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R
ecuerdo la escena cuando Jesús envía a sus
discípulos a predicar el Reino... a curar y a expulsar
los demonios.(Lc. 10,1-12)
¿Cómo voy a llevar la paz a los demás, cuando mi propio corazón está en conflicto?
El conflicto entre lo que realmente soy y lo que aparento ante los demás..., entre lo que practico y lo
que digo que quiero ser...
Y el conflicto más profundo: entre lo que quiero hacer y lo que hago de verdad... entre lo que deseo que
suceda en mi vida y lo que quiere Dios que yo sea y haga.
¿Sabré y podré dar libertad a los cautivos, cuando mi corazón está paralizado por tantos caprichos
inútiles..., por las heridas de mi pasado, por la preocupación y angustia de mi futuro?
¿Voy a enseñar perdón, cuando yo sé muy bien lo que sucede en mi corazón ante ciertas personas?
¿Cómo pretendo yo, ser constructora de Comunión, cuando yo misma soy la que con mis actitudes,
juzgo, condeno, divido..., cuando mis palabras, lejos de ser para la unión, sirven, sólo para la discordia?
¿Qué puedo hacer yo con tantas excusas que le pongo? Antes sentía algo de entusiasmo... por la
misión, por el proyecto de Jesús, por lo que Él me confiaba como su testigo de Comunión... Pero,
ahora, me siento desanimada ante las dificultades que encuentro dentro y fuera de mí...
Le digo a Jesús... “No me envíes... No soy digna... No puedo...? ¿Qué me responde Él a esto?