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EL VIVIENTE HUMANO
Estudios Biofilosóficos
y Antropológicos
u
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
Primera edición: Septiembre 2000
ISBN: 84-313-1803-1
Depósito legal: NA 2.104-2000
Composición:
P RET EX TOEstafeta,
. 60. Pamplona
Imprime:
LINEG RAFic,S.A. Hnos. Noáin, 11. Ansoáin (Navarra)
INTRODUCCIÓN ..... .... ... ................. ..... ... .... ... .... .......... ............ ......... ...... 11
PRIMERA PARTE
Capítulo I. La biofi1osofía y la unidad del saber biológico ........... 21
Capítulo II. Mente, cerebro y nuestra idea del hombre .................. 41
Capítulo III. El genoma humano: mitos y realidades ........... ........... 61
Capítulo IV. El estatuto antropológico del embrión humano 77
SEGUNDA PARTE
Capítulo I. Introducción al estudio de la conducta animal .......... .. 95
Capítulo II. La persona humana como animal racional: libertad y
moralidad ..................................... ................................ 115
Capítulo III. Raíz biológica de la sexualidad humana ..................... 131
Capítulo IV. El comportamiento sexual humano ............................. 145
Introducción
3. Cf. JONAS H., The imperative of responsibility: in search of an ethics for the
technological age, The University of Chicago Press (Chicago/London), 1984.
4. Cf. PoLo, L., «La admiración como comienzo de la filosofía» y «La verdad
y la admiración», en POLO,L., Introducción a la filosofía, EUNSA (Pamplona),
1995, pp. 21-46.
24 El viviente humano
Ahora bien, nos parece que, entre el placer que brinda la contem
plación de la naturaleza y la ad1niración que se encuentra al origen de
toda genuina inquietud científica, existe una íntima conexión. Quizá ni
la contemplación ni la admiración deban ser formalmente consideradas
como partes de la investigación inquisitiva que surge de ellas, pero es
claro que sin ellas a la investigación científica o filosófica le faltaría
algo esencial, no en cuanto a ella formalmente considerada, sino con
respecto a lo que da cuenta de su existencia en la mente de los hombres.
¿Adónde apuntamos con esto? Se dice que hoy en día existe más
gente dedicada a la investigación científica en el mundo que la suma
de todas las personas que se han dedicado a ella a lo largo de toda la
historia. Es muy posible. Sin embargo, me atrevería también a decir,
que nunca como hoy ha habido menos verdaderos y genuinos cientí
ficos entre las personas dedicadas a la ciencia. Una proporción muy
alta de la gente que hoy se dedica a la ciencia lo hace sin una verda
dera motivación científica; en el «hacer ciencia» de nuestra época se
han colado infinidad de motivaciones subalternas, y esto, como vere
mos, no deja de tener consecuencias para la misma ciencia y para la
cultura. La expresión ya citada de «hacer ciencia», propia del ámbito
de la producción, y frecuente en nuestros días para referirse. a la acti
vidad científica, nos sugiere ya una óptica desplazada en el modo
como nuestra cultura concibe la naturaleza íntima de la actividad
científica. La tesis que avanzamos, y que ya se adivina en lo que aca
bamos de decir, es que sólo puede entenderse por genuina motiva
ción científica aquélla que conserva en su trabajo cotidiano una con
tinuidad vital con la experiencia fundante de la ciencia, la cual se da
en la contemplación y en la admiración de la realidad.
3. CONTEMPLACIÓN Y ADMIRACIÓN
¿De dónde proceden ese gozo, esa quietud, esa alegría interior
que se asocian a la verdadera contemplación intelectual? ¿De qué
naturaleza es esa realidad que permite que el hombre cuando la
posee experimente una tan grande satisfacción? Examinando la
experiencia con detención nos vemos conducidos a afirmar que
ese estado afectivo procede del puro, simple y desnudo hecho de
conocer. Es como si el ser humano se deleitara al contemplar y, al
contemplarse contemplando, se volviera a deleitar. Esto que pare
ce claro si nos imaginamos frente a la erupción de un volcán o a
la majestuosidad de un glaciar. ¿Sería también posible experi
mentarlo al observar, por ejemplo, un edificio de apartamentos?
Nos parece que, en principio, sí, pero habría que abstraer antes
muchas realidades adventicias o «contaminantes» como podrían
ser el saber que es el edificio donde yo vivo, que le está haciendo
falta una buena mano de pintura, que el arquitecto fue mi parien
te, etc. Sólo después de haber prescindido de todos esos «distrae
tares» estaríamos quizá en condiciones de ejercer una contempla
ción genuina, un conocimiento «desinteresado». O, si se quiere,
sólo interesado en la experiencia como tal. Situación muy distin
ta es la que provoca la crecida de un río en la época de deshielos.
Impresionado por la fuerza magnífica del torrente, y, una vez en
lugar seguro para no ser arrastrado por las aguas, lo único que
resta es contemplar.
Si lo que venimos a afirmar es cierto, la conclusión que se sigue
es muy simple: «al ser humano le gusta conocer»; se place, se goza
en el conocimiento. Así como disfruta la bebida y la comida, la co
modidad, la seguridad, las demostraciones de cariño, así también le
gusta conocer, y conocer bien. El conocer, el saber, sacia una de las
aspiraciones, deseos, apetitos --o como se lo quiera conceptuali
zar -más profundos del ser humano. Una vez que el ser humano
satisface sus necesidades más elementales surgen inmediatamente
mil manifestaciones de sus ansias de saber 6 ; algunas más nobles,
otras menos. El que gusta de la comida quiere conocer otros sabo
¡¡ ,·
La biofilosofía y la unidad del saber biológico 27
res, el que vive apegado a los placeres quiere conocer otros placeres
tnás intensos, el que disfruta de la arquitectura quiere conocer otras
ciudades, el que aprecia la naturaleza intenta conocerla más a
fondo 7 •
Avanzando otro paso más en nuestra investigación, nos atreve
mos a proponer que entre el gozo contemplativo y la admiración hay
un paso más allá, un ascenso. Podríamos decir que, en el primer es
tadio, el predominio está dado por la percepción sensible; en el se
gundo el equilibrio bascula hacia un plano tnás propimnente intelec
tual. Plano que prepara el surgimiento de las preguntas que dan
inicio formal a la ciencia.
sigue es: ¿Qué son? s. Es fácil imaginar, a partir de, cómo se plantea la
multitud de preguntas que siguen, de las cuales surge la constatación
de la inmensa diversidad de seres vivos y de la complejidad de sus
partes y de la casi interminable diversificación de ramas del saber bio
lógico, cada una de ellas abocada al estudio de un aspecto particular
de la realidad vital. Esta diversificación impresionante a la que obliga
el estudio de los seres vivos no es arbitraria sino que viene dada por la
variedad y complejidad de la materia de estudio.
El desarrollo histórico en lo que se refiere al estudio de los seres
naturales en general y de los seres vivos en particular nos muestra
que este estudio da origen no sólo a una diversificación material
(número de especies) sino también a una diversificación formal
(perspectiva de análisis). Esto significa que el mismo objeto mate
rial, por ejemplo, el tucán, puede ser estudiado desde perspectivas
formales distintas, dando origen a saberes o sub-saberes formalmen
te diferentes en tomo a un mismo objeto material. Podemos estudiar
al tucán en su composición química, en su fisiología, en su conduc
ta o en lo que se refiere a su estructura aerodinámica. Esta diversifi
cación epistemológica es válida para todas las ciencias naturales, y
estamos obligados a examinarla con un algún detalle antes de conti
nuar con nuestra investigación.
11. M A R IT A INJ., «La philosophie de la nature: essai critique sur ses frontieres
et son objet», en Oeuvres Completes V, Universitaires-Saint Paul (Fribourg-Paris),
1982.
12. A RQUÍM EDES, «El método» (traducción de María Luisa Puertas y Luis
Vega), Alianza Editorial (Madrid), 1986.
32 El viviente humano
13. Hemos examinado con más detalle los aspectos epistemológicos de este
modo de hacer biología en A. SERANJ-M ERLO, L' étre vivant selon la perspective ré
aliste (propos pour les fondements d' une biophilosophie ), These de doctorat de
troisieme cycle, Université de Toulouse Le Mirail-U.E.R. D'Études Philosophiques
et Politiques (Toulouse), 1986, pp. 18-1O O .
La bíofilusofía y la unidad del saber biológico 33
11. LA BIOFILOSOFÍA
sistema nervioso, tal como nos lo revelan hoy en día las neurocien
cias y, por otro lado, actividades tales como la percepción, la in1a
ginación, la memoria, las emociones, el pensamiento, el lenguaje,
los sentimientos más complejos, el actuar libre, la tnoral y las obras
de la cultura? Una respuesta podría ser que parece haber evidencias
suficientes como para afirmar que todas estas actividades «depen
den» del funcionamiento encefálico. A poco que se examine la
cuestión se verá que lo que parece tan sünple no lo es tanto. ¿Qué
queremos decir exactamente cuando afinnamos que las funciones
específicamente humanas dependen del funcionamiento cerebral?
La expresión «depender», en efecto, admite una multiplicidad de
significados.
Tomemos un ejemplo. Los frescos de la capilla sixtina «depen
dieron» para su realización de una gran cantidad y variedad de fac
tores, de entre los cuales el genio artístico de Miguel Ángel pare
cía ser sólo uno más de entre ellos. En efecto, su realización
dependía, en primer lugar, de que quien ordenó su ejecución esco
giese a Miguel Ángel como artista principal y del motivo que esta
persona había escogido para la obra. Dependía, en segundo lugar,
de la aceptación de Miguel Ángel, de su salud, de sus capacidades
perceptivas, de su habilidad manual, de su alimentación y del esta
do psicológico y espiritual por el que estaba pasando. Dependía,
en tercer lugar, de los pinceles, de las pinturas y de la técnica pre
cisa que Miguel Ángel utilizaría para los frescos. Dependía ade
más de las características estructurales de la capilla, de las influen
cias que ejerció el arte griego sobre el artista, de su conocimiento
de la filosofía neoplatónica, de su idiosincrasia florentina, etc.
Ahora bien -y como se ve claramente a partir del ejemplo -de
todas las múltiples y diferentes formas entre las cuales se dice que
una cosa depende de otra, ¿de cuál de ellas estamos hablando
cuando decimos que el pensamiento, el deseo libre, el arte y el len
guaje dependen de la indemnidad estructural y del adecuado fun
cionamiento del sistema nervioso?
Podríamos tratar de responder de manera fácil diciendo que, de
aquel modo en el cual, cuando algo falta, lo otro no se da o no se
produce. Sin embargo, a poco que se examine, se verá que este ar
gumento se verifica para cada uno de los factores que hemos men
cionado; sin pinturas, sin alimentación y sin inspiración no contaría
mos hoy en día con los frescos de la capilla sixtina. ¿Qué queremos
Mente, cerebro y nuestra idea del hombre 43
Por otra parte, si percibir un objeto rojo no fuera sino una espe
cie de auto-experiencia de una colección de fenómenos físicos, co
nocer sería la experiencia interna de un engrama. Pero conocer no es
experimentar una representación. Conocer es aprehender realidades
que en sí mismas son sujetos, y no aprehender representaciones de
sujetos, que en sí mismos permanecen irremediablemente incognos
cibles; es decir, conocer sería no poder nunca conocer. Pero y ade
más, ¿como podríamos conocer que no conocemos, si no es con el
conocimiento? O ¿qué misteriosa capacidad es ésta que tienen los
animales de poder conocer adecuadamente las representaciones -y
en su calidad de representaciones -y nunca poder conocer adecua
damente las cosas? ¿No serían entonces las representaciones más
bien un obstáculo que una ayuda para el cognoscente? ¿Cuál podría
ser la razón de la persistencia en el mundo animal de un dispositivo
tan inútil? ¿Si el animal posee un dispositivo para conocer adecua
damente representaciones de las cosas, por qué no utilizarlo mejor
para conocer directamente las cosas, sin consumir tiempo y energía
en representaciones? La experiencia primaria que nos lleva a hacer
nos todas estas preguntas, y sin la cual ninguna de ellas tendría sen
tido, nos muestra a las claras que lo que caracteriza al hombre es su
intento de conocer la realidad de las cosas y no el tomar conciencia
actual de los propios mecanismos cerebrales.
Por último, si aceptásemos que el cerebro es una máquina hiper
compleja que conoce -lo que hemos visto es ya bastante difícil
de aceptar -la pregunta seguiría intacta: ¿con qué y cómo yo,
como sujeto, conozco lQ que el encéfalo conoce, es decir, este
conjunto de fenómenos fisiológicos hechos autoconscientes? ¿qué
interés puede tener -además -para el sujeto conocer sus propios
estados fisio lógicos, cuando lo que parece interesar verdaderamente
al ser huma no es conocer las cosas? Y si acaso el sujeto fuese capaz
de conocer de modo autoconsciente sus propios estados funcionales
cerebrales, por medio del encéfalo, como una más entre las
muchas cosas que puede conocer, ¿qué otro órgano que no sea el
encéfalo le resta para poder onocer
'
En síntesis, si antes teníamos dificultades para entender cómo
un ser humano conoce, después de estas hipótesis tenemos que dar
cuenta además de cómo cada uno por su cuenta -la corteza
visual, el cerebelo, el hipocampo y casi hasta cada neurona -
conocen. En
46 El viviente humano
2. LA NEUROFILOSOFÍA ANGLOSAJONA
l. RosE, S., «Can the neurosciences explain the mind?», T!NS, 3(5) (1980), pp.
1-IY.
Mente, cerebro y nuestra idea del hombre 47
5. SEARLE, J., «Dos biólogos y un físico en busca del alma: Crick, Penrose y
Edelman, pasados por la criba de la crítica füosófica», Mundo Científico, 170 (ju
lio/agosto 1996), pp. 654-669
6. /bid., p. 654.
7. lbidem.
8. lbide m.
. 9. JONAS, H. (1,982), «Materialism, determinism"anchhe mind», en JoNAS, H.,
.The phenomenon oflif e. . .University of Chicago Press (Chicago), pp. 127-134
Mente, cerebro y nuestra idea del hombre 49
10. El químico y filósofo, Juan Enrique Bolzán, ha hecho notar con funda
mento y agudeza que, en estricto rigor experimental y racional, no es que el átomo
se componga de una colección de partículas elementales, sino que más bien las par
tícillas, elementales son las realidades que aparecen cuando un átomo se descompo
ne. De análogo modo podríamos decir que el ser vivo no está compuesto de una co
lección .de átomos y moléculas, sino que los átomos y moléculas son las cosas en
las que se descompone el ser vivo cuando este desaparece. Átomos y moléculas se
rían más bien los productos ddescomposición. Cf. BOLZÁN, 1.E., Continuidad de
la materia: ensayo de interpretación cósmica, EUDEBA(Buenos Aires), 1973.
1L CHANGEUX, J...P., L'homme neuronal, Faymrl{Pans), 1:983.
Mente, cerebro y nuestra idea del hombre 51
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12. «Désele al caso las vueltas que se quiera, adóptese la nomenclatura que
aparezca más apta según la coyuntura histórica lo pida... ármese el lenguaje impre
sionista que mejor satisfaga ciertas exigencias estéticas ...cuando llega «la hora
de la verdad», cuando ya noqueda sino tomar el toro de la verdad porlas astas de
los principios, materia y fonna, acto y potencia, estarán aguardando allí, donde
siem
pre»: BOLZÁN, J:E., op. cit. (1973), p . 115.
52 El viviente humano
54 El viviente humano
56 . El viviente humano
l. EL PROBLEMA DE LA HERENCIA
- . - . .. .
.
iS .,Esto' s e h a c e e u a n ·t t o
s eafirina ¡rot'ejemplo que lós genes tienen la
capáCi
dad de VILLÉE et al.·,·o1t cit,
68 El viviente humano
6. Este aspecto de los seres vivos ha sido particularmente bien expresado por
Humberto MATURANA en su libro De máquinas y seres vivos, con su concepto de
autopoiesis. Desgraciadamente, este autor frustra su intuición al no dist irentre
el ser y el actuar, reduciendo el ser vivo a una especie de actuar autopoiéticó sub
sistente.
· ·.y . . .
J r
f
'
70 El viviente humano
Jfltéut mos
Cuando afirmamos que el ser vivo es sujeto y objeto de su propia
El genoma humano: mitos y realidades 71
partes. En fecto,
nunciar, la ese11<;iade la vida humana individual y colectiva, en lo
que tiene que ver con los estratos más deterministas del ser y de la
conducta,.VÍ(!Ile a quedar encarnada en un puñado de millones de se
cuepcias de moléclllas; la posibilidad fáustica de manipular ese kar
dex bioquínlico viene a ser equivalente atener en sus manos las lla-
. vesde la vida.Y esto... para el más grande de los bienes o el más
.t mible·de los males. De aquí deriva, a nuestro modo de ver, entre
otras cosas, la fascinación desproporcionada que despierta en nues
tra cultura Jainvestigación acerca del genoma humano, y se explica
por estami ma
·cifran en ella y de los temores que despierta su manipulación.
En· .1 : 1 n aCO$movisión. y un imaginario, en último término,
empi ri&tayreduccionista es comprensible que el sujeto viviente
como tal pie:Iidaconsistencia ya que en sí mismo es transempírico.
En conse cuencia, ,resultajnevitable que la calidad de sujeto
finalizado, a la que la1inteHgencia se niega en último témlino a
renunciar, sea depo
.sitada et;t,una .estructura.empíricamente. objetivable como el
material genético. ;No es )."aro entonces,
, en este contexto, que las
personas
h .yan
· seres bumarios; ya que ven en esa manipulación biológica la posibi
lidad de rear
bilidadde.auto perpetuación a través de la creación de clones. El
surgimiento :de un nuevo organismo viviente supone la aparición de
u n ;lluevo sujeto, original e incomunicable; el hecho de compartir
el
mismo material genético viene a ser, en cierto sentido, puramente
accidental. Si el sujeto e tuviese
su especificidad e individualidad. en el material genético, su
repeti
ción sigpificaría una multiplicación de individuos idénticos, lo
cual
es filosófic ente
Dos gemelos utiivitelinos, que son genéticamente más parecidos en
tre sí delo que podrían ser los clones 9, son dos sujetos distintos, con
J
El estatuto antropológico del embrión humano 79
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í_'
82 El viviente humano
puestos o divididos. Todos los entes naturales son, hasta donde los
conocemos, individuos divisibles. En el mundo inorgánico, lama
yor parte de los individuos discernibles pertenecientes a una especie
atómica o molecular determinada tienden a perder su especificidad
al ser divididos, es decir, los productos resultantes de la división ya
no pertenecen a la misma especie del individuo que les dio origen.
Sólo los cristales parecieron ser con respecto a esto una excepción,
y sólo hasta un cierto punto del proceso de división.
En los seres vivos, sin embargo, no toda división es corruptora;
es decir, existen incontables ejemplos en el mundo viviente en los
cuales los productos que se originan de una división conservan la es
pecie que posee el individuo a partir de la cual se originaron. La repro
ducción de los organismos unicelulares y la reproducción asexuada
en los organismos pluricelulares son sendos ejemplos de divisiones
que, lejos de ser destructivas, son generativas y conservadoras. En eí
caso de los organismos unicelulares, lo que se conserva claramente
es la especie de los individuos resultantes, sin quedar claro si lo que
resulta son dos individuos completamente originales o si uno de ellos
es el individuo originario que se conservó. En el caso de la reproduc
ción asexuada de los pluricelulares es patente la conservación del
progenitor y el surgimiento de nuevos individuos. Existen numero
sos ejemplos de divisiones en las plantas y en los animales superio
res en los C "':Jales,por vía natural o experimental, es posible obtener
nuevos individuos a partir de un organismo completamente indivi
duado. Por ejemplo, la clonación de células del floema de la raíz de
zanahoria o de la planta del tabaco, la reproducción de árboles por
medio de esquejes, la partenogénesis· en anfibios o la clonación por
medio de la extracción de núcleos de células intestinales de renacua
jos en Xenopus laevii. Nadie ha puesto nunca en duda que los indivi
duos a partir de.los cuáles se segrega una porci6n para constituir un
nuevo individuo no fuesen anteriormente· individuados por el sólo
hecho de que puedan ser divisibles. La misma reproducción sexuada
constituye una forma de generar nuevos individuos a partir de los
progenitores, los cuales no por eso pierden su individualidad o,care:
cen de ella. Por último, si en un futuro próximo se clonase un ser hu-:
mano a partir de sus células adultas (lo que es de esperar que no se
intente), ¿significaría esto que, a partir-de ese momento,tendríam:os
que comenzar a.reconside:rar que un ser humano adulto es verdade
ramente un-individuo?
El estatuto antropológico del embrión humano 87
Es nuestra opinión que los datos biológicos con los que contamos
en la actualidad son compatibles con la afmnación positiva de la exis
tencia de un nuevo ser vivo humano desde pocos instantes posteriores
al momento del inicio de la fecundación normal. Es decir, pocos ins
tantes posteriores a la penetración en un ovocito normal de un esper
matozoide fecundante único y del cierre de la zona pelúcida para im
pedir la polispermia. Si existe desde ese momento un nuevo ser vivo
humano individual, existiría, en consecuencia, desde el primer instan
te, un sujeto humano completo en tanto que sujeto, y que permanece
rá individual y específicamente inalterado e inalterable a lo largo de
toda su existencia, por más que esté sometido á múltiples transforma
ciones desde el punto de vista de sus determinaciones adventicias.
Y, si existe un nuevo sujeto humano no puede sino existir una
nueva persona humana que, en tanto que tal, exige el reconocimien
to y el respeto de todos los derechos inherentes a su dignidad. Y esto
no obstante las apariencias sensibles de las cuales esta persona pue
da estar revestida, y a pesar de la total indefensión e incapacidad fí
sica de poder reivindicar por sí misma estos derechos. El zigoto hu
mano recién fecundado sería, en consecuencia, un ser humano en
acto, en.posesión de todas sus potencialidades, y en ningún caso un
ser humano potencial. Las evidencias empíricas y racionales.exami
nadas obligarían a observar las máximas precauciones en cuanto
a no atentar contra el derecho a la vida y a la integridad física,
psíqui ca y moral de un nuevo ser humano.
Segunda Parte
Capítulo 1
Introducción al estudio de la conducta animal
l. La vida vegetativa, en esta división, incluye a muchos más seres vivos que
aquellos que en el lenguaje corriente se designan como vegetales (p. ej.: bacterias,
hongos, etc.). Acerca de la vida vegetativa, cf.: SERANI,A., «La pregunta sobre el
ser vivo», Revista Universitaria, 22 (1987), pp. 25-30; SERANI,A., «Vida vegetati
va y vida sensitiva», en La vida ante el derecho (VI Jornadas Chilenas de Derecho
Natural), Red Internacional del Libro (Santiago de Chile), 1996, pp. 27-39.
96 El viviente humano
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2. LA VIDA ANIMAL
2.1. La conducta
Hemos visto, por una parte, que conocer no es crear una repre
sentación física dlo conocido, la cual tendría que, a su vez, ser co
nocida. Por otra parte, es claro que el objeto conocido realiza ver-
Introducción al estudio de la conducta animal 101
sar> >en el cognoscente sino que permanece siendo lo que es, a pesar
de haber sido asimilado.
Otra de las características de esta «re-presentación» cognosciti
va es que, si bien ella es necesaria para dar cuenta del conocimien
to, no es ella la que es conocida, sino que es por ella y en ella que se
conoce al sujeto del que ella es representación. Por esto, cuando
afirmo que una cosa es roja, lo que se afirma no es una característica
de la representación, sino que afirmo que la «rojedad» percibida está
revelando una propiedad del sujeto 9; del mismo modo que cuando
afirmo que esa es una conducta de caza del león, no es mi idea la
que pretendo estar conociendo sino al león por medio de mis ideas.
Y es el león y no la «idea» la que en este momento me ataca. Por lo
tanto, no es la representación cognoscitiva la que se conoce, sino
que en y por ella se realiza el conocer.
Por último, es necesario mencionar además que, para intentar ex
presar el modo original de este estar, el conocido en el cognoscente,
los autores clásicos han buscado expresiones como la de presencia
del otro como otro, o del otro en tanto que otro. O más fuertemente
aún que, en el acto de conocer, el cognoscente no sólo aprehende al
otro como otro, sino que deviene el otro en tanto que otro. Estas ex
presiones, más que definir adecuadamente el conocimiento --que no
lo pretenden-, remiten a una experiencia primera que no puede ser
reducida a algo más obvio que ella misma. La expresión nos remite
a la realidad misma del conocer, en nuestra experiencia, y en la con
templación de la realidad de esa experiencia que constatamos la ine
vitable insuficiencia de estas analogías o conceptualizaciones para
expresar una realidad que las desborda por todas partes.
4. CAUSALIDAD Y SER
12. Con razón los físicos de orientación galileana tenían por una especie de
«herejía» la introducción por parte de Newton del concepto de «fuerza» en el mar
co conceptual de la «nueva física», que sólo debía admitir descripciones de tipo
matemático.
Introducción al estudio de la conducta animal 109
13. Descripción que trasciende, por supuesto, el marco legítimo pero acotado
de una descripción puramente empírico-cuantitativa.
110 El viviente humano
7. EL CICLO DE LA CONDUCTA
14. Desde el punto de vista empírico pueden consultarse los notables trabajos
acerca del instinto realizados en el presente siglo por investigadores como Konrad
Lorenz, Karl von Frisch, Nikolaas Tinbergen, Jacob von Uexküll, Paul Leyhausen,
F.J.J. Buytendijk e Irenaus Eibl Eibesfeldt.
trabajos se encuentra en EIBL-EIBESFELDT,I., Etología: introducción al estudio
comparado del comportamiento, Omega (Barcelona), 1974.
Capítulo II
La persona humana como animal racional:
libertad y moralidad
l. INTRODUCCIÓN
l. En el sentido del tacto, la «distancia» tiene que ver más con eltipo de
inte racción que el animal tiene con aquello con lo cual está en «con-tacto» que
con el contacto físico propiamente tal. La palpación de un objeto
presumiblemynte co mestible es un tipo de contacto potencialmente menos nocivo
que la i11gesta direé ta de éste. En ese sentido, el tacto pone una «distancia» entre
una parte y otra del organismo, y un orden de acercamiento.
La persona humana como animal racional: libertad y 117
moralidad
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l. INTRODUCCIÓN
3. LA SEXUALIDAD
11
l. AA.VV., «Evolution», Scientific American (special issue), Septeniber
1978; «Life in the universe», Scientific American (special issue), October, 1994.
2. Cf. VIDAL, G., «The oldest eukaryotic cells», Scientific American, 250 (2)
(1984),.pp. 32-44.
\
3. MARGULIS, L., SAGAN, D., Origins of sex: three billion tears of genetic re
combination (2nd. Pr.) Yale University Press (New Haven), 1990.
l
'
Raíz biológica de la sexualidad humana 133
J., «Le sexe et l'évolution», Science & Vie, 171 (1990), pp.
8. W EISSENBACH,
4-15.
9. Op. cit.
10. Curiosamente la Dra. Margulis no examina con el mismo rigor si existe
suficiente fundamento científico para afirmar que la mutación pueda generarnue
vas especies. A juzgar por lo que ha ocurrido con los millones de mutaciones indu
cidas en la mosca Drosophyla Melanogaster, --que no han generado ninguna nue
va especie-, podría haber por lo menos espacio para una interrogante.
11. Üp. cit. Cf. también: TADDEI,F., M ATIC,l., RADM AN,M., «Du nouveau sur
1'origine des especes: le paradigme darwinien revu par l'analyse moléculaire des
bactéries», La Recherche, 291 (1996), pp. 52-59.
Raíz biológica de la sexualidad humana 137
12. BELL, G., The Masterpiece ofNature: the evolution and genetics ofsexua
lity, chapter 1: The paradox of sexuality, Croom Helm ·(London & Cant?erra),
1982, p 19. . .
13. DARWIN, C.R., «J. Proc. Linn. Soc.» (Botany) 6 (1862), pp. 77-96, citado
por G. BELL,op. cit.
14. En una recie11te publicación dedicada al tema Hines & Culotta
expresan lo siguiente: «La reproducción asexual -una simple estrategia de
«copia y divi sión» -aparece a primera vista como una solución menos
engorrosa y más efi ciente. No obstante, la reproducción sexual, es con mucho el
modo dominante, lo cual ha ll vado
ja evolutiva. Los biólogos han venido hilando teorías acerca de cuál es
exactamen te esa ventaja desde hace bastante tiempo, pero hasta ahora no hay una
única y cla ra respuesta»: HINEs, P., CULOTIA E., «The evolution of sex», Science;
281 (1998),
138 El viviente humano
5. LA CONDUCTA SEXUAL
15. Cf. ARISTÓTELES, La generación de los animales, Libro 11, cap. 1, 732 a 1-
10.
16. Existen algunas formas vivientes que tienen gametos idénticos (reproduc
ción isogamética); en estos casos se da reproducción «sexuada» sin sexos, es decir,
sin macho ni h<mlbra diferenciá.ble s.
..
Raíz biológica de la sexualidad humana 141
l. INTRODUCCIÓN
5. No siendo actos que surgen desde una capacidad de apetito libre como es la
voluntad, sino desde una facultad de tipo vegetativo, con acciones predeterminadas
y por lo tanto muy limitadamente «plásticas», estos actos no se encuentran bajo el
gobierno libre directo del sujeto o -por utilizar una imagen -«desde el interior»
mismo de la facultad; esto último es sólo prerrogativa de la voluntad. Lo anterior
no quiere decir que el actuar propiamente espiritual del sujeto no pueda de algún
modo repercutir en el accionar vegetativo, en razón de encontrarse ambos tipos de
potencias -vegetativas y espirituales -enraizadas en un mismo sujeto. De este
modo es posible vislumbrar una cierta «repercusión» posible de la vida espiritual
en la salud corporal. Ciertamente que esta posible «repercusión» requerirá la me
diación de las potencias sensitivas, cuya interacción con las potencias propiamente
espirituales resulta más que evidente a la experiencia.
6. Cf. SERANI,A., «Aspectos éticos en la regulación de la fertilidad», en LA
VADOS M. y SERANI,A., Ética Clínica (fundamentos y aplicaciones), Ediciones Uni
versidad Católica de Chile (Santiago de Chile), 1994.
El comportamiento sexual 149
humano
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9. A esto se refiere la moral clásica cuando afirma que las pasiones o emocio
nes no poseen en sí mismas moralidad, es decir, no son ni buenas ni· malas en el
sentido moral, sino que se transforman en buenas o malas ep. la medida en que se
El comportamiento sexual humano 151
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13. Debe tomarse nota del uso sólo aproximado del lenguaje. En estricto rigor
debe decirse que el sujeto por su razón se propone a sí mismo un bien deseable en
tanto que talpor su voluntad. Se ve a través de este ejemplo que el uso permanente
de un lenguaje formal haría de la lectura filosófica -ya árida de por.sí -un
ejer cicio inútilmente tedioso.
El comportamiento sexual humano 155