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¿QUIÉN SOY?
Como persona:
1. Mi ___________favorito (a) es:
7. Me enojo cuando:
6.- MURAL. Un grupo grande, como en el caso de una comunidad entera, puede
hacer un mural que lo represente. Esto puede hacerse en hojas de rotafolio para
evaluar todo el trabajo, en este trabajo se pueden utilizar recortes de revistas. Se
pega en una pared y cada uno da una breve explicación de lo que hizo.
LA RANA Y EL ESCORPION
Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana
muy generosa.
Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que
se encontraban en problemas ante la crecida del rio.
La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones
y desencantos, respondió enseguida: “¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni
pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si estoy cerca de tí, me
inyectarás un veneno letal y moriré!”
El escorpión le replicó: “No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré.
Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar,
perecería ahogado.”
Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su
espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que
llevaba sobre su espalda.
Llegaron a mitad del río. Atrás había quedado una orilla. Frente a ellos se
divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente sorteó un
remolino…
Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor
agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron
a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron
fuerzas para gritarle al escorpión:
Las ranas podrán encontrarse con escorpiones, pero también con otras ranas,
y cuando las ranas se encuentran, existe la felicidad.
LA RANA SORDA
Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por
vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era
posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada
vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo. Las otras le
preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que
era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde
a esforzarse más y más para salir del hueco.
La palabra tiene poder de vida y de muerte. Una voz de aliento a alguien que
se siente desanimado puede ayudarle a terminar el día, mientras que una
palabra negativa puede acabar por destruirlo. Cualquiera puede decir palabras
que roben a los demás el espíritu que les permite seguir la lucha en medio
de tiempos difíciles. Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo
con lo que escuchamos.
Anónimo dijo...
Quien soy es una pregunta que pueden responderse pocas personas .
La razón es que son los demás los que con actitudes de aprobación o
rechazo nos dicen quienes somos . Este es un yo social que insume
gran cantidad de tiempo y esfuerzo .
¿Pero somos lo que dicen los otros , o los otros nos entendieron mal?
¿O negamos lo que los otros creen de nosotros? ¿O el individuo
realmente existe y puede prescindir de la existencia de otros
humanos ?
Para quien cree en Dios , nuestra identidad se confirmará o disolverá
sólo ante su Presencia . Y quizás en esto consista el fantaseado
infierno católico . Simplemente en no ser , por no haberlo querido ,
por no pagar el costo de ser en este mundo .
Para quien no cree , esta examinación final no existiría , lo cual lejos
de una ventaja se convierte en una exigencia más para hacer las cosas
bien .
Es el deber ser de la cultura patriarcal aún vigente expresado de dos
formas diferentes según las creencias . Saludos desde la arrocera .
M.S
Yo pienso que el "quienes somos" debemos definirlo nosotros mismos en cada
momento; no creo que nuestro ser esté separado de nuestra voluntad y decisión.
Los demás no siempre reflejan quienes somos, sino muchas veces sus propios
prejuicios. Nos ven con sus propios lentes, y solo cuando esta visión coincide
(casualmente) con lo que pensamos de nosotros, es que decimos "esa persona me
conoce bien, sabe quien soy".
Es por este motivo que diferentes personas pueden tener una diferente visión sobre
nosotros. Unos nos ven con antipatía, otros con cariño y cordialidad, unos nos
atribuyen actitudes negativas, otros positivas. ¿Quien tiene la razón? ¿La mayoría?
¿Desde cuando el quienes somos se decide por mayoría de votos?
Para quien cree en un Dios cristiano, su ser personal está determinado por gracia
divina, que se consolidaría post-mortem.
http://www.tothesource.org/10_30_2007/10_30_2007.htm
Anónimo dijo...
Mi punto fue, y quizás allí radiquen las limitaciones de nuestro lenguaje, ¿qué tipo
de "ser uno mismo" es al que nos referimos? ¿Cuál es su fundamento último? ¿En qué
basamos el quien soy?
Un no creyente de tipo materialista podría responder "Yo soy mi cerebro", "yo soy
materia altamente evolucionada", "yo soy un producto accidental de la naturaleza",
o cualquier otra respuesta. Otro no creyente, pero con una visión espiritual,
respondería "Yo soy un ser espiritual en un mundo material"; y un cristiano quizás
responda "Yo soy una creatura del Señor"
Concuerdo con M.S. que no creer en Dios no es lo mismo que ser ateo (aun cuando
muchos ateos se definen así, como alguien que "no cree" en Dios, y no como quien
cree que Dios no existe), y tampoco es lo mismo que ser materialista.
A lo que me referí en mi comentario fue que, para el que tiene una cosmovisión
cristiana, su "quien soy" está respondido en parte por el Dios que, graciosamente, le
dio su ser (ya que ese Dios es el que creó el mundo y lo sostiene). Este Dios le ofrece
también la basa ontológica y axiológica de su existencia.
Luego, para un cristiano, la respuesta a "quien soy" no puede responderse con total
independencia de este Dios.
No quise decir que quien no cree carezca de sentido de vida; puede tener un
sentido, pero éste tiene que elegirlo el propio sujeto, no es un sentido último que
exista como algo objetivamente trascendental; sino que es algo contingente, y que
el propio sujeto debe elegir.
Asumir consistentemente la propia finitud, contingencia, y potencial extinción
permanente, nos hace consciente de que cualquier sentido que le demos a la vida es
también contingente y, hasta cierto punto, arbitrario y relativo.
Un mundo sin sentido ni propósito en sí solo puede tener el sentido y propósito que
nosotros arbitrariamente le demos.
Por eso M.S., tu aclaratoria sobre lo que significa ser "no creyente" es pertinente y
correcta, y la comprendí desde el primer mensaje; solo que derivé de ella lo que, en
mi modesta y falible opinión, son sus implicancias últimas consistentemente seguidas
y formuladas, y su relación con este artículo.