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Joseph B. Wirthlin
Of the Quorum of the Twelve Apostles
En una revelación el Señor dijo: “Bendito es mi siervo Hyrum Smith, porque yo, el
Señor, lo amo a causa de la integridad de su corazón, y porque el ama lo que es
justo …” (D. y C. 124:15). No creo que nadie pueda recibir mayor alabanza que esa.
“Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir
el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que
invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el
don de Cristo, por lo que podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es de
Dios.
“Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en
Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces podréis saber, con un
conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo es como obra el
diablo, porque el no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno
solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a el se sujetan.” (Moroni 7:15-17.)
Puesto que hemos recibido el Espíritu de Cristo para discernir el bien del mal,
debemos elegir siempre lo bueno. No tenemos por que dejarnos desviar, a pesar de
que el fraude, el engaño y la falsedad muchas veces parecen aceptables en el
mundo; es común mentir, robar y hacer trampas. Pero para un verdadero Santo de
los Ultimos Días, es esencial tener integridad, o sea, una rme adhesión a las mas
altas normas morales y éticas.
Igual que Job debemos decir: “Hasta que muera, no quitare de mí mi integridad”
(Job 27:5). Aunque había perdido casi todo lo que valoraba-la familia, los amigos,
la salud, la riqueza-, se negaba a renunciar a su integridad; en un contraste muy
marcado, en la actualidad hay muchas personas que renuncian a esa virtud por un
precio muy bajo. La persona que roba un dulce, un articulo de maquillaje o una
alhaja cambia la preciada integridad por una mísera ganancia; el que falsi ca su
declaración de impuestos omitiendo ingresos o reclamando exenciones injustas
compromete la valiosa integridad por una insigni cante cantidad de impuestos que
no paga; el que se niega a pagar inmediatamente las cuentas de artículos o servicios
recibidos cambia la inestimable integridad por lo que supone una ventaja
temporaria; los cónyuges que son in eles a su compañero truecan su inapreciable
integridad por un fugaz momento de alegría. Esta virtud es tan preciosa que no
tiene precio, es invalorable.
José, el hijo de Jacob, era un modelo de integridad. Sin duda, habréis estudiado
sobre el recientemente en la Escuela Dominical. Su integridad lo colocó entre los
hijos mas grandes de nuestro Padre Celestial. El hizo lo que era justo y bueno; era
con able e incorruptible, y se había autodisciplinado para no traicionar jamas la
con anza puesta en el.
En la época de escasez, los hermanos de José, los mismos que veintidós años antes
lo habían vendido como esclavo, fueron a Egipto en busca de alimentos; como no
lo reconocieron, se inclinaron ante el por tratarse de una persona de alto rango.
En una escena tierna y conmovedora, José se dio a conocer a sus hermanos y los
perdonó. Por supuesto, podría haberse vengado de ellos haciéndolos esclavos,
arrojándolos en una prisión o hasta matándolos; en cambio, hizo lo que era justo y
bueno, diciendo:
“Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios …” (Génesis 45:4_5, 7-8.)
Por medio de José el Señor preservó a los hijos de Israel y les proveyó un lugar en
Egipto donde pudieran progresar y multiplicarse.
Aunque este relato es muy conocido, os exhorto a que lo leáis de nuevo, prestando
atención a la integridad de José y a las bendiciones que esta virtud le acarreó. El
llegó a tener los derechos de la primogenitura en la casa de Israel y tuvo su
herencia en la tierra de las Américas (véase Eter 13:8). El Señor le permitió
profetizar sobre Moisés, que sacaría de Egipto a los hijos de Israel, y sobre José
Smith, el Profeta de la restauración del evangelio en los últimos días. (Véase 2 Ne
3:6-21.)
El profeta José Smith es otro ejemplo de integridad, que no vaciló en hacer lo que
el Señor le mandaba, aun a riesgo de su propia vida. “[ José Smith] no trató de
evadir las tareas de la vida ni sus experiencias … El marchó, construyó, aserró, taló,
aró y plantó con los demás. Tenia un cuerpo musculoso como resultado del
ejercicio físico. Su mente era ejemplo de una búsqueda incansable de la verdad.”
(Leon R. Hartshorn, Joseph Smith, Prophet of the Restoration, Salt Lake City:
Deseret Book Company, 1970, pág. 67.) “Su grandeza no radicaba solamente en el
profetizar … el hablar o el escribir, sino en lo que el era” (Hartshorn, pág. 38).
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrara en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos.” (Mateo 7:21.)
El mundo necesita urgentemente hombres y mujeres con integridad. Casi todos los
días oímos de fraudes, malversación de fondos, propagandas falsas y otros tratos
similares con el n de obtener lucro mediante las trampas y el engaño. El Señor
aborrece esas practicas. Un proverbio dice: “El peso [o sea, la balanza] falso es
abominación a Jehová; mas la pesa cabal le agrada” (Proverbios 11:1). Y el Señor
mandó: “Si pides prestado … devolverás lo … prestado” (D. y C. 136:25). Y les dio
este mandamiento a los antiguos israelitas:
El Señor mandó a los israelitas que fuesen mas que honrados. Si encontraban un
buey perdido, debían buscar al dueño a n de devolvérselo. También hoy nuestros
tratos e intenciones deben ser así de puro s y honrados ante el Señor. Debemos ser
justos con proveedores, clientes y empleados; pagar las obligaciones y cumplir los
contratos; y no engañar jamas omitiendo detalles al hacer una inversión o un
negocio. Si tenemos el corazón “a tal grado … puesto … en las cosas de este
mundo” (D. y C. 121:35), podemos perder la integridad fácilmente. Debemos
recordar que “creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y
en hacer bien a todos los hombres” (Articulo de Fe 13).
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Cuanto desearía que hubiera mas honradez y
menos corrupción, mayor bondad a cambio de tanto ingenio y mas sabiduría en
lugar de inteligencia a la deriva”.
Debemos ser honrados con el Señor al pagar el diezmo. Los miembros eles han
aprendido que El abrirá “las ventanas de los cielos y [derramara] bendiciones hasta
que sobreabunde” (Malaquías 3:10). El pago del diezmo tiene mucho mas relación
con la fe que con el dinero. Devolvamos una décima parte de nuestros ingresos al
Señor (véase D. y C. 119:4), y no seamos jamas culpables de robarle por no pagar el
diezmo. Además, debemos recordar a los que pasan necesidades y contribuir con
generosas ofrendas de ayuno para que los ayuden.
Una mujer joven con ocho hijos se quedó sin esposo. El mayor de los niños tenia
doce años, el menor apenas uno, y una de las hijitas tenia que estar en silla de
ruedas. La madre se mudó a otro vecindario para estar mas cerca de sus familiares y
amigos. Pero temía que la dejaran de lado, por ser divorciada y estar sola. Sin
embargo, mientras se mudaba, los miembros del barrio fueron a darle la
bienvenida, llevarle comida y ofrecerle ayuda. Eran tantos descargando el camión,
que no daba abasto para decirles dónde poner las cosas.
Toda esa bondad la animó y le dio valor para enfrentar las tribulaciones diarias.
Los que se ocuparon de esa madre practicaron la “religión pura” (véase Santiago
1:27) por su integridad. Hagamos nosotros lo mismo, como esnifen el Salvador en
la parábola del buen samaritano (véase Lucas 10:37).