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CRIMEN
IMPUNIDAD
PRECISIONES SOBRE
LA VIOLENCIA
stración de carátula:
coy punta, 1923
’ássily Kandinsky,
economía colombiana / sociología y política
CRIMEN E IMPUNIDA)
PRECISIONES SOBRE LA VIOLENCJ
MAURICIO KUE
T
CEDE
40 años E D I T O F
T
EDITORES
•mKBR MUNDO &A. SANTAFÉ DE BOGOTÁ
TRANSV 2a. A. No. 67-27, TELS. 2550737 - 2551539, A-A. 4817. fiAX 2125976
© maurido rubio
© tm editores en coedidón con el cede
de la universidad de los andes
isbn: 958-601-828-8
Presentación
Introducción
Capítulo 1
En las puertas del infierno
El délo de los elenos
Los territorios de las FARC
El terror es el terror
Venganza y justicia privada: un elemento del paramilitarismo
La globalizadón de la justida
Los dividendos políticos de la violencia
¿Síndrome de estocolmo?
Capítulo 2
Un CAMPO RODEADO DE MISTERIO
La violenda homicida en Colombia •
Si por acá llueve...
La criminalidad urbana en la última década
*
Las organizadones armadas ilegales
Capítulo 3
¿Por qué tanta violencia?
Los mitos que han inspirado las políticas
Las "causas objetivas" de la violenda »
*
Pobreza espiritual: las defidendas en el capital social
Rebeldes y criminales en los textos
Guerrilla y crimen en Colombia
Las incómodas realidades
'-Una justida penal que no fundona
Conflicto armado, crimen y violenda
La historia del crimen
'Capítulo 4
El COSTO DE LA VIOLENCIA, EL PRECIO DE LA PAZ... Y OTRAS IMPRECISIONES
Reglas del juego y efidenda
Crimen y desempeño económico
Un impacto considerable
vi CONTENIDO
Qué hacer
Para saber lo que pasa: medir, medir, medir, medir 229
Para avanzar en el diagnóstico 237
Elementos para una teoría de los rebeldes colombianos 240
Para combatir las violencias: fortalecer la justicia 248
¿Qué se debe negociar? 252
Bibliografía 255
A la memoria de Lucho,
un tipo con principios.
PRESENTACIÓN
ix
Introducción
del Carpió, que insistía en no llamar las cosas por su nombre? ¿Se debe,
alternativamente, pensar en una especie de síndrome de Estocolmo co
lectivo que conduce a que la víctima empiece a compartir los ideales de
los victimarios y aún a admirar a sus verdugos?
En este trabajo se recogen los esfuerzos y las reflexiones que, como
analista con vocación por los datos y formación de economista, he he
cho a lo largo de los últimos cuatro años tratando de entender el embro
llo del crimen y la violencia en Colombia.
Hay que reconocer que los resultados de este empeño en materia de
respuestas a los interrogantes básicos aún no son alentadores. Cuestio
nes muy elementales continúan sin respuesta. ¿Por qué fue Colombia,
el modelo económico e institucional del continente, un campo tan fértil
para la consolidación del crimen organizado? ¿Por qué países vecinos
con una situación social parecida, o peor, pudieron enfrentar con éxito
los movimientos subversivos? ¿Por qué le tenemos tan poco apego a la
justicia penal? ¿Cuál es la contribución del conflicto armado al número
de muertes que anualmente ocurren en el país? ¿Por qué tardamos tanto
en otorgarle atención prioritaria a ese indicador básico de salud social,
la tasa de homicidios? ¿Los homicidas en Colombia, son muchos o muy
pocos? ¿Por qué pudo el país seguir creciendo satisfactoriamente en me
dio de una violencia explosiva? ¿Por qué empezaron a disminuir las
muertes violentas a principios de esta década? ¿Cuál es la lógica, la eco
nomía política, del conflicto armado? ¿Qué significa ese anhelo de todos
los colombianos, la paz? ¿Cuál es el escenario más probable de la guerra
en los próximos años?
Tal vez el avance más significativo que hemos logrado quienes, con
nuevas herramientas y un mayor afán por escudriñar la evidencia, nos
hemos dedicado al estudio de la violencia en el país recientemente, es
el de haber empezado a desvirtuar numerosos mitos, verdades a medias
y francas mentiras que han rodeado el campo del crimen, la violencia y
la guerra en el país.
Pero la política es terca. O el cansancio de la sociedad colombiana
ante la violencia es tan grande que estamos dispuestos a hacer cualquier
cosa en nombre de la paz. Hasta sacrificar elementales principios. O des
conocer la evidencia. O ignorar lo que, pensábamos, se había aprendi
do. O perder la capacidad de evaluar objetivamente las consecuencias
de lo que estamos haciendo. En forma similar a la familia de un secues
trado que, humillada, entrega su patrimonio con tal de dar fin a su pe-
xiv CRIMEN E IMPUNIDAD
1 Jamás nos desmovilizaremos, han dicho con franqueza Nicolás Rodríguez y Pablo
Beltrán. Dejaremos las armas cuando el Ejército colombiano haga lo mismo, dice por su
parte Galán.
1
2 CRIMEN E IMPUNIDAD
4 Artículo 12.
6 CRIMEN E IMPUNIDAD
sano recordar, por ejemplo, que están prohibidos los homicidios -siem
pre que sean "deliberados" y "arbitrarios".
Sólo una sociedad civil como la colombiana, amenazada y hastiada
de los violentos, es capaz de mostrarse optimista y esperanzada ante
concesiones tan pingües como las consignadas en el Acuerdo. Cabe pre
guntarse si no se estará cediendo demasiado de las averiadas instituciones
a cambio del privilegio de sentarse a discutir con los alzados en armas
los problemas seculares del país. Las perspectivas reales de un alto al
fuego parecen, con base en lo que se ha hecho público hasta la fecha,
bastante exiguas.
pero que tiene como principales protagonistas a los ganaderos del mu
nicipio. Para otros es motivo de desesperación. El anuncio del despeje
es el campanazo de alerta para quienes quieren salir de la zona desde
hace un buen tiempo. Ayer, las reservas de Satena, la aerolínea de las
Fuerzas Militares, batieron todos los récords en este municipio al cono
cerse la información de que serían suspendidos en breve"6.
¿Por qué esa inconsistencia entre lo que debería ser nirvana, la posi
bilidad de acoger a los benefactores del pueblo para discutir y diseñar
un nuevo país y el deseo manifiesto de salir cuanto antes de las zonas
despejadas?
La controvertible hipótesis según la cual la guerrilla es el vocero más
autorizado del deseo de cambio de la población, que inspira confianza
y brinda seguridad, es una de esas historias que logró imponer en el país
la sociología ficción sin siquiera molestarse en corroborarla, o tal vez
tratando de evitar que así se hiciera.
Es sorprendente que una decisión militar y política tan decisiva, en
alguna medida tan irreversible, se haya tomado con tan poca informa
ción sistemática sobre lo que allí sucede y con un esfuerzo tan débil por
hacer previsión de lo que pueda ocurrir.
Son demasiadas las concesiones mentales que se deben hacer para
interpretar los testimonios con optimismo. Resulta claro que las dudas,
la incertidumbre y el miedo no son un asunto exclusivo de unos cuantos
pobladores atípicos. Alcaldes elegidos por votación popular, o sea que
representan a la mayoría de la población, manifiestan inquietudes de
muy grueso calibre.
qué camino coger porque no existe la certeza de que se les respetarán sus
vidas y sus pocos bienes', manifestó el alcalde de Lejanías, Henry Beltrán
Díaz. 'La verdad es que nosotros estamos a la expectativa, ansiosos de
saber qué es lo que vamos a hacer y qué podemos aportar. En lo que he
hablado con los colegas de los municipios del despeje, me han comen
tado que lo único que quieren es que el gobierno les diga qué tienen
que hacer y qué garantías se van a tener', añadió el burgomaestre. 'No
sotros por acá lo vemos -el despeje- como un hecho importante e his
tórico, porque al fin y al cabo lo que se va a hacer es en beneficio de la
paz que tanto anhelamos', dijo Rodríguez, secretario de Gobierno del
municipio Uribe. Sostuvo que 'todavía quedan muchas dudas por re
solver. ¿Qué va a pasar con los habitantes de la región, quién responde
por sus vidas?'7.
fuera del control del poder civil. Sería muy tranquilizador, dentro di
este proceso del diseño de una nueva Colombia, poder siquiera imagi
nar unas organizaciones armadas que cumplieran una orden de un dvi
elegido popularmente con la prontitud, el sigilo y la docilidad con que
el Ejército Nacional está actualmente acatando la directiva presidencia
de despeje de los municipios.
Desde un punto de vista puramente sociológico, por llamarlo de al
guna manera, el experimento del despeje sería de sumo interés y utili
dad, tanto para el desarrollo posterior del proceso como para los que sí
tengan que emprender en el futuro. Si tan sólo se pudiera tener la tran
quilidad de que quedará un registro objetivo y sistemático de lo que all
está ocurriendo. A juzgar por los reportes de prensa, ni siquiera de ese
se puede estar muy seguro. No parece haber la intención de enviar a lí
zona de despeje antropólogos o sociólogos, o economistas, o médicos
legistas, para que analicen lo que acontecerá en este insólito laboratorio
social. Quedarán rumores, aquellos que nunca tienen la fuerza suficien
te para rebatir los mitos. Los que siempre se podrán descalificar come
provenientes de los enemigos de la paz. O quedarán visiones pasteuri-
zadas por los medios. Porque se ha hecho explícito que en la zona no se
admitirán extraños, ni infiltrados, ni saboteadores. En otros términos,
nada que pueda encarnar una opinión disonante.
El terror es el terror
qué camino coger porque no existe la certeza de que se les respetarán sus
vidas y sus pocos bienes', manifestó el alcalde de Lejanías, Henry Beltrán
Díaz. 'La verdad es que nosotros estamos a la expectativa, ansiosos de
saber qué es lo que vamos a hacer y qué podemos aportar. En lo que he
hablado con los colegas de los municipios del despeje, me han comen
tado que lo único que quieren es que el gobierno les diga qué tienen
que hacer y qué garantías se van a tener', añadió el burgomaestre. 'No
sotros por acá lo vemos -el despeje- como un hecho importante e his
tórico, porque al fin y al cabo lo que se va a hacer es en beneficio de la
paz que tanto anhelamos', dijo Rodríguez, secretario de Gobierno del
municipio Uribe. Sostuvo que 'todavía quedan muchas dudas por re
solver ¿Qué va a pasar con los habitantes de la región, quién responde
por sus vidas?’7.
fuera del control del poder civil. Sería muy tranquilizador, dentro de
este proceso del diseño de una nueva Colombia, poder siquiera imagi
nar unas organizaciones armadas que cumplieran una orden de un civil
elegido popularmente con la prontitud, el sigilo y la docilidad con que
el Ejército Nacional está actualmente acatando la directiva presidencial
de despeje de los municipios.
Desde un punto de vista puramente sociológico, por llamarlo de al
guna manera, el experimento del despeje sería de sumo interés y utili
dad, tanto para el desarrollo posterior del proceso como para los que se
tengan que emprender en el futuro. Si tan sólo se pudiera tener la tran
quilidad de que quedará un registro objetivo y sistemático de lo que allí
está ocurriendo. A juzgar por los reportes de prensa, ni siquiera de eso
se puede estar muy seguro. No parece haber la intención de enviar a la
zona de despeje antropólogos o sociólogos, o economistas, o médicos
legistas, para que analicen lo que acontecerá en este insólito laboratorio
social. Quedarán rumores, aquellos que nunca tienen la fuerza suficien
te para rebatir los mitos. Los que siempre se podrán descalificar como
provenientes de los enemigos de la paz. O quedarán visiones pasteuri-
zadas por los medios. Porque se ha hecho explícito que en la zona no se
admitirán extraños, ni infiltrados, ni saboteadores. En otros términos,
nada que pueda encarnar una opinión disonante.
El terror es el terror
11 "Valle del Río Verde: escenario de paz con el ELN". El Espectador, octubre 12 de
1998.
12 Es la definición propuesta por Bassiouni (1981).
14 CRIMEN E IMPUNIDAD
que facilita el logro de objetivos por parte de quien ejerce la acción. Esta
circunstancia coincide con lo que la literatura denomina terrorismo.
La frecuencia y la facilidad con que se secuestra en Colombia y la
virtual condonación de esta conducta por segmentos cada vez más am
plios e influyentes de la opinión pública, tienen consecuencias tanto so
bre las reacciones de los secuestradores como de las eventuales víctimas.
Para los primeros, se desvanecen progresivamente las barreras, legales
o morales. Es más fácil retener que secuestrar, y todavía más sencillo
jugar a la "pesca milagrosa" que retener a alguien. Sobre todo cuando,
como está ocurriendo en Colombia, son cada vez más numerosas las
voces que se suman para comprender y hasta justificar tal conducta. Las
justificaciones nobles, y el consenso social acerca de la moralidad de
ciertas actuaciones es un abierto estímulo a que se sigan emprendiendo.
La legitimidad que le otorgan las autoridades, cuando en el mismo día
en que se divulga el secuestro de tres personas se hace público recono
cimiento de la buena voluntad y el ánimo de paz de la agrupación res
ponsable de los secuestros, consolida el círculo vicioso. Un ambiente
laxo con los secuestradores terminará consolidando aún más esta prác
tica. De la misma manera que un ambiente laxo con los homicidas ter
minó convirtiendo a Colombia en uno de los sitios más violentos del
planeta.
¿En qué momento de unas negociaciones de paz se empiezan a lla
mar las cosas por su nombre y se distingue lo que es una conducta acep
tada de una que no lo es? ¿Cuál es el nombre que, en la nueva Colombia
que se está empezando a diseñar, se le dará a la retención de personas?
¿Cuáles serán las razones que harán válido un secuestro? ¿En qué mo
mento la "pesca milagrosa" de hoy, tan trivial y aceptada, se convertirá
en la desaparición forzada y la tortura, tan temidas?
Un punto que vale la pena destacar con relación a la privación de
libertad de las personas, puesto que va en contravía de lo que se está
aceptando implícitamente en este proceso, lo constituye el hecho que,
de acuerdo con algunas encuestas, el secuestro es un incidente que está
preocupando casi por igual a todos los segmentos de la población co
lombiana, en el campo y en las ciudades. La noción relativamente difun
dida en el país de que el secuestro es una especie de penalización a la
evasión tributaria impuesta por los grupos rebeldes a los miembros de
la oligarquía rural no concuerda con la poca evidencia disponible al res
pecto. Aunque, como cabe esperar, el secuestro es un delito al cual le
EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO 15
22 Jacoby (1983).
23 Artículo 15 D del Acuerdo de Puerta del Cielo.
24 Artículo 15 F.
20 CRIMEN E IMPUNIDAD
del Acuerdo de Puerta del Cielo, como las FARC, como sus voceros y
simpatizantes, que bastará la voluntad y una orden del gobierno para
desmontar estos grupos, es una actitud miope, sesgada, con poco res
paldo en la evidencia, y que puede conducir a costosos errores políticos.
La globalización de la justicia
25 López Garrido, Diego y Mercedes García Arán (1998) 'La Humanidad contra Pi
nochet', El País, octubre 20 de 1998, p. 13. Ambos autores hacen parte de un grupo de
juristas españoles que han elaborado un dictamen sobre el caso.
22 CRIMEN E IMPUNIDAD
V
24 CRIMEN E IMPUNIDAD
¿SÍNDROME DE ESTOCOLMO?
29 Aulestia, Kepa (1998) Crónica de un delirio. Madrid, Temas de hoy. Aunque la cita
se refiere al caso de la eta, es pertinente para los logros de la subversión colombiana.
30 Edmundo Burke citado por Giraldo et al (1997).
EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO 27
"La imagen de los soldados que custodian el vasto territorio de las sel
vas del Caguán (Caquetá) comienza a desvanecerse. Los tres retenes
militares que interrumpían el paso en la carretera que permite llegar a
San Vicente del Caguán son cosa del pasado.
En medio del más estricto silencio, las tropas de la Brigada Móvil Nú
mero II y el Batallón Cazadores comienzan a replegarse".
3-í
34 CRIMEN E IMPUNIDAD
2 Es casi inexistente, por ejemplo, la información que se tiene sobre ataques crimi
nales en las pequeñas ciudades y en el campo.
3 Ver Steiner (1997) o Thoumi (1994).
UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 35
Evolución
GRÁFICO 2.1
TASAS DE HOMICIDIO 1960-1996
5 Tanto las estadísticas vitales como las de justicia están bajo la responsabilidad del
Departamento Administrativo Nacional de Estadística (dañe). Los datos de Medicina
Legal que, como se verá más adelante, constituyen en la actualidad una valiosa fuente,
de información, son bastante recientes y no alcanzan a constituir una serie histórica. I
UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 37
6 Definida como el número anual de homicidios por cada 100 mil habitantes.
7 Esta estimación la realizó Giovanni Romero. Se empleó la técnica desarrollada por
piü (1987) que permite estimar, partiendo de tablas de vida modelo, las muertes ocurri
das en un período intercensal.
38 CRIMEN E IMPUNIDAD UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 39
los actuales patrones internacionales, dentro de los cuales tasas simila turaleza, que van en contra de lo que podría denominarse el diagnósti
res se han observado únicamente en sociedades en guerra civil declara co predominante, el de una violencia rutinaria y generalizada entre los
da. Países americanos, como el Brasil, México, Venezuela o los Estados ciudadanos13. Las cifras colombianas reflejan claramente que se trata de
Unidos, que en la actualidad se consideran agobiados por la violencia, un país en guerra. Ninguna sociedad contemporánea, ni ninguna co
presentan tasas equivalentes a una fracción -entre el 15% y el 25%- de munidad para la cual se disponga de registros históricos, presenta en
la colombiana. La relación actual entre la tasa colombiana y la de algunos tiempos de paz niveles semejantes de violencia.
países europeos o asiáticos es superior a cuarenta a uno8. Para encontrar Durante tres lustros, entre 1970 y 1986, y como se aprecia en el
en Europa órdenes de magnitud similares, y para ciertas localidades es Gráfico 2.2, las cifras judiciales sobre los sumarios14 abiertos por homi
pecíficas, es necesario remontarse al siglo xv. Como por ejemplo Ams- cidio captaron relativamente bien la tendencia general de la informa
terdam, cuya tasa en el siglo XV era de 50, descendió a 20 en el siglo XVI ción de la Policía15.
y ya era inferior a 8, cien años más tarde. En Estocolmo en el siglo XV era
de 429. En Inglaterra era de 20 en 1200 y para fines de la Edad Media ya GRÁFICO 2.2
había descendido a 1510. Sharpe (1996) estima en 110 la tasa de homici HOMICIDIOS 1970-1996
dios de la ciudad de Oxford en el siglo xtv, pero en Bristol, un siglo Denuncias y sumarios
antes, era tan sólo de 5. En Bergen, Noruega, reconocida como una ciu
dad particularmente conflictiva, centro de comercio internacional, con
una población de alta movilidad, de distintas nacionalidades y con di
versos grupos étnicos, se calcula en 83 la tasa de homicidios hacia 156011.
Todas estas cifras se refieren a un período anterior al llamado "proceso
civilizante"12 que en el curso de varios siglos cambió los hábitos de los
pobladores de las ciudades europeas, dejó atrás el código feudal del ho
nor, controló las manifestaciones de agresión personal, y pacificó las cos
tumbres y la forma como se solucionaban los conflictos. Tal es el término
Fuente: dañe y Pblicía Nacional.
-the civilizing process- que, de la obra de Norbert Elias, han adoptado
varios historiadores del crimen para referirse al cambio secular en las
costumbres y los hábitos de los europeos que, entre otros factores, se dio
acompañado de una continua y sostenida pacificación.
13 Una discusión detallada de este diagnóstico se presentará más adelante.
Así, los simples órdenes de magnitud de la violencia homicida en 14 En Colombia se conoce como sumario la etapa investigativa, o de instrucción, de
Colombia durante la última década dan algunas luces acerca de su na cualquier proceso penal. Hasta 1991 esta etapa era responsabilidad de los llamados jue
ces de instrucción criminal y en la actualidad la llevan a cabo los fiscales. Es posterior a la
denuncia y anterior al juicio penal, que ya se lleva a cabo bajo la responsabilidad de un
juez.
8 La fuente más utilizada para los homicidios son los anuarios de la Organización 15 No he podido entender -ni he recibido de varios penalistas consultados una ex
Mundial de la Salud. Cuadros con estas cifras se pueden ver en Ihijillo y Badel (1998) o plicación satisfactoria- por qué el número de sumarios por homicidio fue durante va
en Gaviria (1997). nos años muy superior al de los homicidios reportados por la Policía. La posibilidad de
9 Johnson y Monkkonen (1996) p. 9. Que se abrieran varios sumarios para investigar a varios presuntos autores de un mismo
10 Spierenburg (1996) p. 64. omicidio debe descartarse pues no ha sido esta una práctica común del sistema penal
11 Osterberg (1996) p. 45. colombiano. La diferencia es tan grande que permite pensar en un problema de doble
12 'The civilizing process' de Elias. contabilidad en las estadísticas judiciales.
40 CRIMEN E IMPUNIDAD UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 41
A partir de 1987, y como resultado de cambios en el procedimiento de los habitantes, ocurren más de la mitad de los homicidios. En Colom
penal, los procesos judiciales por homicidio se alejaron definitivamente bia, aun en las grandes ciudades, la mayoría de las muertes violentas
de la evolución de las respectivas denuncias. A partir de este año, en ocurren en unos pocos barrios. Así, la primera anotación que surge de
efecto, por medio del Decreto 050 de 1987, se decidió limitar la apertura los datos regionales de homicidios es la de la alta concentración geográ
de sumario a los casos en los cuales hubiera un "sindicado conocido". fica de la violencia. Esta peculiaridad también va en contra del diagnós
Esta reforma vino a formalizar una de las peculiaridades de la justicia tico de una violencia rutinaria y de intolerancia que, casi por definición,
penal colombiana: la de darle prioridad en la investigación a los inciden debería estar repartida de manera uniforme en el territorio nacional.
tes criminales que precisamente menos investigación requieren. Así, pa Aunque en principio el criterio para la apertura de una oficina regio
radójicamente, mientras la violencia se desbordaba, la justicia penal nal de ML en un municipio ha estado basado en los índices de violen
colombiana investigaba formalmente un número cada vez menor de cia17, en la práctica tal decisión está restringida por el desempeño de la
muertes violentas. Esta segunda peculiaridad de la violencia homicida justicia penal en esa localidad, puesto que para justificar una nueva re
colombiana durante la última década, la de irse quedando por fuera del gional de ML se requiere que haya una demanda por los servicios de ne
sistema judicial, también permite decir algo acerca de sus posibles orí cropsia por parte de la Policía Judicial, o de la Fiscalía18. Un ejercicio
genes: no parece ser el resultado de los problemas de intolerancia y de estadístico muy simple tiende a corroborar esta hipótesis: más que por
las disputas. Son precisamente estos incidentes -los rutinarios, los que
la tasa de homicidios, la probabilidad de que un municipio colombiano
involucran a ciudadanos corrientes, los que se cometen ante testigos-
cuente con su propia regional de ML depende del número de investiga
ios que despiertan el interés de la justicia penal colombiana y los que ciones preliminares por delitos contra la vida e integridad personal19
tienen una alta probabilidad de ser investigados y juzgados.
que se inician en ese municipio. De esta manera, la fuente más confiable
de información sobre violencia homicida en Colombia, Medicina Legal,
Dimensión legional depende infortunadamente de una de las instancias oficiales más sensi
bles a la violencia, y en particular a aquella ejercida por las organizacio
En la actualidad una fuente valiosa de información sobre violencia homi nes armadas, el sistema penal. Aparece así un primer escenario
cida en Colombia la constituyen los reportes de "necropsias por causa de favorable al subregistro de las muertes violentas: los lugares en donde
muerte" que lleva el Instituto Colombiano de Medicina Legal (ML). En los
una organización armada, con interés en ocultar sus homicidios, man
últimos cuatro años se ha hecho un esfuerzo por establecer una regional tiene un poder de intimidación sobre el sistema judicial suficiente para
de ML en los sitios más violentos del país16. En la actualidad ML cuenta con
que no se soliciten los servicios de los médicos legistas y queden de esta
una oficina regional en 124 municipios que con el 61.9% de la población manera ciertas muertes sin registrar20. No son escasos en Colombia los
concentraron el 79.5% de las muertes por homicidio en 1995. De las 160 mil
muertes violentas intencionales que, según la información de la Policía Na
cional, hubo en el país entre 1990 y 1995, un poco más de 113 mil, o sea el
17 Este ha sido el criterio que, según los funcionarios de Medicina Legal consulta
71% del total, ocurrieron en alguno de los municipios cubiertos por ML.
dos, ha sido determinante en las decisiones de apertura de oficinas regionales en los
De acuerdo con estos datos, los 20 municipios más violentos del país, últimos años.
en donde habita únicamente el 8.5% de la población, dan cuenta del 18 En Colombia, un médico legista no puede, por iniciativa propia, practicar una
28.8% de las muertes violentas. En cincuenta localidades, con el 22.6% n^Topsia. Tal acción debe ser solicitada por las autoridades con función de Policía Judi-
testimonios que muestran el interés de las organizaciones armadas por muerte que contempla ML24 sean independientes entre sí es pertinente
ocultar las muertes violentas, propias o ajenas. De acuerdo con el relato señalar la existencia de algunas relaciones entre las tasas, a nivel muni
de un campesino de la región del Atrato, "si a uno lo matan, el cadáver cipal, de las distintas causas25. El hecho de que en los municipios con
desaparece en medio del monte o de los ríos, porque los paramilitares y altos niveles de violencia homicida las necropsias reflejen también una
la guerrilla no dejan recoger a nadie el cuerpo de ninguna persona para incidencia superior al promedio nacional para suicidios, muertes natu
darle digna sepultura. Al que lo haga también lo matan... Esa gente rales y muertes accidentales y que, por otro lado, entre estas dos últimas
piensa que así demuestra poder"21. Nunca quedó claro, oficialmente, el categorías los datos muestren una correlación positiva y estrecha permi
número de las bajas ni del ejército, ni de la guerrilla, que resultaron de te pensar en la posibilidad de sesgos de clasificación que hacen que, en
los enfrentamientos en El Billar, Caquetá, a principios de marzo de 1998. las localidades más violentas, parte de los homicidios queden registra
Se hablaba de entre 30 y 80 muertos. Ya en 1988 la guerrilla se cuidaba dos bajo otras causales. Aun para Ciudad de México, por ejemplo, que
de no dejar contar sus muertos en combate. De acuerdo con el testimo tiene unos niveles relativamente bajos de violencia homicida, quienes
nio de un ex guerrillero, luego del asalto a la base de Saisa en Córdoba, han examinado en detalle las fichas de los médicos legistas no rechazan
se hicieron grandes esfuerzos para ocultar los 20 guerrilleros caídos en la posibilidad de problemas de clasificación asociados con "presiones
el enfrentamiento. "Cuando ya estábamos fuera de peligro, llegamos a institucionales". Para Colombia, no deja de parecer extraño que un 75%
un sitio y a los muertos que llevábamos les hicimos una fosa común. Esa de las variaciones en las tasas de muertes accidentales, un 62% en las de
fosa quedó anónima por seguridad y nunca se le dice a nadie dónde homicidios y un 59% en las de muertes naturales se expliquen en fun
queda, ni a los familiares"22. En 1989, en la finca "La 60", propiedad de ción de las demás causales de muerte. Tampoco parece fácil de justificar
un conocido esmeraldero, fue hallada una fosa común con 50 hom el efecto, estadísticamente significativo, que muestran las tasas de homi
bres23. El problema no es exclusivo de las zonas rurales y apartadas, sino cidio sobre las muertes accidentales y los suicidios.
que depende básicamente del poder de las organizaciones armadas en Otra modalidad de la desinformación sobre la violencia en Colom
una región. Un funcionario de la Cruz Roja me relató el caso de un cura bia, tiene que ver con el desconocimiento casi absoluto que se tiene so
párroco asesinado recientemente por la guerrilla en un municipio al bre los homicidas y con la ignorancia sobre las circunstancias que
oriente de Bogotá, y cuyo cadáver permaneció tres días en la calle pues rodean los incidentes. Es conveniente tener en cuenta que el limitado
nadie se atrevía a hacer nada. Fue necesario que la Cruz Roja lo recogie desempeño de la justicia penal en su tarea de aclarar los homicidios -en
ra. En la misma dirección apuntaría el problema de las "desapariciones", Colombia se aclaran menos del 5%- impone serias limitaciones en tér
cuya magnitud real, o cuyos verdaderos responsables son un verdadero minos del diagnóstico de las causas de la violencia homicida.
misterio. Esta circunstancia no ha impedido que en Colombia se den por cier
Para que un homicidio no aparezca en las estadísticas no es indis tas algunas afirmaciones que simplemente no pueden hacerse con base
pensable llegar al extremo de ocultar el cadáver. Es suficiente con que en los datos disponibles. Tal sería, por ejemplo, el caso de la asociación
aparezca como una defunción por una causa distinta. La información del consumo de alcohol con la violencia homicida. De varias personas
disponible de ML no permite descartar la posibilidad de esta segunda que defienden en Colombia la existencia de un estrecha asociación entre
modalidad de subregistro de los homicidios en Colombia. Aunque, en
principio, cabe esperar que las cifras sobre las diferentes causas de
24 Homicidios, suicidios, muertes accidentales, indeterminadas, neonatales y natu
rales.
25 La tasa de homicidio presenta una correlación positiva, cercana al 70% con la tasa
21 Giraldo, Abad y Pérez (1997) p. 100.
22 Ver "Las bajas ocultas de la guerrilla". El Tiempo, marzo 10 de 1998, p. 3A. 4?<^OS otras causales de muerte -las accidentales y los suicidios- y entre el 28% y
23 Ver "Víctor Carranza" en La Nota Económica No. 10,1998, p. 15. con la de otras causales.
44 CRIMEN E IMPUNIDAD
GRÁFICO 2.3
HOMICIDIOS EN 1996 Y CONOCIMIENTO DE LAS CAUSALES
Datos de Medicina Legal por departamentos
interior a 40 BAJA
entre 40 y 80 MEDIA
superior a 80 ALTA
... de los
homicidios
en el pais
tre los datos de dos años consecutivos son siempre superiores al 90%.
La segunda característica de estas correlaciones entre los datos munici
pales de dos períodos es que decrecen con el paso del tiempo. En la
actualidad, el mejor predictor de la violencia en un municipio colombia
no es el número de homicidios observado en ese mismo municipio en
el año inmediatamente anterior. Fuera de la alta asociación que se obser
va entre el número de muertes en un municipio en dos períodos conse
cutivos, la evolución de los homicidios en las localidades del país con
mayor número de muertes es particular en el sentido que no presenta
cambios bruscos de un año a otro.
26 Los datos de esta sección se obtuvieron de los informes del proyecto de la red de
centros de investigación del BID "La violencia en América Latina. Dimensionamiento y
políticas de control".
UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 47
GRÁFICO 2.4
HOMICIDIOS EN LIMA
27 OCEl/CPTJ-
48 CRIMEN E IMPUNIDAD
GRÁFICO 2.5
CARACAS
SUBREGISTRO DE HOMICIDIOS
GRÁFICO 2.6
CRIMINALIDAD REAL EN COLOMBIA
Encuestas de victimización 1985-1991-1995
Tasa global
*
% De hogares afectados
Fuente: dane-enh.
* Número anual por cien mil habitantes.
UN CAMPO RODEADO DE MISTERIO 51
este hogar ha sido afectado por hechos violentos o por delitos en el úl
timo año?". Es razonable pensar que en ese año los incidentes no vio
lentos contra la propiedad hayan podido quedar con un menor reporte.
En segundo término, en el año 1991 esta pregunta sobre victimización
venía precedida de varias preguntas sobre muertes violentas, proble
mas en los barrios, derechos humanos, abuso de los organismos de se
guridad y cambio de domicilio por razones de violencia que se puede
pensar desviaban la atención del encuestado hacia los incidentes con
violencia30. Así, en estricto sentido sólo la encuesta de 1985 y la de 1995
son comparables.
Otro punto que se debe destacar con relación a la criminalidad en
Colombia es el importante aumento en la incidencia de los atracos, o
atentados violentos a la propiedad, cuyas tasas por cien mil habitantes
(pcmh), como se puede apreciar en el Gráfico 2.7, se duplicaron entre
1985 y 1995. La alta participación de los atracos dentro de los atentados
a la propiedad en el año 1991, superior a la de las otras encuestas, ten
dería a corroborar la inquietud planteada en el sentido que la manera
como se hicieron las preguntas en 1991 pudo sesgar las respuestas hacia
un subreporte de los incidentes no violentos.
Este fenómeno puede ser el que permita explicar la creciente sensa
ción de inseguridad que, a pesar del aparente descenso en las tasas de
criminalidad entre 1985 y 1991, manifiestan los colombianos. El último
comentario es que los delitos contra la vida presentan un comporta
miento opuesto al de aquellos contra la propiedad -aumento entre 1985
y 1991 y leve descenso en 1995- pero quedan en niveles superiores a los
de 1985. Al analizar, dentro de los atentados contra las personas, la par
ticipación de los homicidios se observa un gran aumento entre 1985 y
1991, período durante el cual se pasó de menos del 20% a cerca del 60%.
Así, como gran tendencia de la criminalidad colombiana en la última
década, se debe destacar la reorientación de los delitos hacia aquellos
con una mayor dosis de violencia.
De acuerdo con los datos de la última encuesta, durante 1995 un
poco más de medio millón de hogares (cerca del 15% del total) fueron
30 Por último, en 1985, se hizo en seguida la pregunta "de qué delitos han sido víc-
“mas" dejando tres espacios abiertos para responder En 1991 la pregunta similar dejaba
dos espacios con 12 alternativas cerradas de delitos.
52 CRIMEN E IMPUNIDAD
GRÁFICO 2.7
ATENTADOS VIOLENTOS A LA PROPIEDAD
Encuestas de victimización 1985-1991-1995
85 91 95
GRÁFICO 2.8
DENUNCIAS PENALES
Policía Nacional y encuestas del DAÑE 1960-1995
Cuando, por otro lado, las tasas de criminalidad pueden ser utiliza
das para evaluar el desempeño de los organismos de seguridad, no es
difícil imaginar que se den incentivos para no registrar, por ejemplo, los
casos más difíciles de resolver, o para limitarse a aquéllos en los que se
ha tenido éxito en la identificación y captura de los implicados. En tal
sentido es pertinente señalar la existencia de una estrecha relación entre
las denuncias por delitos económicos registradas por la Policía y el nú
mero de personas capturadas como presuntos implicados en los delitos.
Esta asociación, como se observa en el Gráfico 2.9, aparece tanto a nivel
agregado como para los distintos tipos del título de atentados "contra el
patrimonio económico".
En principio cabe esperar que las estadísticas sobre los sindicados
aprehendidos por la Policía Nacional sean confiables, puesto que se tra
ta de cifras que deben ser consistentes con las de otras agencias inde
pendientes entre sí -en este caso el sistema carcelario, o el sistema
judicial-. Lo anterior no significa, sin embargo, que sean éstos unos da
tos que puedan tomarse como indicadores de la criminalidad. El núme
ro de personas capturadas depende no sólo de dichos índices sino de la
eficacia en la tarea de identificar y aprehender a los delincuentes. Lo que
sugiere la asociación que se observa entre los datos de detenidos y los
de los delitos, es que estos últimos parecerían haberse adaptado progre
sivamente a la evolución de los primeros. Esta dinámica puede explicar
se de dos maneras. Bajo una visión crítica de los organismos policiales
podría pensarse que el número de delitos registrados por la Policía se
calcula a partir de la información de los capturados, de tal manera que el
balance entre una y otra cifra muestre unos parámetros razonables de
eficiencia. Una lectura menos simplista de esta relación apuntaría en la
dirección de una posible contaminación de los procedimientos policia
les de registro con una de las principales perversiones de la justicia pe
nal colombiana: su progresiva concentración en los delitos con sindicado
conocido. En el marco de un sistema de justicia penal que, como el colom
biano en las últimas décadas, ha venido dejando de lado la investiga
ción de los incidentes criminales para los cuales se desconoce el agresor,
no resultan del todo extrañas unas estadísticas criminales que también
se hayan apartado de los delitos en cuya denuncia no se ha identificado
al responsable.
GRÁFICO 2.9
DELITOS REGISTRADOS Y PERSONAS CAPTURADAS
Policía Nacional
Total Relación Atraco
Delitos contra la propiedad
2.0 “ ■ " 20
1.5 “ • ’ 15
0.5 5
i L
0.0 1i1I- 0
75 80 85 90 95 75 80 85 90 96 75 80 85 90 -15
57
Fuente: Policía Nacional.
58 CRIMEN E IMPUNIDAD
GRÁFICO 2.10
atentados contra las personas
Según Policía Nacional
Total
36%
I Hondaios
H Homddios AT*
O Lesiones
O i es-ones AT’
GRÁFICO 2.11
DENUNCIAS POR LESIONES PERSONAL ES
Tasas por 100 mil habitantes
GRÁFICO 2.12
AlENTADOS CONTRA LAS PERSONAS
Homicidios (H) y lesiones personales (LP)
GRÁFICO 2.13
HOMICIDIOS (H) Y LESIONES PERSONALES (LP)
33 De acuerdo con Gaitán [1997] este argumento, pieza clave de las recomendacio
nes de desarme, fue propuesto inicialmente por Alvaro Camacho y Alvaro Guzmán
para explicar las caídas en lesiones personales en Cali en forma paralela al aumento en
los homicidios.
64 CRIMEN E IMPUNIDAD
La criminalidad judicialízada
ONCE
CIUDADES
ENH
89%
Fuente: dañe.
67
68 CRIMEN E IMPUNIDAD
cación del conflicto armado durante los últimos dos años, la gran acogi
da del mandato ciudadano por la paz en las urnas y el avance de las con
versaciones con los grupos alzados en armas volvieron a colocar en los
primeros lugares de la agenda política el tema del conflicto armado y
sus posibles salidas.
Las circunstancias anteriores han puesto en evidencia la precariedad
del diagnóstico sobre la violencia colombiana que por muchos años ha
inspirado las acciones públicas orientadas a su control. La parte más
pertinente de este diagnóstico tiene que ver con la idea de que la contri
bución del conflicto armado al número de homicidios en el país es baja.
Por defecto, se adoptó la visión de una violencia fundamentalmente ca
sual y fortuita, como la que resulta de los problemas de intolerancia en
tre los ciudadanos.
En este contexto, sorprende la importancia que está recibiendo ac
tualmente el tema de la paz negociada con las organizaciones armadas.
Aquí hay una gran inconsistencia. Si, como se ha venido afirmando por
tantos años, el grueso de los muertos en el país poco tiene que ver con
el conflicto, las prioridades y los esfuerzos en materia de paz deberían
estar orientados hacia otros frentes. Si, por el contrario, resulta ahora
fundamental e inaplazable buscar el diálogo con los grupos armados, es
porque se les asigna una alta responsabilidad en el elevado número de
muertes intencionales que anualmente sufre el país. Cualquier observa
dor incauto se hace, ante el contagioso afán por buscarle una solución
negociada al conflicto, un pregunta muy sencilla: ¿por qué súbitamente
perdieron importancia los conflictos rutinarios, los de la calle, aquellos
que estaban produciendo el mayor número de muertes violentas en el
país? ¿Quién se está preocupando hoy, en algún lugar de las montañas
de Colombia, por los jóvenes que bajo la influencia del alcohol y un
régimen laxo en cuanto al control de armas discutían por cuestiones
triviales y acababan matándose?
Lo más insólito de la situación es que no se trata de un debate entre
dos grupos distintos de analistas, cada uno con su propia vocación por
una de las dos explicaciones extremas sobre la violencia. No debe dejar
de señalarse, ante la sorpresa que produce tal incoherencia, que son
precisamente los más asiduos defensores de la idea que el conflicto ar
mado ha sido responsable de un número muy reducido de muertes en
el país, quienes muestran en la actualidad un mayor afán por negociar
con los alzados en armas para encontrar un camino seguro hacia la paz.
74 CRIMEN E IMPUNIDAD
2 Para un buen resumen del estado actual del debate, y una propuesta de síntesis
entre la visión sociológica y el modelo de agentes racionales, ver Vanberg (1994).
3 Cita de Jean-Claude Chesnais, Histoire de la Violence, París, F.ditions Robert Laffont,
1981. Comisión de Estudios sobre la Violencia (1995). Presentación.
76 CRIMEN E IMPUNIDAD
cho menos para hacer una generalización tan contundente acerca de las
razones por las cuales se matan los colombianos. Conviene aclarar que
la precariedad de la información sobre los homicidas, que necesaria
mente impone una gran cautela en la tipificación de la violencia, ya era
un factor conocido en el momento en que se hicieron estas afirmaciones,
y lo era por quienes las formularon, como se desprende de la lectura del
siguiente párrafo: "Si entre 1980 y 1984 el porcentaje de sindicados que
se logró identificar en una ciudad como Cali fue de 51.2%, en 1986 es de
sólo 30.7%, y actualmente, si se excluyen los sindicados de homicidio en
accidentes de tránsito, se reduce a 13.5%"9. Aún más, cierta información,
parcial, analizada por la Comisión contradice abiertamente estas afir
maciones: "En una observación sistemática de prensa en la ciudad de
Cali se encontró que, de ciento veintinueve homicidios sobre los cuales
se halló información, cuarenta y cuatro, o sea el treinta y cuatro por
ciento, fueron cometidos por sicarios"10.
Lamentablemente, la idea de que sólo una pequeña fracción de las
muertes violentas se puede atribuir al conflicto armado y que, por de
fecto, el saldo puede asimilarse a problemas de convivencia entre los
ciudadanos hizo carrera sin la indispensable aclaración sobre el limitado
alcance de los datos disponibles. En 1993 se continuaba afirmando ofi
cialmente que "la mayoría de los homicidios (cerca del 80%) hacen parte
de una violencia cotidiana entre ciudadanos, no directamente relacio
nada con organizaciones criminales"11. Actualmente, en los programas
locales contra la violencia, como por ejemplo el de convivencia ciudadana
de la capital del país, se sigue percibiendo la influencia de las mismas
ideas: "es indiscutible que el mayor problema que enfrenta Bogotá es el
alto nivel de violencia con que muchos habitantes resuelven sus conflic
tos cotidianos, ante la absoluta indiferencia por parte del resto de la so
ciedad"12.
Como ya se señaló, los 124 municipios colombianos en los cuales
Medicina Legal (ML) ha establecido una oficina regional constituyen un
GRÁFICO 3.1
LA VIOLENCIA FORTUITA
Tasa de homicidio y muertes por riñas
Datos de Medicina Legal por departamentos para 1996
GRÁFICO 3.2
LOS TIPOS DE VIOLENCIA
Participación de las distintas causales
*
Datos de Medicina Legal por departamentos para 1996
□ atraco
■ ajuste de cuentas
i—i enfrentamiento
u armado
■ otras
16 Se agruparon bajo este rubro las causales de riñas, intolerancia social, violencia
conyugal, infantil e intrafamiliar.
82 CRIMEN E IMPUNIDAD
20 Carranza (1990).
84 CRIMEN E IMPUNIDAD
dos por las clases medias y bajas en nuestra sociedad que, obsesionadas
por la llamada sociedad de consumo, usualmente persiguen con deter
minación y por cualquier medio los así llamados objetivos sociales, aun
que la estructura social le limita el acceso a ellos"21. Consecuentemente,
se recomienda a la justicia penal tener en cuenta criterios como el "esta
do de necesidad" en el momento de aplicar sanciones penales.
"Sería muy importante elaborar con mayor detalle la teoría del estado
de necesidad para hacer más frecuente su uso. Al medir de manera
cuantitativa el grado de necesidad de sectores de la población que in
curren en este tipo de crímenes (contra la propiedad) se puede observar
que hay situaciones objetivas como una menor expectativa de vida, ma
yor incidencia de ciertas enfermedades graves, etc..., que son fácilmen
te medibles. Esta circunstancia debería ayudar a los jueces a ajustar sus
penas al estado de deprivación que ha llevado a las personas a cometer
delitos"2223
.
21 Carranza (1990).
22 Carranza (1990).
23 Del Olmo Rosa (1988) La cara oculta de la droga, Temis, Bogotá.
24 En el trabajo criminológico de Carranza (1990), por ejemplo, ni siquiera se men
ciona el homicidio dentro de las categorías de crímenes relevantes para América Latina.
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 85
sobre todo para los casos de defensa ante la invasión externa. Los mar-
xistas practicantes, sin embargo, nunca tuvieron mayores objeciones
morales para justificar abiertamente la violencia: "Frente a la condena
moral de la utilización de la violencia, Lenin afirmaba sin ambages y en
tono resuelto que 'el marxismo se coloca en el terreno de la lucha de
clases y no en el de la paz social'... Mao llevó la noción de guerrilla hasta
sus límites últimos con la noción de la guerrilla telúrica... 'la moral de la
población es la moral de la nación en armas. Y esto es lo que mete miedo
al enemigo'"25.
Esta visión del mundo permeó ideológicamente amplios sectores del
ámbito criminológico colombiano dentro de los cuales la influencia mar-
xista, aun varios años después del derrumbe del bloque soviético, sigue
insinuándose hasta en el lenguaje.
25 Pizarra (1996).
26 Velásquez (1995).
86 CRIMEN E IMPUNIDAD
27 Arenas (1989).
28 Martínez (1996).
29 Bonivento J. A. (1994) "Justicia y sociedad", mimeo, Bogotá.
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 87
30 Policía Nacional (1996). Revista Criminalidad, p. 25. Citado por Ospina, Pedro Nel
(1997) "La Policía y la criminalidad" en Revista Estrategia, julio.
31 dnp (1998) p. 3.
32 "Comunicado de los Extraditables" -enero de 1990- citado por Cañón (1994).
88 CRIMEN E IMPUNIDAD
pueblo"33. Además, era explícito al señalar los desafíos que enfrenta una
sociedad dependiente ante el imperialismo:
"uno va viendo que lo que más les duele a los gringos es que sus biena
mados dólares se vayan hacia el exterior. Pero lo más doloroso (es) lo
que logran que nuestros gobiernos cipayos hagan para que ellos pue
dan imponer su voluntad. El truco más socorrido es la presión econó
mica. Se valen de nuestras necesidades, de nuestra pobreza y nuestras
deudas para imponer las más aciagas condiciones a los préstamos, que
ya no son en dinero, sino en créditos para comprar sus mercancías a
precios inflados... Larga vida a Fidel quien será el único que alzará la
voz por nosotros"34.
"La guerrilla argumenta que hay pocos muy ricos y muchos muy po
bres. Hay que hacer una redistribución equitativa de bienes. Es trascen
dental que se involucren los grupos económicos porque ellos son muy
responsables de parte de la guerra y tienen que ser agentes en la cons
trucción de un nuevo país. Convergemos (con la guerrilla) en que hay
33 Cañón (1994).
34 Escrito de Escobar de 1990 citado por Cañón (1994).
35 Salazar y Jaramillo (1992).
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 89
36 Entrevista con Carlos Castaño. Cambio 16, No. 235, diciembre 15 de 1997.
37 "La paz sólo la haremos los que libramos la guerra". Entrevista con Carlos Casta
ño. El País, octubre 16 de 1998.
90 CRIMEN E IMPUNIDAD
parece haber una relación perversa entre gasto público y violencia. Así,
los datos municipales sugieren una dosis de cautela con relación a la
efectividad de los esfuerzos por buscar la paz canalizando mayores re
cursos públicos a las zonas de alto conflicto.
Este tipo de políticas, claramente inspiradas por el mito de las "cau
sas objetivas" de la violencia, no han recibido hasta el momento una
evaluación seria y objetiva en términos de su efectividad. Tienen además
el inconveniente adicional de, una vez se abandonan los libretos idealiza
dos de la violencia que se origina en unas masas paupérrimas que se rebe
lan contra las injusticias sociales, no ser consistentes con la realidad de unos
grupos armados con el suficiente poder para canalizar recursos públicos
hada dertas regiones, y arbitrarlos. Del prototipo del criminal que se ve
forzado por su situadón económica a dedicarse a las actividades delictivas,
y que sería el prindpal benefidario de las políticas basadas en un mayor
gasto público, no se ha ofrecido en el país ningún tipo de evidenda. Por el
contrario, resulta difícil de asimilar la lógica según la cual los cabecillas de
los prindpales grupos armados tendrán, con mayores recursos fiscales
destinados a sus territorios, incentivos para dejar las armas.
Para la sociedad colombiana, asediada por las muertes violentas y
desencajada social, política y económicamente por poderosas organiza-
dones armadas, los viejos libretos de una criminología preocupada exdu-
sivamente por el robo de supervivencia, que se origina en una supuesta
lucha de clases, no parecen muy pertinentes para sus preocupadones
actuales en materia de seguridad. Esta visión criminológica, de acepta-
dón casi general, ha tenido costosas repercusiones sobre las condidones
actuales de violenda y sobre la capaddad del Estado para enfrentarlas.
En primer lugar, el discurso ha permeado de tal manera la mentali
dad predominante que no sólo ha contribuido a deslegitimar cualquier
forma de creación de riqueza en el país sino que, paralelamente, ha ten
dido a legitimar casi cualquier forma de redistribución de la misma, por
violenta que pueda ser. Así, desde hace muchos años, robar a los ricos
es una práctica válida en Colombia. "Lo bueno es ser 'duro', no rajarse
por nada... robarle a los ricos... Lo malo, por el contrario, es ser cochino,
robarle a los pobres, robar o matar en el barrio..."42. Cuando, además, se
• "Las razones que los jóvenes exponen para ingresar a una banda son
diversas. Algunas veces es evidente la situación socioeconómica, pero
en muchos casos conocidos la pobreza apareció como una razón secun
daria. En el trabajo de campo realizado constatamos que varios de los
entrevistados renunciaron a sus trabajos para dedicarse de lleno a la
vida de banda"53.
"En el 85 llegaron al barrio los del M-19. En ese tiempo estaban en el agite
de los acuerdos de paz con Belisario. Un día pasaron, en un carro rojo,
invitaron a todos los que quisieran asistir a los campamentos. Allá fui
mos a parar muchos. Eso era tremenda novedad. A los que nos habíamos
metido de milicianos nos daban instrucción político-militar. Aprendimos
a manejar fierros, a hacer explosivos, a planear operativos militares senci
llos. Pero a la mayoría de los pelados no les sonaba tanto la carreta de
la política, les tramaba más que todo lo militar. Los del EPL, que también
andaban de paces con el gobierno, empezaron a hacer lo mismo, a darle
instrucción militar a la gente"55.
las desterraban. En 1986 y 1987 fue el auge total, las bandas controlaban
todo el barrio. La vida cambió completamente"56.
56 Ibid.
57 Salazar y Jaramillo (1992) p. 129.
58 El crucero - Salazar (1994).
100 CRIMEN E IMPUNIDAD
"El golpe que hicimos con Toño fue en una carnicería... Yo no sé si fue
en esta o en otra que me tocó ponerle un taponazo a un man porque
no quiso decir dónde estaba la plata, o se puso de alzado para hablar o
levantar la voz para infundirnos miedo. Ese día nos robamos como mi
llón y medio y nos repartimos el dinero entre cuatro... En los brincos
que hacíamos con Toño, los policías entraban de primeros haciendo
paro de sellamiento; por la noche entrábamos con los tubos (armas) y
al que se pusiera de alzado, ¡tome! Esa vez no estuve y a ellos les tocó
como de a cuatro millones para cada uno. La gente que camella con
ellos (los de las 'oficinas' que contratan sicarios) se mantiene montada.
Por aquí hay muchos pelados de dieciocho años que tienen apartamen
to en El Poblado, finca, carros, motos”66.
"Siempre hay uno, como que guía a los demás. O sea, no el que los
manda sino el que da una idea o algo, porque, por lo menos en Juan
Pablo (un barrio), al que veían que se estaba creciendo mucho como
jefe, lo mataban. Allí no dejaban que nadie tomara el mando. Porque
hubieron muertes así seguidas de unos jóvenes que ya veían que esta
ban cogiendo mucho vuelo y los mataban. Los mataban culebras que
tenían o alguien del mismo parche"67.
en una salida militar tendría tal costo nacional que son simplemente
impensables"79.
Una última consideración que abarca ambos niveles tiene que ver
con la naturaleza de actores colectivos de los rebeldes. "La confrontación
entre el Estado y las guerrillas... no puede ser pensada sensatamente
sino como una lucha entre actores colectivos"8^.
Son varios los comentarios que, en el plano conceptual, suscita esta
diferenciación que persiste en el país entre el rebelde y el delincuente.
Está en primer lugar la escasa importancia que en este tipo de análisis
se le da a la llamada criminalidad común. El trabajo teórico más compre
hensivo sobre el tema, el de Orozco (1992), se concentra en la cuestión
de si determinados actos de los rebeldes deben ser criminalizados o no,
pero evita la discusión, pertinente para el país, de la participación de los
alzados en armas en actos puramente delictivos. En forma tangencial en
dicho trabajo apenas se menciona la dificultad de "clasificar" los asaltos
a entidades y los actos de piratería terrestre. No aparece la discusión,
que uno esperaría, del problema del secuestro de civiles. Poco convin
cente es la racionalización ofrecida de que actuaciones como la vacuna
y el ^oleteo podrían llegar a considerarse -bajo la lógi¿a.de la guerra en
la se toman los bienes del enemigo- como unos "impuestos"81.
Así, no se considera en dicho análisis la posibilidad de un rebelde
que, amparado en tal situación, cometa otro tipo de crímenes. Una apro
ximación tan rígida equivaldría, en otro plano, a no reconocer la posibi
lidad de corrupción, o de violación de los derechos humanos, por parte
de los funcionarios de las agencias de seguridad del Estado. En uno y
otro caso, parece inadecuado no considerar en forma explícita el proble
ma de los individuos que, respaldados por su situación armada, con la
autoridad y el poder de intimidación que esto conlleva, puedan apar
ase de los objetivos que manifiestan tener las organizaciones a las que
Pertenecen. El problema de las interrelaciones entre los rebeldes y los
^cuentes comunes, organizados o no, tampoco ha recibido en estos
fajos la atención que amerita. Un análisis muy completo de las com
jas interrelaciones que, en la época de la Violencia, se dieron entre las
guerrillas liberales, las bandas armadas como los "pájaros" y los "chula-
vitas" al servicio de la clase política y del Estado, los movimientos cam
pesinos de autodefensa y los llamados bandoleros se encuentra en
Sánchez y Meertens (1994). Para la época actual probablemente los me
jores esfuerzos por describir ese continuo entre lo político y lo crimina]
en las actuaciones de los grupos armados son los trabajos realizados
para Medellín por la Corporación Región.
Un segundo aspecto, que dificulta una aproximación empírica al pro
blema, es el de la aceptación de las intenciones como elemento clave de
la diferenciación entre el delito político y el delito común. La convicción
de un delincuente, las intenciones altruistas de cierto individuo o el áni-
mo egoísta de otro pueden tener sentido en el marco de un juicio para
valorar una conducta individual, pero son a nivel social cuestiones casi
bizantinas.
El tercer punto que conviene comentar es el del supuesto, general
mente implícito, de que los organismos-de-seguridadjielEstado y el
sistema penal de justicia funcionan, de manera represiva, al servicio del
establecimiento y en contra de las clases obreras ójcafflrrpFsjhas. Normal
mente se descarta la posibilidad de que los policías o los militares pue
dan estar del lado de los principios democráticos, o de las clases
populares, o que, corruptos o atemorizados, favorezcan unos intereses
distintos a los de la clase capitalista^ Por el contrario, los actos criminales
de los miembros de las fuerzas armadas son no sólo concebibles sino
que, además, parecen ser inevitables y se señalan como una de-las cau
saste la agudización del conflicto. "Estamos insertos en el'sistema capi
talista, por naturaleza violento, ya que uno de sus fines inherentes
consiste en imponer y mantener la relación social te dominación de
unas naciones por otras y te unas clases sociales por otras"82. La noción
de que la violencia oficial contra los sectores oprimidos es una condición
inherente al capitalismo y que los ejecutores de esa violencia son los
organismos de seguridad del Estado, es tal vez uno de los principales
prejuicios -supuestos que se hacen sin ningún tipo de reserva o califica'
ción- de los análisis de corte marxista y una de las nociones que más ha
dificultado la adopción de políticas en materia de orden público en Co *
"El entrenamiento resultó muy aburrido. Por lo menos para mí, que
esperaba algo que tuviera que ver con la guerra, con las armas, con el
valor, con el misterio. Se trataba de correr por la orilla del camino du
rante toda la mañana y después, ya sudados, de discutir lo que llama
ban 'la situación concreta de la coyuntura'... Para mí ese cuento era
como de marcianos: ni entendía ni me importaba... Si no nos poníamos
de acuerdo en cómo hacer un caldo, mucho menos en qué andábamos
buscando juntos... Me ayudaba mucho dar conferencias, porque me
obligaba a pensar y repensar por qué luchábamos. A veces caía en crisis
al ver que los pobres y los ricos luchaban por lo mismo, por el dinero"93.
97 Post, ap cit.
98 Medina (1996) p. 183.
99 Janis, I. Victims of Groupthinking, citado por Póst en Reich (1990).
100 Ver por ejemplo Corporación Región (1997).
118 CRIMEN E IMPUNIDAD
creó una diferencia grande, porque ellos querían sacar partido de cada
operación, hacer botín para llevar a sus propias casas. Nosotros no te
níamos para dónde cargar. Si le echábamos mano a una res era para
comérnosla, no para echarla en el corral. Esta diferencia se fue agravan
do porque eran maneras distintas de mirar la guerra y sobre todo de
hacerla"104.
Hacia fines de los setenta, al parecer seguía siendo escaso el apoyo
campesino a las farc. "Dormíamos en el destapado porque era un peli
gro confiar en la población civil; era poco amable y solidaria. Llegaba
uno a las fincas y no le daban ni aguadepanela"105. Para el ELN, las his
torias de relaciones amigables con comunidades campesinas que los res
paldan económicamente son tal vez más escasas. De acuerdo con el
testimonio de Gabino, solamente en la región del Opón, después de la
muerte de Camilo Torres, se dieron las bases para una buena relación
del grupo con las comunidades campesinas. Según él mismo, esta rela
ción fue fugaz y llevó, como reacción extrema, a unos operativos milita
res en la zona, a una completa desvinculación y desconfianza en los
campesinos106.
Hay reconocimiento explícito de que, en los años sesenta, el básico
'de la subsistencia del grupo habría sido el producto de asaltos y robos:
"... acciones como la de la Caja Agraria de Simacota y la expropiación de
una nómina de Bucaramanga"107. Se reportan, por el contrario, desde las
épocas iniciales de la organización, incidentes que reflejan un escenario
muy diferente al del bandido social de la literatura. Son reveladores, por
ejemplo, algunos pasajes del relato de Gabino sobre la toma de Simacota
a principios de 1965.
113 Ver por ejemplo Shavell, Steven. "An economie analysis of threats and their ille-
gality: blackmail, extortion, and robbery". University of Pennsylvania Law Review, Vol 141,
1993.
114 Medina (1996) p. 236.
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 123
"El caso de Heriberto no se trató en el grupo, nadie sabe qué fue lo que
pasó realmente. Lo sabía la dirección: Medina, Fabio, y Manuel, pero
no se dio ningún debate interno, siendo una situación grave... La direc
ción determina que hay que fusilar a Heriberto. No sé qué contradic
ciones habría, pero el grupo queda con la idea de que Heriberto se va
a la ciudad a curarse, pero en realidad la comisión que lo debe acompa
ñar le asigna la misión de fusilarlo, ¡y se le fusila sin hacerle juicio!... El
fusilamiento de Espitia fue un hecho muy grave, e independientemente
de que haya o no motivos, la forma, el método, la manera como se pro
duce es completamente lesiva a la formación, a la educación y a los
principios políticos de una Organización"117.
121 Ibid.,p.&).
122 Ibid. p. 103.
123 Ver Peñate (1998).
124 Medina (19%) p. 215.
125 Molano (1997Í
126 CRIMEN E IMPUNIDAD
del ELN, del abandono de la lucha armada por una buena parte (730 de
unos 2.000) de los miembros que, en el grupo Corriente de Renovación
Socialista, se reinsertaron para dedicarse a la actividad política126.
Al aumentar la presencia regional -y reconociendo el hecho que en
muchos lugares son la autoridad- los guerrilleros se habrían visto en la
necesidad de avanzar en la elaboración de ciertos códigos y procedi
mientos. Según Molano (1997), los guerrilleros estarían en plan de for
mular un código para la población civil; teniendo en cuenta los criterios
con que ellos juzgan se ha ido constituyendo un derecho consuetudina
rio muy ligado a la vida campesina. Parece tener gran importancia la
figura del conciliador, por lo general escogido entre los viejos campesi
nos reconocidos por su autoridad moral.
Una segunda vía de interrelación entre los rebeldes y eLcrimen tiene
que ver con las conductas que son aceptadas como inapropiadas, o de
lictivas, por ellos mismos. Entre estas conductas la más pertinente para
Colombia sería la participación de la guerrilla en actividades relacionadas
con el narcotráfico. El término narcoguerrilla, acuñado en la primera
mitad de los ochenta, parece ser algo más que un artificio de la propa
ganda oficial y tener algo de realidad, y relevancia. LaS implicaciones de
este fenómeno tendrían que ver con el impuesto que la guerrilla cobra,
el "gramaje", con la protección que le ofrece a los cultivosy laboratorios
y con el tráfico de armas. La prensa extranjera ofrece como evidencia de
esta alianza los numerosos ataques contra las aeronaves encargadas de
la erradicación de los cultivos. De acuerdo con Molano (1997) los guerri
lleros reconocen que el narcotráfico es un delito pero, dada su generali
zación, se niegan a ser los policías del sistema. Actualmente parece haber
acuerdo en que si bien las guerrillas colombianas no constituyen un "cartel
de la droga" propiamente dicho sí han tenido y tienen vínculos de dis
tinto tipo con tales actividades127. Con relación al secuestro, se ha seña
lado que algunos frentes guerrilleros, conscientes del desprestigio social
que genera esta práctica, han optado por "subcontratar la primera fase
de los plagios -bandas comunes se encargan de secuestrar a las víctimas
126 Ver "De la guerrilla al Senado", prólogo de Francisco Santos al libro de León
Valencia, publicado en las Lecturas Dominicales de El Tiempo, febrero 1 de 1998.
127 Ver Corral, Hernando "Narcoguerrilla, ¿mito o realidad?" Lecturas Dominicales,
El Tiempo, febrero 1 de 1998.
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 127
I
128 CRIMEN E IMPUNIDAD
"A la cárcel fue un comando con la intención de liberar a los presos; esa
era otra tarea. Tal vez desentonaba un poquito con el carácter de ese
pueblo, pero la idea era hacer justicia. Los compañeros van y los presos
no quieren salir. De todas maneras los soltaron al otro día porque no
había guardianes, ni armas, ni nada"138.
"Los domingos se ven las oficinas que denominan Casa del Pueblo lle
nas de campesinos citados verbalmente o por boletas para dirimir pleitoá
entre vecinos o entre marido y mujer. Los servicios son pagos. Muchos
de los pobladores se preguntan por qué las autoridades permiten esto...
Nos acordamos de un parcelero en la vereda Cadillal del municipio de
Uramita, que en 1989 tenía un problema de linderos con su vecino...
Oímos cuando le decían que cuánto iba a dar para arreglar el problema.
Y el que más dio, ganó, y al otro lo pelaron porque no quiso dar más
plata ni salirse de la finca... En noviembre de año pasado se presentó
allí (en San José de Urama) otro caso que chocó mucho a la gente pero
nadie pudo decir nada por la ley del silencio: el asesinato de una señora
porque era muy chismosa"139.
el frente Domingo Laín del ELN, aliado con los caciques locales no alia
dos a las FARC. Una vertiente aún más sorprendente de estas conductas
es la relacionada con el sabotaje a la infraestructura petrolera, que se
presenta siempre como un acto puro de rebelión, pero que en ocasiones
no pasa de ser un buen arreglo económico entre los guerrilleros, los
contratistas del sector público, los políticos locales, y la población que
recibe empleo en las reparaciones141. Para corroborar estas imaginativas
actuaciones rebelde-empresariales, vale la pena mencionar las investiga
ciones adelantadas por la Fiscalía a tres funcionarios de la empresa Tec-
nicontrol que, al parecer, negociaban con el ELN los atentados al oleoducto
para sacar provecho de los contratos de reparación142.
En síntesis, los tpstimnnio^djsponihlp^ mupstran para los rebeldes
colombianos una realidad muy alejada de las tipologías idealizadas del
actor colectivo que responde á la dinámica dula lucha ¿guiases y está
totalmente aislado del crimen. Una de las paradojas más interesantes de
estas organizaciofíés/cuya ideología hace énfasis en la opresión y la do
minación del Estado por la vía de la autoridad, es su estructura interna
vertical, monolítica y autoritaria, en donde se da en la práctica un enor
me apego a la obediencia ciega e incondicional. Fuera de las ya mencio
nadas presiones psicológicas que llevarían a una dinámica perversa de
escalamiento de la violencia y del enfrentamiento contra todo lo que no
hace parte del grupo, parecería que las decisiones claves en estas orga
nizaciones las toma un grupo reducido de individuos. En el pasado
algunos de estos individuos tomaron decisiones que resultaron ser crí
ticas para la evolución posterior del conflicto: participar o no en unas
negociaciones de paz, independizarse de las fuentes internacionales de
financiación, aliarse con el narcotráfico, etc... El punto que se quiere des
tacar aquí es que el análisis basado en la consideración exclusiva de actores
colectivos puede ser insuficiente, y hasta inadecuado, para entender o
predecir el desarrollo del conflicto. Son numerosos los testimonios de
miembros y ex miembros de las organizaciones subversivas colombia
nas que revelan situaciones en las que sus líderes -y detrás de ellos los
combatientes rasos bajo su mando- hacen, literalmente, lo que les place,
141 Ver al respecto las referencias de Peñate (1998) a sus trabajos anteriores y Bej»-
rano et al. (1997) p. 50.
142 Ver "¿Atentados por contrato al oleoducto?" £1 Tiempo, noviembre 26 de 1997.
¿POR QUÉ TANTA VIOLENCIA? 133
vez que alguien se lo pide a una compañera ella saca el fierro, las cosas
se ponen delicadas en una guerrilla'" 4S.
Irreal porque los vasos comunicantes y de retroalimentación entre
unas y otras conductas son para Colombia numerosos y difíciles de ig
norar. Lo que sí parece ser una constante, es que esos mismos líderes
rebeldes utilicen recurrentemente la retórica del determinismo de los
fenómenos sociales para justificar tanto sus actuaciones públicas como
sus desafueros privados.
de las motivaciones internas que debían ser tenidas en cuenta para san
cionar un homicida. En el primer Código Penal colombiano, el de 1837,
se consideraban como categorías de homicidio el simple -que podía ser
voluntario o involuntario- y el agravado. Para 1873 el homicidio se di
vidió en punible o inculpable. El punible podía ser simple -el que se
comete mediante alguna pasión instantánea, o sentimiento de honor o
de peligro que excluye la presunción de perversidad148- o calificado y el
inculpable accidental o justificable. A su vez, el homicidio punible sim
ple se dividió en común o atenuado, dependiendo de la existencia de
circunstancias favorables al reo. Se aclara además que el homicidio
"El cambio que propongo de cinco a quince años, en vez de seis a die
ciséis, se justifica... por cuanto dentro del homicidio simplemente vo
luntario pueden presentarse multitud de circunstancias que hagan más
o menos grave el hecho, las cuales no pueden preverse en la ley, sino
que deben dejarse a la apreciación del juez, por lo cual se requiere que
en cerca de medio punto del producto interno bruto cada año. El segun
do elemento que pudo haber influido en esta reforma fue el crimen or
ganizado que por aquel entonces ya estaba consolidado en el país y,
además, había mostrado su interés en el sistema penal de justicia. Vale
la pena, por lo tanto, una breve referencia a la influencia del crimen
organizado sobre la justicia penal colombiana.
Para Colombia la presión de los grupos violentos sobre el sistema
judicial durante las dos últimas décadas se puede empezar a corroborar
con la simple lectura de prensa. Paralelamente parece prudente no ig
norar la cadena de coincidencias que se han dado entre los ataques y
amenazas de los grupos armados y las sucesivas modificaciones al Có
digo Penal colombiano159. Con las cifras judiciales agregadas a nivel na
cional se puede identificar una asociación negativa entre la violencia,
medida por la tasa de homicidios, la presencia de grupos armados y
varios de los indicadores de desempeño de la justicia penal. En las últi
mas dos décadas, la tasa de homicidios colombiana se multiplicó por
más de cuatro. En forma paralela, se incrementó la influencia de las prin
cipales organizaciones armadas: guerrilla, narcotráfico y grupos parami
litares. En el mismo lapso, la capacidad del sistema penal para investigar
los homicidios se redujo considerablemente. La proporción de homici
dios que se llevan a juicio, que en los sesenta alcanzó a superar el 35%,
es en la actualidad inferior al 6%. Mientras que en 1975 por cada cien
homicidios el sistema penal capturaba más de 60 sindicados, para 1994 .
ese porcentaje se había reducido al 20%. Las condenas por homicidio,
que en los sesenta alcanzaban el 11% de los homicidios cometidos, no
pasan del 4% en la actualidad. Estas asociaciones permiten dos lecturas.
La tradicional sería que el mal desempeño de la justicia ha incentivado
en Colombia los comportamientos violentos. En el otro sentido, se pue
de argumentar que uno de los factores que c'óntnbüyéTOrrálá parálisis
de la justicia penal colombiana fue, precisamente, la violencia y en par
ticular la ejercida por los grupos armados.
Por otro lado, los datos de las encuestas de victimización muestran
cómodas actitudes y respuestas de los ciudadanos están contaminadas
tanto por las deficiencias de la justicia penal, como por un ambiente de
160 Ver por ejemplo los trabajos de Paz Pública, Programa de Estudios sobre Segu
ridad, Justicia y Violencia, de la Universidad de los Andes.
146 CRIMEN E IMPUNIDAD
GRÁFICO 3.3
PRESENCIA DE GRUPOS ARMADOS Y TECNOLOGÍA DE LA VIOLENCIA
EN COLOMBIA
Datos por municipios para 1995
(cada punto
representa un
municipio)
16J Ver Elias (1994), o Fletcher (1997). Para una síntesis del debate entre las dos teo
rías, con referencia a los casos de distintas comunidades europeas, ver Johnson y
Monidconen (1996).
150 CRIMEN E IMPUNIDAD
"La razón más común, después de las riñas, para caer bajo arresto en
1488 era la infracción a las ordenanzas municipales. Caminar por la ca
lle después del toque de queda, en especial si se estaba bebido, portar
armas, jugar a los dados en un sitio público en un día de fiesta, o de
trabajo, llevar vestidos prohibidos, aun nadar en el Sena -todas estas
conductas implicaban para los infractores una noche en las celdas y una
multa"171.
"...la violencia grave de hoy se concentra en las 'islas sin pacificar'. Las
sociedades del siglo xix en Europa eran particularmente homogéneas.
En abierto contraste, la gran diferenciación que se da a finales del siglo
xx ha llevado a la aparición de pequeñas islas al interior de estas socie
dades en las cuales la pacificación que alguna vez garantizó el Estado
se ha derrumbado"172.
173 Ver por ejemplo, Clavijo Sergio (1994) "Desempeño de los indicadores sociales
en Colombia" en Coyuntura Social Ne 11 Noviembre.
174 Camacho y Guzmán (1990), p. 58.
175 Jimeno y Roldán (1997).
156 CRIMEN E IMPUNIDAD
1 Williamson (1979).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 161
ción que las actividades de búsqueda de rentas por parte de los funcio
narios públicos11.
Para resumir, el efecto pernicioso de la criminalidad sobre el desarro
llo económico de una sociedad se da por varias vías. Fuera del impacto,
primario y evidente, que un atentado contra la vida, la libertad o la pro
piedad tiene sobre los agentes económicos al sacarlos del circuito de la
producción12 se dan múltiples efectos.
Un impacto considerable
25 Rubio (1995, 1997), Bejarano (1996), Bejarano et al. (1997), Guzmán y Barney
(1997), Trujillo y Badel (1998).
26 Rubio (1995), Trujillo y Badel (1998), Guzmán y Barney (1997).
27 Ver los principales resultados en Rubio (1996a).
28 Fuera de Gaitán (1994) y Rubio (1996) ver por ejemplo Lozada y Vélez (1989), INS.
Celade (1991), Montenegro (1994), Montenegro y Posada (1994), Gavina (1997) o Trujillo
y Badel (1998).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 171
incluye estimativos de esta tasa desde las distintas guerras civiles del
siglo pasado. Ocquist trata de reconstruir el número de muertes que
dejó la llamada violencia política de los años cuarenta y cincuenta. Es
común en estos trabajos encontrar varias comparaciones de las tasas de
homicidio: la nacional con las de otros países, con las del pasado, entre
departamentos, entre ciudades, por municipios. La principal fuente de
información que se ha utilizado son las cifras de la Policía Nacional. En
menor medida se han utilizado las estadísticas vitales y las cifras que
recopila Medicina Legal. Aunque, como ya se señaló, al comparar las
distintas fuentes de información disponibles la principal conclusión es
que las cifras de la Policía son bastante confiables, se pueden percibir
algünos síntomas de sub-registro29.
Los estudios disponibles sobre las dimensiones y la evolución de la
criminalidad son recientes y poco numerosos. Si se exceptúa el reporte
de resultados de la primera encuesta de victimización realizada a finales
de 1985, el grueso de los trabajos sobre criminalidad urbana han sido
publicados durante los noventa. Una de las observaciones que hacen los
funcionarios del DAÑE sobre las encuestas de victimización es la poca
utilización que han hecho de ellas los investigadores o las entidades pú
blicas. Lo que esto puede estar reflejando es la escasa vocación por los
datq^que se da en las instancias públicas encargadas de la seguridad,
así como el poco apego a la estadística de algunos académicos preocu
pados por la violencia. En los estudios sobre criminalidad se hace un
trabajo descriptivo que se basa en dos fuentes de información: los datos
de denuncias ante la Policía Nacional30 y las encuestas de victimización
hechas como módulos de la Encuesta de Hogares en 1985,1991 y 1995.
También se cuenta con trabajos aislados en donde se reportan resulta
dos de encuestas en las cuales se han incluido algunas preguntas sobre
inseguridad. Están, por ejemplo, las encuestas de calidad de vida reali
zadas por el DAÑE, tanto a nivel nacional como para Bogotá, una encues
ta hecha en la zona cafetera, una encuesta de percepciones sobre la
justicia realizada en Bogotá, Medellín y Barranquilla (Rubio, 1997) y la
29 En ins. Celade (1991) y en Romero (1997) se hace una estimación del número de
muertes intencionales con base en la información intercensal.
30 Esta es la fuente utilizada en Montenegro y Posada (1994), Guzmán y Escobar
(1997) y Trujillo^y Badel (1998).
172 CRIMEN E IMPUNIDAD
31 Bejarano (1988), Pizarro, Echandía, Uribe, Ma. Victoria, Cubides, García y Betan-
court (1993), Thoumi (1994), Charry (1997), Jaramillo, Corporación Región, Salazar.
32 Uribe (1992) hace una etnografía de los grupos esmeralderos de Boyacá. Medina
(1990) y Alonso (1997) registran en detalle la evolución del conflicto en el Magdalena
Medio. Vásquez (1997) analiza la influencia de la guerrilla en los habitantes y los nego
cios del municipio de La Calera.
33 Molano (1996,1997). Jaramillo (1993,1994), Corporación Región (1997) y Salazar
(1994), Salazar y Jaramillo (1992) sobre pandillas, milicias y bandas juveniles en Mede-
llín.
34 Correa (1997), Medina (1996) o Uribe (1994).
35 García (1996), Alonso (1997), Medina (1990).
36 Thoumi (1994) analiza los factores que contribuyeron a la consolidación del nar
cotráfico en Colombia y Pizarro (1991,1992) ofrece elementos para una sociología de la
guerrilla.
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 173
45 Cuéllar (1997). Según la encuesta de hogares, que no incluye zonas rurales, para
1991 más de 100 mil familias habían cambiado de residencia en el quinquenio anterior
por motivos de violencia.
46 Ver "Cuatro hogares desplazados cada hora", El Tiempo, abril 4 de 1997.
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 177
47 Este rubro constituye lo que en los trabajos sobre metodología para el cálculo de
costos de la violencia se denominan los costos directos. Ver Buvinic et al. (1998) o
Bobadilla et al. (1995).
178 CRIMEN E IMPUNIDAD
51 Cuéllar (1997).
52 Cijus(1997).
53 Cuéllar (1997).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 181
Sobre los montos que efectivamente gastan los ciudadanos y las em
presas en vigilancia, seguridad y reposición de los daños físicos causa
dos por los delitos, la información con que se cuenta es fragmentaria.
Un estudio sobre las empresas de seguridad y vigilancia, urbanas y le
galmente constituidas62, estima en un poco menos de 1% del PIB los in
gresos anuales de dichas empresas. Por otra parte, en la encuesta
realizada en tres ciudades63 se estima en cerca de 80 dólares anuales el
gasto promedio por hogar en protección de la propiedad64. Un 49% de
los hogares manifiesta haber incurrido en gastos de "rejas y puertas de
seguridad" por un valor promedio de US$ 230. Un 19% ha hecho insta
laciones de alarmas en vehículos o en viviendas por un valor promedio
de US$ 52. Solamente un 9% reportaron pagos por pólizas de seguro
contra robo por un valor de US$ 103 durante el último año. El 29% hace
un pago mensual por concepto de vigilancia o celaduría por un prome
dio de US$ 15 o sea US$ 180 por año. Si se supone que las rejas y puertas
de seguridad se deprecian en 10 años, las alarmas en 5 y se amortizan
ambas al 8% anual, se obtiene un gasto anual por hogar, ponderado por
el porcentaje de hogares que lo realiza, de US$ 81. Con base en estas dos
fuentes se pueden estimar los gastos totales en seguridad privada legal
en un 1.4% del PIB. Para este cálculo se expanden los datos de la encuesta
a nivel nacional para el sector urbano. Se supone además que la diferen
cia entre lo que los hogares gastan en servicios de vigilancia y los ingre
sos de estas compañías constituyen los gastos en vigilancia realizados
por el sector productivo. Se supone además que la relación entre gastos
de vigilancia y los otros gastos en seguridad (rejas, alarmas y pólizas) es
similar para los hogares que para las empresas. De esta manera el gasto
privado, urbano y legal, en seguridad sería ligeramente inferior a los
US$ 1.000 millones por año. Se puede, además, destacar la existencia de
patrones diferenciales en cuanto a la tecnología utilizada para la seguri
dad por niveles de ingreso y en cuanto a la efectividad de ese gasto.
Mientras los hogares de estrato bajo invierten en implementos como
rejas y puertas de seguridad, en los estratos altos se recurre más a la
vigilancia privada y a las pólizas de seguros. Aunque en forma débil, se
62 Ospina (1996).
63 Bogotá, Barranquilla y Medellín. Ver resultados en cijus (1997).
64 Estos estimativos están basados en la encuesta resumida en CIJUS (1997).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 185
65 INS (1994) o Echeverri et al. (1997). Banguero y Rotavisky proponen una metodo
logía para calcular el costo económico de un avisa.
66 Un resumen de la literatura hasta 1995 se encuentra en Conferencia Episcopal de
Colombia (1995). Entre los trabajos no cubiertos en este resumen, o posteriores a su
publicación, vale la pena mencionar Murillo y Herrera (1991), Giraldo, Abad y Pérez
(1997) y Morrison y Pérez (1994). Este último es el trabajo que presenta un enfoque más
sistemático y riguroso y, además, incluye variables socioeconómicas adicionales a la vio
lencia como determinantes de los flujos migratorios interdepartamentales.
186 CRIMEN E IMPUNIDAD
(1997), con datos para Bogotá, intenta medir el efecto de algunas ma
nifestaciones de violencia sobre el abandono escolar. Cuatro de los
indicadores se refieren a los problemas con los vecinos: conflictos o es
cándalos, presencia de pandillas, consumo de drogas y presencia de
centros de prostitución. Sólo el conflicto con los vecinos resulta signifi
cativo sobre las tasas de abandono escolar. También utiliza como indica
dor la proporción de jóvenes entre 7 y 17 años cuyas familias han
sufrido un ataque violento. No aparece un efecto significativo. Cuando
utiliza como indicador el porcentaje de familias que reportan maltrato,
o si algún miembro de la familia que sufre de problemas de alcohol o
droga, sí encuentra efectos sobre el abandono escolar. En este mismo
grupo valdría la pena mencionar algunos trabajos que tocan el proble
ma de la influencia de las organizaciones armadas sobre la niñez73.
Aunque alguna literatura reciente ha señalado la relación negativa
entre el capital social y la criminalidad, destacando el efecto causal de
las deficiencias en el primero sobre la segunda, no parecería prudente
ignorar que puede haber relaciones en ambas vías, e incluso asociacio
nes positivas. Como por ejemplo la que se daría con un capital social
"perverso" en el cual las redes, contactos y asociaciones están al servicio
de las actividades ilegales. Para Colombia la posibilidad de contrastar
estas teorías es aún limitada, en buena parte por las evidentes dificulta
des en la medición del capital social. Una encuesta realizada a nivel na
cional74 no muestra, entre las zonas situadas en los extremos de la escala
de violencia, diferencias significativas en los indicadores tradicional
mente asociados con el capital social. Ni en la manifestación explícita de
la confianza hacia terceros, o hacia ciertas instituciones, ni en la preocu
pación por los problemas de la comunidad, o en la participación en reu
niones y obras comunitarias, ni en la pertenencia a diversos grupos o
asociaciones privadas, ni en la tendencia a aceptar extraños en el núcleo
familiar se perciben diferencias significativas entre las zonas de alta vio
lencia y el resto del país. Estos resultados no apoyan los reportados por
Londoño (1996) quien encuentra una asociación negativa entre el capi
tal social y la tasa de homicidios. Infortunadamente no se presenta en
dicho trabajo la metodología precisa para la construcción del indicador
75 Cuéllar (1997).
76 Cuéllar (1997).
77 Cuéllar (1997).
190 CRIMEN E IMPUNIDAD
78 Bejarano (1988).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 191
79 En particular el hecho que la violencia afecta más las decisiones de inversión que
las de producción. Corbo (1996).
80 Rubio (1995).
192 CRIMEN E IMPUNIDAD
Efectos redistributivos
87 Rubio (1996).
88 Rocha (1997).
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 195
92 Cuéllar (1997).
93 Ver Rubio (1997a).
94 Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura I1CA ver "Campesi
nos: el blanco de la violencia", El Tiempo, mayo 16 de 1996.
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 197
Impacto institucional
95 Ver por ejemplo Cáceres (1997), Nemogá (1996), Rubio (1988a), Salazar (1994) j
Santos (1997).
198 CRIMEN E IMPUNIDAD
96 Entre los trabajos recientes ver por ejemplo Castillo, Fabio (1996) Los nuevos jine
tes de la cocaína, Bogotá: Editorial Oveja Negra, y Torres, Édgar y Armando Sarmiento
(1998) Rehenes de la rhafia. Bogotá: Intermedio Editores.
97 Gavina (1997), Pósada (1994).
98 Gómez (1997).
99 Como por ejemplo los trabajos de Jimeno y Roldán (1996,1998).
100 Los trabajos de Echandía y Bejarano adoptan una aproximación geográfica. Los
de Jaramillo, Salazar y la Corporación Región ofrecen amplia evidencia testimonial.
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 199
reglas del juego y sus mecanismos, generalmente violentos, para hacer- <
las cumplir.
El control que logran las mafias sobre un territorio, o un mercado, se
alcanza mediante el uso sistemático de la fuerza. Es la violencia, y pos
teriormente la amenaza y la intimidación, lo que permite controlar mi
litarmente una zona, solucionar conflictos, ampliar mercados, capturar
rentas, imponer tributos y, sobre todo, modificar las reglas del juego
imperantes.
Así, una de las principales características de la violencia asociada con
agentes armados organizados, es su capacidad para generar condicio
nes favorables a su reproducción. Esta dinámica se enmarca bien dentro
del esquema propuesto por North (1990) del "sendero institucional"
bajo el cual las organizaciones exitosas de una sociedad moldean las
instituciones a su acomodo para ser cada vez más poderosas.
A nivel más específico, hay tres puntos de la literatura económica
sobre mafias que vale la pena rescatar para aproximarse al análisis del
desempeño de un sistema judicial ante grupos armados poderosos.
El primero, que ya se mencionó, tiene que ver con la tendencia de
las organizaciones violentas a controlar territorios, geográficos o funcio- r
nales,, y remplazar parcialmente al Estado, como administrador de jus- '
ticia^n sus labores coercitivas y de resolución de conflictos. El segundo?
punto está relacionado con el hecho que las mafias se especializan
ofrecer servicios de protección -contra terceros, contra ellas mismas o (
contra las consecuencias de incumplir las leyes-104. Se ha señalado que i
esta protección se lleva a cabo mediante la coordinación y la centraliza
ción de las actividades de corrupción. El último punto tiene que ver con
el reconocimiento que los principales insumos del negocio de la venta
privada de protección son la violencia y la manipulación de la informa
ción105.
Para Colombia la presión de los grupos violentos sobre el sistema
judicial durante las dos últimas décadas se puede empezar a corroborar
con la simple lectura de prensa. Para citar tan sólo los casos más noto
rios, se puede mencionar el asesinato en 1984 del ministro de Justicia
Rodrigo Lara Bonilla, la toma del Palacio de Justicia en 1985, la muerte
110 Caballero, María Cristina (1997) "Mapiripán, una puerta al terror" Cambio 16, No.
215,28 de julio.
111 Beltrán (1997).
206 CRIMEN E IMPUNIDAD
senta una gran inercia y depende más de los sumarios abiertos el año
anterior que de las denuncias del año corriente. Los sumarios del año
anterior también se pudieron ver afectados por la VNJ. De todas mane
ras, aun cuando se introduce como variable explicativa el número de
sumarios del período anterior, la variable VNJ muestra un efecto negati
vo y significativo al 85% para los delitos contra la vida. Visto de otra
manera este efecto, la VNJ, junto con la tasa de homicidios, afecta nega
tivamente el número de sumarios que se abren por cada denuncia. Para
esta magnitud, que mediría la "capacidad investigativa" del sistema pe
nal, se puede señalar una asociación negativa con las tasas de homicidio
a nivel nacional.
Se percibe también un efecto tanto de la violencia homicida como de
los agentes armados sobre las prioridades implícitas de la justicia penal
a nivel municipal115. Es precisamente en los municipios menos violen
tos, o sin presencia de agentes armados, en donde la participación de
los atentados contra la vida, dentro de los casos de los cuales se ocupa
51a justicia, es mayor.
Así, en forma consistente con el escenario de unas mafias que impi
den que se investiguen los homicidios, se encuentra una asociación nega
tiva, estadísticamente significativa, entre la violencia en los municipios
y el interés del sistema judicial por aclarar los atentados contra la vida.
También se encuentra que la presencia de más de un agente armado en
un municipio tiene un efecto demoledor sobre las prioridades de la jus
ticia, en contra de los delitos contra la vida. Para tener una idea de la
magnitud de este impacto baste con señalar que la presencia de dos
agentes armados en un municipio tiene sobre las prioridades de inves
tigación de la justicia un efecto similar al que tendría el paso de una
sociedad pacífica a una situación de guerra. Se toma como indicador de
las prioridades la participación de los sumarios por delitos contra la vida
en el total de sumarios y se explica esa variable en función de la tasa de
homicidios y la presencia de agentes armados. La presencia de dos
agentes es la que resulta más significativa. Se comparan los coeficientes
de estas dos variables. Se encuentra que el efecto de pasar de 0 a 2 el
número de agentes armados en el municipio es similar al que tendría un
rar las penas que la sociedad ha establecido para cada una de estas con
ductas punibles, en lugar de irse por la vía, tortuosa, de tratar de estimar
unos costos, en los cuales el bulto a nivel social lo constituyen magnitu
des intangibles, con base en una información tan precaria como la dis
ponible actualmente sobre el crimen. Esta flagrante ignorancia por parte
de los economistas de un problema que históricamente ha sido tratado
y discutido por otras disciplinas, ilustra bien una de las grandes limita
ciones del "enfoque económico" en el tratamiento del tema de la vio
lencia: el querer colonizarlo, como "empezando de cero", sin tener en
cuenta la tradición de su estudio.
Aun haciendo caso omiso de esta última observación, en la medición
de los costos de la violencia subsisten serias dificultades. La primera de
ellas es la dimensión distributiva del impacto del crimen, sobre la cual
la economía tiene muy pocas sugerencias normativas. La segunda es la
dificultad para valorar la vida humana, y establecer comparaciones y
prioridades de intervención entre los atentados contra las personas, los
ataques a la propiedad y los crímenes contra el Estado. La tercera tiene
que ver con lo complicada que ha resultado la cuantificación del impac
to social de actividades como el narcotráfico, la corrupción, la guerrilla
o la actuación de otras organizaciones armadas. La última dificultad tie
ne que ver con la idea, errónea, de que el tamaño de la industria del
crimen guarda una relación directa con las pérdidas sociales que tal ac
tividad ocasiona. Esta noción está posiblemente basada en un supuesto
muy discutible de Becker, que plantea que las industrias ilegales son
competitivas y que por lo tanto lo que los criminales obtienen es equiva
lente a los recursos que invierten en el desarrollo de esas actividades y
que se podrían dedicar a otros fines. Si se abandona este supuesto es
fácil argumentar que lo que produce cualquier crimen constituye una
pérdida únicamente para la víctima. Es un costo privado. Socialmente,
son dos los efectos: una redistribución de la riqueza y, sobre todo, un
debilitamiento de los derechos de propiedad que puede implicar, ese sí,
unos costos sociales. Sin embargo, la magnitud de esos costos puede no
guardar ninguna relación con el monto transferido.
El mayor vacío de la corriente actual de trabajos sobre costos de la
violencia es la tendencia a ignorar por completo a los agresores, que son
precisamente los agentes que están generando los costos sociales. La
recomendación económica ante un problema de esta naturaleza -un
agente que, con sus decisiones, se beneficia privadamente e impone so
EL COSTO DE LA VIOLENCIA 215
1 Entrevista a John Hume, líder del Partido Soáaldemócrata y Laborista del Uslter
desde 1979 y galardonado, junto con David Trimble, con el Premio Nobel de la Paz. El
País, octubre 25 de 1998, p. 14.
225
226 CRIMEN E IMPUNIDAD
tuar la naturaleza del fenómeno. Tal vez la falla más protuberante del
diagnóstico actual sobre la violencia, y de las medidas de política orien
tadas a su control -como las restricciones a la venta de alcohol, o los
planes de desarme- ha sido el afán por generalizar, sin mayor sustento
empírico, ciertas conductas que, por el contrario, parecen focalizadas en
unos pocos, poquísimos, actores violentos. A pesar de los diferentes ti
pos de evidencia, el país se resiste a reconocer que en las últimas dos
décadas ha estado en medio de una prolongada guerra contra y entre
distintas organizaciones armadas. Se sigue pensando, por ejemplo, que
la llamada delincuencia común y el conflicto armado son asuntos mar
ginales y totalmente aislados y se insiste en la noción de que el bulto de
la violencia colombiana es un fenómeno, cotidiano y natural, de la vida
colectiva. Se supone que es algo irracional, sin ganadores.
Hay una idea de Norbert Elias que puede ayudar a entender esta
paradoja. Cuando los seres humanos sienten menguada su capacidad
para controlar cualquier conjunto de eventos, se da una tendencia na
tural a pensar que tales eventos tienen un alto componente emocional.
Y entre más emotiva se torna la visión de los problemas, mayor es la
incapacidad para formular modelos adecuados y realistas de esos pro
blemas. Así, ante las limitaciones del establecimiento colombiano para
entender, y con mayor razón para controlar, a los principales actores
violentos se volcó el diagnóstico hacia lo emotivo, lo irracional, lo idea
lizado. Una de las sociedades que en mayor medida se distingue a nivel
mundial por el poder y la variedad de sus organizaciones armadas se
destaca también por la importancia que le presta, en el diagnóstico de la
violencia y en las políticas públicas para enfrentarla, a cuestiones como
las riñas, el alcohol, o -el papel y los estudios estadísticos aguantan
todo- a las enfermedades mentales2. O al llamamiento a la buena volun
tad de las partes en conflicto.
A nivel individual, se ha encontrado que cuando a la gente se la
confronta con evidencia que va contra sus creencias, tiende a cuestionar
la credibilidad de tal evidencia, a negar su pertinencia o a tratar de tor-
2 Ver por ejemplo Londoño, Juan Luis (1996). "Violencia, psychis y capital social
-Notas sobre América Latina y Colombia". Segunda Conferencia Latinoamericana so
bre Desarrollo Económico- Bogotá.
QUÉ HACER 229
3 Bandura (1990).
4 Bandura (1990) p. 189.
230 CRIMEN E IMPUNIDAD
6 Por la interacción que he podido tener con algunos de ellos, es claro que quienes
nacen encuestas en Colombia tienen un conocimiento preciso, actualizado y más afina
do qUe ej sirnptg "S1- o no jlay presencia". En esta categoría cabrían cerca de 75 ex funcio-
narios del dañe que anualmente visitan una o dos veces todos los municipios del país
recopilando las estadísticas de los juzgados y unidades de Fiscalía.
234 CRIMEN E IMPUNIDAD
la Asamblea Anu^
9 Ver, por ejemplo, la presentación de Juan Luis Londoño ante
del BiD en Cartagena de Indias en marzo de 1998.
QUÉ HACER 237
50
86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96
16 Para las reflexiones de los economistas sobre estos temas ver, por ejemplo, los
trabajos de Ronald Coase, o de Oliver Williamson.
QUÉ HACER 245
"En los orígenes de las FARC, Marulanda fue muy claro desde un prin
cipio en advertir que nadie podía retirar ni una pistola ni un fusil ni una
carabina una vez que la pusiera a disposición del movimiento. Tampo
co aceptaba que las armas ganadas en combate fueran de quien les
echaba mano... Es más: las armas tampoco eran del jefe de los alzados,
porque así como había sido elegido podía ser destituido cuando la tro
pa quisiera; la garantía era, de lógica, que las armas fueran de todos"19.
17 Ver por ejemplo las declaraciones de Carlos Castaño sobre las escalas salariales en
los grupos paramilitares en El Tiempo, septiembre 28 de 1997.
18 Ver al respecto los trabajos de Gary Becker, o de Isaac Ehrlich.
246 CRIMEN E IMPUNIDAD
este sentido sería el de rebeldes que, como Galán del ELN, parecen se
guir despachando sus asuntos normales desde la cárcel, con protección
oficial, con gran despliegue de medios y con contacto permanente con
la clase dirigente.
En casi todas las esferas de la realidad social, los límites entre lo pri
vado y lo público se están redefiniendo. En el área del suministro de
bienes y servicios esta redefinición ha llevado a la privatización de acti
vidades que hasta hace poco tiempo se consideraban de resorte exclusi
vo del Estado. En la actualidad, es un hecho que empresarios privados
toman ciertas decisiones que es difícil no considerar como cuestiones
públicas. Por otro lado, la generalización del fenómeno de la corrupción
de los funcionarios del Estado ha puesto en evidencia la realidad de
unos actores que, apartándose de los objetivos explícitos y manifiestos
de las organizaciones a las que pertenecen, actúan desde el sector públi
co como dice la teoría económica que actúa cualquier empresario priva
do: buscando el lucro personal.
Así, el viejo paradigma que separaba en forma tajante la función
pública de las actividades privadas parece haber perdido vigencia. Hoy
se acepta que el Estado siempre juega un papel determinante en la for
ma como se configuran y evolucionan los mercados, dinámica que a su
vez determina el perfil específico de cada Estado22. Para las organizacio
nes que actúan al margen de la ley no son convincentes los argumentos
para postular que allí sí subsiste una línea nítida que separa lo público
de lo privado. Por el contrario, la probabilidad de que esta interferencia
ocurra parece mayor puesto que tales organizaciones, al enfrentar me
nos restricciones legales, cuentan con vías de acumulación de riqueza o
de poder político más rápidas que las disponibles para las organizacio
nes restringidas por un marco legal. Además, en el ámbito interno, la
estructura vertical y autoritaria de las organizaciones subversivas, tam
bién reforzada por la intimidación, y factores como la escasa rotación de
los líderes, permiten sospechar la existencia de una gran simbiosis entre
los objetivos de las organizaciones y los intereses personales de quienes
las dirigen.
22 Block [19941.
248 CRIMEN E IMPUNIDAD
23 Ver Daniel Pécault. "Present, pasé et futur de la violence". Mimeo, 1996. Citado
por Bejarano et al. (1997) p. 44.
QUÉ HACER 249
24 Como por ejemplo en el seminario "La paz, una oportunidad para repensar el
país" organizado por el Departamento Nacional de Planeación a mediados de 1998.
CRIMEN E IMPUNIDAD
26 Retomando ideas de Norbert Elias que al ser expuestas hace cuatro décadas pa
recían un despropósito, pues iban en contravía de las teorías sociológicas predominantes,
que hacían énfasis en el incremento de la violencia como resultado de la modernización
y de la represión estatal que la acompañaba. Ver Johnson y Monkkonnen (1996).
27 Cita de Elias en Johnson y Monkkonen (1996).
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Si hay algo tanto o más difícil de entender que la violencia colombiana,
es la acción de la sociedad, y de su clase dirigente, ante dicha violencia.
Las dificultades para entender la violencia son variadas. Es un campo
rodeado de misterio, de desinformación, de mitos y de abiertas
mentiras. escasa evidencia con que se cuenta, cuando no ha sido
abiertamente ignorada, la han filtrado los prejuicios, la ideología y unos
caducos persistentes esquemas mentales. El debate público es sinuoso y
está plagado de eufemismos. Extraña sociedad ésta que, acorralada por
la más variada gama de organizaciones armadas al margen de la ley, se
dejó convencer de que la mayoría de sus muertos resultaban de las riñas
callejeras y las discusiones en los bares. Insólito establecimiento éste
que terminó compartiendo con sus más encarnizados enemigos el
discurso que legitima sus desafueros. Singular comunidad ésta que
espera que con concesiones económicas y políticas a los violentos se
reducirán sus amenazas.
Son variados los pasos en falso que ha dado la sociedad colombiana en
materia de seguridad pública. El primero fue descriminalizar la
violencia, desvirtuando la función de la justicia penal. El segundo fúe
dejarse enredar por las intenciones de los violentos; creer que hay
crímenes que se cometen con causas nobles. El tercero es el exabrupto
económico de que la paz se compra, y con recursos de las víctimas
dirigidos a los agresores. El cuarto, que se está consolidando, es el de
dejar de llamar las cosas por su nombre, para no disgustar a los
violentos. Ningún proceso de paz, ni ninguna sociedad democrática, se
puede construir sobre unasjbases tan débiles.
T
CEDE
40 años