu-
los objetos de las pasiones, en cuanto mana en el individuo o en la especie,
que dicen diversa relación al apetito sen- como son los placeres de la comida y del
sitivo, originan diversas especies de pa- sexo, será un bien que pertenece a la vir-
sión; pero en cuanto que dicen relación tud de la templanza. Los placeres de los
a la razón originan diversas especies de demás sentidos, como no son vehemen-
virtud. Y como no es lo mismo el movi- tes, no ofrecen dificultad alguna a la ra-
miento de la razón que el movimiento zón y, por eso, no se les asigna virtud
del apetito sensitivo, nada impide que alguna, que versa sobre lo difícil, lo mismo
una misma diferencia de objetos cause la que el arte, según se dice en el libro II
diversidad de pasiones y no cause la di- Ethic.9
versidad de virtudes, como ocurre cuan- El bien aprehendido, no por el senti-
do una misma virtud modera muchas do, sino por una facultad interior, y que
pasiones, según se ha dicho (a.4); y que corresponde a su vida individual, es
también una misma diferencia de objetos como el dinero y el honor. El dinero es
cause diversidad de virtudes y no cause ordenable, de suyo, al bien del cuerpo,
diversidad de pasiones, tal como sucede mientras que el honor consiste en la
cuando a una misma pasión, por ejem- aprehensión del alma. Y estos bienes
plo, el placer, se ordenan diversas virtu- pueden considerarse, ya sea absoluta-
des. mente, en cuyo caso pertenecen al apeti-
Y como las diversas pasiones que per- to concupiscible, ya sea con cierta ardui-
tenecen a diversas potencias, siempre dad, y entonces pertenecen al apetito
pertenecen a diversas virtudes, como irascible. Esta distinción no tiene lugar
queda dicho (a.4), de ahí que la diversi- en los bienes deleitables al tacto, que
dad de objetos que corresponde a diver- son bienes ínfimos, comunes al hombre
sidad de potencias, lleva consigo diversi- y a los animales. Así, pues, sobre el bien
dad específica de virtudes; por ejemplo, del dinero, absolutamente considerado,
la diferencia entre lo que es simplemente en cuanto que es objeto de concupiscen-
bueno y lo que es bueno con cierta ar- cia, de placer o de amor, versa la liberali-
duidad. Y puesto que la razón rige con dad. Pero sobre este mismo bien, consi-
cierto orden las facultades inferiores del derado como arduo, en cuanto que es
hombre e incluso se extiende a las cosas objeto de esperanza, versa la magnificen-
exteriores, de ahí también que, según cia. Sobre el bien del honor, absoluta-
que un objeto de pasión sea aprehendido mente considerado, en cuanto que es ob-
por el sentido o la imaginación, o tam- jeto de amor, versa una cierta virtud lla-
bién por la razón; y según que pertenez- mada filotimia10, esto es, amor del
ca al alma, o al cuerpo, o a las cosas ex- honor. Pero sobre el honor, considerado
teriores, importará diversa relación a la bajo el aspecto de arduidad, en cuanto
razón, y, en consecuencia, inducirá natu- que es objeto de esperanza, versa la mag-
ralmente diversidad de virtudes. Por nanimidad. De este modo la liberalidad y
tanto, el bien del hombre, que es objeto la filotimia parecen darse en el apetito
de amor, de concupiscencia y de placer, concupiscible; y la magnificencia y la
puede considerarse como objeto del sen- magnanimidad, en el apetito irascible.
tido corporal o de la aprehensión inte- El bien del hombre en orden a los de-
rior del alma; y esto, bien se ordene al más no parece implicar arduidad, sino
bien del hombre en sí mismo, sea en que se toma absolutamente como objeto
cuanto al cuerpo o en cuanto al alma, o de las pasiones del apetito concupiscible.
9. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (BK 1105a9): S. TH., lect.3. 10. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 1.2 c.7
n.8 (BK 1107b32).
462 Tratado de las virtudes en general C.60 a.5
11. L.2 c.7 n.13 (BK 1108a28): S. TH., lect.9. 12. L.2 c.7 n.12 (BK 1108a20).
13. L.2 c.7 n.13 (BK 1108a24). 14. Eth. 1.2 c.7 n.1 (BK 1107a32). 15. Cf. a.4 sol. al fi-
nal. 16. §31: MG 3,732.
1. ARISTÓTELES, c.10 n.3 (BK 14b33). 2. In Luc. 1.5 sobre 6,20: ML 15,1738.
5. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1123B30): S. TH., lect.8. 6. In Evang. 1.1 hom. 7: ML
76,1103. 7. L.2 c.53-54 (DD 1,165). 8. Cf. S. AMBROSIO, De off. minist. 1.1 c.36: ML
16,82; S. AGUSTÍN, De mor. Eccl. cathol. 1.1 c.15: ML 32,1322; S. GREGORIO, Moral. 1.22 c.1:
ML 76,212. 9. Cf. SÉNECA, Ad Lucilium epist. 67 (DD 651).
466 Tratado de las virtudes en general C.61 a.4
placeres del tacto; y se llama fortaleza a que es la recta razón de lo agible; la se-
la que causa firmeza ante los peligros de gunda, esto es, el elegir, parece pertene-
muerte. cer a la templanza, por la que uno no
Y así cesan también todas las objeciones: obra por pasión, sino por elección, re-
porque si otras virtudes pueden ofrecer frenando las pasiones; la tercera, el que
otros modos de principalidad, éstas, sin uno obre por el fin debido, alude a una
embargo, se llaman principales por ra- cierta rectitud, que parece pertenecer a
zón de la materia, según queda dicho la justicia; la última, esto es, la firmeza e
(sol.). inmovilidad, pertenece a la fortaleza.
Luego cualquiera de estas virtudes es
ARTICULO 4 condición general de todas las virtudes.
Luego no se distinguen entre sí.
¿Se distinguen entre sí las cuatro En cambio, dice San Agustín, en el
virtudes cardinales? libro De moribus Eccles.14, que la virtud es
In Sent. 3 d.33 q.1 a.1 q.a3; In Ethic. 2 lect.8; De vir- cuádruple debido al efecto vario del amor, y a
tut. a. 12 ad 23; De virt. card. a.1 ad 1. continuación habla de las cuatro antedi-
chas virtudes. Luego esas cuatro virtu-
Objeciones por las que parece que
des son distintas entre sí.
las cuatro antedichas virtudes no son
virtudes diversas ni distintas entre sí. Solución. Hay que decir: Según se ha
1. Dice San Gregorio, en el libro dicho anteriormente (a. 3), las antedichas
XXII Moral.10, que la prudencia no es ver- cuatro virtudes son tomadas en dos
dadera si no es justa, templada y fuerte; ni es acepciones por los diversos autores.
perfecta la templanza si no es fuerte, justa y Unos 15 las toman en cuanto significan
prudente; ni es íntegra la fortaleza si no es ciertas condiciones generales del alma
prudente, templada y justa; ni es verdadera la humana, que se encuentran en todas las
justicia si no es prudente, fuerte y templada. virtudes, de modo que la prudencia no
Pero esto no ocurriría si las dichas cua- es otra cosa que cierta rectitud de discre-
tro virtudes fuesen distintas entre sí, ción en toda clase de actos y de mate-
pues las diversas especies de un mismo rias; la justicia, cierta rectitud de alma
género no se denominan mutuamente. por la que el hombre obra lo que debe
Luego dichas virtudes no se distinguen en cualquier materia; la templanza, cierta
entre sí. disposición del alma que modera cual-
2. Tratándose de cosas distintas en- quier pasión u operación, para que no
tre sí, lo que es propio de una no se traspasen los límites debidos; la fortale-
atribuye a otra. Pero lo que es de la za, cierta disposición del alma por la que
templanza se atribuye a la fortaleza, pues se afianza en lo que es conforme a la ra-
dice San Ambrosio, en el libro I De of- zón frente a cualquier ímpetu pasional o
fic. 11: Con razón se habla de fortaleza cuando al cansancio de las operaciones. Ahora
cada uno se vence a sí mismo, y no se deja bien, estas cuatro condiciones distingui-
ablandar y doblegar por ningún atractivo. Y das de este modo no importan diversi-
de la templanza también dice 12 que guar- dad de hábitos virtuosos en cuanto a la
da la medida u orden en todas las cosas que justicia, la templanza y la fortaleza. En
juagamos que han de ser hechas o dichas. efecto, a cualquier virtud moral, por el
Luego parece que estas virtudes no son hecho de ser hábito, le corresponde cier-
distintas entre sí. ta firmeza, para no dejarse mover en
3. Dice el Filósofo, en el libro II contrario, lo cual se ha dicho que perte-
Ethic.13, que para la virtud se requieren nece a la fortaleza. Por ser virtud, ha de
estas cosas: primero, que sepa lo que hace; ordenarse al bien, en lo cual va implícita
segundo, que elija, y que elija por un fin deter- la razón de rectitud o débito, que se de-
minado; tercero, que se mantenga firme e in- cía pertenecer a la justicia. Por ser vir-
móvil en el obrar. Pero la primera condi- tud moral que participa de la razón ha
ción parece pertenecer a la prudencia, de mantener el modo de la razón en
10. C.1: ML 76,212. 11. C.36: ML 16,82. 12. C.24: ML 16,62. 13. ARISTÓTE-
LES, c.4 n.3 (BK 1105a31): S. TH., lect.4. 14. C.15: ML 32,1322. 15. A esta opinión se
refiere S. ALBERTO MAGNO, Summa de bono, quien la atribuye a Felipe Canciller.
C.61 a.5 Sobre las virtudes cardinales 467
todo sin extralimitarse, que se decía per- para mantenerse firme frente a los ímpe-
tenecer a la templanza. Tan sólo el tener tus de las delectaciones, pues, como dice
discreción, que se atribuía a la pruden- Tulio Cicerón, en el libro I De offic.17,
cia, parece distinguirse de las otras tres no es razonable que quien no se doblega por el
condiciones, en cuanto que esto pertene- miedo, sea vencido por la concupiscencia; ni
ce a la misma razón por esencia, mien- que sea vencido por el placer quien se muestra
tras que las otras tres condiciones im- invicto en el trabajo.
portan cierta participación de la razón, a 2. A la segunda hay que decir: Por lo
modo de cierta aplicación a las pasiones dicho ya es clara la respuesta a la segun-
u operaciones. Así, pues, según esto, la da objeción, pues la templanza guarda la
prudencia sería virtud distinta de las moderación en todo, y la fortaleza man-
otras tres; mas las otras tres no serían tiene el ánimo inflexible contra el atrac-
virtudes distintas entre sí, pues es claro tivo de los placeres, bien en cuanto que
que una misma e idéntica virtud es hábi- estas virtudes significan ciertas condicio-
to y es virtud y es moral. nes generales de las virtudes, bien por
Otros16, en cambio, con más acierto, redundancia, según queda explicado.
toman estas cuatro virtudes en su deter- 3. A la tercera hay que decir: Aquellas
minación a materias especiales, de modo cuatro condiciones generales de las vir-
que cada una de ellas se concreta en una tudes que señala el Filósofo no son pro-
materia en la que es de alabar principal- pias de las virtudes de que estamos ha-
mente aquella condición general que da blando, aunque pueden apropiarse a
nombre a la virtud, conforme se ha di- ellas conforme se ha explicado (sol.).
cho anteriormente (a.3). Y en este aspec-
to es manifiesto que dichas virtudes son
hábitos diversos, distintos según la di- ARTICULO 5
versidad de objetos. ¿Se dividen convenientemente las
Respuesta a las objeciones: 1. A la virtudes cardinales en virtudes
primera hay que decir: San Gregorio habla políticas, purgativas, de alma
de las cuatro virtudes mencionadas se- purificada y ejemplares?
gún la primera acepción. O también In Sent. 3 d.33 q.1 a.4 ad 2; d.34 q.1 a.1 obj.6; De
puede decirse que estas cuatro virtudes verit. q.26 a.8 ad 2.
se intercambian la denominación por
cierta redundancia, pues lo que es pro- Objeciones por las que parece que
pio de la prudencia redunda en las otras estas cuatro virtudes no se dividen con-
virtudes en cuanto que están dirigidas venientemente en virtudes ejemplares,
por la prudencia. Y cada una de las de- de alma purificada, purgativas y políti-
más redunda en las otras en el sentido cas.
de que quien puede lo que es más difícil 1. Según dice Macrobio, en el libro
puede también lo que es menos difícil. I Super somnium Scipionis™, las virtudes
De ahí que quien puede refrenar las con- ejemplares son las que existen en la misma
cupiscencias de los placeres del tacto mente divina. Pero dice el Filósofo, en el
para que no se excedan en el modo, lo libro X Ethic.19, que es ridículo atribuir a
que es dificilísimo, se habilita por lo Dios justicia, fortaleza, templanza y pruden-
mismo para refrenar la audacia de cara a cia. Luego estas virtudes no pueden ser
los peligros de muerte, para que no aco- ejemplares.
meta inmoderadamente, lo cual es mu- 2. Se llaman virtudes de alma purifi-
cho más fácil, y en este sentido se habla cada las que existen sin pasiones, pues
de fortaleza temperada. A su vez, se dice dice Macrobio 20 que es propio de la tem-
que la templanza es fuerte por la redun- planza de alma purificada no reprimir las
dancia de la fortaleza en ella, en el senti- concupiscencias terrenas, sino olvidarlas total-
do de que quien tiene, por la fortaleza, mente; y de la fortaleza, ignorar las pasiones,
el ánimo firme frente a los peligros de no vencerlas. Ahora bien, se ha dicho an-
muerte, cosa dificilísima, está habilitado teriormente (q.59 a.5) que estas virtudes
16. ARISTÓTELES, Eth. 1.2 c.7 n.2 (BK 1107a33); cf. también CICERÓN, De iuvent. l.2 c.53
(DD 1,165). 17. C.20 (DD 4,441). 18. C.8 (DD 33). 19. ARISTÓTELES, c.8 n.7 (BK
1178b10): S. TH., lect.12. 20. In somn. Scipion. l.1 c.8 (DD 33).
468 Tratado de las virtudes en general C.61 a.5
no pueden darse sin pasiones. Luego las cumplimiento de la ley eterna en sus
virtudes cardinales no pueden ser virtu- obras, tal como dijo Plotino27.
des de alma purificada. Y dado que el hombre es por natura-
3. Llama purgativas21 a las virtudes leza animal político, estas virtudes, en
de aquellos hombres que con cierta huida cuanto que existen en el hombre según
de las cosas humanas se entregan exclusiva- la condición de su naturaleza, se llaman
mente a las divinas. Pero esto parece vicio- políticas, por cuanto el hombre mediante
so, pues dice Tulio Cicerón, en el libro estas virtudes se comporta rectamente en
I De offic.22, que a quienes dicen despreciar las actividades humanas. En tal sentido
lo que la mayoría admira, el poder y la ma- hemos hablado de estas virtudes hasta
gistratura, pienso que no sólo no se les ha de aquí.
alabar, sino que más bien se les ha de vitupe- Pero como pertenece también al hom-
rar. Luego no hay virtudes purgativas. bre tender cuanto puede a las cosas divi-
4. Llama virtudes políticas23 a aque- nas, según dice también el Filósofo, en
llas por las que los buenos varones trabajan el libro X Ethic.28, y nos lo recomienda
por el bien de la república y por la seguridad de muchas maneras la Sagrada Escritura,
de la ciudad. Pero al bien común tan sólo como aquel pasaje de Mt 5,48: Sed perfec-
se ordena la justicia legal, según dice tos como vuestro Padre celestial es perfecto, es
Aristóteles, en el libro V Ethic.24 Luego, necesario poner algunas virtudes medias
las otras virtudes no deben llamarse po- entre las políticas, que son virtudes hu-
líticas. manas, y las ejemplares, que son virtu-
des divinas. Estas virtudes intermedias
En cambio, dice Macrobio en el lu- se distinguen según la diversidad que
gar citado25: Platino, príncipe con Platón hay entre el movimiento y el término.
entre los maestros de filosofía, dice que «son Es decir, que unas son las virtudes de
cuatro los géneros de las virtudes cuaternas. los que están en camino tendiendo a la
Las primeras de ellas se llaman políticas; las semejanza divina, y se llaman virtudes
segundas, purgativas; las terceras, de alma purgativas. Entonces, la prudencia, me-
purificada; las cuartas, ejemplares». diante la contemplación de las cosas di-
vinas, se desentiende de todas las cosas
Solución. Hay que decir: Como dice mundanas, y dirige todo el pensamiento
San Agustín, en el libro De moribus Ec- del alma a Dios; la templanza abandona,
cles. 26, es necesario que el alma vaya en pos de en cuanto lo permite la naturaleza, los
algo para que pueda nacer en ella la virtud; y cuidados que pide el cuerpo; la fortaleza
esto es Dios, cuyo seguimiento nos hace vivir hace que el alma no tema abandonar el
bien. Es necesario, por tanto, que el cuerpo y elevarse a las cosas superiores;
ejemplar de la virtud humana preexista y la justicia hace que el alma consienta
en Dios, lo mismo que en El preexisten totalmente seguir el camino de tal pro-
las razones de todas las cosas. Así, pues, pósito. Otras son las virtudes de los que
la virtud puede ser considerada en cuan- ya han conseguido la semejanza divina,
to existiendo ejemplarmente en Dios; y, y éstas se llaman virtudes del alma ya pu-
en este sentido, se habla de virtudes rificada. Entonces la prudencia se ocupa
ejemplares, de modo que la misma mente tan sólo en contemplar las cosas divinas;
divina se llame en Dios prudencia; tem- la templanza desconoce los deseos terre-
planza, la conversión de la intención di- nos; la fortaleza ignora las pasiones; la
vina sobre sí mismo, al modo como en justicia, imitando la mente divina, se
nosotros entendemos por templanza la asocia con ella en alianza perpetua. Se
conformidad del apetito concupiscible trata de las virtudes de los bienaventura-
con la razón; la fortaleza de Dios es su dos, o de algunas personas muy perfec-
inmutabilidad; y la justicia de Dios es el tas de este mundo b .
21. MACROBIO, In somn. Scipion. l.1 c.6 (DD 32). 22. C.21 (DD 4,441). 23. MACRO-
BIO, In somn. Scipion. l.1 c.6 (DD 32). 24. ARISTÓTELES, c.1 n.13 (BK 1129b15). 25. In
somn. Scipion. 1.1 c.8 (DD 32). 26. C.6: ML 32,1314. 27. Cf. MACROBIO, In somn. Sci-
pion. 1.1 c.8 (DD 34). 28. ARISTÓTELES, c.7 n.8 (BK 1177b26): S. TH., lect.11.
b Santo Tomás acepta la división de Macrobio de las virtudes en políticas, purgativas, de alma
purificada y ejemplares, como otros tantos grados de perfección accidental de la virtud. El aspec-
C.61 a.5 Sobre las virtudes cardinales 469
30
Respuesta a las objeciones: 1. A la rón poco antes : Quizás haya que tener
primera hay que decir: El Filósofo habla concesiones con los que no se ocupan de la re-
de estas virtudes referidas a las cosas hu- pública, porque, dotados de excelente ingenio,
manas, por ejemplo, la justicia que versa se dedicaron a la enseñanza; y también con
sobre las compras y ventas; la fortaleza, aquellos que, por su débil salud o impedidos
que versa sobre los temores, y la tem- por alguna causa más grave, se retiraron de la
planza que versa sobre las concupiscen- vida pública, cediendo a otros el poder y la
cias; pues en este sentido es ridículo atri- gloria de su administración. Lo cual con-
buirlas a Dios. cuerda con aquello que dice San Agus-
2. A la segunda hay que decir: Las vir- tín, en el libro XIX De civ. Dei31: La ca-
tudes humanas, es decir, las virtudes de ridad de la verdad busca el ocio santo; la nece-
los hombres que viven en este mundo, sidad de la caridad asume el negocio justo. Si
versan sobre las pasiones. Pero las virtu- nadie impone esta carga, uno se ha de dedicar
des de los hombres que han conseguido a la búsqueda y contemplación de la verdad;
la plena bienaventuranza se dan sin las pero si se impone, uno ha de aceptarla por la
pasiones. Por eso dice Plotino29 que las necesidad de la caridad.
virtudes políticas suavizan las pasiones, es 4. A la cuarta hay que decir: Sólo la
decir, las reducen al medio; las segundas, justicia legal mira directamente al bien
es decir, las purgativas, las quitan; las ter- común; pero ella, por el imperio, convo-
ceras, que son las del alma purgada, las ca a todas las demás virtudes al bien co-
olvidan; en las cuartas, es decir, en las mún, según dice el Filósofo, en el libro
ejemplares, no se permite nombrarlas. Aun- V Ethic.32 Pues hay que tener en cuenta
que también pueda decirse que habla que a las virtudes políticas, tal como se
aquí de las pasiones en cuanto significan entienden aquí, pertenece no sólo obrar
ciertos movimientos desordenados. bien en orden al bien común, sino tam-
3. A la tercera hay que decir: Descui- bién respecto de las partes del bien co-
dar las cosas humanas cuando la necesi- mún, como son las familias y las perso-
dad se impone, es vicioso. En otros ca- nas en particular.
sos es virtuoso. Por eso dice Tulio Cice-
29. MACROBIO, In somn. Scipion. l.1 c.8 (DD 32). 30. De off. l.1 c.21 (DD 4,441).
31. C.19: ML 41,647. 32. ARISTÓTELES, c.1 n.15 (BK 1129b31): S. TH., lect.2.
1. ARISTÓTELES, Text. 17 (BK 246b23): S. TH., lect.5; cf. l.7 c.3 n.4 (BK 246a13).
gar, porque tienen a Dios por objeto, en las virtudes teológicas no se distinguen
cuanto que por ellas nos ordenamos rec- de las virtudes morales e intelectuales.
tamente a Dios; segundo, porque sólo 1. Las virtudes teológicas, si existen
Dios nos las infunde; y tercero, porque en el alma humana, es necesario que la
solamente son conocidas mediante la di- perfeccionen, o en su parte intelectiva, o
vina revelación, contenida en la Sagrada en su parte apetitiva. Pero las virtudes
Escritura. que perfeccionan la parte intelectiva se
Respuesta a las objeciones: 1. A la llaman intelectuales, y las virtudes que
primera hay que decir: Una naturaleza pue- perfeccionan la parte apetitiva son las
de ser atribuida a una cosa de dos mo- morales. Luego las virtudes teológicas
dos. Uno, por esencia; y en este sentido no se distinguen de las morales e intelec-
las virtudes teológicas exceden la natura- tuales.
leza del hombre. De otro modo, por 2. Se llaman virtudes teológicas las
participación, al modo como el leño ar- que nos ordenan a Dios. Pero entre las
diendo participa la naturaleza del fuego; virtudes intelectuales hay una que nos
y en este sentido el hombre se hace de ordena a Dios, esta es la sabiduría, que
algún modo partícipe de la naturaleza trata de las cosas divinas, puesto que
divina, según queda dicho (sol.). Y así considera la causa suprema. Luego las
estas virtudes convienen al hombre se- virtudes teológicas no se distinguen de
gún la naturaleza participada. las virtudes intelectuales.
2. A la segunda hay que decir: Estas 3. San Agustín muestra, en el libro
virtudes no se llaman divinas como si De moribus Eccles.2, cómo las cuatro vir-
Dios fuese virtuoso por ellas, sino por- tudes cardinales constituyen el orden del
que Dios nos hace virtuosos por ellas y amor. Pero el amor es la caridad, que se
porque por ellas nos ordenamos a Dios. señala como virtud teológica. Luego las
De ahí que no sean virtudes ejemplares, virtudes morales no difieren de las teo-
sino hechas a imitación de ellas. lógicas.
3. A la tercera hay que decir: La razón En cambio, lo que está por encima
y la voluntad están naturalmente ordena- de la naturaleza del hombre se distingue
das a Dios, en cuanto que es principio y de lo que es conforme a ella. Pero las
fin de la naturaleza, y según la propor- virtudes teológicas están por encima de
ción de la naturaleza. Pero en cuanto la naturaleza del hombre, a la que co-
que es objeto de la bienaventuranza so- rresponden, según la naturaleza, las vir-
brenatural, la razón y la voluntad no es- tudes intelectuales y morales, según
tán suficientemente ordenadas a El por consta por lo dicho anteriormente (q.58
su propia naturaleza. a.3). Luego se distinguen entre sí.
Solución. Hay que decir: Según se ha
ARTICULO 2 dicho anteriormente (q.54 a.2 ad 1), los
¿Son las virtudes teológicas distintas hábitos se distinguen específicamente se-
de las virtudes intelectuales y gún la diferencia formal de los objetos.
morales? Pero el objeto de las virtudes teológicas
es el mismo Dios, fin último de las co-
In Sent. 3 d.23 q.1 a.4 q.a3; De verit. q.14 a.3 ad 9;
De virtut. a. 12. sas, en cuanto excede el conocimiento de
nuestra razón. En cambio, el objeto de
Objeciones por las que parece que las virtudes intelectuales y morales es
2. C.15: ML 32,1322.
virtudes políticas de que hablaban los filósofos. En el siglo XIII, al tratar de distinguir las tres virtu-
des infusas principales (fe, esperanza, caridad) de las demás virtudes católicas o teológicas, se
reservó el nombre de teológicas o teologales para la tríada principal, que tiene a Dios por objeto
propio, dando a las otras el nombre de morales o cardinales. Fueron Guillermo de Auxerre y
Felipe el Canciller quienes pusieron en circulación esta denominación precisa. La fe, la esperan-
za y la caridad se llaman teológicas no sólo por ser causadas inmediatamente por Dios (como
las demás infusas), por ser conocidas por divina revelación y ocuparse de ellas los teólogos
(como de las demás virtudes católicas), sino y principalmente por tener a Dios (Theos) por ob-
jeto.
472 Tratado de las virtudes en general C.62 a.3
algo que puede ser comprendido por la 1. Las virtudes teológicas están res-
razón humana. Por consiguiente, las vir- pecto de la bienaventuranza divina en la
tudes teológicas se distinguen específica- misma relación que la inclinación natural
mente de las morales e intelectuales. respecto del fin connatural. Pero entre
Respuesta a las objeciones: 1. A la las virtudes ordenadas al fin connatural
primera hay que decir: Las virtudes intelec- no se señala más que una virtud natural,
tuales y morales perfeccionan el entendi- a saber, el entendimiento de los princi-
miento y el apetito del hombre según la pios. Luego no debe haber más que una
proporción de la naturaleza humana, virtud teológica.
mientras que las virtudes teológicas los 2. Las virtudes teológicas son más
perfeccionan sobrenaturalmente. perfectas que las virtudes intelectuales y
2. A la segunda hay que decir: La sabi- morales. Pero entre las virtudes intelec-
duría que el Filósofo señala 3 como vir- tuales no se señala la fe, que es algo me-
tud intelectual considera las cosas divi- nos que virtud, por ser un conocimiento
nas en cuanto que son objeto de inves- imperfecto. De modo parecido, tampoco
tigación por la razón humana. En entre las virtudes morales se señala la es-
cambio, la virtud teológica versa sobre peranza, que es algo menos que virtud,
ellas en cuanto que exceden la razón hu- por ser una pasión. Luego mucho me-
mana. nos deben señalarse como virtudes teo-
3. A la tercera hay que decir: Aunque lógicas.
la caridad sea amor, sin embargo, no 3. Las virtudes teológicas ordenan el
todo amor es caridad. Por tanto, cuando alma del hombre a Dios. Pero el alma
se dice que toda virtud es orden del del hombre no puede ordenarse a Dios
amor, la afirmación puede entenderse sino por su parte intelectiva, en la que
del amor en su acepción común o del está el entendimiento y la voluntad.
amor de caridad. Si se toma el amor en Luego no debe haber más que dos virtu-
su acepción común, entonces se dice que des teológicas, una que perfeccione el
cada virtud es orden del amor en cuanto entendimiento y otra que perfeccione la
que para cualquiera de las virtudes car- voluntad.
dinales se requiere que el afecto esté or- En cambio, dice San Pablo, 1 Cor
denado, y la raíz y principio de todo 13,13: Ahora permanecen la fe, la esperan-
afecto es el amor, según se ha dicho an- za, la caridad; estas tres.
teriormente (q.27 a.4; q.28 a.6 ad 2; q.41
a.2 ad 1; q.56 a.3 ad 1). Pero si la afir- Solución. Hay que decir: Según queda
mación se entiende del amor de caridad, dicho (a.1), las virtudes teológicas orde-
entonces no quiere decir que cualquiera nan al hombre a la bienaventuranza so-
otra virtud sea esencialmente caridad, brenatural al modo como la inclinación
sino que todas las demás virtudes depen- natural. Pero esto sucede de dos modos.
den de algún modo de la caridad, según Primero, según la razón o entendimien-
se hará ver más adelante (q.65 a.2.4; 2-2 to, en cuanto contiene los primeros
q.23 a.7). principios universales, que nos son co-
nocidos por la luz natural del entendi-
miento, de los que parte la razón, tanto
ARTICULO 3 en el orden especulativo como en el or-
¿Son la fe, la esperanza y la caridad den práctico. Segundo, por la rectitud
adecuadamente las virtudes de la voluntad, que tiende naturalmente
teológicas? al bien de la razón.
Pero estas dos cosas son insuficientes
2-2 q.17 a.6; In Sent. 3 d.23 q.1 a.5; d.26 q.2 a.3 en orden a la bienaventuranza sobrena-
q.M; In I Cor. 13 lect.2 y 4; De virtut. a.10 y 12; In
Col. c.1 lect.2. tural según aquello de 1 Cor 2,9: Ni el
ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del
Objeciones por las que parece que la hombre lo que Dios ha preparado para los
fe, la esperanza y la caridad no es la enu- que le aman. Fue, pues, necesario que en
meración adecuada de las virtudes teoló- cuanto a lo uno y a lo otro el hombre
gicas. fuese sobrenaturalmente dotado para or-
4. C.37: ML 34,35.
474 Tratado de las virtudes en general C.62 a.4
hombre espera de alguien poder él con- habidos, llegar a la bienaventuranza, lo
seguir el bien, estima como un bien cual pertenece a la esperanza formada,
suyo a aquel en quien pone su esperan- que sigue a la caridad. Pero uno puede
za. Por consiguiente, del hecho mismo esperar antes que tenga la caridad, no en
de que el hombre espera en alguien, virtud de los méritos habidos, sino por
pasa a amarlo. Y así, en el orden de la los méritos que espera tener.
generación, y según los actos, la espe- 3. A la tercera hay que decir: Según se
ranza precede a la caridad. ha dicho anteriormente (q.40 a.7), al tra-
Pero en el orden de perfección, la ca- tar de las pasiones, la esperanza dice re-
ridad precede a la fe y a la esperanza, lación a dos cosas. A una, como a su
porque tanto la fe como la esperanza es- objeto principal, esto es, al bien espera-
tán informadas por la caridad y de ella do, y respecto de él siempre el amor
reciben la perfección de virtud. Pues de precede a la esperanza, pues nunca se es-
este modo la caridad es madre y raíz de pera bien alguno si no es deseado y
todas las virtudes, en cuanto que es for- amado. También dice relación la espe-
ma de todas ellas, según se dirá pos- ranza a aquel de quien espera conseguir
teriormente (2-2 q.23 a.7.8). el bien; y respecto de él, en el primer
momento, la esperanza precede al amor,
Respuesta a las objeciones: 1. A la aunque después el amor haga crecer la
primera hay que decir: Con lo dicho ya esperanza. En efecto, por el hecho de
queda respondida la primera dificultad. que uno piensa que por alguien puede
2. A la segunda hay que decir: San conseguir algún bien, empieza a amarle,
Agustín habla de la esperanza por la que y, por el hecho de amarle, espera luego
uno espera, en virtud de los méritos ya más confiadamente en él.
CUESTIÓN 63
mente de afuera, esto es, del influjo de morales, nos son dadas por la naturaleza
la inteligencia agente, como afirma Avi- según cierta incoación de aptitud. Pero
cena7. Otros, en fin, dijeron que las no en su consumación, porque la natura-
ciencias y las virtudes nos son dadas por leza está determinada a una sola cosa,
la naturaleza en cuanto a la aptitud, no mientras que la consumación de estas
en cuanto a su realización, tal como dice virtudes no es según un único modo de
el Filósofo en el libro II Ethic.8 Y esto acción, sino varia, según las diversas
es más verdadero. materias sobre las que operan las virtu-
Para cuyo esclarecimiento es necesario des y según las diversas circunstancias.
tener en cuenta que algo se dice que es Resulta, pues, claro que las virtudes
natural a algún hombre de dos modos. están por naturaleza en nosotros sólo
Uno, según la naturaleza específica; aptitudinal e incoativamente, no de mo-
otro, según la naturaleza individual. Y do perfecto, excepto las virtudes teológi-
como cada cosa se constituye en especie cas, que proceden totalmente de afuera.
según su forma, pero se constituye en
individuo según la materia; y, a su vez, Respuesta a las objeciones: Según
la forma del hombre es el alma racional, lo dicho resulta clara la respuesta a las ob-
siendo el cuerpo su materia, lo que co- jeciones. Pues las dos primeras razones se
rresponde al hombre según el alma ra- basan en que existen en nosotros natu-
cional le es natural según la naturaleza ralmente las semillas de las virtudes en
específica, mientras que lo que le es na- cuanto que somos racionales. Y la terce-
tural según la determinada complexión ra razón se basa en que, debido a la dis-
del cuerpo le es natural según la natura- posición natural del cuerpo, habida des-
leza individual, pues lo que es natural al de el nacimiento, uno tiene aptitud para
hombre por parte del cuerpo según la la misericordia, otro la tiene para vivir
especie, se refiere en cierto modo al moderadamente, y otro para otra virtud.
alma, en cuanto que tal cuerpo es pro-
porcionado a tal alma. ARTICULO 2
De uno y otro modo la virtud es na-
tural al hombre según cierta incoación. ¿Es causada en nosotros alguna
Según la naturaleza específica, en cuanto virtud por la costumbre de las obras?
que en la razón lleva el hombre natural- 1 q.5 a.5; supra q.51 a.2; In Sent. 2 d.44 q.1 a.1 ad
mente ciertos principios naturalmente 6; d.33 q.1 a.2 q.a2; In Ethic. 2 lect.1; De virtut. a.9.
conocidos, tanto de orden especulativo
como de orden práctico, los cuales son Objeciones por las que parece que
ciertas semillas de las virtudes intelectua- las virtudes no pueden ser causadas en
les y morales; y en cuanto que en la vo- nosotros por la costumbre de las obras.
luntad se da cierto apetito natural del 1. Comentando aquello de Rom
bien que es según la razón. Y según la 14,23: Todo lo que no procede de la fe es pe-
naturaleza individual, en cuanto que por cado, dice la Glosa de San Agustín 9 : Toda
la disposición del cuerpo unos están me- la vida de los infieles es pecado: y nada es
jor o peor dotados para ciertas virtudes bueno sin el bien sumo. Donde falta el conoci-
en razón de que ciertas facultades sensi- miento de la verdad, es falsa la virtud, incluso
tivas son actos de ciertas partes del cuer- en las óptimas costumbres. Pero la fe no
po, que, por su disposición, ayudan o puede adquirirse por las obras, sino que
impiden a dichas facultades en sus actos, es causada por Dios en nosotros, según
y, consiguientemente, a las facultades ra- aquello de Ef 2,8: De gracia habéis sido
cionales, a las que sirven las facultades salvados por la fe. Luego ninguna virtud
sensitivas. Así es como un hombre tiene puede ser adquirida en nosotros por la
aptitud natural para la ciencia, otro la costumbre de las obras.
tiene para la fortaleza, y otro la tiene 2. El pecado, al ser contrario a la
para la templanza. Y de estos modos, virtud, no es compatible con ella. Pero
tanto las virtudes intelectuales como las el hombre no puede evitar el pecado
7. De An. p.5 c.5 (25rb). 8. ARISTÓTELES, c.1 n.3 (BK 1103a25): S. TH., lect.1.
9. Glossa ordin. (6, 30 B); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1520; PRÓSPERO DE AQUITA-
NIA, Sent. sent. 106: ML 51,441.
C.63 a.2 Sobre la causa de las virtudes 477
sino por la gracia de Dios, según aque- que es causada en nosotros únicamente
llo de Sab, 8,21: Conocí que no puedo ser por la acción divina. Por eso, refiriéndo-
continente a no ser que me lo conceda Dios. se a esta clase de virtudes, ponía San
Luego tampoco las otras virtudes pue- Agustín 12 en la definición de virtud: que
den ser causadas en nosotros por la cos- Dios causa en nosotros sin nosotros.
tumbre de las obras, sino tan sólo por
donación de Dios. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: La primera razón
3. Los actos encaminados a la virtud procede de tomar las virtudes en el últi-
no tienen la perfección de la virtud. mo sentido señalado.
Ahora bien, el efecto no puede ser más 2. A la segunda hay que decir: La vir-
perfecto que la causa. Luego la virtud tud divinamente infusa, máxime si se
no puede ser causada por los actos que considera en su perfección, no es com-
la preceden. patible con pecado mortal alguno. Pero
En cambio, dice Dionisio, en el capí- la virtud adquirida humanamente puede
tulo 4 De div. nom.10, que el bien es más ser compatible con algún acto de peca-
fuerte que el mal. Pero por los malos ac- do, aunque sea mortal, porque el uso del
tos se engendra el hábito de los vicios. hábito está en nosotros sujeto a nuestra
Luego mucho más por los actos buenos voluntad, según se ha dicho anterior-
pueden ser causados los hábitos de las mente (q.49 a.3 sed cont.), y por un acto
virtudes. de pecado no se corrompe el hábito de
la virtud adquirida, ya que al hábito no
Solución. Hay que decir: Sobre la ge- le es directamente contrario el acto, sino
neración de los hábitos por los actos ya el hábito. Por eso, aunque sin la gracia
se ha tratado anteriormente en general el hombre no pueda evitar el pecado
(q.51 a.2.3). Tratando ahora de la virtud mortal de modo que no peque nunca
en especial, hay que considerar que, se- mortalmente, sin embargo, no está inca-
gún se ha dicho anteriormente (q.55 pacitado para adquirir el hábito de vir-
a.3.4), la virtud del hombre le perfeccio- tud por la cual se abstenga de las malas
na en orden al bien. Pero como la razón obras en la mayoría de los casos, sobre
de bien consiste en el modo, la especie y el todo de aquellas que son muy contrarias
orden, según dice San Agustín en el libro a la razón. Hay también ciertos pecados
De natura boni11, o en el número, el peso y mortales que el hombre no puede evitar
la medida, según se dice en Sab, 11,21, es en modo alguno sin la gracia, que son
necesario que el bien del hombre se con- aquellos que se oponen directamente a
sidere conforme a alguna regla; la cual las virtudes teológicas, que existen en
es doble, según se ha dicho anteriormen- nosotros por don de gracia. Pero esto se
te (q.19 a.3.4), a saber, la razón humana explicará más adelante (q.109 a.4).
y la ley divina. Y como la ley divina es 3. A la tercera hay que decir: Según se
regla superior, se extiende a más cosas, ha dicho (a.1 q.51 a.1), preexisten en
de suerte que lo que es regulado por la nosotros, dadas por la naturaleza, ciertas
razón humana, es regulado también por semillas o principios de las virtudes ad-
la ley divina, pero no a la inversa. quiridas, las cuales son más nobles que
Por consiguiente, la virtud del hom- las virtudes adquiridas por fuerza de
bre ordenada al bien, cuyo modo lo es- ellos, como el entendimiento de los
tablece la regla de la razón humana, pue- principios es más noble que la ciencia de
de ser causada por los actos humanos, las conclusiones; y la rectitud natural de
en cuanto que estos actos proceden de la la razón es más noble que la rectifica-
razón, bajo cuya potestad y regla se esta- ción del apetito, que lo es por participa-
blece tal bien. Pero la virtud que ordena ción de la razón, rectitud que pertenece
al hombre al bien, cuyo modo lo esta- a la virtud moral. Así, pues, los actos
blece la ley divina, y no la ley humana, humanos, en cuanto proceden de princi-
no puede ser causada por los actos hu- pios más altos, pueden causar las virtu-
manos, cuyo principio es la razón, sino des adquiridas humanas.
10. § 20: MG 3,717; § 32: MG 3,732. 11. C.3: ML 42,553. 12. Enarr. in Psalm.
salm. 118 serm. 26; De lib. arb. 1.2 c.19: ML 32,1268. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.27 c.5.
478 Tratado de las virtudes en general C.63 a.3-4
ARTICULO 3 nosotros, que estén respecto de las vir-
tudes teológicas en la relación en que es-
¿Hay en nosotros algunas virtudes tán las virtudes morales e intelectuales
morales infusas? respecto de los principios naturales de
Supra q.51 a.4; infra q.65 a3; In Sent. 3 d.33 q.1 a.2 las virtudes.
q.a3; De virtut. a.10.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
Objeciones por las que parece que, primera hay que decir: Algunas virtudes
además de las virtudes teológicas, no morales e intelectuales pueden ser causa-
hay en nosotros otras virtudes infundi- das en nosotros por nuestros actos; pero
das por Dios. ellas no son proporcionadas a las virtu-
1. Las cosas que pueden ser hechas des teológicas. Por eso es necesario que
por las causas segundas, no las hace in- haya otras, proporcionadas a éstas, cau-
mediatamente Dios, a no ser alguna vez sadas inmediatamente por Dios.
milagrosamente, porque, como dice Dio- 2. A la segunda hay que decir: Las vir-
nisio 13, es ley de la divinidad conducir a las tudes teológicas nos ordenan suficiente-
cosas últimas por las intermedias. Pero las mente al fin sobrenatural, según cierta
virtudes intelectuales y morales pueden incoación, esto es, respecto del mismo
ser causadas en nosotros por nuestros Dios inmediatamente. Pero es necesario
propios actos, según queda dicho (a.2). que el alma sea perfeccionada por otras
Luego no es conveniente que sean cau- virtudes infusas respecto de las demás
sadas en nosotros por infusión. cosas, aunque en orden a Dios.
2. En las obras de Dios existe mu- 3. A la tercera hay que decir: La fuer-
cho menos lo superfluo que en las obras za de aquellos principios naturalmente
de la naturaleza. Pero para ordenarnos al impresos no se extiende más allá de la
bien sobrenatural bastan las virtudes proporción de la naturaleza. De ahí que,
teológicas. Luego no existen otras virtu- en orden al fin sobrenatural, necesite el
des sobrenaturales que deban ser causa- hombre ser perfeccionado por otros
das en nosotros por Dios. principios sobreañadidos.
3. La naturaleza no hace por dos
medios lo que puede hacer por uno; y
mucho menos Dios. Pero Dios depositó ARTICULO 4
en nuestra alma las semillas de las virtu- ¿Es la virtud que adquirimos por la
des, según dice la Glosa14 sobre Heb
costumbre de las obras de la misma
1,6. Luego no es necesario que cause en especie que la virtud infusa?
nosotros otras virtudes por infusión.
Infra q.100 a.4; In Sent. d.33 q.1 a.2 q.a4; De virtut.
En cambio, se dice en Sab 8,7: Ense- a.10 ad 7.8.9; De virt. card. a.4.
ña la sobriedad y la justicia, la prudencia y la
fortaleza. Objeciones por las que parece que
Solución. Hay que decir: Es necesario las virtudes infusas no son de distinta
que los efectos sean proporcionados a especie que las virtudes adquiridas.
sus causas y principios. Pero todas las 1. La virtud adquirida y la virtud
virtudes, tanto intelectuales como mora- infusa, según lo dicho anteriormente
les, que adquirimos por nuestros actos, (a.3), no parecen diferir sino por el or-
proceden de ciertos principios naturales den al último fin. Pero los hábitos y ac-
que preexisten en nosotros, según se ha tos humanos no reciben la especie del
dicho anteriormente (a.1; q.51 a.1). En último fin, sino del fin próximo. Luego
lugar de esos principios naturales, nos las virtudes morales e intelectuales infu-
son conferidas por Dios las virtudes teo- sas no difieren específicamente de las ad-
lógicas, que nos ordenan al fin sobrena- quiridas.
tural, según queda dicho (q.62 a.1). Por 2. Los hábitos se conocen por sus
consiguiente, es necesario que a estas actos. Pero es el mismo el acto de la
virtudes teológicas respondan también templanza infusa y de la templanza ad-
otros hábitos causados divinamente en quirida, a saber, moderar las concupis-
13. De cael, hier. c.4 § 3: MG 3,181. 14. Glossa ordin. (6, 79 E). Cf. S. JERÓNIMO, In
Gal. l.1 sobre 1,15: ML 26,351.
C.63 a.4 Sobre la causa de las virtudes 479
1. ARISTÓTELES, c.ll n.7.8 (BK 281a11; 281a18): S. TH., l.1 lect.25. 2. ARISTÓTELES,
c.2 (BK 1122a18); c.3 (BK 1123a34): S. TH., lect.6ss. 3. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK
1106b36): S. TH., lect.7.
C.64 a.2 Sobre el medio de las virtudes 481
de lo que tiene de razón, consiste esen- Ahora bien, si eso se hace indebidamen-
cialmente en uno de los extremos, que te, esto es, por alguna superstición ilícita
es la conformidad, mientras que el exce- o incluso por vana gloria, será super-
so y el defecto constituyen el otro extre- fluo; y si no se hace cuando se debe o
mo, que es la disconformidad. Pero si se como se debe, será un vicio por defecto,
considera la virtud moral por parte de como sucede en quienes quebrantan el
su materia, entonces tiene razón de me- voto de virginidad o de pobreza.
dio, en cuanto que reduce la pasión a la
regla de la razón. De ahí que diga el Fi-
lósofo, en el libro II Ethic.4, que la vir- ARTICULO 2
tud, según la sustancia, consiste en el medio, El medio de la virtud moral, ¿es el
en cuanto que la regla de la virtud se medio de la cosa o el medio de la
aplica a la materia propia; pero según lo razón?
que tiene de óptimo y de bien, esto es, según
la conformidad a la razón, consiste en el 2-2 q.58 a.10; In Sent. 3 d.33 q.1 a.3 q.a2; In Ethic.
2 lect.6; De vtrtut. a. 13.
extremo.
2. A la segunda hay que decir: El me- Objeciones por las que parece que el
dio y los extremos en las acciones y en medio de la virtud moral no es el medio
las pasiones se consideran según las di- de la razón, sino el medio de la cosa.
versas circunstancias. Por eso nada impi- 1. El bien de la virtud moral consis-
de que en una virtud se dé un extremo te en guardar el medio. Pero el bien, se-
según una circunstancia, que, sin embar- gún se dice en el libro VI Metaphys.6,
go, es medio según otras circunstancias está en las cosas mismas. Luego el me-
en conformidad con la razón. Así ocurre dio de la virtud moral es el medio de la
en la magnificencia y en la magnanimi- cosa.
dad. Pues si se considera la cantidad ab- 2. La razón es una facultad aprehen-
soluta de aquello a lo que tienden el siva. Pero la virtud moral no consiste en
magnífico y el magnánimo, se tendrá el medio de las aprehensiones, sino más
por extremo y máximo; pero si se consi- bien en el medio de las operaciones y de
dera eso mismo en comparación con las pasiones. Luego el medio de la vir-
otras circunstancias, así tiene razón de tud moral no es el medio de la razón,
medio, porque estas virtudes tienden a sino el medio de la cosa.
eso máximo conforme a la regla de la ra- 3. El medio que se toma según la
zón, esto es, donde se debe, cuando se proporción aritmética o geométrica es el
debe y por lo cual se debe. Pero hay ex- medio de la cosa. Pero tal es el medio de
ceso si se tiende a eso máximo cuando la justicia, según se dice en el libro V
no se debe, o donde no se debe, por lo Ethic.1 Luego el medio de la virtud mo-
que no se debe; y hay defecto en no ten- ral no es el medio de la razón, sino el
der a eso máximo donde se debe, y medio de la cosa.
cuando se debe. Y eso es lo que dice el
Filósofo, en el libro IV Ethic.5, que el En cambio, dice el Filósofo, en el li-
magnánimo es extremo en la cantidad, pero es bro II Ethic.8, que la virtud moral consiste
medio en hacerlo como es debido. en el medio relativo a nosotros, determinado
3. A la tercera hay que decir: Lo que por la razón.
se dice de la magnanimidad se ha de de- Solución. Hay que decir: El medio de
cir con la misma razón de la virginidad la razón puede entenderse de dos mo-
y de la pobreza. En efecto, la virginidad dos. Uno, en cuanto que el medio existe
se abstiene de todos los placeres sexua- en el acto mismo de la razón, como si el
les, y la pobreza renuncia a todas las ri- mismo acto de razón se redujese al me-
quezas por lo que se debe y según se dio. Y en este sentido, como la virtud
debe, esto es, de acuerdo con el manda- moral no perfecciona el acto de la razón,
to de Dios y en orden a la vida eterna. sino el acto de la facultad apetitiva, el
4. ARISTÓTELES, c.6 n.17 (BK 1107a7): S. TH., lect.7. 5. ARISTÓTELES, c.3 a.8 (BK
1123b13): S. TH., lect.8. 6. ARISTÓTELES, 1.5 c.4 n.1 (BK 1027b26): S. TH., l.6 lect.1.
7. ARISTÓTELES, c.4 n.3 (BK 1132a2); c.3 n.13 (BK 1131b13); 1.2 c.6 n.4 (BK 1106a28): S. TH.,
lect.5.7. 8. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK 1106b36): S. TH., lect.15.
482 Tratado de las virtudes en general C.64 a.3
medio de la virtud moral no es el medio ARTICULO 3
de la razón. De otro modo puede enten-
derse el medio de la razón aquello que ¿Consisten en el medio las virtudes
establece la razón en una determinada intelectuales?
materia. Y en este sentido todo medio In Sent. 3 d.33 q.1 a.3 q.a3; De virtut. a.13; De spe a.1
de la virtud moral es el medio de la ra- ad 7.
zón, porque, según queda dicho (a.1), se
dice que la virtud moral consiste en el Objeciones por las que parece que
medio por la conformidad a la razón las virtudes intelectuales no consisten en
recta. el medio.
Pero a veces ocurre que el medio de 1. Las virtudes morales consisten en
la razón es también el medio de la cosa; el medio, en cuanto que se conforman a
y entonces es necesario que el medio de la regla de la razón. Pero las virtudes in-
la virtud moral sea el medio de la cosa, telectuales están en la misma razón, y así
como es el caso de la justicia. Otras ve- no parece que tengan una regla superior.
ces, en cambio, el medio de la razón no Luego las virtudes intelectuales no con-
es el medio de la cosa, sino que se toma sisten en el medio.
en comparación a nosotros; y tal es el 2. El medio de la virtud moral lo
medio en todas las demás virtudes mora- determina la virtud intelectual, pues se-
les. La razón de ello es que la justicia gún se dice en el libro II Ethic.9, la vir-
versa sobre las operaciones, que se reali- tud consiste en el medio determinado por la
zan en las cosas exteriores, en las cuales razón a juicio del sabio. Por tanto, si la
lo recto debe establecerse absolutamente virtud intelectual también consiste en el
y en sí mismo, según se ha dicho ante- medio, es necesario que le señale el me-
riormente (q.60 a.2); y por eso el medio dio otra virtud, y así habrá un proceso
de la razón en la justicia se identifica infinito en las virtudes.
con el medio de la cosa, en cuanto que 3. El medio se da propiamente entre
la justicia da a cada uno lo que se le los contrarios, según consta por el Filó-
debe, ni más ni menos. Pero las demás sofo en el libro X Metaphys.10 Pero no
virtudes morales se refieren a las pasio- parece que en el entendimiento haya lu-
nes interiores, en las cuales lo recto no gar a contrariedad alguna, ya que inclu-
puede establecerse del mismo modo, de- so los mismos contrarios, en cuanto que
bido a que los hombres son distintos en están en el entendimiento, no son con-
cuanto a las pasiones, y por eso es nece- trarios, sino que son entendidos a la vez,
sario que la rectitud de la razón se apli- como lo blanco y lo negro, lo sano y lo
que a las pasiones con respecto a nos- enfermo. Luego en las virtudes intelec-
otros, que estamos afectados por las pa- tuales no hay medio.
siones. En cambio, el arte es una virtud in-
Respuesta a las objeciones: Por lo telectual, según se dice en el libro VI
dicho ya, resulta clara la respuesta a las Ethic. 11; y, sin embargo, hay algún me-
objeciones. Pues las dos primeras razones dio en el arte, como se dice en el libro
proceden de entender el medio de la ra- II Ethic. 12 Luego también la virtud inte-
zón en el sentido de encontrarse en el lectual consiste en el medio.
mismo acto de la razón. La tercera pro- Solución. Hay que decir: El bien de
cede de fijarse sólo en el medio de la una cosa consiste en el medio, en cuanto
justicia. que se conforma a la regla o medida que
9. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK 1106b36): S. TH., lect.7. 10. ARISTÓTELES, l.9 c.7 n.3
(BK 1057a30): S. Tu., l.10 lect.9. 11. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 1139b16): S. TH., lect.3.
12. ARISTÓTELES, c.6 n.9 (BK 1106b13): S. TH., lect.6.
C.64 a.4 Sobre el medio de las virtudes 483
puede ser traspasada o no alcanzada, se- las virtudes, porque la medida y regla de
gún queda dicho (a.1). Ahora bien, la la virtud intelectual no es otro género
virtud intelectual se ordena al bien, lo de virtud, sino la cosa misma.
mismo que la virtud moral, conforme se 3. A la tercera hay que decir: Las co-
ha dicho anteriormente (q.56 a.3). Por sas contrarias mismas no tienen contra-
consiguiente, el bien de la virtud intelec- riedad en el alma, porque una es la ra-
tual tiene razón de medio en cuanto que zón de conocer la otra. Sin embargo, en
dice relación a una medida. Pero el bien el entendimiento se da la contrariedad
de la virtud intelectual es la verdad: la de la afirmación y de la negación, que
verdad absolutamente considerada, si se son contrarias, según se dice al final del
trata de una virtud especulativa, según libro Peri Hermeneias15. Pues, aunque ser
se dice en el libro VI Ethic.13; o la ver- y no ser no sean opuestos contrarios,
dad en conformidad con el apetito recto, sino contradictorios, si se atiende a su
si se trata de una virtud práctica. significación por parte de las cosas, ya
La verdad de nuestro entendimiento que uno es el ser y el otro es el puro no
absolutamente considerada está como ser; sin embargo, referidos al acto del
medida por la cosa, pues la cosa es la alma, ambos significan algo positivo.
medida de nuestro entendimiento, según Por tanto, ser y no ser es algo contradic-
se dice en el libro X Metaphys.14, ya que torio, pero el juicio con que opinamos
del hecho de que la cosa es o no es, hay que el bien es bien es contrario al juicio
verdad en la opinión y en la frase. Así, con que opinamos que el bien no es bien.
pues, el bien de la virtud intelectual es- Y entre estos contrarios está el medio de
peculativa consiste en cierto medio, por la virtud intelectual.
conformidad con la cosa misma, en
cuanto que dice ser lo que es, o no ser ARTICULO 4
lo que no es, en lo que consiste la razón
de verdad. El exceso consiste en la afir- ¿Consisten en el medio las virtudes
mación falsa, en la que se dice ser lo que teológicas?
no es; y el defecto está en la falsa nega- 2-2 q.17 a.5 ad 2; In Sent. 3 d.33 q.1 a.3 q.a4; De vir-
ción, en la que se dice no ser lo que es. tut. a. 13; De car. a.2 ad 10 y 13; De spe a.1 ad 7; In
A su vez, la verdad de la virtud inte- Rom. 12 lect.1.
lectual práctica, si se compara con la Objeciones por las que parece que
cosa, tiene razón de algo medido. Y en las virtudes teológicas consisten en el
este sentido, el medio se entiende del medio.
mismo modo por conformidad a la cosa 1. El bien de las demás virtudes
tanto en las virtudes intelectuales prácti- consiste en el medio. Pero la virtud teo-
cas como en las especulativas. Pero res- lógica excede en bondad a las demás vir-
pecto del apetito tiene razón de regla y tudes. Luego, con más razón, la virtud
medida. Por tanto, es el mismo el medio teológica consiste en el medio.
de la virtud moral y el de la prudencia, 2. El medio de la virtud moral se
a saber, la rectitud de la razón, pero a la toma de que el apetito es regulado por
prudencia pertenece como a regulante y la razón, mientras que el medio de la
mensurante, mientras que a la virtud virtud intelectual se toma de que nues-
moral pertenece como mensurada y re- tro entendimiento tiene por medida la
gulada. De modo parecido, el exceso y cosa. Pero la virtud teológica perfeccio-
el defecto se toma de diverso modo en na tanto al entendimiento como al apeti-
uno y otro caso. to, según se ha dicho anteriormente
Respuesta a las objeciones: 1. A la (q.62 a.3). Luego también la virtud teo-
primera hay que decir: También la virtud lógica consiste en el medio.
intelectual tiene su medida, según queda 3. La esperanza, que es virtud teoló-
dicho (sol.), y en relación con esta medi- gica, está en el medio entre la desespera-
da se entiende el medio en ella. ción y la presunción. De modo parecido,
2. A la segunda hay que decir: No es también la fe se mantiene en medio de
necesario proceder hasta el infinito en herejías contrarias, como dice Boecio en
13. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1139a29): S. TH., lect.2. 14. ARISTÓTELES, 1.9 c.1 n.14
(BK 1053a33): S. TH., l.10 lect.2. 15. ARISTÓTELES, c.14 (BK 23a27).
484 Tratado de las virtudes en general C.64 a.4
el libro De duabus naturis16, pues el con- Pero otra regla o medida de la virtud
fesar que en Cristo hay una persona y teológica se toma de parte nuestra, por-
dos naturalezas está en el medio entre la que, si bien no podemos acercarnos a
herejía de Nestorio, que dice que en Dios cuanto debemos, sin embargo, de-
Cristo hay. dos personas y dos naturale- bemos acercarnos a El, creyendo, espe-
zas, y la herejía de Eutiques, que dice rando y amando, a la medida de nuestra
que sólo hay una persona y una natura- condición. De ahí que accidentalmente,
leza. Luego la virtud teológica consiste por nuestra parte, se puedan atender me-
en el medio. dio y extremos en la virtud teológica.
En cambio, en todos los órdenes en Respuesta a las objeciones: 1. A la
que la virtud consiste en el medio, se primera hay que decir: El bien de las virtu-
puede pecar tanto por exceso como por des intelectuales y morales consiste en el
defecto. Pero con respecto a Dios, que medio en conformidad con una regla o
es el objeto de la virtud teológica, no se medida que puede ser traspasada, lo cual
puede pecar por exceso, pues en Eclo no ocurre en las virtudes teológicas por
43,33, se dice: Cuando alabáis al Señor, al- parte de ellas, según queda dicho (sol.).
zad la voz cuanto podáis, que está muy por 2. A la segunda hay que decir: Las vir-
encima de vuestras alabanzas. Luego la vir- tudes intelectuales y morales perfeccio-
tud teológica no consiste en el medio. nan nuestro entendimiento y apetito en
Solución. Hay que decir: Según queda orden a una medida y regla creadas,
dicho (a.1), el medio de la virtud se mientras que las virtudes teológicas los
toma por la conformidad con su regla o perfeccionan en orden a una medida y
medida, en cuanto que se la puede tras- regla increada. No vale, pues, la compa-
pasar o no alcanzar. Pues bien, respecto ración.
de la virtud teológica se puede hablar de 3. A la tercera hay que decir: La espe-
una doble medida. Una, en cuanto a la ranza media entre la presunción y la de-
razón misma de virtud; y así la medida y sesperación por parte nuestra, a saber,
la regla de la virtud teológica es el mis- en cuanto que se dice que uno presume
mo Dios, pues nuestra fe tiene por regla por esperar de Dios un bien que excede
la verdad divina; la caridad, la divina su condición, o no espera lo que podría
bondad; y la esperanza, la magnitud de esperar según su condición. Pero no
su omnipotencia y misericordia. Y ésta puede haber exceso de esperanza por
es una medida que excede toda facultad parte de Dios, cuya bondad es infinita.
humana. Por eso nunca puede el hombre De modo parecido también la fe está en-
amar a Dios tanto cuanto debe ser ama- tre herejías contrarias, no en compara-
do; ni puede creer y esperar tanto en El ción a su objeto, que es Dios, a quien
cuanto debe. Luego mucho menos pue- nadie puede creer demasiado, sino en
de haber en eso exceso. Y así el bien de cuanto que la opinión misma del hom-
tal virtud no consiste en el medio, sino bre media entre opiniones contrarias, se-
que es tanto mejor cuanto más se acerca gún consta por lo dicho anteriormente
al summum. (a.3 ad 3).
1. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK 1103a31): S. TH., lect.1. 2. ARISTÓTELES, c.2 n.13 (BK
1122b26): S. TH., lect.7. 3. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1123b5): S. TH., lect.8. 4. In
Luc. l.5 sobre 6,20: ML 15,1738. 5. C.4: ML 42,927. 6. C.1: ML 76,212. 7. C.14
(DD 3,661). Cf. S. JERÓNIMO, Epist. LXVI Ad Pammachium: ML 22,640.
486 Tratado de las virtudes en general C.65 a.1
complexión natural o por costumbre, es- de los cuales uno está bien dispuesto por
tán prontos para las obras de liberalidad, las virtudes morales. De modo que, así
y, sin embargo, no lo están para los ac- como no puede darse ciencia especulati-
tos de castidad. va sin el entendimiento de los princi-
En cambio, la virtud moral perfecta pios, tampoco puede darse la prudencia
es un hábito que inclina a realizar bien sin las virtudes morales. De donde se si-
las obras buenas. Y entendiendo así las gue claramente que las virtudes morales
virtudes morales, hay que decir que es- están conexas.
tán conexas, como reconocen casi todos. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Se da una doble razón de ello según el primera hay que decir: Algunas de las vir-
diverso modo como algunos distinguen tudes morales perfeccionan al hombre
las virtudes cardinales. Pues, según que- según el estado común, esto es, en cuan-
da dicho (q.61 a.3.4), unos las distinguen to a las cosas en que se ejercitan común-
como ciertas condiciones generales de mente todos los hombres. Por eso es ne-
las virtudes, de modo que la discreción cesario que el hombre se ejercite simul-
pertenece a la prudencia; la rectitud, a la táneamente en las materias de todas las
justicia; la moderación, a la templanza; y virtudes morales. Y si se ejercita en to-
la firmeza de ánimo, a la fortaleza, en das obrando bien, adquirirá el hábito de
cualquier materia que se consideren estas todas las virtudes morales. Pero si se
condiciones. Y en este sentido la razón ejercita obrando bien en una materia y
de la conexión es evidente: pues la fir- no en otra, por ejemplo, moderando
meza no es laudable como virtud si care- bien las iras, pero no las concupiscen-
ce de moderación, de rectitud o de dis- cias, adquirirá, ciertamente, algún hábito
creción, y lo mismo hay que decir de las para refrenar las iras, el cual no tendrá,
demás. Esta es la razón de conexión que sin embargo, condición de virtud por la
asigna San Gregorio, en el libro XXII falta de prudencia, perdida en materia de
Moral.8, al decir que las virtudes, si están concupiscencia. Lo mismo ocurre con
disociadas, no pueden ser perfectas, según la las inclinaciones naturales, que no tienen
razón de virtud, porque ni la prudencia es razón perfecta de virtud si falta la pru-
verdadera si no es justa, templada y fuerte; y dencia.
lo mismo dice a continuación de las de- Pero hay otras virtudes morales que
más virtudes. Razón parecida es la que perfeccionan al hombre según algún es-
da San Agustín, en el libro VI De Trin.9 tado eminente, como la magnificencia y
Otros 10 distinguen dichas virtudes se- la magnanimidad. Y como el ejercicio en
gún las materias, y en este sentido expli- la materia de estas virtudes no se da en
ca la conexión Aristóteles, en el libro VI todos comúnmente, puede uno tener
Ethic. 11 La razón es porque, según se ha otras virtudes morales sin que posea en
dicho anteriormente (q.58 a.4), ninguna acto los hábitos de estas virtudes, ha-
virtud moral puede darse sin la pruden- blando de las virtudes adquiridas. No
cia, ya que es propio de la virtud moral obstante, una vez adquiridas las otras
elegir rectamente, por ser hábito electi- virtudes, posee éstas en potencia próxi-
vo. Ahora bien, para la elección recta no ma, pues cuando uno ha adquirido por
basta la sola inclinación al fin debido, el ejercicio la liberalidad en pequeños
que proviene directamente del hábito de gastos y donaciones, si le sobreviene
la virtud moral, sino que se requiere abundancia de riquezas, con poco ejerci-
también que uno elija directamente los cio adquirirá el hábito de la magnificen-
medios para el fin, cosa que hace me- cia, lo mismo que el geómetra adquiere
diante la prudencia, que aconseja, juzga con poco estudio ciencia de alguna con-
y preceptúa los medios ordenados al fin. clusión no considerada anteriormente.
De modo parecido, tampoco la pruden- Pues se dice que tenemos aquello que fá-
cia puede darse si no se tienen las virtu- cilmente podemos conseguir, según el
des morales, ya que la prudencia es la dicho del Filósofo, en el libro II
recta razón de lo agible, que tiene por Physic.12: Si lo que falta es poco, parece como
principios los fines de lo agible, respecto si no faltase nada.
8. C.1: ML 76,212. 9. C.4: ML 42,927. 10. Cf. arriba q.61 a.4 nota. 11. ARIS-
TÓTELES, c.13 n.6 (BK 1144b36): S. TH., lect.11. 12. ARISTÓTELES, c.5 n.9 (BK 197a29): S.
TH., lect.9.
C.65 a.2 Sobre la conexión de las virtudes 487
2. A la segunda hay que decir: Con lo gún queda dicho (ad 3). Por consiguien-
dicho ya es clara la respuesta a la segunda te, la falta de prudencia sobre una parte
objeción. de lo agible induciría deficiencia también
3. A la tercera hay que decir: Las vir- sobre los demás agibles; lo cual no suce-
tudes intelectuales versan sobre distintas de en las cosas factibles.
materias no ordenadas entre sí, como se
ve en las distintas ciencias y artes. Por ARTICULO 2
eso no se da en ellas la conexión que se
da en las virtudes morales, que versan ¿Pueden existir las virtudes morales
sobre las pasiones y operaciones, las cua- sin la caridad?
les guardan manifiestamente orden mu- 2-2 q.23 a.7; In Sent. 3 d.27 q.2 a.4 q.a3 ad 2; d.36
tuo. Pues todas las pasiones se originan a.2; De virt. card. a.2.
de unas primeras, que son el amor y el
odio, y terminan en otras, que son el Objeciones por las que parece que
placer y la tristeza. Y de modo parecido, las virtudes morales pueden existir sin la
todas las operaciones que son materia de caridad.
virtud moral guardan orden entre sí y 1. Se dice en el libro Sententiarum, de
con las pasiones. De ahí que toda la ma- Próspero13, que toda virtud, excepto la ca-
teria de las virtudes morales caiga bajo ridad, puede ser común a los buenos y a los
una sola razón de prudencia. malos. Pero la caridad no puede existir más
Sin embargo, todo lo inteligible im- que en los buenos, según se dice en el mis-
plica orden a los primeros principios, y mo lugar. Luego las demás virtudes
en este sentido todas las virtudes intelec- pueden existir sin la caridad.
tuales dependen del entendimiento de 2. Las virtudes morales pueden ad-
los principios, como la prudencia depen- quirirse por los actos humanos, según se
de de las virtudes morales, según queda dice en el libro II Ethic.14 Pero la cari-
dicho (sol.). Pero los principios univer- dad no se obtiene sino por infusión, se-
sales, sobre los que versa el entendi- gún aquello de Rom 5,5: La caridad de
miento de los principios, no dependen Dios se ha derramado en nuestros corazones
de las conclusiones, sobre las cuales ver- por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido
san las demás virtudes intelectuales, dado. Luego las otras virtudes pueden te-
como las virtudes morales dependen de nerse sin caridad.
la prudencia, debido a que el apetito 3. Las virtudes morales se conectan
mueve de algún modo a la razón, y la mutuamente en cuanto que dependen de
razón mueve al apetito, según se ha dicho la prudencia. Pero la caridad no depende
anteriormente (q.9 a.1; q.58 a.5 ad 1). de la prudencia, sino que más bien la ex-
4. A la cuarta hay que decir: Los bie- cede, según aquello de Ef, 3,19: La cari-
nes a los que inclinan las virtudes mora- dad de Cristo, que supera toda ciencia. Lue-
les tienen razón de principios respecto go las virtudes morales no están unidas
de la prudencia, pero las cosas factibles a la caridad, sino que pueden existir sin
no tienen razón de principios, sino tan ella.
sólo de materia respecto del arte. Ahora En cambio, se dice en la 1 Jn, 3,14:
bien, es evidente que, aunque la razón Quien no ama permanece en la muerte. Pero
pueda ser recta en una parte de la mate- la vida espiritual se realiza mediante las
ria sin serlo en otra, sin embargo, de virtudes, pues ellas son con las que se vive
ningún modo se puede hablar de razón rectamente, según dice San Agustín en el
recta si hay defecto en alguno de los libro II De lib. arbit.15 Luego no pueden
principios. Por ejemplo, si uno errase en existir sin la dilección de caridad.
el principio el todo es mayor que la parte,
no podría tener ciencia geométrica, por- Solución. Hay que decir: Según se ha
que en las conclusiones necesariamente dicho anteriormente (q.63 a.2), las virtu-
se apartaría más de la verdad. Además, des morales, en cuanto operativas del
las cosas agibles están ordenadas entre bien en orden al fin que no excede la fa-
sí, lo cual no ocurre con las factibles, se- cultad natural del hombre, pueden ser
13. Sent. 7: ML 51,428. 14. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK 1103a31): S. TH., lect.1.
15. C.19: ML 32,1268.
488 Tratado de las virtudes en general C.65 a.3
adquiridas mediante los actos humanos. man allí según la razón imperfecta de
Y las virtudes así adquiridas pueden virtud. De otro modo, si se toma la vir-
existir sin la caridad, como existieron en tud moral según la razón perfecta de
muchos paganos. Pero en cuanto opera- virtud, hace bueno al que la tiene17, y, por
tivas del bien en orden al último fin so- tanto, no puede existir en los malos.
brenatural, es como tienen perfecta y 2. A la segunda hay que decir: Aquella
verdaderamente razón de virtud, y no razón vale para las virtudes morales ad-
pueden ser adquiridas mediante los actos quiridas.
humanos, sino que son infundidas por 3. A la tercera hay que decir: Aunque
Dios. Así entendidas, las virtudes mora- la caridad exceda a la ciencia y a la pru-
les no pueden existir sin la caridad. Se dencia, sin embargo, la prudencia depen-
ha dicho, en efecto, anteriormente (a.l; de de la caridad, como se ha dicho
q.58 a.4.5) que las otras virtudes morales (sol.), y, consiguientemente, también las
no pueden existir sin la prudencia; mas demás virtudes morales infusas.
la prudencia no puede existir sin las vir-
tudes morales, en cuanto que las virtu- ARTICULO 3
des morales hacen que el hombre esté
bien dispuesto respecto de ciertos fines, ¿Puede existir la caridad sin las
a partir de los cuales procede la razón virtudes morales?
prudencial. Ahora bien, para la recta ra-
In Sent. 3 d.36 a.2; De virt. card. a.2.
zón de la prudencia se requiere mucho
más que el hombre esté bien dispuesto Objeciones por las que parece que
respecto del último fin, lo cual es efecto puede haber caridad sin las otras virtu-
de la caridad, que respecto de los otros des morales.
fines, a los que disponen las virtudes 1. Cuando basta un medio para con-
morales; del mismo modo que la recta seguir un fin, no hay por qué ordenar
razón en el ámbito de lo especulativo muchos a lo mismo. Pero la caridad sola
necesita sobre todo del primer principio basta para cumplir todas las obras vir-
indemostrable, que es, las cosas contradic- tuosas, según consta por lo que se dice
torias no son al mismo tiempo verdaderas. en 1 Cor, 13,4ss: La caridad es paciente,
Resulta, pues, manifiesto que ni la pru- benigna, etc. Luego parece que, teniendo
dencia infusa puede existir sin la caridad, caridad, las demás virtudes son super-
ni, consiguientemente, las demás virtu- fluas.
des morales, que no pueden existir sin la 2. Quien posee el hábito de virtud
prudencia. ejecuta con facilidad las obras de virtud
Consecuencia clara, por tanto, de y se complace en ellas; de ahí que el signo
todo lo dicho es que sólo las virtudes del hábito es el placer con que se ejecuta la
infusas son perfectas, dignas de llamarse obra, según se dice en el libro II Ethic.18
virtudes en sentido pleno, porque orde- Pero muchos, existiendo sin pecado
nan bien al hombre al último fin absolu- mortal, tienen caridad, y, sin embargo,
tamente tal. En cambio, las demás virtu- experimentan dificultad en las obras de
des, es decir, las adquiridas, son virtudes las virtudes, y no las encuentran placen-
en parte, no en sentido pleno, pues or- teras en sí mismas, sino solamente referi-
denan bien al hombre respecto del fin das a la caridad. Luego muchos tienen la
último en un género determinado, no caridad sin tener las otras virtudes.
respecto del fin absolutamente último. 3. La caridad se da en todos los san-
De ahí que sobre aquello de Rom 14,23: tos. Pero algunos son santos y, sin em-
Todo lo que no es según la fe es pecado, diga bargo, carecen de algunas virtudes, pues
la Glosa de San Agustín 16 : Donde falta el dice Beda 19 que los santos sienten más
conocimiento de la verdad, es falsa la virtud, humillación por las virtudes de que care-
incluso en las buenas costumbres. cen que gloria por las que tienen. Luego
Respuesta a las objeciones: 1. A la no es necesario que quien tiene caridad
primera hay que decir: Las virtudes se to- tenga todas las virtudes morales.
16. Glossa ordin. (6, 30 B); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1520; PRÓSPERO DE AQUI-
TANIA, Sent. sent.106: ML 51,441. 17. Cf. q.55 a.3 sed cont. 18. ARISTÓTELES, c.3 n.1
(BK 1104b3): S. TH., lect.3. 19. In Luc. l.5 sobre 17,10: ML 92,541.
C.65 a.4 Sobre la conexión de las virtudes 489
En cambio, por la caridad se cumple necesario que tenga no sólo la virtud
toda la ley, conforme se dice en Rom, que le dispone bien para el fin, sino
13,8: quien ama al prójimo, ha cumplido la también las virtudes que le disponen
ley. Pero toda la ley no puede cumplirse bien respecto de las cosas que conducen
si no es ejerciendo todas las virtudes al fin, pues la virtud que ordena al fin
morales, porque la ley preceptúa los ac- tiene condición de virtud principal y
tos de todas las virtudes, según se dice motora respecto de las que miran a los
en el libro V Ethic.20 Luego quien tiene medios para el fin. Por tanto, junto con
caridad tiene todas las virtudes morales. la caridad es necesario tener también
También dice San Agustín en una de sus otras virtudes morales.
cartas21 que la caridad incluye todas las 2. A la segunda hay que decir: Ocurre
virtudes cardinales. a veces que uno, teniendo el hábito, ex-
Solución. Hay que decir: Con la cari- perimenta dificultad en el obrar y, consi-
dad se infunden simultáneamente todas guientemente, no siente delectación y
las virtudes morales. La razón de ello es complacencia en el mismo debido a al-
que Dios no obra con menor perfección gún impedimento extrínseco al hábito,
en las obras de la gracia que en las obras como le ocurre a aquel que, teniendo el
de la naturaleza. Pues bien, en las obras hábito de ciencia, tiene dificultades para
de la naturaleza vemos que en una cosa entender debido a la somnolencia o a la
no se encuentra el principio de determi- enfermedad. De modo parecido, los há-
nadas obras sin que se encuentren en bitos de las virtudes morales infusas su-
ella los factores necesarios para llevarlas fren a veces dificultad en su obrar debi-
a cabo. Así, en los animales se encuen- do a las disposiciones contrarias dejadas
tran aquellos órganos con los que pue- por los actos anteriores. Esta dificultad
den realizar aquellas obras sobre las que no se da en las virtudes adquiridas, por-
tiene poder su alma. Pero es manifiesto que con el ejercicio de los actos con que
que la caridad, en cuanto que ordena al se adquieren también desaparecen las
hombre al fin último, es el principio de disposiciones contrarias.
todas las obras buenas que pueden orde- 3. A la tercera hay que decir: Se dice
narse al último fin. Por tanto, es necesa- que algunos santos no tienen algunas
rio que con la caridad se infundan si- virtudes, en cuanto que experimentan
multáneamente todas las virtudes mora- dificultad en sus actos, por la razón di-
les, mediante las cuales el hombre lleva a cha (ad 2), aunque tengan los hábitos de
cabo cada uno de los géneros de las bue- todas las virtudes.
nas obras.
De donde resulta claro que las virtu- ARTICULO 4
des morales infusas están conectadas no
sólo por la prudencia, sino también por ¿Pueden existir la fe y la esperanza
la caridad; y que quien pierde la caridad sin la caridad?
por el pecado mortal, pierde todas las 2-2 q.23 a.7 ad 1; In Sent. 3 d.23 q.3 a.1 q.a2; d.26
virtudes morales infusas. q.2 a.3 q.a2; In I Cor. 13 lect.1.
Respuesta a las objeciones: 1. A la Objeciones por las que parece que la
primera hay que decir: Para que el acto de fe y la esperanza nunca se dan sin la ca-
una potencia inferior sea perfecto no ridad.
basta que haya perfección en la potencia 1. Por ser virtudes teológicas, pare-
superior, sino que se requiere que la ce que son más dignas que las virtudes
haya también en la potencia inferior, morales, aun las infusas. Pero las virtu-
pues aunque el agente principal estuvie- des morales infusas no pueden existir sin
ra debidamente dispuesto, no resultaría la caridad. Luego tampoco la fe y la es-
la acción perfecta si el instrumento no peranza.
estuviese también debidamente dispues- 2. Nadie cree si no es queriendo, como
to. Por tanto, para que el hombre obre dice San Agustín Super loan.22 Pero la
bien en las cosas que conducen al fin, es caridad se da en la voluntad como per-
20. ARISTÓTELES, c.1 n.14 (BK 1129b23): S. TH., lect.2. 21. Epist. CLXVII De sent.
lac.: ML 33,738; cf. De mor. Eccl. cathol. 1.1 c.15: ML 32,1322. 22. Tract.26 sobre 6,44:
ML 35,1607.
490 Tratado de las virtudes en general C.65 a.5
fección suya, según se ha dicho anterior- ta, como ocurre con la templanza y la
mente (q.62 a.3). Luego la fe no puede fortaleza sin prudencia. Cosa parecida
existir sin la caridad. hay que decir de la esperanza, pues el
3. Dice San Agustín, en Enchirid.23, acto de la esperanza consiste en esperar
que la esperanza no puede existir sin amor. de Dios la futura bienaventuranza; acto
Pero el amor es caridad, pues de ese que es perfecto si se basa en los méritos
amor se trata allí. Luego la esperanza no que uno tiene, que no pueden existir sin
puede existir sin la caridad. la caridad. Pero si espera eso mismo ba-
En cambio, se dice, en la Glosa24 so- sándose en los méritos que aún no tiene,
bre Mt 1,2, que la fe engendra la esperanza, pero que se propone adquirir en el futu-
j la esperanza, la caridad. Pero el que en- ro, será un acto imperfecto, y esto puede
gendra es anterior al engendrado y pue- darse sin la caridad. Por consiguiente, la
de existir sin él. Luego la fe puede exis- fe y la esperanza pueden existir sin la ca-
tir sin la esperanza, y la esperanza sin la ridad, pero sin ella no son, propiamente
caridad. hablando, virtudes, pues a la virtud le es
esencial no sólo el que por ella obremos
Solución. Hay que decir: La fe y la es- algo bueno, sino el que lo obremos, ade-
peranza, lo mismo que las virtudes mo- más, bien, según se dice en el libro II
rales, pueden considerarse de dos mo- Ethic.26
dos: uno, en estado de cierta incoación;
otro, según el ser perfecto de virtud. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Pues como la virtud se ordena a realizar primera hay que decir: Las virtudes mora-
la buena obra, se dice que la virtud es les dependen de la prudencia. Pero la
perfecta porque puede realizar la obra prudencia infusa no puede tener condi-
perfectamente buena, lo cual ocurre cuan- ción de prudencia sin la caridad, por fal-
tarle la debida relación al primer princi-
do no solamente es bueno lo que se
hace, sino que se hace igualmente bien. pio, que es el último fin. En cambio, la
De otro modo, si es bueno lo que se fe y la esperanza no dependen, en sus
propias razones, ni de la prudencia ni de
hace, pero no se hace bien, la obra no
la caridad. Por tanto, pueden existir sin
será perfectamente buena, y, consiguien-
la caridad, aunque sin ella no sean virtu-
temente, el hábito que es principio de tal
des, según queda dicho (sol.).
obra, tampoco tendrá perfectamente con-
2. A la segunda hay que decir: Aquella
dición de virtud. Por ejemplo, si uno
razón se refiere a la fe que tiene razón
hace lo que es justo, hace ciertamente el
bien, pero no será obra de virtud perfec- perfecta de virtud.
3. A la tercera hay que decir: San
ta a no ser que lo haga bien, es decir,
conforme a elección recta, efecto de la Agustín habla allí de la esperanza por la
prudencia. De ahí que la justicia sin la que uno espera la futura bienaventuran-
prudencia no pueda ser virtud perfecta. za basado en los méritos que ya tiene, lo
cual no se da sin la caridad.
Así, pues, la fe y la esperanza pueden
existir, ciertamente, de algún modo sin
la caridad, pero sin ella no tienen condi- ARTICULO 5
ción de virtud perfecta. Porque siendo el
acto de la fe creer en Dios, y creer es ¿Puede la caridad existir sin la fe y
prestar asentimiento a alguien por pro- la esperanza?
pia voluntad, si no se quiere del modo Supra q.62 a.4.
debido, no habrá acto perfecto de fe.
Pero el querer del modo debido es dado Objeciones por las que parece que la
por la caridad, que perfecciona a la vo- caridad puede existir sin la fe y la espe-
luntad, pues todo movimiento recto de ranza.
la voluntad procede del amor recto, se- 1. La caridad es amor de Dios. Pero
gún dice San Agustín en el libro XIV nosotros podemos amar a Dios natural-
De civ. Dei25. Por tanto, puede haber fe mente, incluso sin tener fe o esperanza
sin caridad, pero no como virtud perfec- en la futura bienaventuranza. Luego la
23. C.8: ML 35,1607. 23. C.8: ML 40,235. 24. Glossa interl. sobre Mt 1,2 (5,5r).
25. C.9: ML 41,413. 26. ARISTÓTELES, c.6 n.3 (BK 1106a23): S. TH., lect.6.
C.65 a.5 Sobre la conexión de las virtudes 491
caridad puede existir sin la fe y la espe- nión del hombre con Dios, que consiste
ranza. en cierto trato familiar con El, comienza
2. La caridad es la raíz de todas las aquí en la vida presente por la gracia y
virtudes, según aquello de Ef 3,17: En- culminará en la vida futura por la gloria;
raizados y fundados en la caridad. Pero la y ambas cosas se tienen por la fe y la es-
raíz existe a veces sin las ramas. Luego peranza. Por tanto, así como uno no po-
la caridad puede existir a veces sin la fe, dría tener amistad con alguien si perdie-
la esperanza y las otras virtudes. se la fe o la esperanza de poder tener al-
3. En Cristo hubo perfecta caridad. guna comunión o trato familiar con él,
Sin embargo, El no tuvo fe ni esperan- tampoco uno puede tener amistad con
za, porque fue perfecto comprehensor, Dios, que es la caridad, si no tiene fe,
como se dirá más adelante (3 q.7 a.3.4). por la que cree en esta comunión y trato
Luego la caridad puede existir sin la fe y familiar del hombre con Dios, y espera
la esperanza. pertenecer a esta sociedad. Y así la cari-
dad no puede existir en modo alguno
En cambio, dice San Pablo, en Heb sin la fe y la esperanza.
11,6: Sin la fe es imposible agradar a Dios,
lo cual pertenece principalmente a la ca- Respuesta a las objeciones: 1. A la
ridad, como es claro, según aquello de primera hay que decir: La caridad no es un
Prov 8,17: Yo amo a los que me aman. A amor cualquiera de Dios, sino un amor
su vez, la esperanza es la que conduce a de Dios por el que se le ama como obje-
la caridad, según se ha dicho anterior- to de bienaventuranza, a lo que nos or-
mente (q.62 a.4). Luego no puede haber denamos por la fe y la esperanza.
caridad sin fe y esperanza. 2. A la segunda hay que decir: La cari-
dad es la raíz de la fe y de la esperanza
Solución. Hay que decir: La caridad en cuanto que les da la perfección de
significa no sólo amor de Dios, sino virtud. Pero la fe y la esperanza, según
también cierta amistad con El, la cual su razón propia, se presuponen para la
añade al amor la correspondencia en el caridad, como se ha dicho anteriormente
mismo con cierta comunicación mutua, (q.62 a.4); y así la candad no puede exis-
según se dice en el libro VIII Ethic.21 Y tir sin ellas.
que esto pertenezca a la caridad resulta 3. A la tercera hay que decir: En Cris-
claro por aquello que se lee en 1 Jn to no hubo fe y esperanza por lo que
4,16: El que vive en caridad permanece en hay de imperfección en ellas. Pero, en
Dios y Dios en él. Y en 1 Cor 1,9 se dice: lugar de la fe, tuvo visión clara; y en lu-
Fiel es Dios por quien habéis sido llamados a gar de la esperanza, tuvo comprehensión
participar con su Hijo. Pero esta comu- plena; y así hubo en El perfecta caridad.
27. ARISTÓTELES, c.2 n.3 (BK 1155b28); c.12 n.1 (BK 1161b11): S. TH., lect.2.
CUESTIÓN 66
Sobre la igualdad de las virtudes
A continuación se ha de estudiar la igualdad de las virtudes (cf. q.64 in-
trod.). Y sobre ello se presentan seis problemas:
1. ¿Puede la virtud ser mayor o menor?—2. ¿Son iguales todas las vir-
tudes existentes simultáneamente en el mismo sujeto?—3. Comparación de
las virtudes morales con las intelectuales.—4. Comparación de las virtudes
morales entre sí.—5. Comparación de las virtudes intelectuales entre sí.—
6. Comparación de las virtudes teológicas entre sí.
1. Glossa ordin. (6, 272, E). 2. ARISTÓTELES, c.11 n.7.8 (BK 281a11; 281a18). Cf. S. TH.,
In De caelo l.1 lect.25. 3. C.18: ML 32,1267. 4. ARISTÓTELES, c.6 n.1 (BK 1149b1):
S. TH., lect.6.
C.66 a.2 Sobre la igualdad de las virtudes 493
mero, en sí misma; segundo, por parte 2. A la segunda hay que decir: Aquello
del sujeto que la participa. Si se conside- último que pertenece a la virtud puede
ra en sí misma, entonces su magnitud o tener razón de más o menos bueno se-
su pequenez se mide por los objetos a gún los modos que hemos dicho, al no
que se extiende. Ahora bien, quien tiene tratarse de algo último indivisible, según
una virtud, por ejemplo la templanza, la queda advertido (sol.).
tiene respecto de todos los objetos a que 3. A la tercera hay que decir: Dios no
se extiende la templanza. Lo cual no obra por necesidad natural, sino según
ocurre con la ciencia y con el arte, pues el orden de su sabiduría, conforme a la
no todo gramático sabe todas las cosas cual concede a los hombres la virtud en
que pertenecen a la gramática. En este diversa medida, según aquello de Ef 4,7:
sentido, con razón dijeron los estoicos, A cada uno de vosotros ha sido dada la gracia
según refiere Simplicio en Commento en la medida de la donación de Cristo.
Praedicamentorum5, que la virtud no es
susceptible de más y menos como la
ciencia y el arte, por consistir la razón ARTICULO 2
de virtud en lo máximo. ¿Son iguales todas las virtudes
Pero si se considera la virtud por par- existentes en el mismo sujeto?
te del sujeto que la participa, entonces la
virtud puede ser mayor o menor, bien In Sent. 2 d.42 q.2 a.5 ad 6; 3 d.36 a.4; De malo q.2
a.9 ad 8; De virt. card. a.3.
en el mismo sujeto en tiempos diversos,
bien en distintos sujetos, porque para al- Objeciones por las que parece que
canzar el medio de la virtud, que es se- no todas las virtudes son igualmente in-
gún la recta razón, uno está mejor dis- tensas en el mismo sujeto.
puesto que otro, ya sea por la mayor 1. Dice San Pablo, 1 Cor 7,7: Cada
costumbre, ya sea por la mejor disposi- uno tiene de Dios su propia gracia; éste, una;
ción de la naturaleza, o por la mayor aquél, otra. Pero un don no sería más
perspicacia del juicio de la razón, o tam- propio de una persona que otro si cada
bién por el mayor don de gracia conce- uno tuviese por igual todas las virtudes
dido a cada uno en la medida de la donación infusas como don de Dios. Luego pare-
de Cristo, como se dice en Ef 4,7. Y en ce que no todas las virtudes son iguales
esto se equivocaban los estoicos6 al pen- en un mismo sujeto.
sar que a nadie se le podía tener por vir- 2. Si todas las virtudes fuesen igual-
tuoso de no estar sumamente dispuesto mente intensas en el mismo e idéntico
a la virtud. Pues, en realidad, para la ra- sujeto, se seguiría que todo el que so-
zón de virtud no se exige alcanzar el brepasase a otro en una virtud lo sobre-
medio de la recta razón en un punto in- pasaría en todas las demás. Pero esto es
divisible, como pensaban los estoicos, manifiestamente falso, pues los distintos
pues basta estar cerca de ese medio, tal santos son alabados principalmente por
como se dice en el libro II Ethic.7 Ade- diversas virtudes, como Abraham por la
más, a un mismo punto indivisible pue- fe 8 , Moisés por la mansedumbre 9 , Job
de acercarse uno más y con más pronti- por la paciencia 10 . De ahí también que
tud que otro, como se ve en los arque- de cada confesor cante la Iglesia 11 : No se
ros que apuntan a una determinada ha encontrado otro semejante a él en el cum-
señal. plimiento de la ley del Altísimo; porque
Respuesta a las objeciones: 1. A la cada uno tuvo la prerrogativa de alguna
primera hay que decir: Aquella igualdad no virtud. Por tanto, no todas las virtudes
se ha de entender según la cantidad ab- son iguales en un mismo sujeto.
soluta, sino según cierta proporción, 3. Cuanto más intenso es el hábito,
porque todas las virtudes crecen propor- tanto más deleitable y prontamente obra
cionalmente en el hombre, según se dirá el hombre por él. Pero consta por expe-
a continuación (a.2). riencia que un hombre ejecuta más delei-
5. In Cat. c.8 (CG 8,284.32; 237.28). 6. Cf. S. AGUSTÍN, Epist. CLXVII Ad Hieron, c.3:
ML 33,738; y CICERÓN, De finibus 1.3 c.9 (DD 3,549). 7. ARISTÓTELES, c.9 n.8 (BK
1109b18): S. Tu., lect.11. 8. Rom 4,1. 9. Núm. 12,3; Eclo 45,4. 10. lob 2,12; Sant
5,11. 11. Epístola de la misa de confesor pontífice. Cf. Eclo 44,20.
494 Tratado de las virtudes en general C.66 a.3
14. ARISTÓTELES, Eth. l.1 c.10 n.10 (BK 1100b14): S. TH., lect.16. 15. Cf. q.55 a.3 sed
cont. 16. ARISTÓTELES, c.12 n.6 (BK 1144a8): S. TH., lect.10. 17. ARISTÓTELES, c.13
n.19 (BK 1103a1): S. TH., lect.20. 18. ARISTÓTELES, Top. l.3 c.2 n.21 (BK 118a10).
19. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (BK 1107a1): S. TH., lect.7. 20. ARISTÓTELES, c.13 n,4 (BK
1144b21): S. TH., lect.9. 21. ARISTÓTELES, c.3 n.14 (BK 1123b30): S. TH., lect.8. 22. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.15 (BK 1129b27): S. TH., lect.2. 23. ARISTÓTELES, c.1 n.15 (BK 1129b27):
S. TH., lect.2. 24. ARISTÓTELES, c.9 n.6 (BK 1366b3).
C.66 a.5 Sobre la igualdad de las virtudes 497
primera hay que decir: El acto de liberali- mandado. Pero parece que la prudencia
dad necesariamente ha de fundarse en el manda a la sabiduría, pues se dice en el
acto de justicia, pues, según se dice en el libro I Ethic.27, que qué disciplinas ha de
libro II Polit.25, la donación no sería liberal haber en las ciudades y cuáles ha de aprender
si no se diese de lo propio. Por tanto, la li- cada uno y hasta qué punto le corresponde or-
beralidad no podría existir sin la justicia, denarlo a ella, esto es, a la política, que
que discierne lo propio de lo ajeno; en pertenece a la prudencia, según se dice
cambio, la justicia puede existir sin la li- en el libro VI Ethic.28 Por tanto, como
beralidad. En consecuencia, absoluta- entre las disciplinas va incluida la sabi-
mente la justicia es mayor que la liberali- duría, parece que la prudencia es mayor
dad, por ser más común y fundamento que la sabiduría.
de la misma; aunque la liberalidad es re- 2. Es esencial a la virtud el que or-
lativamente mayor, por ser un cierto or- dene al hombre a la felicidad, pues la
nato y suplemento de la justicia. virtud es disposición de lo perfecto para lo
2. A la segunda hay que decir: Se dice óptimo, según se dice en el libro VII
que la paciencia ejerce una obra perfecta Physic.29 Pero la prudencia es la recta ra-
al tolerar los males, en los cuales no sólo zón de lo agible, por medio de lo cual el
excluye la venganza injusta, que también hombre es conducido a la felicidad,
excluye la justicia; o el odio, como hace mientras que la sabiduría no considera
la caridad; o la ira, como hace la manse- los actos humanos por los que se llega a
dumbre; sino que excluye hasta la tris- la felicidad. Luego la prudencia es una
teza inmoderada, que es la raíz de todos virtud mayor que la sabiduría.
los desórdenes mencionados. Por eso, 3. Parece que el conocimiento es
porque en esta materia extirpa la raíz, la mayor cuanto más perfecto. Pero de las
paciencia es virtud más perfecta y mayor. cosas humanas, de las que trata la cien-
Pero no es absolutamente más perfecta cia, podemos tener un conocimiento más
que todas las demás virtudes; porque la perfecto que de las cosas divinas, de las
fortaleza no sólo soporta las molestias que trata la sabiduría, conforme a la dis-
sin perturbación, lo cual pertenece a la tinción que hace San Agustín en el libro
paciencia, sino que incluso arremete XII De Trin.30, dado que las cosas divi-
contra ellas cuando es necesario. De ahí nas son incomprensibles, según aquello
que el fuerte sea paciente, pero no a la de Job 36,26: Mira, Dios es tan grande,
inversa, pues la paciencia es una cierta que excede nuestro conocimiento. Luego la
parte de la fortaleza. ciencia es una virtud mayor que la sabi-
3. A la tercera hay que decir: La mag- duría.
nanimidad no puede existir si no pre- 4. El conocimiento de los principios
existen otras virtudes, según se dice en es más digno que el conocimiento de las
el libro IV Ethic.26 De ahí que se com- conclusiones. Pero la sabiduría, como las
pare a las otras como ornato de las mis- demás ciencias, concluye a partir de
mas. Y en este sentido es mayor que to- principios indemostrables, que pertene-
das las otras, pero no absolutamente. cen al entendimiento. Luego el entendi-
miento es una virtud mayor que la sabi-
ARTICULO 5 duría.
¿Es la sabiduría la mayor de las En cambio, dice el Filósofo, en el li-
virtudes intelectuales? bro VI Ethic.31, que la sabiduría es como
la cabera entre las virtudes intelectuales.
Supra q.57 a.2 ad 2; In Ethic. 4 lect.6.
Solución. Hay que decir: Según queda
Objeciones por las que parece que la dicho (a.3), la magnitud específica de
sabiduría no es la mayor de las virtudes una virtud se mide por su objeto. Ahora
intelectuales. bien, el objeto de la sabiduría sobresale
1. El que manda es mayor que el entre los objetos de todas las virtudes
25. ARISTÓTELES, c.2 n.7 (BK 1263b13): S. TH., lect.4. 26. ARISTÓTELES, c.3 n.16 (BK.
1124a2): S. TH., lect.8. 27. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1094a28): S. TH., lect.2. 28. ARIS-
TÓTELES, c.8 n.1 (BK 1141a20): S. TH., lect.7. 29. ARISTÓTELES, text.17 (BK 246b23):
S. TH., lect.5; cf. l.7 c.3 n.4 (BK 246a13). 30. C.14: ML 42,1009. 31. ARISTÓTELES, c.7
n.3 (BK 1141a19): S. TH., lect.6.
498 Tratado de las virtudes en general C.66 a.5
32. ARISTÓTELES, 1.1 c.1 n.12 (BK 981b28); c.2 n.7.10 (BK 982b9; 983a7): S. TH., lect.1.2.
33. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 1141a21): S. TH., Iect.6. 34. ARISTÓTELES, Eth. l.6 c.13 n.8
(BK 1145a6): S. TH., lect.11. 35. C.1 n.1 (BK 402a2): S. TH., lect.1. 36. ARISTÓTELES,
c.12 n.1 (BK 291b27): S. TH., lect.17. 37. ARISTÓTELES, c.5 (BK 644b31). 38. ARIS-
TÓTELES, l.1 c.2 n.9,(BK 982b28): S. TH., lect.2.
C.66 a.6 Sobre la igualdad de las virtudes 499
39. C.8: ML 40,235. 40. Glossa ínterl. sobre Mt 1,2 (5, 5r).
CUESTIÓN 67
1. ARISTÓTELES, c.8 n.7 (BK 1178b8): S. TH., lect.12. 2. C.9: ML 42,1046. 3. ARIS-
TÓTELES, c.10 n.1 (BK 1117b23): S. TH., lect.19. 4. C.9: ML 42,1046. 5. En una obra
perdida, cuyo título era Hortensius. 6. De Trin. 1.14 c.9: ML 42,1046.
C.67 a.2 Las virtudes después de esta vida 501
aquellas cosas que le conciernen a él en luntad, donde existen ciertas semillas de
aquel estado, y la facultad apetitiva se estas virtudes, según queda dicho (q.63
moverá totalmente de acuerdo con el or- a.1). Pero la justicia, que reside en la vo-
den de la razón en las cosas concernien- luntad, permanecerá incluso en acto. Por
tes a aquel estado. De ahí que San eso de ella especialmente se ha dicho
Agustín diga, en el lugar citado7, que la (arg. en contrario) que es perpetua e in-
prudencia se dará allí sin peligro alguno de mortal: tanto por razón del sujeto, ya
error; la fortaleza, sin la molestia de tolerar que la voluntad es incorruptible, como
los males; la templanza, sin la rebelión de las por la semejanza del acto, según se ha
concupiscencias. De modo que a la prudencia dicho antes (sol.).
corresponderá no anteponer ni equiparar bien
alguno a Dios; a la fortaleza, adherirse a El ARTICULO 2
firmísimamente; a la templanza, no deleitarse
en defecto dañoso alguno. En cuanto a la ¿Permanecen después de esta vida
justicia es más fácil ver qué acto tendrá las virtudes intelectuales?
allí, a saber, estar sometido a Dios, ya que
también en esta vida pertenece a la jus- 1 q.89 a.5 y 6; In Sent. 3 d.31 q.2 a.4; 4 d.50 q.1 a.2;
In I Cor. 13 lec.3.
ticia estar sometido al superior.
Respuesta a las objeciones: 1. A la Objeciones por las que parece que
primera hay que decir: El Filósofo habla las virtudes intelectuales no permanecen
allí de estas virtudes morales en cuanto a después de esta vida.
lo que hay de material en ellas8, como 1. Dice el Apóstol, 1 Cor 13,8-9, que
son los cambios y los depósitos en la jus- la ciencia se desvanecerá, y razón de ello es
ticia; los terrores y los peligros en la fortale- porque nuestro conocimiento es parcial. Pero
za; las concupiscencias malsanas en la tem- así como el conocimiento de ciencia es
planza. parcial, es decir, imperfecto, también lo
2. A la segunda hay que decir: Cosa pa- es el conocimiento de las otras virtudes
recida hay que responder a la segunda intelectuales mientras dura esta vida.
objeción, pues las cosas concernientes a Luego todas las virtudes intelectuales ce-
la vida activa constituyen el elemento sarán después de esta vida.
material de las virtudes. 2. Dice el Filósofo, en Predicamen-
3. A la tercera hay que decir: El esta- tis9, que la ciencia, por ser un hábito, es
do del hombre después de esta vida es una cualidad difícilmente movible; pues
doble: uno, antes de la resurrección, no se pierde con facilidad, a no ser por
cuando las almas estarán separadas de una fuerte transmutación o enfermedad.
sus cuerpos; otro, después de la resu- Pero no hay mayor transmutación del
rrección, cuando las almas se unirán de cuerpo humano que la de la muerte.
nuevo a sus cuerpos. Pues bien, en el es- Luego la ciencia y las demás virtudes in-
tado de resurrección habrá facultades telectuales no permanecen después de
irracionales en órganos corporales tal esta vida.
como existen ahora, de modo que podrá 3. Las virtudes intelectuales perfec-
haber fortaleza en el apetito irascible y cionan el entendimiento para ejercer
templanza en el apetito concupiscible, en bien el propio acto. Pero parece que el
cuanto que una y otra facultad estarán acto de entendimiento no se da después
perfectamente dispuestas a obedecer a la de esta vida, porque, según se dice en el
razón. Pero en el estado anterior a la re- libro III De anima10, el alma no entiende
surrección las partes irracionales no exis- nada sin el fantasma, y después de esta
tirán en acto en el alma, sino tan sólo vida no permanecen los fantasmas, ya
radicalmente en la esencia de la misma, que no existen sino en los órganos cor-
según se ha dicho en la primera parte póreos. Luego las virtudes intelectuales
(q.77 a.8). En consecuencia, tampoco es- no permanecen después de esta vida.
tas virtudes existirán en acto a no ser en En cambio, el conocimiento de las
su raíz, esto es, en la razón y en la vo- cosas universales y necesarias es más fir-
7. De Trin. l.14 c.9: ML 42,1046. 8. ARISTÓTELES, Eth. l.10 c.8 n.7 (BK 1178b10).
9. ARISTÓTELES, c.6 n.4 (BK 8b29). 10. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 431a16): S. TH., lect.12.
502 Tratado de las virtudes en general C.67 a.3
11. AVICENA, De an. p.5 c.6 (26rb). 12. ARISTÓTELES, c.4 n.6 (BK 429b6): S. TH.,
lect.8. 13. ARISTÓTELES, De an. 1.3 c.4 n.4 (BK 429a27): S. TH., lect.7.
C.67 a.3 Las virtudes después de esta vida 503
14. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 226b2): S. TH., lect.4. 15. In loann. tract. 40 sobre 8,32:
ML 35.1690.
504 Tratado de las virtudes en general C.67 a.4
18. ARISTÓTELES, Phys. 1.3 c.1 n.6: S. TH., lect.2. 19. § 1 (BA 163.21).
506 Tratado de las virtudes en general C.67 a.5
cimiento mismo; y algo que le es pro- esto es totalmente imposible. En efecto,
pio, a saber: el que sea oscura, pues la fe al remover la diferencia de una especie
es un conocimiento oscuro. Luego, una no permanece la sustancia del género
vez removida la oscuridad de la fe, per- numéricamente la misma. Por ejemplo,
manece aún el conocimiento mismo de al remover la diferencia constitutiva de
la fe. la blancura, no permanece la sustancia
2. La fe es una luz espiritual del del color numéricamente la misma, de
alma, según aquello de Ef 1,17-18: ilumi- modo que el mismo color numéricamen-
nados los ojos de vuestro corazón en el conoci- te sea unas veces blanco y otras negro.
miento de Dios. Pero esta luz es imperfec- Pues el género no es respecto de la dife-
ta en comparación con la luz de la glo- rencia lo que la materia respectó de la
ria, de la cual se dice en Sal 35,10: En tu forma, de modo que pueda permanecer
luz veremos la luz. Ahora bien, la luz im- la sustancia del género numéricamente la
perfecta permanece al sobrevenir la luz misma al remover la diferencia, así como
perfecta, pues no se extingue la candela permanece la sustancia de la materia nu-
cuando sobreviene la claridad del sol. méricamente la misma al perder la for-
Luego parece que la luz misma de la fe ma. Porque el género y la diferencia no
permanece con la luz de la gloria. son partes de la especie; de lo contrario
3. La sustancia del hábito no desa- no se predicarían de la especie; sino que,
parece porque desaparezca la materia so- así como la especie significa el todo, es
bre que versa, pues el hombre puede decir, el compuesto de materia y forma
conservar el hábito de la liberalidad, aun- en las cosas corporales, así también la
que haya perdido el dinero; si bien no diferencia significa el todo, y de modo
puede ejercer el acto. Ahora bien, el ob- semejante el género; pero el género de-
jeto de la fe es la verdad primera no vis- nomina al todo por parte de lo que es
ta. Luego, al desaparecer ese objeto con como materia en él; la diferencia, por
la visión de la verdad primera, aún pue- parte de lo que es como forma; y la es-
de permanecer el hábito mismo de la fe. pecie, por parte de una y otra. Como, en
el hombre, la naturaleza sensitiva es
En cambio, la fe es un hábito simple. como materia respecto de la intelectiva;
Pero lo simple o se pierde todo o se pero se dice animal lo que tiene natura-
conserva todo. Por tanto, como la fe no leza sensitiva; racional, lo que tiene na-
permanece totalmente, sino que será turaleza intelectiva; y hombre, lo que
evacuada, según queda dicho (a.3), pare- tiene ambas cosas. Así, el mismo todo se
ce que se pierde totalmente. expresa mediante los tres términos, pero
Solución. Hay que decir: Algunos afir- no por lo mismo.
maron 20 que la esperanza desaparece to- De donde resulta manifiesto que, al
talmente, pero la fe se pierde en parte, a no ser la diferencia sino designativa del
saber: en cuanto a la oscuridad; y per- género, si se remueve la diferencia, la
manece en parte, a saber: en cuanto a la sustancia del género no puede permane-
sustancia del conocimiento. Lo cual, si cer la misma; pues no permanece la mis-
se entiende en el sentido de que perma- ma animalidad si es otra el alma que
nece la misma, no numérica, sino genéri- constituye al animal. Por consiguiente,
camente, es la pura verdad, pues la fe no puede suceder que el mismo conoci-
conviene con la visión de la patria en el miento numéricamente que antes fue os-
género de conocimiento; mas la esperan- curo resulte después conocimiento claro.
za no conviene genéricamente con la Y así es evidente que nada de lo que hay
bienaventuranza, ya que la esperanza es en la fe permanece idéntico numérica o
respecto de la fruición beatífica lo que el específicamente en la patria; tan sólo hay
movimiento respecto de la quietud en el identidad en el género.
término. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Pero si se entiende en el sentido de primera hay que decir: Si se remueve la di-
que el conocimiento de la fe permanece ferencia racional, lo vivo remanente no
numéricamente el mismo en el cielo, es numéricamente lo mismo, sino tan
20. Cf. GUILLERMO ALTISIODORENSE, Summa aurea p.3 tr.5 q.5 (fol. 138va); S. ALBERTO
MAGNO, In Sent. 1.3 d.36 a.7 (BO 28,586); a.8 (BO 28,587).
C.67 a.6 Las virtudes después de esta vida 507
sólo genéricamente, según consta por lo nuo aumento. Pero la candad del cami-
dicho (sol.). no nunca puede llegar a la igualdad de
2. A la segunda hay que decir: La im- la caridad de la patria por más que
perfección de la luz de la candela no se aumente. Luego parece que la caridad
opone a la perfección de la luz solar, del estado de vía no permanece en la pa-
porque no tienen el mismo sujeto. En tria.
cambio, la imperfección de la fe y la per-
En cambio, dice el Apóstol, 1 Cor
fección de la gloria se oponen mutua-
13,8: La caridad no cesa jamás.
mente, y se refieren al mismo sujeto.
Por tanto, no pueden existir simultánea- Solución. Hay que decir: Según se ha
mente, como tampoco son compatibles dicho anteriormente (a.3), cuando la im-
la claridad del aire y su oscuridad. perfección de una cosa no es de la razón
3. A la tercera hay que decir: El que específica de la misma, nada impide que,
pierde el dinero no pierde la posibilidad permaneciendo numéricamente idéntica,
de poseer dinero, y, por tanto, no hay pase de ser imperfecta a ser perfecta,
inconveniente en que permanezca el há- como se perfecciona el hombre por el
bito de la liberalidad. Pero en el estado crecimiento y la blancura por la intensi-
de gloria no sólo desaparece actualmente ficación. Ahora bien, la caridad es amor,
el objeto de la fe, que es lo no visto, cuya esencia no implica imperfección al-
sino también su posibilidad, debido a la guna; pues puede tener por objeto lo
estabilidad de la bienaventuranza. Sería, poseído y lo no poseído, lo visto y lo no
pues, inútil que permaneciese tal hábito. visto. Por tanto, la caridad no desapare-
ce con la perfección de la gloria, sino
ARTICULO 6 que permanece la misma numéricamente.
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CUESTIÓN 68
Sobre los dones
Seguidamente se han de estudiar los dones (cf. q.55 introd.), y sobre
ellos se discuten ocho puntos:
1. ¿Difieren los dones de las virtudes?—2. La necesidad de los dones.—
3. ¿Son hábitos los dones?—4. ¿Cuáles y cuántos son?—5. ¿Están conexos
los dones?—6. ¿Permanecen en el cielo?—7. Comparación de los dones
entre sí.—8. Comparación de los dones con las virtudes.
tas opiniones el autor sigue a S. ALBERTO MAGNO, In Sent. 1.3 d.34 a.l (BO 28,616) y S. BUE-
NAVENTURA, In Sent. l.3 d.34 a.1 q.1 (QR 3,735). Por influjo de PEDRO LOMBARDO, Sent. l.3
d.34 c.2 (QR 2,699), los dones no se distinguían de las virtudes. 7. Opinión atribuida a Fe-
lipe el Canciller. 8. Esta opinión se remonta a finales del siglo XII y parece que fue pro-
puesta por Prepositino. 9. Esta distinción aparece en Felipe el Canciller. 10. C.49: ML
75,592. 11. Opinión de Felipe el Canciller. 12. Cf. ARISTÓTELES, Eth. Eudem. l.7 c.12
n.20 (BK 1248a14).
514 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.68 a.1
más elevada de su maestro. Pues bien, es que también el Filósofo ponga, en el li-
manifiesto que las virtudes humanas per- bro VII Ethic.15, por encima de la virtud
feccionan al hombre en cuanto que pue- común, una cierta virtud heroica o divina,
de ser movido por la razón en las cosas por la cual se llama a algunos varones di-
que hace interior o exteriormente. Es, vinos.
por tanto, necesario que existan en el 2. A la segunda hay que decir: Los vi-
hombre unas perfecciones más altas que cios, en cuanto son contrarios al bien de
le dispongan para ser movido por Dios. la razón, son contrarios a los virtudes;
Y estas perfecciones se llaman dones, no pero en cuanto son contrarios al instinto
sólo porque son infundidos por Dios, divino, son contrarios a los dones. Pues
sino también porque por ellas el hombre lo mismo contraría a Dios y a la razón,
está dispuesto a ser prontamente móvil cuya luz deriva de Dios.
bajo la inspiración divina, tal como se 3. A la tercera hay que decir: Aquella
dice en Is 50,5: El Señor me ha abierto los definición se refiere a la virtud en su
oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás. Y acepción común. Por tanto, si queremos
también dice el Filósofo, en el capítulo restringir una tal definición a las virtu-
De bona fortuna13, que a aquellos que son des en cuanto se distinguen de los do-
movidos por instinto divino no les con- nes, diremos que la expresión por la que
viene aconsejarse según la razón huma- se vive rectamente ha de entenderse de la
na, sino que sigan el instinto interior, rectitud de la vida tomada según la regla
porque son movidos por un principio de la razón. De modo parecido, el don,
mejor que la razón humana. Y esto es lo en cuanto distinto de la virtud infusa,
que algunos dicen: que los dones perfec- puede definirse como aquello que es
cionan al hombre para unos actos más dado por Dios en orden a la moción di-
elevados que los actos de las virtudes 14a . vina, es decir, aquello que hace al hom-
Respuesta a las objeciones: 1. A la bre secundar bien los instintos divinos.
primera hay que decir: Estos dones se lla- 4. A la cuarta hay que decir: La sabi-
man a veces virtudes, según la acepción duría se llama virtud intelectual, en
común de virtud. Sin embargo, tienen cuanto procede del juicio de la razón; se
algo que excede la noción común de vir- llama, en cambio, don, en cuanto obra
tud, en cuanto que son ciertas virtudes por instinto divino. Y cosa parecida hay
divinas que perfeccionan al hombre en que decir de las demás virtudes y dones
cuanto que es movido por Dios. De ahí que tienen la misma denominación.
13. ARISTÓTELES, Eth. Eudem. 1.7 c.12 n.22 (BK 1248a32). 14. Cf. S. ALBERTO MAG-
NO, In Sent. l.3 d.34 a.1 (BO 28,616); S. BUENAVENTURA, In Sent. 1.3 d.34 a.1 q.1 (QR 3,735);
PEDRO DE TARANTASIA, In Sent. l.3 d.34 q.1 a.1 (3,267); STO. TOMÁS, In Sent. l.3 d.34 q.1
a.1. 15. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1145a20): S. TH., lect.1.
a Santo Tomás señala las distintas posiciones de los teólogos de cara al problema de la dis-
tinción de los dones y las virtudes. Son opiniones históricas perfectamente conocidas por el
autor, aunque no cite a sus propugnadores. Hoy día, gracias a los estudios de O. Lottin, sabe-
mos quiénes son o, al menos, quiénes las registraron en sus exposiciones.
Los que sostuvieron que los dones no difieren realmente de las virtudes fueron la mayoría
de los teólogos desde mediados del siglo XII hasta mediados del siglo XIII: Pedro Lombardo,
Prepositino, Godofredo de Poitiers, Guillermo de Auxerre, Guillermo de Alvernia (cf. RAMÍ-
REZ, o.c., p.44-47).
La tesis de la distinción real se generalizó a partir de Felipe de Grèves: Odón Rigaldo,
S.Alberto Magno, S.Buenaventura, Santo Tomás, Enrique de Gante y posteriores. Pero hay
modos distintos de entender la distinción.
Unos la fundaban en la diversidad de sujeto psíquico: los dones serían de la razón, mientras
que las virtudes son de la voluntad. La idea se encuentra en Prepositino (cf. LOTTIN, art.cit.,
p.78). Otros se fijaban en la distinta finalidad de dones y virtudes: las virtudes serían para vivir
bien y evitar los pecados, mientras que los dones serían para resistir a las tentaciones y confor-
marse con Cristo paciente. Parece, que esta opinión nace con Hugo de San Víctor y S. Bernar-
do. La aceptan Odón Rigaldo y S. Buenaventura.
C.68 a.2 Sobre los dones 515
ARTICULO 2 de la razón, sino que es necesario el ins-
tinto del Espíritu Santo, es, consiguien-
¿Son necesarios al hombre los dones temente, necesario el don.
para la salvación?
Ahora bien, la razón del hombre es
Infra a. 3 ad 1. perfeccionada por Dios de dos modos:
Objeciones por las que parece que primero, con la perfección natural, es
los dones no son necesarios al hombre decir, con la luz natural de la razón; se-
para la salvación. gundo, con una perfección sobrenatural,
1. Los dones se ordenan a una per- por las virtudes teológicas, según se ha
fección más alta que la perfección co- dicho anteriormente (q.62 a.1). Y, aun-
mún de la virtud. Pero al hombre no le que esta segunda perfección sea mayor
es necesario para la salvación llegar a que la anterior, sin embargo, el hombre
esta perfección, que está por encima del posee de modo más perfecto la primera
estado común de la virtud, porque tal que la segunda, pues la primera la tiene
perfección no cae bajo precepto, sino como en plena posesión, mientras que la
bajo consejo. Luego los dones no son segunda la posee como imperfectamente,
necesarios al hombre para la salvación. ya que amamos y conocemos a Dios im-
2. Para su salvación le basta al hom- perfectamente. Pero es claro que aquello
que posea perfectamente una naturaleza
bre comportarse bien respecto de las co-
o alguna forma o virtud puede obrar
sas divinas y de las cosas humanas. Pero
por sí mismo según ella, aunque sin ex-
respecto de las cosas divinas se compor-
cluir la acción de Dios, que obra inte-
ta bien el hombre por las virtudes teoló-
riormente en toda naturaleza y voluntad.
gicas; y respecto de las cosas humanas,
En cambio, aquello que posee imperfec-
por las virtudes morales. Luego los do-
tamente alguna naturaleza, forma o vir-
nes no son necesarios al hombre para la
salvación. tud, no puede obrar por sí mismo si no
es movido por otro. Por ejemplo, el sol,
3. Dice San Gregorio Magno, en el
por ser perfectamente lúcido, puede ilu-
libro II Moral.16, que el Espíritu Santo da
minar por sí mismo; mientras que la
la sabiduría contra la necedad; el entendimien-
luna, en la cual se da imperfectamente la
to, contra la estupidez; el consejo, contra la
irreflexión; la fortaleza, contra el miedo; la naturaleza de la luz, no ilumina si no es
ciencia, contra la ignorancia; la piedad, contra iluminada. También el médico, que cono-
la dureza de corazón; el temor, contra la so- ce perfectamente el arte de la medicina,
puede obrar por sí mismo; mientras que
berbia. Pero mediante las virtudes puede
su discípulo, que aún no está plenamen-
disponer el hombre de suficiente reme-
te instruido, no puede obrar por sí si no
dio para superar esos defectos. Luego
es instruido por aquél.
los dones no son necesarios al hombre
para la salvación. Así, pues, en cuanto a las cosas suje-
tas a la razón humana, es decir, en orden
En cambio, entre los dones, el supre- al fin connatural al hombre, éste puede
mo parece ser la sabiduría, y el ínfimo el obrar por el juicio de la razón. Si, no
temor. Pero ambos son necesarios para obstante, también en esto el hombre es
la salvación, porque de la sabiduría se ayudado por Dios con un instinto espe-
dice en Sab 7,28: Dios a nadie ama, sino al cial, ello será efecto de su desbordante
que mora con la sabiduría; y del temor se bondad. De ahí que, según los filóso-
dice en Eclo 1,28: El que vive sin temor no fos 17, no todo el que tenía las virtudes
puede ser justo. Luego también los otros morales adquiridas tenía las virtudes he-
dones intermedios son necesarios para la roicas o divinas. Mas, en orden al fin úl-
salvación. timo sobrenatural, al cual mueve la ra-
Solución. Hay que decir: Según queda zón en cuanto que está de algún modo e
dicho (a.1), los dones son perfecciones imperfectamente informada por las vir-
del hombre que le disponen para seguir tudes teológicas, no basta la sola moción
bien el instinto divino. Por tanto, en de la razón si no le asiste de arriba el
aquellas cosas en que no basta el instinto instinto y la moción del Espíritu Santo,
16. C.49: ML 75,592. 17. ARISTÓTELES, Eth. 1.7 c.1 n.1 (BK 1145a20): S. TH., lect.1.
Cf. S. ALBERTO MAGNO, In Eth. 1.7 tr.1 c.1 (BO 7,463).
516 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.68 a.3
18. ARISTÓTELES, c.6 n.4 (BK 8b30). 19. C.56: ML 75,598. 20. PL 76,788.
b Comparando las exposiciones sucesivas de Santo Tomás (Comentario a las Sent., Comenta-
rio a Isaías, Suma de teología 1-2 y 2-2) se advierten matizaciones accidentales dignas de notarse,
pero que no rompen la estructura fundamental del tratado. Una es la menor insistencia en la
Suma en el modo divino característico de los dones, tan acentuado en las obras anteriores, para
fijarse más en las mociones y motivaciones divinas, que revelan mejor su especificidad. En la
Suma de teología el modo divino aparece más bien como consecuencia de la moción divina, espe-
cíficamente distinta de la moción propia de las virtudes. Otra matización o descubrimiento en
la 2-2 q.8 a.6; q.9 a.3, que le hace retractar expresamente lo que había dicho en la 1-2 q.68 a.4,
es el carácter a la vez especulativo y práctico de los dones de sabiduría, entendimiento y cien-
cia, que le hace variar el criterio de distinción entre el don de ciencia y los otros dos dones
intelectuales superiores (cf. V. RODRÍGUEZ, art.cit., p.262-267).
C.68 a.4 Sobre los dones 517
Jn 14,17: Permanecerá con vosotros y estará ARTICULO 4
en vosotros. Pero el Espíritu Santo no está
en los hombres sin sus dones. Luego sus ¿Es correcta la enumeración de los
dones permanecen en los hombres. Por siete dones del Espíritu Santo?
consiguiente, no sólo son actos o pasio- 2-2 q.8 a.6; In Sent. 3 d.34 q.1 a.2; In Is. 11.
nes, sino también hábitos permanentes.
Objeciones por las que parece que la
Solución. Hay que decir: Según se ha enumeración de los siete dones del Espí-
dicho, los dones son perfecciones del ritu Santo no está bien hecha.
hombre que le disponen para seguir bien 1. En esa enumeración se ponen
el instinto del Espíritu Santo. Ahora cuatro dones correspondientes a las vir-
bien, consta por lo dicho anteriormente tudes intelectuales, a saber: la sabiduría,
(q.56 a.4; q.58 a.2) que las virtudes mo- el entendimiento, la ciencia y el consejo,
rales perfeccionan la facultad apetitiva que corresponde a la prudencia; pero no
en cuanto que participa de algún modo se pone ninguno que corresponda al
de la razón, es decir, en cuanto es natu- arte, que es la quinta de las virtudes in-
ralmente capaz de ser movida por el im- telectuales. Asimismo se pone uno que
perio por el imperio de la razón. Por corresponde a la justica, esto es, la pie-
consiguiente, los dones del Espíritu San- dad, y otro que corresponde a la fortale-
to son para el hombre, en comparación za, esto es, el don de fortaleza; pero no
con el Espíritu Santo, lo que son las vir- se pone ninguno que corresponda a la
tudes morales para la facultad apetitiva templanza. Luego la enumeración de los
en comparación con la razón. Pero las dones no es suficiente.
virtudes morales son ciertos hábitos que 2. La piedad es parte de la justicia.
disponen las facultades apetitivas para Pero respecto de la fortaleza no se pone
obedecer prontamente a la razón. Luego como don una de sus partes, sino la for-
también los dones del Espíritu Santo taleza misma. Luego no debió ponerse
son ciertos hábitos que perfeccionan al como don correspondiente a la justicia
hombre para obedecer prontamente al la piedad, sino la justicia misma.
Espíritu Santo. 3. Las virtudes teológicas son las
que más nos ordenan a Dios. Por tanto,
Respuesta a las objeciones: 1. A la al perfeccionar los dones al hombre en
primera hay que decir: San Gregorio ofre- cuanto que es movido por Dios, parece
ce la solución allí mismo 21 al decir que que deberían ponerse algunos dones co-
el Espíritu Santo permanece siempre en todos rrespondientes a las virtudes teológicas.
los elegidos mediante aquellos dones sin los 4. Así como Dios es temido, tam-
cuales no se puede llegar a la vida eterna, pero bién es amado, en El espera uno y con
no mediante otros. Ahora bien, los siete El se alegra. Pero el amor, la esperanza
dones son necesarios para la salvación, y el gozo son pasiones condivididas al
según queda dicho (a.2). Luego, en temor. Luego, así como se pone un don
cuanto a ellos, el Espíritu Santo perma- de temor, también deben ponerse dones
nece siempre en los santos. correspondientes a las otras tres pasio-
2. A la segunda hay que decir: El argu- nes.
mento procede de entender aquello que 5. Al entendimiento se le agrega la
no obra, sino que solamente es movido. sabiduría, que lo rige; a la fortaleza, el
Pero el hombre no es instrumento en consejo; a la piedad, la ciencia. Luego
ese sentido, sino que es llevado por el también %1 temor debió agregársele al-
Espíritu Santo de modo que también gún don directivo. Luego la enumera-
obra él, en cuanto que es libre. Por tan- ción de los siete dones no está bien
to, necesita de hábitos. hecha.
3. A la tercera hay que decir: La pro-
fecía es uno de los dones que se ordenan En cambio está la autoridad de la
a la manifestación del Espíritu, no a la Escritura, en Is 11,2-3.
necesidad de la salvación. No hay, pues, Solución. Hay que decir: Según queda
paridad. dicho (a.3), los dones son hábitos que
22. ARISTÓTELES, c.4 n.3.5 (BK 1140a10; 1140a17): S. TH., lect.3. 23. C.1: ML 41,279.
c Santo Tomás acepta el número septenario de los dones, conforme a la versión de Los Se-
tenta y de la Vulgata latina, enumerados por Isaías 11. Hoy es sabido que la enumeración del
texto original hebreo es más bien de seis, pues la piedad y el temor corresponden a la misma pa-
labra hebrea jirath (temor). Esta ausencia del don de piedad en el texto de Isaías resta certeza
bíblica al número clásico septenario. No obstante, en Rom 8,15-16 y Gal 4,6.8, San Pablo pare-
ce referirse al ejercicio del don de piedad. Por otra parte, la tradición patrística, el magisterio
de la Iglesia, hasta la encíclica de Juan Pablo II Dominum et vivificantem, la liturgia y la mayoría
de los teólogos hablan de los siete dones. Aun filológicamente, el hecho de la repetición de la
misma palabra para el sexto y séptimo don, pienso que no es muy definitivo, puesto que no
es raro que un mismo término importe más de una significación. Santo Tomás justifica el nú-
mero septenario en el artículo cuarto, que ha de leerse teniendo a la vista el artículo 6 de la
cuestión 8 de 2-2.
C.68 a.5 Sobre los dones 519
los dones pertenecen a estas tres virtu- de entendimiento; el entendimiento es muy inú-
des como ciertas derivaciones de ellas. til si no se basa en la sabiduría.. Vale poco el
4. A la cuarta hay que decir: El amor, consejo privado de fortaleza; j es poco consis-
la esperanza y el gozo tienen por objeto tente la fortaleza si no la apoya el consejo.
el bien. Ahora bien, el mayor de los bie- No hay ciencia si no tiene la utilidad de la
nes es Dios. De ahí que los nombres de piedad; y es muy inútil la piedad si carece de
estas pasiones se apliquen a las virtudes la discreción de la ciencia. Incluso el mismo
teológicas, por las que se une el alma a temor, si no tuviese estas virtudes, no brota
Dios. En cambio, el objeto del temor es para obra alguna de acción buena. De lo cual
el mal, que no compete a Dios de nin- parece inferirse que un don puede darse
gún modo; y, por tanto, no importa sin otro. Luego los dones del Espíritu
unión con Dios, sino más bien separa- Santo no están conexos.
ción de algunas cosas por reverencia a En cambio, el mismo San Gregorio26
Dios. Por consiguiente, no es nombre acababa de decir antes de las palabras ci-
de virtud teológica, sino de don, el cual tadas: En este convite de los hijos ha de ad-
retrae de los males por razones más altas vertirse esto: que se alimentan mutuamente.
que la virtud moral. Pero los hijos de Job, de los que está
5. A la quinta hay que decir: La sabi- hablando, designan los dones del Espíri-
duría dirige el entendimiento y el afecto tu Santo. Luego los dones del Espíritu
del hombre. Por eso se ponen dos dones Santo están conexos, ya que se alimen-
correspondientes a la sabiduría como tan mutuamente.
principio directivo: por parte del enten-
dimiento, el don de entendimiento; y Solución. Hay que decir: La verdad so-
por parte del afecto, el don de temor. bre este tema se esclarece fácilmente por
Pues el motivo de temer a Dios resulta lo que ya queda dicho. Se ha dicho, en
principalmente de la consideración de la efecto, anteriormente (a.3) que, así como
excelencia divina, atendida por la sabi- las facultades apetitivas se disponen por
duría. las virtudes morales en su relación con
el régimen de la razón, así todas las fa-
cultades del alma se disponen por los
ARTICULO 5 dones en su relación con la moción del
¿Están conexos los dones del Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo
Espíritu Santo? habita en nosotros por caridad, según
aquello de Rom 5,5: La caridad de Dios se
In Sent. 3 d.36 a.3. ha derramado en nuestros corazones por virtud
Objeciones por las que parece que del Espíritu Santo que nos ha sido dado; así
los dones no están conexos. como también nuestra razón es perfec-
1. Dice San Pablo, en 1 Cor 12,8: A cionada por la prudencia. Por lo que, así
uno le es dada por el Espíritu la palabra de como las virtudes morales conectan en-
sabiduría; a otro, la palabra de ciencia según tre sí en la prudencia, así los dones del
Espíritu Santo conectan entre sí en la
el mismo espíritu. Pero la sabiduría y la
ciencia se cuentan entre los dones del caridad, de modo que quien tiene la ca-
Espíritu Santo. Luego los dones del Es- ridad tiene todos los dones del Espíritu
Santo; ninguno de los cuales puede te-
píritu Santo se dan a distintas personas y nerse sin la caridad.
no están conexos entre sí en el mismo
sujeto. Respuesta a las objeciones: 1. A la
2. Dice San Agustín, en el libro primera hay que decir: La sabiduría y la
XIV De Trin.24, que muchos fieles no po- ciencia pueden considerarse, de un
seen la ciencia, aunque posean la fe. Pero a la modo, en cuanto que son gracias gratis
fe la acompaña alguno de los dones, al dadas, es decir, en cuanto que uno abun-
menos el don de temor. Luego parece da tanto en el conocimiento de las cosas
que los dones no están necesariamente divinas y humanas, que puede instruir a
conexos en un mismo sujeto. los fíeles y rebatir a los adversarios. Y
3. Dice San Gregorio, en el libro I en este sentido habla allí San Pablo de la
Moral.25, que la sabiduría es menor si carece sabiduría y de la ciencia; de ahí que
24. C.l: ML 42,1037. 25. C.32: ML 75,547. 26. Moral. l.1 c.32: ML 75,547.
520 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.68 a.6
27. De Trini. l.14 c.1: ML 42,1037. 28. Moral. l.1 c.32: ML 75,547. 29. C.49: ML
75,592. 30. C.32: ML 75,547. 31. C.37: ML 75,764. 32. C.16: ML 16,770.
C.68 a.7 Sobre los dones 521
en cuanto a esto no permanecerán en el cuanto a la esperanza; pero puede perte-
cielo, lo mismo que se ha dicho ante- necer también al estado futuro en cuanto
riormente (q.67 a.1) de las virtudes car- a la confortación que proporcionan las
dinales. cosas aquí esperadas y allí obtenidas.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. A la tercera hay que decir: Aquel
primera hay que decir: San Gregorio habla argumento vale para los dones en cuan-
allí de los dones según lo que les com- to a su materia, pues las obras de vida
pete en el estado presente, pues así33 nos activa no serán materia de los dones;
protegen contra las tentaciones del mal. pero todos tendrán sus actos sobre cosas
Pero en el estado de gloria, al cesar los pertenecientes a la vida contemplativa,
males, los dones del Espíritu Santo nos que es la vida bienaventurada.
perfeccionarán en el bien.
2. A la segunda hay que decir: San ARTICULO 7
Gregorio va señalando en cada uno de
los dones algo que pasa con el estado ¿Es conforme a la enumeración de
presente y algo que permanece también Isaías 11 la dignidad de los dones?
en el futuro. Dice, en efecto34, que la sa- In Is. c.11.
biduría restablece la mente con la esperanza y
la certera de los bienes eternos: de las cuales Objeciones por las que parece que la
pasa la esperanza y permanece la certeza. dignidad de los dones no es conforme a
Y del entendimiento dice que al penetrar la enumeración de Is 11,2-3.
las cosas oídas, restableciendo el corazón, disi- 1. Entre los dones parece que debe
pa sus tinieblas; y de estas dos cosas, al tenerse por principal aquel que Dios exi-
oír pasa, porque no enseñará el hombre a su ge principalmente al hombre. Pero lo
hermano, según se dice en Jer 31,34; pero que más exige Dios al hombre es el te-
permanecerá la ilustración de la mente. mor, pues se dice en Dt 10,12: Y ahora,
Del consejo dice que impide ser precipita- Israel, ¿qué es lo que de ti exige el Señor, tu
do, lo cual es necesario en el estado pre- Dios, sino que temas al Señor tu Dios?; y en
sente; y también que llena al alma de ra- Mal 1,6, se dice: Pues si yo soy tu Señor,
zón, lo cual también es necesario en el ¿dónde está mi temor? Luego parece que el
estado futuro. De la fortaleza dice que temor, que se enumera el último, no es
no teme las adversidades, lo cual es necesa- el ínfimo de los dones, sino el mayor de
rio en el estado presente; y también que ellos.
alimenta la confianza, lo cual permanece 2. La piedad parece ser un bien uni-
también en el estado futuro. A la ciencia versal, pues dice San Pablo, en 1 Tim
sólo le atribuye una cosa, esto es, que 4,8, que la piedad es útil para todo. Pero el
supera el ayuno de la ignorancia, lo cual per- bien universal es preferible a los bienes
tenece al estado presente; pero lo que particulares. Luego la piedad, que se
añade, en el seno de la mente, puede enten- enumera en penúltimo lugar, parece ser
derse metafóricamente como plenitud de el más excelente de los dones.
conocimiento, que también pertenece al 3. La ciencia perfecciona el juicio
estado futuro. De la piedad dice que lle- del hombre, mientras que el consejo per-
na las entrañas del corazón de obras de mise- tenece a la indagación. Pero el juicio es
ricordia, lo cual, literalmente, pertenece superior a la indagación. Luego la cien-
al estado presente; pero el afecto íntimo cia es don más excelente que el consejo,
mismo del prójimo, designado por las y, sin embargo, se enumera después.
entrañas, pertenece también al estado fu- 4. La fortaleza pertenece a la facul-
turo, en el cual la piedad no exhibe tad apetitiva, mientras que la ciencia
obras de misericordia, sino afecto de pertenece a la razón. Pero la razón es fa-
congratulación. Del temor dice que frena cultad más excelente que el apetito. Lue-
la mente para que no se enorgullezca de las go la ciencia es don más excelente que la
cosas presentes, lo cual pertenece al estado fortaleza, que, sin embargo, se enumera
presente; y que sobre las cosas futuras con- antes. Luego la dignidad de los dones
forta con el alimento de la esperanza, que no es conforme al orden de su enumera-
también pertenece al estado presente, en ción.
33. Moral. l.2 c.49: ML 75,592. 34. Moral. l.1 c.32: ML 75,547.
522 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.68 a.8
En cambio, dice San Agustín, en el consejo y la fortaleza se prefieren a la
libro De serm. Dom. in monte35: Me parece ciencia y a la piedad.
que la operación septiforme del Espíritu San- Respuesta a las objeciones: 1. A la
to de que habla Isaías se conforma a estos primera hay que decir: El temor tiene pre-
grados y sentencias (que se mencionan en ferencia como algo primordial en la per-
Mt 5,3ss); pero la ordenación es distinta, fección de los dones, porque el principio
pues allí (es decir, en Isaías) la enumeración de la sabiduría es el temor de Dios*6, no
comienza por los más excelentes; mientras que porque sea más digno que los otros.
aquí empieza por los inferiores. Pues en el orden de generación es pri-
mero apartarse del mal, que se hace por
Solución. Hay que decir: La dignidad el temor, según se dice en Prov
de los dones puede entenderse de dos 16,6;15,27, que obrar el bien, que es lo
modos: uno, absolutamente, es decir, en que hacen los otros dones.
comparación a los propios actos en 2. A la segunda hay que decir: La pie-
cuanto proceden de sus principios; otro, dad no se compara en las palabras de
relativamente, es decir, en comparación San Pablo a todos los dones de Dios,
a la propia materia. Hablando absoluta- sino únicamente al ejercicio corporal, del
mente de la dignidad de los dones, la que dice antes que es de poca utilidad.
comparación entre ellos es la misma que 3. A la tercera hay que decir: Aunque
en el caso de las virtudes, ya que los do- la ciencia se prefiere al consejo por ra-
nes perfeccionan al hombre para todos zón del juicio, sin embargo, el consejo
los actos de las potencias del alma, para tiene preferencia por razón de la mate-
los que perfeccionan también las virtu- ria, pues el consejo sólo tiene lugar en
des, según se ha dicho anteriormente las cosas arduas, según se dice en el li-
(a.4). Por lo que, así como las virtudes bro III Ethic.37, mientras que el juicio
intelectuales se prefieren a las virtudes de la ciencia tiene lugar en todas las co-
morales, y, entre las virtudes intelectua- sas.
les, las contemplativas se prefieren a las 4. A la cuarta hay que decir: Los do-
activas, como la sabiduría, el entendi- nes directivos, que pertenecen a la ra-
miento y la ciencia se prefieren a la pru- zón, son más dignos que los ejecutivos,
dencia y al arte, de modo tal, sin embar- si se consideran en relación a sus actos
go, que la sabiduría se prefiere al enten- en cuanto proceden de las potencias,
dimiento y el entendimiento se prefiere a pues la razón es más excelente que el
la ciencia, como la prudencia y la synesis apetito, como el principio regularmente
se prefieren a la eubulia; así también, en- es superior a lo regulado. Pero por ra-
tre los dones, la sabiduría y el entendi- zón de la materia, el consejo se adjunta
miento, la ciencia y el consejo, se prefie- a la fortaleza, como lo directivo a lo eje-
ren a la piedad, a la fortaleza y el temor, cutivo; lo mismo que la ciencia a la pie-
y, entre estos últimos, la piedad se pre- dad, porque el consejo y la fortaleza tie-
fiere a la fortaleza, y la fortaleza se pre- nen lugar en las cosas arduas, mientras
fiere al temor, lo mismo que la justicia que la ciencia y la piedad se ejercitan
se prefiere a la fortaleza, y la fortaleza se también en las cosas comunes. Por eso,
prefiere a la templanza. Pero en cuanto a en razón de la materia, el consejo se
la materia, la fortaleza y el consejo se enumera junto con la fortaleza antes que
prefieren a la ciencia y a la piedad, por- la ciencia y la piedad.
que la fortaleza y el consejo tienen lugar
en las cosas arduas, mientras que la pie-
dad, lo mismo que la ciencia, se ejercitan ARTICULO 8
en las cosas comunes. Así, pues, la dig- ¿Han de preferirse las virtudes a los
nidad de los dones corresponde al orden dones?
de su enumeración, en parte según su
In Sent. 3 d.34 q.1 a.1 ad 5; De carit. a.2 ad 17.
consideración absoluta, en cuanto que la
sabiduría y el entendimiento se prefieren Objeciones por las que parece que
a todos los demás; y en parte según el las virtudes han de preferirse a los do-
orden de la materia, en cuanto que el nes.
35. L.1 c.4: ML 34,1234. 36. Sal 110,10; Eclo 1,16. 37. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (BK
1112b9): S. TH., lect.7.
C.68 a.8 Sobre los dones 523
38. C.18: ML 42,1082. 39. C.49: ML 75,592. 40. De lib. arb. 1.2 c.18: ML 32,1267;
c.19: ML 32,1268. 41. C.35: ML 75,549. 42. Cf. a.4. 43. C.27: ML 75,544.
524 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.68 a.8
dones son anteriores a las virtudes inte- 3. A la tercera hay que decir: La sabi-
lectuales y morales, aunque son pos- duría, el entendimiento y los demás son
teriores a las virtudes teológicas. De dones del Espíritu Santo, en cuanto que
otro modo, en el orden de generación y están informados por la caridad, que no
disposición, como el amor del prójimo obra mal, según se dice en 1 Cor 13,4.
precede al amor de Dios en cuanto al Por consiguiente, de la sabiduría, del en-
acto; y, en este sentido, las virtudes inte- tendimiento y de los demás dones nadie
lectuales y morales preceden a los dones, usa mal, en cuanto que son dones del
pues, por el hecho de estar el hombre Espíritu Santo. Mas, para que no se
bien dispuesto respecto de la propia ra- aparten de la perfección de la caridad,
zón, se dispone a que se encuentre de uno es ayudado por otro; y esto es lo
modo debido en orden a Dios. que quiere decir San Gregorio.
CUESTIÓN 69
Sobre las bienaventuranzas
Seguidamente se han de considerar las bienaventuranzas (cf. q.55 in-
trod.). Sobre ellas nos preguntamos cuatro cosas:
1. ¿Se distinguen las bienaventuranzas de los dones y de las virtudes?—
2. ¿Pertenecen a esta vida los premios de las bienaventuranzas?—3. Sobre
el número de las bienaventuranzas.—4. Sobre la adecuación de los premios
que se les atribuyen.
(q.68 a.8). Por eso San Ambrosio, expo- Asimismo, la plena saciedad no se logra
niendo las bienaventuranzas propuestas sino en la otra vida, según aquello de
a las turbas, las atribuye a las virtudes Sal 16,15: Sacíeme al despertarme de tu glo-
cardinales, mientras que San Agustín, ria. También la visión de Dios y la ma-
exponiendo las bienaventuranzas pro- nifestación de la filiación divina pertene-
puestas a los discípulos en la montaña, cen a la vida futura, según aquello de 1
como a hombres más perfectos, las atri- Jn 3,2: Ahora somos hijos de Dios, aunque
buye a los dones del Espíritu Santo. aún no se ha manifestado lo que hemos de ser.
2. A la segunda hay que decir: Aquella Sabemos que cuando aparezca, seremos seme-
razón prueba que no hay otros hábitos jantes a El, porque le veremos tal cual es.
que rectifiquen la vida humana fuera de Luego aquellos premios pertenecen a la
las virtudes y los dones. vida futura.
3. A la tercera hay que decir: La man- En cambio, dice San Agustín, en el
sedumbre se toma en la objeción por el libro De serm. Dom. in monte5: Ciertamen-
acto de mansedumbre; y lo mismo la te estas cosas pueden cumplirse en esta vida,
justicia y la misericordia. Y aunque éstas como creemos que se cumplieron en los após-
parezcan virtudes, se atribuyen, sin em- toles. Porque aquella total mudanza en forma
bargo, a los dones, porque también los angélica, que se promete después de esta vida,
dones perfeccionan al hombre acerca de no puede explicarse con palabras.
toda la materia en que perfeccionan las
virtudes, según queda dicho (q.68 a.2). Solución. Hay que decir: Sobre estos
premios, los expositores de la Sagrada
Escritura han hablado de modos diver-
ARTICULO 2
sos. Unos, como San Ambrosio, en Su-
¿Pertenecen a esta vida los premios per Lucam6, dicen que todos estos pre-
que se atribuyen a las mios pertenecen a la vida futura. San
bienaventuranzas? Agustín, en cambio, dice7 que pertene-
In Mt. c.5. cen a la vida presente. San Juan Crisós-
tomo, a su vez, dice, en sus Homilías8,
Objeciones por las que parece que que unos pertenecen a la vida futura y
los premios que se atribuyen a las bien- otros a la presente.
aventuranzas no pertenecen a esta vida. Para el esclarecimiento de ello hay
1. A algunos se les llama bienaven- que considerar que la esperanza de la
turados por la esperanza de los premios, bienaventuranza futura puede darse en
según queda dicho (a.1). Pero el objeto nosotros de dos modos. Uno, por cierta
de la esperanza es la bienaventuranza fu- preparación o disposición para la bien-
tura. Luego estos premios pertenecen a aventuranza futura, lo que es a modo de
la vida futura. mérito. Otro, por cierta incoación im-
2. En Lc 6,25, se señalan penas en perfecta de la bienaventuranza futura en
oposición a las bienaventuranzas, cuan- los varones santos, incluso en esta vida.
do se dice: ¡Ay de vosotros los que ahora es- Pues una es la esperanza que se tiene de
táis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de la fructificación del árbol cuando rever-
vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y decen sus ramas, y otra cuando ya em-
lloraréis! Pero estas penas no se entien- piezan a aparecer los primeros frutos.
den en esta vida, ya que frecuentemente Así, pues, aquellas cosas que en las
los hombres no son castigados en esta bienaventuranzas se señalan como méri-
vida, según aquello de Job 21,13: Pasan tos, son ciertas preparaciones o disposi-
¿os días placenteramente. Luego tampoco ciones para la bienaventuranza, perfecta
los premios de las bienaventuranzas per- o incoada. Mas las cosas que se señalan
tenecen a esta vida. como premios, pueden ser o la misma
3. El reino de los cielos, que se asig- bienaventuranza perfecta, y en este senti-
na como premio a la pobreza, es la bien- do pertenecen a la vida futura, o cierta
aventuranza celeste, según dice San incoación de la bienaventuranza, tal
Agustín, en el libro XIX De civ. Dei4. como se da en los varones perfectos; y
4. Cf. 1.17 c.7: ML 41,539; De serm. Dom. l.1 c.1: ML 34,1231. 5. L.1 c.4: ML
34,1235. 6. L.5 sobre 6,20: ML 15,1738. 7. De serm. Dom. l.1 c.4: ML 34,1234. 8. In
Matth. hom.15: MG 57,223.
C.69 a.3 Sobre las bienaventuranzas 527
en este sentido los premios pertenecen a tarse de algún modo. Porque como rei-
la vida presente. Pues cuando uno em- no de los cielos, según dice San Agus-
pieza a progresar en los actos de las vir- tín 12, puede entenderse el principio de la
tudes y de los dones, se puede esperar sabiduría perfecta por el que empieza a
de él que llegue a la perfección de esta reinar en los hombres el espíritu. Pose-
vida y a la de la patria a . sión de la tierra significa el buen afecto
Respuesta a las objeciones: 1. A la del alma cuyo deseo descansa en la esta-
primera hay que decir: La esperanza es de bilidad de la herencia perpetua, significa-
la bienaventuranza futura, como de fin da por la tierra. Son consolados en esta
último; puede ser también del auxilio de vida participando del Espíritu Santo,
la gracia, como de aquello que conduce que se llama Paráclito, esto es, Consola-
al fin, conforme a lo del Sal 27,7: En dor 13 . Son también saciados en esta vida
Dios esperó mi corazón y fui socorrido. con aquel alimento de que habla el Se-
2. A la segunda hay que decir: Los ma- ñor, Jn 4,34: Mi comida es hacer la volun-
los, aunque a veces no padezcan penas tad de mi Padre. También en esta vida
temporales en esta vida, las padecen, sin consiguen los hombres la misericordia
embargo, espirituales. De ahí que diga de Dios. E igualmente aquí, purificado
San Agustín, en el libro I Confess.9: Lo el ojo por el don de entendimiento, pue-
mandaste, Señor, y así se verifica, que el alma de ser Dios visto de algún modo. Asi-
desordenada sea pena para sí. Y el Filósofo mismo, quienes en esta vida calman sus
dice de los malos, en el libro IX movimientos, asemejándose a Dios, son
Ethic.10, que su alma lucha consigo misma, llamados hijos de Dios. Todo esto, no
pues esto la atrae hacia acá y aquello hacia obstante, se realizará más perfectamente
allá; y luego concluye 11 : si ser malo hace en la patria b.
ser tan miserable, se ha de evitar con todo em-
peño la malicia. De modo parecido, por el ARTICULO 3
contrario, a los buenos, aunque en esta
vida a veces no tengan premios corpora- ¿Es adecuada la enumeración de las
les, nunca les faltan, sin embargo, los bienaventuranzas?
bienes espirituales, incluso en esta vida, In Sent. 3 d.34 q.1 a.4; In Mt. c.5.
según aquello de Mt 19,29, y Me 10,30:
Recibiréis el ciento por uno incluso en este Objeciones por las que parece que la
siglo. enumeración de las bienaventuranzas no
3. A la tercera hay que decir: Todos es adecuada.
aquellos premios se consumarán perfec- 1. Las bienaventuranzas se atribuyen a
tamente en la vida futura; pero, entre- los dones, según queda dicho (a.1 ad 1).
tanto, ya en esta vida empiezan a disfru- Pero algunos de los dones pertenecen a
9. C.12: ML 32,670. 10. ARISTÓTELES, c.4 n.9 (BK 1166b19): S. TH., lect.4. 11. ARIS-
TÓTELES, c.4 n.10 (BK 1166b27): S. TH., lect.4. 12. De serm. Dom. l.1 c.4: ML 34,1235.
13. Cf. S. JERÓNIMO, In Isaiam l.11 sobre 40,1: ML 24,414; S. AGUSTÍN, In loann. tr.93 sobre
14,4: ML 35,1868; S. ISIDORO, Etymol. 1.7 c.3: ML 82,268.
a Si los dones son «ciertas derivaciones de las virtudes teologales» (q.68 a.4 ad 3), conse-
cuentemente lo han de ser también los actos de los dones o bienaventuranzas. Al ser la bien-
aventuranza definitiva el objeto de la esperanza teologal, es natural que las bienaventuranzas,
en lo que tienen de actos meritorios y en lo que tienen de premio anticipado de la bienaventu-
ranza celestial, están especialmente animadas por la esperanza teologal, aunque no sean actos
elícitos suyos. En los artículos 1 y 2 se insiste en esta dependencia.
b Santo Tomás opta, con S.Agustín, por atribuir las bienaventuranzas a los dones más bien
que a las virtudes cardinales (como hacía S.Ambrosio), pero más por vía de apropiación que
de propiedad o exclusividad. En el tratado de los dones en particular se precisará esa corres-
pondencia, atendiendo más a los objetos y motivos que al orden material de las enumeraciones
bíblicas (cf. 2-2 q.121 a.2). La primera bienaventuranza se atribuye al don de temor (2-2 q.19
a. 12); la segunda, al don de piedad (2-2 q.121 a.2); la tercera, al don de ciencia (2-2 q.9 a.4);
la cuarta, al don de piedad (2-2 q.121 a.2) y al don de fortaleza (2-2 q.139 a.2); la quinta, al
don de piedad (2.2 q.121 a.2) y al don de consejo (2-2 q.52 a.4); la sexta, al don de entendi-
miento (2-2 q.8 a.7); la séptima, al don de sabiduría (2-2 q.45 a.6).
528 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.69 a.3
la vida contemplativa, a saber: la sabidu- voluptuosa, por ser falsa y contraria a la
ría y el entendimiento, y, sin embargo, razón, es impedimento de la bienaventu-
ninguna bienaventuranza se pone en el ranza futura. En cambio, la felicidad de
acto de contemplación, sino que todas se la vida activa dispone para la bienaven-
refieren a la vida activa. Luego la enu- turanza futura. Y la felicidad contempla-
meración de las bienaventuranzas es in- tiva, si es perfecta, constituye esencial-
suficiente. mente la misma bienaventuranza futura;
2. A la vida activa pertenecen no y, si es imperfecta, es cierta incoación de
sólo los dones ejecutivos, sino también la misma.
dones directivos, como la ciencia y el Por eso el Señor puso en primer lugar
consejo. Sin embargo, entre las bien- ciertas bienaventuranzas que apartan lo
aventuranzas no se pone nada que parez- que es el obstáculo de la felicidad volup-
ca pertenecer directamente a los actos de tuosa. Pues la vida voluptuosa consiste
ciencia o de consejo. Luego la enumera- en dos cosas. Primera, en la abundancia
ción de las bienaventuranzas es insufi- de bienes exteriores, bien sean riquezas,
ciente. bien sean honores. De ellos se retrae el
3. Entre los dones ejecutivos en la hombre por la virtud, usando moderada-
vida activa se pone el temor como perte- mente de ellos, y de modo más excelente
neciente a la pobreza; y la piedad parece por el don, que le inclina a despreciarlos
pertenecer a la bienaventuranza de la mi- totalmente. De ahí que se ponga como
sericordia. Pero nada se pone como per- primera bienaventuranza: Bienaventurados
teneciente a la fortaleza directamente. los pobres de espíritu, lo cual puede referir-
Luego la enumeración de las bienaven- se o al desprecio de las riquezas o al des-
turanzas es insuficiente. precio de los honores, que realiza la hu-
4. En la Sagrada Escritura se men- mildad. La segunda cosa en que consiste
cionan otras muchas bienaventuranzas. la vida voluptuosa es seguir las propias
Así, en Job 5,17, se dice: Dichoso el hom- pasiones, tanto del apetito irascible
bre a quien castiga Dios; y en el Sal 1,1: como del apetito concupiscible. Del se-
Bienaventurado el varón que no anda en conse- guimiento de las pasiones del apetito
jo de impíos; y en Prov 3,13: Bienaventura- irascible retrae al hombre la virtud, para
do el varón que alcanza la sabiduría. Luego que no se exceda en ellas, según la regla
la enumeración de las bienaventuranzas de la razón; y de modo aún más excelen-
es insuficiente. te lo hace el don, hasta el punto de lo-
grar plena tranquilidad en conformidad
En cambio, la enumeración parece con la voluntad divina. De ahí que se
excesiva, porque: ponga como segunda bienaventuranza:
1. Los dones del Espíritu Santo son Bienaventurados los mansos. Y del segui-
siete; y, sin embargo, se señalan ocho miento de las pasiones del apetito con-
bienaventuranzas. cupiscible retrae la virtud, haciendo usar
2. En Lc 6,20ss se enumeran sola- moderadamente de ellas, y el don, re-
mente cuatro bienaventuranzas. Luego nunciando a ellas totalmente si fuere ne-
es superfluo enumerar siete u ocho en cesario, e incluso optando, si fuese nece-
Mt 5,3ss. sario, por el llanto voluntario. De ahí
Solución. Hay que decir: La enumera- que se ponga como tercera bienaventu-
ción de las bienaventuranzas está hecha ranza: Bienaventurados los que lloran.
del modo más conveniente. Para poder La vida activa consiste principalmente
verlo hay que considerar que algunos14 en dar cosas a los demás, sea como debi-
señalaron una triple bienaventuranza, das o como beneficio espontáneo. A lo
pues unos cifraron la bienaventuranza en primero nos dispone la virtud para que
la vida voluptuosa; otros, en la vida ac- no rehusemos dar al prójimo lo que le
tiva; y otros, finalmente, en la vida con- debemos, lo cual pertenece a la justicia.
templativa. Pero estas tres bienaventu- Mas el don nos mueve a eso mismo con
ranzas guardan diversa relación con la un afecto más abundante, de modo que
bienaventuranza futura, cuya esperanza cumplamos las obras de justicia con fer-
nos hace aquí dichosos. Pues la felicidad viente deseo, al modo como el ham-
14. ARISTÓTELES, Eth. l.1 c.5 b.2 (BK 1095b16): S. TH., lect.5.
C.69 a.3 Sobre las bienaventuranzas 529
briento y el sediento apetecen con fer- 2. A la segunda hay que decir: En lo
viente deseo la comida y la bebida. De referente a la vida activa, el conocimien-
ahí que se ponga como cuarta bienaven- to no se busca por sí mismo, sino por la
turanza: Bienaventurados los que tienen ham- operación, con lo cual está también de
bre y sed de justicia. En cuanto a las dona- acuerdo el Filósofo, en el libro II
ciones espontáneas, la virtud nos perfec- Ethic.15 Y como la bienaventuranza se
ciona para que demos cosas a aquellos a refiere a algo último, no se cuentan en-
quienes nos dicta la razón que debemos tre las bienaventuranzas los actos de los
darlas, como a los amigos y otras perso- dones directivos en la vida activa, tal
nas allegadas, lo cual pertenece a la vir- como el aconsejar, que es acto propio
tud de la liberalidad; pero el don, por la del consejo, y el juzgar, que es acto pro-
reverencia a Dios, no se fija más que en pio de la ciencia, sino que se les atribu-
la necesidad de aquellos a quienes hace yen más bien los actos operativos en que
beneficios gratuitos. De ahí que se diga dirigen, como a la ciencia se le atribuye
en Le 14,12-13: Cuando hagas una comida o el llanto y al consejo la misericordia.
una cena, no llames a tus amigos ni a tus her- 3. A la tercera hay que decir: En la
manos, etc., sino llama a los pobres y débiles, atribución de las bienaventuranzas a los
etcétera, lo cual es propiamente tener dones pueden considerarse dos cosas.
misericordia. Por eso se pone como Una es la conformidad de materia, y en
quinta bienaventuranza: Bienaventurados este sentido, las cinco primeras bien-
los misericordiosos. aventuranzas pueden atribuirse a la cien-
Las cosas pertenecientes a la vida con- cia y al consejo como directivos. Pero se
templativa, o son la misma bienaventu- distribuyen entre los dones ejecutivos de
ranza final o algún comienzo de ella. modo que el hambre y sed de justicia, y
Por eso no se ponen en las bienaventu- también la misericordia, pertenecen a la
ranzas como méritos, sino como pre- piedad, que perfecciona al hombre en re-
mios. Pero se ponen como méritos los lación con los demás; la mansedumbre
efectos de la vida activa con los cuales pertenece a la fortaleza, pues dice San
se dispone el hombre para la vida con- Ambrosio, en Super Lucam16, que es pro-
templativa. Ahora bien, entre los efectos pio de la fortaleza vencer la ira y cohibir la
de la vida activa, en cuanto a las virtu- indignación, puesto que versa sobre las
des y dones que perfeccionan al hombre pasiones del irascible; mas la pobreza y
en sí mismo, está la pureza de corazón, el llanto pertenecen al don de temor,
de modo que la mente del hombre no se por el que el hombre se retrae de las co-
manche con las pasiones. De ahí que se dicias y placeres del mundo. Otra cosa
ponga como sexta bienaventuranza: Bien- que podemos considerar en estas bien-
aventurados los limpios de corazón y en aventuranzas son sus propios motivos; y
cuanto a las virtudes y dones que perfec- entonces, por parte de ellos, es necesario
cionan al hombre en relación con el pró- que la atribución sea distinta. Pues a la
jimo, el efecto de la vida activa es la mansedumbre mueve principalmente la
paz, según aquello de Is 32,17: La paz reverencia a Dios, que pertenece al don
será obra de la justicia. De ahí que se pon- de piedad. Al llanto mueve principal-
ga como séptima bienaventuranza: Bien- mente la ciencia, por la cual conoce el
aventurados los pacíficos. hombre sus defectos y los de las cosas
mundanas, según aquello de Ecl 1,18:
Respuesta a las objeciones: 1. A la Creciendo el saber, crece el dolor. Al hambre
primera hay que decir: Los actos de los do- de las obras de justicia mueve principal-
nes pertenecientes a la vida activa se ex- mente la fortaleza de alma. A la miseri-
presan en los mismos méritos, y los per- cordia mueve principalmente el consejo
tenecientes a la vida contemplativa se de Dios, según aquello de Dan 4,24: ¡Oh
expresan en los premios, por la razón ya rey!, sírvete aceptar mi consejo: redime tus
dicha (sol.). Pues ver a Dios correspon- pecados con justicia y tus iniquidades con mi-
de al don de entendimiento; y confor- sericordia a los pobres. Y éste es el modo
marse a Dios por cierta filiación adopti- de atribución que sigue San Agustín en
va pertenece al don de sabiduría. el libro De serm. Dom. in monte17.
15. ARISTÓTELES, c.2 n.1 (BK 1103b27): S. TH., lect.2. 16. In Luc. 1.5 sobre 6,22: ML
15,1739. 17. L.1 c.4: ML 34,1234.
530 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.69 a.4
4. A la cuarta hay que decir: Todos rar lo perecedero; el padecer el odio de los
las bienaventuranzas que se mencionan hombres, a la fortaleza.
en la Sagrada Escritura necesariamente
se reducen a éstas, bien en cuanto a los ARTICULO 4
méritos o bien en cuanto a los premios,
porque todas pertenecen necesariamente ¿Están bien enumerados los premios
de algún modo o a la vida activa o a la de las bienaventuranzas?
vida contemplativa. Por lo que aquello In Sent. 3 d.34 q.1 a.4.
de: Dichoso el hombre a quien Dios castiga
pertenece a la bienaventuranza del llan- Objeciones por las que parece que
to. Aquello otro de: bienaventurado el va- los premios de las bienaventuranzas no
rón que no anda en consejo de impíos pertene- están bien enumerados.
ce a la pureza de corazón. Y aquello de: 1. En el reino de los cielos, que es
bienaventurado el que alcanza la sabiduría la vida eterna, se contienen todos los
pertenece al premio de la séptima bien- bienes. Luego, señalado el reino de los
aventuranza. Lo mismo es fácil ver res- cielos, no era necesario señalar otros
pecto de todas las demás que puedan premios.
aducirse. 2. El reino de los cielos se pone
5 A la quinta hay que decir: La octa- como premio en la primera y en la octa-
va bienaventuranza es un afianzamiento va bienaventuranza. Luego, con la mis-
y manifestación de todas las anteriores, ma razón, debió ponerse en todas las de-
pues por el hecho de estar uno afianzado más.
en la pobreza de espíritu, en la manse- 3. En las bienaventuranzas se proce-
dumbre y en todas las demás, resulta de ascendiendo, como dice San Agus-
que no se aparte de estos bienes por nin- tín 19. En cambio, en los premios parece
guna persecución. De ahí que la octava que se procede descendiendo, pues la
bienaventuranza pertenezca de algún mo- posesión de la tierra es menos que el rei-
do a las siete precedentes. no de los cielos. Luego la enumeración
6. A la sexta hay que decir: San Lucas de los premios no es correcta.
narra, en 6,17, el sermón del Señor
como dirigido a las turbas; por eso enu- En cambio está la autoridad del Se-
mera las bienaventuranzas según la capa- ñor, que propuso así los premios, Mt
cidad de las turbas, que no conocían 5,3ss; Le 6,20ss.
más que la bienaventuranza voluptuosa, Solución. Hay que decir: La asignación
temporal y terrena. De ahí que el Señor de estos premios está hecha de modo
excluya en las cuatro bienaventuranzas muy conveniente, considerada la condi-
cuatro cosas que parecen pertenecer a ción de las bienaventuranzas según las
dicha bienaventuranza. La primera es la tres formas de felicidad anteriormente
abundancia de bienes exteriores, que se (a.3) indicadas. En efecto, las tres prime-
excluye por aquello de: Bienaventurados los ras bienaventuranzas se toman de la re-
pobres. La segunda es el bienestar corpo- nuncia de aquellas cosas en que consiste
ral en la comida, bebida y cosas así, que la felicidad voluptuosa, que el hombre
se excluye por aquello de: Bienaventurados apetece buscando lo que desea natural-
los que tenéis hambre. La tercera es la ale- mente, no donde debe buscarla, que es
gría del corazón, que se excluye, en ter- en Dios, sino en las cosas temporales y
cer lugar, al decir: Bienaventurados los que caducas. Por eso los premios de las tres
ahora lloráis. La cuarta es el favor exte- primeras bienaventuranzas se toman se-
rior de los hombres, que se excluye fi- gún aquellas cosas que algunos buscan
nalmente al decir: Bienaventurados seréis en la felicidad terrena. Pues los hombres
cuando os odien los hombres. Y, como dice buscan en las cosas exteriores, esto es,
San Ambrosio18, la pobrera pertenece a la en las riquezas y en los honores, cierta
templanza, que no busca la vida atractiva; el excelencia y abundancia, ambas cosas in-
hambre, a la justicia, porque quien tiene ham- cluidas en el reino de los cielos, con el
bre compadece, y, compadeciéndose, da; el que el hombre consigue en Dios la exce-
llanto, a la prudencia, a la que pertenece llo- lencia y la abundancia de bienes. De ahí
18. In Luc. 1.5 sobre 6,20: ML 15,1739. 19. De serm. Dom. 1.1 c.4: ML 34.1234.
C.69 a.4 Sobre las bienaventuranzas 531
que Dios haya prometido el reino de los paz. De ahí que se le dé como premio la
cielos a los pobres de espíritu. A su vez, gloria de la filiación divina, que consiste
los hombres feroces y crueles buscan lo- en la perfecta unión con Dios por la sa-
grar para sí, mediante litigios y guerras, biduría consumada.
la seguridad para sí destruyendo a sus Respuesta a las objeciones: 1. A la
enemigos. De ahí que el Señor haya pro- primera hay que decir: Como dice San
metido a los mansos la posesión tranqui- Juan Crisóstomo20, todos estos premios
la y segura de la tierra de los vivientes, son en realidad uno solo, esto es, la bien-
con la que se significa la estabilidad de aventuranza eterna, que no comprende
los bienes eternos. En las concupiscen- el entendimiento humano. Por eso fue
cias y placeres del mundo buscan los necesario que se describiese por diversos
hombres tener consuelo contra los traba- bienes que nos son conocidos, atendida
jos de la vida presente. De ahí que el Se- la correspondencia a los méritos a los
ñor haya prometido consuelo a los que que se atribuyen los premios.
lloran. 2. A la segunda hay que decir: Así
Otras dos bienaventuranzas pertene- como la octava bienaventuranza es un
cen a las obras de la felicidad activa, que afianzamiento de todas las demás, así se
son las obras de las virtudes que orde- le deben también todos los premios de
nan al hombre en relación con el próji- las otras. Por eso vuelve al principio
mo, de las cuales se retraen algunos por para que se entienda que todos los pre-
el desordenado amor del propio bien. mios se le atribuyen consiguientemente.
De ahí que el Señor atribuya a estas bien- También cabe decir, con San Ambro-
aventuranzas aquellos premios, por los sio21, que a los pobres se les promete el
que los hombres se apartan de ellas. reino de los cielos en cuanto a la gloria
Pues algunos se retraen de las obras de del alma; y a los que padecen persecu-
justicia no pagando lo que deben, sino ción corporal, en cuanto a la gloria del
tomando más bien lo ajeno, para enri- cuerpo.
quecerse en bienes temporales. De ahí 3. A la tercera hay que decir: También
que el Señor prometa saciedad a los los premios tienen lugar por adición de
hambrientos de justicia. También se re- unos a otros. En efecto, es más poseer la
traen algunos de las obras de misericor- tierra del reino de los cielos que tenerla
dia para no mezclarse en las miserias aje- simplemente, pues tenemos muchas co-
nas. De ahí que el Señor prometa a los sas que no poseemos firme y pacífica-
misericordiosos misericordia, que los li- mente. También es más ser consolado en
bra de toda miseria. el reino que tenerlo y poseerlo, pues po-
Las dos últimas bienaventuranzas per- seemos muchas cosas con dolor. Tam-
tenecen a la felicidad contemplativa o bién es más ser saciado que ser simple-
bienaventuranza, y por eso los premios mente consolado, pues la saciedad im-
se dan según la debida proporción a las porta abundancia de consuelo. A su vez,
disposiciones que se ponen como méri- la misericordia excede a la saciedad, al
tos. Pues la limpieza de los ojos dispone recibir el hombre más que lo que merece
para ver claramente; de ahí que a los de o pudiera desear. Y mayor premio es
corazón puro se les prometa la visión de aún ver a Dios, como de mayor digni-
Dios. A su vez, establecer la paz, bien dad goza el que en la corte del rey no
en sí mismo, bien entre los demás hom- sólo come, sino que puede ver también
bres, manifiesta que el hombre es imita- la cara del rey. Mas la máxima dignidad
dor de Dios, que es Dios de unidad y de en la casa del rey la tiene el hijo del rey.
20. In Matth. hom.15: MG 57,228. 21. In Luc. 1.5 sobre 6,20: ML 15,1737.
CUESTIÓN 70
1. C.10: ML 42,981. 2. Glossa ordin. (5,29 B). Cf. luego q.73 a.6.
C.70 a.2 Sobre los frutos del Espíritu Santo 533
en cierto modo condición de último y los frutos no difieren de las bienaventu-
de fin, nada impide que de un fruto re- ranzas.
sulte otro fruto, como un fin se ordena 1. Las bienaventuranzas se atribuyen
a otro fin. Por tanto, nuestras obras, en a los dones, según se ha dicho anterior-
cuanto que son ciertos efectos del Espí- mente (q.69 a.1 ad 1). Pero los dones
ritu Santo que obra en nosotros, tienen perfeccionan al hombre en cuanto que es
condición de fruto; pero en cuanto se movido por el Espíritu Santo. Luego las
ordenan al fin de la vida eterna, tienen mismas bienaventuranzas son los frutos
más bien condición de flores. De ahí del Espíritu Santo.
que se diga en Eclo 24,23: Mis flores die- 2. El fruto de la vida eterna está,
ron sabrosos y ricos frutos. respecto de la bienaventuranza futura,
2. A la segunda hay que decir: Al decir que ya es real, en la misma relación que
que la voluntad se deleita en algo por sí los frutos de la vida presente respecto de
mismo, puede entenderse de dos modos. las bienaventuranzas de esta vida, las
Uno, en cuanto que con la preposición cuales se tienen en esperanza. Pero el
«por» se significa la causa final, y en este fruto de la vida eterna es la misma bien-
sentido uno no se deleita por sí mismo aventuranza futura. Luego los frutos
más que en el último fin. De otro modo, de la vida presente son las mismas bien-
en cuanto que con ella se significa la aventuranzas.
causa formal, y en este sentido uno pue- 3. Es de la esencia del fruto que sea
de deleitarse por sí mismo en todo aque- algo último y deleitable. Pero eso es de
llo que es deleitable por su forma. Así la esencia de la bienaventuranza, según
vemos que el enfermo se deleita en la sa- se ha dicho anteriormente (q.3 a.1; q.4
lud por sí misma como fin; y en la me- a.1). Luego es la misma la esencia del
dicina suave, no como en el fin, sino fruto y de la bienaventuranza; luego no
como en algo que tiene sabor agradable; se distinguen entre sí.
y en la medicina amarga, no se deleita En cambio, las cosas cuyas especies
en modo alguno por sí misma, sino úni- son diversas, también ellas son diversas.
camente por razón de la salud. Así, Pero son diversas las partes en que se
pues, hay que decir que el hombre debe dividen los frutos y las bienaventuran-
deleitarse en Dios por sí mismo, como zas, como se ve en la enumeración de
último fin; y en los actos virtuosos, no unos y otras. Luego los frutos difieren
como por último fin, sino por la hones- de las bienaventuranzas.
tidad que encierran, deleitable a los vir-
tuosos. Por eso dice San Ambrosio 3 que Solución. Hay que decir: Se requiere
las obras virtuosas se llaman frutos, por- más para la razón de bienaventuranza
que confortan a sus posesores con santa y sin- que para la de fruto, pues para la razón
cera delectación. de fruto basta que sea algo que tenga ra-
3. A la tercera hay que decir: Los zón de último y deleitable, mientras que
nombres de las virtudes se toman a ve- para la razón de bienaventuranza se re-
ces para significar sus actos, como dice quiere, además, que sea algo perfecto y
San Agustín, que fe es creer lo que no ves4 excelente. De ahí que todas las bien-
y que caridad es el movimiento del alma a aventuranzas puedan llamarse frutos,
amar a Dios y al prójimo5. Y en este sen- pero no a la inversa. Son, efectivamente,
tido se toman los nombres de las virtu- frutos todas las obras virtuosas en las
des en la enumeración de los frutos. que se deleita el hombre. Pero bienaven-
turanzas se llama sólo a las obras perfec-
tas, las cuales, además, por razón de su
ARTICULO 2 perfección, se atribuyen más a los dones
¿Difieren los frutos de las que a las virtudes, según se ha dicho an-
bienaventuranzas? teriormente (q.69 a.1 ad 1).
In Is. c.11; In Gal. c.5 lect.6. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: El argumento prue-
Objeciones por las que parece que ba que las bienaventuranzas son frutos,
6. ARISTÓTELES, Eth. 1.5 c.3 n.14 (BK 1131b21): S. TH., lect.5. Cf. CICERÓN, Tuscul. l.1 c.36
(DD 3,644). 7. S. JERÓNIMO, Adv. Iovin. l.1 c.3: ML 23,223. 8. Cf. S. AGUSTÍN,
Quaest. Evang. l.1 q.9 sobre Mt 13,13: ML 35,1325. Otros testimonios en STO. TOMÁS, Cat. aur.
super Mt. c.13 § 3 v.13. 9. Glossa interl, sobre Gál 5,23 (6, 87v); Glossa de PEDRO LOMBAR-
DO sobre Gál 5,23: ML 192,160. 10. Sobre 5,22: ML 35,2141.
a La Vulgata clementina traduce por doce los frutos del Espíritu Santo, que en el original
griego no son más que nueve. Santo Tomás advierte la correspondencia del número con los
doce frutos del árbol de la vida de que se habla en el Apocalipsis (22,2). En el texto griego
faltan la paciencia, la modestia y la castidad. «Probablemente —dice Turrado— se trata de que
tres términos griegos (makrothymía, praútes, enkrateía) dieron lugar a dos traducciones latinas
diferentes (patientia, longanimitas, mansuetudo-modestia, continentia-castitas), que luego fueron yux-
tapuestas y fundidas en una sola lista» (Biblia Comentada VI p.556 nota [Madrid 1965]).
536 Tratado de los dones del Espíritu Santo C.70 a.4
ne como los frutos del Espíritu), sino de razón común, y en este sentido los fru-
mostrar en qué género se han de evitar aqué- tos del Espíritu Santo son contrarios en
llas y se han de seguir éstas. De ahí que hu- común a las obras de la carne, pues el
bieran podido enumerarse más o menos Espíritu Santo mueve a la mente huma-
frutos. Sin embargo, todos los actos de na a lo que es según la razón, o más
los dones y de las virtudes pueden redu- bien a lo que es superior a la razón,
cirse, según una cierta conveniencia, a mientras que el apetito de la carne, que
estas obras, en cuanto que es necesario es el apetito sensitivo, arrastra hacia los
que todas las virtudes y los dones orde- bienes sensibles, que están por debajo
nen la mente según alguno de los modos del hombre. Por eso, como el movi-
dichos (sol.). Así los actos de la sabidu- miento ascendente y el movimiento des-
ría y de cualquiera de los dones que or- cendente son contrarios en el orden na-
denan al bien se reducen a la caridad, al tural, así son contrarios en las obras hu-
gozo y la paz. No obstante, San Pablo manas los frutos del Espíritu y las obras
enumeró estos frutos más bien que de la carne.
otros, porque los aquí enumerados im- Pueden considerarse de otro modo se-
plican más fruición de bienes o apaci- gún la condición propia de cada uno de
guamiento de males, que es lo que pare- los frutos enumerados y de las obras de
ce entrar en la noción de fruto. la carne. Y en este sentido no es necesa-
rio que se contrapongan uno a una, por-
ARTICULO 4 que, según queda dicho (a.3 ad 4), San
Pablo no intentó enumerar todas las
¿Son los frutos del Espíritu Santo obras espirituales ni todas las obras de la
contrarios a las obras de la carne? carne. Sin embargo, según una cierta
In Gal. 5 lect.6. adaptación, San Agustín, al exponer Gal
5,22-2311, contrapone a cada una de las
Objeciones por las que parece que obras de la carne cada uno de los frutos.
los frutos no son contrarios a las obras Y así, a la fornicación, que es el amor de sa-
de la carne que enumera San Pablo en tisfacer la libídine fuera del legítimo matri-
Gál 5,19. monio, se opone la caridad, por la que el alma
1. Las cosas contrarias pertenecen al se une a Dios, y en la cual también se da ver-
mismo género. Pero las obras de la car- dadera castidad. Impurezas son todas las per-
ne no se llaman frutos. Luego no son turbaciones nacidas de aquella fornicación, a
contrarias a los frutos del Espíritu. las cuales se opone el gozo de la tranquilidad.
2. A cada contrario se le opone un La idolatría, por la que se ha hecho la guerra
contrario. Pero San Pablo enumera más contra el Evangelio de Dios, se opone a la
obras de la carne que frutos del Espíri- paz. Contra las hechicerías, enemistades,
tu. Luego las obras de la carne y los fru- disputas y emulaciones, animosidades y disen-
tos del Espíritu no son contrarios. siones, están la longanimidad para soportar
3. Entre los frutos del Espíritu se los males de los hombres entre quienes vivi-
ponen en primer lugar la caridad, el mos; la benignidad para preocuparse de ellos,
gozo y la paz, a los cuales no correspon- y la bondad para excusarlos. A las herejías
den las enumeradas en primer lugar se opone la fe; a la envidia, la mansedumbre;
como obras de la carne, que son la for- a las embriagueces y comilonas, la continencia.
nicación, la impureza y lascivia. Luego
los frutos del Espíritu no son contrarios Respuesta a las objeciones: 1. A la
a las obras de la carne. primera hay que decir: Lo que procede del
árbol contra la naturaleza del árbol no se
En cambio dice San Pablo en aquel dice que es fruto suyo, sino más bien
lugar (vers.17), que la carne tiene tenden- una corrupción. Y como las obras de las
cias contrarias a las del espíritu, y el espíritu virtudes son connaturales a la razón,
tendencias contrarias a las de la carne. mientras que las obras viciosas son con-
Solución. Hay que decir: Las obras de trarias a la razón, de ahí que las obras de
la carne y los frutos del Espíritu pueden las virtudes se llamen frutos, pero no las
tomarse de dos modos. Uno, bajo una obras de los vicios.
2. Contenido y orden
Pese a que el título del tratado versa sobre vicios y pecados, la atención
recae predominantemente sobre el acto del pecado.
Tal predomonio del pecado lo explica el autor: el vicio, al igual que to-
dos los hábitos buenos o malos, está orientado a la acción humana. Ella es,
pues, su razón de ser. Ahí radica su importancia. De este modo, el acto de
pecar concentrará la atención prioritaria del tratado 8 .
La reflexión teológica del tratado recorre los siguientes pasos más im-
portantes:
a) El estudio de la naturaleza del pecado. Comprende las cuestiones 71
a la 73.
b) El protagonismo de la persona humana en el pecado. ¿Puede ella
ser sujeto del acto de pecar? El término «sujeto» dice relación con la perso-
na como actora y responsable total del mismo. Comprende la cuestión 74.
c) Aborda el proceso del acto de pecar. Se trata de las causas internas
que mueven a la persona al pecado. Comprende las cuestiones 75 a la 78.
d) Prosigue el estudio de las causas externas a la persona que le indu-
cen al pecado. Comprende las cuestiones 79 a la 84.
1. Fuentes
8
I-II q.71 a.3.
Introducción a las c.71 a 89 541
cienes de San Agustín, San Gregorio, Dionisio Areopagita y, de forma más
subyacente y con poderosa influencia, Juan Damasceno9.
La doctrina de San Agustín ocupa un lugar relevante en la reflexión so-
bre el pecado, al tiempo que el hilo conductor descansa en la filosofía aris-
totélica. Cabe afirmar, en este como en otros tratados, que la reflexión de
Tomás tiene una estructura científica de corte aristotélico, mientras su con-
tenido es el de los Padres, y predominantemente agustiniano 10.
La conjugación de las dos categorías de fuentes doctrinales aparece de
modo paradigmático en la cuestión 71, artículo 6. Es el pórtico del tratado
de donde emanan los elementos básicos de la reflexión teológica que irá de-
sarrollando luego.
Establece una definición de pecado tomada de San Agustín: «dicho, he-
cho o deseo contra la ley eterna». Una definición es una afirmación funda-
mental, un punto de partida y una óptica interpretativa. Sentar una defini-
ción es un acto decisivo para el resto de la reflexión científica. Es lógico,
pues, que se pregunte si tal definición es adecuada y autorizada. A lo que
responde Tomás con una declaración breve y significativa: «la definición es
válida. La autoridad de San Agustín es suficiente».
Pero resulta que la definición establecida bajo la autoridad de San Agus-
tín abre un amplio campo para la explicación razonada mediante elementos
de filosofía aristotélica. Si, por una parte, el pecado es una opción contra la
ley eterna, por otra entraña la verdadera realidad humana de un acto huma-
no: una palabra, un hecho, un deseo. Como luego se verá, la relación con
la ley eterna explica el pecado como desorden por no ajustarse a la razón di-
vina, que es la medida de todo lo creado. Y explica al mismo tiempo cómo
el pecado es un desorden por no ajustarse a la medida inmediata del queha-
cer humano, que es la razón humana.
Sucede que, en este como en otros temas, los árboles impiden ver el
bosque. Mientras se prestaba atención a los cuestionamientos académicos
habituales, quedaba por estudiar la explicación científica de la estructura
propia del pecado.
Ciertamente, no es fácil dar con una definición adecuada, si bien no fal-
taban descripciones múltiples y variadas del acto pecaminoso. Tomás opta
por la definición de San Agustín antes mencionada. Sin embargo, en su Co-
mentario a las Sentencias utiliza la formulación agustiniana tal como venía
transcrita por Pedro Lombardo y no con plena fidelidad literal: «dicho, he-
cho o deseo contra la ley de Dios». Formulación que repite varias veces en
la Suma16 y en la cuestión disputada De malo 17 .
Sin embargo, cuando se ve en la necesidad de matizar el sentido y el al-
cance teológico de la acción humana pecaminosa, Tomás abandona el uso
corriente del texto agustiniano; cita con mayor exactitud; maneja la riqueza
del contexto: «dicho, hecho o deseo contra la ley eterna»18. Aparece ahora
el concepto de ley eterna donde habitualmente se empleaba el término más
general de ley de Dios. Hay aquí una clara intencionalidad con vistas a operar
un análisis profundo del acto de pecar. Efectivamente, la ley eterna es la pro-
pia razón divina, que es la medida de todo lo creado. Toda acción humana
que no se adecué con su medida originaria resulta evidentemente «desmedi-
da» y «desarreglada». De este modo introduce en la explicación del pecado
la función de la razón humana, que, de modo participado, es la medida y
la regla inmediata de la conducta y la garantía de que es humanizadora. La
razón humana debe garantizar el orden natural de la acción, teniendo como
referencia y soporte la razón divina, o ley eterna.
15
16
Santo Tomás da cuenta de esta situación en la Suma I, prólogo.
I-II q.71 a.2 obj.4; q.74 a.8 obj.1; q.76 a.2 obj.1; II-II q.43 a.1 obj.1; q.79 a.2 obj.2; q.99
a.2 17
obj.1.
18
C.2 a.1 obj.1 y en el cuerpo.
I-II q.71 a.6. También en q.19 a.4 sed contr.; q.21 a.1 sed contr.; q.71 a.2 obj.4 y res-
puesta 4; q.88 a.1 obj.1
Introducción a las c. 71 a 89 543
3. Claves de lectura
24
I-II q.71 a.2 ad 4.
25
I-II q.91 a.2. Cf. también q.19 a.4 ad 3; q.19 a.5-6 y 9; q.21 a.1.
Introducción a las c.71 a 89 545
Santo Tomás prolonga el estudio del pecado a los agentes que pueden
causarlo y a sus efectos. Parece con ello querer desvelar mejor el profundo
misterio que se encierra en el pecado, pues estas cuestiones no tienen parale-
lo en el estudio de las virtudes.
El esquema de estas cuestiones es un poco artificial y no parece seguir
un desarrollo lógico. La causa por la que se traen aquí temas como la causa-
lidad de Dios en el pecado o el modo de transmisión del pecado original es
el deseo de profundizar en la teología del pecado, que suscita cuestiones es-
peculativas, como la universalidad del pecado. De ahí deriva el interés teo-
lógico de estos temas, pues nos descubren los profundos misterios del peca-
do. En cambio, la teología moral posterior abandonó estas cuestiones como
teóricas y las relegó al dogma, de modo que el tratado del pecado origi-
nal no interesará al moralista y del tema del pecado venial sólo se retendrá
la clasificación y enumeración de los pecados veniales. En consecuencia, la
moral de Santo Tomás supera en densidad teológica a muchos tratados de
moral de nuestro tiempo. El, por ejemplo, piensa que el pecado nunca será
entendido sin hacer referencia a una forma singular de pecado, cual es el pe-
cado original.
Lo artificioso de estas cuestiones reside, pues, sólo en su esquema y or-
den. Así, bajo el rótulo de las causas exteriores del pecado (q.79 a 84), lo
que se plantea es el influjo que unos seres tienen en el pecado de otros. Y
así nos encontramos con la exposición de cómo Dios interviene en el peca-
do (q.79), que es un problema de teodicea; con el influjo que el demonio
26
Prólogo de la Segunda parte. También I q.93 a.4.
27
I-II q.91 a.2.
28
I-II q.94 a.3 ad 2.
29
I-II q.94 a.3 ad 2.
546 Tratado de los vicios y pecados
tiene en el pecado de los hombres (q.80), que es un tema de angelología, y
con la influencia que tiene el pecado de unos sobre el de otros. Y, a este
propósito, nos encontramos introducido el estudio del pecado original y su
transmisión a todos los hombres.
Los efectos del pecado, a su vez, se reducen a tres: corrupción del bien
natural (q.85), la mácula del alma (q.86) y el reato de pena (q.87), si bien
el concepto propio de efecto sólo se cumple en el reato. Pues bien, es a pro-
pósito del reato donde se plantea el problema de la naturaleza del pecado
venial. Como esto sucede al final del tratado de los pecados, parece dedu-
cirse que todo lo que hasta ahora se había dicho afecta sólo al pecado mor-
tal, pues hasta ahora no se conocía ni la existencia del pecado venial.
El plantear que Dios sea causa del pecado no tiene sentido. Pero, sin
embargo, aquí se dilucida un problema doctrinal de enorme envergadura:
conciliar la moción primera de Dios sobre todas las criaturas con la activi-
dad pecaminosa del hombre, que también está movida por Dios. ¿Acaso el
pecado de los hombres escapa a la causalidad divina? Este tema, que es uno
de los más difíciles de la metafísica, es abordado aquí por Santo Tomás. Y
su solución está en armonía con toda la filosofía de la moción de las criatu-
ras por Dios. La moción divina no es a lo formal del pecado, pero sí a todo
lo que en él hay de entidad física y hasta de actividad espiritual de la volun-
tad. Entonces resulta que el gran misterio de la causalidad de Dios en el pe-
cado, según la teología cristiana, se restringe al misterio de por qué Dios
permite el pecado pudiendo evitarlo y cuáles son los designios de su provi-
dencia por los que hasta el mal del pecado redunda en la gloria divina.
La causalidad del demonio en el pecado también debe ser debidamente
limitada. No es una verdadera causa ni su influjo puede servir de exculpa-
ción a los hombres, ya que su actividad es sólo indirecta. Santo Tomás des-
cribe esa actividad como una «oferta de bienes falsos» o de una «persuasión
con razones erróneas», y, en consecuencia, no doblegando la voluntad
humana, sino sólo insinuándose a través de la fantasía y del apetito sensiti-
vo, pero deteniéndose ante la libertad y la razón de la persona. Así es como
nuestro autor explica el dogma cristiano de la presencia del espíritu malo
instigando a los hombres al mal. Se desautoriza así toda una fantasía popu-
lar religiosa que entiende al mundo humano dominado y oprimido por el
poder satánico.
Un pecado también puede ser causa de otros. Y ello bajo una doble for-
ma: el pecado original, que influye en el pecado de todos los hombres, y
determinados pecados que son cabeza de otros derivados. Este segundo
caso es el de los pecados que la tradición espiritual llamó capitales, en cuan-
to que su opción determina una gran parte de la vida pecaminosa e instru-
mentaliza otros pecados inferiores. En este problema (q.84), Santo Tomás
explícita y reitera la doctrina de San Gregorio acerca de los vicios capitales,
tan conocida por toda la catequética cristiana de todos los tiempos; pero
Introducción a las c.71 a 89 547
2. El pecado original
3. El pecado venial
El concepto de efectos del pecado se cumple adecuadamente en el llama-
do reato de pena. Se designa como tal la condición equitativa de que al pe-
cado se le castigue a tenor de lo que es. Y si el pecado contradice el bien
divino, es justo que su reato sea la privación de la felicidad eterna, que es
precisamente la posesión de ese bien divino. Santo Tomás, por ello, nos
Introducción a las c.71 a 89 549
dirá que el reato se sigue del pecado como el mérito se sigue del acto vir-
tuoso.
Hay, sin embargo, pecados que, por no contradecir directamente el bien
divino, que es el fin del hombre, no son irreparables. Y esta situación es la
que se denomina pecado venial.
La revelación y la tradición han conocido, en efecto, una forma de de-
fecto moral que es inferior al pecado mortal o propiamente tal. La práctica
penitencial de la Iglesia primitiva usó este concepto referido a los pecados
remisibles y que no excluían de la comunión de caridad eclesiástica, y, en
consecuencia, tampoco llevaban una penitencia especial. De ahí se pasó a
una explicación de lo venial como lo que no conlleva la pena eterna, que es
el efecto del pecado. Y así, al pecado propiamente tal se le llamó pecado
mortal, por causar la muerte a la vida eterna de modo irremisible. Así se
tradujo en la explicación catequética del pecado.
Cuando Santo Tomás aborda esta cuestión, ofrece una teoría moral acer-
ca de la naturaleza del pecado venial muy original y que se armoniza con
toda su teoría moral. Procede definiendo el pecado por su contrariedad con
el fin último de la vida humana, al igual que la virtud se define por ser dis-
posición en consonancia con ese fin verdadero. Entonces, los pecados que
significan un rechazo del fin último son los propiamente pecados irremisi-
bles, pues contradicen el bien moral en sí. Pero los actos pecaminosos que
no implican contrariedad a ese fin último, sino sólo afección a bienes par-
ticulares o medios no contradictorios con la caridad en el alma, serán peca-
dos veniales. Para Santo Tomás, esta distinción viene a confundirse con la
distinción entre desorden irreparable y desorden reparable: «la contraposi-
ción de pecado venial a mortal es contradicción de pecado reparable a peca-
do irreparable» (q.88 a.1). Pero esta diversa condición queda fundamentada
en el diverso tipo de bienes rechazados por la voluntad y en el modo diver-
so de tendencia de la voluntad al fin último. Estos pecados, que no lo son
por mera imperfección subjetiva del agente —así todo pecado mortal es
susceptible de ser venial —, son los que aquí llama Santo Tomás, y con él
la tradición escolar posterior, veniales «ex genere» (q.88 a.2).
Así se nos enseña, con la claridad y rotundidad habituales, una doctrina
decisiva en la moral católica. Pero el intento de teólogos posteriores de ex-
planar esta nítida doctrina trajo complicaciones sin cuento. Una de estas
complicaciones, y no la menor, surgió cuando algunas corrientes espiritua-
listas hallaron un nuevo concepto no identificable con el pecado mortal ni
con el venial, y que sería la llamada imperfección.
550 Tratado de los vicios y pecados
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CUESTIÓN 71
Lógicamente nos toca ahora tratar de los vicios y pecados (cf. introd. de
la q.55); acerca de lo cual se nos ofrecen seis problemas a considerar:
1. Los vicios y pecados en sí mismos (q.71).—2. Su distinción (q.72).—
3. Comparación entre ellos (q.73).—4. Sujeto del pecado (q.74).—5. Su
causa (q.75-84).—6. Su efecto (q.85-89).
Respecto de lo primero se plantean seis problemas:
1. Él vicio, ¿es contrario a la virtud?—2. ¿Es contra la naturaleza?—
3. Qué es peor, ¿el vicio o el acto vicioso?—4. ¿Puede darse el acto vi-
cioso al mismo tiempo que la virtud?—5. ¿Se requiere algún acto en todo
pecado?—6. Examen de la definición de pecado que propone Agustín en el
libro XXII Contra Faustum1: El pecado es un dicho, hecho o deseo contra la ley
eterna.
1. C.27: ML 42,418. 2. ARISTÓTELES, 1.9 c.4 n.4 (BK 1055a19): S. TH., 1.10 lect.5
n.2030; c.6 n.1 (BK 1055b30): S. TH., lect.7 n.2059. 3. M. TULIO CICERÓN, c.13 (DIDOT,
4,30). 4. C.2: ML 44,294. 5. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 246b23): S. TH., lect.5 n.918.
552 Tratado de los vicios y pecados C.71 a.2
nota un acto desordenado, así como el debidas: puesto que cada árbol se conoce
acto de la virtud es un acto ordenado y por su fruto, esto es, el hombre por sus
debido. Y en cuanto que a la razón de obras, como se dice en Mt 12,33. Pero el
virtud se sigue ser cierta bondad, a la vicio del ánimo, según dice Tulio en el
virtud se le opone la malicia. Mas en mismo lugar, es un hábito o afección del áni-
cuanto a aquello que directamente es de mo, inconstante en toda su vida y que disiente
la esencia de la virtud, a la virtud se le de sí mismo. Lo cual, ciertamente, se en-
opone el vicio: ya que vicio de cada cosa cuentra también sin enfermedad o desa-
parece ser no estar dispuesta según lo rreglo, como, por ejemplo, cuando uno
que conviene a su naturaleza. Por lo que peca por debilidad o por pasión. Por lo
Agustín dice, en el libro III De lib. tanto, vicio dice algo más que desarre-
arb.6: Llama vicio a lo que ves falta a la glo o enfermedad; como también virtud
perfección de la naturaleza. dice algo más que salud: pues la salud se
reputa como una cierta virtud en el libro
Respuesta a las objeciones: 1. A la VII de los Físicos8, y por eso a la virtud
primera hay que decir: Aquellas tres cosas se opone el vicio más acertadamente que
no son contrarias a la virtud bajo el mis- el desarreglo o la enfermedad.
mo aspecto, sino que el pecado es con-
trario a la virtud en cuanto la virtud es
operativa del bien; la malicia, en cuanto ARTICULO 2
la virtud es una cierta bondad; y el vicio El vicio, ¿es contra la naturaleza?
propiamente, en cuanto que aquélla es
In Gal. c.5 lect.6; In Rom. c.1 lect.8.
virtud.
2. A la segunda hay que decir: La vir- Objeciones por las que parece que el
tud no implica solamente perfección de vicio no es contra la naturaleza.
la potencia, que es principio del obrar, 1. El vicio es contrario a la virtud,
sino también la debida disposición del como se ha dicho (a.1). Pero las virtudes
sujeto cuya es virtud; y esto por el he- no las tenemos por naturaleza (no son
cho de que cada uno obra en cuanto está innatas), sino que son causadas por infu-
en acto. Así que, para que algo sea ope- sión o por el ejercicio habitual, como
rante de lo bueno, debe estar bien dis- hemos dicho (q.63 a.1-3). Luego los vi-
puesto en sí mismo. En este sentido es cios no son contra la naturaleza.
como la virtud se opone al vicio. 2. Además, no es posible acos-
3. A la tercera hay que decir: Como tumbrarse a lo que es contra la naturale-
escribe Tulio en el libro IV De tusculanis za, como la piedra nunca se acostumbra a
quaest.7, los desarreglos y enfermedades son tender hacia arriba, según se dice en el li-
partes de la viciosidad, pues en los cuerpos bro II de los Éticos9. Mas algunos se
llaman enfermedad al trastorno de todo el acostumbran a los vicios. Luego los vi-
cuerpo, como la fiebre o algo similar; mas cios no son contra la naturaleza.
desarreglo se llama a la enfermedad con 3. Más aún: Nada que sea contra la
flaqueza; y vicio, cuando las partes del cuer- naturaleza se da en los más de los que
po no están entre sí en armonía. Y aunque a tienen dicha naturaleza. Pero los vicios
veces en el cuerpo se dé la enfermedad se dan en los más de los hombres, pues,
sin el desarreglo (¿disfunción?), como, como se dice en Mt 7,13: Ancha es la vía
por ejemplo, cuando uno está mal dis- que lleva a la perdición y muchos van por ella.
puesto interiormente, pero exteriormen- Luego el vicio no es contra la natura-
te no se ve impedido de sus ocupaciones leza.
habituales; en el ánimo, sin embargo, como 4. Y también: El pecado se ha al vi-
dice él mismo, estas dos cosas no se pueden cio como el acto al hábito, lo cual es cla-
separar sino por el pensamiento. Es necesa- ro por lo dicho anteriormente (a.l). Mas
rio, pues, que siempre que uno está inte- el pecado se define como un dicho, hecho o
riormente mal dispuesto, teniendo una deseo contra la ley de Dios, según se ve por
afección desordenada, por ello mismo Agustín, en el libro XXII Contra Faus-
resulte débil para ejercer las operaciones tum10. Pero la ley de Dios está sobre la
6. C.14: ML 32,1291. 7. C.13 (DIDOT, 4,30). 8. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 246,b4):
S. TH., lect.5 n.918. 9. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 1103a20): S. TH., lect.1 n.248. 10. C.27:
ML 42,418.
C.71 a.2 Los vicios y pecados en sí mismos 553
naturaleza. Más bien, pues, hay que de- primera hay que decir: Las virtudes, aun-
cir que el vicio es contra la ley, que no que no sean causadas por la naturaleza
contra la naturaleza. según su ser perfecto, sin embargo, in-
En cambio está que Agustín dice, en clinan a lo que es según la naturaleza,
el libro III De lib. arb. 11: Todo vicio, por el esto es, según el orden de la razón: pues
hecho mismo de ser vicio, es contra la natura- dice Tulio, en su Rhetórica15, que la vir-
leza. tud es un hábito a modo de naturaleza, con-
forme a la razón. En este sentido se dice
Solución. Hay que decir: Según expusi- que la virtud es según la naturaleza; y
mos antes (a.1), el vicio es contrarío a la contrariamente se entiende que el vicio
virtud. Mas la virtud de cada cosa con- es contra ella.
siste en que esté bien dispuesta según lo 2. A la segunda hay que decir: El Filó-
conveniente a su naturaleza, como se ha sofo allí habla de lo que es contra la na-
dicho anteriormente (a.1). Por lo tanto, turaleza según que ser contra la natura-
en cada cosa se debe llamar vicio a las leza se opone a lo que es según la natu-
disposiciones contrarias a su naturaleza. raleza, del modo que las virtudes se
De ahí también que de esto es de lo que dicen ser según la naturaleza, en cuanto
se le vitupera a cada cosa: pues del vicio que inclinan a lo que conviene según la
se cree haberse derivado el vocablo vitupera- naturaleza.
ción, según dice Agustín en el libro III 3. A la tercera hay que decir: En el
De lib. arb. 12 Pero hay que tener presen- hombre hay una naturaleza doble: racio-
te que la naturaleza de cada cosa princi- nal y sensitiva. Y, puesto que por la
palmente es la forma, según la cual la operación de los sentidos el hombre lle-
cosa logra su especie. Mas el hombre ga al acto de la razón, de ahí que sean
está constituido en su especie por el más los que siguen las inclinaciones de
alma racional. Y por eso lo que es con- la naturaleza sensitiva que el orden de la
tra el orden de la razón, es contra la na- razón: pues son más los que alcanzan el
turaleza del hombre en cuanto es hom- principio de una cosa que los que llegan
bre. Es, pues, bien del hombre ser según a su perfección. Pues de ahí provienen
la razón; y mal del hombre es ser fuera de los vicios y pecados en los hombres: de
la razón, como dice Dionisio en el capí- que siguen la inclinación de la naturaleza
tulo 4 De div. nom. 13 Por donde la vir- sensible contra el orden de la razón.
tud humana, que hace bueno al hombre y sus 4. A la cuarta hay que decir: Todo lo
obras14, en tanto es según la naturaleza que va contra la razón de la obra de
del hombre en cuanto conviene a la ra- arte, va también contra la naturaleza del
zón; y el vicio, en tanto es contra la na- arte que lo produce. Ahora bien: la ley
turaleza en cuanto es contra el orden de eterna se ha al orden de la razón huma-
la razóna. na como el arte a su obra. Por lo tanto,
Respuesta a las objeciones: 1. A la la misma razón formal hay en que el vi-
11. C.13: ML 32,1290. 12. C.14: ML 32,1291. 13. § 32: MG 3,733; S. TH., lect.22
n.592. 14. ARISTÓTELES, Eth. l.2 c.6 n.2.3 (BK 1106a15): S. TH., lect.6 n.307.308.
15. M. TULIO CICERÓN, l.2 c.53 (DIDOT, 1,165).
16. C.15: ML 32,1291. 17. ARISTÓTELES, 1.8 c.9 n.1 (BK 1051a4): S. TH., l.9 lect.10
n. 1883.1884. 18. Así hemos traducido el famoso axioma escolástico, que en latín es la tra-
ducción enrevesada del pasaje de ARISTÓTELES, Analyticorum posteriorum l.1 c.2 n.15 (BK 72 a
29-30): S. TH., lect.4 n.42. La idea, que en el texto griego y en la misma traducción latina de
DIDOT es mucho más clara que en el efato latino escolástico, es que la causa es superior al efec-
to y las premisas son «más creídas y sabidas» que la conclusión, «creída y sabida» por ellas.
19. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 199b33): S. TH., lect.14 n.263. 20. ARISTÓTELES, c.8
n.8 (BK 199b4): S. TH., lect.14 n.263. 21. ARISTÓTELES, c.3 n.11 (BK 1105a14): S. TH.,
Iect.3 n.279. 22. AVERROES, In De an. 3 com.18.
23. L.3 c.17: ML 32,1295; De vera relig. c.14: ML 34,133. 24. Cf. PEDRO LOMBARDO,
Sent. 2 d.35 c.3; S. ALBERTO MAGNO, ib. y d.22 a.7 (BO 27,381 y 146); S. BUENAVENTURA,
ib., d.35 dub.1; d.5 q.1 a.1 ad 1 (QR 2,836 y 146). 25. Cf. S. ALBERTO MAGNO, In Sent.
2 d.35 a.3 (BO 27,565). En cuanto al origen de esta opinión, cf. O. LOTTIN: La Nature du Péché
d'lgnorance. Enquête chez les Théologiens du X I I et du X I I I m e Siècle: Rev. Thom.37 (1932) 723-724
me
nota 35.
C.71 a.6 Los vicios y pecados en sí mismos 557
sión es con un acto interior, como cuan- mente con el pecado de omisión. Mas el
do uno quiere no ir a la iglesia. Mas a juicio sobre las cosas ha de darse según
veces, sin ningún acto, interior o exte- aquello que es esencial, y no según lo
rior, como cuando uno, a la hora en que accidental. En consecuencia, se puede
tiene que ir a la iglesia, no piensa ni en decir con más verdad que algún pecado
ir ni en no ir. puede darse sin acto ninguno. En otro
Pero si en el pecado de omisión se caso, los hechos y las ocasiones circuns-
consideran las causas u ocasiones de la tantes pertenecerían también a los otros
misma, entonces sí es necesario que en pecados actuales.
el pecado de omisión haya un acto. No Respuesta a las objeciones: 1. A la
hay pecado de omisión sino cuando uno primera hay que decir: Para el bien se re-
pasa por alto lo que puede hacer y no quieren más cosas que para el mal: por-
hace. Mas que uno se incline a no hacer que el bien resulta de la perfecta integridad
lo que puede hacer y no hacer, no es de la causa; mas el mal, de cualquier defecto
sino por alguna causa u ocasión conco- singular, como dice Dionisio, en el capí-
mitante o precedente. Si esa causa no tulo 4 De div. nom.27 Y así el pecado
está en la facultad de la persona, la omi- puede acontecer ya por hacer uno lo que
sión no tiene razón de pecado: como no debe, ya por no hacer lo que debe.
cuando uno, por enfermedad, pasa por Mas el mérito no puede darse a no ser
alto el ir a la iglesia. Mas, si la causa u que uno haga voluntariamente lo que
ocasión de omitirlo está en la facultad de debe. Por eso el mérito no puede darse
la voluntad, la omisión tiene razón de sin (algún) acto; mientras el pecado, sí.
pecado: y entonces esta causa, en cuanto 2. A la segunda hay que decir: Una
es voluntaria, siempre debe ir con algún cosa se dice voluntaria, no sólo porque
acto voluntario, interior por lo menos. recae sobre ella un acto de la voluntad,
Este acto a veces se refiere directa- sino porque está en nuestra facultad el
mente a la omisión misma, v.gr., cuando que se haga o no, como se dice en el li-
uno no quiere ir a la iglesia, evitando la bro III de los Éticos28. De donde tam-
molestia. Y entonces tal acto pertenece bién se sigue que el mismo querer puede
esencialmente a la omisión: pues la vo- decirse voluntario, en cuanto está en la
luntad de cualquier pecado pertenece facultad del hombre querer y no querer.
esencialmente al pecado en cuestión, por- 3. A la tercera hay que decir: El peca-
que de la esencia del pecado es el ser vo- do de omisión va contra un precepto
luntario. afirmativo, que obliga siempre, pero no
Mas a veces el acto de la voluntad se (a cumplirlo) en todo momento. Y por
refiere directamente a otra cosa, por la eso peca uno solamente cuando no pone
que la persona es impedida del acto de- el acto en el tiempo en que obliga dicho
bido; ya que aquello a lo que tiende la precepto afirmativo.
voluntad, sea concomitante a la omisión,
v. gr., si quiere jugar cuando debe ir a
la iglesia; ya también que lo preceda, ARTICULO 6
v. gr., si uno quiere trasnochar, de lo
cual se sigue que a la mañana no vaya a ¿Se define adecuadamente el pecado
la iglesia. Entonces este acto, interior o diciendo que es «un dicho, hecho o
exterior, se ha accidentalmente respecto deseo contra la ley eterna»?29
de la omisión, puesto que la omisión se In Sent. 2 d.35 a.2; De malo q.2 a.1.
sigue sin intentarla. Y decimos ser acci-
dental lo que está fuera de la intención, Objeciones por las que parece que
como se demuestra en el libro II de los no se define adecuadamente el pecado
Físicos26. Por lo tanto, es evidente que cuando se dice que el pecado es un dicho,
entonces el pecado de omisión conlleva hecho o deseo contra la ley eterna.
algún acto unido o precedente, que, sin 1. El dicho, hecho o deseo implica
embargo, está relacionado accidental- algún acto. Pero no todo pecado implica
26. ARISTÓTELES, c.5 n.3 (BK 196 b 23): S. TH., lect.8.9 n.211-216 y 218s.225. 27. § 30:
MG 3,729; S. TH., lect.22 n.572; cf. supra q.18 a.4 ad 3; q.19 a.7 ad 3. 28. ARISTÓTELES,
c.5 n.6 (BK 1113b20): S. TH., lect.11 n.496-502. 29. S. AGUSTÍN, Contra Faust. l.22 c.27:
ML 42,418.
558 Tratado de los vicios y pecados C.71 a.6
algún acto, como se ha dicho (a.5). Lue- cosa está prohibida por ser contraria a la
go esta definición no incluye todo pe- ley. Pero no todos los pecados son ma-
cado. los por estar prohibidos, sino que algu-
2. Además, dice Agustín, en el libro nos están prohibidos porque son malos.
De duabus animab.30, que el pecado es la vo- No se debió, pues, poner en la defini-
luntad de retener o conseguir lo que prohibe la ción común del pecado que sea contra la
justicia. Pero la voluntad está incluida ley de Dios.
bajo la concupiscencia, en cuanto que la 5. Y también: Pecado significa un
concupiscencia en un sentido amplio acto malo del hombre, como consta por
equivale a todo apetito. Luego bastaría lo dicho (a.1; q.21 a.1). Mas el mal del
haber dicho: pecado es el deseo contra la ley hombre es ser contra la razón, como dice
eterna; y no debió añadirse dicho o hecho. Dionisio en el capítulo 4 De div. nom.33
3. Más aún: El pecado parece consis- Luego se debió decir que el pecado es
tir propiamente en apartarse del fin, contra la razón, más bien que contra la
pues el bien y el mal se consideran prin- ley de Dios.
cipalmente por orden al fin, como cons-
En cambio basta la autoridad de
ta por lo dicho anteriormente (q.18 a.6).
Agustín.
De ahí que también Agustín, en el libro
I De lib. arb.31, defina el pecado por re- Solución. Hay que decir: Como es cla-
lación al fin, diciendo que pecar no es otra ro por lo dicho (a.l), el pecado no es
cosa que, despreciadas las cosas eternas, seguir otra cosa que un acto humano malod.
las temporales; y en el libro Octoginta Mas que un acto sea humano, le viene
trium quaestion.32 dice que toda perversidad por ser voluntario, según consta por lo
humana está en usar de las cosas que han de dicho anteriormente (q.1 a.1): ya sea vo-
gozarse y gozar de las que han de usarse. Mas luntario, como elícito de la voluntad; ya
en la definición propuesta no se hace (lo sea) como imperado por la misma,
mención ninguna de la aversión al fin cual los actos exteriores, bien del hablar,
debido. Luego define insuficientemente o del obrar. Y al acto humano le viene
el pecado. el ser malo por carecer de la debida me-
4. Todavía más: Se dice que una dida e. Ahora bien; toda medida de cual-
30. C.11: ML 42,105. 31. C.16: ML 32,1240. 32. Q.30: ML 40,19. 33. § 32:
MG 3,733; S. TH., lect.22 n.592.
quier cosa se toma por referencia a una en la definición de pecado algo corres-
regla, de la cual, si se separa, se dice des- pondiente a los actos exteriores.
arreglado. Mas la regla de la voluntad f 3. A la tercera hay que decir: La ley
humana es doble: una próxima y homo- eterna primero y principalmente ordena
génea, esto es, la misma razón humana; al fin, mas consiguientemente hace que
y otra, la regía primera, esto es, la ley esté se haya bien respecto de los medios.
eterna, que es como la razón de Dios. Y Y por eso al decir contra la ley eterna toca
por eso Agustín, en la definición del pe- la aversión del fin y todos los otros des-
cado, puso dos cosas: una que pertenece órdenes.
a la sustancia del acto humano, lo cual 4. A la cuarta hay que decir: Cuando
es como material en el pecado: cuando se afirma que no todo pecado es malo
dijo dicho, hecho o deseo; y otra que perte- por estar prohibido, se entiende de la
nece a la razón de mal, lo cual es como prohibición hecha por el derecho positi-
formal en el pecado: cuando dijo contra vo. Mas, si se refiere al derecho natural,
la ley eterna. que está contenido primariamente en la
Respuesta a las objeciones: 1. A la ley eterna y sólo secundariamente en la
primera hay que decir: La afirmación y la facultad de juicio de la razón humana,
negación se reducen al mismo género: entonces todo pecado es malo porque
como en las (procesiones) divinas engen- está prohibido: repugna al derecho natu-
drado y no engendrado, al (género) de la re- ral por el hecho mismo de ser desorde-
lación, según dice Agustín en el libro V nado.
De Trinit.34 Por eso hay que tomar por 5. A la quinta hay que decir: Los teó-
lo mismo dicho y no dicho, hecho y no hecho. logos consideran el pecado principal-
2. A la segunda hay que decir: La pri- mente en cuanto es una ofensa contra
mera causa del pecado está en la volun- Dios; mas el filósofo moral lo considera
tad, la cual impera todos los actos vo- en cuanto contraría a la razón. Por ello
luntarios, en los cuales solamente se da Agustín define el pecado por el hecho
el pecado; y por eso Agustín, a veces, de que es contra la ley eterna más con-
define el pecado sólo por la voluntad. venientemente que porque lo sea contra
Mas, como los mismos actos externos la razón: sobre todo ya que por Ja ley
pertenecen a la sustancia del pecado, eterna nos regimos en muchas cosas que
siendo malos en sí, como se ha dicho exceden a la razón humana, como (suce-
(q.18 a.6), fue necesario poner también de) en las cosas de la fe.
nuestro lenguaje actual, la idea de una reglamentación dada y estable, una especie de recetario
preciso y concreto de lo bueno y lo malo; o quizá una concepción de la naturaleza humana
cuya presencia en la razón facilita una lectura interpretativa clara y simple. Para Tomás, el «or-
den de la razón» tiene, por el contrario, un sentido dinámico: indica un proceso. Efectivamen-
te, a la razón no se le dan las cosas hechas. La vida humana es rica en situaciones cambiantes;
para un mismo objetivo concurren una pluralidad de medios; y éstos, por su parte, son de tal
forma ambivalentes, que provocan intencionalidades diversas y elecciones u opciones similares.
Todo ese mosaico necesita ser unificado. La razón humana es la llamada a poner orden. Ella
no inventa el orden; sólo lo descubre. Es lógico que los medios se orienten a los fines u objeti-
vos pertinentes; su razón de ser consiste en ser «medios», y si la pierden, se desnaturalizan y
se malean. Es lógico, además, que la conducta humana se realice dentro de un conjunto de cir-
cunstancias cuya razón de ser consiste en «arropar» la acción, pues se realiza siempre en el
tiempo, el espacio y la convivencia; y si dejan de «arropar» a la acción y la desvían de su obje-
tivo connatural, la desnaturalizan y la malean.
«El orden de la razón» significa, por lo menos, tres cosas: a) la acción de orientar los me-
dios hacia el fin pertinente; b) ordenar las circunstancias conforme a la realización global de
fines y medios de la acción humana; c) la acción ordenadora deriva en unas exigencias éticas,
esto es, en una jerarquía de valores y preferencias y en unas pautas de acción auténticamente
humanizadoras.
Sobre esta base se afirma que el pecado es la acción humana contraria al orden y medida
de la razón.
f Cf. nota a.
CUESTIÓN 72
De la distinción de los pecados
Ahora vamos a tratar de la distinción de los pecados o vicios (cf. q.71
introd.). Y acerca de esto se plantean nueve problemas:
1. ¿Se distinguen los pecados específicamente por sus objetos?—2. De
la distinción de los pecados espirituales y carnales.—3. ¿Se distinguen los
pecados por sus causas?—4. ¿Se distinguen por relación a aquellos contra
quienes se peca?—5. ¿Se distinguen por la diversidad del reato?—6. ¿Por
la omisión y comisión?—7. ¿Se distinguen por el proceso diverso del peca-
do?—8. ¿Por exceso y defecto?—9. ¿Se distinguen por las diversas cir-
cunstancias?
Respuesta a las objeciones: 1. A la carnal. Luego todos los pecados son car-
primera hay que decir: La razón principal nales. No hay, pues, que distinguir los
del fin es el bien, y por ello se relaciona pecados carnales de los espirituales.
con el acto de la voluntad, primordial en 3. Más aún: La parte superior del
todo pecado, como su objeto. Por ende, alma, que es la mente o razón, se deno-
viene a ser lo mismo que los pecados se mina espíritu, según aquello de Ef 4,23:
diversifiquen por sus objetos o por sus Renovaos en el espíritu de vuestra mente,
fines. donde se pone espíritu por razón, como
2. A la segunda hay que decir: El peca- dice la Glossa4 allí. Pero todo pecado
do no es mera privación, sino un acto que se comete según la carne se deriva
privado del debido orden. Y por eso los de la razón por el consentimiento, ya
pecados se distinguen específicamente que pertenece a la razón superior con-
más por los objetos de sus actos que por sentir en el acto del pecado, como se
las cosas a que se oponen. Aunque si se dirá más abajo (q.74 a.7). Luego los mis-
distinguieran por las virtudes opuestas, mos pecados son carnales y espirituales.
vendríamos a lo mismo, pues las virtu- No hay, pues, que distinguirlos entre sí.
des se distinguen específicamente por 4. Todavía más: Si algunos pecados
sus objetos, como se ha expuesto ante- son especialmente carnales, parece que
riormente (q.60 a.5). esto ha de entenderse principalmente de
3. A la tercera hay que decir: Nada se aquellos pecados con los que uno peca
opone a que en diversas cosas, diferentes contra su propio cuerpo. Mas, como
por su especie o género, haya una razón dice el Apóstol en 1 Cor 6,18: Cualquier
formal objetiva por la que el pecado re- pecado que comete el hombre, queda fuera de
ciba su especie. De este modo, la sober- su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su
bia busca la excelencia en cosas diversas; propio cuerpo. Luego sola la fornicación
y la avaricia, la abundancia de todo lo seria pecado carnal, enumerando, sin
que es provechoso para la vida humana. embargo, el mismo Apóstol, en Ef 5,3,
también la avaricia entre los pecados
carnales.
ARTICULO 2
En cambio está lo que dice Grego-
¿Es adecuada la distinción de rio, en el libro XXXI de los Moral.5,
pecados en espirituales y carnales? que de los siete vicios capitales, cinco son es-
pirituales, y dos, carnales.
2-2 q.118 a.6; In 2 Cor. c.7 lect.1; In Gal. c.5 lect.5;
In 7 Cor. c.6 lect.3. Solución. Hay que decir: Los pecados
se especifican por sus objetos, según he-
Objeciones por las cuales parece que mos expuesto (a.1). Ahora bien: todo
la distinción de los pecados en espiritua- pecado consiste en la apetencia de algún
les y carnales no es adecuada. bien transitorio que se desea desordena-
1. Dice el Apóstol en Gal 5,19ss: damente; y consiguientemente, tenido,
Manifiestas son las obras de la carne, que son ya, se deleita uno en él desordenadamen-
fornicación, impureza, libertinaje, lujuria, te. Mas, como consta por lo dicho antes
idolatría, hechicería, etc.: por lo cual pare- (q.31 a.3), la delectación es doble. Una
ce que todas las clases de pecado son del alma, que se realiza en la sola apre-
obra de la carne. Ahora bien: los peca- hensión de algo obtenido según su de-
dos carnales se dicen obras de la carne. seo, y ésta puede calificarse también de
Luego no hay que distinguir entre peca- delectación espiritual: como cuando uno
dos carnales y espirituales. se deleita en la alabanza de los hombres
2. Además, todo el que peca anda o en algo parecido. La otra delectación
según la carne, a tenor de Rom 8,13: Si es corporal o natural, la cual se verifica
vivís según la carne, moriréis; mas si mortifi- en el tacto mismo corporal, y puede lla-
cáis con el espíritu las obras de la carne, vivi- marse también delectación carnal. Así,
réis. Pero vivir o andar según la carne pues, aquellos pecados que se llevan a
parece pertenecer a la razón de pecado cabo en la delectación espiritual se lia-
4. Glossa ordin. 6,94 F; Glossa interl. 6,94v; Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,205. Cf.
S. AGUSTÍN, De Trin., 1.4 c.16: ML 42,1053; De Genesi ad litt. 3 c.20: ML 34,292. 5. C.45:
ML 76,621.
562 Tratado de los vicios y pecados C.72 a.3
man pecados espirituales; y los que se ARTICULO 3
llevan a cabo en la delectación carnal, se
llaman pecados carnales: como la gula, ¿Se distinguen los pecados
que se realiza en la delectación de los específicamente por sus causas?
alimentos; y la lujuria, que se realiza en In Sent. 2 d.22 q.1 a.1.
la delectación venérea. Por donde el
Apóstol dice, 2 Cor 7,1: Purifiquémenos de Objeciones por las que parece que
toda mancha de la carne y del espíritu. los pecados se han de distinguir específi-
camente por sus causas.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. Cada cosa recibe su especie de
primera hay que decir: Como comenta la donde recibe el ser. Pero los pecados re-
Glossa6 allí mismo, aquellos vicios se di- ciben el ser de sus causas. Luego tam-
cen obras de la carne, no porque se verifi- bién de ellas obtienen la especie. Luego
quen en el placer de la carne, sino porque car- difieren específicamente según la diversi-
ne se toma allí por hombre, el cual, mientras dad de las causas.
vive según él mismo, se dice vivir según la car- 2. Además, entre las otras causas, la
ne, como escribe también Agustín, en el material parece pertenecer menos a la es-
libro XIV De civ. Dei 7 . Y la razón de pecie. Ahora bien: El objeto en el pecado
esto es que todo defecto de la razón hu- es como la causa material. Luego, pues-
mana de algún modo tiene su principio to que los pecados se distinguen especí-
en el sentido carnal. ficamente por sus objetos, parece que
2. Y con esto es clara la respuesta a han de distinguirse específicamente mu-
la segunda. cho más por las otras causas.
3. A la tercera hay que decir: También 3. Más aún: A propósito de aquello
en los pecados carnales hay algún acto del Salmo (79,17): Abrasada por el fuego y
espiritual, es decir, de la razón. Pero el dispersada, dice Agustín 9 que todo pecado
fin de estos pecados, por el cual se de- es por temor, que humilla de mala manera; o
nominan, es el placer de la carne. por amor, que inflama de mala manera. Y
4. A la cuarta hay que decir: Como la dice también 1 Jn 2,16 que todo lo que hay
Glossa comenta allí mismo8, es especial- en el mundo es concupiscencia de la carne, o
mente en el pecado de la fornicación (donde) concupiscencia de los ojos, o soberbia de la
el alma sirve al cuerpo, tanto que el hombre vida. Mas se dice que algo está en el
en ese momento no puede pensar en ninguna mundo por el pecado, en cuanto que
otra cosa. La delectación de la gula, aun- por el vocablo mundo se designan los amado-
que sea carnal, no absorbe tanto la ra- res del mundo, según dice Agustín, comen-
zón. O puede decirse también que en tando a ]n 10 . También Gregorio, en el li-
este pecado se hace cierta injuria al cuer- bro XXXI Moral. 11, distingue todos los
po, pues se le mancha desordenadamen- pecados según siete vicios capitales. Mas
te. Y por eso, sólo por este pecado se todas estas divisiones atienden a las cau-
dice que el hombre peca especialmente sas de los pecados. Luego parece que los
contra su cuerpo. pecados difieren específicamente según
Mas la avaricia, que se enumera entre la diversidad de sus causas.
los pecados carnales, se pone por e! En cambio está que, según esto, to-
adulterio, que es la usurpación injusta de dos les pecados serían de una sola espe-
la mujer ajena. O se puede decir que la cie, ya que son producidos por una sola
cosa en que se deleita el avaro es algo causa, pues se dice en Eclo 10,15, que el
corporal; y en este sentido se enumera principio de todo pecado es la soberbia, y en
entre los pecados carnales. Mas la delec- la 1 Tim, capítulo último (6,10), que la
tación misma no pertenece a la carne, raíz de todos los males es la codicia. Pero es
sino al espíritu: por ello, según Grego- evidente que hay diversas especies de
rio, es pecado espiritual. pecados. Por consiguiente, los pecados
6. Glossa ordin. a propósito de Gál 5,19 (6,87E); Glossa de PEDRO LOMBARDO a propósito
de Gál 5,19 (ML 192,159); cf. S. AGUSTÍN, De civit. Dei 14 c.2: ML 41,405. 7. C.2: ML
41,405; c.3: ML 41,406. 8. Glossa de PEDRO LOMBARDO a propósito de 1 Cor 6,18: ML
191,1584; cf. Glossa ordin. a propósito de 1 Cor 6,18 (6,41 F). 9. Enarrat. in Psalm. ps.79,
super v.17: ML 36,1027. 10. Tract.2, a propósito de 1,10: ML 35,1393. 11. C.45: ML
76,621.
C.72 a.4 De la distinción de los pecados 563
no se distinguen específicamente según jetos, en cuanto se relacionan con los ac-
la diversidad de las causas. tos externos, tienen razón de materia so-
Solución. Hay que decir: Siendo cuatro bre la cual (se ejercen); mas en cuanto se
los géneros de causas, se atribuyen di- relacionan con el acto interior de la vo-
versamente a diversas cosas. Las causas luntad, tienen razón de fines. Y de aquí
formal y material se refieren propiamen- viene que especifiquen al acto. Aunque
te a la sustancia de la cosa; y por eso las también en cuanto son materia sobre la
sustancias se distinguen específicamente cual (se ejercen) tienen razón de térmi-
por la forma y la materia. La eficiente y no, por el cual se especifica el movi-
la final se refieren directamente al movi- miento, según se dice en el libro V de
miento y a la operación; por eso el mo- los Físicos13 y en libro IX de los Éticos14.
vimiento y las operaciones se distinguen Mas, sin embargo, también los términos
específicamente según estas causas; mas del movimiento especifican al movi-
de diverso modo. Pues los principios ac- miento en cuanto tienen razón de fin.
tivos naturales están determinados siem- 3. A la tercera hay que decir: Esas di-
pre a los mismos actos; por eso en los visiones de los pecados no se dan para
hechos naturales las especies diversas no distinguir las especies de los mismos,
se toman sólo de los objetos, que son sino para manifestar sus diversas causas.
los fines o términos, sino de los princi-
pios activos: el calentar y el enfriar, por ARTICULO 4
ejemplo, se distinguen específicamente
por el calor y el frío. En cambio, los ¿Es adecuada la división del pecado
principios activos en los actos volunta- en pecados contra Dios, contra sí
rios, cuales son los de los pecados, no mismo y contra el prójimo?
están determinados a una cosa por nece- In Sent. 2 d.42 q.2 a.2 q.a2; In Ps. 25.
sidad. Y por eso de un principio activo
o motivo pueden proceder diversas es- Objeciones por las que parece que la
pecies de pecados: así, del temor que hu- división del pecado en pecados contra
milla de mala manera puede provenir Dios, contra el prójimo y contra sí mis-
que uno robe, y mate y que abandone el mo es inadecuada.
rebaño que se le ha confiado; y estas 1. Aquello que es común a todo pe-
mismas cosas pueden provenir del amor. cado no se debe poner como parte en la
Por lo tanto, es evidente que los peca- división del pecado. Pero el ser contra
dos no difieren específicamente según Dios es común a todo pecado: en la de-
sus diversas causas activas o por los mo- finición del pecado se dice que es contra
tivos (de obrar), sino solamente según la la ley de Dios, como expusimos antes
diversidad de la causa final. (q.71 a.6). Luego el pecado contra Dios
El fin es el objeto de la voluntad: no se debe poner como parte en la divi-
pues anteriormente hemos demostrado sión de los pecados.
(q.l a.3; q.18 a.6) que los actos humanos 2. Además, toda división debe ha-
reciben su especificación del fin. cerse por los opuestos. Mas estos tres
Respuesta a las objeciones: 1. A la géneros de pecados no son opuestos:
primera hay que decir: En los actos volun- pues quien quiera peca contra el próji-
tarios, no estando determinados a una mo, peca también contra sí mismo y
cosa, los principios activos no bastan contra Dios. Luego el pecado no se di-
para producir los actos humanos, a no vide adecuadamente por esas tres clases.
ser que la voluntad se determine a una 3. Más aún: Lo que es extrínseco a
cosa por la intención del fin, como es una cosa no le confiere su especie. Pero
claro por el Filósofo en el libro IX de Dios y el prójimo están fuera de nos-
los Metafísicas 12 . Y por eso el fin es el otros. Luego los pecados no se diversifi-
que confiere el ser y la especie del pe- can específicamente por esto. El pecado,
cado. pues, se divide inadecuadamente por es-
2. A la segunda hay que decir: Los ob- tas tres cosas.
12. ARISTÓTELES, 1.8 c.5 n.3 (BK 1048 a 10): S. TH., l.9 lect.4 n.1820. 13. ARISTÓTE-
LES, c.1 n.3 (BK 224 b 7): S. TH., lect.1 n.641-642. 14. ARISTÓTELES, c.4 n.3 (BK 1174 b
4): S. TH., lect.5 n.2013.
564 Tratado de los vicios y pecados C.72 a.5
En cambio está que Isidoro, dis- Hay, pues, cosas diversas por las que
tinguiendo los pecados en el libro De el hombre se ordena a Dios, al prójimo
summa Bono15, afirma que el hombre se dice y a si mismo. Por consiguiente, esta di-
pecar contra sí mismo, contra Dios j contra visión de los pecados es por los objetos,
el prójimo. según los cuales se diversifican las espe-
Solución. Hay que decir: Según afir- cies de los pecados. De ahí que esta dis-
mamos más arriba (q.71 a.1), el pecado tinción de los pecados es propiamente
es un acto desordenado. Mas en el hom- por sus diversas especies. Pues también
bre debe haber un orden triple. Uno por las virtudes, a las cuales se oponen los
referencia a la regla de la razón; esto es: pecados, se distinguen específicamente
en cuanto todas nuestras acciones y pa- por esta diferencia: ya que es claro por
siones deben regularse por la regla de la lo dicho (q.62 a.1; q.66 a.4 y 6) que el
razón. Otro orden hay por relación a la hombre se ordena a Dios por las virtu-
regla de la ley divina, por la cual se debe des teologales; por la templanza y la for-
regir el hombre en todo. Y si, a la ver- taleza, a sí mismo; y por la justicia, al
dad, el hombre fuese naturalmente un prójimo.
ser solitario, este doble orden bastaría. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Mas como el hombre es una animal polí- primera hay que decir: Pecar contra Dios
tico y social, según se demuestra en el li- es común a todo pecado, en cuanto el
bro I de los Potíticos16, de ahí que sea orden a Dios incluye todo orden huma-
necesario un tercer orden, con el cual el no. Mas en cuanto al hecho de que el
hombre se ordene a los demás hombres, orden a Dios supera a los otros órdenes,
con quienes debe convivir. en eso el pecado contra Dios es un gé-
De estos órdenes, el segundo contiene nero especial de pecado.
al primero y le excede. Pues todo lo que 2. A la segunda hay que decir: Cuando
está comprendido bajo el orden de la ra- entre cosas que una incluye a otra hay
zón, está contenido bajo el orden de distinción, ésta se hace, no por lo que de
Dios mismo; mas hay algunas cosas que la una se contiene en la otra, sino por
están contenidas bajo el orden de Dios aquello en lo que una excede a la otra.
mismo que superan la razón humana, Como se ve en la división de los núme-
cuales son las de la fe, y se deben a Dios ros y figuras: pues el triángulo no se
solo. Por donde quien peca en ellas, se distingue del cuadrado por estar conte-
dice que peca contra Dios: como el he- nido en él, sino en cuanto éste le excede;
reje, el sacrilego y el blasfemo. y lo mismo hay que decir de los núme-
Semejantemente, el primer orden in- ros tres y cuatro.
cluye al tercero y le excede. Porque en 3. A la tercera hay que decir: Aunque
todo aquello en que nos ordenamos al Dios y el prójimo sean externos con res-
prójimo, debemos dirigirnos por la regla pecto al que peca, mas no son extraños
de la razón; mas en algunas cosas nos respecto del acto pecaminoso, sino que
dirigimos por la razón sólo en cuanto a se relacionan con él como objetos pro-
nosotros, no en cuanto al prójimo. Y pios del mismo.
cuando se peca en esto, se dice que el
hombre peca contra sí mismo: como es ARTICULO 5
claro del que se deja llevar de la gula, ¿Diversifica su especie la división de
del lujurioso y del pródigo. los pecados según el reato?a
Cuando, pues, el hombre peca en lo
Infra q.88 a.1; In Sent. 2 d.42 q.1 a.3; De malo q.7 a.1.
relacionado con el prójimo, se dice que
peca contra el prójimo: como es claro Objeciones por las que parece que la
del ladrón y el homicida. división de los pecados según el reato
15. En realidad esta distinción hay que atribuírsela a HUGO DE S. VÍCTOR o al autor de la
Summa Sent. tr.III c.16 (ML 176,113). Esta atribución equivocada parece fundarse en el siguiente
texto: «De dos modos se comete el pecado, como dice ISIDORO (Sent.2 c.17: ML 83,619), por
la codicia y el temor... ítem, el hombre peca contra sí mismo, contra Dios y contra el próji-
mo.» 16. ARISTÓTELES, c.1 n.9 (BK 1253a2): S. TH., lect.1 n.34-35.
diversifica su especie, como cuando se Hay, pues, que decir que la diferencia
divide en venial y mortal. del pecado en venial y mortal, o cual-
1. Aquellas cosas que difieren infini- quiera otra que se tome por razón del
tamente no pueden ser de una misma es- reato, no puede ser una diferencia que
pecie, ni siquiera del mismo género. Mas constituya diversidad de especie. Pues
el pecado venial y mortal difieren infini- nunca lo que es accidental constituye la
tamente: pues el venial merece una pena especie. Mas lo que está fuera de la in-
temporal; y el mortal una pena eterna; y tención del agente es accidental, como es
la medida de la pena corresponde a la claro por el libro II de los Físicos11. Y es
cantidad de la culpa, según aquello de evidente que la pena está fuera de la in-
Dt 25,2: Según la medida del delito será tención del que peca. De ahí que sea ac-
también la porción de los azotes. Luego el cidental al pecado por parte del mismo
(pecado) venial y el mortal no son de un pecador. Sin embargo, está ordenada al
mismo género; mucho menos de la mis- pecado desde el exterior; esto es: por la
ma especie. justicia del que juzga, quien inflige di-
2. Además, algunos pecados son versas penas según las diversas maneras
mortales por su propio género, como el de pecados. Por tanto, la diferencia que
homicidio y el adulterio; mas otros, por proviene del reato de la pena puede
su género, son pecados veniales, como acompañar a la diversa especie de peca-
la palabra ociosa y la risa superflua. Lue- dos; pero no constituye diversidad de
go el pecado venial y el mortal difieren especie.
específicamente. La diferencia de pecado venial y mor-
3. Más aún: Como se ha el acto vir- tal es consecuente a la diversidad de des-
tuoso al premio, así se ha el pecado a la orden, que constituye la razón de peca-
pena. Pero el premio es el fin del acto do. Ahora bien, hay un doble desorden:
virtuoso. Luego la pena es el fin del pe- el uno por la eliminación del principio
cado. Mas los pecados se distinguen es- del orden; y el otro en el que, salvado el
pecíficamente por sus fines, según se ha principio del orden, ocurre el desorden
dicho (a.3). Luego también se distinguen acerca de aquellas cosas que son pos-
específicamente según el reato de la pena. teriores al principio. Como sucede en el
cuerpo del animal: a veces el desorden
En cambio está que aquellas cosas
de la complexión llega hasta la destruc-
que constituyen la especie son anterio-
ción del principio vital, y esto es la
res, como las diferencias específicas.
muerte; mas otras veces, salvo el princi-
Pero la pena sigue a la culpa cual efecto
pio vital, se produce un cierto desorden
Suyo. Luego los pecados no se diferen-
en los humores, y entonces tenemos la
cian específicamente por el reato de la
enfermedad. Mas el principio de todo
pena.
orden en las cosas morales es el fin últi-
Solución. Hay que decir: Se da una do- mo, que en el campo práctico tiene las
ble diferencia de aquellas cosas que di- funciones que el principio indemostrable
fieren específicamente. Una, por cierto, en el especulativo, como se dice en el li-
que constituye la diversidad de las espe- bro VII de los Éticos18. Por consiguien-
cies. Y tal diferencia nunca se encuentra te, cuando el alma por el pecado se des-
a no ser en las especies diversas, como ordena hasta la aversión del último fin,
racional e irracional, animado e inanima- esto es, Dios, al cual se une por la cari-
do. Mas hay otra diferencia que es con- dad, entonces tenemos el pecado mortal.
secuente a la diversidad de la especie. Mas cuando el desorden ocurre sin la
Tal diferencia, aunque en algunos casos aversión de Dios, entonces el pecado es
acompañe a la diversidad de la especie, venial. Así, pues, como en las cosas cor-
en otros, sin embargo, se puede encon- porales el desorden de la muerte, que
trar en la misma especie: el blanco y el consiste en la destrucción del principio
negro, por ejemplo, acompañan a la di- vital, es irreparable naturalmente; mas el
versidad de especie del cuervo y del cis- desorden de la enfermedad se puede re-
ne, y sin embargo, se encuentra esta di- parar, porque se salva el principio de la
ferencia en la especie misma del hombre. vida; análogamente ocurre en las cosas
17. ARISTÓTELES, c.5 n.3 (BK 196b23): S. TH., lect.8.9 n.211-216 y 218-219.225. 18. ARIS-
TÓTELES, c.8 n.4 (BK 1151 a 16): S. TH., lect.8 n.1431-1432.
566 Tratado de los vicios y pecados C.72 a.6
concernientes al alma. Pues en las cosas 1. El delito se divide en contraposi-
especulativas, al que yerra acerca de los ción al pecado, en Ef 2,1, donde se dice:
principios es imposible persuadirle; mas Cuando estabais muertos en vuestros delitos y
al que yerra salvando los principios, por pecados; y la Glossa19 explica: En los deli-
los principios mismos se le puede reco- tos, esto es, dejando lo que está mandado; y en
brar. E igualmente en las prácticas: los pecados, a saber, obrando lo prohibido:
aquel que, pecando se separa del fin últi- por lo cual está claro que por delito se
mo, comete un lapso de suyo irrepara- entiende el pecado de omisión, y por pe-
ble, atendida la naturaleza del pecado; y cado, el pecado de comisión. Difieren,
por ello se dice pecar mortalmente y que pues, específicamente, ya que se dividen
debe ser castigado eternamente. Mas el por lo opuesto, como por especies di-
que peca sin apartarse de Dios, por la versas.
razón misma de su pecado se desordena 2. Además, al pecado de suyo le
reparablemente, porque se salva el prin- conviene el ser contra la ley de Dios:
cipio; y por eso se dice pecar venialmen- (esto) se pone en su definición, como
te, esto es: porque no peca de tal modo consta por lo dicho anteriormente (q.71
que merezca una pena interminable. a.6). Mas en la ley de Dios unos precep-
Respuesta a las objeciones: 1. A la tos son afirmativos, contra los cuales
primera hay que decir: El pecado mortal y está el pecado de omisión; y otros pre-
el venial difieren infinitamente por razón ceptos son negativos, contra los cuales
de la aversión, no por razón de la con- está el pecado de comisión. Luego el pe-
versión (a las criaturas), por la que tien- cado de omisión y el de comisión difie-
den al objeto de donde el pecado recibe ren específicamente.
su especificación. De ahí que nada impi- 3. Más aún: Omisión y comisión di-
da darse en la misma especie un pecado fieren como afirmación y negación. Mas
venial y un pecado mortal: el primer la afirmación y la negación no pueden
movimiento, por ejemplo, en el género ser de una misma especie, porque la ne-
de adulterio es pecado venial; y la pala- gación no tiene especie: el no ser no tie-
bra ociosa, que las más de las veces es ne especies ni diferencias, como dice el
venial, puede también ser mortal. Filósofo20. Luego la omisión y la comi-
2. A la segunda hay que decir: Por el sión no pueden ser de una misma es-
hecho de que se halle algún pecado mor- pecie.
tal por su género y algún pecado venial
por su género se sigue que tal diferencia En cambio, en la misma especie de
es consecuencia de la diversidad de los pecado se encuentran la omisión y la co-
pecados según su especie; pero no que la misión: pues el avaro roba lo ajeno, que
causen. Pues tal diferencia se puede dar es pecado de comisión; y no da sus co-
también en los que son de la misma es- sas a quienes debe, lo cual es pecado de
pecie, como hemos dicho (en sol.). omisión. Luego la omisión y la comisión
3. A la tercera hay que decir: El pre- no difieren específicamente.
mio entra en la intención del que merece
u obra virtuosamente; pero la pena no Solución. Hay que decir: En los peca-
entra en la intención del que peca, sino dos se da una doble diferencia: la una
que más bien es contra su voluntad. Por material y la otra formal. La material se
consiguiente, no hay paridad. basa en la especie natural de los actos
del pecado; y la formal, en el orden a su
fin único propio, que es su propio obje-
ARTICULO 6 to. De ahí que haya algunos actos que
¿Difieren específicamente el pecado son materialmente diversos en cuanto a
de comisión y el de omisión? la especie, los cuales, sin embargo, per-
In Sent. 2 d.42 q.2 a.2 q.a1 ad 5.
tenecen formalmente a la misma especie
de pecado, porque se ordenan al mismo
Objeciones por las que parece que el fin: a la misma especie de homicidio per-
pecado de comisión y el de omisión di- tenecen la degollación, la lapidación y la
fieren específicamente. transfixión, aunque sean actos específica-
19. Glossa interl. 6,91r; Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,179. 20. ARISTÓTELES,
Phys. 4 c.8 n.4 (BK 215a10): S. TH., lect.11 n.524.
C.72 a.7 De la distinción de los pecados 567
mente diferentes según su especie na- rial de la especie. Sin embargo, hay que
tural. tener en cuenta que la negación, aunque
Así pues, si hablamos de la especie de propiamente no entre en la especie, con
los pecados de omisión y de comisión todo, se pone en ella por reducción a la
materialmente, difieren específicamente; afirmación correlativa.
hablando de especie, sin embargo, en un
sentido amplio, en cuanto la negación o ARTICULO 7
privación puede tener especie. Mas si
hablamos formalmente de la especie de ¿Es adecuada la división del pecado
los pecados de omisión y de comisión, en pecado del corazón, de la boca y
entonces así no difieren específicamente, de la obra (de pensamiento, palabra
porque se ordenan a lo mismo y provie- y obra)?
nen del mismo motivo. El avaro, pues, 3 q.90 a.3 ad 1; In Sent. 2 d.42 a.2 q.M.
para amontonar dinero, roba y no da lo
que debería dar; y análogamente, el que Objeciones por las que parece que la
se deja llevar de la gula, para satisfacer- división del pecado en pecado de pensa-
la, come demasiado y pasa por alto los miento, palabra y obra es inadecuada.
ayunos debidos; y lo mismo se puede 1. En el libro XII De Trinit.21,
constatar en las demás materias. Siem- Agustín pone tres grados del pecado, el
pre, pues, en las cosas la negación se primero de los cuales es cuando el sentido
funda en alguna afirmación, que en al- carnal introduce (en el alma) cierto atractivo,
gún sentido es su causa; de ahí también lo cual es pecado de pensamiento; el se-
que en las cosas naturales pertenezca a la gundo grado es cuando uno se contenta con
misma razón que el fuego caliente y que la sola delectación del pensamiento; y el ter-
no enfríe. cero, cuando uno se determina a llevarlo a la
práctica por el consentimiento. Mas estas
Respuesta a las objeciones: 1. A la tres cosas pertenecen al pecado del cora-
primera hay que decir: Esa división de los zón (o pensamiento). Luego es inadecua-
pecados por la comisión y la omisión no do poner el pecado de pensamiento
es por las diversas razones formales, como un género de pecados.
sino por las materiales, como hemos di- 2. Además, Gregorio, en el libro IV
cho (en sol.). de los Moral.22, pone cuatro grados del
2. A la segunda hay que decir: Fue ne- pecado, el primero de los cuales es la
cesario en la ley de Dios proponer di- culpa latente en el corazón; el segundo, la
versos preceptos afirmativos y negativos manifestación externa; el tercero, la confir-
para introducir a los hombres gradual- mación por la costumbre; y el cuarto, cuando
mente en las virtudes, primeramente el hombre llega hasta la presunción de la mi-
absteniéndose del mal, a lo cual somos sericordia divina o la desesperación. (Pasaje)
inducidos por los preceptos negativos; y donde no se distingue el pecado de obra
después, practicando el bien, a lo cual del de palabra, y además hay otros dos
somos inducidos por los preceptos afir- grados de pecados. Luego la primera di-
mativos. Y así los preceptos afirmativos visión fue inadecuada.
y negativos no pertenecen a diversas vir- 3. Más aún: No puede darse el peca-
tudes, sino a sus diversos grados. Consi- do de palabra o de obra si antes no se
guientemente, no deben ser contrarios a realiza en el corazón (o pensamiento).
pecados específicamente diversos. El pe- Luego estos pecados no difieren especí-
cado tampoco se especifica por la aver- ficamente. No se deben, pues, contrapo-
sión, porque en este sentido es negación ner como miembros de una división.
o privación; sino por razón de la con-
versión (a las criaturas), en cuanto que En cambio está lo que dice Jeróni-
es un acto. Por consiguiente, los peca- mo, comentando a Ezequiel23: Tres son los
dos no se diversifican (específicamente) delitos generales a los que está sujeto el género
según los diversos preceptos de la ley. humano: pues pecamos o con el pensamiento, o
3. A la tercera hay que decir: Dicha con la palabra, o con las obras.
objeción se funda en la diversidad mate- Solución. Hay que decir: Se dan dos
21. C.12: ML 42,1007.1008. 22. C.27: ML 75,661.662. 23. L.13, a propósito del
43,23: ML 23,427.
568 Tratado de los vicios y pecados C.72 a.8
modos por los que algunas cosas difie- mente; mas en el pecado de obra lo
ren específicamente. Uno por el hecho principalmente intentado es la satisfac-
de que una y otra cosa poseen la especie ción del concepto interior del corazón,
completa: así difieren específicamente el mientras la manifestación sólo es una
caballo y el buey. Pero hay otro modo consecuencia. La costumbre y la deses-
en el que la diversidad específica se basa peración son grados consecuentes a la
en los diversos grados de su génesis o especie perfecta del pecado, como la ado-
evolución: así la edificación es la pro- lescencia y la juventud lo son a la gene-
ducción completa de la casa, mas la co- ración perfecta del hombre.
locación de los cimientos y la erección 3. A la tercera hay que decir: Los pe-
de la pared son especies incompletas, cados de pensamiento y de palabra no se
como consta por el Filósofo en el libro distinguen del pecado de obra cuando
X de los Éticos24; y lo mismo se puede van unidos con él simultáneamente, sino
decir de la generación de los animales. cuando cada uno se da por separado.
Así, pues, el pecado se divide por es- Como la parte del movimiento tampoco
tos tres (conceptos), esto es: pecado de se distingue del movimiento total cuan-
palabra, de pensamiento y de obra, no do éste es continuo, sino sólo cuando
como por diversas especies completas; hay interrupciones en el mismo.
pues la consumación del pecado está en
la obra, por donde el pecado de obra ARTICULO 8
tiene la especie completa. Mas su prime-
ra incoación es como la fundamentación ¿Diversifican las especies de los
en el corazón; y su segundo grado está pecados el exceso y el defecto?
en la boca, en cuanto que el hombre De malo q.2 a.6; q.14 a.3.
prorrumpe fácilmente en manifestar el
concepto de su interior; y el tercer gra- Objeciones por las que parece que el
do consiste ya en la consumación de la exceso y el defecto no diversifican espe-
obra. Y así estas tres cosas difieren se- cíficamente los pecados.
gún los diversos grados del pecado. Mas 1. El exceso y el defecto difieren se-
es claro que las tres pertenecen a una es- gún más y menos. Pero el más y menos
pecie única perfecta de pecado, puesto no diversifican la especie. Luego el exce-
que provienen del mismo motivo: pues so y el defecto no diversifican la especie
el iracundo, por su deseo de venganza, de los pecados.
primeramente se siente perturbado en su 2. Además, como el pecado en las
interior; luego prorrumpe en palabras cosas prácticas está en desviarse de la
ofensivas, y en tercer lugar llega hasta rectitud de la razón, así también la false-
los hechos injuriosos. Y lo mismo se dad en lo especulativo está en desviarse
constata en la lujuria y en cualquier otro de la verdad de la cosa. Pero no es di-
pecado. versa la especie de falsedad por el hecho
Respuesta a las objeciones: 1. A la de que uno diga más o menos de lo que
primera hay que decir: Todo pecado del hay en la realidad. Luego tampoco se di-
corazón conviene en la razón de oculto, versifica la especie del pecado por el he-
y según esto se pone un grado. El cual, cho de que se aparte más o menos de la
sin embargo, se distingue en tres grados: rectitud de la razón.
a saber, de pensamiento, delectación y 3. Más aún: De dos especies no resulta
consentimiento. una especie, como dice Porfirio25 . Mas el
2. A. la segunda hay que decir: El peca- exceso y el defecto se unen en un mismo
do de palabra y de obra convienen en la pecado: hay quienes son al mismo tiem-
manifestación, y por ello Gregorio los po tacaños y pródigos: la tacañería es
considera bajo una sola categoría. Mas pecado por defecto, y la prodigalidad,
Jerónimo los distingue, porque en el pe- por exceso. Luego el exceso y el defecto
cado de palabra sólo se da la manifesta- no diversifican la especie de los pecados.
ción, que es lo intentado, y principal- En cambio está el que los contrarios
24. ARISTÓTELES, c.4 n.2 (BK 1174 a 19): S. TH., lect.5 n.2010. 25. Isagoge, interpreta-
do por BOECIO, cap. «De propriis differentiae et speciei. § Proprium autem est differentiae»
(CG 4 c.1 n.47.8): ML 64,150.
C.72 a.9 De la distinción de los pecados 569
difieren por su especie, pues la (razón de apartarse de la misma rectitud de la
de) contrariedad está en la forma, según se razón. Sino que, a veces, el que miente
dice en el libro X de los Metafísicas 26 . intenta ocultar la verdad; por ende, en
Ahora bien: Los vicios que difieren por cuanto a esto, no importa si dice más o
exceso y por defecto son contrarios, menos. Mas si el apartarse de la verdad
como la tacañería y la prodigalidad. no está fuera de la intención, es evidente
Luego difieren específicamente. que entonces uno se mueve a decir más
Solución. Hay que decir: Puesto que o menos por diversos motivos; y según
en el pecado hay dos cosas, esto es: el esto es diversa la razón de la falsedad.
acto y su desorden, en cuanto se aparta Como se ve por el jactancioso, que, bus-
del orden de la razón y de la ley divina, cando la gloria, se excede en decir cosas
la especie del pecado no se toma del des- falsas; y por el doloso, que aminora,
orden, que está fuera de la intención del evadiendo el pago de lo debido. De ahí
que peca, como se dijo más arriba (a.1), también el que algunas opiniones falsas
sino más bien por parte del mismo acto: sean contrarias entre sí.
en cuanto se termina en el objeto, al 3. A la tercera hay que decir: Uno
cual se dirige la intención del que peca. puede ser pródigo y avaro bajo diversos
Por eso, donde quiera que se dé un mo- aspectos, como, por ejemplo, si uno es
tivo diverso que incline la intención a avaro en recibir lo que no debe y pródi-
pecar, allí hay una especie diversa de pe- go en dar lo que no debe. Pues nada im-
cado. Mas es evidente que no es el mis- pide que en el mismo sujeto se den cua-
mo el motivo de pecar en los pecados lidades contrarias bajo diverso aspecto.
que son por exceso y en los pecados que
son por defecto, sino que más bien sus ARTICULO 9
motivos son contrarios: el motivo en el
pecado de intemperancia es el amor de ¿Se diversifican específicamente los
los placeres corporales; y el motivo en el pecados según las diversas
pecado de insensibilidad es el odio de circunstancias?
los mismos. Por consiguiente, tales peca- 2-2 q.53 a.2 ad 3; In Sent. 4 d.16 q.3 a.2 q.a3; De
dos, no sólo difieren específicamente, malo q.2 a.6; q.14 a.3.
sino que también son contrarios entre sí. Objeciones por las que parece que
Respuesta a las objeciones: 1. A la los vicios y pecados se diversifican se-
primera hay que decir: El más y el menos, gún las diversas circunstancias:
aunque no sean causa de la diversidad 1. Como dice Dionisio, en el capítu-
de la especie, sin embargo, a veces, lo 4 De div. nom.28, el mal resulta de defec-
acompañan a especies diferentes, en tos particulares. Ahora bien: Los defectos
cuanto provienen de formas diversas, particulares son corrupción de circuns-
como si se dice que el fuego es más leve tancias particulares. Luego las especies
que el aire. De ahí que, en el libro VIII particulares de los pecados resultan de
de los Éticos, diga el Filósofo27 que las circunstancias particulares corrompi-
quienes afirmaron que no hay diversas das.
especies de amistades, por el hecho de 2. Además, los pecados son ciertos
que se dicen según el más y el menos, no actos humanos. Mas los actos humanos
dieron crédito a un signo suficiente. Y de este a veces se especifican por las circunstan-
modo exceder la razón o no llegar a ella cias, como hemos expuesto anteriormen-
pertenece a pecados específicamente di- te (q.18 a. 10). Luego los pecados difie-
versos, en cuanto que resultan de moti- ren específicamente según la corrupción
vos diversos. de las circunstancias.
2. A la segunda hay que decir: La in- 3. Más aún: Las diversas especies de
tención del que peca no es apartarse de gula se enumeran según los términos
la razón, y por eso el pecado por exceso contenidos en este verso: precipitadamen-
y (el pecado) por defecto no convienen te, espléndidamente, demasiado, ardientemente,
en la misma razón formal por el hecho delicadamente. Mas esto pertenece a las di-
26. ARISTÓTELES, 1.9 c.4 n.1 (BK 1055a3): S. TH., l.10 lect.5 n.2024.2025. 27. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.7 (BK 1155 b 13): S. TH., lect.1 n.l549. 28. § 30: MG 3,729: S. TH., lect.22
n.572.
570 Tratado de los vicios y pecados C.72 a.9
versas circunstancias: pues precipitada- de las diversas circunstancias proviene
mente es antes de lo que se debe; demasia- de motivos diversos. Por ejemplo, el
do, más de lo que se debe; y lo mismo que uno coma precipitadamente puede
vale para las otras. Luego las especies provenir de que no pueda tolerar la dila-
del pecado se diversifican por las diver- ción de alimentarse, por la rápida con-
sas circunstancias. sunción del elemento húmedo (¿la fácil
deshidratación?). Mas que apetezca una
En cambio está lo que dice el Filóso- cantidad desmesurada de alimento puede
fo en el libro III 29 y libro IV 30 de los ocurrir por la gran capacidad digestiva
Éticos: que cada vicio peca obrando más de de su naturaleza para digerir mucho ali-
lo que debe y cuando no debe, e igualmente mento. Y que uno apetezca alimentos
según todas las otras circunstancias. deliciosos acontece por el apetito del
Luego las especies de los pecados no se placer que hay en el comer. De ahí que
diversifican por esto. en estos (desórdenes) la corrupción de
Solución. Hay que decir: Como se ex- las diversas circunstancias ocasione di-
puso antes (a.8), donde ocurre otro mo- versas especies de pecado.
tivo para pecar, allí hay otra especie de Respuesta a las objeciones: 1. A la
pecado, ya que el motivo para pecar es primera hay que decir: El mal en cuanto
el fin y el objeto. Pero ocurre a veces tal es una privación; y por eso se diver-
que hay el mismo motivo en la corrup- sifica específicamente según aquellas co-
ción de las diversas circunstancias; así, el sas de las que priva, igual que las demás
avaro se mueve por el mismo motivo privaciones. Pero el pecado no recibe su
para recibir cuando no debe, donde no especificación por parte de la privación
debe y más de lo que debe, y lo mismo o la aversión, según hemos dicho más
de las otras circunstancias; pues esto lo arriba (a.1), sino por la conversión (o
hace por el apetito desordenado de tendencia) al objeto del acto.
amontonar dinero. Y en tales (casos), la 2. A la segunda hay que decir: La cir-
corrupción de las diversas circunstancias cunstancia nunca cambia el acto en otra
no diversifica la especie de los pecados, especie, a no ser que haya otro motivo.
sino que pertenece a una y misma espe- 3. A la tercera hay que decir: En las
cie de pecado. diversas especies de gula hay diversos
A veces acontece que la corrupción motivos, como hemos dicho (en sol.).
29. ARISTÓTELES, c.7 n.4 (BK 1115b15): S. TH., lect.15 n.546. 30. ARISTÓTELES, c.1
(BK 1119b22): S. TH., lect.1 n.655.
CUESTIÓN 73
Comparación de los pecados entre sí
Ahora vamos a tratar de la comparación de los pecados entre sí (cf. q.71
introd.). Y acerca de esto se plantean diez problemas:
1. ¿Están unidos entre sí todos los pecados y vicios?—2. ¿Son todos
iguales?—3. ¿La gravedad de los pecados se deduce (o depende) del obje-
to?—4. ¿O de la importancia de las virtudes a las que se oponen los peca-
dos?—5. ¿Los pecados carnales son más graves que los espirituales?—
6, ¿La gravedad de los pecados depende (o se deduce) de sus causas?—
7. ¿O de sus circunstancias?—8. ¿O de la magnitud del daño?—9. ¿O
de la condición de la persona contra la cual se peca?—10. ¿Agrava el pe-
cado la dignidad de la persona que peca?
a ¿En qué consiste obrar contra la ley eterna y contra la razón humana? El pecado encierra
una preferencia de los bienes parciales, en cuanto ésta acarrea el rechazo del orden establecido
por Dios.
En este punto Tomás aborda uno de los aspectos más difíciles del pecado. Por una parte,
no se puede afirmar que nadie desee el mal que le deshumaniza. Y por otra, es un hecho que
el hombre elige el mal. En el acto de pecar, ¿hay intención de ponerse en contra de Dios, o
572 Tratado de los vicios y pecados C.73 a.1
la intención de cualquiera que obra se- pena por despreciar a Dios, de cuyo des-
gún la virtud es seguir la regla de la ra- precio proviene el reato de todos los pe-
zón: por eso la intención de todas las cados.
virtudes tiende a lo mismo. Y por esto 2. A la segunda hay que decir: Según
todas las virtudes tienen conexión entre expusimos más arriba (q.71 a.4), no cual-
sí en la recta razón de lo práctico, que es quier acto de pecado elimina la virtud
la prudencia, como hemos dicho ante- opuesta: pues el pecado venial no la su-
riormente (q.65 a.1). Mas la intención prime; y el pecado mortal- suprime la
del que peca no es separarse de lo que es virtud infusa, en cuanto que separa de
conforme a la razón, sino más bien ten- Dios, pero no elimina el hábito de la
der a un bien apetecible, que la especifi- virtud adquirida. Mas, si se multiplican
ca. Pero estos bienes a los que tiende la los actos tanto que se engendre el hábito
intención del que peca, apartándose de contrario, se elimina el hábito de la vir-
la razón, son diversos, no teniendo co- tud adquirida. Eliminada la cual, se eli-
nexión ninguna entre sí: más aún, a ve- mina la prudencia: porque, cuando el
ces son contrarios. Así que, puesto que hombre obra contra cualquier virtud,
los vicios y pecados se especifican por obra contra la prudencia. Pero no puede
aquello a lo que tienden, es evidente que darse ninguna virtud moral sin la pru-
los pecados no tienen ninguna conexión dencia, como hemos expuesto anterior-
entre sí, en aquello que les especifica. mente (q.58 a.4; q.65 a.1). Y por eso,
Pues no se comete el pecado acercándo- consecuentemente, se eliminan todas las
se de la multiplicidad a la unidad, como virtudes morales en cuanto al ser perfec-
ocurre en las virtudes, que están unidas; to y formal de la virtud, que tienen por
sino más bien apartándose de la unidad participar de la prudencia. Sin embargo,
hacia la multiplicidad. quedan inclinaciones a los actos de las
virtudes, los cuales no tienen la razón de
Respuesta a las objeciones: 1. A la virtudes. Mas no se sigue por ello que el
primera hay que decir: Santiago habla del sujeto incurra en todos los vicios o pe-
pecado, no como conversión (a las cria- cados. En primer lugar, porque a una
turas), que es por lo que los pecados se virtud se oponen muchos vicios, de
distinguen, según hemos dicho (q.72 modo que una virtud puede ser destrui-
a.1); sino que habla de ellos por parte de da por uno de ellos, aunque no se dé el
la aversión, esto es: en cuanto el hom- otro. En segundo lugar, porque el peca-
bre, pecando, se aparta del mandato de do se opone directamente a la virtud en
la ley. Mas todos los mandatos de la ley cuanto a la inclinación de ésta al acto,
proceden del único y mismo (legislador), según hemos dicho anteriormente (q.71
como (Santiago) mismo dice allí: por a.l): por tanto, mientras quedan algunas
eso en todo pecado se desprecia al mis- inclinaciones virtuosas, no se puede de-
mo Dios. Y bajo este aspecto dice que cir que el sujeto tenga los vicios o peca-
quien peca contra un solo (precepto), se ha dos opuestos.
hecho reo de todos: porque, cometiendo un 3. A la tercera hay que decir: El amor
solo pecado, incurre en el reato de la de Dios es congregativo 4 en cuanto que
4. Cf. Sent. 3 d.27 q.1 a.1; Quodl. 9 q.6 a.1; In Psalm. 26 n.3.
más bien se trata tan sólo de disfrutar de ciertos bienes inmediatos y al alcance de la mano?
¿Dónde está la verdad del pecado? La acción pecaminosa se produce mediante una elección en
la que se ejerce una dinámica de «preferencia y rechazo». Los maestros medievales consagraron
los términos técnicos de «conversión y aversión», al objeto de explicar el proceso del pecado.
Su significación era adhesión a bienes parciales que acarrea el efecto de separarse del sentido y
medida que Dios ha sellado en el orden de los mismos. Conviene notar que la terminología
medieval de «conversión» y «aversión» no tiene vigencia en el lenguaje moderno corriente.
Atendiendo, pues, al contenido significado, debería ser sustituido por otra nomenclatura,
como, por ejemplo, preferencia y rechazo. Tomás explicaría así el mecanismo del acto pecamino-
so: La persona siente un atractivo preferencial por los bienes parciales o aparentes, tales como
aquellos que sólo tienen categoría de medios en relación con un fin, o aquellos bienes que, aun
teniendo categoría de fin parcial, sin embargo, se los absolutiza. En ambos casos se da una op-
ción preferencial que desnaturaliza la realidad humana y acarrea, a su vez, el rechazo del orden es-
tablecido por Dios y participado en la propia razón humana.
C.73 a.2 Comparación de los pecados entre sí 573
7
conduce la afectividad del hombre, de error de algunos herejes , quienes, afir-
muchas cosas a una; y por eso las virtu- mando que todos los pecados son igua-
des, producidas por el amor de Dios, es- les, dicen también que todas las penas
tán unidas entre sí. Mas el amor de sí del infierno son iguales. Y, en cuanto se
mismo disgrega la afectividad humana puede ver por las palabras de Tulio, los
hacia diversas cosas, en cuanto que uno estoicos se dejaban llevar por el hecho
se ama apeteciendo para sí los bienes de considerar el pecado sólo por parte
temporales, que son múltiples y de di- de la privación, es a saber, en cuanto es
verso género. Y por ello los vicios y pe- separación de la razón: de donde, es-
cados, producidos por el amor de sí mis- timando simplemente que ninguna pri-
mo, no están unidos entre sí. vación admite más y menos, sostuvieron
que todos los pecados son iguales.
ARTICULO 2 Mas si lo considera uno diligentemen-
te, verá que hay dos tipos de privación.
¿Son iguales todos los pecados? Una que es simple y mera privación,
In Sent. 2 d.42 q.2 a.5; Cont. Gentes 3 c.139; De malo
consistente, por así decirlo, en estar co-
q.2 a.9. rrompido: así, la muerte es privación de
la vida, y las tinieblas privación de la
Objeciones por las que parece que luz. Tales privaciones no admiten más y
todos los pecados son iguales: menos, porque no ha quedado nada del
1. Esto es pecar: hacer lo que no es hábito opuesto. Por lo tanto, no está uno
lícito. Pero hacer lo que no es lícito se menos muerto el primer día de la muer-
vitupera de uno y el mismo modo en to- te y el tercero o cuarto que después de
dos los casos. Luego se vitupera pecar un año, cuando ya el cadáver está deshe-
de uno y el mismo modo. Luego un pe- cho. Y análogamente, no está más en ti-
cado no es más grave que otro. nieblas la casa si la lámpara está cubierta
2. Además, todo pecado consiste en con muchos velos que si lo está con uno
que el hombre traspasa la regla de la ra- solo que cierra el paso a toda la luz.
zón, la cual se ha a los actos humanos Hay, sin embargo, otra privación que
como la regla de trazar líneas en las co- no es simple, sino que conserva algo del
sas corpóreas. Luego pecar es parecido a hábito opuesto: la cual, a la verdad, con-
pasar por alto las líneas. Mas pasar por siste más bien en corromperse que en es-
alto las líneas ocurre igualmente y de tar corrompido, como la enfermedad,
una manera, se separe uno mucho o se que le priva a uno de la debida propor-
acerque más, porque las privaciones no ción de los humores, de modo, sin em-
admiten más y menos. Luego todos los bargo, que quede algo de ella; en otro
pecados son iguales. caso el animal no seguiría vivo; y lo
3. Más aún: Los pecados se oponen a mismo ocurre con la fealdad y cosas se-
las virtudes. Pero las virtudes todas son mejantes. Este tipo de privaciones admi-
iguales, como dice Tulio en las Pará- te más y menos por razón del remanente
doxis 5 . Luego todos los pecados son del hábito contrario: pues importa mu-
iguales. cho respecto de la enfermedad o de la
En cambio está lo que dice el Señor fealdad que el sujeto esté más o menos
lejos de la debida proporción de los hu-
a Pilato, Jn 19,11: El que me ha entregado
a ti tiene mayor pecado. Y sin embargo, mores o de los miembros. Y lo mismo
consta que Pilato tuvo su pecado. Luego hay que decir de los vicios y pecados: ya
un pecado es mayor que otro. que en ellos se da la privación de la de-
bida conmensuración con la razón, de
Solución. Hay que decir: Fue opinión modo que no se elimine totalmente el
de los estoicos, seguida por Tulio en las orden de la razón; en otro caso el mal, si
Parádoxis6, que todos los pecados son es total, se destruye a sí mismo, según se
iguales. De aquí también provino el dice en el IV de los Éticos8: pues no po-
dría conservarse la sustancia del acto, ni Mas aquellas cosas que son de diverso
la disposición afectiva del agente, a no género, no se pueden comparar, según
ser que quedase algo del orden de la ra- se prueba en el libro VII de los Físicos9.
zón. Y por eso importa mucho para la Luego un pecado no es más grave que
gravedad del pecado el que se aparte otro según la diversidad de los objetos.
más o menos de la rectitud de la razón. En cambio está el (hecho de) que los
Y según esto hay que decir que no to- pecados se especifican por sus objetos,
dos los pecados son iguales. como es claro por lo dicho antes (q.72
Respuesta a las objeciones: 1. A la a.l). Mas entre los pecados uno es más
primera hay que decir: No es lícito come- grave que otro según su misma especie,
ter pecados por el desorden que impli- como el homicidio comparado con el
can. De ahí que aquellos que implican hurto. Luego la gravedad de los pecados
mayor desorden sean más ilícitos y, con- difiere según los objetos.
siguientemente, pecados más graves. Solución. Hay que decir: Por lo dicho
2. A la segunda hay que decir: La ra- anteriormente (a.2) es claro que la gra-
zón indicada en la objeción proviene de vedad de los pecados varía del mismo
ver el pecado como si fuese mera priva- modo que una enfermedad es más grave
ción. que otra. Así pues, como el bien de la
3. A la tercera hay que decir: Las vir- salud consiste en cierta proporción de
tudes son proporcionalmente iguales en los humores según la conveniencia de la
un mismo sujeto. Sin embargo, una vir- naturaleza del animal, así también el
tud precede a otra en dignidad según su bien de la virtud consiste en una cierta
especie; y una persona es también más proporción del acto humano según la
virtuosa que otra en la misma especie de conveniencia con respecto a la regla de
virtud, como expusimos anteriormente la razón. Mas es evidente que la enfer-
(q.66 a.1 y 2). Y, con todo, aunque las medad es tanto más grave cuanto priva
virtudes fuesen iguales, no se seguiría de la debida proporción de los humores
que los vicios son iguales: porque las con respecto a un principio superior: así,
virtudes están unidas entre sí, pero no la enfermedad que proviene en el cuerpo
los vicios o pecados. humano del corazón, principio vital, o
de algo próximo al corazón, es más peli-
ARTICULO 3 grosa. Por lo tanto, es necesario que el
pecado sea tanto más grave cuanto el
¿Varía la gravedad de los pecados desorden acontece respecto de algún
según los objetos? principio que es más alto en el orden de
Supra q.72 a.5. la razón.
Pero la razón en las cosas prácticas
Objeciones por las que parece que la ordena todo por el fin. Y por eso cuan-
gravedad de los pecados no varía según do el pecado tiene lugar en los actos hu-
los objetos: manos (que proceden) de un fin más
1. La gravedad del pecado pertenece alto, tanto más grave es el pecado. Los
al modo y cualidad del mismo pecado. objetos de los actos son sus fines, como
Pero el objeto es la materia del mismo es claro por lo dicho anteriormente (q.72
pecado. Luego la gravedad de los peca- a.3 ad 2). Y por eso según la diversidad
dos no varía según los objetos diversos. de los objetos se considera la diversa
2. Además, la gravedad del pecado gravedad de los pecados. Y es claro que
es la intensidad de su malicia. Ahora las cosas exteriores se ordenan al hom-
bien, el pecado no recibe la razón de su bre como a su fin; mas el hombre, a su
malicia por la conversión al propio obje- vez, se ordena a Dios como a su fin. Por
to, que es un cierto bien apetecible, sino consiguiente, el pecado que es contra el
más bien por la aversión (con respecto a ser mismo del hombre es más grave que
Dios). Luego la gravedad de los pecados el referente a las cosas exteriores, como
no varía según los diversos objetos. el hurto; y aún es más grave pecado el
3. Más aún: Los pecados que tienen que se comete inmediatamente contra
objetos diversos, son de diverso género. Dios, como la infidelidad (o negación de
10. ARISTÓTELES, c.3 n.10 (Bk 1105a9): S. TH., lect.3 n.278. 11. ARISTÓTELES, c.10
n.2 (BK 1160b9): S. TH., lect.10 n.1674.
576 Tratado de los vicios y pecados C.73 a.5
12. La cita no es literal: se cita como lugar de referencia De civ. Dei 1.2 c.4 y 26: ML
41,50.74, que hablan de las liviandades paganas que iban con la idolatría; pero el «super Lev.»
(a propósito del Lev.) no aparece por ninguna parte: algunos lo suprimen. 13. ARISTÓTELES,
c.6 n.1.5 (BK 1149b2 b24): S. TH., lect.6 n.1385.1398. 14. C.45: ML 76,621. 15. Moral.
1.33 c.12: ML 76,688.
b Cf. nota a.
C.73 a.6 Comparación de los pecados entre sí 577
dos espirituales, como tales, son más gravedad del pecado no depende de la
graves. causa del mismo:
La 3.a razón se puede tomar de parte 1. Cuanto mayor es la causa del pe-
del motivo, porque el hombre peca tan- cado, tanto más fuertemente mueve a
to menos cuanto es más fuerte el impul- pecar; y así es más difícil resistirle. Pero
so a pecar, como diremos más abajo el pecado es menor si es más difícil re-
(a.6). Ahora bien, los pecados carnales sistirle: pues pertenece a la debilidad del
poseen un impulso más vehemente, esto que peca el no resistir fácilmente al pe-
es, la concupiscencia misma de la carne, cado; y el pecado que proviene de la de-
que nos es innata. Por eso los pecados bilidad se juzga más leve. El pecado,
espirituales en cuanto tales son más gra- pues, no recibe su gravedad por parte de
ves. su causa.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Además, la concupiscencia es una
primera hay que decir: El adulterio no sólo causa general del pecado; por ende, la
pertenece al pecado de lujuria, sino tam- Glossa20 dice, a propósito de aquello de
bién al de injusticia. Y en cuanto a esto Rom 7,7: Pues yo no conocía la concupiscen-
se puede reducir a la avaricia, como dice cia, etc.: Buena es la ley, que, prohibiendo la
la Glossa16 a Ef 5,5, acerca de aquello: concupiscencia, prohibe todo mal. Pero por
Todo fornicador, o impuro, o avaro. Y en- cuanto mayor concupiscencia fuere uno
tonces el adulterio es más grave que el vencido, tanto menor es el pecado. La
hurto, cuanto al hombre le es más cara gravedad del pecado, pues, disminuye
la esposa que los bienes que posee. con la magnitud de la causa.
2. A la segunda hay que decir: La afir- 3. Más aún: Así como la rectitud de
mación de que el diablo se alegra sobre la razón es causa del acto virtuoso, así la
todo del pecado de lujuria es porque falta de la misma parece ser causa del
ésta implica una adhesión máxima y es pecado. Mas cuanto mayor fuere la falta
difícil librar al hombre de él, pues el ape- de razón, tanto menor es el pecado: de
tito de lo deleitable es insaciable, como dice tal forma que, quienes carecen del uso
el Filósofo en el libro III de los Éticos17. de la razón, son excusados totalmente de
3. A la tercera hay que decir: La aser- pecado; y quien peca por ignorancia,
ción del Filósofo18 de que es más ver- peca más levemente. Luego la gravedad
gonzoso ser incontinente en la concupis- del pecado no aumenta con la magnitud
cencia que en la ira (es) porque (aquélla) de la causa.
participa menos de la razón. Y en este
sentido dice también, en el libro III de En cambio está (el hecho de) que,
los Éticos19, que los pecados de intempe- multiplicada la causa, se multiplica el
rencia son los más reprobables, porque efecto. Luego, si la causa del pecado es
son acerca de aquellos placeres que nos mayor, el pecado será mayor.
son comunes con los brutos: de ahí que
por estos pecados el hombre, en cierto Solución. Hay que decir: En el pecado,
modo, se vuelva animal. Y de ahí proce- como en cualquier otro género (de co-
de que, como dice Gregorio, sean de sas), se puede considerar una doble cau-
mayor infamia. sa. Una, que es propia y esencial causa
del pecado, la cual es la voluntad misma
de pecar: pues (ésta) se relaciona con el
ARTICULO 6
acto de pecar como el árbol con su fru-
¿La gravedad de los pecados to, según dice la Glossa21 a propósito de
depende de su causa? aquello de Mt 7,18: No puede un árbol
De malo q.2 a. 10.
bueno dar malos frutos. Cuanto esta causa
fuere mayor, tanto más grave será el pe-
Objeciones por las que parece que la cado: pues cuanto la voluntad de pecar
16. Glossa ordin. 6,95 E; Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,209; cf. S. JERÓNIMO, In
Ephes. l.3 super 5,5: ML 26,554. 17. ARISTÓTELES, c.12 n.7 (BK 1119 b 8): S. TH., lect.22
n.638. 18. ARISTOTELES, Eth.7 c.6 n.1.5 (BK 1149b2; b24): S. TH., lect.6 n.1385.1398.
19. ARISTÓTELES, c.10 n.10.11 (BK 1118 b 2-4): S. TH., lect.20 n.616. 20. Glossa ordin. 6,16
E; Glossa interlin. 6,16v; Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1416. Cf. S. AGUSTÍN, De spir.
et litt. c.4: ML 44,204. 21. Glossa ordin. 5,29 B.
578 Tratado de los vicios y pecados C.73 a.7
fuere más grande, tanto más gravemente fuerte, porque la voluntad tiende desen-
peca uno. frenadamente a su objeto.
Otras causas del pecado se consideran 3. A la tercera hay que decir: Dicha
como extrínsecas y remotas; es a saber: objeción se basa en la causa que produce
aquellas por las que la voluntad se incli- el involuntario; y ésta disminuye el peca-
na a pecar. Y en cuanto a éstas hay que do, como hemos dicho (en sol.).
distinguir. Algunas de ellas inducen a la
voluntad a pecar en consonancia con la ARTICULO 7
naturaleza misma de la voluntad: como
el fin, que es el objeto propio de la vo- ¿Agrava el pecado la circunstancia?
luntad. Por una causa tal se agrava el In Sent. 4 d.16 q.3 a.2 q.a1; De malo q.2 a.7.
pecado: pues peca más gravemente aquel
cuya voluntad se inclina a pecar por la Objeciones por las que parece que la
intención de un fin peor. Mas hay otras circunstancia no agrava el pecado:
causas que inclinan a pecar a la volun- 1. El pecado recibe la gravedad de
tad, las cuales son extrañas a la naturale- su especie. Mas la circunstancia no con-
za y orden de la voluntad, a la cual le es fiere la especie al pecado, ya que es un
natural moverse libremente por sí mis- accidente del mismo. Luego la gravedad
ma, según el juicio de la razón. De ahí del pecado no se deduce de su circuns-
que las causas que disminuyen el juicio tancia.
de la razón, como la ignorancia; o las 2. Además, o la circunstancia es
que disminuyen el movimiento libre de mala, o no. Si la circunstancia es mala,
la voluntad, como la debilidad, la vio- ella por sí misma origina una especie del
lencia o el miedo, o cosas semejantes, mal; y si no es mala, no tiene por qué
disminuyen el pecado, como disminuyen acrecentar el mal. Luego la circunstancia
también la voluntariedad; tanto, que, si no acrecienta el mal de ningún modo.
el acto es totalmente involuntario, no 3. Más aún: La malicia del pecado es
tiene razón de pecado. parte de la aversión. Mas las circunstan-
cias acompañan al pecado por parte de
Respuesta a las objeciones: 1. A la la conversión (a las criaturas). Luego no
primera hay que decir: Dicha objeción se acrecientan la malicia del pecado.
basa en una causa motora extrínseca,
que disminuye la voluntariedad. El En cambio está (el hecho de) que la
aumento de tal causa, efectivamente, dis- ignorancia de la circunstancia disminuye
minuye el pecado, como hemos dicho el pecado: pues el que peca por ignoran-
(en sol.). cia de la circunstancia merece el perdón,
2. A la segunda hay que decir: Si bajo según se dice en el libro III de los Éti-
«concupiscencia» se incluye el movi- cos22. Mas esto no sería así si la circuns-
miento mismo de la voluntad, entonces tancia no agravase el pecado. Luego la
donde hay mayor concupiscencia, hay circunstancia agrava el pecado.
mayor pecado. Mas si por «concupiscen- Solución. Hay que decir: Como enseña
cia» se entiende cierta pasión, que es el el Filósofo, en el libro II de los Éticos23,
movimiento de la potencia concupisci- a propósito del hábito virtuoso, es con-
ble, entonces una mayor concupiscencia, natural a cada cosa crecer por lo mismo
anterior al juicio de la razón y movi- por lo que ha sido producida. Mas es
miento de la voluntad, disminuye el pe- evidente que el pecado proviene del fa-
cado: porque quien peca estimulado por llo de alguna circunstancia: pues el que
una concupiscencia mayor, cae por una se aparte del orden de la razón es por no
tentación más grave: de ahí que se le observar en la acción las debidas cir-
culpe menos. Mas si la «concupiscencia» cunstancias. Por lo tanto, es claro que el
así entendida sigue al juicio de la razón pecado, naturalmente, se agrava por la
y al movimiento de la voluntad, enton- circunstancia.
ces donde hay mayor concupiscencia, Mas esto ocurre de tres modos. El
hay mayor pecado: pues a veces el movi- primero, en cuanto que la circunstancia
miento de la concupiscencia surge más lo (hace) cambiar de género. El pecado
22. ARISTÓTELES, c.1 n.15 (BK 1111a1): S. TH., lect.3 n.411. 23. ARISTÓTELES, c.2 n.8
(BK 1104a27): S. TH., lect.3 n.279.
C.73 a.8 Comparación de los pecados entre sí 579
de fornicación, por ejemplo, consiste en de agravar el pecado con respecto a la
acercarse a otra (mujer) que la propia; malicia de otra circunstancia.
mas, si se añade la circunstancia de que 3. A la tercera hay que decir: La razón
aquella a quien uno se acerca sea la es- debe ordenar el acto no sólo en cuanto
posa de otro, pasa ya a otro género de al objeto, sino también en cuanto a to-
pecado, esto es, al de injusticia, en cuan- das las circunstancias. Y por eso la co-
to que se usurpa lo que es de otro. Y en rrupción de cualquiera de las circunstan-
este sentido el adulterio es un pecado cias se considera como una cierta separa-
más grave que la fornicación. ción de la regla de la razón: como si uno
Otras veces, sin embargo, la circuns- actúa cuando no debe, o donde no debe.
tancia no agrava el pecado haciéndole Una separación tal basta para la razón de
cambiar de género, sino sólo porque mal. Mas a esta separación de la regla de
multiplica la razón de pecado: si el pró- la razón sigue la aversión con respecto a
digo da cuando no debe y al que no Dios, al cual el hombre debe unirse por
debe, peca de más maneras que si sólo la recta razón.
diera al que no debe. Y por esto mismo,
el pecado viene a ser más grave: como ARTICULO 8
también la enfermedad que infecciona
más partes del cuerpo es más grave. De ¿Se incrementa la gravedad del
ahí también que Tulio diga, en las Pará- pecado por el daño mayor?
doxis24, que en el parricidio se cometen mu- Supra q.20 a.5; 2-2 q.64 a.7 y 8.
chos pecados: pues se mata al que procreó a
uno, al que le sustentó, al que le educó, al que Objeciones por las que parece que la
le dio un puesto en la silla, en la casa y en la gravedad del pecado no se incrementa
república. por el daño mayor:
De un tercer modo, la circunstancia 1. El daño es un evento consiguien-
agrava el pecado: porque acrecienta la te al acto del pecado. Mas el evento con-
deformidad proveniente (ya) de otra cir- siguiente no añade bondad o malicia al
cunstancia. Así, arrebatar lo ajeno cons- acto, como hemos dicho anteriormente
tituye el pecado de hurto; mas, si se aña- (q.20 a.5). Luego el pecado no se agrava
de a esta circunstancia que uno tome por el daño mayor.
mucho de lo ajeno, es un pecado más 2. Además, el daño se encuentra so-
grave; aunque el tomar mucho o poco bre todo en los pecados que son contra
de suyo no indique razón de bueno o de el prójimo, porque nadie se quiere dañar
malo. a sí mismo, y a Dios nadie le puede da-
Respuesta a las objeciones: 1. A la ñar, según aquello de Job 35,6-8: Si se
primera haj que decir: Hay algunas cir- multiplicaren tus iniquidades, ¿qué harás con-
cunstancias que confieren especie al acto tra El? Tu impiedad dañará al hombre, que
moral, como hemos expuesto antes (q.18 es semejante a ti. Si, pues, el pecado se
a. 10). Sin embargo, una circunstancia agravase por el daño mayor, se seguiría
que no le confiere especie puede agra- que el pecado con que uno peca contra
varlo. Porque así como la bondad de el prójimo sería más grave que el pecado
una cosa no sólo se juzga por su especie, con que se peca contra Dios o contra
sino también por algún accidente; así uno mismo.
también la malicia de un acto no sólo se 3. Más aún: Mayor daño se le infiere
juzga por su especie, sino también por la a uno cuando se le priva de la vida de la
circunstancia. gracia que cuando se le priva de la vida
2. A la segunda hay que decir: La cir- natural; porque la vida de la gracia es
cunstancia puede agravar el pecado de mejor que la de la naturaleza: de tal
ambos modos. Pues, si es mala, no es modo que el hombre debe despreciar la
necesario, sin embargo, que por ello vida de la naturaleza para no perder la
constituya siempre una especie de peca- vida de la gracia. Mas aquel que induce
do: pues puede añadir una razón de ma- a una mujer a fornicar, en cuanto está en
licia en la misma especie, como hemos él, le priva de la vida de la gracia, indu-
dicho (en sol.). Mas, si no es mala, pue- ciéndola al pecado mortal. Si, pues, el
a algún bien aparente, por ejemplo, a li- los poderosos serán castigados poderosamente,
brarse de alguna angustia. y de Lc 12,47: el siervo, que conoce la volun-
3. A la tercera hay que decir: El argu- tad de su señor y no la cumple, recibirá mu-
mento no concluye por dos razones. La chos acotes. Luego, por una razón similar,
primera porque el homicida intenta di- habida cuenta de la persona contra la
rectamente el daño del prójimo; mas el cual se peca, agravaría más el pecado la
fornicador, que provoca a la mujer, no dignidad y el conocimiento (o prepara-
intenta el daño, sino el placer. Segunda, ción) de la persona contra la cual se
porque el homicida es causa directa y peca. Mas no parece pecar más grave-
suficiente de la muerte corporal; mas na- mente el que injuria a una persona más
die puede ser para otro causa directa y rica o más poderosa que a un pobre,
suficiente de la muerte espiritual, pues porque no hay acepción de personas ante
nadie muere espiritualmente sino pecan- Dios (Rom 2,11), según cuyo juicio se
do por propia voluntad. mide la gravedad del pecado. Luego la
condición de la persona contra la cual se
peca no agrava el pecado.
ARTICULO 9
En cambio está el (hecho de) que en
¿Se agrava el pecado por razón de la la Sagrada Escritura se vitupera especial-
persona contra la cual se peca? mente el pecado cometido contra los
siervos de Dios, como en el libro III de
2-2 q.65 a.4; 3 q.80 a.5; In 1 Cor. c.11 lect.7.
los Reyes 19,14: Tus altares los destruyeron
Objeciones por las que parece que el y a tus profetas los mataron a espada. Se vi-
pecado no se agrava por la condición de tupera también especialmente el pecado
la persona contra la cual se peca: cometido contra las personas afines, se-
1. Si ello fuese así, se agravaría so- gún aquello de Miq 7,6: El hijo deshonra
bre todo por el hecho de que alguien al padre y la hija se levanta contra su madre.
peque contra algún varón justo y santo. También se vitupera especialmente el
Mas por esto no se agrava el pecado: pecado que se comete contra personas
pues se lastima menos por una injuria constituidas en dignidad, como es claro
inferida al virtuoso, que lo tolera ecuáni- por Job 34,18: Quien dice al rey, apóstata;
memente, que a otros, quienes sufren que llama impíos a los jefes. Luego la con-
daño escandalizados aun interiormente. dición de la persona contra la cual se
Luego la condición de la persona contra peca agrava el pecado.
la cual se peca no agrava el pecado. Solución. Hay que decir: La persona
2. Además, si la condición de la per- contra la cual se peca es en cierto modo
sona agravase el pecado, se agravaría es- objeto del pecado. Pero hemos dicho
pecialmente por el parentesco, porque, más arriba (a.3) que la primera gravedad
como dice Tulio en las Parádoxis26, ma- del pecado se deduce del objeto; del cual
tando a un esclavo se peca una vez; en el pa- tanto mayor gravedad se espera en el pe-
rricidio se cometen muchos pecados. Mas el cado cuanto su objeto es un fin más
parentesco de la persona parece que no principal.
agrava el pecado, ya que cada uno es Ahora bien: Los fines principales de
para sí mismo el más afín y, sin embar- los actos humanos son Dios, el sujeto
go, peca menos quien se infiere a sí mis- mismo y el prójimo: pues todo lo que
mo un daño que si se lo infiriese a otro, hacemos lo nacemos por alguno de és-
v. gr., si mata uno su caballo, que si tos, aunque también entre ellos el uno se
mata el caballo de otro, como es claro subordine al otro. Por parte de estos
por el Filósofo en el libro V de los Éti- tres se puede, pues, considerar mayor o
cos21. Luego el parentesco de la persona menor la gravedad en el pecado, según
no agrava el pecado. la persona contra la cual se peca. Prime-
3. Más aún: La condición de la per- ro por parte de Dios, al cual tanto más
sona que peca agrava el pecado princi- unida está una persona cuanto es más
palmente por razón de la dignidad o del virtuosa o sagrada. Y por ello la injuria
conocimiento, según aquello de Sab 6,7: inferida a tal persona redunda más en
26. M. TULIO CICERÓN, Paradox. 3: DIDOT, 1,546. 27. ARISTÓTELES, c.11 n.7 (BK
1138a28): S. TH., lect.17 n.1097.
582 Tratado de los vicios y pecados C.73 a.10
Dios, según aquello de Zac 2,8: El que os acepción de personas si Dios castiga más
tocare, toca las niñas de mis ojos. Por eso el gravemente al que peca contra personas
pecado resulta más grave por el hecho más dignas: lo hace así porque esto (di-
de pecar contra una persona más unida a cho pecado) redunda en daño de mu-
Dios por razón de la virtud o por razón chos.
de su oficio.
Por parte de sí mismo es evidente que ARTICULO 10
tanto más gravemente peca uno cuanto
pecare contra una persona más unida (a ¿Agrava el pecado la dignidad del
sí), ya por afinidad natural, por los be- que peca?
neficios o por otro vínculo cualquiera; Infra q.89 a.3; In Hebr. q.10 lect.3; De malo q.7 a.10
pues parece pecar más contra sí mismo ad 5.
y, por tanto, peca más gravemente, se-
gún aquello del Eclo 14,5: El que es malo Objeciones por las que parece que la
para sí, ¿para quién será bueno? dignidad de la persona que peca no
Por parte del prójimo, tanto más gra- agrava el pecado:
vemente peca uno cuanto el pecado afec- 1. El hombre se engrandece porque
ta a más (personas). Y por eso el pecado se adhiere a Dios, según aquello de Eclo
que se comete contra una persona públi- 25,13: ¡Cuán grande es quien encontró la sa-
ca, como el rey o el príncipe, que repre- biduría y la ciencia! Mas no está sobre el que
senta a todo el pueblo, es más grave que teme a Dios. Ahora bien; cuanto uno se
el que se comete contra una persona pri- adhiere más a Dios, tanto menos se le
vada. De ahí que en Ex 22,28 se diga es- imputa algo pecaminoso, pues en el 2
pecialmente: No maldecirás al príncipe de Par 30,18-19 se dice: El Señor bueno será
tu pueblo. E igualmente, la injuria que se propicio a todos aquellos que buscan de todo
hace a alguna persona famosa parece ser corazón al Señor, Dios de sus padres, y no les
más grave por el hecho de redundar en imputará que estén menos santificados. Lue-
escándalo y turbación de muchos. go el pecado no se agrava por la digni-
dad de la persona que peca.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Además, no hay acepción de personas
primera hay que decir: Aquel que infiere ante Dios (Rom 2,11). Luego no castiga
una injuria al virtuoso, en cuanto está en más a uno que a otro por el mismo pe-
él, le perturba tanto interior como exte- cado. Luego el pecado no se agrava por
riormente. Mas que éste no se turbe in- la dignidad de la persona que peca.
teriormente, se debe a su bondad, la cual 3. Más aún: Nadie debe obtener
no aminora el pecado del injuriante. daño del bien. Mas lo obtendría (al-
2. A la segunda hay que decir: El daño guien) si lo que hace se le imputase más
que uno se infiere a sí mismo en las co- a culpa. Luego por la dignidad de la
sas que están bajo el dominio de su pro- persona que peca no se agrava el pe-
pia voluntad, como (por ejemplo) en lo cado.
que posee, tiene menos razón de pecado
que si se lo infiriese a otro, pues lo hace En cambio está lo que dice Isidoro en
por voluntad propia. Mas en las cosas el libro II De summo Bono29: Tanto mayor
que no son del dominio de la voluntad, se conoce ser el pecado cuanto en más se tiene
como las naturales y los bienes espiritua- al que peca.
les, es mayor pecado inferirse a sí mismo Solución. Hay que decir: Existe un do-
un daño: pues peca más gravemente el ble pecado. Uno subrepticio o inespera-
que se mata a sí mismo que el que mata do, basado en la debilidad de la natura-
a otro. Mas puesto que las cosas de leza humana. Tal pecado se imputa me-
nuestros parientes no están sujetas al do- nos a aquel que es mayor en virtud,
minio de nuestra voluntad, cuanto a los porque es menos negligente en reprimir
daños inferidos a las cosas de ellos no tales pecados, que, sin embargo, no pue-
concluye el argumento de que se peque de evitar del todo la debilidad humana.
menos respecto de ellas, a no ser que Otros pecados proceden de la delibera-
ellos mismos lo quieran o lo aprueben. ción. Y estos pecados se imputan a uno
3. A la tercera hay que decir: No hay tanto más cuanto es más excelente. Esto
1. § 32: MG 3,732: S. Tu., lect.22 n.585. 2. ARISTÓTELES, c.7 n.3 (BK 198 a 24): S. TH.,
lect.11 n.242. 3. C.10.11: ML 42,104.105; cf. De lib. arb. 1.3 c.17: ML 32,1295. 4. L.1
c.9: ML 32,596. 5. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 202a13): S. TH., lect.4 n.304-306.
8. ARISTÓTELES, c.2 n.11 (BK 1254b4): S. TH., lect.3 n.64. 9. L.3 c.18: ML 32,1295.
10. C.12.13: ML 42,1007.1009; cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.24 q.7 (QR 1,455). Cf. también
O. LOTTIN, La Doctrine Morale, des Mouvements premiers de l´appétit sensitif aux XIIme et X I I I m e
siècles: AHD 6 (1931) 49. 11. ARISTÓTELES, c.8 n.6 (BK 1168b35): S. TH., lect.9 n.1871.
12. Serm. ad popul., serm.30 c.2.3: ML 38,188.189; Contra Iuliann. 1.3 c.26: ML 44,733.
13. ARISTÓTELES, c.10 n.1 (BK 1117b23): S. TH., lect.19 n.595. 14. L.1 c.23: ML
32,621. 15. Glossa ordin. 6,17 E; Glossa PEDRO LOMBARDO: ML 191,1421.
l6. C.12: ML 42,1008. 17. En cuanto al planteamiento de éste y los siguientes proble-
mas hasta el fin de la cuestión, cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.24 c.5-13 (QR 1,453-460) y
S. ALBERTO MAGNO, Summa de creat. 1 tr.4 c.69 a.3 (BO 34,700).
C.74 a.7 Sujeto del pecado 589
mos dicho más arriba (q.31 a.1). Mas la Respuesta a las objeciones: 1. A la
facultad apetitiva se distingue de la ra- primera hay que decir: La delectación, en
zón, que es una facultad aprehensiva. efecto, está en la facultad apetitiva como
Luego la delectación morosa no está en en su principio próximo; pero en la ra-
la razón. zón está como en el móvil principal, en
2. Además, por los objetos se puede el sentido que hemos dicho arriba (a.l):
saber a qué potencia pertenece el acto que las acciones que no pasan a la mate-
por el cual la potencia se ordena al obje- ria exterior están en sus principios como
to. Mas a veces la delectación morosa en el propio sujeto.
versa acerca de los bienes sensibles, y no 2. A la segunda hay que decir: La ra-
acerca de los bienes de la razón. Luego zón tiene su propio acto elícito acerca de
el pecado de delectación morosa no está su propio objeto; pero tiene la dirección
en la razón. respecto de todos los objetos de las fa-
3. Más aún: Algo se califica de mo- cultades inferiores, que pueden ser diri-
roso por su larga duración en el tiempo. gidas por ella. Y en este sentido pertene-
Pero la larga duración temporal no es ce también a la razón la delectación en
razón para que algún acto pertenezca a los objetos sensibles.
determinada potencia. Luego la delecta- 3. A la tercera hay que decir: La delec-
ción morosa no pertenece a la razón. tación se dice morosa, no por la prolon-
gación en el tiempo, sino porque la ra-
En cambio está lo que dice Agustín
zón deliberante se detiene en ella y no la
en el libro XII De Trinit.18: que el consen-
rechaza, reteniendo y dando vueltas con gusto
timiento en los halagos (de la pasión), si se
a aquello que, nada más llegó al ánimo, debió
mantiene en la sola delectación del pensamien-
rechazarse, como dice Agustín en el libro
to, pienso que hay que considerarlo como si la
XII De Trinitate19.
mujer sola comiese el alimento prohibido. Mas
por «la mujer» se entiende la razón infe-
rior, como allí expone él mismo. Luego ARTICULO 7
el pecado de la delectación morosa está
en la razón.
¿Se verifica en la razón superior el
pecado de consentimiento en el acto?
Solución. Hay que decir: Según ya he-
Supra q.15 a.4; In Sent. 2 d.24 q.3 a.1; De verit. q.15
mos expuesto (a.5), el pecado acontece a.3.
estar en la razón a veces en cuanto la ra-
zón es rectora de los actos humanos. Objeciones por las que parece que el
Mas es evidente que la razón no sólo es pecado de consentimiento en el acto no
rectora de los actos externos, sino tam- se verifica en la razón superior:
bién de las pasiones interiores. Y por 1. Consentir es un acto de la facul-
eso, cuando falla la razón en la dirección tad apetitiva, como anteriormente se ha
de las pasiones interiores, se dice que expuesto (q.15 a.1). Mas la razón es una
hay pecado en la razón, como también facultad aprehensiva. Luego el pecado
cuando falla en la dirección de los actos de consentimiento en el acto no se veri-
externos. Mas en la dirección de las pa- fica en la razón superior.
siones internas falla de dos modos. Uno, 2. Además, la razón superior se apli-
cuando impera las pasiones ilícitas: v. gr., ca a contemplar y consultar las razones eter-
cuando uno deliberadamente provoca en nas, como dice Agustín en el libro XII
sí mismo un movimiento de ira o concu- De Trinit.20 Mas a veces se consiente en
piscencia. El otro, cuando no refrena el el acto sin consultar las razones eternas:
movimiento ilícito de la pasión: como pues no siempre piensa el hombre en las
cuando alguien, después de haber consi- cosas divinas cuando consiente en algún
derado deliberadamente que el movi- acto. Luego el pecado de consentimiento
miento insurgente de la pasión es desor- en el acto no siempre se verifica en la
denado, no obstante se entretiene en él y razón superior.
no lo echa afuera. Y en este sentido se 3. Más aún: Así como el hombre
dice que el pecado de delectación moro- puede regular los actos exteriores por las
sa está en la razón. razones eternas, así también (puede re-
guiar) las delectaciones internas o las Mas es evidente que los actos huma-
otras pasiones. Mas el consentimiento en nos se pueden regular por la regla de la
la delectación sin determinarse a cumplirlo razón humana d , que se toma de las cosas
pertenece a la razón inferior, como dice creadas, las cuales conoce el hombre na-
Agustín en el libro XII De Trinit.21 turalmente; y más allá aún, por la regla
Luego también el consentimiento en el de la ley divina, como hemos dicho an-
acto del pecado a veces debe atribuirse a teriormente (q.15 a.3). Mas, siendo supe-
la razón inferior. rior la regla de la ley divina, es lógico
4. Y todavía más: Así como la razón que la última sentencia, por la cual, fi-
superior excede a la inferior, así la razón nalmente, se termina el juicio, pertenez-
excede a la facultad imaginativa. Mas a ca a la razón superior, que atiende a las
veces el hombre procede a obrar por la razones eternas. Mas, cuando hay que
aprehensión de la facultad imaginativa, juzgar de muchas cosas, el juicio último
sin deliberación alguna de la razón: es de lo último que viene. Pero en los
como cuando uno mueve la mano o el actos humanos lo último que viene es el
pie sin pensarlo previamente. Luego acto mismo; y la delectación es un
también a veces la razón inferior puede preámbulo que induce al acto. Por eso a
consentir en el acto del pecado sin la ra- la razón superior pertenece propiamente
zón superior. el consentimiento en el acto; y a la razón
En cambio está lo que dice Agustín inferior, cuyo juicio es inferior, pertene-
en el libro XII De Trinit.22: Si en el con- ce el juicio previo, que versa sobre la
sentimiento de usar mal de las cosas que se delectacióne. Aunque también pueda
perciben por los sentidos corporales, se discier- juzgar de la delectación la razón supe-
ne cualquier pecado, de modo que, si se pudie- rior: porque lo que está sujeto al juicio
se, se cumpliera también materialmente, debe del inferior, está también sujeto al juicio
entenderse que la mujer ha dado el alimento del superior; pero no a la inversa.
ilícito al varón, por el cual se significa la Respuesta a las objeciones: 1. A la
razón superior. Luego pertenece a la ra- primera hay que decir: Consentir es un
zón superior consentir en el acto del pe- acto de la facultad apetitiva, no de un
cado. modo absoluto, sino consiguientemente
Solución. Hay que decir: El consenti- a un acto de la razón que delibera y juz-
miento implica un cierto juicio de aque- ga, como hemos dicho anteriormente
llo en que se consiente: pues así como la (q.15 a.3); pues el consentimiento termi-
razón especulativa juzga y dictamina na en esto: en que la voluntad tiende a
acerca de las cosas inteligibles, así tam- lo que ha dictado la razón. Por lo tanto,
bién la razón práctica juzga y dictamina el consentimiento se puede atribuir a la
acerca de las prácticas. Mas hay que te- voluntad y a la razón.
ner en cuenta que en todo juicio la sen- 2. A la segunda hay que decir: Por el
tencia última corresponde al tribunal su- hecho mismo de que la razón superior
premo: como vemos (también) en lo es- no dirija los actos humanos según la ley
peculativo que la última sentencia sobre divina, impidiendo el acto del pecado, se
alguna proposición se da por recurso a dice que ella misma consiente, piense o
los primeros principios. Mientras queda no piense en la ley eterna. Si piensa en
algún principio más alto, aún es posible la ley de Dios, por su acto la desprecia;
examinar por él aquello de que se dispu- si no piensa en ella, la descuida por una
ta: por ende, aún está el juicio en sus- cierta omisión. Por tanto, (resulta) de
penso, como no dada aún la sentencia todas las maneras que el consentimiento
final. en el -acto del pecado procede de la ra-
23. C.12: ML 42,1008. 24. ARISTÓTELES, Post. 1.1 c.2 n.5 (BK 79a29-32): S. TH.,
lect.4 n.42. 25. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1175b26): S. TH., lect.8 n.2050. 26. Enchi-
rid. c.71: ML 40,265; De fide et oper. c.26: ML 40,228.
592 Tratado de los vicios y pecados C.74 a.8
borrarlo por la oración dominical, pues delectación consiguiente a una acción,
en el libro XII De Trinit.27 dice que esto v. gr., un pensamiento, tiene por objeto
es mucho menor pecado que si se determinase otra acción como cosa pensada; y enton-
ponerlo por obra; y por eso también hay que ces tal delectación proviene de la inclina-
pedir perdón de tales pensamientos, golpearse ción del apetito, no, ciertamente, al pen-
el pecho y decir: «perdónanos nuestras deu- samiento, sino a la acción pensada.
das». Luego el consentimiento en la de- Así, pues, uno que piensa en la forni-
lectación es pecado venial. cación se puede deleitar de dos cosas:
En cambio está lo que Agustín aña- primero, del pensamiento mismo; y se-
de poco después: El hombre entero se con- gundo, de la fornicación pensada. Mas la
denará, a no ser que por la gracia del Media- delectación acerca del pensamiento mis-
dor se le perdonen aquellas cosas que, sin vo- mo se deriva de la inclinación del apeti-
luntad de ponerlas por obra, mas, sin to al pensamiento mismo. Y el pensa-
embargo, con ánimo de deleitarse en ellas, se miento mismo de suyo no es pecado
estima ser sólo pecados de pensamiento. Mas mortal; más aún, a veces es sólo venial,
ninguno se condena sino por el pecado cuando uno piensa inútilmente; y a ve-
mortal. Luego el consentimiento en la ces, sin pecado de todo, v. gr., cuando
delectación es pecado mortal. piensa útilmente en ella, como cuando
quiere predicar o disputar de ello. Y por
Solución. Hay que decir: En cuanto a tanto, consiguientemente, la afección y
esto hubo diversas opiniones. Algunos28 delectación que es tal acerca de la forni-
dijeron que el consentimiento en la de- cación no es pecado mortal por su géne-
lectación no es pecado mortal, sino sólo ro; sino que a veces es pecado venial; y
venial. Mas otros29 dijeron que es peca- a veces, nulo. Por tanto, tampoco es pe-
do mortal: y esta opinión es más común cado mortal el consentimiento en tal de-
y más verosímil. Hay, pues, que tener en lectación. Y en este sentido la primera
cuenta que, siendo toda delectación con- opinión es verdadera.
secuencia de una acción, como se dice Mas, que uno pensando en la fornica-
en el libro X de los Éticos30, y que toda ción se deleite del acto mismo pensado,
delectación tiene su objeto, cualquier de- ello procede de que su afecto está incli-
lectación se puede relacionar con dos co- nado a dicho acto. De ahí que el que
sas: con la acción consiguiente y con el uno consienta en tal delectación no es
objeto en el que uno se deleita. Mas otra cosa que consentir en que su afecto
acaece que una acción puede ser objeto esté inclinado a la fornicación: pues nin-
de delectación como cualquier otra cosa: guno se deleita sino en aquello que es
porque la acción misma puede conside- conforme a su apetito. Pero es pecado
rarse como bien y fin, en el que uno, de- mortal que uno elija por deliberación
leitándose, descansa. Y a veces, cierta- que su afecto se conforme con cosas que
mente, la misma acción que acompaña a de suyo son pecado mortal. Por lo tan-
la delectación es objeto de delectación: to, tal consentimiento en la delectación
en cuanto la facultad apetitiva, cuyo es del pecado mortal es pecado mortal,
el deleitarse, se vuelve sobre la acción como sostiene la segunda opinión.
misma como sobre un bien; por ejem-
plo, cuando uno piensa y se deleita de Respuesta a las objeciones: 1. A la
eso mismo que piensa en cuanto es primera hay que decir: El consentimiento
grato ese pensamiento. Mas a veces la en la delectación puede ser, no sólo de
27. C.12: ML 42,1008. 28. Parece referirse a S. Alberto Magno; cf. ALBERTO MAGNO,
Summa de creat. 1 tr.4 q.69 a.3 (BO 34,713 b): «Entonces no se juzga morosa en aquel juicio,
o no ser cuando empieza a mover la razón al consentimiento en la acción o a gozar de la delec-
tación»; cf. Sed contra 2 (BO 34,709). El mismo ALBERTO MAGNO, In Sent. 2 d.24 a.13: «Enton-
ces la mujer come venialmente» (BO 27,412 a). Más claramente aún expresa su sentencia en la
Summa Theol. 2 tr.15 q.94 a.6: «Adhuc quaeritur» (BO 33,208 b) y «Ad ultimum quod quaeri-
tur» (BO 33,209 b). 29. In Sent. 2 d.24 c.3 a.4: «Como dice el MAESTRO y las palabras de
AGUSTÍN parecen sonar» (cf. De Trinit. 1.12 c.12: ML 42,1008 y De Genes, contra manich. 1.2 c.14:
ML 34,207). Cf. S. BUENAVENTURA, In Sent. 2 d.24 p.2 a.2 q.2 (QR 2,599ss), quien recuerda
también la sentencia susodicha de Alberto Magno, y dice de esta opinión: «Ha de mantenerse
la vía más segura, cualquiera que sea la verdad de la cosa» (p.602 b). 30. ARISTÓTELES, c.4
n.9 (BK 1175a5): S. TH., lect.6 n.2025-2026.
C.74 a.9 Sujeto del pecado 593
la razón inferior, sino también de la su- contra los pecados veniales, sino tam-
perior, como hemos dicho (a.7). Y con bién contra los mortales.
todo también la misma razón inferior
puede separarse de las razones eternas. ARTICULO 9
Porque, aunque no atiende a ellas para
regular en conformidad con las mismas, ¿Puede haber pecado venial en la
lo cual es propio de la razón superior; razón superior en cuanto rectora de
sin embargo, atiende a ellas como regu- las facultades inferiores?
lada por las mismas. Y así puede pecar In Sent. 2 d.24 q.3 a.5; De verit. q.15 a.5; De malo q.7
mortalmente, separándose de ellas. Pues a.5.
los actos de las facultades inferiores, y Objeciones por las que parece que en
también los de los miembros externos, la razón superior, en cuanto rectora de
pueden ser pecado mortal en cuanto fa- las facultades inferiores —esto es, en
lla la ordenación de la razón superior cuanto consiente en el acto del peca-
que los regula en conformidad con las do—, no puede darse el pecado venial:
leyes eternas. 1. En el libro XII De Trinit. 31 dice
2. A la segunda hay que decir: El con- Agustín que la razón superior se aplica a
sentimiento en un pecado que es venial las razones eternas. Mas pecar mortalmen-
por su género, es pecado venial. Y se- te es por apartarse de las razones eter-
gún esto se puede concluir que el con- nas. Luego parece que en la razón supe-
sentimiento en la delectación que versa rior no puede darse otro pecado que el
sobre el pensamiento vano de la fornica- mortal.
ción, es pecado venial. Mas la delecta- 2. Además, en la vida espiritual la
ción que se da en el acto mismo de la razón superior tiene la categoría de prin-
fornicación es pecado mortal por su gé- cipio, como también el corazón en la
nero. Pero que antes del consentimiento vida corporal. Pero las enfermedades del
sea sólo pecado venial, es accidental; corazón son mortales. Luego los peca-
esto es, por la imperfección del acto. dos de la razón superior son mortales.
Esta imperfección cesa por el consenti- 3. Más aún: El pecado venial resulta
miento deliberado que sobreviene. De mortal si se comete por desprecio. Mas
ahí que por él sea llevado a su naturale- no parece ser sin desprecio el que uno
za, (de modo) que venga a ser pecado deliberadamente peque también venial-
mortal. mente. Ahora bien, siendo siempre el
3. A la tercera hay que decir: Dicha consentimiento de la razón superior con
objeción se basa en la delectación que deliberación de la ley divina, parece que
tiene el pensamiento por objeto. no puede ser sin pecado mortal, a causa
4. A la cuarta hay que decir: La delec- del desprecio de la ley divina.
tación que tiene el acto exterior por ob-
jeto no puede darse sin complacencia en En cambio está (el hecho de) que el
el acto exterior como tal, aun cuando no consentimiento en el acto del pecado
decida uno ponerlo por obra por la pro- pertenece a la razón superior, como he-
hibición de algún superior. Por ende, el mos dicho más arriba (a.8). Mas el con-
acto viene a ser desordenado y, consi- sentimiento en el acto del pecado venial
guientemente, la delectación será desor- es pecado venial. Luego en la razón su-
denada. perior puede darse pecado venial.
5. A la quinta hay que decir: También Solución. Hay que decir: Según enseña
es pecado mortal el consentimiento en la Agustín, en el libro XII De Trinit.32, la
delectación que proviene de la compla- razón superior se aplica a contemplar y a
cencia en el acto mismo de homicidio consultar las razones eternas: a contemplar-
pensado. Mas no el consentimiento en la las (o considerarlas) en cuanto a su ver-
delectación que proviene de la compla- dad; y a consultarlas en cuanto que por
cencia del pensamiento sobre el homi- las razones eternas juzga y ordena todo
cidio. lo demás; y a esto corresponde el que
6. A la sexta hay que decir: La ora- consienta en un acto o disienta de él, de-
ción dominical no sólo hay que decirla liberando por las razones eternas. Mas
1. § 30: MG 3,732: S. Tu., lect.22 n.576. 2. S. AGUSTÍN, Contra Faust. 1.22 c.27: ML
42,418.
2. A la segunda hay que decir: Si aque- En cambio está lo que dice Agus-
lla definición de causa ha de verificarse tín5: que la voluntad es la causa del pecado.
umversalmente, debe entenderse acerca Solución. Hay que decir: Como ya ex-
de la causa suficiente y no impedida. pusimos (a.l), la causa directa del peca-
Pues acontece que una cosa es causa su- do debe considerarse por parte del acto
ficiente de otra y, sin embargo, su efecto mismo. Mas puede indicarse una causa
no se sigue necesariamente por un impe- interior y mediata del acto humano y
dimento que sobreviene; en otro caso se otra inmediata. La causa inmediata del
seguiría que todas las cosas sucederían acto humano es la razón y la voluntad,
por necesidad, como es claro por el li- según la cual el hombre es libre en su al-
bro VI de los Metafísicas 3. Así pues, aun- bedrío. La causa remota es la aprehen-
que el pecado tenga su causa, sin embar- sión de la parte sensitiva y también el
go, no se sigue que sea necesaria: por- apetito sensitivo. Así pues, como la vo-
que el efecto puede ser impedido. luntad se mueve a algo según la razón
3. A la tercera hay que decir: Según por el juicio de ésta, así también el ape-
hemos expuesto (en sol.), la causa del tito sensitivo se inclina a algo por la
pecado es la voluntad, que no aplica la aprehensión de los sentidos. Y esta incli-
regla de la razón o de la ley divina. Mas nación a veces arrastra a la voluntad y a
esto, que consiste en no emplear la regla la razón, como se verá más abajo (q.77
de la razón o de la ley divina, de suyo a.l). Por consiguiente, se puede señalar
no tiene razón de mal —ni de pena ni una causa interior doble del pecado. Una
de culpa— antes de que se aplique a la próxima, por parte de la razón y de la
acción. Por donde, según esto, la causa voluntad; y otra remota, por parte de la
del primer pecado no es mal alguno, imaginación y del apetito sensitivo.
sino un bien falto de algún otro bien. Mas, como dijimos arriba (a.l) que la
causa del pecado es un bien aparente
que mueve con carencia del motivo de-
ARTICULO 2 bido, esto es, de la regla de la razón o
de la ley divina, ese mismo motivo, que
¿Tiene el pecado una causa interior? es el bien aparente, pertenece a la apre-
1 q.49 a.1; In Sent. 2 d.34 a.3. hensión del sentido y al apetito. Pero la
ausencia misma de la regla debida perte-
Objeciones por las que parece que el nece a la razón, a la cual corresponde
pecado no tiene una causa interior: por naturaleza considerar dicha regla.
1. Lo que es más interior a una cosa Mas la perfección misma del acto volun-
siempre está presente. Si, pues, el peca- tario del pecado pertenece a la voluntad;
do tuviera una causa interior, el hombre de modo que el mismo acto de la volun-
pecaría siempre, ya que, puesta la causa, tad, supuestas estas premisas, ya es un
se sigue el efecto. cierto pecado.
3. ARISTÓTELES, 1.5 c.3 n.1 (BK 1027a29): S. TH., 1.6 lect.3 n.1191. 4. De fide orth., 1.2
c.4: MG 94,876; c.30: MG 94,976; l.4 c.20: MG 94,1196. 5. De lib. arb. 1.3 c.17: ML
32,1294; De duabus an., c.10.11: ML 42,104.105.
598 Tratado de los vicios y pecados C.75 a.3
6. § 31: MG 3,732: S. TH., lect.22 n.579. 7. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 380a14): S. TH.,
lect.4 n.319. 8. L.1 hom.11: ML 76,915.
600 Tratado de los vicios y pecados C.75 a.4
2. A la segunda hay que decir: El peca- 3. A la tercera hay que decir: No toda
do es imperfecto con imperfección mo- causa del pecado es pecado. Por ende,
ral en cuanto a su desorden; pero en no es necesario proceder hasta el infini-
cuanto acto puede tener la perfección de to, sino que se puede llegar a algún pe-
la naturaleza, y así puede ser causa de cado primero cuya causa no sea otro
otro pecado. pecado.
CUESTIÓN 76
De las causas del pecado en especial: la ignorancia
Ahora vamos a tratar de las causas del pecado en especial. Primero, de
las causas internas (q.76-78); segundo, de las exteriores (q.79-83); y tercero,
de los pecados que son causa de otros pecados (q.84).
El primer apartado de éstos se subdivide en tres partes: pues en primer
lugar trataremos de la ignorancia (q.76), que es causa del pecado por parte
de la razón; en segundo lugar, de la debilidad o pasión, que es causa del pe-
cado por parte del apetito sensitivo (q.77); y en tercer lugar, de la malicia,
que es causa del pecado por parte de la voluntad (q.78).
En cuanto a lo primero se plantean cuatro problemas:
1. ¿La ignorancia es causa de pecado?—2: ¿Es pecado la ignoran-
cia?—3. ¿Excusa totalmente de pecado?—4. ¿Disminuye el pecado?
1. C.67: ML 44,287; cf. De lib. arb. 1.3 c.18: ML 32,1295. 2. ARISTOTELES, c.4 n.1 (BK
254b7): S. TH., lect.7 n.1022.
602 Tratado de los vicios y pecados C.76 a.2
Por donde se ve claro que no es causa directamente a la gracia que al conoci-
del pecado cualquier ignorancia del que miento. Pero la privación de la gracia no
peca, sino sólo aquella que sustrae el co- es pecado, sino más bien una pena con-
nocimiento impeditivo del acto pecami- siguiente al pecado. Luego la ignorancia,
noso. Por lo tanto, si la voluntad de uno que es privación de conocimiento, no es
estuviese dispuesta de tal manera que no pecado.
se contuviese del acto del parricidio aun 3. Más aún: Si la ignorancia es peca-
si reconociese a su padre, el no saber do, no lo es sino en cuanto voluntaria.
que es su padre no sería para éste causa Mas si la ignorancia es pecado en cuanto
del pecado, sino algo concomitante del es voluntaria, el pecado parece más bien
mismo. Y, por ende, ese tal no peca por consistir en el acto mismo de la volun-
ignorancia, sino que peca ignorando, según tad que en la ignorancia. Luego la igno-
el Filósofo, en el libro III de los Éticos3. rancia no será pecado, sino más bien
algo consiguiente al pecado.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 4. Todavía más: Todo pecado se bo-
primera hay que decir: El no ser no puede rra por la penitencia y, fuera del pecado
ser causa directa de algo; pero puede ser original, no hay ningún pecado que, su-
causa indirecta, como remoción de los primida la culpa, permanezca en acto.
impedimentos. Mas la ignorancia no desaparece con la
2. A la segunda hay que decir: Como el penitencia, sino que permanece en acto
conocimiento, de que priva la ignoran- aun quitado todo el reato. Luego la ig-
cia, considera el pecado por parte de la norancia no es pecado, a no ser que sea
conversión (a las criaturas), así también el original.
la ignorancia es causa del pecado por 5. Y también, si la ignorancia fuese
parte de la conversión (a ellas), como pecado, pecaría uno tanto tiempo cuanto
causa que remueve lo que impide. permaneciese la ignorancia. Mas la igno-
3. A la tercera hay que decir: La vo- rancia permanece continuamente en el
luntad no puede ir tras aquello que es ignorante. Luego el ignorante pecaría
totalmente desconocido; pero, si hay continuamente. Lo cual, evidentemente,
algo que en parte es conocido y en parte es falso, pues entonces la ignorancia se-
desconocido, la voluntad puede querer- ría el pecado más grave. Luego la igno-
lo. Y de este modo es la ignorancia cau- rancia no es pecado.
sa del pecado; por ejemplo, cuando uno
sabe que es un hombre aquel a quien En cambio está (el hecho de) que
mata, pero no sabe que es su padre; o nada merece castigo si no es pecado.
cuando uno sabe que un acto es deleita- Mas la ignorancia merece castigo, según
ble, mas no sabe que sea pecado. aquello de 1 Cor 14,38: Si alguno ignora,
será ignorado. Luego la ignorancia es pe-
cado.
ARTICULO 2 Solución. Hay que decir: La ignorancia
¿Es pecado la ignorancia? difiere de la nesciencia en que la nescen-
cia denota mera negación de conoci-
Supra q.74 a.1 ad 2; a.5; 2-2 q.53 a.2 ad 2; In Sent. 2 miento; por ende, si uno no posee el co-
d.22 q.2 a.1; d.42 q.2 a.2, q.a3 ad 3; 4 d.9 a.3 q.a2
ad 1; Quodl. 1 q.9 a.3; In Ethic. 3 lect.11; De malo nocimiento de algunas cosas, se puede
q.3 a.7. decir que no las sabe, y en este sentido
pone Dionisio nesciencia en los ángeles,
Objeciones por las que parece que la c.7 De cael, hier.4 Mas la ignorancia im-
ignorancia no es pecado: plica privación de conocimiento: esto es,
1. El pecado es un dicho, hecho o deseo cuando le falta a uno el conocimiento de
contra la ley de Dios, como hemos expues- aquellas cosas que tiene aptitud para co-
to anteriormente (q.71 a.6). Mas la igno- nocer por su naturaleza. Y algunas de
rancia no implica acto alguno, ni inte- éstas está uno obligado a saber: aquellas
rior ni exterior. Luego la ignorancia no sin cuyo conocimiento no puede cumplir
es pecado. bien el acto debido. Por consiguiente,
2. Además, el pecado se opone más todos están obligados a saber en general
3. ARISTÓTELES, c.1 n.14 (BK 1110b25): S. TH., lect.3 n.409. 4. § 3: MG 3,209; cf. De
ecclesiast. hier. c.6 p.3 § 6: MG 3,537.
C.76 a.3 De las causas del pecado en especial 603
las cosas de la fe y los preceptos univer- de omisión, no sólo es pecado el acto de
sales del derecho; y cada uno, las cosas la voluntad, sino también la misma omi-
tocantes a su estado u oficio. Mas hay sión, en cuanto que es voluntaria de al-
ciertas cosas que, aunque uno sea natu- gún modo. De esta manera es pecado la
ralmente capaz de conocer, sin embargo, negligencia misma de saber o la inconsi-
no está obligado a saberlas, excepto en deración.
algún caso, v. gr., los teoremas de la 4. A la cuarta hay que decir: Aunque
geometría y los singulares contingentes. quitado el reato (de la culpa) por la pe-
Ahora bien, es evidente que cualquie- nitencia permanezca la ignorancia, en
ra que descuida tener o hacer lo que está cuanto es privación de conocimiento, sin
obligado a tener o hacer, peca por omi- embargo, no queda la negligencia, por la
sión. Por lo tanto, la ignorancia de cual la ignorancia es pecaminosa.
aquello que uno debe saber es pecado 5. A la quinta hay que decir: Como en
por la negligencia. Mas no se le imputa los demás pecados de omisión, uno sólo
a uno como negligencia el que no sepa peca de hecho en el tiempo en que obli-
aquello que no puede saber. De ahí que ga el precepto afirmativo; y así ocurre
la ignorancia de esto se llame invencible: también con el pecado de ignorancia. El
porque no se puede superar por el em- ignorante, pues, no peca continuamente,
peño (o diligencia). Y por eso tal igno- sino sólo cuando es tiempo de adquirir
rancia, no siendo voluntaria, ya que no el conocimiento que debe tener.
está en nuestra facultad el superarla, no
es pecado. Por lo cual es evidente que ARTICULO 3
ninguna ignorancia invencible es peca-
do. Mas es pecado la ignorancia vencible ¿Excusa totalmente de pecado la
si es respecto de aquellas cosas que uno ignorancia?
está obligado a saber; pero no si es de lo Supra q.19 a.6; 2-2 q.59 a.4 ad 1; 3 q.47 a.5 ad 3; In
que no está obligado a saber. Sent. 2 d.22 q.2 a.2; d.41 q.2 a.1 ad 3; 4 d.9 a.3 q.a2;
In De div. nom. c.4 lect.22; In 7 Tim. c.1 lect.3;
Respuesta a las objeciones: 1. A la Quodl. 8 q.6 a.5; In Ethic. 3 lect.11; 5 lect.13; De
primera hay que decir: Como hemos indi- malo q.3 a.8; In Rom. c.1 lect.7.
cado más arriba (q.71 a.6 ad 1) en la ex-
presión dicho, hecho o deseo hay que enten- Objeciones por las que parece que la
der también las negaciones correlativas, ignorancia excusa totalmente de pecado:
en conformidad con lo cual la omisión 1. Como dice Agustín 5 , todo pecado
tiene razón de pecado. Y así, la negli- es voluntario. Pero la ignorancia es cau-
gencia por la cual la ignorancia es peca- sa de involuntariedad, como hemos ex-
do está contenida bajo aquella definición puesto anteriormente (q.6 a.8). Luego la
del pecado, en cuanto que se pasa por ignorancia excusa totalmente de pecado.
alto algo que se debió decir, hacer o de- 2. Lo que uno hace sin intención, lo
sear para adquirir el conocimiento de- hace accidentalmente. Mas la intención
bido. no puede tener por objeto lo desconoci-
2. A la segunda hay que decir: Aunque do. Luego lo que se hace por ignorancia
la privación de la gracia, de suyo, no sea es accidental en los actos humanos. Pero
pecado, sin embargo, como la ignoran- lo que es accidental no confiere especie.
cia, puede tener razón de pecado por la Nada, pues, que se haga por ignorancia
negligencia en prepararse para ella. Y debe estimarse pecado o virtud en los
sin embargo, en cuanto a esto, es dife- actos humanos.
rente, porque el hombre puede adquirir 3. Más aún: El hombre es sujeto de
algún conocimiento por sus actos; mas la virtud y del pecado en cuanto está do-
la gracia no se adquiere por nuestros ac- tado de razón. Mas la ignorancia excluye
tos, sino por donación de Dios. el conocimiento, por el cual se perfec-
3. A la tercera hay que decir: Así ciona la razón. Luego la ignorancia ex-
como en el pecado de transgresión el pe- cusa totalmente de pecado.
cado no consiste en el solo acto de la En cambio está lo que dice Agustín
voluntad, sino en el acto querido, impe- en el libro De lib. arb.6: que algunas cosas
rado por la voluntad; así, en el pecado hechas por ignorancia, justamente son condena-
8. ARISTÓTELES, c.1 n.14 (BK 1110b28): S. TH., lect.3 n.410. 9. Cf. Glossa ordin. 6,6 F;
Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1338. 10. ARISTÓTELES, c.5 n.8 (BK 1113b31): S. TH.,
lect.11 n.505.
606 Tratado de los vicios y pecados C.76 a.4
dicho (ad 2). O puede decirse que aquel nia (o indulgencia) a la que en cierto modo
dicho se aduce por la disposición de un los borrachos son más acreedores, sino a la
tal Pitaco, legislador, quien decretó que utilidad, pues los ebrios injurian a más que
los borrachos, si hiriesen a alguien, se les cas- los sobrios, como es claro por el Filósofo,
tigara más gravemente, no atendiendo a la ve- en el libro II de los Políticos".
11. ARISTÓTELES, c.9 n.9 (BK 1274 b18): S. TH., lect.17 n.347.
CUESTIÓN 77
Vamos a considerar ahora la causa del pecado por parte del apetito sen-
sitivo: si las pasiones del alma son causa del pecado (cf. q.76 introd.). Y
acerca de esto se plantean ocho problemas:
1. ¿Puede la pasión del apetito sensitivo mover o inclinar a la vo-
luntad?—2. ¿Puede prevalecer sobre la razón contra su conocimien-
to?—3. ¿El pecado proveniente de la pasión es un pecado de debilidad?—
4. ¿Es causa de todo pecado la pasión que es el amor de sí mismo?—
5. De las tres cosas que pone la 1 Jn 2,16: la concupiscencia de los ojos, la con-
cupiscencia de la carne y la soberbia de la vida.—6. ¿Disminuye el pecado la pa-
sión que lo causa?—7. ¿Lo excusa totalmente?—8. ¿Puede ser mortal el
pecado cometido por pasión?
1. ARISTÓTELES, c.10 n.7 (BK 433b16): S. TH., lect.15 n.381. 2. ARISTÓTELES, c.11
n.3 (BK 434a12): S. TH., lect.16 n.843. 3. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 432b5): S. TH.,
608 Tratado de los vicios y pecados C.77 a.2
vehementemente a la otra. Y de este el más débil. Pero el conocimiento, por
modo, por cierta distracción, cuando se su certeza, es lo más fuerte de lo que
fortalece el apetito sensitivo en relación hay en nosotros. Luego no puede ser
con una pasión, es necesario que afloje, vencido por la pasión, que es débil y pasa
o sea totalmente impedido, el movimien- pronto4.
to propio del apetito racional, que es la 2. Además, la voluntad no versa
voluntad. sino sobre el bien real o aparente. Mas
El segundo modo es por parte del ob- cuando la pasión arrastra a la voluntad a
jeto de la voluntad, que es el bien apre- aquello que verdaderamente es bueno,
hendido por la razón. Como es evidente no inclina a la razón contra su conoci-
por los dementes, el juicio y la aprehen- miento. Y cuando la arrastra a aquello
sión de la razón, y también el juicio de que es un bien aparente y no real, la
la facultad estimativa, son impedidos arrastra a lo que le parece a la razón:
por la aprehensión vehemente y desor- pues lo que le parece a la razón pertene-
denada de la imaginación. Pues es claro ce a su conocimiento. Luego la pasión
que la pasión del apetito sensitivo sigue nunca inclina a la razón contra su cono-
a la aprehensión de la imaginación; cimiento.
como también el juicio del gusto sigue a 3. Más aún: Si se dice que arrastra a
la disposición de la lengua. Por donde la razón conocedora de algo en (cuanto)
vemos que las personas dominadas por universal para que juzgue lo contrario
una pasión no apartan fácilmente su en particular, en contra (está) que, si la
imaginación de aquellas cosas sobre las proposición universal y particular se
que están afectadas. De ahí que, en con- oponen, se oponen contradictoriamente:
secuencia, frecuentemente el juicio de la como todo hombre y no todo hombre. Mas
razón siga a la pasión del apetito sensiti- dos opiniones que son de cosas contra-
vo y, consiguientemente, el movimiento dictorias son contrarias, como se dice en
de la voluntad, a cuya naturaleza corres- el libro II de los Peri Herm.5 Si, pues,
ponde seguir el juicio de la razón. uno sabiendo una cosa en (cuanto) uni-
Respuesta a las objeciones: 1. A la versal, pensare lo opuesto en singular, se
primera hay que decir: Aunque la pasión seguiría que simultáneamente tendría
del apetito sensitivo no sea directamente opiniones contrarias: lo cual es impo-
objeto de la voluntad, dicha pasión del sible.
apetito sensitivo produce cierto cambio 4. Todavía más: Quien conoce lo
acerca del juicio sobre el objeto de la universal, conoce también lo singular
voluntad, como hemos dicho (en sol.). que ve estar contenido bajo lo universal;
2. A la segunda hay que decir: El supe- así, quien sabe que toda muía es estéril,
rior no es movido directamente por el sabe que este animal es estéril con tal
inferior; pero puede serlo indirectamen- que sepa que es una muía, como es evi-
te, como hemos dicho (en sol.). dente por lo que se dice en el libro I de
3. A la tercera hay que decir algo pare- los Poster.6 Mas aquel que conoce algo
cido. en (cuanto) universal, v. gr., que no hay
que cometer ninguna fornicación, sabe
ARTICULO 2 que este singular —v. gr., que este acto
es de fornicación— está contenido en el
¿Puede ser vencida la razón por la universal. Luego parece que lo sabe
pasión contra su propio también en particular.
conocimiento? 5. Y también, según el Filósofo 7 , lo
In Ethic. 7 lect.3; De malo q.3 a.9. que hay en las palabras son signos del pensa-
miento del alma. Pero el hombre domina-
Objeciones por las que parece que la do por la pasión, frecuentemente mani-
razón no puede ser vencida por la pa- fiesta que lo que eligió es malo, también
sión contra su propio conocimiento: en particular. Luego también tiene cono-
1. El más fuerte no es vencido por cimiento en particular. Así, pues, parece
4. ARISTÓTELES, Cat. c.6 n.12 (BK 9b28). 5. ARISTÓTELES, 1.1 c.14 n.10 (BK 23b40):
TÓTELES, Perib. c.1 n.2 (BK 16a3): S. TH., lect.2 n.12.
C.77 a.2 Causas del pecado por parte del apetito sensitivo 609
que las pasiones no pueden arrastrar a la nocimiento de un modo universal, v. gr.,
razón contra el conocimiento universal, de que no hay que cometer ningún adul-
pues no es posible que tenga un conoci- terio, pero que, sin embargo, no sepa en
miento universal y juzgue lo contrario particular que no hay que hacer este
en particular. acto, que es fornicación. Y basta esto
para que la voluntad no siga el conoci-
En cambio está lo que dice el Após- miento universal de la razón. En segun-
tol, Rom 7,23: Veo en mis miembros otra do lugar hay que tener en cuenta que
ley que repugna a la ley de mi mente y que me nada impide saber habitualmente algo
tiene cautivo en la ley del pecado. Mas la ley que, sin embargo, no se considera ac-
que reside en los miembros es la concu- tualmente.
piscencia, de la cual había hablado antes, Mas el que uno no considere en par-
y puesto que la concupiscencia es una ticular lo que sabe habitualmente, a ve-
pasión, parece que la pasión arrastra a la ces sólo ocurre por falta de atención;
razón también contra lo que sabe. por ejemplo, cuando uno, sabiendo la
Solución. Hay que decir: Fue opinión geometría, no se preocupa de pensar en
de Sócrates, según dice el Filósofo en el las conclusiones de la geometría, que al
libro VII de los Éticos8, que el conoci- punto podría considerar fácilmente. Pero
miento no puede ser vencido nunca por a veces no tiene uno en cuenta lo que
la pasión. De ahí que sostuviera que to- conoce habitualmente por razón de al-
das las virtudes son ciencia; y todos los gún impedimento que le sobreviene;
pecados, ignorancia9. En lo cual, a la como por alguna ocupación exterior o
verdad, en cierto modo, tenía razón. por alguna enfermedad corporal. Y de
Puesto que, siendo el objeto de la vo- este modo, el que está dominado por
luntad el bien real o aparente, nunca se una pasión no considera en particular lo
movería la voluntad al mal, si aquello que conoce de un modo universal, en
que no es bueno no se le presentase a la cuanto que la pasión impide tal conside-
razón como bueno de alguna manera; y ración.
por esto, la voluntad nunca tendería al Y la impide de tres modos. Primero,
mal a no ser por alguna ignorancia o por una cierta distracción, como hemos
error de la razón. De ahí que se diga en expuesto más arriba (a.1). Segundo, por
los Prov 14,22: Yerran los que obran el contrariedad: porque la pasión frecuen-
mal. Mas, como es evidente por la expe- temente inclina a lo contrario de lo que
riencia que muchos obran contra aque- sabe por el conocimiento universal. Ter-
llas cosas de las que tienen conocimiento cero, por una cierta alteración corporal,
—lo cual se confirma también por la a causa de la cual la razón queda ligada
autoridad divina, según aquello de Lc de algún modo para no poder prorrum-
12,47: El siervo que conoció la voluntad de su pir libremente en su acción, así como
señor y no la cumplió será acotado con muchos también el sueño y la embriaguez, pro-
acotes; y en Sant 4,17 se dice: Aquel que duciendo una transmutación corporal,
sabe hacer el bien y no lo hace, comete peca- encadenan el uso de la razón. Que esto
do—, no dijo toda la verdad, sino que ocurra con las pasiones es evidente por
es necesario distinguir, como enseña el el hecho de que, a veces, cuando las pa-
Filósofo en el libro VII de los Éticos10. siones se intensifican mucho, el hombre
Dirigiéndose, pues, el hombre en la pierde totalmente el uso de la razón;
recta operación por un doble conoci- pues muchos enloquecieron por el exce-
miento, esto es, el universal y el particu- so de amor y de ira. Y de este modo, la
lara, basta el fallo de uno de ellos para pasión arrastra a la razón a juzgar en
impedir la rectitud de la obra y de la vo- particular contra el conocimiento que
luntad, como hemos dicho más arriba tiene en general.
(q.76 a.l). Pues acontece que tenga co- Respuesta a las objeciones: 1. A la
8. ARISTÓTELES, c.2 n.1 (BK 1145b23): S. TH., lect.2 n.1313. 9. ARISTÓTELES, ibid.
y 1.6 c.13 n.3.5 (BK 1144b19; b28): S. TH., lect.11 n.1282.1284. 10. ARISTÓTELES, c.3
n.5 (BK 1146b31): S. TH., lect.3 n.1338.
11. ARISTÓTELES, c.3 n.9 (BK 1147a24): S. TH., lect.3 n.1347. 12. ARISTÓTELES, c.3
n.8 (BK 1147a18): S. TH., lect.3 n.1343.1344. 13. M. TULIO CICERÓN, c.14 (DIDOT, 4,31).
C.77 a.4 Causas del pecado por parte del apetito sensitivo 611
tes, de modo que los humores y miem- apetito sensitivo es una facultad que se
bros del sujeto no se sometan a la virtud sirve de un órgano corporal.
rectora y motriz del organismo. De ahí 3. A la tercera hay que decir: Está,
que se califique de enfermo el miembro ciertamente, en la potestad de la volun-
cuando no puede realizar la acción de un tad consentir o no consentir en aquellas
miembro sano: como el ojo cuando no cosas a las que le inclina la pasión; y,
puede ver claramente, según dice el Fi- por lo tanto, se dice que nuestro apetito
lósofo en el libro X de las Histor. de los está bajo nosotros. Sin embargo, dicho
animales14. Por donde se habla de enfer- consentimiento o disentimiento de la vo-
medad del alma cuando está impedida en luntad está obstaculizado por la pasión
su propia acción a causa de algún desor- del modo dicho (a.l).
den de sus partes.
Mas así como las partes del cuerpo se ARTICULO 4
dicen desordenadas cuando no siguen el
orden de la naturaleza, así también se di- ¿El principio de todo pecado es el
cen desordenadas las partes del alma amor de sí mismo?
cuando no se someten al orden de la ra- Infra q.84 a.2 ad 3; 2-2 q.25 a.7 ad 1; q.153 a.5 ad 3;
zón; pues la razón es la fuerza rectora de In Sent. 2 d.42 q.2 a1.; De malo q.8 a.1 ad 19.
las partes del alma. Así, pues, se dice que
se da el pecado de debilidad cuando la Objeciones por las que parece que el
facultad concupiscible o irascible se ve amor de sí mismo no es el principio de
afectada por alguna pasión fuera del or- todo pecado:
den de la razón, y por esto se le presenta 1. Lo que es de suyo bueno y debi-
un impedimento a la acción debida del do, no es la causa propia del pecado.
hombre. De ahí que el Filósofo, en el li- Mas el amor de sí mismo, de suyo, es
bro I Ethic.15, compare al incontinente bueno y debido; de ahí que se le mande
con el paralítico, cuyos miembros se al hombre que ame al prójimo como a sí
mueven en sentido contrario de lo que mismo (Lev 19,18). Luego el amor de sí
él dispone. mismo no puede ser la causa propia del
pecado.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Además, el Apóstol dice en Rom
primera hay que decir: Así como en el 7,8: El pecado, tomando ocasión por medio
cuerpo, cuanto es más fuerte el movi- del precepto, suscitó en mí toda suerte de con-
miento contra el orden de la naturaleza, cupiscencia: donde la Glossa16 dice que
tanto mayor es la enfermedad; así cuanto buena es la ley, la cual, al prohibir la concu-
más fuerte fuere el movimiento de la pa- piscencia, prohibe todo mal; lo cual se dice
sión contra el orden de la razón, tanto porque la concupiscencia es la causa de
mayor será la enfermedad del alma. todos los pecados. Mas la concupiscen-
2. A la segunda hay que decir: El peca- cia es una pasión distinta del amor,
do consiste principalmente en el acto de como se explicó anteriormente (q.23 a.4;
la voluntad, que no es impedido por la q.30 a.2). Luego el amor de sí mismo no
enfermedad del cuerpo; pues un enfermo es la causa de todos los pecados.
corporal puede tener una voluntad pron- 3. Más aún: A propósito de aquello
ta para hacer algo. Mas (por el contra- del Salmo (79,17): Abrasada por el fuego y
rio) es impedido por la pasión, como he- dispersada, dice Agustín17: que todo pecado
mos dicho arriba (a.1). De ahí que, es por amor que inflama de mala manera, o
cuando se dice que el pecado es por de- por temor que humilla de mala manera. Por
bilidad, ha de referirse más a la enferme- consiguiente, no es sólo el amor de sí
dad del alma que a la del cuerpo. Sin mismo la causa de todo pecado.
embargo, la misma enfermedad del alma 4. Todavía más: Así como el hombre
se dice también de la carne, en cuanto a veces peca por el amor desordenado
que las pasiones se levantan en nosotros de sí mismo, así también peca a veces
por la debilidad de la carne; porque el por el amor desordenado del prójimo.
14. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 633b20). 15. ARISTÓTELES, c.13 n.15 (BK 1102b18):
S. TH., lect.20 n.238. 16. Glossa ordin. 6,16 E; Glossa interlin. 6,16v; Glossa de PEDRO LOM-
BARDO: ML 191,1416; cf. S. AGUSTÍN, De spir. et litt. c.4: ML 44,204. 17. Enarr. in Psalm.
ps.79, super vers. 17: ML 36,1027.
612 Tratado de los vicios y pecados C.77 a.5
Luego el amor de sí mismo no es causa 4. A la cuarta hay que decir: El amigo
de todo pecado. es otro yo19. Y por eso el pecado que se
En cambio está lo que dice Agustín comete por amor al amigo, parece que
en el libro XIV De civit. Dei18: que el se comete por amor a sí mismo.
amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios
levanta la ciudad de Babilonia. Mas por ARTICULO 5
cualquier pecado pertenece uno a la ciu-
dad de Babilonia. Luego el amor de sí ¿Es adecuado afirmar que las causas
mismo es causa de todo pecado. del pecado son la concupiscencia de
la carne, la concupiscencia de los
Solución. Hay que decir: Como hemos
ojos y la soberbia de la vida?
expuesto anteriormente (q.75 a.1), la
causa propia y directa del pecado hay In Sent. 2 d.42 q.2 a.1.
que tomarla por parte de la conversión
al bien mudable; y a este respecto, en Objeciones por las que parece que
verdad, todo acto pecaminoso proviene no es adecuado afirmar que las causas de
de algún apetito desordenado de algún los pecados son la concupiscencia de la car-
bien temporal. Mas el que uno apetezca ne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia
desordenadamente algún bien temporal de la vida:
proviene de que se ama desordenada- 1. Porque, según el Apóstol, 1 Tim
mente a sí mismo; pues esto es amar a c. último (6,10): la raíz de todos los males
uno, querer el bien para él. Por lo tanto, es la codicia. Pero la soberbia de la vida
es evidente que el amor desordenado de no está contenida bajo la codicia. Luego
sí mismo es la causa de todo pecado. no debe ponerse entre las causas de los
pecados.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Además, la concupiscencia de la
primera hay que decir: El amor ordenado
carne se excita sobre todo por la visión
de sí mismo, es decir, que quiera para sí
de los ojos, según aquello de Dan 13,56:
el bien conveniente, es debido y natural.
La belleza te engañó. Luego no se debe
Mas el amor desordenado de sí mismo, contradistinguir la concupiscencia de los
que lleva hasta el desprecio de Dios, se
ojos de la concupiscencia de la carne.
propone (en el En cambio o sed cont.)
3. Más aún: La concupiscencia es el
según Agustín ser la causa del pecado.
apetito de lo deleitable, como hemos di-
2. A la segunda hay que decir: La con-
cho antes (q.30 a.1). Mas la delectación
cupiscencia, por la cual apetece uno para
ocurre no sólo en cuanto a la vista, sino
sí el bien, se reduce al amor de sí mismo
también según los otros sentidos. Luego
como a su causa, según hemos dicho ya
(en sol.). debería ponerse también la concupiscen-
cia del oído y de los otros sentidos.
3. A la tercera hay que decir: El amar
4. Todavía más: Así como uno es in-
se dice tanto del bien que uno se desea
ducido a pecar por el deseo desordenado
a sí mismo como de sí mismo, para
del bien, también lo es por rehuir desor-
quien desea el bien. Así pues, el amor,
denadamente el mal, según hemos dicho
en cuanto se dice de aquello que se de-
(a.4 ad 3). Mas aquí no se enumera nada
sea, v. gr., cuando uno dice que le ape-
que pertenezca a la huida del mal. Lue-
tece el vino o desea el dinero, admite
go esa enumeración de las causas del pe-
como causa el temor, que corresponde a
cado es insuficiente.
la evasión del mal. Pues todo pecado
proviene o del apetito desordenado de En cambio está lo que dice la 1 Jn
un bien o de la huida desordenada de un 2,16: Todo lo que hay en el mundo es o concu-
mal. Mas ambas cosas se reducen al piscencia de la carne, o concupiscencia de los
amor de sí mismo. Pues por esto uno ojos, o soberbia de la vida. Se dice que algo
apetece el bien o rehuye el mal: porque está en el mundo por el pecado; de don-
se ama a sí mismo. de allí mismo (5,10) dice que el mundo en-
18. C.28: ML 41,436; Enarr. in Psalm. ps.64, super v.1: ML 36,773. 19. ARISTÓTELES,
Eth. 1.9 c.4 n.5; c.9 n.10 (BK 1166a31; 1170b7): S. TH., lect.4.11 n.1811.1909.
20. C.35: ML 32,802. 21. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 980a23): S. TH., lect.1 n.5.
22. Serm. ad popul., serm.112 c.6: ML 38,646.
1. ARISTÓTELES, Eth. 1.3 c.1 n.14 (BK 1110b28): S. TH., lect.3 n.409. 2. § 19: MG
3,716; § 31: MG 3,732; S. TH., lect.14.22 n.477.580-581.
618 Tratado de los vicios y pecados C.78 a.2
pirituala, el cual es mal simplemente, guna culpa precedente, de la cual nace
por el que queda privado del bien espiri- otra subsiguiente, como cuando uno im-
tual, para poseer un bien temporal. Por pugna por envidia la gracia fraterna. Y
eso se dice pecar por cierta malicia o de entonces no es que una cosa sea causa
propósito, como eligiendo el mal a sa- de sí misma, sino que el acto interior es
biendas. causa del exterior. Y un pecado es causa
Respuesta a las objeciones: 1. A la de otro pecado, pero no hasta el infini-
primera hay que decir: La ignorancia, en to; pues se puede llegar a algún primer
efecto, a veces excluye el conocimiento pecado que no es causado por algún
por el que uno sabe plenamente que lo otro anterior, como es claro por lo di-
que hace es malo; y entonces se dice que cho antes (q.75 a.4 ad 3).
peca por ignorancia. Mas a veces exclu-
ye el conocimiento por el que uno sabe ARTICULO 2
que esto ahora es malo, v. gr., cuando
se peca por pasión. Pero a veces excluye El que peca por hábito, ¿peca por
el conocimiento por el que uno sabe que verdadera malicia?
este mal no hay que soportarlo para In Sent. 2 d.42 a,2.
conseguir aquel bien, sabiendo, sin em-
bargo, que eso es malo; así se dice que Objeciones por las que parece que el
ignora el que peca por verdadera ma- que peca por hábito, peca por verdadera
licia. malicia:
2. A la segunda hay que decir: Nadie 1. El pecado cometido por verdade-
intenta el mal por sí mismo; puede in- ra malicia parece que es gravísimo. Mas
tentarse para evitar otro mal o para con- a veces se comete algún pecado leve por
seguir otro bien, como hemos dicho (en hábito, v. gr., cuando se dice una pala-
sol.). Y en tal caso uno preferiría conse- bra ociosa. Luego no todo pecado que
guir el bien directamente intentado sin procede de un hábito procede de verda-
sufrir detrimento de otro bien. Por ejem- dera malicia.
plo, algún lascivo (que) quisiera gozar 2. Además, los actos que proceden de un
del placer sin ofender a Dios; mas pro- hábito son semejantes a los actos que engendra-
puestas las dos cosasb, prefiere incurrir ron el hábito, como se dice en el II de los
en la ofensa de Dios, pecando, que verse Éticos4. Mas los actos que preceden a un
privado del placer. hábito vicioso no se cometen por verda-
3. A la tercera hay que decir: La mali- dera malicia. Luego tampoco los peca-
cia por la cual se dice que uno peca pue- dos que proceden de un hábito se come-
de entenderse de la malicia habitual; en ten por verdadera malicia.
este sentido, el Filósofo3 llama malicia al 3. Más aún: Cuando uno comete un
hábito malo, como virtud al bueno. Y así pecado por verdadera malicia, se alegra
se dice que uno peca por malicia porque después de haberlo cometido, según
peca por la inclinación del hábito. Puede aquello de Prov 2,14: Quienes se alegran
también entenderse de la malicia actual; cuando obran mal y se regocijan en las cosas
y así se dice que uno peca por malicia, pésimas. Y esto porque a cada uno le es
en cuanto que peca por la elección del agradable conseguir lo que busca y ha-
mal. O también que se llame malicia al- cer lo que en cierto modo le es connatu-
3. ARISTÓTELES, Eth. 1.2 c.5 n.3 (BK 1105b28-31) S. TH., lect.5 n.298-300. 4. ARIS-
TÓTELES, c.2 n.8.9 (BK 1104a27; a.33): S. TH., lect.2 n.264.
a Pecar con verdadera malicia significa elegir directamente lo malo (cf. 2-2 q.14 a.1). Sucede
cuando la voluntad se inclina por sí misma al mal. Se trata de un aspecto del pecado distinto
al que peca movido por lo deleitable que aprecia en lo malo. En tal caso, la persona se siente
movida a lo malo, no por sí misma, sino por un aspecto relativamente bueno, aunque sea par-
cial y pasajero. En cambio, pecar con verdadera malicia es una opción directa por el mal sin ate-
nuantes, ¿Cómo es posible? El mecanismo consiste en quitar de en medio los obstáculos que
hacen lo malo no apetecible, como cuando ya no se espera nada de esta vida ni de la otra, o
cuando la frustración definitiva del infierno ha perdido todo su significado (cf. a.3). Es la pér-
dida del sentido auténtico de la vida.
b Cf. cuestión 73 nota a.
C.78 a.3 La malicia como causa del pecado 619
ral por el hábito. Mas los que pecan por primera hay que decir: Los pecados venia-
hábito se duelen después del pecado co- les no eliminan el bien espiritual, que es
metido; pues, como se dice en el libro la gracia de Dios o la caridad. De ahí
IX de los Éticos5, se llenan de pesar los de- que no sean males en sentido absoluto,
pravados, esto es, los que tienen un hábi- sino sólo relativamente. Y por eso sus
to vicioso. Luego los pecados que pro- hábitos tampoco pueden ser males abso-
ceden de hábito no se cometen por ver- lutos, sino relativos.
dadera malicia. 2. A la segunda hay que decir: Los ac-
En cambio está que se llama pecado tos que proceden de los hábitos son se-
de verdadera malicia al cometido por mejantes específicamente a los actos con
elección del mal. Ahora bien, para cada que se generan los hábitos; sin embargo,
uno es elegible aquello a lo que se incli- difieren de ellos como lo perfecto de lo
na por su propio hábito, como se dice imperfecto. Y tal es la diferencia del pe-
en el libro VI de los Éticos6 a propósito cado cometido por verdadera malicia y
del hábito virtuoso. Luego el pecado co- el pecado cometido por alguna pasión.
metido por hábito es pecado de verdade- 3. A la tercera hay que decir: Quien
ra malicia. peca por hábito siempre se alegra de
aquello que obra por el hábito mientras
Solución. Hay que decir: No es lo mis- use el hábito. Pero como puede no usar
mo pecar teniendo un hábito que pecar el hábito, sino pensar en otra cosa con
por hábito. Pues el usar el hábito no es su razón, que no está totalmente co-
necesario, sino que depende de la volun- rrompida, puede ocurrir que, no usando
tad del que lo tiene. De ahí que el hábi- el hábito, se duela de lo que cometió
to se defina diciendo que es aquello que por el hábito. Sin embargo, es frecuente
usa uno cuando quiere7. Y así como puede que estos tales se duelan del pecado, no
ocurrir que, teniendo uno un hábito vi- porque de suyo les desagrade el pecado,
cioso, proceda a un acto virtuoso sino por algún daño en el que incurren
—porque su razón no está totalmente por él.
corrompida por el hábito malo, sino que
queda íntegro algo de ella, de lo cual
proviene que el pecador haga algunas ARTICULO 3
cosas buenas—; así también puede ocu- El que peca por verdadera malicia,
rrir que uno, teniendo un hábito, a ve- ¿peca por hábito?
ces no obre por medio de él, sino por la
pasión que se levanta o también por ig- In Sent. 2 d.43 a.2; In Mt. c.12.
norancia. Mas siempre que usa el hábito Objeciones por las que parece que el
vicioso, necesariamente peca por verda- que peca por verdadera malicia peca por
dera malicia. Porque al que tiene un há- hábito:
bito le es de suyo amable lo que es con- 1. Dice el Filósofo, en el libro V de
veniente según el propio hábito; pues se los Éticos8 que no es (cosa) de cualquie-
le hace connatural en cierto modo, en ra hacer lo injusto de la manera que lo
cuanto que la costumbre y el hábito se hace el injusto (esto es, por elección),
convierten en (una segunda) naturaleza. sino sólo del que tiene el hábito. Pero
Mas lo que le conviene a uno según el pecar por verdadera malicia es pecar por
hábito vicioso es algo que excluye un elección de lo malo, como hemos dicho
bien espiritual. De lo cual se sigue que (a.1). Luego pecar por verdadera malicia
elija uno el mal espiritual para conseguir no es más que del que tiene el hábito.
un bien que le es conveniente en confor- 2. Además, Orígenes, en el libro I
midad con su hábito. Y esto es pecar Peri archon.9, dice que no se arruina y se
por verdadera malicia. Por tanto, es evi- pierde uno repentinamente, sino que necesaria-
dente que quienquiera que peca por há- mente decae uno paulatinamente y por partes.
bito, peca por verdadera malicia. Pero la mayor caída parece ser el que
Respuesta a las objeciones: 1. A la uno peque por verdadera malicia. Luego
5. ARISTÓTELES, c.4 n.10 (BK 1166b24): S. TH., lect.4 n.1818. 6. ARISTÓTELES, c.2 n.4
(BK 1139a32): S. TH., lect.2 n.1133. 7. Cf. S. AGUSTÍN, De bono coniug. c.21: ML 40,390;
AVERROES, In De an. 3 com.18. 8. ARISTÓTELES, c.6 n.12 (BK 1134al7; a.20): S. TH.,
lect.11 n.1000.1001. 9. C.3: MG 11,155.
620 Tratado de los vicios y pecados C.78 a.4
el que uno llegue a pecar por verdadera ción de la naturaleza en sí mismo, tiene
malicia no ocurre al principio en segui- ciertas disposiciones naturales a algunos
da, sino por una larga costumbre, por la pecados.
que puede engendrarse un hábito. En segundo lugar acontece (también)
3. Más aún: Siempre que alguien que la voluntad, removido algún impe-
peca por verdadera malicia es necesario dimento, tiende por sí misma a algún
que la voluntad misma se incline al mal mal. Por ejemplo, se retrae de pecar, no
que elige. Mas por la naturaleza de esta porque el pecado de suyo le desagrade,
misma potencia el hombre no se inclina sino por la esperanza de la vida eterna y
al mal, sino, por el contrario, al bien. por temor del infierno; desaparecida la
Luego si elige el mal, debe ser por algo esperanza por la desesperación, o el te-
que sobreviene, que es la pasión o el há- mor por la presunción, se sigue el que
bito. Pero cuando uno peca por pasión peque por verdadera malicia, como sin
no peca por verdadera malicia, sino por freno.
debilidad, como hemos dicho (q.77 a.3). Así, pues, es claro que el pecado de
Luego siempre que uno peca por verda- verdadera malicia siempre presupone en
dera malicia tiene que pecar por hábito. el hombre algún desorden, que, sin em-
En cambio (está el hecho de que) bargo, no siempre es un hábito. Por
como se ha el hábito bueno a la elección consiguiente, no es necesario que quien-
quiera que peca por verdadera malicia
de lo bueno, así se ha el hábito malo a
la elección de lo malo. Mas a veces uno peque por hábito.
que no tiene el hábito de la virtud elige Respuesta a las objeciones: 1. A la
lo que es bueno según la virtud. Luego primera hay que decir: Obrar como el in-
también a veces uno que no tiene el há- justo, no sólo es hacer cosas injustas por
bito vicioso puede elegir el mal; lo cual verdadera malicia, sino también con pla-
es pecar por verdadera malicia. cer y sin resistencia grave de la razón.
La cual no es propio sino de aquel que
Solución. Hay que decir: La relación tiene el hábito.
de la voluntad con el bien no es la mis- 2. A la segunda hay que decir: No llega
ma que con el mal. Pues por la misma uno en seguida a caer de modo que pe-
naturaleza de su fuerza se inclina al bien que por verdadera malicia, sino que se
de la razón como a su objeto propio; de presupone algo, lo cual no siempre es
ahí que todo pecado se diga contra la un hábito, como hemos dicho (en sol.).
naturaleza. Luego el que la voluntad se 3. A la tercera hay que decir: Aquello
incline por elección hacia algún mal, por lo que la voluntad se inclina al mal
debe acontecer por otro motivo. A ve- no siempre es un hábito o una pasión,
ces ocurre por falta de la razón, como sino algunas otras cosas, como hemos
cuando uno peca por ignorancia; mas a dicho (en sol.).
veces por el impulso del apetito sensiti- 4. A la cuarta (del En cambio) hay
vo, como cuando peca por pasión. Mas que decir: No es semejante la razón de la
ninguna de estas dos cosas es pecar por elección del bien y la de la elección del
verdadera malicia; sino que sólo peca mal. Porque el mal no se da sin el bien
uno por verdadera malicia cuando la vo- de la naturaleza; mas el bien puede darse
luntad por sí misma se mueve al mal, perfectamente sin el mal de la culpa.
cosa que puede acontecer de dos modos.
El primero porque el sujeto tiene alguna
disposición corrompida que le inclina al ARTICULO 4
mal, de modo que según esa disposición Quien peca por verdadera malicia,
le es a uno cuasi conveniente y semejan- ¿peca más gravemente que quien
te alguna cosa mala, y a ésta, por razón peca por pasión?
de la conveniencia, tiende la voluntad In Sent. 2 d.43 a.4; In Ethic. 1 lect.8; De malo q.3 a.13.
como a un bien; pues cada cosa de suyo
tiende a lo que le es conveniente. Tai Objeciones por las que parece que
disposición corrupta o es algún hábito quien peca por verdadera malicia no
adquirido por la costumbre, que se con- peca más gravemente que quien peca
vierte en (una segunda) naturaleza; o es por pasión:
una disposición mórbida por parte del 1. La ignorancia excusa de pecado
cuerpo: como en el que, por la corrup- total o parcialmente. Pero es mayor la
C.78 a.4 La malicia como causa del pecado 621
ignorancia en aquel que peca por verda- que es por pasión; y tanto más cuanto
dera malicia que en el que peca por pa- más vehemente fuere la pasión.
sión, pues el que peca por verdadera Segundo, porque la pasión, que incli-
malicia sufre la ignorancia del principio, na a la voluntad a pecar, pasa pronto; y
que es la máxima, como dice el Filósofo así el sujeto, arrepentido del pecado,
en el libro VII de los Éticos10, pues tiene vuelve pronto al buen propósito. Mas el
una estima equivocada del fin, que es el hábito con que el hombre peca por mali-
principio en las cosas prácticas. Luego cia, es una cualidad permanente: y por
es más excusable quien peca por verda- eso el que peca por malicia permanece
dera malicia que quien peca por pasión. más tiempo en el pecado. De ahí que el
2. Además, cuanto mayor es lo que Filósofo, en el libro VII de los Éticos11,
le impulsa a uno a pecar, tanto menos compare al libertino, que peca por mali-
peca; como es claro por el que se hunde cia, con el enfermo crónico; y al inconti-
en el pecado por un mayor ímpetu de la nente, que peca por pasión, con el enfer-
pasión. Mas el que peca por verdadera mo ocasional.
malicia es impulsado por el hábito, cuyo Tercero, porque el que peca por ver-
impulso es más fuerte que el de la pa- dadera malicia está mal dispuesto en
sión. Luego el que peca por verdadera cuanto al fin mismo, que es el principio
malicia peca menos que el que peca por en las cosas prácticas, y así su falta es
pasión. más peligrosa que la de aquel que peca
3. Más aún: Pecar por verdadera por pasión, cuyo propósito tiende al
malicia es pecar por elección del mal. buen fin, aunque tal propósito se vea in-
Mas quien peca por pasión, también eli- terrumpido de momento por la pasión.
ge el mal. Luego no peca menos que Mas siempre es pésimo el que falte el
quien peca por verdadera malicia. principio. Por lo tanto, es evidente que
el pecado que procede de verdadera ma-
En cambio está el hecho de que el licia es más grave que el que proviene
pecado que se comete de propósito, por de la pasión.
eso mismo merece un castigo mayor, se-
gún aquello de Job 34,26-27: Como a im- Respuesta a las objeciones: 1. A la
píos los hirió en el lugar de los que ven (la primera hay que decir: La ignorancia de la
l u z , los que se apartaron de El como de pro- elección, en la que se funda la objeción,
pósito. Mas la pena no se aumenta sino ni excusa ni aminora el pecado, como
por la gravedad de la culpa. Luego el hemos dicho anteriormente (q.76 a.3
pecado se agrava por el hecho de come- y 4). Por consiguiente, una tal mayor ig-
terse de propósito, esto es, por verdade- norancia tampoco hace que sea menor el
ra malicia. pecado.
2. A la segunda hay que decir: El im-
Solución. Hay que decir: El pecado co- pulso proveniente de la pasión respecto
metido por verdadera malicia es más de la voluntad es como del exterior; mas
grave que el pecado cometido por pa- por el hábito la voluntad se inclina
sión por una triple razón. Primero, como desde el interior. Luego no hay
puesto que el pecado consiste principal- paridad.
mente en la voluntad, tanto más grave 3. A la tercera hay que decir: Una cosa
es el pecado, en igualdad de condicio- es pecar eligiendo y otra cosa es pecar
nes, cuanto el movimiento pecaminoso por elección. Pues el que peca por pa-
es más propio de la voluntad. Mas cuan- sión peca ciertamente eligiendo; pero no
do se peca por verdadera malicia el mo- por elección, porque la elección en él no
vimiento pecaminoso es más propio de es su primer principio del pecado, sino
la voluntad, que se mueve por sí misma que es inducido por la pasión a elegir lo
al mal, que cuando se peca por pasión, que no elegiría sin la pasión. Mas quien
como movido a pecar por un cierto im- peca por verdadera malicia elige el mal
pulso extrínseco. Por donde el pecado se por sí (o sin presión), del modo dicho
agrava por el hecho mismo de ser por (a.1). Y por eso la elección (que está) en
malicia; y tanto más cuanto mayor fuere él mismo es principio del pecado; por
la malicia. Mientras que disminuye el esto se dice que peca por elección.
10. ARISTÓTELES, c.8 n.4 (BK 1151a16): S. TH., lect.8 n.1430-1431. 11. ARISTÓTELES,
c.8 n.1 (BK 1150b32): S. TH., lect.8 n.1424.
CUESTIÓN 79
Causas externas del pecado
Ahora vamos a tratar de las causas externas del pecado (cf. q.76 in-
trod.)a. Primero por parte de Dios (q.79); en segundo lugar, por parte del
diablo (q.80) y en tercero, por parte del hombre (q.81).
Respecto de lo primero se plantean cuatro problemas:
1. ¿Es Dios causa del pecado?—2. ¿Proviene de Dios el acto del peca-
do?—3. ¿Es Dios causa de la obcecación y del endurecimiento?—4. ¿Se
ordenan estas cosas a la salvación de los que se obcecan o se endurecen?
1. Glossa ordin. 6,5 E; cf. S. AGUSTÍN, De grat. et lib. arb. c.21: ML 44,909.
a El hombre es capaz de hacer tanto mal, que no es posible que sea la sola y única causa
de ello. Para comprender en profundidad el pecado de los hombres hay que recurrir a ciertas
influencias externas a cada persona individual y hasta externas también a la humanidad entera
en su conjunto. Por eso, estudiadas las causas internas del pecado (q.76-78), pasa el autor a es-
tudiar las causas externas (q.79-83).
C.79 a.2 Causas externas del pecado 623
mismo, como al último fin, según dice 2. A la segunda hay que decir: En la
Dionisio en el capítulo 1 De div. nom.2 afirmación de que las criaturas de Dios se
Por lo tanto, es imposible que sea para han convertido en abominación y en tentación
sí o para otros causa de apartarse del or- para las almas de los hombres, la preposi-
den que lleva a El mismo. De ahí que ción en no tiene sentido causal, sino con-
directamente no pueda ser causa del pe- secutivo, pues Dios no hizo las criaturas
cado. para mal del hombre, sino que esto ha
E igualmente tampoco puede serlo in- resultado de la maldad de los hombres.
directamente. Ocurre ciertamente que De ahí que se añada: y para trampa de los
Dios no da a algunos la ayuda para evi- pies de los insipientes, esto es: de los que
tar el pecado, que evitarían si se la diera. por su necedad usan las criaturas para
Mas todo esto lo hace según el orden de otra cosa que para lo que fueron hechas.
su sabiduría y de su justicia, ya que El 3. A la tercera hay que decir: El efecto
es la sabiduría y la justicia. Por donde de la causa intermedia se reduce también
no se le imputa, como a causa del peca- a la causa primera si procede de ella en
do, el que otro peque; así como no se cuanto subordinada a la misma. Mas si
dice que el piloto sea causa del hundi- procede de la causa intermedia, en cuan-
miento de la nave a no ser cuando, pu- to se sale del orden de la causa primera,
diendo y debiendo dirigirla, le retira su (entonces) no se reduce a ésta: así como
dirección. Y así es claro que Dios no es si el criado hace algo contra el mandato
causa del pecado de ningún modob. de su señor, eso no se atribuye al señor
como a su causa. Igualmente, el pecado,
Respuesta a las objeciones: 1. A la
que el libre albedrío comete contra un
primera hay que decir: Respecto de las pa-
precepto de Dios, no se puede atribuir a
labras del Apóstol, la solución es evi- Dios como a su causa.
dente por el mismo texto. Pues, si Dios 4. A la cuarta hay que decir: El cas-
entrega a algunos al sentido reprobo, ya
tigo se opone al bien del castigado, al
tienen el sentido reprobo para hacer lo
que se le priva de un bien cualquiera.
que no conviene. Se dice, pues, entregar
Mas la culpa se opone al bien del orden
al sentido reprobo en cuanto que no les
referente a Dios; luego se opone directa-
prohibe que sigan su sentido reprobo,
mente a la bondad divina. Y por esto la
así como se dice exponer a aquellos a los
razón de la culpa y del castigo no es la
que no defendemos. Mas el que Agustín misma.
diga en el libro De gratia et lib. arb.3, de
donde está tomada la Glossa4, que Dios
ARTICULO 2
inclina las voluntades de los hombres al bien y
al mal, hay que entenderlo así: al bien las ¿Proviene de Dios el acto del
inclina directamente; mas al mal, en pecado?
cuanto que no lo prohibe, como hemos In Sent. 2 d.37 q.2 a.2; De malo q.3 a.2.
dicho (en sol.). Y sin embargo, esto
también ocurre por el merecimiento del Objeciones por las que parece que el
pecado precedente. acto del pecado no proviene de Diosc:
2. § 7: MG 3,596; S. TH., lect.3 n.99-100. 3. C.21: ML 44,909. 4. Glossa ordin, 6,5 E.
b El pecado como desorden, en cuanto malicia, sólo puede tener causa eficiente indirecta,
que no puede ser otra que la voluntad humana en cuanto que no se deja conducir por la razón
y por la ley divina (q.75 a.1). Dios sólo mueve a las criaturas en orden a sí mismo como fin
último. El pecado en cuanto tal es precisamente la negación de ese orden. Por eso Dios no
puede ser causa eficiente directa del pecado.
Santo Tomás precisa también que a Dios no se le puede atribuir la eficiencia indirecta del
pecado porque en algunos casos no dé la gracia necesaria para evitarlo. Esto sólo sería cierto
si Dios estuviera obligado a ello. Pero no es así. Entra dentro de los planes de la sabiduría y
misericordia divinos permitir el pecado (De malo q.1 a.3 ad 1; 1-2 q.79 a.1 y ad 1).
c Santo Tomás distingue entre pecado y acto del pecado, distinción que era ya generalmen-
te aceptada por los teólogos del siglo XIII (De malo q.3 a.2). En q.79 a.1 explicó la imposibili-
dad de que Dios sea la causa del pecado en cuanto pecado, es decir, en cuanto privación o ne-
gación del orden debido. Ahora estudia la causalidad divina del pecado en lo que éste tiene de
entidad real o positiva. El pecado no es mera privación, sino que es un acto de la voluntad
que carece del orden debido (q.75 a.1).
624 Tratado de los vicios y pecados C.79 a.3
1. Dice Agustín, en el libro De per- es, de Dios. Consiguientemente, este de-
fectione iustitiae5, que el acto del pecado no fecto no se reduce a Dios como a su
es una realidad. Mas todo lo que viene de causa, sino al libre albedrío: como el de-
Dios es alguna realidad. Luego el acto fecto de la cojera se reduce a la pierna
del pecado no proviene de Dios. torcida como a su causa, no a la fuerza
2. Además, no se dice que el hom- motriz, que, sin embargo, es la causa de
bre sea causa del pecado sino porque el cuanto hay de movimiento en la cojera.
hombre es causa del acto del pecado: Y en este sentido Dios es causa del acto
pues ninguno obra intentando el mal, como del pecado, pero no del pecado: porque
dice Dionisio en el capítulo 4 De div. no es causa de que el acto tenga un de-
nom.6 Pero Dios no es causa del pecado, fecto.
según hemos dicho (a.1). Luego Dios no
es causa del acto del pecado. Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Agustín llama allí
3. Más aún: Hay actos que son ma- realidad a lo que es realidad simplemen-
los y pecados según su especie, como es
te, esto es, la sustancia. Y en ese sentido
claro por lo dicho anteriormente (q.18
el acto del pecado no es una realidad.
a.5). Mas lo que es causa de una cosa, es
causa de lo que le conviene según su es- 2. A la segunda hay que decir: Al hom-
bre, como a su causa, se reduce, no sólo
pecie. Luego si Dios fuese causa del acto el acto, sino también el mismo defecto:
pecaminoso, se seguiría que Dios es cau-
sa del pecado. Mas esto no es verdad, porque no se somete a aquel a quien
debe someterse, aunque no intente esto
como hemos demostrado (a.l). Luego
Dios no es causa del acto del pecado. principalmente. Por eso el hombre es la
causa del pecado. Mas Dios, de tal
En cambio está (el hecho de que) el modo es causa del acto, que no lo es de
acto del pecado es un movimiento del li- ningún modo del defecto concomitante
bre albedrío. Mas la voluntad de Dios es al mismo. Y por consiguiente, no es
causa de toda moción, como dice Agustín causa del pecado.
en el libro III De Trinit.7 Luego la vo- 3. A la tercera hay que decir: Como
luntad de Dios es causa del acto del pe- hemos expuesto anteriormente (q.18 a.5
cado. ad 2; q.54 a.3 ad 2) el acto y el hábito
Solución. Hay que decir: El acto del no se especifican por la privación mis-
pecado es ente y es acto, y por ambos ma, en la cual consiste la razón de mal,
conceptos proviene de Dios: pues todo sino por algún objeto, al cual va unida
ser, de cualquier modo que sea, debe tal privación. Y así, el defecto mismo,
proceder del primer ser, como es evi- que decimos no provenir de Dios, perte-
dente por el capítulo 5 De div. nom.8, de nece a la especie del acto consiguiente-
Dionisio. Mas toda acción es producida mente y no como diferencia específica.
por un ser que existe en acto, porque
nada obra, sino en cuanto está en acto; y ARTICULO 3
todo ser en acto se reduce al primer
acto, esto es, a Dios, como a su causa, el ¿Es Dios causa de la obcecación y
cual es acto por su esencia. De donde se del endurecimiento?
sigue que Dios es la causa de toda ac-
In Sent. 1 d.40 q.4 a.2; De verit, q.24 a.10; In Mt.
ción en cuanto acción. c.13; Cont. Gentes 3,162; In 2 Cor. c.4 lect.2; In. Io.
Pero el pecado significa ser y acción c.12 lect.7; In Rom. c.9 lect.3.
con cierto defecto. Mas ese defecto pro-
viene de una causa creada, esto es, del li- Objeciones por las que parece que
bre albedrío, en cuanto se aparta (o de- Dios no es causa de la obcecación y del
cae) del orden del primer agente, esto endurecimientod:
d En los artículos 3 y 4 de esta q.79 se plantea Santo Tomás los temas de la causa de la
obstinación del hombre en el pecado y de la finalidad de ese hecho, al que se refiere frecuente-
mente la Escritura y el autor comenta ampliamente en sus glosas a los pasajes escriturísticos
(In Mt. 13; In 2 Cor. 4 lect.2; In Io. 12 lect.7; In Rom. 9 lect.3). Dios no es la causa de la cegué-
C.79 a.3 Causas externas del pecado 625
1. Dice Agustín, en el libro Octoginta 1,9: Era la luz verdadera que ilumina a todo
trium quaestiom.9, que Dios no es causa de hombre que viene a este mundo, como el sol
lo que hace al hombre peor. Mas el hombre es la causa universal de la iluminación
deviene peor por la obcecación y el en- de los cuerpos. Pero cada uno a su
durecimiento. Luego Dios no es causa modo; pues el sol obra por necesidad
de la obcecación y del endurecimiento. natural, y Dios, voluntariamente, según
2. Además, Fulgencio dice10 que el orden de su sabiduría. Mas el sol,
Dios no es vengador de aquello de lo que es el aunque de suyo ilumine todos los cuer-
autor. Pero Dios es vengador del cora- pos, si en alguno encuentra algún obs-
zón endurecido, según aquello de Eclo táculo, lo deja en tinieblas, como es cla-
3,27: El corazón endurecido lo pasará mal al ro por la casa cuyas ventanas están ce-
fin. Luego Dios no es causa del endure- rradas. Sin embargo, la causa de tal
cimiento. oscuridad de ningún modo es el sol,
3. Más aún: El mismo efecto no se pues no obra por decisión propia para
atribuye a causas contrarias. Mas la cau- introducir allí su luz, sino que la causa
sa de la obcecación se dice ser la malicia de ello es sólo aquel que cierra las ven-
del hombre, según Sab 2,21: pues les obce- tanas. Y Dios, por su propio designio,
có su malicia, y también del diablo, según no infunde la luz de su gracia en aque-
2 Cor 4,4: el dios de este siglo cegó las men- llos en quienes encuentra impedimentos.
tes de los infieles, causas que ciertamente Por consiguiente, la causa de la sustrac-
parecen ser contrarias a Dios. Luego ción de la gracia no es sólo el que pone
Dios no es causa de la obcecación y del obstáculos a la gracia, sino también
endurecimiento. Dios, que por su designio no da la gra-
En cambio está lo que se dice en Is cia. Y de este modo Dios es causa de la
6,10: Ciega el corazón de este pueblo y haz obcecación y del entorpecimiento de los
torpes sus oídos; y en Rom 9,18: Se compa- oídos y del endurecimiento del corazón.
dece del que quiere y, a quien quiere, endurece. Estas cosas a la verdad se distinguen
por los efectos de la gracia, que perfec-
Solución. Hay que decir: La obceca-
ciona el entendimiento con el don de sa-
ción y el endurecimiento implican dos
biduría y ablanda el afecto con el fuego
cosas. Una de ellas es el movimiento del
de la caridad. Y puesto que para el co-
ánimo humano, que se adhiere al mal y
nocimiento del entendimiento ayudan
se aparta de la luz divina. Y en cuanto a
sobre todo dos sentidos, a saber: el de la
esto Dios no es causa de la obcecación y
vista y el oído, uno de los cuales sirve
del endurecimiento, como no es causa
para la invención —la vista— y el otro
del pecado. Otra es la sustracción de la
para la enseñanza —el oído—, por ello,
gracia, de lo cual se sigue que la mente
en cuanto a la vista, se pone la obceca-
no sea iluminada para ver rectamente y
ción; en cuanto al oído, el entorpeci-
el corazón del hombre no se ablande
miento de los oídos; y en cuanto al afec-
para vivir rectamente. Y en este sentido
to, el endurecimiento.
Dios es causa de la obcecación y del en-
durecimiento. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Pues hay que tener en cuenta que primera hay que decir: Como la obcecación
Dios es la causa universal de la ilumina- y el endurecimiento, debidos a la sus-
ción de las almas, según aquello de Jn tracción de la gracia, son penas, por este
ra y del endurecimiento del pecado en cuanto que mueva al pecador a adherirse al mal, por
lo mismo que Dios no es causa del pecado en cuanto tal. Puede decirse, sin embargo, que Dios
es causa de la ceguera y del endurecimiento del pecador en cuanto que priva de la gracia a
quien pone el obstáculo para recibirla (q.79 a.3c). En la Suma contra los Gentiles lo explica así:
«Todos estos textos (bíblicos) hay que entenderlos en el sentido de que Dios no concede su
auxilio para evitar el pecado, que, sin embargo, concede a otros. Y este auxilio es no sólo la
infusión de la gracia, sino también la custodia exterior, por la cual la divina providencia quita
al hombre las ocasiones de pecar y frena los estímulos del pecado. Dios ayuda también al hom-
bre mediante la luz natural de la razón y otros bienes que da al hombre. En consecuencia,
cuando quita a algunos estos auxilios en mérito a sus acciones, cual lo exige su justicia, se dice
que le «endurece» o «ciega» (Cont. Gentes 3 q.162).
626 Tratado de los vicios y pecados C.79 a.4
12
lado el hombre no se hace peor con el libro De quaestion. evangel. Luego
ellos; sino que, hecho peor por la culpa, Dios convierte la obcecación de todos
incurre en éstos como en los otros cas- en su propia salvación.
tigos. En cambio está que no hay que ha-
2. A la segunda hay que decir: Dicha cer males para que vengan bienes, como
objeción se basa en el endurecimiento en se dice en Rom 3,8. Pero la obcecación
cuanto es culpa (no pena). es un mal. Luego Dios no ciega a algu-
3. A la tercera hay que decir: La mali- nos para bien de ellos.
cia es causa merecedora de la obceca-
ción, como la culpa lo es de la pena. Y Solución. Hay que decir: La obceca-
de este modo se dice también que el dia- ción es un preámbulo del pecado. Mas el
blo obceca, en cuanto que induce a la pecado se ordena a dos cosas: a una di-
culpa. rectamente, esto es, a la condenación;
mas a otra, por la misericordiosa provi-
dencia de Dios, a la curación, en cuanto
ARTICULO 4 Dios permite que algunos caigan en el
La obcecación y el endurecimiento, pecado, para que, reconociéndolo, se hu-
¿se ordenan a la salvación de quienes millen y se conviertan, como dice Agus-
se obcecan y endurecen? tín en el libro De natura et gratia13. Por
tanto, la obcecación, por su naturaleza,
In Mt. c.13; In Io. c.12 lect.7. se ordena a la condenación del que se
Objeciones por las que parece que la obceca, y por eso se pone como efecto
de la reprobación. Mas, por la misericor-
obcecación y el endurecimiento siempre
se ordenan a la salvación del que se ob- dia divina, la obcecación por algún tiem-
ceca y endurece: po se ordena medicinalmente a la salva-
ción de quienes se obcecan. Pero esta
1. Dice Agustín en el Enchirid. 11 que
Dios, siendo sumamente bueno, no permitiría misericordia no se otorga a todos los
obcecados, sino a los predestinados, para
que hubiese algún mal si no pudiera sacar al-
gún bien de cada mal. Mucho más, pues, quienes todo coopera al bien, como dice
ordenará al bien aquel mal del cual El Rom 8,28. Por consiguiente, respecto de
algunos la obcecación se ordena a la cu-
mismo es causa. Mas Dios es causa de la
ración (o salvación); mas cuanto a los
obcecación y del endurecimiento, como
otros, a la condenación, como dice
hemos dicho (a.3). Luego estas cosas se
ordenan a la salvación de quien se obce- Agustín en la tercera de sus Quaestion.
ca y endurece. evangel. 14
2. Además, Sab 1,13 dice que Dios Respuesta a las objeciones: 1. A la
no se complace en la perdición de los impíos. primera hay que decir: Todos los males
Mas parece que se complacería en su que Dios hace o permite que se hagan se
perdición si no convirtiera en bien de ordenan a algún bien; mas no siempre
ellos su obcecación; como el médico pa- para bien de aquel en quien está el mal,
recería complacerse en el sufrimiento del sino que a veces es para bien de otro o
enfermo si no ordenase a su salud la me- también de todo el universo. Así, la cul-
dicina amarga que le suministra. Luego pa de los tiranos la ordenó para bien de
Dios convierte la obcecación en bien de los mártires; y ordena la pena de los
los obcecados. condenados para gloria de su justicia.
3. Más aún: Dios no es aceptador de 2. A la segunda hay que decir: Dios no
personas, como se dice en Act 10,34. Sino se complace en la perdición de los hom-
que la obcecación de algunos la ordena a bres por sí misma, sino por razón de su
su propia salvación: como la de algunos justicia o por el bien que proviene de
judíos, que se obcecaron para no creer ella.
en Cristo y, no creyendo, lo mataron, y 3. A la tercera hay que decir: El hecho
luego, arrepentidos, se convirtieron, se- de que Dios ordene la obcecación de al-
gún se lee de algunos en Act 2,37, y es gunos para su salvación es (cuestión) de
claro por (la exposición de) Agustín en misericordia; mas que la obcecación de
11. C11: ML 40,236. 12. Quaest. septemdecim in Matth. c.14, super 13,15: ML 35,1372.
13. C.27: ML 44,262. 14. Quaest. septemdecim in Matth. c.14, super 13,15: ML 35,1372.
C.79 a.4 Causas externas del pecado 627
otros se ordene a su condenación, (lo) es 4. A la cuarta (del En cambio) hay
de justicia. Pero que Dios otorgue (su) que decir: No se puede hacer el mal de la
misericordia a algunos y no a todos, no culpa para que vengan bienes; pero se
implica acepción de personas por parte puede infligir el mal de la pena (o cas-
de Dios, como dijimos en la primera tigo) por el bien,
parte (q.23 a.5 ad 3).
CUESTIÓN 80
Pasamos ahora a tratar de la causa del pecado por parte del diablo
(cf. q.79 introd.)a. Y respecto de esto se plantean cuatro problemas:—
1. ¿Es directamente causa del pecado el diablo?—2. ¿Induce el diablo a pe-
car, persuadiendo interiormente?—3. ¿Puede inducir necesariamente a pe-
car?—4. ¿Provienen todos los pecados de la sugestión del diablo?b .
a Para la lectura de esta cuestión hay que tener presente la q.73 a.3, la q.79 y De malo q.3
a.3 y 4. Como lugares paralelos más lejanos y que adelantan en parte lo que se dice aquí, véase
1 q.111 y 114.
b La instigación al pecado por parte del demonio es una verdad que Santo Tomás no pone
en duda. La Escritura y la Tradición de la Iglesia dan fe constante de ello. Más bien lo que
al autor le interesa explicar es el tipo de influjo del demonio en la provocación al pecado y el
alcance del mismo. En este sentido hay una afirmación básica por subrayar: la intervención del
demonio en orden al pecado no es en ningún modo equiparable a la causalidad de Dios respec-
to al bien. El «príncipe de este mundo» no tiene ningún poder directo sobre la voluntad huma-
na para inducirle al pecado, ni le puede inducir de ningún otro modo necesariamente, ni siquie-
ra es preciso la intervención del demonio en cualquier acto pecaminoso. El hombre como ser
libre puede y hace ordinariamente el mal sin que sea tentado por el diablo. Por el contrario,
respecto al bien, Dios interviene directa y como causa primera en todo acto bueno, hasta el
punto de que la voluntad humana no puede querer y hacer el bien sin ser movida libremente
por Dios (q.80 a. 1.3 y 4; De malo q.3 a.3 y 5). El demonio es, por tanto, un instigador del pe-
cado en el mundo, pero nunca un rival de Dios que sea equiparable al obrar divino en el
hombre.
C.80 a.2 El diablo como causa del pecado 629
Solución. Hay que decir: El pecado es Por donde se sigue que el diablo no es
un acto. Por tanto, una cosa puede ser causa del pecado ni directa ni suficiente-
directamente causa del pecado del mis- mente; sino sólo en cuanto que persuade
mo modo que es directamente causa de o propone lo apeteciblec.
un acto. Lo cual a la verdad no acontece Respuesta a las objeciones: 1. A la
sino porque mueve a obrar al principio primera hay que decir: Todas esas autori-
propio de dicho acto. Mas el principio dades y otras parecidas que pudieran en-
propio del acto del pecado es la volun- contrarse, hay que referirlas al hecho de
tad, porque todo pecado es voluntario. que el diablo induce al afecto pecamino-
De ahí que nada pueda ser directamente so por sugestión o proponiendo alguna
causa del pecado a no ser que pueda cosa apetecible.
mover a la voluntad a obrar. Pero la vo- 2. A la segunda hay que decir: Dicha
luntad, como hemos dicho anteriormen- comparación hay que entenderla en el
te (q.9 a.1.4 y 6; 1 q.105 a.4), puede ser sentido de que el diablo de algún modo
movida por dos cosas: 1) por el objeto: es causa de nuestros pecados, como
así se dice que lo apetecible aprehendido Dios es de algún modo causa de nues-
mueve el apetito; y 2) por aquel que in- tras buenas obras. Sin embargo, no se
clina interiormente la voluntad a querer. entiende en cuanto al modo de causar:
Mas esto (último) no es sino la voluntad pues Dios causa las buenas obras mo-
misma o Dios, como hemos demostrado viendo interiormente la voluntad, cosa
anteriormente (q.79 a.1). Resta, pues, que no puede decirse del diablo.
que por este lado sola la voluntad del 3. A la tercera hay que decir: Dios es
hombre es directamente causa de su pe- el principio universal de todos los movi-
cado. mientos del hombre; mas que la volun-
Por parte del objeto se puede enten- tad humana se determine a un designio
der triplemente que una cosa mueva a la malo, esto, a la verdad, es cuestión de la
voluntad. 1) El objeto mismo propues- voluntad; y del diablo (sólo) como per-
to; así decimos que el alimento excita el suasor o presentador de lo apetecible.
deseo de comer; 2) el que propone u
ofrece dicho objeto; 3) el que persuade
que el objeto propuesto tiene su razón ARTICULO 2
de bueno; pues también éste de alguna
manera propone a la voluntad su objeto, ¿Puede el diablo inducir a pecar
instigando interiormente?
que es el bien de la razón, verdadero o
aparente. Así, pues, del modo primero De malo q.3 a.4; q.16 a.2 ad 13.
mueven a pecar a la voluntad las cosas
sensibles, que aparecen al exterior; mas Objeciones por las que parece que el
del segundo y tercer modo pueden inci- diablo no puede inducir a pecar ins-
tar a pecar el diablo o el hombre, ya tigando interiormente:
ofreciendo algo apetecible a los sentidos, 1. Los movimientos interiores del
ya persuadiendo a la razón. Sin embar- alma son funciones vitales. Mas ninguna
go, por ninguno de estos tres modos función vital puede provenir sino de un
puede ser algo causa directa del pecado: principio intrínseco: ni aun las del alma
porque la voluntad no es movida nece- vegetal, que es lo ínfimo en las funcio-
sariamente por ningún objeto, si no es nes vitales. Luego el diablo no- puede
por el último fin, como hemos dicho an- instigar al hombre al mal por movimien-
teriormente (q.10 a.2; 1 q.105 a.4). De tos interiores.
ahí que no sean causa suficiente del pe- 2. Además, todos los movimientos
cado ni la cosa externamente ofrecida, ni interiores nacen de los sentidos externos
el que la presenta ni el que la persuade. según el orden de la naturaleza. Mis
c Parece muy acertada la explicación de R. Bernard sobre cómo entiende Santo Tomás la
influencia del diablo en la acción pecaminosa: «Au fond, ces mauvais esprits agissent sur nous
como peuvent le faire, toutes proportions gardées, ceux de nos semblables, qui les imitent dans
leur pernicieuse influence. Le diable, voire même l'homme, diabolus vel etiam homo ...ont
semblable pouvoir et même fagon de tenter. L'action des mauvais anges se rapproche done
plus, quant à la forcé efficace, de celle des mauvais hommes que celle du Bon Dieu» (Somme
théologique t.2: Le péché: Revue de Jeunes [París 1931] p.282).
630 Tratado de los vicios y pecados C.80 a.2
obrar fuera del orden de la naturaleza el apetito sensitivo se excite hacia alguna
sólo pertenece a Dios, como dijimos en pasión.
la primera parte (q.110 a.4). Luego el En la primera parte dijimos (q.110
diablo no puede producir nada en los a. 3) que la naturaleza corporal obedece a
movimientos interiores del hombre sino la espiritual en cuanto al movimiento lo-
en cuanto a aquellas cosas que aparecen cal. Por consiguiente, el diablo es capaz
a los sentidos externos. de hacer todas aquellas cosas que pue-
3. Más aún: Actos internos del alma den provenir del movimiento local de
son entender e imaginar. Mas el diablo los cuerpos inferiores, a no ser que el
no puede hacer nada en cuanto a ningu- poder divino le reprima. Mas que se re-
no de ambos. Puesto que, como se ex- presenten a la imaginación ciertas for-
puso en la primera parte (q.111 a.2 mas se sigue a veces del movimiento lo-
ad 2), el diablo no imprime especies en cal. Pues dice el Filósofo, en el libro De
el entendimiento humano. Y parece que somno et vigilia8, que, cuando duerme el ani-
tampoco puede imprimirlas en la fanta- mal, con el descenso abundante de sangre al
sía, porque las formas imaginarias, como principio sensitivo, simultáneamente descienden
más espirituales, son más excelentes que (o afluyen) los movimientos o impresiones
las de la materia sensible, que, sin em- dejadas por las mutaciones sensibles, que
bargo, el diablo no puede imprimir, se conservan en las especies sensibles, j
como consta por lo expuesto en la pri- mueven el principio aprehensivo, de tal modo
mera parte (q.110 a.2). Luego el diablo que aparecen como si entonces (mismo)
no puede inducir al hombre a pecar por el principio sensitivo se sintiera afectado
sus movimientos interiores. por las mismas cosas exteriores. Por
consiguiente, los demonios pueden pro-
En cambio está que, según esto, (el vocar tal movimiento local de los espíri-
diablo) nunca tentaría al hombre sino tus y de los humores, ya duerman o ve-
apareciéndose visiblemente. Lo cual, evi- len los hombres; y así se sigue que el
dentemente, es falso. hombre imagina ciertas cosas.
Análogamente es provocado también
Solución. Hay que decir: La parte inte- el apetito sensitivo a algunas pasiones
rior del alma es intelectiva y sensitiva. por determinados movimientos del cora-
La intelectiva contiene el entendimiento zón y de los espíritus. Por tanto, tam-
y la voluntad. En cuanto a la voluntad bién a esto puede cooperar el diablo. Y
ya dijimos (a.1) cómo se haya el diablo dado que algunas pasiones son provoca-
respecto de ella. Mas el entendimiento, das en el apetito sensitivo, se sigue que
de suyo, es movido por algo que le ilu- uno perciba más el movimiento o la ten-
mina para conocer la verdad, cosa que el dencia sensible, reducida al principio
diablo no puede pretender respecto del aprehensivo del modo susodicho: por-
hombre, sino más bien entenebrecer su que, como dice el Filósofo en el mismo
razón para que consienta en el pecado. libro9, los amantes se sienten movidos a pen-
Este oscurecimiento proviene de la fan- sar en la realidad amada por ligeras semejan-
tasía y del apetito sensitivo. Por consi- zas. Sucede también por el hecho de que
guiente, la acción interior del diablo pa- la pasión es provocada para que se juz-
rece ser en torno a la fantasía y al apeti- gue digno de llevarse a la práctica lo
to sensitivo; conmoviendo a cualquiera que se propone a la imaginación, porque
de las dos puede inducir al pecado, pues a aquel que se entretiene con la pasión le
puede actuar de modo que se le repre- parece bueno aquello a lo que ella le in-
senten a la imaginación algunas formas clina. Y de este modo el diablo induce
imaginarias; y puede hacer también que interiormente a pecard.
d La acción tentadora del diablo se presenta a veces, según Santo Tomás, de forma visible,
y habitualmente de forma invisible. Pero ni en el primer caso es puramente externa ni en el
segundo meramente interna. En situaciones excepcionales de aparición visible del diablo, su ac-
ción sobre el hombre es persuadirle al pecado. A su vez, cuando el diablo actúa de forma invi-
sible, tampoco su acción es meramente interna, ya que no tiene acceso directo a la voluntad
humana (a.1c) ni a la inteligencia (a.2c; De malo q.3 a.4c), sino sólo provocando imágenes in-
C.80 a.3 El diablo como causa del pecado 631
Respuesta a las objeciones: 1. A la ta a los colores, se adhiere a los sonidos, se
primera hay que decir: Aunque las funcio- mezcla en los sabores. Luego puede incli-
nes vitales provengan siempre de algún nar necesariamente a la razón humana a
principio intrínseco, sin embargo, puede pecar.
cooperar a ellas algún agente externo; 3. Más aún: Según Agustín12, algún
como también el calor externo coopera a pecado es el que la carne codicie contra el espí-
las funciones del alma vegetal para la ritu. Mas el diablo puede provocar la
más fácil digestión del alimento. concupiscencia de la carne, como tam-
2. A la segunda hay que decir: Tal apa- bién las demás pasiones del modo suso-
rición de formas imaginables no está to- dicho (a.2). Luego puede inducir necesa-
talmente al margen de la naturaleza. Ni riamente a pecar.
ocurre sólo por un mandato, sino por el En cambio está lo que se dice en el
movimiento local, como hemos dicho capítulo último de 1 Pe (5,8-9): Vuestro
(en sol.). adversario el diablo, como león rugiente, ronda
3. Y, por ende, es clara la respuesta a la buscando a quien devorar: resistidle fuertes en
tercera: porque dichas formas se reciben la fe. Mas sería inútil que nos diera tal
inicialmente por los sentidos. amonestación si el hombre sucumbiera
necesariamente ante él. Luego no puede
ARTICULO 3 inducir al hombre a pecar necesaria-
mente.
¿Puede el diablo poner en la
necesidad de pecar? Solución. Hay que decir: El diablo,
por su propio poder, si Dios no le repri-
De malo q.3 a.3 ad 9. miese, podría inducir necesariamente a
Objeciones por las que parece que el uno a hacer algún acto que por su géne-
diablo puede poner en la necesidad de ro es pecado; pero no le puede poner en
pecar: la necesidad de pecar. Lo cual es claro
1. Un poder mayor puede coaccio- por el hecho de que el hombre no resis-
nar a otro menor. Mas del diablo se dice te al incentivo del pecado sino por la ra-
en Job 41,24: No hay poder en la tierra que zón, cuyo uso puede totalmente impedir
pueda compararse con él. Luego puede (el diablo) moviendo la imaginación y el
coaccionar al hombre terreno a pecar. apetito sensitivo, como es claro en los
2. Además, la razón no puede ser posesos. Mas entonces, encadenada así la
movida sino en relación con aquellas co- razón, cuanto el hombre haga no se le
sas que se (le) proponen exteriormente y imputa como pecado. Pero si la razón
se representan a la imaginación; porque no está totalmente encadenada, puede
todos nuestros pensamientos empiezan resistir al pecado por aquella parte que
por los sentidos y no se da el entender sin es libre, como hemos dicho anterior-
representación de la fantasía, según se dice mente (q.77 a.7). Por consiguiente, es
en el libro De anima10. Ahora bien, el evidente que el diablo no puede inducir
diablo puede mover la imaginación del al hombre necesariamente a pecare.
hombre y también los sentidos externos, Respuesta a las objeciones: 1. A la
según hemos dicho (a.2); pues dice primera hay que decir: No cualquier poder
Agustín, en el libro Octoginta trium superior al nombre puede mover su vo-
quaest.11, que se desliga este mal, esto es, el luntad, sino sólo Dios, como hemos ex-
que proviene del diablo, por todos los ac- puesto anteriormente (q.9 a.6).
cesos de los sentidos: se da en figuras, se adap- 2. A la segunda hay que decir: Lo apre-
10. ARISTÓTELES, 1.3 c.7 n.3 (BK 431a16): S. TH., lect.12 n.772. 11. Q.12: ML 40,14.
12. De civit. Dei 1.19 c.4: ML 41,629.
ductoras y suscitando las pasiones que pueden perturbar la decisión de la voluntad y el conoci-
miento de la inteligencia (a.2; De malo q.3 a.4).
e En este artículo, el autor reconoce que la acción del diablo sobre el hombre puede llegar
en casos extremos —en la posesión diabólica— a impedirle totalmente el uso de la razón y,
en consecuencia, conducirle a que realice actos objetivamente pecaminosos. Pero precisamente
porque falta en estas ocasiones el uso de la razón, añade Santo Tomás, no hay formalmente pe-
cado (a.3c).
632 Tratado de los vicios y pecados C.80 a.4
hendido por los sentidos o la imagina- En cambio está lo que se dice en el
ción no mueve necesariamente a la vo- libro De ecclesiasticis dogmatibusI5: No es el
luntad si el hombre conserva el uso de diablo quien excita en nosotros todos nuestros
su razón. Ni siempre tal aprehensión en- malos pensamientos, sino que a veces brotan
cadena la razón. del movimiento de nuestro libre albedrío.
3. A la tercera hay que decir: La codi- Solución. Hay que decir: El diablo, en
cia de la carne contra el espíritu, si la ra- efecto, ocasional e indirectamente, es
zón la resiste, no es pecado, sino materia causa de todos nuestros pecados, en
para ejercitar la virtud. Y no está en la cuanto que indujo a pecar al primer
potestad del diablo el que la razón no la hombre, por cuyo pecado, de tal manera
resista. Por eso no puede poner en la ne- fue viciada la naturaleza humana, que
cesidad de pecar. todos estamos inclinados al pecado; así
como se diría ser causa de la combustión
ARTICULO 4 de los maderos el que los hubiese corta-
¿Son por sugestión del diablo todos do, de lo que se seguiría que se quema-
los pecados de los hombres? rían más fácilmente. Mas (el diablo) no
es causa de todos los pecados de modo
1 q.114 a.3; De malo q.3 a.5. que los sugiera todos. Orígenes16 lo de-
muestra por el hecho de que, aunque el
Objeciones por las que parece que diablo no existiese, los hombres tendrían
todos los pecados de los hombres pro- el apetito del alimento, de lo sexual y
vienen de la sugestión del diablo:
cosas semejantes, el cual podría ser de-
1. Dice Dionisio, en el capítulo 4 De sordenado si la razón no lo ordenase, lo
div. nom.13, que la multitud de los demonios cual depende del libre albedrío.
es causa de todos los males para sí mismos y
para los demás. Respuesta a las objeciones: 1. A la
2. Además, quienquiera que peca primera hay que decir: La multitud de los
mortalmente, se hace esclavo del diablo, demonios es causa de todos nuestros
según aquello de Jn 8,34: El que comete males en cuanto a su origen primero, se-
pecado, es siervo del pecado. Mas, como dice gún hemos dicho (en sol.).
la 2 Pe 2,19: Uno queda esclavo de aquel que 2. A la segunda hay que decir: No sólo
le vence. Luego quienquiera que peca es se hace esclavo de uno quien es vencido
vencido por el diablo. por él, sino también el que voluntaria-
3. Más aún: Dice Gregorio14 que el mente se somete a él. Y de este modo se
pecado del diablo es irreparable, porque hace esclavo del diablo quien peca por
cayó sin sugestión de nadie. Si, pues, al- propia iniciativa.
gunos hombres pecasen por su libre al- 3. A la tercera hay que decir: El peca-
bedrío, sin sugestión de nadie, su peca- do del diablo fue irremediable porque
do sería irremediable; lo cual, evidente- pecó sin sugestión de nadie, y no tenía
mente, es falso. Luego todos los pecados inclinación alguna al pecado causada por
humanos son debidos a la sugestión del una sugestión precedente. Lo cual no se
diablo. puede decir de ningún pecado humano.
13. § 18: MG 3,716; S. TH., lect.13 n.464-465. 14. Moral. l.4 c.3: ML 75,642. 15. GEN-
NADIO, c.82: ML 58,999. 16. Peri archon. l.3 c.3: MG 11,305.
CUESTIÓN 81
El hombre como causa del pecado
Ahora vamos a tratar de la causa del pecado por parte del hombre
(cf. q.79 introd.)a. Mas puesto que el hombre, al igual que el diablo, es cau-
sa del pecado para otro hombre por sugestión externa, pero además tiene un
cierto modo especial de causar el pecado en otro, por el origen; de ahí que
debamos hablar del pecado originalb . Acerca del cual se nos ocurren tres
cosas a considerar: 1) su transmisión (q.81); 2) su naturaleza (q.82); y 3) su
sujeto (q.83)c.
Respecto de lo primero se plantean cinco problemas:
1. El primer pecado del hombre, ¿se transmite a los descendientes por
la generación?—2. ¿Se transmiten a los descendientes por la generación to-
dos los pecados del primer padre, o también los de los otros antecesores?—
3. ¿El pecado original se transmite por medio del semen a todos los engen-
drados de Adán?—4. ¿Se transmitiría a aquellos que fuesen formados de al-
guna parte del cuerpo humano?—5. ¿Se transmitiría el pecado original ha-
biendo pecado la mujer, pero no el varón?
a Aquí comienza el estudio del tercer tipo de causa externa, siguiendo el programa que se
trazó el autor en la q.79: el hombre como causa del pecado de otro hombre.
b Santo Tomás se ocupa del pecado original en diferentes secciones de la Suma teológica. En
la primera parte lo estudia al tratar de la creación del ser humano (1 q.90-102), de la causalidad
de la acción del diablo en todos los hombres por su intervención en la primera tentación
(1 q.1 14 a.3) y al tratar de la causalidad humana en la transmisión del pecado original (1 q.118-
119).
En la 2-2 considera el pecado original en su especie moral, o sea, como pecado de orgullo
(2-2 q.163-165). En la tercera parte, Santo Tomás presenta a Cristo como redentor del pecado
de la naturaleza humana (3 q.1 a.4) y a los sacramentos como medios necesarios para la salva-
ción a consecuencia del pecado original (3 q.61 a.2-4).
Sin embargo, el tratado sobre el pecado original de la 1-2 tiene sus lugares paralelos más
inmediatos en el In Sent. 2 d.30-33, Cont. Gentes 4, 50-52, Compend. theol. 185-189; De malo q.4-5
y In Rom. 5 lect.3.
c Del pecado original estudia tres problemas: 1) el hecho mismo de su transmisión (q.81),
o más exactamente, cómo un solo hombre, Adán, ha podido ser causa del pecado para toda
su descendencia; 2) naturaleza y carácter especial del pecado original (q.82), es decir, en qué
consiste este pecado universal de la especie humana en cada uno de sus miembros, y 3) cuáles
son las facultades del hombre más afectadas por el pecado original (q.83).
634 Tratado de los vicios y pecados C.81 a.1
3. Más aún: Todo aquello que se cimiento. Luego nada que sea por gene-
transmite por la generación humana es ración es reprensible ni pecado.
causado por el semen. Mas el semen no En cambio está lo que dice el Após-
puede ser causa del pecado, pues carece tol en Rom 5,12: El pecado entró en este
de la parte racional del alma, la cual so- mundo por un hombre, cosa que no se pue-
lamente puede ser causa del pecado. de entender como denotando imitación,
Luego ningún pecado puede heredarse por lo que dice Sab 2,24: Por la envidia
por la generación. del diablo entró la muerte en el orbe terrá-
4. Todavía más: Lo que es más per- queo. Luego queda, pues, que el pecado
fecto en su naturaleza, es más eficaz para entró en el mundo por generación del
obrar. Ahora bien, la carne humana per- primer hombre.
fectamente formada no puede infeccio- Solución. Hay que decir: Según la fe
nar al alma unida a ella; en otro caso, el católica2, se debe sostener que el primer
alma no podría purificarse de la culpa pecado del primer hombre se transmite a
original mientras está unida al cuerpo. sus descendientes por generaciónd. Por
Mucho menos, pues, puede el semen in- lo cual, aun los niños, luego de nacer,
feccionar al alma. son llevados al bautismo como para ser
5. Y también, en el libro III de los lavados de alguna infección de culpa. Lo
Éticos, dice el Filósofo1 que ninguno re- contrario es herejía pelagiana, como es
prende a los que son deformes por naturaleza, claro por Agustín en muchos de sus li-
sino a los que lo son por pereza y negligencia. bros.
Mas son deformes por naturaleza aque- Mas para explicar de qué modo pueda
llos que tienen alguna deformidad de na- transmitirse a los descendientes por ge-
1. ARISTÓTELES, c.5 n.15 (BK 1114a23): S. TH., lect.12 n.514. 2. Cf. Conc. Milevita-
num II (a. 416) y Conc. Carth. XVI (a. 418) c.2 (MA 4,327; cf. MA 3,818: DZ 102); Conc.
Araus. II (a. 529), c.2 (MA 8,712: DZ 175); Retract. 1.1 c.9: ML 32,598; De pecc. remiss. et bapt.
parv. 1.2 c.9: ML 44,158; Contra Iulian. 1.3 c.1: ML 44,703: De dono persev. c.2.11: ML
44,996.1008.
d Santo Tomás no intenta demostrar el hecho de la transmisión del pecado original. Esto
pertenece a la fe católica. La recopilación más completa de textos bíblicos al respecto la tene-
mos en Cont. Gentes 4, 50. La intención del autor es más bien hacer comprensible a la inteligen-
cia, en la medida de lo posible, cómo se produce la transmisión del pecado de Adán a todos
sus descendientes. En efecto, se trata de aclarar cómo lo que se transmite de uno a otro hom-
bre puede ser pecado en aquel que lo recibe.
El autor busca su explicación en la incorporación a Adán de todos los hombres que nacen
de él.
1.° El pecado original no es un pecado personal por parte de quien lo recibe. No lo co-
mete la persona que lo recibe. Es más bien un estado de pecado, un pecado de la naturaleza
humana, que se transmite a la posteridad de Adán por la misma vía que se transmite la natura-
leza humana.
2.° Al no ser un acto personal, sólo puede ser pecado (culpa) si es de algún modo volun-
tario. Precisamente por este motivo no puede explicarse suficientemente la transmisión del pe-
cado original como si se heredase de Adán del mismo modo que los hijos heredan los defectos
físicos de los padres.
El pecado original es voluntario en quien lo recibe en la medida en que la voluntad de cada
hombre se encuentra comprometida en la de Adán. Todos aquellos que nacen de Adán, en cuan-
to participan de su naturaleza, forman con él un solo cuerpo, son «unus homo». En la fuente del
pecado original sólo está el querer personal de Adán como cabeza de la humanidad. Sin embar-
go, nuestra voluntad está afectada por él en cuanto sujeto que participa en Adán de la misma
naturaleza. El pecado original se contrae no por haberlo cometido cada hombre en cada caso,
sino recibiendo la naturaleza que en él fue corrompida por el pecado (Cont. Gentes 4, 52).
Esta naturaleza pecadora que recibimos de Adán por generación biológica, por el mismo
hecho de constituirnos privados de la gracia, nos constituye también en pecadores, ya que esa
privación de gracia es efecto de un rechazo voluntario en los orígenes (De malo q.4 a.6 ad 12).
La unidad de la naturaleza recibida de Adán en cada uno de sus descendientes es el funda-
mento que explica la posibilidad de contraer un verdadero pecado, pero que no es pecado per-
sonal. Recibiendo la naturaleza humana cada hombre, se hace solidario del acto voluntario de
Adán por el que éste perdió la justicia original.
C.81 a.1 El hombre como causa del pecado 635
6
neración el pecado del primer padre, di- otro camino , diciendo que todos los
versos (investigadores o teólogos) bus- hombres que nacen de Adán pueden
caron caminos diversos. Algunos3, con- considerarse como un único hombre, en
siderando que el sujeto del pecado es el cuanto convienen en la naturaleza que
alma racional, sostuvieron que el alma se reciben del primer hombre, al modo que
transmite con el semen; de modo que así en el derecho civil todos los que son de
de un alma inficionada procederían al- una comunidad se consideran como un
mas inficionadas. Mas otros 4 , rechazan- cuerpo, y la comunidad entera como un
do esto como erróneo, se esforzaron en hombre. Dice también Porfirio7 que,
demostrar cómo se transmite la culpa muchos hombres, por participación de la mis-
del alma del padre a su prole, aun cuan- ma especie, son un solo hombre. Así pues, la
do no se transmita el alma, por el hecho multitud de hombres procedentes de
de la transmisión de los defectos corpo- Adán son como muchos miembros de
rales del padre a su prole; así, un lepro- un solo cuerpo. Mas el acto de un
so engendra a un leproso, y un gotoso a miembro corporal, v. gr., la mano, no es
otro gotoso, por alguna corrupción del voluntario por la voluntad de la mano
semen, aunque tal corrupción no sea le- misma, sino por la voluntad del alma,
pra o gota. Siendo el cuerpo proporcio- que es la primera en mover los miem-
nado al alma y redundando en el cuerpo bros. Por donde el homicidio que come-
los defectos del alma, y vicecersa, de te la mano, no se le imputaría a la mano
igual modo dicen que los defectos culpa- como pecado si se considerara la mano
bles del alma pasan a la prole por trans- en sí misma, en cuanto separada del
misión del semen, aunque el semen ac- cuerpo; sino que se le imputa en cuanto
tualmente no sea sujeto de la culpa. es parte del hombre, movida por el pri-
Pero todas estas explicaciones son in- mer principio motor del hombre. Así,
suficientes. Porque concedido que algu- pues, el desorden que hay en este hom-
nos defectos corporales pasen del padre bre nacido de Adán no es voluntario
a la prole por generación, y, consiguien- con la voluntad del mismo, sino con la
temente, también algunos defectos del del primer padre, que con la moción de
alma, por la disposición inconveniente la generación mueve a todos los que
del cuerpo —como cuando a veces los proceden de él por su origen, como la
dementes nacen de dementes—; sin em- voluntad del alma mueve al acto a todos
bargo, esto mismo de tener por genera- los miembros. De ahí que el pecado así
ción un defecto parece excluir la razón derivado del primer padre a todos sus
de culpa, que consiste en ser voluntaria. descendientes se llame original, como el
Por consiguiente, aun en el supuesto de pecado que se deriva del alma a los
que el alma racional se transmitiera, por miembros del cuerpo se llama actual. Y
el hecho mismo de que la mancha del así como el pecado actual, cometido por
alma de la prole no está en su voluntad, algún miembro, no es pecado de aquel
perdería la razón de culpa que exige cas- miembro a no ser en cuanto dicho
tigo; porque, como dice el Filósofo en el miembro es algo del mismo hombre,
libro III de los Éticos5: Ninguno reprocha- por lo que se llama pecado humano; así el
rá al ciego de nacimiento (el ser ciego), sino pecado original no es un pecado de esta
que más bien le compadecerá. persona, a no ser en cuanto esta persona
Y por consiguiente, habrá que buscar recibe la naturaleza del primer padre.
3. No nombrados por PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.31 c.2 (QR 1,505); cf. AGUSTÍN, Contra
Iulian. 1.5 c.4: ML 44,794. Se trata de una opinión antigua, fundada en la hipótesis «traducianis-
ta»: cf. J. B. KORS, La justice primitive et le péché original d'après Saint Thomas (Kain 1922) p.21
et passim; DTC, art. Péché originel (XII 450). 4. El mismo PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.31
c.3-6 (QR 1,506-509), acerca de cuyas fuentes cf. J. B. KORS, o.c., p.55 y el DTC, l.c. Y con
PEDRO LOMBARDO, en cuanto a lo sustancial, los ESCOLÁSTICOS en general: cf. J. B. KORS,
o.c., p.76-78 y el DTC, l.c. (XII 461). 5. ARISTÓTELES, c.5 n.15 (BK 1114 a 23-28): S. TH.,
lect.12 n.514. 6. Cuyo comienzo lo tenemos en S. AGUSTÍN, De nupt. et concupisc. 1.2 c.5:
ML 44,444 y passim en sus obras (cf. DTC, art. Péché originel XII 395) y en S. ANSELMO, De
conceptu virginali c.23: ML 158,454; cf. J. B. KORS, o.c., p.33,147 y DTC, l.c., XII 475-
478. 7. Isagoge, interpretado por BOECIO, c. De specie, § «Descendentibus igitur ad specialis-
sima» (CG 4,1,32.6; ML 64,111).
636 Tratado de los vicios y pecados C.81 a.2
Por donde también se llama pecado de la ARTICULO 2
naturaleza, según aquello de Ef 2,3: Era-
mos por naturaleza hijos de ira. ¿Se transmiten también a los
descendientes los otros pecados del
Respuesta a las objeciones: 1. A la primer padre o los de los
primera hay que decir: Se dice que el hijo antepasados próximos?
no llevará el pecado del padre, porque In Sent. 2 d.33 q.1 a.1; Cont. Gentes 4,52; Compend.
no se le castiga por dicho pecado a no theol. c.197; De malo q.4 a.8; In Rom. c:5 lect.3.
ser que sea partícipe de la culpa. Y así
ocurre en nuestro caso: pues el hijo he- Objeciones por las que parece que
reda la culpa del padre por generación; también se transmiten a los descendien-
como (puede heredar) el pecado actual tes los otros pecados del primer padre y
por imitación. los de los antepasados próximos:
1. Nunca se merece el castigo sino
2. A la segunda hay que decir: Aunque por alguna culpa. Mas algunos, según
el alma no sea transmitida (por genera- juicio divino, son castigados por el peca-
ción), ya que la virtualidad del semen no do de sus próximos antepasados, según
puede producir un alma racional, sin aquello de Ex 20,5: Yo soy un Dios celoso,
embargo, (el semen) coopera dispositiva- que castigo la iniquidad de los padres hasta la
mente a la misma. De ahí que, por la tercera y cuarta generación. Aun en el dere-
virtualidad del semen, se transmita la na- cho humano, los hijos son desheredados
turaleza humana del padre al hijo y, si- por el pecado de sus padres a causa del
multáneamente con la naturaleza, la in- crimen de lesa majestad. Luego la culpa
fección de la misma; puesto que el que
de los antepasados próximos también
nace se hace partícipe de la culpa del pasa a sus descendientes.
primer padre por recibir de él su natura- 2. Además, es más transferible a
leza por una cierta moción, que es la ge- otro lo que uno tiene por sí mismo que
neración.
no lo que recibe de otro; el fuego, por
3. A la tercera hay que decir: Aunque ejemplo, puede calentar más que el agua
la culpa no esté actualmente en el se- calentada. Ahora bien, el hombre trans-
men, está en él virtualmente la naturale- mite a la prole por generación el pecado
za humana, a la cual acompaña tal culpa. recibido de Adán. Luego mucho más el
4. A la cuarta hay que decir: El semen pecado que él mismo cometió.
es el principio de la generación, que es 3. Más aún: La razón de que con-
un acto propio de la naturaleza ordena- traigamos el pecado original de nuestro
do a su propagación. Y por ello se in- primer padre es porque estábamos en él
fecciona más el alma por el semen que como en el principio de (nuestra) natu-
por el cuerpo ya perfectamente formado, raleza, que él corrompió. Pero igualmen-
que ya está determinado para una per- te estábamos en los antepasados próxi-
sona. mos como en ciertos principios de
5. A la quinta hay que decir: Aquello (nuestra) naturaleza, la cual, aunque esté
que es de nacimiento no es reprochable corrompida, puede corromperse aún más
si se considera en sí mismo al que nace. por el pecado según aquello del capítulo
Mas si se considera en cuanto se refiere último del Ap (22,11): El que está man-
a algún principio, puede serle reprocha- chado siga manchándose. Luego los hijos
ble; lo mismo que, por culpa de alguno contraen por la generación el pecado de
de sus antepasados, puede uno sufrir la sus antepasados próximos como el del
ignominia de su estirpe. primer padre.
C.81 a.3 El hombre como causa del pecado 637
En cambio está (el hecho de) que el rrompen la naturaleza en cuanto a lo
bien es más difusivo de sí mismo que el que es de la misma, sino en cuanto a lo
mal. Mas los méritos de los antepasados relativo a la persona, esto es, con respec-
próximos no se transmiten a sus descen- to a la proclividad al acto (del pecado).
dientes. Luego mucho menos sus peca- Por consiguiente, los otros pecados no
dos. se transmiten.
Solución. Hay que decir: Agustín sus- Respuesta a las objeciones: 1. A la
cita esta cuestión en su Enchiridion8 y la primera hay que decir: Según dice Agustín
deja sin resolver. Mas, si uno lo conside- en la epístola A Avito9, nunca se castiga
ra atentamente, (verá) que es imposible a los hijos por sus padres con un castigo
que se transmitan por generación algu- espiritual, a no ser que comulguen en su
nos pecados de los antepasados próxi- culpa o por generación o por imitación;
mos o también del primer padre, excep- porque todas las almas son inmediata-
tuado el pecado primero. La razón de mente de Dios, según se dice en Ez
ello es que el hombre engendra a otro 18,4. Mas a veces se castiga con pena
idéntico a sí en la especie, mas no en corporal a los hijos por los padres tanto
cuanto a lo individual. Y por eso aque- en el derecho divino como en el huma-
llas cosas que pertenecen directamente al no, en cuanto que el hijo es algo del pa-
individuo, como los actos personales y dre según el cuerpo.
lo relativo a ellos, no los transmiten los 2. A la segunda hay que decir: Aquello
padres a sus hijos; un gramático, por que tiene uno por sí mismo se puede
ejemplo, no transmite a su hijo el cono- transmitir más fácilmente, con tal de que
cimiento de la gramática que adquirió sea transmisible. Mas los pecados actua-
por su propio estudio. Mas se transmi- les de los antepasados próximos no son
ten de padres a hijos las cosas que perte- transmisibles, ya que son puramente per-
necen a la esencia de la especie, a no ser sonales, como hemos dicho (en sol.).
que haya un fallo de la naturaleza; así, el 3. A la tercera hay que decir: El pri-
que tiene ojos engendra a un hijo dota- mer pecado corrompió la naturaleza hu-
do de ojos, a no ser que falle la naturale- mana con una corrupción correspon-
za. Y si la naturaleza es fuerte, también diente a la naturaleza; mas los otros pe-
se propagan a los hijos algunos acciden- cados la corrompen con una corrupción
tes individuales, relativos a la disposi- correspondiente sólo a la persona.
ción de la naturaleza, como la agilidad
del cuerpo, la agudeza del ingenio y
otras cosas semejantes; mas de ningún ARTICULO 3
modo aquellas cosas que son puramente El pecado del primer padre, ¿se
personales, como hemos dicho. transmite por generación a todos los
Pues bien, como a la persona pertene- hombres?
ce algo por sí misma y algo por el don
de la gracia, así también a la naturaleza 3 q.2 7 a.2; q.31 a.8; In Sent. 2 d.30 q.1 a.2; d.31 q.1
a.2; 3 d.3 q.4 a.3 q.a1; 4 d.43 a.4 q.a1 ad 3; Cont.
puede pertenecer algo por sí misma Gentes 4,50.51.52 y 83; De malo q.4 a.6; Quodl. 6 q.5
—esto es: lo causado por sus propios a.1l; In Rom. c.5 lect.3; In Ps. 50.
principios— y algo por el don de la
gracia. Y de este modo la justicia origi- Objeciones por las que parece que el
nal —según dijimos en la primera parte pecado del primer hombre no se trans-
(q.100 a.1)—, era un don de la gracia mite a todos los hombres por genera-
conferido a toda la naturaleza humana ción:
en el primer padre. Don que el primer 1. La muerte es el castigo consi-
hombre perdió por el primer pecado. De guiente al pecado original. Mas no todos
ahí que, como aquella justicia original los que proceden de Adán seminalmente
hubiese sido transmitida a los descen- m o r i r á n ; pues aquellos que estén vivos a
dientes juntamente con la naturaleza, así la venida del Señor no morirán jamás,
también se transmitió el desorden opues- como parece por 1 Tes 4,15: Nosotros,
to. Mas los demás pecados actuales, ya los que vivimos, no nos adelantaremos en la
del primer padre, ya de los otros, no co- venida del Señor a aquellos que murieron.
10. Ep.119: ML 22,971. 11. Glossa ordin. 1,44 F; cf. S. AGUSTÍN, De Genes, ad litt. 1.9
c.4: ML 34,396.
del destierro. Luego contraería el pecado primera hay que decir: Adán no estuvo en
original. el lugar del destierro sino después del
2. Además, el pecado original es pecado. Por consiguiente, la culpa origi-
causado en nosotros en cuanto que el nal se transmite a aquellos a quienes lle-
alma es infeccionada por la carne. Ahora ga su generación activa, no por el lugar
bien, la carne toda del hombre está in- del destierro, sino por el pecado.
feccionada. Luego de cualquier parte de 2. A la segunda hay que decir: La carne
la carne que fuese formado el hombre, no infecciona al alma sino en cuanto es
su alma se infeccionaría con la infección principio activo en la generación, como
del pecado original. hemos dicho (en sol.).
3. Más aún: El pecado original llega 3. A la tercera hay que decir: Aquel
a todos por el primer padre, en cuanto que fuese formado de la carne humana
que todos estaban en él cuando pecó. estaría en Adán según la sustancia corporal,
Mas también estarían en Adán aquellos mas no según la razón seminal, como
que fuesen formados de carne humana. hemos dicho (en sol.). Y, por tanto, no
Luego contraerían el pecado original. contraería el pecado original.
En cambio está el hecho de que no
estarían en Adán según la razón (o virtud) ARTICULO 5
seminal, que es la causa única de la trans- Si no hubiera, pecado Adán, peto sí
misión del pecado original, según dice Eva, ¿contraerían sus hijos el pecado
Agustín en el libro X sobre el Genes, ad original?
litter.12
In Sent. 2 d.31 q.1 a.2 ad 4; 4 d.1 q.2 a.2 q.a2 ad 1;
Solución. Hay que decir: Según expu- In 1 Cor. c.15 lect.3; De malo q.4 a.7 ad 4 y 5.
simos ya (a.1 y 3), el pecado original se Objeciones por las que parece que, si
transmite del primer padre a sus descen- Adán no hubiese pecado, pero sí Eva,
dientes en cuanto que son movidos por los hijos contraerían el pecado original:
él mediante la generación, como los 1. Contraemos el pecado original
miembros del cuerpo son movidos por por nuestros padres, en cuanto que está-
el alma al pecado actual. Mas no hay bamos en ellos, según aquello del Após-
moción hacia la generación si no es por tol, en Rom 5,12: En el que pecaron todos.
la virtud que actúa en la generación. Por Mas como el hombre preexiste en su pa-
ello sólo contraen el pecado original dre, también en su madre. Luego se
aquellos que descienden de Adán por la contraería el pecado original por el peca-
virtud activa (operante) en la genera- do de la madre igual que por el del
ción, derivada originalmente de Adán: padre.
lo cual es descender de él según la razón 2. Además, si hubiese pecado Eva,
seminal; pues la razón seminal no es otra pero no Adán, sus hijos nacerían pasi-
cosa que la virtud activa en la genera- bles y mortales: pues la madre suministra
ción. Mas, si uno fuese formado de la la materia en la generación, según dice el
carne humana por virtud divina, es evi- Filósofo en el libro II De generat. ani-
dente que la virtud activa no provendría mal. 13; y la muerte y la pasíbilidad pro-
de Adán. Por consiguiente, no contrae- vienen de la pobreza de la materia. Aho-
ría el pecado original. Así como tampo- ra bien, la pasibilidad y la necesidad de
co pertenecería al pecado humano el morir son castigo del pecado original.
acto de la mano que no fuese movida Luego, si hubiese pecado Eva, sin pecar
por la voluntad del hombre, sino por al- Adán, los hijos contraerían el pecado
gún agente extrínsecof. original.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. Más aún: Dice el Damasceno en
f En este artículo lleva su explicación de la transmisión del pecado original hasta sus últi-
mas consecuencias: sólo lo contraen los que proceden de la estirpe de Adán y por generación
biológica. En cualquier otra hipótesis no se heredaría el pecado original. Entre otras razones,
esta cuestión preocupa a Santo Tomás en función del dogma cristológico (In Sent. 2 d.33 q.1
a.l ad 5; In Sent. 3 d.2 q.1 a.2 q.a2 ad 2; De malo q.4 a.7; 3 q.31 a.1 ad 3; 3 q.15 a.1 ad 2).
640 Tratado de los vicios y pecados C.81 a.5
14
el libro III que el Espíritu Santo vino so- Respuesta a las objeciones: 1. A la
bre la Virgen —de la cual había de nacer primera hay que decir: El hijo preexiste en
Cristo sin pecado original— purificándo- el padre como en su principio activo; y
la. Mas dicha purificación no habría sido en la madre, como en el principio mate-
necesaria si la infección del pecado origi- rial y pasivo. Por consiguiente, la com-
nal no derivase de la madre. Y así, pe- paración no vale.
cando Eva, aunque Adán no hubiese pe- 2. A la segunda hay que decir: Según el
cado, sus hijos contraerían el pecado ori- parecer de algunos16, si Adán no hubie-
ginal. se pecado, pero sí Eva, sus hijos estarían
En cambio está lo que dice el Após- inmunes de la culpa, mas, sin embargo,
tol, en Rom 5,12: Por un hombre entró el estarían sujetos a la necesidad de morir y
pecado en este mundo. Pero si la mujer a otros sufrimientos provenientes de la
transmitiese el pecado original a la pro- pobreza de la materia, que suministra la
le, más bien debiera haber dicho que ha- madre; no por razón del castigo, sino en
bía entrado por dos, ya que ambos peca- cuanto defectos naturales. Mas esto no
ron; o antes bien, por la mujer, que parece congruente. Pues la inmortalidad
pecó primero. Luego el pecado original y la impasibilidad del primer estado no
no es transmitido a los hijos por la ma- provenían de la condición de la materia,
dre, sino por el padre. como hemos dicho en la primera parte
Solución. Hay que decir: La solución (q.97 a.1; a.2 ad 4), sino de la justicia
de este problema es clara por lo dicho original, por la cual el cuerpo estaba su-
ya. Dijimos anteriormente (a.1) que el jeto al alma, mientras el alma estuviese
pecado original es transmitido por el sujeta a Dios. Si, pues, no hubiese peca-
primer padre en cuanto que éste es el do Adán, el pecado original no se hubie-
motor (o principio activo) en la genera- se transmitido a sus descendientes por el
ción de los hijos; de ahí que hayamos di- pecado de Eva y, evidentemente, en los
cho (también) que no se contraería el hijos no faltaría la justicia original. Por
pecado original si fuese uno engendrado consiguiente, no serían pasibles ni esta-
sólo materialmente de una carne humana rían sujetos a la necesidad de morir.
(a.4). Pues es evidente, según la ense- 3. A la tercera hay que decir: Aquella
ñanza de los filósofos15, que el principio purificación previa de la Bienaventurada
activo en la generación proviene del pa- Virgen no se requería para apartar la
dre, suministrando la materia la madre. transmisión del pecado original, sino
Por ende, el pecado original no se con- porque era necesario que la Madre de
trae por la madre, sino por el padre. Y Dios brillara con la pureza máxima.
según esto, si hubiese pecado Eva sin Pues no hay nada que pueda ser un re-
pecar Adán, sus hijos no hubiesen con- ceptáculo digno de Dios a no ser que
traído el pecado original. Mas sería lo esté limpio, según aquello del salmo
contrario si hubiese pecado Adán y no 92,5: A tu casa, Señor, conviene la santidad.
hubiese pecado Evag.
14. S. J U A N DAMASCENO, De fide orth. c.2: MG 94,985. 15. ARISTÓTELES, De gen. anim.
1.2 c.2 (BK 716A6-7); AVICENA, De nat. anim. l.9 c.1 (41ra); c.3 (42r). 16. S. ALBERTO
MAGNO, In Sent. 4 d.l a.21 (BO 29,37): Opinión citada, que él no rechaza.
g Es evidente que la respuesta de Santo Tomás en este lugar se basa en una concepción
equivocada de la cooperación biológica de la mujer en la generación humana.
CUESTIÓN 82
1. C.2: ML 158,434.435. 2. L.1 c.39: ML 44,150; cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.30
q.9 (QR 1,501). 3. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 2 d.30 q.8 (QR 1,499).
a En esta cuestión estudia qué es el pecado original. Analizada su transmisión, estudia aho-
ra en qué consiste ese pecado en aquellos que lo reciben. Es un estudio o disposición desorde-
nada de la naturaleza (a.1) que constituye en cada individuo un mal único y específico (a.2).
Aunque incluya muchos componentes (a.3), en todos constituye el mismo mal (a.4).
642 Tratado de los vicios y pecados C.82 a.2
2. A la segunda hay que decir: El peca- dos me concibió mi madre. Luego hay mu-
do actual es un cierto desorden del acto; chos pecados originales en una persona.
mas el original, siendo pecado de la na- 2. Además, el único y mismo hábito
turaleza, es una cierta disposición desor- no inclina a cosas contrarias, pues el há-
denada de la naturaleza misma, que tiene bito inclina a modo de naturaleza, la
razón de culpabilidad en cuanto deriva- cual tiende a una cosa. Mas el pecado
da del primer padre, como hemos dicho original, también en una persona única,
(c.81 a.1). Tal disposición desordenada inclina a pecados diversos y contrarios.
de la naturaleza tiene razón de hábito. Luego el pecado original no es sólo un
Por eso el pecado original puede ser há- hábito sino muchos.
bito, mas no el pecado actualb. 3. Más aún: El pecado original in-
3. A la tercera hay que decir: Dicha fecciona todas las partes del alma. Pero
objeción se basa en el (concepto de) há- las diversas partes del alma son sujetos
bito con que la potencia se inclina al diversos de pecado, como consta por lo
acto; pero el pecado original no es un dicho antes (q.74). Así, pues, no pudien-
hábito tal. Aunque también se siga del do estar el mismo pecado en diversos
pecado original cierta inclinación al acto sujetos, parece que el pecado original no
desordenado, no directamente, pero sí es uno, sino muchos.
indirectamente; a saber: por la remoción En cambio está lo que dice Jn 1,29:
de lo que lo impedía, es decir, de la jus- He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que
ticia original, que impedía los movi- quita el pecado del mundo. Lo cual se dice
mientos desordenados; como también de en singular, porque el pecado del mundo,
la enfermedad corporal se sigue indirec- que es el original, es uno, como expone
tamente la inclinación a movimientos la Glossa4 al mismo lugar.
corporales desordenados. Y no se debe
decir que el pecado original sea un hábi- Solución. Hay que decir: En cada per-
to infuso, o adquirido por algún acto sona sólo hay un pecado original. La ra-
—a no ser del primer padre, pero no de zón de lo cual se puede descubrir por
esta persona—; sino innato por nuestro dos capítulos: 1) Por parte de la causa
origen viciadoc. del pecado original. Pues hemos dicho
más arriba (q.81 a.2) que a los descen-
dientes sólo se transmite el pecado del
ARTICULO 2 primer padre. Por lo tanto, el pecado
¿Hay muchos pecados originales en original en cada hombre sólo es uno nu-
una persona? méricamente; y en todos los hombres es
uno proporcionalmente, esto es, respec-
In Sent. 2 d.33 q.1 a.3 expos. text.; De malo q.4 a.8 ad
1; In Rom. c.4 lect.1; c.5 lect.3; In Ps. 31; 50. to del primer principio (o pecado).
2) En segundo lugar puede verse di-
Objeciones por las que parece que cha razón por la esencia misma del peca-
hay muchos pecados originales en una do original. Pues en toda disposición de-
persona: sordenada, la unidad específica se toma
1. En el salmo 50,7 se dice: He aquí (o depende) de la causa; y la unidad nu-
que he sido concebido en iniquidades y en peca- mérica, del sujeto. Como es claro en las
5. Cf. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. c.4.30: MG 94,876.976; 1.4 c.20: MG 94,1196.
6. ARISTÓTELES, c.7 n.2 (BK 1177a20): S. TH., lect.10 n.2087. 7. L.1 c.15: ML 32,608.609;
cf. De pecc. remiss. et bapt. parv. l.1 c.29: ML 44,142.143; De nupt. et concupisc. l.1 c.25: ML
44,430.
e En sentido propio y formal, el pecado original —en cuanto culpa— consiste en la priva-
ción de la justicia original por la que la voluntad del hombre estaba sometida a Dios y con ella
todas las demás potencias. En sentido impropio y material —en cuanto pena—, el pecado ori-
ginal consiste en quien lo contrae en la inclinación desordenada a los bienes perecederos. Para
un mayor desarrollo del tema, véase De malo q.4 a.2.
C.82 a.4 Esencia del pecado original 645
mite el pecado original a la prole. Mas ocu- alma, cada una de ellas tiende a su pro-
rre que la libido (o placer) en el acto de pio movimiento, y tanto más vehemen-
la generación es mayor en unos que en temente cuanto más fuerte fuere. Mas
otros. Luego el pecado original puede ocurre que ciertas fuerzas del alma son
ser mayor en uno que en otro. más fuertes en uno que en otro por la
diversa complexión del cuerpo. El que
En cambio está que el pecado origi- uno, pues, sea más proclive que otro a
nal es el pecado de la naturaleza, como la concupiscencia, no es por razón del
hemos dicho (q.81 a.1). Mas la naturale- pecado original, ya que en todos se ha
za está igualmente en todos. Luego tam- roto igualmente el vínculo de la justicia
bién el pecado original. original y en todos han quedado igual-
Solución. Hay que decir: En el pecado mente dejadas a sí mismas las partes in-
original hay dos cosas, de las que una es feriores del alma; sino que esto sucede
la privación de la justicia original, y otra por la diversa disposición de las poten-
es la relación de esta privación con el cias, como hemos dicho.
pecado del primer padre, del cual se de- 2. A la segunda hay que decir: La en-
riva por un origen viciado. Cuanto a lo fermedad corporal no tiene en todos la
primero, el pecado original no admite misma causa, aun cuando sea de la mis-
más y menos, porque se (nos) quitó el ma especie: por ejemplo, en una fiebre
don íntegro de la justicia original; y las debida a la bilis putrefacta, la putrefac-
privaciones que privan totalmente de ción puede ser mayor o menor y más
algo, como la muerte y las tinieblas, no cercana o más remota respecto del prin-
admiten más y menos, según dijimos an- cipio vital. Mas la causa del pecado ori-
teriormente (q.73 a.2). E igualmente ginal es igual en todos. Luego no vale la
tampoco (lo admite) cuanto a lo segun- comparación.
do, pues todos tienen idéntica relación al 3. A la tercera hay que decir: La libido
primer principio del origen viciado, por que transmite el pecado original a la
el cual el pecado original asume la razón prole no es la actual, porque, supuesto
de culpa, pues las relaciones no admiten que se le concediera a uno por virtud di-
más y menos. Por consiguiente, es evi- vina no sentir ningún desorden libidino-
dente que el pecado original no puede so en el acto de la generación, aun (así)
darse más en uno que en otro. transmitiría el pecado original a su pro-
le. Sino que dicha libido ha de entender-
Respuesta a las objeciones: 1. A la se habitualmente, en cuanto que el apeti-
primera hay que decir: Roto el vínculo de to sensitivo no se mantiene bajo la razón
la justicia original, bajo el cual se mante- por el vínculo de la justicia original. Y
nían en cierto orden todas las fuerzas del tal libido es igual en todos.
CUESTIÓN 83
Sujeto del pecado originala
Vamos a tratar ahora del sujeto del pecado original (cf. q.81 introd.). Y
en cuanto a esto se plantean cuatro problemas:
1. ¿El sujeto del pecado original es primariamente el cuerpo o el
alma?—2. Dado que sea el alma, ¿lo es por su esencia o por sus poten-
cias?—3. ¿Lo es más bien la voluntad que las otras potencias?—4. ¿Están
especialmente infeccionadas ciertas potencias del alma, es a saber: la genera-
tiva, la facultad concupiscible y el sentido del tacto?
a Esta cuestión es un corolario de las dos anteriores. Fijada la verdadera esencia del pecado
original y el carácter especial de su transmisión, se aplica a determinar en qué zonas de la natu-
raleza tiene su sede el pecado original o dónde ejerce principalmente sus efectos (BERNARD,
o.c., II p.295).
C.83 a.1 Sujeto del pecado original 647
se transmite a la prole el pecado original 2. A la segunda hay que decir: El peca-
al mismo tiempo que la naturaleza hu- do original es causado por el semen
mana. Pero como en su sujeto, el pecado como por su causa instrumental. Mas no
original no puede estar en el cuerpo de es necesario que una cosa se encuentre
ningún modo, sino sólo en el alma. más en la causa instrumental que en el
La razón de esto es porque, como di- efecto, sino sólo que en la causa princi-
jimos más arriba (q.81 a.1) el pecado ori- pal. Y en este sentido, el pecado original
ginal pasa de la voluntad del primer pa- estuvo de un modo más eminente en
dre a los descendientes por cierto movi- Adán, en el cual se dio según la razón
miento de generación, así como de la de pecado actual.
voluntad de uno se deriva el pecado ac- 3. A la tercera hay que decir: El alma
tual a las demás partes del mismo. Y en de cada individuo humano no estaba se-
esta derivación se puede comprobar gún la razón seminal en el Adán pecador
esto: que tiene razón de culpa cuanto como en su principio efectivo, sino
proviene de la moción de la voluntad de como en su principio dispositivo; por-
pecado a cualquier parte del hombre, que el semen corporal, que proviene de
que de alguna manera pueda ser partíci- Adán, no produce el alma racional por
pe del pecado, ya como sujeto, ya como su virtud, sino que dispone para ella.
instrumento; así como de la voluntad de 4. A la cuarta hay que decir: Dios no
gula se deriva la concupiscencia del ali- causa de ningún modo la infección del
mento a la concupiscible, y al tomar el pecado original, sino que ésta proviene
alimento con la mano y con la boca, las solamente del pecado del primer padre
cuales son instrumento del pecado en mediante la generación. Por consiguien-
cuanto que son movidas a él por la vo- te, como la creación implica la relación
luntad. Mas no tiene razón de culpa el del alma a Dios solo, no se puede decir
proceso ulterior de la facultad nutritiva que el alma se manche por la creación.
y de las visceras, que no tienen la apti- Mas su infusión implica la relación a
tud natural de ser movidas por la vo- Dios, que la infunde, y al cuerpo, en
luntad. que se la infunde. Y así, habida cuenta
Así pues, como el alma puede ser su- de Dios, que la infunde, no se puede de-
jeto de culpa, pero el cuerpo, de suyo, cir que el alma se manche por su infu-
no puede serlo, (se sigue que) todo sión (en el cuerpo); sino sólo habida
aquello que le viene al alma de la co- cuenta del cuerpo, en el cual se infunde.
rrupción del primer pecado tiene razón 5. A la quinta hay que decir: El bien
de culpa; mas lo que deriva al cuerpo no común prevalece sobre el particular. De
tiene razón de culpa, sino de castigo. ahí que Dios, según su sabiduría, no
Por consiguiente, el alma es el sujeto del pasa por alto el orden universal de las
pecado original, no el cuerpob. cosas, que es el infundir tal alma a tal
Respuesta a las objeciones: 1. A la cuerpo, para evitar la infección particu-
primera hay que decir: Como enseña Agus- lar de esta alma. Máxime considerando
tín en el libro de las Retract. 1, el Após- que la naturaleza del alma posee esta pe-
tol habla allí del hombre ya redimido, culiaridad: no empezar a existir si no es
que ha sido liberado de la culpa, pero en el cuerpo, como expusimos en la pri-
está sujeto a la pena, por razón de la mera parte (q.90 a.4; q.118 a.3). Mas es
cual se dice que el pecado habita en la mejor para ella según su naturaleza ser
carne. Por consiguiente, de esto no se si- así que no ser de ningún modo; sobre
gue que el cuerpo sea sujeto de la culpa, todo pudiendo librarse de la condena-
sino sólo de la pena. ción por la gracia.
b El pecado original, en cuanto falta, sólo puede tener su sede en el alma y en sus poten-
cias, si bien las consecuencias del pecado original —en cuanto pena— se hacen más visibles
en la parte inferior de nuestro ser.
648 Tratado de los vicios y pecados C.83 a.2
ARTICULO 2 ce a la facultad concupiscible como su
objeto propio, se sigue que la facultad
El pecado original, ¿está más bien en concupiscible es el sujeto propio de
la esencia del alma que en sus aquel pecado. Mas es evidente que el pe-
potencias? cado original ocurre por nuestro origen.
In Sent. 2 d.31 q.2 a.1; De verit. q.25 a.6; q.27 a.6 ad Por consiguiente, aquella parte del alma
2; De malo q.4 a.4. que primariamente es alcanzada en el
origen del hombre es el sujeto primario
Objeciones por las que parece que el del pecado original. Pero el origen al-
pecado original no está más bien en la canza al alma como término de la gene-
esencia del alma que en sus potencias: ración, en cuanto que es la forma del
1. El alma es naturalmente apta para cuerpo, cosa que le conviene como su
ser sujeto del pecado en cuanto a aque- propia esencia, según expusimos en la
llo que puede ser movido por la volun- primera parte (q.76 a.6). Por consiguien-
tad. Mas el alma no es movida por la te, el alma en cuanto a su esencia es el
voluntad en cuanto a su esencia, sino en sujeto primario del pecado original.
cuanto a sus potencias. Luego el pecado
original no está en el alma en cuanto a Respuesta a las objeciones: 1. A la
su esencia, sino sólo en cuanto a sus po- primera hay que decir: Así como la moción
tencias. de la voluntad propia de uno llega a las
2. Además, el pecado original se potencias del alma, mas no a su esencia,
opone a la justicia original. Pero la jus- así también la moción de la voluntad del
ticia original residía en alguna potencia primer progenitor por vía de generación
del alma, que es sujeto de la virtud. llega primariamente a la esencia del
Luego también el pecado original está alma, como hemos dicho (en sol.).
en alguna potencia del alma más bien 2. A la segunda hay que decir: Tam-
que en su esencia. bién la justicia original pertenecía prima-
3. Más aún: Así como el pecado ori- riamente a la esencia del alma; pues era
ginal se deriva del cuerpo al alma, así un don dado por Dios a la naturaleza
también, de la esencia del alma, a sus humana, a la cual mira primariamente la
potencias. Mas el pecado original está esencia del alma, más que a sus poten-
más en el alma que en el cuerpo. Luego cias. Pues las potencias parecen pertene-
también está más en las potencias del cer más bien a la persona, en cuanto que
alma que en su esencia. son los principios de los actos persona-
4. Todavía más: Se dice que el peca- les. De ahí que sean los sujetos propios
do original es la concupiscencia, como de los pecados actuales, que son los pe-
hemos expuesto (q.82 a.3). Pero la con- cados personales.
cupiscencia está en las potencias del 3. A la tercera hay que decir: El cuer-
alma. Luego también el pecado original. po, en relación con el alma, es como la
materia en relación con la forma, la cual,
En cambio está el hecho de que el aunque sea posterior en el orden de ge-
pecado original se llama pecado de la neración, sin embargo, le precede en el
naturaleza, como hemos dicho más arri- orden de perfección y de naturaleza.
ba (q.81 a.1). Mas el alma es la forma y Mas la esencia del alma en relación con
la naturaleza del cuerpo por su esencia y sus potencias es como el sujeto respecto
no por sus potencias, según expusimos de sus accidentes propios, los cuales son
en la primera parte (q.76 a.6). Luego el posteriores al sujeto tanto en el orden de
alma es sujeto del pecado original prin- generación como en el de perfección.
cipalmente por su esencia. Por consiguiente, la comparación no
Solución. Hay que decir: El sujeto de vale.
un pecado es principalmente aquella parte 4. A la cuarta hay que decir: La con-
del alma a la que primariamente pertene- cupiscencia en el pecado original no tie-
ce ser la causa motriz de dicho pecado. ne un papel más que material y conse-
Así, si la causa motriz para pecar es la cuente, según hemos dicho más arriba
delectación de los sentidos, que pertene- (q.82 a.3).
C.83 a.3-4 Sujeto del pecado original 649
ARTICULO 3 guiente, el pecado original primariamen-
te se refiere a la voluntad.
El pecado original, ¿infecciona más
bien a la voluntad que a las otras Respuesta a las objeciones: 1. A la
potencias? primera hay que decir: El pecado original
no lo produce en el hombre la facultad
In Sent. 2 d.30 q.1 a.3; De verit, q.25 a.6; De malo q.4 generativa de la prole, sino el acto de la
a.5.
facultad generativa del padre. Por consi-
Objeciones por las que parece que el guiente, no es necesario que la facultad
pecado original no infecciona más bien a generativa (de los engendrados) sea el
la voluntad que a las otras potencias: sujeto primero del pecado original.
1. Todo pecado pertenece principal- 2. A la segunda hay que decir: El peca-
mente a la potencia por cuyo acto se do original tiene un doble proceso: uno,
realiza. Mas el pecado original es causa- de la carne al alma; y otro, de la esencia
do por el acto de la facultad generativa. del alma a sus potencias. El primero es
Luego entre las otras potencias del alma según el orden de generación; y el se-
parece más bien pertenecer a la potencia gundo, según el orden de perfección. Y
generativa. por eso, aunque las otras potencias, es
2. Además, el pecado original se decir, las sensitivas, estén más próximas
transmite por el semen carnal. Pero a la carne, sin embargo, como la volun-
otras facultades del alma están más cerca tad, cual potencia superior que es, está
de la carne que la voluntad, como es cla- más próxima a la esencia del alma, llega
ro de todas las sensitivas, que se valen primero a ella la infección del pecado
de un órgano corpóreo. Luego el peca- original.
do original está en ellas más que en la 3. A la tercera hay que decir: El enten-
voluntad. dimiento, en cierto modo, precede a la
3. Más aún: El entendimiento prece- voluntad, en cuanto que le propone su
de a la voluntad, pues no hay volición objeto. Pero en otro sentido, la voluntad
sino de un bien conocido. Si el pecado precede al entendimiento: en el orden de
original, pues, infecciona a todas las po- moción al acto; y esta moción precisa-
tencias, parece que ante todo (o prima- mente pertenece al pecado.
riamente) infecciona al entendimiento,
como primero. ARTICULO 4
En cambio está el hecho de que la Las potencias susodichas, ¿están más
justicia original primariamente se refiere
infectadas que las otras?
a la voluntad; pues es la rectitud de la
voluntad, como dice Anselmo en el li- In Sent. 2 d.31 q.2 a.2; De verit. q.25 a.6; De malo q.4
bro De conceptu virginali2. Luego el peca- a.2 ad 12; a.5 ad 1.
do original, que es lo opuesto a ella, se Objeciones por las que parece que
refiere primariamente a la voluntad. las susodichas potencias (la generativa,
Solución. Hay que decir: En la infec- la concupiscible y el tacto) no están más
ción del pecado original hay que consi- infeccionadas que las otrasc:
derar dos cosas: 1) Su inherencia al suje- 1. La infección del pecado original
to; y en este sentido se refiere en primer parece pertenecer más a aquella parte del
lugar a la esencia del alma, como hemos alma que puede ser antes sujeto del pe-
dicho (a.2). 2) En segundo lugar hay cado. Pero ésta es la racional, y princi-
que considerar su inclinación al acto; y palmente la voluntad. Luego ésta ha
de este modo se refiere a las potencias sido más infeccionada por el pecado ori-
del alma. Luego debe referirse primaria- ginal.
mente a aquella (potencia) que tiene la 2. Además, ninguna facultad del
inclinación primera a pecar. Y ésta es la alma se infecciona por la culpa sino en
voluntad, como es claro por lo dicho cuanto puede obedecer a la razón. Mas
anteriormente (q.74 a.l y 2). Por consi- la generativa no puede obedecer, como
2. C.3: ML 158,436.
3. ARISTÓTELES, c.13 n.18 (BK 1102b29): S. TH., lect.20 n.237. 4. ARISTÓTELES, c.1
n.1 (BK 980a27): S. TH., lect.1 n.5-8. 5. C.20: ML 41,428.
d En De veritate q.25 a.6 distinguió entre infección y corrupción. Aquélla se refería a la culpa,
y ésta a la pena del pecado original. Aquí, en la q.83, unifica las dos nociones entendiendo por
infección la corrupción contagiosa que se transmite de unos a otros. En este sentido puede de-
cir el autor que las potencias generativas, concupiscible y sentido del tacto están más infectadas
por el pecado original que las del irascible, por estar más relacionadas con su transmisión. Este
artículo es una crítica y una puntualización de la doctrina de San Agustín. La libido sexual no
es la transmisora del pecado original, sino signo de la concupiscencia habitual y de la transmi-
sión del pecado original.
CUESTIÓN 84
De cómo un pecado es causa de otros pecados
Ahora vamos a estudiar la causa del pecado en cuanto que un pecado es
causa de otroa (cf. q.76 introd.). Y acerca de esto se plantean cuatro pro-
blemas:
1. ¿Es la codicia la raíz de todos los pecados?—2. ¿Es la soberbia el
principio de todo pecado?—3. ¿Hay que llamar vicios capitales a otros pe-
cados especiales, además de la soberbia y la avaricia?—4. ¿Cuántos y cuáles
son los vicios (o pecados) capitales?
1. ARISTÓTELES, c.5 n.8 (BK 1097a7): S. TH., lect.5 n.72. 2. Cf. S. ALBERTO MAGNO,
In Sent. 2 d.42 a.8 (BO 27,667-668). 3. S. ALBERTO MAGNO, In Sent. 2 d.42 a.8 (BO 27,667):
«La codicia, comúnmente aceptada como placer habitual del bien transitorio, es la raíz que su-
ministra el alimento al apetito ilícito». Según él, en dicho lugar, el MAESTRO (Pedro Lombar-
do) quiere que la codicia y la soberbia se entiendan de los géneros de cada uno de los pecados,
y no de cada uno de los géneros: son un mal solo.
a Con esta cuestión se cierra el estudio de las causas del pecado original (véase q.75 a.4;
q.76 introd.). En esta q.85 se trata de los pecados actuales como origen y causa de otros peca-
dos actuales.
652 Tratado de los vicios y pecados C.84 a.2
donde es evidente que habla de la codi- ella nazcan otros males, por la razón su-
cia en cuanto que es apetito desordena- sodicha (en sol. y ad 2).
do de las riquezas. Y en este sentido hay
que decir que la codicia, en cuanto que ARTICULO 2
es un pecado especial, se llama raíz de
todos los pecados a semejanza de la raíz ¿Es la soberbia el principio de todo
del árbol, que suministra su alimento a pecado?
todo el árbol. Pues vemos que por las 2-2 q.162 a.2; a.5 ad 1; In Sent. 2 d.5 q.1 a.3; d.42 q.2
riquezas el hombre adquiere la facultad a.1 ad 7; a.3 ad 1; In 1 Tim c.6 lect.2; In 2 Cor. c.12
de cometer cualquier pecado y de cum- lect.3; De malo q.8 a.1 ad 1 y 16.
plir el deseo de cualquier pecado: por-
que el dinero le puede ayudar a obtener Objeciones por las que parece que la
cualquier bien temporal, según dice Ecl soberbia no es el principio de todo pe-
10,19: Todo obedece al dinero. Y en este cado:
sentido es claro que la codicia de las ri- 1. La raíz es un principio del árbol;
quezas es la raíz de todos los pecados. y así parece ser lo mismo la raíz del pe-
cado y el principio del pecado. Mas la
Respuesta a las objeciones: 1. A la codicia es la raíz de todos los pecados,
primera hay que decir: La virtud y el peca- como se ha dicho (a.l). Luego también
do no nacen del mismo (principio). Pues ella es el principio de todo pecado y no
el pecado nace del deseo del bien transi- la soberbia.
torio; y por eso se dice raíz de todos los 2. Además, en Eclo 10,14 se dice:
pecados el deseo de aquel bien que ayu- El principio de la soberbia humana está en
da a conseguir todos los bienes tempora- apostatar de Dios. Pero el apostatar de
les. Mas la virtud nace del deseo del Dios es un pecado. Luego hay un peca-
bien eterno; y por eso la caridad, que es do que es principio de la soberbia, y ella
el amor de Dios, se pone como raíz de no es el principio de todos.
todas las virtudes, según aquello de Ef 3. Más aún: Aquello parece ser el
3,17: Enraizados y fundados en la caridad. principio de todo pecado que los produ-
2. A la segunda hay que decir: El deseo ce todos. Mas esto es el amor desorde-
de las riquezas se dice ser la raíz de los nado de sí mismo, el cual construye la ciu-
pecados, no porque las riquezas se bus- dad de Babilonia, como dice Agustín en el
quen por sí mismas como fin último, libro XIV De civit. Dei4. Luego el amor
sino porque son muy buscadas como de sí mismo, y no la soberbia, es el prin-
útiles para todo fin temporal. Y puesto cipio de todo pecado.
que un bien universal es más apetecible
que uno particular, de ahí que muevan En cambio está lo que dice Eclo
más el apetito que algunos bienes singu- 10,15: El principio de todo pecado es la so-
lares, que se pueden tener simultánea- berbia.
mente con otros muchos por el dinero. Solución. Hay que decir: Algunos5 di-
3. A la tercera hay que decir: Así cen que la soberbia se toma en tres sen-
como en las cosas naturales no se indaga tidos. Primero, en cuanto que soberbia
qué es lo que sucede siempre, sino lo significa el deseo desordenado de la pro-
que acontece las más de las veces, por- pia excelencia. Y así es un pecado espe-
que la naturaleza de las cosas corrupti- cial. En segundo lugar, en cuanto impli-
bles puede verse impedida de obrar ca cierto desprecio actual de Dios res-
siempre del mismo modo; así también pecto al efecto de no someterse a sus
en las cosas tocantes a la moral se consi- preceptos. Y así dicen que es un pecado
dera lo que acaece las más de las veces y genérico. Tercero, en cuanto implica
no lo que ocurre siempre, porque la vo- cierta inclinación a semejante desprecio,
luntad no obra por necesidad. Así, pues, debida a la corrupción de la naturaleza.
no se dice que la avaricia sea la raíz de Y en este sentido dicen que es el princi-
todos los males porque a veces no sea pio de todo pecado. Y difiere de la codi-
algún otro mal la raíz de ella misma; cia porque (en) ésta (se) considera el pe-
sino porque lo más corriente es que de cado por parte de la conversión a los
4. C.28: ML 41,436; cf. Enarr. in Psalm. ps.64, sobre el v.1: ML 36,773. 5. Cf. S. AL-
BERTO MAGNO, In Sent. 2 d.42 a.8 (BO 27,668).
C.84 a3 Cómo un pecado es causa de otros 653
bienes transitorios, de los que el pecado cado, que es la aversión del bien eterno.
en cierto modo se nutre y se mantiene, y O se puede afirmar que apostatar de
por esto la codicia se llama raíz; mas la Dios se dice ser el principio de la sober-
soberbia considera el pecado por parte bia, porque es la primera especie de so-
de la aversión de Dios, a cuyos precep- berbia. Pues a la soberbia pertenece no
tos el hombre rehusa someterse; y por querer someterse a superior ninguno, y
eso se dice principio, porque la razón de especialmente no querer sujetarse a
mal empieza por parte de la aversión. Dios; por lo cual ocurre que uno se ele-
Mas aunque, ciertamente, todas estas va indebidamente sobre sí mismo según
cosas sean verdaderas, sin embargo, no las otras especies de soberbia.
son conforme a la intención del Sabio, 3. A la tercera hay que decir: En esto
que dijo: El principio de todo pecado es la se ama uno a sí mismo: queriendo su
soberbia. Pues, evidentemente, habla de la propia excelencia; pues lo mismo es
soberbia en cuanto que es deseo de la amarse que querer el bien para sí. Por
propia excelencia, como es claro por lo consiguiente, el poner como principio
que añade (v.17): Dios destruyó los tronos de todo pecado la soberbia o el amor
de los jefes soberbios. Y de esto es de lo propio se reduce a lo mismo.
que habla casi todo el capítulo. Por con-
siguiente, hay que decir que la soberbia, ARTICULO 3
también en cuanto es un pecado espe-
cial, es el principio de todo pecado. ¿Hay otros pecados especiales que
Hay, pues, que tener en cuenta que en hayan de llamarse capitales, ademes
todos los actos voluntarios, entre los de la soberbia y la avaricia?
cuales están los pecados, se da un doble In Sent. 2 d.42 q.2 a.3; De malo q.8 a.1.
orden: el de intención y el de ejecución.
En el primero, el fin tiene razón de Objeciones por las que parece que,
principio, como anteriormente hemos además de la soberbia y la avaricia, no
dicho muchas veces (q.1 a.1 ad 1; q.18 hay otros pecados especiales que se lla-
a.7 ad 2; q.20 a.1 ad 2; q.25 a.2). Y el men capitales:
fin del hombre en la adquisición de to- 1. En el libro II De anima6 se dice
dos los bienes temporales es lograr por que la cabera parece ser para los animales
ellos cierta perfección y excelencia. Por como la raíz para las plantas, pues las raí-
ello, desde este ángulo, se pone como ces se parecen a la boca. Si, pues, la co-
principio de todos los pecados la sober- dicia se dice la raíz de todos los males, pa-
bia, que es el apetito o deseo de sobresa- rece que sólo ella deba calificarse de vi-
lir. Mas por parte de la ejecución, lo pri- cio capital y no algún otro pecado.
mero es aquello que confiere la oportu- 2. Además, la cabeza tiene cierto or-
nidad de realizar todos los deseos den a los otros miembros, en cuanto que
pecaminosos y que tiene razón de raíz, a desde la cabeza se difunde el sentido y el
saber: las riquezas. Y por eso, desde este movimiento. Mas el pecado denota pri-
ángulo, se dice que la avaricia es la raíz vación de orden. Luego el pecado no
de todos los males, como hemos expues- tiene razón de cabeza. Y por consiguien-
to (a.l). te, no debe señalarse pecado capital al-
guno.
Respuesta a las objeciones: 1. Con 3. Más aún: Se llaman delitos capita-
esto está clara la respuesta a la primera ob- les los que se castigan con la pena capi-
jeción. tal. Mas con tal pena se castigan algunos
2. A la segunda hay que decir: Aposta- pecados en cada uno de los géneros.
tar de Dios es el principio de la soberbia Luego no son vicios capitales algunos
por parte de la aversión: por el hecho de pecados específicamente determinados.
no querer uno someterse a Dios, se si-
gue querer desordenadamente su propia En cambio está el hecho de que Gre-
excelencia en las cosas temporales. Así gorio, en el libro XXXI de los Moral. 7,
que aquí la apostasía de Dios no se toma enumera algunos vicios especiales, que
como pecado especial, sino más bien dice ser capitales.
como una condición general de todo pe- Solución. Hay que decir: Capital viene
6. ARISTÓTELES, c.4 n.7 (BK 416a4): S. TH., lect.8 n.326. 7. C.45: ML 76,621.
654 Tratado de los vicios y pecados C.84 a.4
de caput, cápitis (cabeza). Y la cabeza, en objeción se basa en el pecado capital en
sentido propio, es cierto miembro del cuanto se deriva del reato de la pena.
animal que es el principio y el director Pero aquí no lo tomamos en ese sentido.
del animal entero. De ahí que todo prin-
cipio, metafóricamente, se llame cabeza; ARTICULO 4
y también los hombres que dirigen y go-
biernan a otros se dicen cabezas de los ¿Es adecuado hablar de siete vicios
otros. Un vicio, pues, se denomina capi- (o pecados) capitales?
tal en primer lugar por la cabeza propia- In Sent. 2 d.42 q.2 a.3; De malo q.8 a.1.
mente dicha: en este sentido se llama pe-
cado capital el pecado que se castiga con Objeciones por las que parece que
pena capital. Mas ahora no hablamos de no haya de deducirse que hay siete vi-
pecados capitales en ese sentido, sino en cios (o pecados) capitales, que son: va-
el otro: en cuanto pecado capital (deriva- nagloria, envidia, ira, tristeza, avaricia,
do de caput, cápitis) se toma metafórica- gula y lujuria:
mente y significa principio y director de 1. Los pecados se oponen a las vir-
los otros. Y así se llama vicio capital tudes. Mas las virtudes principales son
(aquel) del que nacen otros, principal- cuatro, como hemos dicho anteriormen-
mente en calidad de causa final, la cual te (q.61 a.2). Luego los vicios principales
es el principio formal, según hemos di- o capitales no son más que cuatro.
cho anteriormente (q.72 a.6). Y por tan- 2. Además, las pasiones del alma
to, el vicio capital no es sólo principio son ciertas causas del pecado, según he-
de otros, sino también director y, en mos dicho anteriormente (q.77). Pero las
cierto modo, su remolque: pues siempre pasiones principales del alma son cuatro,
el arte o hábito al que pertenece el fin de dos de las cuales no se hace mención
preside e impera respecto de los medios. alguna entre los susodichos pecados; a
De ahí que Gregorio, en el libro XXXI saber, de la esperanza y del temor. Mas
de los Moral.8, compare estos vicios ca- se enumeran algunos vicios a los que
pitales a los jefes de los ejércitos. pertenecen la delectación y la tristeza;
Respuesta a las objeciones: 1. A la pues la delectación pertenece a la gula y
primera hay que decir: Capital es una de- a la lujuria; y la tristeza, a la pereza y a
nominación que se deriva de caput, cápi- la envidia. Luego es inadecuada la enu-
tis (cabeza). Lo cual, a la verdad, es por meración de los pecados principales.
una cierta derivación y participación de 3. Más aún: La ira no es una pasión
la (función de la) cabeza: como poseedor principal. No debió, pues, ponerse entre
(el vicio capital) de alguna propiedad de los vicios principales.
la cabeza, no como cabeza simplemente. 4. Todavía más: Así como la codicia
Y por eso se llaman vicios capitales, no o avaricia es la raíz del pecado, así tam-
sólo aquellos que tienen la razón (o ca- bién la soberbia es su principio, como
rácter) de origen primario, como la ava- hemos dicho más arriba (a.2). Mas la
ricia, calificada de raíz, y la soberbia, ca- avaricia se pone como uno de los siete
lificada de principio, sino también aque- vicios capitales. Luego debería enume-
llos que tienen la razón (o carácter) de rarse también la soberbia entre los vicios
origen próximo respecto de otros mu- capitales.
chos pecados. 5. Y también: Algunos pecados se
2. A la segunda hay que decir: El peca- cometen que no tienen por causa ningu-
do carece de orden por parte de la aver- no de éstos, v. gr., si uno yerra por ig-
sión: por este lado tiene razón de mal; y norancia; o si uno comete algún pecado
el mal, según Agustín, en el libro De na- con buena intención, como cuando uno
tura boni 9 es privación de medida, de belleza roba para dar limosna. Luego es insufi-
y de orden. Mas por parte de la conver- ciente la enumeración de los pecados ca-
sión (a las criaturas) mira a algún bien. pitales.
Y, por consiguiente, por este lado puede En cambio está en contra la autori-
tener un orden. dad de Gregorio, que los enumera así,
3. A la tercera hay que decir: Dicha en el libro XXXI de los Moral.10
11. ARISTÓTELES, c.8 n.10 (BK 1099a7): S. TH., lect.13 n.144-145. 12. ARISTÓTELES
c.7 n.3 (BK 1177a22): S. TH., lect.10 n.2090.
656 Tratado de los vicios y pecados C.84 a.4
4. A la cuarta hay que decir: La sober- Por consiguiente, nada impide que a ve-
bia se dice ser el principio de todo peca- ces algunos pecados provengan de otras
do según la razón de fin, como hemos causas. Sin embargo, se puede decir que
dicho (a.2). Y bajo esa misma razón se todos los pecados que provienen de la
considera la principalidad de los vicios ignorancia pueden reducirse a la pereza,
capitales. Por ello la soberbia, como vi- a la cual pertenece la negligencia por la
cio universal, no se enumera con los que uno, a causa del trabajo, rehusa con-
otros, sino que más bien se la pone seguir los bienes espirituales: pues la ig-
como una especie de reina de todos los norancia que puede ser causa de pecado,
vicios, según dice Gregorio13. La avari- proviene de la negligencia, según diji-
cia se dice raíz según otra razón, como mos más arriba (q.76 a.2). Mas el que
dijimos más arriba (a.1 y 2). uno cometa un pecado con buena inten-
5. A la quinta hay que decir: Estos vi- ción parece reducirse a la ignorancia: en
cios se llaman capitales porque lo más cuanto ignora que no hay que hacer ma-
frecuente es que otros nazcan de ellos. les para que vengan bienes.
a Santo Tomás señala tres efectos o consecuencias del pecado: disminución de los bienes
de la naturaleza (q.85), un oscurecimiento o mancha del alma (q.86) y, en tercer lugar, la pena
debida por el pecado (q.87). Estos efectos se refieren tanto al pecado original como a los peca-
dos actuales.
658 Tratado de los vicios y pecados C.85 a.2
puesto más arriba (q.51 a.1; q.63 a.1), la en el sentido en que se dice que la blan-
misma inclinación a la virtud es un bien cura hace blanco. Y así nada impide que
natural. 3) Puede llamarse bien de la na- el pecado disminuya el bien de la natura-
turaleza el don de la justicia original, leza, en el sentido, sin embargo, que tie-
que en el primer hombre fue conferido a ne esa disminución del bien de la natura-
toda la naturaleza humana. leza: en cuanto es un desorden del acto.
Pues bien, el primer bien de la natura- Mas en cuanto al desorden del agente
leza ni se suprime ni se disminuye por el hay que decir que tal desorden se produ-
pecado. En cambio, el tercer bien de la ce por el hecho de que en los actos del
naturaleza fue totalmente eliminado por alma hay algo que es activo y algo que
el pecado del primer padre. Mas el bien es pasivo: así lo sensible mueve el apeti-
intermedio de la naturaleza, a saber, la to sensitivo; y el apetito sensitivo inclina
misma inclinación natural a la virtud, la razón y la voluntad, como hemos di-
disminuye por el pecado. Pues por los cho anteriormente (q.77 a.1 y 2). Y el re-
actos humanos se crea una inclinación a sultado de esto es el desorden, no cierta-
actos semejantes, según expusimos ante- mente de modo que el accidente obre
riormente (q.50 a.1). Mas por el hecho sobre su sujeto, sino porque el objeto
de que uno se incline a uno de los con- obra en la potencia, y una potencia obra
trarios, disminuye necesariamente su in- en otra y la desordena.
clinación al otro. Por consiguiente,
como el pecado es contrario a la virtud, ARTICULO 2
por el hecho mismo de que el hombre
peca, disminuye ese bien de la naturale- ¿Puede destruir el pecado todo el
za, que es la inclinación a la virtud b . bien de la naturaleza humana?
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1 q.48 a.4; In Sent. 2 d.6 a.4 ad 3; d.34 a.5; Cont.
Gentes 3,12; De malo q.2 a.12.
primera hay que decir: Dionisio3 habla del
bien primero de la naturaleza, que es ser, Objeciones por las que parece que el
vivir j entender, como es claro para el que pecado puede destruir todo el bien de la
vea sus palabras. naturaleza humana:
2. A la segunda hay que decir: Aunque 1. El bien de la naturaleza humana
la naturaleza sea anterior a la acción vo- es finito, ya que ella misma es finita.
luntaria, sin embargo, tiene inclinación a Mas cualquier cosa finita se consume to-
cierta acción voluntaria. Por consiguien- talmente con una sustracción continua.
te, la naturaleza misma en sí no cambia Luego como el bien de la naturaleza
por la variación de la acción voluntaria; puede disminuirse continuamente por el
pero cambia la inclinación en cuanto se pecado, parece que alguna vez pueda
ordena a un término. consumirse totalmente.
3. A la tercera hay que decir: La ac- 2. Además, la razón de aquellas co-
ción voluntaria procede de diversas po- sas que son de naturaleza idéntica vale
tencias, de las cuales una es activa y otra igualmente para el todo y para las par-
pasiva. Y por esto acontece que por las tes: como se ve por el aire, el agua y la
acciones voluntarias se produce o se le carne y todos aquellos cuerpos de partes
quita algo al hombre que obra así, como semejantes. Mas el bien de la naturaleza
hemos dicho anteriormente (q.51 a.2), es totalmente uniforme. Si, pues, se pue-
tratando de la génesis de los hábitos. de perder una parte por el pecado, pare-
4. A la cuarta hay que decir: El acci- ce que también puede perderse el todo
dente no obra en su sujeto como causa por el mismo.
eficiente, pero obra formalmente en él, 3. Más aún: El bien de la naturaleza
7. C.67: ML 44,287; De lib. arb. 1.3 c.18: ML 32,1296. 8. Cf. 1 q.101 a.1 obi.2; también
BHDA, In Luc. 10,30: ML 92,469.
C.85 a.4 Efectos del pecado 661
Así, pues, éstas son las cuatro heridas cuentes; pues uno sufre porque se siente
infligidas a toda la naturaleza humana débil para (lograr) aquello que desea.
por el pecado del primer padre. Mas,
puesto que la inclinación al bien de la ARTICULO 4
virtud disminuye en cada uno por el pe-
cado actual, como es claro por lo dicho ¿Son efectos del pecado la privación
(a.1 y 2), éstas son también cuatro heri- de medida, belleza y orden?
das consiguientes a otros pecados: a sa- 1 q.5 a.5; De virtut. q.1 a.8 ad 12.
ber, en cuanto que por el pecado la ra-
zón se embota, especialmente en las co- Objeciones por las que parece que la
sas que debemos practicar; y la voluntad privación de medida, belleza y orden no
se endurece respecto del bien; y aumenta son efecto del pecado:
la dificultad de obrar bien; y la concu- 1. Dice Agustín en el libro De natu-
piscencia se enciende máse. ra boni 9 que donde estas tres cosas son gran-
des, hay un gran bien; donde son pequeñas, uno
Respuesta a las objeciones: 1. A la pequeño; y donde son nulas, ninguno. Mas el
primera hay que decir: Nada impide que lo pecado no anula el bien de la naturaleza.
que es efecto de un pecado sea causa de Luego no despoja de la medida, la belle-
otro pecado. Pues por el hecho de de- za y el orden.
sordenarse el alma por un pecado prece- 2. Además, ninguna cosa es causa de
dente, se inclina más fácilmente a pecar. sí misma. Pero el pecado mismo es pri-
2. A la segunda hay que decir: (El tér- vación de medida, belleza y orden, como dice
mino) malicia no se toma aquí como un Agustín en el libro De natura boni 10.
pecado, sino como propensión de la vo- Luego la privación de medida, belleza y
luntad al mal, según lo que se dice en orden no es efecto del pecado.
Gen 8,21: Inclinados al mal están los senti- 3. Más aún: Los diversos pecados tie-
dos del hombre desde su adolescencia. nen diversos efectos. Mas a la medida, la
3. A la tercera hay que decir: Según belleza y el orden, siendo cosas diversas,
hemos explicado antes (q.82 a.3 ad 1), la parece que les deben corresponder pri-
concupiscencia en tanto es natural al vaciones diversas. Luego son eliminados
hombre en cuanto está subordinada a la por pecados diversos. No es, pues, efec-
razón. Mas el que traspase los límites de to de cada uno de los pecados la priva-
la razón es contra la naturaleza del ción de medida, belleza y orden.
hombre.
4. A la cuarta hay que decir: Toda pa- En cambio está el hecho de que el
sión se puede llamar debilidad en cuanto pecado está en el alma como la enferme-
debilita la fuerza del alma y obstaculiza a dad en el cuerpo, según aquello del sal-
la razón. Pero Beda toma debilidad en mo 6,3: Ten piedad de mí, Señor, porque es-
sentido estricto, como opuesta a la forta- toy enfermo. Mas la enfermedad priva de
leza, que pertenece a la irascible. la medida, la belleza y el orden del mis-
5. A la quinta hay que decir: La difi- mo cuerpo. Luego el pecado priva de la
cultad del libro de Agustín, que se adu- medida, la belleza y el orden del alma.
ce, incluye estas tres cosas pertenecientes Solución. Hay que decir: Como expusi-
a las potencias apetitivas: a saber, la ma- mos en la primera parte (q.5 a.5), la me-
licia, la debilidad y la concupiscencia; dida, la belleza y el orden son propieda-
pues por estas tres cosas ocurre que uno des que acompañan a cada ser creado en
no tienda fácilmente al bien. Mas el cuanto tal, y aun a todo ser. Pues todo
error y el sufrimiento son heridas conse- ser y bien es considerado (como tal) por
e Las consecuencias del pecado sobre los bienes de la naturaleza humana se han expresado
tradicionalmente con la doctrina de las cuatro heridas, atribuida a S. Beda el Venerable
(cf. LOTTIN, o.c., II p.61). Santo Tomás se refiere en este lugar al pecado original y al pecado
actual. Uno y otro disminuyen la inclinación del hombre a actuar conforme a la virtud, pero
el pecado original incide en la misma naturaleza ocasionando la insumisión de las potencias a
la razón y de la razón a Dios, mientras que el pecado actual sólo afecta negativamente a la apti-
tud de las potencias para hacer su propio bien.
662 Tratado de los vicios y pecados C.85 a.5
una forma que le confiere su hermosura. 1. Si la causa fuere igual, también
Y la forma de cada una de las cosas, será igual el efecto. Mas estos males no
cualquiera que sea, sustancial o acciden- son iguales en todos, sino que en algu-
tal, es según una medida: de ahí que en nos son más abundantes, siendo, sin em-
el libro VIII de los Metafísicas 11 se diga bargo, según se ha dicho (q.82 a.4),
que las formas de las cosas son como los nú- igual el pecado original, del cual estos
meros. Por ello tienen un cierto modo de males parecen ser especialmente el efec-
ser correspondiente a su medida. Y por to. Luego la muerte y estos males no
su forma, en fin, cada cosa se ordena a son efecto del pecado.
otra. 2. Además, quitada la causa, se quita
Así, pues, según los diversos grados el efecto. Pero quitado todo pecado por
de bienes hay grados diversos de medi- el bautismo y la penitencia, no desapare-
da, belleza y orden. Por consiguiente, ce en estos males. Luego no son efecto
hay un bien perteneciente a la esencia del pecado.
misma de la naturaleza, que tiene su me- 3. Más aún: El pecado actual tiene
dida, belleza y orden: y de él no despoja más razón de culpa que el original. Mas
ni le disminuye el pecado. Hay también el pecado actual no cambia la naturaleza
un bien de la inclinación natural, que del cuerpo (sujetándola) a algún mal.
igualmente tiene su medida, belleza y or- Luego el pecado original mucho menos.
den: éste lo aminora el pecado, como Por consiguiente, la muerte y demás ma-
hemos dicho (a.1 y 2); pero no queda les corporales no son efecto del pecado.
eliminado totalmente. Y hay también un En cambio está lo que dice el Após-
bien de la virtud y la gracia, que tiene tol en Rom 5,12: Por un hombre entró el
asimismo su medida, belleza y orden: y pecado en el mundo; y por el pecado, la
éste es totalmente eliminado por el peca- muerte.
do mortal. Hay, finalmente, un bien que
Solución. Hay que decir: Una cosa es
es el mismo acto ordenado, el cual tiene
causa de otra de dos modos: directa e
igualmente su medida, belleza y orden:
indirectamente. Es causa directa de otra
la privación de éste es esencialmente el
aquello que por virtud de su naturaleza
pecado mismo. Y así es claro cómo el
o forma produce el efecto: por donde se
pecado es privación de medida, belleza y
sigue que el efecto es directamente in-
orden; y que despoja y disminuye la me-
tentado por la causa. Por consiguiente,
dida, la belleza y el orden.
dado que la muerte y estos males acae-
Respuesta a las objeciones: 1 y 2: cen al margen de la intención del que
Por lo dicho es clara la respuesta a las dos peca, es evidente que el pecado no es
primeras objeciones. causa directa de estos males.
3. A la tercera hay que decir: La medi- Mas una cosa es causa indirecta de
da, la belleza y el orden se siguen uno otra, si es causa que remueve los obs-
de otro, como es claro por lo dicho (en táculos: así se dice en el libro VIII de
sol.). Por consiguiente, su privación y los Físicos 12 que quien retira una colum-
disminución son simultáneas. na, indirectamente remueve la piedra su-
perpuesta (a la misma). Y de este modo
el pecado del primer padre es la causa de
ARTICULO 5 la muerte y de todos los males de la na-
¿Son efecto del pecado la muerte y turaleza humana, en cuanto que por el
demás males corporales? pecado del primer padre (nos) fue arre-
batada la justicia original, por la que se
2-2 q.164 a.1; In Sent.a 2 d.30 q.1 a.1; 3 d.16 q.1 a.1; mantenían bajo el control de la razón,
4 prol. d.4 q.2 a.1 q. 3; Cont. Gentes 4,52; Compend.
theol. c.193; In Hebr. c.9 lect.5; De malo q.5 a.4; In sin desorden alguno, no sólo las faculta-
Rom. c.5 lect.3. des inferiores del alma, sino también el
cuerpo entero se mantenía bajo el con-
Objeciones por las que parece que la trol del alma sin ningún fallo, como he-
muerte y demás males corporales no son mos expuesto en la primera parte (q.97
efecto del pecado: a.l). Por esto, sustraída esta justicia ori-
11. ARISTÓTELES, 1.7 c.3 n.8 (BK 1043b33): S. TH., 1.8 lect.3 n.1722. 12. ARISTÓTE-
LES, c.4 n.6 (BK 255b25): S. TH., lect.8 n.1035.
C.85 a.6 Efectos del pecado 663
ginal por el pecado del primer padre, así la impasibilidad de la gloria a ejemplo
como fue vulnerada la naturaleza huma- de Cristo.
na en cuanto al alma por el desorden de 3. A la tercera hay que decir: En el pe-
sus potencias, según dijimos más arriba cado actual podemos considerar dos co-
(a.3; q.82 a.3), así también se hizo co- sas; a saber: la sustancia misma del acto
rruptible por el desorden el cuerpo y la razón de culpa. Por parte de la sus-
mismo. tancia del acto, el pecado actual puede
Mas la sustracción de la justicia origi- causar algún mal corporal; así algunos
nal tiene razón de castigo, como tam- enferman y mueren por exceso de ali-
bién la sustracción de la gracia. Por con- mentos. Mas por parte de la culpa priva
siguiente, la muerte y todos los males de la gracia, que se da al hombre para
corporales consecuentes son ciertos cas- rectificar los actos del alma, mas no para
tigos del pecado original. Y aunque es- impedir los males corporales, como los
tos males no fueran intentados por el impedía la justicia original. Y por consi-
pecador, sin embargo, han sido ordena- guiente, el pecado actual no causa los
dos por la justicia de Dios, que castiga males susodichos como el original.
(por el pecado).
Respuesta a las objeciones: 1. A la ARTICULO 6
primera hay que decir: La igualdad de cau- ¿Son naturales al hombre la muerte y
sas directas produce un efecto igual: los otros males?
aumentada, pues, o disminuida la causa
directa, aumenta o disminuye el efecto. 2-2 q.164 a.1 ad 1; In Sent. 2 d.30 q.1 a.1; 3 d.16 q.1
a.1; 4 d.36 a.1 ad 2; Cont. Gentes 4,52; In Hebr. c.9
Mas la igualdad de las causas que re- lect.5; De malo q.5 a.5; In Rom. c.5 lect.3.
mueven los obstáculos no requiere
igualdad de efectos. Pues si uno retira Objeciones por las que parece que la
con igual impulso dos columnas, no se muerte y estos males son naturales al
sigue que las piedras que estaban sobre hombre:
ellas se muevan igualmente; sino que la 1. Lo corruptible y lo incorruptible difie-
que fuere más pesada se moverá más ve- ren en el género, como se dice en el libro
lozmente según la propiedad de su natu- X de los Metafísicas 13. Pero el hombre es
raleza, a la cual es dejada removido el del mismo género que los otros anima-
obstáculo. Así, pues, quitada la justicia les, que son corruptibles por naturaleza.
original, la naturaleza del cuerpo huma- Luego el hombre es naturalmente co-
no fue dejada a sí misma; y en conformi- rruptible.
dad con esto los cuerpos de algunos es- 2. Además, todo lo que está com-
tán sujetos a más males y los de otros a puesto de (elementos) contrarios es na-
menos, según la diversidad de la com- turalmente corruptible, por tener en sí
plexión natural, aunque el pecado origi- mismo la causa de su corrupción. Pero
nal sea igual. tal es el cuerpo humano. Luego es natu-
2. A la segunda hay que decir: La culpa ralmente corruptible.
original y actual es quitada por el mismo 3. Más aún: Lo cálido, naturalmente,
que (nos) quitará estos males, según consume a lo húmedo. Mas la vida del
aquello del Apóstol en Rom 8,11: Vivi- hombre se conserva por lo cálido y lo
ficará vuestros cuerpos mortales por su Espí- húmedo. Mas puesto que las funciones
ritu Santo, que habita en vosotros. Pero am- vitales se llevan a cabo por la acción del
bas cosas se realizan a su tiempo según calor natural, según se dice en el libro II
el orden de la divina sabiduría. Pues es De anima 14, parece que la muerte y los
necesario que lleguemos a la inmortali- males susodichos son naturales al
dad y a la impasibilidad de la gloria, in- hombre.
coada ya en Cristo, y que El nos adqui- En cambio está que Dios hizo en el
rió, conformándonos antes a sus sufri- hombre todo lo que es natural al hom-
mientos. Por lo tanto, es necesario que bre. Pero Dios no hizo la muerte, como
permanezca la pasibilidad en nuestros dice Sab 1,13. Luego la muerte no es na-
cuerpos por algún tiempo para merecer tural al hombre.
13. ARISTÓTELES, 1.9 c.10 n.1 (BK 1058b28): S. TH., 1.10 lect.12 n.2137. 14. ARISTÓTE-
LES, c.4 n.16 (BR 416b29): S. TH., lect.9 n.348.
664 Tratado de los vicios y pecados C.85 a.6
2. Además, lo que es según la natu- do son naturales las corrupciones y ma-
raleza no puede llamarse castigo ni mal: les de las cosas; no ciertamente por la
porque a cada cosa le conviene lo que es inclinación de la forma, que es el princi-
natural para ella. Pero la muerte y los pio del ser y de la perfección, sino según
males susodichos son castigo del pecado la inclinación de la materia, que se le
original, según acabamos de decir (a.5). asigna proporcionalmente a tal forma se-
Luego no son naturales al hombre. gún la distribución del agente universal.
3. Más aún: La materia está adapta- Y aunque toda forma pretenda el ser
da a la forma; y cada cosa, a su fin. Mas perpetuo en cuanto puede, sin embargo,
el fin del hombre es la bienaventuranza ninguna forma de la realidad corruptible
perpetua, como hemos dicho anterior- puede lograr su perpetuidad, exceptuada
mente (q.2 a.7; q.5 a.3 y 4). Y la forma el alma racional: porque ésta no está su-
del cuerpo humano es el alma racional, jeta del todo a la materia corporal, como
que es incorruptible, según hemos ex- otras formas, sino que antes, por el con-
puesto en la primera parte (q.75 a.6). trario, tiene su propia acción inmaterial,
Luego el cuerpo humano es naturalmen- según expusimos en la primera parte
te incorruptible. (q.75 a.2). Por consiguiente, por parte de
su forma, la incorrupción le es más na-
Solución. Hay que decir: De cada una tural al hombre que a las otras cosas co-
de las realidades corruptibles podemos rruptibles. Pero puesto que también ella
hablar de dos modos: 1) según la natura- (la forma del hombre) tiene una materia
leza universal, y 2) según la naturaleza compuesta de (elementos) contrarios, de
particular. La naturaleza particular es la la inclinación de la materia se sigue la
virtud activa y conservativa de cada corruptibilidad del todo. Y según esto,
cosa. Y respecto a ésta toda corrupción el hombre es naturalmente corruptible
y mal es contra la naturaleza, como se según la naturaleza de la materia dejada
dice en el libro II De caelo 15 porque di- a sí misma, fmas no según la naturaleza
cha virtud intenta el ser y la conserva- de su forma .
ción de aquella realidad cuya es. Las tres primeras razones (u objecio-
Mas la naturaleza universal es la vir- nes del artículo) arguyen por parte de la
tud activa (existente) en algún principio materia; y las otras tres (del sed contra o
universal de la naturaleza, como, por en cambio), por parte de la forma. De ahí
ejemplo, en alguno de los cuerpos celes- que para su resolución haya que tener en
tes; o de alguna sustancia superior, en cuenta que la forma del nombre, que es
cuyo sentido dicen algunos 16 que Dios el alma racional, según su incorruptibili-
es «natura naturans» (la naturaleza natu- dad, está adaptada a su fin, que es la bien-
rante o que hace la naturaleza). Esta vir- aventuranza perpetua. Mas el cuerpo hu-
tud, en efecto, intenta el bien y la con- mano, que es corruptible considerada su
servación del universo, para lo cual se naturaleza, en cierto modo está adaptado
requiere la alternancia de generación y a su forma y en cierto modo nog. En
corrupción en las cosas. Y en este senti- una materia dada se puede atender a una
15. ARISTÓTELES, c.6 n.3 (BK 288b14): S. TH., lect.9 n.375. 16. Cf. AVERROES, In De
caelo 1.1 com.2 (5,3A), donde se encuentra la expresión «natura naturata»; y también In Phys. 1.2
com.11 (4,52 C). La expresión «natura naturans» (naturaleza naturante), que es la que tenemos
aquí en la Suma, aparece explícitamente en S. BUENAVENTURA, In Sent. 3 d.8 dub.2 (QR 189) y
en otros: cf. H. SlEBECK, Ueber die Entstehung der Termini natura naturans und natura naturata:
AGP 3 (1890) 370ss, y H. A. LUCKS, Natura naturans - natura naturata: The New Scholasticism
9 (1935) 1-24, y J. M. RAMÍREZ, De hominis beatitudine I (Madrid 1972) p.327s, nota 9.
1. Entre las obras de S. AGUSTÍN, c.5: ML 42,1107. 2. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 432
b5): S. TH., lect.14 n.802-803.
a Otro efecto del pecado es la mancha que deja en el alma. Se emplea metafóricamente para
expresar que, por el pecado, el hombre oscurece su condición de imagen de Dios. Su obrar no
refleja el obrar de Dios. Se hace opaco al resplandor divino. Su alma queda como oscurecida
por el pecado, al no estar iluminada por la luz de la razón y de la ley divina. El pecado es en
este sentido una deformitas imaginis Dei en el hombre. Para entender mejor la teología del peca-
do como mancha del alma, véase 1 q.87 a.7 y 1-2 prol.
C.86 a.2 La mancha del pecado 667
1. C.12: ML 32,670. 2. ARISTÓTELES, c.12 n.17 (BK 348b32): S. TH., lect.15 n.122.
670 Tratado de los vicios y pecados C.87 a.2
hombre de fuera, que gobierna en lo es- bre al bien de la virtud, sino a su con-
piritual o en lo temporal, en lo político trario. Luego un pecado no es castigo
o económico; tercero, está sometida al de otro pecado.
orden universal del régimen divino. Mas 2. Además, los castigos justos vie-
por el pecado se pervierte cada uno de nen de Dios, como es claro por Agustín
estos órdenes: en cuanto que el pecador en el libro Octoginta trium quaestion.5
obra contra la razón, contra la ley huma- Pero el pecado no viene de Dios y es in-
na y contra la ley divina. Por consi- justo. Luego el pecado no puede ser cas-
guiente, incurre en una triple pena: una, tigo del pecado.
por cierto, de sí mismo, que es el remor- 3. Más aún, pertenece a la esencia
dimiento de la conciencia; otra, de los del castigo el ser contra la voluntad.
hombres; y la tercera, de Dios. Mas el pecado es voluntario, como es
Respuesta a las objeciones: 1. A la claro por lo dicho más arriba (q.74 a.1
primera hay que decir: La pena (o castigo) y 2). Luego un pecado no puede ser cas-
sigue al pecado en cuanto es un mal por tigo de otro pecado.
razón de su desorden. Por tanto, como En cambio está lo que dice Grego-
el mal es accidental en el acto del peca- rio, comentando a Ezequiel6: que algu-
dor —está fuera o al margen de su in- nos pecados son castigo de otro pecado.
tención—, así también el reato del cas-
tigo. Solución. Hay que decir: Del pecado
2. A la segunda hay que decir: La pena podemos hablar de dos maneras: de lo
justa puede ser infligida tanto por Dios que le es esencial y de lo que le es acci-
como por el hombre. Por ende, la mis- dental. Esencialmente (o de suyo), un
ma pena no es directamente efecto del pecado no puede ser pena (o castigo) de
pecado, sino sólo dispositivamente. Mas otro pecado de ningún modo. Pues el
el pecado hace que el hombre sea reo pecado como tal se considera en cuanto
del castigo, que es un mal, pues dice procede de la voluntad: y así tiene razón
Dionisio, en el capítulo 4 De div. nom.3, de culpa. Mas de la razón (o naturaleza)
que ser castigado no es malo, sino hacerse dig- de la pena es que sea contra la voluntad,
no de castigo. De ahí que el reato del cas- como hemos expuesto en la primera par-
tigo se ponga como efecto del pecado te (q-48 a.5). Por consiguiente, es evi-
directamente. dente que el pecado de suyo no puede
3. A la tercera hay que decir: Aquella ser castigo de otro pecado de ningún
pena (o sufrimiento) del ánimo desorde- modo.
nado se debe al pecado por el hecho de Mas accidentalmente un pecado puede
pervertir el orden de la razón. Mas se ser castigo de otro de tres modos:
hace reo de otra pena por pervertir el 1) Por parte de la causa, que es la
orden de la ley divina o humana. remoción de lo que lo impedía. Pues las
pasiones, las tentaciones del diablo y
ARTICULO 2 otras cosas semejantes son causas que in-
clinan al pecado; y estas causas son im-
¿Puede un pecado ser castigo de otro pedidas por el auxilio de la gracia divi-
pecado? na, que se nos sustrae por el pecado. En
consecuencia, siendo la sustracción mis-
In Sent. 1 d.46 a.2 ad 4; 2 d.36 a.3; De malo q.1 a.4
ad 1.3 y 5; In Rom. c.1 lect.7. ma de la gracia un castigo y de Dios,
como hemos dicho más arriba (q.79 a.3),
Objeciones por las que parece que se sigue que también lo sea accidental-
un pecado no puede ser castigo de otro mente el pecado consiguiente. Y de este
pecado: modo habla el Apóstol en Rom 1,24,
1. Los castigos son infligidos para cuando dice: Por lo cual les entregó Dios a
que por ellos los hombres retornen al los deseos de su corazón, que son las pasio-
bien de la virtud, como es claro por el nes del alma: esto es, porque privados
Filósofo en,el libro X de los Éticos*. los hombres del auxilio de la gracia divi-
Mas por el pecado no se vuelve el hom- na, son vencidos por las pasiones. Y de
3. §22: MG 3,724; S. TH., lect.18 n.527. 4. ARISTÓTELES, c.9 n.9 (BK 1180a4):
S. TH., lect.14 n.2151. 5. Q.82: ML 40,98. 6. L.1 hom.11: ML 76,915.
C.87 a.3 El reato de la pena 671
este modo se dice siempre que un peca- dida por medida, cuando fuere arrojada, la
do es castigo del pecado precedente. juagará. Mas el pecado es temporal. Lue-
2) Otro modo es por parte de la go no acarrea el reato de castigo eterno.
sustancia del acto, que acarrea aflicción, 2. Además, los castigos son ciertas me-
ya sea un acto interior, como es claro en dicinas, como se dice en el libro II de los
la ira y la envidia, ya sea un acto exter- Éticos1. Pero ninguna medicina debe ser
no, como es manifiesto por algunos que infinita, porque se ordena al fin; y lo que
se ven oprimidos por una grave solici- se ordena al fin no es infinito, según dice el
tud y daño para cumplir la acción peca- Filósofo en el libro I de los Políticos8.
minosa, según aquello de Sab 5,7: Nos Luego ningún castigo debe ser infinito.
hemos fatigado en el camino de la iniquidad. 3. Más aún: Nunca hace uno algo, si
3) El tercer modo (es) por parte del no se goza en ello por sí mismo. Mas
efecto; esto es: que un pecado se diga Dios no se complace en la perdición de los
ser castigo por razón de sus efectos con- hombres, como dice Sab 1,13. Luego no
siguientes. Y de estos dos modos últi- castigará a los hombres con un castigo
mos un pecado, no sólo es castigo del eterno.
precedente, sino de él mismo. 4. Todavía más: Nada accidental es
Respuesta a las objeciones: 1. A la infinito. Pero la pena es accidental: pues
primera hay que decir: También el que al- no es según la naturaleza del castigado.
gunos sean castigados por Dios, permi- Luego no puede durar infinitamente.
tiendo que caigan en ciertos pecados, se En cambio está lo que se dice en Mt
ordena al bien de la virtud; y a veces, 25,46: Irán éstos al suplicio eterno; y en Me
ciertamente, también de los mismos que 3,21 se dice: Mas el que blasfemare contra
pecan: a saber, cuando después del peca- el Espíritu Santo no obtendrá el perdón en
do se levantan más humildes y más cau- toda la eternidad, sino que será reo de un deli-
tos. Pero siempre para enmienda de los to eterno.
demás, que al ver cómo algunos van ro- Solución. Hay que decir: Como hemos
dando de pecado en pecado, temen mu- expuesto (a.1), el pecado ocasiona el rea-
cho más pecar. En los otros dos modos to penal, porque pervierte algún orden.
es evidente que el castigo se ordena a la Y permaneciendo la causa, permanece su
enmienda, porque por el hecho mismo efecto. Por consiguiente, mientras per-
de que uno pecando sufra inquietudes y manezca la perversión del orden, es ne-
pérdidas, es natural que los hombres se cesario que perdure el reato de la pena.
retraigan del pecado. Mas uno pervierte a veces el orden de
2. A la segunda hay que decir: Dicha un modo que puede repararse; otras ve-
objeción se basa en el pecado considera- ces, de un modo irreparable. Pues siem-
do en sí mismo (como tal). pre es irreparable el fallo por el que se
3. Y lo mismo hay que decir a la elimina el principio; mas si se salva el
tercera. principio, el fallo se puede reparar en
virtud del principio. Si, por ejemplo, se
ARTICULO 3 destruye el principio de la visión, no es
posible la reparación de la misma, a no
¿Acarrea algún pecado reato de pena ser por virtud divina; mas si, salvado el
eterna? principio de la visión, sobrevienen algu-
3 a q.86 a.4; In Sent. 2 d.42 q.1 a.5; 4 d.21 q.1 a.2 nos impedimentos, pueden repararse por
q. 3; d.46 q.1 a.3; In Mt. c.25; Cont. Gentes 3,143; la naturaleza o por el arte. Pues bien,
Compend, theol. c.183; De malo q.7 a. 10; In Rom. c.2
lect.2. cada orden tiene su principio, por el que
uno se hace partícipe de él. Y por eso, si
Objeciones por las que parece que el pecado destruye el principio del orden
ningún pecado acarree el reato de un mediante el cual la voluntad del hombre
castigo eterno: está sometida a Dios, el desorden de
1. La pena justa se equipara con la suyo será irreparable, aunque pueda ser
culpa; pues la justicia implica adecua- reparado por el poder de Dios. Ahora
ción. De ahí que se diga en Is 27,8: Me- bien, el principio de este orden es el fin
7. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 1104b17): S. TH., lect.3 n.270. 8. ARISTÓTELES, c.3 n.17
(BK 1257b27): S. TH., lect.8 n.123.
672 Tratado de los vicios y pecados C.87 a.4
último, al cual se adhiere el hombre por sino que se complace en el orden de su
la caridad. Y por eso cualesquiera peca- justicia, que requiere estas cosas.
dos que, quitando la caridad, separan de 4. A la cuarta hay que decir: Aunque
Dios, de suyo acarrean el reato de pena la pena se ordene sólo accidental (o indi-
eterna. rectamente) a la naturaleza, sin embargo,
Respuesta a las objeciones: 1. A la esencial (o directamente) se relaciona
primera hay que decir: Tanto en el juicio con la privación del orden y la justicia
divino como en los humanos, la pena de Dios. Y por eso, perdurando el de-
está en proporción de la culpa en cuanto sorden, perdura siempre la pena.
al rigor, según dice Agustín en el libro
XXI De civit. Dei 9; en ningún juicio se ARTICULO 4
requiere que la pena sea adecuada a la
culpa en cuanto a la duración. Pues no ¿Merece el pecado una pena
se castiga (al reo) con una pena momen- cuantitativamente infinita?
tánea porque haya cometido un adulte- In Sent. 2 d.47 q.1 a.5 ad 2; 4 d.46 q.1 a.3.
rio o un homicidio en un momento;
sino que a veces en verdad se le castiga Objeciones por las que parece que el
con cárcel perpetua o destierro, y a ve- pecado merece una pena cuantitativa-
ces con la muerte. En la cual no se tiene mente infinita:
en cuenta la duración de la ejecución, 1. Jer 10,24 dice: Corrígeme, Señor,
sino más bien el arrancar (al reo) para mas con tino, y no en tu furor, no sea que me
siempre de la sociedad de los vivos; y reduzcas a la nada. Mas la ira o furor de
así representa a su modo la eternidad de Dios denota metafóricamente la vengan-
la pena infligida por Dios. Pues es justo, za de la justicia divina. Pero reducir a
según Gregorio10, que el que en su pro- uno a la nada es una pena infinita, pro-
pia eternidad pecó contra Dios, sea cas- pia del poder infinito, así como también
tigado en la eternidad de Dios. Y se dice (lo) es hacer algo de la nada. Luego en
que uno ha pecado en la eternidad de su conformidad con la venganza divina el
ser, no sólo por la continuidad del acto pecado es castigado con una pena cuan-
que perdura en la vida entera del hom- titativamente infinita.
bre, sino porque, por haber puesto su 2. Además, la cantidad del castigo
fin en el pecado, tiene la voluntad de pe- corresponde a la cantidad de la culpa,
car eternamente. Por lo cual dice Grego- según aquello del Dt 25,2: Según la grave-
rio, en el libro XXXIV de los Moral.11, dad del pecado será la medida de los acotes.
que los inicuos querrían vivir sin fin, para Mas, como el pecado cometido contra
poder permanecer sin fin en sus iniquidades. Dios es infinito, pues tanto más grave es
2. A la segunda hay que decir: La pena, el pecado cuanto mayor es la persona
también la infligida por las leyes huma- contra la cual se peca, así es uri pecado
nas, no siempre es medicinal para el cas- más grave herir al soberano que herir a
tigado, sino sólo para los demás: como una persona privada, y la grandeza de
cuando se ahorca a un ladrón, no para Dios es infinita... Luego el pecado co-
que él se enmiende, sino por los demás, metido contra Dios merece una pena in-
para que dejen de pecar al menos por el finita.
temor al castigo, según aquello de los 3. Más aún: una cosa es infinita de
Prov 10,25: Acotado el pernicioso, el necio dos maneras; a saber, por la duración y
será más cuerdo. Así pues, también las pe- por la cantidad. Mas si el castigo es infi-
nas de los reprobos, infligidas por Dios, nito por su duración, luego también (lo
son medicinales para aquellos que se tiene que ser) por la cantidad.
abstienen del pecado por la considera-
ción de los castigos, según aquello del En cambio está que según esto las
salmo 59,6: Has dado una señal a los que te penas de todos los pecados mortales se-
temen, para que escapen de la faz del arco, rían iguales, pues no hay un infinito ma-
para que sean liberados tus predilectos. yor que otro infinito.
3. A la tercera hay que decir: Dios no Solución. Hay que decir: El castigo es
se complace en las penas por sí mismas; proporcionado al pecado. Mas en el pe-
9. C.11: ML 41,725.726. 10. Moral. l.34 c.19: ML 76,738. 11. C.19: ML 76,738.
C.87 a.5 El reato de la pena 673
cado hay dos cosas. Una de ellas es la todo pecado acarrea un reato de pena
aversión con respecto al bien inmutable, eterna:
que es infinito; y así, por esta parte, el 1. La pena es proporcional a la cul-
pecado es infinito. La otra cosa que hay pa, como hemos dicho (a.4). Mas una
en el pecado es la conversión desordena- pena eterna difiere de la temporal infini-
da al bien transitorio. Y por esta parte el tamente. Pero ningún pecado parece di-
pecado es finito, ya porque el mismo ferir de otro infinitamente, ya que todo
bien transitorio es finito, ya porque la pecado es un acto humano, que no pue-
misma conversión (a él) es finita, pues de ser infinito. Luego si algún pecado
los actos de una criatura no pueden ser merece pena eterna, como hemos dicho
infinitos. Por razón, pues, de la aversión (a.3), parece que ningún pecado merece
al pecado le corresponde la pena de sólo una pena temporal.
daño, que también es infinita, pues es la 2. Además, el pecado original es el
pérdida del bien infinito, es a saber, de mínimo entre los pecados; de ahí que
Dios. Mas por razón de la conversión (a Agustín diga en el Enchirid.12 que la pena
las criaturas, finitas) le corresponde la más ligera es la de aquellos que son castigados
pena de sentido, que también es finita. sólo por el pecado original. Mas el pecado
Respuesta a las objeciones: 1. A la original merece pena perpetua: pues
primera hay que decir: No conviene a la jus- nunca verán el reino de Dios los niños
ticia divina reducir totalmente a la nada que, sin el bautismo, murieron con el
al que peca; porque se opone a la perpe- pecado original, como es claro por lo
tuidad del castigo, la cual es conforme a que dice el Señor en Jn 3,3: Si uno no
la justicia divina, según hemos dicho vuelve a nacer de nuevo, no puede ver el reino
(a.3). Mas se dice (en el texto de Jer) ser de Dios. Luego con mucha mayor razón
reducido a la nada el que es privado de será eterna la pena de los otros pecados.
los bienes espirituales, según aquello de 3. Más aún: Un pecado no merece
1 Cor 13,2: Si no tuviere caridad, no soy mayor pena por estar unido con otro pe-
nada. cado, pues cada uno de ellos tiene su
2. A la segunda hay que decir: Dicha pena, fijada por la justicia divina. Mas el
objeción se basa en el pecado por parte pecado venial merece pena eterna si se
de la aversión, pues así peca el hombre da con el mortal en algún condenado:
contra Dios. porque en el infierno no es posible remi-
3. A la tercera hay que decir: La dura- sión alguna. Luego el pecado venial me-
ción de la pena corresponde a la dura- rece simplemente una pena eterna. Nin-
ción de la culpa, no ciertamente por par- gún pecado, pues, merece una pena tem-
te del acto, sino por parte de la mancha, poral.
perdurando la cual, perdura el reato de En cambio está lo que dice Gregorio
la pena. Mas el rigor de la pena corres- en el libro IV Diálog.13: que algunas cul-
ponde a la gravedad de la culpa. Pero la pas más leves se perdonan después de
culpa que es irreparable, lleva consigo esta vida. Luego no todos los pecados
durar perpetuamente: y por eso incurre son castigados con una pena eterna.
en una pena eterna. Mas no es infinita
por parte de la conversión (a las criatu- Solución. Hay que decir: Según hemos
ras); y por ello no incurre por esta parte expuesto más arriba (a.3), el pecado es
en una pena cuantitativamente infinita. causa del reato de la pena eterna, en
cuanto se opone irreparablemente al or-
den de la justicia divina, a saber: por
ARTICULO 5 contrariar el principio mismo del orden,
¿Acarrea todo pecado un reato de que es el fin último. Mas es evidente
pena eterna? que en ciertos pecados, efectivamente,
hay algún desorden; sin embargo, no
3 q.86 a.4; In Sent. 2 d.42 q.1 a.5; 4 d.46 q.1 a.3; por oposición con el fin último, sino
Cont. Gentes 3,143; Compend, theol. c.182; De malo q.5
a.3; q.7 a.1 ad 24; a.10 y 11. con respecto a los medios, en cuanto se
atiende a ellos más o menos de lo debi-
Objeciones por las que parece que do, salvo el orden al último fin; como si
7. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK 1103a26): S. TH., lect.1 n.250. 8. Ep. 211, ad Monachas:
ML 33,960.
682 Tratado de los vicios y pecados C.88 a.4
obras buenas, de suyo, no son disposi- camente, primero sea pecado venial y
ción para el pecado mortal. Sin embar- luego mortal. Esto no puede ser. Porque
go, accidentalmente, pueden ser materia el pecado, como también cualquier acto
u ocasión de pecado mortal. Pero el pe- moral, consiste principalmente en el acto
cado venial, de suyo, dispone al mortal, de la voluntad. Por consiguiente, si cam-
como acabamos de decir (en sol.). bia la voluntad, aunque la acción tenga
una continuidad física, moralmente ya
ARTICULO 4 no se habla de un solo acto. Mas si la
voluntad no cambia, no es posible que
¿Puede un pecado venial convertirse de venial se convierta en mortal.
en mortal? 2) Puede entenderse en el sentido de
Supra a.2; infra a.6; In Sent. 2 d.24 q.3 a.6; d.42 q.1 que lo que es venial por su género se
a.4; De malo q.7 a.3. convierta en mortal. Esto, ciertamente,
es posible, en cuanto se pone en él el
Objeciones por las que parece que el fin, o en cuanto se ordena a un pecado
pecado venial puede convertirse en mortal como a su fin, según hemos di-
mortal: cho (a.2).
1. Exponiendo aquello de Jn 3,36: 3) Puede entenderse en el sentido de
El que no cree en el Hijo, no verá la vida, que muchos pecados veniales constitu-
dice Agustín9: Los pecados más pequeños yan un pecado mortal. Lo cual es falso,
—esto es, los veniales— si se descuidan, si se entiende que el total de muchos pe-
matan. Ahora bien, el pecado mortal se cados veniales constituya un pecado
llama así porque espiritualmente mata el mortal. Pues ni todos los pecados venia-
alma. Luego el pecado venial puede con- les del mundo (juntos) pueden tener un
vertirse en mortal. reato tan grande cuanto un solo pecado
2. Además, el movimiento sensual mortal. Lo cual es claro por parte de la
antes del consentimiento de la razón es duración: porque el pecado mortal tiene
pecado venial; mas después del consenti- un reato de pena eterna, mientras el ve-
miento es mortal, como dijimos más nial un reato de pena temporal, según
arriba (q.74 a.8 ad 2). Luego el pecado hemos dicho (q.87 a.3 y 5). Es claro
venial puede devenir mortal. también por parte de la pena de daño:
3. Más aún: El pecado venial y el porque el pecado mortal merece la pri-
mortal difieren como una enfermedad vación de la visión divina, con la cual
curable y otra incurable, según hemos no se puede comparar ninguna otra
dicho (a.1). Pero una enfermedad cura- pena, como dice el Crisóstomo10. Es cla-
ble puede resultar incurable. Luego el ro también por parte de la pena de senti-
pecado venial puede convertirse en do, en cuanto al gusano de la concien-
mortal. cia; aunque acaso, en cuanto a la pena
4. Todavía más: La disposición pue- del fuego, no sean desproporcionadas las
de convertirse en hábito. Mas el pecado penas. Pero si se entendiese que muchos
venial es una disposición para el mortal, pecados veniales hacen uno mortal dis-
como hemos dicho (a.3). Luego el peca- positivamente, así es verdadero, como
do venial puede convertirse en mortal. demostramos más arriba (a.3): según los
En cambio está (el hecho de que) dos modos de disposición en que el pe-
aquellas cosas que difieren infinitamente cado venial dispone para el mortal.
no pueden transformarse la una en la Respuesta a las objeciones: 1. A la
otra. Pero el pecado mortal y el venial primera hay que decir: Agustín habla en el
difieren infinitamente, como es claro por sentido de que muchos pecados veniales,
lo dicho anteriormente (q.72 a.5 ad 1; dispositivamente, llevan al pecado mortal.
q.87 a.5 ad 1). Luego el (pecado) venial 2. A la segunda hay que decir: Nunca
no puede convertirse en mortal. vendrá a ser pecado mortal el movi-
Solución. Hay que decir: Que el peca- miento mismo de la sensualidad que pre-
do venial pueda convertirse en mortal cedió al consentimiento de la razón; sino
puede entenderse de tres modos: 1) En que (lo será) el acto mismo de la razón
el sentido de que el mismo acto, numéri- que consiente.
11. Entre las obras de S. AGUSTÍN, Serm. ad populum. serm.104: ML 39,1946. 12. C.12
(QR 1,457).
684 Tratado de los vicios y pecados C.88 a.6
plicado le sobrevenga algo que varíe la malo, a no ser que constituya (por sí
especie, como la desobediencia, el des- misma) una especie de pecado, como he-
precio o algo similar. mos expuesto también más arriba (q.18
Hay, pues, que decir que, siendo la a.5 ad 4).
ira un movimiento del ánimo para hacer
daño al prójimo, si es tal el daño al que ARTICULO 6
tiende dicho movimiento iracundo, que,
por su género, sea pecado mortal, como ¿Puede el pecado mortal convertirse
el homicidio o el hurto, tal ira es pecado en venial?
mortal por su género. Pero el que sea Supra a.2; De malo q.7 a.1 ad 18; a.3 ad 9.
pecado venial lo tiene por la imperfec-
ción del acto, en cuanto que es un movi- Objeciones por las que parece que el
miento repentino de la parte sensual. Sin pecado mortal puede convertirse en ve-
embargo, si fuere prolongada, retorna a nial:
la naturaleza de su género por el consen- 1. El pecado venial está tan distante
timiento de la razón. Mas si el daño al del mortal como al contrario. Mas el pe-
que tiende el movimiento de ira fuese cado venial deviene mortal, como hemos
venial por su género, como si uno se en- dicho (a.4; cf. a.2). Luego también el pe-
fada contra alguien de modo que desea cado mortal puede convertirse en venial.
decirle alguna palabra ligeramente ofen- 2. Además, se dice que el pecado
siva y jocosa que le contriste poco, (en- venial y el mortal difieren en que quien
tonces) la ira no será pecado mortal, por peca mortalmente ama a la criatura más
prolongada que sea, a no ser acaso acci- que a Dios, y quien peca venialmente
dentalmente, v. gr., si esto origina un ama a la criatura menos que a Dios. Mas
escándalo grave, o por algo semejante. acaece que uno, cometiendo algo que
En cuanto a la embriaguez, sin em- por su género es pecado mortal, ama a
bargo, hay que decir que por su natura- la criatura menos que a Dios: v. gr., si
leza es pecado mortal: pues es expresa- uno fornica, ignorando que la simple
mente contra la virtud el que uno sin fornicación sea pecado mortal y contra-
necesidad, por sólo el placer del vino, se ria al amor divino, de tal modo sin em-
torne incapaz de usar la razón, por la bargo, que por amor a Dios estaría dis-
cual se orienta a Dios y evita muchos puesto a dejar la fornicación si supiese
pecados eventuales. Mas el que sea peca- que fornicando obra contra el amor de
do venial acontece por cierta ignorancia Dios. Luego pecaría venialmente. Así
o fragilidad; como cuando uno no cono- (es) que el pecado mortal puede devenir
ce la fuerza del vino o su propia debili- venial.
dad, de modo que no pensó emborra- 3. Más aún: Como dijimos antes (a.5
charse; entonces no se le imputa la em- obi.3), más dista el bien del mal que
briaguez como pecado, sino sólo el (el pecado) venial del mortal. Mas un
exceso en el beber. Pero cuando se em- acto que de suyo es malo puede resultar
briaga frecuentemente, no se le puede bueno, v. gr., el homicidio: puede venir
excusar por ignorancia sin que se vea a ser un acto de justicia, como es claro
que su voluntad prefiere sufrir la em- en el (caso del) juez que da muerte a un
briaguez a abstenerse del vino excesivo. ladrón. -Luego con mayor razón un pe-
Por lo tanto, el pecado retorna a su na- cado mortal puede convertirse en venial.
turaleza. En cambio está el hecho de que lo
2. A la segunda hay que decir: La de-
lectación morosa no es pecado mortal a eterno nunca puede hacerse temporal.
no ser en aquellas cosas que son pecados Mas el pecado mortal acarrea una pena
mortales por su género, en las cuales, si eterna, y el venial una pena temporal.
la delectación no es morosa, el pecado es Luego el pecado mortal nunca puede
venial por la imperfección del acto, como convertirse en venial.
hemos dicho también de la ira (ad 1). Solución. Hay que decir: Venial y
Pues la ira se dice diuturna y la delecta- mortal en el género (o materia) de peca-
ción morosa por la aprobación de la ra- do difieren (entre sí) como perfecto e
zón deliberante. imperfecto, según hemos dicho (a.l ad
3. A la tercera hay que decir: La cir- 1). Mas lo imperfecto puede llegar a la
cunstancia no convierte el acto bueno en perfección por alguna adición. Por don-
C.88 a.6 El pecado venial y el mortal 685
de también el (pecado) venial viene a ser lo perfecto, como el niño del hombre
mortal añadiéndose una deformidad que adulto. Mas el hombre adulto se hace
pertenece al género de pecado mortal; del niño; pero no viceversa. Por consi-
v. gr., si uno dice una palabra ociosa guiente, el argumento no convence.
para fornicar. Pero lo que es perfecto no 2. A la segunda hay que decir: Si la ig-
puede convertirse en imperfecto por adi- norancia es tal que excuse completamen-
ción. Por eso el pecado mortal no se te de pecado, como es la del furioso o el
convierte en venial añadiéndole alguna demente, entonces, cometiendo la forni-
deformidad perteneciente al género de cación con tal ignorancia, no peca ni
pecado venial: pues el pecado del que mortal ni venialmente. Mas si la igno-
fornica no se aminora por decir una pa- rancia no es invencible, entonces la ig-
labra ociosa, sino que se agrava más por norancia misma es pecado e implica en
la deformidad adicional. sí misma la falta de amor de Dios, en
Sin embargo, lo que es pecado mortal cuanto que el sujeto descuida aprender
por su género puede venir a ser venial aquello por lo que se puede mantener en
por la imperfección del acto: por no lle- el amor divino.
gar a la razón de acto moral, al no ser 3. A la tercera hay que decir: Como
deliberado, sino repentino; como consta enseña Agustín, en el libro Contra menda-
por lo dicho (a.2). Y esto ocurre por cium 13, aquellas cosas que en sí son malas no
una sustracción: a saber, de la razón de- se pueden hacer bien por ningún fin. Ahora
liberante. Y, puesto que el acto moral bien, el homicidio es la occisión de un
recibe su especie de la razón que delibe- inocente; y esto no se puede hacer bien
ra, de ahí resulta que por tal sustracción de ningún modo. Mas el juez que da
se destruye la especie. muerte a un ladrón, o el soldado que
Respuesta a las objeciones: 1. A la mata a un enemigo de la sociedad, no se
primera hay que decir: El (pecado) venial califican de homicidas, según dice Agus-
difiere del mortal como lo imperfecto de tín en el libro De libero arb.14
3. Cf. 1 Cor 3,12, según la exposición de S. AGUSTÍN, De civit. Dei l.21 c.26: ML 41,744;
Enchir. c.68: ML 40,265. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 4 d.21 q.4 (QR 2,381). 4. C.15: ML
40,213. 5. PEDRO LOMBARDO, Sent. 4 d.21 q.5 (QR 2,382), en parte exponiendo y en parte
refiriendo los textos de S. AGUSTÍN, Enchir. c.68: ML 40,264; De fide et oper. c.16: ML 40,216.
688 Tratado de los vicios y pecados C.89 a.3
tanto, pertenecen al oro, la plata y las ellos poco tiempo. Mas los pecados ve-
piedras preciosas. Luego no a la madera, niales de quienes se ocupan de las cosas
el heno y la paja. terrenas permanecen un tiempo más lar-
Por lo tanto, debemos decir que los go, porque no pueden recurrir tan fre-
mismos pecados veniales que se pegan a cuentemente a borrar dichos pecados
quienes tienen el cuidado de las cosas te- por el fervor de la caridad.
rrenas, se designan con la madera, el 4. A la cuarta hay que decir: Como es-
heno y la paja. Así, pues, como estas co- cribe el Filósofo en el libro I De coelo 7,
sas se juntan en una casa y no pertene- todas ¡as cosas se incluyen en tres, a saber: el
cen a lo sustancial del edificio, y pueden principio, el medio y el fin. Y a tenor de
quemarse permaneciendo el edificio, así esto todos los grados de los pecados ve-
también se multiplican los pecados ve- niales se reducen a tres, a saber: a la ma-
niales en la persona permaneciendo el dera, que permanece más tiempo en el
edificio espiritual. Y por éstos padece el fuego; a la paja, que se consume rapidí-
fuego, o de la tribulación temporal en simamente; al heno, que está en el medio.
esta vida, o del purgatorio después de Pues los pecados veniales se purifican
ella; y, sin embargo, consigue la vida más pronto o más tarde por el fuego se-
eterna. gún que sean de mayor o menor adhe-
Respuesta a las objeciones: 1. A la rencia o gravedad.
primera hay que decir: No se dice que los
pecados veniales se sobreedifiquen sobre ARTICULO 3
el fundamento espiritual como puestos
directamente sobre él; sino porque se les ¿Podría pecar venialmente el hombre
pone junto a él, según se toma allí —en en el estado de inocencia?
la Escritura el sobre, en el salmo In Sent. 2 d.21 q.2 a.3; De malo q.2 a.8 ad 1; q.7 a.3
136,1—: Sobre ¿os> ríos de Babilonia, esto ad 13; a.7.
es: junto a. Porque los pecados veniales
no destruyen el edificio espiritual, según Objeciones por las que parece que el
hemos dicho (en sol.). hombre en el estado de inocencia podría
2. A la segunda hay que decir: No se pecar venialmente:
afirma de cualquier edificador con made- 1. Porque acerca de aquello de 1 Tim
ra, heno y paja que se salvará como a 2,14: Adán no fue seducido, dice la Glossa8:
través del fuego, sino sólo del que edifica Inexperto de la divina severidad, pudo engañar-
sobre el fundamento. El cual, ciertamente, se hasta el punto de creer que había cometido
no es la fe informe, como pensaban al- un pecado venial. Mas no hubiera creído
gunos 6 , sino la fe informada por la cari- esto si no hubiera podido pecar venial-
dad, según aquello de Ef 3,17: Enraiza- mente. Luego pudo pecar venialmente
das y fundados en la caridad. Aquel, pues, sin pecar mortalmente.
que muere con pecado mortal y veniales, 2. Además, dice Agustín, en el libro
tiene, ciertamente, madera, heno y paja, XI Super Gen ad litter.9: No hay que pen-
pero no sobreedificados sobre el funda- sar que el tentador habría derribado al hom-
mento espiritual. Y, por consiguiente, bre, a no ser que precediese en el alma del
no se salvará así como a través del mismo cierta exaltación que había que repri-
fuego. mir. Mas esa exaltación, antecedente a la
3. A la tercera hay que decir: Aquellos caída, que ocurrió por el pecado mortal,
que viven liberados del cuidado de los no pudo ser más que un pecado venial.
bienes temporales, aunque a veces pe- Igualmente dice Agustín en el mismo lu-
quen venialmente, sin embargo, los pe- gar 10 que al varón le solicitó algún deseo de
cados veniales que cometen son ligeros experimentar, al ver que la mujer no había
y se purifican de ellos frecuentísimamen- muerto, comida la fruta prohibida. Parece
te por el fervor de la caridad. Por consi- también que se dio algún movimiento
guiente, tales personas no sobreedifican de infidelidad en Eva por el hecho de
con los veniales, porque permanecen en dudar de las palabras del Señor: como es
6. Cf. S. AGUSTÍN, De fide et oper. c.15: ML 40,213. 7. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 268
a. 12): S. TH., lect.2 n.11. 8. Glossa ordin. (6,119 B); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML
192,341; S. AGUSTÍN, De civit. Dei 1.14 c.11: ML 41,420. 9. C.5: ML 34,432. 10. C.42:
ML 34,454.
C.89 a.3 El pecado venial en sí mismo 689
claro por lo que dijo: no sea que muramos, no está firmemente controlado por lo
como se lee en Gen 3,3. Mas estas cosas superior. Pues el que en nosotros se le-
parecen ser pecados veniales. Luego el vante algún movimiento repentino de
hombre pudo pecar venialmente antes sensualidad acaece porque la parte sen-
de pecar mortalmente. sual no está sometida del todo a la ra-
3. Más aún: Se opone más a la inte- zón. Y el que se levante algún movi-
gridad del primer estado el pecado mor- miento repentino en la razón misma
tal que no el pecado venial. Pero el proviene en nosotros de que la acción
hombre, no obstante la integridad del misma de la razón no está sometida a la
primer estado, pudo pecar mortalmente. deliberación fundada en el bien más alto,
Luego también pudo pecar venialmente. como hemos dicho anteriormente (q.74
En cambio está el hecho de que a a. 10). Y el que el ánimo humano se des-
cada pecado corresponde una pena. Mas ordene acerca de los medios, mantenido
en el estado de inocencia no pudo haber el debido orden al fin, proviene de que
ninguna pena, como dice Agustín en el los medios no están infaliblemente orde-
libro XIV De civit. Dei 11. Luego (el nados bajo el fin que ocupa el lugar
hombre) no pudo cometer pecado algu- sumo, como principio en lo apetecible,
no con el que no fuese arrojado de aquel según hemos dicho anteriormente (q.10
estado de integridad. Pero el pecado ve- a. 1; a.2 ad 3; q.72 a.5). Mas en el estado
nial no cambia el estado del hombre. de inocencia, según expusimos en la pri-
Luego no pudo pecar venialmente. mera parte (q.95 a.1), había una firmeza
infalible del orden, de modo que el infe-
Solución. Hay que decir: Comúnmente rior siempre estuviese controlado por el
se sostiene12 que en el estado de inocen- superior, mientras lo más alto del hom-
cia el hombre no pudo pecar venialmen- bre se mantuviese bajo Dios, como dice
te. Mas esto no hay que entenderlo de también Agustín en el libro XIV De ci-
modo que, si (el primer hombre) come- vit. Dei 14. Y por eso no podía haber de-
tiese lo que para nosotros es un pecado sorden en el hombre a no ser que co-
venial, para él fuese mortal por la alteza menzase por no someterse a Dios lo más
de su estado 13. Pues aunque la dignidad alto del hombre, lo cual ocurre por el
de la persona es una circunstancia agra- pecado mortal. Por lo cual está claro
vante del pecado, sin embargo, no lo que el hombre en el estado de inocencia
hace cambiar de especie, a no ser que se no pudo pecar venialmente antes de que
añada una deformidad de desobediencia, pecase mortalmente.
de voto o algo similar, que en nuestro
caso no se puede afirmar. Por consi- Respuesta a las objeciones: 1. A la
guiente, lo que es venial de suyo no primera hay que decir: Venial allí (en el
pudo convertirse en mortal por la digni- texto de la Glossa) no se toma en el sen-
dad del primer estado. Así, pues, hay que tido en que hablamos ahora de venial;
entender que no pudo pecar venialmen- sino que se califica de venial lo que es
te, porque, antes de que perdiera la inte- fácilmente remisible.
gridad del primer estado pecando mor- 2. A la segunda hay que decir: Aquella
talmente, era imposible que cometiera exaltación que precedió en el ánimo del
algo que de suyo fuese venial. hombre fue el primer pecado mortal; y
La razón de esto es porque el pecado se dice que precedió a su caída en el
venial se da en nosotros o por la imper- acto exterior del pecado. A tal exaltación
fección del acto, como los movimientos sucedió tanto el deseo de experimentar
repentinos en el género de los pecados del varón como la duda de la mujer, la
mortales; o por el desorden existente cual, por eso sólo, se lanzó a cierta exal-
acerca de los medios, salvado el debido tación, de modo que escuchó la mención
orden al fin. Y ambas cosas ocurren por del precepto por la serpiente como si no
algún fallo del orden: porque lo inferior quisiese mantenerse bajo el precepto.
11. C.10: ML 41,417. 12. Cf. S. ALBERTO MAGNO, In Sent.2 d.21 a.10 (BO 27,369);
S. BUENAVENTURA, In Sent. 2 d.21 a.3 q.1 (QR 2,520), quien después de indicar la opinión con-
traria, dice que ésta «comúnmente no la aprueban los doctores» que enseñan la teología (ibid.,
p.521 b). 13. Cf. S. BUENAVENTURA, In Sent. 2 d.21 a.3 q.1r ad 4 (QR 2,521 a). 14. C.17.23:
ML 41,425.431; 1.13 c.13: ML 41,386.
690 Tratado de los vicios y pecados C.89 a.4
3. A la tercera hay que decir: El peca- a.8), el entendimiento del ángel no es
do mortal es tan opuesto a la integridad discursivo, de modo que proceda de los
del primer estado, que lo destruye, cosa principios a las conclusiones, entendien-
que no puede hacer el pecado venial. Y do una y otra cosa por separado, como
puesto que no puede darse desorden al- ocurre en nosotros. Por consiguiente, es
guno simultáneamente con la integridad necesario que, siempre que considere las
del primer estado, es lógico que el pri- conclusiones, las considere en cuanto es-
mer hombre no pudiera pecar venial- tán en los principios. Mas en las cosas
mente antes de que pecase mortalmente. apetecibles, según hemos dicho muchas
veces (q.8 a.2; q.10 a.1; a.2 ad 3; q.72
ARTICULO 4 a.5), los fines son como los principios; y
las cosas que son para el fin (los me-
¿Puede un ángel, bueno o malo, dios), como las conclusiones. Por tanto,
pecar venialmente? la mente del ángel no atiende a los me-
De malo q.7 a.9. dios sino en cuanto están bajo el orden
del fin. Por consiguiente, por su misma
Objeciones por las que parece que naturaleza, les compete el que no pueda
un ángel, bueno o malo, puede pecar ve- darse en ellos desorden acerca de los
nialmente: medios a no ser que se dé simultánea-
1. El hombre conviene con los án- mente desorden acerca del fin, lo cual
geles en la parte superior del alma, lla- ocurre en el pecado mortal. Mas los án-
mada mente, según aquello de Gregorio, geles buenos no tienden hacia los me-
en Homil.15: El hombre entiende con los án- dios sino en orden al fin debido, que es
geles. Mas el hombre puede pecar venial- Dios. Y por eso todos sus actos son ac-
mente con la parte superior del alma. tos de caridad. Los ángeles malos, por el
Luego también el ángel. contrario, no tienden hacia ninguna cosa
2. Además, quienquiera que puede sino en orden al fin de su pecado de so-
lo más, puede también lo menos. Pero el berbia. Y, por tanto, pecan mortalmente
ángel pudo amar el bien creado más que en todo lo que hacen por voluntad pro-
a Dios, cosa que hizo pecando mortal- pia. Otra cosa es en cuanto al apetito na-
mente. Luego también pudo amar el tural del bien, que hay en ellos, como
bien creado menos que a Dios desorde- dijimos en la primera parte (q.63 a.4;
nadamente, pecando venialmente. q.64 a.2 ad 5).
3. Más aún: Los ángeles malos pare-
ce que hacen algunas cosas que por su Respuesta a las objeciones: 1. A la
género son pecados veniales, provocan- primera hay que decir: El hombre convie-
do a los hombres a la risa y a otras lige- ne, efectivamente, con los ángeles en la
rezas parecidas. Pero la circunstancia de mente o entendimiento; pero difiere de
la persona no cambia un pecado venial ellos en el modo de entender, como he-
en mortal, como hemos dicho (a.3), a no mos dicho (en sol.).
ser por alguna prohibición sobreañadida, 2. A la segunda hay que decir: El ángel
que en nuestro caso no se da. Luego el no pudo amar menos a la criatura que a
ángel puede pecar venialmente. Dios sino ordenándola a Dios como a su
último fin, o a algún fin desordenado,
En cambio está el hecho de que es por la razón aducida (en sol.).
mayor la perfección del ángel que la del 3. A la tercera hay que decir: Los de-
hombre en el primer estado. Pero el monios se valen de todas aquellas cosas
hombre en el primer estado no pudo pe- que parecen veniales para atraer a los
car venialmente. Luego mucho menos el hombres a su familiaridad y llevarlos así
ángel. al pecado mortal. Por consiguiente, en
Solución. Hay que decir: Según expu- todas esas cosas pecan mortalmente por
simos en la primera parte (q.58 a.3; q.79 la intención de su fin.
16. Q.3 c.7: ML 158,530. 17. De concord. praesc. cum lib. arb. 1.3 q.7: ML 158,530.
692 Tratado de los vicios y pecados C.89 a.6
ARTICULO 6 años del discernimiento, la falta de edad,
que impide el uso de la razón, le excusa
¿Puede darse en alguien el pecado (a uno) de pecado mortal; por lo tanto,
venial con el original solo? le excusará mucho más del pecado venial
In Sent. 2 d.42 q.1 a.5 ad 7; De verit. q.24 a.12 ad 2; si comete algo que por su género sea tal.
De malo q.5 a.2 ad 8; q.7 a.10 ad 8. Mas cuando hubiere empezado el uso de
la razón, no es excusable de la culpa del
Objeciones por las que parece que el pecado venial y mortal. Pero lo primero
pecado venial puede darse en alguien que entonces le ocurre pensar al hombre
con el original solo: es deliberar acerca de sí mismo. Y si en
1. La disposición precede al hábito. efecto se ordenare a sí mismo al fin de-
Mas el (pecado) venial es disposición bido, conseguirá por la gracia la remi-
para el mortal, como hemos dicho ante- sión del pecado original. Mas si, por el
riormente (q.88 a.3). Luego el (pecado) contrario, no se ordenare a sí mismo al
venial se encuentra antes que el mortal
en el infiel, al cual no se le ha remitido fin debido, en cuanto es capaz de discer-
el original. Y así a veces tienen pecados nimiento en aquella edad, pecará mortal-
mente no haciendo lo que está en sí. Y
veniales, sin mortales, con el original. desde entonces no habrá en él pecado
2. Además, hay menos de conexión
y de común entre el pecado venial y el venial sin el mortal, a no ser después
que todo se le fuere perdonado por la
mortal que entre un pecado mortal con gracia.
otro mortal. Pero el infiel, sujeto al pe-
cado original, puede cometer un pecado Respuesta a las objeciones: 1. A la
mortal sin cometer otro. Luego también primera hay que decir: El (pecado) venial
puede cometer un pecado venial sin co- no es por necesidad una disposición que
meter uno mortal. preceda al mortal, sino circunstancial-
3. Más aún: Se puede determinar la mente, como el trabajo dispone a veces
edad en que un niño puede ser por pri- para la fiebre; mas no como el calor dis-
mera vez autor de un pecado actual. Y pone para la forma del fuego.
llegado a esa edad puede permanecer sin 2. A la segunda hay que decir: La im-
pecar mortalmente al menos por algún posibilidad de que el pecado venial se dé
breve espacio de tiempo, porque esto simultáneamente con el original solo no
también ocurre en los más grandes mal- es por razón de su distancia o conformi-
vados. Mas en ese espacio, por breve dad, sino por la falta del uso de la ra-
que sea, puede pecar venialmente. Lue- zón, como hemos dicho (en sol.).
go el pecado venial puede darse en algu- 3. A la tercera hay que decir: El niño
no con el pecado original sin el mortal. que empieza a tener uso de razón puede
contenerse por algún tiempo de otros
En cambio está el hecho de que por pecados mortales; pero no se libra del
el pecado original son castigados los hu- susodicho pecado de omisión si no se
manos en el limbo de los niños, donde convierte a Dios tan pronto como pue-
no se da la pena de sentido, como se da. Pues lo primero que le ocurre al
dirá más abajo (Suppl. q.69 a.6). Y al in- hombre que llega al uso de la razón es
fierno son arrojados los hombres por el pensar acerca de sí mismo y a quién
pecado mortal solo. Luego no hay lugar (debe) ordenar todas las otras cosas
en el que pueda ser castigado quien tie- como a su fin, pues el fin es lo primero
ne pecado venial con el original solo. en la intención. Y por eso éste es el
Solución. Hay que decir: Es imposible tiempo para el cual está obligado por el
que el pecado venial se dé en alguien precepto divino afirmativo, en el que el
con el pecado original sin el mortal. La Señor dice: Volveos a Mí y Yo me volveré
razón de ello es que antes de llegar a los a vosotros (Zac 1,3).
TRATADO DE LA LEY EN GENERAL
Introducción a las cuestiones 90 a 97
Por ANTONIO OSUNA FERNÁNDEZ-LARGO, O.P.
su esencia (q.90).
en común ....... sus formas o clases de leyes (q.91).
sus efectos (q.92).
b) La ley, por la
que Dios instruye
al bien (1-2 1. La ley eterna (q.93).
q.90-108; cf.
1-2 q.10 a.4) . .
2. La ley natural (q.94).
1
Cf. O. LOTTIN, Le Droit Naturel chez saint Thomas d´Aquin et ses prédécesseurs (Bruges
2
1931); M. GRABMANN, Das Naturrecht der Scholastik von Gratian bis Thomas von Aquin: Archiv
für Rechts- und Wirtschaftsphilosophie 16 (1922-23) 12-53.
698 Tratado de la ley en general
descripción será entenderlo como un acto de imperio o prescripción. En la
filosofía de Santo Tomás, el acto de imperio (imperium) es el primer paso
de la razón práctica al ejecutar lo deliberado, tanto si el ejecutor es uno mis-
mo como si es otro (imperio de autoridad): «por el imperio se intima o se
expresa a alguien hacer una cosa, lo cual es propio de la razón», había dicho
hablando de los actos humanos (q.17 a.1). El imperio es el acto terminativo
de la prudencia (I-II q.18 a.1). Al proceder así, se excluye del concepto de
ley todo lo arbitrario, la exigencia de una obediencia ciega o el despotismo
autoritativo, ya que la ley está condicionada siempre por su índole de medio
racional respecto a un fin social justo.
La ley es un principio racional, pero del orden práctico. Y la verdad
práctica consiste en ajustar la acción a las exigencias de un fin propuesto
por la razón (cf. I-II q.57 a.5 ad 3). La ley, en cuanto enunciado de la razón
práctica, es regla de actos morales buenos y es ahí donde sustenta su fuerza
impositiva; la ley es «razón directiva de actos a su fin», dirá sucintamente
Santo Tomás (q.93 a.3). Así, pues, para él la ley, antes de ser mandamiento
autoritativo, es proporción ajustada entre el fin justo de una sociedad y los
actos convenientes y conducentes para ello: «acto proporcionado al fin» es
el modo como él expresa la naturaleza de la ley (In Sent. II d.41 q.1 a.1
ad 4). La obligación, en consecuencia, acompaña a la ley, pero no como exi-
gencia de una voluntad superior que se impone ciegamente, sino como exi-
gencia ajustada de la normatividad al fin social que se promueve. La obliga-
ción dimana del juicio de la razón sobre la adecuación del acto imperado al
fin social.
Este concepto de la ley como dictamen de la razón práctica está tomado
directamente de San Agustín, pero sus orígenes están en la ética aristotélica.
En sus comentarios a la Etica y Política de Aristóteles, Santo Tomás no des-
taca este aspecto tanto como en este lugar.
2. El bien común como fin de la ley.—La ley es prescripción de un acto
proporcionado al fin social. Esto significa, en primer lugar, que la ley es un
elemento de la vida social y parte sólo de la vida moral total. Y, en segundo
lugar, que, cuantas sean las formas de asociación de los hombres, habrá tan-
tas formas de fin social o de bien común y, consiguientemente, de leyes.
Tendremos entonces una ley civil propia de la sociedad política de los hom-
bres, y otra ley que corresponde a toda la creación, cuyo bien común es el
mismo Dios. Y la diferencia que media entre estos dos tipos de bien común
dará razón de la enorme distancia que hay entre la ley civil y la ley eterna.
Y habrá, además, una ley propia de la sociedad sobrenatural, que es la Igle-
sia, pues hay también un bien común propio de la sociedad de los creyentes.
Así, pues, la moción de Dios por la ley responde a la naturaleza social del
hombre.
El concepto de bien común expresa la finalidad de toda sociedad y el
conjunto de bienes que sólo ella puede promover y activar. Y es claro que
la bondad divina, en cuanto participada por toda la creación, dará lugar a
una sociedad y a un tipo de leyes diverso del de la sociedad política tempo-
ral. Y, aunque ya antes había quedado establecido que no hay más que un
fin último o bien común absoluto de la vida humana, hay, sin embargo,
Introducción a las c.90 a 97 699
muchos fines particulares y limitados del hombre en su condición social, los
cuales darán lugar a otras tantas formas de leyes en orden a esos fines o bie-
nes comunes. De este modo, Santo Tomás integró en su teología moral
—que versa sobre el fin último del hombre, como sabemos— el tratado de
las leyes políticas de los pueblos —que versa sobre la justicia de la ley civil
humana—, tal como lo conoció en la ética aristotélica.
Por lo demás, para una detallada comprensión de la teoría del bien co-
mún en Santo Tomás, el lector debe recurrir también al tratado de la jus-
ticia legal, que es la virtud que inclina a la prosecución del bien común (I-II
q.60 a.3 ad 2; II-II q.58 a.6) y al tratado de la prudencia política, que es la
virtud intelectual de elección del justo medio respecto al bien común políti-
co (II-II q.47 a.11).
3. La autoridad como causa eficiente de la ley.—La ley, como precepto en
orden al bien común, es fruto de quien tiene la autoridad. Esto es una con-
secuencia del principio metafísico de que el orden de los agentes debe co-
rresponderse al orden de fines: «ordenar al fin compete a aquel a quien afec-
ta en propiedad ese fin» (q.90 a.3). Esto no es más que decir que la persona
privada como tal no es causa de la ley, sino la persona pública o la multitud
asociada en vista al bien común (ibid.). Es sólo la función pública (ratio pu-
blica) la que puede dictar leyes, decían los escolásticos; hoy a esto se deno-
mina la soberanía legal. Pero hay que tener cuidado de no desbordar este
principio filosófico y hacer aquí que Santo Tomás tome partido por una u
otra concepción del poder político, que ni estaba en su mente ni en los
planteamientos de aquel tiempo.
De igual modo, los continuadores de Santo Tomás se envolvieron aquí
en una interminable discusión acerca de si la promulgación de la ley perte-
nece a la esencia de la ley o no. A nuestro juicio, se equivocan quienes ar-
guyen en pro de la esencialidad de la promulgación por el hecho de que
Santo Tomás introduce la promulgación en la definición de ley. Esto no
obedece a otro motivo que el de repetir la autoridad de Graciano, quien ha-
bía hecho de la promulgación el constitutivo de la obligatoriedad de las
leyes.
3
La loi éternelle chez saint Thomas d'Aquin et ses prédécesseurs, en Psychologie et Morale aux XIIe
et X I I I e siècles II (Louvain 1948) p.67.
4
De Malo q.2 a.4: «Bonum et malum in actibus humanis consideratur secundum quod ac-
tus concordat rationi informatae lege divina, vel naturaliter, vel per doctrinam, vel per infu-
sionem».
Introducción a las c.90 a 97 701
tres tendencias naturales, origen de los tres preceptos básicos de la ley natu-
ral: la tendencia al bien de la conservación del ser humano (precepto de res-
peto a la vida); la tendencia al bien de la especie humana o a la procreación
y educación de la prole (precepto respecto al matrimonio uno e indisoluble)
y tendencia al conocimiento de la verdad y a la vida social (precepto de bús-
queda de la verdad e igualdad de los deberes sociales). Y no es que las mis-
mas inclinaciones sean leyes —hay también inclinaciones al pecado o la ley
del pecado—, sino más bien que la sindéresis lee e interpreta esas inclina-
ciones a un bien racional como leyes primarias del orden moral. Y estas le-
yes podrían, a su vez, resumirse en el principio formal que sustenta todo el
orden moral humano: el bien conforme a la razón debe ser hecho, y el mal,
evitado.
Pero la ley natural no está limitada a este primer dato intuitivo. La ra-
zón puede avanzar en la formulación de nuevos preceptos que integrarán la
compleja ley natural; así sucede, por ejemplo, con las conclusiones de la
ciencia moral. Por ello afirma el autor: «todo lo que se sigue como conclu-
sión de lo que es justo por naturaleza, es también justo según la natura-
leza» 5.
5
In Ethic. V lect.12 n.1023.
702 Tratado de la ley en general
moral en la vida social; las condiciones para un prudente cambio de legisla-
ción, etc. Estas soluciones deberán leerse y juzgarse en referencia a las coor-
denadas históricas del tipo de sociedad política que él conoció —una socie-
dad unitaria, estable y confesional, donde la Iglesia era el motivo aglutinan-
te del orden político— y en referencia al limitado horizonte que aquellos
hombres tenían de la historia de los pueblos y de la etnografía.
Y queda hablar de la ley positiva divina, a la que están dedicadas las
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CUESTIÓN 90
De la esencia de la ley
1. Dig. lib.l tit.4 leg.1: «Quod principali placuit» (KR 1,35a). Los Digesta o Pandectae son
la primera de las cuatro colecciones en que, por encargo del emperador Justiniano (528-565),
se recogió la antigua legislación romana, formando el Corpus iuris civilis. Son una recopilación
de fragmentos de los jurisconsultos romanos, de los que indican el autor y la obra. Santo To-
más cita esta obra por referencia al «lurisperitus» o Jurisconsulto.
a Aquí el término «principios» no se refiere a las verdades fundamentales del orden moral,
sino a las realidades que, de alguna manera, influyen en la bondad o malicia del acto humano.
Y no son los principios constitutivos del acto humano —de los que ya se ha hablado antes—,
sino los principios externos a la esencia del acto mismo, pero que tienen influjo en él. Dejando
aparte la tentación del diablo al mal, queda sólo Dios como principio externo al acto humano,
y El actúa dándonos a conocer su ley por la inteligencia o elevando nuestra voluntad por la
gracia.
704 Tratado de la ley en general C.90 a.1
En cambio está que a la ley compete consiguiente a una ley; de donde resulta
mandar y prohibir. Pero todo acto de que cualquier inclinación debida a una
imperio es propio de la razón, como ya ley puede llamarse ella misma ley, aun-
expusimos (q.17 a.1). Luego la ley perte- que no esencialmente, sino por partici-
nece a la razón. pación. Y es así como la inclinación de
los miembros a la concupiscencia es lla-
Solución. Hay que decir: La ley es una mada ley de los miembros 4.
regla y medida de nuestros actos según 2. A la segunda hay que decir: Así
la cual uno es inducido a obrar o dejar como en los actos exteriores podemos
de obrar; pues ley deriva de ligar 2; por- distinguir la operación y la obra, por
que obliga en orden a la acción. Ahora ejemplo, la edificación y el edificio, así
bien, la regla y medida de nuestros actos en las operaciones de la razón cabe dis-
es la razón, que, como ya vimos (q.1 a.1 tinguir también su acto, que consiste en
ad 3), constituye el primer principio de entender y discurrir, y lo producido por
los actos humanos, puesto que propio este acto. Hablando de la razón especu-
de la razón es ordenar al finb, y el fin es, lativa, este producto es triple: primero,
según enseña el Filósofo3, el primer la definición; segundo, la enunciación;
principio en el orden operativo. Pero lo tercero, el silogismo o argumentación.
que es principio en un determinado gé- Ahora bien, como la razón práctica em-
nero es regla y medida de ese género, plea, a su vez, una especie de silogismo
como pasa con la unidad en el género de ordenado a la operación, según dijimos
los números y con el movimiento prime- arriba (q.13 a.3; q.76 a.1; q.77 a.2 ad 4),
ro en el género de los movimientos. Si- siguiendo la doctrina del Filósofo en
gúese, pues, que la ley es algo que perte- Ethic.5, debemos encontrar en la misma
nece a la razón. razón práctica algo que sea respecto de
Respuesta a las objeciones: 1. A la la operación lo que en la razón especula-
primera hay que decir: Siendo la ley una tiva son las proposiciones respecto de la
especie de regla y medida, se dice que se conclusión. Y estas proposiciones uni-
encuentra en algo de dos maneras. Pri- versales de la razón práctica, ordenadas
mera, como en el principio mensurante a la operación, son precisamente la ley c ,
y regulador. Y ya que medir y regular es bien que sean consideradas en acto por
propio de la razón, de esta manera la ley la razón, bien que sólo se encuentren en
sólo se encuentra en la razón. Segunda, ella de manera habitual.
como en lo medido y regulado. Y de 3. A la tercera hay que decir: El poder
este modo se encuentra en todas las co- de mover que tiene la razón lo recibe de
sas que obedecen a alguna inclinación la voluntad, según ya dijimos (q.17 a.1),
2. Esta falsa etimología la recoge Santo Tomás de una tradición medieval, de la que hay
huellas también en la Summa Lipsiensis y en las obras de San Buenaventura y de San Alberto
Magno. 3. ARISTÓTELES, Phys. 1.2 c.2 n.9 (BK 200a22): S. TH., lect.15; Eth. l.7 c.8 n.4 (BK
1151a16): S. TH., lect.8. 4. PEDRO LOMBARDO, Sent. l.2 dist.30 c.8 (QR I 464). Cf. Rom
7,23. 5. ARISTÓTELES, c.3 n.9 (BK 1147a24).
b La índole racional de toda ley deriva de que la ley es un acto de imperio, el cual no es
otra cosa que «un acto de la razón, ya que quien impera ordena a otro hacer una cosa intimán-
dole la orden» (1-2 q.17 a.1). Y esta acción de impulsar a un fin correcto, imponiendo el medio
conducente a él, es fruto de la razón. Y el acto de preceptuar la ley es un principio impulsor
del acto bueno. Santo Tomás explica esta naturaleza de la ley por la etimología de la palabra
ley, que derivaría de «ligar», pero no es una terminología acertada y hoy se dice que la verda-
dera etimología viene de una raíz indoeuropea (lagh), con la idea de establecer o determinar.
Así pues, con esta explicación al inicio del tratado de la ley, se deja sentado que la razón es
la regla suprema del orden moral. Cf. E. Lio, Annotazioni al testo riportato de S. Tommaso (1-2
q.90 a.1): «lex dicitur a ligando»: Divinitas 1 (1957) p.372-395.
c Las leyes son las proposiciones básicas del orden de la razón práctica, al igual que las
proposiciones inmediatas lo son en el orden de la razón especulativa. Como la razón práctica
es causativa de las cosas, la ley es principio de actos morales ordenados al fin. En este mismo
texto, Santo Tomás toma partido por la tesis de que la ley es un efecto de la actividad de la
razón (aliquid operatum, constitutum) y no la misma actividad de la razón, como enseñaban otros
maestros. Son, pues, las leyes «proposiciones de la razón práctica ordenadas a la operación».
C.90 a.2 De la esencia de la ley 705
pues cuando alguien quiere el fin es los actos humanos, pertenece a aquello
cuando la razón dispone acerca de los que es principio de estos actos. Pero así
medios que a él conducen. Pero para como la razón es principio de los actos
que el querer de la voluntad respecto de humanos, también hay en la razón mis-
estos medios tenga valor de ley, es nece- ma algo que es principio de todo lo de-
sario que esté regulado por la razón. Y más, a lo cual, por tanto, ha de respon-
en este sentido hay que entender aquello der la ley de manera principal y prima-
de que la voluntad del príncipe tiene ria. Ahora bien, el primer principio en el
fuerza de ley. De lo contrario, la volun- orden operativo, del que se ocupa la ra-
tad del príncipe, más que ley, sería ini- zón práctica, es el último fin. Y, como
quidad. el último fin de la vida humana, según
ya vimos (q.2 a.7; q.3 a.1; q.69 a.1), es la
felicidad o bienaventuranza, sigúese que
ARTICULO 2 la ley debe ocuparse primariamente del
La ley, ¿se ordena siempre al bien orden a la bienaventuranza. Además, la
común? parte se ordena al todo como lo imper-
fecto a lo perfecto, y el hombre indivi-
Infra q.95 a.4; q.96 a.1; In Sent. 3 d.37 a.2 q.a2 ad 5; dual es parte de la comunidad perfecta.
In Ethic. 5 lect.2.
Luego es necesario que la ley se ocupe
Objeciones por las que parece que la de suyo del orden a la felicidad común.
ley no siempre se ordena al bien común De ahí que el Filósofo, en la sobredi-
como a su fin. cha 8 definición de las cosas legales, haga
1. A la ley compete mandar y prohi- mención tanto de la felicidad como de la
bir. Pero los mandatos versan sobre bie- comunidad política. Dice, en efecto, en
nes singulares. Luego no siempre el fin V Ethic.9 que llamamos cosas legales justas
de la ley es el bien común. a las que promueven y conservan la felicidad y
2. La ley dirige al hombre en sus ac- todos sus requisitos en la convivencia política,
ciones. Pero los actos humanos se ejer- teniendo en cuenta que la comunidad
cen sobre cosas particulares. Luego la perfecta es la ciudad, como también se
ley se ordena al bien particular. dice en I Politic.10
3. Dice San Isidoro en su obra Ety- Por otra parte, lo que realiza en grado
mol.6: Si la ley recibe su consistencia de la máximo la noción común de un género
razón, será ley todo lo que la razón establez- es causa y punto de referencia de todo
ca. Pero la razón establece no sólo lo lo demás de ese género. Por ejemplo, el
que mira al bien común, sino también lo fuego, que es lo sumo en el género de lo
que se refiere al bien privado. Luego la cálido, es causa del calor en los cuerpos
ley no se ordena sólo al bien común, mixtos, y éstos no se dicen cálidos sino
sino también al bien privado individual. en la medida en que participan del fue-
go. De donde se sigue que, como la ley
En cambio está lo que dice San Isi- se constituye primariamente por el or-
doro en V Etymol.7: La ley no ha sido es- den al bien común, cualquier otro pre-
crita para provecho particular de nadie, sino cepto sobre actos particulares no tiene
para utilidad común de los ciudadanos. razón de ley sino en cuanto se ordena al
Solución. Hay que decir: Hemos visto bien común. Se concluye, pues, que toda
(a.1) que la ley, al ser regla y medida de ley se ordena al bien común .
6. L.2 c.10: ML 82,130; 1.5 c.3: ML 82,199. 7. C.21: ML 82,203. Cf. 1.2 c.10: ML
82,130. Cf. también ARISTÓTELES, Eth. 1.5 c.1 n.13 (BK 1129b17). 8. Ver la nota 7 relativa
al En cambio. Parece que Santo Tomás pensó aducir allí la autoridad de Aristóteles, decidiéndo-
se de hecho por la de San Isidoro. 9. ARISTÓTELES, c.1 n.13 (BK 1129b17); S. TH., lect.2.
10. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1252a5): S. TH., lect.1.
d Fundado en la autoridad de San Isidoro, que hacía del bien común de los ciudadanos el
fin de la ley (sed cont.), construye toda una teoría acerca de la esencial referibilidad de toda
ley al bien común de la sociedad. En el orden práctico, la intención del fin último es el co-
mienzo de la actividad. Y ya antes se determinó que ese fin último es la bienaventuranza, por
lo cual tenemos que la ley, que ordena a ese fin último, tiene un puesto relevante en la vida
moral. La novedad de este artículo es la conexión establecida entre el fin último de la bien-
706 Tratado de la ley en general C.90 a.3
Respuesta a las objeciones: 1. A la Cuando los gentiles, que carecen de ley, guia-
primera hay que decir: Por precepto se en- dos por la razón natural, cumplen los precep-
tiende la aplicación de la ley a las cosas tos de la ley, ellos mismos son su propia ley.
que la ley regula. Y como la ordenación Y esto lo dice de todos en general. Lue-
al bien común, que es propia de la ley, go cualquiera puede darse a sí mismo le-
es aplicable a fines individualese, de ahí yes.
que se den también preceptos sobre al- 2. Según dice el Filósofo en II
gunas cosas particulares. Ethic. 11, la intención del legislador es inducir
2. A la segunda hay que decir: Las ope- a los hombres a la virtud. Pero cualquier
raciones se ejercen, ciertamente, sobre hombre puede inducir a otro a la virtud.
cosas particulares; pero éstas pueden ser Luego la ley puede ser dada por la razón
referidas al bien que llamamos común de cualquier individuo particular.
no ya con comunidad de género o de es- 3. Así como el jefe del Estado es
pecie, sino con comunidad de finalidad, quien gobierna en su país, así el padre
en cuanto se llama bien común a lo que de familia es quien gobierna en su casa.
es un fin común. Pero el jefe del Estado puede dar leyes
3. A la tercera hay que decir: Así en sus dominios. Luego cualquier padre
como nada hay firme en el ámbito de la de familia puede instituir leyes en su
razón especulativa a no ser por reduc- casa.
ción a los primeros principios indemos- En cambio está lo que dice San Isi-
trables, así nada hay consistente en el te- doro en el libro de las Etimologías12, de
rreno de la razón práctica sino por re- acuerdo con lo que se lee en el Decreto
ducción al fin último, que es el bien dist.213: .Ltf ley es una determinación del pue-
común. Mas lo que la razón establece de blo sancionada por los ancianos junto con la
este modo tiene carácter de ley. plebe. Luego las leyes no puede hacerlas
uno cualquiera.
ARTICULO 3 Solución. Hay que decir: La ley pro-
piamente dicha tiene por objeto primero
¿Puede un individuo particular crear y principal el orden al bien común. Pero
leyes? ordenar algo al bien común correspon-
Infra q.97 a.3 ad 3; 2-2 q.50 a.1 ad 3. de, ya sea a todo el pueblo14, ya a al-
guien que haga sus veces. Por tanto, la
Objeciones por las que parece que la institución de la ley pertenece, bien a
razón de uno cualquiera basta para ins- todo el pueblo, bien a la persona pública
tituir las leyes. que tiene el cuidado del mismo. Porque
1. El Apóstol dice en Rom 2,14: también en cualquier otro ámbito de co-
11. ARISTÓTELES, c.1 n.5 (BK 1123b3): S. TH., lect.1. 12. L.5 c.10: ML 82,200.
13. GRACIANO, Decretum p.1 dist.2 can.1: «Lex est» (RFI.3). El Decreto es un compendio de le-
yes eclesiásticas compuesto por el monje camaldulense Graciano (c.1170). En él se recogen, en
este caso, las palabras de San Isidoro. 14. Santo Tomás suele designar el conjunto de los
subditos de la sociedad civil con el hombre de «multitudo». Aquí traducimos generalmente esta
palabra por «pueblo», y en algún caso por «masa» o por «comunidad».
f La ley, como precepto en orden al fin, sólo puede ser promulgada por quien tiene la fun-
ción pública de buscar ese fin. Tenga quien tenga la autoridad, siempre el legislador será un
representante de la totalidad de la sociedad. Pero se equivocaría quien viera en estas palabras
una concepción rousseauniana del poder legislativo o una teoría política de que la autoridad es
siempre una delegación del pueblo. El concepto que aquí expone Santo Tomás es aplicable tan-
to a la sociedad política como a la sociedad eclesiástica, en la que, evidentemente, la autoridad
no es una delegada del pueblo.
g La ley, como principio práctico, necesita ser conocido por los subditos para que pueda
708 Tratado de la ley en general C.90 a.4
Y asi, de las cuatro conclusiones esta- 2. A la segunda hay que decir: Los que
blecidas se puede inferir la definición de no asisten a la promulgación de una ley
la ley, la cual no es sino una ordenación están obligados a observarla en cuanto,
de la razón al bien común, promulgada una vez promulgada, la conocen, o pue-
por quien tiene el cuidado de la comu- den conocerla, por medio de otros.
nidad. 3. A la tercera hay que decir: La pro-
Respuesta a las objeciones: 1. A la mulgación actual se extiende al futuro
primera hay que decir: La promulgación de merced a la permanencia de la escritura,
la ley natural consiste en el hecho mis- que es, en cierto modo, una continua
mo de que Dios la implantó en las men- promulgación. Por eso dice San Isidoro
tes de los hombres para que así la pudie- en II Etymol.19 que el nombre de ley procede
ran conocer naturalmente. de leer, porque está puesta por escrito.
1. C.6: ML 32,1229.
b La mayor dificultad que encuentra la aplicación del concepto de ley al orden de la provi-
dencia divina es que en la providencia divina no existe la promulgación que es propia de toda
ley. Pero el autor responde que, al menos, el libro de la vida tiene una promulgación eterna
(cf. 1 q.24), y así se salva la analogía.
c La ley eterna de Dios se participa en las creaturas de dos modos distintos: como mera
inclinación material impresa en la naturaleza de los seres vivientes (concepto impropio de ley:
cf. ad 3) y como participación formal, en cuanto imperativo de la razón hacia un fin (concepto
propio de ley, que sólo existe en la razón del hombre). La razón humana es fuente reguladora
y preceptiva de la ley, de modo análogo a como lo es la sabiduría divina. Por ello es un grave
error inculpar a Santo Tomás de confundir la ley natural con el instinto o las inclinaciones na-
C.91 a.3 De las distintas clases de leyes 711
mista (Sal 4,6), tras haber cantado: Sacri- eterna a su manera. Pero la participación
ficad un sacrificio de justicia, como si pen- que hay en la criatura racional se recibe
sara en los que preguntan cuáles son las mediante la inteligencia y la razón, y por
obras de justicia, añade: Muchos dicen: eso se llama ley con toda propiedadd,
¿quién nos mostrará el bien? Y responde: puesto que la ley es cosa de la razón,
La luz de tu rostro, Señor, ha quedado im- como ya vimos (q.90 a.1). En cambio, la
presa en nuestras mentes, como diciendo participación que se da en la criatura
que la luz de la razón natural, por la que irracional no es recibida racionalmente,
discernimos entre lo bueno y lo malo y, en consecuencia, no puede llamarse
—que tal es el cometido de la ley—, no ley sino por asimilación.
es otra cosa que la impresión de la luz
divina en nosotros. Es, pues, patente ARTICULO 3
que la ley natural no es otra cosa que la
participación de la ley eterna en la cria- ¿Existe una ley humana?
tura racional.
Infra q.95 a.1.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Ese argumento ten- Objeciones por las que parece que
dría valor si la ley natural fuera cosa di- no existe una ley humana.
versa de la ley eterna. Pero ya vimos 1. La ley natural, como ya dijimos
(sol.) que no es sino una participación (a.2) es una participación de la ley eter-
de ésta. na. Pero mediante la ley eterna todas las
2. A la segunda hay que decir: Cual- cosas están perfectamente ordenadas, según
quier operación de la razón y de la vo- dice San Agustín en I De lib. arb.4 Lue-
luntad surge en nosotros a partir de algo go la ley natural basta para ordenar to-
que nos es natural, como expusimos das las acciones humanas y, por tanto,
arriba (q.10 a.1), porque todo raciocinio no es necesaria una ley humana.
parte de principios naturalmente conoci- 2. La ley, como ya vimos (q.90 a.1),
dos, y todo apetito relativo a los medios tiene carácter de medida. Pero la razón
deriva del apetito natural del fin último. humana no es medida de las cosas, sino
Por la misma razón es también indispen- más bien a la inversa, según se lee en X
sable que la primera ordenación de nues- Metaphys.5 Luego ninguna ley puede
tros actos al fin sea obra de una ley na- proceder de la razón humana.
tural. 3. La medida debe ser establecida
3. A la tercera hay que decir: También con toda certeza, según se dice en X
los animales irracionales, además de la Metaphys.6 Mas el dictamen de la razón
criatura racional, participan de la razón humana en la gestión de sus asuntos es
4. C.6: ML 32,1229. 5. ARISTÓTELES, l.9 c.1 n.14 (BK 1053a31): S. TH., lect.2. 6. ARIS-
TÓTELES, 1.9 c.1 n.14 (BK 1053a1): S. TH., lect.2.
turales del hombre. El es fiel a su principio de que la ley se constituye como un dictamen de
la razón, aunque, en el caso de la ley natural, la materia sobre la que dictamina la razón es el
orden objetivo de las inclinaciones naturales. Pues bien, esa participación de la razón divina en
la razón humana, que se manifiesta en que ésta, a semejanza de la divina, ordena las cosas a
su fin, es a lo que llamamos la ley natural. Y no significa otra cosa que la índole ética del hom-
bre ordenando sus acciones al fin último. Y, por esta condición del hombre, podemos decir de
él que es «providente para sí y para los demás». La dificultad de entender esta doctrina surgió
cuando el término «natural» dejó de significar la índole racional del hombre y pasó a designar
lo material y mensurable de las cosas. Y notemos también que, en esta teoría de la ley natural,
Santo Tomás hace una amalgama entre las enseñanzas paulinas acerca de la ley de la naturaleza
y la tradición del pensamiento romano.
d Tanto en esta respuesta como en el ad 1 y en la solución del artículo se reitera el concep-
to metafísico de participación para aplicarlo a la relación existente entre la ley natural y la ley
eterna. La analogía de ambos conceptos se mediatiza aquí por la idea de participación, de
modo que son dos conceptos análogos en función de que la existencia de la ley natural depen-
de de la existencia de la ley eterna. Y debe anotarse que el texto aducido de la Escritura (Sal
4,6) para probar la existencia de esa ley impresa en el corazón del hombre obedece a una inter-
pretación muy socorrida en la teología medieval del texto de la Vulgata, pero es ajena al texto
original.
712 Tratado de la ley en general C.91 a.3
incierto, según aquello de Sab 9,14: Los Respuesta a las objeciones: 1. A la
pensamientos de los mortales son inseguros, y primera hay que decir: La razón humana
nuestras previsiones inciertas. Luego la ra- no puede participar plenamente del dic-
zón humana no puede dar origen a ley tamen de la razón divina, sino sólo a su
alguna. manera e imperfectamente. Por eso, así
En cambio está lo que San Agustín como en el orden especulativo, por una
dice en I De lib. arb.7 de que hay dos le- participación natural de la sabiduría di-
yes, una eterna y otra temporal, y a ésta vina, tenemos conocimiento de algunos
le llama humana. principios generales, pero no propia-
mente de todas las verdades particulares
Solución. Hay que decir: La ley, como
tal como se contienen en la sabiduría de
ya expusimos (q.90 a.1 ad 2), es un dic-
Dios, así también, en el orden práctico,
tamen de la razón práctica. Ahora bien,
el proceso de la razón práctica es seme- el hombre participa naturalmente de la
ley eterna en cuanto a algunos principios
jante al de la especulativa, pues una y
generales, mas no en cuanto a la ordena-
otra conducen a determinadas conclusio-
ción peculiar de cada una de las cosas
nes partiendo de determinados princi-
singulares, por más que esta ordenación
pios, según vimos arriba (ib.). De acuer-
se contenga también en la ley eterna.
do con esto, debemos decir que, así
Por eso es necesario que la razón huma-
como en el orden especulativo partimos
de los principios indemostrables natural- na proceda ulteriormente a sancionar al-
mente conocidos para obtener las con- gunas leyes más particularesf.
clusiones de las diversas ciencias, cuyo 2. A la segunda hay que decir: La ra-
conocimiento no nos es innato, sino que zón humana por sí misma no es regla y
lo adquirimos mediante la industria de la medida de las cosas. Pero los principios
razón, así también, en el orden práctico, que adquiere naturalmente son reglas
la razón humana ha de partir de los pre- generales que han de servir de medida
ceptos de la ley natural como de princi- para todas las acciones humanas. La ra-
pios generales e indemostrables, para lle- zón natural es, pues, regla y medida de
gar a sentar disposiciones más particulari- estas acciones, aunque no lo sea de las
zadas. Y estas disposiciones particulares cosas naturales.
descubiertas por la razón humana reci- 3. A la tercera hay que decir: La razón
ben el nombre de leyes humanas e , su- práctica versa sobre la operable, que es
puestas las demás condiciones que se re- singular y contingente, y no sobre lo ne-
quieren para constituir la ley, según lo cesario, como la razón especulativa. Por
dicho anteriormente (ib. a.2-4). Por eso eso las leyes humanas no pueden alcan-
dice Tulio en la Retórica8 que en su origen zar aquella infalibilidad que tienen las
el derecho procede de la naturaleza; luego, con conclusiones científicas obtenidas por
la aprobación de la razón, algunas cosas se demostración. Aunque tampoco es nece-
convirtieron en costumbres; finalmente, estas sario que toda medida sea absolutamente
cosas surgidas de la naturaleza y aprobadas infalible y cierta, sino sólo en cuanto
por la costumbre, fueron sancionadas por el cabe en su género.
temor y el respeto de las leyes.
e Las leyes humanas no pueden pedir su validez a la ley eterna; son en verdad raciocinios
humanos que pretenden ordenar asuntos particulares de la vida social humana. Santo Tomás las
distingue de la ley natural como las conclusiones científicas se distinguen de los primeros prin-
cipios; son, incluso, producto de un hábito distinto. Continúa, pues, el paralelismo entre la ra-
zón especulativa y la práctica. Y su doctrina es significativa para comprender el modo como
se distingue la ley natural (moral) y el derecho positivo. La labor de aplicación de la ley natural
a las situaciones de la sociedad humana es todo un complejo proceso histórico y racional en
el que no caben simplificaciones.
f La participación de la ley eterna en la razón humana no puede convertirse en un respaldo
a toda ley humana. Lo único que la ley eterna convalida en las leyes humanas son los princi-
pios generales del orden moral, pero no la opción concreta de toda ley humana. Queda de este
modo aceptada la sugerencia de Cicerón transcrita en la solución del artículo.
C.91 a.4 De las distintas clases de leyes 713
ARTICULO 4 con vistas al último fin. Ahora bien, si
el hombre estuviese solamente ordenado
¿Era necesaria la existencia de una a un fin que no excediese el alcance de
ley divina? sus facultades naturales, no necesitaría
1 q.1 a.1; 2-2 q.22 a.1 ad 1; 3 q.60 a.5 ad 3; In Sent. su razón ninguna dirección superior a la
3 d.37 a.1; In Gal. 3 lec.7; In Psalm. ps.18. ley natural y a la que de ésta se deriva,
la ley humana. Pero como el hombre está
Objeciones por las que parece que ordenado al fin de la bienaventuranza
no era necesaria la existencia de una ley eterna, que sobrepasa el alcance natural
divina. de las facultades humanas, según ya ex-
1. Como ya dijimos (a.2), la ley na- pusimos (q.5 a.3), sigúese que necesitaba
tural es una participación de la ley eter- ser conducido a su fin no sólo mediante
na en el hombre. Pero la ley eterna es las leyes natural y humana, sino también
una ley divina, como también vimos mediante una ley dada por Dios.
(a.l). Luego no era necesario que, ade- Segunda, porque la incertidumbre de
más de la ley natural y las leyes humanas los juicios humanos, sobre todo en asun-
derivadas de ella, exista otra ley divina. tos contingentes y particulares, da lugar
2. En Eclo 15,14 se dice que Dios a que hombres de diversa condición juz-
dejó al hombre a merced de su consejo. Pero guen diversamente acerca de los actos
el consejo es un acto de la razón, según humanos y, en consecuencia, formulen
ya vimos (q.14 a.1). Luego el hombre leyes diversas y aun contrarias. Por eso,
fue confiado al gobierno de la propia ra- para que el hombre pueda saber sin nin-
zón. Mas como el dictamen de la razón guna duda lo que ha de hacer o evitar,
humana, según lo dicho arriba (a.3), era necesario que fuera dirigido en sus
constituye la ley humana, sigúese que el actos propios por una ley de origen di-
hombre no necesita para su gobierno vino, de la que consta que no puede
una ley divina. equivocarse.
3. La naturaleza humana goza de Tercera, porque el hombre no puede
mayor autonomía que las criaturas irra- dictar leyes más que en aquello de que
cionales. Pero estas criaturas no tienen puede juzgar. Pero el juicio del hombre
más ley divina que la inclinación natural nada puede decir acerca de los movi-
implantada en ellas. Mucho menos, por mientos interiores, que están ocultos,
tanto, habrá de tener una ley divina, sino sólo acerca de los actos exteriores,
además de la ley natural, la criatura ra- que se pueden ver. Y, sin embargo, para
cional. la perfección de la virtud se requiere que
En cambio está que David pide a los actos humanos sean rectos en lo inte-
Dios (Sal 118,33) que le imponga una rior y en lo exterior. Así pues, como la
ley, diciendo: Ponme, Señor, una ley en el ley humana no alcanza a someter y orde-
camino de tus justicias. nar suficientemente los actos interiores,
era necesario que para esto se nos diera
Solución. Hay que decir: Además de la además una ley divina.
ley natural y de la ley humana, era nece- Cuarta, porque, como dice San Agus-
sario para la dirección de la vida huma- tín en I De lib. arb.9, la ley humana no
na contar con una ley divina g . Y esto puede castigar o prohibir todas las ac-
por cuatro razones. ciones malas, pues al tratar de evitar
Primera, porque el cometido de la ley todo lo malo, suprimiría a la vez mu-
es dirigir al hombre a sus actos propios chos bienes e impediría el desarrollo del
9. C.5: ML 32,1228.
g La ley divina de que aquí se habla es la ley positiva de Dios y no hay que confundirla
con la ley eterna, que también es divina. Así pues, se refiere a las leyes emanadas de una inter-
vención especial de Dios en la historia, como fueron las leyes del pueblo israelita y es la ley
evangélica. Con esa legislación revelada, Dios ayuda a la razón humana en el ámbito de unas
verdades que, aunque asequibles a la luz de la razón, le resultan con frecuencia difíciles de
enunciar. Tenemos aquí una importante idea para entender las relaciones entre el orden natural
y el sobrenatural. El concilio Vaticano I recogió estas ideas para demostrar la necesidad de la
revelación.
714 Tratado de la ley en general C.91 a.5
bien común, que es indispensable para la Dios intenta obtener de todos los hom-
convivencia humana. Por eso, para que bres es idéntico, según se dice en 1 Tim
ningún mal quedara sin prohibición y 2,4: Quiere que todos los hombres sean salvos
castigo, era necesario que sobreviniese y lleguen al conocimiento de la verdad. Luego
una ley divina por la cual quedaran pro- la ley divina es solamente una.
hibidos todos los pecados. 3. A la ley eterna, que es única, pa-
Y estas cuatro razones aparecen insi- rece aproximarse más la ley divina que
nuadas en el salmo 18,8, donde se dice: la ley natural, por lo mismo que la reve-
La ley del Señor es inmaculada, es decir, no lación sobrenatural es superior al cono-
permite ninguna mancha de pecado; con- cimiento natural. Pero la ley natural es
vierte el alma, porque dirige no sólo los única para todos los hombres. Luego
actos externos, sino también los inter- con mayor razón será única la ley divina.
nos; el testimonio del Señor es fiel, por la En cambio está lo que el Apóstol
certeza de su verdad y rectitud; concede ¡a dice en Heb 7,12: Mudado el sacerdocio,
sabiduría a los pequeños, porque ordena al por fuerza ha de mudarse también la ley.
hombre al fin sobrenatural y divino. Más el sacerdocio, según se dice en el
Respuesta a las objeciones: 1. A la mismo lugar (v.11s), es doble, a saber, el
primera hay que decir: Por la ley natural el sacerdocio levitico y el sacerdocio de
hombre participa de la ley eterna en la Cristo. Luego también es doble la ley di-
medida de su capacidad natural. Pero vina: la antigua y la nueva.
para ser conducido al último fin sobre- Solución. Hay que decir: Como se vio
natural necesita una norma de orden su- en la Parte I (q.30 a.3), la distinción es
perior. Por eso recibe además una ley causa del número. Ahora bien, las co-
dada por Dios que entraña una partici- sas pueden distinguirse de dos mane-
pación más elevada de la ley eterna. ras: bien como realidades diversas en
2. A la segunda hay que decir: El con- su especie, cual es el caso del caballo y
sejo es una especie de indagación; por el buey, bien como lo perfecto y lo im-
eso ha de proceder a partir de determi- perfecto dentro de la misma especie,
nados principios. Pero no bastan para cual sucede con el niño y el adulto.
esto los principios inherentes a la natu- Y esta segunda es la distinción que me-
raleza, que son, como hemos visto (sol.), dia entre la ley antigua y la ley nueva.
los preceptos de la ley natural; sino que De aquí que el Apóstol, en Gál 3,24-25,
se requieren además otros principios, y compare el estado de la ley antigua al
éstos son los preceptos de la ley divina. del niño, que se halla sometido a su ayo;
3. A la tercera hay que decir: Las cria- y el estado de la ley nueva, al del hom-
turas irracionales no se ordenan a otro bre maduro, que ya no necesita del ayo.
fin que el que está en consonancia con Por otra parte, la perfección e imper-
sus fuerzas naturales. Por eso no es váli- fección de una y otra ley han de deter-
da la comparación. minarse atendiendo a las tres condicio-
nes de la ley arriba señaladas. Porque
ARTICULO 5 ante todo, según vimos (q.9 a.2), la ley
debe ordenarse al bien común como a su
La ley divina, ¿es solamente una? fin. Pero este bien puede ser doble. Uno
Infra q.107 a.1; In Gal. 1 lect.2. es el bien sensible y terreno; y a éste or-
denaba directamente la ley antigua. Por
Objeciones por las que parece que la eso, en su mismo exordio, en Ex 3,8-17,
ley divina es solamente una. el pueblo es convidado al reino terreno
1. Un rey y un reino piden una sola de los cananeos. El otro es el bien inteli-
ley. Pero Dios es el rey único de todo el gible y celeste; y a éste ordena la ley
género humano, según aquello del salmo nueva. Por eso Cristo, desde el principio
46,8: Dios es rey de toda la tierra. Luego de su predicación, convoca para el reino
sólo hay una ley divina. de los cielos, diciendo, según Mt, 4,17:
2. Toda ley se ordena al fin que el Haced penitencia, porque se acerca el reino de
legislador se propone conseguir en los los cielos. Lo que mueve a San Agustín a
destinatarios de la misma. Pero lo que escribir en IV Contra Faustum10 que en el
11. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 1.3 dist.40 c.l (QR, II 734). 12. C.17: ML 42,159.
13. La palabra «fomes» es aceptada por el Diccionario de la Real Academia en un sentido equi-
valente al que tiene en latín, como «causa que excita o promueve una cosa». Bien podemos,
por tanto, acoger aquí este término en el sentido semejante que le atribuye la teología a partir
de la Edad Media, es decir, como el impulso desordenado de la sensualidad o apetito sensitivo
a consecuencia del pecado original. Sobre esta «ley» puede verse PEDRO LOMBARDO, Sent. 1.2
d.30 c.8; S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.4 c.22: MG 94,1200. 14. C.3: ML 82,199.
h En este artículo se contraponen los dos estadios o formas de leyes positivas divinas: el
decálogo del Antiguo Testamento y la ley del amor del Nuevo Testamento. Hay en estas pala-
bras una profunda explicación de la historia de la salvación, entendida como un proceso his-
tórico y progresivo en el acercamiento legal y social de la humanidad a Dios. Debe destacarse,
sobre todo, el aspecto pedagógico y preparativo de que estaba imbuida la ley antigua. Pero esta
ley histórico-positiva es diferente por completo de la ley natural, que afecta a los hombres por
su condición de seres racionales y no por la condición histórica de miembros del pueblo de
Dios.
716 Tratado de la ley en general C.91 a.6
3. Según ya dijimos (q.90 a.2), la ley cuanto más se desvía de la razón, tanto
se ordena al bien común. Mas el fomes que así viene a hacerse en cierto modo
no se ordena al bien común, sino al bien semejante a las bestias, que se rigen por
privado. No tiene, por tanto, carácter de los impulsos sensuales, de acuerdo con
ley. lo que dice el salmo 48,21: El hombre, ro-
En cambio está lo que el Apóstol deado de honores, no comprendió: se puso al
dice en Rom 7,23: Siento otra ley en mis nivel de los jumentos irracionales y se hizo se-
miembros que repugna a la ley de mi mentei. mejante a ellos.
En definitiva, pues, la inclinación de
Solución. Hay que decir: Como ya he- la sensualidad, a la que llamamos fomes,
mos visto (a.2; q.90 a.1 ad 1), la ley se en los demás animales tiene, sin más, la
encuentra esencialmente en el principio condición de ley, aunque sólo sea en la
regulador y mensurante, y participativa- medida en que cabe en ellos la ley de
mente en lo medido y regulado. Y así, acuerdo con sus inclinaciones directas.
toda inclinación u ordenación que se en- Para los hombres, en cambio, no es ley
cuentra en algo sometido a la ley puede en este sentido, puesto que más bien en-
ser llamada ley por participación, según traña una desviación de la ley de la ra-
lo dicho (ib.). Ahora bien, el legislador zón. Pero desde el momento en que, por
puede producir una inclinación en sus obra de la justicia divina, el hombre ha
subditos de dos maneras. Ante todo, di- sido destituido de la justicia original y
rectamente, inclinándolos a algo, que a del vigor de la razón, el ímpetu mismo
veces es distinto para distintos sujetos, y de la sensualidad, bajo cuyo impulso
en este sentido puede decirse que una es cae, adquiere para él carácter de ley, de
la ley de los militares y otra la de los co- una ley penal y consiguiente a la ley di-
merciantes. En segundo lugar, indirecta- vina por la que fue destituido de su dig-
mente, o porque al destituir de su digni- nidad propia.
dad a uno de los subditos, éste queda
transferido a otro orden y como a otra Respuesta a las objeciones: 1. A la
ley. Si un soldado, por ejemplo, es ex- primera hay que decir: Este argumento
pulsado del ejército, pasará al estatuto considera el fomes en sí mismo, como
del campesino o del comerciante. inclinación al mal. Pero, como ya vimos
Así, pues, bajo la dirección de la ley (sol.), en este sentido no tiene carácter
de Dios, las distintas criaturas tienen de ley, sino sólo en cuanto responde a la
distintas inclinaciones naturales, de tal justicia de la ley divina, como si dijéra-
modo que lo que para una es, en cierto mos que es ley el que se permita que un
modo, ley, para otra es contrario a la noble sea relegado por su culpa a reali-
ley; y así sucede, por ejemplo, que mien- zar obras serviles.
tras la fiereza es, en cierto sentido, la ley 2. A la segunda hay que decir: El argu-
del perro, es, en cambio, contraria a la mento parte del hecho de que la ley es
ley de la oveja o de cualquier otro ani- una especie de regla o medida, y así los
mal manso. Pues bien, la ley del hom- que se apartan de ella se hacen transgre-
bre, derivada de la ordenación que Dios sores. Pero el fomes, según vimos (sol.),
imprime en él según propia condición, no es ley de este modo, sino por una es-
consiste en obrar de acuerdo con la ra- pecie de participación.
zón. Esta ley era tan firme en el primer 3. A la tercera hay que decir: Este ar-
estado del hombre, que ningún acto po- gumento considera en el fomes la incli-
día escapársele al margen o en contra de nación que le es propia, pero no su ori-
la razón. Mas desde que se apartó de gen. De todos modos, la inclinación de
Dios decayó hasta dejarse arrastrar por la sensualidad tal como se da en los de-
los impulsos de la sensualidad, y esto le más animales está ordenada al bien co-
ocurre a cada individuo en mayor grado mún, es decir, a la conservación de la
i Santo Tomás nos explica el texto paulino que nos habla de una ley experimentada como
inclinación al mal. Por ser inclinación al mal, no puede ser verdadera ley ni fruto de la recta
razón. Es un lastre carnal que dejó el pecado original en la persona humana. El fomes que aquí
se cita es la inclinación de la sensualidad contra el dictamen de la razón. No es, pues, más que
una desviación de la ley o ley penal de Dios. Bajo este aspecto, podría entenderse como conse-
cuencia de la ley eterna.
C.91 a.6 De las distintas clases de leyes 717
naturaleza en la especie o en el indivi- razón. Pero la sensualidad es llamada íb-
duo. Y esto vale también para el hom- mes en cuanto se sale del orden de la ra-
bre cuando su sensualidad se somete a la zónj.
j En los animales esa inclinación podría llamarse ley, en el sentido material de ley, o parti-
cipación meramente material de la ley eterna; en el hombre, al contrario, se participa como ley,
pero falta la otra condición esencial de la ley, que es ser secundum rationem. Toda esta explica-
ción es una respuesta a los teólogos que habían enseñado que el fomes era la parte material del
pecado original o la concupiscencia desviada (cf. P. LOMBARDO, Sent. 2 d.30 c.8).
CUESTIÓN 92
De los efectos de la ley
Seguidamente debemos tratar de los efectos de la ley (cf. q.90 introd.).
Sobre lo cual nos preguntamos dos cosas:
1. La ley, ¿tiene como efecto hacer buenos a los hombres?—2. ¿Los
efectos de la ley son mandar, prohibir, permitir y castigar, tal como dice el
Jurisconsulto?1
1. Dig. l.1 tit.3 leg.7: «Legis virtus» (KR, I 34a). 2. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK
1106a15). 3. ARISTÓTELES, c.6 n.13 (BK 1282b12). 4. ARISTÓTELES, c.1 n.3 (BK
1103b3). 5. C.5 n.9 (BK 1260a20): S. TH., lect.10. Cf. 1.3 c.2 (BK 1277b20): S. TH.,
lect.1.
C.92 a.1 De los efectos de la ley 719
se encuentra incluso en cosas de suyo parte que no se armoniza con el todo. De
malas; y así decimos de un individuo aquí que, al ser todo hombre parte de
que es un buen ladrón, porque sabe un Estado, es imposible que sea bueno
obrar de acuerdo con sus finesa. si no vive en consonancia con el bien
Respuesta a las objeciones: 1. A la común, y, a la vez, el todo no puede
primera hay que decir: Ya dijimos (q.63 subsistir si no consta de partes bien pro-
a.2) que hay dos clases de virtud, la ad- porcionadas. En consecuencia, es impo-
quirida y la infusa. Para una y otra re- sible alcanzar el bien común del Estado
sulta provechosa la costumbre, aunque si los ciudadanos no son virtuosos, al
de distinta manera, porque respecto de menos los gobernantes; porque en cuan-
la adquirida es causa, mientras que, para to a los otros, basta para lograr el bien
la infusa, concurre primero como dispo- común que sean virtuosos en lo tocante
sición y, una vez que se la posee, la con- a obedecer a quien gobierna. Por eso
serva y desarrolla. Y como la ley se da dice el Filósofo en III Polit.8 que es la
para dirigir los actos humanos, cuanto misma la virtud del príncipe y la del hombre
más estos actos contribuyen a la virtud bueno, pero no la del ciudadano y la del hom-
tanto más la ley hace buenos a los hom- bre buenob.
bres. Por eso dice el Filósofo en II Po- 4. A la cuarta hay que decir: La ley ti-
lit.6 que los legisladores hacen buenos a los ránica, por lo mismo que no se confor-
hombres suscitando costumbres. ma a la razón, no es propiamente ley,
2. A la segunda hay que decir: No sino más bien una perversión de la ley.
siempre se obedece la ley a impulsos de Sin embargo, todavía se propone hacer
la bondad perfecta de la virtud, sino que buenos a los ciudadanos en la medida en
a veces se hace por el temor de la pena que conserva algo de la naturaleza de la
o por el mero dictamen de la razón, que, ley. De esta naturaleza no le queda sino
como vimos antes (q.63 a.1), es uno de el ser un dictamen de la razón del go-
los principios de la virtud. bernante respecto de sus subditos y el
3. A la tercera hay que decir: La bon- ser dictada con el propósito de que los
dad de las partes hay que apreciarla por subditos la obedezcan bien. Y esto es ya
relación al todo. Por eso dice San Agus- hacerlos buenos, no en sentido absoluto,
tín en III Confes.7 que es deforme cualquier pero sí con respecto a tal régimenc.
6. Cf. ARISTÓTELES, Eth. 1.2 c.1 n.5 (BK 1103b3): S. TH., lect.3. 7. C.8: ML 32,689.
8. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1277a20): S. TH., lect.3.
9. GRACIANO, Decretum p.1 dist.3 can.4: «Omnis autem lex» (RF, I 5). Cf. S. ISIDORO, Ety-
mol. 1.5 c.19: ML 82,202. 10. Dig. 1.1 tit.3 leg.1: «Lex est» (KR, I 33b). 11. Contra duas
epist. Pelag. 1.2 c.9: ML 44,586. 12. C.19: ML 82,202. 13. ARISTÓTELES, c.1 n.14 (BK
1129b19): S. TH., lect.2.
d Siguiendo un texto de San Isidoro, las leyes se dividen formalmente en preceptivas, pro-
hibitivas, permisivas y penales, según la ordenabilidad o no de los actos al fin de la ley. Y ad-
viértase que la sanción no es para Santo Tomás la esencia de la ley, como es en el moderno
normativismo, sino un efecto de la ley.
C.92 a.2 De los efectos de la ley 721
e La ley tiene como fin conducir al hombre a la virtud, al menos en la volutad de Dios
legislador (disciplina legum), pero el objetivo y el contenido de la ley quedan obedecidos aunque
se cumpla sólo por temor a la sanción y falte la índole virtuosa (modus virtutis: q.100 a.9).
CUESTIÓN 93
De la ley eterna
Corresponde ahora tratar de cada una de las clases de leyes (cf. q.90 in-
trod.), a saber: 1) la ley eterna; 2) la ley natural (q.94); 3) la ley humana
(q.95); 4) la ley antigua (q.98); 5) la ley nueva o Evangelio (q.106). Acerca
de la sexta de ellas, la que llamábamos ley del fomes, baste lo que se ha di-
cho al tratar del pecado original (q.Sls).
Acerca de la ley eterna se plantean estos seis interrogantes:
1. ¿Qué es la ley eterna?—2. ¿Es conocida de todos?—3. ¿Se deriva de
ella toda otra ley?—4. ¿Están sometidos a la ley eterna los seres necesa-
rios?—5. ¿Le están sometidos los seres contingentes naturales?—6. ¿Le
están sometidas todas las cosas humanas?
5. C.14: ML 42,1076; 1.6 c.10: ML 42,931. 6. ARISTÓTELES, Cat. c.5 (BK 4b9). 7. L.1
c.6: ML 32,1229.
a La naturaleza de la ley eterna la explica Santo Tomás a través del concepto de sabiduría
divina, ordenadora de todas las cosas a sus fines: «la razón de la sabiduría divina en cuando
principio directivo de todo acto y todo movimiento», es como se caracteriza la ley eterna. Y
este concepto está conexo con la providencia divina, de la que constituye como su principio,
pues la providencia designa la ejecución de la ley de la sabiduría divina en cada criatura
(cf. De verit. q.5 a.1 ad 6). En Dios, pues, hay una «razón del orden del gobierno de toda la
creación», y esto es propiamente el concepto de ley eterna. Y la ley eterna es diferente de la
ley humana, cuya razón está medida por las cosas, mientras que en Dios su ley es la medida
de las cosas (cf. ad 3).
b La atribución apropiativa de la idea de ley eterna al Verbo está aquí explicada en razón
de que el Verbo es la expresión personal de la sabiduría divina.
724 Tratado de la ley en general C.93 a.3
cual es justo que todas las cosas estén perfecta- 2. A la segunda hay que decir: Si bien
mente ordenadas. Pero no todos conocen cada uno conoce la ley eterna en la me-
de qué manera están las cosas perfecta- dida de su capacidad, tal como acabamos
mente ordenadas. Luego no todos cono- de explicar (sol.), nadie puede alcanzar
cen la ley eterna. su perfecta comprensión, puesto que no
3. San Agustín dice en su obra De puede manifestarse totalmente en sus
vera relig. 8 que la ley eterna es aquella que efectos. Por eso, el que se conozca la ley
escapa al juicio de los hombres. Mas, según eterna de la manera indicada, no quiere
el Filósofo en I Ethic.9, cada uno ju^ga decir que se conozca todo el orden por
rectamente acerca de lo que conoce. Luego la el que las cosas se encuentran perfectísi-
ley eterna no nos es conocida. mamente ordenadas.
En cambio, San Agustín afirma tam- 3. A la tercera hay que decir: Se puede
bién en I De lib. arb.10 que llevamos im- juzgar de las cosas de dos maneras. Pri-
presa en nosotros la noción de la ley eterna. mero, como una potencia cognoscitiva
juzga del propio objeto, según aquello
Solución. Hay que decir: Una cosa de Job 12,11: ¿No discierne acaso el oído
puede ser conocida de dos maneras: en las palabras, como el paladar del que come
sí misma y en sus efectos, en los que discierne el sabor? Y en este sentido se han
siempre se contiene cierta semejanza de de entender las palabras del Filósofo:
ella. El que, por ejemplo, no ve el sol en Cada uno juzga con acierto de lo que conoce13,
sí mismo, puede conocerlo en su irradia- esto es, discierne si es verdad lo que se
ción. Ahora bien, es indudable que la le propone. En segundo lugar, a la ma-
ley eterna nadie la puede conocer tal nera en que el superior juzga del inferior
como es en sí misma, a no ser los biena- mediante un juicio práctico, esto es, so-
venturados, que contemplan a Dios en bre si debe comportarse así o de otro
su esencia. Sin embargo, toda criatura modo. Y en este sentido nadie puede en-
racional la conoce en una irradiación juiciar la ley eterna.
suya más o menos perfecta, pues todo
conocimiento de la verdad es una irra-
diación y participación de la ley eterna, ARTICULO 3
que es la verdad inconmutable, como
dice San Agustín en su obra De vera re- ¿Deriva toda ley de la ley eterna?
lig. 11 Y la verdad es de alguna manera
conocida por todos, al menos en cuanto Objeciones por las que parece que
a los principios comunes de la ley natu- no toda ley deriva de la ley eterna.
ral. En lo demás, unos participan más y 1. Hay, según vimos antes (q.9 a.6),
otros menos en el conocimiento de la una ley del fomes, que, ciertamente, no
verdad y, a tenor de esto, conocen más se deriva de una ley divina como la ley
o menos la ley eterna 12c . eterna, porque se rige por la prudencia
Respuesta a las objeciones: 1. A la de la carne, de la que dice el Apóstol en
primera hay que decir: En sí mismas las Rom 8,7 que no puede obedecer a la ley divi-
cosas de Dios no están al alcance de na. Luego no todas las leyes se derivan
nuestro conocimiento; sin embargo, se de la ley eterna.
nos manifiestan en sus efectos, tal como 2. De la ley eterna no puede derivar
dice el Apóstol en Rom 1,20: Las perfec- nada inicuo, pues, como ya indicamos
ciones invisibles de Dios son alcanzadas por (a.2 obj.2), la ley eterna es aquella según la
nuestro entendimiento a través de las cosas cual es justo que todas las cosas estén perfecta-
creadas. mente ordenadas. Ahora bien, existen leyes
8. C.31: ML 34,148. 9. ARISTÓTELES, c.3 n.5 (BK 1094b29): S. TH., lect.3. 10. L.1
c.6: ML 32,1229. Cf. PLOTINO, Ennead. I 1.1 c.8 (BU, I 44); Ennead. II 1.3 c.17 (BU, II 43); En-
nead. IV 1.3 c.17 (BU, IV 84). 11. C.31: ML 34,147. 12. C.5: ML 32,1228. 13. ARIS-
TÓTELES, Eth. 1.1 c.3 n.5 (BK 1094b27).
c La ley eterna es conocida por todos los hombres a través de sus efectos en las creaturas,
sobre todo por la ley natural. Pero ¿cuál es el contenido de ese conocimiento? Aquí queda bien
subrayado que ese conocimiento universal afecta sólo a los principios comunes de la ley natural
y no a toda la complejidad de la ley moral natural.
C.93 a.3 De la ley eterna 725
inicuas, como recuerdan las palabras de gobernantes inferiores son todas las de-
Isaías, 10,1: ¡Ay de ¿os que dictan leyes ini- más leyes menos la ley eterna. Por consi-
cuas! Luego no todas las leyes derivan guiente, toda ley, en la medida en que
de la ley eterna. participa de la recta razón, se deriva de
3. San Agustín afirma en I De ¿ib. la ley eterna. Por eso dice San Agustín
arb.14 que la ley escrita para gobernar un en I De ¿ib. arb.15 que nada hay justo y le-
pueblo permite justificadamente muchas cosas gitimo en la ley temporal que no hayan toma-
que serán castigadas por la divina providencia. do los hombres de la ley eterna.
Pero la razón de la divina sabiduría es la Respuesta a las objeciones: 1. A la
ley eterna, como ya expusimos (a.1). primera hay que decir: El fomes tiene ca-
Luego ni siquiera toda ley justa procede rácter de ley en el hombre en cuanto es
de la ley eterna. una pena consiguiente a la justicia divina
En cambio está lo que la divina sabi- y, como tal, es claro que se deriva de la
duría proclama en las palabras de Prov ley eterna. Pero en cuanto inclina al pe-
8,15: Por mí reinan los reyes y los legislado- cado va contra la ley de Dios y, como
res decretan lo que es justo. Mas la razón de ya dijimos (q.91 a.6), no tiene razón de
la sabiduría divina es la ley eterna, como ley.
antes dijimos (a.l). Luego todas las leyes 2. A la segunda hay que decir: La ley
proceden de la ley eterna. humana tiene carácter de ley en cuanto
se ajusta a la recta razón, y en este senti-
Solución. Hay que decir: Según ya vi- do es claro que deriva de la ley eterna.
mos (q.9 a. 1-2), la ley es el designio o Por el contrario, en la medida en que se
razón por el cual los actos son dirigidos aparta de la razón se convierte en ley
a un fin. Ahora bien, en una serie orde- inicua y, como tal, ya no es ley, sino
nada de motores el impulso del segundo más bien violencia. Sin embargo, en la
tiene que derivarse del impulso del pri- misma ley inicua subsiste cierta semejan-
mero, puesto que el segundo no mueve za con la ley, al estar dictada por un po-
sino en cuanto es movido por el prime- der constituido, y bajo este aspecto tam-
ro. Por eso esto sucede también en los bién emana de la ley eterna, pues, como
distintos niveles de la gobernación, don- se lee en Rom 13,1: toda potestad procede
de vemos que las normas de gobierno se de Dios nuestro Señor.
derivan del jefe superior a sus subalter- 3. A la tercera hay que decir: Se dice
nos. Por ejemplo, las disposiciones rela- que la ley humana permite ciertas cosas
tivas al gobierno de un Estado derivan no porque las apruebe, sino porque es
del rey mediante las órdenes que imparte incapaz de someterlas a norma. Y son
a sus ministros. E igual acontece en el muchas las cosas que, aunque estén re-
campo de la técnica, donde la dirección guladas por la ley divina, no pueden ser
de la obra procede del arquitecto y se reguladas por la ley humana, pues siem-
transmite a los oficiales inferiores que la pre la causa inferior es de menos alcance
han de realizar con sus manos. Así, pues, que la superior. Por eso, el mismo he-
siendo la ley eterna la razón o plan de cho de que la ley humana no se ocupe
gobierno existente en el supremo gober- de aquello que no alcanza a regular se
nante, todos los planes de gobierno exis- deriva de la ley eterna. Otra cosa sería si
tentes en los gobernantes inferiores ne- la ley humana aprobara lo que la ley
cesariamente han de derivar de la ley eterna reprueba. En consecuencia, de
eternad . Y estas razones o planes de los aquí no se sigue que la ley humana no
16. C.31: ML 34,147. 17. ARISTÓTELES, l.6 c.5 n.5 (BK 1015b10).
C.93 a.5 De la ley eterna 727
ARTICULO 5 imprimiendo en sus mentes, con un
mandato o indicación cualquiera, una re-
Los seres físicos contingentes, ¿están gla o principio de operación.
sujetos a la ley eterna? Ahora bien, así como el hombre, me-
diante una indicación, implanta en un
Objeciones por las que parece que subdito un principio interior de acción,
los seres físicos contingentes no están así Dios imprime en todas las cosas na-
sujetos a la ley eterna. turales los principios de las operaciones
1. La promulgación es esencial a la propias de cada una de acuerdo con
ley, como ya dijimos (q.90 a.4). Mas la aquello del salmo 148,6: Estableció un
promulgación sólo puede hacerse a cria- precepto que no pasará. Y por eso mismo
turas racionales capaces de captar un todos los movimientos y acciones de
enunciado. Luego sólo las criaturas ra- toda la naturaleza están sujetos a la ley
cionales están sujetas a la ley eterna, y eterna. Y, en consecuencia, las criaturas
no, en cambio, las cosas físicas contin- irracionales caen bajo la ley eterna de
gentes. otro modo, en cuanto son movidas por
2. Según enseña Aristóteles en I la divina providencia, y no porque cap-
Ethic.18: Lo que obedece a la razón participa ten intelectualmente el precepto divino
en cierto modo de la razón. Pero la ley eter- como las criaturas racionales.
na, según dijimos antes (a.1), es la su-
prema razón. Luego, como los seres físi- Respuesta a las objeciones: 1. A la
cos contingentes no participan en nada primera hay que decir: Entre la inserción
de la razón, sino que son completamente de un principio activo intrínseco en los
irrazonables, parece que no están sujetos seres físicos y la promulgación de la ley
a la ley eterna. con respecto a los hombres hay cierta
3. La ley eterna es sumamente efi- equivalencia, porque por la promulga-
caz. Mas en las cosas naturales contin- ción de la ley, como dijimos antes (sol.),
gentes ocurren fallos. Luego no están se imprime en los hombres un principio
sometidas a la ley eterna. director de sus propios actos.
2. A la segunda hay que decir: Los se-
En cambio está lo que se lee en Prov res irracionales no participan de la razón
8,29: Cuando fijó sus términos al mar e im- humana ni la obedecen; participan, en
puso a las aguas una ley para que no traspa- cambio, al obedecerla, de la razón divi-
sasen sus linderos... na; pues la virtud de la razón divina se
Solución. Hay que decir: Las condicio- extiende a muchos más efectos que la vir-
nes de la ley eterna, que es ley divina, tud de la razón humana. Y así como los
son distintas de las de la ley humana. En miembros del cuerpo humano se mue-
efecto, la ley humana no se extiende más ven al imperio de la razón, sin participar
que a las criaturas racionales sometidas por eso de esta facultad superior, puesto
al hombre. Esto se debe a que la ley se que no tienen percepción alguna ordena-
propone dirigir los actos de quienes es- da a la razón, así también las criaturas
tán sujetos al gobierno del legislador, irracionales son movidas por Dios sin
por lo que nadie, estrictamente hablan- que por esto se hagan racionales.
do, dicta una ley para sus propios actos. 3. A la tercera hay que decir: Los fa-
En cambio, toda la actividad desplegada llos que acontecen en los procesos natu-
en el uso de las cosas irracionales subor- rales, aunque ocurren contra el orden de
dinadas al hombre se reduce a los actos las causas particulares, no escapan, sin
con que el hombre mismo las mueve, ya embargo, al orden de las causas univer-
que estas criaturas irracionales no obran sales, principalmente de la primera, que
guiadas por sí mismas, sino que son mo- es Dios, de cuya providencia nada puede
vidas por otro, como anteriormente se evadirse, según se expuso en la Parte I
expuso (q.1 a.2). Por eso el hombre es (q.22 a.3). Y, como la ley eterna, según
incapaz de imponer leyes a los seres irra- dijimos poco ha (a.1), es la razón de la
cionales, por más que le estén sujetos. divina providencia, los fallos que ocu-
Puede, en cambio, poner leyes a los se- rren en los procesos naturales están suje-
res racionales que le están sometidos, tos a la ley eterna.
19. C.6: ML 32,1229. 20. C.12: ML 41,640. 21. ARISTÓTELES, c.1 n.3 (BK 1103a25):
S. TH., lect.1. 22. C.15: ML 32,1238. 23. C.18: ML 40,333.
e Este artículo, que es nuclear para entender el concepto de ley eterna en Santo Tomás,
puede ayudarnos a comprender la gran distancia que media entre el concepto teológico de ley
y la noción jurídica de ley humana, pues ésta, para su cumplimiento, no exige la conformidad
de la razón con el fin de la ley, sino sólo la ejecución material de lo preceptuado.
C.93 a.6 De la ley eterna 729
una carga y a disgusto. Por lo que, a vista activo, ya que impulsa a acciones
este propósito, dice la Glosa24 que está que son contrarias a la ley divina. Pero
bajo la ley el que se abstiene de hacer el mal, sí le queda sujeta pasivamente, puesto
no por amor a la justicia, sino por temor al que merece padecer el castigo según la
castigo con que la ley amenaza. Y no es así ley de la justicia divina. Sin embargo, en
como los hombres espirituales se some- ningún hombre domina la ley de la car-
ten a la ley, puesto que cumplen volun- ne de tal modo que destruya todo el
tariamente lo que manda la ley bajo el bien natural que hay en él. Por eso,
impulso de la caridad que el Espíritu siempre queda en el hombre una inclina-
Santo infunde en sus corazones. En se- ción a hacer lo que pide la ley eterna.
gundo lugar, pueden interpretarse tam- Pues ya vimos antes (q.85 a.2) que el pe-
bién como si las obras del hombre que cado no destruye todo el bien de la na-
es movido por el Espíritu Santo fueran turaleza.
más bien obras del Espíritu Santo que 3. A la tercera hay que decir: La mis-
del hombre mismo. Y, puesto que el Es- ma causa que conduce al fin mantiene en
píritu Santo no está sometido a la ley la posesión del fin; como la misma gra-
—como tampoco el Hijo, según dijimos vedad que arrastra los cuerpos graves
(a.4 ad 2)—, sigúese que estas obras, en hacía abajo los mantiene en su puesto
cuanto son producidas por el Espíritu inferior. Por eso, cuando alguno en vir-
Santo, no están bajo la ley. Y esto lo ra- tud de la ley eterna merece la bienaven-
tifica el Apóstol cuando dice en 2 Cor turanza o la condenación, es la misma
3,17: Donde está el Espíritu del Señor allí ley eterna la que lo mantiene en uno u
hay libertad. otro destino. Y en este sentido también
2. A la segunda hay que decir: La pru- los bienaventurados y los condenados
dencia de la carne es imposible que esté están sujetos a la ley eterna.
sujeta a la ley de Dios desde el punto de
24. Glossa de PEDRO LOMBARDO, super Gal. c.5.18: ML 192,158. Cf. Glossa ordin. super
Gal. c.5 n.18 (VI 87 E).
CUESTIÓN 94
De la ley natural
Nos corresponde ahora tratar de la ley natural (cf. q.93 introd.). Acerca
de la cual debemos responder a estos seis interrogantes:
1. ¿Qué es la ley natural?—2. ¿Cuáles son sus preceptos?—3. Los ac-
tos de las virtudes, ¿son todos de ley natural?—4. La ley natural, ¿es la
misma para todos los hombres?—5. ¿Es mudable?—6. ¿Puede ser abolida
en la mente humana?
1. ARISTÓTELES, c.5 n.1 (BK 1105b20): S. TH., lect.5. 2. Cf. In Hexaëm. hom.7: MG
29,158; hom.12: In princ. Prov.: MG 31,406. Pero la expresión «ley de nuestro entendimiento»
sólo se encuentra literalmente en SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. 1.4 c.22: MG
94,1200. 3. C.21: ML 40,390.
c El problema tratado aquí es el modo como la ley natural está en la razón humana. Y su
tesis es que la ley es un acto de la razón práctica (opus rationis) y no un hábito de la conciencia,
como pretendían muchos contemporáneos (Pedro de Tarantasia, por ejemplo). La ley natural
son los primeros principios de la ley moral que el hombre conoce desde el inicio de sus razona-
mientos prácticos. Pero, como acto de la razón, es generada por una disposición habitual en
la razón, a la que se le llama sindéresis o hábito por el que la razón práctica se perfecciona para
enunciar los principios de la ley natural (ad 2). Pero la ley no debe confundirse nunca con el
principio psicológico que la produce.
732 Tratado de la ley en general C.94 a.2
9. De fide orth. c.4: MG 94,876; c.30: MG 94,976; 1.4 c.20: MG 94,1196. 10. GRACIA-
NO, Decretum p.1 dist.1. Prol. 11. ARISTÓTELES, c.1 n.12 (BK 1129b12): S. TH., lect.2.
12. ARISTÓTELES, Eth. 1.5 c.7 n.4 (BK 1134b32).
g Uno de los preceptos primarios de la ley natural es «obrar según la razón», según se dice
en el a.2 (cf. también 1-2 q.54 a.3; 2-2 q.47 a.7). Y no otra cosa es el concepto de virtud, la
cual se especifica siempre por un bien conforme a la razón. Con esta explicación se da cumpli-
da razón al texto del Damasceno que decía que las virtudes son naturales (cf. sed cont.).
h En la moral escolástica, al pecado de homosexualidad se le denomina pecado contra natu-
ram, significando con ello no sólo que es contra la ley natural —todo pecado lo es—, sino
que viola directamente los preceptos de la naturaleza (genérica) del hombre, es decir, aquellas
inclinaciones que el hombre tiene de común con los animales, como es la tendencia a la unión
procreativa de sexos distintos.
C.94 a.4 De la ley natural 735
raleza. Mas no todos los hombres tienen lares de la razón especulativa, la verdad
las mismas inclinaciones, sino que unos es la misma para todos los hombres,
apetecen el placer, otros el honor, etc. pero no todos la conocen igualmente.
Luego no hay en todos una única ley Así, por ejemplo, que los ángulos del
natural. triángulo son iguales a dos rectos es ver-
En cambio está lo que dice San Isi- dadero para todos por igual; pero es una
verdad que no todos conocen. Si se tra-
doro en Etymol.13: El derecho natural es
común a todas las naciones. ta, en cambio, de las conclusiones par-
ticulares de la razón práctica, la verdad o
Solución. Hay que decir: Como ya vi- rectitud ni es la misma en todos ni en
mos (a.2.3), pertenece a la ley natural aquellos en que es la misma es igual-
todo aquello a lo cual el hombre se en- mente conocida. Así, todos consideran
cuentra naturalmente inclinado, dentro como recto y verdadero el obrar de
de lo cual lo específico del hombre es acuerdo con la razón. Mas de este prin-
que se sienta inclinado a obrar conforme cipio se sigue como conclusión particu-
a la razón. Ahora bien, según consta por lar que un depósito debe ser devuelto a
I Physic.14, es propio de la razón el pro- su dueño. Lo cual es, ciertamente, ver-
ceder de lo común a lo particular. dadero en la mayoría de los casos; pero
Aunque de diferente manera, según se en alguna ocasión puede suceder que sea
trate de la razón especulativa o de la ra- perjudicial y, por consiguiente, contrario
zón práctica. Porque la primera versa a la razón devolver el depósito; por
principalmente sobre cosas necesarias, ejemplo, a quien lo reclama para atacar a
que no pueden comportarse más que la patria. Y esto ocurre tanto más fácil-
como lo hacen, y por eso tanto sus con- mente cuanto más se desciende a situa-
clusiones particulares como sus princi- ciones particulares, como cuando se es-
pios comunes expresan verdades que no tablece que los depósitos han de ser de-
admiten excepción. La razón práctica, en vueltos con tales cauciones o siguiendo
cambio, se ocupa de cosas contingentes, tales formalidades; pues cuantas más
cuales son las operaciones humanas, y condiciones se añaden tanto mayor es el
por eso, aunque en sus principios comu- riesgo de que sea inconveniente o el de-
nes todavía se encuentra cierta necesi- volver o el retener el depósito.
dad, cuanto más se desciende a lo par- Así, pues, se debe concluir que la ley
ticular tanto más excepciones ocurren. natural, en cuanto a los primeros princi-
Así, pues, en el orden especulativo, la pios universales, es la misma para todos
verdad es la misma para todos, ya sea en los hombres, tanto en el contenido
los principios, ya en las conclusiones, como en el grado de conocimiento. Mas
por más que no sea conocida por todos en cuanto a ciertos preceptos particula-
la verdad de las conclusiones, sino sólo res, que son como conclusiones deriva-
la de los principios llamados «concepcio- das de los principios universales, tam-
nes comunes»15. Pero en el orden prácti- bién es la misma bajo ambos aspectos en
co, la verdad o rectitud práctica no es la la mayor parte de los casos; pero pueden
misma en todos a nivel de conocimiento ocurrir algunas excepciones, ya sea en
concreto o particular, sino sólo de cono- cuanto a la rectitud del contenido, a cau-
cimiento universal; y aun aquellos que sa de algún impedimento especial (como
coinciden en la norma práctica sobre lo también en algunos casos fallan las cau-
concreto, no todos la conocen igual- sas naturales debido a un impedimento);
mente. ya sea en cuanto al grado del conoci-
Por tanto, es manifiesto que, en lo to- miento, debido a que algunos tienen la
cante a los principios comunes de la ra- razón oscurecida por una pasión, por
zón, tanto especulativa como práctica, la una mala costumbre o por una torcida
verdad o rectitud es la misma en todos, disposición natural. Y así cuenta Julio
e igualmente conocida por todos. Mas, César en VI De bello gallico16 que entre
si hablamos de las conclusiones particu- los germanos no se consideraba ilícito el
13. L.5 c.4: ML 82,199. 14. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 181a16): S. TH., lect.1. 15. La
expresión «communes conceptiones» es de BOECIO, en De hebdomadibus: ML 64,1311: S. TH.,
lect.1. 16. L.6 c.23 (DD 270).
736 Tratado de la ley en general C.94 a.5
17. Decretum p.1 d.1. Pról. 18. ARISTÓTELES, Eth., 1.5 c.1 n.12 (BK1129b12). 19. Glossa
ordin. (III 403 E); RÁBANO MAURO, In Eccli. 1.4 c.5, sobre 17,9: ML 109,876. 20. L.5 c.4:
ML 82,199.
i Esta doctrina es muy importante para entender la índole propia del razonamiento moral.
Hasta aquí hemos visto un perfecto paralelismo entre el orden especulativo y el práctico. Aho-
ra se nos muestra una diferencia importante: la verdad del orden práctico, al depender de la
condición subjetiva del agente y darse en acciones particulares, puede tener excepciones y no
verse cumplida en todos los casos por igual. Esto es lo peculiar de la verdad moral: que sus
normas son válidas en situaciones ordinarias (ut in pluribus), pero caben situaciones concretas
fuera de la norma moral (ut in paucioribus). En el caso de la ley natural esto no acaecerá en los
principios básicos del orden natural, pero sí en muchas de sus conclusiones racionales e históri-
cas (principios secundarios). Esta doctrina es muy importante para el estudio de la ignorancia
de la ley moral natural y del condicionamiento histórico del derecho natural, el cual aquí, y por
boca de S.Isidoro (sed cont.), se identifica con la ley natural. La «depravación» que puede cau-
sar esa ignorancia a que se refiere el autor, hay que entenderla sobre todo en el orden social,
a saber, el peso social de las costumbres y condicionamientos históricos de los pueblos que di-
ficultan un discurso limpio de la razón sobre el bien moral. Por lo demás, lo que aquí Santo
Tomás llama «preceptos comunes» y «conclusiones particulares» lo llamó en otros sitios —y
será la terminología más difundida— preceptos primarios y secundarios de la ley natural
(cf. 1-2 q.100 a.11).
C.94 a.5 De la ley natural 737
cambiado por las leyes humanas. Luego natural, bien porque viene a completar
parece que la ley natural es mudable. lo que faltaba a la ley natural, bien por-
En cambio está lo que se dice en el que la ley natural se había corrompido
Decreto, dist.521: El derecho natural nace parcialmente en el corazón de algunos,
con la criatura racional; y no cambia con el que llegaron a considerar como bueno
tiempo, sino que permanece inmutable. lo que es malo por naturaleza, y tal co-
rrupción necesitaba corrección.
Solución. Hay que decir: El cambio de 2. A la segunda hay que decir: En prin-
la ley natural puede concebirse de dos cipio todos los hombres mueren de
maneras. Primero, porque se le añade muerte natural, tanto los inocentes como
algo. Y en tal sentido nada impide que los culpables. Y esta muerte es infligida
la ley natural cambie, pues de hecho son por el poder divino a causa del pecado
muchas las disposiciones útiles para la original, según la expresión de Re 2,6:
vida humana que se han añadido a la ley El Señor da la muerte y la vida. Debido a
natural, tanto por la ley divina como, in- lo cual, por mandato divino se puede
cluso, por las leyes humanas. dar la muerte a cualquier hombre, ino-
En segundo lugar, cambiaría la ley cente o culpable, sin ninguna injusticia.
natural por vía de sustracción, es decir, A su vez, el adulterio es la unión carnal
porque algo que antes era de ley natural con una mujer que, si pertenece a otro,
deja de serlo. En este sentido, la ley na- es en virtud de una ley establecida por
tural es completamente inmutable en lo Dios. Y, en consecuencia, el hombre no
que se refiere a los primeros principios comete adulterio ni fornicación cualquie-
de la misma. Mas en lo tocante a los ra que sea la mujer a que se una por
preceptos secundarios, que, según diji- mandato de Dios. La misma razón vale
mos (a.4), son como conclusiones más también para el robo, que consiste en
determinadas derivadas inmediatamente apropiarse lo ajeno. Pues cualquier cosa
de los primeros principios, también es que se tome como propia por mandato
inmutable en cuanto mantiene su validez de Dios, que es dueño de todas las co-
en la mayoría de los casos, pero puede sas, ya no se toma, como en el robo,
cambiar en algunos casos particulares y contra la voluntad de su dueño. Y esto
minoritarios por motivos especiales, que no sucede sólo en las cosas humanas,
impiden la observancia de tales precep- donde lo que Dios manda es, por eso
tos, según lo ya dicho (a.4)j. mismo, obligatorio, sino también en el
Respuesta a las objeciones: 1. A la orden físico, donde todo lo que Dios
primera hay que decir: Se dice que la ley hace es en cierto modo natural, según se
escrita fue dada para corrección de la ley expuso en la Parte I (q.105 a.6 ad 1) k .
j El modo como Santo Tomás explica los cambios de la ley natural permite hablar de una
cierta historicidad de la ley y el derecho natural. Cabe, en primer lugar, un desarrollo y conoci-
miento más explícito de las inclinaciones naturales y del bien propio de la naturaleza humana.
La acertada comprensión de este desarrollo, que aquí sólo está sugerido, podría explicar mu-
chos capítulos de la historia de la ley y el derecho natural. Y cabe, en segundo lugar, una mu-
tación de la materia o del contenido a que afecta esa ley natural; así se explicaría, por ejemplo,
el cambio de la doctrina moral del préstamo a interés, que no tiene el mismo significado en
una economía de trueque que en una economía capitalista. Para ambos casos, el autor sostiene
una inmutabilidad formal de los principios comunes de la ley natural y un amplio margen de
relativismo en lo referente a las conclusiones o principios secundarios.
k Los casos que la Biblia recoge como justificados por Dios, siendo materialmente una
violación de la ley natural (matanza de inocentes como castigo bélico, adulterios, hurtos) cons-
tituían un verdadero quebradero de cabeza para los moralistas. ¿Acaso no se acaba de decir que
los primeros principios de la ley natural son inmutables? Santo Tomás explica estas excepciones
porque Dios puede alterar la índole de la materia de estos preceptos, en razón del dominio so-
berano que ejerce, tanto sobre las cosas materiales que puso a disposición de los hombres,
como sobre los preceptos del Decálogo entregado a su pueblo, como también sobre la vida
misma de cada hombre. Es decir, se recurre a un principio teológico que podría enunciarse así:
«todo lo que Dios hace en las creaturas es conforme a la naturaleza de éstas», de modo que,
incluso sustrayendo un ser a la ley natural, la acción de Dios es conforme a la naturaleza de
738 Tratado de la ley en general C.94 a.6
ese ser, por el principio metafísico de la potencia obedencial de la creatura para su Creador.
Sin embargo, y a pesar del valor filosófico de esta explicación, este argumento no nos dice
nada, pues leemos la Biblia con otros criterios. Las injusticias y violaciones de la ley natural
que en ella leemos no eran dispensas otorgadas por Dios, sino comportamientos reales de un
pueblo que, como otros pueblos contemporáneos, no percibieron la injusticia de tales acciones
por el estadio primitivo de su desarrollo moral y, en consecuencia, veían como justa la vengan-
za ejercida sobre el vencido, aceptaban como válida la institución de la poligamia y hasta ejer-
cieron los sacrificios humanos. Y es que la historia del pueblo de Israel está inserta en una lar-
ga historia de la humanidad que sólo lentamente ha ido tomando conciencia de los valores mo-
rales. La historia y la etnografía modernas nos han abierto horizontes amplios sobre ese
progreso, que antiguamente les era desconocido, y por ello no acertaban a explicar las abun-
dantes lesiones de la ley natural que narra la Biblia y que atribuye a decretos especiales de
Dios. El mismo Santo Tomás varió algo la explicación de estos problemas, que, en un princi-
pio, iba más en la línea de dispensas circunstanciales dadas por Dios a su pueblo (cf. In Sent.
4 d.33 q.2 a.2 qla.4s; De malo q.3 a1 ad 17; 1-2 q.108 a.8).
l No es el momento ahora de hablar del derecho de propiedad como un derecho natural,
ni menos de la esclavitud. Estos temas saldrán más directamente en 2-2 q.57 a.3, donde Santo
Tomás los cita como ejemplo del ius gentium. Aquí sólo se dice que la ley natural no determina
positivamente el modo de división de los bienes (en propiedad privada o en posesión común),
pero tampoco es contraria a esa división. Más adelante se ampliará el significado de esta
opinión.
ll Este artículo conecta con el artículo 4. Se trata ahora de explicar un texto de S.Agustín
(sed cont.), que fue muy comentado por los teólogos, y donde se dice que la ley natural está
impresa indeleblemente en el corazón humano. Para explicar la indelebilidad de la ley natural,
Santo Tomás repite su doctrina de las dos clases de preceptos naturales: los comunes y univer-
sales (praecepta communia; communissima; ómnibus nota; eadem apud omnes) y los derivados o con-
clusiones (conclusiones principiorum; secunda praecepta; secundaria praecepta magis propria), a los que
después corrientemente se les llama secundarios. Pues bien, no cabe pérdida o ignorancia de los
primeros principios de la ley moral —esto equivaldría a la pérdida del sentido moral—, pero
sí cabe ignorancia en la aplicación de aquellos primeros principios a sectores particulares de la
vida moral o a conclusiones derivadas. Y la causa de tal pérdida de la ley natural reside en una
actitud culpable por parte del mismo individuo (malas persuasiones; pravas consuetudines et habitus
corruptos; vitia contra naturam), pero no se alude a otras causas que hoy conocemos mejor, como
pueden ser el influjo de la mala educación, la presión social, la laxitud de la moral pública, etc.
C.94 a.6 De la ley natural 739
go con mayor razón puede ser borrada o de otra pasión, la razón se encuentra
la ley natural. impedida para aplicar el principio gene-
3. Lo que la ley establece es consi- ral a un asunto particular, según ya ex-
derado como justo. Pero los hombres pusimos (q.77 a.2). Mas en lo que toca a
han establecido muchas cosas contrarias los preceptos secundarios, la ley natural
a la ley natural. Luego la ley natural puede ser borrada del corazón de los
puede ser borrada del corazón de los hombres o por malas persuasiones, a la
hombres. manera en que también ocurren errores
en las conclusiones necesarias del orden
En cambio está lo que San Agustín especulativo, o por costumbres deprava-
dice en II Confess.23: Tu ley ha sido escrita das y hábitos corrompidos, como en el
en los corazones de los hombres, donde ninguna caso de aquellos que no consideraban
iniquidad la puede borrar. Pero la ley escri- pecado el robo (cf. a.4) ni siquiera los
ta en los corazones de los hombres es la vicios contra la naturaleza, como tam-
ley natural. Luego la ley natural no pue- bién dice el Apóstol en Rom 1,24s.
de ser suprimida.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
Solución. Hay que decir: Como ya ex- primera hay que decir: La culpa borra la
pusimos (a.4.5), a la ley natural pertene- ley natural en particular, no en univer-
cen, en primer lugar, ciertos preceptos sal; a no ser que se trate de los precep-
comunísimos que son conocidos de to- tos secundarios, según el modo indicado
dos, y luego, ciertos preceptos secunda- (sol.).
rios y menos comunes que son como 2. A la segunda hay que decir: Aunque
conclusiones muy próximas a aquellos la gracia es más eficaz que la naturaleza,
principios. Pues bien, en cuanto a los sin embargo, la naturaleza es más esen-
principios más comunes, la ley natural cial al hombre y, por tanto, más estable.
no puede en modo alguno ser borrada 3. A la tercera hay que decir: El argu-
de los corazones de los hombres si se la mento vale para los preceptos secunda-
considera en universal. Puede ser aboli- rios de la ley natural, contra los cuales
da, sin embargo, en algún caso concreto algunos legisladores dictaron disposicio-
cuando, por efecto de la concupiscencia nes inicuas.
1. ARISTÓTELES, c.4 n.7 (BK 1132a22): S. TH., lect.14. 2. L.5 c.20: ML 82,202.
C.95 a.2 De la ley humana 741
que no es fácil persuadir con palabras, a nir lo justo examinando muchos casos
éstos era necesario retraerlos del mal que considerando uno solo. Tercera,
mediante la fuerza y el miedo, para que porque los legisladores juzgan en uni-
así, desistiendo, cuando menos, de co- versal y refiriéndose al futuro, en cam-
meter sus desmanes, dejasen en paz a los bio quienes presiden un tribunal juzgan
demás, y ellos mismos, acostumbrándose sobre hechos presentes, respecto de los
a esto, acabaran haciendo voluntaria- cuales fácilmente se dejan influir por
mente lo que antes hacían por miedo al sentimientos de amor, de odio o de cual-
castigo, llegando así a hacerse virtuosos. quier otra pasión, con lo cual su juicio
Ahora bien, esta disciplina que obliga queda pervertido.
mediante el temor a la pena, es la disci- Por consiguiente, dado que el derecho
plina de la ley. Luego era necesario para viviente del juez no abunda mucho y es
la paz y la virtud de los hombres que se demasiado elástico, era necesario deter-
instituyeran leyes. Porque, como dice el minar por medio de leyes, siempre que
Filósofo en I Polit.3: Si bien el hombre fuera posible, lo que se ha de considerar
ejercitado en la virtud es el mejor de los ani- justo, dejando poquísimas cosas al arbi-
males, cuando se aparta de la ley y la justicia trio de los hombres.
es el peor de todos ellos. Y es que, para sa- 3. A la tercera hay que decir: Ciertos
tisfacer sus concupiscencias y sus iras, el casos singulares que no pueden ser abar-
hombre cuenta con el arma de la inteli- cados por la ley hay que encomendarlos a los
gencia, que no poseen los demás anima- jueces, como dice el Filósofo en el mismo
lesa. lugar 5 , por ejemplo, sobre si el hecho ocu-
rrió o no, y cosas así.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: A los hombres bien
dispuestos se les induce más eficazmente ARTICULO 2
a la virtud recurriendo a la libre persua- ¿Deriva de la ley natural toda ley
sión que a la coacción. Pero entre los puesta por el hombre?
mal dispuestos hay quienes sólo por la
coacción pueden ser conducidos a la In Sent. 3 d.37 a.3; 4 d.15 q.3 a.1 q.a4; a.2 q.a1;
Cont. Cent. 3,123; In Ethic. 5 lect.12.
virtud.
2. A. la segunda hay que decir: Según Objeciones por las que parece que
expone el Filósofo en I Rhetor.4, es mejor no toda ley humana positiva deriva de la
regularlo todo con la ley que dejarlo todo al ley natural.
arbitrio de los jueces. Y esto por tres razo- 1. Según dice el Filósofo en V Ethic.6,
nes. Primera, porque es más fácil encon- se considera legítimo, o legalmente justo, aque-
trar las pocas personas doctas capaces de llo que en principio puede hacerse de una ma-
hacer buenas leyes que las muchas que nera o de otra. Pero en las normas que de-
se requerirían para juzgar de cada caso penden de la ley natural no se da esta in-
en particular. Segunda, porque los que diferencia. Luego no todo lo que
hacen las leyes estudian detenidamente establece la ley humana se deriva de la
cada una de ellas, pero los juicios sobre ley natural.
singulares se refieren a casos que ocu- 2. El derecho positivo se contradis-
rren de improviso, y es más fácil discer- tingue del derecho natural, según consta
3. ARISTÓTELES, c.1 n.13 (BK 1253a31): S. TH., lect.1. 4. ARISTÓTELES, c.1 n.7 (BK
1354a31). 5. ARISTÓTELES, Rhet. l.1 c.1 n.1 (BK 1354B13). 6. ARISTÓTELES, c.7 n.1
(BK 1134b20):S. TH., lect.12.
a Este artículo es una bella exposición del carácter educativo de la ley. Siempre hubo quie-
res inculparon a las leyes de todos los males, pero Santo Tomás, en cambio, ve en ellas un me-
dio necesario para la organización de una sociedad y la convivencia pacífica y en libertad de
los ciudadanos. A esa índole de la ley como presión coactiva hacia el bien público es a lo que
él llama disciplina legum, que es lo mismo que decir disciplina cogens metu poenae. Hay que partir
de una concepción realista del hombre, de sus dificultades para anteponer el bien común al par-
ticular, de la fuerza de su egoísmo natural, de las dificultades para adquirir la virtud de la jus-
ticia legal, etc., y por ello es preciso este instrumento coactivo que se impone usando el resorte
psicológico del temor a la pena.
742 Tratado de la ley en general C.95 a.2
7
por San Isidoro en V Etymol. y por el mana en tanto tiene fuerza de ley en
Filósofo en V Ethic. 8 Ahora bien, cuan- cuanto deriva de la ley natural. Y si en
to deriva de los principios generales de algo está en desacuerdo con la ley natu-
la ley natural a manera de conclusión ral, ya no es ley, sino corrupción de la
pertenece a la ley natural, como dijimos ley.
antes (q-94 a.4). Luego las disposiciones Pero hay que advertir que una norma
de la ley humana no derivan de la ley puede derivarse de la ley natural de dos
natural. maneras: bien como una conclusión de
3. La ley natural es la misma para sus principios, bien como una determina-
todos, ya que, al decir del Filósofo en ción de algo indeterminado o común. El
V Ethic.9, derecho natural es aquel que tiene primer procedimiento es semejante al de
en todas partes el mismo vigor. Por tanto, si las conclusiones demostrativas que en
las leyes humanas derivasen de la ley na- las ciencias se infieren de los principios;
tural, también ellas deberían ser las mis- el segundo se asemeja a lo que pasa en
mas en todos los pueblos. Lo cual es las artes, donde las formas comunes reci-
manifiestamente falso. ben una determinación al ser aplicadas a
4. De cuanto deriva de la ley natural realizaciones especiales, y así vemos que
siempre se puede dar una razón. Pero, el constructor tiene que determinar unos
según dice el Legisperito10, no siempre se planos comunes reduciéndolos a la figu-
puede dar razón de lo que los antepasados es- ra de esta o aquella casa. Pues bien, hay
tablecieron en sus leyes. Luego no todas las normas que se derivan de los principios
leyes humanas se derivan de la ley na- comunes de la ley natural por vía de
tural. conclusión; y así, el precepto «no mata-
rás» puede derivarse a manera de con-
En cambio está lo que dice Tulio en
clusión de aquel otro que manda «no ha-
su Rethor. 11: Las fosas emanadas de la natu- cer mal a nadie». Y hay otras normas
raleza y aprobadas por las costumbres fueron que se derivan por vía de determinación;
sancionadas por el temor y el respeto a las le- y así, la ley natural establece que el que
yes. peca sea castigado, pero que se le cas-
Solución. Hay que decir: Según dice tigue con tal o cual pena es ya una de-
San Agustín en I De lib. arb.12, la ley que terminación añadida a la ley natural.
no es justa no parece que sea ley. Por eso Por ambos caminos se originan las le-
tendrá fuerza de ley en la medida en que yes humanas positivas. Mas las del pri-
sea justa. Ahora bien, en los asuntos hu- mer procedimiento no pertenecen a la
manos se dice que una cosa es justa ley humana únicamente como leyes posi-
cuando es recta en función de la regla de tivas, sino que en parte mantienen fuer-
la razón. Mas la primera regla de la ra- za de ley natural. Las del segundo, en
zón es la ley natural, como ya vimos cambio, no tienen más fuerza que la de
(q.91 a.2 ad 2). Luego la ley positiva hu- la ley humana b.
1. L.5 c.4: ML 82,199. 8. ARISTÓTELES, c.7 n.1 (BK 1134b18): S. TH., lect,12. 9. ARIS-
TÓTELES, c.7 n.1 (BK 1134b19): S. TH., lect.12. 10. Dig. l.1 tit.3 leg.20: «Non omnium»
(KR, I 34a). 11. L.2 c.53 (DD 1,165). 12. C.5: ML 32,1227.
b El modo como toda ley humana se justifica por la ley natural es doble. Uno, como conclu-
sión de la razón, justificada en razón de los principios de la ley natural; y el otro como determina-
ción particularizada de las exigencias de la ley natural. Este segundo modo se parece al modo
como el artista aplica su idea a la materia sensible y produce la obra de arte, mientras que el
primero se parece al modo como se elabora una ciencia. Pues bien, este segundo modo es el
propio de la conexión entre las leyes humanas y la ley natural, si bien no hay que olvidar que
la ley positiva incluye, a veces, también preceptos del derecho natural. Gran parte, en efecto,
del derecho positivo de los pueblos versa sobre materias que no son contenidos de la ley natu-
ral, sino materias de libre disposición humana por versar sobre lo útil para el bien social; v.gr.,
el derecho administrativo, las leyes de tráfico, el derecho procesal, etc. Todas estas determina-
ciones no son fruto de una deducción rigurosa de la ley moral natural, sino —como se dice
ahora— reglas técnicas que la razón preceptúa como oportunas. Es decir, se trata de encarnar
en este ámbito de lo jurídico las líneas directrices de la justicia humana que imperan en la ley
natural. Y, en todo caso, lo que no puede hacer la ley positiva es legislar lo contrario a la ley
natural, pues entonces no tendríamos una determinación de la ley natural, sino una corrupción
de la ley natural.
C.95 a.3 De la ley humana 743
Respuesta a las objeciones: 1. A la gión, conveniente para la disciplina y prove-
primera hay que decir: El Filósofo habla choso para la salud pública. Luego era su-
de aquellas normas que la ley humana perfluo añadir además otras condiciones.
establece por vía de determinación o es- 2. La justicia es una parte de la ho-
pecificación de los preceptos de la ley nestidad, como dice Tulio en I De of-
natural. fic.16 Por lo tanto, es superfluo aña-
2. A la segunda hay que decir: El argu- dir justa, después que había dicho ho-
mento sólo es válido para las normas nesta.
que derivan de la ley natural como con- 3. Según el mismo San Isidoro17, la
clusiones. ley se contrapone a la costumbre. Por lo
3. A la tercera hay que decir: Los tanto, no debía haber puesto en la defi-
principios generales de la ley natural no nición de la ley según las costumbres del
pueden ser aplicados de la misma mane- país.
ra a todos, dada la gran variedad de las 4. Una cosa puede ser necesaria de
cosas humanas. Y de aquí nace la diver- dos maneras: bien en sentido absoluto, o
sidad de leyes positivas que hay en los porque no tiene la posibilidad de ser de
diversos pueblos. otro modo, y esta necesidad no está su-
4. A la cuarta hay que decir: Aquellas jeta al juicio humano, ni cae, por ende,
palabras del Legisperito se refieren a las bajo la ley humana; bien en sentido rela-
normas introducidas por los antepasados tivo, o porque sirve para un fin, y esta
como determinaciones particulares de la necesidad es lo mismo que utilidad. Lue-
ley natural. Tales determinaciones son go es superfluo poner ambas cosas, «ne-
asumidas por los jueces expertos y pru- cesaria» y «útil».
dentes a guisa de principios, a cuya luz En cambio está la autoridad de San
ven rápidamente lo que se ha de juzgar Isidoro.
como mejor en cada caso particular. Por
eso dice el Filósofo en VI Ethic.13 que Solución. Hay que decir: Lo que se or-
en estos asuntos hay que prestar atención a dena a un fin debe tener una forma pro-
las opiniones y enunciados indemostrables de porcionada a ese fin. La sierra, por
los expertos, los ancianos y los prudentes, no ejemplo, tiene la forma que conviene
menos que a las demostraciones. para su fin, que es serrar, según se lee
en II Physic.18 A su vez, cualquier cosa
regulada y mensurada por otra debe te-
ARTICULO 3 ner una forma acorde con su regla y me-
dida. Ahora bien, en la ley humana con-
¿Describe bien San Isidoro las fluyen estos dos aspectos. Por un lado,
cualidades de la ley positiva? es algo ordenado a un fin, y por otro, es
una regla y medida regulada y mensura-
Objeciones por las que parece que da por una medida superior, que es, a su
San Isidoro no describe acertadamente vez, doble: la ley divina y la ley natural,
las cualidades de la ley positiva cuando como ya hemos visto (a.2; q.93 a.3). En
dice14: La ley ha de ser honesta, justa, posi- cuanto al fin de la ley humana, es la uti-
ble según la naturaleza y según las costumbres lidad de los hombres, como también
del país, proporcionada a los lugares y a los dice el Jurisconsulto19. He aquí por qué
tiempos, necesaria, útil; debe ser también cla- San Isidoro señala ante todo como con-
ra, para que no haya engaños ocultos en su os- diciones de la ley tres cosas: que guarde
curidad; ha de estar dictada no para provecho armonía con la religión, puesto que ajus-
privado, sino para la común utilidad de los tada a la ley divina; que ayude a la disci-
ciudadanos. plina, puesto que acorde con la ley natu-
1. En un pasaje anterior15, San Isi- ral; y que promueva la salud pública,
doro había resumido las cualidades de la puesto que ordenada a la utilidad hu-
ley en estos tres rasgos: Ley es todo aque- mana.
llo que la razón establece concorde con la reli- Y a estas tres condiciones se reducen
13. ARISTÓTELES, c.11 n.6 (BK 1143b11): S. TH., lect.9. 14. Etymol. l.5 c.21: ML
82,203. 15. Etymol. l.5 c.3: ML 82,199. 16. C.7 (DD, IV 430). 17. Etymol. l.2 c.10:
ML 82,131; l.5 c.3: ML 82,199. 18. ARISTÓTELES, c.9 n.2.6 (BK 200a10; b5): S. TH., lect.15.
19. Dig., l.1 tit.3 leg.25: «Nulla iuris» (KR, I 34b).
744 Tratado de la ley en general C.95 a.4
todas las demás que señala a continua- división de las leyes humanas o derecho
ción. Porque lo de honesta se refiere a su humanoc propuesta por San Isidoro20
armonía con la religión. Lo que sigue de no es aceptable.
justa, posible según la naturaleza y las cos- 1. Dentro de este derecho compren-
tumbres del país, proporcionada a los lugares de también el derecho de gentes, así
y a los tiempos, viene a desarrollar lo de llamado, según dice21, porque casi todas
conveniente para la disciplina. Pues la disci- las gentes se sirven de él. Pero él mismo
plina humana ha de someterse en primer afirma también22 que el derecho común a
lugar al orden de la razón, lo que se in- todas las naciones es el derecho natural. Lue-
dica por la palabra justa. Ha de atender, go el derecho de gentes no pertenece al
en segundo lugar, a la capacidad de los derecho positivo humano, sino más bien
sujetos. Pues la disciplina debe acomo- al derecho natural.
darse a cada uno según sus posibilida- 2. Entre las cosas que tienen el
des, incluidas las naturales (pues no se mismo valor no parece que haya dis-
pide lo mismo a un niño que a un hom- tinción formal, sino sólo material. Mas
bre maduro), y según las costumbres so- las leyes, plebiscitos, decretos senatoriales y
ciales, pues el hombre no puede vivir otras semejantes que enumera 23 todas
aislado en medio de la sociedad sin con- tienen el mismo valor. Luego sólo se
tar para nada con los demás. En tercer distinguen materialmente. Ahora bien,
lugar, debe acomodarse a las debidas cir- en las diferencias materiales, que se pue-
cunstancias, y por eso se dice proporcio- den multiplicar indefinidamente, no re-
nada a los lugares y a los tiempos. Las res- paran las ciencias. Luego esta división
tantes palabras: necesaria, útil, etc., se re- de las leyes humanas no es aceptable.
fieren a lo de promover la salud pública. 3. En un Estado hay príncipes,
Y así, por necesaria se entiende que evite sacerdotes y soldados, pero también hay
los males; por útil, que promueva los otros estamentos profesionales. Luego
bienes: por clara, que prevenga los da- parece que si se habla de un «derecho
ños que de la ley misma pudieran origi- militar» y de un «derecho público», pro-
narse. Y como, según lo ya dicho (q.90 pios de los militares y de los magistra-
a.2), la ley se ordena al bien común, esto dos, también habría que señalar otros
es lo que se pone de relieve en la última correspondientes a las demás profesio-
parte de la descripción. nes.
Respuesta a las objeciones: Con lo 4. Lo accidental no cuenta para la
dicho quedan también respondidas las ciencia. Mas en la ley es accidental el
objeciones. que la formule un hombre u otro. Lue-
go es impropio dividir las leyes por los
nombres de los legisladores, llamándoles
ARTICULO 4 «Corneliana», «Falcidia», etc.
¿Es aceptable la división de las leyes En cambio, en contrario, baste la
humanas propuesta por San Isidoro? autoridad de San Isidoro.
In Ethic. 5 lect.12. Solución. Hay que decir: De cualquier
cosa se puede hacer una división propia
Objeciones por las que parece que la si se parte de uno de sus elementos esen-
20. Etymol. 1.5 c.4s: ML 82,199. 21. Etymol. 1.5 c.6: ML 82,200. 22. Etymol. 1.5 c.4:
ML 82,199. 23. SAN ISIDORO, Etymol. 1.5 c.9: ML 82,200.
c El autor, aquí y en otros pasajes de estas cuestiones, hace equivalente la ley natural y el
derecho natural. Sin embargo, se distinguen como la parte y el todo, pues la ley natural hace
referencia al conjunto de los preceptos morales de la naturaleza, mientras que el derecho natu-
ral se refiere a un sector autónomo de esa moral, que es el de la justicia social. A su vez, habría
que distinguir también ley y derecho. La ley es el dictamen de la razón práctica en orden al
bien común; el derecho, en cambio, es la exigencia objetiva y social de un deber ser de la ac-
ción. Por eso Santo Tomás dirá más adelante que la ley es «la expresión del derecho» (ratio
iuris: 2-2 q.57 a.1 ad 2), aunque, en este caso, el término ley no se usa en toda su extensión,
sino sólo referido a la ley emanada de la autoridad pública. Aquí, sin embargo, como lo que
interesa es contraponer la ley y el derecho natural a la ley humana, el autor usa indistintamente
los términos de ley natural y derecho natural.
C.95 a.4 De la ley humana 745
cíales. Por ejemplo, un elemento esencial de los estamentos que contribuyen espe-
del animal es el alma, que puede ser ra- cialmente al bien común, tales como el
cional e irracional. En consecuencia, el de los sacerdotes, que oran a Dios por el
animal se divide propia y formalmente pueblo; el de los príncipes, que lo go-
en racional e irracional: mas no en blan- biernan, y el de los militares, que lo de-
co y negro, porque el color es por com- fienden con las armas. Por eso, a cada
pleto ajeno a su esencia. Pues bien, en la uno de estos grupos humanos corres-
ley humana se dan muchos elementos ponden especiales ramas del derecho.
esenciales susceptibles de fundar una di- En tercer lugar, es esencial a la ley,
visión propia y formal de la misma. Así, según lo ya dicho (q.90 a.3), que emane
en primer lugar, y como ya vimos (a.2), de quien gobierna el Estado. Y desde
es esencial a la ley humana derivarse de este punto de vista, las leyes humanas se
la ley natural. Y bajo este aspecto el de- dividen a tenor de las distintas formas
recho positivo se divide en derecho de de gobierno. Ahora bien, la primera de
gentes y derecho civil, a tenor de las dos estas formas, según dice el Filósofo en
vías indicadas (ib.) por las que se deriva III Polit.25, es la monarquía, en la que el
de la ley natural. Al derecho de gentes, Estado es gobernado por uno solo. Y en
en efecto, pertenecen las normas que se este caso tenemos las «constituciones de
derivan del derecho natural como las los príncipes». Otra forma de gobierno
conclusiones de sus principios; por es la aristocracia, en la que mandan los
ejemplo, la justicia en las compraventas, mejores o nobles, y a la que correspon-
y otras cosas así, sin las cuales no sería den las «respuestas de los prudentes» y
posible la convivencia humana; y este los «decretos del senado». Otra forma de
derecho es de ley natural, porque el gobierno es la oligarquía, es decir, el
hombre es por naturaleza un animal so- mando de pocas personas ricas y pode-
cial, según se expone en I Polit.24 En rosas, y en este caso se habla de «dere-
cambio, las normas que se derivan de la cho pretorio», que también se llama «ho-
ley natural a manera de determinaciones norario». Está luego el gobierno del
particulares pertenecen al derecho civil, pueblo, denominado democracia, que da
dentro del cual cada Estado establece las lugar a los «plebiscitos». Hay también
normas que considera más apropiadasd . un régimen tiránico que, por ser com-
En segundo lugar, pertenece a la pletamente corrompido, no da nombre a
esencia de la ley humana que se ordene ninguna ley. Y existe, finalmente, otro
al bien común del Estado. Y sobre esta constituido por la combinación de los
base puede dividirse según la distinción anteriores, que es el mejor, y que da lu-
24. ARISTÓTELES, c.1 n.9 (BK 1253a2): S. TH., lect.6. 25. ARISTÓTELES, c.5 n.4 (BK
1279a32; b4): S. TH., lect.6. Cf. c.6 (BK 1282b2): S. TH., lect.9.
d Toda la explicación de Santo Tomás aquí se subordina al texto de San Isidoro. Este ha-
bia explicado el ius gentium romano como «lo que está en uso en casi todos los pueblos» (obj.1).
Por otra parte, el concepto de ley natural y el modo como toda ley deriva de ella ha quedado
bien explicado en el artículo 2. Y, no obstante, aquí el lector se encuentra con una serie de am-
bigüedades. En primer lugar, se hace del derecho de gentes un derecho positivo y se razona
diciendo que deriva del derecho natural como una conclusión. Pero ¿no acaba de decir que es-
tas conclusiones forman parte del derecho natural? En segundo lugar, se identifica el derecho
natural con el «ius animalium» de los romanos, mientras que el derecho de gentes sería el de
las conclusiones racionales de esa ley natural (ad 1). Pero ¿no está esto en contradicción con
el concepto antes dado de ley natural como ley de la razón, de la que no participan los anima-
les? Parece poder concluirse que todo este equívoco ha sido introducido contra la voluntad del
mismo autor y sólo para no contradecir directamente el intrincado texto isidoriano. En efecto,
en el Comentario a los Éticos, que es contemporáneo de esta parte de la Suma, claramente se afir-
ma que el ius gentium es parte del derecho natural y que tan sólo los «juristas» son quienes lo
citan como si fuera un derecho positivo (In Ethic. 5 lect.12 n.1019). Y, más adelante, en 2-2
q.57 a.3, y ya sin la necesidad de ceñirse a las palabras de San Isidoro, vuelve a enseñarse que
el ius gentium es un derecho natural. Lamentablemente, muchos seguidores de Santo Tomás
sólo leyeron este artículo y enseñaron lo que aquí se dice como la genuina concepción tomista
acerca del ius gentium. Advirtamos, finalmente, que el concepto del ius gentium de los antiguos
es distinto del que hoy se propone cuando se le identifica con el derecho internacional público.
746 Tratado de la ley en general C.95 a.4
gar a aquella ley que los ancianos y la plebe Respuesta a las objeciones: 1. A la
conjuntamente sancionaron, según la expre- primera hay que decir: Es verdad que el
sión de San Isidoro26. derecho de gentes es en cierto modo na-
En cuarto lugar, pertenece a la esen- tural al hombre como animal racional,
cia de la ley humana el ser directiva de porque se deriva de la ley natural a ma-
los actos humanos. Y a tenor de esto las nera de una conclusión no muy alejada
leyes se distinguen según las materias de de los principios, de modo que fácilmen-
las que se ocupan, y a veces se denomi- te los hombres concuerdan sobre ella.
nan por sus autores. Y así se distinguen Sin embargo, se distingue de la ley natu-
la «ley Julia, sobre los adúlteros»27, la ral, particularmente de aquello que es
«ley Cornelia, sobre los sicarios»28, etc., común también a los demás animales.
no por los autores mismos, sino por la 2-4. Las respuestas a los demás argu-
materia de que tratan. mentos son obvias, por lo dicho (sol.).
26. Etymol. 1.5 c.10: ML 82,200; l.2 c.10: ML 82,130. 27. Dig. l.48 tit.5. 28. Dig.
l.48 tit.8.
CUESTIÓN 96
Del poder de la ley humana
Seguidamente debemos tratar del poder de la ley humana (cf. q.95 in-
trod.). Acerca de lo cual nos hacemos seis preguntas:
1. La ley humana, ¿ha de formularse en universal?—2. ¿Debe reprimir
todos los vicios?—3. ¿Puede preceptuar los actos de todas las virtudes?—
4. ¿Obliga en conciencia?—5. ¿Están sujetos a la ley humana todos los
hombres?—6. ¿Puede el subdito obrar sin ajustarse a la letra de la ley?
1. ARISTÓTELES, c.7 n.1 (BK 1134b23): S. TH., lect.12. 2. ARISTÓTELES, l.9 c.1 n.9 (BK
1153a1): S. TH., lect.2. 3. Dig. l.1 tit.3 leg.3: «lura constituit»; leg.4: «Ex his» (KR, I 34a).
4. L.2 c.10: ML 82,131; 1.5 c.21: ML 82,203. 5. C.6: ML 41, 759. 6. ARISTÓTELES, c.7
n.1 (BK 1134b20): S. TH., lect.12.
a Todo el artículo es una explicación de la índole de generalidad que importa toda ley
como elemento ordenativo de una sociedad. Y esto permite distinguirla de los privilegios y de
las sentencias judiciales (ad 1).
748 Tratado de la ley en general C.96 a.2
posiciones que se formulan, sin más, en ARTICULO 2
términos universales. Y éstas son las le-
yes comunes, a propósito de las cuales ¿Incumbe a la ley humana reprimir
dice que legal es lo que en principio es indi- todos los vicios?
ferente para ser de una manera u otra, pero, Supra q.91 a.4; q.93 a.3 ad 3; infra a.3 ad 1; q.98
una vez regulado, ya no es indiferente. Por a.1; 2-2 q.69 a.2 ad 1; q.77 a.1 ad 1; q.78 a.1 ad 3;
In Job 11 lect.1; De malo q.13 a.4 ad 6; Quodl. 2 q.5
ejemplo, que los cautivos sean redimidos a.2 ad 1.2; In Psalm. 18.
de acuerdo con el precio establecido.
Hay otras disposiciones que son univer- Objeciones por las que parece que
sales bajo un aspecto y particulares bajo incumbe a la ley humana reprimir todos
otro. Tales son los «privilegios» o como los vicios.
«leyes privadas»7, que atañen a personas 1. Según dice San Isidoro, en Ety-
determinadas y, sin embargo, su poder mol.10, las leyes se hicieron para imponer con
se extiende a muchos asuntos. Y a este ellas coto a la audacia. Pero esto no se lo-
respecto añade; están también aquellas cosas graría suficientemente si por la ley no
que la ley regula en los casos particulares. fueran refrenados todos los males. Lue-
Hay, finalmente, disposiciones que se go la ley debe refrenar todos los males.
llaman legales, no porque sean leyes, 2. La intención del legislador es ha-
sino porque significan la aplicación de cer virtuosos a los ciudadanos. Pero na-
una ley común a hechos particulares, die puede ser virtuoso si no se aparta de
como pasa con las sentencias, que tam- todos los vicios. Luego incumbe a la ley
bién hacen derecho. Y a este propósito humana reprimir todos los vicios.
añade: y las sentencias judiciales. 3. La ley humana se deriva de la ley
2. A la segunda hay que decir: Lo que natural, como ya dijimos (q.95 a.2). Mas
se ordena a dirigir debe dirigir una mul- los vicios son todos contrarios a la ley
tiplicidad de cosas. Por eso dice el Filó- natural. Luego la ley humana debe repri-
sofo en X Metaphys. 8 que todas las cosas mir todos los vicios.
pertenecientes a un género son mensura-
En cambio está lo que se dice en I
das por aquella única que es la primera
De lib. arb.11: Me parece correcto que esta
en ese género. Porque si hubiera tantas
ley escrita para regir el pueblo permita cosas
reglas y medidas como cosas mensuradas
que la divina providencia se encargará de cas-
y reguladas, desaparecería la utilidad de
tigar. Mas la divina providencia no cas-
la regla y medida, que consiste en poder
tiga sino los vicios. Luego es legítimo
conocer muchas cosas por una sola. Y
que la ley humana permita o no cohiba
así, para nada serviría la ley si no se ex-
algunos vicios.
tendiera más que a un acto singular. Pues
para regular los actos singulares están los Solución. Hay que decir: La ley, según
preceptos singulares de las personas pru- ya expusimos (q.90 a. 1.2), es instituida
dentes; mas la ley es un «precepto co- como regla y medida de los actos huma-
mún», según ya dijimos (q.92 a.2 ad 1). nos. Mas la medida debe ser homogénea
3. A la tercera hay que decir: No se ha con lo medido por ella, como se señala
de buscar la misma certeza en todas las cosas, en X Metaphys.12, pues diversas cosas
según se lee en I Ethic.9 De ahí que, en tienen diversa medida. Por lo tanto, las
las cosas contingentes, como son los fe- leyes deben imponerse a los hombres en
nómenos físicos y los actos humanos, consonancia con sus condiciones, ya
basta la certeza de los enunciados que que, en expresión de San Isidoro13, la ley
son verdaderos en la mayor parte de los ha de ser posible según la naturaleza y según
casos, aunque fallen las menos de las ve- las costumbres del país. Ahora bien, la ca-
ces. pacidad de obrar deriva del hábito o dis-
7. GRACIANO: Decretum p.I dist.3 can.3: «Privilegia sunt». Cf. SAN ISIDORO, Etymol. l.5
c.18: ML 82,202. 8. ARISTÓTELES, 1.9 c.1 n.7 (BK 1052b18): S. TH., lect.2. 9. ARIS-
TÓTELES, c.3 n.1 (BK 1094b13): S. TH., lect.3. 10. L.5 c.20: ML 82,202. 11. C.5: ML
32,1228. 12. ARISTÓTELES, l.9 c.1 n.13 (BK 1053a24): S. TH., lect.2. 13. Etymol. l.2
c.10: ML 82,131; 1.5 c.21: ML 82,203.
C.96 a.3 Del poder de la ley humana 749
posición interior, pues una cosa no es odres viejos, en los hombres imperfectos,
igualmente factible para quien no tiene se rompen los odres y se derrama el vino; esto
el hábito de la virtud y para el virtuoso, es, los preceptos son transgredidos y los
como tampoco lo es para el niño y para hombres caen en males mayores.
el hombre maduro. Por eso no se impo- 3. A la tercera hay que decir: La ley
ne la misma ley a los niños y a los adul- natural es una participación de la ley
tos, sino que a los niños se les permiten eterna en nosotros; pero la ley humana
cosas que en los adultos son reprobadas queda muy por debajo de la eterna. Por
y aun castigadas por la ley. De aquí que eso dice San Agustín en I De lib. arb.14:
también deban permitirse a los hombres Esta ley que se da para gobernar los Estados
imperfectos en la virtud muchas cosas concede y deja impunes muchas cosas que son
que no se podrían tolerar en los hom- castigadas por la divina providencia. Pero por
bres virtuosos. el hecho de que no lo haga todo no se la debe
Ahora bien, la ley humana está hecha desaprobar en lo que hace. De aquí que
para la masa, en la que la mayor parte tampoco puede la ley humana prohibir
son hombres imperfectos en la virtud. Y todo lo que prohibe la ley natural.
por eso la ley no prohibe todos aquellos
vicios de los que se abstienen los virtuo- ARTICULO 3
sos, sino sólo los más graves, aquellos
de los que puede abstenerse la mayoría y ¿Prescribe la ley humana los actos de
que, sobre todo, hacen daño a los de- todas las virtudes?
más, sin cuya prohibición la sociedad Infra q.100 a.2; In Ethic. 5 lect.2.
humana no podría subsistir, tales como
el homicidio, el robo y cosas semejan- Objeciones por las que parece que la
tesb. ley humana no prescribe los actos de to-
Respuesta a las objeciones: 1. A la das las virtudes.
primera hay que decir: La audacia parece 1. Los actos virtuosos se contrapo-
implicar la injerencia en el dominio aje- nen a los viciosos. Mas la ley humana,
no. Por eso se encuentra principalmente según dijimos (a.2) no prohibe todos los
en aquellos pecados en los que se causa vicios. Luego tampoco prescribe los ac-
un daño al prójimo. Y éstos son prohi- tos de todas las virtudes.
bidos por la ley humana, como ya diji- 2. Los actos virtuosos proceden de
mos (sol.). la virtud. Pero, siendo la virtud el fin de
2. A la segunda hay que decir: La ley la ley, ni la virtud misma ni lo que de
humana trata de conducir a los hombres ella procede puede caer bajo los precep-
a la virtud, pero no de golpe, sino gra- tos de la ley. Luego la ley no preceptúa
dualmente. Por eso no impone de pron- los actos de todas las virtudes.
to a la masa de imperfectos aquellas co- 3. La ley se ordena al bien común,
sas que son propias de los ya virtuosos, según queda expuesto (q.90 a.2). Pero
obligándoles a abstenerse de todo lo algunos actos virtuosos no se ordenan al
malo. Pues de otro modo los imperfec- bien común, sino al bien privado. Luego
tos, al no poder soportar estas imposi- la ley no prescribe los actos de todas las
ciones, caerían en males mayores. Y así virtudes.
se dice en Prov 30,33: Quien se suena de- En cambio está lo que dice el Filóso-
masiado, sacará sangre. Y en Mt 9,17 se fo en V Ethic.15: La ley prescribe las obras
afirma que si el vino nuevo, es decir, los de fortaleza, de templanza y de mansedumbre,
preceptos de la vida perfecta, se echan en y en general dispone en materia de virtudes y
14. C.5: ML 32,1228. 15. ARISTÓTELES, c.1 n.14 (BK 1129b19): S. TH., lect.2.
b Es una sabia advertencia para quienes, entendiendo materialmente lo antes expuesto so-
bre la ley humana como derivación de la ley natural, pretendieran llevar a la legislación civil
todo el contenido de la ley moral. Para que las leyes civiles sean eficaces, deben contar con los
sentimientos y actitudes vigentes en la mayoría del pueblo; en virtud de ello, cosas que antes
eran toleradas luego deberán ser prohibidas; y al revés. «La ley humana sólo prohibe las cosas
más nocivas al bien común... y permite pecados de menor importancia, de los que difícilmente
se priva la multitud», había escrito en otro lugar (Quodl. 2 q.5 a.2 ad 2).
750 Tratado de la ley en general C.96 a.4
vicios, preceptuando aquéllas y prohibiendo és- ARTICULO 4
tos.
¿Obliga la ley humana en el foro de
Solución. Hay que decir: Ya vimos la conciencia?
(q.54 a.2; q.60 a.1; q.62 a.2) que las vir-
tudes se distinguen específicamente por 2-2 q.60 a. 5 ad 1
razón de sus objetos. Ahora bien, cual- Objeciones por las que parece que la
quier objeto de una virtud puede orde- ley humana no obliga en el foro de la
narse tanto al bien privado de una per- conciencia.
sona cuanto al bien común de la socie- 1. Una autoridad inferior no puede
dad. Un acto de fortaleza, por ejemplo, imponer la ley en un juicio sometido a
puede hacerse, ya sea para defender la una instancia superior. Mas la autoridad
patria, ya sea para salvar el derecho de del hombre que sanciona la ley humana
un amigo, etc. Mas la ley se ordena al es inferior a la de Dios. Luego la autori-
bien común, según ya expusimos (q.90 dad humana no puede imponer su ley en
a.2). No hay, por lo tanto, virtud alguna un juicio divino, cual es el juicio de la
cuyos actos no puedan ser prescritos por conciencia.
la ley. Salvo que la ley humana no se 2. El juicio de la conciencia depende
ocupa de todos los actos de todas las principalmente de los mandatos de Dios.
virtudes, sino sólo de aquellos que se re- Mas a veces las leyes humanas invalidan
fieren al bien común, ya sea de manera las leyes de Dios, según la expresión de
inmediata, como cuando se presta direc- Mt 15,6: Habéis anulado la palabra de Dios
tamente algún servicio a la comunidad, con vuestra tradición. Luego la ley humana
ya sea de manera mediata, como cuando no obliga al hombre en conciencia.
el legislador adopta medidas para dar a 3. Con frecuencia, las leyes humanas
los ciudadanos una buena educación que ocasionan ofensas y daños a las perso-
les ayude a conservar el bien común de nas, según aquello de Isaías 10,1s: ¡Ay
la justicia y de la paz. de aquellos que instituyen leyes inicuas y de los
Respuesta a las objeciones: 1. A la letrados que escriben prescripciones tiránicas,
primera hay que decir: La ley humana no para oprimir en el juicio a los pobres y con-
prohibe preceptivamente todos los actos culcar por la fuerza el derecho de los desvali-
viciosos, como tampoco prescribe todos dos de mi pueblo! Pero es lícito a todos
los actos virtuosos. Pero, así como pro- evitar la opresión y la violencia. Luego
hibe algunos actos de cada uno de los las leyes humanas no obligan al hombre
vicios, también preceptúa algunos actos en conciencia.
de cada una de las virtudes.
En cambio está lo que se lee en 1 Pe
2. A la segunda hay que decir: Un acto
2,18: Porque es grato a Dios quien por con-
puede atribuirse a la virtud de dos ma-
ciencia soporta las molestias, sufriendo injus-
neras: o porque realiza algo objetiva-
tamente.
mente virtuoso; y así se considera acto
de justicia hacer cosas rectas, y acto de Solución. Hay que decir: Las leyes da-
fortaleza hacer obras valerosas; o porque das por el hombre, o son justas, o son
realiza las obras de virtud según el injustas. En el primer caso tienen poder
modo propio del hombre virtuoso. En de obligar en conciencia en virtud de la
el primer sentido, la ley impone algunos ley eterna, de la que se derivan, según
actos de virtud. En el segundo sentido, aquello de Prov 8,15: Por mí reinan los re-
el acto virtuoso procede siempre de la yes y los legisladores determinan lo que es jus-
virtud, y no cae bajo el precepto de la to. Ahora bien, las leyes deben ser justas
ley, sino que es precisamente el fin al por razón del fin, es decir, porque se or-
que la ley conduce. denan al bien común; por razón del
3. A la tercera hay que decir: No hay autor, esto es, porque no exceden los
virtud cuyos actos no puedan ser orde- poderes de quien las instituye, y por ra-
nados al bien común de manera inme- zón de la forma, o sea, porque distribu-
diata o mediata, como acabamos de de- yen las cargas entre los subditos con
cir (sol.). igualdad proporcional y en función del
C.96 a.5 Del poder de la ley humana 751
bien común. Pues el individuo humano primera hay que decir: El Apóstol afirma,
es parte de la sociedad, y, por lo tanto, en Rom 13,1s, que toda autoridad humana
pertenece a ella en lo que es y en lo que viene de Dios y, por lo tanto, quien resiste a
tiene, de la misma manera que la parte, la autoridad, en cosas que caen bajo su
en cuanto tal, pertenece al todo. De he- poder, resiste a la autoridad de Dios. Y,
cho vemos que también la naturaleza como tal, se hace culpable en conciencia.
arriesga la parte para salvar el todo. Por 2. A la segunda hay que decir: El argu-
eso estas leyes que reparten las cargas mento parte de aquellas leyes humanas
proporcionalmente son justas, obligan que disponen algo contrario a los man-
en conciencia y son verdaderamente le- damientos divinos. Mas no hay autori-
gales. dad cuyo poder se extienda a tanto. Lue-
A su vez, las leyes pueden ser injustas go, en estos casos, la ley humana no
de dos maneras. En primer lugar, por- debe ser obedecida.
que se oponen al bien humano, al que- 3. A la tercera hay que decir: El tercer
brantar cualquiera de las tres condicio- argumento hace hincapié en las leyes
nes señaladas: bien sea la del fin, como que imponen a los subditos un grava-
cuando el gobernante impone a los sub- men injusto. Tampoco a esto se extien-
ditos leyes onerosas, que no miran a la den los poderes concedidos por Dios; de
utilidad común, sino más bien al propio modo que en estos casos el subdito está
interés y prestigio; ya sea la del autor, dispensado de obedecer, siempre que
como cuando el gobernante promulga pueda eludirlo sin escándalo y sin un
una ley que sobrepasa los poderes que daño más grave.
tiene encomendados; ya sea la de la for-
ma, como cuando las cargas se imponen
a los ciudadanos de manera desigual,
ARTICULO 5
aunque sea mirando al bien común. Ta- ¿Están todos sujetos a la ley?
les disposiciones tienen más de violencia
que de ley. Porque, como dice San Agus- In Rom. 13 lect.1.
tín en I De lib. arb.16: La ley, si no es jus- Objeciones por las que parece que
ta, no parece que sea ley. Por lo cual, tales no todos están sujetos a la ley.
leyes no obligan en el foro de la con- 1. Sólo los destinatarios de la ley es-
ciencia, a no ser que se trate de evitar el tán sometidos a ella. Mas, según dice el
escándalo o el desorden, pues para esto Apóstol en 1 Tim 1,9: la ley no ha sido
el ciudadano está obligado a ceder de su instituida para los justos. Luego los justos
derecho, según aquello de Mt 5,40.41: no están sujetos a la ley humana.
.Al que te requiera para una milla, acompá- 2. El papa Urbano, según consta en
ñale dos; y si alguien te quita la túnica, dale los Decreta 19 q.217, afirma que no hay
también el manto. ra^ón para someter a una ley pública a quien
En segundo lugar, las leyes pueden se guia por una ley privada. Ahora bien, to-
ser injustas porque se oponen al bien di- das las varones espirituales, cuales son
vino, como las leyes de los tiranos que los hijos de Dios, se rigen por la ley pri-
inducen a la idolatría o a cualquier otra vada del Espíritu Santo, según aquello
cosa contraria a la ley divina. Y tales le- de Rom 8,14: Los que se dejan llevar por el
yes nunca es lícito cumplirlas, porque, Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios.
como se dice en Act 5,29: Hay que obede- Luego no todos los hombres están suje-
cer a Dios antes que a los hombresc. tos a la ley humana.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. El Legisperito afirma 18 que el
16. L.l c.5: ML 32,1227. 17. GRACIANO, Decretara p.II causa 19 q.2 can.2: «Duae sunt»
(RF, I 840). 18. Dig. l.1 tit.3 leg.31: «Princeps legibus» (KR, I 34b).
c La doctrina de este artículo ha pasado a ser doctrina común de la teología moral: las leyes
obligan en conciencia. El problema, sin embargo, consiste en la actitud a tomar frente a las le-
yes injustas. Santo Tomás hace aquí una sabia catalogación de las causas de injusticia en las le-
yes y ofrece soluciones prudentes para cada caso, pero poniendo siempre por delante el interés
del bien común. Hoy, en cambio, se acentúa unilateralmente la inviolabilidad de la conciencia
subjetiva y cualquier postura insolidaria.
752 Tratado de la ley en general C.96 a.5
príncipe está eximido de las leyes. Mas el de los malos discrepa de ella. Por ende,
que está eximido de las leyes no está su- en este sentido, los buenos no están su-
jeto a ellas. Luego no todos están suje- jetos a la ley, sino sólo los malosd.
tos a la ley.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
En cambio está lo que dice el Após- primera hay que decir: Este argumento
tol en Rom 13,1: Todo hombre debe some- hace hincapié en la sujeción por coac-
terse a la autoridad constituida. Pero no hay ción. Pues en este sentido la ley no ha sido
sumisión a una autoridad sin sumisión a instituida para los justos, ya que son ley
sus leyes. Luego todos los hombres de- para ellos mismos, por cuanto muestran la
ben estar sometidos a la ley humana. obra de la ley escrita en sus corazones, según
Solución. Hay que decir: Como vimos dice el Apóstol en Rom 2,14-15. De
anteriormente (q.90 a.1.2; a.3 ad 2), la aquí que sobre ellos la ley no tiene la
ley implica dos cosas en su noción: pri- fuerza coactiva que tiene sobre los injus-
mera, el ser regla de los actos humanos; tos.
y segunda, el tener poder coactivo. Por 2. A la segunda hay que decir: La ley
lo tanto, una persona puede estar some- del Espíritu Santo es superior a toda ley
tida a la ley en dos sentidos. Ante todo, puesta por los hombres. Por eso las per-
como lo regulado a su regla. Y en este sonas espirituales, al regirse por la ley
sentido, el que está sujeto a una autori- del Espíritu Santo, quedan eximidos de
dad está también sujeto a sus leyes. Mas cualquier ley que se oponga a la conduc-
puede ocurrir de dos maneras que al- ción del Espíritu Santo. Sin embargo, el
guien no dependa de una determinada Espíritu Santo impulsa precisamente a
autoridad. En primer lugar, porque está las personas espirituales a someterse a
fuera de sus dominios. Así, el que perte- las leyes humanas, de acuerdo con aque-
nece a una ciudad o reino escapa al do- llo de 1 Pe 2,13: Acatad toda institución
minio del gobernante de cualquier otra humana por amor de Dios.
ciudad o reino y, por ello, también a sus 3. A la tercera hay que decir: Se en-
leyes. En segundo lugar, porque se rige tiende que el príncipe está eximido de la
por una ley superior. Así, el que está so- ley en cuanto al poder coactivo de la
metido al procónsul debe regirse por sus misma, pues la ley no tiene fuerza coac-
mandatos, salvo en lo que esté dispensa- tiva más que por la autoridad del prínci-
do por el emperador, pues en esto no pe, y nadie puede coaccionarse a sí mis-
tiene por qué obedecer a un subalterno, mo. Se dice, pues, que el príncipe está
dado que sigue órdenes superiores. Y en exento de la ley, porque nadie puede
este sentido puede ocurrir que alguien, pronunciar contra él un juicio condena-
aunque sometido de suyo a la ley, no torio en caso de que falte a la ley. Por
esté obligado a ella en algunas cosas en eso, comentando aquello de Sal 50,6:
las que se guía por una ley superior. Contra ti solo pequé, etc., dice la Glosa19:
Además, uno puede estar sometido a «No hay nadie que pueda juzgar las ac-
la ley como un forzado a sus cadenas. Y ciones del rey». Pero en cuanto al poder
en este sentido no son los hombres jus- directivo de la ley, el príncipe está some-
tos y virtuosos, sino sólo los malos los tido a ella por propia voluntad, de
que están sujetos a la ley. Porque lo for- acuerdo con lo que se dice en Extra, de
zoso y violento es contrario a la volun- Constitutionibus c. «Cum omnes»20: El que
tad; mas la voluntad de los buenos está establece una ley para otros debe él mismo so-
en armonía con la ley, mientras que la meterse a ella. Lo dice también la autori-
19. Glossa de PEDRO LOMBARDO (ML 191,846). Cf. Glossa ord. (III 157 E); CASIODORO,
Expos. in Psalt., super 50,6: ML 70,361. 20. Decretal. Greg. IX l.1 tit.2 c.6: «Cum omnes».
d El artículo está motivado por el texto jurídico del Digesto, que afirmaba que princeps legi-
bus solutus est (obj.1). Santo Tomás limita el concepto imperialista del derecho romano. Y, en
cuanto al tema de si la ley obliga al mismo legislador (ad 3), la postura del autor procede dis-
tinguiendo la vis coactiva de la ley, que no afectaría al mismo legislador, y la vis directiva, que
sí se extiende al legislador. Este aspecto fue objeto de largas controversias entre los escolás-
ticos, pero de escaso interés hoy, pues el poder legislativo reside en los parlamentos y asam-
bleas representativas.
C.96 a.6 Del poder de la ley humana 753
21
dad del Sabio : Obedece la ley que tú mis- palabras debe tomarse de las causas que las
mo has establecido. Y en Mt 23,3-4, el Se- inspiraron; porque no se subordinan las cosas
ñor increpa a aquellos que dicen y no a las palabras, sino las palabras a las cosas.
hacen, que imponen a los demás pesadas car- Por consiguiente, más que a las palabras
gas, pero ni con un dedo hacen nada para mo- de la ley se ha de atender a las razones
verlas. Por eso, ante el juicio de Dios, el que movieron al legislador.
príncipe no está exento de la ley en Solución. Hay que decir: Como ya vi-
cuanto al poder directivo de la misma, mos (a.4), toda ley se ordena al bien co-
aunque ha de cumplirla voluntariamente mún de los hombres, y de esta finalidad
y no por coacción. Además, el príncipe recibe su poder y condición de ley, y
está por encima de la ley en el sentido pierde su fuerza vinculante en la medida
de que puede cambiarla en caso de nece- en que de ella se aparta. Por eso advierte
sidad y puede dispensarla según las con- el Jurisconsulto24 que ni las normas de de-
diciones de lugar y tiempo. recho ni el sentido de la equidad permiten ex-
tremar la severidad en la dureza de la inter-
ARTICULO 6 pretación, convirtiendo en perjudicial lo que ha
sido saludablemente instituido para la utilidad
¿Pueden los subditos obrar sin común de los hombres. Ahora bien, sucede
atenerse a la letra de la ley? con frecuencia que cumplir una norma
2-2 q.60 a.5 ad 2.3; q.120 a.1; q.147 a.4; In Sent. 3 es provechoso para el bien común en la
d.37 a.4; 4 d.15 q.3 a.2 q.a 1.2; In Ethic. 5 lect.16. generalidad de los casos, mientras que
en un caso particular es sumamente no-
Objeciones por las que parece que civo. Pero como el legislador no puede
no es lícito a los subditos obrar más que atender a todos los casos singulares,
de acuerdo con la letra de la ley. formula la ley de acuerdo con lo que
1. Dice San Agustín en De vera re- acontece de ordinario, mirando a lo que
lig.22: Aunque los hombres juzgan de las leyes es mejor para la utilidad común. En
temporales cuando las instituyen, una vez ins- consecuencia, si. surge un caso en que
tituidas y confirmadas ya no deben juzgar de esta ley es dañosa para el bien común,
ellas, sino según ellas. Mas si uno deja de no se debe cumplir. Si, por ejemplo, du-
lado la letra de la ley alegando que trata rante un asedio se establece la ley de que
de salvar la intención del legislador, pa- las puertas de la ciudad permanezcan ce-
rece que la somete a juicio. Luego no le rradas, esto resulta provechoso para la
está permitido al subdito dejar de lado la salvación común en la generalidad de los
letra de la ley para salvar la intención casos. Pero si acontece que los enemigos
del legislador. vienen persiguiendo a algunos ciudada-
2. Sólo puede interpretar las leyes nos de los que depende la defensa de la
quien puede hacerlas. Pero quienes están ciudad, sería sumamente perjudicial para
sometidos a las leyes no pueden hacer- ésta que no se les abrieran las puertas.
las. Luego tampoco pueden interpretar Por lo tanto, en este caso, aun contra la
la intención del legislador, sino que de- letra de la ley, habría que abrir las puer-
ben obrar siempre según la letra de la tas para salvar la utilidad común intenta-
ley. da por la ley.
3. Los sabios siempre pueden expli- Hay que advertir, sin embargo, que,
car con palabras sus intenciones. Ahora si la observancia literal de la ley no da
bien, los que han instituido las leyes de- pie a un peligro inmediato al que se
ben ser tenidos por sabios, puesto que la haya de hacer frente sin demora, no
Sabiduría dice en Prov 8,15: Por mí rei- compete a cualquiera interpretar qué es
nan los reyes y los legisladores administran lo útil o lo perjudicial para el Estado,
justicia. Luego no se debe juzgar la in- sino que esto corresponde exclusivamen-
tención del legislador más que por las te a los gobernantes, que, con vistas a
palabras de la ley. estos casos, tienen autoridad para dis-
En cambio está lo que dice San Hila- pensar de las leyes. Pero si el peligro es
rio en IV De Trinit.23: El sentido de las inmediato y no da tiempo para recurrir
21. DECIO AUSONIO, Sent. Pittacus vers.5: ML 19,876. 22. C.31: ML 34,148.
23. ML 10,107. 24. Dig. 1.1 tit.3 leg.25: «Nulla iuris» (KR, I 34b).
754 Tratado de la ley en general C.96 a.6
al superior, la necesidad misma lleva que no era esa la intención del legisla-
aneja la dispensa, pues la necesidad no dor. Pero si el daño es dudoso, debe o
se sujeta a la leye. bien atenerse a la letra, o bien consultar
Respuesta a las objeciones: 1. A la al superior.
primera hay que decir: El que en caso de 3. A la tercera hay que decir: Nadie es
necesidad obra sin atenerse a las palabras tan sabio que pueda prever todos los ca-
de la ley no enjuicia la ley misma, sino sos particulares, ni, por lo tanto, expre-
un caso particular en el que ve que las sar suficientemente con palabras todo lo
palabras de la ley no pueden guardarse. conducente al fin propuesto. Y aun su-
2. A la segunda hay que decir: El que poniendo que el legislador pudiera exa-
sigue la intención del legislador no in- minar todos los casos, para evitar la
terpreta la ley absolutamente hablando, confusión no convendría que la ley hi-
sino sólo en cuanto a un caso en que se ciera referencia a todos, sino sólo a lo
hace patente, por la evidencia del daño, que sucede en la mayoría de ellos.
1. ARISTÓTELES, c.5 n.15 (BK 1133a25): S. TH., lect.9. 2. C.6: ML 32,1229. 3. C.6:
ML 32,1229.
4. ARISTÓTELES, c.1 n.1 (BK 1103a16): S. TH., lect.1. 5. GRACIANO, Decretum p.I dist.12
can.5: «Ridiculum est» (RF 28).
mientos sociales y psicológicos que favorecen o impiden el cambio de las leyes. Entre éstos,
Santo Tomás señala uno que, a nuestro modo de ver, tiene especial relieve, pues podría exten-
derse también a la ley natural. Se refiere al progreso de la razón en la determinación de cuáles
son las óptimas condiciones de una vida justa y en paz. Se acepta que existe un auténtico pro-
greso histórico y social de los pueblos en busca del mejor modo de regular la vida social y de
preceptuar leyes que respondan a las condiciones reales de una sociedad. No sabemos si el
autor pensó en aplicar este principio también al derecho natural —en el ad 1 parece más bien
negarlo—, pero nos parece que sería válido también para una acertada intelección de la índole
histórica del derecho natural, tal como nosotros la entendemos: el paso de una formulación de-
ficiente de las exigencias de la naturaleza humana a otra formulación más detallada y acorde
con la índole personal y social del hombre.
C.97 a.3 De la mutabilidad de las leyes 757
cambiarse nunca a no ser que, por otro nas no pueden cambiar las leyes natural
lado, se le devuelva al bien común lo y divina. Luego tampoco pueden modi-
que se le sustrae por éste. Lo cual puede ficar la ley humana.
suceder, ya porque del nuevo estatuto 2. La acumulación de males no pue-
deriva una grande y manifiesta utilidad, de originar un bien. Mas el primero que
ya porque el cambio se hace sumamente empieza a obrar en contra de la ley hace
necesario debido a que la ley vigente en- mal. Luego multiplicando acciones se-
traña una clara iniquidad o su observan- mejantes no se produce ningún bien.
cia resulta muy perjudicial. Por eso dice Pero la ley sí es un bien, puesto que es
el Jurisconsulto6 que la institución de nue- regla de los actos humanos. Luego no
vas leyes debe reportar una evidente utilidad cabe que la costumbre suprima la ley
que justifique el abandono de aquellas otras para adquirir ella misma fuerza de ley.
que durante mucho tiempo fueron consideradas 3. Poner leyes pertenece a las perso-
equitativasb. nas públicas, encargadas de regir la co-
Respuesta a las objeciones: 1. A la munidad, y por eso las personas priva-
primera boy que decir: En las disciplinas das no pueden instituir leyes. Mas la
científicas toda la eficacia deriva de la costumbre se nutre con actos de perso-
razón; por eso, cuando se descubre una nas privadas. Luego no puede alcanzar
razón mejor, debe ser abandonada la an- fuerza de ley para sustituir una ley ante-
terior. Pero las leyes reciben su mayor fuer- rior.
za de la costumbre, según dice el Filósofo En cambio está lo que dice San
en II Polit.7, y por eso no deben cam- Agustín en la carta Ad Casulan. 8: Las
biarse fácilmente. costumbres del pueblo de Dios y las institucio-
2. A la segunda hay que decir: El argu- nes de los antepasados deben ser tenidas por
mento concluye que las leyes deben mo- leyes; y lo mismo que se reprime a quienes
dificarse; pero no por una ventaja cual- quebrantan las leyes divinas, debe refrenarse a
quiera, sino por una utilidad o necesidad quienes desprecian las leyes eclesiásticas.
grandes, tal como acabamos de exponer
(sol.). Solución. Hay que decir: Toda ley
3. A la tercera hay que decir: Lo cual emana de la razón y de la voluntad del
vale también para la tercera dificultad. legislador: las leyes divina y natural, de
la voluntad razonable de Dios; la ley hu-
mana, de la voluntad del hombre regula-
ARTICULO 3 da por la razón. Ahora bien, la voluntad
¿Puede la costumbre alcanzar fuerza y la razón del hombre, en el orden ope-
de ley? rativo, no sólo se expresan con palabras,
sino también con hechos, puesto que
2-2 q.79 a.2 ad 2; In Sent. 4 d.33 q.1 a.1 ad 1; Quodl. 9 cada uno da a entender que prefiere
q.7 a.2; Quodl. 2 q.4 a.3.
como bueno lo que realiza con la acción.
Objeciones por las que parece que la Ahora bien, es claro que la ley puede ser
costumbre no puede alcanzar fuerza de cambiada o explicada con la palabra, en
ley ni llegar a suprimir la ley. cuanto ésta expresa los movimientos in-
1. La ley humana, según vimos (q.93 teriores y los conceptos de la razón hu-
a.3; q.95 a.2), deriva de la ley natural y mana. Luego también con los actos, so-
de la divina. Mas las costumbres huma- bre todo los reiterados, que engendran
6. Dig. l.1 tit.4 leg.2: «In rebus novis» (KR, I 35a). 7. ARISTÓTELES, c.5 n.14 (BK
1269a20): S. TH., lect.12. 8. C.1: ML 33,136. Cf. GRACIANO, Decretum p.I dist.11 can.7: «In
his rebus» (RF, I 25). En SAN AGUSTÍN (Epist. 36 ad Casulanum c.1: ML 33,136) se encuentra
este texto sólo hasta las palabras «deben ser tenidas por leyes».
b Se equivocaría quien viera en este artículo algo así como un manifiesto de conservaduris-
mo legal; al contrario, es una prueba de la sabia prudencia humana del autor. La alteración de
las leyes sólo debe acontecer cuando la ley nueva sea manifiestamente mejor que la anterior,
ya que, de por sí, toda ley nueva tarda en incorporarse a las costumbres del pueblo. Pero tam-
poco pidamos al autor un manifiesto en pro de una revolución legislativa, ya que aquella socie-
dad estática estaba más regulada por el derecho consuetudinario que por la ratio scripta de los
juristas.
758 Tratado de la ley en general C.97 a.4
9. L.l n.80: ML 83, 863. 10. S. ISIDORO, Etymol., 1.5 c.21: ML 82,203. 11. Etymol.
1.2 c.10: ML 82,131; 1.5 c.3: ML 82,199. 12. ARISTÓTELES, c.2 n.8 (BK 1094b10): S. TH.,
lect.2.
d El texto aducido de San Pablo sólo es válido en sentido acomodaticio, pues en ese lugar
el Apóstol no se refiere a la dispensa de las leyes, sino a la misión evangelizadora que le ha
sido dispensada.
e Resalta en este artículo el sentido que tiene la autoridad legislativa: dictar leyes para la
realización del bien común y promover el interés social. Así es como se justifican las leyes y
también, cuando la ocasión lo impone, la dispensa de esas mismas leyes. No se propugna, pues,
una autoridad despótica ni un rígido legalismo, sino una sabia prudencia política que esté siem-
pre al servicio del bien común de la sociedad.
TRATADO DE LA LEY ANTIGUA Y NUEVA
Introducción a las cuestiones 98 a 108
Por NICETO BLÁZQUEZ FERNÁNDEZ, O.P.
Por «ley antigua» parece entender Santo Tomás, en la Suma, lo que co-
múnmente solemos llamar Antiguo Testamento, pero, de modo más par-
ticular, la doctrina moral del Pentateuco2. El término Pentateuco, o libro de
los cinco estuches, corresponde al término hebreo Torah, que significa norma
o precepto, lo que nos introduce de lleno en el campo de la moral.
Según San Agustín, la «ley», en sentido amplio, puede referirse a todo el
Antiguo Testamento. En sentido restringido se referiría sólo a la ley de
Moisés, promulgada en el Sinaí3. Santo Tomás estudia aquí la ley antigua
en el sentido amplio agustiniano, pero con particular énfasis en los libros
del Pentateuco.
Consta el tratado de ocho cuestiones y cuarenta y cinco artículos. Las
cuestiones 98 y 99 son de carácter introductorio. En las restantes, hasta la
105 inclusive, la «ley antigua» es sometida a un estudio racional severo, me-
diante el examen de su contenido formalmente legal en su triple dimensión:
moral (preceptos morales), religiosa (preceptos ceremoniales) y civil (preceptos
judiciales). Planificación expuesta en la q.99, donde razona la catalogación
1
Cf. N. BLÁZQUEZ, Los tratados sobre la ley antigua y nueva en la «Summa Theologiae»: Scripta
Theologica 15 (1983/2) 421-467.
2
El uso del término Pentateuco prevaleció entre los Padres griegos alejandrinos. Los latinos
prefirieron la expresión «ley antigua», por contraposición a la «ley nueva». Aquélla se refiere
a la ley de Moisés, o Antigua Alianza de Dios con el pueblo de Israel. La «ley nueva», en cam-
bio, se refiere a Jesucristo y al Evangelio. O sea, al nuevo orden de relaciones del hombre con
Dios, revelado en Cristo. En cuanto al contenido esencial de los tratados, Santo Tomás se sitúa
en la línea de San Pablo y de la carta a los Hebreos. En Rom 7,6, el Tarsense llama a la ley
o Torah «ley vieja», y al orden nuevo instaurado por Cristo, «espíritu nuevo». En Heb 8,13
se nos habla de un «pacto nuevo», contrapuesto al pacto mosaico o Torah, que queda como
«envejecido» y anticuado, a punto de ser sustituido. A todo esto es a lo que Santo Tomás lla-
ma «ley antigua» en el presente tratado. Otras denominaciones bíblicas de la ley antigua son,
por ejemplo: «El libro de la ley de Yahveh» (2 Par 17,9); «la ley de Yahveh» (1 Par 22,12); «el
libro de la ley de Moisés» (Neh 8,1); «la ley de Moisés» (2 Par 23,18; 30,16); «el libro de Moi-
sés» (Neh 31,1); «la ley» (Mt 5,7); «libro de Moisés» (Me 12,26). O simplemente «Moisés»,
como en 2 Cor 3,15.
3
Cf. SAN AGUSTÍN, De Trinitate XV 17,30: PL 42,1081.
762 Tratado de la ley antigua y nueva
de los diversos preceptos contenidos en la «ley antigua». De la existencia y
división de la ley en «antigua» y «nueva» nos ha hablado ya en la q.91 a.4
y 5. El Aquinate estudia la ley mosaica entre la ley natural (q.94) y la ley
de la gracia (q.109-114). Según Santo Tomás, la «ley antigua» fue congruen-
temente dada en tiempo de Moisés como un refuerzo de la ley natural y
como promesa de lo que en el Evangelio constituye una realidad actual. La
ley antigua se cifraba casi exclusivamente en las observancias externas y no
contenía los llamados consejos específicos de la «ley nueva», en el contexto de
la libertad de los hijos de Dios4. La «ley antigua» es divina en su origen y,
por lo mismo, revelación. Pero su materialización es humana. Una ley for-
malmente inspirada en Dios, pero materializada por un legislador humano,
con todas sus limitaciones y comprensibles imperfecciones. Se explica así
que Cristo mismo se enfrentara a la «ley antigua» en muchos puntos, com-
pletando y perfeccionando aspectos fundamentales de la misma5. La Iglesia
recibió desde el principio todo el Antiguo Testamento como Palabra de
Dios revelada, pero rechazando al mismo tiempo la observancia de los ritos
cultuales, y más en concreto, la observancia de los preceptos ceremoniales.
Santo Tomás se encuentra en plena línea cristológica y paulina. Salva la
inspiración divina, pero tiene en cuenta los defectos humanos de la «ley» en
cuanto mosaica, que considera como punto de partida hacia la salvación
universal de los hombres en Cristo por la eficacia propia de la gracia cris-
tiana. Desde esta perspectiva de promesa y sentido itinerante de lo imperfec-
to a lo perfecto, el Aquinate reconoce que en la ley antigua hay valores éti-
cos perennes de ley natural, y otros positivos dados por el legislador con
sentido providencial, habida cuenta de la condición humana y social del
pueblo hebreo, al que la ley fue inmediatamente destinada. Esto lo aprecia
Santo Tomás de modo muy particular en el Decálogo, que parece ser el ob-
jeto principal de estudio de toda la q.1006.
Santo Tomás era consciente de la importancia teológica e histórica de la
«ley antigua». Sobre todo por ser parte de la revelación en la que implícita-
mente estaba contenido de modo formal el Evangelio mismo 7. No es que los
preceptos evangélicos sean una consecuencia lógica del Decálogo, sino que
nos encontramos con principios comunes de derecho divino positivo y na-
tural, que Cristo llevará hasta sus últimas consecuencias en el mandamiento
del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios como fruto ge-
nuino de la gracia cristiana. En esto el planteamiento tomasiano es el mismo
de San Pablo, afirmando y razonando la inspiración divina, pero sin conce-
siones a la imperfección y provisionalidad de la «ley antigua» respecto de la
4
Cf. 1-2 q.98 a.6 y 107 a.2.
5
Por ejemplo, en lo relativo al juramento, al respeto a la vida ajena, al adulterio, a la pena
del talión, al amor al prójimo, a la rectitud de intención, al modo de orar, al perdón de las
ofensas y al modo de usar las riquezas (cf. Mt 5,21ss).
6
El Decálogo aparece, dentro del complejo de la ley mosaica, como una especie de cons-
titución o ley fundamental, dada al pueblo hebreo tras recobrar su independencia. Santo Tomás
dice que fue una legislación básica, cuyo contenido se limitaba a unos principios elementales
(véase mi trabajo antes citado, p. 424-426, donde se ofrecen las claves tomasianas para un es-
tudio monográfico sobre el Decálogo).
7
Cf. 1-2 q.107 a.3. La polémica medieval tenía aquí un significado sólo accidental y secun-
dario.
Introducción a las c.98 a 108 763
«ley nueva» o evangélica. Desde esta perspectiva, Santo Tomás pone espe-
cial interés en analizarlo y razonarlo todo minuciosamente, sin preocuparse
por la extensión de las cuestiones y de los artículos. La q.102 es, de hecho,
la más extensa de toda la Suma, y en el a.4 de la misma cuestión aparece la
serie más larga de dificultades. Por otra parte, la polémica secular entre ju-
díos y cristianos sobre el valor real de la ley antigua había inducido ya al
planteamiento casi rutinario de una serie de cuestiones de las que Santo To-
más se hace eco en la q.98. En su articulado se cuestiona la bondad objetiva
de la ley antigua, su origen divino, la intermediación de los ángeles en su
promulgación, su destino universal o exclusivamente judío, su obligatorie-
dad y oportunidad histórica. Actualmente no es temerario pensar que fue,
en cierta medida, la controversia medieval judeo-cristiana la que ofreció a
Santo Tomás el material del articulado de la q.98. El Aquinate, eso sí, en-
cuadra esa problemática recogida del ambiente en un marco técnico y cientí-
fico, con vistas a la ley nueva bajo la inspiración especial de Hechos y San
Pablo8.
Desde esa perspectiva, la ley antigua se queda en la categoría de la figura,
de la promesa y el anuncio de la ley nueva, que es la realidad prometida, la
consumación y encarnación en la persona de Cristo. Con el respaldo de San
Pablo, Santo Tomás razona y compagina todo lo que de divino y humano,
de valor e imperfección se esconde en la ley antigua. En la q.99 justifica la
distribución de los preceptos de la antigua ley en morales, ceremoniales y
judiciales. La q.100 está dedicada al estudio particular de los preceptos mo-
rales. El problema central es el de las relaciones de la ley antigua y la ley
natural. En las q.101, 102 y 103 estudia la naturaleza objetiva de los precep-
tos ceremoniales, su causa o razón de ser, así como su validez histórica. La
clave mental para desentrañar el entramado de los problemas suscitados es
la aplicación sistemática a los textos de la vieja ley de la distinción de un
sentido literal o histórico y otro figurativo o trascendente. De la naturaleza y
razón de ser de los preceptos judiciales se ocupa en las q.104 y 105. En ellas
predomina el problema de la ley natural como ingrediente de la ley antigua,
lo que justifica la presencia de Aristóteles, así como, en las cuestiones refe-
rentes a los preceptos cultuales, el protagonista invitado será Maimónides.
Santo Tomás recoge lo más granado del pensamiento de las escuelas ale-
jandrina y antioquena al respecto. De la escuela alejandrina aceptó el sentido
alegórico. De la antioquena, el literal o histórico. Nunca cita explícitamente a
Filón en este tratado y una sola vez a Flavio Josefo9, que pertenecía tam-
bién a la corriente alejandrina. Como fuentes inmediatas de esta escuela cita
a Orígenes, San Ambrosio, el pseudo Dionisio y San Gregorio Magno. Sin
olvidar, claro está, las vinculaciones que le vienen por medio de San Agus-
tín. De la corriente antioquena, el principal autor citado es San Jerónimo.
8
Cf. J. F. CHAMORRO, Ley nueva y ley antigua en Santo Tomás: Studium 7 (1967) 30-39.
9
Cf. 1-2 q.102 a.4 ad 6.
764 Tratado de la ley antigua y nueva
A su autoridad nos remite Santo Tomás para afirmar conjuntamente las ra-
zones literales de los preceptos ceremoniales (con su connotación histórica y
providencial) y las razones figurativas o místicas, que tendrían su desenlace fi-
nal en Cristo y la Iglesia10. El lector podrá constatar también el recurso
constante del autor a las Glosas, interlineal, de San Ambrosio, y ordinaria,
de San Agustín y de Casiodoro11.
Recordemos a continuación algunos de los teólogos medievales que casi
con seguridad fueron de alguna manera tenidos en cuenta por Santo Tomás
en la redacción de su tratado sobre la «ley antigua».
Por ejemplo, Pedro Abelardo (1079-1142), en cuanto a la forma dilema-
tica de plantear algunas cuestiones relativas al Antiguo y Nuevo Testamen-
to. En diversos pasajes del tratado tomasiano está implícito el dilemático sí
o no abelardiano, y se aprecia un acusado paralelismo en la clase de proble-
mas suscitados12. Otros autores que hay que tener en cuenta para la lectura
histórica del tratado tomasiano en cuestión son, entre otros, Hugo de San
Víctor, en su tratado De sacramentis Christianae fidei y su Eruditionis didasca-
liae. Fue un gran exponente de la tradición paulina y usaba el método exegé-
tico de la interpretación literal y alegórica del texto bíblico. Sobre la in-
fluencia de Pedro Lombardo hay que ser más cautos, ya que el famoso
autor de las Sentencias sólo trató del tema ocasionalmente, al hablar de los
sacramentos. Más interés tiene Pedro el Cantor cuando, en su Summa de Sa-
cramentis et Animae Consiliis, habla de la pedagogía de la ley antigua. La idea
de la función pedagógica de la ley antigua como preparación para la ley
evangélica se encuentra bastante desarrollada en el comentario a las Senten-
cias y en la Summa áurea, de Guillermo de Auxerre. Mayor interés todavía
tiene la Summa de Praeceptis, de Juan de la Rochelle, que abordó el tema de
la ley antigua de modo ya sistemático y que sirvió de base para los tratados
De legibus, de Guillermo de Auvernia y de Alejandro de Hales. Cuesta pen-
sar que el Aquinate no tuviera delante, cuando escribió su tratado, la obra
citada de Guillermo de Auvernia y la Summa Theologiae, de Alejandro de Ha-
les, por más que exista una notable diferencia de rigor sistemático y preci-
sión de ideas a favor del Aquinate. A pesar de la belleza y categoría teológi-
ca de la Summa de Alejandro, ni en el dominio de la Biblia, ni en la preci-
sión sistemática, ni en el contenido mismo del tratado de Alejandro se
aprecia una influencia sobre el tratado tomasiano mayor que la que estaba
10
11
Cf. 1-2 q.102 a.2.
En el orden de la tradición patrística se echa de menos, en el tratado tomasiano, la Epís-
tola del pseudo Bernabé, en la que aparece el problema judeo-cristiano sobre la Biblia de modo
análogo a como se plantea en la carta a los Hebreos, manejada por Santo Tomás como fuente
de primera mano. Tampoco aparece reflejada la exégesis de San Ignacio de Antioquía contra
la «judaización» de Cristo (cf. Epist. ad Man.: PG 5,758-778). Ni el interesante Diálogo con Tri-
fón el judío (PG 6,471-480), en el que San Justino identifica el cristianismo con la auténtica es-
tirpe de Israel y aplica la interpretación figurativa del Antiguo Testamento mediante los parale-
lismos circuncisión-bautismo; cordero pascual-Cristo; harina-pan eucarístico (cf. PG 6,562-568).
El cristianismo, pues, reemplaza al judaismo, el Evangelio a la Ley y Cristo a Moisés. La ley
y la Alianza se encarnan en la persona de Cristo (cf. PG 6,670; 498-499; 566-570). El Aquinate
no cita tampoco a Clemente Alejandrino, San Epifanio o San León Magno. Autores que hubie-
ran enriquecido documentalmente el tratado tomasiano, si bien en lo esencial no necesitó de
ellos.12
Cf. PL 178,1400-1403 y 1584; 1-2 q.98 a.3; q.102 a.5 ad 1; q.103 a.2; q.99 a.6; q.101 a.2-3;
q.102 a.1-6; q.103 a.2-3 y q.104 a.3.
Introducción a las c.98 a 108 765
llamada a ejercer un maestro agustiniano, tal vez demasiado atado a la letra
del texto bíblico. Por último, hay que mencionar aquí, por razones casi ob-
vias, el trasfondo de la Summa de Bono, de San Alberto Magno, maestro y
tutor del Aquinate, así como las Apostillae de su hermano en religión y fu-
turo cardenal Hugo de San Caro. Las Apostillae, de Hugo, eran las lecciones
de teología que impartía para sus frailes dominicos, y constituyen algo así
como la etapa intermedia entre el biblismo del siglo XII y el comentario aca-
démico universitario que compondría después Santo Tomás13.
dad del hombre, pero como don divino y obra de la gracia. Ni el libre albe-
drío ni la instrucción de los preceptos bastan para la justificación. Tiene que
entrar en juego el protagonismo del Espíritu Santo, como principal artífice
del amor y del bien. De lo contrario, los preceptos se convierten en letra
que mata, en el sentido paulino de la expresión. La libertad humana es insu-
ficiente por sí sola para alcanzar la perfección cristiana. Es indispensable la
ayuda de la gracia cristiana. San Agustín plantea crudamente el problema de
las diferencias entre la ley antigua y la ley nueva en términos de Antiguo y
Nuevo Testamento. La expresión ley nueva no aparece en sus escritos. Recha-
za la atribución que solía hacerse al judaismo de la llamada «ley de las
obras» (lex operum) como expresión del Antiguo Testamento, y al cristianis-
mo la «ley de la fe» (lex fidei). También en la ley cristiana hay prescripcio-
nes. Lo que ocurre es que la ley antigua, por sí sola, aun en lo que contiene
de perennemente válido en el campo de la ley natural, es incapaz de justifi-
car, siendo necesario el apoyo de la gracia. El Hiponense pone de relieve la
complementariedad de ambos Testamentos, pero destacando las diferencias
sustanciales. Insiste en que la gracia no destruye el libre albedrío, sino que
lo fortalece. Las diferencias sustanciales no rompen la unidad y la continui-
dad de la revelación. Pero hay una novedad muy notable en la ley nueva.
Consiste en que la ley nueva es primariamente interna, inscrita en el corazón.
Su norma suprema es el amor, que brota de la gracia del Espíritu Santo,
que habita en el alma de los justos. De esa forma, la ley nueva revitaliza a
la naturaleza caída, produce la justificación y ofrece los bienes de la eterna
bienaventuranza. De ahí su superioridad sobre la ley antigua 19 .
31
Ib., a.1 ad 3; In Epist. ad Romanos c.4 lect.1.
32
1-2 q.106 a.1 ad 2.
33
Ib., q.100 a.10 ad 3.
772 Tratado de la ley antigua y nueva
dor respecto de sus contemporáneos, que consideraban la ley de Cristo
como una ley escrita, sin más34. Con terminología aristotélica y mentalidad
bíblico-agustiniana, sostiene con energía que en la ley nueva hay un elemen-
to principal interno, y otro secundario o externo, formando un todo esen-
cial35. Ese elemento secundario, por relación a la primacía de la gracia y de
la acción del Espíritu Santo, es, sin embargo, bastante importante 36 . Algu-
nos de esos elementos secundarios disponen al hombre para recibir la gracia
del Espíritu Santo. Tales son, por ejemplo, la enseñanza de la Sagrada Es-
critura, la doctrina de Cristo y de los Apóstoles transmitida por la Iglesia,
la catequesis cristiana, la predicación del Evangelio en general y hasta la
ciencia teológica. Todo aquello que enseña al cristiano lo que ha de creer.
Otros medios secundarios son los que se refieren a la pastoral práctica,
como puede ser la enseñanza moral, en la que se nos dice cómo se realiza
en nosotros la vida de la gracia en el seguimiento de Cristo. Tales son prin-
cipalmente los sacramentos de la nueva ley y lo referente al culto divino.
Sin olvidar el patrimonio de santidad legado por los Padres de la Iglesia y
sus derivaciones prácticas en la vida social de la misma. Cristo ha dejado la
determinación concreta de esos aspectos a la decisión y gobierno de la Igle-
sia. Llegados a este punto, Santo Tomás pone en guardia a la autoridad
eclesiástica contra el abuso de las leyes, para evitar que la convivencia entre
los cristianos resulte agobiante, reincidiendo así en los mismos defectos de
la ley antigua37.
Para mejor comprender el contenido teológico del tratado tomasiano so-
bre la ley nueva, resulta útil tener en cuenta algunas ideas y algunos movi-
mientos medievales de corte siempre cristiano.
Santo Tomás se movía entre dos corrientes de pensamiento bastante de-
finidas sobre la ley nueva. Una, de abolengo alejandrino, supuestamente
transmitida por San Agustín, pero llevada a extremos casi extravagantes por
el monje calabrés Joaquín de Fiore (1132-1202). La otra venía por la línea
de Pedro Lombardo, Alejandro de Hales y San Buenaventura, también bajo
la presunta inspiración agustiniana. Obviamente, esta última era la corriente
ortodoxa de la época. Por ley de Cristo entendían los nuevos preceptos con-
tenidos en el Evangelio escrito, y la gracia y los sacramentos se interpreta-
ban como elementos necesarios para el cumplimiento de los preceptos.
34
En la Summa de Alejandro de Hales, por ejemplo, la ley mosaica, la humana y la ley de
Cristo aparecen netamente diferenciadas de la ley natural, por cuanto las tres primeras son con-
sideradas como leyes escritas, y sólo la ley natural como indita. Tal vez sea Santo Tomás el
primer teólogo que rompe con ese sentir común medieval. Para ello recurre a Heb. 8,8-10, a
Jer 31,31-33 y a San Agustín. La respuesta tomasiana refleja el sentido de esos textos bíblicos,
en los que se nos habla de la Nueva Alianza como algo vital grabado en el corazón humano
(cf. 1-2 q.106 a.1).
35
Cf. 1-2 q.106 a. 1-2.
36
«Sin embargo, escribe el Aquinate, tiene la ley nueva ciertos preceptos como dispositivos
para recibir la gracia del Espíritu Santo y ordenados al uso de la misma gracia, que son como
secundarios en la ley nueva, de los cuales ha sido necesario que fueran instruidos los fieles de
Cristo, tanto de palabra como por escrito, ya sobre lo que se ha de creer como sobre lo que
se ha de obrar. Y así conviene decir que la ley nueva es ley principalmente infusa y secundaria-
mente escrita» (1-2 q.106 a.1).
37
Cf. 1-2 q.106 a.1-2; ib., q.108 a. 1-2; q.107 a.4; D. MONG1LLO, Potere normativo della legge
nuova: Angelicum 51 (1974) 169-175.
Introducción a las c.98 a 108 773
De hecho, la tesis de Joaquín de Fiore no era del todo original. Ya Orí-
genes había hablado, en su célebre Peri-Archon, de tres testamentos, tres
pascuas y tres pueblos sucesivos: Israel, la Iglesia y la Asamblea del Reino.
Joaquín de Fiore llevó esta teoría origenista a un punto extremado, toman-
do el Apocalipsis como clave interpretativa de la historia del Nuevo Testa-
mento. Según el monje calabrés, en el Nuevo Testamento había un sentido
espiritual análogo al que había en el Antiguo. Y así como el Antiguo tenía
que derivar en el Nuevo, éste, a su vez, deberá ser sustituido por la llamada
Tercera Edad o Evangelio eterno. El Nuevo Testamento no sería más que una
explicitación de la revelación, que lleva en sí el germen del Espíritu. Joa-
quín distinguía así entre el Evangelio de Jesucristo y el Evangelio del Espí-
ritu. Cristo habría sido al Evangelio del Espíritu lo que Juan el Bautista al
Evangelio de Jesucristo: un precursor. Por lo mismo, la religión cristiana es-
taría llamada a ser sustituida por la «religión nueva», o religión del Espíritu.
Santo Tomás, sin mencionar a Joaquín de Fiore ni a sus seguidores, de-
dica un artículo contra ese espiritualismo exótico que nada tiene que ver
con la Sagrada Escritura ni con la auténtica tradición de los Padres. ¿Durará
hasta el fin del mundo la ley nueva del Evangelio de Jesucristo? ¿O habrá
que esperar todavía otra nueva era de la historia de la salvación? En las ob-
jeciones, el Aquinate cita explícitamente el recurso de montañistas y mani-
queos al Espíritu Santo, para justificar sus posturas anticristianas. La res-
puesta que ofrece Santo Tomás es universal, pero refleja la motivación
próxima de la vigencia del joaquinismo de su tiempo38.
BIBLIOGRAFÍA
La ley antiguaa
e El autor hace en este artículo una síntesis apretada de la tradición católica sobre la bon-
dad de la ley antigua, pero sin caer en el fanatismo de algunos apologistas de la Torah, obse-
sionados con el Mesías terrenal. En el pacto de la Antigua Alianza estaba implícita la promesa
divina de la fe, y no del mesianismo temporal y terreno. La ley antigua es buena como se dice
que es bueno lo imperfecto por relación a la perfección misma.
f Los judíos primitivos eran muy propensos a atribuir todo a Dios, incluso lo que ellos
mismos hacían por iniciativa propia. Por ejemplo, la creación de leyes inmorales, a las que ha-
bía que atenerse como si fueran leyes establecidas por Dios. Teniendo en cuenta esa tendencia,
no es lícito deducir que Dios instituye leyes malas para castigo de los hombres perversos. Una
cosa es que Dios, por respeto a la libertad humana, permita que los hombres instituyan leyes
malas, y otra el que Dios mismo quiera la institución y aplicación de esas leyes. Pensar así sería
ilógico y razonablemente inadmisible.
C.98 a.2 La ley antigua 779
razón añade que se introdujo la ley para se dijo en el artículo precedente; luego
que abundase el pecado; donde la conjun- la ley antigua no puede atribuirse a
ción final para que tiene un sentido con- Dios, de quien se dice en Job 36,22 que
secutivo, no causal. Los hombres, to- a El nadie se le asemeja entre los legisladores.
mando ocasión de los preceptos de la 4. Finalmente, dícese en 1 Tim 2,4:
ley, pecaron más, y los pecados eran más Dios quiere que todos los hombres sean salvos.
graves después de la prohibición de la Pero la ley antigua no es suficiente para
ley. La concupiscencia se desarrolló, dar la salud, según se dijo atrás; luego
pues es un hecho que codiciamos más lo no pertenecía a Dios dar esta ley. En
que está prohibido g . suma, que la ley antigua no viene de
3. A la tercera hay que decir: El yugo Dios.
de la ley no podía ser llevado sin la ayu- En cambio, está lo que dice el Señor
da de la gracia, que la ley no daba. Pues en Mt 15,6, hablando a los judíos, para
se dice en Rom 9,16: No es del que quiere quienes la ley había sido dada: Habéis
ni del que corre (esto es, por la senda de anulado los preceptos de Dios por amor de
los preceptos de Dios), sino de Dios, que vuestras tradiciones. Y poco antes (v.4) ha-
tiene misericordia. Por esto se lee en el bía dicho: Honra a tu padre y a tu madre.
Salmo 118,32: Corrí por el camino de tus Es manifiesto que este precepto está
mandamientos cuando ensanchaste mi corazón, contenido en la ley antigua (Ex 20,15;
a saber, por el don de la gracia y de la Dt 5,16). Luego esta ley viene de Dios.
caridad.
Solución. Hay que decir: La ley fue
ARTICULO 2 dada por el Dios bueno, Padre de nues-
tro Señor Jesucristo. La ley, en efecto,
¿Procede de Dios la ley antigua?h llevaba a los hombres a Cristo de dos
In Hebr. 7 lect.3. maneras: la primera, dando testimonio
de El; por donde dice el mismo Señor
Objeciones por las que parece que la en Lc 24,44: Es preciso que se cumpla cuan-
ley antigua no viene de Dios. to está escrito de mí en la Ley, en los Salmos
1. Se dice en Dt 32,4: Las obras de y en los Profetas. Y en Jn 5,46: Si presta-
Dios son perfectas. Pero la ley antigua es rais fe a Moisés, tal vez me la prestaríais a
imperfecta, según se dijo (a.1; c.91 a.5); mí, pues de mí ha escrito él. Lo segundo, la
luego la ley antigua no tiene origen di- ley disponía a los hombres, apartándolos
vino. del culto idolátrico y reteniéndolos en el
2. Además, se dice en Eclo 3,14: culto del Dios verdadero, que había de
Esto aprendí: que todo cuanto Dios hizo, per- salvar a los hombres por medio de Cris-
severa por siempre; mas la ley antigua no to. Y así dice el Apóstol en Gál 3,23:
es así, pues de ella dice el Apóstol en Antes de que viniera la fe, estábamos guarda-
Heb 7,18: Es reprobado el precedente man- dos bajo la ley, retenidos para aquella fe que
dato a causa de su flaqueza e inutilidad. Lue- se había de revelar. Ahora bien, es eviden-
go la ley antigua no procede de Dios. te que disponer para un fin y conducir a
3. Aún más: El legislador sabio no ese fin es del mismo, que lo puede eje-
sólo debe impedir los males, sino tam- cutar por sí mismo o por sus mandata-
bién hasta las ocasiones de ellos; pero la rios. El diablo no daría una ley que lle-
ley antigua fue ocasión de pecado, según vase a los hombres a Cristo, por quien
g Es cierto que el texto paulino en cuestión se refiere a la ley mosaica. Pero la tradición, con
San Agustín como principal exponente, lo ha interpretado en sentido amplio. De hecho, la ex-
periencia enseña que toda ley (incluida la ley natural y la ley de la gracia), al recordarnos la
norma de conducta que debiéramos seguir, de alguna manera nos pone en trance de tropezar
haciendo uso incorrecto de nuestra libertad. Lo prohibido, por el hecho mismo de estar prohi-
bido, ejerce sobre nosotros un efecto fascinante, aunque se trate de cosas objetivamente malas.
Y lo mandado, por el hecho de estar mandado, pierde interés, aunque se trate de cosas objeti-
vamente buenas. El autor acepta aquí este fenómeno psicológico y, con San Agustín, establece
la correlación ley-concupiscencia-pecado. Lo que puede aplicarse a cualquier tipo de ley.
h El Antiguo Testamento fue muy atacado ya en el siglo II por los gnósticos. Ataques que
se han producido hasta nuestros días. Santo Tomás pasa por alto las acusaciones groseras, criti-
ca los defectos que encuentra en la vieja ley y deduce las consecuencias lógicas desde una pers-
pectiva histórica y realista de la revelación, que culminará en Cristo.
780 Tratado de la ley antigua y nueva C.98 a.3
había de ser expulsado, según lo que se amparaba a los hombres y les daba los
lee en Mt 12,26: Si Satanás arroja a Sata- auxilios necesarios para la salvación.
nás, luego su reino está dividido. En suma,
que la ley antigua fue dada por aquel ARTICULO 3
mismo Dios que nos da la salud por la
gracia de Cristoi. La ley antigua, ¿fue dada por los
Respuesta a las objeciones: 1. A la ángeles?j
primera hay que decir: Nada impide que In Is. 6; In Gal. 3 lect.7; In Col. 2 lect.4; In Hebr. 2
una cosa, sin ser absolutamente perfecta, lect.1.
lo sea para un tiempo determinado,
como un niño se dice perfecto no en ab- Objeciones por las que parece que la
soluto, sino atendida la edad. De la mis- ley antigua no fue dada por mediación
ma suerte, los preceptos que se imponen de los ángeles, sino inmediatamente por
a los niños son, sin duda, perfectos aten- Dios.
dida la edad de aquellos a quienes se 1. Ángel vale tanto como mensaje-
dan, aunque no lo sean absolutamente. ro, nombre que importa ministerio, no
Tales son los preceptos de la ley. Por dominio, conforme a lo que se lee en el
eso dice el Apóstol en Gál 3,24: La ley salmo 102,20s: Bendecid al Señor todos sus
fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo. ángeles... sus ministros. Pero la ley antigua
2. A la segunda hay que decir: Perseve- parece haber sido dada por el Señor, se-
ran por siempre las obras divinas que gún aquello de Ex 20,1: Habló el Señor
para esto fueron hechas, y éstas son las estas palabras. Y luego añade: Yo soy el
perfectas. Pero la ley antigua fue repro- Señor tu Dios. Y el mismo modo de ha-
bada en la edad de la gracia perfecta, no blar se repite con frecuencia en el Éxodo
como mala, sino como flaca e inútil para y en los siguientes libros de la ley. Lue-
este tiempo; pues, como se dice también, go la ley fue dada inmediatamente por
la ley nada llevó a la perfección. Por esto Dios.
añade el Apóstol en Gál 3,25: Luego que 2. En Jn 1,17 se lee: La ley fue dada
vino la fe, ya no estábamos bajo el ayo. por Moisés. Pero Moisés la recibió inme-
3. A la tercera hay que decir: Como diatamente de Dios, según consta por
queda dicho (q.79 a.4), a veces Dios per- Ex 33,11: Hablaba el Señor a Moisés cara a
mite que algunos caigan en pecado para cara, como suele hablar un amigo con su ami-
que con esto se humillen; y así quiso dar go. Luego la ley antigua fue dada inme-
a los hombres tal ley que no la pudieran diatamente por Dios.
cumplir con sus fuerzas, a fin de que en 3. A sólo el príncipe pertenece dar
su presunción fueran convencidos de pe- leyes, como dijimos (q.90 a.3). Pero sólo
cado y, humillados, recurriesen en de- Dios es príncipe de la salud de las almas,
manda de la gracia. mientras que los ángeles son espíritus ad-
4. A la cuarta hay que decir: Aunque ministradores, según se dice en Heb 1,14;
la ley antigua no bastase para dar la sa- luego no debió ser dada por los ángeles
lud al hombre, tenía éste otra ayuda de la ley antigua, que se ordena a la salud
Dios por la cual podía ser salvo, a saber, de las almas.
la fe en el Mediador, por la que alcanza- En cambio está lo que dice el Após-
ban la justicia los patriarcas, igual que tol en Gál 3,19: La ley fue dada por los án-
nosotros. De esta suerte, Dios no des- geles por mano del Mediador. Y en Act 7,53
i Para mejor entender esta forma de argumentar, conviene tener presente el tratado toma-
siano sobre la profecía en sentido estricto, es decir, como presciencia de cosas futuras contin-
gentes, que sólo pueden verificarse por revelación divina (cf. Summa theol. 2-2 q.172 a.5). Fue
en ese sentido como el Antiguo Testamento profetizó a Cristo.
j Esta apelación a los ángeles tiene como trasfondo histórico la vieja teología de Gen 16,7;
22,11 y Jue 2,1, donde se nos habla de un ángel, de Yahveh, equiparable a Dios mismo manifes-
tándose de forma visible (Gén 16,13). Con el tiempo se fue perfilando más la trascendencia de
Dios como distinto de los ángeles. El autor se atiene aquí a Gál 3,9 y a Hech 7,53. La tradi-
ción judía sostenía que, en el momento de la promulgación de la ley antigua, había ángeles pre-
sentes. El autor de la ley antigua fue Dios mismo, pero la habría promulgado por medio de
ángeles (Rom 3,2; 7,22 y Gál 3,19). El Aquinate no aporta nada nuevo a este tema de la pre-
sunta mediación angélica en la promulgación de la ley antigua.
C.98 a.4 La ley antigua 781
dice San Esteban: Recibisteis la ley por me- sobre las palabras de Ex 33,11: Habló el
diación de los ángeles. Señor a Moisés cara a cara, y sobre lo que
Solución. Hay que decir: La ley fue más adelante (v.18) se dice: Muéstrame tu
dada por Dios por mediación de los án- gloria: Sentía lo que veía, y lo que no veía lo
geles. deseaba, pues ni veía la esencia de Dios
Fuera de la razón general indicada ni por El era adoctrinado inmediatamen-
por Dionisio en De cael. hier. c.43, de te. Lo que dice el texto: Le hablaba cara
que las cosas divinas deben comunicarse a cara, se ha de entender según la opi-
a los hombres por mediación de los án- nión del pueblo, el cual pensaba que
geles, existe una razón especial por qué efectivamente Moisés hablaba cara a cara
la ley antigua debió ser dada por media- con Dios, cuando en realidad hablaba y
ción de los ángeles. Ya queda dicho se le aparecía por una criatura interpues-
(a. 1.2) que la ley antigua era imperfecta, ta, a saber, por el ángel y la nube 6 .
pero que disponía para la perfecta salud También por esta visión facial se pudie-
del género humano, que nos vendría por ra entender alguna contemplación emi-
Cristo. Ahora bien, en todos los pode- nente y familiar, aunque inferior a la vi-
res, como en las artes, existe un orden. sión de la divina esencia.
El superior ejecuta por sí mismo el acto 3. A la tercera hay que decir: Al prín-
principal y perfecto, mientras que los cipe pertenece dar con su autoridad las
que disponen para la última perfección leyes, pero a veces las promulga por me-
los ejecuta por sus ministros. Así, el dio de otros. Así, Dios es el autor de la
constructor de un buque ajusta las pie- ley, pero la promulgó por los ángeles.
zas por sí mismo, pero las prepara por
medio de sus obreros. Por esto fue con- ARTICULO 4
veniente que la ley perfecta del Nuevo
Testamento fuese dada por el mismo La ley antigua, ¿debió ser dada a
Dios hecho hombre; pero la ley vieja, sólo el pueblo judio?k
por sus ministros, que son los ángeles.
De este modo demuestra el Apóstol, al Objeciones por las que parece que la
principio de la carta a los Hebreos, la ley antigua no debió ser dada a solo el
excelencia de la ley nueva sobre la anti- pueblo judío.
gua, porque en el Nuevo Testamento nos 1. La ley antigua disponía para la sa-
habló Dios por su Hijo (1,2), pero en el lud que nos debía venir por Cristo,
Testamento Viejo lo hizo por los ángeles como queda dicho (a.2.3). Pero esa salud
(2,2). no era sólo para los judíos, sino para to-
Respuesta a las objeciones: 1. A la dos los pueblos, según aquello de Is
primera hay que decir: Como expone San 49,6: Poco es para mí ser tú mi siervo para
Gregorio al principio de Moral.4: El án- restablecer las tribus de Jacob y reconducir a
gel que apareció a Moisés se nos presenta unas los salvados de Israel; yo te hago luz de las
veces como ángel, otras como el Señor. Como gentes para llevar mi salvación hasta los con-
ángel, por cuanto servía, hablando exterior- fines de la tierra. Luego la ley antigua de-
mente; como el Señor, porque presidía inte- bió darse a todos los pueblos y no a
riormente y daba eficacia a las palabras. De sólo el pueblo judío.
manera que el ángel hablaba en nombre 2. Se lee en Act 10,34: Ahora conozco
del Señor. que no hay en Dios acepción de personas, sino
2. A la segunda hay que decir: San que, en toda nación, el que teme a Dios y
Agustín dice en XII Super Gen. ad litt.5 practica la justicia le es acepto. Luego no
k Gran cuestión ésta, que escapa a la comprensión humana. ¿Por qué la ley fue dada al
pueblo de Israel? ¿Porque tenía en su haber algún mérito relevante respecto de otros pueblos?
Santo Tomás es taxativo: no. Israel fue un pueblo gratuitamente elegido para que de su estirpe
naciera Cristo. Honor único, pero con una responsabilidad aneja que todavía no ha sido asumi-
da por los que aún siguen a la espera de un Mesías soñado, que nunca llegará, porque ni exis-
tió realmente ni existirá tal como lo habían imaginado.
782 Tratado de la ley antigua y nueva C.98 a.4
debió abrir el camino de la salud a un Cristo. Convenía, pues, que el pueblo
pueblo más que a los otros. del que Cristo había de nacer se dis-
3. Según se dijo atrás (a.3), la ley tinguiera por una especial santidad, se-
fue dada por medio de los ángeles. Pero gún se dice en Lev 19,2: Sed santos, por-
el ministerio de los ángeles no sólo lo que santo soy yo. Ni fue por los méritos de
concedió a los judíos, sino a todas las Abrahán por los que se le hizo tal pro-
naciones, según se lee en el Eclo 17,14: mesa, que Cristo nacería de su descen-
Dio a cada nación un jefe. A todas las na- dencia, sino por la gratuita elección y
ciones provee también de los bienes vocación de Dios. Por lo cual se dice en
temporales, menos apreciados de Dios Is 41,2: ¿Quién lo ha suscitado del lado de
que los espirituales. Luego también de- Levante y en su justicia lo llamó para se-
bió dar la ley a todos los pueblos. guirle?
Es, pues, manifiesto que por sola la
En cambio está lo que dice San Pa- gratuita elección de Dios recibieran los
blo en Rom 3,1s: ¿En qué, pues, aventaja patriarcas la promesa, y el pueblo nacido
el judío?... Mucho en todos los aspectos, por- de ellos recibió la ley según lo que se
que primeramente les ha sido dada la palabra dice en el Dt 4,36ss: De en medio del fuego
de Dios. Y en Sal 147,20 se dice: No hizo has oído sus palabras, porque amó a tus pa-
tal a gente alguna, y a ninguna otra manifestó dres y eligió después de ellos a su descendencia.
sus juicios. Si todavía quisiéramos insistir y buscar
Solución. Hay que decir: Una razón se la razón de por qué ése y no otro pue-
podría señalar de haber sido dada la ley blo haya sido elegido para que de él na-
al pueblo judío más bien que a otros, a ciese Cristo, habremos de responder con
saber: que, mientras los demás pueblos San Agustín en Super Io. 7 : Por qué atraiga
se dejaban llevar de la idolatría, sólo el a éste y no a aquél, no te atrevas a juagar, si
pueblo judío permaneció fiel al culto del no quieres incurrir en error.
Dios único verdadero, y, por tanto, que Respuesta a las objeciones: 1. A la
los otros pueblos eran indignos de reci- primera hay que decir: La salud de Cristo
bir la ley, si no se había de dar lo santo a estaba destinada para todas las gentes,
los perros. pero Cristo debía nacer de un pueblo, el
Pero esta razón no parece valedera, ya cual, por esto mismo, había de dis-
que aquel pueblo, aun después de recibir tinguirse con algunos privilegios, según
la ley, se dio a la idolatría, lo que es más lo que se dice en Rom 9,4s: Cuya es la
grave, como resulta de Ex 32 y de Am adopción, y la gloria, y la alianza, y la legis-
5,25s: ¿Me ofrecisteis sacrificios y presentes lación, y el culto, y las promesas; cuyos son los
en el desierto por espacio de cuarenta años, patriarcas, de quienes, según la carne, procede
casa de Israel? Antes os tomasteis la tienda Cristo.
de Moloc y el astro del dios Refán, vuestros 2. A la segunda hay que decir: La acep-
ídolos, que os habéis fabricado para adorarlos. ción de personas tiene lugar en aquellas
Y expresamente se dice en el Dt 9,6: En- cosas que se confieren por derecho de
tiende que no por tu justicia te da Yahveh la justicia, no en aquellas que se conceden
posesión de esta buena tierra, que eres pueblo por sola gracia. No incurre, pues, en la
de dura cerviz. Y allí mismo (v.3) se da acepción de personas el que por pura li-
como razón cumplir la palabra que con ju- beralidad da a uno y no a otro; pero si
ramento dio a tus padres Abrahán, Isaac y uno fuera administrador de los bienes
Jacob. comunes y no los distribuyese con equi-
Qué promesa sea ésta, lo declara el dad, según los méritos de cada uno, este
Apóstol en Gál 3,16, diciendo: Pues a tal incurriría en acepción de personas.
Abrahán y a su descendencia fueron hechas las Los beneficios de Dios, que se ordenan
promesas. No dice a sus descendencias, como a la salvación eterna, los confiere Dios
si se tratara de muchas, sino a su descenden- de pura gracia, y, por tanto, no hay
cia, que es Cristo. Dios, pues, otorgó a acepción de personas si se confieren a
aquel pueblo la ley y otros beneficios es- uno con preferencia a otros. Por esto
peciales en atención a la promesa hecha dice San Agustín en el libro De praedest.
a sus padres de que de ellos nacería el sanct.8: A todos cuantos Dios enseña, por
9. § 4: MG 3,261.
784 Tratado de la ley antigua y nueva C.98 a.6
11
cias de la ley que con la sola ley natural. dada, como dice la Glosa . Luego fue
Por esto eran admitidos a esas observan- conveniente que se diese en el tiempo en
cias, como ahora los laicos abrazan el que fue dada.
clericato, y los seglares la religión, aun- Solución. Hay que decir: Muy conve-
que sin esto se pueden salvar. nientemente fue dada la ley en tiempo
de Moisés. De dos capítulos podemos
ARTICULO 6 tomar la razón, a saber, de los dos géne-
ros de personas a quienes una ley se im-
¿Fue conveniente que la ley antigua pone. De éstos, unos son duros y sober-
se dieta en tiempo de Moisés?l bios, que por la ley han de ser reprimi-
3 q.70 a.2 ad 2; Sent. 4 d.1 q.1 a.2 q.a4; In Gal. 3 dos y domados, y otros buenos, que por
lect.7. la ley son instruidos y ayudados en el
cumplimiento de lo que intentan. Pues
Objeciones por las que parece que la bien, para reprimir el orgullo de los
ley antigua no estuvo bien dada en tiem- hombres debía ser dada la ley en el tiem-
po de Moisés. po en que se dio. De dos cosas vivía in-
1. La ley disponía para la salud, que fatuado el hombre, de la ciencia y del
nos había de venir por Cristo, como poder. De la ciencia, como si la razón
queda dicho (a.2.3); pero, en cuanto el natural fuera suficiente para alcanzar la
hombre pecó, tuvo necesidad de este re- salud. Así, para que el hombre se con-
medio; luego la ley debió ser dada en se- venciese de la vanidad de su orgullo, fue
guida del pecado. entregado al gobierno de su propia ra-
2. La ley antigua fue dada para la zón, sin la ayuda de la ley escrita. Por
santificación de aquellos de quienes Cris- experiencia pudo así aprender cuan defi-
to había de nacer; pero Abrahán fue el ciente era su razón, pues había descendi-
primero que recibió la promesa de una do hasta la idolatría y hasta los más tor-
descendencia, que es Cristo, como consta pes vicios en la época de Abrahán. Para
por Gen 12,710; luego en tiempo de remedio de la humana ignorancia fue ne-
Abrahán, y no más tarde, debió ser dada cesario que la ley se diese después de es-
la ley. tos tiempos, pues, como se dice en Rom
3. Como Cristo no nació de los 3,20, por la ley se nos da el conocimiento del
otros descendientes de Noé, sino de pecado. Una vez que el hombre fue ins-
Abrahán, a quien fue hecha la promesa, truido por la ley, quedó su soberbia
tampoco nació de los otros hijos de convicta de flaqueza, puesto que no po-
Abrahán, sino de David, a quien fue día cumplir lo que conocía. Y así con-
renovada la promesa, según aquello de cluye el Apóstol en Rom 8,3s: Pues lo que
2 Re 23,1: Oráculo de David, hijo de I sai, a la ley era imposible, por ser débil a causa
oráculo del hombre puesto en lo alto, del ungi- de la carne, Dios, enviando a su Hijo..., para
do del Dios de Jacob. Luego la ley debió que la justicia de la ley se cumpliese en nos-
ser dada después de David, como se dio otros.
después de Abrahán. Por razón de los buenos fue dada la
En cambio está lo que dice el Após- ley como ayuda, entonces más necesaria,
tol en Gal 3,19: La ley fue dada por causa cuando la razón natural comenzó a oscu-
de las transgresiones, promulgada por los án- recerse por la sobreabundancia del peca-
geles por mano del mediador hasta que viniese do. Y este auxilio debió ser dado con
la «descendencia» a quien la promesa había cierto orden, a fin de que por las cosas
sido hecha. O sea, que fue ordenadamente imperfectas fuesen conducido a la per-
10. Cf. Gál 3,16. 11. Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,127; cf. Glossa ordin. (VI 83 B).
l La razón que el autor aduce para justificar que la ley mosaica fue dada en tiempo oportu-
no es de conveniencia. Es característica de Santo Tomás presentar los acontecimientos de la his-
toria de la salvación de forma razonable. Pero en este artículo hay algo más. El autor introduce
el elemento teleológico, como búsqueda de una finalidad, con la cual rompe el sentido circular pro-
pio de la cultura griega. Se abre así la perspectiva de la dimensión histórica de la revelación cris-
tiana, compaginando la insuficiencia de la sola naturaleza humana con la eficacia de la gracia
cristiana.
C.98 a.6 La ley antigua 785
fección. Y así, entre la ley natural y la tarde, multiplicada la posteridad de
ley de gracia fue conveniente que se die- Abrahán hasta constituir un pueblo, y li-
se la ley antigua. bertado de la servidumbre, pudo ya dár-
Respuesta a las objeciones: 1. A la sele convenientemente la ley, pues los
primera hay que decir: No convenía que siervos no son parte del pueblo o de la ciudad,
luego, en seguida del pecado, se diese la a quien compete recibir la ley, según dice el
ley antigua, porque el hombre, muy Filósofo en III Polit. 12
confiado en su razón, no se reconocía 3. A la tercera hay que decir: Como la
necesitado de ella; además, que el dicta- ley debía darse a un pueblo, no la reci-
men de la ley natural no se había oscure- bieron solos aquellos de quienes Cristo
cido todavía con la costumbre de pecar. había de nacer; antes todo el pueblo fue
2. A la segunda hay que decir: La ley sellado con el sello de la circuncisión,
debe darse a un pueblo, pues es un man- que fue la señal de la promesa hecha a
damiento común, como dijimos antes. Y Abrahán y de él recibida con fe, como
si en la época de Abrahán fueron dados dice el Apóstol en Rom 4,11. Por esto,
por Dios a los hombres algunos precep- debió darse la ley antes de David al pue-
tos familiares, digamos domésticos, más blo, ya organizado.
12. ARISTÓTELES, c.5 n.10 (BK 1280a32): S. TH., lect.7; cf. 1.4 c.4 n.11 (BK 1291a9): S. TH.,
lect.3.
CUESTIÓN 99
Los preceptos de la ley antiguaa
A continuación tenemos que tratar de los preceptos de la ley antigua
(cf. q.98 introd.), y primero, de su distinción; luego, de cada uno de sus
géneros (q.100).
Cuanto a lo primero, ocurren seis preguntas:
1. Los preceptos de la ley, ¿son muchos o uno solo?—2. ¿Contiene la
ley antigua algunos preceptos morales?—3. Además de los preceptos mora-
les, ¿contiene otros ceremoniales?—4. ¿Contiene, además de éstos, precep-
tos judiciales?—5. Aparte de estos tres géneros, ¿contiene aún algunos
otros?—6. ¿De qué modo inducía la ley a la observancia de los preceptos?
1. Glossa ordin. (VI 91 F); Glossa interl. (VI 91 v); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,185.
Cf. AMBROSIASTER, In Ephes. 2,15: ML 17,401.
a La ley es guía de los actos humanos (cf. Summa theol. 2-2 q.90 a.1). Pero el fin de la ley
se alcanza mediante el cumplimiento de sus preceptos (cf. Summa theol. 1-2 q.92 a.2). Después
de haber hablado de la ley antigua en general, corresponde ahora tratar de los preceptos con-
cretos en ella contenidos. Un orden que, por lo demás, es bíblico y aparece en la Torah, en
forma de código. De ahí que a veces resulte difícil discernir lo que es sacro de lo que es mero
material legislativo. El autor hace un gran esfuerzo por sintetizar los diversos preceptos si-
guiendo la clasificación de los mismos en morales, ceremoniales y judiciales. Y lo hace desde el
punto de vista cuantitativo (a.l), cualitativo (a.2-5) y eficiente (a.6). El a.5 es clave para una
correcta comprensión de todo la q.99.
C.99 a.2 Los preceptos de la ley antigua 787
primera hay que decir: Dícese una la ley 1. La ley antigua se distingue de la
antigua en razón del único fin, y, sin ley natural, según se declaró arriba (q.91
embargo, contiene diversos preceptos, a.4.5; q.98 a.5). Pero los preceptos mo-
según la diversidad de las cosas ordena- rales pertenecen a la ley natural; luego
das al fin. Lo mismo ocurre en el arte de no pertenecen a la ley antigua.
la construcción, que es uno si se mira a 2. La ley divina debía prestar soco-
la unidad del fin, pues todo tiende a la rro en aquellos casos en que no bastaba
construcción de la casa; sin embargo, la ley natural, como ocurre en las cosas
contiene diversas reglas, según los actos de la fe, que están fuera del alcance de la
diversos que al fin se ordenan. razón. Luego la ley antigua, que es ley
2. A la segunda hay que decir: Dice el divina, no debe contener preceptos mo-
Apóstol, en 1 Tim 1,5, que el fin del pre- rales.
cepto es la caridad, y toda ley tiende a 3. La ley vieja se dice letra que mata,
esto, a establecer la amistad de los hom- según se declara en 2 Cor 3,6. Pero los
bres unos con otros o con Dios. Por preceptos morales no matan, antes dan
esto, toda la ley se resume en este solo vida, según aquello de Sal 118,93: No me
precepto: Amarás al prójimo como a ti olvidaré jamás de tus preceptos, pues con ellos
mismo, como en el fin de todos los pre- me has dado vida. Luego los preceptos
ceptos, pues el amor de Dios queda in- morales no pertenecen a la ley vieja.
cluido en el amor del prójimo, cuando el En cambio está lo que se dice en
prójimo es amado por amor de Dios. Eclo 17,9: Añadióles ciencia de disciplina,
Por esto, el Apóstol pone este solo pre- dándoles en posesión una ley de vida. Ahora
cepto en vez de los dos, el amor de Dios bien, la ciencia de la disciplina es cosa
y el del prójimo, de que nos habla el Se- que mira a las costumbres, según dice la
ñor en Mt 22,40: En estos dos preceptos se Glosa ordinaria 3 sobre aquello de Heb
resumen toda la Ley y los Profetas. 12,11: Toda disciplina, etc.: La ciencia de la
3. A la tercera hay que decir: Se dice disciplina es la doctrina de las costumbres al-
en IX Ethic.2 que ¿os sentimientos de amis- canzada por medios duros. Luego la ley
tad hacia el prójimo tienen su origen en los dada por Dios contenía preceptos mora-
sentimientos del hombre hacia sí mismo, por les.
cuanto el hombre se conduce con los
otros como consigo mismo. Y asi en el Solución. Hay que decir: Que la ley
dicho: Todo lo que queréis que os hagan los antigua contenía preceptos morales está
hombres, hacédselo vosotros a ellos, se declara claro por el Éxodo (20,13.15): No mata-
cierta regla de amor del prójimo, que rás, no hurtarás, etc. Y con mucha razón,
implícitamente se contiene también en la pues, así como la ley humana mira prin-
sentencia: Amarás al prójimo como a ti cipalmente a fomentar la amistad entre
mismo; y así viene a ser una explicación los hombres, así también la ley divina
de este precepto. mira a establecer la amistad del hombre
con Dios. Y, siendo la semejanza la ra-
ARTICULO 2 zón del amor, según se dice en el Eclo
13,19: Todo animal ama a su semejante, im-
¿Contiene la ley antigua preceptos posible es que exista amistad entre el
morales?b hombre y Dios, que es sumamente bue-
Infra a.4; In Mt. 23. no, si el hombre no se hace también
bueno. Por eso se dice en el Lev 19,2:
Objeciones por las que no parece Sed santos, porque santo soy yo. La bondad
que la vieja ley contenga algunos pre- del hombre es la virtud, que hace bueno al
ceptos morales. que la posee4. De suerte que era preciso
2. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 1166a1). 3. Glossa ordin. (VI 159 B); Glossa de PEDRO
LOMBARDO: ML 192,503. 4. ARISTÓTELES, Eth. l.2 c.6 n.2.3 (BK 1106a18; b9): S. TH.,
lect.6.
b Los preceptos morales hunden sus raíces en las inclinaciones más profundas del ser hu-
mano. Se inscriben en el ámbito de la ley natural, la cual resulta más fácil de cumplir con el
refuerzo de la ley positiva. En este caso concreto, de la ley positiva antigua. Por otra parte,
entre el fin específico de toda ley humana, como es la paz entre los hombres, y el específico
de la ley divina, que mira a la amistad con Dios, no puede haber contradicción alguna.
788 Tratado de la ley antigua y nueva C.99 a.3
que la ley antigua diera preceptos sobre ceptos ceremoniales además de los mo-
las virtudes, y éstos son los preceptos rales.
morales de la ley. 1. La ley se da a los hombres para
Respuesta a las objeciones: 1. A la dirección de sus actos, ya que los actos
primera hay que decir: Se distingue la ley humanos son actos morales, como se
antigua de la ley natural, no como total- dijo antes (q.l a.3). Luego parece que en
mente extraña a ésta, sino como una adi- la ley antigua que se dio a los hombres
ción de la misma. Y como la gracia pre- no debe haber otros preceptos que los
supone la naturaleza, así la ley divina morales.
presupone la ley natural. 2. Los llamados preceptos ceremo-
2. A la segunda hay que decir: Conve- niales son los que pertenecen al culto di-
nía que la ley divina proveyese al hom- vino; pero el culto divino es cosa de la
bre, no sólo en las cosas que superan la religión, la cual, según dice Tulio en su
razón, sino también en aquellas en que Rhetoric.6, honra a la divinidad con el culto y
la razón suele hallar dificultad. La razón las ceremonias. Y como los preceptos mo-
humana no podía errar en sus juicios rales tienen por objeto los actos de las
universales sobre los preceptos más co- virtudes, según se dijo en el artículo pre-
munes de la ley natural; aunque la cos- cedente, parece que los preceptos cere-
tumbre de pecar hace que se oscurezca moniales no se distinguen de las morales.
su juicio en los casos particulares. Mas 3. Parece ser que los preceptos cere-
sobre los otros preceptos morales, que moniales tienen por objeto significar al-
son a manera de conclusiones deducidas guna cosa de manera figurativa. Ahora
de los principios más comunes de la ley bien, según dice San Agustín en II De
natural, muchos yerran reputando lícitas doctr. christ.7, son las palabras las que han
cosas que de suyo son malas. Fue, pues, alcanzado la principalidad en el orden de sig-
conveniente que la ley divina proveyese nificar. Luego ninguna necesidad hubo
a esta necesidad del hombre, a la manera de que en la ley se diesen preceptos ce-
que entre las cosas de fe se proponen no remoniales figurativos.
sólo las que superan la razón, como que En cambio está lo que se dice en Dt
Dios es trino, sino las que están al alcan- 4,13: Os promulgó su alianza y os mandó
ce de ella, como que Dios es uno, a fin guardarla: los diez mandamientos, que escri-
de poner remedio a los errores en que bió sobre las tablas de piedra. Y a mí me
muchos incurren c . mandó entonces el Señor que os enseñará las
3. A la tercera hay que decir: Según leyes y ceremonias que habíais de guardar en
demuestra San Agustín en su libro De la tierra que vais a poseer. Los diez precep-
spiritu et littera5, aun la letra de la ley en tos de la ley son los morales; luego, fue-
los preceptos morales es ocasión de ra de éstos, se dan también otros precep-
muerte, por cuanto, mandando lo que es tos ceremoniales.
bueno, no da el auxilio de la gracia para Solución. Hay que decir: El principal
cumplirlo. intento de la ley divina es encaminar a
los hombres a Dios, así como el de la
ARTICULO 3 ley humana mira a establecer el orden
Además de los morales, ¿contiene la entre los mismos hombres. Por esto, las
ley antigua preceptos ceremoniales? leyes humanas, al intervennir en la orde-
nación del culto divino, no miraban sino
Infra a.4.5; q.101 a.1; q.103 a.3; q.104 a.1; 2-2 q.122 a promover el bien común de la humana
a.1 ad 2; In Sent. 4 d.1 q.1 expos.litt.; In Mt. 23;
Quodl. 2 q.4 a.3. sociedad. Con este fin idearon muchas
cosas tocantes a las cosas divinas, en or-
Objeciones por las que no parece den a fomentar las buenas costumbres
que la ley antigua contenga otros pre- de los hombres, como se ve en los ritos
c Respecto de ley antigua cabe destacar que, en la Torah y en los Profetas, los preceptos
obligaban bajo la razón de mandatos divinos. En los libros sapienciales posteriores prevalece la
prudencia práctica y experimental sobre el mandato en sí mismo, bajo la razón formal de man-
dato.
C.99 a.4 Los preceptos de la ley antigua 789
de los gentiles. Pero la ley divina, al cuales se distinguen por esto de los mo-
contrario, regula la vida de los hombres rales.
entre sí en orden a Dios, a quien princi- 3. A la tercera hay que decir: Dice
palmente los pretendía encaminar. Se en- Dionisio, en el capítulo 1 del De cael.
camina el hombre a Dios no sólo por hierar.9, que las cosas divinas no pueden
los actos interiores, como son creer, es- ser manifestadas a los hombres sino me-
perar y amar, sino con las obras exterio- diante algunas semejanzas sensibles. Ta-
res, con que el hombre protesta ser sier- les semejanzas mueven más el ánimo
vo de Dios. Pues estas obras tienen por cuando a las palabras se añaden otros
objeto el culto divino. Este culto, según signos que afectan a los sentidos. Esta es
algunos 8 , se llama ceremonia, como si di- la razón por la que en la Sagrada Escri-
jéramos dones de Ceres, la diosa de las tura se comunican las cosas divinas, no
mieses, porque era de éstas de las que se sólo por semejanzas verbales, v. gr., por
hacían a Dios ofrendas. O bien, según locuciones metafóricas, sino también por
Máximo Valerio 8 bis, el nombre de cere- semejanzas reales, que impresionan los
monia fue introducido entre los latinos ojos. Estas son las ceremonias reguladas
para significar el culto divino, tomándo- por los preceptos ceremonialese.
lo de cierto lugar vecino de Roma lla-
mado Cere, porque, al ser tomada
ARTICULO 4
Roma por los galos, en él se practicó el
culto romano y se conservó con la máxi- Fuera de los preceptos morales y
ma reverencia. Así, pues, aquellos pre- ceremoniales, ¿hay también
ceptos de la ley que especialmente miran preceptos judiciales?
al culto divino se llaman ceremonialesd.
Infra a.5; q.103 a.1; q.104 a.1; 2-2 q.87 a.1; q.122 a.1
Respuesta a las objeciones: 1. A la ad 2; In Mt. 23; Quodl. 2 q.4 a.3.
primera hay que decir: Los actos humanos
miran también al culto divino, y así tam- Objeciones por las que parece que,
bién la ley antigua debe contener pre- fuera de los preceptos morales y ceremo-
ceptos sobre éste. niales, no hay otros preceptos judiciales
2. A la segunda hay que decir: Según en la ley vieja.
queda dicho (q.91 a.3), los preceptos de 1. Dice San Agustín en Contra Faus-
la ley natural son generales y necesitan tum10 que en la ley antigua existen pre-
de alguna determinación. Esto lo hacen ceptos sobre el gobierno de la vida y preceptos
la ley humana y la divina. Y como las significativos de ella. Los primeros son los
determinaciones introducidas por la ley preceptos morales: los otros, los ceremo-
humana no se dicen de ley natural, sino niales. Luego, fuera de estos dos géne-
de derecho positivo, así las que introdu- ros de preceptos, no hay en la ley lugar
ce la ley divina se distinguen de los pre- para los preceptos judiciales.
ceptos morales, que pertenecen a la ley 2. Sobre las palabras de Sal 118,102:
natural. Honrar a Dios es un acto de No me aparté de tus juicios, dice la Glo-
virtud impuesto por un precepto moral; sa 11: Esto es, de aquellos juicios que has dado
pero la determinación concreta de este como regla de vida. Pero el ser regla de
precepto, a saber, con qué víctimas y vida es de los preceptos morales; luego
ofrendas se ha de honrar a Dios, eso no hay motivo para distinguir de los
toca a los preceptos ceremoniales, los preceptos morales los judiciales.
8. S. ALBERTO MAGNO, In Sent. 1.4 d.1 a.7: BO 29,19. 8 bis. Factor. Dictor. Memorab.,
l.1 c.1 (DD 565). 9. § 3: MG 3,121. 10. L.6 c.2: ML 42,228; l.10 c.2: ML 42,243.
11. Glossa ordin. (III 269 A); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1095; CASIODORO, Expos.
in Psalt., super ps. 118,102: ML 70,870.
d La etimología del término ceremonia, usada por el autor, continúa siendo incierta, aunque
ello no afecta a la tesis, sostenida. En el culto católico, las «ceremonias» son las formas externas
del culto divino, que implican una importante carga espiritual simbólica.
e Las ceremonias son ritos sensibles requeridos por la propia condición social del hombre y
del culto público que se ha de rendir a Dios. Decía San Agustín que, en la práctica, los hom-
bres son incapaces de unirse en alguna religión (verdadera o falsa) si no es mediante signos o
sacramentos sensibles (cf. Contra Faustum 19,11: PL 42,355).
790 Tratado de la ley antigua y nueva C.99 a.5
3. El juicio es un acto de justicia, 2. A. la segunda hay que decir: Juicio
según aquello de Sal 93,15: Hasta que significa ejecución de justicia, la cual
vuelvan a la justicia los juicios. Pero los ac- consiste en la aplicación precisa de la ra-
tos de la justicia, como los de las otras zón a casos particulares. De aquí que los
virtudes, pertenecen a los preceptos mo- preceptos morales participen en algo de
rales; luego éstos incluyen los judiciales los morales, por cuanto emanan de la ra-
y no hay razón para distinguirlos. zón, y en algo convienen con los cere-
En cambio está lo que se dice en Dt moniales, en cuanto son, como ellos, de-
6,1: Estos son los preceptos, las ceremonias y terminaciones de los preceptos genera-
los juicios. Se llaman preceptos por anto- les. Por esto, a veces, bajo el nombre de
nomasia los morales; luego, fuera de és- juicios se comprenden los preceptos ju-
tos y de los ceremoniales, se dan tam- diciales y morales, como en Dt 5,1: Oye,
bién los judiciales. Israel, las ceremonias y juicios. Otras veces,
bajo el mismo vocablo se designan los
Solución. Hay que decir: Según hemos judiciales y ceremoniales, como en Lev
visto (a.2.3), la ley divina mira a estable- 18,4: Observaréis mis juicios y guardaréis mis
cer el orden entre los hombres y luego preceptos. Aquí preceptos significa los mo-
entre éstos y Dios. Una y otra cosa per- rales; juicios, los judiciales y los ceremo-
tenece ejecutarlas, en común, a la ley na- niales.
tural mediante los preceptos morales; 3. A la tercera hay que decir: El acto
pero la determinación concreta de ambas de justicia, en general, pertenece a los
cosas toca a la ley divina o humana, preceptos morales, pero su determina-
pues los principios naturalmente conoci- ción especial, a los judiciales.
dos, tanto de las cosas especulativas
como de las prácticas, son generales.
Pues bien, así como la determinación del ARTICULO 5
precepto general sobre el culto divino se ¿Hay en la ley antigua otros
realiza por los preceptos ceremoniales, preceptos, además de los morales,
así la determinación del precepto general judiciales y ceremoniales?
de la justicia, que se ha de observar en-
tre los hombres, pertenece a los precep- Supra a.4; In Gal. 5 lect.3; In Hebr. 7 lect.2.
tos judiciales. Objeciones por las que parece que en
Conforme a esto, debemos poner en la ley antigua, además de los preceptos
la ley tres géneros de preceptos: los mo- morales, judiciales y ceremoniales se
rales, que son los dictámenes de la ley contienen algunos otros.
natural; los ceremoniales, que son las de- 1. Los preceptos judiciales pertene-
terminaciones sobre el culto divino, y cen a la justicia, que regula las relaciones
los judiciales, o sea, las determinaciones de unos hombres con otros; los ceremo-
de la justicia que entre los hombres se niales, a la virtud de la religión, con que
ha de observar. Por donde el Apóstol, Dios es honrado. Pero, fuera de estas
después de afirmar que la ley es santa, virtudes, hay otras, como la templanza,
añade que el mandato es justo, y bueno, y fortaleza, liberalidad y otras muchas,
santo. Lo justo mira a los preceptos judi- como dijimos antes (q.60 a.5); luego,
ciales; lo santo, a los ceremoniales, pues fuera de los indicados preceptos, hay
santo se dice cuanto está a Dios consa- muchos otros en la ley antigua.
grado; lo bueno, esto es, lo honesto, mira a 2. Se dice en Dt 11,1: Ama al Señor,
los moralesf. tu Dios, y observa sus preceptos, y ceremo-
Respuesta a las objeciones: 1. A la nias, y juicios, y mandatos. Los preceptos
primera hay que decir: Tanto los preceptos son los morales, como se dijo en el ar-
morales como los judiciales se ordenan a tículo precedente; luego, a más de los
la dirección de la vida humana, y así preceptos morales, judiciales y ceremo-
uno y otro se hallan contenidos en un niales, todavía hay en la ley los llamados
solo miembro de los que señala San «mandamientos».
Agustín, a saber, el que comprende los 3. Dícese en Dt 6,17: Guarda los pre-
preceptos que regulan la vida humana. ceptos del Señor, tu Dios, y los testimonios y
f El autor se limita aquí a hacer un recuento sumario muy incompleto, pero suficiente para
justificar su tesis.
C.99 a.5 Los preceptos de la ley antigua 791
las ceremonias que jo te mandé. Luego, fue- gal. Pero el deber moral es también do-
ra de todos los preceptos, hay en la ley ble, pues la razón dicta que unas cosas
«testimonios». se han de cumplir como necesarias, sin
4. En Sal 118,93 se dice: jamás me las que no puede subsistir el orden de la
olvidaré de tus justificaciones que la Glosa12 virtud, y otras como útiles para la con-
entiende por ley; luego los preceptos de servación de ese mismo orden. Según
la ley antigua no son sólo morales, cere- esto, unas cosas se mandan o prohiben
moniales y judiciales, sino también «jus- en la ley con rigor, como: No matarás,
tificaciones». No hurtarás, etc. (Ex 20,13.15; Dt
5,17.19), y éstas se llaman propiamente
En cambio está lo que se dice en Dt «preceptos». Otras se mandan o prohi-
6,1: Estos son los preceptos, las ceremonias y ben sin este rigor, para el mejor cumpli-
los juicios que os mandó el Señor. Luego miento de estos preceptos. Estas se lla-
bajo estos tres capítulos se comprenden man mandatos, que inducen o persuaden,
todos los preceptos de la ley. como aquello del Ex 22,26: Si tomares en
Solución. Hay que decir: De cuantas prenda el manto de tu prójimo, se lo devolve-
cosas se contienen en la ley, unas hay rás antes de la puesta del sol. Y como éste,
preceptuadas, y otras que se ordenan a otros muchos. San Jerónimo14 dice: En
lograr el cumplimiento de los preceptos. ios preceptos se contiene la justicia; en los
Tienen éstos por objeto las cosas que se mandatos, la caridad. El deber que nace de
deben ejecutar, para lo cual dos cosas la determinación de la ley en las cosas
mueven al hombre: la autoridad del que humanas pertenece a los preceptos judi-
manda y la utilidad del cumplimiento de ciales; en los divinos, a los ceremoniales.
lo que se manda. Esta utilidad está en la Las mismas sanciones, que señalan los
consecución de un bien provechoso o en premios o las penas, se pueden llamar
la evitación de un mal contrario. Pues testimonios, por cuanto son ciertas protes-
bien, en la ley se proponen ciertas cosas taciones de la justicia divina. Aún más,
que expresan la autoridad de Dios, que todos los preceptos de la ley se pueden
manda, como aquello del Dt 6,4: Oye, Is- llamar justificaciones, en cuanto son ejecu-
rael, e! Señor, tu Dios, es un Dios único; y ciones de la justicia legal. También se
aquello del Gen 1,1: Al principio creó pueden distinguir los preceptos de los
Dios el cielo y la tierra. Semejantes cosas mandatos, en que los primeros los manda
se llaman «testimonios». Pero en la ley Dios por sí mismo, y los segundos los
debían proponerse también premios para manda por otros, como el mismo nom-
los que observaren la ley y penas para bre parece indicar.
los que la quebrantaren, como aparece Resulta de todo esto que los precep-
por Dt 28,1: Si oyeres la voz del Señor, tu tos todos de la ley se contienen bajo es-
Dios..., El te hará más grande que todas las tos tres capítulos de preceptos morales,
gentes, etc. Tales sentencias se llaman jus- ceremoniales y judiciales. Los demás no
tificaciones, por cuanto, según ellas, Dios tienen razón de preceptos y se ordenan a
con justicia castiga o premia. la observancia de los primeros, como
Las cosas que hay que ejecutar no antes se dijo g .
caen bajo precepto sino en cuanto impli- Respuesta a las objeciones: 1. A la
can alguna razón de deber. Esta es de primera hay que decir: Sólo la justicia en-
dos maneras: la una, que se funda en re- tre todas las virtudes importa la razón
gla de la razón natural; la otra, en la de deber; y así, las materias morales en
norma de la ley que la determina. Y así tanto pueden ser determinadas por la ley
el Filósofo distingue en V Ethic.13 una en cuanto pertenecen a la justicia, de la
doble razón de justicia, la moral y la le- que es una parte la religión, como dice
12. Glossa interl. (III 268v); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1090. 13. ARISTÓTE-
LES, c.7 n.1 (BK 1134b18): S. TH., lect.12. 14. Cf. PELAGIO, In Marc. proemium: ML 30,610;
Glossa ordin. super Marc. princ. (V 88 E).
g El autor ha hecho una exégesis lo más plausible del texto bíblico. La división tripartita
propuesta, aunque no puede decirse que sea exhaustiva, dada la naturaleza del texto bíblico, re-
sulta altamente pedagógica y teológicamente clarificadora.
792 Tratado de la ley antigua y nueva C.99 a.6
15
Tulio . De manera que el derecho legal correrá el justo y el impío, el puro y el impu-
no puede subsistir fuera de los preceptos ro, el que sacrifica y el que no ofrece sacrifi-
ceremoniales y judiciales. cios. Luego sin razón se ponen los bienes
2-4. La solución de las otras dificul- y los males temporales como premios y
tades es clara por lo dicho en el cuerpo castigos de los preceptos de la ley di-
del artículo. vina.
En cambio está lo que se dice en Is
ARTICULO 6 1,19ss: Si vosotros queréis ser dóciles, come-
réis los bienes de la tierra; si no queréis y os
¿Debía la ley antigua inducir a la rebeláis, seréis devorados por la espada.
observancia de sus preceptos
mediante promesas y amenazas Solución. Hay que decir: Como en las
temporales? ciencias especulativas son inducidos los
hombres al asentimiento por medios si-
Supra q.91 a.5; infra q.107 a.l ad 2; In Sent. 3 d.40 logísticos, así en cualesquiera leyes son
a.2; a.4 q.M; In Rom. 8 lect.3; 10 lect.l.
inducidos a la observancia de los precep-
Objeciones por las que parece que la tos por las penas y los premios. Ahora
ley antigua no debía inducir a su obser- bien, en las ciencias especulativas se pro-
vancia por promesas y amenazas tempo- ponen los medios demostrativos según
rales. la condición de los oyentes. Pues como
1. El intento de la ley divina es ha- en las ciencias se debe proceder ordena-
cer que los hombres se sometan a Dios damente y empezar por las nociones más
por el temor y el amor, como se dice en conocidas, así quien se propone inducir
Dt 10,12: Ahora, pues, Israel, ¿qué es lo que a los hombres a la observancia de los
de ti exige el Señor, tu Dios, sino que temas preceptos es preciso que empiece por
al Señor, tu Dios, siguiendo por todos sus ca- moverles mediante los objetos que ellos
minos, amando y sirviendo al Señor, tu Dios, aman, como se hace con los niños, a
con todo tu corazón, con toda tu alma? Pero quienes se estimula a hacer una cosa me-
la codicia de los bienes temporales apar- diante chucherías. Ya dijimos antes (q.91
ta de Dios, según lo que dice San Agus- a.5 ad 2; q.98 a. 1.2.3) que la ley antigua
tín en Octoginta trium quaest.16, que la co- preparaba para Cristo como lo imperfec-
dicia es el veneno de la caridad. Luego pare- to para lo perfecto, y que se daba a un
ce ser que las promesas y amenazas pueblo todavía imperfecto en compara-
temporales son contrarias a la intención ción a la perfección que nos debía venir
del legislador, lo que hace reprobable la por Cristo, y así se compara aquel pue-
ley, como dice el Filósofo en II Polit.17 blo al niño que vive bajo el gobierno de
2. La ley divina supera en excelencia su ayo en Gál 3,24. Consiste la perfec-
a la ley humana. Ahora bien, en las cien- ción del hombre en que, despreciadas las
cias, cuanto una ciencia es más alta, tan- cosas temporales, se adhiera a las espiri-
to procede por métodos más altos. Pues, tuales, según aquella sentencia del Após-
como la ley humana se valga de prome- tol en Flp 3,13.15: Dando al olvido lo que
sas y amenazas temporales para inducir a queda atrás, me lanzo en persecución de lo que
los hombres a su observancia, la ley di- tengo delante..., y cuantos hemos llegado, esto
vina debió emplear medios más subli- mismo sintamos. Es de imperfectos desear
mes. los bienes temporales en orden a Dios;
3. Lo que igual alcanza a los buenos de perversos, poner en estos bienes tem-
y a los malos no puede ser premio de la porales su fin. Luego muy razonable era
justicia ni pena de la culpa. Pero, según que por los bienes temporales, que aman
se dice en Eclo 9,2, todo a todos sucede de los imperfectos, fuesen los hombres con-
la misma manera, una misma es la suerte que ducidos a Diosh.
15. Rhetor., 1.2 c.53 (DD I 165). 16. Q.36: ML 40,25. 17. ARISTÓTELES, acaso c.6
n.21 (BK 1271a26): S. TH., lect.14.
h La esperanza del pueblo de Israel, tal como queda reflejada en el Antiguo Testamento,
estuvo muy marcada por la temporalidad y condicionada por promesas y bienes terrenales.
Santo Tomás es comprensivo con esas debilidades, al mismo tiempo que supera con elegancia
intelectual la tentación del mesianismo terrenal y político. Según Santo Tomás, toda la grande-
C.99 a.6 Los preceptos de la ley antigua 793
Respuesta a las objeciones: 1. A la 3. A la tercera hay que decir: Quien
primera hay que decir: La codicia, por la conozca las historias del pueblo, verá
que el hombre pone su fin en los bienes que gozó de prosperidad siempre que
temporales, es veneno de la caridad, fue fiel a la ley; pero que, en cuanto se
pero la consecución de los bienes tem- apartaba de ella, llovían sobre él las cala-
porales que el hombre desea en orden a midades. Sin embargo, algunos particu-
Dios, es un medio de inducir a los im- lares observantes de la ley sufrían adver-
perfectos al amor de Dios, según aquello sidades, o porque, siendo espirituales,
de Sal 48,19: Te confesará cuando le hicieres por esta vía se desprendían más del
bien. amor a los bienes temporales y se acriso-
2. A la segunda hay que decir: La ley laba su virtud, o porque, mientras ejecu-
humana induce a los hombres mediante taban interiormente las obras de la ley,
premios y penas que los hombres han de tenían todo su corazón pegado a los bie-
conferir; pero la ley divina, por premios nes temporales, conforme aquello de Is
y penas que confiere Dios, y esto es pro- 9,13: Este pueblo me honra con los labios,
ceder por medios más altos. pero su corazón está lejos de mí i.
c Efectivamente, no todos los preceptos morales de la ley antigua son reducibles a la ley
natural de la rnisma manera, como el autor clarifica, sobre todo en la segunda parte del cuerpo
del artículo.
d El concepto de precepto en este artículo debe entenderse o tomarse en sentido amplio,
incluidos los consejos. Algunos casos chocantes que aparecen en la Biblia, como el del frustrado
sacrificio de Isaac, resultan relativamente fáciles de entender a la luz de la exégesis bíblica mo-
derna. Santo Tomás deja bien claro, en todo caso, que Dios sale siempre al encuentro de la
debilidad humana, incluso con intervenciones especiales y, de ordinario, mediante su gracia or-
dinaria. En el lenguaje de la sabiduría popular suele decirse que «Dios aprieta, pero no ahoga».
796 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.2
mira el bien común, según dice el Filó- y así la ley divina impone preceptos de
sofo en V Ethic.4; luego los preceptos todos aquellos actos por los cuales los
morales no versan sino sobre actos de hombres se ponen en comunicación con
justicia. Dios. El hombre se une con Dios por la
mente, que es imagen de Dios, y así la
En cambio está lo que dice San Am- ley divina impone preceptos de todas
brosio 5 que el pecado es la transgresión de aquellas cosas por las que la razón hu-
la ley divina, la desobediencia a los celestes mana se dispone debidamente, y esto se
preceptos. Pero los pecados se oponen a realiza por los actos de todas las virtu-
todos los actos de las virtudes; luego la des. Pues las virtudes intelectuales orde-
ley divina debe ordenar los actos de to- nan los actos de la razón en sí mismos;
das las virtudes. las morales los ordenan en lo tocante a
Solución. Hay que decir: Los precep- las pasiones interiores y a las obras exte-
tos de la ley se ordenan al bien común, riores. Por aquí se ve claro que la ley di-
según se dijo atrás; por tanto, es preciso vina impone preceptos sobre los actos
que los preceptos de la ley se diferencien de todas las virtudes, pero de suerte que
según los diversos modos de comuni- aquellos sin los que no se conserva el
dad. Y así dice el Filósofo en su Políti- orden de la virtud, que es el de la razón,
ca6 que unas son las leyes que convienen caen bajo la obligación del precepto;
a una ciudad regida por un rey, otras las otros, que pertenecen a la perfección de
que convienen a la gobernada por el la virtud, caen bajo la amonestación del
pueblo o por algunos primates de la ciu- consejof.
dad. Ahora bien, el modo de comunidad Respuesta a las objeciones: 1. A la
al que se ordena la ley humana es dis- primera hay que decir: El cumplimiento de
tinto de aquel al que se ordena la ley di- los preceptos de la ley, aun los que tra-
vina. La ley humana se ordena a regir la tan de las otras virtudes, tiene también
comunidad de los hombres entre sí. razón de justificación, en cuanto es justo
Pero los hombres se relacionan unos con que el hombre obedezca a Dios o en
otros por los actos exteriores con que cuanto es justo que todo cuanto hay en
unos con otros se comunican, y esta co- el hombre se someta a la razón.
municación pertenece a la justicia, que 2. A la segunda hay que decir: La jus-
propiamente es directiva de la sociedad ticia mira propiamente a los deberes que
humana. Por esto, la ley humana no im- un hombre tiene para con otro; pero en
pone preceptos sino de actos de justicia; todas las otras virtudes se atiende a la
y si alguna cosa manda de las otras vir- subordinación de las fuerzas inferiores a
tudes, no es sino considerándola bajo la la razón, y conforme a este concepto de
razón de justicia, como dice el Filósofo deber habla el Filósofo en V Ethic.8 de
en V Ethic.7e cierta justicia metafórica.
Pero la comunidad que rige la ley di- 3. A la tercera hay que decir: La res-
vina es de los hombres en orden a Dios, puesta es clara por lo dicho (sol.) sobre
sea en la vida presente, sea en la futura; la diversidad de sociedades.
4. ARISTÓTELES, c.1 n.17 (BK 1130a4): S. TH., lect.2. 5. De parad., c.8: ML 14,309.
6. ARISTÓTELES, 1.4 c.1 n.5.6 (BK 1289a11; a22): S. TH., lect.1. 7. ARISTÓTELES, c.1 n.14
(BK 1129b23): S. TH., lect.2. 8. ARISTÓTELES, c.11 n.9 (BK 1138b5): S. TH., lect.17.
e En efecto, hay cierto género de virtudes que suelen estar preceptuadas por los ordena-
mientos jurídicos dictados por los responsables principales del bien común y de la paz social.
Se dice entonces que tales virtudes pertenecen al ámbito de la justicia legal. Pero esto no signi-
fica que pierdan el origen de su propia especificación en razón del bien moral particular que
representan. El uso legal de esas virtudes no anula su especie por razón de su objeto formal
propio.
f En este párrafo final, el autor no habla sólo de la ley mosaica. Habla también de la ley
divina en general, incluida la ley nueva o evangélica. En la q.108 nos va a hablar después de
los consejos evangélicos, pero de una manera ya específica y propia.
C.100 a.3-4 Los preceptos morales de la ley antigua 797
ARTICULO 3 logo dos géneros de preceptos que no se
cuentan: los primeros y universales, que
¿Se reducen a los diez preceptos del no necesitan promulgación, porque es-
decálogo todos los preceptos morales tán escritos en la razón natural como de
de la ley antigua? suyo evidentes: por ejemplo, que no se
Infra a.11; 2-2 q.122 a.6 ad 2; In Sent. 3 d.37 a.3; ha de hacer mal a ningún hombre, y
Quodl. 7 q.7 a.1 ad 8; De malo q.14 a.2 ad 14. otros tales, y luego aquellos otros que
por diligente investigación de los sabios
Objeciones por las que parece que se demuestra estar conformes con la ra-
no todos los preceptos morales de la ley zón. Estos preceptos llegan al pueblo
antigua se reducen a los diez preceptos mediante la enseñanza de los doctos.
del decálogo. Unos y otros preceptos se hallan conte-
1. Los primeros y principales pre- nidos en los del decálogo, pero diversa-
ceptos de la ley son: Amarás al Señor, tu mente, porque los primeros y universa-
Dios, y amarás a tu prójimo, como se lee les se hallan contenidos como los princi-
en Mt 22,37.39. Pero estos dos precep- pios en sus próximas conclusiones; los
tos no se contienen en el decálogo; lue- que sólo por los sabios son conocidos,
go no todos los preceptos morales se ha- se contienen en ellos como conclusiones
llan contenidos en los preceptos del de- en sus principios.
cálogo.
2. Los preceptos morales no se re- Respuesta a las objeciones: 1. A la
ducen a los ceremoniales, sino al contra- primera hay que decir: Aquellos dos pre-
rio; pero entre los preceptos del decálo- ceptos son los preceptos primeros y uni-
go hay uno ceremonial, a saber: Acuér- versales de la ley natural, de suyo evi-
date de santificar el día del sábado9; luego dentes a la razón, o por la naturaleza, o
no todos los preceptos morales se redu- por la fe; y así los preceptos del decálo-
cen a los preceptos del decálogo. go se reducen a ellos como conclusiones
3. Los preceptos morales versan so- a sus principios.
bre todos los actos de virtud; pero entre 2. A la segunda hay que decir: El pre-
los preceptos del decálogo sólo se ponen cepto de la observancia del sábado es en
los que tocan a la justicia, como es claro parte moral, a saber, en cuanto en él se
a quien los lea; luego los preceptos del prescribe que el hombre vaque algún
decálogo no contienen todos los precep- tiempo a las cosas divinas, según lo que
tos morales. se dice en Sal 45,11: Vacad y ved que yo
soy Dios. Según esto se cuenta entre los
En cambio está lo que sobre aquellas preceptos del decálogo, no en lo que
palabras de Mt 5,11: Bienaventurados cuan- mira a la fijación del tiempo, pues bajo
do os maldijeren, dice la Glosa10: Moisés este aspecto es ceremonial.
propone los diez preceptos, que luego declara 3. A la tercera hay que decir: La razón
por partes. Luego todos los preceptos de de deber no es tan clara en las otras vir-
la ley son partes de los preceptos del de- tudes como en la justicia, y por eso los
cálogo. preceptos sobre los actos de las otras
Solución. Hay que decir: Se diferen- virtudes no son tan conocidos del pue-
cian los preceptos del decálogo de los blo como los preceptos sobre los actos
demás en que aquéllos, según dice el de la justicia. De manera que los actos
texto, fueron propuestos por Dios mis- de la justicia especialmente caen bajo los
mo al pueblo, mientras que los otros lo preceptos del decálogo, que son los pri-
fueron por Moisés. Forman, pues, el de- meros elementos de la ley.
cálogo aquellos preceptos que el hombre
por sí mismo recibe de Dios. Tales son ARTICULO 4
los que con breve reflexión pueden ser
deducidos de los primeros principios y, ¿Están bien distinguidos los
además, aquellos que luego se conocen preceptos del decálogo?g
mediante la fe infundida por Dios. Hay,
por tanto, entre los preceptos del decá- Objeciones por las que parece que
9. Ex 20,8; Dt 5,12. 10. Glossa ordin. (V 19 B).
g El autor comienza aquí su estudio racional del Decálogo como compendio de obligacio-
798 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.4
los preceptos del decálogo no están bien talladas; y el cuarto: No tomarás en vano el
distinguidos. nombre de tu Dios. Los preceptos que se
1. La virtud de latría es distinta de refieren al prójimo son seis. El primero
la virtud de la fe. Ahora bien, los pre- Honra a tu padre y a tu madre; el segundo:
ceptos se dan sobre los actos de las vir- No matarás; el tercero: No adulterarás; el
tudes, y lo que se lee al principio del de- cuarto: No hurtarás; el quinto: No levan-
cálogo: No tendrás otros dioses delante de tarás falso testimonio; el sexto: No codicia-
mí pertenece a la fe; y lo que luego aña- rás.
de: No te harás imágenes talladas, pertene- Pero a esta distinción se ofrecen va-
ce a la latría. Luego hay aquí dos pre- rios inconvenientes. Primero, la inser-
ceptos, y no uno, como dice también ción del precepto sabático entre los del
San Agustín 11 . decálogo, si es verdad que no pertenece
2. En la ley se distinguen los pre- al mismo. Segundo, que estando escrito
ceptos afirmativos de los negativos; en Mt 6,24: Nadie puede servir a dos seño-
v.gr.: Honra a tu padre y a tu madre y No res, lo mismo es y bajo el mismo precep-
matarás. Pero la sentencia Yo soy el Señor to debe ser comprendido: Yo soy el Señor,
tu Dios es afirmativa, y la que sigue: No tu Dios y No tendrás otros dioses. Por don-
tendrás dioses extraños delante de mí, es ne- de Orígenes15 distingue también cuatro
gativa; luego éstos son dos preceptos, y preceptos referentes a Dios y reduce es-
no uno solo, como dice San Agustín tos dos a uno solo, poniendo por segun-
(ibid.). do: No te harás imágenes talladas; el terce-
3. Dice el Apóstol en Rom 7,7: Yo ro: No tomarás en vano el nombre de tu
ignoraba la codicia basta que la ley me dijera: Dios, y el cuarto: Acuérdate de santificar el
No codiciarás. Luego parece que este pre- día del sábado. Los otros seis los dis-
cepto: No codiciarás, sea un solo precepto tingue igual que Hesiquio.
y que no debió dividirse en dos. Pero como hacer imágenes talladas o
En cambio está la autoridad de San figuras no se prohibe sino porque no
Agustín, citada en la Glosa sobre el Éxo- sean adoradas como dioses (pues en el
do 12, que pone tres preceptos sobre tabernáculo mandó Dios hacer las imá-
Dios y siete sobre el prójimo. genes de los serafines, según se dice en
Ex 25,18s), más razonablemente San
Solución. Hay que decir: De diferente Agustín incluye en un solo precepto: No
manera distinguen los preceptos del de- tendrás dioses extraños y No te harás imáge-
cálogo los intérpretes. Hesiquio13 sobre nes talladas. Igualmente, el deseo de la
aquello de Lev 26,26: Diez mujeres cocerán mujer ajena para juntarse con ella perte-
el pan en un solo horno, dice que el precep- nece a la concupiscencia de la carne. La co-
to de la observancia del sábado no es dicia de las otras cosas cuya posesión se
uno de los diez preceptos, porque a la desea, toca a la codicia de los ojos. Por esto
letra no se ha de observar perpetuamen- San Agustín 16 distingue dos preceptos,
te. Sin embargo, distingue cuatro pre- el uno de no codiciar los bienes ajenos y
ceptos sobre Dios, siendo el primero: Yo el otro de no desear la mujer ajena; y así
soy el Señor, tu Dios; el segundo: No ten- pone tres preceptos que miran a Dios y
drás otros dioses ante mí (y así también siete que se refieren al prójimo. Esto es
San Jerónimo 14 distingue dos preceptos mejor.
sobre aquellas palabras de Oseas 10,10:
A causa de tus dos iniquidades). El tercer Respuesta a las objeciones: 1. A la
precepto dice que es: No te harás imágenes primera hay que decir: La virtud de latría
11. Quaest. in Heptat. 1.2 q.71 super Exod. 20,3: ML 34,621. 12. Glossa ordin. super
Exod. 20,1 (I 163 B); SAN AGUSTÍN, l.c.: ML 34,620. 13. In Lev. l.7 super 26,26: MG
93,1150. 14. L.3: ML 25,952. 15. In Exod. hom.7: ML 12,351. 16. Quaest. in Hep-
tat. l.2 q.71 super Exod. 20,17: ML 34,621.
nes del hombre para con Dios, el prójimo y la sociedad. Desde el a.3 al 10 inclusive lo somete
a un riguroso examen racional, destacando su carácter universal, divino y al mismo tiempo im-
perfecto, visto desde la atalaya del sermón de la montaña, que es como la quintaesencia moral
de la ley nueva o evangélica. Sobre el tema del Decálogo en la Suma, véase supra la nota 6 de
la introducción.
C.100 a.5 Los preceptos morales de la ley antigua 799
no es sino una protestación de la fe; por 1. El pecado, según dice San Am-
lo cual no es necesario más preceptos, brosio 18, es una transgresión de la ley divina,
unos de la virtud de latría y otros de la una desobediencia a los mandatos que vienen
fe. En cambio se deben dar algunos pre- del cielo. Ahora bien, los pecados se dis-
ceptos sobre latría, pues el precepto de tinguen según que el hombre peque
la fe se presupone a los preceptos del contra Dios, contra el prójimo o contra
decálogo, igual que el precepto del sí mismo; y como entre los preceptos
amor. Como los primeros preceptos uni- del decálogo no se pone ningún precep-
versales de la ley son de suyo evidentes to que regule las relaciones del hombre
para el que posee el uso de la razón na- consigo mismo, sino sólo las que tiene
tural y no necesitan de promulgación, con Dios y con el prójimo, parece que
así, el creer en Dios es el primer precep- es insuficiente la enumeración de los
to, de suyo evidente para quien tiene fe. preceptos del decálogo.
El que se acerca a Dios debe creer que existe, 2. Pertenece al culto divino la obser-
según se dice en Heb 11,6. Por eso no vancia del sábado y también la de las de-
necesita otra promulgación que la infu- más solemnidades y sacrificios; pero en-
sión de la fe. tre los preceptos del decálogo sólo hay
2. A la segunda hay que decir: Los pre- uno que toca a la observancia del sába-
ceptos afirmativos se distinguen de los do; luego es preciso añadir otros tocan-
negativos cuando uno no está incluido tes a las otras solemnidades y a los ritos
en el otro, como en el honor de los pa- de los sacrificios.
dres no se incluye el de no matar a nin- 3. Se peca contra Dios no sólo ju-
gún hombre, o viceversa; y entonces es rando, sino también blasfemando y pro-
preciso dar diversos preceptos. Pero, si firiendo errores contra la verdad divina;
el afirmativo está comprendido en el ne- pero no se pone más que un precepto
gativo, o viceversa, no hay por qué dar que prohibe el perjurio, diciendo: No to-
diversos preceptos, como no se da un marás el nombre de tu Dios en vano; luego
precepto que dice: No hurtarás, y otro de debe haber otro que prohiba la blasfe-
no conservar las cosas ajenas o de res- mia y las falsas doctrinas.
tituirlas a su dueño. Por la misma razón 4. Como el hombre siente natural
no se dan diversos preceptos, uno de amor a los padres, también lo siente ha-
creer en Dios y otro de no creer en los cia los hijos. Aún más, el precepto de la
dioses extraños. caridad se extiende a todos los prójimos.
3. A la tercera hay que decir: Toda co- Pero los preceptos del decálogo se orde-
dicia conviene en una razón común, y nan a la caridad, según aquello de 1 Tim
por eso el Apóstol habla principalmente 1,5: El fin del precepto es la caridad; luego,
del precepto de no codiciar. Sin embar- como se pone un precepto sobre los pa-
go, porque se dan diversos motivos de dres, también debe ponerse otro sobre
codiciar, por esto San Agustín distingue los hijos y los demás prójimos.
diversos preceptos sobre no codiciar. 5. En todo género de pecado se
Las codicias se diferencian en especie, puede pecar de pensamiento y de obra;
según la diversidad de las acciones o de pero en algunos géneros de pecados,
las cosas codiciables, conforme dice el v.gr., en el hurto y el adulterio, se pro-
Filósofo en X Ethic.17 hibe en particular el pecado de obra, di-
ciendo: No adulterarás, No hurtarás, y en
ARTICULO 5 particular se prohibe el pecado de pensa-
miento, cuando se dice: No codiciarás la
¿Están bien enumerados los mujer de tu prójimo; luego también se de-
preceptos del decálogo? bió hacer otro tanto con el homicidio y
el falso testimonio.
In Sent. 3 d.37 a.2 q.a2; Cont. Cent. 3,120.128; De carit.
q.7 ad 10; In Rom. 13 lect.2. 6. Como se peca por el desorden de
la potencia concupiscible, también se
Objeciones por las que parece que peca por el de la potencia irascible. Pero
los preceptos del decálogo no están bien en algunos preceptos se prohibe la codi-
enumerados (Ex 20; Dt 5,6). cia desordenada, cuando se dice: No co-
17. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1175b28): S. TH., lect.8. 18. De parad, c.8: ML 14,309.
800 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.5
dictarás; luego también debió ponerse en gada para la propagación de la prole, y
el decálogo algún precepto que prohi- esto se prohibe en el precepto No adulte-
biera el desorden de la potencia irasci- rarás; bien sea contra los bienes que po-
ble. En suma, que no parece que estén see, necesarios para el sustento suyo y
bien enumerados los diez preceptos del de su familia, y a esto mira el precepto
decálogo. No hurtarás. Los daños de palabra se
En cambio está lo que se dice en Dt prohiben por el precepto No proferirás
4,13: Os promulgó su alianza y os mandó falso testimonio contra tu prójimo. Final-
guardarla: los diez mandamientos, que escri- mente, los daños de pensamiento se pro-
bió sobre las tablas de piedra. hiben cuando se dice: No codiciarás.
Según esta clasificación, distinguimos
Solución. Hay que decir: Según se dijo tres preceptos que ordenan el hombre a
antes, los preceptos de la ley humana re- Dios, de los cuales el primero es de obra
gulan la vida del hombre en la sociedad y por eso dice: No harás imágenes de talla,
humana; de la misma suerte, los precep- el segundo, de palabra, y dice: No toma-
tos de la ley divina ordenan la sociedad rás el nombre de Dios en vano; el tercero,
o república humana bajo la autoridad de de pensamiento, porque en la santifica-
Dios. Para que uno viva bien en socie- ción del sábado, considerada como pre-
dad se requieren dos cosas: primero, que cepto moral, se prescribe la quietud del
guarde las debidas relaciones con el que corazón en Dios. O, si se quiere, según
preside la sociedad; segundo, que las San Agustín19, por el primer precepto se
guarde con los otros miembros de ella. honra la Unidad del primer principio;
Es, pues, preciso que la ley divina im- por el segundo, la Verdad, y por el ter-
ponga preceptos que ordenen al hombre cero, la Bondad, por la cual somos santi-
a Dios, y luego otros que le ordenen ficados y en la cual descansamos como
con los prójimos que conviven con él en nuestro fin.
bajo el gobierno divino.
Pues bien, al príncipe de la comuni- Respuesta a las objeciones: 1. A la
dad debe el hombre lealtad, reverencia y primera hay que decir: De dos maneras se
servicio. La lealtad del hombre a su se- puede responder: primero, que los pre-
ñor consiste en que no atribuya a otro el ceptos del decálogo se refieren a los pre-
honor de la soberanía, y esto significa el ceptos del amor. Se dio al hombre pre-
primer precepto: No tendrás otros dioses. cepto sobre el amor de Dios y del próji-
La reverencia al señor requiere no profe- mo porque en esto la ley natural se
rir cosa injuriosa contra él, y esto se había oscurecido, no en lo que toca al
contiene en el precepto que dice: No to- amor de sí mismo, antes cuanto a esto la
marás en vano el nombre del Señor, tu Dios. ley natural estaba en todo su vigor. O
El servicio se debe al señor en corres- también porque el amor de sí mismo se
pondencia de los beneficios que de él re- incluye en el amor de Dios y del próji-
ciben los subditos, y a esto mira el ter- mo, pues entonces se ama verdadera-
cer precepto sobre la santificación del mente el hombre cuando guarda las de-
sábado en memoria de la creación de las bidas relaciones con Dios. Por esto, en
cosas. los preceptos del decálogo sólo se ponen
Las relaciones con los prójimos son los tocantes al prójimo y a Dios.
especiales y generales. Especiales con De otro modo se pueden explicar, di-
aquellos de quienes es deudor y a quie- ciendo que los preceptos del decálogo
nes está obligado a volverles lo que les son los que el pueblo recibe inmediata-
debe. A esto mira el precepto del honor mente de Dios, según se dice en Dt
de los padres. Los generales son los que 10,4: El escribió sobre estas tablas lo que es-
se tienen con todos, no infiriéndoles taba escrito en las primeras, los diez manda-
daño alguno, ni de obra, ni de palabra, mientos, que el Señor os había dicho en la
ni de pensamiento. De obra se infiere montaña. Y así los preceptos del decálo-
daño al prójimo, bien sea contra la pro- go debían ser tales que pudieran ser lue-
pia persona, privándole de la vida, y a go entendidos del pueblo. El precepto
esto mira el precepto que dice: No mata- implica un deber. Que por necesidad
rás; bien sea contra la persona a él alle- tenga el hombre deberes con Dios y con
20. Glossa ordin. super Deut. 5,11 (I 337 A); Glossa interl, super Exod. 20,7 (I 163r); SAN
ISIDORO, Quaest in Vet. Test. In Exod. c.29 super 20,7: ML 83,301. 21. ARISTÓTELES, c.12
n.2 (BK 1161b19): S. TH., lect.12.
802 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.6
hacer mención de las pasiones irascibles, humana es la sociedad con Dios, y así
sino sólo de las concupiscibles. primero debieron ordenarse los precep-
tos del decálogo por los que el nombre
ARTICULO 6 se ordena a Dios, puesto que su contra-
rio es gravísimo. Así como en un ejérci-
¿Están debidamente ordenados los to, que se subordina al general en jefe
preceptos del decálogo? como a su fin, ante todo el soldado debe
2-2 q.122 a.2-6; In Sent. 3 d.37 a.2 q.a3. subordinarse al general, y la insubordi-
nación contra éste es gravísima; secun-
Objeciones por las que parece que dariamente debe someterse también a los
los preceptos del decálogo no están bien otros oficiales.
ordenados (Ex 20; Dt 5,7-23). Entre los preceptos que ordenan al
1. Es razonable que el amor del pró- hombre a Dios ocupa el primer lugar el
jimo se anteponga al amor de Dios, por que impone al hombre la fidelidad a
cuanto el prójimo nos es más conocido Dios y excluye toda relación con sus
que Dios, según se dice en 1 Jn 4,20: enemigos; el segundo, el que le prescri-
Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, be la reverencia a Dios; el tercero, el
no es posible que ame a Dios, a quien no ve. que señala el servicio que debe prestarle.
Pero los tres primeros preceptos perte- Mayor crimen es en el ejército la desleal-
necen al amor de Dios, los otros siete al tad del soldado que pacta con el enemi-
amor del prójimo; luego no están bien go que el que falta al respecto a su gene-
ordenados los preceptos del decálogo. ral, y esto es más grave que una simple
2. Por los preceptos afirmativos se negligencia en el tratamiento.
imponen ciertos actos de virtud; por los De los preceptos que miran al próji-
negativos se prohiben los actos de los mo es evidente que más repugna a la ra-
vicios; pero, según Boecio en su comen- zón y es más grave pecado el desorden
tario Praedicamentorum22, antes se han de contra las personas de quien es más deu-
extirpar los vicios que se planten las vir- dor. Por eso, de los preceptos que miran
tudes; luego, entre los preceptos que mi- al prójimo se pone ante todo el que toca
ran al prójimo, antes se han de poner los a los padres. En los otros preceptos
preceptos negativos que los afirmativos. también es manifiesto el orden, aten-
3. Los preceptos de toda ley tienen diendo a la gravedad de los pecados,
por objeto los actos humanos; pero an- pues más grave es el pecado de obra que
tes son los actos de la mente que los de el de palabra, y más el de palabra que el
la boca y de las obras; luego no está de pensamiento. Y, entre los pecados de
bien puesto al fin de todos el precepto obra, más grave es el homicidio, por el
de no codiciar, que toca a la mente. que se priva a un hombre de la vida,
En cambio dice el Apóstol en Rom que el adulterio, por el que se introduce
13,1: Lo que procede de Dios procede en buen la duda sobre la legitimidad de la prole
orden; pero los preceptos del decálogo que ha de nacer; y el adulterio es más
proceden de Dios inmediatamente, como grave que el hurto, por el que se priva
queda dicho; luego están bien ordena- de los bienes materiales.
dos. Respuesta a las objeciones: 1. A la
Solución. Hay que decir: Según queda primera hay que decir: Aunque para los
dicho (a.3; 5 ad 1), los preceptos del de- sentidos el prójimo sea más conocido
cálogo versan sobre aquellas cosas que que Dios, sin embargo, el amor de Dios
presto se ofrecen a la mente humana. es la razón del amor del prójimo, como
Ahora bien, es evidente que tanto una se mostrará más adelante (2-2 q.25 a.1;
cosa es más pronto aceptada por la ra- q.26 a.2). Por eso, los preceptos que nos
zón cuanto su contraria es más grave y ordenan a Dios deben ir primero.
más se opone a la misma razón. Y como 2. A la segunda hay que decir: Como
el orden de la razón tome su principio Dios es causa universal y principio de la
del fin, resulta más contra razón que el existencia de todas las cosas, así el padre
hombre no guarde el debido orden con es principio de la existencia del hijo; y
relación a su fin. Pues el fin de la vida por eso, con razón se pone el precepto
23. ARISTÓTELES, c.5 n.16(BK 411a5):S. TH., lect.12. 24. Ex 20; Dt 5,7-22. 25. Ety-
mol. l.2 c.10: ML 82,130; 1.5 c.3: ML 82,199.
804 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.8
quien recibió beneficios, si no los re- ARTICULO 8
compensó ya. Pero hay dos cuyos bene-
ficios jamás se pueden suficientemente ¿Son dispensables los preceptos del
recompensar, que son Dios y los padres, decálogo?
según se dice en VIII Ethic.26 Por esto Supra q.94 a.5 ad 2; 2-2 q.104 a.5 ad 2; In Sent. 1 d.47
sólo se señalan dos preceptos afirmati- a.4; 3 d.37 a.4; De malo q.3 a.1 ad 17; q.15 a.1 ad 8.
vos, uno sobre el honor de los padres y
otro sobre la santificación del sábado, en Objeciones por las que parece que
memoria de los beneficios divinos. los preceptos del decálogo son dispensa-
2. A la segunda hay que decir: Los pre- bles.
ceptos puramente morales son de suyo 1. Esos preceptos son de derecho
evidentes, y así no fue preciso señalar su natural; pero el derecho natural puede
razón; pero en algunos preceptos mora- flaquear en algunos casos y es mudable,
les se añade a la razón moral otra cere- según dice el Filósofo en V Ethic.28 Pre-
monial, como en el primer precepto: No cisamente ese defecto de la ley en algu-
te harás imágenes talladas, y en el tercero, nos casos es la razón de la dispensa, se-
en que se determina el día del sábado; y gún queda dicho atrás (q.96 a.6; q.97
así en uno y otro caso debió asignarse la a.4). Luego en los preceptos del decálo-
razón. go hay lugar para la dispensa.
3. A la tercera hay que decir: De ordi- 2. La misma proporción existe entre
nario, los hombres tratan de lograr con el hombre y la ley que él da, y entre
sus actos alguna utilidad. Por esto fue Dios y la ley por El promulgada. Pero
necesario añadir la promesa de algún el hombre puede dispensar en las leyes
premio en aquellos preceptos de que no por él establecidas; luego parece que
parece seguirse ninguna utilidad o que Dios pueda también dispensar en los
no parecen ser impedimento de ningún preceptos del decálogo, establecidos por
provecho. Y como de los padres, que El. Y como los prelados hacen en la tie-
van declinando en la vida, no hay lugar rra las veces de Dios, según dice el
a esperar ningún provecho, por eso se Apóstol en 2 Cor 2,10: Pues lo quejo per-
añade la promesa al precepto de honrar dono, si algo perdono, por amor vuestro lo
a los padres. Igualmente en el precepto perdono en la presencia de Cristo. Luego los
que prohibe la idolatría, porque en él prelados pueden dispensar en los precep-
parecía impedirse alguna aparente utili- tos del decálogo.
dad que los hombres creen poder lograr 3. Entre los preceptos del decálogo
de su pacto con los demonios. está la prohibición del homicidio; pero
4. A la cuarta hay que decir: Son ne- en este precepto parece que dispensan
cesarias las penas contra aquellos que los hombres cuando, en virtud de un
son inclinados al mal, según se dice en precepto de ley humana, los malhecho-
X Ethic.27; y así, sólo en aquellos pre- res o enemigos lícitamente son condena-
ceptos se añade la pena en los que existe dos a muerte; luego los preceptos del
la inclinación al mal. Lo eran los hom- decálogo son dispensables.
bres a la idolatría por la general cos- 4. Entre los preceptos del decálogo
tumbre, e igualmente lo eran al perjurio está la observancia del sábado. Pero este
por la frecuencia del juramento. Por esto precepto lo hallamos dispensado ya en el
en los dos primeros preceptos se añade libro de los Macabeos, 2,41: Y tomaron
la amenaza. aquel día esta resolución: Todo hombre, quien-
5. A la quinta hay que decir: Se dio el quiera que sea, que en día de sábado viniera a
precepto sabático en memoria de un be- pelear con nosotros, será de nosotros combati-
neficio pasado, y por esto especialmente do. Luego son dispensables los preceptos
se hace mención de la memoria de él. O del decálogo.
porque el precepto sabático lleva consi- En cambio está lo que leemos en Is
go una determinación que no es de la 24,5: que algunos son reprendidos de
ley natural, y así necesitaba este precepto que traspasaron la ley, falsearon el derecho,
de una amonestación especial. rompieron la alianza eterna. Todo esto pa-
26. ARISTÓTELES, c.14 n.4 (BK 1163b15): S. TH., lect.14. 27. ARISTÓTELES, c.9 n.9 (BK
1180a4): S. TH., lect.14. 28. ARISTÓTELES, c.7 n.2 (BK 1134b29): S. TH., lect.12.
C.100 a.8 Los preceptos morales de la ley antigua 805
rece que se debe entender de los precep- mismo orden de la justicia. Esto nunca
tos del decálogo. Luego estos preceptos falla, porque la justicia siempre se ha de
no pueden mudarse por dispensa. guardar; habla de determinados modos
de guardar la justicia, que pueden fla-
Solución. Hay que decir: Según se dijo quear en algunos casos.
atrás (q.96 a.6; q.97 a.4) hay lugar a la 2. A la segunda hay que decir: Dice el
dispensa cuando se presenta un caso par- Apóstol, en 2 Tim 2,13: Dios permanece
ticular en el cual la observancia literal de siempre fiel, que no puede negarse a sí mismo.
la ley resultase contraria a la intención Pero se negaría si suprimiese el orden de
del legislador. Ahora bien, la intención su justicia, siendo El la justicia misma.
del legislador mira primero y principal- Por esto no puede Dios dispensar que el
mente al bien común; luego, a conservar hombre no guarde el orden debido con
el orden de la justicia y de la virtud, por Dios o que no se someta al orden de su
el cual se conserva el bien común y se
justicia, aun en aquellas cosas que los
llega a él. Si, pues, se dan algunos pre- hombres deben observar unos con otros.
ceptos que encierran la misma conserva- 3. A la tercera hay que decir: Se prohi-
ción de ese bien común y el orden mis-
be en el decálogo el homicidio en cuan-
mo de la justicia y de la virtud, tales to implica una injuria, y, así entendido,
preceptos contienen la intención del le-
el precepto contiene la misma razón de
gislador y no admiten dispensa alguna.
la justicia. La ley humana no puede
Por ejemplo, si en la comunidad se diera
autorizar que lícitamente se dé muerte a
un decreto de que nadie destruyese el un hombre indebidamente. Pero matar a
Estado ni entregase la ciudad a los ene-
los malhechores, a los enemigos de la re-
migos, que nadie ejecutase cosa mala o pública, eso no es cosa indebida. Por
injusta, tales preceptos no serían dispen- tanto, no es contrario al precepto del de-
sables. Pero si se diesen algunos precep- cálogo, ni tal muerte es el homicidio que
tos ordenados al logro de estos fines, en se prohibe en el precepto del decálogo,
los que se determinasen algunas especia- como dice San Agustín en I De lib.
les medidas, tales preceptos serían dis- arb.29 Igualmente, que se quite a uno lo
pensables, por cuanto en algunos casos que es suyo cuando ha merecido perder-
la no observancia de estos preceptos no
lo, eso no es el hurto o la rapiña prohi-
traería ningún perjuicio a los que contie-
bidos en el decálogo.
nen la intención del legislador. Por Y así, cuando, obedeciendo a Dios,
ejemplo, si para la conservación del Es-
los hijos de Israel se apoderaron de los
tado se estableciese en una ciudad que, despojos egipcios, no cometieron hurto,
de cada barrio, algunos ciudadanos hi-
pues les eran debidos esos bienes en vir-
ciesen guardia para la defensa de la ciu-
tud de la sentencia divina. Asimismo,
dad asediada, se podría dispensar a algu- cuando Abrahán consintió en sacrificar a
nos mirando a mayor utilidad.
su hijo, no consintió en un homicidio,
Pues bien, los preceptos del decálogo pues era un deber el sacrificarlo en vir-
contienen la misma intención del legisla-
tud del mandato de Dios, que es señor
dor, esto es, de Dios, pues los preceptos de la vida y de la muerte. El mismo fue
de la primera tabla que se refieren a quien decretó la muerte de todos los
Dios, contienen el mismo orden al bien hombres, tanto justos como injustos,
común y final, que es Dios. Los precep- por el pecado del primer padre. Si el
tos de la segunda tabla contienen el or- hombre con autoridad divina ejecuta
den de la justicia que se debe observar esta sentencia, no comete homicidio,
entre los hombres, a saber, que a ningu- como tampoco Dios. Oseas, llegándose
no se haga perjuicio y que se dé a cada a una mujer dada a la prostitución, o a
uno lo que le es debido. En este sentido una mujer adúltera (Os 1,2), no cometió
se han de entender los preceptos del de- adulterio ni fornicación, porque se llegó
cálogo. De donde se sigue que absoluta- a la que era su mujer en virtud del man-
mente excluyen la dispensa. dato de Dios, que es el autor de la ins-
Respuesta a las objeciones: 1. A la titución del matrimonio.
primera hay que decir: No habla el Filóso- En fin, que los preceptos del decálo-
fo del derecho natural que contiene el go, atendida la razón de justicia en ellos
29. C.4: ML 32,1226.
806 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.9
contenida, son inmutables; pero en su Lo bueno que hicieres, hazlo con alegría, y en-
aplicación a casos singulares, en que se tonces lo harás bien; si lo ejecutas con tris-
discute si esto o aquello es homicidio, teza, la obra sale de ti, pero no la haces tú.
hurto o adulterio, son mudables, sea por Luego el modo de la virtud cae bajo el
sola la autoridad divina en las cosas esta- precepto.
blecidas por solo Dios, como en el ma- En cambio está que nadie puede
trimonio y otros semejantes, sea por la obrar como el virtuoso si no posee el
autoridad humana, como en las cosas hábito de la virtud, como lo declara el
encomendadas a su jurisdicción. En esto Filósofo en los libros II 32 y V 3 3 de la
los hombres hacen las veces de Dios, Etica. Ahora bien, el que traspasa el pre-
pero no en todas las cosas. cepto de la ley se hace acreedor a la
4. A la cuarta hay que decir: Aquella pena. Luego se seguirá que quien no tie-
resolución fue más bien una interpreta- ne el hábito de la virtud, en cuanto hace
ción del precepto que una dispensa. No merece castigo, lo que es contra la inten-
se puede decir que viole el sábado el que ción del legislador, que busca inducir el
ejecuta una obra necesaria para la salud hombre a la virtud, acostumbrándole a
de los hombres, como el Señor lo prue- las obras buenas. Luego el modo de la
ba en Mt 12,3ss. virtud no cae bajo el precepto.
Solución. Hay que decir: Según hemos
ARTICULO 9
visto atrás, el precepto de la ley tiene
¿Cae bajo el precepto de la ley el fuerza coactiva, y así, cae bajo el precep-
modo de la virtud? to aquello a que fuerza la ley. Esta fuer-
za de la ley viene del temor de la pena,
Supra q.96 a.3 ad 2; 2-2 q.44 a.4 ad 1; In Sent. 2
d.28 a.3; 4 d.15 q.3 a.4 q.a1 a.3. como se dice en X Ethic.34, pues, pro-
piamente hablando, cae bajo el precepto
Objeciones por las que parece que el lo que lleva señalada una sanción. Sobre
modo de la virtud no cae bajo el precep- la imposición de la pena, de un modo
to de la ley. procede la ley divina y de otro la huma-
1. Consiste este modo en que uno na. No se impone pena sino sobre aque-
ejecute con justicia las cosas justas, con llas cosas de que el legislador puede juz-
fortaleza las fuertes, etc.; pero en Dt gar, pues la ley impone el castigo en vir-
16,20 se prescribe: Ejecutarás justamente lo tud de un juicio. El hombre, el autor de
que es justo. Luego el modo de la justicia la ley humana, no puede juzgar sino de
cae bajo el precepto. los actos exteriores, porque el hombre
2. Principalmente cae bajo el precep- ve las cosas que aparecen al exterior,
to lo que es de intención del legislador. como se dice en 1 Re 16,7, y sólo Dios,
Pero la intención del legislador mira en autor de la ley divina, puede juzgar de
esto principalmente a hacer los hombres los movimientos interiores de la volun-
virtuosos, como se dice en II Ethic.30 Y tad, según lo de Sal 7,10: Dios escudriña
es propio del virtuoso obrar virtuosa- el corazón y los ríñones.
mente; luego el modo de la virtud cae Según esto, hemos de decir que el
bajo el precepto. modo de la virtud en parte lo conside-
3. El modo de la virtud parece que ran la ley humana y la divina; en parte,
consiste en que uno obre con esponta- sólo la ley divina, no la humana; en par-
neidad y con placer; pero esto cae bajo te, ni la divina ni la humana. En tres co-
el precepto de la ley divina, pues se dice sas consiste el modo de la virtud, según
en Sal 99,2: Servid al Señor con alegría. Y dice el Filósofo en II Ethic.35 La prime-
en 2 Cor 9,7: No con tristeza o por necesi- ra, en obrar «conscientemente». Esto lo
dad, pues Dios ama al que da con alegría. toman en cuenta tanto la ley divina
Sobre las cuales palabras dice la Glosa31: como la humana, pues lo que uno hace
30. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 1105a17): S. TH., lect.4. 31. Glossa ordin. super ps.91,4 (III
226 A); super 2 Cor. 9,7 (VI 72 A); Glossa de PEDRO LOMBARDO, super 2 Cor. 9,7: ML 192,63;
SAN AGUSTÍN, Enarr. in Psalm. ps.91,4: ML 37.117. 32. ARISTÓTELES, c.4 n.1 (BK 1105a17):
S. TH., lect.4. 33. ARISTÓTELES, c.8 n.8 (BK 1135b24): S. TH., lect.13. 34. ARISTÓTELES,
c.9 n.4.9.12 (BK 1179b11; 1180a3; a21): S. TH., lect.10. 35. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 1105a31):
S. TH., lect.4.
C.100 a.10 Los preceptos mora/es de la ley antigua 807
36. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (Bk 1104b3): S. Tu., lect.3. 37. § 88: ML 42,47.
b La problemática de este artículo parece estar inspirada directamente en San Alberto Mag-
no (cf. In III Sent. d.36 a.6; BO XXVIII).
808 Tratado de la ley antigua y nueva C.100 a.11
y no lo hace por caridad, peca mortal- Respuesta a las objeciones: 1. A la
mente. Y como el que no tiene caridad primera hay que decir: No dijo el Señor: Si
no obra por caridad, se seguiría que quieres entrar en la vida eterna, guarda uno de
quien no tiene caridad peca en toda obra los mandamientos, sino: Guarda todos los
que ejecuta, aunque sea obra buena; lo mandamientos; entre los cuales está el
cual es inaceptable. mandamiento del amor de Dios y del
Solución. Hay que decir: Sobre este prójimo.
punto hubo opiniones contrarias38. Sos- 2. A la segunda hay que decir: En el
tuvieron unos que, en absoluto, el modo precepto de la caridad se contiene que se
de la caridad cae bajo el precepto, y que ame a Dios de todo corazón, y de aquí
no es imposible observar el precepto al nace que todas las cosas se enderecen a
que no tiene caridad, pues puede dispo- Dios. Por esto no puede cumplirse el
nerse para que Dios se la infunda. Ni precepto de caridad si no se enderezan a
tampoco el que no tiene caridad peca Dios todas nuestras obras. Así pues, el
mortalmente al hacer una obra buena, que honra a los padres está obligado a
porque el precepto de obrar por caridad honrarlos por caridad, no en virtud del
es precepto afirmativo, que no obliga precepto: Honra a tu padre y a tu madre,
siempre, sino en el tiempo en que tiene sino del otro: Amarás al Señor, tu Dios,
caridad. Otros dijeron que el modo de la de todo tu corazón (Dt 6,5). Y siendo estos
caridad no cae de ninguna manera bajo dos preceptos afirmativos y que no obli-
el precepto. gan siempre, en todos los momentos,
Ambas sentencias encierran algo de pueden obligar en diversos tiempos; y
verdad. El acto de caridad se puede con- así puede ocurrir que uno, cumpliendo
siderar de dos maneras: una, como acto el precepto de honrar a los padres, no
de virtud considerado en sí mismo, y de traspasa entonces el precepto sobre la
este modo cae bajo aquel precepto de la omisión del modo de la caridad.
ley que especialmente mira a la caridad, 3. A la tercera hay que decir: El hom-
a saber: Amarás al Señor, tu Dios (Dt 6,5) bre no puede cumplir todos los precep-
y Amarás al prójimo como a ti mismo (Lev tos de la ley sin cumplir el precepto de
19,18). Y cuanto a esto, dice verdad la la caridad, lo que no se hace sin la gra-
primera sentencia, pues no es imposible cia. Por esto es imposible lo que Pelagio
observar este precepto que versa sobre afirmó, que el hombre puede, sin la gra-
los actos de caridad, pudiendo el hom- cia, cumplir la ley.
bre disponerse para tener esta caridad, y,
una vez que la posea, puede usar de ella. ARTICULO 11
De otro modo se puede considerar el
acto de caridad, a saber, como modo de ¿Era conveniente distinguir otros
las otras virtudes, en cuanto que todas preceptos morales además de los del
se ordenan a la caridad, que, es el fin del decálogo?
precepto, según se dice en la primera car- Supra a.3.
ta a Timoteo (5,1). Ya hemos dicho
atrás (q.21 a.1 ad 3; a.4 ad 3) que la in- Objeciones por las que parece que
tención del fin es un modo formal del no era conveniente distinguir otros pre-
acto ordenado al fin. Así considerado, ceptos morales además de los del decá-
dice bien la sentencia segunda que el logo.
modo de la caridad no cae bajo el pre- 1. Dice el Señor en Mt 24,40: En es-
cepto. Por ejemplo, en el precepto Honra tos dos preceptos se resumen la ley y los profe-
a tu padre y a tu madre no se incluye que tas. Pero estos dos preceptos están expli-
se honre a los padres por caridad, sino cados en los diez del decálogo; luego no
sólo que se los honre. De suerte que era necesario dar otros preceptos.
quien honra a los padres, aunque no 2. Los preceptos morales se dis-
tenga caridad, no por eso es transgresor tinguen de los judiciales y de los cere-
de este precepto, aun cuando lo sea del moniales, según se dijo (q.99 a.3). Pero
que mira el acto de la caridad, por lo las determinaciones de los preceptos mo-
cual merece su castigo. rales generales pertenecen a los judiciales
38. Cf. SAN ALBERTO MAGNO, In Sent. 3 d.36 a.6 (BO 28,677), a quien sigue manifiestamente
Santo Tomás aquí y en In Sent. 3 d.36 a.6.
C.100 a.11 Los preceptos morales de la ley antigua 809
1. SAN ALBERTO MAGNO, In Sent. 4 d.l a.7 (BO 29,18) propone y discute esta etimología.
2. Doct. perplex. p.3 c.28 (FR 314).
a Véase SAN ALBERTO MAGNO, In IV Sent. d.l a.7 (BO XXIX), donde discute y propone
esta etimología.
C.101 a.2 Los preceptos ceremoniales en sí mismos 813
ceptos ceremoniales de los otros (q.99 ARTICULO 2
a.3).
¿Son figurativos los preceptos
Respuesta a las objeciones: 1. A la ceremoniales?
primera hay que decir: Al culto divino no
sólo pertenecen los sacrificios y otras co- Infra q.103 a.1.3; q.104 a.2.
sas tales que inmediatamente parecen or- Objeciones por las que parece que
denadas a Dios, sino también la debida los preceptos ceremoniales no son figu-
preparación para el mismo culto de los rativos.
que lo ejercen, como, en otras cosas, 1. Es deber de todo doctor expre-
cuanto dispone para el fin cae bajo la sarse de suerte que sea fácilmente enten-
ciencia que trata del fin. Y estos precep- dido, como dice San Agustín en IV De
tos que se dan en la ley sobre los ves- doctr. christ.3 Esto es más necesario en la
tidos, alimentos de los que adoran a legislación en que se proponen al pueblo
Dios y otras cosas semejantes, pertene- los preceptos. Por donde dice San Isido-
cen a la preparación de los que ejercen ro 4 que la ley debe ser clara. Si, pues, los
ese culto, para que estén conveniente- preceptos se dan para figurar alguna
mente dispuestos para el culto de Dios, cosa, no parece razonable que Moisés
como los ministros regios observan es- haya dado esos preceptos sin declarar su
pecial etiqueta. Así que también estas sentido.
cosas quedan incluidas en los preceptos 2. Las cosas del culto divino deben
ceremoniales. revestir la máxima gravedad. Pero eso
2. A la segunda hay que decir: Tal ex- de hacer cosas para representar otras pa-
plicación del nombre no parece conve- rece cosa teatral o poética, pues en otro
niente, y más no hallando en la ley que tiempo se representaban con gestos y
se encendiesen cirios en las solemnida- palabras los hechos de personajes ilus-
des. Las luces mismas del candelero se tresb. No parece, pues, que tales cosas se
alimentaban con aceite de oliva, como se deban hacer en el culto divino. Pero
ve por Lev 24,2. No obstante, se puede precisamente los preceptos ceremoniales
decir que en las solemnidades se guarda- miran a regular el culto de Dios, como
ba con más diligencia cuanto tocaba al queda dicho (a.1); luego estos preceptos
culto, y, según esto, en la observancia no deben ser figurativos.
de las solemnidades se incluyen todos 3. Dice San Agustín en Enchirid.5
los preceptos ceremoniales. que a Dios se honra principalmente con la f e ,
3. A la tercera hay que decir: Tampo- la esperanza y la caridad. Pero los precep-
co aquella explicación del nombre parece tos que se dan sobre estas virtudes no
muy aceptable; pues el nombre «ceremo- son figurativos; luego los preceptos ce-
nia» no es griego, sino latino. Sin em- remoniales no son figurativos.
bargo, viniendo de Dios la salud del 4. Dice el Señor en Jn 4,24: Dios es
hombre, aquellos preceptos son princi- espíritu, y los que adoran a Dios, en espíritu
palmente reglas de salud que ordenan al y en verdad deben adorarle. Pero la figura
hombre con Dios, y se llaman ceremo- no es la misma verdad; aún más, se con-
niales los preceptos que tocan al culto trapone a ella; luego los preceptos cere-
de Dios. moniales, que tratan del culto divino, no
4. A la cuarta hay que decir: Aquella son figurativos.
explicación de las ceremonias es un tan-
to probable, pero no es que los precep- En cambio está la sentencia del
tos se llamen ceremoniales porque su ra- Apóstol, el cual dice en Col l,16s: Que
zón no es clara, pues esto es una conse- ninguno, pues, os juzgue por la comida o la
cuencia. Sino porque los preceptos que bebida, por las fiestas, los novilunios o los sá-
miran al culto divino son figurativos, bados, sombras de lo futuro y cuya realidad es
como se dirá después (a.2), y por eso su Cristo.
razón no es tan clara. Solución. Hay que decir: Ya hemos
3. C.8: ML 34,98; c.10: ML 34,99. 4. Etymol. 1.2 c.10: ML 82,131; 1.5 c.21: ML 82,203.
5. C.3: ML 40,232; c.4: ML 40,233.
6. MG 3,121 B.
C.101 a.3 Los preceptos ceremoniales en sí mismos 815
nes, según lo que dice San Pedro en Act preceptos ceremoniales, bien sea para
15,10: ¿Por qué tentáis a Dios, queriendo que su mente se elevase a Dios por ellos
imponer sobre el cuello de los discípulos un de muchas maneras y con más frecuen-
yugo que ni nosotros ni nuestros padres fuimos cia, bien porque el misterio de Cristo,
capaces de llevar? Pero la transgresión de que por estas ceremonias era figurado,
los divinos preceptos es contraria a la trajo muy variados provechos al mundo
salvación humana, como dice San Isido- y había en él mucho que considerar, y
ro 7 ; luego parece que no debieran ser convenía que por diversas ceremonias
muchos los preceptos. fuese figurado.
3. Los preceptos ceremoniales ver-
san sobre el culto exterior y corporal, Respuesta a las objeciones: 1. A la
según se dijo en el artículo precedente; primera hay que decir: Cuando lo que se
pero la ley debía disminuir este culto ordena a un fin es suficiente para llevar
que conducía a Cristo, el cual enseñó a a él, entonces basta para un fin una cosa
los hombres a adorar a Dios en espíritu y sola, como basta una medicina cuando
en verdad, como se lee en Jn 4,23ss; lue- es eficaz para volver la salud, y entonces
go no debieran darse muchos preceptos no hay por qué multiplicar las medici-
ceremoniales. nas. Pero cuando, sea por la debilidad,
sea por imperfección, lo que se destina a
En cambio está lo que se dice en Os procurar el fin no basta, hay que multi-
8,12: Escribí para él (Israel) las muchas pa- plicarlo, como se aplican a un enfermo
labras de mi ley, y en Job 11,6: Para descu- varios remedios cuando uno solo no
brirte los secretos de la sabiduría y que su ley basta para dar la salud. Las ceremonias
es múltiple. de la vieja ley eran débiles e imperfectas
Solución. Hay que decir: Como queda para representar el excelentísimo mis-
dicho (q.96 a.1), la ley se da a todo un terio de Cristo y para sujetar la mente de
pueblo. Ahora bien, en un pueblo hay los hombres a Dios; por lo cual dice el
dos clases de hombres: unos inclinados Apóstol en Heb 7,15s: Por esto se anuncia
al mal, que necesitan ser reprimidos por la abrogación del precedente mandato, a causa
los preceptos de la ley, como se dijo an- de su ineficacia e inutilidad, pues la ley no lle-
tes (q.95 a.1), y otros inclinados al bien, vó nada a la perfección. Por lo cual fue
sea por naturaleza, sea por educación y preciso multiplicar las ceremonias.
más por la gracia. Estos tales deben ser 2. A la segunda hay que decir: El sabio
instruidos por los preceptos de la ley y legislador debe permitir las transgresio-
estimulados a progresar en el bien. Pues nes menores para evitar las mayores.
para estas dos clases de personas conve- Pues bien, para evitar la transgresión de
nía que los preceptos ceremoniales de la la idolatría y del orgullo, que brotaría en
ley antigua fuesen numerosos. Había en el corazón de los judíos si cumpliesen
aquel pueblo gentes inclinadas a la idola- todos los preceptos, no se retrajo Dios
tría, y a éstos era preciso retraerlos de de dar muchos preceptos ceremoniales,
ella e inducirlos al culto de Dios por los aunque fácilmente tomasen ocasión de
preceptos ceremoniales. Y como las for- ellos para traspasarlos (cf. 2-2 q.10 a. 11).
mas de la idolatría eran muchas, así era 3. A la tercera hay que decir: La ley
preciso instruirlos para corregir cada antigua en muchas cosas disminuyó el
forma de idolatría y, a la vez, imponer- culto corporal, por cuanto estableció
les muchas cargas de preceptos cultuales, que no en todo lugar ni por cualesquiera
para que, agobiados por ellos, no se personas se ofreciesen sacrificios, y mu-
acordasen de vacar a la idolatría. chas cosas de este género decretó para la
Para los inclinados al bien era tam- disminución del culto exterior, como el
bién necesaria la multiplicidad de los mismo rabí Moisés de Egiptoc dice8.
7. Etymol. 1.2 c.10: ML 82,131; 1.5 c.3: ML 82,199. 8. Doct. perplex. p.3 c.32 (FR 325).
c Santo Tomás debió de pensar equivocadamente que Maimónides fue egipcio. Nació en
Córdoba, España, el año 1135. No resaltándole fácil vivir en Andalucía, emigró primero a Fez,
en 1160, y después a Egipto el año 1165. Murió en Alejandría en 1204. Probablemente, el
Aquinate sólo sabía que el ilustre judío cordobés había vivido y muerto en Egipto, descono-
ciendo su origen español.
816 Tratado de la ley antigua y nueva C.101 a.4
Sin embargo, era preciso no reducir tan- En cambio está el hecho de que en la
to el culto corporal de Dios que los vieja ley, cada uno de los antedichos
hombres se entregaran al culto de los miembros reciben el nombre de «cere-
demonios. monias». Pues de los sacrificios se dice
en Núm. 15,24: Ofrece un becerro en sacri-
ARTICULO 4 ficio con sus libaciones, como piden las ceremo-
nias. Del «sacramento» del orden dice
¿Están bien divididas las ceremonias también el Levítico 7,35: Esta es la unción
de la ley vieja en sacrificios, de Aarón y de sus hijos, según las ceremonias.
sacramentos, cosas sagradas y De las «cosas sagradas» se dice en Ex
observancias? 38,21: Estos son los instrumentos del taber-
In Col. 2 lect.4. náculo del testimonio, según las ceremonias de
los levitas. Por fin, de las «observancias»
Objeciones por las que parece que se dice en el 3 de los Reyes 9,6: Si os re-
las ceremonias de la ley vieja no están belareis y no me siguiereis ni observareis las
bien divididas en sacrificios, sacramen- ceremonias que yo os he propuesto...
tos, cosas sagradas y ceremonias9.
1. Las ceremonias de la vieja ley fi- Solución. Hay que decir: Según se dijo
guraban a Cristo, pero esto sólo por los en los artículos 1 y 2, los preceptos cere-
sacrificios, pues sólo por éstos era figu- moniales versan sobre el culto divino,
rado el sacrificio de Cristo, que se ofreció en el cual debemos considerar el culto
como oblación y hostia a Dios, según se dice mismo, los que lo ejercen y los instru-
en Ef 5,2; luego sólo los sacrificios eran mentos de que se sirven. El culto con-
ceremoniales. siste en los sacrificios ofrecidos a Dios
2. La vieja ley se ordenaba a la nue- en testimonio de reverencia. Los instru-
va; pero en la ley nueva el mismo sacri- mentos del culto pertenecen a las cosas
ficio es el sacramento del altar. Luego sagradas, como el tabernáculo, los vasos
en la ley vieja no debieron distinguirse y otras cosas tales. En los que ejercen el
los sacramentos de los sacrificios. culto hay que considerar dos cosas: su
3. Cosa sagrada es la consagrada a iniciación en el culto divino, que se hace
Dios, y por esta razón el tabernáculo y por la consagración del pueblo o de los
los vasos sagrados se decían santificados. ministros, y esto pertenece a los sacra-
Pero todos los preceptos ceremoniales se mentos; y el especial género de vida
ordenaban al culto de Dios, como queda con que se deben distinguir de los que
dicho (a.l); luego todas las ceremonias no están destinados al culto de Dios, y
son sagradas, y no debía reservarse para esto pertenece a las observancias, v.gr.,
una sola parte este nombre. los alimentos, vestidos, etc.
4. Las observancias se dicen así del ver- Respuesta a las objeciones: 1. A la
bo observar; pero todos los preceptos de primera hay que decir: Los sacrificios de-
la ley debían ser observados, pues se dice bían ofrecerse en determinados lugares y
en el Dt 8,11: Guárdate bien de olvidar al por determinadas personas, y todo esto
Señor, tu Dios, dejando de observar sus man- pertenece al culto divino. Y así como
damientos, sus leyes y sus preceptos, que hoy te los sacrificios significaban a Cristo in-
prescribo yo. Luego no deben ponerse las molado, así los sacramentos y las co-
«observancias» como una parte de las ce- sas sagradas significaban los sacramen-
remonias. tos de la ley nueva, y las observancias,
5. También las solemnidades se la conducta del pueblo de la ley nueva,
cuentan entre las ceremonias, por cuanto todas las cuales cosas pertenecen a
eran sombras de lo futuro, según se es- Cristo.
cribe en la epístola a los Colosenses, 2. A la segunda hay que decir: El sacri-
2,16s. Igualmente, las oblaciones y los ficio de la ley nueva, que es la Eucaris-
dones, como lo declara el Apóstol en tía, contiene al mismo Cristo, autor de la
Heb 9,9, los cuales, sin embargo, no es- santificación. El santificó al pueblo por su
tán comprendidos en ninguno de los sangre, según se dice en Heb 13,12. Por
miembros indicados; luego no está bien eso, este sacrificio es a la vez sacramen-
hecha la división. to. Pero los sacrificios de la ley vieja no
9. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. 1.4 d.1 c.6 (QR, II 748); c.4 (QR, II 746).
C.101 a.4 Los preceptos ceremoniales en sí mismos 817
contenían a Cristo, sólo lo figuraban, y precedentes. No se llaman cosas «sagra-
por esto no se llamaban sacramentos. das», porque no tienen relación inmedia-
Mas para significar éstos especialmente ta con el culto de Dios, como el taber-
había en la ley vieja ciertos particulares náculo y los vasos; sin embargo, se lla-
sacramentos, figuras de la futura consa- maban «ceremoniales», por cierta
gración, aunque también llevaban consi- relación con el culto para hacer idóneo
go algunos sacrificios. al pueblo que rendía culto a Dios.
5. A la quinta hay que decir: Como los
3. A la tercera hay que decir: Los sa-
sacrificios se ofrecían en determinados
crificios y sacramentos eran también cosas
lugares, así también en determinados
sagradas; pero había también ciertas co-
tiempos. Por esto se cuentan también
sas sagradas que, sin ser sacrificios, esta-
entre las cosas sagradas las solemnida-
ban dedicadas al culto de Dios y que re-
des. Las oblaciones y los dones se
ciben como propio el nombre común de
computan entre los sacrificios, porque se
cosas sagradas. ofrecían a Dios. Por eso dice el Apóstol
4. A la cuarta hay que decir: Las cosas en Heb 5,1: Pues todo pontífice, tomado de
que regulaban la conducta del pueblo entre los hombres, en favor de los hombres es
que rendía culto a Dios, retenían el instituido para las cosas que miran a Dios,
nombre común de «observancias», por para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pe-
cuanto no alcanzaban la santidad de los cados.
CUESTIÓN 102
a Aquí parece haber una anomalía. Según el prólogo, se estudiarán las causas de los sacra-
mentos de la ley antigua en el a.4, reservando el estudio de las cosas santas para el a.5. Orden
que después aparece invertido. Lo anunciado en el prólogo para el a.4 se trata en el a.5, y vice-
versa.
b Este artículo presupone lo dicho en el a.2 de la q.98, donde el Aquinate afirma el origen
divino de la ley antigua, con lo que queda superado cualquier tipo o especie de dualismo. Aquí
es rechazada la tesis de algunos talmudistas, según los cuales, en la Torah, habría preceptos im-
posibles de explicar.
C.102 a.2 Razón de los preceptos ceremoniales 819
las decimos desordenadas. La segunda, 1. De los preceptos ceremoniales,
que haya proporción entre el fin y lo los principales eran la circuncisión y la
que a él se ordena; de donde se sigue inmolación del cordero pascual; y ningu-
que la razón de los medios se toma del na de estas dos tenían sino causa figura-
fin, como la razón de la disposición de tiva, pues uno y otro fueron dados
la sierra se toma de la acción de serrar, como señal. En efecto, se dice en Gen
según se dice en II Phys.4 Ahora bien, es 17,11: Circuncidaréis la carne de vuestro pre-
manifiesto que los preceptos ceremonia- pucio, para que sea señal de alianza entre mí
les, igual que los demás preceptos de la y vosotros. Y de la celebración de la Pas-
ley, han sido establecidos por la sabidu- cua se dice en Ex 13,9: Será como señal
ría divina; por lo cual se dice en Dt 4,6: en tu mano y como recuerdo ante tus ojos.
Esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligen- Luego mucho menos los otros preceptos
cia ante las naciones. Por esto es necesario ceremoniales tendrán otra causa que la
decir que los preceptos ceremoniales es- figurativa.
tán ordenados a un fin, del cual pode- 2. El efecto ha de ser proporcionado
mos asignar sus causas razonables. a su causa; pero todos los preceptos ce-
Respuesta a las objeciones: 1. A la remoniales son figurativos, según se dijo
primera hay que decir: Se puede decir que en la cuestión precedente; luego no tie-
las observancias de la ley antigua care- nen más que causa figurativa.
cen de razón, puesto que, consideradas 3. Lo que es indiferente para ser de
en su misma naturaleza, no la tienen; uno u otro modo no parece que tiene
por ejemplo, que un vestido no sea causa literal; pero hay cosas en estos
compuesto de lana y de lino. Sin embar- preceptos en que no parece que haya
go, pueden tener razón en orden a otra motivo para que se hagan de esta o de la
cosa, esto es, a que por este precepto se otra manera; v.gr., el número de los ani-
figura alguna cosa o se excluye una su- males que se han de ofrecer, y otras cir-
perstición. En cambio, los preceptos de cunstancias particulares como éstas: lue-
la ley nueva sobre la fe y el amor son ra- go los preceptos de la ley vieja no tienen
zonables por la naturaleza misma de sus razón literal.
actos. En cambio, los preceptos ceremonia-
2. A la segunda hay que decir: La pro- les figuraban a Cristo, como también la
hibición del árbol de la ciencia del bien historia del Antiguo Testamento, pues
y del mal no tuvo por causa que el árbol se dice en 1 Cor 10,11 que todas las cosas
fuese de su naturaleza malo, sino que su les pasaban en figura. Pero en la historia
prohibición estaba motivada por razón del Antiguo Testamento, fuera de su
de un fin, a saber, por algo que en él se sentido místico o figurativo, tenían un
figuraba: y así también los demás pre- sentido literal; luego también los precep-
ceptos ceremoniales tienen su razón de tos ceremoniales, fuera de sus causas fi-
ser en que se ordenan a otra cosa. gurativas, tenían causas literales.
3. A la tercera hay que decir: Los pre- Solución. Hay que decir: Como se ex-
ceptos morales tienen en sí mismos cau- puso en el artículo precedente, la razón
sas racionales, como el no matar, no hur- de las cosas que se ordenan a un fin es
tar; pero los preceptos ceremoniales tie- preciso tomarlas del mismo fin. El de
nen sus causas razonables en estar los preceptos ceremoniales es doble,
ordenados a otra cosa. porque primeramente se ordenaban al
culto de Dios en aquel tiempo, y luego,
ARTICULO 2 a figurar a Cristo. Igual las palabras de
los profetas, que de tal manera respon-
Los preceptos ceremoniales, ¿tienen dían a los tiempos presentes, que tam-
razón de ser literal o sólo figurativa? bién figuraban los futuros, como dice
In Rom. 4 lect.2. San Jerónimo en Super Osee 1,35. Así
pues, las razones de los preceptos cere-
Objeciones por las que parece que moniales de la ley vieja se pueden tomar
los preceptos ceremoniales no tienen de dos maneras: una, por la razón del
causa literal, sino sólo figurativa. culto divino que debía observarse en
4. ARISTÓTELES, c.9 n.2.6 (BK 200a10; b5): S. TH., lect.15. 5. L.5 super 1,3: ML 25,364.
820 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.3
aquel tiempo. Estas razones son literales, nes de las ceremonias rererentes a los sa-
que miran a evitar el culto de los ídolos, crificios (Lev passim).
a recordar los beneficios de Dios, a ex- 1. Las cosas que se ofrecían en sacri-
presar la excelencia divina o a designar ficio eran las que el hombre necesita
las disposiciones de la mente que enton- para sustentar su vida, como ciertos ani-
ces se requerían en los adoradores de males y panes; pero Dios no necesita de
Dios. De otro modo se pueden asignar tal sustento, según se dice en Sal 49,13:
las razones de estos preceptos como or- ¿Acaso como yo la carne de los toros o bebo
denados a figurar a Cristo, y así tienen la sangre de los machos cabríos? Luego sin
razones figurativas o místicas, sea que se razón se ofrecían a Dios tales sacrificios.
tomen del mismo Cristo y de su Iglesia, 2. En los sacrificios divinos sólo se
lo que pertenece al sentido alegórico, sea ofrecían tres especies de cuadrúpedos, a
que digan relación a las costumbres del saber, el buey, la oveja y la cabra; de las
pueblo cristiano, y es el sentido moral, aves, la tórtola y la paloma, y en casos
sea que miren al estado de la gloria futu- especiales, v.gr., en el sacrificio para la
ra, en que nos introduce Cristo, y es el purificación del leproso, los gorriones.
sentido anagógico. Pero hay otros animales más nobles que
Respuesta a las objeciones: 1. A la éstos. Y como a Dios se debe ofrendar
primera hay que decir: El sentido de la lo- lo mejor de todo, parece que no sólo de
cución metafórica en las Escrituras es li- estas cosas se habían de ofrecer sacrifi-
teral, porque las palabras se profieren cios a Dios.
para expresar ese sentido, y, de la misma 3. El hombre recibió de Dios el do-
suerte, la significación de las ceremonias minio de los peces, lo mismo que el de
de la ley son conmemorativas de los be- los volátiles y de las fieras; luego sin ra-
neficios divinos, por lo cual fueron ins- zón los peces son excluidos de los sacri-
tituidos, o de otros casos semejantes ficios.
pertenecientes al Estado del pueblo anti- 4. Se prescribía ofrecer indiferente-
guo, y todo esto no trasciende el orden mente tórtolas o palomas; pues, como
de las causas literales. Por consiguiente, prescribía ofrecer los pichones, también se
el señalar como causa de la Pascua el ser debían sacrificar los tortolinos.
señal de la liberación de Egipto y de la 5. Dios es el autor de la vida de los
circuncisión, pacto que Dios hizo con hombres y de los animales, como se ve
Abrahán, todo esto pertenece a las cau- por Gen 1,20. La muerte se opone a la
sas literales. vida; luego debieran ofrecerse a Dios no
2. A la segunda hay que decir: Esa ra- anímales muertos, sino vivos, y más des-
zón valdría si los preceptos ceremoniales de que el Apóstol exhorta en Rom 12,1
hubieran sido dados sólo para figurar a a ofrecer nuestros cuerpos como hostia viva,
Cristo y no para honrar a Dios, según santa y grata a Dios.
convenía en aquel tiempo. 6. Puesto que no se ofrecían en sa-
3. A la tercera hay que decir: Como de crificio a Dios sino los animales muer-
las leyes humanas se dijo atrás (q.96 tos, no había por qué atender a la mane-
a. 1.6) que tienen una razón general, mas ra de su muerte; sin razón, pues, se de-
no particular, antes en esto dependen de termina el modo de la inmolación, sobre
la voluntad de los legisladores; así mu- todo de las aves, como se ve en Lev
chas determinaciones particulares de las 1,15ss.
ceremonias de la ley vieja no tienen cau- 7. Todo defecto de los animales es
sa literal, sino sólo figurativa. Pero en principio de corrupción y de muerte;
general tienen su causa literal. pues, si se ofrecían a Dios animales
muertos, no había por qué excluir de la
ARTICULO 3 oblación los imperfectos; v. gr., los co-
¿Es posible asignar conveniente jos, o los ciegos, o los defectuosos por
razón de las ceremonias tocantes otro capítulo.
a los sacrificios? 8. Los que ofrecían las víctimas de-
In Is. 1; In Io. 1 lect.14; In Psalm. ps.39.
bían participar de ellas, según la senten-
cia del Apóstol en 1 Cor 10,18: ¿No par-
Objeciones por las que parece que ticipan del altar los que comen de las vícti-
no se pueden asignar convenientes razo- mas? Luego sin razón se sustraen a los
C.102 a.3 Razón de los preceptos ceremoniales 821
oferentes algunas porciones de las vícti- to se prescribe sobre las ceremonias de
mas, v.gr., la sangre, la grasa, el pecho los sacrificios no tiene causa razonable.
y la paletilla derecha.
En cambio está lo que se dice en
9. Como se ofrecían a Dios holo-
Lev 1,13: Y todo lo ofrecido lo quemará el
caustos, también se ofrecían víctimas pa-
sacerdote sobre el altar. Es un holocausto y
cíficas y víctimas por el pecado; pero no
suave olor al Señor. Pero, según se dice en
se ofrecían a Dios holocaustos de anima-
Sab 7,28, Dios no ama a nadie sino al que
les hembras, siendo así que se ofrecían
mora con la sabiduría; de donde se sigue
tanto de los cuadrúpedos como de las
que cuanto es acepto a Dios, va infor-
aves; luego sin razón se ofrecían hem-
mado por la sabiduría. Luego aquellas
bras en los sacrificios pacíficos y por el
ceremonias de los sacrificios estaban in-
pecado, y se excluían las aves de los sa-
formadas por la sabiduría y tenían cau-
crificios pacíficos. sas razonables.
10. Todas las víctimas pacíficas pa-
recen ser del mismo género; luego no Solución. Hay que decir: Según vimos
debió hacerse esta diferencia: que las en el artículo precedente, las ceremonias
carnes de unos sacrificios pudieran co- de la ley antigua tienen dos causas: una
merse al día siguiente y otras no, como literal, según la cual se ordenaban al cul-
se manda en Lev 7,15ss. to de Dios, y otra figurativa o mística,
11. Todos los pecados convienen en en orden a figurar a Cristo. Por una y
apartar de Dios; luego por todos los pe- otra parte se pueden asignar las causas
cados debía ofrecerse el mismo género convenientes de las ceremonias que afec-
de sacrificios para alcanzar la reconcilia- tan a los sacrificiosc. En cuanto ordena-
ción con Dios. dos al culto divino, la razón de los sacri-
12. Todos los animales que se ofre- ficios era doble: la primera mira los sa-
cían en sacrificio, se ofrecían de un mis- crificios como expresión de la elevación
mo modo, es decir, muertos; no parece de la mente a Dios, elevación que el ofe-
haber razón para la diversidad de modos rente avivaba con el mismo sacrificio. A
de oblación con que los productos de la esta recta ordenación de la mente a Dios
tierra se ofrecían. Ahora bien, se ofre- pertenece que el hombre reconozca que
cían ya las espigas, ya la harina, ya el cuanto tiene proviene de Dios como de
pan cocido en el horno, en la sartén o su primer principio y lo ordene a El
en la parrilla. como a su último fin. Esto se expresa
13. Todo cuanto recibimos para sa- por las oblaciones y sacrificios que el
tisfacción de nuestras necesidades, he- hombre ofrecía a honor de Dios de las
mos de reconocer que nos viene de cosas que posee, en reconocimiento de
Dios; luego sin motivo, fuera de los ani- que las posee de El. Esto concuerda con
males, se ofrecían sólo estos productos: lo que dice David en 1 Par 29,14: Tuyas
pan, vino, aceite, incienso y sal. son todas las cosas, y lo que de tu mano hemos
14. Los sacrificios corporales expre- recibido te lo hemos dado. De manera que
san el sacrificio interior del corazón, por con las oblaciones y sacrificios protesta-
el que el hombre ofrece a Dios su pro- ba el hombre que Dios era el primer
pio espíritu; pero en este sacrificio inte- principio de la creación de las cosas y el
rior hay más de dulce, representado por fin último a quien había de referirlas.
la miel, que de amargo, que representa Y porque pertenece a la recta ordena-
la sal, según se dice en Eclo 24,27: Mi ción de la mente a Dios que la mente
espíritu es más suave que la miel. Luego sin humana no reconozca otro primer autor
motivo se prohibe en el Levítico añadir de las cosas fuera de Dios ni ponga en
al sacrificio la miel y el fermento, que otro alguno su fin, por eso se prohibía
hace el pan sabroso, y se manda poner en la ley ofrecer sacrificios a otro que a
sal, que es picante, e incienso, que tiene Dios, según lo que se dice en Ex 22,20:
sabor amargo. Por esto parece que cuan- El que inmola a los dioses, fuera de Dios
c Con la introducción del sentido literal, el Aquinate sienta las bases del realismo histórico
del Antiguo Testamento. Con la introducción de los diversos sentidos figurativos, destaca la or-
denación de la ley antigua a la ley nueva, cuya plenitud es Cristo. En esta distinción de senti-
dos está la clave para entender racionalmente todo el tratado de la ley antigua con relación a
la ley nueva.
822 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.3
solo, será castigado con la muerte. De aquí 2. A la segunda hay que decir: Había
puede señalarse otra causa de los sacrifi- razones de conveniencia universal por
cios, a saber, que por ellos se retraían las que se ofrecían a Dios estos anima-
los hombres de sacrificar a los ídolos. les. La primera era desterrar la idolatría,
Por esto, los preceptos sobre los sacrifi- pues los gentiles ofrecían a sus dioses
cios no fueron dados al pueblo hebreo todos los otros animales o de ellos se
sino después que mostró su propensión servían para sus maleficios; en cambio,
a la idolatría adorando al becerro fundi- estos animales eran abominables para los
do, como si estos sacrificios hubieran egipcios, con quienes habían tenido lar-
sido instituidos para que el pueblo, incli- go trato los hebreos, y no los ofrecían a
nado a ellos, los ofreciera a Dios y no a sus dioses, según se dice en Ex 8,26: Las
los ídolos. De aquí lo que dice Dios por abominaciones de los egipcios es lo que debemos
Jer 7,22: No hablé a vuestros padres y no les inmolar al Señor, nuestro Dios. Los egip-
mandé nada tocante a los holocaustos y a las cios, en cambio, rendían culto a las ove-
víctimas el día que los saqué de la tierra de jas, veneraban a los machos cabríos,
Egipto. bajo cuya figura se les aparecían los de-
Entre todos los beneficios que hizo monios; y los bueyes, aparte de emplear-
Dios al género humano después de su los en la agricultura, los contaban entre
caída en el pecado, descuella la donación los seres sagrados.
de su propio Hijo, por lo que se dice en Otra conveniencia era la ordenación
Jn 3,16: Así amó Dios al mundo, que le dio de la mente a Dios por una doble cau-
a su unigénito Hijo, para que todo el que crea sa: primero, porque por estos animales
en El, no perezca, sino alcance la vida eterna. principalmente se sustenta la vida huma-
Y así, el principal sacrificio fue el del na; son, además, limpísimos y usan de
mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo a alimento limpio, a diferencia de los ani-
Dios en olor suave, como se dice en Ef males salvajes, que no pueden ser el ali-
5,2. Todos los sacrificios de la ley anti- mento ordinario del hombre, y los mis-
gua se ofrecían para figurar este singular mos domésticos, como el puerco y la ga-
y principal sacrificio, como lo perfecto llina, se alimentan de cosas inmundas, y
por lo imperfecto. Conforme a esto, dice no era razonable ofrecer a Dios cosa que
el Apóstol en Heb 10,11s: El sacerdote de no fuese limpia. Las aves que se le ofre-
la antigua ley ofrecía muchas veces las mismas cían abundaban en la tierra prometida.
víctimas ineficaces para quitar los pecados; Segundo, porque con la inmolación de
Cristo, en cambio, se ofreció por los pecados estos animales se significaba la pureza de
una vez para siempre. Y por cuanto de lo la mente; pues, como dice la Glosa sobre
figurado se toma la razón de la figura, el Levítico6: Ofrecemos el becerro cuando
por eso del verdadero sacrificio de Cris- vencemos la soberbia de la carne; el cordero,
to se toman las razones figurativas de cuando corregimos los movimientos contrarios
los sacrificios de la antigua ley. a la razón; el cabrito, cuando subyugamos la
Respuesta a las objeciones: 1. A la lascivia; la paloma, cuando nos conducimos
primera hay que decir: No quería Dios que con sencillez; la tórtola, cuando guardamos la
estos sacrificios se le ofrecieran por castidad; los panes ácimos, cuando obramos
amor de las cosas ofrecidas, como si de con sinceridad. Y es bien evidente que la
ellas necesitase; por lo cual se dice en Is paloma simboliza la castidad y la senci-
1,11: Harto estoy de holocaustos de carneros, llez.
del sebo de vuestros bueyes cebados; no quiero Tercera razón de conveniencia era
sangre de toros, ni de ovejas, ni de machos ca- que estos animales ofrecidos eran figura
bríos. Lo que Dios pretendía con estas de Cristo, pues en la misma Glosa se
ofrendas era, según se dijo antes (sol.), dice7: Cristo es ofrecido en el becerro por la
excluir la idolatría, expresar la debida virtud de la cruz; en el cordero, por la inocen-
ordenación de la mente humana a Dios cia; en el carnero, por el principado; en el
y también figurar el misterio de la re- macho cabrío, por la semejanza de la carne de
dención humana por Cristo. pecado; en la tórtola y la paloma se significa
6. Glossa ordin. super Lev. c.1 prol. (I 214B); SAN ISIDORO, Quaest. in Vet. Test, in Lev. c.1:
ML 83,321. 7. Glossa ordin. super Lev. c.1 prol. (I 214B); SAN ISIDORO, Quaest. in Vet. Test.
in Lev. c.1: ML 83,321.
C.102 a.3 Razón de los preceptos ceremoniales 823
la unión de las dos naturalezas, o la castidad como abortivos a causa de su inconsis-
en la tórtola y en la paloma la caridad; y tencia y ternura.
en la flor de harina, la aspersión de los cre- 8. A la octava hay que decir: Los sacri-
yentes con el agua bautismal. ficios eran de tres géneros: el holocausto o
3. A la tercera hay que decir; Los pe- totalmente quemado, porque toda la vícti-
ces que viven en el agua están más aleja- ma era quemada en honor de Dios. Ta-
dos del hombre que los otros animales, les sacrificios se ofrecían especialmente
que, como el hombre, viven en el aire. en reverencia de la majestad divina y
Además, que los peces mueren en cuan- por amor de su bondad. Correspondía al
to se los saca del agua, y así no podían estado de perfección, que consiste en el
ser ofrecidos en el templo como los cumplimiento de los consejos. Se que-
otros animales. maba todo el animal, que, reducido a
4. A la cuarta hay que decir: De las humo, subía al cielo para significar que
tórtolas son preferibles las mayores a las el hombre todo y todas sus cosas están
pequeñas; al contrario que en las palo- sujetos al dominio de Dios y todas de-
mas; por eso dice rabí Moisés8 que se ben serle ofrecidas.
manda ofrecer las tórtolas y los pichones Otro es el sacrificio por el pecado, que
porque a Dios se debe ofrecer lo mejor se ofrecía para obtener la remisión de
de todo. los pecados y corresponde al estado de
5. A la quinta hay que decir: Se mata- los penitentes por la satisfacción de sus
ban los animales ofrecidos en sacrificio pecados. En este sacrificio se dividía la
porque así es como los consume el hom- víctima en dos partes, de las que una era
bre, y así fueron dados por Dios al quemada, otra se reservaba para el sacer-
hombre para su alimento. Por esto tam- dote a fin de significar que la expiación
bién se quemaban al fuego, porque así de los pecados la realiza Dios por minis-
suele comerlos el hombre. terio de los sacerdotes. Sólo cuando se
Asimismo, por la muerte de los ani- ofrecía el sacrificio por los pecados del
males se significaba la destrucción de los pueblo todo o del sacerdote, se quemaba
pecados y que el hombre era digno de la víctima entera, pues no debía apropiar-
muerte por sus pecados, como si los ani- se el sacerdote lo que se ofrecía por sus
males fueran muertos en lugar de los propios pecados, para que no quedase
hombres, significando la expiación de en él cosa de pecado y porque eso no se-
los pecados. ría satisfacción por el pecado. Si la vícti-
También se significaba en la muerte ma se distribuyese a aquellos por cuyos
de los animales la muerte de Cristo. pecados se ofrecía, sería igual que si no
6. A la sexta hay que decir: El modo se ofreciese.
especial de matar los animales inmolados El tercer género de sacrificio se llama-
lo determina la ley para excluir otros ba hostia pacífica, la cual se ofrecía a
modos de inmolación usados por los Dios, sea en acción de gracias, sea por la
idólatras. O también, según dice rabí salud o prosperidad de los oferentes, sea
Moisés9: la ley eligió aquel modo de muerte por razón de un beneficio que se espera-
que menos hace sufrir a los animales, exclu- ba o que ya se había recibido, y convie-
yendo con esto la dureza con los que ne al estado de los que van aprovechan-
ofrecen y el deterioro de los animales do en el cumplimiento de los manda-
muertos. mientos de Dios. En estos sacrificios se
7. A la séptima hay que decir: Los ani- dividía la víctima en tres partes; la una
males defectuosos suelen ser tenidos en se quemaba en honor de Dios; la segun-
poco entre los hombres, y por eso se da se atribuía a los sacerdotes, y la terce-
prohibía ofrecerlos a Dios. Por esta mis- ra era de los oferentes, para significar
ma causa se prohibía (Dt 23,18) presen- que la salud del hombre procede de
tar como ofrenda a Dios la merced de una Dios bajo la dirección de sus ministros y
meretriz y el precio de un perro (de un con la cooperación de los mismos hom-
prostituto). Por la misma causa no se bres que obtienen la salud.
ofrecían animales antes del séptimo día, Y la regla general era que ni la sangre
porque tales animales eran mirados ni la grasa se distribuían al sacerdote o a
8. Doct. perplex. p.3 c.46 (FR 360). 9. Doct. perplex. p.3 c.28 (FR 371).
824 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.3
los oferentes, porque la sangre era derra- esto estas aves no se ofrecían entre las
mada al pie del altar, y la grasa era que- hostias pacíficas, sino entre los holocaus-
mada al fuego. La primera razón de esto tos y hostias por el pecado, que a veces
era excluir la idolatría, pues los gentiles era preciso ofrecer. Estas aves, a causa
bebían la sangre de las víctimas y co- de la altura de su vuelo, simbolizan la
mían sus grasas, según lo que se dice en perfección de los holocaustos, y también
Dt 32,38: Los que comían las grasas de sus las hostias por el pecado, porque su can-
víctimas y bebían el vino de sus libaciones. La to es un gemido.
segunda razón era servir de regla de la 10. A la décima hay que decir: Entre
vida humana, y así se prohibía comer la todos los sacrificios, el principal era el
sangre para inspirar horror al derrama- holocausto en el que era consumido
miento de la sangre humana; por lo cual todo en honor de Dios y nada de él se
se dice en Gén 9,4ss: No comeréis carne comía. El segundo lugar lo obtenía la
con sangre, pues yo demandaré vuestra sangre hostia por el pecado, que era comido
de mano de cualquier viviente, como la deman- por solos los sacerdotes en el atrio y el
daré de mano del hombre extraño o deudo. La mismo día del sacrificio. El tercer lugar,
comida de las grasas se prohibía para la hostia pacífica en acción de gracias,
evitar la lascivia; por donde se dice en que se debía comer el mismo día, pero
Ez 34,3: Matabais el ganado gordo. La ter- en toda Jerusalén. El cuarto lugar lo te-
cera razón es la reverencia divina, pues nía la hostia pacífica por voto, cuyas
la sangre es sumamente necesaria para la carnes podían comerse aun al día si-
vida; por lo cual se dice que el alma está guiente. La razón de este orden es por-
en la sangre (Lev 17,11-14). La grasa in- que la máxima obligación del hombre
dica la abundancia de aumento. De esta con Dios radica en la majestad divina; la
manera, para mostrar que de Dios pro- segunda dimana de la ofensa cometida;
cede la vida y todos los bienes, se derra- la tercera se funda en los beneficios reci-
ma la sangre y se quema la grasa en ho- bidos, y la cuarta, en los que se espera
nor de Dios. Una cuarta razón es la de recibir.
figurar la efusión de la sangre de Cristo 11. A la undécima hay que decir: Se
y la abundancia de su caridad, por la agravan los pecados por la condición del
cual se ofreció a Dios por nosotros. pecador, según antes dijimos, y por esto
De las hostias pacíficas se concedía al una era la víctima preceptuada por el pe-
sacerdote el pecho y la paletilla derecha, cado del sacerdote o de un príncipe; otra
para excluir cierta especie de adivinación la que se mandaba por una persona pri-
llamada «espatulomancia», porque pre- vada. Conviene advertir que, según dice
tendían adivinar por el omóplato de los rabí Moisés10, cuanto más grave era el peca-
animales y por los huesos del pecho, do, tanto más vil era la víctima que por él se
todo lo cual se sustraía por eso a los ofrecía. Y así se ofrecía una cabra, que es el
oferentes. Por aquí se significaba tam- más vil de todos los animales, por el pecado de
bién cuan necesaria era al sacerdote la idolatría, que es el más grave de los pecados;
sabiduría del corazón para instruir al por la ignorancia del sacerdote debía ofrecerse
pueblo, significado en el pecho, que cu- un becerro, y un macho cabrío por la negligen-
bre el corazón, y asimismo la fortaleza cia de un príncipe.
para soportar los defectos, significada 12. A la duodécima hay que decir: Mi-
por el brazo derecho. rando la ley a proveer a la pobreza de
9. A la novena hay que decir: El holo- los oferentes, dispuso que quien no pu-
causto era el más perfecto de los sacrifi- diera ofrecer un cuadrúpedo, a lo menos
cios, y por eso no se ofrecía en él sino ofreciera un ave; y el que ni esto podía,
animal macho: la hembra es animal im- ofreciese un pan; y si ni aun esto tenía,
perfecto. La ofrenda de las tórtolas y pa- un poco de harina o unas espigas.
lomas se admitía en atención a la pobre- La causa figurativa era que el pan sig-
za de los oferentes que no podían ofre- nificaba a Cristo, el pan vivo, según se
cer animales mayores. Y porque las lee en Jn 6,41.51, el cual estaba como en
hostias pacíficas se ofrecían libremente, la espiga, en la fe de los patriarcas du-
y nadie era obligado a ofrecerlas, por rante la ley natural; y era como la flor
11. Sobre el argumento que sigue, cf. MAIMÓNIDES, Doct. perplex. p.3 c.45 (FR 355).
f Para mayor abundancia de detalles por parte del autor, véase sus comentarlos Ad Colos.
c.2 lect.2 y Ad Hebr. c.1 lect.3; c.13 lect.15; In Joan, c.6 lect.4.
C.102 a.4 Razón de los preceptos ceremoniales 827
posición misma de tal templo o taber- destruyesen; y la tercera, para que no lo
náculo, se significase algo tocante a la pretendiesen en heredad todas las tribus
excelencia de la divinidad o de la huma- y nacieran de aquí pleitos y contiendas.
nidad de Jesucristo. Por esto tampoco fue edificado el tem-
Esto es lo que significó Salomón plo hasta que tuvieron rey que reprimie-
cuando dijo en 3 Re 8,27: Si los cielos y ra estas contiendas. En los tiempos ante-
los cielos de los cielos no son capaces de conte- riores tenían para el culto de Dios un ta-
nerle, ¡cuánto menos esta casa que yo he edifi- bernáculo transportable por diversos
cado! Y luego añade: Que estén abiertos tus lugares, lo que indicaba que no existía
ojos noche y día sobre este lugar, del que has un lugar determinado para el culto divi-
dicho: En él estará mi nombre, y oye la ora- no. Tal es la razón literal de la diversi-
ción de tu siervo y de tu pueblo Israel. De dad entre el tabernáculo y el templo.
donde se manifiesta que la casa del san- La razón figurativa puede ser que,
tuario no fue edificada con la intención por estas dos cosas, se señalaba el doble
de encerrar en ella a Dios como mora- estado. Por el tabernáculo, mudable, se
dor de aquel lugar, sino para que el nom- significaba el estado mudable de la vida
bre de Dios habitase allí, es decir, para que presente; por el templo, fijo y estable, el
la noticia de Dios se hiciera allí mani- estado de la vida futura, que es del todo
fiesta mediante las cosas que allí se ha- inmutable. Por esto se dice que en la
cían o decían, y, por la reverencia del lu- edificación del templo no se oyó el soni-
gar, las oraciones se hicieran más dignas do del martillo ni de la sierra, para indi-
de ser oídas a causa de la mayor devo- car que toda turbación y tumulto está
ción de los que oraban. ausente del estado futuro. También
2. A la segunda hay que decir: El esta- pudo significar el tabernáculo el estado
do de la ley antigua no se mudó antes de la ley antigua, y el templo levantado
de Cristo en cuanto al cumplimiento de por Salomón, el estado de la ley nueva.
la ley, que sólo fue realizado por Cristo; En figura de lo cual, en la fabricación
pero sí se mudó en cuanto a la condi- del tabernáculo solos los hebreos traba-
ción del pueblo que vivía bajo la ley. jaron; pero en la del templo trabajaron
Pues primeramente peregrinó el pueblo los gentiles, a saber, los tirios y los sido-
por el desierto sin morada fija; luego nios.
sostuvo diversas guerras con las nacio- 3. A la tercera hay que decir: La razón
nes circunvecinas, hasta que por fin, en de la unicidad del tabernáculo y del tem-
la época de David y Salomón, logró el plo puede ser literal y figurativa. La lite-
pueblo un estado tranquilo. Y fue en- ral, para excluir la idolatría, pues los
tonces cuando fue edificado el templo en gentiles levantaban diversos templos a
el sitio que por divina inspiración había los diversos dioses. Por esto, para afir-
designado Abrahán como propio para mar en el ánimo de los hombres la fe en
inmolar. Pues se dice en Gén 22,2 que el la unidad divina, ordenó Dios que en un
Señor mandó a Abrahán que le ofreciese solo lugar se le ofreciesen sacrificios; y
su hijo en holocausto sobre uno de los montes para que se manifestase por aquí que el
que le mostraría, y luego (v.14) dice que culto material no le era de suyo acepto.
fue llamado aquel lugar «El Señor ve» (indi- Con esto se reprimía la pasión de ofrecer
cando que, según la previsión de Dios, sacrificios a cada instante y en todo lu-
había sido elegido aquel sitio para el cul- gar. Pero el culto de la nueva ley, en
to divino). Por esto se dice en Dt 12,5ss: cuyo sacrificio se contiene la gracia espi-
Vendréis al lugar que eligióse el Señor, vues- ritual, es de suyo grato a Dios, y por
tro Dios, y ofreceréis vuestros holocaustos y eso se multiplican los altares y templos
víctimas. en la ley nueva.
Ni convenía que aquel lugar fuera de- Por lo que concierne al culto espiri-
signado para la edificación del templo tual de Dios, que consiste en las ense-
antes del tiempo predicho, por tres razo- ñanzas de la Ley y de los Profetas, había
nes que aduce rabí Moisés12. La prime- en la ley antigua diversos lugares depu-
ra, para que los gentiles no se apropia- tados para esto, en los que se juntaban
sen el lugar; la segunda, para que no lo los fieles para alabar a Dios. Estos luga-
13. Así lo dice MAIMÓNIDES, Doct. perplex. p.3 c.45 (FR 355).
C.102 a.4 Razón de los preceptos ceremoniales 829
toda la disposición del primer tabernácu- zones de las obras de artesanía en el ar-
lo se ordenaba a significar la muerte de tesano. Está significado esto en el arca
Cristo, representada en el ocaso, según por las tres cosas que en ella se guarda-
lo que se dice en Sal 67,5: El que sube ha- ban, que son principalísimas entre las
cia el ocaso, Yahveh es su nombre. humanas, a saber: la sabiduría, represen-
6. A la sexta hay que decir: De las co- tada en las tablas de la alianza; la potes-
sas contenidas en el tabernáculo pode- tad gubernativa, en la vara de Aarón; la
mos señalar las razones literales y figura- vida, en el maná, que había sido el sus-
tivas: las literales, en relación con el cul- tento del pueblo. También pudieran es-
to divino. Y porque, según queda dicho tar significados tres atributos divinos; la
(ad 4), por el tabernáculo interior, llama- sabiduría, en las tablas; el poder, en la
do santísimo, estaba significado el mundo vara, y la bondad, en el maná, sea a cau-
superior de las sustancias espirituales, sa de su dulzura, sea porque misericor-
por eso en aquella parte del tabernáculo diosamente se la dio Dios al pueblo y en
se contenían tres cosas, a saber: el arca de memoria de esta misericordia se guarda-
la alianza, en la que se guardaba una urna de ba. Estas tres cosas estaban también fi-
oro con maná; la vara de Aarón, que había guradas en la visión de Isaías (c.6) que
florecido, y las tablas (Heb 9,4), en que es- vio al Señor sentado sobre un trono alto
taban escritos los diez preceptos de la y sublime... Había ante El serafines..., y
ley. Esta arca estaba colocada entre los los serafines decían: Llena está la tierra
querubines, que mutuamente se miraban, toda de su gloria. Los serafines, pues, no
y sobre el arca estaba la cubierta, llama- se colocaban para rendirle culto, cosa
da propiciatorio, sobre las alas de los que- prohibida por el precepto de la ley, sino
rubines, como si fuera llevado por ellos, para figurar el ministerio, como se dijo
cual si aquella cubierta fuera el asiento arriba.
de Dios. Por esto era llamada «propicia- En el tabernáculo exterior, que signi-
torio», como si desde aquí se mostrase ficaba el siglo presente, se contenían
Dios propicio con el pueblo a las preces también tres cosas: el altar de los perfumes,
del sumo sacerdote y como si fuese que estaba enfrente del arca; la mesa de
transportado por los querubines, obe- proposición, sobre la que se colocaban
dientes al mandato divino. El arca del doce panes, y que estaba de la parte del
testamento era como el escabel de Dios, aquilón, y el candelero, que estaba a la
sentado en el propiciatorio. Por estas parte del mediodía. Estas tres cosas pa-
tres cosas eran designadas otras tres que recen corresponder a las tres que se
hay en el mundo superior, a saber: Dios, guardaban en el arca y más claramente
que está sobre todo y es incomprensible representaban las mismas cosas. Pues es
a todas las criaturas. Por esto, no se po- necesario que las razones de las cosas se
nía semejanza alguna para representar su manifiesten más claramente que las que
invisibilidad; pero se ponía cierta figura se hallen en la mente de Dios y de los
de su asiento, porque así se haría com- ángeles, a fin de que las puedan conocer
prensible la naturaleza, que está someti- los hombres sabios, los cuales están sig-
da a Dios como un asiento a quien se nificados por los sacerdotes que entran
sienta en él. Hay también en el mundo en el tabernáculo. Pues por el candela-
superior sustancias espirituales, llamadas bro, como un signo sensible, se designa
ángeles, que están significados por los la sabiduría, que por las palabras sensi-
dos querubines que mutuamente se mi- bles de las tablas era expresada. Por el
ran, para indicar la concordia que tienen altar del incienso, el oficio de los sacer-
entre sí, según lo que se lee en Job 25,2: dotes, cuyo oficio era conducir el pueblo
El mantiene la paz en las alturas. Por esto a Dios, lo que también era significado
mismo, no hay un solo querubín para por la vara; pues en aquel altar se que-
designar la multitud de los espíritus ce- maban perfumes de suave olor, que sig-
lestes y, al mismo tiempo, excluir su cul- nificaban la santidad del pueblo, grato a
to de parte de aquellos a quienes se Dios. Dícese en el Apocalipsis 8,3 (cf.
mandó que adorasen a un solo Dios. 19,8) que por el humo de los perfumes
Existen también en el mundo inteligible se significan las obras de justicia de los san-
las razones de cuanto en este mundo in- tos. Luego razonablemente se significa la
ferior se realiza, como las razones de los dignidad sacerdotal por la vara guardada
efectos encerrados en sus causas y las ra- en el arca, y por el altar de los perfumes,
830 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.4
que estaba en el tabernáculo exterior, tabernáculo, sea para quitar los malos
pues el sacerdote es mediador entre Dios olores que podía haber provenientes de
y el pueblo y gobierna al pueblo con el la sangre derramada y de los animales
poder divino, significado por la vara, degollados. Lo que es hediondo es des-
siendo el fruto de su gobierno la santi- preciado como vil; pero lo que huele
dad del pueblo, que ofrece a Dios, como bien es más estimado. Se añadía la mesa
en el altar de los perfumes. La mesa sig- para significar que los sacerdotes, por
nifica el sustento corporal, igual que el servir en el templo, debían vivir del
maná; pero éste es un alimento más or- templo. Y en memoria de las doce tribus
dinario y grosero; aquél, más suave y se colocaban en la mesa doce panes, de
más delicado. Con razón se ponía el can- los que sólo era lícito comer a los sacer-
delero a la parte austral, y la mesa de la dotes, como se lee en Mt 12,4. No se
parte del aquilón; porque la parte austral colocaba la mesa en medio ante el propi-
es la derecha del mundo; el aquilón, la ciatorio, para excluir el rito de la idola-
izquierda, según se dice en II De caelo et tría, pues los gentiles, en las festividades
mundo14. Ahora bien, la sabiduría perte- de la luna, ponían una mesa ante el ído-
nece a la derecha, igual que los demás lo de la misma; por lo que dice Jeremías
bienes espirituales; pero el alimento cor- 7,18: Las mujeres amasan la harina para ha-
poral, a la izquierda, según aquello de cer las tortas de la reina del cielo.
Prov 3,16: En su izquierda están las rique- En el atrio, fuera del tabernáculo, es-
zas y la gloria. El poder sacerdotal está taba el altar de los holocaustos, en el
en medio de las cosas temporales y la sa- que ofrecían a Dios los sacrificios de
biduría eterna, porque dispensa tanto la aquellos bienes que el pueblo poseía.
sabiduría espiritual como los bienes tem- Por esta razón, el pueblo podía asistir en
porales. el atrio a los sacrificios que por manos
De estas cosas se puede añadir una ra- de los sacerdotes se ofrecían a Dios;
zón más conforme al sentido literal. En pero no podían llegar al altar interior,
el arca se contienen las tablas de la ley, en el que la misma devoción y santidad
para impedir el olvido de ésta; por lo del pueblo se ofrecía, sino sólo los sacer-
cual se decía en Ex 24,12: Te daré unas dotes, cuyo oficio era ofrecer el pueblo a
tablas de piedra, y escritas en ellas las leyes y Dios. Este altar estaba colocado fuera
mandamientos, para que se los enseñes a los del tabernáculo, para alejar el culto ido-
hijos de Israel. La vara de Aarón se colo- látrico, pues los gentiles ponían los alta-
caba allí para sofocar las discusiones del res dentro del templo para inmolar en
pueblo sobre el sacerdocio de Aarón. honor de sus ídolos.
Por eso se dice en Núm 17,10: Vuelve la La razón figurativa de todas estas co-
vara de Aarón al testimonio y guárdese en él, sas puede tomarse de su relación con
para que sirva de memoria a los hijos rebeldes Cristo, que en ellas era figurado. Con-
de Israel. El maná se guardaba en el arca viene advertir que, en atención de la im-
para recordar el beneficio que Dios ha- perfección de las figuras legales, fueron
bía otorgado a los hijos de Israel en el instituidas muchas en el templo para sig-
desierto. Por donde se dice en Ex 16,32: nificar a Cristo. El mismo era significa-
Llena un «omer» de maná para conservarlo y do por el propiciatorio, por cuanto El es
que puedan ver vuestros descendientes el pan la propiciación de nuestros pecados, según se
con que yo os alimenté en el desierto. El can- dice en 1 Jn 2,2. Y muy justo era que
delero servía para ornamento del taber- fuese llevado por los querubines el pro-
náculo, pues una buena iluminación de- piciatorio, pues de El está escrito: Adó-
muestra la magnificencia de una casa. renle todos sus ángeles, según se lee en la
Tenía siete brazos, según dice Josefo 15 epístola a los Hebreos 1,6. El mismo
para significar los siete planetas que ilu- Cristo es significado por el arca; pues así
minan al mundo. Se ponía a la parte del como el arca estaba construida de made-
mediodía, porque de aquella parte giran ra de acacia, así el cuerpo de Cristo se
hacia nosotros los planetas. El altar de componía de miembros purísimos. Esta-
los perfumes tenía por objeto que hubie- ba dorada el arca porque Cristo estuvo
ra siempre humo de agradable olor en el lleno de sabiduría y caridad, que están
14. ARISTÓTELES, c.2 n.10 (BK 285b16): S. TH., lect.3. 15. Antiqu. 1.3 c.7 § 7 (TK, IV 405).
C.102 a.4 Razón de los preceptos ceremoniales 831
expresadas por el oro. Dentro del arca nidad y de la sombra. El sentido figura-
se guardaba la urna de oro, esto es, el tivo de estos preceptos es que en Cristo,
alma santa, y contenía el maná, que sim- nuestro altar, debemos confesar la ver-
boliza toda la plenitud de la divinidad (Col dadera naturaleza corporal, cuanto a la
2,9). También estaba en el arca la vara, humanidad, y esto significa el altar he-
es decir, el poder sacerdotal, porque cho de tierra; y la igualdad con el Padre,
Cristo fue hecho sacerdote para siempre cuanto a la divinidad, y esto es no subir
(Heb 6,20). Y las tablas del testimonio, por escalones al altar. Tampoco debe-
para significar que Cristo es el dador de mos admitir, con referencia a Cristo, la
la ley. El mismo Cristo es también signi- doctrina de los gentiles, que provoca a
ficado por el candelabro, pues El mismo lascivia.
dice (Jn 8,12): Yo soy la luz del mundo; y Construido el tabernáculo en honor
por los siete brazos, los siete dones del de Dios, no eran ya de temer semejantes
Espíritu Santo. También está significado ocasiones de idolatría. Por esto ordenó
en la mesa, porque El es el alimento es- Dios fabricar el altar de los holocaustos
piritual, según Jn 6,41.51: Yo soy el pan de bronce, que se destacase a la vista de
vivo. Los doce panes significan los doce todo el pueblo, y de oro el de los perfu-
apóstoles y su doctrina. También el can- mes, visible para solos los sacerdotes. El
delabro y la mesa pueden significar la bronce no era tan precioso como para
doctrina y la fe de la Iglesia, que espiri- provocar al pueblo a la idolatría.
tualmente nos ilumina y sustenta. El Mas, porque en Ex 20 se da la razón
mismo Cristo es significado por los dos de este precepto: No subirás por gradas a
altares, el de los holocaustos y el de los mi altar, lo que luego añade: porque no
perfumes, pues por El debemos ofrecer descubras tu desnudez, conviene advertir
a Dios todas las obras de las virtudes, que esto se decretó también para excluir
sean las de penitencia, con que afligimos la idolatría, pues en el culto de Príapo se
la carne, que se ofrecen en el altar de los descubrían a sus adoradores las vergüen-
holocaustos; sean las obras espirituales, zas del dios16. Más tarde se prescribió a
que son más perfectas porque proceden los sacerdotes el uso de vestidos largos
del corazón, y que nosotros ofrecemos a para cubrir mejor sus partes naturales,
Dios por Jesucristo, mediante santos de- de suerte que ya, sin peligro, se podía
seos, como en el altar de los perfumes, ordenar esa altura del altar, que por gra-
según la epístola a los Hebreos 13,15: das de madera —no fijas, sino portáti-
Por El ofrecemos de continuo a Dios hostias les— pudieran subir al altar en la hora
de alabanza. del sacrificio los sacerdotes oficiantes.
7. A la séptima hay que decir: Mandó 8. A la octava hay que decir: El cuer-
Dios construir el altar para ofrecer sacri- po del tabernáculo estaba formado por
ficios y ofrendas en su honor y para sus- tablones derechos, interiormente cubier-
tentación de los ministros destinados al tos por cortinas de cuatro colores dis-
servicio del tabernáculo. Sobre la cons- tintos, a saber: de lino retorcido, jacinto,
trucción del altar dio el Señor dos pre- púrpura y escarlata. Estas cortinas cu-
ceptos: uno en el principio de la ley (Ex brían sólo los lados del tabernáculo; la
20,22ss), en que manda hacer el altar de cubierta estaba formada por pieles de te-
tierra o, a lo más, de piedras sin labrar; y jón, y sobre éstas, otras pieles de carne-
luego, que no hagan altar alto, de suerte ro teñidas de rojo; todo bajo telas de
que sean precisos escalones para subir a lona, que no sólo cubrían el tabernáculo,
él. Todo esto en detestación de la idola- sino que, descendiendo por los lados
tría, pues los gentiles levantaban en ho- hasta el suelo, cubrían por fuera los ta-
nor de sus ídolos altares ornamentados y blones del tabernáculo. La razón literal
elevados, en los cuales creían morar algo de esta cubierta era, en general, el orna-
de santo y divino. Por esto el Señor to y la protección del tabernáculo, para
mandó también en Dt 16,21: No planta- que fuese tenido en mayor reverencia.
rás árbol a modo de asera junto al altar del En especial, según la sentencia de algu-
Señor, tu Dios. Los idólatras solían sacri- nos 17, por las cortinas se significaba el
ficar bajo los árboles, a causa de la ame- cielo de las estrellas, hermoseado por va-
16. Según refiere MAIMÓNIDES, Doct. perplex. p.3 c.45 (FR 357). 17. PEDRO COMESTOR,
Hist. Scholastica 1. Exod. c.58: ML 198,1179.
832 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.4
riados astros; por las lonas, las aguas obra del gobierno divino, pues las cosas
que están sobre el firmamento; por las inferiores principalmente se mudan se-
pieles rojas, el cielo empíreo, en que gún el movimiento de la luna, y así se
moran los ángeles, y por las pieles de te- celebraba esta fiesta en el novilunio y no
jón, el cielo de la Santísima Trinidad. en la luna llena, para evitar el culto de
La razón figurativa es que los tablo- los idólatras, que en tal tiempo solían sa-
nes de que consta el tabernáculo signifi- crificar a la luna. Estos dos beneficios
can los fieles de Cristo, de que se forma son comunes a todo el género humano,
la Iglesia. Por el interior, los tablones y por eso se celebraban con más fre-
estaban cubiertos de cortinas de cuatro cuencia.
colores, porque los fieles están adorna- Las otras cinco festividades no se ce-
dos de cuatro virtudes, pues el «lino re- lebraban más que una vez al año, y en
torcido», según la Glosa18, significa la car- ellas se recordaban beneficios particula-
ne brillante con la castidad; las pieles de te- res concedidos a aquel pueblo. Pues la
jón, la mente, que aspira a las cosas Pascua se celebraba el primer mes, para
celestiales; la púrpura, la carne, sujeta a las conmemorar el beneficio de la liberación
pasiones; y la escarlata, la mente, que res- de Egipto. A los cincuenta días se cele-
plandece con el amor de Dios y del prójimo. braba la fiesta de Pentecostés, para recor-
Por la cubierta son significados los pre- dar el beneficio de la promulgación de la
lados y doctores, en los que debe res- ley. Las otras tres fiestas se celebraban al
plandecer una conducta del todo celes- mes séptimo, que casi todo era para los
tial, significada por las pieles de tejón; la hebreos solemne como el día séptimo.
disposición para el martirio, significada El día primero de este mes era la fiesta
por las pieles rojas; la austeridad de vida de las Trompetas, en recuerdo de la libe-
y la paciencia en las adversidades, por ración de Isaac cuando Abrahán encon-
las lonas, expuestas a los vientos y a las tró el carnero enredado por los cuernos,
lluvias, como añade la Glosa19. a quien representaban los cuernos de
9. A la novena hay que decir: La santi- que estaban hechas las trompetas. Era
ficación del tabernáculo y de los vasos esta fiesta como una invitación a prepa-
tiene su causa literal en la mayor reve- rarse para la siguiente, celebrada el día
rencia en que debían ser tenidos, como décimo, la fiesta de la Expiación, en me-
destinados al culto por esta consagra- moria del beneficio que Dios había con-
ción. La razón figurativa era que por cedido, perdonándole, a ruegos de Moi-
esta consagración se significaba la santi- sés, el pecado de la adoración del bece-
ficación del tabernáculo viviente, que rro. A ésta seguía la fiesta de los
son los fieles, de que la Iglesia está for- Tabernáculos, durante siete días, para re-
mada. cordar el beneficio de la protección divi-
10. A la décima hay que decir: En la na y la conducción por el desierto, don-
ley vieja había siete solemnidades de du- de habitaban en tiendas. Por esto en tal
ración limitada y una continua, como se fiesta debían tener frutos de los más hermo-
puede colegir de Núm 28 y 29 (cf. Lev sos árboles, es decir, de limoneros, y ra-
23). Consistía la fiesta continua en la in- mas de árboles frondosos, esto es, de mirto
molación del cordero por la mañana y y otros odoríferos, de ramas de palmera y
por la tarde todos los días. Este sacrificio sauces de los torrentes, que por mucho
perpetuo significaba la perpetuidad de la tiempo conservan su verdor, cosas todas
divina bienaventuranza. que se hallan en la tierra de promisión.
De las solemnidades de duración limi- Con esto significaban que Dios los había
tada, la primera era la del sábado, que se conducido por la tierra árida del desierto
celebraba cada semana en memoria de la a una tierra deliciosa. El día octavo se
creación del mundo, según queda dicho celebraba otra fiesta, a saber: la de la
(q.100 a.5). Otra solemnidad, que se re- Asamblea o de la Colecta, en la cual reco-
pite cada mes, era la fiesta de la luna nue- gían del pueblo lo necesario para los
va, que se celebraba para conmemorar la gastos del culto divino. Esta significaba
18. Glossa ordin. (I 180 F); BEDA, De Tabernáculo 1.2 c.2 super Exod. 26,1: ML 91,425.
19. Estas cuatro significaciones se encuentran en Glossa ordin. super Exod.26,7 (I 181 C) y 26,14
(I 182 E). Cf. BEDA, De Tabernáculo 1.2 c.3, super Exod. 26,7: ML 91,430 y c.4 super Exod. 26,14:
ML 91,435.
C.102 a.5 Razón de los preceptos ceremoniales 833
la reunión del pueblo y la paz otorgada se dice en el salmo 34,18: Te alabaré en
en la tierra de promisión. un pueblo grave. Pero el que los hombres
La razón figurativa de estas fiestas coman aprisa, más bien parece indicar li-
era: la del sacrificio perpetuo del corde- gereza; luego no está bien lo que se
ro, la perpetuidad de Cristo, que es el manda en el Éxodo (12,11), que coman
Cordero de Dios (Jn 1,36), según lo que aprisa el cordero pascual. Y otras cosas
se dice en la epístola de los Hebreos, ca- se ordenan acerca de su comida que pa-
pítulo último (v.8): Jesucristo es el mismo recen del todo irracionales.
ayer, y hoy, y por los siglos. La del sábado, 3. Los sacramentos de la ley antigua
el descanso espiritual que nos concedió fueron figuras de los sacramentos de la
Cristo, según Heb 4,6ss. Por el novilu- nueva. Pero el cordero pascual significa-
nio, que es el comienzo de la nueva lu- ba el sacramento de la Eucaristía, según
nación, se significa la iluminación de la aquello de 1 Cor 5,7: Fue inmolado Cristo,
primitiva Iglesia por Cristo, mediante su nuestra Pascua; luego también debió ha-
predicación y sus milagros. La fiesta de ber en la ley antigua otros sacramentos
Pentecostés significa la venida del Espí- que figurasen los de la nueva, v. gr., la
ritu Santo sobre los apóstoles. La de las confirmación, la extremaunción, el ma-
Trompetas, la predicación de éstos. La trimonio y otros.
de la Expiación, la purificación del pue- 4. No puede uno purificarse si no es
blo cristiano de sus pecados. Por la fies- de algunas impurezas. Pero ante Dios
ta de los Tabernáculos se significaba la nada corporal se reputa impuro, porque
peregrinación de los fieles por este mun- todo cuerpo es criatura de Dios y toda
do, en que caminan adelantando en las criatura de Dios es buena, y nada se debe re-
virtudes. La fiesta de la Asamblea y de chazar de lo que se toma con acción de gra-
la Colecta figura la congregación de los cias, como se dice en 1 Tim 4,4. Luego
fieles en el reino de los cielos; por lo no es razonable eso de purificarse del
cual se llamaba la fiesta santísima. Estas contacto de un hombre con un muerto o
tres fiestas se sucedían, porque deben los de alguna semejante infección corporal
purificados progresar en las virtudes (cf. Lev 12; Núm 19).
hasta llegar a la visión de Dios, como se 5. Dícese en el Eclesiástico (34,4):
dice en Sal 83,8. Con lo impuro, ¿qué se puede purificar? Pero
la ceniza de la vaca roja que se quemaba
ARTICULO 5 era impura, puesto que causaba impure-
za, según se dice en Núm 19,7: El sacer-
¿Tienen causa razonable los dote que la inmoló será impuro hasta la tarde,
sacramentos de la ley antigua? e igualmente el que la quemaba y el que
3 q.70 a. 1.3; In 1 Cor. 5 lect.2; In Rom. 4 lect.2 recogía sus cenizas; luego sin razón se
mandó allí que con semejantes cenizas se
Objeciones por las que parece que purificasen los impuros.
no se pueden señalar causas razonables a 6. Los pecados no son cosa corporal
los sacramentos de la ley antigua. que se pueda trasladar de un lugar a
1. Los ritos empleados en el culto otro, ni por cosa inmunda puede uno
de Dios no deben parecerse a los que purificarse del pecado; luego sin motivo,
emplean los idólatras; por lo cual se dice para la expiación de los pecados del pue-
en Dt 12,31: No haréis así al Señor, tu blo de Israel, los confesaba el sacerdote
Dios. Ellos (los idólatras) han hecho a sus sobre un macho cabrío que los llevaría
dioses todas las abominaciones que aborrece el al desierto, mientras con el otro que con
Señor. Pero los adoradores de los ídolos un becerro empleaban para las purifica-
se hacían con cuchillos incisiones hasta ciones y quemaban fuera del campamen-
derramar sangre, según se dice en 3 Re to se volvían impuros, de suerte que era
18,28: Se sajaban con cuchillos y lancetas, se- preciso lavar los vestidos y el cuerpo
gún su costumbre; por lo cual el Señor con agua (cf. Lev 16).
mandó (Dt 14,3): No os hagáis incisiones ni 7. Lo que está limpio no hay por
os decalvéis entre los ojos por un muerto. qué limpiarlo. Luego sin razón se purifi-
Luego sin razón fue instituida la circun- caba el hombre o las cosas, libres ya de
cisión en la ley. la lepra, como se ordena en Lev 14.
2. Los ritos del culto deben resplan- 8. La impureza espiritual no puede
decer con la decencia y gravedad, según limpiarse con el lavado del agua o la ra-
834 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.5
sura de los cabellos; parece, pues, irra- cosas: primera, el rito que les pusiera en
cional lo que en Ex 30,18 se manda, que estado de dar culto a Dios, y este rito,
se haga un pilón de bronce con su base común a todos, era la circuncisión, sin la
para que se laven los pies y las manos cual nadie era admitido a ningún acto
los sacerdotes que han de entrar en el ta- religioso, y para los sacerdotes era la
bernáculo; y lo que se preceptúa en consagración sacerdotal. En segundo lu-
Núm 8,7: Se lavarán los levitas con el agua gar, se requerían las cosas necesarias al
lustral y se raparán el pelo todo de su carne. culto divino, que eran, para el pueblo en
9. Lo que es más noble no puede general, la comida del cordero pascual, a
ser santificado por lo que es menos; lue- cuya participación nadie era admitido sin
go sin razón se hacía por una simple un- la circuncisión, como se ve por Ex
ción corporal y por sacrificios y oblacio- 12,43ss; para los sacerdotes, la oblación
nes, también corporales, la consagración de las víctimas y la comida de los panes
de los sacerdotes mayores y menores, de la propiciación y de las otras cosas
como se lee en Lev 8 (cf. Ex 29), y de reservadas a los sacerdotes. En tercer lu-
los levitas en Núm 8,5ss. gar se exigía la remoción de aquellas co-
10. Como se dice en 1 Re 16,7, los sas que impedían acercarse al culto divi-
hombres ven lo que está a la vista, pero Dios no, a saber, las impurezas. Y así se ha-
penetra el corazón. Ahora bien, entre las bían instituido ciertos ritos para
cosas que están a la vista son la disposi- purificar al pueblo de ciertas impurezas
ción corporal y los vestidos20; luego sin exteriores y para expiar los pecados, y
motivo se asignan a los sacerdotes, ma- asimismo la ablución de las manos y pies
yores y menores, vestidos especiales, de y la rasura del pelo de los sacerdotes y
los que se trata en Ex 28 (cf. Lev 8,7). levitas.
Sin razón también se aparta del sacerdo- Todos estos ritos tenían sus causas ra-
cio a uno por defectos corporales, según cionales, según que se ordenaban al cul-
se lee en Lev 21,17: Ninguno de tu estirpe, to de Dios para aquel tiempo; y las te-
según sus generaciones, que tenga una deformi- nían figurativas, en cuanto se ordenaban
dad corporal, se acercará a ofrecer el pan de a figurar a Cristo, como se verá por lo
tu Dios. Ningún deforme se acercará, ningún que se dirá de cada uno.
ciego, ni cojo, ni mutilado, etc. En suma,
que los sacramentos de la antigua ley no Respuesta a las objeciones: 1. A la
tenían causa razonable. primera hay que decir: La principal razón
literal de la circuncisión era la protesta-
En cambio está lo que se lee en Lev ción de la fe en un solo Dios. Y porque
20,8: Yo soy el Señor, que os santifico. Pero Abrahán fue el primero en separarse de
Dios no hace nada sin motivo, pues se los infieles saliendo de su casa y parente-
dice en el salmo 103,24: Todo lo hiciste con la, por eso fue el primero que recibió la
sabiduría; luego en los sacramentos de la circuncisión (Gén 12,17). Esta razón se-
ley antigua, que se ordenaban a la santi- ñala el Apóstol escribiendo a los Roma-
ficación de los hombres, no hay nada nos 4,9s: Y recibió la señal de la circuncisión
que no tenga su causa razonable. por sello de la justicia de la fe, que obtuvo en
Solución. Hay que decir: Según vimos la incircuncisión. Pues de la fe se dice: La
(q.101 a.4), se llaman sacramentos aque- fe le fue imputada por justicia a Abrahán,
llos ritos ordenados a la santificación de porque, contra toda esperanza, creyó; es de-
los adoradores de Dios, con que de al- cir, contra la esperanza en la naturaleza,
gún modo eran destinados al culto divi- creyó en la esperanza de la gracia, que
no. Este culto pertenecía en general a sería padre de muchas naciones, siendo él
todo el pueblo; en especial, a los sacer- viejo y su mujer vieja y estéril. Para que
dotes y levitas, que eran los ministros esta protestación e imitación de la fe se
del culto divino. Por esto, de los sacra- afianzase en los corazones de los he-
mentos de la antigua ley, unos pertene- breos, recibieron en su carne una señal
cían a la santificación general del pue- que no pudieran echar en olvido, según
blo, otros a la especial de los ministros se dice en Gen 17,13: Será mi alianza en
del culto. vuestra carne alianza eterna. Se practicaba
A unos y a otros eran necesarias tres al octavo día, porque antes el niño era
23. En lugar incierto; acaso en De bello iudaico 1.5 c.5 § 4 (TK, III 265).
C.102 a.5 Razón de los preceptos ceremoniales 839
púrpura dos veces teñida, la doble cari- rro, en el santísimo, y con ella se rociaba
dad. Con éstas debemos unirnos a Cristo todo el santuario, significando con esto
paciente. La ceniza de la vaca quemada que se purificaba el tabernáculo de las
era recogida por un varón limpio, por- impurezas de los hijos de Israel. Se que-
que las reliquias de la pasión llegaron a maban los cuerpos del macho y del be-
los gentiles, que no habían sido culpa- cerro, inmolados por el pecado, para
bles de la muerte de Cristo. Se añade significar la destrucción de los pecados.
agua a las cenizas para la expiación, por- Pero esto no se hacía en el altar, donde
que de la pasión de Cristo recibe el bau- sólo se quemaban totalmente los holo-
tismo la virtud de purificar los pecados. caustos; estaba prescrito que se quema-
El sacerdote que inmolaba y quemaba la sen fuera del campo, para detestación
vaca y el que recogía las cenizas queda- del pecado. Esto se hacía cuando se
ban impuros, y asimismo el que asperja- ofrecía un sacrificio por algún grave pe-
ba el agua, o porque los judíos queda- cado o por los pecados de la muche-
ron impuros por la muerte de Cristo, dumbre (cf. ad 5). El otro macho era en-
que expió todos nuestros pecados, y esto viado al desierto, no para ser ofrecido a
hasta la tarde, es decir, hasta el fin del los demonios, a quienes veneraban los
mundo, cuando se convertirán las reli- gentiles en los desiertos, pues a los de-
quias de Israel; o porque los que tratan monios nada era lícito inmolar (Lev
las cosas santas para la purificación de 17,7), sino para significar el efecto del
otros contraen algunas impurezas, como sacrificio ofrecido. Por esto ponía el
dice San Gregorio en su Pastoral24, y sacerdote las manos sobre la cabeza del
esto hasta la tarde, es decir, hasta el fin macho, confesando los pecados de los
de la presente vida. hijos de Israel, como si el macho los lle-
6. A la sexta hay que decir: Según ya vase al desierto, donde era devorado por
dijimos (ad 5), la impureza que se origi- las fieras, como si sufriese la pena por
naba de la corrupción, sea de la mente, los pecados del pueblo. Se decía de él
sea del cuerpo, era expiada con los sacri- que llevaba los pecados del pueblo o
ficios por el pecado. Los particulares porque con echarlo al desierto se signifi-
ofrecían sacrificios por sus propios peca- caba la remisión de los pecados del pue-
dos; mas como algunos, por negligencia blo, o porque llevaba atado sobre la ca-
en semejantes pecados e impurezas o por beza un escrito con estos pecados.
ignorancia sobre esta expiación, no la La razón figurativa de todos estos ri-
practicaban, por eso se estableció que tos era Cristo, significado por el bece-
una vez en el año, el 10 del mes sépti- rro, a causa de su pureza; y por el carne-
mo, se hiciera un sacrificio expiatorio ro, porque El es la cabeza de los fieles,
por el pueblo todo. Y porque, según y por el macho cabrío, a causa de la se-
dice el Apóstol, la ley hizo pontífices a mejanza de la carne del pecado (Rom 8,3).
hombres débiles, era preciso que el sacer- Y el mismo Cristo fue inmolado por los
dote ofreciese primero por sí mismo un pecados de los sacerdotes y del pueblo,
becerro por el pecado, en conmemora- pues por su pasión son purificados de
ción del pecado que Aarón había come- sus pecados tanto los mayores como los
tido fundiendo el becerro de oro; y un menores. La sangre del becerro y del
carnero en holocausto, por el cual se macho era introducida por el pontífice
significaba que la dignidad sacerdotal, en el santísimo, para significar que por
expresada por el carnero, cabeza del re- la pasión de Cristo quedan abiertas las
baño, ha de ordenarse a la gloria de puertas del reino de los cielos. Sus cuer-
Dios. Luego ofrecía por el pueblo dos pos son quemados fuera del campo, por-
machos cabríos, de los cuales se inmola- que Cristo padeció fuera de las puertas,
ba uno para expiar los pecados del pue- como dice el Apóstol (Heb 13,12). Por
blo. Es el macho cabrío un animal féti- el macho, que era enviado al desierto, se
do, de cuyo pelo se hacen vestidos áspe- puede significar la misma divinidad de
ros, y por aquí se significaba el hedor y Cristo, que, mientras la humanidad pa-
la aspereza de los pecados. Su sangre se dece, se retira a la soledad, no mudando
introducía, junto con la sangre del bece- de lugar, sino conteniendo su poderío; o
25. Glossa ordin. sobre Sap. 18,24 (III 385 E); RÁBANO MAURO, In Sap. 1.3 c.17 sobre 18,24:
ML 109.758. Cf. JOSEFO, Antiqu. 1.3 c.7 § 7 (TK, IV 405).
C.102 a.6 Razón de los preceptos ceremoniales 843
h La cuestión planteada en este artículo es ambiciosa. Se propone el autor razonar todas las
prácticas ceremoniales prescritas en la ley antigua. Tarea nada fácil, pero que afronta con calma
tratando de descubrir los presuntos simbolismos implícitos referentes a la ley nueva.
844 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.6
infamia. Luego no parece que haya mo- La impureza corporal proveniente de
tivo para prohibir esto a los sacerdotes, alguna corrupción la llevan consigo al-
como en Lev 21,14. gunas carnes de animales, o porque se
En cambio está lo que se dice en Dt alimentan de cosas inmundas, como los
18,24: Tú eres instruido de otro modo por el puercos, o porque viven en sitios in-
Señor, tu Dios. De donde se infiere que mundos, como los topos, que viven bajo
estas observancias fueran instituidas por tierra, o los ratones u otros semejantes,
Dios como una especial prerrogativa del que de aquí contraen cierto hedor; o
pueblo. No son, pues, irracionales o sin porque las carnes, a causa de la excesiva
causa. humedad26 o sequedad, engendran en
los cuerpos humanos malos humores.
Solución. Hay que decir: Según atrás Por esta razón prohibe la ley las carnes
queda dicho (a. 5) el pueblo hebreo esta- de los animales que tienen cascos, esto
ba especialmente diputado al culto divi- es, pezuñas no hendidas, a causa de su
no, y del pueblo lo estaban de modo condición terrestre. Igualmente se prohi-
particular los sacerdotes. Y como las co- ben las carnes animales que tienen mu-
sas destinadas al culto deben distinguirse chas hendiduras en los pies, porque son
de lo demás, realzando con esto el culto demasiado coléricas y ardientes, como
de Dios, así también en la vida del pue- las carnes del león y otras tales. Por la
blo, y sobre todo de los sacerdotes, de- misma razón se prohiben ciertas aves ra-
bía haber algo especial que conviniese al paces, que son demasiado secas; y algu-
culto divino, espiritual o corporal. Ade- nas acuáticas, por la excesiva humedad;
más, el culto de la ley era figura del mis- asimismo, los peces que no tienen aletas
terio de Cristo, y así todos los actos del ni escamas, como la anguila y otras ta-
culto simbolizaban algo referente a Cris- les, por el exceso de humedad. Pero se
to, según 1 Cor 10,4: Todas las cosas les permite comer las carnes de los animales
acontecían en figura. De manera que las ra- rumiantes, que tienen la pezuña hendida,
zones de las observancias pueden asig- porque sus humores son sanos y son de
narse de dos maneras: una, según su complexión media, ni muy húmedos, de
conveniencia con el culto divino; otra, que son indicio las pezuñas; ni demasia-
según que figuraban algo tocante a la do terrestres, pues no tienen la pezuña
vida cristianai. entera, sino hendida. De los peces se
Respuesta a las objeciones: 1. A la permiten los más secos, lo que significan
primera hay que decir: Dejamos dicho (a.5 las escamas y las aletas; de donde resulta
ad 5) que la mancha o impureza recono- la complexión templada de los peces. De
cida en la ley era doble: la una de culpa, las aves se les concedían las más templa-
que manchaba el alma; y la otra prove- das, como son la gallina, la perdiz y
niente de alguna corrupción, que en otras semejantes. Otra razón de estas
cierto modo manchaba el cuerpo. Si ha- prohibiciones era la detestación de la
blamos de la primera, no hay género de idolatría, pues los gentiles, y más los
comidas impuras o que naturalmente egipcios, entre los cuales habían vivido
puedan manchar al hombre, según lo di- los hebreos, inmolaban a sus dioses tales
cho en Mt 15,11: No mancha al hombre lo animales y usaban de ellos para sus ma-
que entra por la boca; pero lo que procede de leficios; y, en cambio, no comían los que
la boca, eso sí que mancha al hombre; y lo a los hebreos eran concedidos, antes los
aplica a los pecados. Sin embargo, algu- veneraban como dioses, y por esta causa
nos alimentos pueden, accidentalmente, se abstenían de comerlos, como atrás
manchar al alma, por razón de la obe- (a.3 ad 2) queda declarado. Una tercera
diencia o del voto, o por el excesivo razón era suprimir la excesiva solicitud
apetito con que se comen, o en cuanto por lo que toca a las comidas, y por eso
fomentan la lujuria; por lo cual se abs- se les concedía el uso de aquellos anima-
tienen algunos de la carne y del vino. les más fáciles de tener a mano.
i Cabe destacar la maestría con que el autor usa el sentido histórico o el figurativo, según
lo pide la dificultad interpretativa de los textos.
C.102 a.6 Razón de los preceptos ceremoniales 845
No obstante, había una prohibición significación, uno es puro y otro impuro. El
general: la de la sangre y grasa de cual- animal que rumia y tiene hendida la pe-
quier animal (cf. a.3 ad 8). De la sangre, zuña es puro por su significación, por-
para evitar la crueldad y en detestación que la división de la pezuña significa la
del derramamiento de sangre humana, división de los dos Testamentos, o el
según se dijo antes (ib.), y también para Padre y el Hijo, o las dos naturalezas de
evitar los ritos idolátricos, pues era cos- Cristo, o la distinción del bien y el mal.
tumbre de los gentiles el juntarse para La rumia significa la meditación de las
comer en honor de los ídolos, a quienes Escrituras y la sana inteligencia de las
creían ser muy acepta la sangre. Por esto mismas. Quien carezca de una de estas
mandó el Señor (Lev 17,13) que derra- cosas es espiritualmente impuro. Igual se
masen la sangre y la cubriesen con pol- dice de los peces. Los que tienen esca-
vo. Por las mismas razones estaba veda- mas y aletas son puros por su significa-
do comer la carne de los animales aho- ción, pues las aletas significan la vida
gados o estrangulados (Lev 19,26), alta de la contemplación; las escamas, la
porque su sangre no estaba separada de vida áspera, y una y otra son necesarias
la carne y porque en tales muertes su- para la limpieza espiritual. También de
frían mucho los animales, y el Señor las aves se prohiben ciertas especies29j.
quiso por este medio vedar la crueldad En el águila, que vuela alta, se condena
con los animales, para que rehuyesen así la soberbia; en el quebrantahuesos, dañi-
la crueldad con el hombre, acostumbra- no al hombre y al caballo, la crueldad de
dos a ejercer la piedad con las mismas los poderosos; en el águila marina, que
bestias. También prohibía comer la gra- se alimenta de avecillas, los que son gra-
sa, ya porque los gentiles la comían en vosos a los pobres; en el milano, que es
honor de sus dioses, ya porque se que- maestro en asechanzas, el fraude; en el
maba en honor de Dios, ya también por- buitre, que sigue los ejércitos esperando
que la sangre y la grasa son indigestas, devorar los cadáveres de los muertos,
según arguye rabí Moisés27. La causa están significados los que fomentan las
por que se prohibe el comer los nervios sediciones y muertes de los hombres
se declara en Gén 32,32, donde se dice para enriquecerse con sus despojos; en
que los hijos de Israel no comían el nervio los cuervos, denegridos e infamados por
porque había tocado el ángel el nervio del mus- darse a los placeres, los que carecen de
lo de Jacob, que quedó entumecido. todo buen sentimiento, pues el cuervo,
La razón figurativa de estas observan- echado del arca, no volvió a ella. Por el
cias era ésta: que por esos animales se avestruz, que, siendo ave, no es capaz de
designaban algunos pecados, figurados volar, se significan los que en el servicio
en los animales prohibidos. Por esto de Dios se enredan en negocios munda-
dice San Agustín en Contra Faustum28: Si nos; por la lechuza, que de noche goza
se pregunta sobre el puerco y el cordero, uno y de penetrante vista y en el día no ve
otro son por naturaleza limpios, puesto que nada, se significan los que en los nego-
todas las criaturas de Dios son buenas; pero, cios temporales son industriosos, pero
por razón de cierta significación, fue declarado torpes en los espirituales; por la gaviota,
puro el cordero e impuro el puerco, como si que vuela en el aire y nada en el agua, se
dijeras sabio y necio. Estos dos vocablos, por designan los que veneran la circuncisión
la naturaleza del sonido, de las letras y síla- y el bautismo o los que pretenden volar
bas de que constan, son puros; pero, por su por la contemplación y viven, no obs-
27. Doct. perplex. p.3 c.48 (FR 371). 28. L.6 c.7: ML 42.233. 29. El tratado que sigue
sobre el simbolismo de algunas aves se inspira principalmente en las Glosas sobre Lev. 13,19 y Dt.
14,12.18. Cf. RÁBANO MAURO, De Univ. 1.8 c.1: ML 111,222 A; c.6: ML 111,240-255; Allegor, sobre
la palabra «caradion»: ML 112,887; SAN ISIDORO, Etymol. l.12 c.2 n.17: ML 82,436; c.7: ML 82,459;
In Lev. c.9 n.9: ML 83,326. Pero ciertas observaciones que pertenecen a la ciencia de las aves están
tomadas sin duda de SAN ALBERTO MAGNO, De anima.
30. SAN ALBERTO MAGNO, De anim. 1.23 tr.único c.22 (BO 12,482; S.T. n.100 p.1488).
31. SAN ALBERTO MAGNO, De anim. l.23 tr.único c.24 (BO 12,493; S.T. n.122 p.1499).
32. SAN ALBERTO MAGNO, De anim. 1.8 tr.1 c.2 (BO 11,427; S.T. n.21 p.579); l.23 tr.único c.24
(BO 12,429; S.T. n.121 p.1499). 33. SAN ALBERTO MAGNO, De anim. 1.23 tr.único c.24 (BO
12,497; S.T. n.131 p.1505). 34. SAN ALBERTO MAGNO, De anim. l.23 tr.único c.24 (BO 12,501;
S.T. n.132 p.1506).
C.102 a.6 Razón de los preceptos ceremoniales 847
ción es que el cabrito prefiguraba a Cris- cambios de vestido se reprimía la desor-
to por la semejanza de la carne de pecado, y denada unión del coito. El que la mujer
no debía ser cocido por los judíos, es se vista de hombre o el hombre de mu-
decir, muerto, en la leche de la madre, jer es incentivo a la concupiscencia y
esto es, durante su infancia. O también ocasión de liviandad.
significa que el cabrito es el pecador, La razón figurativa es ésta: que en el
que no ha de ser cocido en la leche de la vestido tejido de lana y lino se prohibía
madre, esto es, que no ha de ser tratado la unión de la simplicidad y de la ino-
con halagos. cencia, figurada en la lana, con la sutile-
5. A la quinta hay que decir: Los gen- za y malicia, figurada por el lino. Se
tiles ofrecían a sus dioses los frutos pri- prohibe también que no usurpe la mujer
meros, que estimaban afortunados, o los el oficio de enseñar, propio del varón, o
quemaban para ciertas operaciones mági- que éste no se deje llevar de los refina-
cas35. Por esto se mandó que los frutos mientos propios de las mujeres.
de los tres primeros años se reputasen 7. A la séptima hay que decir: Dice
impuros. En aquella tierra, los árboles San Jerónimo en Super Math.37 que el
que se obtienen por semilla, injerto o Señor había mandado que en los cuatro ángu-
plantío, casi todos dan fruto a los tres los de sus mantos añadiesen los hijos de Israel
años. Rara vez ocurre que los huesos de flecos de color de jacinto para distinguirse de
las frutas o las semillas se siembren; és- los otros pueblos. De manera que por aquí
tos tardan más en dar fruto; pero la ley eran reconocidos como judíos, y la vista
mira a lo que sucede más comúnmente. de esta señal les traía a la memoria su ley.
Los frutos del año cuarto, como primi- Lo que se dice: Los ligarás a tu mano y
cias de frutas puras, eran ofrecidos a los traerás siempre ante tus ojos, lo interpre-
Dios; desde el quinto año podían ya co- taron mal los fariseos, que en membranas es-
merse (Lev 19,24). cribían el decálogo de Moisés y lo ataban a la
La razón figurativa era ésta: que, des- frente, como una diadema, que se movía ante
pués de los tres períodos de la ley, el sus ojos38 , siendo así que la intención del
uno desde Abrahán hasta David; el otro Señor había sido que ligasen los manda-
desde David hasta la cautividad babiló- mientos en la mano, es decir, en su ope-
nica, y el tercero hasta Cristo, sería ofre- ración; que los llevasen ante los ojos,
cido a Dios Cristo, que es el fruto de la esto es, que los meditasen. Los flecos de
ley. O que las primeras obras nuestras jacinto que debían aplicarse a los man-
deben ser miradas como sospechosas por tos, significan la intención celestial que
su imperfección. debe regir todas nuestras obras. Se pue-
6. A la sexta hay que decir: Se dice en de decir que, como aquel pueblo era car-
Eclo 19, 27: El vestido del cuerpo da a cono- nal y de dura cerviz, convenía también
cer al hombre. Por esto quiso el Señor por estos medios sensibles moverlo a la
que su pueblo se distinguiera de los observancia de la ley.
otros pueblos no sólo por la circunci- 8. A la octava hay que decir: Es doble
sión, hecha en la carne, sino también el afecto del hombre: el uno racional, y
por el particular modo de vestir. Y así pasional el otro. Por lo que mira al pri-
se les prohibió usar vestidos tejidos de mero, poco importa cómo se conduzca
lana y lino y que las mujeres usaran traje con los animales brutos que Dios some-
de hombre, y viceversa. Y esto por dos tió a su dominio, según aquello de Sal
razones: primera, por evitar el culto ido- 8,8: Todo lo pusiste bajo sus pies. Conforme
látrico. Tales vestidos, tejidos de varias a esto, dice el Apóstol que Dios no tiene
materias, los usaban los gentiles en el cuidado de los bueyes, porque Dios no pide
culto de sus dioses, y en el culto de cuentas al hombre sobre su conducta
Marte las mujeres usaban las armas con los bueyes y con los otros animales.
de los hombres, y, al contrario, en el de Pero, en cuanto al afecto pasional, el
Venus, los hombres usaban vestidos hombre lo experimenta también hacia
de mujer 36 . Otra razón era la de evitar la otros animales; pues como la pasión de
lujuria, pues por la prohibición de estos la misericordia nace de ver los dolores
35. Según cuenta MAIMÓNIDES, Doct. perplex. p.3 c.37 (FR 334). 36. Según refiere MAIMÓ-
NIDES, Doct. perplex. p.3 c.37 (FR 335). 37. L.4 sobre 23,6: ML 26,175. 38. SAN JERÓNI-
MO, In Matth. l.4 sobre 23,6: ML 26,174.
848 Tratado de la ley antigua y nueva C.102 a.6
ajenos, y los animales brutos experimen- es que al buey que trilla, es decir, al predi-
tan también dolores, puede también el cador que acarrea la mies de la doctrina,
hombre sentir misericordia de los anima- no se le ha de privar de su sustento,
les que sufren. Ahora bien, el que está como dice el Apóstol en 1 Cor 9,4s.
hecho a sentir compasión de los anima- Tampoco debemos retener la madre con
les, muy dispuesto se halla para sentirla los hijos, porque en ciertos casos se han
de los hombres. Por esto se dice en de retener, como hijos, los sentidos espi-
Prov 12,10: Provee el justo a las necesidades rituales de la ley y dejar la observancia
de sus bestias, pero el corazón del impío es literal, que es la madre; lo que se debe
despiadado. Pues, para mover a compa- hacer en todas las ceremonias legales. Se
sión al pueblo hebreo, que era inclinado prohibe también aparear los animales de
a la crueldad, quiso ejercitarlos en la mi- diversa especie, esto es, que los simples
sericordia con los animales brutos, pro- fieles no deben juntarse con los gentiles
hibiéndoles hacer con ellos ciertos actos o con los judíos.
que tienen aspecto de crueldad. Por esto 9. A la novena hay que decir: Todas
les prohibió cocer un cabrito en la leche de estas mezclas de semillas en la agricultu-
su madre (cf. ad 4); que no pusieran bozal ra se prohibían en detestación de la ido-
al buey que trilla, y que no matasen a la ma- latría, pues los egipcios hacían diversas
dre con los hijos. Todavía se podría decir mezclas en honor de las estrellas; lo mis-
también que estas prohibiciones fueron mo con las plantas que con los animales
hechas en detestación de la idolatría; y en los vestidos, como expresión de las
pues los egipcios reputaban como cosa diversas conjunciones estelares. También
nefanda que los bueyes, al trillar, comie- se puede decir que todas estas uniones
sen de la era. Y algunos hechiceros usa- se prohiben en detestación del coito
ban de la madre que empolla los huevos, contra natura.
y de los pollos cogidos con la madre, Tienen también su sentido figurativo,
para procurar la fecundidad y el éxito en pues el precepto de no sembrar en la viña
la crianza de los hijos; y hasta se consi- otra semilla se ha de entender espiritual-
deraba de buen augurio el encontrar una mente de la Iglesia, la viña espiritual,
madre empollando los huevos. que no debe ser sembrada con doctrina
La prohibición de cruzar animales de ajenabe igualmente, el campo, es decir, la
diversa especie pudo tener una triple ra- Iglesia, no ha de ser sembrado con diversa se-
zón literal. Una, en detestación de la milla, esto es, con doctrina católica y he-
idolatría egipcia39, pues los egipcios usa- retical. Ni se ha de arar con un buey y un
ban de estos diversos cruces en servicio asno, es decir, que no se han de juntar
de los planetas, que tendrían diversos un necio y un sabio en la predicación
efectos sobre las diversas especies de co- porque el uno impide al otro41k.
sas según fueran diversas sus conjuncio- 11. A la undécima hay que decir: Los
nes. Otra razón era para reprobar el coi- hechiceros y sacerdotes de los ídolos
to contra natura. Y tercera, para quitar usaban para sus ritos de los huesos y de
toda ocasión de concupiscencia. Los ani- las carnes de los hombres muertos, y
males de diversas especies no se juntan por eso, para extirpar el culto idolátrico,
fácilmente si el hombre con su industria mandó el Señor que los simples sacerdo-
no lo procura, y la vista del coito de los tes que por turno ejercían su ministerio
animales despierta en el hombre los mo- en el santuario no se contaminasen con los
vimientos de la concupiscencia. En las muertos, como no fuera con los muy cer-
tradiciones judías se manda, dice rabí canos, v.gr., el padre, la madre y otras
Moisés40, que los hombres aparten la personas muy allegadas. Pero el pontífi-
vista de los animales en el momento de ce debía estar siempre pronto para ejer-
juntarse. cer sus funciones en el santuario, y a él
La razón figurativa de estos preceptos le estaba totalmente prohibido el acceso
39. Sobre la cual, cf. MAIMÓNIDES, Doct. perplex. p.3 c.37 (FR 337). 40. Doct. perplex. p.3
c.49 (FR 377). 41. Falta la respuesta a la objeción 10.
k En la edición crítica no aparece la respuesta a la objeción décima. Es una laguna que hasta
el momento no ha encontrado una explicación satisfactoria.
C.102 a.6 Razón de los preceptos ceremoniales 849
a los muertos, aunque fuesen muy cerca- plos, los sacerdotes están sentados, rasgadas
nos. También se les ordenaba no casarse las túnicas, rapadas la cabeza y la barba
con meretrices o repudiadas, sino sólo (6,30). En el culto de los ídolos se practi-
con doncellas, sea por la reverencia del caban incisiones con cuchillos y lancetas, se-
sacerdocio, cuya dignidad parece que se gún se dice en 3 Re 18,28. Por estas ra-
rebajaba con tales matrimonios; sea por zones se prescribía lo contrario a los
los hijos, sobre quienes venía a recaer el sacerdotes de la ley antigua.
deshonor de la madre; lo cual era más La razón espiritual de tales preceptos
de evitar en aquel tiempo, en que la dig- era que los sacerdotes deben vivir inmu-
nidad sacerdotal se transmitía de padres nes de todas las obras muertas, que son
a hijos. Asimismo se les mandaba que las obras del pecado, y no deben raparse
no se rapasen la cabeza ni la barba, ni la cabeza, que es abandonar la sabiduría;
practicasen incisiones en la carne, para ni quitarse la barba, que es la perfección
desterrar los ritos gentílicos, pues sus de la misma sabiduría; ni rasgar los ves-
sacerdotes se rapaban la cabeza y la bar- tidos o hacer incisiones en su carne, o
ba, según se dice en Baruc; en sus tem- sea, incurrir en el vicio del cisma.
CUESTIÓN 103
Duración de los preceptos ceremoniales
Hemos de tratar ahora de la duración de los preceptos ceremoniales
(cf. q.101 introd.)a. Sobre esto hacemos cuatro preguntas:
1. ¿Existieron los preceptos ceremoniales antes de la ley?—2. ¿Tenían
en la ley alguna virtud de justificar?—3. ¿Cesaron por la venida de Cris-
to?—4. ¿Es pecado mortal observarlos después de Cristo?
a El autor finaliza el estudio de los preceptos ceremoniales con el examen del valor salvífi-
co y jurídico de los mismos, según las diversas épocas de la historia de la salvación. Pone par-
ticular empeño en hacer comprender la continuidad y la complementariedad de la economía de
la gracia, que abarca de forma más o menos explícita a todos los tiempos y lugares. El pensa-
miento aquí expuesto sintetiza el de los Santos Padres sobre la unicidad del designio divino,
centrado en Cristo como mediador entre Dios y los hombres.
C.103 a.2 Duración de los preceptos ceremoniales 851
no por una ley divina, así existían tam- guna distinción de unos animales a
bién algunas ceremonias, no establecidas otros, esto no era porque alguna ley lo
por la autoridad de ninguna ley, sino impusiera, sino por la repugnancia o
por la voluntad de los hombres y por la costumbre, como actualmente observa-
devoción de los que a Dios rendían cul- mos que en algunas regiones tienen por
to. Pero antes de la ley hubo insignes abominables algunos animales que en
varones dotados de espíritu profético, otras regiones son comestibles.
los cuales es de creer que, por instinto
divino y como por una ley privada, eran
inducidos a practicar ciertos modos de ARTICULO 2
dar culto a Dios, aptos para expresar el ¿Tuvieron virtud de justificar las
culto interior y para figurar los misterios ceremonias de la ley antigua en
de Cristo, figurados también por otras tiempo de la ley?
acciones de los mismos personajes,
como leemos en 1 Cor 10,11: Todas estas Supra q.100 a.12; q.102 a.5 ad 4; 3 q.62 a.6; In Sent. 4
d.1 q.1 a.5 q.a1.3; In Gal. 2 lect.4; 3 lect.4; In Hebr. 9
cosas les sucedían en figura. En suma, que lect.2.
existieron antes de la ley algunas cere-
monias, pero no eran ceremonias legales, Objeciones por las que parece que
porque no estaban instituidas por ningu- las ceremonias de la ley antigua tenían
na ley. virtud de justificar en tiempo de la ley.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. La expiación del pecado y la con-
primera hay que decir: Tales oblaciones, sagración del hombre son parte de la
sacrificios y holocaustos los ofrecían los justificación. Ahora bien, se dice en Ex
antiguos antes de la ley, por su particu- 29,1-37 que por la aspersión de la sangre
lar devoción y según les parecía conve- y de la unción del óleo se consagraban
niente, para que con las cosas recibidas los sacerdotes y sus vestidos; y en Lev
de Dios y que ofrecían en reverencia 16,16, que el sacerdote por la expiación
suya, protestasen rendir culto al que es de la sangre del becerro expiaba el santua-
el principio y fin de todas las cosas. rio de las impurezas de los hijos de Israel y de
sus prevaricaciones y pecados. Luego las ce-
2. A la segunda hay que decir: Tam-
remonias de la ley antigua tenían la vir-
bién establecieron algunos ritos sagra-
tud de justificar.
dos, según les parecía convenir que,
2. Pertenece a la justicia lo que agra-
para expresar la reverencia divina, hu-
da a Dios, según se dice en el salmo
biera algunos lugares separados y reser-
10,8: Justo es el Señor y ama las justicias.
vados al culto de Dios.
Pero muchos agradaron a Dios por las
3. A la tercera hay que decir: El sacra- ceremonias, según se dice en Lev 10,19:
mento de la circuncisión fue establecido ¿Cómo podía... agradar al Señor con las cere-
por precepto divino antes de la ley, de monias ejecutadas con la mente lúgubre? Lue-
manera que no se puede decir sacramen- go las ceremonias de la ley antigua te-
to de la ley, como instituido por ésta, nían virtud de justificar.
sino en cuanto observado en tiempo de 3. Lo que toca al culto divino, más
la ley. Esto es lo que dice el Señor en Jn es del alma que del cuerpo, según se
7,22: La circuncisión no viene de Moisés, sino dice en Sal 18,8: La ley del Señor es perfec-
de los patriarcas. El sacerdocio existió an- ta, restaura las almas. Mas por las cere-
tes de la ley entre los adoradores de monias de la ley antigua se purificaban
Dios, establecido por autoridad humana, los leprosos, según Lev 14; luego mu-
que atribuyó a los primogénitos esta cho más podían las ceremonias de la
dignidad. antigua ley limpiar el alma por medio de
4. A la cuarta hay que decir: La dis- la justificación.
tinción de los animales en puros e impu-
ros no existió antes de la ley cuanto a su En cambio está lo que dice el Após-
uso como alimento, pues se dice en Gen tol en Gál 2,21: Si la ley fuera capaz de
9,3: Todo cuanto se mueve y vive, será vuestra justificar, inútil hubiera sido la muerte de
comida; sino sólo en lo que toca a la Cristo. Esto no se puede admitir; luego
oblación de los sacrificios, por cuanto las ceremonias de la ley antigua no jus-
éstos los hacían de determinados anima- tificaban.
les. Si en cuanto a la comida se hacía al- Solución. Hay que decir: Ya hemos
852 Tratado de la ley antigua y nueva C.103 a.2
visto (q.102 a.5 ad 4) que en la ley anti- no porque limpiasen de los pecados,
gua se admitía una doble impureza, la sino porque eran una profesión de la fe
una espiritual, que es la impureza de la que purifica del pecado. Y esto mismo
culpa, y la otra corporal, que quitaba la indica el modo de hablar de la ley, pues
idoneidad para ejercer el culto divino, en Lev 4,5 se dice: En la oblación de las
como se decía impuro el leproso y el víctimas por el pecado orará el sacerdote por
que había tocado un muerto. Esta impu- el oferente, y el pecado le será perdonado;
reza no es otra cosa que cierta irregulari- como si el pecado se perdonase, no por
dad. De esta impureza limpiaban las ce- virtud de los sacrificios, sino de la fe y
remonias de la ley antigua, que eran devoción de los oferentes. Conviene, no
como remedios aplicados por disposi- obstante, saber que la misma virtud que
ción de la ley para quitar las impurezas las ceremonias tenían de expiar las impu-
que la misma ley había establecido. Por rezas corporales, era figura de la expia-
esto dice el Apóstol, en Heb 9,13: La ción de los pecados, que nos viene de
sangre de los machos cabríos y de los toros y Cristo.
la aspersión de la ceniza de la vaca santifica Así pues, está claro que las ceremo-
a los impuros y les da la limpieza de la car- nias de la ley no tenían virtud de justifi-
ne. Y como la impureza que estas cere- car b .
monias limpiaban era más de la carne
que de la mente, por eso las ceremonias Respuesta a las objeciones: 1. A la
son llamadas por el Apóstol justicias de la primera hay que decir: Aquella santifica-
carne, como las llama cuando dice (v.10): ción de los sacerdotes, de sus ornamen-
Las justicias eran carnales, sobre alimentos, tos y de cualesquiera otras cosas por la
bebidas..., establecidas basta el tiempo de la aspersión de la sangre, no es otra cosa
sustitución. que la dedicación al culto divino y la re-
Pero la impureza de la mente, que es moción de los impedimentos para la lim-
la impureza del pecado, no tenían virtud pieza de la carne, según dice el Apóstol
de limpiarla las ceremonias de la ley, (Heb 9,13). Y era figura de la santifica-
porque la expiación de los pecados nun- ción con que Cristo había de santificar al
ca se pudo hacer sino por Cristo, que qui- pueblo por medio de su sangre (ib., 13,12).
ta los pecados del mundo, como se dice en La expiación misma no es otra cosa que
Jn 1,29. Y como el misterio de la encar- la remoción de las impurezas corporales,
nación y de la pasión de Cristo no esta- pero no la remoción de la culpa. Y así,
ba aún realizado, las ceremonias de la se habla de la expiación del santuario,
ley antigua no podían contener en sí que no podía ser sujeto de pecado.
realmente la virtud que brota de Cristo 2. A la segunda hay que decir: Los
encarnado y muerto, como los sacra- sacerdotes agradaban a Dios por su obe-
mentos de la ley nueva, y así no podían diencia y devoción y por la fe en las co-
purificar del pecado, como el Apóstol sas figuradas, pero no por las ceremo-
dice en Heb 10,4: Imposible era con la san- nias en sí consideradas.
gre de los toros o de los machos cabríos quitar 3. A la tercera hay que decir: Las cere-
los pecados. Por esto el Apóstol llama a monias instituidas para la purificación
estas ceremonias en Gál 4,9 elementos po- del leproso no se ordenaban a curar la
bres y flacos: flacos, porque no pueden impureza de la lepra, lo que es bien evi-
limpiar del pecado. Pero esta flaqueza dente, pues no se aplicaban sino a los ya
les viene de su pobreza, porque no en- curados de dicha enfermedad. Por esto
cierran en sí la gracia. se dice en Lev 14,3s que el sacerdote sal-
Sin embargo, la mente de los fieles drá a su encuentro (del leproso) fuera del
podía en tiempo de la ley unirse por la campamento y le examinará. Si la plaga de
fe con Cristo encarnado y muerto, y así la lepra ha desaparecido del leproso, mandará
se justificaban por la fe en Cristo. De tomar, para el que ha de purificar, dos aveci-
esta fe venía a ser una confesión la ob- llas vivas, etc. De modo que el sacerdote
servancia de las ceremonias, en cuanto era juez de la curación de la lepra, pero
eran figura de Cristo. He aquí por qué no médico del que necesitaba cura. El
en la antigua ley se ofrecían sacrificios, objeto de estas ceremonias era quitar la
b Santo Tomás se suma aquí a la tradición común cristiana, en la línea del pensamiento
teológico de San Pablo.
C.103 a.3 Duración de los preceptos ceremoniales 853
irregularidad de la impureza. Dicen, sin nos; luego a lo menos la circuncisión y
embargo, que, si a veces el sacerdote se las festividades de la ley no debieron
equivocaba en su juicio, milagrosamente cesar.
curaba Dios al leproso por el poder di- En cambio está el dicho del Apóstol
vino, pero no por la virtud de los sacri- en Col 2,16s: Que ninguno, pues, os juzgue
ficios. Como se pudría milagrosamente por la comida o la bebida, por las fiestas, los
el seno de la mujer adúltera al beber el novilunios o los sábados, sombra de lo futuro,
agua en que el sacerdote había pronun- cuya realidad es Cristo. Igualmente lo que
ciado las maldiciones, como se lee en dice en Heb 8,13: Al decir «un pacto nue-
Núm 5,27. vo», declara envejecido el primero. Ahora
bien, lo que envejece y se hace anticuado está a
ARTICULO 3 punto de desaparecer.
Solución. Hay que decir: Todos los
¿Cesaron con la venida de Cristo las preceptos ceremoniales de la ley antigua
ceremonias de la ley antigua?c se ordenaban al culto de Dios, según he-
In Sent. 4 d.1 q.2 a.5 q.a1.2. mos dicho (q.101 a. 1.2). El culto exte-
rior debe estar en armonía con el inte-
Objeciones por las que parece que rior, que consiste en la fe, la esperanza y
las ceremonias de la antigua ley cesaron la caridad. Luego, según la diversidad
con la venida de Cristo. del culto interior, debe variar el exterior.
1. Se dice en Baruc (4,1): Este es el Podemos distinguir tres grados en el
libro de los mandamientos de Dios y la ley culto interior: el primero, en que se tie-
perdurable para siempre. Pero las ceremo- ne la fe y la esperanza de los bienes ce-
nias son parte de la ley; luego las cere- lestiales y de aquellos que nos introdu-
monias de la ley durarán para siempre. cen en estos bienes, como de cosas futu-
2. La oblación que debía hacer el le- ras; y tal fue el estado de la fe y de la
proso curado era cosa de la ley; pero en esperanza en el Viejo Testamento. El se-
el mismo Evangelio se le manda cumplir gundo es aquel en que tenemos la fe y la
esa ceremonia (Mt 8,9); luego las cere- esperanza de los bienes celestiales como
monias de la ley no cesaron con la veni- de cosas futuras; pero de las cosas que
da de Cristo. nos introducen en aquellos bienes las te-
3. Persistiendo la causa, persistirá el nemos como de cosas presentes o pasa-
efecto; pero las ceremonias de la ley das, y éste es el estado de la ley nueva.
antigua tenían sus causas razonables en El tercer estado es aquel en que unas y
cuanto se ordenaban al culto divino, aun otras son ya presentes y nada de lo que
fuera de su ordenación a figurar a Cris- se cree es ausente ni se espera para el fu-
to; luego las ceremonias de la ley anti- turo, y éste es el estado de los bienaven-
gua no debieron cesar. turados.
4. La circuncisión fue instituida En este estado de los bienaventura-
como señal de la fe de Abrahán; la ob- dos, nada habrá figurativo de cuanto
servancia del sábado, para recuerdo del pertenece al culto divino; todo será ac-
beneficio de la creación; como otras so- ción de gracias y voces de alabanza (Is 51,3);
lemnidades para recordar otros benefi- por lo cual se dice en el Apocalipisis
cios divinos, según queda dicho atrás (21,22) que en la ciudad de los bienaven-
(q.102 a.4 ad 10; a.5 ad 1). Pero la fe de turados no se ve templo; porque el Señor
Abrahán hemos de imitarla siempre, Dios omnipotente es su templo junto al Cor-
como hemos de recordar el beneficio de dero. Pero, por la misma razón, las cere-
la creación y los demás beneficios divi- monias del primer estado, figurativo del
c El cese de la ley antigua por la ley nueva fue un acontecimiento capital en la historia de
la salvación. Santo Tomás justifica el hecho apoyándose firmemente en San Pablo. Ante la rea-
lidad presente de Cristo, la ley antigua como tal queda cesada. La figura cede el lugar a la reali-
dad, y las promesas cumplieron su función ante la realidad prometida, que era Cristo y el culto
de la ley nueva. El conflicto era inevitable, y la controversia entre judaizantes y no judaizantes
se planteó en el concilio de Jerusalén. Allí se aclaró de una vez que la salvación viene por la
fe en Jesucristo y no por la prolongación de las prácticas de la ley vieja. En consecuencia, los
gentiles son dispensados de la circuncisión y de las observancias mosaicas. Este es el pensa-
miento teológico que Santo Tomás hace aquí suyo, tomándolo de San Pablo.
854 Tratado de la ley antigua y nueva C.103 a.4
segundo y del tercero, llegado el segun- quien fuisteis circuncidados con una circunci-
do estado, debieron desaparecer, para sión, no de mano de hombre, no por la ampu-
instituir otras ceremonias que se armoni- tación de la carne, sino con la circuncisión de
zasen con el estado del culto divino en Cristo. Con El fuisteis sepultados en el bau-
aquel tiempo en que los bienes celestia- tismo.
les son futuros, pero los beneficios de El sábado, que recordaba la primera
Dios, que nos introducen en el cielo, creación, se mudó en el domingo, en el
son presentes. cual se conmemora la nueva criatura, in-
Respuesta a las objeciones: 1. A la coada en la resurrección de Cristo. Asi-
primera hay que decir: La ley antigua se mismo, a las otras solemnidades de la
dice duradera para siempre en absoluto ley antigua suceden nuevas solemnida-
en lo que toca a los preceptos morales; des, porque los beneficios otorgados a
pero en cuanto a los ceremoniales, sólo aquel pueblo significan los beneficios a
en cuanto a la verdad por ellos figurada. nosotros concedidos por Cristo. Así, su-
2. A la segunda hay que decir: El mis- cede a la Pascua la fiesta de la Pasión y
terio de la redención del género humano Resurrección de Cristo; a la fiesta de
se consumó en la pasión de Cristo. Por Pentecostés, en que se dio la ley antigua,
esto dijo el Señor: Acabado es, según lee- sucede la de Pentecostés, en que fue
mos en Jn 19,30, y entonces debieron dada la ley del Espíritu de vida; a la fies-
cesar totalmente los ritos legales, como ta de los novilunios, las fiestas de la bien-
que ya estaba consumada su razón de aventurada Virgen, en la que apareció
ser. En señal de esto se lee que se -rasgó primero la claridad del Sol, esto es, Cris-
el velo del templo (Mt 27,51). Por esto, to, con la abundancia de su gracia; a la
antes de la pasión, mientras Cristo predi- fiesta de las trompetas suceden las de los
caba y obraba milagros, corrían a la par apóstoles; a la de la expiación, las de los
la Ley y el Evangelio, pues el misterio mártires y confesores; a la de los taber-
de Cristo, aunque estaba incoado, no es- náculos, la de la consagración de las
taba consumado. Esta fue la razón por iglesias; a la fiesta de la asamblea o co-
la que antes de su pasión Jesucristo lecta, las fiestas de los ángeles, o tam-
mandó al leproso que cumpliese las ob- bién la de todos los santosd.
servancias legales.
3. A la tercera hay que decir: Las razo- ARTICULO 4
nes literales de las ceremonias que atrás
hemos consignado, se refieren al culto Después de la pasión de Cristo, ¿se
divino, el cual vivía de la fe en las cosas pueden observar los ritos legales sin
venideras; por esto, llegado el que debía pecado mortal?
venir, tenía que cesar aquel culto, e Infra q.104 a.3; q.107 a.2 ad 1; 2-2 q.93 a.1; In Sent.
igualmente las razones que a él se refe- 4 d.1 q.2 a.5 q.a3-4; In Gal. 2 lect.3; 5 lect.1; In Col.
rían. 2 lect.4; In Rom. 14 lect.1.
4. A la cuarta hay que decir: La fe de
Abrahán se recomienda por cuanto cre- Objeciones por las que parece que
yó en la promesa divina sobre la futura después de la pasión de Cristo se pueden
descendencia en quien serían bendecidas observar los ritos legales sin pecado
todas las gentes. Mientras esta descen- mortal.
dencia era futura, convenía hacer profe- 1. No es de creer que los apóstoles,
sión de la fe de Abrahán por la circunci- después de recibir el Espíritu Santo, ha-
sión; pero, una vez llegada, debía decla- yan pecado mortalmente; pues, según
rarse por otra señal, por el bautismo, dice San Lucas (24,49) habían sido llenos
que sucedió a la circuncisión, según la de su plenitud. Pero los apóstoles, después
sentencia del Apóstol en Col 2,11s: En de la venida del Espíritu Santo, observa-
d Este último párrafo del a.3 es una exposición esquemática de cómo se realizó el trasvase
histórico de la ley antigua a la ley nueva, de la figura a la realidad, de la promesa de futuro
a la realidad presente. Nos hallamos en la plenitud de los tiempos, en que aparece el momento
culminante de la historia de la salvación en la persona de Cristo, como Verbo encarnado en
la naturaleza del hombre. El Aquinate se esfuerza en hacernos comprender que no se trata de
una ruptura absoluta con la ley antigua, sino de una evolución culminante y progresiva de
acuerdo con los designios de Dios,
C.103 a.4 Duración de los preceptos ceremoniales 855
ban los ritos legales, pues se dice en Act dieron a Cristo y nosotros le seguimos,
16,3 que San Pablo circuncidó a Timo- la misma fe debe declararse con diversas
teo, y en Act 21,26 se lee que el mismo palabras por ellos y por nosotros, pues
Apóstol, siguiendo el consejo de Santia- ellos decían: He aquí que la virgen concebirá
go, tomando consigo a los varones y purifica- y parirá un hijo, que es expresión de tiem-
do con ellos, entró en el templo al día siguien- po futuro; mientras que nosotros expre-
te, anunciando el cumplimiento de los días de samos la misma fe por palabras de tiem-
la consagración, para saber el día en que pu- po pasado: que la Virgen concibió y parió.
diera presentar la ofrenda por cada uno de De igual modo las ceremonias antiguas
ellos. Luego se podía después de la pa- significaban a Cristo, que nacería y pa-
sión de Cristo observar los ritos legales decería; pero nuestros sacramentos lo
sin cometer pecado mortal. significan como nacido y muerto. Y
2. Se ordenaban las observancias le- como pecaría quien ahora hiciera profe-
gales a evitar el trato con los gentiles. sión de su fe diciendo que Cristo había
Pero esto lo practicó el primer pastor de de nacer, lo que los antiguos con piedad
la Iglesia, según se dice en Gál 2,12, que y verdad decían, así pecaría mortalmente
antes de venir algunos de los de Santiago co- el que ahora observase los ritos que los
mía con los gentiles; pero, en cuanto aquéllos antiguos patriarcas observaban piadosa y
llegaron, se retrajo y apartó... Luego sin fielmente. Esto es lo que dice San Agus-
pecado mortal se pueden observar los ri- tín en Contra Faustum1: Ya no se promete
tos legales. que nacerá Cristo, que padecerá, que resucita-
3. Los preceptos de los apóstoles no rá, como los antiguos ritos pregonaban; ahora
podían inducir a los hombres a pecado; se anuncia que nació, que padeció, que resucitó,
pero por el decreto de los apóstoles se y esto es lo que pregonan los sacramentos que
estableció que los gentiles guardasen practican los cristianos.
ciertas observancias legales, según cons-
Respuesta a las objeciones: 1. A la
ta por Act 15,28ss: Porque ha parecido al
primera hay que decir: Sobre este punto
Espíritu Santo y a nosotros no imponeros nin-
una fue la sentencia de San Jerónimo, y
guna otra carga que estas necesarias, que os
otra la de San Agustín. Distingue San
abstengáis de las carnes inmoladas a los ído-
Jerónimo 2 dos tiempos: uno, antes de la
los, de sangre y de lo ahogado y de la fornica-
pasión de Cristo, en que los ritos de la
ción, de lo cual haréis bien en guardaros. Lue-
ley no eran muertos, como si no obliga-
go sin incurrir en pecado se pueden ob-
sen o no tuviesen, a su modo, la virtud
servar, después de la pasión de Cristo,
expiatoria; ni eran mortíferos, pues no pe-
los ritos legales.
caban los que los practicaban. Pero lue-
En cambio está la sentencia del go de la pasión de Cristo empezaron a
Apóstol, que dice a los Gálatas 5,2: Si os ser no sólo muertos, esto es, sin virtud
circuncidáis, Cristo no os aprovechará de y sin obligación; pero también mortífe-
nada. Pero nada excluye el fruto de la re- ros, pues pecaban mortalmente quienes
dención de Cristo, fuera del pecado los observaban. De aquí venía a decir
mortal; luego el circuncidarse y observar que nunca después de la pasión habían
los otros ritos legales después de la pa- los apóstoles observado de verdad los ri-
sión de Cristo es pecado mortal. tos legales, sino con cierta piadosa simu-
Solución. Hay que decir: Son las cere- lación, para no escandalizar a los judíos
monias otras tantas profesiones de la fe, e impedir su conversión. Esta simula-
en que consiste el culto interior; y tal es ción se ha de entender, no en el sentido
la profesión que el hombre hace con las que ellos no ejerciesen de verdad aque-
obras cual es la que hace con las pala- llos actos, sino que no los ejecutaban
bras. Y, si en una y otra profesa el hom- como impuestos por la ley, como si al-
bre alguna falsedad, peca mortalmente. guno se quitase la película del miembro
Y, aunque sea una misma la fe que los viril por motivo de salud y no por ob-
antiguos patriarcas tenían de Cristo y la servar un rito legal.
que nosotros tenemos, como ellos prece- Mas, porque no parece decoroso que
1. L.19 c.16: ML 42,357. 2. Epist. 112 Ad August.: ML 22,921. Cf. In Gal. 1.1 super
2,11: ML 26,364. Cf. HUGO DE SAN VÍCTOR, De Sacram. l.2 p.VI c.4: ML 176,449; SAN BUENA-
VENTURA, In Sent. l.4 dist.3 p.3 c.2 (QR, IV 87).
856 Tratado de la ley antigua y nueva C.103 a.4
los apóstoles, por evitar el escándalo, una escritura canónica (Gál 2,11), en la
ocultasen las cosas tocantes a la fe y a la que no está permitido admitir que haya
doctrina cristiana y que en cosas tocan- cosa falsa, dice que Pedro era reprensible.
tes a la salvación de los fíeles usasen de Así que sin duda que pecó San Pedro y
simulación, por eso San Agustín3, con que San Pablo le reprendió de verdad.
más razón, distinguió tres tiempos: uno, Ahora bien, no estuvo el pecado de Pe-
antes de la pasión de Cristo, en que los dro en haber observado algún tiempo
ritos legales ni eran mortíferos ni muer- los ritos legales, porque, como a judío,
tos; otro, después de la divulgación del le era permitido, sino por haber puesto
Evangelio, en que esos ritos son muer- extremada diligencia en esta observancia
tos y mortíferos; y un tercero, medio en- por temor de escandalizar a los judíos,
tre los dos, desde la pasión de Cristo aunque con escándalo de los gentiles.
hasta la divulgación del Evangelio, en 3. A la tercera hay que decir: Dijeron
que los ritos legales eran muertos por- algunos 6 que tal prohibición de los
que carecían de toda virtud y nadie esta- apóstoles no se ha de entender a la letra,
ba obligado a observarlos; pero no eran sino en sentido espiritual, a saber, en la
mortíferos, y los convertidos a Cristo de prohibición de la sangre, el homicidio;
entre los judíos los podían lícitamente en la prohibición de lo ahogado, la vio-
observar, con tal que no pusieran en lencia y la rapiña; en la de las carnes in-
ellos la esperanza y la consideración moladas, la idolatría; y la fornicación se
como necesarios para la salvación, como prohibe como cosa de suyo mala. Tie-
si la fe de Cristo fuera insuficiente para nen esta opinión de ciertas glosas que
justificar sin los ritos legales. Pero los exponen místicamente estos preceptos.
gentiles que se convertían a Cristo no Pero como el homicidio y la rapiña eran
tenían motivo para observarlos. Por esto tenidos por ilícitos aun por los gentiles,
San Pablo circuncidó a Timoteo, nacido no había por qué darles semejantes pre-
de madre judía, pero se resistió a circun- ceptos a los que de la gentilidad se con-
cidar a Tito, que era nacido de padres vertían a Cristo.
gentiles. Por esto dicen otros7 que la prohibi-
Y no quiso el Espíritu Santo que des- ción de esos comestibles se ha de enten-
de luego se prohibiera a los judíos con- der a la letra, no como observancias le-
vertidos la observancia de los ritos lega- gales, sino como medios de reprimir la
les, como se prohibía a los convertidos gula. Y San Jerónimo dice sobre Eze-
gentiles los ritos de la gentilidad, para quiel (44,31)8: Condena a los sacerdotes que
mostrar la diferencia entre unos y otros. en sus comidas y otras cosas tales no guardan,
Pues los ritos gentiles eran repudiados por amor de la gula, estos preceptos. Mas,
como ilícitos y prohibidos por Dios, porque hay otros manjares más delica-
mientras que los ritos de la ley cesaban, dos y que más provocan a la gula, no
por cuanto la razón por la que habían parece había razón para que éstos, más
sido instituidos quedaba cumplida con la que aquéllos, fueran prohibidos.
pasión de Cristo. Por esto dice una tercera sentencia9
2. A la segunda hay que decir: Según que esas prohibiciones se han de enten-
San Jerónimo4, San Pedro simulaba der a la letra, no como observación le-
apartarse de los gentiles para evitar el gal, sino como preceptos destinados a
escándalo de los judíos, cuyo apóstol fomentar la unión de los gentiles y ju-
era, y así no había en esto ningún peca- díos que habitaban juntos. A causa de la
do, y de manera también simulada le re- antigua costumbre, a los judíos les eran
prendió San Pablo para evitar el escán- cosas abominables la sangre y la carne
dalo de los gentiles, de quienes era após- ahogada, y el comer de las carnes inmo-
tol. Pero San Agustín 5 reprueba esta ladas a los ídolos podía engendrar en los
interpretación, porque San Pablo, en judíos sospechas de idolatría de parte de
3. Epist. 82 Ad Hieron, c.2: ML 33,281. 4. In Gal. 1.1 super 2,4: ML 26,367. 5. Epist.
82 Ad Hieron, c.2: ML 33,280. 6. GUILLERMO ALTISIODORO, Summa aurea p.IV tr.1 c.2
(244vb). 7. Cf. SAN JERÓNIMO, In Ezech. 1.13 super 44,31: ML 45,464. Semejante interpre-
tación moral en la misma materia se encuentra en Glossa ordin. super Rom. 14,2 (VI 29 A) y
es citada por Santo Tomás en In Rom. c.14 lect.1. 8. L.13: ML 25,464. 9. Alude, tal
vez, a la sentencia de SAN AGUSTÍN, tal como la expone en el cuerpo del artículo.
C.103 a.4 Duración de los preceptos ceremoniales 857
los gentiles. Por esto se prohibieron es- nada de lo que entra por la boca mancha al
tas cosas en aquel tiempo, en que era hombre, como se lee en Mt 15,11, y de
nueva la reunión de los judíos y los gen- que no se ha de rechazar nada de lo que se
tiles. Andando el tiempo y cesando la toma con hacimiento de gracias (1 Tim 4,4).
causa, cesó también el efecto, una vez La fornicación se prohibe de modo espe-
divulgada la verdad de la doctrina evan- cial porque los gentiles no la tenían por
gélica, enseñada por el Señor, de que pecado.
CUESTIÓN 104
Los preceptos judicialesa
Tenemos que tratar ahora de los preceptos judiciales (cf. q.100 introd.),
y primero, de esos preceptos en general; luego, de sus motivos (q.105).
Sobre lo primero preguntamos:
1. ¿Qué son los preceptos judiciales?—2. ¿Son figurativos?—3. De su
duración.—4. De su división.
a Los preceptos judiciales son aplicaciones positivas del Decálogo y que se encuentran dis-
persos en diversos códigos. Uno de los más importantes en la ley antigua era el llamado Código
de la Alianza (Ex 21-23).
C.104 a.2 Los preceptos judiciales 859
sólo lo que es materia de litigio, sino la que los preceptos ceremoniales sean fi-
materia de contratos voluntarios entre gurativos.
los hombres y de cuanto toca a la vida 1. Parece propio de los preceptos
del pueblo y su gobierno. Según esto, ceremoniales ser instituidos para figurar
son preceptos judiciales no sólo los que alguna cosa. Si también los preceptos ju-
tratan de litigios, sino cuanto mira a las diciales fuesen figurativos, no se diferen-
relaciones de los hombres entre sí, todo ciarían de los ceremoniales.
lo que está sometido a la autoridad del 2. Como fueron dados a los hebreos
príncipe, como supremo juez. ciertos preceptos ceremoniales, también
2. A la segunda hay que decir: Esa difi- a otros pueblos gentiles; pero los de és-
cultad procede de los preceptos que re- tos no figuraban cosa alguna, sólo pres-
gulan las relaciones con el prójimo, pero cribían lo que se debía hacer; luego pa-
que tienen fuerza de obligar de sólo el rece que tampoco los preceptos judicia-
dictamen de la razón. les de la ley antigua figuraban cosa
3. A la tercera hay que decir: De los alguna.
preceptos que regulan nuestras relacio- 3. Convenía expresar en figuras lo
nes con Dios, unos son morales, que que toca al culto divino, porque las co-
dicta la razón informada por la fe, v.gr., sas divinas están sobre la razón humana,
que debemos amar y rendir culto a como se declaró antes (q.101 a.2 ad 2).
Dios; pero otros son ceremoniales, que Pero las cosas que tocan a nuestras rela-
no tienen fuerza de obligar sino por ins- ciones con el prójimo no superan la ra-
titución divina. Miran a Dios no sólo zón; luego no había motivo para que los
los sacrificios que se le ofrecen, sino preceptos judiciales, que regulan estas
también lo que toca a la idoneidad de relaciones, figurasen cosa alguna.
los oferentes y de los ministros del cul- En cambio está el hecho de que en
to, pues a Dios se ordenan como a su Ex 21 los preceptos judiciales son ex-
fin. Por esto pertenece al culto divino puestos alegórica y moralmente.
esta idoneidad del hombre para el culto
de Dios. Pero el hombre no se ordena al Solución. Hay que decir: De dos ma-
prójimo como a su fin, para que sea pre- neras puede ser figurativo un precepto:
ciso que se disponga en sí mismo en or- la una, de suyo y de primera intención,
den a él. Semejantes relaciones, dice el como instituidos principalmente para fi-
Filósofo en I Polit.1 que son las de los gurar algo, y de este modo son figurati-
siervos con sus señores, pues cuanto aqué- vos los preceptos ceremoniales, institui-
llos son pertenece a éstos. Por esto los pre- dos para figurar lo tocante al culto di-
ceptos judiciales no ordenan al hombre vino y al misterio de Cristo. Otros
en sí mismo; esto es propio de los prin- preceptos hay que son figurativos, no de
cipios morales, pues la razón, que es el suyo y primariamente, sino consecuente-
principio de la moralidad, es para el mente. De este modo lo son los precep-
hombre, en todo lo que toca a sí mismo, tos judiciales, pues aunque no fueran
como el príncipe o el juez en la ciudad. instituidos para figurar alguna cosa, sino
Conviene, sin embargo, advertir que las para ordenar la vida del pueblo hebreo
relaciones del hombre con el prójimo según las normas de la justicia y de la
dependen más de la razón que las rela- equidad, pero consecuentemente figura-
ciones del hombre con Dios; por lo cual ban alguna cosa, por cuanto toda la vida
fue preciso que en la ley fuese mayor el de aquel pueblo, regida por tales precep-
número de los preceptos ceremoniales tos, era figurativa, según lo que se lee
que el de los judiciales. en 1 Cor 10,11: Todo les sucedía en figura.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
ARTICULO 2 primera hay que decir: Los preceptos cere-
moniales son figurativos de distinto
¿Son figurativos los preceptos modo que los judiciales, según acabamos
judiciales? de declarar (sol.).
Infra a.3; 2-2 q.87 a.1. 2. A la segunda hay que decir: La ra-
zón de la elección del pueblo hebreo por
Objeciones por las que no parece Dios fue para que de él naciese Cristo, y
2. L.22 c.24: ML 42.417. 3. Sobre la palabra «mortífera», cf. SAN AGUSTÍN, Epist. 82
Ad Hieron, c.2: ML 33,283; «muerta» y «mortífera» son tomadas conjuntamente por SAN AL-
BERTO MAGNO, In Sent. 1.4 dist.3 a.6 (BO 29,73).
b El término «mortífera» tiene un trasfondo que se remonta hasta San Agustín, en su car-
ta 82, a San Jerónimo (PL 33,283). Sobre todo en el capítulo segundo, en el que predomina
la problemática de la ley antigua en relación con los cristianos, reflejando el pensamiento de
San Pablo expresado en los Hechos.
C.104 a.4 Los preceptos judiciales 861
Gál 3,24. Sin embargo, puesto que estos luego los preceptos judiciales no pueden
preceptos no se ordenaban a figurar, tener una distinción determinada.
sino a preceptuar algunas obras, su ob- 2. Son los preceptos judiciales deter-
servancia, absolutamente considerada, minaciones de los preceptos morales;
no contraría a la verdad de la fe c ; pero pero éstos no parecen admitir alguna
la intención de observarla como obliga- distinción, fuera de los diez preceptos
toria en virtud de la ley, eso sí que le es del decálogo; luego los preceptos judi-
contraria, pues se seguiría que aún per- ciales no tienen una distinción cierta.
duraba el estado de aquel pueblo porque 3. Los preceptos ceremoniales, que
el Mesías no había venido. admiten una distinción cierta, la tienen
Respuesta a las objeciones: 1. A la indicada en la ley, que a unos llama sa-
primera hay que decir: Siempre se ha de crificios, a otros observancias. Pero de los
observar la justicia, pero las determina- preceptos judiciales no se indica dis-
ciones de lo que es justo, establecido tinción ninguna; luego parece que no la
por la ley divina o humana, varían se- tengan.
gún la diversidad de los tiempos. En cambio está que donde hay or-
2. A la segunda hay que decir: Los pre- den, es preciso que haya distinción. Pero
ceptos judiciales establecidos por los precisamente la razón del orden pertene-
hombres están vigentes mientras dura el ce a los preceptos judiciales, que estable-
régimen que los establece; que, si la ciu- cían orden en el pueblo; luego necesaria-
dad o la nación mudan de régimen, tam- mente deben tener una distinción cierta.
bién se mudarán las leyes, pues no con-
vienen las mismas leyes a un régimen Solución. Hay que decir: Es la ley un
democrático, que es el régimen del pue- cierto arte que regula y ordena la vida
blo, y a un régimen oligárquico, que es humana, y, como en todo arte ha de ha-
el régimen de los ricos, según declara el ber una distinción determinada de las re-
Filósofo en su Política4. Así que, muda- glas de arte, así es preciso que en toda
do el régimen del pueblo, se han de mu- ley exista una distinción cierta de los
dar los preceptos judiciales. preceptos; de otro modo, la confusión
3. A la tercera hay que decir: Aquellos quitaría la utilidad de la ley. Hemos,
preceptos judiciales disponían al pueblo pues, de decir que los preceptos judicia-
para vivir en la justicia y equidad, según les, que regulan las relaciones de los
convenia a aquel estado. Pero después hombres entre sí, deben distinguirse se-
de Cristo fue preciso mudar el régimen gún la misma distinción del orden hu-
del pueblo, para que no hubiera dis- mano.
tinción de judíos y gentiles como antes, En todo pueblo, este orden es cuá-
y, por tanto, fue necesario cambiar los druple: uno, de los príncipes del pueblo
preceptos judiciales. con sus subditos; otro, de los subditos
entre sí; el tercero, del pueblo con los
ARTICULO 4 extraños, y el cuarto es el orden de los
domésticos, v. gr., del padre con el hijo,
¿Admiten una división determinada de la mujer con el marido, del señor con
los preceptos judiciales? el siervo. Según estos cuatro órdenes, se
pueden distinguir los preceptos judicia-
Objeciones por las que parece que les de la ley antigua. Se dan, pues, pre-
los preceptos judiciales no admiten una ceptos sobre la institución de los prínci-
división determinada. pes, su oficio y la reverencia en que de-
1. Estos preceptos son los que orde- ben ser tenidos. Y ésta es una parte de
nan las relaciones de los hombres entre los preceptos judiciales. Hay otros pre-
sí; pero todas las cosas que es preciso re- ceptos que regulan las relaciones de los
gular entre los hombres, que son infini- conciudadanos; por ejemplo, en los con-
tas, no admiten una distinción cierta; tratos de compraventa, en los juicios y
c De esta forma de hablar se podría deducir que, para Santo Tomás, sólo se ha salvado de
la ley antigua en la ley nueva aquel tipo de prescripciones reducibles al derecho natural.
862 Tratado de la ley antigua y nueva C.104 a.4
3. ARISTÓTELES, c.6 n.15 (Bk 1270b17): S. TH., lect.14. 4. ARISTÓTELES, c.5 n.2.4 (BK
1279a32; b4): S. TH., lect.6. 5. ARISTÓTELES, c.5 n.21 (BK 1124a30): S. Tu., lect.9.
a Llama la atención cómo saca partido el autor de lo mejor del aristotelismo y del judaismo
al mismo tiempo.
b Que los judíos eran crueles y avaros es una opinión que el autor recoge del ambiente ge-
neral de su tiempo, pero que no condiciona su respeto profundo por el pueblo judío auténtico,
del que los cristianos son su genuina prolongación histórica.
C.105 a.2 Razón de los preceptos judiciales 865
atendiesen al juicio de Dios, y que no aparece por lo que se dice al fin (v.17):
hicieran rey al originario de otra nación, Y vosotros seréis sus siervos. Esto es pro-
porque tales reyes suelen tener poco piamente tiranía, pues los tiranos gobier-
afecto al pueblo sobre quien reinan y, nan a sus subditos como si fueran sier-
por tanto, cuidar poco de su bienestar. vos, y esto era lo que les decía Samuel
También ordenó sobre los reyes ya para disuadirlos de pedir rey. Por esto
constituidos: cómo debían conducirse, sigue el texto (v.19): Pero el pueblo no qui-
que no multiplicasen los carros y los ca- so escuchar la voz de Samuel. Puede, sin
ballos ni las mujeres; que no acumulasen embargo, suceder que un buen rey tome
riquezas, pues de la codicia de estas co- los hijos y los constituya tribunos y cen-
sas se dejan arrastrar a la tiranía y aban- turiones y exija muchas cosas de sus
donan la justicia. También ordenó cómo subditos para atender al bien común.
debían conducirse con Dios: que leyesen
de continuo y meditasen su ley y vivie- ARTICULO 2
sen siempre en el temor del Señor y en
la obediencia a la ley divina. Finalmente, ¿Están bien dados los preceptos
estableció cómo habrían de conducirse judiciales que miran a la convivencia
con sus subditos: que no los oprimiesen del pueblo?
y que no se apartasen de la justicia.
3. A la tercera hay que decir: La divi- Objeciones por las que parece que
sión del reino y la multitud de las dinas- no están bien dados los preceptos judi-
tías fue dado al pueblo, más que para ciales en lo referente a la convivencia del
bien suyo, en castigo de las muchas di- pueblo.
sensiones, promovidas sobre todo contra 1. No pueden vivir en paz los hom-
David, rey justo. Por esto se dice en Os bres si uno se apodera de los bienes de
13,11: Te daré rey en mi furor. Y en Os otro; pero esto es lo que parece autori-
8,4: Se dieron reyes no elegidos por mí; cons- zar la ley, al decir, en Dt 23,24: Si entras
tituyeron príncipes, pero desconocidos para mí. en la viña de tu prójimo, come de las uvas
4. A la cuarta hay que decir: Los cuantas quieras. Luego la ley antigua no
sacerdotes eran destinados a los minis- proveyó bien a la paz del pueblo.
terios sagrados por su nacimiento, para 2. Dice el Filósofo en II Polit.6 que
que fueran tenidos en mayor reverencia muchas ciudades y reinos se arruinaron
que si fueran tomados de cualquiera del por autorizar que las propiedades pasa-
pueblo, y este honor debía redundar so- sen a las mujeres; pero precisamente
bre el culto de Dios. Por esto fue preci- esto fue introducido por la ley antigua,
so señalarles medios de vida en los diez- pues en Núm 27,8 se lee: Si un hombre
mos, primicias, oblaciones y sacrificios. muriere sin hijos, pasará a las hijas su patri-
Pero los príncipes, como se dijo atrás monio. Luego la ley no proveyó bien a la
(sol.), eran tomados del pueblo, y ya te- salud del pueblo.
nían sus posesiones propias de qué vivir, 3. Se conserva, sobre todo, la socie-
y más que en la ley había prohibido el dad humana por el comercio, mediante
Señor que acumulasen riquezas, que usa- el cual, comprando y vendiendo sus co-
sen de grande aparato (cf. ad 2), ya por- sas, se procuran los hombres lo que ne-
que así no se alzasen en soberbia y tira- cesitan, como se dice en I Polit.7; pero
nía, ya porque, no siendo los príncipes la ley antigua suprimió la facultad de
muy ricos y siendo el gobierno penoso y vender, al preceptuar que las propieda-
lleno de solicitud, no sería muy apeteci- des vendidas volviesen al vendedor el
do por el pueblo, y se quitarían los mo- año quincuagésimo de jubileo, como pa-
tivos de sedición. rece por Lev 25. Luego la ley no prove-
5. A la quinta hay que decir: Semejan- yó bien a las necesidades del pueblo en
te derecho no era debido al rey por ins- esta materia.
titución divina, antes es anunciado como 4. Para proveer a las necesidades hu-
usurpación de los reyes, que se atribuían manas es en gran manera conveniente la
un derecho injusto, degenerando en tira- prontitud en el préstamo; pero éste se
nos, depredadores de sus subditos, como suprime desde el momento en que los
6. ARISTÓTELES, c.6 n.11 (BK 1270a23): S. TH., lect.13. 7. ARISTÓTELES, c.3 n.11 (BK
1257a14): S. TH., lect.7.
866 Tratado de la ley antigua y nueva C.105 a.2
prestamistas pierden la esperanza de re- así será el número de los azotes. Pero la ley
cuperar lo prestado. Por esto se dice en establece algunas veces, para iguales cul-
el Eclo 29,10: Muchos por esto se niegan a pas, penas diferentes, pues se dice en Ex
prestar, porque temen ser robados en tonto. 22,1: El ladrón restituirá cinco bueyes por un
Pues esto es lo que la ley prescribe cuan- buey, y cuatro ovejas por una oveja. Y ciertos
do dice en Dt 15,25: Todo acreedor que pecados no graves son castigados con
baya prestado, condonará al deudor lo presta- pena muy grave; v.gr., según Núm
do; no lo exigirá ya más a su prójimo, una 15,32s., uno es apedreado por recoger
ve^ publicada la remisión del Señor. Y en leña en día de sábado, y también el hijo
Ex 22,15: Si uno pide a otro prestada una rebelde por pequeñas faltas; por ejem-
bestia y ésta se estropea o muere..., si estaba plo, porque se daba a banquetes y comilonas,
presente el dueño, no está obligado el prestata- es mandado apedrear en Dt 21,18s.
rio a restituirla. También se pierde la se- 10. Según San Agustín en XXI De
guridad que uno puede tener por la civ. Dei 8, Tulio reduce a ocho las penas: mul-
prenda, pues se dice en el Dt 24,10: Si ta, cárcel, azotes, el talión, la infamia, el des-
prestas algo a tu prójimo, no entrarás en su tierro, la muerte y la esclavitud. Algunas de
casa para tomar prenda. Y más adelante éstas figuran en la ley. La multa, cuando
(v.!2s): No te acostarás sobre la prenda; se el ladrón es condenado a devolver el
la devolverás al ponerse el sol. Luego la ley quíntuplo o cuadruplo de lo robado
no proveyó bien al préstamo. (cf. ad 9); la cárcel es mencionada en
5. De la defraudación del depósito Núm 15,34, donde se manda que uno
nace un gran peligro de daño, y por eso sea retenido en la prisión; de los azotes
hay que tomar buenas precauciones. No se habla en Dt 25,2: Si el delincuente fuere
sin razón se dice en el II Mac 3,15: Los condenado a pena de azotes, el juez le hará
sacerdotes... clamaban, al cielo, invocando al echarse en la tierra y le mandará azotar con-
que había dado ley sobre los depósitos, de que forme a su delito. La infamia se aplicaba a
fueran guardados intactos para quienes los de- aquel que no quería recibir a la viuda de
positaron; pero en la ley antigua era muy su hermano, la cual tomaba el calzado
pequeña esta cautela, pues se dice en Ex de él y le escupía en el rostro. La pena
22,10 que en la pérdida del depósito se de muerte se imponía también, como se
esté al juramento de aquel que lo tenía. ve en Lev 20,9: El que maldijese al padre
Luego no era buena la disposición de la o a la madre, sufrirá la pena capital. La
ley en esta materia. pena del talión también la estableció la
6. Como un jornalero alquila un tra- ley, pues se lee en Ex 21,24: Ojo por ojo,
bajo, así algunos alquilan su casa u otras diente por diente. No está, pues, bien que
cosas semejantes. Pero no es necesario la ley no impusiera las otras penas de
que el locatario entregue al instante el destierro y servidumbre.
precio del arriendo; luego muy duro era 11. La pena se impone sólo donde
también lo que se manda en Lev 19,13: hay culpa. Pero los brutos son incapaces
No retengas hasta el día siguiente el salario de culpa; luego sin razón se impone la
del jornalero. pena señalada en Ex 21,28: El buey que
7. Siendo tan frecuente la necesidad matase a un hombre o a una mujer, será ape-
de apelar a los jueces, debía ser fácil el dreado. Y en Lev 20,16: La mujer que se
acceso a los mismos, y por eso no está prostituyese con una bestia cualquiera, será
bien lo que establece la ley en Dt 17,8ss, condenada a muerte con la misma bestia. Así
que vayan a un lugar único en demanda que no parece que esté bien ordenado lo
de juicio en sus pleitos. que toca a la vida civil del pueblo.
8. Es bien posible que no sólo dos, 12. El Señor manda en Ex 21,12
pero hasta tres y cuatro se pongan de que el homicidio sea castigado con la
acuerdo para mentir; luego no está bien pena capital. Pero la muerte de un ani-
lo que establece en Dt 19,15: Por la depo- mal no se computa igual que la de un
sición de dos o tres testigos será firme toda hombre. Luego no queda compensada la
sentencia. muerte de un hombre con la de un ani-
9. La pena debe ajustarse a la gran- mal. Por esto no es razonable lo que dis-
deza de la culpa; por lo cual se dice en pone el Dt 21,1-4: Si en la tierra que el Se-
Dt 25,2: Conforme a la magnitud del delito, ñor, tu Dios, te dará en posesión, fuere encon-
8. C.2: ML 41,725.
C.105 a.2 Razón de los preceptos judiciales 867
irado un hombre muerto en el campo sin que tén separadas, pero que el uso sea en
se sepa quién lo mató, los ancianos y los jueces parte común y en parte comunicable a
tomarán una becerra que no haya llevado sobre voluntad de los propietarios. Sobre esto,
si el yugo, y la llevarán a un valle inculto, que tres cosas fueron establecidas por la ley:
nunca haya sido sembrado y allí en el valle la la primera, que las propiedades estén di-
degollarán. vididas entre los individuos, según se
dice en Núm 33,54: Yo os doy en posesión
En cambio, en Sal 147,20 se conside-
la tierra, que vosotros os dividiréis por suerte.
ra como especial beneficio de Dios: No Y porque, a causa de la mala distribu-
hizo tal a ninguna nación ni le manifestó sus
ción de las propiedades, muchas ciuda-
juicios. des han caído en la ruina, según dice el
Solución. Hay que decir: Agustín, en Filósofo en II Polit.12 , para reglamentar
II De civ. Dei 9, cita una sentencia de Tu- la propiedad fijó la ley tres remedios: el
10
lio que dice: Pueblo es la asamblea de la primero, que se dividiesen por igual se-
muchedumbre, reunida en conformidad con el gún el número de los hombres, como se
derecho y con miras al bien común. Por con- dice en Núm 33,54: A las familias nume-
siguiente, al concepto del pueblo perte- rosas daréis una heredad mayor, y a las menos
nece la mutua comunicación de los hom- numerosas, menor. Otro remedio era que
bres, regida por los preceptos justos de las propiedades no se enajenasen a per-
la ley. Esta comunicación de los hom- petuidad y que después de cierto tiempo
bres es doble: una que se realiza por volviesen a sus antiguos poseedores,
autoridad de los príncipes, y otra por la para que no se confundiesen las hereda-
propia voluntad de las personas priva- des (cf. ad 3). El tercer remedio, para
das. Y como cada uno puede disponer evitar esta confusión, era que a los difun-
de lo que está sujeto a su autoridad, por tos sucediesen los parientes más próxi-
la autoridad de los príncipes, a quien es- mos: primero, el hijo; después, la hija;
tán sujetos los hombres, debe adminis- en tercer lugar, los hermanos; en cuarto,
trarse la justicia e imponerse las penas a los tíos paternos; en quinto, los demás
los malhechores. A la autoridad de las parientes (Núm 27,8). Para conservar en
personas privadas están sometidas las lo sucesivo la división de las heredades,
propiedades, y así por propia autoridad estableció la ley que las mujeres herede-
pueden comunicarse mutuamente, por ras de su padre se casasen en su propia
contratos de compraventa y otros seme- tribu, según se lee en Núm 36.
jantes. Una segunda cosa estableció la ley
Sobre una y otra cosa suficientemente para que, en parte, los bienes fuesen co-
proveyó la ley: pues sobre los jueces se munes: primero, en lo que toca al cuida-
dice en Dt 16,18: Te constituirás jueces y do de esos bienes, se manda en Dt 22,1-4:
escribas en todas las ciudades que el Señor, tu Si vieres el buey o la oveja de tu hermano ex-
Dios, te diere..., para que juzguen al pueblo traviados, no pasarás de largo, sino que los
justamente. También instituyó un justo volverás a tu hermano. Y así de otras cosas.
procedimiento de juzgar, según Dt También, en cuanto a los frutos, se con-
1,16s, donde dice: Oíd a vuestros hermanos, cedía en general a todos que quien en-
juzgad según justicia las diferencias que pueda trase en la viña de un amigo pudiera lí-
haber, o entre ellos, o con los peregrinos, etc. citamente comer de las uvas a condición
Suprimió las ocasiones de juicios injus- de no llevarlas fuera (cf. ad 1). Pero en
tos al prohibir la aceptación de regalos especial se concedía a los pobres que se
como se ve en Ex 23,8, Dt 16,19. Esta- les dejasen las gavillas olvidadas, y lo
bleció el número de testigos, señalando mismo las frutas y racimos (Lev 19,9s;
dos o tres, como consta por Dt 17,6 y Dt 24,19s) y eran también comunes los
19,15. Fijó también penas determinadas frutos nacidos al año séptimo, como
para diversos delitos, como se dirá luego consta por Ex 23,11 y Lev 25,4ss.
(ad 10). En tercer lugar, estableció la ley un
De las propiedades dice el Filósofo en reparto hecho por aquellos que eran
II Polit. 11 que es muy prudente que es- dueños. Uno era gratuito, según se lee
9. C.21: ML 41,67: cf. 1.19 c.21: ML 41,649. 10. De República l.1 c.25 (DD, IX 292).
11. ARISTÓTELES, c.2 n.4 (BK 1623a25): S. TH., lect.4. 12. ARISTÓTELES, c.6 n.11 (BK
1270 a 23): S. TH., lect.13.
868 Tratado de la ley antigua y nueva C.105 a.2
en Dt 14,28s: El año tercero separarás otra glamentación de la propiedad contribuye
décima, y vendrán los levitas, y ¿os peregrinos, mucho a la conservación de las ciudades
y los pupilos, y las viudas, y comerán y se sa- y de las naciones. Y él mismo añade que
ciarán. Otro reparto se hacía con miras entre algunas gentes había ley de que a
de utilidad, por compraventa, locación, ninguno fuera permitido vender sus propieda-
préstamo y aun por depósito; sobre las des sin verdadera necesidad. Así se evitaba
cuales cosas se encuentran en la ley di- que la propiedad pasase a manos de po-
versas ordenaciones (cf. ad 3-6). De cos y los habitantes se viesen necesitados
todo lo cual resulta que la ley antigua a emigrar de su ciudad o nación. La
proveyó suficientemente a la reglamenta- antigua ley, para evitar este peligro, con-
ción de la vida de aquel pueblo. cedió, para atender a las necesidades de
Respuesta a las objeciones: 1. A la los hombres, vender las posesiones por
primera hay que decir: Dice el Apóstol en cierto tiempo; y mandó que, pasado ese
Rom 13,8 que quien ama a su prójimo tiene tiempo, las posesiones volviesen al ven-
cumplida la ley, porque todos los precep- dedor. El fin de esta ley era evitar que
tos de la ley, sobre todo los que miran se confundiesen las heredades, antes per-
al prójimo, a este fin parecen ordenarse, maneciesen siempre distintas en poder
a que los hombres se amen mutuamente. de las tribus.
De este mutuo amor procede que se co- Y como las casas urbanas no se ha-
muniquen unos a otros sus bienes, se- bían repartido, por esto concedió que se
gún lo que se dice en 1 Jn 3,17: Si uno vendiesen a perpetuidad, igual que los
viere a su hermano padecer necesidad y le ce- bienes muebles. No estaba determinado
rrare sus entrañas, ¿cómo puede decir que el número de las casas de cada ciudad,
mora en él la caridad de Dios? Con esto la como lo estaba el de las posesiones, que
ley se proponía acostumbrar a los hom- no podían aumentarse, como se podían
bres a comunicar fácilmente sus bienes, aumentar las casas de las ciudades. Pero
como lo manda el Apóstol en 1 Tim las casas que no estaban en una ciudad,
6,18 a los ricos, que sean liberales en re- sino en lugares no amurallados, no po-
partir. Pero no puede ser liberal el que dían venderse para siempre, porque estas
no puede tolerar que el prójimo tome casas sólo se construyen para atender al
algo de lo suyo sin gran perjuicio. Por cultivo y a la guarda de las fincas. De
esto ordenaba la ley que fuera lícito a suerte que la ley ordenó con acierto una
uno entrar en la viña de su prójimo y y otra cosa.
comer allí unos racimos, pero no sacar- 4. A la cuarta hay que decir: Según
los fuera, por no dar ocasión de grave queda dicho atrás (ad 1) era el propósito
daño, de donde viniera a turbarse la paz. de la ley acostumbrar a los hombres,
Esta no se perturba por esto entre las mediante sus preceptos, a ayudarse bue-
personas bien educadas, antes sirve para namente en sus necesidades, lo que es
fomentar la amistad y que los hombres un medio de fomentar la amistad. Por
se acostumbren a ser liberales. procurar esta facilidad en socorrerse, no
2. A la segunda hay que decir: La ley sólo estableció las cosas que deben otor-
no ordena que las mujeres hereden los garse gratuitamente y en absoluto, sino
bienes de los padres sino en el caso de también las que se prestan, porque esto
que falten hijos. Entonces era necesario es más frecuente y necesario para mu-
conceder a las mujeres el derecho de he- chos. De muchas maneras fomentó esta
redar, para consuelo de los padres, a prontitud en ayudarse: primeramente,
quienes sería duro que pasasen sus bie- mandando que se mostrasen fáciles en
nes a los extraños. Sin embargo, la mis- prestar y no se retrajesen de ello por la
ma ley ordenó que las mujeres herederas proximidad del año de la remisión como
se casasen dentro de su misma tribu, a se lee en Dt 15,7s..Segundo, prohibien-
fin de evitar la confusión de los patri- do gravar con usuras, o tomando en
monios de las tribus, como se lee en prenda, cosas del todo necesarias para la
Núm, final. vida, y ordenando que, si las tomaran,
3. A la tercera hay que decir: Dice el luego al instante las restituyesen. Así se
Filósofo en II Polit.13 que la buena re- dice en Dt 23,19: No prestarás con usura a
15. Glossa ordin. super Exod. 22,1 (I 169 F). 16. Glossa ordin. super Exod. 22,1 (I
170 A). 17. Cf. Lev 17ss; Ex 21ss; Dt 19,16ss; 25. 18. Doct. perplex. p.3 c.40 (FR 343).
872 Tratado de la ley antigua y nueva C.105 a.3
gar áspero e inculto, donde se dejaba teis vosotros en la tierra de Egipto. Pero es
para que se pudriese. afligir a uno oprimirle con usuras; luego
Por la novilla tomada de la vacada se no está bien que en Dt 23,19s se per-
significa místicamente la carne de Cristo, mita dar a usura a los extranjeros.
que no llevó el yugo, porque no hizo 4. Más cercanos están de nosotros
pecado, ni abrió la tierra con la reja, los hombres que los árboles; pero cuan-
esto es, ni cometió ni incurrió en crimen to uno nos está más cercano, mayor
de sedición19. El que fuera muerta en afecto le debemos tener, según aquello
tierra inculta significa la despreciada de Eclo 13,19: Todo animal ama a su seme-
muerte de Cristo, por la que se expían jante, y el hombre a su prójimo. Luego no
todos los pecados y se revela el diablo está bien ordenado lo que se manda en
autor del homicidioc. Dt 20,13ss que en las ciudades expugna-
das matasen a todos los hombres, pero
ARTICULO 3 que no cortasen los árboles frutales.
5. El bien común que es conforme
¿Están bien redactados los preceptos con la virtud, ha de ser antepuesto por
judiciales en lo que toca a las todos al bien privado: pero en la guerra
relaciones con los extranjeros? que se hace contra los enemigos se bus-
ca el bien común; luego no está bien
Objeciones por las que parece que mandado lo que se ordena en Dt 20,4ss,
no están bien redactados los preceptos que, al entrar en batalla, sean algunos
judiciales que miran a los extranjeros. enviados a sus casas, v.gr., el que edificó
1. Dice, en efecto, San Pedro en Act una casa nueva, el que plantó una viña o
10,34s: Ahora reconozco que no hay en Dios el que tomó mujer.
acepción de personas, sino que en toda nación 6. Nadie debe reportar ventaja de la
el que teme a Dios y practica la justicia le es culpa que cometió; pero ser el hombre
acepto. tímido y cobarde es culpable, pues es
Pero los que le son aceptos no deben contra la virtud de la fortaleza; luego no
ser excluidos de la Iglesia de Dios; luego es conforme a razón excusar de los peli-
gros de la guerra a los tímidos y cobar-
no está bien ordenado lo que en Dt 23,3
se dice: que amonitas y moabitas no serán des (ib., v.8).
admitidos ni aun a la décima generación: que En cambio está lo que dice la Sabi-
no entrarán jamás en la Iglesia de Dios. Y, duría, en Prov 8,8: Todos mis dichos son
al contrario, se establece (v.7) de ciertas conformes a la justicia; nada hay en ellos de
naciones: No detestes al edomita, porque es tortuoso y perverso.
hermano tuyo; ni al egipcio, porque extranjero Solución. Hay que decir: Las relacio-
fuiste en su tierra. nes con los extranjeros pueden ser de
2. No merecen pena alguna las cosas paz o de guerra, y en uno y en otro caso
que no están en nuestro poder: pero el son muy razonables los preceptos de la
ser eunuco o nacido de unión ilícita no ley. Tres eran las ocasiones que se ofre-
depende de nuestra voluntad; luego no cían a los hebreos de tratar pacíficamen-
está bien ordenado lo que se dice en Dt te con los extraños: primera, cuando és-
23,1 que el eunuco y el mal nacido no entren tos pasaban por la tierra de aquéllos
en la Iglesia del Señor. como peregrinos; otra, cuando venían
3. La ley antigua, misericordiosa- para establecerse en ella como foras-
mente, ordena que los extranjeros no teros. En ambos casos manda la ley usar
han de ser molestados, según lo que se con ellos de misericordia, pues se dice
dice en Ex 22,20: No maltratarás al ex- en Ex 22,20: No afligirás al forastero, y en
tranjero ni le oprimirás, porque extranjeros 23,9: No serás molesto al peregrino (cf. obj.3).
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Y en La tercera ocasión era cuando algunos
23,9: No hagáis daño al extranjero; ya sabéis extranjeros pretendían incorporarse to-
lo que es un extranjero, pues extranjeros fuis- talmente a la nación hebrea y abrazar su
religión. En esto había que guardar su ninguna nación del culto de Dios y de
orden, porque no eran recibidos al ins- los bienes que tocan a la salud del alma,
tante; como en algunas naciones de gen- pues se dice en Ex 12,48: Si alguno de los
tiles se establecía que no fueran recono- forasteros quisiere comer la Pascua de Yah-
cidos como ciudadanos los que no tuvie- veh, deberá circuncindarse todo varón en su
sen esta dignidad de sus abuelos o casa, y entonces podrá comerla, como si fuera
bisabuelos, según cuenta el Filósofo en indígena. Pero en las cosas temporales, en
III Polit.20 La razón de esto era que, si las que tocan a la comunidad del pueblo
luego que llegasen fuesen admitidos los no eran admitidos desde luego por la ra-
extraños a tratar los negocios del pue- zón antes dicha (sol.), pero unos hasta la
blo, pudieran originarse muchos peli- tercera generación, a saber, los egipcios
gros; pues, no estando arraigados en el y los idumeos; y otros perpetuamente,
amor del bien público, podrían atentar en detestación de su culpa pasada, como
contra el pueblo. Por esto establece la los moabitas, amonitas y amalecitas.
ley que algunas naciones que tenían cier- Como un hombre es castigado por el pe-
ta afinidad con los hebreos, como los cado cometido, para que, viéndolo los
egipcios, entre quienes ellos habían naci- otros, teman y desistan de pecar, así
do y se habían criado, y los idumeos, hi- también por un pecado puede ser cas-
jos de Esaú, hermano de Jacob, fueran tigada una nación o una ciudad, para
recibidos a la tercera generación en la que las demás se guarden de semejante
sociedad israelita; pero aquellos que ha- pecado.
bían tratado como enemigos a los israe- Sin embargo, por dispensa y en pre-
litas, v.gr., los amonitas y moabitas, mio de algún acto virtuoso, podía algu-
nunca fueran recibidos a formar parte no ser admitido en la asamblea del pue-
del pueblo. Y los amalecitas, que más se blo, como en Jdt 14,6 se dice que
habían opuesto a Israel y que con éste Aquior, jefe de los hijos de Ammón, fue
no tenían parentesco alguno, habían de agregado al pueblo de Israel y toda la descen-
ser tratados como enemigos perpetuos, dencia de su linaje. Lo mismo se cuenta de
según lo que se dice en Ex 17,16: Guerra Rut, moabita, mujer de mucha virtud (Rut
de Yahveh contra Amalec de generación en ge- 3,11). Aunque pudiera decirse que aque-
neración. lla prohibición miraba a los varones, no
También, en cuanto a las relaciones a las mujeres, a quienes no compete pro-
de guerra con los extraños, estableció la piamente la ciudadanía.
ley preceptos razonables. Porque prime- 2. A la segunda hay que decir: Según
ramente ordena que se les declare la dice el Filósofo en III Polit.21, hay dos
guerra según justicia, pues se manda en maneras de poseer la ciudadanía. La ab-
Dt 20,10 que, acercándose a una ciudad soluta, cuando el ciudadano puede to-
para atacarla, ante todo le ofrezcan la mar parte en todos los negocios que to-
paz. Luego, que prosiga varonilmente can a los ciudadanos, como en los con-
la guerra comenzada, puesta en Dios la sejos y en los tribunales del pueblo.
confianza. Y para mejor observar esto, Otra es parcial, y corresponde a los que
dispone que, amenazando la batalla, los moran en la ciudad, aun las personas
aliente el sacerdote prometiéndoles el plebeyas, los niños y los ancianos, que
auxilio divino. Y manda en tercer lugar no están capacitados para ejercer las fun-
que, para eliminar los obstáculos de la ciones de la vida ciudadana. De éstas
batalla, fueran despedidos a sus casas los eran excluidos, por la bajeza de su ori-
que pudieran ser impedimento de obte- gen, los espurios, hasta la décima gene-
ner la victoria. En cuarto lugar, ordena ración, e igualmente los eunucos, a quie-
que usen con moderación de la victoria, nes no podía concederse el honor que
perdonando a las mujeres y a los niños y era propio de los que gozaban del de la
hasta no cortando los árboles frutales de paternidad, y más entre los hebreos, en
la tierra. quienes el culto divino se conservaba
por generación carnal. Pues, aun entre
Respuesta a las objeciones: 1. A la los gentiles, los varones que habían en-
primera hay que decir: La ley no excluye a gendrado muchos hijos eran distingui-
20. ARISTÓTELES, c.1 n.9 (BK 1275b23): S. TH., lect.1. 21. ARISTÓTELES, c.3 n.2 (BK
1278a2): S. TH., lect.4.
874 Tratado de la ley antigua y nueva C.105 a.4
dos con especial honor, como el mismo tales, que no habían logrado gozar de
Filósofo dice en II Polit. 22d Sin embargo, los bienes que ya tenían a la mano, y
en lo que toca a la gracia de Dios no se que el pueblo mismo, considerando esto,
distinguían los eunucos de los demás, sintiese horror de la guerra, se alejaba a
como tampoco los extranjeros, según estos hombres del peligro de morir, exi-
queda dicho atrás (ad 1) y se dice en Is miéndolos de la guerra.
56,3: Que no diga el extranjero allegado a 6. A la sexta hay que decir: Los co-
Yahveh: Yahveh me ha excluido de su pueblo. bardes eran despachados a su casa, no
Que no diga el eunnuco: Yo soy un árbol seco. porque con esto lograsen alguna ventaja,
3. A la tercera hay que decir: El pres- sino porque de su presencia no sufriera
tar con usura a los extraños no era con- el pueblo algún daño si con el miedo o
forme a la intención de la ley; era una li- con la huida de aquéllos fueran otros
cencia concedida en atención a ser los movidos a lo mismo.
judíos tan inclinados a la avaricia, para
que mejor se acomodaran a vivir en paz
ARTICULO 4
con los extraños, de quienes podían ob-
tener algunas ganancias. ¿Son razonables los preceptos de la
4. A la cuarta hay que decir: Entre las ley sobre la familia?
ciudades enemigas había que distinguir,
porque unas eran remotas, que no ha-
Objeciones por las que no parece
bían sido prometidas a Israel, y en éstas,
que sean razonables los preceptos que la
al conquistarlas, debían ser muertos los
ley antigua da sobre la familia.
varones que luchaban contra el pueblo
de Dios, perdonando a las mujeres y a 1. Según dice el Filósofo en I Po-
los niños. Otras eran las ciudades próxi- lit. 24, el siervo, cuanto es, pertenece a su se-
mas, que estaban prometidas a los he- ñor. Pero lo que pertenece a alguno en
breos, en las que todos los moradores propiedad, le pertenece perpetuamente;
debían ser muertos en castigo de sus ini- luego no está bien dispuesto lo que se
quidades. Para su castigo, el Señor había ordena en Ex 21,2, que los siervos sal-
enviado a Israel como ejecutor de su gan libres al año séptimo.
justicia. Por eso se dice en Dt 9,5: Por la 2. Como un animal, v.gr., el asno o
maldad de esas naciones las expulsa Yahveh el buey, es propiedad de su dueño, así
delante de ti. Los árboles frutales manda también el siervo; pero de los animales
la ley que los respeten, por la utilidad manda, en Dt 22,1-3, que sean devueltos
del mismo pueblo, a quien la ciudad y a su dueño si se hallaren extraviados;
su territorio quedaban sujetos. luego no está bien lo que en Dt 23,15 se
5. A la quinta hay que decir: Quien dispone: No entregarás a su amo un esclavo
había edificado una casa nueva, plantado huido que se haya refugiado en tu casa.
una viña o acababa de casarse estaba 3. La ley divina debe inducir más a
exento de tomar parte en la guerra, por la misericordia que la ley humana; pero
dos razones: primera, porque lo que uno las leyes humanas castigan con penas
posee de nuevo o está próximo a poseer- graves a los amos que tratan con dureza
lo suele amarlo más, y, por consiguiente, a sus siervos y siervas, y el trato más ás-
suele temer más su pérdida; de donde se pero parece ser aquel de que se sigue la
puede conjeturar que por este amor muerte; luego no está bien ordenado lo
tema más la muerte y sea menos animo- que se dice en Ex 21,20s: Si uno da de pa-
so en la pelea. La segunda es que, como los a su siervo o a su sierva, de modo que
dice el Filósofo en II Physic.23, se tiene muera entre sus manos, el amo será reo; pero,
por infortunio cuando, estando uno a punto de si sobreviviese un día o dos, no, pues hacienda
lograr un bien, luego es impedido de alcanzar- suya era.
lo. Y así, para que los allegados no se 4. Una es la autoridad del amo so-
entristeciesen más por la muerte de los bre su siervo y otra la del padre sobre el
22. ARISTÓTELES, c.6 n.13 (BK 1270b1): S. TH., lect.13. 23. ARISTÓTELES, c.5 n.9 (BK
197a27): S. TH., lect.9. 24. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1254a12): S. TH., lect.2.
25. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1259b37): S. TH. lect.10; c.2 n.7 (BK 1253b8). 26. ARIS-
TÓTELES, c.4 n.4 (BK 1278b32): S. TH., lect.5. 27. ARISTÓTELES, c.1 n.6 (BK 1253b13):
S. TH., lect.1.
876 Tratado de la ley antigua y nueva C.105 a.4
co, podía ser tomada en matrimonio, bía fallecido como un hermano, a quien el pa-
como en el caso de Rut, a quien tomó rentesco obligaba a ello. De donde está cla-
Booz por mujer: Ya ella había dicho a ro que el hermano, al tomar la mujer del
su suegra: Tu pueblo será mi pueblo; tu hermano difunto, hacía las veces de éste.
Dios será mi Dios, según se lee en el libro
8. A la octava hay que decir: La ley
de Rut 1,16. La cautiva sólo podía ser
permitió el repudio de la esposa, no por-
tomada por mujer cuando se hubiera que fuera totalmente justo, sino por la
cortado la cabellera y recortado las uñas,
dureza de los hebreos, como dice el Se-
dejado los vestidos en que había sido to- ñor en Mt 19,8. Pero esto necesita ser
mada cautiva, y llorado a su padre y a
tratado más ampliamente al hablar del
su madre, en lo cual se significa la re-
matrimonio (cf. Suppl. q.67).
nuncia perpetua de la idolatría.
7. A la séptima hay que decir: Dice el 9. A la novena hay que decir: Las mu-
Crisóstomo en Super Matth.29, que, siendo jeres quebrantan la fe del matrimonio
la muerte un acerbo dolor para los judíos, que por el adulterio, y lo hacen con facilidad
ponían su dicha en la vida presente, se estable- llevadas del placer, y lo hacen a escondi-
ció que al que muriese sin hijos le naciese un das, porque el ojo del adúltero busca las ti-
hijo de su hermano. Esto significaba una mi- nieblas, según se dice en Job 24,15. No
tigación del dolor de morir sin hijos. Y sólo el hay, pues, la misma razón entre el hijo y
hermano o el pariente cercano estaba obligado el padre, y entre el siervo y el amo, por-
a tomar la mujer del difunto, porque no era que sus infidelidades no proceden de la
creíble que el nacido de otra unión fuera pasión carnal, sino más bien de malicia,
hijo del muerto. Además, que un extraño no la cual no es tan secreta como la infideli-
tenía precisión de levantar la casa del que ha- dad de la mujer adúltera.
1. Según el ABAD JOAQUÍN, el «Evangelio nuevo» no es ley escrita. GERARDO DEL BORGO
SAN DONNINO llamó «Evangelio eterno» a los tres libros compuestos por el ABAD JOAQUÍN.
2. ARISTÓTELES, c.8 n.6 (BK 1169a2): S. TH., lect.9.
a El titulo está tomado materialmente del breve prólogo del autor. Ley nueva es lo mismo
que Evangelio y que Nuevo Testamento, por el que se regula la vida de los cristianos. A su
estudio dedica el autor las tres cuestiones siguientes (q. 106-108), en las que expone los princi-
pios esenciales de la ética específicamente cristiana en armonía con la ley natural y corno pleni-
tud de la ley antigua.
C.106 a.2 De la ley evangélica en sí misma 879
mente dice en Rom 8,2: Porque la ley del que se debe hacer, sino que ayuda para
espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ejecutarlo.
ley del pecado y de la muerte. De donde 3. A la tercera hay que decir: Nunca
dice San Agustín, en De spiritu et litte- tuvo nadie la gracia del Espíritu Santo si
ra3, que, como la ley de las obras fue escrita no es por la fe de Cristo, o explícita o
en tablas de piedra, así la ley de la fe está es- implícita. Pues por esta fe pertenece el
crita en los corazones de los fieles. Y añade hombre al Nuevo Testamento, de mane-
en otro lugar de la misma obra4: ¿Cuáles ra que cuantos recibieron esta ley de
son las lejes de Dios escritas por El mismo gracia infusa, por ésta pertenecen al
en los corazones, sino la misma presencia del Nuevo Testamento.
Espíritu Santo?
Tiene, sin embargo, la ley nueva cier- ARTICULO 2
tos preceptos como dispositivos para re-
cibir la gracia del Espíritu Santo y orde- ¿Justifica la ley nueva?
nados al uso de la misma gracia, que son
como secundarios en la ley nueva, de los Objeciones por las que no parece
cuales ha sido necesario que fueran ins- que la ley nueva justifique.
truidos los fieles de Cristo, tanto de pa- 1. Nadie está justificado sino el que
labra como por escrito, ya sobre lo que obedece a la ley de Dios, según la sen-
se ha de creer como sobre lo que se ha tencia de Heb 5,9: Cristo vino a ser para
de obrar. Y así conviene decir que la ley todos los que le obedecen causa de salud eterna.
nueva es principalmente ley infusa; se- Pero el Evangelio no siempre hace que
cundariamente es ley escrita. los hombres le obedezcan, pues se dice
en Rom 10,16: No todos obedecen al Evan-
Respuesta a las objeciones: 1. A la gelio. Luego la ley nueva no justifica.
primera hay que decir: En el texto del san- 2. El Apóstol prueba a los Romanos
to Evangelio no se contiene sino lo que que la ley antigua no justificaba, puesto
toca a la gracia del Espíritu Santo, bien que con su venida creció la prevarica-
sea como disposición, bien como orde- ción. En efecto, se dice en la epístola a
nación para el uso de la gracia. Como los Rom 4,15: La ley trae consigo la ira,ya
disposición del entendimiento para la fe, que donde no hay ley, no hay transgresión.
mediante la cual se nos da la gracia del Pero mucho más agravó la ley nueva la
Espíritu, se contiene en el Evangelio prevaricación, pues mayor pena merece
cuanto pertenece a la manifestación de la el que peca después de promulgada la
divinidad y humanidad de Cristo; como ley nueva, conforme la sentencia de Heb
disposición del afecto, se contiene en el 10,28s: Si el que menosprecia la ley de Moi-
Evangelio cuanto mira al desprecio del sés irremisiblemente es condenado a muerte so-
mundo, por el cual se hace el hombre bre la palabra de dos o tres testigos, ¿de cuán-
capaz de la gracia del Espíritu Santo. to mayor castigo pensáis que será digno el que
Pues el mundo, esto es, los amadores del pisotea al Hijo de Dios? Luego la ley nue-
mundo, no puede recibir el Espíritu Santo, va, igual que la antigua, no justifica.
según se lee en Jn 14,17. El uso espiri- 3. Justificar es efecto propio de
tual de la gracia consiste en las obras de Dios, según aquello de Rom 8,33: Dios
las virtudes, a las que de muchas mane- es quien justifica. Pero la ley antigua pro-
ras exhorta a los hombres la escritura cedió de Dios lo mismo que la nueva;
del Nuevo Testamento. luego la ley nueva no justifica más que
2. A la segunda hay que decir: De dos la antigua.
maneras se puede infundir al hombre
una cosa: de una, como algo que es de En cambio, está lo que dice el Após-
la naturaleza humana, y así la ley natural tol en Rom 1,16: No me avergüenzo del
es infusa en el hombre; de otra, se in- Evangelio, que es poder de Dios para la salud
funde una cosa al hombre como añadida de todo el que cree. Pero no hay salud sino
a la naturaleza por un don de la gracia, para los justificados; luego la ley evan-
y de este modo la ley nueva es ley infusa gélica justifica.
en el hombre, y que no sólo indica lo Solución. Hay que decir: Según queda
8. Cf. Epist. 217 ad Vitalem c.5: ML 33,984; De pecc. remiss. et bapt. parv. l.2 c.19: ML
44,170. 9. V. «Errores 31 a quibusdam magistris theologiae Parisiensibus ex Introductorio
in Evangelium aeternum et ex ipso Evangelio aeterno excerpti», en DENIFLE, Chartularium
n.243 (I 272). 10. Cf. DENIFLE, Chartularium n.243 (I 274); DENIFLE, en ALKGM (1885)
p.127 y passim.
882 Tratado de la ley antigua y nueva C.106 a.4
na del Padre, a saber, el estado de la ley trar en el santuario, que El nos abrió como
antigua, en el cual todos los hombres se camino nuevo y vivo..., acerquémonos con since-
aplicaban enteramente a la generación; ro corazón. De manera que no puede dar-
igualmente hay otro que conviene a la se estado más perfecto de la presente
persona del Hijo, a saber, el estado de la vida que el estado de la ley nueva, pues
ley nueva, en el que predominan los clé- tanto una cosa es más perfecta cuanto
rigos, dados a la adquisición de la sabi- más se acerca a su último fin.
duría, que se atribuye al Hijo; luego tie- De otro modo puede variar el estado
ne que haber un tercer estado, el del Es- de los hombres, según la diversa actitud
píritu Santo, en el que predominen los más o menos perfecta de éstos para con
varones espirituales11. la misma ley. Conforme a esto, el estado
4. Dice el Señor en Mt 24,14: Será de la ley antigua se mudó frecuentemen-
predicado este Evangelio del reino en todo el te, pues a veces eran observadas las leyes
mundo, y entonces vendrá el fin. Pero el perfectamente; otras, del todo eran cena-
Evangelio de Cristo ha sido predicado das en olvido. Del mismo modo se dife-
ya en todo el orbe, y aún no ha llegado rencia el estado de la ley nueva confor-
el fin; luego el Evangelio de Cristo no me a los diversos lugares, tiempos y per-
es el Evangelio del reino. Y habrá de sonas, en cuanto la gracia del Espíritu
venir otro Evangelio del Espíritu Santo Santo la poseen algunos con mayor o
y otra especie de ley 12. menor perfección. Sin embargo, no es
de esperar un estado en el que la gracia
En cambio está la palabra del Señor del Espíritu Santo sea poseída con más
que dice en Mt 24,34: Os digo que no pasa- perfección que hasta aquí, sobre todo
rá esta generación sin que todo esto sea cum- por los apóstoles, que recibieron las primi-
plido. Lo que San Juan Crisóstomo13 ex- cias del Espíritu, esto es, primero que los
pone de la generación de los fieles de Cristo. otros y con más abundancia que ellos, según
Luego el estado de los fieles de Cristo dice la Glosa sobre Rom 8,23 14c.
permanecerá hasta el fin del mundo.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
Solución. Hay que decir: De dos ma- primera hay que decir: Cuenta Dionisio en
neras pueden variar los estados del mun- De eccl. hier.15 tres estados de los hom-
do: la una, según la diversidad de la ley. bres: el primero, el de la ley antigua; el
De este modo no sucederá al estado de segundo, el de la ley nueva: a éste suce-
la ley nueva ningún otro estado. Sucedió derá un tercero, pero no en la vida pre-
al estado de la ley antigua el de la ley sente, sino en la futura, esto es, en la pa-
nueva, como un estado más perfecto a tria. Y como el primero era figurativo e
otro imperfecto. Pero ningún estado de imperfecto respecto del estado evangéli-
la presente vida puede ser más perfecto co, así éste es figurativo e imperfecto
que el estado de la ley nueva b , pues respecto del estado de la patria. Cuando
nada puede haber más cercano al fin que éste llegue, desaparecerá aquél, como allí
lo que inmediatamente introduce en el se dice (v.12): Ahora vemos por un espejo y
último fin. Y esto hace la ley nueva, por oscuramente; entonces veremos cara a cara.
lo que dice el Apóstol a los Hebreos 2. A la segunda hay que decir: Según
10,19s: Teniendo, pues, hermanos, en virtud San Agustín en Contra Faustum16, Mon-
de la sangre de Cristo, firme confianza de en- tanod y Priscila afirmaron que la prome-
11. Es un argumento construido con las propias palabras de JOAQUÍN, tal como se encuen-
tran en los documentos citados. 12. DENIFLE, Chartularium n.243 (I 272); DENIFLE, en
ALKGM (1885) p.111 y passim. 13. In Matth. homil.78: MG 58,702. 14. Glossa interl.
(VI 19r); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1444. 15. C.5: MG 3,501. 16. Cf. SAN
AGUSTÍN, De haeres. § 26: ML 42,30.
b El Aquinate se hace eco expresamente aquí de la ideología del Evangelio eterno, de Joaquín
de Fiore. De este tema hemos hablado ya en la introducción. Para mayor información, véase
H. DENIFLE, Chartularium Univ. París, n.243 (I 272).
c El autor se define sobre el problema de la historia de la salvación admitiendo un progre-
so sustancial sólo hasta Cristo.
d Montano fue un hereje famoso de la segunda mitad del siglo II, en Frigia. Su tesis princi-
pal era que el fin del mundo estaba ya próximo. Creía encarnar él mismo al Espíritu Santo. Era
C.106 a.4 De la ley evangélica en sí misma 883
sa del Señor sobre el Espíritu Santo no antigua no sólo fue del Padre, sino tam-
se cumplió perfectamente en los após- bién del Hijo, pues Cristo era en ella fi-
toles, sino en ellos. Otro tanto afirma- gurado; por donde dice el Señor en Jn
ron los maniqueose, que esta promesa se 5,46: Si creyerais en Moisés, creeríais en mí,
realizó en Maniqueo, a quien llamaban pues de mí escribió él. Asimismo, la ley
el Paráclito17. Por esto, ni unos ni otros nueva no es sólo de Cristo, sino también
recibían los Actos de los Apóstoles, en del Espíritu Santo, según aquella senten-
los que manifiestamente se declara que cia de Rom 8,2: La ley del Espíritu de vida
aquella promesa se cumplió en los após- en Cristo jesús. No hay, pues, lugar a es-
toles, como el Señor reiteradamente lo perar otra ley del Espíritu Santo.
había prometido en Act 1,5: Seréis bauti- 4. A la cuarta hay que decir: Habien-
zados en el Espíritu Santo antes de muchos do dicho Cristo desde el Principio de la
días. Esto se cumplió el día de Pentecos- predicación evangélica: El reino de los cie-
tés, como se lee en Act 2. Todas las va- los está cercano (Mt 4,17), es una grandísi-
nidades de los herejes quedan excluidas ma necedadf afirmar que el Evangelio
por lo que se dice en Jn 7,39: Aún no ha- de Cristo no es el Evangelio del reino.
bía sido dado el Espíritu Santo, porque Jesús Pero la predicación de Cristo se puede
no había sido glorificado. De donde se en- entender de dos maneras: la una, en
tiende que, glorificado el Señor por la cuanto a la divulgación de la noticia de
resurrección y la ascensión, luego fue Cristo, y de este modo el Evangelio fue
dado el Espíritu Santo. Por aquí tam- predicado en todo el orbe aun ya en
bién queda excluida la vana ilusión de tiempo de los apóstoles, como dice San
algunos18, los cuales querrían decir que Juan Crisóstomo19. Según esto, lo que
se debe esperar otro tiempo del Espíritu se añade20: Y entonces será el fin, se en-
Santo. tiende de la destrucción de Jerusalén, de
Enseñó el Espíritu Santo a los após- la que entonces hablaba a la letra. De
toles toda verdad necesaria para la salva- otro modo se puede entender la predica-
ción, sea de las cosas que hay que creer, ción evangélica en todo el orbe plena-
sea de las que hay que practicar; pero no mente eficaz, de manera que en todas las
les enseñó de los sucesos futuros; esto gentes se establezca la Iglesia. De esta
no les tocaba a ellos, como se dice en suerte, dice San Agustín, en la carta Ad
Act 1,7: No os toca a vosotros conocer los Hesych.21 todavía no fue predicado el Evan-
tiempos y los momentos que el Padre ha fijado gelio en todo el mundo; pero, cuando esto suce-
en virtud de su poder soberano. da, vendrá el fin.
3. A la tercera hay que decir: La ley
17. SAN AGUSTÍN, De haeres. § 46: ML 42,38. 18. Tales como el ABAD JOAQUÍN, GE-
RARDO DEL BORGO SAN DONNINO y otros «espirituales». Cf. las notas a las objeciones. 19. In
Matth., homil. 75: MG 58,688. 20. En Mt 24,14. 21. Epist. 199 c.12: ML 33,923.
rigorista y fanático. Entre sus seguidores se destacaron dos mujeres, Maximila y Priscila, que
abandonaron a sus maridos para marcharse a predicar la parusía.
e Mani nació en Persia, por el año 215. Dio lugar a una secta pagana con mezcla de ele-
mentos cristianos, por lo que el maniqueismo aparece también como una especie de herejía. Su
idea nuclear consistía en admitir dos principios opuestos: la luz y las tinieblas, el bien y el mal,
a los que llamó Ormuzd y Ahriman, respectivamente. Los sucesores de Mani, o maniqueos,
dieron mucho que hacer a los cristianos, incluso hasta entrada la Edad Media.
f Llama la atención la dureza con que Santo Tomás condena esta opinión. No es propio
del estilo aquinatense el uso de esas expresiones tan fuertes. De hecho, sólo se conoce otro
caso similar, hablando contra David de Dinant, que, a juicio del Aquinate, pervertía el concep-
to mismo de Dios (cf. 1 q.3 a.8).
CUESTIÓN 107
Comparación entre la ley nueva y la antiguaa
Y ahora debemos considerar la ley nueva en comparación con la ley
antigua (cf. q.106 introd.), sobre lo cual habremos de responder a estas cua-
tro preguntas:
1. ¿Es la ley nueva distinta de la antigua?—2. ¿Es cumplimiento de la
antigua?—3. ¿Está contenida en la antigua?—4. ¿Es más gravosa que la
antigua?
1. Glossa ordin. sobre 2 Cor. 4,13 (VI 66 A); Glossa interl. sobre 2 Cor. 4,13 (VI 66r); Glossa
de PEDRO LOMBARDO, sobre 2 Cor. 4,13: ML 192,33. Cf. SAN AGUSTÍN, Enarr. in Psalm. ps.50
sobre v.14: ML 36.596; Sermo ad popul. ser.19: ML 38,134. 2. C.17: ML 42,159. 3. L.4
c.2: ML 42,217.
a El contraste ley antigua-ley nueva quedó ya iniciado en la cuestión anterior de forma in-
directa. Ahora, en la q.107, el contraste es directo y explícito. El autor va a hacer un estudio
comparado de ambas leyes, tal como lo había anunciado en el prólogo de la q.106.
C.107 a.1 Comparación entre la ley nueva y la antigua 885
b Este es el artículo nuclear de toda la q.107. El autor sigue paso a paso a San Mateo y
a San Pablo, con el visto bueno de San Agustín. El artículo es todo un modelo de teología
bíblica pasada por el filtro de la razón.
C.107 a.2 Comparación entre la ley nueva y la antigua 887
5. L.19 c.26: ML 42,364. 6. Cf. SAN AGUSTÍN, De serm. Dom. l.1 c.14: ML 34,1248.
888 Tratado de la ley antigua y nueva C.107 a.3
funto, según hemos dicho (q.102 a.6 ad 1; 1. La nueva ley consiste principal-
a.5 ad 4). Pero el Señor, que era el puri- mente en la fe, y por eso se llama ley de
ficador de los leprosos, no podía incu- fe, como consta por Rom 3,27. Pero en
rrir en impureza ninguna. Y con lo que la nueva ley se proponen para creer mu-
hizo en el sábado no quebrantó en reali- chas cosas que no están contenidas en la
dad el sábado, como Él mismo lo prue- antigua; luego la ley nueva no está con-
ba en el Evangelio, ya porque obraba tenida en la antigua.
los milagros por virtud divina, que 2. Dice una Glosa7 sobre aquello de
siempre obra en las cosas (Jn 5,17); ya Mt 5,19: Quien quebrantare uno de estos
porque hacía obras en favor de la salud mandatos mínimos, que los mandamientos
humana, cuando los fariseos las hacían de la ley son menores; pero en el Evan-
por la salud de los animales (Mt 12,11); gelio son los mandamientos mayores.
ya, finalmente, porque la necesidad ex- Ahora bien, lo mayor no puede hallarse
cusaba a los discípulos, que cogían espi- contenido en lo menor; luego la ley nue-
gas en el sábado (Mt 12,3). Sólo parecía va no está contenida en la antigua.
infringir la ley según la supersticiosa in- 3. Lo que se halla contenido en otra
terpretación de los fariseos, que creían cosa se llega a poseer con la posesión de
que en el sábado había que abstenerse esta cosa. Por consiguiente, si la nueva
aun de las obras saludables, lo cual era ley se contuviera en la antigua, seguiría-
contra la intención de la ley. se que, una vez tenida la ley antigua, se
4. A la cuarta hay que decir: Los pre- tendría también la nueva. Por lo tanto,
ceptos ceremoniales de la ley no se men- sería superfluo que, una vez dada la
cionan en el evangelio de San Mateo, antigua ley, se diera otra vez la nueva.
porque su observancia quedaba total- En suma, que la ley nueva no está con-
mente suprimida con la perfección de la tenida en la antigua.
ley nueva, según se dijo (ad 1). De los En cambio está lo que se dice en
preceptos judiciales mencionó el del ta- Ez 1,16: Una rueda se contenía en otra, es
lión, para que se aplicase a todos los de- decir, el Nuevo Testamento en el Antiguo,
más lo que dijo de éste, en el cual ense- según expone San Gregorio8.
ñó no ser la intención de la ley que se
procurase la pena del talión por deseo Solución. Hay que decir: Una cosa
de venganza. Esta la excluye El al encar- puede estar contenida en otra de dos
maneras: una actual, como lo que ocupa
gar que debe estar preparado el hombre
lugar está en ese lugar; otra virtual,
a sufrir aun las mayores injurias, pero
sólo por amor de la justicia. Y esto que- como el efecto en la causa o lo completo
en lo incompleto, como el género con-
da vigente aún en la nueva ley.
tiene en potencia las especies y como
todo el árbol está contenido en la semi-
ARTICULO 3 lla. De este modo, la nueva ley está con-
tenida en la antigua, pues ya se ha dicho
¿Se halla la ley nueva contenida en la (a.1) que la nueva ley se compara con la
antigua?c antigua como lo perfecto con lo imper-
fecto. Por eso San Juan Crisóstomo9,
Objeciones por las que parece que la exponiendo aquello de Mt 4,28: Espontá-
nueva ley no está contenida en la neamente la tierra produce primero la hierba,
antigua. después la espiga y luego el fruto maduro en la
7. Cf. SAN AGUSTÍN, De serm. Dom. 1.1 c.1: ML 34,1231. Cf. Glossa ordin. super Matth. 5,19
(V 20 A). 8. In Ezech. l.1 hom.6: ML 76,834. 9. No se encuentra. Cf. S. TH., Cat.
Aur. sup. Mc. c.4 § 3 super v.28.
c Este artículo, después de lo que nos ha dicho el autor en las cuestiones precedentes, pu-
diera parecer innecesario. Pero el tema es muy sugestivo, y el Aquinate quiere insistir en que
la ley nueva estaba ya prevista en la antigua. Parece como si quisiera salir al paso de algunos
extremistas que exageran las diferencias entre ambas leyes, hasta el punto de considerarlas in-
compatibles. Las diferencias son importantes, pero no anulan la complementariedad evolutiva,
que va de lo imperfecto a lo perfecto, de la figura a la realidad figurada, de la promesa a la
realidad prometida.
C.107 a.4 Comparación entre la ley nueva y la antigua 889
espiga, dice: Primero brota la hierba en la tando aquello de Mt 5,19: El que quebran-
ley natural, luego la espiga en la ley de Moisés tare uno de estos mínimos mandamientos,
y después, en el Evangelio, el grano maduro. dice: Los mandamientos de Moisés son en
Por consiguiente, la ley nueva está en la acto fáciles: No matarás, no adulterarás;
antigua como el fruto en la espiga. pero los mandamientos de Cristo, a saber:
Respuesta a las objeciones: 1. A la «No te airarás», «no desearás torpemente»,
primera hay que decir: Todo lo que se pro- son difíciles en acto. Luego la ley nueva es
pone explícita y claramente en el Nuevo más gravosa que la antigua.
Testamento para creer, se enseña tam- 2. Más fácil es usar de la prosperi-
bién en el Antiguo, pero implícitamente, dad terrena que padecer tribulaciones.
bajo figura; y, en este sentido, también Pero, en el Antiguo Testamento, al
está contenida la ley nueva en la antigua cumplimiento de la antigua ley iba ane-
en cuanto a las cosas que se han de ja la prosperidad temporal, como consta
creer. en Dt 28,1-14, mientras que a los cum-
2. A la segunda hay que decir: Los pre- plidores de la nueva ley les aguardan
ceptos de la nueva ley se dicen ser ma- muchas adversidades, como se dice en
yores que los de la antigua en cuanto a 2 Cor 6,45: Mostrémonos ministros de Dios en
la manifestación explícita; pero, en cuan- mucha paciencia, en tribulaciones, en necesida-
to a la sustancia, los preceptos del Nue- des, en angustias, etc. Luego la ley nueva
vo Testamento están todos contenidos es más gravosa que la antigua.
en el Antiguo. Y por eso San Agustín 3. Lo que resulta de la adición de
dice en Contra Faustum10 que casi todo lo otra cosa parece ser más difícil que ésta.
que encargó o mandó el Señor, al añadir: Pero la nueva ley resulta de la adición a
«Mas yo os digo», se halla también en aque- la antigua; pues la antigua ley prohibió
llos antiguos libros. Pero 11 , como no entendían el perjurio, y la nueva también el jura-
por homicidio sino la destrucción del cuerpo mento; la antigua prohibió abandonar a
humano, enseña el Señor que todo mal movi- la esposa sin libelo de repudio, y la nue-
miento para hacer daño a un hermano se va prohibió en absoluto ese libelo, como
computa en el género de homicidio. Y, en lo consta en Mt 5,31 s, según la exposición
tocante a tales manifestaciones, los pre- de San Agustín 13. Luego la ley nueva es
ceptos de la nueva ley se dicen mayores más gravosa que la antigua.
que los de la antigua; lo cual no obsta En cambio está lo que se dice en Mt
para que lo mayor esté contenido en lo 11,28: Venid a mí todos los que trabajáis y
menor virtualmente, como el árbol se estáis cargados; lo cual expone San Hilario
contiene en la semilla. diciendo 14: Llama hacia sí Cristo a los que
3. A la tercera hay que decir: Lo que se ven llenos de dificultades y cargados con los
ha sido dado implícitamente debe expli- pecados del siglo; y luego dice del yugo
carse, y por eso fue conveniente que, del Evangelio (v.30): Pues mi yugo es sua-
después de dada la antigua ley, se diera ve, y mi carga, ligera. Luego la nueva ley
también la nueva. es más ligera que la antigua.
Solución. Hay que decir: Acerca de ks
ARTICULO 4 obras de virtud, de las que se dan los
preceptos de la ley, puede considerarse
¿Es la ley nueva más gravosa que una doble dificultad: la primera, de parte
la antigua? de las obras exteriores, que por sí mis-
In Sent. 3 d.40 a.4 q.a3; In Mt. 11; Quodl. 4 q.8 a.2. mas tienen cierta dificultad y gravedad.
Por este capítulo, la antigua ley es mu-
Objeciones por las que parece que la cho más grave que la nueva, pues aqué-
ley nueva es más gravosa que la antigua. lla obligaba a múltiples ceremonias, a
1. San Juan Crisóstomo12d, comen- muchos más actos que la ley nueva.
10. L.19 c.28: ML 42,366. 11. SAN AGUSTÍN, Contra Faust. c.23: ML 42,361. 12. Cf.
Ps. CRISÓSTOMO, Op. imperf. in Matth. hom.10 super 5,19: MG 56,687. 13. De serm. Dom.
1.1 c.14: ML 34,1248; c.17: ML 34,1255; Contra Faust. 1.19 c.23: ML 42,361; c.26: ML 42,264.
14. In Matth. super 11,28: ML 9,984.
d Según los expertos, la atribución de la obra citada a San Juan Crisóstomo no es correcta.
890 Tratado de la ley antigua y nueva C.107 a.4
Esta, a los preceptos de la ley natural que no tiene virtud, como también dice
sólo añadió muy reducidas cosas en la el Filósofof, en V Ethic.16, que hacer las
doctrina de Cristo y de los apóstoles, cosas que el justo hace es cosa fácil, pero ejecu-
aunque algunas más se añadieron des- tarlas deleitablemente, es cosa muy difícil al
pués por determinación de los Santos que no tiene la justicia. Y en este sentido
Padres, y aun en estas cosas dice San se dice también en 1 Jn 5,3 que sus man-
Agustín que ha de haber moderación, damientos no son pesados; exponiendo lo
para no hacer a los fíeles pesada la vida. cual, dice San Agustín 17 que no son pesa-
Habla, en efecto, en Ad Inquisitiones la- dos para el que ama, pero sí para el que no
nuarii15 de algunos que abruman con servi- ama.
les cargas nuestra religión, la cual quiso la Respuesta a las objeciones: 1. A la
misericordia de Dios que fuera libre; y esto lo primera hay que decir: Aquel texto habla
hacen en tal grado, que sería más tolerable la expresamente de la dificultad de la nue-
condición de los judíos, que estaban sometidos va ley en cuanto a la cohibición expresa
a las cargas legales y no a humanas presuncio- de los movimientos interiores.
nese. 2. A la segunda hay que decir: Las ad-
La otra dificultad versa sobre las versidades que sufren los cumplidores
obras de virtudes en los actos interiores; de la nueva ley no son impuestas ni pro-
por ejemplo, el que uno ejecute los actos vienen de la misma ley. Sin embargo, fá-
de virtud pronta y deleitablemente. En cilmente se toleran por amor, en el cual
esto es la virtud cosa difícil, pues resulta consiste la misma ley; pues, como dice
muy difícil al que no tiene la virtud; mas San Agustín en De verbis Domini18, el
con la virtud se hace fácil. Por este capí- amor hace fáciles y casi triviales todas las co-
tulo, los preceptos de la nueva ley son sas difíciles y duras.
más pesados que los de la antigua, pues 3. A la tercera hay que decir: Las adi-
en la nueva se prohiben incluso los mo- ciones a los preceptos de la ley antigua
vimientos interiores del alma, que no se se ordenan a facilitar el cumplimiento de
prohibían expresamente en la antigua en lo que la ley misma ordena, según dice
todos los casos, aunque sí en algunos, San Agustín 19 ; lo cual no prueba que la
en cuya prohibición, sin embargo, no se ley nueva sea más grave, sino que es
añadía castigo. Y esto es dificilísimo al más fácil.
15. Epist. 55 c.19: ML 33,221. 16. ARISTÓTELES, c.9 n.14 (BK 1137a5): S. TH., lect.15.
17. De nat. et grat. c.69: ML 44,289; De perfect. iust. c.10: ML 44,302; Serm. ad popul. serm.70
c.3: ML 38,444. 18, Serm. ad popul. ser.70 c.3: ML 38,444. 19. De serm. Dom. l.1 c.17:
ML 34,1256; c.21: ML 34,1265; Contra Faust. l.18 c.23: ML 42,362; c.26: ML 42,365.
e Interesante advertencia de San Agustín y que Santo Tomás hace suya con fuerza. La mul-
tiplicación de leyes positivas puede resultar odiosa cuando, en lugar de ayudar a los hombres
a ser mejores, sólo sirven para hacer la vida más difícil y desagradable. La ley nueva de Cristo
nos liberó de muchos viejos fardos legales inútiles, pero la historia se encarga después de irlos
reponiendo. Es una llamada a la prudencia de los legisladores y responsables del gobierno de
la Iglesia.
f Obviamente, la autoridad de Aristóteles en esta ocasión es sólo de refuerzo, si bien bas-
tante oportuna y apropiada para destacar aún más la tesis sostenida por el autor.
CUESTIÓN 108
Contenido de la ley nueva
Y ahora trataremos del contenido de la ley nueva (cf. q.106 introd.).
Acerca de esto hacemos cuatro preguntas:
1. ¿Debe la ley nueva mandar o prohibir algunas obras exterio-
res?—2. ¿Manda o prohibe de manera conveniente los actos exterio-
res?—3. ¿Instruye convenientemente a los hombres acerca de los actos inte-
riores?—4. ¿Hace bien en añadir consejos a los preceptos?
3. C.30: ML 34,1114. 4. Cf. SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. II In Rom. 16,3 hom.2: MG
51,199; BEDA, In Luc. 1.6 super 22,35: ML 92,601. Otros testimonios de los santos cf. en
S. THOMAS, Cat. aur. sup. Mt. c.10 § 3 super v.9; sup. Luc. c.22 § 10 super v.35.
b Cf. Summa theol. 2-2 q.185 a.6 ad 2; q.188 a.7 ad 5. Santo Tomás no cayó en los extremis-
mos de algunos exaltados de la pobreza evangélica.
c Efectivamente, la auténtica libertad de los hijos de Dios, bien entendida, no está reñida
con la creación y establecimiento de leyes justas en función del bien común, lo mismo en el
orden eclesiástico que en el civil.
d Este artículo es una meditación racional típica sobre el texto evangélico, según el modelo
conocido de San Agustín en su obra De sermone Domini in monte (PL 34,1229-1308).
C.108 a.3 Contenido de la ley nueva 895
diez. Pero el Señor sólo perfeccionó Agustín en De serm. Domini in monte5:
algo tres de ellos, a saber: la prohibición Debe considerarse que, al decir el Señor: «El
del homicidio, del adulterio y del perju- que oye estas mis palabras», claramente dio a
rio, lluego parece que ordenó insuficien- entender que este sermón del Señor, en el que
temente al hombre omitiendo el comple- se contienen todos los mandatos que informan
tar con sus declaraciones los otros pre- la vida cristiana, es perfecto.
ceptos. Solución. Hay que decir: Como consta
2. El Señor en el Evangelio nada por el testimonio de San Agustín antes
ordenó relativo a los preceptos judicia- aducido, el sermón que pronunció el Se-
les, a no ser acerca del repudio de la es- ñor en el monte (Mt 5-7) contiene un
posa y la persecución de los enemigos. perfecto programa de vida cristiana,
Pero en la antigua ley hay muchos otros pues en él se ordenan con perfección los
preceptos judiciales, como se ha dicho movimientos interiores del hombre. En
antes (q.104 a.4; q.105). Luego, a lo me- efecto, después de exponer el fin en que
nos en esto, no dejó suficientemente or- consiste nuestra bienaventuranza y de
denada la vida de los hombres. ensalzar la dignidad de los apóstoles,
3. En la ley antigua, además de los por los cuales había de ser promulgada
preceptos morales y judiciales, había la doctrina evangélica, ordena los movi-
otros ceremoniales, acerca de los cuales mientos interiores del hombre, primero
nada ordenó el Señor. Luego parece que en sí mismo y luego en orden al pró-
ordenó insuficientemente la vida hu- jimo.
mana. En sí mismo lo hace de dos maneras,
4. La buena disposición interior del atendiendo a los dos movimientos inte-
alma exige que el hombre no haga nin- riores del hombre, que son la voluntad
gún acto bueno por cualquier fin tempo- de lo que hay que obrar y la intención
ral. Pero hay otros muchos bienes tem- del fin. Y por eso, primero ordena la
porales, además del favor humano, y voluntad del hombre según los diversos
muchas obras buenas, además del ayuno, preceptos de la ley que prescribe abs-
la limosna y la oración. Luego parece tenerse no sólo de las obras exteriores
mal que el Señor haya enseñado a huir malas en sí mismas, sino también de las
la gloria del favor humano tan sólo en interiores y de las ocasiones de los ma-
estas tres cosas y nada más diga de los les. Después ordena la intención del
bienes terrenos. hombre, mandando que en las cosas
5. Es del todo natural que el hom- buenas que hacemos no busquemos la
bre se preocupe de las cosas que necesita gloria humana ni las riquezas del mun-
para vivir, y en esa solicitud coinciden do, lo cual es atesorar en la tierra.
también con el hombre los demás ani- En tercer lugar, ordena los movi-
males. Por eso se dice en Prov 6,6.8: mientos interiores del hombre con rela-
Mira, ¡oh perezoso!, a la hormiga y considera ción al prójimo, mandando que no le
su modo de proceder; sin guia ni maestro se juzguemos temeraria, injusta o presun-
prepara en el verano el alimento y reúne sus tuosamente, pero que tampoco seamos
provisiones de trigo con que viva. Pero todo tan negligentes con él que le entregue-
precepto dado contra la inclinación de la mos las cosas divinas si es indigno de
naturaleza es malo por ser contra la ley ellas.
natural; luego parece que el Señor pro- Por fin, enseña la manera de cumplir
hibió sin razón debida la solicitud por. el la doctrina evangélica, a saber: implo-
alimento y el vestido. rando el auxilio divino, procurando en-
6. No debe prohibirse ningún acto trar por la puerta estrecha de la virtud
de virtud. Pero el juicio es acto de la perfecta, poniendo sumo cuidado en no
virtud de la justicia, según aquello de ser pervertidos por los impostores y di-
Sal 93,15: Hasta que la justicia se convierta ciéndonos que la observancia de sus
en juicio; luego parece que la ley nueva mandamientos es necesaria para la vir-
ordenó insuficientemente al hombre res- tud, no bastando la mera confesión de la
pecto de los actos interiores. fe ni aun el obrar milagros, ni el simple
En cambio está lo que dice San escuchar sus palabras.
1. La gracia en si misma:
1.1. Su necesidad y existencia (q.109).
1.2. Su esencia o constitutivo íntimo (q.110).
1.3. División o clases de gracia (q.111).
2. La causa de la gracia: ¿Dios o el hombre? (q.112).
3. Efectos de la gracia:
3.1. La justificación o santificación (q.113).
3.2. El mérito (q. 114).
Los estudios históricos del presente siglo han descubierto cambios nota-
bles en los diferentes tratados sobre la gracia del Doctor Angélico, que su-
ponen una progresiva superación de sí mismo conforme avanza en edad y
en conocimientos. Contra los esfuerzos concordistas del tomismo clásico,
Introducción a las c. 109 a 114 903
que pretendían armonizar el pensamiento del Santo en sus obras de juven-
tud y de madurez, cuando parecían divergentes, se impone la consideración
historicista, que admite una evolución progresiva en su doctrina, según va
conociendo nuevas fuentes y remodelando sus tratados.
11
I-II q.111 a.2 c.
12
Cf. H. BOUILLARD, Conversión et grâce chez saint Thomas d' Aquin. Étude historique (París
1944) p.120; M. JACQUIN, À quelle date apparaît le terme «Semipélagien»?: Revue des Sciences
Phil. et Théol. 1 (1907) 506-508.
13
T. DEMAN, Le «Liber de Bona Fortuna» dans la théologie de s. Thomas d' Aquin: Rev. Se.
Phil. Théol. 17 (1928) 38-58.
Introducción a las c. 109 a 114 907
nados, y que indicarían el momento de cambio en la doctrina de Santo
Tomás14.
Para acabar esta relación histórico-doctrinal sobre el tratado acerca de la
gracia, recordemos que, en 1962, M. Seckler renovaba las tesis de Stufler y
de Bouillard y añadía, contra la sobrenaturalidad de la gracia actual, nuevos
argumentos15. En las obras de madurez del Doctor Angélico, la palabra
«instinto» aparece relacionada con el acto de fe y adquiere un valor nuevo,
hasta entonces no tenido en cuenta en sus escritos: moción divina interior
que impulsa a la voluntad. Este «instinto» parece ejercer una función similar
en dos documentos descubiertos por los escolásticos en los comienzos de la
segunda mitad del siglo XIII: el libro De bona fortuna y el Indiculus gratiae,
atribuido al papa Celestino I, pero elaborado por Próspero de Aquitania16.
Estos textos le habrían servido a Santo Tomás de base para rechazar la doc-
trina semipelagiana, según la cual el comienzo de la fe es obra del hombre
y no de una moción divina. Y aquí Seckler vuelve a engancharse con la teo-
ría elaborada por Stufler y seguida por Bouillard: ese instinto o moción di-
vina no tiene nada de sobrenatural, sino que es una tendencia natural impre-
sa por Dios en los hombres y que los polariza hacia Dios mismo como a
su fin.
Los reparos que se han puesto a M. Seckler son, en general, del mismo
orden que los esgrimidos en torno a H. Bouillard. En el Indiculus gratiae, de
Próspero de Aquitania, tanto el «instinto de Dios» como su «adyutorio» y
su «auxilio» están ordenados a la «inteligencia de los divinos mandatos», a
la «filtración divina» y al «mérito de los santos», como a su término; todo
ello es incompatible con un impulso meramente natural. E. Schillebeeckx,
en su obra Revelación y Teología, reconoce los valores empíricos del libro de
Seckler, pero desconfía de la teoría o de la «inégesis» levantada sobre tales
datos. Advierte asimismo que el análisis de la palabra «lumen» habría dado
a Seckler elementos suficientes para superar el plano de la naturaleza y en-
contrarse de lleno con el carácter transcendente de la divina moción1?.
14
Sobre nuevas cronologías de las obras de Santo Tomás interesa ver: P. MARO - C. PERA -
P. CARAMELO, S. THOMAE AQUINATIS Doctoris Angelici Liber de Veritate Catholicae Fidei contra
errores infidelium qui dicitur Summa contra Gentiles. Vol.I. Introductio. Cura et studio... (Turín-París
1967); C. VANSTEENKISTE, en la recensión de la obra anterior en «Rassegna di Letteratura To-
mistica» 2 (1967, pero editado en 1970) 51-56.
15
M. SECKLER, Instinkt und Glaubenswille nach Thomas von Aquin (Maguncia 1962).
16
M. CAPPUYNS, L'origine des «Capitula» d'Orange 529: Recherches de Théologie Ancienne
et Médiévale 6 (1934) 121-142.
17
E. SCHILLEBEECKX, Revelación y Teología (Salamanca 31969) p.333 y 359. Nuevos análisis
histórico-doctrinales pueden verse en: J. M. LECEA, Fe y justificación en Tomás de Aquino. Un es-
tudio histórico-teológico sobre la Suma teológica (Madrid 1976); M. SÁNCHEZ SORONDO, La gracia
como participación de la naturaleza divina según santo Tomás de Aquino (Salamanca 1979).
908 Tratado de la gracia
B I B L I O G R A F I A
AUER, J., El Evangelio de la gracia (Barcelona 1973).
BAUMGARTNER, C., La Grâce de Christ (Tournai 1963).
BOUILLARD, H., Saint Thomas et grâce chez saint Thomas d'Aquin. Étude historique (París
1944).
FLICK, M., L'attimo della giustificazione secondo san Tommaso (Roma 1947).
FLICK, M.-ALSZEGHY, Z., Fondamenti di una antropología teológica (Florencia 1975)
p.281-388.
GALLI, A., Il trattato teológico della gracia in San Tommaso e nella storia: Sacra Doctrina
32 (1987) 233-469.
GlLLON, L.-B., Théologie de la grâce: Rev. Thom. 46 (1946) 603-612.
HERÍS, C. V., La grâce..., en S. Thomas d'Aquin. Somme Théologique t.12 (París-Tour-
nai-Roma 1961).
LADRILLE, G., Grâce et motion divine chez s. Thomas d'Aquin: Salesianum 12 (1950) 37-
84.
LECEA, J. M., Fe y justificación en Tomás de Aquino. Un estudio histérico-teológico sobre
la Suma Teológica (Madrid 1976).
LETTER, P. DE, De ratione meriti secundum sanctum Thomam (Roma 1939).
LUMBRERAS, A., El mérito teologico y sus divisiones: Cienc. Tom. 26 (julio-diciembre
1922) 224-240.
MlRALLES, A., El gobierno divino en la teología del mérito en santo Tomás de Aquino: Tere-
sianum 35 (1984) 73-97.
MUHLEN, H., L,a doctrina de la gracia, en La teología en el siglo XX... Ed. dirigida por
H. Vorgrimler y R. Van der Gucht III (último)... (Madrid 1974) p.122-162.
MUÑIZ, F., Tratado de la gracia, en Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino... Trad.
y anotaciones por una comisión de PP. Dominicos... VI (Madrid 1956) p.579-
923.
PHILIPS, G., L'union personnelle avec Dieu vivant. Essai sur l'origine et le sens de la grâce
crée... (Gembloux 1974).
RAMÍREZ, S. M., El mérito y la vida mística: La Vida Sobrenatural 2 (julio-diciembre
1921) 94-103 y 271-280.
SÁNCHEZ SORONDO, M., La gracia como participados de la naturaleza divina según santo
Tomás de Aquino (Salamanca 1979).
VARIOS, Mysterium salutis. Manual de Teología como historia de la salvación, vol.IV t.II:
Culto. Sacramentos. Gracia... (Madrid 1975) p.575-872.
WHEELER, M. C., Actual grace according to St. Thomas: The Thom. 16 (1953) 334-360.
CUESTIÓN 109
De la necesidad de la graciaa
Seguidamente debemos tratar del principio exterior de los actos huma-
nos, que es Dios en cuanto que nos ayuda con su gracia a obrar rectamente
(cf. q.90 introd.). Y ante todo debemos hablar de la gracia divina; luego, de
su causa (q.112), y, finalmente, de sus efectos (q.113).
El primer punto comprende tres cuestiones: de la necesidad de la gracia;
de la gracia misma en su esencia (q.110); de su división (q.111).
Sobre la necesidad de la gracia se plantean estos diez interrogantes:
1. ¿Puede el hombre conocer alguna verdad sin la gracia?—2. ¿Puede
hacer o querer el bien sin la gracia?—3. ¿Puede sin la gracia amar a Dios
sobre todas las cosas?—4. ¿Puede cumplir los preceptos de la ley sin la gra-
cia?—5. ¿Puede merecer la vida eterna sin la gracia?—6. ¿Puede prepararse
a la gracia sin la ayuda de la gracia?—7. ¿Puede salir del pecado sin la gra-
cia?—8. ¿Puede evitar el pecado sin la gracia?—9. ¿Puede el hombre en
gracia obrar el bien y evitar el pecado sin un nuevo auxilio divino?—
10. ¿Puede perseverar en el bien por sí mismo?
1. Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1651; cf. Glossa ord. (VI 52 A). Cf. AMBROSIAS-
TER, In 1 Cor. 12,3: ML 17,258. 2. C.6: ML 32,875.
a La cuestión se plantea por sí misma, por ser la primera dentro de un orden lógico; lo
primero a tratar sobre una cosa es su existencia, o la necesidad que postula su existencia. Si-
guiendo una ordenación razonable, Santo Tomás da sus pasos progresivamente; examina la ne-
cesidad de la gracia empezando por lo menos y acabando por lo más. Empieza preguntando
si la gracia es necesaria para conocer alguna verdad o hacer algún bien, y termina examinando
si, una vez conseguida la gracia, puede el hombre permanecer y perseverar en ella por sí mis-
mo, sin la necesidad de nuevas gracias.
Los dos grandes errores antiguos sobre la necesidad de la gracia fueron el pelagianismo y
el semipelagianismo. Contra ambos escribió San Agustín, y sus libros los tiene en cuenta Santo
Tomás, que los cita, exponiendo escolásticamente su doctrina. Para los pelagianos, el hombre
no había sufrido merma alguna por el pecado original, y su entendimiento, sin la gracia, podía
conocer todas las verdades; la voluntad podía sin dificultad amar el bien, incluso el supremo,
Dios; el hombre podía cumplir por sí mismo todos los preceptos y merecer la vida eterna. Es
lo opuesto a lo defendido por el Doctor Angélico en los cinco primeros artículos de esta
cuestión.
Para los semipelagianos, lo aseverado por los herejes anteriores no era admisible, pues el
pecado y sus consecuencias eran una realidad con la que había que contar. Defendían, sin em-
bargo, que no es necesaria la gracia para que el hombre se prepare para ella; que el hombre
puede obtener el principio de la fe, evitar el pecado, hacer el bien y perseverar hasta el fin por
sus solas fuerzas. Es lo opuesto a lo defendido por el Santo en los cinco últimos artículos de
la presente cuestión.
910 Tratado de la gracia C.109 a.1
que los principios de las ciencias son como las que todos los movimientos corporales se
cosas que ilumina el sol para que puedan ser reducen al movimiento del cuerpo celes-
vistas. Y Dios es el sol que las ilumina. Por te como a su primer motor en este or-
otra parte, la razón es para la mente como la den, así todos los movimientos, tanto
mirada de los ojos, y las potencias del alma corporales como espirituales, se reducen
son como los ojos de la mente. Ahora bien, al primer motor universal, que es Dios.
los ojos corporales, por agudos que De modo que, por perfecta que se su-
sean, no pueden ver un objeto si éste no ponga una naturaleza corporal o espiri-
está iluminado por la luz solar. Luego tual, no logrará producir su acto si no es
tampoco la mente humana, por perfecta movida por Dios; aunque esta moción
que sea, puede alcanzar la verdad con responde a los designios providenciales
sus razonamientos sin la iluminación di- de Dios y no a la necesidad natural,
vina y, por tanto, sin el auxilio de la como la moción del cuerpo celeste. Por
gracia. otra parte, no sólo proviene de Dios
3. La mente humana, según pone de toda moción por ser él el primer motor,
manifiesto San Agustín en XIV De sino también toda perfección formal,
Trin.3 no puede entender la verdad sino porque él es el acto primero. De donde
por el pensamiento. Pero dice el Apóstol se sigue que la acción del entendimiento,
en 2 Cor 3,5 que nada somos capaces de como la de cualquier otra criatura, de-
pensar nosotros como por nosotros mismos. pende de Dios doblemente: porque reci-
Luego nuestra mente no puede entender be de él la forma por la que obra, y por-
la verdad sin el auxilio de la gracia. que de él recibe además el impulso para
obrar.
En cambio está lo que dice San
Sin embargo, cada forma comunicada
Agustín en I Retract.4: No apruebo lo que por Dios a las criaturas tiene eficacia
dije en una oración: «¡Oh Dios, que no quisis-
respecto de un acto determinado, del
te que conocieran la verdad sino los puros!»,
que es capaz por su propia naturaleza;
pues se puede replicar que también los impu-
pero su acción no puede ir más allá a no
ros conocen muchas verdades. Pero lo que
ser en virtud de una forma sobreañadi-
hace puro al hombre es la gracia, según
aquello del salmo 50,12: Crea en mí, ¡oh da, como el agua no puede comunicar
Dios!, un corazón puro y renueva en mis en- calor si no ha sido previamente calenta-
trañas un espíritu recto. Luego puede el da por el fuego. Así, pues, el entendi-
hombre por sí mismo y sin el auxilio de miento humano tiene una forma deter-
minada, que es su misma luz intelectual,
la gracia conocer la verdad. de por sí suficiente para conocer algunas
Solución. Hay que decir: Conocer la cosas inteligibles, aquellas que alcanza-
verdad es un ejercicio o acto de la luz mos a través de lo sensible. Pero otras
intelectual, puesto que, según dice el cosas inteligibles más altas no las puede
Apóstol en Ef 5,3, todo lo que se manifiesta conocer más que si es perfeccionado por
es luz. Pero cualquier ejercicio de una fa- una luz superior, como la de la fe o de
cultad implica movimiento, si tomamos la profecía, que se llama luz de gracia,
esta palabra en su sentido amplio, de porque es algo sobreañadido a la natura-
modo que también el entender y el que- leza.
rer puedan llamarse movimientos, como Debemos, pues, concluir que, para
lo hace el Filósofo en el libro II De ani- conocer una verdad, de cualquier orden
ma 5 . Ahora bien, en las cosas corporales que sea, el hombre necesita de un auxi-
vemos que, para obtener un movimien- lio divino mediante el cual el entendi-
to, no basta la forma que es principio miento sea impulsado a su propio acto.
del movimiento o acción, sino que se re- Pero no se requiere una nueva ilustra-
quiere además el impulso del primer ción añadida a la luz natural para cono-
motor. En el orden físico, este primer cer cualquier verdad, sino únicamente
motor es el cuerpo celeste; de modo para aquellas que sobrepasan el conoci-
que, por más cálido que sea el fuego, no miento natural. Lo que no impide que a
calentará sin ser movido por el cuerpo veces Dios instruya milagrosamente a al-
celeste. Pues bien, de la misma manera gunos con su gracia acerca de verdades
3. C.7: ML 42,1034. 4. C.4: ML 32,589. 5. ARISTÓTELES, c.4 n.9 (BK 429b25):
S. TH., lect.9; c.7 n.1 (BK 431a4): S. TH., lect.1.
C.109 a.2 De la necesidad de la gracia 911
que son del dominio de la razón natural, 1. El hombre tiene poder sobre
como también a veces realiza milagrosa- todo aquello de que es dueño. Pero,
mente cosas que puede producir la natu- como ya queda dicho (q.1 a.1; q.13 a.6),
raleza. el hombre es dueño de sus actos, y so-
Respuesta a las objeciones: 1. A la bre todo del acto de querer. Luego pue-
primera hay que decir: Toda verdad, de querer y hacer el bien por sí mismo
quienquiera que la diga, procede del Es- sin el auxilio de la gracia.
píritu Santo en cuanto infunde en nos- 2. Cualquier agente realiza con más
otros la luz natural y nos mueve a en- facilidad aquello que es conforme a su
tender y expresar la verdad. Pero no naturaleza que aquello que no lo es.
toda verdad procede de él en cuanto ha- Pero el pecado es contrario a la naturale-
bita en el alma por la gracia santificante za, según dice el Damasceno en el li-
o nos otorga algún don habitual sobre- bro II 7 , mientras que la virtud es lo que
añadido a la naturaleza. Esto sucede so- conviene al hombre según su naturaleza,
lamente en orden al conocimiento y ex- como se dijo arriba (q.71 a.1). Luego,
presión de algunas verdades, sobre todo como el hombre por sí mismo puede pe-
de las que se refieren a la fe. Y es a éstas car, parece que con mayor razón puede
a las que se refería el Apóstolb. querer y hacer el bien por sí mismo.
2. A la segunda hay que decir: El sol 3. El bien del entendimiento es la
corporal ilumina por fuera, pero el sol verdad, como dice Aristóteles en VI
inteligible, que es Dios, ilumina interna- Ethic.8 Pero el entendimiento puede co-
mente. Por eso la misma luz natural nocer la verdad por sí mismo, al igual
inherente al alma es una iluminación de que cualquier otro agente puede realizar
Dios, por la que nos ilustra en el cono- por sí mismo su operación natural. Lue-
cimiento de las verdades de orden natu- go con mucha más razón puede el hom-
ral. Y en este orden no necesitamos una bre querer y obrar el bien por sí mismo.
nueva iluminación, sino sólo en el de las En cambio está lo que dice el Após-
verdades que exceden el conocimiento tol en Rom 9,16: No es del que quiere, el
natural. querer, ni del que corre, el correr, sino de
3. A la tercera hay que decir: Siempre Dios, que tiene misericordia. Y San Agus-
necesitamos el auxilio divino para pen- tín, en el libro De corrept. et gratia9: Sin
sar, puesto que Dios es quien impulsa el la gracia ningún bien en absoluto hacen los
entendimiento a su acto y, como dice hombres, ni al pensar, ni al querer y amar, ni
San Agustín en XIV De Trinit.6, enten- al obrar.
der algo en acto es pensar.
Solución. Hay que decir: La naturaleza
ARTICULO 2 del hombre puede ser considerada en un
doble estado: el de integridad, que es el
¿Puede el hombre querer y hacer el de nuestro primer padre antes del peca-
bien sin la gracia? do, y el de corrupción, que es el nuestro
Supra q.99 a.2 ad 2; In Sent. 2 d.28 a.1; d.39 expos. después del pecado original. Pues bien,
litt.; 4 d.17 q.1 a.2 q.a2 ad 3; De verit. q.24 a.1 ad en ambos estados, la naturaleza humana
26; a. 14; In 2 Cor. 3 lect.1.
necesita para hacer o querer el bien, de
Objeciones por las que parece que el cualquier orden que sea, el auxilio de
hombre no puede querer y hacer el bien Dios como primer motor, según acaba-
sin la gracia. mos de exponer (a.l). En el estado de
6. C.7: ML 42,1043. 7. De fide orth. c.4: MG 94,876; c.30: MG 94,976; cf. 1.4 c.20: MG
94,1196. 8. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 1139a27): S. TH., lect.3. 9. C.2: ML 44,917.
10. ARISTÓTELES, cf. Ethic. Eudem. 1.7 c.14 n.20 (BK 1284a14).
C.109 a.3 De la necesidad de la gracia 913
11. ARISTÓTELES, c.8 n.4 (BK 199a10): S. TH., lect.4. 12. C.4 § 10: MG 3,708.
914 Tratado de la gracia C.109 a.4-5
ARTICULO 4 guardar todos los preceptos divinos sin
ser previamente curado por la gracia.
¿Puede el hombre cumplir los El otro modo consiste en cumplir los
preceptos de la ley sin la gracia y preceptos de la ley no sólo en cuanto a
con solas sus fuerzas naturales? la sustancia de las obras, sino además se-
In Sent. 2 d.28 q.1 a.2.3; De verit. q.24 a.12; a.14 ad gún un modo conveniente, es decir, por
1.2.7; In Rom. 2 lect.3. caridad. Y de esta forma no puede el
hombre observar los preceptos legales ni
Objeciones por las que parece que el en el estado de naturaleza íntegra ni en
hombre puede cumplir los preceptos de el de naturaleza corrupta. De aquí que
la ley sin la gracia, por sus solas fuerzas San Agustín, habiendo dicho en el libro
naturales. De corrept. et gratia 15 que sin la gracia no
1. Según dice San Pablo en Rom hacen los hombres absolutamente ningún bien,
2,14, los gentiles, que no tienen ley, guiados añade: porque necesitan de ella no sólo para
por la razón natural, cumplen los preceptos que, bajo su dirección, sepan lo que deben
de la ley. Mas lo que el nombre hace na- obrar, sino también para que, con su ayuda,
turalmente lo puede hacer por sí mismo. cumplan por amor lo que saben. En ambos
Luego puede cumplir los mandatos de la estados, para observar los mandamien-
ley sin la gracia. tos, necesitan además el impulso motor
2. En su Expositio catholicae fidei 13 de Dios, como ya queda dicho (a.2.3).
dice San Jerónimo que deben ser maldeci-
Respuesta a las objeciones: 1. A la
dos quienes pretenden que Dios ha impuesto al
primera hay que decir: San Agustín dice en
hombre algo imposible de cumplir. Pero para
el libro De spir. et litt.16: No os inquiete
el hombre es imposible lo que no puede
haberme oído decir que los gentiles cumplen
hacer por sí mismo. Luego puede por sí
naturalmente lo prescrito por la ley; porque es
mismo cumplir los preceptos de la ley.
el Espíritu de la gracia quien obra esto, para
3. Entre todos los preceptos de la
restaurar en nosotros la imagen de Dios con-
ley, el mayor es el que dice: Amarás al
forme a la cual fue creada nuestra naturaleza.
Señor Dios tuyo con todo tu corazón, según
2. A la segunda hay que decir: Lo que
consta por Mt 22,37. Pero este manda-
podemos con el auxilio divino no nos es
miento lo puede cumplir el hombre con
del todo imposible, si tenemos en cuenta
sus solas fuerzas naturales, amando a
aquello del Filósofo en III Eíhic. 17: Lo
Dios sobre todas las cosas, según se dijo
que podemos gracias a ¡os amigos lo podemos
arriba (a.3). Luego puede el hombre en cierto modo por nosotros mismos. Y San
cumplir todos los preceptos de la ley sin
Jerónimo18, afirma en el mismo pasaje
la gracia. de la objeción: Somos libres, pero de tal
En cambio está lo que dice San manera que debemos reconocer nuestra necesi-
Agustín en el libro De haeresibus 14 de dad constante del auxilio divino.
que pertenece a la herejía de los pelagia- 3. A la tercera hay que decir: Para
nos creer que el hombre puede cumplir todos cumplir el precepto del amor de Dios, si
los preceptos divinos sin la gracia. ha de hacerse por caridad, no bastan las
Solución. Hay que decir: Los manda- solas fuerzas naturales, como consta por
tos de la ley pueden ser cumplidos de lo ya dicho (a.3).
dos modos. Uno, en cuanto a la sustan-
cia de las obras, es decir, realizando ac- ARTICULO 5
tos de justicia, de fortaleza y de las de-
más virtudes. Y en este sentido, en el es- ¿Puede el hombre merecer la vida
tado de integridad, podía el hombre eterna sin la gracia?
cumplir todos los mandatos de la ley. Infra q.1 14 a.2; In Sent. 2 d.28 a.1; d.29 a.1; De verit.
De lo contrario, en aquel estado tendría q.24 a.1 ad 2; a. 14; Cont. Gent. 3,147; Quodl. 1 q.4 a.2.
que pecar por necesidad, ya que el peca-
do no consiste sino en incumplir los Objeciones por las que parece que el
mandatos divinos. Pero en el estado de hombre puede merecer la vida eterna sin
naturaleza caída no puede el hombre la gracia.
13. Cf. PELAGIO, epist. I ad Demetr. c.16: ML 30,32. 14. § 88: ML 42,47. 15. C.2:
ML 44,917. 16. C.27: ML 44,229. 17. ARISTÓTELES, c.3 n.13 (BK 1112b27): S. TH.,
lect.13. 18. Cf. PELAGIO, Libellus fidei ad Innocentium: ML 45,1718.
C.109 a.5 De la necesidad de la gracia 915
1. Según Mt 19,17, dice el Señor: Si porción con ella, como consta por lo ya
quieres entrar en la vida, guarda los manda- dicho (q.5 a.5). Luego el hombre, con
mientos, lo que parece indicar que el en- sus recursos naturales, no puede produ-
trar en la vida eterna depende de nuestra cir obras meritorias proporcionadas a la
voluntad. Pero lo que depende de nos- vida eterna. Para esto necesita una fuer-
otros podemos hacerlo por nosotros za superior, que es la fuerza de la gracia.
mismos. Luego parece que el hombre Sin la gracia, pues, no puede el hombre
puede merecer por sí mismo la vida merecer la vida eterna; aunque sí puede
eterna. realizar acciones que le conduzcan a al-
2. La vida eterna es el premio o la gún bien connatural suyo, como trabajar
recompensa que Dios da a los hombres, en el campo, beber, comer, cultivar la amis-
según aquello de Mt 5,12: Vuestra recom- tad, y cosas semejantes, según dice San
pensa será grande en el cielo. Pero la recom- Agustín en la tercera respuesta contra
pensa o premio lo da Dios a los hom- los pelagianos20.
bres según sus obras, tal como se dice Respuesta a las objeciones: 1. A la
en Sal 61,13: Darás a los hombres según sus primera hay que decir: El hombre realiza
obras. Luego, siendo el hombre dueño por su voluntad obras que merecen la
de sus obras, parece que está en su po- vida eterna. Pero, como dice San Agus-
der alcanzar la vida eterna. tín en el mismo libro21, esto requiere
3. La vida eterna es el último fin de que la voluntad del hombre sea dispues-
la vida humana. Pero cualquier ser de la ta para ello por la gracia de Dios.
naturaleza puede conseguir su fin con 2. A la segunda hay que decir: Sobre
sus propios recursos naturales. Luego las palabras de Rom 6,23, la gracia de
con mucha más razón puede el hombre, Dios es la vida eterna, dice la Glosa22: Es
que es de una naturaleza superior, alcan- cierto que la vida eterna se consigue con buenas
zar la vida eterna con sus medios natura- obras, pero estas obras se deben, a su ve^, a
les sin la gracia. la gracia de Dios, ya que, como queda di-
En cambio está lo que afirma el cho (a.4), para cumplir los mandatos de
Apóstol en Rom 6,2: La gracia de Dios es la ley según el modo que se requiere
la vida eterna; lo cual, según la Glosa19, se para que sea meritorio, se necesita la
dice para que comprendamos que Dios nos gracia.
llevará a la vida eterna por su misericordia. 3. A la tercera hay que decir: Esta ob-
jeción sería eficaz si se tratara del fin
Solución. Hay que decir: Para que connatural al hombre. Pero la naturaleza
nuestros actos nos conduzcan a un fin humana, precisamente por su superior
tienen que ser proporcionados a este fin. nobleza, puede ser conducida, al menos
Por otra parte, ningún acto sobrepasa la con el auxilio de la gracia, a un fin más
medida de su principio activo. Y así ve- elevado, al que no pueden llegar en
mos en las cosas naturales que ninguna modo alguno las naturalezas inferiores.
alcanza a producir con su propia opera- También el enfermo que responde a la
ción un efecto superior a su capacidad acción de la medicina, según señala el
activa, sino únicamente efectos propor- Filósofo en II De caelo23, se encuentra en
cionados a esta capacidad. Ahora bien, mejores condiciones para alcanzar la sa-
la vida eterna es un fin que sobrepasa la lud que el que no es susceptible de trata-
naturaleza humana y que no guarda pro- miento médico.
19. Glossa ordin. (VI 15 F); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1412. Cf. SAN AGUSTÍN,
Enchirid. c.107: ML 40,282. 20. Entre las obras de SAN AGUSTÍN, Hypognost. l.3 c.4: ML
45,1624. 21. Entre las obras de SAN AGUSTÍN, Hypognost. 1.3 c.4: ML 45,1624. 22. Glossa
de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1412; cf. Glossa ordin. (VI 15 F). Cf. SAN AGUSTÍN, Enchir.
c.107: ML 40,282. 23. ARISTÓTELES, c.12 n.5 (BK 292b13): S. TH., lect.5.
916 Tratado de la gracia C.169 a.6
d Si de San Agustín sabemos por las Retractaciones que fue semipelagiano antes que apare-
ciera el semipelagianismo, al defender en su juventud que el hombre podía merecer la gracia
con sus solas fuerzas, de Santo Tomás podemos hablar también de un cierto semipelagianismo
en sus primeras obras teológicas. En el Comentario a las Sentencias no veía la necesidad de la gra-
cia para prepararse a la gracia. Se hace en esta obra la misma pregunta que en el artículo que
comentamos; las respuestas son contrarias. Santo Tomás evoca en el Comentario a las Sentencias,
como argumento para defender la no necesidad de la gracia para la gracia, el proceso sin fin
inevitable. Por otro lado, no le satisfacen las razones de otros teólogos, recurriendo a la gracia
gratis dada. Concluye con estas palabras: «decimos que el hombre se puede preparar por sí mis-
mo para la gracia santificante, pises, haciendo lo que pueda de su parte, consigue de Dios la
gracia» (In Sent. 2 d.28 q.1 a.4: ed, MANDONNET, II [París 1929] 729).
Empleé en el párrafo anterior la expresión «un cierto», porque me resisto a creer en un ver-
dadero semipelagianismo de juventud en el Santo, ni siquiera en los textos que más favorecen
esa hipótesis. En el mismo lugar del Comentario a las Sentencias habla de una actuación de Dios
sobre el hombre no sólo exteriormente, sino también en el interior de su voluntad: «Dios no
sólo nos ayuda a obrar bien por el hábito de la gracia, sino también interiormente actuando
en la misma voluntad, como actúa en cualquier otra cosa, y exteriormente concediendo ocasio-
nes y auxilios para obrar bien» (ibid, a.t ad 3 p.729). Más adelante escribe: «el hombre no se
puede preparar a la gracia ni hacer algún bien sin el auxilio de Dios. Por eso es necesario ro-
garle que nos convierta hacia sí y también a los otros. Sin embargo, no es necesario que ese
auxilio se efectúe por un hábito infuso; puede efectuarse por muchas cosas que son exterior-
mente ocasiones para la santificación y por el mismo acto interior que Dios produce en nos-
otros» (ibid., a.4 ad 2 p.729). Como advertía Cayetano, sobre este problema de la preparación
a la gracia, Santo Tomás, reestudiando y reelaborando su doctrina, va logrando cada vez ma-
yor coherencia (S. TOMÁS, Opera omnia VII [Roma 1892] p.310a).
Un paso adelante en este proceso de perfeccionamiento de la doctrina de la gracia lo signifi-
ca la Cuestión disputada sobre la verdad. Expone el problema de la preparación a la gracia en la
cuestión 24, que trata del libre albedrío, en su artículo 15, en que se pregunta: «si el hombre
sin la gracia se puede preparar a la gracia». Aquí elimina el argumento del proceso al infinito,
distinguiendo gracia habitual y una moción que actúa exterior e interiormente (interiori instinc-
tu) y que procede de la divina misericordia. En cuanto a la solución dada por San Buenaventu-
ra, aludido aquí con la palabra quidam, y que defiende que «el hombre no se prepara para con-
seguir la gracia sino por cierta gracia gratis dada», Santo Tomás sólo lo admite «si se entiende
por gracia gratis dada la divina providencia, que dirige misericordiosamente al hombre hacia
su fin». No obstante, para Santo Tomás, en esta obra no basta cualquier movimiento de la vo-
luntad para prepararse a la gracia; es necesario un movimiento especial o «un modo determina-
do que nosotros ignoramos, por exceder el don de la gracia a todos nuestros conocimientos».
Se diría que en el Comentario a las Sentencias se fija primordialmente en el elemento humano,
aunque sin pasar por alto el divino; en la Cuest. disp. sobre la verdad atiende por igual a ambos
elementos en la preparación a la gracia, y en las obras posteriores, con los nuevos descubri-
mientos de fuentes de que hablamos en la introducción general, el elemento divino pasa a pri-
mer plano, pero sin olvidarse del libre albedrío. La Suma contra los Gentiles y la Suma de teología
superan las argumentaciones de la Cuest. disp. sobre la verdad. En ambas se arguye la necesidad
de «un auxilio gratuito de Dios que mueve interiormente al alma», que es sobrenatural como
el hábito al que mueve esa fuerza divina.
918 Tratado de la gracia C.109 a.7
bre no puede hacer nada si no es movi- piedra arrojada hacia arriba recupera por
do por Dios, tal como se dice en Jn sí misma el movimiento que le es conna-
15,5: Sin mí nada podéis hacer. Por eso, tural. Pero el pecado es un acto contra-
cuando se dice que el hombre hace lo rio a la naturaleza, como consta por el
que en él está, se entiende que hace lo Damasceno en el libro II 25 . Luego pare-
que puede supuesta la moción de Dios. ce que el hombre puede volver por sí
2. A la tercera hay que decir: La obje- mismo del pecado al estado de justicia.
ción hay que entenderla refiriéndola a la En cambio está lo que dice el Após-
gracia habitual, que requiere prepara- tol en Gál 2,21: Si la justificación se puede
ción, porque toda forma exige un sujeto conseguir por la ley, Cristo murió en vano, es
dispuesto. Pero para que el hombre sea decir, sin necesidad. Parejamente, si el
movido por Dios no se requiere otra hombre tiene una naturaleza que por sí
moción anterior, ya que Dios es el mo- misma puede alcanzar la justicia, tam-
tor primero. Y tampoco cabe un proce- bién Cristo «murió en vano» o innecesa-
so indefinido. riamente. Pero esta conclusión es inad-
4. A la cuarta hay que decir: Compete misible. Luego el hombre no puede jus-
al hombre disponer su ánimo, porque lo tificarse por sí mismo, es decir, no
hace por su libre albedrío. Pero no lo puede volver del estado de culpa al esta-
hace sin la ayuda de Dios, que mueve y do de justicia.
atrae hacia sí, como ya dijimos (sol.).
Solución. Hay que decir: El hombre
no puede en modo alguno levantarse
ARTICULO 7 por sí mismo del pecado sin el auxilio
de la gracia. Porque, aunque el pecado
¿Puede el hombre levantarse del es un acto transitorio, deja la huella per-
pecado sin el auxilio de la gracia? manente del reato, como vimos arriba
(q.87 a.6), y por eso, para levantarse del
Infra q.113 a.2; In Sent. 2 d.28 a.2; De verit, q.24
a.12 ad 34; q.28 a.2; In Eph. 5 lect.5; Cont. Gentes pecado, no basta cesar en el acto de pe-
3,157; 4,72. car, sino que se ha de reponer en el
hombre aquello que perdió pecando.
Objeciones por las que parece que el Ahora bien, por el pecado incurre el
hombre puede levantarse del pecado sin hombre en un triple detrimento, como
el auxilio de la gracia. consta por lo dicho arriba (q.85 a.1; q.86
1. Lo que se presupone a la gracia a.l; q.87 a.l), a saber, la mancha, el de-
se hace sin la gracia. Pero levantarse del terioro de la bondad natural y el reato
pecado es requisito previo a la ilumina- de pena. En efecto, incurre en la man-
ción de la gracia, según aquello de Ef cha, porque es privado de la belleza de
5,14: Levántate de entre los muertos y Cristo la gracia por la deformidad del pecado.
te iluminará. Luego el hombre puede le- Se deteriora la bondad de su naturaleza,
vantarse del pecado sin la gracia. porque ésta cae en el desorden al no so-
2. El pecado se opone a la virtud meterse su voluntad a la de Dios, ya
como la enfermedad a la salud, según ya que, si falta esta sumisión, toda la natu-
dijimos (q.71 a.1 ad 3). Pero el hombre raleza del hombre que peca queda desor-
puede por su vigor natural pasar de la denada. Finalmente, el reato de pena so-
enfermedad a la salud sin la ayuda exte- breviene porque el hombre, al pecar
rior de la medicina, gracias al principio mortalmente, se hace merecedor de la
vital interior del que brota la operación condenación eterna.
natural. Luego, por la misma razón, pa- Ahora bien, es manifiesto que cada
rece que el hombre puede restablecerse uno de estos tres males no puede ser re-
por sí mismo pasando del estado de pe- parado sino por la acción de Dios. En
cado al estado de justicia sin ayuda de la primer lugar, la belleza de la gracia pro-
gracia exterior. viene de la luz de la iluminación divina,
3. Las cosas naturales pueden siem- y no puede recuperarse más que si Dios
pre recuperar el estado propio de su na- ilumina de nuevo el alma. Se requiere,
turaleza. Así, el agua calentada vuelve por tanto, un don habitual, que es la luz
por sí misma a su natural frialdad, y la de la gracia. A su vez, el orden natural
25. De fide orth. c.4: MG 94,876; c.30: MG 94,976; cf. l.4 c.20: MG 94,1196.
C.109 a.8 De la necesidad de la gracia 919
por el que el hombre se somete a Dios ARTICULO 8
no puede restablecerse más que atrayen-
do Dios hacia sí la voluntad del hombre, ¿Puede el hombre evitar el pecado
como ya dijimos (a.6). En tercer lugar, sin la gracia?
el reato de la pena eterna no puede ser Supra q.63 a.2 ad 2; q.74 a.3 ad 2; In Sent. 2 d.20
perdonado sino por Dios, ya que contra q.2 a.3 ad 5; d.24 q.1 a.4; d.28 a.2; De verit, q.22 a.5
El se cometió la ofensa y El es el juez ad 7; q.24 a.1 ad 10.12; a.12.13; In 1 Cor. 12 lect.1; In
Hebr. 10 lect.3; Cont. Gentes 3,160; De malo q.3 a.1
de los hombres. Por consiguiente, para ad 9.
que el hombre resurja del pecado se re-
quiere el auxilio de la gracia, como don Objeciones por las que parece que el
habitual y como moción interior divina. hombre puede evitar el pecado sin la
gracia.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 1. Según dice San Agustín en los li-
primera hay que decir: Lo que se le pide al bros De duab. animab.26 y De lib. arb.27,
hombre es que haga lo que depende de nadie peca en aquello que no puede evitar.
su libre albedrío para levantarse del pe- Ahora bien, si el hombre que está en pe-
cado. Por eso la expresión levántate y cado mortal no pudiera evitar un nuevo
Cristo te iluminará no significa que el sa- pecado, parece que no pecaría al pecar.
lir del pecado preceda por completo a la Lo cual es contradictorio.
iluminación de la gracia, sino que la gra- 2. Se corrige al hombre para que no
cia santificante la recibe el hombre des- peque. Pero si el hombre en estado de
pués que, bajo el impulso de la moción pecado mortal no puede no pecar, pare-
divina, se ha esforzado con su libre albe- ce que toda corrección es inútil. Lo cual
drío por salir del pecado. es inadmisible.
2. A la segunda hay que decir: La ra- 3. En un pasaje de Eclo 15,18 se
zón natural no es el principio suficiente dice: Ante el hombre están la vida y la
de este estado de salud que se da en el muerte, el bien y el mal; lo que escoja eso se
hombre merced a la gracia santificante. le dará. Pero el que peca no deja de ser
El principio de este estado es la gracia, hombre, por lo que aún está en su mano
que se pierde por el pecado. Por eso no elegir el bien o el mal. Luego puede el
puede el hombre recuperarse por sí mis- hombre sin la gracia evitar el pecado.
mo; necesita que se le infunda de nuevo
la gracia, como si para resucitar un cuer- En cambio está lo que dice San
po muerto se le infundiera de nuevo el Agustín en el libro De perfect. iust.28: A
alma. quien niega que necesitemos orar para no caer
3. A la tercera hay que decir: Es ver- en la tentación (y lo niega quien sostiene que
dad que, cuando la naturaleza está intac- no se necesita la ayuda de la gracia de Dios
ta, puede recuperar por sí misma un es- para no pecar, sino que, supuesto el conoci-
tado que le es connatural y proporciona- miento de la ley, basta la voluntad humana),
do; pero no puede sin un auxilio no dudo en afirmar que nadie debe prestarle
exterior recuperar un estado que sobre- oídos y que debe ser anatematizado por todos.
pasa su condición natural. Ahora bien, Solución. Hay que decir: El hombre
la naturaleza humana después del pecado puede ser considerado, bien en el estado
ya no está intacta, sino corrompida, de naturaleza íntegra, bien en el estado
como dijimos arriba (sol.), y no puede de naturaleza corrupta. En el primero de
reponerse por sí misma ni siquiera en estos estados podía el hombre, aun sin la
cuanto al bien connatural; mucho menos gracia, evitar el pecado, tanto mortal
en cuanto al bien de la justicia sobrena- como venial, puesto que pecar consiste
tural. en apartarse de lo que es conforme a la
26. C.10: ML 42,103; c.11: ML 42,105. 27. L.3 c.18: ML 32,1295. 28. C.21: ML
44,317.
920 Tratado de la gracia C.109 a.8
naturaleza, y esto podía el hombre evi- vez en cuando movimientos desarregla-
tarlo cuando su naturaleza estaba intacta. dos, así también tienen que aparecer mo-
Necesitaba, sin embargo, el auxilio de vimientos desordenados en la razón na-
Dios, que le conservara en el bien, pues- tural que se encuentra en estado de insu-
to que sin este auxilio la naturaleza mis- bordinación a Dios. Porque cuando el
ma caería en la nada. hombre no tiene su corazón de tal ma-
Mas en el estado de naturaleza co- nera fijo en Dios que ni por conseguir
rrupta, para evitar todo pecado, necesita provecho ni por evitar daño consienta
el nombre la gracia habitual, que venga en apartarse de El, le salen al encuentro
a restaurar la naturaleza. Sin embargo multitud de cosas que, por alcanzarlas o
esta restauración, durante la vida presen- por rehuirlas, le inducen a apartarse de
te, se realiza ante todo en la mente, sin Dios por la infracción de sus mandatos,
que el apetito carnal sea rectificado por y así cae en el pecado mortal. Sobre
completo. De aquí que San Pablo, asu- todo, porque cuando tiene que actuar de
miendo la representación del hombre re- improviso, el hombre obra de acuerdo
parado, diga en Rom 7,25: Yo mismo, con con fines prefijados y con hábitos pre-
el espíritu, sirvo a la ley de Dios, pero con la viamente adquiridos, según observa el
carne, a la ley del pecado. Por lo demás, en Filósofo en III Ethic.30 Mediante la pre-
este estado, el nombre puede evitar el meditación puede, sin duda, eludir en al-
pecado mortal, que radica en la razón, guno de sus actos el condicionamiento
como se expuso arriba (q.74 a.4); pero de los fines preconcebidos y de las incli-
no puede eludir todo pecado venial, de- naciones habituales. Pero, como no pue-
bido a la corrupción del apetito inferior de mantenerse siempre en estado de pre-
de la sensualidad, cuyos movimientos meditación, es imposible que permanez-
pueden ser reprimidos por la razón uno ca mucho tiempo sin obrar a impulsos
a uno (de aquí su condición de pecado y de la voluntad insubordinada a Dios, a
acto voluntario), pero no todos ellos, no ser que sea prontamente reintegrada
porque mientras atiende a uno se le des- por la gracia a su debida subordinación.
manda otro, y tampoco puede la razón
mantenerse siempre vigilante para some- Respuesta a las objeciones: 1. A la
terlos todos, como ya hemos dicho (q.74 primera hay que decir: El hombre puede
a.3 ad 2). evitar cada uno de los pecados en par-
De igual manera, antes de que la ra- ticular; pero para evitarlos todos necesi-
zón humana en estado de pecado mortal ta la gracia, como acabamos de decir
sea reparada por la gracia santificante (sol.). Sin embargo, si no se dispone
puede evitar los pecados mortales uno a para recibir la gracia, es por culpa suya.
uno y por algún tiempo, pues no es ne- Por eso no queda exento de pecado por
cesario que esté siempre pecando en el hecho de que no pueda evitar el peca-
acto. Pero es imposible que permanezca do sin la gracia.
mucho tiempo sin pecar mortalmente. 2. A la segunda hay que decir: Según
De aquí esta advertencia de San Grego- dice San Agustín en el libro De corrept.
rio en Super Ezech. 29: El pecado que no es et grat.31, la corrección es provechosa
borrado en seguida mediante la penitencia, por para que del dolor de la corrección brote el de-
su propio peso conduce a otro pecado. La cau- seo de la regeneración, siempre que el corregido
sa de esto es que, así como el apetito in- sea hijo de la promesa; de modo que, mientras
ferior debe estar sometido a la razón, la el ruido de la corrección restalla y flagela ex-
razón, a su vez, debe estar sometida a teriormente, Dios, por una secreta inspira-
Dios, en quien ha de poner el fin de sus ción, opere en su interior el propósito. La co-
apetencias. Pues los actos humanos de- rrección es, pues, necesaria porque la
ben ser regulados por el fin, al igual que voluntad del hombre es indispensable
los movimientos del apetito inferior tie- para que se abstenga de pecar. Pero la
nen que ser guiados por el juicio de la corrección no basta sin el auxilio de
razón. Ahora bien, lo mismo que en el Dios. Por eso se dice en Eclo 7,14: Con-
apetito inferior no sometido plenamente sidera la obra de Dios. Porque nadie puede
a la razón es inevitable que surjan de corregir a aquel a quien él despreció.
29. L.1 hom.2: ML 76,915. 30. ARISTÓTELES, c.8 n.15 (BK 1117a18): S. TH., lect.15.
31. C.1: ML 44,921.
C.109 a.9 De la necesidad de la gracia 921
3. A. la tercera hay que decir: Según ARTICULO 9
dice San Agustín en su tratado Hypo-
El que ya posee la gracia, ¿puede
gnost.32, aquellas palabras se refieren al obrar el bien y evitar el pecado por
hombre en estado de naturaleza íntegra,
sí mismo sin otro auxilio de la
en el que no era todavía siervo del peca- gracia?
do, de modo que podía pecar o no pe-
car. En el presente estado también se le In Sent. 2 d.29 expos.litt.; De verit, q.24 a.13.14; q.27
a. 5 ad 3; In Psalm. 31.
da al hombre cualquier bien que pida.
Pero el deseo de este bien lo debe al Objeciones por las que parece que el
auxilio de la graciae. que ya posee la gracia puede obrar el
e Cayetano acusó ya la diversa forma de pensar del Santo en el Comentario a las Sentencias
y en la Suma de teología. Advierte el célebre tomista que el Aquinate admite en la Suma una doc-
trina que había rechazado, y dando razones para ese rechazo, en el Com. a las Sent. (S. TOMÁS,
Opera omnia VII [Roma 1892] p.304a). Algo más adelante dice Cayetano que el Santo en esta
materia «se retractó» (ibid., p.306a). Muchos teólogos de los siglos XII y XIII —Guillermo Alti-
sidorense, Felipe el Canciller, Odón de Rigaud, Rolando de Cremona...— no habían logrado
superar el semipelagianismo, cuya existencia entonces desconocían.
En el Com. a las Sentencias se enfrenta Santo Tomás con las opiniones pesimistas, es decir,
que o consideran la naturaleza humana esencialmente mala, o la consideran irremisiblemente
herida en su sustancia. El Santo sale del atolladero arrojando una lanza por las fuerzas de la
naturaleza, particularmente del libre albedrío. El pecado no destruye los bienes naturales del
hombre, como es la libertad. Esta ha quedado debilitada, pero no destruida. Combate aquí la
opinión de San Buenaventura, para quien el hombre puede evitar este o aquel pecado (venial
o mortal), pero no todos, y llega a escribir: «si puede evitar este y aquel pecado, puede evitar-
los todos. No cabe decir que puede evitarlos durante algún tiempo y no durante mucho tiem-
po, porque el libre albedrío, mientras resiste al mal, no se debilita para seguir evitándolo, sino
que se robustece y puede, por lo mismo, evitar el pecado más fácilmente que antes» (In Sent.
2 d.28 c.1 a.2: ed. MANDONNET, II [París 1929] p.722s). Afirma esto por lo que se refiere al
pecado mortal. Con relación al pecado venial admite que el hombre puede evitar algunos, pero
no todos, pues los movimientos que facilitan el pecado venial son instantáneos y no siempre
el hombre está a punto para dominarlos.
Este problema lo estudia de nuevo el Santo, y con gran amplitud en la Cuest. disp. sobre la
verdad, principalmente en el artículo 12 de la cuestión 24. Tiene en cuenta las dos posiciones
extremas: la de los maniqueos, para quienes el hombre peca necesariamente, y la de los pelagia-
nos, para quienes el hombre puede sin la gracia evitar todos los pecados. La solución está en
el medio: el hombre no peca necesariamente, pero necesita de la gracia para no hacerlo. Al pre-
cisar esta doctrina, expone las dos interpretaciones —la de San Buenaventura y la adoptada
por él en el Com. a las Sent.— considerando ambas como válidas. El hombre, según esto, podía
evitar sin la gracia habitual este o aquel pecado, pero no todos propter fomitis corruptionem, que
impide estar atento a todos los movimientos repentinos. Puede asimismo sin la gracia justifi-
cante evitar este o aquel pecado mortal, pero no todos, «por la inclinación del hábito malo».
En todo caso es imprescindible el «auxilio de Dios, que por su providencia gobierna al hombre
para obrar el bien y evitar el mal» (S. TOMÁS, Opera omnia XXVII vol.III [Roma 1976]
p.717b).
Un avance extraordinario sobre la Cuest. disp. sobre la verdad lo encontramos en la Suma con-
tra los Gentiles. Defiende aquí la doctrina de San Buenaventura, rechazada en el Com. a las Sen-
tencias. Advierte incluso que «los que están en pecado no pueden evitar poner impedimentos
a la gracia si no son prevenidos con el auxilio de la gracia». Este «auxilio de la gracia» es ante-
rior a la gracia santificante, ya que es para quitar los impedimentos, y debe ser objeto de ora-
ción para que se otorgue (S. TOMÁS, Suma contra los Gentiles 1.3 c.160 [ed. Turín-Roma 1961]
vol.III p.238).
El texto de la Suma de teología, que defiende como la Suma contra los Gentiles lo rechazado en
el Com. a las Sent., añade nuevos detalles sobre esa moción divina necesaria para evitar todos
los pecados. Dice que la corrección es útil porque produce el dolor de los pecados, y del dolor
nace el deseo de la regeneración, pues opera entonces en el hombre «intrínsecamente mediante
una oculta inspiración». No basta, pues, la corrección para que se produzca ese dolor y ese de-
seo de regeneración, que son sobrenaturales, como lo es la regeneración a que se ordenan. Es
necesario «el auxilio de Dios», que es sobrenatural, como son sus efectos (1-2 q.109 a.8 ad 2).
922 Tratado de la gracia C.109 a.9
bien y evitar el pecado por sí mismo, sin dijimos (a.1), ninguna cosa creada puede
otro auxilio de la gracia. producir acto alguno a no ser en virtud
1. Lo que no consigue su finalidad, de la moción divina. La segunda es una
o es inútil o es imperfecto. Pero la gra- razón específica, basada en la condición
cia se nos da para que podamos hacer el presente de la naturaleza humana. Por-
bien y evitar el mal. Luego, si con ella el que, si bien esta naturaleza ha sido res-
hombre no puede hacer esto, parece que taurada por la gracia en cuanto a la
la gracia o se le dio inútilmente o es im- mente, aún queda en nosotros la corrup-
perfecta. ción y la infección de la carne, la cual
2. Por la gracia habita en nosotros sirve a la ley del pecado, según se dice en
el Espíritu Santo, según aquello de Rom 7,25. Queda además cierta oscuri-
1 Cor 3,16: ¿No sabéis que sois templos de dad de ignorancia en el entendimiento,
Dios y que el Espíritu de Dios habita en vos- debido a la cual no sabemos lo que nos con-
otros? Pero el Espíritu Santo, que es om- viene pedir, como dice también San Pablo
nipotente, basta para inducirnos a obrar en Rom 8,26. Pues por la complejidad
el bien y para defendernos del pecado. de los acontecimientos y por la imper-
Luego el hombre en gracia puede ambas fección del conocimiento que tenemos
cosas sin otro auxilio de la gracia. de nosotros mismos, no podemos saber
3. Si el hombre en gracia necesita plenamente qué es lo que nos conviene,
todavía otro auxilio de la gracia para vi- y así se dice en Sab 9,14: Los pensamien-
vir rectamente y abstenerse del pecado, tos de los hombres son indecisos y nuestras
con igual motivo necesita un tercer auxi- previsiones son inciertas. Por eso tenemos
lio cuando haya obtenido aquel segun- necesidad de que nos dirija y nos proteja
do. Pero esto nos llevaría a un proceso Dios, que lo conoce y lo puede todo.
indefinido, que no puede admitirse. Lue- De aquí que, incluso los renacidos por
go el que está en gracia no necesita otro la gracia como hijos de Dios, tenemos
auxilio de la gracia para obrar el bien y que pedir: No nos dejes caer en la tentación
evitar el mal. y hágase tu voluntad así en la tierra como en
En cambio está lo que dice San el cielo, y todo lo demás que se contiene
Agustín, en el libro De natura et gratia 33 , a este respecto en la oración dominical.
que, así como el ojo corporal, aunque esté Respuesta a las objeciones: 1. A la
perfectamente sano, no es capaz de ver sin el primera hay que decir: El don de la gracia
concurso del brillo de la luz, así tampoco el habitual no se nos concede para que no
hombre, aunque se halle plenamente justifica- necesitemos más del auxilio divino, pues
do, puede vivir rectamente si no es ayudado di- toda creatura necesita ser conservada
vinamente por la eterna luz de la justicia. por Dios en el bien que de él recibió.
Solución. Hay que decir: Como ya diji- Por consiguiente, si después de haber re-
mos (a.2.3.6), el hombre para vivir rec- cibido la gracia, el hombre sigue necesi-
tamente necesita un doble auxilio de la tando el auxilio divino, no se sigue de
gracia de Dios. El primero es el de un ahí que la gracia se le haya dado inútil-
don habitual por el cual la naturaleza mente o que sea imperfecta. Porque aun
caída sea curada y, una vez curada, sea en el estado de gloria, cuando la gracia
además elevada, de modo que pueda rea- habrá alcanzado su total perfección, el
lizar obras meritorias para la vida eterna, hombre seguirá necesitando el auxilio
superiores a las facultades de la naturale- divino. Aquí, sin embargo, es cierto que
za. El segundo es un auxilio de gracia la gracia entraña cierta imperfección, en
por el cual Dios mueve a la acción. cuanto no sana perfectamente al hom-
Ahora bien, el hombre que está en gra- bre, como se acaba de decir (sol.).
cia no necesita otro auxilio de la gracia, 2. A la segunda hay que decir: La ac-
en el sentido de un nuevo hábito infuso. ción por la que el Espíritu Santo nos
Pero sí necesita un nuevo auxilio en el mueve y nos protege no se circunscribe
segundo sentido, es decir, necesita ser al efecto del don habitual que causa en
movido por Dios a obrar rectamente. nosotros, sino que nos mueve y protege
Y lo necesita por dos razones. La pri- también al margen de este don, junto
mera, de orden general, es que, como ya con el Padre y el Hijo.
34. ARISTÓTELES, c.1 n.4 (BK 1145b1): S. TH., lect.6. 35. C.2: ML 45,996. 36. De
dono persev. c.2: ML 45,996. Cf. también De corrept. et grat. c.6: ML 44,992. 37. ARISTÓTE-
LES, c.7 n.1 (BK 1150a13): S. TH., lect.1. 38. De corrept. et grat. c.12: ML 44,937.
924 Tratado de la gracia C.109 a.10
c La determinación de que la gracia es, por una parte, algo creado, y por otra, algo sobre-
natural es insoslayable para todo el sistema ontológico-psicológico-moral de la gracia. Se trata,
pues, de una supernaturaleza instalada sobre la naturaleza humana, es decir, sobre el alma del
hombre, que hace de receptor, paciente y coagente con respecto a ese don que se le ha confia-
do. La nueva realidad venida sobre el alma se adapta plenamente a la naturaleza humana y ac-
túa en conformidad con ella, pero según unos principios y unas normas superiores, sobrenatu-
rales.
C.110 a.2 De la esencia de la gracia de Dios 927
otro se presupone a su amor; en cambio, desaparecer tendría que ser reducida a la
lo que hace al hombre grato a Dios es nada, ya que de la nada fue creada según
causado por el amor divino, como ya di- el Apóstol, que en Gal 6,15, le llama
jimos (sol.). «nueva criatura». Luego la gracia no es
2. A la segunda hay que decir: Dios es cualidad.
vida del alma como causa eficiente; en En cambio está lo que, a propósito
cambio, el alma es vida del cuerpo como del pasaje de Sal 103,15: para que el óleo
causa formal. Ahora bien, entre la forma alegre su rostro, dice la Glosa4: Es la gracia
y la materia no hay nada intermedio, la que comunica al alma el esplendor que nos
pues la forma informa por sí misma; hace acreedores al amor divino. Pero el es-
pero el agente no informa la materia por plendor del alma, al igual que la belleza
sí mismo, sino mediante la forma que del cuerpo, es una cualidad. Luego la
causa en ella. gracia es una cualidad.
3. A la tercera hay que decir: San
Agustín declara en el libro Retract.3: Solución. Hay que decir: Como ya vi-
Cuando dije que la gracia consiste en la remi- mos (a.1), decir que alguien tiene la gra-
sión de los pecados, y la paz en la reconcilia- cia divina equivale a decir que hay en él
ción con Dios, no se ha de entender como si la un efecto producido gratuitamente por
paz y la reconciliación no pertenecieran a la la voluntad de Dios. Pero también ha-
gracia general, sino en el sentido de que el tér- bíamos visto antes (q.109 a.1.2.5) que el
mino «gracia» significa especialmente la remi- hombre recibe la ayuda gratuita de Dios
sión de los pecados. Por tanto, a la gracia de dos maneras. En primer lugar, por
no pertenece solamente la remisión de cuanto el alma del hombre es movida
los pecados, sino también otros muchos por Dios a conocer, querer u obrar algo.
dones, divinos. E incluso la misma remi- Y en este caso el efecto gratuito induci-
sión de los pecados no se produce sino do en el hombre no es una cualidad,
mediante algún efecto causado por Dios sino un movimiento del alma, puesto
en nosotros, como veremos luego (q.113 que, según dice el Filósofo en III
a.2) Physic.5, la acción del motor sobre el móvil es
un movimiento.
ARTICULO 2 En segundo lugar, la voluntad divina
ayuda gratuitamente al hombre infun-
¿Es la gracia una cualidad del alma? diendo en su alma un don habitual. Y
tiene que ser así, porque no es con-
In Sent. 2 d.26 a.2; a.4 ad 1; 4 d.49 q.1 a.2 q. a1
ad 5; De verit. q.27 a.2 ad 7; Cont. Gentes 3,150. gruente que el amor de Dios provea me-
nos a quienes llama a la posesión del
Objeciones por las que parece que la bien sobrenatural que a quienes promue-
gracia no es una cualidad del alma. ve a la posesión del bien natural. Mas en
1. Las cualidades no obran sobre su el orden natural provee a las creaturas
propio sujeto, pues, como no obran sino no sólo moviéndolas a sus actos natura-
en virtud de la acción del sujeto, se se- les, sino también comunicándoles deter-
guiría que el sujeto obra sobre sí mismo. minadas formas y virtudes, que sen
Ahora bien, la gracia obra sobre el alma, principio de estos actos, y merced a las
justificándola. Luego no es una cualidad. cuales se ven inclinadas por sí mismas a
2. La sustancia es más noble que la sus propios movimientos; y así estos
cualidad. Pero la gracia es, a su vez, más movimientos recibidos de Dios se les
noble que la naturaleza del alma, puesto hacen connaturales y fáciles, según aque-
que, como hemos visto (q.109), nos ca- llo de Sab 8,5: Dispone todo con suavidad.
pacita para muchas cosas para las que no Por consiguiente, con mucha más razón
se basta la naturaleza. Luego la gracia infunde en aquellos a quienes mueve a
no es una cualidad. conseguir el bien sobrenatural eterno
3. Ninguna cualidad permanece en ciertas formas o cualidades sobrenatura-
cuanto deja de existir en su sujeto. La les, mediante las cuales pueden ser mo-
gracia, en cambio, permanece, pues de vidos por El con suavidad y prontitud a
3. C.25: ML 32,624. 4. Glossa ordin. (III, 240 E); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML
191,936. SAN AGUSTÍN, In Psalm. ps.103, serm.3 super vers.15: ML 37,1369. 5. ARISTÓTE-
LES, c.3 n.1 (BK 202a13): S. TH., lect.4.
928 Tratado de la gracia C.110 a.3
la consecución de aquel bien. Y así re- 3. A la tercera hay que decir: Según la
sulta que el don de la gracia es una cua- fórmula de Boecio6 el ser del accidente es
lidad d. estar en algo. De aquí que el accidente no
Respuesta a las objeciones: 1. A la se llama ente porque tenga ser, sino por-
primera hay que decir: La gracia, como que algo tiene ser por él, y según dice el
cualidad, se dice que obra en el alma no Filósofo en VIII Metaphys.7, más bien se
a manera de causa eficiente, sino de causa le llama «del ente» que «ente». Ahora
formal; de la misma manera que la blan- bien, dado que el ente se genera o se co-
cura es causa de lo blanco y la justicia rrompe en la medida en que tiene ser,
de lo justo. ningún accidente se genera o se corrom-
2. A la segunda hay que decir: La sus- pe en sentido estricto, sino que se dice
tancia o es la naturaleza misma de aque- que se genera o corrompe porque el su-
llo de lo que es sustancia, o bien una de jeto comienza o termina de estar en acto
sus partes, en el sentido en que la mate- en cuanto a ese accidente. De acuerdo
ria o la forma se dicen sustancia. Por con esto, también se dice que la gracia
eso, como la gracia está por encima de es creada, porque los hombres son crea-
la naturaleza humana, no puede ser ni dos según la gracia, es decir, constitui-
sustancia ni forma sustancial de la mis- dos en un nuevo ser; y de la nada, esto
ma, sino que es una forma accidental del es, no por mérito, según aquello de Ef
alma. Pues lo que existe sustancialmente 2,9: Creados en Cristo Jesús, para hacer bue-
en Dios se realiza accidentalmente en el nas obras.
alma que participa de la bondad divina,
como se ve claramente en el caso de la ARTICULO 3
ciencia. Así, pues, dado que el alma par-
ticipa de la bondad divina de manera ¿La gracia es lo mismo que la
imperfecta, la participación como tal, virtud?f
que es la gracia, tiene su existencia en el In Sent. 2 d.26 a.4; De verit, q.27 a.2.
alma de un modo menos perfecto que el
del alma subsistente por sí misma. En Objeciones por las que parece que la
cuanto expresión o participación de la gracia es lo mismo que la virtud.
bondad divina es más noble que el alma; 1. Según dice San Agustín en el li-
pero no en cuanto al modo de sere. bro De spiritu et littera8, cuando obra la
6. Pseudo-BEDA, Sent., sect.1 litt. A: ML 90,969. 7. ARISTÓTELES, l.6 c.1 n.3 (BK 1028a18):
S. TH., lect.1. 8. C.14: ML 44,217; c.32: ML 44,237. Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. l.2
dist.26 c.4: QR I 440.
d Como, en el orden natural, Dios no sólo mueve, sino que pone en el hombre formas y
virtudes que son los principios de los actos humanos, también en el orden sobrenatural infunde
formas o cualidades sobrenaturales. Esta argumentación tan consumada es propia de la Suma
de teología. En las otras obras no se plantea el problema con esa fuerza metafísica. En el Com.
a las Sent. se pregunta sólo si la gracia es accidente o sustancia. Ya en esa obra defiende que
es una forma accidental que sobreviene al alma, ya perfectamente constituida en su naturaleza.
Esto, advierte, no desdice de la gracia en relación con el alma, pues, a pesar de ser un acciden-
te, es más noble que ella (In Sent. 2 d.26 q.1 a.2 cuerpo y ad 3; ed. MANDONNET, II [París
1929] p.671s).
e Santo Tomás ha logrado unir en perfecta síntesis teológica los datos bíblicos de la «parti-
cipación de la naturaleza divina» (2 Pe 1,4) y de la «nueva criatura» (Gál 6,15), textos ambos
citados en los artículos 2 y 3 de esta cuestión, con la idea filosófica de participación, heredada
de los griegos, y con la metafísica del acto creador. La gracia es un ser creado sobrenatural;
como la criatura natural participa en su ser y en sus operaciones del ser de Dios, también la
criatura sobrenatural participa en su ser y en su obrar de la misma divinidad. Cf. M. SÁNCHEZ
SORONDO, La gracia como participación de la naturaleza divina según Santo Tomás de Aquino (Sala-
manca 1979).
f Ya se había planteado este mismo interrogante en el Com. a las Sent. Tenía entonces a la
vista dos opiniones: primera, la seguida por Pedro Lombardo, defendida en tiempos de Santo
Tomás por Enrique de Gante; para éstos, la gracia y la virtud son una misma realidad y sólo
se distinguen según la razón; si se la considera como aquello que nos hace gratos a Dios, se
llama gracia, y, si se la considera como principio de las obras buenas, se llama virtud. La se-
C.110 a.3 De la esencia de la gracia de Dios 929
gracia es la fe la que obra por el amor. Pero como dice San Agustín en el libro De
la fe que obra por el amor es una virtud. praedestinatione sanctorum12, la gracia prece-
Luego la gracia es virtud. de a la caridad. Luego la gracia no es
2. Las cosas que convienen en la de- virtud.
finición convienen en lo definido. Ahora Solución. Hay que decir: Algunos dije-
bien, las definiciones de la virtud dadas ron que la gracia y la virtud son esen-
por santos y filósofos valen también cialmente la misma cosa, con una mera
para la gracia. Pues la gracia hace bueno a distinción de razón: se llamaría gracia
quien la tiene y hace que sean buenas sus porque hace al hombre grato a Dios o
obras 9; y también es una cualidad buena de porque se concede gratuitamente, y se
la mente que inclina a vivir rectamente 10, etc. llamaría virtud porque perfecciona al
Luego la gracia es una virtud. hombre en orden al bien obrar. Y tal
3. La gracia es una cualidad. Pero es parece ser el pensamiento de Pedro
claro que no pertenece a la cuarta espe- Lombardo en II Sent.13
cie de cualidad, «la forma y la figura», Pero si se tiene en cuenta la noción
puesto que la gracia no es corporal. exacta de virtud, esta opinión no puede
Tampoco cabe en la tercera especie, «la admitirse. Porque, según dice el Filósofo
pasión y la cualidad pasible», porque en VII Physic.14, la virtud es una disposición
ésta, según prueba el Filósofo en VII de lo perfecto, entendiendo por perfecto lo que
Physic. 11 reside en la parte sensitiva del está dispuesto en consonancia con la naturale-
alma, mientras que la gracia está princi- za. De donde se infiere que no se puede
palmente en la parte intelectiva. Ni per- hablar de virtud sino en función de una
tenece tampoco a la segunda especie, «la naturaleza preexistente, de modo que
potencia e impotencia naturales», porque hay virtud cuando todo está dispuesto
la gracia está por encima de la naturaleza de acuerdo con lo que es propio de esa
y no es indiferente al bien y al mal, naturaleza. Ahora bien, las virtudes ad-
como la potencia natural. No puede, por quiridas mediante los actos humanos, de
tanto, ser incluida más que en la primera las que ya hemos hablado (q.55s), son
especie, que es «el hábito y la disposi- disposiciones por las que el hombre que-
ción». Ahora bien, los hábitos de la da convenientemente dispuesto de acuer-
mente son virtudes, según vimos arriba do con su propia naturaleza. En cambio,
(q.56 a.3; q.57 a. 1.2). Luego la gracia es las virtudes infusas disponen al hombre
lo mismo que la virtud. de una manera más elevada y en orden a
En cambio está el que, de ser una un fin más alto; luego lo disponen tam-
virtud, la gracia sería en todo caso algu- bién en función de una naturaleza de or-
na de las tres virtudes teologales. Pero den superior. Lo hacen, en efecto, en
no es ni la fe ni la esperanza, puesto que función de la naturaleza divina participa-
éstas pueden darse sin la gracia santifi- da, por lo cual se dice en 2 Pe 1,4: Nos
cante. Tampoco es la caridad, porque, puso en posesión de las más grandes y precio-
9. ARISTÓTELES, Eth., 1.2 c.6 n.2 (BK 1106a15): S. TH., lect.6. 10. Cf. supra, c.55 a.4.
Cf. PEDRO LOMBARDO, Sent., 1.2 dist.27. 11. ARISTÓTELES, c.3 n.1 (BK 245b3): S. TH.,
lect.5.6. 12. Cf. De dono persev., c.16: ML 45,1018. 13. Dist.27 c.6: QR I 447. Sobre la
formulación que aquí se hace de esta doctrina v. SAN BUENAVENTURA, In Sent., 1.2 dist.27 a.1
q.2 (QR, II 657). 14. ARISTÓTELES, c.3 n.4 (BK 246a13): S. TH., lect.5.
gunda opinión era mantenida por la escuela franciscana contemporánea del Doctor Angélico y
representada por Alejandro de Hales y San Buenaventura; para éstos, la distinción entre gracia
y virtud era real, pero inadecuada; es una distinción esencial, pero formando un ser como la
forma y su sujeto, o como el color y la luz que lo manifiesta (In Sent. 2 d.26 q.1 a.4; ed. MAN-
DONNET, II [París 1929] p.677s).
La escuela dominicana, formada por Pedro de Tarantasia, San Alberto Magno y Santo To-
más, defiende la distinción esencial entre gracia y virtud. El argumento se basa en el paralelis-
mo entre el orden sobrenatural y el natural, establecido en el artículo 2. La virtud supone una
naturaleza preexistente: las virtudes naturales suponen la naturaleza humana; las virtudes sobre-
naturales suponen la sobrenaturaleza, es decir, la gracia. Las virtudes naturales se distinguen
realmente del alma humana, y las virtudes sobrenaturales se distinguen, realmente también, de
la gracia.
930 Tratado de la gracia C.110 a.4
sas promesas, para hacernos por ellas partíci- dad g. Sin embargo, no se identifica con
pes de la naturaleza divina. Y merced a la la virtud, sino que es una disposición
recepción de esta naturaleza se dice que que se presupone a las virtudes infusas
somos reengendrados como hijos de como principio y raíz de las mismas.
Dios.
Por tanto, así como la luz natural de ARTICULO 4
la razón es cosa distinta de las virtudes
adquiridas, que se desarrollan en función ¿La gracia tiene por sujeto la esencia
de esa luz natural, así también la misma del alma o bien alguna de sus
luz de la gracia, por la que participamos potencias?
de la naturaleza divina, es cosa distinta In Sent. 2 d.26 a.3; 4 d.4 q.1 a.3 q.a3 ad 1; De verit.
de las virtudes infusas, que se derivan de q.27 a.6.
esa luz y a ella se ordenan. Por eso dice
el Apóstol en Ef 5,8: Fuisteis algún tiempo Objeciones por las que parece que la
tinieblas, pero ahora sois luz del Señor; andad, gracia no tiene por sujeto la esencia del
pues, como hijos de la luz. Porque, así alma, sino alguna de sus potencias.
como las virtudes adquiridas perfeccio- 1. Según dice San Agustín en
nan al hombre para que ande en conso- Hypognost.15, la gracia es a la voluntad o
nancia con la luz natural de la razón, así libre albedrío lo que el jinete al caballo.
las virtudes infusas lo perfeccionan para Pero la voluntad o libre albedrío es una
que marche de acuerdo con la luz de la potencia, como dijimos en la Parte I
gracia. (q.83 a.2). Luego tiene por sujeto una
potencia del alma.
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. El mérito del hombre se deriva de la
primera hay que decir: Si San Agustín lla- gracia, como dice San Agustín16. Pero el
ma «gracia» a la fe que obra por amor, mérito es propio de los actos, y todo
es porque este acto de fe que obra a im- acto procede de una potencia. Luego pa-
pulsos de la caridad es el primer acto en rece que la gracia es una perfección de
que se manifiesta la gracia santificante. alguna de las potencias del alma.
2. A la segunda hay que decir: El 3. Si la esencia del alma es sujeto de
«bien» de que se habla en la definición la gracia, sigúese que el alma es capaz de
de la virtud ha de entenderse en función la gracia por el mero hecho de tener
de una naturaleza preexistente, ya esen- esencia. Pero esto es falso, porque equi-
cial, ya participada. En cambio, el ser vale a decir que toda alma es capaz de la
buena no se atribuye a la gracia de esta gracia. Luego la esencia del alma no es
manera, sino en cuanto es raíz de la el sujeto propio de la gracia.
bondad en el hombre, según ya dijimos 4. La esencia del alma es anterior a
(sol.). sus potencias. Mas lo anterior puede ser
3. A la tercera hay que decir: La gracia concebido sin lo posterior. Luego po-
se reduce a la primera especie de cuali- dríamos concebir la gracia en el alma
15. Entre las obras de SAN AGUSTÍN, 1.3 c.2: ML 45,1632. 16. De lib. arb., c.6: ML
44,889.
g En la Cuest. disp. sobre la verdad dice que «la gracia pertenece a la primera especie de cuali-
dad; no se puede decir propiamente hábito, porque no dice orden inmediato a la operación...
Es como cierta disposición que dice orden a la gloria, que es la gracia consumada». No acierta
a darle su nombre propio, aunque dice todo lo que es necesario decir. «Nada semejante a la
gracia se encuentra entre los accidentes del alma conocidos por los filósofos, pues éstos no co-
nocieron sino aquellos accidentes que se ordenan a los actos proporcionados de la naturaleza
humana» (S. TOMÁS, Opera omnia XXIII vol.III [Roma 1976] p.795a).
En la Suma de teología dice lo mismo, precisando más: «la gracia se reduce a la primera espe-
cie de cualidad. Sin embargo, no es lo mismo que virtud, sino habitudo quaedam, que se presu-
pone a las virtudes infusas». La gracia es, pues, un hábito, no operativo, como las virtudes,
sino entitativo, «principio y raíz» de las virtudes infusas (1-2 q.1 10 a.3 ad 3; In Sent. 2 d.26 q.1
a.4 ad 1; ed. MANDONNET, II [París 1929] p.678).
Por ser hábito entitativo, no tiene por sujeto la gracia ningún otro hábito ni ninguna po-
tencia, que dicen relación inmediata a la operación, sino la esencia del alma, que es también el
principio y la raíz de todas las potencias y hábitos naturales (1-2 q.110 a.4).
C.110 a.4 De la esencia de la gracia de Dios 931
abstrayendo de cualquiera de sus partes yen sobre las potencias del alma las vir-
o potencias, es decir, de la voluntad, del tudes, que mueven estas potencias a sus
entendimiento, etc. Pero esto entraña actos. Por eso la relación que hay entre
graves inconvenientes. la gracia y la voluntad es la que se da
En cambio está el hecho de que por entre el motor y el móvil, y en este sen-
la gracia somos regenerados como hijos tido hay que entender el ejemplo del ji-
de Dios. Pero la generación tiene por nete y el caballo; no la que existe entre
término la esencia con prioridad sobre el accidente y su sujeto.
las potencias. Luego la gracia reside en 2. A la segunda hay que decir: Con lo
la esencia del alma antes que en las po- cual queda también resuelto el segundo
tencias. argumento en contra. Pues la gracia es
principio de la obra meritoria mediante
Solución. Hay que decir: Esta cuestión sus virtudes, lo mismo que la esencia del
depende de la precedente. Porque si la alma es principio de las operaciones vi-
gracia se identifica con la virtud, necesa- tales mediante las potencias.
riamente tendría su sujeto en las poten- 3. A la tercera hay que decir: Sólo el
cias, ya que el sujeto propio de las virtu- alma que pertenece a la especie intelec-
des son las potencias del alma, como se tual o naturaleza racional es sujeto de la
dijo arriba (q.56 a.1). Pero si se dis- gracia. Pero el alma no se constituye en
tingue de la virtud, no se puede decir su especie por las potencias, ya que estas
que tenga por sujeto las potencias, por- son propiedades naturales del alma con-
que toda perfección de las potencias del siguientes a su especie; sino que es por
alma tiene razón de virtud, como tam- su esencia por lo que difiere específica-
bién queda dicho (q.55 a.1). Sigúese, mente de las demás almas, las de los ani-
pues, que, siendo la gracia anterior a la males brutos y de las plantas. Por eso,
virtud, debe tener también un sujeto an- de que el sujeto de la gracia sea la esen-
terior a las potencias, y este sujeto debe cia del alma no se sigue que cualquier
ser la esencia del alma. Pues, así como alma pueda ser sujeto de la gracia, pues
en la potencia intelectiva participa el esto es propio de la esencia del alma en
hombre del conocimiento divino por la cuanto pertenece a una determinada es-
virtud de la fe, y en la facultad volitiva pecie.
participa del amor divino por la virtud 4. A la cuarta hay que decir: Las po-
de la caridad, así en la esencia del alma tencias del alma son propiedades natura-
participa, según cierta semejanza, de la les consiguientes a la especie; el alma no
naturaleza divina mediante una suerte de puede, por tanto, existir sin ellas. Pero
generación o de creación nuevas. aun en el supuesto de que existiera sin
Respuesta a las objeciones: 1. A la ellas, el alma sería específicamente inte-
primera hay que decir: De la esencia del lectual o racional no ya por tener en
alma brotan sus potencias, que son los acto estas potencias, sino por razón de
principios de sus operaciones; y de ma- su esencia específica, que está natural-
nera semejante, de la gracia misma flu- mente ordenada a tenerlas.
CUESTIÓN 111
De la división de la graciaa
a La cuestión anterior se refería a la gracia habitual; en ésta tiene en cuenta también la ac-
tual, particularmente en los artículos 2 y 3, y la gratis dada. No pretende ofrecernos aquí una
enumeración exhaustiva, pero sí nos presenta las fundamentales y nos ofrece la razón de ser o
el principio-raíz de esas divisiones, que son los diversos efectos que esas gracias producen en
el alma. Los nombres de «sanante y elevante» ya han aparecido en las dos cuestiones anteriores,
sobre todo en la 109; los de «suficiente y eficaz» son muy posteriores a Santo Tomás.
C.111 a.2 De la división de la gracia 933
pues, como la gracia tiene por objeto Dios tenga obligación alguna respecto
conducir los hombres a Dios, ha de ha- de la criatura, sino más bien porque la
cerlo de acuerdo con ese orden, de criatura debe someterse a Dios para que
modo que unos sean conducidos a Dios se cumpla en ella la ordenación divina,
mediante otros. En consecuencia, hay la cual establece que tal naturaleza tenga
que distinguir dos suertes de gracia: tales condiciones o propiedades y que la
aquella por la cual el hombre se une a que obra tales cosas consiga tales otras.
Dios, que es la que nos hace gratos; y Así pues, los dones naturales no respon-
aquella merced a la cual un hombre co- den a un débito en el primer sentido,
opera con otro para que se convierta a sino sólo en el segundo; pero los sobre-
Dios. Esta segunda es la que se dice naturales, ni en un sentido ni en otro, y
«gratisdata», porque sobrepasa la capaci- por eso el nombre de gracia les conviene
dad natural y los méritos personales de a éstos con especial propiedad.
quien la recibe. Y como no se da para la 3. A la tercera hay que decir: La gracia
justificación del propio depositario, sino que nos hace gratos añade a la razón de
más bien para que éste coopere a la jus- gracia gratisdata algo que también perte-
tificación de otro, por eso no recibe el nece al concepto de gracia: el hacer al
nombre de gracia que hace grato. De hombre grato a Dios. Por eso, la gracia
ella dice el Apóstol en 1 Cor 12,7: A gratisdata, aunque carece de esta nota,
cada uno se le otorga la manifestación del Es- conserva el nombre común de gracia,
píritu para que sea útil, es decir, para que como sucede en otras muchas clasifica-
ayude a los demás b . ciones. Y así, se da la requerida oposi-
ción entre las dos partes de la división,
Respuesta a las objeciones: 1. A la pues una de las gracias nos hace gratos y la
primera hay que decir: La gracia no nos otra no nos hace gratos.
hace gratos por vía de causa eficiente,
sino de causa formal; porque por ella el
hombre es justificado y se hace digno de ARTICULO 2
ser llamado agradable a Dios. Es lo que ¿Se divide correctamente la gracia en
dice el Apóstol en Col 1,12: Nos ha hecho operante y cooperante?
dignos de participar de la herencia de los san-
tos en el reino de la luz. In Sent. 2 d.26 q.l a.5; a.6 ad 2; De verit, q.27 a.5 ad
1; In 2 Cor. 6 lect.1.
2. A la segunda hay que decir: Al ser
dada gratuitamente, la gracia excluye la Objeciones por las que parece que la
razón de débito. Pero se puede hablar de división de la gracia en operante y co-
un doble débito. Uno es el que se deriva operante no es correcta.
del mérito y, como tal, se refiere a la 1. La gracia es un accidente, como
persona, pues sólo la persona hace obras ya queda dicho (q.110 a.2 ad 2). Pero el
meritorias, según aquello del Apóstol en accidente no puede obrar en su sujeto.
Rom 4,4: Al que trabaja no se le computa Luego ninguna gracia debe llamarse
el salario como gracia, sino como deuda. El operante.
otro es consiguiente a la condición pro- 2. Si la gracia obra algo en nosotros
pia de cada naturaleza, y así decimos que es sobre todo nuestra justificación. Pero
al hombre le es debida la facultad racio- la justificación no es obra exclusivamen-
nal y todo aquello que compete a la na- te de la gracia, pues a propósito de las
turaleza humana. Y en ninguno de estos palabras de Jn 14,12, las obras que yo hago
dos casos se habla de débito porque también él las hará, comenta San Agus-
b En el Com. a las Sent. y en la Cuest. disp. sobre la verdad se había preguntado Santo Tomás
si la gracia era una o múltiple. La cuestión 111 de la Suma de teología da por resuelto ese proble-
ma. Como en el organismo humano una es el alma, de la cual proceden multitud de hábitos
y operaciones, también en el orden sobrenatural una es la gracia, de la que proceden todas las
virtudes infusas y sus actos. Este paralelismo, evocado tan a menudo por el Aquinate, le servi-
rá de base para resolver muchos problemas del plano sobrenatural. Si la gracia habitual es una,
entitativamente hablando, no cabe pensar en su división desde este punto de vista, sino bajo
su aspecto santificador o su efecto inmediato y principal en el alma. La gracia santificante se
distingue de la gracia gratis dada, porque la primera se dirige a santificar al sujeto que la posee,
mientras que la segunda se dirige al bien o santificación de los otros.
934 Tratado de la gracia C.111 a.2
tín4: El que te creó sin ti no te salvará sin gracia se llama en este caso operante. El
ti. Luego ninguna gracia puede llamarse otro acto es el exterior. Como éste se
operante en sentido absoluto. debe al imperio de la voluntad, según
3. Cooperar con otro parece ser pro- expusimos arriba (q.17 a.9), es claro que
pio del agente inferior, no del principal. en este caso la operación debe atribuirse
Pero en su concurso con el libre albe- a la voluntad. Pero, como aun aquí Dios
drío la gracia obra como agente princi- nos ayuda, ya interiormente, confirman-
pal, según aquello de Rom 9,16: No es do la voluntad para que pase al acto, ya
del que quiere ni del que corre, sino de Dios, exteriormente, asegurando su poder de
que tiene misericordia. Luego la gracia no ejecución, la gracia en cuestión se llama
puede llamarse cooperante. cooperante. Por eso San Agustín, tras
4. La división debe hacerse por sus palabras arriba citadas (En camb.),
miembros opuestos. Pero obrar y coope- añade: Obra para que queramos; y cuando ya
rar no son opuestos, pues un mismo queremos, coopera para que acabemos la obra.
agente puede obrar y cooperar. Luego la Por consiguiente, si se toma la gracia
división de la gracia en operante y co- como una moción gratuita de Dios, por
operante no es correcta. la que nos impulsa a realizar un bien
En cambio está lo que dice San meritorio, con razón se la divide en ope-
Agustín en el libro De grat. et lib. arb.5: rante y cooperante.
Dios perfecciona con su cooperación lo que ini- Por su parte, la gracia considerada
ció en nosotros con su acción. Porque él es como un don habitual tiene también, al
quien comienza obrando para que queramos, y igual que cualquier otra forma, un doble
acaba cooperando cuando ya queremos. Mas efecto: primero da el ser y, consiguiente-
las operaciones con que Dios nos mueve mente, da la operación. El calor, por
al bien pertenecen a la gracia. Luego ejemplo, confiere a su sujeto el estar ca-
con razón la gracia se divide en operante liente y, en consecuencia, el poder calen-
y cooperante. tar su entorno. Así, pues, la gracia habi-
Solución. Hay que decir: Como ya diji- tual, en cuanto sana o justificada el alma
mos (q.109 a.2.3.6..9; q.110 a.2), la gracia haciéndola grata a Dios, se llama gracia
puede entenderse de dos maneras. O es operante; en cuanto es principio de la
un auxilio divino que nos mueve a que- obra meritoria, a la que concurre tam-
rer y obrar el bien, o es un don habitual bién el libre albedrío, se llama gracia
que Dios infunde en nosotros. Y en am- cooperante.
bos sentidos la gracia puede ser dividida Respuesta a las objeciones: 1. A la
en operante y cooperante. La operación, primera hay que decir: Siendo la gracia una
en efecto, no debe ser atribuida al mó- cualidad accidental, no obra en el alma
vil, sino al motor. Por consiguiente, como causa eficiente, sino como causa
cuando se trata de un efecto en orden al formal, a la manera de la blancura por la
cual nuestra mente no mueve, sino sólo que se hace blanca una superficie.
es movida, la operación se atribuye a 2. A la segunda hay que decir: Dios no
Dios, que es el único motor, y así tene- nos justifica sin nosotros, porque con un
mos la «gracia operante». Si, en cambio, movimiento del libre albedrío, al ser jus-
se trata de un efecto respecto del cual la tificados nos adherimos a la justicia que
mente mueve y es movida, la operación El nos infunde. Sin embargo, ese movi-
se atribuye no sólo a Dios, sino también miento no es causa de la gracia, sino su
al alma. Y en este caso tenemos la «gra- efecto. Toda la operación pertenece,
cia cooperante». pues, a la gracia.
Ahora bien, en nosotros hay un doble 3. A la tercera hay que decir: Se puede
acto. El primero es el interior de la vo- hablar de cooperación no sólo cuando
luntad. En él la voluntad es movida y un agente secundario colabora con el
Dios es quien mueve, sobre todo cuan- agente principal, sino también cuando se
do la voluntad comienza a querer el bien le ayuda a otro a alcanzar un fin que se
después de haber querido el mal. Y ha propuesto. Mas con la gracia operan-
puesto que Dios es quien mueve la men- te Dios ayuda al hombre a querer el
te humana para impulsarla a este acto, la bien. Y una vez adoptado este fin es
7. C.1: ML 42,1037. 8. ARISTÓTELES, c.2 n.8 (BK 1094b8): S. TH., lect.2. 9. ARIS-
TÓTELES, c.1 n.15 (BK 1129b27): S. TH., lect.2.
938 Tratado de la gracia C.111 a.5
es superior a lo que es común a todos. tud, como, por ejemplo, en un ejército,
Razonar, por ejemplo, que es propio del se da un doble bien. Uno que se encuen-
hombre, es más excelente que sentir, co- tra en la multitud misma, como es el
mún a todos los animales. Mas la gracia buen orden del ejército, y otro que está
santificante es común a todos los miem- por encima de la multitud, como es el
bros de la Iglesia, mientras que la gracia bien del jefe. Y este segundo es el más
gratuita es un don propio de los miem- importante, porque incluso el primero se
bros más dignos de la misma. Luego la ordena a él. Pues bien, la gracia gratis-
gracia gratisdata es superior a la gracia data se ordena al bien común de la Igle-
santificante. sia, que es el orden eclesial; pero la gra-
En cambio está que el Apóstol, des- cia santificante se ordena al bien común
pués de enumerar las gracias gratisdatas, trascendente, que es el mismo Dios. Por
añade en 1 Cor 12,31: Os voy a mostrar un eso es más noble la gracia santificante.
camino todavía más perfecto. Y comienza a 2. A la segunda hay que decir: Si me-
hablar de la caridad, que pertenece a la diante la gracia gratisdata se pudiera rea-
gracia que nos hace gratos. Luego ésta lizar en otro lo que se alcanza con la
es una gracia más excelente que la gracia gracia santificante, entonces aquélla se-
gratisdata. ría, ciertamente, más noble, como es
Solución. Hay que decir: Una virtud es más excelente la claridad iluminadora del
tanto más excelente cuanto mira a un sol que la de los cuerpos iluminados.
bien más alto. Por otra parte, el fin es Pero por la gracia gratisdata el hombre
siempre más noble que los medios que a no puede producir en otro la unión con
él conducen. Ahora bien, la gracia santi- Dios, que él alcanza por la gracia santifi-
ficante lleva inmediatamente al hombre a cante, sino sólo ciertas disposiciones
la unión con el último fin. La gracia para esta unión. Por eso, no se sigue
gratisdata, en cambio, le proporciona que la gracia gratisdata sea más excelen-
cierta preparación para el fin último; te. Porque tampoco en el fuego es más
pues la profecía, el milagro y otras gra- noble el calor, por el que se manifiesta
cias de este género no hacen más que in- su esencia, que su misma forma sustancial.
ducirnos a que nos unamos al último 3. A la tercera hay que decir: La sensa-
fin. En consecuencia, la gracia santifi- ción se ordena al conocimiento racional
cante es mucho más excelente que la como a su fin, y por eso el razonamien-
gracia gratisdata. to es más noble. Pero en el presente
Respuesta a las objeciones: 1. A la caso sucede a la inversa: lo particular se
primera hay que decir: Según dice el Filó- ordena a lo común como a su fin. No
sofo en XII Metapbys.10, en toda multi- hay, pues, paridadd.
10. ARISTÓTELES, c.10 n.1 (BK 1075a11): S. TH., lect.12.
d Aprovechan los teólogos la cuestión 111 para hablar de otras clases de gracia, nacidas
después de Santo Tomás. Se refieren todas ellas a la gracia actual o moción divina de carácter
transitorio. Surgieron para explicar más fácilmente, y con términos antiguos, los nuevos pro-
blemas que iban apareciendo en torno a la gracia. El concilio de Trento consagró la división
en gracia «excitante y adyuvante», palabras que encuentran su origen en la Escritura. La prime-
ra suscita imprevistamente en el entendimiento o en la voluntad un pensamiento o un deseo
del bien; la segunda ayuda a una y a otra potencia a poner libremente en acto ese pensamiento
y ese deseo.
Más famosa será la división de la gracia actual en «suficiente y eficaz». Los términos se fue-
ron introduciendo en el siglo XIV como aplicados a la gracia, y en el siglo XVI se consagraron
definitivamente al estallar la polémica sobre los divinos auxilios. La controversia en- torno a es-
tas gracias dividió la teología católica a finales de ese siglo en dos mitades, dando lugar al mo-
linismo, que se apartó en esta materia del tomismo y creó una nueva escuela teológica dentro
de la escolástica. Estas discusiones quedaron plasmadas en las llamadas Congregaciones sobre los
Auxilios, habidas en la curia romana y delante de los papas Clemente VIII y Paulo V en-
tre 1597 y 1606.
El texto de Santo Tomás que habla más claramente de esto es el del Comentario a la Carta
Primera a Timoteo: «El mismo es propiciación por nuestros pecados, para algunos eficazmente,
pero para todos suficientemente, porque el precio de su sangre es suficiente para la salvación de
todos. Sin embargo, no tiene eficacia sino sólo en los elegidos, por razón de los impedimentos»
(S. TOMÁS, Super Epístolas s. Pauli... II [Turín-Roma 1953] p.225b).
CUESTIÓN 112
La causa de la gracia
Corresponde ahora tratar de la causa de la gracia (q.109 introd.), y a
este propósito nos preguntamos:
1. ¿Solamente Dios es causa de la gracia?—2. ¿La gracia requiere en el
que la recibe una disposición debida a un acto de su libre albedrío?—
3. ¿Esta disposición comporta necesariamente la gracia?—4. ¿La gracia es
igual en todos?—5. ¿Se puede saber que se posee la gracia?
el ser por sí mismas, sino en otros seres. Por eso, aunque no tengan materia de la que sean
educidas y que sea parte de ellas, tienen, sin embargo, materia en la que son recibidas y de la
cual dependen, y por inmutación de la cual son educidas a la existencia» (S. TOMÁS, Opera om-
nia XXII vol.III [Roma 1976] p.796a y 799ab).
Algunos comentaristas de Santo Tomás, como F. Muñiz, creen que todavía el Santo no ha-
bía visto claro el problema. Otros, como D. de Soto y J. Martínez de Prado, se fijan en la pa-
labra «concreación», usada por el Doctor Angélico, y ven en ese término, entendido en sentido
estricto, la solución a la producción de la gracia por Dios. Pero Santo Tomás explica el valor
de ese concepto y determina su sentido al añadir «por inmutación de la cual (de la materia o
sujeto receptor) son educidas (esas formas no subsistentes) a la existencia». La gracia es educida
de la materia o del sujeto receptor de la misma, es decir, de la potencialidad del alma. Eso mis-
mo defiende el Aquinate en la Cuest. disp. sobre la potencia (q.3 a.8 ad 3 [ed. Turín-Roma 1927]
p.65b). En el libro 1 del Com. a las Sentencias había dicho, sin embargo, que la gracia «no es
una perfección educida de la potencia de la materia; y por ello sólo es conferida por Dios» (In
Sent. 1 d.14 c.3; ed. MANDONNET, I [París 1929] p.328). Es aquí donde podemos decir que San-
to Tomás no había visto aún clara la solución definitiva. Tampoco parece tenerla clara más
adelante en el mismo comentario, cuando escribe: «ni la materia ni el sujeto son causa de la
forma inducida, a no ser que se trate de un sujeto de cuyos principios fluye el accidente, y la
gracia no es de este tipo de accidentes (In Sent. 1 d.40 q.4 a.2 ad 3; ibid., p.957).
Es hacia el final de la vida del Santo, en 1272, al escribir la Cuest. disp. sobre las virtudes en
comúm, cuando parece darnos la formulación decisiva. Aquí, en efecto, emplea el término «po-
tencia obediencial», para explicar la actitud del alma con respecto a los dones sobrenaturales:
«en toda criatura existe una potencia obediencial, en cuanto que toda criatura obedece a Dios,
para recibir en sí lo que El determinare... También en el alma hay algo en potencia que no
puede ser reducido al acto a no ser por la virtud divina; así están en potencia en el alma las
virtudes infusas» (Quaest. disp. II [Turín-Roma 1927] p.521a).
En conclusión, en el caso de la gracia no se trataría estrictamente de una creación o pro-
ducción de la nada, sino de una educción de la potencia obediencial del hombre o del ángel.
Esta educción sólo análogamente se parece a la educción de las formas sustanciales de la poten-
cialidad de la materia prima, que es una potencia puramente pasiva natural. La analogía reside
en que no hay contradicción, sino conveniencia, del alma humana con respecto a esa forma di-
vina, accidental y creada, que es la gracia.
c El hombre se encuentra en estado de potencia obediencial con respecto a la gracia. Esta
supera a la naturaleza humana, pero no dice contradicción con respecto a ella. Sin embargo,
esa causalidad material-receptiva no es suficiente para recibir los dones divinos; éstos necesitan
C.112 a.2 La causa de la gracia 941
1. Según dice el Apóstol en Rom anterior al auxilio divino, sino que, a la
4,4, al que trabaja no se le computa el salario inversa, cualquier preparación que se
como gracia, sino como deuda. Pero prepa- pueda dar en el hombre proviene del
rarse mediante una acción del libre albe- auxilio de Dios que mueve el alma al
drío requiere cierto trabajo personal. bien. De esta suerte, el mismo movi-
Luego no habría lugar a la gracia. miento bueno del libre albedrío por el
2. El que se mantiene en el pecado que nos preparamos para recibir la gra-
no se prepara para la gracia. Mas la gra- cia como don habitual es, por una parte,
cia se dio a veces a quien se mantenía en un acto producido por el libre albedrío
su pecado, como en el caso de San Pa- bajo la moción divina, lo que permite
blo, que recibió la gracia mientras respi- decir que el hombre se prepara para la
raba amenazas de muerte contra los discípulos gracia, según aquello de Prov 16,1: Del
del Señor, según se dice en Act 9,1. Lue- hombre es preparar su ánimo. Pero, por
go no se requiere ninguna preparación otra parte, es un movimiento del libre
para la gracia por parte del hombre. albedrío que tiene su causa principal en
3. Un agente de poder infinito no Dios, y esto permite decir: Es Dios quien
necesita disposiciones previas en la ma- prepara la voluntad del hombre (Prov 8,35);
teria de su acción, puesto que ni siquiera o bien: Es el Señor quien dirige sus pasos
necesita materia, como se ve en el caso (Sal 36,23).
de la creación, a la que, por cierto, se
Respuesta a las objeciones: 1. A la
compara la infusión de la gracia cuando
primera hay que decir: Hay una prepara-
en Gál 6,15 se le llama «nueva criatura».
ción para la gracia que se produce al
Ahora bien, como ya dijimos (a.1), la
mismo tiempo en que la gracia se infun-
gracia la causa únicamente Dios, que po-
de. Y tal acción es ciertamente merito-
see un poder infinito. Luego no se re-
ria, pero no respecto de la gracia, puesto
quiere preparación alguna por parte del
que ya se la tiene, sino respecto de la
hombre para recibir la gracia.
gloria, que aún no se posee. Y hay otra
En cambio está lo que se lee en preparación imperfecta, que a veces pre-
Amos 4,12: Prepárate, Israel, para el en- cede al don de la gracia santificante y
cuentro con tu Dios. Y en 1 Re 7,3: Prepa- que, sin embargo, procede de la moción
rad vuestros corazones para el Señor. divina. Pero esta preparación no puede
Solución. Hay que decir: Como ya diji- ser meritoria, puesto que el hombre no
mos (q.109 a.2.3.6.9), se puede hablar de se encuentra aún justificado por la gra-
la gracia en un doble sentido: o como cia, y sin la gracia nada podemos mere-
un don habitual de Dios, o como un cer, como veremos luego (q.114 a.2).
auxilio divino que mueve el alma al 2. A la segunda hay que decir: Dado
bien. Así pues, como don habitual la que el hombre no puede prepararse para
gracia requiere una preparación previa, la gracia sin que Dios le prevenga y le
porque ninguna forma puede ser recibi- mueva al bien, poco importa que se lle-
da sino en una materia dispuesta. Pero gue de repente o paulatinamente a la
como moción al bien no requiere por preparación perfecta, pues según Eclo
parte del hombre ninguna preparación 11,23, es fácil para Dios enriquecer de repen-
una preparación mayor que afecte a la libertad humana. Cuando Santo Tomás habla aquí de
la causa dispositiva, no hace referencia a la potencia obediencial. La introducción de una forma
en una materia exige no sólo la actitud de mera pasividad, sino también una disposición que
capacite esa materia para esta determinada forma. Para la gracia habitual es necesaria la gracia
actual que prepare al hombre, pues éste nada puede en el orden sobrenatural. Para recibir la
primera gracia actual no es necesaria ninguna gracia, pues Dios concede a todos los hombres
las gracias actuales suficientes para su justificación y salvación, que sólo por culpa del hombre
quedan fallidas en su efecto.
En conformidad con esto se pregunta el Doctor Angélico si al que hace lo que está de su
parte, preparándose para la gracia, Dios le tiene que dar ésta necesariamente. Ya había estudia-
do bajo otro aspecto este problema en el artículo sexto de la cuestión 109. Ahora se limita a
decir que, por parte del libre albedrío, nunca hay preparación que exija necesariamente la gra-
cia, pues nunca hay proporción entre naturaleza y gracia. Por parte, en cambio, de Dios, si El
confiere una moción eficaz o infalible, la gracia viene infaliblemente, aunque no «con necesidad
de coacción» (1-2 q.112 a.3).
942 Tratado de la gracia C.112 a.3
te al pobre. Sucede, pues, a veces que la gracia, necesariamente se le ha de con-
Dios mueve al hombre al bien, pero no ceder.
al bien completo; y ésta es la prepara- 3. El bien tiende a comunicarse, se-
ción que precede a la gracia. Pero otras gún expone Dionisio en el cap. 4 del De
veces le mueve al bien súbitamente y en div. nom.6 Mas el bien de la gracia es su-
grado perfecto, de modo que de repente perior al bien de la naturaleza. Luego,
el hombre recibe el don de la gracia, se- dado que la forma natural adviene nece-
gún aquello de Jn 6,45: Todo el que oye a sariamente cuando la materia está dis-
mi Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Y puesta, parece que con mucha más razón
así le sucedió a San Pablo, porque de se concederá necesariamente la gracia a
pronto, mientras proseguía aún en su quien se prepara a recibirla.
pecado, su corazón fue movido en grado En cambio consta que el hombre es
perfecto por Dios, de modo que oyó, para Dios como el barro para el alfarero,
comprendió y obedeció, y así consiguió según aquello de Jer 18,6: Sois en mi
súbitamente la gracia. mano como barro en manos del alfarero.
3. A la tercera hay que decir: El agen- Ahora bien, el barro, por muy prepara-
te dotado de poder infinito no requiere do que se encuentre, no se hace necesa-
una materia o unas disposiciones mate- riamente acreedor a la forma del artesa-
riales producidas previamente por otro no. Luego tampoco el hombre recibe
agente. Sin embargo, en las cosas que necesariamente de Dios la gracia por
causa, de acuerdo con la naturaleza de más que se prepare.
cada una, necesariamente ha de producir
tanto la materia como las disposiciones Solución. Hay que decir: Como ya diji-
requeridas para la forma. Y así sucede mos (a.2), la preparación del hombre
con la infusión de la gracia en el alma, para la gracia procede a la vez de Dios,
donde no se requiere ninguna disposi- que es el motor, y del libre albedrío, que
ción de la que Dios mismo no sea autor. obra movido por Dios. Puede, pues, ser
considerada bajo estos dos aspectos. En
cuanto procede del libre albedrío, la pre-
ARTICULO 3 paración no entraña necesidad alguna en
¿Se concede necesariamente la gracia orden a la consecución de la gracia,
a quien se prepara para recibirla o puesto que el don de la gracia sobrepasa
hace todo lo que está de su parte? el alcance de cualquier preparación hu-
mana. Por el contrario, en cuanto proce-
In Sent. 4 d.17 q.1 a.2 q.a3. de de la moción divina, alcanza necesa-
Objeciones por las que parece que la riamente lo que Dios se propone, no
gracia se da necesariamente a quien se con necesidad de coacción, sino de infa-
prepara para ella o hace todo lo que está libilidad, porque los designios de Dios
de su parte. no pueden fallar, de acuerdo con aquello
1. A propósito de aquello de Rom de San Agustín en De praedest. sanct.7:
5,1: justificados por la fe, estamos en paz, Cuantos se salvan, por los beneficios de Dios
comenta la Glosa4: Dios recibe a quien se se salvan con toda certidumbre. Por consi-
refugia en él; de lo contrario, habría en El ini- guiente, si la intención de Dios al obrar
quidad. Pero como en Dios no puede ha- sobre el corazón del hombre es que éste
ber iniquidad, es imposible que no reci- consiga la gracia, la conseguirá infalible-
ba a quien recurre a él, el cual, por tan- mente, según aquello de Jn 6,45: Todo el
to, consigue necesariamente la gracia. que oye a mi Padre y recibe su enseñanza vie-
2. En su obra De casu diaboli 5 dice ne a mí.
San Anselmo que si Dios no concedió la Respuesta a las objeciones: 1. A la
gracia al diablo fue porque éste no quiso primera hay que decir: La Glosa se refiere
recibirla ni se preparó para ello. Ahora al hombre que acude a Dios por un acto
bien, si se remueve la causa, desaparece meritorio de su libre albedrío informado
el efecto. Luego si alguien quiere recibir ya por la gracia, cuyo rechazo sería cier-
4. Glossa ordin. super Rom. 3,22 (cf. ML 114,480); Glossa de PEDRO LOMBARDO, super
Rom. 3,21: ML 191,1360. Cf. RÁBANO MAURO, Enarr. in Epist. Pauli, l.2 c.3 super Rom. 3,21:
ML 111,1341. 5. C.3: ML 158,328. 6. § 20: MG 3,719; cf. § 1: MG 3,694; § 4: MG
3,698. 7. Cf. De dono persev., c.14: ML 45,1014.
C.112 a.4 La causa de la gracia 943
tamente contrario a la justicia que Dios que otra cuando se ordena a un bien
mismo ha establecido. O bien, si se re- mayor; otra, por razón del sujeto, en
fiere a un movimiento del libre albedrío cuanto éste participa del hábito en grado
anterior a la gracia, lo entiende en cuan- mayor o menor. Pues bien, considerada
to obedece a la moción divina, la cual en relación con su objeto, la gracia no
justo es que no se produzca en vano. puede ser mayor o menor, porque la
2. A la segunda hay que decir: La causa gracia, por su misma naturaleza, nos une
primera de la pérdida de la gracia se en- al sumo bien, que es Dios. En cambio,
cuentra en nosotros; por el contrario, la por razón del sujeto, la gracia puede ser
causa primera de la comunicación de la mayor o menor, puesto que un hombre
gracia está en Dios. De aquí aquellas pa- puede ser iluminado por la luz de la gra-
labras de Os 13,9: Tu perdición viene de ti, cia más perfectamente que otro.
¡oh Israel!; mas tu auxilio sólo de mí pro- Esta diversidad se explica en parte
cede. por la preparación misma para la gracia,
3. A la tercera hay que decir: Aun en pues quien se prepara mejor para ella la
las cosas naturales la disposición de la recibe de manera más abundante. Pero
materia no comporta necesariamente la ésta no puede ser la raíz última de la di-
aparición de la forma, a no ser en virtud versidad, pues la preparación para la
del agente mismo que causa la disposi- gracia sólo se atribuye al hombre porque
ción. su libre albedrío es preparado por Dios.
Por eso, la raíz última de la diversidad
ARTICULO 4 hay que ponerla en Dios, que reparte di-
versamente los dones de su gracia, a fin
¿Es mayor la gracia en unos que en de que en esta variedad de grados la
otros? Iglesia alcance su belleza y perfección;
Supra q.66 a.2 ad 1.
como también estableció los diversos
grados de los seres para que el universo
Objeciones por las que no parece fuera perfecto. De aquí que el Apóstol,
que la gracia sea mayor en unos que en tras haber dicho en Ef 4,7 que a cada uno
otros. se le ha dado la gracia según la medida de la
1. La gracia es causada en nosotros donación de Cristo, y después de enumerar
por obra del amor divino, como ya diji- diversas gracias, añada (v.12): Para la
mos (q.110 a.1). Pero se lee en Sab 6,8: perfección consumada de los santos en la edifi-
El ha hecho al pequeño y al grande y cuida cación del cuerpo de Cristo.
igualmente de todos. Luego todos alcanzan
Respuesta a las objeciones: 1. A la
su gracia por igual.
primera hay que decir: El cuidado que
2. Lo que pertenece al orden más
Dios tiene de nosotros puede ser consi-
alto no admite más y menos. Pero la
derado bajo un doble aspecto. Primero,
gracia pertenece al orden más alto, pues-
en cuanto al acto mismo de Dios, es
to que nos une al último fin. Luego no
simple e invariable. Y así es igual para
admite más y menos ni es mayor en
unos que en otros. todos, porque con un acto único y sim-
3. La gracia es la vida del alma, ple dispensa sus dones grandes y peque-
como dijimos antes (q.110 a.1 ad 2). ños. Segundo, en cuanto a los bienes
que de tal cuidado resultan para las cria-
Pero el vivir no admite más y menos.
Luego tampoco la gracia. turas. Y bajo este aspecto hay desigual-
dad, porque para unos provee dones
En cambio está lo que se lee en Ef mayores y para otros, menores.
4,7: A cada uno se le ha dado la gracia según 2. A la segunda hay que decir: El argu-
la medida de la donación de Cristo. Pero lo mento se basa en el primer modo de en-
que se da con medida no se da por igual tender la magnitud de la gracia. La gra-
a todos. Luego no todos tienen la gracia cia, en efecto, no puede ser más grande
en el mismo grado. en el sentido de que nos ordene a un
Solución. Hay que decir: Como se dijo bien mayor, sino sólo porque nos orde-
anteriormente (q.52 a. 1.2), cabe en los na más o menos intensamente a ese bien,
hábitos una doble magnitud: una por ra- siempre el mismo, del que nosotros ve-
zón del fin o del objeto, y en este senti- nimos a participar en mayor o menor
do se dice que una virtud es más grande medida. Y estas diferencias de intensidad
944 Tratado de la gracia C.112 a.5
por razón del sujeto pueden darse no Abraham en nombre del Señor: Ahora
sólo en la gracia, sino también en la glo- conocí que temes al Señor, es decir: Te lo
ria final. hice conocer. Mas aquí se trata de un te-
3. A la tercera hay que decir: La vida mor santo, que no se da sin la gracia.
natural pertenece a la sustancia del hom- Luego el hombre puede conocer que
bre y no admite, por tanto, más y me- está en gracia.
nos. Pero la vida de la gracia es partici- En cambio está lo que se dice en
pada en el hombre de manera accidental, Eclo 9,1: Nadie sabe si es digno de odio o de
y puede, por consiguiente, tenerla en amor. Pero la gracia santificante hace al
mayor o menor grado. hombre digno del amor divino. Luego
nadie puede saber si posee la gracia san-
ARTICULO 5 tificante.
¿Puede el hombre saber que se Solución. Hay que decir: De tres ma-
encuentra en gracia? neras podemos conocer una cosa. En
primer lugar, por revelación. Y de este
Ina Sent. 1 d.17 a.4; 3 d.23 q.1 a.2 ad 1; 4 d.9 q.1 a.3 modo se puede saber que se tiene la gra-
q. 2; d.21 q.2 a.2 ad 2; De verit. q.10 a.10; In cia. Porque Dios se lo revela a veces a
I Cor. 12 lect.1; 13 lect.2.
algunos por un especial privilegio, para
Objeciones por las que parece que el que ya en esta vida empiecen a disfrutar
hombre puede saber que se encuentra en del gozo de la seguridad, para que em-
gracia. prendan grandes obras con más confian-
1. La gracia está en el alma por su za y energía y para que soporten con
propia esencia. Ahora bien, según expo- más valor los males de la vida presente,
ne San Agustín en XII Super Gen. ad de acuerdo con aquello que se le dijo a
litt.8, todo aquello que se encuentra en San Pablo según 2 Cor 12,9: Te basta mi
el alma por su propia esencia lo conoce- gracia.
mos con certeza absoluta. Luego el que En segundo lugar, puede conocerse
posee la gracia lo puede saber con toda una cosa por sí misma y con certeza. Y
certeza. de este modo nadie puede saber que tie-
2. La gracia es un don de Dios al ne la gracia. Porque para conocer algo
igual que la ciencia. Pero aquel a quien con certeza hay que estar en condiciones
Dios concede la ciencia sabe que la tie- de verificarlo a la luz de su principio
ne, según aquello de Sab 7,17: El Señor propio. Pues es así como se obtiene un
me dio la ciencia verdadera de las cosas que conocimiento cierto de las conclusiones
existen. Luego, por la misma razón, demostrables partiendo de principios in-
quien recibe de Dios la gracia sabe que demostrables, y nadie puede saber que
la tiene. posee la ciencia de una conclusión si ig-
3. La luz es más fácil de conocer nora los principios de la misma. Ahora
que las tinieblas, ya que, según dice el bien, el principio de la gracia, como
Apóstol en Ef 5,13, todo lo que se mani- también su objeto, es Dios mismo, que
fiesta es luz. Pero el pecado, que es una por su propia excelencia nos es descono-
tiniebla espiritual, es conocido con certe- cido, según aquello de Job 36,26: Dios es
za por el que lo comete. Luego con mu- tan grande que rebasa nuestra ciencia. Y así,
cha más razón se conoce la gracia, que su presencia en nosotros, lo mismo que
es una luz espiritual. su ausencia, no puede ser conocida con
4. Hemos recibido, dice el Apóstol en certeza, como lo señala también Job
1 Cor 2,12, no el espíritu de este mundo, sino 9,11: Si viene a mí no le veo; si se aleja de
el espíritu de Dios, para que conozcamos los mí no lo advierto. De aquí que .el hombre
dones que Dios nos ha concedido. Pero la no puede juzgar con certeza si posee la
gracia es el principal de estos dones de gracia, de acuerdo con aquello de 1 Cor
Dios. Luego el hombre que recibe la 4,3: Ni aun a mí mismo me juzgo; quien me
gracia por obra del Espíritu Santo sabe juzga es el Señor.
por el mismo Espíritu que le ha sido En tercer lugar, una cosa puede ser
dada. conocida de manera conjetural por me-
5. Según Gén 22,12 se le dice a dio de indicios. Y de esta suerte sí pue-
1. ARISTÓTELES, c.4 n.15 (BK 416b23): S. TH., lect.9. 2. Glossa interl. (VI 20r); Glossa
de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1450. 3. ARISTÓTELES, c.1 n.12 (BK 1129b13); c.2 n.1 (BK
1130a14): S. TH., lect.2.3.
C.113 a.2 De los efectos de la gracia 947
En segundo lugar, se puede entender 2. A la segunda hay que decir: La fe y
la justicia como la recta ordenación de la caridad implican una orientación espe-
las disposiciones interiores del hombre, cial de la mente humana a Dios según la
en el sentido de que la parte superior del inteligencia o según el afecto. Mas la
hombre se somete a Dios y las faculta- justicia expresa de manera general la rec-
des inferiores obedecen a la más alta de titud del orden en todos sus aspectos.
ellas, que es la razón. El mismo Filósofo Por eso la transformación de que habla-
en V Ethic.4 llama a esta disposición jus- mos recibe su nombre de la justicia más
ticia «en sentido metafórico». bien que de la fe o de la caridad.
Mas esta justicia puede ser adquirida 3. A la tercera hay que decir: La voca-
por el hombre de dos maneras. La una, ción hace referencia al auxilio por el que
por simple generación, es decir, por un Dios mueve interiormente el alma y la
movimiento que va de la privación a la estimula para que abandone el pecado.
forma. Y de este modo la justificación Pero esta moción no es la remisión mis-
puede darse incluso en quien no tiene ma del pecado, sino su causa.
pecado, si recibe tal justicia de Dios, y
así es como recibió Adán la justicia ori-
ginal. La otra, por un movimiento entre ARTICULO 2
términos contrarios. Y en este sentido la La remisión de la culpa, en la que
justificación entraña cierta transforma- consiste la justificación del pecador,
ción en la que se pasa del estado de in- ¿requiere la infusión de la gracia?
justicia al estado de la justicia indicada.
Y tal es el sentido en que aquí hablamos In Sent. 4 d.17 q.1 a.3 q.a1; De verít. q.28 a.2;
In Eph. 5 lect.5.
de la justificación del pecador, de acuer-
do con aquello del Apóstol en Rom 4,5: Objeciones por las que parece que la
El hombre que no hace obras, sino que cree en remisión de la culpa o justificación del
aquel que justifica al impío, etc. Y puesto pecador no requiere la infusión de la
que el movimiento se denomina más gracia.
bien por el término final que por el pun- 1. Siempre que no se trate de una
to de partida, esta transformación por la contrariedad inmediata, se puede salir de
que el hombre abandona el estado de in- un contrario sin incidir en el otro. Mas
justicia mediante la remisión de los peca- la contrariedad que hay entre el estado
dos, recibe su nombre del término al de culpa y el estado de gracia no es in-
que conduce y se la llama justificación mediata, puesto que admite el término
del pecador a. medio de la inocencia sin gracia ni cul-
Respuesta a las objeciones: 1. A la pa. Luego puede darse remisión de la
primera hay que decir: Todo pecado, por culpa sin recepción de la gracia.
el hecho de que entraña el desorden de 2. La remisión de la culpa consiste
la insumisión del alma a Dios, puede simplemente en que Dios no nos imputa
considerarse como una injusticia contra- nuestro pecado, según las palabras de
ria a la justicia de que venimos hablan- Sal 31,2: Dichoso el hombre a quien Dios no
do, según aquello de Jn 3,4: Todo el que imputa su pecado. Pero la infusión de la
comete pecado comete también injusticia, y el gracia, como ya vimos (q.110 a.1), indu-
pecado es injusticia. De aquí que la remi- ce además algo positivo en el alma. Lue-
sión de cualquier pecado recibe el nom- go la infusión de la gracia no se requiere
bre de justificación. para la remisión de la culpa.
a Santo Tomás aplica aquí su tan querida doctrina del movimiento. La justificación es un
movimiento hacia la justicia. La justicia puede ser exterior, la que mira a los otros hombres,
o interior, la que mira hacia Dios. La interior puede ser también doble: de simple generación,
cuando no hay pecado, como en el caso hipotético de Adán, antes de pecar, si no hubiera sido
creado ya con la justificación; de movimiento de un contrario a otro, como en el caso de todos
los hombres, que nacen en pecado, y caminan hacia la gracia. En este último sentido es en el
que se toma aquí la justificación: el movimiento desde el pecado hacia la gracia. Santo Tomás
exige la eliminación del pecado para que se produzca la justificación: el pecado es el desorden;
al ordenarse el hombre por la gracia, desaparece dicho desorden.
948 Tratado de la gracia C.113 a.3
b Por encima de la metafísica del movimiento está la metafísica del amor divino. El Santo
subraya lo que enseñara antes: la gracia es un efecto del amor de Dios en el hombre; el pecado
significa su destrucción. Para que ese amor de Dios con su efecto correspondiente vuelva, es
necesario que desaparezca el pecado. Lo que había dicho, al hablar de la esencia de la gracia,
lo vuelve a repetir ahora, al tratar de la esencia de la justificación: no consiste ésta en la mera
no imputación del pecado; se trata de una verdadera remisión, que lleva consigo el efecto del
amor de Dios en el alma, la gracia.
C.113 a.3 De los efectos de la gracia 949
también a veces con los adultos, pues ticia, pues El es quien justifica al impío, se-
cuenta San Agustín en IV Confess.6 que gún se dice en Rom 4,5. Pero Dios mue-
un amigo suyo, invadido por la fiebre, ve todas las cosas según la condición
permaneció mucho tiempo privado de conoci- propia de cada una de ellas; por ejem-
miento, bañado en un sudor mortal. Desespe- plo, en las cosas naturales, mueve de
rando por su vida, se le bautizó sin que tuvie- distinta manera los cuerpos pesados y
ra conciencia de ello, y se restableció, lo que los ligeros, en razón de su distinta natu-
se atribuyó a la justificación de la gracia. raleza. Luego también cuando mueve al
Ahora bien, Dios no ha vinculado su hombre hacia la justicia lo hace de
poder a los sacramentos. Luego también acuerdo con la condición propia de la
puede justificar al hombre sin los sacra- naturaleza humana. Mas lo propio de la
mentos y sin el concurso del libre albe- naturaleza humana es estar dotada de li-
drío. bre albedrío. Por consiguiente, cuando
2. Mientras duerme, el hombre care- se trata de un individuo que se encuen-
ce del uso de la razón necesario para el tra en uso de su voluntad, el impulso
ejercicio del libre albedrío. Sin embargo, que Dios le comunica para conducirlo a
Salomón obtuvo de Dios mientras dor- la justicia no se produce sin el ejercicio
mía el don de la sabiduría, según consta del libre albedrío humano, sino que de
por 1 Re 3,5s y 2 Par l,7s. Luego tam- tal manera infunde el don de la gracia
bién y de manera semejante concede justificante, que mueve a la vez el albe-
Dios a veces el don de la gracia justifi- drío del hombre para que acepte la gra-
cante sin el concurso del libre albedrío. cia, siempre que se trate de un sujeto
3. Una misma es la causa que pro- susceptible de esta mociónc.
duce la gracia y la que la conserva, pues, Respuesta a las objeciones: 1. A la
al decir de San Agustín en VIII Super primera hay que decir: Los niños no po-
Gen. ad litt.7, el hombre debe convertirse a seen el ejercicio del libre albedrío y, en
Dios de tal manera que siempre esté recibien- consecuencia, Dios los mueve a la jus-
do su justicia. Pero la gracia se conserva ticia informando simplemente su alma.
en el hombre sin el ejercicio del libre al- Pero esto no ocurre sino por medio del
bedrío. Luego también se le infunde ini- sacramento. Pues, así como el pecado
cialmente sin este concurso. original, del que son justificados, no les
En cambio está lo que se dice en Jn sobrevino por voluntad propia, sino por
6,45: Todo el que oye a mi Padre y recibe su la generación carnal, así también se les
enseñanza viene a mí. Pero no se recibe transmite la gracia de Cristo mediante la
ésta doctrina sin colaboración del libre regeneración espiritual. Y esto vale asi-
albedrío, puesto que recibirla es aceptar mismo para los dementes y los disminui-
la enseñanza del Maestro. Luego nadie dos psíquicos que nunca disfrutaron del
viene a Dios por la gracia santificante uso de la razón. Pero el que durante un
sin el ejercicio del propio libre albedrío. tiempo tiene el uso del libre albedrío y
Solución. Hay que decir: La justifica- luego lo pierde por enfermedad o por el
ción del pecador es producida por Dios, sueño, no recibe la gracia justificante por
que impulsa al hombre al estado de jus- el hecho de que se le administre exte-
c La necesidad del movimiento del libre albedrío es afirmada por Santo Tomás en las dis-
tintas obras, y siempre aduce nuevos argumentos. En el Comentario a las Sentencias razona di-
ciendo que la gracia tiene que excluir la violencia, y para esto es necesario contar con el libre
albedrío (In Sent. 4 d.17 q.1 a.3 q.a2; ed. Moos, IV [París 1947] p.840). En la Cuest. disp. sobre
la verdad implora, entre otros motivos, la semejanza de la forma de actuar Dios en las cosas na-
turales y en las sobrenaturales; si en las virtudes adquiridas es necesaria la libertad, también lo
es en las infusas (Opera omnia XXII vol.III [Roma 1976] p.828b).
En el Com. al evangelio de San Juan advierte que es necesario el libre albedrío para la justifica-
ción, porque, para conseguir ésta, se precisa detestar el pecado y desear la gracia, y esto requie-
re la libertad (S. TOMÁS, Super Evang. S. Ioannis... [Turín-Roma 1952] p.110b-111a). En la Suma
de teología arguye diciendo que Dios mueve las cosas según su naturaleza: a los seres no libres
los mueve mediante leyes fijas; a los hombres, mediante su libertad. Al mismo tiempo que in-
funde la gracia justificante, mueve el libre albedrío para aceptarla (1-2 q.113 a.3c).
950 Tratado de la gracia C.113 a.4
riormente el bautismo u otro sacramento justificación del pecador no requiere un
a no ser que tuviera previamente la in- movimiento de fe.
tención de recibirlo, y esto ya supone el 1. Si el hombre es justificado por la
uso del libre albedrío. Y es así como fue fe, también lo es por otras virtudes. Se
regenerado el joven de que habla San justifica por el temor, del que se dice en
Agustín, que aceptó el bautismo tanto Eclo 1,27: El temor del Señor aleja el peca-
antes como después. do, y quien no tiene temor no podrá alcanzar
2. A la segunda hay que decir: Tampo- la justificación. También por la caridad,
co Salomón mereció ni recibió la sabidu- según aquello de Lc 7,47: Se le han perdo-
ría durante el sueño; sino que se le co- nado muchos pecados porque amó mucho. Se
municó en sueños que Dios le concede- justifica asimismo por la humildad, con-
ría la sabiduría porque antes la había forme a las palabras de Sant 4,6: Dios re-
deseado. Y así se dice de él en Sab 7,7: siste a los soberbios y da su gracia a los hu-
La deseé, y se me dio la inteligencia. O bien, mildes. Finalmente, por la misericordia,
se puede decir que este sueño no fue na- según se dice en Prov 15,27: Por la mise-
tural, sino un sueño profetico, como ricordia y la fe se borran los pecados. Luego
aquel del que se dice en Núm 12,6: Si el ejercicio de la fe no es más necesario
hay entre vosotros algún profeta del Señor, le para la justificación que el de estas otras
hablaré en sueños o en visiones. Y en este virtudes.
caso persiste el uso del libre albedrío. 2. Si el ejercicio de la fe se requiere
Sin embargo, no es lo mismo a este para la justificación se debe a que por la
respecto el don de sabiduría que el don fe el hombre conoce a Dios. Pero a Dios
de la gracia santificante. Porque el fin también se le puede conocer de otras
principal de la gracia es ordenar el hom- maneras, como por la ciencia natural o
bre al bien, que es objeto de la voluntad por el don de sabiduría. Luego no se re-
y demanda, por tanto, un movimiento de quiere un acto de fe para la justificación.
la voluntad o del libre albedrío. La sabi- 3. La fe consta de diversos artículos,
duría, en cambio, es una perfección pro- y si la justificación del pecador requiere
pia de la inteligencia, y como ésta prece- un acto de fe parece que en el momento
de a la voluntad, puede ser iluminada de ser justificado el hombre habría de
con el don de sabiduría sin que se pro- tenerlos todos ellos en su mente. Pero
duzca un movimiento completo del libre esto no parece factible, pues semejante
albedrío. Y de hecho encontramos que conocimiento llevaría mucho tiempo.
algunos recibieron revelaciones durante Luego parece que el acto de fe no se re-
el sueño, tal como se lee en Job 33,15: quiere para la justificación.
Cuando cae el sopor sobre los hombres y están En cambio está lo que se dice en
durmiendo en su lecho, entonces abre sus oídos Rom 5,1: justificados por la fe, estamos en
e, instruyéndolos, les comunica lo que deben paz con Dios.
saber. Solución. Hay que decir: Como ya diji-
3. A la tercera hay que decir: La infu-
mos (a.3), el ejercicio del libre albedrío
sión de la gracia justificante comporta es necesario para la justificación del pe-
cierta transformación del alma, y por eso, cador por el hecho de que en ella la
para que ésta sea movida de acuerdo con mente humana es movida por Dios.
su naturaleza, se requiere un impulso
Pero Dios mueve el alma del hombre
que brote de ella misma. En cambio, la
atrayéndola a Sí; según reza otra versión
conservación de la gracia no entraña de Sal 84,7: Convirtiéndonos a ti, ¡oh Dios!,
transformación, y no requiere, por tanto,
nos darás la vida. Por consiguiente, para
un movimiento procedente del alma; la justificación del pecador se requiere
basta que continúe el impulso divino.
de parte de la mente humana un movi-
miento de conversión a Dios. Mas la
ARTICULO 4 primera conversión a Dios es obra de la
¿Para la justificación del impío se fe, según aquello de Heb 11,6: Quien se
requiere un movimiento de fe? acerca a Dios debe creer que existe. Luego el
acto de fe es indispensable para la justifi-
In Sent. 4 d.17 q.1 a.3 q.a3; De verit, q.28 a.4; In cación del pecador.
Eph. 2 lect.3.
Respuesta a las objeciones: 1. A la
Objeciones por las que parece que la primera hay que decir: El acto de fe no es
C.113 a.5 De los efectos de la gracia 951
perfecto si no va informado por la cari- ARTICULO 5
dad, y por eso en la justificación del pe-
cador, junto con el movimiento de fe, ¿La justificación del impío tequíete
hay también un movimiento de caridad. un acto del libte albedtío en contra
Pero el libre albedrío se mueve hacia del pecado?
Dios para someterse a El, por lo que 3 q.86 a.2; In Sent. 4 d.17 q.1 a.3 q.a4; De verit. q.28
concurren también un acto de temor fi- a.5; Cont. Gentes 3,158.
lial y un acto de humildad. Puede suce-
der, en efecto, que el mismo acto del li- Objeciones por las que parece que la
bre albedrío sea obra de diversas virtudes justificación del pecador no requiere un
subordinadas entre sí por el imperio de acto del libre albedrío en contra del pe-
unas sobre otras o en la medida en que cado.
un acto puede ordenarse a la vez a di- 1. La caridad por sí sola basta para
versos fines. A su vez, la misericordia se borrar el pecado, según aquello de Prov
opone al pecado, ya sea a título de satis- 4,5: La caridad cubre todos los pecados. Pero
facción, en cuyo caso sigue a la justifica- el objeto de la caridad no es el pecado.
ción; ya sea preparando para ella, puesto Luego no se requiere para la justifica-
que los misericordiosos alcanzarán misericor- ción del pecador un movimiento del li-
dia; ya sea, en fin, concurriendo a la jus- bre albedrío en contra del pecado.
tificación junto con las virtudes sobredi- 2. El que quiere adelantar no debe
chas, merced a que la misericordia va in- volver la vista atrás, según aquello del
cluida en el amor del prójimod. Apóstol en Flp 3,13ss: Olvidando lo que
2. A la segunda hay que decir: Por el queda atrás y lanzándome a lo que está delan-
conocimiento natural el hombre no se te, corro hacia la meta para alcanzar el pre-
vuelve a Dios como objeto de la bien- mio al que Dios llama desde arriba. Mas el
aventuranza y causa de la justificación; que tiende a la justicia deja atrás los pe-
por eso este conocimiento no basta para cados pasados. Luego debe olvidarlos y
ser justificado. En cuanto al don de sa- no ocuparse más de ellos con su libre al-
biduría presupone el conocimiento de fe, bedrío.
como se expuso en su lugar (q.32 a.2; 3. En la justificación del impío no
a.4 ad 3). cabe que le sea perdonado un pecado y
3. A la tercera hay que decir: Según otros no, pues es impío esperar de Dios un
enseña el Apóstol en Rom 4,5, al que cree perdón a medias. Por eso, si la justifica-
en aquel que justifica al impío su fe le es ción exigiese un movimiento del libre al-
computada como justicia, según el decreto de bedrío contra sus pecados, habría que
la gracia de Dios. De donde se infiere que recordarlos todos, lo cual no parece ad-
para la justificación del pecador se exige misible, porque este recuento llevaría
como acto de fe el creer que Dios jus- demasiado tiempo y, además, quedarían
tifica a los hombres por el misterio de sin perdonar los pecados olvidados.
Cristo. Luego para la justificación no se requie-
9. Cf. SAN ALBERTO MAGNO, In Sent., l.4 dist.17 a.10.11: BO 29,673-679; SAN BUENAVEN-
TURA, In Sent., l.4 dist.1 p.1 a.1 q.1-4: QR, IV 418-424.
10. ARISTÓTELES, c.1 n.2 (BK 231b6): S. TH., lect.1. 11. Glossa interl. (VI 166v).
C.113 a.7 De los efectos de la gracia 955
libre albedrío que concurre a la justifica- la misma manera cuando se trata de una
ción consiste en un asentimiento para realidad sometida al tiempo y de una
detestar el pecado y para volverse a realidad que está por encima del tiempo.
Dios, y este asentimiento se produce ins- Porque en las cosas temporáneas no se
tantáneamente. A veces, sin embargo, puede hablar de un instante último en
existe una deliberación previa; pero ésta que la forma anterior permanece aún en
no pertenece a la sustancia de la justifi- el sujeto; hay solamente un tiempo que
cación, sino que conduce a ella, como el acaba y un instante primero en que la
movimiento local conduce a la ilumina- forma siguiente está ya en la materia o
ción y la alteración lleva a la generación. sujeto. La razón es que en el curso del
2. A la segunda hay que decir: Como tiempo no puede designarse un instante
ya expusimos en la Parte I (q.28 a.2; que sea precedido inmediatamente de
q.58 a.2), no es imposible entender en otro instante, pues los instantes no son
acto dos cosas a la vez en cuanto de al- contiguos en el tiempo, como tampoco
guna manera se reducen a una sola; y así los puntos en la línea, según se muestra
entendemos a la vez el sujeto y el predi- en VI Physic.12 El tiempo acaba en un
cado en cuanto concurren a formar una instante. Por eso, durante todo el tiem-
sola afirmación. De esta manera puede po en que un sujeto se mueve hacia una
también el libre albedrío moverse hacia forma se encuentra bajo la forma ante-
dos términos a la vez en cuanto uno de rior, y en el último instante de ese tiem-
ellos se ordena al otro. Ahora bien, el po, que es justamente el primer instante
movimiento del libre albedrío contra el del tiempo siguiente, posee ya la forma a
pecado se ordena al movimiento del li- la que tendía como a su término.
bre albedrío hacia Dios; pues, si el hom- Pero en las cosas que están por enci-
bre detesta el pecado, es porque es con- ma del tiempo sucede de otro modo. Si
trario a Dios, con quien trata de unirse. hay en ellas, como, por ejemplo, en los
De este modo, en la justificación el libre ángeles, alguna sucesión de afectos o de
albedrío rechaza el pecado y se vuelve concepciones intelectuales, esta sucesión
hacia Dios al mismo tiempo, al igual no se mide por el tiempo continuo, sino
que el móvil se acerca a un lugar a la por el tiempo discreto, como tampoco
vez que se aleja de otro. son continuas tales cosas, según se vio
3. A la tercera hay que decir: Si una en la Parte I (q.53 a.3). En este caso,
forma no se recibe súbitamente en la pues, puede designarse un instante últi-
materia no es porque admita el más y el mo en que el estado anterior existía, y
menos; pues de lo contrario la luz no se un instante primero en que el estado si-
recibiría de manera instantánea en el guiente ya existe. Y esto sin que quepa
aire, que es susceptible de una ilumina- hablar de un tiempo intermedio, porque
ción mayor y menor. La razón hay que no se da aquí la continuidad temporal
buscarla, como dijimos (sol.), en las dis- que lo exigiría.
posiciones de la materia o del sujeto. Ahora bien, el alma humana, sujeto
4. A la cuarta hay que decir: Una cosa de la justificación, de suyo, está sin duda
empieza a obrar en virtud de su forma por encima del tiempo, mas por acciden-
desde el mismo instante en que la recibe; te se encuentra sometida al tiempo, ya
como sucede con el fuego, que nada más que en sus operaciones intelectivas de-
ser producido emprende el movimiento pende del espacio y del tiempo inheren-
ascendente, y si este movimiento fuera tes a las especies sensibles en las que
instantáneo, en el mismo instante alcan- considera las especies inteligibles, según
zaría la altura. Ahora bien, el acto de se expuso en la Parte I (q.84 a,7). Te-
querer, que es el movimiento del libre niendo esto en cuenta, debemos juzgar
albedrío, no es sucesivo, sino instantá- de sus cambios según las reglas de los
neo. Luego la justificación del pecador movimientos sometidos al tiempo. Y así
no puede ser sucesiva. debemos decir que no hay un último
5. A la quinta hay que decir: La suce- instante, sino un tiempo último, en que
sión de dos estados opuestos en el mis- el alma subyace a la culpa; pero sí hay
mo sujeto no puede ser considerada de un instante primero en que ya está la
f Como los teólogos de los siglos XII y XIII, venía distinguiendo diversos elementos que in-
tervienen en la justificación. Era necesario establecer un orden, si no de tiempo, porque todo
se realiza en un instante, sí de naturaleza. El primero en establecer científicamente ese orden
fue Pedro de Poitiers († 1205). Según él, cuatro son los elementos de la justificación y éste es
su orden de naturaleza: infusión de la gracia, movimiento del libre albedrío, la contrición y la
remisión de la culpa (P. PlCTAVlENSE, Sententiarum... III c.2: ML 211,1044-1048). Este orden es
mantenido por los teólogos hasta llegar Santo Tomás.
El Doctor Angélico, en el Com. a las Sent., recoge estos materiales y cambia algo su orden:
infusión de la gracia, remisión de la culpa, movimiento del libre albedrío hacia Dios y movi-
miento del libre albedrío contra el pecado (In Sent. 4 d.17 q.1 a.3 q.a5; ed. Moos, IV [París
1947] p.843). Algo más adelante advertirá que, atendiendo a la causa material, es primero la re-
misión de los pecados, pero, mirando a las otras tresa causas (formal, eficiente y final), lo prime-
ro de todo es la infusión de la gracia (ibid., a.4 q. 1: ibid., p.845s). Este mismo orden de natu-
raleza o de causalidades mantiene en la Cuest. disp. sobre la verdad (Opera omnia XXII vol.III
[Roma 1976] p.838a-841a).
En la Suma de teología sigue manteniendo el orden de naturaleza establecido en el Com. a las
Sent., pero escogiendo otro medio de argumentación. En este comentario y en la Cuest. disp.
sobre la verdad tomaba como base la doctrina hilemórfica de Aristóteles de la mutación sustan-
cial; en la Suma de teología, en este artículo 8, prefiere razonar desde la teoría del movimiento.
C.113 a.9 De los efectos de la gracia 957
contra el pecado (pues si el sujeto detes- que es la causa de esta disposición. De
ta el pecado es porque contraría a Dios aquí que el movimiento del libre albe-
y, por tanto, el movimiento del libre al- drío precede, en orden de naturaleza, a
bedrío hacia Dios es, naturalmente, ante- la consecución de la gracia, pero es con-
rior al movimiento contra el pecado, ya siguiente a su infusión.
que es su causa y razón de ser); lo cuar- 3. A la tercera hay que decir: Según
to y último es la remisión del pecado, a enseña Aristóteles en II Physic.13, en los
lo cual se ordena toda esta transmuta- movimientos del alma, los primeros son
ción como a su fin, según ya dijimos siempre los que se dirigen a los princi-
(ib.). pios de la especulación o al fin de la ac-
ción; pero en los movimientos exteriores
Respuesta a las objeciones: 1. A la la remoción de los obstáculos es anterior
primera hay que decir: El receso y el acce- a la consecución del fin. Y como el mo-
so en relación con dos términos contra- vimiento del libre albedrío es un movi-
rios pueden considerarse de dos mane- miento del alma, se dirige antes, con
ras. La una, por parte del móvil, y bajo prioridad de naturaleza, a Dios como a
este aspecto, el alejamiento de un térmi- su fin que a remover el obstáculo del
no precede naturalmente al acceso al pecado.
otro, puesto que la forma que el sujeto
móvil pierde está en él antes que la con- ARTICULO 9
traria que adquiere por el movimiento.
La otra, por parte del agente, y bajo este ¿La justificación del pecador es la
aspecto sucede a la inversa. Pues el mayor obra de Dios?
agente procede, mediante la forma que
3 q.43 a.4 ad 2; In Sent. 4 d.17 q.1 a.5 q.a1 ad 1.2;
en él preexiste, a remover la forma con- d.46 q.2 a.1 q.a3 ad 2; In Io. 14 lect.3.
traria, como procede el sol con su luz a
remover las tinieblas. Y así, por parte Objeciones por las que no parece
del sol, la difusión de la luz es anterior que la justificación del pecador sea la
a la expulsión de las tinieblas, mientras mayor obra de Dios.
que por parte del aire iluminado es ante- 1. La justificación del impío propor-
rior la expulsión de las tinieblas a la re- ciona al hombre la gracia del viador.
cepción de la luz. Esto en cuanto al or- Mas la glorificación le procura la gracia
den de naturaleza, porque en cuanto al de la gloria celeste, que es mayor. Luego
tiempo las dos cosas son simultáneas. la glorificación de los ángeles y de los
Ahora bien, como la infusión de la gra- hombres es obra más excelente que la
cia y la remisión de la culpa se conside- justificación del pecador.
ran ante todo desde el punto de vista de 2. La justificación del pecador se or-
Dios, autor de la justificación, de aquí dena al bien particular del individuo.
que, según el orden de naturaleza, es an- Pero el bien global del universo es supe-
tes la infusión de la gracia que la remi- rior al bien del individuo, según se
sión de la culpa. Pero si se miran las co- muestra en I Ethic.14 Luego la creación
sas desde el lado del hombre justificado, del cielo y de la tierra es una obra más
sucede a la inversa; pues la eliminación importante que la justificación del pe-
de la culpa es naturalmente anterior a la cador.
consecución de la gracia justificante. 3. Mayor obra es hacer algo de la
O bien se puede decir que los térmi- nada, sin ninguna cooperación, que ha-
nos de la justificación son la culpa como cer algo a partir de un sujeto y con su
punto de partida y la justicia como pun- cooperación. Mas en la obra de creación
to de llegada; la gracia, por su parte, es lo que se produce es sacado de la nada
a la vez causa de la remisión de la culpa y, por tanto, sin cooperación posible,
y de la consecución de la justicia. mientras que en la justificación del im-
2. A la segunda hay que decir: La dis- pío Dios hace un justo de un pecador, y
posición del sujeto precede en orden de con cierta cooperación por parte del
naturaleza a la recepción de la forma; sin hombre, que, como ya vimos (a.3), con-
embargo, sigue a la acción del agente, curre con un movimiento de su libre al-
13. ARISTÓTELES, c.9 n.3 (BK 200a19): S. TH., lect.15. 14. ARISTÓTELES, c.2 n.8 (BK
1094b10): S. TH., lect.2.
958 Tratado de la gracia C.113 a.9
bedrío. Luego la justificación del peca- una cosa puede llamarse grande de dos
dor no es la obra más grande de Dios. maneras. La una, según una cantidad ab-
En cambio está lo que se lee en Sal soluta. Y en este sentido el don de la
144,9: Su misericordia está sobre todas sus gloria es mayor que el don de la gracia
obras. Y en la colecta15 decimos: ¡Oh por la que se justifica el pecador. La
Dios!, que muestras sobre todo tu omnipotencia otra, según una cantidad relativa, como
perdonando y otorgando tu misericordia. Y, a cuando se dice que una montaña es pe-
propósito de las palabras de Jn 14,12: queña y que un grano de mijo es gran-
Hará obras aún mayores, comenta San de. Y en este sentido el don de la gracia
Agustín 16: Es más grande obra hacer un jus- que justifica al impío es mayor que el
to de un pecador que crear el cielo y la tierra. don de la gloria que hace bienaventura-
do al justo, porque el don de la gracia
Solución. Hay que decir: La grandeza
supera los méritos del pecador, que sólo
de una obra puede ser determinada des-
es digno de castigo, mucho más de lo
de dos puntos de vista. En primer lugar,
que la gloria supera los méritos del jus-
por el modo de obrar. Y en este sentido
to, a quien su misma justicia hace ya
la obra más grande es la de la creación,
acreedor a la gloria. Por eso San Agus-
en la que se hace algo de la nada. En se-
tín dice en el mismo lugar: Juzgue quien
gundo lugar, por la magnitud del resul-
pueda si es más crear ángeles justos o justifi-
tado obtenido. Y bajo este aspecto, la
car a los impíos. Ciertamente, si ambas cosas
justificación del impío, que tiene por
suponen igual poder, la segunda requiere ma-
término el bien eterno de la participa-
yor misericordia.
ción divina, es una obra más excelente
que la creación del cielo y la tierra, cuyo Respuesta a las objeciones: 1. A la
término es el bien de la naturaleza mu- primera hay que decir: Con lo dicho queda
dable. De aquí que San Agustín 17 , tras resuelto el primer argumento .
afirmar que es más hacer un justo de un pe- 2. A la segunda hay que decir: El bien
cador que crear el cielo y la tierra, añade: del universo es superior al bien particu-
Porque el cielo y la tierra pasarán; mas la lar del individuo si se trata del mismo
salud y la justificación de los predestinados género de bien. Pero el bien de la gracia
permanecerán para siempre. de un solo individuo es superior al bien
Además hay que tener en cuenta que natural de todo el universo g .
15. Domingo 10 después de Pentec. 16. In Ioann., tr.72, super 14,12: ML 35,1823.
17. In Ioann., tr.72, super 14,12: ML 35,1823.
g Esta última afirmación de Santo Tomás, de la que se ha abusado a veces, hay que enten-
derla de acuerdo con lo que ha dicho en la cuestión anterior, donde, tras aseverar que la gracia
es una «forma accidental», prosigue: «La gracia tiene su existencia en el alma de un modo menos
perfecto que el alma, subsistente por sí misma. Es más noble que el alma en cuanto expresión
y participación de la bondad divina, pero no lo es en cuanto al modo de ser» (q.110 a.2 ad 2).
Con esto apela Santo Tomás a un punto capital de su metafísica existencial, según el cual
las cosas creadas se dividen ante todo en dos grandes sectores de diferente nobleza o perfec-
ción, según el modus essendi, es decir, según el modo de tener el «esse»: la sustancia, que existe
por sí misma, y el accidente, que sólo existe en y por la sustancia. De ahí resulta una subordi-
nación del accidente a la sustancia, en razón de causalidad material, eficiente y final (1 q.77 a.6c
ad 2; q.77 a.7; q.76 a.4). La gracia es, sin duda, un accidente especial, porque en razón de causa
eficiente no depende de su sujeto, sino que sólo tiene su origen en Dios, y es en este sentido
en el que trasciende toda la perfección del universo, como dice el texto comentado y como rei-
tera Santo Tomás bajo otros aspectos (cf. q.112 a.1; q.114 a.2.5). Pero conserva las otras dos
condiciones del accidente: tiene la existencia en y por el sujeto y se ordena al perfeccionamien-
to del sujeto, o es «propter completionem subiecti» (1 q.77 a.6). Y esto basta para que, en las
categorías de Santo Tomás, la gracia deba ser considerada como ens et bonum secundum quid,
mientras que el supuesto sustancial o la persona es ens et bonum simpliciter (cf. 3 q.15 a. 11 ad 3).
De este modo, lo sobrenatural se articula con lo natural sin arrebatarle su propia consistencia
o primacía ontológica. En cierto sentido es verdad que el hombre se ordena a la gracia y la
gloria (1 q.65 a.2), como a la virtud y a la ciencia, puesto que los accidentes son actos de la
sustancia y la potencia se ordena al acto (1 q.3 a.6); pero absolutamente hablando, la gracia y
la gloria, como la virtud y la ciencia, son para ese sujeto natural que es el hombre. Es éste un
presupuesto importante para construir la teología de la espiritualidad cristiana encarnada, evitan-
do los riesgos del evasionismo supernaturalista. (Nota del traductor.)
C.113 a.10 De los efectos de la gracia 959
3. A la tercera hay que decir: El argu- ta. El primero, que se refiere a la poten-
mento procede atendiendo al modo de cia del agente, es que estas obras sólo
obrar, y bajo este aspecto es cierto que pueden ser realizadas por la potencia di-
la creación es la obra mayor de Dios. vina. Por eso, al ser producidas por una
causa oculta, según se explicó en la Par-
ARTICULO 10 te I (q.105 a.7), son absolutamente admi-
rables. Y en este sentido tanto la justifi-
¿La justificación del pecador es una cación del pecador como la creación del
obra milagrosa? mundo, y en general cualquier obra que
1 q.105 a.7 ad 1; 3 q.44 a.3 ad 1.3; In Sent. 2 d.18 sólo Dios puede hacer, puede llamarse
q.1 a.3 ad 2; 4 d.17 q.1 a.5 q.a1. milagro.
El segundo aspecto, que se encuentra
Objeciones por las que no parece en algunas obras milagrosas, consiste en
que la justificación del pecador sea una que la forma inducida por la acción so-
obra milagrosa. brepasa la capacidad natural de la mate-
1. Las obras milagrosas son mayores ria o sujeto; en la resurrección de un
que las no milagrosas. Pero la justifica- muerto, por ejemplo, la vida sobrepasa
ción del pecador es mayor que ciertas la potencia natural del cuerpo que resu-
obras milagrosas, como consta por el cita. Y desde este punto de vista la jus-
texto aducido de San Agustín (a.9 sed tificación del impío no es milagrosa, ya
cont.). Luego la justificación del pecador que por su misma naturaleza el alma tie-
es obra milagrosa. ne capacidad para la gracia, pues, al ha-
2. El movimiento de la voluntad es ber sido hecha a imagen de Dios, es capaz de
en el alma lo que es la inclinación natu- Dios por la gracia, según dice San
ral en las cosas del mundo físico. Pero Agustín20.
cuando Dios obra en éstas un efecto El tercer aspecto, en fin, consiste en
contrario a su inclinación natural, se que en las obras milagrosas se encuentra
produce el milagro; por ejemplo, cuando algo que deroga el modo ordinario y
hace ver a un ciego o resucita un muer- acostumbrado de causar el efecto, como
to. Ahora bien, la voluntad del impío cuando un enfermo adquiere de manera
tiende hacia el mal. Luego cuando Dios, instantánea la salud perfecta rompiendo
al justificar al hombre, lo mueve al bien, el curso normal que la curación sigue
parece que produce la justificación del cuando es obra de la naturaleza o del
impío milagrosamente. arte. Y en este sentido la justificación
3. Si la sabiduría es un don de Dios, del pecador unas veces es milagrosa y
también lo es la justicia. Pero que un otras veces no. Pues lo ordinario y más
hombre sin estudios reciba súbitamente común en la justificación es que, bajo el
de Dios la sabiduría es un milagro. Lue- impulso divino, que mueve el alma inte-
go también es milagroso que un pecador riormente, el hombre se convierta a
sea justificado por Dios. Dios comenzando por una conversión
En cambio está el hecho de que los imperfecta, de la que pasa a la perfecta,
milagros están por encima de la potencia ya que la caridad incoada merece su acrecen-
natural. Mas la justificación del pecador tamiento y, una vez acrecentada, se hace mere-
no es superior a la potencia natural, cedora de la perfección, según dice San
pues, como dice San Agustín en su obra Agustín 21 . Pero a veces Dios sacude tan
De praedest. sanct.18, poder tener la fe, como poderosamente el alma, que ésta alcanza
poder tener la caridad, es propio de la natura- de golpe la justicia en un grado de cierta
leza humana; pero poseerlas de hecho es debi- perfección. Tal fue la conversión de San
do a la gracia del creyente. Luego la justifi- Pablo, en la que concurrió además un
cación del pecador no es una obra mila- milagroso abatimiento exterior, y así,
grosa. esta conversión es celebrada por la Igle-
Solución. Hay que decir: De ordinario, sia como milagrosa.
en las obras milagrosas se distinguen 19 Respuesta a las objeciones: 1. A la
tres aspectos que hay que tener en cuen- primera hay que decir: Ciertas obras mila-
18. C.5: ML 44,968. 19. SAN ALBERTO, In Sent., 1.4 dist.17 a. 12: BO 29,679. 20. De
Trin., l.14 c.8: ML 42,1044. 21. Epist.186 Ad Paulinum, c.3: ML 33,819.
960 Tratado de la gracia C.113 a.10
grosas, aunque inferiores a la justifica- pecador, como no hay otra causa que el
ción del impío en el bien que produce, fuego capaz de calentar el agua. Por eso
constituyen una derogación del orden la justificación del impío, bajo este as-
natural de causalidad, y por tanto, como pecto, no es milagrosa.
milagros, son superiores. 3. A la tercera hay que decir: La cien-
2. A la segunda hay que decir: No cia y la sabiduría, según el orden natu-
siempre que una cosa natural es movida ral, las ha de recibir el hombre de Dios
en contra de su inclinación se produce mediante su propio ingenio y estudio;
un milagro, pues entonces sería milagro- por eso, cuando las recibe al margen de
so que el agua se caliente o que la piedra este orden, el hecho es milagroso. Pero
se proyecte hacia arriba; sino sólo cuan- la gracia justificante no la puede lograr
do tal efecto se produce al margen de la el hombre por su propia operación, sino
causa propia del mismo. Pero no hay merced a la acción de Dios. Luego no
más causa que Dios capaz de justificar al hay paridad.
CUESTIÓN 114
El méritoa
Seguidamente debemos ocuparnos del mérito, que es efecto de la gracia
cooperante (cf. q.113 introd.), y que suscita estos diez interrogantes:
1. ¿Puede el hombre merecer algo de Dios?—2. ¿Se puede merecer la
vida eterna sin la gracia?—3. ¿Puede el hombre en gracia merecer de con-
digno ' la vida eterna?—4. ¿La gracia es principio del mérito por la caridad
principalmente?—5. ¿Puede el hombre merecer la primera gracia para sí
mismo?—6. ¿La puede merecer para otro?—7. ¿Puede merecer para sí la
reparación para cuando haya pecado?—8. ¿Puede merecer para sí el aumen-
to de la gracia o de la caridad?—9. ¿Puede merecer para sí la perseverancia
final?—10. ¿Los bienes temporales son objeto de mérito?
1. Aceptamos esta traducción literal del latín «de condigno», tanto en su sentido adjetivado
como adverbial, que es reconocida por la Real Academia de la Lengua. 2. ARISTÓTELES,
c.14 n.4 (BK 1163b15): S. TH., lect.14.
a Trata esta cuestión del efecto de la gracia cooperante habitual; la gracia actual no es prin-
cipio de mérito, aunque disponga al hombre para él. Lo había advertido en el artículo 2 de la
cuestión 111 de este tratado, y lo repite de nuevo en esta cuestión. De las otras obras de Santo
Tomás es el Com. a las Sent. donde más trata del mérito. Al hablar de la virtud se pregunta
si por los actos de virtud el hombre puede merecer la vida eterna, o la primera gracia, o las
gracias posteriores (In Sent. 2 d.27 q.l a.3-6; ed. MANDONNET, II [París 1929] p.701,711). En
el capítulo 149 del libro tercero de la Suma contra los Gentiles se limita a probar que el hombre
no puede merecer por sí mismo el auxilio divino.
962 Tratado de la gracia C.114 a.2
justo precio por una mercancía, también destinado. Con una diferencia, sin em-
lo es el dar una retribución proporciona- bargo: que la criatura racional se mueve
da por una obra o trabajo. Ahora bien, ella misma a obrar merced a su libre al-
la justicia es una especie de igualdad, se- bedrío, y por eso sus acciones son meri-
gún enseña el Filósofo en V Ethic.3 De torias, y esto no acontece con las demás
ahí que la justicia estricta no se dé más criaturas.
que entre aquellos qué son estrictamente Respuesta a las objeciones: 1. A la
iguales. Donde no existe esta igualdad primera hay que decir: El hombre merece
perfecta no puede hablarse de justicia en cuando hace voluntariamente lo que
sentido pleno, aunque sí puede encon- debe; de lo contrario no sería meritorio
trarse alguna suerte de justicia, como la el acto de justicia por el que se restituye
que permite hablar de un derecho pater- lo que se adeuda.
no o de un derecho doméstico, según 2. A la segunda hay que decir: Dios no
expone el Filósofo en el mismo libro4. busca en nuestra obra su utilidad, sino
Por consiguiente, donde hay relaciones su gloria, es decir, la manifestación de
de justicia estricta, se dan también el su bondad, que tal es lo que persigue
mérito y la retribución en sentido estric- también en sus obras. No es él quien se
to. Pero donde sólo existe una justicia beneficia con el culto que le tributamos,
relativa y no perfecta, no cabe hablar de sino nosotros. Por eso, cuando merece-
mérito en sentido absoluto, sino de un mos algo de Dios no es porque nuestras
mérito relativo, proporcionado a esa ra- obras le procuren algún beneficio, sino
zón de justicia imperfecta. Y así es como porque trabajamos por su gloria.
el hijo puede merecer algo de su padre y 3. A la tercera hay que decir: Si bien
el siervo de su señor. nuestras obras se hacen meritorias en
Ahora bien, es manifiesto que entre virtud de una ordenación divina previa-
Dios y el hombre reina la máxima desi- mente establecida, no se sigue de ahí
gualdad, pues hay entre ellos una distan- que Dios se haga absolutamente deudor
cia infinita y, además, todo lo que hay para con nosotros, sino para consigo
de bueno en el hombre procede de Dios. mismo, por el hecho de que su ordena-
Por eso, en la relación del hombre para ción debe cumplirse.
con Dios no se puede hablar de una jus-
ticia basada en la igualdad perfecta, sino
en cierta igualdad proporcional, o en ARTICULO 2
cuanto uno y otro obran según su modo
propio. Mas el modo y la medida de la ¿Se puede merecer la vida eterna sin
capacidad operativa del hombre le viene la gracia?b
de Dios; y, en consecuencia, el hombre Supra q.109 a.5 y lugares allí citados.
no puede merecer nada ante Dios más
que en el supuesto de un orden previa- Objeciones por las que parece que la
mente establecido por Dios, en virtud vida eterna puede ser merecida sin la
del cual el hombre ha de recibir de Dios gracia.
a modo de retribución por sus obras 1. El hombre, según ya dijimos
aquello que Dios quiso que alcanzara al (a.1), merece ante Dios aquello a lo que
concederle la facultad de obrar. Es lo Dios mismo le ha ordenado. Pero por su
que sucede también con las cosas natura- naturaleza el hombre está ordenado a la
les, que con sus movimientos y operacio- felicidad como a su fin, y por eso apete-
nes alcanzan aquello a lo que Dios las ha ce naturalmente ser feliz. Luego el hom-
3. ARISTÓTELES, c.3 n.3 (BK 1131a12): S. TH., lect.4. 4. ARISTÓTELES, Eth., 1.5 c.6
n.4.8 (BK 1134a25; b8): S. TH., lect.11.
b Al preguntarse Santo Tomás si el hombre puede merecer sin la gracia la vida eterna, tie-
ne delante la herejía de Pelagio. Cree necesario asegurar bien este punto, para evitar fáciles re-
toños de tan nefastos errores. El hombre sin la gracia, ni en el estado de naturaleza íntegra,
ni mucho menos en el estado de naturaleza caída, puede merecer nada de orden sobrenatural,
y por consiguiente, tampoco lo máximo de ese orden, que es la vida eterna. Santo Tomás era
previsor; en el siglo XVI, Miguel Bayo reproduciría a su modo el pelagianismo por lo que se
refiere al hombre antes del pecado: merecería lo sobrenatural y la vida eterna.
C.114 a.2 El mérito 963
bre puede por sus medios naturales y sin se le añada un don sobrenatural al que
la gracia merecer la felicidad, que es la llamamos gracia.
vida eterna. Si, a su vez, nos referimos al hombre
2. Cuanto una obra es menos debida sometido al pecado, hay además otra ra-
tanto es más meritoria. Pero debe menos zón, que es el impedimento del pecado.
quien menos ha recibido. Así pues, En efecto, el pecado es una ofensa hecha
como el que posee solamente los bienes a Dios que nos excluye de la vida eter-
naturales ha recibido de Dios menos que na, como consta por lo expuesto ante-
quien posee además los bienes gratuitos, riormente (q.87 a.3; q.113 a.2). Ningún
parece que sus obras serán más merito- hombre en estado de pecado puede me-
rias ante Dios. Por consiguiente, si el recer la vida eterna mientras no se re-
que tiene la gracia puede merecer de al- concilie con Dios y sea borrado su peca-
gún modo la vida eterna, con mayor ra- do, lo cual es obra de la gracia. Pues el
zón la merecerá el que no la tiene. pecador no es acreedor a la vida sino a
3. La misericordia y la liberalidad de la muerte, según aquello de Rom 6,23:
Dios supera infinitamente la misericor- El estipendio del pecado es la muerte.
dia y la liberalidad humanas. Mas un Respuesta a las objeciones: 1. A la
hombre puede hacer méritos ante otro primera hay que decir: Dios dispuso que la
sin haber tenido nunca su gracia. Luego naturaleza humana tuviera por fin la
con mucha más razón parece que el vida eterna, pero no de modo que el
hombre podrá merecer de Dios la vida hombre la hubiera de conseguir con sus
eterna sin la gracia. propias fuerzas, sino mediante el auxilio
En cambio está lo que dice el Após- de la gracia. Y es así como sus actos
tol en Rom 6,23: La gracia de Dios es la pueden merecer la vida eterna.
vida eterna. 2. A la segunda hay que decir: El hom-
bre sin la gracia no puede producir una
Solución. Hay que decir: Como ya vi- obra igual a la que procede de la gracia,
mos (q.109 a.2), el hombre sin la gracia porque las acciones son tanto más per-
puede ser considerado en dos estados: el fectas cuanto es más perfecto el princi-
de naturaleza íntegra, que fue el de pio de que proceden. El argumento sólo
Adán antes de su caída, y el de naturale- sería válido si en ambos casos se pudie-
za corrupta, que es el nuestro antes de la ran dar operaciones iguales.
restauración por la gracia. Pues bien, si 3. A la tercera hay que decir: En lo to-
hablamos del hombre en el primero de cante a la primera razón antes aducida
estos estados, la razón de que no pueda (sol.) no hay paridad entre Dios y el
merecer la vida eterna con sus solos re- hombre. Porque el poder de hacer el
cursos naturales o sin la gracia es que el bien lo recibe el hombre de Dios y no
mérito del hombre depende de la orde- de otro hombre. Por tanto, no puede
nación preestablecida por Dios, y según hacer méritos ante Dios sino en virtud
esta ordenación divina un acto no tiende de un don de Dios, tal como lo dice ex-
nunca a un fin que supera toda propor- presamente el Apóstol (Rom 11,35):
ción con la virtud de la que brota, pues, ¿Quién le dio a él primero, para que le sea
es una ley de la divina providencia que recompensado? En cambio, podemos hacer
ningún ser obre más allá de sus fuerzas. méritos ante otro hombre antes de reci-
Ahora bien, la vida eterna es un bien bir nada de él, sirviéndonos de lo que
que supera toda proporción con la natu- hemos recibido de Dios. Pero en lo to-
raleza creada, pues queda incluso fuera cante a la segunda razón, tomada del
de su conocimiento y de su deseo, según obstáculo del pecado, aquí sí hay pari-
aquello de 1 Cor 2,9: Ni el ojo vio ni el dad entre el hombre y Dios; porque
oído oyó ni subió al corazón del hombre... De tampoco se pueden hacer méritos ante
donde resulta que ninguna naturaleza un hombre a quien se ha ofendido sin
creada se basta para producir un acto que antes se le dé satisfacción y se ob-
que merezca la vida eterna, a menos que tenga la reconciliación.
964 Tratado de la grada C.114 a.3
5. Glossa ordin. (VI 5 F); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1412. Cf. SAN AGUSTÍN,
Enchir., c.107: ML 40,282. 6. Nos servimos también de esta equivalencia literal del «de
congruo» latino, referida tanto al sustantivo «mérito» como al verbo «merecer», que es acepta-
da por la Real Academia.
8. In Evang., 1.2 hom.30: ML 76,1221. 9. Epist. 186 Ad Paulinum, c.3: ML 33,818. Cf.
Conc. Arausicano II, año 529, can.5: MANSI V1II,713; Dz 178.
gracia santificante es principalmente principio de mérito por la caridad, antes que por las otras
virtudes. Por lo que se refiere a la vida eterna, existe la dificultad de que Santo Tomás hace
consistir la bienaventuranza en la visión, acto intelectual, antes que en la caridad, acto de la vo-
luntad. Lo último de la bienaventuranza es, sin embargo, la fruición de Dios, y esto es un acto
de la caridad. Además, aunque el acto de la bienaventuranza sea elícito del entendimiento, es
a !a vez imperado de la voluntad, y por ello también pertenece a ésta. Con respecto al mereci-
miento de cualquier gracia, la gracia habitual es igualmente principio de mérito, ante todo por
la caridad, pues mirada la gracia desde Dios, es un efecto de su amor; y mirada desde el libre
albedrío, éste actúa más voluntariamente por el amor.
En la Cuest. disp. sobre la verdad advierte que la caridad, si la suponemos separada de la gra-
cia, no basta para merecer el bien de la vida eterna. La razón es que el amor del hombre por
sí mismo no es digno de tanto mérito, a no ser que se presuponga que ese hombre es grato
a Dios, y esto sólo se consigue por la gracia (q.27 a.2 ad 4, en Opera omnia XXII vol.III p.794).
C.114 a.6 El mérito 967
Solución. Hay que decir: El don de la Por lo demás, es cierto que el hombre se
gracia puede ser considerado de dos ma- justifica por la fe; pero no porque al
neras. Primero, en su condición de don creer merezca la justificación, sino por-
gratuito; y en este sentido es evidente que cree al ser justificado, pues el acto
que el mérito es incompatible con la de fe es uno de los requisitos para la jus-
gracia, porque, como dice el Apóstol en tificación del pecador, según se expuso
Rom 11,6, si por las obras, ya no es por arriba (q.113 a.4)e.
gracia. En segundo lugar, puede conside- 2. A la segunda hay que decir: Es cier-
rarse el don de la gracia atendiendo a la to que Dios no da la gracia sino a quie-
naturaleza misma de lo que se da. Y nes son dignos de ella. Pero no porque
también bajo este aspecto es imposible sean dignos de antemano, sino porque él
que este don sea merecido por el que no los hace dignos con su gracia, ya que
tiene la gracia, ya porque excede toda sólo él puede hacer puros a quienes han sido
proporción con nuestra naturaleza, ya concebidos en la impureza (Job 14,4).
porque, además, cuando aún no tiene la 3. A la tercera hay que decir: El prin-
gracia por estar en pecado, el hombre cipio del que procede toda obra buena
lleva consigo un impedimento para me- del hombre es la primera gracia, y no un
recer la gracia, que es el pecado mismo. don humano, cualquiera que sea. Luego
Si se trata, en cambio, del hombre que no hay paridad entre el don de la gracia
ya está en gracia, no es posible que me- y el don humano.
rezca la gracia que ya tiene, pues la re-
compensa es el término de la obra, ARTICULO 6
mientras que la gracia es en nosotros el
principio de toda obra buena, como ya ¿Puede el hombre merecer la primera
dijimos (q.109). Si, finalmente, se trata gracia para otro?
de algún otro don gratuito merecido en Infra a.7; In Sent. 2 d.27 a.6; 3 d.19 a.5 q.a3 ad 5; 4
virtud de una gracia precedente, este d.45 q.2 a.1 q.a1; De verit. q.29 a.7; In 1 Tim. 4
don ya no será la primera gracia. Es, lect.2.
pues, manifiesto que nadie puede mere-
cer para sí mismo la primera gracia. Objeciones por las que parece que el
hombre puede merecer la primera gracia
Respuesta a las objeciones: 1. A la para otro.
primera hay que decir: En su obra Re- 1. Comentando las palabras de Mt
tract.10 confiesa San Agustín que en otro 9,2 (sobre la curación del paralítico), al
tiempo había pensado erróneamente que ver Jesús la fe que tenían, etc., dice la Glo-
el inicio de la fe es obra nuestra y que sa 12: Qué poder no tendrá ante Dios la fe
solamente la consumación de la misma propia, cuando la fe ajena pudo tanto ante él
procede de Dios. Y de esto se retracta como para moverle a curar interior y exte-
en el mismo lugar. Ahora bien, la afir- riormente al paralítico. Pero la curación
mación de que «la fe merece la justifica- interior del nombre es obra de la prime-
ción» parece estar en relación con aquel ra gracia. Luego el hombre puede mere-
error. Pero, si suponemos, como exige cer para otro la primera gracia.
la verdadera fe 11 , que el principio de la 2. Las oraciones de los justos no
fe nos viene de Dios, hay que admitir son valdías, sino eficaces, según aquello
también que el mismo acto de la fe es de Sant 15,16: Mucho vale la oración asidua
fruto de la primera gracia y, por tanto, de los justos. Pero inmediatamente antes
no puede merecer esta primera gracia. se dice: Orad unos por otros para que os sal-
10. L.1 c.23: ML 32,621. 11. Cf. Conc. Arausicano II, can.5: Dz 178. 12. Glossa or-
din. (V 32 E).
veis. Así pues, como la salvación no pue- sólo para que él mismo alcanzara la glo-
de provenir sino de la gracia, parece que ria de la vida eterna, sino también para
uno puede merecer para otro la gracia que condujera a otros a la misma, como
primera. Cabeza que es de la Iglesia y Autor de la
3. En Lc 16,9 se dice: Haceos amigos salud humana, según aquello de Heb
con las riquezas injustas para que cuando fa- 2,10: Convenía que aquel que se proponía lle-
llezcáis os reciban en las eternas mansiones. var muchos hijos a la gloria perfeccionase al
Mas nadie es recibido en las mansiones Autor de la salud.
eternas sino merced a la gracia, que es el Mas con mérito de congruo sí que se
único medio para merecer la vida eterna, puede merecer para otro la primera gra-
según ya dijimos (a.2; q.109 a.5). Luego cia. Pues, cuando el hombre constituido
un hombre puede adquirir para otro por en gracia cumple la voluntad de Dios,
vía de mérito la vida eterna. resulta congruo, de acuerdo con una
proporción basada en la amistad, que
En cambio está lo que se dice en Jer Dios cumpla la voluntad del hombre
15,1: No se volvería mi alma a este pueblo que desea la salvación de otro. Salvo
aunque se pusieran ante mí Moisés y Samuel, que a veces puede haber impedimento
los cuales, sin embargo, habían alcanza- por parte de aquel cuya justificación el
do grandes méritos ante Dios. Luego justo desea. Y es a este caso al que se re-
parece que nadie puede merecer para fiere el pasaje aducido de Jeremías (sed
otro la primera gracia. cont.)f.
Solución. Hay que decir: Como consta Respuesta a las objeciones: 1. A la
por lo expuesto anteriormente (a. 1.2.3), primera hay que decir: La fe ajena aprove-
el carácter meritorio de nuestras obras cha para la salvación merced a un mérito
procede de una doble fuente. En primer de congruo, no de condigno.
lugar, se debe a la moción divina; y de 2. A la segunda hay que decir: El po-
aquí brota el mérito de condigno. En se- der de la oración se funda en la miseri-
gundo lugar, se debe a la moción del li- cordia; en cambio, ei mérito de condig-
bre albedrío o al hecho de que nuestra no se basa en la justicia. De ahí que el
acción es voluntaria; y de aquí resulta el hombre obtiene de Dios por la oración
mérito de congruo, ya que es congruo muchas cosas que no merece en justicia,
que cuando el hombre hace buen uso de tal como se dice en Dan 9,18: No por
su virtud propia, Dios actúe de manera nuestras justicias te presentamos nuestras sú-
muy superior en consonancia con la su- plicas, sino por tus grandes misericordias.
prema excelencia de su virtud. 3. A la tercera hay que decir: Los po-
Por donde se hace patente que con bres que perciben limosnas se dice que
mérito de condigno sólo Cristo puede reciben a otros en las moradas eternas,
merecer para otro la gracia primera. bien porque con su oración logran que
Porque cada uno de nosotros es movido sean perdonados, bien porque les mere-
por Dios mediante el don de la gracia cen de congruo la salvación mediante las
para que él mismo alcance la vida eterna, propias obras buenas. O también, en
y en consecuencia, el mérito de condig- sentido indirecto, porque con las mismas
no no se extiende más allá de esta mo- obras de misericordia que uno ejerce
ción. En cambio, el alma de Cristo fue con los pobres, hace méritos para ser re-
movida por Dios mediante la gracia, no cibido en las mansiones eternas.
13. SAN BUENAVENTURA, In Sent.. 1.2 dist.28 dub.2 (QR II 691); 1.3 dist.24 a.1 q.1 (QR III
511); 1.4 dist.14 p.2 a.2 q.1 concl. (QR IV 336).
970 Tratado de la gracia C.114 a.8
g El hombre que ha perdido la gracia por el pecado no puede merecer su vuelta a la gracia
ni de condigno ni de congruo. No de condigno, porque perdió el principio del mérito sobrena-
tural; tampoco de congruo, porque perdió la amistad divina, que es la raíz de ese mérito. Sin
embargo, manteniéndose en gracia, puede merecer de condigno el aumento de ésta. Si merece
C.114 a.9 El mérito 971
ARTICULO 9 Solución. Hay que decir: Dado que
por su naturaleza el hombre está dotado
¿Puede el hombre merecer la del libre albedrío, que le inclina ahora al
perseverancia? bien, ahora al mal, de dos maneras puede
obtener de Dios la perseverancia en el
Objeciones por las que parece que el bien. La una consiste en que el libre al-
hombre puede merecer la perseverancia. bedrío sea determinado al bien por la
1. Todo lo que el hombre alcanza gracia consumada; y esto es lo que ocu-
por la oración puede también merecerlo rrirá en la gloria. La otra consiste en
cuando se encuentra en gracia. Más la que Dios, con su impulso, incline al
perseverancia se obtiene de Dios por la hombre al bien hasta el fin. Ahora bien,
oración, pues, de no ser así, en vano es- según consta por lo ya dicho (a.5.8), el
taría incluida entre las peticiones de la hombre puede merecer lo que constituye
oración dominical, según observa San el término del movimiento del libre al-
Agustín en su obra De dono persev.15 bedrío dirigido por el impulso divino,
Luego la perseverancia puede ser mere- pero no lo que constituye el principio de
cida por el que se encuentra en gracia. ese mismo movimiento. Y en conse-
2. No poder pecar es más que no cuencia, puede merecer la perseverancia
pecar de hecho. Pero el no poder pecar de la gloria, que es el término de aquel
es objeto de merecimiento, puesto que movimiento, pero no la perseverancia de
merecemos la vida eterna, que implica la esta vida, que depende solamente de la
impecabilidad. Luego con mucha más moción divina, principio de todo méri-
razón puede merecerse el no pecar de to. A quien Dios otorga el beneficio de
hecho, que es lo mismo que perseverar. esta perseverancia, se lo otorga gratuita-
3. Mayor cosa es el aumento de la mente.
gracia que la mera perseverancia en la
gracia que uno tiene. Mas el hombre Respuesta a las objeciones: 1. A la
puede merecer el aumento de la gracia, primera hay que decir: Por la oración po-
como ya dijimos (a.8). Luego con mu- demos obtener de Dios incluso aquello
cha más razón puede merecer la perseve- que no merecemos, pues Dios oye tam-
rancia en la gracia ya alcanzada. bién a los pecadores que le piden perdón,
En cambio, todo lo que se merece aunque no lo merezcan. Así lo muestra
ante Dios se obtiene, de no sobrevenir el San Agustín 16 comentando aquellas pa-
impedimento del pecado. Muchos son, labras de Jn 9,31: Sabemos que Dios no es-
sin embargo, los que hacen obras merito- cucha a los pecadores; y si así no fuera, en
rias y no consiguen la perseverancia. Y vano habría rogado el publicano: ¡Oh
no se puede decir que esto se deba al Dios!, apiádate de mí, que soy un pecador,
impedimento del pecado, pues, siendo el como se lee en Lc 18,13. Lo mismo su-
pecado lo contrario de la perseverancia, cede con el don de la perseverancia: pi-
si alguien mereciese la perseverancia diéndolo a Dios se lo obtiene para sí o
Dios no permitiría que cayese en el pe- para otro, aunque no sea objeto de me-
cado. Luego la perseverancia no puede recimiento h.
ser merecida. 2. A la segunda hay que decir: La per-
15. C.2: ML 45,996; De corrept. et grat., c.6: ML 44,922. 16. In Ioann., tr.44, super 9,31:
ML 35,1718.
la vida eterna, que es el término del movimiento, con mayor razón merecerá los pasos interme-
dios, es decir, su aumento. Enseña Santo Tomás que el hombre merece el aumento de la gracia
con cualquier acto meritorio, pero el aumento de hecho no se confiere de modo inmediato,
sino cuando uno está suficientemente preparado para el aumento. Esto se complementa con lo
que dice al hablar de la caridad: esa disposición para el aumento se da cuando se realiza un acto
más intenso que el hábito (2-2 q.24 a.6). F. Suárez se apartará en esto de Santo Tomás, al de-
fender que todo acto, aun el más débil, aumenta al instante la gracia.
h Hay una gracia muy especial, que es el don de la perseverancia; ésta supera todo mérito
por parte del hombre. En efecto, cae bajo el mérito del hombre lo que constituye el término
de la moción del libre albedrío por la gracia; es a saber, la vida eterna. No cae bajo el mérito
lo que tiene razón de principio, es decir, la moción divina que nos permite perseverar en la
972 Tratado de la gracia C.114 a.10
severancia que se tendrá en la gloria, si domitas, según Gen 19. Luego los bie-
se la compara con el movimiento del li- nes temporales son objeto de mérito.
bre albedrío, es como su término; pero En cambio es obvio que los bienes
no sucede así con la perseverancia de que son objeto de mérito no se conce-
esta vida, por la razón ya aducida (sol.). den a todos por igual. Mas los bienes y
3. A la tercera hay que decir: Y lo males temporales se encuentran distri-
mismo hay que responder al argumento buidos por igual entre buenos y malos,
tercero, sobre el aumento de la gracia, según aquello de Ez 9,2: Todas las cosas
como consta por lo ya expuesto (ib.; suceden de la misma manera al justo y al im-
a.8). pío, al bueno y al malo, al que sacrifica y al
que desprecia los sacrificios. Luego los bie-
ARTICULO 10 nes temporales no son objeto de mereci-
miento.
¿Se pueden merecer los bienes Solución. Hay que decir: Lo que se al-
temporales? canza por el mérito es un premio o una
2-2 q.122 a.5 ad 4; 3 q.89 a.6 ad 3; De pot, q.6 a.9. recompensa cuya razón esencial es la de
ser un bien. Pero hay dos clases de bie-
Objeciones por las que parece que nes para e! hombre: el bien absoluto y el
los bienes temporales son objeto del mé- bien relativo. El bien absoluto del hom-
rito. En efecto: bre es su último fin, tal como se dice en
1. Lo que se promete a algunos Sal 72,28: Mi bien es estar unido a Dios; y,
como recompensa de la justicia puede en consecuencia, también todo aquello
ser merecido. Mas en la ley antigua se que conduce a este fin. Tales bienes son
prometen los bienes temporales como objeto del mérito de manera absoluta. El
recompensa de la justicia, como consta bien relativo y no absoluto del hombre
por Deut 28. Luego parece que los bie- es lo que le resulta bueno en un momen-
nes temporales son objeto de nuestros to dado, o bajo un cierto aspecto. Y esta
merecimientos. clase de bienes no es objeto de mereci-
2. Lo que Dios otorga como recom- miento de manera absoluta, sino sólo re-
pensa por un servicio parece que es ob- lativa.
jeto de mérito. Mas Dios recompensa a De acuerdo con esto, debemos decir
veces con bienes temporales los servicios que, si consideramos los bienes tempora-
que se le hacen. Así, se dice en Ex 1,21: les en cuanto nos son útiles para realizar
Por haber temido a Dios las comadronas, hizo las obras virtuosas que nos conducen a
prosperar él sus casas. Y a este propósito la vida eterna, entonces son objeto del
comenta la Glosa de San Gregorio 17: La mérito de manera absoluta, al igual que
bondad de aquellas mujeres pudo ser recom- el aumento de la gracia y cuanto nos
pensada en la vida eterna; pero por su menti- ayuda a alcanzar la bienaventuranza, una
ra recibieron una recompensa terrena. Y en vez obtenida la primera gracia. Pues
Ez 29,18s leemos: El rey de Babilonia ha Dios da a los justos aquella cantidad de
hecho que su ejército prestara un gran servicio bienes temporales, y también de males,
contra Tiro, y no obtuvo recompensa. Y lue- que les convienen para llegar a la vida
go prosigue: Habrá recompensa para su eterna. Y bajo este aspecto tales bienes
ejército: le doy la tierra de Egipto porque temporales son bienes en sentido absolu-
trabajó para mí. Luego los bienes tempo- to. Por eso se dice en los Salmos: A los
rales pueden ser merecidos. que temen al Señor no les serán disminuidos
3. El bien es al mérito lo que el mal sus bienes (Sal 33,2). Y en otro lugar (Sal
al demérito. Pero por el demérito del 36,25): Nunca vi al justo abandonado.
pecado Dios castiga a algunos con penas En cambio, considerados en sí mis-
temporales, como en el caso de los so- mos, estos bienes temporales ya no son
17. Glossa ordin., super Exod. 1,19 (I 124 E). SAN GREGORIO, Moral., l.18 c.3: ML 76,41.
gracia. Por ello cae bajo el mérito la perseverancia de la gloria, pero no la perseverancia de la
gracia durante esta vida. Porque no se puede merecer, el Doctor Angélico anima a los creyen-
tes a que impetren a Dios, para sí y para ios demás, ese don tan singular de la perseverancia.
C.114 a.10 El mérito 973
bienes absolutos para el hombre, sino recompensas se entiende que son dadas
sólo relativos. Y, por tanto, tampoco son, por Dios en cuanto responden a la mo-
absolutamente hablando, objeto del mé- ción divina, pero no en cuanto dicen re-
rito, sino sólo bajo algún aspecto par- lación a la malicia de las voluntades. So-
ticular, esto es, en cuanto Dios mueve a bre todo en la que se refiere al rey de
los hombres a realizar determinadas Babilonia, que no atacó a Tiro por ser-
obras temporales en las cuales, con la vir a Dios, sino para aumentar los pro-
ayuda divina, consiguen lo que se pro- pios dominios. Y lo mismo las comadro-
ponen. De modo que, así como la vida nas, que, si bien mostraron buena vo-
eterna es, en sentido absoluto, el premio luntad salvando a los niños, se apartaron
que se otorga a las obras de justicia de la rectitud al recurrir a una mentira.
como término de la moción divina, se- 3. A la tercera hay que decir: Los ma-
gún ya dijimos (a.3), así los bienes tem- les temporales son un castigo para el im-
porales, considerados en sí mismos, tie- pío, por cuanto no obtiene de ellos una
nen razón de recompensa en cuanto res- ayuda para alcanzar la vida eterna. Para
ponden a la moción divina que impulsa el justo, en cambio, que encuentra en
las voluntades humanas a buscarlos, sal- ellos esta ayuda, no son castigo, sino
vo que en esto no siempre la intención más bien medicina, como también diji-
de los hombres es recta. mos anteriormente (q.87 a.7s).
Respuesta a las objeciones: 1. A la 4. Al argumento En cambio hay que
primera hay que decir: Según dice San decir: Todo sucede por igual a los bue-
Agustín en su obra Contra Faust., libro nos y a los malos en cuanto a la sustan-
IV 18, aquellas promesas temporales eran ex- cia de los bienes y males temporales.
presión figurada de los bienes espirituales fu- Pero no en cuanto al fin, porque por
turos que se realizan en nosotros. Pues aquel ellos, los buenos son conducidos a la
pueblo carnal se apegaba a las promesas de la bienaventuranza, mientras que los ma-
vida presente, y en ellos no sólo el lenguaje, los no.
sino también la vida fue profética. Y basta con esto sobre la moral ge-
2. A la segunda hay que decir: Aquellas neral.