Es la rama del derecho mercantil que regula las posibles soluciones ante la irresponsabilidad de un deudor. Las circunstancias económicas pueden hacer que una empresa o una persona física que ha contraído deudas de distinto tipo no pueda afrontarlas. Se encontrará entonces en situación de insolvencia y, de acuerdo al principio de responsabilidad patrimonial que se recoge en la legislación vigente, cuando un deudor no cumple con su obligación el acreedor podrá dirigirse contra su patrimonio para dar satisfacción a la obligación que está incumpliendo, apoyándose para ello en un proceso judicial. Estos mecanismos tienen como objetivo que el perjuicio al acreedor sea el mínimo, pero también que el deudor sea capaz de reestructurar su situación económica y dar continuidad al negocio, ya que es la mejor garantía para que pueda afrontar sus deudas y no generar un perjuicio a los acreedores. Entonces se puede decir que, el espíritu rector del derecho concursal es, por tanto, fortalecer las relaciones mercantiles y garantizar la seguridad financiera en el intercambio de bienes. Las normas buscan asegurar que los acreedores recibirán el pago por los servicios prestados o bienes entregados y que los deudores dispondrán de un mecanismo ordenado y regulado para hacer frente a sus obligaciones, buscando la menor lesividad para ambas partes. 2. ANTECENDENTE EXTRANJEROS DEL DERECHO CONCURSAL Establecer con precisión el origen del derecho concursal dentro del tiempo y el espacio resulta una tarea difícil, debido a que cada autor, cada doctrina y cada ley aplicada en determinado momento y circunstancia, nos arroja diferentes concepciones de esta materia. 3. DERECHO CONCURSAL EN ROMA En el Derecho Romano, por lo usual, no es fuente del Derecho Comercial, ya que nace a través de la comercialización de la Edad Media, sin embargo, para conocer el origen del Derecho Concursal si es menester retrotraernos hasta las antigüedades romanas porque es allí conjuntamente con el desarrollo del derecho obligacional encontramos los orígenes de aquel. Ejecución personal: Originariamente en el derecho romano antiguo la ejecución por deudas tuvo un exclusivo carácter personal evolucionando el procedimiento de la ejecución personal a la patrimonial. La ley de las Doce Tablas no hacía distinciones específicas entre la ejecución individual y la colectiva, apareciendo sólo algunos rudimentos de materia concursal. En sus inicios y durante largos siglos no se concebía la posibilidad de que los bienes salieran del patrimonio sino por voluntad del titular, lo cual excluía toda forma posible de ejecución forzosa, las medidas no se dirigían al patrimonio del deudor, sino a su persona para forzarlo a cumplir, lo que existió exclusivamente sin nada parecido a la ejecución patrimonial durante siete siglos. Así la manus injectio que obligaba al deudor a cumplir bajo la posibilidad de que su acreedor lo tomara como prisionero para luego matarlo o venderlo como esclavo al extranjero, otra posibilidad era en la paris secando o la concusu membrorum para el caso de existir varios acreedores, podían repartirse el cadáver sin necesidad que la parte sea proporcional a la deuda en el primer caso y en el segundo vendido el deudor se repartía el importe obtenido entre los acreedores. Ejecución patrimonial: Paulatinamente el Derecho Romano iba pasando de la ejecución personal a la patrimonial a través de diferentes institutos que transformaban la ejecución sobre la persona del deudor en ejecución sobre sus bienes, que como dijimos fue iniciado por la ley Poetelia Papiria. Y como veremos lo normal era que se afectara en general a todo el patrimonio. Así surgen a través del derecho petroriano la missio in possessionem por la cual el acreedor entraba en posesión de los bienes –missio in rem- o patrimonio – missio in bona- del deudor con el objeto de asegurar su conservación a los fines del pago y la bonorum venditio que era complementaria de aquel, y permitía ante la falta de pago vender los bienes en bloque o como universalidad, la cual es luego superada por la bonorum distractio que permitía la venta singular de los bienes en el caso en que exista concurso de acreedores, primer atisbo de ejecución colectiva. Siempre aunque hubiese sido solicitado por un solo acreedor beneficiaba a todos, esbozo concursalista. (Una Lex Julia, del año 737 de Roma, permitía que el deudor pudiera recurrir a la cesio bonorum que era una especie de cesión voluntaria de bienes a los fines de proteger la buena fe del deudor y evitar la infamia. Del mismo modo se crea la pignus in causa iudicati captum que consistía en la toma de posesión de un bien por parte del juez por un lapso de tiempo y a su vencimiento si el deudor no cumplía se vendía y con el producido se satisfacía a los acreedores, siendo el primer antecedente de la ejecución de bienes.) Asimismo en el derecho clásico Pretor nacen las acciones contra la disminución del patrimonio del deudor y el consilium fraudis llamadas interdictum fraudatorium, la integrum restitutio y la actio pauliana, esta última dio origen a la acción revocatoria. El primer gran antecedente concursal, nace con el pactum ut minus solvatur que es el origen del concordato por mayoría, considerado el primer medio preventivo de la quiebra. En este sistema el heredero de una herencia insolvente podía convenir con los acreedores la reducción de las deudas aceptando aquel la herencia, que en su evolución llegó a que la votación favorable de la mayoría obligase a la minoría en el caso de remisión de una parte de la deuda, naciendo el llamado pacto de non petendo. 4. DERECHO CONCURSAL COLOMBIA El objeto del cual se ocupa el derecho concursal es si se quiere anómalo, refleja una patología, una situación crítica y por tanto merece respuestas contundentes, con miras a su superación. Hemos visto cómo ese derecho concursal, concebido como una medida de profilaxis en la actividad comercial, de depuración de prácticas indebidas, de excluir al comerciante que defraudó la confianza de sus pares y deshonró el oficio o profesión*, ha migrado a orillas distintas y desde esta perspectiva hoy tiene otra identidad, está impregnado de valores como la protección de la empresa, su reconocimiento como de la actividad económica o en palabras de Cesar Vivante el reconocimiento de la denominada "Comunidad de Riesgos, lo cual ha dado lugar a consideraciones y construcciones de otra clase. El sacrosanto derecho de propiedad, en ocasiones ha sido dejado de lado frente a otros valores que el legislador y el sistema ha considerado como prioritarios y ha dado lugar a expresiones como la del derecho francés de "Viva la empresa y mueran los empresarios, que reconocen de un tajo la importancia de aquella y su prelación sobre aquellos que le dieron origen. El derecho colombiano no ha sido ajeno a esta evolución y hemos visto cómo se ha desprendido del concepto clásico de la quiebra hacia otros valores, como la empresa, el empleo, el crédito, etc., acrecentados con su validación frente a la Constitución Política", y en especial con la nueva forma de leer, vivir y aplicar el derecho positivo. Un pequeño asomo histórico, demuestra este aserto, veamos: El Decreto 750 de 1940 consideraba que todo comerciante que incurría en mora en el pago de sus obligaciones se encontraba en estado de quiebra. De esta manera, estaba obligado a poner en conocimiento del juez su estado de insolvencia, so pena de que fuera tenido por culpable de su quiebra. Acto seguido, el juez declaraba el estado de quiebra, separaba al comerciante de la administración de sus bienes, decidía el embargo y secuestro de éstos y convocaba a todos los acreedores. Luego se abría una etapa probatoria y, finalmente, se dictaba la sentencia, mediante la cual el juez procedía a reconocer a los acreedores y a calificar sus créditos. Sin embargo, ser un mecanismo liquidatario, el Decreto permitía que el síndico a los acreedores que representaran más del 51% del pasivo, solicitaran al Juez la convocatoria de una reunión general para buscar convenios amigables. Si más de la mitad de los acreedores presentes votaba favorablemente esos acuerdos y estos acreedores representaban el 80% del pasivo, se podía celebrar un concordato el denominado concordato resolutivo, que exija la aprobación del juez y cuyos términos eran de obligatorio cumplimiento para el deudor y los titulares de los créditos. No existía la figura del concordato preventivo, cuya introducción en el derecho colombiano se produjo después, luego de que la Corte Suprema de Justicia en Sentencia del 29 de mayo de 1969 declarara la inconstitucionalidad del Decreto Ley 750 de 1940. Esta declaración fue seguida de la expedición del Decreto 2264 de diciembre de 1969, el cual. Introdujo la institución del concordato preventivo potestativo y obligatorio-, antecedente inmediato del Código de Comercio de 1971. El Código de Comercio de 1971 incorporó dos mecanismos para resolver las situaciones de crisis del comerciante. De una parte, en el Título I del Libro Sexto contempló las figuras de los concordatos preventivos potestativo y obligatorio y, de otra parte, en el Titula 'll del Libro Sexto, la quiebra, en una regulación armónica, construida con la paciencia propia de un artesano, tímida en algunos casos, con una regulación procesal con problemas, pero que aportó reglas que aún hoy se mantienen Posteriormente, el Decreto 350 de 1989 modificó integralmente el Título I del Capítulo VI del Código de Comercio, referido a los concordatos preventivos. Dentro de esta perspectiva histórica, la Ley 222 de 1995 constituye el paso final del proceso de sustitución gradual de la figura de la quiebra por mecanismos menos drásticos, como el de los procedimientos concursales. En efecto, esta ley eliminó definitivamente el instituto jurídico de la quiebra, al disponer en su artículo 242 la derogatoria del Título II del Libro sexto del Código de Comercio. Además, sustituyó toda la normatividad concordataria establecida por el Decreto 350 de 1989 y las reglas del estatuto procesal civil en cuanto a concurso de acreedores. Este estatuto, se encontraba soportado en los criterios de igualdad, eliminación de privilegios a los acreedores fiscales y acceso a los mecanismos de insolvencia por parte de cualquier deudor, evocando normas clásicas del concurso de acreedores sin hacer distinciones en cuanto a la calidad del sujeto. 5. DERECHO CONCURSAL EN FRANCIA En Francia la quiebra tuvo su primera regulación orgánica en el Reglamento de Lyon de 1667 –inspirado en los estatutos italianos- que sirvió de base a la ordenanza francesa de 1673. Sus principales disposiciones eran apartar a los acreedores extranjeros de la par condictio creditorum, reglamenta el período de sospecha y determina los efectos respecto a la persona del fallido. La Ordenanza francesa de 1673 no modificó el sistema. En 1807 llega la codificación comercial francesa dictándose el Código de Comercio ocupando el libro III para las quiebras, reglamentando la actuación de los acreedores, la verificación de sus créditos, la vinculación de la minoría a la solución de la mayoría en el concordato, la nulidad de los actos perjudiciales a los acreedores. El código sufre varias reformas posteriores, siendo las más significativas para nuestra materia, la de 1889 incorpora la liquidación judicial para deudores de buena fe, en 1955 donde se establece un nuevo régimen completo sobre quiebra y liquidación judicial, ya en 1967 se hace una reforma profunda cambiando el fundamento del concurso francés incorporando la noción de empresa separada de la de las personas que la dirigen. En 1984, la nueva reforma francesa legisla sobre prevención y solución extrajudicial de las dificultades de la empresa y finalmente llega la reforma de 1994 para mejora de la prevención de la insolvencia. 6. CONCURSAL EN EL PERU El sistema concursal peruano es uno de los pocos en el mundo en el que las decisiones acerca del destino del deudor las toman los propios acreedores. Se diría que es un sistema estrictamente privado si no se tuviera de por medio a la administración pública que ejerce la dirección del proceso; pero la actuación de esta no enerva el alcance de las decisiones que eventualmente pudieran tomar los acreedores dentro del concurso. Consecuencia de lo anterior es que nuestro sistema concursal se encuentra configurado de tal manera que el control de la empresa la ejercen los acreedores concursados, a través de un órgano decisorio que asume todas las funciones del mayor órgano de decisión que pueda tener el deudor (Junta General de Accionistas, en el caso de sociedades anónimas). Bajo estas circunstancias el deudor se encuentra en una situación de desapoderamiento que nuestro sistema legal justifica, dado que con ello se cumplirían los fines del procedimiento concursal centrados en la protección del crédito. El sistema, tal como se encuentra ahora, es el resultado de una evolución legislativa en los últimos veinte años, cuyas modificaciones más importantes se plasmaron en la década de los noventa, sea por la coyuntura política, sea por la coyuntura económica, sea porque se necesitaba una ley que pudiera proteger frente a todos el crédito ORIGEN DE LOS SISTEMAS CONCURSALES EN EL PERU Los sistemas concursales aparecen con un objetivo concreto: resolver la situación de crisis por la que puede atravesar un deudor en un momento determinado. Al margen de los hechos que pudieron generar la crisis (cuya concepción subjetiva de imputación al deudor se presentó en los orígenes) lo importante es la búsqueda de los mecanismos más eficientes para su solución. Se parte para ello de diversos presupuestos. El primero es la determinación objetiva de esta situación de crisis. La mayoría de legislaciones entiende que la situación de insolvencia cuya manifestación puede ser la cesación de pagos, es un primer referente. Lo segundo es la certeza de que los bienes del deudor en una situación de crisis, casi nunca serán suficientes para cubrir las deudas generadas (entendiéndose que, bajo el principio de responsabilidad patrimonial universal, la totalidad de los bienes del deudor serán sometidos al proceso). Esto genera el tercer presupuesto: el establecimiento de normas que permitan que los acreedores puedan ver satisfechos sus derechos con el menor costo posible. A ello se suman las nuevas tendencias del derecho concursal que pretende extender más allá del binomio acreedor - deudor los efectos de la solución de la crisis, en el entendido de que esta, en tanto se genera en el marco del ejercicio de una actividad empresarial, involucra más intereses que los acotados y no puede reducirse a la sola satisfacción del interés de los acreedores a través de la liquidación del patrimonio del deudor. Deben incentivarse otras opciones. El origen remoto de la quiebra se encuentra en la bonorum venditio que era un procedimiento creado para un comerciante individual, el típico de las ferias del bajo medioevo, siglos X y XI. Será en los Estatutos de las ciudades italianas de esa época en el que el fallimento se configura como el procedimiento de ejecución colectiva de un deudor común. La normativa italiana de esa época se encuentra animada por un principio de carácter público: la quiebra no constituye simplemente un asunto entre privados, sino que existe un interest republicae en el fallimento de un deudor común. En este sentido, se considera que el hecho - ilícito por principio - de la quiebra incumbe al Estado y su represión y castigo serán una finalidad fundamental unida a la de la satisfacción de los acreedores. Sin embargo, esta coexistencia de intereses irá con el tiempo cediendo en perjuicio del privado, convirtiéndose en una tarea del Estado la ejecución sobre el patrimonio del deudor. 7. CONCLUSION La constitución peruana relacionada con el derecho concursal hace referencia a una nueva filosofía respecto de los principios e intereses que inspiraba y pretendía proteger la legislación anterior. El nombre de «ley de Reestructuración Empresa rial implica que justamente el objetivo de la ley es la reestructuración empresarial antes que dirigirse directamente a la declaración de quiebra o la liquidación de la empresa. • El hecho de que ley no se denomine «ley de Quiebras» o «ley de Liquidación de Empresas» nos indica que la idea de fondo es el intento de cambio en la filosofía del proceso. Es claro que la ley y el Estado no pueden forzar a los acreedores y deudores a llegar a un arreglo, ni a optar por la reestructuración, pero sí es posible que los mecanismos de la ley se dirijan a crear un marco de negociación entre deudores y acreedor res para que se aplique un programa de salvación a la empresa antes de pro ceder a su liquidación o quiebra.