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Mejor es obedecer, es la sabia posición del creyente que desea servir

honestamente a Dios. La obediencia es el primer paso del servicio que


debemos prestar a nuestro Señor y Salvador.

La gente de nuestros tiempos se enfrasca en el razonamiento y la


argumentación, y coloca su obediencia a Dios condicionada por los
factores que le aprovechan o los perjudica de alguna manera ante la
sociedad.

Esto evidencia falta de fe y amor con nuestro Padre Celestial. Descubra


en estas líneas porqué mejor es obedecer y cómo aprovechar esta
obediencia.

Índice De Contenidos

La obediencia a Dios
Es la voluntad de someterse uno mismo a la voluntad de Dios y ponerla
en práctica. La Escritura enfatiza la necesidad de que las leyes de Dios
sean cumplidas, da ejemplos y razones, y describe las recompensas.

La obediencia es demandada al pueblo de


Dios.
Dios demandó obediencia al pueblo de Israel como norma de seguridad
de ellos (Lev 25.18). Era un pueblo nómada y joven que nunca había
cohabitado con  otras naciones y era necesario que se cuidara de estos
vecinos y aprendiera a vivir bajo la norma de Dios y o bajo los preceptos
de estas poblaciones circunvecinas. Eso les daría la seguridad de
permanecer como nación.

Él exigió que sus estatutos y decretos se cumplieran con toda  el alma y


el corazón y fuesen cumplidos por sus hijos y los hijos de los hijos (Deut
26.16; 32.46) y que cuidaran siempre de mantenerse en esta obediencia
a sus preceptos para no desviarse a las costumbres de las poblaciones
vecinas con diferentes dioses, normas y religiones.

La obediencia es considerada por Dios más importante que cualquier


acto religioso (1 Sam 15.22).  El apóstol Pablo dice que si nos
sometemos a alguien para obedecerle pasamos a ser siervos de aquél a
quien nos sometemos en obediencia, sea del pecado para muerte, o sea
de obediencia para justicia delante de Dios.

Siendo libertados del pecado, vinimos a ser siervos de la justicia (Rom


6.16-18). De tal manera, que en esta obediencia que ahora tenemos en
Cristo, no debemos conformarnos a los deseos y la forma de vivir que
teníamos cuando no conocíamos al Señor, y estamos llamados a ser
santos en toda nuestra manera de vivir, dedicando cada acto de
obediencia en nuestra vida al Señor, ya que él es santo (1 Ped 1.14-16).

El Antiguo Testamento es rico en ejemplos de obediencia, aquí


mencionaremos solo algunos:

Por mandato de Dios, Noé construyó un arca a una distancia muy lejana
del mar (Gen 6.22). Por las palabras que Dios dijo a Abraham, a los 75
años, abandonó una vida de confort para ir en busca de la tierra
prometida, atendiendo al llamado de Dios (Gen 12.1-4). Por mandato de
Dios, iba a ofrecer a Isaac su hijo en sacrificio, cuando Dios probaba su
obediencia y lealtad (Gen 22.2-3) .

Moisés y Josué fueron cuidadosos de poner por obra exactamente lo que


Dios había demandado de ellos, siendo fieles en cuanto a la obediencia a
Dios (Jos 11.15). El profeta Jonás, después de haber sido castigado por
Dios por un acto de desobediencia, obedeció fielmente al mandato del
Señor (Jon 3.3)

Dios demanda la obediencia a sus preceptos y que sea cumplida


fielmente, por muy incomprensible que sea lo que él demanda, debemos
obedecer con fidelidad porque su voluntad es perfecta y no debemos ser
rebeldes ante eso.

La Biblia nos muestra varios aspectos que están relacionados con la


obediencia y que nos van a ayudar a  crecer en estos aspectos::

Obediencia a la Palabra de Dios


La palabra de Dios es nuestra guía práctica de fe y vida, y por lo tanto,
Dios demanda su obediencia. La Biblia es la palabra de Dios  útil para
enseñar, reprender, corregir e instruir en justica, y obedecerla nos
preparará completamente para hacer el bien (2 Tim 3.16-17) . De al
manera que obedecerla es fundamental para el crecimiento cristiano de
cada quien.

El Señor Jesucristo hizo una analogía sobre obedecer o no a la Palabra


de Dios. Dice que aquel que la obedece es como el que construyó su
casa sobre la roca, que soportó terremotos, vientos, lluvias y las mas
terribles tempestades. Pero el que no la escucha ni la obedece es como
el que construyó su casa sobre la arena, que cuando vinieron las
tempestades, se derrumbó rápidamente y fue grande su ruina (Mat 7.24-
27).

De tal manera que hay fortaleza para aquel que obedece la Palabra de
Dios.

El apóstol  Santiago nos conmina a ser hacedores de la palabra, porque


el que la oye y no la obedece se engaña a sí mismo (Stg 1.22). Los
jóvenes deben guardar la palabra para no desviarse del mandamiento de
Dios ni pecar contra él (Sal 119.9-11)

Mejor es obedecer, porque  hay bendiciones para el que oye y obedece


la Palabra de Dios (Luc 11.28)

Obediencia y amor
¿Cómo podemos demostrar que amamos a Dios? Nadie ha visto a Dios
(Jn 1.18). ¿Cómo podemos mostrar amor a alguien que ni siquiera
hemos visto, es este caso, tratándose de Dios? No podemos amar a Dios
de manera cómo aman los humanos, persona a persona. Pero él ha
dejado la forma para que seamos completos en amor: cumpliendo sus
mandamientos (Jn 14.15). Cumpliendo el mandamiento de Dios
estaremos demostrando que le amamos. Él dice que sus mandamientos
no son difíciles (1Jn 5.3)
Hay que amar la Palabra de Dios, conocerla, estudiarla y aplicarla a
nuestra vida (Sal 119.167). Esto también nos ayuda a reafirmar nuestra
fe. Quien obedece a la palabra de Dios, demuestra que el amor de Dios
se está perfeccionando en él y nos garantiza que somos siervos de
nuestro Señor Jesucristo (1 Jn 2.5)

Así, somos llamados a obedecer por amor, y a amar por obediencia (2Jn
1.6). Es la manera de que se perfeccione la manera de amar a Dios y
estar completos en su comunión de amor con nosotros.
Mejor es obedecer en amor, demostrando que podemos amar a Dios y
que nuestro amor no es incompleto cuando él nos ama y no podemos
demostrar que le amamos, sino que es un amor completo, porque
podemos amarle aún sin haberle visto.

Obediencia y fe
Hay dos maneras de interpretar la fe: Como el acto de creer y confiar, o
como el contenido de la doctrina que profesamos, en ambos casos,
estamos llamados a obedecer de dos maneras diferentes. Veamos:

En el primer caso, la fe consiste en creer y confiar. Hebreos 11.1 nos


dice que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que
no se ve. En este contexto se mueve el capítulo 11 de Hebreos. Se trata
de obedecer sin argumentar. Abraham salió para ir a un lugar que no
conocía (Heb 11.8).

La adoración sin obediencia es religiosismo, condenado por Dios (Mat


7.21). No basta adorar, hay que obedecer a Dios. De modo que,
debemos obedecer por la fe el mandato de Dios, aunque no veamos los
resultados ni nos resulte lógico o razonable lo que se nos pida, en la
circunstancia que sea. Sencillamente, obedecer por fe.

La segunda manera, es cuando debemos someter nuestra voluntad a las


normas y preceptos del cuerpo doctrinal de la Palabra de Dios. (Rom
1.5), es decir, obedecer a sus doctrinas como conjunto. Hacer una
cultura de nuestro comportamiento basado en la Palabra. Esto nos lo
grafica muy bien el apóstol Santiago. El plantea que esta fe debe estar
acompañada de acciones de buenas obras, porque la fe sin obras es
muerta (Stg 2.17). Consiste en mostrar nuestra fe en la ayuda al prójimo
(Stg 2.14-16).

No basta solo creer, los demonios también creen (Stg 2.19). La diferencia
está en la obediencia a la fe. Abraham fue justificado en sus obras
provenientes de su fe, cuando ofreció a su hijo Isaac en sacrificio por
mandato de Dios (Stg 2.21-23), porque las obras que realizas deben
mostrar tu fe. Si no podemos mostrar en nuestras obras la calidad de
nuestra fe, de nada nos vale la capacidad que tengamos para creer en el
conocimiento académico del cuerpo doctrinal de nuestro cristianismo.
Mejor es obedecer a la fe. Eso da testimonio de lo que somos en Cristo y
de nuestra comprensión de nuestra doctrina cristiana.

Ejemplos de personas que obedecieron a


Dios
Vamos a ilustrarnos más viendo algunas ejemplos muy constructivos de
personas que obedecieron a Dios.

El primer ejemplo es el de Noé, que caminó con Dios (Gen 6.9).  Noé fue
instado a construir un arca a unos 400 Kms. de la playa. Un arca grande,
donde tuviera espacio una pareja de animales de todas las especies
conocidas, su esposa, hijos y sus mujeres.

Se estima que Noé duró aproximadamente 100 años para construir el


arca, y durante ese tiempo, predicó el arrepentimiento de la maldad  de
los pueblos conocidos que, de lo contrario, recibirían el castigo de Dios,
como en efecto ocurrió. Lo que es de destacar aquí, es la obediencia a
Dios en lo inverosímil de construir un arca durante tanto tiempo en un
sitio donde era imposible utilizarla.
Esto confirma que la voluntad de Dios siempre es verdad, y debemos
obedecerla por inverosímil que nos parezca.

Un ejemplo clásico de la obediencia a Dios es el caso de Abraham. Él fue


llamado por Dios cuando disfrutaba de una vida holgada en posesiones y
una edad que en estos tiempos consideraríamos de jubilación (75 años),
una edad un poco avanzada para emprender aventuras.

Pero sin considerar su contexto, creyó a las futuras bendiciones que Dios
le prometía por encima de sus riquezas, y salió de su tierra y sus
familiares para ir en busca de la tierra y las promesas de Dios (Gen 12.1-
4). Él confirmó su creencia a las promesas de Dios haciendo pacto con el
Creador a través de la circuncisión, y circuncidó a todos los suyos como
señal de obediencia a Dios (Gen 17.23).

El creyó en esperanza contra esperanza, sin considerar que su cuerpo


de cien años (Y con Sara, su esposa, en edad estéril) podía tener la
descendencia que Dios le prometió que sería incontable como las
estrellas del cielo o la arena del mar (Rom 4.18-20). A causa de su
obediencia por la fe fue llamado "amigo de Dios" ¡Qué extraordinario
ejemplo!
Ya en la época del Nuevo Testamento, Pedro y los apóstoles fueron un
ejemplo extremo de la obediencia a Dios, aún cuando sus vidas corrían
peligro en Jerusalén por predicar el evangelio, respondieron con valentía
a las autoridades cundo eran obligados a no predicar el evangelio so
pena de ser castigados con prisión nuevamente, y contestaron con
decisión que no podían dejar de contar lo que habían visto porque era
justo obedecer primero a Dios que a los hombres (Hch 4.19-20), y
además de justo, necesario (Hch 5.29)

Un ejemplo extraordinario y singular es el del apóstol Pablo. El no fue


testigo directo de las obras de Jesucristo como otros apóstoles, él recibió
el apostolado a través de una revelación directa de Jesucristo resucitado
(Hch 9.1-6 y ss.). Sin embargo, consideró todo sus privilegios como
basura por el amor de Cristo.

Él buscaba la excelencia del conocimiento de Jesucristo, de ser hallado


en Cristo y experimentar su poder en él. él buscaba y proseguía en el
llamamiento supremo que Cristo había hecho en él. ¡Palabras hermosas
y sublimes de sumisión de su voluntad a la voluntad de Dios (Fil 3.7-14)!

Mejor es obedecer con pasión, como Noé; con tesón y perseverancia,


como Abraham; con valentía, como los apóstoles, y con la búsqueda de
la excelencia del conocimiento y la voluntad de nuestro amado Dios,
como Pablo.

El ejemplo de Jesucristo
Jesucristo es el modelo perfecto de obediencia. Por su obediencia
obtenemos los beneficios completos de la salvación. Su obediencia
completa y total tiene dos aspectos que son cruciales para nuestra
justificación delante de Dios: las vamos a llamar obediencia activa y
obediencia pasiva

En el sermón del monte, el Señor Jesucristo habló de la importancia de


cumplir la ley hasta su último detalle. Que esto era su misión en la tierra
(Mat 5.17-18).  La obediencia activa de Jesucristo consiste en que él
cumplió toda la ley, la demanda que Dios hizo a Adán en el Edén, y que
Adán no pudo cumplir, ni ninguno de sus descendientes (Rom 5.19), y
por lo tanto, nos condenaba a todos delante de Dios.
Jesús cumplió perfectamente la ley por cada uno de nosotros, por lo cual
todos los que aceptamos por fe la obediencia activa de Jesucristo,
aparecemos como justos delante del Padre. El dio testimonio de dar la
gloria a Dios con el cumplimiento perfecto de la ley, y dejó constancia de
ello delante del Padre (Jn 17.4)

El otro aspecto de su obediencia total es la obediencia pasiva. Jesucristo


sufrió en su cuerpo el castigo que merecíamos, para satisfacer
totalmente la ira del Padre hacia la humanidad por causa de nuestros
`pecados. En algún momento pidió al Padre apartar estos sufrimientos,
pero nunca hacer su propia voluntad, sino obedecer siempre a la
voluntad de Dios (Mat 26.39)

En cuanto a su obediencia pasiva, dice la palabra de Dios que se hizo


obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2.8), y el texto de
Hebreos complementa su actuación, cuando dice que por lo que padeció,
aprendió la obediencia, y habiendo sido perfeccionado en obediencia,
vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb
5.8-9)

La obediencia total de Jesucristo con respecto al Padre  es única e


irrepetible, y la base de la salvación de todos los que creemos en ella y le
obedecemos como nuestro Señor y Salvador.

Mejor es obedecer y confiar en nuestra salvación sometiéndonos a la


obediencia de creer en Jesucristo, en su obediencia activa y pasiva por
nosotros, para que podamos alcanzar la justificación delante del Padre

Mejor es obedecer, porque Dios


recompensa a aquellos que le obedecen
El deseo principal de Dios es que tengamos un corazón tal, que le
temamos y obedezcamos todos los días sus mandamientos, para que a
nosotros y a nuestros hijos nos vaya bien en la sociedad donde vivimos
(Deu 5.29). ¿Cómo ha de hacerse esto? Veamos como Dios bendice
esta actitud que debemos tener ante Él:

Dios promete, como primera bendición,  una condición especial a


aquellos que le obedecen: Pasamos a ser el tesoro especial de Dios
sobre todos los pueblos: Un reino de sacerdotes y gente santa (Exo 19.5-
6), que somete su voluntad a la voluntad de Dios, y será de largos días
sobre la tierra (1 Rey 13.4)

El que obedece a sus mandamientos, permanece en el amor de


Jesucristo, así como Jesucristo permanece en el amor de su Padre (Jn
15.10), y será de largos días sobre la tierra de los vivientes (1 Rey 3.14)

No el que le dice ¡Señor, Señor!, sino el que obedece a su voluntad,


entrará al Reino de los Cielos (Mat 7.21)

El que obedece la palabra de Dios, se volverá un hombre prudente, con


fortaleza ante las adversidades (Mat 7.24-25)

El que obedece a la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos, se


hace miembro de la familia de Jesús (Mat 12.50)

El que sirve a Jesús obedeciéndole, será honrado por nuestro Padre


Celestial (Jn 12.26)

El que guarda los mandamientos de Jesús, demuestra su amor por él, y


será amado por nuestro Padre Celestial (Jn 14.21). Y el que guarda su
Palabra será amado pòr el Padre, y Dios hará morada en él (Jn 14.23).

Y el que hace la voluntad de Dios, permanecerá para siempre (1 Jn 2.17)

Amados, mejor es obedecer para aprovechar los beneficios y


bendiciones que se derivan de nuestra obediencia. Abandonemos la
actitud necia de argumentar con Dios y confiemos en que su voluntad es
lo mejor para nuestras vidas, como lo hemos visto aquí hasta la
saciedad.

Debemos convertirnos en verdaderos siervos del Señor, sometiendo


nuestra voluntad a la suya, para ser del agrado de nuestro Padre
Celestial y recibir en abundancia sus bendiciones. Amén

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