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Año del Bicentenario del Perú:

200 años después de la independencia”

“La Artrosis”

Estudiantes : Juan Tapuyima Alarcón


Lina Seguiray Alfaro

Docente : Ricardo Ayala Camacho

Curso : Asistencia en fisioterapia

Lima – Perú

2021
INTRODUCCION

También denominada enfermedad articular degenerativa, la artrosis es un


cuadro de desestructuración y pérdida del cartílago articular en una o más
articulaciones, secundario a la inflamación persistente y la producción de
citocinas. La artrosis afecta hasta al 70% de las personas de 55 a 74 años de
edad, es la forma más prevalente de artropatía y representa una causa
importante de discapacidad y dolor en las personas de edad avanzada. A
medida que tiene lugar el envejecimiento de la población general se espera un
incremento en la incidencia de la artrosis, con la consiguiente sobrecarga del
sistema asistencial.
En este trabajo de investigación vamos a ver las características de la artrosis y
también su diagnóstico y su tratamiento. Además, vamos a revisar los cuidados
enfermeros apropiados para ayudar a los pacientes a controlar la enfermedad.
MARCO TEORICO

1.- Características generales de la artrosis


El cartílago articular está constituido por agua (65% a 80%), una matriz de
colágeno, condrocitos (células productoras de cartílago) y proteoglicanos
(glucoproteínas constituidas por condroitina, keratán sulfato y otras sustancias).
Con el envejecimiento y los traumatismos articulares se produce una pérdida
de los proteoglicanos. Además, a medida que las personas envejecen también
experimentan una disminución del líquido sinovial que proporciona la
lubricación y la nutrición a las articulaciones, con aparición de la artrosis.

A medida que progresa la enfermedad, el cartílago y el hueso situado por


debajo del cartílago comienzan a presentar erosión con aparición de osteofitos
(espolones óseos), calcificaciones, fisuras y ulceraciones en la articulación. La
producción de citocinas inflamatorias, tal como la interleucina 1, acelera estas
fuerzas destructivas anulando los intentos del organismo para reparar las
lesiones, lo que se acompaña de una exacerbación del adelgazamiento y la
degeneración del cartílago. En última instancia, el cartílago queda
completamente desestructurado y la articulación no muestra ningún tipo de
mecanismo de amortiguación para absorber las fuerzas y facilitar los
movimientos. Además, los fragmentos sueltos de hueso y de cartílago
comienzan a «flotar» en el interior de la articulación afectada, lo que –desde el
punto de vista clínico– causa ruidos de crepitación y una sensación de
rechinamiento que se puede escuchar o palpar cuando la articulación presenta
movimiento. El proceso de degradación causa dolor y rigidez articulares, y
finalmente puede reducir el rango de movimientos de la articulación y causar
atrofia de los músculos que rodean y sostienen a la propia articulación.

La artrosis se clasifica en los grupos de artrosis primaria (idiopática) y artrosis


secundaria, en función de la causa de la progresión de la enfermedad. En la
artrosis primaria no hay ninguna enfermedad o acontecimiento previo que esté
relacionado con el proceso patológico del cartílago. Los cambios del cartílago
que tienen lugar en la artrosis primaria pueden ser debidos a factores genéticos
y de envejecimiento, así como también a la obesidad y el consumo de
cigarrillos. Los traumatismos articulares y otros problemas
musculoesqueléticos, incluyendo la artritis reumatoide, pueden facilitar el
desarrollo de la artrosis secundaria.

A pesar de que la artrosis puede afectar a cualquier articulación, hay ciertas


articulaciones que muestran una tendencia mayor a presentar la enfermedad.
Las articulaciones que soportan el peso corporal, tal como las de las caderas,
las rodillas y los segmentos cervical y lumbar de la columna vertebral, son las
afectadas con mayor frecuencia, posiblemente debido a que deben soportar
durante años la carga del peso corporal y a que se utilizan en situaciones de
carga. Las articulaciones proximales y distales de los dedos de las manos
también se afectan con frecuencia.
2.- Personas en riesgo
Los hombres muestran una mayor tendencia al desarrollo de la artrosis a una
edad más temprana, en comparación con las mujeres, aunque las mujeres de
mediana edad presentan una incidencia global mayor de la enfermedad. La
obesidad se acompaña de una exacerbación de la sobrecarga mecánica
asociada al peso corporal, con aceleración de los problemas articulares,
especialmente en las rodillas. El consumo de cigarrillos también puede
contribuir a la degradación del cartílago de las rodillas, especialmente en los
pacientes con antecedentes familiares de artrosis.

El uso excesivo o el abuso de cualquier articulación puede dar lugar a lesiones


tisulares, inflamación o ambas, alteraciones que muestran exacerbación con el
paso del tiempo. Las personas que desarrollan actividades laborales que
requieren un nivel elevado de movimientos articulares repetitivos, tal como las
relacionadas con la construcción, la agricultura y la ganadería, y otros trabajos
manuales, tienden a presentar un riesgo mayor de artrosis secundaria.
Diversas enfermedades congénitas de la cadera, tal como la subluxación-
luxación congénita de la cadera, la displasia acetabular y la epifisiólisis de la
cabeza femoral, predisponen a la artrosis de la cadera. Las personas que han
practicado a lo largo de mucho tiempo deportes y actividades físicas de gran
intensidad, tal como el fútbol, la carrera, la gimnasia y el levantamiento de
pesas, también muestran un aumento en su riesgo de artrosis en la cadera y la
rodilla.

El envejecimiento se acompaña de una disminución de la capacidad del


cartílago para amortiguar las fuerzas y proteger la articulación frente a la
sobrecarga asociada al movimiento y frente a la carga del peso corporal, con
incremento de la probabilidad de aparición de lesiones articulares. Hacia los 40
años de edad, el 90% de las personas muestra cambios degenerativos
articulares, aunque puedan no presentar signos y síntomas de artrosis.

3.- Factores de riesgo para la artrosis


 Edad
 Sexo femenino
 Obesidad
 Ausencia de osteoporosis
 Actividad laboral
 Realización de actividades deportivas
 Antecedentes de traumatismos
 Debilidad muscular
 Déficits propioceptivos
 Antecedentes familiares de artrosis
 Acromegalia
 Depósito de cristales de calcio

4.- Diagnóstico de la artrosis


Los signos y los síntomas de la artrosis, que pueden aparecer de manera
rápida o lenta, son los de dolor y rigidez articulares, y alteración funcional. El
dolor se debe a la inflamación sinovial, a la distensión de la cápsula articular, al
espasmo muscular y a la irritación de las terminaciones nerviosas. Descrito
inicialmente por los pacientes como una molestia de carácter difuso, el dolor
suele incrementarse con la actividad física y aliviarse con el reposo. A medida
que empeora la enfermedad, el dolor se hace más intenso y aparece tanto
durante la actividad física como durante el reposo.
Los pacientes pueden presentar sensación de bloqueo o inestabilidad en la
articulación afectada. Los movimientos se suelen acompañar de sensaciones
de crepitación y rechinamiento en las articulaciones. En los casos más
intensos, incluso las actividades mínimas pueden inducir dolor asociado a la
disminución del rango de movimientos y a la presencia de una lesión
estructural. A menudo, los pacientes notan la rigidez nada más levantarse por
las mañanas, durante un período de 30-40 minutos; después, la rigidez
disminuye a medida que realizan movimientos. Las limitaciones de los
movimientos articulares y la inestabilidad en las articulaciones alteran la función
y el movimiento.

El establecimiento del diagnóstico de artrosis requiere una combinación de


datos de la historia clínica y de hallazgos en la exploración física y en los
estudios de imagen. La exploración física suele poner de manifiesto
sensibilidad dolorosa a la palpación y aumento de tamaño de las articulaciones,
además de dolor con los movimientos. La pérdida del cartílago articular es
visible en el estudio radiológico simple en forma de una estenosis del espacio
articular. (Artrosis de la rodilla.) También pueden ser visibles cambios en los
bordes articulares y la presencia de osteofitos (espolones óseos) que se deben
a una regeneración incompleta del cartílago. Cada uno de estos cambios de
manera individual no indica un diagnóstico de artrosis, pero la combinación de
estos factores refuerza la posibilidad de dicho diagnóstico

Dado que la artrosis no es realmente una enfermedad sistémica, las pruebas


analíticas sanguíneas carecen de utilidad para su diagnóstico. Sin embargo, sí
pueden ser útiles para descartar un proceso de carácter reumático que en
algunos casos aparece junto con la artrosis. En los casos en los que hay
inflamación, la artrosis puede dar lugar a un incremento ligero del recuento
leucocitario y de la velocidad de sedimentación eritrocitaria.

5.- Estrategias terapéuticas


Dado que la artrosis no tiene curación, las medidas terapéuticas se centran en
el alivio de los signos y los síntomas, y en el retraso de la progresión de la
enfermedad; dichas medidas son la fisioterapia y rehabilitación, el tratamiento
farmacológico y la cirugía. El tratamiento de la artrosis de la cadera y la rodilla
requiere una combinación de fisioterapia y de control del peso corporal.

A pesar de que no hay ningún tratamiento que permita detener el proceso


degenerativo, diversas medidas de carácter preventivo pueden retrasar la
progresión de la artrosis cuando se aplican en una fase suficientemente
temprana. La disminución del peso corporal, la prevención de los traumatismos,
los ajustes de carácter ergonómico y la detección perinatal de los problemas
congénitos de la cadera pueden tener utilidad para retrasar el proceso
degenerativo.

Las medidas de tratamiento conservador (no quirúrgico) incluyen la aplicación


de calor o frío, el reposo de la articulación durante períodos breves para aliviar
el dolor, la evitación de una utilización excesiva de la articulación afectada, el
uso de ortesis de sostén en las articulaciones con inflamación y la realización
de ejercicio físico, tanto aerobio como isométrico y postural, con el objetivo de
mejorar la flexibilidad y reforzar los músculos que sostienen las articulaciones
afectadas.
La imagen corresponde al estudio radiológico simple efectuado sobre la rodilla
derecha en un paciente con artrosis; se pueden observar una disminución
intensa del espacio articular, un incremento de la densidad del hueso
subcondral y la formación de osteofitos en la parte lateral.

Las intervenciones terapéuticas no farmacológicas frente a la artrosis consisten


en la aplicación de compresas calientes o frías. El calor relaja los músculos que
rodean a la articulación afectada, con lo que disminuye el dolor. Los
tratamientos con calor incluyen los baños y duchas calientes, y las almohadillas
o compresas de calentamiento, siempre con cuidado para que la temperatura
del agua no sea superior a la temperatura corporal normal (es decir, 37°C). La
enfermera debe enseñar a los pacientes y sus familias respecto a los riesgos
de quemadura cuando el agua está demasiado caliente. El alivio que se
consigue con la aplicación de calor suele manifestarse a los 15-20 minutos.

El tratamiento con frío puede tener utilidad o no. La aplicación de frío es útil
para aliviar el dolor, reducir la tumefacción articular, inducir una obstrucción de
los vasos sanguíneos y bloquear los impulsos nerviosos hacia la articulación
afectada. A pesar de que el frío no influye realmente en el proceso inflamatorio,
puede dar lugar a un alivio sintomático en algunos pacientes. El tratamiento
con frío se puede aplicar mediante compresas o almohadillas; también se
comercializan sin necesidad de receta geles o pastillas que liberan frío (y
también calor). Los pacientes deben saber que tienen que envolver las pastillas
de frío en una toalla antes de aplicarlas. Además, tienen que tener cuidado
para no aplicar un producto de frío directamente sobre la piel, debido a que se
puede producir una quemadura cutánea (por congelación). Finalmente, los
pacientes deben ser conscientes de la gran importancia que tiene para su uso
correcto leer la etiqueta de cualquier producto que puedan utilizar.

Criterios clínicos de la artrosis de la rodilla


 La presencia de dolor en la rodilla más al menos tres de las seis
características siguientes indica una artrosis:
 Edad superior a 50 años
 Rigidez articular por la mañana con una duración inferior a 30 minutos
 Crepitación con los movimientos activos de la rodilla
 Sensibilidad dolorosa a la palpación del hueso
 Aumento de tamaño del hueso
 Ausencia de sensación de calor en la palpación.
La fisioterapia puede ser beneficiosa en los pacientes con artrosis. Los
ejercicios de distensión y estiramiento, y las actividades físicas dirigidas hacia
el incremento de la fuerza muscular pueden reducir el dolor y la rigidez, al
tiempo que incrementan la movilidad. En algunos pacientes pueden ser útiles
los ejercicios aerobios de un tipo concreto, con el objetivo de mejorar la
movilidad. Sin embargo, en el caso de los pacientes que sufren otras
comorbilidades es necesario comentar esta opción con el médico que les
atiende directamente, antes de iniciar cualquier tipo de actividad física. Por otra
parte, el fisioterapeuta puede valorar la posible necesidad de la utilización de
dispositivos de ayuda como ortesis de sostén, bastones o plantillas para el
calzado. Las ortesis de sostén para la rodilla pueden mejorar la movilidad
incrementando la independencia de los pacientes y evitando las caídas. Todos
estos dispositivos pueden ser útiles para mejorar la ambulación.

Los masajes sobre los tejidos blandos los puede llevar a cabo un fisioterapeuta
para relajar los músculos que rodean a la articulación afectada 10. Hay otras
medidas, como el yoga y la musicoterapia, que no tienen un efecto terapéutico
directo sobre la artrosis pero que pueden mejorar la sensación de bienestar de
los pacientes. La combinación de períodos de ejercicio físico y de reposo
puede maximizar la movilidad y el rendimiento de los pacientes a la hora de
realizar sus actividades cotidianas.

5.1.- Tratamiento medicamentoso


El tratamiento farmacológico frente a la artrosis se fundamenta en el alivio del
dolor, la reducción de la inflamación y el restablecimiento de la función en la
articulación afectada. Una clase de medicamentos que se utiliza a menudo en
el tratamiento de la artrosis es la de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE),
tanto los que no requieren receta (p. ej., el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno)
como los que sí la requieren y que son formulaciones reforzadas de los
medicamentos de venta libre (p. ej., diclofenaco, flurbiprofeno, tolmetina,
ketoprofeno, indometacina, meloxicam). Sus propiedades analgésicas y
antiinflamatorias hacen que representen una buena elección en el tratamiento
de los signos y los síntomas de la artrosis. Otros medicamentos utilizados en el
tratamiento de la artrosis son el celecoxib (un AINE con efectos
antiinflamatorios, analgésicos y antipiréticos) y el tramadol (un analgésico
opiáceo sintético de acción central que se utiliza en el tratamiento del dolor).

Las pomadas y los geles de uso tópico inducen en algunos pacientes un alivio
temporal del dolor y la inflamación asociados a la artrosis. La pomada de
capsaicina, elaborada a partir de la pimienta, y los salicilatos tópicos no
requieren receta, pero los pacientes deben saber que tienen que informar a su
médico antes de comprarlos o utilizarlos para evitar las posibles interacciones
de estos fármacos con otros medicamentos ya prescritos, así como también la
posibilidad de efectos adversos graves. El American College of Rheumatology
(ACR) recomienda no utilizar la pomada tópica de capsaicina en el tratamiento
de la artrosis de la rodilla. Las pomadas de aplicación tópica necesitan receta,
tal como el gel del AINE diclofenaco, y requieren las mismas precauciones que
el resto de los medicamentos de este tipo.

A pesar de que no se suelen utilizar en ese contexto, los analgésicos opiáceos


se prescriben en ocasiones para conseguir un alivio sintomático a corto plazo
en pacientes en los que los demás medicamentos no dan lugar a un alivio del
dolor y la rigidez. Son ejemplos de estos analgésicos la hidrocodona, el
fentanilo, la oxicodona junto con ácido acetilsalicílico, la oxicodona junto con
paracetamol, y laoximorfona. Entre las reacciones adversas frente a los
analgésicos opiáceos está la depresión del sistema nervioso central, con
letargo, de manera que es necesario aplicar las medidas de seguridad en todos
los pacientes tratados con estos medicamentos, por ejemplo, ayudarles en sus
actividades cotidianas y con la ambulación; además, estos pacientes deben
saber que no pueden conducir ni realizar otras actividades que requieran un
nivel elevado de alerta, mientras no se determine la forma con la que les
afectan estos medicamentos.
En los casos en los que el dolor no es controlado adecuadamente con los
medicamentos orales, las inyecciones de corticoides representan una opción.
Las inyecciones intraarticulares de corticoides cada pocos meses pueden dar
lugar a un alivio sintomático a corto plazo. Las inyecciones de esteroides se
aplican generalmente dos o tres veces al año, debido a la posibilidad de
reacciones adversas como dolor tras la inyección, atrofia cutánea, atrofia del
tejido adiposo subcutáneo, enrojecimiento y congestión facial, infección
yatrógena y rotura tendinosa. Se ha demostrado que estas inyecciones son
eficaces en la articulación de la rodilla, pero no tanto en las articulaciones del
hombro y de las manos. El ACR desaconseja los tratamientos intraarticulares
en los pacientes con artrosis de la mano. Algunos de los esteroides utilizados
para su aplicación en forma de inyección intraarticular son betametasona,
metilprednisolona y triamcinolona.

Otro tratamiento de la artrosis es el correspondiente a las inyecciones de ácido


hialurónico o de otros suplementos viscosos. Inyectado directamente en la
articulación afectada de la rodilla o la cadera, el ácido hialurónico exógeno
sustituye al ácido hialurónico natural que ha quedado agotado como
consecuencia de la inflamación y el envejecimiento. Los efectos adversos más
frecuentes frente a este tipo de tratamiento son el dolor y el edema en la zona
de la inyección.

La combinación de glucosamina y condroitina es un tratamiento de herbolario


que no requiere receta y que se anuncia como un remedio para el dolor y la
inflamación asociados a la artrosis debido a que se dice que puede reparar las
alteraciones del cartílago; sin embargo, el ACR desaconseja su uso en el
tratamiento de la artrosis.

5.2.- Opciones quirúrgicas


La cirugía puede ser apropiada en los pacientes que sufren artrosis moderada
a intensa y que experimentan de forma persistente dolor intenso, pérdida de la
función o ambos a pesar del tratamiento conservador. Los procedimientos
utilizados con mayor frecuencia en este sentido son la osteotomía (la sección
de la tibia o el fémur, que después se reconfiguran para aliviar la presión sobre
la articulación de la rodilla, con un ajuste de la distribución del peso corporal
dentro de la articulación) y la artroplastia; este último procedimiento consiste en
la sustitución por elementos artificiales de los componentes articulares
alterados. Por otra parte, la irrigación de la articulación de la rodilla con suero
salino y, después, la extracción del líquido inyectado, puede dar lugar a un
alivio del dolor durante varios meses.

6.- Intervenciones enfermeras


La Osteoarthritis Research Society International ha señalado que los objetivos
del tratamiento de la artrosis consisten en el control del dolor y en la
optimización de los aspectos funcionales. En función de ello, esta asociación
profesional ha desarrollado una serie de guías clínicas relativas al tratamiento
de la artrosis de la cadera y la rodilla. Las intervenciones enfermeras incluidas
en estas guías clínicas son la administración de los medicamentos apropiados
para el control del dolor, según lo prescrito, y la facilitación de los esfuerzos de
los pacientes para mantener una movilidad óptima de manera que sean
independientes.

La enfermera debe obtener una historia clínica inicial que incluya todos los
medicamentos que pueda estar tomando el paciente, tanto los que requieren
receta como los que no la requieren, así como los suplementos de herbolario y
nutricionales. Es necesaria una valoración detallada del estado fisiológico del
paciente, centrada en el sistema musculoesquelético. Hay que valorar el rango
de movimientos, la intensidad del dolor y la capacidad del paciente para
realizar otras actividades cotidianas. También es necesario estudiar las
articulaciones afectadas para comprobar si presentan aumento de la
temperatura, edema, sensibilidad dolorosa a la palpación o dolor. La enfermera
debe ayudar al paciente a encontrar medidas que le permitan dormir o
relajarse, con posturas que incrementen su comodidad; por ejemplo, la
utilización de almohadas para apoyar las rodillas o las caderas puede ser útil
para relajar la articulación y los músculos adyacentes. Se deben determinar las
constantes vitales de manera regular y documentar los consumos y pérdidas, el
apetito y los alimentos que consume el paciente. Los pacientes con un índice
de masa corporal superior a 28 deben ser remitidos a un especialista en
nutrición para la modificación de su dieta. Los pacientes deben saber que
tienen que trabajar con su médico para determinar cuál es el régimen más
apropiado de fisioterapia o ejercicios.

A pesar de que la independencia es un objetivo, la enfermera debe vigilar la


capacidad real del paciente para moverse e intervenir con el objetivo de
prevenir las caídas y otras lesiones. Es necesario utilizar las medidas de
seguridad apropiadas para proteger al paciente y facilitar su ambulación y la
realización de las actividades cotidianas, en función de lo necesario.
Finalmente, la enfermera debe remitir al paciente al fisioterapeuta o al
terapeuta ocupacional para la definición de programas de ejercicios o de
dispositivos de ayuda para la ambulación y la realización de otras actividades
cotidianas.

Dado que la artrosis es una enfermedad crónica, es importante el apoyo


emocional tanto a los pacientes como sus familias, al tiempo que hay que
animarles para que expresen cualquier duda o preocupación.

6.1.- Educación del paciente


La enfermera debe educar a los pacientes y sus familias respecto a la
fisiopatología, los factores de riesgo, las manifestaciones clínicas y las
opciones terapéuticas existentes en relación con la artrosis. Tiene que
enseñarles para que los pacientes tomen los medicamentos según han sido
prescritos y para que mantengan informado a su médico en los casos en los
que el dolor no se alivia o llega a ser intolerable, o cuando disminuye el rango
de movimientos. Hay que comprobar que los pacientes conocen los efectos
esperados y las posibles reacciones adversas de los medicamentos que se les
han prescrito, así como cualquier contraindicación que pueda existir.

Dado que muchos medicamentos pueden causar sensación de mareo y


letargo, la enfermera debe advertir a los pacientes que los toman que tienen
que ser prudentes a la hora de realizar actividades que requieran un nivel
elevado de alerta. A los pacientes con sobrepeso corporal u obesidad se les
debe animar a participar en programas de disminución del peso corporal y de
modificación de la dieta.

6.2.- Mejora de la calidad de vida


La artrosis y sus complicaciones pueden influir negativamente de manera
importante en la salud y la calidad de vida de los pacientes. A través de la
valoración detallada, las remisiones apropiadas a los especialistas y las
intervenciones terapéuticas adecuadas, las enfermeras pueden ayudar a los
pacientes con artrosis a tener una vida segura, activa e independiente en la
mayor medida de lo posible.
CONCLUSIONES

 La artrosis afecta hasta al 70% de las personas de 55 a 74 años de


edad, es la forma más prevalente de artropatía y representa una causa
importante de discapacidad y dolor en las personas de edad avanzada.
 A medida que progresa la enfermedad, el cartílago y el hueso situado
por debajo del cartílago comienzan a presentar erosión con aparición de
osteofitos (espolones óseos), calcificaciones, fisuras y ulceraciones en la
articulación.
 La artrosis se clasifica en los grupos de artrosis primaria (idiopática) y
artrosis secundaria, en función de la causa de la progresión de la
enfermedad.
 Los hombres muestran una mayor tendencia al desarrollo de la artrosis a
una edad más temprana, en comparación con las mujeres, aunque las
mujeres de mediana edad presentan una incidencia global mayor de la
enfermedad.
 Los signos y los síntomas de la artrosis, que pueden aparecer de
manera rápida o lenta, son los de dolor y rigidez articulares, y alteración
funcional. El dolor se debe a la inflamación sinovial, a la distensión de la
cápsula articular, al espasmo muscular y a la irritación de las
terminaciones nerviosas.
 Dado que la artrosis no tiene curación, las medidas terapéuticas se
centran en el alivio de los signos y los síntomas, y en el retraso de la
progresión de la enfermedad; dichas medidas son la fisioterapia y
rehabilitación, el tratamiento farmacológico y la cirugía.

RECOMENDACIONES

 Las intervenciones enfermeras incluidas en las guías clínicas son la


administración de los medicamentos apropiados para el control del dolor,
según lo prescrito, y la facilitación de los esfuerzos de los pacientes para
mantener una movilidad óptima de manera que sean independientes.

 Es necesario utilizar las medidas de seguridad apropiadas para proteger


al paciente y facilitar su ambulación y la realización de las actividades
cotidianas, en función de lo necesario.
 La enfermera debe educar a los pacientes y sus familias respecto a la
fisiopatología, los factores de riesgo, las manifestaciones clínicas y las
opciones terapéuticas existentes en relación con la artrosis.
 La artrosis y sus complicaciones pueden influir negativamente de
manera importante en la salud y la calidad de vida de los pacientes. A
través de la valoración detallada, las remisiones apropiadas a los
especialistas y las intervenciones terapéuticas adecuadas, las
enfermeras pueden ayudar a los pacientes con artrosis a tener una vida
segura, activa e independiente en la mayor medida de lo posible.
BIBLIOGRAFÍA

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