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LA REVISTA DE HISTORIA DE AMÉRICA

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LA REVISTA DE HISTORIA
DE AMÉRICA

Silvio Zavala y la red de estudios


americanistas, 1938-1948

Alexandra Pita González


María del Carmen Grillo

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Grillo, María del Carmen
La Revista de Historia de América: Silvio Zavala y la red de estudios
americanistas, 1938-1948 / María del Carmen Grillo; Alexandra
Pita González. – 1a ed. – Pilar: Universidad Austral. Facultad de
Comunicación; Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Teseopress,
2021. 352 p ; 20 x 13 cm. – (Pensamiento Latinoamericano / 1)
ISBN 978-950-893-920-3
1. Ciencias Sociales. 2. Historia Social. 3. Historia de América. I.
Pita González, Alexandra. II. Título.
CDD 306.098

ISBN: 9789508939203
Imagen de tapa: Erol Ahmed en Unsplash
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
La Revista de Historia de América
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ExLibrisTeseoPress 1627481019. Sólo para uso personal


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Colección Pensamiento
Latinoamericano

La colección Pensamiento Latinoamericano pone a disposi-


ción de lxs interesadxs los resultados de la labor de parte
de los investigadores y becarios del Centro de Estudios
Latinoamericanos de la Escuela de Humanidades de la Uni-
versidad Nacional de San Martín (CEL-UNSAM), así como
de las redes académicas e intelectuales de las cuales el espa-
cio forma parte.
Prioriza la publicación de indagaciones cuyos objetos
de estudio aludan a las tramas y debates –categoriales y
simbólicos– que se han ido suscitando y enhebrando en
torno al significante “América Latina”.

Director

Andrés Kozel (CONICET-UNSAM, Argentina)

Comité editorial

Martín Bergel (CONICET-UNSAM / UNQui, Argentina)


Horacio Crespo (UNSAM, Argentina / UAEM, México)
Gustavo R. Cruz (CONICET-UNJu, Argentina)
Eduardo Devés (USaCh, Chile)
Marcelo González (UNSAM, Argentina)
Bernal Herrera Montero (Universidad de Costa Rica)
Soledad Jiménez Tovar (CIDE, México)
Hernán G. H. Taboada (UNAM, México)
Ana María Vara (UNSAM, Argentina)

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8 • La Revista de Historia de América

Inés Yujnovsky (UNSAM, Argentina)

Diseño Imagotipo
Damián Bayle (con base en antiguos ideogramas mesoame-
ricanos e imágenes del Zodíaco Mariano)

Portadas
Teseopress con la colaboración de Laura Dos Santos

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Índice

Agradecimientos........................................................................... 11
Introducción .................................................................................. 13
Objetivos, aproximaciones y límites .................................... 20
Una publicación científica de estudios históricos............... 27
Fundación .................................................................................... 29
Títulos y propósitos .................................................................. 38
Secciones...................................................................................... 43
Financiamiento y periodicidad.............................................. 45
Costos, papel e imprenta ......................................................... 55
Distribución y suscriptores .................................................... 65
Pago, publicidades y canje....................................................... 71
Una red intelectual y académica .............................................. 77
Los colaboradores ..................................................................... 79
El equipo editorial..................................................................... 82
El Consejo Directivo ................................................................ 95
Investigación documental y acervos nacionales: los
artículos......................................................................................... 125
La dimensión panamericana ................................................ 127
El proceso de selección .......................................................... 134
Los autores ................................................................................ 139
Las temáticas............................................................................. 147
La investigación histórica documental.............................. 148
El relevamiento bibliohemerográfico................................ 154

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10 • Índice

Una biblioteca crítica para el historiador: libros y


revistas........................................................................................... 165
Reseñas, una sección para leer y comentar el trabajo de
los pares...................................................................................... 167
La bibliografía como estrategia: un registro cuantioso
de libros y revistas................................................................... 204
Las revistas: del problema de la colección completa a la
ficha analítica............................................................................ 206
Los libros en la sección Bibliografía: la indización como
principio clave de la organización ...................................... 212
Contenidos de actualidad: noticias y necrológicas........... 239
La información como parte del proyecto institucional 240
Noticias: mucha información en cuatro grandes
temas ........................................................................................... 243
Notas necrológicas: la construcción de genealogías
intelectuales............................................................................... 269
Conclusión ................................................................................... 301
Bibliografía ................................................................................... 313
Siglas ........................................................................................... 313
Referencias ................................................................................ 313
Anexos ........................................................................................... 325

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Agradecimientos

Este libro es el producto de un proyecto de investigación


titulado “La Revista de Historia de América: redes intelec-
tuales y revistas culturales (1938-1948)”, el cual se desarro-
lló entre 2019 y 2020 gracias al financiamiento del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), a través de
los proyectos de asistencia técnica (HIST05 2019). Por ello,
agradecemos a la Comisión de Historia y a las dependencias
dedicadas a la organización de proyectos y publicaciones
por su apoyo.
Aunque este proyecto recayó sobre nosotras como res-
ponsable y corresponsable de él, contamos con la colabo-
ración en distintos momentos de otras personas e institu-
ciones a las que es necesario agradecer: Fernando Morales,
por la realización de las bases de datos y la elaboración de
los grafos de redes; Laura Hernández y Carolina Mireles,
por su apoyo en la detenida labor de ordenamiento y clasi-
ficación de documentos; Ninón Llanos, por su ayuda en la
organización del Coloquio Internacional Redes e impresos
en América Latina-siglos XIX y XX, el cual se desarrolló el
23 y 24 de septiembre de 2019 en Colima.
Este encuentro fue de gran importancia dentro del
proyecto porque permitió que más de 40 especialistas en el
tema expusieran y discutieran. Por este motivo, agradece-
mos a la Universidad de Colima por el apoyo que dio para
la realización de dicho evento.
Asimismo, en el proceso de edición de este libro es
necesario agradecer a Lucila Scibona, por su atenta correc-
ción de estilo, a la Facultad de Comunicación de la Uni-
versidad Austral, por gestionar el proceso de dictamen y
de registro de la obra, así como a la Editorial Teseo por la
edición digital de la obra (con nuestra interlocutora Laura

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12 • La Revista de Historia de América

Díaz, por una parte, y Andrés Kozel, como director de la


Colección Pensamiento Latinoamericano).
Por último, pero no por ello menos importante, es
necesario agradecer a nuestras respectivas familias, por
acompañar siempre nuestros proyectos sin importar cuánto
tiempo les dediquemos.

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Introducción

Lo primero que se nos viene a la mente cuando leemos el


título de este libro es preguntarnos qué sentido tiene estu-
diar la historia de los primeros diez años de vida de la Revis-
ta de Historia de América (RHA), publicación longeva que ya
ha superado sus 80 años de vida. El subtítulo adelanta una
primera respuesta al remitir a la figura de Silvio Zavala y,
de manera más amplia, a la red intelectual/académica que
impulsó los estudios americanistas durante la década de los
cuarenta. Cada una de estas partes, así como su unión como
conjunto, merecen una breve justificación.
Comencemos con por qué es pertinente el estudio de
una publicación periódica. Como ha quedado claro por las
numerosas investigaciones, su estudio se ha modificado en
las últimas décadas, al abandonar su carácter de fuente a la
que se acudía solo para extraer la idea de algún autor reco-
nocido para convertirse en un objeto de análisis autónomo
de especial interés para observar el intercambio de ideas,
el acercamiento de intelectuales y las redes que conformar.
Así, en poco tiempo, el abanico de revistas a considerar se
ha multiplicado, al tiempo que se han destacado actores
casi desconocidos o poco estudiados. Derivada de esto, la
mirada ha girado de lo individual a lo colectivo, al reco-
nocer que no importa cuán relevante sea tal o cual figura
como fundador, director o animador de una revista, se trata
siempre de una labor en la que confluyen tantos “otros”, que
comienza por fundirse en un “nosotros”.
Aunque esto no le reste valor al peso que imprime una
figura relevante en el campo intelectual, cultural o acadé-
mico, implica pensarlo como lo hace Annick Louis cuan-
do afirma que el estudio de las revistas literarias nos lleva
a desprendernos de una concepción tradicional para dar
paso al de una autoría colectiva “no como suma de aportes

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14 • La Revista de Historia de América

individuales sino como un efecto nuevo”. Propone, por tan-


to, percibir grados de autoría en función de su forma y
modo de participar.1
Desde la historia intelectual, se asume también que
las revistas culturales son una fuente “de primer orden”
al permitir adentrarse en los espacios de sociabilidad, los
proyectos, posicionamientos e ideas de intelectuales, aca-
démicos y científicos. De este modo, “permite reflexionar
sobre los lazos de cultura, las redes y las comunidades aca-
démicas que las revistas generan, congregan, canalizan y
revitalizan”.2 Coadyuvan en la especialización de áreas del
conocimiento, por lo que son una parte fundamental para
entender el proceso de autonomía de esos campos.
Para asumir este desafío, nos adentramos en el análisis
de las publicaciones como dispositivos culturales, en cuanto
su capacidad no se circunscribe a la concreción de ser un
medio, un soporte, sino, al mismo tiempo, un discurso hete-
rogéneo en autorías y en géneros. De este modo, lo percep-
tible es una vía de entrada que nos permite pensar en los
modos de apropiación, en las prácticas y los sentidos que un
grupo de personas quiso dejar en un impreso.3
Por todo esto es que las revistas pasaron de ser con-
sideradas un mero soporte material de ideas (políticas,

1 Annick Louis, “Leer una revista literaria: autoría individual, autoría colecti-
va en las revistas argentinas de la década de 1920,” en Laboratorios de lo nuevo.
Revistas literarias y culturales de México, España y el Río de la Plata en la década
de 1920, editado por Rose Corral, Anthony Stanton y James Valander (Méxi-
co: El Colegio de México, 2018), 41-43.
2 Aimer Granados, “Introducción,” en Las revistas en la Historia intelectual de
América Latina: redes, política, sociedad y cultura, coordinado por Aimer Gra-
nados (México: Universidad Autónoma de México y Juan Pablos Editor,
2012), 10 y 12.
3 Françoise Dosse, La marcha de las ideas, Historia de los intelectuales, historia
intelectual (Valencia: Universidad de Valencia, 2007), 173.
El término dispositivo cultural se origina en la noción foucaultiana de disposi-
tivo. “Como procedimientos técnicos ‘minúsculos’ que, al jugar con los deta-
lles, han redistribuido el espacio para hacerlo el operador de una ‘vigilancia’
generalizada”. Michel De Certeau, La invención de lo cotidiano. I: Artes de hacer
(México: Universidad Iberoamericana, 1996), XLIV.

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La Revista de Historia de América • 15

artísticas, religiosas, científicas) a convertirse en lugares


privilegiados para observar la sociabilidad intelectual.
Aunque aún no hay una delimitación clara sobre en
qué momento las revistas actúan más como soporte que
como práctica, podemos pensar la conjunción de estos
factores como una interacción permanente que se retro-
alimenta, por lo que “no necesariamente las prácticas
generan soportes, sino que pueden ser éstos los que
generen prácticas específicas”.4
Todo esto nos lleva al segundo eje de este trabajo, el
cual se encuentra anunciado en el subtítulo, a saber: Silvio
Zavala. Primero, aclaramos que en las siguientes páginas
solo nos concentramos en estudiar una faceta casi descono-
cida del historiador: la de su papel como editor. Esto se debe
a que, como sabemos, el historiador ha sido estudiado y
reconocido en numerosos estudios como un personaje clave
para entender el desarrollo de una interpretación jurídico-
social del período colonial. También lo ha sido por su filia-
ción al grupo denominado “cientificista” y por su vocación
“americanista”, que no genera dudas a la hora de ubicar
su nutrida producción dentro de una escuela o corriente.
Abraham Moctezuma Franco ha señalado la importancia de
Zavala en el proceso de profesionalización, al encargarse
de difundir un modelo científico en México (aprendido en
España) sustentado en el trabajo de archivo y en el apego
a los hechos en la búsqueda de la verdad histórica. Mostró
cómo, al imponer este tipo de historia, desplazó las tenden-
cias “anticuarias” y “coleccionistas” que habían dominado la
historia antes de la década de 1930. La crisis que se gene-
ró abrió el camino hacia la profesionalización. Por esto, la
RHA se convirtió en el órgano de expresión más acabado de

4 Alexandra Pita González, “Las revistas culturales como soportes mate-


riales, prácticas sociales y espacios de sociabilidad,” en Las revistas cul-
turales como soportes materiales, prácticas sociales y espacios de sociabilidad,
de Hanno Ehrlicher y Nanette Rißler-Pipka (Berlín: Shaker Verlag),
234.

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16 • La Revista de Historia de América

la corriente cientificista (versus la historicista, que giraba en


torno a otras publicaciones periódicas).5
Además, se ha destacado su capacidad como director
y promotor de varias instituciones académicas; solo por
mencionar las de la década de 1940: el Centro de Estudios
Históricos (CEH) de El Colegio de México, la Comisión de
Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia
(IPGH) y el Museo Nacional de Historia. Por este motivo,
Jesús Iván Mora Muro planteó a Zavala como un agente
“especializado y especializante” al ser el primer historiador
dedicado de manera exclusiva a la profesión. Esto le permite
calificarlo como un historiador/funcionario, observando a
través de su trayectoria la consolidación de la profesión. 6
Aunque acordamos en esta caracterización, conside-
ramos que lo que expondremos en las siguientes páginas
muestra que la división no fue tajante ni el orden, fijo.
Durante el período estudiado, observamos un flujo cons-
tante –no sin tensiones– entre ambas funciones, las cua-
les nunca se encontraron divorciadas, puesto que, para él,
todas eran medios para alcanzar el desarrollo de la historia
como disciplina.
Así, el estudiar a Zavala como editor complementa y, a la
vez, problematiza su estudio como personaje histórico de rele-
vancia. A diferencia de la producción de sus numerosas obras,
este Zavala es, como todo editor, una figura ausente y presente
al mismo tiempo. Ausente porque, si observamos su participa-
ción en las páginas de la revista, aparecerá pocas veces como

5 Las publicaciones que expresan las propuestas de la corriente historicista


eran Alcancía, Letras de México, Cuadernos Americanos y Filosofía y Letras, entre
otras. Abraham Moctezuma Franco, “El camino de la historia hacia su insti-
tucionalización,” Historia y Grafía, no. 25 (2005): 50-51, 58.
6 Para esta clasificación, Mora Muro tomó la idea de Rafael Gutiérrez Girar-
dot, quien diferencia entre funcionarios/escritores y escritores/funciona-
rios para distinguir quienes se convirtieron en escritores por los nexos que
tenían con la política y quienes, al contrario, alcanzaron puestos gracias a la
fama como intelectuales. Jesús Iván Mora Muro, “Silvio Zavala y la institu-
cionalización/profesionalización de la historia en México, 1933-1950,”
Revista de Historia de América, no. 155 (julio-diciembre de 2018): 62-65.

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La Revista de Historia de América • 17

autor. Presente porque, a través de su correspondencia perso-


nal, podemos dar cuenta de la enorme labor que realizó para
planear o corregir cada detalle de las numerosas tareas edi-
toriales. Es evidente que, pese al protagonismo de Zavala, la
revista requirió de un grupo mayor de colaboradores asiduos
que participaron en cada número, compuesto de historiadores,
bibliógrafos y archivistas de nacionalidades diversas (españoles
exiliados, estadounidenses y numerosos latinoamericanos), que
buscaban promover determinadas ideas e información sobre
lo que consideraban los estudios americanistas. Con ello cum-
plían también una doble función. Por una parte, se reforzaban
como grupo frente a otros historiadores que tenían una inter-
pretación contraria sobre actores y procesos de la historia de
América (los historicistas). Por la otra, favorecían la legitimidad
del IPGH y su ideario panamericano al promover un diálogo
continental en el que Estados Unidos estaba incluido y jugaba
un papel importante.
Por todo esto consideramos que la revista no era una publi-
cación más de su tiempo. En ella se practicó de manera siste-
mática el ejercicio de la lectura y la crítica de documentos para
formar historiadores vinculados a la investigación. Sentó las
bases de los elementos que debía componer una revista acadé-
mica de y para profesionales: una publicación que formara al
lector especializado a través de artículos que, sustentados en
una investigación documental, dieran cuenta de procesos y eta-
pas de la historia americana (fundamentalmente colonial); un
enorme repositorio de libros y artículos de historia para leer y
criticar; un espacio donde recordar y homenajear a los histo-
riadores fallecidos; y, por último, un centro de noticias sobre lo
que acontecía a nivel institucional en el continente. Es eviden-
te que para ello fue necesario que la RHA no actuara sola, sino
en asociación con otras instituciones académicas dedicadas a la
enseñanza, como fue el CEH de El Colegio de México.7

7 En otro artículo explicamos por qué consideramos que la RHA fue un antecedente
importante para la revista Historia Mexicana (fundada en 1951), dada la numerosa
participación de maestros y, fundamentalmente, de alumnos del Centro. Ver Ale-

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18 • La Revista de Historia de América

Esto nos lleva al tercer y último elemento que


conforma el título, a saber: el de comprender a este
conjunto como una red y atribuirles a los estudios ame-
ricanistas el ser aquel elemento aglutinante o vinculante
entre sus miembros. Primero, cabe mencionar que con-
sideramos pertinente utilizar la categoría de red porque
permite entender la interacción en grupos pequeños
que se conocen entre ellos (la mayoría de las veces
no de manera personal, pero sí a través de sus obras
y el intercambio epistolar). Su finalidad es promover
objetivos en común. Hacia el interior se genera entre sus
miembros un intercambio de ideas e informaciones, y
al exterior permite considerarlos como actores colecti-
vos o camarillas porque comparten afinidades. Mediante
la interacción, estos grupos informales desarrollan o
refuerzan ciertas ideas comunes, que se convierten en
normas del grupo que ayudan a reforzarlo a través de la
interacción. Además, las redes pueden ayudar a dotar de
recursos a las organizaciones.8
Como han señalado quienes estudian redes en la his-
toria, se trata de lazos que se sostienen en períodos –más o
menos largos–, manteniéndose o desapareciendo de mane-
ra temporal –hasta reactivarse– o de manera definitiva.
Estas relaciones mantenidas en un momento determina-
do se basan en un intercambio de bienes o servicios, por
lo que la variable histórica “permite pensar también cómo
cambia de contenido y varía su intensidad”.9 Aunque no
existe un acuerdo sobre la especificidad de una red inte-
lectual, se han señalado como principios básicos que este

xandra Pita González, “La Revista de Historia de América como laboratorio de prác-
ticas,”Historia Mexicana,no.281(julio-septiembrede2021).
8 Charles Kadushin, Comprender las redes sociales: teorías, conceptos y
hallazgos (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2013),
116-119.
9 Michel Bertrand, “Del actor a la red: análisis de redes e interdisciplinaridad,”
Nuevo Mundo Mundos Nuevos. Colloques (2009), 13-14.

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La Revista de Historia de América • 19

conjunto debe compartir paradigmas e intercambiar ideas


y conocimientos.10
A los fines de este trabajo, consideramos que la red
que se tejió en torno a la RHA fue intelectual/académica.
Es evidente que la mayor parte de ellos circunscribieron su
accionar al espacio profesional, por lo que su intervención
en la esfera pública se relacionaba con el ejercicio de su
profesión. Pero lo que se observa a través de la revista como
expresión de este colectivo es una característica propia del
campo intelectual: la disputa por la hegemonía, al acumu-
lar capital cultural para defender posiciones de prestigio
dentro de su campo. Para ello, es necesario delimitar los
márgenes de su espacio a través de alianzas, agrupamientos
y redes que permiten confrontar e impugnar a otros. Es
decir que, a través de la agenda intelectual que establece
este “campo revisterial”, se puede observar un debate mayor,
uno por el cual “aspiran a disputar un espacio en un campo
de fuerzas dado”.11

10 No existe acuerdo sobre la especificidad de una red intelectual. Palacios


remarca que para entender su actuación es necesario que esta se realice
sobre la base de “un paradigma compartido, un discurso en grandes líneas
unificado”. Guillermo Palacios, “Los círculos concéntricos de la educación
rural en el México posrevolucionario: ¿Un caso sui géneris de redes intelec-
tuales?” en Redes intelectuales y formación de naciones en España y América Lati-
na (1890-1940), editado por Marta Elena Cassaús Arzú y Manuel Pérez
Ledesma. (Madrid: UAM, 2005), 108-118. Por su parte, Devés-Valdés la
entiende como un “conjunto de personas ocupadas en la producción y difu-
sión del conocimiento, que se comunican en razón de su actividad profesio-
nal, a lo largo de los años”. Eduardo Devés Valdés, Redes intelectuales en Amé-
rica latina (Santiago de Chile: Colección Ideas-Instituto de Estudios
Avanzados, Universidad de Santiago de Chile, 2007), 30.
11 Por campo revisterial el autor entiende un subcampo dentro del campo inte-
lectual, “que funciona con lógica propia y un lenguaje común”. Al enfatizar
las relaciones y las luchas, competencias y rivalidades entre revistas, retoma
a Bourdieu para explicar que este campo revisterial “no es la sumatoria de
las revistas de su tiempo, ni un espacio neutro de relaciones singulares entre
revistas sino que está estructurado como un sistema de relaciones en com-
petencia y conflicto entre grupos y revistas que ocupan posiciones intelec-
tuales diversas”. Horacio Tarcus, Las revistas culturales latinoamericanas. Giro
material, tramas intelectuales y redes revisteriles (Buenos Aires: CEDINCI y
Tren en Movimiento, 2020), 21, 23.

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20 • La Revista de Historia de América

Además, el que la RHA haya sido financiada por el Instituto


Panamericano de Geografía e Historia nos abre un abanico de
variables políticas a nivel nacional y regional a tomar en cuen-
ta. Como veremos, la publicación representó la expresión de
un tipo específico de institucionalización político-académica
desarrollada por organismos regionales (primero, la Unión
Panamericana, y casi al fin del período de estudio, la Organi-
zación de Estados Americanos). Dependiente de la Unión Pan-
americana, el IPGH buscó desde su instalación en la Ciudad
de México, a inicios de la década de 1930, acercar a los paí-
ses miembros a través del estudio de la geografía y la historia.
Esto le permitía abrir la posibilidad de recibir contribuciones de
todo el continente en varios idiomas, teniendo, como punto de
partida y sentido en común, aportar a la historia de América.
Sin embargo, no debe exagerarse este entrecruzamiento de
intereses. Aunque se parte de que es una red, esto no significa
que sus integrantes los compartan, puesto que existen tradicio-
nes e influencias nacionales que generan algunas diferencias.
Por esto, preferimos utilizar la designación de una red de estu-
dios americanistas y no una red americanista.

Objetivos, aproximaciones y límites

El objetivo general de este trabajo es historiar la revista, es decir,


reconstruir de la manera más completa posible sus formas, con-
tenidos y geografía humana. Para ello, optamos por analizar
un período fundacional: sus primeros diez años de vida. Con
ello, aportamos al conocimiento de una publicación que ha sido
citada por numerosos historiadores, pero que, pese a su impor-
tancia, no ha merecido ningún trabajo extenso que la abordara
como objeto de estudio.12

12 Hace poco tiempo se publicó en la revista un dossier a manera de homenaje por sus
80 años, en el cual participaron varios investigadores que serán señalados en dis-
tintos momentos de este trabajo. Sin embargo, dada la extensión de aquellos

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La Revista de Historia de América • 21

De manera más específica, se propone entender a una


revista como un nodo, para observar a través de ella una
compleja red de relaciones: en este caso, las establecidas
entre un grupo editorial que encabezó Silvio Zavala, pero
en el que circularon ideas que legitimaban los estudios ame-
ricanistas. Para ello, se agruparon las preguntas de investi-
gación en varias direcciones. Una, que nos lleva a profundi-
zar en el estudio de las publicaciones periódicas al señalar
las problemáticas que surgen al estudiar no una revista
cultural, sino una académica, remarcando su especificidad.
Otra, que se ocupa por la función de Zavala como nodo
principal de la red, tomando en cuenta necesariamente a los
demás miembros, en especial a los del equipo editorial y del
Consejo Directivo. Una más, que nos lleva necesariamente a
preguntarnos qué tipo de americanismo profesaba la publi-
cación a través de sus contenidos.
Cabe mencionar el porqué del límite temporal. Cuando
iniciamos la investigación de los primeros diez años de
vida de la Revista de Historia de América, proyectamos que el
resultado del análisis sería más acotado de lo que resultó.
A medida que la investigación avanzaba, nos dimos cuen-
ta de que se trataba de un momento de gran relevancia,
por lo que el estudio se dirigió a analizar la publicación
de manera completa, intentando captar toda la información
que pudiera contener. Así, nos importaba tanto comprender
las características de cada sección como los actores involu-
crados, lo cual no es común en los estudios de publicaciones
en los que suele seleccionarse a un grupo de personajes y
un número de artículos clave. Darle cabida a una noticia
tanto como a un artículo, a un personaje como Silvio Zavala
junto a un estudiante poco conocido, significa, como red
intelectual, que todos los vínculos son importantes.
Para organizar esta voluminosa información, se creó
una base de datos. Esto implicó realizar metodológicamente

artículos, ninguno abordó la revista, sino que solo se señalaron algunos aspectos
relevantes.VerRevista de Historia de América,no.155,julio-diciembrede2018.

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22 • La Revista de Historia de América

un proceso al cual denominamos “datificar”, en cuanto se


parte de que no se trata de una mera recolección de infor-
mación, sino que se construye el dato al segmentar y orga-
nizar la información según categorías de análisis, las cuales,
una vez establecidas, servirían para cuantificar un volu-
men numeroso de información en cuadros y matrices de
datos. Estos, a su vez, permitieron en este estudio especí-
fico volcar esta información en programas para el análisis
de redes, de los que pudieron obtenerse diversas visuali-
zaciones gráficas. Aunque esto pueda sintetizarse en pocas
palabras, constituyó un proceso extenso que requirió de
recursos y tiempo.13
Además, al clasificar la documentación que guardó Sil-
vio Zavala (cartas, oficios, notas) nos dimos cuenta de que
nos enfrentábamos a un emprendimiento cultural de gran
dimensión, que excedía incluso a Zavala como actor princi-
pal, a los miembros del equipo editorial, al Consejo Directi-
vo, a los colaboradores y al propio Instituto Panamericano
de Geografía e Historia, del cual dependía financieramente.
Su análisis no podía limitarse a su contenido textual, ni
siquiera a uno en el que se entrelazaran los textos (edito-
riales, artículos, publicidades, reseñas, etc.), sino a uno en
el que se reconstruyera la dimensión material e inmaterial
de la RHA. Recortar significaba restarle valor al objeto en sí
mismo y a quienes la hicieron posible en su momento.
Este es el origen del presente libro, el cual nos demos-
tró una y otra vez que estudiar una revista requiere de un
abordaje metodológico estricto, pero flexible a la vez. Esto
significó sistematizar una indagación que permitiera tener
en cuenta la mayor cantidad de aspectos que hacen al estu-
dio de una publicación para explorar el universo de aná-
lisis, no solo de sus contenidos, sino de sus características

13 Dedicamos un artículo a explicar el abordaje metodológico que se realizó.


Ver Alexandra Pita González, María del Carmen Grillo y Fernando Morales,
“La datificación como propuesta de análisis. El caso de la Revista de Historia
de América, 1938-1948,” Revista de Historia de América, no. 159 (junio de
2020): 189-224.

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La Revista de Historia de América • 23

discursivas. Implica que, antes de poder iniciar el análisis


de una revista, hay que crearla como objeto de estudio.
Para eso, es necesario proponer categorías y variables que
funcionen como descriptores. Esto permite, de entrada, res-
taurar el objeto revista desde una dimensión que recupera
en primera instancia su dimensión material a través de los
aspectos técnicos, a los que no siempre se les da el lugar
que merecen. En este caso, restaurar los detalles (formato,
páginas, papel, distribución, etc.) permite definir el perfil
de la publicación. A su vez, esto posibilita adentrarse en la
dimensión inmaterial, tanto de contenido como de la red de
personas que hizo posible la publicación.14
Los tres aspectos, complejos en sí mismos y en su
interacción, nos llevan a pensar en la hipótesis de este tra-
bajo: cuando hablamos de profesionalización de la historia
pensamos generalmente en instituciones académicas (uni-
versidad, institutos, centros de investigación), rara vez en
el impacto que tuvieron las publicaciones y menos aún las
periódicas. Para nosotras, estas no son un mero vocero ofi-
cial de lo que está pasando en las instituciones, sino que, a
manera de laboratorio de ideas, en ellas se experimenta una
práctica: “Ellas funcionan como una institución, impartido-
ra tradicional de una legitimidad cultural”.15

14 Para ver estas tres dimensiones remitimos a Alexandra Pita González y


María del Carmen Grillo, “Una propuesta de análisis para el estudio de
revistas culturales,” Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias
Sociales, no. 1 (2015): 2. Esta precaución metodológica ya había sido adverti-
da desde la década de 1960 por el periodista Jacques Kayser, que propuso
que se tenían que tomar en cuenta elementos identificadores para un estu-
dio integral de una publicación, porque eran estos factores externos al dis-
curso los que le otorgaban al lector un valor particular. Jacques Kayser, El
periódico. Estudios de morfología y de prensa comparada (Quito: Centro Interna-
cional de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina, CIES-
PAL, 1964), 9.
15 Roxana Patiño y Jorge Schwartz, “Introducción,” Revista Iberoamericana 70,
no. 208 (diciembre de 2004): 649. Sobre las instituciones, tradiciones y for-
maciones en un proceso cultural y el proceso de selección, ver Raymond
Williams, Marxismo y literatura (Barcelona: Ediciones Península, 1980),
137-138.

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24 • La Revista de Historia de América

Por todo esto, consideramos que la RHA fue un actor


colectivo relevante que coadyuvó a través de su trabajo
editorial en el proceso de profesionalización de la historia
como una disciplina científica basada en la investigación
documental. También fue parte de un proceso de traslación
y reinterpretación en el continente americano del america-
nismo que practicaba el historiador español Rafael Altami-
ra. No debe ser considerada solo como un mero reflejo de
un proceso mayor, sino como un espacio de gran utilidad
para la formación de redes de carácter disciplinar.
Aunque no seguimos un corte temporal, cabe mencio-
nar que existieron vaivenes internos que hacen pensar en
tres grandes etapas de la publicación: la que se inicia en
1938 y termina en 1940, en la que se busca fundar con la
colaboración de pocos miembros las bases de lo que querían
que fuera la publicación; la que se inicia en 1941 y finaliza
en 1945, en la que los avances en la publicación encuentran
un freno por las dificultades que produce la guerra, y la de
los últimos tres años (1946 a 1948), en la que se percibe el
impacto de la creación de la Comisión de Historia.
Para dar cuenta de esto, en las siguientes páginas el
lector encontrará cinco capítulos; estos no siguen un orden
temático, sino uno analítico, al responder a la hipótesis
planteada. El primer capítulo da cuenta de la dimensión
material de la RHA, es decir, responde al interés por mos-
trar el perfil de la publicación, para presentar, en el segundo,
quiénes –como red– hicieron posible la publicación. Los
siguientes tres capítulos se rigen por una lógica distinta,
al centrarse en las secciones de la revista (en las que se
publicaron artículos, reseñas, libros y revistas, noticias y
necrológicas). Prestando atención tanto a las características
de las secciones como a los participantes, se da cuenta de
los temas prioritarios, líneas de investigación y de lecturas y
circulación de ideas y objetos (sobre todo, libros y revistas).
Para la composición de todos ellos, se combinaron aná-
lisis cuantitativo y cualitativo a partir de dos conjuntos de
fuentes documentales distintos: la revista y los documentos

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La Revista de Historia de América • 25

que guarda el Fondo Silvio Zavala (fundamentalmente la


correspondencia). Esto no implica una lectura monolítica y
excluyente de compartimentos estancos, sino, al contrario,
una relación entre ellas. La revista se ocupó de definir clara-
mente cada una de ellas en función de una estructura gene-
ral que buscaba reflejar el rigor de la historia como ciencia.

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Una publicación científica
de estudios históricos

Estudiar la RHA es una tarea que implica desagregar el


todo en partes, antes de volver a restaurar su valor como
objeto de estudio de manera integral. Por ello, se inicia con
el estudio de esta publicación contextualizando la aparición
de la RHA para comprender su fundación en el marco de
una serie de coordenadas geográficas e intelectuales. Si esto
nos ayuda a explicar el porqué y para qué surgió la propues-
ta, los siguientes apartados buscan reconstruir el aspecto
formal de la publicación para entender la estructura a través
de la cual se materializó.
Es necesario explicar por qué consideramos importan-
te la dimensión material. Al hacerlo, se pone el acento en
la interacción social y cultural implícita, en los acuerdos y
convenciones para determinar sentidos, así como en esos
personajes a veces olvidados: correctores, impresores y edi-
tores, entre muchos otros. Así, para entender un texto hay
que entender tanto su contenido como las formas que lo
hicieron posible, a manera de dispositivos indisociables. Al
incluir en la mirada estos procesos y actores, se replantea
el objeto impreso.1
De este modo, señalar los aspectos técnicos (papel,
imprenta, formato, tiraje, distribución, etc.) va más allá de
una mera enumeración de decisiones cotidianas tomadas
por los miembros del equipo editorial. Implica necesaria-

1 Granados menciona algunos aspectos importantes de ciertos autores que


han aportado al debate sobre la materialidad entre los estudiosos de la histo-
ria del libro. Entre ellos, el principal es Chartier, desde la historia de la cul-
tura, pero también McKenzie, desde la sociología de los textos. Aimer Gra-
nados y Sebastián Rivera Mir, eds. y coords., Prácticas editoriales y cultura
impresa entre los intelectuales latinoamericanos en el siglo XX (México: El Cole-
gio Mexiquense y UAM, 2018), 160-163.

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28 • La Revista de Historia de América

mente pensar en la intervención de los actores desde una


retícula relacional, en la que los diálogos hicieron posible
concretar un objeto colectivo cargado de sentido. Desde ese
punto de vista, la dimensión material no solo es un reflejo
de otra inmaterial, vinculada a la humana, sino que, a su
vez, impacta en esta: la forma es contenido. Como veremos
a continucción, la RHA buscó alinear los aspectos formales
y materiales (papel, maquetación, tipografía, etc.) a los de
contenido: calidad, seriedad, carácter no comercial y selec-
tivo de la publicación.2
Esto nos remite a procedimientos en los que se vieron
involucrados un conjunto de actores, por la dinámica tem-
poral de una publicación periódica y su eterna labor con-
trarreloj para cumplir con su publicación regular. Así, la
periodicidad nos remite a los costos y a las dificultades de
financiamiento; a la distribución, al canje y a la capacidad de
establecer redes. El papel y la imprenta nos abren la posibi-
lidad de entender la cantidad de personas que participaron,
los tiempos de edición. Sin embargo, en las páginas que
siguen el eje será explicar las condiciones de producción de
la publicación, por lo que los personajes involucrados direc-
tamente aparecerán en un segundo plano, pues trataremos
sobre ellos en el siguiente capítulo.
Cabe mencionar que en el abordaje de las revistas como
objeto de estudio no siempre se puede realizar un análisis
tan detallado de estos aspectos, no porque no sean funda-
mentales para entender cómo se armó una publicación, sino
porque no es habitual contar con archivos de las publica-
ciones o de los editores. En este caso, la urdimbre de este
capítulo se nutrió de una numerosa correspondencia guar-
dada en el Acervo Silvio Zavala. Escrita fundamentalmente
en los períodos en los que el historiador no se encontraba
en la Ciudad de México y requería seguir los detalles de la

2 Quienes hacían la RHA procuraron mantener los contenidos y la materiali-


dad de la revista en un alto estándar, al igual que la composición y la maque-
tación.

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La Revista de Historia de América • 29

publicación, estas cartas dan cuenta de la ardua labor que


enfrentaron él y el equipo editorial. También señalan cómo,
aunque el centro de operaciones estuvo en la Ciudad de
México, hubo una preocupación constante por alcanzar una
dimensión continental.

Fundación

Para fines de la década de 1930 no existía en América Latina


ninguna revista de carácter continental dedicada a la histo-
ria en español. Se tenía ya desde hacía años la famosa His-
panic American Historical Review, pionera en su campo desde
1918, pero dado que solo se publicaba en inglés, su distribu-
ción no era extendida a todos los países del continente.3 En
México, existían otras publicaciones dedicadas a la discipli-
na, pero estas daban cuenta del ámbito nacional y, en gene-
ral, de la documentación que guardaba su archivo nacional.4
Además, en la década de 1940 aparece The Americas, órgano
de la Academy of American Franciscan History.5
Este vacío, aunado a lo que veremos que aprendió en
España, le permitiría a Zavala, al regresar a su país, lan-
zar la propuesta editorial. Como recordaría Lewis Hanke

3 Sobre Hispanic American Historical Review y el panorama de revistas dedica-


das a América hispana en Estados Unidos, ver Helen Delpar, Looking South:
The Evolution of Latin Americanist Scholarship in the United States, 1850-1975
(Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press, 2008), 50-51, 133.
4 En México existió la Revista Mexicana de Estudios Históricos (1927-1928), la
cual se transformó en la Revista Mexicana de Estudios Antropológicos en 1937.
Jesús Iván Mora Muro, “Silvio Zavala y la institucionalización/profesionali-
zación de la historia en México, 1933-1950,” Revista de Historia de América,
no. 155 (julio-diciembre de 2018): 70. También en 1930 apareció el Boletín
del Archivo General de la Nación. Después de que apareció la RHA se fundaron
Divulgación Histórica (1939), la revista Filosofía y Letras y Cuadernos America-
nos (1941). Por su parte, en España, la Revista de Indias se fundó recién en
1940.
5 Delpar, Looking South…, 133.

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30 • La Revista de Historia de América

tiempo después, la iniciativa de fundar esta revista fue de


Silvio Zavala, quien

deseaba vívidamente fundar una revista dedicada a la historia


de América y concertó una cita para que fuéramos a ver al
ingeniero Pedro Sánchez, entonces presidente del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia. Don Pedro, en tan-
to que científico, era reticente con los historiadores porque,
según él, había tenido ocasión de comprobar que “eran tercos
y pendencieros”.6

Al año siguiente, Sánchez aprobó la creación, por lo


que Zavala le avisó de inmediato para que enviara un artícu-
lo a fin de publicar el primer número antes de que Sánchez
se arrepintiera. En el encuentro de la Ciudad de México,
Zavala también presentó al estadounidense a Alfonso Reyes
y a Genaro Estrada. Este breve recuerdo permite comen-
zar este capítulo señalando algunas coordenadas del mapa
intelectual para entender el surgimiento de la RHA a través
de dos ciudades (Madrid y México) y tres instituciones: el
Centro de Estudios Históricos, La Casa de España y el Ins-
tituto Panamericano de Geografía e Historia.

Madrid
El que Zavala le pidiera a Hanke que lo acompañara es sig-
nificativo. Se habían conocido en Madrid en 1933, cuando

6 Lewis Hanke e Isabel Vericat, “Experiencias con Silvio Zavala, 1933-1939:


algunos recuerdos al azar,” Historia Mexicana XXXVIII, no. 4 (1989): 603.
Hanke estaba de visita en la Ciudad de México cuando iba de camino a Gua-
temala. El Consejo de Investigación en Ciencias Sociales (EE. UU.) le otorgó
una beca posdoctoral que le permitió viajar durante varios meses entre 1937
y 1938 a México, Centroamérica y Brasil. En Guatemala estudió con el
antropólogo Robert Redfield. Poco después, junto a Preston James, un espe-
cialista en geografía humana, viajó a Brasil, donde pudo hacer una travesía
por el Amazonas y quedarse en una plantación, así como encontrarse con
varios intelectuales, como Gilberto Freyre. David Bushner y Lyle N. Mcalis-
ter, “An Interview with Lewis Hanke,” Hispanic American Historical Review 68,
no. 4 (1988): 665.

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La Revista de Historia de América • 31

el mexicano trabajaba en lo que se convertiría en su libro


La encomienda indiana y las instituciones jurídicas en la con-
quista de América, mientras él (que ya llevaba un tiempo en
Sevilla consultando el Archivo General de Indias) iba de vez
en cuando a Madrid para “consultar” a Rafael Altamira y a
Fernando de los Ríos.7
La historia de ambos está asociada indiscutiblemente a
Madrid, ciudad que habría de marcar a ambos como histo-
riadores tanto por los conocimientos adquiridos como por
la red académica que compartirían y extenderían al con-
tinente americano a su regreso. Altamira era sin duda el
nexo entre Zavala y Hanke, mientras que Madrid se con-
virtió no solo en un centro formativo, sino también en un
modelo académico a seguir. Ahí, Zavala estudió su docto-
rado en el Centro de Estudios Históricos, primer centro de
investigación de la Junta de Ampliación de estudios (JAE),
el cual, desde 1910, buscó afianzar las relaciones culturales
con América a través de redes culturales y científicas. En ese
Centro, Altamira jugó un papel fundamental en el desarollo
del americanismo en sus dos dimensiones: la práctica, favo-
reciendo el intercambio de profesores y alumnos en ambos
continentes, y la teórica, investigando la historia de Amé-
rica y de España. Aunque el intercambio no fue igualitario
porque se consideraba que los paises hispanoamericanos
no podían hacer un aporte significativo para la formación
de los profesores españoles –lo cual motivó la protesta de
Altamira–, generó redes intelectuales significativas para los
proyectos posteriores.8
Así, el Centro de Estudios Históricos sirvió como
modelo del estudio científico de la historia que se preten-
día: una educación de minorías selectas, tutelar y experi-
mental en la que predominaba la crítica documental. De

7 Bushner y Mcalister, “An Interview with Lewis Hanke”, 665.


8 Consuelo Naranjo y Salvador Bernabéu, “La revista Tierra Firme: una pro-
puesta de diálogo entre España y América,” en Las revistas en la historia inte-
lectual de América Latina: redes, política, sociedad y cultura, editado por Aimer
Granados (México: UAM y Juan Pablos Editor, 2012), 255-260.

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32 • La Revista de Historia de América

la Universidad Central de Madrid, donde Altamira dictaba


la Cátedra Historia de las Instituciones Políticas y Civiles
de América, se recuperaría la necesidad de formar doctores
con vocación americanista.9
Guillermo Zermeño señala que la fundación de El
Colegio de México dio continuidad a una tradición añeja
y ajena, la de la Junta de Ampliación de Estudios e Inves-
tigaciones Científicas y el Centro de Estudios Históricos.
Encuentra una línea que “hermana” ambos proyectos a tra-
vés de un proceso de institucionalización que permitiría
“armonizar las influencias extranjeras con los valores y la
cultura propia”.10
Otra variable relevante en esta línea de continuidad
con Madrid que no ha sido enfatizada hasta ahora es la
relación de Zavala con un proyecto editorial que generó
ese Centro, al publicar la revista Tierra Firme. Esta publi-
cación trimestral que apareció entre los años de 1935 y
1937 dependía de la Sección Hispanoamericana del Centro
de Estudios Históricos. Fue impulsada por Américo Cas-
tro y dirigida por Enrique Díez-Canedo para promover
un “americanismo liberal”, que buscaba definir la identidad
española a través de la relación con Hispanoamérica. La
revista publicó ocho números, pero cesó a consecuencia

9 El primero fue un modelo educativo y político que se desarrolló durante casi


medio siglo en España (1876-1936). De inspiración krausista, impulsó la
renovación educativa libre de dogma religioso o político, estableciéndose
como una institución privada y laica de enseñanza (que llegó a abarcar todos
los niveles). Grandes intelectuales apoyaron este proyecto para renovar la
cultura. Siguiendo el programa del Instituto, se creó en 1910 el Centro de
Estudios Históricos, bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal. El Centro
se proponía: investigar fuentes documentales (preparando ediciones críticas
de documentos inéditos); organizar misiones científicas para fundar el
conocimiento histórico; formar a un pequeño grupo de alumnos en los
métodos de investigación; formar una biblioteca para los estudios históricos
y establecer relaciones de intercambio con otros centros en el extranjero. Se
subdividió en 10 secciones, de las cuales, la que merece la pena contar aquí
por su influencia en la RHA, es la dedicada a estudiar los orígenes de la len-
gua española, en la cual se destacó la Revista de Filología Hispánica.
10 Guillermo Zermeño, “La historiografía en México: un balance (1940-2010),”
Historia Mexicana LXII, no. 4 (2013): 1698-1699, 1701, 1704-1705.

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La Revista de Historia de América • 33

de la guerra civil, pues buena parte de sus miembros se


exiliaron.11
La participación en esta significaría una toma de con-
ciencia de la necesidad de crear espacios de circulación de
ideas americanistas para un público interesado en obtener
información precisa sobre cinco temas: cartografía, demo-
grafía, arqueología, edición crítica de textos y estudios his-
tóricos sobre instituciones coloniales. Entre los miembros
de la redacción se encontró Zavala, para quien seguramente
fue una experiencia que le sirvió de modelo.12
Esta similitud con la publicación española no pasó
inadvertida. Como recordaría Antonio Saborit, el levanta-
miento militar en España en el verano de 1936 explica el
regreso de Zavala a México, pero también el que, al hacerlo,
sus primeros pasos hubieran sido el incorporarse al ámbito
de la investigación histórica y el “empeñarse en crear el
espacio editorial especializado” que fue la Revista de His-
toria de América.13
Por su parte, Ángel Rosenblat, con quien había com-
partido la experiencia periodística en Madrid, le escribió

11 Carmen de Mora, “El impulso renovador del americanismo durante la


Segunda República: temas coloniales en la revista Tierra Firme,” Revista Chi-
lena de Literatura, no. 85 (noviembre de 2013): 10-11.
12 Bajo la batuta de Américo Castro se juntó un pequeño grupo de redacción
conformada por jóvenes estudiantes: Silvio Zavala, Ángel Rosenblat, Rodol-
fo Barón Castro, Ramón Iglesia y Raquel Lestreiro. En la revista, Zavala
publicó 14 artículos en un breve período de dos años.
Salvador Bernabéu Albert y Consuelo Naranjo Ovodio, “Historia contra la
‘desmemoria’ y el olvido: el americanismo en el Centro de Estudios Históri-
cos y la creación de la revista Tierra Firme (1935-1937),” en Tierra Firme.
Revista de la Sección Hispanoamericana del Centro de Estudios Históricos. Estudio
Introductorio e índice, 9-165 (Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoracio-
nes Culturales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Publica-
ciones de la Residencia de Estudiantes, 2008), 98, 164-165. Consuelo
Naranjo y Salvador Bernabéu, “La revista Tierra Firme: una propuesta de
diálogo entre España y América,” en Las revistas en la historia intelectual de
América Latina: redes, política, sociedad y cultura, editado por Aimer Granados
(México: UAM, Juan Pablos Editor, 2012), 262.
13 Antonio Saborit, “Silvio Zavala: en su homenaje,” Historia Mexicana LXIII,
no. 3, (2014): 1423.

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34 • La Revista de Historia de América

tras su exilio a tierras americanas desde Quito, para agra-


decerle el envío del primer número de la RHA. Tras pedirle
disculpas por no poder ocuparse de su revista, le comentó:
“Me alegro de que hayas encontrado en México lo nece-
sario para continuar tu trabajo sobre servicio personal. La
revista que publicas me parece magnifica y me recuerda
enteramente Tierra Firme, a la que se asocian tantos recuer-
dos agradables.14
Otro miembro del Consejo Directivo, el panameño
Baltasar Isaza Calderón, quien estudió con Zavala en Espa-
ña en el mismo período, planteó también el estrecho lazo
entre el emprendimiento editorial y la estancia de Zavala
en España al afirmar: “Te has empapado bien de la buena
tradición historiográfica española, durante tus años de per-
manencia en la península; de suerte que tus trabajos y la
dirección que imprimes a la Revista están ajustados a las
modernas exigencias de la ciencia histórica”.15

México
Entender por qué la revista se fundó en México va más
allá de explicar que Zavala regresó a esa ciudad tras dejar
Madrid ante el inicio de la guerra civil española. La Ciudad
de México era, a fines de la década de 1930 e inicios de la
década de 1940, un lugar dinámico donde se implementó
una serie de medidas que favorecieron la profesionalización
de la historia, la cual, a su vez, tuvo como rasgo distintivo
un fuerte proceso de institucionalización. Los estudiosos de
la historiografía han señalado que, aun cuando en México
este proceso se inició en las primeras décadas del siglo XX,
fue en la década de 1940 cuando la historia se convirtió

14 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Ángel Rosenblat a Silvio Zavala, 25 de mayo de 1939.
15 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797, carta de
Baltazar Isaza Calderón a Silvio Zavala, 28 de octubre de 1939.

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La Revista de Historia de América • 35

en una disciplina científica al crearse nuevas instituciones


académicas.16
Para que este cambio se produjera, se conjugaron facto-
res políticos internos y externos (la consolidación del régi-
men revolucionario durante el Gobierno de Lázaro Cár-
denas, el impacto de la guerra civil española), así como la
circulación de un “lenguaje histórico de corte nacionalista
liberal”, en los que se encuentran ya elementos que carac-
terizarían al discurso de la historia como ciencia –here-
dera de la búsqueda por alcanzar una verdad “imparcial
y objetiva”–, expuesta por el historiador alemán Leopold
V. Ranke.17
Luis González recuerda que durante estos años y en
esta ciudad se produjo una “fiebre de las fundaciones” al
crearse “albergues de la cultura humanística y particular-
mente cliomática”. El signo de cambio impactó también en
el mundo editorial. Se fundaron Porrúa, Fondo de Cultura

16 Los autores están de acuerdo en que la década de 1940 fue esencial para la
profesionalización de la historia en México, aunque no todos comparten el
peso que tuvieron algunas instituciones en este proceso ni el exilio español.
Para Mora, la profesionalización es el proceso “en el cual los especialistas o
expertos de un saber son reconocidos socialmente por sus capacidades y
conocimientos que son validados por instituciones oficiales que otorgan un
título universitario”. Mora, “Silvio Zavala y la institucionalización…”, 62.
Para Zermeño, puede haber institucionalización sin profesionalización,
pero no a la inversa, porque esta última requiere “el disciplinamiento y for-
mación de futuros profesionales”. Zermeño, “La historiografía en Méxi-
co…”, 1696.
17 Zermeño, “La historiografía en México…”, 1695-1697. Para Abraham Moc-
tezuma Franco, la profesionalización de la historia está dada en México
cuando se “crean instituciones dedicadas expresamente para formar histo-
riadores”. Abraham Moctezuma Franco, “El camino de la historia hacia su
institucionalización,” Historia y Grafía, no. 25 (2005): 45-7847. Para Pinal
Rodríguez, la profesionalización obedeció al desarrollo de la historiografía
mexicana en el siglo XIX y a la institucionalización de la revolución y, en
una segunda instancia, al exilio español. Por ello, afirma que en 1938 se ofi-
cializó la historia como profesión, no se institucionalizó, porque este proce-
so ya venía de antes. Karla Alejandra Pinal Rodríguez, Vivir para historiar,
historiar para vivir. La profesionalización de la historiografía en México, una pro-
puesta revisionista, 1850-1950 (Guadalajara: Universidad de Guadalajara,
2016), 178-179, 196.

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36 • La Revista de Historia de América

Económica (con su publicación El Trimestre Económico), Jus


y la imprenta de la Universidad de México. Aparecieron
publicaciones periódicas especializadas: El Boletín del Archi-
vo General de la Nación (1930), Ábside (1937), Divulgaciones
Históricas (1939), la Revista de la Facultad de Filosofía y Letras
(1941), Cuadernos Americanos (1941), el Anuario de Historia y
la Revista de Historia de América (1938), la cual “mantiene al
día de la producción histórica de asuntos americanos a una
numerosa clientela”.18
Entre estas instituciones, dos son de especial interés
para esta historia: La Casa de España, que se converti-
ría poco después en El Colegio de México, y el Instituto
Panamericano de Geografía e Historia. Sobre las primeras
dos no recalaremos demasiado, pues su historia ya ha sido
estudiada. Por ello, solo mencionaremos algunos aspectos
relevantes. Se ha señalado que, para México, recibir a un
contingente numeroso de españoles significó un impacto
importante, pues su llegada transformó –o al menos dina-
mizó– la vida académica. Aún cuando en 1940 la institución
receptora se transformó en El Colegio de México (lo cual
no significó solo un cambio de nombre), el influjo espa-
ñol siguió siendo relevante. No se trataba de una cuestión
numérica de relación entre profesores españoles y no espa-
ñoles, sino, en buena medida, de los aprendizajes que había
tenido Zavala de su maestro Altamira, los cuales imple-
mentó al fundar y dirigir el Centro de Estudios Históricos.
En él, se formarían investigadores profesionales en historia,
al introducir al país “una forma específica de practicar la
profesión a través de un modelo de investigación que se
practicaba en otras latitudes, pero no en México”.19

18 Luis González y González, “Historia de la Historia,” Historia Mexicana XV,


no. 2 y 3 (1965-1966): 197-199.
Luis González y González, “La pasión del nido,” Historia Mexicana XXV, no.
4 (abril 1976): 531.
19 La autora menciona cómo Zavala tuvo que convencer a Reyes para crear un
centro de investigación para formar profesionales. Insiste en que El Colegio
de México debe ser visto como una coincidencia de voluntad política e inte-

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La Revista de Historia de América • 37

Esta pequeña explicación ayuda a entender por qué la


revista no fue propuesta a esta institución, aunque, como
veremos en otros capítulos, desde sus inicios y durante la
década de 1940 los colaboradores de la revista fueron, entre
otros, profesores y estudiantes de dicho Centro. Para 1937,
cuando Zavala regresó de España con estos aprendizajes,
solo existía una instancia que podía brindarle el apoyo que
requería para emprender un proyecto americanista: el Ins-
tituto Panamericano de Geografía e Historia.
Aprobado en la Conferencia Panamericana realizada
en la ciudad de La Habana (1928), el Instituto se estableció
en la Ciudad de México, donde el Gobierno cedió unas
instalaciones a inicios de 1930. Desde ese entonces, bus-
có contribuir al avance científico de las disciplinas de la
geografía y la historia, y acercar a los países miembros a
través de estos campos académicos bajo el cobijo de la neu-
tralidad científica. De manera indirecta, ayudaría a limar
asperezas con aquellos académicos latinoamericanos que
veían con recelo –cuando no con francas críticas– al movi-
miento panamericano, considerado por muchos como un
avance imperialista estadounidense en la región. La influen-
cia del Instituto avanzó durante la década de 1930 a medida
que ganaba espacio la política de la buena vecindad que
desarrollaba la presidencia de Roosevelt, y se convirtió en
un verdadero espacio de la diplomacia cultural. Para ello,
era necesario apelar no solo a la vocación regional, sino
también a la neutralidad científica para desligarse de un
perfil político y presentarse con uno académico.
Para esto, las publicaciones periódicas eran un factor
clave. En 1937, el Instituto comenzó a publicar el Boletín
Bibliográfico de Antropología Americana (en adelante, BBAA)
con la finalidad de vincular instituciones e investigadores

lectual porque gozó tanto del apoyo del Gobierno como de un grupo
intelectual que contaba con reconocimiento. Además, historiográficamente,
significó la institucionalización de la escuela de Altamira. Pinal Rodríguez,
Vivir para historiar, historiar para vivir…, 193, 195, 197-199, 210.

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38 • La Revista de Historia de América

del continente.20 Casi de manera inmediata, se presentó la


propuesta de Zavala para fundar la de Historia, la cual para
el Instituto significaba un espacio idóneo para ocuparse de
la historia de los países de “nuestro continente”. No tenemos
documentación que nos dé mayor explicación de por qué se
acercó Zavala al Instituto, pero por las cartas cruzadas entre
Zavala y Reyes sabemos que el historiador estaba seguro de
que “las bases de la investigación moderna hispanoameri-
cana descansan en Argentina y Estados Unidos”, por lo que
era necesario una instancia regional como el Instituto para
poder albergar una revista que intentara conectar a México
con estos otros puntos estratégicos. Reyes entendió bien
su argumento y le respondió: “Hace Usted bien en desear
que reforcemos un poco en México las investigaciones his-
panoamericanas para ponerlas a la altura de otros países
del continente”.21

Títulos y propósitos

Observar las dudas en torno al título de una publicación nos


remite a un punto inicial para tener en cuenta, aquel que
transcurre entre el armado de la propuesta y la aparición del
primer número. En este caso, es un corto período de tiempo
que va desde la visita de Zavala y Hanke a las oficinas del
IPGH para hacer la propuesta, en 1937, hasta la aparición
del primer número, en marzo de 1938. Sabemos por la
correspondencia que le envió el director Sánchez al hondu-
reño Rafael Heliodoro Valle, en 1937, que el primer nombre
acordado era el de Revista de Estudios Históricos, el cual, pese

20 Juan Comas, “El Boletín Bibliográfico de Antropología Americana en su X


aniversario,” Boletín bibliográfico de Antropología Americana 10 (enero-
diciembre 1947): 89-90.
21 Alberto Enríquez Perea, (comp., Fronteras conquistadas. Correspondencia
Alfonso Reyes/Silvio Zavala 1937-1958 (México: El Colegio de México, 1998),
66-67.

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La Revista de Historia de América • 39

a que no hiciera mención en el título, se ocuparía solo de


“la historia de los países de nuestro continente”. Por ser
una publicación del instituto debían respetarse los cuatro
idiomas oficiales (español, francés, inglés y portugués). La
periodicidad sería trimestral y se enviaría sin costo alguno
a “las sociedades y personas que cultivan esta rama de la
ciencia”. Para que se diera una idea del alcance, le aclaraba
que una parte de la revista se dedicaría a la bibliografía y
crítica de revistas y libros, y otra, a la publicación de docu-
mentos originales, más una que se orientaría a los estudios
que “reúnan las necesarias condiciones de seriedad, docu-
mentación y estilo”. Tras esta presentación, esperaba contar
con la participación de Valle.22
En algún momento de fines de 1937 y debido a la ini-
ciativa de alguien (posiblemente Zavala), se decidió cambiar
el título para acotarlo y quedó como sigue hasta el día de
hoy: Revista de Historia de América. Con el título definitivo,
se mataban varios pájaros de un tiro: se delimitaba espa-
cialmente el campo de estudio de la historia y se mantenía
cierta autonomía disciplinar y política. Empecemos por lo
último. El que no se haya utilizado la palabra “paname-
ricano” ni se agregara un subtítulo que indicara que era
órgano de expresión de era una jugada prudente para man-
tener a raya las perspicaces voces que cuestionarían que la
publicación sería solo un vocero del Instituto, el cual, a su
vez, podía ser visto como un mero instrumento del impe-
rialismo estadounidense. De hecho, en los propósitos que
acompañan al primer número, el Instituto aparece solo en
una pequeña parte y casi al cierre, al aclarar que los traba-
jos podían ser escritos en los cuatro idiomas oficiales del
IPGH “que patrocina moral y económicamente la obra. La
finalidad puramente científica de esta institución garantiza
la honradez de los propósitos”. Así, se intenta despolitizar
lo panamericano para restringir esa intervención al ámbito

22 HN-FHV, fólder IPGH, fol. 10-11, carta de Pedro Sánchez y Octavio Busta-
mante a Rafael Heliodoro Valle, 9 de noviembre de 1937.

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40 • La Revista de Historia de América

científico y a la representación en el Consejo Directivo de


la revista, el cual quedaría integrado por “destacados inves-
tigadores” de estos países.
El resto de los propósitos se dedicaron a enfatizar la
“finalidad puramente científica” de la publicación, expre-
sión que solía asociarse con otras similares como conciencia
científica, trabajo metódico, conocimiento e investigación. Por
esto, esperaban contar con el apoyo de aquellos investiga-
dores (no aficionados, no cultores de la historia) “que han
comenzado a estimar la ventaja que ofrece el conocimiento
de los problemas del Continente, para escribir con mayor
acierto las historias nacionales”. No se pretende, por tanto,
escribir una nueva historia, sino dar una nueva orienta-
ción que de lo general y común se remitiera a lo particular
nacional. Este mecanismo era especialmente válido para el
estudio de la colonización, en la que existió una “unifor-
midad del régimen de gobierno y de los principios de la
cultura, así como el interesante paralelismo y divergencias
concretas de las instituciones jurídicas y económicas”. Estas
semejanzas permiten, a juicio de los editores que firman,
aplicar el mismo método de estudio al período de la indepen-
dencia, en el que a partir de “la apreciación amplia de la
evolución continental” se puede observar una “semejanza
de las fuentes inspiradoras de doctrina y de los intereses
aliados o enemigos”. Para incluir a Estados Unidos y Brasil
en esta ecuación, aclaraban que “aunque independientes de
la fuerza unificadora de España, presentan atractivos temas
comunes de historia de límites, relaciones comerciales e
influencias del espíritu”.23
Cabe resaltar dos menciones breves, pero de gran rele-
vancia. La que hace referencia al método, el cual queda
esbozado por referencias vagas sobre una “escuela” con-
formada por investigadores de distintas nacionalidades que
estudian “la historia general de América” con base en la
consulta forzosa de “trabajos, informaciones sobre archivos

23 “Propósitos,” Revista de Historia de América, no. 1 (marzo de 1938): VI.

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La Revista de Historia de América • 41

y descubrimiento de documentos”. Aclaran que este trabajo


metódico es reciente y no se encuentra en “estado de madu-
rez”, pero su evolución es perceptible a través de congresos,
comisiones (revisoras de libros de texto), publicaciones en
español de obras de Brasil, creación de cátedras de Histo-
ria continental y, claro, por medio de esta nueva publica-
ción. Para contribuir a este acercamiento es que se propone
ofrecer estudios, documentos, reseñas (de libros y revistas),
bibliografía e informaciones científicas.
La aportación continental es entendida entonces como
un todo omnipresente, justificando esta vaguedad con la
semejanza de la literatura en la que “la universalidad coin-
cide con la más auténtica y honda expresión de un pueblo”.
Relacionado con lo expresado anteriormente, esto quiere
decir que la historia regional es vista fundamentalmente a
través de sus instituciones (jurídicas, administrativas) y que
parten de una interpretación de América como un conti-
nente con vínculos históricos, donde predomina el idio-
ma, la cultura y la tradición. Esto, a su vez, fundamenta
la segunda mención que queremos resaltar, a saber: la de
España. Es interesante que esta mención apareciera solo
en una ocasión (igual que Estados Unidos y Brasil) y que
se hiciera para describirla no como metrópoli ni imperio,
sino como una “fuerza unificadora”. Estratégicamente, no se
amplía esta mención relacionándola con el concepto “His-
panoamérica” o “Iberoamérica” para remarcar este vínculo,
como tampo no aparece en los propósitos la mención de un
concepto competidor como el de “Latinoamérica”. Con ello,
se desmarcan de las discusiones contemporáneas e intentan
aferrarse a un pasado cuya existencia era incuestionable,
aunque no carente de contradicciones humanas.24
Como apunta Erika Pani, el llamado de Zavala a tra-
vés de la RHA “ofrecía menos un programa que un espacio
para la historia continental”, y lo hacía desde un víncu-
lo institucional que le otorgaba “vuelo político y arraigo

24 “Propósitos,” Revista de Historia de América, no. 1 (marzo de 1938): V y VI.

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42 • La Revista de Historia de América

burocrático”. Esto la diferenciaba de la iniciativa del histo-


riador estadounidense Herbert E. Bolton realizada en 1932,
quien había instado a sus colegas de la American Historical
Association a escribir una historia continental en la que
cada nación fuera “una hebra que formaba parte de un hilo”.
Por ello, la iniciativa “no tuvo más eco que el rechazo de
algunos y la indiferencia de la mayoría”.25
Así, la propuesta de la RHA no implicaba una inno-
vación teórica ni metodológica de la disciplina, pero sí
reforzaba una tradición cientificista rankeana en la que el
documento era el eje sobre el cual se realizaban todas las
demás operaciones históricas (selección, crítica e interpre-
tación). Además, implícitamente inscribía a la publicación
en un linaje, el de Altamira, y con ello trasladaba a este con-
tinente su experiencia como maestro e investigador para
desarrollar los estudios americanistas. Como recordaban
en un homenaje al maestro, este americanismo había sido
para Altamira la obra de su vida y debía ser entendido
como una historia integradora al “ahondar unitariamente
en la impantación de las instituciones hispanas en América
y paralelamente en la importancia que habían tenido y no
podía dejar de tener el Nuevo Mundo para España”. Por este
motivo, para Zavala, la “campaña americanista” que realizó
Altamira a través de viajes, conferencias, cursos y escritos
manifestaba como dos partes inseparables: “La imagen de
España que ofrece al americano, y la de América que propo-
ne al español”. Desmarcándose de la leyenda blanca o negra
de la conquista, se propuso romper con la interpretación
excesivamente optimista o pesimista, explicándoles a los

25 Erika Pani, “Silvio Zavala y la historia de América. Un juego de escalas,”


Revista de Historia de América, no. 155 (julio-diciembre de 2018): 178-179.
Zavala conocía el trabajo de Bolton. El IPGH había publicado en 1937 este
discurso bajo el título “La epopeya de la máxima América”. Ver lista de publi-
caciones, Héctor Pena, El IPGH. Una historia de 90 años (México: Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, 2018), 149. Zavala le envió este
impreso a Altamira porque sabía que le interesaría. BNAH, ASZ, serie
correspondencia general, caja 1. exp. 12. fol. 6800, carta de Silvio Zavala a
Rafael Altamira, 6 de junio de 1938.

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La Revista de Historia de América • 43

americanos el porqué de estas actitudes y juicios, y a los


españoles, ofreciéndoles una imagen distinta de América.
Esto no escondía que el fin último era mostrar a unos y a
otros que eran pueblos distintos que aportaron ambos a la
civilización hispana.26

Secciones

La disposición del material sigue una lógica que hace al per-


fil de la revista. En los primeros números, aunque no había
subtítulos de secciones, el material estaba ordenado en el
índice según su importancia. Una revista no solo publica
textos, también los clasifica y los presenta, una actividad
estructuradora que, para Beatriz Sarlo, corresponde a la
“sintaxis” de la revista.27 Esta forma de estructurar suele
concentrarse en el sumario, que “constituye un dispositivo
textual destinado a aportar un cierto orden al texto según
criterios que reflejan su poética periodística y que son suje-
tos a evolución”.28

26 Esta expresión está en el prólogo que escribió Miguel León Portilla, pero
coincide con las apreciaciones que hace Zavala en el capítulo titulado “El
americanismo de Altamira”. El otro discípulo de Altamira que participó en el
libro fue Javier Malagón, quien se dedico a ahondar en las características del
maestro como profesor, sus preocupaciones por la enseñanza de la historia,
su interés en incorporar a la historia de España el tema de América al tratar
la época moderna y la búsqueda por incluir en la historia otros temas que no
fueran exclusivamente la historia política y militar. Sobre la metodología de
la historia apuntó como Altamira, trató de inculcarles a sus discípulos no
solo conocimiento, sino también técnica en la interpretación documental.
Esta labor docente fue explicada tanto para sus años en España como duran-
te sus últimos de vida en México. Javier Malagón y Silvio Zavala, Rafael Alta-
mira y Crevea, el historiador y el hombre (México: UNAM, 1971), 9, 17-30,
35-38,
27 Beatriz Sarlo, “Intelectuales y revistas. razones de una práctica,” América:
Cahiers du CRICCAL, Le discours culturel dans les revues latino-
américaines, 1940-1970, no. 9-10 (1992): 10.
28 Nadia Lie, Transición y transacción. La revista cubana Casa de las Américas
(1960-1976) (Leuven, Belgium: Hispanoamerica/Leuven University Press,
1996), 41-42.

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44 • La Revista de Historia de América

En los primeros números de la RHA (del 1 al 9), el


sumario era escueto y se integraba con los datos de la revista
(dirección, editores, Consejo Directivo). Se encontraba en
la misma página que los datos legales y la dirección de la
revista, la cual tenía una pequeña oficina en las instalaciones
del Instituto (Avenida Observatorio 192, Tacubaya, D. F.,
República Mexicana). Seguían los nombres de los editores,
encabezados por Silvio Zavala como director, acompañado
por Francisco Monterde García Icazbalceta y Felipe Teixi-
dor. Inmediatamente después, el nombre de los miembros
del Consejo Directivo: para el primer número solo había
diez: José Torre Revello (Argentina), Gustavo Barroso (Bra-
sil), José María Chacón y Calvo (Cuba), Raúl Silva Castro
(Chile), César Vázquez R. (Ecuador), Rafael Heliodoro Valle
(Honduras), Baltasar Isaza Calderón (Panamá), Jorge Basa-
dre (Perú) y Elzear S. Giufra (Uruguay).
A partir del número 10, el sumario se colocó en una
página independiente y se le hizo una pequeña modifica-
ción: se detalló en las reseñas el título del libro reseñado
y su autor. Después del sumario se colocaban los artículos
(sin una hoja de portada) y las restantes secciones (Reseñas,
Noticias, Bibliografía y Noticias), las cuales tampoco tenían
una portada, pero se indicaba el título de la sección en posi-
ción superior. Este orden de aparición se relacionaba con
la jerarquía que tenía el material para la vida académica:
los artículos eran más relevantes que las reseñas, etc. Sin
embargo, para la formación profesional del historiador era
necesaria una lectura atenta de todo el material. Por este
motivo, la jerarquía que nos indica este orden no impli-
ca que exista mayor cantidad de artículos. Al contrario, si
realizamos una cuenta general, la sección dedicada a los
artículos es la que ocupa menos páginas, junto con la de
las reseñas, mientras que la de notas bibliográficas es la
más numerosa.

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La Revista de Historia de América • 45

Financiamiento y periodicidad

La periodicidad es un indicador que mide las dificultades


a las que se enfrenta un equipo editorial para mantener
su aparición de manera regular, adaptando su tiempo de
redacción, edición e impresión a un flujo más o menos
constante. Como “condición de producción” ejerce influen-
cia sobre el discurso al obligar a la revista a reproducirse en
intervalos regulares, imponiendo el tiempo un límite para
incluir o no determinado material en cada número.29
En el caso de la RHA, su periodicidad fue variable
en el intervalo y, al cabo de los diez primeros años, sumó
26 números. El primer año lanzó cuatro números (enero-
marzo, abril-junio, julio-septiembre, octubre-diciembre),
pero al siguiente se publicaron solo tres números y pasó
a ser cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto, septiembre-
diciembre), situación que se repitió en 1940 y 1941. Dado
que el financiamiento provenía del Instituto Panamericano
de Geografía e Historia y que este dependía de las cuotas de
los países americanos, no es casual que tras el bombardeo a
Pearl Harbor y la entrada de Estados Unidos en la Segunda
Guerra Mundial se publicaran solo dos números en 1942
y uno solo, anual, en 1943. A partir del siguiente y hasta
el final del decenio, la situación se mantuvo constante con
números semestrales (enero-junio, julio-diciembre).
Lograr esta periodicidad no fue una tarea sencilla.
Zavala intentó asegurar que la revista apareciera en los
tiempos preestablecidos porque, como lo expresó alguna
vez, “la puntualidad es la que afirmaría nuestra revista”.30
Pese a este interés, lo más importante era la “pulcritud”
del texto, y al control que ejercía Zavala fue casi imposible

29 Lie, Transición y transacción…, 26.


30 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, fol. 6801, carta de Silvio Zavala
a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938.

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46 • La Revista de Historia de América

eliminarle los errores, los cuales eran subsanados al siguien-


te número con una nota de erratas.31
Para minimizar estos errores, era necesario enviar las
pruebas a los autores y esperar su devolución, lo cual, con-
siderando que se trataba de una publicación internacional,
significaba un cúmulo de dificultades (y de recursos en
pago de correo). Por ello, Jorge I. Rubio Mañé propuso no
enviarlas y que ellos hicieran una revisión minuciosa de las
pruebas de imprenta para que estuvieran conforme a los
originales remitidos.32 La medida fue utilizada a discreción
porque había autores que explícitamente solicitaban revisar
las pruebas de imprenta (como era el caso de Rafael Altami-
ra). En este caso, dado lo puntilloso del autor, se le enviaban
siempre primero (no importaba si en el orden de la galera
su artículo era el segundo o tercero de ese número).33 Otra
estrategia para disminuir este retraso fue que se enviaban a
la imprenta primero los artículos y quince días después el

31 Por ejemplo, le recordó a Rubio Mañé que debía incluir en la lista de los
miembros del Consejo Directivo al estadounidense Lewis Hanke, el cual
debía ir entre los nombres de Ecuador y Honduras. Sobre las notas aclarato-
rias, señaló que debían agregarse una sobre el artículo de Lanning, publica-
do en el número 2, y otra sobre una colaboración de Torre Revello. Ambas
debían ir después de la sección artículos de una forma en la que, sin perder
toda la hoja, se viera claramente (le pidió que le solicitara ayuda a Monterde,
quien tenía “gusto tipográfico”). Sobre estas enmiendas, Rubio Mañé aclaró
que pudo hacer la de Torre Revello, pero no la de Lanning, porque no halla-
ron la nota en la imprenta La Mundial, por lo que le pidió a Zavala que le
indicara cómo realizar esa enmienda. Este tipo de errores le molestaban a
Zavala, por lo que le aclaró que si el corrector Quintana no cumplía, le pidie-
ra a Monterde que lo sustituyera. BNAH, ASZ, serie correspondencia gene-
ral, caja 1, exp. 13, fol. 26801, carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé,
14 de noviembre de 1938.
32 Esta propuesta surgió cuando Rubio Mañé se quejó de que enviarle a Rafael
Altamira las pruebas por servicio aéreo a la ciudad de Bayona, en Francia,
era muy caro. Además, era casi imposible que el material estuviera de vuelta
antes de la fecha en que se requería. BNHM, AZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1,
fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 7 de diciembre de
1938.
33 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 2680, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938.

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La Revista de Historia de América • 47

resto del material (notas, reseñas).34 Sin embargo, mientras


estuvo a cargo de la sección Rafael Heliodoro Valle, hubo
varios retrasos.35
A esto se le sumaban los retrasos de la propia imprenta.
Inicialmente, se trabajó con la imprenta La Mundial, pero
hubo problemas que repercutieron en retrasos de los pri-
meros números. Para finales de 1938, se presentaron nue-
vamente dificultades con la imprenta, por lo que aparecería
recién en diciembre el número 3, que debía salir en septiem-
bre, casi junto con el número 4, de diciembre.36 Como vere-
mos más adelante, estos retrasos generaron que Heliodoro
Valle fuera reemplazado como coordinador de la sección y
se pusiera en su lugar a Agustín Millares Carlo.
Ahora bien, a estos problemas internos, que intentaron
ser resueltos de una u otra manera, se les sumaban otros,
externos, que hacían a la dificultad del IPGH de financiar
la publicación. Los problemas financieros se hicieron sentir

34 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. Silvio Zavala
26801, carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 11 de enero de 1939;
carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 7 de junio de 1939.
35 HN-FHV, serie Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle,
12 de abril de 1938. Por otra correspondencia sabemos que, en junio, el
segundo número se encontraba en prensa. Zavala aprovechó la ocasión para
solicitarle a Valle sus comentarios sobre el primer número, así como una lis-
ta de publicaciones periódicas de Honduras con las que se pudiera estable-
cer canje y de las instituciones e investigadores que deberían recibirla. HN-
FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio Zavala,
junio de 1938; carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 2 de junio de
1938. A fines de junio de 1938, Zavala le solicitó con urgencia a Valle la lista
de artículos que le había enviado Torre Revello. También debía pasar por la
imprenta La Mundial a retirar las galeras para realizar la corrección de las
pruebas de imprenta. Si él no podía hacerlo rápidamente, le advertía Zavala,
las corregiría otra persona para no demorar la aparición del segundo núme-
ro de la revista. La solicitud no fue atendida, por lo que el número, un mes
después, seguía en imprenta esperando la revisión final de las pruebas de la
sección bibliográfica. Ya había realizado una primera revisión un asistente,
pero era indispensable que Valle supervisara la sección bibliográfica. HN-
FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 22
de junio de 1938; carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 21 de julio
de 1938.
36 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, fol. 6797, carta de Silvio
Zavala a Lewis Hanke, 16 de diciembre de 1938.

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48 • La Revista de Historia de América

en el Instituto a medida que transcurría la Segunda Guerra


Mundial. Por indicación de Sánchez, se decidió pasar de
cuatro números al año a tres en 1939, por lo que a los
miembros del equipo editorial no les quedó más que poner
una atenta nota en la revista para señalar a sus lectores
sobre la nueva periodicidad. A cambio de la reducción en
la periodicidad, Sánchez había aumentado el tiraje a 1500
ejemplares por número.37
El cambio no fue suficiente. Un día después del ataque
japonés a la base militar estadounidense en Pearl Harbor, el
director del Instituto le escribió a Zavala para comunicarle
que, en virtud de los sucesos de la guerra, toda la América se
vería afectada. Tendría que suspender algunas actividades
y aplazar otras de las publicaciones, lo que significó que
el número 13, correspondiente a diciembre de 1941 que
estaba próximo a salir, lo haría sin problema, pero para
el siguiente debería consultar con él antes de darlo a la
imprenta para saber si tendría que ser aplazado.38
Por este motivo, en el año de 1942 solo aparecieron
dos números (el número 14, en junio, y el número 15, en
diciembre). Los recortes siguieron. En 1943, el número 16
salió en diciembre y se convirtió en un solo número anual
“debido a la situación que ha creado la contienda mundial”.
El siguiente año se retomó la periodicidad semestral, pero
eso trajo consecuencias para el equipo editorial. Desde ese
año y en los subsecuentes, la periodicidad fue semestral.
Una vez que terminó la contienda, la periodicidad se
vio afectada por otro proceso interno de reorganización del
IPGH. Hasta ese entonces, la única comisión existente era la
de Cartografía, y Zavala, junto a otros, impulsó la creación
de una Comisión de Historia. Al acercarse la realización
de la IV Asamblea General, Zavala estuvo ocupado junto

37 BNHM, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Pedro Sánchez a
Silvio Zavala, 29 de marzo de 1939; carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio
Zavala, 3 de abril de 1939.
38 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Pedro Sánchez a
Silvio Zavala, 8 de diciembre de 1941.

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La Revista de Historia de América • 49

con Robert H. Randall (presidente de la Comisión de Car-


tografía) en la redacción de un borrador que sería puesto a
consideración de la Asamblea. El borrador de la conversa-
ción (informal) entre Randall, André Simonpietri (secreta-
rio general de esa Comisión), Daniel Rubín de la Borbolla,
Rayfred Stevens y Zavala giraba en torno al Programa de
Historia del Instituto. Todos justificaban por distintas razo-
nes la creación de la Comisión, pero no todos coincidían
en qué tipo de historia se esperaba. Zavala insistía en que
debía ampliar y reafirmar lo que se venía haciendo en la
RHA porque eso garantizaría la protección de la “inves-
tigación histórica seria”. Primero, debería conformarse la
Comisión, la cual sería presidida por una persona de expe-
riencia (Simonpietri sugirió que podría ofrecérsele el cargo
al historiador Waldo G. Leland). El Comité debía contar con
un presupuesto anual. Se recomendaba que ambas publi-
caciones del IPGH (el BBAA y la RHA) fueran semestrales
y que intercalaran los meses de aparición (la primera en
marzo y septiembre y la de historia en junio y diciembre).
Para velar por que salieran a tiempo, se proponía nombrar
un secretario editorial del Comité de Historia, a cuyo cargo
quedaría el trabajo de vigilar la imprenta, las correcciones
de las pruebas, llevar la correspondencia de las publicacio-
nes y formar los índices. También debía haber un ayudante
de biblioteca que se ocupara de la adquisición y canje de
publicaciones y de organizar el material en la biblioteca
por orden alfabético en ficheros. Randall opinaba que debía
iniciar con la recopilación de materiales históricos, a lo cual
Zavala respondió que si bien esta tarea era indispensable
para la investigación, encerraba un peligro: “La presente
generación de investigadores, y quién sabe a cuántas más,
no les estará concedido el privilegio de pensar y escribir
la historia de América, lo que traería por consecuencia que
siguiera reinando el nacionalismo exagerado construido

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50 • La Revista de Historia de América

sobre escasos materiales, que es lo que hoy generalmente


tenemos en nuestro campo, salvo algunas excepciones”.39
Aunque los planes para conformar la Comisión mar-
chaban y esta fue creada poco después, la situación de la
RHA no mejoró. El siguiente número, el 20, correspon-
diente a julio-diciembre de 1945, aunque estaba listo para
pasar a imprenta, tuvo que esperar hasta el año siguien-
te. El director del IPGH comentó que debía esperar a la
siguiente Asamblea, a realizarse en Caracas, para decidir
qué hacer sobre las publicaciones. Le pidió a Rubio Mañé
–en ausencia de Zavala– que les avisara a los colabora-
dores que la publicación quedaba pendiente hasta saber la
resolución de la Asamblea. A los colaboradores extranjeros
que habían enviado trabajos antes de esta fecha se les paga-
ría como era costumbre, pero los colaboradores internos
–como Ernesto de la Torre– debían suspender sus trabajos
hasta nuevo aviso.40
En el ínterin, se realizó la reunión extraordinaria del
Comité Ejecutivo del Instituto (México, abril de 1946), en
la que Sánchez planteó el deseo de que se formara una
nueva comisión de historia. La iniciativa fue ampliamente
discutida en esa reunión y se justificó la creación por los
antecedentes que desde 1930 habían realizado tanto en la

39 Propuso, en cambio, que el IPGH lanzara tres estrategias simultáneamente:


reunir el material, proteger la “investigación histórica seria” y definir metas
para escribir grandes obras colectivas “animadas de un espíritu científico y
basadas sobre documentación de primera mano que vengan a ser una expre-
sión moderna de la conciencia histórica americana. Estas obras no podrían
ser perfectas ni acabadas, si es que puede hablarse en tales términos en el
campo histórico; pero sustituirían con ventaja a lo que hoy existe; acercaría
nuestra historia escrita a la conciencia que se ha ido formando en los últi-
mos tiempos entre los técnicos y profanos de la materia; y representaría los
resultados de una colaboración de los historiadores importantes de cada
país. Además, a base de ellas, podrían escribirse textos y manuales para
popularizar esta visión más correcta de la historia del Continente”. BNAH,
ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 5, fol. 1878, carta de Rafael Heliodoro Valle a
Silvio Zavala, 15 de julio de 1945.
40 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Pedro Sánchez a
Jorge I. Rubio Mañé, 23 de julio de 1945.

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La Revista de Historia de América • 51

publicación de libros sobre el tema como por la de la RHA y


el BBAA. Dejaban en claro que el financiamiento recaería en
los países que participaran en ella. Pese al acuerdo, se deci-
dió que se propusiera esta medida en la siguiente reunión
en Caracas. El proyecto presentado a la Asamblea reunida
en esa ciudad (posiblemente escrito por Zavala) planteaba
que se crearía la Comisión con la finalidad de realizar un
número significativo de tareas de historia, cumpliendo con
una dimensión continental. Entre estas, debía “ejercer la
supervisión científica de la Revista de Historia de América
y de otras publicaciones de carácter histórico que fueran
patrocinadas por el IPGH”.41
En Caracas, se realizaron cambios importantes en el
Instituto. Pedro Sánchez era designado Director Perpetuo,
por lo que las decisiones ahora debían ser consensuadas
con el secretario general, el cual temporalmente recaería
en su persona hasta nombrar a alguien más.42 Otro de los

41 Las otras funciones planteadas eran: planear y ejecutar todos aquellos traba-
jos históricos; contribuir a la preservación de las ruinas arqueológicas y
monumentos; fomentar la organización de los museos históricos; ayudar a
la conservación, arreglo y conocimiento de los archivos históricos; contri-
buir al estudio y divulgación de los objetos y documentos relativos a la his-
toria del continente que se encuentran en otras partes del mundo; patroci-
nar publicaciones relacionadas con la Historia de América; promover el
acercamiento de instituciones e investigadores, concediendo becas, facili-
tando exploraciones y trabajos de campo, organizando y/o tomando parte
en congresos y otras reuniones, patrocinar trabajos que requieran la partici-
pación de varios países americanos: preparar una Historia de América, la
cual deberá “sintetizar las investigaciones hechas hasta ahora y dar expre-
sión a los ideales que guían a los pueblos del continente”; contribuir a la
revisión de programas y textos de Historia de América, a fin de “fomentar,
dentro del respeto a la verdad histórica, la amistad, el conocimiento mutuo y
la cooperación entre los pueblos del hemisferio”; formar un directorio de
instituciones y personas que se dediquen a los estudios. BNAH, ASZ, serie
IPGH, caja 1, exp. 7, fol., 1880, Antecedentes en relación con los trabajos
históricos y antropológicos del IPGH. s.a. s.f. y Proyecto para la creación de
la Comisión de Historia, que el Comité Ejecutivo del IPGH presenta a la IV
Asamblea reunida en Caracas, s.f, s.a.
42 Al explicar las funciones de Sánchez en este nuevo cargo, se planeaba que
actuaría como consejero, tanto de la Junta Directiva como del Comité Eje-
cutivo, con voz, pero sin voto. Además, ayudaría a la Secretaría General con
sede en la Ciudad de México, para colaborar en la coordinación de las acti-

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52 • La Revista de Historia de América

acuerdos de esa Asamblea fue crear la Comisión de His-


toria, la cual supervisaría tanto la publicación de la RHA
como del BBAA (dado que no se había aprobado la crea-
ción de una Comisión específica para esta área). Se nombró
a Silvio Zavala, quien también fungía como director del
Museo Nacional de Historia, como delegado por México
ante esta Comisión y poco después se lo nombró como
presidente interino.43
El nombramiento no se tradujo en una mejora inme-
diata para las publicaciones periódicas. Fue un período de
dificultades porque la organización de la Comisión no fue
inmediata. Requería del nombramiento de delegados por
cada país miembro, así como de la realización de la Primera
Reunión de Consulta de la Comisión, en la que se comenza-
ría a tomar decisiones. Por todo esto, la aparición de la RHA
se retrasó. El número 21 (enero-junio de 1946) se publicó en
los primeros meses del año siguiente, junto con el número
atrasado del BBAA, correspondiente a 1945 (tomo VIII).44
Ante este panorama, Zavala le envió el presupuesto de
ambas publicaciones (con sus respectivos índices) a Sánchez
antes de que terminara 1946, para que el funcionario se
diera cuenta de lo que faltaba por gastar ese año de las
publicaciones periódicas antes de que pasaran a depender
de la Comisión a partir de 1947.45 No estaba claro si el

vidades. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Robert Randall a
Eduardo Zubía, 1 de octubre de 1946.
43 En México, el secretario de Educación Pública se mostró complacido de ese
nombramiento, al igual que el presidente de la Unión Panamericana, Leo S.
Rowe. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 4, fol. 1877, carta de José Torres
Bodet a Pedro Sánchez, 16 de noviembre de 1946; caja 2, exp. 10, carta de
Leo S. Rowe a Robert Randall, 10 de octubre de 1946.
44 BNAH, ASZ, Serie IPGH, caja 2, exp. 4, carta de Juan Comas a Silvio Zavala,
10 de septiembre de 1946; carta de Silvio Zavala a Juan Comas, 19 de octu-
bre de 1946; carta de Silvio Zavala a Juan Comas, 22 de octubre de 1946.
45 Sobre el Boletín, Zavala aclaraba que, en gastos de imprenta, por un volu-
men de 288 páginas sería de aproximadamente seis mil pesos mexicanos (a
la imprenta entre papel y mano de obra), a lo que se le sumaba el pago de tres
pesos mexicanos por página a autores y lo correspondiente a la corrección
de pruebas, así como el pago al director y a la secretaria. En total esto suma-

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La Revista de Historia de América • 53

siguiente número ya le correspondía financiarlo a la Comi-


sión, pero esto no procedería hasta que se decidiera durante
la Primera Reunión de Consulta de la Comisión. Sánchez
le preguntó a Randall, quien ocupaba el puesto de presi-
dente del Comité Ejecutivo del IPGH, qué debían hacer,
aunque solapadamente le comentaba que para 1947 Zavala
tendría suficiente dinero en la Comisión para sufragar la
publicación.46
Esta carta tuvo dos respuestas. La primera, de Zavala,
quien le solicitó adoptar un modus operandi para las publi-
caciones del Instituto. En él, las comisiones ejercerían la
supervisión técnica de las publicaciones (y también cubri-
rían los gastos de publicación). La distribución la realiza-
ría el Instituto. Le preocupaba conservar el formato, estilo,
tipografía y demás caracteres, por lo que solicitaba que des-
pués de las consultas se acordara una “padronización” de
todas las publicaciones.47
La segunda fue de Randall, quien envió un memo-
rándum sobre las publicaciones del Instituto, que había
acordado previamente con Zavala al finalizar la reunión
en Caracas. En él, se sugería que las publicaciones queda-
ran bajo la supervisión técnica del presidente y del secre-
tario de cada Comisión. El presidente orientaría al editor
en el carácter panamericano, pero no sería necesario que
la Comisión interviniera en la preparación para la prensa,
porque el editor realizaría el trabajo y lo sometería para
su aprobación final a la Comisión. Esto implicaba que las

ba poco más de ocho mil pesos mexicanos. Le recordaba a Sánchez que el


compromiso adquirido por el IPGH era que ese tomo debía aparecer antes
de fines de 1946, entre otras cosas, porque el retraso hacía que los autores
no cobraran. Por ello, era urgente solucionar esta situación y le mencionaba
que la imprenta necesitaba al menos dos meses como mínimo para editar
una vez entregados los originales. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 4,
fol., 1877, carta de Silvio Zavala a Pedro Sánchez, 24 de octubre de 1946.
46 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Pedro Sánchez a Robert H.
Randall, 28 de octubre de 1946.
47 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Silvio Zavala a Pedro Sán-
chez, 13 de noviembre de 1946.

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54 • La Revista de Historia de América

revistas se publicarían en México y que todas las negocia-


ciones serían realizadas por el Instituto, pero las comisiones
pagarían los gastos. Como el número 22 estaba en curso,
se recomendaba que el Instituto asumiera los gastos y el
siguiente año, cuando la comisión tuviera sus fondos, se lo
reembolsaría (si su presupuesto lo permitía). Además, dado
que Antropología sería un comité dentro de la Comisión,
sería injusto que esta pagara dos publicaciones, por lo que
el Instituto pagaría los gastos del BBAA.48
Zavala acordaba con lo expresado por Randall, pero le
advertía que el financiamiento de la Comisión dependía del
Gobierno de México fundamentalmente, y que, dado que
iba a haber cambio de presidente, no era seguro cuándo
comenzaría a pagar. Además, le preocupaba que el presu-
puesto de la Comisión fuera de 50 mil pesos mexicanos,
dado que el monto de las dos publicaciones sumaba 38 mil,
por lo que sería imposible que se sostuviera porque res-
taría poco dinero para las nuevas tareas que la Comisión
pretendía iniciar.49
Randall no respondió como esperaba Zavala. Consi-
deró que la Comisión debía hacerse cargo de sus publica-
ciones. Si bien el primer año sería difícil y requerirían del
financiamiento del Instituto, esto se solucionaría cuando el
Gobierno de México diera el financiamiento prometido.50
Pocos meses después, Zavala escribía para hacer notar lo
crítico de la situación: faltaba pagar algunos gastos del tomo
VIII del BBAA y el número 22 de la RHA, y ya estaban
atrasándose con lo correspondiente a los siguientes núme-
ros. Solicitaba que se definiera la parte de gastos que le

48 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Robert H. Randall a Pedro
Sánchez, 19 de noviembre de 1946.
49 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Silvio Zavala a Robert H.
Randall, 19 de noviembre de 1946.
50 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Robert H. Randall a Silvio
Zavala, 16 de diciembre de 1946. La Cuarta Asamblea General resolvió
aceptar la oferta del Gobierno mexicano de patrocinar a la nueva Comisión
durante su período inicial a través del Instituto Nacional de Antropología e
Historia.

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La Revista de Historia de América • 55

tocaba pagar al Instituto mientras la Comisión encontra-


ba los recursos para afrontar estos costos. Para ello, envió
copia del presupuesto de gastos de 1947.51
La Primera Reunión de Consulta de la Comisión de
Historia se reunió, finalmente, en octubre de 1947 en la
Ciudad de México. Zavala presidió las sesiones y fue ele-
gido presidente de ella. El Instituto se había hecho cargo
del pago a la imprenta para el número 24 (de diciembre
de 1947), mientras que la Comisión con sus fondos pagaría
las colaboraciones. Zavala solicitaba que para el número 25
(de junio de 1948), el IPGH hiciera el pago correspondiente
para que saliera a tiempo.52

Costos, papel e imprenta

Por las notas personales de Zavala, sabemos que el costo


tipográfico del número 1 de la RHA para marzo de 1938
sumó un total de 737.92 pesos mexicanos; eso incluía la
publicación, los forros y los sobretiros (que se les entre-
gaban a los autores como parte del pago por su colabo-
ración).53

51 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 10, carta de Silvio Zavala a Pedro Sán-
chez, 15 de mayo de 1947.
52 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 2, exp. 12, carta de Silvio Zavala a Robert H.
Randall, 9 de abril de 1948. Según los reportes que entregaba la Comisión de
Historia, el número 24 (julio-diciembre de 1947) se terminó de imprimir en
marzo de 1948. El siguiente, correspondiente a enero-junio de 1948, seguía
en impresión para mayo de ese año. El número 26 (julio-diciembre de 1948)
se repartió en enero de 1949, cuando se entregó el material del siguiente
número a imprenta.
53 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, fol. 8676, nota s.f.

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56 • La Revista de Historia de América

54
1. Costo tipográfico del número 1 de la RHA (a mano, Silvio Zavala).

Al parecer, durante los primeros tres números de 1938


se utilizó el Offset alemán tamaño quíntuplo, pero a fines de

54 BNAM, ASZ, Serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676.

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La Revista de Historia de América • 57

ese año hubo problemas para abastecerse, por lo que Zavala


le dio instrucciones desde Washington a Rubio Mañé para
que corroborara si en la PIPSA (Productora e Importadora
de Papel) lo habían recibido.55 La imprenta, para esos núme-
ros, había sido La Mundial, pero Zavala no estaba conforme
con su trabajo, por lo que sugirió que para el siguiente se
enviara a la Imprenta de la Universidad, donde trabajaba
Francisco Monterde (miembro del equipo de editores), pero
este cambio dependía de un detalle tipográfico que no era
menor: si cambiaban de imprenta, tendrían que cambiar el
tipo de letra porque la que usaban entonces era de Cosío
Villegas (“dueño del tipo que usa la Mundial”). Rubio Mañé
consiguió papel Offset alemán para el número 3 de la RHA,
pero no de tamaño quíntuple, sino triple. En el ínterin, la
imprenta La Mundial se declaró en quiebra, por lo que para
que saliera el número 3, Rubio Mañé tuvo que negociar con
el síndico para que se terminara la impresión y se pagara el
adeudo (para lo que él tuvo que adelantarle un monto de su
bolsillo). Por esto, el número 4 comenzó a trabajarse en la
Unión de Industrias Gráficas.56

55 El Gobierno de Cárdenas dispuso de tres elementos reguladores para, sin


violar la libertad de expresión, ejercer control sobre las críticas exacerbadas:
PIPSA (Productora e Importadora de Papel), DAPP (Departamento Autóno-
mo de Prensa y Publicidad) y la alianza con el movimiento obrero. La pri-
mera fue creada por solicitud de los periódicos por un decreto presidencial
en septiembre de 1935 para garantizar el suministro a precios bajos para los
editores. Presidía esta empresa paraestatal el secretario de Gobernación, y
quedaban las acciones divididas: el 51% para el Gobierno y el 49% para los
editores. La empresa no obtenía ganancias de la importación, fabricación y
almacenamiento del papel. Su función era de apoyo para los editores, a quie-
nes les garantizaba el acceso al papel. Al Gobierno le permitía “ejercer un
control sutil sobre los medios informativos sin caer en la censura”. Por su
parte, el DAPP se creó por decreto también en diciembre de 1936 para ser
un órgano de expresión del Poder Ejecutivo. Mediante boletines oficiales,
compraba espacios en los periódicos “afines” al Gobierno, con lo cual subsi-
diaba de alguna forma estos medios y, al mismo tiempo, los controlaba. Sil-
via González Marín, Prensa y poder político. la elección presidencial de 1940 en la
prensa mexicana (México: Siglo XXI, UNAM, 2006), 106.
56 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938; carta de

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58 • La Revista de Historia de América

Monterde, entendido en estos temas editoriales, le


escribió a Zavala para comentarle que había estado en la
imprenta La Mundial para ver cómo marchaba el número 3
y para que el encargado tomara nota de las modificaciones
indicadas por Zavala sobre detalles que había que cambiar,
así como de los sobretiros para los autores. Le comentaba
también que había hablado con Quintero (el segundo al
mando en la imprenta), quien se había disculpado por la tar-
danza, que Valle había rehecho buena parte de la bibliogra-
fía y Rubio Mañé había agregado otras, amén de las correc-
ciones de Quintana. Le aseguró que ya solo faltaba imprimir
los forros y el número saldría en pocos días. Pese a esto,
Monterde consideraba necesario que Rubio Mañé hablara
con Sánchez para que el IPGH fijara un máximo de días
de retraso con la imprenta y, en caso de no cumplirlo, que
retirara los originales y se diera por cancelado el contrato
(y con ello el pago). Al parecer, el IPGH ya había iniciado
pláticas con Loera57 para que la editorial Cultura se hiciera
cargo del número 4. Cambiando de tema, le comentó tam-
bién que había hablado con Cosío Villegas porque quería
encomendarle los trabajos del Fondo de Cultura Económica
(FCE), pero cuando lo visitó en las oficinas de la Imprenta
Universitaria, mencionó que le parecían pequeños y luego
no le volvió a hablar.58

Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 19 de noviembre de 1938; exp. 1, fol.


8676, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 7 de diciembre de 1938.
57 No se menciona en la correspondencia si se trata de Agustín o Rafael, her-
manos que se dedicaban a la industria editorial. Ver Ángela Regina Núñez
Alonso, “La industria editorial privada en la primera mitad del siglo XX,”
Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados, 2019, s.p.
58 Mientras Zavala estuvo en su estancia le buscó, por ejemplo, en la biblioteca
de Austin La Floresta Americana, libro sobre el cual solo sabían, según Gómez
de Orozco, que había sido adquirido con posterioridad a la compra del fon-
do García y antes del de Icazbalceta. Si él no lo lograba, dice, le escribiría a
Castañeda como le había aconsejado Zavala. Aprovecha también para trans-
mitirle otra inquietud de un colega, Gerónimo Baqueiro Foster, quien le
había preguntado si en los papeles de Troncoso existía algo sobre música
mexicana. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 16, fol.

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La Revista de Historia de América • 59

El cambio de imprenta no fue fácil. La Mundial se


retrasó en la entrega del número 3, y el número 4, que
debía cambiar de imprenta, tuvo serios tropiezos porque,
preocupados por mantener el mismo tipo de letra, tuvie-
ron que seguir un recorrido complicado que marcaba Cosío
Villegas. Ante tanto cambio, el IPGH sugirió que termina-
ran con el número en prensa con las matrices que había
guardado Quintero. A partir del número 4, se podría con-
tratar a Impresos Gala. Rubio Mañé tenía pésimas referen-
cias de esta y cambiaron a otra, Industrias Gráficas, que al
parecer realizaba el trabajo de manera ágil, por lo que los
números podrían salir a tiempo. Sobre el tema de la letra,
que tanto le preocupaba a Zavala, le comentó que existía
poca diferencia.59
Zavala se disgustó por el retraso y, sobre todo, por los
numerosos errores. Al respecto, envió una carta con obser-
vaciones y críticas. Primero, la presentación tipográfica que
tanto habían cuidado desde el primer número se cambió.
El trabajo, dijo, era de “ínfima calidad, hay diferencias de
alineación de renglones feísimas y la encuadernación es
mala”. Expresó que sabía que eso dependía de la imprenta
La Mundial, por lo que se preguntaba si realmente podrían
continuar con una publicación decorosa en alguna impren-
ta de la ciudad. No veía más opción que pedirle al Fondo
de Cultura Económica que les prestaran los tipos móviles o,
en el último de los casos, harían los forros en la imprenta
con la que trabajaba el Fondo. Zavala afirmaba que no era
posible pretender ser una publicación continental y seguir
experimentando con imprentas de segundo orden. En su

6804, carta de Francisco Monterde a Silvio Zavala, 19 de noviembre de


1938.
59 En una carta posterior, ante la persistencia de los problemas con la impren-
ta, Rubio Mañé le comenta que no entiende por qué Cosío Villegas pasaba
sus tipos a la Imprenta Universitaria, donde está Monterde, “quien nos ayu-
daría mucho y más de cerca”. Pero al parecer el director del Fondo no quería,
por lo que seguiría esperando a ver si cambiaba de opinión. BNAH, ASZ,
serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio
Zavala, 7 de diciembre de 1938, 1 de enero de 1939 y 12 de enero de 1939.

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60 • La Revista de Historia de América

opinión, solo podría pensarse en la imprenta de Loera, por


lo que esperaba que se celebrara un contrato con esta para
el número 5 y sugirió hablar con Antonio Caso (amigo del
imprentero). Si el resto del equipo editorial estaba de acuer-
do con esa propuesta, deberían tratarlo con Sánchez.60
Lo más grave para Zavala fueron los errores cometidos
en las notas al pie de dos artículos. Este tipo de errores
eran muy serios para él, porque causaba que los autores
perdieran confianza en la revista por descuidos de edición.
Las faltas deberían haberse detectado en la corrección de
pruebas, por lo que debía hacerse una segunda revisión.
Asumía que, desde Washington, no podía hacer nada, pero
les recordó que el Instituto pagaría 50 pesos mexicanos por
número a un buen corrector profesional.61
A la sección Revistas no le veía mayores problemas,
pero consideraba que podía mejorarse dando mayor y
mejor información del tema, período y dirección de los
artículos. En cambio, Bibliografía, dedicada a las noveda-
des, tenía problemas serios. Aun cuando entendía que no
podían hacer una bibliografía completa de todo lo que se
publicaba, debían dar cuenta de todo el material que ellos
selectivamente consideraran relevante. No pretendía com-
petir con el Handbook of Latin American Studies o el Journal

60 BNHM, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, “Observaciones relativas
al número 3 de la Revista”, Silvio Zavala, s.f.
61 Se queja de un artículo de su autoría titulado “Los trabajadores antillanos en
el siglo XVI” publicado en los números 2 y 3, el cual quedó “mutilado” al per-
derse páginas completas y sus respectivas notas entre la 171 y la 196. La fe
de erratas apareció en el número 4. En ella se explica que el número anterior
había tenido una serie de dificultades debido a la clausura de la imprenta
donde se realizaba la Revista. Además, se habían cometido “algunas
incorrecciones tipográficas que resultaron irremediables” en el artículo de
Silvio Zavala, del cual se interrumpieron las notas 171 a la 196 (de las pági-
nas 85 a 86). Por ello, junto con las excusas publicaron para los lectores estas
notas. Asimismo, en el último número de 1938 apareció un artículo de
Rafael Altamira, “El texto de las leyes de Burgos” (extenso, de 75 páginas), en
el que se les pasó un error, del que dieron cuenta en el siguiente número.
BNHM, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, “Observaciones relativas
al número 3 de la Revista”, Silvio Zavala, s.f.

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La Revista de Historia de América • 61

des Americanistes de París publicando listas completas, sino


selectivas. Para ello, era indispensable contar con corres-
ponsales responsables en más países para que le enviaran a
Valle las notas bibliográficas. Debía cuidarse no repetir la
información del mismo libro en Bibliografía y en Reseñas,
o retirarlas de una de las dos secciones. Desde México, Valle
debía coordinar a todos los colaboradores de esa sección,
como “verdaderos directores centrales de todo el material
y que a su cuidado quede la uniformidad y preparación”.
Ante la posibilidad de omisiones, les encargaba que trataran
entre ellos y tomaran decisiones prácticas para prevenir los
errores. Les recordó: “Tenemos que conservar la altura de
la revista y salir al paso de los defectos técnicos, así como de
los materiales de edición”.62
Monterde respondió, aclarando que no había sido posi-
ble cambiar de imprenta para el siguiente número. Sin
embargo, Rubio Mañé habló con Sánchez sobre la conve-
niencia de acudir a la imprenta de Loera, pero este se opuso,
por lo que solo les quedaba la opción de seguir a Cosío
Villegas a la imprenta de León Sánchez, “que, aunque de
mal gusto, es cuidadosa por lo que se refiere a erratas”. Por
último, le comentó que tomaría nota de sus comentarios
para mejorar la sección Revistas, coordinada por él.63 La
respuesta de Rubio Mañé fue más expresiva: “No puedes
imaginarte cómo deploro los problemas y omisiones que
tiene la revista. Noto lo disgustado que debes estar con todo
y cree que igual cosa me ha pasado con los obstáculos”.
Rubio Mañé le comentó que Sánchez estaba estudiando la
posibilidad de comprar matrices y que la imprenta de Mur-
guía se encargara de la publicación de la RHA.64

62 BNHM, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Sivio Zavala a Jor-
ge I. Rubio Mañé, 20 de enero de 1939.
63 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 16, fol. 6804, carta
de Francisco Monterde a Silvio Zavala, 27 de enero de 1939.
64 BNHM, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 28 de enero de 1939.

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62 • La Revista de Historia de América

Algunos errores prosiguieron en el número 4, de los


cuales informó Monterde en ausencia de Rubio Mañé, pese
a que, como señaló, él había corregido bien las pruebas de
ese número. Una manera de evitar estos errores, sugería,
era que las notas que realizaba Valle pasaran por él antes
de ir a imprenta. Eso aumentaría su carga de trabajo, pero
se compensaba porque no había podido realizar las notas
de revistas que solía hacer con Rubio Mañé porque habían
llegado pocos ejemplares a la biblioteca del Instituto. El
número 5 se estaba realizando con la imprenta Cultura, por
lo que esperaba hubiera menos errores.65
Para mediados de 1939, se había agotado en México el
papel Offset en la PIPSA. Con un saldo que tenía el impren-
tero Loera, lograron sacar el número 5, pero entonces nece-
sitaban 28 mil pliegos para el número 6 (que era más volu-
minoso) y para el índice (el primero, con un tiraje de 1550;
y el índice, con uno de 1250).66 Su precio había subido un
60 por ciento debido al aumento del dólar. Por ello, busca-
ría encontrar un papel semejante, de menor calidad, pero
creían conveniente que Zavala tratara con Sánchez la posi-
bilidad de importar el papel directamente del extranjero,
sin depender de PIPSA. El IPGH aceptó comprarlo en Esta-
dos Unidos por un año para asegurar la continuidad de la
publicación, pidiendo que se le enviara a Sánchez el tamaño
exacto en centímetros de los pliegos de papel (quíntuplo)
que se habían venido usando y el tamaño de las hojas de
la revista, así como el cálculo del número de pliegos que
debía comprar para los números 7 al 10 (el último de 1939
y los de 1940). También debían enviarle los cálculos de los
forros (papel, color y marca de la fábrica que habían venido

65 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 16, fol. 6804, carta
de Francisco Monterde a Silvio Zavala, 17 de febrero de 1939.
66 El tiraje de los números de 1938 era de 500 ejemplares cada uno. Sobre el
índice, fue elaborado minuciosamente número por número, pero explicare-
mos más en el siguiente capítulo. BNAH, ASZ, serie correspondencia gene-
ral, caja 1, exp. 13, fol. 26801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala,
27 de diciembre de 1938.

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La Revista de Historia de América • 63

usando). Rápidamente, Rubio Mañé le envió las especifica-


ciones a Sánchez mientras aún estaba en Nueva York para
que procediera a la compra (con muestras del papel y la
cartulina para los forros en el sobre). Sin embargo, el arreglo
de Sánchez no fue efectivo porque la fábrica de papel en
Nueva York exigía un pago total anticipado. Por ello, lo
autorizaron a tratar el pedido con Francisco de la Torre,
comisionista que había recomendado Monterde y a quien
antes se le había comprado el papel de los números 6 y 7.
Le compraron 30 mil hojas para el número 8 y los índices y
pidieron 50 mil más para los números 9 y 10.67
Amén de este problema con el papel, el equipo editorial
tuvo que enfrentar nuevas dificultades con la imprenta, por
lo que el número 8 salió con retraso. Rubio Mañé se quejaba
porque el material de la RHA se había entregado el 15 de
abril y para mediados de junio aún no se había comenzado
el tiraje (en el caso del índice, se había entregado el 20 de
mayo y recién llevaban veinte galeras y faltaban treinta).
Desesperado, le confesó: “No me explico en qué forma es
posible hacer que Loera nos cumpla. Acepta todos los tra-
bajos que se le llevan. He discutido con él la cuestión y me
dice que no puede dar preferencia a nuestra Revista porque
es muy poco lo que gana con ella”. Ante esto, Rubio Mañé
opinaba que la única solución para asegurar la periodici-
dad sería que el Instituto tuviera su propia imprenta.68 Esta
opción seguía sin ser contemplada por el IPGH, que sugi-
rió cambiar de imprenta porque Loera no había querido

67 La marca del papel debía ser Offset; las medidas de las hojas eran de 70 cm
por 95 cm; las de las cartulinas, de 66 cm por 50.8 cm. La marca de la cartuli-
na para forros era Stabhmore Highway Gover y su peso era de 59 g por
millar; el de papel era de 50 g. Necesitaban 75 mil hojas de papel y 4500 de
cartulina. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol.
26801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 17 de agosto de 1939;
carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 13 de septiembre de 1939; carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Pedro Sánchez, 18 de septiembre de 1939 y 20 de
abril de 1940.
68 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 11 de junio de 1940.

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64 • La Revista de Historia de América

hacer un contrato, posiblemente porque no quería acep-


tar las penas que se le aplicarían en caso de retrasos en
la publicación.69
Pero el cambio no se hizo, por lo que siguieron vigilan-
do con preocupación el retraso del número de abril de 1940.
Para generar presión, Rubio Mañé decidió pasar todos los
días por ahí, pero hasta el momento, el corrector de pruebas
(Cámara) solo había leído hasta la página 80 del núme-
ro. Expresó categóricamente: “Anda muy mal esa imprenta.
Tiene infinidad de trabajos y van cumpliendo conforme les
alcanza el tiempo”. Le confesó que se sentía desesperado y
preocupado por dar cumplimiento a la periodicidad de la
RHA, pero por más esfuerzos que había hecho, no lo había
conseguido porque se había tropezado con la “informalidad
de la imprenta”. Para remediar este atraso, intentaría que en
la imprenta se comenzara a trabajar en el número de agosto
apenas saliera el de abril.70

69 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Pedro Sánchez a
Silvio Zavala, 25 de junio de 1940.
70 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, México, carta de Jorge I.
Rubio Mañé a Silvio Zavala, 29 junio de 1940. Zavala le escribió a Sánchez
para comentarle que desde hacía algún tiempo se había enterado de que
Loera, “maestro impresor”, tenía problemas con sus obreros. Inmediata-
mente le avisó al Instituto (en su ausencia) indicando que convenía tomar
precauciones del papel, que era propiedad del Instituto, porque consideraba
que, en caso de agravarse ese conflicto, podría ser riesgoso. Dado que el
número 13 estaba en prensa a punto de terminarse, consideraba que podía
dejarse esa cantidad de papel, pero el resto, correspondiente a los otros
números de ese año, debía estar en el Instituto y ser entregado “con la debida
cuenta y razón”. En una conversación pasada que había sostenido con Loera,
le comentó que él no guardaba todo el papel, sino que la fábrica se lo iba
entregando. En ese caso, el Instituto podía comunicarse con esta para acla-
rar el tema. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Silvio
Zavala a Pedro Sánchez, México, 14 de enero de 1942.

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La Revista de Historia de América • 65

Distribución y suscriptores

Zavala tenía conciencia de que la distribución era un tema


estratégico: si la revista era leída desde lugares académi-
camente importantes, se podría interesar a estos investiga-
dores para que enviaran sus contribuciones. Confiaba en
que los buenos lectores se convirtieran en buenos autores
y viceversa, creando un círculo virtuoso entre un grupo
reducido de especialistas. Por el perfil de la publicación
estaba claro que no pretendían llegar a la opinión pública,
sino a una minoría letrada y especializada. Pero al abrir este
panorama a todo el continente, la tarea se convertía en un
dilema que enfrentaría numerosas dificultades.
Era necesario vincular a las personas indicadas y ase-
gurarse de que el material llegara en el menor tiempo posi-
ble. Es decir, los interesados (académicos e instituciones)
debían solicitar recibir la RHA escribiendo a la dirección
del IPGH, que los registraba como suscriptores e iniciaba
los envíos. En la práctica, ninguna de las dos metas fueron
fáciles de implementar. Para crear una lista de suscriptores,
fue necesario el envío de numerosas cartas que mandaron
los miembros del equipo editorial a sus contactos. No todos
respondieron, y los que lo hicieron agradecían ser lectores,
pero muchos decidían no participar como autores por sus
múltiples ocupaciones.71
Entonces, Zavala cambió de estrategia: decidió crear
una red nombrando responsables en cada país. Por ello fue

71 Luis Florén Lozano, arqueólogo español y director de la biblioteca de la


Universidad de Santo Domingo, solicitó que le enviaran los números faltan-
tes de la Revista (del 1 al 4 y el 17) y los números 7 y 8 del Boletín. BNAH,
ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 48, fol. 6837, carta de Luis
Florén a Silvio Zavala, 11 de agosto de 1945. Por su parte, el dominicano
Federico García Godoy escribió para solicitar algunos números que le falta-
ban (el 1, 2, 7 y 17), los cuales, para asegurarse de que llegaran, solicitó que
los entregasen a la legación dominicana en México y esta, por vía diplomáti-
ca, los haría llegar. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp.
49, fol. 6838, carta de Federico García Godoy a Silvio Zavala, 5 de octubre
de 1945.

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66 • La Revista de Historia de América

tan importante definir quiénes eran miembros del Consejo


Directivo, grupo que analizaremos en el siguiente capítulo.
Se concentró en buscar colegas que de preferencia tuvie-
ran algún vínculo con el IPGH, pero no necesariamente.
Otro criterio fue el prestigio, pero, como veremos, tampo-
co fueron todos los intelectuales de primera línea los que
aceptaron. Por esto, lo que primó en la elección era la refe-
rencia a su meticuloso trabajo como historiadores y su gran
capacidad de responder de manera rápida a las necesidades
de la publicación.
Como aclaraba en la carta de invitación, una de sus
tareas fundamentales debía ser la de servir de nexo entre la
publicación y el mundo académico de su país, enviando tex-
tos, libros, revistas (suyos o de otros colegas) y difundiendo
la publicación, estableciendo canjes, etc. Esto significó que
el éxito del plan dependiera de pocas personas, que se con-
vertirían en buenos mediadores de una red intelectual y
editorial. Así, los miembros del Consejo Directivo (o los del
equipo editorial que tuvieron el mismo papel en este aspec-
to) debían sugerir nombres de colegas e instituciones (con
las respectivas direcciones). A veces, ellos mismos estable-
cían el contacto y le notificaban a Zavala; otras, le pedían a
él que lo hiciera. Una vez aprobado por el director, se regis-
traban los datos en fichas personales que eran resguardadas
en un fichero ordenado alfabéticamente. Aunque existen
numerosas referencias al fichero que se conformó, este no
quedó resguardado en el Fondo Silvio Zavala, por lo que
solo a través del contenido de las cartas podemos detectar
algunas de las personas que integraron estas listas.
Esta tarea podía ser lenta, y el tiempo en una publica-
ción periódica apremia. Por lo tanto, durante los primeros
años corrieron de manera paralela la búsqueda de suscrip-
tores y la conformación de un Consejo Directivo en el que
estuviera al menos un representante por cada país. Para
hacer más sencillo el trabajo de estos mediadores, se redactó
una nota oficial en la que se definía el perfil de la revis-
ta, su financiamiento a través del Instituto y sus secciones:

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La Revista de Historia de América • 67

artículos de investigación, artículos de documentos, notas


bibliográficas y de revistas, reseñas. En la nota se aclara-
ba que los colaboradores eran elegidos mediante expertos.
Mencionaban la periodicidad, por lo que, de estar interesa-
dos en participar, debían enviar sus colaboraciones un mes
antes de los meses de aparición (abril, agosto y diciembre).
Las reseñas y notas debían ajustarse en fondo y forma a lo
que se estaba realizando en la revista. Se aclaraba que por
contribución (indistintamente de si eran artículos, notas,
reseñas) se les pagaba a los autores 3 pesos mexicanos la
página (tamaño carta, doble espacio, escrita a máquina). En
caso de colaboraciones para la sección Noticias, se debían
tomar en cuenta que debía ser información actual (de no
más de algunos meses inmediatamente anteriores o del mis-
mo año). Solo las reseñas harían una crítica a los libros
que valieran la pena. Las descripciones y juicios breves se
dejarían para las notas. En el caso de artículos reseñados,
se debían indicar las páginas. Terminaba la carta diciendo:
“Confiando en que su esfuerzo, unido al de los bibliógra-
fos de otros países auxiliará a los lectores interesados en
el trabajo histórico”.72
Como veremos en los siguientes capítulos, esta fue una
preocupación constante a la cual se abocaron los miembros
del equipo editorial y del Consejo Directivo. Sin embargo,
como notaremos también, esta estrategia funcionó solo con
algunos miembros que se convirtieron en nodos centrales
de la red, puesto que no todos contribuyeron en este sen-
tido con la misma intensidad. Lo que fue una constante es
que no consistió en una medida aislada, sino que se apro-
vechaban intereses académicos personales para contactarse
con personas o instituciones para suscribirlas o establecer
algún tipo de canje.73

72 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 26801, nota
s.f.
73 Rafael Heliodoro Valle le escribió a la Sociedad Histórica de Pioneros de
Arizona para pedir un artículo escrito por el padre Oblasser sobre el padre
Marcos de Niza, el cual había sido publicado en su revista. Aprovechó la

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68 • La Revista de Historia de América

Lewis Hanke elaboró su propia nota en inglés para


enviar a todos los posibles suscriptores/colaboradores en
Estados Unidos. Su nota presentaba algunas interpretacio-
nes propias para hacer más atractivo al público de historia-
dores de su país: a la publicación, como una devota de la his-
toria de las Américas; al Instituto, como una “organización
interamericana con representantes en los países de América
Latina tan bien como en los Estados Unidos”. Aclaraba que
la sede de la publicación estaba en la Ciudad de México y
que el director era el “bien conocido historiador mexicano
Silvio Zavala”. Él se presentaba como miembro del Consejo
Directivo, por tanto, responsable de “proporcionar infor-
mación bibliográfica sobre los libros publicados en este país
de interés para las 1500 personas e instituciones de los Esta-
dos Unidos y de América Latina que reciben la Revista”.74
Con esta nota, Hanke esperaba generar interés en
colegas para encontrar suscriptores, colaboradores, can-
je y, sobre todo, autores o editoriales que enviaran libros
para la sección Bibliografía, que era una de sus grandes
preocupaciones. Varios respondieron al llamado, y Hanke
enviaba nombres y direcciones de estadounidenses para la
lista de suscriptores.75 Además, le interesaba que la lista de

misiva para enviarle la RHA y le recordó que el IPGH la distribuía de mane-


ra gratuita entre los institutos históricos, por lo que le sugería escribirle
al director para hacer la solicitud. HN-FHV, carta de Lotus M. Royaltey a
Rafael Heliodoro Valle, 11 de abril de 1939; carta de Rafael Heliodoro Valle
a Lotus M. Royaltey, 25 de abril de 1939.
74 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, s.f. Los editores a los que
les envió esta carta fueron: Willett, Clark & Co., The Bobbs-Merrill & Co.,
The Caxton Printers, Columbia University Press, F. S. Crofts & Co., The
Dial Press, Field Museum of Natural History, Harvard University Press,
Hispanic Society of America, P. S. King & Son Ltd., J. R. Lippincott Com-
pany, L. C. Page and Company, Reynal and Hitchcock, Saunders Studio
Press, Stanford University Press, Frederick A. Stockes Company, University
of New Mexico Press, University of Pennsylvania Press, J. J. Augustin.
75 Entre ellos se encontraron: Roscoe Hill, Putnam, jefe de la nueva división en
la Biblioteca del Congreso, Dr. George Vaillant, del Museo Americano de
Historia Natural, Francis Borgia Steck, de la Universidad Católica de Amé-
rica, Ralph Beals Profesor, del Departamento de Antropología en la Univer-
sidad de California en Los Angeles, Madaline Nichols, Joseph Wheless, Leo-

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La Revista de Historia de América • 69

suscriptores de la RHA fuera lo más completa y represen-


tativa posible, sobre todo de los países latinoamericanos,
porque, como le expresó a Zavala, le interesaba que se les
pudiera enviar a estos una descripción del Handbook que él
editaba para captar posibles compradores.76
Sin embargo, la respuesta de Estados Unidos no fue
la esperada. El único país con el que funcionó bien esta
estrategia desde 1938 fue con la Argentina, gracias al impul-
so personal de José Torre Revello, quien fungió como un
mediador indispensable (amén de las numerosas contribu-
ciones que realizó publicando en la RHA). Por ello, no es
extraño que Zavala lo tomara como modelo en más de
una ocasión, afirmando: “Hombres así necesitaríamos en
más países, pero es difícil que aparezcan desde el princi-
pio. Necesitamos contar con más larga vida de la revista
y expansión de su conocimiento para que se perfeccione”.
Era consciente de lo difícil de esta tarea: él personalmente
había invitado a muchos colegas en México, pero ninguno
le había enviado sus trabajos. Su preocupación, empero, no
estaba en la contribución de México (o los mexicanos), sino
de los demás países, porque la publicación debía responder
a los propósitos panamericanos del Instituto.77
A esta problemática se le sumó otra. Aunque la con-
vocatoria era aparentemente irrestricta, el Instituto avisó al
año de haber iniciado que no podría enviar tantas revistas

nard Irving, Henry A. Wagner, Clyde Kluckhohn, Prof. Schlesinger y Char-


les Wagley, del Departamento de Antropología de la Universidad de Colum-
bia, George Wythe, del Departamento de Comercio.
76 Hanke le sugirió a Zavala este envió porque le interesaba que se difundiera
por estos países. Si el idioma era un problema, podrían hacer una versión en
español con un precio menor (1.5 o 2 dólares) para que fuera accesible com-
prarlo para las instituciones. Siguiendo con esta lógica de promocionarlo, le
preguntó si Porrúa Hermanos le permitiría enviar una copia del Handbook
de ese año a los suscriptores de la Biblioteca Mexicana de Obras Inéditas.
BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797, carta de
Lewis Hanke a Silvio Zavala, 11 de agosto de 1938.
77 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 18 de marzo de 1939.

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70 • La Revista de Historia de América

por correo porque el costo era muy elevado.78 Además, una


vez enviada, la distribución postal de correos mexicanos
era lenta, por lo que el material siempre llegaba tarde. Para
subsanar esto, acordaron hacer las tarjetas pidiendo a los
suscriptores que mandaran acuse de recibido.79 Por si fuera
poco, a medida que se publicaban números de la RHA y
se mantenía la publicación del BBAA, se hacía lento el que
la misma persona encargada del IPGH (la señora Córdova)
enviara al mismo tiempo los números de ambas publica-
ciones a todos los suscriptores. Esta situación molestaba a
los miembros del equipo editorial, quienes veían como una
contradicción el empeño que ponían para que los números
salieran a tiempo y la imposibilidad de que fueran envia-
dos con prontitud porque “no es posible pedirles más a los
empleados del Instituto”.80
Para 1943, comenzaron a restringir la incorporación de
nuevos suscriptores debido a que, por falta de presupues-
to, se achicaba el tiraje. Solo se realizaron algunas nuevas
suscripciones cuando alguien del equipo editorial lo pedía,
enfatizando la importancia estratégica de incluir a esas per-
sonas.81 Esta situación empeoró, por lo que para 1948 el
comité ejecutivo de IPGH decidió que solo redistribuiría
de manera gratuita a los colaboradores y en canje con las
instituciones científicas. Para ser considerado colaborador,
debía pertenecer a alguno de los organismos que integraban
la Comisión de Historia y los demás eran quienes remitirían

78 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 16, fol. 6804, carta
de Francisco Monterde a Silvio Zavala, 17 de febrero de 1939.
79 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 16 de febrero de 1940.
80 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 36, fol. 6825, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 10 de febrero de 1941.
81 HN-FHV, fólder IPGH, carta de Pedro Sánchez a Rafael Heliodoro Valle, 4
de marzo de 1943. Heliodoro Valle pidió que excepcionalmente se incluyera
en los suscriptores al Dr. Helio Vianna y al Dr. Rubén Vargas Ugarte, cate-
drático de la Universidad Católica de Lima, a quien Valle calificó como un
“eminente investigador de Historia”. HN-FHV, serie IPGH, carta de Rafael
Heliodoro Valle a Pedro Sánchez, 4 de junio de 1944.

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La Revista de Historia de América • 71

al menos un trabajo para cualquiera de las secciones de


la revista. El pago por ello era de 1 dólar la página origi-
nal a máquina a doble espacio y en papel tamaño carta o
cuartilla holandesa.82

Pago, publicidades y canje

Una vez que el artículo era publicado, se le pagaba a cada


autor a razón de 3 pesos mexicanos la página. Cuando se
trataba de autores que se encontraban fuera del país, este
monto se convertía en dólares y se giraba. Se intentaba
hacer los pagos puntualmente, ya que, destacaba Zavala: “Es
uno de los puntos de crédito y honor de nuestra revista”.83
Otra manera de retribuir a los autores era enviándoles un
número de sobretiro de sus artículos. Por lo general eran 25,
pero en ocasiones se permitían más si financieramente era
posible; cuando no era así y el autor insistía en que quería
más, una solución ofrecida era la de que se descontaba del
pago que debían realizarle lo correspondiente al papel y al
tiro. Otra de las atenciones que se tenía era que cuando los
autores enviaban documentos para ser publicados, debían
devolverse las copias correspondientes por tratarse de un
material documental inédito.84
Considerando que la mayor parte de los colaboradores
se encontraba fuera de México, el pago supuso un problema
para el IPGH. En primera instancia porque debía convertir

82 HN-FHV, fólder IPGH, carta de Javier Malagón a Rafael Heliodoro Valle, 2


de febrero de 1949.
83 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. Silvio Zavala
6801, carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de
1938.
84 Por ejemplo, la fotostática de la Real Cédula de esclavos, perteneciente a
Raúl Carrancá Trujillo, se le debía devolver cuando ya saliera el número de
la revista. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol.
Silvio Zavala 26801, carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de
noviembre de 1938.

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72 • La Revista de Historia de América

a dólar el monto y realizar un giro bancario (del National


City Bank de Nueva York, el cual tenía sede en las principa-
les capitales del continente) en esa moneda a nombre de los
colaboradores.85 Además, tuvo que hacer excepciones para
garantizar la participación de países donde era difícil conse-
guir colaboradores. Como veremos en el siguiente capítulo,
Zavala y Hanke crearon una serie de estrategias para asegu-
rarse de que se les pagara a dos bibliógrafos estadouniden-
ses por realizar las notas bibliográficas de los libros publi-
cados sobre su historia en aquel país (los libros publicados
en Estados Unidos que trataran sobre Hispanoamérica se
enviarían a México y serían reseñados por el equipo edito-
rial de la revista). A ellos se les tendría que pagar más de lo
habitual porque en aquel país los precios del trabajo pro-
fesional eran más altos. Por esto, proponía pagarle a razón
de 15 dólares a cada uno por todas las notas que enviaran
por número. Como en aquel entonces se publicaban tres
números por año, esto sumaba 90 dólares.86 Además, los
colaboradores recibían un número completo de la RHA y
25 ejemplares de sobretiro de su colaboración (aunque en
ocasiones, por ser personas especiales, se les imprimía más,
como fue el caso de Altamira, Torre Revello y Ricardo Leve-
ne) o para aquellos que hacían una solicitud especial.
La RHA no estaba a la venta, por lo que el único
aporte esporádico que se tenía provenía de los anuncios
publicitarios, los cuales fueron pocos y de casas editoriales
o librerías. En los primeros dos números (marzo y junio de

85 Al argentino Torre Revello se le enviaron 35 dólares; y a su colega argentino


Caillet Bois, 25. Sabemos que esos 35 dólares correspondían a la colabora-
ción de Torre en el número 6 de la revista porque este había enviado 150
hojas que, multiplicado por tres pesos mexicanos, sumaban 150 pesos mexi-
canos (35 dólares). BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
13, fol. 6801; carta de Jorge I. Rubio Mañé a José Torre Revello, 13 de sep-
tiembre de 1939; carta de Pedro Sánchez a Silvio Zavala, 5 de enero de 1940;
serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Pedro Sánchez a Silvio Zavala,
19 de junio de 1939.
86 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Silvio Zavala a
Pedro Sánchez, 18 de diciembre de 1939.

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La Revista de Historia de América • 73

1938) solo se colocaba la publicidad de la otra revista que


tenía en IPGH, el BBAA, dirigida por Alfonso Caso. En los
dos siguientes se agregaron algunos: la Biblioteca Histórica
Mexicana de Obras Inéditas (fundada por Genaro Estrada
y dirigida por Silvio Zavala), así como libros de la Antigua
Librería Robredo y José Porrúa e hijos. El acuerdo con estas
librerías no era regular, por lo que en el número siguiente
desaparecía para quedarse solo con el del BBAA.87
En los números 7 y 8 (de diciembre de 1939 y abril
de 1940) vuelven a aparecer publicidades de libros, tanto de
Porrúa como de Robredo, a lo cual se le agrega una única
aparición de las obras de historia publicadas por Editorial
Polis. Aparece por primera vez la publicidad del Handbook of
Latin American Studies, editado primero por Lewis Hanke y
posteriormente por Miron Burgin. Esta publicidad se man-
tuvo constante hasta el fin del período, lo cual se explica
por la cercanía entre Zavala y Hanke.88 Los números 10
y 11 (de diciembre de 1940 y abril de 1941) redujeron
las publicidades y se quedaron solo con la del BBAA, el
Handbook, las publicaciones del IPGH y la Revista Chilena
de Historia y Geografía.
A partir del número 12 (de agosto de 1941) se incor-
poró la publicidad de El Trimestre Económico, publicación
del FCE, posteriormente la del Anuario de Historia Historia
Argentina. Órgano de la Sociedad de historia argentina, cuyo
director era Abel Cháneton, y las Memorias de la Academia
Mexicana de la Historia. En el número 26 (de julio-diciembre
de 1948) se sumaron a las ya mencionadas la Nueva Revista

87 Cosío Villegas ofreció anunciar en el número 6 la obra de Zavala sobre las


Fuentes del Trabajo. Porrúa, por su parte, ofreció también anunciar la obra
Epistolario de la Nueva España. BNAH, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 13, fol. Silvio Zavala 26801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio
Zavala, 30 de junio de 1939.
88 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 11 de junio de 1940. Por otra carta sabemos que el
costo por el anuncio del Fondo en la revista se cobró 70 pesos mexicanos.
BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 17 de abril de 1939.

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74 • La Revista de Historia de América

de Filología Hispánica, dirigida por Amado Alonso como


publicación trimestral de El Colegio de México, Cuadernos
Americanos, dirigida por Jesús Silva Herzog, y la publicidad
de las obras completas del maestro Justo Sierra, editadas
por la Librería Universitaria.
Otra manera de ampliar la distribución sin tener que
invertir demasiado fue a través del canje con otras revis-
tas. Para establecer estos contactos, también fueron funda-
mentales algunos miembros del Consejo Directivo, como
fue el caso de Lewis Hanke, quien se ocupó de contactar
a revistas destacadas de su país (y de Canadá): Journal of
History of Ideas, Hispanic American Historical Review, Ameri-
can Historical Review, Lousiana Historical Quartely, Mississippi
Valley Historical Review y Canadian Historical Review.89 Zavala
escribió en algunos casos que le eran de interés, como fue
el caso de la Revista de Filología, que publicaba en Buenos
Aires Amado Alonso, y la Revista Hispánica Moderna, que
dirigía Tomás Navarro.90 Los propios suscriptores también
le enviaban sugerencias a Zavala para agregar personas de
interés y sugerir canje.91 Más que publicitar las respectivas

89 Hanke le escribió a su colega Robert L. Schuyler para solicitar el canje con


The American Historical Review, y al editor George W. Brown para la Canadian
Historical Review, quien poco después escribió para comentarle que autoriza-
ba a que la revista sacara las listas de las publicaciones recientes en su país
para reproducir en la suya. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja
1, exp. 9, fol. 6797. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
2, fol. 8907; carta de George W. Brown a Lewis Hanke, 12 de diciembre de
1940; carta de Silvio Zavala a George W. Brown, 28 de diciembre de 1940.
90 Zavala le escribió al lingüista español Tomás Navarro Tomás para comen-
tarle que hacía tiempo que enviaban la RHA tanto al instituto de Buenos
Aires como al de Nueva York. Estaban interesados en recibir en canje la
Revista de Filología (de ser posible desde su primer número). Este le respon-
dió que le enviarían todos los libros que publicara el Instituto (de Lenguas
Romances de la Universidad de Columbia para que los reseñaran en la revis-
ta. Para canje con la Revista de Filología Hispánica debía escribirle a Amado
Alonso en Buenos Aires; ellos en Nueva York solo tenían la administración
de la Revista Hispánica Moderna). BNAH, ASZ, caja 2, exp. 22, fol. 6816, carta
de Silvio Zavala a Tomás Navarro, 1 de junio de 1941; carta de Tomás Nava-
rro a Silvio Zavala, 24 de junio de 1941.
91 Serafim Leite, el poeta portugués, le escribió a Zavala para comentarle que
había recibido la Revista y que estaba trabajando en unos libros, por lo que

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La Revista de Historia de América • 75

publicaciones a través de la creación de notas, el canje


permitía también entrar en contacto con colegas de otras
latitudes para suscribirlos a la revista y así posiblemente
interesarlos en participar como autores.92
El canje se estableció con pocas revistas de México,93
varias de Estados Unidos y pocas de Europa, pero es evi-
dente que la selección buscaba vincular a la RHA con otras
que tenían prestigio. Entre estas, empero, cabe destacar el
canje que se estableció con la revista francesa Annales94 y
con la española Revista de Indias. La situación era compleja
con España, debido a que no tuvo relaciones diplomáticas
con México los primeros años del franquismo, por lo que se
tuvo que echar mano de las redes personales. Para resolver
la situación, Zavala le escribió a su amigo Santiago Maga-
riños en Madrid y le comentó que la Revista de Indias había
comenzado a llegar al Instituto, pero les faltaba el primer

en ese momento no podría colaborar con la RHA. Le sugirió contactar a


Manuel Murias, director del archivo histórico colonial de Lisboa, quien
podía colaborar y además sería útil si establecía canje con su revista. Otra
publicación para enviar en canje sería Brotéira. BNAH, ASZ, serie corres-
pondencia general, caja 1. exp. 14. Fol. 6802, carta de Serafim Leite a Silvio
Zavala, 26 de abril de 1940.
92 Tras establecer canje con la revista Hispanic American Historical Review, Zava-
la le respondió al editor, John Tate Lanning, para agradecerle que lo suscri-
bieran gratuitamente a su revista y envió nombres de las personas “activas
en los estudios históricos hispanoamericanos cercanos a el”: José López Por-
tillo, Joaquín Meade, Fernando Ortiz, Edmundo O’Gorman, Herminio Por-
tell Vilá, José Miguel Quintana, Joaquín Ramírez Cabañas, Felipe Teixidor,
José Valadés Agustín Yáñez, Humberto Vázquez Machicado, Guillermo Her-
nández de Alba, J. Roberto Páez, Jorge Basadre, J.M. Vélez Picasso, Emilio
Rodríguez Demorizi, Juan E. Pivel Devoto. BNAH, ASZ, serie correspon-
dencia general, caja 2, exp. 33, fol. 6822, carta de John Tate Lanning a Silvio
Zavala, 24 de marzo de 1941.
93 De México (fuera de la ciudad capital) solo tenemos noticia de la revista
Estudios Históricos, que publicaba en Guadalajara el padre jesuita Luis Medi-
na Ascencio, quien, además de pedir establecer canje entre ambas publica-
ciones, lo invitó a él y a su equipo editorial a publicar en ella. BNAH, ASZ,
serie correspondencia general, caja 2, exp. 30, fol. 6819, carta de Luis Medi-
na Ascencio a Silvio Zavala, 24 de diciembre de 1942.
94 Serald Mifret le escribió para comentarle el deseo de Fernand Braudel de
establecer el canje. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3, exp.
71, carta de Serald Mifret a Silvio Zavala, 25 de junio de 1945.

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76 • La Revista de Historia de América

número (tenían el 2 y el 3). Le comentó el interés en hacer


notas sobre esta. También estaban interesados en libros,
pero comprendía que las editoriales no quisieran enviarlos
gratuitamente. Por ello, Zavala le ofreció lo mismo que a
Peña en Sevilla: ellos mandarían sus revistas y publicaciones
al Instituto para ser comentadas en la sección correspon-
diente. Tratarían de enviarles libros publicados en México
por un valor equivalente y, al recibirlas, ellos se comprome-
tían a hacer notas bibliográficas de estos libros.95
Pese al interés establecido en el canje, las revistas no
siempre llegaban o lo hacían a destiempo, por lo que fue
muy difícil darle continuidad a esta sección.96 Otro proble-
ma fue que no siempre se contaba con ejemplares de la RHA
para enviar en canje. A veces, el tiraje era el indispensable
y solo quedaban 50 ejemplares, que eran destinados a la
biblioteca del Instituto.97 De hecho, como veremos más ade-
lante, la sección Revistas solo duró los primeros dos años y
posteriormente se unificó con la de Bibliografía.

95 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 30, fol. 6819, carta
de Silvio Zavala a Santiago Magariños, 24 de junio de 1941.
96 Rubio Mañé se quejaba en abril de 1939 de que el canje de revistas y libros
en el instituto no iba muy bien, porque, decía, “hasta hoy se reciben con
mucha falta de regularidad”. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol.
8676, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 3 de abril de 1939.
97 En ocasiones no se permitió que se enviaran números anteriores ni a otras
revistas como canje ni a colegas que si bien estaban en el fichero que se ela-
boraba para los suscriptores, no la habían recibido a tiempo. “Don Pedro no
quiere que se toquen absolutamente”. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3,
fol. 1876, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 11 de junio de 1940.

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Una red intelectual y académica

Poner en marcha una publicación periódica requiere de la


participación de actores que de una u otra manera estén
involucrados. En el capítulo anterior, al tratar la dimensión
material de la publicación, observamos la negociación del
equipo editorial con las imprentas, por una parte, y por la
otra, con el IPGH para asegurar su mantenimiento. En él,
aparecieron algunos miembros del equipo editorial que se
encargaban directamente de negociar con estos autores. En
este capítulo, por tanto, es necesario incorporar la partici-
pación del resto de los actores que participaron de esta red.
Es evidente que Zavala fue el nodo principal de la
red de la publicación. A través de él circulaban opiniones
y decisiones, se contactaba a colaboradores, imprenteros, y
era él quien debía negociar con el IPGH. Sin embargo, un
emprendimiento de esta naturaleza requiere del trabajo en
equipo, de una verdadera red académica y editorial. Hacer
posible una revista, número tras número, requiere de un
conjunto humano que participe de distintas maneras. Al
ser esta una publicación hecha por y para historiadores, es
evidente que la red académica y editorial repite varios nom-
bres, a diferencia de otras revistas (o de las revistas actuales)
en las que existe una diferenciación entre quienes escriben y
quienes la hacen posible: sobre todo, los aspectos más técni-
cos son realizados por personas expertas en la materia, pero
no necesariamente miembros de la misma disciplina.
En este caso, los miembros del equipo de editores y del
Consejo Editorial son a su vez autores que aparecen en una
o más secciones. En nuestros términos actuales, esto podría
ser visto como negativo, al favorecer una endogamia o un
diálogo cerrado entre pares que trabajan cercanamente. En
aquel momento, esta cercanía no solo era indispensable por
ser pocos miembros del gremio, sino porque se trataba de

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78 • La Revista de Historia de América

fundar y, para ello, eran necesarios fuertes vínculos de con-


fianza. Para poder mostrar esta superposición de funciones,
diferenciamos la red académica de la red editorial. Esto
no es más que una herramienta para mostrar, por partes,
aquello que fue en realidad un todo. Nos permite detectar a
las personas que cumplieron más de una función (miembro
del Consejo Directivo, equipo editorial y autor, simultá-
neamente). A su vez, permite pensar, a manera de una red,
quiénes tuvieron los lazos más fuertes y quiénes los lazos
más débiles; quiénes fueron mediadores de red y quiénes los
nodos centrales. Por último, permite detectar los ejes geo-
gráficos desde y hacia donde fluyó la información necesaria
para realizar cada número.
En este sentido, mostraremos cómo, si bien esta fue una
red académica amplia que incluyó a numerosos autores de
varios países del continente, fue también una red editorial
muy específica. Así, si el panorama académico evidencia-
ba una dispersión geográfica en casi todo el continente, el
editorial se concentró en tres ciudades: México, Washing-
ton y Buenos Aires. Aunque parezca una abstracción, no lo
es. Dependió totalmente de personas que hicieron posible
este flujo editorial como efectivos mediadores. Entre ellos
se destacan varios personajes que, por cuestión de espa-
cio, decidimos ubicar en distintos capítulos, tomando como
criterio en cuál tuvieron mayor impacto. Estos son: Silvio
Zavala, Lewis Hanke, José Torre Revello, Rafael Heliodoro
Valle, Jorge Ignacio Rubio Mañé, Agustín Millares Carlo
y Ernesto de la Torre Villar. Se distinguen así tres nodos
relevantes en el Consejo Directivo: Hanke, Torre Revello
y Heliodoro Valle, mientras que los demás pertenecen al
equipo editorial. Si pensamos en los colaboradores (autores)
que publicaron, el panorama no es muy distinto, porque,
como veremos, se repiten varios de estos nombres.
Por eso, en las siguientes páginas analizaremos a gran-
des rasgos las características de estos tres componentes de
la red: los colaboradores, el equipo editorial (o los editores,
como ellos se llaman) y el Consejo Directivo. En especial,

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La Revista de Historia de América • 79

mencionaremos a Silvio Zavala y a Lewis Hanke porque


tuvieron un papel fundamental como mediadores de la red.

Los colaboradores

La cantidad de personas que participaron en la RHA en su pri-


mer decenio fue numerosa y variada. Hay un total de 217 perso-
nas, de los cuales 7 eran miembros del equipo editorial; y 14, del
Consejo Directivo. Es decir, casi todos los miembros del equipo
fueron autores en alguna sección, mientras que no todos los del
Consejo Directivo participaron.
La mayor participación la tuvieron Silvio Zavala, Jorge I.
Rubio Mañé, Francisco Monterde y Ernesto de la Torre Villar.
Los primeros tres participaron en varias secciones: Artículos,
Reseñas, Revistas, Bibliografía, mientras que a De la Torre Villar
solo lo vemos a aparecer en la sección Noticias. Por su parte,
la participación de Agustín Millares Carlo no se muestra en su
dimensión real porque, dada la cantidad de notas bibliográficas
(más de 16 mil registros), solo se consignan en el grafo corres-
pondiente las contribuciones de esta sección en su primera épo-
ca, de 1938 a 1940. A partir de 1941, la sección quintuplica su
volumen, por lo que no se pudo cuantificar en este ejercicio.
Tuvimos que poner en este caso solo su participación única y
no cuantificar la cantidad de notas que escribió en esta segun-
da etapa. Aun así, como nodo aparece con cierta importancia
porque participó en otras secciones (1 artículo, 10 reseñas, 14
registros de revistas).
En cuanto a los miembros del Consejo Directivo, se desta-
can José Torre Revello, por la cantidad de participaciones, y los
estadounidenses Bert Loewenberg y Madaline Wallis Nichols.
Un caso similar al de Millares Carlo sucede con Rafael Helio-
doro Valle, miembro del Consejo Directivo y responsable de la
sección Bibliografía (antes de que Millares asumiera entre 1938
y 1940). Heliodoro Valle también aparece porque participó en
otras secciones (con 2 artículos, 17 bibliografías, 20 reseñas y 8

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80 • La Revista de Historia de América

fichas de revistas). En cuanto a los otros colaboradores, es nota-


ble la participación de José Rojas Garcidueñas.
Aunque no tenemos información completa sobre la nacio-
nalidad de todos los colaboradores, consideramos que la publi-
cación logró su objetivo porque, como veremos más adelante en
el análisis de cada sección, contó con la participación de histo-
riadores, archivistas y bibliógrafos de casi todos los países del
continente. Asimismo, se verá que la distribución se mantuvo
regular, con un predominio de académicos de México (algu-
nos de los cuales, como ya mencionamos, no son mexicanos),
de Estados Unidos y de Argentina. Por ello, podemos decir que
el proyecto de Zavala de modernizar la disciplina apoyándose
en esta alianza estratégica tuvo sus repercusiones en las pági-
nas de la RHA.
Ahora bien, agrupamos a las personas según su participa-
ción en las distintas secciones de la revista para que se pueda
observar cuáles son las que tuvieron mayor cantidad de con-
tribuciones. Como hemos señalado, la sección Noticias fue la
que tuvo menos colaboradores porque, dadas las características
de la sección (trasmitir las novedades institucionales), estuvo a
cargo de Ernesto de la Torre Villar y unos pocos colaborado-
res más. Las notas necrológicas también tuvieron pocos cola-
boradores, debido a que solo se publicó un número reducido
de este tipo de noticias (y, en algunas oportunidades, un mis-
mo autor realizó dos notas, como fue el caso de la estadouni-
dense Madaline Nichols). En la figura 2 comenzamos a ver clus-
ters, es decir, agrupamientos, con mayor cantidad de personas
en los artículos, donde otra característica es que, si bien parti-
cipan algunos miembros del equipo editorial, la mayoría de los
nodos son colaboradores externos. En cambio, Reseñas fue una
sección en la que no solo participaron los miembros del equipo
editorial, sino también numerosos colaboradores externos. Si
se hubiera incorporado a esta figura la cantidad total de notas
en Bibliografía, habría alterado mucho sus dimensiones; habría
sido, en definitiva, la sección más grande y con mayor cantidad
de contribuciones.

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La Revista de Historia de América • 81

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82 • La Revista de Historia de América

El equipo editorial

Se pueden distinguir dos conjuntos en la conformación


del equipo editorial: el primero, un conjunto chico de tres
miembros que estuvo más implicado en la salida de cada
número, en los primeros once años; el segundo conjunto,
un grupo de personas en cada país de América, para repre-
sentarlo y para contribuir a la difusión de la revista.

El pequeño comité
El equipo editorial fue sin duda el que hizo posible la
publicación al darle forma y contenido a través de su cola-
boración como autores o como editores. Su número no
fue grande, sino más bien pequeño. Estuvo compuesto por
pocas personas desde 1938 a 1947, año en el que no solo
hubo algunos cambios, sino que se incorporaron nuevos
miembros. En la primera etapa, y teniendo a Silvio Zava-
la siempre como el director, participaron los mexicanos
Francisco Monterde y Rubio Mañé, así como el español
(radicado en México desde hacía tiempo) Felipe Teixidor.
Este último solo estuvo los primeros dos años y luego se
retiró.1 En cambio, Monterde y Rubio Mañé acompañaron
a Zavala hasta 1947. El siguiente año hubo un reacomodo
en varios sentidos. El español Javier Malagón Barceló apa-
recía en las páginas legales de la revista como secretario.

1 No sabemos el motivo por el cual se alejó Teixidor, pero nunca fue mencio-
nado en las cartas intercambiadas entre Rubio Mañé y Zavala en las que se
arreglaban todos los pendientes de la revista, por lo cual, mientras estuvo
nominalmente, tampoco se sabe si tuvo alguna función. La única vez que
aparece es para indicarle que ya se quitó su nombre del directorio del insti-
tuto según las indicaciones de Zavala y que le ofreció a Monterde enviar
pronto un artículo. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 16 de febrero de
1940.
Teixidor tampoco refiere su paso por la RHA en entrevistas. Ver Canales
Claudia, Lo que me contó Felipe Teixidor, hombre de libros (1895-1980) (México:
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009).

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La Revista de Historia de América • 83

Se creó un nuevo grupo en las páginas legales para definir


las funciones, apareciendo así el de redactores, en el cual
estaban Rubio Mañé, Millares Carlo, De la Torre Villar y
Susana Uribe. Cabe aclarar que estos nuevos no lo eran
tanto, puesto que venían colaborando con la revista desde
unos años antes. A través de la correspondencia se observa
que empezaron a trabajar de manera más o menos regular
para apoyar las funciones del equipo editorial (el trío Zava-
la, Rubio y Monterde) en distintas actividades específicas.
De hecho, como veremos más adelante, De la Torre se hizo
cargo de la sección Noticias. De este modo, Susana Uribe
fue la única incorporación del todo nueva.
Junto a estos nombres se mantuvo la designación de
los editores, en la que vemos nuevamente a Zavala, Rubio
Mañé (ya no a Monterde, que desapareció por completo),
Malagón Barceló,2 Millares Carlo, De la Torre y Uribe, es
decir, bajo el título editores están el director, el secretario y
los redactores. Es posible que esto tenga que ver principal-
mente con una mejor distribución del trabajo interno, así
como con la organización de la Comisión de Historia, en
la cual, desde 1947, aparecen con cargos: como presidente,
Silvio Zavala, como secretario asistente, Javier Malagón.

2 Javier Malagón Barceló era español; antes de su exilio en América, trabajó


como bibliotecario de la sala de lectura Francisco Giner de los Ríos en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid (1931-1935), al tiempo
que actuó como ayudante de clases prácticas en la Facultad de Derecho en la
misma universidad (1932-1936) y como profesor auxiliar (1936-1939),
período en el cual también fue lector de español de la Universidad de Tubin-
ga, Alemania (1935-1936). Al trasladarse a América, llegó primero a Santo
Domingo, donde fue catedrático de Historia del Derecho (español, indiano y
romano) en la Universidad de Santo Domingo (1940-1946). Ese año se ins-
taló en México, donde ingresó en el CEH de El Colegio de México como
profesor de Historia. En 1947, fue nombrado secretario asistente de la
Comisión de Historia del IPGH. Al año siguiente, entró como profesor de
Derecho romano en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM y,
en 1949, fue a Puerto Rico como profesor visitante. En 1950 fue becado por
la Fundación Rockefeller para realizar un viaje de estudios por América
Latina.

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84 • La Revista de Historia de América

Cabe mencionar que este pequeño equipo editorial no


pertenecía a la misma generación; algunos eran un poco
mayores que Zavala y otros eran bastante menores, alum-
nos del CEH. Tampoco conformaban una escuela de his-
toriadores, pero tenían experiencia en publicaciones perió-
dicas como colaboradores asiduos o como miembros de
equipos editoriales. No todos eran mexicanos, aunque eran
la mayoría y los extranjeros se encontraban residiendo en la
Ciudad de México por diversos motivos. Rafael Heliodoro
Valle residía desde tiempo antes, mientras que el yucateco
Rubio Mañé y el propio Zavala llegaron después. Los espa-
ñoles del equipo, Malagón y Millares Carlo, llegaron junto
a otros exiliados españoles a fines de la década de 1930 y
principios de la de 1940. Salvo el caso de Valle, ninguno
había tenido relación anterior con el IPGH.

a. Tabla de miembros del equipo editorial, por año y número

Años Números Director Secretario Redactores Editores

1938-1939 1-7 Silvio Silvio Zavala,


Zavala Francisco
Monterde G.
I., Jorge
Ignacio Rubio
Mañé, Felipe
Teixidor

1940-1947 8-24 Silvio Silvio Zavala,


Zavala Francisco
Monterde G.
I., Jorge
Ignacio Rubio
Mañé

1948 25, 26 Silvio Javier Agustin Silvio Zavala,


Zavala Malagón Millares Javier
Barceló Carlo, Malagón
Jorge Barceló,
Ignacio Agustín
Rubio Millares Carlo,
Mañé, Jorge Ignacio
Ernesto de Rubio Mañé,
la Torre, Ernesto de la
Susana Torre, Susana
Uribe Uribe

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La Revista de Historia de América • 85

Las actividades de este equipo editorial se distribuían


en varias ocupaciones, puesto que no recibían un salario
por estos cargos. Como los miembros del equipo editorial
no recibían un sueldo, el pago era como el de cualquier
otro colaborador. Pero como estos se dedicaron a completar
la información de secciones de muchas páginas, como las
notas bibliográficas o las reseñas, solían recibir una contri-
bución mayor a la de un autor que solo había enviado un
artículo para ser publicado.

3. Lista de colaboradores del número 24 (1948) de la RHA con los pagos a


3
realizarse (elaborada por Silvio Zavala).

Como mencionamos en el capítulo anterior, las dificul-


tades económicas del Instituto durante 1942 y 1943 restrin-
gieron la cantidad de números para acabar en una perio-

3 BNAM, ASZ, Serie IPGH, caja 2, exp. 12.

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86 • La Revista de Historia de América

dicidad semestral. Zavala le manifestó su preocupación al


respecto al director del IPGH, porque si bien se había
garantizado la continuidad de la publicación, la reducción
había generado un problema para los que trabajaban en ella.
Al cumplirse los siete años de la publicación, se reunie-
ron a conversar sobre el tema las tres personas en las que
realmente recaía el trabajo o, como los definió Zavala, “los
colaboradores que no han desmayado en la tarea”, a saber:
Rubio Mañé, Agustín Millares Carlo y él. La remuneración
de los colaboradores era, por número, a razón de 150 pesos
mexicanos, por lo que solicitaba en la nota que se les abo-
nara 300 pesos mexicanos por cada número que saliera, y
que se considerara el aumentar el número de colaboradores
permanentes de la revista para asegurar que tuvieran sufi-
ciente material para cada número.4
Estos colaboradores asiduos eran los que realizaban
tareas sustantivas mientras Zavala se encontraba fuera del
país. En estos períodos, las cartas no solo son casi coti-
dianas, sino también abundantes, pues en ellas se intenta
resolver todos los detalles pendientes a ese día. A través
de ellas no solo podemos reconstruir el quehacer de cada
número, sino también darnos una idea de quiénes eran las
personas sobre las que recaía el trabajo, porque existía una
mayor confianza en que podrían realizarlo bien en ausen-
cia de Zavala.5 En este caso están Rubio Mañé, Monterde6

4 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Silvio Zavala a
Pedro Sánchez, 2 de marzo de 1945.
5 Con Rubio Mañé hay 32 cartas que le escribe a Zavala, otras 9 que le escribe
este a Rubio Mañé y las que le escribe Rubio Mañé a Sánchez y a otros cola-
boradores. Francisco Monterde solo le escribe 3 cartas a Zavala (y no hay de
respuesta), nada de De la Torre Villar ni de Teixidor, Uribe o Malagón.
6 De Francisco Monterde (1894-1985) sabemos poco. Estudió su maestría y
doctorado en letras en la UNAM (se graduó en 1942) y fue un hombre de
letras: profesor de Literatura Mexicana e Hispanoamericana en la UNAM;
director de la Escuela de Verano de la misma universidad, director técnico
de la Revista Iberoamericana. Tuvo varios cargos ligados siempre al mundo
del libro: subdirector de la Biblioteca Nacional, director de la biblioteca del
Museo Nacional de Antropología e Historia, jefe de bibliotecas de la Secre-
taría de Educación Pública, jefe del servicio editorial de la UNAM y director

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La Revista de Historia de América • 87

y Millares Carlo. Ahondaremos un poco en la función de


Zavala en esta publicación.

Zavala, editor
Podemos definir a Zavala como un investigador/editor,
siguiendo la lógica que plantea Aimer Granados para Alfon-
so Reyes al definirlo como un “bibliófilo-erudito-editor”.7
En Zavala observamos una práctica editorial a partir de una
experiencia en la producción de sus libros y, sobre todo,
por el afinado conocimiento de las necesidades de su campo
de estudio. La capacidad de combinar los aspectos técnicos
con los académicos –sin perder de vista los estéticos– expli-
ca que buscara un lector especializado para la RHA y que
los formara a través de una selección del material. Como
editor de una publicación académica, no se regía por crite-
rios comerciales, sino como promotor de una alta cultura
especializada. Prevalece la función pedagógica, actualizada
a través de la profesionalización científica. Su función como
investigador marca el rumbo de sus otros emprendimien-
tos, no solo porque comparte actividades, sino también por
el sentido que les otorga.

de la imprenta de la universidad. Enfatizan en su juventud sus obras, así


como su filiación al grupo literario llamado Colonialistas “por su estilo
depurado y elegante”, así como su papel en el teatro nacional. Tiempo des-
pués dirigió la Academia Mexicana de la Lengua. Nada menciona de su paso
por la Revista de Historia de América.
7 Granados afirma que, para el caso de Reyes, fue la experiencia literaria lo
que lo conviertió en editor, no de los que poseen una librería o imprenta,
sino de los que participan en la producción de libros (propios y ajenos) y de
revistas. Es la experiencia en su campo lo que lo hizo relacionarse con el
mundo editorial, pero no con cualquiera, sino con autores y libros especiali-
zados de su interés. Por ello puede ser considerado un “bibliófilo-erudito-
editor” que concebía al mundo editorial como “una compleja dinámica en la
cual se entrelazaban el manejo técnico en la composición de un libro, sus
erratas, la ortografía y la puntuación. Aimer Granados y Sebastián Rivera
Mir, eds. y coords., Prácticas editoriales y cultura impresa entre los intelectuales
latinoamericanos en el siglo XX (México: El Colegio Mexiquense y UAM,
2018), 161, 166-168.

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88 • La Revista de Historia de América

Por este motivo, fundar la revista no significó para


Zavala alejarse de sus otras ocupaciones. Por el contrario,
las cartas reflejan la ardua labor que desarrolló de mane-
ra paralela en el campo de la docencia y la investigación.
Durante esos diez años realizó dos importantes estancias
de investigación, tiempo en el cual la gestión de la RHA
recaía en los miembros más cercanos del equipo editorial,
en especial Jorge I. Rubio Mañé y Agustín Millares Carlo.8
Como le expresó a Reyes en una carta, era consciente de que
los primeros números no habían salido como lo planeaba
porque había sido difícil conseguir colaboraciones “impeca-
bles”, pero también a que, dada su distancia, no había podido
darle el “impulso que necesita”, por lo cual esperaba que a
su regreso pudiera hacerlo.9
Zavala regresó en septiembre de 1940, pero de manera
casi inmediata aceptó la invitación de Reyes y Cosío Ville-
gas para cooperar en los trabajos de investigación y ense-
ñanza que estaba desarrollando El Colegio de México. En
la docencia, apoyaría el dictado de un seminario sobre las
“instituciones coloniales de España en América” (para el
cual insistía en que era necesario que los alumnos tuvieran
acceso a libros y documentos, así como a otros cursos de
metodología, historiografía, ciencias auxiliares de la his-
toria e idiomas). A nivel investigación eso implicaba que
tendría tiempo para terminar dos obras que tenía iniciadas:
Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España y Los escla-
vos indios en nueva España, y para empezar además con la
redacción de la Historia del trabajo de los indios en la Nueva

8 La primera estancia la realizó poco después de haber iniciado la publicación


periódica al ganarse una beca de la Fundación Guggenheim para ir a la ciu-
dad de Washington a investigar entre 1938 y 1940. Posteriormente, realizó
un viaje en 1941 a los estados del norte de México para consultar archivos.
En abril de 1942, la Fundación Carnegie lo invitó nuevamente a Washington
para escribir una historia de América Latina, dando conferencias en la Uni-
versidad de Columbia, Princeton y Harvard.
9 Alberto Enríquez Perea, comp., Fronteras conquistadas. Correspondencia Alfon-
so Reyes/Silvio Zavala 1937-1958 (México: El Colegio de México, 1998),
70-71, 88-89.

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La Revista de Historia de América • 89

España.10 Tras las negociaciones del caso, Zavala aclaraba


que su único compromiso era la dirección de la RHA y de
la Biblioteca Histórica Mexicana de Obras Inéditas. Ambas
actividades, argumentó, eran coincidentes con su propuesta
académica, por lo que no veía inconveniente en iniciar el
trabajo en El Colegio de México y mantenerlas de manera
paralela, condiciones que Reyes aceptó.11
Las actividades en la RHA prosiguieron, mientras que
las de El Colegio aumentaron a partir de su transforma-
ción a fines de 1940.12 Zavala fue nombrado director del
recientemente fundado Centro de Estudios Históricos a ini-
cios de 1941. Esto implicó pensar en cursos, seminarios
y programas, así como en la creación de una biblioteca y

10 Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 93-95, carta de Silvio Zavala a


Alfonso Reyes, México, 8 de octubre de 1940. Reyes respondió gustoso que
hubiera aceptado colaborar, pero le aclaró que las condiciones de El Colegio
no serían las mismas que en La Casa de España. Por ello, aceptó sus planes
de investigación, pero verían el tema de la enseñanza. Le ofreció una remu-
neración como autor de 600 pesos mexicanos mensuales si se dedicaba a
tiempo completo, pero si tenía otros compromisos anteriores y reducía el
tiempo, proporcionalmente se reduciría la remuneración. Enríquez Perea,
Fronteras conquistadas…, 96-98, carta de Alfonso Reyesa Silvio Zavala, Méxi-
co, 11 de octubre de 1940.
11 Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 99-101, carta de Silvio Zavala a
Alfonso Reyes, México, 14 de octubre de 1940. Según Enríquez Perea, la
Biblioteca estuvo a cargo de Genaro Estrada y, a la muerte de este, de Silvio
Zavala. La colección fue editada por la Antigua Librería Robredo de José
Porrúa e Hijos. La segunda etapa, a cargo de Zavala, publicó 16 obras entre
1939 y 1943. Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 102-104, carta de
Alfonso Reyesa Silvio Zavala, México, 16 de octubre de 1940; carta de
Alfonso Reyes a Silvio Zavala, 11 de marzo de 1942, 105.
12 A finales de 1940, el Patronato de La Casa de España en México desapareció
para dar lugar a El Colegio de México. El cambio no era solo de nombre y de
ubicación, tenía que ver principalmente con dos factores: el fin de la guerra
civil española, que al ganar los franquistas hizo permanente el exilio de los
republicanos que se encontraban en México; y el fin del período sexenal del
presidente Lázaro Cárdenas, que hacía peligrar la supervivencia de las insti-
tuciones creadas durante su mandato. Ver Javier Garciadiego, “Alfonso
Reyes y La Casa de España en México,” en Los empeños de una casa. Actores y
redes en los inicios de El Colegio de México, 1940-1950, editado y coordinado
por Aurelia Valero Pie (México: El Colegio de México, 2015), 41-45.

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90 • La Revista de Historia de América

archivo, labor para la cual trabajó junto a Millares Carlo,13


quien poco después ingresaría como miembro del equipo
editorial de la RHA.
Esto no impidió que realizara nuevas estancias de
investigación, primero al norte del país, para trabajar con
los documentos de la época colonial en los archivos de
Monterrey, Saltillo y Durango (entre enero y febrero de
1941), material con el cual publicó posteriormente. Un año
después, viajó nuevamente a Estados Unidos invitado por
James T. Shotwell, director de la División de Economía e
Historia de la Dotación Carnegie para la Paz Internacional,
quien esperaba que el mexicano diera unas conferencias en
importantes universidades de la costa este. Solicitó licencia
en El Colegio para ausentarse de febrero a mayo de 1942,
tiempo en el cual, amén de las conferencias, aprovecharía
para dar a conocer el trabajo que realizaba El Colegio y ver
algunos otros asuntos que este requería.14
Cabe mencionar que, como registran las numerosas
cartas que le escribió Zavala a los miembros del equipo
editorial de la RHA, este se quedaba a cargo de ella en
su ausencia; durante esas estancias, Zavala se entrevistaba
con numerosos colegas a los cuales no solo promociona-
ba El Colegio, sino también la RHA. Posiblemente esto se
debía a que para él ambas actividades podían combinarse
en tanto en cuanto servían a un mismo fin: profesionali-
zar la Historia y generar un ámbito de formación. Pese a
su capacidad para manejar ambos cargos, Zavala conversó
con Pedro Sánchez del IPGH y con Lewis Hanke sobre la
posibilidad de renunciar al cargo de editor, sugiriendo que

13 Ver varias cartas sobre la organización del archivo y biblioteca. Enríquez


Perea, Fronteras conquistadas…, 114-122.
14 Zavala dejó el trabajo para sus estudiantes del seminario y solicitó que Car-
los Millares fuera nombrado director interino del CEH. Ofreció también
que se le pagara solo la mitad de su sueldo y que durante su estancia en Esta-
dos Unidos podía resolver el pendiente que tenían de adquirir una máquina
de lectura para la nueva biblioteca. Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…,
196-200, carta de Silvio Zavala a Alfonso Reyes, 9 de marzo de 1942.

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La Revista de Historia de América • 91

Torre Revello fuera el nuevo editor por los siguientes cin-


co años. Su intención era dedicarse a tiempo completo a
sus investigaciones históricas, que había dejado pendientes
desde que había asumido la dirección de la publicación. No
había encontrado a la persona indicada en México. Además,
dado el carácter panamericano del Instituto, parecía con-
veniente que la sede editorial rotara entre los países. Dado
el carácter institucional de la publicación, no sabía si para
esta decisión debía consultar a los países. Por ello, le pidió a
Hanke que pensara cuál sería la posición de Estados Unidos
y lo conversara con otros colegas, como Leland. Advirtió
que si los colegas eran favorables, ellos procederían a hacer
una indagación similar en la Argentina. Estas indagatorias
debían realizarse antes de la Conferencia General del Insti-
tuto a realizarse en Caracas. Hanke se reunió con Leland y
coincidieron en que era conveniente discutirlo en el Comité
de Estudios Latinoamericanos, que se reuniría en octubre
de ese año. Pero la traslación a Buenos Aires se complicó
porque la comunicación oficial con el Gobierno argentino
era cada vez más difícil.15
Desconocemos la respuesta, pero al parecer fue nega-
tiva, puesto que no se realizó ningún cambio de dirección,
teniendo que distribuir su tiempo entre varias instituciones
y funciones. Entre 1944 y 1945 realizó un anhelado viaje
por América del Sur, financiado por la Fundación Rocke-
feller, en el cual visitó numerosos archivos.16 Con el gran
volumen de material redactó un completo informe con su
esposa.17 A su regreso, su colega Lewis Hanke le escribió

15 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta
de Silvio Zavala a Lewis Hanke, 22 de julio de 1942 y 29 de agosto de 1942.
16 Ese viaje había sido muy buscado por Zavala, quien antes había intentado
conseguir una beca, pero había fracasado. Como comenta su amigo Lewis
Hanke, la Comisión Nacional de Cultura Argentina le había otorgado una
beca para trabajar en los archivos de ese país. Si tenía suerte y conseguía que
lo apoyara Berién, podría visitar también los de Chile, Perú, Ecuador y
Colombia. ASZ, correspondencia general, caja 2, exp. 47, fol. 6836, carta de
Silvio Zavala a Lewis Hanke, 6 de diciembre de 1943.
17 Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 274-275.

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92 • La Revista de Historia de América

para felicitarlo, y mientras esperaba que enviara sus impre-


siones de los archivos sudamericanos, le preguntó si, ante su
intensa actividad como investigador, seguía interesado en
continuar dirigiendo la RHA, duda compartida por varios
colegas estadounidenses.18
Poco después, Reyes y Cosío le ofrecieron a Zavala
pagarle una suma como remuneración por ser director del
CEH y además como investigador para que prosiguiera con
el tema “la esclavitud de los indios de Nueva España”. Salvo
la cátedra que ya había aceptado Zavala en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), esperaban que le dedicara tiempo com-
pleto a El Colegio. Zavala estaba de acuerdo, pero pedía que
se le permitiera seguir como director de la RHA. Esta fun-
ción ya la venía ejerciendo y ellos lo habían permitido. Le
aclaró que esperaba poder continuarla para que “no se pier-
da el impulso adquirido, sino también porque desde hace
algún tiempo esa revista acoge los artículos, reseñas y notas
que escriben los alumnos avanzados de nuestro Centro”.19
Para dejar en claro que podía con todas estas activi-
dades, presentó un informe a Reyes con las actividades que
había desarrollado durante su estancia: había realizado el
informe correspondiente para la Fundación Rockefeller y
El Colegio, retomado la dirección del CEH, publicado dos
números de la RHA (19 y 20), dictado cursos y viajado
nuevamente por algunos países del Caribe como profesor
visitante, sin contar un gran número de publicaciones.20 La

18 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 47, fol. 6836, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 12 de diciembre de 1944; carta de Lewis
Hanke a Silvio Zavala, 23 de enero de 1945.
19 Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 272-273, carta de Alfonso Reyes a
Silvio Zavala, 14 de marzo de 1945; carta de Silvio Zavala a Alfonso Reyes,
15 de marzo de 1945, 274-275.
20 A nivel docencia dio clases los dos semestres en la Facultad de Filosofía y
Letras, en la cátedra de Historia de las instituciones sociales de América y,
durante el primer semestre, se hizo cargo del seminario de investigación
histórica en la Escuela Normal Superior, pero luego lo delegó a Ernesto de la
Torre Villar, para ese entonces, egresado del Centro. Durante las vacaciones

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La Revista de Historia de América • 93

duda sobre sobre la dirección de la RHA continuó, porque


desde 1945 comenzaron las tratativas para crear la Comi-
sión de Historia del IPGH, de la cual Zavala fue su presi-
dente una vez constituida en 1946. El mexicano le consultó
a Lewis Hanke, quien le respondió que si él consideraba
imposible continuar dedicándole tanto tiempo a la RHA,
tal vez sería conveniente mover la dirección a otro país.
Si pensaba en un nuevo editor, se inclinaría por el chileno
Ricardo Donoso o el argentino José Torre Revello (ambos
miembros del Consejo Directivo de la publicación). Más allá
de quién se quedara en la dirección, era necesario orientar
la publicación haciendo algunos cambios.21
Zavala le agradeció sus comentarios, pero le aclaró
que, aunque sería ideal llevar la dirección de la RHA a otro
país, ese traslado era casi imposible por los recursos con
los que se contaba entonces. Le recordó que, a excepción
del director y del personal secundario, nadie recibía sueldos
del Instituto, sino sumas por su colaboración. Si él lograba
conseguir otro financiamiento, estaría de acuerdo con que
se trasladara a Estados Unidos, pero si no se podía asegu-
rar esto, debía quedar igual. En nombre de todo el equi-
po editorial afirmó: “Preferimos conservarla a que mue-
ra o se deteriore. Al cabo, nosotros la fundamos y hemos
mantenido con sacrificio y tenemos derecho a pensar que
solo los cambios que favorezcan y mejoren son los que

en los meses de junio y julio, viajó como profesor visitante a Santo Domin-
go, Haití y Cuba, y dio conferencias en Ciudad Trujillo y La Habana. Desde
noviembre se encargó del curso de Historia de México que El Colegio armó
para el grupo visitante del Colegio Smith. Además, publicó libros y artícu-
los en diversas revistas: la de Historia de América, Cuadernos Americanos,
Jornadas (del propio Colegio), Educación Nacional, Occidente, Revista de Indias,
Asomante. Enríquez Perea, Fronteras conquistadas…, 290-291, carta de Silvio
Zavala a Alfonso Reyes, 1 de enero de 1946.
21 Por su experiencia en el Handbook of Latin American Studies, Hanke conside-
raba que las largas listas de bibliografía no servían. Debían ser pequeñas y
sobre temas que generaran discusión, prefería más reseñas que notas biblio-
gráficas. Debería agregarse una sección sobre novedades interamericanas.
BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 47, fol. 6836, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 10 de octubre de 1945.

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94 • La Revista de Historia de América

deben aprobarse”. A esto agregó también el hecho de que la


imprenta y el costo del papel eran más baratos en México,
y que desde que habían iniciado se había organizado una
biblioteca en el Instituto con las publicaciones de canje. 22
Hanke no quedó convencido. Al responder, reafirmó su
idea de que era necesario cambiar la dirección y esperaba que la
nueva comisión de historia pudiera revisar esto en su primera
reunión.23 Zavala enfatizó que, cuando el Instituto se interna-
cionalizara, la RHA cambiaría de sede, pero le recordó que esa
decisión se podría aceptar tomando precauciones. Su punto de
vista consistía en dos principios: que se aprovechara la expe-
riencia de los primeros ocho años de vida de la revista (relacio-
nes personales, colaboraciones regulares, canje, imprenta, dis-
tribución, etc.); que el cambio se realizara para “perfeccionar
y consolidar lo ya logrado”. Se inclinaba entonces por ser cau-
to.24 Hanke no quedó conforme, pero se concentró en las cartas
en mantener sus cuestionamientos sobre la sección Bibliografía
(ver el capítulo correspondiente). Zavala, a su vez, le comentaba
que la reunión de Caracas había sido pospuesta y que, mientras
se conformaba la Comisión, se había creado un problema de

22 Zavala respondió también minuciosamente a los cambios que había plantea-


do Hanke en su carta anterior. Sobre los artículos temáticos, dijo que habían
intentado conseguir, pero que había sido difícil, por lo que prefirieron los
artículos libres, procurando que el tema no fuera local o nacional, sino de
interés para todos los historiadores del continente. Le pidió paciencia, por-
que si se forzaba a este tipo de artículos, se podía caer en ensayos de “genera-
lidades vacías”. En cuanto a la bibliografía, se había optado por no repetir
información publicada en revistas de otros países, sino apoyarse con las que
tenían canje, sirviendo de enlace. Además, no creía que se repitiera la infor-
mación que se publicaba en el Handbook. Había lectores que opinaban que
esta sección era la más importante de la revista. Le comentó que, sobre las
noticias interamericanas, se acababa de crear una nueva sección a cargo de
Ernesto de la Torre Villar. Por todo esto, concluyó diciendo que los arreglos
de la RHA eran de énfasis, no grandes cambios. BNAH, ASZ, serie corres-
pondencia general, caja 2, exp. 47, fol. 6836, carta de Silvio Zavala a Lewis
Hanke, 13 de octubre de 1945.
23 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 47, fol. 6836, carta de
LewisHankeaSilvioZavala,19deoctubrede1945.
24 BNAH,ASZ,seriecorrespondenciageneral,caja2,exp.47,fol.6836,cartadeSilvio
ZavalaaLewisHanke,23deoctubrede1945.

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La Revista de Historia de América • 95

fondos en el Instituto, que podía incluso suspender totalmen-


te las publicaciones. No creía que fuera el momento de hacer
reformas a la revista: “Lo único que por ahora deseo es entre-
garla viva y con sus números completos al Comité de Historia”,
expresó.25

El Consejo Directivo

Este grupo fue desde sus inicios, en 1938, más numeroso que el
anterior, porque de entrada se buscó, dado que se trataba de un
órgano de difusión de una entidad panamericana, que hubiera
representatividad de todos los países del continente. Dado que
el Instituto tenía un carácter panamericano, todos los países del
continente que participaran de la Unión Panamericana debían
tener un representante. Sin embargo, esto no fue así, en parte
debido a que las cuotas que se pagaban por la adscripción al Ins-
tituto eran independientes del organismo regional (IPGH), en
parte porque fue difícil encontrar a las personas idóneas, pues
debían tener un determinado perfil profesional, prestigio en
el campo disciplinar y contactos entre sus colegas. Aunque su
nombramiento no dependía de instancias oficiales, sino que se
realizaba a manera de invitación del IPGH o del propio Zavala,
era evidente que eran personas que no debían de ser cuestiona-
das por las instancias oficiales.26
La mayoría de los países tuvieron dos representantes (que
era el ideal que buscaba Zavala) y solo algunos contaron con
uno (Honduras, Paraguay, República Dominicana y Colombia).
Esto no quiere decir que desde el inicio se habiera podido con-

25 BNAH,ASZ,seriecorrespondenciageneral,caja2,exp.47,fol.6836,cartadeSilvio
ZavalaaLewisHanke,2deenerode1946.
26 Por ejemplo, Rafael Heliodoro Valle le solicitó a Zavala que nombraran miembros
del Consejo Directivo a los señores Ricardo Fernández Guardia por Costa Rica y
Pedro Pérez Valenzuela por Guatemala. Justificó esta recomendación en función
de que el primero era vocal del comité ejecutivo del IPGH. Nada menciona del
segundo. HN-FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio
Zavala,9dejuniode1938.

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96 • La Revista de Historia de América

formar completo el Consejo, las dificultades se hacen evidentes


al observar los años de ingreso de cada miembro. Pocos fueron
los que tuvieron permanencia durante los diez años: el peruano
Jorge Basadre, el cubano José María Chacón y Calvo, el argen-
tino José Torre Revello, el hondureño Rafael Heliodoro Valle
y el estadounidense Lewis Hanke. Con una permanencia rela-
tivamente menor estaban el colombiano Guillermo Hernán-
dez de Alba, el chileno Ricardo Donoso, el estadounidense Bert
James Loewenberg, el peruano J. M. Vélez Picasso, el domini-
cano Emilio Rodríguez Demorizi, el brasileño Max Fleiuss27 y
el uruguayo Juan E. Pivel Devoto.

4 . Cuadro de miembros del Consejo Directivo por años y por país.

Pocos fueron los que se incorporaron al principio y se


alejaron al cabo de uno o dos años: el brasileño Gustavo

27 MaxFleiuss murió en1943. Siguió apareciendo enellistado delConsejo Directivo


con la indicación “fallecido” entre paréntesis. No hubo un reemplazo de un repre-
sentante de Brasil, lo cual muestra la dificultad que debió enfrentar la RHA para
mantener unConsejoDirectivoconrepresentantes delospaíses delcontinente.

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La Revista de Historia de América • 97

Barroso (reemplazado por su compatriota Fleiuss), el chi-


leno Raúl Silva Castro (que le dejó su lugar a Ricardo Dono-
so) y el ecuatoriano César Vázquez R. (a quien recién un
año después de su renuncia se le encontró reemplazo en
Roberto Páez). En el caso de Panamá y de Paraguay, se logró
que los primeros tres años estuvieran como representantes
Baltazar Isaza Calderón y Cecilio Baéz, pero ambos aban-
donaron en 1940. Algunos se incorporaron casi al finalizar
este período, como fue el caso de la argentina Sara Sabor
Vila (que entró y publicó en paralelo con Torre Revello y
luego continuó contribuyendo sola) y el boliviano Guiller-
mo Eguino (que quedó como el único representante de su
país, puesto que Humberto Vázquez Machicado había aban-
donado el año anterior). Salvo Cuba, República Dominica-
na, Honduras y Panamá, los demás países de Centroamérica
y el Caribe estuvieron ausentes. Los países sudamericanos
fueron mayoría, faltó solo Venezuela. De América del Nor-
te, México no necesitaba representante en cuanto la sede del
IPGH y de la revista estaba en la Ciudad de México; Canadá
no participaba debido a que no era miembro del IPGH.
Todos debían tener una importante función como de
vinculación al representar a la publicación en su país y
buscar por los medios que fueran posibles colaboraciones
para alimentar cada número. Asimismo, una vez publicada,
debían difundirla en sus respectivos países a manera de
una red de distribución. Esta doble función los ubicó en
el lugar de mediadores de red, al favorecer la circulación
de y hacia la revista de materiales, información, cobros.
Además, muchos de ellos colaboraron como autores. Por
este motivo, hay dos maneras de observar su participación:
una es la visible, es decir, la cantidad de colaboraciones
que publicaron con su nombre (las cuales señalaremos al
analizar las secciones correspondientes), la otra es indirecta,
al mediar entre colegas y equipo editorial para conseguir
colaboraciones, suscripciones, lectores, canje y todo tipo
de información que la nutriera. Para observar este tipo de

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98 • La Revista de Historia de América

participación es necesario analizar la correspondencia res-


guardada en el Fondo Silvio Zavala.
Primero, encontramos que no existió intercambio
entre el mexicano y los representantes de Brasil ni de Boli-
via, Ecuador y Perú, y un intercambio muy débil con los
representantes de Colombia28 y Uruguay.29 El caso de Chile
es distinto; este podríamos denominarlo lazo débil dentro
de la red.

Lazos débiles: el caso chileno


Inicialmente participó primero el historiador Raúl Silva
Castro (entre 1938 y 1940),30 con quien Zavala intentó crear
un contacto directo que le sirviera a la publicación. Al pare-
cer, Silva Castro no fue informado de su participación como
miembro del Consejo Directivo hasta no recibir el primer
ejemplar de la RHA y darse cuenta de que su nombre estaba

28 Solo encontramos una carta entre Guillermo Hernández de Alba (miembro


del Consejo Directivo desde 1940) y Silvio Zavala, en la cual se hace referen-
cia a la preparación de materiales que formarían parte de la recopilación
“Archivo del sabio José Celestino Mutis”, que Zavala prometió incluir en las
publicaciones del Colegio de México. Esperaba que no olvidara su oferta de
enviarle las publicaciones “tanto del Instituto Panamericano como del Cole-
gio”. Hizo la petición de ordenar los números 15 y 16 de la “Revista de His-
toria de América”, que no había recibido. BMN, ASZ, serie correspondencia
general, caja 2, exp. 47, fol. 6836.
29 El consejero uruguayo Juan E. Pivel Devoto (miembro desde 1941) le dice a
Pedro Sánchez, director del IPGH, que recibió su nota del 26 de julio de
1939, pero se demoró en contestar por razones de salud y luego porque, al
reintegrarse a sus labores, fue nombrado director del Museo Histórico
Nacional, lo que implicó grandes ocupaciones. Menciona que se le había
confiado la tarea de redactar las notas bibliográficas de la producción histó-
rica del Uruguay y que le gustaría elevar algunos informes acerca de su
Archivo Nacional, del que fue funcionario. BNAH, ASZ, serie correspon-
dencia general, caja 1, exp. 22, fol. 6811, carta de Juan E. Pivel Devoto a
Pedro Sánchez, 31 de enero de 1940.
30 Raúl Silva Castro (1905-1970) fue un periodista, crítico literario y escritor
chileno. En 1938 se había titulado como profesor de Literatura en la Uni-
versidad de Chile, al tiempo que trabajó para el Ministerio de Educación y la
Biblioteca Nacional. En su juventud había participado de la fundación de la
revista estudiantil Claridad y como colaborador del diario El Mercurio y Las
Últimas Noticias.

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La Revista de Historia de América • 99

ahí. Agradeció la distinción en nombre de su país y lo feli-


citó a Zavala porque la revista parecía estar a la “altura de
la importante misión que le va a corresponder en su día en
los estudios historiográficos”. Ofrecía como colaboración el
recibir todos los artículos para enviar en un solo paquete las
colaboraciones de sus colegas chilenos.31
Zavala le sugirió que escogiera él los artículos “con
mérito”, puesto que desde México, por la distancia y el
desconocimiento de la historia nacional, sería difícil selec-
cionarlos bien. Expresó su confianza en que invitaría a las
personas adecuadas (como había hecho José Torre Revello
en la Argentina con buenos resultados), pero le recorda-
ba que debía tratarse de trabajos inéditos y originales que
no tuvieran un interés exclusivamente nacional. Además,
le pidió elaborar listas de libros de historia publicados en
Chile cada trimestre, anotando con una breve explicación
las colaboraciones de las revistas también. De los libros que
consideraba más importantes le encomendaba reseñas críti-
cas, para lo que también le sugería seguir el modelo de Torre
Revello para el apartado de la Argentina, para así mantener
uniforme la sección. Le aclaró que las colaboraciones reci-
bían una pequeña compensación económica.32
Silva Castro habló con su colega Ricardo Donoso,33
quien envió un artículo titulado “Don Vicente Carvallo y
Goyeneche: Historiador de Chile”, el cual era parte de un
libro en prensa sobre el marqués de Osorno. En la carta
de envío, Donoso aprovechó para recordarle a Zavala que

31 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 7, fol. 6795, carta de
Raúl Silva Castro a Silvio Zavala, 4 de noviembre de 1938.
32 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 7, fol. 6795, carta de
Silvio Zavala a Raúl Silva Castro, 11 de enero de 1939.
33 Ricardo Donoso Novoa (1896-1985) era un historiador chileno. Fue direc-
tor del Archivo Nacional entre 1927 y 1954. Además, fue profesor en el Ins-
tituto Nacional (entre 1930 y 1937) y, desde 1937, en el Instituto Pedagógi-
co. Durante casi toda su vida estuvo relacionado a la Sociedad Chilena de
Historia y Geografía, a cargo de la revista. También escribió para El Mercu-
rio. Su libro más famoso fue Las ideas políticas de Chile (1946), en el que
desarrolla la formación de la nacionalidad chilena.

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100 • La Revista de Historia de América

tenían en común a su amigo Rafael Heliodoro Valle y que


le había estado enviando regularmente la Revista Chilena de
Historia y Geografía (órgano de la sociedad respectiva a la
que pertenecían Silva y Donoso).34
Mientras seguían intercambiando pruebas de imprenta
de su artículo (el cual fue publicado en el número 8, de abril
de 1940, en coautoría con Ambrosio Benavides), Donoso
fue invitado por el IPGH a colaborar en otras actividades
como representante. Al mismo tiempo, la correspondencia
entre él y Zavala mostró un mayor acercamiento, por lo cual
comenzaron a intercambiar opiniones sobre los problemas
con el acceso a documentos en el Archivo de Indias. Aunque
Donoso no emitió un juicio sobre la situación política de
la España franquista, le preguntó a Zavala qué le parecían,
dijo, estos “señores españoles hablando del imperio, cuando
no fueron capaces de conservar el que crearon después de
tres siglos de trabajos gigantescos”.35
La comunicación prosiguió, y al tiempo que Donoso
recibía los números de la RHA, le respondía a Zavala con
comentarios halagüeños sobre esta y lo felicitaba porque la

34 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, fol. 6809, carta de Ricar-
do Donoso a Silvio Zavala, 22 de abril de 1939. Al parecer, en los siguientes
meses ambos se encontraron en Washington, puesto que la siguiente carta es
en un tono mucho más amigable, recordando con nostalgia los días que
habían pasado en esa ciudad, donde, aparentemente, dejó su corazón antes
de regresar a Chile. Ya en su país, le dijo, se vio sobrepasado de trabajos pen-
dientes, pero logró hablar con algunos amigos sobre la revista y esperaba
que pronto enviaran sus contribuciones. Antes de despedirse, le agradeció a
María Castelo, esposa de Zavala, su asesoramiento sobre archivos. BMN,
ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 7, fol. 6809, carta de RD a
Silvio Zavala, 1 de diciembre de 1939.
35 El IPGH estaba interesado en su participación, tomándose ciertas libertades
para apoyarlo. Por ejemplo, el director del Instituto dio la orden de que se
imprimieran 100 ejemplares de su artículo (en lugar de los 25 que se les
daban a los demás autores) y lo incitó a que participara (en representación
de Chile) del Congreso Científico Americano, a realizarse en Washington.
Donoso no pudo acudir por la situación complicada en su país, la cual lo lle-
vó a quejarse de que a los políticos “nada les importa la vida intelectual y
científica”. BMN, ASZ, correspondencia general, caja 1, exp. 7, fol. 6809,
carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 20 de marzo de 1940.

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La Revista de Historia de América • 101

revista era de “gran interés” y la sección Bibliografía era


de “de primer orden”, por lo que rápidamente se estaba
convirtiendo en una “herramienta indispensable para nues-
tros estudios”. Como siempre, las cartas abordaban muchos
temas de su mutuo interés como historiadores (colecciones,
documentos, libros, archivos), lo cual mostraba que, pese a
las dificultades en la comunicación con el Archivo de Indias,
este repositorio seguía jugando un papel fundamental en
el circuito de intercambio de información. Sin embargo,
se observa también que ambos historiadores compartían
contactos, como el argentino Ricardo Levene (quien coor-
dinó una colección de Historia de América en la que ambos
participaron como autores), así como los estadounidenses
Haring y Hanke.36
Tras su regreso a México, Zavala respondió a varios
comentarios del chileno en sus cartas anteriores, pero se
concentró en convencerlo de que participara por Chile en
el Consejo Directivo porque consideraba indispensable su
aportación bibliográfica chilena para la sección. Si aceptaba,
le dijo, aparecería de inmediato como consejero. Le recor-
dó que la función de estos consistía en enviarles artículos
serios, de personas de su confianza intelectual, además de
contribuir a la sección de reseñas de libros y a comple-
tar la correspondiente a las revistas. Aclaró que las notas
bibliográficas eran descriptivas y las más importantes iban
a la sección Reseñas, y le dio indicaciones formales para

36 Dado que ningún chileno participaría del Congreso Científico, le pedirían a


Haring que los representara. Sin embargo, en la siguiente carta le avisó que
la representación que tuvo Chile fue pobre. Sobre Hanke le comentó que
había realizado una visita relámpago a Chile de tres días en los cuales se lo
había presentado a personas e instituciones de interés para él. Le comentó
también que esperaba poder enviarle otro artículo para la revista el siguien-
te año, el cual versaría sobre el documento Catecismo político cristiano (que
circuló en Santiago, Buenos Aires y Lima en 1810). Le preguntó si tenía nota
de que hubiera circulado en México también. BMN, ASZ, correspondencia
general, caja 1, fol. 7, exp. Silvio Zavala 6809, carta de Ricardo Donoso a Sil-
vio Zavala, 25 de abril de 1940; carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 17
de junio de 1940; carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 13 de agosto de
1940.

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102 • La Revista de Historia de América

ese tipo de envíos, repitiendo la recomendación de ver la


forma como lo hacía Torre Revello para así uniformar.
Esperaba que su respuesta fuera afirmativa para que Chile
tuviera una aportación “decorosa”, y tanto mejor que fuera,
le dijo, por “medio de un amigo y hombre y escritor de
las prendas de Ud.”.37
El chileno aceptó ser consejero en las condiciones
señaladas, aunque no estaba seguro de si la bibliografía la
haría él o personas de su confianza. Esperaba poder enviarle
en breve el material solicitado. Poco después le envió un
artículo sobre el Archivo Nacional de Chile y aceptaba la
posibilidad de que fuera abreviado. Esperaba enviar en los
siguientes días notas bibliográficas que estaba realizando el
chileno Aniceto Almeyda para que alcanzaran a publicar-
se en el número 10. Aprovechó para comentarle sobre los
primeros cinco volúmenes de la Colección de Historia de
América, coordinada por Levene y en la cual habían par-
ticipado ambos. A su juicio, la colección era “deplorable”
porque estaba encarada “con un criterio nacionalista estre-
cho de la más deplorable seriedad científica”. La dedicada
a la época colonial es “pobrísima”. Le pidió que comentara
su opinión al respecto.38

37 Sobre su solicitud de encontrar en México alguna distribución del Catecis-


mo de 1810 le comentó que no recordaba nada, que solo existía en Filipinas
un sacerdote que les enseñaba a los nativos lo que debía a España para com-
batir las tendencias independentistas. También le comentó que acababa de
regresar de un largo y extenuante viaje de dos meses que había realizado con
su esposa por 15 bibliotecas. BNAH, ASZ, correspondencia general, caja 1,
fol. 7, exp. Silvio Zavala 6809, carta de Silvio Zavala a Ricardo Donoso, 14
de octubre de 1940.
38 Donoso seguía buscando el Catecismo. Por ello, le comentó a Zavala que
había encontrado una mención a que existía una versión publicada en Méxi-
co en 1811 que posiblemente estuviera en la Biblioteca Nacional. Le pidió
que la buscara porque sería parte del artículo que estaba preparando para la
RHA. BNAH, ASZ, correspondencia general, caja 2, exp. 26, fol. 26815, carta
de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 26 de octubre de 1940; carta de Ricardo
Donoso a Silvio Zavala, 7 de diciembre de 1940; carta de Ricardo Donoso a
Silvio Zavala, 4 de febrero de 1941.

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La Revista de Historia de América • 103

Las notas bibliográficas no llegaron, por lo que Zavala


se mostró preocupado y le urgió a que las enviara pronto a
fin de que salieran en el número 11 porque “la producción
chilena no ha aparecido en nuestras páginas”. Donoso le
contó que había estado ocupado asistiendo en representa-
ción de Chile a la Asamblea del IPGH reunida en Lima.
Aunque el evento le fue de gran utilidad para encontrar-
se con amigos mexicanos (Caso, Tamayo, Mojica y Sán-
chez, con quien además viajó de regreso a Chile), así como
los colegas estadounidenses (Charles W. Hackett y Charles
Haring), le envió con atraso dos notas bibliográficas.39 Le
envió también su libro recientemente publicado sobre el
marqués de Osorno, el cual podía reseñar Almeyda para la
RHA, pero antes de comentarlo con él le pidió que lo leyera
y diera su opinión, debido a que algunas de sus afirmaciones
no les agradaron a amigos de Lima y, posiblemente, surgiera
una polémica al respecto. Antes de despedirse lo felicitó por
su iniciativa para organizar un Centro de Investigaciones
Históricas (el CEH de El Colegio de México). Esperaba, le
dijo, que encontrara “la ayuda de la juventud”.40
El artículo de Donoso fue publicado, pero la reseña del
libro quedó en espera porque el ejemplar se perdió y hubo
que enviarlo nuevamente. Los otros temas abordados en las
cartas cruzadas entre junio y septiembre dan cuenta de las
notas bibliográficas (las cuales se ajustarían a los criterios
solicitados), el pago de su artículo publicado, la obtención

39 Él enviaba notas, efectivamente, pero no fueron de su autoría. Se trataba de


notas sobre libros suyos o prologados por él.
40 A vuelta de correo, Zavala lo felicitó a Almeyda por las notas bibliográficas
que habían enviado, solo le pidió que se acortara la extensión. Como habían
llegado un poco tarde, no saldrían en el número 11, sino en el 12. Le avisó
que no había recibido el libro que le mencionó sobre el Marqués de Osorno
(por lo que le envió su dirección). Zavala le avisó que en Madrid se había
fundado la Revista de Indias, en la cual elogiaron un trabajo suyo aparecido a
la revista sobre Carvallo y Goyeneche. BNAH, ASZ, correspondencia gene-
ral, caja 2, exp. 26, fol. 26815; carta de Silvio Zavala a Ricardo Donoso, 27 de
febrero de 1941; carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 30 de abril de
1941; carta de Silvio Zavala a Ricardo Donoso, 15 de mayo de 1941.

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104 • La Revista de Historia de América

de libros, el proyecto editorial del recientemente creado


Fondo de Cultura Económica, la calidad de documentos
a publicar y la solicitud de que se agregara a la lista de
suscriptores de la RHA a su colaborador Aniceto Almeyda
(para lo cual también enviaba la dirección).41
Los últimos meses de 1941 mantuvieron el intercambio
para tratar temas de la revista y otros de interés; por ejem-
plo, continuó su crítica a la colección que coordinó Levene
sobre Historia de América, porque su trabajo había genera-
do una reacción violenta del expresidente Arturo Alessan-
dri, quien escribió 180 páginas para rebatir.42 Al parecer,
Zavala tomó nota de su preocupación por la polémica con
el expresidente de Chile a raíz del capítulo publicado en la
colección, al cual Alessandri respondió con la publicación
en un periódico de México de un artículo insultante para
Donoso. El chileno esperaba que en la RHA se publicara
su réplica, aunque en los índices y en nuestra base no hay

41 Donoso necesitaba el libro Historia social, política y religiosa de los judíos de


España y Portugal, que vendía la antigua Librería Robredo en la Ciudad de
México. Donoso le avisó que se había entrevistado con Cosío Villegas en
Santiago, quien le había comentado sobre sus proyectos editoriales. Le
envió la revista de la Sociedad de Geografía e Historia y le avisó que próxi-
mamente saldrían impresos dos volúmenes de las Actas de Cabildo de San-
tiago (siglo XVII) y un volumen de las mensuras de Ginés de Lillo. Apenas
salieran, prometió, se los enviaría porque las consideraba de su interés.
BNAH, ASZ, correspondencia general, caja 2, exp. 26, fol. 26815, carta de
Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 16 de junio de 1941; carta de Silvio Zavala a
Ricardo Donoso, 24 de junio de 1941; carta de Ricardo Donoso a Silvio
Zavala, 14 de agosto de 1941; carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 5 de
septiembre de 1941.
42 Él pretendió que Levene lo publicara como un apéndice de la obra, pero no
tuvo respuesta. A Zavala no le preocupaba la respuesta de su trabajo en la
Colección porque dudaba de que alguien la hubiera leído en México (y
mucho menos comentado al respecto). En cambio, se mostró preocupado
por una beca que intentó conseguir para ir a los archivos de la Argentina
para poder ampliar su trabajo al Cono Sur, como lo había solicitado Hanke.
Le pidió si podía conversar sobre este tema con colegas argentinos para
conseguir un aval de una universidad de ese país. BNAH, ASZ, correspon-
dencia general, caja 2, exp. 26, fol. 26815, carta de Ricardo Donoso a Silvio
Zavala, 14 de octubre de 1941; carta de Silvio Zavala a Ricardo Donoso, 27
de noviembre de 1941.

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La Revista de Historia de América • 105

evidencia de ello. En la misma carta le agradeció el envío


de un artículo de Arnáiz sobre Fausto de Elhuyar, el cual
llegaba en buen momento porque Ernesto Greve estaba
preparando un trabajo sobre ese tema. Le comentó también
que Almeyda estaba elaborando un trabajo sobre el libro de
Rafael Altamira publicado recientemente en Buenos Aires,
el cual esperaba sería de interés para sus lectores.43

Lazos fuertes
Existieron tres consejeros que cumplieron una función sus-
tantiva como mediadores de la red, quienes permitieron
no solo concretar secciones enteras (como veremos, funda-
mentalmente la de bibliografía), sino también expandir los
horizontes de la publicación para que adquiriera un per-
fil continental. Estos personajes son Lewis Hanke, Rafael
Heliodoro Valle y José Torre Revello. De los dos últimos

43 Le envió también ejemplares del libro de Bowman Los senderos del desierto de
Atacama, publicado por la Sociedad de Geografía e Historia de Chile, a la
espera de que hicieran una reseña sobre esta importante obra, traducida por
Emilia Romero, distinguida amiga suya, esposa de Rafael Heliodoro Valle,
“ciudadano de América y amigo muy querido mío”. Sin embargo, no se
publicó una reseña sobre ese libro. BNAH, ASZ, correspondencia general,
caja 2, exp. 26, fol. 26815, carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 13 de
enero de 1943. Tres años después, encontramos una última carta intercam-
biada por ambos en relación con la RHA. En la respuesta de Donoso agrade-
cía la carta de Zavala (del 11 de septiembre de 1946) en la cual le comentaba
sobre la reunión de Caracas, acuerdos que esperaba poder estudiar una vez
que fueran publicados. Le agradecía mucho el pésame que le había dado por
la muerte de su hermano, de quien había estado reuniendo sus trabajos dis-
persos en periódicos con la esperanza de publicarlos. Le comentó también
sobre la muerte de don Domingo (por Amunátegui Solar), del que enviaba
una nota necrológica por Almeyda para la revista de la Sociedad de Historia
y Geografía de Chile y le prometía que redactaría una para la Revista (ver en
el capítulo sobre notas necrológicas en este libro). Amén de estos pesares,
había estado muy ocupado corrigiendo las pruebas de imprenta de su libro
Las ideas políticas en Chile, el cual publicaría la colección Tierra Firme del
Fondo de Cultura Económica. Le pidió que le diera un vistazo y comentara
su opinión y, una vez publicado, se escribiera de él en la RHA. Lo felicitó por
la propuesta de crear la Comisión de Historia y le confesó que esperaba que
él fuera su presidente. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3,
exp. 88, carta de Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 16 de septiembre de 1946.

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106 • La Revista de Historia de América

haremos un análisis en capítulos posteriores; a Hanke lo


abordaremos a continuación. Esto se debe no solo al peso
específico, al prestigio dentro de su campo académico, sino
más bien a su capacidad de haber sido el principal media-
dor entre la academia estadounidense y la latinoamerica-
na. Personalmente se encargó de seleccionar y enviar una
numerosa cantidad de libros, folletos y revistas de aquel
país a la revista para ser incluida la información en la sec-
ción. Además, sirvió de mediador para contactar a cole-
gas estadounidenses que se encargarían de colaborar en la
revista. Para ello, utilizó sus redes académicas no solo entre
historiadores, sino también entre bibliógrafos, lo cual fue
posible gracias a su puesto como director de la División
de Asuntos Hispánicos en la Biblioteca del Congreso. Las
cartas analizadas son solo una parte de la nutrida corres-
pondencia entre ambos, pero solo se seleccionaron aquellas
que mencionan algún tema relativo al funcionamiento de la
RHA. Esto no implica que en ellas no intercambiaran opi-
niones sobre libros (de ellos y de otros colegas), preocupa-
ciones sobre el acceso a documentos y noticias académicas y
personales sobre historiadores que tenían en común, entre
otros temas. Ese conjunto de información aparentemente
desconectada era indispensable para delinear ese perfil de
historiador que buscaban formar.44
Seguir este intercambio epistolar permite observar el
proceso de toma de decisiones relevantes para la publica-
ción. Al mismo tiempo, posibilita entender la función de
mediación que realizó Hanke. Por este motivo, en las pági-
nas que siguen nos referimos a otros estadounidenses que
se involucraron en la RHA a través de Hanke, como Bert
James Loewenberg y Ronald D. Hussey.

44 De Hanke a Zavala registramos 32 cartas y otras 21 cartas recíprocas. A


estas se les sumaron otras ocho que remitió Hanke a otros colegas estadou-
nidenses para poner en contacto a Zavala y otros documentos como listas de
libros, memorandos y circulares que escribió Hanke para fomentar la cola-
boración de estadounidenses en la RHA.

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La Revista de Historia de América • 107

Lewis Hanke y la academia estadounidense


En el capítulo anterior mencionamos cómo se conocieron
Hanke y Zavala en Madrid. Durante ese decenio, además de
la RHA, ambos compartieron otros proyectos conjuntos.45
En la RHA, Hanke tuvo como autor una participación
menor en ese decenio: solo un breve artículo en inglés en
el número 1 (“The ‘Requerimiento’ and Its Interpreters”).
Sobre él y su obra también se hicieron reseñas y comen-
tarios. Sin embargo, como mediador con la academia esta-
dounidense tuvo un rol fundamental. Cómo interpretar
entonces su actuación en la RHA: había un vínculo fuerte
con Zavala, cuyo origen se encuentra en sus intereses de
investigación compartidos; además, es evidente que se ayu-
daron mutuamente para adentrarse en mundos académicos
tan distintos. Por una parte, Zavala colaboraba con él con
material de archivo y con contacto con colegas, institucio-
nes y autoridades. Por otra parte, Hanke acercaba el univer-
so de los scholars estadounidenses que investigaban sobre
América Latina y los daba a conocer, a ellos y a sus libros.
Para ellos, fue de gran utilidad que Hanke fuera el director

45 Hanke escribió la introducción al libro de Zavala Del único modo de atraer a


todos los pueblos a la verdadera religión, publicado por el Fondo en 1942. Al año
siguiente, Zavala, Millares Carlo y Hanke publicaron Cuerpo de documentos
inéditos del siglo XVI donde los derechos de España en las Indias y las Filipinas.
Esta labor convenció al estadounidense de que el mexicano era “uno de esos
académicos poco frecuentes” pues se ocupaba no solo de sus publicaciones,
sino de la historia en general. En 1946, Hanke le propuso un viaje oficial a
Europa como miembro de la Hispanic Foundation de la Biblioteca del Con-
greso en Washington para averiguar el estado de los estudios hispánicos
después de la guerra. Zavala se negó a participar porque el viaje incluía ir a la
España de Franco. En 1949, Hanke estuvo nueve meses en México para rea-
lizar tareas para la Biblioteca del Congreso (microfilmes, entre otras) y
avanzar en su investigación sobre la vida de Las Casas.
Gracias a la mediación de Zavala, aprovechó para discutir con muchos his-
toriadores mexicanos. Además, coincidieron nuevamente con Zavala en la
organización del primer congreso de historiadores de ambos países realiza-
do en Monterrey. Lewis Hanke e Isabel Vericat, “Experiencias con Silvio
Zavala, 1933-1939: algunos recuerdos al azar,” Historia Mexicana XXXVIII,
no. 4 (1989): 602-605.

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108 • La Revista de Historia de América

de la División de Estudios Hispánicos de la Biblioteca del


Congreso y que Zavala, a su vez, fuera el director del Centro
de Estudios Históricos de El Colegio de México. A esto se
le suma el interés de Hanke por hacer circular en América
Latina el Handbook of Latin American Studies. Es evidente que
para Hanke era importante el proyecto del Handbook y que
para alcanzar algún tipo de difusión en Hispanoamérica era
indispensable contar con la ayuda de Zavala.46
Hanke y Zavala discutieron el proyecto de la RHA. El
intercambio académico tan favorable tuvo, empero, algu-
nas tensiones relacionadas con el Handbook y la sección
Bibliografía de la RHA, porque, de alguna manera, supo-
nía una competencia para los lectores latinoamericanos. El
estadounidense pensaba que eran más importantes para la
revista breves reseñas de todo el material que aparecieran
en esos países, organizadas por temas (como lo hacían ellos
en el Handbook), cortas y selectivas de los libros más impor-
tantes. Consideraba que la labor que realizaba el Handbook
bajo su dirección era suficiente, por lo que era inútil que
intentaran hacer listas de todos los trabajos que se publi-
caban, y sugería que se concentraran en poner en la lista
los títulos y el precio, pero solo de lo publicado en México.
De hecho, Hanke le propuso a Zavala su idea de publicar
como número especial de la revista una reimpresión de
la sección de historia del Handbook. La idea era que ese
número lo vendiera en México la Editorial Porrúa a un

46 Por ello, al enviarle copia del índice del tercer número, le propuso que se
pudieran enviar copias a los suscriptores de la revista y utilizar su lista de
suscripción para enviar una copia descriptiva del Handbook, del que le dijo
que sus ventas eran muy decepcionantes. Se ofrecía a asumir los costes que
eso implicaba, aun sabiendo que era difícil vender el manual a los latinoame-
ricanos debido al precio (que rondaba los 1.50 y 2 dólares). Esperaba contar
con la colaboración de buenos vendedores de libros en México, Brasil,
Argentina y Chile para su distribución y le preguntó si pensaba que Porrúa
Hermanos estaría interesado. En cada carta que se enviaban había referen-
cias sobre el Handbook; la preocupación por la circulación de la obra era evi-
dente. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797,
carta de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 11 de agosto de 1938.

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La Revista de Historia de América • 109

precio aproximado de 75 pesos mexicanos, al costo, en sus


estimaciones.47
Zavala no estuvo de acuerdo. En su opinión, la labor
que realizaba el Handbook para difundir los libros publi-
cados en el continente era importante, pero al ser una
publicación anual, no podía informar sobre las novedades,
labor que realizaban otras publicaciones europeas, como
Ibero–Amerikanisches Archives, Hispanic American Historical
Review y el Journal de la Société des Américanistes. Sostuvo,
además, que el hacer estos listados de libros cumplía tam-
bién una función dentro del Instituto, porque todo este
material llegaba a su biblioteca y el dar cuenta en la revista
era una manera de realizar el registro de su ficha de ingreso.
Dada la gran cantidad de libros enviados, sería imposible
hacer reseñas de todo el material. La idea no era que todo
este trabajo recayera en Heliodoro Valle, sino que este se
encargara de coordinar junto a otros que, como Torre Reve-
llo, enviaban la información pertinente. Lo que le parecía
importante, y lo sometería a discusión de los otros “com-
pañeros editores”, era la modificación en la clasificación de
los materiales. Por todo esto, recordó que el interés de la
sección de revistas y libros era la de “acercar los estudios
que se realizan en cada país del continente”. Le pidió que
enviara a la revista críticas de libros, listas trimestrales de lo
publicado en su país sobre historia “de interés continental”
y notas de artículos de revistas de ese período, información
para el público hispanoamericano de lo que se publicaba
en Estados Unidos. Zavala respondió a la inquietud que
le preocupaba a Hanke sobre la difusión del Handbook en
los países hispanoamericanos; le sugirió que no podría dis-
tribuirse ni venderse en librerías, sino mediante donación

47 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 16 de noviembre de 1938.

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110 • La Revista de Historia de América

con instituciones científicas oficiales, y se ofreció a tratar el


tema con el Instituto.48
En respuesta, Hanke aceptó su sugerencia de que el Ins-
tituto distribuyera el Handbook, pero a través de la compra
de un número considerable, por lo que esperaba pudiera
tratar ese tema de manera confidencial por la relación con
Porrúa. Sobre el tema bibliografía, insistió en que debían
presentarse todos los títulos de los capítulos y los docu-
mentos de cada libro, pero que la mejor sección para dar
tanta información debía ser Reseñas, en la que la crítica
podría evaluar esa información. Tampoco consideraba con-
veniente que se pusieran tantas notas a pie de página en
las notas bibliográficas de los artículos.49 Esperaba que sus
críticas fueran consideradas con la intención de mejorar
la revista.50
De manera paralela en la que trabajaban planes para la
distribución del Handbook y discutían la manera de mejo-
rar la sección bibliográfica, Hanke enviaba datos de cole-
gas estadounidenses para agregar a la lista de distribución,
como Robert Ricard (Argelia), Leonard Irving (Nueva York),
John T. Lanning (Duke University)51 y Henry A. Wagner
(California).52

48 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Silvio Zavala a Lewis Hanke, 18 de noviembre de 1938.
49 Ver el capítulo de bibliografía, en el que se explica la organización de las
notas bibliográficas de libros y revistas en el primer período (1938-1940).
50 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 26 de noviembre de 1938.
51 En la carta, además, Hanke se alegraba de que Zavala hubiera conseguido
finalmente una copia del manuscrito de Oaxaca para su museo y que estaba
en gestiones con un dominicano alemán, Benno Biermmann, para publicar-
lo. Quería indagar si sería posible publicarlo en su volumen de la Biblioteca
Mexicana de Obras Públicas. BNHA, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 17 de agosto
de 1938.
52 Contó que Wagner tenía dos artículos que podría enviar para ser publicados
en la revista: “Cortés before the conquest” y “Calendar of the Process before
the Council of the Indies (1540-1546) brought by Cortés”. Él preguntó si
podía enviar los dos para poder seleccionar el que considerara mejor.

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La Revista de Historia de América • 111

Las propuestas de Hanke continuaron. Se le ocurrió


que era conveniente escribirles a los editores para que ellos
enviaran los libros de interés para la revista y le mandó
un borrador a Zavala, que aceptó la propuesta y, con hoja
membretada, se redactó una carta firmada por Hanke en la
cual se presentaba la revista y se indicaba que, como miem-
bro del Consejo Directivo por parte de Estados Unidos,
era el responsable de proveer la información bibliográfica
de los libros publicados en su país que fueran de interés.
Para enfatizar el valor de la RHA, se afirmaba que 1500
personas e instituciones recibían la revista. Les agradecía
el envío de copias de reseñas y de libros, las cuales serían
resguardadas en la biblioteca del IPGH en México después
de ser reseñadas. La carta fue enviada a una nutrida lista
de editoriales universitarias y comerciales, principalmente
neoyorquinas.53
Paralelamente, Hanke seguía discutiendo con Zavala
sobre la pertinencia de los trabajos que publicaban sus com-
patriotas en la revista. Tras recibir los artículos y leerlos,
Hanke le escribió nuevamente a Zavala para decirle que
consideraba mejor que se publicara el artículo titulado “The
Proceso”, que iba adjunto. A los pocos días, Zavala los reci-
bió y respondió de inmediato que, tras la lectura del trabajo

BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 28 de noviembre de 1938.
53 Esta carta fue enviada a los siguientes editores de libros en Estados Unidos:
Willett Clark & Co. (Chicago), The Bobbs-Merril Co. (Nueva York), The
Caxton Printers Ltda. (Caldwell, Idaho), Columbia University Press (Nueva
York), F. S. Crofts & Co. (Nueva York), the Dial Press (Nueva York), Field
Museum of Natural History (Chicago), Harvard University Press (Cambrid-
ge), Hispanic Society of America (Nueva York), P .S. King & Son Ltda. (Lon-
dres), J. R. Lippincott Co. (Nueva York), L. C. Page and Co. (Nueva York),
Reynal and Hitchcock Inc. (Nueva York), Saunders Studio Press Stanford
University (California), Frederick A. Stockes Co. (Nueva York), University
of New Mexico Press (Alburquerque), University of Pennsylvania Press
(Filadelfia), J.J. Augustin (Nueva York). BNHA, ASZ, serie correspondencia
general, caja 1, exp. 49, fol. Silvio Zavala 6797, carta de Lewis Hanke a Silvio
Zavala, 16 de diciembre de 1938.

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112 • La Revista de Historia de América

de Wagner, consideraba que era apto para la revista. Sin


embargo, sugirió una serie de cambios.54
Pese a la regular correspondencia mantenida entre
ambos, no siempre Hanke era consultado para la publica-
ción de artículos escritos por otros estadounidenses, motivo
por el cual a veces le señalaba su molestia. Por ejemplo, se
quejó de que se había publicado el trabajo de Wilgus Alva
Curtis, titulado “Some Recent Children’s stories dealing
with Spain and Spanish America Published in the United
States”. No entendía por qué lo había hecho, dado que no
era apropiado para una publicación académica (learned jour-
nal). Le dijo que esperaba que en el futuro no publicara nada
que proviniera de colegas de su país sin antes enviárselo a él
para que diera su opinión, y que pensaba que sería muy difí-
cil conseguir la colaboración de otros colegas de este país
si artículos como ese se publicaban en la revista. El duro
comentario no impidió que Hanke hablara de historiador a
historiador sobre posibles artículos y otras cuestiones labo-
rales, así como de que solicitara que se incluyera a la lista
de suscriptores a George Vaillant (del American Museum of
Natural History, Nueva York), el reverendo Francis Boris

54 Sugirió que quedara “The Proceso” como título principal, pero que se aña-
diera algún subtítulo “más expresivo” como “documentos judiciales relativos
al descubrimiento o a las expediciones tales o de tal región”. Le pidió tam-
bién que le preguntara al autor sobre una serie de datos históricos, pues era
evidente que le preocupaba que no hubieran sido tenidos en cuenta, por lo
que, a través de su rol como editor e historiador, se permitía enviarle algu-
nas preguntas a Hanke, dado que no tenía confianza con el autor para escri-
birle directamente. Específicamente le preocupaba que Wagner no hubiera
tenido en cuenta algunos documentos publicados por Aiton sobre la visita
de Sandoval en tiempos del virrey Mendoza. También observó que el autor
afirmaba que solo podía dar signaturas antiguas del Archivo de Indias, pero
Zavala consideraba que podía revisar la publicación realizada por Hill en la
que explica las equivalencias (publicado en Hispanic American Historical
Review) y hacer una nota con la referencia bibliográfica. BNHA, ASZ, serie
correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de Silvio Zavala a
Lewis Hanke, 16 de diciembre de 1938.

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La Revista de Historia de América • 113

Steck (Washington), Ralph Beals (Universidad de California,


Los Ángeles) y Madaline Nichols (Massachusetts).55
A esta ardua labor se le sumaba la que Hanke tenía
con la publicación del Handbook y su trabajo en la Biblioteca
del Congreso. Por ello, cuando aparecieron problemas de
salud, el estadounidense le escribió a Zavala para expresarle
su intención de renunciar al Consejo de la RHA. No con-
sideraba que el ofrecimiento de Zavala de darle una ayu-
da con una secretaria fuera suficiente.56 Estando Zavala en
Washington se encontraron y el mexicano logró convencer-
lo de que no renunciara, pero que se organizara de manera
distinta su aportación. Él escribiría a las editoriales y publi-
cistas (a los que ya se había dirigido antes para solicitarles
que le enviaran el material) para pedirles que lo manda-
ran al Instituto en México. Lo alentó diciéndole que cuan-
do pudiera descargar un poco del trabajo de la Biblioteca,
reanudaría su colaboración. Las editoriales respondieron
bien y enviaron los libros a México. Dado que era material
costoso, debían darles un acuse de recibido, y cuando saliera
la reseña o la nota correspondiente, enviarles un ejemplar
de la revista para que observaran su incorporación. Para los
libros de antropología proponía informar a Comas, el edi-
tor del BBAA. Posiblemente por esto, Hanke se comunicó

55 Hanke le comentó sobre los manuscritos aztecas que se encontraban en el


museo de México, con los cuales consideraba que Zavala podría hacer una
guía completa para publicarse en el Handbook. Se refirió también al artículo
que estaba preparando para Roscoe Hill, una guía general sobre los archivos
mexicanos, el cual sabía que Hill esperaba que se lo enviara apenas termina-
ra de prepararlo. Por último, le comentó que Putnam le había ofrecido ofi-
cialmente, y él había decidido aceptar, el puesto de jefe de la nueva división
de estudios hispánicos en la Biblioteca del Congreso, pero como Putman
quería hacer el anuncio oficial, le pedía que mantuviera la información de
manera confidencial. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1,
exp. 49, fol. 6797, carta de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 21 de marzo de
1939.
56 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 24 de marzo de 1939

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114 • La Revista de Historia de América

con sus contactos editoriales en Estados Unidos para solici-


tarles que enviaran los libros a la dirección del IPGH.57
Al parecer, Zavala lo convenció, puesto que Hanke
continuó como miembro del Consejo Directivo, aunque
desplegaron nuevas estrategias para sumar colaboradores
estadounidenses.58 Redactaron un memorándum en el cual
se aclaraba que las publicaciones de historia en aquel país
eran desconocidas o de difícil acceso en el resto de los países
americanos, pese al gran interés que existía en los últimos
años por aumentar el intercambio entre Estados Unidos e
“Iberoamérica”, razón por la que manifestaban interés en
acercar al público su producción, pero que como hasta ese
momento (el número 7) no se había podido seguir el movi-
miento bibliográfico de actualidad con la rapidez necesaria
y de la manera adecuada (por la falta de conocimiento de
la historia del país vecino), abrían la búsqueda de coope-
ración de “algún bibliógrafo o historiador distinguido de
la Historia de los Estados Unidos” que se hiciera cargo de
esta parte de la sección bibliográfica, de libros de historia,
considerando el público al que se dirigían. Pensaban que
en un principio podría tratarse de trabajos sobre historia
diplomática (de Estados Unidos en relación con los otros
países del continente); los problemas de contactos raciales
dentro de este país; el desarrollo de la civilización (emigra-
ción, proceso industrial y económico, ideas políticas, “la alta
cultura”); la historia regional “de las provincias de origen

57 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13 fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 16 de junio de 1939; exp. 49, fol.
6797, carta de Lewis Hanke a editor de The Book Review, 6 de julio de 1939.
58 La decisión parece haberse tomado entre junio y julio de 1939, porque a tra-
vés de la correspondencia entre Silvio Zavala y Pedro Sánchez se puede ver
cómo se pasó de una renuncia definitiva a que se mantuviera como conseje-
ro de la RHA “en las condiciones que usted me indica”. No tenemos la carta
en la que Zavala explica las condiciones, pero suponemos que estas tienen
que ver no solo con una retribución mayor, sino también con las estrategias
de sumar más colaboradores estadounidenses. BNAH, ASZ, Serie IPGH,
caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Pedro Sánchez a Silvio Zavala, 19 de junio
de 1939 y 26 de julio de 1939.

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La Revista de Historia de América • 115

español” (Texas, California, Florida, etc.). Como la revis-


ta se publicaba trimestralmente (abril, agosto y diciembre),
la colaboración debía estar en México el último día del
mes anterior (marzo, julio y noviembre). La idea era que
esta periodicidad respetara también lo novedoso. Calcula-
ban que con que se diera cuenta de unos 40 libros en cada
número sería suficiente, pero anticipaban que no espera-
ban que fuera riguroso, sino dar una idea aproximada de
la bibliografía. Esta sección debía comprender información
de libros y folletos importantes. En cuanto a las revistas,
todavía contaban con una sección especial, en la que se
podrían poner los artículos de la American Historical Review
y algunas otras revistas de historia de Estados Unidos. Se
advertía que no debían incluirse libros, folletos ni revistas
publicados en su país acerca de la historia de los otros países
iberoamericanos, porque de eso se encargaría otro colabo-
rador. Esperaban que esas contribuciones fueran en inglés,
garantizaban que se publicarían sin traducción y ofrecían
que se quedaran con los libros referidos, aunque también
podían enviarlos a la biblioteca del IPGH. Con cada con-
tribución se les haría llegar un sobretiro de la sección de
unos 50 ejemplares.59
Hanke también se ocupó de conseguir que la RHA
circulara en su país a través del canje con otras publicacio-
nes académicas. Por caso, le escribió a Robert L. Schuyler,
editor de American Historical Review (de Nueva York), para
enviarle un ejemplar, presentándola como una revista his-
tórica cuyo editor estaba estudiando en la Biblioteca del
Congreso con una Beca Guggenheim, y le pidió canje.60
El llamado no obtuvo el resultado esperado, por lo que
Hanke siguió escribiendo cartas personales para invitar a

59 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797,
Memorándum sobre la colaboración de los EUA en la bibliografía de la RHA
del IPGH.
60 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Robert L. Schuyler, 11 de julio de 1939.

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116 • La Revista de Historia de América

sus compatriotas historiadores a colaborar.61 Mientras se


conformaba este equipo, Madaline Nichols, que trabajaba
en la Biblioteca del Congreso con Hanke, se encargaría de
hacer las notas bibliográficas de los libros publicados en
Estados Unidos sobre América Latina. Al poco tiempo, la
bibliógrafa tuvo que ser reemplazada. Para sustituirla, Han-
ke pensó en Irving Leonard, quien tras dejar la Fundación
Rockefeller se encontraba enseñando en la Universidad de
Brown. Leonard había intentado conseguir un soporte eco-
nómico para la RHA cuando se encontraba en la fundación,
pero no lo había conseguido. Aprovechó, en posdata, para
preguntarle qué sabía de Altamira porque no había escucha-
do nada al respecto en la Fundación Carnegie, pese a que el
fondo para ayudarlo estaba disponible.62
Zavala le respondió que no se preocupara tanto por
conseguir subsidios para la RHA, puesto que no era una
necesidad inmediata por el momento. En la corresponden-
cia también se dedicaban a Rafael Altamira, que entonces
estaba en Bayona. Hanke le había contado que había un
fondo disponible para él en la Fundación Carnegie. Zavala
esperaba que la Embajada de Estados Unidos en Madrid
pudiera ayudarlo porque la de Francia no se comunicaba
con la parte del país que se encontraba ocupada por los
alemanes.63

61 Le escribió al profesor Henry S. Commager de la Universidad de Columbia


para invitarlo en nombre de Zavala a ayudarlo a encontrar a un joven histo-
riador estadounidense que quisiera cooperar en la revista enviando tres
veces al año notas bibliográficas de los trabajos más importantes publicados
en su país (con un pago por el trabajo). BMN, ASZ, caja 1, exp. 5, fol. 6794,
carta de Lewis Hanke a Henry Commager, 21 de noviembre de 1939.
62 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 14 de octubre de 1940 y carta de Lewis
Hanke a Silvio Zavala, 18 de octubre de 1940.
63 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Silvio Zavala a Lewis Hanke, 25 de octubre de 1940. Como se sabe, Zava-
la realizó muchas gestiones para que Altamira pudiera viajar a América, lo
que se concretó en 1944. En estas gestiones hubo una triangulación entre
Silvio Zavala, Lewis Hanke y Ricardo Levene. Ver Andrés Lira, Exilio político

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La Revista de Historia de América • 117

Leonard aceptó colaborar con la RHA, realizando rese-


ñas de un número pequeño de libros “importantes”, dadas
sus ocupaciones como maestro.64 Pese a la mención de Leo-
nard, encontramos escasas referencias a su participación
(una reseña y algunas reseñas de una obra de su autoría), al
parecer, Nichols siguió escribiendo las notas bibliográficas
de los libros publicados en Estados Unidos sobre América
Latina en los números 6 al 10.65 Quien se sumó a la ardua
labor de la bibliografía fue Bert James Loewenberg, nombre
que fue sugerido a Hanke por el profesor Schlesinger. Al
escribirle, le comentó las condiciones de la sección, pero
para tranquilizarlo le dijo que seguiría una manera similar
en la organización a la que utilizaba Grace Griffins en Histo-
ria Americana. Loewenberg le escribió a Zavala para comen-
tarle que le gustaría aceptar su propuesta de colaborar con
la RHA, pero que sería conveniente que lo discutieran per-
sonalmente en Washington.66 Aparentemente, la reunión se
dio porque el estadounidense comenzó a colaborar. Para
ello, Hanke y él mantuvieron un contacto frecuente a través
del cual se aseguraban el envío de los libros y que las notas
bibliográficas y las reseñas solicitadas tuvieran la calidad
que esperaban.67

y gratitud intelectual. Rafael Altamira en el archivo de Silvio Zavala (1937-1946)


(México: El Colegio de México, 2012).
64 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, s.f. Calculamos que se trata de una carta
fechada en diciembre de 1940 porque en ella hace referencia también a que
acababa de recibir el número 9 de la revista, correspondiente a mayo-agosto
de ese año.
65 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 14, fol. 6802, carta
de Lewis Hanke a Bert James Loewenberg, 4 de marzo de 1940.
66 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 14, fol. 6802, carta
de Lewis Hanke a Bert James Loewenberg, 28 de noviembre de 1939; carta
de Bert James Loewenberg a Silvio Zavala, 10 de diciembre de 1939.
67 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 14, fol. 6802; carta
de 23 de abril de 1940 y 4 de marzo de 1940.

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118 • La Revista de Historia de América

Tras el envío de Loewenberg, Zavala le hizo algunos


comentarios para mejorar su colaboración.68 El estadouni-
dense siguió colaborando en la revista. Zavala le comentó
los cambios en la sección Bibliografía,69 que dejaba de cla-
sificar libros por país y lo haría por temas.70 Loewenberg
le sugirió a Zavala agregar el canje con algunas revistas de
su país (The New England Quarterly, Journal of the History of
Ideas, Isi, South Atlantic Quarterly). También sugirió incor-
porar folletos a las notas bibliográficas, con lo que Zava-
la estuvo de acuerdo siempre y cuando fuera un material
valioso desde el punto de vista histórico. Por último, le
comentó que quería incluir más de un libro en las reseñas,
a lo que Zavala accedió siempre y cuando no se extendiera
en cantidad de páginas.71
Loewenberg siguió participando, enviando notas
bibliográficas y también escribió un artículo, mediando
siempre la relación con Lewis Hanke.72 El artículo sobre
historiografía en los Estados Unidos fue publicado en el
número 12, pero Loewenberg le hizo notar a Zavala que
había cometido una serie de errores de tipeo en torno a
fechas importantes. Para enmendarlo, Zavala le propuso

68 Como Loewenberg había aumentado ampliar la cantidad de notas sobre


libros (de 30 a 35), Zavala propuso que solo 29 o 30 tuvieran una nota corta
de media página, y que solo 5 o 6 fueran largas, de una página o una página y
media. Solo los mejores libros serían los seleccionados para las reseñas lar-
gas. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 14, fol. 6802,
carta de Silvio Zavala a Bert James Lowenberg, 6 de marzo de 1940; carta de
Bert James Lowenberg a Silvio Zavala, 9 de marzo de 1940.
69 Ver los cambios en el capítulo de bibliografía.
70 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, fol. 6822, carta de Silvio
Zavala a Bert James Lowenberg, 16 de diciembre de 1940.
71 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 33, fol. 6822, carta
de Bert James Lowenberg a Silvio Zavala, 10 de enero de 1941; carta de Sil-
vio Zavala a Bert James Lowenberg, 25 de febrero de 1941.
72 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 33, fol. 6822; carta
de Silvio Zavala a Bert James Lowenberg, 7 de mayo de 1941; exp. 28, fol.
6817, 11 de agosto de 1941. Cabe mencionar que la última carta es de 1941,
sin embargo, efectivamente desde 1941 a 1948 Loewenberg fue el segundo
miembro de su país en el Consejo Directivo de la revista (junto a Hanke, que
se mantuvo permanente desde 1939).

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La Revista de Historia de América • 119

hacer una fe de erratas en el siguiente número. Aprovechó


también para comentarle que había estado con Hanke en
México y quedaron de acuerdo en invitarlo para que fuera
parte del Consejo Directivo por los Estados Unidos desde
el número 13 de la revista. Pronto Zavala se encontraría
con Hanke en la reunión de la American Historical Associa-
tion para hablar sobre cosas de la revista. A Hanke le había
gustado su artículo y juntos discutieron la posibilidad de
publicar otro sobre la influencia y carácter de las revistas de
historia en los Estados Unidos. No se trataría solamente de
un artículo bibliográfico, sino que le propuso que se anali-
zaran las ideas y servicios de cada revista importante.73
El otro integrante de este equipo fue Roland D. Hussey,
quien, desde la Universidad de California, le escribió a Zavala
para mencionarle que había hablado con Hanke sobre su cola-
boración, pero que, como todos, se encontraba muy ocupado,
aunque con un genuino deseo de ayudar a la revista, por lo que
le pidió más detalles. Aprovechó para comentarle que no había
recibido dos números de la revista, porque estaba muy interesa-
do en unos artículos allí publicados. Envió junto con la carta un
pequeño artículo para ser publicado (“Spanish Colonial Trails
in Panama”, que salió en el número 6, de agosto de 1939). Zavala
le respondió rápidamente para darle más detalles y convencerlo
de que el trabajo no sería tan abrumador. Le comentó que ya
tenían respuesta de Loewenberg, de la Universidad de Dako-
ta del Sur, que se encargaría de la historia general de Estados
Unidos, por lo que le proponían que se dedicara solo a las “pro-
vincias de origen español”. Le adjuntó el memorándum en el
que se aclaraban las tareas y sus características y le anticipó que
se trataría de notas breves (20 líneas en promedio) cada cuatro
meses. Hanke enviaría los libros, tras pedírselos a los publicis-
tas, pero para ello requería que le enviara mensualmente una lis-
ta de las obras que considerara, a partir de los anuncios y notas

73 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 33, fol. 6822, carta
de Bert James Lowenberg a Silvio Zavala, 3 de noviembre de 1941; carta de
Silvio Zavala a Bert James Lowenberg, 8 de noviembre de 1941.

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120 • La Revista de Historia de América

en revistas y periódicos estadounidenses. La selección de estas


obras debía basarse en que fueran de interés para los lectores de
la revista, por lo que no debían tratar de historia local.74
Hussey se puso a trabajar en las notas bibliográficas, pero
también en la elaboración de algunas reseñas, por lo que le pidió

74 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de
Roland D. Hussey a Silvio Zavala, 4 de enero de 1940; carta de Silvio Zavala a Hus-
sey, 13 de enero de 1940. El segundo memorándum fue más específico que el ante-
rior.Enélseaclarabaqueescogeríanadospersonasparaesetrabajo.Unasededica-
ría solo adar cuenta delas obras que aparecieran sobrela historia delas “provincias
de origen español en EU”, mientras que la otra se encargaría de las obras de historia
de las otras regiones y las de carácter general que mostraran el desarrollo histórico
de ese país. Ambos recibirían las obras de parte de Lewis Hanke, quien se ocuparía
de solicitar los libros a los publicistas y editores y haría la correspondiente división
de obras para los responsables. Una vez que estos hicieran la reseña o descripción
de esos libros, podrían conservar el ejemplar. Para cubrir los costos de envíos,
mecanografía, etc., el IPGH pagaría 15 dólares por cada envío, lo que sumaban 45
porañoporlostresnúmerosquepublicabalarevista.Además,recibiríanunsobre-
tiro de 25 ejemplares y se enviarían otras copias a los publicistas que hubieran
enviadoloslibros.DebíanseguirelmodelodeArgentina,peropodíanintroducirse
modificaciones y mejoras que se consideraran convenientes. Si el colaborador
decidíaqueellibromerecíaunareseña,podríaenviarlaalaotraseccióncorrespon-
diente. Los artículos derevista se comentarían en la forma que se estaba realizando
enlasecciónespecífica, porloquedebíanenviarlasnotasderevistas ylibrosaparte
paraunamejororganización. Debían enviarse enmarzo,julioynoviembreparasu
publicación en el número correspondiente y podían redactarse en inglés. El
memorándum aclaraba que no se trataba de competir con la información que
publicabaensupaís,sinodepublicarunalista“selecta”desuproducciónparaqueel
públicoiberoamericanotuvieraunaideaclaradeldesarrollodelahistoriografíaen
su país. La lista debía contener obras recientes (los meses transcurridos entre un
número y otro), aunque podía extenderse el tiempo dos meses más. Contaban que
la revista tenía un tiraje de 1500 ejemplares y se distribuía de manera gratuita a ins-
tituciones académicas, por lo que si deseaban incorporar más a sus ficheros debían
enviar las direcciones correspondientes. El orden de la bibliografía seguiría un
orden alfabético. La elección del material debía realizarse en función de ciertas
consideraciones: que traten sobre “las provincias de origen español” (en Estados
Unidos); la colonización anglosajona (por el contraste que ofrece a la española y
portuguesa); la historia diplomática (entre Estados Unidos y el resto de los países
americanos); los problemas de contacto racial (entre indígenas y esclavos africa-
nos); la historia dela inmigración, el proceso industrial yeconómico; las ideas polí-
ticas “la alta cultura y en general el desarrollo de la civilización”. Dado su carácter
local debían omitirse las genealogías, la biografía de personajes secundarios y la
historia de pequeñas comunidades. Estas indicaciones podían modificarse si los
colaboradores hacían sugerencias críticas para mejorar el trabajo convenido, el
cual,unavezconcluido,seríaretribuidoporelIPGH.

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La Revista de Historia de América • 121

a Zavala ser más específico sobre esto. En respuesta, el mexi-


cano le aclaró que las notas bibliográficas debían ser de aproxi-
madamente 25 a 30 libros para cada número, cada una de ellas
de media página, con la información útil (título, páginas, etc.)
y una breve descripción o juicio. En el caso de las reseñas, la
extensión indicada era de página y media, solo le pedía que las
notas y las reseñas las escribiera aparte para mantener la orga-
nización. Lo animó a presentar su lista, dado que Loewenberg
ya había enviado la suya.75 Hussey quedó con dudas y le envió
las notas a Hanke en lugar de a Zavala, porque quería asegurarse
de si eso que había preparado era lo que estaban requiriendo.76
En una carta posterior, le comentó al mexicano que veía difí-
cil poder dar cuenta de 20 libros valiosos cada tres meses de la
temática de origen español en Estados Unidos.77
Hanke continuó centralizando el material de Estados Uni-
dos para enviárselo a Zavala, aunque no todo terminó publica-
do en la revista, sino en el BBAA del mismo Instituto, debido a
que, según el criterio de Zavala, eran de corte etnográfico y no
histórico. Además, algunas bibliografías selectas eran enviadas
por Hanke a Zavala para que él realizara la reseña, como fue el
caso del libro de J. H. Parry The Spanish Theory of Empire in the
Sixteenth Century (1940).78
Así, las notas y reseñas que se enviaban para ser publicadas
en la RHA no solo eran seleccionadas por ambos por su valor
histórico, sino que servían para sus investigaciones. Para ello,
era indispensable el canje con publicaciones estadounidenses,
porque una lectura atenta de las novedades bibliográficas le

75 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de
RolandD.HusseyaSilvioZavala,1demarzode1940. Leavisótambién queleesta-
ría enviando el número 7 de la revista y que el IPGH ya había enviado su primer
chequeporlacolaboración.
76 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de
RolandD.HusseyaLewisHanke,31demarzode1940.
77 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 49, fol. 6797, carta de
RolandD.HusseyaSilvioZavala,29dejuniode1940.
78 BMN, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta de Lewis
Hanke a Silvio Zavala, 22 de enero y 5 de marzo de 1941; carta de Silvio Zavala a
LewisHanke,25defebreroy10deabrilde1941.

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122 • La Revista de Historia de América

permitía a Zavala estar atento a la producción de sus colegas,


en especial de temas de investigación afines. Cuando Hanke o
Zavala detectaban estas reseñas, les escribían a sus autores para
solicitar que se enviara un ejemplar a la revista.79
Para esas fechas, Zavala estaba ocupado en la creación del
Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Por
ello, es frecuente que en cada carta comiencen a intercalarse
información sobre la RHA y proyectos académicos relaciona-
dos con el Centro (propuestas, estudiantes, profesores).80 Zava-
la quería contar con su colaboración, por lo que le enviaba un
breve programa del Centro, pues la intención era que alumnos
de otros países fueran por temporadas a realizar sus investi-
gaciones. Además, intercedió ante Alfonso Reyes para sugerir-
le que lo incluyeran en el proyecto para hacer una bibliografía
de los documentos sobre la Historia de México (dispersos en
numerosas colecciones, revistas, libros, etc.).81 Por ello, la infor-

79 Amén del ya comentado libro de Perry, Zavala le solicitó a Hanke que le microfil-
mara el ejemplar del libro de Paul S. Lietz Don Vasco de Quiroga, publicado por
Loyola University Chicago. Había tenido noticias de ese libro a través de Mexican
Review y le parecía importante hacer una reseña para la RHA, la cual, en este caso,
haríaélporqueeltemaleinteresaba.Hankleescribióauncolegaendichauniversi-
dad, Jerome B. Jacobsen, para comentarle que Silvio Zavala, “un prominente colo-
nialista de México” y editor de la RHA, “una de las más serias revistas históricas en
toda Latinoamérica”, le había pedido que consiguiera un ejemplar. Poco después,
HankeleyóellibrodelprofesorA.M.TozzerLanda'sRelacióndelasCosasdeYucatán,
a quien le escribió para agradecerle el libro, felicitarlo y sugerirle que le enviara una
copia a Zavala para la Revista; la reseña se publicó en el número 12. BMN, ASZ,
serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta de Silvio Zavala a
LewisHanke,17dejuniode1941;cartadeLewisHankeaJeromeB.Jacobsen,26de
juniode1941; cartadeLewisHankeaA.M.Tozzer,26dejuniode1941.
80 Con respecto a los favores que se hacían entre ambos para conseguir material, no
soloeranparasustrabajos,sinotambiénparaotroscolegas.ZavalalepidióaHanke
hacer un microfilm de los manuscritos de Cortés que guardaba la Biblioteca del
Congreso a fin de dárselos a una profesora española, especialista en estudios
medievales, que se encontraba realizando un estudio sobre el Marquesado del
Valle en El Colegio de México, quien estaría dispuesta a pagar el costo del micro-
film. Poco después recibió el material, por lo que le agradecía su intervención.
BMN, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta de Silvio
ZavalaaLewisHanke,25defebrerode1941.
81 Los bibliográfos le presentaron esa propuesta a Reyes, quien se lo comentó a Zava-
la, quien a su vez le mencionó que Hanke ya tenía avanzado el mismo proyecto.
Reyeslesugirióqueleescribiera paraversileparecíabieniniciarlalaborencoope-

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La Revista de Historia de América • 123

mación de la bibliografía se complejizó. Además de los inter-


cambios que se venían realizando para que los reseñistas tuvie-
ran el material y fuera enviado a México (tanto los libros a la
Biblioteca del IPGH, como las reseñas o notas), se sumaron soli-
citudes de una gran cantidad de material destinado a crear una
colección de libros para la consulta de profesores y alumnos del
Centro. Buscaba dotar al nuevo centro de libros que no exis-
tían en ninguna biblioteca de México, los cuales temáticamente
eran de historia hispanoamericana colonial. También solicita-
ban material de la colonización de los Estados Unidos, con una
perspectiva de historia social y económica, para “ir despertando
aquí el interés por tales disciplinas”. Los canales eran los mis-
mos: Zavala enviaba una larga lista de material para que fuera
recolectado y enviado a México por Hanke o a alguien especiali-
zado (Henry A. Moe fue de gran utilidad), a quienes les giraría el
gasto correspondiente. Zavala le aclaraba que, en caso de estar
agotados, se podían (si eran cortos) microfilmar, porque el Cen-
tro estaba por comprar una máquina lectora.82
De manera simultánea, el intercambio de esta bibliografía
les permitía a Zavala y a Hanke pensar en nuevas propuestas,
como la de traducir obras del inglés al español, las cuales serían
publicadas por la recientemente fundada editorial del Fondo de
Cultura Económica, a cargo de Daniel Cosío Villegas. Como

ración, es decir, ante la falta de fondos de El Colegio, lo que podía aportar era selec-
cionar a personas competentes en México que le hicieran una parte del trabajo.
BMN, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta de Silvio
ZavalaaLewisHanke,15demarzode1941.
82 Pocos días después, Hanke envió para los miembros del seminario tres volúmenes
deHistoriadacolonizaciónportuguesa,loscualesquedaríanparaelacervodelabiblio-
teca de El Colegio de México. Escribió a la editorial de la Universidad de Harvard
para solicitar que le enviaran copias del libro de Dana Munro (y comentó también
la posibilidad de traducirlos en México). También escribió a la editorial de la Uni-
versidad de Columbia para pedir que le enviaran un ejemplar del libro de Lauber
Indian slavery. En pocas semanas le enviarían unos fotoestatos de los artículos que
había solicitado. Le escribió también a Whitaker preguntando sobre la copia del
libro The Spanish American Frontier. Por último, le comentó que le adjuntaba copia
de la carta que le había escrito a Shotwell para que se lo comunicara a don Pedro (en
alusión al presidente del IPGH). BMN, ASZ, serie correspondencia general, caja 2,
exp. 28, fol. 6817, carta de Silvio Zavala a Lewis Hanke, 5 de julio de 1941; carta de
LewisHankeaSilvioZavala,15dejuliode1941.

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124 • La Revista de Historia de América

siempre, la selección del material pasaba por la crítica de Zavala,


quien no siempre consideraba apto para el público hispanoa-
mericano obras de historiadores estadounidenses.83

83 Hanke sugirió traducir el libro de Harold Underwood Faulkner Vida del Pueblo
Norteamericano, pero Zavala consideró que su estilo de redacción y las característi-
cas del libro eran “demasiado elementales”. Entendía que eso era así porque Faulk-
ner dedicó esta obra a estudiantes de preparatoria de su país, por lo que no com-
prendía por qué se lo había sugerido y a qué público pensaba que estaría destinado.
Esperaba su respuesta antes de que lo recomendara al Fondo, porque no quería
exponerse a recibir “censuras de nuestras clases lectoras exigentes”. Creía que sería
mejor traducir un “ensayo de tipo elevado y no elemental acerca de la vida en los
EUA”. Le recordó que su público era “exigente” y los demás directamente “no leen”.
Propuso una serie de modificaciones: quitar las traducciones anónimas; agregar
un prólogo (y explicar a qué público está dirigido en español); modificar el estilo,
retirando lo escolar del lenguaje. Hanke respondió, pero Zavala no quedó confor-
me y comentó que el público al que se refería era muy general, pero de adultos,
mientras que la obra en inglés estaba dirigida a jóvenes de preparatoria. Pero para
dar punto final al tema decidió no insistir y que lo viera él con el Fondo. Por esto,
Zavaladecidiónohacerlatraducciónparanoaparecerentrabajos“detipoelemen-
tal, muy distintos de los que cultivo regularmente” y convenció a Cosío Villegas de
quelatraducciónlahicieraunamujerreconocidaenelmundodelasletrasespaño-
las. Se ofreció a escribir el prólogo, pero sin su firma, en el cual se aclarara de qué
tipo de trabajo se trataba. También le comentó que no había recibido de Burgin el
anuncio del Handbook que iba anunciado en la RHA, por lo que solicitó lo enviaran
en breve para salir en el número 12. En respuesta, Hanke le comentó que le había
preguntado a Burgin y le había dicho que ya se había enviado el anuncio del Hand-
book. Sobre el libro de Faulkner, dijo que entendía su posición, por lo que solo le
pedía que revisara personalmente que la traducción fuera correcta. La decisión de
colocar el nombre de la traductora se la dejó a Cosío Villegas. Aprovechó la carta
para comentarle que le había dado instrucciones a su secretaria para que, mientras
él estuviera fuera, le enviara la lista de libros solicitados por Loewenberg a fin de
que él hiciera la selección. Por último, le comentó que había recibido carta del
Departamento de Estado con una carta de Haskell sobre el tema del traslado de
Altamira. Le preguntó si sabía cómo se lo podía contactar. En respuesta, Zavala le
comentó que seguía con la traducción del trabajo de Faulkner, aunque la traducto-
ra ya había concluido la obra, pero su revisión y modificación de las partes de estilo
escolarllevaríaalgúntiempo.CreíaqueCosíoVillegaspondríaelnombredelatra-
ductoraalfrentedeltrabajo.PesealosreparosdeZavala,ellibrofuepublicadoenel
Fondo de Cultura Económica y la reseña fue publicada en el número 14. BNAH,
ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 28, fol. 6817, carta de Silvio Zavala
a Lewis Hanke, 10, 16 y 25 de agosto de agosto de 1941; carta de Lewis Hanke a Sil-
vioZavala,20deagostode1941y30deseptiembrede1941.

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Investigación documental y acervos
nacionales: los artículos

La RHA se iniciaba con la sección de artículos, que ocupa-


ban aproximadamente un tercio de la cantidad de páginas
de cada número, con un promedio de tres artículos por
número. En el total de páginas, estaba pareja con las otras
dos secciones regulares: Reseñas y Revistas-Bibliografía.
Sin embargo, en un sentido cualitativo, esta sección otorga
rasgos fundamentales al perfil de la publicación. Por una
parte, aporta prestigio, porque es en ella donde aparecen los
nombres de colaboradores destacados, muchos de los cuales
no figuran en ninguna otra sección. Por otra parte, expresan
en acto un sentido de lo que debe ser un trabajo académico
y, por tanto, da indicios de la posición que pretende ocupar
en el campo historiográfico.
En este caso, los artículos dan muestra del peso que
tenía para los colaboradores la investigación documental en
la disciplina, lo que se observa a través de tipos de artículos:
el de investigación documental y el de relevamiento biblio-
hemerográfico. Esto nos permite pensar en la sección como
el espacio de un diálogo, de una interacción de una sola
comunidad discursiva,1 la de los historiadores habitualmen-
te considerados “positivistas”, pero desde distintas vertien-
tes que conducen a la misma visión. Por una parte, se publi-
can artículos de investigación, de teoría historiográfica y de

1 La noción de “comunidad discursiva” remite a un conjunto indisociable de


seres humanos y de discursos, de grupos que administran, gestionan esos
discursos y establecen institucionalmente el campo de lo que es posible
decir y la forma en cómo es posible decirlo. En este caso, es una comunidad
discursiva con dominante científica y técnica que produce conocimiento.
Ver la descripción que hace Dominique Maingueneau en: Patrick Charau-
deau y Dominique Maingueneau, dirs., Diccionario de análisis del discurso
(Buenos Aires: Amorrortu, 2005), 101-102.

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126 • La Revista de Historia de América

técnica ya consolidadas; por otra, se publican relevamientos


continentales de centros documentales que son conside-
rados como canteras de tesoros para establecer, cuidar y
estudiar, y se enuncian visiones historiográficas, expresadas
de forma programática o por vía del análisis y la crítica.
Esto no es una novedad si consideramos que, como
expuso los propósitos en el primer número, la publicación
buscaba hacer una historia “científica”, postura que, además,
como sabemos, defendió Zavala frente a las críticas de los
historicistas en la década de 1940. Menos evidente es el que,
al hacerlo, se diera cuenta de la necesidad de posicionar a
los archivos nacionales como instituciones relevantes.
Que esto se diera durante la década de los 40 no es
casual. Si hay un común denominador entre los historia-
dores que colaboraron en esta publicación fue que la gran
mayoría había pasado una o más temporadas en el Archivo
de Indias de Sevilla porque en él se resguardaba la docu-
mentación administrativa de la colonia. El acervo se con-
virtió en una especie de meca a la que debían asistir al
menos una vez en su vida para demostrar sus habilidades.
Tras el ascenso del franquismo y el exilio de numerosos
republicanos a otras tierras, estos viajes de peregrinación
se interrumpieron2 y fue difícil incluso mantener contacto
con alguien del archivo que facilitara la reproducción de
material.3 Esta dificultad no fue el único factor que influyó,
pero sin duda favoreció que los historiadores/archivistas

2 Rubio Mañé se fue a España en 1946 y lo invitó a Zavala a participar de una


convención de americanistas con una ponencia. Luego daría unas conferen-
cias en el curso de verano de la Escuela de Estudios Históricos de Sevilla y
podría estar en una estancia en el Archivo. Pero Zavala no viajó. BNAM,
ASZ, serie correspondencia general, caja 3. exp. 101, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 31 de diciembre de 1946.
3 Por la correspondencia entre Zavala y otros historiadores sabemos que les
preocupaba la falta de comunicación con el Archivo de Indias. Tras varios
intentos, el mexicano consiguió establecer contacto con Imelda Peña, quien
trabajaba allí, pero la comunicación debía triangularse a través del estadou-
nidense Hanke. Peña publicó un artículo en la RHA y envió fotografías de
documentos solicitados. BNAM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1,
exp. 22, carta de Imelda Peña a Silvio Zavala, 6 de marzo de 1941.

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La Revista de Historia de América • 127

se volcaran con mayor ímpetu a consultar los archivos


nacionales.

La dimensión panamericana

La RHA publicó 84 artículos en los primeros diez años.


De estos, solo 16 estaban en inglés, uno en francés, uno
en portugués y el resto en español. Ante esto se puede
pensar que la dimensión panamericana era limitada, sin
embargo, es necesario tener ciertas precauciones rela-
cionadas al contexto para relativizarlo. Lo primero que
hay que tomar en cuenta es que la revista no contaba
con presupuesto para traducciones y tenía una política
clara con respecto a publicar trabajos originales, no
traducciones al español de artículos que originalmente
hubieran sido publicados en una revista en inglés.4 Esto
significa que los colegas estadounidenses debían decidir
qué trabajos serían publicados en las prestigiosas revis-
tas de su país dedicadas a la historia hispanoamericana
(como Hispanic American Historical Review) y cuáles se
publicarían en la RHA para que algunos de los colegas
latinoamericanos (que sabían inglés) los leyeran. Tal vez
por este motivo solo dos autores de esa nacionalidad
publicaron en español, mientas que los demás decidie-
ron publicar en su idioma original.5

4 El estadounidense Arthur Preston Whitaker esperaba traducir un


artículo para publicarlo en la RHA y Zavala fue contundente: Hanke
insistió en que no se publicarían traducciones ni reediciones de textos
aparecidos en otras publicaciones, solo originales. BNAM, ASZ, serie
correspondencia general, caja 2, exp. 37, carta de Silvio Zavala a Artur
Preston Whitaker, 11 de septiembre de 1942.
5 J. Robert S. Smith, “Antecedentes del Consulado de México,
1590-1594,” Revista de Historia de América, no. 15 (diciembre de 1942).
John Tate Lanning, “El sistema de Copérnico en Bogotá,” Revista de
Historia de América, no. 18 (diciembre de 1944).

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128 • La Revista de Historia de América

Aun así, como puede observarse en el siguiente


cuadro, proporcionalmente fueron los estadounidenses
quienes representaron el grupo mayoritario de autores
de artículos, lo cual señala la dimensión panamericana
y marca una clara diferencia con otras publicaciones de
historia en América Latina.
Si se observa este cuadro, se comprende por qué
la revista tuvo una dimensión continental. Incluyó a
scholars estadounidenses como Lewis Hanke, figura con
un papel fundamental en la red de la publicación, Arthur
Whitaker (University of Pennsylvania), Robert S. Smith
(Duke University), Alva Curtis Wilgus (George Washing-
ton University), John Tate Lanning (discípulo de Her-
bert Bolton, editor de The Hispanic-American Historical
Review, Duke University), Henry R. Wagner (bibliógra-
fo, coleccionista e historiador),6 Charles Salit, Charles
W. Centner (Tulane University), Arthur S. Aiton (Uni-
versity of Michigan), Robert S. Chamberlain (División
de Investigaciones Históricas del Instituto Carnegie), C.
Harvey Gardiner (Washington University), Chester L.
Guthrie, Roland Dennis Hussey (University of Califor-
nia, Los Ángeles).

6 “Wagner was the first to grasp the importance, that some years later
was generally recognized, of the narratives of travel and exploration
in the west and of early material on the Spanish southwest”. Thomas
W. Streeter, “Henry R. Wagner. Collector, Bibliographer, Cartographer
and Historian,” California Historical Society Quarterly 36, no. 2 (junio de
1957): 165-175.

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La Revista de Historia de América • 129

5. Cuadro de autores por nacionalidades con representación propor-


cional de participación.

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130 • La Revista de Historia de América

El otro grupo de extranjeros fue el de los españoles


María Castelo de Zavala, Emiliano Jos, Rafael Altamira, José
de la Peña Cámara, Francisco Gamoneda, Pedro de Letu-
ria, Julio Le Riverend Brusone (nacido en España, cubano
por adopción), José Moreno Villa, José Ignacio Mantecón,
Agustín Millares Carlo, José Miranda (exiliados españoles
radicados en México).7 Fuera de estos europeos, solo publi-
có François Chevalier (francés, que publicó desde México,
desde el Institut Français d’ Amérique Latine) y Luís Nor-
ton (portugués).
Entre los colaboradores de Hispanoamérica se desta-
caron numéricamente los mexicanos, los argentinos y los
peruanos, seguidos por los cubanos y de otras nacionalida-
des. Los mexicanos que publicaron artículos en el decenio
fueron: Alfonso Reyes, Juan Bautista Iguíniz, Raúl Carrancá
y Trujillo, Arturo Arnáiz y Freg, Rubio Mañé, Enrique-
ta López Lira Castro, Carlos Bosch García, Pablo Gonzá-
lez Casanova, Sergio Méndez Arceo y Silvio Zavala. Entre
los de otras nacionalidades contamos con Isidro Américo
Lugo Herrera (República Dominicana); Carlos Monge M.,
Manuel Moreyra Paz-Soldán, Marcelo Sánchez Espinoza,
Federico Schwab y Raúl Porras Barrenechea (Perú); Juan
Mújica y Ricardo Donoso (Chile); Sergio Elías Ortiz y Gui-
llermo Hernández de Alba (Colombia); Herminio Portell
Vilá, Emeterio S. Santovenia y Armando Álvarez Pedroso
(Cuba); Fernando Romero (Panamá); Humberto Vázquez-
Machicado (Bolivia); Ricardo Levene, Ricardo Caillet-Bois,
Julio César González, José Torre Revello, Enrique M. Bar-
ba, Walter B. L. Bose e Ismael Bucich Escobar (Argenti-
na); Mario Briceño-Iragorry (Venezuela); Rafael Heliodoro
Valle (hondureño, aunque publicó siempre desde México).
Hay varios países ausentes: casi todos los de Centroa-
mérica y algunos del Caribe y de Sudamérica (Paraguay,

7 No todos escribían desde España; por ejemplo, De Leturia dató su artículo


en Roma; Castelo de Zavala y Gamoneda, en México; Rafael Altamira dató
los suyos en varias ciudades hasta que logró llegar a México.

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La Revista de Historia de América • 131

Uruguay, Ecuador y Brasil). Sobre todo, este último preo-


cupó a Zavala, quien ideó un número dedicado a la coloni-
zación portuguesa en el Nuevo Mundo y comenzó a invitar
a colegas. Para mostrar el perfil de la publicación, envió un
ejemplar del último número junto con la carta, como un
ejemplo de que el tipo de artículos que publicaban era de
investigación documental, no de divulgación. Le escribió a
Aníbal Mattos (de Belo Horizonte), a quien le dijo que sería
un “honor” contar con un trabajo suyo para ese número
especial. Le repasó los datos generales: entre 30 y 40 pági-
nas, que debía estar en México a más tardar a finales de
octubre, escrito en portugués y que el IPGH pagaría 1 dólar
por página, aproximadamente, por colaboración.
El historiador brasileño respondió al llamado enviando
una colaboración titulada “O descubrimiento e a coloni-
zación do Brazil”. El trabajo fue devuelto y con tacto le
explicaron que había un malentendido porque en su carta
anterior se le había comunicado que se trataba de artículos
de investigación y no de divulgación. Al parecer, Mattos
entendió lo contrario, porque el trabajo enviado era una
excelente síntesis de un tema de mucho interés, pero reque-
rirían que se profundizara con documentos para entender
la obra colonizadora de Portugal. Le comentaron que el
número se retrasaría por dificultades de comunicación con
Europa, de donde esperaban que llegaran trabajos, por lo
que tenía tiempo para enviarles otro trabajo suyo sobre
la historia de Brasil basado en investigación documental.8
Finalmente, Mattos no publicó en la revista.
El número quedó en suspenso, seguramente porque no
consiguieron los materiales esperados. Zavala les escribió
nuevamente a un par de colegas para darle un nuevo impul-
so. Entre ellos a Manuel Murias, del Archivo Histórico
Colonial en Lisboa, a quien invitó a colaborar. En principio,
el número aparecería en diciembre de 1940, por lo que se

8 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 16, fol. 6804, carta
de Silvio Zavala a Aníbal Mattos, 18 de mayo y 4 de noviembre de 1940.

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132 • La Revista de Historia de América

debía recibir su trabajo a fines del mes de octubre a más


tardar. También le advertía que se trataba de artículos de
investigación, no de divulgación, y que el Instituto pagaba a
razón de 1 dólar por hoja impresa.9
Finalmente, consiguieron también que Luís Norton,
desde Lisboa, enviara un artículo acerca de la colonización
portuguesa en Brasil, pero su trabajo no se publicó en el
número especial, el cual fracasó, sino como artículo en el
número 11. Zavala tuvo que conformarse con ir publicando
a medida que llegaban estos trabajos, por lo que le expresó a
Norton que esperaban seguir teniéndolo como colaborador
y lo animó a que hiciera extensiva esa invitación a otros
historiadores portugueses “de calidad, que escriban sobre la
colonización americana objetiva y documentadamente”.10
De Brasil también escribió Astrogildo Rodrígues de
Mello, de la Facultad de Filosofia, Ciencias y Letras de la
Universidad de San Pablo, quien felicitó a Zavala por la
revista. Le manifestó su interés en suscribirse para recibir
los números anteriores y los que seguían, que le serían de
utilidad para dar su clase de Historia Americana en su uni-
versidad. Manteniendo el tono amable, observó que, aun-
que la sección de bibliografía era sumamente interesante,
Brasil estaba casi ausente. Zavala aceptó su crítica, por lo
que con gusto recibirían las notas que ofreciera sobre su
trabajo “O comercio europeu nos seculos XV e XVI e o
florescimiento de Espanha e Portugal”, publicada en el Bole-
tín de su Facultad.11

9 Al parecer, llegaron a este colega a través de otro, Serafim Leite, quien dijo:
“Nos ha hecho anticipar la esperanza de que contaremos con la valiosa cola-
boración de Usted”. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
16, fol. 6804, carta de Silvio Zavala a Manuel Murias, 18 de mayo de 1940.
10 BNAH, ASZ, serie caja 2, exp. 22, fol. 6816, carta de Luís Norton a Silvio
Zavala, 29 de octubre de 1940; carta de Silvio Zavala a Luís Norton, junio de
1941.
11 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, fol. 6825, carta de
Manuel I. Mesa Rodríguez a Zavala, 20 de septiembre de 1941; carta de Sil-
vio Zavala a Manuel I. Mesa Rodríguez, 8 de noviembre de 1941.

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La Revista de Historia de América • 133

Rodrígues de Mello, finalmente, solo contribuiría con


una reseña del libro O Brasil na Administração Pombalina
(Economia e Política Externa) de Antonio de Sousa Pedroso
Carnaxide, en el número 13. Podríamos concluir con que
el mundo académico de Brasil, con todo lo potente y sig-
nificativo que resulta para una visión panamericana de la
revista, quedó subrepresentado, aun con las gestiones de
su director.
Otro dato significativo de este conjunto de autores
es su diferencia generacional. Casi todos ellos eran auto-
res que habían nacido entre 1880 y 1900; el mayor era
Wagner (1862), y los menores eran González Casanova
(1922), Bosch García (1919), López-Lira Castro (1918),
Arnáiz y Freg (1915), Chevalier (1914) y Le Riverend Brus-
sone (1912), varios de ellos, discípulos. De edad intermedia,
publicaron Zavala (1909), Méndez Arceo (1907), Hernán-
dez de Alba (1906), Juan Mújica (1905), Vázquez Machicado
(1904), Schwab (1902), Portell Vilá (1901), Smith (1904) y
John Tate Lanning (1902). En los artículos, pues, se pue-
de ver el amplio rango etario de los autores, aun cuando
el mayor número de producciones fueron de madurez. Es
infrecuente que en esta sección publicaran los jóvenes, tal
como lo hicieron en Reseñas y Bibliografía. Esta diferencia
se puede observar también por la rúbrica que indica al autor
de un artículo, su ciudad de procedencia o desde dónde se
firma el trabajo y la institución donde trabajaba o estudiaba.
Por ello, es significativo ver a unos pocos estudiantes del
Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México.12

12 Para entender la importante participación de los estudiantes del CEH en la


RHA –en esta y, sobre todo, en la sección Reseñas y notas–, remitimos a Ale-
xandra Pita González, “La Revista de Historia de América como un laboratorio
de prácticas,” Historia Mexicana, no. 281 (julio-septiembre de 2021). La fun-
ción pedagógica de Silvio Zavala para los estudiantes del CEH también fue
resaltada por un egresado de aquella época, Luis González y González,
quien afirmaba que no se podía entender el aumento de historiadores profe-
sionales que desplazaban a los improvisados sin las “prédicas y las prácticas
de los historiadores españoles transterrados a México, la vuelta a su país del
treintañero Silvio Zavala y la traducción y la lectura de los modernos teori-

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134 • La Revista de Historia de América

El proceso de selección

Aunque se buscaba tener una amplia representatividad del


continente americano, hubo un notable proceso de selec-
ción. Casi todos fueron invitados por el propio Zavala o
eran recomendados por los miembros del equipo editorial
o del Consejo Directivo, quienes solían enviar en sus cartas
sugerencias de nombres (con direcciones e instituciones)
para que se les enviara una carta formal de invitación. Para
ello, fue fundamental la labor de los miembros del Consejo
Directivo y del equipo editorial. Este círculo cercano tenía
entre sus funciones la de incorporar colaboradores que, a
su vez, pertenecieran a su red intelectual, para con ello ase-
gurar la calidad de los trabajos.
Algunos pocos se enteraron posiblemente a través de
contactos compartidos y decidieron escribirle a Zavala una
carta para solicitar que se publicara su contribución. Des-
de Cuba le escribió Emeterio S. Santovenia por indicación
de un colega, Herminio Portell Vilá, quien le expresó los
deseos de Zavala de que los historiadores cubanos publi-
caran en la RHA y le pidió que le especificara qué tipo de
colaboración deseaban; le anticipó que estaba escribiendo la
historia de Cuba (un proyecto de varios tomos) y no perdió
la oportunidad de contarle que también había estudiado
las relaciones históricas entre México y Cuba. Un dato no
menor antes de despedirse: reconoció que se había apoya-
do en muchos de los trabajos de Zavala, por lo que desde
hacía tiempo se sentía “obligado” a expresarle su gratitud.13
Ambos continuaron escribiéndose,14 hasta que el cubano

zadores de la historia”. Luis González y González, “Silvio Zavala y el queha-


cer histórico en México,” Historia Mexicana XXXIX, no. 1 (julio-septiembre
de 1989): 8.
13 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Emerio S. Santo-
venia a Silvio Zavala, 17 de septiembre de 1938.
14 Zavala respondió y el cubano volvió a escribir para dar respuesta a sus
comentarios. Le agradecía su inclusión entre los suscriptores de la revista,
pero le aclaraba que no había podido conseguir todos los números. Le

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La Revista de Historia de América • 135

envió su artículo. Consciente de que era muy extenso, le


avisó a Zavala que, si eso era un impedimento para la publi-
cación, lo querría de regreso.15
Dado que el trabajo había sido enviado mientras Zavala
estaba fuera de México, lo recibió Rubio Mañé, quien le
escribió al director de la publicación para comentarle que
le parecía muy interesante el trabajo porque relataba las
actividades de las autoridades españolas en relación con la
misión de la primera intervención europea, lo cual estaba
sustentado en numerosos documentos. El problema radica-
ba en que era demasiado extenso (95 páginas), por lo que
le pedía que decidiera si se publicaría así y en qué número
saldría.16 No tenemos más correspondencia que nos aclare
cómo se realizó el proceso de selección, pero sabemos que
fue publicado en el número 7 de diciembre de 1939 con una
reducción de 30 páginas (63 en total).
Pocos años después, le escribió Charles W. Centner
para ofrecer su ayuda desde la Universidad de Tulane de la
ciudad de Luisiana, donde se encargaba de la supervisión de
la instrucción de Historia Hispanoamericana. También era

comentó que en su investigación había encontrado documentos inéditos


relacionados con la expedición que España envió a México (al mando del
militar Prim en 1862), los cuales no habían sido incluidos en el volumen
que Genaro Estrada le había dedicado a esta cuestión diplomática, porque
dichos documentos se encontraban resguardados en el Archivo Nacional
de Cuba (donde hay oficios y cartas reservadas de varias autoridades). Le
avisaba que, con ese material, prepararía el artículo para la RHA. BNAH,
ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 1, fol. 8676, carta de Emeterio S. Santovenia a
Silvio Zavala, 18 de noviembre de 1938.
15 Aprovechó para preguntarle por los sobretiros que se enviaban a los autores
y por último le comentó sobre su amigo en común, el cubano Chacón y Cal-
vo. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 8676, carta de Emérito S.
Santovenia a Silvio Zavala, 31 de marzo de 1939.
16 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 24 de abril de 1939. En casi todas las cartas, durante
las ausencias de Zavala, hay menciones como estas, en las que intercambian
opiniones sobre la calidad de los trabajos enviados, pero, como siempre, la
decisión final era de él. Por ejemplo, en junio de 1940, le enviaron una cola-
boración de Vázquez-Machicado, también una publicación de Santo
Domingo. BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Jorge I.
Rubio Mañé a Silvio Zavala, 11 de junio de 1940.

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136 • La Revista de Historia de América

agregado a las comisiones directivas del Middle American


Research Institute. Adjunto con la carta, envió el trabajo
titulado “The Chilean Failure to obtain British Recognition,
1823-1828”, el cual fue leído con rapidez por el mexicano,
quien le respondió que le parecía “bien fundado y con gus-
to”, por lo que lo publicarían en la RHA. Se aseguró de que
el trabajo fuera inédito y exclusivo, porque eran las dos con-
diciones que siempre pedían para los artículos. Les aclaró
que a los autores les enviaban 25 ejemplares de sobretiro.
En respuesta, el estadounidense le comentó que se sentía
honrado de publicar un artículo “pues muy alto crédito
académico goza en este país la Revista”. Le aclaró que se
trataba de un trabajo original que había terminado hacía
poco tiempo.17 El trabajo fue publicado en el número 15,
de diciembre de 1942.
Pese a que los autores eran invitados, Zavala realizaba
un proceso de selección. Se cercioraba de que los trabajos
fueran adecuados por su temática, por su calidad, por su
extensión. Cuando se trataba de textos muy largos, si era
apropiado por ser un “trabajo histórico de mérito”, le soli-
citaba al director del Instituto que lo publicaran como libro
por separado).18 En su papel de director, se ocupaba tam-
bién de designar el orden en que aparecerían los artículos,
siguiendo un criterio de calidad, incluso si estos textos tra-
taban sobre documentos y archivos. Esto permite observar
la diferencia jerárquica que existía para estos historiadores
entre los archivos. Por ello, el Archivo General de Indias
siempre tenía prioridad sobre los archivos nacionales, y
estos sobre los provinciales; este era un criterio de orden.19

17 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Charles W. Cent-
ner a Silvio Zavala, 30 de octubre de 1941; carta de Silvio Zavala a Charles
W. Centner, 11 de noviembre de 1941; carta de Charles W. Centner a Silvio
Zavala, 19 de noviembre de 1941.
18 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938.
19 Por ejemplo, para el número 5 de la revista (marzo de 1939) le pidió a Rubio
Mañé que dispusiera el siguiente orden: primero el de Ricardo Caillet-Bois,
luego uno de Henry Wagner (sobre el Archivo de Indias) y por último el de

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La Revista de Historia de América • 137

Los artículos que hacían referencia a archivos o biblio-


tecas tenían que ser originales y producto de la investiga-
ción. Es decir, no se aceptaban artículos de difusión. Los
destinados a “dar a conocer las principales instituciones de
cultura histórica de los países de América” habían cons-
tituido una preocupación de la revista y se había visto
reflejada sobre todo en los artículos escritos sobre estas
instituciones en la Argentina y, en mucho menor medida,
sobre archivos y bibliotecas de otros países. Se exigía que
fueran artículos de investigación originales siguiendo un
orden determinado.20
Al parecer no hubo rechazos de material, pero sí una
lectura atenta de parte de Zavala, quien realizaba una espe-
cie de dictamen y enviaba observaciones si le parecía per-
tinente. En algunos casos, esto llevó a modificar los textos
originales por sugerencia del equipo editorial. En esta situa-
ción encontramos al español José María de la Peña Cámara,
a quien Zavala le pidió que moderara algunos párrafos de
su artículo porque estaban “algo acalorados”; en él, De la
Peña Cámara hacía una crítica de una interpretación de
Altamira de documentos del Archivo de Indias. Zavala le
garantizó que, si lo moderaba, lo publicaría en el siguiente
número.21 Poco después le comentó que los sobretiros que

Torre Revello sobre el archivo de la provincia de Buenos Aires. BNAH,


ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Silvio
Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 11 de enero de 1939.
20 Así le aclaró Zavala a Delfino Moreno, de la Universidad de Puebla, quien
había escrito para preguntar cuánto se pagaba cada contribución y qué tipo
de artículos se recibían. Tras la aclaración que mencionamos en el cuerpo
del texto, terminaba la carta invitándolo a enviarles su material sobre la
biblioteca La Fragua (recordando no pasarse de 25 páginas incluyendo
notas). Le recordó que la revista se reservaba el derecho a examinar los tra-
bajos y decidir su inclusión y se comprometía a pagar el trabajo el mismo día
de publicación del artículo). BNHM, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 16, fol. 6804, carta de Silvio Zavala a Delfino Moreno, 24 de
octubre de 1940.
21 Efectivamente, salió publicado en el número 12 de agosto de 1941 con el
título “El Manuscrito llamado ‘Gobernación Espiritual y Temporal de las
Indias’ y su verdadero lugar en la historia de la Recopilación”, p. 5-72.

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138 • La Revista de Historia de América

solían enviarles a los autores salían caros en su caso, no


solo porque se trataba de un artículo extenso (67 páginas),
sino porque entonces el agente de Nueva York cobraba por
su mediación.22
El dictamen de Zavala era puntilloso, sugería cambios
antes de aceptar un trabajo, incluso de aquellos que le pare-
cían interesantes. El estadounidense Arthur Scott Aiton
envió un artículo sobre las Ordenanzas de Minas de Men-
doza de 1550, el cual fue aceptado al ser considerado un
aporte al conocimiento sobre la minería (junto a su colega
y compatriota Wagner, quien escribió “Early Silver Mining
in New Spain”). Sin embargo, Zavala le hizo preguntas y
sugerencias: le preguntó si había leído el trabajo de Maffe y
Encinas para las Ordenanzas de 1550; si al hablar de las de
las primeras disposiciones mineras de América, sería con-
veniente prestar mayor atención a lo relativo a las Antillas;
y si no era “aventurado” decir: “The indies were concei-
ved as the property of the Crown of Castile”, dado que
consideraba que no podía demostrar esto; de igual manera
consideraba no preciso su afirmación sobre las “ordenanzas
de minas por la Segunda Audiencia”; por último, le advertía
que en la nota 7 “convendría añadir las Ordenanzas de 30
de junio de 1536”.23
Las sugerencias de modificaciones fueron consideradas
por otros como una ofensa para los autores, que retiraron
sus trabajos. Este fue el caso de Alberto María Carreño,24

22 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 22, fol. 6811, carta
de Silvio Zavala a José María de la Peña Cámara, 16 de diciembre de 1940.
23 Se publicó con el título “Ordenanças hechas por el Sr. Visorrey don Antonio
de Mendoça sobre las Minas de la Neua España Año de M.D.L.”, en el núme-
ro 14, p. 73-95. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 35,
fol. 6824, carta de Silvio Zavala a Ascott Aiton, 10 de junio de 1941.
24 Alberto María Carreño (1875-1962) fue un escritor, historiador y profesor
mexicano en varias instituciones, pero sobre todo en la Escuela Nacional
Preparatoria. Fue secretario del embajador Joaquín Cassasús en Estados
Unidos, intermediario en el litigio con ese país por El Chamizal y entre la
Iglesia católica y el presidente por la guerra Cristera. Descubrió en 1946 los
restos de Cortés. Fue presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística, miembro de la Academia Mexicana de Lengua (donde fue desig-

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La Revista de Historia de América • 139

quien había enviado un artículo que fue leído por Zavala y


Rubio Mañé, quienes encontraron problemas en su escrito
y le pidieron que realizara cambios con los que el autor no
estuvo de acuerdo, por lo que retiró el escrito. Al respecto,
Rubio Mañé le informó a Zavala que se había encontrado
con Carreño y había intentado convencerlo. Ante su nega-
tiva, dice Rubio Mañé: “Tuve que devolverle los originales,
porque no quiso entrar en razón. Es difícil hacer que per-
sonas de su edad vean puntos de vista ajenos a los suyos. Lo
traté de la mejor manera y creo que no puede quejarse de
las consideraciones guardadas”.25

Los autores

La publicación de artículos se concentró en un grupo


pequeño: Altamira y Torre Revello, con ocho artículos,
seguidos por Ricardo Caillet-Bois y Silvio Zavala, con tres;
con dos artículos, Arturo Arnaiz y Freg, Emiliano Jos,
Ricardo Levene, J. I. Rubio Mañé, Robert S. Smith, John
Tate Lanning y Henry R. Wagner. El resto contribuyó con
uno.26

nado archivero, bibliotecario y luego secretario hasta su muerte) y miembro


de la Academia Mexicana de la Historia, donde fue director (desde 1958).
25 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 29 de mayo y 7 y 30 de junio de 1939.
26 Publicaron un artículo: Walter B. L. Bose, Mario Briceño-Iragorry, Ismael
Bucich Escobar, Raúl Carrancá y Trujillo, María Castelo de Zavala, Charles
W. Centner, Robert S. Chamberlain, François Chevalier, José de la Peña
Cámara, Pedro De Leturia, Ricardo Donoso, Francisco Gamoneda, C. Har-
vey Gardiner, Pablo González Casanova, Chester L. Guthrie, Lewis Hanke,
Guillermo Hernández de Alba, Roland Dennis Hussey, Juan B. Iguíniz, Bert
James Loewenberg, Enriqueta López Lira C., Américo Lugo, José Ignacio
Mantecón, Sergio Méndez Arceo, Agustín Millares Carlo, J. Miranda, Car-
los Monge M., Manuel Moreyra Paz-Soldán, Juan Mújica, Luís Norton, Ser-
gio Elías Ortiz, Raúl Porras Barrenechea, Herminio Portell Vila, Alfonso
Reyes, Fernando Romero, Charles R. Salit, Marcelo Sánchez Espinosa, Eme-
terio S. Santovenia, Federico Schwab, Rafael Heliodoro Valle, Humberto

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140 • La Revista de Historia de América

Altamira y Levene cumplieron además un rol legiti-


mador, al igual que lo hizo Alfonso Reyes. Esto se observa
sobre todo en el primer número, en el que se publicaron
siete artículos de colegas que gozaban de prestigio: Rafael
Altamira, maestro de Zavala, quien envió un trabajo origi-
nal: “La legislación indiana como elemento de la historia
de las ideas coloniales españolas”; Lewis Hanke, quien tam-
bién envió un escrito en inglés: “The Requerimiento and its
interpreters”, y fue el único artículo con el que colaboró;
Ricardo Levene, que entregó un plan de una colección que
estaba en marcha sobre la historia de la nación argentina;
José Torre Revello, quien antes que un artículo crítico pre-
sentó un estado del arte de la situación del Archivo General
de la Nación en la Argentina; José Moreno Villa, que entre-
gó una nota sobre documentos de México y otros países
que se encontraban en el Archivo del Palacio Nacional de
Madrid, Alfonso Reyes, quien escribió un artículo titulado
“Reseña sobre el erasmismo en América”, y Zavala, con su
trabajo “Las encomiendas de Nueva España y el gobierno
de don Antonio de Mendoza”.
Empecemos por Reyes. Como sabemos, para 1938 era
el presidente de La Casa de España, pero el contacto entre
ambos es anterior y se basaba en la confianza y respec-
to intelectual, por lo cual Reyes medió cuando estaba de
embajador en la Argentina en varias ocasiones a favor de
Zavala, proponiéndolo como un historiador que, pese a su
juventud, se encontraba altamente capacitado.27 El trabajo
de Reyes era sumamente interesante por varios motivos.

Vázquez-Machicado, José Moreno Villa; Arthur P. Whitaker, Alva Curtis


Wilgus.
27 Zavala le escribió a Reyes para enviarle su trabajo titulado “Indigenistas del
siglo XVI”, el cual, tras su lectura, consideró excelente y se lo entregó a Vic-
toria Ocampo para que sea publicado en el siguiente número de su revista
Sur. Aprovechó para manifestarle que hacía poco, en el Congreso de Histo-
ria de América que se había realizado en Poco después, Reyes le recomendó
a Zavala, para que publicara como especialista de México en una obra colec-
tiva sobre Historia de América dirigida por el historiador argentino Ricardo
Levene. Alberto Enríquez Perea, comp., Fronteras conquistadas. Corresponden-

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La Revista de Historia de América • 141

Por una parte, se trataba de reflexionar a partir del libro


de Zavala. No se trataba de un trabajo original, pues había
sido publicado dos meses antes en el Boletín del Instituto de
Cultura Latino-Americana (en Buenos Aires), pero su repro-
ducción en la RHA le daba mayor difusión a la obra de
Zavala. El título es un tanto equívoco por el uso de la pala-
bra “reseña”. En realidad, se trataba de un ensayo en el que,
con el vuelo intelectual del autor, se hacía gala no solo de
un profundo conocimiento del tema, el erasmismo, sino,
sobre todo, de las interpretaciones que había sufrido a tra-
vés del tiempo por varios autores. Por otra parte, el publicar
en el primer número una contribución sobre un libro de
Zavala era una señal de apoyo tanto para el historiador
como para el emprendimiento académico. Un mes después
de aparecida la publicación, en una entrevista que le realizó
Rafael Heliodoro Valle, aplaudió el primer número, asu-
miendo que representaba la tradición de estudios históricos
que buscaba remediar el escaso conocimiento que existía
entre los países americanos sobre lo publicado. Por ello afir-
mó: “Deseaba que en México se publicara una revista así”.28
Al año siguiente, Zavala le preguntó si no había podido
redactar un nuevo artículo “apropiado” para la revista, de
preferencia sobre historia diplomática hispanoamericana.29
Reyes no publicó ninguna otra contribución, pero se con-
virtió en un lector crítico de la revista y le hacía llegar a
Zavala sus comentarios.30

cia Alfonso Reyes/Silvio Zavala 1937-1958 (México: El Colegio de México,


1998), 49-50, 52-53, 56-57, 61-62, 64.
28 Entrevista que le realizó Rafael Heliodoro Valle a Alfonso Reyes, publicada
en abril de 1938. Raquel Mosqueda Rivera, coord. gral., ed. y estudio preli-
minar, Edición anotada de las entrevistas de Rafael Heliodoro Valle en la revista
Universidad. Mensual de Cultura Popular, 1936-1938 (México: UNAM, 2015),
116.
29 Streeter, “Henry R. Wagner…”, 165-175. Enríquez Perea, Fronteras conquista-
das, 66. Carta de Silvio Zavala a Alfonso Reyes, 15 de abril de 1939.
30 Al año de aparecer la RHA, Reyes le comentó que era importante para las
reseñas “que no se abusara del procedimiento de copiar índices y sumarios”.
Enríquez Perea, Fronteras conquistadas, p. 66, 90.

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142 • La Revista de Historia de América

El caso del argentino Ricardo Levene también es rele-


vante. Su prestigio en la Argentina y su posición alcanzada
lo convertían en un actor destacado entre los historiado-
res que componían la red de la revista.31 La relación entre
Levene y Zavala era previa y estaba asociada a la publi-
cación de la colección de libros sobre historia de América
que había coordinado el argentino (publicados por la edi-
torial Jackson) entre 1940 y 1941 (14 tomos), obra que no
fue bien comentada en la propia revista.32 La colaboración

31 Ricardo Levene (1885-1959) había sido uno de los historiadores con mayor
reconocimiento oficial: había sido decano de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Fue tam-
bién presidente de la Junta de Historia y Numismática Americana (luego lla-
mada Academia Nacional de la Historia) e impulsó el Archivo Histórico de
la Provincia de Buenos Aires. Ya en 1924 había propuesto en el III Congreso
Científico Panamericano la publicación de un manual de historia americana
para el segundo nivel de enseñanza (primaria), el cual sería redactado por
cinco historiadores de distintas nacionalidades. Esta no se llevó a cabo, pero
siguió insistiendo. Tras firmarse el convenio con Brasil en 1933 para la revi-
sión de los libros de historia, el Gobierno argentino lo designó integrante de
una comisión revisora junto a otros cuatro especialistas. En 1937, por las
resoluciones del II Congreso de Historia reunido en Buenos Aires, se apro-
bó la redacción de un diccionario biográfico americano. También recomen-
daron sobre la enseñanza de la historia americana contemporánea a través
de adherirse al convenio entre la Argentina y Brasil. Justificó el golpe militar
de 1930, por lo cual los Gobiernos de esa década facilitaron sus gestiones,
como el de Historia de América y la Historia de la Nación Argentina.
Durante la década siguiente tuvo una relación conflictiva con el presidente
Perón y, poco después, el revisionismo argentino lo criticó. Ricardo Alberto
Rivas, “Historiografía de América entre 1865-1941,” Trabajos y Comunicacio-
nes, no. 24 (1996): 167, 198, 199. Era miembro de la Academia Argentina de
la Historia y de la Comisión de Cooperación Intelectual de ese país. Había
sido uno de los principales organizadores del II Congreso de Historia de
América realizado en Buenos Aires en 1937 y, poco después, comenzó la
publicación de una colección de Historia de América (1940-1941).
32 La RHA publicaría un comentario sobre los primeros cinco tomos en el
número 10, de diciembre de 1940. En el número 12, de agosto de 1941,
comentó sobre los siguientes tomos. Ambos eran neutros. Sin embargo, en
diciembre de ese año y en junio del siguiente (1942), se reseñó con detalle la
obra, pero de una manera negativa por Francisco Monterde, miembro del
equipo editorial. Se cuestionaba su unidad como colección porque existían
diferencias significativas entre los capítulos, la falta de mesura en el uso de
palabras no adecuadas (las cuales citaron para demostrar incoherencias), la
falta de cuidado en la puntuación, el papel poroso (hubiera requerido uno

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La Revista de Historia de América • 143

de Zavala en esta colección consistió en escribir sobre la


historia de México.33
Levene también sirvió de nexo entre otros autores y la
revista, quienes se “animaban” a participar dado que veían
sus firmas en ella. Este fue el caso de Enrique de Gandía,
otro historiador argentino, quien le respondió a Zavala que
sería un honor participar, sobre todo, dijo, “hallándome
espiritualmente vinculado por la amistad con los señores
Ricardo Levene y José Torre Revello”.34 Si bien De Gandía
fue un autor reseñado y comentado en los artículos de la
sección Revistas, no colaboró en el decenio con artículos.
Otro de los nexos entre Zavala y Levene se relacio-
naba con Altamira. Ambos se preocupaban por su situa-
ción al terminar la guerra, mientras se encontraba en Fran-
cia, por lo que se movilizaron para realizar su traslado
al continente americano. Es significativo que para ambos
Altamira era considerado el maestro.35 Era evidente que

satinado para las ilustraciones y grabados), entre otros problemas editoria-


les. Francisco Monterde, “Historia de América. Publicada bajo la dirección
de Ricardo Levene (tomos IX a XIV),” Revista de Historia de América, no. 14
(junio de 1942): 127-130. Ver la incomodidad del chileno Donoso con el
libro en el primer capítulo, apartado “Lazos débiles: el caso chileno”.
33 La correspondencia cruzada sobre este tema es numerosa. Por ello, solo
mencionaremos que era evidente que Zavala estaba interesado en partici-
par, pero Levene le pidió que escribiera sobre una Historia de México con
dos cortes: desde la revolución de independencia hasta la constitución de
1824, y desde 1824 hasta 1930. El último período fue un tire y afloje entre
ambos, en el que ganó Levene, porque a Zavala, que no era especialista en
ese período, le disgustaba tener que escribir sobre esto.
34 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1. exp. 15. fol. 6803, carta
de Enrique de Gandía a Silvio Zavala, 15 de abril de 1939.
35 Zavala le escribió para comentarle que varias personas en México y Estados
Unidos estaban trabajando para que Rafael pudiera pasar a América, pero
que no se había conseguido moverlo de Bayona a una zona no ocupada en
Francia ni a Portugal. El principal obstáculo era que ni México ni Estados
Unidos tenían buenas relaciones con las autoridades alemanas. Por ello, le
pidió que Argentina interviniera, no para dejarle todo el trabajo, sino para
contar con un importante punto de apoyo. Levene respondió que, al recibir
su carta, se comunicó con el ministro de Relaciones Exteriores de su país,
quien “inmediatamente” envió instrucciones al embajador argentino en
Vichy para que hiciera todo lo posible para facilitar el viaje de Altamira. Un
año después, aún no se concretaba el traslado, por lo que Levene, a través de

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144 • La Revista de Historia de América

representaba una instancia oficial, que era útil a la diplo-


macia que desarrollaba el IPGH. Por ello, al morir William
Bowie, presidente honorario del IPGH, el director, Pedro
Sánchez, propuso su nombre para suplir la vacante. El inte-
rés radicaba en la necesidad de establecer “vínculos institu-
cionales de cultura” entre ambos países.36 Ricardo Levene
fue nombrado presidente honorario.37
Altamira, por su parte, merece un tratamiento especial
por varios motivos. El primero se relaciona con su prestigio
en el ámbito de la historia y, junto con ello, con la capacidad
que mostró durante las primeras décadas del siglo XX de
formar a numerosos historiadores hispanoamericanos que
visitaron España en busca de documentos del Archivo de
Indias. Esto no es poco. En términos de redes intelectua-
les, esto implica que Altamira se convirtió en un mediador
insustituible, porque a través de él se conocieron numero-
sos historiadores que, una vez que regresaron a su país de
origen, mantuvieron estos contactos a través del tiempo, lo
cual fortaleció el lazo con nuevos proyectos. Como men-
cionamos, este fue el caso de Lewis Hanke y Silvio Zavala,
quienes se habían conocido gracias a Altamira en España
durante la década de 1930. Esto implica, también, que Alta-
mira, en su papel de maestro, construyó un lazo fuerte con
Zavala, el cual se refleja en la cantidad de intercambios epis-
tolares que mantuvieron antes de su arribo a México.38

la Academia Nacional de la Historia, podría hablar con el presidente para


que Altamira pudiera ser trasladado a Argentina. BNAH, ASZ, serie corres-
pondencia general, caja 2, exp. 33, fol. 6822, carta de Ricardo Levene a Silvio
Zavala, 16 de diciembre de 1941; 17 de noviembre de 1942; carta de Silvio
Zavala a Ricardo Levene, 13 de agosto de 1941.
36 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1. exp. 14. fol. 6802, carta
de Silvio Zavala a Ricardo Levene, 21 de octubre de 1940.
37 Archivo Ricardo Levene. RLP epistolario. Carta comunicando nombra-
miento de Levene como Presidente Honorario del Instituto Panamericano
de Geografía e Historia. Tacubaya, D. F., julio de 1941.
http://www.bnm.me.gov.ar/catalogo/Record/000122695.
38 Como señaló Andrés Lira, entre la correspondencia guardada en la Bibliote-
ca Nacional de Historia y Antropología, el número más significativo de car-
tas resguardadas da cuenta de la importancia de esta amistad, ya sea por el

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La Revista de Historia de América • 145

A partir de 1938, las contribuciones de Altamira se vol-


caron a la RHA. El que su nombre apareciera en sus páginas
le otorgaba un espaldarazo de autoridad a la publicación.
El primer número empieza con su artículo “La legislación
indiana”, un texto de 23 páginas en el cual analiza cómo
esta legislación es un elemento clave para entender las ideas
del período colonial. Su formato no es el de un artículo
común.39 Zavala se apresuró a enviarle a Altamira el núme-
ro 1 de la publicación junto con la separata de su artícu-
lo. En respuesta, él le agradeció el trabajo realizado en la
corrección de puntuación y lo felicitó por la publicación al
considerar que tenía una buena estructura y presentación;
en especial llamó su atención la información sobre libros

intercambio directo entre ambos o el indirecto con otros contactos con los
que se trató sobre la delicada situación de Altamira durante la guerra. Este
intercambio epistolar inició desde que Zavala regresó a México en 1937,
luego de terminado su doctorado en España y de haberse desempeñado
como investigador en la sección americanista del Centro de Estudios Histó-
ricos de Madrid. Entre los variados temas a tratar en ellas, el de la produc-
ción académica es el más importante. Por ello, hay numerosas referencias
a la elaboración de trabajos, su publicación y la necesidad de documentos,
entre otros. En esta correspondencia, tras tratar temas de actualidad como
la guerra, los cuales provocan una angustia significativa por el cauce que
tomaba, el término “vayamos a los asuntos históricos” era imprescindible
en la correspondencia e implicaba un intercambio intenso de opiniones
que se traducían en una obra prolífica de ambos. Tal parece que, junto a
los temas de la guerra y la delicada situación que vivió su familia durante
esos años, los temas históricos otorgaban una continuidad de proyectos que
brindaban tranquilidad en momentos difíciles. La riqueza de los comenta-
rios entre ambos sobre sus manuscritos dan cuenta de ello. Así, Zavala se
dedicó a apoyar a su maestro gestionando la publicación de trabajos suyos
en revistas nacionales como Universidad de México, en 1937 y gracias a su
relación con su editor, Salvador Azuela, así como de otras numerosas obras.
Lira menciona que son cerca de 80 documentos, de los cuales 49 son cartas
entre Zavala y Altamira; y 19, entre Zavala y otras personas, con motivo de
asegurar el traslado de Altamira para salvarlo a él y a su familia. Andrés Lira,
Exilio político y gratitud intelectual. Rafael Altamira en el archivo de Silvio Zavala
(1937-1946) (México: El Colegio de México, 2012), 14-19.
39 Dividido por numerales (y estos, a su vez, en subapartados con numerales)
plantea dilemas y llega a conclusiones (a modo de demostraciones) para sus-
tentar su hipótesis general. Rafael Altamira, “La legislación indiana como
elemento de la historia de las ideas coloniales españolas,” Revista de Historia
de América, no. 1 (marzo de 1938): 1-24.

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146 • La Revista de Historia de América

y revistas, indispensable para los lectores. Esperaba seguir


recibiéndola y publicar en ella40
Tras cumplirse el primer año de la RHA, Altamira se
mostró preocupado por su posible cierre, lo cual significaría
una gran pérdida. En apoyo, le envió un trabajo suyo inédito
para el número de septiembre de 1939.41 En cartas sucesivas
se quejaba de que no llegaban todos los números a tiempo
(por la irregularidad del correo), pero que seguía enviando
artículos para publicar, previa consulta con Zavala sobre si
era conveniente que trabajos con una extensión apta para
libros se convirtieran en artículos.42
Como autor participó publicando cinco artículos (que
salieron en ocho números); el primero ya mencionado; el
segundo, poco después: “El texto de las Leyes de Burgos de
1512” (diciembre de 1938); el tercero, al año siguiente: “El
manuscrito de la Gobernación espiritual y temporal de las
Indias” (diciembre de 1939); un año más tarde, “El cedulario
como fuente histórica…”, el cual, por ser muy extenso, se
continuó años después en junio de 1945; de igual forma
su trabajo “Estudio sobre las Fuentes de Conocimiento del
Derecho indiano”, que se publicó en tres partes entre junio
de 1947 y junio de 1948.43

40 Carta de Rafael Altamira a Silvio Zavala, 7 de julio de 1938, citada en Lira,


Exilio político y gratitud intelectual…, 59.
41 Carta de Rafael Altamira a Silvio Zavala, 7 de febrero de 1939, citada en
Lira, Exilio político y gratitud intelectual…, 65. Pocos días después, le escribió
nuevamente para decirle que acababa de llegar el número 4 de la RHA, y lo
felicitó por la minuciosa labor de corrección porque su artículo sobre las
Leyes de Burgos tenía mínimos errores (culpa suya de no pasar de letra
manuscrita a imprenta y leerlo nuevamente antes de enviar). Celebró el que
la publicación continuara. Carta de Rafael Altamira a Silvio Zavala, 19 de
febrero de 1939, citada en Lira, Exilio político y gratitud intelectual…, 68.
42 Por ejemplo, la monografía La descentralización y la autonomía del régimen
colonial tiene 200 páginas, por lo que sugiere que se divida en dos extensos
artículos o se publique como libro en Porrás (sic por Porrúa). Carta de Rafael
Altamira a Silvio Zavala, 6 de febrero de 1940, citada en Lira, Exilio político y
gratitud intelectual…, 91.
43 Andrés Lira coloca estas obras en un anexo de su libro, ver Lira, Exilio políti-
co y gratitud intelectual…, 167. Sin embargo, hay una pequeña confusión por-
que la tercera parte se divide, a su vez, en dos artículos; Lira anota en su

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La Revista de Historia de América • 147

El segundo aspecto relacionado con Altamira en la


RHA tiene que ver con un elemento casi imperceptible,
pero no por ello menos significativo en el análisis de las
redes intelectuales: la creación de lazos fuertes basados en
la confianza. Si bien esto se puede explicar como una buena
amistad, servirá, como veremos, para explicar la interacción
entre varios miembros de la red con motivo de ayudar a
Altamira. Al lograr trasladar a Altamira a México en 1945,44
tras su llegada, se le rindió un homenaje en el que partici-
paron funcionarios del Comité Mexicano de Cooperación
Intelectual y Silvio Zavala, entre otros.45

Las temáticas

A partir de la revisión de los títulos de los artículos se


pueden establecer los aspectos generales de sus conteni-
dos. Estos encabezados tienden a ser concretos, registran el
nombre del personaje, obra y período histórico. Esto per-
mite un primer registro temporal y geográfico: casi todos
los artículos versaban sobre el período colonial (temprano,
siglos XVI y XVII) y sobre los dos grandes virreinatos (Nue-
va España y Perú). Casi todos abordaban personajes rele-
vantes de la administración colonial y había una preocu-
pación importante por la legislación indiana. Es evidente
que existe un predominio de la historia del derecho, pero
también se encuentran trabajos sobre historia de las ideas

anexo solo uno y no el otro. Ver Rafael Altamira, “Estudios sobre las fuentes
de conocimiento del Derecho Indiano: Parte Tercera Penetración del dere-
cho castellano en la Legislación indiana (Continuación),” Revista de Historia
de América, no. 24 (diciembre de 1947): 313-341.
44 Entre la correspondencia publicada por Andrés Lira se transcriben varias
cartas que dan cuenta del genuino interés del mexicano por ayudar a su
maestro a salir de Europa. Ver Lira, Exilio político y gratitud intelectual…
45 Andrés Lira, “Introducción,” en Silvio Zavala, Primeras jornadas, 1931-1937,
recopilación y notas de Alberto Enríquez Perea (México: El Colegio de
México, 2009). Javier Malagón y Silvio Zavala, Rafael Altamira y Crevea, el
historiador y el hombre (México: UNAM, 1971).

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148 • La Revista de Historia de América

y, en menor grado, de historia económica. El resto de los


artículos se dedican a los siglos XVIII y XIX, y aunque no
hay trabajos que analicen procesos históricos del XX, sí
hay diagnósticos actualizados sobre los archivos naciona-
les. En conjunto trasmiten la preocupación que tuvieron
los colaboradores de la publicación por poner énfasis en
un tipo de escritura de la historia en la que predomina la
investigación basada en la crítica de numerosos documen-
tos y la necesidad de visibilizar el valor de los acervos. Esto
nos permite identificar dos líneas de tipos de artículos: el
de investigación documental y el de relevamiento biblio-
hemerográfico.

La investigación histórica documental

Es evidente que este grupo de historiadores buscaba des-


marcarse tanto de los amateurs de la historia como de
los copistas de documentos. Para ellos, las fuentes histó-
ricas eran insustituibles, pero debía existir algo más allá
de la transcripción y el ordenamiento de los documen-
tos. A manera de pasos, la transcripción era solo el primer
momento, al que debía seguir la descripción y la interpre-
tación de obras y de sus autores, motivo por el cual, junto
a los trabajos históricos (“de primera mano”), encontramos
también algunos historiográficos sobre aquellos que inter-
pretaron la historia.
Es evidente que en todo esto tuvo una gran influencia
Altamira, quien no solo fue uno de los autores que más
publicó, sino también el maestro de varios colaboradores
de la publicación. Como ya dijimos, Rafael Altamira publicó
varios artículos, entre ellos “El Manuscrito de la Goberna-
ción Espiritual y Temporal de las Indias, y su Lugar en la
Historia de la Recopilación”, trabajo que estudia un códi-
ce (proyecto de recopilación de documentos relativos al
gobierno de las colonias de ultramar). También de Altamira

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La Revista de Historia de América • 149

son, como ya se detalló más arriba, “Los Cedularios como


fuente histórica de la Legislación Indiana”, que se publicó en
dos números, y “Estudios sobre las fuentes de conocimien-
to del Derecho Indiano”, en tres. La publicación de estos
y otros tantos trabajos previos hicieron de Altamira uno
de los historiadores más reconocidos en el estudio de las
instituciones jurídicas desde una preocupación social que
recuperaba aspectos no jurídicos, y se convirtió en una de
las grandes enseñanzas de Altamira y también en un eje
temático para la publicación.46
No es de extrañar entonces que, como su discípulo, los
artículos de Zavala también se inscribieran en esta línea,
porque, como le gustaba recordar, “para llegar a la histo-
ria, su camino inició con el derecho”.47 De este modo, y a
manera de ejemplo, podemos mencionar su artículo sobre
la encomienda en Nueva España, el cual le dio continuidad
a sus trabajos anteriores: Fuentes principales de la Historia de
la Conquista (tesis doctoral de 1933), Las instituciones jurí-
dicas en la conquista de América (1935), en especial la de La
encomienda indiana (1935). Muestra con ello su pericia para
reconstruir las formas jurídicas al analizar instituciones de
una manera original, como le gustaba decir a Altamira. Da
señales también de lo que aprendió en cuanto al método
de sus maestros en España y su habilidad de darle una
dimensión humana, al introducir al indígena como sujeto
histórico.48

46 Un discípulo suyo y colaborador de la RHA, Javier Malagón, recordaba las


palabras de Altamira: El historiador del derecho, decía Altamira, “no debe
tampoco olvidar el tratar de historiar la vida jurídica de los hechos circun-
dantes como fuente del derecho, es decir, los hechos no jurídicos del hom-
bre –a veces también de la naturaleza superiores a la voluntad humana– que
originan derecho, pertenecientes a todos los órdenes de nuestra vida”. Javier
Malagón y Silvio Zavala, Rafael Altamira y Crevea, el historiador y el hombre
(México: UNAM, 1971), 36.
47 Jean Meyer, dir., Egohistorias: El amor a Clío, nueva edición (México: Centro
de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1993), 127.
48 François Chevalier, “Silvio Zavala, primer historiador de la América
Hispano-Indígena. El caso del trabajo de la tierra,” Historia Mexicana
XXXIX, no. 1 (153) (julio-septiembre de 1989): 21-23.

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150 • La Revista de Historia de América

También debemos contemplar los artículos de carácter


historiográfico. Por una parte, están aquellos que se dedi-
can a analizar a otros historiadores, como fue el caso del
historiador colombiano Sergio Elías Ortiz, que publicó una
bibliografía sobre Eduardo Posada, colega y compatriota
fallecido en 1942. Se reproduce, incrementada y actualiza-
da, una bibliografía ya publicada en el Boletín de Estudios
Históricos de la ciudad de Pasto, en 1934, una publicación
que, por cierto, se registraba en la sección Bibliografía.
Por la otra, más nutrida, se encuentran aquellas que, de
corte más tradicional de historia política o atreviéndose a
avanzar en el terreno de la historia de las ideas, se preocu-
pan por reflejar el problema historiográfico: “El plan orgá-
nico de la Historia de la Nación Argentina”,49 “La Historia
de las ideas sociales y la nueva escuela histórica argentina”,50
“La conquista de México y su problema historiográfico”,51
“Apuntes sobre los estudios históricos en Venezuela”.52
Ricardo Levene publicó en el primer número el plan de
su Historia de la Nación Argentina, obra de catorce volúmenes
(proyectada en doce, desde los orígenes a 1910), que comen-
zó a publicarse en 1938; al momento de salida de la revista,
ya se habían agotado los tres primeros. El texto, tomado
de la introducción del primer número, es programático en
un doble sentido: programa de la obra editorial y programa
historiográfico. El tono es institucional, fundador: “Técni-
camente, la historia está fundada en la investigación y crí-
tica documental y su ideal es la verdad. En este sentido el
método debe aplicarse severamente en la reconstrucción

49 Ricardo Levene, “El plan orgánico de la Historia de la Nación Argentina,”


Revista de Historia de América, no. 1 (marzo de 1938): 35-39.
50 Ricardo Levene, “La Historia de las ideas sociales y la nueva escuela históri-
ca argentina,” Revista de Historia de América, no. 18 (diciembre de 1944):
267-277.
51 Enriqueta López Lira C., “La conquista de México y su problema historio-
gráfico,” Revista de Historia de América, no. 18 (diciembre de 1944): 307-333.
52 Mario Briceño-Iragorry, “Apuntes sobre los estudios históricos en Venezue-
la,” Revista de Historia de América, no. 24 (diciembre de 1947): 303-312.

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La Revista de Historia de América • 151

de los sucesos”.53 La obra, además, está fundada en una


ley, la 12114, y la editó la Junta de Historia y Numismáti-
ca Americana, antecedente de la Academia Nacional de la
Historia Argentina.
El plan es orgánico, la historia es orgánica; los autores,
maestros y jóvenes trabajan en torno de “la unidad del
concepto”, que “se refiere al criterio formado sobre una
historia institucional, que es política, económica, cultural,
religiosa, militar y naval, y también a la visión de una his-
toria comprensiva humana”.54 Es orgánica en un sentido de
cuerpo y de proporciones, de la relación entre sus partes
y el todo (la nación y las provincias): busca ser completa,
armónica y definitiva.
También hay un párrafo para el historiador, persona de
ciencia, que debe estar alejada del conflicto banal:

Llamaremos historiador espectacular –condecorándole con


el título– al que le interesa únicamente los detalles de la
explosión de pasiones y apetencias que existen en el pasado
humano y quiere traer a la vida actual –ápices y hez de la
historia– y busca al contendor y promueve la controversia
con escándalo, sentenciando dogmáticamente de un modo
opuesto al generalmente demostrado y admitido.55

El segundo artículo de temática historiográfica, tam-


bién de Levene, examina las ideas del historiador argentino
Juan Agustín García, fallecido en 1923; jalona su artículo
con varios libros de García, que le dan pie para observar las
lagunas (que García se concentrara en la historia de las ideas
y no de los acontecimientos, como la Revolución de Mayo),
las conclusiones erróneas (el olvido de una línea de tradi-
ción de pensamiento por enaltecer otra), la concepción de
la sociedad como un único individuo, de pensamiento uni-
forme. Levene sopesa el aporte de García, sus limitaciones

53 Levene, “El plan orgánico de la Historia de la Nación Argentina”, 35.


54 Levene, “El plan orgánico de la Historia de la Nación Argentina”, 36.
55 Levene, “El plan orgánico de la Historia de la Nación Argentina”, 38.

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152 • La Revista de Historia de América

y su valor, “más por su inspiración que por sus resultados”,


dado que “sobre todo alentó la labor de los investigadores
que le siguieron en su orientación.56
Enriqueta López Lira Castro, de los colaboradores más
jóvenes que tuvo la RHA en su primer decenio (había nacido
en 1918), discípula de la cohorte fundadora de El Colegio
de México, publica “La conquista de México y su problema
historiográfico”, un artículo sobre Antonio de Solís y su His-
toria de la conquista de México, de 1684.57 Incluye bibliografía
y obras de Solís. López Lira abre con algunas preguntas en
relación con la distancia temporal del hecho, su materia, su
posible exactitud o imparcialidad y las fuentes. La autora
juzga el trabajo con las fuentes de Solís, que se ha basado en
Bernal Díaz, pero que utiliza las demás fuentes sin ponerlas
en su propio contexto. A partir de lo que enuncia Solís,
López Lira va escudriñando el revés de la trama, por omi-
siones, por discrepancias, por los datos: qué material usó
de primera mano o no; para ello, recurre a un abundante
aparato crítico de citas de las fuentes para refrendar sus
hallazgos e interpretaciones. También examina su visión de
la historia, que parece más un relato de lo que debió suceder
antes de lo que sucedió realmente, según el comportamien-
to esperable de los personajes; su concepción de unidad de
tono (la retórica) y relato, que cancela, omite aquello que es
confuso, inesperado o de un nivel no acorde al hecho narra-
do, que es de carácter heroico; además, interpreta, Solís está
“condicionado” por el ambiente de ideas de su tiempo. El
trabajo termina con una conclusión; es un texto que tiene
la forma de una monografía. López Lira ha realizado un
análisis minucioso, ha compulsado fuentes, ha empleado un
profuso y preciso aparato crítico y su texto tiene la tri-
partición habitual en este tipo de trabajos. De hecho, su

56 Levene, “La Historia de las ideas sociales y la nueva escuela histórica argen-
tina”, 276.
57 Enriqueta López Lira Castro, “La conquista de México y su problema histo-
riográfico,” Revista de Historia de América, no. 18 (diciembre de 1944):
307-333.

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La Revista de Historia de América • 153

firma va seguida de la inscripción institucional del Centro


de Estudios Históricos.
El último artículo de temática historiográfica del dece-
nio es de Mario Briceño-Iragorry, que se titula “Apuntes
sobre los estudios históricos en Venezuela”:58 aborda las
escuelas históricas y las características de los estudios his-
tóricos en aquel país, como el trabajo de fuentes y archivos.
Comienza con una expresión que denota la falta: hay bue-
nas fuentes documentales, pero carece del trabajo sistemá-
tico, del criterio; no hay método. Se ha forjado una historia
en torno a la independencia, con héroes y exaltación de
la providencia. Antes que historia crítica, se hizo historia
política, sostiene Briceño-Iragorry, que traza una cartogra-
fía de historiadores y tendencias, marca aciertos y señala
lo que aún hay que producir, especialmente para superar el
individualismo. Alienta:

Urge dar al trabajo histórico un carácter de comunicatividad


y de cooperación que lo aleje de la vieja actitud silenciosa
que hacía mirar en el estudioso de historia una especie de
mago, guardador de los secretos del tiempo, a quien pareciera
mover un candoroso deseo de ganar albricias.
Se necesita formar un recto concepto historicista que busque
para la exposición y la crítica de los hechos la aportación de
las nuevas conclusiones filosóficas ensayadas para la explica-
ción de los complejos procesos sociales…59

Justamente, fue misión de la RHA darle visibilidad a la


investigación histórica de América y hacerlo seriamente.

58 Briceño-Iragorry, “Apuntes sobre los estudios históricos en Venezuela”,


303-312.
59 Briceño-Iragorry, “Apuntes sobre los estudios históricos en Venezuela”, 309
y 311.

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154 • La Revista de Historia de América

El relevamiento bibliohemerográfico

La revista mantuvo el hilo temático de la archivística y la


documentación a lo largo de todas las secciones. Al cuanti-
ficar la presencia de expresiones referidas a los temas prefe-
rentes en los títulos de los 84 artículos, se destacan, además
de las que designan países, las palabras que se incluyen en
el campo semántico de las ciencias de la información; una
cuarta parte de ellos se dedican a la archivología y la biblio-
tecología: archivo, biblioteca, documentos, fuentes.
Varios de esos artículos son la historia y la descripción
de archivos (de distinto alcance geográfico y de nivel:
nacionales, provinciales, de instituciones); tienen estructu-
ras similares de contenido (fundación, autoridades, fon-
dos, estructura, personal, presupuesto, cuestiones edilicias
y publicaciones) y preocupaciones recurrentes (el expolio,
la pérdida, la conservación, la necesidad de catalogar y per-
mitir su recuperación, la importancia de su disponibilidad).
No se trata de artículos de investigación histórica, aunque
cuentan una historia: son puestas al día sobre el estado de
situación, son un mapa para orientar al investigador y un
reporte.60 Los recorre igual preocupación que la que apare-
ce en otras secciones: establecer un documento es una parte
sustantiva del trabajo; los archivos no son documentos sueltos,
su orden, su clasificación, su contexto son parte también de
su sentido. Por su parte, museos, bibliotecas y archivos son
también, a su modo, textos que pueden leerse e interpretar-
se, objetos de una cultura material que pueden describirse y
ámbitos que se pueden proyectar, ordenar y dominar.
Podemos identificar dos grandes grupos de temas en
este corpus de artículos: descripción de centros de docu-

60 Por ejemplo, en el artículo sobre la Biblioteca Nacional de México, Juan B.


Iguíniz comenta una noticia reciente, como es la misión de catalogar la sec-
ción de Teología y Ciencias Eclesiásticas de la biblioteca, por Agustín Milla-
res Carlo y Jorge Fernández Millares. Juan B. Iguíniz, “La Biblioteca Nacio-
nal de México,” Revista de Historia de América, no. 8 (abril de 1940): 57-86.

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La Revista de Historia de América • 155

mentación (archivos, museos y bibliotecas); y documen-


tos y biobibliografías. Los artículos referidos a centros de
documentación provienen de la Argentina, México, Chile y
Perú. Se titulan “El Archivo General de la Nación Argenti-
na”,61 “La Biblioteca Nacional de la República Argentina”,62
“El Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires”,63
“Museo Mitre”,64 “La Biblioteca Nacional de México”,65 “El
Archivo General de la Nación: México, Distrito Federal”,66
“El Archivo Nacional de Chile”,67 “El Archivo Municipal de
la Ciudad de México, hoy del Departamento del Distrito
Federal”,68 “Museo Histórico Sarmiento (Calles Juramento y
Cuba, Buenos Aires)”,69 “El Archivo de Notarias del Depar-
tamento del Distrito Federal (México, D. F.)”,70 “El Archivo
Nacional del Perú”,71 “El Archivo Histórico del Ministe-
rio de Hacienda y Comercio del Perú”.72 Todos conforman

61 José Torre Revello, “El Archivo General de la Nación Argentina,” Revista de


Historia de América, no. 1 (marzo de 1938): 41-52.
62 José Torre Revello, “La Biblioteca Nacional de la República Argentina,”
Revista de Historia de América, no. 2 (junio de 1938): 9-92.
63 José Torre Revello, “El Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires,”
Revista de Historia de América, no. 5 (abril de 1939): 55-68.
64 José Torre Revello, “Museo Mitre,” Revista de Historia de América, no. 6. (agos-
to de 1939): 97-115.
65 Iguíniz, “La Biblioteca Nacional de México”, 57-86.
66 Jorge I. Rubio Mañé, “El Archivo General de la Nación: México, Distrito
Federal,” Revista de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940): 63-169.
67 Ricardo Donoso, “El Archivo Nacional de Chile,” Revista de Historia de Améri-
ca, no. 13 (abril de 1941): 47-78.
68 Francisco Gamoneda, “El Archivo Municipal de la Ciudad de México, hoy
del Departamento del Distrito Federal,” Revista de Historia de América, no. 13
(diciembre de 1941): 101-128.
69 Ismael Bucich Escobar, “Museo Histórico Sarmiento (Calles Juramento y
Cuba, Buenos Aires),” Revista de Historia de América, no. 16 (diciembre de
1943): 85-122.
70 Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, “El Archivo de Notarias del
Departamento del Distrito Federal (México, D. F.),” Revista de Historia de
América, no. 17 (junio de 1944): 69-118.
71 María Castelo de Zavala, “El Archivo Nacional del Perú,” Revista de Historia
de América, no. 20 (diciembre de 1945): 371-386.
72 Federico Schwab, “El Archivo Histórico del Ministerio de Hacienda y
Comercio del Perú,” Revista de Historia de América, no. 21 (junio de 1946):
29-44.

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156 • La Revista de Historia de América

parte de un programa continental que buscaba dar con el


estado de situación de estos centros.73
En primer lugar, se cuenta su historia: autoridades del
Estado que fundaron el centro, la fecha, los documentos
respaldatorios; los datos biográficos de las autoridades fun-
dadoras o los directores más destacados,74 las autoridades
actuales; se describe el edificio (plantas, estado general, ubi-
cación de archivos, seguridad contra incendios);75 su acervo,
la forma de organización, las divisiones, secciones espe-
ciales; la bibliografía relativa al centro; sus publicaciones.
Se detalla el material de interés y se cuenta la historia de
los documentos: pérdidas, hallazgos, rarezas. Por ejemplo,
Torre Revello cuenta cómo Pedro de Angelis, durante el
rosismo, vendió documentos al Gobierno de Brasil, que
se encontraban entonces en la Biblioteca Nacional de Río
de Janeiro;76 él mismo destaca que en el Museo Mitre hay
copias originales del Archivo General de Indias.77 Para estos
artículos se cuenta con documentos de su origen y de su
funcionamiento en el presente, y con la presencia del autor
en el lugar: “La presente noticia ha sido redactada a la vista
de distintas memorias y trabajos que quedan citados en las
notas que acompañan a este escrito, y en los que van ano-
tados en la Bibliografía. Además del conocimiento personal
que tenemos del establecimiento…”.78 También autoriza la
narración en primera persona el hecho de trabajar o de
haber trabajado en la institución, como lo hace Francisco
Gamoneda, entonces director de Bibliotecas del Distrito
Federal, con el Archivo Municipal de la Ciudad de México:

73 Esta práctica continuaría. Por ejemplo: Sara Sabor Vila, “La Biblioteca del
Congreso de la Nación Argentina,” Revista de Historia de América, no. 27
(junio de 1949): 77-99.
74 En algunos casos, esas notas biográficas son extremadamente detalladas,
como para todo lector.
75 En el artículo sobre el Archivo General de la Nación, Rubio Mañé inserta
planos históricos y actuales del edificio.
76 Torre Revello, “El Archivo General de la Nación Argentina”.
77 Torre Revello, “Museo Mitre”.
78 Torre Revello, “La Biblioteca Nacional de la República Argentina”, 92.

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La Revista de Historia de América • 157

Se insistía, asimismo, en que el Catálogo facilitaría y


divulgaría el conocimiento de cuanto existía en el Archi-
vo, imposibilitando, por lo menos sin que dejaran de
notarse, pérdidas y extravíos; y auxiliaría en el manejo de
toda la documentación, en forma tal, que sería consultado
el Archivo cual la biblioteca mejor organizada. Efectiva-
mente llegaron a imprimirse tres tomos.
Respecto a éstos dice Genaro Estrada en la N° 75 de
sus interesantísimas 200 Notas de Bibliografía Mexica-
na Nº 31 de las “Monografías Bibliográficas Mexicanas”
México. MCMXXV. Pág. 49: “Muy pocos saben que existe
un catálogo impreso del archivo del Ayuntamiento de
la Ciudad de México. De este catálogo es autor Don
Francisco Gamoneda y solo se imprimió el tomo pri-
mero en 1921.
Los ejemplares desaparecieron casi en su totalidad”.
Fueron tres los impresos; Genaro Estrada sólo conoció el
primero, pues éste se encuadernó; los otros dos quedaron
en rama. Del tomo I conozco únicamente la existencia de
tres ejemplares. La explicación de la desaparición absolu-
ta de la edición es muy sencilla. Al dejar yo el Archivo del
Ayuntamiento para pasar a encargarse del de la Secretaría
de Hacienda, quedó toda la existencia, así como la de
tomos publicados de Actas de Cabildo de la que hablo
más adelante, en una habitación del entonces último piso
del Palacio Municipal, hoy del Departamento del Distrito
Federal. Al hacer las reformas de este monumental edifi-
cio, aumentando sus pisos, persona no muy culta encon-
tró aquel montón de papel, al que no se le ocurrió darle
otro destino que venderlo a una fábrica de cartón.79

Los museos también son objeto de la narración y la


descripción de su acervo. Es el caso del Museo Mitre y
del Museo Histórico Sarmiento (en Buenos Aires). Como
parte de la cultura material, los museos son también
fuentes de la historia, por sus edificios, por los archi-
vos y por los objetos: mobiliarios, prendas personales,

79 Gamoneda, “El Archivo Municipal de la Ciudad de México, hoy del


Departamento del Distrito Federal”, 107-108.

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158 • La Revista de Historia de América

cuadros, ilustraciones, fotografías, esculturas. De todo


ello dan cuenta los autores, que seleccionan y componen
el mundo de objetos para destacar o que refieren a la
manera de inventario (un catálogo).
El Archivo de Notarías de la Ciudad de México es
descrito en un artículo por Agustín Millares Carlo y José
Ignacio Mantecón, un año antes de la publicación, también
conjunta, del libro Índice y extractos de los protocolos del Archi-
vo de Notarías de México, D. F., publicado en 1945. En nota
al pie en el artículo se anticipa la publicación que, según
dicen, se ha redactado “por encargo del Centro de Estudios
Históricos del Colegio de México”.80
También se vinculan unas instituciones con otras,
como en el artículo referido a la Biblioteca Nacional de
México, cuando se registran el Instituto Bibliográfico
Mexicano, la Biblioteca Romero Rubio de Tacubaya, el
Instituto Bibliográfico Mexicano, la Escuela Nacional de
Bibliotecarios y Archiveros.
Cierran el decenio dos artículos sobre centros docu-
mentales peruanos: sobre el Archivo Nacional del Perú
de María Castelo de Zavala, y sobre el Archivo Histórico
del Ministerio de Hacienda y Comercio del Perú de
Federico Schwab, en el número siguiente. Castelo ela-
boró el texto que es el resultado de un relevamiento de
centros documentales del continente que realizó durante
su viaje de marzo de 1944-febrero de 1945.81 Schwab,
por su parte, traductor y bibliógrafo alemán, ya naciona-
lizado entonces como peruano, trabajó realizando varias
tareas durante los años que desempeñó el cargo de

80 Millares Carlo y Mantecón, “El Archivo de Notarías del Departamento del


Distrito Federal (México, D. F.)”, 75. Sobre este libro hay un cierto recelo
documental mutuo entre Millares Carlo-Mantecón y José Miranda, autor
de un libro sobre tributos indígenas, ver Aurelia Valero Pie, ed. y coord., Los
empeños de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México,
1940-1950 (México: El Colegio de México, 2015), 129.
81 De ese relevamiento da cuenta su artículo: María Castelo de Zavala,
“Noticias sobre algunos archivos hispanoamericanos,” Anales del Insti-
tuto Nacional de Antropología e Historia 6, no. 2 (1947): 373-419.

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La Revista de Historia de América • 159

director de la biblioteca de la Universidad de San Mar-


cos Jorge Basadre, miembro del Consejo Directivo de la
RHA desde el primer número. Schwab fue el fundador
y organizador del Archivo Histórico de Hacienda, luego
incorporado al Archivo General de la Nación.82
Cuando se registran las sucesivas historias de des-
cuidos, expolios, deterioros, mala administración, lo que
interesa es develar y establecer cuál es la concepción que
sostiene las prácticas, criticar las malas y alentar las bue-
nas. Jorge I. Rubio Mañé lo observa en su artículo sobre el
Archivo General de la Nación:

No sabemos cuál pudo ser la conciencia historiográfica


que prevalecía en aquella época, porque a un personaje
ilustrado, como Lorenzo de Zavala, que cultivó la Histo-
ria, lo acusaba BUSTAMANTE de lo siguiente:
“Cuando se entregó el archivo de la Audiencia de México
al gobernador [del Estado de México] D. Lorenzo [de]
Zavala, éste dispuso casi de todo él vendiéndolo por
papel viejo a los coheteros y tenderos de México, y
boticarios”.83

Del mismo modo, Rubio Mañé transcribió en el


apéndice un documento completo de 1792: las “Orde-
nanzas para el Archivo General que ha de establecerse
en el Palacio de Chapultepec”. Es una lista de 81 orde-
nanzas que, según observa Rubio Mañé, no parecen
haber sido ejecutadas, atinentes al cuidado, el orden, el
inventariado, la custodia. El acto de publicar las Orde-
nanzas es más que el documental: es una denuncia de la
incuria, del insuficiente trabajo profesional en la historia
del Archivo y un recordatorio de lo imprescindibles que
son para el presente y el futuro.

82 Estuardo Núñez, “Federico Schwab (1902-1986): bibliógrafo, traductor


ejemplar y peruanista insigne. (Amberg, Baviera, 1902-Lima 1986),”
Alma Mater, no. 15, (1997): 75-79.
83 Rubio Mañé, “El Archivo General de la Nación”, 97. Las aclaraciones
son del autor.

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160 • La Revista de Historia de América

Ricardo Donoso, miembro del Consejo Directivo


por Chile a partir del número 9, publicó en el núme-
ro 11 un artículo de tipo informe sobre el Archivo
Nacional de Chile: es, más bien, una recopilación de tes-
timonios y de documentos hilvanados con narraciones;
se cierra con una lista de índices y catálogos del archivo.
Es una fuente más para el estado de situación de los
archivos del continente, pero su valor respecto a otros
relevamientos es menor.
El segundo grupo de artículos aborda temáticas docu-
mentales, biográficas y biobibliográficas, como “Nota sobre
algunos documentos referentes a México y otras repúbli-
cas americanas del tiempo de Fernando VII, existentes en
el Archivo del Palacio Nacional de Madrid”;84 “Documen-
to”;85 “El Manuscrito de la Gobernación Espiritual y Tem-
poral de las Indias, y su Lugar en la Historia de la Reco-
pilación”;86 “Documentos inéditos que ilustran los orígenes
de los obispados Carolense (1519), Tierra Florida (1520) y
Yucatán (1561)”;87 “Los Cedularios como fuente histórica
de la Legislación Indiana” (dos artículos, con una diferencia
de cinco años entre cada uno);88 “Estudios sobre las fuentes

84 José Moreno Villa, “Nota sobre algunos documentos referentes a México y


otras repúblicas americanas del tiempo de Fernando VII, existentes en el
Archivo del Palacio Nacional de Madrid,” Revista de Historia de América, no. 1
(marzo de 1938): 57-58.
85 “Documento,” Revista de Historia de América, no. 3 (septiembre de 1938):
89-94.
86 Rafael Altamira, “El Manuscrito de la Gobernación Espiritual y Temporal de
las Indias, y su Lugar en la Historia de la Recopilación,” Revista de Historia de
América, no. 7 (diciembre de 1939): 5-38.
87 Sergio Méndez Arceo, “Documentos inéditos que ilustran los orígenes de
los obispados Carolense (1519), Tierra Florida (1520) y Yucatán (1561),”
Revista de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940): 35-39.
88 Rafael Altamira, “Los Cedularios como fuente histórica de la Legislación
Indiana,” Revista de Historia de América, no. 10 (diciembre de 1940): 5-86.
Rafael Altamira, “Los Cedularios como fuente histórica de la Legislación
Indiana,” Revista de Historia de América, no. 19 (junio de 1945): 61-129.

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La Revista de Historia de América • 161

de conocimiento del Derecho Indiano” (tres artículos);89


“Bibliografía de Eduardo Posada (1862-1942)”.90
El primero de este grupo, “Nota sobre algunos docu-
mentos referentes a México y…” de José Moreno Villa, tiene
apenas dos páginas. Es un texto en primera persona, que
cuenta que hay documentos relativos a América sin investi-
gar en el Archivo del Palacio Nacional de Madrid. Moreno
Villa era archivero y había sido nombrado director de ese
archivo por la Segunda República, en 1931. Comparte con
el estudioso una lista de quince documentos y da hasta su
localización.91
El segundo, que lleva una nota al pie en la que se indica
que el documento fue proporcionado por Torre Revello, es
la transcripción de la Relación de méritos de Juan Joseph de
Eguiara y Eguren (1757), obtenida del Archivo General de
Indias. Tiene una ficha descriptiva al final y la indicación en
los márgenes de folio, recto y verso.
Por su parte, Sergio Méndez Arceo publicó un estudio
sobre la primitiva organización de la Iglesia en Yucatán en
su artículo “Documentos inéditos que ilustran los orígenes
de los obispados Carolense (1519), Tierra Florida (1520) y
Yucatán (1561)”.92
Es necesario destacar aquí el protagonismo de Torre
Revello en este tipo de artículos de carácter documen-
tal. Como veremos en otros capítulos, fue un actor clave

89 Rafael Altamira, “Estudios sobre las fuentes de conocimiento del Derecho


Indiano,” Revista de Historia de América, no. 23 (junio de 1947): 1-53. Rafael
Altamira, “Estudios sobre las fuentes de conocimiento del Derecho Indiano,”
Revista de Historia de América, no. 24 (diciembre de 1947): 313-341. Rafael
Altamira, “Estudios sobre las fuentes de conocimiento del Derecho Indiano:
Parte Tercera (Conclusión),” Revista de Historia de América, no. 25 (junio de
1948): 69-134.
90 Sergio Elías Ortiz, “Bibliografía de Eduardo Posada (1862-1942),” Revista de
Historia de América, no. 16 (diciembre de 1943): 123-132.
91 Moreno Villa, “Nota sobre algunos documentos referentes a México y otras
repúblicas americanas del tiempo de Fernando VII, existentes en el Archivo
del Palacio Nacional de Madrid”, 57.
92 Méndez Arceo, “Documentos inéditos que ilustran los orígenes de los obis-
pados Carolense (1519), Tierra Florida (1520) y Yucatán (1561)”, 31-61.

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162 • La Revista de Historia de América

para varias secciones de la revista.93 Este argentino, que


se hizo historiador como otros de su generación a través
del trabajo de archivo (primero en Sevilla y después en
la Argentina), fue partícipe también de la institucionaliza-
ción y profesionalización en su país. Vivió durante 17 años
en España (1918-1935), durante los cuales recopiló miles
de documentos para la Sección de Investigaciones Histó-
ricas (luego, Instituto de Investigaciones Históricas) de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires. Al regresar, Torre Revello asumió como director del
Instituto de Investigaciones Históricas (cargo que ocuparía
hasta 1948).94 Así, empezó como copista y se convirtió en
investigador.
Publicó relevamientos del Archivo General de la
Argentina, de la Biblioteca Nacional, del Archivo Histórico
de la provincia de Buenos Aires y del Museo Mitre, todos
de la Argentina. También publicó otro tipo de artículos,
de carácter documental y biobibliográfico: “El Acta de la
Independencia Argentina y el Manifiesto a las Naciones
(Quiénes fueron sus redactores)”, “Noticia sobre Jose Euse-
bio de Llano Zapata, Historiador Peruano del Siglo XVIII”,
“Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios del Doctor

93 Torre Revello se encargó de que las contribuciones de la Argentina llegaran


en tiempo y forma. Los artículos de su país eran escritos por varios autores a
los que él contactaba para asegurarse de la calidad y se trataba siempre de
trabajos originales o segundas versiones ampliadas que se justificaban. Así,
sumó artículos de Caillet-Bois y uno de Caillet-Bois en coautoría con Julio
César González. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 32,
fol. 526821, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 16 de diciembre de
1940.
94 En Sevilla, conoció a los bolivianos José y Humberto Vázquez Machicado y a
los norteamericanos Herbert Eugene Bolton, Roscoe E. Hill, Clarence H.
Haring, Arthur Aiton, Lewis Hanke, Francis Scholes, Irving Leonard, Rafael
Altamira y José María Ots de Capdequí. Guillermo Furlong, Biografía y
bibliografía de José Torre Revello (Buenos Aires: Facultad de Historia y Letras.
Instituto de Historia Argentina y Americana, Universidad del Salvador,
1968), 35-36.

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La Revista de Historia de América • 163

don Eusebio Ventura Beleña” y “Don Hernando Colón. Su


vida, su biblioteca, sus obras”.95

95 Torre Revello, “El Archivo General de la Nación Argentina”. Torre Revello,


“La Biblioteca Nacional de la República Argentina”. Torre Revello, “El
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires”. Torre Revello, “Museo
Mitre”. José Torre Revello, “El Acta de la Independencia Argentina y el
Manifiesto a las Naciones (Quiénes fueron sus redactores),” Revista de Histo-
ria de América, no. 4 (diciembre de 1938): 81-95. José Torre Revello, “Noticia
sobre Jose Eusebio de Llano Zapata, Historiador Peruano del Siglo XVIII,”
Revista de Historia de América, no. 13 (diciembre de 1941): 5-39. José Torre
Revello, “Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios del Doctor don
Eusebio Ventura Beleña (1772),” Revista de Historia de América, no. 15
(diciembre de 1942): 315-323. José Torre Revello, “Don Hernando Colón. Su
vida, su biblioteca, sus obras,” Revista de Historia de América, no. 19 (junio de
1945): 1-59.

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Una biblioteca crítica
para el historiador: libros y revistas

La profesionalización del historiador requería no solo


trasmitir a través de la docencia y los seminarios de
investigación las técnicas, métodos y sensibilidades pro-
pias del área de estudios, era indispensable también
delinear sus lecturas mediante la selección de deter-
minadas publicaciones. Para conformar esta biblioteca
crítica, la RHA dio especial importancia en cada número
a dar cuenta de los libros, pero también de las revistas
que se publicaban en el continente. El volumen de este
material fue tan grande, que se hizo indispensable crear
una biblioteca en el IPGH para resguardarlo y disponer
de personal dedicado a su catalogación. Era necesario
mantener el proyecto de una biblioteca completa, refe-
rente de la historia de América, en la Ciudad de México;
la biblioteca y las publicaciones consolidarían el alcance
académico del instituto, y la revista sería la expresión
de esa biblioteca.
No todo el material era aceptado para ser objeto de
una nota bibliográfica, ni mucho menos para escribir una
reseña. La selección, aunque pocas veces explicitada en las
cartas de Silvio Zavala, es evidente. El equipo tomaba las
decisiones sobre cuáles libros iban a la sección Reseñas,
lo que implicaba el desarrollo de un juicio sobre la obra,
y cuáles iban a la sección Bibliografía, lo que significaba
que entraba en un listado temáticamente organizado de las
novedades anuales, con su información básica y una breve
descripción. El criterio fundamental de este comando cen-
tral que tomaba esa decisión era la calidad de la obra (aun

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166 • La Revista de Historia de América

cuando hubo algunas excepciones, como se verá más ade-


lante) y la exigencia de un comentario ponderado.1
Para dar cuenta de esta sutil selección se utilizaron sec-
ciones específicas dedicadas a la presentación y revisión del
material. De 1938 a 1940 existieron tres: Reseñas, Revistas
y Bibliografía. Desde 1941 quedaron dos: la primera y la
última, en las que se incluyeron libros y revistas. Organi-
zadas temáticamente con criterios cada vez más afinados,
se convirtieron en una herramienta para el historiador en
formación y en un medio de comunicación para los histo-
riadores profesionales, que recibirían en cada número un
nutrido compendio bibliohemerográfico. En este sentido,
pueden concebirse las tres secciones como un todo comple-
mentario que configura un metatexto para el historiador2 y
un capital social, con palabras de Bourdieu, entendido como
un conjunto de recursos a disposición de un conjunto de
pares.3 Ambas secciones, pues, eran una fuente de noveda-
des de libros y revistas, con orientación temática, y crítica y
comentario sobre los libros imprescindibles.
Esta tarea fue posible por el trabajo sostenido de un
equipo capaz de generar gran cantidad de fichas, reseñas y
notas. Con el tiempo, irían variando las firmas, sumando
contribuciones, escasas e incipientes de otros colaborado-
res que participaban. Las siguientes páginas darán cuenta
de la composición de esta biblioteca, analizando sus carac-
terísticas como secciones y poniendo especial énfasis en

1 En las instalaciones del IPGH en Tacubaya aún están los anaqueles que se
hicieron para resguardar estos libros, aunque el material fue trasladado a la
biblioteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
2 La noción de “metatexto” orientada a la historia (en particular a la crónica)
ha sido desarrollada por Walter Mignolo como los textos en los que se defi-
ne un dominio de objetos (tema, contenido) y los rasgos críticos de los tex-
tos, sus características formales. En este sentido, los artículos, las reseñas, la
mención de libros y revistas buscan establecer temas y formas relativas al
texto de historia y a la práctica del historiador. Walter Mignolo, “El metatex-
to historiográfico y la historiografía indiana,” MLN, no. 2, (1981): 358-402.
3 Pierre Bourdieu, “Le capital social,” Actes de la Recherche en Sciences Sociales,
no. 31, (enero de 1980): 2-3.

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La Revista de Historia de América • 167

las personas que participaron activamente, porque coordi-


naban la sección o porque participaban activamente como
autores de ella. Específicamente nos referiremos a la trayec-
toria de Jorge I. Rubio Mañé, quien ha sido el más prolífico
autor de reseñas y colaborador más cercano de Zavala, y a
dos colaboradores de la sección Bibliografía: Rafael Helio-
doro Valle, para una primera etapa, y Agustín Millares Car-
lo, para la segunda, cuando la sección tomó una forma más
compleja y minuciosa.

Reseñas, una sección para leer y comentar el trabajo


de los pares

Jorge I. Rubio Mañé fue, en el decenio, el autor con


mayor cantidad de reseñas escritas.4 En 1938 se incorporó

4 Jorge I. Rubio Mañé (1904-1988) era yucateco, como Zavala, cinco años
mayor que él. De joven viajó a Nueva Orleans, donde aprendió inglés. Para
1920, de regreso en Yucatán, terminó de cursar preparatoria y posterior-
mente obtuvo el título de contador, profesión que ejerció durante algunos
años para sostenerse económicamente mientras, de manera paralela, inicia-
ba sus investigaciones en historia bajo la tutela de Juan Francisco Molina
Solís, a quien se le reconoce como el personaje más destacado en la historia
peninsular y sobre el que escribió en su primer libro publicado en 1933. De
sus pesquisas históricas publicó ensayos de historia regional en algunas
publicaciones locales. En 1929 obtuvo el premio de la Liga de Acción Socia-
les por su biografía sobre los Montejo (fundadores de Mérida) y, al año
siguiente, otro premio, otorgado por la Sociedad Médica Yucateca por el
estudio histórico de la Escuela de Medicina. A la muerte de su tutor, fue
nombrado para ocupar su lugar, miembro de número de la Academia Mexi-
cana de Historia, en 1933. El prestigio alcanzado le valió otras designaciones
similares en sociedades extranjeras (en París, 1931; Lima, 1932; Guatemala,
1935).
Dado su prestigio y su conocimiento de la Península, fue un contacto clave
para muchos especialistas en estudios mayas estadounidenses que durante
ese período “descubrían” el patrimonio histórico y arqueológico. En 1934
fue invitado por Sylvanus G. Morley, de la Institución Carnegie, para traba-
jar investigando en los archivos de Yucatán información sobre la cultura
maya. Dado su buen desempeño, Morley propuso un año después que se lo
nombrara investigador de ese instituto. En 1936 estudió, guiado por Cla-
rence H. Haring, en Cambridge, Massachusetts, gracias a una beca, y ya para

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168 • La Revista de Historia de América

al equipo editorial de la RHA y se convirtió en la mano


derecha de Zavala, quien se alegraba de tenerlo en el equipo
por el cuidado que tenía sobre todos los detalles, por lo
que insistió desde el primer momento para que su nombre
apareciera en la lista de editores.5 Su apoyo era decisivo,
sobre todo cuando Zavala estaba fuera de México. Las car-
tas en estos períodos se encuentran atiborradas de tareas
y pendientes de la revista (papel, imprenta, periodicidad,
formato, contenido, distribución y financiamiento). Zavala
respondía con el mismo detalle y le indicaba además con
quiénes tenía que hablar para resolver cada dificultad.6
En este sentido, estos períodos intensificaban la fun-
ción mediadora de Rubio Mañé con imprenteros, funcio-
narios del Instituto y demás colaboradores. Por esto, en
ciertos períodos encontramos varias cartas escritas entre
él y estos otros personajes, cartas de las que le enviaba
copia a Zavala para que observara el buen cumplimiento de
las indicaciones.7 Estas cartas señalan también que existía
una amistad basada fundamentalmente en el respeto como
colegas. Ambos compartían opiniones sobre el material que
leían (el enviado a la revista o cualquier otro del que tuvie-
ran noticia), sobre documentos históricos y archivos. De
igual modo, compartían el contacto con otros historiado-
res. Así, apenas llegó Zavala a Washington, Rubio Mañé le

1937 fue designado miembro de número en la Academia Mexicana de la


Historia. José Isidro Saucedo González, “Jorge Rubio Mañé y su proximidad
con la historia del Derecho,” en Historia del derecho. X Congreso de Historia
del Derecho Mexicano, tomo I, coordinado por Óscar Cruz Barney y José Luis
Soberanes (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 2016), 341.
5 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938.
6 Rubio Mañé le envió 29 cartas a Zavala mientras estaba fuera de México, las
cuales fueron escritas entre 1938 y 1941. Después de eso, solo aparece una
en 1946, escrita desde España, cuando Rubio Mañé lo invitó a participar de
un Congreso.
7 Envió copia de dos cartas escritas a José Torre Revello y una al presidente
del IPGH, Pedro Sánchez.

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La Revista de Historia de América • 169

insistió en que se encontrarse con Scholes, quien trabajaba


en la Fundación Carnegie.8
Las sugerencias de Rubio Mañé eran precisas respecto
a cómo abordar problemas, y le sugería también sobre otros
temas que podría entablar con él sobre documentos que
interesaban a ambos como colonialistas.9 Como un par, leía
los textos enviados a la RHA y los comentaba con Zavala
para decidir si era conveniente o no publicarlos. Ambos
compartían el principio de que, para ser considerado un
artículo serio, debía estar sustentado en una extensa biblio-
grafía y documentación, sin caer en una descripción de
fuentes históricas.10 Otro de los puntos sobresalientes de

8 Scholes deseaba saber si se incluía el censo de tributos de Yucatán del año de


1548 en la colección de papeles de Paso y Troncoso que estaba por publicar-
se. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, car-
ta de Rubio Mañé a Zavala, 19 de noviembre de 1938.
9 Puntualmente le comentaba: “Ha surgido aquí entre José Elguero y Pérez
Martínez con motivo de la edición de Landa que hizo este. Los artículos se
han publicado en Excelsior. Elguero ha citado a Scholes y a su obra sobre
Quijada, como base futura de sus argumentos en defensa de Landa. Yo no sé
cómo Elguero ha sabido que la obra de Scholes favorece a Landa. De todas
maneras, la polémica se ha convertido en una cuestión muy personal entre
ambos, con las diatribas consiguientes. Creo que el Sr. Scholes no debe
tomar en cuenta esta cuestión y no preocuparse. Así le he escrito, pero tú
personalmente puedes darle más detalles de cómo es Pérez Martínez y cómo
son los periodistas locales. Otra cosa que debe saber el Sr. Scholes es si en la
colección de papeles de Paso y Troncoso, que está por publicarse, no se
incluye el censo de tributos de Yucatán, año de 1548”. BNAH, ASZ, serie
correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a Silvio Zavala, 19 de noviembre de 1938.
10 Por ejemplo, cuando llegó el artículo de Arturo Arnáiz y Freg a través de
Heliodoro Valle, le comentó que se trataba de un estudio biográfico sobre
Fausto de Eluyar y de Zubice, el mineralogista vasco que estuvo en México
en las postrimerías del coloniaje y atendió a Humboldt. Según el comentario
de Rubio Mañé, se trataba de un estudio de “bastante interés y está apoyado
por nutrida bibliografía”. Agregaba que el autor le parecía: “Un valioso ele-
mento para la revista. Además de joven y entusiasta, es diligente y cuidadoso
en sus estudios”. De hecho, en la misma carta, líneas más adelante le pregun-
taba si no le parecía adecuado que este reemplazara a Teixedor (a quien él no
conocía personalmente). Para tener otra opinión antes de aceptar su trabajo,
se lo dio a Monterde. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1,
exp. 13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 27 de diciem-
bre de 1938.

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170 • La Revista de Historia de América

la correspondencia cruzada con Zavala mientras se encon-


traba de viaje eran los materiales de archivo. Ambos se
pedían favores para buscar algún documento que reque-
rían específicamente para terminar de escribir algún tra-
bajo en curso.11
Su labor era reconocida por Zavala, quien afirmaba
que si no fuera por su “tenacidad e interés”, la revista no
se podría haber puesto al día con la periodicidad, sobre
todo “ante circunstancias desfavorables económicamente”.
Por esto, se preocupó cuando Rubio Mañé le comentó que
saldría un tiempo de viaje de estudio. Esperaba que fuera
solo una ausencia temporal y dio instrucciones de que su
nombre siguiera apareciendo entre los editores. Sugirieron

11 Cuando se encontraba en Washington, Rubio Mañé, a solicitud de Zavala, le


escribió un breve informe del contenido de los tomos 406 y 408 del ramo de
Historia del AGPN (ahora AGN). Específicamente le comentaba que el tomo
406 contenía escrituras de ventas de esclavos negros (propiedad de los jesui-
tas principalmente), temporalmente abarcaba los años 1576 a 1643 y tenía
382 fojas. El otro, 407, también eran escrituras de ventas de esclavos negros,
de un período cercano, 1578 a 1647, y contaba con 386 fojas. El número 408
igual, solo que era del período 1572 a 1696 y contaba con 379 fojas. Además,
le comentaba que había consultado con Ceballos y Meade sobre la letra de
Vasco de Quiroga, pero ninguno de los dos había podido decirle si era la
misma que la firma, por lo que habría que hacer una “larga búsqueda y con-
frontar con la letra de su firma”. Por último, pedía un encargo engorroso:
unas fotografías que Sánchez le había entregado a su papá, pero que no
había podido enviarlas por correo porque las oficinas postales no recibían
ese tipo de material para el extranjero sin la previa licencia del DAPP, lo cual
requería muchos trámites. Para ayudar a su padre en el lío, había hablado
con O’Gorman (que trabajaba como oficial del archivo), el cual dependía del
DAPP, pero le comentó que era tarde para enviarlo porque el 20 de ese mes
habían entrado todas las oficinas públicas de vacaciones. Por todo esto, deci-
dió que su papá y su hermano le enviaran las fotocopias “envueltas en perió-
dicos y estos en un paquete certificado”. Como esto no se hizo, las fotogra-
fías seguían en México. Ante esto, Rubio Mañé conversó con Sánchez y este
con su papá para llegar a un arreglo. Posiblemente por todos estos detalles,
Zavala envió un libro de regalo sobre Del Paso y Troncoso. BNAH, ASZ,
serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Jorge I.
Rubio Mañé a Silvio Zavala, 27 de diciembre de 1938. A su vez, mientras
Zavala estuvo en Washington buscó para Rubio Mañé algunos documentos
de archivo. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol.
6801, carta de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 13 de septiembre de
1939; carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 11 de junio de 1940.

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La Revista de Historia de América • 171

sustitutos, a quienes debía aclarárseles las tareas que desem-


peñaba Rubio Mañé: vigilar la marcha de la imprenta, hacer
las reseñas de las revistas, entenderse con el Instituto para
las cuestiones financieras, entenderse con Monterde para
los problemas técnicos y realizar las correcciones de prue-
bas. Quedaba claro que ambos sabían por experiencia “que
no es un trabajo fácil el de la revista”, por lo que tal vez la
parte de corrección podría ser derivada a otra persona.12
A este problema se le sumó otro, de carácter económi-
co: su ingreso no provenía exclusivamente de la RHA, en
la cual no recibía un sueldo mensual, sino una retribución
como colaborador por cada número que aparecía.13 Al mis-
mo tiempo, las tareas se incrementaban y necesitaba ayuda,
sobre todo porque había aumentado el número de revistas

12 Sugirió como sustituto a Andrés Henestrosa, a quien describe como “serio y


entendido” y temporalmente sin trabajo. Si este no pudiera, le comentó, se
podría invitar a Arnáiz y Freg, pero creía que él se encontraba más ocupado.
Si ninguno de los dos pudiera, se podría contactar a Wigberto Jiménez
Moreno, quien tenía relación con el Instituto y el Boletín de Antropología.
Monterde opinó que Henestrosa era “incompetente”, por lo que se compro-
metió para apoyar a atender mejor su trabajo en la RHA realizando reseñas y
notas sobre revistas. Pese a este interés, Monterde se encontraba ocupado
resolviendo problemas familiares, por lo que no aumentó su colaboración.
BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 1 de febrero de 1939; carta de Jorge I.
Rubio Mañé a Silvio Zavala, 29 de mayo de 1939; serie IPGH, caja 1, exp. 1,
fol. 8676, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 3 de abril de 1939 y
24 de abril de 1939.
13 Hasta entonces había tenido el ingreso de la Fundación Carnegie, pero no
sabía si le seguiría encomendando trabajos en los archivos. Frustrado, le
describió a Zavala la situación de los historiadores de México: “Aquí no hay
porvenir para nosotros. Todo es hostil a nuestros trabajos; la situación eco-
nómica de los Institutos se halla en pésimo estado. El gobierno no ayuda.
Desde luego, si me decido ir a España, iré con el producto de mis ahorros y
veré cómo me va allí”. Le pidió consejo pues se encontraba desesperado:
“Deseo seguir mi vocación y no abandonar estas mis aficiones por dedicar-
me a otras actividades”. Un año más tarde, seguía intentando viajar a España
para iniciar “su labor como investigador”. Aún si lo lograba, seguiría colabo-
rando con la RHA. De hecho, pensaba que desde aquel país le sería de mucha
utilidad. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol.
6801; carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 7 de junio de 1939; carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 6 de abril de 1940.

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172 • La Revista de Historia de América

y libros que llegaban a la redacción. Por ello, Zavala le pidió


que buscara más colaboradores que lo ayudaran.14 Se incor-
poró Arnáiz y Freg para ayudarlo con las revistas, y Rojas
Garcidueñas, en cuestiones administrativas. Sin embargo,
la tarea de Rubio Mañé se hizo más pesada porque debía
hacer una doble corrección debido a que Monterde cometía
errores en la corrección de estilo.15
Entre 1941 y 1944, sus posibilidades económicas se
ampliaron al participar en otras instancias académicas.16

14 Zavala recomendó a Arnáiz y Freg para que colaborara con él, distribuyen-
do el trabajo; Monterde seguiría contribuyendo con su parte, pero si no
tenía tiempo, se restringiría a revisar el estilo de cada número. BNAH, ASZ,
serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Silvio Zava-
la a Jorge I. Rubio Mañé, 13 de septiembre de 1939.
15 Le confesaba: “No sé cómo decirle esto a Monterde. Lo que haré, si te parece
bien, es que después de la revisión que haga Monterde yo haga una segunda
revisión. Las correcciones fueron todas de guiones para separar los artículos
reseñados en cada revista, las versales y el cursivo en los casos de citas de
autores y títulos de obras, suprimí comillas en caso en que se empleaba cur-
sivo y emplear tipo redondo en los casos de los nombres de las casas edito-
riales, que regularmente tienen, las colaboraciones de Torre Revello, marca-
das con mayúscula para emplear versales. Monterde señaló en muchos
casos, pero quedaron otros que no vio, corrigiendo pruebas con Cámara me
di cuenta de ello. Y como tú me has observado en casos anteriores estas omi-
siones, quise ver que se cumpla estrictamente en este caso. He dejado una
norma de estos casos, en lista escrita, al linotipista para que no vuelva a
suceder. Y procuraré que con las colaboraciones que vienen de Sudamérica,
revisarlas cuidadosamente antes de pasarlas a Monterde”. Posteriormente,
Rubio Mañé le comentó que había hablado con Monterde sobre su trabajo
de revisión y le había afirmado que en el futuro intentaría ser más certero. A
pesar de eso, después de su revisión, él lo volvería a revisar para evitar
correcciones en las pruebas de imprenta. La ayuda de Garcidueñas no le
convenció porque, dijo, “ha trabajado poco y a fuerza de insistencias mías ha
cumplido”. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol.
6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 16 de febrero de 1940 y 6
de abril de 1940.
16 Rubio Mañé fue secretario de la Academia Mexicana de la Historia (cargo
que ocupó hasta 1947) y comisionado por el rector de la UNAM para estu-
diar la vida y administración del virrey Revillagigedo. Al año siguiente, fue
designado “historiador” del AGN por el secretario de Gobernación. En ese
mismo año se convirtió en profesor de la cátedra de Historia de México
(siglo XVIII) en el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM. Ernesto de la Torre Villar, “El Boletín del Archivo
General de La Nación, pulso de la historia mexicana,” HMEX, L 4 (2001):

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La Revista de Historia de América • 173

Entre marzo de 1946 y mayo de 1948 viajó a España gracias


a las recomendaciones de la Fundación Carnegie y de la
Embajada de España en Washington. Desde allá, sostuvo el
vínculo con Zavala, a quien le escribió para invitarlo a ese
país para participar del encuentro americanista, a cuenta de
la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, que
le pagaría a él y a otros tres mexicanos (Manuel Toussaint,
José Antonio Calderón Quijano y Rubio Mañé) para parti-
cipar del evento, dictar conferencias en el curso de verano
de La Rábida y realizar una estancia de investigación en
esa ciudad por dos meses.17 Su nombre siguió apareciendo
como miembro del equipo editor, aunque es evidente que
su colaboración como autor en la publicación disminuyó
notoriamente.18
Rubio Mañé publicó casi el 20 por ciento de las reseñas,
cuyo impacto en la revista es notorio. En diez años, se publi-
caron 978, con un promedio de 54 páginas y 37 reseñas por
número. Teniendo en cuenta que el promedio de páginas
de cada número es de 250, la sección representa una quinta
parte de los contenidos publicados.
Al igual que la sección Artículos, Reseñas permaneció
estable en el primer decenio, con el mismo nombre y ubi-
cación. El primer año es el que registra menor cantidad
de reseñas por número (con un promedio de 19), ya que
las primeras fueron firmadas por el núcleo cercano: Rubio

686. Erasto Brito Brito, “A la memoria del maestro Jorge Ignacio Rubio
Mañé (1904-1988),” Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (1991):
219.
17 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3, exp. 101, carta de Jorge I.
Rubio Mañé a Silvio Zavala, 31 de diciembre de 1946.
18 Rubio Mañé publicó dos artículos (números 9 y 13), una nota necrológica
(número 15) y todo lo demás fueron reseñas. Temáticamente, sus reseñas
son sobre libros muy variados: de historia de México y otros países latinoa-
mericanos. En el mismo período publicó en otras revistas y periódicos como
El Diario de Yucatán, el Boletín del AGN, Ábside, Memorias de la Academia Mexi-
cana de la Historia, Enciclopedia Yucatense, El Reproductor Campechano, el Bole-
tín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y en extranjeras como el
Boletín de la Real Academia de la Historia de España. Ver listado en Brito Brito,
“A la memoria del maestro Jorge I. Rubio Mañé…”, 217-267.

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174 • La Revista de Historia de América

Mañé, Zavala, Monterde, Torre Revello. A partir del núme-


ro 6, se incrementó la cantidad de reseñas y la diversidad de
autores, lo que coincidió con la entrada de colaboraciones
de Estados Unidos, pero a partir del número 10, entró en
cierta regularidad (25-40 reseñas por número), con algu-
nas excepciones.
El IPGH recibía los libros y el equipo editorial decidía
si se lo reseñaría o si solamente se lo incluiría en las nove-
dades bibliográficas; también podía rechazar el material.19
Además de la selección, están los criterios de oportunidad.
Es evidente que tenía que ser material novedoso (no se
aceptaba de más de un año de publicado), pero también
había que cuidar detalles que podían hacer sospechar cier-
ta endogamia de los participantes. Por esto, Zavala estaba
atento no solo a la calidad de los libros reseñados, sino
también a la oportunidad de publicación de las reseñas. Así
se lo hace saber Rafael Altamira a Ricardo Levene cuan-
do le agradece efusivamente su reseña sobre el Manual de
Investigación de la historia del Derecho Indiano, publicada en el
número 26 (diciembre de 1948). Le manifiesta:

¡Ojalá haya yo sabido, en el artículo que escribí sobre el


Solórzano [en referencia a “En el tercer centenario de ‘Política
Indiana’ de Juan de Solórzano Pereira”] de usted! Muchos
días antes que Malagón me dijo que había llegado el suyo,
todo lo que V. merece. Ese artículo ha sido retenido para otro
volumen de la Revista, porque Zavala creyó, con razón, que
publicar los dos a la vez podría parecer inoportuno: un pugi-
lato de lisonjas en que ni V. ni yo hemos pensado nunca.20

19 Rómulo Carbia, por ejemplo, envió varios libros a la revista y de ellos solo el
de Historia crítica de la historiografía argentina mereció una reseña de Rubio
Mañé; los otros fueron rechazados por él por considerar que: “No son de
género histórico”. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 15 de agosto de
1939.
20 Rafael Altamira, carta de agradecimiento por el envío de artículo en Revista
de Historia de América, 7 de enero de 1949, RLP Epistolario, 1 fol., 2 páginas.
http://www.bnm.me.gov.ar/ebooks/reader/
reader.php?mon=5&dir=09041177&num_img=09041177.

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La Revista de Historia de América • 175

Así, para evitar que en la revista se estuvieran inter-


cambiando reseñas elogiosas de estos autores en un mismo
número, se pospuso un año la aparición de la reseña de
Altamira del texto de Levene (“En el tercer centenario de
‘Política Indiana’ de Juan Solórzano Pereira”), que salió en
diciembre de 1949.
Luego de que el material pasaba por estos filtros
impuestos por los criterios de Zavala, se decidía quién lo
reseñaría. Así como los libros llegaban, se distribuían entre
los reseñadores. No era frecuente que estos fueran externos
y, cuando lo eran, tenían que ser aprobados por Zavala,
sobre todo si se trataba de reseñar alguno de sus libros.
Este fue el caso de la obra Fuentes para la historia del trabajo
en Nueva España, el cual, apenas publicado por el Fondo
de Cultura Económica, el director, Daniel Cosío Villegas,
le escribió a Rubio Mañé para comentarle que tenía que
salir en el siguiente número una reseña y que tenía “especial
interés” de que fuera realizada por Edmundo O’Gorman.
Rubio Mañé, cauto, le preguntó a Zavala, considerando que
existía una pública rivalidad entre ambos.21 Las reseñas de
los cuatro tomos, finalmente, fueron realizadas por el mis-
mo Rubio Mañé.
La mayor parte de los reseñadores que vivían en Méxi-
co eran parte del equipo editorial o del Consejo Directivo,
quienes con libertad sacaban esos libros de la biblioteca.
En algún momento, la devolución del material al acervo
del IPGH se convirtió en un problema: no devolvían los
libros o se perdía el control sobre ellos. En distintas cartas,
el director Sánchez se quejó ante Rubio Mañé, Heliodoro
Valle y Silvio Zavala por estas anomalías.22

21 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 30 de junio de 1939.
22 Por esta razón, se tomaron medidas más estrictas, como no poder sacar
material sin la autorización del director o, en su ausencia, de la señora Cór-
dova. Ver BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 3, fol. 1876, carta de Pedro
Sánchez a Jorge I. Rubio Mañé, 11 de junio de 1945.

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176 • La Revista de Historia de América

Con respecto a las novedades procedentes de Estados


Unidos, Lewis Hanke era quien oficiaba de gatekeeper: él
consideraba que debía intermediar con ese material. Con-
tactaba librerías y editoriales, recibía las novedades y dis-
tribuía entre los reseñadores. Zavala no podía prescindir de
su rol, vital para la apertura y la llegada a la producción de
los scholars que se dedicaban a la historia de América Latina.
Por la numerosa correspondencia entre Zavala y Hanke, se
puede entender cómo se fue llegando a un acuerdo entre
ambos a fin de poder conseguir libros y reseñas de obras
publicadas en aquel país para la revista. Hacia 1939, Zavala
decidió poner en un memorándum todas las indicaciones
en relación con la bibliografía de los Estados Unidos: que
las contribuciones se escribieran y se publicaran en inglés;
que el criterio para saber si la información sobre un libro
debía incorporarse a la sección reseñas o si debía pasar a la
de notas bibliográficas radicaba en la importancia del libro.
Otro aspecto importante era el relacionado con qué hacer
con el material. Aunque las novedades eran enviadas por
Hanke a los reseñadores, Zavala consideraba que los libros
debían ser enviados a la biblioteca del IPGH en la Ciudad
de México (aunque también dejó indicaciones de que los
libros les quedaran a los autores). También se detallaba el
pago a colaboradores de otros países, más generoso que a
los colaboradores en español.23
Con respecto a las novedades bibliográficas y heme-
rográficas de la Argentina, Torre Revello era articulador
y proveedor: colaboró abundantemente durante el decenio
con fichas, reseñas y artículos, desde el primer número.
Tras publicarse el segundo número de la RHA, se con-
gratulaba del “ascenso” que mostraba, por lo que esperaba

23 Para fomentar la realización de las reseñas, se ofrecían 15 dólares en lugar


de los 3 que recibía el resto; como estas dos personas debían enviar tres al
año, cada una recibiría 45 dólares. Tras ser publicadas sus reseñas, se les
enviaría un sobretiro de 25 ejemplares a cada uno. Memorándum sobre la
colaboración relativa a la historia de los Estados Unidos en la RHA, BNAH,
ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797.

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La Revista de Historia de América • 177

que sus compatriotas fueran entregando las colaboraciones


que le habían prometido. Pese a esto, sugería que, con el
tiempo, podría ser conveniente para ganar espacio seleccio-
nar la bibliografía para excluir los trabajos de divulgación
“y sin ningún carácter científico”; trabajos de aficionados a
la historia que “prestan un gran servicio de ilustración entre
el gran público, pero que pueden llegar a desorientar a los
que tengan que orientarse para sus adquisiciones a través
de la bibliografía”. Si se seguía este criterio “un tanto seve-
ro”, se podían incluir artículos que aparecían en periódicos
y revistas valiosos. Las primeras dos sugerencias fueron
tomadas en cuenta, no así la tercera. Zavala se mostró reacio
a incorporar los artículos de prensa en las notas, aunque
Torre Revello los enviaba y se publicaban.24
Pocos días después, Zavala recibió de la Argentina las
notas bibliográficas correspondientes al tercer trimestre de
ese año, una reseña sobre los seis volúmenes relativos al
II Congreso de Historia de América (celebrado en Buenos
Aires en 1938) y varias observaciones puntuales sobre el
artículo que saldría en la RHA titulado “El Museo Mitre”.25

24 Zavala les escribió a Rafael Heliodoro Valle y Jorge I. Rubio Mañé para
expresarles que siguieran las indicaciones de Torre Revello sobre bibliogra-
fía (separando revistas de libros y folletos, ser más selectivos), pero que se
seguiría excluyendo las obras de divulgación porque había que estudiar y
discutir entre ellos su pertinencia. En su opinión, la mayoría de los periódi-
cos de Hispanoamérica no eran tan serios como en la Argentina, por lo que
si Torre Revello quería enviar los recortes de su país, se publicarían en otra
sección especial, la cual se ampliaría a medida que recibieran colaboraciones
de otros países. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4,
fol. 6792, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 1 de octubre; serie
correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6802, carta de Silvio Zavala a
Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938; serie correspondencia gene-
ral, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle,
14 de noviembre de 1938.
25 Torre Revello cuidaba que sus trabajos no se publicaran con errores, por lo
que recuerda en dos ocasiones las erratas de este trabajo anotando página,
qué decía y qué debía decir. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja
1, exp. 4, fol. 6792, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 1 y 10 de octu-
bre y 1 de noviembre de 1938.

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178 • La Revista de Historia de América

Esto no significaba que considerara inadecuado el


método seguido por Torre Revello. De hecho, lo puso de
ejemplo ante otros a quienes remitió para resolver dudas,
como fue el caso de Raúl Silva Castro, “consejero” en Chile
y encargado de la bibliografía.26 A la sazón, el colega chileno
se enteró de que era miembro del Consejo Directivo de la
revista –y su representante en Chile– al recibir los primeros
tres ejemplares. Tomó la designación con gusto y desde ese
lugar sugirió la colaboración de colegas chilenos, a quienes
esperaba escribirles directamente él a través de una circular
en la cual dejaría en claro que los envíos se realizarían a
través suyo y los haría llegar oportunamente a la revista. En
respuesta, Zavala le comentó que tenía grandes expectativas
sobre la contribución de Chile y que como “consejero de
la publicación” podía promover como creyera conveniente
la publicación, invitando a quien le pareciera y escogiendo
las contribuciones que según él tuvieran “mérito”; solo le
recordaban su carácter inédito y que fueran serios y ori-
ginales y que, de preferencia, no tuvieran un interés “muy
regional”. Le observó que era la forma como lo llevaba Torre
Revello con mucho éxito en la Argentina.27
El intercambio de correspondencia con Torre Revello
fue regular, porque el argentino colaboraba asiduamente
con toda clase de contribuciones: propias, de colegas de su
país y con las notas bibliográficas de libros y revistas.28
Por su parte, Torre Revello prometió ayudar a Silva
Castro en cualquier duda “por el mayor éxito de la Revista”,
pero para sumar colaboradores de todos los países de Amé-
rica le sugirió que se pusiera en contacto con el historiador

26 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 11 de enero de 1939.
27 Le dijo que si tenía algún problema, podía escribirle a Torre Revello. BNHA,
ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6795, carta de Raúl
Silva Castro a Silvio Zavala, 4 de noviembre de 1938; carta de Silvio Zavala a
Raúl Silva Castro, 11 de enero de 1939.
28 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a José Torre Revello, 3 de abril de 1939.

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La Revista de Historia de América • 179

ecuatoriano doctor Abel Romeo Castillo, quien había cur-


sado el doctorado en Historia en la Universidad de Madrid
y conocía los archivos y bibliotecas más importantes de
España. Otro dato importante del posible colaborador era
que había recorrido varios países de América y era autor
del libro Historia de los Gobernadores de Guayaquil en el siglo
XVIII, amén de otros escritos históricos.29
A estas sugerencias de colaboradores se les sumó otras
para confeccionar la bibliografía de sus respectivos paí-
ses: Guillermo Hernández de Alba (Bogotá), José M. Vélez
Picasso (Lima), Juan E. Pivel Devoto (Montevideo), Hum-
berto Vázquez Machicado (La Paz), Efraín Cardoso (Asun-
ción). Eran todos jóvenes con preparación en los estudios
históricos: “Todos ellos tienen en su haber obras funda-
mentales con relación a la historia de sus países”, le dijo.
Si Zavala no encontraba eco en estos colaboradores, él se
ofrecía para encargarse temporalmente de Uruguay, Boli-
via y Paraguay. Esperaba que, con el tiempo, el canje de la
RHA le diera la mayor parte de la información de lo que se
publicaba en América.30
La correspondencia entre ambos prosiguió; eran más
frecuentes las cartas enviadas por Torre Revello que las
respuestas de Zavala. Posiblemente esto se debía a que, en
cada una de ellas, el argentino hacía referencia a reseñas
o notas enviadas, pero también a un número considerable

29 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
José Torre Revello a Silvio Zavala, 16 de febrero y 24 de abril de 1939.
30 Poco después, Zavala les escribió a estos para invitarlos a colaborar, descri-
bió las características de la RHA y detalló que contaban con colaboradores
distinguidos de varios países porque buscaban ofrecerles a sus lectores una
información completa, selecta y “bien orientada”. Por ello, necesitaban la
ayuda de más “expertos” en Hispanoamérica. Les dijo que Torre Revello,
consejero de la Argentina, le había recomendado sus nombres, por lo que los
invitaba a que conocieran la publicación y a colaborar con las novedades y
artículos de sus países. Los animó calurosamente a participar: “Confiamos
en que, su esfuerzo, unido al de los bibliógrafos de otros países auxiliará a
los lectores serios”. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp.
4, fol. 6792, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 24 de abril de 1939;
exp. 13, fol. 6801, nota s.f.

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180 • La Revista de Historia de América

de correcciones que había detectado en sus pruebas de


imprenta o incluso en artículos de otros ya publicados.
El afán de señalar los errores era para mejorar la calidad
de la publicación. El llamado a la exigencia haría posible
mostrar “de qué son capaces los historiadores de nuestros
días en América”.31
Hacia el número 7 de la revista, Zavala seguía preocu-
pado por la sección Bibliografía porque no lograban tener
una cantidad importante para cada país, solo quedaba la
de Argentina muy completa por la contribución de Torre
Revello. Seguía trabajando “empeñosamente en esa direc-
ción”.32 La contribución de algunos países siguió siendo
escasa. Zavala le compartió su preocupación sobre Brasil,
por lo que le pidió a Torre Revello que le diera su opinión
sobre las sugerencias que había recibido: Serafim Leite,
Aníbal Mattos, Roberto Simonsen, Gilberto Freyre, Jona-
tas Serrano y Pedro Calmon.33 En respuesta, Torre Revello
le comentó que consideraba a Serafim Leite como el más
capacitado de todos ellos, aunque también se podría invitar
a Aníbal Mattos.34
Torre Revello compartía su preocupación por la fal-
ta de colaboradores, pero le dijo que prefería ser selec-
tivo, dado que, aunque había muchos autores prolíficos,
los historiadores auténticos escaseaban mucho, según
su consideración. Planteó que si se quería llegar a ser
una revista de “alto nivel científico”, debían mantener

31 Al leer el número 3, Torre Revello encontró varios errores en el artículo de


Raúl Carrancá y Trujillo titulado “El estatuto jurídico de los esclavos en las
postrimerías de la colonización española”. Algunos tenían que ver con que
no se había tomado en cuenta otros estudios previos, pero otros señalan que
el trabajo no era inédito. BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1,
exp. 4, fol. 6792, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 28 de febrero de
1939.
32 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 26 de noviembre de 1939.
33 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 9 de marzo de 1940.
34 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
José Torre Revello a Silvio Zavala, 12 de abril de 1940.

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La Revista de Historia de América • 181

la exigencia. Por ello, no dejaba de enviarle materiales


de personas a las que reconocía su valor académico,
incluyendo a los pocos que habían quedado en España
que se dedicaban a trabajar la historia americana (como
Emiliano Jos, profesor en Madrid, de quien envió un
artículo para publicar en los siguientes números).35
Era importante la selección de colaboradores por-
que se mantenían ciertos errores que debían erradicarse.
Uno de ellos, para Torre Revello, era el que tenía que
ver con el formato de las notas bibliográficas. Insistía
en que debían suprimirse los comentarios y publicarse
solo el sumario de los capítulos; decía: “Así se evitarán
largas tiradas sobre libros mediocres”; también debía
suprimirse la lista de los documentos de los apéndices
de estos libros; “solo cuando una obra represente en
realidad una aportación de algún interés, podría hacerse
un breve comentario, que no debiera pasar de ocho a
diez líneas”, según sugería. Este esfuerzo de síntesis se
relacionaba con dos preocupaciones: la de seleccionar
(y, por lo tanto, separar la historia científica de las obras
de divulgación) y la de achicar el espacio dedicado a
cada obra, puesto que cuando todos los países enviaran
su información, sería demasiado extensa. Otro error que
señalaba era que había colaboradores que hacían sus
notas sin tener el libro a la vista; específicamente señala
a uno en que era evidente que solo recogía información
de diversas fuentes y cometía errores con datos impor-
tantes. “Es preferible la omisión al error”, señalaba. Le
pedía que si llegase antes la de otro colega, suprimiese
la suya para evitar estos errores. Si Zavala consideraba
oportunas estas sugerencias, se las transmitiría a los
demás colaboradores.36 Meses después, con el objetivo

35 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792,


carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 9 de enero de 1940.
36 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792,
carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 1 de abril de 1940.

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182 • La Revista de Historia de América

de trabajar por la excelencia de la RHA, le sugirió tam-


bién el nombre de Pivel Devoto, de Montevideo, quien
se desempeñaba como director del Museo Histórico de
esa ciudad. Conversó con él sobre la posibilidad de que
se hiciera cargo de la bibliografía de Uruguay: “Es el
hombre más útil en ese aspecto”, dijo, además de que
conocía “como pocos” la historia de su país.37
Zavala estaba atento a sus sugerencias y, tras el
cambio del número 11, le pidió su opinión sobre el nue-
vo sistema.38 Las nuevas notas se redactarían siguiendo
precisas instrucciones.39

37 Zavala le recordó que solo se harían notas de las publicaciones


“serias”, por lo que aceptaba sus trabajos propuestos sobre el Archivo
Nacional del Uruguay, así como los que él consideraba de buenos his-
toriadores del país. Le pidió que enviara direcciones de las institucio-
nes y personas que consideraba debían recibir gratuitamente la Revis-
ta. Posteriormente, Zavala le comentó al argentino lo que consideraba
de Pivel Devoto: era, en sus palabras, una “adquisición valiosa y del
género que más nos pudiera interesar”. BNHA, ASZ, serie correspon-
dencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de José Torre Revello a
Silvio Zavala, 23 de noviembre de 1940. BNAH, ASZ, serie correspon-
dencia general, caja 2, exp. 32, fol. 6821, carta de Silvio Zavala a José
Torre Revello, 27 de febrero de 1941. BNAH, ASZ, serie correspon-
dencia general, caja 1, exp. 22, fol. 6811. Sin embargo, Pivel Devoto no
participó en la RHA con ninguna colaboración.
38 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792,
carta de Silvio Zavala a José Torre Revello, 10 junio de 1941.
39 Se consignarían en cuartillas de tamaño comercial a dos espacios y
con treinta líneas por cuartilla. En cada ficha (de donde después se
copiaba la información al número de la revista) se haría constar la
altura (en centímetros), el número de páginas (incluyendo las prelimi-
nares y finales), la presencia de láminas, mapas, grabados, etc. Las
revistas se citarían con un formato uniforme, según el número ante-
rior. Cada ficha (de libros o revistas) debía acompañarse con una sín-
tesis del contenido o, en su defecto, con un índice o sumario. Se bus-
caba evitar recibir fichas sobre libros ya publicados, por lo que era
importante respetar la clasificación en cada ficha (al pie) de la época,
país, tema, en que debía publicarse. BNHA, ASZ, serie corresponden-
cia general, caja 1, exp. 4, fol. Silvio Zavala 6819, instrucciones, s.f.

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La Revista de Historia de América • 183

Reseñistas y reseñados
En los primeros números, el grupo de autores de reseñas
se mantuvo constante, y es ese núcleo de autores el
que suma mayor cantidad de reseñas publicadas en el
decenio:40 Jorge Rubio Mañé (184), Silvio Zavala (141),
José Torre Revello (110) y José Rojas Garcidueñas (que
se incorporó a partir del número 8, con 57, que se
publicaron especialmente entre los números 8 y 16).
Esto significa que entre el número 1 y el 5 publica-
ron reseñas Zavala, Monterde, Rubio Mañé y, desde el
5, Torre Revello. El número 2 sacó reseñas de Zava-
la solamente. A partir del número 6, se incrementó
el número de autores y su procedencia, con algunas
particularidades, como se verá más adelante. Lo que
puede apreciarse en un análisis cuantitativo es un bajo
número de autores con gran cantidad de contribucio-
nes, y un alto número de autores con poca cantidad
de contribuciones; los cuatro mencionados están en un
primer grupo; en un segundo grupo, con muchas menos
reseñas (entre 17 y 27), hay 13 colaboradores,41 y 117
con entre 1 y 13 reseñas.

40 La excepción es Monterde, que publicó 18 en total.


41 De todos modos, hay que considerar la distribución temporal: Sara
Sabor Vila publicó las 24 reseñas entre los números 17 y 26 y siguió
publicando con posterioridad al decenio considerado, mientras que las
de Madaline Nichols se concentran entre los números 6 y 10.

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184 • La Revista de Historia de América

6. Cantidad de reseñas por autor.

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La Revista de Historia de América • 185

Esto se verifica en un análisis por número, pero con algu-


nas particularidades: mientras hay números en los que, con
pocas firmas, publican gran cantidad de reseñas, también hay
números con muchas firmas,42 pero pocas reseñas por cada uno
de los reseñadores. Hay algunos números en los que se perci-
be una intensificación, con contribuciones de Estados Unidos,
pero sin continuidad, con solo una reseña, como es el caso del
número 6, en el que se suman ocho autores a los tres habituales
–Zavala, Rubio Mañé y Torre Revello–, el número 10, con cinco
reseñas de Estados Unidos (de un total de 47) o el número 21, en
el que se suman 16 de Estados Unidos a los tres mencionados y a
otros con más de una reseña. Esto se debía a que, como vimos en
el capítulo anterior, Lewis Hanke centralizaba el trabajo de los
colegas estadounidenses que hacían las reseñas.
También se percibe una cierta incorporación de autores
más jóvenes hacia el final del decenio. Es el caso para la Argenti-
na, por ejemplo, del cese de Torre Revello en las contribuciones
y la entrada de Sara Sabor Vila; o el caso de las reseñas de Susa-
na Uribe, bibliotecaria de El Colegio de México, y las de varios
estudiantes, algunos de ellos becados, como Ernesto de la Torre
Villar, Julio Le Riverend Brussone, Guillermo Porras Muñoz,
Hugo Díaz Thomé, y las de Gabriel Méndez Plancarte, Emilia
Romero de Valle y J. M. Miquel i Vergés.43 Zavala fue activo en
iniciar a los estudiantes en la publicación académica:

42 Lasreseñas,hasta elnúmero8,ibanfirmadas poriniciales.Enel número 6,cuan-


do se incorporaron reseñas de autores de Estados Unidos, se alternaron las que
llevaban firma completa con las que solo tenían iniciales. La decisión de incluir la
firma completa fue defendida por Zavala, quien veía conveniente esto para darle
mayor impulso a la sección reseñas. BNAH, ASZ, serie correspondencia general,
caja1,exp.13,fol.6801, cartadeZavalaaRubioMañé,5deabrilde1940.
43 LeRiverendBrussone, Porras Muñoz,Díaz Thomé yDelaTorreVillar fuerondis-
cípulos, en El Colegio de México, de Ramón Iglesia. Ver Álvaro Matute, “El legado
de Ramón Iglesia,” en Los empeños de una casa…, 142; y Francisco Ziga Espinosa y
Ana María Romero Valle, comps., De la vida y trabajos: Sea este libro un homenaje al
doctor Ernesto de la Torre Villar a sus ochenta y ocho años de edad (México: Universidad
NacionalAutónomadeMéxico,FacultaddeFilosofíayLetras,InstitutodeInvesti-
gaciones Históricas, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Biblioteca Nacio-
nal,HemerotecaNacional,2005).

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186 • La Revista de Historia de América

Otra práctica que Zavala hizo cundir entre los demás Centros
de El Colegio [además de la supervisión permanente de los
becarios del Centro de Estudios Históricos] fue estimular a
los estudiantes para que publicaran en revistas especializadas
y se iniciaran como profesionales[…].44

Varios de los reseñadores eran autores con obra publicada,


de modo que aparecen publicando comentarios de libros ajenos
y como autores de obras comentadas. Si se cruzan los nom-
bres de los autores de reseñas (977, descontando un seudónimo,
Biblinus) con los nombres de los autores de los libros, se encuen-
tra que es muy bajo el número de autores que son al mismo
tiempo comentaristas y comentados: son solo 32. Esto disipa
alguna sospecha de que solo se comentaba la obra de los pro-
pios. El objetivo era reseñar toda obra de interés.
Cuando esta relación se expresa gráficamente, puede
observarse que hay autores con gran caudal de reseñas, como
Rubio Mañé, Zavala y Torre Revello, a quienes se les reseña
mayor cantidad de libros, y un grupo de autores significativos
para la historia de América, como Lewis Hanke, Vito Alessio
Robles, Rafael Altamira y Ricardo Levene, a quienes se les dedi-
caron varias reseñas, aun cuando no habían contribuido cuan-
titativamente con comentarios de textos ajenos, pero Hanke,
Altamira y Levene fueron figuras fundamentales para el desa-
rrollo de la RHA, y, por su parte, el ingeniero Vito Alessio Robles
era una figura del IPGH y un autor prolífico en su sello edito-
rial.45
Aunque la mayoría de las reseñas son de libros publicados,
algunas pocas se dedican a reseñar artículos de revistas. Es el
caso, por ejemplo, de una reseña de Madaline Nichols sobre un
texto de Sigfrido Radaelli dedicado a la obra de Ricardo Leve-
ne y su espíritu formativo; más que una reseña, es un conjunto

44 Roberto Fernández Castro, “Silvio Zavala y la historiografía americana. Una


vida de vínculos intelectuales,” Revista de Historia de América, no. 155 (2018):
45.
45 De hecho, Vito Alessio Robles figura en la Guía de personas que cultivan la Historia en
América,publicada porelIPGHen1951.

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La Revista de Historia de América • 187

de citas entresacadas que destacan la obra de Levene respecto


a la divulgación histórica y su contribución a la formación de
la nacionalidad. Estas reseñas, aun en su brevedad y sin corres-
ponder al género, son las que componen también parte del pro-
grama de la RHA y la conformación de un metatexto historio-
gráfico, al enfatizar la función de la historia y del historiador.46
Otra publicación periódica reseñada fue el Handbook of
Latin American Studies editado por Lewis Hanke, que le da pie a
Silvio Zavala en el primer número para destacar formas del tra-
bajo: la importancia de contar con buenas bibliotecas, la men-
ción de artículos del tipo estado del arte, orientadores.47 Zavala
volvería a reseñar en los números 4 (en el que destaca algunos
artículos, pero critica la forma de organización),48 849 y 14 (en
el que también critica criterios de organización, como incluir
a México en Caribe, pero también se aprecian aportes desde
España).50
En la reseña del tercer número, observa Zavala sobre esta
obra:

El Handbook responde a un concepto amplio y liberal de


las humanidades iberoamericanas; repásese la lista de las sec-
ciones, copiada en el título que antecede a esta reseña, y se
comprobará que en ella se encuentran representadas satisfac-
toriamente las direcciones múltiples de la vida individual y

46 Madaline Nichols, “Elespíritu formativodelahistoria enlaObra deRicardoLeve-


ne, Sigfrido A. Radaelli,” Revista de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940):
217-218.
47 Silvio Zavala, “Handbook of Latin American Studies: a Guide to the Material Published in
1936 on Anthropology, Art, Economics, Education, Folklore, Geography, Government,
History, International Relations, Law, Language and Literature,” Revista de Historia de
América,no.1(marzode1938): 84.
48 Silvio Zavala, “Handbook of Latin American Studies, Lewis Hanke,” Revista de Historia
de América,no.4(diciembrede1938): 122-123.
49 SilvioZavala,“HandbookofLatinAmericanStudies,1938,”RevistadeHistoriadeAméri-
ca,no.8(abrilde1940):107-109.
50 Silvio Zavala, “Handbook of Latin American Studies: 1490. No. 6. A Selective Guide to the
Material Published in 1940 on Anthropology, Archives, Art, Economics, Education, Folklo-
re, Geography, Government, History, International Relations, Language and Literature,
Law, Libraries, Music and Philosophy, Miron Burgin,” Revista de Historia de América,
no.14(juniode1942): 125-127.

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188 • La Revista de Historia de América

colectiva. Para el año próximo se anuncia la creación de una


rama dedicada a la bibliografía de la música que pondrá fin
al proceso de perfeccionamiento del plan de la obra. Como
no existía antes de la aparición del Handbook ninguna guía
iberoamericana de amplitud semejante, su vida intelectual ha
sido próspera y ha transcurrido en buena armonía con las
otras publicaciones de índole bibliográfica que existen, con
diversos programas, en el mismo campo.51

Procedencia de las reseñas, ciudades editoras


Un aspecto importante para señalar es la procedencia de los
libros que se reseñaban en la RHA. Según la ciudad de la que
proceden las reseñas se ubica, en primer lugar, México (598); en
segundo lugar, la Argentina (156); y, en tercer lugar, los Esta-
dos Unidos (106). Por su parte, las ciudades de edición de los
libros fueron la Ciudad de México (250), Buenos Aires (166),
Nueva York (57) y La Habana (45). Si se consideran los países
de publicación, se mantiene el orden: México (275), Argentina
(208), Estados Unidos (175), aunque Cuba queda muy atrás (48).
Hay países de los cuales no se recibió ninguna reseña, pese a que
varios colegas habían sido invitados a hacerlo.52

51 Silvio Zavala, “Handbook of Latin American Studies, 1938”, 8. Recordemos que


a Hanke le interesaba que el Handbook llegara a toda América y trabajaba
activamente para ello. En ese sentido, la revista fue una activa difusora de
sus números.
52 El historiador paraguayo Ramón Lara Castro le escribió a Zavala para solicitarle
recibir la Revista. Zavala respondió para comentarle que su esposa había prepara-
do un artículo sobre el Archivo de Asunción que esperaba publicar pronto y que se
encontraba trabajando en la obra sobre “Orígenes de la colonización en el Río de la
Plata”,quetratabadelaprimerahistoriaparaguaya.Leagradósaberquehabíanlle-
gado algunos números de la Revista de Historia de América y le pidió el trabajo Notas
críticas de libros de historia paraguaya para publicarlo en reseñas o bibliografía.
BNAH,ASZ,seriecorrespondencia general, caja2,exp.43,fol.6832.

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La Revista de Historia de América • 189

b. Procedencia de las reseñas por ciudades de Estados Unidos

Ciudad Estado Reseñas

Vermillion Dakota del Sur 31

Washington Distrito de Columbia 26

Los Ángeles California 6

Missouri Misuri 5

Bronxville Nueva York 3

Brooklyn Nueva York 3

Cambridge Massachusetts 3

Evanston Illinois 3

San Luis Misuri 3

Ames Iowa 2

Ann Arbor Michigan 2

Lewisburg Pensilvania 2

Middletown Connecticut 2

Northampton Massachusetts 2

Nueva York Nueva York 2

Worcester Massachusetts 2

Flushing Nueva York 1

Ithaca Nueva York 1

Minneapolis Minnesota 1

Notre Dame Indiana 1

Oberlin Ohio 1

Rochester Nueva York 1

Schenectady Nueva York 1

Tuckahoe Nueva York 1

Williamsburg Washington 1

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190 • La Revista de Historia de América

c. Procedencia de las reseñas por ciudades de México, Centroamérica


y Caribe

País Ciudad Cantidad

México Ciudad de México 598

República Dominicana Santo Domingo 27

Cuba La Habana 24

República Dominicana Ciudad Trujillo 2

Honduras Tegucigalpa 1

d. Procedencia de las reseñas por ciudades de América del Sur

País Ciudad Cantidad

Argentina Buenos Aires 156

Colombia Bogotá 3

Ecuador Santa Ana de los Ríos de 1


Cuenca

Bolivia La Paz 10

Peru Lima 20

Colombia Medellín 1

Ecuador Quito 10

Brasil Río de Janeiro 7

Brasil San Pablo 1

Chile Santiago de Chile 4

e. Procedencia de las reseñas de Europa

País Ciudad Cantidad

España Madrid 10

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La Revista de Historia de América • 191

Si bien la revista tuvo amplitud desde su enunciado


inicial, la cantidad de textos en otros idiomas fue baja,
sobre todo en portugués, idioma en el que se publicaron 10;
las reseñas en inglés suman 93 y el resto son en español.
Con respecto a los idiomas de los libros reseñados, más
del 70 por ciento son en español; sobrepasan apenas el 20
por ciento los libros en inglés y el resto se reparte entre
libros en portugués, francés e italiano. Quien reseñaba los
libros en italiano y francés era Zavala; hasta el número 6,
las reseñas de libros en inglés estaban casi todas a cargo
de Zavala y Rubio Mañé; ambos continuarían publicando
reseñas de libros en inglés, aunque a partir del número 6
empezaron a participar otros autores, lo que permite ver
cómo se abrió el abanico de contribuciones de otros países,
las diversas procedencias institucionales, el incremento de
reseñas de investigadores y docentes estadounidenses53 y el
peso de reseñadores del Centro de Estudios Históricos de

53 Colaboraron Miron Burgin (académico y funcionario en la Biblioteca del


Congreso de los Estados Unidos, editor con Lewis Hanke del Handbook of
Latin America Studies, Whitaker, 1957), Madaline Nichols, que sería colabo-
radora frecuente, John I. B. McCulloch (Cambridge, Massachussets), Ray-
ford W. Logan (Howard University), C. H. Haring (Harvard University),
John M. Clark e Irving A. Leonard. En números posteriores se sumaron
otras firmas: Roland D. Hursey, W. E. Burghardt Dubois, Bert James Loe-
wenberg, que colaboraría regularmente con la RHA, Lewis Hanke, Blake
McKelvey, Herbert S. Schell, Charles F. Mullett, J. Oliphant, Carl Orin Bri-
denbaugh, Harry Bernstein, Carl Wittke, Lewis E. Atherton, C. G. Beckwith,
Frederick L. Bronner, Elspeth Davies, Alexander Kern, Harrison John
Thornton, Richard Ballou, John B. Boyd Wolf, Ray Billington, Tracey E.
Strevey, Clifford K. Shipton, Clifford K. Allen Shipton, Charles E. Trinkaus,
Harry Bernstein, Oscar Handlin, Harold U. Faulkner, Alan Burr Overstreet,
Chester McA. Destler, Frederick W. Sternfeld, Elmer Ellis, Audrey Engle
Hawthorn, Arthur S. Aiton, Thomas C. Geary, Aaron I. Abell, Maurice F.
Neufeld y Ruth Hill Useem.
También contribuyeron con reseñas de libros en inglés Emilio Rodríguez
Demorizi, Francisco Monterde, Sergio Méndez Arceo, Agustín Millares
Carlo, Vito Alessio Robles, Susana Uribe, Ramón Iglesia, Hugo Díaz Thomé,
Carlos Bosch García, Guillermo Porras Muñoz, Rafael Heliodoro Valle,
Enriqueta López Lira C., Angélica Mendoza, Pablo Allen González Casano-
va, Ernesto de la Torre Villar, Ernesto Mejía Sánchez, Gabriel Méndez Plan-
carte, Daniel Cosío Villegas, G. Somolinos d'Ardois y Rafael Altamira.

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192 • La Revista de Historia de América

El Colegio de México. Hasta el número 7 se publicaron con


iniciales y una nota al pie al comienzo de la sección indicaba
las identidades, y hasta el 8 no se registraron procedencias
de ciudad ni institución, pero en el 6 alternaron las iniciales
con las firmas completas de los colaboradores estadouni-
denses. La sección fue encontrando una manera estable de
identificar las contribuciones.
Puede identificarse geográficamente la procedencia de
las reseñas. En los primeros números, como dijimos, apenas
se da información sobre sus autores, como las iniciales; a
medida que avanzan los números, se identifica a los autores
y se da información de la ciudad de procedencia de los
textos o su inscripción institucional.
Es evidente que la Ciudad de México concentraba la
mayor cantidad de reseñas realizadas (60 por ciento del
total). Si observamos puntualmente esta información por
institución, se pueden ver las contribuciones con mejor
nivel de detalle. En primer lugar, hay que observar que
muchas indican genéricamente la mención de la ciudad.
En segundo lugar, puede apreciarse el detalle de proceden-
cias por institución: UNAM (268),54 El Colegio de México
(244),55 Seminario de Cultura Mexicana (3), Archivo Gene-
ral de la Nación, Ciudad de México (2), Escuela Normal
Superior de México (2), IPGH Comisión de Historia (1) y
Junta de Cultura Española (1).56
Tanto la UNAM como El Colegio de México con-
centran la mayor cantidad de reseñas; El Centro de Estu-
dios Históricos de El Colegio de México, con 233 reseñas,
fue una auténtica usina de textos. Recuerda, por ejemplo,

54 Se presentan los resultados consolidados. Sin embargo, se registró de modos


diferentes la inscripción institucional: UNAM en general (28 reseñas),
Facultad de Filosofía y Letras (57), Instituto de Historia (183).
55 Se presentan los resultados consolidados. Sin embargo, se registró de modos
diferentes la inscripción institucional: El Colegio de México en general (1
reseña), el Centro de Estudios Históricos (233), el Centro de Estudios Lite-
rarios (4), el Centro de Estudios Filológicos (6).
56 De la Ciudad de México en general, sin mención institucional, se publicaron
74 reseñas.

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La Revista de Historia de América • 193

Carlos Bosch García sobre Ramón Iglesia, profesor: “Un


gran maestro, capaz de lograr de sus alumnos un conjunto
de trabajos publicables”.57 Muchas reseñas y fichas biblio-
gráficas provienen de esos estudiantes y de sus maestros:
Ernesto de la Torre Villar, Susana Uribe, Julio Le Rive-
rend Broussone, Hugo Díaz Thomé, Enriqueta López Lira
Castro, por citar algunos de los discípulos, y Silvio Zavala,
José María Miquel i Vergés, Ramón Iglesia, por mencionar
sus maestros.
El resto de las reseñas se reparte geográficamente entre
la Argentina (16 por ciento) y un conjunto de ciudades de
Estados Unidos (10 por ciento). El mayor proveedor de las
reseñas de Buenos Aires fue Torre Revello; hacia el final del
decenio, fue Sabor Vila, su discípula, quien continuó la tarea
bibliohemerográfica con reseñas y fichas, de modo que es
notable el aporte de Torre Revello (del número 1 al 22). De
Estados Unidos puede apreciarse el caudal de las universi-
dades ubicadas en la costa este, especialmente de Washing-
ton, desde donde contribuían Madaline Nichols y Lewis
Hanke. Las demás reseñas provenían de Santo Domingo
(27), La Habana (24), Lima (20) y La Paz (10); de Europa solo
llegaron reseñas de Madrid (5).
Con respecto a las ciudades editoras, tres países con-
centran el casi 70 por ciento: México, con poco menos del
30 por ciento,58 le sigue la Argentina, con el 20 por ciento,59
y Estados Unidos, con el 18 por ciento. En el caso de Esta-
dos Unidos, a diferencia de México y la Argentina, cuyas
capitales concentran la mayor parte de los libros publica-
dos, presenta mayor diversidad de ciudades; Nueva York

57 Álvaro Matute, “El legado de Ramón Iglesia,” en Los empeños de una casa.
Actores y redes en los inicios de El Colegio de México, 1940-1950, editado y coor-
dinado por Aurora Valero Pie (México: El Colegio de México, 2015), 142.
58 Detalle de ciudades mexicanas: 250 libros editados en la Ciudad de México,
19 de Xalapa, 3 de Guadalajara y 1 de Morelia.
59 Detalle de ciudades argentinas: 166 libros editados en Buenos Aires; 14 de
La Plata, 7 de Córdoba, 7 de Santa Fe, 4 de Mendoza, 2 de Corrientes, 2 de
Paraná, 2 de Rosario y 1 de Luján, Río Cuarto, San Juan y Tucumán.

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194 • La Revista de Historia de América

(55 libros) y Washington (28) representan el 47 por ciento,


pero la otra parte se distribuye en otras ciudades de la costa
este, del centro, del sur y de la costa oeste del país.60
Del mismo modo que al principio, publicaron sus rese-
ñas los hispanoamericanos y posteriormente se incorpora-
ron los norteamericanos, lo mismo sucede con los libros
procedentes de Estados Unidos, que se incorporaron en
cantidad significativa en las reseñas a partir del número 6.
De Centroamérica y el Caribe llegaron muchos libros
para reseñar, en discrepancia con la procedencia de rese-
ñas de esa región. Islas Vírgenes, República Dominicana,
Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá
enviaron libros (menos del 3 por ciento); La Habana, por su
parte, mantuvo una relación pareja entre libros (47) y rese-
ñas (45) enviados: el bibliográfo y bibliotecólogo Fermín
Peraza Sarauza, de la Biblioteca Municipal de La Habana,
fue el autor cubano con mayor cantidad de contribucio-
nes de su país.
De los demás países de América del Sur, además de
la Argentina, la distribución de aportes fue la siguiente:
Colombia (15 libros), Venezuela (6), Ecuador (20), Perú (33),
Bolivia (11), Chile (17), Uruguay (8); aun cuando Paraguay
tenía un representante en el Consejo Directivo (Cecilio
Báez, de los números 1 al 8), no envió reseñas ni libros
para reseñar. Brasil tuvo una participación también escasa;
era un país con una producción intelectual y académica de
peso, pero así como los textos en portugués fueron muy
pocos, lo mismo pasó con el envío de libros: 22 en total
(15 de Río de Janeiro).

60 Muchas de las ciudades editoras son correspondientes a universidades,


como la Harvard University Press (para el Handbook of Latin American Stu-
dies), The University of North Carolina Press, The University of New Mexi-
co Press, Stanford University Press y Columbia University Press, por citar
algunas. De Washington los libros editados provienen, en su mayor parte, de
instituciones y Gobierno: de The Carnegie Institution of Washington y de la
Unión Panamericana, como era esperable, dada la relación con Zavala y
Rubio Mañé, de United States Government Printing Office, de la Smithso-
nian Institution o el Department of State.

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La Revista de Historia de América • 195

De Europa, el país con mayor cantidad de libros edita-


dos reseñados en la revista fue España: Madrid (18 libros),
Sevilla (9), Zaragoza (3) y Barcelona (1). Editados en Italia
fueron 4, igual que en Inglaterra; 3 en Francia y 1 en Suiza.

Temas de interés para reseñar


Recorre las reseñas la temática archivística, documental,
paleográfica, que es matriz del proyecto de la RHA: fundar
los métodos del trabajo con fuentes se expresó también por
medio del juicio de las novedades editadas en América.
Para el análisis cuantitativo de los temas de los libros
reseñados, a partir de sus títulos se confeccionó un listado
de palabras clave, entendidas como descriptores, orienta-
dos a temas, lugares y períodos históricos; posteriormente,
se separaron de la lista de temas los personajes históricos
para conformar visualizaciones de mayor detalle. De 700
resultados codificados, la palabra clave más repetida, como
puede esperarse, es historia (98 apariciones), seguida por
documentos, documentación, archivo, bibliografía (55 aparicio-
nes); las siguientes más mencionadas son diplomacia (15),
cultura (14), derecho (14), arte, filosofía (12), crónica y cronistas
(11), cabildo, conquista, economía, guerra, misiones (10).
Con respecto a los personajes históricos mencionados
en los títulos de los libros, de 193 menciones, los primeros
resultados se ordenan del modo siguiente: Domingo Faus-
tino Sarmiento (12 menciones), Cristóbal Colón y Hernán
Cortés (6), José de San Martín y Simón Bolívar (5), José
Martí (4), Francisco del Paso y Troncoso, Francisco Váz-
quez de Coronado, Bartolomé de las Casas, Justo José de
Urquiza, Inca Garcilaso de la Vega, Juan Manuel de Rosas,
Benito Juárez, Justo Sierra, Francisco de Toledo, Vasco de
Quiroga (3). Entre los personajes no hispanoamericanos,
solo se menciona a Abraham Lincoln y a Alexander von
Humboldt (2).
Con respecto a la referencia de lugares en títulos,
de 176 menciones, los resultados se distribuyen según el

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196 • La Revista de Historia de América

predominio ya visto de México (86 menciones, más 25 de


Nueva España y 26 de Yucatán), la Argentina y Buenos Aires
(81) y Estados Unidos (37). Otros países americanos men-
cionados son Brasil (27), Cuba (23), Perú (21), Chile (12),
Ecuador (Quito, 11) y Guatemala (10).
En cuanto a los períodos o acontecimientos históricos
mencionados en títulos, los primeros resultados son: el siglo
XIX (con 52 menciones), colonia (45), el siglo XVI (34), el
siglo XVIII (21), el siglo XX (15), los siglos XIX-XX (12),
la independencia (11).
Los resultados muestran algunas singularidades res-
pecto a los temas de los libros reseñados. En primer lugar,
el peso de los lugares: tanto en las palabras que aparecen
expresamente en títulos como la referencia a lugares enca-
bezan México (y Nueva España), la Argentina (y Buenos
Aires) y Estados Unidos, en coincidencia con la proceden-
cia de los reseñadores y con las ciudades de edición. Apa-
recen lugares como Yucatán, el que se puede interpretar
por Zavala y Rubio Mañé. Con respecto a las épocas his-
tóricas, el descubrimiento, la conquista y la colonia obtie-
nen los mayores resultados, y le siguen el siglo XIX y la
independencia; cuando se revisa el listado de palabras más
repetidas, conquista, colonia e independencia son las más men-
cionadas.
Con respecto a una de las mayores preocupaciones de
la RHA y que recorre sus distintas secciones, la referida a las
ciencias de la documentación, hay una fuerte presencia en
las reseñas. Si se agrupan los descriptores temáticos, se verá
que 98 veces aparece la palabra historia, y sumando docu-
mentos y documentación, archivo, bibliografía, fuentes, biblioteca
se llega a 78 resultados, lo que da una magnitud del peso que
tuvo esta área temática en las reseñas. Del mismo modo, en
las palabras más repetidas en títulos –archivo y documento–
llegan, sumadas, a 66 repeticiones.
El número de las reseñas que se dedican al examen
de libros de historiografía, archivos, documentos, biblio-
tecas, museos, bibliografías, catálogos, archivos, manuales

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La Revista de Historia de América • 197

del historiador supera las 130, de un total de 978 (casi un


15 por ciento).
Las reseñas referidas a documentos (sobre todo, coloniales)
tienen observaciones técnicas sobre el trabajo paleográfico (la
indicación de la procedencia de los documentos, la forma de
transcribirlos o la conveniencia de adaptar la ortografía cuan-
do se trata de libros de divulgación). También se destacan las
ediciones facsimilares, los índices, las listas de nombres, si hay
presencia de bibliografía o si se trata de publicaciones oficiales
con ocasión de homenaje.
Las reseñas que se dedican a catálogos de fondos docu-
mentales describen su organización y destacan los documentos
curiosos o de interés para el historiador americano. Por ejem-
plo, en la reseña sobre el libro Catálogo de los Fondos America-
nos del Archivo de Protocolos de Sevilla: T. V, Siglos XV y XVI, Sil-
vio Zavala destaca documentación relativa a Bartolomé de las
Casas. Además, elogia la dirección del trabajo, en manos de José
María Ots y Capdequí. En la reseña de Causas Célebres a los
Precursores de José Pérez Sarmiento, Guillermo Hernández de
Alba destaca la fidelidad en la reproducción y el valor del caudal
documental para todos los países de América.
Cuando algún dato de un libro invita a investigar para cote-
jar, los autores de las reseñas hacen observaciones; es el caso,
por ejemplo, de José Rojas Garcidueñas, que cuando se dedica al
libro Documentos Inéditos referentes al Ilustrísimo Señor Don Vasco
de Quiroga Existentes en el Archivo General de Indias, además de
elogiar la edición, sugiere:

Hay dos o tres declaraciones de indios, en donde se alude a


ciertos malos tratamientos, antes de la llegada de don Vasco
a Michoacán, que dicen les infligían los franciscanos para
obligarlos a convertirse al cristianismo; convendría confron-
tar tales versiones con otros documentos de la época, para
aclarar ese punto de la evangelización de Nueva España.61

61 José Rojas Garcidueñas, “Rejón Jurista y Constituyente, Carlos A. Echánove


Trujillo,” Revista de Historia de América, no. 8 (abril de 1940): 100.

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198 • La Revista de Historia de América

Las reseñas son también manifiestos para demandar


políticas de archivo. Fermín Perasa Sarauza lo hace en dos
publicadas en un mismo número; primero, en la reseña de
Emilio Núñez (1875-1922), historiografía de Luis de Arce:

El señor Luis A. de Arce se duele en su libro de que una


gran parte de los documentos históricos cubanos estén en
manos de particulares, que los sustraen al interés de los his-
toriadores; y agradece la generosidad de otras personas que
han colaborado en su trabajo, dándole acceso a los mismos.
Esta situación que no es cubana, sino de buena parte de His-
panoamérica, es consecuencia del criminal abandono en que
nuestros gobiernos tienen las bibliotecas, archivos y museos;
cuyo abandono ha permitido la dispersión, pérdida o venta
al extranjero de los más preciosos archivos. Para resolver en
Cuba este problema, la Sociedad Colombista Panamericana
ha gestionado y obtenido una Ley que prohíbe la salida de
Cuba de todo documento histórico y obliga a sus tenedo-
res que no los conserven en buen estado a entregarlos al
Archivo Nacional.62

En la segunda reseña, sobre el libro Catálogo de los fon-


dos del Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio y de
la Junta de Fomento de Joaquín Llaverías, insiste y compara:

Lo hemos dicho muchas veces. Cuba no tiene bibliotecas, no


tiene archivos, no tiene museos. Y no es sólo Cuba quien anda
así en América. Ahí está el caso de la Biblioteca Nacional de
Lima, que pierde para la Historia del Continente uno de sus
más valiosos archivos. ¿Se hubieran quemado esos documen-
tos si hubieran estado en casa y circunstancias adecuadas?
¿Se ha quemado alguna vez una biblioteca norteamericana?
¿Quién es, al cabo, el culpable de la destrucción de esos docu-
mentos: el fuego o el Estado?63

62 Fermín Perasa Sarauza, “Emilio Núñez (1875-1922), historiografía, L. A. de


Arce,” Revista de Historia de América, no. 16 (diciembre de 1943): 138.
63 Fermín Perasa Sarauza, “Catálogo de los fondos del Real Consulado de Agricultu-
ra, Industria y Comercio y de la Junta de Fomento, J. Llaverías,” Revista de Historia
de América, no. 16 (diciembre de 1943): 184.

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La Revista de Historia de América • 199

La técnica paleográfica bien hecha se elogia y se expli-


ca; así lo hace Mariano Muñoz-Rivero del Olmo, en la
reseña de las Actas del Cabildo de Caracas: Tomo I, 1573-1600
(1944). María Teresa Bermejo, asesora técnica del Archi-
vo Nacional, había estudiado Paleografía en Madrid bajo
la dirección del profesor Agustín Millares Carlo. Berme-
jo y Mario Briceño-Iragorry, autor del prólogo, enuncian
que han introducido decisiones relativas a la transcripción.
Muñoz-Rivero del Olmo reproduce el fragmento en el que
Bermejo enumera los criterios y las decisiones tomadas.
Es evidente que, en la reseña, el desarrollo de estas cues-
tiones técnicas va en el sentido de compartir, generalizar
y tender a la homologación de criterios para la transcrip-
ción documental.
Hay una preocupación permanente por las fuentes y su
debida identificación: la mención de la fuente es un servicio
al lector, especialmente si se trata de uno en formación, un
estudiante. Siguen varias reseñas que van en el mismo sen-
tido. José Torre Revello, sobre el libro de Carlos Roberts Las
Invasiones Inglesas del Río de la Plata, 1806-1807 y la Influencia
Inglesa en la Independencia y Organización de las Provincias
del Río de la Plata, dice:

El libro del señor Roberts es un valioso aporte al tema que


estudia, cuya importancia hacemos notar, lamentando que
el autor haya despojado su escrito de todo aparato erudito,
necesario siempre en obras de esta naturaleza, y mucho más
en la que comentamos, por tratarse de nuevas aportaciones a
temas de tanta importancia, donde la precisión de las fuentes,
en cada afirmación o nuevo punto de vista, es necesario docu-
mentar debidamente; máxime, cuando el autor de la obra no
da a la publicidad los documentos inéditos que utiliza en el
transcurso de ella.64

64 José Torre Revello, “Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata, 1806-1807 y la
Influencia Inglesa en la Independencia y Organización de las Provincias del Río de
la Plata, Carlos Roberts,” Revista de Historia de América, no. 5 (abril de 1939):
93.

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200 • La Revista de Historia de América

El trabajo de fuentes es, por una parte, exigencia de


trabajo científico y, por otra parte, es servicio al lector. Así
lo destaca Rubio Mañé en la reseña del libro Historia de la
Nación Mexicana de Mariano Cuevas:

Los caracteres sensacionales y los comentarios vivos con


que se hallan revestidas las apretadas noticias que contiene
este libro, piden menos falta de comprobación; porque si un
estudiante se asoma a sus páginas, tendrá que depositar toda
su fe en la autoridad de quien ha redactado este libro y no
podrá hallar ninguna guía de más amplios informes, para
especializar en cualquier tema que particularmente le intere-
se. Además, queda con ello mucho margen para que quienes
no tengan fe en el autor muevan enconadas controversias,
que de otro modo se hubieran evitado.65

De Cuadernos de historia: Hombres y sucesos de otros tiem-


pos, compilación de Carlos Menéndez de textos y docu-
mentos yucatecos, publicados anteriormente en la prensa,
nuevamente Rubio Mañé lamenta la narración y la orna-
mentación en detrimento de la precisión, sobre todo, por
la necesidad de integrar investigaciones antes que dedicarse
solo a la divulgación entre el público masivo:

Pertenece al tipo de historia general en que el autor parece


tener más interés por la narración que por la presenta-
ción comprobada de los hechos. Abundan en sus numerosas
páginas los grabados que desearíamos haber visto sustitui-
dos, en parte al menos, por referencias bibliográficas y citas
documentales. Los caracteres sensacionales y los comenta-
rios vivos con que se hallan revestidas las apretadas noticias
que contiene este libro, piden menos falta de comprobación;
porque si un estudiante se asoma a sus páginas, tendrá que
depositar toda su fe en la autoridad de quien ha redactado
este libro y no podrá hallar ninguna guía de más amplios

65 Jorge I. Rubio Mañé, “Historia de la Nación Mexicana, Mariano Cuevas,” Revis-


ta de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940): 187.

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La Revista de Historia de América • 201

informes, para especializar en cualquier tema que particu-


larmente le interese.66

Sergio Méndez Arceo también señala deficiencias de


método científico en la reseña del libro Crónica del muy
ilustre Colegio Real Mayor de Nuestra Señora del Rosario de
Guillermo Hernández de Alba, un asiduo colaborador de
la revista:

Una indicación más precisa de los documentos inéditos a que


se hace referencia, así como una breve introducción sobre
los archivos consultados, hubieran aumentado el valor sin-
gular que este libro tiene como base de ulteriores estudios
y habrían acentuado su carácter científico, que también se
ve disminuido por el tono en que está escrito, tal vez con el
afán de conservarle el sabor de vieja crónica. Ojalá el autor
nos proporcione algo sobre los archivos en un apéndice, y en
otro nos dé las listas clasificadas de dignatarios, catedráticos
y colegiales de ese ilustre plantel.67

Es decir que no se trata de publicar documentos sin


más, sino de acompañarlos de un completo conjunto de
dispositivos (referencias, índices, anotaciones, bibliografías)
que permitan ulteriores investigaciones, es decir, ir más allá
del documento mismo.
Como ciencia, la historia debe permanecer al margen
de la narración y la calificación: en el juicio sosegado se
juega su integridad; dice Rubio Mañé sobre el libro Actas
Capitulares del Ayuntamiento de La Habana: Tomo I, 1550-1565,
a cargo de Emilio Roig de Leuchsenring:

Creemos que los estudios históricos deben hacerse con


más moderación en estas interpretaciones, sin invectivas que

66 Jorge I. Rubio Mañé, “Cuadernos de Historia. Hombres y Sucesos de Otros Tiem-


pos. X,” Revista de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940): 189.
67 Sergio Méndez Arceo, “Crónica del muy ilustre Colegio Real Mayor de Nuestra
Señora del Rosario, Guillermo Hernández de Alba,” Revista de Historia de Amé-
rica, no. 10 (diciembre de 1940): 143.

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202 • La Revista de Historia de América

muchas veces reflejan ideas personales. Si consideramos que


la disciplina histórica es de carácter científico, debemos eli-
minar los conceptos duros y los calificativos que den color
a los juicios. La pasión no debe aparecer, al tratar los erro-
res del pasado.68

También hay reseñas demoledoras. Es cierto que en


las revistas se espera que las reseñas sean críticas, no ente-
ramente elogiosas, pero en principio no parece necesario
reseñar un libro malo. Es el caso de la de Breve historia
del Perú de Max H. Miñano G.; Emilia Romero de Valle,
peruana, arremete en dos páginas y media contra todos los
aspectos del libro; contra el autor dice:

[…] ha sido enviado por el gobierno del Perú para estudiar


en México el funcionamiento de las escuelas, y no dudamos
de su competencia en este ramo de la pedagogía; pero de
ser maestro normalista a escribir un manual de historia, hay
alguna distancia; y ésta es la que precisamente no ha sabido
recorrer el señor Miñano.69

Señala errores e inexactitudes históricas, las mezclas


de las primitivas culturas peruanas, la repetición de errores
tomados de otros libros. Lo que también observa y des-
taca Romero de Valle es el excesivo desarrollo en páginas
del Gobierno de Manuel Prado, presidente de entonces,
la mención de escritores menores en detrimento de figu-
ras más importantes y omisiones de historiadores como
P. Rubén Vargas Ugarte, Germán Leguía y Martínez, Raúl
Porras Barrenechea y Jorge Guillermo Leguía.
En realidad, hay razones para una reseña tan dura y
extensa en la RHA: el libro fue editado por la Secretaría de
Educación Pública; el autor, evidentemente, cumplía fun-
ciones gubernamentales de Perú en México, y se trata de

68 Jorge I. Rubio Mañé, “Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Tomo I,


1550-1565,” Revista de Historia de América, no. 5 (abril de 1939): 70.
69 Emilia Romero de Valle, “Breve historia del Perú, Max H. Miñano G.,” Revista
de Historia de América, no. 18 (diciembre de 1944): 410.

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La Revista de Historia de América • 203

un libro publicado por compromisos políticos, no con valor


histórico. Los trabajos que ensalzan a funcionarios son fus-
tigados; Monelisa Lina Pérez-Marchand así lo observa en
el libro de Vicente Tolentino Rojas Historia de la División
Territorial: 1492-1943:

En su totalidad, la obra es una de esas piezas del positivismo


histórico que más propiamente podría llamarse Relación que
Historia. Su propia naturaleza objetiva extraña la serie de
alabanzas dedicadas a lo largo del texto al General Trujillo.
¿Es que para lograr su publicación, obras que representan
un determinado esfuerzo científico, deben ir necesariamente
con ese coro de alabanzas al gobernante?70

Los manuales son libros que merecen su atención por


su carácter orientador del trabajo del historiador, y si no
están bien, a juicio del reseñador merecen duras críticas,
como es el caso de la reseña de Agustín Millares Carlo sobre
el libro de J. Villasana Haggard, el Handbook for translators of
Spanish historical, en el número 14, en la que hace numerosas
observaciones sobre abreviaturas, equivalencias, errores y
prácticas superadas.71 Son curiosos estos casos de reseñas
de malos libros, toda vez que Zavala animaba a lo contra-
rio, considerando que las reseñas harían solo una crítica a
los libros que valieran la pena.72 Es posible interpretar que
las reseñas de libros no valiosos respondieran a orientar
el criterio del joven historiador, a servir como adverten-
cia de libros inútiles, de baja calidad histórica. El mismo
Rubio Mañé advertía el cuidado en el tono, procurando
que no fuera beligerante. Le contó a Zavala que intenta-
ba reseñar dos ediciones de Landa que recientemente se

70 Mona Lisa Pérez-Marchand, “Historia de la División Territorial: 1492-1943,


Vicente Tolentino Rojas,” Revista de Historia de América, no. 18 (diciembre de
1944): 431.
71 Agustín Millares Carlo, “Handbook for translators of Spanish historical, J. Villa-
sana Haggard,” Revista de Historia de América, no. 14 (junio de 1942): 123-125.
72 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, nota.
s.f.

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204 • La Revista de Historia de América

habían hecho, la de Yucatán y la de Pérez Martínez, y seña-


ló que lo hacía “cuidando evitar comentarios que puedan
traer polémicas”.73

La bibliografía como estrategia: un registro cuantioso


de libros y revistas

La RHA tuvo una fuerte orientación a la archivística,


la bibliotecología y la catalogación, no solo en los libros
incluidos, sino en la práctica archivística misma. La sec-
ción destinada a orientar al lector con bibliografía tuvo
una extensión importante: en la mayor parte del decenio,
en cada número, ocupó un tercio en cantidad de páginas.
Se podría decir que, junto con Revistas (números 1 al 10,
luego integrada a Bibliografía) y Reseñas, conformaban el
núcleo de la revista, la biblioteca del historiador en todos
los sentidos. El análisis cuantitativo de ambas, el temático-
textual y de las redes (editoriales, editores, ciudades) per-
mite entender el mundo editorial, así como el peso de las
instituciones.
Bibliografía y Reseñas daban cuenta de las novedades
publicadas por vía de diversos géneros textuales: por un
lado, las reseñas son textos críticos, comentarios del con-
tenido y un juicio del reseñador. Las fichas de bibliografía,
por su parte, buscaban dar cuenta de las novedades publica-
das en el continente o en Europa sobre América; son textos
más bien escuetos, en general con la mínima información:
autor, título, datos de edición y sumario o índice. Las noti-
cias de revistas son listados con información básica de la
publicación y destaques de autores y artículos, pero a partir
del número 11 sufrió modificaciones y se integró, como se
dijo, con las fichas de Bibliografía. Esto se relacionó, como

73 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 27 de diciembre de 1938.

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La Revista de Historia de América • 205

veremos más adelante, con los responsables de esa sección


(primero, Rafael Heliodoro Valle; luego, Agustín Millares
Carlo) y con la definición que iba haciendo Zavala para
mejorar la calidad de la información a partir de una mejor
clasificación del material.
A diferencia de las reseñas, la bibliografía estaba com-
puesta por notas cortas, descriptivas. No se trataba solo de
la diferente extensión, sino también de la impronta de la
crítica: en una era evidente e indispensable; las notas biblio-
gráficas, aunque iban firmadas, tenían como objetivo dar
cuenta del material, no interpretarlo. Sin embargo, tanto en
las reseñas como en las notas bibliográficas la guía clave era
qué material merecía aparecer en la RHA. En los prime-
ros años, junto con Revistas, comenzó ocupando unas 45
páginas y llegó a rondar las 100 páginas a partir de 1941
(cuando se sumó la sección Revistas), con un promedio de
70 páginas por número.
Como veremos a continuación, uno de los principales
problemas de la sección fue su ordenamiento, dado que
implicaba numerosa cantidad de fichas. Esto llevó a que
se hicieran esfuerzos para señalarles una y otra vez a los
colaboradores que cumplieran ciertas normas unificadoras.
Por ejemplo, las novedades que provenían de la Argentina
corrían a cargo de José Torre Revello, cuyas fichas fue-
ron consideradas en varias oportunidades como un mode-
lo; colaboraba abundantemente en todas las secciones, de
modo que en una oportunidad se le solicitó que solo hiciera
las fichas de las publicaciones que no llegaban a México;
había que ordenar las contribuciones y también los pagos
por sus colaboraciones.
Una indicación importante en relación con las fichas
tenía que ver con su posibilidad de ordenarlas; para ello, era
central que las fichas se elaboraran en hojas individuales; así
se lo hicieron saber a Torre Revello en una comunicación.
La ficha bibliográfica componía una unidad que debía clasi-
ficarse según tema y ordenarse alfabéticamente una vez que

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206 • La Revista de Historia de América

llegaba a los editores; integradas con las demás, compondría


la sección lista para enviar a la imprenta.74
Además de una cuestión de orden, este pedido que
detallamos cumple otra función. Una bibliografía no es una
lista de libros: es un universo de libros organizado científica-
mente, y la sección procuró dotar de un orden al contenido:
archivos y bibliotecas organizan sus fichas (o cédulas) seg-
mentando la información, con fichas por autor, por título,
por materia. Cuando los colaboradores de la sección Biblio-
grafía enviaban sus fichas, estaban también contribuyendo
a conformar la Biblioteca de Historia de América. Esto se
aprecia claramente a partir del número 11, con la llegada de
Agustín Millares Carlo a la sección.

Las revistas: del problema de la colección completa


a la ficha analítica

Como hemos mencionado, las notas que se escribían


sobre las revistas aparecieron inicialmente separadas y
desde el número 11 se unieron a la sección Bibliografía.
El promedio de páginas para la sección Revistas (núme-
ros 1 al 10) era de 30; comenzó con menos de 20 y
llegó a superar las 40 por número. Hasta el número 10
se registró alfabéticamente cada revista con una ficha
de comentario del número, en la que se destacaban los
artículos más valiosos para quien comentaba. Así cum-
plían con la función de tener un registro hemerográfico
de lo que se producía en el continente en publicaciones
periódicas especializadas (ver Anexo, Lista de revistas

74 Le pidieron a Torre Revello que confeccionara las fichas una por hoja y que
las colocara de manera separada, alfabéticamente, de preferencia en renglo-
nes a doble espacio y separadas por la sección en la que irían (libros, revistas
y bibliografía, y dentro de esta dividida en países). BNHM, ASZ, serie
correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio
Mañé a José Torre Revello, 13 de septiembre de 1939.

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La Revista de Historia de América • 207

más mencionadas por ciudad y país en el intervalo de


los números 1 a 10).
Junto con Francisco Monterde, Rubio Mañé tenía
que encargarse de redactar para cada número las notas
sobre las revistas dedicadas a temas americanistas. A
diferencia de las notas de libros, las de las revistas
eran más complicadas porque para escribirlas requerían
recibir los números a tiempo porque se pretendía dar
cuenta de lo que se producía en el ámbito histórico en
cada país del continente. Rubio Mañé intentó poner un
poco de orden en la recolección y resguardo de este
material. Para ello, se contactó con Jorge A. Vivó, el
encargado de la biblioteca del IPGH, miembro editor
de la Revista Geográfica del Instituto Panamericano de Geo-
grafía e Historia. Entre ambos hicieron una lista de las
revistas que hasta entonces habían reseñado, anotando
los números que les faltaban para completar colecciones.
Si bien esto no servía para la RHA (porque no se podían
comentar publicaciones anteriores sino solo novedades),
era de utilidad para la Biblioteca, de la cual se esperaba
se convirtiera en un reservorio importante. Rubio Mañé
señaló en el reporte realizado que las notas cubrían
un espacio irregular: aún no habían reseñado nada de
revistas de Canadá, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia,
Santo Domingo, Haití y Nicaragua, entre otros países,
que de Chile se recibían muy pocas revistas y que de los
Estados Unidos eran pocas (en proporción a las que se
publicaban). Para apoyarlo, el director del instituto deci-
dió escribirles cartas a los consejeros del Instituto en
cada uno de esos países para pedirles que enviaran listas
de las publicaciones periódicas. Como Zavala se encon-
traba en Estados Unidos, Rubio Mañé le sugirió que
podía ayudarlo para confeccionar una lista más com-
pleta a partir de revisar las que tenía la Biblioteca del
Congreso. Previsoramente, para ordenar ese material, se

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208 • La Revista de Historia de América

autorizó a realizar unos muebles para exhibir a manera


de museo las revistas de la biblioteca.75
En respuesta, Zavala le dijo que no se preocupara por
las publicaciones de Estados Unidos porque Hanke haría
ese trabajo con las listas que tenía, de tal manera que
podrían hacer el canje para asegurar que tuvieran todo el
material posible de Historia. Este aspecto, remarcaba, era de
suma importancia porque no existía en el país ningún otro
centro donde se tuviera este material. Por ello le confesó:
“Siempre he esperado que el Instituto pueda serlo”.76
El problema persistió, por lo que Rubio Mañé se quejó
de que era imposible darle continuidad a la sección por-
que ningún repositorio tenía colecciones completas (ni la
biblioteca del Museo Nacional de Historia y Antropología,
ni la hemeroteca de Hacienda, ni la biblioteca de la Acade-
mia Álzate ni la del Instituto).77 Como no podían tener a la
vista todas las revistas en México, las notas correspondien-
tes las hacían en ocasiones los colaboradores de los respec-
tivos países de dichas publicaciones. Sin embargo, esto llevó
a que se repitiera información, por lo que se decidió que se
enviaran a México, donde se realizarían las reseñas.78
Hasta la integración de las secciones, Revistas publicó
comentarios descriptivos de 194 revistas. El 20 por ciento
de las publicaciones periódicas proviene de la Argentina,
seguida por México (15 por ciento), Estados Unidos (13 por
ciento) y Colombia (10 por ciento). El resto está compuesto
por revistas de Ecuador, Bolivia y Brasil; con escasas contri-
buciones están las revistas de Guatemala, Venezuela, Chile,

75 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801,
carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 6 de enero de 1939.
76 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 11 de enero de 1939.
77 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 30 de junio de 1939.
78 Eso se lo aclaró Rubio Mañé a Torre Revello, pues él venía realizando fichas
sobre las revistas argentinas. BNAH, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a José Torre Revello,
13 de septiembre de 1939.

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La Revista de Historia de América • 209

República Dominicana, Uruguay, Panamá, Canadá, España,


Italia, Francia, Alemania y Portugal.
En cuanto a las personas que escribieron estas notas
sobre revistas en el período inicial en el que estuvo
como sección propia, iban inicialadas solamente; sobresalen
Rubio Mañé, Torre Revello y Monterde. Esta fue una de las
tareas que más tiempo ocupó para el yucateco, porque debía
distribuir correctamente la información que enviaban los
colaboradores para las tres secciones: Bibliografía, Reseñas
y Revistas. Una vez hecho esto, debía enviarle a Heliodoro
Valle lo que tenía que ir en la sección Bibliografía, mientras
que él y Monterde dispondrían de las revistas.79 Los demás,
incluyendo a Zavala, participaban solo ocasionalmente.80
Hanke no estaba de acuerdo sobre cómo se encontraba
la sección y expresó sus críticas: en la sección, proponía
colocar pequeñas notas de artículos importantes prove-
nientes de varios medios, pero organizadas de acuerdo con
la materia. Pensaba que un gran servicio de la RHA sería
colocar todos los trabajos con sus precios (solo si nadie en
México daba ese servicio en ese momento).81
A partir del número 11, en abril de 1941, la unidad de
registro ya no fue la revista, sino el artículo singularmente
considerado, ordenado temáticamente y encabezado por el
apellido del autor: ya no se trata de un listado alfabético
de revistas, descripto de forma más o menos completa, sino
que el foco pasa a estar puesto en la ficha de un artículo que
parece valioso registrar. Al final de la sección Bibliografía
se publicaba la lista de las revistas mencionadas, con las
abreviaturas correspondientes (ver Anexo, Lista de revistas
por país y cantidad de apariciones en el intervalo de los

79 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938.
80 El primer número no colocó autor de las notas, pero es muy posible que
hayan sido realizadas por Rubio Mañé.
81 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797, carta
de Lewis Hanke a Silvio Zavala, 16 de noviembre de 1938.

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210 • La Revista de Historia de América

números 11 a 26).82 A diferencia de la primera forma, se


adopta la de un registro bibliohemerográfico de trabajos
por autor y clasificado temáticamente, no meramente enlis-
tado. El registro deja de estar encabezado por el nombre
de la publicación y pasa a encabezarlo el autor. Esto repre-
senta un cambio central para la propuesta de una bibliogra-
fía como herramienta académica, orientada a satisfacer la
necesidad de orientación del historiador.
Los registros de revistas y boletines son nutridos (se
mencionaron en total unas 330, aproximadamente). Estas se
concentran en tres países: Estados Unidos, México y Argen-
tina, lo que se relaciona con las redes editoriales y acadé-
micas de publicaciones y con la capacidad de los mediado-
res como Hanke y Torre Revello (ver Grafo de países que
concentran mayor cantidad de revistas mencionadas). En
el caso de las publicaciones argentinas, es interesante men-
cionar que se le permitió excepcionalmente enviar notas de
artículos publicados en periódicos (no en revistas, boletines
o journals) como La Prensa y La Nación. Esto se debía a que
Torre Revello defendió que en estos aparecía información
académica, incluso más que en algunas revistas.83

82 Para las abreviaturas de revistas se siguió la costumbre de las compilaciones


internacionales de abreviaturas de publicaciones periódicas. En ello tam-
bién pudo verse la intervención de Agustín Millares Carlo.
83 Lo justificaba así: “Creo que en el aspecto bibliográfico debiera imperar un
criterio un tanto severo, en el sentido de recoger cuanto tenga algún interés
para los especializados, publíquese donde se publique y desechar todo lo
meramente superficial que hoy recogemos, aunque se edite en libro o revis-
ta”. Zavala le respondió que para su país se haría esa excepción porque “este
fenómeno no creo que sea frecuente en historia hispanoamericana fuera de
Argentina y algún otro país”. BNAH, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de José Torre Revello a Silvio Zavala, 1 de octu-
bre de 1938; carta de Silvio Zavala a José Torre Revello, 14 de noviembre de
1938.

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La Revista de Historia de América • 211

7 . Grafo de países que concentran mayor cantidad de revistas men-


cionadas.

Varias de estas revistas de la sección Bibliografía eran


publicitadas también en la RHA porque tenían canje. Con
algunas de estas que tenían una sección de notas similares se
tenía el acuerdo de poder utilizar la información que existía
en ellas y se reproduciría en la RHA.84
Tras el cambio en el número 11, los errores persistieron
y las revistas terminaron subsumidas en la enorme cantidad

84 Este fue el caso de The Canadian Historical Review, cuyo editor, George
Brown, acordó con Zavala no solo que se estableciera un canje de publica-
ciones, sino que en la RHA se reprodujeran las listas de libros y revistas que
se publicaban en el par canadiense. El contacto con esta publicación se reali-
zó a través de Lewis Hanke. BNAH, ASZ, serie correspondencia general,
caja 1, exp. 2, fol. 8907, carta de Silvio Zavala a George H. Brown, 28 de
diciembre de 1940.

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212 • La Revista de Historia de América

de libros anunciados, aun cuando habían crecido notoria-


mente en número y superaban las 300 en las listas al final.
Es notoria la llegada de revistas académicas de toda Améri-
ca, además de las revistas culturales y las revistas y boletines
institucionales, ya reseñados con anterioridad. Sin embar-
go, cuando se creó la Comisión de Historia en 1946, se
señaló que las revistas seguían ocupando un lugar menor
dentro de la sección, que su información no era regular.
Sugerían que para cubrir todas las publicaciones periódicas
“serias” dedicadas a temas históricos se hiciera una lista y
se solicitara ayuda para esto a las instituciones y academias
de cada país, lo que muestra la preocupación por partici-
par en un diálogo de revistas científicas.85 Todos los países
incrementaron su contribución, pero destaca Estados Uni-
dos (con el 20 por ciento del total), México (18 por ciento)
y la Argentina (15 por ciento). El resto de los países aumen-
ta en número también, como Perú (que pasa de 13 a 22
revistas), Venezuela (de 2 a 11), Uruguay (de 1 a 6), Chile
(de 2 a 6), España (de 2 a 7) y Guatemala (de 3 a 8). Cabe
resaltar que la RHA es también mencionada en los registros,
lo que muestra que no es solo una noticia de novedades,
sino también una catalogación de la bibliohemerografía de
historia de América.

Los libros en la sección Bibliografía: la indización


como principio clave de la organización

Como todo comienzo, el de la RHA tuvo sus tropiezos;


en esta sección dedicada a los libros, al ser tan volumi-
nosa, eran más perceptibles. La Bibliografía, precedida de
la información de las revistas (hasta el número 10), ocu-
paba el último lugar de cada número. Dentro de esta, se

85 HN-FHV, Informe presentado por Miron Burgin, editor del Handbook of


Latin American Studies, de la Biblioteca del Congreso, México, 22 de octubre
de 1947.

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La Revista de Historia de América • 213

organizaba de manera simple, colocando inicialmente una


bibliografía general y luego por países, ordenados alfabéti-
camente. El primer número advertía a los lectores que la
información era incompleta. Primero porque solo se refe-
rían a los libros de 1937 e inicios de 1938 (para los de
1936 remitían al Handbook). Segundo, porque algunos países
tenían pocas notas mientras otras registraban lo suficiente.
La explicación era simple; todavía no habían podido orga-
nizar el intercambio bibliográfico con todos los países de
la misma manera. Tercero, porque no figura en esta la de
Estados Unidos, la cual aparecería recién (esperaban) en
los siguientes números. Firmaba el texto con sus iniciales
Rafael Heliodoro Valle, el responsable de la sección hasta
el número 10.86
Esta forma de organización se extendió por hasta el
número 11, cuando fue el español Agustín Millares Carlo
quien tomó a su cargo la sección, por eso identificamos dos
etapas, no solo porque cambia el responsable, sino porque
se complejiza la organización de los libros con arreglo a
encabezamientos de materia más refinados.

La primera etapa
La sección, durante los primeros tres años de vida de la
RHA, estuvo a cargo de Rafael Heliodoro Valle.87 No nos

86 El resto de los registros no tienen otras iniciales, aunque sabemos, por la


correspondencia con Zavala, que las de la Argentina al menos habían sido
enviadas por Torre Revello.
87 Rafael Heliodoro Valle (1891-1959) fue un poeta, escritor, periodista, histo-
riador y diplomático. Nació en Comayagüela, Honduras, pero vivió la
mayor parte de su vida en México. Llegó muy joven a México (1908), becado
por este Gobierno para estudiar en la escuela normal de Tacuba, y se quedó
como residente. En julio de 1921 fue nombrado jefe del Departamento de
Publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología de
México por el entonces secretario de Educación, José Vasconcelos. Poste-
riormente, fue profesor de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria y en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma, así
como en el Colegio Militar de México. Colaboró con numerosos periódicos
y revistas del continente. Ver lista de sus obras en Arturo Arnáiz y Freg,

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214 • La Revista de Historia de América

detendremos en los antecedentes de Valle en el IPGH,88


aunque estos hacen comprensibles que antes de que se
lanzara el primer número fuera invitado por el director
Sánchez a participar como miembro del Consejo Directi-
vo.89 Una vez realizada la designación oficial, Silvio Zava-
la se comunicó con él.90 Le propuso otra tarea más: la de
coordinar la sección Bibliografía, en la que se incluirían
las obras de historia publicadas en los países americanos
y las revistas.91

“Rafael Heliodoro Valle,” Revista de Historia de América, no. 48 (diciembre


de 1959): 613-619.
88 A fines de la década de 1920, Valle se posicionó dentro de la diplomacia cul-
tural a través de su relación con el recientemente fundado IPGH, en especial
con su director, el ingeniero Sánchez. La relación se inició desde el origen
del Instituto, al ser designado representante del Ministerio de Instrucción
Pública (departamento de Historia) de El Salvador, para que participara de la
Primera Asamblea del IPGH que se celebró en México en 1929, evento del
cual elevó un extenso informe. Fue invitado a participar en 1932 del Primer
Congreso del IPGH realizado en Río de Janeiro, pero no pudo asistir. Pese a
esto, fue informado por Sánchez de lo más importante del evento. En 1937,
el hondureño fue invitado a participar como representante del IPGH en el II
Congreso Internacional de Historia de América, evento a realizarse en Bue-
nos Aires. FHV, IPGH, carta de Antonio E. Sol a Rafael Heliodoro Valle, 31
de agosto de 1929; HN-FHV, fólder IPGH, informe de Rafael Heliodoro
Valle, 27 de noviembre de 1929; carta de Pedro Sánchez a Rafael Heliodoro
Valle, 5 de noviembre de 1931 y 21 de agosto de 1933; carta de Pedro Sán-
chez a Rafael Heliodoro Valle, 22 de febrero de 1937; carta de Rafael Helio-
doro Valle a Pedro Sánchez, 3 de marzo de 1937.
89 Esperaba que mirara con simpatía este emprendimiento, pues era un
“esfuerzo que se interna en beneficio de la historia común americana”. Le
aclaró que se había designado al doctor Silvio Zavala como director y a Feli-
pe Teixidor y Francisco Monterde García Icazbalceta como los secretarios.
HN-FHV, fólder IPGH, 10-11 carta de Pedro Sánchez y Octavio Bustaman-
te a Rafael Heliodoro Valle, 9 de noviembre de 1937.
90 En el archivo de Heliodoro Valle solo hay una carta previa con Silvio Zavala.
En ella, el historiador le agradece el envío de un artículo que Valle publicó en
The Hispanic American Historical Review en el que se dedica a un aspecto sobre
México “sobre el cual no se había hecho ningún esfuerzo de síntesis”. HN-
FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 30
de mayo de 1935.
91 HN-FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro
Valle, 8 de diciembre de 1937; fólder IPGH, carta de Rafael Heliodoro Valle a
Octavio Bustamante, 14 de diciembre de 1937; carta de Octavio Bustamante
a Rafael Heliodoro Valle, 17 de diciembre de 1937.

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La Revista de Historia de América • 215

De inmediato, Valle comenzó a utilizar los contactos


de su red personal para iniciar la tarea encomendada. Le
escribió al historiador estadounidense Lewis Hanke, quien
en ese entonces se encontraba trabajando en la editorial
de la Universidad de Chicago, para comentarle que pron-
to aparecería la Revista de Estudios Históricos del IPGH, en
la cual él se encargaría de la sección de bibliografía his-
panoamericana.92
Dado que el llamado tenía que ser personalizado, pero
masivo, envió a inicios de enero de 1938 una carta invita-
ción (ver Anexo, Tabla de cartas enviadas por fecha, desti-
natario institución, ciudad y país). En ella, anunciaba que
el IPGH había decidido publicar a partir de marzo de 1938
la Revista de Estudios Históricos, dirigida por Silvio Zavala
y que él se encargaría de reunir todos los materiales de
bibliografía histórica de América. Al empezar a reunir estos
materiales, se habían dado cuenta de que ninguna biblioteca
pública conservaba ni siquiera la tercera parte del total. Para
iniciar esta labor, entonces, les pidió que enviaran libros y
monografías de 1937 y que se comunicaran con los autores
para explicar las intenciones. Asimismo, les pidieron que
enviaran esa noticia a otras personas y que les comunica-
ran la lista de esos contactos. La invitación se hizo exten-
siva también para publicar en el BBAA del IPGH (en el
cual Valle también se encargaba de la sección Bibliográ-
fica).93 Aprovechó también para enviarles un ejemplar del

92 Aprovechó para pedirle que le enviara el volumen II de su Handbook y le pre-


guntaba si asistiría a la siguiente asamblea de la Inter American Bibliograp-
hical and Liberty Association. Él había sido invitado para dar el discurso y
esperaba referirse a su admirable labor. HN-FHV, fólder IPGH, carta de
Rafael Heliodoro Valle a Lewis Hanke, 14 de diciembre de 1937.
93 Desde que se inició este Boletín, en 1937, Valle colaboraba en varias seccio-
nes con noticias, comentarios críticos, bibliografías, recopilaciones de datos.
En especial, de la sección Bibliografía Antropológica Americana que inau-
guró desde el primer número, en el que al presentarla señaló “Nos propone-
mos dar… las noticias que los libros y los periódicos ofrezcan sobre las acti-
vidades recientes en Prehistoria, mitología, Arqueología, Folklore,
Etnografía, Bibliografía, Historia, y todo lo que más interese dentro de las
investigaciones y problemas de la Americanística”. Para ordenar esta infor-

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216 • La Revista de Historia de América

programa del Primer Congreso de Profesores de Literatu-


ra Iberoamericana que estaba organizando la UNAM para
agosto de ese año.94
Algunos de los destinatarios de las invitaciones eran
conocidos historiadores, pero la mayoría se trataba de
directores de bibliotecas nacionales o de universidades. La
distribución no cubrió todos los países del continente. Se
concentró en la Argentina (Buenos Aires, principalmente, y
un caso de Córdoba), Colombia (Bogotá, Cali, pero también
el departamento de Nariño), Ecuador (Quito y Guayaquil),
Perú (Lima y Cuzco), Bolivia (La Paz y Sucre), Brasil (Río
de Janeiro y San Salvador), Panamá, Paraguay, El Salvador,
Costa Rica, Guatemala, Panamá, Puerto Rico, República
Dominicana, Uruguay y Venezuela. Pocos respondieron. La
Universidad de Puerto Rico envió varias obras y un artícu-
lo publicado por Antonio Pedreira.95 Pocos meses después,
Valle le escribió al director de la biblioteca pública de Nueva
York para comentarle lo mismo de las invitaciones, pero en
un formato más personal. Le expresó que tenía responsa-
bilidad en la sección Bibliografía continental del BBAA y
la revista. Le pidió hacer un intercambio: recibir el boletín
de la biblioteca pública de Nueva York para utilizar los
datos relacionados con la bibliografía histórica de ese país
y, a cambio, él le enviaría publicaciones mexicanas (como
estaba haciendo desde ese momento a través de la legación
de Honduras en México).96

mación, elaboró numerosas fichas. Lauro José Zavala, “Rafael Heliodoro


Valle,” Boletín Bibliográfico de Antropología Americana 21-22, no. 1
(1958-1959): 229.
94 HN-FHV, fólder IPGH, carta de Rafael Heliodoro Valle a varias personalida-
des, 22, 23 y 24 de enero de 1938.
95 HN-FHV, fólder IPGH, carta de Rafael Rivera Otero a Rafael Heliodoro
Valle, 4 de marzo de 1938. Las obras eran: Antonio Pereira, La bibliografía
puertorriqueña; Rafael Picó, Studies in the economic geography of Puerto Rico.
Los artículos de Antonio Pedreira, “Un hombre del pueblo”, “José Celso Bar-
bosa” y “El año terrible del 87”.
96 HN-FHV, fólder IPGH, carta de Rafael Heliodoro Valle al director de la
Biblioteca Pública de Nueva York, 9 de junio de 1938.

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La Revista de Historia de América • 217

Por indicaciones de Zavala, el primer número de la


RHA abarcó las obras publicadas en el año 1937, y para el
segundo número se consideró las de 1938 (y aquellas del
año anterior que no habían sido incluidas por haber tenido
noticia de ellas con posterioridad al cierre). Valle procedió
a reunir ese material y envió una lista de historiadores e
investigadores que querían recibir la publicación, y marcó
con rojo los nombres de aquellos que él consideraba que
podrían ser invitados a colaborar con notas bibliográficas.97
En la bibliografía general del primer número se coloca-
ron libros que si bien no llevan por título historia de Améri-
ca, tratan temas abarcativos que podían ser de utilidad para
entender la historia de más de un país. Es interesante que
aparecen autores extranjeros, como, por ejemplo, el italiano
Gino Doria con Storia dell’America Latina; pero se ubican allí
los trabajos de los estadounidenses que estudian la historia
de América del Sur, las relaciones diplomáticas entre su país
y la América Latina.98 Solo dos hispanoamericanos se colo-
can en esta sección general, el cubano José María Chacón y
Calvo, Cartas censorias de la conquista, y el mexicano Baltasar
Dromundo, Vida de Bolívar.
En cuanto a los países, el que contiene mayor cantidad
de títulos es México, seguido por la Argentina –debido a
la intensa labor de Torre Revello–, Centroamérica –espe-
cialidad de Rafael Heliodoro Valle– y, en menor medida,
Colombia y Cuba. En contraste, Bolivia, Panamá, Uruguay,
República Dominicana, Venezuela y Brasil son los que tie-
nen menos registros, mientras que Chile, Ecuador y Perú

97 HN-FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro


Valle, 12 de abril de 1938; carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio Zavala, 21
de abril de 1938.
98 Estos son: el discurso de Herbert Bolton, pronunciado en la reunión anual
de la American Historical Association sobre La epopeya de la máxima Améri-
ca; William Manning, Diplomatic correspondence or the United States. Interame-
rican affairs, 1831-1869; de Curtis Wilgus South American dictatours during the
century of Independence; John Clyde Oswald, Pinting in the Americas. Rafael
Heliodoro Valle, “Bibliografía de Historia de América (1937),” Revista de His-
toria de América, no. 1 (marzo de 1938): 113-115.

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218 • La Revista de Historia de América

estarían en un punto medio. El criterio no era solo autores


de ese país, sino libros que trataran sobre historia nacio-
nal.99 Aunque los autores fueran extranjeros, las editoriales
en su gran mayoría eran de ese país, pero había excep-
ciones, generalmente asociadas a las editoriales de la costa
este de Estados Unidos que se ocupaban de temas latinoa-
mericanos.100
Para el segundo número, Zavala comenzó a ajustar
detalles sobre la sección. Recomendó cómo aprovechar la
colaboración bibliográfica enviada por Torre Revello, con
el objetivo de estandarizar la información contenida en las
fichas bibliográficas que se elaboraban. Zavala estaba fijan-
do criterios para una sección en formación, que pasaría en
el futuro de las novedades bibliográficas (las obras editadas
durante ese año) a una bibliografía viva de América, organi-
zada temáticamente para la investigación.101 Ese número ya
no requirió advertencia, se inició con la bibliografía gene-
ral y luego siguió por países. No hay ninguna inicial que
nos dé indicios de los colaboradores que las elaboraron.
Se mantienen las desigualdades entre los países, disminu-
ye incluso un poco la cantidad de páginas (en el anterior
tenía 29 páginas mientras que este registra 26, consideran-
do además que las últimas tres son para publicidad de otras

99 En ese sentido, encontramos colocados aquí libros escritos por extranjeros


(principalmente estadounidenses), por ejemplo, el de Lewis Winkler Bealer
Los corsarios de Buenos Aires, publicado en el número de marzo de 1938.
100 Por ejemplo, Eduard Schuster, Guide to law and legal literature of central Ame-
rican Republics (publicación realizada en Nueva York), publicada en el núme-
ro de marzo de 1938.
101 Para él, uno de los principales problemas eran las fichas de artículos; en su
opinión, aun siendo un material importante, era confusa su inclusión en la
sección Bibliografía; sobre las revistas, mantuvo que debía insertarse una
lista para formar un apéndice de la sección Revistas. Indicó que por vía de
nota o con iniciales debía mencionarse la autoría. Zavala pidió también uni-
formar las señales tipográficas, cuidar de colocar las fichas en el país que
correspondiera y no según la ciudad de edición, ya que el criterio era temáti-
co, con independencia de la sede geográfica de la edición. HN-FHV, fólder
Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 9 de junio de
1938.

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La Revista de Historia de América • 219

librerías).102 La gran novedad es que se incluye a Estados


Unidos en la lista de países.
El tercer número siguió dedicándose a la bibliografía
de 1937 y de 1938, pero aumentó a 31 páginas. La cola-
boración por países siguió relativamente similar, aunque
Colombia bajó al mínimo su aportación, mientras que la
bibliografía de Estados Unidos aumentó significativamen-
te. Otra característica es que es cada vez más evidente la
diferencia de criterio para anotar cada ficha: mientras las de
Centroamérica (realizadas por Valle) son una transcripción
completa de todos los títulos que contiene cada libro, con
capítulos y apartados, los cuales, para que ocuparan menos
espacio, iban en cuerpo menor, las de los otros países sue-
len colocar solo los datos básicos: autor, título, editorial,
lugar de edición, cantidad de páginas (y, a veces, tamaño en
centímetros). Solo algunos incluían los subtítulos y ninguno
hacía un comentario o calificación.
En el cuarto y último número de 1938 la sección creció
considerablemente y abarcó 48 páginas. Los países que ya
eran predominantes aumentaron sus registros, lo cual es
notable, sobre todo en el caso de Estados Unidos. En el de
México, las notas aumentaron porque se registró el libro
de Bernardino de Sahagún Historia general de las cosas de la
Nueva España, del cual se transcribió el sumario de cada
uno de los cinco tomos. Canadá aumentó ligeramente, al
igual que Brasil (con libros en portugués y en español al
ser publicados en un país de habla hispana).103 No se regis-
tra nada de Venezuela ni de Paraguay (que estuvo ausen-
te todo ese año), mientras que Colombia y Centroamérica
disminuyeron. Apareció una aclaración curiosa: en la pri-
mera página se colocó una nota al pie para advertir a los

102 El primer número solo tiene al final una publicidad del BBAA, mientras que
el número siguiente a este se le suma el de la Antigua Librería Robredo y la
Biblioteca Histórica Mexicana (ambos con títulos y precios).
103 Es el caso de Alfonso Celso, El emperador D. Pedro II y el Instituto Histórico, tra-
ducido por Julio E. Payró con prólogo de Max Fleiuss, publicado en Buenos
Aires.

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220 • La Revista de Historia de América

lectores que de Argentina se contaba con la “utilísima ayuda


del Sr. José Torre Revello”, por lo que sus iniciales irían al
pie de los registros realizados por él. De los demás libros
publicados en el mismo país no se aclaró quién los había
realizado. De los otros países no se colocaron iniciales ni
se dio explicación. Posiblemente, como mencionaron en la
advertencia, “de los otros países americanos tenemos muy
reducidas informaciones y es de esperarse que la biblioteca
de nuestro Instituto Panamericano de Geografía e Historia
recibirá todos los materiales que se necesitan para conocer
su producción”.104
En efecto, de los 60 registros de libros de Argentina,
43 solo tienen los datos básicos y, en ocasiones, un pequeño
sumario, mientras que 17 van firmados por J.T.R. y, en estos
casos, siempre se coloca un comentario crítico, una valora-
ción de por qué es importante la obra en cuestión. Algunos
solo muestran que es una obra de “interés”; otros advierten
que se trata de un volumen de una obra general, por lo que
se remite a la colección y al volumen, señalando la impor-
tancia de ambos.105 Son evidentes sus gustos y preferencias
como lector de ciertos libros, dedicados al período colonial,
escritos por misioneros.106 En otros casos, el elogio es más

104 Rafael Heliodoro Valle, “Bibliografía de Historia de América (1937-1938),”


Revista de Historia de América, no. 3, (1938): 161.
105 Sobre el Cedulario de la Real Audiencia de Buenos Aires, con advertencia de
Ricardo Levene, volumen III señala: que comprende los años 1783 a 1810;
que la colección ha permitido reunir documentos dispersos “dándoles den-
tro del conjunto la debida ordenación, obligándola por esa y otras circuns-
tancias a prescindir de la que primitivamente tuvieron los documentos”.
Finaliza diciendo que es de “suma importancia” la lectura de este libro por
que la documentación que se reproduzca permitirá estudiar los aconteci-
mientos del virreinato poco antes de la revolución. Rafael Heliodoro Valle,
“Bibliografía de Historia de América (1937-1938),” Revista de Historia de
América, no. 4 (1938): 163.
106 Al registrar la obra del padre Guillermo Furlong, Entre los Abipones del Chaco,
según noticias de los misioneros jesutias Martin Dobrizhoffer, Domingo Muriel, Jose
Brigniel, Joaquin Camaño, José Jolis, Pedro Juan Andreu, José Cardiel y Vicente
Olcina, menciona: utilizando diversas obras y manuscritos de los que son
autores los misioneros citados en el título ha redactado el padre Furlong el
presente libro, en el que se estudia la vida y costumbres de los indígenas Abi-

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La Revista de Historia de América • 221

explícito, aunque sea escrito de manera breve. Al registrar


el libro de José León Pagano El arte de los argentinos, se
transcribe el índice de los tres tomos y se agrega una breve
nota en la que se lo valora por su labor en los documentos,
su precisión y trabajo.
Al tratar sobre el libro de su colega y jefe en el
Instituto de Investigaciones Históricas de Buenos Aires,
Emilio Ravignani, Asambleas constituyentes argentinas, el elo-
gio es más evidente y contundente al utilizar recursos cien-
tíficos para alabarla: “Admirable como escrupulosa colec-
ción documental, que responde a los postulados más exi-
gentes de la metodología histórica, hecha con amplio cono-
cimiento de la materia y un gran dominio de la técnica
editorial”.107
Cuando Valle, de viaje en Estados Unidos, regresó a la
Universidad de Stanford, se encontró con las indicaciones
que había dado Zavala; le respondió que trababa de ceñirse
a ellas y le recordó que era importante contar con colabora-
dores en cada país americano para que su tarea de orden de
notas y países fuera más sencilla. Además, le dijo que espe-
raba que hubiera podido intercambiar ideas con Hanke.108
Zavala no había podido reunirse con Hanke, pero
expuso con detalle sus ideas para la información bibliográ-
fica. Era indispensable perfeccionar esa sección a fin de que
cumpliese un “servicio insustituible” que no daba ninguna
otra publicación: la de informar de todos los recursos de

pones, “cuyo hábitad [sic] estuvo a orillas del Paraná, desde el Pilcomayo
hasta la altura de la ciudad de Corrientes”, y a la vez se historia el origen,
formación y desarrollo de las reducciones denominadas San Jerónimo, Con-
cepción, San Fernando y Rosario o Timbó. La obra se halla profusamente
ilustrada, reproduciendo algunos dibujos ejecutados por el padre Breucke
y grabados que figuran en la obra del P. Dobrizhoffer. José Torre Revello,
“Bibliografía de Historia de América (1937-1938),” Revista de Historia de
América, no. 4 (1938): 164-165.
107 José Torre Revello, “Bibliografía de Historia de América (1937-1938),” Revis-
ta de Historia de América, no. 4 (1938): 169-170.
108 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Rafael Heliodoro Valle a Silvio Zavala, 11 de marzo de 1939.

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222 • La Revista de Historia de América

manera regular y actualizada. No era conveniente publicar


información atrasada, sino “dar el pulso a la producción
histórica a medida que ésta se vaya desarrollando”, y que las
notas no fueran críticas, sino más bien descriptivas (o bre-
ves notas, como las estaba realizando Torre Revello), dejan-
do la crítica para la sección Reseñas. Sin embargo, y dado
que varios participaban en ambas secciones, para no olvidar
ninguna obra era necesario que se agregaran siempre en
la de Bibliografía (con una pequeña nota) aun y cuando se
publicara también en Reseñas.
Zavala le sugería a Valle seguir de algún modo el mode-
lo estadounidense, que contaba con las listas más comple-
tas de bibliografía sobre su historia en anuarios, revistas y
otros instrumentos. Dado el difícil acceso a estos materia-
les para América Latina, el que la revista trimestralmen-
te diera cuenta de todo lo publicado era un recurso de
vital importancia para los historiadores. Había que poner
especial atención, decía, a las obras de historia diplomática,
porque podían servir de nexo para que los historiadores
no pasaran por alto fuentes primarias que pudieran ser-
vir para interpretar su historia nacional. Lamentablemente,
esta meta solo se había podido alcanzar para la Argentina
gracias a la prontitud y al profesionalismo de Torre Reve-
llo, a quien le había solicitado si podía abarcar otros países
limítrofes (Paraguay y Uruguay). En otros correos les había
escrito a sus contactos para iniciar un intercambio fluido:
para Chile, le escribió a Silva Castro; para Estados Unidos, a
Lewis Hanke; para la zona ecuatorial, les escribió a colegas.
Si esto funcionaba, Valle podría concentrarse en reunir todo
el material hasta abarcar el continente, dejando de escribir
como lo estaba haciendo hasta entonces. Le recordó que
no buscaban incluir todas las publicaciones de un país, sino
limitarse a “lo más selecto, científico y de interés general
que haya en la producción de cada país”. Antes de continuar
buscando colaboradores, Zavala consideraba necesario uni-
formar las fichas y las descripciones a través de un modelo
para citar libros y artículos. Una vez que entre ellos se

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La Revista de Historia de América • 223

pusieran de acuerdo, se circularía entre los colaboradores


bibliógrafos para que se diera uniformidad al material. Una
de las grandes preocupaciones era Estados Unidos.109
Valle respondió corto y conciso: sería importante con-
tar con otros bibliógrafos como Torre Revello. A pesar de
esto, consideraba conveniente uniformar las fichas, por lo
que le enviaba un modelo. En cuanto a publicar notas sobre
libros actuales, le parecía que no debía ser tan estricto, sino
que podía incluso redactarse alguna sobre el año anterior
debido a que no perdía “ni interés ni actualidad”. Por otra
parte, prometió ser más cuidadoso para que no apareciera
repetida una misma obra en dos números distintos.110
Como la participación de Torre Revello seguiría siendo
importante, en el quinto número, de abril de 1939, en la
primera página una nota al pie recordaba que las iniciales le
correspondían a él. Las notas, sin embargo, eran más cortas
que en el número anterior y apenas se comentaba el índice
y algunas palabras descriptivas, se anularon los calificativos
y otro tipo de comentarios. Torre Revello publicó casi todas
las notas de la Argentina y dos de Brasil.111 Por lo demás,
el número de páginas era considerablemente menor que el
anterior (49 versus 19), pese a que se seguían comentan-
do obras de 1937, aunque también se incluían de 1938 y

109 En cuanto a la extensión, le recordó que los libros no debían superar las 20
líneas para no caer en errores como el que había tenido en la nota de Saha-
gún (demasiado amplia) o la de otro libro, que había sido demasiado corta.
Además, le señaló un par de errores en la bibliografía del número anterior:
en el caso de la producción realizada en Estados Unidos, se habían duplica-
do algunas fichas e hicieron falta otras. Para solucionar esto, le contó que
Hanke había prometido encargarse de las fichas descriptivas (incluso de las
reseñas de libros sobre Hispanoamérica), pero que estaba hablando con otro
bibliógrafo para cubrir la historia de los Estados Unidos. BNHA, ASZ, serie
correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de Silvio Zavala a
Rafael Heliodoro Valle de 1939.
110 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Rafael Heliodoro Valle a Silvio Zavala, 12 de abril de 1939.
111 Sobre Alfonso Celso, El emperador D. Pedro II. José Torre Revello, “Biblio-
grafía de Historia de América (1937-1939),” Revista de Historia de América, no.
5 (1939): 130.

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224 • La Revista de Historia de América

las pocas de 1939 de las que se tenía noticia a inicios de


año. Esto se debía a que todos los países registraban menos
libros, pese a que se incluía a países nuevos como Paraguay.
El siguiente número de ese año, el sexto (recordemos
que el primer año salieron cuatro números, mientras que en
el segundo solo tres), mantiene estas características, salvo
algunos cambios: Torre Revello escribe la mayoría de las
entradas de Argentina, al tiempo que envía también sobre
el único libro anunciado de Bolivia.112 Aumenta la cantidad
de libros de Brasil, pero disminuyen los de Centroamérica
no solo en cantidad, sino en la forma (ya solo se colocan
los datos básicos, sin índice o sumario). Estados Unidos se
convierte, sin duda, en el que mayor cantidad de registros
tiene, mientras aparecen países nuevos (Haití).
El último número de 1939, el séptimo, inicia con una
nueva nota aclaratoria: Torre Revello solo publica lo rela-
tivo a la Argentina, mientras que el resto del trabajo perte-
nece a Rafael Heliodoro Valle. Se eliminan así las iniciales,
pero aumenta el número de páginas de la sección (40) por-
que se transcribe el sumario de muchos libros. Rara vez
aparece un comentario, que tiende a ser aclaratorio.113
El tema de las descripciones continuó como una preo-
cupación. Desde Washington, Zavala le escribió a Valle para
darle sus condolencias por el fallecimiento de su mujer y,
sobre la revista, le hizo notar que en los últimos números
había mejorado la colaboración de América del Sur, por
lo que en adelante se dedicaría a consolidar el trabajo con
Estados Unidos. Esperaba que esos contactos dieran frutos

112 Se trata del autor Enrique Fiot, Historia de la Conquista del Oriente Boliviano,
posiblemente porque la obra fue publicada en Buenos Aires con prólogo de
Roberto Levillier. Torre Revello, “Bibliografía de Historia de América
(1937-1939),” Revista de Historia de América, no. 5 (1939): 224.
113 Heliodoro Valle escribe sobre el libro de George E. Squier, A collection of
Books “Siguier fue viajero, arquólogo, diplomático, historiador y anticuario
de primer orden durante el siglo pasado. Su actuación en centroamérica y
sus numerosas obras y monografías le dan derecho a una actualidad perma-
nente”. Rafael Heliodoro Valle, “Bibliografía de Historia de América
(1937-1939),” Revista de Historia de América, no. 7 (diciembre de 1939): 254.

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La Revista de Historia de América • 225

para que él se encargara solo de México y América Central,


a fin de que pudiera “ahondar y extender” sus notas de los
libros. Le planteó que si lograban sumar la labor de dis-
tinguidos bibliógrafos del continente, entonces la sección
“llegará a ser el resultado de una verdadera cooperación”.
Valle le respondió que estaba de acuerdo con las observa-
ciones y, sobre todo, con concentrarse solo en México y
Centroamérica.114
A medida que avanzaban los números parecía más
urgente el conseguir colaboradores para alimentar la sec-
ción de libros y revistas. Valle le sugirió a Zavala una lista
para que les escribiera. Entre los posibles colaboradores
estaban algunos que ya participaban, como Torre Reve-
llo, pero se agregaban: para Chile, Ricardo Donoso; para
Colombia, G. Porras Troconis (de Barranquilla); Fermín
Peraza, de la Biblioteca Municipal de La Habana; J. Roberto
Páez, de Ecuador; Emilia Romero, de Perú; José Antonio
Susto, del Archivo Nacional de Panamá; Emilio Rodríguez
Demorizi, de República Dominicana; y Vicente Dávila, del
Archivo Nacional de Venezuela. Seguían quedando en blan-
co Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Consideraba que
no había problema en ampliar la lista, puesto que estima-
ba que no era necesario pagarles, que lo harían de “buena
voluntad”. Además, hizo propuestas de normalización para
la redacción de las notas.115
Zavala no estuvo de acuerdo con todas las sugerencias
de posibles colaboradores. Para Chile, aunque le parecía
excelente su sugerencia de incorporar a Ricardo Donoso, le

114 HN-FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro
Valle, 25 de diciembre de 1939; carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio
Zavala, 8 de enero de 1940.
115 Sugerencias para redactar las notas: apellido y nombre de autor, título de la
obra, subtítulo (si lo tiene), ciudad, editorial, imprenta, año, número de pági-
nas, tamaño en centímetros, ilustraciones (si es posible, indicar el número de
ellas), mapas, sumario (copiar el índice cuando no sea largo o hacer una refe-
rencia sintética al tema que desarrolla). También, en caso de ser pertinente,
señalar si era un opúsculo, un sobretiro, etc. HN-FHV, fólder Silvio Zavala,
carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio Zavala, 16 de abril de 1940.

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226 • La Revista de Historia de América

recordó que el chileno tenía mucho trabajo con la Revista


Chilena, por lo que sugirió que el cambio entre Silva Castro
y Donoso podía hacerse con tiempo y que podía encontrar-
se un bibliógrafo en Chile. Para Colombia se había ofrecido
a colaborar Hernández de Alba, por lo que le pidió que espe-
raran a probarlo antes de pensar en otro candidato. En el
caso de Cuba, le pediría a Rubio Mañé para que, con el for-
mato de carta invitación que tenían, le escribiera a Fermín
Peraza Sarauza. De igual forma se podía hacer con Páez,
Susto y Rodríguez Demorizi. Para Perú, Vélez Picasso había
enviado colaboraciones, así que consideraba que no era
necesario cambiarlo. Le preocupaba que hubiera otros a los
que se les había invitado y no contestaban o decían que lo
harían, pero después no se comprometían y luego era peno-
so y tardado hacer los cambios de personas por país.116
Los tres números de 1940 serán, como veremos más
adelante, los últimos a cargo de Valle, por lo que no es
extraño que se repitan las características en cuanto a can-
tidad de páginas y forma de ordenar la información por
países y bibliografía general. Sin embargo, se notan ciertos
cambios desde inicios de ese año en los autores de las notas,
porque en esos tres números se incorporan a la labor otras
personas: Guillermo Hernández de Alba, Roland D. Hus-
sey, Bert James Loewenberg, José Rojas Garciadueñas, Jorge
Rubio Mañé, Humberto Vázquez-Machicado, Silvio Zava-
la, Sergio Méndez Arceo, Fermín Peraza Sarausa, Emilio
Rodríguez Demorizi y José M. Vélez Picasso. Ellos escriben
sobre diferentes países e indican su autoría con sus iniciales.
Se mantiene la participación de Torre Revello en la sección
argentina y la de Valle en todas las otras; en ambos casos,
por su cuantiosa intervención, se advierte que ambas con-
tribuciones van sin firma.117

116 BNHA, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 4, fol. 6792, carta de
Silvio Zavala a Rafael Heliodoro Valle, 23 de abril de 1940.
117 Guillermo Hernández de Alba, Roland D. Hussey, Bert James Loewenberg,
José Rojas Garciadueñas, Jorge I. Rubio Mañé, Humberto Vázquez-
Machicado, Silvio Zavala, Sergio Méndez Arceo, Fermín Peraza Sarausa,

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La Revista de Historia de América • 227

Quien más participa en el número 8 es Valle, con más


de cien fichas bibliográficas;118 las de la sección argentina
son de Torre Revello con más de veinte, aunque hay muchas
fichas de libros editados en Buenos Aires correspondientes
a otros temas en otras secciones, también sin firma en la
sección general, por ejemplo. Los libros de Bolivia están a
cargo de Humberto Vázquez-Machicado, aun cuando solo
aparece una firma al final de la sección; lo mismo sucede
con la sección Brasil, cuya firma final corresponde a Silvio
Zavala. Las fichas de Colombia son de Guillermo Hernán-
dez de Alba; es notoria su diferencia con el resto: cada una
de ellas se extiende más de una página con la transcripción
del detalle de los sumarios y resúmenes de los contenidos,
cuando la extensión ordinaria no supera los dos párrafos.
Las fichas correspondientes a Estados Unidos son confec-
cionadas por Roland D. Hussey, investigador y docente de
Historia Latinoamericana en la Universidad de California,
y Bert James Loewenberg, de la Universidad de Dakota de
Sur, que colaboraría posteriormente con un artículo titula-
do “Historical scholarship in American culture”.119
En el número 9 se anotan 230 novedades bibliográficas;
se identifican las notas de Torre Revello (autor de las fichas
de la sección de la Argentina), con una ficha en la sección
general, y de Zavala, que firma dos fichas.120 Se percibe
una similar organización estilística, con escasas fichas que
superan el párrafo.
En el último número de 1940 se identifican todas
las fichas con sus iniciales, excepto las de Valle, que se

Emilio Rodríguez Demorizi, José M. Vélez Picasso, José Torre Revello,


Rafael Heliodoro Valle, “Bibliografía de Historia de América,” Revista de
Historia de América, no. 8 (abril de 1940): 177.
118 Es una estimación aproximada, dado que series de fichas de una misma sec-
ción temática tienen solo una firma al final y es posible que todas sean del
mismo autor.
119 El artículo prometía una continuación, pero no se publicó.
120 José Torre Revello, Silvio Zavala y Rafael Heliodoro Valle, “Bibliografía de
Historia de América (1938-1940), “Revista de Historia de América, no. 9 (agos-
to de 1940): 287.

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228 • La Revista de Historia de América

identifican por omisión. Continúa la división por autores y


países; es perceptible, además de la intervención de Torre
Revello para la sección de la Argentina (y de otras fichas
que figuran con sus iniciales, como en el apartado general
y Chile), la participación de Guillermo Hernández de Alba
para Colombia, José M. Vélez Picasso para Perú, Emilio
Rodríguez Demorizi para República Dominicana, Fermín
Peraza Sarausa para Cuba, Roland D. Hussey y Bert James
Loewenberg para Estados Unidos. Sergio Méndez Arceo
elabora las fichas de Ecuador y Zavala contribuye en dis-
tintos apartados. Salieron 93 fichas, de las cuales apenas 11
estuvieron a cargo de Valle.121
Durante ese año, Valle estuvo en la ciudad de Washing-
ton, por lo que hubo dificultades con la comunicación con
Zavala, quien le escribió en diciembre para decirle que,
como no habían recibido su contribución para el núme-
ro 10, se había enviado a imprenta y había quedado muy
incompleta la sección Bibliografía. Por ello, le informó que
había decidido encomendar la sección a otra persona para
que en el futuro pudiera salir a tiempo. Le agradeció el
apoyo dado y esperaba que cuando regresara al país pudie-
ran conversar sobre cómo podría seguir participando de
la publicación. Valle respondió contrariado, aduciendo que
había pensado que el número 10 saldría en enero (porque
la revista venía con un poco de atraso), por lo cual no había
entregado su material a tiempo. Le dijo podría haberlo lla-
mado a su casa, donde le habrían comentado que seguía en
Washington. Terminó diciendo: “En fin, que así sea: Ud. me
llevó y me ha retirado”. Aun así, dijo que prepararía algunos
comentarios de ciertos libros para el número 11.122

121 José Torre Revello, Silvio Zavala y Rafael Heliodoro Valle, “Bibliografía de
Historia de América (1938-1940),” Revista de Historia de América, no. 10
(diciembre de 1940): 219.
122 HN-FHV, fólder Silvio Zavala, carta de Silvio Zavala a Rafael Heliodoro
Valle, 12 de diciembre de 1940; carta de Rafael Heliodoro Valle a Silvio
Zavala, 28 de diciembre de 1940.

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La Revista de Historia de América • 229

La segunda etapa
A partir del número 11, se produjeron cambios en el res-
ponsable de la sección, en la organización y en la concep-
ción: la integración de revistas y libros, la forma de pre-
sentar las fichas y su clasificación, que buscaría asimilar la
RHA a las revistas de Buenos Aires y Nueva York. Para
realizar estos cambios, Millares Carlo123 fue considerado
el agente idóneo.124
Millares Carlo había arribado a México con los prime-
ros grupos de científicos en enero de 1939 cuando aún esta-
ba librándose la guerra civil española. 125 Fue incorporado

123 Para cuando Agustín Millares Carlo (1893-1980), bibliógrafo y paleógrafo


canario, arribó a México, tenía una larga trayectoria en España como paleó-
grafo, archivista y bibliógrafo. Millares estudió en la Universidad Central de
Madrid bajo la conducción de Enrique Soms y Castelín (profesor de gramá-
tica griega, paleógrafo y latinista), y Ramón Menéndez Pidal, su profesor de
español, con quien trabajó varios años en el Centro de Estudios Históricos
de Madrid, y Américo Castro, especialista en gramática histórica española.
Al terminar sus estudios, fue profesor de la Universidad de Granada (1921 y
1923) y archivero del Ayuntamiento de Madrid (1923). Ese año pidió permi-
so en estos trabajos para poder asumir como director del Instituto de Filolo-
gía de la Universidad de Buenos Aires (propuesto por su maestro Américo
Castro, cargo que asumió entre 1923 y 1925). Al regresar a España, retomó
su cargo como archivero, a lo que suma, desde 1928, la cátedra de Paleogra-
fía en la Universidad Central de Madrid. Ángel Riesco Terrero, “Don Agus-
tín Millares Carlo: archivero-bibliotecario y maestro de archiveros y biblio-
tecarios,” Boletín Millares Carlo, no. 13 (1994): 178-181.
124 Eso se cuenta en una carta dirigida al director de la Revista Filología Hispáni-
ca, Tomás Navarro Tomás. Zavala le comparte los planes de cambio en la
sección y le cuenta sobre la colaboración de Millares, sobre la que Navarro
Tomás se alegra en la respuesta, confirmando: “Es una excelente adquisi-
ción”. BNAH, ASZ, caja 2, exp. 22, fol. 6816, carta de Silvio Zavala a Tomás
Navarro, 1 de junio de 1941; carta de Tomás Navarro a Silvio Zavala, 24 de
junio de 1941.
125 En enero de 1938, los primeros invitados de la Casa de España le enviaron
una carta de agradecimiento al presidente Cárdenas. El mensaje fue difundi-
do en el diario Excelsior de la capital y lo firmaban José Gaos, Jesús Bal y Guy,
Enrique Díaz Canedo, León Felipe Camino, Agustín Millares, José Moreno
Villa, Luis Recasens, Juan de la Encina, Gonzalo R. Lafora e Isaac Costero.
Cuatro de estos científicos fundaron Ciencia. Revista Hispano-Americana de
Ciencias Puras y Aplicadas.
Millares se involucró en La Casa de España (antes de que se convirtiera en El
Colegio) y también en el Instituto Luis Vives, fundado en agosto de 1939

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230 • La Revista de Historia de América

en La Casa de España y siguió posteriormente en El Colegio


de México.126 También desde 1941 dio clases en la Facul-
tad de Filosofía y Letras de la UNAM y participaba del
Instituto Bibliográfico Mexicano de la Biblioteca Nacio-
nal.127 Había iniciado la labor bibliográfica en una de las
revistas del exilio español, España Peregrina, en la que, para
apoyar a la República Española, realizó registros de libros,
folletos y artículos de publicaciones realizadas por autores
extranjeros sobre temas (y autores) españoles. Poco después

con fondos destinados para la ayuda de los españoles refugiados, el cual


tenía desde nivel primario hasta vocacional y comercio. Formó parte de
su patronato y del cuerpo de profesores que enseñaban español, latín y
etimología. Miguel Ángel Puig-Samper Mulero, “La Revista Ciencia y las
primeras actividades de los científicos españoles del exilio,” en De Madrid
a México, el exilio español y su impacto sobre el pensamiento, la ciencia y el
sistema educativo mexicano, compilado por Agustín Sánchez Andrés y Silvia
Figueroa Zamudio (Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, Hidalgo, Comunidad de Madrid, 2002), 96, 97. Beatriz Morán
Gortari, “Los que despertaron vocación y levantaron pasiones. Los colegios
del exilio en la ciudad de México,” en De Madrid a México, el exilio español y
su impacto sobre el pensamiento, la ciencia y el sistema educativo mexicano, com-
pilado por Agustín Sánchez Andrés y Silvia Figueroa Zamudio (Morelia:
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Hidalgo, Comunidad
de Madrid, 2002), 211, 231.
126 Por la correspondencia entre Alfonso Reyes y Millares se sabe que el español
estaba siempre muy ocupado dentro y fuera de El Colegio. Entre las activi-
dades que tenía en esta institución estaban dar clases de paleografía, de latín,
traducir clásicos, investigar en repositorios públicos y, sobre todo, en biblio-
grafías. También buscó lanzar un proyecto con el auspicio de la Fundación
Rockefeller para organizar un grupo de estudios archivológicos en México.
Por esto, Reyes le pedía que le comentara su plan porque no quería agregar
demasiadas cosas, “más de lo que cabe a la resistencia humana”. Alberto
Enríquez Perea, comp, present. bibliog. y notas, Contribuciones a la historia de
España y México. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Agustín Millares Carlo,
1919-1958 (México: El Colegio Nacional, 2005), 80. Alberto Enríquez Perea,
“Agustín Millares Carlo y sus registros bibliográficos en España peregrina:
Maestro en el arte de descubrir información sobre los libros,” en Los empeños
de una casa. Actores y redes en los inicios de El Colegio de México, 1940-1950, edi-
tado y coordinado por Aurelia Valero Pie (México: El Colegio de México,
2015), 95.
127 Riesco, “Don Agustín”, 185-186. El Instituto Bibliográfico Mexicano depen-
día de la Biblioteca Nacional, la cual había sido fundada en 1867, pero en
1929 deja de depender de la Secretaría de Educación Pública para integrarse
a la UNAM.

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La Revista de Historia de América • 231

comenzó a participar en Filosofía y Letras (Revista de la


Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde daba
clases), en la RHA y en El Colegio de México (en el Cen-
tro de Estudios Históricos y en la biblioteca, con cursos y
organizando la biblioteca).128
Oficialmente, apareció como miembro del equipo edi-
torial recién en 1948, pero por la correspondencia de Zava-
la sabemos que, cuando se retiró Valle, él se incorporó de
lleno a trabajar en la RHA. La labor de Millares fue más
profunda, de carácter conceptual, ya que no se encargaba
como lo había hecho Valle de realizar las fichas o notas.
Su maestría en el registro bibliográfico fue reconocida
por muchos. Millares Carlo aportó un sistema de clasifica-
ción del material y una forma para difundirla, descriptiva
o analítica. Otro trabajo asociado a la labor de Millares fue
la elaboración conceptual y material de un índice anual de
la revista.129 Este trabajo metódico, que requería redactar
numerosas fichas que conformarían un catálogo, siguió el
modelo del Hispanic American Historical Review, pero el costo
de su publicación anual era muy elevado, por lo que tuvie-
ron que realizar ajustes.130
La idea de conformar una biblioteca había sido plantea-
da por Zavala desde el inicio de la publicación. Era necesa-
ria por razones de edición de la revista y como una entidad

128 Participó en varias publicaciones periódicas más de México: Letras de Méxi-


co, Cuadernos Americanos, Divulgación Histórica, El Hijo Pródigo, Boletín de la
Biblioteca del H. Congreso de la Unión, Ultramar y Las Españas, entre otras.
Enríquez Perea, “Agustín Millares Carlo…”, 97-98.
129 Se realizaron todos los índices en el período (10 en total). Para tener ordena-
da la información se creó un fichero por orden alfabético.
130 Las cartas en las que se discute el presupuesto para publicar los números de
la revista mencionan generalmente los costos del índice (tanto para cubrir
gastos del personal como de la imprenta). El presidente del IPGH se quejaba
del alto costo del índice, por lo que el equipo editorial tuvo que ajustar la
forma en que clasificaba y el tipo y tamaño de letra para reducir en lo posible
la cantidad de páginas y, por ende, el costo. Para ello, contó con la ayuda de
Gabriel Abad (quien falleció y fue reemplazado por María Marco). BNAH,
ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 30, fol. 6819, carta de Agus-
tín Millares Carlo a Silvio Zavala, 18 de junio de 1941.

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232 • La Revista de Historia de América

que prestigiaría al IPGH: a medida que llegaba el material


a las oficinas, había que ordenarlo para que no se cayera
en errores que le disgustaban, como el de repetir en un
mismo número información de un libro en Reseñas y en
Bibliografía. Pero no era una cuestión solo de orden, sino
institucional: Zavala le había compartido a Rubio Mañé la
idea de conformar una biblioteca que tendría material de la
producción histórica reciente de todo el continente, lo cual
le otorgaría al IPGH mayor relevancia.131
La nueva sección integrada se inició con una Adver-
tencia firmada por Los Editores. Haciendo un recuento de
los últimos tres años, aclararon que, pese a algunos errores,
había sido una aportación a la disciplina. Había cubierto la
necesidad de los estudiosos de la historia americana, por lo
cual recibía una colaboración creciente que los alentaba a
proseguir con la labor informativa. En ella, aclararon cuál
había sido el criterio:

En un principio adoptamos un plan sencillo para ordenar


las fichas de revistas, folletos y libros. Los lectores de nues-
tra publicación saben que había una sección crítica especial
de “Reseñas de Libros”; seguía la denominada de “Revistas”

131 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13, fol. 6801, carta
de Silvio Zavala a Jorge I. Rubio Mañé, 14 de noviembre de 1938. Zavala le
había propuesto a Alfonso Reyes crear una biblioteca “Latina Hispanoame-
ricana”, idea que le parecía factible a Reyes al tener en La Casa de España a
Agustín Millares, y pronto esperaban que se pudieran incorporar Carlos
Riba y Urbano González de la Calle. Pocos meses después, Reyes le pidió
que le hiciera llegar una lista con las necesidades de la biblioteca (que fueran
sencillas y prácticas), a lo que Zavala respondió que, tras conversar con
Millares, consideraban algunas cosas pequeñas indispensables: un mueble
para el fichero inspirado en el de la Biblioteca del Congreso de Washington
(podría dibujar el sobrino de Millares), estanterías de madera para colocar
los libros y periódicos, dos limpiadores eléctricos de polvo, tres o cuatro
mesas con sillas y lámparas para lectura, un ayudante para Millares (uno
para mover libros y otro para ayudar en la catalogación). Era necesario tam-
bién ordenar o reescribir el fichero público porque estaba en mal estado y
con criterios de clasificación antiguos. Debería comprarse un equipo foto-
gráfico o una máquina de leer (lectura de microfilms). Alberto Enríquez
Perea, comp., Fronteras conquistadas. Correspondencia Alfonso Reyes/Silvio
Zavala 1937-1958 (México: El Colegio de México, 1998), 81, 112, 114-118.

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La Revista de Historia de América • 233

donde aparecían las publicaciones periódicas ordenadas alfa-


béticamente por sus títulos; y por último, una tercera divi-
sión, que llamamos de “Bibliografía”, contenía títulos, des-
cripciones y notas breves acerca de libros y folletos; ésta
se subdividía en un rubro “General” y otros tocantes a los
diversos países americanos. El sistema fue eficaz mientras se
trataba de atraer la cooperación regular de los bibliógrafos
y de acomodar sus colaboraciones a un plan uniforme y al
mismo tiempo flexible y fácil de realizar.132

Por la explicación que sigue, los cambios implementa-


dos no se los adjudican a los errores (aunque por las cartas
se sabe que los tuvieron), sino a que, ante un aumento en el
número de colaboraciones recibidas, era necesario “inten-
tar una clasificación más compleja de los materiales”. En
consecuencia, a partir de ese número, se utilizó el nuevo
método, el cual consistía, en primera instancia, en conservar
la sección Reseñas, pero se anulaba la división entre revis-
tas y bibliografía. Bajo este nombre aparecerían las notas
tanto de libros como de folletos y artículos de revistas. El
cambio más importante, empero, fue interno, relaciona-
do con la división del material en una serie de categorías
previamente delineadas según una división académica por
áreas de estudio (con exclusión de la arqueología, porque
se incluía en el BBAA):

Obras de bibliografía y bibliología (historia del libro, de la


imprenta, del periodismo, de las bibliotecas, catálogos, biblio-
grafías especiales, etc.); Archivología y Fuentes documenta-
les; Historiografía y Metodología de la historia; Ensayos de
interpretación; Historia general; Historia regional; Biogra-
fía; Historia de la Geografía y Estadística; Historia religiosa;
Historia de las ideas e instituciones políticas y jurídicas; His-
toria social y económica; Historia diplomática; Historia de la
cultura; Historia artística e Historia literaria; Historia de las
costumbres y Folklore; Heráldica.

132 Los Editores, “Advertencia,” Revista de Historia de América, no. 11 (abril de


1941): 121.

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234 • La Revista de Historia de América

Este criterio para la división de las materias está toma-


do del Código Decimal Universal de Dewey, adaptado para
la revista, integrando las diversas secciones en un plan
general.133 Dentro de cada encabezado sigue una división
cronológica y topográfica, respetando el orden alfabético.
Esperaban que esta nueva forma de clasificar el material
hiciera más sencilla la consulta y la recuperación ulterior
del material, pero para nutrir a la sección seguía siendo
necesaria la cooperación de personas competentes. Hasta
ese momento, esta labor había recaído, principalmente, en
Rafael Heliodoro Valle, José Torre Revello y Lewis Hanke, y
otros habían comenzado a enviar notas con regularidad; sin
embargo, era necesario coordinar esfuerzos para mejorar la
forma como se registraba la actividad bibliográfica ameri-
cana en el continente. Un objetivo era establecer relaciones
con otras “empresas bibliográficas” afines y “respetar los
acuerdos que se tomen en reuniones solventes con la mira
de uniformar y hacer más efectiva la actividad bibliográ-
fica americana”.134
Para poner en marcha el cambio, Millares Carlo se
encargó de pensar su organización, la forma de clasifica-
ción, las fichas, los anaqueles y todo lo que constituye una
biblioteca como dispositivo: un capital social material y sim-
bólico, un auténtico activo.135 Le propuso a Zavala formas de
organización de revistas y libros y planes de mejora para la
biblioteca, y, para la revista, mejoras para la distribución, el
canje y la llegada al mayor número de lectores, poniéndola
en una red de publicaciones de interés. Específicamente, el
plan contemplaba tres pasos: primero, separar las fichas y

133 Esta forma de organización continuaría usándose en las bibliotecas inspira-


das por las orientaciones de Agustín Millares Carlo, como la de El Colegio
de México, y aplicadas por Susana Uribe, la bibliotecaria que la organizó.
Ver, por ejemplo: Susana Uribe de Fernández de Córdoba, “Bibliografía his-
tórica mexicana,” Historia Mexicana VII, no. 2 (1958): 557-628.
134 Los Editores, “Advertencia”, 121.
135 Sobre bibliotecas y capital social y redes de usuarios, ver Anne Goulding,
“Libraries and Cultural Capital,” Journal of Librarianship and Information
Science 40, no. 4 (diciembre de 2008): 235-237.

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La Revista de Historia de América • 235

el material existente de revistas y libros. Segundo, una vez


ordenado, disponerlo en un mueble especial con separación
en casilleros para diferenciar el material en curso de ser uti-
lizado y el que ya había sido fichado y pasaba al acervo de la
biblioteca. Tercero, una política de comunicación editorial
básica: dar acuse de recibo de libros, folletos y crear una
lista de las publicaciones que pudieran ser de interés para
los lectores de la RHA. Esta incluía también el responder la
correspondencia con los colaboradores y crear un fichero
general por orden alfabético de todo el material publicado,
no solo de la sección. Con este plan y un ayudante, Millares
Carlo estaba seguro de que la sección aumentaría conside-
rablemente y de que se evitarían los errores que se habían
cometido en los números anteriores.136
La elaboración de las cédulas tenía un carácter decisivo:
estas serían, al mismo tiempo, el insumo para producir la
sección Bibliografía y las fichas para componer el catálogo
de la biblioteca. Era una cuestión tanto de gestión editorial
como de gestión del centro documental, en su dimensión
material (la biblioteca como sede, con sus ficheros, anaque-
les y libros) y en su dimensión conceptual (la biblioteca
como el conjunto de saberes en historia de América). Milla-
res, aun con ayudante, necesitaba de los colaboradores:
cuando ellos enviaban sus cédulas de las novedades edito-
riales y de los artículos de interés, estaban dando cuenta de
las publicaciones recientes y también estaban construyendo
el conocimiento sobre la historia de América. Era necesario
que ese conocimiento estuviera estandarizado, organizado
en campos con el mismo tipo de información: eso facilitaría
la elaboración de una sección de la revista y, además, pro-
duciría un conocimiento bibliográfico regularizado.
Fueron clave para estandarizar el material las indica-
ciones que se elaboraban para la confección de las fichas. En
1941, después del cambio, se dieron nuevas instrucciones:

136 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 30, fol. 6819, carta
de Agustín Millares Carlo a Silvio Zavala, 29 y 30 de septiembre de 1941.

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236 • La Revista de Historia de América

1. Las noticias bibliográficas se consignarán en una cuartilla


tamaño comercial, a dos espacios y con treinta líneas por
cuartilla.
2. En cada ficha correspondiente a libro o folleto se hará
constar en centímetros la dimensión de la altura, así como el
número de páginas con indicación de las preliminares y de
las hojas finales. También se anotará la presencia en el libro o
folletos de láminas, mapas, grabados intercalados, etc.
3. Las revistas se citarán con arreglo a las siglas adoptadas en
el último número de la Revista de Historia de América.
4. Un estudio atento de la clasificación que se ha adoptado
permitirá a los colaboradores consignar al pie de cada ficha
la rúbrica, época, etc., en que debe incluírsela, facilitando
así la clasificación definitiva. Se ruega encarecidamente a los
señores colaboradores consignen estos datos que son absolu-
tamente indispensables.
5. Cada ficha deberá venir acompañada de un extracto en el
que se indique de una manera sucinta el contenido de la obra,
folleto o artículo. En su defecto deberá acompañar el índice o
sumario de la obra o folleto en cuestión.
6. Se procurará evitar cuidadosamente el envío de fichas ya
publicadas.
7. Se tenderá así mismo a completar la biografía de 1940 y
tener al corriente la de 1941.137

También se buscó ordenar el trabajo con los colabora-


dores norteamericanos. Con respecto a la bibliografía sobre
la historia de América editada en los Estados Unidos, siem-
pre hubo mucho interés. Se partía del hecho de que, aun-
que en Estados Unidos existían numerosas publicaciones de
carácter histórico, este material era de difícil acceso para el
público iberoamericano, deseoso de conocer la producción
de Estados Unidos, tanto sobre su historia como sobre la
de Hispanoamérica, así como la de la relación entre ambas
Américas. Además, se consideraba que, por estar publicada

137 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 30, fol. 6819, Ins-
trucciones para la redacción de las fichas bibliográficas de la Revista de Histo-
ria de América. s.f.

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La Revista de Historia de América • 237

por un organismo panamericano, era importante que la


revista tuviera publicaciones de todo el continente.
A lo largo del tiempo, hasta la incorporación de cola-
boradores regulares de Estados Unidos, habían intentado
poner información bibliográfica sobre la historia de ese
país, pero la tarea era insuficiente por no contar ni con
acceso a los libros necesarios ni con especialistas de la his-
toria de Estados Unidos como para registrar en las notas
una breve descripción o evaluación de estos. Para el equipo
editorial era clave encontrar bibliógrafos o historiadores
estadounidenses colaboradores. Su interés temático abar-
caba la historia diplomática del país en relación con los
demás países del continente; los problemas de contactos
raciales dentro de los Estados Unidos; la colonización; las
migraciones; su desarrollo industrial y económico; las ideas
políticas y la alta cultura. Además, era central que se regis-
trara bibliografía de la historia regional de las provincias
estadounidenses de origen español.
También hay registro de cómo se planificó la interac-
ción con estos scholars en particular, siempre con la inter-
mediación de Lewis Hanke; los autores norteamericanos de
la primera etapa habían sido Hussey y Loewenberg. Ini-
cialmente, se había previsto que hubiera personas colabo-
radoras: una dedicada solo a dar cuenta de las “obras que
aparezcan sobre la historia de las provincias de origen espa-
ñol que ahora forman parte de los Estados Unidos”; la otra
se encargaría de “las obras de historia sobre otras regio-
nes de los Estados Unidos y las de carácter general sobre
el desarrollo histórico de este país. Se había diseñado un
procedimiento: ambos recibirían las obras por conducto de
Hanke y, una vez realizada la reseña o la nota bibliográfica,
podrían conservar los libros. Para fomentar estas colabo-
raciones, estimadas entre 30 y 40 libros por número, se
pagaría a cada colaborador 15 dólares por cada una, por lo

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238 • La Revista de Historia de América

que, de ser tres entregas al año, recibirían 45 dólares.138 Este


monto superaba, como se dijo, el que recibían los demás
colaboradores.
Para ordenar el estilo relativo al género de las fichas,
tomaron como modelo las que recibían de Buenos Aires,
de Torre Revello, aunque les dieron libertad de introducir
modificaciones o mejoras. Todas las indicaciones quedaban
sujetas a que los colaboradores dieran su opinión, pero, una
vez acordados los términos, se le notificaría al IPGH y se
mantendrían como acuerdo.139
En la segunda etapa de la sección se incorporaron,
desde los Estados Unidos, Raúl d’Eça, Leopoldo Campos,
C. G. Beckwith, Charles E. Trinkaus Jr., Franklin Frazier,
Gilbert C. Fite, Herman H. Field, Jacob C. Meyer, Carl J.
Wennerblad, Walter V. Scholes, James H. Shiedeler, Stephen
S. Goodspeed, aunque sin regularidad, esporádicamente.

138 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797. Memo-
rándum sobre la colaboración relativa a la historia de los Estados Unidos, en
la Revista de Historia de América. s.f.
139 BNHM, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 9, fol. 6797. La
colaboración de los Estados Unidos de América en la bibliografía de la Revis-
ta de Historia de América, del IPGH, s.f.

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Contenidos de actualidad: noticias
y necrológicas

Hay dos secciones que incluyen información de cierta


actualidad: Noticias y Necrológicas. La sección de noticias
es la que manifiesta de manera más explícita la preocu-
pación de los editores de la RHA para el cumplimiento
del programa general. Las informaciones y los documentos
publicados, como las actas de las reuniones, muestran la
energía en el desarrollo de equipos y planes de trabajo, el
despliegue continental y la visión de la necesidad de for-
mación del historiador profesional. Desde la primera, en la
que anuncian la sección, se fijan el objetivo de “promover
una colaboración más estrecha entre los historiadores de
América y a servir de medio de coordinación de la labor
histórica en general”.1
Las necrológicas, por su parte, no componen una sec-
ción estable, las piezas salen según el deceso de personajes.
Es pequeña, numéricamente hablando, pero significativa en
la RHA. Las breves notas sobre las personas fallecidas nos
permiten plantear una serie de variables que son impor-
tantes para entender otra dimensión de la red que estamos
estudiando. Inicialmente puede preguntarse por los sen-
tidos de pertenencia (algo así como dime a qué muertos
anuncias y te diré qué tipo de vínculo estás estableciendo).
También, pensar en la estrategia general de la publicación
por formar una disciplina compuesta por un tipo de histo-
riadores, porque es evidente que no todos los que mueren
en el período tienen cabida. El recordar a sus lectores la
muerte de historiadores destacados enfatizaba la formación
académica institucional y el valor del ejercicio profesional.

1 “Noticias,” Revista de Historia de América, no. 19 (junio de 1945): 131.

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240 • La Revista de Historia de América

La información como parte del proyecto institucional

En las páginas de las noticias hay numerosos registros de


las preocupaciones del grupo editorial sobre el quehacer del
historiador, la incitación a elaborar historias municipales,
regionales, historias generales nacionales, una historia de
América, la exploración en métodos de enseñanza de la his-
toria, los vínculos con otras instituciones, la necesidad de
“mapear” los historiadores del continente, los intercambios
de libros, revistas, fichas entre los centros de documenta-
ción, la superación de un talante bélico en la educación en
historia y la necesidad de una educación para la paz.
Las piezas, que provienen de México, Washington,
Buenos Aires, La Habana, Lima, Sevilla, París y Turín, entre
otras ciudades, no cuentan novedades a la manera de los
textos periodísticos (salvo algunos anuncios de premios o
el aviso de un seminario sobre técnicas de enseñanza de
la historia con formato de gacetilla o comunicado breve),
sino que son mayoritariamente documentos protocolares,
formales: resoluciones, actas de asambleas,2 de acuerdos, de
creación de instituciones.3 Aun cuando es comprensible que
no haya inmediatez entre el acontecimiento y la publica-
ción, por la periodicidad, algunas noticias escapan al carác-
ter de información de un evento en particular y tienen más
bien el estilo de la revisión de un tema. También publicaron
noticias que quedaron desactualizadas al momento de la

2 De hecho, cuando eso no puede hacerse, se señala. Por ejemplo, en la noticia


de la VII Reunión del Congreso Mexicano de Historia, en septiembre de
1945 en Guanajuato, se observa al final: “No se acostumbra publicar las
Actas, como sería deseable”. Publicar las actas es un acto de transparencia y
de comunicación para toda la comunidad científica. Ernesto de la Torre
Villar, “VII Reunión del Congreso Mexicano de Historia,” Revista de Historia
de América, no. 20 (diciembre de 1945): 392.
3 Varias de ellas están tomadas de otras revistas y documentos, que se regis-
tran por nota al pie (Fénix, revista de la Biblioteca Nacional de Lima, Infor-
maciones Argentinas, Estudio, del Centro de Historia de Santander de Colom-
bia, por mencionar algunas), o que envían personas directamente
involucradas, como el director de una escuela.

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La Revista de Historia de América • 241

salida de la revista, como convocatorias a concurso. Lo que


prima es el registro de todo lo que resulte de interés para
el lector, especialmente en relación con los temas valiosos
para los editores.4
Este registro puede verse como la transcripción de
otras noticias. Es decir, no hay un autor detrás de su con-
fección, como lo encontramos en los artículos, las reseñas
e incluso la bibliografía; hay menciones de personas que
han dado información o que han entregado un texto que se
adapta para la sección. Posiblemente por esto no encontra-
mos en la correspondencia de Zavala menciones específicas
sobre ella. Esto no merma en lo absoluto el valor de la
sección, solo la caracteriza. Además, la autoría está implícita
en la búsqueda y selección del material o por vía de agrade-
cimientos en notas al pie.
Por ello, al iniciarse la sección, en el número 19 (de
1945),5 se nombra como responsable a Ernesto de la Torre
Villar, quien se hizo cargo hasta el número 25. En el 26
se introduce un cambio: las noticias van firmadas por ini-
ciales, y se incorporan otros colaboradores: Javier Malagón
Barceló, Joaquín MacGregor, Ernesto de la Torre Villar,
Germán Somolinos, Alexander Morffit, Armando Cerrato
Valenzuela, Fermín Peraza Sarausa. En este sentido, en la
sección se cumple lo que ocurre en las otras, con excepción
de Artículos: hay un tránsito en los primeros números de
los textos a cargo de una o dos personas, con escasas marcas
autorales, hasta la diversificación de autorías y la identifica-
ción de cada pieza singular, aun las más breves y con menor
importancia, en el final del primer decenio.
Podemos considerar a Ernesto de la Torre Villar como
un cronista del presente. Era el más joven de los colabo-

4 La sección se ubicaba después de Artículos y antes de Reseñas. Cuando


había notas necrológicas, estas se anteponían a las noticias.
5 En el número 11 (de abril de 1941), con el título “Noticiero”, ya se había
publicado el programa de la III Asamblea General del Instituto Panameri-
cano de Geografía e Historia, realizado en Lima en 1941. Se registraron 41
temas de interés, de los que, la mayor parte, eran de geografía.

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242 • La Revista de Historia de América

radores regulares (había nacido en 1917). Tenía 26 años


cuando empezó a publicar en la revista; su primera con-
tribución fueron reseñas y notas para Bibliografía, en el
número 16. A partir de ese momento, comenzó a publicar
regularmente.6
De la Torre Villar había estudiado Derecho y fue uno
de los estudiantes fundadores del Centro de Estudios Histó-
ricos de El Colegio de México; fueron sus profesores Zava-
la, Millares Carlo, Ramón Iglesia, James Loewenberg, Juan
Iguíniz: “Lo que realmente había era un grupo de maes-
tros muy eminentes que se decidieron a crear un núcleo,
que fue la base, la génesis”, recordaba.7 Reconocía que en
El Colegio de México había recibido una formación de
investigador, que había desarrollado habilidades y destre-
zas para el trabajo:

Como trabajo metodológico, el de El Colegio de México era


muy bueno, porque allí aprendimos a hacer notas, reseñas
bibliográficas, a saber establecer las fichas, a organizar los
ficheros, cosa que no aprendíamos en la Facultad de Filosofía
porque no había nadie que enseñara eso. Así es que realmente
lo que aprendimos en El Colegio sí nos sirvió para tener
una buena metodología en nuestros trabajos, lo cual fue muy
fructífero, fue muy bueno como centro formativo.8

Se incorporó a trabajar en el Archivo General de la


Nación cuando su director era Julio Jiménez Rueda;9 tra-
bajaba fichando y comenzó a colaborar en el Boletín que
editaba. Su formación marcaba una diferencia dentro del
archivo:

6 También publicó Notas necrológicas.


7 Alicia Olivera y Salvador Rueda, “Ernesto de la Torre Villar: entre bibliote-
cas, archivos y aulas,” en Historia e historias: cincuenta años de vida académica
del Instituto de Investigaciones Históricas, coordinado por Alicia Olivera (Méxi-
co: UNAM, 1998), 57.
8 Olivera y Rueda, “Ernesto de la Torre Villar…”, 64.
9 Ernesto de la Torre Villar, “El Boletín del Archivo General de la Nación, pul-
so de la historia mexicana,” Historia Mexicana 50, no. 4 (2001): 681-691.

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La Revista de Historia de América • 243

También en ese entonces había muchos empleados que


encontraban los documentos y los transcribían, pero como
no tenían una formación histórica ni literaria, y se suponía
que nosotros sí, nos empezaron a pedir nuestra colaboración
para el Boletín del Archivo […] y esos fueron nuestros prime-
ros trabajos: mostrar los documentos que encontrábamos.10

Después se sumó al equipo del IPGH como secretario


de la Comisión de Historia11 y para hacer la RHA, don-
de estuvo 17 años. Realizaba tareas administrativas y edi-
toriales:

En esos años fui llamado a colaborar en la Comisión de


Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia.
Me tocó como misión elaborar la revista Historia de Amé-
rica y entonces mis intereses históricos se ampliaron porque
ya no fueron solamente sobre México, sino que incluyeron
a toda América. Yo coordinaba la revista, pedía las colabo-
raciones, las revisaba, corregía, y hacíamos unas reuniones
sobre historia de América en torno a todos los trabajos que
tenía la comisión: sobre archivos, sobre bibliografía, sobre
la emancipación, sobre las ideas, sobre la historia económica
en diversos países: Argentina, Perú, Venezuela, Bolivia… y
eso me fue relacionando con todo un grupo de historiadores
panamericanistas.12

Noticias: mucha información en cuatro grandes temas

Para promover la colaboración entre historiadores era


necesario comunicar “los datos recientes de mayor impor-

10 Olivera y Rueda, “Ernesto de la Torre Villar…”, 59.


11 Francisco Ziga Espinosa y Ana María Romero Valle, comps., De la vida y tra-
bajos: Sea este libro un homenaje al doctor Ernesto de la Torre Villar a sus ochenta y
ocho años de edad (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, Insti-
tuto de Investigaciones Bibliográficas, Biblioteca Nacional, Hemeroteca
Nacional, 2005).
12 Olivera y Rueda, “Ernesto de la Torre Villar…”, 60.

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244 • La Revista de Historia de América

tancia que estén conectados con las disciplinas históricas”,


es decir, congresos y todo tipo de reuniones académicas,
fundación de instituciones, disposiciones gubernamentales
que incumbían al área del historiador. Por ello se incitaba a
instituciones y particulares a enviar los datos que, a manera
de insumos, se integrarían a cada número.13
La sección Noticias perseguía una finalidad de man-
tener al día la información de la actualidad en la Historia
como disciplina, aun cuando algunas noticias salían tar-
díamente o se repetían. No tenía divisiones internas, pero
haciendo un análisis global es posible agrupar las noticias
en cuatro grandes conjuntos temáticos: las personas men-
cionadas; las instituciones de la historia (entendiendo por
ello tanto instituciones propiamente dichas como congre-
sos, cursos, programas, publicaciones); la enseñanza de la
historia; la archivística, y el IPGH y la Comisión de His-
toria (incluyendo sus comités).14 Las restantes noticias se
refieren a concursos y premios, notas brevísimas sobre arte
y otros hallazgos.

Las personas mencionadas: el historiador


como personaje
Quienes figuran en las noticias dan cuenta de la pertenencia
y la circulación, los contactos, los proyectos de los que se
participa. Hay una preocupación por dejar constancia del
quién-es-quién, es decir, quiénes son los que hacen his-
toria, su país de procedencia, su carácter de representan-
tes de un país o de una institución. Son los que escriben,
investigan, dan cursos, se reúnen, participan de iniciativas,
reciben nombramientos. No son, necesariamente, autores
de la revista ni de los que publican en libros y revistas

13 “Noticias”, 131.
14 Sobre el comité de Historia de las Ideas, ver Carlos Rodríguez Contreras,
“La elaboración de la primera serie de Historia de las Ideas del IPGH,
1948-1956,” Revista de Historia de América, no. 157 (julio-diciembre de 2019):
189-215.

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La Revista de Historia de América • 245

comentados; muchos de ellos son parte del staff de fun-


cionarios del IPGH; otros son figuras que ingresan tar-
díamente en el decenio considerado y de las que solo hay
menciones en la Comisión de Historia o en comités, como
Leopoldo Zea para el Comité de Historia de las Ideas, o
Fermín Perasa Sarauza, para la temática de archivo.
El sujeto historiador aparece agentivizado o personaliza-
do, es personaje de un relato. La agentivación es un procedi-
miento gramatical de personificación opuesto a la desagen-
tivación. En el discurso científico o académico se aplica la
desagentivación, es decir, la eliminación deliberada del “yo”
del autor en el texto.15 No se emplea la primera persona, no
hay marcas de subjetividad ni ninguna remisión al agente
autor del texto, salvo en la firma, que es la indicación de
la autoría. La agentivación, por su parte, es la presencia
del agente en el texto, es personaje de una narración, se
predican adjetivos, se caracterizan sus acciones.
El cambio de género y estilo del académico (como las
reseñas, las notas bibliográficas o los artículos) al informa-
tivo, como las noticias, comporta un cambio de tema y de
forma de tratamiento. Las noticias señalan la presencia del
historiador por vía de mención y por la atribución de accio-
nes a los historiadores, que aparecen como personajes. Si en
los artículos o reseñas su presencia solo queda restringida a
la firma, en las noticias, por el contrario, ellos son quienes
están haciendo historia; así, desde la primera noticia:

Los protagonistas de la paz en casi todos los países que habían


estado envueltos en la guerra iniciaron alguna forma de
escrutinio con el fin de eliminar de los libros de texto distor-
siones, inexactitudes, y manifestaciones directas o implícitas
que supusiesen prejuicios innecesarios.16

15 Guiomar E. Ciapuscio, “Impersonalidad y desagentivación en la divulgación


científica,” Lingüística Española Actual 14, no. 2 (1992): 183-206.
16 Ernesto de la Torre Villar, “Comisión para el estudio de materiales de ense-
ñanza para asuntos interamericanos,” Revista de Historia de América, no. 19
(junio de 1945): 131. El énfasis es nuestro.

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246 • La Revista de Historia de América

Ellos son citados por lo que dicen, no por lo que inves-


tigan y publican, como es el caso de las declaraciones de M.
Raymond Fiasson, director del Instituto Francés de Améri-
ca Latina, creado por M. Paul Rivet:

Dans cet Institut, des intellectuels et de savants mexicains,


espagnols, français jouissant du plus grand prestige, donnent
gratuitement des cours, sur des sujtes de leur choix, à des élèves
mexicains. Nous comptons que des ètudiants de Republiques
d’Amerique centrale et du Sud viendront s’asseoir a côté de
leurs amis, et il est aussi dans notre intention d’appeler de ces
país les hommes les plus représentatifs des pensées artistiques,
scientifiques, phisolophiques ou littéraires.17

Las personas más mencionadas dan cuenta de la per-


tenencia y la circulación, los contactos, los proyectos de
los que se participa.
Es notable la presencia, en primer lugar, de Silvio Zava-
la, que aparece identificado mayormente con el IPGH como
institución (en menor medida, como director en el Museo
Nacional de Historia, pero no se menciona su cargo en El
Colegio de México).18 Dentro del IPGH concentró varios
cargos (director de la revista, presidente de la Comisión),
pero las noticias hacen mención fundamentalmente a su
labor en la Comisión, de la que se refieren diversas acciones,
como los viajes y gestiones preparatorias para la Primera

17 Ernesto de la Torre Villar, “L'Institut Français d'Amerique Latine,” Revista de


Historia de América, no. 19 (junio de 1945): 145-146. El énfasis es nuestro.
18 Como director del Museo, la noticia más relevante que se publicó fue la de
los restos de Hernán Cortés. Zavala tuvo que intervenir en el asunto de los
restos de Hernán Cortés, los cuales, tras haber sido trasladados de un lado a
otro entre 1823 y 1836 –por antihéroe, al erigirse nuevas tumbas y nuevos
héroes nacionales–, fueron redescubiertos en 1946 por un grupo de histo-
riadores: los mexicanos Francisco De la Maza y Alberto María Carrillo, el
cubano Fernando Moreno Fraginals y el español Fernando Baeza. Una vez
encontrados los restos, junto con una caja y documentos, Zavala inició ofi-
cialmente el cotejo de los documentos y un estudio de los restos (realizado
por especialistas). Rueda Smithers, “Don Silvio Zavala y la piel del historia-
dor. Apuntes sobre historiografía marginal,” Historia Mexicana LXV, no. 2
(2015): 818-819.

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La Revista de Historia de América • 247

Reunión Panamericana de Consulta sobre Historia.19 Estos


viajes no solo eran indispensables para legitimar la Comi-
sión recientemente creada, sino también para amplificar la
difusión de la RHA al contactarse con colaboradores regu-
lares (o nuevos que podrían sumarse a la labor).
Las noticias son, así, un lugar de registro y de recono-
cimiento: hay nombres y apellidos, cargos, títulos, formas
ceremoniosas y protocolares (monsieur, señorita), proceden-
cias y pertenencias institucionales. Sirven para los lectores,
porque les indican quiénes son los que hacen la historia,
quiénes son los funcionarios, diplomáticos, profesores, y
permiten también reconocerse: son formas del protocolo.
Así como la revista insiste en la necesidad de archivo, ella
misma compone un metaarchivo de sí misma y de las insti-
tuciones con las que sus miembros se vinculan.

La enseñanza de la historia
La primera noticia publicada en el número 19 expresa una
de las preocupaciones de los editores, especialmente en lo
referido a la enseñanza de la historia. En este sentido, la
noticia cumple una finalidad que supera la de dotar al his-
toriador y docente de competencias técnicas; se trata de
contribuir a generar una conciencia política de la historia
nacional contra el odio y el belicismo, integrada a los demás
países y respetuosa de ellos, integrada en una visión general

19 Se describe en la noticia: “Gestiones privadas. Aparte de las gestiones oficiales,


se dirigió el Presidente Interino de la Comisión de Historia a aquellas perso-
nas de diversos países americanos que, por su condición de historiadores y
prestigio personal, podían influir cerca de sus Gobiernos en la designación
del Miembro Nacional y en el viaje a México, así como de otros delegados
oficiales de instituciones científicas. Viajes de enlace. Con idéntico fin, es
decir, de activar la designación de Miembro Nacional y rogar a los Gobier-
nos americanos e instituciones científicas, la asistencia de los delegados a la
Primera Reunión, se visitaron la mayor parte de los países americanos […]”.
Estos viajes fueron realizados por Zavala, Samuel Ramos, André Simonpie-
tri, Javier Malagón Barceló. Ernesto de la Torre Villar, “Informe de la Comi-
sión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia,” Revista
de Historia de América, no. 25 (junio de 1948): 154-155.

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248 • La Revista de Historia de América

sobre la docencia, los niveles educativos, los programas, los


libros de texto y manuales. Esa noticia se titula “Comisión
para el estudio de materiales de enseñanza para asuntos
interamericanos”20 y constituye un recorrido temporal y
una puesta al día de todo un proceso orientado a la edu-
cación para la paz y la responsabilidad de los historiadores
para superar una historia hecha a base de militarismo y de
aversión a otros países.
La noticia está elaborada a partir del documento La
América Latina en materiales de enseñanza para escuelas y uni-
versidades, publicado en 1944 en Nueva York por la Dota-
ción Carnegie para la Paz Internacional. Se trata de un
documento singular en varios sentidos. El primero tiene
que ver con el formato, ya que no es estrictamente hablan-
do una noticia. Es un documento que recorre numerosas
iniciativas que se habían originado tras la Primera Gue-
rra Mundial.21 El segundo sentido está presente de forma
implícita al no haber una referencia a que la mayor parte
de estos antecedentes se dieron en el marco del Instituto de

20 Ernesto de la Torre Villar, “Comisión para el estudio de materiales de ense-


ñanza para asuntos interamericanos,” Revista de Historia de América, no. 19
(junio de 1945): 131-141.
21 El recorrido se enfoca en los años veinte y treinta: la Conferencia Interbal-
cánica, la Norden Association, la Comisión Intelectual de la Sociedad de las
Naciones y el llamado Plan Casares, la Federación Mundial de Asociaciones
de Educación, el Congreso Científico Panamericano de Lima, el Congreso
Universitario Sudamericano de 1931 de Montevideo, el Segundo Congreso
Nacional de Historia de Río de Janeiro, sendos congresos de historia en
Buenos Aires y en Bogotá, la Séptima Conferencia Internacional de Nacio-
nes Americanas, la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz
en Buenos Aires y, finalmente, llega a 1943 con la noticia de la reunión de
una comisión del Consejo Americano de Educación en Estados Unidos (que
estudió los materiales de enseñanza) y la exposición de sus recomendacio-
nes, especialmente orientadas a su país en relación con los contenidos de
historia de los países latinoamericanos, cuyos estudios históricos, se consi-
dera, están “en un estado excepcionalmente fluido”. De la Torre Villar,
“Comisión para el estudio de materiales de enseñanza para asuntos inter-
americanos”, 138.

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La Revista de Historia de América • 249

Cooperación Intelectual, órgano de la Sociedad de Nacio-


nes.22
Por todo esto, es significativo que aparezca esta noticia
en esta sección y que sea, además, la primera. Al presentarla
como una síntesis de todas las propuestas que se habían ela-
borado al momento, no solo se anula la competencia entre
ambos organismos (Sociedad de Naciones y Unión Pan-
americana) durante la entreguerra, sino que se adhieren a
una educación para la paz eminentemente panamericana.
La noticia comienza refiriendo los antecedentes que
permiten arribar a la conclusión de las recomendaciones.23

22 En Educar para la paz: México y la cooperación intelectual internacional, Pita


González aborda el papel de la Comisión Internacional de Cooperación
Intelectual de la Sociedad de las Naciones en el período de entreguerras y la
participación de intelectuales que trabajaron desde la diplomacia cultural
para realizar un cambio profundo en la educación, un “desarme moral”, con
sentido humanista. La autora especialmente orienta su investigación a la
participación de México con los diplomáticos intelectuales Alfonso Reyes,
Genaro Estrada, Isidro Fabela y Jaime Torres Bodet.
Recordemos que Estados Unidos no participó del primer organismo inter-
nacional, aunque sí del de Cooperación. Sin embargo, mantuvo una postura
renuente a la revisión de los manuales de historia utilizados en su país, aun-
que el tema efectivamente fue abordado también en las Conferencias Pan-
americanas. Esta situación cambió durante la Segunda Guerra Mundial, no
solo porque este país buscó acercarse a través de una política más abierta a la
colaboración regional en educación y cultura a los países latinoamericanos,
sino porque para 1944, a nivel internacional, se estaban realizando reunio-
nes entre las potencias para discutir el futuro del organismo internacional
durante la posguerra. Alexandra Pita González, Educar para la paz. México y
la cooperación intelectual internacional, 1922-1948 (México: Universidad de
Colima, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2014).
23 La nota trascribe todas las recomendaciones de la comisión de estudiosos
norteamericanos sobre la enseñanza de la historia en América, que consis-
ten en ofrecer la mayor cantidad y diversidad de materiales, la adaptación de
los libros a los niveles educativos, incluir contenidos adecuados sobre Amé-
rica Latina para la mejor comprensión de los ciudadanos de Estados Unidos,
trabajar con árbitros y revisores latinoamericanos de los contenidos históri-
cos, evitar sesgos, prejuicios y tergiversaciones que provengan del descono-
cimiento de América Latina, que se suele considerar desde miradas milita-
ristas o pintorescas. Además, la palabra empleada para la construcción de
una historia de los países de América Latina es “interamericana”; la expre-
sión no es azarosa: ya desde la década de 1930, en las conferencias realizadas
por la Unión Panamericana, se comenzó a emplear este adjetivo en relación
con la cooperación de la región, pero el uso por parte de Estados Unidos era

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250 • La Revista de Historia de América

El texto es un informe, pero también es una argumentación


que procede desde los antecedentes remotos a la situación
actual. Registra la importancia que el tema de América Lati-
na cobra para ciertos scholars estadounidenses, pero tam-
bién es una manera indirecta de señalar para los propios
países de América Latina la importancia de usar fuentes
confiables, documentación reciente y contenidos históri-
cos verificados por especialistas de los países vecinos con
carácter científico en los libros educativos, sin prejuicios ni
distorsiones. Este tema volvería a aparecer en noticias rela-
tivas a los comités de la Comisión de Historia del IPGH.
Curiosamente, la segunda noticia del mismo tema se
publica en el mismo número 19, nos remite –sin explicitarlo
tampoco– a otro tipo de conflicto, solo que este a nivel
nacional al estar situado en la Ciudad de México. Se trata de
la Primera Asamblea de Mesa Redonda para el estudio de la
enseñanza de la historia, de 1944, y el seminario de marzo
de 1945, a cargo de una comisión para el estudio de sus téc-
nicas. De él se relata que su objetivo fue evaluar técnicas por
niveles y por tipos de escuelas, como las vocacionales, las
normales, la preparatoria y los institutos de investigación
y sus técnicas o métodos, como los museos, la biblioteca o
la película histórica.24
De la Primera Asamblea se generó una serie de libros,
entre ellos, uno de Silvio Zavala que iniciaba la serie Síntesis
de la historia del pueblo mexicano. El Gobierno estaba muy
interesado en trasmitir una imagen uniforme de la historia,
para adecuar los libros de texto de estudios de primaria y
secundaria. El seminario que se reunió poco después estuvo

intencional: “Demostrar a los países vecinos del continente, que había ter-
minado la vieja y agresiva política del gran garrote que pretendía justificar
una era de intervenciones militares en la región, dando lugar, en cambio, a
una nueva etapa en las relaciones regionales conocida como ‘la política de
la buena vecindad’”. Pita González, Educar para la paz..., 105.
24 También se comentó la presencia de Luis Chávez Orozco como presidente
del evento. Ernesto de la Torre Villar, “Seminario para el estudio de la técni-
ca de la enseñanza de la historia,” Revista de Historia de América, no. 19 (junio
de 1945): 152.

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La Revista de Historia de América • 251

integrado, entre otros, por Luis Chávez Orozco, Alfon-


so Caso, Rafael García Granados, Arturo Arnaíz y Freg,
Edmundo O’Gorman, Rafael Altamira y Silvio Zavala. Aun-
que se pretendía que fuera más específico, se debatieron
problemas relacionados con la historiografía nacionalista
y fue allí donde se inició la controversia entre Zavala y
O’Gorman. Así, de un debate que debía dedicarse a resolver
planes de estudio y libros de texto se pasó a otro en el que
se planteaba el estudio del pasado humano.25
Pero nada se menciona en la noticia sobre la polémica
que se generó entre dos figuras que encontraron en ese
seminario un lugar de disenso para exponer sus puntos de
vista encontrados que iban más allá de la cuestión peda-
gógica para pasar al planteamiento de un problema clave:
la orientación del estudio del pasado. Así, mientras Zavala
representaba la orientación cientificista o tradicional domi-
nante en aquel momento dentro de los estudios históricos,
Edmundo O’Gorman defendía una perspectiva historicista
que rechazaba el objetivismo a ultranza y proponía estu-
diar e interpretar los hechos históricos. Representaban dos
tipos de historiografías: una académica y otra “marginal” en
pugna dentro de un contexto de institucionalización de la
academia en México.26
Dado que la RHA no buscaba el disenso (o al menos
señalarlo), la noticia fue tan escueta que no les permitía a
los lectores extranjeros inferir que esta reunión era solo
un evento más de un debate anterior entre ambos histo-
riadores.27 Por todo esto, no es de extrañar que aunque la

25 Abraham Moctezuma Franco, “El camino de la historia hacia su institucio-


nalización,” Historia y Grafía, no. 25 (2005):71-73.
26 Moctezuma Franco, “El camino de la historia…”, 53-55.
27 Cuando el FCE publicó el libro de Zavala Fuentes del Trabajo, el presidente de
la editorial, Daniel Cosío Villegas, le escribió a Rubio Mañé para pedirle que
se publicara en el siguiente número de la RHA una reseña del libro y sugería
que esta fuera elaborada por O’Gorman. Rubio Mañé le escribió a Zavala
para comentarle la solicitud de Cosío Villegas, a lo cual suponemos no acce-
dió Zavala, pues la reseña (publicada en dos partes) fue realizada por el pro-
pio Rubio Mañé. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 1, exp. 13,

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252 • La Revista de Historia de América

revista prometió la publicación de las conclusiones de las


ponencias en el siguiente número, no lo hicieran y tampoco
se explicara esa decisión.28
En las noticias referidas al IPGH volvería a aparecer la
temática educativa con el impulso de comisiones de estudio
e indicaciones para el trabajo de los países. En la noticia
titulada “Acuerdos de la IV Asamblea del Instituto Paname-
ricano de Geografía e Historia reunida en Caracas durante
los días 18 de agosto al 2 de septiembre de 1946” aparece
la preocupación por la revisión de programas y textos de
historia de América, “a fin de fomentar, dentro del respeto
a la verdad histórica, la amistad, el conocimiento mutuo y
la colaboración entre los pueblos del Continente”.29 En el
acta final de la Primera Reunión de Consulta se registra el
interés en este tema en la conclusión XXV:

1.- Recomendar que la Comisión de Historia, después de


recabar y obtener de los distintos países americanos la infor-
mación indispensable, elabore un plan básico para que sea
propuesto a los distintos países de América, en el cual se
atienda a la madura formación de la técnica del conoci-
miento de investigación de la historia, y a la preparación

fol. 6801, carta de Jorge I. Rubio Mañé a Silvio Zavala, 30 de junio de


1939. La reacción de Zavala no era extraña, puesto que existía una crítica
abierta a su trabajo La utopía de Tomás Moro en la Nueva España, el cual
O’Gorman tachó de una historiografía “neopositivista”. Este comentario
lo publicó en la revista Alcancía en 1937. Moctezuma Franco, “El camino
de la historia…”, 59.
28 Se buscó saldar esta divergencia con un debate público llamado a realizarse
en El Colegio de México para discutir “la crisis de la historia”, en el que par-
ticiparían varios historiadores, entre ellos, Zavala y O’Gorman, pero Zavala
no asistió, aduciendo que estaba fuera del país. Su ausencia fue considerada
por el grupo historicista como un “grito de guerra y el triunfo unánime de la
nueva generación”, grito que realizó O’Gorman, apadrinado por José Gaos y
Ramón Iglesias. Sin embargo, para el otro grupo, la cientificista fue una
manera de no darle importancia al adversario. Moctezuma Franco, “El
camino de la historia…”, 75-76.
29 Ernesto de la Torre Villar, “Acuerdos de la IV Asamblea del Instituto Pan-
americano de Geografía e Historia reunida en Caracas durante los días 18
de agosto al 2 de septiembre de 1946,” Revista de Historia de América, no. 22
(diciembre de 1946): 427.

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La Revista de Historia de América • 253

de profesores.
2.- Que siempre que sea posible, sea presentado dicho plan
a los Miembros Nacionales seis meses antes de la próxima V
asamblea del IPGH que deberá celebrarse en 1950 en San-
tiago de Chile.
3.- Que por la dirección del IPGH se invite a los Ministros
y Directores de Educación de los países de América a que
envíen delegados técnicos en pedagogía a que participen en
la consideración del plan básico propuesto y de las demás
cuestiones relativas a ciencias afines.
4.- Que la Comisión de Historia estimule en la forma que crea
conveniente, la preparación y publicación de manuales sobre
la técnica de la investigación de la Historia y ciencias afines.30

La archivística: eventos e instituciones


También se comunicaron las actividades y los contenidos
referidos a disciplinas auxiliares de la historia, como la
archivística y la paleografía. Algunas de las figuras rela-
cionadas con esta disciplina que publican en la revista o
que se mencionan en las noticias y en otras secciones de
la RHA son Roscoe Hill, Joaquín Llaverías, Fermín Pera-
za Sarauza, Enrique Ortega Ricaurte, Julio Jiménez Rueda,
Emilio Rodríguez Demorizi, Juan Antonio Susto, Francisco
Gamoneda y Jorge I. Rubio Mañé. Tendieron también a
la conformación de estrategias continentales de coopera-
ción, de legislación y, sobre todo, a la normalización de la
clasificación de archivos. Especialmente se buscó dotar de
un estatus a esta actividad, por lo que puede confirmarse
aquí que la RHA intervino como un activo agente por la
conformación de un capital social para los archivistas y
los historiadores.
Tres noticias con amplio desarrollo se dedican a la
fundación y los primeros años de la Escuela Nacional de
Bibliotecarios (1945), a la que se le sumaría un año más

30 Ernesto de la Torre Villar, “La primera reunión de consulta de la Comisión


de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia,” Revista de
Historia de América, no. 24 (diciembre de 1947): 363-364.

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254 • La Revista de Historia de América

tarde la Escuela de Archivistas (ambas dependían de la SEP),


y con un Consejo de Regencia del que participaban miem-
bros de la Universidad Nacional Autónoma de México, la
Biblioteca del Congreso, el Archivo General de la Nación,
la Biblioteca Benjamín Franklin (que ofreció dos becas para
perfeccionar estudios en Estados Unidos entre los primeros
egresados), entre otras instituciones, y un Consejo Técni-
co de maestros.
La escuela buscaba dotar al trabajo del bibliotecario de
un estatus profesional y de uno académico con el otorga-
miento a sus egresados de títulos de maestros y doctores
en biblioteconomía. Una preocupación especial merecían
los que trabajaban entonces en las bibliotecas sin prepara-
ción técnica alguna, para quienes ofrecían una capacitación
que les permitiera mejorar su situación laboral. Entre los
colaboradores de la escuela figuran autores y personas que
estaban vinculadas con la revista y con el IPHG, como Juan
B. Iguíniz, Agustín Millares Carlo, Francisco J. Gamone-
da y José Ignacio Mantecón; dirigía la escuela Francisco
Orozco Muñoz.31
En el número siguiente, el 21 (de junio de 1946),
Francisco Orozco Muñoz comunicó la reorganización de
la escuela de bibliotecarios, su oferta educativa (curso de
capacitación técnica, carrera profesional y curso de capaci-
tación superior) y la creación de la carrera de archivistas,32
resultado del Primer Congreso Nacional de Archivistas y
Bibliotecarios que se había celebrado en México en 1944.33

31 Ernesto de la Torre Villar, “La Escuela Nacional de Bibliotecarios (México),”


Revista de Historia de América, no. 20 (diciembre de 1945): 393-394.
32 Francisco Orozco Muñoz, “La Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archi-
vistas (México),” Revista de Historia de América, no. 21 (junio de 1946): 58-60.
33 El congreso de archivistas, presidido por Julio Jiménez Rueda, tuvo una
noticia en el número 19, en la que se transcriben los acuerdos alcanzados,
entre otros aspectos, relativos a legislación, protección de archivos, recono-
cimiento y remuneración adecuada a los archivistas, equipamiento y canti-
dad de personal, necesidad de producir estadísticas y, lo más importante, la
homologación y unificación terminológica y de procedimientos técnicos.
Ernesto de la Torre Villar, “Congreso General de Archivistas,” Revista de His-

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La Revista de Historia de América • 255

Las prácticas se realizaban en el Archivo General de la


Nación.
Además, dieron lugar a gran cantidad de noticias de
archivos nacionales, generales o particulares y de biblio-
tecas, como el Archivo de la Real Audiencia de Lima, el
Archivo Nacional de la República de Cuba, los archivos
generales de la nación de México y la Argentina, la Biblio-
teca Nacional de Lima y la Biblioteca de la Universidad de
Texas, entre otros.
En las noticias puede apreciarse el interés en identificar
a las personas mencionadas con su adscripción institucio-
nal: lo que interesa en la RHA es cartografiar las institu-
ciones vinculadas con la archivística, sus nombres y perte-
nencia. Este tema ha ocupado un lugar destacado en varias
otras secciones, es central a la revista.
Así, el tema archivos adquirió un peso significativo
en la sección. Por ello no es casual que, cuando se formó
la Comisión de Historia, se solicitara un informe a Miron
Burgin, por entonces editor del Handbook of Latin American
Studies, sobre el estado de la RHA, y entre otras cuestiones
señaló que las noticias parecían disponerse de una manera
“accidental e indirecta” y no de manera ordenada. Por ello,
proponía crear una lista de instituciones y academias que
nutriera tanto a esta sección como a Bibliografía. Si esa
información estaba sintetizada, se podría dedicar la sección
Noticias a conformar “una síntesis de las actividades desple-
gadas por los historiadores, enfatizando en los congresos y
reuniones”. Para alcanzar esta meta sugería que la informa-
ción dedicada a Archivos se separara de esta y se colocara

toria de América, no. 19 (junio de 1945): 146-151.


En el mismo número, también se informa de la Primera Asamblea de
Archiveros del Caribe en La Habana, en septiembre de 1944. Participaron
de ella colaboradores frecuentes de RHA, como Fermín Peraza Sarausa,
Julio Jiménez Rueda y Emilio Rodríguez Demorizi, según detalla la noticia,
redactada sobre la base del acta final. Ernesto de la Torre Villar, “Primera
Asamblea de Archiveros del Caribe,” Revista de Historia de América, no. 19
(junio de 1945): 141-145.

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256 • La Revista de Historia de América

en una sección propia (como lo hacían Emilio Ravigniani y


José Torre Revello desde 1940 en el Boletín del Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad de Buenos Aires).
De esta manera, se podría cubrir la información de los
archivos de manera más detallada, explicando cómo estaban
organizados, qué períodos cubrían, etc.34 La sugerencia no
fue tomada en cuenta y el tema archivos siguió siendo una
parte importante de esa sección.

La dimensión institucional: centros, congresos,


programas y publicaciones
La RHA, en tanto ostenta un aspecto fuertemente insti-
tucional –como veremos en las noticias correspondientes
al IPGH, la Comisión de Historia, los comités y la revis-
ta misma– se aboca a informar sobre otras instituciones.
Entendemos aquí la noción de “institución” en un sentido
amplio, es decir, lo que habitualmente se considera como
tal, como centros, institutos, y también todo un abanico
de actividades académicas o universitarias organizadas por
instituciones, y las publicaciones que crean. En este senti-
do, se conforma una oferta informativa que busca dotar al
lector de un conocimiento sobre la actualidad institucio-
nal en historia –y las oportunidades que se ofrecen para
el conocimiento–, el posible contacto intelectual y hasta la
posibilidad de participar de esas actividades.35
Hay una voluntad de registro exhaustivo de nombres
e instituciones de procedencia que se cumple en gran can-
tidad de noticias, que son una especie de who’s who para
el lector. El efecto final es el de acumulación, copiosidad,

34 FHV, CH, informe presentado por Miron Burgin, editor del Handbook of
Latin American Studies, de la Biblioteca del Congreso, México, 22 de octubre
de 1947.
35 Es el caso, por ejemplo, de los concursos. La RHA informa de varios, organi-
zados en La Habana, Buenos Aires, Durango y Caracas, entre otras ciudades.
Son concursos de ensayo, generalmente en torno a un personaje histórico.

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La Revista de Historia de América • 257

que permitía confirmar los recorridos de los personajes


mencionados.

Noticias de Europa y de Estados Unidos


Hay una dedicación particular a noticias provenientes de
Europa, en especial de Francia, Italia y España. De París lle-
garon dos noticias: el relanzamiento, con cambio de nom-
bre, de la revista Les Annales en 1946, en el que se anuncia
la participación de Zavala y la reapertura del trabajo del
Comité Internacional de Ciencias Históricas en 1948.
Les Annales: Economies, Societés, Civilisations es el nom-
bre de 1946; ya había sufrido cambios de nombre y alcance
temático desde 1929, año de su fundación. En 1945 había
salido con el título Annales d’Histoire Sociale, y en 1946 vol-
vería a cambiar el nombre. La idea del cambio de título de
Les Annales en 1945 respondía a la de continuar el programa
inicial: problemas de historia y actualidad. En la noticia que
publica la RHA se destaca la participación de académicos
como Gilberto Freyre (Brasil) y Earl J. Hamilton (de la Uni-
versidad de Duke), entre otros.36
Así lo presentaría Lucien Febvre en el primer número
de 1948, antecediendo una nota sobre el libro de Zavala La
“Utopía” de Tomás Moro en la Nueva España y otros estudios,
publicado en 1937:

Les Annales sont heureuses de publier ces quelques pages


d’un des plus éminents historiens de l’Amérique latine, Sil-
vio Zavála, qui prend à la vie intellectuelle de son pays une
part considérable, en présidant à de nombreuses activités
d’enseignement et de publication, et en dirigeant à Mexico, au
Palais de Chapultepec, cet admirable Musée d’histoire mexi-
caine, qui n’est pas seulement un magnifique conservatoire

36 Ernesto de la Torre Villar, “Les Annales, Economies, Societés, Civilisations


(París),” Revista de Historia de América, no. 22 (diciembre de 1946): 431-432.
El autor agradece la nota de François Chevalier sobre la que elaboró la noti-
cia. Cabe mencionar que Silvio Zavala colaboró con reseñas en los Annales.

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258 • La Revista de Historia de América

du passé, mais un des centres vivants où s’élabore la forte


personnalité d’une grande nation moderne. Silvio Zavála atti-
re notre attention, aujourd’hui, sur une des manifestations
les plus émouvantes de l’humanisme espagnol au tem Pedro
Sánchez de la Renaissance (p. 1).37

El Comité Internacional de Ciencias Históricas mere-


ció una nota en el número 25 sobre la reunión celebrada en
París con el apoyo de la UNESCO: su importancia radica
en la capacidad de generar contactos entre los historiado-
res y producir bibliografías sistemáticas para completar el
vacío desde 1938.38 Solo tiene valor informativo, ya que no
se menciona la participación de ningún representante de
países de América Latina.
De Italia llegó la noticia de la fundación en 1946 de la
revista Quaderni Ibero-Americani, continuidad de la iniciati-
va de un grupo de estudiantes de Turín de una asociación
cultural dedicada a relaciones culturales con España y Amé-
rica Latina, la ARCSAL.
Los Quaderni Ibero-Americani fueron fundados por Gio-
vanni María Bertini, el hispanista italiano más importante
de entonces.39 Se trata de una revista de estudios compara-
dos y más bien volcada a la literatura que buscó consolidar
contactos; contaba con los de Marcel Bataillon, del Instituto
de Francia, Georges Cirot, de la Universidad de Burdeos,
Ramón Menéndez Pidal y Dámaso Alonso, ambos de la
Universidad Central de Madrid.

37 Lucien Febvre, “L'Utopie réalisée: Thomas More au Mexique,” Annales. Eco-


nomies, Sociétés, Civilisations III, no. 1 (1948): 1-8. François Chevalier, “Pour
l'histoire du travail en Nouvelle Espagne: une oeuvre fondamentale,” Anna-
les. Economies, Sociétés, Civilisations III, no. 4 (1948): 484-487, doi:
http://doi.org/10.3406/ahess.1948.2359.
38 Ernesto de la Torre Villar, “El Comité Internacional de Ciencias Históricas
(París),” Revista de Historia de América, no. 25 (junio de 1948): 175. El autor
agradece la nota de Hans Nabholz sobre la que elaboró la noticia.
39 Giuliano Soria, “La revista Quaderni Ibero Americani: una encrucijada del his-
panismo europeo desde hace sesenta y cinco años,”, s.p.,
http://www.quaderniberoamericani.org/doc/STORIA%20QIA_ES.pdf.

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La Revista de Historia de América • 259

La noticia de la fundación en 1944 de la Escuela de


Estudios Hispano Americanos de la Universidad de Sevilla
se adaptó de una crónica publicada un año antes; apareció
en la RHA en el número 21, de 1946.40 En ella se explica la
conformación de un ámbito interinstitucional creado a par-
tir de cátedras americanistas de la Universidad de Madrid
y los archivos de Sevilla. Se detallan las materias, las for-
mas de evaluación, su curso de verano en la Universidad
de La Rábida y se enumeran los cursos y los profesores
a cargo. Además, se explica el sistema de becas para estu-
diantes hispanoamericanos y la residencia para catedráticos
e investigadores.
En el número siguiente se informó sobre la Univer-
sidad de Verano de La Rábida y el programa de su cuarta
edición de cursos, con el título de América durante la indepen-
dencia y edad contemporánea. Se dictaron cursos de Derecho,
Historia, Arte y Ciencias Naturales; la revista destaca la
participación de Jorge I. Rubio Mañé.41
La noticia de la fundación en 1945 del Centro de
Estudios Hispánicos en Estados Unidos, en la Universidad
de Syracuse, dio pie para acusar la falta de representantes
de países hispanoamericanos. Formaron parte del centro
varios españoles exiliados: Américo Castro (Universidad de
Princeton), Tomás Navarro Tomás (Universidad de Colum-
bia) y Joaquín Casalduero (Colegio Universitario de Smith).
Fuera de los demás representantes de los Estados Unidos,
participaron Marcel Bataillon (Colegio de Francia), Aubrey
F. G. Bell (Universidad de Toronto) y Milton A. Buchanan
(Universidad de Toronto). La noticia omite que el portugués

40 Ernesto de la Torre Villar, “La Escuela de Estudios Hispano-Americanos de


la Universidad de Sevilla (España),” Revista de Historia de América, no. 21,
(junio de 1946): 48-50.
41 Ernesto de la Torre Villar, “La universidad de verano de La Rábida,” Revista
de Historia de América, no. 22 (diciembre de 1946): 432-435.

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260 • La Revista de Historia de América

Fidelino de Figueiredo era representante por la Universi-


dad de San Pablo.42

Noticias de América Latina


Las novedades institucionales de México tuvieron difusión
y desarrollo: además de las referidas a la enseñanza de la
historia y la archivística, ya abordadas, y a las del IPGH,
objeto del próximo apartado, se comunicaron asuntos rela-
tivos al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM
(su fundación fue en 1945), al Instituto de Investigaciones
de Historia Regional de México (una asociación civil funda-
da en 1946) y al Centro de Estudios del Colegio de México.
También se comunicaron el Programa de Estudios Histó-
ricos sobre las relaciones de México y Cuba, el Congreso
Mexicano de Historia y el Instituto Francés de América
Latina (al que se le dedican dos noticias, una por su inaugu-
ración en 1945 y otra por sus actividades).
Con respecto a la noticia relativa al Centro de Estudios
Históricos de El Colegio de México, estrictamente no res-
ponde a ninguna novedad. Salió en junio de 1946, en el
número 21, y tiene el estilo de un documento institucional
que registra brevemente su origen en 1941, su organización
de gobierno y sus centros. Del Centro de Estudios Histó-
ricos se destacan sus fines, programas de colaboración con
otras instituciones y las promociones de alumnos de 1941 y
1943, sus becas y procedencia de otros países.
De los profesores y alumnos del CEH se mencionan
publicaciones, como La esclavitud prehispánica entre los azte-
cas de Carlos Bosch García; Estudios de historiografía de la
Nueva España, por alumnos del Centro con introducción del

42 Ernesto de la Torre Villar, “El Centro de Estudios Hispánicos de la Universi-


dad de Syracuse (Estados Unidos),” Revista de Historia de América, no. 21
(junio de 1946): 50-51. La noticia fue traducida con mínimos cambios de A
Quarterly Journal in Modern Literatures, aunque no se indica. “Syracuse Uni-
versity Centro de Estudios Hispanicos,” Symposium: A Quarterly Journal in
Modern Literatures I, no. 1 (1946): 173-174.

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La Revista de Historia de América • 261

profesor Ramón Iglesia; El hombre Colón y otros ensayos de


Ramón Iglesia; Índice y extractos de los protocolos del Archi-
vo de Notarías de México D. F. de Agustín Millares Carlo y
José Mantecón; y Escritos inéditos de Fray Servando Teresa de
Mier de José María Miquel i Vergés y Hugo-Díaz Thomé.
También hay un apartado referido al Centro de Estudios
Sociales. Ambos centros, dice la noticia, “son las dos insti-
tuciones que absorben la parte principal de la labor y de los
medios del Colegio”.43
Instituciones latinoamericanas sobre las que se
informa son el Instituto Cultural Ecuatoriano, el Centro
Venezolano-Americano, el Instituto Cultural Venezolano-
Británico, el Instituto Anglo-Mexicano de Cultura, la Socie-
dad Argentina de Antropología, el Instituto Peruano de
Investigaciones Genealógicas, la Academia Nacional de la
Historia de Venezuela, el Museo Etnológico de la Universi-
dad Central (Ecuador), el II Congreso Histórico Municipal
Interamericano (celebrado en Guatemala, del que se publi-
caron dos noticias, incluyendo las actas), el plan de Historia
General de Colombia, el Instituto Brasileño de Historia de
la Medicina, el Instituto Hondureño de Historia, el Museo
de Arte Colonial de Venezuela, la Universidad de San Mar-
cos Lima, el Atlas de Geografía Histórica de Perú y la histo-
ria militar en Perú, la Universidad Nacional del Cuzco.

El IPGH y la Comisión de Historia


Las noticias relativas al IPGH merecieron la mayor
extensión. Son las que registran el mayor número de
menciones, dado que se trata de documentos formales.
Las actividades del instituto y sus comisiones, espe-
cialmente la de Historia, junto con la RHA, tuvieron
amplio despliegue, con toda clase de información: actas,
estatutos, resúmenes, proyectos: la revista es el espacio

43 Ernesto de la Torre Villar, “El Centro de Estudios Históricos del Colegio de


México,” Revista de Historia de América, no. 21 (junio de 1946): 56-58.

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262 • La Revista de Historia de América

académico que perfecciona el aspecto institucional, es


ella el cauce para integrar a los historiadores de toda
América con la información de lo que podríamos lla-
mar los datos duros (programas, fechas, asistentes), pero
también con una visión fundacional y una propuesta
de trabajo mancomunado: elaboración de guías y catá-
logos de historiadores y centros de investigación (una
biobibliografía para la que habían enviado cuestiona-
rios a todos los contactos), la propuesta de trabajar
con sistemas unificados de tratamiento documental, el
proyecto de una historiografía de América, el inventario
total de obras de arte y monumentos del continente,
el intercambio de libros y de fichas bibliográficas, la
necesidad de tener presente siempre la enseñanza y la
divulgación de la historia.
La primera noticia sobre el IPGH aparece tem-
pranamente, en el número 11, con la Tercera Asam-
blea General de Lima, de la que se publica apenas el
programa. La cuarta asamblea, celebrada en Caracas,
abre la sección del número 22, de diciembre de 1946,
y ocupa quince páginas con dos noticias: los nuevos
estatutos del IPGH y los acuerdos a los que se arribó,
como el de la creación de la Comisión de Historia,44
que podría funcionar del mismo modo que las de Geo-
grafía y Cartografía.
Un documento del archivo de Zavala, datado el
23 de agosto de 1946 (tres días antes del inicio de la
tercera asamblea), sirvió de base para la noticia que se
publicó en el 22.45 Es el documento de ideación, de

44 Ernesto de la Torre Villar, “Nuevos estatutos del Instituto Panameri-


cano de Geografía e Historia adoptados por la Cuarta Asamblea Gene-
ral del Instituto, reunida en la ciudad de Caracas: agosto
26-septiembre 1, 1946,” Revista de Historia de América, no. 22 (diciem-
bre de 1946): 413-424. Ernesto de la Torre Villar, “Acuerdos de la IV
Asamblea del Instituto Panamericano de Geografía e Historia reunida
en Caracas durante los días 18 de agosto al 2 de septiembre de 1946,”
Revista de Historia de América, no. 22 (diciembre de 1946): 424-428.
45 BNAH, ASZ, serie IPGH, caja 1, exp. 7, sin título, sin fecha.

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La Revista de Historia de América • 263

conceptualización y fundamentos de esa creación. Se


puede apreciar el trabajo de edición de De la Torre
Villar: en general, transcribe, pero también busca ali-
gerar, procura la sencillez sintáctica, algunas formas de
atenuación y de la atribución.46
La Conformación de la Comisión de Historia ocupó
la sección de los números 23 a 26; la continuidad en la
información, número a número, es una expresión de su
importancia, no solo para quienes la impulsaron:

Los últimos meses de 1947 son todavía más importantes para


la vida intelectual del país. La creación oficial de la Comisión
de Historia del IPGH fue un acontecimiento principal para la
historiografía mexicana. En la IV Asamblea del Instituto cele-
brada en Caracas, el gobierno de México se comprometió a
instalar la Comisión a través del Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia (INAH), que dirigía entonces el arquitecto
Ignacio Marquina, y de proceder a la inmediata iniciación de
sus actividades. […] Así, el gobierno de México intervino en la
instalación de la Comisión de Historia tanto o más que como
lo había hecho en la creación del IPGH.47

En el número 23 se comunicaron su instalación,


los miembros, el programa de la Primera Reunión de
Consulta y una agenda de tareas;48 lo más importante
es el anuncio de la dependencia de la RHA de esta
comisión. Al número siguiente, la única noticia de la
Primera Reunión de Consulta ocupa 38 páginas de la
sección, con el detalle de miembros (Comité de Honor,
IPGH, Comisión de Historia y comités del evento, la
mesa directiva) y asistentes por país y en representación

46 En otros casos, copiaba directamente la noticia de otra revista.


47 Roberto Fernández Castro, “Silvio Zavala y la historiografía americana. Una
vida de vínculos intelectuales,” Revista de Historia de América, no. 155 (2018):
33-55.
48 Los temas de su competencia del IPGH son la preparación de la histo-
riografía de América, un catálogo de historiadores e instituciones
dedicadas a la historia de América y un digesto de acuerdos tomados
en las cuatro asambleas del IPGH.

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264 • La Revista de Historia de América

de entidades internacionales, gubernamentales e insti-


tuciones científicas, el programa, las resoluciones, los
acuerdos, la elección de Silvio Zavala como presidente,
el presupuesto y la exposición.
En el número 25 publicaron dos noticias: el informe
de la reunión (con detalles de la organización) y la
marcha de la Comisión de Historia. En el 26 se abrió la
sección con la comisión, un detalle de miembros de cada
comité, cada uno a cargo de un país: Comités de Archi-
vos (Cuba), de Folklore (Perú), de Movimiento Emanci-
pador (Venezuela), de Historia de América (Argentina)
y de Antropología (ambos en vías de constitución) y un
Comité de Historia de las Ideas (México).49
El Comité de Historia de las ideas en América se
convirtió en noticia aparte por haber sido propuesta
de Leopoldo Zea, secundado por Luis Recaséns Siches,
que no figuraba en el listado de los comités del núme-
ro 24.50 Se mencionan los antecedentes, el objetivo de
una publicación, los miembros, los apoyos obtenidos
y las sugerencias.51

49 Los comités tuvieron una marcha despareja; dicen en el número 25: “A


la Argentina y al Perú se les ha rogado tomen las medidas necesarias
para la constitución de los comités de Programa de la Historia de
América y de Folklore, respectivamente, cuya organización se les
encomendó en la IV Asamblea de Caracas, como se ha indicado ante-
riormente (p. 3)”. Ernesto de la Torre Villar, “Informe de la Comisión
de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia,” Revis-
ta de Historia de América, no. 25 (junio de 1948): 159.
50 En el número 24 mencionaban los comités del Programa de Historia
de América y Revisión de Textos, del Movimiento Emancipador, de
Archivos y de Folklore.
51 Hay dos menciones diferentes: un Comité de Historia de las Ideas y un
Comité de Historia de las Ideas en América, pero se trata del mismo
comité, el cual fue creado en la Primera Reunión de Consulta de la
Comisión de Historia, celebrada en México (1948). Su primer presi-
dente fue el filósofo e historiador Leopoldo Zea y su objetivo era
“estimular en toda América el estudio de las Ideas, el Pensamiento y
las influencias filosóficas en todo el Continente Americano”. Para ello,
se proyectó crear una serie “Historia de las ideas en América”, la cual
fue patrocinada por la Fundación Rockefeller en acuerdo con la edito-
rial Fondo de Cultura Económica. Se publicaron ocho libros entre

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La Revista de Historia de América • 265

Otros encargos de la Comisión fueron una biblio-


teca de historiografía, memorias sobre misiones ame-
ricanas en Archivos Europeos, monumentos históricos,
estudios prehistóricos, monografías en colaboración,
publicaciones y colección de retratos de historiadores
de América, además del listado de instituciones e his-
toriadores de América. Es perceptible una voluntad de
totalidad en temas, objetos, agentes.
Las noticias dieron cuenta de la organización insti-
tucional del IPGH: la comisión, los comités, otras inicia-
tivas y eventos y las personas mencionadas. La Primera
Reunión de Consulta de la Comisión de Historia es el
acontecimiento más voluminoso en personas mencio-
nadas: conforma un cierto sustrato del que surgiría la
Comisión de Historia; muchos de los que aparecen allí
no figuran en otras formas de organización (la Comisión
misma, los comités u otros encargos); quienes son men-
cionados en esa primera reunión y participan de otras
actividades se encuentran vinculados con otros eventos
e instituciones, como la Biblioteca de Historiografía, la
Comisión de Historia y el Comité de Archivos.

1955 y 1965. Sobre la Comisión y su proyecto remitimos a Rodríguez


Contreras, “La elaboración de la primera serie de Historia de las
Ideas…”.

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266 • La Revista de Historia de América

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La Revista de Historia de América • 267

De la Comisión de Historia parten los comités. Los más


vinculados a ella por las menciones de los participantes son
el del Movimiento Emancipador y el de Archivos, y más ale-
jados, el de Folklore y los de Historia de las Ideas e Historia
de América. Los comités de Historia de América y de Antro-
pología estaban en constitución y carecían de menciones de
personas. En las noticias aparecen el comité de Historia de
las Ideas y el comité de las Ideas de América; el segundo
es el más numeroso en menciones, pero el primero es más
cercano a la Comisión de Historia porque varios de sus par-
ticipantes tienen relaciones con otros agentes de la red.
El evento “Comité Ejecutivo, primera reunión” se refie-
re a una reunión celebrada en México en abril de 1946 para
revisar la reorganización del IPGH. Uno de los puntos clave
de esta noticia fue la propuesta de la formación de la Comi-
sión de Historia. La mitad de los mencionados participa
de otros eventos, y tres de ellos se encuentran en posición
destacada, como Hanke, Zavala y Sánchez.
Así como la Comisión de Historia tuvo en la sección
Noticias una forma de vocería, es decir, un espacio que
asumió la voz de la comisión desde su génesis hasta su esta-
blecimiento y desde ella enunció los argumentos para su
creación, la fundación misma y un reporte de sus avances,
del mismo modo, la sección Noticias fue un amplificador
de la revista misma en una curiosa forma de redundancia
y de espejo. La RHA es, así, sujeto enunciador y referente.
La primera mención apareció en el número 21; en la noticia
sobre la Primera Reunión del Comité Ejecutivo del IPGH,
en abril de 1946, se indicó la necesidad de la formación de
la Comisión de Historia y, hasta tanto se resolviera, era el
IPGH el que continuaría publicando la RHA. Esta decisión
ataba la RHA a la Comisión, aún inexistente; una es contra-
cara de la otra, ambas expresan su mutua necesidad.52

52 Ernesto de la Torre Villar, “Primera Reunión del Comité Ejecutivo del Insti-
tuto Panamericano de Geografía e Historia (México),” Revista de Historia de
América, no. 24 (junio de 1946): 45-47.

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268 • La Revista de Historia de América

En los Acuerdos de la IV Asamblea del IPGH de


Caracas (agosto de 1946) se insistió en este punto, en la
necesidad de contar con una Comisión de Historia (ya
sin depender de la sección Antropología Americana) y se
mostraron las producciones de esa sección, consistentes
en dos publicaciones hemerográficas, como el BBAA y
la RHA, y un conjunto de libros. La resolución colocó
a ambas publicaciones periódicas como dependientes de
la futura Comisión,53 son sus “órganos”, sobre los que
ejercen “supervisión técnica”, 54 y de las que han recibido
sugerencias para la mejora de las secciones, las que no
se describen en la revista.
La Comisión de Historia generó otras piezas infor-
mativas: sobre la Primera Reunión de Consulta55 y sobre
el primer informe de sus actividades.56 En ambas noticias,
la RHA es parte de su temario; primero, como parte del
proyecto (la discusión de sus contenidos, los acuerdos, el
presupuesto para la RHA y el BBAA), y segundo, como
realizaciones (presupuesto ejecutado, el cumplimiento de la
periodicidad, la puesta al día de ficheros de suscriptores,
colaboradores y canjes). Hay una necesidad de dar cuenta,
de argumentar la importancia del proyecto y su concreción.

53 Ernesto de la Torre Villar, “Acuerdos de la IV Asamblea del Instituto


Panamericano de Geografía e Historia reunida en Caracas durante los
días 18 de agosto al 2 de septiembre de 1946,” Revista de Historia de
América, no. 22 (diciembre de 1946): 424-428.
54 Ernesto de la Torre Villar, “La primera reunión de consulta de la
Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e His-
toria,” Revista de Historia de América, no. 24 (diciembre de 1947):
343-381.
55 Ernesto de la Torre Villar, “La primera reunión de consulta…”.
56 Ernesto de la Torre Villar, “Informe de la Comisión de Historia del
Instituto Panamericano de Geografía e Historia,” Revista de Historia de
América, no. 25 (junio de 1948): 151-167.

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La Revista de Historia de América • 269

Notas necrológicas: la construcción de genealogías


intelectuales

Aunque los historiadores rondan siempre en torno a los


muertos como sujetos históricos de análisis, no se ha pres-
tado suficiente atención a las notas necrológicas publica-
das en diarios o revistas.57 En estudios más específicos de
historia del periodismo, se menciona la aparición en los
periódicos de las esquelas compuestas de pocas líneas y
dedicadas solo a anunciar el nombre de los muertos, no
siempre gente conocida. A esto se le agrega (sin mayor pro-
blematización temporal sino solo como un hecho descripti-
vo) el que algunos editoriales o artículos estaban dedicados
a desarrollar una apología de hombres ilustres. Estos serían
los antecedentes directos de las notas necrológicas, las cua-
les, en algunos medios, llegan a distinguirse como una parte
o sección autónoma. Los especialistas en este género perio-
dístico señalan también que las notas pueden estar escritas
en un estilo más sentimental o racional, dependiendo de
las características del difunto y de quien escribe, así como
de la intención que pretenda producir el medio de prensa
que lo publica.

El conjunto
Esta es una sección irregular en el sentido de que solo
apareció en ciertos números en particular. En total, durante
este período de tiempo se publicaron 17 notas, las cuales
empezaron a aparecer en agosto de 1940, dos años después
de la fundación de la revista.

57 Se señala que debe contener datos sobre su edad, profesión, residencia,


fecha y causa de la muerte, fecha del entierro o ceremonia fúnebre, valora-
ción de la vida y obra del fallecido, así como de las facetas más significativas
de su vida y obra. Se acompaña en ocasiones de la imagen del difunto y de
testimonios personales de quienes lo conocieron de cerca. Antonio López
Hidalgo, “La necrológica como género periodístico,” Ámbitos. Revista andalu-
za de comunicación, no. 1 (1998): 89-105.

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270 • La Revista de Historia de América

f. Tabla de autores y homenajeados, por número

Número Fecha Autor de la nota Figura homenajeada

9 agosto de 1940 Pedro C. Sánchez William Bowie

14 junio de 1942 Madaline W. Nichols Charles Edward Chapman

14 junio de 1942 Madaline W. Nichols Percy Alvin Martin

15 diciembre de 1942 Jorge Ignacio Rubio Mañé Carlos Pereyra

17 junio de 1944 Bert James Loewenberg Herbert Ingram Priestley

22 diciembre de 1946 Ricardo Donoso Domingo Amunátegui


Solar

22 diciembre de 1946 Julio Jiménez Rueda Pedro Henríquez Ureña

22 diciembre de 1946 Leopoldo Zea Antonio Caso

22 diciembre de 1946 Ernesto de la Torre Villar Ezequiel A. Chávez

22 diciembre de 1946 Ernesto de la Torre Villar Toribio Esquivel Obregón

25 junio de 1948 Rafael Altamira Nicolás Murray Butler

25 junio de 1948 Germán Posada Mejía Antonio Gómez Restrepo

25 junio de 1948 José Miranda Ramón Iglesia Parga

25 junio de 1948 Helia Alpuche Héctor Pérez Martínez

25 junio de 1948 Ernesto de la Torre Villar Rómulo Velasco Ceballos

26 diciembre de 1948 Ángel Rubio Juan María Aguilar y Calvo

26 diciembre de 1948 Arthur P. Whitaker Charles Austin Beard

26 diciembre de 1948 Enriqueta López Lira Díaz Ernesto Schäfer


Thomé

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La Revista de Historia de América • 271

Sus títulos son simples, informativos, no valorati-


vos, llevan el nombre y apellido del historiador fallecido,
el año de nacimiento y muerte entre paréntesis y el
nombre de quien redactó la nota. No se utilizan en
los títulos figuras de estilo, ninguna hipérbole, recursos
frecuentes en los títulos de las necrológicas periodísticas
para resaltar los méritos del fallecido (virtud, pertenen-
cia a movimiento artístico o corriente de pensamiento).
Aunque todas están escritas en términos académicos
y tratan sobre historiadores en su gran mayoría, por
algunas palabras se puede suponer alguna relación entre
el fallecido y el autor de la nota, aunque solo se registra
en algunas notas y se supone en otras. El relato suele
estar ordenado regularmente: una primera página o al
menos un párrafo en el que se declara cuál es el valor
del fallecido en relación con sus méritos en la comu-
nidad académica a la que perteneció. Posteriormente,
suelen sintetizarse los datos más importantes de su vida
académica, pues el muerto en cuestión es trascendente
en cuanto aportó a la vida intelectual. Por ello, aunque
se mencionan datos básicos, como lugar de nacimiento,
los estudios se contabilizan a partir de la carrera profe-
sional universitaria, no antes. Poco y nada se dice de sus
antecedentes familiares, su primera escolaridad, incluso
los datos familiares.
Aparentemente, las notas necrológicas fueron escri-
tas por pedido del equipo editorial o por sugerencia de
algún colaborador cercano. En la nota del español Ángel
Rucio sobre un compatriota suyo, Juan María Aguilar y
Calvo (1889-1948), se aclara al finalizar que la nota fue
solicitada por la RHA, lo cual al parecer fue considerado
por él como una “gran deferencia”. Es posible, también,
que en la solicitud se le haya señalado que el objetivo
era realizar una semblanza escueta de la vida de este
profesor de manera “severa y objetivamente”, lo cual

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272 • La Revista de Historia de América

Rubio considera inútil debido a que había sido un fiel


discípulo y amigo.58
En el archivo Silvio Zavala solo se encuentra una
carta a Zavala de Ricardo Donoso desde Chile (con
hoja membretada del Archivo Nacional), en la cual le
comenta sobre una serie de reuniones en las que habían
participado ambos y le avisa que en el último número de
la revista encontraría una nota que había escrito sobre
la “personalidad de Don Domingo” (Amunátegui Solar),
la cual efectivamente había sido publicada en el número
22 de diciembre de 1946.59
Es probable, empero, que haya habido una selección,
porque en un número encontramos que, al finalizar
las notas, se agregó la siguiente leyenda: “Se recuerda
también a Don Armando Donoso Novoa (1887-1946)
y Don Ricardo Montaner Bello (1868-1946) de Chile
ambos, así como a Don Ignacio del Villar Villamil (de
México), todos ellos fallecidos este año, quienes además
comparten el haber legado su trabajo en distintas áreas:
Historia Literaria, Jurídica, Genealogía y Heráldica”. Sin
embargo, en los números posteriores no merecieron
una nota.60

Autores y homenajeados
Este conjunto de personas está compuesto por los auto-
res de las notas y los homenajeados.

58 Ángel Rubio, “Juan Maria Aguilar y Calvo (1889-1948),” Revista de His-


toria de América, no. 26, (diciembre de 1948): 418-419.
59 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3. exp. 88, carta de
Ricardo Donoso a Silvio Zavala, 16 de septiembre de 1946.
60 Ernesto de la Torre Villar, “Toribio Esquivel Obregón, 1865-1946,”
Revista de Historia de América, no. 22 (diciembre de 1946): 411.

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La Revista de Historia de América • 273

g. Tabla de autores de notas necrológicas con información básica

h. Tabla de homenajeados con información básica

Años de Nacionalidad Último Institución Área de Institución


vida grado de formación laboral
formación

1872-1940 Estados doctor Trinity Ingeniería IPGH


Unidos College

1880-1941 Estados doctor Universidad Historia Universidad


Unidos de Berkley de
California

1879-1942 Estados doctor Universidad Historia Universidad


Unidos de Harvard de Stanford

1875-1944 Estados maestro Universidad Historia Universidad


Unidos de Sur de
California California

1862-1947 Estados doctor Universidad Educación/ Fundación


Unidos de Filosofía Carnegie
Columbia

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274 • La Revista de Historia de América

1874-1948 Estados doctor Universidad Historia independiente


Unidos de
Columbia

1905-1948 España licenciado Facultad de Historia Universidad


Filosofía y de
Letras de Winsconsin
Madrid

1889-1948 España doctor Universidad Historia/ Universidad


de Sevilla Derecho de Panamá

1872-1946 España

1868-1946 México licenciado Escuela Derecho UNAM


Nacionalde
Jurisprudencia

1865-1946 México licenciado Escuela Derecho Escuela


Nacionalde Nacionalde
Jurisprudencia Jurisprudencia

1884-1948 México Historia Secretaria


de Salud

1906-1948 México licenciado Facultad de Odontología UNAM


Odontología

1860-1946 Chile licenciado Universidad Derecho Instituto


de Chile Nacional

1884-1946 Rep. doctor Universidad Literatura Universidad


Dominicana de Popular
Minnesotta Alejandro
Korn

1896-1947 Colombia autodidacta Literatura Ministerio


de
Relaciones
Exteriores

El primer rasgo para señalar es la nacionalidad


de los fallecidos: seis estadounidenses (Bowie, Chapman,
Priestley, Butler, Beard), tres españoles (Iglesias, Aguilar y
Calvo, Schäfer), cinco mexicanos (Chávez, Caso, Esquivel
Obregón, Velasco Ceballos, Pérez Martínez); un chileno
(Amunátegui Solar); un dominicano (Henríquez Ureña) y
un colombiano (Gómez Restrepo). Así, los estadounidenses
representan el mayor grupo, seguido por los mexicanos y
los españoles.

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La Revista de Historia de América • 275

En cambio, si observamos la nacionalidad de los auto-


res de las notas, encontramos que predominan los mexi-
canos (Sánchez, López Lira, De la Torre, Zea, Alpuche y
Jiménez Rueda), seguido por los estadounidenses (Nichols,
Whitaker y Loewenberg). En el caso de los españoles, escri-
bieron Altamira, Miranda González y Rubio Muñoz. Solo
un chileno y un colombiano participaron como autores de
esta sección (Posada y Donoso). Dado que se esperaba que
los autores conocieran a las personas de las que escribiría, es
frecuente que ambos fueran de la misma nacionalidad, aun-
que Altamira escribió sobre un estadounidense (Murray),
al igual que varios mexicanos que exceptuaron esta regla:
el presidente del IPGH, Pedro C. Sánchez al escribir sobre
Bowie, Jiménez Rueda al escribir la nota del dominicano
Pedro Henríquez Ureña y López Lira en relación con el
español Ernesto Schäfer.
En cuanto a su grado de estudio, es de señalar una mar-
cada diferencia en cuanto al grado de profesionalización.
Casi todos los estadounidenses tenían doctorado, mientras
que para el resto lo más frecuente era que solo hubieran
alcanzado la licenciatura. En cuanto a la profesión, como
era de esperar, casi todos eran historiadores de profesión
o de oficio, es decir, no todos estudiaron Historia, algu-
nos estudiaron Derecho, otros (menos) Literatura y estaba
el caso singular de un odontólogo. Todos ellos, empero,
se dedicaron a ser historiadores posteriormente. Solo dos
casos salen de esta regla: Bowie, ingeniero, quien fue fun-
dador del IPGH, y Murray Butler, internacionalista, quien
tuvo una participación destacada en el proyecto de revi-
sión de manuales de historia realizado por Cooperación
Intelectual.
Otro aspecto para resaltar es el de las instituciones,
porque nos permite pensar no solo en la formación, sino en
el desempeño de los historiadores. El caso de los estadouni-
denses es especialmente interesante. Sus estudios de grado
y posgrado fueron en las prestigiosas universidades del este.
Exceptuando a Bowie, que era ingeniero, Murray y Austin

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276 • La Revista de Historia de América

habían estudiado en la Universidad de Columbia. Por su


parte, Alvin lo había hecho en Harvard, mientras que Chap-
man y Priestley se habían graduado en las prestigiosas de la
costa oeste (Berkeley). Al contrastar las universidades don-
de trabajaban, notamos una migración importante de las
instituciones de la costa este a la del oeste, específicamente
a la Universidad de California y Stanford. Esto está rela-
cionado con el desarrollo de los estudios hispánicos, tanto
en la creación de centros de estudios como de bibliotecas.
En el caso de Priestley y Chapman, estuvo relacionado tam-
bién con la tradición de historia latinoamericana que había
iniciado Bolton en la Universidad de California (Berkeley).
Tras graduarse de doctorado, Champan y Priestley ingresa-
ron a trabajar en esta institución con Bolton, trío académico
que convirtió a esta universidad en una de las primeras en
tener un centro de estudios de historia de América Latina
para 1918.61 Bolton no solo estableció una instancia acadé-
mica formativa que generaría nuevos historiadores, quienes
consultarían bibliotecas cada vez más especializadas, crea-
ría también una tradición por la cual los estudiosos de ese
país debían conocer los archivos latinoamericanos, espa-
ñoles y otros europeos que, en menor medida, guardaban
documentos del período colonial.62

61 Bolton trabajaba en Stanford en 1909, donde fue relevado de su tarea de dar


clases de Historia Medieval para concentrarse en un seminario de historia
del suroeste y otro sobre España y América. No estaba satisfecho con Stan-
ford, por lo que pensó en regresar a la Universidad de Texas, pero Henry
Morse Stephens lo convenció de que se incorporara a la Universidad de
California en Berkeley. Russel Magnaghi, Herbert E. Bolton and the historio-
graphy of the Americas (Estados Unidos-Londres: Greenwood Press, 1998),
36-37.
62 Se destaca en la interesante historia de Bolton que su vocación hacia estos
estudios se inició cuando fue a trabajar al Archivo General de México en
1902. Todos los veranos posteriores trabajó en los archivos mexicanos. De
estas visitas publicó (gracias al Instituto Carnegie) una guía del material his-
tórico (1913), lo cual se convirtió en una biblia de 553 páginas. En Europa
consultó archivos en España, Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y Holanda.
Todo este material pasó a ser parte de la Universidad de Texas, de la de Stan-
ford y de la de Calfornia (Brancroft Library), la Colección Ayer en Chicago y
la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En su colección personal

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La Revista de Historia de América • 277

En cambio, los españoles se habían formado en Madrid


y en Sevilla, pero la institución académica en la que labora-
ban era en el continente americano: El Colegio de México o
la Universidad de Panamá. Esto se explica por la emigración
de españoles al fin de la guerra civil. Los mexicanos, por su
parte, habían estudiado en las instituciones más prestigiosas
de la capital (la UNAM y El Colegio de México), las cuales
albergaban a su vez a la mayor parte de sus graduados como
profesores. Por esto no es extraño que, como se observa
en el siguiente grafo, la institución (representada por un
triángulo) que tiene mayor grado es El Colegio de Méxi-
co, porque es aquel nodo donde concurren más conexio-
nes entre todos los nodos (representados los autores como
triángulos y los cuadrados para los homenajeados). Esto no
es extraño si pensamos que Zavala fue para la década de
1940 el director del Centro de Estudios Históricos de esa
institución. Así, lo que señala el grafo es la estrecha relación
entre el emprendimiento de la RHA y El Colegio por su
calidad formativa de historiadores. En cambio, aunque el
IPGH era quien auspiciaba la publicación, como nodo su
grado es mucho menor. Esto se debe a que no es una instan-
cia profesionalizante y muy pocos de los que participaron
en esta sección trabajaban en ella.

(adquirida por la Brancroftt Library) aún quedan sin publicar numerosos


manuscritos. José de Onís, “The Americas of Herbert E. Bolton,” The Ameri-
cas 12, no. 2 (octubre de 1955): 159-160.

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278 • La Revista de Historia de América

Las necrológicas de los scholars estadounidenses


La primera nota necrológica se dedicó al doctor William
Bowie, no porque fuera un historiador destacado, sino por-
que ocupaba, a la sazón, el cargo de presidente honorario
del IPGH. De hecho, tras su muerte, el cargo quedó vacante
y le fue ofrecido al argentino Ricardo Levene, con quien
Zavala mantenía una estrecha relación académica.63

63 En una carta escrita al poco tiempo de fallecido Bowie, Zavala le escribe a


Levene para comunicarle el lamentable suceso y comentarle que el director
del IPGH, el ingeniero Sánchez, quería proponer su nombre para suplirlo en
el próximo Congreso del Instituto a realizarse en marzo de 1941 en Lima.
Antes de que él le escribiera de manera oficial, prefirieron tantear su opi-
nión. El mexicano le adelanta que su designación “representaría un paso
muy favorable de Argentina hacia la cooperación intelectual Inter-
Americana y especialmente la de orden histórico que a nosotros interesa”.

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La Revista de Historia de América • 279

En el título no se colocaron las fechas de nacimiento


y muerte (habituales en las siguientes notas) ni aparecía en
la sección Noticias, sino junto a los demás artículos, antes
de la gruesa sección dedicada a reseñas y bibliografía. Su
autor fue Pedro C. Sánchez, el director del IPGH, tam-
bién ingeniero; sin embargo, lo que los unía era su dedi-
cación al IPGH. Aunque se trataba de un hombre maduro
(1876-1940), la noticia conmovió a Sánchez y la RHA se
apresuró para que en agosto, el mismo mes del deceso, se
publicara la nota. La primera parte corresponde a Sánchez
y la información puntual de datos biográficos había sido
proporcionada por L. O. Coldbert, director de la Coast and
Geodetic Survey de Washington, institución donde Bowie
había trabajado desde temprana edad y donde se había con-
vertido en jefe de división de Geodésica desde 1909 hasta
su retiro en 1936.64
Dos años después aparecieron ya bajo el título “Notas
necrológicas” otros dos textos, ambos escritos en inglés por
Madaline W. Nichols.65 Para ese año, la bibliógrafa esta-
dounidense había participado en la revista como autora
de reseñas de libros en inglés publicados en Estados Uni-
dos.66 Mantenía un vínculo académico cercano con Zavala,

Además, el nombramiento reforzaría los vínculos institucionales y cultura-


les entre ambos países, amén de los personales que los unían. ARL, carta de
Silvio Zavala a Ricardo Levene, 21 de octubre de 1940.
64 Revista de Historia de América, no. 9 (agosto de 1940): 1-4.
65 No hay datos biográficos de Madaline, pero por las publicaciones realizadas
sabemos que fue una bibliógrafa importante que tuvo a su cargo la realiza-
ción de la Guía Bibliográfica de Materiales sobre la América Hispana, publi-
cada por la Universidad de Harvard en 1941. El trabajo de “la señorita”
superó las de publicaciones previas con 1200 referencias bibliográficas a
libros y artículos a través de las cuales se pueden entender las características
y el desarrollo del español en América, lo que la convierte en una obra rele-
vante para la filología hispánica en el continente. Años después, participó
del índice biográfico de revistas hispanoamericanas publicado en Santiago
de Chile por el Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina en
1960.
66 Entre 1938 y 1940, Madaline publicó 10 reseñas. Podemos ver por los títu-
los que las temáticas fueron variadas, aunque tienen en común que todos
tratan de la historia de América Latina o de las relaciones diplomáticas de

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280 • La Revista de Historia de América

a quien posiblemente había conocido cuando él estuvo


becado en Estados Unidos (1938-1939) y a quien la unían
dos afinidades: la de ordenar la bibliografía en bibliotecas
modernas y la de dar a conocer ese cúmulo de ideas a nivel
regional. Por este motivo, no es extraño que Zavala le envia-
ra los números de la RHA y que ella le enviara a cambio la
de la institución donde trabajaba, World Affairs, de la John
Hopkins University.67
Pero la relación más estrecha fue sin duda con Rafael
Heliodoro Valle, con quien había entablado amistad cuando
el hondureño estuvo en estancia de investigación en Esta-
dos Unidos. Al regresar, el carteo entre ambos era regular,
enviando material para la revista e intercambiando opi-
niones sobre publicaciones recientes, así como novedades
laborales y personales. Lo que los unía sin duda era su
pasión por los libros, las revistas y la literatura.68

Estados Unidos con estos países: Handbook; Southwest heritage. A Literary


History with Bibliography; The old Santa Fe Trail; Christopher Columbus (la
traducción al inglés del libro en español de Salvador de Madariaga); Outline-
History of Latin America; Documents on American Foreign Relations, January
1938-June 1939; Academic Culture in the Spanish Colonies; Diplomatic Corres-
pondence of the United States. Inter-American Affairs. 1831-1860; Haiti and the
United States; France and Latin-American Independence.
67 World Affairs se inició en 1945 y se mantiene hasta la actualidad como una
revista de vanguardia sobre política exterior en Estados Unidos. Madaline le
envió la revista porque contenía un artículo de interés sobre el arte mexi-
cano. Por el tono de la carta y las referencias personales, se nota que existía
un lazo de amistad. BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3, exp.
58, carta de Madaline Nichols a Silvio Zavala, 7 de mayo de 1945.
68 Madaline le escribía para enviarle material, experiencias con sus alumnas en
el Georgetown Junior Collegem, donde había realizado un simposio sobre el
buen vecino. También le compartía información y pareceres sobre las publi-
caciones que necesitaban rectificación, como un error sobre El payador de
Leopoldo Lugones. También le compartió que había enviado sus datos y los
de Froylán Turcios al Who’s Who in the Western Hemisphere.
La comunicación continuó, intercambiando libros y revistas de Estados
Unidos donde aparecían artículos de Madaline, quien aprovechaba para
mantenerlo al tanto de sus cambios de residencia y de trabajo. Valle también
le contaba sus actividades, como la elaboración de un diccionario enciclopé-
dico literario hispanoamericano junto con Agustín Millares Carlo, el que
sería editado por la Casa Jackson en Buenos Aires. Sus inquietudes intelec-
tuales eran formas de contacto entre los pueblos, ya que, en su opinión, los

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La Revista de Historia de América • 281

La primera necrológica estaba dedicada a la muerte de


Charles Edward Chapman (1880-1941), quien, tras estudiar
en Princeton, Tufts, Harvard y la Universidad de California,
se había dedicado a ser profesor de Historia de California
y de Hispanoamérica en la Universidad de California. La
distancia entre la fecha de muerte y la aparición de la nota
es corta (murió en noviembre de 1941 y salió en el número
14, de junio de 1942, pero es posible que no haya apareci-
do en el primero de ese año debido a que, como comentó
la nota editorial, los sucesos internacionales generaron un
atraso en las publicaciones). Su muerte, a los 61 años, fue
lamentada por Nichols, quien aparentemente había sido su
estudiante y amiga en la Universidad de California, puesto
que dedicó una buena parte de su nota a explicar el éxito
de Chapman como docente en esta universidad de la costa
oeste, en donde entrenó a sus alumnos en la investigación
histórica en el campo de los estudios hispanoamericanos.
Recalcó que su gran capacidad como maestro de historia
fue que enseñó a partir de su propia experiencia como his-
toriador en los archivos. No por casualidad en este punto
se menciona al Archivo de Indias en Sevilla, punto de unión
con los otros historiadores hispanoamericanos. Tras la con-
sulta de ese acervo, publicó varios libros sobre el legado
hispano en California y la historia colonial de Hispanoamé-
rica, así como un catálogo sobre los materiales del Archivo
General de Indias sobre Cuba. Por esto, obtuvo numerosos
honores de distintas sociedades hispánicas en el continente
y de la Royal Historical Society, participando en la funda-
ción del Hispanic American Historical Review como miembro

Gobiernos trabajaban poco para hacer que los pueblos se conocieran y


sus resoluciones de congresos quedaban solo en palabras. HN-FHV, fólder
Madaline Nichols, carta de Madaline Nichols a Rafael Heliodoro Valle, 5
de marzo de 1942, 14 de junio de 1942, 4 de noviembre de 1942, 7 de
mayo de 1945, 13 de diciembre de 1945,15 de junio de 1946; carta de Rafael
Heliodoro Valle a Madaline Nichols, 23 de diciembre de 1942.

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282 • La Revista de Historia de América

del consejo de editores desde 1917, y como editor desde


1922 hasta su muerte.69
La segunda nota que escribió Nichols fue sobre Percy
Alvin Martin. En ella se extendió bastante, en parte porque
por las anécdotas narradas parece que tenía una cercanía
notable, pero también porque este realizó una carrera des-
tacada, que pasó desde una formación en Stanford, luego en
Europa (París, Berlín, Leipzig) para terminar su doctorado
en Harvard. Fue un ferviente defensor de la fraternidad his-
pánica, por lo que cultivó numerosas amistades en el con-
tinente. Oriundo de Nueva York, dio clases en numerosas
universidades en Estados Unidos, en Hawaii y en la Univer-
sidad Nacional de México. Sus publicaciones fueron sobre
la historia de Brasil, así como sobre los estudios latinoame-
ricanos en general. Como profesor de historia se distinguió
por el avance que impulsó a los estudios brasileños en su
país, así como por la edición del libro Who is who in Latin
America, colección que la autora reconoció como de gran
relevancia, producto de los numerosos viajes por América
Latina y del cúmulo de amistades que el historiador ganó a
través de ellos. Por ello, era esperable que fuera nombrado
miembro de varias asociaciones de historiadores dentro y
fuera de los Estados Unidos, así como fue parte del consejo
editorial del Hispanic American Historical Review (HAHR).70
No es extraña la mención en ambos de ser fundadores
de HAHR, pues fue esta la primera revista académica que
en aquel país se dedicó a publicar estudios, desde su primer
número en 1918, sobre historia hispanoamericana por los
estadounidenses especializados y también por autores de
esa “otra América”. Para marcar la diferencia con la tradicio-
nal revista American Historical Review, sus fundadores busca-
ron crear un espacio para profesionalizar la historiografía

69 Madaline W. Nichols, “Charles Edward Chapman, 1880-1941,” Revista de


Historia de América, no. 14 (1942): 97-98.
70 Madaline W. Nichols, “Percy Alvin Martin, 1879-1942,” Revista de Historia de
América, no. 14 (1942): 98-101.

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La Revista de Historia de América • 283

de Hispanoamérica en Estados Unidos. Por ello, se buscó


que los artículos publicados fueran “desapasionados y cien-
tíficos”, para narrar la historia de una manera “desintere-
sada”. Prevalecía en ella la perspectiva de Herbert Bolton,
quien desde una mirada panamericanista buscaba superar
las diferencias del origen cultural para alcanzar una coope-
ración.71
El peso de ese grupo y su publicación es evidentemente
una clave para entender por qué forman parte de la red de
la RHA. Por esto, se incluye también dentro de los fallecidos
a los que se les rinde homenaje el nombre del historia-
dor estadounidense Herbert Ingram Priestley (1875-1944).
Sobre él escribió el historiador Bert James Loewenberg (en
cuya afiliación internacional aparecen el Sarah Lawrence
College y El Colegio de México).72 Pese a lo breve de la
nota, apenas más de una página, su retórica es contundente:
para la RHA, la muerte de Priestley es relevante. Esto se
justifica porque se trataba de un historiador estadouniden-
se conocido tanto en su país –como profesor, escritor y
académico– como en Sudamérica por sus importantes con-
tribuciones, que le aseguraron un lugar en la historiografía

71 Esto significa que la revista se afiliaba a los liberales internacionalistas que


abogaban por la cooperación a través de un panamericanismo (liderado por
Estados Unidos), quienes chocaban con los anglosajonistas, que enfatizaban
la “supremacía racial”, por lo que la América española, mestiza y católica
tenía una serie de problemas que desde un “racismo científico” no tenían
solución. Arthur Lima de Avila, “Um lugar para a América Hispânica na his-
toriografía norte-americana: a fundaçao da Hispanic American Historical
Review e as políticas da historia,” História da Historiografia: International Jour-
nal of Theory and History of Historiography 8, no. 17 (29 de abril de 2015):
53-54.
72 Lowenberg nació en 1905 (Massachussetts) y estudió su maestría y doctora-
do en Harvard. De 1935 a 1937 dirigió el proyecto federal de escritores y
posteriormente se dedicó a la enseñanza en varias universidades de Estados
Unidos, como en Jerusalén y Cambridge. Gracias a los auspicios del Depar-
tamento de Estado fue profesor visitante en El Colegio de México, el Insti-
tuto Nacional de Antropología e Historia y el Banco de México. Desde 1942
hasta su jubilación enseñó en el Sarah Lawrence College, siempre en el
ámbito de la historia. Sus publicaciones se dedicaron a la historia de Estados
Unidos.

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284 • La Revista de Historia de América

de los Estados Unidos junto a Bolton. La diferencia entre


ambos radicaba en que Priestley había alcanzado un domi-
nio mayor sobre el estudio de España y el sistema colonial.
Enseñó durante la mayor parte de su vida en la Universidad
de California, donde también se dedicó a organizar y diri-
gir la Bancroft Library. Amén de la publicación de algunos
libros, el autor señaló su participación en el comité editor
de las revistas Hispanic American Historical Review, The Pacific
Historical Review, World Affairs y The American Archivist.73
La nota necrológica sobre Nicolás Murray Butler
(1862-1948) es distinta de las anteriores por varios motivos.
Primero, porque Murray no fue un historiador como los
otros, sino un internacionalista. Además, esta es la única
nota necrológica sobre un estadounidense redactada por
un extranjero, el español Altamira. Otro rasgo interesante
es que la relación entre Altamira y Murray no se debe al
Archivo de Indias ni a los estudios históricos, sino a otro
circuito por el cual transitaron ambos, que tiene que ver con
fundaciones y organizaciones no académicas.
Por ello, Altamira inició la nota aclarando que el esta-
dounidense era un conocido hombre de cultura y un polí-
tico que influyó en las tareas de conocimiento mutuo para
evitar las guerras. Decidieron dedicarle una nota porque
durante la entreguerra había participado activamente en
el problema de los libros escolares de historia, haciendo
grandes esfuerzos para depurarlos a fin de que se evita-
ran las guerras. Aunque aclara que Murray tuvo numerosos
aspectos intelectuales y morales de valor, se dedicó a relatar
cómo lo conoció personalmente en 1909, cuando Murray
era presidente de la Universidad de Columbia. En ese año,
invitó a Altamira a dictar unas conferencias, posiblemente
porque conocía al español desde años antes, cuando este
había colaborado con él a través de la Fundación Carnegie
donde el estadunidense se desempeñaba como presidente.

73 Bert James Loewenberg, “Herbert Ingram Priestley, 1875-1944,” Revista de


Historia de América, no. 17 (junio de 1944): 119-120.

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La Revista de Historia de América • 285

Durante la entreguerra, colaboró con él también en el Cen-


tro Europeo, que, con sede primero en París y luego en
Bélgica y otros países, intentó infructuosamente la colabo-
ración internacional de todos los países europeos. Recordó
con detalle una sesión de este centro en la que el represen-
tante alemán dijo que ya era demasiado tarde para cualquier
proyecto de cooperación. También rememoró la tradición
de Murray de enviarles saludos a sus amigos cada Navi-
dad y Año Nuevo, los que deberían ser publicados porque
confeccionarían una colección entera e interesante. Dada la
extensa obra bibliográfica de Murray, el autor de la nota
decidió remitir al lector a su biografía en la Enciclopedia
Británica, mencionando solo algunas publicaciones de los
últimos años que le facilitó la Fundación Carnegie.74
En el siguiente número se agregó a la lista de estadou-
nidenses fallecidos el nombre del historiador Charles Aus-
tin Beard, quien había muerto en New Heaven en agosto de
1948 a los 73 años. El autor de la nota, Arthur P. Whitaker,
un reconocido historiador de las relaciones diplomáticas
entre Estados Unidos e Hispanoamérica,75 definió desde el
inicio a Beard como un líder de los estudios sociales de
Estados Unidos, que tuvo una carrera “turbulenta y distin-
guida”. Fue reconocido tanto por historiadores como por las

74 Rafael Altamira, “Notas necrológicas. Nicolás Murray Butler (1862-1948),”


Revista de Historia de América, no. 25 (junio de 1948): 135-138.
75 Whitaker (1895-1979) fue un historiador estadounidense especializado en
América Latina y en Estados Unidos. Para cuando escribió esta nota había
publicado en 1946 un libro titulado Las Américas y un Mundo en Crisis, tradu-
cido por Ernesto Montenegro. Para Ricardo Salvatore, Whitaker fue un his-
toriador revisionista, especializado en historia diplomática, que, tras su
estadía en París, Inglaterra y España, reunió importante documentación
para entender el origen de la adquisición de los territorios que pertenecían
al imperio español. Desde 1936 fue profesor de Historia latinoamericana en
la Universidad de Pensilvania. Investigó sobre la compra de Florida y Lui-
siana y sobre la mina de Huancavélica en el virreinato del Perú. Enfatizó la
debilidad del sistema colonial español y la rivalidad con el imperio naval y
comercial británico. Ricardo Salvatore, “Imperial Revisionism: US Histo-
rians of Latin America and the Spanish Colonial Empire (ca. 1915-1945),”
Journal of Translational American Studies 5, no. 1 (septiembre de 2013):
11-12, 14.

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286 • La Revista de Historia de América

ciencias políticas, quienes lo distinguieron como presiden-


te de la American Political Science Association (1926) y la
American Historical Association (1933). Su libro más famo-
so, The Rise of American Civilization (1927), fue aclamado y
se convirtió por sus ventas en un best seller. Fue, empero,
controvertido por su punto de vista heterodoxo. Participó
en dos grandes controversias: la naturaleza de la historia
y la función de los historiadores y la política exterior de
Estados Unidos, la cual le generó varias críticas en el último
período de su carrera. Pese a esto, mantuvo su liderazgo
intelectual hasta el final y recibió la medalla de oro del
Instituto Nacional de Artes y Letras.
En las siguientes cinco páginas, el autor siguió un
orden cronológico para desarrollar su trayectoria académi-
ca, aunque no tuvo un cargo permanente en ninguna insti-
tución en particular y se dedicó a estudiar y escribir. Entre
el primer libro, The Office of Justice of the Peace (1904) y el
último, President Roosevelt and the Coming of the War (1948),
publicó varias obras como autor único y algunos en coauto-
ría con James Harvey Robinson y con su esposa (a quien no
nombra, pero sabemos que era Mary Ritter). En ellos com-
binó su habilidad como historiador que analizó los proble-
mas políticos. Junto a su amigo el historiador Carl Becker se
opuso a la propuesta de los jóvenes historiadores liderados
por Arthur M. Schlesinger y Dixon Ryan Fox, quienes expo-
nían una historia americana sin factores políticos, por lo
que fue reconocido posteriormente como un “exponente de
la interpretación económica de la historia”. Escribió varios
libros y artículos entre la década de 1930 y 1940 sobre
la política exterior estadounidense, la cual afirmaba debía
extender sus posibilidades civilizatorias sin aislarse. Parale-
lamente, escribió sobre la naturaleza de la historia y la fun-
ción del historiador y rechazó los principios de Ranke sobre
la verdad en la historia “tal como pasó”. Publicó artículos
controversiales sobre la práctica de la historia (oponiéndose
al historiador Samuel Eliot Morison) y, además, se acercó al
público estadounidense para hablarle sobre los problemas

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La Revista de Historia de América • 287

de su tiempo, con lo que convirtió a la historia en una cien-


cia social al servicio de la política pública.76

Los españoles
Ramón Iglesia Parga (1905-1948) murió joven trágicamen-
te, en un accidente. Fue un historiador español exiliado
junto a otros españoles como Javier Malagón.77 El autor de
la nota, José Miranda, se declara desde el inicio conmovido
por la pérdida de su amigo y compañero. En efecto, ambos
estudiaban en ese entonces en el centro de Estudios Histó-
ricos de El Colegio de México. Siguiendo un orden crono-
lógico, inicia desde su nacimiento en Galicia pasando por
sus estudios universitarios en Madrid y su dedicación desde
temprana edad a la investigación en el Centro de Estudios
Históricos, donde dirigió la sección Hispanoamericana y
fue el secretario de la revista Tierra Firme, órgano del Cen-
tro. Al terminar la guerra se refugió en México, donde dio
clases en la Escuela de Verano de la UNAM (1939-1943) y
en El Colegio de México (1941-1943). En este país publicó
casi toda su obra, de la cual hace una selección comentada.
Desde 1941 hasta 1948 fue docente en varias universida-
des de Estados Unidos: Berkley, Illinois y Wisconsin. Luego
de estos datos, Miranda se dedica a homenajear a Iglesia,
señalando los rasgos de su personalidad que lo hacían úni-
co (la pasión), así como sus ideas sobre la historia (como

76 Arthur P. Whitaker, “Charles Austin Beard,” Revista de Historia de América, no.


26 (diciembre de 1948): 419-423.
77 Cuando estalló la guerra civil española, se incorporó al ejército republicano
y ocupó varios puestos en el frente de batalla (vivencia que relata en la revis-
ta Hora de España) y poco después formó parte de la Junta de Protección del
Tesoro Artístico. Exiliado en Francia al fin de la guerra, viajó a México, don-
de residió entre 1939 y 1942. En este período fue becario de La Casa de
España y profesor de la Escuela de Verano de la UNAM. En 1942 se trasladó
a los Estados Unidos como profesor de la Universidad de California y beca-
rio de la Fundación Guggenheim hasta 1944, cuando regresó a México por
poco tiempo, pues en 1946 volvió a Estados Unidos como profesor de la
Universidad de Wisconsin y con una beca de la Bollingen Foundation, que
no logró disfrutar porque murió en un accidente en mayo de 1948.

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288 • La Revista de Historia de América

disciplina) porque escribió tanto de historiografía colonial


como de teoría de la historia. Rechazó el positivismo por
su supuesta imparcialidad objetiva aludiendo a la histo-
ria como una creación artística no exenta de tecnicismos,
tomando un término entre el subjetivismo y la parcialidad
fundada. Citó una parte de su obra Cronistas e Historiado-
res para mostrar los criterios que asumió como historiador
para descubrir las huellas del pasado desde un sentido per-
sonal. Por todo esto, no dudó en calificarlo como un histo-
riador que elaboró doctrina, no solo que la practicó.78
Otro español que tuvo que vivir el exilio americano tras
la pérdida de la Segunda República fue Juan María Aguilar y
Calvo (1889-1948). El autor de la nota, Ángel Rubio Muñoz
(1901-1962), también español, se sintió honrado de que la
RHA se lo solicitara debido a que era su discípulo desde las
aulas de Sevilla y, como él, participó del Gobierno repu-
blicano y debió exiliarse en Panamá, donde coincidió nue-
vamente con Aguilar, pero entonces como colegas. Aguilar
y Calvo fue un personaje relevante durante estos años al
ocupar varios cargos: diputado a Cortes por Sevilla, subse-
cretario interino del Ministerio de Educación en Madrid,
profesor de la Universidad de Valencia, decano de la Facul-
tad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona
y delegado del Gobierno español en el Congreso Interna-
cional de Ciencias Históricas celebrado en Zurich en 1938.
Tras la caída de la República, debió exiliarse primero en
Francia, donde pasó hambre, y finalmente logró desterrarse
en Panamá gracias a las gestiones del historiador panameño
Juan A. Susto. Llegó a esa ciudad en 1940, donde se convir-
tió en profesor de su universidad hasta su muerte.
Es natural entonces que se expresara sobre Aguilar y
Calvo como su “gran Maestro y amigo” y que asumiera que
le había sido imposible realizar una semblanza escueta de
la vida de ese profesor de manera “severa y objetivamente”.

78 José Miranda, “Ramón Iglesia Parga (1905-1948),” Revista de Historia de Amé-


rica, no. 25 (junio de 1948): 138-143.

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La Revista de Historia de América • 289

El tono de esta nota es afectivo y busca enaltecer los rasgos


singulares de una persona que por su familia podría haberse
dedicado a vivir holgadamente sin trabajar y que, en cam-
bio, dedicó su vida a la enseñanza, demostrando, concurso
tras concurso, que era merecedor de tal puesto y de ser
parte de la elite juvenil junto a otros, como Pedro Salinas
y José Xirau. Estudió licenciatura en Historia y se doctoró
en Derecho. Aportó hallazgos documentales fundamentales
para entender la vida de Francisco Miranda. Sus últimos
años dedicados a enseñar y a viajar por todo el continente
no le permitieron publicar, por lo que sus obras se deben
a su época juvenil “de gran precursor”. Quedó sin publicar
su biografía sobre Miranda, obra cumbre de sus años de
historiador, porque dejó el original en Sevilla cuando migró
forzadamente.79
El último de los españoles es Ernesto Schäfer
(1872-1946), de quien poco se dice en la nota. De hecho,
llama la atención el porqué de esta, debido a que, como
anuncia su autora, Enriqueta López Lira de Díaz Thomé
–por ese entonces estudiante de historia de El Colegio de
México (generación 1941-1944)–,80 la aparición de la nota
se realizó dos años después de la muerte de Schäfer (diciem-
bre 1946). No parecía haber ningún lazo entre ambos, pues
el tono era directo; y las palabras, escasas. Se restringió a
decir que se dedicó a la investigación histórica en el Archivo
de Simancas y en el de Indias, publicando “interesantes”
estudios sobre historia española y de Hispanoamérica. Solo
adjunta una lista de las principales obras y termina remi-
tiendo al lector a una noticia biobibliográfica publicada en
Revista de Indias.81

79 Ángel Rubio, “Juan María Aguilar y Calvo (1889-1948),” Revista de Historia de


América, no. 26, (diciembre de 1948): 415-419.
80 En la RHA, su nombre apareció de distintas formas.
81 Enriqueta López Lira Díaz Thomé, “Ernesto Schäfer,” Revista de Historia de
América, no. 26 (diciembre de 1948): 423-424.
Por la otra nota necrológica, más larga, escrita por José de la Peña y Cámara,
sabemos que Schäfer había nacido en Hamburgo (Alemania), donde se doc-

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290 • La Revista de Historia de América

Los mexicanos
El primer mexicano sobre los que se escribió una nota
necrológica fue Carlos Pereyra (1871-1942). Su autor,
Rubio Mañé, escribió una extensa nota de cinco páginas.
Calificó la vida de Pereyra como “consagrada al estudio
de la Historia”, aunque fue abogado de profesión. Un dato
importante se menciona en el inicio y se retoma en otros
párrafos del desarrollo: el exilio de Pereyra, el cual duró
veinticinco años de su vida, en los cuales vivió en Bélgica,
en Suiza y la mayor parte del tiempo en Madrid, donde
murió de cáncer. Como muestra en el relato cronológico
que sigue, el período en España fue fecundo en publica-
ciones sobre historia de México, en especial del período
de la intervención francesa, y que escribió con su maestro
Justo Sierra una magna obra sobre Juárez. Pereyra publicó
también obras de recopilación de documentos inéditos de
la historia nacional. Su labor no fue la de un investigador
de archivos, sino el del crítico de los hechos conocidos.
Su trayectoria en la diplomacia también le parece alabable,
pese a que ejerció durante el fin del porfiriato y luego del
triunfo de Victoriano Huerta. A la caída de Huerta, Pereyra
renunció, y aunque Carranza le había ofrecido un puesto,
no aceptó, tras lo cual inició su largo período de exilio con
su esposa, la poetisa María Enriqueta Camarillo y Roa. Para
cerrar, el autor colocó una lista de la bibliografía de Pereyra

toró en Filosofía y Letras en la Universidad de Rostock, habiendo estudiado


antes en la en la Universidad de Leipzig y en la Universidad Erlanger, y
que se había especializado en historia religiosa y la historiografía del siglo
XVI. La autora de la nota asume que aún no se conocía lo suficiente la
obra de Schäfer debido a que, en la década de 1930, los sucesos en España
primero y en el mundo después imposibilitaron las traducciones, las cuales
continuaron en la década de 1940 tras su muerte. Para despedirse, anima
a otros historiadores a continuar su obra sobre el Consejo de Indias, pero
en el período borbón (que Schäfer no alcanzó a estudiar), a manera de
homenaje a quien trabajó tanto por la historia y por España. José de la Peña
y Cámara, “Ernesto Schäfer (1872-1946),” Revista de Indias, no. 26 (octubre-
diciembre de 1946): 1045-1058.

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La Revista de Historia de América • 291

que había podido recopilar en México, sin agregar su parti-


cipación en la prensa periódica.82
Lo que no dijo Rubio Mañé en esta nota es que Pereyra
no había sido un colaborador de la RHA. De cualquier
manera, es evidente que Zavala lo tomaba como un referen-
te académico. Esto se aprecia en un intercambio epistolar
con el estadounidense Artur P. Whitakher, a raíz de una
extensa nota bibliográfica de Rubio Mañé sobre el artículo
de Pereyra “Las noticias secretas de América”, que había
sido publicado por la Revista de Indias en su segundo número
en 1940. A pocos meses de la muerte de Pereyra, el histo-
riador estadounidense le escribió a Zavala para llamar su
atención sobre un tema espinoso: en ese extenso resumen
del artículo de Pereyra hecho por Rubio Mañé, este había
asumido que el descubrimiento que Pereyra señalaba era
cierto. Whitaker le afirmó a Zavala que ese descubrimien-
to lo había realizado él cuatro años antes en dos artículos
redactados en inglés, y añadió que Rafael Heliodoro Valle
había tenido ocasión de escucharlo cuando los había pre-
sentado. Por ello, le pidió que publicaran en la RHA esos
dos artículos, en inglés o traducidos al español. Para él
era muy importante que el público de la RHA conociera
la discusión y pudiera comparar sus artículos con los de
Pereyra, ambos basados en el mismo documento de Madrid.
Además, agregó, sospechaba de la imparcialidad de Pereyra
debido a su cercanía con la dictadura de Franco, por lo que
creía que la RHA debía privilegiar su artículo, que estaba
escrito antes de que el nuevo régimen tomara el poder,
por lo que presentaba el tema de manera más imparcial y
objetiva. Siguiendo con la crítica, hizo notar que Pereyra ya
había publicado sobre el tema veinte años atrás, dato que
no había sido tomado en cuenta por Rubio Mañé. Aunque
este hubiera sido escrito bajo un régimen político anterior,

82 J. Ignacio Rubio Mañé, “Carlos Pereyra, 1871-1942,” Revista de Historia de


América, no. 15 (diciembre de 1942): 325-330.

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292 • La Revista de Historia de América

seguía sin tener la objetividad histórica necesaria en sus


conclusiones, consideró.
A esto, Zavala respondió intentando no entrar en con-
flicto. De manera conciliadora, le propuso que elaborara un
nuevo artículo haciendo un estado del tema, el cual publica-
rían en español o en inglés, como él deseara. Le comunicó
que Pereyra había fallecido recientemente, por lo que, si
escribía ese artículo, no tendría con quien debatirlo, ya que
desconocía si el historiador mexicano tenía algún discípulo
que se interesara en el tema.
En su respuesta, Whitaker asumió que confiaba en la
regla de la originalidad, pero que, como toda regla, debía
romperse ocasionalmente cuando hubiera buenos motivos.
Pese a esto, asumía que apenas encontrara el tiempo pre-
pararía el artículo que le sugería y lo enviaría a la revista.
Sobre la muerte de Pereyra (de la cual parecía no haber
tenido noticia antes, pero sobre la que tampoco se mostró
impactado), la vio como una oportunidad para reexaminar
la cuestión. No descartaba que Pereyra hubiera publicado
cosas útiles, pero en su opinión lo que había escrito en ese
artículo era incorrecto.83
Nunca más apareció un debate como este en torno a
un historiador fallecido. Cuatro años después, apareció en
las páginas de la RHA la nota necrológica de Antonio Caso
escrita por Leopoldo Zea, estudiante del Centro de Estu-
dios Filosóficos de El Colegio de México. Aunque nunca se
pronunció como discípulo de Caso, es evidente que existía
una gran admiración por él, un vínculo fuerte.84

83 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 2, exp. 37, fol. 6826, carta
de Arthur P. Whitaker a Silvio Zavala, 1 de septiembre de 1942; carta de Sil-
vio Zavala a Arthur P. Whitaker, 11 de septiembre de1942; carta de Arthur
P. Whitaker a Silvio Zavala, 21 de septiembre de 1942.
84 Durante la década de 1930, Zea debió trabajar como mensajero en Telégra-
fos Nacionales al tiempo que colaboraba en el periódico El Hombre Libre y
retomó sus estudios de secundaria para graduarse e ingresar a la Escuela
Nacional Preparatoria. En 1934 ascendió dentro de Telégrafos y esto le per-
mitió estudiar desde 1936 en la Facultad de Derecho por las mañanas y por
las tardes en la de Filosofía y Humanidades. En esta se acercó a las ideas de

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La Revista de Historia de América • 293

Zea destacó su labor comprometida por renovar la


filosofía de México, aun en momentos difíciles como los
de la revolución. Por ello, al finalizar la nota, lamenta por
México y América el fallecimiento de “uno de sus más
altos pensadores, un verdadero maestro, a un eminente
educador, a un hombre íntegro”. Siguiendo el modelo de
Sócrates, dice, “enseñaba pero no imponía”. Esta búsque-
da antidogmática y crítica lo llevó a difundir en sus clases
“nuevas doctrinas” como el intuicionismo de Henry Berg-
son, la fenomenología de Edmund Husserl, el neotomismo
de Jacques Maritain, el existencialismo y el historicismo
de Guillermo Dilthey. Por este motivo, para Zea, Caso era
comparable con otros grandes pensadores latinoamerica-
nos como Alejandro Korn, Carlos Vaz Ferreira y Alejandro
O. Deústua. Repasando algunas de sus obras fundamentales
en el campo de la filosofía, la historia y la sociología, la
nota hizo hincapié en su característica como fundador del
Ateneo de la Juventud, con Alfonso Reyes, José Vasconcelos,
Pedro Henríquez Ureña, Carlos González Peña y Martín
Luis Guzmán. Poco dice de sus estudios: su paso por la
Escuela Nacional Preparatoria para recibirse como aboga-
do, profesión que abandonó para dedicarse a las letras y
la filosofía. Posiblemente para equilibrar esto, subrayó que
fue condecorado con el Doctorado Honoris Causa en varias
universidades de América.85

Ortega y Gasset. Tomó un curso con el recién llegado José Gaos, quien se lo
recomendó a Alfonso Reyes y a Daniel Cosío Villegas para que sea becado
en la recién fundada Casa de España para estudiar maestría y doctorado.
En la tesis de doctorado siguió las ideas de maestros españoles y mexicanos,
entre ellos, Antonio Caso. Tras titularse en 1944, el hermano de Antonio,
Alfonso Caso, por entonces rector interino de la UNAM, lo llamó para
que reemplazara a su hermano (quien había renunciado) en la Cátedra de
Filosofía de la Historia. Pese a las reticencias y el temor de Zea, aceptó ante
la insistencia de Antonio Caso de que aprendería a través de la enseñanza.
Leopoldo Zea, “Antología del Ensayo,” Anthropos. Revista de Documentación
Científica de la Cultura 89 (1988): 11-19.
85 Leopoldo Zea, “Antonio Caso, 1883-1946,” Revista de Historia de América, no.
22 (diciembre de 1946): 403-405.

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294 • La Revista de Historia de América

En el mismo número, Ernesto de la Torre Villar escri-


bió dos necrológicas. La primera, dedicada a Ezequiel Chá-
vez, le llevó varias páginas para demostrar la labor fecunda
que hizo no como abogado, sino como educador; fue, dijo,
“el maestro de México por excelencia”. Recuerda cómo sus
ideales en educación llevaron a Chávez a presentar, a sus
veinte años, una propuesta al ministro de Justicia Joaquín
Baranda para reorganizar las escuelas primarias. Por su
convicción científica (aunque no positivista), De la Torre
lo vinculó con el Ateneo de la Juventud. Otra convicción
que mantuvo toda su vida fue la defensa de su fe católica.
Por ella, la larga lista de obras de Chávez conjuga temas
de historia, religión, filosofía y psicología, entre otras dis-
ciplinas. Tras enlistar todas las instituciones en México y
el extranjero en las que dictó clases, señaló su colabora-
ción con otros de alcance internacional como el IPGH y
la Escuela Nacional de Altos Estudios, junto a intelectuales
nacionales y extranjeros (entre los que estuvieron el direc-
tor del IPGH, Pedro C. Sánchez, y el antropólogo Franz
Boas, con quien formó además la Escuela Internacional de
Arqueología y Etnología).86
La nota sobre Toribio Esquivel Obregón sigue un
orden de datos parecido (lugar de nacimiento, lugar donde
realizó sus estudios). De la Torre Villar enfatizó la combina-
ción que realizó de las ciencias jurídicas, su profesión, con la
historia, su pasión. Lo comparó con Lucas Alamán no solo
por ser del Bajío, sino por su interés en el estudio histórico
de los problemas nacionales. Aunque no mencionó la pala-
bra “conservador” en ese momento sino al final, comentó
que compartían el valor de lo hispánico. Otro punto de refe-
rencia fue la comparación que hizo con un contemporáneo
suyo, Carlos Pereyra, pues su obra “revela una constante
preocupación por el destino de la patria”. Por ello, había
sido galardonado pocos días antes de su muerte por su labor

86 Ernesto de la Torre Villar, “Ezequiel A. Chávez, 1868-1946,” Revista de Histo-


ria de América, no. 22 (diciembre de 1946): 405-409.

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La Revista de Historia de América • 295

en la historia del derecho. Tras enlistar sus obras, se dedicó


a explicar la última (cinco volúmenes, de los cuales cuatro
ya habían sido publicados y uno quedó inconcluso, por lo
que advierte al lector que puede tener errores).87
Por último, Ernesto de la Torre Villar escribió una
nota necrológica sobre Rómulo Velasco Cevallos, mexicano
nacido en Oaxaca que, tras su traslado a la capital del país,
se dedicó al periodismo y al estudio de la historia. Nada
menciona sobre sus estudios ni sobre sus maestros o con-
temporáneos con los cuales se agrupó. En esta corta nota,
De la Torre aclara su papel en importantes revistas como
El Maestro Rural y Asistencia (pero no menciona otras en
las cuales también participó), así como su “vocación” por
el estudio de la beneficencia mexicana, tema que lo llevó a
“escarbar con empeño” en archivos y bibliotecas para sus
obras, de las que agrega al final una lista incompleta. Las
últimas, La Historia del Hospital de Jesús y la de La Vacuna
en México, quedaron inconclusas, pues murió intempestiva-
mente en un accidente. Queda claro que su producción no
tiene un “alto valor” interpretativo, pero es muestra de su
“tenacidad y constancia”. Otro elemento que no mencionó
es que la pasión por la asistencia pública lo llevó a ocupar
varios cargos en esta dependencia.88
Sobre Héctor Pérez Martínez escribió Helia Alpuche,
quien, a diferencia de los otros autores, hizo una nota más
tradicional, recordando quiénes habían sido sus padres y
dónde realizó sus primeros estudios en su Campeche natal.
Por varios detalles, se percibe una cercanía entre Alpuche
y el homenajeado. La nota sigue relatando cómo, para salir
de la miseria, se trasladó a la Ciudad de México, donde
vivía modestamente y estudiaba en la Escuela Nacional
preparatoria, pero como la familia continuaba en apuros

87 Ernesto de la Torre Villar, “Toribio Esquivel Obregon, 1865-1946,” Revista


de Historia de América, no. 22 (diciembre de 1946): 409-411.
88 Ernesto de la Torre Villar, “Rómulo Velasco Cevallos (18¿?-1948),” Revista de
Historia de América, no. 25 (junio de 1948): 148-149.

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296 • La Revista de Historia de América

económicos, debió escoger la odontología, aunque siguió


escribiendo en pequeños periódicos, publicó sus primeros
versos y obtuvo un premio por su novela Un Rebelde sobre la
revolución mexicana. Cuenta que poco después se apasionó
por investigar en archivos y bibliotecas la biografía de Juá-
rez y Cuauhtémoc. A fines de la década de 1930, inició su
vida política como diputado en Campeche y, poco después,
como gobernador de ese estado, período en el cual organizó
expediciones arqueológicas, creó el museo y reorganizó el
Instituto Campechano. En 1946 ocupó los cargos de ofi-
cial mayor, subsecretario de la Secretaría de Gobernación
y, con el presidente Miguel Alemán, llegó a ocupar el de
secretario de Gobernación, pero su temprana muerte (a los
42 años) interrumpió su carrera política. Nunca se refiere
a él como historiador, pero menciona que se acercó a la
historia preocupado “por la defensa del mestizaje, y la idea
de la libertad”, lo que lo llevó a escribir los libros Juárez y
Cuauhtémoc, echando mano de sus antecedentes en la poesía
y la novela. Por ello, sus obras biográficas fueron populares
como otros autores extranjeros, pero mejores: “más apasio-
nado” que André Maurois, “menos psicologista” que Stefan
Zweig y “más honesto” que Emile Ludwig. En cambio, al
escribir su Cuauhtémoc, más que historia es una semblan-
za legendaria del conflicto entre dos culturas, recordando
cómo esto pervive en los mexicanos. Termina con una lista
de sus publicaciones más conocidas.89

Otros latinoamericanos
Entre los demás latinoamericanos fallecidos encontramos
la nota sobre Domingo Amunátegui Solar (1860-1946),
por Ricardo Donoso, ambos chilenos e historiadores. Aun-
que existía una diferencia generacional, coincidieron en el

89 Helia Alpuche, “Héctor Pérez Martínez (1906-1948),” Revista de Historia de


América, no. 25 (junio de 1948): 145-148.

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La Revista de Historia de América • 297

Instituto Pedagógico.90 La redacción de la nota fue solici-


tada por Zavala a Donoso, con quien tenía un intercambio
epistolar fluido debido a que el chileno era miembro del
Consejo Directivo de la RHA. Donoso aceptó y le comentó
que se encontraba muy sensible por el fallecimiento de don
Domingo. Lo recordaba con cariño y admiración y aceptó
gustoso realizar la nota.91
Por todo esto no es extraño que, al iniciar la nota,
Donoso afirmara que el “señor” Amunátegui murió de vejez,
por lo que durante su larga vida pudo destacarse en las
letras, la enseñanza y la vida pública de su país. Heredero
de una tradición intelectual de su padre y abuelo, cursó en
El Instituto Nacional (institución que aclara es el “hogar
espiritual de la intelectualidad de la época”), se inclinó a
temprana edad por las letras y la historia y publicó una
compilación de documentos sobre el primer Congreso de
1811 de Chile, obra que continuó Valentín Letelier hasta
completar 37 volúmenes. Poco después, publicó sobre los
primeros años del Instituto Nacional (desde 1813 a 1845)
y siguió con otros volúmenes documentales sobre la aris-
tocracia colonial de Chile, labor descriptiva más que expli-
cativa porque se dedicó a resaltar más los aspectos genea-
lógicos que los sociales. Continuó el repaso por sus libros,
haciendo una brevísima reseña de las obras más destaca-
das. Por último, señaló su tarea como profesor del Instituto
Nacional, profesor y director del Instituto Pedagógico de

90 Donoso era más joven que Amunátegui, de quien no sabemos si fue su maes-
tro directamente en el Instituto Pedagógico, donde se graduó en 1927 de
profesor de Historia y Geografía, pero sí que el joven lo admiró como un
maestro notable del Instituto Nacional, donde Donoso trabajó de 1930 a
1938. En sus recuerdos de esos años dice: “Sentíamos el peso de la tradición
que gravitaba sobre el colegio, que había hecho de él el primer Instituto
docente del primer medio siglo de la República; nos parecía ver vagar por
los corredores la sombra de un Montt, de un Antonio Varas, de un
Lastrarria, de un Amunátegui, de un Barros Arana, que habían dado al esta-
blecimiento un sello inconfundible y único”. Guillermo Feliú Cruz, Ricardo
Donoso (Santiago de Chile: Bibliógrafos Chilenos, 1970), 8.
91 BNAH, ASZ, serie correspondencia general, caja 3, exp. 88, carta de Ricardo
Donoso a Silvio Zavala, 16 de septiembre de 1946.

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298 • La Revista de Historia de América

la Universidad de Chile, decano de la Facultad de Huma-


nidades de esa universidad y rector desde 1911 a 1922.
“Hombre de arraigadas ideas liberales”, desempeñó también
varios cargos relevantes en el Gobierno. Es claro que el
autor de la reseña lo conocía bien, por detalles sobre su
conversación y su memoria. Lo describe como un luchador,
con ánimo conciliador, “tímido”, pero sobre todo naciona-
lista, pues confiaba en que la enseñanza pública era la mejor
herramienta para afianzar las instituciones liberales. 92
Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) mereció una nota
más larga y detallada, realizada por Julio Jiménez Rueda.
Lo presentó como el exponente del Ateneo de la Juventud,
donde promovía las lecturas colectivas al hacerles llegar los
últimos libros que venían del extranjero. Como profesor
fue dentro y fuera del aula alguien singular. Fue un perso-
naje influyente en la “vida intelectual” de Antonio Caso y
formó con dedicación a numerosos alumnos, entre ellos a
él, quien lo había tenido de maestro en 1914 en la Escuela
Nacional Preparatoria. Lo recuerda no tan fogoso y elo-
cuente como Caso, ni tan suave y persuasivo como Luis
G. Urbina, pero con un caudal de noticias, informaciones,
datos y argumentos insuperable. Seguía a sus discípulos con
minuciosidad y sus compañeros del Ateneo agradecían “sus
consejos y acataban su autoridad”. Sin hacer referencia a
sus estudios ni a su movilidad permanente por su país natal
(República Dominicana), Estados Unidos, Cuba, México y
la Argentina, Jiménez se ocupó de señalar la cooperación
de Henríquez con Vasconcelos en la universidad primero
y en la Secretaría de Educación Pública después; su papel
en la fundación de la Escuela de Verano de la UNAM y,
años después, cuando buscó refugio en la Argentina, en la
Universidad de La Plata y en la de Buenos Aires, así como,
junto con Amado Alonso y Raimundo Lida, en el Instituto
de Filología. Apuntó que, pese a que no regresó a vivir ni a

92 Ricardo Donoso, “Domingo Amunátegui Solar, 1860-1946,” Revista de Histo-


ria de América, no. 22 (diciembre de 1946): 399-401.

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La Revista de Historia de América • 299

su país ni a México, no olvidó sus lazos, los cuales se mantu-


vieron estrechos a través de cartas y libros. Este diálogo a la
distancia le permitió ser un representante de la unidad del
pensamiento de las Américas, incluyendo la sajona, porque
amén de su conocimiento del inglés, restituyó en Estados
Unidos (Minnesota y Harvard) la figura latina de Santayana.
Por todo esto, el autor de la nota no duda en definirlo como
“el maestro” y finaliza con la mención de algunos títulos de
sus principales obras.93
Sobre Antonio Gómez Restrepo escribió Germán
Posada Mejía, ambos colombianos e historiadores, aunque
con una diferencia generacional importante. Don Antonio,
como lo llama, era un continuador de la tradición huma-
nística de Caro y Cuervo y Suárez, pero su maestro fue el
español Menéndez Pelayo. Tras esta presentación de lega-
dos intelectuales, retrocedió en el tiempo para explicar su
educación inicial en el colegio que dirigía su padre, su pre-
coz curiosidad intelectual que lo llevó a publicar su primer
libro de versos en París, tras lo cual ocupó cargos rele-
vantes en el Congreso nacional y como subsecretario de
Relaciones Exteriores y ministro de Educación. Ingresó a la
diplomacia y ocupó cargos en Italia, Centroamérica, Perú
y México. Enfatiza sobre su obra Literatura Colombiana, la
cual considera una “verdadera obra maestra” de la litera-
tura escrita en la “América Hispana” que quedó inconclusa
pues solo se alcanzaron a publicar durante su vida cuatro
volúmenes. Menciona que esta obra la realizó cuando ya no
veía, por lo que tenía que guiarse por el recuerdo de viejas
lecturas. Se dedicó a la enseñanza de la juventud porque era
un “hombre verdaderamente noble”, pero pasó sus últimos
años de vida dedicado al estudio. Hombre excesivamen-
te modesto, es casi desconocido en Colombia, pese a que
su muerte conmovió a los cultos colombianos y a algunos

93 Julio Jiménez Rueda, “Pedro Henríquez Ureña, 1884-1946,” Revista de Histo-


ria de América, no. 22 (diciembre de 1946): 401-403.

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300 • La Revista de Historia de América

hombres de letras en el extranjero. Cierra con los títulos de


los libros que publicó.94

94 Germán Posada, “Antonio Gómez Restrepo (1896-1947),” Revista de Historia


de América, no. 25 (junio de 1948): 143-145.

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Conclusión

Al cumplir su décimo año de vida, la revista hace una reca-


pitulación sobre su trayectoria. Acepta que no tiene tanta
antigüedad como otras, pero que, sin embargo, tiene más
que la mayoría, que solo viven algunos pocos números.
Habían sido “diez años de zozobras mundiales y de comu-
nicaciones difíciles”. Esto impactó en la reducción de su
frecuencia y en algunos retrasos, pero nunca dejó de apare-
cer, lo cual es importante para cumplir su objetivo: dar a los
lectores una serie continua de información amplia sobre lo
que se estaba produciendo en historia americana. Es decir,
son protagonistas y observadores en un tiempo de cambios
vertiginosos. En ese tiempo, y “a medida que la experiencia
lo ha aconsejado”, se realizaron algunos cambios en el con-
tenido de las secciones y, sobre todo, en la disposición de
la composición. Otro tipo de cambios, reflexiona, se dieron
al crearse la Comisión de Historia, la cual hizo sugeren-
cias para mejorar la publicación. La sección de noticias se
dedicó a informar sobre la constitución de esa comisión y
su secretario se hizo cargo del archivo de la revista y de la
atención de los ficheros de suscripciones, canjes y colabo-
raciones. El propósito seguía siendo el mismo: “Contribuir
al conocimiento de la historia del Continente en un sentido
amplio” para lograr una “visión de conjunto” que permitiera
crear una conciencia continental completa y justa”. Por ello,
Zavala les agradeció a todos los que habían participado y al
IPGH, el cual, pese a las circunstancias económicas, había
logrado mantener la publicación, esperando que la publica-
ción se ampliara en los siguientes años.1

1 Silvio Zavala, “Recapitulación,” Revista de Historia de América, no. 25 (junio de


1948): V-VII.

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302 • La Revista de Historia de América

Este recuento permite mostrar un momento de cierre


y de apertura al mismo tiempo. De cierre, porque se cum-
plió un ciclo fundacional, uno en el cual se posicionó un
proyecto editorial exitoso, al mantener la RHA en años difí-
ciles y conformar una red académica de estudiosos sobre
América. De apertura, dado que con el inicio de las labores
de la Comisión de Historia, Zavala emprendía un camino
de diplomacia cultural en organismos regionales e inter-
nacionales. No deja la dirección, la cual mantendría junto
con la presidencia de la Comisión durante varios años más.
Sin embargo, para 1948 es evidente que el equipo editorial
sufrió un ajuste y los miembros que se mantuvieron del
período anterior ocuparon un espacio de mayor relevancia
en la publicación. El proyecto editorial estaba listo para
continuar bajo una dirección más estratégica y menos ata-
da a las vicisitudes técnicas cotidianas de una publicación.
Actores clave de la red que dieron vida al primer perío-
do de la RHA, como Torre Revello, Rubio Mañé, Valle y
el mismo Hanke, desaparecieron o tuvieron una participa-
ción mínima para 1948. En cambio, vemos posicionarse a
Millares Carlo y a otros jóvenes: De la Torre Villar, Sara
Sabor Vila, Susana Uribe y Teresa Amalia Cappa. Así, Zava-
la puede ser visto no solo como maestro de historiadores,
sino también como formador en un mundo editorial que
se profesionaliza.
Mantener la publicación durante esos diez años fue una
labor ardua, en la cual Zavala tuvo que ejercer una vigilancia
constante y liderar, coordinar y dirigir un trabajo colecti-
vo intenso. Ese trabajo se dio en varios planos. Así como
hemos abordado el estudio de una revista en sus dimensio-
nes material, de ideas y contenido y humana, en la gestión
de una revista pueden percibirse también esas dimensiones,
y Zavala estuvo atento a las tres durante su dirección.
Por una parte, la gestión material lo tuvo pendiente de
imprenteros, papel, tipografía, composición, erratas, tiem-
pos de impresión, distribución. En su correspondencia es
perceptible ese seguimiento constante de la calidad material

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La Revista de Historia de América • 303

de la revista. Por otra parte, la gestión de contenidos fue


continua: si bien no se acostumbraba a practicar una revi-
sión por pares por doble ciego como en la actualidad, Zavala
leía los artículos, separaba en función de la visión editorial
los que fueran artículos de investigación de los divulgativos
y buscaba una representación continental completa y rica
de la historia de América, con suerte diversa, como fue en
el caso de Brasil.
Con respecto al mundo de libros y revistas de historia,
procuró que estuviera representado completamente, con
la producción total del continente y con la detección de
las obras que valiera la pena reseñar para el trabajo y la
formación del historiador. Su sección Bibliografía, además,
fue más allá de un registro editorial de tipo catálogo de
novedades: se convirtió en una herramienta gracias a la
indización más fina introducida a partir del número once.
La dimensión material que mencionamos de la RHA tiene
sentido si recordamos que Zavala pensaba la disciplina des-
de una rigurosidad en la interpretación de los documentos,
pero también del cuidado y ordenamiento de las fuentes
primarias y secundarias. Preocupado por el trabajo de los
profesionales de las ciencias de la documentación, da cuen-
ta de los archivos y bibliotecas, al tiempo que genera un
diálogo fluido entre historiadores, archivistas, paleógrafos
y bibliógrafos.
Por esto no es extraño que, en relación con la gestión
humana, Zavala buscara formar equipos de trabajo con per-
sonas que tuvieran capacidad en estas disciplinas y acceso
a los materiales. La combinación de ambas le aseguraba a
la RHA la actualización permanente de las producciones
recientes, al tiempo que generaba una circulación de libros
a nivel regional. Al cabo de estos diez años, se consolidó una
forma de trabajo, la cual sentó las bases para los siguientes
años de la publicación, lo que la convertiría, posiblemente,
en un modelo a seguir o por superar por otras publica-
ciones posteriores.

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304 • La Revista de Historia de América

No pensó solamente en editar una revista para lectores,


lo cual es básico en este tipo de empresas humanas, logró
también alentar a un conjunto de productores de conteni-
dos genuinos (no de repeticiones), de investigación histórica
de Hispanoamérica y, para ello, se valió de contactos pro-
pios y de otros que los cercanos le aportaban, conformando
una red de confianza. No cejó en pedir colaboraciones para
una revista que quería ser plataforma desde la Ciudad de
México. Esta gestión humana no estaba exenta de aspectos
materiales: la organización de las notas bibliográficas y de
las reseñas necesitaba de colaboradores, pero era preciso
respetar cuestiones presupuestarias; puesto que se pagaba
por colaboración, había que cuidar los contenidos y tam-
bién la sostenibilidad del proyecto desde el punto de vista
económico, de allí que fuera muy selectivo en la incorpora-
ción de colaboradores para ambas secciones.
Una clave, además de producir una revista de este
alcance temático, es la llegada a los lugares decisivos. La
RHA se ofrecía en canje con otras instituciones, lo cual
permite pensar la importancia de tejer redes: intelectuales-
académicas, editoriales e institucionales. La corresponden-
cia registra el intenso intercambio de datos, gestiones para
obtener material y compartirlo o avanzar en publicaciones,
como el libro sobre Las Casas, del que da cuenta la corres-
pondencia entre Lewis Hanke y Silvio Zavala. Este ejemplo,
como muchos otros que se citaron en notas al pie en el
libro, dan cuenta de la imposibilidad de establecer con cla-
ridad cuándo terminaba el diálogo de una red intelectual y
cuándo iniciaba el de una editorial; en qué momento la ins-
titución era solo un apoyo y en cuál la revista, la circulación
de los libros, estaba apoyando la creación o consolidación
de una institución.
La RHA es expresión de un complejo y vasto metatexto
historiográfico, que abarcó los discursos, los textos y sus
estructuras y estilo; el método, la administración y el mane-
jo de fuentes, la conformación de una biblioteca y la repre-
sentación de la figura de un historiador científico. Por ello,

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La Revista de Historia de América • 305

Zavala tuvo claro desde su regreso a México que era indis-


pensable recrear el ambiente que había vivido en España,
el cual describió como un medio cultural “más propicio
y más denso”.2 La RHA puede ser vista, por tanto, como
esta apuesta de Zavala a densificar, a través de un medio
académico idóneo, las redes de historiadores que hasta ese
momento se encontraban dispersas.
En este sentido, fue estratégico para el mexicano
que la publicación tuviera un alcance continental, pero
una sede nacional. Geográficamente hablando, cuando
se ve la circulación de bienes culturales como libros,
revistas, producción científica, la RHA en México con-
forma un punto geográfico fuerte en esa red, junto con
Buenos Aires y, especialmente, con las ciudades del este
de Estados Unidos, desde las universidades que tienen
scholars investigando historia de América hispánica y
publicando en sus editoriales universitarias. Era preciso
contar con una visión que superara la coyuntura nacio-
nal y ofrecer información de la producción del conti-
nente. El cambio de título, desde el proyectado Revista de
Estudios Históricos a Revista de Historia de América muestra
también ese tránsito de la generalidad temática y la
imprecisión de “estudios” al foco temático, la precisión,
la singularidad de “América”.
La necesidad de hacer una publicación moderna hace
comprensible la búsqueda de Zavala para encontrar una
ayuda especial desde la Argentina y los Estados Unidos. Es
interesante resaltar que, años después, en una de las entre-
vistas que le hicieron, recordaría la perspectiva internacio-
nalista del IPGH y cómo quedaban algunas huellas de esto
en la RHA y en el programa de historia de América, porque

2 Andrés Lira, “El ‘tiempo español’ de Silvio Zavala: la vocación. Notas sobre
un diálogo epistolar (1934),” en Los empeños de una casa. Actores y redes en los
inicios de El Colegio de México, 1940-1950, editado y coordinado por Aurelia
Valero Pie (México: El Colegio de México, 2015), 81.

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306 • La Revista de Historia de América

estos trabajos, dijo, “produjeron cierto acercamiento entre


los historiadores de las Américas”.3
Para ello se buscó el apoyo de un poder político regio-
nal como el IPGH, el cual necesariamente buscaría (para no
entrar en debate) una interpretación científica neutra, sin
los clásicos conflictos de las historias nacionales fuertemen-
te influenciadas por un nacionalismo beligerante. En este
sentido, nos hace pensar hasta qué punto la RHA no tomó
de este emprendimiento su leit motiv para fundarse no solo
como un baluarte para labrar la historia como ciencia, sino
también para consolidar una visión americanista que si bien
inclinaba la balanza hacia España, no solo no negaba, sino
que fomentaba un diálogo con Estados Unidos.
Por todo esto creemos que Zavala no fue un actor
ingenuo de lo que significaba acudir en apoyo al IPGH,
como tampoco lo sería cuando ganó becas de fundacio-
nes estadounidenses para realizar estancias de investigación
en ese país. Supo enmarcar su proyecto académico en una
instancia regional que le permitía superar las limitaciones
nacionales y encontrar un espacio de actuación dentro de la
unión panamericana. En este sentido, nos parece excesivo
calificar la revista solo como un proyecto panamericano en
el que se les niega agencia a sus participantes para conver-
tirlos en meros instrumentos de la diplomacia imperialista
que tenía en la academia a un promotor importante.4

3 Silvio Zavala, Peter Kakewell y Dolores Gutiérrez Mills, “An interview with
Silvio Zavala,” Hispanic American Historical Review 62, no. 4 (noviembre de
1982): 559.
4 Mostramos desacuerdo con Abraham Moctezuma Franco, quien apunta
como “razón aparente” de la revista el “llevar al terreno de la historia las ver-
dades más hondas del continente” mientras asegura que la verdadera razón
“tuvo que ver con la incidencia del gobierno de Estados Unidos a través de la
creación del IPGH, el cual, bajo la excusa de realizar actividades científicas,
buscó dar efectividad a los propósitos de control político de aquel país sobre
el continente americano”. Abraham Moctezuma Franco, “Silvio Zavala y la
institución historiadora en México, 1930-1950” (tesis para obtener el grado
de doctor en Historia, presentada en la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla, agosto de 2016), 240-243.
Varios estudios han mostrado las estrategias de las fundaciones y las de la

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La Revista de Historia de América • 307

Además, como se mencionó antes, había intereses per-


sonales y académicos involucrados en la apuesta: afianzar
lazos con la academia de Estados Unidos y de Argenti-
na e implementar en México la escuela de Altamira para
desarrollar los estudios americanistas desde esta orilla del
Atlántico. Por esto, se puede afirmar que la RHA fue un
proyecto académico que permitió al IPGH como institu-
ción extender su radio de acción, adentrarse en circulos
universitarios, pero esto no la convierte ni en un órgano
de expresión oficial ni en una imposición en México de los
intereses estadounidenses del panamericanismo.5
Sin embargo, esto no se tradujo en la incorporación
del concepto “Panamérica” o “Inter américa”, al seguir pri-
mando el de “Hispanoamérica”. Tampoco significaba que

Secretaría de Estado para fomentar un diálogo y acercamiento con América


Latina como forma de evitar la resistencia. Pero, como muestra ese tipo
de estudios minuciosos, es imposible afirmar que esta política haya sido
idéntica desde sus inicios en la década de 1920 hasta el fin de la Segunda
Guerra Mundial, como tampoco el que hubiera un acuerdo absoluto entre
las fundaciones y el Departamento de Estado. Muestran, por decirlo de
alguna manera, que la historia siempre es más compleja que una batalla
entre poderosos y débiles. Por último, y lo que más nos interesa aquí resal-
tar, señalan que los actores latinoamericanos no fueron pasivos ante estas
estrategias, sino que supieron crear sus propios mecanismos para hacer
uso de la situación. Para un estudio que ejemplifica las estrategias de la
fundación Rockefeller, remitimos a Gisela Cramer y Úrsula Prutshc, eds.,
¡Américas Unidas! A. Rockefeller’s Office of Inter-American Affairs (1940-1946)
(Madrid: Frankfurt, Verveut, 2012).
Por todo esto, consideramos que definir a Zavala como un agente del pan-
americanismo que respondió a la intervención norteamericana implemen-
tada por las fundaciones es una visión simplista tanto del proceso que siguió
el panamericanismo, al de la propia historia del IPGH, como, y fundamen-
talmente, a los actores que participaron de la revista. En especial, le resta a
Zavala su capacidad de gestión y acción.
5 Tratar de panamericanismo merece muchas consideraciones previas para
desmitificar premisas que asumen que se trató solo de un movimiento en el
que la única voz e interés era el de los Estados Unidos. Investigaciones
recientes permiten entender que los países latinoamericanos tuvieron una
gran capacidad de negociación, por lo que no es sostenible una imagen sim-
plista del panamericanismo. Ver, para el caso de México, Veremundo Carillo
Reveles, “México en la Unión de las Repúblicas Americanas. El panamerica-
nismo y la política exterior mexicana, 1889-1942” (tesis presentada en el
Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, 2018).

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308 • La Revista de Historia de América

existiera una sola línea interpretativa (como en la estadou-


nidense, que recaía en los liberales internacionalistas), pero
sí que buscaba diagnosticar los males de origen durante la
colonización (más que de la conquista, porque no aborda-
ban las batallas y los militares, sino las instituciones y sus
autoridades). Se debe esto a que no existe un consenso sobre
qué es la historia de América, más allá de la diferencia fun-
damental de que se buscara escribir las historias nacionales
antes de que fueran naciones.
Fue marcado el interés por la cooperación con los his-
toriadores de Estados Unidos especializados en Hispanoa-
mérica, pero conviene advertir que no se utilizó el término
Las Américas, acuñado por Bolton y utilizado con frecuencia
durante la política del buen vecino.6
Esto no quiere decir que la producción teórica de estos
historiadores revisionistas del pasado colonial hispanoame-
ricano no haya servido de soporte a la política de Estados
Unidos hacia América Latina. Junto a otros actores, estos
historiadores fueron clave en la construcción de ese nue-
vo consenso que se basaba en la amistad, la cooperación
intelectual y los intercambios culturales. Fueron indispen-
sables para entender a sus vecinos del sur al examinar su
pasado colonial desde una perspectiva cultural que susten-
taba la expansión hemisférica y la hegemonía de los Esta-
dos Unidos:

6 A partir de 1919, Bolton incorporó en sus cursos la frase The Americas para
implementar una visión sincrónica de la historia colonial e independiente.
En ella se enfatizaba la coexistencia de componentes en el continente. Su
popularidad fue tal que para 1928 publicó History of the Americas: A Syllabus
with MAPS. Cuando se implementó la política del buen vecino, esta
expresión, junto con la de interamericanismo, se difundieron aún más. En
1939, Bolton dio una conferencia en el mismo programa en la que hablaron
dos altos funcionarios: Hull y Welles. La invitación “representó un reconoci-
miento de parte del departamento de estado del papel que había jugado Bol-
ton y sus colegas en la determinación de la nueva política exterior de la
nación”. José de Onís, “The Americas of Bolton,” The Americas 12, no. 2 (octu-
bre de 1955): 163; Antonio Barrenechea, “Good Neighbor/Bad Neighbor:
Boltonien Americanism and Hemispheric Studies,” The Americas 61, no. 3
(verano de 2009): 234.

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La Revista de Historia de América • 309

contrary to the experience of the Spanish empire, the United


States should export not just commodities and financial aid
to Latin America, but mainly try to understand tis diverse
and complex cultures and, through knowledge and superior
academic institutions, attempt to exert intellectual-cultural
influence.7

De hecho, lo que se observa en las páginas de la revista


es un intento deliberado por acercar a la academia estadou-
nidense con la latinoamericana porque era en ese país don-
de se estaba produciendo un cambio significativo en cuanto
a la catalogación y conservación de los documentos. De
igual modo, este país era pionero en publicaciones especia-
lizadas. Este aspecto no es menor. Como mencionamos en
varios capítulos, el perfil del historiador incluía uno que no
solo supiese el valor del documento para la interpretación
histórica, sino que tuviera experiencia en lo que significaba
el dominio del documento. No es casual, por tanto, la con-
fluencia en esta publicación de historiadores, archivistas y
bibliógrafos ni que se observara una preocupación en varias
secciones por dar cuenta de la situación de los archivos y
bibliotecas nacionales. La valoración del documento venía
acompañada por la preservación del patrimonio documen-
tal y bibliográfico, misión que compartieron la mayoría de
los miembros de esta red con un fervor casi comparable al
compromiso ideológico.
Esta dimensión erudita y coleccionista de los estudios
históricos recuerda en mucho a la constitución del america-
nismo en los países latinoamericanos a mediados del siglo
XIX. En aquel entonces, pese a que los trabajos no tenían
un “anclaje disciplinario de la americanista”, comenzaron a

7 Estos historiadores revisionistas criticaron la crueldad de los españoles


durante la colonia, la explotación y el fanatismo “incrustado” el de la leyenda
negra. Por ello, en parte estos académicos destacaron las debilidades del
imperio español. Ricardo Salvatore, “Imperial Revisionism: US Historians
of Latin America and the Spanish Colonial Empire (ca. 1915-1945),” Journal
of Translational American Studies 5, no. 1 (septiembre de 2013): 3-4.

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310 • La Revista de Historia de América

compartir el rigor académico que provenía del paradigma


científico. Aparecieron asociaciones, congresos (la famosa
serie de Eventos americanistas) y revistas especializadas en
Europa, las que aglutinaban una heterogeneidad de voces,
pero articularon redes intelectuales. Así, las “afanosas bús-
quedas de coleccionistas y eruditos” diseñaron una discipli-
na científica e inauguraron la “americanística moderna”.8
Es evidente que en los personajes que estudiamos en
este libro se manifiesta este espíritu de bibliófilo, de erudito,
pero a nuestro juicio ese coleccionista dio paso al colec-
cionista/archivista, en cuanto a que, a diferencia del siglo
XIX, existía mayor incentivo para modernizar los acervos
nacionales. Aunque el valor de esto no ha sido estudiado,
en numerosos pies de página señalamos cómo en esta red
se enviaban artículos y libros para ser comentados, pero,
por sobre todo, las cartas dan cuenta de que uno de los
bienes culturales que más le interesó intercambiar era el de
documentos (transcritos, fotografiados, microfilmados).
De este modo, y aunque no nos hemos detenido en el
análisis historiográfico, es interesante señalar que la visión
de Zavala como historiador fue compartida por los demás
colaboradores de la publicación. Por este motivo, no es de
extrañar que el período histórico sobre el que más artícu-
los se escribieron fuera la colonia. Esto, además, permitía
un punto de encuentro entre Hispanoamérica y su vecino
del norte.9 Quedó clara la influencia del americanismo que

8 Horacio Crespo, En torno a la historiografía latinoamericana, conceptos y ensayos


críticos (Buenos Aires: Editorial Teseo Press, 2020), 105-107, 110-111.
9 Zavala no consideraba la colonización como el acto de una persona (el rey, la
Corona), sino un avance sucesivo de decisiones, interacciones de personas
que actuaron en el terreno jurídico y económico. No se trata de una emana-
ción del poder absoluto, sino de la respuesta de las autoridades a un proceso
que ocurrió en medio de acciones impulsadas por intereses privados: “Las
leyes españolas no determinaron los hechos, pero interactuaron bien con
ellos”. Por eso, la historia necesita ser estudiada en su especificidad en cada
momento y espacio con una abundancia de fuentes documentales que per-
mitan tener una aproximación parcializada de la verdad. Rodrigo Martínez
Baracs, “In memoriam Silvio Zavala (1909-2014),” Colonial Latin American
Review 24, no. 3 (2015): 437.

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La Revista de Historia de América • 311

predicaba Rafael Altamira, quien esperaba que se superasen


los estrechos límites nacionales para invocar, a través de
una “neutralidad científica”, una interpretación más conci-
liadora con el pasado colonial y con la propia España.
Sin embargo, como advertimos desde la introducción,
no es posible afirmar que existiera entre los colaboradores
un solo americanismo. Si bien partían del supuesto de cierta
unidad histórica del continente, no existía un único modelo
a seguir. Por decirlo de otro modo, si bien existió alrededor
de la década de 1940 un interés creciente por lo americano,
las interpretaciones no formaban un coro de voces. Pero
esta precaución debe tomarse también al interior de la red
que se conformó en torno a la RHA. Resta estudiar esta
corriente intelectual a través de los textos y las prácticas
implícitas para entender sus guiños y digresiones.
Es interesante señalar cómo, para la década de 1940,
existía una proliferación de trabajos en México cuyo título
tenía la palabra América desde grupos incluso antagónicos.
Por este motivo, Andrés Kozel considera que, para cuando
el historicismo “arribó” a México, el debate sobre América
“poseía ya un espesor y una consistencia notables. En aquel
entonces América era seguramente muchas cosas, pero de
ninguna manera era un significante vacío”.10
Así, Zavala produjo con la Revista de Historia de América
lo que podríamos describir como un espacio de intersec-
ción, un lugar de confluencia: un lugar de encuentro de
España y América con los maestros y los exiliados españoles
–que nutrieron instituciones y que le permitieron agilizar
la creación de ese ambiente denso en México– y los discí-
pulos. Un lugar de encuentro de historiadores y científicos
del libro y el documento, en el que se sintieron respetados
y valorizados; un lugar de confluencia de visiones, la de los
scholars estadounidenses y los latinoamericanos; un espacio
de encuentro e intercambio académico riguroso desde un

10 Andrés Kozel, La idea de América en el historicismo mexicano, José Gaos, Edmun-


do O’Gorman y Leopoldo Zea (Buenos Aires: Editorial Teseo Press, 2012), 26.

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312 • La Revista de Historia de América

lugar institucional no universitario. Clara Lida describió a


Zavala como un constructor de puentes; otra cosa es abrir
cauces y conectar ámbitos:

Esta inteligencia universal, enemiga de toda exclusión, es la


del historiador consciente de que a él le corresponde tender
los puentes que comunican a cada hombre con la humanidad,
y a todos con su pasado. Esta labor se funda en un difícil
tejer y destejer los hilos que entrelazan el tiempo personal del
estudioso con el de su sociedad, y estos dos tiempos, a su vez,
con el tiempo ya ido de otra gente y otros mundos; tres tiem-
pos que se entrecruzan y mutuamente se enriquecen.11

La revista fue el lugar clave donde Zavala armó este


tejido, con los tiempos del estudioso, del objeto de estu-
dio, de maestros y discípulos, y consolidó desde México un
ámbito abierto a la investigación histórica. Conjugar esos
tiempos y, a partir de lo dado, construir una nueva forma de
hacer historia fue una labor notable.

11 Clara E. Lida, “Presentación: Silvio Zavala o la pasión del oficio,” Historia


Mexicana XXXVIII, no. 4 (1989): 595.

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proximidad con la historia del Derecho.” En Historia del
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noma de México, Instituto de Investigaciones Jurí-

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La Revista de Historia de América • 323

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324 • La Revista de Historia de América

Ziga Espinosa, Francisco y Romero Valle, Ana María,


comps. De la vida y trabajos: Sea este libro un homenaje
al doctor Ernesto de la Torre Villar a sus ochenta y ocho
años de edad. México: Universidad Nacional Autóno-
ma de México, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto
de Investigaciones Históricas, Instituto de Investiga-
ciones Bibliográficas, Biblioteca Nacional, Hemeroteca
Nacional, 2005.

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Anexos

I . Lista de cartas enviadas por fecha, destinatario institución, ciudad y país

Fecha Título y nombre del Cargo e institución Ciudad, país


destinatario

22/01/ Dr. Emilio Ravigniani Director del Boletín Buenos Aires,


1938 del Instituto de Argentina
Investigaciones
Históricas

23/01/ Sr. Néstor Cichero Director del Boletín Buenos Aires,


1938 Mensual del Seminario Argentina
de Ciencias Jurídicas y
Sociales

23/01/ Sr. Juan G. García Director del Boletín Córdoba, Argentina


1938 Bibliográfico de la
Biblioteca Mayor de la
Universidad Nacional

23/01/ Sr. Arturo Giménez Director del Boletín Buenos Aires,


1938 Pastor del Instituto de Argentina
Cultura
Latinoamericana

23/01/ Director de la La Paz, Bolivia


1938 Biblioteca Nacional

23/01/ Director de la Rio de Janeiro, Brasil


1938 Biblioteca Nacional

23/01/ Director de la Revista Bogotá, Colombia


1938 de las Indias,
Ministerio de
Educación Nacional

23/01/ Sr. Eduardo Zalamea Director de la Revista Bogotá, Colombia


1938 Borda del Archivo Nacional

23/01/ Sr. Rafael Espinosa Director de la Gaceta San José de Cúcuta,


1938 Histórica Colombia

23/01/ Sr. Miguel R. Director de Estudio Bucaramanga,


1938 Sarmiento Colombia

teseopress.com 325
326 • La Revista de Historia de América

23/01/ Sr. Dr. Gustavo Director del Boletín Cali, Colombia


1938 Arboleda Histórico del Valle

23/01/ Sr. Dr. Luis Augusto Director del Boletín Bogotá, Colombia
1938 Cuervo de Historia y
Antigüedades

23/01/ Sr. Don. Sergio Elías Director del Boletín Depto. de Nariño,
1938 Ortíz de Estudios Históricos Colombia

23/01/ Sr. Ricardo Fernández Director de la Revista San José, Costa Rica
1938 Guardia de los Archivos
Nacionales

23/01/ Director de la La Habana, Cuba


1938 Universidad de La
Habana

23/01/ Director de la Revista La Habana, Cuba


1938 Cubana, Secretaría de
Educación

23/01/ Sr. Dr. Fernando Ortíz Director de la Revista La Habana, Cuba


1938 Bimestre Cubano

23/01/ Sr. Dr. Joaquín Director del Boletín La Habana, Cuba


1938 Llaverías Martínez del Archivo Nacional

23/01/ Sr. Gustavo Monroy Secretario del Boletín Guayaquil, Ecuador


1938 del Centro de
Investigaciones
Históricas

23/01/ Director de la Revista Guayaquil, Ecuador


1938 de la Universidad de
Guayaquil

24/01/ Sr. Enrique Terán Director de Mensaje Quito, Ecuador


1938 de la Biblioteca
Nacional

24/01/ Sr. Pbro. Juan de Dios Director del Boletín Quito, Ecuador
1938 Nava de la Academia
Nacional de Historia

24/01/ Sr. Alfredo Martínez Director de América Quito, Ecuador


1938 Arias

24/01/ Sr. Julio César Escobar Director del Boletín San Salvador, El
1938 de la Biblioteca Salvador
Nacional

27/01/ Sr. J. Joaquín Pardo Director del Boletín Guatemala


1938 del Archivo General
de Gobierno

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La Revista de Historia de América • 327

27/01/ Director de la Managua, Nicaragua


1938 Biblioteca Nacional

27/01/ Director de Orbe Mérida, Yucatán,


1938 México

27/01/ Director del Boletín Panamá, Panamá


1938 de la Academia
Panameña de la
Historia

27/01/ Sr. Juan Antonio Susto Director del Boletín Panamá, Panamá
1938 de los Archivos
Nacionales de Panamá

27/01/ Director de la Asunción, Paraguay


1938 Biblioteca Nacional

27/01/ Director de la Revista Cuzco, Perú


1938 Universitaria

27/01/ Sr. Dr. Carlos A. Director de la Revista Lima, Perú


1938 Romero Histórica, Instituto
Histórico del Perú

27/01/ Sr. Dr. Luis E. Valcárcel Director de la Revista Lima, Perú


1938 del Museo Nacional

27/01/ Sr. Dr. Sarbelio Director de La San Salvador, El


1938 Navarrete Universidad Salvador

30/01/ Sr. Dr. Horacio H. Director de la Revista Lima, Perú


1938 Urteaga del Archivo Nacional
del Perú

30/01/ Secretario de la Río Piedras, San Juan,


1938 Universidad de Puerto Puerto Rico
Rico

31/01/ Sr. Dr. Federico Ciudad Trujillo,


1938 Henríquez y Carvajal República Dominicana

31/01/ Director de la Ciudad Trujillo,


1938 Biblioteca Nacional República Dominicana

31/01/ Director de la Montevideo, Uruguay


1938 Biblioteca Nacional

31/01/ Sr. Dr. Vicente Lecuna Director del Boletín Caracas, Venezuela
1938 de la Academia
Nacional de la Historia

31/01/ Director del Boletín Caracas, Venezuela


1938 de la Biblioteca
Nacional de Venezuela

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328 • La Revista de Historia de América

31/01/ Sr. Dr. Eloy G. Director del Archivo Caracas, Venezuela


1938 González Nacional

02/02/ Director del Boletín Sucre, Bolivia


1938 de la Sociedad
Geográfica Sucre

02/02/ Sr. Dr. Arturo Marasso Director del Boletín Buenos Aires,
1938 de la Academia Argentina
Argentina de Letras

09/06/ Director de The New Nueva York, Estados


1938 York Public Library Unidos

II . Lista de revistas más mencionadas por país y ciudad en el intervalo


de los números 1 a 10

País Ciudad Título de la revista o Cantidad de


medio menciones

Alemania Berlín Ibero Amerikanisches 5


Archiv. Herausbeger

Argentina Buenos Aires Revista de la 5


Biblioteca Nacional

Buenos Aires El Monitor de la 9


Educación Común

Buenos Aires Estudios 8

Buenos Aires Revista del Instituto 4


de Investigaciones
Históricas “Juan
Manuel de Rosas”

Buenos Aires Revista Militar 5

Buenos Aires Nosotros 5

Corrientes Vida Correntina 9

Córdoba Revista de la 7
Universidad Nacional
de Córdoba

Mendoza Revista de la Junta de 6


Estudios Históricos
de Mendoza

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La Revista de Historia de América • 329

Salta Boletín del Instituto 4


San Felipe y Santiago
de Estudios
Históricos de Salta

Bolivia Revista Bolivariana 4

Chile Revista Chilena de 5


Historia y Geografía

Colombia Bogotá Boletín de Historia y 10


Antigüedades

Bogotá Revista de las Indias 8

Medellín Universidad Católica 5


Bolivariana

Bucaramanga Estudio 6

Cuba La Habana Universidad de La 9


Habana

Revista Cubana 5

La Habana Revista Bimestre 9


Cubana

Estados Unidos The Southwestern 6


Historical Quarterly

Glendale The Pacific Historical 7


Review

Columbus The Ohio State 7


Archaeological and
Historical Quarterly

Durham The Hispanic- 9


American Historical
Review

Florida The Florida Historical 4


Quarterly

Minnesota Minnesota History, 9


Minnesota Historical
Society

Guatemala Guatemala Anales de la Sociedad 10


de Geografía e
Historia de
Guatemala, C. A.

Guatemala Boletín del Archivo 7


General del Gobierno

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330 • La Revista de Historia de América

México Chihuahua Boletín de la 4


Sociedad
Chihuahuense de
Estudios Históricos

Campeche Ah-Kin-Pech 4

Ciudad de México Ábside. Revista de 10


Cultura Mexicana

Ciudad de México Boletín de la 4


Comisión Nacional de
Museos y de
Monumentos y
Lugares Históricos

Ciudad de México Letras de México 10

Ciudad de México Boletín de la 4


Sociedad Mexicana
de Geografía y
Estadística

Ciudad de México Divulgación Histórica 4

Ciudad de México Boletín del Archivo 2


General de la Nación.

Ciudad de México Anales del Instituto 5


de Investigaciones
Estéticas

Ciudad de México Letras de México 5

Ciudad de México Revista de Estudios 4


Universitarios

Panamá Panamá Boletín de la 3


Academia Panameña
de la Historia

Perú Cuzco Revista Universitaria 5

Lima Revista del Archivo 7


Nacional

Venezuela Caracas Boletín de la 6


Academia Nacional
de la Historia

Caracas Boletín del Archivo 6


Nacional

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La Revista de Historia de América • 331

III. Lista de revistas por país y cantidad de apariciones en el intervalo


de los números 11 a 26

País Título de la revista o medio Cantidad de


menciones

Alemania Ibero Amerikanisches Archiv 4

Argentina La Prensa 17

Argentina La Nación 16

Argentina Revista Militar 15

Argentina El Monitor de la Educación 14


Común

Argentina Revista de la Universidad 12


Nacional de Córdoba

Argentina Revista de la Biblioteca 10


Nacional

Argentina Boletín de la Academia 9


Argentina de Letras

Argentina Estudios 8

Argentina Nosotros 8

Argentina Vida Correntina 8

Argentina Revista de Correos y Telégrafos 8

Argentina Boletín de la Academia 8


Nacional de la Historia
Argentina

Argentina Revista de la Junta de Estudios 7


Históricos de Mendoza

Argentina Revista de la Junta de Estudios 7


Históricos de Santa Fe

Argentina Boletín del Instituto San Felipe 6


y Santiago de Estudios
Históricos de Salta

Argentina Boletín del Instituto de 6


Investigaciones Históricas

Argentina Boletín de Estudios de Teatro 6

Argentina Anales de la Sociedad Científica 5


Argentina

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332 • La Revista de Historia de América

Argentina La Revista Americana de 5


Buenos Aires

Argentina Revista de Educación 5

Argentina Cursos y Conferencias 5

Argentina Boletín de la Junta de Estudios 5


Históricos de Catamarca

Argentina Sur 4

Argentina Revista del Instituto de 4


Investigaciones Históricas “Juan
Manuel de Rosas”

Argentina Universidad 8

Argentina Revista de la Universidad de 4


Buenos Aires

Argentina Hispania, Revista de la 3


Asociación Patriótica Española

Argentina Publicaciones de la Cátedra de 3


Historia de la Medicina

Argentina Boletín de la Comisión Nacional 3


de Museos y de Monumentos y
Lugares Históricos

Argentina Revista de Filología Hispánica 3

Argentina Buenos Aires 3

Argentina Revista Argentina de Historia 3


de la Medicina

Argentina Artes Gráficas 3

Argentina Boletín del Instituto de 3


Sociología

Argentina Boletín Bibliográfico Argentino 2

Argentina Brújula 2

Argentina Ensayos. Santiago del Estero 2

Argentina Revista Geográfica Americana 2

Argentina Boletín Oficial de la Bolsa de 2


Comercio

Argentina Revista de Historia 2

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La Revista de Historia de América • 333

Argentina Revista de la Universidad de 2


Buenos Aires

Argentina Boletín de la Comisión Nacional 2


de Museos y Monumentos
Históricos

Argentina Logos 2

Argentina Boletín del Centro Naval 1

Argentina Criterio 1

Argentina Dirección General de Escuelas 1


de Mendoza

Argentina El Heraldo de la Reducción 1

Argentina Boletín Oficial, Bolsa de 1


Comercio del Rosario

Argentina Peñola 1

Argentina Cuadernos de Cultura Teatral. 1


Buenos Aires

Argentina Ensayos 1

Argentina Ideas 1

Argentina La Ilustración Argentina 1

Argentina Universidad Nacional de La 1


Plata

Argentina Anales del Primer Congreso de 1


Historia de Cuyo

Argentina Humanidades 1

Argentina Anales de la Sociedad 1


Sarmiento

Argentina Junta de Estudios Históricos de 1


Mendoza

Argentina Revista de la Biblioteca 1


Nacional. Buenos Aires

Argentina Boletín del Instituto de Cultura 1


Latinoamericana de la Facultad
de Filosofía y Letras

Argentina Boletín del Ministerio de 1


Justicia e Instrucción Pública

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334 • La Revista de Historia de América

Argentina Revista de la Biblioteca y 1


Archivo Histórico de la
Provincia de Santa Fe

Argentina RIH “Juan Manuel de Rosas” 1

Argentina Boletín de la Junta de Historia 1


de la Provincia de San Juan

Argentina Boletín de la Asociación 1


Folklórica Argentina

Argentina Centro de Estudios Históricos, 1


en Labor de los Centros de
Estudios

Argentina Revista Universitaria Jurídica y 1


Social

Argentina Sociedad de Historia Argentina 1

Argentina Anuario de la Sociedad 1


Científica Argentina

Argentina Revista de la Universidad de 1


Córdoba

Argentina Boletín del Instituto de San 1


Felipe y Santiago de Estudios
Históricos de Salta, República
Argentina

Argentina Contribuciones para el estudio 1


de Historia de América

Argentina Revista de la Asociación 1


Cultural de Bibliotecarios

Argentina Boletín del Instituto 1


Bonaerense de Numismática y
Antigüedades

Argentina Publicaciones del Museo 1


Etnográfico de la Facultad de
Filosofía y Letras

Argentina Relaciones de la Sociedad 1


Argentina de Antropología

Argentina Anales del Instituto de 1


Etnografía Americana,
Universidad Nacional de Cuyo

Argentina Archivum 1

Argentina Boletín de la Asociación 1


Cultural de Bibliotecarios

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La Revista de Historia de América • 335

Argentina Anales del Instituto Nacional de 1


Cuyo

Argentina Derecho del Trabajo 1

Argentina Papeles del Archivo 1

Argentina Revista de la Junta de Estudios 1


Históricos de Santiago del
Estero, República Argentina

Argentina Anales de la Academia de 1


Historia de la Medicina

Argentina Medicina 1

Argentina Pan-América 1

Argentina Democracia Democracia 1

Argentina Boletín de Filología 1

Argentina Nueva Atlantida 1

Austria Ánthropos 1

Bolivia Kollasuyo 6

Bolivia Universidad de San Francisco 4


Xavier

Bolivia Revista de la Universidad 1


Mayor, Real y Pontificia de San
Francisco Xavier de
Chuquiscaca, Central de Bolivia

Bolivia Boletín Histórico del Valle 1

Bolivia El Diario 1

Bolivia La Calle 1

Bolivia La Razón 1

Bolivia Rumor 1

Bolivia Revista de Estudios Jurídicos, 1


Políticos y Sociales

Bolivia Revista Mensual de Estudios 1


Bolivianos, publicada bajo la
dirección de Roberto Prudencio
y Raúl Botelho Gosálvez

Bolivia Boletín de la Sociedad 1


Geográfrica “Sucre”

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336 • La Revista de Historia de América

Bolivia El Diario La Paz 1

Bolivia Kollasuyo: Revista Mensual de 1


Estudios Bolivianos

Bolivia Revista de la Biblioteca y del 1


Archivo Nacional

Bolivia Univ 1

Brasil Revista do Arquivo Municipal 4

Brasil Revista Brasileira de Estudos 3


Pedagogicos

Brasil Anais da Biblioteca Nacional 2


Do Río de Janeiro

Brasil Estudos Brasileiros 2

Brasil Boletín do Departamento 2


Estadual de Estadística

Brasil Cultura Política 2

Brasil Revista do Serviço do 2


Patrimonio Histórico e Artístico
Nacional

Brasil Revista do Brasil 1

Brasil Boletim do Centro Rio- 1


Grandense de Estudios
Historicos

Brasil Revista de Instituto do Ceará 1

Brasil Revista do Instituto Heraldico- 1


Genealogico

Brasil Revista das Academias de 1


Letras

Brasil Boletín do Centro Rio- 1


Grandense de Estudos
Históricos

Brasil Revista do Instituto Histórico e 1


Goegráfico Brasileiro

Brasil Anais do Museu Paulista 1

Brasil Revista (Trimestral) do Instituto 1


Historico e Geográfico
Brasileiro

Canadá The Canadian Historical Review 13

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La Revista de Historia de América • 337

Chile Revista Chilena de Historia y 11


Geografía

Chile Boletín de la Academia Chilena 7


de la Historia

Chile Anales de la Sociedad de 4


Geografía e Historia de
Guatemala

Chile Estudios 2

Chile Revista del Museo Histórico 1


Nacional de Chile

Chile Publicación del Centro de 1


Estudiantes de Historia y
Geografía del Instituto
Pedagógico

Chile Clío. Publicación del Centro de 1


Estudiantes de Historia y
Geografía del Instituto
Pedagógico

Colombia Boletín de Historia y 21


Antigüedades

Colombia Revista de las Indias 15

Colombia Universidad Católica 9


Bolivariana

Colombia Revista Javeriana 9

Colombia Estudio 7

Colombia América Española 7

Colombia Universidad de Antioquia 6

Colombia Boletín del Instituto Caro y 5


Cuervo

Colombia Idearium 4

Colombia Popayán 4

Colombia Revista Bolivariana 4

Colombia Revista del Archivo Nacional 3

Colombia Universidad Nacional de 3


Colombia

Colombia Registro Municipal 2

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338 • La Revista de Historia de América

Colombia Repertorio Histórico 2

Colombia Boletín Histórico del Valle 1

Colombia Gaceta Histórica. San José de 1


Cúcuta

Colombia Boletín de la Sociedad 1


Geográfica de Colombia

Colombia Estudio. Bucaramanga 1

Colombia Gaceta Histórica 1

Colombia Revista Colombiana 1

Colombia Amazonia Colombiana 1


Americanista. Putumayo

Colombia Revista del Colegio Nacional 1


“Vicente Rocafuerte”

Colombia Boletín de Estudios Históricos 1


de Pasto

Colombia Estudio. Órgano del Centro de 1


Historia de Santander

Colombia Revista de la Academia 1


Colombiana de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales

Colombia Revista de Estudios 1


Eclesiásticos

Colombia Antioquia Histórica 1

Colombia Revista del Colegio Mayor de 1


Nuestra Señora del Rosario

Colombia Hacaritama Órgano del Centro 1


de historia de Ocaña

Colombia Revista de Historia 1

Colombia Revista do Arquivo Municipal 1

Colombia Estudio 1

Colombia Revista de la Universidad del 1


Cauca

Colombia Universidad Pontificia 1


Bolivariana

Colombia Boletín de la Junta Histórica de 1


Pasto

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La Revista de Historia de América • 339

Colombia Revista de América 1

Colombia Revista Trimestral de Cultura 1


Moderna

Colombia Boletín de la Academia de 1


Historia del Valle

Costa Rica Revista de los Archivos 5


Nacionales

Costa Rica Revista de los Archivos 3


Nacionales de Costa Rica

Cuba Universidad de La Habana 14

Cuba Revista Bimestre Cubana 9

Cuba Revista Cubana 6

Cuba Anuario Bibliográfico Cubano 3

Cuba Archivo José Martí 3

Cuba Revista de La Habana 3

Cuba Revista Penal de La Habana 2

Cuba El Curioso Americano 2

Cuba Anales de la Academia de la 2


Historia de Cuba

Cuba Revista Bimestre Cubana. La 2


Habana

Cuba Boletín del Anuario 2


Bibliográfico Cubano

Cuba Efemérides 1

Cuba Nuestra España 1

Cuba Boletín del Archivo Nacional 1

Cuba América 1

Cuba Feria del Libro 1

Cuba Boletín del Archivo Nacional de 1


Cuba

Cuba Estudios Afrocubanos 1

Cuba Trimestre 1

Cuba América 1

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340 • La Revista de Historia de América

Cuba Informaciones Culturales 1

Ecuador Boletín de la Academia 7


Nacional de la Historia Ecuador

Ecuador Boletín del Centro de 2


Investigaciones Históricas

Ecuador Anales. Quito 1

Ecuador Revista Municipal 1

Ecuador Anales 1

Ecuador Anales del Archivo Nacional de 1


Historia y Museo Único

Ecuador Boletín de la Academia 1


Nacional de Historia. Antes,
Sociedad de Estudios Históricos
Americanos

Ecuador Boletín de Ia Academia 1


Nacional de Historia

Ecuador Mensaje de la Biblioteca 1


Nacional

Ecuador La Casa de Montalvo 1

Ecuador América Revista de Cultura 1


Indoamericana

Ecuador Gaceta Municipal 1

Ecuador Boletín del Archivo General de 1


la Nación del Ecuador

El Salvador Revista del Departamento de 2


Historia y Hemeroteca
Nacional del Ministerio de
Instrucción Pública

El Salvador Ateneo 1

El Salvador Revista Misional de Cultura 1

España Revista de Indias 10

España Archivo Ibero-Americano 4

España Tierra Firme 1

España Revista de Estudios Políticos 1

España Estudios Geográficos 1

teseopress.com
La Revista de Historia de América • 341

España Revista Internacional de 1


Sociología, publicada por el
Instituto “Balmes” de
Sociología, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas

España Revista de Historia, Arte y 1


Arqueología; Universidad
Literaria de Valencia, Facultad
de Filosofía y Letras

España Boletín de la Real Academia de 1


Bellas Artes y Ciencias
Históricas de Toledo

España Missionalia Hispánica. Editada 1


por el Instituto “Santo Toribio
de Mogrovejo”

Francia Journal de la Société des 1


Américanistes

Francia Revue d’Histoire des Missions 1

Francia Bulletin du Comite 1


International des Sciences
Historiques

Francia Revue d’Histoire Moderne 1

Francia Bulletin Hispanique 1

Francia Revue d’Histoire des Colonies 1

Francia Annales-Economies-Sociétés- 1
Civilisations

Guatemala Anales de la Sociedad de 11


Geografía e Historia de
Guatemala

Guatemala Boletín del Archivo General del 9


Gobierno

Guatemala Revista de la Facultad de 4


Ciencias Jurídicas y Sociales de
Guatemala

Guatemala Boletín de Museos y Bibliotecas 2

Guatemala Revista de Guatemala 2

Guatemala Boletín del Archivo General del 1


Gobierno

Guatemala Universidad de San Carlos 1

teseopress.com
342 • La Revista de Historia de América

Guatemala Revista del Museo Nacional de 1


Guatemala

Haití Revue de la Société Haitienne 2


d’Histoire et de Géographie

Honduras Revista del Archivo y Biblioteca 4


Nacionales

Honduras Revista del Archivo y biblioteca 2


Nacionales, Órgano de la
Sociedad de Geografía e
Historia de Honduras

Honduras Revista de Archivo y Biblioteca 2


Nacionales

Honduras Repertorio de Honduras 1

Honduras Boletín de la Biblioteca y 1


Archivo Nacionales

Italia Archivum Historicum Societatis 3


Iesu

Italia Bibliografía Missionaria, Roma 1

Italia Archivum Fransciscanum 1


Historicum

Italia Imperio 1

México Ábside 22

México Letras de México 16

México Boletín del Archivo General de 14


la Nación

México Boletín de la Sociedad 13


Mexicana de Geografía y
Estadística

México Filosofía y Letras 12

México Boletín de la Sociedad 11


Chihuahuense de Estudios
Históricos

México Divulgación Histórica 8

México Revista Iberoamericana 8

México Anales del Instituto de 7


Investigaciones Estéticas

México Boletín de Bibliografía Yucateca 7

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La Revista de Historia de América • 343

México Revista de Historia de América 7

México Cuadernos Americanos 7

México El Trimestre Económico 6

México Boletín Bibliográfico de 6


Antropología Americana

México Boletín del Archivo General de 6


la Nación, Secretaría de
Gobernación, Dirección General
de Información

México Estudios Históricos 6

México Memorias de la Academia 5


Mexicana de la Historia

México Ah-Kin-Pech 4

México Revista de Estudios 4


Universitarios

México Universidad Michoacana 4

México El Hijo Pródigo 4

México Investigaciones Históricas 3

México El Movimiento Histórico en 3


México

México Revista de la Escuela Nacional 3


de Jurisprudencia

México La Voz Guadalupana 3

México Anales del Museo Michoacano 3

México Cuadernos Americanos 3

México Anales del Instituto de 2


Investigaciones Estéticas

México Universidad 2

México Memorias y Revista de la 2


Academia Nacional de Ciencias
“Antonio Alzate”

México Orbe 2

México Bibliografía Mexicana 2

México Campeche 2

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344 • La Revista de Historia de América

México Tiempo 2

México Revista de Literatura Mexicana 2

México Revista Mexicana de Geografía 2

México Boletín de la Junta Auxiliar 2


Jalisciense de la Sociedad
Mexicana de Geografía y
Estadística

México La Cultura en México 2

México Boletín del Seminario de 2


Cultura Mexicana

México Boletín de la Biblioteca del H 2

México Umbral 2

México Boletín del Archivo General del 2


Gobierno

México Anales del Instituto Nacional de 2


Antropología e Historia

México Boletín del Museo Nacional de 1


Arqueología, Historia y
Etnografía

México Crisol 1

México Investigaciones Lingüísticas 1

México Boletín del Archivo General de 1


la Nación

México Investigaciones Históricas 1

México Revista Geográfica 1

México Investigación Económica 1

México Tierra Nueva 1

México Memoria de la Academia 1


Mexicana de la Historia,
Correspondiente de la Real de
Madrid

México América Indígena 1

México Lectura 1

México Boletín de Museos y Bibliotecas 1

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La Revista de Historia de América • 345

México Boletín Bibliográfico del Centro 1


de Estudios Filosóficos de la
Facultad de Filosofía y Letras

México Revista de la Facultad de 1


Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional
Autónoma de México

México Boletín del Archivo Histórico de 1


la Provincia de Mérida
(Venezuela)

México Mundo Libre 1

México Boletín Bibliográfico Mexicano 1

México El Impulsor Bibliográfico 1

México Universidad Nacional de 1


México

México Educación Nacional 1

México Humanidades 1

México El Reproductor Campechano 1

México Anales 1

México Revista de Derecho y Ciencias 1


Sociales

México Memoria de la Academia 1


Mexicana de Geneaología y
Heráldica

México Revista de la Universidad de 1


Puebla

México Rueca 1

México Memorias de la Academia 1


Nacional de Historia y
Geografía

México Memorias y Revista de la 1


Academia Nacional de Ciencias
(antigua Sociedad Científica
Antonio Alzate)

México Afroamérica, Revista del 1


Instituto Nacional de Estudios
Afroamericanos

México Hacienda en Marcha 1

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346 • La Revista de Historia de América

México Memoria de la Academia 1


Nacional de Historia y
Geografía

México Mediterrani. Revista bimestral 1

México Homenaje a don Francisco 1


Gamoneda

México Arte y Plata 1

México Tiras de Colores 1

México Universidad 1

México Estadística Educativa 1

México Letras Potosinas 1

México Memorias de El Colegio 1


Nacional

México El Reproductor Campechano 1

México La Nostra Revista 1

México Boletín Indigenista 1

México Carta Semanal 1

México Academia de Ciencias 1


Históricas de Monterrey

Nicaragua Revista de la Academia de 1


Geografía e Historia de
Nicaragua

Panamá Boletín de la Academia 2


Panameña de la Historia

Perú Revista Universitaria 8

Perú Revista del Archivo Nacional de 8


Perú

Perú Mercurio Peruano 7

Perú Boletín Bibliográfico 6

Perú Letras 5

Perú Boletín de la Sociedad 2


Geográfica de Lima

Perú Revista de la Universidad 2


Católica del Perú

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La Revista de Historia de América • 347

Perú Revista del Museo Nacional 2

Perú Revista del Instituto Peruano de 2


Investigaciones Genealógicas

Perú Anales de la Sociedad Peruana 2


de Historia de la Medicina

Perú Revista del Instituto 1


Arqueológico del Cusco

Perú Revista de la Facultad de 1


Ciencias Económicas

Perú El Comercio 1

Perú Boletín del Museo de Historia 1


Natural “Javier Pardo”

Perú Misiones Dominicanas del Perú 1

Perú Revista de Economía y Finanzas 1

Perú Revista Militar del Perú 1

Perú Actualidad Médica Peruana 1

Perú Boletín Bibliográfico publicado 1


por la Biblioteca Central de la
Universidad Mayor de San
Marcos de Lima

Perú Revista de Derecho y Ciencias 1


Políticas

Perú Fénix 1

Perú San Marcos 1

Portugal Occidente 4

Puerto Rico Ateneo Puertorriqueño 2

Puerto Rico El Día Estético 1

República Dominicana Boletín del Archivo General de 9


la Nación

República Dominicana Boletín del Archivo General de 5


la Nación, Ciudad Trujillo

República Dominicana Clío 3

República Dominicana Anales de la Universidad de 2


Santo Domingo

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348 • La Revista de Historia de América

República Dominicana Cuadernos Dominicanos de 1


Cultura

República Dominicana Revista del Archivo General de 1


la Nación, Ciudad Trujillo

República Dominicana Boletín del Archivo General de 1


la Nación de Santo Domingo

Estados Unidos The Hispanic American 21


Historical Review

Estados Unidos The Southwestern Historical 18


Quarterly

Estados Unidos The American Historical Review 14

Estados Unidos The Pacific Historical Review 13

Estados Unidos The Ohio State Archaeological 11


and Historical Quarterly

Estados Unidos The Florida Historical Quarterly 11

Estados Unidos Minnesota History 10

Estados Unidos New Mexico Historical Review 9

Estados Unidos The American Archivist 8

Estados Unidos The Catholic Historical Review 8

Estados Unidos Bulletin of the New York Public 7


Library

Estados Unidos Revista Hispánica Moderna 7

Estados Unidos Journal of the History of Ideas 7

Estados Unidos The Americas 7

Estados Unidos The Inter American Quarterly 6

Estados Unidos Pacific Northwest Quarterly 6

Estados Unidos The Journal of Negro History 5

Estados Unidos Minnesota History, Minnesota 4


Historical Society

Estados Unidos Hispanic Review 4

Estados Unidos The Florida Historical Society 4

Estados Unidos The New England Quarterly 4

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La Revista de Historia de América • 349

Estados Unidos The Pennsylvania Magazine of 4


History and Biography

Estados Unidos Rhode Island Historical Society 3


Collections

Estados Unidos The Pacific Northwest 3


Quarterly

Estados Unidos The American Society Legion of 3


Honor Magazine

Estados Unidos American Literature 3

Estados Unidos The Arizona Quarterly 3

Estados Unidos Preliminary Studies of the Texas 2


Catholic Historical Society

Estados Unidos El Palacio 2

Estados Unidos Southwestern Historical 2


Quarterly

Estados Unidos Pacific Historical Review 2

Estados Unidos The Journal of the American 2


Military Institute

Estados Unidos The Huntington Library 2


Quarterly

Estados Unidos Boletín de la Unión 2


Panamericana

Estados Unidos The Library of Congress 2


Quarterly journal of Current
Acquisitions

Estados Unidos Occidente 2

Estados Unidos Annual Report of the Division 1


of Historical Research, Carnegie
Institution of Washington

Estados Unidos American Anthropologist 1

Estados Unidos The Quarterly Journal of Inter- 1


American Relations

Estados Unidos The Catholic Educational 1


Review

Estados Unidos Mexican Review 1

Estados Unidos Notes Concerning The National 1


Archives

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350 • La Revista de Historia de América

Estados Unidos The Etude Music Magazine 1

Estados Unidos University of Miami Hispanic- 1


American Studies

Estados Unidos The University of Kansas City 1


Law Review

Estados Unidos Rhode Island History Journal 1


published by Rhode Island
Historical Society and issued
quarterly at Providence

Estados Unidos The Jewish Layman 1

Estados Unidos The Mississippi Valley Historical 1


Review

Estados Unidos Studies in the History of 1


Culture

Estados Unidos The Journal of Negro Education 1

Estados Unidos The American Oxonian 1

Estados Unidos Harper’s Magazine 1

Estados Unidos Modern Language Notes 1


(Lancaster Testimonial Number)
New Mexico Historical Review

Estados Unidos The Journal of Modern History 1

Estados Unidos Acta Americana 1

Estados Unidos Gazette des Beaux-Arts 1

Estados Unidos Tlalocan 1

Estados Unidos The American Journal of 1


Sociology

Estados Unidos The North Carolina Historical 1


Review

Estados Unidos American Antiquity 1

Estados Unidos Phylon 1

Estados Unidos Folklore Americas 1

Estados Unidos World Afairs Interpreter 1

Estados Unidos La Nueva Democracia 1

Estados Unidos Rhode Island History 1

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La Revista de Historia de América • 351

Estados Unidos The Ohio State Archeological 1


and Historical Quarterly

Estados Unidos The Library Chronicle of the 1


University of Texas

Estados Unidos International Organization 1

Estados Unidos Missouri Historical Review 1

Estados Unidos Journal of Modern History 1

Estados Unidos Nebraska History 1

Estados Unidos Social Studies 1

Estados Unidos Pennsylviania Magazine of 1


History and Biography

Estados Unidos American Political Science 1


Review

Estados Unidos The Historian Published semi- 1


annually by the Phi Alpha
Theta historical fraternity

Estados Unidos Agricultural History 1

Estados Unidos Historical Studies 1

Estados Unidos Louisiana Historical Quarterly 1

Uruguay Revista del Instituto Histórico y 3


Geográfico del Uruguay

Uruguay Revista Nacional del Ministerio 1


de Instrucción Pública

Uruguay Revista Nacional 1

Uruguay Boletín de Filología 1

Uruguay Revista de la Facultad de 1


Humanidades y Ciencias

Uruguay Revista Histórica 1

Vaticano El Clero y las Misiones. Ciudad 1


del Vaticano

Venezuela Boletín del Archivo Nacional 12

Venezuela Boletín de la Academia 10


Nacional de la Historia

Venezuela Revista Nacional de Cultura 10

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352 • La Revista de Historia de América

Venezuela Revista de la Sociedad 3


Bolivariana

Venezuela Boletín del Archivo Histórico de 3


la Municipalidad de Valencia

Venezuela Boletín del Archivo General de 2


la Nación

Venezuela Boletín de la Academia 1


Nacional de la Historia,
Caracas

Venezuela Boletín de la Academia 3


Nacional de la Historia

Venezuela Boletín de la Sociedad 1


Bolivariana de Venezuela

Venezuela Cultura Universitaria, órgano 1


de la dirección de cultura de la
Universidad Central de
Venezuela, Caracas

Venezuela Revista de la Academia 1


Nacional de la Historia

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