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L I B R O S DE H I S T O R I A
E R I K S. R E I N E R T
LA G L O B A L I Z A C I O N
DE LA P O B R E Z A
CÓMO SE E N R I Q U E C I E R O N
Traducción castellana de
Juanmari Madariaga
CRITICA
BARCELONA
Q ueda rigurosam ente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sancio
nes establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier m edio o procedi
m iento, com prendidos la reprografía y el tratam iento informático, y la distribución de ejem plares de ella
m ediante alquiler o préstam o públicos.
Título original: H ow rich countries got rich... and why poor countries stay poor
ISBN: 978-84-8432-909-1
e-mail: editorial@ ed-critica.es
www.ed-critica.es
Depósito legal: B. 35.771-2007
Im preso en España
2 0 0 7 - Grup Balm es, M olins de Rei (Barcelona)
Dado que quien critica los sistemas de otros tiene el deber
de reemplazarlos por una alternativa propia, con principios
que supongan un fundamento más firme para la totalidad de
los efectos a explicar, ampliaremos nuestra meditación para
satisfacer cumplidamente ese deber.
G i a m b a t t is t a V ic o ,
La Scienza Nuova (Compendio), 1725
PREFACIO
J o m o K. S.
Subsecretario General de Asuntos Económicos de la ONU
Miembro fundador y primer presidente del
Comité Ejecutivo de la red IDEAs
(International Development Economic Associates)
AGRADECIMIENTOS
La distancia que separa a los ricos y los pobres de este mundo es ma
yor que nunca y sigue aumentando, al menos según la mayoría de los índi
ces utilizados. Aun después de las colosales transferencias económicas
durante las tres «décadas de desarrollo» iniciadas en 1970, y de billones
de dólares de «ayuda al desarrollo», la situación es decepcionante y sigue
empeorando en muchos lugares. La mitad de la población mundial vive
con menos de dos dólares al día, y en muchos países los salarios reales si
guen descendiendo desde el máximo alcanzado en la década de 1970. Se
estima que en 1750 la relación entre los países más ricos y los más pobres
era de 2 a 1, y que desde entonces no ha hecho más que aumentar.
El propósito de este libro es explicar los mecanismos que han dado lu
gar a esa evolución, de una forma accesible a los «profanos interesados»
de cualquier parte del mundo. No cabe confundirlo pues con un intento de
popularizar el pensamiento económico dominante; por el contrario, es un
intento de contribuir al proceso en marcha de refutar la actual ortodoxia y
de resucitar una tradición económica secular desde el único laboratorio
que los economistas tienen a su disposición, esto es, la historia.
El coste humano de la pobreza es enorme. Los años de vida perdidos
debido a la mortalidad infantil, a enfermedades evitables y a la baja espe
ranza de vida en general suman cantidades aterradoras. Las guerras civi
les y los conflictos por recursos escasos provocan dolor y sufrimiento que
los países ricos pueden eludir, a lo que cabe añadir el mayor efecto sobre
los pobres de la degradación ambiental. En las sociedades pobres, donde
XVIII LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
para conocer un mundo que, tal como le había enseñado el sabio profesor
Pangloss, su profesor de «m etafísico-teológico-cosm o-neciología», supo
nía «el mejor de los mundos posibles». Voltaire critica en la figura de
Pangloss el determinismo optimista que predica la inhibición afirmando
que sólo fuerzas exteriores incontrolables como la Providencia, la Fe,
D ios o el Mercado pueden dar lugar a cambios y transformaciones. Lo
que Cándido encuentra, no obstante, es un mundo asesino de pobreza,
ejércitos en busca de botín, persecución religiosa, terremotos y naufra
gios, un mundo en el que la hermosa Cunegunda es violada por un solda
do búlgaro y vendida como esclava a un banquero judío que para evitar la
amenaza de un auto de fe acepta compartirla con el Gran Inquisidor; pero
así y todo Pangloss sigue predicando que éste es «el mejor de los mundos
posibles», hasta el punto que el joven Cándido se pregunta: «Si éste es el
mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?»
Con su cuento filosófico Voltaire pretendía liberar a Europa de la es
clavitud mental del profesor Pangloss. Muchos de los que presiden la or
todoxia económica están imbuidos del mismo desastroso optimismo y se
hace precisa una liberación parecida. La teoría económica panglossiana
prevaleciente opera de arriba abajo, basándose en hipótesis arbitrarias y
metáforas tomadas de la astronomía o de la física, y presenta un universo
armonioso hecho a la medida de la moda teórica dominante. La teoría al
ternativa que algunos tratamos de resucitar se construye de abajo arriba,
basándose en observaciones de una realidad que con demasiada frecuen
cia no favorece el desarrollo económico. En lugar de tratar de «eliminar
los obstáculos» a la prosperidad, el desarrollo debe entenderse como lo
que siempre ha sido: el resultado de una política consciente y deliberada.
Una característica clave de la lógica panglossiana es que todo lo que
sucede se racionaliza contradiciendo el sentido común; por ejemplo, las
instituciones de Washington argumentan a veces que el trágico éxodo ma
sivo de gente desesperadamente pobre del Tercer Mundo, impulsado por
la ausencia de empleos reales, es «lo mejor que puede suceder», ya que
las remesas que envían a sus parientes sin empleo en el país de origen sir
ven para equilibrar una balanza de pagos deficitaria. A diario, innumera
bles inmigrantes arriesgan (y muchos pierden) la vida intentando escapar
de áreas con población «superflua» para llegar a otras con riqueza super-
flua. Los que sobreviven sufren explotación y hostilidad en su nuevo país,
a fin de salvar a sus parientes de la miseria.
INTRODUCCIÓN XXI
le falta es sentido común».4 Como hicieron los dos economistas más rele
vantes del siglo xx, John Maynard Keynes (1883-1946) y Schumpeter,
este libro defiende — en su contexto— los principios de la teoría econó
mica anterior a Adam Smith, esto es, el llamado mercantilismo. El mate
rial que probablemente será de mayor interés para los economistas profe
sionales aparece en los Apéndices al final del libro.
En segundo lugar, pretendo que los lectores sin gran formación en el
tema entiendan cuando acaben el libro lo que sigue: envuelto en el len
guaje de la economía — que el libro intentará clarificar— está el hecho in
controvertible de que los países ricos se hicieron ricos porque durante dé
cadas, a menudo siglos, sus Estados y elites dominantes establecieron,
subvencionaron y protegieron industrias y servicios dinámicos. Todos
ellos emularon a los países más prósperos de su época, llevando sus es
tructuras productivas a las áreas en las que se concentraba el cambio tec
nológico. D e esa forma desvirtuaron las «leyes del mercado» con el fin de
obtener unos ingresos por encima de las rentas «normales», que llegaron a
los capitalistas en forma de mayores beneficios, a los trabajadores como
salarios más altos, y a los Estados como recaudaciones impositivas más
abultadas. En el fondo, el colonialismo es un sistema que trata de evitar
ese tipo de efectos en las colonias. Los países pobres se especializan en
actividades con una o más de las tres características siguientes: a) predo
minan los rendimientos decrecientes en lugar de los crecientes; b) carecen
de potencial de aprendizaje; y/o c) los frutos del aprendizaje, en lugar de
generar riqueza local, pasan a sus clientes de los países ricos en forma de
precios más bajos. Desde esta perspectiva, lo que llamamos «desarrollo»
es esencialmente una manipulación del mercado basada en el conoci
miento y la tecnología, que a menudo se ve reforzada, más que limitada,
por el libre comercio entre países con niveles de desarrollo muy desigua
les. De esa forma algunos países se pueden especializar, en ser ricos,
mientras que otros se especializan, obedeciendo a su ventaja comparativa,
en ser pobres.
Uno y otro tipo de lectores apreciarán que la principal diferencia entre
los países pobres y los ricos es que estos últimos han pasado por una etapa
sin libre comercio que más tarde — cuando se completó con éxito— lo
hizo deseable. Ese punto de paso obligatorio en la historia de todos los pa
íses actualmente desarrollados — que permitía a los países pobres emular
la estructura económica de los ricos— ha quedado actualmente proscrito.
INTRODUCCIÓN XXIX
tuvimos un día sin clase que dedicamos a ir pidiendo dinero y todo el que
conseguimos lo enviamos para comprar material con el que los propios
habitantes de varias aldeas andinas debían construir un número conside
rable de pequeñas escuelas.
¿Por qué son tan pobres? Desde el segundo día de mi estancia en Perú
aquella pregunta fue cobrando forma poco a poco en mi mente. La razón era
que la mayoría de la gente que observaba trabajando — los maleteros del
aeropuerto, los conductores de autobús, el personal del hotel, los barberos,
los dependientes de las tiendas— no parecían menos eficientes que quienes
realizaban esas mismas tareas en Noruega. Aquella pregunta fue maduran
do gradualmente hasta llegar a la siguiente formulación: «¿Cómo funciona
este “mercado” que recompensa el mismo nivel de productividad con rentas
reales tan desiguales en diferentes países?». Al día siguiente de la excursión
por el extrarradio, cuando el hedor de la basura casi había desaparecido de
nuestra piel y nuestra ropa, mis colegas suecos y fineses y yo fuimos invita
dos a un almuerzo con el presidente Femando Belaúnde en el Palacio de Go
bierno. Aunque a todos nosotros nos parecía que la construcción de escuelas
era una buena idea, ninguno parecía tener ideas claras sobre las causas de la
pobreza. Cuando volví a casa decidí buscar la explicación en una enciclope
dia, pero sin éxito. Se había despertado mi curiosidad. ¿Por qué el salario
real de un conductor de autobús en Francfort es dieciséis veces más alto que
el de un conductor de autobús igualmente eficiente en Nigeria, como ha cal
culado recientemente el Banco Mundial? Me puse a buscar una respuesta, y
este libro es el resultado de aquella decisión.
Después de mis estudios universitarios en la Escuela de Ciencias Em
presariales de San Gall, en Suiza, y de obtener un título de posgrado en
Harvard, fundé una pequeña empresa industrial en Italia, pero aquella
duda nacida en el vertedero limeño seguía preocupándome. Lo más extra
ño era que tan poca gente pareciera interesarse por ese asunto.
En 1967, como ahora, la mayoría de los economistas proclamaban que
el libre comercio incrementaría la igualdad económica y nivelaría los sa
larios entre los ricos y los pobres de este mundo. De hecho, su confianza
en esa teoría ha aumentado desde entonces, afianzándose la idea de que es
un sistema con el que todos ganan y nadie pierde. ¿Pero de dónde provie
ne esa convicción colectiva que prevalece en ciertos periodos históricos
como las décadas de 1760, 1840 y 1990, supuestamente «demostrada»
por la teoría económica, de que basta intensificar el comercio entre los
DISTINTOS TIPOS DE TEORÍAS ECONÓMICAS 3
países ricos y los países pobres para que un ingeniero altamente cualifica
do y un friegaplatos acaben recibiendo el mismo salario real? A raíz de ta
les teorías — tanto en las décadas de 1760 y 1840 como ahora— han sur
gido siempre importantes problemas sociales e incluso revoluciones,
antes de que teorías menos abstractas y más prácticas se impusieran en el
plano académico con el fin de reparar los daños causados. El economista
estadounidense Paul Krugman mostraba recientemente gran perspicacia
cuando declaraba que en ciertos periodos históricos se olvida el conoci
miento anterior y predomina la ignorancia.
A medida que pasaban los años llegué a entender que hay distintos ti
pos de teorías económicas, y que la razón de que casi nadie se hiciera la
misma pregunta era que la teoría económica dominante se basaba en hi
pótesis que no sólo daban lugar a respuestas equivocadas, sino también a
preguntas equivocadas (véase la Figura 1). En la economía estándar no
existía nada que se pareciera a una teoría del desarrollo desigual. Todos
esos problemas me fascinaban tanto que dejé por un tiempo el trabajo en
mi pequeña empresa para buscar una respuesta realizando un doctorado
en economía en Estados Unidos. Rechazaba intuitivamente las abstrac
ciones teóricas que parecían excluir determinados rasgos que en la vida
práctica podían ser decisivos en la generación de riqueza o pobreza. Mu
cho después encontré que Goethe ya lo había expresado muy bien: «Cetri
na es, amigo mío, toda teoría, y lozano el árbol dorado de la vida».
Hasta años después no percibí claramente que la Escuela Empresarial
de Harvard me había preparado intensivamente durante de dos años acer
cándome a una tradición económica alternativa, hoy difunta, más próxi
ma al árbol de la vida real que la economía actual. La metodología de esa
escuela empresarial se basa en la de la Escuela Histórica Alemana de eco
nomía. Edwin Gay (1867-1946), fundador y primer decano de la Escuela
Empresarial de Harvard durante diez años, se inspiró durante sus estudios
en universidades de habla alemana en el enfoque histórico del economista
alemán Gustav Schmoller (1838-1917).1 La economía estándar acostum
bra muy a menudo a la gente a ver el mundo a través de ciertas lentes me
todológicas y matemáticas que dejan importantes puntos ciegos; el plan
teamiento histórico, en cambio, se basa en la acumulación de datos cuya
relevancia sirve como único criterio válido para su inclusión. Este libro
analiza la globalización siguiendo la metodología del «estudio de casos»
de la Escuela Empresarial de Harvard, pero con el objetivo de maximizar
4 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
En la teoría económica, como en cualquier otra, las hipótesis inadecuadas no sólo dan
lugar a respuestas equivocadas, sino que también generan preguntas erróneas. Las
hipótesis irreales que constituyen sus propios cimientos han sido una maldición para la
teoría económica abstracta, desde la teoría del comercio internacional de David Ricar
do (1817) hasta la teoría del equilibrio general tras la segunda guerra mundial, y han
afectado tanto al liberalismo como a las economías comunistas planificadas.
F ig u r a 1. Hipótesis inadecuadas generan preguntas erróneas. Tira cóm i
ca ‘Peanuts’ de Charles Schulz
DISTINTOS TIPOS DE TEORÍAS ECONÓMICAS 5
so que en Alemania no quedaba ningún ejemplar, por lo que fue muy sa
tisfactorio encontrar uno hace pocos años.
Durante el ominoso año de 1984 la biblioteca Baker de la Universidad
de Harvard desechó todos los libros que no se habían consultado durante
los últimos diez lustros, entre ellos la mayoría de la colección de libros de
Friedrich List (1789-1846; importante teórico alemán de la política indus
trial y el crecimiento desigual).8 Un librero de Boston me informó poco
después de que había obtenido libros de la biblioteca Baker que «casi tie
nen su [mi] nombre escrito en la guarda», tal como él dijo. Diez años des
pués, cuando visité a un profesor de Harvard que estaba realizando un tra
bajo comparativo sobre Adam Smith y Friedrich List y se lamentó de 'a
falta de material sobre este último en la biblioteca Baker le pude explk r
la razón, y para demostrárselo le envié por fax las páginas iniciales de los
libros que necesitaba, con el sello «desechado» de Harvard claramente es
tampado en la guarda.
Otro caso que cabe señalar es el de la Biblioteca Pública de Nueva
York, que en algún momento de la década de 1970 decidió microfilmar
toda su colección de folletos9 y a continuación se deshizo del material ori
ginal como papel desechable para reciclar. Por milagro el material fue sal
vado por el coleccionista Michael Zinman y reapareció en su granero en
Ardsley, Nueva York, veinte años después. Un librero de Londres me in
formó sobre el asunto, y en dos visitas diferentes mi mujer — que también
es bibliotecaria— y yo pasamos un total de cuatro días nadando literal
mente entre unos 170.000 folletos a los que habían cortado el lomo para
facilitar la microfilmación. Compramos alrededor de 2.300, que almace
naban toda la historia de la política económica estadounidense desde prin
cipios del siglo xix, cientos de discursos en el Senado y en la Cámara de
Representantes (todos ellos se habían publicado separadamente) y miles
de textos que documentaban lo que realmente sucedió mientras Estados
Unidos pasaba de la pobreza a la riqueza. Los pocos folletos valiosos y las
primeras ediciones de David Ricardo, que también habían sido desecha
das para reciclar, habían desaparecido ya, pero no me interesaban tanto
porque son textos fácilmente accesibles. Los auténticos tesoros eran
ejemplares oscuros que comentaban los debates de la política económica,
no sólo en Estados Unidos sino en una docena de países y lenguas. Ese
debate no suele mencionarse en la historia económica de Estados Unidos
— escrita demasiado a menudo siguiendo la tradición histórica del «desti
12 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
La historia revela cómo se hicieron ricos los países ricos mediante prácticas
que por el momento han quedado en general proscritas por las «condiciones»
del Consenso de Washington.11 Este «acuerdo», que apareció en escena en
1990, inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín, requería, entre
otras cosas, la liberalización del comercio y del flujo de inversiones extran
jeras directas, la desregulación y la privatización. Las reformas del Consenso
de Washington, tal como se llevaron a cabo, equivalían prácticamente al neo-
liberalismo y el «fundamentalismo de mercado».
A principios de la década de 1990 se pusieron de nuevo de moda las
teorías de Joseph Schumpeter. Afortunadamente, a mediados de la de
1970, mi curso en Harvard de Historia del pensamiento económico estaba
a cargo de Arthur Smithies — probablemente el mejor amigo de Schum
peter en Harvard12— y se convirtió esencialmente en un curso sobre
Schumpeter y sus teorías. Aunque el propio Schumpeter no estaba intere
sado en la pobreza, m e parece que sus teorías la describen por defecto y
podrían ofrecer una teoría explicativa de por qué los principios del Con
senso de Washington han sido tan perjudiciales para muchos de los países
más pobres del mundo .
Mi trabajo exigía relacionar varias disciplinas académicas diferentes,
sobre todo la economía evolucionista (schumpeteriana), la economía del
desarrollo, la historia del pensamiento económico y la historia de la eco
nomía. Parecía como si para entender el desarrollo económico desigual se
precisaran dos nuevas disciplinas académicas: una teoría, no marxista del
crecimiento desigual13 y la historia de la política económica. Ambos te
mas, ausentes, estaban muy interrelacionados. La historia del pensamien
to económico nos cuenta lo que Adam Smith dijo que debería haber hecho
Inglaterra, pero ninguna rama del pensamiento académico parecía preo
cuparse mucho por lo que Inglaterra hizo efectivamente, que resultó ser
muy diferente de lo que Smith había aconsejado.
Un pasaje de una carta del Nicolás Maquiavelo, fechada el 10 de di
ciembre de 1513, describe mi estado de ánimo durante muchos años:
DISTINTOS TIPOS DE TEORÍAS ECONÓMICAS 13
Dirigiré ahora unas pocas palabras en particular a los lectores del Ter
cer Mundo. A primera vista éste puede parecer un libro eurocéntrico. No
comienza, por ejemplo, por la visión del capitalismo del economista no-
ruego-estadounidense Thorstein Veblen (1857-1929) como un sistema
avanzado de piratería, aunque la historia nos dice que se trata de una vi
sión legítima. Por el contrario, me concentro en cómo creó Europa el po
der económico que la hizo dominante: sus «economías de escala en el uso
de la fuerza». El libro no detalla los crímenes e injusticias cometidos por
los blancos, europeos o no, en el Tercer Mundo, sino que atiende particu
larmente a los efectos mucho más sutiles — y a largo plazo incluso más
dañinos— de las teorías económicas y sociales que omiten claves decisi
vas de la generación de la riqueza y la pobreza. El libro no pormenoriza la
esclavitud en sí, sino el legado de la esclavitud en los sistemas producti
vos, sociales y de tenencia de la tierra que han bloqueado el desarrollo
económico hasta hoy mismo. Se concentra en la comprensión del capita
lismo como sistema de producción y en las políticas económicas apropia
das e inapropiadas.
La mayoría de las civilizaciones conocidas no eran europeas, y una
parte importante de la historia de Europa consiste en la emulación de tec
nologías y habilidades de otros continentes: del mundo islámico, de Asia
y también de África.15 En 1158 el obispo Otto de Friesing repetía algo que
se sabía desde hacía mucho tiempo: que «todo el poder y sabiduría huma
na tiene su origen en Oriente». Recientes aportaciones han mostrado lo
semejantes que eran China y Europa hasta, digamos, 1700.16 Está claro
que la visión europea y occidental del resto del mundo ha estado condi
cionada durante mucho tiempo por los prejuicios eurocéntricos contra
otros pueblos y sus culturas.17 Recientemente se ha argumentado que Eu-
14 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
de los países pobres, pero que como consecuencia de esas medidas au
mentó la riqueza gracias al crecimiento de la capacidad industrial nacio
nal. Esta combinación de diversos propósitos estaba ya clara en Inglaterra
durante el reinado de Eduardo III (1312-1377).
A sí pues, la rivalidad, la guerra y la emulación en Europa dieron lugar
a un sistema dinámico de competencia imperfecta y rendimientos cre
cientes. Los nuevos conocimientos e innovaciones se propagaban por
toda la economía permitiendo mayores beneficios y mayores salarios, así
como una base más amplia para la recaudación de impuestos. La política
económica europea se basó durante siglos en la convicción de que la crea
ción de un sector industrial resolvería los problemas económicos funda
mentales de la época, favoreciendo el aumento del empleo, los beneficios,
los salarios, la base de recaudación de impuestos y la circulación de la
moneda.24 El economista italiano Ferdinando Galiani (1728-1787), al que
Friedrich Nietzsche consideraba la persona más inteligente del siglo xvm,
afirmó que «de la industria se puede esperar que cure los dos principales
males de la humanidad, la superstición y la esclavitud».25 Los textos es
tándar de economía, que pretenden entender el desarrollo económico en
términos de «mercados perfectos» sin fricción, marran lamentablemente
el blanco. Los mercados perfectos son para los pobres. Es igualmente fú
til tratar de entender ese desarrollo en términos de lo que los economistas
entienden como «fracasos del mercado».26 Confrontado con la economía
de los textos, el desarrollo económico es un gigantesco fracaso de los
mercados perfectos.
La difusión de la riqueza en Europa, y más tarde en otras partes desa
rrolladas del mundo, fue consecuencia de políticas de emulación cons
cientes: el mercado era una fuerza domeñada, como el viento, con el pro
pósito de alcanzar un objetivo o destino predefinido. N o hay que seguir
necesariamente la dirección que señala el viento, o el mercado. Factores
acumulativos que dependen de la trayectoria seguida hacen que los vien
tos del mercado no soplen hacia el progreso hasta que se ha alcanzado un
elevado nivel de desarrollo. Cuanto más pobre es un país, más se oponen
los vientos del laissez-faire a la dirección correcta. Por esta razón, la cues
tión del libre comercio y otras decisiones políticas dependen del contexto
y del ritmo. Abstrayendo de un contexto específico, los argumentos de los
economistas a favor o en contra del libre comercio son tan inanes como
un debate entre médicos sobre el tratamiento a administrar sin conocer los
DISTINTOS TIPOS DE TEORÍAS ECONÓMICAS 19
Hay quienes por libertad de comercio entienden dos cosas: una libertad
absoluta para que los fabricantes trabajen sin regulaciones en cuanto a me
didas, pesos, formas, colores, etc., y una libertad igualmente absoluta para
que los comerciantes transporten, exporten e importen cuanto deseen, sin
ninguna restricción, sin tasas, sin aranceles, sin aduanas... Pero esta liber
tad, excepto entre los visitantes aventureros de la Luna, no existe ningún
país de la Tierra, y donde menos se hallará es en las naciones que mejor en
tienden el comercio.4
cha del factor precio, muchos países experimentan ahora una polarización
de ese factor en comparación con el resto del mundo. Los países ricos se
hacen más ricos, mientras que muchos países pobres se hacen más pobres.
Dado que en los modelos basados en la física esto no puede suceder, la
comunidad mundial está tardando demasiado en emprender alguna acción
capaz de corregir esa evolución indeseada. El problema es que los mode
los basados en la física que han monopolizado prácticamente el discurso
tienden a excluir precisamente los factores que crean riqueza, presentes
en los países ricos pero no en los pobres: competencia imperfecta, innova
ciones, sinergias entre distintos sectores económicos, economías de esca
la y alcance y las actividades económicas que potencian esos factores, so
bre los que volveremos más adelante.
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más pobres (véase el Apéndice III). En el mundo real serán los países ri
cos, que se especializan en las actividades económicas más rentables, los
que desarrollen «economías de escala en el uso de la fuerza»25 y la corres
pondiente «capacidad de coerción».26
A finales del siglo xvm la teoría económica inglesa comenzó a divergir
de la europea continental. Durante la primera Revolución Industrial Adam
Smith — que entre otras cosas era funcionario de aduanas— describió la
economía mundial como una «sociedad comercial», dedicada a comprar y
vender más que a la producción. Mientras tanto, los economistas de la Eu
ropa continental, como Johann Beckmann (1739-1811) en Gotinga, se
guían considerando la producción, la tecnología y el conocimiento como
base para la creación de riqueza. Adam Smith también mencionaba los in
ventos, pero en su teoría se producen fuera del sistema, son exógenos. La
producción, el conocimiento y los inventos desaparecen de su teoría eco
nómica porque reduce tanto la producción como el comercio a «horas de
trabajo». En 1817 Ricardo siguió las huellas de Smith, creando una teoría
aún más su abstracta basada en el «trabajo» — un concepto vacío de todo
matiz cualitativo— como único criterio para medir el valor. Más avanzado
el siglo xix Karl Marx escribió su obra sobre la dinámica y los problemas
sociales creados por el capitalismo siguiendo la tradición centrada en la
producción de la ciencia social alemana; pero desgraciadamente, cuando
llegó al momento de ofrecer una solución a los problemas del capitalismo,
recurrió a la teoría del valor-trabajo de Ricardo, un elemento totalmente
ajeno a la tradición alemana en la que el conocimiento, las nuevas ideas y
la tecnología se consideraban las fuerzas impulsoras de la economía. Su
elección tuvo consecuencias muy serias a largo plazo, permitiendo que el
pensamiento abstracto de Ricardo dominara todo el eje político, desde la
izquierda hasta la derecha, durante el periodo de la Guerra Fría y más allá.
Nicholas Kaldor (1908-1986) lo expresaba así en 1955, mediada la Guerra
Fría: «La teoría marxiana sólo es en realidad una versión simplificada de
la de Ricardo, cubierta con una vestimenta distinta».27
El comunismo y el liberalismo se convirtieron así, si no en gemelos,
cuando menos en primos, como sistemas teóricos abstractos que flotaban
sobre los detalles triviales del mundo real. Ambas teorías carecían de lo
que Friedrich Nietzsche llamaba «el capital del ingenio y la voluntad»
(G eist- und W illens-Kapital): nuevos conocimientos, innovaciones, capa
cidad empresarial, liderazgo e iniciativa organizativa. Tras reducir el pro
42 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
tual, se llama «el mercado». Resulta notable que Abraham Lincoln y Karl
Marx, generalmente considerados polos opuestos en el eje derecha-iz-
quierda de la política moderna, estuvieran totalmente de acuerdo en su
oposición a la visión de la humanidad expuesta por Adam Smith.
Los dos tipos de teorías económicas proponen dos orígenes muy dife
rentes para la humanidad: para las de tipo lincolniano, «en el principio
eran las relaciones sociales»; para las de tipo smithiano, «en el principio
eran los mercados». En La gran transformación (1944), Karl Polanyi
(1886-1964) expone las consecuencias de que Adam Smith hubiera situa
do el «trueque del salvaje» como axioma fundacional de la economía:
Las dos citas reproducidas de Lincoln y Smith resumen los dos tipos
de teoría económica que se han desarrollado en Europa durante los dos si
glos y medio últimos, con dos visiones subyacentes de la humanidad muy
diferentes. En la tradición inglesa, digamos tipo A, un cerebro humano es
una tabula rasa pasiva en el interior de una máquina calculadora que per
mite evitar el dolor y maximizar el placer. Esta concepción conduce a una
LA EVOLUCIÓN DE AMBOS PLANTEAMIENTOS 51
Una de las primeras obras de Adam Smith, cuando aún no había cum
plido treinta años, versaba sobre astronomía, y la metáfora que adoptaron
él y sus seguidores sigue influyendo en la economía contemporánea: del
mismo modo que los planetas se mantienen en órbita alrededor del Sol
guiados por una mano invisible, la mano invisible de la economía de mer
cado encuentra automáticamente su equilibrio siempre que no se produz
can interferencias extrañas. De hecho, la línea que separa la mano invisi
ble del mercado de la simple fe en el destino parece muy fina, y el propio
Smith atribuía la distribución de la tierra a la providencia más que a fuer
zas sociales, aunque incluso así, apunta, la mano invisible vendría en ayu
da de los pobres:
las diversas actividades económicas que abarca la economía real son to
das ellas cualitativamente iguales como portadoras del desarrollo econó
m ico y por lo tanto que la globalización y el libre comercio darán lugar
automáticamente a la armonía económica. En la vida real, en cambio, la
diversidad y las complejidades ocultas en la «caja negra» de la economía
dan lugar a graves desigualdades económicas.
Además de ridiculizar la ingenua creencia de que el libre comercio
puede dar lugar a la armonía, el filósofo Friedrich Nietzsche también
identificó un nuevo elemento, a añadir al trueque y la innovación, que dis
tingue a los seres humanos del resto del reino animal: los humanos son los
únicos animales capaces de hacer y mantener promesas. Esta concepción
plantea la necesidad de instituciones, normas y rutinas, leyes y reglas, in
centivos y sanciones, ya se trate de expectativas que una sociedad acuerda
compartir o reglas formales respaldadas por represalias para quienes no se
someten a ellas. El propio mercado es en realidad una institución de ese
tipo, a la que se permite funcionar pero está restringida por cierto número
de reglas formales e informales. Sin embargo, en la economía moderna
tales instituciones suelen darse por supuestas. Después de los escritos de
Francis Bacon a principios del siglo xvn los autores de tratados de econo
mía creyeron durante mucho tiempo que las instituciones reflejaban el
modo de producción de cualquier sociedad. Actualmente el Bánco Mun
dial tiende a darle la vuelta a esa concepción, y pretende explicar que la
pobreza que existe en determinados países es consecuencia de la carencia
de instituciones, obviando las importantes relaciones entre modo de pro
ducción, tecnología e instituciones.
La primera vez que alcanzó el predominio una teoría del tipo trueque e
intercambio fue con los fisiócratas en Francia durante la década de 1760.
La segunda vez fue en la década de 1840. El gobierno inglés, con el fin de
proporcionar pan barato a sus obreros industriales, dejó de proteger su
propia agricultura con aranceles y al mismo tiempo trató de inducir a
otros países a dejar de proteger su industria. Se creía que las crecientes de
sigualdades sociales — lo que durante un siglo se llamo la «cuestión so
cial»— desaparecerían en cuanto se eliminaran todas las restricciones
existentes en la economía. Al final, en cambio, lo que esto generó fue una
conflictividad aún mayor. El Estado del Bienestar moderno se construyó
ladrillo a ladrillo a partir de aquel caos. Alemania tomó la iniciativa: un
grupo de economistas políticamente heterogéneo se agrupó en la Asocia
56 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
cer más pobres a los países pobres el libre comercio debía alcanzarse de
forma lenta y sistemática. Del mismo modo que en tales periodos la con
ciencia popular espera que las cotizaciones en Bolsa atraviesen el techo,
sea cual sea el sector industrial en cuestión, también se crea la ilusión pa
ralela de que todos se pueden hacer más ricos con tal de que se conceda al
mercado una libertad total. John Kenneth Galbraith llamaba a esto «tote
mismo del mercado». Durante los dos periodos mencionados, las décadas
de 1840 y de 1990, se propagó la fe más fuerte que nunca se ha tenido en
el mercado como única forma de asegurar la armonía y el desarrollo. En la
década de 1840 ese fenómeno recibía el nombre de «libre comercio», y
hoy se le llama «globalización». Durante un largo periodo de tiempo el
mercado de valores no apreció las diferencias entre el enorme aumento de
productividad y la posición dominante en el mercado de las empresas que
encabezaban el nuevo paradigmática tecnoeconómico, como US Steel
and Microsoft, y las características de las industrias en sectores maduros
como la producción de cuero y otros artículos de baja tecnología. Incluso
ahora, los políticos de todo el mundo parecen convencidos de que ha sido
la apertura de la economía y su libre comercio, más que sus avances tec
nológicos, los que han enriquecido a las empresas de Silicon Valley. Esa
ilusión fue catastrófica para los pequeños inversores que habían invertido
los ahorros de toda su vida en proyectos que resultaron no ser más que
burbujas. La ilusión paralela del «libre comercio» es igualmente perjudi
cial para los habitantes de países como Perú o Mongolia, que, en nombre
de la globalización, han perdido su industria. Friedrich Lists se suicidó en
1846, pocos m eses después de que Inglaterra hubiera convencido aparen
temente al resto de Europa para que abandonara sus aranceles sobre los
productos industriales renunciando a los suyos sobre los productos agrí
colas. Sin embargo, después de su muerte la teoría de List de que el libre
comercio debía esperar hasta que todos los países se hubieran industriali
zado, fue rápidamente adoptada en términos de política práctica en toda
Europa y en Estados Unidos. Se puede decir que la teoría de List gozaba
todavía de gran estima cuando la Comunidad Europea aceptó la entrada
de España en la década de 1980.41
La paradoja histórica que cabe detectar en todo esto es que es precisa
mente durante los periodos en que las nuevas tecnologías están cambian
do sustancialmente la economía y la sociedad — como el vapor en la déca
da de 1840 y la tecnología de la información en la de 1990— cuando los
58 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
lian varias iniciativas destinadas a hacer del mundo un lugar mejor, haya
«olvidado» la estrategia por la que combatíamos: construir una industria
propia y lograr el crecimiento económico. Hemos olvidado que un pilar
central de nuestra construcción de la nación fue una política industrial
opuesta a los principios que hoy día imponemos al Tercer Mundo. D es
pués de la segunda guerra mundial el gobierno laborista, ayudado por el
plan Marshall, reindustrializó Noruega con mucho éxito. El gobierno ac
tual, encabezado por el mismo partido laborista, se dedica a prohibir a
otros las medidas políticas que nos hicieron ricos a nosotros, y sin embar
go pretendemos ser líderes en economía paliativa aliviando los síntomas
de la pobreza.
de algodón. Los países sin ese sector industrial — las colonias— no tuvie
ron revolución industrial. Todos entienden la importancia de la revolución
industrial, pero la teoría del comercio internacional de Ricardo pretende
convencemos de que las tribus de la Edad de Piedra se harían tan ricas
como los países industriales con tal que adoptaran el libre comercio. No
estoy presentando un espantajo fácil de combatir; como muestra la cita del
primer secretario general de la OMC Renato Ruggiero en la Introducción,
ésta fue de hecho la concepción que configuró el orden económico mun
dial después del final de la Guerra Fría.
La revista Foreign Policy, en uno de sus alegatos más ardientes en fa
vor del libre comercio, un artículo titulado «Trade or Die» [‘Comercia o
muere’]49 argumentaba que la razón por la que se extinguieron los nean
derthales fue la ausencia de libre comercio, cuando en realidad su coexis
tencia con los sapiens tuvo lugar antes de que los humanos comenzaran a
comerciar, cuando el comercio era como mucho un insignificante ritual
de intercambio de regalos entre tribus.50 Aun así, los economistas se afe-
rran al extravagante invento smithiano del salvaje dedicado al trueque,
nuestro supuesto antepasado. Cabe señalar que en otra página del mismo
número de Foreign Policy, al tratar el asunto de los precios relativos de
las entradas de cine, reaparece el sentido común al señalar la importancia
de la industria para la riqueza nacional: «Una noche en el cine es relativa
mente barata en los países con una gran industria nacional» (p. 31).
La tradición económica estándar también llegó a desechar completa
mente el «suelo» en el que tenía lugar el proceso de añadir agua a la plan
ta (capital al trabajo), con otras palabras el contexto histórico, político e
institucional del proceso de desarrollo. La teoría económica estándar no
atiende ni a la obvia concentración del cambio tecnológico en determina
dos lugares y momentos, ni a la extrema diferencia de «oportunidades»51
en distintas actividades económicas como consecuencia.de ese efecto de
concentración, ni al contexto en que tiene lugar ese proceso.
Cuando la tradición histórica alemana y la escuela institucional esta
dounidense se desvanecieron, también declinó la comprensión que tenían
los economistas de la producción — de lo que se solía llamar «industria
lismo»— como auténtica fuente de la riqueza. El economista sueco Johan
Ákerman explicaba brillantemente cómo se esfumó la producción en la
derecha, la izquierda y el centro:
LA EVOLUCIÓN DE AMBOS PLANTEAMIENTOS 69
U n a n u e v a v is ió n d e l m u n d o : d e l ju e g o d e s u m a c e r o a l a
INNOVACIÓN Y EL CRECIMIENTO
tuvieron que separarse porque «la tierra no era suficiente para que habita
sen juntos, pues eran muchos y no podían morar en un mismo lugar».
Aunque paulatinamente se fueron creando artículos de lujo, sólo dispo
nían de ellos los más pudientes, y las riquezas se obtenían principalmente
mediante la conquista de nuevos territorios.
En aquel mundo la riqueza y la pobreza formaban parte de un juego de
suma cero; el principal mecanismo de adquisición de riqueza era el cam
bio de propietario. Esta visión del mundo, mantenida sin duda desde tiem
po inmemorial, fue codificada por Aristóteles (Política 1328b, VII, IX, 3)
y configuró la filosofía del escolasticismo a finales del medievo en Euro
pa. San Jerónimo (c. 341-420), por ejemplo, decía: «El beneficio de un
hombre es el perjuicio de otro». Todavía en 1643 el inglés Sir Thomas
Browne (1605-1682) argumentaba que «no pueden ser todos felices a la
vez, porque la gloria de un estado depende de la ruina de otro». La histo
ria tendía a funcionar de manera cíclica, com o explicaba el historiador y
economista árabe del siglo x iv Ibn Jaldún. Para él las sociedades se cons
tituían mediante la cohesión social, y había sociedades del desierto y so
ciedades urbanas. A veces una tribu del desierto conquistaba una ciudad,
pero declinaba a medida que se iba haciendo más refinada y más débil, y
tras cierto número de generaciones la ciudad volvía a ser conquistada por
otra tribu del desierto.
Los cambios en determinadas ciudades italianas descritos por Sebas
tiano Franci en la cita del epígrafe tenían sus orígenes en un cambio fun
damental en la visión del mundo tradicional. Ese cambio de mentalidad,
que se manifestaba de muchas maneras, se produjo a finales del Renaci
miento. Se combinaron muchos factores para hacer que el juego de suma
cero desapareciera gradualmente como visión del mundo predominante y
al mismo tiempo se introdujera un elemento de progreso por encima de la
naturaleza cíclica de la historia. Algunos de esos nuevos elementos esta
ban presentes desde antes, pero hasta el Renacimiento no reunieron sufi
ciente masa crítica como para inducir un cambio en la visión del mundo
tradicional y forjar una nueva cosmología. Esos nuevos elementos clave
del Renacimiento — que por primera vez en la historia generaron una ri
queza generalizada en determinadas áreas geográficas— han desapare
cido del pensamiento económico actual. Una de las razones de la inca
pacidad actual para remediar la pobreza mundial es que esos descubri
mientos del Renacimiento — y los posteriores de la Ilustración— no se
EMULACIÓN: CÓMO SE HICIERON RICOS LOS PAÍSES RICOS 73
Podríamos promover un contrato con los españoles por toda (la lana) que
tienen; y si se objeta que entonces tendríamos demasiada, mejor sería que
e m u l a c i ó n : c ó m o s e h ic ie r o n RICOS LOS PAÍSES RICOS 81
mar el exceso a expensas del público (como hacen los holandeses con sus es
pecias) que tenerla estorbando en el extranjero, algo que no podemos evitar
de otra forma, ya que toda la lana europea se manufactura en algún lugar.8
E spa ñ a c o m o e je m p l o a t e r r a d o r d e l o q u e n o se d e b e h a c e r
pido aumento de los precios de los productos agrícolas. Esto rompió las
sinergias y la división del trabajo en las ciudades españolas, provocando
una desindustrialización de la que España no se recuperó hasta el siglo
xix. Mientras que los Estados avanzados protegían la industria, España
protegió la agricultura hasta el punto de matar la industria.
Políticamente, la «guerra civil» entre las actividades urbanas moder
nas y las tradicionales rurales se había perdido ya en España durante y des
pués de la llamada guerra de los Comuneros de 1520-1521. Aquel prototi
po de una revolución europea moderna tuvo el efecto a largo plazo de
perjudicar seriamente ciudades industriales como Segovia. El gran poder
político de la organización de propietarios de ganado ovino, la Mesta — a
la que la corona española debía dinero— se sumó a la política económica
en favor de las materias primas y en contra de la política económica mo-
demizadora de la época. La Mesta ejerció de hecho su poder de forma que
se le permitió incluso invadir con sus ovejas los terrenos agrícolas cultiva
dos, parte de los cuales se convirtieron de nuevo en prados para el ganado.
Una comparación entre España e Inglaterra en el siglo xvi nos muestra un
útil y temprano ejemplo de la importancia del posicionamiento del poder
político: si está en manos de quienes tienen interés en producir materias
primas (como en España) o de aquellos cuyo interés reside en la industria
(como en Inglaterra). Esto no quiere decir que los industriales sean indivi
dualmente menos codiciosos que aquellos cuyos intereses residen en la
producción de materias primas. Como siempre, el capitalismo se debe en
tender esencialmente como un sistema de consecuencias no pretendidas, y
las consecuencias no pretendidas de obtener beneficios en la industria son
diferentes de las que se dan en países en los que los principales beneficios
se obtienen de las materias primas. Una vez que se entienden esos meca
nismos es posible — como lo fue para Enrique VII— inducir los efectos
deseados mediante una política económica adecuada, pero ahora tales po
líticas han quedado proscritas por el Consenso de Washington.
D el mismo modo que Venecia y Holanda se consideraban ejemplos a
seguir, a lo largo del siglo xvi España se fue convirtiendo en ejemplo del
tipo de política y efectos económicos que un país debía evitar a cualquier
precio, al evidenciarse que las riquezas de las colonias habían empobreci
do más que enriquecido la capacidad española para producir bienes y ser
vicios. A diferencia de Inglaterra — que desde que Enrique VII llegó al
poder en 1485 protegió y alentó activamente su industria— la corona es
86 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
bre este principio se basó la política económica europea, que fue indus
trializando uno tras otro los países de Europa durante un largo periodo.
Construir la «civilización», construir un sector industrial, y más tarde
construir la democracia, se consideraban partes inseparables del mismo
proceso. Esta «ortodoxia» fue mencionada también por el estadista y polí
tico francés Alexis de Tocqueville (1805-1859) en 1855: «No creo que se
pueda mencionar a una sola nación industrial y comercial, desde los tirios
hasta los florentinos e ingleses, que no haya sido también libre. D e lo que
se deduce que existe una estrecha y necesaria relación entre libertad e in
dustria».16
Alrededor de 1550 muchos economistas españoles comenzaron a per
cibir lo que estaba sucediendo en su país y elaboraron buenos análisis y
sabios consejos. Como señala el historiador estadounidense Earl Hamil-
ton, experto en la economía española durante aquel periodo: «La historia
registra pocos ejemplos de un diagnóstico tan preciso de las dolencias de
una sociedad por un grupo de filósofos morales ni de un menosprecio tan
absoluto por parte de unos estadistas supuestamente sensatos».17 En 1558
El ministro español de Hacienda, Luis Ortiz, describía la situación en un
memorando al rey Felipe II:
Con las materias primas de España y las Indias Occidentales —en parti
cular seda, hierro y cochinilla— , que les cuestan sólo un florín, los extran
jeros producen artículos acabados que vuelven a vender a España por entre
diez y cien florines. España se ve de esa forma sometida a mayores humilla
ciones por parte del resto de Europa que las que ella misma impone a los in
dios. A cambio del oro y la plata los españoles ofrecen baratijas de mayor o
menor valor; pero al volver a comprar sus propias materias primas a un pre
cio exorbitante, se han convertido en el hazmerreír de toda Europa.18
los modelos económicos del Banco Mundial suponen que en los países
subdesarrollados existe pleno empleo, aunque en algunos lugares menos
del veinte o treinta por 100 de la fuerza de trabajo tenga lo que llamamos
un «empleo». En otros tiempos la gente dedicada a la política económica
reconocía la magnitud del desempleo, del subempleo y del vagabundeo
mendicante, y entendía que el trabajo necesario para transformar la mate
ria prima en productos acabados aumentaría la riqueza de las ciudades y
las naciones. La cuestión principal, no obstante, era que las actividades
económicas que surgen cuando se trata la materia prima para convertirla
en productos acabados obedecen a leyes económicas distintas que la pro
ducción de materias primas. El «multiplicador de la industria» era la clave
tanto para el progreso como para la libertad política.
Desde finales del siglo x v hasta después de la segunda guerra mun
dial el tema principal de la política económica — si no de la teoría econó
mica— era por tanto lo que podemos llamar «el culto de la industria», que
llevaba a hablar de «plantar» industrias de la misma manera que uno
«plantaría» especies útiles procedentes de otras tierras. A finales del siglo
xv se crearon dos instituciones distintas pero con propósitos similares: la
protección de los nuevos conocimientos mediante las patentes y la transfe
rencia de esos conocimientos a nuevas áreas geográficas mediante la p ro
tección arancelaria. Ambas se basaban en el mismo tipo de pensamiento
económico: la creación y difusión geográfica de nuevos conocimientos
mediante la instigación de una competencia imperfecta. Una parte indis
pensable de ese proceso de desarrollo eran las instituciones que «alteran
los precios» con respecto a lo que el mercado habría hecho abandonado a
sus propias fuerzas: las patentes que creaban un monopolio temporal para
nuevos inventos y los aranceles que distorsionaban los precios para los
productos manufacturados y permitían que se establecieran nuevas tecno
logías y nuevas industrias lejos del lugar donde fueron inventadas.
Esos inventos e innovaciones se crearon de una forma que los merca
dos, por sí solos, nunca habrían podido reproducir. La política económica
actual y las instituciones de Washington defienden vigorosamente sólo
una de esas instituciones — las patentes que crean flujos de renta cada vez
mayores hacia los países más ricos— mientras que prohíben enérgica
mente los instrumentos que permitirían la propagación geográfica de la
competencia imperfecta en forma de nuevas industrias a otros países. Se
acepta la protección de la competencia imperfecta en los países ricos,
e m u l a c i ó n : c ó m o s e h ic ie r o n r ic o s l o s p a ís e s r ic o s 89
A l e m a n ia s ig u e l o s p a s o s d e In g l a t e r r a ( 1 6 4 8 )
nes entendieron que la que había salido perdiendo era la propia civiliza
ción. Cuando Seckendorff tenía dieciséis años, su padre — que aun siendo
alemán servía en el ejército sueco— fue decapitado como presunto espía en
una ciudad del norte de Alemania. Cuando murió a los sesenta y seis años el
ejército de Luis XIV de Francia acaba de devastar el estado alemán de Re-
nania-Palatinado. Entretanto Alemania había estado en guerra con los tur
cos, que sitiaron y casi consiguieron conquistar Viena, y otras dos veces
con Francia, que entre otras ciudades se apoderó de Estrasburgo, donde ha
bía estudiado Seckendorff. La paz de Westfalia en 1648 — que puso fin a la
guerra de los Treinta Años— dejó Alemania fragmentada en más de tres
cientos pequeños Estados, lo que menciono porque en mi opinión la forma
en que Alemania salió de aquella barbarie provocada por la guerra contiene
también importantes lecciones para los actuales Estados «fracasados» o a
punto de fracasar. La solución alemana se basó en una estrategia producti
va, la construcción de un comercio y una industria conscientemente dife
renciadas de la agricultura y la producción de materias primas. La clave
para el éxito fue emular la estructura económica de un país en el que reina
ran la paz y la prosperidad, y el ejemplo a seguir fue el holandés.21
Con la ayuda de los colegas de su padre Seckendorff encontró empleo
con otro ex oficial del ejército sueco, el duque Ernesto de Saxe-Gotha, lla
mado Ernesto el Piadoso. Entre otras obligaciones, Seckendorff tenía a su
cargo la enorme biblioteca adquirida por el duque con los expolios de la
guerra,22 que todavía se puede visitar en el impresionante castillo y edifi
cio administrativo que Ernesto el Piadoso hizo construir en Gotha. Así
pues, el joven Seckendorff tenía acceso a los más importantes escritos de
economía y política de su época, y una de sus tareas consistía en presentar
resúmenes de ellos al duque. En 1656, con treinta años cumplidos, publicó
su obra más importante, D er Teutsche Fürstenstaat [‘El Principado ale
mán’], basada en dos antiguas tradiciones: una detallada descripción de un
país, su historia, población, administración, instituciones y recursos, habi
tual desde la Italia del siglo xm, y en segundo lugar el viejo Fürstenspiegel
[literalmente «El Espejo del Príncipe»] alemán, una especie de «manual
del propietario» para reyes y príncipes sobre cóm o gobernar su país. El li
bro de Seckendorff se siguió imprimiendo durante noventa y ocho años, lo
que constituye una vida muy larga para un texto de ese estilo.
Algunos años después Seckendorff viajó a la República holandesa
junto con el duque. Como en el caso de muchos otros visitantes de la épo
92 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
ovejas holandesas paren tres o cuatro corderos cada vez, y las vacas suelen
parir dos temeros; además producen tanta leche que quien no lo haya visto
no podría creerlo».27 Sin embargo, la importancia clave de la sinergia en
tre ciudad y campo — el argumento de que sólo los agricultores que com
parten un mercado laboral con una ciudad industrial pueden alcanzar la ri
queza— no obtuvo un reconocimiento generalizado hasta la Ilustración.
Josiah Child (1630-1699), gobernador de la Compañía Británica de
las Indias Orientales, resume el propósito de emular la política económica
holandesa arguyendo: «Si pretendemos disponer del comercio del mundo
debemos imitar a los holandeses, que hacen lo peor como lo mejor de to
das las manufacturas, para estar en disposición de servir a todos los mer
cados y todos los humores». De forma parecida abría su libro de 1668,
Breves observaciones con respecto al comercio y los intereses del dinero,
con un comentario sobre «el prodigioso crecimiento de los holandeses»,
que es «la envidia de la generación actual y quizá siga asombrando a las
futuras». «Y sin embargo — añade— los medios por los que han avanzado
tanto son bastante obvios y fácilmente imitables por casi cualquier otra
nación [...] lo que pretendo demostrar en el siguiente discurso.»28 Pero lo
que era obvio para Josiah Child parece haber dejado de serlo para los tex
tos estándar de economía.
Los alemanes también eran conscientes de que, al menos a corto plazo,
no podían emular el sistema político, más democrático, de los Países Bajos
o Venecia. Existía una clara relación entre la estructura económica de un
Estado y su estructura política,29 y a corto plazo Alemania tenía que vivir
con los gobernantes que tenía. La forma de desarrollar el país era convencer
a los gobernantes de que modificaran su política económica, lo que a su vez
cambiaría — a largo plazo— la forma de gobierno en una dirección más de
mocrática. La autocracia de los gobernantes se iba a convertir en lo que Wil-
helm Roscher llamó más tarde (1868) despotismo ilustrado, y los filósofos
y economistas de alrededor de 1648 intentaron cambiar paulatinamente la
percepción de los gobernantes sobre lo que constituía un reino con éxito.
Seckendorff fue uno de los pioneros de esa escuela de economistas y
políticos que iba a dominar Europa durante el siglo siguiente, convencien
do a los reyes y gobernantes de que su derecho a gobernar un país también
conllevaba el deber de desarrollar el Estado. Aquéllos fueron los primeros
Estados desarrollistas, antecesores de Corea y Taiwán a finales del siglo
XX. El gobernante ilustrado — el «rey filósofo» en términos de Christian
e m u l a c ió n : c ó m o s e h ic ie r o n r ic o s l o s p a ís e s r ic o s 97
Ir l a n d a a p r e n d e d e l p a s a d o
estamos viviendo muy por encima de nuestros medios [...] Hemos estado vi
viendo a un nivel que simplemente no es acorde con la cantidad de bienes y
servicios que producimos. Para compensar la diferencia hemos venido con
trayendo deudas enormes, a una velocidad que no puede continuar. Unas po
cas cifras les dejarán esto muy claro [...] tenemos que reorganizar el gasto pú
blico y sólo podremos emprender aquellas cosas que nos podamos permitir.
tuación de todos los países, tanto ricos como pobres. El problema está en
el ritmo.
Los mejores argumentos, tanto a favor como en contra de la globaliza
ción, se hallan en la esfera de la producción. Un importante argumento es
que la producción de bienes y servicios suele darse en un marco de rendi
mientos crecientes (economías de escala): cuanto mayor sea el mercado y
más unidades se produzcan, más baratos serán los bienes y servicios que
consumimos, lo que representa un enorme potencial de mejora para el
bienestar de todos. Construir una fábrica que produce una medicina vital
cuesta cientos de millones de dólares; cuanto mayor sea el volumen de
ventas entre las que se puede distribuir ese coste fijo, más barato será el
tratamiento de cada paciente con el medicamento en cuestión.
Otra razón poderosa en favor del libre comercio es la innovación y el
cambio tecnológico, producto del continuo desarrollo de nuevos conoci
mientos. En un mercado más amplio el coste de las innovaciones y cam
bios tecnológicos se puede distribuir entre un número mayor de consumi
dores y, además del abaratamiento, podrán llegar antes a cada ciudadano
individual en todas partes. Cuanto mayor sea el mercado más fáciles resul
tan las innovaciones. Si Thomas Edison y Bill Gates hubieran operado en
un mercado muy reducido — digamos el de Islandia, con menos de tres
cientos mil habitantes— este libro probablemente se habría escrito a la luz
de una lámpara de queroseno y con una tecnología mucho más simple.
Un tercer argumento son las sinergias y efectos de aglomeración
[clusters]. La creación de conocimientos no sólo se facilita allí donde se
constituyen redes — de complementariedad y competencia— que entrela
zan a muchas empresas, sino que, como vim os en el caso de los Países Ba
jos, también existen importantes sinergias entre empresas y actividades
en terrenos muy diversos. Históricamente, el efecto de sinergia más rele
vante es el que se da entre industria y agricultura. En una economía global
cada país podrá desarrollar sus propias redes (también se habla de «blo
ques» o «polos» de desarrollo), en las que empresas con capacidades
complementarias pueden prosperar y crecer de una forma que resultaría
inalcanzable en solitario. También a ese respecto, la magnitud de los mer
cados a los que daría lugar la integración económica posibilitaría una ma
yor división del trabajo, más especialización y nuevos conocimientos.
Todos estos argumentos apuntan a los grandes beneficios potenciales
para cada uno de nosotros, ya sea como productores o com o consumido
g l o b a l iz a c ió n : l o s a r g u m e n t o s a FAVOR. 103
al trabajo— emplea una teoría del comercio basada en la teoría del valor-
trabajo que sólo subsiste en la ideología comunista. La teoría del comer
cio capitalista describe una producción que tiene lugar en ausencia de ca
pital. Estamos volviendo por tanto a la confusión creada por los orígenes
comunes en la economía ricardina del capitalismo y el comunismo de la
Guerra Fría, cuestión que ya hemos tratado. La teoría del comercio con
la que el capitalismo controla el mundo, en total contradicción con la ex
plicación que da del crecimiento, no ofrece ningún lugar al capital. Éste es
un ejemplo de la «duplicidad de hipótesis» con fines en definitiva políti
cos que es un rasgo cardinal en la economía predominante. La pura hipó
tesis de que diferentes actividades económicas pueden absorber rentable
mente en cualquier momento cantidades muy desiguales de capital basta
para invalidar y demoler toda la estructura sobre la que descansa la eco
nomía mundial. Esto pone de relieve la importancia crucial de lo que el
premio Nobel James Buchanan llama «hipótesis de la igualdad» en la eco
nomía,3 y es la hipótesis más importante, aunque probablemente la menos
discutida, en la profesión. Si las distintas actividades económicas son cua
litativamente diferentes, la economía estándar de los libros de texto se
hunde. En la teoría estándar la «información perfecta» y la «competencia
perfecta» resuelven este problema convirtiendo instantáneamente y sin
coste la sociedad de la Edad de Piedra en la sociedad de Silicon Valley;
pero por citar a Richard Nelson, el muy respetado economista evolucio
nista, «las cosas no funcionan así».
Si incluimos los rendimientos crecientes, los efectos de la tecnología y
el aprendizaje y los efectos de sinergia, podemos elaborar argumentos de
mucho más peso en favor de la globalización, pero también contra ella en
lo que concierne a la periferia pobre. Los factores que hemos expuesto
posibilitan una teoría del desarrollo económico, pero también una expli
cación de por qué está distribuido tan desigualmente entre los diversos
países del mundo. Los fanáticos de la globalización utilizan argumentos
estáticos y en gran medida divorciados de la dinámica con que tiene lugar
realmente el crecimiento económico. Introduciendo factores nuevos y di
námicos tendremos los ladrillos con los que construir una teoría en la que
la globalización — si se pone en práctica con una velocidad inadecuada—
conduce a una situación en la que algunos países se especializan en ser ri
cos, mientras que otros se especializan en seguir siendo pobres.
108 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Los r e n d im ie n t o s c r e c ie n t e s y s u a u s e n c ia
El c a m b io t e c n o l ó g ic o y s u a u s e n c ia
* Esta última expresión se debe a Francis Bacon, quien la empleó en su Novum Or-
ganum. (N. del t.)
112 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
S in e r g ia s , e f e c t o s d e a g l o m e r a c ió n y s u a u s e n c ia
co Mundial y el FMI. Para recibir ayuda de los países ricos, los pobres tie
nen que abstenerse de utilizar las políticas que los países ricos emplearon
y siguen todavía empleando. Ésas son las «condiciones» de las institucio
nes de Washington.
Mis colegas estonios me cuentan que en el periodo inicial y más triun
falista tras la caída del Muro de Berlín, los primeros asesores enviados
por el Banco Mundial recomendaron que el país cerrara sus universida
des, porque en el futuro Estonia tendría su ventaja comparativa en activi
dades económicas que no requerirían educación universitaria. Aunque
ningún economista del Banco Mundial se atrevería a decir eso mismo
hoy, y aunque a los estonios no les hizo ninguna gracia — su Universidad
de Tartu data de 1632— , en esa recomendación había un realismo y una
honradez que se han perdido desde entonces. Como las actividades eco
nómicas varían tan enormemente en su capacidad para aplicar nuevos co
nocimientos, es posible que un país se especialice en actividades econó
micas que no requieren conocimientos ni cualificación. A l insistir en la
importancia de la educación sin permitir simultáneamente una política in
dustrial que cree demanda de gente cualificada — como ha hecho Europa
durante los últimos cinco siglos— , las instituciones de Washington no ha
cen más que acrecentar las cargas financieras de los países pobres hacién
doles financiar la educación de gente que al final sólo encontrará trabajo
en los países ricos. Una política educativa debe verse acompañada por
una política industrial que cree demanda de gente bien formada.
Según mi experiencia, es muy fácil encontrar haitianos con formación
universitaria trabajando como taxistas en la zona francófona de Canadá.
Se estima que el 82 por 100 de los médicos jamaicanos trabajan en el ex
tranjero. El setenta por 100 de los guayaneses con formación universitaria
trabajan fuera del país. Los hospitales norteamericanos absorben las enfer
meras de países anglófonos como Trinidad, mientras que en muchos luga
res del Caribe si el sector sanitario se mantiene en funcionamiento es gra
cias a las enfermeras cubanas. Indirectamente, la absorción por Estados
Unidos de enfermeras caribeñas contribuye a resolver los problemas de la
balanza de pagos cubana.
El hecho de que la gente con formación universitaria de los países po
bres pueda encontrar un nivel de vida mucho más alto en países ricos es
una amenaza para el propio tejido social de muchos de esos países: los más
competentes, los mejor formados, emigran. Aunque el dinero que esos
g l o b a l iz a c ió n : l o s a r g u m e n t o s A FAVOR.. 117
P a r a d o j a s d e l d e b a t e so b r e l a g l o b a l iz a c ió n
tencialmente muy peligrosos para los débiles. Una nación robusta y bien
desarrollada con una sólida industria no se verá perjudicada por la teoría
de Quesnay de que conviene dejar operar libremente a las «leyes natura
les» del mercado, pero del mismo modo que individuos debilitados pue
den morir como consecuencia de las sangrías, los países pobres sufren
hoy la desindustrialización y el aumento de la pobreza como consecuen
cia de las «fuerzas naturales» del mercado.
algo que no sucedió hasta la caída del Muro de Berlín. En su libro en de
fensa de la globalización, Martin W olf menciona efectivamente a Wemer
Sombart, pero lo desecha en una sola frase, calificándolo a la vez de mar-
xista y de fascista.11
El desarrollo de la teoría llevó a lo que Schumpeter llamaba «la opinión
pedestre de que el capital impulsa de por sí el motor capitalista». Occiden
te comenzó a pensar que enviando capital a un país pobre sin empresa-
riado, sin política gubernamental y sin sistema industrial podría generar
el capitalismo. El resultado es que hoy día atiborramos prácticamente de
dinero a países sin estructura productiva — en la que se pudiera invertir
rentablemente ese dinero— porque no se les permite seguir la estrategia
industrial que siguieron todos los países actualmente ricos. A los países en
desarrollo se les conceden créditos que no pueden utilizar rentablemente,
y todo el proceso de financiación del desarrollo se va pareciendo a los es
quemas de Ponzi del tipo «pirámide» o cartas encadenadas. Más pronto o
más tarde la cadena se interrumpe, el sistema se viene abajo y los que lo di
señaron, que están lo bastante cerca de la salida cuando todos se precipitan
hacia ella, obtienen grandes beneficios financieros, mientras que los per
dedores son los países pobres involucrados a su pesar. Esto forma parte del
mecanismo que a menudo crea grandes flujos de fondos desde los países
pobres hacia los ricos más que al revés, un m odelo que Gunnar Myrdal lla
mó «efectos perversos» de la pobreza.12
Vale la pena señalar que, según la definición de Sombart, la agricultu
ra no forma parte del capitalismo. Las colonias también quedaron fuera
(uno de los criterios principales para distinguir una colonia era si se per
mitía o no su industrialización) y por esa misma razón se vieron condena
das a seguir siendo pobres. Según la definición sombartiana del capitalis
mo, el problema de la pobreza es por tanto muy diferente del que señala
Martin Wolf: a los países de Africa y otros países pobres nunca se les per
mitió ni se les dio la oportunidad de optar por el capitalismo como sistema
productivo.
La definición de Sombart de las fuerzas impulsoras del capitalismo
está totalmente ausente en las dos definiciones del capitalismo que hemos
heredado de la Guerra Fría. La definición liberal no incluye al empresario,
ni al Estado, ni sus instituciones dinámicas, ni los procesos tecnológicos y
maquínicos. Esa definición no capta realmente el capitalismo como siste
ma de producción, sino como un sistema comercial, deficiencia heredada
g l o b a l iz a c ió n : LOS ARGUMENTOS A FAVOR.. 125
D in á m ic a t e c n o l ó g ic a , in n o v a c io n e s y c r e c im ie n t o d e s ig u a l
tos que no existían antes. Es muy poco frecuente que grandes oleadas de
innovación se extiendan a toda la sociedad creando importantes disconti
nuidades o rupturas en el desarrollo tecnológico. A principios de la déca
da de 1980 Carlota Pérez y Christopher Freeman llamaron a esas grandes
oleadas de innovación cambios de paradigm a tecnoeconómico.
Un cambio de paradigma tecnoeconómico es trascendental porque
modifica la tecnología general que subyace a todo el sistema productivo,
como sucedió por ejemplo con la máquina de vapor o el ordenador. En ese
sentido los cambios de paradigma se parecen a los cambios tecnológicos
ya mencionados, como cuando el cobre y el bronce desplazaron a la pie
dra como material con el que los seres humanos fabricaban sus instru
mentos, poniendo fin así a la Edad de Piedra. Tales mudanzas en la tecno
logía básica tienden a modificar las cadenas de valor en prácticamente
todas las ramas de la industria, como hicieron la máquina de vapor y los
ordenadores. Tales innovaciones dan lugar a lo que Schumpeter llamaba
«destrucción creativa»: aparecen nuevos sectores industriales con monto
nes de nuevos productos, mientras que los viejos desaparecen debido a
una pauta de demanda totalmente nueva, y se producen cambios radicales
en los procesos de producción de casi todos los sectores. El desarrollo
económico sustituye más de un tipo de producto, como los carruajes tira
dos por caballos, por algo totalmente nuevo, los automóviles. También
cambia la forma de producir, el «modo de producción», como en la transi
ción de la industria doméstica a las fábricas. Sin embargo, hasta el siglo
x x la agricultura no solía verse apenas afectada por los cambios de para
digma. El aumento de productividad en la agricultura siempre ha sido ge
neralmente lento; sólo la industria parecía experimentar bruscas acelera
ciones de productividad. Como señala Carlota Pérez, tales cambios
tecnológicos radicales aportan consigo cambios en el «sentido común».
Poco después de que hombres y mujeres dejaran de trabajar en casa para
acudir a trabajar en enormes fábricas, la actitud hacia los cuidados sani
tarios también cambió radicalmente. Ya no nacíamos, nos curábamos de
las enfermedades y no moriríamos en casa, sino que hospitales parecidos
a las grandes fábricas se hacían cargo de esas tareas.
También se modifican los problemas del medio ambiente: a finales del
siglo xix las enormes cantidades de estiércol de caballo suponían una
amenaza para la salud de los habitantes de las ciudades; ahora los humos
del tubo de escape de los automóviles desempeñan un papel similar. Las
g l o b a l i z a c i ó n : l o s a r g u m e n t o s a f a v o r .. 127
bajo un paradigma no tienen por qué seguir siéndolo cuando éste cam
bia. Gran Bretaña alcanzó la cúspide de su poder bajo el paradigma de la
máquina de vapor y el ferrocarril, Alemania y Estados Unidos se pusie
ron a la cabeza durante la época de la electricidad y la industria pesada,
y Estados Unidos se convirtió en líder indiscutido durante la época for-
dista.
ral abarataba los artículos que precisaban los granjeros. Es evidente que
tales explosiones de productividad se transmiten al mercado laboral en
forma de salarios más altos y precios más bajos; el efecto combinado es
asombroso.
Se puede ilustrar el efecto de un cambio de paradigma sobre los sala
rios mediante el ejemplo de la transición de la vela al vapor en Noruega.
til Anuario Estadístico de Noruega de 1900 nos ofrece los siguientes sala
rios mensuales para 1895:
130 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Punto a)
El auténtico incentivo para las inversiones que conducen al au
mento de la productividad será en general el beneficio que se puede
obtener, por lo que tenemos que suponer que una parte del aumento
de productividad se retirará bajo esa forma. Los primeros empresa
rios afortunados suelen obtener elevados beneficios, que más ade
lante se reducen al afluir a ese nuevo campo numerosos emuladores.
Punto b)
Igual que en el ejemplo de la transición de la vela al vapor, parte
del aumento de productividad dará lugar al salarios más altos para
los empleados del sector. Esto se puede deber al hecho de que las
nuevas habilidades necesarias son escasas, o al poder de los sindica
tos. A veces, como cuando Henry Ford duplicó los salarios de sus
obreros en 1914, puede haber un empresario lo bastante espabilado
como para darse cuenta de que necesita a sus propios obreros como
clientes, por lo que le interesa que ganen más. Por supuesto, sólo en
circunstancias especiales, com o las explosiones de productividad,
puede una empresa duplicar los salarios y aun así sobrevivir.
Punto c)
Como observó el rey Enrique VII de Inglaterra, la nueva tecnolo
gía se difundirá por todo el mercado laboral local (y poco a poco na
cional), como consecuencia del mayor poder de compra surgido en
los sectores donde se produce el cambio tecnológico, y también de la
amplitud limitada de las diferencias salariales en un mercado laboral
determinado. Un aumento salarial en el sector que experimenta la
explosión de productividad inducirá automáticamente una subida de
todos los salarios. El trabajo de los barberos ha experimentado pocos
aumentos de productividad desde los tiempos de Aristóteles, pero
sus salarios en los países industrializados se han mantenido — atra
vesando varias explosiones de productividad— más o menos a la par
con los salarios de los obreros industriales. En los países sin explo
siones de productividad los barberos han seguido siendo tan pobres
como sus paisanos. Una orquesta filarmónica no toca el «vals del mi
nuto» con mayor eficiencia que en tiempos de Chopin, pero los sala
rios de sus músicos han aumentado considerablemente desde enton
ces. Los términos de intercambio entre el corte de pelo y la música
por un lado y los productos industriales por otro — entre los que tra-
132 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Los factores a)-d) dan lugar al «modo difusivo», lo que explica por
qué en los países industriales — con frecuentes explosiones de productivi
dad— los salarios aumentaron continuamente comparados con los de los
países pobres (las colonias). Aunque éstas sean ahora, en teoría, países in
dependientes, en la práctica se les impide, como cuando eran colonias,
utilizar las estrategias de emulación empleadas por los países ricos, sólo
g l o b a l iz a c ió n : l o s a r g u m e n t o s a FAVOR. 133
Primario Secundario
Inglaterra, 1930 72 100
Estados Unidos, 1935 40 100
Francia, 1930 36 100
Noruega, 1934 24 100
Japón, 1934 15 100
Italia, 1928 70 100
Suecia, 1930 25 100
Australia, 1935-6 96 100
Alemania, 1928 54 100
Nueva Zelanda, 1936 113 100
Fuente: Calculado a partir de Colin Clark, The Conditions of Economic Progress, Londres,
1940.
F ig u r a 7. Los salarios industriales marcan el nivel para el resto de la
economía: poder de compra del salario medio en el sector agrícola com
parado con el industrial en diez países, 1928-1936
Sector secundario (= industrial) = 100.
Fuente. Erik Reinert, International Trade and the Economic Mechanisms oí Underdevelopment,
Ph. D. thesis, Cornell University, 1980
producción, supone una competencia perfecta (lo que significa que todos
los habitantes del mundo podrían producir zapatos como se hacía en San
Luis en 1900), y supone que los frutos del cambio tecnológico sólo se di
funden de forma clásica, como el abaratamiento de los zapatos. La caja de
herramientas de los textos estándar de economía no contiene instrumen
tos que permitan registrar el hecho de que en cada momento sólo hay unas
pocas industrias que se comporten como lo hizo la producción de zapatos
a finales del siglo xix, la fabricación de automóviles 75 años después, o
actualmente la de teléfonos móviles. Ese tipo de teoría económica no tie
ne en cuenta los elementos de crecimiento dependientes de la actividad
(que en cada momento eso sólo sucede en unas pocas industrias), ni tam
poco los efectos de sinergia que se transmiten de un sector a otro: que los
altos salarios en la fabricación de zapatos contribuyeron a la producción
de cerveza y al sector sanitario de la ciudad, y que aquel floreciente mer
cado urbano generó una elevada demanda y un gran poder de compra en
tre los granjeros estadounidenses. En resumen, no reconoce los círculos
virtuosos acumulativos que constituyen la esencia del desarrollo.
En realidad, la curva de aprendizaje — cuando se hace horizontal— ha
brá agotado la mayor parte de sus posibilidades de aumentar la riqueza has
ta que un nuevo paradigma tecnológico afecte más tarde al mismo produc
to. Cuando un país pobre se hace cargo gradualmente de la producción de
calzado, será casi imposible que eso sirva para aumentar el nivel de vida. Si
esa producción se deja en manos de los países pobres, es esencialmente
porque no se puede extraer más aprendizaje del proceso de producción.
Nadie objeta que las innovaciones y el aprendizaje generan crecimien
to económico, pero desde Adam Smith ese aspecto de la economía se ha
extemalizado. Se suele suponer que el cambio tecnológico y las nuevas
innovaciones caen de los cielos como un maná, y que están a disposición
de todos gratuitamente («información perfecta»). N o se tiene en cuenta
que el conocimiento — especialmente cuando es nuevo— tiene elevados
costes y no está en general a disposición de todos. El conocimiento se pro
tege mediante altas barreras a la entrada, constituyendo las economías de
escala y la experiencia acumulada elementos importantes para erigir esas
barreras. Cuanto mayor sea el volumen de producción que una compañía
ha acumulado, más bajos serán los costes. En la industria las curvas de
aprendizaje tienen un pariente muy utilizado, la curva de experiencia, que
se utiliza para medir precisamente eso. Mientras que las curvas de apren
140 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
forma que durante la década de 1990 era obvio que era mejor ser un con
sultor de datos mediocre que ser el friegaplatos más eficiente del mundo.
Éste era el tipo de sentido común postergado por la teoría del comercio de
Ricardo, que eliminó la lógica, antes obvia, de que — en un mundo con
variadas industrias que requieren habilidades escasas y comunes, y varia
das tecnologías en momentos diferentes de su ciclo vital— era muy posi
ble especializarse, siguiendo la «ventaja comparativa», en ser pobre.
Existen no obstante situaciones en las que la dinámica descrita en las
curvas de aprendizaje se puede utilizar para enriquecer a los países po
bres, mejorándolos tecnológicamente unos detrás de otros. El economista
japonés Kaname Akamatsu bautizó a este modelo con el nombre de «gan
sos voladores» en la década de 1930 (véase la Figura 9).19 Otro econom is
ta japonés, más tarde Ministro de Asuntos Exteriores en la década de 1980,
Países
Recién
llegados Á ’
0
De incorporación
tardía % 1
0 0
ASEAN4
(Tailandia, Indonesia,
Malasia, Filipinas)
0 0 0
Corea del Sur 1 ■ '
Japón
0 J^0 0
T -
tos cincuenta años la diferencia de nivel de vida entre países ricos y países
pobres estaba en la proporción 2 : 1 . Hoy día las estadísticas del Banco
Mundial muestran que un conductor de autobús en Alemania tiene un sa
lario real dieciséis veces superior al de un colega, tan eficiente como él,
en Nigeria. El fenómeno está ahí y sus efectos se pueden medir, pero ac
tualmente no existe ninguna teoría que describa satisfactoriamente esos
mecanismos. Soy de la opinión de que la principal explicación para esto
es que el mundo rico actual ha confundido las razones del crecimiento
económ ico — innovación, nuevos conocimientos y nuevas tecnologías—
con el libre comercio, que sólo significa transferencia de bienes y servi
cios de un país a otro. A l igual que Adam Smith, los países ricos confun
den la era industrial con la era del comercio.
Con el tiempo, el crecimiento económico se manifiesta en la forma de
mayor productividad y nuevos productos que satisfacen nuestras necesida
des. Sin embargo, el aumento de productividad se distribuye muy desigual
mente entre las diversas actividades económicas. Como hemos visto, en la
fabricación de pelotas de béisbol no ha habido prácticamente ningún pro
greso tecnológico durante los últimos ciento cincuenta años, mientras que
la fabricación de pelotas de g olf ha experimentado un rápido cambio tecno
lógico durante ese mismo periodo. La Figura 10 muestra cómo aprovechan
los países ricos las nuevas tecnologías para aumentar los salarios reales re
corriendo sucesivamente la parte de rápido decrecimiento de una curva de
aprendizaje tras otra. Algunos economistas franceses llaman a este princi
pio «fordismo»: el aumento de productividad en determinada industria se
propaga haciendo subir los salarios en todo el sector, y luego pasa gradual
mente al resto de la economía. Un aumento anual de productividad de, di
gamos, el cuatro por 100, ha inducido tradicionalmente aumentos salaria
les del cuatro por 100. El sistema depende de un equilibrio entre los
poderes compensados de patronos y empleados, que hasta muy reciente
mente sólo existía en Europa y Norteamérica.
El sistema también depende, obviamente, de los aumentos de produc
tividad. Si las demandas de aumentos salariales superaran los aumentos
de productividad, el resultado sería la inflación. Las demandas conti
nuas de aumentos salariales daban a la industria un importante incentivo.
Comparado con el coste de la mano de obra, el capital — y por tanto la
mecanización— se abarató cada vez más, dando lugar a nuevos círculos
virtuosos.
144 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
--------------------------------------------------------------------------------------->
Fuente: Erik Reinert, International Trade and the Economic Mechanisms of Underdevelopment,
Ph. D. thesis, Cornell University, 1980 (texto ligeramente modificado).
Número
de empresas
Horas de
trabajo por
unidad de
producción
Volumen acumulado
de producción
con el tiempo
Demanda
anual
Tiempo
des de baja calidad situadas en los más bajos (como la fabricación de pe
lotas de béisbol).
Las actividades económicas de alta calidad surgen generalmente de
los nuevos conocim ientos obtenidos en la investigación. M uchos paí
ses invierten por ello considerablemente en investigación básica, porque
sirve como fuente principal de innovación, aunque a menudo no se pue
dan predecir los resultados cuando se inicia una investigación. Los in
ventos se producen en buena medida por casualidad o accidente, cuando
en realidad se buscaba otra cosa. El descubrimiento de la penicilina por
Alexander Fleming es uno de esos ejemplos. A menudo la ruta desde la
invención hasta la innovación — hasta el uso práctico de un producto—
es muy larga. La posibilidad de una luz concentrada pura, casi mono
cromática, fue predicha por Albert Einstein en 1917; pero el invento del
láser (Amplificación de Luz por la Emisión Estimulada de Radiación)
no dio lugar a aplicaciones prácticas o innovaciones hasta la década de
1950. A sí pues, aunque la investigación básica es un proceso lento, sus
aplicaciones finales son muchas y variadas. El láser pasó de ser una hi
pótesis académica para convertirse en un importante instrumento en la
cirugía Ocular, la guía de proyectiles, la navegación, el seguimiento de
satélites, la soldadura, los reproductores de CD, como sustituto de los
bisturíes en cirugía y como punteros láser. Las tecnologías modernas de
la información y la comunicación son ahora totalmente impensables sin
ese invento.
También es importante tener presente que las innovaciones en los pro
ductos y en los procesos tienden a difundirse en una economía de forma
diferente. Las primeras suelen generar altas barreras a la entrada y eleva
dos beneficios, como en el caso de Henry Ford a principios del siglo x x o
en el de Bill Gates hoy día. Sin embargo, cuando esos mismos inventos se
transmiten a otros sectores industriales como innovaciones en el proceso
— como cuando el automóvil de Ford llegó a la agricultura convertido en
tractor o cuando la tecnología de Gates se utiliza para reservar habitacio
nes en un hotel— , su efecto principal es bajar los precios más que elevar
los salarios. El uso de la tecnología de la información ha reducido los be
neficios en la hostelería, tanto en Venecia como la Costa del Sol española,
algo de lo que se queja la industria hotelera.
150 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
¿Por q u é n o s e h a c e n r ic o s l o s p a ís e s q u e s ó l o p r o d u c e n
Características de Características de
las actividades schumpeterianas las actividades maltusianas
(= ‘buenas’ exportaciones) (= ‘malas’ exportaciones en ausencia de
un sector schumpeteriano)
Rendimientos crecientes Rendimientos decrecientes
Competencia dinámica imperfecta «Competencia perfecta»
(«competencia entre las mercancías»)
Precios estables Grandes fluctuaciones en los precios
Mano de obra en general cualificada Mano de obra en general no cualificada
Crea una clase media Crea una estructura de clase «feudal»
Salarios irreversibles (inercia salarial) Salarios reversibles
Los cambios técnicos dan lugar a Los cambios técnicos dan lugar a
salarios más altos para el productor precios más bajos para el consumidor
(«régimen salarial fordista»)
Crea grandes sinergias (vinculaciones, Crea pocas sinergias
aglomeraciones)
extranjero. Las economías de escala eran por tanto vitales para su teoría y
su práctica.
Un país sin industria, en cambio, debe obedecer las leyes de hierro de
los rendimientos decrecientes. Aunque el cambio tecnológico pueda des
plazar un poco el muro flexible, en cualquier caso permanece ahí. Ésa es
la diferencia principal entre las estructuras económicas de los países desa
rrollados y los subdesarrollados.
En su libro Principios de economía política (1848), el texto que iba a
dominar la economía inglesa durante el resto del siglo xix, John Stuart
Mili blandía la importancia crucial de los rendimientos decrecientes:
180.000 J ü
160.000
30
140.000
120.000
25
100.000 20
80.000 15
60.000
40.000 10
20.000 5
0 0
1961 1963 1965 1967 1969 1971 1973 1975 1977
mo tiempo la economía del país van contra todas las enseñanzas de la his
toria. Sólo la industrialización puede dar lugar a un sector agrícola eficaz.
D e hecho, todos los Estados fallidos del mundo comparten el hecho de su
frir frecuentes problemas de abastecimiento de alimentos y tener sectores
industriales muy débiles. En otro tiempo los economistas entendían tales
relaciones estructurales. Hoy día, en cambio, estudiamos los Estados fra
casados y las hambrunas como si fueran fenómenos totalmente inconexos,
divorciados de la estructura económica, cuando en realidad son efectos
complementarios del mismo conjunto básico de problemas. El resultado
es que la comunidad global suele tratar de remediar los síntomas, más que
las causas, de la miseria y las calamidades mundiales.
El biólogo Jared Diamond, en su libro Collapse (2005),25 logra brillan
temente lo que otros investigadores del genocidio de Ruanda no han con
seguido. Siguiendo la tradición de Robert Malthus, John Stuart M ili y Al-
fred Marshall, vincula el problema del genocidio a los rendimientos
decrecientes. Antes del genocidio Ruanda sufrió durante un tiempo una
disminución en la producción de alimentos p e r capita debido a los rendi
mientos decrecientes, la sequía y el agotamiento del suelo, fenómenos que
dieron lugar conjuntamente a una deforestación masiva. El resultado fue
un nivel espectacularmente creciente de la violencia y los robos cometidos
por jóvenes hambrientos y sin tierra. Diamond cita a un investigador fran
cés sobre Africa Oriental, Gerard Prunier: «La decisión de matar la toma
ron por supuesto determinados políticos y por razones políticas. Pero par
te de la razón al menos por la que la asumieron de forma tan generalizada
los campesinos corrientes [...] fue el sentimiento de que había demasiada
gente para tan poca tierra, y de que con una reducción de la población ha
bría más para los supervivientes».
Australia ha sido tradicionalmente muy consciente de los peligros de
especializarse en la producción de materias primas. Los economistas aus
tralianos percibieron que de seguir la teoría tradicional del comercio y es
pecializarse en abastecer al mundo de lana cruda, la primera consecuencia
habría sido la sobreproducción y una rápida caída del precio de la lana. En
segundo lugar, de no existir una fuente alternativa de empleo, el pastoreo
de ovejas y la producción de lana se habrían extendido a áreas inadecua
das para tales actividades.
Por eso los gobiernos australianos insistieron en crear su propio sector
industria], aunque nunca fuera a ser capaz de competir con la industria in
160 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
bía pasar por las siguientes fases, en rasgos generales: (1) Todos los países
necesitaron primero un periodo de libre comercio para cambiar las pautas
de consumo y crear así una demanda de productos industriales. A esto
siguió un periodo (2) en el que los pequeños Estados protegieron y conso
lidaron sus propias industrias (con actividades caracterizadas por rendi
mientos crecientes, incluidos servicios avanzados) y sinergias. A conti
g l o b a l iz a c ió n : l o s a r g u m e n t o s a f a v o r . 163
les, hay que ser muy grande o especializarse, y las líneas aéreas de media
no tamaño lo están pasando muy mal. La alternativa es crecer lo suficien
te como para mantener rentablemente su propio centro o centros de cone
xión, o — si cae por debajo de cierto nivel de ocupación— quebrar o
convertirse en una línea aérea regional que lleva a sus pasajeros a los cen
tros de conexión de las grandes líneas supervivientes. Las líneas Swissair
y Swiss son ejemplos de esos mecanismos, como lo son la mayoría de las
líneas aéreas europeas. D el mismo modo que las líneas aéreas de tamaño
medio tienen problemas para sobrevivir en un mercado global desregula
do, las economías industriales de tamaño pequeño y medio no pueden re
sistir el paso repentino al libre comercio. En ambos casos — economías
nacionales y líneas aéreas— existen tamaños mínimos eficientes por de
bajo de los cuales es imposible sobrevivir rentablemente. En ambos casos
existe la posibilidad de integrarse con los vecinos. Si hubiéramos permiti
do a esas economías industriales medias — como las de Perú o Mongo-
lia— desarrollar su industria mediante la protección, integrándose gra
dualmente con sus vecinos, se podrían haber hecho lo bastante fuertes
como para competir algún día en un mercado libre global. La teoría eco
nómica neoclásica, en cambio, ha bombardeado en cierto sentido Mongo-
lia hasta «devolverla a la Edad de Piedra», por utilizar una expresión esta
dounidense durante la guerra de Vietnam. Robert McNamara, antiguo
presidente del Banco Mundial, ha sido acusado de acuñar esa expresión
cuando era secretario de Defensa, pero al parecer nació entre los milita
res. Como veremos, existen formas mucho más sutiles de devolver a un
país a la Edad de Piedra que los bombardeos de alfombra o de saturación
y el mapalm.
Capítulo 5
GLOBALIZACIÓN Y PRIMITIVIZACIÓN:
CÓMO LOS POBRES SE HICIERON
AÚN MÁS POBRES
C o l o n ia s y p o b r e z a
India y África, de todo el Oriente Próximo y del Lejano Oriente, están to
davía tan atrasados como están».
El cuello de Churchill se enrojeció y se inclinó hacia adelante: «Señor
presidente, Inglaterra no ha pensado ni por un momento en perder su posi
ción privilegiada en los dominios británicos. El comercio que ha hecho
grande a Inglaterra proseguirá, y en las condiciones prescritas por los mi
nistros ingleses».
«Vea usted — dijo mi padre lentamente— ahí hay algo en lo que es pro
bable que no estemos de acuerdo usted y yo. Estoy firmemente convencido
de que si tenemos que llegar a una paz estable eso supondrá el desarrollo de
los países atrasados. Pueblos atrasados. ¿Cómo habrá que hacerlo? Eviden
temente, no se puede hacer con los métodos del siglo xvm. Ahora...»
«¿Quién está hablando de los métodos del siglo xvm?»
«Todos sus ministros recomiendan una política que extrae riqueza en
materias primas de los países coloniales, pero que no le devuelve nada al
pueblo de ese país. Los métodos del siglo xx suponen llevar la industria a
esas colonias. Los métodos del siglo xx incluyen aumentar la riqueza del
pueblo y su nivel de vida, educarlos, llevarles servicios sanitarios... asegurar
que obtengan un rendimiento por las materias primas de su comunidad.»3
A sí pues, hace tan sólo unos sesenta años, encontramos a Estados Uni
dos empleando todo su poder para impugnar la teoría económica de que
todos los países se podrían hacer ricos produjeran lo que produjeran. El
más cínico de mis amigos latinoamericanos diría que esto formaba parte
de un complot estadounidense para arrebatar a Gran Bretaña su posición
como potencia hegemónica global, pero creo que el plan Marshall de
muestra que había algo más que eso. Desde 1776 hasta el final de la se
gunda guerra mundial la práctica económica de Estados Unidos constitu
yó de hecho una guerra prolongada contra las teorías económicas que hoy
día impone en el mundo subdesarrollado. Pero los estadounidenses no es
taban solos en esa guerra ideológica; com o hemos visto, existe una conti
nuidad ininterrumpida de ese tipo de pensamiento — la idea fundamental
de que sólo ciertas actividades económicas producen riqueza— desde fi
nales del siglo xv hasta el reproche de Roosevelt a Churchill. De hecho,
desde una perspectiva histórica más larga, la fe en la capacidad del merca
do para crear automáticamente la armonía se limita a unos pocos parénte
sis históricos, rápidamente superados.
172 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
rrectamente sus propias teorías, que sólo sirven como pretexto para una
ideología etérea e insensata. Según la lógica de esa ideología, nada habría
impedido a Bill Gates acumular la misma fortuna de la que dispone hoy
día dedicándose al pastoreo de cabras en Mongolia. A menos que todas
las actividades económicas sean cualitativamente equivalentes como por
tadoras del desarrollo económico, la economía de los textos estándar se
viene abajo.
Pocos meses después el nivel de surrealismo se incrementó cuando el
economista estadounidense Jeffrey D. Sachs, un hombre a quien corres
ponde buena parte de la responsabilidad en la política económica que re
dujo a la mitad los salarios reales en Mongolia, sugirió en las páginas de
The Economist que el país debía especializarse en la producción de soft
ware para ordenadores. Dado que las teorías propuestas por el Banco
Mundial viven felizmente en un terreno al que no afectan las preocupacio
nes contextúales, Sachs podía, con la mejor intención, proponer esa bri
llante estrategia sin considerar el minúsculo detalle de que sólo el cuatro
por 100 de los habitantes de Mongolia fuera de la capital tienen acceso a la
electricidad; por no mencionar que evidentemente carecen de recursos
para comprar ordenadores y de la formación necesaria para aprovecharlos.
Sólo en ese extraño mundo de los textos de economía pueden los pas
tores nómadas de yaks sin teléfono ni electricidad competir de repente
con Silicon Valley y suministrarle software. Sólo en la teoría económica
se tarda tanto en hacer crecer un árbol como en cortarlo, en concreto el
mismo nanosegundo. La supuesta anécdota de María Antonieta pregun
tando por qué el pueblo no comía brioches si le faltaba el pan, fue objeto
de irrisión y sirvió como combustible para la revolución más poderosa de
la historia moderna; pero en este caso el cuento desgraciadamente no es
inventado, y Sachs preguntó efectivamente por qué los mongoles no se
especializaban en tecnología avanzada a pesar de carecer de la infraes
tructura e industrias más básicas. Una causa importante de ese aparente
absurdo está inserta en la estructura de la ciencia económica tal como la
practican la mayoría de las instituciones académicas. El status y prestigio
profesional se obtienen publicando artículos en revistas que revisan cole
gas de la misma opinión, y no estudiando el mundo real. Como en el caso
de Kafka, no existe ninguna relación entre la realidad de la que hablan las
autoridades y la que se puede observar sobre el terreno; como al protago
nista de la novela de Kafka, lo que destruyó la economía mongola fueron
180 LA GLOBALEACIÓN DE LA POBREZA
poderes que la gente no tenía por qué entender. Las estadísticas industria
les de Mongolia suministradas por las instituciones de Washington co
mienzan cuando ya había desaparecido la mayor parte de la industria;
pero la única estadística con la que cuentan efectivamente es idéntica a
la que se me hizo llegar en Mongolia para el periodo correspondiente, así
que no es que les falten los datos. Esa evaporación estratégica de la histo
ria completa la metáfora de Kafka. Según las estadísticas oficiales del
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en Mongolia nunca
existió industria. El «Ministerio de la Verdad» de Orwell no es pues pura
ficción.
Los políticos de hoy día abusan del concepto de plan Marshall apli
cando ese término a cualquier transferencia importante de recursos a los
países pobres. Nunca se insistirá demasiado en que el núcleo del plan
Marshall era la reindustrialización; la demanda y oferta de capital era en
sí totalmente secundaria frente a la estrategia principal de desarrollar la
vida industrial de un país. El plan Marshall se puso en marcha con una
elevada protección arancelaria de las industrias nacionales y reglas muy
estrictas para las transacciones monetarias. Se reconocía sin rebozo que el
empleo necesitaba una protección a largo plazo y que las divisas extranje
ras constituían un recurso escaso. En mi propio país, Noruega, por ejem
plo, esto dio lugar a una prohibición total de la importación de ropa hasta
1956, junto con severas restricciones a la transferencia de fondos al ex
tranjero. La importación de automóviles para su uso privado estuvo pro
hibida hasta 1960.
En mi opinión, el proceso de globalización que ha tenido lugar desde
mediados de la década de 1980 — pero sobre todo desde la caída del Muro
de Berlín— ha cobrado la forma de un plan Morgenthau. Las débiles eco
nomías del ex Segundo y Tercer Mundo — metafóricamente «en transi
ción»— se han visto sometidas a terapias de choque, convirtiéndolas, lite
ralmente de la noche la mañana en algunos casos, en un libre comercio sin
trabas. Un país como Mongolia vio cómo el noventa por 100 de su indus
tria desaparecía en tan sólo dos o tres años; en países como Rusia y Perú
la mitad de los empleos industriales se perdieron en unos pocos años fre
néticos que también vieron reducirse a la mitad los salarios reales. La re
lación entre tales pérdidas de empleo y de salarios reales no es casual. La
globalización se ha convertido en un nuevo proceso de «colonización»
mediante lo que era en realidad un plan Morgenthau: una colonia, ahora
como hace cinco siglos, es fundamentalmente un país al que sólo se per
mite producir materias primas.8
El problema que afrontamos hoy día, no obstante, es que la reindustria
lización es mucho más difícil de lo que era antes. Aunque la ideología más
extrema esté condenada a sucumbir más prónto o más tarde ante el horror
por los crímenes económicos perpetrados en nombre de la globalización
en la periferia económica del mundo, la reversión de ese proceso será mu
cho más difícil ahora que en 1947. En el siglo x x los países pobres podían
alcanzar a los ricos mediante la «ingeniería inversa», desmantelando por
ejemplo un automóvil estadounidense para producir una marca nacional
GLOBALIZACIÓN Y PRIMITIVEACIÓN. 183
ción de Italia en el siglo xix, y en la década de 1990 las primeras bajas del
libre comercio fueron las industrias checa y brasileña de fabricación de or
denadores. En casos extremos un país puede quedar prácticamente desin
dustrializado, como sucedió en Mongolia durante la década de 1990.
Cuando una cadena internacional de valor resulta «cortada en rodajas»
por la subcontratación y la deslocalización, los países más avanzados se es
pecializan en la producción de artículos intensivos en capital y en inno
vaciones, en los que la escala y los rendimientos crecientes son elementos
clave. Los países menos avanzados, en cambio, se especializan en la produc
ción de tipo maquila (plantas de montaje), de artículos de baja tecnología, ca
rentes de efectos de escala en la etapa de montaje. Un efecto frecuente de esto
es que el libre comercio destruye más que aporta en términos de riqueza na
cional. Como ejemplo, los salarios reales mexicanos cayeron drásticamente
cuando el acuerdo del ALCAN diezmó paulatinamente «sectores enteros»
tradicionales al tiempo que incrementaba las actividades de simple montaje
(maquila). Las industrias con rendimientos crecientes desaparecieron para
dejar paso a actividades con rendimientos constantes, «primitivizando» así
el sistema productivo nacional. Constatamos así casos de «destrucción des
tructiva», esto es, destrucción que no da lugar a actividades regeneradoras.
O O O) 05 O)
Aunque la evolución de los términos de intercambio (relación entre los precios de las
exportaciones y los de las importaciones) es un fenómeno complejo—en el que influ
yó, por ejemplo, la conmoción del petróleo en la década de 1970— podemos obser
var una mejora sorprendente en los términos de intercambio de Perú cuando se in
dustrializó, mientras que la desindustrialización tuvo el efecto contrario.
Fuente: Santiago Roca y Luis Simabuco, «Natural Resources, Industrializaron and Fluctuating
Standardsof Living in Perú, 1950-1997: A Case Study of Activity-Specific Economic Growth»,
en Erik Reinert (ed.), Globalization, Economic Development and Inequality: An Alternative
Perspective, Cheltenham, 2004.
suelo del mercado laboral, dando lugar a una reducción de los salarios.
Los mercados internacionales de bienes pueden entonces presionar a la
baja sobre el precio relativo del artículo en cuestión y sobre el salario na
cional. Al no disponer de empleos alternativos para la mano de obra, la
producción de bienes se puede extender a zonas con rendimientos decre
cientes, reduciendo la productividad marginal del trabajo.10 Se crea así un
círculo vicioso autorreforzado que sólo se puede interrumpir reintrodu-
ciendo en el país actividades con rendimientos crecientes.
La argumentación australiana a principios del siglo x x en favor de la
creación de un sector industrial, aunque no fuera intemacionalmente
competitivo, estaba destinada precisamente a evitar que se produjera esa
186 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
dos grupos de estados— y el esfuerzo del norte por industrializar las hilatu
ras de algodón— fue un factor importante en la evolución que condujo a la
guerra civil americana. En la revolución tecnológica fordista la creciente
demanda de caucho tuvo algunos efectos muy negativos sobre el bienestar
de la población en los países productores de ese artículo. Un caso particu
larmente odioso de maltrato, esclavitud y brutalidad hacia los indios reco
lectores del caucho en la ribera del Amazonas — el llamado Asunto Putu
mayo— provocó un importante escándalo en Inglaterra y otros países
europeos en 1912-1913. El gran volumen de documentos oficiales ingleses
relativos a aquel asunto indica la importancia que se le concedió en su mo
m ento.17 El norte entró en un nuevo paradigma tecnoeconómico fordista,
pero sus efectos en la periferia amazónica fueron principalmente negati
vos. El teatro de ópera en la ciudad de Manaos todavía atestigua los benefi
cios que se obtuvieron del comercio, más que en la producción física, del
caucho natural.
« L a m u e r t e d e l a d i s t a n c i a »: c o n s e c u e n c ia s p a r a l a p e r if e r ia
Del mismo modo que el hombre adulto olvida los dolores que le costó
aprender a hablar, los pueblos, en los días de madurez del Estado, olvidan
lo que se necesitó para liberarlos de su brutal salvajismo primitivo.24
Cuando l a b o n d a d n o s p e r ju d ic a
* Und was fü r Schaden auch die Bósen thun mógen: der Schaden der Guten ist der
schddlichste Schaden.
206 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Q u in ie n t o s a ñ o s d e s a b id u r ía p e r d id o s
lo 2 vimos que la Guerra Fría redujo la economía a una guerra civil entre
dos facciones de la economía ricardiana, laminando la concepción cuali
tativa anterior de los sistemas de producción. Aun así, resulta difícil en
tender cómo el coro de los economistas contemporáneos, cantando casi al
unísono, puede bloquear el acceso al nivel político de la vieja concepción
del crecimiento económico nacional como interrelación entre las activi
dades con rendimientos crecientes en las ciudades y las actividades con
rendimientos decrecientes en el campo. Hace tan sólo sesenta años, cuan
do lanzó el plan al que ha quedado asociado su nombre, el secretario de
Estado George Marshall exaltaba esa interrelación como la propia base
de la civilización occidental.
Cuando era importante construir una línea de defensa para proteger a
Asia y Europa frente a la amenaza comunista, Estados Unidos entendió
que la forma de crear riqueza era industrializar los países que tenían fron
tera con el comunismo — desde Noruega y Alemania hasta Corea y Ja
pón— y apoyar con entusiasmo ese proyecto, económica, política y m ili
tarmente. Pero cuando desapareció la amenaza comunista, los países
desarrollados comenzaron rápidamente a aplicar una política económica
parecida en sus peores aspectos a la vieja política colonial británica, que
tenía el efecto opuesto en los países pobres. Los propios Estados Unidos
se industrializaron oponiéndose a esa política de libre comercio prematu
ro, contra la que Roosevelt, con gran autoridad moral, le plantó cara a
Churchill y su política colonial durante la segunda guerra mundial.
Durante las décadas de 1950 y 1960, cuando los países cercanos al Se
gundo Mundo se industrializaron con gran éxito, Estados Unidos sabía
muy bien cómo hacer ricos a los países pobres: mediante su propia estra
tegia durante el siglo xix. ¿Cómo ha podido suceder que los gobiernos es
tadounidenses hayan dejado de entender el vínculo entre industrialización
y «civilización», percibido tan claramente desde George Washington has
ta George Marshall? ¿Cómo ha llegado a suceder que Occidente, en lugar
de contribuir a mejorar el bienestar mundial — como hizo Estados Unidos
después de la segunda guerra mundial— protagonice ahora terribles car
nicerías en fútiles intentos de llevar a bombazos a países preindustriales a
la democracia? A nuestra mente acude la expresión «ignorancia oportu
nista» de Gunnar Myrdal cuando este o aquel país parece incapaz de reco
nocer que determinadas medidas atentan contra sus propios intereses in
mediatos. En ese marco, la vieja definición de un liberal (en el sentido
ÚLTIMAS CORTINAS DE HUMO 215
Para dar un ejemplo: usted observa una zona pobre de la ciudad habita
da por gente que se gana la vida fregando platos en restaurantes y lustran
do zapatos, y una zona rica de la misma ciudad habitada por corredores de
bolsa y abogados. Su tarea consiste en explicar las diferencias de renta en
tre unos y otros dentro de la lógica de la teoría del comercio internacional,
lo que significa que no se le permite mencionar que la diferencia de renta
entre las dos zonas de la ciudad es consecuencia directa de las diferencias
en el potencial de ganancia de las profesiones en cuestión. La caja de ins
trumentos de esa teoría no contiene ningún instrumento con el que usted
pueda observar diferencias cualitativas entre distintas actividades econó
m icas.9 Los economistas, imposibilitados de decir que las diferencias en
tre las ganancias de los limpiabotas y los corredores de bolsa son conse
cuencia directa de diferencias intrínsecas entre las dos profesiones,
aparecen con explicaciones que aluden a efectos secundarios de la causa
principal: los pobres no tienen suficiente formación (ignorando el hecho
de que no se puede invertir rentablemente en una educación que mejore los
ingresos de limpiabotas o friegaplatos), los pobres no han ahorrado bas
tante (sin ver que sus escasas rentas les impiden ahorrar), los pobres no han
innovado lo suficiente (sin apreciar que las posibilidades de innovación en
el lustrado de zapatos son más limitadas que en otros campos), etc., etc.
Algo que era muy obvio para los economistas estadounidenses alrede
dor de 1820 es que un país — del mismo modo que una persona— no puede
romper tales círculos viciosos sin cambiar de actividad. En el caso de Esta
dos Unidos, eso significaba el proyecto de industrialización que durante un
218 LA G LOBALIZACIÓN DE L A POBREZA
A medida que iba quedando cada vez más claro que el mercado por sí
solo — contrariamente a la teoría prevaleciente— no daría lugar a una ni
velación de la renta mundial, se intensificaba la búsqueda de nuevas ex
plicaciones que no violaran las hipótesis de los textos estándar de econo
mía. Era obvio que el capitalismo precisaba derechos de propiedad para
funcionar adecuadamente, y dado que se podía constatar que en los paí
ses pobres esos derechos eran más imprecisos que en los ricos, se enarbo-
laron las deficiencias en los derechos de propiedad como causa principal
del subdesarrollo. La razón de la pobreza en la periferia no era pues el ca
pitalismo, sino que los países pobres todavía no fueran lo bastante capita
listas.
El razonamiento en cuestión aseguraba que si los masai eran pobres y
seguían apegados a la agricultura de subsistencia era porque carecían de
derechos de propiedad. Y o argumentaría que, aunque en el desarrollo
económico se dan muchos casos en los que la flecha de la causalidad se
mueve simultáneamente en ambas direcciones (coevolución), en el caso
de los masai es más probable que carecieran de derechos de propiedad
porque son pobres y permanecen apegados a la agricultura de subsisten
cia. Con otras palabras, el problema reside en su modo de producción
— agricultura de subsistencia en vez de, digamos, industria— y no en un
dispositivo institucional en sentido estricto. Una institución que encaja en
ÚLTIMAS CORTINAS DE HUMO 223
tado fue fundada por nuestros antepasados, sino que lo que debemos en
tender y explicar es p o r qué se creó, ya que es conociendo su causa como
obtenemos conocimientos sobre una cosa». Esta declaración metodológi
ca se encuentra en un análisis de la Constitución florentina escrito en
1413 a petición del emperador Segismundo del Sacro Imperio Romano.
Su autor, Leonardo Bruni (1369-1444), pertenecía a la escuela del huma
nismo cívico, la ideología de las ciudades-Estado más prósperas del Rena
cimiento.17
Por otra parte, desde hace mucho se reconoció que es el modo de pro
ducción el que moldea y determina las instituciones, y no al revés. En
1620 Francis Bacon formuló una opinión que iba a prevalecer en las cien
cias sociales durante casi dos siglos: que existe una diferencia muy nota
ble «entre la vida de los hombres en la parte más civilizada de Europa y en
las regiones más salvajes y bárbaras de la Nueva India [...] y esa diferen
cia no proviene del suelo, ni del clima, ni de la raza, sino de las artes» [la
cursiva es m ía].18 Bacon es claro como el cristal sobre la causalidad en
cuestión: Las actividades humanas — su modo de producción— determi
nan sus instituciones. Thorstein Veblen, uno de los fundadores de la vieja
escuela institucional, también insistía en que la flecha de la causalidad iba
desde las actividades cotidianas hacia las instituciones.
Precisamente porque las instituciones y el modo de producción de
una sociedad evolucionan unidos, no se pueden estudiar provechosamen
te las instituciones aisladas del sistema tecnológico que las propicia y las
crea. Últimamente se ha sobrevalorado un miembro de la ecuación — ins
tituciones aisladas como instrumentos para favorecer el desarrollo— ,
desviando con ello nuestra percepción del desarrollo económico e insti
tucional.
En su novela de 1882 D e lycksaligas ó (‘La isla de los bienaventura
d os’), el autor teatral sueco August Strindberg analiza la relación entre
modo de producción e instituciones económicas. En la novela, ambienta
da en el siglo xvni, un grupo de convictos suecos, incluidos dos jóvenes
estudiantes que habían insultado al rey, experimentan una sucesión de
naufragios al estilo Robinson Crusoe en su viaje hacia una colonia lejana
a la que nunca llegan. Encabezados por los estudiantes, los convictos, ya
libres de cualquier autoridad, establecen su propia sociedad y debaten
conscientemente la abolición o establecimiento de las instituciones a las
que estaban habituados en su país. Arribados primero a una isla tropical,
226 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
tes de los países ricos tienen empleos adonde ir, los pobres de este mundo
dependen de su capacidad empresarial cotidiana para sobrevivir. Lo que
varía enormemente son las oportunidades para que una empresa tenga
éxito en los países pobres. La escasez de demanda, la falta de ofertas, la
carencia de capital y el tipo de competencia que se da en los mercados de
productos sin elaborar mantienen atrapados a los países pobres en una si
tuación en la que el éxito empresarial es extremadamente difícil. Como es
lógico, un creciente número de pobres dirige su iniciativa empresarial a
abandonar su propio país y trasladarse a alguno de los países que — gra
cias a sabias políticas ahora declaradas fuera de la ley— han conseguido
históricamente introducirse en los círculos virtuosos de los rendimientos
crecientes, las sinergias y la competencia imperfecta.
8. Rectificar la educación
9. Rectificar el clima
Pronto se aprecia una desviación aún más marcada del credo indivi
dualista. Los colonos británicos recién llegados emprenden una furiosa
campaña contra uno de sus artículos más apreciados. Descartan todas las
teorías del libre comercio con el mundo exterior y aplican elevadas tasas a
la importación de cualquier producto que la colonia pueda suministrar en
una cantidad suficiente para sus propias necesidades, e incluso sobre los
productos del país bajo cuya bandera vive. Creen que sólo de esa forma
podrán convertir su nueva tierra en un territorio próspero para la emigra
ción desde la antigua, y que una prosperidad tan amplia como ansian no se
alcanzará mientras estén sometidos a la competencia sin restricciones del
Gran Capital, el poder de un crédito ilimitado y la mano de obra mal paga
da de su antigua patria. Lanzan sus excedentes a su propio mercado con
precios bajos a fin de evitar una caída en la cantidad mucho mayor que el
exportador vende allí. Cuando se le dice al colono que obtener esos artícu
los tan baratos es una ventaja, se niega a reconocer el derecho de ningún
hombre a recibir tales beneficios a costa de hacer sufrir a su propio pueblo.
Además de esos incentivos a una política proteccionista, el colono de
sea que los niños que crecen a su alrededor tengan la posibilidad de adqui
236 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
a bajo precio sus productos excedentes a los países pobres, y que éstos se
niegan a ver esos productos baratos como una ganga. En la jerarquía de las
naciones, la que no sea capaz de proteger su industria estará condenada a la
maldición bíblica de trabajar como «leñadores y aguadores» para naciones
más ricas (Josué, 9:23).32 Esta frase se utilizaba habitualmente en Estados
Unidos como parte de la argumentación para proteger la industria. La B i
blia reconoce así una jerarquía de habilidades — similar al índice de Cali
dad de Actividades Económicas (Apéndice V)— en el que los leñadores y
aguadores aparecen al final. Esta opinión es incompatible con la filosofía
de la teoría predominante del comercio internacional.
Nuestro colono neozelandés entendía la importancia para la industria
de las habilidades mecánicas, y también entendía el argumento de la si
nergia que se remonta a Antonio Serra en 1613: una industria no sobrevi
ve aislada. También entendía el problema potencial de la manipulación
del mercado que tanto preocupa hoy día al Consenso de Washington. Pero
si la gente es instruida y rica se constituirá una democracia capaz de
afrontar ese problema. Podemos añadir que esto es infinitamente más fá
cil si el patrono rico está en el extranjero que si es nacional. En cualquier
caso, el problema de la distribución interna de la renta es mucho menos
grave que el de quedarse atrapado como productor de materias primas allí
donde los agricultores no disponen de un mercado interno suficiente para
sus productos.
El efecto más importante del clima en el desarrollo económico se pro
duce de forma indirecta, como consecuencia de la confrontación de dis
tintos modos de producción, distintas pautas de asentamiento y distintos
intereses creados de los colonos. Singapur — uno de los países más ricos
del mundo— está situado sólo un grado por encima del ecuador, y su ri
queza no es consecuencia de hallarse en alguna «bolsa» extraña de clima
templado, sino que se debe a una población importada (asiática y blanca)
lo bastante grande como para crear industrias y mantener una política in
dustrial ilustrada. El éxito tropical de Malasia se ha visto sin duda influido
en gran medida por el de Singapur, que se separó de Malasia en 1965.
Desde el siglo xvi se sabe que la geografía y el clima influyen sobre la
ubicación de la industria, pero también se sabía ya entonces que las des
ventajas de la geografía y el clima no sólo se podían sino que se debían
compensar mediante una política económica adecuada para poder cons
truir un sector industrial. Cuanto mayores sean las desventajas geográfi
238 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Junto con las pistas falsas y callejones sin salida teóricos descritos en
el capítulo anterior, el Fin de la Historia propició un intento de erradicar la
pobreza — o más bien de eliminar los síntomas de la pobreza— , presenta
do como un gigantesco y ambicioso proyecto denominado Objetivos de
Desarrollo del M ilenio (ODM). A primera vista los ODM parecían propó
sitos muy nobles para un mundo urgentemente necesitado de una acción
sustancial capaz de resolver acuciantes problemas sociales. Incluían va
liosas metas como la reducción a la mitad de la proporción de personas
que viven con menos de un dólar al día y de las que pasan hambre, la re
ducción de las enfermedades y de la mortalidad infantil, así como objeti
vos educativos y ambientales. Sin embargo, los ODM se basan en princi
pios totalmente nuevos con efectos a largo plazo que no están bien
concebidos ni entendidos. En este capítulo trataré de explicar por qué la
atención primordial a la reducción de la pobreza es errónea y por qué los
ODM no representan una buena política social a largo plazo. El texto se
242 LA GLOBAL1ZACIÓN DE L A POBREZA
Nota: En un sistema cerrado con tasa de empleo constante, la única forma en que
puede crecer el PIB per capita es mediante un «círculo virtuoso». Sin embargo, el
sistema se puede interrumpir en cualquiera momento; por ejemplo, si el aumento de
la demanda se dirige únicamente hacia productos extranjeros, el círculo se romperá.
Fuente: Erik Reinert, International Trade and the Economic Mechanisms of Underdevelopment,
Ph. D. thesis, Cornell University, 1980 (texto ligeramente modificado).
F ig u r a 16. Los círculos virtuosos del desarrollo económico-plan Mar
shall.
244 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Nota: Es inútil tratar de romper el sistema en un solo punto, por ejemplo, aumentando
la inversión cuando los salarios son aún bajos y la demanda escasa. Un ejemplo de
esto es la escasa utilización de capital y el exceso de capacidad en los países menos
desarrollados de Latinoamérica.
Fuente: Erik Reinert, International Trade and the Economic Mechanisms of Underdevelopment,
Ph. D. thesis, Cornell University, 1980 (texto ligeramente modificado).
estables desde la época en que fueron empleados por primera vez por En
rique VII de Inglaterra en 1485 hasta su uso en Corea en la década de
1970. Durante las últimas décadas las actividades schumpeterianas y sus
explosiones de productividad (el principio ilustrado en la Figura 6) cata
pultaron igualmente el nivel de los salarios reales en Irlanda y Finlandia,
los últimos países europeos liberados del colonialismo. Por otra parte, en
mi opinión muchos de los problemas actuales son consecuencia de la de
cisión tomada por las instituciones de Washington de proscribir como
«ilegales» los instrumentos necesarios para crear actividades con rendi
mientos crecientes, empleados por todos los países que se desarrollaron
desde Venecia y Holanda.
Tras la segunda fuerra mundial, esos principios no tuvieron el mismo
éxito en todos los países. Algunos de los más afortunados (como Corea
del Sur) protegieron temporalmente las nuevas tecnologías destinadas al
mercado mundial, mientras que algunos de los más desafortunados prote
gieron permanentemente tecnologías maduras, destinadas a menudo a su
pequeño mercado nacional, limitando la competencia (como algunos paí
ses de Latinoamérica) (véase en el Apéndice IV la comparación entre
prácticas proteccionistas «buenas» y «malas»). Sin embargo, como se
ve en el ejemplo de Perú (Figura 14), en muchos países los salarios reales
eran considerablemente más altos cuando existía ese sector industrial
poco eficiente que hoy día, cuando ha desaparecido prácticamente. Du
rante siglos se entendió que disponer de un sector industrial — aunque
fuera menos eficiente que el de los países más ricos— producía salarios
reales más altos que no disponer de ningún sector industrial. A sí pues, si
era ineficiente, el sector industrial debía ganar eficiencia, en lugar de ce
rrarlo. Éste es probablemente el elemento más importante que quedó en el
olvido con el «Fin de la Historia» de 1989.
En su forma más simple, el argumento en cuestión nació del papel en la
teoría del comercio internacional de los rendimientos crecientes y decre
cientes como puntos de partida para círculos virtuosos y viciosos de creci
miento o pobreza. Como vimos en el capítulo anterior, la ignorancia de
esos mecanismos puede dar lugar a una polarización del factor precio en
lugar de una nivelación. En 1603 Antonio Serra habló por primera vez de
los rendimientos crecientes, los círculos virtuosos y la diversidad econó
mica como elementos necesarios para la creación de riqueza. Este princi
pio fue utilizado casi continuamente — con breves interrupciones— hasta
ECONOMÍA PALIATIVA 247
Leyendo lo que Adam Smith, supuesto adalid del libre comercio, dice
sobre el desarrollo económ ico en sus primeras fases, se ve que sus opinio
nes son muy parecidas a las de los economistas clásicos del desarrollo
cuando propugnaban la industrialización. En su obra La teoría de los sen
timientos m orales,6 Adam Smith argumentaba que la promoción de nue
vas industrias no tiene como fin ayudar a los productores ni a los consu
midores, sino mejorar el «gran sistema de gobierno».
Como expuse en el Capítulo 4 , cabe también argumentar que Adam
Smith era un mercantilista mal entendido, que aun defendiendo enérgica
mente las medidas mercantilistas del pasado, argumentaba que Inglaterra
ya no las necesitaba. Alabó las leyes de navegación que protegían la in
dustria y el transporte naval inglés frente a Holanda, argumentando que
«son tan sabias [...] com o si hubieran sido dictadas por la más cauta provi
dencia» y que mantenerlas había sido «quizá la más sabia de todas las re
gulaciones comerciales que se han dictado en Inglaterra».7 Sea como sea,
Smith describía un desarrollo que se había hecho autosostenido — una es
pecie de efecto de bola de nieve— a partir de las medidas proteccionistas
del pasado. En La Riqueza de las Naciones utilizó una sola vez la expre
sión de la «mano invisible», cuando defendía el objetivo clave de la susti
tución de importaciones de la política mercantilista y para referirse a la
preferencia del consumidor por la industria nacional frente a la extranje
ra,8 algo que sólo podía suceder cuando «el mercado» había asumido el
papel que anteriormente habían desempeñado las medidas proteccionistas
y la industria nacional ya no necesitaba esa protección.
La práctica del desarrollo económico ha consistido en emular y produ
cir «copias» menos eficientes de la estructura económica de los países ri
cos. Las características clave de esa estructura económica — una significa
tiva división del trabajo (entre un gran número de sectores industriales y
profesiones distintas) y un sector con rendimientos crecientes (industria y
servicios intensivos en conocimiento)— fueron codificadas por economis
tas como Antonio Serra ( 1613), James Steuart ( 1767), Alexander Hamilton
( 1791) y Friedrich List ( 1841). Como vimos en el capítulo 1, esos princi
pios se han olvidado a veces: en Francia en la década de 1760, en todo el oc
cidente europeo en la de 1840 y en el mundo entero en la de 1990.
Sin embargo, todos esos periodos acabaron provocando grandes trau
mas sociales. La fisiocracia creó en Francia una gran escasez de pan,
contribuyendo al desencadenamiento de la Revolución Francesa.9 La eu
ECONOMÍA PALIATIVA 249
Q ué hacer entonces
res de bienes y servicios. Los aranceles pueden crear incentivos para trasla
dar la producción a mercados laborales más baratos. Históricamente esto se
ha entendido como un intercambio consciente entre los intereses del hom
bre-como-asalariado y los del hombre-como-productor. La idea de que la
industrialización generaría rápidamente empleo y salarios — que compen
sarían con mucho los costes temporalmente más elevados de los productos
industriales— estaba en el núcleo de la industrialización mediante sustitu
ción de importaciones, que tuvo mucho éxito en Latinoamérica.
La idea de que una mayor «apertura» mejoraría la suerte de los países
pobres es a un tiempo antiintuitiva y contraria a la experiencia histórica.
En muchos casos, la «apertura» intempestiva de una economía atrasada
destruyó la pequeña actividad industrial existente, exacerbando así la gra
vedad de la situación. Los juiciosos teóricos del desarrollo de otras épocas
— James Steuart y Friedrich List— insistían en la necesidad de abrirse al
comercio lentamente a fin de dar al sector productivo del socio comercial
más pobre tiempo para adaptarse. Este fue también el planteamiento de la
Comunidad Económica Europea para la integración de España en 1986.
Con el triunfalismo posterior a 1989 todo esto se echó en el olvido: la «te
rapia de choque» se convirtió en la única práctica admisible.
Desde la unificación de Italia en el siglo xix hasta la integración de
Mongolia y Perú en la década de 1990, la experiencia histórica ha demos
trado que el libre comercio entre países con niveles de desarrollo muy di
ferentes tiende a destruir la industria más eficiente en los países menos
eficientes. Ya me he referido a este fenómeno corriente como efecto Va-
nek-Reinert. Se produjo en Francia tras las guerras napoleónicas, durante
la unificación de Italia y en el Segundo y el Tercer Mundo durante el «Fin
de la Historia». El primer sector devastado es la industria avanzada, y el
último la agricultura de subsistencia, la menos avanzada. La sucesión es:
1) desindustrialización, 2) merma de la agricultura, 3) despoblación. Este
fenómeno se puede observar en muchos países, por ejemplo en el sur de
M éxico y en Moldavia en la periferia europea, donde sólo la población
por encima de sesenta años y por debajo de catorce permanece en el país
mientras que los que están en edad de trabajar lo hacen en el extranjero.
En Perú y en Mongolia, como en muchos otros países, los salarios rea
les alcanzaron un máximo durante el periodo de «ineficiente» sustitución
de importaciones. Lo que la economía predominante no ve es que los
puertos, aeropuertos, carreteras, centrales eléctricas, escuelas, hospitales
254 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
den buscar trabajo en Estados Unidos, ¿pero adonde irán 650 millones de
agricultores indios situados en la misma tesitura por el «libre comercio”?
En los países más pobres se contraponen actualmente la maximización
del comercio internacional — lo que pretende la política actual— y la ma
ximización del bienestar humano. Es exactamente el mismo problema
que el economista francés del siglo xvm Simón Linguet señalaba como
consecuencia de la política fisiócrata de la época. Esa importante contra
posición entre libertad de comercio y liberación del hambre tiene que
plantearse de forma diferente hoy día, no sólo compensando las pérdidas
(y aumentando la dependencia) de los países pobres mediante un aumento
de la ayuda al desarrollo.
La historia ha demostrado que los círculos viciosos de la pobreza y el
subdesarrollo sólo pueden atacarse eficazmente cambiando cualitativa
mente la estructura productiva de los países pobres con Estados fallidos.
Una estrategia con posibilidad de éxito exige incrementar la diversifica
ción y postergar los sectores con rendimientos decrecientes (materias pri
mas y agricultura tradicionales) en favor de sectores con rendimientos
crecientes (industria y servicios intensivos en tecnología), creando de
paso una compleja división del trabajo y nuevas estructuras sociales.
Además de menguar la agricultura de subsistencia, eso creará un mercado
urbano para bienes elaborados que inducirá especialización e innovación,
aportará nuevas tecnologías, creará empleo alternativo y sinergias econó
micas capaces de consolidar el Estado-nación. La clave para el desarrollo
coherente es la interrelación entre sectores con rendimientos crecientes y
decrecientes en el mismo mercado laboral.16
D if e r e n c ia s e n t r e e l c o m p a d r e o m a l t u s ia n o y e l
SCHUMPETERIANO
La d iv e r s id a d c o m o c o n d ic ió n p a r a e l d e s a r r o l l o
R esta u r a r u n a t e o r ía m á s e x h a u s t iv a
Tras la caída del Muro de Berlín sólo quedaron en pie distintas varian
tes de la economía neoclásica, que sin embargo es, en palabras de Nicholas
Kaldor, una teoría no comprobada. Aunque proporcionó una protección
ideológica eficaz durante la Guerra Fría, nunca se ha construido un país
sobre esa base teórica. En 1990 las medidas recomendadas se formularon
acudiendo a la «ley» de Samuelson de la nivelación del factor precio y se
dejaron de lado otras importantes contribuciones teóricas. Tres ideas clave
del padre fundador de la economía neoclásica, Alfred Marshall, se perdie
ron al alejarse ésta de la comprensión cualitativa de la producción indus
trial para ir a refugiarse en las matemáticas contenidas en los apéndices de
los Principios de Economía (1890). Marshall no sólo había prescrito como
una buena política de desarrollo los impuestos sobre las actividades con
rendimientos decrecientes a fin de subvencionar las actividades con rendi
mientos crecientes, sino que también insistió en la importancia para un
país de introducirse en los sectores donde se localiza el mayor progreso
técnico, así como en el papel de las sinergias (distritos industriales).
La sucesión de modas descrita en el capítulo 6 soslayaba varios puntos
ciegos fundamentales de la economía neoclásica:
«Industria» «A gricultura»
Riqueza generalizada sólo en las ciu Tradicionalmente muy pocos efectos
dades con artesanos e industria, expli sistémicos, ausencia de ben comune.
cada como efecto sistémico: il ben co-
mune (Florencia, siglo xm).
La experiencia de España en el siglo La experiencia de España en el siglo
xvi: las auténticas minas de oro son las xvi: la desindustrialización y la vuelta
industrias manufactureras, porque el a la agricultura aumentan la pobreza:
oro procedente de América acaba en para un país es mejor contar con un
ciudades industriales fuera de España sector industrial relativamente inefi
(algo que todos sabían en el siglo x v i i ). ciente que no tener ninguno (véase en
la Figura 13 un paralelismo con la ac
tual Latinoamérica).
Oportunidades para la innovación con Pocas oportunidades para la innova
centradas en pocas actividades (todas ción (hasta muy recientemente).
ellas urbanas: Botero, 1590) (Pérez y
Soete, 1988).
Riqueza generalizada debida a una Tradicionalmente, escasa diversidad.
gran diversidad/minuciosa división del Muy poca división del trabajo (Adam
trabajo/ maximización del número de Smith). División del trabajo secuen-
profesiones (Serra, 1613). División del cial con las estaciones, desde la labran
trabajo simultánea. za hasta la cosecha.
La especialización internacional indu La especialización choca con el muro
ce rendimientos crecientes/economías flexible de los rendimientos decrecien
de escala, con lo que caen los costes y tes y los costes crecientes/caída de la
las barreras a la entrada y aumentan productividad (desde el Génesis hasta
los beneficios (Serra, 1613). Ricardo y John Stuart Mili).
El aumento de población es necesario El aumento de población es un proble
a fin de crear mercados/escala para la ma debido a los rendimientos decre
industria (teoría de la población en Eu cientes y la falta de tierra (Malthus).
ropa antes de Malthus).
Importantes sinergias entre la ciudad y Sólo los agricultores que comparten un
el campo: sólo los agricultores cercanos mercado laboral con actividades indus
a las ciudades industriales producen efi triales son ricos: mercado para sus pro
cientemente (Europa desde el siglo ductos, mercado para la mano de obra
xviii hasta el plan Marshall en 1947). excedente, acceso a la tecnología (Es
tados Unidos/Europa en el siglo xix).
264 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
«Industria» «A gricultura»
Para un país es «buen comercio» la ex- La exportación de materias primas e
portación de productos manufacturados importación de productos manufactu-
e importación de materias primas, así rados es «mal comercio» para un país
como el intercambio de unos productos (King, 1721).
industriales por otros (King, 1721).26
Competencia dinámica imperfecta. Competencia perfecta (competencia
entre las mercancías).
Actividades con gran aumento de la Actividades con escasa elasticidad de
demanda al crecer la renta. La Ley de la demanda en relación con la renta
Verdoom vincula el aumento de la de- (cuando la gente se enriquece suele de
manda con el de la productividad. jar de utilizar esos productos).
«Explosiones de productividad» desde Lento crecimiento de la productividad
el siglo xv. hasta después de la segunda guerra
mundial.
Producción estable que se puede ajustar Producción/sobreproducción cíclica
fácilmente a la demanda, se evita la so- (sin posibilidad de almacenar produc-
breproducción almacenando materias tos semielaborados).
primas y productos semielaborados.
Precios estables. Grandes fluctuaciones de precios. El
momento de la venta es a menudo más
importante para los ingresos efectiva
mente obtenidos que las habilidades
en la producción.
Crea una clase media y las condiciones Generalmente favorece una estructura
para la democracia («El aire de la ciu- de clases de tipo feudal,
dad nos hace libres»).
Concede capacidad de negociación a Salarios reversibles y pagos en espe-
los sindicatos e irreversibilidad a los cié.
salarios: «inercia» de los salarios mo
netarios.
Predominan las innovaciones en el Predominan las innovaciones en el pro
producto que, cuando éste madura, sé ceso; las innovaciones en el producto
convierten en innovaciones en el pro- provienen de fuera del sector (tractores
ceso. Ford, semillas Monsanto, biotecnolo
gía).
ECONOMÍA PALIATIVA 265
«Industria» «A gricultura»
El cambio tecnológico propicia sala- El cambio tecnológico propicia princi-
rios, beneficios e impuestos más altos pálmente reducciones de precios en los
en los países productores («régimen sa- países consumidores (Singer, 1950).
larial fordista»).
Los Términos de Intercambio tienden Los Términos de Intercambio tienden
a mejorar con el tiempo en compara- a empeorar con el tiempo en compara
ción con la agricultura. ción con los productos industriales.
Crea grandes sinergias (vinculaciones, Crea pocas sinergias,
aglomeraciones).
C r e c ie n t e d e s ig u a l d a d e n E uropa
Como hemos visto, nuestra incapacidad actual para entender por qué
tantos países siguen siendo pobres está íntimamente ligada a varios pun
tos ciegos que hacen extremadamente difícil, si no imposible, desarrollar
una teoría del desarrollo desigual. Cualquier solución a largo plazo para
Africa y otras regiones pobres del planeta tendrá que basarse en una teoría
del desarrollo desigual, actualmente casi inexistente. Esa teoría, que per
mitió el éxito de ciertos programas económicos durante cinco siglos
— desde la Inglaterra de Enrique VII en 1485 hasta la integración de Es
paña y Portugal en la Comunidad Europea en 1986— está ahora práctica
mente extinta.
El planteamiento actual hacia los países pobres está muy sesgado en
favor de la economía paliativa, o con otras palabras del alivio de las con
secuencias de la pobreza más que de su erradicación definitiva mediante
el desarrollo económico. Además, el planteamiento actual permite prose
guir e incluso extender las prácticas actuales (como en las negociaciones
de la OMC) sin investigar los problemas que genera la globalización en la
periferia. Siguen vigentes los mismos mitos, basados en la ideología más
que en la experiencia, y las mismas políticas. Desgraciadamente, la m is
ma gente y las mismas teorías que propiciaron las medidas neoclásicas de
terapia de choque siguen orientando los ODM, lo que constituye un gran
error al que se puede achacar gran parte del actual caos e impide en la
270 LA GLOBALIZAC1ÓN DE LA POBREZA
ción con los mecanismos opuestos del plan Morgenthau (eliminar las acti
vidades con rendimientos crecientes). En 1945, cuando iba a ponerse en
marcha el plan de desindustrializar la economía alemana del Secretario
del Tesoro Henry Morgenthau, el propio M oses Abramovitz fungía como
asesor económico del representante de Estados Unidos en la Comisión de
Reparaciones de los Aliados. Un equipo encabezado por Abramovitz ela
boró un informe argumentando que aquel plan destruiría la capacidad
exportadora de Alemania, haciéndola incapaz de pagar importaciones
esenciales como eran en aquel momento los alimentos, y generaría un
desempleo masivo. Aquel memorándum predecía que el plan Morgen
thau, de llevarse adelante, reduciría la renta media de la Alemania de pos
guerra hasta un nivel muy por debajo del miserable nivel de la Polonia de
preguerra. Morgenthau se sintió ofendido y convocó una reunión del gru
po. Después de que Abramovitz, como jefe del equipo, hubiera admitido
su responsabilidad por las conclusiones, Morgenthau se retiró con un in
soportable dolor de cabeza. En nuestros días, el Consenso de Washington
ha dado lugar a un nuevo plan Morgenthau en la periferia del mundo, y es
de nuevo hora de sustituirlo por un plan Marshall promoviendo activida
des con rendimientos crecientes, como se hizo en 1947.
Sin más preámbulos, en 1945 se puso en marcha el plan Morgenthau.
Como había predicho el equipo de Abramovitz, provocó grandes privacio
nes, enorme desempleo y el desplome del nivel de vida en Alemania. Has
ta principios de 1947 no renunciaron a él los Estados Unidos, en lo que fue
un sorprendente viraje mental y político. El ex presidente Herbert Hoover,
enviado a Alemania para investigar los informes sobre el aumento de la
pobreza, informó en marzo de 1947: «La ilusión de reducir a un “Estado
pastoril” lo que ha quedado de Alemania tras las anexiones no podrá lle
varse a cabo a menos que exterminemos o saquemos de Alemania a veinti
cinco millones de personas».8 Menos de tres meses después, durante una
conferencia en Harvard el 5 de junio de 1947, el secretario de Estado Geor-
ge Marshall anunció el plan que lleva su nombre, con el objetivo exacta
mente opuesto al del plan Morgenthau: reindustrializar Alemania.
Merece la pena detenerse aquí en la relación que se infiere del informe
de Herbert Hoover entre la actividad industrial y la capacidad de un país
para mantener un nivel determinado de población. En una Alemania des
industrializada sobraban de repente 25 millones de personas. La pauta ac
tual de las migraciones masivas apunta desde las áreas sin industria y sin
«RECTIFICAR LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS» 283
«resto» hacia las que disponen de grandes sectores con rendimientos cre
cientes, tanto en la industria como los servicios, que producen un conside
rable «resto». Hannah Arendt se refiere en cierto pasaje a «la combina
ción de riqueza superflua y gente superflua», lo que resulta también una
buena descripción del mundo actual. El ajuste estructural y la globaliza-
ción prematura crearon montañas de maquinaria superflua en áreas desin
dustrializadas del mundo, cementerios de parques industriales abandona
dos a la herrumbre desde Lima hasta Ulan Bator, y la gente superflua en
esas áreas se desplaza hacia donde se ubica la riqueza superflua.
El padre de la economía neoclásica, Alfred Marshall, apunta correcta
mente al hecho de que los rendimientos decrecientes son «la causa de la
mayoría de las migraciones de las que nos habla la historia».9 Actualmen
te podemos precisar ligeramente esa afirmación y decir que las migracio
nes se dirigen desde las regiones en las que predominan las actividades
con rendimientos decrecientes hacia aquellas en las que predominan acti
vidades con rendimientos crecientes. En el primer libro de texto de la eco
nomía neoclásica (Principies o f Economics, 1890), Marshall también es
boza una prescripción política para esa situación: el Estado debería gravar
con mayores impuestos las actividades económicas con rendimientos de
crecientes (materias primas) y desgravar o pagar bonificaciones (subsi
dios) a las actividades económicas con rendimientos crecientes. Esta ha
sido la estrategia con la que se han creado países de renta media desde que
Enrique VII subió al trono del empobrecido reino de Inglaterra y estable
ció tasas a la exportación de lana cruda a fin de subvencionar la fabrica
ción de paño, y es también la consecuencia lógica de la Nueva Teoría del
Comercio de Paul Krugman aparecida en la década de 1980, aunque él y
sus colegas se abstuvieran de deducir recomendaciones políticas.
Los países de renta media se crean mediante ese tipo de política, que
permite a los países pobres emular las estructuras económicas de los paí
ses ricos, fomentando actividades con explosiones de productividad
como la del hilado del algodón ilustrada en la Figura 6. La clave consiste
en lograr la diversidad y los rendimientos crecientes que dan lugar al «res
to» sinergético — aunque se alcance únicamente la estatura de un «cam
peón regional» y no «mundial»-— que permite disponer de moneda ex
tranjera. Durante mucho tiempo, la estrategia de desarrollo australiana se
basó en un sector con rendimientos decrecientes (lana) como suministra
dor de divisas, pero la presencia de un sector industrial, aunque no fuera
284 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Todos esos factores combinados hacen más difícil para los actuales
empleados de McDonald alcanzar la capacidad de negociación que los
obreros de Ford solían tener garantizada. La falta de voluntad política para
ajustar el salario mínimo también contribuye a esa evolución. En Estados
Unidos, en un periodo de elevado aumento de la productividad como el ac
tual, la subida del salario mínimo es en gran medida una cuestión de volun
tad política, pero en Africa se necesita, mucho más que una decisión polí
tica local, un cambio en las reglas básicas de la economía global.
Comparado con el sistema de base nacional, en la economía global ha
cambiado sustancialmente la relación entre patronos y empleados. Cual
quier capitalista medianamente avispado entiende que conceder un au
mento salarial a sus empleados no le supondrá un gran problema mientras
esté seguro de que sus competidores tendrán también que hacerlo. Los ca
298 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
ejercer presión en favor de salarios más altos. El productor quizá más efi
ciente del mundo del mejor brécol para la exportación, una firma ecuato
riana, no puede pagar a sus trabajadores un salario decente. Lo que llama
mos «economía del desarrollo» es sustancialmente una «renta» creada por
poderes oligopolistas compensados de empresarios y sindicatos.
Sin embargo, los países que consiguen prevalecer en las explosiones
de productividad — como Irlanda en la tecnología de la información y Fin
landia en los teléfonos m óviles— experimentan un fuerte aumento de los
salarios reales. Europa en su conjunto se ha creado un problema al desin
dustrializar los países del Este para integrarlos a continuación en la UE,
creando así en su propio patio trasero una versión local del ejército de des
empleados y subempleados del Tercer Mundo. Pero el mayor problema
sigue siendo el de los países que todavía no han llegado al umbral crítico
mínimo de actividades con rendimientos crecientes, esto es, gran parte de
Africa, Latinoamérica y también Asia.
La gran reducción de los costes de transporte y la «muerte de la distan
cia» también suponen un problema para que los países atrasados mejoren
su situación del modo que se ha venido siguiendo desde 1850 hasta la dé
cada de 1970. Tomar un atajo para incorporarse sin más a la «economía
de servicios» de alto nivel no es una posibilidad real. Cuando la gente po
bre sale de la pobreza lo primero que desea son productos manufactura
dos. A partir de una sociedad de cazadores y recolectores no se crea por
las buenas una economía de servicios avanzada; se necesitan las sinergias
de un sector industrial moderno. Esto es lo que convierte en un crimen
contra una proporción sustancial de la humanidad la desindustrialización
— la desaparición del sector con rendimientos crecientes— quizá irrever
sible de la periferia por mandato de las instituciones de Washington. Sus
economistas elaboran ahora modelos que explican por qué estaban equi
vocados, pero mientras que sus estudios no vayan acompañados de cam
bios en las propuestas de política económica, no harán más que practicar
lo que hemos llamado el «vicio krugmaniano» — descubrir medicinas que
curan pero sin facilitar su utilización— a un nivel institucional y suprana-
cional más alto.
Cuando Argentina trataba de recuperarse de su colosal desastre econó
mico hace unos años, se decía: «Que quienes propiciaron esta calamidad
nos hagan al menos el favor de estarse quietos.» A escala global habría
que pedir lo mismo. Los economistas e instituciones cuya ideología — más
300 LA GLOB A LEA CIÓ N DE LA POBREZA
Cuadro 1
País Productos industriales Productos de la Edad de Piedra
Coste por unidad en horas-hombre Coste por unidad en horas-hombre
Inglaterra 10 12
Portugal 9 8
ne que los costes de producción son los indicados en el cuadro 1, y que Inglaterra
dispone de 140 horas-hombre, con las que, antes de que se establezca el comercio,
produce y consume 8 unidades del artículo industrial y 5 unidades del artículo de
la Edad de Piedra, mientras que Portugal sólo dispone de 77 horas-hombre, con las
que antes de establecerse el comercio produce y consume 5 unidades del artículo
industrial y 4 unidades del artículo de la Edad de Piedra. La producción conjunta
de las dos economías es de 13 unidades de artículos industriales y 9 unidades del
artículo de la Edad de Piedra.
Cuadro 2
Antes del comercio Después del comercio
Productos Productos de la Productos Productos de la
industriales Edad de Piedra industriales Edad de Piedra
Inglaterra 8 5 14 0
Portugal 5 4 0 9,6
Total 13 9 14 9,6
Punto de partida del Canon Estándar: Punto de partida del «Otro Canon»:
Equilibrio con información y previsión per Aprendizaje y toma de decisiones en con
fectas diciones de incertidumbre (Schumpeter,
Keynes, George Shackle)
Alto nivel de abstracción Nivel de abstracción variable en función
del problema a resolver
Ausencia del ingenio y la voluntad huma Fuerza motriz: ingenio y voluntad, iniciati
nos va empresarial
Incapaz de incorporar las novedades como Las novedades constituyen una fuerza m o
fenómeno endógeno triz decisiva
Fuerza motriz: «el capital p er se impulsa el Fuerza motriz: los nuevos conocimientos
m otor capitalista» generan una demanda de capital que debe
ser aportado desde el sector financiero
Metáforas tomadas del campo de la Física Metáforas tomadas del campo de la biolo
gía
M odo de comprensión: mecanicista (be- Modo de comprensión: cualitativo (verste-
greifen) hen), irreducible a números y símbolos
Materia El ingenio precede a la materia
Centrado en los seres humanos como con Centrado en los seres humanos como inno
sumidores. Para Adam Smith, «los hom vadores y productores. Para Abraham Lin
bres son animales que han aprendido el arte coln «los hombres son animales que no
del trueque» _________________________ sólo trabajan, sino que innovan»
Estático Centrado en el cambio
310 LA GLOBAUZACIÓN DE LA POBREZA
Punto de partida del Canon Estándar: Punto de partida del «Otro Canon»:
No acumulativo/ausencia de la historia Causas acumulativas/«la historia cuenta»/
efectos de acción y reacción (Myrdal, Kal-
dor, Schumpeter, la Escuela Histórica A le
mana)
Los rendimientos crecientes aescala o su au Los rendimientos crecientes a escala o su
sencia no suponen una característica esen ausencia son esenciales para explicar las
cial diferencias de renta entre empresas, regio
nes y naciones (Kaldor)
Muy preciso («más vale ser rigurosos, aun M ás atento a la pertinencia que a la preci
estando equivocados, a ser aproximada sión; el equilibrio entre ambas cuestiones
mente correctos») es un asunto clave en la profesión
«Competencia perfecta» (competencia en La com petencia schumpeteriana impulsada
tre las mercancías/los precios) como situa por la innovación y el conocimiento como
ción ideal = objetivo de la sociedad motor del progreso y situación ideal. Con
com petencia perfecta y equilibrio y sin in
novación, el capital es estéril (Schumpeter,
Hayek)
El mercado como mecanismo para fijar los El mercado como campo para la rivalidad
precios y como mecanismo para elegir entre dife
rentes productos y diferentes soluciones
(Schumpeter, Nelson & Winter)
Hipótesis de la Igualdad I: ausencia de di La diversidad como factor clave (Schum
versidad peter, Shackle)
Hipótesis de la Igualdad II: todas las acti El crecimiento y el bienestar dependen de
vidades económicas son equivalentes y de la actividad: las distintas actividades eco
la m isma calidad como portadoras del cre nómicas ofrecen potenciales muy diferen
cimiento económico y el bienestar tes en cuanto a la absorción de nuevos co
nocimientos
La teoría y las recomendaciones prácticas Tanto la teoría como las recomendaciones
suelen ser independientes del contexto («me prácticas dependen m ucho del contexto
dicinas curalotodo»)
La economía es en gran medida indepen La economía está firmemente inserta en la
diente de la sociedad sociedad
La tecnología es prácticamente gratis, un Los conocimientos y la tecnología son pro-
«maná caído del cielo» ducidos, tienen costes y deben ser protegi
dos. Esa producción se basa en incentivos
del sistema, leyes, instituciones y decisio
nes políticas
APÉNDICES 311
Punto de partida del Canon Estándar: Punto de partida del «Otro Canon»:
Fuerzas equilibradoras en el núcleo del sis Las fuerzas acumulativas son más impor
tema y de la teoría tantes que las equilibradoras, y deben por
tanto situarse en el núcleo del sistema
La Economía como Harmonielehre [Teo La Economía como disciplina intrínseca
ría de la Armonía]: un sistema autorregula- mente inestable y llena de conflictos. La
do que tiende al equilibrio y la armonía conquista de la estabilidad se basa en me
didas y decisiones políticas (Carey, Polan-
yi, Weber, Keynes)
Postula la «empresa representativa» No existen «empresas representativas». Ca
da una de ellas es única (Edith Penrose)
Óptimo estático. Racionalidad perfecta Optimización dinámica en condiciones de
incertidumbre. Racionalidad limitada
No distingue entre la economía real y la eco- Los conflictos entre la economía real y la
nomía financiera economía financiera son habituales y de
ben regularse (Hyman M insky, Keynes)
El ahorro procede de la autolimitación en El ahorro procede en gran medida de los
el consumo e induce crecimiento beneficios (Schumpeter) y per se no es útil
o deseable para el crecimiento (Keynes)
Apéndice III
LA TEORÍA DE FRANK P. GRAHAM DEL
DESARROLLO DESIGUAL
Producción mundial: 1.600 (unidades de) trigo + 1.400 relojes. En unidades equiva
lentes de trigo: 3.200
Renta del país A en unidades equivalentes de trigo: 1.714
Renta del país B en unidades equivalentes de trigo: 1.486
Precio: 4 (unidades de) trigo = 3,5 relojes
314 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
Producción mundial con comercio: 1.500 (unidades de) trigo + 1.550 relojes. En uni
dades equivalentes de trigo: 3.271
Renta del país A en unidades equivalentes de trigo: 1.993
Renta del país B en unidades equivalentes de trigo: 1.278
Primero, inspeccionar el territorio del país con el mayor cuidado, sin omitir
las posibilidades agrícolas de la menor porción de terreno. Hay que experimentar
con cualquier forma útil de planta conocida y ver si se adapta al país, porque lo
que cuenta no es la lejanía o proximidad del Sol. Por encima de todo, no se debe
ahorrar ningún esfuerzo o gasto para descubrir oro y plata.
Segundo, todos los productos que se den en un país y que no se puedan utili
zar en su estado natural, deben elaborarse en el propio país, ya que el pago por su
manufactura excede en general al valor de la materia prima en dos, tres, diez,
veinte o incluso cien veces, y el olvido de esto es un abominación para los gesto
res prudentes.
Tercero, para satisfacer las dos reglas anteriores se necesitará gente, tanto
para producir y cultivar las materias primas como para su elaboración. Así pues, se
debe prestar atención a la población, que debería ser tan grande como el país pue
da mantener, siendo ésta la preocupación más importante de un Estado bien orga
nizado, pero que desgraciadamente se olvida a menudo. Y hay que sacar por todos
los medios posibles a la gente de la ociosidad e inducirla a profesiones remunera-
doras; instruirla y alentarla en todo tipo de inventos, artes y comercios; con esta fi
nalidad se deben traer, si es necesario, instructores de países extranjeros.
Cuarto, el oro y la plata existentes en el país, ya sean de sus propias minas u
obtenidos de otros países mediante la industria, no deben salir de él en ninguna
circunstancia, a menos que no haya otro remedio, ni atesorado en arcas o cofres,
I n t r o d u c c ió n
1. David Ricardo (1772-1823), economista político inglés cuya teoría del comercio
internacional se basaba en la «ventaja comparativa»; cada país debía especializarse en
aquello en lo que fuera relativamente más eficiente (menos ineficiente). Sus Principies
ofP ulitical Economy and Taxation se publicaron en 1817.
2. En cuanto a la importancia de la emulación, véase Istvan llont. Jealousy ofTrade:
International Competition and the Nation-State in Historical Perspective, Cambridge,
Mass., 2005.
3. Tal como la forjaron Thorstein Veblen (1857-1929) y Joseph Schumpeter (1883-
1950), y en una versión más reciente Richard Nelson y Sidney W inter, An Evolutionary
Theory o f Economic Change, Cambridge, Mass., 1982, así como Giovanni Dosi et al.
(eds.), Technical Change and Economic Theory, Londres, 1988.
4. Joseph Alois Schumpeter, History o f Economic Analysis, Nueva York, 1954,
p. 473.
1. D is t in t o s t ip o s d e t e o r Ia s e c o n ó m ic a s
gento dove non sono miniere, Ñapóles, 1613. La Fundación del Otro Canon ha financia
do una traducción al inglés que se publicará en breve plazo.
5. En 1848 Marx se mostró a favor del libre comercio porque aceleraría la revolu
ción (haciendo aún más pobres a los países pobres).
6. Kenneth Carpenter, The Economic Bestseüers Before 1850, Kress Library of Bu
siness and Economics, Boston, 1975, disponible en <http://www.othercanon.org>.
7. Muchos bibliotecarios estadounidenses se muestran preocupados por esos ries
gos.
8. Grundriss der Staatswirtschaft zur Belehrung und Warnung angehender Staats-
wirte, Francfort, 1782.
9. Libros no encuadernados de menos de noventa páginas.
10. Según la cual Estados Unidos estaba destinado a enriquecerse a pesar de cometer
«errores» como el de promover la industrialización.
11. Durante la última década he publicado varios artículos al respecto: «Catching-
up From W ay Behind - A Third World Perspective on First W orld History», en Jan Fa-
gerberg, Bart Verspagen y Nick von Tunzelmann (eds.), The Dynamics o f Technology,
Trade, and Growth, Aldershot, 1994; «Competitiveness and Its Predecessors - a 500-
Year Cross-National Perspective», en Structural Change and Economic Dynamics, vol.
6, 1995; y «The Role of the State in Economic Growth», en Journal o f Economic Stu-
dies, 1999. Algunos aspectos fueron tratados también por mi colega Ha-Joon Chang en
su Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective, Londres,
2002 .
12. Smithies también escribió el obituario de Schumpeter en el Quarterly Journal o f
Economics.
13. Lo que no significa excluir la concepción marxiana de la dinámica económica.
Mi propia apreciación al respecto fue evolucionando hacia lo que más tarde descubrí que
era una posición común general entre los economistas alemanes hace un siglo: «grandio
so análisis, deficientes recomendaciones prácticas». En su prefacio a la edición japonesa
de la Teoría del D esarrollo Económico, el propio Schumpeter, a pesar de su notable con
servadurismo, señalaba que sus análisis eran muy similares a los de Marx.
14. Citado en Niccoló Machiavelli, Tutte le opere storiche e letterarie, Florencia,
1929.
15. John Hobson, The Eastern Origins o f Western Civilization, Cambridge, 2004;
M artin Bernal, B lack Athena: The Afroasiatic Roots o f Classical Civilization, New
Brunswick, NJ, 1991.
16. Kenneth Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the M aking o f
the M odern W orld Economy, Princeton, 2000.
17. Edward Said, Orientalism, Nueva York, 1978.
18. Jared Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates o f Human Societies, Nueva
York, 1997.
19. Esta cuestión se examina en Patrick O ’Brien, «Historiographical Traditions and
Modern Imperatives for the Restoration of Global History», en Journal o f Global H is
tory, vol. 1, núm. 1, 2006.
20. Sobre la importancia de la diversidad geográfica y climática para el desarrollo de
NOTAS 325
las civilizaciones andinas, véase John Murra, La organización económica del estado
inca, México, 1978, y obras posteriores.
21. Mi hijo Sophus introdujo en la familia la palabra emulación, que es la esencia de
la tesis doctoral que está escribiendo en la Universidad de Cambridge sobre la historia del
pensamiento y la política económica. Describe mucho mejor lo que yo había llamado an
teriormente «toma de referencia» (benchmarking).
22. Istvan Hont, Jealousy ofT rade: International Competition and the Nation State
in H istóricalPerspective, Cambridge, Mass., 2005.
23. Christian W olff, The Real Happiness o f a People under A Philosophical King
D em onstrated; N ot only from the Nature ofThings, hutfrom the undoubted Experience o f
the Chínese under theirfirst Founder Fohi, and his Illustrious Successors, Hoam Ti, and
Xin Num, Londres, 1750, y Johann Heinrich Gottlob von Justi, Vergleichungen der Euro-
páischen m it den Asiatischen und andern vermeintlich Barbarischen Regierungen, Ber
lín, 1762.
24. El dinero utilizado en la época eran monedas de oro y plata, y la escasez de mo
neda — en parte porque desaparecía de la circulación con fines de atesoramiento— se
consideraba un gran problema
25. Ferdinando Galiani, Dialogues sur le Commerce des Bleds, Milán, 1770/1959.
26. Este punto se expone con detalle en M ario Cimoli, Giovanni Dosi, Richard Nel-
son y Joseph Stiglitz, Institutions and Policies Shaping Industrial Development: An ¡n-
troductory Note, apunte de trabajo, Initiative for Policy Dialogue, Columbia University,
2006.
27. Esto se refiere a la política económica colonial típica, aunque ocasionalmente se
haya tratado a determinadas colonias de forma no convencional, promoviendo su des
arrollo económico. Ejemplos de esto son la experiencia «colonial» de Noruega durante el
siglo xix y la de Puerto Rico desde la década de 1940 con los gobernadores Rexford Tug-
well (1941-1946), Jesús T. Piñero (1946-1949) y Luis Muñoz M arín (1949-1965).
28 Paul Krugman, «Ricardo’s Difficult Idea. Why Intellectuals D on’t Understand
Comparative Advantage», en Gary Cook (ed.), The Economics andPolitics o f Internatio
nal Trade, vol. 2, Freedom and Trade, Londres, 1998, pp. 22-36.
2. L a e v o l u c i ó n d e a m b o s p l a n t e a m i e n t o s
17. Debo este parangón a una conferencia en la University o f Notre Dame en 1991.
18. Una excepción es Robert Lucas, «On the Mechanics of Economic Develop-
ment», en Journal o f M onetary Econom ics, vol. 22,1988, pp. 3-42.
19. Joseph Schumpeter, History o f Economic Analy sis, Nueva York, 1954, p. 195.
20. Em st Ludwig Cari, Traité de la Richesse des Princes, et de leurs Etats: et des
M oyens Simples et Naturéis P ur y Parvenir, París, 1722-1723.
21. Véase en particular su afirmación en Alfred Marshall, Principies o f Economics,
Londres, 1890, p. 201.
22. Jagdish Bhagwati, Free Trade Today, Princeton, 2002, p. 22.
23. Véase en David Warsh, Knowledge and the Wealth ofN ations. A Story o f E co
nomic Discovery, Nueva York, 2006, una versión particularmente exaltada de esta histo
ria.
24. Charles Babbage, On the Economy o f M achinery and Manufactures, Londres,
1832, p. 84.
25. Frederick Lañe, Profits fro m Power. Readings in Protection-Rent and Violence-
Controlling Enterprises, Albany, 1979.
26. Charles Tilly, Coercion, Capital and European States A D 990-1992, Cambrid
ge, 1990.
27. Nicholas Kaldor, «Altemative Theories of Distribution», en Review o f Econo
mic Studies, vol. XXIII, núm. 2,1955-1956. Reimpreso en Essays on Valué and D istribu
tion, Glencoe, 111., 1960, p. 211.
28. Este asunto fue muy bien expresado por Herbert Foxwell, economista de Cam
bridge, en el prefacio mencionado en la nota 10. En cuanto a una versión alemana del
mismo Zeitgeist anti-ricardiano, véase el discurso inaugural de Gustav Schmoller como
rector de la Universidad de Berlín, Wechselnde Theorien undfeststehende Wahrheiten im
Gebiete der Staats-und Socialwissenschaftlichen und die heutige deutsche Volkswirts-
chaftslehre, 1897.
29. Véase Philip Mirowski, M achine Dreams: Economics becomes a Cyborg Scien
ce, Cambridge, 2001, para una valoración, así como del papel de la Comisión Cowles.
Véanse también Geoffrey Hodgson, H ow Economics Forgot History: The Problem o f
Flistorical Specificity in Social Science, Londres, 2001, en cuanto a la pérdida de la di
mensión histórica, y Yuvoal Yonay, The Struggle over the Soul o f Economics, Princeton,
1998, sobre la desaparición de la economía institucional estadounidense.
30. Citado en Erik Reinert, International Trade and the Economic M echanisms o f
Underdevelopment, tesis doctoral, Com ell University, 1980.
31. Esta valoración se basa en Wolfgang Drechsler, «Natural versus Social Scien
ces: on Understanding in Economics», en Erik Reinert (ed.), Globalization, Economic
Development and Inequality: A n A ltem ative Perspective, Cheltenham, 2004, pp. 71-87.
32. <http://www.paecon.net>. Esta página web, con mucha información, está a car
go de Edward Fulbrook.
33. Mark Blaug, «The Problem with Formalism: An Interview with Mark Blaug», en
Challenge, mayo/junio de 1998, <http://w w w.btintem et.com /~pae_new s/Blaugl.htm >.
34. Traté esta cuestión en Erik Reinert, «Full Circle: Economics from Scholasticism
through Innovation and back into M athematical Scholasticism. Reflections around a
328 LA GLOBALEACIÓN DE LA POBREZA
1769 Price Essay: “W hy is it that Economics so Far has Gained so Few Advantages from
Physics and Mathematics?”», en Journal o f Economic Studies, vol. 27, núm. 4/5, 2000,
pp. 364-376.
35. Paula Tubaro, «U n’esperienza peculiare del Settecento italiano: “la scuola mila-
nese” di economía matematica», en Studi Settecenteschi, vol. 20, 2000, p. 215.
36. Paul Samuelson, «International Trade and the Equalisation of Factor Prices», en
Economic Journal, vol. 58,1948, pp. 163-184, y «International Factor-Price Equalisation
Once Again», en Economic Journal, vol. 59, 1949, pp. 181-197. Como en el caso de las
teorías de David Ricardo, lo más importante no es necesariamente lo que Samuelson ase
gura en sus artículos, sino cómo se utilizaron sus teorías para construir una visión del
mundo en la que el libre comercio inmediato beneficiaría a todos y cada uno.
37. Karl Polanyi, The Great Transform aron, Nueva York, 1944, p. 44 (ed. cast.: La
oran transformación. Crítica del liberalismo económico, La Piqueta, Madrid, 1989,
pp. 84-85).
38. Thorstein Veblen, «Why is Economics not an Evolutionary Science», en Quar-
terly Journal o f Economics, vol. XII, julio de 1898, pp. 373-397.
39. Adam Smith, The Theory o f M oral Sentiments, en Collected Works, Londres,
1759/1812, pp. 318-319.
40. Anthony Giddens, The Third Way. The Renewal o f Social Democracy, Cambrid
ge, 1998, p. 111.
41. Este análisis se basa en Carlota Pérez, Technological Revolutions and Financial
Capital. The Dynamics ofB ubbles and Golden Ages, Cheltenham, 2002, y su «Technolo
gical Revolutions, Paradigm Shift and Socio-Institutional Change», en Erik Reinert (ed.),
Globalization, Economic Development and Inequality: An Alternative Perspective, Chel
tenham, 2004.
42. Este efecto queda subrayado si se separa del grupo de países pobres a China y la
India, países que han seguido ininterrumpidamente una estrategia de protección indus
trial durante más de cincuenta años y no se han visto sometidos a terapias de choque. El
resto de los países pobres, en general, se han empobrecido aún más.
43. Esto ha precipitado una «guerra del plátano» en la Unión Europea, en la que A le
m ania es el principal país que se ha puesto de parte de Ecuador.
44. Sixto Duran Ballén, A mi manera: Los años de Carondelet, Quito, 2005.
45. Para una discusión más amplia sobre la teoría de las etapas, véase Erik Reinert,
«Karl Bücher and the Geographical Dimensions of Techno-Economic Change», en Jür-
gen Backhaus (ed.), Karl Bücher: Theory - History - Anthropology - Non-M arket Eco-
nomies, Marburgo, 2000, pp. 177-222.
46. Ronald Meek, Social Science and the Ignoble Savage, Cambridge, 1976, p. 219.
Cursiva en el original.
47. Ibid., p. 12.
48. The Works ofF rancis Bacon, citado en Meek, op. cit., p. 13.
49. Foreign Policy, julio/agosto de 2005, p. 21.
50. Para una discusión sobre este punto, véase Polanyi, op. cit.
51. Este término, a mi juicio muy útil, fue introducido, por lo que yo sé, por Carlota
Pérez.
NOTAS 329
52. Johan Ákerman, Politik och Ekonomi i Atomálderns Varld, EstocolmoS, 1954,
pp. 26-27.
53. UNCTAD, United Nations Conference on Trade and Development (2006), The
Least D eveloped Countries Report 2006. Developing Productive Capacities, Ginebra,
<http://www.unctad.org/en/docs/ldc2006_en.pdf>.
3 . E m u l a c ió n : c ó m o s e h ic ie r o n r ic o s l o s p a ís e s r ic o s
31. Telesis era una filial del Boston Consulting Group, y entre nuestros instrumentos
se contaban los utilizados para la medición del aprendizaje y la experiencia de la que ha
blaré en el siguiente capítulo.
11. Martin Wolf, Why Globalization W orks, New Haven, 2004, p. 125.
12. Jan Kregel, «External Financing for Development and International Financial
Stability», Ginebra, 2004.
13. Friedrich Nietzsche, Werke, Digitale Bibliothek, Berlín, 2000, p. 4.708. En
cuanto a la influencia de Nietzsche sobre la economía schumpeteriana vía W em er Som-
bart, véase Erik Reinert y Hugo Reinert, «Creative Destruction in Economics: Nietzsche,
Sombart, Schumpeter», en Jürgen Backhaus y Wolfgang Drechsler (eds.), Friedrich
Nietzsche 1844-2000: Economy and Society, Boston, 2006.
14. Véase Carlota Pérez, Technological Revolutions and Financial Capital. The Dyna
mics ofBubhles and GoldenAges, Cheltenham, 2002, y su capítulo «Technological Revolu
tions, Paradigm Shift and Socio-Institutional Change», en Erik Reinert (ed.), Globalization,
Economic Development and Inequality: AnAlternative Perspective, Cheltenham, 2004.
15. Para una revisión más completa de cómo se difunden en la economía los frutos
de los cambios técnicos, véase Erik Reinert, «Catching-up From Way Behind - A Third
W orld Perspective on First W orld History», en Jan Fagerberg, Bart Verspagen y Nick
von Tunzelmann (eds.), The Dynamics o f Technology, Trade, and Growth, Aldershot,
1994, pp. 168-197.
16. A esto se le suele denom inar también «dependencia de la trayectoria seguida»;
véase por ejemplo W. Brian Arthur, Increasing Returns and Path Dependency in the
Economy, Ann Arbor, 1994. Sin embargo, como veremos más adelante, los rendimientos
decrecientes también muestran esa dependencia de la trayectoria seguida, dando lugar a
los círculos viciosos de la economía clásica del desarrollo.
17. Véanse en la bibliografía las obras utilizadas de Daniel Raymond y Mathew Ca
rey, y la obra de Schutz (1887) por lo que se refiere a Henry Clay. En cuanto a la semejan
za entre los argumentos utilizados a ambos lados del Atlántico en favor de la industriali
zación, véase Charles Patrick Neill, D aniel Raymond. An Early Chapter in the History o f
Economic Theory in the United States, Baltimore, 1897.
18. Raymond Vemon, «International Investment and International Trade in the Pro-
duct Cycle», en Quarterly Journal o f Economics, mayo de 1966, y Louis T. Wells (ed.),
A Product Life Cycle fo r International Trade?, Boston, 1972.
19. La primera aparición de esta idea en Occidente fue en el artículo de Kaname
Akamatsu «A Theory o f Unbalanced Growth in the W orld Economy», en Weltwirtschaft-
liches Archiv, núm. 86, 1961, pp. 196-217.
20. Ese sistema recibía el nombre de seala mobile (escala móvil).
21. John Kenneth Galbraith, The World Economy Since the Wars, Londres, 1995, p. 83.
22. Henry M orgenthau Jr., Germany is Our Problem. A Plan for Germany, Nueva
York, 1945.
23. Nicholas Balabkins, Germany Under D irect Controls. Economic Aspects o f In
dustrial Disarmament 1945-1948, New Brunswick, 1964.
24. John Stuart Mili, Principies ofP olitical Economy, Londres, 1848/1909, p. 176.
25. Jared Diamond, Collapse, Nueva York, 2005 (ed. cast.: Colapso, Debate, Barce
lona, 2006).
26. Hans Singer, «The Distribution of Gains between Investing and Borrowing
Countries», en American Economic Review, 40, 1950, pp. 473-485.
NOTAS 333
5 . G l o b a l iz a c ió n y p r im it iv iz a c ió n : c ó m o l o s p o b r e s s e h ic ie r o n a ú n m á s
POBRES
tión, junto con los debates marxistas sobre el «intercambio desigual», es analizada deta
lladamente en mi tesis, International Trade and the Economic M echanisms ofU nderde-
velopment.
13. Erik Reinert, «The Role o f Technology in the Creation o f Rich and Poor Na-
tions: Underdevelopment in a Schumpeterian System», en Derek Aldcroft y Ross Catte-
rall (eds.), Rich Nations - Poor Nations. The Long Run Perspective, Aldershot, 1996, pp.
161-188.
14. Femando Ortiz, Cuban Counterpoint. Tobacco and Sugar, Nueva York, 1947.
El texto original en español, Contrapunto cubano del tabaco y el azúcar, se publicó en La
Habana en 1940.
15. Charles-Louis de Secondat, Barón de M ontesquieu, The Spirit o fth e Laws, N ue
va York, 1949, p. 273.
16. Carlota Pérez, Technological Revolutions and Financial Capital. The Dynamics
ofB ubbles and Golden Ages, Cheltenham, 2002.
17. Véase Report by H is M ajesty’s Cónsul at ¡quitos on his Tour in the Putumayo
District, Presented to both Houses o f Parliament by Command o fH is M ajesty, Londres,
1913. El Index and D igest ofE vidence to the Report and Special Report fro m the Select
Committee on Putumayo (Londres, 1913) indica que el número total de páginas del con
junto de los informes era superior a 13.000; el propio índice ocupa 90 páginas de tamaño
folio. Existe una abundante bibliografía sobre aquellos acontecimientos.
18. M ario Cimoli y Jorge Katz, «Structural Reforms, Technological Gaps and E co
nomic Development: a Latin American Perspective», en Industrial and Corporate Chan
ge, vol. 12, núm. 2, 2003, pp. 387 y ss.
19. Erik Reinert y Hugo Reinert, «Creative Destruction in Economics: Nietzsche,
Sombart, Schumpeter», en Jürgen Backhaus y Wolfgang Drechsler (eds.), Friedrich
Nietzsche 1844-2000: Economy and Society, Boston, 2006.
20. Jacob Burckhardt, Reflections on H istory, Londres, 1943, p. 214.
21. Se puede consultar un resumen en inglés en mi artículo «The Economics of
Reindeer Herdíng: Saami Entrepreneurship between Cyclical Sustainability and the Po-
wers of State and Oligopolies», en British Food Journal, vol. 108, núm. 7,2006, pp. 522-
540.
22. Fuera lo que fuera lo que pretendieran David Ricardo y Paul Samuelson, así es
como se han interpretado sus teorías; recuérdese la cita del primer secretario general de la
OMC en la Introducción.
23. M ilton Friedman, «The M ethodology of Positive Economics», en sus Essays in
Positive Economics, Chicago, 1953.
24. Citado en Erik Reinert, «The Role of the State in Economic Growth», en Journal
o f Economic Studies, vol. 26 (4/5), 1999.
25. Originalmente publicado en Jorge Luis Borges, E l Idioma Analítico de John Wil-
kins (Otras Inquisiciones), Buenos Aires, 1952.
26. Así concluía John M aynard Keynes su The General Theory ofEm ploym ent, Inte
res! and M oney, Londres, 1936.
NOTAS 335
6 . Ú l t im a s c o r t in a s d e h u m o , p r e t e n d ie n d o d is c u l p a r l o s f r a c a s o s
10. En W íkípedia existe una entrada con m ucha información sobre «el Sistema In
dustrial Americano»: <http://en.wikipedia.org/wiki/American_system_of_manufactu-
ring>.
11. También vale la pena señalar lo diferente que es ese planteamiento del tipo de
actitud que impulsó el Plan Marshall en 1947. Como consecuencia de los desastres de la
década de 1930 — y la expectativa de la habitual depresión de posguerra— la contraven
ción de esas seis prohibiciones formaba parte integral del análisis.
12. Tal como yo lo veo, la «Nueva Teoría del Crecimiento» también supone un in
tento de salvar las hipótesis clave. En este libro mantengo que hay que liberarse de la «hi
pótesis de la igualdad»: reducir el nivel de abstracción introduciendo la dependencia con
respecto a la actividad de los cambios tecnológicos, de los rendimientos crecientes y del
crecimiento económico en general.
13. Como se deducirá obviamente de lo que sigue, aquella invitación fue gratis et
amore.
14. El «usufructo sucesivo» significa que, siguiendo los usos tradicionales, diferen
tes grupos utilizan la misma tierra en épocas diferentes del año. No existe el derecho de
propiedad en el sentido capitalista. Ese sistema se puede comparar en cierto modo con los
apartamentos a «tiempo compartido» existentes hoy día en muchas localidades de vaca
ciones.
15. Este apartado se analiza en detalle en mi artículo «Institutionalism Ancient, Oíd
and New: a Historical Perspective on Institutions and Uneven Development», Research
Paper, núm. 2006/77, United Nations University, Helsinki, 2006.
16. Ha-Joon Chang y Peter Evans, The Role o f Institutions in Economic Change, en
Silvana de Paula y Gary Dymski (eds.), Reimagining Growth, Londres, 2005, p. 99; dis
ponible en <http:www.othercanon.org>.
17. Hans Barón, The Crisis ofthe Early Italian Renaissance, Princeton, 1966, p. 207.
18. Francis Bacon, Novum Organum, Libro 1, sección CXXIX; disponible en
<http://www.constitution.org/bacon/nov_org.htm>.
19. Carlota Pérez muestra convincentemente cómo influye el cambio tecnológico
sobre el «sentido común» institucional en su capítulo «Technological Revolutions, Para-
digm Shift and Socio-Institutional Change», en Erik Reinert (ed.), G lobalization, Econo
mic D evelopment and Inequality: A n Alternative Perspective, Cheltenham, 2004.
20. Giovanni Botero, Delta ragione di stato. Libri dieci, que también contiene Delle
cause della grandezza delle cittá, libri tre, Roma, 1590; edición en inglés, New Haven,
1956.
21. Sobre la apreciable continuidad de la teoría alemana del desarrollo a lo largo del
tiempo, véase Erik Reinert, «Germán Economics as Development Economics: From the
Thirty Years W ar to W orld W ar II», en Jomo K. S. y Erik Reinert (eds.), Origins o f E co
nomic D evelopment, Londres/Nueva Delhi, 2005, pp. 48-68.
22. Francis Fukuyama, The End o f History and the Last M an, Nueva York, 1992, p.
223.
23. Este apartado se basa en mi artículo «Competitiveness and Its Predecessors - a
500 Year Cross-National Perspective», en Structural Change and Economic Dynamics,
vol. 6, 1995, pp. 23-42, 1995, en el que se pueden encontrar fuentes y citas.
NOTAS 337
24. Michael Porter, The Competitive Advantage ofN ations, Nueva York, 1990, p. 6.
25. Citado también en mi «Competitiveness and Its Predecessors - a 500 Year
Cross-National Perspective», en Structural Change and Economic Dynamics, vol. 6,
1995, pp. 23-42.
26. Los precios también caen, por supuesto, pero la cuestión clave aquí es que los sa
larios suben.
27. Hans Singer, «The Distribution of Gains between Investing and Borrowing
Countries», en American Economic Review, vol. 40,1950, pp. 473-485.
28. Niall Fergusson, Colossus. The Rise and Fall o fth e American Empire, Londres,
2005, pp. 174-81.
29. Jeffrey Sachs y Andrew W arner presentaron un inform e empírico que mostraba
que los países abundantemente dotados de recursos naturales crecen menos que los que
se especializan en productos manufacturados comercializables: «Natural Resource
Abundance and Economic Growth», National Bureau o f Economic Research Working
Papers, 5398, 1995. Sin embargo, los autores no explicaban las razones que podía haber
para esas diferencias y argumentaban que el libre com ercio es beneficioso para todas las
partes.
30. Este apartado tuvo como inspiración varias conversaciones con el profesor Bru
ce Scott, de la Harvard Business School.
31. «A New Zealand Colonist» (F. J. Moss), Notes on Political Economy fro m the
Colonial Point ofV iew , Londres, 1897, pp. 41-44.
32. «Sed pues a partir de ahora malditos. Seréis para siempre nuestros siervos, y no
faltará de entre vosotros quien corte la lefia y saque el agua para la casa de mi Dios» (Jo
sué, 9: 23).
33. Jeffrey Sachs, The End ofP overty: Economic P ossibilitiesfor Our Time, Nueva
York, 2005.
7 . E c o n o m ía p a l i a t i v a : l o s o b je t iv o s d e l m il e n io a n d a n d e s c a m i n a d o s
1. Erik Reinert, «Development and Social Goals: Balancing Aid and Development to
Prevent “Welfare Colonialism”», United Nations Department of Economic and Social Af-
fairs, DESA Working Paper, núm. 14, 2006; disponible en <http://www.un.org/esa/desa/
papers/>.
2. Este análisis se complica por el hecho de que en la m ayoría de los países los sala
rios y rentas de los autoempleados están cayendo en proporción al PIB, mientras que los
salarios de los que trabajan en el sector de Finanzas, Seguros y Propiedad Inmobiliaria es
tán creciendo. La proporción del PIB salarios/autoempleados está cerca del 70 por 100 en
N oruega y alrededor del 23 por 100 en Perú.
3. Véase Erik Reinert, «Diminishing Retums and Economic Sustainability: The Di-
lemma of Resource-Based Economies Under a Free Trade Regime», en Stein Hansen, Jan
Hesselberg y Helge Hveem (eds.), International Trade Regulation, National Development
Strategies and the Environment: Towards Sustainable D evelopm ent?, Oslo, 1996, así
como el capítulo sobre Ruanda de Jared Diamond, Collapse, Nueva York, 2005.
338 LA GLOBALIZACIÓN DE LA POBREZA
4. Jacob Schoenhof, The Destructive Influence o fth e T ariff Upon M anufacture and
Commerce and the Figures and Facts Relating Thereto, Nueva York, 1883.
5. Erik Reinert, «Raw Materials in the History o f Economic Policy; or, Why List
(the Protectionist) and Cobden (the Free Trader) Both Agreed on Free Trade in Com», en
Gary Cook (ed.), Freedom and Trade. 1846-1996, Londres, 1998.
6. Adam Smith, The Theory o f Moral Sentiments, en Collected Works, Londres,
1759/1812.
7. Adam Smith, An lnquiry into the Nature and Causes o f the Wealth o f Nations,
Chicago, 1776/1976, vol. I, pp. 486-487 (ed. cast.: Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones, Fondo de Cultura Económica, M éxico, 1958,
reimpr. 2004, pp. 408-410).
8. Ibid., p. 477 {La riqueza de las naciones, pp. 399-402).
9. Véase, por ejemplo, Steven Kaplan, Bread, Politics and Political Economy in the
Reign o f Louis XV, La Haya, 1976.
10. Esta asimetría es la clave del argumento utilizado por Frank Graham en su ar
tículo de 1923 (Apéndice III), Citado por Paul Krugman en su «Nueva Teoría del Comer
cio», Rethinking International Trade, Cambridge, Mass., 1990.
11. Richard R. Nelson, «Economic Development from the Perspective of Evolutio-
nary Economic Theory», en The Other Canon Foundation and Tallinn University o f
Technology Working Papers in Technology Governance and Economic Dynamics, núm.
2, 2006; disponible en <http://hum.ttu.ee/tg/>.
12. Ibid.
13. Jan Kregel, «Extemal Financing for Development and International Financial
Stability», Discussion Paper Series, núm. 32, UNCTAD, Ginebra, 2004.
14. Véanse, por ejemplo, los trabajos de Daniel Raymond y Mathew Carey a los que
me he referido anteriormente en este libro.
15. Estoy muy agradecido a Carlota Pérez por haberme comunicado esa idea.
16. Pero no necesariamente una caída del PIB per cápita. Véase la nota 2 de este ca
pítulo.
17. Este nivel de aranceles se puede calcular a partir de Frank Taussig, The Tariff
H istory o fth e United States, Nueva York, 1897, p. 222.
18. Que el arancel para el acero subiera hasta el 100 por 100 fue consecuencia del
cambio tecnológico y de la rápida caída de los precios en una situación en la que los aran
celes no se basaban en el valor, sino en el peso (dólares por tonelada).
19. Richard R. Nelson y Sidney G. W inter, An Evolutionary Theory o f Economic
Change, Cambridge, Mass., 1982.
20. W em er Sombart insistía en el papel del judaism o y Marx W eber en el del protes
tantismo.
21. Richard Tawney, Religión and the Rise o f Capitalism. A Historical Study, Lon
dres, 1926.
22. Johann Friedrich von Pfeiffer, Vermischte Verbesserungsvorschlage und freie
Gedanken, vol. 2, Francfort, 1778.
23. Hans W. Singer, «The Distribution of Gains between Investing and Borrowing
Countries», en American Economic Review, 40, 1950, pp. 473-485.
NOTAS 339
8 . « R e c t if ic a r l a s a c t iv id a d e s e c o n ó m ic a s » , o e l a r t e o l v id a d o d e c r e a r
fía). En aquella conferencia Keynes explicó por qué había cambiado de opinión sobre la
conveniencia del libre comercio en cualquier circunstancia. Finlandia siguió una política
de sustitución de importaciones desde la década de 1850; véase Heim er Bjórkqvist, D en
Nationalekonomiska Vetenskapens Utveckling i Finland intill ár 1918, Ábo (Turku),
1986, en particular pp. 156 y ss.
4. Para un examen detallado, véase Nathan Rosenberg, «Innovation and Economic
Growth» en <http://www.oecd.org/dataoecd/55/49/34267902.pdf>.
5. Mi tesis no llegó a publicarse. Justo antes de defenderla en la Universidad de Cor-
nell en abril de 1980, el presidente del tribunal me dio al mismo tiempo buenas y malas
noticias de una forma típicamente estadounidense. La buena noticia era que había realiza
do una contribución importante y original a la teoría económica; la m ala era que, en su
opinión, yo nunca obtendría un empleo como economista en la universidad. Mi mensaje
no era compatible con lo que la comunidad académica consideraba aceptable. Su amable
comentario fue que con un título de Harvard probablemente podría en cualquier caso ga
narme la vida. La tesis fue de hecho aceptada en 1980 para su publicación por la Editorial
de la Universidad Noruega (Universitetsforlaget), con la condición de que atenuara mis
críticas a la profesión. Criticaba también aspectos de la teoría ricardiana muy venerados
tanto por la derecha como por la izquierda en un mundo en el que, como aparece repre
sentado en la figura 2, cualquier cosa que no se remontara a David Ricardo había queda
do proscrito y resultaba ajeno a la econom ía predominante. Harto por un tiempo de la
economía, me negué a cambiar nada y durante los once años siguientes me dediqué a di
rigir mi negocio y a coleccionar libros escritos por economistas difuntos desde hacía
tiempo que compartían mi concepción no ricardiana.
6. Publicada como «Catching-up From Way Behind - A Third W orld Perspective on
First W orld History», en Jan Fagerberg, Bart Verspagen y Nick von Tunzelmann (eds.),
The Dynamics o f Technology, Trade, and Growth, Aldershot, 1994, pp. 168-197.
7. Citada con permiso del autor.
8. Informe Hoover núm. 3,1 8 de marzo de 1947, citado en Erik Reinert, «Globalisa-
tion in the Periphery as a Morgenthau Plan: The Underdevelopment of M ongolia in the
1990s», en Erik Reinert (ed.), Globalization, Economic Developm ent and lnequality: An
Alternative Perspective, Cheltenham, 2004.
9. Alfred Marshall, Principies o f Economics, Londres, 1890, p. 201.
10. Este asunto se trata adecuadamente en Liah Greenfield, The Spirit o f Capitalism,
Nationalism and Economic Growth, Cambridge, Mass., 2001.
11. Lionel Robbins, The Theory o f Economic Policy in English Classical Econo
mics, Londres, 1952, pp. 10-11.
12. M echelen (Malinas) es una ciudad belga situada entre Bruselas y Amberes.
13. Esos economistas tendían a buscar soluciones monetaristas. Durante las prim e
ras décadas del siglo xvn corrió la tinta entre ellos y sus adversarios, que insistían en el
papel de la producción y de la economía real. En un debate que tuvo lugar en 1622-1623,
Malynes y su oponente Edward Misselden se insultaron mutuamente en siete lenguas.
Antonio Serra escribió su libro una década antes como parte de un debate similar contra
el monetarista M arc'A ntonio de Santis.
14. Analizo esas periodizaciones en «Karl Bücher and the Geographical Dimensions
NOTAS 341
Abramovitz, Moses, «Resource and Output Trends in the United States since
1870», en American Economic Review, vol. 46, núm. 2, 1956, pp. 5-23.
— , «The Search for the Sources of Growth: Areas of Ignorance, Oíd and New»,
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Gotinga (Alemania), 41 Inglaterra, 6, 10, 1 2 ,1 8 ,2 1 ,2 3 , 2 8 ,4 2 ,5 7 ,
Graham, Frank, 38, 111 59, 61, 65, 66, 74, 79-81, 83, 85, 90-
Gran Bretaña, 128, 135, 176, 203, véase 97, 98, 99, 135, 169, 170, 181, 189,
también Inglaterra; Reino Unido 248, 249, 254, 257, 269, 281, 283,
Granada (España), 84 288, 301 véase también Gran Bretaña;
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Greenspan, Alan, 230, 231 Irlanda, 97-99, 130, 146, 148, 192, 233,
Groenlandia (Dinamarca), 194 246, 277, 278,299
Guatemala, 114 Isabel I de Inglaterra, 80,83
Guayaquil (Ecuador), 157 Islandia, 102
Guinea Ecuatorial, 203 Islas Canarias (España), 61
Israel (antiguo reino de), 71
Hahn, Frank, 208 Italia, 2, 76, 86, 93, 135, 144, 177, 178,
Haití, 112, 113, 115, 142,148, 232 183,253, 277, 286,289, 298
Hales, John, 74
Halle (Alemania), 97 Jackson, Andrew, 303
Hamilton Earl, 87 Jalisco (México), 86
Hamilton, Alexander, 23,25, 82,136,170, Japan Herald, 294
244, 248,271,301 Japón, 9, 60, 74, 82, 134, 135, 142, 152,
Haughey, Charles, 97,98 158, 161, 186, 188, 193, 202, 214,
Hayek, Friedrich Auguste von, 4 2,209 230,231,244 , 296
Heilbroner, Robert L., 9, 29,47 Jefferson, Thomas, 23
Hely-Hutchinson, John, 99 Jenofonte, 37,104
Hobbes, Thomas, 27 Jerónimo de Estridón, san, 72
Hoffman, Johann Gottfried, 201 Jones, Richard, 28
Holanda, 77, 78, 80-82, 85, 86, 91, 92-96, Journal o f Economic History, The, 275
102, 133, 158, 169, 188, 227, 228, Justi, Johann Heinrich Gottlob von, 16,62,
246, 248-250, 257, 262,289 169
Holberg, Ludvig, 45, 51
Honduras, 112, 148 Kafka, Franz, 178,179,180
Hong Kong (China), 8 1,82 Kaldor, Nicholas, 4 1,260
Hood, Robin, 132 Kampala (Uganda), 288
Hoover, Herbert, 153, 182,289 Katz, Jorge, 190
Homigk, W ilhelm von, 95 Kenia, 206
Hungría, 271 Kennedy, John Fitzgerald, 228
Hussein, Saddam, 293 Keynes, John Maynard, 156,203,215,252,
Hydén, Góran, 292 255,257,295 ,3 0 0
King, Charles, 262,264
Ibn Jaldún, 6 5 ,7 2 ,2 9 2 Klondike (Canadá), 231
ÍNDICE ALFABÉTICO 365
Kola, península de (Rusia), 239 Marshall, Alfred, 29, 38, 71, 156, 159,
Koyré, Alexandre, 76 177,260, 283
Krugman, Paul, 3,19,23,38,39,154,229,283 Marshall, George, 19, 64, 89, 152, 153,
Kuala Lumpur (Malasia), 259 171, 182, 199, 209, 214, 243, 244,
Kuhn, Thomas, 1 ,4 3 ,4 7 , 117, 154 249, 252, 262, 263, 268, 269, 271,
281,282, 284, 290, 301,302
Lamark, Jean Baptiste, 27 Marx, Karl, 8, 9, 16, 41, 50, 56, 66, 69,
Landes, David, 294 101, 122, 125, 133, 148, 193, 252,
Latini, Brunetto, 72, 95, 271, 279 269,293
Leeuwenhoek, Antoni van, 93 Mazzini, Giuseppe, 289, 291
Líbano, 62,285 McCloskey, Deirdre, 46
Lillehammer (Noruega), 293 McNamara, Robert, 165
Lima (Perú), 1 ,3 5 ,1 8 0 ,2 2 0 , 283,303 M echelen, Geraart van véase Malynes,
Lincoln, Abraham, 8 ,4 9 , 50, 59, 128,170, Gerard de
244,257 Meek, Ronald, 64
Linguet, Simón, 255 México, 60, 112, 168,186, 232, 253, 254,
Linneo, Carlos, 251 298
Lisboa (Portugal), 43 Meyen, Johann Jacob, 101, 294
List, Friedrich, 11, 37, 56, 57, 58, 60, 81, Miami (EE UU), 220
82, 89, 161, 163, 164, 173, 244, 247, Milán (Italia), 86,136
248, 253, 270-272, 289, 291,302 Mili, John Stuart, 15 6 ,1 5 9 ,1 7 4 ,1 7 7 , 263
Lobengula, rey de M atabele, 61 Misselden, Edward, 37
Londres (Reino Unido), 11, 75, 173, 193, Moldavia, 168,253
2 1 0 ,2 7 8,280 M onaco, 194
Luis XIV de Francia, 91 M ongolia, 57, 110, 111, 164, 165, 175-
Luis XV de Francia, 119 1 8 1 ,1 8 3 ,1 9 3 ,2 3 1 ,2 5 3 , 254,300
Lutero, Martín, 202 Montesquieu, Charles Louis de Secondat,
Luttwak, Edward, 293 188,228
Morgenthau, Henry, 152, 153, 176, 244,
M achiavelli, Niccoló véase Maquiavelo, 245, 282
Nicolás M useveni, Yoweri Kaguta, 230
Mackay, Charles, 56 Musil, Robert, 36
Madison (EE UU), 192 Myanmar, 203
M adrid (España), 136,291 Myrdal, Gunnar, 4 0 ,4 7 ,4 8 ,1 5 6 ,1 9 3 ,2 1 4 ,
Mahoma, 14 233,251
Malasia, 142, 237
Malthus, Thomas Robert, 3 8 ,7 5 ,1 1 0 ,1 5 1 , Naciones Unidas véase Organización de
155,159, 263 las Naciones Unidas (ONU)
Malynes, Gerard de, 288 Namibia, 158
Manaos (Brasil), 189 Napoleón I de Bonaparte, 301
M anchester (Reino Unido), 193, 196, 231 Nápoles (Italia), 7 ,136, 279
Mandeville, Bemard, 209, 210 NASA (Agencia Espacial Estadouniden
M aquiavelo, Nicolás, 12,65, 73 se), 15
María Antonieta de Habsburgo-Lorena, 179 Necker, Jacques, 10
366 LA GLOBALEACIÓN DE LA POBREZA
Prefacio ........................................................................................................ IX
A g ra d e c im ie n to s.......................................................................................... xm
In tr o d u c c ió n ................................................................................................. x v ii
Apéndices
I: La teoría de la ventaja comparativa en el comercio internacional
de David R icardo................................................................................. 305
370 LA GLOBAL1ZAC1ÓN DE LA POBREZA
N o ta s ............................................................................................................... 323
Bibliografía ................................................................................................. 343
Indice a lfa b é tic o .......................................................................................... 361
LI BR O S DE H I S T O R I A
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