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La gran historia de la vida (1º parte)

3 febrero, 2021 por fronterasctr
Ignacio Núñez de Castro
Catedrático de Bioquímica y Biología molecular.
Colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

Del 22 al 24 de marzo del año  2019 tuvo lugar en la ciudad de Ávila el IX Curso de la Cátedra Josefa Segovia
bajo el tema “Nueva Cosmología: conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”. Las conferencias
fueron publicadas en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo.   Mª
del Carmen Azaústre Serrano (Coord.), CITeS, Universidad de la Mística, Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de
este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció una conferencia (“Origen, Vigor y Meta de
los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece aquí una reelaboración para
el blog FronterasCTR. Se puede decir que en el estudio de la vida en el Universo, de su origen, expansión,
diversificación y evolución, así como la extinción de la mayor parte de la especies no podemos prescindir de
la realidad del Tiempo (con mayúsculas, como solían escribirlo Bergson y Teilhard de Chardin). Al querer
captar una imagen instantánea de la realidad, hemos asesinado a la misma vida, ya que su esencia es crecer,
fluir como el río. Hasta una sola célula, grano natural de la vida, según Teilhard de Chardin, está siempre en
una fase de su ciclo vital. El carácter histórico de la vida pertenece a su esencia. Presentamos la primera
parte de esta conferencia.

Del 22 al 24 de marzo de 2019 tuvo lugar el IX Curso de la Cátedra Jose Segovia bajo el tema “Nueva Cosmología:
conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”, publicado en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo
sagrado en cada realidad del Universo.   Mª del Carmen Azaústre Serrano (Coord.),CITeS, Universidad de la Mística,
Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció esta conferencia
(“Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece una
reelaboración para FronterasCTR. Dada su extensión y densidad se ha dividido en dos partes.

Vigor, Origen y Meta de los sonoros ríos de la vida

Comenzamos con un texto litúrgico:

De mañana te busco, hecho de luz concreta,


de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

Este verso del jesuita, poeta y místico José Luis Blanco Vega,  perteneciente a la Liturgia de las Horas, resume en
unas pocas palabras esta reflexión sobre el fluir misterioso de la vida dentro de la Nueva Cosmología  y sus referentes
espirituales como conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo.

Quisiera en esta nueva visión del Universo, como la Gran Historia [ver  Udías, Agustín, S.J. , “La Gran Historia (Big
History) y el Antropoceno: dos nuevos enfoques del pasado y del presente”,   Razón y Fe,  nº 1437, 279 (2019), pp. 71-
80] del Cosmos (cosmogénesis), hablar sobre el capítulo de la biogénesis, es decir la Gran Historia de la vida, a la luz
de la Bioquímica y la Biología Molecular;  reflexionaremos sobre el origen  de la vida, tal como la que conocemos,
nacida en el planeta Tierra, igualmente meditaremos sobre el vigorque ella posee, ese impulso y fuerza creadora,  –
élan vitalelo llamaría Henri Bergson-, que posibilita la evolución y finalmente nos introduciremos en el sentido, en
la metafinal de los sonoros ríos de la vida.
La imagen del río, para referirse al acontecimiento de la aparición y evolución de la vida, mediante la herramienta de
la filosofía procesual, es quizá la que mejor nos puede sugerir semejanzas para la comprensión de ese gran enigma,
al cual llamamos vida, y de la que  formamos parte privilegiada nosotros los humanos.

El pensamiento procesual comporta una cosmovisión dinámica de toda la realidad. Como el río siempre fluye, todo
ser vivo está también siempre fluyendo en una de las fases de su continuo proceso vital. Según Alfred N.
Whitehead (página 104):”la descripción newtoniana de la materia abstrae la materia del tiempo. Concibe la materia
en un instante. Así lo hace la descripción de Descartes”.

Sin embargo, en el estudio de la vida no podemos prescindir del tiempo, pues al querer captar una imagen
instantánea de la realidad, hemos asesinado a la misma vida, ya que su esencia es crecer, fluir como el río. Hasta una
sola célula, grano natural de la vida, según Teilhard de Chardin [El fenómeno humano,  Taurus, 5ª Edición, Madrid
(1971), p. 100;. Núñez de Castro, Ignacio, “La Biofilosofía de Teilhard de Chardin” , Pensamiento, 61 (2005), pp. 231-
252] está siempre en una fase de su ciclo vital, conocidas como las fases G 1, S, G2, M del ciclo celular [Alberts, B.,
Bary, Lewis D. L., Raff, M., Keith R., Watson, James, D., Molecular Biology of the cell,  3ª Ed. Garland Publishing Inc,
New York, London (1994), pp. 863-910]

El carácter histórico de la vida pertenece a su esencia. [Para una sencilla introducción a la filosofía del proceso puede
leerse: Bracken, Joseph, A. S.J.,Cristianity and Process Thought. Spirituality for a changing world, Templenton
Foundation Press, Philadelphia (2006)]. La filosofía del proceso introduce el proceso frente al ser como referencia
ontológica, lo dinámico frente a lo estático. Así pues, se puede definir  el proceso como el resultado de un conjunto
secuencialmente estructurado de sucesivos estadios o fases en el que no existe solución de continuidad. [Núñez de
Castro, Ignacio,  De la dignidad del embrión. Reflexiones en torno a la vida humana naciente, Universidad Pontificia
de Comillas, Madrid (2008), p. 19].

La temporalidad es inherente al desarrollo de la vida

Al ser la vida un proceso dinámico es inherente a ella la temporalidad. El tiempo se desvela en la conciencia humana,
como profunda y bellamente lo describió San Agustín en las Confesiones(Libro XI, 10-26) al poseer el ser humano la
capacidad de envolver el pasado por la memoria y de atisbar el futuro por la  esperanza. Solamente podemos ver el
instante actual de las cosas y personas presentes; el tiempo fluye como el agua del río entre los dedos de la mano.  A
pesar de ello, podemos mentalmente hacer un corte sincrónico en el devenir del tiempo y estudiar la profusión y
difusión del espléndido espectáculo de la vida en la actualidad; de la misma manera, podemos hacer el corte
diacrónico a lo largo de la historia de nuestro planeta Tierra y ver tanto las huellas como vestigios fósiles que los
organismos, llamados vivos, nos han ido dejando.

Si la célula es el grano elemental de la vida, hemos de enfocar la búsqueda hacia el origen de la primera célula, como
un organismo, por pequeño que sea, de estructura y funciones integradas en todas sus manifestaciones en continuo
intercambio de materia, energía e información con el medio [Núñez de Castro, Ignacio, “Génesis de la vida como
dinámica procesual de la materia”,  Pensamiento, 64, Serie especial, nº 2, (2008), pp. 741-770 ; “Categorías del
discurso biológico”, En:  A. Dou editor: Evolucionismo y Culturas.  Mensajero, Bilbao (1983), pp. 17-55].

En la actualidad encontramos que muchos seres vivos constan de una sola célula y sabemos que todos los
organismos pluricelulares en la primera fase de su desarrollo ontogenético estaban constituidos por una sola célula:
el cigoto. A lo largo de la historia del pensamiento nos encontramos con distintas cosmogonías míticas y religiosas
que han intentado describir la aparición de los primeros organismos vivos. Aristóteles, además de hablar de la
generación natural, no tuvo empacho en admitir la  generación espontánea para algunos insectos y los animales
testáceos, así como la generación por corrupción; se tenía la experiencia de la aparición de ranas en las aguas
estancadas del verano y diferentes tipos de gusanos al pudrirse los alimentos.

En busca de la primera célula

La cuestión sobre la generación espontánea fue resuelta por Louis Pasteur al proponer la solución con sus tres
célebres experimentos de laboratorio, por lo que le otorgaron el premio ofrecido por la Academia Francesa en 1862,
cerrando para siempre el debate sobre el origen espontáneo de la vida en las condiciones ambientales actuales. La
generación espontánea dejó de tener vigencia en el pensamiento biológico y se acuñó la expresión: omne vivens ex
vivo  y su correspondiente “toda célula de otra célula”. La serie de experimentos de Pasteur confirmaban la teoría
celular.

Ahora bien, partiendo únicamente de la ciencia experimental, si todo viviente proviene de un viviente anterior o
prolongamos la cadena seres vivos in infinitum, o en el origen aconteció la aparición de una o varias primeras células.
La unidad bioquímica de todos los vivientes, confirmada por  poseer los mismos veinte amino ácidos
proteinogenéticos,  así como por las idénticas cuatro bases de los ácidos ribonucleicos (DNA y RNA), que constituyen
el único código genético universal, reclama un solo principio universal para todos los viviente, propuesto como LUCA
(acrónimo de Last Universal Common Ancestor). Desde un punto de vista puramente científico no nos es posible
acudir a una causa sobrenatural para explicar el origen de todos los vivientes; la afirmación de una actuación de Dios
caería fuera del método científico. Por otra parte, el acudir a la panspermia, es decir, atribuir el origen de la vida
sobre el planeta Tierra a una semilla extraterrestre es sencillamente trasladar el problema a otro lugar [.Núñez de
Castro, Ignacio, S. J., “Yo doy la muerte y la vida (Dt 32, 39). El origen de la vida: diálogo entre la Ciencia y la
Teología”, Burguense,  53/1 (2012), pp. 215-242. Albarracín Teulón, Agustín, La teoría celular. Historia de un
paradigma, o.c., pp. 33-97]

La intuición de Charles Darwin

Cuando Charles Darwin publicó la primera edición sobre El origen de las especiesen 1859, recordamos su célebre
párrafo del final: “hay grandeza en esta opinión de que la vida, con sus diversas facultades, fue infundida en su
origen por el Creador en unas pocas formas o en una sola” afirmaba[Darwin, Charles, El origen de las
especies,  Traducción deEnrique Godínez, Edición especial para El mundo,  Ciro Ediciones, Madrid (2011), p. 503]. Y de
alguna manera, reconocía un origen sobrenatural de la vida. Es curioso observar que este párrafo no fue corregido
en la sexta edición de 1872, la última que se publicó en vida de Darwin y en la que, de hecho, corrigió otros muchos
párrafos. Algunos autores creen que Darwin no quiso comprometerse borrando esta alusión al Creador. Mi opinión
personal [Núñez de Castro, Ignacio S.J., “Ateísmo o agnosticismo de Charles Darwin”, Proyección,   43 (1996), pp.
251-264] es que Darwin al final de su vida era agnóstico; nunca quiso llamarse o que lo llamaran ateo (unbeliever) y
mantuvo su referencia al Creador, como en la primera edición de 1859.

Para Charles Darwin ciertamente el origen y la evolución de la vida eran dos temas distintos. Revisando su amplia
correspondencia, puede verse que más de una vez se refirió al problema del primer origen de los organismos vivos.
En una carta a Joseph Hooker en 1871, esboza  una hipótesis de un origen abiótico de la vida, es decir su aparición a
partir de una materia inanimada por causas únicamente naturales, -como corresponde al método científico-, en un
caldo primigenio, en un ambiente de la Tierra completamente diferente al ambiente actual; Darwin, que conocía los
experimentos de Pasteur, no era partidario de la generación espontánea en las condiciones ambientales presentes.
Sin embargo, había leído un trabajo presentado en el Quartely Journal of Microscopical Science  (1870)de William T.
Thiselton-Dyers en el que, según la visión del filósofo Herbert Spencer, admitía que era posible la aparición de la
vida, en sus primeros estadios, a partir de la materia inanimada. Ciertamente esta noticia conmovió el pensamiento
de Darwin.

En la carta a Hooker,  Darwin afirmaba: “A menudo se dice que todas las condiciones para la primera producción de
un organismo vivo se dan ahora, las cuales podrían haber estado aún presentes. Pero si  (¡y cuán gran suposición
implica este si!) pudiéramos concebir en algún estanque cálido y pequeño, con toda clase de sales fosfóricas y
amónicas, que recibiera luz, calor y electricidad, etcétera, un tal compuesto proteico  formado químicamente,  una
vez formado, podría sufrir otros cambios de mayor complejidad, en las condiciones actuales este material sería
devorado o absorbido al instante, lo cual no habría sido el caso antes de que las criatura vivas fueron formadas”
[www.darwinproyect.ac.uk/letter/DCP-LETT-7471.xml]

Planteamientos bioquímicos sobre el origen de la vida

A pesar del gran influjo posterior de la obra de Darwin, hasta los años treinta del siglo XX no se volvió a plantear el
problema bioquímico del origen de la vida. Tres científicos pertenecientes a áreas culturales muy diversas, John 
Burdon S. Haldane en Inglaterra, Alexander I. Oparin en la Unión Soviética y Perre Teilhard de Chardin en Pekin
(China)  propusieron de nuevo la hipótesis de un origen abiótico de la vida, sugerido ya en la carta de Darwin a
Hooker.   La hipótesis de la “sopa o caldo primigenio” fue ganando plausibilidad. Haldane propuso la idea de que una
atmósfera reductora, muy diferente a nuestra atmósfera actual oxidante, era necesaria para la evolución de la vida a
partir de materia orgánica no viviente y de que la aparición de la vida había sido simultánea con el proceso de
planetización.  El bioquímico británico Haldane pertenecía a la esfera de intelectuales ingleses afectos al partido
comunista; sus escritos están teñidos de marxismo, al que consideraba el sistema filosófico más científico.

La postura de Pierre Teilhard de Chardin

Por su parte, el jesuita Teilhard de Chardin   estaba a punto de terminar el manuscrito del Fenómeno Humanoy en su
obra afirma: “Estas páginas estaban escritas desde hacía mucho tiempo, cuando tuve la sorpresa de descubrir su
misma sustancia en algunas líneas magistrales, recientemente redactadas por J. B. S. Haldane: En lo que llamamos
Materia no encontramos ninguna huella evidente de pensamiento, ni de vida, -dice el gran bioquímico inglés-. Y por
tanto, estudiamos de manera preferente estas propiedades allí donde se manifiestan con mayor evidencia. Más, si
las perspectivas modernas de la ciencia son correctas, podremos esperar encontrarlas, por lo menos en su forma
rudimentaria, a través de todo el Universo” [Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano,  o.c., pp. 73 y 74]

Teilhard de Chardin en el Fenómeno humanohabía también propuesto igualmente una evolución química
prebiológica. En palabras de Teilhard: “En una perspectiva coherente del mundo, la Vida presupone inevitablemente
y en lontananza la Previda” (página 73).

Sobre los años cincuenta el químico descubridor del deuterio, Harold Clayton Urey, presentó su hipótesis sobre el
origen de los planetas en su obra:The Planets: their origin and Development(1952). La hipótesis de Urey supone los
siguientes pasos para la formación  de los planetas del sistema solar:

 El sistema solar tuvo lugar a partir de una nube de gas y polvo proveniente de una primitiva supernova.
 Seguidamente aconteció una concentración del 99% de la masa en el centro: formación el sol.
 Seguidamente comenzaron a surgir los protoplanetas.
 Después el sistema solar maduró a una forma próxima a la actual.
 Sucedió simultáneamente un bombardeo de asteroides y la formación de la luna.
 Todo ocurrió hace aproximadamente unos 4.600 millones de años.
 La atmósfera sobre el planeta Tierra era reductora a una temperatura no muy elevada y sometida a fuertes
radiaciones.

Las hipótesis de Stanley Miller y experimentos del español Juan Oró

Enseguida (1953) un joven estudiante, Stanley Miller, llevó al laboratorio la hipótesis de la síntesis de los
componentes de los organismos vivos, de forma simultánea al proceso de planetización descrito por Harold Urey.
Stanley Miller diseñó un experimento tan sencillo como famoso: construyó un aparato cerrado de circulación
continua en el que introdujo los siguientes gases: H 2, NH3, CH4, CO2 (hidrógeno, amoniaco, metano, anhídrido
carbónico) y vapor de agua sometiendo la  mezcla a descargas eléctricas obscuras durante 48 horas. El resultado del
experimento fue la síntesis de  una serie de compuestos orgánicos entre los que se encuentran varios de los veinte
aminoácidos proteinogenéticos constituyentes de las proteínas de todos los seres vivos que conocemos.  El análisis
de los componentes orgánicos, contenidos en el interior del meteorito carbonáceo, que en el año 1969 cayó en
Murchison (Australia), dio prácticamente los mismos resultados  que se habían hallado en el experimento de Miller:
casi los mismos componentes orgánicos, los mismos amino ácidos  y en las mismas proporciones.

Experimentos posteriores,  análogos al experimento de Miller, sobre todo los llevados a cabo por el bioquímico
español Juan Oró Florensa (1923-2004),demostraron la posibilidad de pseudo-polimerización del ácido cianhídrico
(CNH) para dar la base adenina (que responde a la fórmula elemental: C 5N5H5). La adenina es una de las cuatro bases
que se encuentran en los ácidos nucleicos, DNA y RNA, de todos los vivientes. También pudo demostrarse en
simulaciones de la atmósfera primigenia la síntesis abiótica de azúcares a partir de  aldehído fórmico. Por otra parte,
la  formación espontánea de micelas, dotadas de una membrana, semejante a las membranas de los organismos
vivos, es una característica de los lípidos complejos, formados por cabezas polares hidrofilicas  y colas apolares
hidrofóbicas, lo que nos explicaría la aparición de membranas biológicas, supuesto muy importante, ya que las
membranas biológicas son un componente esencial y abundante en todas las células.

El mundo del RNA


La secuencia bioquímica de la reproducción, tal como la conocemos ahora, supone la duplicaciónde la información
contenida en el DNA (ácido desoxiribonucleico), la transcripciónde esa información a los mRNA (ácidos ribonucleicos
mensajeros) y la traduccióna proteínas; pero para todos estos procesos, comenzando por la síntesis del DNA, se
necesitan proteínas enzimáticas que presidan las complejas reacciones bioquímicas. Este bucle, semejante al famoso
bucle del huevo y la gallina, parece ser insalvable.

Sin embargo, en la década de los setenta del siglo pasado tres investigadores: Leslie E. Orgel, Carl Woese y Francis
Crick llegaron independientemente a la misma conclusión: la vida primigenia ha de buscarse  no en las moléculas del
DNA, sino en las moléculas de RNA, que tienen capacidad de autoduplicarse y ser catalíticas. Así los primeros
organismos vivientes pertenecerían a ese mundo hipotético y extraño del RNA, en el que se pueden considerar tres
fases: la primera sería la formación y encapsulación de los RNA catalíticos, la segunda vendría ocupada por
el desarrollo del proceso de traducción a proteínas y  la tercera correspondería a la aparición de la primera célula
ancestral  LUCAcon la información contenida ya en el DNA.

En la actualidad muchos investigadores han vuelto de nuevo su mirada hacia el “estanque cálido” del que habló
Darwin y enfocan sus esfuerzos hacia la explicación del nacimiento de la vida, en sus primeros estadios, en los
surgimientos de las aguas termales. En las formaciones de Dresser en Australia aparecen unas rocas muy antiguas,
en las que se encuentran microfósiles, que podrían reforzar la intuición de Darwin de que la vida comenzó en un
pequeño y cálido estanque y no en los océanos.

El vigor de la vida

Desde el punto de vista científico podemos concluir que toda la Bioesfera procede de aquellas moléculas sencillas
que, organizadas jerárquicamente en unidades individuales, dieron lugar a los primeros organismos hace unos 3.500
millones de años. Decíamos que todo ser vivo debe ser considerado como un proceso, ya que vivir es duración o la
dilatación del ser en el tiempo. No es posible concebir la vida sin la dimensión temporal; el mismo Aristóteles definía
la vida recurriendo a la experiencia humana temporal de nacer, reproducirse y morir. El principio de evolución, que
Darwin tomó del filósofo Herbert Spencer y lo aplicó a la aparición de las especies biológicas, es la idea de que toda
la realidad pasa gradualmente de un estado a otro a través del tiempo emergiendo siempre la novedad;  este
principio constituye la raíz del pensamiento moderno. Desde el punto de vista etimológico el término evolución
proviene de la raíz latina “evolvere” que significa la acción o efecto de desenvolverse, desarrollarse, desplegarse algo
en el tiempo. La palabra evolución  implica la idea de un proceso gradual y ordenado a diferencia de revoluciónque
sería un proceso de despliegue súbito y posiblemente violento.

Charles Darwin y el vigor de la vida

Es interesante hacer notar que fue el cambio de escala temporal el que hizo cambiar a Charles Darwin viendo
progresivamente el mundo desde los ojos de un biólogo con una escala de tiempo correspondiente a una o varias
generaciones, al tiempo geológico o tiempo filogenético, medido en millones de años. Consideradas las poblaciones
de individuos a escalas de tiempo generacional es muy difícil asistir al maravilloso espectáculo de la evolución.
Hemos de tomar la distancia de las grandes escalas temporales, con la ayuda sobre todo de la Paleontología, para
poder atisbar el proceso evolutivo, tanto la anagénesis(o evolución dentro de la misma especie), como
la cladogénesis(o aparición de una nueva especie).

La idea del evolucionismo se hallaba, de alguna manera, muy en germen en la clasificación general de los seres vivos
llevada a cabo por los naturalistas clásico. El naturalista aproxima entre sí los organismos que se asemejan y luego
divide el grupo en subgrupos, (en el interior de los cuales es mayor aún la semejanza), pero a los naturalistas
taxonomistas, desde Aristóteles a Linneo, les faltó mirar el universo con la dilatada escala temporal de millones de
años con que la ven los geólogos. (No podemos olvidar que hasta bien entrado el siglo XIX se calculaba que habían
pasado, ¡unos seis mil años desde la creación del mundo!; consecuentemente el Universo parecía estático, no había
ninguna perspectiva temporal). Debemos al geólogoCharles Lyell y su  principio de actualismoel habernos  ampliado
la ventana de observación del tiempo y, por consiguiente, utilizar una escala temporal, -medida ya en centenares y 
miles de millones de años-, para la explicación del troquelado actual de la corteza terrestre a consecuencia de la
sedimentación, plegamientos, erupciones volcánicas, y erosión.
La evolución biológica: un concepto discutido

En el estudio de la evolución hemos de distinguir dos facetas: por una parte el hecho evolutivo en sí mismo y, en
segundo lugar, las diferentes teorías que se han ido proponiendo en las dos últimas centurias para explicar este
hecho  de la Historia natural. Como todo hecho histórico, los procesos evolutivos son únicos y por tanto irrepetibles
en su totalidad.

El mismo vivir es dilatarse en el tiempo y consecuentemente “nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la


evolución” decía el gran genetista Theodosius Dobzhansky. La evolución se ha convertido, pues, en un principio
general de explicación en Biología. Quisiera aclarar un punto: el concepto evolución de los seres vivos se opone
únicamente al fijismo, no a la creación de los mismos; la creación está siempre referida a la radical fundamentación
del ser y su estudio, como tal, no puede entrar bajo el paradigma de las ciencias experimentales. Para la reflexión
sobre la creación hemos de acudir a la Filosofía y a la Teología.

Otro aspecto muy diferente son las distintas explicaciones, que nos proporcionan las ciencias, para explicar el hecho
histórico de la evolución. La pura explicación adaptativa y consecuente transmisión genética de los nuevos
caracteres adquiridos de Jean Baptiste Monet Chavalier de Lamarck, de principios del siglo XIX, ha sido refutada
experimentalmente y no puede dar razón de la historia evolutiva. Por otra parte,  Charles Darwin y Alfred Wallace
publicaron juntamente en los Proceedings  de la Sociedad Linneana de Londres en 1958, un año antes de la aparición
de El origen de las especies  de Darwin, un artículo en el que  acudían a la selección naturalcomo principio explicativo
del origen de las especies. Con respecto a la selección natural, Darwin enfatizó la lucha por la supervivencia dentro
de la misma especie, mientras que Wallace hizo hincapié en la presión  selectiva del medio.

El darwinismo en sus diferentes versiones [Núñez de castro, Ignacio “Charles Darwin y los darwinismos”, Paradigma,
Revista Universitaria de Cultura,  8 (2009), pp. 26-31] ha tenido más éxito que la teoría de Wallace, aunque para su
versión actual ha  sufrido varios retoques profundos a lo largo del siglo XX. El neodarwinismo conservó la afirmación
gradualista y puso de manifiesto la actuación de la selección natural sobre las mutaciones genéticas aleatorias. Sobre
la década de los setenta Stephen Gould modificó el neodarwinismo con la teoría de los equilibrios intermitentes. En
la actualidad, la denostada epigénesis de los antiguos preformistas vuelve a tomar carta de ciudadanía, como una
rama de la Biología, que estudia las interacciones durante el desarrollo entre los genes y el medio ambiente. La
epigénesis representa el proceso mediante el cual el organismo en desarrollo se va adaptando a su entorno a partir
de sus propias capacidades. La unión del neodarwinismo y la genética del desarrollo han constituido un nuevo
paradigma conocido comoEVO-DEVO (evolution and development)  para el estudio de la evolución.

¿Existe progreso evolutivo?

Prescindiendo de la vana discusión de si verdaderamente se da un progreso evolutivo o no, lo que ciertamente no se


puede negar es que a lo largo de la historia natural del proceso evolutivo, desde el hipotético LUCA hasta elHomo
sapiens, ha habido un incremento de la complejidad, hecho manifestado principalmente en las interacciones del
sistema nervioso central en los primates.

Implicaciones filosóficas de la perspectiva evolucionista

Sin embargo, la evolución no parece orientada a la aparición de nuevas especies, podemos preguntarnos: ¿qué
fuerzas han impulsado a la vida al ir conquistando nuevos modelos de adaptación a diferentes nichos ecológicos y
esa biodiversidad que tanto nos maravilla? Para Darwin y los neo-darwinistas ortodoxos la única respuesta es la
selección natural operante sobre las mutaciones aleatorias. Así se manifiesta Jacques Monod: “una sola fuente de
ruido ha podido, ella sola, producir todas las músicas de la biosfera. La selección opera en efecto sobre los productos
del azar, y no se puede alimentar de otros; pero en un dominio de exigencias rigurosas dentro de las cuales el azar
está prohibido. De estas exigencias y no del azar la evolución ha sacado sus orientaciones generalmente
ascendentes” (pág. 155).

Al llegar a la explicación de hombre, para Monod su aparición en el proceso evolutivo sería la de un raro ganador de
una selección ciega y de esta manera “el hombre sabe en fin, que está solo en la inmensa indiferencia del Universo,
donde él ha emergido por azar. Ni su destino, ni su deber están escritos en ninguna parte” (pág 224-225). Si cada
mutación es un error de la transmisión de la información, el ser humano sería el error de los errores, su vida y su
destino no tienen ningún sentido.

Richard Dawkins (página 7) como “consecuencia lógica del neo-darwinismo ortodoxo”, al que fielmente representa,
encuentra en la ingente e imparable tendencia a la replicación de la molécula del ácido desoxirribonucleico, DNA, la
única fuerza impulsora de la deriva evolucionista. Escribe: “Todos somos máquinas de supervivencia para el mismo
tipo de replicador, las moléculas denominadas DNA. Hay muchas máquinas de prosperar en el mundo y los
replicadores han construido una vasta gama de máquinas para prosperar explotándolas. Un mono es una máquina
que preserva a los genes en la copa de los árboles, un pez es una máquina que preserva a los genes en el agua,
incluso existe un pequeño gusano que preserva a los genes en la cerveza. El DNA opera de manera misteriosas” (ibid.
Pág. 30).

Bergson y la Evolución creadora

Al igual que Monod, para Dawkins la evolución es una simple acumulación de errores. Por otra parte Henri Bergson,
el autor de L’Évolution creatrice,encontró en la misma naturaleza y en todos los organismos un impulso, una fuerza o
principio inmanente, l’élan vitale, responsable de la evolución., “que desde su originaria unidad se desdobla y se
multiplica, se ramifica y se diversifica, pues el impulso vital es la gran fuente de la vida”.Para Bergson la misma vida
es como una causa especial que se sobrepone a la materia que es, a su vez, un  instrumento necesario para su
desarrollo y un obstáculo.

La lectura de Henri Bergson en sus años de Teología en Hasting (Reíno Unido) impresionó al joven jesuita Pierre
Teilhard de Chardin. Según nos cuenta él mismo al final de su vida: “En el curso de mis años de Teología en Hasting
(…) fue cuando, poco a poco, -mucho menos que como una noción abstracta como una presencia-, fue creciendo en
mí, hasta invadir por entero todo mi cielo interior, la conciencia de una Deriva profunda, ontológica y total del
Universo en torno a mí. ¿Bajo qué influencias o qué impacto, siguiendo qué proceso y a través de qué etapas
apareció ese sentimiento y echó unas raíces tan profundas en mí? …No sabría decirlo”. [teilhard de Chardin,
Pierre, El corazón de la materia,  Sal Terrae,  Santander(2002), p. 26-27].

Sin embargo la lectura de Henri Bergson, al que Teilhard confiesa que no le llegó a comprender totalmente, -había
leído L’Évolution creatrice-, no fue una conversión entusiasta al bergsonismo, “sino en atizar en el momento querido,
y durante un breve instante, un fuego que devoraba ya mi corazón y mi espíritu”; Bergson ayudó más bien al joven
estudiante jesuita a una toma de conciencia personal, según Claude Cuénot, al “encuentro de una evidencia interior
y la simple necesidad de comprender los datos de la ciencia, que solo el evolucionismo hace inteligibles. La evolución
(…) se convierte en un centro de polimerización para el espíritu humano” (página 68). Podemos preguntarnos: ¿cuál
era para Teilhard de Chardin la fuerza impulsora de la deriva universal  de la evolución?

La respuesta teilhardiana es la llamada “ley de complejidad conciencia”. A los dos infinitos pascalianos: al abismo de
lo muy grande y al abismo de lo muy pequeño, el jesuita añadió el tercer abismo de la complejidad [Teilhard de
Chardin, Pierre, El grupo zoológico humano, Taurus, Madrid (1957), pp. 35-36].  Según Teilhard de Chardin hay “una
relación secreta, tal vez, entre la gravedad newtoniana de condensación (engendradora de los astros) y la ‘gravedad’
de complejificación (engendradora de la vida). En todo caso ambas no funcionan sino solidariamente” (ibidem, pág.
47)

Conclusión

A lo largo de las páginas anteriores hemos presentado una perspectiva interdisciplinar sobre el origen de la vida y
sobre la expansión, desarrollo y evolución de la vida en el planeta Tierra. No se trata solo de una cuestión de los
científicos. Si nuestra mente es abierta detectamos enseguida las evidentes implicaciones filosóficas que pueden
llevar a trascender nuestros pensamientos y encontrarnos con experiencias interiores numinosas. Es lo que tratamos
en la segunda parte de este artículo. El epígrafe III.- La meta de los sonoros ríos de la vida   nos llevará a descubrir
nuevos horizontes. Recurrimos al comienzo para referirnos a la historia de la vida a la imagen evocadora del río, cuya
esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la conocemos, hace unos
3.500 millones de años sobre el planeta Tierra?
A lo largo de las páginas de la primera parte hemos presentado una perspectiva interdisciplinar sobre el origen de la
vida y sobre la expansión, desarrollo y evolución de la vida en el planeta Tierra. No se trata solo de una cuestión de
los científicos. Si nuestra mente es abierta detectamos enseguida las evidentes implicaciones filosóficas que pueden
llevar a trascender nuestros pensamientos y encontrarnos con experiencias interiores numinosas. Es lo que tratamos
en la segunda parte de este artículo. El epígrafe   III.- La meta de los sonoros ríos de la vida   nos llevará a descubrir
nuevos horizontes. Recurrimos al comienzo para referirnos a la historia de la vida a la imagen evocadora del río, cuya
esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la conocemos, hace unos
3.500 millones de años sobre el planeta Tierra? De estas cuestiones trata la tercera parte de este ensayo.

La meta de los sonoros ríos de la vida 

Al comienzo de este artículo utilizamos una metáfora: para referirnos a la historia de la vida recurrimos a la imagen
evocadora del río, cuya esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la
conocemos, hace unos 3.500 millones de años, sobre el planeta Tierra?

La pregunta se hace concreta en la cuestión del sentido de la vida y del ser humano en el marco de esta Gran Historia
Universal del cosmos, es decir, del sentido de la evolución, supuesto que el vivir es duración, es evolucionar. La
cuestión del sentido desde el conocer humano supone la estructuración racional de una acción, de un
acontecimiento o del término de una acción, como relación de medio a un fin determinado; el sentido de alguna
manera supone la adecuación del medio al fin.

La ciencia clásica y la direccionalidad del espacio y el tiempo

La racionalidad puramente mecanicista de la Ciencia clásica no reconoció la direccionalidad del espacio (absoluto e
isótropo), ni tampoco la del tiempo, ya que para los pensadores clásicos el tiempo es reversible; el tiempo en la
Física clásica, no es la duración (que se desvela en la conciencia humana), sino una variable más de las ecuaciones
matemáticas que describen el comportamiento de la realidad. Sin embargo, tanto para la Cosmología como para la
Física actual, nuestro Universo comienza juntamente con el tiempo, el tiempo es direccional y si afirmamos la
direccionalidad en el tiempo, debemos de afirmar que tiene una historia. Toda historia, si verdaderamente es
historia, consta de dos momentos esenciales: protología y escatología, que traducidos a nuestro lenguaje ordinario
significan preguntarnos  «¿de dónde venimos?» y  «¿hacia dónde vamos, hacia dónde se encamina la historia?», y
preguntarnos, igualmente, si en este devenir hay una meta, una finalidad.

Ls realidad como proceso

Si consideramos a la realidad como un proceso, cualquier momento del proceso está condicionado por todo el antes
y preñado de todo el después. Esta racionalidad sistémica supone un enfoque holístico de todas las realidades:
cualquier elemento, estructural o funcional, de un sistema no puede entenderse sino en relación con otros
elementes estructurales o funcionales del mismo. Igualmente, todo sistema está en continua relación con otros
sistemas, organizándose jerárquicamente estos diferentes sistemas entre sí [Núñez de Castro, Ignacio “¿Puede darse
algún sentido en las Ciencias biológicas?”, El sentido del hombre en el Universo. Asociación Interdisciplinar José de
Acosta, XXV, A. BlanchEditor, Universidad Pontificia Comilllas, Madrid (1999), pp. 37-44]

En este orden jerárquico pueden brotar propiedades emergentes a niveles superiores de complejidad. En el mundo
físico las propiedades de los hadrones no se deducen las propiedades de los quarks; las propiedades químicas de los
átomos no se deducen de las propiedades de las partículas elementales;  el metabolismo celular no se deduce de las
moléculas que componen las células y los comportamientos de los organismos superiores no pueden reducirse a la
suma de las células. En este planteamiento sistémico nos dirá Fritjot Capra las  propiedades de las partes sólo
pueden comprenderse desde la organización del conjunto[i].

La Gran Historia del cosmos

De hecho considerada la Gran Historia del cosmos hay al menos dos momentos emergentes  singulares que son: la
aparición de la vida, lo que algunos han llamado el Big-Bang biológico, y la aparición de la conciencia reflexiva, la
mente humana. La explicación emergentista[ii]se opone al reduccionismo fisicalista, que ha sido el paradigma
imperante en la Ciencia a partir del siglo XVII. Atendemos a las palabras de Stuart Kauffman: “Así pues, la Biosfera,
en su evolución permanente, está ejecutando algo literalmente incalculable, no algorítmico y fuera de nuestra
capacidad de predicción. Y ello no es solo debido a la incertidumbre cuántica o al caos determinista, sino a una razón
diferente e igual de –o aún más- profunda; la emergencia y la persistente creatividad de que está dotado el mundo
físico” (página 12).

Las palabras del Premio Nobel Jacques Monod al final de su ensayo sobre la filosofía natural de la Biología moderna, 
las que referíamos anteriormente, en las que se refiere a la soledad radical del hombre en el cosmos, donde ha
surgido necesariamente por la fuerza del azar, pero sin ningún sentido, tienen la fuerza de un testamento solemne y
expresan toda una corriente de pensamiento. Todos los monismos materialistas de diverso cuño llegan a la misma
afirmación del sin sentido de la evolución biológica.

Darwin y el sentido de la evolución

Con anterioridad a Monod, desde Charles Darwin algunos científicos y filósofos se habían preguntado y habían
reflexionado seriamente sobre el sentido de la evolución. Darwin, dado su carácter retraído y taciturno,
expresamente prefirió permanecer en un silencioso y discreto agnosticismo [Núñez de Castro, Ignacio “Ateísmo o
agnosticismo en Charles Darwin”, Proyección: Teología y mundo actual,  43, (1996), pp. 251-264] hasta el final de sus
días; conscientemente no corrigió, en las diferentes seis ediciones que se imprimieron durante su vida, el párrafo
final de su obra, en la que hay una referencia explícita al Creador (así con mayúscula), como hemos referido
anteriormente.

Nos confiesa Darwin en su Autobiografía  que la cuestión del sentido del Universo superaba la mente humana, “el
misterio del comienzo de todas las cosas nos resulta insondable; en cuanto a mí deberé contentarme con seguir
siendo un agnóstico”. [Darwin, Charles,Autobiografía, Biblioteca Darwin, Traducción de Martí Domínguez
Romero,Editorial  Laetoli, Universidad Pública de Navarra,  (2009), p. 83]. Sin embargo, a su gran amigo el botánico
Asa Gray le escribía: “Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza”[iii]. Darwin, con la sinceridad
que le caracterizaba, estuvo siempre preocupado por el sentido del Universo, para él suponía una “extrema
dificultad, o más bien imposibilidad, de concebir este  Universo inmenso y maravilloso  -incluido el ser humano con
su capacidad para dirigir su mirada hacia un pasado y futuro distantes- como resultado de la casualidad o la
necesidad ciegas” (Autobiografía, pág.82)

El sentido de la temporalidad en Bergson y su impacto en Teilhard de Chardin

Más arriba referíamos que para Henri Bergson el  élan vital, la vida es actividad creadora, evolución libre e
imprevisible que tiende a “crecer en número y en riqueza, gracias a la multiplicación en el espacio y la complicación
en el tiempo”, continuada creación de formas en la que, aquello que viene después, no es una mera recombinación
de los elementos que había antes, es algo nuevo.

La misma imagen, utilizada por Bergson, de la granada que estalla en pequeños fragmentos, cada uno de los cuales
es, a su vez, otra granada que explota de nuevo, produciendo fragmentos que vuelven a estallar, refuerza esta idea.
Esta imagen de la granada, a la manera de una palmera de fuegos de artificio, aplicada a la totalidad de la vida nos
dice cómo ésta tiende a fragmentarse en individuos y en especies, lo cual parece indicarnos, que para Bergson, todo
el sentido de la vida consiste en el mismo estallar; no  aparece en la vida ningún sentido transcendente al
mismo élan vital[ ver Reale, Giovanni yAntiseri, Dario, Historia del pensamiento filosófico y científico,  Tomo III,Del
Romanticismo hasta hoy,  Editorial Herder, Barcelona (1988), pp. 632-633].

En más de una ocasión se ha estudiado el impacto de la lectura de Bergson en el pensamiento de Pierre Teilhard de
Chardin. La Tesis Doctoral de la Sra. Bartélemy-Madaule nos confirma que no hay un paralelo entre el pensamiento
de Henri Bergson y Teilhard de Chardin. La visión de Bergson es la de un Universo divergente,  existe un impulso
vital, pero con una finalidad inmanente; sin embargo el Universo teilhardiano, como veremos después, es un cosmos
convergente. Estas son las palabras de Claude Cuénot al respecto: Teilhard de Chardin “le achacará al cosmos
bergsoniano que se revela como una irradiación divergente, a partir de un centro de emanación, mientras que el
suyo es eminentemente convergente, de donde se deriva la repulsa de la concepción bergsoniana de un impulso
vital sin finalidad”. [El subrayado es nuestro. Cuénot,Claude,Pierre Teilhard de Chardin. Las grandes etapas de su
evolución, Taurus, Madrid, 1968, p. 69].
Finalismo y teleología en Teilhard de Chardin

Teilhard de Chardin es esencialmente finalista en todas las expresiones de su trabajo intelectual; para él la evolución,
como única explicación última que da sentido a toda la realidad, se dirige hacia un punto final,  que es Omega, el
Cristo total. Todo su pensamiento fue esquematizado  en una poli-ecuación que nos dejó en la última página de su
diario con fecha 7 de Abril de 1955, en la que anotaba: lo que yo creo, síntesis:[teilhard de Chardin, Pierre, “Última
página del Diario”El corazón de la materia,  Sal Terrae, 2002, pp. 108-109]:  Cosmos = Cosmogénesis → Biogénesis
→Noogénesis → Cristogénesis.

Para Teilhard de Chardin la preocupación principal era si en el proceso evolutivo, detrás de su aparente desorden
“no se oculta algún eje principal de crecimientoy dirección, además de una polarización general hacia cada vez mayor
complejidad y más consciencia” [Teilhard de Chardin, Pierre, El grupo zoológico humano,  o.c., p. 47]

Es decir en el árbol de la vida –incluso estudiado antes de la aparición y en ausencia del Hombre- ¿se muestra en su
destino una  verdadera guía conducente a un fin,o se divide continuamente en una ramificación de formas sin
sentido? A través de la amplia obra del jesuita francés encontramos la respuesta[iv]  a esta gran pregunta en su
estudio sobre la ortogénesis[v]. El término ortogénesis fue popularizado por Gustav Heinrich T. Eimer en 1888para
designar la evolución que se realiza en un sentido determinado [Bergson, Henri ,Memoria y Vida. Textos escogidos
por Pilles Deleuze.Alianza Editorial, Madrid (1977), p. 97].

Ortogénesis

Claude Cuénot distingue dos sentidos del término ortogénesis en la obra de Teilhard de Chardin: Primero en sentido
biológico, “Serie de pequeñas mutaciones anatómicas (y psíquicas) orientadas en el mismo sentido y que van
adicionándose, constituyendo así un fenómeno de crecimiento continuo en la misma dirección”. En segundo lugar,
en sentido fenomenológico, “deriva fundamental, siguiendo la cual la trama del Universo se comporta ante nuestros
ojos como desplazándose hacia estados corpusculares cada vez más complejos en su ordenación material y,
psíquicamente, cada vez más interiorizados; deriva que se manifiesta en los seres vivos superiores por la
cefalización, y en el hombre por la aparición de la reflexión” [Cuénot, Claude,Nuevo léxico de Teilhard de Chardin,
Taurus, Madrid  (1968), p. 205]

Teilhard de Chardin aceptaba el término y lo usó a lo largo de sus escritos, aunque según él “la palabra es excelente y
debe conservarse, sin embargo ha sido mal empleada, como las de evolución y socialismo” [Teilhard de Chardin,
Pierre,Carta de 16 de Marzo de 1952, citado por Claude Cuénot, Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, o. c., p. 206].

En el Fenómeno Humano  defiende el uso del término: “sin la ortogénesis no habría más que una extensibilidad: con
la ortogénesis existe de manera invencible una ascensión de la Vida” [Teilhard de Chardin, Pierre, El fenómeno
humano, Taurus, Quinta edición, Madrid (1971), p. 133]. Y en el mismo contexto “mi convicción más firme por el
contrario es que la palabra resulta esencial e irremplazable para marcar y afirmar la propiedad manifiesta que la
Materia viviente posee”.

Esa propiedad en términos teilhardianos no es sino el crecimiento constante de centro-complejidad. A este ascenso
de centro-complejidad que anatómicamente se manifiesta en la cerebralización Teilhard de Chardin le ha
llamado ortogénesis de fondo[vi], que impulsa a cualquier Materia hacia lo más complicado y lo más consciente[vii].

Así pues, desde la perspectiva del ser humano podemos afirmar que este sujeto consciente, al que ha llegado
mediante sus miles de tanteos la evolución biológica constituye el estado final de la misma, es lo A. George Gale
[Gale, A. George “A revise design: Teleology and big question in contemporary Cosmology, Biology and Philosophy, 3 
(1987), pp. 475-491] ha matizado como teleología  (finalidad) epistemológica; [Núñez de Castro, Ignacio, “La
teleología: polisemia de un término”, La Mediación de la Filosofía en la Construcción de la Bioética,  Francesc
Abely  Camino Cañón(Eds.)  Universidad Pontificia Comillas, Madrid (1993), pp. 27-39] desde la perspectiva humana
se considera el presente como un estado final, y desde este punto de mira se puede considerar  toda la historia, la
Gran Historia del cosmos, como tendiendo hacia su estado final que es el ser humano.

¿Un universo diseñado para la humanidad?


Una segunda cuestión, relacionada con la afirmación precedente, es si la aparición del hombre ha sido la condición
determinante de que el Universo, sea tal cual es. En un trabajo anterior, nos planteábamos desde la Cátedra CTR si el
Universo estaba diseñado para albergar al ser humano.

La respuesta afirmativa es la razón fundamental del Principio antrópico.  El Universo ha poseído desde el primer
instante las condiciones que han permitido su evolución hacia la aparición de la vida inteligente. De un hecho real
vale la inferencia a la posibilidad de la realización de tal hecho, –de facto ad posse valet illatio-, decían los clásicos;
esta sería la formulación del principio antrópico débil.

El principio antrópico fuerte  formulado por John D. Barrow and Frank J. Tipler nos lleva a la afirmación de que el
Universo y todas sus leyes, tan finamente ajustadas, están dirigidas por un inevitable efecto de selección,  que
constituye nuestra propia existencia[viii].  La argumentación de Barrow y Tipler es sumamente detallada y prolija en
el estudio del delicado ajuste del valor de todas las constantes físicas y químicas, que han hecho posible la aparición
de la vida en nuestro planeta y su evolución hasta nosotros.

José Ferrater Mora en la recensión de la obra de Barrow y Tipler hace la siguiente reflexión:

“Hay cuestiones que, mírese por donde se mire, no se esfumarán nunca por completo, y la que suscita el «principio
antrópico» es una de ellas. Acaso sean sólo los seres titulados «inteligentes» quienes se pregunten por qué y para
qué organismos dotados de la capacidad de reflexionar sobre sí mismos y sobre el mundo han aparecido. (…)  Pero
es comprensible porque de todos modos, la cosa sigue siendo, si se permite un término anticientífico y (hasta
antifilosófico) un misterio” [Ferrater Mora, José “El Principio antrópico”, Saber leer,  nº 5, pp.1-2]

Desde la pura metodología científica no es posible la afirmación que otorgaría al ser humano un puesto privilegiado
en el Universo, y tendrían razón aquellos que afirman que el hombre es una especie biológica más, no una especie
única,  pero el método científico no es la única fuente de conocimiento, ni siquiera la más importante. Supuesto un
Universo en el que ha aparecido la vida inteligente, es lícita la pregunta radical  por el sentido último de la vida. El
análisis de los términos radical y último, supone ciertamente una valoración y aunque los juicios de valor no son
propios de la Ciencia, la Biología, tomada en su totalidad, -llevada a fondo, diría Teilhard de Chardin- nos conduce al
misterio.

“En el principio existía el Logos” (Jn 1, 1) [Teilhard de Chardin, Pierre,“¿La Biología, llevada a fondo puede
conducirnos a emerger en lo transcendente? Ciencia y Cristo,  Taurus, Madrid (1968), pp. 243-244].

El gran misterio de la posibilidad de comprensión de lo que es el Universo

Verdaderamente que la Gran Historia del cosmos, de la vida y del hombre llegue a ser comprensiva por nosotros es
un gran misterio. Albert Einstein confesó siempre creer en un Dios que se revelaba en el orden y la armonía del
Cosmos[ix]; de ahí su famosa frase: “Dios no juega a los dados”. Igualmente Paul Davies manifiesta:  “A través de mi
labor científica he llegado a creer más y más fuertemente que el universo físico está ensamblado con una dosis de
ingenio tan sorprendente, que no puedo aceptarlo simplemente como un hecho brutal. Ha de haber pienso un nivel
más profundo de explicación. Si uno quiere llamar “Dios” a ese nivel es una cuestión de gusto y de definición”
[Davies,PaulLa mente de Dios. La base científica para un mundo racional, McGraw Hill, Aravaca- Madrid (1993), p.
xiv]

La evidencia de Antony Flew

En los últimos años de su vida, Antony Flew(1923-2010) a los 81 años llegó a confesar que la evidencia apoya la
existencia de una inteligencia creadora, y que el azar y la necesidad o el mero materialismo no son suficientes para
explicar la complejidad del mundo. Dos factores influyeron en el cambio radical de mentalidad de Antony Flew:
primero la insistencia en el deísmo del propio Albert Einstein al afirmar la existencia de una Inteligencia, de unLogos,
a la manera de Baruch Spinoza, detrás de la gran fuerza activadora del Universo y, en segundo lugar,  la evidencia de
que la gran explosión y evolución de la vida, que llegó a hacerse transparente a sí misma en el ser humano, pueda
explicarse por el sólo azar[x].

Las certezas de Thomas Nagel


Aunque en su obra no ha llegado a la afirmación deísta, como Antony Flew, la reciente aportación de Thomas Nagel,
Profesor de Filosofía y Derecho en la Universidad de Nueva York, La mente y el cosmos, nos muestra su escepticismo
antes las explicaciones meramente  materialistas del orden del cosmos y de la vida.

El subtítulo de su obra es sobradamente explicativo: Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la


naturaleza es, casi con certeza, falsa.  De hecho, según Nagel: “la aparición del código genético, -una arbitraria
trasposición de secuencias de nucleótidos  en aminoácidos, junto con los mecanismos que pueden leer el código y
cumplir sus instrucciones- parece que resiste particularmente revelarse como probable  si se da solo una ley
física”.Al pensar sobre estos problemas me han motivado las críticas de la imagen del mundo científico
dominante”[xi].

Encontramos en toda la obra de Thomas Nagel la repetida afirmación sin ambages, de que otros principios deben
haber intervenido en la gran historia de la Naturaleza. Principios que en su forma lógica deben ser teleológicos y no
puramente mecanicistas; Nagel propone una vía alternativa entre el naturalismo y la creencia en la Transcendencia.
Vía que sólo esboza, sin concretarla en ningún momento, más allá de enunciarla: se deben admitir  principios
teleológicos, a la manera de la teleología interna aristotélica, en la explicación del origen y evolución de la vida.
Thomas Nagel sostiene que, en  dicha alternativa, además de las leyes de la física y de la química, hemos de incluir
una como “predisposición cósmica a la formación de la vida,  la consciencia y el valor que es inseparable de ellas”.

La reflexión de Joseph Ratzinger

Al teólogo Joseph Ratzinger le impresionó hondamente la lectura de la obra de Jacques Monod, El azar y la
necesidad, y la negación por éste de toda la racionalidad, es decir, la negación del logos  interno, de todo el estallido
y evolución de la vida, tal como nos hemos referido anteriormente[xii].

Para Ratzinger la cuestión del sentido o sin sentido del Universo no la puede resolver la ciencia, sin embargo el
significado profundo de la fe en la creación es expresar  “el convencimiento de que, como afirma la Biblia, el mundo
como un todo procede del Logos-esto es del Sentido creador- y constituye la forma temporal de su autorealización”.

Afirmar el sentido del Universo es el primer acto de fe, de manera que “creer en la creación significa entender desde
la fe el mundo en devenir que la ciencia nos descubre como un mundo lleno de sentido, obra de un Sentido
creador”[xiii]. Según Ratzinger la frase de San Juan “En el principio existía la Palabra” (Jn 1.1) es una importante clave
explicativa del Génesis. El Logos, la Palabra, es la fuerza que sustenta el sentido. El Logoses no solo idea, sino
también discurso, acción, así el mundo es la “materialización de la idea y del pensamiento primigenio que Dios lleva
dentro de sí y que se convierte en un espacio histórico entre Dios y su creatura”[xiv].

Siendo ya Papa, Benedicto XVI continuó con la costumbre de congregar los veranos a un grupo de sus antiguos
discípulos para discutir y reflexionar un tema de actualidad. Del 1 al 3 de Septiembre de 2006 la reunión versó
sobre Creación y evolución. El Papa Benedicto XVI asistió a las reuniones e intervino personalmente en los diálogos;
en una de sus intervenciones nos hace caer en la cuenta de que,  verdaderamente el conocimiento de la historia
evolutiva tiene una lógica impresionante, y de que ”poco a poco ha conducido a un conjunto de ideas, corrigiendo de
paso los fallos internos hallados (sobre todo en Darwin)”, mostrando muy claramente que hay cuestiones abiertas,
que deben enmarcarse en el campo de la filosofía y que superan el terreno de las ciencias naturales.

Esa cuestión fundamental es la de la racionalidad interna (el logos) de todo el proceso evolutivo. “Las ciencias
naturales ni pueden ni tienen permiso para responder directamente, pero debemos de reconocer que se trata de
una pregunta racional y osar creer en una razón creadora y confiar en ella”[xv]. Según Benedicto las ciencias nos han
abierto grandes dimensiones a la razón que hasta ahora permanecían cerradas y nos han facilitado nuevos
conocimientos y “es necesario tomarlas como cuestiones razonables y hallar, para ello, la manera razonable de
tratarlas” (ibídem).

En su primera Encíclica (25.12.2005) el Papa Benedicto nos habló del Dios amor, poco tiempo después (septiembre
de 2006) y en su discutido discurso en la Universidad de Ratisbona sobre Una nueva relación entre fe y razón para
permitir el diálogo entre culturas y religiones, completó la visión de Dios, amor en la Encíclica,   con la visión de
Dios Logos, como la razón universal, a imagen de la cual y  por amor fueron creadas todas las cosas.  “El Dios
verdaderamente divino es ese Dios que se ha mostrado como el «logos» y como «logos» ha actuado y actúa lleno de
amor por nosotros. Ciertamente el amor  «sobre pasa» el conocimiento y es por esto capaz de percibir más que el
simple pensamiento ( Ef 3,19)”. Para Ratzinger todo el Génesis se concentra en una única frase: “En el principio
existía el Logos” (Jn 1.1)

Conclusión: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a  la mar”

La imagen evocadora del río, que hemos usado desde el principio en esta reflexión sobre la Gran Historia de la vida,
ya estaba en el imaginario de Jorge Manrique, cuando la utilizó en un sentido transcendente; la esencia del  río no es
el mero fluir, sin llegar a ningún sitio. La esencia del río es llegar a hasta un fin, llegar a la mar: “Nuestras vidas son
los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”.

Nuestras vidas individuales están inmersas en la inmensa corriente de los sonoros ríos de la Vida (con mayúscula
solía Pierre Teilhard de Chardin escribir siempre la palabra Vida). Para Teilhard la Vida constituía un continuo desde
la aparición de la primera célula hasta el hombre, “dibuja, desde los primeros estadios de la evolución, las
alineaciones de un único y gigantesco organismo”.

La vida, tal como la conocemos sobre el planeta Tierra, muestra  una unidad de origen, unidad de crecimiento y
unidad de destino, envolviendo la pluralidad  de todas las especies, de todas las existencias individuales y de las
existencias personales de los seres humanos.  Germinada hace 3.500 millones de años, ha ido difundiéndose en una
variedad asombrosa, impulsada por el vigor de la acción del Deus absconditus(Is 45, 15), quien vaciándose de sí
mismo, dio el ser a todo viviente, hasta llegar a los seres humano con quienes quiso establecer un diálogo, ya que el
mismo Logos, Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Viada, se hizo hombre:“Et Verbum caro factum est”(Jn 1,
14).

[El autor agradece Profundamente al Profesor Leandro Sequeiros S.J. su excelente labor de edición y conformación
del presente trabajo para poder ser publicado en La Cátedra CTR].

Notas
[i]Capra, Fritjot, La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Ediciones Anagrama, Barcelona  (1998), p. 56:
“Los sistemas vivos son totalidades integradas cuyas propiedades no pueden reducirse a las de sus partes más pequeñas. Sus
propiedades esenciales o «sistémicas» son propiedades del conjunto, que ninguna de las partes tiene por sí solas”.
[ii]Para profundizar en el concepto de emergencia fuerte y su explicación en el estudio de los seres vivos puede consultarse
Ignacio Núñez de Castro, “Emergencia, vida y autotranscendencia activa: reflexionando sobre la realidad evolutiva” en  Pensar
después de Darwin: Ciencia, filosofía y teología en diálogo, Diego bermejo (ed.), Sal Terrae Santander (2014), pp. 169-212.  
[iii]“I am, and shall ever remain, in a hopeless muddle” (Carta de C. Darwin al Doctor Asa Gray, del 26 de Noviembre de
1860), Life and Letters of Charles Darwin, Vol. II, Free books in the public domain from the Classic Literature Library, p. 68.
[iv]“A partir de la Vida, por el contrario, (y justamente acaso, en razón de la asombrosa complejidad ascendente de los edificios a
ensamblar), el esfuerzo de construcción se divide y se extiende, a la vez, en el espacio y en el tiempo. Por una parte, gracias al
‘truco’ sorprendente de la reproducción,el corpúsculo se transforma enpopulación,  con multiplicación de los efectos de tanteos
y de oportunidades. Y, por otra parte, simultáneamente, se estira en cadenas, con arreglo a las cuales pueden ensayarse los
acrecentamientos eventuales de complejidad, traídos y asimilados, uno a uno, en una flexibilidad continuamente renovada. La
complejificación, que era individual en la pre-Vida se ha hecho lineal; este simple cambio desencadenó todas las complicaciones
ramificantes   de la génesis de las especies”. Pierre Teilhard de Chardin,, La aparición del Hombre,Taurus, Madrid (1958), p. 301.
[v]Ortogénesis, también llamada evolución definida en línea recta, es una teoría que afirma que los sucesivos miembros de una
serie evolutiva han sido modificados en una determinada dirección. Que la evolución  procede frecuentemente de manera
ortogenética es innegable, aunque muchos extraños  perfiles desarrollados en un grupo ortogenético aparezcan que tienen poco
o algún sentidos adaptativo e incluso algunos son ciertamente desventajosos, MLA sty ,Orthogenesis,   Encyclopædia
Britannica(2007) Deluxe Edition. Chicago.
[vi]Claude Cuénot  define la ortogénesis de fondo como la: “deriva de complejidad-consciencia que se manifiesta a nivel de la
vida, por sistemas cada vez más complejos, en dirección de una cerebración máxima” en  Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, o.
c., p. 207.
[vii]“Antes insistíamos sobre la ortogénesisgeneral de corpusculización, sobre la ‘ortogénesis de fondo’ que, decíamos, lleva a
toda la Materia hacia lo más complicado y lo más consciente.  Teilhard de Chardin,Pierre,La aparición del hombre, Taurus,
Madrid (1958), p. 304.
[viii]Barrow , John D.  and Tipler, Frank J., The anthropic cosmological principle, Oxford University Press (1986), pp. 15-26. “The
Universe must have those properties, which allow life to develop within it at some stage in its history”, p. 21.
[ix]“Es cierto que justamente aquellos hombres,  a quienes la ciencia debe sus logros más significativamente creativos, fueron
individuos impregnados de la convicción auténticamente religiosa de que este Universo es algo perfecto y susceptible de ser
conocido por medio del esfuerzo humano de la comprensión racional”, Einstein, Albert, “El sentimiento cósmico
religioso”, Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.  Editado por Ken Wilber, Kairós,
Barcelona (1987), p. 170.
[x]Flew,Anthony, andVaghese, Roy Abraham,There is a God. How the world’s most notorious theist changed his mind, Harper
Collins e-books. Edición española, Dios existe, Cómo cambió de opinión el ateo más famoso del mundo. Editorial Trotta, Madrid
(2012), Prólogo de Francisco José Soler Gil.
[xi]Nagel, Thomas,La mente y el Cosmos, Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza es casi con certeza
falsa.Biblioteca Nueva, Madrid(2014), p.36.
[xii]“Y tal visión de la naturaleza se fue a pique con la victoria de la teoría de la evolución. La naturaleza como tal no sería
racional, aun cuando haya comportamiento racional. Éste es el diagnóstico que desde la teoría científica se nos hace, y que hoy
se nos antoja casi incontrovertible”. Joseph Ratzinger, “Las bases morales prepolíticas del Estado liberal”,  Ponencia en un
diálogo con Jürgen Habermas, 19 de enero de 2004, ZENIT.org   (30 de Kulio 2005).
[xiii]Ratzinger, Joseph”Schöfung – Gnade – Welt. Schöfungsglaube und Evolutionstheorie”,  Traducido por José Manuel Lozano
Gotor,   como “Creación-Gracia-Mundo. La fe en la Creación y la teoría de la evolución”,  Fe y Ciencia. Un diálogo necesario, Sal
Terrae, Santander (2011), pp. 127-128.
[xiv]Ratzinger, Joseph Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald, DeBolsillo, Barcelona, (2005), p. 107.
[xv]Benedicto XVI, A propósito de la Ponencia del Cardenal Christoph Schönbron, Fides, Ratio, Scientia,  en Creación y evolución.
Un encuentro con el Papa Benedicto XVI en Castel Gandolfo, Horn, Stephan Otto SDSy   Siegfried, Wiedenhofer(Eds..). Claret
Editorial, Barcelona (2008), pp. 152-156.

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