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Blanco Alfonso, I. (2020).
Posverdad, percepción de la realidad y opinión pública.
Una aproximación desde la fenomenología.
Revista de Estudios Políticos, 187, 167-186.
doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.187.06
Resumen
1
Este artículo forma parte del proyecto “Nuevos escenarios de vulnerabilidad digital:
alfabetización mediática para una sociedad inclusiva” (PROVULDIG-2), financiado
por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo (ref. H2019/HUM-5775),
del que el autor es Investigador Principal. Además, parte de la investigación se
desarrolló durante la estancia de investigación realizada por el autor en el Departamento
de Sociología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), financiada por el
Programa de Ayudas a la Movilidad Internacional de Profesores e Investigadores
Senior, del Ministerio de Educación Cultura y Deporte (ref. PRX16/00612).
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informadas o expertas está en la base del clima dominante de posverdad. Este con-
texto en el que la mentira es el mensaje representa una amenaza directa a la raíz
misma de la democracia, en la medida en que la falta de información veraz supone
una limitación de la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones libres.
Palabras clave
Abstract
Keywords
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN
2
Consulta efectuada el 11 de septiembre de 2019.
3
The English Oxford Dictionary seleccionó post-truth palabra del año en 2016 al
haberse disparado su uso un 2000 % durante 2015 y la definió así: «Relating to or
denoting circumstances in which objective facts are less influential in shaping public
opinion than appeals to emotion and personal belief».
4
El informe completo sobre las fake news y la desinformación online se puede consultar
en el sitio web de la Comisión Europea: http://bit.ly/39rxWhj.
5
Una completa revisión del concepto democracia deliberativa puede verse en Pérez
Zafrilla (2014); Aznar y Pérez Llavador (2014).
«ninguna jerarquía inequívoca separa al emisor del receptor», sino que «cada
uno es emisor y receptor, consumidor y productor a la vez», el proceso comuni-
cativo se corrompe porque carece de la jerarquía de poder natural que separa al
que posee la información del que la recibe. Así, la comunicación digital se trans-
forma en una suerte de «reflujo, con todos sus efectos destructivos» (ibid.: 18-19).
La transmutación del receptor en emisor conlleva un incremento de la
cantidad de información y un descenso de la calidad. El receptor-emisor no
experto solo puede intervenir en el debate público aportando sus opiniones.
«La actual sociedad de la opinión y la información descansa en esta comuni-
cación desmediatizada —afirma Han—, donde cada uno produce y envía
información. Esta desmediatización de la comunicación hace que los periodis-
tas, estos representantes en tiempos elitistas, estos hacedores de opinión —es
más, sacerdotes de la opinión— parezcan superfluos y anacrónicos. La desme-
diatización general pone fin a la época de la representación» (ibid.: 34-35).
En suma, uno de los problemas de la comunicación digital es que genera
mucha más información, pero no está demostrado que mayor cantidad de
información optimice nuestra capacidad de tomar mejores decisiones. Más
bien al contrario: la propagación de noticias falsas genera ruido y atrofia la
capacidad de comprensión de la realidad. «Cuanta más información se pone a
disposición, más impenetrable se hace el mundo», afirma Han, pues «en un
determinado punto, la información ya no es informativa, sino deformativa; la
comunicación ya no es comunicativa sino acumulativa» (ibid.: 89).
para la nación. Autores como Walter Lippmann y otros del «realismo democrá-
tico» (Westbrook, 1991) creían «intolerable e inviable la ficción de que cada
uno de nosotros deberíamos adquirir una opinión competente sobre todos los
asuntos públicos» (Lippmann, [1922] 2003: 43); no existe un «ciudadano
omnicompetente» capaz de decidir lo más adecuado de modo racional, técnico
e informado, porque «el mundo que debemos afrontar políticamente queda
fuera de nuestro alcance, visión y comprensión» (ibid.: 41).
Así las cosas, el individuo ha solucionado esta incapacidad creando
«pseudoentornos» cognitivos, es decir, «representaciones del entorno» que le
permiten formarse una imagen cabal, pero «ficticia» de aquellos aspectos del
mundo sobre los que no tiene experiencia directa. En el capítulo «The world
outside and the pictures in our heads», explica Lippmann que la mayor parte
del conocimiento sobre el mundo exterior no procede de la experiencia
directa del individuo, sino del relato que otras personas le han hecho de ese
mundo exterior.
De aquí derivaría el riesgo advertido por estos autores de que el sistema
democrático descansa sobre las decisiones inexpertas del hombre medio,
sometido a preguntas para las que no tiene respuestas y ante las que solo puede
decidir arbitrariamente, de acuerdo con sus emociones y sentimientos. Esta es
la razón por la que autores como Lippmann enfatizaron la función social de la
prensa como modeladora de la opinión pública, hasta el punto de llegar a afir-
mar que, en sentido estricto, «la crisis actual de la democracia es una crisis de
su periodismo» (Lippmann, 2011: 7).
Ahora bien, esta concepción del individuo como parte de una masa
amorfa y manipulable por medio de la propaganda emocional fue en gran
medida corregida en los años sesenta gracias la teoría de la opinión pública
formulada por Habermas sobre la base de la teoría clásica de la democracia
liberal. Su estructura epistemológica descansaba sobre la noción de esfera
pública (Habermas, 1962), un modelo normativo de comunicación y partici-
pación que presupone la existencia de unos ciudadanos informados que discu-
ten e intercambian opiniones sobre los asuntos políticos de su comunidad.
Sin embargo, la base racionalista de esta teoría provocó varias revisiones
críticas que, desde los años noventa, han señalado algunas dificultades para su
aplicación normativa y práctica y, sobre todo, han discutido su utilidad para
describir los actuales escenarios de deliberación ciudadana (las redes sociales,
como ya hemos indicado), inexistentes hace tan solo diez años (Dader, 1992:
111-127; Rosas y Serrano-Puche, 2018: 2032-2033). El propio Habermas
reformuló en los años noventa su concepto de esfera pública admitiendo la
existencia de una pluralidad sociológica que no es monolítica ni homogénea.
Si bien el concepto de esfera pública sigue vigente y su imagen resulta
sumamente eficaz para correlacionar ciudadanía y opinión pública, recientes
6
Queda fuera del alcance de este artículo las explicaciones que la neurociencia nos
proporciona acerca del proceso de construcción mental de la realidad. En uno de sus
Por otro lado, el empoderamiento del individuo que logra segregarse del
grupo en la esfera digital desemboca en la metáfora del enjambre desarrollada
por Han (2014). La sociedad de masas es diferente de la sociedad digital porque
esta se parece a un enjambre en la que cada individuo está aislado del resto y
no actúan como grupo. «No existe un nosotros —dice Han—, sino un yo que
en el flujo digital es un nadie». En el enjambre cada individuo va a lo suyo, no
existe una actuación común, y cuando aparentemente la hay, como los indig-
nados, estos son volátiles y efímeros porque carecen de un alma y un espíritu
común que les permita alcanzar objetivos comunes (ibid.: 25-32).
Para Han, los individuos están aislados en la red, no forman un conjunto
ni pertenecen a un grupo. La sociedad digital en la que los individuos se repre-
sentan a sí mismos ha provocado una crisis de la representatividad que, sin
duda, afecta a la calidad de la política (ibid.: 93).
impresiones que recibimos de las cosas o de los hechos adquieren forma y sig-
nificado físico y moral gracias a los conceptos.
forma, de la propagación de la noticia falsa del supuesto apoyo del papa Fran-
cisco a Donald Trump no se puede inferir que todos los votantes católicos de
Estados Unidos le dieron su voto. Incurriríamos en una grosera interpretación
de la realidad. El proceso es mucho más complejo, pues así como las interac-
ciones «cara a cara» suelen basarse en una comunicación bidireccional, las
sociales consisten en interacciones «mediáticas» o «casi mediáticas» (ibid.:
120) unidireccionales y basadas en procesos de transmisión estructurada.
¿Cómo explicar entonces el proceso de recepción? Thomson considera
que se trata de un proceso «activo» y «creativo», y que «las maneras en que los
individuos dan sentido a los productos mediáticos varían acorde con su bagaje
social y sus circunstancias; de ahí que el mismo mensaje pueda comprenderse
de manera distinta en contextos distintos» (ibid.: 62). De este modo, la recep-
ción es concebida por Thomson como una actividad «situacional, rutinaria»,
que comporta un «logro habilidoso» y que, principalmente, se fundamenta en
un «proceso hermenéutico». Esta es una de las claves que explica la compleji-
dad del asunto estudiado en este artículo, pues al recibir un producto mediá-
tico «los individuos se ven generalmente envueltos en un proceso de
interpretación a través del cual dan sentido a esos productos» (ibid.: 64).
Este «verse envueltos» es una formulación suficientemente expresiva que
nos presenta a un individuo activo, involucrado en el proceso, que ha de pres-
tar atención al mensaje para desentrañar su contenido simbólico, si bien no
todos los medios y contenidos exigen el mismo grado de atención y esfuerzo
por parte del receptor. Aquí descansa una de las características de las noticias
falsas que favorece su éxito en la sociedad digital dominada por la tiranía de la
brevedad: la simplificación de problemas complejos en mensajes sencillos y
cortos que se propagan rápidamente sin tiempo para la asimilación y la
reflexión.
Siguiendo a Gadamer en Truth and Method, Thomson apela al «amplio
carácter social e histórico» que asiste en este proceso a los grupos de individuos
con orígenes y trayectorias vitales perecidas. Se trata del conocimiento que los
individuos adquieren de forma gradual en un proceso social de continuo
aprendizaje, y que funciona como una estructura para la interpretación de lo
nuevo. Es decir, el individuo no parte de cero al enfrentarse al contenido sim-
bólico recibido en un mensaje; más bien al contrario, ese contenido se renueva
y se transforma cada vez que un individuo se «apropia» de él. «Es un fenó-
meno complejo y cambiante en continua renovación», afirma Thomson,
sujeto a permanentes modificaciones de significado según la estructura que el
individuo utilice para interpretarlo.
También Walter Lippmann se refiere a esta estructura social de aprendi-
zaje: «Nuestro círculo social condiciona nuestro contacto espiritual con el
mundo, intenta sentar cátedra sobre lo que debemos considerar admisible y
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