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El sueño de Jesús: EL REINO.

Las
Bienaventuranzas
 Cuando Jesús viene al mundo, viene a hacer presente EL REINO DE DIOS. Y el reino
es misterio, es una vida, es una parábola porque está lleno de signos, es una realidad
porque ya está presente.
 El reino de Dios es la PROYECCIÓN DE LA VIDA TRINITARIA en el mundo en el cual
nos ha tocado vivir, en nuestro hoy, en nuestro “ahora”.
 Y si el reino es la proyección de la Trinidad en la historia, comienza por hacerse realidad
en mí misma.
o La experiencia profunda de soledad, el misterio del ¿de dónde venimos? ¿a
dónde vamos? ¿qué somos? nos impulsa a la comunión. Y sabemos que no se
trata de comunicar “cosas”, sino de comunicarNOS, de darNOS, de entregar,
desde dentro ese misterio que somos cada una de nosotras... de amar a
profundidad.
o En la medida en que yo amo, me comunico, hago vida el Reino de la Trinidad en
mí. Y, en la medida en que hago vivo ese Reino dentro de mí, mi vida se
convierte en parábola.
 El núcleo familiar, el núcleo comunitario, es también parábola del reino. Siempre que,
dentro de mi comunidad, dentro de mi núcleo familiar, yo busco la integración, la
construcción de las personas, siempre que, en medio de luces y sombras, la comunidad
vive a imagen de la Trinidad, es presencia tangible del Reino, es transparencia del Amor
de Dios.
o Si hoy Jesús narrara una parábola del Reino, ¿escogería a nuestra Provincia
como “signo profético del Reino? ¿Cómo debería ser mi Provincia para que fuese
Parábola?
 El reino está también presente ya, en nuestra sociedad, cuando hacemos actuar fuerzas
creadoras de solidaridad, de igualdad, de fraternidad; cuando, tal vez, desde nuestro
trabajo oculto y callado como el de San José, estamos forjando una sociedad distinta,
donde todos somos hermanos de todos.
 Pero, estas cosas sólo las entienden los humildes, los sencillos, los pobres, porque el
Reino de Dios es una gran paradoja; es desde lo más insignificante desde donde se le
puede construir. Es donde DIOS ES EL ABSOLUTO. Donde los importantes se
convierten en no-importantes y los no-importantes se convierten en importantes. ¿No
nos encontramos, a veces, luchando por ser importantes en el medio donde estamos?
 Si leemos las parábolas del Reino, en San Mateo (Mt. 13), encontraremos que Jesús
compara el Reino siempre con cosas pequeñas y ocultas: semillas, perlas y tesoros
escondidos...; no son comparaciones espectaculares, las comparaciones son de la vida
ordinaria. Lo espectacular es que, una vez que uno ha descubierto este valor, ya no
importa MÁS NADA...; ya no importa “venderlo todo”; por eso, para poder vivir en el
Reino, somos capaces de perderlo todo, de hacernos pobres, pequeños, humildes... El
Reino es la fuerza de vida que se encierra en lo pequeño.
 Lo paradójico en el programa del Reino, es que los felices son éstos, los pequeños, los
pobres, los que lloran, los que son perseguidos... porque sólo desde la experiencia de la
pequeñez, podemos vivir la plenitud y el entusiasmo que nos brinda el Reino.
 Ahora bien, el tono de las Bienaventuranzas son DECLARACIONES; es decir, anuncian
algo, pero sin plantear exigencias. Son constataciones revolucionarias. Y cuando Jesús
habla de dicha, de felicidad, esta felicidad no puede ser demostrada ni explicada por la
sola inteligencia humana. Al contrario, estas Bienaventuranzas sólo pueden ser
entendidas en la medida en las abracemos como una forma de vida, porque sólo
viviéndolas descubriremos hasta qué punto son verdaderas.
 Las Bienaventuranzas, pues, llaman “felices” e infunden ánimo y esperanza a un cierto
tipo de personas: los pobres, los que lloran, los puros..., Se trata de una felicidad que no
reside en ellos, sino que sobreviene a quienes viven de esa manera. Y que LES ES
DADA: “ellos serán consolados...” “ellos serán saciados..:”, etc. etc. Esa dicha se nos
advierte como un regalo y no se debe a nosotros mismos. Pero, si lo pensamos bien, en
el fondo, son un perfecto antídoto contra el pesimismo, contra el desánimo, contra las
frustraciones... ¿No existen estas cosas en la Vida Religiosa? Sabemos que sí. Por eso,
si estas personas descubren el mensaje de las Bienaventuranzas y lo viven, podemos
lograr que las cosas se inviertan totalmente: así, lo que antes era causa de tristeza,
ahora puede ser causa de alegría. Merecería la pena comparar nuestros resentimientos
con las Bienaventuranzas y descubriremos que lo que debe cambiar no son las
circunstancias sino nuestra actitud.
 Nuestra Historia como instituto está llena de signos vivos del Reino; nuestras primeras
Hermanas encontraron la perla preciosa, el tesoro escondido por el que fueron capaces
de venderlo todo. De esa semillita de mostaza caída en la oculta aldea de Cantaous, hoy
nos vemos convertidas en este árbol que abarca ya diez países.
 Es bueno que hoy nos interroguemos, de nuevo: ¿Cuál es la perla preciosa por la cual
estoy dispuesta a todo, hasta dar mi propia vida?
 Nuestras Hermanas, porque fueron pequeñitas, fueron capaces de hacer vida el
programa de las Bienaventuranzas: no sólo fueron pobres, transparentes de corazón...
(que son las cosas que, tal vez las definan mejor), sino que fueron compasivas, amantes
de la justicia, estuvieron perseguidas a causa de la justicia... a causa del Reino...

 Todas estas constataciones no pueden menos que entusiasmarnos, que darnos empuje,
alegría, vitalidad, fuerza, ilusión... porque el Reino de Dios verdaderamente ya está entre
nosotras... Y nosotras lo hemos visto así...

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