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La prostitución en Lima

Boquitas pintadas

«Señoritas atienden a caballeros exigentes», leímos en decenas de volantes que


recopilamos durante algunos meses y que, por olvido, no echamos al tacho.
Los anuncios ofrecían además habitaciones higiénicas, salud garantizada del personal
femenino y privacidad absoluta. Por último, en los avisos aparecían direcciones. Con
estas mínimas referencias, se nos ocurrió visitar estos locales.
Nuestro primer recorrido tuvo resultados deplorables. Sucede que estos negocios
tienen vida errante y es casi imposible que se establezcan definitivamente.
Las embestidas policiales son periódicas y pretenden ser fulminantes. Sin embargo, es
un disparate creer que un plan de redadas acabará con la prostitución.
Los locales intervenidos solo requieren trasladarse para seguir funcionando. Incluso
comprobamos la audacia de los administradores del bulín del jirón Lino Cornejo 131.
Para no perder muchos clientes, se mudaron al frente de su anterior establecimiento.
Durante nuestra primera búsqueda, nos dimos con la sorpresa de que nuestros datos
estaban desfasados. Cuando llamábamos por los timbres, nos abrían la puerta padres
de familia, niños o encontrábamos la oficina de un abogado. Madame Génesis, Rubí,
Paraíso y muchos más se habían trasladado.
Solo en un departamento del jirón Huallaga nos topamos con una señorita de aspecto
sospechoso. Le preguntamos si ahí funcionaba un salón de masajes, que es la
apariencia semilegal de un burdel. La muchacha se sorprendió. Estuvo mirándonos por
unos segundos hasta que, enfurecida, nos tiró la puerta en la cara.
Por otras calles
Gracias a un amigo, descubrimos que en los avisos económicos de ciertos diarios se
anuncian centros de masajes. Algunos eran sumamente exquisitos: solo brindaban un
teléfono, y su exclusividad se remitía a turistas y ejecutivos.
Pero estos negocios que tratan con mujeres, en gran parte, son modestos. Así llegamos
a las casas de cita de los jirones Ayacucho, Leticia, Camaná, Azángaro y Huancavelica,
y, UNA BÚSQUEDA INFINITA 73 también, de las avenidas Nicolás de Piérola, Alfonso
Ugarte y Garcilaso de la Vega.
Al ingresar, los parroquianos traspasan una puerta resguardada, por lo general, por
uno o dos tipos fornidos. Las mujeres que ahí laboran están recostadas contra las
paredes, sentadas sobre unas bancas con cojines o de pie. Sonríen moviendo las
caderas o sus dedos, incitando a los visitantes. Pero cuando estos pasan los minutos
contemplándolas, ellas se impacientan y dicen:
—Ya, pues, papito, no te vas a quedar toda la noche ahí parado ¿o has venido a
sapear?

En estos lugares, paredes de triplay o cortinas de plástico sirven de divisiones entre los
pequeños cuartos. Además, en varios casos, el lecho es un colchón despanzurrado
sobre el suelo.
La atención, que incluye un lavado genital con agua fría, debe durar como máximo 15
minutos. Pasado este tiempo, el usuario es proclive a recibir reproches y procaces
órdenes para apurarse.

Las damas, en buena parte, son señoras con visibles arrugas, descuidadas, maquilladas
excesivamente y perfumadas con productos de dudosa calidad. El precio fluctúa de 15
a 20 soles.

En pocos prostíbulos la limpieza es adecuada y el trato agradable, con las limitaciones


evidentes que tienen estas relaciones efímeras. Por añadidura, hay una notoria
diferencia en el físico de las mujeres. En estos locales, son delgadas, altas y jóvenes. El
costo es a partir de 30 soles.

Por teléfono
Decidimos llamar a una docena de números que habíamos reunido para contactarnos
con el servicio de masajistas para hombres de negocios. Así, telefoneamos al American
Club (566-1703), Beautiful Sandra (990-7276), Moulin Rouge (451-7453), Nena (241-
5148) y Ornella (476- 8043), entre otros.
En todos, el precio mínimo es 100 soles. La tarifa puede ascender a 200 soles o más,
siempre que se exija una extranjera naturalmente rubia y de ojos claros, o servicios
adicionales.
Resolvimos probar suerte con la voz más sensual que oímos.
—¿Cuánto cobran el servicio de masajes? —preguntó uno de nosotros.
—Ciento veinte la hora, bebé —contestó una dama—. Atendemos todo el día, mi
amor. —Mmm, ¿no tendrán sida?
—Todas las chicas somos limpias. Nos sometemos a la prueba de Elisa cada tres meses.
—Me estás animando, pero ¿cómo nos encontramos?
—Me das la dirección de tu departamento o del hostal donde te alojes y salgo lo más
pronto posible en taxi.
—¿Qué tal si no me gustas?
—No te arrepentirás. ¿Qué tipo de mujer te agrada?
El cronista expresó sus preferencias físicas y se hospedó en un hostal del jirón de la
Unión. Antes pagó 20 soles, firmó en la recepción y recogió una llave, que lo condujo a
una habitación donde entró. Minutos después, una mujer telefoneaba a este albergue
para confirmar su estadía.
Casi media hora después recibió en su cuarto a una muchacha blanca, de ojos y
cabellos oscuros, bastante bonita. Indeciso, la vio desnudarse y lanzarle unas sonrisas.
—Apúrate —le dijo ella—. El tiempo ya está corriendo. Luego de una hora y media,
nuestro cronista se atrevió a salir. Estaba solo, tal como había entrado, pero con unos
soles menos. En colaboración con Juan Carlos Bondy, inédito.

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