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Universidad de Costa Rica Impacto Ambiental (IQ-0671)

Sede del Caribe Francisco Barrios Chaves, B60983


Escuela de Ingeniería Química Tarea

El oro azul
“Sobre el suministro normal de agua para la población, hay dos opiniones diferente sobre
el tema, una opinión, que yo considero extrema …que quiere declarar el agua un derecho
humano… la otra visión dice que el agua es un producto alimenticio como cualquier otro,
y que … debe tener un valor de mercado, personalmente creo que es mejor darles precio a
los productos alimenticios”
Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Nestlé (Hellyer, 2021)

Lo más importante y esencial que sabemos del agua es que sin ella sería imposible
que tanto usted como yo estuviésemos leyendo este ensayo. Sin ella la vida, como la
conocemos, solo sería un recuerdo fugaz y amargo que se disuelve rápidamente. Es el agua
la que permite que tanto humanos como animales y plantas nos reproduzcamos; así como
también permite que las poblaciones y civilizaciones humanos se desarrollen bajo una mejor
calidad de vida (Ivette, 2012). A pesar de ser el elemento más abundante sobre nuestro
planeta, nos ha tocado entender, por las malas, que es un recurso inagotable y, gracias a la
sobreexplotación que ha sufrido, hemos alterado su curso natural, impidiendo así que las
fuentes puedan volver a restaurarse en tiempo, calidad y cantidad. Uno de lo más grandes
factores que ha ocasionado este problema es el aumento sustancial de la población a lo cual
se le suma el comportamiento irracional que hemos tenido como especie en el cuidado de los
elementos naturales, provocando un desequilibrio ambiental que se ve evidenciado en los
fenómenos atmosféricos como los del niño y la niña.
El agua como un elemento natural ha sido descrita, desde diferentes criterios, como
un bien público, como un bien económico y como un bien común. Bajo la perspectiva de los
derechos humanos, el acceso al agua potable ha sido catalogado como un derecho
fundamental de todo ser humano. Esto fue declarado en la Carta de Montreal en el año de
1990, donde se afirma que toda persona tiene derecho al agua en las cantidades suficientes
que contribuyan a saciar sus necesidades vitales. Sin embargo, las cifras no muestran la
gigantesca crisis actual en materia del agua como bien común, ya que al menos mil
cuatrocientos millones de seres humanos no tienen acceso directo a este recurso, mientras
que más de mil millones de persones solo pueden optar por aguas insalubres que terminan
por matar a miles de personas diariamente (Romero, 2007). Esto nos hace pensar en la
distribución desigual del recurso y como los gobiernos actuales no han definido ni propuesto
medidas o algún plan de gestión que permita una buena, justa y equitativa regulación del
agua. De lo contrario, cada vez que se relacionan los derechos de propiedad con una crisis
los gobiernos solo encuentran una solución “razonable”: la apropiación privada de los
recursos como una manera de “solucionar” la crisis.
La privatización del agua plantea que las personas deban pagar el precio real del
suministro del agua con el fin de racionar y lograr una gestión eficiente de este preciado
recurso. Claramente, esta respuesta de los gobiernos implica el privar a unos cuántos de este
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elemento esencial para la vida, justificando que lo están protegiendo de unos para que otros
puedan disfrutarlo. Prácticamente, este plan más que traer una solución al problema crea otro
de igual o mayor nivel, ya que ¿qué pasaría con aquellos que por uno u otro motivo no puedan
acceder a este bien? ¿los dejaremos morir por no tener la situación económica necesaria para
acceder a este elemento? Según Rousseau, la desigualdad es producto de la propiedad privada
y de los gobiernos e instituciones que la mantienen y la legitimizan. Por esta razón, la
privatización del agua solo excluiría a unos y beneficiaría a otros, aumentando factores como
la pobreza y disminuyendo la calidad de vida y el desarrollo humano de las ciudades
(Echaide, 2007).
Entonces, ¿qué podemos hacer para revertir la crisis, pero sin tener que excluir a miles de
personas del acceso a los recursos hídricos? ¿Es la privatización la única solución a la
creciente demanda del agua? Por supuesto que no. Lo que necesitamos ahora mismo para
combatir contra esta crisis es una nueva perspectiva. Necesitamos poder administrar de
manera escrupulosa y en conjunto con todos aquellos que hacen uso de este bien común, de
manera que esta nueva forma de vivir pueda generar, incluso, una mejor racionalización y
gestión de los cuerpos de agua. Una aclaración importante sobre los bienes comunes es que
todos nosotros, como ciudadanos, somos dueños de estos; sin embargo, es responsabilidad
de los gobiernos, primeramente, garantizar la protección de estos bienes mancomunados
(Ortega y Portillo, 2015). Por este motivo si los gobiernos no toman las medidas necesarias
para limitar los consumos desequilibrados de los mercados se ha de generar una tragedia
global sin precedente como la que hoy vivimos. Luego de propagarse la crisis, los gobiernos
globales culpan a los ciudadanos de causarlo, y justifican esto como principal excusa para
privatizar un recurso que ellos mismo han acabado. Entonces, ¿no nos corresponde a nosotros
tomar decisiones de cómo administrar mejor nuestros bienes comunes?
La crisis de agua es prioridad hoy más que nunca. La privatización no es la solución mas
acertada para combatirla, sino más bien una solución que funciona a largo plazo pero que
finalmente dejaría una situación mucho más complicada que la de un comienzo. La gestión
democrática del agua es el verdadero desafío de este siglo, donde las actuales y futuras
generaciones tendrán una ardua labor en reestructurar las prácticas y procesos sociales que
se relacionan con la producción y el consumo del agua. Como mencionaba Barnes “en los
albores del capitalismo la naturaleza era abundante y el capital escaso, así que se crearon
protecciones para el capital. Hoy, sin embargo, estamos “inundados de capital, pero
quedándonos literalmente sin naturaleza” (Barlow, 2007). Es imperativo que transformemos
nuestras prioridades y el actual sistema económico, fomentando a la creación de marcos
jurídicos y legales que tengan como fin proteger y salvaguardar nuestros bienes comunes que
por muchos años hemos dejado libremente para que muchos otros los exploten para luego
intercambiarlos como mercancías.
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Bibliografía

Barlow, M. (2007). El agua nuestro bien común. Hacia una nueva narrativa del agua.
https://mx.boell.org/sites/default/files/water_commons-es-2.pdf

Echaide, J. (2017). Agua como bien común desde una perspectiva crítica del análisis
económico del derecho. Revista Electrónica Del Instituto de Investigaciones Ambrosio
L. Gioja, 1(18), 24–53. http://www.derecho.uba.ar/revistas-digitales/index.php/revista-
electronica-gioja/article/viewFile/319/250

Gómez, I. (2012). El agua como bien común y público, desde el análisis de la acción
colectiva del referendo por el agua [Universidad Nacional de Colombia].
https://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/B67915A33C1892A605
257BE10073262B/$FILE/ivettejohannagomezbustos2012.pdf

Hellyer, P. (2021). La Esperanza Recobrada: Un manifiesto contra el Nuevo Orden


Mundial. Ediciones Isthar Luna Sol.
https://books.google.co.cr/books?id=zPUuEAAAQBAJ

Ortega, G., & Portillo, A. (2015). El agua: Guillermo Ortega y Ana Portillo ¿bien común o
mercancía? BASE-IS. http://biblioteca.clacso.edu.ar/Paraguay/base-
is/20170331044501/pdf_1236.pdf

Romero, J. (2007). El agua como bien económico. universidad de Costa Rica.


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20140225.pdf

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