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Bric 019 Mi Vida de Ciudadano
Bric 019 Mi Vida de Ciudadano
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Consternación del profesor y risa general de los muchachos. Sobre todo un
grandulón, Francisco Roa, se puso a reír con tanta gana que le sacó de quicio al buen
profesor quien, fuera de sí, tomó el libro de Gramát ica que tenía sobre el
pupitre y lo tiró a la cabeza de Roa diciendo: "Carázpita, no han sacado
todavía de la boca el biberón del idioma y ya quieren corregir al autor", Susto y señor
mío: Silencio completo, El profesor se retiró dejando la cátedra y a nosotros sumidos
en tal estupefacción que quedamos mirándonos unos a otros sin comprender la
razón del exabrupto. ¿Qué había ocurrido? Después, a escondidas, revisamos el libro
que usaba el profesor y encontramos el quid de la cosa. En el texto decía: "'El´ sílaba
directa simple". Un error de imprenta, seguramente.
Pero más tarde se confió la cátedra de Gramática Castellana del Colegio Nacional
de Villarrica a D. Delfín Chamorro. Desde aquella fecha, este profesor se dedicó al
estudio y a la enseñanza de la Gramática Castellana. Fue poco a poco
perfeccionándose hasta llegar a ser el primer gramático paraguayo y, tal ve z,
del Río de la Plata, por el método y el sistema racionales introducidos por él y con los
que formó escuela personal. Hasta hoy se sigue el "Método de Chamorro".
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El año de 1892 hice el tercer año con mejores profesores. Se incorporaron al
cuadro del personal enseñante D. Delfín Chamorro como titular de Retórica y
Poética, y D. Gastón Riviére de Aritmética Razonada y Algebra y Francés. Con ellos se
mejoró notablemente la enseñanza. D, Gastón, francés, era un caballero muy educado e
instruido que se esmeraba en el cumplimiento de sus obligaciones.
Debo hacer notar un hecho que revela la despreocupación de las
autoridades educacionales de la época respecto de la orientación de la enseñanza
nacionalista. En segundo año se tenía por texto de Geografía, el libro de Cossín
que consagra la mitad del libro al estudio minucioso de las provincias argentinas.
Nosotros todo lo aprendíamos y engullíamos, al pie de la letra.
Terminamos el tercer curso Simeón Carísimo, Félix Paiva, Ovidio Péfaur,
Marcelino Paredes y yo. Nos preparamos para pasar a la capital a proseguir nuestros
estudios. Fuimos becados del Gobierno, Carísimo, Paiva y yo.
Primer empleo
En las vacaciones de ese año de 1892, ocupé el primer empleo, el cargo de
bibliotecario de la Sociedad "El Porvenir Guaireño" con un sueldo mensual
de $10. Diez pesos en aquel tiempo feliz era un buen dinerito. Un par de
calzado valía $4 y un sombrero W, $5. Los diez pesos, pues, me sirvieron para
prepararme a pasar a la capital, lo que era mi sueño no porque ello significase
una promesa de gozo, de sensualidad, sino porque la capital era centro de
cultura superior donde me formaría intelectualmente. ¡Qué ansias de estudiar
tenía!
La Sociedad "El Porvenir Guaireño" era entonces un centro puramente
literario. Algunos de los jóvenes guaireños como Marcelino Arias, Genaro Arias y
otros, eran intelectuales preparados en el extranjero. Daba calidad al elenco D.
Delfín Chamorro, y animación D. Fernando Kóhler, alemán ilustrado; D. Guillermo
Harrison, norteamericano; D. Agustín Guggiari, suizo italiano, y otros extranjeros
de la sociedad guaireña.
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El tiempo heroico de Villarrica
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dino Caballero, y a diputado, D. Claudio Gorostiaga; de la oposición: a senador, D.
Esteban Gorostiaga, y a diput ado, D. Antonio Taboada. Era comandante
militar D. Santiago Gómez Sánchez. Grande fue el entusiasmo de la
juventud opositora; cuanto mayor era la presión oficialista más crecía la actividad
popular.
La jornada cívica del 12 de junio de 1887 tuvo su pról ogo sangriento tres
días antes en Yhacami. La juventud opositora partió ese día para realizar
giras electoras por esta compañía, y ese día, llegó a la 1 de la tarde, recuerdo
bien, una caballería de hombres vestidos de civil y con sendos pañuelos
colorados al cuello. Era la primera vez que la población veía el uso de tales
distintivos. Decían que era "fuerza del Gobierno". Venía dirigida por el famoso
"López Yacaré".- Un rato después de descansar en el patio de D, Claudio Gorostiaga
que queda al lado del de la Policía, se marchó rumbo a Yhacami. Esa misma noche
fueron a asaltar a los jóvenes de la oposición que andaban realizando la gira
política, dispersándoles a balazos. Hubo muertos y numerosos heridos. Fue una
notificación de la calidad de las elecciones que se preparaban.
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Pero el caso ocurrió al revés de la jornada de 1887, pues, esta vez la fuerza bruta
extraña a la autoridad local que garantizaba el sufragio, quilo impedir, como lo
impidió, a la mayoría obtener el triunfo. Era Jefe Político D. Amancio Insaurralde,
caracterizado vecino de la localidad y uno de los hombres más decentes que yo he
conocido. Se gestó un gran movimiento de la población, precursor del acto comicíal en el
que el sufragio se iba a ejercer libremente al amparo de la autoridad local.
El domingo designado se presentaron al atrio de la iglesia, como 500 liberales
encabezados por D. Rafael García. A la hora de instalarse la mesa electora se
produjeron incidentes promovidos por los colorados menores en volumen. El juez de
paz no podía ser hallado. No podía instalarse la mesa. La hora legal había pasado.
La nerviosidad era extrema. D. Rafael García, gran figura de señor, con una
espesa barba recortada en cuadro, a semejanza de los varones de mediados del
siglo, nervioso, salió a gritar, sin poderse contener por la indignación, entre la
multitud: "¡Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia!" Estas palabras del
gran orador romano, repetidas después de siglos bajo las arcadas de la iglesia de
Villarrica -ya testigo otrora de escena semejante- por un vocero del pueblo que
no podía ejercer su voluntad por dificultades de los agentes del gobierno, fueron
la chispa inicial del incendio.
Gómez Sánchez, quien tenía en las inmediaciones de la iglesia una caballería e
infantería armadas, dio el asalto a la Plaza de Armas y se apoderó del atrio a tiros
de Rémington. Los electores liberales se desbandaron. La Policía, ayudada por
particulares liberales, sostuvo un combate con la gente de Gómez Sánchez para
desalojarla del atrio de la iglesia sin conseguirlo. La lucha duró hasta las tres de la
tarde, hora en que se cerró el "comicio". La Plaza quedó sembrada de cadáveres de
infelices agricultores que habían venido a “votar". Al día siguiente se supo que los
republicanos "habían ganado las elecciones". ¡Tableau!
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1893-1897. SEGUNDA ETAPA DE MI VIDA
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vivas. Exceptuando la enseñanza que nos diera don Delfín en Villarrica ya en el tercer
curso, no he tenido la suerte de tener buenos profesores de estos idiomas tanto en
Villarrica como en la Capital.
En francés ocurría otra cosa. El profesor llamado por los muchachos "Bertucho",
exigía el aprendizaje de memoria de las lecciones de la "Gramaire Francaise", por
Sommer, que repetíamos como loros. Cuando no se aprendía se disgustaba
enormemente. Sobre todo en contra de los "campesinos" que eran los primeros
venidos de los colegios nacionales de la campaña, de Villarrica, Concepción, Pilar y
Encarnación. De Villarrica éramos Carísimo, Paiva y yo. Cada vez que alguno de nosotros
no le satisfacíamos en las contestaciones, nos decía: "Está 'codido' tu beca, muchacho".
Los únicos buenos profesores fueron los de Psicología, el Dr. Emeterio González, quien
encantaba al alumnado con sus conferencias y exposiciones; de Física, Dr. Cancio Flecha y de
Química, el sabio húngaro Anissit
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El quinto curso fue mejor. Con los mismos profesores ya nombrados y el Dr.
Manuel Domínguez, de Filosofía y Biología, que pasaba el año encantando a los
muchachos con sus declamaciones de poesías. Este año viví en la Chacarita en
unranchito, miserablemente alimentado, pero feliz y contento. Pagaba $17 por la
pensión y me sobraban $8 de la beca, para la limpieza y otras cositas. Fue el año
en que más y mejor estudié. Mi rancho, que quedaba a la sombra de un gran
barranco, era el centro de reunión de los compañeros para estudiar juntos: Carísimo,
Real, Barbero y otros fueron de la pandilla. Al final del año obtuve las mejores
notas en los exámenes: Botánica por Berg, 10 puntos; Física por Ganot, 10 puntos;
Química por Wilde, 10 puntos; Filosofía, 10 puntos e Historia Moderna por Castro,
10 puntos. Recuerdo un pasaje. Una tarde estábamos citados para rendir el primer
grupo de exámenes (Botánica, Física, Química e Historia Moderna).
Al momento de ser llamado en la lista, llegaron el Presidente de la República
con sus ministros y el Rector de la Universidad Nacional a presenciar los exámenes de
quinto año. Me senté en la silla y quedé un instante mudo; tan grande era la emoción que
me embargaba, no porque no estuviera preparado, no. Dominaba las materias de
examen perfectamente. Era por el respeto y consideración que guardaba al primer
magistrado de la Nación, no como hoy día en que se le mira con tanta indiferencia
por la desmoralización a que se ha llegado. Comencé a exponer en Botánica y al
final, vi que el profesor de la materia, me asignaba un 10. Cuando un alumno satisface a
un profesor en los exámenes, no simula su contento y escribe la nota a la vista,
como para que se le vea calificar. Recito Física, otro 10. Obtengo iguales notas en el
resto de las materias, Historia Moderna y Química. Al levantarme para retirarme, se
levantó a su vez el Presidente de la República y me extendió la diestra
felicitándome por mis "brillantes exámenes". ¡Qué hinchado me puse! La mayor
satisfacción que experimenté en mi vida estudiantil.
El año de 1895 cursé el sexto año, con menos acierto y libertad. Mi pobreza
me obligó a trabajar. Ingresé como maestro de
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grado, con el sueldo de $60 en el Colegio Modelo de D. Clementino Billordo, educador
correntino.
Así, en 1895 me inicié en la carrera del magisterio y, para mayor desgracia
enfermé seriamente a fines de curso. Este año habité en la casa del P. Miguel
Maldonado, cura de San Roque, que me atendió genero- samente. No obstante, salvé
el curso y me hice bachiller.
Terminado el bachillerato se me presentaba el problema de los estudios
universitarios. Por una parte deseaba seguir Medicina, a la que tenía inclinación, y por
otro, atender a mi familia que, con tanta pobreza había costeado mi educación.
Quería corresponderles. Entonces, no había la Facultad de Medicina y no me interesaba
el Derecho. Parecía que yo no haría carrera en una profesión.
En 1896 se creó la Escuela Normal de Maestros bajo la dirección del profesor
argentino D. Francisco Tapia, eminente hombre de ciencia y de letras. Me incliné hacia ella,
no sé por qué. Tal vez haya causado esa inclinación sobre mi espíritu la práctica que
tuve en el Colegio Modelo, o la necesidad de ganar de inmediato para vivir; lo cierto
es que me orienté hacia la escuela. En aquel tiempo no había maestros normales
paraguayos, a excepción de Aniceto Garcete, Manuel Amarilla, Atanasio Riera y las her-
manas Speratti, que ocupaban cargos superiores. Entonces el personal de los grados de la
escuela normal naciente se llenó exclusivamente con bachilleres.
Ingresamos como maestros Carísimo, Paiva, Eusebio Ayala, Enrique Pinho, Andrés
Barbero y yo. Persistimos como profesores de grado Carísimo, Pinho y yo, los demás
quedaron con algunas cátedras o se retiraron. Yo me hice, a la vez, alumno-maestro,
con un sueldo de $150 mensuales, un gran sueldo. Al mismo tiempo me hice cargo de
la enseñanza de Castellano en la Escuela Alemana, situada entonces en la calle General
Díaz, con un sueldo de $40, en sustitución de Manuel Gondra que se había retirado.
Con estos sueldos comencé a auxiliar a mi madre, a devolverle parte de su
inmenso sacrificio por mi educación. Compré para ella dos vacas lecheras.
La práctica del Magisterio me era agradable, pero llena de dificultades. No entendía
nada de pedagogía, de disciplina, de crítica, bosquejo y demás cosas de la técnica
profesional. Pero
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me gustaba y tenía el propósito firme de hacerme maestro y contribuir a la difusión de
la cultura entre mis conciudadanos.
Me apenaba la ignorancia de la masa campesina, la proporción monstruosa
del analfabetismo en un país que se creía democrático; soñaba sinceramente luchar
en pro de la cultura. Por eso, me agradaba y aunque lo hacía mal, cumplía con mis
deberes de "aprendiz" de maestro. La disciplina de la escuela era rígida, cosa a la
cual no estaba acostumbrado.
El Director de la Escuela, un organizador, D . Francisco Tapia, era amigo de la
exactitud y de la rigidez. No transigía con ninguna violación del reglamento interno.
Lloviera o no, se tenía que estar en la escuela. Recién ahora me doy cuenta de la
lucha que había sostenido aquel hombre en la organización y la razón de sus exi-
gencias con los maestros en la exactitud del cumplimiento de las obligaciones
escolares: tenía que formar primero al personal en la escuela de la disciplina para
poder obtener de ese personal el fruto deseado.
Me sucedieron tres cosas muy interesantes, exteriorizaciones de mi
"indisciplina", que influyeron en mi vida futura. Al ingresar como maestro de grado se me
dio la dirección de un primer grado B con 70 alumnos inquietos. Yo no sabía manejarlos.
Había, sobre todo, un alumno de apellido Pavón —más tarde célebre Tito Pavón—
sumamente inquieto, rebelde y malcriado. No miraba nunca de frente al maestro. Se
ocupaba en todas las horas de clase en charlar, reírse y camorrear con los compañeros.
No me obedecía ni respetaba. Yo no sabía qué hacer con él para someterle.
Un día, en que estaba dando clase de Lectura, se puso a reír en mi cara con tanta
desfachatez ante un llamado al orden, que me sacó de quicio. Me adelanté hacia él, le
tomé del cabello y le golpeé contra el banco con toda mi fuerza, fuera de mí, no sé
cuántas veces. Yo mismo me asusté de mi acción porque comprendí que era mala.
El susto mío fue mayor cuando, al levantar la cabeza, vi al Director Sr. Tapia, parado
en la puerta con los brazos cruzados, mirándome con aquella cara de Mefistófeles que
tenía, con su barbita de chivo. Yo me hice rápidamente mi composición de lugar de que
estaba perdido. El Director se retiró luego sin haberme dicho una palabra.
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Al terminar la clase, cuando me disponía a retirar me hizo llamar por intermedio
del Conserje. Fui a la Dirección pensando en el café y compañía. Al llegar ante él me
propuse darle explicación de mi acto. Me dijo: "No hay necesidad de explicación
alguna. He visto y comprendo todo, Escúcheme, le voy a dar un consejo que le
servirá en la vida porque entiendo que Ud. va a ser maestro. Cuando en otro
momento de la vida de maestro Ud. vuelva a encontrarse en igual situación, es
decir, pierda Ud. la serenidad y el dominio personal por la insolencia de algún chico,
aléjese de él todo cuanto pueda, no se le acerque jamás. Así dará Ud. tiempo a sus
nervios y se calmará para no repetirse la escena ocurrida". No dijo nada más. Nunca
en mi carrera profesional me he olvidado de este otro consejo que constituyó la
directiva de mi vida de maestro. Bien dice el filósofo: domina tus nervios y serán tus
mejores aliados.
Así era aquel hombre: supo imponer su voluntad y, a la vez, educar la nuestra
formada, hasta entonces, en la indisciplina más completa.
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Comisión Nacional de Cultura Física
Por ley se creó la Comisión Nacional de Cultura Física. La Ley estaba bien inspirada
como todas, pero no se ha podido realizar sus propósitos. Fui secretario de ella y
más tarde Presidente. Durante la presidencia del entonces mayor y director de la Escuela
Militar, José Félix Estigarribia, se trabajó bien e intensamente.
Se organizaron subcomisiones en la Campaña y se acumularon fondos aunque con
mucha dificultad por la resistencia de las municipalidades de entregar los fondos y los
terrenos necesarios. A pesar de todo, se llegó a reunir buena suma con la que se
hizo venir de Alemania aparatos para establecer plazas de deportes tanto en la Capital
como en las Compañías; se aprobaron tipos de plazas y se inició la organización de cursos
para la formación de maestros de ejercicios físicos. La dificultad más grande fue la
opuesta por la Intendencia Municipal de la Capital que se resistió a entregar un pedazo
de terreno donde plantar la plaza de deportes. Así, esterilizada la acción, sin apoyo del
P.E. (Poder Ejecutivo), la Comisión fracasó rotundamente.
Para la realización cada vez más intensa de mi propósito de crear "una escuela
nacional donde se dé enseñanza nacionalista", escribí un libro destinado para textos
de lectura de los niños. Con ello no hacía otra cosa que seguir los consejos de mi
ilustre amigo D. Manuel Gondra.
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normales argentinas fueron los primeros organizadores de nuestras escuelas y quienes
les dieron su primer soplo de vida; libros argentinos —Mercante, Torres, Petrascione,
Bassi— guiaron a los maestros en su enseñanza; libros argentinos se ponían en
manos del niño paraguayo para emprender los primeros dele- treos, para beber la
primera ciencia, para orientarle sus sentimientos patrios.
No era un sentimiento de xenofobia el que se apoderaba de mí sino una
depresión por nuestra incapacidad de bastarnos a nosotros mismos, de eman-
ciparnos intelectualmente. Era mi gran preocupación de paraguayo todo esto y me
propuse, aunque modestamente, sacudir el yugo, arrancar de manos de nuestros
niños aquellos libros que desorientaban su cándida alma, sustituir la didáctica
argentina con una paraguaya, si fuera posible crear la escuela paraguaya.
Comprendía exactamente mi insuficiencia para tamaña empresa, pero me sobraba
voluntad y decisión para librar la batalla que me ha costado, por cierto, tantos
sinsabores, me ha producido tantas heridas sangrantes en el corazón causadas por mis
propios compatriotas y, sobre todo, por los "mono- polizadores del patriotismo".
Asumí la responsabilidad y presenté mis libros al Consejo porque no
encontraba deshonestidad alguna en que, en mi calidad de maestro, me hiciera autor
de libros de texto. Además, existían precedentes en mi país. El señor Manuel W. Chaves
siendo inspector de escuelas escribió e hizo adoptar dos libros de lectura "El Niño
Paraguayo", que fueron retirados del uso en tiempo del Sr. Riquelme. El Sr. Juan J.
Soler escribió otro en colaboración con el mismo señor Chaves; el Sr. Soler era Vice-
director general de escuelas. El señor Virgilio N. Barrios, redactó un texto de
Geografía, y era Inspector General. Y así muchos. No creía que porque escribiera yo,
fuese pecado.
Mi libro "El Paraguayo I" fue aprobado por el Consejo, atento al informe de los
señores Anselmo Jover Peralta y Emilio Ferreira, quienes lo analizaron minuciosamente
desde el punto de vista teórico.
Además presenté al Consejo unos informes de directores de escuelas que lo
pusieron en experimentación. Al mismo tiempo solicité el concurso de maestros e
intelectuales para escribir libros de texto para la mejor realización de mi propósito de
nacionalización de la enseñanza.
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Mi salud se resintió y tuve que ausentarme para Buenos Airee donde permanecí
dos meses. Aproveché mi desocupación para escribir "Nueva Orien- tación de la
Enseñanza Primaria", lectura para los maestros que hice editar dos veces. La publicación
tuvo éxito; fue muy elogiada en el extranjero y trans- cripta en revistas. El director
general de escuelas de la Provincia de Paraná lo reprodujo en "Educación" con un
elogioso comentario. Recibí de pedagogos ex- tranjeros cartas referentes al trabajo.
Mi hijo Efraim terminó sus estudios de bachillero e ingresó a la Facultad de
Derecho; al mismo tiempo se incorporó a la ratedacción de "El Liberal" siguiendo su
natural inclinación, pues, hay que saber que siendo niño, alumno de V grado de la
escuela primaria de Villarrica publicó, con otros compañeros, un periodicucho llamado
"El Guaireño", impreso en los talleres de "El Guaira".
Este año seguí sin tropiezo alguno el desarrollo de mi plan de acción, apoyado
con decisión tanto por el Presidente Dr. Eligió Ayala como por el Ministro Dr. Adolfo
Aponte, mi grande y buen amigo.
Se puso en circulación la primera edición de mi libro de lectura "El Paraguayo",
editado en Buenos Aires por intemedio de la Casa Campos y Cía. de esa plaza. Fue mi
intención editarlo en el país pero resultó imposible: primero porque costaría más caro y
segundo, porque no disponiendo de recursos, tuve que entregar el derecho de la edición
a un comerciante que aceptó encargarse de ella. No cabe duda que, por patriotismo,
debía hacerse en el Paraguay pero la patria no me extendió la mano.
La edición salió muy mediana; no la mandé hacer de lujo por el afán de dar
libros baratos al público por más que pedagógicamente, sé que debe ponerse en manos
del niño lo mejor. Una cosa es la teoría y otra, la práctica.
Mediante la activa y eficaz intervención del Sr. Narciso Méndez Benítez, el P.E.
decretó la creación de una escuela normal en Pilar conforme con un pedido del Consejo
N. de Educación, una medida muy acertada por la necesi- dad regional y muy
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justa por corresponder al interés del vecindario, amante de la educación. Fui comisionado
para organizaría.
Ofrecí la dirección de ella al profesor normal D. Gaspar N. Cabrera, quien puso la
condición de tener que gozar de un sueldo mínimo de cinco mil pesos para aceptarla. No
siendo posible conformarle en esta condición se encomendó la dirección a la señorita
profesora normal María León, vicedirectora de la escuela normal de Villarrica, honesta,
preparada, enérgica y modesta. En el acto inaugural pronuncié un discurso y di una
conferencia sobre la orientación de la enseñan- za y la misión cultural de la escuela
normal.
En una visita a la Escuela Normal de Encarnación asistí a una asamblea de vecinos
en la que se me pidió la elevación de categoría de la institución local. Prometí dar los
pasos que de mí dependían.
Previa aprobación del Consejo gestioné ante el P.E. la referida elevación y tuve la
suerte de obtenerla, así como la de Barrero Grande. 1/ En consecuencia, recibí el
siguiente telegrama: "Acepte reconocida gratitud pueblo encarnaceno éxito gestiones
suyas elevación categoría Escuela Normal. Dr. Carlos Díaz León, Cantalicio González Almada,
Ciríaco Arias, Emilio Arigós, Silvio Vásquez". De Barrero Grande no he recibido nada, pero
la elevación de la categoría de su escuela me ha compensado con la satisfacción del deber
cumplido. Eso basta.
El 15 de agosto se celebró en Asunción el "Congreso de Geografía e Historia del
Río de la Plata" con asistencia de delegados argentinos, brasileños, uruguayos, chilenos,
bolivianos, peruanos, etc.. Fue un torneo muy interesante. En esa ocasión fui agraciado
con el nombramiento de "Miembro Correspondiente de la Academia de la Historia de
Buenos Aires".
A pedido confidencial del Ministro de Instrucción Dr. Aponte solicité y obtuve del
Consejo Nacional de Educación que se diera a la Escuela Nacional dirigida por la
señorita Asunción Vera y Aragón, el nombre de "Pasteur" en homenaje a la
democrática República Francesa y al gran sabio de la Humanidad.
Organicé en la capital los cursos de vacaciones para maestros de 4a. categoría a
fin de facilitarles un medio para mejorar su
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preparación profesional y optar al título de 3a. Dicté una reglamentación completa así
como otra para las escuelas privadas. El entusiasmo despertado entre los maestros por el
''curso de vacaciones” fue enorme; acudieron a ellos maestros de toda la Re-
pública Dichos cursos funcionaron varios años hasta que por cuestiones
económicas y otras yerbas se los suprimieron. Los egresados eran reconocidos en su
categoría por decreto del P.E. de conformi- dad con la Ley Orgánica del Magisterio.
El ministro de la República Argentina, Dr. Ricardo Oliveira, que fue un
excelente diplomático, ilustrado, activo, amable y culto, trabajó inte- samente
por el acercamiento paraguayo-argentino. A su iniciativa se fundó el "Centro de
Cultura Paraguayo-Argentina" del que formaban parte los princi- pales intelectuales
nacionales. Tuve el inmerecido honor de ser miembro de ese Centro
Casamiento de Virginia
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Otros pasos que di fueron: la publicación de una gran revista, órgano del Consejo,
la organización de la Bibilioteca Pedagógica, de la Biblioteca Circulante y la formación de
los catálogos de las mismas y del archivo. "La Nueva Enseñanza" fue la mencionada
revista, la primera en su clase en el país y aun en el extranjero mismo, según
apreciaciones extranjeras.
Conseguí que se incluyera en el presupuesto la asignación mensual de $3.000
para la publicación de la revista y otra de $2.000 para fomento de la biblioteca. La
revista aparecía cada trimestre, constaba de 96 páginas, en papel japonés y con ilus-
traciones o fotograbado.
Costaba más o menos, por término medio, de 13 a 14.000 pesos, en número
de 700 ejemplares para ser distribuida gratuitamente a cada escuela. Los clisés y otros
gastos los costeábamos con el amigo Frontanilla, con el importe de los avisos intercalados
entre sus páginas. Está demás decir que yo era el director y redactor.
Nuestros trabajos eran completamente gratuitos. No trabajaba para lucrar sino
para enaltecer al Magisterio paraguayo en el exterior, mal cotizado en el concierto
mundial. Conseguimos nuestro propósito, pues mediante "La Nueva Enseñanza" se
conoció en América y Europa la capacidad intelectual del magisterio primario paraguayo y
la labor, la intensa labor en que se hallaba empeñado.
Sin embargo, los colorados del Congreso trabajaron constantemente para suprimir
la mísera subvención presupuestada, para hacer desaparecer la publicación. ¿Por qué?
Por odio de secta a la obra constructiva del gobierno liberal, por fobia a la cultura.
Allí está la colección de los hermosos y nutridos ejemplares para atestiguar la fecunda
obra constructiva de la Dirección General de Escuelas.
Cada número de "La Nueva Enseñanza" —que era un libro-para mí era un gran
triunfo y para los Natalicio. 1/ Vasconcellos, Chaves, López Moreira (César), Montanaro y
Cía., pimienta lanzada al ojo. Pero ella vivió bastante, para crear una época en los anales
de la Escuela Paraguaya. Algún día será reconocido éste. Tiempo al tiempo.
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Biblioteca Pedagógica
Con la otra mísera asignación de $ 2.000 fui adquiriendo libros para la “Biblioteca
Pedagógica” de mi creación. Consideraba una vergüenza nacional que una entidad
cultural como el Consejo Nacional de Educación no tuviera unos cuantos libros a guisa de
biblioteca. Creo que ni en el Congo ha de existir una autoridad educacional encargada de
orientar la cultura de preparación profesional de los educadores de la niñez sin libros
que presentarles como modelos y para facilitarles la lectura. Muchos creen que el
maestro se retira de la escuela normal con suficiente bagaje cultural. Es un grave error.
El maestro, al recibir su diploma que le habilita a enseñar, no sabe nada de la ciencia
pedagógica sino los pocos resúmenes que le suministraron las escue- las, pero ignora
las ideas, los pensamientos contenidos en la vasta literatura profesional. Después de
ejercer el magisterio, recién puede leer las obras clásicas y orientadoras. El Consejo
Nacional de Educación está obligado a continuar influyendo en la formación
profesional —post-claustro— de los maestros. Debe poner a la disposición de ellos,
libros y revistas porque no puede obligar a comprarlos por ser sumamente costosos,
raros en el mercado y escasísima la remuneración de los educadores.
Biblioteca Circulante
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sitora se dio un paso atrás: desapareció "La Nueva Enseñanza" voz de la cul- tura
nacional y se truncó la formación de la Biblioteca. ¡Pobre país el nuestro!
Kindergarten
He hecho esfuerzos por crear clases infantiles (Kindergarten) anexas a las escuelas
normales y en algunas escuelas superiores. Algunos directores de las escuelas normales
fueron entusiastas colaboradores en este orden de creación, y otros, no. Desde luego, no
entendían la función de los kindergarten en la formación profesional del maestro. Los
alumnos nuestros estudian Psicología Infantil; las clases infantiles les sirven como
laboratorio de experimentación y observación. ¿Cómo se van a dar cuenta de los métodos
de Decroly, de Montessori, si no los ven aplicados en un kindergarten? Funcionaron en
Villarrica y Encar- nación, a más del que había en la Escuela Normal de Profesores, obra
de la Srta. Felicidad González. El Kindergarten anexo a la Escuela "Manuel Amarilla", sección
de Niñas, ha sido un modelo por su organización y su resultado. Quien no entien- de nada
de Pedagogía lo considerará como un artículo "pour l'exportation" seguramente. Pero
¿cómo podemos pedir al zapatero trabajos distintos del oficio? Por eso se ha dicho:
"Zapatero, a tus zapatos". Abogados a las curias; ¡dejad la escuela a los maestros!
Como medio de realización de mis ideas pedagógicas dispuse la intensifi- cación de
los estudios de la psicología infantil, pero de la verdadera, de la legítima, de la científica, no
de la psicología de adultos con etiqueta de "infantil". Los ma- estros, hasta entonces,
no sabían la Psicología Infantil. Apenas conocían algunas ideas de Claparéde, pero las
de Ferriére, Decroly, Dewey casi las desconocían. El Dr. Ferriére con Piaget inició la
estructuración de la Psicología Infantil Biogenética basada en la misma naturaleza del niño
como sujeto biológico. Era, pues, necesario que los futuros maestros la conocieran. Reformé
el programa correspondiente y recomendé su aplicación por vía de ensayo, con cargo de ir
modificándolo de acuerdo con la experiencia. Dicté orientación y directiva para los pro-
fesores de la materia. Algunos se interesaron y otros, no. La profesora de la escuela
normal de Barrero Grande,
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señorita Lina Franco Goiburú fue una de las que más se interesaron; enseguida obtuvo
los libros, traducciones y anotaciones para interpretar el espíritu de la materia.
Ese año entraron en vigor integralmente los programas de las escuelas normales
y primarias. En mi concepto, con éxito. Hay que tener en cuenta que estos programas
no son ni deben serlo, fijos, inmodificables. No, Soy de opinión que los programas
analíticos deben ser modificados periódicamente, de acuerdo con la experiencia,
para acortarlos, para depurarlos de conocimien- tos que ocupan lugar
innecesariamente; para ordenarlos; para adaptarlos a las necesidades nacionales. Es
decir, los programas deben ir modificándose para que ellos puedan servir a "la
enseñanza a la medida". Esa es la labor del direc- tor de enseñanza; de donde se
deduce que éste debe ser profesional y com- petente, con autoridad pedagógica
suficiente.
La Coeducación
Ensayos Pedagógicos
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Eligió Ayala y la escuela
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"El paso dado es muy grande y puede afirmarse que la mitad del camino se
ha recorrido... En todo el pueblo, en todas partes ha nacido un anhelo sincero,
vivísimo, entusiasta de crear cada vez más escuelas, de dotarlas de los elementos
esenciales para su funcionamiento. En todas partes, las asociaciones privadas han
hecho contribuciones valiosas en este sentido. El Gobierno les ha secundado
pecuniariamente y con la cooperación técnica del departamento de Obras Pú-
blicas.
"Esta es la renovación más alentadora y de más alto valor moral que se ha
producido en los últimos años, en el ámbito de la instrucción primaria. Ella
infundirá mayor caudal de vida, de contenido real, de productividad, a las
escuelas".
¿Se quiere mejor estímulo que estas palabras del Primer Magistrado de la
Nación pronunciadas en un acto tan solemne—apertura del Congreso— y ante el
orbe entero, palabras de un Primer Magistrado como Eligió, que jamás decía una cosa
que no fuera punto de su razón, razón libre de toda sen- siblería? Nadie puede
imaginarse que Eligió dijera tales ditirambos, ni pronun- ciara tales afirmaciones
sentenciosas movido por afecciones personales, amis- tades de círculo político ni
mucho menos, movido por algún interés personal, puesto que yo valgo tan poca cosa
políticamente, por no decir, nada. Por más que en sus juicios consagratorios no me
haya mencionado personalmen- te —cosa que no hacía falta por cierto— me llenó de
legítimo orgullo este reconocimiento de mi obra y por qué no lo diré, de alguna
vanidad.
Con este capítulo del mensaje de un mandatario como el Dr. Ayala que "no se
casaba con nadie" ni con sus propios amigos, mi labor y mis sacrificios han sido
compensados con creces, y me parece que mi sueño de maestro de elevar la educación
popular en este pobre y pequeño Paraguay, a la cúspide moral y material se ha
realizado. Pero no crean que por eso hube de dormir sobre los laureles; continué
manteniendo en mi bandera de acción los cuatro lemas: problema del aumento
máximo de la inscripción escolar, el del perfecciona- miento de la docencia, el de la
colaboración popular y el de la estructuración de una didáctica paraguaya de una escuela
paraguaya, mi sueño máximo. Tuve que insistir sobre ellos y empujar el carro hasta
donde mis fuerzas me lo permitieron.
108
Con mis ahorros y el fruto de mis libros de lectura resolví adquirir una casa para vivenda
propia de la familia. No tenía valor para asumir grandes compromisos; proyectaba adquirir una de
precio modesto. Mi mujer, de grande ánimo, venció mi temor y adquirí la que ocupo actualmente,
pagando por cuotas y plazos largos.
El entusiasmo del Dr. Eligio Ayala en pro de la escuela se mantenía firme, influido
seguramente por el Dr. Adolfo Aponte, mi grande y buen amigo, y hombre apreciador de la cultura.
En días consecutivos, recorrimos los tres, el Presidente de la República, el Ministerio de Instrucción
y yo, las escuelas de la Capital para que el Primer Magistrado las conociera de visu. Jamás
presidente alguno había hecho esto, de modo que es justo y propio que el acontecimiento quede
anotado en esta Memoria, y acreditado al haber de aquel Mandatario. Natural y lógicamente la
visita presidencial presidencial influyó poderosamente en el ánimo de los obreros, los
maestros, quienes viendo el interés del primer ciudadano, duplicaron sus esfuerzos en
el desempeño de su misión.
La inscripción escolar iba in crescendo. Había sobrepasado ya la centena de
mil. La posición del Paraguay en el estrado de las naciones americanas mejoraba a ojos
vista. Mi ambición de colocar a mi país, si no por encima, al menos al nivel de las
mejores naciones por el porcentaje de sus niños concurrentes a la escuela, se realizaba y
ello me llenaba de satisfacción. En la Memoria de la Dirección General se publicaba
anualmente, con regularidad, la gráfica del progreso, rigurosamente controlada y
documentada. En el Paraguay hay muchos escépticos; será efecto de nuestra
misma miseria e ineptitud. Muchos no creían que el Paraguay alcanzase a
Argentina, a Chile, superase al Uruguay, al Brasil y demás naciones excepto
Estados Unidos; parecía una paradoja, un sueño.
Muchos amigos sinceros, al verme me preguntaban: “ ¿Es cierto eso?” Nada más fácil demostrar con
la estadística en la mano. Yo tenía las estadísticas oficiales publicadas en las memorias e informes sobre la
instrucción de casi todos los países de América. Los canjes de “La Nueva Enseñanza” me proporcionaron esa
fa-
109
cilidad. Además, "The Statesman's Year Book", publicación oficial de Londres, me las
confirmaba.
Tomaré dos ejemplos por vía de ilustración y como término de compa- ración:
República Argentina: Esta República según la Memoria del Consejo Nacio- nal de
Educación del año 1928, contaba con 10.646.814 habitantes. La esta- dística ha
aceptado el 20% de la población general como la escolar, es decir que le corresponden en
aquel año 2.129.362 niños en edad escolar. Según la referida Memoria iban a la escuela
1.302.543 niños, lo que viene a ser el 61,18% Es decir, la República Argentina según sus
datos oficiales llevaba a la escuela el 61.18% de sus niños; quedarían así 38.82%
fuera de ella.
Bolivia: Sobre una población de 2,974.904 habitantes, de los cuales 594.980
eran de edad escolar, llevaba a la escuela 79.973; o sea el 13.48%, dejando sin escuela
86.52% .
Paraguay: Con una población de 800.000 almas, tenía 160.000 niños en edad
escolar, de los que llevaba a la escuela (1927) 104.089, es decir, el 61.67%. Matemático.
No es fantástico; "con los números no se juega.
El boliviano Fernando Guachala, Ministro entonces en Asunción y "amigo" del
Paraguay, publicó en "La Razón" de La Paz un artículo con su firma mostrando a los
hombres públicos de su país, la ocupación de Bolivia del último escalafón por la
inscripción escolar y presentando al "pobre y pequeño Paraguay" como ejemplo que debe
imitarse.
Más tarde, D. Manuel W. Chaves, diputado, periodista, publicista, ex Inspector
General de Escuelas, calificó de fantástica la estadística de la Dirección General de
Escuelas, diciendo en un discurso "leído" que no era con "Memorias fantásticas" como se
adelantaba la instrucción. Don Manuel se colocó por esta afirmación negativa lanzada en
pleno Congreso, a un nivel inferior al publicista boliviano quien tuvo la hombría de
reconocer y proclamar la verdad, mientras que aquél la negó... Siquiera por patriotismo
se hubiera callado, o si hubiese procedido con sinceridad hubiera pasado por las Oficinas de
la Dirección General de Escuelas para conocer la verdad, y enterarse cómo se
confeccionaba la estadística en mi tiempo. Aún viven empleados del Consejo como
110
el señor Alfonso Riquelme, joven conocido, quienes no tendrán interés en ocultar la
realidad.
111
Necesidad de Escuelas de Artes y Oficios
*** ***
Una de las instituciones normales que marchaba para atrás, era la Escuela
Normal Elemental de Concepción. La decadencia no dependía del personal
enseñante, pues la directora, señora Juana F. de Alonso, era buena como el resto del
personal. El caso era que cada día despertaba menos interés y no acudían alumnos a
sus aulas. Llegó a tener apenas 17 alumnos. Yo observaba que la población en general
tenía poco cariño a la Escuela Na- cional, a la única institución de carácter
secundario que poseía. En cambio de la orfandad en que yacía dicho establecimiento de
enseñanza, funcionaban con mucha holgura económica dos institutos religiosos
privados.
La Ley Orgánica del Magisterio establecía que serían asimilados a categoría superior
los maestros de 2a. con diez años de servicio activo, de los cuales cinco como directores
de escuela graduada, y que demostrasen capacidad. Me parece que el espíritu de la Ley
era estimular y premiar al maestro bueno y laborioso y no a los que no tenían otro título
que la antigüedad. Me he preocupado siempre en premiar con este criterio a los buenos
maestros. Después de mi retiro, han cambiado de opinión y la asimilación se dio a todo el
mundo.
112
Primer libro de pedagogía
Como dije, no dí curso a esta petición por ser yo el autor del libro en cuestión.
No obstante, "La Democracia", periódico hebdomadario, dirigido por mi
"amigo" Virgilio Barrios, me atacó diciendo que yo había hecho adoptar el texto. Por
tal motivo, dirigí a Barrios una misiva explicándole que mi "Peda- gogía" no estaba
adoptada como texto, y que el cálculo de fabulosa y fantás- tica ganancia era
meramente de intención dudosa, muy apartado de la verdad. Según “La Democracia” el
cálculo era simple, sencillísimo: “Hay 100.000 niños inscriptos en las escuelas; luego, se
venden cada 100.000 libros "El Paraguayo", a $10, es decir, el autor gana anualmente
$1.000 000"
113
Barrios me explicó que el autor del escrito era el Dr. Juan Cárdenas, sujeto que
estaba distanciado de mí por la siguiente causa. Cárdenas era asesor de la Dirección
General de Escuelas endosado por mi antecesor D. Manuel Riquelme. Con suma difi-
cultad y en contra de la opinión de mis amigos, venía manteniéndose en el cargo, a
pesar de los malos informes que recibía respecto a su ilustre personalidad: en una
palabra, era "uno de los protegidos míos".
Se enamoró de la Directora de la Escuela "Pasteur", señorita Asunción Vera y
Aragón; la pretendió. La maestra me informó confidencialmente sobre el caso y la
impertinencia del enamorado doctor. Entre bromas dije a ella que le diera un sopapo si
la volvía a molestar.
114
puede Ud. decirle que esté tranquilo". Allí mismo se supo que el portador de la mentira
era el profesor señor Arellano.
Desde el fracaso de la famosa Comisión Nacional de Edificación, la dirección de
las construcciones de carácter escolar quedó a cargo de la Dirección General de
Escuelas bajo el control teórico y técnico del Departamento de Obras Públicas. La fiebre
de la edificación volvió a desarrollarse bajo la tutela privada. Opté de acuerdo con la
Oficina técnica por el sistema de pabellones para los edificios escolares. Los pabellones
amplios, con sus corredores circunvolantes y piezas independientes ofrecen ventajas
para nuestra campaña y se adaptan a nuestras condiciones climáticas; son frescos,
amparados contra el sol y la lluvia y se conserva más el maderamen. De este sistema, se
construyeron casas escuelas en Loma Pytá, San Pedro, Carapeguá, Quiindy y otros
puntos.
Traído por el Ministro Argentino Dr. Oliveira, vino el profesor argentino D. Pablo
Pizzurno, eximio maestro, patriarca del magisterio platense. Dio unas conferencias muy
interesantes. Le invité a un paseo a San Bernardino donde pasamos en la playa del Lago
Azul, inolvidable día. Pizzurno era hombre de bastante edad pero fuerte todavía. Su tema
favorito era la gimnasia como medio de prolongación de la vida; él le atribuía su
longevidad.
Empezó a agitarse nuevamente la cuestión nacionalista, vale decir "lopizta"
porque en la jerga de los monopolizadores del patriotismo, el "nacionalismo" es el
"lopizmo" como el "nacionalsocialismo" alemán es el "hitlerismo". Todos los que no
eran de la comunidad no eran patriotas. Algunos políticos enarbolaron la bandera como
plataforma para llegar a las alturas. Da Rosa, O'Leary, Recalde, Peralta, Llamosa, etc.,
formaron una cofradía. Lo curioso del caso es que la mayoría de los jóvenes de la agrupa-
ción eran de "ideología comunista". Por otro lado, en el Gobierno predominaban los
"liberales": Eligió 1/' Aponte, Báez, Riva-rola, Schenone, etc. Los "nacionalistas" formaron
un conciliábulo para hacer retirar de la educación a los que calificaban "peligrosos". A
fuerza de intrigas y levantamientos de niños consiguieron hacer retirar, poco a poco, a
Aponte, Báez, Nacimiento. Quedé yo como una roca solitaria en medio de la borrasca.
Más tarde recibí
115
todos los embates de las pasiones que no escatimaron vías ni formas para llegar y
voltearme. Con la conciencia de mi deber, fijé mi pensamiento en el cumplimiento de mis
obligaciones con honradez y pude resistir sereno todos los asaltos ¡Qué
borrascas, Dios mío! Entonces, creí oportuno definirlo que yo entendía por en -
señanza nacionalista. Escribí un artículo sobre el particular y lo publiqué en "La Nueva
Enseñanza" y más tarde en mi libro "Por la Educación Común". La publicación surtió
efecto; recibí muchas felicita- ciones y adhesiones.
En mayo 14 de ese año se produjo la ceremonia de la inauguración del nuevo
palacete de la Escuela Normal de Profesores, costeado en gran parte por el
Estado. Para iniciar la edificación, a pedido de la señorita María F. González se
constituyó una Comisión Pro Escuela Normal. En conocimiento de que en poder de
la Comisión Pro-Monumento Presidente Franco existía una suma de dinero sin
aplicación, solicitamos y obtuvimos $300.000 para iniciar la edificación con el
compromiso de que se daría a la Escuela Normal el nombre del egregio ciudadano y
que la Comisión donante de los fondos, costearía un busto del Dr. Franco para
colocarse en la entrada del edificio. El edificio está levantado como mejor monumento.
El Dr. Eligió Ayala apoyó la iniciativa. El palacio llegó a costar $1.400.000 de m odo
que el Estado contribuyó con $1.000.000. La inauguración coincidió con la presencia
de una numerosa y selecta embajada de las naciones amigas. En tonces estaba de
moda la "confraternidad". En ese acto pronuncié el discurso de estilo en el que
saludé a Eligió como un mandatario que estaba realizando el plan de educación de
los próceres de Mayo, y dije otras cosas bonitas. Seguramente, mi discurso
pronunciado ante los representantes diplomáticos de América y de Europa ha
tenido la virtud de herir agradablemente la susceptibilidad de Eligió. El hombre
considerado como impermeable a la lisonja, dio prueba de lo contrario. Mis palabras,
es cierto, no fueron mera lisonja sino expresiones de realidades y casos concretos,
porque Eligió era hasta esa fecha, un gran amigo y protector de la educación. Al menos,
de mi parte debo confesar haciéndole justicia, que todo lo poco que he podido realizar,
aumento de números de escuelas, de maestros, creación de cargos para la enseñanza
de trabajos manuales, adquisición de telares, máquinas de coser, construcción y
refacción de casas, lo debo a la
116
protección de él. Es la pura verdad. Dar a cada uno lo suyo es deber de justicia y de
hombría. Al día siguiente recibí la siguiente carta:
Mi visita a Concepción
117
A mi vuelta, me encontré con una novedad: con unas críticas publicadas en "El
Orden" sobre mis libros "El Paraguayo". Estaban firmadas por Bilac, seudónimo. El
seudónimo ya le quitó para mí todo valor, porque, en primer término, no sabía quién era
el autor y segundo, porque al publicarlas con seudónimp demostraba poco valor moral.
¿Maestro? ¿Profesor? Yo creo que fue Arellano. No obstante publiqué en "El Liberal"
unos artículos para demostrar muchos errores de concepto. Pero, de cualquier
manera, a pesar de la sobrada intención malevolente, me fueron útiles porque algunas
cosas he sacado de ellas para mejorar la siguiente edición. Están equivocados quienes
crean que los libros de lectura deben ser ya perfectos al salir de manos del autor. Sólo de
Dios puede esperarse tal obra. Sobre todo, libros para grados inferiores que son muy
distintos de los otros. Se los perfecciona a través de ediciones sucesivas, como esas
máquinas inventadas que van mejorando con nuevas construcciones. El libro de lectura
elemental no es una simple aglomeración de frases y trozos más o menos selectos; es una
composición técnica sujeta a los principios y leyes de la psicología infantil, de la biología y
de la pedagogía. En su confección, muchas veces uno se ve constreñido a violar reglas
literarias —pero no gramaticales— por la exigencia de la adaptación. Todos los libros de
lectura han pasado por el proceso indicado y han necesitado años para ser más o
menos perfectos. Por ejemplo, los libros del uruguayo Figueira que estaban en uso en
nuestras escuelas, requirieron veinte años y ediciones sucesivas para llegar a ser
didácticamente lo que son. Es la ley del progreso a que están sujetas las obras humanas.
Mi querido amigo Dr. Juan Ramón Dahlquist, desde la Argentina, remitió unos
escritos a unos diarios de la Capital, sobre mí, dando a conocer mi acción educativa y mis
obras. Podía hacerlo con más conciencia que ninguno porque siempre hemos sido
compañeros como maestros, reflexionando juntos sobre las necesidades de la educación
nacional, proyectando reformas, y, además, por la gran autoridad de maestro que tiene
y su desvinculación actual de la comedia local. Se publicó el primer artículo que fue, por
cierto, hermoso y concienzudo. Enseguida los Barrios, los Arellano, los Cárdenas explotaron
el bondadoso escrito de Dahlquist e hicieron correr por corrillos y gacetillas de
papeluchos, la especie infame de que yo había conseguido comprar al autor con
118
promesas de buen empleo. Dahlquist estaba muy alto para ser salpicado con la baba
asquerosa de la serpiente; hubiera podido continuar adelante, pero optó por la
retirada. No sé por qué; nunca me ha dado explicaciones de amigo.
Facundo Recalde, del grupo ultranacionalista, me atacó groseramente desde
las columnas de su periódico "Guaraní" por la "explotación vergonzosa que yo
hacía con mis libros". El motivo no eran los libros, sino mis ideas históricas que no se
uniformaban con las de ellos. Por tal motivo, los maestros de Villarrica me enviaron
una hermosa carta sobre la bondad de los libros de lectura, los beneficios que recibían
con ellos los niños paraguayos y la labor patriótica que el esfuerzo significaba. Quedé muy
agradecido por la oportuna carta y por la bondad de los maestros.
También aparecieron en "El Liberal" unas cartas abiertas suscritas por un señor
Escobar Bueno. Pero, a Dios gracias, ellas eran una excepción respecto de las demás pues
contenían palabras de aliento. Las cartas mostraban la cultura, ilustración y arte de
escribir en el autor. Venían fechadas en Yhú, imagínense. Después, llegué a saber que
era un educacionista brasileño emigrado en la última revolución. En las cartas se daban a
conocer los fundamentos del libro de lectura: las leyes de la evolución lingüista del niño.
Fue el primer hombre extranjero que escribió con buenas intenciones sobre mis pobres
libros que tanto rencor han provocado en mi patria.
119
de las asociaciones estudiantiles como medio para realizar sus propósitos. En lo que a mí
me tocaba, procuré calladamente impedir la infiltración en las escuelas normales, para lo
cual dirigí a los Directores de las escuelas, cartas confidenciales instruyéndoles sobre lo
que debían hacer. Todas las escuelas respondieron favorablemente y se mantuvieron
aisladas del movimiento, menos la Normal de la Capital en la que una parte del
estudiantado fue conquistado.
Mi amigo José Benítez Chilavert, Intendente Municipal de Villarrica, fue en aquel
tiempo objeto de persecuciones de parte de los elementos opositores. Hice todo lo
posible, todo lo que un amigo debe hacer, en su defensa.
Realicé una gira de inspección escolar por los departamentos de Villa del Rosario,
Itacurubí y San Estanislao, por donde jamás pasó un Director General de Escuelas. En
todas las escuelas di instrucciones y conferencias. En San Estanislao organicé una
Comisión Pro Escuela y dejé $10.000 para la edificación.
De todas las escuelas visitadas, encontré en mejores condiciones de organización la
escuela rural de la Colonia "General Aquino" dirigida por Inocencio P. Soto y esposa,
ambos ex alumnos míos de la escuela normal de Villarrica. Era una verdadera escuela
rural con su chacra, gallinero, etc.. En ella se realizaba el ideal de la socialización de la
escuela: los vecinos, nacionales y extranjeros, la consideraban como hogar propio y no la
desamparaban. La escuela vivía sostenida por el calor popular. Fue obra de uno de los
maestros que comprendieron mis ideales sobre la escuela rural.
A la vuelta de esa gira me encontré en Rosario con una entusiasta comisión de
caracterizados vecinos de Villa de San Pedro que venían a solicitar mi presencia en
aquella ciudad. Les prometí y en cumplimiento de la promesa, me constituí un mes
después en compañía de mi esposa, en Villa de San Pedro, la antigua capital de la
Comandancia de Ycuá Mandiyú.
De ida nos ocurrió una avería con fortuna. En el Puerto de Antequera distante de
la ciudad tres leguas, tomamos un ómnibus
120
en compañía de distinguidas personalidades locales: el Capitán del Puerto, el Delegado
Civil, el Cura Párroco y un destacado comerciante. Entre Antequera y San Pedro hay un
camino carretero recto Buen camino. Cuando estábamos a una legua de la ciudad donde
nos esperaba el pueblo para la recepción, alegres y contentos, se volcó el carro con
tanta violencia que creí era el fin de la vida'. Resultado: cuatro heridos y susto.
Recibí una carta de César Godoy, educacionista chileno que vivía emigrado en la
Argentina. Había leído mi "Orientación de la Enseñanza Primaria" que se publicó en la
revista "La Educación" de Paraná. Fue una carta entusiasta en la que me puso por las
nubes.
*** ***
121
1928 - Ministerio del Dr. Isasi
|En este año continuó sin desmayo la realización de mi plan de acción. No solamente
presté atención a las escuelas oficiales, sino también a las privadas. Tenía conciencia de
la capacidad financiera del Estado y conocía el límite hasta donde podía extender los
beneficio de la educación popular.
En mi concepto, gracias a la buena voluntad del Dr. Eligió Ayala, la Nación
había hecho más o menos el máximo de su esfuerzo en pro del fomento, más o
menos había llegado a su límite porque hay que tener presente que en el horizonte
internacional se le presentaba, en esos momentos, otro problema que necesitaba su
preferente atención. Se había conseguido elevar el presupuesto escolar de $1.031.106
de 1921 a $1.894.869,96 mensuales o sea de $12.613.272 a $22.738.439 anuales.
Insignificante, no cabe duda; si yo fuera rey, elevaría al máximo el presupuesto de
educación popular a expensas del de guerra y de los sueldos de los zánganos.
Mas, como yo no era ese rey ni mucho menos, me satisfice con haber
duplicado el rubro. Entonces, estimulé por mis medios el desarrollo de la iniciativa
privada en todos los órdenes, tanto para adquirir muebles como para la edificación y el
sostenimiento de institutos de enseñanza, para ampliar si no completar, la acción oficial
en la lucha por la cultura primaria. Y lo conseguí ampliamente.
Algunos creerían que yo tendría preferencia por algunos institutos por su índole
social o religiosa. No; me fueron completamente iguales, los colegios liberales,
católicos y protestantes; a todos los tenía en un pie de igualdad. A todos los
consideraba como útiles colaboradores del Estado en la difusión de la cultura nacional.
Mi régimen de gobierno de ellos era la libertad. Exigía nada más que el
cumplimiento de las leyes y reglamentos, la moralidad en el interior y la buena
preparación de los niños. Traté de llevar una buena estadística de los existentes.
122
Un buen porcentaje de la población escolar corresponde a las escuelas
privadas. Entre las católicas, las salesianas fueron siempre las mejores, las más
obedientes a las leyes y a la autoridad, las que se esmeraban en tener un buen
personal y de espíritu más liberal. Con todas ellas he mantenido siempre muy
buena relación, y a todas ellas les he protegido con útiles para los niños pobres.
Éxito
124
de mis funciones. Pocas escuelas existían sin su respectiva chacra donde entre juego y
canto, los niños cultivaban la tierra, se ponían en contacto directo con la madre
naturaleza fuente de vida, sabiduría y progreso. Muchas escuelas empezaron a
tener gallinero con excelentes muestras de aves. Casi todas las escuelas llegaron a
tener su telar importado del extranjero, donde se tejía y se hacía revivir la antigua
industria casera del tejido que ha hecho feliz a nuestras abuelas; muchas
instalaron su buena cocina donde se enseñaba prácticamente el arte culinario.
El pueblo paraguayo no sabe comer y hay que enseñarle; pero no sólo no
"sabe comer" sino que no sabe preparar lo que debe comer. El hogar paraguayo —
hablo en sentido general— no está en condiciones para enseñar a los niños la comida
ni a alimentarse. Nuestro hogar no sabe preparar más que el popular puchero, el
so'oyosopi, el asado y el mbaipyi, y de allí no sale. No sabe utilizar la hortaliza, la
legumbre ni la fruta.
¿Cómo va a enseñar a sus hijos? ¿Cómo va a servir como escuela el hogar? Que
la enseñanza de la cocina debe dejarse a cargo del hogar dijo su modificador de
última hora; por eso suprimió de la escuela la enseñanza culinaria. No; hay que llevar
al seno del hogar ideas y conocimientos nuevos, fuerzas nuevas, aspiraciones nuevas,
deseos nuevos y sobre todo aptitud nueva para nutrirse, y otra vía, otro conducto
mejor no hay después de la escuela: obrando sobre los niños, los padres y madres de
familia de mañana, se obtendrá con el tiempo el milagro de la transformación de la
manera de comer del pueblo. Es de esta opinión el Dr. Escudero.
A principios de ese año realicé la primera "exposición de ranchos".
¿Ranchos? Y ¿que tienen que ver los ranchos con la escuela? O mejor, ¿qué tiene
que ver la escuela con los ranchos? Es la pregunta que se hará quien leyese estas
líneas. Digo que sí, que ella tiene mucho que ver, de acuerdo con mi tesis, con mi
convicción de que obrando sobre el hombre del porvenir se modificará la sociedad y sus
condiciones de ser.
¿Conocen Uds. los ranchos? ¿Vieron que tienen una sola pieza de se
amontonan en horrible mezcla padres, madres, hijos y animales, sin luz, sin aire,
sin higiene alguna. ¿Por qué la escuela no podría hacer concebir al niño otro tipo de
edificación con algo de confort, con algo mejor? ¿No creen, por ventura, en ideas-
fuerza de Fouillet? ¿No creen que aprendiendo el niño
125
lo que se puede hacer, se llevaría la evolución de la vivienda al pueblo, al campo? La
exposición, por lo novedosa, llamó la atención. Fue alma de ello, la inspec- tora de
Trabajos Manuales.
Las Escuelas-Tipo
También este año de 1928 llegué a tener la satisfacción de ver aunque sea en
mínima parte, mi idea de "escuelas.tipo". Llamaba yo "escuela.tipo " a la que más se
aproximaba a la organización indicada y descrita en mi folleto "Nuevas Orientaciones
de la Enseñanza Primaria". Fueron de esa categoría, en la capital, las escuelas "Chile" y
"Perú" dirigidas respectivamente por las señoritas Antolina Gilí Decano y Julia Almeida;
en la campaña, muchas, pero las más sobresalientes fueron la Escuela Media de
Itacurubí de la Cordillera, dirigida por Pedro Aguilera y la Rural de la Colonia "General
Aquino" (Villa del Rosario),dirigida por Inocencia P. Soto.
Exposiciones Regionales
Para estimular a las escuelas laboriosas y despertar emulación entre todas, instituí
las "Exposiciones regionales de trabajos escolares del año", las "Exposiciones de flores y
fruto de huertas" y grandes concentraciones de maestros. En la capital se realizaban las
primeras desde 1922, con regularidad. En la campaña hacía coincidir estas expresiones
con la concentración de maestros de todo el personal de una región o departamento
escolar. La organización de ellas corría a cargo de los inspectores departamentales con el
concurso popular. Los inspectores que más sobresalieron por su empeño y éxito fueron
Cristóbal Pérez, Marciano Martínez, Gre-
128
gorio Cubüla, Teodoro Rodríguez y Hermógenes Moran. Hubo importantísimas
concentraciones en Luque, Pirayú, Acahay, Capiatá, Piribebuy y San José. Todas ellas
eran motivo de fiestas sociales, banquetes, bailes, conferencias y veladas literario-mu-
sicales.
La inspectora de escuelas de Mbaracajú (Brasil), Srta. María Emilia Martí, me pidió
autorización para hacer una traducción al portugués de mi "Pedago- gía" a fin de
adoptarla como texto en la Escuela Normal del lugar. Se la dí.
En junio 14, recibí de Eligió Ayala el recorte de un diario español con la
siguiente carta: "Junio 14 de 1928. Estimado señor Cardozo: Me he acordado de usted al
leer este párrafo. Porque también usted es maestro de corazón, en- contrará en él
alguna emoción. Por eso se lo remito. Saludos muy aten- tos. —Eligió Ayala". Era un
escrito del maestro y escritor español Don Luis Bello sobre la educación y la
importancia en la vida de los pueblos.
El "Boletín de la Unión Panamericana" publicó un trabajo mío sobre el estado
de la enseñanza en el Paraguay, e hizo una tirada especial como acos- tumbra hacerlo
con los trabajos interesantes.
Del mismo modo "The South American Review", de Londres, publicó y comentó
mis ideas y el estado de la enseñanza en el Paraguay.
El Dr. Stylianopoulos, director de la Escuela Normal de Atenas (Grecia) me pidió
la remesa de "La Nueva Enseñanza".
Eran ecos del estado cultural del Paraguay.
*** ***
Agosto 15,1928 — Cambio presidencial.
Presidencia del Dr. José P. Guggiari y Ministerio
del Dr. Rodolfo González
129
dente para organizar su administración. Días después, me la devolvieron con mi
confirmación en el cargo.
Rodolfo continuó conmigo el mismo proceder de Aponte, de amistad since- ra y
apoyo en mis gestiones oficiales.
Concursos Culinarios
La educación musical
132
ción sobre cada pasaje: "Aquí vais a oír el murmullo de la selva", nos decía, "aquí, el canto
de las aves", etc..
Verdaderamente, poco a poco, también nosotros íbamos percibiendo todo y
asociando la música con el drama. Entonces, gozamos íntegramente de la belleza y
recibimos un baño de melodía que nos hizo vivir un instante de felicidad. ¿No era éste un
procedimiento aplicable en las lecciones a los niños? Como lo dije, lo hice ensayar
con admirables resultados. Es cierto que la Música como toda arte obra más por la
emoción que por la inteligencia. Pero, también, la comprensión del lenguaje rítmico con-
tribuye a formar imágenes que asociadas con la emoción, forman la unidad artística.
Programé la enseñanza de la Música de acuerdo con este procedimiento, para los
grados superiores suprimiendo las teorías musicales que para los escolares no tienen
finalidad alguna. Dos maestros de música interpretaron mis deseos con éxito: la señorita
Lucía Príncipe, de la Escuela Normal de Profesoras y la señorita M. Quidiello, de la
escuela "Manuel Amarilla".
Asistí a una clase de esta última. Reunió a los niños de ambos sexos del "Plan
Dalton" y les dijo que iba a ejecutar al piano la música de Mendelssohn titulada "Canto de
Primavera". Ejecutó lentamente. Los niños lo escucharon atentamente. Después, repitió
y fue llamando la atención de la clase sobre los diversos pasajes, diciendo: "Aquí vais a oír
el susurro del viento entre el follaje de los árboles; aquí, el canto alegre de los pajarillos
celebrando con alegría el día y el sol". Finalmente, ejecutó la pieza íntegra. Yo veía
reflejarse en los ojos de los niños su intenso interés. Pidieron la repetición: " ¡Otra vez,
señorita!". Los niños, felices y contentos.
En esta forma se fue desarrollando la enseñanza de la Música en las escuelas de la
Capital y con gran progreso en la educación musical. Cuando los niños llegaban al salón de
Música pedían a la señorita la audición de músicas de Liszt y Beethoven, de modo que
empezaba a germinar la semilla en el espíritu infantil. Si esta disposición se fortificase a
través de la vida escolar, a través de sus hijos, de los hijos de sus hijos, creo que se habría
operado la educación artística musical del pueblo por medio de la escuela.
No digo que el paraguayo no tenga amor a la música. No; su senti- miento
artístico es bastante desarrollado; su instinto musical es conocido: de allí, del fondo
del alma nacional nace
133
suave, queda, la música nativa en la que se expresa el folclore que, según uno, penetra
hasta lo hondo. Pero hay necesidad de poner el alma artística nati- va en armonía
con el alma artística de la civilización y de la cultura para com- pletarla.
El ideal en la Educación
Laudo Hayes
*** ***
134
1929 — Ministerio de Rodolfo González
El marido era colorado, pero abstencionista, es decir, adversario del otro bando
eleccionista con afinidades oficiales. Fue una guerra atroz. El bando opuesto consiguió
la influencia política del partido gubernista, y el Consejo Nacional de Educación decidió
trasladar a la maestra para "evitar disturbios en el pueblo", pues los colorados
adversarios de la directora, contando con la complacencia de las autoridades locales,
amenazaban desórdenes, atro-
135
pellos, secuestros, etc..No pude impedir la intromisión de la política y la comisión de la
injusticia.
Establecí las siguientes instituciones que deben celebrarse en las escuelas sin
perjuicio de la labor diaria: "Día de la Madre" de acuerdo con D. Alfonso Campos,
director de la Escuela de Comercio; "Día del Tuberculoso", con la Comisión de Damas
de Caridad para costear un consultorio y atención gratuita a los tuberculosos,
especialmente a las madres y niños y una colonia de niños débiles; y "Día del Indio",
con el Dr. Andrés Barbero, presidente de la Sociedad Científica, con propósito de
abrir ambiente a favor de los pobres niños desamparados del país, tratados como
fieras salvajes, sin patria ni ley.
136
al Girador del Consejo, D. Roque González, y le interrogué en presencia del in- terventor
oficial. El hombre tuvo el valor de confesarse autor y responsable único del desfalco
conforme con estos documentos:
Por la presente hago constar que me hago absolutamente respon- sable del
saldo que resultara en contra mía como Girador del Consejo Nacional de
Educación en el arqueo de Caja practicado con la intervención de la Contaduría
General: Roque González", que fue agre- gado al expediente, y luego esta otra
carta:
Sin embargo, ¡no había faltado quien pusiera en dudas mi honestidad! Y hay que
saber que el desfalco se produjo por negligencia y, hasta cierto punto, complicidad de la
misma Contaduría General que me había ocultado pequeñas fallas descubiertas an-
teriormente.
137
Hice un nuevo viaje a Concepción en compañía del mismo señor Peralta, en
Semana Santa. En esa ocasión era Comandante de la guarnición local el Teniente
Coronel José Félix Estigarribia, quien tuvo la amabilidad de invi- tarnos a comer en
su casa particular, un día durante el cual departimos so- bre temas interesantes
del Chaco. Era ya un convencido de la guerra.
Pizzurno nos visitó por segunda vez. Dio una conferencia en la Escuela
"República Argentina" en cuya ocasión tuve el agrado de hacer el discurso de
presentación.
El publicista español J. Romero López, de Madrid, me remitió una colec- ción
de sus libros "Hombres que valen", en cuyas páginas había sido honrado con la
publicación de una fotografía mía entre las de los intelectuales de Eu- ropa y
América.
Fui nombrado miembro del Instituto Franco-Paraguayo de Alta Cultura con sede
en América.
El "Bureau International D'Education" de Ginebra me nombró su
corresponsal en el Paraguay. Formiggini, de la "Editora di Roma", solicitó mi
colaboración sobre la educación en el Paraguay para un diccionario pedagógico. Se lo
mandé y él lo publicó.
Distribuí mi libro "Por la Educación Común", editado a fines del año anterior
por la Imprenta Nacional y recibí en tal ocasión numerosas cartas, de las que transcribo
las siguientes:
138
que suministrar en nuestras escuelas. Este era el principal escollo que usted debía
salvar, puesto en la necesidad de no prescindir de este aspecto de la
educación común. Y usted lo ha salvado airosamente. Su concepto de la
enseñanza nacionalista en las escuelas primarias es el único que puede com-
paginarse con el progreso moral de los tiempos en que vivimos. Cultivar el
sentimiento patrio en el niño, utilizando como abono ideas de paz y de
trabajo y sentimiento de solidaridad y de concordia hacia los demás pueblos,
es realizar la tarea del sembrador que necesita este pobre país tan castigado
por la insensatez de sus hijos. El nació- nalismo agresivo profesado por un pueblo
pequeño y pobre, sobre ser in- sensato, es grotesco. Reitero mi felicitación muy
cordial y le renuevo las seguridades de mi particular estima con que soy de usted
afectísimo amigo — Adolfo Aponte".
Esta, simpatiquísima por lo ocurrente: "Estimado amigo Cardozo. Más vale
tarde que nunca. Recibí a su tiempo el ejemplar de su nuevo libro "Por la Educación
Común"... y ¡aún no he tenido tiempo para leerlo! Me arrebata un torbellino de cosas.
Lo indudable por lo pronto, es su labor, siempre inteligente. Ya me informaré del
contenido de su libro y sé que aprenderé mucho. Gracias, viajero de las ideas.
Cordialmente, Manuel Domínguez-Febrero de 1929".
Del Dr. Jorge A. Bueso, presidente del Consejo N. de Educación de la República
Argentina, recibí lo siguiente:
"Estimado y respetable colega: Por intermedio del distinguido profesor Alfredo
Derchi ha llegado a mis manos su erudito y conceptuoso estudio didáctico, titulado
"Por la Educación Común", donde se tratan temas de palpitante actualidad en todo el
Continente y muchas de cuyas conclusiones, como las relevantes a la edad escolar y a
la orientación liberal y práctica de la enseñanza, comparto sinceramente. Suyo
afectísimo, Jorge A. Bueso-Buenos Aires, junio 24 de 1929".
El 14 de mayo se produjo la inauguración del nuevo edificio de la escuela de
Luque con la asistencia del Presidente y del Ministro del ramo. En ese acto pronuncié un
discurso alusivo a la circunstancia. Publiqué en "El Liberal" un escrito con el título de
"Los ciclos en la historia", un ligero estudio filosófico de la Historia.
139
D. Modesto Guggiari nudeó en torno de sí a un grupo de liberales ami- gos con
el propósito de iniciar una política de reivindicación principista en el se- no del Partido y
conseguir el imperio de los Estatutos, porque, entonces, se ob- servaba la política
personalista y absorbente. Me invitaron a tomar parte de esa nucleación. Como antiguo
liberal, me dolía lo que se observaba en el seno de la agrupación donde se producía
un desagradable unicato.
Acepté acompañarles con las siguientes condiciones que presenté por escrito:
"1o.) Nuclearnos para luchar por los principios del Partido Liberal y la potestad de
los Estatutos. 2o.) Esa lucha consistiría en propagandas por la prensa. 3o.) La
lucha no sería jamás contra el Partido. 4o.) La lucha no sería contra el gobierno de!
Dr. José P. Guggiari y menos contra la persona de este ciudadano". Me aceptaron.
Como se trataba de un nuevo esfuerzo dentro del Partido mismo para velar por la
tradición y la fuerza partidaria, les acompañé y ellos me rodearon de todo género de
consideraciones.
Los diputados colorados, defensores del "ultranacionalismo-lopizmo" continuaron
sus ataques contra la Dirección General. César Vasconcellos un día lanzó en la Cámara
unas injuriosas y afirmaciones en ocasión de un discurso en contra del “comunismo”,
diciendo más o menos que "la propagación del comunismo en el país no será
extraña cuando el mismo Director General de Escuelas hace propaganda comunista", y
otros disparates hermosísimos para lucirse a expensas de otros. En esa sesión, mi
vilipendiado encontró un solo defensor en D. Narciso Méndez Benítez; "mis amigos"
de democratización, hicieron causa común con el silencio. Mi primera y grande
desilusión.
Para defenderme, hice una colección de mis libros y publicaciones, y se las remití
al gratuito injuriador con una carta muy atenta, diciéndole que sus manifestaciones
serían fruto de su desconocimiento de mis ideas, pues yo no soy comunista ni jamás he
hecho semejante propaganda. Y publiqué en "El Liberal" la carta. El diputado se
enfureció. En la primera sesión por poco pidió mi prisión porque yo había faltado a
sus "fueros parlamentarios". Es decir, sus “fueros parlamentarios" dan a los señores
diputados el tabú de los antiguos mitos y la infalibilidad de los papas. Pueden mentir,
difamar, calumniar, injuriar impunemente y la víctima no decir mu. No importa que su
acción sea un asesinato moral.
140
Me parece que ése no debe ser el criterio para interpretar la disposición constitu- cional.
La Constitución ampara al representante del pueblo para decir la verdad, toda la
verdad, pero no la mentira, la vil mentira. El representante del pue- blo puede y
debe decir la verdad toda la verdad al combatir los abusos, los crímenes, las
arbitrariedades, los latrocinios, los delitos de lesa patria, y ningu- na autoridad puede
molestarle por las ideas emitidas. Goza algo de la invul- nerabilidad de la persona del
antiguo tribuno romano para defender los derechos del pueblo en contra de la
tiranía de los cónsules y mandatarios. Pero no, en ningún sentido, para asesinar a
mansalva, para mentir y calumniar.
Después de un tiempo el furioso diputado se calló, retiró su denuncia y
continuó en su puesto, pero algo le habrá quedado en su conciencia sobre el deber de
justicia que debe practicar todo hombre civilizado y que no es posi- ble atropellar
impunemente la honestidad y el buen nombre de un ciudadano.
La enfermedad de Juanita
Casamiento de Elena
141
infinita que guardé hondo en mi alma. Mi alma era un arpa que sonaba música etérea; yo
solamente la percibía...
Muerte de Juanita
*** ***
142
mismos los que te combaten encarnizadamente" y «la orientación del patriotismo con la
cual estoy completamente de acuerdo y dispuesto a suscribir tus ideas como mías". "No
hay nada, absolutamente nada, de lo que dicen en el Congreso". Desde luego, no me
habían inquietado un solo instante ni en lo más mínimo, sus deseos de conocer el
contenido de mis libros para dar satisfacción a los oposicionistas. Al contrario, me
llenaron de contento porque iba a conocer la verdad y, conociéndola, la justicia estaría de
mi parte. Estaba segurísimo de que saldría ileso mi nombre de la calumnia, como en
efecto salió. Y salí victorioso, ganancioso porque desde entonces más que nunca, Rodolfo
González se convirtió en un firme y decidido defensor mío.
Manuel W. Chaves, a nombre del sector colorado, promovió una inter- pelación al
P.E. sobre algunos asuntos de la enseñanza primaria. Chaves, sin estar en posesión del
tema, se metió en honduras. Rodolfo presentó una hermosa de- fensa del estado de la
instrucción primaria en el Paraguay, que fue, para mí, una revelación. El resultado fue un
nuevo y ruidoso triunfo en plena Cámara.
143
Ahora, aprecian ponerse de acuerdo los colorados lopiztas con los componentes
de la "Liga de Acción Católica" para vapulearme de lo lindo. El órga- no por excelencia
de esta última, era "El Bien", “órgano del Sagrado Corazón de Jesús", según dice el mismo
en su acápite. Obedeciendo a instrucciones, iniciaron trabajos para organizar centros de
carácter religioso en los institutos de enseñanza. Fundaron, en el Colegio Nacional uno, y en
la Escuela Normal, otro. Se les dejó completamente libres, toda vez que sus actividades
fueran independientes del funcionamiento de las clases.
En la Escuela Normal, las niñas se dividieron en dos grupos antagónicos,
irreconciliables. Se pasaban las horas discutiendo, insultándose. Esa división es,
precisamente, uno de los efectos malos de la religión activa, como de la política, en los
centros de educación, que por su naturaleza deben ser de quietud, armonía, de
fraternidad. En los asuntos de la Escuela Normal no me “metí” como autoridad ni como
amigo; dejé todo a cargo de la directora del establecimiento, persona de entera confianza y
de responsabilidad. No obstante, hicieron correr la voz de que yo había prohibido la
circulación de cierto papel impreso.
Por intermedio de algunos organismos solicitaron los locales escolares para darse en
ellos enseñanza del catecismo. Elevé el pedido a la consideración del H. Consejo y esta
autoridad, haciendo uso de su facultad, y de acuerdo con las leyes, denegó la petición. El
enojo recayó sobre mí a quien consideraron el culpable de todo, el "masón", el
"hereje”, el "comunista máximo". Este era el calificativo de muerte que se daba al adversario
para anonadarlo, tanto en el Paraguay como en todas partes. Era la etiqueta de condenación
que se colocaba al adversario, como en la Edad Media para llevarle a la llama con el
aplauso general. En Centro-américa, en una de esas repúblicas tan menudas como el
Paraguay, ocurrió un levantamiento político en contra del abusivo presidente quien en un
“gesto heroico” hizo fusilar tranquilamente, con toda sangre fría a 8.000 infelices prisioneros
clasifica- dos por él como "comunistas". La prensa mundial se calló y el con quedó con la
conciencia tranquila después de aquella matanza.
La enseñanza laica en el Paraguay fue obra del educador Manuel Amarilla, quien
eliminó de la escuela la en-
144
señanza del catecismo, dejándola a cargo de los hogares. Y este carácter laico de la
instrucción primaria ha venido observándose escrupulosamente por todos los directores
generales, Pereira, Velázques y Riquelme que se sucedieron en el poder. Además,
ello fue consolidado por la incorporación de la enseñanza laica, al ideario del Partido
Liberal. Y, en mi carácter de director general de escuelas, no he sido el implementador de
tal sistema; no obstante me atribuyeron la respon- sabilidad. No la rehúyo, ni he
temblado cuando la injuria y la difamación aullaban en torno mío, ni cuando la calumnia
erizaba su cresta desde el pulpito (San Francisco) y la prensa.
Lo más ridículo y, a la vez, lo más triste, era la campaña de difamación lanzada
desde las columnas del ponderado "El Bien". Este periódico, aparte de los artículos
injuriosos que publicaba en contra mía, insertaba en un cuadrito permanente mi
nombre y el de Mr. Arthur Elliott, director del Colegio Internacional, como los dos
"jefes comunistas del Paraguay". Poco favor se hacían los exaltados periodistas con
confundir el "órgano del Sagrado Corazón de Jesús", que debía de ser puro amor,
candor, bondad, dulzura y justicia, con el órgano de un descaminado.
La jefatura del comunismo que se nos atribuyera o pudo ser verdad o pudo ser
mentira. Si hubiera sido verdad, el órgano del Sagrado Corazón de Jesús que es todo
caridad, cometería el pecado de la difamación que el Maestro condenó, porque trataría
de difamarnos ante la opinión pública, de perjudicarnos en nuestro buen nombre. Y si
hubiera sido mentira, incurriría en los pecados de la injuria y de la calumnia, ambos
pecados incompaginables con el Corazón de Aquél que fue todo justicia. Pero la verdad
es que ni Mr. Elliot ni yo somos masones ni mucho menos comunistas cuya ideología
está lejos de ser la nuestra. Unirme con él, inten-cionalrnente, para desprestigarme, era una
equivocación.
Por un lado, como Director General de Escuelas no procedía asesorado por nadie
que no fueran mi conciencia, las leyes, reglamentos, el Consejo y el Ministerio. Por otro,
era grato estar en la picota al lado de un hombre tan bueno como Mr. Elliott. Cuenta la
historia que en Santo Domingo, los españoles estaban por quemar a un infeliz cacique
por el delito de la herejía, y que al acercársele un sacerdote que le instaba a dejarse
bautizar para ir al cielo, pregunto el infeliz: "Dígame, Padre, ¿adónde van los
españoles
145
después de muertos?” . "Al cielo, hijo", le contestó el sacerdote. El indio prefirió morir
sin bautizarse para no ir adonde van los españoles. Yo opté por estar en la picota
con un hombre bueno como Mr. Elliott y no con los difamadores, injuriadores, calum-
niadores.
Publiqué en "El Liberal" unos "Consejos para el Niño Paraguayo" que tuvieron
los honores de su reproducción en "La Mañana", de Montevideo,con elogiosos
comentarios.
"En la Escuela República del Paraguay el Director General de Escuelas del país
hermano, D. Ramón I. Cardozo, dio ayer una conferencia ante un auditorio
numeroso y calificado. Se hallaban entre los concurrentes el Ministro del
Paraguay, D. Vicente Rivarola; el Cónsul D. José M. Candia, miembros de la
colectividad, inspectores técnicos, gran cantidad de docentes y el inspector
técnico del distrito, Sr. Piedrabuena. La presentación del orador fue hecha por el
subinspector genera^
148
don F. Julio Picarel, versando la conferencia sobre el tema 'El estado de la enseñanza
primaria en el Paraguay'.
"El señor Cardozo comenzó manifestando que en su país existe la an- siedad
de elevar la cultura del pueblo. Mediante este amor a la educación se ha podido
llevar a la escuela el máximo posible de niños. En 1920 existían en el país 1.100
escuelas atendidas por 1.600 maestros y una inscripción de 69.000 alumnos. Hoy, una
década después, tiene 1.600 escuelas, 2.500 maestros y 105.000 niños inscritos. Esta
cantidad de inscritos —continuó— coloca al Paraguay en el tercer lugar en América. La
reforma escolar fue iniciada en 1926 de acuerdo con la ley del Congreso y el proyecto
presentado por el confe- renciante.
"Con esa ley se introdujeron las siguientes modificaciones: se estableció la edad
escolar de 7 a 14 años y de 9 a 14 para la ciudad y campaña respec- tivamente; se
clasificaron las escuelas en inferiores, medias y superiores o complementarias. La
primera de tres años, la segunda de cinco y la tercera de un año más.
"Agregó que la instrucción obligatoria, exigida por la Constitución para los
ciudadanos paraguayos se da en las escuelas medias y en las comple- mentarias
donde se imparte la preparación para el ingreso en los institutos secundarios y
normales. Participan del doble carácter de primario y secundario. Luego agregó que en
el plan de estudios se introdujeron asignaturas útiles y nuevas como la economía
doméstica, la puericultura, el conocimiento del Código Rural y de los trabajos
manuales. La enseñanza de la industrialización de las materias primas nacionales —
dijo— el cultivo de la tierra, el cuidado de aves y otros animales que constituyen el
complemento de la economía rural, son los caracteres fundamentales de la escuela
paraguaya. No hay una sola escuela sin huerta, chacra y taller. La escuela es
completamente laica, neutral y gratuita.
"La escuela paraguaya está orientada de conformidad con la escuela activa. El
magisterio paraguayo está preparado suficientemente para la nueva orientación de
la enseñanza. Pero no pretendemos revolucionar sino evolucionar. Se inculca a los
niños un hondo sentimiento de nacionalismo y un sincero
149
americanismo. El nacionalismo consiste en la veneración de lo pasado, el intenso amor
patrio, amor a lo que sea paraguayo y en la aspiración de hacer grande y próspera por la
paz y el trabajo.
“Manifestó al final que en Asunción existe una escuela de primera clase que lleva
el nombre de República Argentina, donde a los niños se les enseña a apreciar a esta
nación hermana y se cultivan los sentimientos de confraternidad. ´En ella – dijo – los
héroes paraguayos y argentinos son conocidos y se cantan los dos himnos cuyos acordes
son la ovación que las nuevas generaciones elevan a la grandeza de América´. La
concurrencia tributó al Sr. Cardozo generales aplausos, siendo felicitado por muchos de
los concurrentes”.
15
mentos respetivos- y ratificados por los de la publicación oficial de Londres ya
mencionada anteriormente.
Dos visitas de capital importancia tuvo el Paraguay en aquellos días, la del Dr.
Baltazar Brun y la del Dr. Adolfo Ferriérre.
151
El Prof. Férriére
152
"Existe un movimiento mundial tendiente a transformar la educación
empírica del pasado en educación científica; es decir, fundada en la psicología del
niño y en la sociología. Ese movimiento aspira al mayor bien del niño, de los
padres, de los maestros y de la Nación. La verdad pertenece a todos y todos la
desean así como el bien, pero muchos lo ignoran. Felices aquellos que conocen
la verdad y que aplican sus principios: ellos avanzan en la gran vía del progreso.
Yo no sabría decir hasta qué punto me siento feliz al encontrar en la República
del Paraguay, hombres como el Sr. Ramón I. Cardozo y el Sr. Julio Frontanilla y
educadores como María Felicidad González, Magdalena Sosa Jovellanos, María
Rodiño, Adelaida Rossi y sus colaboradores abnegados, que han comprendido en
teoría y ejecutado en la práctica los principios de la educación, según la
ciencia. Un hombre como Ramón I. Cardozo honra no solamente su nación sino
también la humanidad. La adaptación admirable de la escuela rural a las
necesidades rurales; la extensión magnífica de los trabajos manuales, la
coeducación bien comprendida y sobre todo los ensayos del trabajo individual
(Plan Dalton) son los comienzos de una evolución que puede ser maravillosa si
se ajustan a la modernización científica las escuelas normales. El progreso real y
definitivo del Paraguay debe fecharse para dentro de cien años a contar desde
1925, época en la que se pusieron en vigor los programas actuales y más
precisamente todavía, desde el 14 de julio de 1930 en que comenzó a aplicarse,
verdaderamente, por primera vez acá, la escuela del porvenir, bajo la forma del
Plan Dalton. Yo me ausento del Paraguay con plena confianza de su regeneración
social, moral y económica. En manos de los hombres que cité está este éxito si
persisten en la obra conforme a la razón, a la ciencia y al buen sentido. Adolfo
Férriére. Director Adjunto de la Oficina Internacional de Educa- ción". ("El
Diario", octubre 13 de 1930).
Otra impresión:
153
para la instrucción primaria nacional tan denostada por los enemigos personales
de las autoridades educacionales. Es superfluo recordar la autoridad de que goza el
ilustre maestro suizo en la materia. Férriére con Decroly, la Monte- ssori y
otros forman la legión de los reformadores de la enseñanza primaria en
nuestra época. Dicha reforma es más bien una vuelta a la naturaleza como diría
un rusonÍano, escuela activa en reemplazo de la neoclasista, espontánea en lugar
de estricta, voluntaria en vez de dulcemente disciplinada y de colaboración entre
maestros y alumnos en lugar del sometimiento temeroso del niño al dómine.
Menos reglamentación y más atractivos naturales, nos dice el maestro al
recordar algunas de nuestras escuelas. Y el trabajo manual educativo, sin per-
juicio de la 'supremacía del espíritu' que es el principio cardinal de la nueva
escuela. Luego, despertar la delicada individualidad del niño, maleable y por eso
mismo sagrada. Respetar e interpretar las tendencias innatas del escolar porque
en su espontaneidad obedece a leyes profundas. No olvidar que cada uno tiene un
carácter perso- nalísimo, y, por ende, toda disciplina implica colaboración. La
coo- peración su superior a la concurrencia egoísta. La coeducación implica
ventajas positivas al permitir la influencia benéfica y recíproca y, finalmente,
ratificar que la escuela nueva busca la mayor dignificación del hombre. El ilustre
maestro se refirió extensamente al Plan Cardozo, a las autoridades
educacionales y sus funciones, la necesidad de atenuar algunos reglamentos muy
estrictos, de hacer desaparecer el régimen forzado que vive al son de campana y
tuvo frases alentadoras y elogiosas para las escuelas "República del Brasil" y
especialmente para la directora de la Escuela "Manuel Amarilla", cu- yo espíritu
comprensivo recalcó. La sección de trabajos prácticos de las referidas instituciones
fueron mencionadas honrosamente. Su juicio valioso terminó con apuntes a la
acertada orientación de nuestras escuelas y con el pensamiento que publi-
camos y que es la mejor respuesta a la apasionada, virulenta e injusta campaña
emprendida contra las autoridades educacionales, y prueba que la apreciable
suma asignada en el presupuesto se invierte útilmente por la educación del
pueblo. Transcribimos a continuación un pensa- miento escrito por el
154
profesor Férriére en el Álbum de la Escuela "Estados Unidos del Brasil". "Grande
es mi gozo al encontrar aquí la realización de la mayor parte de las ideas que
reconozco como verdaderas desde hace tantos años y constantemente
predicadas en mis libros y conferencias: valor del trabajo manual a base de
materias primas del país y oficios útiles para el país; y valor del trabajo individual
alternando con el trabajo colectivo y viviente, como se enseña aquí con el Plan
Dalton. Deseo un completo éxito en estos ensayos de los cuales depende el por-
venir del país. Adolfo Férriére. Asunción, octubre 3 de 1930". "El Diario" del 10 de
octubre de 1930".
Quedé completamente satisfecho con el juicio de Férriér e sobre mi
modesta obra: era la aprobación plena de la orientación que estaba dando a la
enseñanza nacional. ¿Qué más quería? ¿Qué me importaban las opiniones de "La
Unión", "El Bien" y de los loros del Congreso? ¿Qué podía valer la opinión de un
Natalicio W, de un Vasconcellos, de un Orué Saguier, de un Chaves, de un Montanaro, de
un Artaza y de toda la prosapia de gente que hablaban mal de la escuela, de la
orientación de la enseñanza sin saber lo que decían? Podían seguir ladrando a la
luna. Tenía a mi lado la opinión de un sabio, que me consagraba. En medio de aquella
"apasionada, virulenta e injusta campaña" de que hablaba "El Diario" había Llegado
a un fresco oasis de mi vida profesional a descansar de los quebrantos, al lado del
Dr. Férriére. Era un juez enviado por la Providencia para juzgarme ante mis injustos e
ingratos paisanos, y hacerme justicia, absolverme de las acusaciones vagas, inconcretas,
imprecisas que vibraban en torno mío. ¡Existe la justicia! ¡Llega, tarde o temprano, pero
siempre llega para humillación de los malvados!
Y como para cuando algunos quisieran atribuir la opinión del Dr. Férriére a
meras palabras de cortesía, a "zalamería" que no tenía por qué usar conmigo, y
menos en su opinión a la prensa y al Presidente de la República, a quien hizo las
mismas declaraciones.
De vuelta a Ginebra escribió el libro "L'Amérique Latine adopte l'Ecole Active",
ediciones Delachaux y Niestlé S.A.
155
Neuchatel, París VIIe— en el cual se ratificó en su juicio y dijo cosas que no las dijo aquí
en el Paraguay. En Ginebra habrá estado completamente desligado de todo compromiso
de cortesía: descansadamente, en su sala de trabajo, el sabio se habrá entregado a
la reflexión sobre las cosas vistas en América y de acuerdo con su conciencia iluminada
por la razón, habrá estampado en las cuartillas el fruto de su inteligencia. ¿Qué dirán
los envidiosos, los que no son capaces de valorar la grandeza moral de nadie?
Transcribiré algunos párrafos confirmatorios del libro, que es poco conocido
por los pedagogos de mi tierra.
*** ***
156
El director de la Biblioteca de Rubén Ramos, Guayaquil, señor Rafael A.
Carrera F., me pidió las memorias de la Dirección General para "conocimiento de lo que
se hacía tan entusiastamente en el Paraguay".
Respondiendo a una invitación di en el salón de actos del Colegio Inter- nacional
una conferencia sobre "Los cuatro elementos de la educación", por Jones. Asistió una
concurrencia selecta y numerosa.
Ante la exigencia de la opinión pública, el Dr. Rodolfo González, Ministro de
Instrucción Pública, dio también una conferencia en el salón de actos del Colegio
Internacional, el 26 de agosto sobre la enseñanza primaria en Paraguay. La her- mosa
conferencia del Dr. González fue una nueva consagración del Plan Cardozo, del cual
hizo un estudio analítico y crítico. Rodolfo González demostró amplia- mente su
conocimiento del tema. No en vano los adversarios de la Cámara le ha- bían obligado a
estudiar la cuestión de la enseñanza primaria, pues probó domi- nio en la materia. En
toda la conferencia tuvo la gentileza de demostrar las bondades del plan de estudios y
de la orientación de la enseñanza. Era la primera vez que la más alta autoridad educacional
del país se pronunciaba en público en forma tan rotunda a favor mío y de mis obras. Los
enemigos quedaron con la boca abierta.
Con esta conferencia el Dr. Rodolfo González se despidió de la cartera, pues pasó
a la de Hacienda, siendo nombrado en su reemplazo el Dr. Justo Pastor Benítez. El Dr.
González desempeñó con altura y conciencia el cargo, fue un gran propulsor de la educación
y prestó en todos los instantes sus desinteresados apoyos en todas mis gestiones
escolares, así como en mi lucha en contra de los lopiztas.
*** ***
Durante el Ministerio del Dr. Benítez continué desarrollando mi plan de ac- ción
con éxito mediante la cualidad expeditiva que caracterizaba al Ministro y su apoyo a mis
gestiones. En efecto,
157
al formularle un pedido o una sugestión, si los encontraba bien, en el acto ordenaba la
tramitación y sobre tablas autorizaba la ejecución.
El 25 de noviembre hubo una gran exposición de trabajos manuales y
concentración de los maestros del XI Departamento escolar en Pirayú con asistencia del
Ministro, Dr. Benítez. Luego de haber asistido a otra en Capiatá el día anterior, pasé a
Pirayú en compañía del Inspector General de Escuelas, Prof. Emiliano Gómez Ríos,
donde se desarrolló un programa de fiestas de carácter exclusivamente escolar y
cultural. El Dr. Benítez dio una conferencia en la exposición y yo otra, en una velada
literario-musical efectuada en el Club situado en la estación de ferrocarril.
162
nobles propósitos del torneo —como se ha querido hacerlo como se verá más adelante—
y definir mi propósito personal de dar origen en aquella Asamblea a una escuela
eminentemente paraguaya, independiente de toda influencia didáctica extraña, como
venía ocurriendo hasta hoy, pues la didáctica para- guaya no era sino una sucursal
grosera de la didáctica argentina, con libros, maestros, métodos argentinos. Sé que
esta idea de paraguayismo no les habrá gustado a todos; pero tengo fe en que algún
día se me reconocerá la paternidad de estas ideas emancipadoras en el dominio
espiritual y los que son hoy mis crueles detractores, tal vez cuando la justicia les guíe,
serán los paladines de la reivindicación. ¡Cuántos jóvenes paraguayos formados en las
escuelas normales nacionales no piensan sino con pensamientos extranjeros y, sin
embargo, siguen pensando así y eligiendo como caudillos intelectuales a los que
modelaron su mentalidad en instituciones extranjeras de acuerdo con la de ellos!
En realidad, creo que ya es tiempo de buscar la independencia espiritual.
Quisiera ver todo nacionalizado. No debe creerse en una argentinofobia mía. No.
Admiro y aprecio a la gran Nación del Sur y reconozco que por una fatalidad geográfica
dependemos económicamente de ella. Hoy por hoy, la principal plaza para la colocación de
los productos nacionales es Buenos Aires y el bienestar de nuestro país depende de la
buena marcha de aquella nación hermana.
163
Creo modestamente que es deber de patriotismo, mientras se pueda hacer
lo contrario, mantener un estrecho vínculo con ella, como felizmente existe. Creo
también, lo mucho que le debemos en la formación inicial de nuestra cultura por la
influencia, apoyo y colaboración de hombres e instituciones. Pero, creo igualmente
que en lo espiritual ya no hay razón de ser para perpetuar la referida dependencia: que
ya es tiempo de sentir, pensar y generar indepen- dientemente de acuerdo con
nuestros propios espíritus y de nuestros pro- pios intereses, mas, sin infundir odio,
ni pasiones que separan. Está en manos del educador formar esta pedagogía paraguaya,
esa escuela paraguaya modela- dora del alma integral de la nacionalidad paraguaya.
La presidencia que ejercí fue algo difícil y laboriosa porque desde un co- mienzo
se manifestó en el seno de la Asamblea una tendencia marcadamente iz- quierdista,
dirigida desde afuera por Cosme Ruiz Díaz que quería llevar las deli- beraciones hacia
rumbos que respondían a sus intereses sectarios. Tenía a sus órdenes algunos jóvenes
maestros que hacían mociones y promovían discusiones de acuerdo a ideales trazados
y a inspiraciones recibidas. La presidencia sos- tuvo, en ciertos momentos, el principio
de autoridad con un poco de energía e impedía discutir temas fuera del programa oficial.
Había momentos en que el pequeño grupo disciplinado quería hacerse dueño de la
Asamblea para encauzarla hacia sus fines; pero con cuidado salvé la Asamblea de una
degeneración.
El Congreso deliberó durante ocho días cumpliendo con exactitud su
programa, y el día de su clausura, un espíritu nuevo flotó en el ambiente escolar,
promisor de liberaciones y de labor intensa.
La prensa nacional demostró poco interés en este esfuerzo cultural de los
educadores que vinieron de lejanos lugares para deliberar. Únicamente, las carreras del
Hipódromo eran más dignas de llenar columnas y páginas enteras.
En cambio, en el extranjero se lo siguió con interés. Cuando se conoció en el
Continente el resultado de las deliberaciones del Congreso Pedagógico, llega- ron
palabras de aplauso y de estímulo. Debo hacer notar que he recibido más ve- ces,
estímulo del exterior, de remotos países que de mi propio país donde no en- contré sino
espinas y dolores. Seguramente porque "nadie es profeta en su tierra".
164
Educación, importante revista de Arequipa, Perú, publicó bajo el título de
"Panorama Pedagógico del Mundo —Paraguay, pueblo en crisol—", un artículo del
que saco los siguientes párrafos más sobresalientes: "Ramón I. Cardozo, de la misma
manera que Sarmiento y como él tocado por la sublime locura de generar un pueblo
grande por obra de la escuela, está realizando la enorme tarea de renovar la enseñanza
en el Paraguay. Sorprende al observador atento la obra realizada por el profesor Cardozo
frente a las escuelas paraguayas. Al conocer las conclusiones oficiales del Congreso
efectuado en febrero, bien puede decirse del Paraguay que está en el crisol. Es decir,
fundiendo y depurando su propio metal". Educación, No. 1, noviembre de 1931.
Arequipa.
La Escuela Activa de Montevideo, dirigida por el profesor D. Blas S. Genovese,
gran propulsor de la escuela activa en su país y compañero de causa del gran Dr. Santín
Rossi, solicitó una colaboración mía sobre "la Escuela Activa en el Paraguay", que fue
publicada. Por tal motivo tuve el placer de recibir una amable felicitación del Director.
A pedido del Ministerio, redacté un plan de estudios y la reglamentación
respectiva para las escuelas de fábricas. Como siempre, la ley sancionada al respecto
está llena de imprevisiones. Como todas las demás que surgen al calor de
improvisaciones sentimentales, tendrá efímera existencia.
Tuve la grata visita de mi gran amigo el Dr. Carlos Santín Rossi, director de
enseñanza primaria y normal del Uruguay. El Dr. Rossi, médico psiquiatra era gran
amigo de la escuela activa y propulsor de ella en su patria. Dio hermosas conferencias y
llenó de idealismo a la escuela, aunque sea por un instante. Era un gran espíritu
romántico y caballeresco, propio de los hijos de la gran patria de Artigas.
A invitación de la Compañía Industrial de Pinasco, asistí en compañía de Emiliano
Gómez Ríos, Blas Garay y Emilio Saguier Aceval a la inauguración de la hermosa casa
escuela del Puerto. Es una casa moderna con muebles y útiles modernos. En tal oca-
sión, tuve la oportunidad de visitar el interior del Chaco y de fundar una escuelita
en un lugar llamado "Curupayty", a 40 kilómetros en el interior, donde dejé enarbolada
la bandera nacional en la punta de un alto mástil en señal de que allí un maestro enseña a
los niños las ideas de patria y libertad.
166
Ministerio del Dr. Eladio Velásquez
El Dr. Justo P. Benítez pasó al Ministerio del Interior y el Dr. Eladio Velásquez
ocupó la cartera de Instrucción Pública. Bajo el corto ministerio del Dr. Benítez he
realizado muchas ideas en el campo de la enseñanza primaria. Como ya lo dije,
espíritu abierto y expeditivo —aunque con algu- nas intermitencias de
autoritarismo y lenguaje satírico— me ayudó mucho en mi obra.
167
El Dr. Luis Morquio, especialista en niños y presidente del Instituto Inter-
nacional del Niño en Montevideo, me invitó a asistir al Congreso General del Niño de
la misma ciudad. No asistí por falta de apoyo oficial.
*** ***
168
comunista con prueba de su acción dentro de la escuela, lo denuncie para proceder sin
contemplaciones.
El solo hecho de afirmar sin prueba no es razón para convertir a la escuela actual
en campo de acción de los comunistas. Es que no hay casos concretos sino simplemente,
chismes; es que no se menciona, no se grita el nombre o el caso; por otra parte los
mismos padres de familia si tuvieran conocimiento, no tolerarían tales propagandas.
Un día, el secretario general del Consejo, Sr. Frontanilla, informó a la Dirección
General que el domingo, en “la hora católica” de la radio Z. P. 9, un sacerdote había
dirigido una alocución a los padres de familia respecto a la necesidad de la enseñanza del
catecismo en las escuelas, y en tal ocasión, atribuyendo al Consejo Nacional de Educación
la resistencia ilegal, incitó a los padres de familia a rebelarse contra la autoridad para
imponer la enseñanza porque “no nos han de impedir, dijo, esos cuatro gatos que forman
el Consejo de Educación a poner en práctica nuestra religión”. Llevé a conocimiento del
Consejo este hecho y la autoridad escolar resolvió elevar la denuncia al Ministerio,
considerándolo una falta de respeto a la autoridad nacional. El Ministerio pasó el caso al
Obispado y se produjo una propuesta de la autoridad eclesiástica, negando el
pronunciamiento del sacerdote en la forma denunciada.
La situación política iba complicándose cada vez más. Se sentía malestar por todos
lados. Descubierta una conspiración militar se tramó otra con anuencia de ciertos jefes
civiles. Conviene dejar constancia de que yo había roto definitivamente mis relaciones
políticas con el grupo de Modesto, por desafueros cometidos contra mi hijo Efraim sin
consideración personal; por no estar más conforme con la orientación que aquél daba a la
política y de acuerdo con las bases escritas que yo había presentado en 1928.
Yo estaba, entonces, dispuesto a colaborar en el restablecimiento de las normas
partidarias consagradas por los Estatutos, pero jamás para andar cons- pirando en contra
del gobierno.
En eso estalla el movimiento del 22 de octubre que epilogó en el suceso del 23,
lamentable desde cualquier punto de vista, máxime cuando las víctimas fueron
estudiantes y criaturas llevados al mitin por el entusiasmo inconsciente provocado por
ideas generosas. Si se hubiese sido más previsor, se hubiera evitado aquel
169
derramamiento de sangre de inocentes que ha servido para levantar la opinión en
contra del gobierno y ha producido rencores profundos difícilmente extirpables.
¿Por qué la Policía no tomó sus medidas de seguridad a tiempo puesto que los
acontecimientos del día anterior eran prolegómeno bastante elocuente? Para mí, la
responsabilidad recae sobre la Policía, y el Presidente estuvo ex traño a las
medidas, no ha sido el ordenador de la fusilería que se originó con la misma
nerviosidad del momento y del sentimiento del deber militar de la guardia de Palacio.
La prensa misma se hacía eco favorable de esta situación del cuerpo académico,
atacando a los maestros. Considerándome afectado por cierta opinión desfavorable
de la prensa respecto del cuerpo de profesores, elevé mi renuncia a mis cátedras
del Nacional y me opuse a aceptar el cargo de mi- embro del Consejo de Enseñanza
Secundaria. Claro, para actuar como consejero de educación se tiene que ser sin tacha
tanto ante la opinión pública como ante el alumnado.
El P.E. me devolvió la renuncia reiterándome su completa confianza, así como
expresándome no estar afectado por dichas opiniones periodísticas. Volví a mis cátedras y
acepté el cargo de Consejero de Enseñanza Secundaria.
Tuve la dicha de tener otra nieta: María Josefina, hija primogénita de Efraim. Con
ésta ya tenía cuatro: Elenita, Gustavo, María Virginia (Negra) y María Josefina. El abuelo
se sentía orgulloso de este hermoso e inteligente cuarteto angelical que, cual
170
ramillete florido, embalsamaba la existencia de quien iba subiendo penosa y
doloridamente la cuesta de la vida buscando el ocaso.
Se tramitaba la integración de dos direcciones de centros educacionales: las del
Colegio Nacional y de la Escuela Normal de Profesores. De esta última, por el retiro de la
señorita María F. González por haberse acogido a la jubilación. Para mí, como
Director General de Escuelas, me interesaba más la Dirección de la Escuela Normal
adonde había que llevar un buen maestro capaz de continuar la obra de progreso
cultural que se practicaba en aquel instituto. Me ofrecieron la Dirección del Colegio
Nacional; rehusé por estar encariñado con la dirección de la enseñanza primaria y normal.
D. Manuel Riquelme, ex Director General de Escuelas, residente en Buenos Aires,
desde la revolución de Chirife, se presentó como postulante a la dirección de la Normal.
Corrió la noticia de que, a pedido del interesado y sin oír al Consejo, a la sordina, el
P.E. iba a independizar la Escuela Normal del Consejo Nacional de Educación. Por tal
motivo, dirigí una carta confidencial al Dr. Rojas explicando, desde el punto de vista
pedagógico, la inconveniencia de tal medida para los intereses de la educación primaria
y normal dentro de nuestro régimen escolar, que requería unidad de la dirección
pedagógica de ambas enseñanzas. Me basé en las leyes nacionales.
El mismo señor Riquelme en una conversación que tuvo conmigo para
"solicitar mi intervención a fin de obtener la dirección de la Normal" pues querían
encargarle la del Colegio Nacional que él consideraba "un presente griego en aquellos
momentos", me informó confidencialmente que "el Presi- dente de la República
estaba empeñado en que se hiciera la separación de la Es- cuela Normal en caso de que él
fuera a esa dirección, pero que el no lo admitía porque lo mismo iba a marchar en
armonía con su amigo Cardozo, el Director Ge- neral de Escuelas".
Supe que el decreto ya estaba redactado. Pedí audiencia al señor Pre- sidente y
le hablé al respecto. El señor Presidente me dijo que el Sr. Riquelme había puesto dos
condiciones para aceptar la dirección de la Escuela Normal: la sepa- ración de ella de la
jurisdicción del Consejo Nacional de Educación y un sueldo mí- nimo de $10.000. Me dijo el
Sr. Presidente que, según el Sr. Riquelme, solamente en el Paraguay las escuelas normales
dependían del
171
Consejo. Expliqué al Sr. Presidente la falsedad de tal afirmación pues en todas las naciones
de América, excepto la Argentina ellas dependían del Consejo. Le demostré la
inconveniencia de tal medida que significaría un dislocamiento de nuestro sistema escolar
y una violación del espíritu y letra de la Ley del Consejo Nacional de Educación.
El Señor Presidente, convencido de la realidad, me prometió dejar sin efecto el
proyecto de la emancipación. En efecto, el profesor Riquelme fue nombrado Director
de la Escuela Normal de Profesores sin satisfacérsele en una de sus condiciones. Yo
comprendía que no era más que un aplazamiento.
La mentira es, para mí, uno de los más grandes defectos morales. El que miente
no tiene nobleza de alma, o por lo menos, altivez moral para sostener sus convicciones.
Este episodio me dio a conocer el calibre del hombre y me puso en condiciones de colo-
carle en el lugar correspondiente en el catálogo de "mis amigos". Naturalmente, tuve que
guardar bajo llave tal catálogo porque mi con- dición de superior jerárquico no me
permitía hacer "uso público" de mi juicio sobre el "subordinado".
Al contrario, le mostré buena cara guardando en lo más recóndito de mi corazón
la repugnancia y evité todo obstáculo en su camino. El hombre no podrá expresar
ninguna queja por dificultades opuestas a sus gestiones ante la repar- tición que de mí
dependía. Pero mi conducta futura ya estaba trazada defini- tivamente.
Di una conferencia en el salón de actos del Colegio Internacional sobre "La
Educación en el siglo XIX", con la asistencia del Ministro de Instrucción Pública, Dr. Rojas,
que la presidió, y de un selecto y numeroso público. En mi concepto -y perdón que me
juzgue a cada momento a mí mismo— fue la mejor conferencia que he dado en mi
vida de maestro. El trabajo fue publicado en "El Liberal".
Durante el último tiempo de la actuación de la señorita María F. González en la
Escuela Normal de Profesores, iniciamos con ella los primeros pasos hacia la "escuela
renovada". Se pusieron en ensayo el "Plan Dalton" y el "Método Winnecka" con bastante
entusiasmo y ciencia de parte de ella y del personal encargado de su ensayo.
Así, los maestros pudieron ver la práctica, la confirmación objetiva y concreta
de las teorías hechas en los libros. Sobre todo
172
el Método Winnecka fue un encanto mediante la inteligencia y el
entusiasmo de las maestras señoritas María Elena Rivarola y Lidia Chenú Bordón. La
señorita Rivarola demostró ser una verdadera artista en la preparación de los
materiales de enseñanza que se tuvo que improvisar y con- feccionar a mano, primero
por ser un ensayo y segundo por no disponer aún en el país de elementos litográficos
para el efecto.
La innovación se intensificó en el primer grado de estas escuelas
experimentales; inicié una verdadera revolución: suprimí el clásico horario
sustituyéndolo por un "plan de trabajo" y redacté un "programa de trabajo",
colocando al maestro en su lugar y al niño en su ambiente. El maestro dis- tribuiría los
trabajos del día y pasaría de un tema a otro según "el grado de in- terés" de la clase.
Este nuevo programa comenzó a dar excelente resultado; al menos los primeros pasos
fueron admirables. La escuela, o mejor, la clase así se convertiría en una continuación
del hogar. Tenía redactado los programas para el segundo grado cuando se produjo la
interrupción de mi carrera.
El "Centro Pro-Escuela Nueva" seguía trabajando con mucho entusiasmo; al
menos así demostraba aparentemente. Este Centro, afiliado a la asociación central que
funcionaba en Londres con la denominación de "Liga para la Educación Nueva" estaba
constituido por diez maestros que se reunían mensualmente a escuchar disertaciones
sobre temas referentes a las escuela activa y a la educación nueva en general, bajo mi
presidencia. Formaban parte de él: Emiliano Gómez Ríos, Julio Frontanilla, Federico
Meza, Adela Garcete, Gilda Carísimo, Esperanza Abram, Adela Ruiz, Mr. Arthur
Elliott, Lidia Velázquez y el que escribe. La finalidad del centro era hacer estudios
sobre la escuela nueva y propagar sus principios e ideales.
Textos de exámenes
174
Año de 1932. Ministerio del Dr. Víctor Rojas
En las vacaciones de este año se hicieron funcionar, por segunda vez las
"colonias de vacaciones" para niños débiles. Aunque lo ocurrido no tie- ne
importancia, relataré la historia de ellos por revelar alguna lección sobre el
egoísmo humano. Desde años atrás venía yo acariciando la idea de la creación de una
colonia de vacaciones para niños débiles. Con ese propósito obtuve la desinteresada
colaboración del Dr. Zanotti Cavazzoni, distinguido médico y filántropo. Visitamos
Areguá para hacer la instalación del plantel allí, de acuerdo con la opinión de él que
lo encontró superior a San Ber- nardino, y conseguimos el apoyo financiero de la
Comisión Pro-Tuberculosos. Mas, por dificultades surgidas en el seno de ésta, no
siguió adelante nuestra iniciativa.
En 1930 (carta del 5 de diciembre de 1930) me había hablado de la misma
idea la señora Elvira A. de Duran, vecina de San Bernardino, ofre- ciéndose a
desempeñar gratuitamente la regencia de la institución si se lle- vaba a cabo en
aquella población veraniega. Yo era entonces Presidente de la "Cruz Roja de la
Juventud" y esta comisión tenía fondos disponibles a cargo de su Tesorero, el Dr.
Gastón P. Vera. Pensé en aquel fondo y consulté sobre la posibilidad de disponer de ellos
para costear la Colonia, con el Dr. Andrés Bar- bero, Presidente de la "Cruz Roja
Paraguaya", por ser la de la Juventud, una sección anexa de ésta. Barbero aceptó
la idea. Entre él y la Sra. de Duran formularon las bases y condi ciones.
Partió la primera Colonia en febrero de 1931 y todo se hizo de acuerdo con
mi plan y los fondos de la Cruz Roja de la Juventud de mi pre- sidencia. Pero la prensa
tergiversó la cosa, sobre todo "El Diario", no sé con qué propósito, atribuyendo la
iniciativa y el costo de la Colonia al Dr. Barbero y una señorita que poco tuvo que ver
con el entierro. El Dr. Barbero se- guramente, por modestia que se caracteriza por ella, y la
referida señorita se callaron y... se quedaron con la fama y los aplausos. No reclamé
ninguna de estas cosas; me bastaba la satisfacción de ver realizado mi pensamiento
tan ansiadamente acariciado de tiempo atrás.
Recibí con fecha 20 de enero una carta de M. Juan Piaget, Director de la “Bureau
International d´Education”, de Ginebra, en la que, entre otras cosas me dijo:
175
"En el número próximo del Boletín de la Oficina aparecerá una apre- ciación
acerca de su obra, que la estimo muy interesante, por las ideas y su- gerencias que
contiene en materia de educación. Sobre todo, por el estudio que hace usted de los
principios de la escuela activa y las condiciones de aplicación en su país. Las
actividades de esta Oficina continúan am- pliándose, gracias a la comprensión y
simpatía de varios países, singu- larmente los países nuevos de la América Latina.
Después del Ecuador, Co- lombia nos ha dado su adhesión y en estos días
tramitaré su ingreso en calidad de miembro de la Oficina. Usted podría iniciar una
gestión análoga, con respecto a su país, que ha dado pruebas de un grande espíritu
evo- lutivo en materia de educación, y al que esta Oficina recibiría muy com-
placida".
La señorita María F. González, como dije más atrás, dejó la dirección de la Escuela
Normal de Profesores para acogerse a la jubilación después de haber desarrollado al
frente de aquella primera institución normalista, una labor meritoria e inteligente.
El personal enseñante de la Escuela Normal constituyó una Comi-
176
sión bajo la presidencia del Dr. Justo P. Prieto para rendir un*justo homenaje a la reputada
educadora.
La Comisión solicitó mi concurso para que yo pronunciara el discurso de
ofrecimiento de la fiesta. Acepté complacido porque quería exteriorizar públi- camente mi
estima a la obra de la educadora que fue en todo tiempo mi inteligente colaboradora
y quería, a la vez, aprovechar la circunstancia para dar una lección de moral dedicada al
ejército de ingratos que formaban el llamado Magisterio Nacional. La fiesta se realizó en
el Salón de Actos Públicos del Colegio Internacional con numerosa concurrencia.
Cuando llegó la hora, leí mi conferencia sobre la personalidad de María F.
González como educadora. Y hablé con entera sinceridad, con el corazón en la mano y
proclamando sus virtudes de maestra. Mis palabras produjeron impresión en el auditorio
y muy especialmente en la homenajeada que, seguramente, no esperaba tales elogios
de su merecimiento. Me quedé satisfecho y tranquilo porque descargué mi conciencia
diciendo lo que quería decir. Que se haya reconocido mi acto, no sé, ni me interesa
saberlo porque en toda mi vida no he buscado el aplauso de mis paisanos sino la
conciencia del deber cumplido y dejar lecciones para la posteridad. Al tiempo le doy
tiempo, como dice un poeta, porque sé que el tiempo disipará las intrigas e infamias
con que se ha sembrado el camino de mi vida.
Presenté a la Comisión de la "Liga de Educación, Sección Paraguaya" un trabajo
consistente en un estudio sobre las ideas filosóficas y religiosas del Dr. Adolfo
Férriére, el "leader" amigo de la escuela activa. Este mismo trabajo lo leí en
conferencia pública en el Colegio Internacional. Fue mi última confe- rencia.
La revista "Recueil Pedagogique", órgano de la Sociedad de las Naciones, se ocupó,
en un lugar especial -entre las novedades del mundo pedagógico- de la "educación
nueva en el Paraguay", haciéndose eco del libro último de Férriére.
Accediendo a un pedido del corresponsal de la Sociedad de las Na- ciones,
incluí en el programa de Instrucción Cívica, una información sobre la so- ciedad, como
medio para difundir entre los educandos y, por medio de ellos, preparar la mentalidad
de las generaciones, el conocimiento de la importancia y valor de aquella entidad
social llamada -si el factor hombre no flaquea- a mantener la paz del mundo, en
realización del idealismo de Wilson.
177
"The New Era", de Londres, órgano de la Liga Internacional de la Educación Nueva
se ocupó elogiosamente en su número de enero de 1932 de mis trabajos pedagógicos en
el Paraguay. Del exterior, me han llegado siempre voces de aliento.
En mayo de este año hice una excursión de Semana Santa a San Antonio,
departamento de Villarrica, en compañía de Aníbal García, Miguel Ángel, Monlecho y
Carlos. 1/ Si no fuera por la lluvia persistente e intensa que "incidentó" el viaje, el
paseo hubiera resultado espléndido. A pesar de todo, grande fue mi placer al volver a
recorrer, después de muchos años, aquellos lugares por donde había andado tantas veces
cuando joven. Fue una hermosa ex- cursión con que me obsequió mi amigo Carlos. A la
vuelta, estuve en el pueblo de "Natalicio Talavera", donde los vecinos me obsequiaron
con una recepción y un opíparo banquete donde se consumió abundante vino nacional.
Esta visita a la interesante población no fue inútil para los intereses escolares de la
loca- lidad porque hice elevar la categoría de la escuela y nombrar una maestra más que
necesitaban por el número de elevados alumnos y por el interés que mostraban los
1/ El autor se refiere a su yerno Miguel Ángel Gatti, a su hijo Ramón I. Cardozo (h) y a su amigo Carlos
Chase. (N. del E.).
178
hombres corrompidos por la acción perversa de la sociedad; pero la juventud de- be
tener el alma de armiño y el espíritu noble y ele vado. ¿Cómo esa juventud
pedagógica enseñará la moral cívica si no es justa, si no es gene- rosa? Sin
embargo, la prensa entera le aplaudió por el discurso, hermoso por su forma,
pero inmoral por su fondo envenenado.
¿Qué porvenir nos espera a nosotros que con un poco de idealismo nos
dedicamos a la educación de la juventud si ella misma se encarga de re- legarnos a los
fondos del olvido? Ah, juventud decrépita, que te apuras por de- salojar a los maestros
de los sitios conquistados por mérito, para ocuparlos. ¿Por qué te apuras?
¿Acaso no ocuparás tú, a tu tiempo, mayor pre- eminencia porque eres más
ilustrada y más moderna? ¿Por qué no respetas siquiera las augustas manos de los
que fueron tus mayores, de los que te precedieron en la lucha por la cultura nacional
aunque sea más modestamente, de los que también, a su turno, te dieron algo de su
espíritu, algo de su en- tusiasmo, para que tú fueras lo que eres? O ¿crees,
acaso, que fuiste hija de ti misma?
En la Escuela "General Díaz" de la Capital se produjo un nuevo con- flicto.
La Directora de la Sección de Niñas era de espíritu muy liberal hasta el ex tremo de ser
catalogada entre los "comunistas". Por más que se la ha vigi- lado estrechamente,
nunca se ha podido comprobar su "comunismo".
Pero los sacerdotes del Colegio de los Jesuitas, empeñados también en la
campaña de la Liga Católica, resolvieron armarle una zancadilla. Para provocarle
un conflicto y obtener una manifestación que sirviera de base para acusarla
públicamente, publicaron un volante en contra de ella e instala- ron frente al
mismo portón de la escuela, entre semana, durante las horas de clase, una tribuna
en donde predicaban asuntos religiosos desatándose en contra de la Directora.
Nadie niega el derecho de hacer propagandas religiosas ni el de o- cupar las
calles y lugares públicos para el efecto; lo que no es bueno ni con- veniente, es el
"propósito" de provocar conflictos, de alterar el orden. Producida la denuncia,
comisioné al inspector de escuela Don Federico Meza para informarse de la
verdad y buscar una solución a fin de evitar la producción de un desorden y el mal
ejemplo a los escolares. El inspector consiguió que los sacerdotes encargados de
esas propagandas cambiaran de lugar y se
179
ordenó a la Directora absoluta discreción en sus actos y palabras. A pesar de esto, se
repitieron las manifestaciones, hasta se produjo un desorden provocado por una
estudiante. Entonces elevé la denuncia a conocimiento del Ministerio.
Los vecinos de Concepción solicitaron telegráficamente de la Dirección General
de Escuelas, la participación de los escolares de la localidad en la re- cepción al nuevo
Obispo Diocesano, Monseñor José Sosa Gaona. Considerando que era un acto
exclusivamente popular, autoricé la participación solicitada. Creo que no he
violado ningún reglamento.
El Director de la Escuela Normal de Villarrica se vio envuelto en un serio conflicto
con los alumnos y vecinos. Las autoridades locales y los caudillos situa- cionistas pidieron
al Presidente de la República la separación del Director de su cargo. Conocedor yo de
que en el asunto no había sino un exceso de amor propio, por un lado, y una
intrusión foránea inconveniente, por otro, sostuve al Director en su cargo haciendo
cuestión de estado por él. Se resolvió el con- flicto dejando a Barrios en su cargo. Está
en el grupo de aquellos que retribu- yeron con ingratitudes los bienes recibidos, porque
ni me saluda más.
En el mes de julio ocurrió un conflicto escolar en la Escuela Normal de Barrero
Grande. Un grupo de alumnos se declaró en huelga pidiendo la se- paración del cargo
de una parte del personal. Al recibir la comunicación co- rrespondiente del Director del
establecimiento, consulté con el Ministerio la ac- titud que convendría asumiera la
Dirección General de Escuelas. Esta consulta la hice por más que no había necesidad de
efectuarla por estar el caso previsto en el reglamento, atendiendo la situación política del
Gobierno.
Previa consulta, a su vez, con el Presidente de la República, el Ministro me
aconsejó no tomara ninguna medida violenta en defensa de la disciplina para no dar
lugar a una generalización de la huelga estudiantil; que obrara nada más que dentro
del reglamento, dejando que los alumnos se eliminasen a sí mismos. Informé al
Consejo sobre el particular y éste resolvió no oponer la fuerza a los huelguistas, y que el
Director del establecimiento instruyera un su- mario y aplicara el reglamento a la
inasistencia, de acuerdo con el criterio del Poder Ejecutivo. Así se procedió en la
emergencia; la dirección del estable- cimiento ciñó su proceder a las instrucciones
recibidas. Se produjeron algunos de- sórdenes callejeros
180
de los que es responsable la Policía. La escuela funcionó con un grupo no huelguista
aunque con dificultades.
Cuando los alumnos rebeldes llenaron el número reglamentario de faltas,
quedaron expulsados. Así quedó la cuestión en espera del tiempo que fue poco a poco
normalizando la marcha de la escuela. Resumen: el Consejo intervino en su
oportunidad y el conflicto estaba terminado. Hay que hacer notar que el jefe de los
huelguistas era sobrino del Presidente electo de la República.
181
usaba conmigo en mi carácter personal que merecía algunas atenciones y, mucho menos
con la Dirección General de Escuelas, las consideraciones jerárquicas co- rrespondientes.
Debió llamarme a su despacho para conversar conmigo, con su alto jefe de repartición
sobre sus impresiones recogidas en Barrero Grande y buscar de común acuerdo una
solución si él traía alguna promesa política de allí, en vez de enviarme la nota larga,
fastidiosa, falsa e insidiosa que estaba de más si, existía buena voluntad y la confianza
que expresara anteriormente.
Contesté con otra igualmente extensa nota, en forma correcta y respe- tuosa,
haciendo recordar al señor Ministro de mi conversación del 16 de agosto so- bre el
conflicto estudiantil y volviendo a repetirle que el tal conflicto estaba solu- cionado según
el Consejo y que esta autoridad había intervenido en su opor- tunidad. Después,
conversamos personalmente sobre el mismo punto vol- viendo a darle una explicación
verbal amplia. El Ministro insistió en que el asunto no se había resuelto y pidió la reunión
del Consejo para tratar el punto.
El Ministro cambió de actitud con el Consejo tratándole con aspereza, ner- viosidad
y desconsideración. Todos sus actos posteriores se dirigían a disminuir las facultades de la
alta autoridad de Educación, como se verá por los siguientes he- chos. Ocurrió un conflicto
escolar en Concepción, entre la Directora de la Escuela Superior y una de las maestras.
Este hecho caía bajo la jurisdicción exclusiva del Consejo, por ley y por reglamento.
182
Todos los conflictos interescolares corresponden a esta autoridad y nunca jamás el
Ministerio intervenía en ellos; todos los Ministerios respetaban la au- toridad escolar y
la dejaban desenvolverse libremente. La Dirección General de Escuelas resolvió, en uso
de sus facultades, intervenir en el conflicto hacien- do instruir un sumario. Para
el efecto ordenó al inspector de la zona se cons- tituyera en el lugar. Como era de
práctica, solicité del Ministerio órdenes de pasaje para el inspector comisionado. El
Ministerio contestó ordenando que se eleve a su conocimiento la denuncia del
conflicto. Se veía a las claras el propósito de obstaculizar la acción de la Dirección
General en un asunto de or- den interno; hasta entonces la Dirección General de
Escuelas era la única auto- ridad que gobernaba a las escuelas de acuerdo con el
Consejo. Era el comi- enzo de una capitis diminutio del principio de autoridad, En
cumplimiento de la orden, elevé los antecedentes. Después no supe qué había hecho
de ellos.
Luego vino otra nota en la que interpelaba a la Dirección General de
Escuelas sobre la autorización dada a la Sanidad Militar para ocupar el local de la
Escuela "Perú" como hospital de sangre. Otra intervención. Contesté también este
pedido de informe, pero la nota de contestación fue una renuncia indeclinable.
Reuní, a la vez, al Consejo y puse en conocimiento de él lo ocurrido. Por un acto de
solidaridad conmigo, presentaron también su renuncia todos los miembros: los
doctores Jerónimo Riart, Justo P. Vera, Bruno Guggiari y Anselmo Peralta.
No me correspondía otra actitud. El Ministro, impulsado no sé por qué
idea o propósito, estaba empeñado en menoscabar la autoridad del Consejo Nacional
de Educación; se arrogaba sus facultades legales, cau- sándole una capitis
diminutio. El que puede lo más, puede lo menos, dirá más tarde. Muy bien; pero el
procedimiento empleado por el impetuoso Mi- nistro no era normal. El Poder
Ejecutivo puede decretar la intervención del Consejo si cree que en el seno de
esta autoridad hay algo podrido; el P.E. puede pedir explicaciones sobre actos y
cosas de la administración escolar. No desconozco las facultades constitucionales.
El Consejo Nacional de Educación, desde 1889, año de su crearon, había
gozado siempre, ante los gobiernos que se sucedieron y la opinión pública, de
prestigio y preeminencia de alta autoridad de educación, en toda su plenitud.
Jamás, gobierno
183
alguno le había atropellado como éste. Siempre se le dejó en goce de sus fa- cultades y
atribuciones legales. Yo, en ningún sentido, iba a permitir que el Con- sejo fuera
atropellado y maltratado por mi causa, si yo fuera el culpable; ni seguir ocupando un
cargo si no podía hacerlo con dignidad y rodeado de las consi- deraciones y respeto que
por mi investidura me correspondían.
Más vale retirarse con dignidad del cargo que desempeñarlo sin dignidad.
Indudablemente, si yo fuera a humillarme ante el atolondrado Ministro, todo hubiera
pasado y el Consejo como la Dirección General de Escuelas seguiría su existencia, pero...
como ha seguido después, sin prestigio, ni dignidad. Jamás he desempeñado ni
desempeñaré cargo alguno sin altivez ni honradez.
En realidad, no he sabido la intención oculta del Ministro para cambiar así su
conducta. Puede ser que haya cambiado de opinión respecto a mi permanencia en el
cargo, puede ser que haya tenido su intención de llevar a él a alguna persona de su
círculo. Como había dicho, no hacía un mes que me había pedido continuara colaborando
con el Gobierno por tenerme entera confianza tanto él como el Presidente de la
República.
¿Cómo iba a ser hombre de confianza de ellos cuando han usado con- migo una
gran y aplastante desconsideración que ningún jefe educado y decente emplea con el más
humilde de los empleados? ¿Dónde estaba la confianza? ¿Qué concepto tenían de la con-
fianza? No. La actitud del Ministro y la del Presidente que la respaldaba con su
indiferencia búdica, me indignó hondamente, me hirió en lo más profundo de mi
corazón, mató en mí todo el entusiasmo que tenía por la causa de la educación
nacional, toda la inmensa fe que me alumbraba en el camino de mi vida de maestro.
Fue como un terremoto que conmovió todo el cimiento de mi espíritu y secó el
manantial cristalino de mi cariño, como secan, de repente, esos fenómenos sísmicos las
fuentes de donde brotaban las aguas azules de los valles.
Me formé la firme resolución de retirarme de la docencia oficial, cerrar la página
del libro de mi actuación en el magisterio público y no colaborar más, ja- más con ese
gobierno. Desde entonces no he vuelto a ver al Presidente ni por asun- tos ajenos al
profesorado.
Seguramente, el Ministro habrá creído que mi renuncia no fue sino obra del impulso
momentáneo, de una reacción violenta pro-
184
vocada intencionalmente por él, sea para demostrar su prepotencia o sea para
hacerme pasar por las horcas caudinas de la humillación. El no conocía que el
hombre no vive solamente de pan, del mendrugo de sueldo que el Estado pasa
al funcionario, sino también de la dignidad que es lo único que eleva y leva nta;
ni conocía que no se puede menoscabar impunemente la personalidad ajena.
El hombre estaba nervioso, y contagiaba con su rabia al Presidente. Para que
se vea en forma palpable la nerviosidad del Ministro en aque- llos momentos
voy a transcribir a continuación el precipitado decreto que consiguió arrancar del
Presidente de la República, por el que "separa" las es- cuelas normales y de aplica-
ción respectivas de la jurisdicción del Consejo Na- cional de Educación, por el que
"arranca" aquellas instituciones de su legí- tima autoridad, desarticulando así
violentamente el sistema de educación nacional con grave detrimento para la
salud de las escuelas, a razón de mi renuncia, como si quisiera "aprovecharse"
del momento o asestar otro golpe más al Consejo en la tarea de la disminución de sus
funciones. Triste tarea de mutilación de un organismo sano, viviente.
185
Culto e Instrucción Pública, hasta tanto se dicte la reglamentación co-
rrespondiente. Art. 2. Las escuelas anexas de Aplicación dependerán
igualmente del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública por in-
termedio del director de la respectiva escuela normal. Art. 3. El Minis- terio
de Justicia, Culto e Instrucción Pública queda autorizado a regla- mentar el
funcionamiento de las mencionadas escuelas. Art. 4. Quedan vigentes las
disposiciones del Decreto No. 13443 que no se opongan a lo dispuesto al
presente Decreto".
"La Escuela Normal de Profesores 'Presidente Franco' y todas las escuelas norma- les de
la República". ¿Por qué no dice sencillamente "Las escuelas normales de la
República"? A las claras revela el objeto primordial del decreto, la sus- tracción de
la Escuela Normal de Profesores de la jurisdicción del Consejo, conforme a presiones
hechas.
El decreto reconoce que la Ley del 15 de julio de 1899 pone bajo la vigilancia y
dirección técnica del Consejo, a la instrucción primaria de la Repú- blica, pero separa
de su jurisdicción a las escuelas de aplicación anexas como si ellas no fueran parte de
la instrucción primaria. Dice el decreto que "es menes- ter que el Consejo restrinja sus
funciones, a las que le fueron señaladas por su Ley orgánica" como si la extensión de
atribuciones y atenciones sobre las es- cuelas normales hubiera sido una usurpación
de funciones.
Las funciones le fueron otorgadas en forma legal de acuerdo con la le- tra y el
espíritu de esa Ley Orgánica invocada. Esta Ley de 1899 en su Art. 9° dice: "Serán
nombrados y removidos por el P.E. a propuesta del Consejo N. de Educación, los
directores y profesores de las escuelas normales". ¿Qué se deduce de esta dis-
186
posición de la Ley? Que el Consejo tiene atribuciones para organizar las es- cuelas
normales, es decir, intervenir en ellas, o sea implícitamente la Ley Orgánica de 1899
ponía las escuelas normales dentro de la jurisdicción del Consejo N. de Educación, Sin
embargo, esta facultad legal fue derogada por un simple decreto válvula que ha dado
escape a la bilis acumulada en el organismo del P.E. No era extraña esa violación puesto
que la misma Constitución fue violada sangrientamente convirtiendo el número 5 en
6. Sin embargo había que ca- llar porque el país estaba en guerra y era "deber de
patriotismo" ver, oír y callar. Fue lo que hice. Callé y no dije nada por la prensa. Sólo
entrego a estas Memorias mi protesta silenciosa y muda.
187
Ninguna consideración merecía el ex Director General de Escuelas. Eran
miembros del Consejo reorganizado el Dr. Juan V Ramírez, Dr. Salvador Villagra Maffiodo,
Prof. D. Manuel Riquelme y la Prof. Adela Garcete. Actuaba como Di- rector Interino el
Prof. Emiliano Gómez Ríos, ex compañero mío en la dirección de la instrucción
primaria. Simultáneamente con este hecho, el Ministro Prieto hizo investigar el
precio de costo de mis libros en la casa impresora y pa- só mi nota al Consejo
"ordenándole" la restricción. En cambio, el profesor Riquelme, consejero presidente
del Consejo Nacional de Educación, en aque- llos momentos, se hizo asignar por la
Corporación que dirigía un premio por cada libro suyo.
Es inútil. Cuando uno está en la sartén le fríen los que la manejan por el
mango.
Me tracé como norma de conducta el silencio, primero, por la situación in-
ternacional del país que imponía "concordia" general, y segundo, por el Pre- sidente
de la República a quien, a pesar de todo, guardaba mi aprecio y alta consideración.
Con motivo de mi retiro de la Dirección General de Escuelas, recibí varias cartas de
adhesión de los maestros de Tabapy, del Dr. Luis De Gásperi, de Felicidad González y
otros. Tuve el agrado de ser invitado por el Dr. José P. Guggiari.
Una comisión compuesta por las señoritas Esperanza Abram y Magdalena Sosa y los
señores Máximo Arellano y Fernando Centurión se constituyeron en mi domicilio a pedir
mi aquiescencia a fin de realizar un homenaje de los profesores amigos. Les agradecí y
decliné el honor.
El señor Marcelino Martínez Machuca publicó en "El Diario" un largo y bien
meditado escrito sobre mi modesta personalidad pedagógica; el mismo periódico otro, con
fotografía; "El Liberal" uno corto, pero expresivo; "Vida Agraria" uno muy interesante;
"El Deber" de Villarrica, también.
En cambio, otros "grandes amigos" pasaron a la categoría de los que fueron. Es
mejor vivir solo que mal acompañado, dice el refrán. ¡Amigos! Negociantes de la
amistad que le llenan a uno con pruebas de afectos mientras le creen a uno utilizable para
la realización de sus fines y propósitos. Todo es mentira. ¿Por qué se extrañaría uno de
este fenómeno tan antiguo como el mundo? No hay nada que sentir ni lamentar; todo
pasa.
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Renuncié a mis cátedras oficiales y a mi cargo de miembro del Consejo de
Enseñanza Secundaria, para desligarme completamente de toda colaboración con el
Gobierno. Así quedé libre y tranquilo, como simple ciudadano.
Año de 1933
189
que ha dado el parto de los montes; ya verán las consecuencias de su apasio- namiento y
de su error.
Recibí una carta de Férriére en la que al lamentarse por mi retiro del cargo, que
significaba la muerte de los ensayos y prácticas de la escuela activa, de la que él era
apóstol, dijo que "ello no significaba sino el cumplimiento de la ley del progreso; las ideas
innovadoras avanzan al impulso de las grandes voluntades; luego, retroceden arrolladas
por las ideas conservadoras, para luego reiniciar su marcha progresiva. En el Paraguay
volverá a reiniciarse la marcha en breve".
Los que "fueron" mis amigos siguieron aumentando; eran de todos los ca- libres.
Políticos, ministros, diputados, senadores, profesores, maestros y... mise- rables
moralmente. En las horas solitarias, en compañía de mi grande amiga la Soledad, paso lista
a los que fueron y que no volverán, como las golondrinas de Bécquer. Pero no lo lamento.
Compré una chacra en San Lorenzo para entretener mis horas desocupadas. Era
una ilusión más que plantaba en el camino de mi vida para estimular mi existencia. No se
puede vivir sin ilusión, sin el Pájaro Azul que canta en nuestro camino, nos fascina, nos
atrae para correr tras él como el niño tras la brillante mariposa.
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Año de 1934
Este año lo pasé sin mayor novedad hasta casi la finalización. Dividí las horas
del día entre mis cátedras de los colegios privados, mi chacra de San Lorenzo, las
lecturas y la redacción de las presentes Memorias, que refle- jan pálidamente tres
aspectos esenciales de mi vida.
La chacra me sirvió mucho moral y espiritualmente. La vida activa en contacto
con la naturaleza, con los fenómenos biológicos que se ofrecen con exuberancia a la
vista, la soledad del lugar y el canto de las aves como ex- presiones de lo primitivo,
de lo salvaje me encantan. Por más que la utilidad material de la quinta era nula, me
daba por bien servido por la tran- quilidad que me proporcionaba. Era un lugar
de refugio y de aislamiento tan necesarios a mi espíritu.
La contemplación del roturar sonoro de la tierra con el arado, el brotar de
las semillas como promesa del mañana, el movimiento ondulante del maizal
esmeraldino y amigo me producían sensaciones agradabilísimas. ¡Cómo llegaban a
lo hondo de mi alma la música misteriosa, como las sinfo- nías de Beethoven, que
surgía de la capuera al atardecer, a la hora en que todo se tiñe de lila y cesa la
faena angustiosa del día!
En julio partieron para Rio de Janeiro Miguel Ángel y Elena a ocupar un
cargo diplomático. Fue una desgarradera más de mi corazón porque Gustavo y
Marilé deleitaban mi existencia y llenaban de bullicio y encanto el hogar. ¡Qué
desierto quedó el viejo caserón de la calle Aquidabán!
Iba a cerrarse el ciclo del año 1934 cuando se produjo la grave
enfermedad de mi hijo Monlecho (Ramoncito) el 24 de diciembre, hacién- dome
despedir del año del modo más triste que uno puede imaginarse. Pa- ciencia y a
luchar.
191
Año de 1935
¡Qué año nuevo! Cuando la ciudad explotaba de entusiasmo por la en- trada
del Año Nuevo, nosotros en casa estábamos luchando con la muerte: hacíamos
esfuerzos desesperados por arrancar de las garras asquerosas de la Parca, la vida de
un ser querido...
El año de 1935 fue fatal. Mi hijo Ramoncito y yo enfermamos gravemente. El
primero murió... y yo fui a parar a un sanatorio de Buenos Aires.
En viaje de convalecencia llegué hasta Rio de Janeiro con mi hija Elisita, a visitar
a Elena y Miguel Ángel y a mis nietos. En julio, volví al Paraguay.
Reanudé el dictado de mis cátedras en los colegios Alemán e Internacio- nal.
Año de 1936
192
que se realizó el hecho más grande de la historia paraguaya: dirigir una guerra in-
ternacional con éxito.
El Paraguay por los hechos de armas de su ejército, por el pueblo armado
volvía a conquistar una posición internacional respetable entre las naciones del
mundo; su Presidente dirigió los asuntos internacionales en forma luminosa y el
General Estigarribia, el héroe de la guerra, salió de ella nimbado de aureola que no
alcanzó el Mariscal López, coronado únicamente con el martirio. Este personaje
dejó a la Nación paraguaya en ruinas y vencida, mientras Estigarribia la dejó fuerte,
rica y sobre todo victoriosa.
Pero si bien el Partido y el Gobierno salieron de la Guerra del Chaco con
honras y gloria, no se colocaron ante la opinión nacional en la posición que les
correspondía ante la campaña de los opositores en el seno del ejér- cito. Bien
sabían que el fermento político de la preguerra se había trasla- dado al Chaco y bajo
el manto aparente de la tregua política, soliviantaban a los militares de rangos
inferiores salidos del seno de la juventud llamada revolucionaria.
Hubiera sido de alta política que ambos partidos se renovaran, para
prepararse a resistir la avalancha. Pero no ocurrió así, pues el Partido continuó
subyugado por el Ejecutivo ante el cual había hecho un total renunciamiento de sus
deberes estatutarios. Y el Ejecutivo, con su gabinete de guerra, algunos miembros del
cual no gozaban del aura popular ni dentro del mismo partido, no se adaptó a
las exigencias de la hora. Y naturalmente, vino el derrumbe.. .
Los militares triunfantes tampoco tenían programa, caudillo, ni me- nos
ideales. Se entregaron a unos civiles, resaca de los diversos partidos tra- dicionales
teniendo como fuerza expansiva popular a una parte de la ju- ventud estudiosa de
la titulada "revolucionaria". Al final, entregaron el poder al Coronel Rafael Franco,
reconocido por su oposición al Gobierno y al Partido Liberal.
Intentaron crear un partido de gobierno que le respaldase, pero no
consiguieron nada porque es bien sabido que los partidos políticos orgánicos no son
de generación espontánea, son nucleaciones de ciudadanos forjados en los
comicios, en las tribunas y en el común sufrimiento. Así surgieron el Partido Liberal
y el Colorado.
193
Naturalmente, las instituciones docentes desde la universidad para abajo, no
quedaron libres de la "organización" revolucionaria. A la Dirección General de Escuelas
llevaron a una mujer, Elida Ugarriza, que convirtió el Consejo en un club político, desde
donde se dirigía la persecución a los maestros que no pertenecían al partido
revolucionario sin que quedaran libres aun las mejores maestras. A una cuñada mía (Dila
Careaga de Cardozo) viuda con varios hijos, maestra en una escuelita del Chaco, la
sacaron dejándola sin pan. No obstante, gritaban ser ellos los restauradores de la
justicia social.
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Año de 1937
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Año de 1938
196
Año de 1939
1/ Aquí concluyen las Memorias del Profesor Cardozo. Hemos decidido agregarle, como apéndice, una
carta de él fechada el 10 de setiembre de 1940 en la que elabora algo más el tema sugerido en la frase final.
Ramón I. Cardozo falleció en Buenos Aires, República Argentina, el 20 de abril de 1943.
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APÉNDICE
Señora
Elena Cardozo de Gatti
Apoquindo 360. Los Leones
Santiago, Chile.
Querida Elena,
Parece que el destino del Paraguay es perder siempre de modo catas- trófico a
sus hijos dilectos. Cuando la guerra del 64, el joven general José Edu- vigis Díaz plantó
la bandera tricolor en la cumbre de la Gloria, el 22 de Sep- tiembre; la Patria vivió
horas luminosas y de esperanzas; pero, unos meses después, apenas cuatro meses,
una miserable bala de cañón cortó el hilo de la existencia del joven adalid, dejando a
la Nación en armas sumida en el desamparo. Una porción insignificante de
plomo, en sendos lances sin honor ni gloria, tronchó dos vidas preciosas, las del
Dr. Blas Garay, orgullo de la Nación por su talento potente y del Dr. Eligió Ayala,
conductor del Estado Paraguayo. Y ahora, una desvencijada máquina, quebró la
del con- ductor máximo, el Mariscal José Félix Estigarribia.
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Pensando en todo esto, un patriota se entristece y no puede impedir que su
corazón gima. Sólo falta tener la voz de Jeremías para lamentarse de mo- do que la
lamentación resuene por los siglos de los siglos.
La muerte del Mariscal Estigarribia dejó anonadada a la Nación entera, que se está
desorientando; no sabemos adónde iremos en este mar borrascoso sin timonel
experto. Que Dios ilumine los senderos y toque los corazones.
*** ***
Se los tuvo a la vista hasta hace unos días, en espera de (su hija) Graciela.
*** ***
199
¿Después? A su muerte, se organizó un nuevo Gobierno, llevando al general
Morínigo a la presidencia por indicación de los militares. Hasta hoy se conserva el
gabinete antiguo. ¿Después? No sabemos el futuro; nada se puede vaticinar. Sólo
que el futuro está preñado de dudas... Y la ciudad aún no ha salido del estupor. En
la siguiente carta te daré noticias frescas.
Efraim está aquí con nosotros; vino en un avión que el Gobierno ar- gentino
puso a su disposición. Va a estar unos días. No he podido todavía hablar con él
sobre vuestra cuestión, no has de creer.
Tu papá,
(Fdo.) Indalecio
P.S. Elena: Haz el favor de hacer llegar a Miguel Ángel mis más calu- rosas
felicitaciones por la merecida condecoración con que le ha agraciado nuestro
gobierno. Es un estímulo que le llega en medio de los sinsabores que le fueran
proporcionados estos días. Justicia, te saludo.
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ÍNDICE
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Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5