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Alberto Benegas Lynch (h) recuerda a


Jorge Luis Borges

 junio 15, 2021(https://www.libertadyprogreso.org/2021/06/15/)

Por Alberto Benegas Lynch (h) – Diario de América – Cuando era rector de la Escuela Superior
de Economía y Administración (ESEADE) los alumnos me pidieron tenerlo a Borges entre los
invitados. Intenté el cometido por varios caminos indirectos sin éxito, incluso almorcé en su
momento con mi pariente Adolfo Bioy Casares con quien en aquel entonces éramos miembros
de la Comisión de Cultura del Jockey Club de Buenos Aires, pero me dijo que “Georgie se está
poniendo muy difícil de modo que prefiero no intervenir en este asunto”. Finalmente decidí
llamarla por teléfono a la famosa Fanny (Epifanía Uveda de Robledo) quien actuaba como ama
de llaves en la casa de Borges desde hacía más de un cuarto de siglo. Ella me facilitó todo para
que Borges fuera a hablar a ESEADE y arregló los honorarios conmigo.

La velada fue muy estimulante y repleta de ironías y ocurrencias típicamente borgeanas todo
lo cual se encuentra en la filmación de ese día en los archivos de esa casa de estudios, acto al
que también nos acompañó por unos instantes Adolfito antes de ir a la regular sesión de
masajes para aliviar su dolor de espalda. Cuando nos dirigíamos al aula Borges me preguntó
“¿Dónde estamos Benegas Lynch?” y cuando le informé que en el ascensor me dijo “¿por qué
ascensor y no descensor?”.
Cuando lo dejé en su departamento en la calle Maipú me invitó a pasar y nos quedamos
conversando un buen rato atendidos por Fanny que nos sirvió una taza de té que al rato repitió
con la mejor buena voluntad. Hablamos de los esfuerzos para difundir las ideas liberales y las
dificultades para lograr los objetivos de la necesaria comprensión de la sociedad abierta. Se
interesó por la marcha de mis cátedras y especialmente por la reacción de los estudiantes.
Volvió a sacar el intrincado tema del arte objetivo o subjetivo que habíamos tocado en el
automóvil cuando lo buscamos con María, mi mujer, ocasión en la que al intercalar la relación
entre el arte y la religión señaló que la referencia religiosa más sublime que había escuchado
era que “el sol es la sombra de Dios”.

Sé que María Kodama ha tenido serias desavenencias con Fanny (y con algunos allegados y
allegadas a Borges) pero no quiero entrar en esos temas, sólo subrayo que con María tenemos
una muy buena relación y ella me invitó a exponer en el primer homenaje a Borges que le
rindió la Fundación que lleva su nombre junto al sustancioso y extrovertido español José
María Álvarez y a otros escritores. Mi tema fue “Spencer y el poder: una preocupación
borgeana” lo cual fue muy publicitado en los medios argentinos (a veces anunciado
equivocadamente como Spenser, por Edmund, el poeta del siglo xvi, en lugar de aludir a
Herbert Spencer el filósofo decimonónico anti-estatista por excelencia). Con Maria Kodama
nos hemos reunido en muy diversas oportunidades solos y con amigos comunes pero siempre
con resultados muy gratificantes.

Son muchas las cosas de Borges que me atraen. Sus elucubraciones en torno a silogismos
dilemáticos me fascinan, por ejemplo, aquel examen de un candidato a mago que se le pide
que adivine si será aprobado y a partir de allí como el consiguiente embrollo que se desata no
tiene solución. Por ejemplo, su cita de Josiah Royce sobre la imposibilidad de construir un
mapa completo de Inglaterra ya que debe incluir a quien lo fabrica con su mapa y así
sucesivamente al infinito. Por ejemplo, la contradicción de quienes haciendo alarde de
bondad sostienen que renuncian a todo, lo cual incluye la renuncia a renunciar que significa
que en verdad no renuncian a nada.

He recurrido muchas veces a Borges para ilustrar la falacia adhominem, es decir quien


pretende argumentar aludiendo a una característica personal de su contendiente en lugar de
contestar el razonamiento. En este sentido, Borges cuenta en “Arte de injuriar” que “A un
caballero, en una discusión teleológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El
agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ésto señor, es una digresión; espero su argumento” y
la importancia de saber conversar a la que alude Borges quien ilustra la idea con la actitud
hospitalaria y receptiva de Macedonio Fernández que siempre terminaba sus consideraciones
“con puntos suspensivos para que retome el contertulio”, a diferencia de Leopoldo Lugones
que “era asertivo, terminaba las frases con un punto y aparte; para seguir hablando con él
había que cambiar el tema”.

Siempre me ha parecido magnífico el modo en que Borges comienza “La biblioteca de Babel”:
“El universo (que otros llaman la biblioteca)…”. Una afirmación que encierra el secreto de
toda biblioteca bien formada que representa un fragmento de la cultura universal, una porción
de los amigos del conocimiento, un segmento de los alimentos más preciados del alma.

A mis alumnos les he citado frecuentemente el cuento borgeano de “Funes el memorioso”


para destacar la devastadora costumbre de estudiar de memoria y la incapacidad de
conceptualizar y de relacionar ideas. Recordemos que Funes, con su memoria colosal después
del accidente, no entendía porque se le decía perro tanto a un can de frente a las cuatro de la
tarde como a ese animal a las tres y de perfil.
Es casi infinito el jugo que puede sacarse de los cuentos de Borges (un periodista distraído una
vez le preguntó cuál era la mejor novela que publicó, a lo que el escritor naturalmente
respondió: “nunca escribí una novela”). Las anécdotas son múltiples: en una ocasión, al morir
su madre, una persona, en el velorio, exclamó que había sido una lástima que no hubiera
llegado a los cien años que estuvo cerca de cumplir, a lo que Borges respondió “se nota señora
que usted es una gran partidaria del sistema decimal”. Con motivo del fútbol en una ocasión
se preguntó en voz alta la razón por la que ventidós jugadores se peleaban por una pelota:
“sería mejor que le dieran una a cada uno”. Un joven se le acercó en la calle y con gran euforia
le entrega un libro de producción propia y Borges le pregunta por el título a lo que el peatón
responde Con la patria adentro, entonces el escritor que siempre rechazó toda manifestación
de patrioterismo exclamó “¡qué incomodidad amigo, qué incomodidad!”. En otra ocasión se
arrima una joven entusiasta que afirma casi a los alaridos “Maestro, usted será inmortal” a lo
que Borges respondió “no hay porque ser tan pesimista hija” y cuando Galtieri era presidente
argentino le dijo que una de sus mayores ambiciones era parecerse a Perón: Borges
(seguramente conteniendo sus primeros impulsos) replicó lo más educadamente que pudo,
“es imposible imponerse una aspiración más modesta”.

Poco antes, en esa misma época militar, se convocó a una reunión de “la cultura” a la que lo
habían invitado reiteradamente por varios canales y a la salida los periodistas le consultaron
sobre el cónclave a lo que Borges contestó con parquedad y con un indisimulado tono
descalificador: “no conocía a nadie”. A poco de finiquitada la inaudita guerra de las Malvinas,
Borges publicó un conmovedor poema donde tiene lugar un diálogo entre un soldado inglés y
uno argentino que pone de manifiesto la insensatez de aquella guerra iniciada por Galtieri al
invadir las mencionadas islas (tantas personas perdieron el juicio en esa guerra que un
miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina sugirió se lo
expulsara al premio Nobel en Economía F. A. Hayek como miembro correspondiente de la
corporación debido a que declaró con gran prudencia y ponderación que “si todos los
gobiernos invaden territorios que estiman les pertenecen, el globo terráqueo se convertirá en
un incendio mayor del que ya es”…afortunadamente aquella absurda e insólita moción no
prosperó).

Borges tenía una especial aversión por todas las manifestaciones de los abusos del poder
político por eso, en el caso argentino, sostuvo en reiteradas ocasiones (reproducido en El
diccionario de Borges compilado por Carlos R. Storni): “Pienso en Perón con horror, como
pienso en Rosas con horror” y por eso escribió en “Nuestro pobre individualismo” que “El
más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el
casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo” y en el
mismo ensayo concluye que “el Estado es una inconcebible abstracción”.

Pronostica Borges (lo cual queda consignado en el antedicho diccionario) que “Vendrán otros
tiempos en que seremos ciudadanos del mundo como decían los estoicos y desaparecerán las
fronteras como algo absurdo” y en “Utopía de un hombre que estaba cansado” se pregunta y
responde “¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente
en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban
fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer censura y nadie en el planeta los acataba.
La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y efigies. Los políticos tuvieron que buscar
oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda
habrá sido más compleja que este resumen”.
Borges nos arranca la angustia del absurdo perfeccionismo al intentar la administración de
la pluma en el oficio de escribir cuando al citarlo a Alfonso Reyes dice que “como no hay
texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores” ya que un
texto terminado “es fruto del mero cansancio o de la religión”.

Y para los figurones siempre vacíos que buscan afanosamente la foto, escribió Borges en El
hacedor: “Ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se
descubriera su condición de nadie” y también, en otro tramo de esa colección, subrayaba la
trascendencia de la teoría al sostener que “La práctica deficiente importa menos que la sana
teoría”. Se solía mofar de la xenofobia y los nacionalismos, así definió al germanófilo en la
segunda guerra, no aquel que había abordado a Kant ni había estudiado a Hoelderin o a
Schopenhauer sino quien simplemente  era “anglófobo” que “ignora con perfección a
Alemania, pero se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra” y, para colmo
de males, era antisemita. En el ensayo anteriormente mencionado sobre el individualismo
enfatiza que “el nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente
molesto”.

Sus muy conocidos símbolos revelan distintas facetas del mundo interior. Los laberintos
ponen de manifiesto el importante sentido de la perplejidad y el asombro como condición
necesaria para el conocimiento y el sentido indispensable de humildad frente a la propia
ignorancia. Los espejos -cuando se mira en profundidad la propia imagen- “atenúa nuestra
vanidad” y, simultáneamente permite ver que “somos el mismo y somos otros” en el
contexto de las variaciones que operan en el yo a través del tiempo. Los sueños como anhelos y
como fantasía. La manía borgeana por los tiempos circulares si se partiera de la premisa que
todo es materia y el universo finito, lo cual conduce a permutaciones repetitivas (noción que,
entre otros textos, la adopta en “La biblioteca total”, en conformidad con una conjetura que
comenta Lewis Carroll dado “el número limitado de palabras que comprende un idioma, lo es
asimismo el de sus combinaciones posibles o sea el de los libros”). Y, por último, el color
amarillo del tigre como su primer recuerdo “no físicamente, sino emocionalmente” que se
une al color que frecuentemente veía en su ceguera.

Ante todo, Borges se caracterizó por su independencia de criterio y su coraje para navegar
contra la corriente  de la opinión dominante y detestaba “al hombre ladino que anhela estar de
parte de los que vencen” tal como escribió en la antes menciona nota sobre los
germanófilos…“a un caballero solo le interesan las causas perdidas” recordó con humor
nuestro personaje en el reportaje conducido por Fernando Sorrentino.

En el prólogo a unas pocas de las obras de Giovanni Papini (otro cuentista y ensayista
extraordinario con una prodigiosa imaginación) dice Borges: “no se si soy un buen escritor;
creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”.

Edwin Williamson, Victoria Ocampo, Rodríguez Monegal, Norman Thomas di Giovanni, María
Esther Vázquez, Alicia Jurado y tantísimos otros han escrito sobre Borges y otros tantos lo han
entrevistado (apunto al margen que le dijo a Osvaldo Ferrari que “cuando uno llega a los
ochenta y cuatro años uno ya es, de algún modo, póstumo”) y una cantidad notable de tesis
doctorales producidas en todos los rincones del orbe sobre este firme patrocinador del
cosmopolitismo. De cualquier manera, no por reiterado es menos cierto y necesario decir que
este autor constituye una invitación portentosa y renovada a la pregunta y al cuestionamiento
creador.
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Alberto Damian Centioni


¡Genial, gracias por esta síntesis!
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   

 (https://www.libertadyprogreso.org/2021/0 (https://www.libertadyprogreso.org/2021/0
El BCRA usará las DEG para aumentar la emisión y crece su deuda.
(https://www.libertadyprogreso.org/2021/09/28/el-bcra-usara-las-deg-
para-aumentar-la-emision-y-crece-su-deuda/)
Agustín Etchebarne •
septiembre 28, 2021

(https://www.libertadyprogreso.org/2021/09/28/el-
bcra-usara-las-deg-para-
aumentar-la-emision-y-
crece-su-deuda/)

“El estado gasta más pero nosotros nos quedamos con menos poder
adquisitivo” (https://www.libertadyprogreso.org/2021/09/28/el-estado-
gasta-mas-pero-nosotros-nos-quedamos-con-menos-poder-
adquisitivo/)
Aldo Abram •
septiembre 28, 2021

(https://www.libertadyprogreso.org/2021/09/28/el-
estado-gasta-mas-pero-
nosotros-nos-quedamos-
con-menos-poder-
adquisitivo/)

Las medidas del Gobierno no tendrán efecto sobre el consumo por falta
de recursos reales (https://www.libertadyprogreso.org/2021/09/28/las-
medidas-del-gobierno-no-tendran-efecto-sobre-el-consumo-por-falta-
de-recursos-reales/)

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