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El Hijo de Prometeo

En mis sueños tengo un ángel guardián que me cuida de los monstruos de mis
pesadillas. Mi vida ha cambiado tanto que ya no me imagino un mundo sin los
héroes de los sueños. Mi amigo y protector hace parte de ellos ¿Quién es? Él no
tiene igual: es un espíritu libre, un fiero guerrero con un corazón leal y agallas de
acero; es el hijo de Prometeo, el infame capitán Barbanegra.

Yo la pasaba muy mal en el colegio. No tenía amigos; los niños de mi salón me


molestaban, porque no me gusta el fútbol y no compartía su pasión por las
pelotas; las niñas me ignoraban, porque no era apuesto o carismático y cada día
era un drama distinto: “Mamá, me rompieron mi muñeco de Superman”, “Mamá,
me encerraron en el cajón de la arenera”, “Mamá, me tiraron la lonchera al
laguito del colegio”, etc. Tristemente, en mi casa tampoco podía estar tranquilo,
pues solía tener pesadillas con los matones de mi curso, eran horrendas y me
quitaban las ganas de ir a la cama.

Doy gracias a los cielos, porque todo cambió el día que aprendí sobre los piratas
en la clase de historia; granujas que saqueaban otros barcos, cantaban
canciones, navegaban por los mares, acababan con los que los molestaban y
hacían lo que querían; verdaderos hombres libres. Ese día no paraba de
imaginarme como pirata, estaba fascinado. Cuando anocheció volví a ser
atormentado en mis pesadillas. Soñé que me pateaban y me humillaban, me
perseguían y me maltrataban atrozmente, esos gigantes monstruosos. Yo lloraba,
pateaba y trataba de defenderme, quería saltar y luchar como un bucanero,
como un hombre libre; quería gritar y dejar salir ese grito de rebeldía que hervía
en mi ser. Sin saber qué demonio me había poseído, aullé desde el fondo de mis
entrañas: ¡Fuego! Y fue en ese instante que vi una llamarada caer sobre los
gigantes, era una candela tan caliente y poderosa que hasta los mismos
monstruos se doblegaron ante su magnitud. Yo logré escapar ileso y observé a los
gigantes tumbados en el piso, humeando como un tazón de sopa. De repente, del
cielo cayó un sujeto grande y ancho, con unas botas altas, una chaqueta de cuero
y con un sombrero de capitán de barco, blandía una espada curva en una mano y
una pistola de pólvora en la otra. Algo que no pude diferenciar bien entonces,
eran los fusibles encendidos que se camuflaban con su barba larga y negra; las
mechas desprendían unas chispas brillantes y un humo grueso que resaltaba los
ojos grandes y sanguinarios de este individuo.
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Los gigantes se levantaron del piso y concentraron su atención en él. Gruñeron


como animales y lanzaron un grito bestial contra el pirata. Éste dio unos pasos
contra las bestias y rugió de una manera ensordecedora, mientras que las mechas
escondidas bajo su sombrero expulsaban serpientes de fuego que se unían para
formar un gran Kraken llameante. La escena era tanto increíble como
atemorizante. Los monstruos huyeron como venados ante la creatura de flama
pura.

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Recuerdo que, cuando los gigantes se fueron, el gran Kraken había desaparecido
y sólo quedaba este capitán pirata, imponente y orgulloso. Entonces fue cuando
me encontró y me ayudó a levantar; yo tenía miedo, claro está, me iba a hacer
en mis pantalones y casi me despierto, pero este sujeto me calmó y me dio la
mano. Me contó que su nombre era Edward Teach y que yo lo había invocado. Al
momento que escuché ese nombre, no pude contenerme en susurrar infame
apodo: Barbanegra. –El mismo –dijo éste-. Jamás me hubiera imaginado que
Barbanegra se convertiría en mi amigo, incluso me relató sus experiencias en
vida y en la muerte, fue algo estupendo.

 
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Me desperté al poco tiempo. Sentí algo distinto en el mundo, como si una nueva
puerta se hubiera abierto. El día siguiente se acabó muy rápido; regresé al
mundo de mi sueños, ahí estaba él, luchando nuevamente contra las criaturas de
mis pesadillas. Las venció nuevamente. Después de eso, Barbanegra me contó
sobre su vida en el inframundo, después de que muriera. En esos círculos
profundos llenos de almas lo contactó un ser superior, un dios, un titán. Lo llevó
a otra dimensión, donde Teach lo encontró sentado en un trono de mármol,
contemplando una civilización antigua, incluso para el capitán pirata. El titán
que lo llevó hasta allá era Prometeo, aquél que les entregó el fuego a los
hombres. Al parecer, Prometeo distinguió a Barbanegra como un ser muy
humano, sin cadenas, rebelde, caótico y excepcional, fue por eso que lo rescató
del limbo y lo trajo ante él, para ofrecerle un trato. El capitán no especificó
mucho cuando me relató esto, sólo dijo que se avecinaba una guerra y que
Prometeo le había otorgado poderes sobre-humanos para luchar en ésta, no
obstante mencionó que me necesitaba a mí para que lo pudiera traer al mundo
de los sueños; -La guerra estallará aquí, niño. –Me dijo- No sé contra quién o qué,
pero no estaremos solos, te lo aseguro, muchacho. Tus sueños serán mis mares y,
te aseguro, que ningún intruso entra en mis aguas sin ser asaltado. –Después rió
simpáticamente y yo reí con él.-

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