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En el entorno de nuestro diario vivir, es muy común encontrar permanentes peligros y también
es común asumir permanentes riesgos; en el camino al trabajo, en el trabajo, en el camino al
colegio, al ir de compras o en un simple paseo por la playa. Hay casos en que nos encontramos
con vehículos viajando a velocidades por sobre la norma, e infringiendo todo tipo de reglas.
Otras veces concurrimos a colegios, supermercados, tiendas y edificios, que no cuentan con
una clara descripción de las salidas de emergencias. Ascensores en mal estado, riesgos
asociados a los cruces ferroviarios, grandes edificios en los cuales no tenemos la certeza que
cuentan con eficaces sistemas de protección, evacuación y emergencias, etc.
Es así que, muchas veces, las deficientes condiciones del entorno obligan a las personas a
asumir riesgos permanentes cuya única opción es tomar las máximas precauciones, dado que,
al más mínimo error, el accidente se puede producir. Estas situaciones e innumerables otras
nos ratifican que el potencial para que ocurra un evento de consecuencias nefastas se
encuentre en todo lugar.
Lo anterior, nos invita a continuar trabajando y haciendo los máximos esfuerzos por eliminar,
minimizar y controlar los riesgos. En el mundo actual, la tarea es cada día más difícil, mañana
cualquiera puede ser el próximo accidentado. Nadie, absolutamente nadie. Esta libre.