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La alteración del ciclo del agua como resultado del calentamiento del clima no sólo

afectará a la calidad y cantidad de agua para las necesidades humanas básicas, sino que
también planteará riesgos para la producción de energía, la seguridad alimentaria, la
salud humana, el desarrollo económico y la reducción de la pobreza, lo que socavará la
consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la lucha contra el
calentamiento global.

Cada vez está más claro que la crisis climática es una crisis del agua, pero aún no se le
está dando la importancia que realmente tiene en esta lucha que se irá intensificando a
medida que avance el siglo XIX, decisivo para la humanidad. A menos de un mes del
comienzo de la COP26, la cumbre del clima de la que deben salir compromisos
concretos para contener el aumento de temperaturas en 1,5º en cumplimiento del
Acuerdo de París, y lograr la carbononeutralidad en 2050, aún no se sabe el peso que
tendrá el agua en las negociaciones a las que están llamados más de 190 países.

El Foro Económico Mundial ha hecho un llamamiento para que el agua sea uno de los
temas centrales en la cumbre climática de Glasgow. La organización señala el coste
humano que ya supone que una de cada dos personas no tenga acceso al agua potable
administrada de manera segura en su hogar y alerta de que, “en solo unos pocos años,
aproximadamente dos tercio de la población mundial se enfrentarán a la escasez de
agua“.

Además de la crisis humanitaria que supone esta situación, el Foro recuerda que la
escasez de agua será la mayor amenaza relacionada con el clima para los activos
corporativos como las fábricas en las próximas décadas, según un informe reciente. Sin
embargo, apenas se tiene en cuenta por los inversores.

La falta de agua ya está desencadenando conflictos violentos en varios puntos del


mundo, como en la India y en Camerún, creando nuevos migrantes y refugiados que
pueden contribuir a una mayor escasez dondequiera que se reubiquen. Sydney sufrirá un
déficit en 20 años si la ciudad continúa creciendo al ritmo actual, según una estimación
reciente, mientras que los residentes de San José, California (la ‘capital’ de Silicon
Valley), están siendo amenazados con sanciones si no reducen su consumo de agua en
un 15%. La sequía mata de hambre a Chad, Burkina Faso o Madagascar.

Si bien tanto las sequías como las crecientes inundaciones están concienciando al
planeta de que el agua tendrá un papel central en la adaptación a los efectos del cambio
climático, cada vez más extremos, el papel del agua en la descarbonización y la
mitigación no está calando en los tomadores de decisiones a la altura de la importancia
que realmente tiene.
Central nuclear.

Por ello a la hora de negociar en este sentido en la COP26 el agua debe ocupar el sitio
que le corresponde. No se puede olvidar que algunas opciones de energía para reducir
el carbono, si no están bien diseñadas, pueden agotar los ríos y contaminar las vías
fluviales.

“Si no obtiene el agua correctamente, sus esfuerzos de mitigación serán menos


efectivos”, señala Howard Bamsey, presidente de Global Water Partnership, una red de
promoción y desarrollo de habilidades que trabaja para integrar el agua con las
decisiones climáticas.

La mitigación necesita mucha agua

Las turbinas eólicas y la energía solar, dos fuentes robustas y crecientes de energía
renovable, requieren cantidades insignificantes de agua para producir electricidad –
aunque sí se necesita mucha para la producción de los aerogeneradores y las placas-.
Otras tecnologías bajas en carbono no se andan con tanta ligereza. Las plantas
nucleares aspiran enormes volúmenes de agua para enfriar, matando la vida acuática y
calentando los ríos en el proceso. El uso de hidrógeno como combustible sin gas metano
como materia prima requiere una fuente de agua confiable. Cultivar árboles para
almacenar carbono o cosechar plantas para convertirlas en biocombustible compromete
la tierra, el agua y los fertilizantes, que pueden contaminar ríos y acuíferos.
Las maniobras más difíciles, como atrapar las emisiones de carbono de las centrales
eléctricas o extraer carbono directamente del aire, requieren aún más energía, lo
que afecta el uso del agua porque la mayoría de las centrales térmicas necesitan agua
para enfriarse. Un estudio publicado en Nature en 2020 encontró que la captura
directa de carbono requería un volumen sorprendentemente grande de agua,
principalmente debido a la energía para hacer funcionar el equipo. La transición
energética eventualmente alejará la producción de electricidad de la energía térmica
intensiva en agua, pero el riesgo a corto plazo es real.

La directora de políticas de la Alianza para la Adaptación Global del Agua, Ingrid


Timboe, en declaraciones para Circle of Blue, considera también que el agua debe
ganar peso en las estrategias de mitigación. “Esa es una de las cosas en las que
estamos presionando un poco más. Destacar realmente dónde puede contribuir el agua a
alcanzar nuestros objetivos de mitigación, pero también dónde existen riesgos
potenciales”, señala.

Uno de los riesgos que mencionó Timboe es la energía hidroeléctrica. Si un país


depende del flujo de agua para generar electricidad, ¿cuáles son sus planes durante una
sequía, como las que actualmente están afectando a la producción energética en Brasil,
por ejemplo? ¿Tiene fuentes de respaldo? ¿O cambiará a combustibles más intensivos
en carbono?

Represa Cantareira a un nivel muy bajo, en el estado de Sao Paulo, Brasil. | Foto:
Nelson Antoine

Timboe alerta de que el agua puede resultar dañada por soluciones de carbono mal
diseñadas, pero también es parte de la solución.  Pero el agua también puede ser parte
de la solución. “La restauración de humedales y turberas por sus características de
purificación de agua y amortiguación de inundaciones también preserva su capacidad de
actuar como esponjas de carbono vitales. Los ríos proporcionan un efecto de
enfriamiento en las tierras cercanas, funcionando como un acondicionador de aire
natural”, explica.

El agua es por tanto el conector de todas las estrategias, de la mitigación y la


adaptación, de unos ODS con otros, de eventos extremos con soluciones de la
naturaleza. Y este papel, sin duda, debe reivindicarse en la cumbre climática más
importante de la historia. Una cita de la que deberán salir compromisos firmes para que
la humanidad pueda seguir en el planeta Tierra muchos siglos más.

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