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3. PROPIEDADES DE LAS ONDAS


El capítulo anterior tiene que ver con la descripción del movimiento ondulatorio y la
propagación de ondas mecánicas y electromagnéticas en medios ilimitados. En el presente
capítulo se abordará el estudio de algunas propiedades comunes a todos los tipos de ondas,
como son la superposición e interferencia, reflexión, refracción y difracción. Algunas de
estas propiedades, tales como la interferencia y difracción, son características particulares
del movimiento ondulatorio, las cuales no se presentan, por ejemplo, en el movimiento de
partículas clásicas. Inicialmente se discutirá la superposición de ondas en una dimensión
con el fin de estudiar, como casos de especial interés, la formación de ondas estacionarias
en cuerdas y tubos sonoros, al igual que la formación de paquetes de ondas. Luego se
analizará el comportamiento de las ondas cuando inciden sobre superficies que son
fronteras entre medios diferentes, en particular se tratarán los fenómenos de reflexión y
refracción de ondas. Finalmente se abordará el estudio de la interferencia de ondas en tres
dimensiones y se discutirá el fenómeno de difracción.

3.1 Superposición de ondas en una dimensión.

Cuando escuchamos tonadas musicales provenientes de dos parlantes diferentes,


podemos distinguir de manera relativamente fácil las canciones provenientes de uno u otro
parlante. Similarmente, cuando una orquesta toca una obra musical es posible identificar los
sonidos individuales de los diferentes instrumentos. La ocurrencia de este tipo de
situaciones es una evidencia de que las ondas provenientes de fuentes diferentes se
combinan en una forma sencilla, el sonido resultante que perciben nuestros oídos es
simplemente la suma algebraica de las ondas sonoras provenientes de cada fuente
individual. Este es el llamado principio de superposición, el cual establece que: si dos o
más ondas se propagan a través de un medio, la onda resultante es la suma algebraica de
las ondas individuales. Desde el punto de vista matemático, el principio de superposición
es una consecuencia directa del carácter lineal de la ecuación de onda. Si dos funciones de
onda 𝜉 y 𝜉 son soluciones de la ecuación de onda, cualquier combinación lineal de la
forma 𝜉 = 𝐶 𝜉 + 𝐶 𝜉 también es solución.

El principio de superposición se presenta para las llamadas ondas lineales, las cuales
se caracterizan por tener generalmente amplitudes relativamente pequeñas en comparación
con su longitud de onda. El principal requisito que debe satisfacerse para que las ondas que
se propagan en un medio tengan un carácter lineal, y por ende cumplan el principio de
superposición, es que el medio obedezca la ley de Hooke. Cuando la amplitud de las ondas
es muy grande, puede ocurrir que se exceda el límite elástico lineal del medio y no se
verifique en este la ley de Hooke. En tal caso no es válido el principio de superposición, tal
como se ha enunciado, debido a que la respectiva ecuación de onda no sería lineal. En todas
las discusiones futuras se asumirá el comportamiento lineal de la ecuación de onda y, en
consecuencia, la validez del principio de superposición de ondas.
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Consideremos dos ondas armónicas que se propagan en un medio 1D con igual


amplitud, frecuencia y longitud de onda, pero cuyas fases difieren en una constante δ. Las
funciones de onda asociadas con la propagación de dichas ondas tienen la forma

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡) y 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡 + 𝛿).

La onda resultante es entonces

𝜉(𝑥, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑡) + 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴[sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡) + sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡 + 𝛿)], (3.1)

que con la ayuda de la identidad sen 𝜃 + sen 𝜃 = 2 cos (𝜃 − 𝜃 ) sen (𝜃 + 𝜃 ), se


transforma en

𝛿 𝛿
𝜉(𝑥, 𝑡) = 2𝐴 cos sen 𝑘𝑥 − 𝜔𝑡 + . (3.2)
2 2

La onda resultante, descrita por la Ec. (3.2), es una onda armónica con igual frecuencia
angular y número de onda que las ondas 𝜉 y 𝜉 que se superponen, pero con una amplitud
igual a 2𝐴 cos y una constante de fase que es la mitad de la diferencia de fase entre las
ondas iniciales. Es importante resaltar que la amplitud de la onda resultante depende de la
diferencia de fase entre las ondas que se superponen.

Figura 3.1: Superposición de ondas armónicas con igual A, ω y k, para 4 valores diferentes
de la diferencia de fase entre ellas: (a) 𝛿 = 0, (b) 𝛿 = 𝜋, (c) 𝛿 = 𝜋/3 y (d) 𝛿 = 2𝜋/3.
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El máximo valor de la amplitud de la onda resultante, que es el doble de la amplitud de


cualquier onda individual, se obtiene cuando las ondas 𝜉 y 𝜉 están en fase (𝛿 = 0). En
este caso, las crestas y valles de las ondas individuales coinciden en las mismas posiciones
dando lugar a una amplitud resultante igual a 2𝐴. Cuando se presenta esta situación, tal
como se ilustra en la Figura 3.1a, se dice que hay interferencia constructiva. En general, las
dos ondas interfieren constructivamente cuando cos = ±1, es decir, cuando δ es un
múltiplo entero de 2π. En contraste, en la Figura 3.1b se muestra el caso en que la onda
resultante tiene una amplitud igual a cero, presentándose interferencia destructiva, lo cual
ocurre cuando las crestas de una de las ondas coinciden con los valles de la otra y
viceversa, es decir, para 𝛿 = 𝜋. En forma más general, puede afirmarse que se presenta
interferencia destructiva siempre que la diferencia de fase δ entre las ondas que se
superponen sea un múltiplo entero impar de π.

Cuando la diferencia de fase toma un valor intermedio entre 0 y π, la amplitud de la


onda resultante puede tomar valores entre 0 y 2A. En las Figuras 3.1c y 3.1d se presentan
los casos en que 𝛿 = y 𝛿 = , respectivamente. Como una curiosidad, puede notarse que
en el segundo de estos casos (𝛿 = ), la amplitud de la onda resultante es exactamente
igual a la amplitud de cada una de las ondas individuales. En cada una de las Figuras 3.1, se
han graficado las funciones de onda para un instante de tiempo fijo (t = 0), correspondiendo
a la forma de la onda en dicho instante.

3.2 Ondas estacionarias unidimensionales.

Un caso de particular interés, relacionado con la superposición de ondas en una


dimensión, tiene que ver con la onda resultante al superponer dos ondas de igual frecuencia
y longitud de onda que se propagan en sentidos opuestos a lo largo de un medio 1D, como
por ejemplo una cuerda o un tubo sonoro. La onda que resulta de esta superposición no es
precisamente una onda viajera que se propague en uno u otro sentido, sino que consiste en
una configuración invariante en el tiempo, conocida comúnmente con el nombre de onda
estacionaria. A continuación estudiaremos dos tipos de ondas estacionarias en una
dimensión, obtenidas a partir de la superposición de ondas transversales en una cuerda o de
ondas longitudinales en un tubo lleno de un gas.

Ondas estacionarias en una cuerda. Consideremos una cuerda tensa que se extiende a
lo largo del eje x, con su extremo izquierdo fijo en x = 0. Supongamos que se imprime un
movimiento armónico simple al otro extremo, produciendo una onda sinusoidal que se
propaga en el sentido negativo del eje x, viajando hacia el extremo izquierdo fijo. Al incidir
sobre el punto x = 0, se interrumpe el medio de propagación de la onda y la potencia que
transporta deberá propagarse ahora en sentido contrario, ya que la energía se conserva. De
esta forma, se origina una onda reflejada que se propaga en el sentido positivo del eje x.
Las ondas incidente y reflejada pueden ser descritas, respectivamente, mediante las
funciones de onda

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen(𝑘𝑥 + 𝜔𝑡) y 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴′ sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡) (3.3)

de modo que la onda resultante a lo largo de la cuerda está dada por


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𝜉(𝑥, 𝑡) = 𝜉 + 𝜉 = 𝐴 sen(𝑘𝑥 + 𝜔𝑡) + 𝐴′ sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡).

Dado que el extremo x = 0 de la cuerda permanece fijo, en cualquier instante t debe


cumplirse que

𝜉(0, 𝑡) = 𝐴 sen(𝜔𝑡) + 𝐴 sen(−𝜔𝑡) = (𝐴 − 𝐴′) sen(𝜔𝑡) = 0.

donde se ha usado el hecho de que la función seno es impar. De la anterior ecuación


concluimos que 𝐴 = 𝐴, pudiéndose escribir la onda resultante en la forma

𝜉(𝑥, 𝑡) = 𝐴[sen(𝑘𝑥 + 𝜔𝑡) + sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡)]. (3.4)

Utilizando las identidades sen(𝜃 ± 𝜃 ) = sen 𝜃 cos 𝜃 ± sen 𝜃 cos 𝜃 , la Ec. (3.4)
se transforma en

𝜉(𝑥, 𝑡) = (2𝐴 sen 𝑘𝑥) cos 𝜔𝑡 . (3.5)

Claramente puede observarse que la Ec. (3.5) no describe una onda viajera que se
propague en uno u otro sentido del eje x, ya que en ninguno de los factores aparece una fase
de la forma 𝑘𝑥 ± 𝜔𝑡. El factor cos 𝜔𝑡, tal como se discutió en el capítulo 1, está asociado
con un movimiento armónico simple de frecuencia angular ω o periodo 𝑇 = 2𝜋⁄𝜔, sin
embargo, la respectiva amplitud 2𝐴 sen 𝑘𝑥 es una función de la coordenada x a lo largo de
la cuerda. Por lo tanto, la función de onda (3.5) describe una situación estacionaria en la
que todas las partículas de la cuerda describen M.A.S. de igual frecuencia y en fase, pero la
amplitud de oscilación de cada partícula depende de su ubicación a lo largo de la cuerda.
Este tipo de movimiento ondulatorio, que se conoce como onda estacionaria, resulta de la
superposición de dos ondas con igual amplitud, frecuencia angular y número de onda que
se propagan en direcciones opuestas,

Habrá algunas partículas de la cuerda cuya amplitud de oscilación es igual a cero


(permanecen fijas), esto ocurre en todos aquellos puntos donde se satisface la condición
sen 𝑘𝑥 = 0, es decir

𝑘𝑥 = 0, 𝜋, 2𝜋, 3𝜋, ⋯

Teniendo en cuenta que el número de onda es 𝑘 = 2𝜋⁄𝜆, las posiciones de esos puntos
a lo largo de la cuerda están dadas por

𝜆 3𝜆 𝑛𝜆
𝑥 = 0, , 𝜆, , ⋯ = ; 𝑛 = 0, 1, 2, 3, ⋯ (3.6)
2 2 2

Estos puntos de amplitud de oscilación nula reciben el nombre de nodos. La


separación entre nodos adyacentes a lo largo de la cuerda, como puede verificarse en la Ec.
(3.6), es igual a media longitud de onda (𝜆⁄2).
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También existen puntos de máxima amplitud de oscilación (igual a 2A), denominados


antinodos, en los que se satisface la condición sen 𝑘𝑥 = ±1 y por ende

𝜋 3𝜋 5𝜋
𝑘𝑥 = , , ,⋯
2 2 2

En consecuencia, las posiciones de los antinodos a lo largo de la cuerda son

𝜆 3𝜆 5𝜆 𝑛𝜆
𝑥= , , ,⋯ = ; 𝑛′ = 1, 3, 5, ⋯ (3.7)
4 4 4 4

Al igual que ocurre con los nodos, la distancia entre antinodos adyacentes es 𝜆⁄2. En
el punto medio entre cualquier par de nodos siempre hay un antinodo, de modo que la
distancia entre un nodo y el siguiente antinodo es 𝜆⁄4. Las Ecs. (3.6) y (3.7) definen las
posiciones de los nodos y antinodos a lo largo de una cuerda con su extremo izquierdo fijo
en x = 0, sin embargo, hasta el momento no se ha impuesto ninguna condición sobre el otro
extremo de la cuerda, digamos x = L. En muchas ocasiones, tal como ocurre en los
instrumentos de cuerdas (guitarra, violín, piano, etc.), el extremo de la cuerda en x = L
también está fijo. En esos casos, habrá un nodo en cada extremo de la cuerda. Como la
distancia entre nodos sucesivos en la cuerda es 𝜆⁄2, la longitud L de la cuerda debe ser un
número entero de medias longitudes de onda, es decir

𝜆
𝐿=𝑛 ; 𝑛 = 1, 2, 3, ⋯ (3.8)
2

Por lo tanto, en una cuerda fija en ambos extremos sólo es posible la formación de una
onda estacionaria si su longitud de onda satisface la condición (3.8). Los posibles valores
de las longitudes de onda que conducen a ondas estacionarias en la cuerda son

2𝐿
𝜆 = ; 𝑛 = 1, 2, 3, ⋯ (3.9)
𝑛

Debido a las condiciones de frontera impuestas sobre los extremos de la cuerda,


consistentes en que debe haber un nodo en cada extremo, solamente existen unos ciertos
patrones o modos naturales discretos de oscilación de la cuerda para la formación de ondas
estacionarias en ella. Estos modos naturales de oscilación de la cuerda se conocen con el
nombre de modos normales. Cada modo normal de oscilación de la cuerda está
caracterizado por una de las longitudes de onda descritas por la Ec. (3.9). Para el primer
modo normal (n = 1), la longitud de onda correspondiente es 𝜆 = 2𝐿 y por lo tanto la
longitud de la cuerda equivale a media longitud de onda, de manera que en el extremo
izquierdo hay un nodo y en el derecho se encuentra el nodo inmediatamente siguiente al
anterior. En el segundo modo normal (n = 2) se tiene que 𝜆 = 𝐿, razón por la cual se forma
un nodo justo en el centro de la cuerda, mientras que en el extremo derecho se ubica el
segundo nodo posterior al existente en el extremo izquierdo. A medida que aumenta en 1 el
índice n, que denota el n-ésimo modo normal de oscilación de la cuerda, aparecerá cada vez
un nuevo nodo a lo largo de la misma. En la Figura (3.2) se esquematizan los primeros
cuatro modos normales de oscilación de una cuerda fija en ambos extremos.
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Figura 3.2: Primeros 4 modos normales de oscilación de una cuerda con extremos fijos.

La frecuencia con que vibra la cuerda en el n-ésimo modo normal se obtiene a partir de
la expresión 𝑓 = 𝑣 ⁄𝜆 , donde 𝑣 es la velocidad de propagación de las ondas transversales
en la cuerda. Recordando que la velocidad de propagación de las ondas transversales en una
cuerda es 𝑣 = 𝐹 ⁄𝜇 , siendo F la tensión en la cuerda y μ su densidad lineal de masa,
entonces se puede escribir

𝑛𝑣 𝑛 𝐹
𝑓 = = ; 𝑛 = 1, 2, 3, ⋯ (3.10)
2𝐿 2𝐿 𝜇

La frecuencia natural de oscilación más baja para la cuerda fija en ambos extremos,
denominada frecuencia fundamental, corresponde al primer modo normal (n = 1) y es
simplemente
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𝑣 1 𝐹
𝑓 = = , (3.11)
2𝐿 2𝐿 𝜇

cualquier otra frecuencia de onda estacionaria en la cuerda puede expresarse como 𝑓 =


𝑛𝑓 y corresponde a un múltiplo entero de la frecuencia fundamental. En consecuencia, las
posibles frecuencias de ondas estacionarias en la cuerda fija en ambos extremos
corresponden a la serie 𝑓 , 2𝑓 , 3𝑓 , ⋯, que se acostumbra nombrar como serie armónica.
Cada una de las frecuencias de los modos normales es un armónico, por ejemplo, la
frecuencia fundamental 𝑓 es el primer armónico, la frecuencia 𝑓 = 2𝑓 es el segundo
armónico, y así sucesivamente.

La existencia de un conjunto discreto de frecuencias normales de vibración de una


cuerda con sus dos extremos fijos, constituye el principal fundamento teórico para la
fabricación de instrumentos musicales tales como guitarra, violín, violonchelo o piano,
denominados instrumentos de cuerda. La vibración producida al pulsar, arquear o golpear
una cuerda es transmitida a las partículas del aire circundante, creando en este una onda
sonora que puede ser detectada por nuestro oído. En general, cuando se produce una
deformación en una cuerda la vibración resultante no contiene necesariamente un solo
armónico, sino una combinación de varios de ellos. Para obtener un armónico en particular,
debería producirse en la cuerda una deformación cuya forma coincida con la del armónico
escogido. La frecuencia asociada con determinada nota musical es precisamente la
fundamental, mientr4as que las demás frecuencias en la serie armónica constituyen los
respectivos sobretonos. Al observar la Ec. (3.11), puede notarse que las cuerdas de mayor
longitud producen notas más graves (de menor frecuencia), mientras que las notas agudas
(de mayor frecuencia) son producidas por cuerdas más cortas. De igual manera, las cuerdas
más gruesas generan notas más graves, ya que poseen mayor densidad lineal de masa. Para
afinar los instrumentos de cuerda a las frecuencias correctas, los músicos pueden modificar
la frecuencia fundamental de cada cuerda variando su tensión mediante mecanismos de
tornillos o clavijas. Adicionalmente, puede variarse el tono emitido por una cuerda
presionándola en diferentes puntos a lo largo del diapasón, de manera que se cambia la
longitud efectiva de la porción oscilante de la cuerda.

De acuerdo a la discusión anterior, las posibles frecuencias de las ondas estacionarias


en la cuerda con extremos fijos no pueden tomar cualquier valor, sino que están cuantizadas
(son múltiplos enteros de la frecuencia fundamental). Este es, posiblemente, uno de los
ejemplos de cuantización más simples que se presentan en sistemas físicos, sin embargo,
pueden identificarse en él algunas de las características generales más importantes de los
sistemas cuantizados. Específicamente, la aparición de un conjunto discreto de modos
normales de oscilación y sus respectivas frecuencias cuantizadas es una consecuencia
directa de las condiciones de frontera impuestas sobre la cuerda (debe existir un nodo en
cada extremo). Dicho en otras palabras, las ondas estacionarias en la cuerda y la energía
asociada a ellas están confinadas en una región finita a lo largo del eje x, entre x = 0 y x =
L. Los conceptos de confinamiento y cuantización están muy estrechamente relacionados
en los diferentes sistemas físicos y más notoriamente en sistemas microscópicos. Los
electrones en átomos o moléculas están confinados dentro de un volumen finito en el
espacio, razón por la cual su energía no puede tomar cualquier valor arbitrario, sino
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solamente un cierto conjunto discreto de valores denominados niveles de energía. Cada


nivel de energía corresponde a un estado estacionario en el que un electrón puede
permanecer con una energía constante. En la Figura (3.3) se presenta un típico diagrama de
niveles de energía del electrón en el átomo de Hidrógeno, en el que las energías de cada
uno de los niveles se han expresado en electrón-voltios (1 eV = 1.610-19 J).

Figura 3.3: Niveles de energía del electrón en el átomo de Hidrógeno.

Ondas estacionarias en una columna de gas. Así como la formación de ondas


estacionarias en una cuerda con sus dos extremos fijos es la base para diseñar instrumentos
de cuerda, la construcción de instrumentos musicales de viento se fundamenta en la
formación de ondas estacionarias en la columna de aire existente dentro de un tubo, bien
sea abierto en ambos extremos o cerrado en uno de ellos. Cuando se propagan ondas
longitudinales en un gas contenido en el interior de un tubo de longitud finita L, en los
extremos del tubo las ondas se reflejan como una consecuencia de la discontinuidad del
medio donde se propagan originalmente (gas confinado en el interior del tubo). La
superposición de ondas que viajan en sentidos opuestos a lo largo del tubo trae como
resultado la formación de ondas estacionarias longitudinales. En un extremo abierto del
tubo la presión toma un valor constante, igual a la presión atmosférica externa, por lo tanto
la variación de presión es nula y en dicho extremo se presenta entonces un nodo de presión.
Como las ondas de presión y desplazamiento están desfasadas en 𝜋⁄2, en ese mismo punto
habrá un antinodo de la onda de desplazamiento. Hablando en sentido más estricto, el
antinodo de desplazamiento no se forma exactamente en el extremo abierto del tubo sino un
poco más afuera de dicho extremo (en un tubo de sección transversal circular el antinodo se
presenta a una distancia del extremo abierto, aproximadamente igual al 30% del diámetro
del tubo). Sin embargo, si el diámetro del tubo es suficientemente pequeño en comparación
con su longitud, dicho efecto puede ser ignorado. De otro lado, en un extremo cerrado
habrá una barrera que impide el desplazamiento longitudinal de las partículas del gas,
originándose un nodo de la onda de desplazamiento y por ende un antinodo de presión.
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Consideremos inicialmente un tubo abierto en ambos extremos, de manera que en cada


extremo hay un antinodo de desplazamiento, o un nodo de presión. Debido a que la
distancia entre nodos o antinodos adyacentes en una onda estacionaria siempre es igual a
media longitud de onda, entonces la longitud L del tubo debe satisfacer la condición

𝜆
𝐿=𝑛 ; 𝑛 = 1, 2, 3, 4, ⋯ (3.12)
2

Cada valor de n corresponde a un modo normal de vibración del gas dentro del tubo.
En consecuencia, la longitud asociada con el n-ésimo modo normal es 𝜆 = 2𝐿⁄𝑛, tal como
en el caso de las ondas estacionarias transversales en una cuerda con sus extremos fijos. Sin
embargo, en el caso presente ocurren antinodos (en vez de nodos) en los extremos del tubo.
Las frecuencias normales de vibración del gas en el tubo están dadas por
𝑣 𝑛𝑣
𝑓 = = , (3.13)
𝜆 2𝐿

donde 𝑣 es la velocidad del sonido en el gas. La frecuencia fundamental es entonces 𝑓 =


𝑣⁄2𝐿 y cualquier otra frecuencia normal es un múltiplo entero de la frecuencia
fundamental, por lo tanto las frecuencias normales de vibración del gas dentro del tubo
conforman la serie armónica 𝑓 , 2𝑓 , 3𝑓 , ⋯, idéntica a la obtenida para las ondas
estacionarias en una cuerda. En la Figura 3.4 se esquematizan los tres primeros modos
normales de vibración de las partículas del gas dentro de un tubo abierto en ambos
extremos. Las curvas a trazos representan la amplitud de desplazamiento longitudinal a lo
largo del tubo.

Figura 3.4: Modos normales de vibración del gas en un tubo abierto en ambos extremos.
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Para un tubo cerrado en un extremo la situación es algo diferente, ya que en este caso
siempre existirá un nodo de desplazamiento en el extremo cerrado, mientras que en el
extremo abierto se formará un antinodo. Teniendo en cuenta que la distancia entre un
antinodo y el nodo adyacente es 𝜆/4, en el primer modo normal la distancia L entre los
extremos del tubo debe ser igual a un cuarto de longitud de onda (𝐿 = 𝜆⁄4). Análogamente,
para el segundo modo normal se cumple la condición 𝐿 = 3 𝜆⁄4, ya que en el extremo
cerrado del tubo se ubica el segundo nodo de desplazamiento posterior al antinodo que se
presenta en el extremo abierto. En general, para cualquier modo normal se cumple que la
longitud L del tubo es un múltiplo entero impar de cuartos de longitud de onda, es decir,
para el n-ésimo modo normal se tiene que 𝐿 = (2𝑛 − 1) 𝜆⁄4. En la Figura 3.5 se muestran
los tres primeros modos normales de vibración del gas dentro de un tubo abierto en su
extremo izquierdo y cerrado en el derecho.

Figura 3.5: Modos normales de vibración del gas en un tubo cerrado en un extremo.

La longitud de onda asociada con el n-ésimo modo normal de vibración de las


partículas del gas dentro del tubo puede escribirse en la forma

4𝐿
𝜆 = . (3.14)
2𝑛 − 1

En concordancia con lo anterior, la n-ésima frecuencia normal de vibración del gas


dentro del tubo está dada por
𝑣 𝑣
𝑓 = = (2𝑛 − 1) , (3.15)
𝜆 4𝐿

siendo 𝑣 la velocidad de propagación del sonido en el gas. La frecuencia fundamental,


correspondiente a n = 1, es en este caso 𝑓 = 𝑣 ⁄4𝐿. Es importante resaltar que la frecuencia
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fundamental para el tubo cerrado en un extremo es exactamente igual a la mitad de aquella


correspondiente al tubo abierto en ambos extremos. Adicionalmente, cualquier frecuencia
normal de vibración del gas dentro del tubo puede escribirse como 𝑓 = (2𝑛 − 1)𝑓 , lo cual
significa que la serie armónica que describe la secuencia de las frecuencias normales de
vibración del gas sólo contiene armónicos impares tales como 𝑓 , 3𝑓 , 5𝑓 , ⋯.

En sistemas físicos tales como cuerdas sometidas a tensión o tubos sonoros, la


imposición de ciertas condiciones de frontera conlleva a la aparición de modos normales de
oscilación con frecuencias muy bien definidas. Cuando se aplica una fuerza externa
periódica a estos sistemas, la amplitud de oscilación del movimiento resultante es máxima
si la frecuencia de la fuerza aplicada coincide con una de las frecuencias normales de
oscilación del sistema. Este es un típico fenómeno de resonancia, similar al discutido en el
capítulo 1. Sin embargo, los sistemas estudiados en el capítulo 1 (tales como péndulos o
sistemas masa-resorte) poseen una sola frecuencia de resonancia en amplitud, mientras que
los sistemas que albergan ondas estacionarias exhiben todo un conjunto de frecuencias
normales de vibración. Debido a que estos sistemas presentan máximas amplitudes de
oscilación cuando son excitados a sus frecuencias normales, a dichas frecuencias también
se les acostumbra llamar frecuencias de resonancia.

Ejemplo 3.1: Considere dos ondas armónicas transversales que se propagan en direcciones
opuestas a lo largo de una cuerda muy larga. Las funciones de onda que describen estas
ondas son 𝜉 = 𝐴 sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡) y 𝜉 = 𝐴 sen(𝑘𝑥 + 𝜔𝑡 + 𝛿), respectivamente. a) ¿Se
obtendrá un patrón de onda estacionaria como resultado de la superposición de dichas
ondas? b) De ser así, ¿Dónde estarán ubicados los nodos a lo largo del eje x?

Solución: La onda resultante de la superposición está dada por

𝜉 = 𝜉 + 𝜉 = 𝐴[sen(𝑘𝑥 − 𝜔𝑡) + sen(𝑘𝑥 + 𝜔𝑡 + 𝛿)].

Utilizando la identidad sen 𝜃 + sen 𝜃 = 2 cos (𝜃 − 𝜃 ) sen (𝜃 + 𝜃 ), con 𝜃 = 𝑘𝑥 −


𝜔𝑡 y 𝜃 = 𝑘𝑥 + 𝜔𝑡 + 𝛿, obtenemos:

𝜉(𝑥, 𝑡) = 2𝐴 sen 𝑘𝑥 + cos 𝜔𝑡 + ,

la cual efectivamente tiene la forma de una onda estacionaria, ya que describe un patrón de
vibración de la cuerda en el cual cada partícula de la misma oscila con igual frecuencia,
pero con una amplitud que depende de su posición a lo largo de la cuerda. En este caso, los
puntos de la cuerda en donde se presentan nodos satisfacen la condición sen 𝑘𝑥 + = 0,
en consecuencia el argumento de la función seno debe ser 𝑘𝑥 + = 𝑛𝜋, donde n es un
número entero. En términos de la longitud de onda λ podemos escribir

2𝜋 𝛿
𝑥 + = 𝑛𝜋,
𝜆 2

de donde se obtienen las posiciones de los nodos a lo largo de la cuerda


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𝛿 𝜆
𝑥 = 𝑛− ; 𝑛 = 0, ±1, ±2, ±3, ⋯.
2𝜋 2

Fácilmente puede verificarse, en la anterior expresión, que la separación entre nodos


adyacentes sigue siendo , tal como ocurría en los casos anteriores.

Ejemplo 3.2: Una cuerda de guitarra, de longitud 63.5 cm (entre el puente y el extremo
superior del mástil), está afinada para producir la nota Si 3 (frecuencia 247 Hz) cuando vibra
en su modo fundamental. a) ¿Cuál es la rapidez de las ondas transversales en esta cuerda?
b) ¿A qué distancia del puente debe un guitarrista poner su dedo para producir una nota La 4
(frecuencia 440 Hz)? c) Si la tensión de la cuerda se incrementa en un 1.0%, ¿cuál será su
nueva frecuencia fundamental al vibrar libremente?

Solución: En el modo fundamental (n = 1) se tienen solamente dos nodos a lo largo de la


cuerda, uno en cada extremo, por lo tanto la longitud L de la cuerda debe ser igual a media
longitud de onda. De esta manera, la longitud de onda correspondiente es

𝜆 = 2𝐿 = 2 × (0.635 m) = 1.27 m.

La velocidad de propagación de las ondas armónicas transversales en la cuerda puede


escribirse en la forma

𝑣 = 𝜆 𝑓 = (1.27 m) × (247 s ) = 313.69 m/s.

Al colocar el dedo en un punto de la cuerda ubicado entre el puente y el extremo superior


del mástil, se fija en dicho punto un nodo y por ende la nueva longitud efectiva de la cuerda
es 𝐿 < 𝐿. Teniendo en cuenta que la frecuencia fundamental de vibración de una cuerda
con sus dos extremos fijos está dada por

1 𝐹 𝑣
𝑓 = = ,
2𝐿 𝜇 2𝐿

el cociente entre las frecuencias fundamentales de la cuerda, con longitudes efectivas L y


𝐿′, está dado por

𝑓 247 Hz 𝐿′
= = ,
𝑓 ′ 440 Hz 𝐿

ya que tanto F como μ permanecen constantes. Por lo tanto, la distancia 𝐿′ (medida desde el
puente) a la que debe pisarse la cuerda con el dedo es

𝑓
𝐿 = 𝐿 = 0.56𝐿 = 0.56 × (63.5 cm) = 35.56 cm.
𝑓′
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Al aumentar la tensión de la cuerda en una pequeña cantidad ∆𝐹, la frecuencia fundamental


varía en una cantidad ∆𝑓 que es aproximadamente

𝜕𝑓 1
∆𝑓 ≈ ∆𝐹 = ∆𝐹.
𝜕𝐹 4𝐿 𝜇𝐹

En este caso, según lo propuesto en el literal c), el incremento en la tensión es ∆𝐹 = 0.01𝐹.


De esta manera, el cambio de la frecuencia fundamental es

1 0.01 𝐹 0.01
∆𝑓 = (0.01𝐹) = = 𝑓.
4𝐿 𝜇𝐹 4𝐿 𝜇 2

Finalmente, la nueva frecuencia fundamental está dada por

𝑓 = 𝑓 + ∆𝑓 = (1 + 0.005)𝑓 = 1.005 × (247 Hz) = 248.235 Hz,

es decir, la frecuencia fundamental aumenta en un 0.5%.

Ejemplo 3.3: El canal auditivo de una persona mide aproximadamente 2.5 cm desde el
exterior hasta el tímpano, y puede modelarse como un tubo cerrado en un extremo y abierto
en el otro. a) ¿Cuál es la frecuencia de resonancia más baja del canal auditivo? b) ¿Cuántos
armónicos de dicho canal se encuentran en el rango audible? ¿Cuáles son sus frecuencias?
Asuma que la velocidad de propagación del sonido en el aire es de 343 m/s.

Solución: Las frecuencias de los modos normales de vibración del aire dentro de un tubo
abierto en un extremo y cerrado en el otro están dadas por
𝑣
𝑓 = (2𝑛 − 1) ; 𝑛 = 1, 2, 3, ⋯,
4𝐿

donde 𝑣 es la velocidad del sonido en el aire y L la longitud del tubo. La frecuencia de


resonancia más baja del canal auditivo es entonces

𝑣 343 m/s
𝑓 = = = 3430 Hz.
4𝐿 4 × (0.025 m)

Efectivamente, el oído humano es altamente sensible a sonidos con frecuencias cercanas a


3500 Hz. Cualquier frecuencia normal para un tubo cerrado en un extremo y abierto en el
otro es un múltiplo entero impar de la frecuencia fundamental, es decir, 𝑓 = (2𝑛 − 1)𝑓
con 𝑛 = 1, 2, 3, ⋯.

Teniendo en cuenta que el rango de frecuencias audibles para el oído humano está entre 20
y 20000 Hz, el más alto armónico que cae dentro del rango audible satisface la condición

𝑓 = (2𝑛 − 1)𝑓 < 20000 Hz,


87

de donde se obtiene que 𝑛 < 3.4. En consecuencia, dentro del rango audible se encontrarán
tres armónicos correspondientes a n = 1, 2 y 3. Las frecuencias de resonancia asociadas con
dichos armónicos son 𝑓 = 3430 Hz, 𝑓 = 3𝑓 = 10290 Hz y 𝑓 = 5𝑓 = 17150 Hz.

3.3 Paquetes de ondas.

En el estudio de la propagación de ondas en diferentes medios, hasta el momento se


han considerado únicamente situaciones en las que la velocidad de propagación sólo
depende de las propiedades físicas del medio, sin importar la longitud de onda o frecuencia
de determinada onda armónica que se propague en el medio. Por ejemplo, en una cuerda
sometida a tensión F cualquier onda armónica transversal, descrita por una función de onda
de la forma 𝜉(𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen[𝑘(𝑥 − 𝑣𝑡) + 𝛼], se propaga a lo largo de la cuerda con una
rapidez 𝑣 = 𝐹 ⁄𝜇 , siendo μ la densidad lineal de masa de la cuerda. Esto significa que una
cuerda dada, bajo una tensión dada, transporta ondas armónicas de todas las posibles
longitudes de onda a la misma velocidad 𝑣. Estos medios, en los que todas las ondas
armónicas se propagan con igual rapidez, reciben el nombre de medios no dispersivos. Otro
caso típico de medio no dispersivo lo constituye el vacío, con respecto a la propagación de
ondas electromagnéticas (cualquier onda electromagnética en el vacío se propaga con una
velocidad 𝑐 ≈ 3 × 10 m/s). Una onda con forma arbitraria, resultado de la superposición
de muchas ondas armónicas, se propaga sin deformarse en un medio no dispersivo y con la
misma velocidad de cualquiera de las ondas armónicas componentes.

Una situación muy diferente ocurre en los medios dispersivos, ya que en dichos
medios la velocidad con que se propaga cada onda armónica varía con su longitud de onda
o frecuencia. En un medio dispersivo, la velocidad de propagación de las ondas armónicas
(𝑣 = 𝜔⁄𝑘 ), también llamada velocidad de fase, no es una constante independiente del
número de onda k o la frecuencia angular ω, sino que puede considerarse como una función
de k o de ω. En este caso puede asumirse que una onda armónica satisface la ecuación de
onda, pero con un valor apropiado para el parámetro 𝑣 que corresponde a su velocidad de
propagación. Cuando una onda de forma arbitraria se propaga en un medio dispersivo, en
general su forma no se preserva a medida que transcurre el tiempo debido a que cada una
de las ondas armónicas que la conforman posee su propia velocidad. Adicionalmente, no
resultaría razonable asociar la velocidad de propagación de la onda resultante, denominada
paquete de ondas, con la velocidad a la que se propaga una de las ondas armónicas que
conforman el paquete. Bajo estas circunstancias, parece bastante conveniente identificar un
procedimiento que nos permita obtener la velocidad con que se propaga el paquete de ondas
como un todo, dicha velocidad se conoce con el nombre de velocidad de grupo y se
acostumbra denotar como 𝑣 .

En procesos donde se requiera transmitir algún tipo de información o señal no es


adecuada una onda armónica, la cual posee una amplitud constante y consta de una sola
frecuencia y longitud de onda. Para transmitir una señal se requiere de una onda que tenga
una extensión finita, es decir, que inicie en un cierto instante de tiempo y termine en otro
instante posterior. Este tipo de onda se denomina pulso. Un pulso posee una amplitud
variable, la cual es diferente de cero solamente en una pequeña región del espacio o durante
un pequeño intervalo de tiempo. Para obtener un pulso es preciso superponer una gran
cantidad de ondas armónicas con números de onda y frecuencias angulares que varían en
88

forma prácticamente continua dentro de ciertos rangos Δ𝑘 y Δ𝜔. Obviamente, la señal es


transmitida de un lugar a otro a la misma velocidad con que se propaga el pulso, es decir, a
la velocidad de grupo 𝑣 .

Por simplicidad matemática consideraremos el paquete de ondas más sencillo posible,


conformado por dos ondas armónicas de igual amplitud, con frecuencias angulares y
números de onda muy próximos entre sí. En un medio dispersivo, las velocidades con que
se propagan las ondas componentes son en general diferentes. Las funciones de onda de las
dos ondas armónicas pueden escribirse en la forma

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen(𝑘 𝑥 − 𝜔 𝑡) y 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 sen(𝑘 𝑥 − 𝜔 𝑡),

mientras que para la onda resultante tenemos

𝜉(𝑥, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑡) + 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴[sen(𝑘 𝑥 − 𝜔 𝑡) + sen(𝑘 𝑥 − 𝜔 𝑡)]. (3.16)

Con la ayuda de la identidad trigonométrica para la suma de los senos de dos ángulos,
usada en secciones anteriores, obtenemos

1 1
𝜉(𝑥, 𝑡) = 2𝐴 cos (Δ𝑘)𝑥 − (Δ𝜔)𝑡 sen 𝑘 𝑥 − 𝜔𝑡 , (3.17)
2 2

donde Δ𝑘 = 𝑘 − 𝑘 , Δ𝜔 = 𝜔 − 𝜔 , 𝑘 = (𝑘 + 𝑘 ) y 𝜔 = (𝜔 + 𝜔 ). Debido a que


𝑘 ≈ 𝑘 y 𝜔 ≈ 𝜔 , entonces se cumplen las desigualdades ∆𝑘 ≪ 𝑘 y ∆𝜔 ≪ 𝜔. El paquete
de ondas resultante, descrito por la Ec. (3.17), puede interpretarse como una onda
sinusoidal de longitud de onda muy corta (que oscila rápidamente), modulada en amplitud
por una envolvente de longitud de onda larga. En la Figura (3.6) se muestra la forma del
paquete de ondas en un instante dado (t = 0).

Figura 3.6: Paquete de ondas.


89

A medida que transcurre el tiempo, la modulación de amplitud se desplaza a lo largo


del eje x con una velocidad igual a aquella con la que se propaga el paquete de ondas como
un todo, es decir, la velocidad de grupo 𝑣 . Ahora bien, el factor de modulación de
amplitud 2𝐴 cos (Δ𝑘)𝑥 − (Δ𝜔)𝑡 representa en sí mismo un movimiento ondulatorio
con número de onda (Δ𝑘) y frecuencia angular (Δ𝜔), cuya velocidad de propagación es

(Δ𝜔) ∆ω
𝑣 = = ,
( ) ∆𝑘

que al tener en cuenta que Δ𝜔 y Δ𝑘 son cantidades muy pequeñas, podemos escribir

∆𝜔 𝑑𝜔
𝑣 = lim ≡ . (3.18)
∆ → ∆𝑘 𝑑𝑘

En el caso de un pulso de extensión finita, generado por la superposición de un gran


número de ondas armónicas, la velocidad de grupo 𝑣 es precisamente con la que se mueve
el pulso, es decir, corresponde a la velocidad con que se propaga la señal. La velocidad de
grupo es de gran importancia física, ya que el transporte de energía en una perturbación
ondulatoria toma lugar a la velocidad de grupo. De otro lado, la velocidad de fase 𝑣 está
asociada con el movimiento de una cresta en el interior del grupo o paquete de ondas. En
general, cualquiera de las relaciones 𝑣 < 𝑣, 𝑣 = 𝑣 o 𝑣 > 𝑣, puede ocurrir en diferentes
situaciones físicas. Para el paquete de ondas mostrado en la Figura (3.6), los ceros del
factor de modulación de amplitud dividen la onda en grupos que avanzan con velocidad
𝑣 = ∆𝜔⁄∆𝑘 , mientras que las crestas en el interior de un grupo se mueven a la velocidad
de fase 𝑣 = 𝜔⁄𝑘 . Si 𝑣 ≠ 𝑣 , como ocurre en medios dispersivos, la población de un grupo
individual no permanece fija. A medida que el grupo se desplaza, algunas crestas entran por
uno de los extremos, crecen hasta alcanzar la amplitud máxima y luego decrecen hasta que
finalmente salen por el otro extremo, entrando al siguiente grupo.

Con base en la definición de velocidad de fase, 𝑣 = 𝜔⁄𝑘 , la expresión (3.18) para la


velocidad de grupo puede escribirse en la forma

𝑑𝜔 𝑑(𝑣𝑘)
𝑣 ≡ = ,
𝑑𝑘 𝑑𝑘

que al aplicar la regla para la derivada de un producto se convierte en

𝑑𝑣
𝑣 =𝑣+𝑘 . (3.19)
𝑑𝑘

En medios no dispersivos, la velocidad de fase 𝑣 es una constante independiente de la


longitud de onda λ (o del número de onda 𝑘 = 2𝜋⁄𝜆), por lo tanto la velocidad de grupo se
reduce a 𝑣 = 𝑣, como era de esperarse.
90

Con el ánimo de concretar un poco más la diferencia entre velocidad de fase y


velocidad de grupo, consideremos la propagación de ondas superficiales en aguas
suficientemente profundas. A grandes longitudes de onda, la velocidad de fase para una
longitud de onda λ bien definida está dada por 𝑣 = 𝑔𝜆⁄2𝜋 = 𝑔⁄𝑘 , siendo 𝑔 la
aceleración gravitacional. Teniendo en cuenta que 𝑣 = 𝜔⁄𝑘 , podemos escribir

𝜔 = 𝑣𝑘 = 𝑔𝑘.

La anterior expresión establece una relación funcional 𝜔 = 𝜔(𝑘), la cual se conoce


con el nombre de relación de dispersión. Para obtener la velocidad de grupo
correspondiente, basta derivar la relación de dispersión con respecto al número de onda k,
obteniéndose

𝑑𝜔 1 𝑔 1
𝑣 ≡ = = 𝑣.
𝑑𝑘 2 𝑘 2

Es decir, la velocidad de grupo es igual a la mitad de la velocidad de fase, de manera


que las crestas componentes se desplazarán rápidamente a lo largo del grupo o paquete,
aumentando inicialmente su amplitud y luego decreciendo hasta que desaparecen
aparentemente. Este peculiar efecto puede apreciarse en la superficie del mar, por ejemplo.

3.4 Reflexión y refracción de ondas.

Hasta el momento hemos abordado el estudio de la propagación de ondas en medios


homogéneos, cuyas propiedades físicas son idénticas en cualquier punto en su interior.
Como una consecuencia de este hecho, la velocidad de propagación de una onda armónica
es una constante que depende de las propiedades del medio. Sin embargo, puede ocurrir que
una onda encuentre en su camino una discontinuidad en el medio de propagación, como por
ejemplo cuando una onda se propaga inicialmente por un medio e incide sobre una
superficie frontera que lo separa de un segundo medio con diferentes propiedades físicas.
Por poseer propiedades físicas distintas, la velocidad de propagación de la onda en cada
uno de dichos medios es diferente. Debido a esa discontinuidad en las propiedades del
medio de propagación, que experimenta la onda incidente, una parte de ella se transmite al
segundo medio (onda transmitida o refractada) y otra parte se refleja regresando al medio
inicial de propagación (onda reflejada). Hablando en términos energéticos, una fracción de
la potencia que transporta la onda incidente es transmitida al segundo medio, mientras que
la fracción restante se refleja en la frontera entre los medios.

Reflexión y refracción de ondas en una dimensión. Consideremos dos cuerdas semi-


infinitas con densidades lineales diferentes 𝜇 y 𝜇 , que se extienden a lo largo del eje x
estando unidas en el punto x = 0. Las cuerdas están sometidas a una tensión constante F.
Supongamos que en la cuerda 1 (x < 0) se produce una onda armónica transversal, la cual
se propaga hacia la derecha e incide sobre el punto de unión en x = 0. En dicho punto, parte
de la energía que transporta la onda es transmitida a la cuerda 2 (x > 0) y la otra parte se
refleja en la unión, devolviéndose a lo largo de la cuerda 1. Las frecuencias de las ondas
incidente, transmitida y reflejada son iguales, ya que dicha propiedad está determinada en
91

última instancia por la frecuencia de oscilación de la fuente que produce las ondas. La
función de onda que describe la onda incidente puede escribirse en la forma

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 cos(𝑘 𝑥 − 𝜔𝑡),

donde ω es la frecuencia angular de la onda incidente, que es la misma para las ondas
reflejada y refractada, 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 es su número de onda y 𝑣 = 𝐹 ⁄𝜇 es la velocidad de
propagación de las ondas transversales en la cuerda 1. De otro lado, la onda reflejada se
propaga también en la cuerda 1 pero en sentido opuesto al de la onda incidente, de manera
que su función de onda es

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 cos(𝑘 𝑥 + 𝜔𝑡).

En lo que respecta a la onda transmitida o refractada, esta se propaga hacia la derecha


a lo largo de la cuerda 2 y su número de onda es 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 , siendo 𝑣 = 𝐹 ⁄𝜇 la
velocidad de propagación en la cuerda 2. En consecuencia, su función de onda adopta la
forma

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 cos(𝑘 𝑥 − 𝜔𝑡).

Obviamente, 𝐴 , 𝐴 y 𝐴 representan las amplitudes de las ondas incidente, reflejada y


transmitida, respectivamente.

Debido a que en la cuerda 1 se propagan simultáneamente las ondas incidente y


reflejada, el desplazamiento transversal de cualquier partícula de la cuerda en un instante
dado es la suma de los desplazamientos causados por las ondas incidente y reflejada. En
consecuencia, la función de onda resultante en dicha cuerda está dada por

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑡) + 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 cos(𝑘 𝑥 − 𝜔𝑡) + 𝐴 cos(𝑘 𝑥 + 𝜔𝑡). (3.20)

De otro lado, en la cuerda 2 sólo se propaga la onda transmitida y por ende la onda
resultante en dicha cuerda es

𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑡) = 𝐴 cos(𝑘 𝑥 − 𝜔𝑡). (3.21)

Con el fin de obtener expresiones para las amplitudes de las ondas reflejada y
transmitida, suponiendo conocida la amplitud 𝐴 de la onda incidente, debemos imponer
condiciones de frontera adecuadas en el punto en que están unidas las dos cuerdas (x = 0).
La primera de ellas está relacionada con el hecho de que no existe ruptura (o
discontinuidad) en la unión, es decir, los desplazamientos producidos en dicho punto por
las ondas resultantes en las cuerdas 1 y 2 son iguales, 𝜉 (0, 𝑡) = 𝜉 (0, 𝑡). Al aplicar esta
condición, con la ayuda de las Ecs. (3.20) y (3,21), se obtiene la relación

𝐴 +𝐴 =𝐴 , (3.22)
92

en la que se ha tenido en cuenta que cos(−𝜔𝑡) = cos(𝜔𝑡), por ser la función coseno una
función par. La segunda condición tiene que ver con la continuidad de la pendiente
(derivada) de la cuerda combinada en el punto de unión; recuérdese que dicha pendiente es
proporcional a la componente transversal de la fuerza que actúa sobre la partícula de cuerda
en ese punto, tal como se mostró en la sección 2.4 del capítulo anterior. Esta condición
implica que = , y conduce a la expresión

𝑘 (𝐴 − 𝐴 ) = 𝑘 𝐴 , (3.23)

donde se usó el carácter impar de la función seno para escribir sen(−𝜔𝑡) = − sen(𝜔𝑡).
Resolviendo el sistema lineal de ecuaciones (3.22) y (3.23) para las amplitudes 𝐴 y 𝐴 ,
obtenemos las relaciones

𝑘 −𝑘 2𝑘
𝐴 = 𝐴 y 𝐴 = 𝐴,
𝑘 +𝑘 𝑘 +𝑘

las cuales pueden escribirse directamente en términos de las densidades lineales de masa de
las cuerdas, ya que 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 = 𝜔 𝜇 ⁄𝐹 (j = 1, 2). De esta manera se obtiene

𝐴 √𝜇 − √𝜇
= , (3.24𝑎)
𝐴 √𝜇 + √𝜇
y
𝐴 2 √𝜇
= . (3.24𝑏)
𝐴 √𝜇 + √𝜇

En estas relaciones puede observarse que: i) el cociente 𝐴 ⁄𝐴 siempre es positivo, lo


cual significa que la onda transmitida produce desplazamientos en el mismo sentido que los
producidos por la onda incidente; ii) el cociente 𝐴 ⁄𝐴 es positivo si 𝜇 > 𝜇 y negativo en
caso contrario, es decir, la onda reflejada produce desplazamientos en el mismo sentido que
los produce la onda incidente cuando 𝜇 > 𝜇 o en sentido opuesto cuando 𝜇 < 𝜇 . Dicho
de otra manera: la onda transmitida siempre está en fase con la onda incidente, mientras
que la onda reflejada está en fase con la incidente si 𝜇 > 𝜇 y presenta un desfase π con
respecto a la onda incidente si 𝜇 < 𝜇 .

Con la intención de establecer relaciones similares entre energías, tengamos en cuenta


que la potencia promedio por ciclo (energía por unidad de tiempo) que transporta una onda
transversal en una cuerda es 𝒫 = 𝜇𝜔 𝜉 𝑣, tal como se dedujo en la sección 2.6 (Ec.
(2.23)), donde 𝜉 representa la amplitud de la onda. Por lo tanto, las potencias promedio
asociadas con las ondas incidente, reflejada y transmitida, respectivamente son

𝒫 = 𝜇 𝜔 𝐴 𝑣 , 𝒫 = 𝜇 𝜔 𝐴 𝑣 y 𝒫 = 𝜇 𝜔 𝐴 𝑣 .

Se acostumbra definir los coeficientes de reflexión R y transmisión T como los


cocientes entre dichas potencias, en la forma
93

𝒫 𝒫
𝑅≡ y 𝑇≡ , (3.25)
𝒫 𝒫

que pueden interpretarse como las fracciones de la potencia de la onda incidente que
corresponden a las ondas reflejada y transmitida, respectivamente. Sustituyendo los valores
de las respectivas potencias en las Ecs. (3.25), obtenemos para los coeficientes de reflexión
y transmisión las expresiones

𝐴 √𝜇 − √𝜇
𝑅= = , (3.26)
𝐴 √𝜇 + √𝜇
y
√𝜇 𝐴 4√𝜇 √𝜇
𝑇= = . (3.27)
√𝜇 𝐴 (√𝜇 + √𝜇 )

A partir de las expresiones (3.26) y (3.27), fácilmente puede comprobarse que los
coeficientes R y T satisfacen la relación 𝑅 + 𝑇 = 1, lo cual era de esperarse en virtud del
principio de conservación de la energía.

Reflexión y refracción de ondas planas. Ahora abordaremos el estudio de los


fenómenos de reflexión y refracción de ondas planas cuando inciden sobre una superficie
frontera plana, que separa dos medios con propiedades físicas diferentes. En la sección 2.7
(Ec. (2.29)) se obtuvo la función de onda correspondiente a una onda armónica plana que se
propaga en el espacio 3D, la cual puede escribirse en la forma

𝜉(𝐫, 𝑡) = 𝐴 cos(𝐤 ⋅ 𝐫 − 𝜔𝑡) = 𝐴 cos 𝑘 𝑥 + 𝑘 𝑦 + 𝑘 𝑧 − 𝜔𝑡 ,

donde A es la amplitud de la onda, 𝐤 = 𝑘 , 𝑘 , 𝑘 el vector de onda, que apunta en la


dirección de propagación, y ω su frecuencia angular. Es importante recordar que la
magnitud del vector de onda es 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 , siendo 𝑣 la velocidad de propagación de la onda.
En el lenguaje de los frentes de onda y rayos, el vector de onda k es perpendicular a los
frentes de onda y por ende paralelo a los rayos, que son líneas perpendiculares a los frentes
de onda que indican la dirección de propagación.

Consideremos dos medios semi-infinitos diferentes separados por la superficie plana


𝑧 = 0 (plano xy), de manera que el medio 1 llena el semi-espacio 𝑧 < 0 y el medio 2 se
extiende en la región 𝑧 > 0. Denotamos por 𝑣 y 𝑣 a las velocidades de propagación de la
onda en los medios 1 y 2, respectivamente. Una onda plana, que se propaga inicialmente en
el medio 1, incide sobre la superficie frontera 𝑧 = 0. Esta onda incidente está caracterizada
por un vector de onda k 𝒊 que forma un ángulo 𝜃 con respecto a una recta normal a la
frontera, es decir, paralela al eje z. El ángulo 𝜃 se conoce con el nombre de ángulo de
incidencia. Es de esperarse que, como consecuencia del cambio de medio de propagación,
la onda incidente sea parcialmente reflejada y parcialmente transmitida a través de la
frontera. Las ondas reflejada hacia el medio 1 y transmitida hacia el medio 2 tienen
vectores de onda k 𝒓 y k 𝒕 , respectivamente. Debido a que las ondas incidente y reflejada se
94

propagan ambas en el medio 1, los módulos de sus vectores de onda son 𝑘 = 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 ,
mientras que para la onda transmitida 𝑘 = 𝜔⁄𝑣 . Supongamos adicionalmente que la
dirección de propagación de la onda incidente y la recta normal a la frontera están en el
plano xz, tal como se muestra en la Figura 3.7. Por lo tanto, el vector de onda k 𝒊 no tiene
componente a lo largo del eje y (𝑘 = 0).

Figura 3.7: Direcciones de propagación de las ondas incidente, reflejada y refractada.

Si denotamos por 𝐴 , 𝐴 y 𝐴 a las amplitudes de las ondas incidente, reflejada y


transmitida o refractada, respectivamente, la función de onda resultante en el medio 1 (𝑧 <
0) está dada por

𝜉 (𝐫, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑦, 𝑧, 𝑡) = 𝐴 cos(𝐤 𝒊 ⋅ 𝐫 − 𝜔𝑡) + 𝐴 cos(𝐤 𝒓 ⋅ 𝐫 − 𝜔𝑡), (3.28)

mientras que en el medio 2 (𝑧 > 0) tenemos

𝜉 (𝐫, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑦, 𝑧, 𝑡) = 𝐴 cos(𝐤 𝒕 ⋅ 𝐫 − 𝜔𝑡), (3.29)

en las cuales se ha tenido en cuenta que las frecuencias de las ondas incidente, reflejada y
transmitida son iguales.

Asumiendo que no hay acumulación ni pérdida de energía o momentum en la


superficie frontera, podemos imponer la condición de continuidad de la función de onda en
la superficie 𝑧 = 0, de manera análoga a lo efectuado en el caso 1D. En forma explícita esta
condición implica que 𝜉 (𝑥, 𝑦, 0, 𝑡) = 𝜉 (𝑥, 𝑦, 0, 𝑡). Haciendo 𝑧 = 0 en las Ecs. (3.28) y
(3.29), se obtiene

𝐴 cos 𝑘 𝑥 + 𝑘 𝑦 − 𝜔𝑡 + 𝐴 cos 𝑘 𝑥 + 𝑘 𝑦 − 𝜔𝑡 = 𝐴 cos 𝑘 𝑥 + 𝑘 𝑦 − 𝜔𝑡 .

La anterior relación debe ser satisfecha para todos los valores de x, y y t. Obviamente,
esto sólo es posible si se cumple que

𝑘 =𝑘 =𝑘 , (3.30𝑎)
y
𝑘 =𝑘 =𝑘 . (3.30𝑏)
95

Ya que 𝑘 = 0, por estar el vector de onda k 𝒊 en el plano xz, de la Ec. (3.30b) tenemos
que 𝑘 = 𝑘 = 0, es decir, los vectores de onda o direcciones de propagación de las
ondas reflejada y transmitida también permanecen en el plano xz. Los vectores de onda k 𝒓 y
k 𝒕 son entonces coplanares con k 𝒊 y forman ángulos 𝜃 y 𝜃 , respectivamente, con la
normal a la superficie frontera. Dichos ángulos se conocen usualmente con los nombres de
ángulo de reflexión y ángulo de refracción o transmisión. Dado que los vectores de onda
son paralelos a los respectivos rayos, el resultado anterior también puede expresarse en la
siguiente forma alternativa: los rayos incidente, reflejado y refractado (o transmitido) se
encuentran en un mismo plano. Como puede notarse en la Figura 3.7, las componentes
cartesianas de los tres vectores de onda adoptan la forma
𝜔
k𝒊 = (sen 𝜃 , 0, cos 𝜃 ),
𝑣
𝜔
k𝒓 = (sen 𝜃 , 0, − cos 𝜃 ),
𝑣
y
𝜔
k𝒕 = (sen 𝜃 , 0, cos 𝜃 ).
𝑣

Sustituyendo en la primera igualdad de la Ec. (3.30a) obtenemos que sen 𝜃 = sen 𝜃 y


por lo tanto 𝜃 = 𝜃 , es decir, el ángulo de incidencia siempre es igual al ángulo de
reflexión. Este resultado se conoce como la ley de reflexión. De igual manera, a partir de la
segunda igualdad en la Ec. (3.30a) se puede deducir la relación

sen 𝜃 𝑣
= , (3.31)
sen 𝜃 𝑣

a partir de la cual se concluye que el cociente entre el seno del ángulo de incidencia y el
seno del ángulo de refracción siempre es constante. Se acostumbra definir el índice de
refracción relativo del medio 2 con respecto al medio 1 como
𝑣
𝑛 ≡ . (3.32)
𝑣

El índice de refracción relativo no provee información específica de cada medio


individual, sino sobre propiedades relativas del uno respecto al otro, razón por la cual es
conveniente definir un índice de refracción absoluto, o simplemente índice de refracción,
de cada medio en particular. Para tal fin, se escoge un medio de referencia y se determina el
índice de refracción de cualquier medio arbitrario con respecto a dicho medio de referencia.
Si denotamos por c la velocidad de propagación de la onda en el medio de referencia, el
índice de refracción de un medio en el que la velocidad de la onda es 𝑣, está definido por
𝑐
𝑛≡ ; (3.33)
𝑣
96

obviamente, el índice de refracción del medio de referencia es igual a la unidad. En el caso


de ondas electromagnéticas, el medio natural de referencia es el vacío, donde la velocidad
de propagación de las ondas electromagnéticas es 𝑐 ≈ 3 × 10 m/s. Combinando las Ecs.
(3.32) y (3.33), fácilmente se puede mostrar que 𝑛 = 𝑛 ⁄𝑛 , siendo 𝑛 y 𝑛 los índices
de refracción de los medios 1 y 2, respectivamente. De esta manera, la Ec. (3.31) adopta la
forma más simétrica

𝑛 sen 𝜃 = 𝑛 sen 𝜃 , (3.34)

conocida generalmente como ley de Snell. Es de interés notar que en el caso de incidencia
normal, 𝜃 = 0, la dirección de propagación de la onda refractada no sufre desviación
alguna con respecto a la incidente porque el ángulo 𝜃 también debe ser cero, de acuerdo a
la ley de Snell. En tal caso, los rayos incidente, reflejado y refractado están sobre la normal,
obviamente con el rayo reflejado propagándose en sentido opuesto al rayo incidente.

Con base en la ley de Snell, podemos sacar las siguientes conclusiones: i) si 𝑛 < 𝑛 ,
para que se satisfaga la igualdad en (3.34) debe ocurrir que sen 𝜃 > sen 𝜃 y por lo tanto
𝜃 > 𝜃 , es decir, el rayo refractado se desvía respecto al incidente, acercándose a la
normal; ii) si por el contrario 𝑛 > 𝑛 , se cumple que 𝜃 < 𝜃 y en consecuencia el rayo
refractado se desvía alejándose de la normal. Las dos situaciones se esquematizan en la
Figura 3.8.

Figura 3.8: Rayos incidente, reflejado y refractado para (a) 𝑛 < 𝑛 y (b) 𝑛 > 𝑛 .

En el segundo caso, cuando 𝑛 > 𝑛 , al aumentar el ángulo de incidencia el rayo


refractado se aleja cada vez más de la normal, de manera que existirá un cierto ángulo de
incidencia 𝜃 < 𝜋⁄2 para el cual el ángulo de refracción es 𝜃 = 𝜋⁄2; dicho ángulo de
incidencia se denomina ángulo crítico y se denota por 𝜃 . Para 𝜃 = 𝜃 , el rayo refractado
es paralelo a la superficie frontera entre los dos medios, situación que se muestra en la
Figura 3.9. Haciendo las sustituciones 𝜃 = 𝜃 y 𝜃 = 𝜋⁄2 en la Ec. (3.34), obtenemos la
siguiente condición para el ángulo crítico
𝑛
𝑛 sen 𝜃c = 𝑛 o sen 𝜃c = (𝑛 > 𝑛 ). (3.35)
𝑛
97

Figura 3.9: Rayos incidente, reflejado y refractado cuando 𝜃 = 𝜃 .

Ahora bien, para cualquier ángulo de incidencia 𝜃 > 𝜃 se tiene que sen 𝜃 > 𝑛 ⁄𝑛 y
en consecuencia sen 𝜃 = sen 𝜃 > 1, lo cual no es posible. Por lo tanto, en tal caso no
habrá rayo refractado en el medio 2, sino que el rayo incidente se refleja en la superficie
frontera; este fenómeno se denomina reflexión total interna. Sólo puede presentarse
reflexión total interna cuando la onda incide desde un medio con mayor índice de
refracción y se refracta en uno de menor índice. Un caso típico de reflexión total interna se
puede presentar cuando un rayo de luz pasa del vidrio al aire, ya que el índice de refracción
del vidrio toma valores muy cercanos a 1.5 en la región visible del espectro
electromagnético, mientras que el aire se comporta como un medio no dispersivo con un
índice de refracción prácticamente igual al del vacío, que es uno. En este caso tenemos
𝑛 ≈ 1.5 y 𝑛 = 1, de modo que el ángulo crítico para reflexión total interna está dado por
la relación sen 𝜃c = ≈ 0.67, es decir, 𝜃c ≈ 42°.

Ejemplo 3.4: Consideremos un prisma de vidrio que tiene la forma de un triángulo


rectángulo isósceles y un rayo de luz incide normalmente desde el aire sobre uno de los
catetos. ¿Cuál es la trayectoria que sigue el rayo de luz hasta salir finalmente del prisma de
vidrio?

Solución: Si asumimos un valor de 1.5 para el índice de refracción del vidrio, el ángulo
crítico para un rayo de luz que pasa del vidrio al aire es aproximadamente 42°, tal como se
mostró anteriormente. En la Figura 3.10 se ilustra la situación planteada en el enunciado. Al
incidir normalmente desde el aire sobre el cateto vertical del prisma (ángulo de incidencia
cero), el rayo de luz no se desvía al entrar al prisma de vidrio, ya que por la ley de Snell el
ángulo de refracción es también cero.

Figura 3.10: Trayectoria del rayo de luz al pasar a través del prisma de vidrio.
98

Sin embargo, cuando el rayo que se propaga dentro del prisma incide sobre la hipotenusa
con un ángulo de 45°, mayor que el ángulo crítico 𝜃c ≈ 42°, presentándose entonces
reflexión total interna. Por la ley de reflexión el rayo reflejado en la hipotenusa también
forma un ángulo de 45° con la normal a esta, de modo que el rayo inicial sufre una
desviación total de 90° en la hipotenusa y se dirige hacia el otro cateto, sobre el cual incide
perpendicularmente. Finalmente, dicho rayo emerge nuevamente al aire sin cambiar su
dirección porque el ángulo de refracción es cero. El efecto neto es una desviación de 90° en
la dirección de propagación del rayo incidente, al pasar a través del prisma de vidrio.

Ejemplo 3.5: Un rayo de luz incide con un ángulo 𝜃 sobre una de las caras de una placa
rectangular de un material transparente cuyo índice de refracción es n, tal como se indica en
la Figura 3.11. Mostrar que el rayo emergente es paralelo al incidente y calcular la
desviación lateral d.

Figura 3.11: Desviación lateral de un rayo de luz a través de una placa rectangular.

Solución: En este caso el rayo que incide desde el aire experimenta una primera refracción
en la cara superior, refractándose en el interior de la placa con un ángulo 𝜃 . A su vez, este
rayo que se propaga dentro de la placa incide con el mismo ángulo 𝜃 (por ser ángulos
alternos internos entre paralelas) sobre la cara inferior, experimentando una segunda
refracción para emerger al aire con un ángulo 𝜃 ′. Al aplicar la ley de Snell a la primera
refracción (𝑛 = 1 y 𝑛 = 𝑛), se obtiene

sen 𝜃 = 𝑛 sen 𝜃 .

De igual manera, en la segunda refracción (𝑛 = 𝑛 y 𝑛 = 1) tenemos

𝑛 sen 𝜃 = sen 𝜃 ′.

Al comparar estas dos ecuaciones se encuentra que sen 𝜃 = sen 𝜃 ′, o sea que 𝜃 = 𝜃 ′. En
consecuencia, puede concluirse que los rayos incidente y emergente son paralelos.

Para calcular el desplazamiento lateral d del rayo emergente respecto al incidente, nótese
que la distancia h que recorre el rayo dentro de la placa es la hipotenusa común a dos
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triángulos rectángulos. En el triángulo superior, la desviación lateral d es igual a la longitud


del cateto opuesto al ángulo α (ver Figura 3.11), por lo tanto 𝑑 = ℎ sen 𝛼. Adicionalmente,
𝜃 = 𝜃 + 𝛼 (ángulos opuestos por el vértice), de donde obtenemos 𝑑 = ℎ sen(𝜃 − 𝜃 ). De
otro lado, en el triángulo inferior (vertical) se tiene que el ancho w de la placa es igual a la
longitud del cateto adyacente al ángulo 𝜃 , por lo cual 𝑤 = ℎ cos 𝜃 . Combinando estos
resultados, obtenemos para la desviación lateral

sen(𝜃 − 𝜃 ) [sen 𝜃 cos 𝜃 − sen 𝜃 cos 𝜃 ]


𝑑=𝑤 =𝑤 .
cos 𝜃 cos 𝜃

Usando la expresión sen 𝜃 = 𝑛 sen 𝜃 , que surge de la aplicación de la ley de Snell a la


primera refracción, y recordando que cos 𝜃 = 1 − sen 𝜃 , es posible expresar d
solamente en términos de w, n y 𝜃 . Después de realizar unas cuantas operaciones
algebraicas, se obtiene

cos 𝜃
𝑑 = 𝑤 sen 𝜃 1 − ,
𝑛 − sen 𝜃

la cual permite determinar la desviación lateral del rayo a partir de magnitudes conocidas,
como son el ancho e índice de refracción de la placa, al igual que el ángulo con que incide
el rayo de luz sobre la cara superior.

3.5 Interferencia de ondas en el espacio.

En la sección 3.1 se discutió el principio de superposición en el caso de ondas


unidimensionales. El principal resultado obtenido consiste en que al superponer dos ondas
de igual amplitud y frecuencia, la amplitud de la onda resultante depende de la diferencia
de fase entre ellas. En particular se mostró que cuando las dos ondas están en fase
(diferencia de fase cero o un múltiplo entero de 2π), la amplitud de la onda resultante es
máxima presentándose interferencia constructiva. De otro lado, para una diferencia de fase
igual a π (o múltiplo entero impar de π) se presenta interferencia destructiva, de manera que
la amplitud de la onda resultante es cero. A continuación trataremos el caso más general,
relacionado con la interferencia de ondas esféricas en el espacio 3D.

Consideremos dos fuentes puntuales s1 y s2, separadas una distancia d, que oscilan en
fase emitiendo ondas esféricas con la misma frecuencia. Recordemos que la amplitud de las
ondas esféricas varía con el recíproco de la distancia r a la fuente, en la forma 𝐴 = 𝐶 ⁄𝑟
donde C es una constante que depende de la potencia promedio emitida por la fuente. En un
punto P, situado a una distancia r1 de la fuente s1 y r2 de s2 (ver Fig. 3.12), las ondas
esféricas provenientes de cada una de las fuentes están descritas por funciones de onda

𝐶
𝜉 = sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡) = 𝐴 sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡)
𝑟
y
𝐶
𝜉 = sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡) = 𝐴 sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡),
𝑟
100

donde 𝐴 = 𝐶 ⁄𝑟 y 𝐴 = 𝐶 ⁄𝑟 son las amplitudes de las ondas en el punto P. Nótese que


aunque las fuentes puntuales sean idénticas de modo que 𝐶 = 𝐶 , en general 𝐴 ≠ 𝐴
debido a que el punto P puede encontrarse a diferentes distancias de las fuentes s1 y s2.

Figura 3.12: Ondas provenientes de dos fuentes puntuales interfieren en el punto P.

La onda resultante en el punto P está descrita por la función de onda

𝜉 = 𝜉 + 𝜉 = 𝐴 sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡) + 𝐴 sen(𝑘𝑟 − 𝜔𝑡).

Dado que las amplitudes 𝐴 y 𝐴 de las ondas que se superponen en el punto P son en
general diferentes, no es de mucha utilidad emplear algunas identidades trigonométricas,
como se hizo en las secciones 3.1 y 3.2, con el fin de obtener una expresión más explícita
para la función de onda resultante. Sin embargo, las fases 𝜙 = 𝑘𝑟 − 𝜔𝑡 y 𝜙 = 𝑘𝑟 − 𝜔𝑡
de las ondas provenientes de cada una de las fuentes, para un punto fijo P, varían
únicamente con el tiempo t. Adicionalmente, como las ondas poseen la misma frecuencia
angular ω, la diferencia de fase 𝜙 − 𝜙 entre ellas es independiente del tiempo para un
punto P dado.

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