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Carlos Aramayo R., Francisco Fontúrbel R., Shirley Palomeque D. & Roberto Rocha R.
Resumen
La ecoregión Altoandina de Bolivia está comprendida entre los 4000 y 5000 m de altitud, dentro
de la Provincia de la Puna, de la macroregión Andina, y comprende una franja subhúmeda y
otra subárida a árida. La vegetación y fauna de la región son características y poseen un alto
grado de endemismo. Existen también áreas protegidas contenidas dentro de esta región, que
son de gran importancia a nivel nacional y tienen un gran potencial sin aprovechar. El uso que
se hace de los recursos naturales ha cambiando con el tiempo, creando un complejo conjunto
de potencialidades y amenazas sobre la región. A la fecha son varios los proyectos de
aprovechamiento de recursos naturales que se han propuesto y/o desarrollado en la región
Abstract
Bolivia’s Altoandean ecoregion is defined between 4000 and 5000 m of altitude, included on
Puna province of Andean macroregion, and has wet and dry zones. Altoandean’s Flora and
fauna are characteristic with many endemisms. National significance protected areas are
contained in this region, with several potentialities without use. The uses of natural resources
have changed in the pass of time, creating a complex conjunction of potentialities and menaces
over this region. Today, many natural–resources–use projects was proposed and/or developed
for the region.
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Introducción
Hasta nuestros días son pocos los proyectos de manejo de recursos naturales que se han
llevado a cabo en la región. Esto puede deberse más al desconocimiento de los recursos
existentes en el área que a la falta de ellos, puesto que estudios como el de Seibert (1993) han
mostrado que existe un elevado potencial natural. Por el contrario, han sido más llamativos los
casos de destrucción de recursos en la región, como el uso indiscriminado de los bosques de
Polylepis desde la época de la colonia (Kessler & Driesch 1993).
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complementando esta información con algunos estudios de caso de proyectos de manejo de
recursos naturales llevados a cabo en la región.
Los Andes se extienden desde Venezuela hasta la Patagonia, incluyendo a su paso a Colombia,
Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina (Morrone 2001, Fontúrbel 2002). De acuerdo a la
clasificación biogeográfica de América Latina y El Caribe, de Morrone (2001), la ecoregión
Altoandina es parte de la Provincia de la Puna, de la macroregión Andina del continente
americano (Fig. 1). El origen tectónico de la cordillera de los Andes, su historia geológica y su
diversidad de ecosistemas son muy complejo (Brown & Lomolino 1998, Morrone 2001), por lo
que su estudio además de interesante, es importante para la conservación y manejo adecuado
de los recursos naturales de esta región.
Según Graf (1994), las formas de vegetaciones actuales de la región andina provienen del
Pleistoceno, luego de la última gran glaciación. Esta vegetación, según plantea Graf, fue
fuertemente influenciada por la dinámica climática. Se plantea que esta vegetación tuvo su
origen en la Patagonia argentino–chilena, y de ahí se fue expandiendo al resto de la región
(Morrone 2001).
Un estudio de la zona andina de Bolivia, encomendado por el gobierno alemán, en 1977, fue el
primero en incluir el concepto de ecoregión para Bolivia. Por ecoregión se entiende a la zona
que tiene esencialmente las mismas condiciones climáticas para la producción vegetal y animal
(fide Beck 1985).
Posteriormente, Ellenberg (1981) definió las ecoregiones simplificadas de Bolivia (Fig. 2 y 3),
donde reconoció un piso altoandino semihúmedo, sin cultivos, y un piso altoandino semiárido a
árido, sin cultivos. Si bien las diferencias entre ambos pisos muchas veces son poco
perceptibles, Morales (1988) plantea que estas diferencias de humedad (medidas en meses de
precipitación por año, de acuerdo a las escalas internacionales) se deberían principalmente al
microrelieve y a la exposición diferencial de las laderas, lo que consecuentemente, afecta a las
formas de vegetación presentes en ambos pisos. El piso altoandino subhúmedo correspondería
a la parte norte de la región Altoandina, mientras que el piso subárido–árido a la parte sur
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(Ellenberg 1981), según Morales (1988) la mayor parte de la región Altoandina estaría
representada por el piso Altoandino subárido a árido.
Fig. 1: Provincias de los Andes: 1, páramo puneño; 2, chilena central; 3, subantárica; 4, patagónica
(tomado de Fontúrbel 2002).
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Fig. 2: Ecoregiones de Bolivia, las zonas cafés muestran la región Altoandina (tomado de Ribera 1992).
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Fig. 3: Mapa de Bolivia con la localización de la región Altoandina (tomado de DNCB 1996).
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De acuerdo con Beck (1985), los límites y rangos altitudinales que definen los pisos altitudinales
para el altiplano boliviano, se muestran en la tabla 1.
Tabla 1: Límites y rangos para los pisos altitudinales para el altiplano boliviano (según Beck 1985).
Piso Rango altitudinal
Nival y subnival > 5000 m
Altoandino superior 4500/4600–5000/5100 m
Altoandino inferior 4000/4100–4500/4600 m
Puna verdadera 3660–4000/4100 m
El límite de 3660 m de altitud, está definido en función al punto más bajo del altiplano, que
corresponde al Salar de Uyuni.
Beck & García (1991) definen a la región Altoandina (o piso Altoandino) como la zona por
encima del límite del crecimiento de los árboles y arbustos altos (Fig. 4), donde la alternancia de
heladas es frecuente, y muchas veces la precipitación se manifiesta en forma de nieve, aunque
esta no suele permanecer por mucho tiempo.
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El término Altoandino corresponde al mismo piso altitudinal denominado Alpino (referente a los
Alpes Europeos), el cual es usado también comúnmente para referirse a formaciones
montañosas del América del Norte y Asia (Beck & García 1991).
Esta ecoregión ha sido considerada por algunos autores como una estepa (Beck & García 1991)
por su afinidad fisonómica con éstas, aunque no es correcto utilizar este término en este caso,
porque las diferencias entre la región Altoandina y las estepas son significativas.
Bajo este nuevo modelo, Navarro (1994) define a la Región Andina como el límite meridional
entre las punas húmedo–suhúmedas, atravesando en una línea oblicua la zona de los Andes
entre los 16 y 18 grados de latitud sur. Aunque con algunas excepciones, el límite de la región
demarca bien la línea promedio de máximo reemplazamiento especial (beta–diversidad máxima)
del conjunto florístico y biocenótico, con más exigencias en la precipitación.
Navarro (1994) también plantea que las punas secas y semiáridas de los departamentos de
Oruro y Potosí no pueden ser consideradas como una sola unidad biogeográfica, debido a que
las condiciones bioclimáticas extremas y las porciones florísticas bien adaptadas las
condiciones semidesérticas y desérticas, obligan a realizar una mayor diferenciación sectorial.
La región Altoandina se caracteriza por una fisonomía muy variable, con una parte
relativamente planta en la región central, rodeada por las montañas que forman las dos cordillas
que delimitan el altiplano boliviano (Cordilleras Occidental y Oriental).
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Geográficamente se encuentra subdividida en región Altoandina semihúmeda y Altoandina árida
a semiárida, que de acuerdo a Ribera (1992) presentan las características indicadas a
continuación:
La ecoregión Altoandina semihúmeda se ubica en la cordillera oriental y central entre los 4200 y
5000 m. Ocupa altas mesetas, antiguos y actuales valles glaciales altos, abruptas escarpas y
afloramientos rocosos. Es extremadamente oligotérmica, con heladas nocturnas durante todo el
año, la precipitación es baja (se estima inferior a 700 mm anuales) existiendo procesos de
inmovilización de agua edáfica, por efectos de las bajas temperaturas. Las precipitaciones son
principalmente en forma de nieve y granizo, y el número de meses secos varía entre 1 y 4, a
medida que nos desplazamos de Norte a Sur.
También existen zonas de vegetación que permanecen anegadas gran parte del año, conocidos
como bofedales, este tipo de ambiente húmedo se instala en zonas de turberas y predomina la
vegetación de pulvínulos como Distichia muscoides, Plantago tubulosa y Oxychloe andina,
además de Juncáceas y Ciperáceas.
El relieve de la región es muy variable y está compuesto por pendientes rocosas de corte
abrupto y bordes afilados, colinas de perfil redondeado y pendientes suaves, las cuales
terminan en planicies y lugares secos o húmedos –como los bofedales– (Beck & García 1991).
Los suelos poseen una capa arable que no sobrepasa los 30 cm, son predominantemente
rocosos y de baja fertilidad, en muchos lugares se observan suelos altamente salinos. Los
afloramientos minerales son comunes en la región.
En la región los cursos de agua son escasos, viniendo el mayor aporte de la cuenca endorreica
del altiplano (sistema TDPS). En época seca los cursos de agua se secan casi totalmente,
mientras que los lagos (como el Lago Uru Uru) se ven considerablemente disminuidos.
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La radiación solar es fuerte por la elevada altitud, así como la incidencia de rayos UV. La
incidencia de la radiación sobre el suelo es de gran magnitud puesto que no existe una densa
cobertura vegetal, ni formas vegetales de gran altura que protejan al suelo de la radiación solar
directa, siendo esta una de las principales causas de sequías en la región.
Vegetación Altoandina
Ecoregión Altoandina semihúmeda, la vegetación se caracteriza por una pradera de bajo porte,
predominando gramíneas duras y salificadas como Festuca dolichophylla, Stipa ichu,
Calomagrostris spp, y plantas arrosetadas, rastreras y en cojines compactos (Hypochoeris spp.,
Lachemilla., Pycnophyllum., Azorella., Aciachne pulvinata) (Ribera 1992).
La vegetación Altoandina, según Beck & García (1991) está formada por los siguientes
componentes:
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pequeñas, numerosas compuestas (incluyendo varias especies del género Baccharis),
césped abierto cerca de la cumbre y varios líquenes.
• Vegetación con cubierta de césped: en las laderas y pendientes con mayor humedad se
halla un césped más denso de gramíneas y graminoides, con varias hierbas en roseta,
varias ciperáceas y pequeños cojines punzantes. En las laderas de mayor humedad la
cobertura vegetal es más densa, domina la gramínea Calamagrostis trichophylla (Fig. 5).
Sobre el límite de la puna dominan las plantas en matas de gramíneas, Baccharis spp.
(thola), Azorella compacta (yareta) y Stipa ichu (paja brava). También se encuentran
tubérculos como Solanum spp. (diferentes variedades de papa) y Ullucus tuberosus
(papalisa). Presentes, aunque menos comunes, son los cultivos de avena y cebada.
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Ahora bien, Navarro & Maldonado (2002) dividen la vegetación Altoandina en 6 categorías:
Para mayor detalle sobre las formaciones de vegetación y las especies de la ecoregión
Altoandina se recomienda consultar a Beck & García (1991) y Navarro & Maldonado (2002).
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Fauna Altoandina
No existen estudios de fauna para la región tan profundos como los realizados para vegetación,
por lo tanto no se cuenta con un inventario lo suficientemente completo como para definir una
estructura de organización como la del subtítulo anterior.
La Fauna silvestre altoandina se caracteriza por ser pobre en especies. Pocas de ellas se han
aclimatado y son altamente especializadas. Entre las más características podemos citar el
cóndor (Vultur gryphus), el suri (Pterocnemia pennata), el puma (Felis concolor), y el gato
andino (Oreailururus jacobita). Existen abundantes lagunas altoandinas de aguas dulces al
norte y saladas en el sur que alojan una abundante avifauna, con especies migratorias y locales.
Se destacan los flamencos con tres especies (Phoenicoparrus jamesi, P. andinus y
Phoenicopterus chilensis), y la chola de copete (Fulica cornuta) (Ribera 1992).
Yensen & Tarifa (1993) realizaron un reconocimiento de los mamíferos del Parque Nacional
Sajama (una gran parte del Parque está dentro de la región Altoandina), en el que se
observaron los siguientes órdenes:
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Fig. 6: Lagidium viscacia en un roquedal (tomado de Mercado & Miralles 1991).
Además de estos órdenes encontrados (y sus respectivas especies), Yensen & Tarifa (1993)
nombran algunas especies hipotéticas del lugar como la chinchilla (Chinchilla lanigera), la rata
chinchilla (Abrocoma cinerea cinerea), un venado (Hippocamelus antisensis) y el guanaco
(Lama guanicoe guanicoe). También se citan algunos animales domésticos como la llama
(Lama glama), la alpaca (Lama pacos) –ambas nativas–, y otras especies introducidas como el
burro (Equus asinus), el caballo (Equus caballus), el cerdo (Sus scrofa), la oveja (Ovis aries), la
cabra (Capra hircus), la vaca (Bos taurus), el perro (Canis familiaris) y el gato (Felis catus).
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Fig. 7: Vicuñas pastando (tomado de DNCB 1996).
De acuerdo con Mercado & Miralles (1991), en el Valle de La Paz existen varias coincidencias
con la región Altoandina. Según las autoras el 50% de la fauna (de mamíferos) de La Paz está
representada por los roedores, siendo que una considerable fracción de roedores silvestres es
de origen andino–patagónico, y su centro evolutivo principal es el altiplano de los Andes
centrales.
La región Altoandina posee unas 210 especies de aves, extendidas desde el piso nival hasta
unos metros por debajo del límite altitudinal altoandino (Ribera 1991). Las diferentes familias de
aves se han adaptado las condiciones climáticas y fisiográficas, observándose una reducción
del número de especies conforme aumenta la altura, con una cierta estratificación puesto que la
mayoría de las especies se manejan dentro de rangos determinados de altura y no los
sobrepasan (Ribera 1991). Según Ribera (1991), unas 52 especies de aves predominan en
franja de la puna alta y Altoandina, siendo muchas de estas especies generalistas.
Ahora bien, de acuerdo con Baudoin & Pacheco (1991) los reptiles poseen una amplia
distribución a lo largo de los Andes en Sudamérica, siendo las más representativas de la región
Altoandina las lagartijas y algunas serpientes.
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Los anfibios son un orden de vertebrados que si bien no posee muchas especies a nivel de
Bolivia –unas 250– cuenta con varias especies endémicas (Ergueta 1991). Un anfibio endémico
de la región es Telmatobius culeus (rana gigante) del lago Titikaka, especie que además de su
valor científico, tiene un elevado valor cultural y un gran potencial de aprovechamiento
sostenible (Fontúrbel et al. 2003, Rocha et al. 2003), al igual que otras especies y subespecies
del género Telmatobius.
La ictiofauna andina sobre los 4400 m de altura es reducida, y está representada por especies
bien adaptadas a las condiciones ambientales, siendo los géneros Trichomycterus y Orestias
los más representativos (Sarmiento 1991), dentro de las especies nativas. También se han
introducido varias especies nativas de peces como el pejerrey (Basilichtys bonariensis), la
trucha rosada (Salmo gairdneri) y la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) en el Lago Titikaka
(Arteaga et al. 2003) y en el lago Poopó, afectando a todo el sistema TDPS.
Se define como área protegida (mapa de Áreas Protegidas de Bolivia: Fig. 8) aquella región
geográfica regulada y administrada con el fin de alcanzar objetivos de conservación de la
biodiversidad biológica, salvaguardando el patrimonio nacional cultural de Bolivia, la misma que
tienen una Administración, jurisdicción y manejo especial (SERNAP 2000).
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Fig. 8: Mapa sintético de Áreas Protegidas de Bolivia (tomado de Achá et al. en preparación).
En Bolivia actualmente se han definido 15 áreas protegidas de las cuales tres se encuentran en
la región Altoandina, ellas son: Reserva Natural de Fauna Ulla–Ulla, Parque Nacional y Área
Natural de Manejo Integrado Sajama y Reserva Nacional de Fauna Eduardo Avaroa (SERNAP
2000).
Implantada en el año 1972, comprende una superficie aproximada de 240.000,0 has. Esta
localizada en el Departamento de La Paz, fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Implantada a partir de 1981, abarca una superficie aproximada de 700.000,0 has, se encuentra
entre los 4200 y 6000 m; está localizada en el Departamento de Potosí. En esta reserva
habitan especies de flora y fauna propias de la región altoandina y de la puna semidesértica
propias del Altiplano sur y la Cordillera Occidental. Las especies que destacan son la yareta
(Azorella compacta) y la queñua (Polylepis spp.). Se han identificado 45 especies de aves,
resaltando la población de flamencos (Phoenicoparrus jamesi, P. Andinus y Phoenicopterus
chilensis) que se encuentra fuertemente amenazada.
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Parque nacional y Area Natural De Manejo Integrado Sajama
La presencia del nevado Sajama y de los Payachatas le brindan una belleza incomparable,
además de permitir la práctica del andinismo. Asimismo, existen fuentes de aguas termales y
bosques de queñua que matizan la zona. La fauna es propia de la región Altoandina y existen
sitios arqueológicos que capturan la atención de investigadores e historiadores.
En la zona Altoandina, en la cordillera Occidental, además existen tres áreas protegidas que
hasta el 2000 no administraba el SERNAP; el Parque Nacional de Llica, la Reserva de Vida
Silvestre Cerro Tapilla y la Reserva Nacional de Fauna Yura. El Parque de Llica fue creado en
1990 y está ubicado en la provincia Daniel Campos del Departamento de Potosí, cuanta con
una superficie aproximada de 97.000 hay se halla entre 3.500 y 5.000 m de altitud. Su objetivo
principal es la protección de las especies vegetales, especialmente de las cactáceas y los
tholares.
Periodo precolonial
Los primeros habitantes de la región Altoandina de Bolivia eran nómadas que vivían de la caza,
la pesca y la recolección de raíces y tubérculos silvestres, llegaron a la región hace no menos
de 20.000 años provenientes del norte (Morales 1999 citado en ZONISIG 2001). Los primeros
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agricultores sedentarios se remontan a 2.500 años a.C. época a la que se atribuye el cultivo de
diversas plantas andinas nativas y a la domesticación de camélidos, así como la organización
de aldeas y gobiernos regionales.
En la región, aún sobreviven algunas culturas como los Chipayas, los Urus y los Muratos; se
han encontrado restos de varias culturas precolombinas tal como la de los Changos,
Atacameños, Charcas, Huruquilla, Yura, Chaquí y de los Chichas. La cultura Tiwanacota abarcó
desde las riveras del lago Titikaka hasta el norte del Departamento de Potosí y el área de Yura
(Tapia 1992 citado en ZONISIG 2001). La expansión del imperio incaico en el siglo XV influyó
en el uso de la tierra, posibilitando grandes trabajos comunales como la aplicación de terrazas
antrópicas de cultivo, los sistemas de riego por acequias y el uso de camellones o Suka Kollus.
Se considera que durante el incario la mayor parte de los habitantes de la región se dedicaba a
la crianza extensiva de camélidos (Liberman 1982 citado en ZONISIG 2001). También se
construyó una red caminera y centros de acopio para guardar la producción agrícola.
Periodo Colonial
Poco después de la conquista española se descubrieron los yacimientos de plata del Sumaj
Orcko y otros yacimientos hacia en norte. Alrededor de estos recursos minerales nacieron
grandes centros urbanos. A las ciudades de Potosí y Oruro se añadieron centros de producción
agrícola o de servicios como Sucre, Cochabamba y La Paz
La mayor parte de las tierras fueron dejadas en manos de los campesinos libres, manteniendo
de esta manera el mismo sistema de dominio y control que ejercían los Incas, es decir en base
a impuestos. Las comunidades fueron divididas en “encomiendas” que pagaban tributo a un
“encomendado” español quien tenía derecho sobre la mano de obra y los bienes del indígena
(Morales 1990 citado en ZONISIG 2001). Se instauró la “mita” como un sistema de trabajo
forzado cruel y miserable para los habitantes originarios de la región.
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Las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales acaecidas en el periodo colonial
dieron fin a los patrones de ocupación ancestral del territorio y al uso de los recursos naturales.
Se establecieron nuevos patrones de uso y tenencia de la tierra y nuevas formas de manejo de
los recursos naturales. A estos factores se debe gran parte de la erosión y degradación de las
tierras del Altiplano y los valle (Liberman & Qayum 1994 citado en ZONISIG 2001). Entre las
principales causas se pueden citar las siguientes:
Periodo Republicano
Al nacer Bolivia a la vida independiente, la minería se hallaba casi paralizada, por lo que el
Estado recurrió a exigir tributos a las masas campesinas que en el siglo XIX constituían dos
tercios de la población y basaban su subsistencia en la agricultura y el trueque. En 1860
muchas tierras arrebatadas a los campesinos y se formaron grandes latifundios y una elite de
terratenientes en el Altiplano y valles. Revueltas sangrientas impedían temporalmente este
atropello. Hacia 1930 muchas comunidades habían perdido entre la mitad y dos tercios de sus
tierras; muchas poblaciones originarias se vieron “arrinconadas” en tierras marginales de baja
productividad (Morales 1990 citado en ZONISIG 2001).
Hacia mediados del Siglo XX, se vivía en la región Altoandina una situación de desequilibrio: el
6 % eran los mayores propietarios de tierra, con superficies que oscilaban entre 1.000 a 10.000
ha, lo que significaba el 92 % de las tierras cultivables. Los agricultores poseían solo el 0.2 %
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de las tierras aptas para la agricultura (Dunkerley 1988 citado en ZONISIG 2001). El trabajador
rural podía trabajar la tierra pero debía entregar la mayor parte de la producción al terrateniente.
La Reforma Agraria en 1953, se limitó a una redistribución de tierras y no fue basada en una
seria investigación sociocultural, investigación de mercados e inversión de capitales. El proceso
de “parcelización” y minifundio de las tierras que desató la Reforma Agraria, ha significado un
aumento en la presión sobre las tierras de cultivo y pastoreo, causando mayores niveles de
degradación. Es ésta estructura agraria (que incluye la coexistencia de tierras minifundiarias
degradadas o abandonadas y tierras subutilizadas de latifundio) y no la sobrepoblación, el
factor que ha elevado la presión demográfica sobre la tierra del Altiplano y valles. También la
política de compensar el desabastecimiento interno con alimentos “donados”, además de
generar vínculos de dependencia no deseados, han contribuido a retardar y postergar el
desarrollo agropecuario de la región (Liberman & Qayum 1994, ZONISIG 1998 citados en
ZONISIG 2001).
Antes del periodo colonial, el Altiplano y las partes altas de la cordillera Oriental presentaban un
panorama con mucha vegetación arbórea (bosques de queñua y kiswara) y arbustiva (thola),
así como grandes bofedales, turberas y praderas; existían además arroyos permanentes
(Posnansky 1971 citado en ZONISIG 2001).
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Por otra parte la mayoría de los bosques microfoliados y restos de bosque seco caducifolio
están siendo rápidamente degradados y trasformados en amplias superficies desnudas,
principalmente a consecuencia de la quema agrícola de pajonales y otras especies menores. El
ramoneo descontrolado constituye otra causa de la degradación de las especies vegetales en la
zona.
Inclusive las áreas con mayor cobertura vegetal –los bofedales– sufren procesos erosivos
debido al sobrepastoreo. En muchos casos se ha superado la capacidad de carga animal, con
la consiguiente eliminación de la vegetación.
Con relación al origen antrópico de la erosión de los suelos, se destacan la actividad agrícola en
áreas no aptas o con fuertes limitaciones naturales (suelos pobres, pendientes escarpadas, etc.)
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sin el manejo adecuado. Otro aspecto que contribuye a la erosión de suelos es el uso
inapropiado de maquinaria agrícola (sea por la profundidad de los suelos, las pendientes u otros)
y las inadecuadas prácticas comunales para rotación de cultivos y conservación de los suelos;
también se suma, en algunas regiones, la utilización de químicos (herbicidas, fungicidas y
plaguicidas y abonos)
Residuos sólidos
Un estudio del MDSP/JICA, indica que grandes cantidades de elementos pesados son
arrastrados en forma de sedimentos que pueden ser depositados en las terrazas mediante riego
o durante inundaciones. De esta manera estos sólidos se acumulan en terrenos agrícolas y
pueden causar daños a la salud humana y animal al ser absorbidos por los cultivos y forrajes y
luego consumidos. Además, en las cuencas que conforman la zona Altoandina, se ha verificado
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que varios ríos registran ocasionalmente, valores de pH sumamente bajos (menor que pH =4)
debido a los drenajes ácidos provenientes de las minas.
Un problema particular que afecta a todas las poblaciones que habitan la zona Altoandina, es el
recojo y manejo de la basura generada por la actividad humana. La inadecuada organización en
esta materia causa la contaminación, principalmente biológica, de las aguas superficiales y
subterráneas. Poblaciones de las ciudades de Oruro, El Alto, Potosí, Llallagua, Huanuni, Uyuni
y otras, son afectadas gravemente por este problema. En el Altiplano norte, en las zonas
circundantes al Lago Titikaka la proliferación de desechos plásticos es alarmante y crece en
forma acelerada debido a la falta de educación ambiental que existe en los pobladores y
visitantes a la zona.
La calidad del aire de la zona Altoandina es buena, esta se ve afectada solamente en las
ciudades de El Alto, Potosí y Oruro por el uso de carburantes y en determinadas épocas debido
a polvos por la erosión eólica. La planta de volatilización minera de La Palca, no se encuentra
actualmente en funcionamiento y la planta polimetálica de fundición de Karachipampa nunca
llegó a funcionar. La fundición de Vinto está funcionando pero no a toda su capacidad. Cabe
señalar que todo tipo de explotación minera genera una determinada contaminación ambiental
que en muchos casos representa un grave peligro para la salud humana. Es el caso de la
Silicosis, enfermedad que afecta a los trabajadores mineros por la inhalación de polvos de silicio
y aluminio, ocasionado por la explotación minera, situación que acorta significativamente la
esperanza de vida.
Las potencialidades y amenazas que se ciernen en la región Altoandina son múltiples y muy
variadas. Se han generado varios proyectos para el aprovechamiento sostenible de algunas
especies características de la región, que de ser implementados adecuadamente, se
constituirían en un motor de desarrollo sostenible para las diversas comunidades. Sin embargo,
las propuestas elaboradas hasta el momento, no son suficientes.
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La deficiencia de políticas orientadas al desarrollo sostenible se constituye en un obstáculo para
el desarrollo de planes, programas y proyectos aplicables a esta región, que cada día se ve
amenazada por la destrucción antrópica de los ecosistemas.
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educación ambiental - Actividad agrícola mal manejada
- Degradación y erosión de suelos - Legislación deficiente y superposición
- Eliminación de especies nativas de normativas
- Introducción de especies foráneas - Politiquería y sindicalismo extremista
- No existe un Plan de Uso de Suelo de - Ausencia de la Ley de Ordenamiento
la zona. Territorial
- No existe una Zonificación global - No existen políticas orientadas hacia el
Agroecológica y Minera coherente sector agropecuario
- No existe un plan integral de manejo - Actividades humanas que degradan el
de las áreas protegidas ambiente
- El minifundio existente limita las
opciones de uso de la tierra
- Niveles bajos de recursos para el
manejo agrícola
- Extrema pobreza de los habitantes de
la región
El género Polylepis es uno de los principales representantes de los bosques andinos a nivel
sudamericano (Fontúrbel 2002) y también a nivel de la ecoregión Altoandina. Una de las más
grandes amenazas que está sufriendo la región es la inminente destrucción de los bosques de
Polylepis por el uso irracional e indiscriminado para la quema y el pastoreo (Kessler & Driesh
1993). El área de cobertura boscosa registrada en 1993 es considerablemente menor al área
potencial–histórica que estos bosques tenían (o podrían tener en condiciones óptimas). La
drástica reducción de la cobertura boscosa, así como la pérdida de continuidad en el bosque
andino de Polylepis es consecuencia de su destrucción progresiva desde la época de la colonia
(Kessler & Driesh 1993), y de seguir con ese ritmo, podría desaparecer en un tiempo
relativamente corto.
Los estudios realizados por Hensen (1994) en zonas del límite inferior de la región Altoandina
revelaron algunos datos interesantes sobre la ecología y la fenología de Polylepis besseri.
Hensen (1994) observó que el pico fenológico de la especie se da en el mes de agosto, y que la
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tasa de germinación de las semillas es muy baja (de 3 a 10%), por lo que la sobrevivencia y las
posibilidades de colonización de la especie son muy limitadas, y dependen de otros factores
como la asociación con microrrizas endotróficas que ayudan a la fijación de nutrientes del suelo.
En la región esta especie se usa para forraje, siendo que tiene un valor forrajero medio (fide
Hensen 1994). Si se sigue haciendo uso de esta especie con fines forrajeros sin un manejo
adecuado de la población, ésta podría desaparecer en un corto plazo.
Los estudios de la vegetación de los kallawayas realizados por Seibert (1993) muestran que
existe un gran potencial en la explotación de las especies nativas de la región, pero que la
riqueza natural de la zona está siendo fuertemente afectada por las actividades humanas.
Algunas especies nativas del Lago Titikaka tienen un gran potencial. Fontúrbel et al. 2003 y
Rocha et al. 2003 proponen un proyecto de producción sostenible de la rana gigante del lago –
Telmatobius culeus, mediante la implementación conjunta de un sistema de control de calidad
ambiental. Esa propuesta contempla la elaboración de un criadero en semi–cautiverio que
asegure que la población de T. culeus se mantenga y se conserve, pero también que se pueda
hacer uso de ella. La propuesta de procesamiento –que incluye al valioso componente de
participación comunitaria– contempla la utilización total de los individuos, elaborándose el
producto principal: ancas de rana en conserva, y una serie de productos secundarios (cueros
curtidos, harina de rana, embutidos, etc.) con los residuos del proceso. De igual manera, se
pueden desarrollar proyectos de aprovechamiento sostenible para otras especies nativas del
Lago Titikaka.
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C: Tierras de uso forestal
D: Tierras de protección con uso limitado
E: Áreas protegidas
A: Tierras de uso agropecuario intensivo: son tierras que por sus condiciones biofísicas
permiten un uso adecuado en forma sostenible, obteniéndose rendimientos relativamente altos.
Generalmente se requieren insumos y capitales medianos para iniciar trabajos. Para asignar
esta categoría se han tomado en cuenta todos los tipos de utilización de la tierra relacionados
con la agricultura y ganadería. Estas tierras se encuentran por encima de los 3.000,0 m de
altitud y en ellas se practica la ganadería intensiva, la agricultura anual o perenne intensiva, con
o sin riego. Se practica la ganadería intensiva en pastos sembrados con vacunos y ganadería
intensiva en campos naturales con vacunos ovinos, caprinos y llamas o alpacas.
Recomendación:
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B: Tierras de uso agropecuario intensivo: Son tierras que presentan ciertas limitaciones por
las condiciones biofísicas y socioeconómicas, por ejemplo clima, topografía, suelo, tamaño de la
explotación y accesibilidad, sin embargo no están exentas para el uso agropecuario sostenible.
Se considera que el uso de estas tierras debe realizarse aplicando limitada cantidad de insumos
y capital para mantener la capacidad productiva de la tierra y el bienestar de la población local.
Esta categoría presenta alturas entre 2400 y 4100 m de altitud. En ella se practica la ganadería
extensiva y la agricultura anual o perenne extensiva con o sin riego. La potencialidad está en la
adaptación de vacunos ovinos, caprinos, llamas, alpacas y vicuñas.
Recomendación:
C: Tierras de uso forestal: Son tierras que reúnen las condiciones para una cobertura forestal.
Originalmente estuvieron cubiertas de bosques bajos, sin embargo la categoría incluye a las
tierras cuya cobertura fue eliminada y son susceptibles a su recuperación mediante un manejo
adecuado. En esta categoría también se incluye la definición de Implantación de bosques con
fines productivos.
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Recomendación:
D: Tierras de protección con uso limitado: Son tierras frágiles por tener fuertes pendientes y
poca profundidad de los suelos, escasas precipitaciones pluviales, factores climáticos severos y
una incipiente cobertura vegetal. Estas condiciones indican que los suelos no son aptos para el
uso agrícola o forestal. La escasa cobertura vegetal en estas zonas cumple un papel
fundamental en la regulación ambiental, por lo que se debe proteger fervientemente esta
cobertura.
Recomendación:
E: Áreas protegidas: Son áreas declaradas legalmente bajo protección del SERNAP por su
valor biológico e importancia para la conservación de la biodiversidad, el paisaje y los valores
culturales. El grado de intervención humana permitida en estas áreas puede variar desde la
protección absoluta hasta el manejo integral y desarrollo de las poblaciones colindantes.
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Recomendación:
Si bien este estudio no fue realizado plenamente dentro la cobertura de la región Altoandina, se
cubrió una parte importante del piso altoandino subhúmedo, comprendiendo a las “estepas” y a
las praderas características de la región.
Este profunda investigación de las forma de vegetación reveló un gran potencial natural, cultural
y medicinal, contenido en las especies nativas del lugar. El estudio propone también desarrollar
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políticas de rescate y preservación de la diversidad natural, que en los últimos años se está
viendo fuertemente afectada por las actividades antrópicas.
Este proyecto realizado en la región de Patacamaya tenía como objetivo el estudio para
mejoramiento de la producción del cultivo de las distintas variedades de papa (Solanum
andigenum), con la colaboración del IBTA.
Proyecto Kallutaka
Este proyecto estaba orientado al mejoramiento genético de las razas bovinas, con el objetivo
de mejorar la producción lechera. En 1996 se cerró porque las razas introducidas no pudieron
adaptarse a las condiciones ambientales.
Explotación de camélidos:
Productos a obtenerse:
• Carne de camélidos envasada al vacío
• Fibra de camélidos industrializada
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• Harina de sangre y carne para alimento balanceado para aves.
• Harina de hueso para alimento balanceado
Productos a obtenerse:
• Hojuelas de Tarwi
• Harina integral de Tarwi
Productos a obtenerse:
• Hojuelas de quinua para alimento humano
• Refresco de quinua
• Harina Integral de quinua
Conclusiones
La presencia de áreas protegidas que incluyen una parte importante de la región permite
conservar la diversidad genética de la misma, pero a la vez se presentan como una fuente
potencial de ingresos a través del desarrollo de programas de ecoturismo. También esto abre
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un importante potencial a la investigación aplicada al desarrollo sostenible, así como desarrollar
programas de educación y capacitación ambiental en las comunidades.
La mayor amenaza que se cierne sobre esta región es la falta de planes de manejo y desarrollo
económico adecuados para la región, puesto que la ausencia de este marco referencial hace
que no se haga un manejo y aprovechamiento sostenibles, degradando los recursos
ambientales.
Referencias
Aramayo, C., F. Fontúrbel, S. Palomeque & R. Rocha. 2004. La región Altoandina de Bolivia. En: Fontúrbel, F., 35
C. Ibañez, S. Palomeque & C. Aramayo (eds.) Ecología, Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible: Algunos
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