Está en la página 1de 50

Isas aventaras de

Cualquiera

Richard Bandler
Título srcinal: The Adventures of Anybody
© Copyright 1993 by Meta Publications, versión srcina l en inglés.
© Copyright 2006 by Hernán Cenia Training (HCT), esta edición. Introducción 6
© Copyright 2006 by Roberto R. Bravo, sobre la traducción.

Traducción: Roberto R. Bravo


Adaptación: Xavier Pirla Llorens prólogo 9
Edición literaria: Hernán Cenia Vergara

Ilustraciones: Ricardo Díaz Mañero


Diseño: Martin Sánchez Albújar
Vindicatoria 11
Reservados lodoslos derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autor ización escrita
de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción
parcial o total de esta obra, incluyendo el diseño de portadas e ilustraciones del interior, por
cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprogratía y el tratamiento informático, así
como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Introducción 13
Versión en Inglés:
ISBN: 0-916990-29-X

Versión en Castellano:
ISBN-13: 978-84-935429-0-0 Cómo Cualquiera Islegó a Uamarse flsí 21
ISBN-10: 84-935429-0-3

Depósito legal:
B-51.4Ü6-2006

Hernán Cerna Traini ng HCT )


Plaza Urquina ona, 6 18"-B
Cualquiera y el Tiempo 50
08010 Barcelona
Tel. 933 182 283
e-mail: editor@hernanccrna.es
www.hernancerna.es

Producción: Creacions Gráfiques Canigó, s.l.


Impreso en España-Printed in Spain
Introducción

¿ Qu é es este libro ? Co mo su autor nos dice desd e las pri  tidad es el reflejo de nuestra propia búsqueda interior, en
meras páginas, es una fábula. Podríamos añadir que es una un mundo que, en muchos aspectos, no por llamarlo real se
fábula que va más allá de un simple cuento, un cuento que diferencia demasiado del de la fábula.
va másadquiere
labras allá de una simple fábula,
protagonismo donde
como la magia
expresión de las pa
simbólica, ¿Quién es en realidad Cualquiera? Cualquiera sale en
bu sc a de su i den ti dad . Tr at an do de reco br ar la me mo r i a
abstracta y universal a la vez que extrañamente próxima.
pe rd i da, r ec o r r er á los lu gare s má s ex t r añ o s -p ero , ¿ c ó mo
Richard Bandler, mundialmente conocido como co-crea- saber si son extraños, si no recuerda su pasado?- y conocerá
dor de la Programación Neurolingüística, lleva al lector de a enigmáticos y a veces estrafalarios personajes: el Instante,
este libro, con su estilo dinámico y divertido, por un mundo el Mago, los Sabios, el Guía, el Tiempo, la Princesa -pero,
de ideas que po dr í a ser de meras pal abras .. . ¿c óm o saber si no los hab í a co noc ido ante s, o si ellos no lo
O qui zá s los jue gos de pal abra s tengan el po der de trans conocían a él?...-, mientras intenta encontrarse a sí mismo,
formarse en ideas. Palabras que encierran las claves de un tratando de ser Alguien. ¿Podrá alguno de ellos proporcio
viaje, un retorno al srcen, una búsqueda, donde nada es narle su identidad perdida? ¿Será él, alguno de ellos? ¿Los
lo que parece, desde la aparente evidencia de los nombres será todos? Si finalmente pudiera llegar a ser Alguien, ¿de
(empezando por el del propio protagonista), hasta la insi j a r í a de ser Cu al qu i er a? Al f i na l , ¿v al dr á l a pe na l a trans 
nuación de enigmas más allá de lugares y situaciones, lle formación? Por otra parte, en su recorrido por lugares en
gando a abarcar inclus o el pro pi o relato, del que Band le r cantados, a través de la magia, el tiempo y el espacio, ¿no se
nos recu erda con curi osa insistenci a que "no es más que va convirtiendo Cualquiera poco a poco en Alguien?
una fá bul a". .. Qui zá s la man era má s en fát ica de nega rlo.
Un cuento infantil que leerán los adultos, una historia
En esta obra Richard Bandler pone un paréntesis a sus pa ra adul to s q ue pr i nc i pa l ment e l ee rá n l os ni ño s .
libros té cni cos y divulgativos para hacer un lugar a la l i 
teratura... Pero la literatura no es de ningún modo una
actividad anodina (Richard lo sabe bien), y el recorrido de Hernán Cerna Vergara, M.D.
"Cualquiera" por su fantástico mundo en busca de su iden- Presidente Grupo HCT
mpecé a escribir este cuento en 1975,
después de haber escrito cinco libros en
menos de dos años, ninguno de ellos de
ficción. Las Aventuras Je Cualquiera
fue
través de corazones de piedra y voluntades mi escapatoria, mi pasión, mi oportunidad de poner
en práctica, de manera consciente e inconsciente, lo
de vulgar sentimentalismo todos tejemos
que había aprendido en la construcción de modelos
nuestras vidas. Hasta que el fuego de la lingüísticos. Sin embargo, los viajes no son nunca tan
pasión, uniéndose con la luz del amor, disperse fáciles como parecen, cuando vale la pena hacerlos.
Mi viaje resultó un enrevesado recorrido a través de
y desvanezca a bestias y necios..., mis niños... diferentes lugares y personas, mostrando finalmente
mejor que os alejéis que todos los cambios apuntan en la dirección correcta
cuando es el corazón en que se cansa de la mente, y
lejos... no al revés. Así que dedico este libro, en primer lugar,
a todas las ilusiones que surgen por el camino. Es de
lejos... esperar que su viaje las lleve a buen sitio, a un lugar
donde valga la pena llegar. Principalmente, dedico este
relato al corazón que sabe que con el auxilio de la mente
la pasi ón puede crecer má s all á de lo que imaginamos.
Recuerda, lector, que la vida es mejor cuando se va en
la dirección correcta, y la manera de saber que es la
correcta es porque te sientes lo bastante seguro para
dudar que lo sea, pero no tan inseguro como para no
seguir tu camino.
Con toda mi dedicación..

A mi amiga,compañera y fuente
d e pasión,

Paula Mae Bandler. Somosuno.

Con un amor
que no surg
e Je cualquier
a...
Somos
más allá del tiempo
ntes de empezar, debo dejar bien claro
que lo que presento aquí no es otra cosa
que una fáb ula. U n a fábula es sólo una
manera de dejar volar la imaginación...
ahor a mismo. Así, pues, fig urativamente
hablando, imagínate, lector, que
tú fueras este desafortunado joven
prí nc i pe, aq u í mi s mo , en me di o de a l g ú n lu gar , an he l an do
nuevas experiencias. Todo era nuevo para ti cuando eras
jo ve n: ju gu etes , ju eg os , depor tes , as í c o mo co rr er, ca zar , y
todo lo demás. Pero ahora todo ha envejecido. La cacería se
había convertido en algo viejo, así como el castillo, y hasta
sus amigos estaban envejeciendo.
Así que se dirigió al bufón de la Corte, y le ordenó:
—H az me reír.
El bufón de la Corte repitió los mismos trucos y los viejos
ju egos de siemp re.
— H m m — p en só el P r í nc i p e— ¿ C ó m o es posi ble que pu eda
haber tan ta nada en al g ún sitio, just amente aq uí , en medi o de
este lugar?
El Príncipe concluyó que quizás debía esforzarse un poco
má s; tratar de ver má s lejos.
Se dirigió al sabio de la Corte, y le ordenó que le enseñara
algo nuevo. El sabio em p ez ó enseñ arl e historia, pero el Prí nci pe
se quejó de que la historia era algo que se vuelve anticuado de
un momento a otro. El sabio empezó a enseñarle matemáticas
avanzadas, pero el Príncipe objetó que eso no era más que una Examinó al Príncipe de los pies a la cabeza, pero no encontró
manera nueva de hacer viejas cosas. nada anormal. Finalmente, concl uyó:
El sabio de la Corte empezó a preocuparse, como todo — E l pr ob le ma debe estar en el inter ior , así que debemos
bu en sabi o har í a en esas ci rcu nstanc ias . Fue a deci rle al Re y tratar el interio r del Prín ci pe para arreglarlo.
que no estaba bien que alguien no quisiera aprender antiguos De este modo, le dieron a tomar numerosas pociones,
saberes, que se negara a hacer las viejas cosas de antes. El sabio infusiones y brebajes. Pero al final el médico exclamó,
exclamo: orgulloso de su hallazgo, que ya que el problema del Príncipe
Si todo el mu ndo estuviera haci endo siempre cosas n uevas, era totalmente nuevo, las antiguas fórmulas y pociones no
sería el caos. Nadie sabría qué esperar de nadie. Estaríamos p o dí an servirl e de nada. El P rí nc i pe , entre tanto , se ca rcaj eaba
todos en un permanente estado de sorpresa, y entonces de placer ante la novedad de toda s estas cosas, lo q ue te rm i nó
sucederían, con toda seguridad, dos cosas. En primer lugar, po r pr eo cu par sob rem aner a al mé di c o de la Co rt e qu ie n,
nos encontraríamos todos tan agotados de tanta novedad enarcando una ceja, le dijo al Rey:
que el reino vecino podría lanzar un ataque por sorpresa —S us sí nt om as est án empe ora ndo.
que resultaría totalmente inesperado, porque estaríamos tan El Rey estaba tan angustiado sin saber qué hacer ni
acostumbrados a las sorpresas que no haríamos planes para adonde acudir, que convocó a toda la Corte ofreciendo una
esperar determinadas cosas. Ya ha sucedido muchas veces gran recompensa a cualquiera que pudiera curar a su hijo, el
antes en la historia. Debéis creerme, no es nada nuevo. Y, en Príncipe. Al mismo tiempo, llamó en secreto al Capitán de la
segundo lugar, si siempre estuviéramos sorprendiéndonos, nos Guardia y a todos sus generales, y les advirtió que estuvieran
acostumbraríamos a ello de tal manera que ni siquiera nos alertas, porque podría tratarse de un complot para derrocar al
daríamos cuenta. Así que —sentenció el sabio de la Corte— el reino, y quién sabe cuánto tardarían otras gentes del reino en
jo ven tiene un pr ob l ema que est á má s a ll á d e mi p osi bi li dad de ped ir t a mb i é n cosas nuevas.
ayudarlo. De be rí a hacers e cargo el mé di co de la Corte. Pronto hubo espías por todas partes, observando y
El Prí nci pe se hall aba un tanto perplejo an te la situ aci ón. Po r escuchando, tratand o de descubrir qu ié n ha bí a sido el pri mero
una parte, se sentía mal por el semblante preocupado del Rey, en provoc ar este probl ema en el Prí nci pe. Mient ras, todos los
y todas las caras decepcionadas de los notables de la Corte, que mé dic os trabajaban día y noche para curar al Prín ci pe, pero el
murmuraban: p ro b l e m a no t e n í a fá ci l s o l u c i ó n .
— ¿ Q u é podem os hacer? ¡ Qu é terri bl e si tu ac i ón par a el Rey, El Príncipe, mientras tanto, se estaba poniendo nervioso.
Sabía que tenía un problema que nadie sabía cómo resolver.
tan orgulloso que estaba de su hijo! Y, ¿cómo recibirá la noticia Empezaba a asustarse y a sentirse preocupado, y se quejaba
su madre?
Por otra parte, todo esto era, precisamente, una situación durante horas enteras, deseando que no le hubiera ocurrido
novedosa p ara él. semejante calamidad.
Se requirió la inmediata presencia del médico de la Corte. — ¿ P o r q u é a m í ? — d e c í a — ¿ P o r q u é no le s u c e d i ó est o a
Este auscultó la lengua y los ojos del Príncipe, su nariz y orejas. alguna otra persona?

miela ñcka\d Banálel V

C
El médico de la Corte seguía levantando la ceja y diciéndole el octavo día, todo el noveno día, y el décimo día se tornó tan
al Rey: impaciente que mandó a llamar a toda la Corte y exigió una
—S us s í nt om as es tá n empeo rand o. explicación.
Los médicos le aplicaron sanguijuelas, y rezaron por él, pero Los sabios deliberaron que el Rey debía atraer al Mago con
todo era inúti l. oro y riquezas. Se le envió un ofrecimiento, y pasaron otros
Finalmente el Rey, desesperado, llamó a todos los sabios de diez días mientras el Rey seguía preocupado y el Príncipe se
la Corte: dep ri mí a má s y más. E ntonces el Rey le envió otro ofrecimiento
— S i no se les ocu rre nad a que pu eda cu rar a mi hij o, al Mago , ma nd á nd ol e decir que le darí a todo cuan to estuviera
mandaré cortar la cabeza a todos. bajo su p oder si cu rab a a su hij o.
Los sabios, médicos y consejeros se alarmaron mucho por Y al fin el Mago vino al palacio. El Príncipe se sorprendió
esto, y por último decidieron ir ante el Rey para declarar mucho al verlo, porque había esperado un mago envuelto en un
solemnemente: manto negro y cubierto por un sobrero puntiagudo y pintado
— S ó l o hay un a cosa má s que s e nos ocu rre qu e po dr í a hacer de estrellas. Pero este Ma g o no estaba vestido así . Su man to
Su Majestad para ayudar a su hijo. era de color púrpura real y no llevaba sombrero. Su melena,
— ¿ Q u é co sa es? — d e m a n d ó el Re y. bl anc a co mo la nieve, le ca ía en cas cada sobre la espal da y
— De bé i s enco ntra r al Mag o que reco rre errant e los desiertos los hombros, y bajo sus pobladas cejas refulgían sus ojos como
del sur. dos centellas. El Príncipe no pudo discernir de qué color eran.
El Rey exclamó: Parecían cambiar de color de miel a azul, a verde agua, y a
— T r á i g a nm e a ese ho mbr e. color de miel nuevamente.
— N o po demo s —re sp ondi ero n los sabios de la Co rt e— . El Rey im plo ró al Mag o:
Es el Rey quien debe pedirle que venga. No hay hombre o —T e rueg o q ue cures a mi hij o.
guerrero que pueda someterlo. Es un hipnotizador con el poder El Mago esbozó una enigmática sonrisa, y dijo lentamente:
de hechiz ar multitudes. Por esa raz ón no os ha bí am os hablado — M i qu eri do Rey, no tengo que cu rar a t u hij o, por que tu
antes de él. Es muy temible, y capaz de hechizar tanto al Rey hijo, el Prín ci pe, no tien e ning ún problema. De hecho, tampoco
como al Príncipe. hay ningún Príncipe, porque todo esto no es más que una parte
El Rey miró a sus consejeros con el ceño fruncido, y de un sueño que alguien está soñando en algún lugar, quien no
finalmente dijo: sabe que en realidad está soñando. Y un problema de un sueño

— Y a soy viejo , y no hay nadie que pu eda ayu dar a mi no es un problema real.
hijo. Debo encontrar a este Mago y correr el riesgo de sus Todos en la Corte convinieron en que las palabras del Mago
hechizos. tenían mucho sentido, y al fin el Rey suspiró aliviado. Pero el
Se envió una llamada al Mago. El Rey esperó todo el primer Príncipe se inquietó, en cambio, porque si el sueño sucedía
día, todo el segundo día, todo el tercer día, todo el cuarto día, en algún lugar, y algún lugar no estaba aquí, entonces aquí
todo el quinto día, todo el sexto día, todo el séptimo día, todo no podía ser ningún sitio. Y por un momento el Príncipe se
sintió confuso sobre si en realidad estaba en algún lugar o en
ninguna parte, y si de hecho estaba en algún sitio.
C o n estos pensamientos hasta se ol vi dó de que era un
Príncipe, y el mundo a su alrededor empezó a dar vueltas...,
¿o era el sueño el que daba vueltas? No podría haber dicho
cuál era el que giraba; y en ese giro debió quedarse dormido,
o despertarse (tampoco estaba muy seguro de esto). De lo que
sí estaba seguro era de no estar en el cast il lo del Rey. M á s
aú n, estaba seguro de no hallars e en ni ngu na de las tierras del
Rey, porque nunca antes había visto ese lugar... Estaba por lo
menos ta n seguro como cual quie ra podr ía estar lo de cualqui er
cosa en tales circunstancias. Y se preguntó:
— ¿ D ó n d e pued o estar? ¿Es to y despier to o du rm ie ndo ?
Dec id ió explorar los alreded ores y posponer tan important e
cuestión para más tarde. Así que dejó de preocuparse por
dónde estaba y quién era, y empezó a mirar alrededor para
ver qué encontraba. Y encontró que este lugar donde estaba
era por cierto un lugar muy extraño.

Jlas aventuras decualquiera


Cómo Cualquiera
igdtegó a llamarse así

na de las cosas que distinguen una

fábula de una historia es que no hay ni


una pizca de verdad en ella. Y, como
todo el mundo sabe, las fábulas tienen
que ser cortas, mientras las historias,
incluso las historias cortas, deben ser
má s largas. Ta mb i é n hay que ten er en
cuenta que aunque las historias puedan ser casi tan cortas
como una fábula, nunca son tan profundas.
Así, pues, el Príncipe, por problemas que no necesitamos
detallar más a fondo, se ha olvidado de que es un Príncipe (en
realidad, nunca lo fue). Y he aquí que el desafortunado muchacho
está en alguna parte, aunque no sabe muy bien dónde.
Este sitio tiene algunas caracte rís tic as peculiares. Imag ín at e
que te encuentres, por raro que te parezca, en medio de un
campo verde. Y aunque no te acuerdas, sabes que siempre has
creído en las cosas tal y como son y te sientes perfectamente
cuerdo. Aunque no siempre has sido perfecto, nunca has creído
en engaños; y con todo, aquí y frente a ti, en un campo verde,
te encuentras cara a cara con un hombrecillo. Aunque es más
p eq u eñ o qu e t ú, parec e ser may or, y al bajarse de la p ie dra en
la que está sentado, se hace más grande y a la vez más joven.
El jo ven Prí nc ip e, que ha olvida do que lo es, se sacude la
cabeza y mir a sorprendido có mo el hombrec il lo se acerca, y a
la vez que cami na va creciendo y hac ié ndos e má s joven, todo
al mismo tiempo. Hasta que al final dice: pol icí a. De este mod o, Al gu i en e Instante f ueron al puesto de
— M i nom br e es Instante. ¿ Y el tuyo? pol icí a m á s c ercano, que estaba en el li ndero del bosque po r el
El Prínc ip e, que ha bí a quedado boquiabi erto, int ent ó contestar que el campo verde había decidido extenderse.
como cualquier persona educada pero, para su sorpresa, sólo Al entrar al puesto de policía, Instante saludó cortésmente
salió silencio de su boca. El extraño hombrecillo ladeó la cabeza al sargento, y después de charlar alegremente durante unos
y arrugó, atento, el entrecejo: momentos, se disculpó por no haberle presentado a Alguien que
— ¿ P u ed es h abl ar má s alto? N o te oi go. lo acompañaba. Le explicó al sargento:
— E s porq ue no he di ch o nada —c o nt es t ó el P rí nc ip e. —V er á , ést e es preci samente el pr obl ema par a el que
El hombrecillo asintió, en señal de haber comprendido. M-querimos su ayuda. Mi amigo ha perdido su identidad.
El sargento asintió concienzudamente, murmurando:
— N o s é c ó m o m e l l a m o . N i si qu ie ra s é d ó n d e est oy n i c u á n t o —Identi dad per di da. .. H m m m — m i r ó atentamente a
tiempo llevo aquí.
El extraño hombrecillo se rascó la cabeza Alguien, con aire desconfiado, y preguntó:
—E s o no tiene sentido. Ti enes que ser al gui en, y de seguro —¿ Se gu ro que no se la robaron?
estás aquí; en cuanto al tiempo, ¿qué significa eso? —Complet amente seguro —r es po nd ió Alg ui en.
Súbitamente, el Príncipe pensó que la situación no tenía — ¿ S a b e c ó m o la perdió ?
nada de divertida, y le respondió con desdén: —No.
— P o r supuesto que estoy aq uí , pero ¿d ó nd e es aq uí en —Ent onc es —e xc l am ó el sargento, deci didam ente— no est á
comparación con donde debería estar? Y no es que no sea seguro de que no se la hayan robado.
alguien, es que no sé quién soy. He olvidado quién soy. Pero — . . .S upo ngo q ue no.
debo ser alguien... —B i e n —di jo el sargento, sacando los respectivos fo rmul ari os—
El hombrecillo, que de repente pareció muy aliviado, , esto parece ser un caso de robo. Una identidad es demasiado
exclamó: importante para perderla, así que debe haber sido robada. Podría
—B ue no , si eres al gui en, ¿p or qu é no lo dijiste? Gus to en asegurar que la robaron, tan seguro como que estoy vivo.
conocerte. Mi r a, Alg ui en, qui zás pueda ayudarte a encontrar Instante pareció totalmente de acuerdo con el sargento, y por
tu camino, si es que te has perdido. ú 1timo Alg ui en ace pt ó que, seguramente, ha bí a sido robada.
El hombrecillo empezó a divagar y a hablar de miles de El sargento le aseguró que todas las cosas que habían sido
caminos, de sus nombres y los lugares a los que conducen, r< >badas en su jur is di cc ió n hab í an sido f inalmente devueltas, y que
nada de lo cual tenía sentido para alguien tan perdido como lan pronto como completaran los formularios correspondientes,
lo estaba el Príncipe. Así que éste se echó al suelo y empezó a el caso qu eda rí a resuelto y cerrado.
sollozar, quejándose de que nadie podía entenderlo y de que El sargento murmuró otra vez:
había perdido su identidad. —R ob o , fecha, uh mm , veamos .. . ¿ N o mb re , po r favor?
Instante lo interrumpió, para afirmar enfáticamente que si — N o tengo nombr e. L o perd í ju nto c on mi identi dad.
se trataba de un caso de identidad perdida, tendrían que ir a la —¡S in nombre! —e xc l am ó el sargento— ¿ C ó mo voy a
completar las formas sin un nombre?
Instante, que era por naturaleza servicial, le respondió al
sargento que no habría problema en escribir en el lugar del
nombre, "desconocido", y seguir adelante. El sargento convino
en que era una solución aceptable.
— ¿D irecció n?
—Desc ono ci da.
— ¿ H o r a del robo?
—Desc ono ci da.
—¿ Lu g ar del robo ?
—Desc ono ci do.
El sargento se sintió muy desconcertado, y sacudiendo la
cabeza en todas direcciones, dijo:
— N o tengo un caso si no tengo un info rme, y u n i nfo rme sin
información no es un informe. Un robo se le hace a alguien,
en algún lugar, en algún momento, y si no, no es ningún robo.
Me gustaría ayudarlo, pero creo que éste es un caso para una
autoridad más elevada. Así que voy a escoltarlos a ambos hasta el
ju ez del distrito; es perso na sabia que sabe c ó mo interpretar los
hechos. El sabrá cómo ayudarlos.
El viaje hasta la corte del juez fue largo y monótono. El
sargento condujo a Alguien y al Instante al juez, que era muy,
muy viejo. Su rostro severo se mantuvo inalterable mientras el
sargento explicaba el problema. Era tan viejo como el tiempo, y
dos veces más sabio. Instante le aseguró a Alguien que el juez le
daría la solución. Nunca había fallado en encontrar la solución
de un problema.
Cu and o el sargento te rm i nó de hablar, el jue z susp iró y sac udi ó
la cabeza como si hubi era oí do esa historia cientos d e veces. C o n
mirada implacable, como la de un padre ya harto de responderle
a un niño una pregunta tonta, dijo:
—E sc uc he n. Y escuchen b ien, por que no qu ier o que se vuel va
a presentar ante mí este problema.
»E s obvio que este desafortunadojo ven ha perdi do su identi dad, — A h —di jo el Instante—, te entiendo. Per o creo que deber ía s
o bien se la han robado, lo que podría sucederle a cualquiera. Por I rutar de ser distintas personas, y eso te dará una idea de quién
te gustaría ser.
tanto, mientras no logre recobrar lo que por derecho le pertenece,
él es Cua lq ui era. Así que ya tiene usted un nomb re para escribi r en -¡Qué tontería! —respondió Cualquiera— Nadie es quien
sustontos formul arios. Y esc úc he me usted, joven. No andedic iendo i|iiisiera ser. Nunca se ha oído semejante cosa. Tienes que ser
po r ahí que no sabe qui én es, o dici endo que es algui en. Porq ue ha oirá persona para que puedas querer ser quien realmente quieres
quedado firmemente establecido que usted es Cualquiera. ser. Si fueras quien quisieras ser, ya no querrías ser esa persona.
Así que tengo que ser otro.
»E n cuanto a la manera de recob rar lo que es suyo, es un asunto
muy sencillo. Usted ha perdido su identidad. Una identidad Instante estuvo de acuerdo, y quedó tan impresionado con
NU explicación que pensó que Cualquiera debía ser alguien muy
es como cualquier otra cosa que la gente lleva durante mucho inleligente. Y así salieron a probar la identidad de cada sabio del
tiempo : tiene cara cte rís ti cas que le son propias. Le sugier o, pues,
que salga y se pruebe todas las identidades del país, hasta que lugar.
encuentre la que le vaya mejor. Ésa será la suya, y la persona que Anduvieron durante medio día hasta que llegaron a un bosque
la tenga será el cu lpable. de ideas. Instante dijo que allí residían los hombres más sabios,
porque un hom bre c o mú n se pe rd er í a en un sitio tan confuso, co n
Todo se veía ahora tan sencillo, que no comprendían cómo
no habían podido darse cuenta antes de una cosa tan obvia. Le matorrales y enredaderas por todas partes. Es el lugar donde se
sentir ía m á s a gusto una persona de altosestudios. Instante le expli có
dieron las gracias al juez y salieron a buscar una identidad que le
quedara bien a Cualquiera. que la pre oc up ac ió n en aquel sitio era conocer cada curva y cada
giro de cada arbusto, de manera que pudieras predecir la ruta que
Cua lq ui era se sentía muy ali viado de contar al men os con una
seguiría cualquier extraño que allí entrara en un día determinado,
solución parcial a su problema. Y se preguntaba: "¿Quién seré?"
dados el punto de part ida y, po r supuesto, su destino.
Le pr eg un tó al Instante:
— ¿ Qu i é n crees que pue da ser yo? Cua lq ui era estuvo a punto de preguntar cuá l era el objetivo de
Instante lo mi ró de la cabeza a los pies. aquello, pero as um i ó que cualqui er cosa que no pudi era entender
debía ser algo muy importante. Y decidió preguntar al Instante
—B ue no , eres demasi ado jo ven pa ra ser el ju ez; y si fueras él,
ha br í am os tenido que consultarte a ti la sol uci ón de tu proble ma. cuál era su destino. Instante se encogió de hombros y repuso:
Así que creo que el juez queda descartado. Por otra parte, estoy — N o s é siqu iera cu ál es el mí o. Pro po ngo que entremos en
bastante seguro de q ue no eres yo; por que eres demas iado alto, y el bosque por un rato, a lo mejor encontramos a alguien que
no tenemos los ojos del mismo color. No te pareces a un policía; pudieras ser tú .
tampo co pareces un herrero, porque tend rí as que tener los brazos Se adentraron en el bosque. No podían ver mucho por la
má s largos. No , no te pareces a nadie que yo co noz ca. T e ves mu y espesura, por lo que siguieron a tientas su camino hasta que
normal..., podrías ser cualquiera. < >yeron una voz indignada:
— Y a soy Cua lq ui era —p ro te st ó C ual qu i era —. Lo q ue qui ero — ¿ C ó m o se atreven a a ndar po r aq uí a ciegas? N o pueden
ahora es ser alguien en concreto. seguir por este camino. ¿A dónde se dirigen?
Cualquiera, muy desconcertado, pensó que cualquiera que
fuese quien hablaba, no podía ser él: "Soy muy cortés para
hablarle así a nadie", se dijo.
La voz exclamó de nuevo, esta vez con gran furia:
— ¡ H e preguntado c uá l es vuestro destino!
Instante repl ic ó:
— N o tenemos ni nguno .
¡Majaderías! —dijo la voz— Todo el mundo va en alguna
dire cc ió n. Eso es parte de cualquiera, y ya que están aq uí deben
ir en alguna dirección, o no estarían ni yendo ni viniendo. ¿Lo
ven? Es simple lógi ca.
Cual qui era, un tanto confundido por e stas palabras, le aseg ur ó
a la voz que él era Cualquiera, y que estaba con Instante en este
bosque no yendo o vini endo, sino busc ando; y co mo no sab ía
a quién buscaba no sabía tampoco dónde estaba y, por eso, no
tenía dirección alguna que seguir.
La voz exclamó:
—¡ Br avo , bravo! ¡Es un plac er encontrar a algu ien tan versado
en la disciplina del pensamiento!
Un hombre de gran estatura salió de detrás de un árbol
ext endi éndo les la mano en señal de bienven ida.
—¿ Es usted letrado? —l e p re gu nt ó a C ua lq ui era mi entras l e
estrechaba la mano dando grandes muestras de simpatía.
Cualquiera respondió:
— Qu i z á s l o sea, a mable se ño r —a unqu e en real idad estaba
pensando en lo p oc o amabl e que h ab í a sido el e xt ra ño hasta ese
momento—. He perdido mi identidad, y estoy buscando a la
perso na que la tiene. Se me oc ur ri ó que po dr í a encontr arse en
este bosque.
Soltando la mano de Cualquiera, el extraño propuso:
—Q u i z á s yo pu eda ayudarl o. He visto muc has identi dades en
mucha gente al pasar de un lado a otro de este bosque. ¿Cuál de
ellas era usted?
Cua lq ui era pudo haber contestado: " N o lo sé ". Pero estaba fuera de él no es explicable en términos familiares al bosque.
cansado de repetir que andaba sin nombre y que no podía De manera que, como hace toda persona de gran saber cuando
recordarlo. Ade má s, de momento estaba plenamente convencido algo resulta inexplicable, los sabios dejaron la explicación de esas
de ser Cualquiera. Así que respondió: cosas a la reli gió n. La reli gió n resultaba muy buena par a explicar
—S oy Cual qui era. lo que sucedía fuera del bosque, pero no tenía mucha utilidad
El viejo sabio se inclinó para observar a Cualquiera atentamente. en el bosque, así que dejamos la religión fuera y nosotros nos
Inquirió: quedamos dentro.
— ¿E s ése en verdad su nomb re? N ad a de eso ten í a muc ho sentido par a Cu al qu ie ra , per o hi zo
Cualquiera pudo haber contestado relatando las peripecias como si entendiera y siguió adelante.

que
que enlo habían llevado ése
este momento hasta
era,allí,
en pero se su
efecto, contentó
nombre,con deciren
y que Al poco rato, C ual qu ie ra se encontraba sentad o en el suelo, en
el claro en medio del bosque, delante de un gran árbol marchito y
otros momentos lo era de otros. El viejo sabio lo pensó por unos nudoso. Lo ro deaba n los sabios provenientes de todos los rinco nes
momentos y sigu ió diciendo: del bosque: jó vene s y ancianos, de pelo blanco o ca st año , vestidos
— ¿ C ó m o puedo ayudarl o? No todos los dí as se encuentra uno de todas las maneras imaginables y de toda imaginable manera
con Cualquiera. de hablar. Discutían los problemas de Cualquiera intentando
El viejo sabio emit ió u na risa apagad a, repiti endo sus propias encontrar, co mo sabios que eran, una sol uci ón lógica. C ual qu ier a
palabr as u na y ot ra vez. se fue aburriendo poco a poco, le dio hambre, y finalmente tuvo
Sintiéndose desesperado, Cualquiera le explicó su problema tanto sueño que apoyándose en el Instante, se quedó dormido.
al sabio, hasta donde él y el Instante podían hacerlo. El sabio La segunda cosa que le llamó la atención al despertar fue el
se disculpó por no haber captado la seriedad de la situación, y suave tintineo de lo que parecían ser miles y miles de lejanas
prop uso que consu lta ran a otros sabios, y a que el pr oblema er a campanillas. El sonido lo intrigó tanto que olvidó, sin que ello le
ciertamente de naturaleza académica. importara mucho, cuál había sido la primera.
El anci ano los gu ió hasta un claro en el medi o del bosque donde, Al incorporarse, no tó que en el có mo do lecho de hier ba donde
según les dijo, crecían los árboles más antiguos. Allí convocaría había estado durmiendo, al abrigo del agujero al pie del elevado
a los sabios, y con sus grandes mentes, todos juntos, hallarían la árbol, se apreciaba la silueta no de una, sino de dos formas. De
solución. súbito, curioso al mismo tiempo que alarmado, echó una rápida
Por el camino a través del bosque, Cualquiera preguntó al mirada a su alrededor esperando descubrir a alguien a su lado. No
viejo sabio por qué los hombres de gran saber vivían en aquel había nadie. Se estiró como un gato y descubrió con agradable
bosque. Le ref iri ó la exp li ca ci ón que le h ab í a dado el Instante, y sorpresa que estaba vestido de pies a cabeza con una ajustada y
le preguntó qué había de cierto en ella. El viejo sabio, en tono de tibia malla verde, suave y ligera, de una tela que no había visto
digni dad y sinceridad, dijo simplemente: nunca antes.
—T o do cuant o hay en el antigu o bosqu e es co mpr endi do El brillo del sol se reflejaba en las gotas de rocío, creando
y predecible por quienes lo conocen. En cambio, cuanto hay chispas de luz sobre las hojas de hier ba que bordeaban la linde del

Jlas aventuras Jecualquiera ñÁarJ BanJler


bosque. Sal ió al ca mpo , ha ci a l a l uz, si nt ié ndo se pl eno d e u ní Acababa de terminar de comer cuando los platos y cubiertos
vigor que recorría todo su cuerpo. Quería descubrir el srcen emitieron un fuerte silbido, y después de tres relámpagos de luz
del tintineo que de vez en cuando llenaba el aire. Siguiendo el di saparecieron por completo. Al mismo tiempo, una apacible
pr im er c ami no que en c on tr ó e n d i rec ci ón a ese sonido, c am i nó y melodiosa voz, yendo y viniendo en susurros, llenó su mente
un largo trecho. linto con toda la casa. Al principio no entendió las palabras,
Empezaba a preguntarse dónde se hallaba y cuándo se .Hinque de algún modo sabía su significado. Luego se hicieron
enc ont ra rí a con alguien, cuando divisó una e stela de hum o que has claras cuando se acercó despacio a la bola de cristal, que
se elevaba por encima de los árboles en los que desaparecía el bri ll aba s uavemente.
camino por el que iba. Al adentrarse entre los árboles pudo Siéntate y relájate.

oler la hoguera y, como el sonido de campanillas había cesado Se sentó en el cómodo sillón que apareció a sus pies.
po r momento s, p udo oí r t am bi é n el ru mo r de un r ia ch uelo . —Puedo r espo nder tus preguntas . P re g ú nt am e.
Tras recorrer una corta distancia entre los árboles, llegó a I >a voz lo envolvía por completo, y le pareció ver haces de
una casa ju nto a un arroyo. Fasci nado por la belleza del lugar, lux en la esfera. Respiraba profundamente, con las manos
ap res ur ó el paso y lla mó a la puerta. Ést a se abr ió lentamen te, descansando cómodamente en sus costados.
y bajo el rayo de luz que entró en la casa vio la alfombra más — ¿ Qu i é n eres?
curiosa que había visto jamás. Justamente en el centro de la — ¿ Y qu i é n eres tú ? —r es p o nd i ó la voz .
alfombra, iluminada por la luz, había una enorme y pulida —Yo soy Cu al qu i er a —c o nt es t ó co n segu rida d.
bo la de cri stal , casi de la m i sm a alt ura q ue él . — ¿ C ó m o sabes que eres Cu al qu ie ra?
La casa estaba en complet o silencio. D es pu és de llama r varias "Sí, ¿cómo sé que soy Cualquiera?", se preguntó. Y pensó
veces, esperando la respuesta de su morador, entró y cerró la cómo sería no ser cualquiera.
pu ert a tras de sí. En ese mi sm o i nstante, so nó un estruendo de. — N o estoy seguro —c o nt es t ó f i na lm en te .
miles y miles de campani ll as. C o n la puert a cerrada , el sonido — ¿ Y piensas q ue p orq ue no est ás seguro, eres Cua lq ui era ?
disminuyó hasta ser sólo un distante murmullo, y la estancia La pregun ta lo desc onc ert ó un tanto.
quedó suavemente iluminada, aunque no pudo discernir el —N o. .. , qui ero deci r que no sé c ó mo sé que soy
srcen de esa luz. (¡ualquiera.
Le asaltó un pensamiento suave y melodioso: " C O M E " . — ¿ T e gu st ar ía apre nder de verd ad a ser Cu al qu ie ra? — l o
Mirando alrededor, vio una olla humeante donde se cocía una invitó la voz con persuasión.
especie de gachas, una copa llena de un líquido dorado que olía a Esta pregunta lo inqu ie tó un poco.
albaricoques frescos, mantequilla y unas hogazas de pan tostado — ¿ Q u é signif ica eso?
que, para su sorpresa, estaban calientes y listas para comer. —S ig ni f ic a ap render de verda d a ser C ua l qu i er a —i ns is ti ó
Pensó que sería apropiado que comiera, porque necesitaría la voz con una risita ahogada, y se fue desvaneciendo mientras
fuerza, cualquier cosa que fuese lo que le deparara esta sus ojos se fijaban en la bruma que se arremolinaba en la esfera
aventura. de cristal, y Cua lq ui era volvi ó a sentir el fresco olor del aire que
había sentido esa misma mañana. Por encima de su cabeza]
oyó el canto de un pájaro y el sonido del viento entre las hojas
de los árboles. Las brumas se aclararon lentamente, y vio la
figura de un joven vestido de verde de la cabeza a los pies, que?
empezaba a despertar y a agitarse, y justamente al abrir lo.
ojos oía el sonido apagado y lejano de miles de campanil las. I
Cualquiera sintió acelerarse sus latidos. Se inclinó ligeramente
haci a delante en el sillón. El jove n se incor por aba y mirab a el
sitio donde había estado durmiendo, espiaba alrededor suyof
con rápidos movimientos, y luego de estirarse y hacer un
pau sa, se i ba p or el c amp o.
Cualquiera seguía mirando y oyendo lo que le sucedí;
al joven en la bola de cristal, pero le costaba mantener latí
atención fija. Sintió que estaba tenso, como si tratara de evitar!
algo; así que deliberadamente se relajó y respiró con calma ^
pro fu ndamen te. L os soni dos, ol ores e im á ge ne s que le lleg aba n
de la esfera de cris tal eran ex t ra ñ am en t e familiares, a veces co mo
si se trataran de recuerdos. Se incorporó levemente, prestando
la máx i ma ate nci ón a lo que se desarrollaba fren te a él. O y ó
el rumo r de un riachuel o. Vi o humo, y los acontecimientos
dentro de la bola de cristal parecieron acelerarse. Unos golpes;
en la puerta lo sorprendieron hasta el punto en que casi salta
de su asiento.
Oy ó una ll amada que sonaba un poco como si vinie ra desd é
dentro a la vez que fuera de la bola de cristal. Era como si
algui en preguntara: " ¿H ay alguien en casa?"
Las bruma s se espesaron en la esfera de cris tal. C ua lq ui er a dej ó
caer la cabeza haci a at rá s en el asiento, y ya no supo nada má s. I
Cuando recobró la conciencia, el joven estaba terminando
de comer. Cualquiera sintió un leve temblor recorrer su
cuerpo cuando oyó tres fuertes silbidos seguidos por un suave y
melodio so mur mul lo , y vio al joven girar se lentamente haci a élj
y acercarse a través de su reflejo en la bola de cristal. Se quedóí
37

par al iz ado cu ando la fi gur a p ar ec i ó detenerse just o sobre sus (.imino. De repente, como si hubiera estado enganchado a
pies y darse m edi a vuel ta p ar a sentarse en el sil lón en el que é| una gigantesca banda elástica que se rompiera de golpe, salió
mismo estaba sentado. Entonces comprendió. disparado hacia delante con tal velocidad que tropezó y cayó,
La voz em p ez ó a reí r quedamente, aum entando en intensi dad Ion tanto impulso que siguió rodando un trecho por la verde
hasta llegar a ser una carcajada que casi lo sacudió de la silla¿ y alta hierba.
Pensó que iba a estallarle la cabeza. Vi o una enorme cria tur a de muchas patas, con anten as,
Final mente, se dio cu enta de que la risa ha bí a cesado. que se arrastraba por un interminable bosque de plantas que
— ¿ Ya entiendes c ó mo puedes de ver dad ser Cual qui era? ] se arqueaban y balanceaban, mientras sentía un fuerte olor
— p r eg u nt ó la voz quedam ente. a tierra. Se extrañó de no asustarse ante la criatura que se
— N o , n o lo ent iendo. acercaba. Comprendió lo que pasaba cuando oyó, por encima
Su mente era toda confusión. Se preguntó que pasaría del suave murmullo del viento entre las plantas, una voz
ahora. extrañamente familiar, profunda y melodiosa:
—Y ah or a te preg untas q ué pa s ar á , ¿ verd ad? — ¿ C u á n t o t iem po pi ensas estar ah í ti rado, pas mado , c on l a
Cualquiera sintió que ya no soportaba más. Y así fue nariz pegada al suelo y a la hierba?
Recuperó sus sentidos con las primeras ráfagas del frese Cualquiera levantó la cabeza con expectación. Vio a un
olor del a ire de la ma ña na . La segun da cosa qu e le l l am ' hombre con ondeantes vestiduras color púrpura y largo pelo
la atención fue el suave tintineo de lo que parecían miles bla nco q ue le ca í a sobre los ho mbr os. Su m i ra da era p rof unda,
miles de campanillas lejanas. Se incorporó de un salto bajo y Cualquiera no pudo descifrar el color de sus ojos.
elevado árbol, proyectando sus pensamientos con la intenció —¿ Dó n de estoy? — pr eg u nt ó, i nc or po rá nd os e y sen tá ndo se
de romper el inevitable flujo de acontecimientos. en el suelo.
Se esforzó desesperadam ente po r log rarlo . S ab ía exactamente —Aquí.
lo que sucedería, a menos que pudiera hacer algo al respecto! — S í , per o ¿d ón de ? Po dr í a estar en med io de ni ng una
Al acercarse a los árboles de donde provenía el olor del humo parte.
el rumor del riachuelo, su respi rac ió n se volvió agitada. Se di — N o , no, no — el ho mbr e ri ó su avemente, y su b la nco p elo
cuenta de que estaba apretando los puños. Su visión se nubló se movió con fluidez—. Esto podría ser el límite de ninguna
le parec ió percibir una tenue luminosi dad aprox im ándo se po parte, p ero ci ertam ente no es el c entro. Pa re cí a di vert ido , y se
su derecha, cerca de donde el camino entraba en el grupo d sentó sobre una roca, con su blanco pelo ondeante, riéndose
árboles. Trató de alcanzarla, lanzándose con todas sus fuerza para s í mi entr as C ua l qu i er a lo o bser vaba.
haci a el lugar de donde pro vení a. Cualquiera hubiera querido preguntarle otras cosas, pero
El tiempo parec ió detenerse. Er a co mo si, de súb ito , hubier pen só que serí a i núti l. Así que pr osi gu ió su ca min o bor deando
empezado a moverse dentro de un líquido espeso y viscoso- el grupo de ár bo le s, a la derecha, ec há ndo l e de vez en cua ndo
Si nti ó el cuerpo pesado y lento, y un susurro sordo en los oí dos una mir ada furtiv a por encim a del hombro. Des pu és que hubo
La dificultad creció cuando sus pies traspasaron el borde de avanzado un tanto, percibió una sombra que parecía seguirlo,

Iridiar J Bam
dentro de la línea de árboles, siempre a unos cien metros por
—¿Y q ui é n eres tú? —r es o nó una vo z baj a y mel odi osa que
detrás de él. Se mantuvo alerta. El silencio era inquietante.!
pronto se co nvi rt i ó en una ris a at rona dora . Ent onc es si nti ó l a
De vez en cuando miraba directamente al punto donde
pri mera rá fa ga del fresco aire de la m a ñ a na . Ab ri ó los ojos
debía estar la sombra, pero no lograba ver nada. La línea del
lentamente. Desde atrás le llegaba el murmullo de un riachuelo,
árboles, aunque muy irregular, torcía gradualmente hacia las
y al girarse despacio vio el agua del arroyo que brillaba bajo la
izquierda.
luz matuti na a poc a distanc ia de él. Mi r ó a todo su alrededor,
Era bien entrada la tarde cuando Cualquiera se encontró
dándose la vuelta hasta que sus ojos volvieron al punto inicial.
ante un camino que conducía nuevamente hacia los árboles.
Esforzándose por mantenerse de pie, Cualquiera empezó
Al principio dudó, pero al final decidió seguir el camino,
a percibir nuevas y extrañas sensaciones. Intentó pensar.
pensando
personas. queApenas lo ll hab
evarí ía a donde pu
a avanzado di eracienco
unos ntra r a en
en metros otras
elí Apart ando los ojos de cuanto le rodeaba, se fijó por pri mera vez
en sus manos-garr as-patas . O y ó un gri to ahog ado, y luego se dio
interior del grupo de árboles cuando oyó un ruido apresurado j
cuenta de que pro ven ía de su pro pi a garganta. V i o sus manos,
a sus espaldas. Al girar, vio una forma trémula, constantementej
o patas, o lo que fuesen, bajo la trémula luz que se filtraba,
cambiante, que obstruía el paso de la luz, dejando el camino
vacilante, entre las hojas de los árboles por encima de él. Eran,
en penumbra.
de alguna manera, insustanciales; a veces le parecía poder ver
Aquello, totalmente ajeno a su experiencia, lo asustó.
a través de ellas. Pero eran al mismo tiempo increíblemente
La figura avanzaba acercándose a él. Trató de calmarse)
flexibles y fuertes. Todo su cuerpo estaba recubierto con el
repitiéndose: "No hay nada que temer... Nada que temer...";
mismo lustroso pelaje. Descubrió que se sentía igualmente
pero mientr as m á s lo dec ía , m á s mi edo le d aba.
cómodo tanto en pie como a gatas. Una parte de su mente,
De súb ito , la extr añ a criatura se abal anz ó sobre él con un grito.
sin embargo, se hallaba sorprendida y paralizada de terror,
Cualquiera ya no pudo controlar su miedo, y sus pensamientos rehusando aceptar lo que veía y sentía. Notó que podía oír con
desaparecieron. Logró recuperar el sentido y salió corriendo
más agudeza de la que jamás había tenido: podía discernir el
velozmente por el camino. Mientras corría a gran velocidad,
movimiento de cada rama de los árboles balanceándose en el
aterrorizado, se sorprendió de oírse a sí mismo reír.
viento; tan distintos eran los sonidos y crujidos de cada una de
Pero la avalancha de la desconocida criatura se oía cada ellas como las voces de una multitud de personas. Y los cambios
vez más cerca, hasta que le pareció sentir su aliento sobre su* de dirección del viento creaban un inesperado concierto de
cabeza. Justo entonces llegó a ver un puente sobre un arroyo^ hojas en las copas de los árboles y en los arbustos. Cerró los
y una casa al otro lado. Acelerando aún más su carrera, ©jos y se sintió inmerso en un mar de sonidos.
atravesó velozmente el puente y, sin detenerse a preguntar sil
Mientras escuchaba, sentía que cada parte de su cuerpo
había alguien en la casa, alcanzó la puerta, la abrió y entró
reaccionaba a los cambios en los movimientos de las hojas bajo
cerrándola de un portazo a sus espaldas. Oyó el golpe sordo de
la fuerza del viento. Abrió los ojos, y le sorprendió ver cómo
un cuerpo pesado al otro lado de la puerta, al mismo tiempo
su propio cuerpo relucía irradiando en rápidos y cambiantes
que sonaban miles y miles de campanillas, y se desplomó.
patrones de colo res, com pl eta mente a tono co n el envolvente
que se encontraba, le exigía recuperar el control y regresar
concierto de sonidos. Cuá nt o tiempo pe rma nec ió Cualq uiera
I la linde de los ár bol es, par a saber qu é ha bí a pasado
en este trance, nunca llegó a saberlo.
con el hombre que había visto y oído allí. Algo dentro
Sobre el fondo del apacible y suave movimiento de sonidos,
de Cualquiera se resistía, sin embargo, y tras una lucha
algo atrajo su atención. Era en parte un olor, en parte uní
interminable consigo mismo, por fin se dirigió lentamente
sabor; sintió que se le erizaba el pelo de la espalda al tiempo
.1 la arbo leda.
que su cuerpo se alargaba y se aplastaba. Un gruñido casi
Al llegar a su anterior lugar de observación, ya no pudo
inaudible escapó de entre sus dientes. Sin una decisión
ver la extraña luminosidad sobre la roca. Ni siquiera la roca
consciente de su parte, se retorció alejándose del arroyo para
estaba allí. Esto le dio que pensar. Entonces, con otro giro
dirigirse a un área menos espesa de la arboleda.
involuntario del cuello, captó a su izquierda, a lo lejos, el
El sol caía casi en vertical mientras él esperaba a la movimiento de una figura de color verde claro.
sombra de los árboles, examinando acucioso el campo frente
Durante gran parte de la tarde siguió a la figura vestida
a él. Directamente enfrente, a cierta distancia vio a alguien
de verde. Sólo podía aproximarse hasta una cierta distancia,
acercándose con rapidez hacia los árboles. Tan pronto detectó
antes de que su cuerpo se rehusara a acercarse más. Pero
la figura que se aproximaba, se quedó quieto en su posición,*
de alguna manera sabía que era importante para él llegar a
con la mirada fija en ella. Sintió sus orejas moverse y apuntar
establecer contacto con el hombre. Así, dejó que su cuerpo
en esa dirección. Percibió con toda claridad los sonidos de la
lo siguiera de lejos, mientras se esforzaba por idear un plan
respiración del hombre, sus pisadas y el roce de su vestimenta
que le permitiera engañar a su cuerpo y acercarse más a él.
color verde claro contra la hierba y los arbustos.
Entonces se le ocu rr ió . Recu perando la calm a, con pala bras
A medida que el hombre se acercaba al grupo de árboles,
c imágenes empezó a evocar suaves sugerencias de alimento,
Cual qui era pudo oír el repentino cambi o en su respi rac ió n, y|
esperando despertar en la criatura la experiencia de comer.
captar la rigidez que adqu ir ía n sus mov imientos. Al arm ado ,
Al cabo de un breve lapso, percibió un flujo de energía, y
se pegó todavía más al suelo. De súbito, el hombre pareció
sintió la saliva gotear de su boca, mientras sus manos-garras-
salir disparado del camino para caer fuera de su vista, detrás
patas se est ir aba n y en c o g í an i nvo lu nt ari ame nt e, c on las u ñ as
de una gran piedra entre la alta hierba. La parte superior
extendiéndose y recogiéndose.
de la piedra aparecía envuelta en una extraña luminosidad,
Siguió así, forzando sus ojos a mantenerse fijos en el color
en la que a Cualquiera le pareció ver trazas de colores rojo
verde claro del hombre que avanzaba a sólo cien metros
y púrpura. Sin previo aviso, su cuerpo se giró suavemente
hacia los árboles, para dirigirse otra vez al arroyo junto al de la línea de árboles. Su cuerpo respondía con presteza,
agazapado contra el s uelo, mov ié ndo se ágil y silenciosame nte
que había despertado antes. Aunque trató de recuperar
tras el hombre. Cuando hubo mediado la distancia con éste,
algún control de su cuerpo, no lo logró hasta que tuvo la]
empezó a enviarle señales de peligro y temor. El hombre
nariz y la boca sumergidas en el agua del arroyo.
reacc ionó inmed iatamen te, que dá ndo se paralizado. Rió para
La part e de su mente que se h ab í a reh usad o antes a
sus adentros, felicitándose por su éxito.
acept ar lo que le dec í an sus sentidos respecto al cuer po en el
Proyectando alternativamente distintas imágenes, iba
aprendiendo a comunicarse con el cuerpo de la criatura, y ya
era capaz de controlar sus movimientos bastante bien. Cada
cierto tiempo, con un nuevo olor o sonido, o una repentina
oscilación de las ramas, perdía el control que había logrado,
per o l o v o l ví a a rec up er ar d es p ué s.
El hombre de color verde claro se encaminó nuevamente
po r un se nde ro ha c i a l a ar bo le da. Cu al qu i er a ag u di z ó su
vista y oído, sabiendo que pronto tendría su oportunidad.
Cuando el hombre había penetrado cierta distancia entre los
árbo les, Cu al qu ie ra se abala nzó corriendo d irectam ente tras
él. Avanzaba ya sin ninguna precaución, y el hombre giró y
se detuvo al verlo.
De momento, Cualquiera pensó en esperar, pero entonces
se le oc ur ri ó que qui zá s el hombre tam bi én deseaba establece r
contacto. Entusiasmado, se lanzó hacia él con un grito.
Súbitamente, aquél giró sobre sí mismo y salió corriendo
pe netr an do m á s a ú n en l a arb ol eda .
Con rapidez, evocó las sugerencias de comida y su
cuerpo se precipitó tras él. Empleó toda su habilidad recién
aprendida en controlar su cuerpo para no saltar sobre las
espaldas del hombre que huía delante de él. El cuerpo de la
criatura estaba tan absorbido por la persecución, estirando
cada mú s c u l o de sus patas y ganando veloc idad en cada sa lto,
que no se dio cuenta de que se aproximaban a un puente con
una casa al otro lado del arroyo.
Cualquiera avanzaba a grandes pasos y saltos, cubriendo

cinco o seis metros con cada zancada. En medio de un


salto vio que el hombre había desaparecido y en su lugar
se en c o nt ró c o n una puerta. Inesper adam ente, se estrell ó
cont ra ell a co n un fuerte golpe, rebo tando y cayendo al
suelo, si n ll eg ar a darse cuenta del tintineo de miles y miles
de campanillas.
El tiempo pareció detenerse. En su mente todo lo que — N o , no ... , no es eso. E s que hago las mismas cosas una y otra
había era humedad y rapidez. De una manera confusa, vez.
oscuramente recordó algo como una voz baja y melodiosa, — M e he dado cuenta. Ya debes hacerlas bastante bien, ¿no?
una brumos a esfera cri stal ina y algo má s. . . —S í . . . , no. .. , o sea, sí .. .
Y luego, lentamente, muy lentamente, bajo el suave empuje —Extra ordi nario —c om en tó la voz, que no sonó muy
del viento y ráfagas de lluvia, como si estuviera profundamente esperanzadora—. ¿Qué es exactamente lo que quieres?
enraizado, empezó a balancearse despacio, muy despacio. Sólo — N o has respondido mi pregunta. ¿Q ui é n eres? —r ep li có ,
oía a lo lejos la vaga sugestión de una brillante bola de cristal y sorprendi éndose de su propia contestación.
una voz que reclamaba su atención. Oía también otras cosas, —B uen o, bueno. .. —di jo la voz, con una ri si ta— Soy un
nervomismo.
muy ajenas
llegó a las otra
a sus oídos palabras
voz: para poder recordarlas. Finalmente, -¿Qué?
— ¿ Y qu ié n eres ahora? —ins is ti ó la voz, baja y profu nda. — U n nerv omi smo . Y debo advertirt e que sól o pu edo
Estaba otra vez en el sillón, sumido en él, viendo las brumas responderte tres preguntas. Ya has hecho dos.
arremoli narse en el interior de la esfera cristalina. — N o es cierto. ¿ Cu á l fue la segunda? — r ec l a m ó Cua l qu i er a
—To da ví a soy Cu alq uier a. indignado.
— ¿ Y ya sabes có mo sabes que eres Cualq uiera? —P ri me ro preguntas te q ui é n era, y cu ando te co nt es té
—No. preguntaste " ¿ Qu é ? ". Así que re pe tí la respuesta. Ya so n dos.
— ¿ Y entiendes mejor lo que de verdad es ser Cualqu ier a? Y si eso te parece una estupidez, considera el hecho de que
Vaciló, mientras se hundía en una ensoñación. Después de un ésta es la respuesta a tu tercera pregunta. Has agotado todas
largo silencio, la voz añadió: tus preguntas —contestó la voz con tono inflexible—, lo cual
— M u y bien. Hasta luego. es bastante torpe.
Tuvo un extraño mal presentimiento al sentir la primera —P o r favor, po r favor: ¿p ue des co ncederm e un a p reg unt a
ráfaga del fresco aire de la mañana, y haciendo un esfuerzo se más? —rogó desesperado.
incorporó y gritó: — A l menos, sé l o bastante intel igent e pa ra ped ir dos, así
— ¡B a st a ! cuando te responda esa pregunta, te quedará una para usar
—¿Sí...? —l e e x p l i c ó l a vo z.
—E st o no puede seguir —re pi ti ó— : Esto no puede seguir. — S í , sí, ¿p ue des co ncederm e dos má s, po r favor?
— ¿ Y qu é crees que pod rí a detenerlo? —i nq ui ri ó la voz, co n un —B u en o, pero que sea u na p reg unt a i nteresante.
deje de humor. — ¿ Q u i é n deci de lo que va a pasar? —i nq u i r i ó ,
— C a da vez q ue me despierto es de m añ an a, y huelo el aire so rp rend ié ndos e otra vez de su propia pregunta.
fresco y. . . , y.. .— de pronto, se ha bí a quedado sin palabras. Cualquiera se sintió barrido por el estruendoso aplauso
—¿P ref eri rí as despertar en la tarde caliente y hú me da , o quiz ás que surgió de todos los rincones de la casa. Al desvanecerse el
por la noche? — pr eg un tó l a voz con inter és. aplauso, oyó la carcajada de la voz, y luego:
Sintió una multitud de imágenes y voces que parecía
— ¿ Q u é quieres saber ex actament e de l o que va a pasar? pr oven ir de su int eri or, y dej ó de segu ir los mo vi mi ent os de
He sido alguien vestido de verde y conozco dos rutas para
su cuerpo. Percibió un viento fresco rizándole los cabellos,
llegar aquí desde la arboleda. He sido otras cosas también, cosas y suaves sonidos que lo envolvían calladamente. Por su
que no logro entender o que, al menos, no puedo explicar en este
izquierda oyó una música a gran distancia.
momento. Pero lo que de verdad quiero saber es quién decide
Lentamente abrió los ojos. Las primeras imágenes que vio
qué cosa seré la siguiente vez —hizo una pausa, sin aliento.
le hic iero n dar un grito y volvió a cerrarlos. Po co a poc o co br ó
Inesperadamente, la habitación se iluminó y oyó las
conciencia de una voz que lo tranquilizaba, murmurándole
campanillas sonar. Su visión se hizo borrosa, y cuando pudo
al oído que estaba a salvo y que no debía tener miedo de lo
enfocar la vista de nuevo se hallaba sentado entre dos personas.
que viera.
A anco
bl un ladoco n de él estaba
suaves un hombre
vestiduras c ol or p de abundante
ú r pu y largo
ra ; al ot ro, pelo
una mu jer La voz lo instó a abrir los ojos de nuevo. Lo hizo. Tardó
unos segundos en calmarse, dirigiendo su respiración con
vestida de rojo, de pelo negro que le caía en cascada sobre la
regularidad hasta sentirse tranquilo.
espalda, dejando algunos rizos sobre los hombros.
Estaba de pie sobre el borde de un enorme risco. Ante él
Ambos lo observaban como aguardando oírlo hablar. se extendían tierras, bosques y montañas hasta el océano.
Se preguntó que esperarían que dijera, cuando los dos se Adonde quiera que dirigiera su vista y sus oídos desde allí
miraron e intercambiaron una tenue sonrisa. po dí a ver y oí r cu ant o su ce dí a. La in fi nit a var i eda d de lo
N o t en í a i dea de c u á nt o ti emp o du r ó aqu ell a sonri sa; era que percibía lo inquietó, quedándose quieto, sin atreverse
como si el tiempo se hubiera detenido. a moverse por miedo a perder el equilibrio. Poco a poco,
— ¿ Q u é si gnif ic a par a el ti emp o estar detenido? — i nq u i ri ó su vista y su oído fueron atraídos por una zona arbolada,
el hombre, mirando intensamente a Cualquiera desde debajo muy abajo y lejos a su izquierda, en donde concentró toda
de sus pobladas cejas. su atención.
— A c t ú a co mo s i tod o fuer a no rm al —l e a p r em i ó l a muj er Pronto su atención se enfocó en una pequeña casa en el
en voz baja. Todo su cuerpo se enervó al oír su voz, alarmado cam po. El tejado par ec i ó desvanecerse an te sus ojos y pu do
po r l a i mp l i c ac i ón de estas p ala bras . contemplar a un joven vestido de color verde claro, comiendo
— ¿ P u ed es resp onder mi preg unta ? —d ij o el ho mbr e, ante una mesa. Y a través del espacio oyó su propia voz,
recobrando su tenue sonrisa. habla ndo con firmeza, que ll enaba la ca sa. El jo ven se acer có
— H a z lo que él di ga —l e su su rr ó la mujer, que ah or a colocándose enfrente de una esfera de cristal que brillaba
reprimía su risa. con luz tenue.
Cerró los ojos y sintió cómo ambos lo tomaban por los —S i é nt at e y relá ja te —i nv i t ó amab le ment e al j ov en —.
braz os. Iba a protest ar, pero un a se ns ac i ón de mo vi mi ent o Puedo responder tus preguntas. Pregúntame —le dijo.
lo invadió mientras ellos, sosteniéndole las muñecas y los
Al hacerlo, oyó las risas suaves y agradables de un hombre y
codos, le movían los brazos, al principio acercándolos y una mujer. Levantando la mirada, vio un rastro de tonalidades
apa rt ánd ol os , y ace rcá ndol os nuevamente.
p úr pu ra s y rojas pe rd i én do se en el ci elo. Vol vió a mi ra r just o a
tiempo para oír al joven vestido de verde que preguntaba:
— ¿ Q u i é n eres?
Le sobrevino una ensoñación de la que no pudo recordar
des pu és todos los detalles. Vi o a una Princ esa cabalg ar sobre
un caballo , a un Rey entristecido y una gran hogu era. Vi o un
misterioso objeto de cristal brillante y reluciente, frente al que
se sinti ó a la vez intr igado y temeroso. Por úl ti mo, se vio a sí
mismo atravesando un largo túnel para entrar en un bosque.
Avanzó despacio hasta un claro del bosque, donde estaba
sentado un anciano de pelo blanco con brillantes vestiduras
de color púrpura. El anciano se dirigió a Cualquiera como si
lo hubiera estado esperando largo tiempo y le dijo:
— ¿ Q u é qui eres?
Cualquiera se oyó a sí mismo contestar:
— Qu i er o ser al gu ie n, al gu ie n en co ncr et o.
El anciano rió y dijo:
—P ob re t onto , has si do al gu ie n en co ncr eto to do el ti emp o;
sólo que no lo sabes.
El anci ano de vestiduras col or p ú rp u ra se rió para sí
mismo, cada vez más y más fuerte, hasta que Cualquiera
no pudo soportar el estruendo. Se dirigió hacia él, pero se
encontró corriendo dentro de una nube, y por más que se
esforzara no lograba avanzar ni un paso. Al dejar de correr,
cayó al suelo.
—¡ E s t o y atr apa do, estoy at rap ado! — g r i t ó .
Gri tando y pate ando, despe rt ó de su sueño para descubrir
que no estaban allí los sabios del bosque ni Instante. En
realidad, no había tampoco bosque, ni claro alguno, ni
siquiera árbol; sólo Cualquiera, que se sintió algo mejor ya
que al menos sabía quién era.
a alguien, que se quedó como hechizado. Sin entender cómo
no podía ver a nadie, finalmente suspiró y, dándose una
pa lm ada en l a me ji ll a, dij o:
— A h o r a s í que teng o pr ob le mas . Oi g o voces sin qu e ha ya
nadie. Debo estar enloqueciendo.
A esto, la voz replicó, para mayor sorpresa de Cualquiera:
—¿ As í que no soy nadi e?
ualquiera recobraba poco a poco Cualquiera volvió a girarse mirando a todas partes, pero
lampoco pudo ver a nadie esta vez. En medio de la confusión
el sentido, y recordaba lo bien que
había comido la última vez que lo en la que estaba, llegó a decir:
hizo. De repente se dio cuenta de que — L o s iento , pe ro . . . Es de ci r. .. , pi do dis cu lpas, pe ro .. . me
no estaba en cama, ni soñando, sino lias sorprendido, y no logro verte.
acostado con la espalda en el suelo. Se —¡ Es o es! — r e s p o n d i ó l a v o z — Y, co mo todo s l os tonto s,
dijo a sí mismo: "Otra vez no puede sólo porque no ves algo supones que no hay nada, ¿verdad?
ser. Esto debe acabar en alguna parte." Cuando empezabjB Bueno, no sólo Cualquiera pensaba que hay que ver para
a abr ir los ojos se le ocu rr ió : "Esp era, ¿no sería m ejor se g u í » ' ¡Peer; muchas otras personas respetables piensan lo mismo.
soñando?" Y, romo Cualquiera le explicó a la voz, ésta parece ser una
actitud muy racional.
Pero a medida que se le aclaraba la mente, convino en
que, si bien esto podría ser un sueño, también podría serl ha voz se burló de Cualquiera, que estaba siendo muy
lógico:
agradable. Sin embargo, al abrir los ojos despacio, el sol lo
cegó y sólo alcanzó a ver líneas onduladas. Por un momento! ¡Aah hh , tonto!... ¡ Qu é ton to! ¿H as tenido algu na vez un
sintió náuseas, y luego hizo un esfuerzo por recuperar la resfriado?
visión, pestañeando una y otra vez y sacudiendo la cabeza. 1 —Pues .. . sí, l o he ten ido — r e s p o n d i ó C u al q ui er a.
¿Y creíste en él?
Por fin el mundo se detuvo. Se encontró sentado en una!
-¡Claro que creí en él!
roca desde la que divisaba un hermoso valle. Exclamó en vom
Pero, ¿podías verlo? —exclamó la voz.
alta, aunque en realidad se dirigía a sí mismo:
Esto confundió a Cualquiera, que protestó diciendo que no
— ¿ C ó m o ll egu é aq uí ? ¿. . . Y dó nd e es aq uí ?
Para su sorpresa, una voz le respondió: < ii lo mismo. Pero la voz continuó razonando sobre el mismo
(Milit o:
— A q u í es aq u í , po r supuest o, ¿ c ó mo p o dr í a ser de o t r a
manera? ¿ Q u é me dices del aire? ¿Cr ee s que existe el aire? ¿O el
Cualquiera se giró lo más rápido que pudo, pero a su •Bor? ¿Y la amistad?
alrededor sólo vio vacío . Est aba tan seguro de que encont rar ía" Finalmente, Cualquiera, que hubo de aceptar su derrota,
I ircguntó a la voz cómo era vivir sin tener cuerpo.
La voz ir ru mp i ó en risa, en una larga carcajada. Finalmente ,
pregunt ó:
— ¿ P o r q u é piens as que no tengo cu erp o, só lo po rq ue no
lo ves?
—B u en o, lo supuse.
—S up us is te .. . —i ns i st i ó la voz c on ru dez a— . Sup ones
demasiado. Ese es tu problema, ¿verdad?
Cualquiera le aseguró a la voz que no lo sabía. De hecho,
no sabía nada, excepto que él era Cualquiera. Le dijo a la

voz:
— N o sé dó nd e estoy, ni si qui era c uá nt o ti empo ll evo aq uí .
La voz soltó una estruendosa carcajada y repuso, imitando
el habla de un anciano:
— ¿ T i e m p o . . . ? Ee hhh. . . ¿ Q u é si gni fi ca eso? El t ie mpo n o
es nada en absoluto —y continuó riendo—: ¿Qué significa
haber leído un libro? No significa nada, ¿verdad?
Cua lq ui era sólo pudo responder que, has ta donde le pa rec ía
a él, nada significaba nada. Pero al decirlo le sonó como una
estupidez. La voz, sin embargo, le contestó:
— E h , ¿ qu é t e parec e?: " N a da s ig nif ic a nada ."
Y agregó:
— C r eo que nos va mo s a ll evar mu y b ie n.
Entonces, una brillante luz cegó a Cualquiera que, con
un ¡pufff...!, vio aparecer delante de sus ojos la figura de un
hombre.
— ¿ D e dó nd e saliste? — e x c l a m ó Cu al qu i er a, asustado . S e
sentía muy confundido con todo lo que le estaba pasando.
La fi gura avan zó un paso y, ri endo, dijo:
— N o te preocu pes de d ó n d e he veni do; bas ta co n que
esté aquí y puedas verme. Si supieras la manera de saberlo,
habrías sabido que estuve aquí todo el tiempo, y entonce
me habrías visto. Pero no tenemos tiempo para esas cosas.
Debemos irnos. ¿Est ás listo?
Cualquiera se dio cuenta de inmediato de que esas letras
— ¿ P a r a q ué? — p ro t est ó Cualquiera.
formaban la palabra "tiempo", pero pensó que era un nombre
— P ar a enco ntr arn os c on el la , p or sup uesto — r es p o n di ó la
ext rañ o para cualquiera. El probl ema es que cuando te llamas
figura con aire de gran sorpresa—. ¿No lo sabes?
Cualquiera, no puedes decir una cosa así. Así que se dio por
— ¿ S a b e r q ué? —insistió Cua lquiera.
satisfecho, pero sigui ó insisti endo:
La figura respondió con una gran carcajada que puso a
—¿Adonde va mos , T iem p o?
Cualquiera muy nervioso, porque no sabía de qué se reía y|
— A enc ontr arno s co n ell a —r es p o nd i ó .
pe ns ó, cl aro, que de bí a reí rse de él, lo que no le gu st ó nada.
De repente, Cualquiera recordó lo que Tiempo acababa
Esperó pacientemente, mientras el hombre seguía riendo sin
de decir hacía pocos minutos: "¿Qué significa el Tiempo? El
la me nor preo cup aci ón.
tiempo no es nada en absoluto". Y añadió, aunque era un
Cuando cesó de reír, le dijo a Cualquiera, que permanecía cambio de tema:
atento:
— E l T i em p o s í sign if ic a al go .. .: tú .
—V ay á mo no s . De j é mo no s de to nt er í as, que algo muc ho
Ti emp o igno ró ese comentario y siguió avanzando, d ejando
más importante nos espera.
bi en cl aro pa ra Cu al qu i er a que no de bí a n hac erl a esperar.
Cualquiera se puso instintivamente en camino, siguiendo
Con esto, el Tiempo empezó a correr y Cualquiera lo siguió
al extraño, pero de repente se detuvo y exclamó:
lo mejor que pudo, pensando que es mejor estar en algún
— ¿ P o r q u é debo ir co nti go ? ¿ Qu i é n eres? ¿ Qu é es tan
sitio con Tiempo que sin él.
importante?
Corrieron durante una hora hasta llegar al pie de una alta
El extraño dio media vuelta despacio, miró a Cualquiera, y
montaña solitaria. Cualquiera se detuvo a mirarla, alta y
em pe zó a decir lentam ente:
solemne, sin nada que la rodeara. Se diri gi ó al Ti em po y le
— N o debes pr eg unt ar po r q u é . En cu ant o a q u i é n soy,
dijo:
p o dr í as dec ir que soy al gu ie n que ay ud a a gente c om o tú, ;
—E st o y mu y ca nsado , y tengo ha mb re. No voy a sub ir la
que está perdida en un sentido muy especial de la palabra;
per o és a serí a, po r supu esto, só lo u na ma nera de des cr ib ir montaña, a menos que me des una buena razón para ello.
Tiempo, que para ese momento ya casi había perdido
quién soy.
la paciencia con Cualquiera, le respondió que en la cima
Cualquiera insistió:
encontraría alimento y descanso, mientras que al pie de
—D eb es tener un no mb re .. .
la montaña sólo había descanso. Antes de que Cualquiera
— U n no mb re, ¿ qu é hay en u n no mbre?
Cualquiera, que ya estaba preparado para cualquier pu di era contes tar, el T i emp o ya esta ba ava nza ndo , y to do lo
que Cualquiera pudo hacer fue seguirlo cansadamente.
tontería, replicó:
Tardar on horas en alcanzar la cima , pero al final Cual qui era
— E n un no mb re hay letras o, si no es tá escr it o, po r lo
y el Tie mpo llegaron al borde de un magní fi co ja rd ín ,
menos hay sonidos.
(malquiera no lograba ver ninguna casa o castillo, nada que
— E n efecto —r ec o no c i ó el ex t r añ o —, en mi nombr e hay
no fuera el ja rdí n. Mi ró a su alred edor, pr eg un tá ndo se que
seis letras: T- I- E- M- P- O.
p o dí a ha ber aq uí ar ri ba que fuer a tan im po rt ant e. T i em p o ,
Súbitamente se dio cuenta de que soñaba y, lo que es
que parecía leer la mente de Cualquiera, le aseguró que no
peor, de que estaba desp ert ando. Su ment e se ac el er ó y su
había casa alguna, pero sí mucha comida. corazón empezó a latir con fuerza. Pensó: "¿Dónde estaré
—S abe s —l e dij o el T i em p o — , la D a m a es de gra ndes ahora? Justamente cu ando h ab í a encontrado un lug ar en el
poderes, de mo do que nu nc a ll ueve en tod o el j ar dí n a la que estaba a gusto". Abrió los ojos despacio y suspiró con
vez ni tampoco hace demasiado calor. No hay necesidad alivio. Seg uí a en el ja rd ín , y el Ti emp o estaba a su lado,
de ocultarse de la naturaleza. La naturaleza y la Dama son sentado ju nto al estanque, bal ance ando los pies en el agua y
buenas ami gas , y entre ambas co nst ruy ero n este j a r dí n co n acariciando con los dedos las piedras del pabellón. Notó que
sus poderes. Cualquiera lo observaba, y le dijo:
Para entonces, Cualquiera había empezado a sentirse
verdaderamente a gusto con el Tiempo, aunque hubiera] — Ya despier tas, so ño l i en t o ami go . Dema si ad o vi no , me
atrevería a decir. Pero la Dama quiso dejarte dormir, así que
deseado que se cambiara el nombre. Entraron en el jardín,! has dormido; mejor te lavas la cara y te pones presentable
y Cualquiera admiró su belleza. Pronto llegaron a un claro, pa ra ir ante el la.
un área verde en cuyo centro había un pabellón de piedra
Cualquiera se lavó y siguió a Tiempo a través del bosque
con un a cascada que llenaba un amp li o estan que; ju nto 1
hasta otro claro del jardín. Se detuvo de golpe cuando la vio.
éste, una mesa de roble repleta con toda clase de alimentos.
No era tan suave y del ic ada c om o h ab í a esper ado, un a
Col oca ndo el brazo sobre la espa lda de Cualqu iera, Ti emp o
especie de gentil y co rt és fant así a femenina. Er a má s bien alta
lo acercó a la mesa. Ambos comieron hasta hartarse.
e imponente y, no obstante, a su manera, más hermosa que
Finalmente, cómodamente sentados y bebiendo sorbos de
cualquier otra mujer que hubiera visto. Se hallaba envuelta
vino, Tiempo empezó a hablar:
en vestiduras de color rojo brillante, y era como una gran
—C ua l q ui er a, ami go mí o, qu i zá s no sepas m uc ho ace rc a
rosa carmesí en medio del verde jardín. No se giró a mirar
de ti mi smo , de dó nd e provienes, ni si qui era adonde vas; peroj ni dio señal alguna de advertir su presencia, pero Cualquiera
te aseguro que comer sí sabes. sintió que sabía que se acercaban. Al final habló lentamente,
Tiempo se rió de buena gana. Cualquiera se sentía mejor y Cualquiera reconoció una inflexión inteligente que guiaba
de lo que se había sentido en largo tiempo. Se le ocurrió hacefl unas palabras bien escogidas.
algunas preguntas, pero pensó que nunca sacaba nada buendj
— A l f i n has lle gado. So ñé que ve nd rí as . ¿F ue dur o el viaje?
de ello, así que se recostó en su asiento y sonrió.
—g i ró su rost ro p ar a mi ra r a Cu al qu i er a, que la obs erva ba.
Casi inmediatamente se quedó dormido y, aunque n — ¿ Q u é q ueréis de mí? — in q u i r i ó Cua lquiera con la v oz m á s
p o dí a r ec or dar mu ch o de sus s ue ño s, vi o un a en or me fuente
casual que pudo musitar; en el fondo estaba aterrorizado.
de la que manaba el agua más maravillosa. Se sintió elevado
— U n favor —r e sp o nd i ó ell a. Pa re c í a busc ar algo en
en el aire y flotando e n el espacio. Vi o al mago d e p ú rp u r as
Cualquiera con su mirada. El estaba sorprendido a la vez
vestiduras y lo oyó murmurar en su oído, pero no pudo
que asustado.
entender qué decía.
— ¿ Q u é p o dr í a q uer er de mí un a p ers ona tan nota bl e? Yo
—E s c u c ha b ie n, mu ch ac ho , tienes mu c ho que ap render y
ni siquiera sé... —su voz se apagó porque la Dama empezó
mucho que hacer. Debes perdonarnos por la manera en que
a negar con la cabeza, sin él saber qué era lo que negaba. Se
llegaste, pero teníamos que asegurarnos de que nadie supiera
quedó callado. Ella le sonrió, y eso le hizo sentir diferente,
qu ié n eres.
más tranquilo.
—B ue no , eso no era ni ng ún pr ob le ma —r ep l i c ó
Le dijo:
Cualquiera—. Yo mismo no sé quién soy.
— N o temas. No te ha ré ni ng ú n da ñ o . Y el favor que
— C r é e me —l e ad vi rt ió el Ma g o — , es mejo r q ue no sepas
necesito te lo explicaré más tarde. Por los momentos, sé mi
quién eres realmente.
bi enve ni do hu é sp ed .
Cualquiera se sintió angustiado por estas palabras, y la
Cua lq ui era pasó los tr es días siguien tes en el ja rd ín . Pas ó
pr eo cu pa ci ón se l e refl ejó en el rostro.
el tiempo con la Dama y con Tiempo, aunque no pudo La Dama lo miró con simpatía, y le dijo para tranquilizarlo
averiguar casi nada. Ellos reían y le daban respuestas tontas.
que mientras no supiera quién era en realidad, nadie tendría
Le preguntó su nombre a la Dama, pero ella le respondió:
po der sobr e él ni po der pa ra hac erl e da ñ o . Y c o nt i nu ó
—P ue des l l am ar me he ch ic er a o br uj a, o ll am ar me pri ncesa,
diciéndole:
per o nu nc a da r é mi no mb re a Cu al qu i er a, po rq ue en mi
— E l po der par a lanz ar un hec hiz o reside en saber q ué pal abras
nombre reside gran poder.
usar con cada persona en particular. El nombre de cada quien es
Al finalizar el tercer día, llegó el Tiempo para llevarse a j
la palabr a má s poderosa, así como ciertas palabras de la histori a
Cua lq ui era del estanque, en el que se estaba ba ña nd o . Se dirigi eron
personal. To dos tenemos nuestra his tori a, aunque la mant engam os
al otro claro del jardín, donde estaba la Dama sentada en un
en secreto, así como mantenemos nuestros nombres en secreto.
diván de terciopelo. Cualquiera entró en el claro, maravillado de
Pero los poderes malignos con los que hemos de enfrentarnos
su belleza, y enton ces rep ri mi ó un grito ahog ado. A la derecha de I
saben mucho de nosotros. Tienen muchos espías, y nuestros
la Dam a estaba el Ma go de vestidura pú rp ur a.
poderes hasta ahor a ha n sido equi parados po r los suyos.
Cualquiera cayó de rodillas, pidiendo compasión. El Mago
»Recientemente, todos los que aquí estamos hemos
se acercó enojado.
recibido un golpe mortal. Nosotros, los sabios que durante
—¡ Ba st a! S er é na t e, n o tenemo s ti emp o par a ll or iq ueo s.
siglos hemos protegido todos los mundos a nuestra costa,
Cualquiera se puso en pie de un salto y observó a las dos
ahora estamos en peligro. El Maestro de lo Desconocido ha
poder osas f ig ur as. El vi ejo Ma g o se se nt ó.
descubierto mi nombre y quizás también los de mis nobles
— M e j o r así , m uc ha ch o. Gu ar da t u ent erez a. T end r á s que
vértelas con cosas mucho peores que yo antes de que todo amigos que residen aquí conmigo. Sentimos que nuestros
poderes se deb il it an, y la suerte de qui enes, si n saberl o, son
termine.
nuestros protegidos, está amenazada.
Cualquiera tembló de miedo.
»Te hemos escogido a ti de entre ellos para que nos ayudes
—A nt es de q ue t er mi ne, ¿q ué ? — di j o, co n temo r.
en esta hora de necesidad. Tú estás protegido por tu propia
El Mago le indicó a Cualquiera con un gesto que se
ignorancia, y deseamos que seas nuestro ejército.
sentara.
Cualquiera no podía creer lo que estaba oyendo. Se sentía instruyeron a Cualq ui era sob re cuan to sab ía n de los mét od os
a la vez honr ado y lleno de terror . M i r ó a la Da m a aturdido. de su adversario. Le enseñaron hechizos y contrahechizos,
—P er o, ¿c ó mo pu edo ser yo un ej ér ci to ? pal abra s y cosas má g i c as , enc ant ami ent os y def ensas .. .; to do
El Mago intervino. lo que pensaron que podría servirle a su valiente guerrero.
— S í , ¿ ex ac t am en t e, q u é si gni fi ca pa ra un sol o ho mbre Cualquiera durmió bien aquella noche, y pasó toda la
ser un ejército? Ésta es tu tarea. Debes adentrarte en los semana siguiente prac tic ando sus conoci miento s y sus nuevas
dominios de lo Desconocido. Tú solo debes cruzar la barrera habilidades. Finalmente, el Mago vino a él y le dijo:
que ninguno de nosotros se ha atrevido a cruzar. Pero, lo — M i ami go , es ho ra de parti r. E l Ti em p o ser á tu gu í a hast a
más importante: debes regresar y traer contigo información; dond e él pueda guia rte; lue go dep end er ás de ti mismo. Po drí as
información vital sobre el alcance de lo Desconocido en el necesitar más práctica, pero eso sería ya sólo historia...,
más allá. ¿Me entiendes? —el Mago miró a Cualquiera, que pel ig ros a p or qu e p o dr í a ser us ada en tu co ntr a. Par te y a. Te
no dejaba de prestarle toda su atención. deseo un regreso rá p i do y salvo; per o no regreses si no traes
Cualquiera exclamó: parte de su hi st ori a, o lo m á s pr ob able es que ya no exi sta
— N o pu ed o. . . N o m e haga n hac erl o, yo so y. .. Es dec i r. .., lugar a donde regresar.
yo. .. —y emp ez ó a gemir en tre sollozos. El Mago dio unas palmadas a Cualquiera en la espalda y
El Mago le dio una palmada y lo sacudió. lo acompañó al borde de la montaña. Tiempo había reunido
— ¡ Ma n t e n t u entereza ! Tú eres sól o u na p e q u e ñ a pa rt í c ul a pro vis io nes pa ra amb os . La s ca rg ar on a sus espal das y
de un vasto unive rso. ¿ Cr ee s que tienes mu ch o que perder? j empre ndier on el viaje.
Repentinamente, Cualquiera recobró la calma. Lo que Cualquiera y el Tiempo bajaron de la montaña y
el Mago acababa de decir cristalizó en su mente. No tenía atravesaron rápido y en silencio un tupido bosque durante
nada en realidad, así que no tenía nada que perder. Pensó dos días, hasta llegar a un claro. Cualquiera contempló el
pa ra sí: "A rr i es ga ré to da la nad a que tengo, y af ro nt ar é lo pa is aj e, qu e se e x t e n d í a p o r mi ll as y mi l la s. T o d o lo qu e h a b í a
Desconocido en busca de algo". Este pensamiento le dio una era nada y más nada. Una gran llanura ante ellos. Tiempo
sensación de propósito..., que era algo por lo que valía la se giró hacia Cualquiera y le extendió la mano en señal de
pe na no tener nada . amistad. Cualquiera supo que era el momento de separarse.
De l miedo, pa só a la fría y firme r esol ució n. Res pir ó Tiempo dijo:
pr of und amente y se di ri gi ó a la Da m a , que h a bí a estado — H as t a aq u í hem os ll ega do, mi val ient e c o m p a ñ er o .

observando pacientemente su descontrol. Ahora debemos separarnos; yo no puedo continuar.


—I r é . H a r é lo que me pi den. Enf rent ar lo Desc ono ci do Cualquiera hubiera deseado que el Tiempo lo siguiera
allá fuera no puede ser peor que enfrentar aquí todo lo que acompañando, pero sabía que sería inútil pedirle que
no sé. continuara el viaje.
La Dama y el Mago sonrieron, y todos juntos disfrutaron Así, pues, Cualquiera se despidió y siguió su camino solo.
de un gran banquete. Convocaron a todos los sabios, quienes Tiempo se detuvo para mirarlo marchar. Cualquiera giró la
cabez a just o a tiempo par a ver al Ti em po disolverse en el
aire. .. , ¡pufTF...!, y c om pr en di ó que a partir de ahora esta ba
realmente solo.
Los días transcurrían con lentitud. Cualquiera cruzó
la extensa llanura y llegó a un bosque, distinto de todos
los que había visto antes. Con cierto recelo, se adentró
entre los árboles. Avanzó despacio a través de millas de
árboles, con ojos y oídos alerta, pero no llegó a percibir
nada extraordinario, aunque sabía que su sensación de
desasosiego provenía de algo más que los extraños árboles
que lo rodeaban.
De pronto, algo lo golpeó por detrás. Se giró tan rápido que
pu do ver cayendo al s uelo la pi edr eci ll a que lo ha bí a golp eado. '
Era tanto su miedo, que todo le parecía desarrollarse con
extrema lentitud. Le vant ó la mir ada y se enco ntr ó cara a car^j
con un extraño anciano, encorvado y cargado de espaldas
po r l os añ os , arr opa do co mo un mendi go .
— ¿ P u ed es dar al go de co mer a este viej o h amb ri ent o?
Sintiéndose aliviado, Cualquiera sacó un trozo de pan de
su mochila y se lo dio al anciano. Éste empezó a comerlo
mientras miraba a Cualquiera con el rabillo del ojo.
— ¿ Q u i é n eres, mi qu eri do jo ven, que atraviesas solo mi
bosq ue, sin pr ot ec c i ón co ntr a las fuerzas qu e habi tan en él?
Cualquiera, que se había relajado un tanto, se puso tenso
otra vez.
—S o y . . . , soy C ua l qu ie ra , y v oy ... —se di o cu enta de que
iba sin ningún destino—No tengo..., no... er... ah... a...

El anciano
—¿ lo yen
E s t á s hu int err ump
do de ióuien?
a lg :
— S í , sí. Así es.. . Y no sé adond e voy.
El anciano pareció complacido por ello.
— ¿ Y no sabes a d ó nd e t e di rig es?
Cualquiera trató de aprovechar el momento.
— N o t engo f utur o p or ahor a, y estoy b usc ando uno —d i j o, Cualquiera recitó:
con la mayor convic ci ón que pudo. — L a ca bez a es al so mbr ero co mo el cu erp o a l
El anciano empezó a hablar en acertijos, que Cualquiera _, y yo soy a mí co mo tú a , y los pal os a las Tes
no pudo entender. Su habla era enigmática: co mo los puntos a las .
— C ab a l l o al g alo pe, serpi ente desl izant e, c onj uro ri su eñ o, Mientras los parpados del anciano-guerrero se hacían
desvanescencia... pesados, Cu al qu i er a lo oy ó m ur mu ra r:
De pronto se le ocurrió que el anciano podría estar — E s t á s pet ri fi cado antes de ti emp o.
intentando atacarlo con hechizos. Cualquiera se sintió paralizado, y un escalofrío recorrió
— ¿ Q u é está s haci endo? —l e i nq ui ri ó. su espalda. El anciano-guerrero avanzó ciegamente hacia él,
sosteniendo la espada en el aire.
— N a d a —r es p on di ó é st e— . Só lo hab la ba c onm ig o mis mo. — Av a nz ar á s sin tr op iez o, s iem pre c on t u mej or pie del ante
Pero, ¿quién eres tú, en realidad, que osas penetrar en mi
bos que? — a l c a nz ó a dec ir C ua l qu i er a, co n la vo z ent rec ort ada.
Cualquiera le aseguró al anciano que de buen grado El movimiento del anciano-guerrero se fue deteniendo
saldría del bosque, si él le mostrara el camino; pero el mientras que su pie derecho avanzaba lentamente hacia
anciano sacudió la cabeza en una negativa y sacó una larga Cualquiera, y el izquierdo... permanecía atrás.
espada de su capa. Su aspecto no era ya el de un anciano, Cualquiera soltó una risita, diciendo:
sino el de un gran guerrero esculpido en bronce, intrépido —S or pr end ent e. .. Les das un mi l í me t ro y avan zan un
y mortal. kil ómet ro. E so pod rí a darte un dolor d e cabeza que te parti era
Cualquiera se llenó de temor. Su mente recorrió todas las por l a mi tad —C ua l q ui er a ha br í a di ch o que el Gu a r di á n del
enseñanzas que había recibido del Mago, hasta recordar la bosqu e emp ez ab a a que bra rse —. ¡ Gu ar da tu enterez a! —l e
des cr ip ci ón de este Gu ar di á n del bosque. Entonces le gri tó: ¡ ordenó mordazmente— Piensa que pudo haber sido peor:
—¡ T al vez tu espa da sea tan l iv i ana q ue te levante a ti! — l o po dr í a h abert e co nver ti do en un a asti ll a, en un a i mag en, en
dijo mirando al brazo del Guardián, y su mano que sostenía mi taza de té . . . , o en un saco de palabras vacías .
la espada emp ez ó a elevarse en el aire. —¡ Ya basta! — e x c l a m ó el Gu a r di á n , bastante mal tr ec ho
—¡ Sa b ré ar re gl á rm el as ! —r ep l i c ó el anc ia no conv erti do por l a exp eri enc ia .
ahora en guerrero, y el movimiento ascendente de la espada — N o de l t odo. Cr eo que de be rí as sentarte mientr as pi enso
se detuvo. Le sonrió a Cualquiera, diciendo: dijo Cualquiera, buscando qué hacer a continuación.
— S í , pu edo ar re gl á rm el as , tan rá p i do co mo late tu —P re fe ri rí a acost arme —r es p o nd i ó el Gu ar di á n, lo que
corazón. era totalmente cierto.
—N at ur al ment e —d i j o sol emnement e Cu al qu i er a— , tan —P o r supues to —l e co nt es t ó Cu al qu i er a, co n ac i dez —,
pr ont o c om o resp ondas mi acert ij o. | tero eso te daría nuevos bríos.
—E mp i ez a, po r favor. C o nt i nú a —i nsi st i ó el anc ian o- La Espada cayó al suelo, y la figura del guerrero se tornó
guerrero. anciana y marchita otra vez.
— ¡ N o me destruyas ! —l e r o g ó — Ig no ra ba que tuvi eras — T e ha n envi ado desde l a m o nt a ñ a . En su l oc ur a me
tales poderes. han subestimado una vez más, y tú has caminado hacia tu
El Guardián se seguía quejando, pero Cualquiera lo hizo muerte.
dormi r, desvaneciendo el dolor: U n a fig ura em p e z ó a sali r de entre los velos de seda.
—D ue r me pro fun dament e, oh Gu ar di á n , co n un a c an ci ón Cualquiera la observó intrigado y espantado a la vez por lo
en tu corazón y tu bolsa repleta de sueños, hasta que yo te mucho que esa persona sabía y por la mención de su muerte.
llame —le ordenó Cualquiera, y siguió su camino. Pero él hab í a venido dispuesto a morir , y lo ha rí a si fuera
Se sentía muy cansado, a la vez que asustado, y muy necesario.
impr esio nado por sus nuevos poderes. Ha b í a aprendi do má La enorme figura salió de la tienda. Tenía el cuerpo de un

de lo que
ahora sólo sospechaba de las enseñanzas
deseaba descansar recibidas,
un rato. Encontró pero
cobijo enpo
u hombre
normales,y la cabeza
sino de un
grandes oso, de
garras o eso parecía.
largas uñas.No tenía manos
Cualquiera dio
lugar donde se dispuso a dormir. un paso atrás y exclamó con la voz entrecortada:
Inmediatamente, Cu al qu ie ra tuvo un su eñ o, o lo que pens . — ¿ Q u é d añ o po dr í a hacerte? Soy p eq u eñ o, y tú tan
que era un sueño. En su mente, se esforzaba por abrir un fiero...
multitud de puertas fuertemente cerradas; una por una 1 La figura se detuvo, observando a Cualquiera.
ab rí a sin encontrar nada dentro. U n a tras otra las puert —P er o tú sabes c ó m o , ¿ ve rd ad ?
cedían a su esfuerzo, mostrando siempre una habitació Cualquiera pretextó estar soñando; le replicó que nada
vacía. de esto era real, y nadie puede hac er da ñ o a nadie en un
Entonces se dio cuenta de que no era su mente la qu sueño . Y. . . ¡Pufff...! La fi gur a ya no era un monstruo, s ino
efectuaba una búsqueda sino que, por el contrario, alguie un hombr e co mú n y corrien te.
bu sc aba dent ro de su ment e. Se es fo rz ó po r despertar, pe — ¿ Q u é has h echo ? — r e c l a mó l a f i gu ra .
no pudo lograrlo. Luchó consigo mismo por recobrar 1 —N a da —r ep l i c ó Cu al qu ie ra .
conciencia y, cuando al fin lo hizo, descubrió que no estab —E nt on ce s enfr entar emos nuestro s p oderes, ¿ no es así ?
ya en el bosque, ni durmiendo. Estaba de pie en un pati — N o —se op us o Cu al qu i er a, pensa ndo que era el
vacío excepto por una persona a la que no podía ver, qu momento de ser muy prudente—. He venido a encontrarme
le ha bl ó desde una tienda de paredes de seda sit uada en con alguien tan poderoso que podamos ser aliados. Si soy
centro del patio: bi enveni do, ha bl emo s c om o ami go s.
— ¿ Q u é haces aq uí ? El hombre lo observó atentamente, pensando. Luego dio
— N o l o sé —r es po nd i ó Cu al qu ie ra . una palmada y exclamó:
— ¿ Vi en es a c om pa ra r tus p oder es co n los mí os ? — l a voz —M es a, co mi da, vi no ... , mú si c a p ara mi hu é sp ed .
era dura e inflexible. Al instante apareció una mesa cargada de manjares, y tras
— O h , no. E n real id ad, estoy pe rdi do —l e as eg u ró ella músicos tocando sus instrumentos. Por último, el hombre
Cualquiera. le extendió su mano a Cualquiera, diciendo:
—Puedes l la ma rm e el Gu í a . ¿ E n q u é pu edo servirt e? —S up o ng o . . . —d i j o Cu al qu i er a.
Cualquiera no sabía cómo responder: —P ue s empec emo s ya .
— S o y Cu al qu i er a. Só l o bu sco co mpr ende r. Con una seña, el Capitán indicó a Cualquiera que lo
— ¿ C o mp r e n d e r q u é ? —e l hombr e l o mi r ó f i j a me nt e . siguiera hasta un patio donde los soldados practicaban lucha
— L o s ca min os de lo des co no ci do. con espadas y lanzas. Todos eran grandes y rápidos. El
Y antes de que Cualquiera pudiera pronunciar otra palabra sonido de los aceros chocando entre sí resonaba en los oídos
el Guía contestó: de Cualquiera, que se preguntaba si podría siquiera soportar
— Q u e así sea — y di o un a pa lm ad a. aquel ruido. El gigantesco hombre le dio a Cualquiera una
Cualquiera se encontró recostado sobre la falda de una gra n espada, que apenas p o dí a sostener.

colina, desde donde se divisaba una gran ciudad. Al principio El Capitán le ordenó:
pen só que de b í a ha be r desp ert ado de su su eñ o, pe ro pa ra su —Golpéame.
consternación, todavía sostenía en la mano su copa de vino. Cualquiera pensó que atacar al Capitán era una idea
Fue bajando lentamente la colina hacia una ciudac ridicula. Replicó:
bu ll ic io sa, rep let a de gen te de muc has razas ex tr añ as . To do — N o lo haré.
el mundo en la ciu dad pa r ec í a dirigir se apresuradamente a Como respuesta, el Capitán blandió su bastón y asestó un
alguna parte. Cualquiera se echó a caminar, preguntándose fuerte golpe en el pecho a Cualquiera. Éste cayó al suelo,
qué pas arí a ahor a. pr iva do de ali ento , tras lo cu al se l ev an tó co n la fu ri a en
Se le acercó un soldado, que lo miró fijamente a los ojos. los ojos. Su rabia activó un resorte en su memoria, y por su
— S ig ú e m e —le d ijo — . Sigúem e. mente pasaron las lecciones que había recibido acerca de los
Cualquiera siguió al soldado hasta un gran palacio, ejércitos de lo Desconocido. Finalmente, exclamó:
donde fue conducido a los alojamientos de los soldados. E -¡A LTO , A L T O ! ¡D e ro di ll as , TE LO O R D E N O !
Capitán de la guardia era un hombre de estatura enorme que El patio quedó en completo silencio, y una lluvia de
po rt ab a un gr an b a s t ó n de ma nd o . Es ta ba amo nest ando a l os espadas y lanzas ca yó al suelo. Ci en homb res cayer on de
soldados má s j óv en es p o r haber armado un a pelea cuanc rodillas, y el Capitán fue expelido hacia atrás cayendo de
llegó Cualquiera. El soldado que lo había escoltado hasta a ispaldas. Cualquiera alzó la mano en un gesto de fuerza, y
lo presentó por su nombre, por así decirlo, lo que sorprendí lodos mostraron sumisión, rogándole piedad. Cualquiera se
a Cua lq ui era , ya que no h a b í a visto nunc a antes a ni ng ún g¡ ró y salió del pati o.
de aquellos personajes. Se dirigió al palacio de la ciudad, sintiéndose invencible.
El Capi tán se gir ó ha ci a Cualquie ra y lo miró des d Con un gesto de su mano los guardias caían a sus pies. Entró,
arriba. encaminándose directamente al salón del trono, mientras los
—A sí que qui eres se r so l da do . MI vientes se alejab an a su paso. Al salir el úl ti mo , vio al Gu í a

— N o er a m i i n t e n c i ó n , n o — c o n t e s t ó C u a l q u i e r a . lentado en el trono, sonriendo.


— E l t e envió, ¿ v e r d a d ? — insist ió el cap it án. Mu y impresio nante, am igo mío —dijo, ap lau diéndo le.
Pero Cualquiera no se estaba divirtiendo. Miró fijamente i Éste instintivamente miró su propio pie, y Cualquiera
a la figura en el trono y desde el interior de su mente penetró apro vech ó para ex clamar:
en la mente del Guía. Se enfrentaron. El tiempo pareció — Silencio.
detenerse. La tensión se hizo insoportable. Finalmente, el De nuevo los dos volvieron a mirarse en una batalla de
Guía cayó de rodillas y se arrastró hasta su vencedor. poderes: vo lu nt ad c ont ra vo l un ta d, ojo a oj o.
Pero enseguida se levantó de nuevo, con el rostro lleno de odio. Cua lq ui era empezaba a a gota rse; sent ía c óm o su poder se
Miró a Cualquiera, que no dejaba de observarlo, y le dijo: desvanecía. Se dio cuenta de que no aguantaría mucho más.
— N o te sobreestimes, p eq ue ño . No soy un si mple C ap i tá n. Súbitamente se le ocurrió que quizás el Guía estaba
En ese momento, Cualquiera sintió el enorme poder del sintiendo lo mismo. Le dijo:
Guía que se oponía al flujo de sus pensamientos, impidiéndole
penet rar en su mente. El Gu í a s on ri ó ex t r añ am en t e. — S I E N T E S c ó mo tu po der se debi li ta. Te vuelves má s
dé bi l a cad a instante. Si entes c ó m o se te va, lo pierdes, se
— ¿ Q u i e r es hac er un viaje? E nt ra en tus pr op io s desvanece y se agota, ¡¡YA!!
pe ns a mi e nt os . ¡ H A Z L O A H O R A ! El Gu í a em pe zó a palidecer. Se esforzó por recuperar su
La mente de Cualquiera se quedó en blanco por unos fortaleza, pero Cu al qu ie ra supo aprovechar la si tu ac ió n y se la
segundos. Mientras sus pensamientos empezaban a divagar, arrojó, haciéndole perder el equilibrio. Siguieron lanzándose
oy ó una voz en el fondo de su cabez a: " N o lo dejes distr aerte". conjuros uno al otro, persiguiéndose y esquivándose, hasta que
Recuperando el control por un momento, dejó salir una una idea empezó a cristalizar en la mente de Cualquiera.
explosión de furia de sus manos. Pero, para su sorpresa, se To da la historia del Guí a que él hab í a aprendido del
vio frente a un amp li o espejo. ¿O no era un espejo? Ha b í a Mag o, t odo lo que ha bí a visto y oíd o desde su lleg ada, toda
dos Cualquiera. Supuso que el otro debía ser el Guía. la información sobre el Guía que tenía en la mente... Lo
Al moverse, lo hicieron al unísono. Cualquiera no estaba miró concienzudamente. Y el Guía cayó bajo el peso de
seguro de quién era el que guiaba y quién el que seguía. Se tales pensamientos, gritando y retorciéndose en el suelo. El
sintió algo de sconcertad o, pero mantuvo su det er mi nac i ón y enfrentamiento había terminado.
vol có sus pensamientos sobre el Gu ía . C o n esto, la ima gen de — ¿ D ó n d e e s t á él ? — p r e g u n t ó C u a l q u i e r a .
Cualquiera se convirtió en la del Guía, pero ambos seguían ' — N o pu edo dec í rt el o.
moviéndose en círculos, como gatos antes de la lucha, El Guía le imploró, pero Cualquiera doblegó su voluntad
midiéndose mutuamente. hasta que finalmente accedió a llevarlo a donde deseara.
El Guía rompió el silencio con una andanada de hechizos: Saliero n lo s do s a la ma ñ a n a siguiente. El Guí a dijo que
— ¿ S e qu eda Cu al qu i er a co n la ment e en bl anc o po r irían a una ciudad llamada Ish donde residía el Maestro.
momentos? ¿Q u é sign ifica lo que digo? ¿Se hund e Cual qu ier a Durante tres días atravesaron lugares muy extraños hasta
más y más?... llegar al borde de un pastizal, a una milla o dos de distancia
Pero Cualquiera bloqueó los hechizos echando una rápida de la ciudad que se divisaba al otro lado, una ciudad como
mi rada al pie del Guí a co mo si algo le estuviera sucediendo. Cualquiera no había visto nunca. Altas torres se elevaban
hacia el cielo hasta casi perderse de vista, y los muros eran de Sacaron sus espadas, pero Cualquiera levantó la mano y las
pi edr a c la ra, rel uci entes y bri ll antes . espadas cayeron al suelo. Su furia creció aún más. Cuando
El me matará —dijo el Guía, rogándole—: Déjame volver. volvió a gritar, los dos hombres estallaron en llamas y huyeron
Cualquiera lo dejó regresar, tras lo cual avanzó solo, en dirección al bosque. La doncella retomó el control de su
deci dido a enfrentarse a aquel lo que h ab í a estado temi endo cabalgadura y se dirigió a la ciudad.
antes de haber llegado a ver su gloria y su poder. Cualquiera se sintió orgulloso de haber podido ayudarla;
Al aproximarse a la ciudad y acercarse a sus puertas, sintió, aunque hubiera deseado que la hermosa dama se detuviera
aun sin estar seguro cómo, el poder que emanaba de ella; un momento a hablarle.
po der co mo no hab í a exp eri men ta do nun ca . Una vez más intentó entrar a la ciudad, y una vez más no

Descubrió que no podía entrar. Tuvo que retroceder pu do . Se Entonces


sentarse. si nti ó muoyó
y f rust
unarado; fi nalmente
voz que su spdesde
lo llamaba i ró y dentro
vo lv ió a
unos pasos. No había guardias en la puerta, pero al intentar
acercarse de nuevo, la fuerza que sentía era de tal magnitud de los muros de la ciudad:
que no po dí a atravesar la puert a abierta de la ci uda d. Entonces,* —Entr a, y sé bi enve ni do. El Mae st ro te agra dece tus
se dio cuenta de que no se oían voces dentro; de hecho, ni un servicios, y desea recompensar tu valor.
solo sonido salía de su interior. Cualquiera entró a la ciudad, y esta vez no fue repelido
Ac am p ó en las afueras de la ci udad, y esp eró ; aunque no po r n in gu na fu erza . Fue rec ib id o p or un paje que lo co nduj o
estaba seguro de qué era lo que esperaba. El sol se puso en a una ma ns i ón para invitados. N o obstante, no vio ni oyó a
el horizonte, y lo invadieron las ganas de dormir; así que se nadie en la ciudad, sólo él y el paje. Se ba ñ ó y se enc on tr ó con
recogió y se sintió hundirse en un sueño. ropas nuevas; luego fue conducido a un salón donde ardían
Soñó con guerras largas y terribles, más allá de su dos hogueras a ambos extremos, y allí esperó.
co mpre nsi ón. V i o la co ron ac ió n de un rey. Pero no alcan zó a La Princesa no tardó en entrar. Era la mujer más hermosa
ver bien ninguna cara, por lo que no sabía si eran conocidas. que había visto, quizás aún más que la Hechicera. Le habló
Vi o una pesada puer ta de robl e que oc ul tab a algo atroz, y un dá ndo l e las gracias, y le hab l ó tam bi én de otr as cosas, pero él
p eq u eñ o li br o co n letras gra bada s que no sa bí a leer. Lu eg o estaba embelesado por el tono de su voz. Se sintió perdido en
oyó el retumbar de cascos de caballos, pero casi al mismo sus palabras, como nadando en un océano, sumergido por las
tiempo se dio cuenta de que no estaban en su sueño. olas de las que volvía por aire a la superficie, una y otra vez.
Se incorporó de un salto, y mirando en torno suyo vio una De repente, ella echó una ojeada por encima del hombro,
hermosa princesa sobre un caballo blanco. Apenas sintió el le dio otra vez las gracias y se marchó. La sala quedó en
gozo de tan agradable visió n cuando dos hombres corpul entos silencio. Súbitamente, un gran estrépito recorrió el suelo.
sali eron de los arbustos cercanos y asieron el caball o. U n o de Cu al qu ie ra leva ntó la vista y vio una gran puerta de roble q ue
ellos trató de agarrar a la encantadora doncella. se abría lentamente. Sintió que tras ella había una fuente de
Instintivamente, Cualquiera lanzó un grito, que sonó inmenso poder, hasta el punto en que su voluntad empezaba
fuerte y penetrante. Los dos hombres quedaron paralizados. a dobleg arse bajo esa pr es i ón . H i z o un gra n esfuerzo po r
mantenerse en pie. Las hogueras se avivaron y las llamaradas
inundaron de luz la habitación cuando se abrió la puerta y
entró un ser diez veces más alto que Cualquiera, llenando la
sala con su presencia. Su voz resonó con eco:
— ¿ Q u i é n eres?
Cualquiera se sintió impactado y lleno de terror.
— N a di e . . . Es d ec ir .. . , C u al q u i er a. . . ¡ Oh . . . !
La voz retumbó de nuevo:
— N o tengas tanto mi edo , p e q u e ñ o . Tú has sal vado a mi
sobrina de quienes querían raptarla. No voy a hacerte daño;
po r e l c on tr ar io , te c o nc ed er é un favor. ¿ Q u é q u er í as de mí ,
a las puertas de mi ciudad?
Cualquiera estaba seguro de que no era el momento para
pe di r u na b i og ra fí a, así que le c on te st ó a l M ae st ro :
— H e ven id o a ver gr and ez a, a co nt emp la rl a, pa ra darl e
sentido a mi vida aunque debiera morir por ella; y es lo que
he hecho. He visto tu grandeza, y la belleza de la doncella a
la que presté mi ayuda es suficiente recompensa para mí.
La voz tronó otra vez:
— H a b r á alg o qu e p ue da con cede rte . ¿ C u á l es tu deseo?
Cual qui era se sentía algo más rela jado, por lo que ave ntu ró
un deseo:
— T e ped i rí a la op or tu ni da d de co mer co n tu so br in a.
N u nc a h ab í a vi sto tant a b el le za, y el pl ac er de su c o mp a ñ í a
sería el mayor regalo que un hombre pudiera desear.
La voz rió con una estruendosa carcajada:
—E re s un ser ex tr añ o, pero detecto que hay t am b i é n un po der
en ti. Te concederé tu deseo, y sé que volveremos a vernos si no
me equivoco. Porque tienes otro propósito, ¿no es así?
Cualquiera sintió que hurgaban en el interior de sus
pen sami ento s. Se ap r es u r ó po r enf oca r su at en c i ó n
exclusivamente en la Princesa. Al fin, la puerta de roble se
cerró y Cualquiera se desplomó al suelo, exhausto.
Fue conduci do de nuevo a su aloj amiento, donde pe rm an ec i ó descubrir acerca del Maestro de lo Desconocido. No estaba
esperando hasta la llegada del paje, que lo llevó a un jardín seguro de cuál debía ser su próxima jugada.
donde ha bí a una mesa dispuesta para comer . C om i ó, c onve rsó Esa tarde, en el curso de una conversación, la Princesa
y rió con la Princesa. Esta le confesó que se sentía sola y con le dijo lo sorprendida que había quedado el día que vio al
grandes deseos de conversar, pero dijo no saber nada de su tío, Maestro de lo Desconocido escribiendo en un diario. Le
excepto que había cuidado de ella después de que mataron dijo a Cualquiera, que la escuchaba muy atentamente, que
a sus padres. Lo veía muy raramente, y su presencia siempre el Maestro le había revelado que guardaba un recuento
le daba miedo. En la ciudad no había más de cien personas, completo de toda su vida para que pudiera conservarse en
todos sirvientes del Maestro de lo Desconocido. Los ejércitos la historia.
estaban en otra ciu dad, en occidente, y ha bí a mensajeros que "Esta es la oportunidad de lograr mi cometido" —se dijo
iban y vení an, pero ella ignorab a cuanto suc edí a en el mundo Cualquiera—. "Quizás pueda escapar con el diario y la
a su alrededor. H ac í a añ os que deseaba aband onar ese lugar, Princesa". Y esa noche se dispuso a encontrar el diario.
pero su t ío no se l o p er mi t í a. Salió por la larga y estrecha calle, preguntándose en qué
Cualquiera disfrutó de su visita y durmió bien aquella habitación de qué casa podría estar el libro. Iba con paso
noche, en un agradable lech o. En la ma ñ a na le sirvier on el lento y cuidadoso por la calle empedrada. Dio vueltas y más
desayuno, y después fue llevado otra vez ante el Maestro. De vueltas, girando en cada esquina, preguntándose qué casa
nuevo se enco nt ró en el gran sal ón, donde esp eró su apar ic ió n po dr í a oc ul tar el secreto.
a través de la gran puerta de roble, para decirle: Cerca del edificio del gran salón había una enorme casa
—He dec id id o que cu al qu ie ra que sea el desv ar í o que has de piedra con altas columnas en el frente y una puerta de
venido a perpetrar, te haré una mejor oferta. Puedes quedarte tres metros de altura. Cualquiera se dijo: "Este sería un lugar
y hacer compañía a mi sobrina. Serás honorable con ella, o te po r cu ya pu ert a p o dr í a pasar el Mae st ro ". Qu i z á s el di ari o
torturaré más allá de lo que podrías imaginar. estaba en su interior. Pero Cualquiera no pudo abrir la pesada
El Maestro invocó la imagen de calabozos con serpientes, e puert a. Ni si qui era p o dí a al ca nza r el pest il lo.
instrumentos de dolor, en la mente de Cualquiera. Decidió rodear la casa, y se dio cuenta de que podría trepar
—E st á sola, y necesi ta ami st ad, c om o cu al qu ie r j ove n, po r un a de las paredes lateral es hast a un a v enta na de la parte
hombre o mujer. Ahora vete, tengo otros asuntos que superior. Le llevaría bastante tiempo hacerlo, pero estaba
atender. decidido. Finalmente, alcanzó la ventana y se deslizó en el

Cualquiera regresó a su alojamiento, y durante las tres interior como un gato.


semanas siguientes cabalgó, jugó y rió con la Princesa. No Estaba muy oscuro, y podía oír un bajo y constante
tenía la menor duda de estar pasando los mejores días de su "humm..., humm..., humm..." de alguien dentro de la
vida, pero en su mente estaba siempre presente la tarea que casa. Se deslizó hasta el suelo y empezó a explorar alrededor,
había prometido realizar. Podía andar libremente por toda hasta que oyó unas pisadas tenues..., una por cada paso
la ciu dad, pero no ha bí a a dó nde ir ni nada que pudi era suyo. Contuvo el aliento, pero de pronto perdió el control
y, asustado, se dio la vuelta lentamente con los ojos muy se vio apoyado contra la puerta de un gran salón. Se palmeó
abiertos. a sí mismo la espalda y se dijo:
Estaba completamente solo, sin saber qué hacer. Nunca — ¿ C ó m o pu de perde r el c ont ro l de mí mi sm o?
había tenido que enfrentarse a su propio miedo. Se había Para su sorpresa, se respondió:
enfrentado al Guía, y al Guardián del bosque, pero ahora —P i en sa c uá nt os Cu al qu i er a hay dentr o de ti . Es tá s en el
estaba solo consigo mismo, asustado. No sabía qué hacer. templo en el que uno aprende a encontrarse a sí mismo.
Por puro instinto, extendió su brazo a la defensiva, pero Cua lq ui era est aba muy comp laci do de d escubrir que hablar
se fue más allá de sí y empezó a flotar como si careciera de consigo mismo podía ser tan educativo. Al fin, comprobó
peso. T ra t ó d e c ontenerse, p r eg u nt á nd o se c ó mo ha bí a po di do que permanecía de una sola pieza, y volvió a la búsqueda
hacer algo tan disparatado. del diario. Al cabo, regresó de nuevo a la ventana abierta, y
Est aba má s confuso d e lo que ha bí a estado nunc a, a lo largo trepando por ella se deslizó fuera de la casa.
de todas las cosas por las que había pasado. En ese momento, Cualquiera bajó nuevamente hasta la calle. Llegó a la
todo en la habitación empezó a flotar: sillas, mesa, todo. Se siguiente casa que le pareció propicia e intentó entrar,
vio perdido en una aglomeración de objetos que giraban per o no pu do . Al tra tar de atravesar el um br al , se qu eda ba
en torbellino. Trató de contenerse a sí mismo, pero en ese pa ra li za do de mi edo , at rap ado en un a ac tu al id ad im po si bl e.
momento sintió un fuerte viento que lo aspiró atravesando Se dio cuenta, con absoluta claridad, de que aquello era más
un túnel . H ab í a ido más allá de sí mismo, y ahora trataba de que una desconcertante confrontación: era una realidad
alcanzarse para finalmente quedarse atrás de sí. depresiva. En lugar de traspasar una puerta, inició una caída,
Todo eso lo estaba volviendo loco, y ahora se encontraba en derechura, girando com o un tornillo, hu ndi én do se má s y
desdoblado, con el resultado de que no sabía cuál de sus más profundamente dentro de lo desconocido hasta que...
imágenes era verdaderamente él. Estaba por todas partes, ¡plof!, sintió que había caído en agua helada.
dondequiera que mirara; y lo que es peor, miraba desde todas Salió apresuradamente de lo que parecía ser un gran
partes a la vez. N o , es taba a la vez en al g ú n sit io y en ni ng uno , po zo , y al su bi r p or las rocas que lo ro dea ba n se di o cu ent a
pero nu nc a h a b í a estado en t odas par tes a un ti emp o. Así que de que estaba oyendo una risa. Al mirar alrededor suyo, vio
trató de volver en sí. Una por una, recobró cada faceta suya, dos misteriosos personajes, vestidos como adivinos, riendo a
manteniendo su entereza, conteniéndose para no volver a carcajadas y pa l me á nd os e uno al otro las espald as. De pronto,
quedar hecho pedazos. uno de ellos se quedó muy serio mirando directamente a

La experiencia era como para destrozar a Cualquiera. Cualquiera.


—E x pl í c at e —l e or de nó , mient ras el otro adi vi no se re ía
Lograba mantenerse íntegro sólo para quedar deshecho
instantes después. Al fin, el torbellino cesó, y poco a poco aún con más ganas.
volvió a ser él mismo otra vez. Pero estaba seguro de no Cualquiera replicó:
haber vuelto en sí totalmente, por lo que empezó a explorar — N o p uedo .
alrededor, hasta que se en c on tr ó de nuevo d isgregado, c uando El primer adivino le siguió diciendo:
— ¿ Q u é te lo imp id e? El primer adivino tomó a Cualquiera de la mano:
El tono de su voz era bajo e inquisitivo. Cualquiera pensó —N o, no . . ., no puedes irte to dav í a, ¿v er da d? Pr i mero
que era una pregunta muy rara, pero antes de que pudiera tienes que pedirnos la ayuda que necesitas, pero todavía no.
responderle, el otro adivino intervino, cobrando también una Antes queremos compartir un cuento contigo.
repentina seriedad: Agarraron a Cualquiera, que a regañadientes aceptó
—Razo nes. So n razones las que se lo im pi den . La r az ó n oírlos, principalmente por miedo. Lo sentaron en una silla
le impide hablar y pensar y reír y olvidar y perdonar... La y le pusieron en las manos un libro. Le sonó sincero cuando
razón se lo impide. Es todo. le dijeron que era el libro del tiempo. El primer adivino le
Los dos adivinos estallaron en risas nuevamente. dijo, mientras todavía lo sostenía en su mano, que entre esas
Cualquiera pensó lo ridículo que debía haberse visto, p á g i na s p o dí a oí r per mane ntement e los vient os del ti emp o
cay endo de repente en el poz o de esos dos viejos sabios. U n a y el cambio. Cualquiera oyó entonces el ulular del viento:
experienci a que lo sacudi ó. Vol vió a mirarlo s para disculparse, Vuuuuuuuuuuuff..., vuuuuuuuuuuuff...
como haría una persona educada en tales circunstancias, pero El sonido le llegó entonces del otro lado, proveniente
pa ra su sorp resa ha bí a só lo uno solo de el los, y un gig antesc o del segundo adivino. Y ahora, juntos: Vuuuuuuuuuuuff...,
espejo que parecía seguir a Cualquiera a todas partes por las vuuuuuuuuuuuff... Los adivinos siguieron haciendo el sonido
que se movía . El adivi no que quedaba mi ró signif icativamen te de los vientos del tiempo y el cambio. El rostro del segundo
a Cualquiera y le preguntó con un tono que sonó sincero: adivino era casi beatífico, con los ojos humedecidos y perdidos
— ¿ C ó m o s e ven l as cosas p ar a ti? en un punto lejano. Sólo más tarde se dio cuenta Cualquiera
La situación se volvía cada vez más incómoda. Cualquiera de que el primer adivino había estado susurrando mientras
trataba de evitarlo, pero siempre aparecía frente a él, tanto en su otro oído. Y a través del arrebatador torrente de
dondequiera que mirara. Mientras más nervioso se ponía, sonido, oía primero a un adivino en un oí do diciendo: " N o hay
más se reía el espejo, hasta que se dio cuenta de que en necesidad de hablar, no hay necesidad de moverse", mientras
realidad no era un espejo. Era el otro adivino, que lo miraba en el otro oído seguían sonando los vientos del tiempo y del
atentamente y lleno de simpatía. cambio; luego se invertía la sensación, y mientras los vientos
— ¿Po r q u é es tá s a q u í ? — l e p r e g u n t ó c o r t é s m e n t e . del tiempo y del cambio sonaban en el otro oído, en éste oía:
El otro adivino interrumpió antes de que Cualquiera " N o hay necesidad de escuchar, y no hay n ecesi dad de oír,
pu di er a contes tar: po rqu e ha ll egado el mo ment o de enc ont rar recu erdos de

H ay razones, ya sabes , razo nes. hace mucho, mucho tiempo".


Ambos se rieron otra vez, dándose palmadas en la C o n esto, torrentes d e recuerdos lo invadi eron, ar rastr ando
espalda. secretos anteriormente bien guardados. Pero la voz seguía
Cualquiera pensó que sería mejor irse. Les preguntó por la dic iendo en el otro oíd o: " N o hay necesi dad de recordar,
salida, pero ninguno de los adivinos respondió. Se miraron qué aburrida tarea la de la memoria, vuuuuuuuuuuuff...,
uno al otro y fijaron su vista en Cualquiera, decepcionados. vuuuuuuuuuuuff..."
Y ahor a hab í a terminado, i ncluso ante s de empezar. Estab a — As í q ue qui eres enterarte de a lgo , ¿ ve r da d?
allí mirando a los dos adivinos, que reían y se palmeaban Cualquiera se aterrorizó, respondiendo que no quería
mutuament e las espaldas de manera incontro labl e. Cu al qu ie ra nada.
sacudió la cabeza para aclararse, pero estaba demasiado — T o do esto es só lo un a co i nc i den ci a, un ac ci dent e
embotado, entre dormido y despierto, y bastante inseguro de insistió.
qué era qué. La gigantesca figura se inclinó hacia él y exclamó con
Abrió los ojos y el adivino que tenía delante le dijo: suspicacia:
—S i ent o mu ch o haber te mal tr at ado así . Qu i z á s f ui mos un — S í , cl aro ; he aq uí el cent ro de co nt ro l de co in ci denc ia s
po co duro s co nti go . de toda la tierra. ¿Y qué es exactamente de lo que no quieres
Le extendió su mano amiga. Cualquiera la tomó enterarte?
automáticamente. Lo siguiente que recordaba era que estaba Cualquiera insistió en que no quería enterarse de nada,
en la calle, como surgiendo de algún sitio; su ropa estaba seca salvo de cómo podía salir del libro. La figura replicó,
y el sol estaba saliendo. simplemente:
H ab í a perdi do hora s, y no tení a idea de dón de encontrarlas. — S í , cl aro . Ent onc es ve pa ra al lá y va c í a ese c ub o y
Sólo se había incorporado a medias cuando se dio cuenta señaló un enorme cubo que estaba cerca de Cualquiera.
de que había estado recostado sobre un gran libro, con una Cualquiera se acercó al cubo y miró dentro, pero estaba
inscripción en su cubierta que no sabía leer. vacío. Se sintió muy confuso, mientras su cabeza daba vueltas
— E l d i a r io . ¿ C ó m o l o e n c o n t r é ? tratando de adivi nar qu é hab í a queri do dec ir eso. Mi r ó hac ia
Lo agarró y se dirigió corriendo a su alojamiento. arriba para replicar que no había nada en el cubo, pero
Mientras empacaba sus cosas se detuvo sólo para decidir tampoco había nadie en la habitación, sólo él, en su cuarto
si debía esconder el libro o intentar llevárselo rápidamente con un libro cerrado.
al Mago y la Hechicera. Paró lo que estaba haciendo. Picado El tiempo pareció detenerse. Lo siguiente que oyó fue la
p o r l a c u r i o si d a d , se p r e g u n t ó : voz del Mago:
— ¿ Q u é e s t a r á es cr it o e n e l l ib ro ? — . . . vac ío s en tu e xp er ie nc ia ... y re cu er da bi en qu e el "es"
Decidió que debía leerlo y asegurarse de que fuera el libro de hoy fue el "se rá " de a yer a la vez que ma ñ a n a se rá .. .
correcto, aunque obviamente era el único que había. Se le acababa el tiempo; así que ya era hora de que
Ab ri ó la cubi erta, y n o pudo cesa r de pes ta ñe ar de asombro Cualquiera se alejara de sus actuales recuerdos del pasado.

cuando una gran mano salió de la primera página para Sal ió otra vez y en breve tiempo se enc o nt r ó en un call ejó n
agarrarlo por el cuello y arrastrarlo al interior del libro. que lo condujo nuevamente hasta su puerta. ¡Oh, oh! Siguió
Puede que suene raro, pero es que era un libro muy extraño. su camino a lo largo de la calle, descansando para tomar
C ualqu iera tampoc o pod í a creerlo. C o mo fuera, la persona al otro aliento. "Debo seguir adelante", pensó.
extremo de la mano era muy gran de. Co nt em pl ó a Cual qui era, Llegó a un nuevo sitio que le pareció probable. Subió los
que lo observaba con la vista levantada, y le pr eg un tó : escalones de entrada y sobre la puerta leyó un letrero que
ten ía escrito: "A br ir esta puert a es una experie ncia que puede había perdido la cara, pero él no le sirvió de ayuda. Al fin,
sacudirte ". Cua lq ui era dud ó por un instante. Qu er í a encontrar p en s ó que no p o dí a hab er nad a de valo r en esa casa, y d ec i di ó
el diario, pero no tenía ninguna prisa por encontrarse con lo empezar otra v ez desde cero. Qu i é n sab ía en cu án to s sitios
absurdo. Al terminar de subir los escalones, se dijo a sí mismo: pod r í a estar el dia ri o. Vi o que sól o un esc al ón lo separ aba de
" N o tengo idea de dó nd e buscar. Es co mo para echarse a la ventana, y lo pisó, pidiéndole disculpas.
llorar". Y a través de las lágrimas recibió una respuesta. Se sostuvo del alféi zar de la ventana. Para su des esp era ci ón,
—B us c a en el frío pro fu ndo. la cabeza le empezó a dar vueltas. Se sintió muy mareado, y
Cualquiera dio un salto. Todo esto empezaba a ponerlo p en s ó : " S i pu di er a p on er un dedo sobr e l o que sea q ue hac e
nervioso. Vi o una escalera y emp ez ó a bajarla. Al llegar que pasen estas cosas, quizás lograría mantener la cabeza
al cuarto escalón encontró un descanso. Pero no quería sobre los homb ros" . C o n esto, pi só otro punt o débil y em p ez ó
descansar. Re c or dó su agotadora experi encia de antes, cuando a perder el equil ibr io. Uno s instantes má s pasaron por su lado
se hab ía sen tido d isgregad o, pero se tranq ui li zó al compro bar y, por si todo esto fuera poco, los hechos no parecían darle
que ahora conservaba toda su entereza, por lo menos hasta tregua. Las cosas se le estaban yendo de las manos otra vez,
que alcanzó el último escalón. Porque al poner pie en el suelo así que sacó lo mejor de sí y se echó afuera por la ventana.
oyó un fuerte grito: Cualquiera cayó en la calle con un golpe seco, y sus
—Y yy aa aa aa ah hh hh h. .., y yy aa aa aa ah hh hh h. .. pen sami ent os gi ra ro n a su alr ededor . P en só en lo fá cil que
Dio un respingo. h ab rí a sido dejarse desfallecer, pero la urg enci a de su mi si ón lo
— ¡ C u i d a d o ! — l e a d v i r t i ó u na v oz . mantenía despierto. Con lentitud abrió los ojos, se incorporó,
— ¿ D e qué? — pr egunt ó. y sin hacer caso a su cabeza que todavía estaba divagando,
Esta vez no pensaba dejar que las cosas se le fueran de las se fue con cuidado por la calle. Tras mirar alrededor sin
manos. encontrar nada que le llamara la atención, llegó hasta otra
— D e los p unto s dé bi l es —i ns i st i ó la voz . casa grande, con un letrero en el frente que decía: "Sala de
No sab ía que pensar de eso, así que dec id i ó ig nor ar la vo z y Registros". Se sorprendió mucho, porque nunca había visto
seguir adelante. Llegó hasta una puerta, que tenía un letrero: un letrero que hablara. Pero tras la primera impresión, entró
"Entrada para Tontos". Cualquiera dudó por un momento pen san do que si ta mp oc o enc ont rab a al lí el di ari o, al meno s
y luego, tragándose su orgullo (que, dicho sea de paso, se le p o dr í a enterar se de alg o que le si rvi era a l a H ec hi c er a p ar a
atascó en la garganta), se aproximó e intentó salir por allí, defender la mon ta ña .

per o no h a bí a ni ng ú n pi ca po rt e en la pu ert a; ac ababa de Al atravesar la arcada de la entrada, le llamó la atención


desaparecer. una gran habitación cuyas paredes estaban completamente
De pronto, se encontró flotando en una espesa bruma. tapizadas de libros. Paseó la mirada de pared a pared, y se
Al ca nz ó a ver una lengua burl ona y a oír palabras de protesta ; detuvo a leer los títulos de los enormes volúmenes, en sucesión:
todo a quello le par ec ió una e xperiencia muy amarga. Tro pe zó " L a Batall a de las Creencias", "L os Primeros Emperadores",
de frente con una ceja inquisidora que quería saber cómo "Fallecimientos Familiares"...
Los ojos de Cualquiera recorrieron la habitación hasta el
otro extremo hasta posarse en un volumen encuadernado en
cuero que estaba aparte de los demás libros: "Particulares".
—¡ Ah ! — e x c l a mó tr iu nf al ment e— Este debe tener
información importante.
Saltó al otro lado de la habitación y se hizo con el libro,
abriéndolo en la primera página. Estaba, por supuesto, en
bl anc o. Pa só a la segu nda, que estaba má s bl anc a to da ví a.
Siguió pasando las páginas con una sensación de decepción

creci ente. U n a tras otr a, todas estaban en bl anco .


— ¿ Y d ó n d e e s t á n lo s pa rt ic ul ar es ? — e x c l a m ó al fin,
desesperado.
No esperaba oí r má s que el eco de su pr op i a voz , po r lo
que habrá que imaginar su sorpresa cuando oyó una voz
responderle:
—E st am os a t u alr ededor , po r to das p artes .
Cualquiera no entendió esto, y decidió que lo que debía hacer
era llevarse el libro, junto con la Princesa, y que ya era hora de
volver a la mo nt añ a y presentarse ante la Dama . S e meti ó el
diario bajo la camisa, y se fue a buscar a la Princesa. Le contó
cuál había su misión al llegar allí, y ella aceptó huir con él.
Pero cuando llegaron a los muros de la ciudad, se encontraron
rodeados de soldad os por todas partes. No veí an má s que
ejércitos y ejércitos, extendiéndose a millas de distancia.
Cualquiera oyó hablar a un pequeño grupo de oficiales,
que no se había percatado de su presencia.
—Ap ue st o a qu e aplas taremos la mo n t a ñ a y a la He ch ic er a
en tres días —decía uno de ellos.
Y otro replicaba:
— E l lo hará en só lo do s dí as , se gu ro , y no so tr os no
tendremos que levantar un solo dedo.
Todos se rieron, hablando de las torturas que harían, y del
b o t í n qu e s e l l e v ar í a n c ua nd o ar ra sa ra n l a m o n t a ñ a .
Cualquiera comprendió que el fin estaba cerca. Ya no Cualquiera estaba dispuesto a morir. Su mente se
p od í a regresar a la mo n t a ñ a , así que de bí a act uar pero , ¿q ué resquebrajaba ante el impetuoso empuje del Maestro, que
po dr í a hac er él solo co ntr a el Mae st ro de lo Des co no ci do y hurgaba en sus pensamientos. Cualquiera no pudo soportar
sus poderosos ejérci tos? E staba compl etamente solo junt o co n ; la presión.
la Princesa, que miraba al enorme ejército y se preguntaba — E s t á e n p o d e r de la Pr in ce sa . S e lo di a el la .
qué es lo que iban a hacer. No po dí a cr eer que aca ba ra de di vul ga r ese secreto. Le va nt ó
Inesperadamente, oyeron un estruendoso lamento que la mirada hacia el Maestro, a lo alto.
pr ov en í a del centr o del casti llo . R e t u mb ó tan fuerte que el El Maestro de lo Desconocido lo observó atentamente.
suelo tembló y los soldados cayeron de rodillas. —¿ Cr ee s que soy tan tonto ? ¿ Dó nd e lo tienes?

¿Dónde está mi diario? ¿Quién ha sido el ladrón que ha Cualquiera se quedó sin saber qué decir. Sólo dio el silencio
saqueado mi ciudad, mi privacidad, mi diario? ¡MUERTE p or respu esta.
PAR A CU AL QU IE RA QU E HAY A SIDO! Eso hizo crecer la ira del Maestro, que agarró a Cualquiera
Esas palabras inquietaron a Cualquiera. Con toda y lo arrojó, derribándolo ante sus pies.
seguridad, había sido descubierto. Pero ya había tomado una —N ad i e le da rí a un a cosa tan val io sa a un a in gen ua
determinación. Se enfrentaría al Maestro de lo Desconocido muchacha. ¿Dónde está?
pas ara lo que pas ara, o la mo n t a ñ a e st ar ía pe rd id a, y e ra a lgo Analizando lo que acababa de escuchar, Cualquiera
muy grande perder una montaña. comprendió que ésta era su oportunidad. El Maestro de
Se incorporó: lo Desconocido no lo mataría mientras no le dijera dónde
—Q ui en pr egu nta po r Cu al q ui er a pr eg unt a po r mí estaba el diario, pero no creía que el diario estaba donde
contestó con voz fuerte. Inmediatamente le dio el diario a la él le había dicho. Cualquiera empezó a reírse sin parar. El
Princesa, diciéndole que intentara hacérselo llegar a la Dama Maestro respondió con un silencio de muerte.
de la montaña, si podía hacerlo a tiempo. Entonces el Maestro de lo Desconocido lanzó a Cualquiera
Se alejó de ella y se dirigió a la plaza, frente a la puerta una mirada cargada de perspicacia. Levantó las manos y el
pr in ci pa l. Allí estaba el Mae st ro de lo Des co no ci do co n la sol empezó a desvanecerse. El día se volvió noche. La luz
hostilidad dibujada en el rostro y una mirada fría como el de la luna inundó a Cualquiera cuando se incorporó, muy
acero. Todo su semblante inspiraba la muerte. sor pre ndido de encontrarse en el j ar dí n de la Dam a de la
—¡Así qu e eres un pequ eñ o espí a y un ladrón! —b ra mó . montaña.
— ¿ P u e d e s le v an ta r l a v o z u n me tr o m á s ? — l e p r e g u n t ó Giró en derredor suyo con incredulidad, pero estaba allí,
Cualquiera con presteza. El Maestro se desconcertó sin duda alguna. La Hechicera apareció de entre los árboles
ligeramente. H ab í a esperado que todo fuera tan fácil como y le dirigió una sonrisa.
aplastar una hormiga. — H a s estado cer ca de suc umb ir , per o te hemo s sal vado,
—¿ Dó nd e est á? — r ec l a mó , pos ando su pesad a mi ra da nuestro pequeño guerrero.
sobre Cualquiera, que permaneció de pie frente él. Cualquiera todavía no podía creer que estuviera a salvo:
— ¿ C ó m o llegué a q uí? —¿ De sc an sa st e bie n?
La Dama le sonrió y se retiró nuevamente al bosque. En Se sentía confuso, pero sólo por cortesía respondió:
su lugar, apareció el Mago. Sus ropas brillaban a la luz de la —P ue s. . . sí, p ero h e teni do los s ue ño s m á s ex t ra ñ os .
luna . Co n voz apacible, le d ijo a Cua lq ui era: El sabio se dirigió entonces a sus compañeros:
— N o p o dí a p er mi ti r q ue te dest ruy eran, de sp u é s de tod o — Y a h a des pert ado. Po dem os emp ez ar c on las preg untas .
lo que has hecho por nosotros. — ¿ Q u é preg untas ? — i nq u i r i ó Cu al qu i er a.
Cualquiera insistió: Los sabios respondieron con condescendencia:
—P ero , ¿c óm o lo hici steis? — T ú qu ier es u na so l uc i ón a t u pr ob le ma. H em o s ace pta do
El Mago respondió: ayudarte, pero necesitamos conocer algunas cosas.
Cualquiera entendió la situación, y convino en responder
—T en em os poder es que ni si qu iera el Mae st ro de lo sus preguntas.
Desconocido puede entender.
El Mago puso el brazo sobre los hombros de Cualquiera, El que parecía más viejo de todos los sabios del bosque
pa ra tr anq ui l iz arl o: repuso:
—P er o ahor a, mi p e q u e ñ o ami go , antes d e co mer y b ebe r — ¿ T i ene s al go que sea de tu pert enenc ia?
ju nto s, debes dec ir me d ó nd e es tá e l di ari o, po rq ue el T i em p o Cual qui era negó con la cabe za:
no es muy largo. — N o —ent onc es r ec o r dó — : Bu eno , tengo mis ropas ; al
Cualquiera estaba un tanto confuso. Recordaba que menos creo que son mías.
el Tiempo, por el contrario, era un tipo bastante largo de El viejo sabio se acercó más a Cualquiera.
estatura. Eso le sugirió una manera de probar si lo que estaba — ¿ N a d a de ani ll os, li bro s, ni n in gu na ot ra cosa?
viviendo era verdad. Replicó: Cualquiera contestó:
— ¿ C u á n t o mid e el T i em p o ? —No.
El Mago pareció confundido. El segundo sabio le preguntó si podía recordar cualquier
— N o tenemo s ti emp o pa ra juegos . cosa que fuera de importancia. Otra vez Cualquiera
Cualquiera contestó: contestó:
— N o qui ero juga r. Só l o qu iero saber c u á nt o mi de, y te d i ré —No.
dónde. El siguiente sabio le preguntó si recordaba algo de sus
El Mago se estaba impacientando: sueño s, cual quier cosa simb óli ca como haber escon dido a lgo
— C u á n t o mi de, q u é tan la rgo , bas ta de to nt er í as . E st amo s que pudiera ser una clave para su identidad.
ante la amenaza de una guerra. ¡El diario, el diario! Cualquiera pensó por un momento y, sonriendo levemente,
Cualquiera empezó a reírse, pero lo despertó el Instante, dijo:
y se encontró con que todos los sabios del bosque estaban — H a b í a al go .. .
discuti endo su pro bl ema. Un o de ellos se diri gió a Cua lq ui era, — ¿ Q u é ? —t odo s los sabio s se i nc l i nar on ha ci a él c on
que toda ví a se estaba sacudiendo e l su eñ o y los sueñ os . expectación.
Cualquiera también se inclinó hacia ellos, mirándolos momento. Se pasó la lengua por los labios.
intensamente. — ¿ C ó m o t e l la ma ba n tus padres cu ando eras n i ño ?
—Es verd ad. .. H a b í a alg o qu e es co ndí , p ero no es ahor a. El Maestro tragó saliva. Estaba atrapado entre perder el
Los sabios miraron sorprendidos a Cualquiera, que los juego o pe rder l a vi da. Al f in m u r m u r ó :
miraba atentamente. —Rafi.
— ¿ Q u é . . . ? —di je ro n todos al un í so no . Cualquiera exclamó, divertido:
Cualquiera repitió: —Raf i, Ra í i , Ra f i . . . Lleg as tarde par a la cena. Ra fi , ¡lá vate
—N o e s ah or a. Est o n o e s ah or a, ¿v er da d? ¿ N o V E N L O las manos y ordena tu habitación! —y así siguió diciendo
Q U E DIGO ? cosas semejantes.

de Los sabios se retirar


lo Desconocido. on. Frente
Cualquiera pudo ver a élque qu su ed ófuria el Maest
y su ro p eEl
q uMaestro
eñ o y má des lo
jo Desconocido sede
ven , ca da vez fuemeno
haciendo cada
r t am a ñ ovez más
hasta q ue
desesperación habían alcanzado enormes proporciones. Le llegó a ser un niño pequeño. Cualquiera lo tomó en brazos y
preguntó: se lo llevó a la Princesa.
— ¿ D e v erd ad qui eres tanto ese di ari o? Pocos días más tarde, los ejércitos se habían disuelto y
El Maestro replicó: los sol dados ha bí a n regr esado a sus casas, co n sus rnadres
—E s m í o . Y p o r él te a p l a s t a r é , te d e s p e l l e j a r é y te h e r v i r é y esposas. Todos los esclavos fueron liberados, y la inmensa
en aceite. riqueza del Maestro de lo Desconocido fue repartida entre
Cualquiera no se sentía ya impresionado. los pobre s de la ciudad. C ual qui era se ma rc hó a una pe qu eñ a
— ¿ T a n t o qui eres t enerl o que a po st ar í as p or él ? casita en un oasis recién aparecido en el desierto cercano, se
El Maestro mir ó a Cual qui era con s uspicacia. casó con la Princesa y desde entonces usó sus poderes mágicos
—¿ Ap os ta r? —y se dijo a sí mis mo: "A po st ar é "— ¿A q ué pa ra ll egar a converti rse en un gr an sana dor de hom bres.
ju ego ? El hambre y la enfermedad desaparecieron en muchas
Cualquiera le respondió: millas a la redonda. La Dama de la montaña hizo regalos de
—S e sup one que eres el ser má s sabi o de la ti err a, el m á s hierbas y plantas a Cualquiera, que se dedicó a rondar por
sabio de todos. Te haré una pregunta. Si la respondes, te los alrededores ayudando a los pobres y necesitados, trayendo
devolveré el diario; si no, ganaré mi libertad. ¿Aceptas? ¿Juras algo de bien a un mundo envilecido.
po r tu vi da qu e r es pe t ar á s el trato ? El día en que cumplió ochenta y cuatro años, llegó un
Su desesperación era tanta que aceptó el juego y el trato. mensajero a su casa en el oasis. U n a pri nces a ya algo envejecida
Cu al qu ie ra mi ró atentamen te al Maest ro de lo Desconoc ido, le entregó a Cualquiera el mensaje que había dejado el
haciendo una pausa. mensajero. Decía: "Se necesita urgentemente vuestra ayuda
El Maestro estaba impaciente. en el Reino del Norte. Se os ruega acudir sin demora"- Pero
—E mpe ce mo s. P re g únt am e. Cualquiera estaba muy viejo ya para viajar, y le fallaba la
Cualquiera respiró profundamente, saboreando el memoria; así que lo ignoró o lo olvidó.
Llegó un segundo mensaje, al que respondió de igual
manera. Por último, después de ser molestado por tercera
vez, Cualquiera se decidió a hacer el viaje hasta el norte,
esperando encontrar una gran plaga o un enorme desastre
causado por alguna guerra. En su lugar, encontró sólo a un
rey excesivamente preocupado, que le imploró:
— T e rueg o que cures a m i hi jo .
Cualquiera, que para entonces era tenido por todos como
el má s grand e de los magos, mi ró al prí nc ip e postrado en Esperando que haya disfrutado de este
su lecho y esbozó una enigmática sonrisa. Entonces dijo apasionante libro y del mágico viaje a
lentamente: tr avé s de los relatos de Las Aventu ras
— M i qu eri do rey, no teng o que c ur ar a tu hi jo , el p rí nc i p e, de Cualquiera junto a Richard Bandler.
po rq ue t u hijo no t iene n i ng ú n pr ob le ma . De hecho, ta mp oc o
hay ningún príncipe. Todo esto no es más que una parte de Si desea cono cer má s acerca de su obra
un sueño que alguien está soñando en algún lugar, quien o está interesado en descubrir el fascinante
no sabe que en realidad está soñando; y un problema de un mundo de la P N L o simplemente
sueño no es un problema real. Y, en realidad, tampoco hay quiere hacernos llegar sus comentarios
ningún sueño; porque ésta no es más que una fábula, y una Contáctenos en:
fábula es sólo una manera de dejar volar la imaginación,
ahora mismo. Hernán Cerna Training SL (HCT)
Plaza. Urquinaona, 6 planta 18, puerta B
08010 Barcelona
España

Telf. +3 4 933 182 283 - 934 815 530


Fax: +34 932 192 856
info@hernancerna.es
Má s informac ión: www.hernancerna.es

También podría gustarte