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JUAN MANUEL PÉREZ GARCÍA

EL CORPUS CHRISTI
EL ESPACIO SAGRADO DE
UNA FIESTA TEATRAL

LD
Lemnos Drawing
Primera edición: 2021

Diseño editorial y forros: Juan Manuel Pérez García


Ilustración de cubierta: «Tarasca para la procesión de 1744».
Biblioteca Digital Memoria de Madrid.
Ilustración de portadilla: «Monumento Eucarístico» Grabado.
del siglo XIX.
© Juan Manuel Pérez García
© Lemnos Drawing
lemnosdrawing.blogspot.com

Comentarios: lemnosdrawing@gmail.com

CC BY-ND 2.0

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les. No se puede alterar, transformar o generar una obra deri-
vada a partir de esta obra.
La fiesta del Corpus Christi, o Cuerpo de Cristo,
se celebra en la Iglesia Latina el jueves siguien-
te a la octava de Pentecostés, fiesta de la San-
tísima Trinidad, para conmemorar de manera
solemne la institución de la Sagrada Eucaristía.
Esta divina institución se conmemoraba ya an-
tiguamente el Jueves Santo. En el calendario
de Polemio (448) se menciona el Natalis Calis
en 24 de marzo. El 25 fue considerado en mu-
chas partes como día de la muerte del Señor. El
Jueves Santo, empero, caía en la Semana Santa,
tiempo de tristeza y durante el cual el pensa-
miento de los fieles está ocupado con la pasión
de Jesús y casi distraído de la institución de la
Eucaristía, con las muchas actividades que en-
tonces se efectuaban. Esta razón se alude en la
bula «Transiturus», como la principal que dio
origen a la fiesta del Corpus.
A partir de la tradición proveniente de
la Iglesia Católica, el instrumento de que se
valió la divina Providencia, para instaurar la
El Corpus Christi
conmemoración del Corpus Christi, fue la vir-
gen beata Juliana de Cornillón, nacida el año
de 1193 en Retinnes, junto a Lieja. Juliana,
desde la infancia, sintió particular devoción
por el misterio de la comunión. A la edad de
dieciséis años, siempre que se ponía en ora-
ción le parecía ver la luna llena, pero con una
parte obscurecida; imagen mediante la cual se
le representó el luminoso ciclo de las fiestas
eclesiásticas.
Ella pensó que
tal fenómeno era
una tentación del
mal espíritu y rogó
con mucha instan-
cia se librara de
ella. Tiempo des-
pués le fue revela-
do el significado de
aquella visión y se
le dijo que aque-
lla sombra debía
de iluminarse con
los esplendores de
una fiesta, la cual
tendría que cele-
brarse todos los años en honor del Santísimo
Sacramento de la Eucaristía. Ella fue la prime-
ra en realizar dicha conmemoración y anunciar
a los demás la voluntad divina de que todos la
celebraran.
7
El Corpus Christi
Por una humildad mal entendida dejó de
cumplir Juliana largo tiempo el encargo. Por
fin, después de veinte años, se resolvió a co-
municar su secreto al virtuoso canónigo de San
Martín de Lieja, Juan de Lausanne, y le rogó
que consultase sobre ello a los más doctos teó-
logos, aunque sin nombrarla a ella. Juan comu-
nicó el asunto con varios doctores de la iglesia;
los cuales fueron de parecer que era justo y pro-
vechoso celebrar con más solemnidad la insti-
tución del Santísimo Sacramento.
Es hasta el 8 de
septiembre de 1264,
que el Papa Urbano
IV (Santiago Pan-
taleón)1 expidió la
famosa bula «Tran-
siturus», donde des-
pués de conmemorar
y ensalzar el amor de
Cristo, que resplan-
dece en la Eucaristía,
ordenó la celebración
anual de la fiesta del
Corpus Christi; seña-
lando para ella el jue-
ves siguiente al domingo de la Santísima Trini-
1 Santiago Pantaleón es uno de los doctos religiosos a quien Juan
de Lausanne consultó la propuesta de Juliana. Cuando acaeció esto
él era arcediano de Lieja. Más tarde fue obispo de Verdón, Patriar-
ca de Jerusalén y, finalmente, Pontífice Romano con el nombre de
Urbano IV.
8
El Corpus Christi
dad y para mover a los fieles a su celebración con
espíritu y solemnidad, expone en la bula las ra-
zones que le han determinado a establecer esta
nueva fiesta, otorgando muchas indulgencias a
quienes asistieran a la misa y al oficio divino.
La muerte de Urbano IV, acaecida el 2 de
octubre de este mismo año (1264), retrasó la
celebración más de cuarenta años. Clemente V
retomó el asunto y en el concilio general de Vie-
na (1311) se publicó un nuevo decreto, el cual
contenía el de Urbano IV, ordenando se cele-
brara la fiesta del Corpus. Este oficio, uno de
los más hermosos del Breviario Romano, ad-
mirado aún por los mismos protestantes, fue
compuesto, por orden del Papa, por el doctor
Angélico Santo Tomás de Aquino.2
El término que actualmente conocemos
como Eucaristía, proviene del griego euca−
ristia «eucharistía», que significa «reconoci-
miento». También tiene la acepción de «acción
de gracias» o «bendición». Se enriquece, des-
pués, con la literatura cristiana desde los pri-
meros siglos, con el sentido que hoy en día se
da a su transcripción española: «Se entiende
por Eucaristía como la celebración, la cual se
lleva a cabo en el rito religioso de la misa, del
sacramento instituido por Cristo en la cena (o
última cena, como es generalmente conocida),
presentando su propio cuerpo y sangre bajo la
apariencia de pan y vino, consagrados y ofre-
2 Cf. Enciclopedia Universal Ilustrada, pp. 842-844.
9
El Corpus Christi
cidos en sacrificio durante esta celebración, y
después distribuidos a los cristianos como ali-
mento espiritual».3

En el Nuevo Testamento son cuatro los


textos donde se hace mención de este hecho,
los evangelios de Mateo (26:20-30); Marcos
(14:17-26); Lucas (22:14-39) y la primera Epís-
tola a los Corintios (2:23-24). El hecho históri-
co de la institución de la Eucaristía es presen-
tado en ellos de la siguiente forma: habiendo
reunido a sus apóstoles para celebrar la comi-
da ritual de la Pascua la víspera de la pasión,
Jesús está en la mesa en medio de ellos. Tras
partir el pan lo distribuye y dice: «Este es mi
cuerpo». Luego toma la copa, que comparte
entre los presentes, y añade: «Esta es mi san-
3 André Marie Gerard, Diccionario de la Biblia, p. 409.
10
El Corpus Christi
gre». Anuncia después su entrega por uno de
sus discípulos y al término de la cena parten
rumbo al monte de los Olivos.
Las palabras que Jesús dice cuando ofrece
su cuerpo y su sangre, nada permite que se in-
terpreten como simples imágenes. La tradición
cristiana las entiende como la afirmación de
la presencia real de Cristo en la Eucaristía y la
obligación que se hace al cristiano de participar
en el festín eucarístico es clara: «Tomad y be-
bed» porque «el que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero. Porque mi carne es verdadera co-
mida, y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre, en mí perma-
nece, y yo en él. Como me envió el padre vivien-
te, y yo vivo por el Padre, a sí mismo el que me
come, él también vivirá por mí».4 «Haced esto
en recuerdo mío»5 dice Jesús a sus apóstoles,
pero la invitación no está limitada a los convi-
dados aquella noche.
Con estas palabras se incluye a los hombres
de todas las épocas, los cuales son llamados por
la enseñanza evangélica a la unión con Cristo y
a compartir la vida gloriosa por la eternidad. A
los apóstoles encargó proseguir con su misión
a través de los siglos hasta el día de su retorno a
la tierra: «Porque el hijo del hombre vendrá en
la gloria de su padre con sus ángeles, y enton-
ces pagará a cada uno conforme a sus obras. De
4 Juan 6:54-57.
5 Lucas 22:19.
11
El Corpus Christi
cierto os digo que hay algunos de los que están
aquí, que no gustarán la muerte, hasta que ha-
yan visto al hijo del hombre en su reino».6
André Marie Gerard con respecto a este
tema dice: «Los términos empleados y el mo-
mento elegido por Cristo para su primera Eu-
caristía, con la que todas las celebraciones
anteriores no forman más que una unidad, la
unen evidentemente con el único sacrificio de
la nueva Alianza: el del Hombre Dios en la cruz,
ofreciendo su cuerpo y su sangre (su vida) para
salvación de la humanidad a la que pertenece
y de la que es el primogénito»,7 porque «él es
la imagen del Dios invisible, el primogénito de
toda creación»,8 «Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios
la cabeza de Cristo».9
Con respecto a la realización de la fiesta de
Corpus Christi, Melveena McKendrick en su
obra El teatro de España (1490-1700), da a
conocer algunas características de la fiesta del
Corpus en España, las cuales servirán para pre-
sentar un pequeño esbozo de la importancia
que tenía «la mayor festividad del calendario
eclesiástico» para este pueblo:

Los autos del Corpus se habían converti-


do, como seguirían siéndolo, en una parte
6 Mateo 16:27-28.
7 André Marie Gerard, op. cit., p. 410.
8 Colosenses 1:15.
9 1 Corintios 2:3.
12
El Corpus Christi
muy organizada de la vida municipal y en
el acontecimiento más prestigioso y sun-
tuoso del calendario teatral público: su
categoría quedó reflejada en la exigencia
de que los actores vistieran lujosos trajes
de seda, satén y tafetán, cuyo costo acos-
tumbraba a ser subvencionado por las au-
toridades. Dado que los festejos incluían
comedias profanas e interludios cómicos,
bailes, cantos e incluso trucos de magia, y
dado que seguían incluyendo los cuadros
tradicionales, la tarasca (un dragón con la
figura mecánica de una mujer encima) que
quitaba el sombrero a los espectadores y,
a partir de 1580, unas figuras gigantescas
que asustaban a los niños, poco puede sor-
prender que la fiesta del Corpus Christi
fuera uno de los principales acontecimien-
tos del año español.10

En esta cita aparecen ciertos elementos car-


navalescos, como son: los «bailes, cantos e in-
cluso trucos de magia». También otros dos ele-
mentos que comparten el mimso sabor festivo
son: «la tarasca» y «unas figuras gigantescas
que asustaban a los niños». De igual manera,
se hace mención de que no solo se presentaban
los autos sacramentales, sino también «come-
dias profanas»; pero el auto sacramental seguía
siendo el punto de atención más importante de
10 Melveena McKendrick, El teatro español (1490-1700), p. 254.
13
El Corpus Christi
los concurrentes a esta fiesta y al que se exigía
una presentación cada vez más suntuosa. Real-
mente son pocos los datos que esta autora da a
conocer sobre cómo se llevaba a cabo la conme-
moración; desafortunadamente falta encontrar
una descripción más precisa de ella.
Esta festividad se extendió por todos los
territorios que se encontraban bajo la corona
española, incluyendo la Nueva España. Así
como en la metrópoli, en esta época, la fies-
ta del Corpus en México fue muy importante,
convirtiéndose en uno de los agentes más sig-
nificativos de la distracción y diversión de los
ciudadanos de la capital novohispana.
Recién se mencionaron los elementos car-
navalescos presentes en la celebración, tales
como la tarasca y las figuras gigantescas. Como
puede notarse, en la cita extraída de la obra de
McKendrick, la autora no se detiene a explicar
qué eran y qué simbolismo tenían estas figuras
en la fiesta religiosa, solo pone entre paréntesis
que la primera era «un dragón con la figura me-
cánica de una mujer encima». Afortunadamen-
te Alfonso Martínez Rosales realiza un estudio
bastante completo acerca de estas figuras y del
simbolismo que tenían en las fiestas del Corpus
Christi en San Luis Potosí.
Los «gigantones», como se llamaban a las
figuras de gran tamaño, estaban fabricados con
«las manos y cabeza de cartón, las cuales eran
huecas y estaban adornadas con pelucas, y lo
14
El Corpus Christi
demás del cuerpo de una armadura de madera,
sobre el cual se les pone los vestidos». A veces
los cuerpos eran también de cuero y caña soste-
nidos con ocho travesaños de malacahuite, los
brazos sueltos sin armazón y las manos colgan-
tes, los configuraban con tela llamada «coten-
se» fuerte y durable. Todos llevaban enaguas,
se deduce que para lograr la ilusión óptica de
mayor altura y cubrir, a la vez, a los que iban
dentro cargándolos y danzándolos. O sea que
la efigie y la armazón dominaban de la cintura
para arriba.11

Estos personajes aparecían en la procesión


en parejas y representaban a un moro y una
mora; un indio e india; un negro y negra, y a un
español y una española. Estos gigantes no iban
solos, los precedía un gigantillo y una giganti-
lla, o enanos, a manera de lacayos, que en San
11 Cf. José Martínez Rosales, «Los gigantes de San Luis Potosí».
15
El Corpus Christi
Luis Potosí aparecen consignados en 1717 como
«el viejo» y «la vieja» que eran «de pequeña es-
tatura, con miembros desproporcionados y una
gran cabeza, y vestían naguas y casacas».
El significado que tenían estas figuras era el
siguiente. El mundo antiguo era solo conocido
como: Asia, África y Europa. Esta idea perdu-
ró en la Edad Media hasta que España llegó a
América, pues se creía que dichas tres partes
concordaban con la divina trinidad. Las cuatro
partes del orbe se representaron, en la concep-
ción barroca, por los ocho gigantes, agrupados
en parejas, y que los concurrentes identificaban
como: «árabes, negros, indios y blancos euro-
peos», los cuales «debían adorar y celebrar tan
divino misterio».

16
El Corpus Christi
Con respecto al serpentino personaje que
aparecía siguiendo a los gigantes y se «abría
paso entre la muchedumbre con su fealdad, y
tiraba tarascadas, espantaba y amedrentaba a
los muchachos. Era la tarasca un figura mons-
truosa, en disposición horizontal, como un dra-
gón a manera de sierpe y ondulante, con cierto
aire de espantajo marino o anfibio con apelati-
vo griego y significación cristiana».12 El signifi-
cado de esta figura era «el vencimiento glorioso
de nuestro Señor Jesús Cristo por su sagrada
muerte y pasión del monstruo Leviatán».13 La
tarasca en ocasiones era una serpiente colosal
con siete cabezas que, por medios mecánicos,
abrían sus fauces para tragar cuanto a ella se
arrojaba. Así pues, en la Nueva España se re-
presentó al demonio como gigantesca serpien-
te, la cual avanzaba en las procesiones apartan-
do a la multitud y abría paso, con figura y movi-
mientos serpentinos, al Santísimo Sacramento.

La procesión ―en México― salía de la Ca-


tedral, recorría la calle de los plateros, la de
San Francisco, la de Santa Isabel, para re-
gresar por la de Tacuba. Formaban en ella
el virrey, la Audiencia, los dos Cabildos,
las órdenes monásticas, el clero secular, el
Claustro de la Universidad, los inquisido-
res, las archicofradías. Bajo palio, el Arzo-
bispo llevaba la custodia refulgente. De los
12 Ibíd., p. 598.
13 Ibíd., p. 604.
17
El Corpus Christi
balcones caía menuda lluvia de flores; con
el tiempo se alfombraron las calles del re-
corrido, y una enorme vela defendía de los
rayos del sol a los participantes.14

Como se mencionó antes, en medio de este


ambiente de fiesta y carnaval, se realizaban
suntuosas representaciones de un género tea-
tral que floreció en los Siglos de Oro de la li-
teratura española y que estaba destinado solo
a presentarse en esta festividad: el auto sacra-
mental; pieza dramática, en un solo acto y en
versos, en la que se escenificaban, en forma ale-
górica, temas relacionados con la Biblia, la ha-
giografía, el dogma católico y los sacramentos,
especialmente el de la Eucaristía. Este tipo de
representaciones tuvo una gran acogida entre
la población, desde finales del s. XVI y comien-
zos del XVII, y cumplió con la doble función de
educar religiosamente y de servir de espectácu-
lo y diversión al público asistente.
Félix Lope de Vega la concibió como una
«comedia devota», cuyo asunto podría ser
cualquiera de las «historias divinas» en honor
de la Eucaristía, que habrían de representarse
como un acto de profesión de fe pública, de una
doctrina rechazada por algunas sectas heréti-
cas: «porque su alabanza sea / confusión de la
herejía / y gloria de la fe nuestra, / todas las
historias divinas». En esta línea pedagógica,
14 Julio Jiménez Rueda, Historia de la Cultura en México. El vi-
rreinato, p. 287.
18
El Corpus Christi
para Pedro Calderón de la Barca los autos sa-
cramentales son: «sermones / puestos en ver-
so, en idea / representable, cuestiones / de la
Sacra Teología / que no alcanzan mis razones /
a explicar ni comprender / y al regocijo dispone
/ en aplauso de este día».

El autor de La vida es sueño puso la técnica


teatral al servicio de la teología, con el propó-
sito de que los espectadores pudieran más fá-
19
El Corpus Christi
cilmente acercarse al contenido del dogma. En
este sentido, el espectáculo teatral fue un medio
más eficaz que el simple sermón, ya que «per-
cibe menos / los oídos que los ojos» y «no tiene
el oírlo / la fuerza que tendrá el verlo». Desde
el punto de vista temático, aunque la Eucaris-
tía está presente en alguna forma en todos los
autos y es el motivo de los mismos, no lo es en
exclusiva. De hecho, aparece una amplia gama
de temas en estos autos calderonianos que han
sido clasificados en cinco grandes grupos: dog-
máticos, apologéticos, morales, hagiográficos y
de historia sagrada.15
En el siglo XVI
normalmente se
utilizaban en cada
auto dos carros que
transportaban el
escenario o las es-
tructuras escénicas,
junto con un esce-
nario intermedio,
desnudo y plurifun-
cional, que propor-
cionaba un tercer
carro móvil o una
plataforma levan-
tada dentro o fuera
de la iglesia o en al-
gún lugar acordado
15 Cf. Demetrio Estébanez Calderón, Diccionario de términos lite-
rarios, pp. 71-73.
20
El Corpus Christi
del itinerario de la procesión. Esta adaptación
eminentemente práctica permitió que los carros
colaboraran en el espectáculo en movimiento de
la procesión, al mismo tiempo que facilitaban
una escenificación más ambiciosa y flexible. Tes-
timonio de lo anterior puede encontrarse en el
estudio introductorio a la obra dramática El má-
gico prodigioso, de Pedro Calderón de la Barca.
Bruce W. Wardropper dice:

Se puso en escena El mágico prodigioso en


Yepes a la manera de los autos sacramen-
tales. La representación tuvo lugar al aire
libre en la plaza del pueblo. El decorado
iba montado en tres carros, que se acer-
caban, cuando lo pedía la acción, a un ta-
blado, sobre el cual representaban los ac-
tores.16

McKendrick da una amplia explicación


de cómo se llevaban a cabo las representacio-
nes y como eran estos carros:

Los carros eran lo que distinguía las re-


presentaciones de los autos de las otras
obras. En esencia consistían en platafor-
mas sobre ruedas que transportaban ele-
vadas estructuras escenográficas, al tiem-
po decorativas y funcionales, hechas con
lona pintada de colores vivos y montada
16 Bruce W. Wardropper, prólogo a El mágico prodigioso de Pedro
Calderón de la Barca, pp 11-12.
21
El Corpus Christi
sobre armaduras de madera, más una ba-
laustrada pintada delante. Las arrastra-
ban por las calles bueyes con los cuernos
pintados de color oro y las colocaban en
su sitio jornaleros contratados. Los carri-
llos, carros pequeños pero también con
balaustradas pintadas, proporcionaban
el escenario central de las representacio-
nes en lugares donde no se construían
escenarios fijos con este objeto. Los dos
carros se colocaban a ambos lados del es-
cenario, con los laterales largos de cara al
público. [...] La acción principal ocurría
en principio en el escenario vacío que ha-
bía entre los carros, que tenía la misma
altura que las plataformas de estos. Los
actores solían salir de los pisos bajos de
los carros, que servían de vestuario y al
mismo tiempo de espacio para los descu-
brimientos.
Los carros eran cajas de sorpresa muy
espectaculares: impresionantes tanto en
altura como en forma y decoración, no
solo albergaban a los actores y los músi-
cos, sino también los aparatos para efec-
tos sonoros y los mecanismos, consisten-
tes sobre todo en una serie de montacar-
gas y poleas para crear una variedad de
ingeniosos efectos pictóricos. Podía con-
tener tramoyas para hacer serpientes y
dragones articulados, para abrir nubes y
22
El Corpus Christi
rocas y mover montañas, para que apa-
recieran de repente personajes, para per-
mitirles ascender y descender en vertical
y diagonal, etc.17

Tanto en España como en la Nueva Espa-


ña se entregaba un premio, «La joya», al mejor
carro presentado el día de Corpus Christi. José
Rojas Garcidueñas habla que en 1576 se entregó
un premio de cincuenta pesos, por dicho motivo.
Por su parte, McKendrick dice que se entregaba
año con año al mejor carro, y que el premio, en
un principio, consistía en una pieza de tela y, a
partir de 1575, en una cantidad de dinero.
El auto sacramental era siempre precedido
por una pequeña introducción teatral: la Loa.
Esta es una pieza breve que servía para iniciar
el contacto con el público y prepararlo para el
espectáculo, cuyo contenido fundamental era
la comedia y los entremeses intercalados entre
actos o jornadas. Demetrio Estébanez Calderón
de la Loa comenta lo siguiente:

Esta pieza viene a cumplir la misma fun-


ción introductoria que el prologus del tea-
tro latino o el introito y argumento español
del s. XVI; en ella se hacía un breve avance
del tema de la comedia que se iba a repre-
sentar, o bien se aludía a las virtudes y mé-
ritos de las personas a quien se dedicaba la
17 McKenndrick Melveena, op. cit., p. 262.
23
obra o a la calidad de los actores y del dra-
ma que iba a comenzar. Las Loas que pre-
cedían a los Autos Sacramentales servían
para adelantar el elenco de personajes ale-
góricos que iban a intervenir en el auto. A
este tipo de Loa se le denomina «Loa Sa-
cramental». Había otras Loas destinadas
a las representaciones del rey y solían ter-
minar, lógicamente, con una exaltación de
la personalidad del monarca. En un prin-
cipio la Loa era simplemente recitada por
un actor, pero más tarde, probablemente,
a imitación del entremés, se introdujo en
forma dialogada, dando origen a lo que se
ha llamado «Loa entremesada».18

El Diccionario de la Real Academia la define


de la siguiente forma:

En el teatro antiguo, prólogo, introito, dis-


curso o diálogo con que solía darse prin-
cipio a la función, para dirigir alabanzas a
la persona ilustre a quien estaba dedicada,
para encarecer el mérito de los farsantes,
para captarse la benevolencia del público
o para otros fines análogos. Es una compo-
sición dramática breve, pero con acción y
argumento, que se representaba antigua-
mente antes del poema dramático al que
servía como de preludio o introducción.
18 Demetrio Estébanez Calderón, op. cit.
Dos definiciones que nos permiten conocer
mejor las características más importantes de la
Loa; subgénero dramático del cual, de manera
desafortunada, no ha merecido mayor atención
por parte de la crítica especializada y parece
que solo Jean-Louis Flecniakoska, hasta aho-
ra, realizó un estudio amplio de dicha pieza del
teatro, en su obra La Loa; texto además de di-
fícil acceso.
Tras todo lo anterior, el público actual pue-
de reconstruir las actividades que formaban
parte de una conmemoración muy apreciada,
como lo fue la fiesta del Corpus Christi, tanto en
España como en el virreinato de la Nueva Es-
paña; convirtiéndose con ello en la celebración
de mayor importancia del calendario litúrgico,
para la Iglesia Católica. La festividad daba ini-
cio con la procesión, en la cual se destacaron las
figuras de unos gigantes, quienes por sus rasgos
físicos representaban a las distintas razas del
mundo. Dichos personajes bailaban e interac-
tuaban con el público concurrente.
Estas figuras de colosal tamaño fueron pre-
cedidos por unos gigantillos, conocidos como
«el viejo» y «la vieja», los cuales presentaban
un cuerpo con formas desproporcionadas, que
seguramente contribuyeron a la hilaridad del
público. Finalmente surgía la tarasca, serpien-
te que se abría paso a empellones y robaba los
sombreros de los asistentes. Personaje que sim-
bolizaba al demonio, vencido por Jesús Cristo a
través del santísimo sacramento de la Eucaris-
tía. En medio de esta algarabía se realizaba la
representación de los autos sacramentales, pre-
cedidos por una breve pieza teatral, que servía
de introducción, llamada loa. En la escenifica-
ción se empleó un ingenioso sistema de carros
móviles, que poseían mecanismos y artificios
visuales que contribuían tanto a la recreación
como al adoctrinamiento del público asistente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Madrid, 2001. Vigésima segunda edición.
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MCKENDRICK, Melveena. El teatro español
(1490-1700). Madrid, Oro viejo, 1994.
CALDERÓN de la Barca, Pedro. El mágico
prodigioso, prólogo de Bruce W.
Wardropper. México, Rei, 1988 (Letras
hispánicas 217).
Lemnos Drawing es un proyecto y marca personal
bajo el cual se edita y publica el trabajo creativo y
académico realizado por Juan Manuel Pérez Gar-
cía, escritor, editor y docente, con estudios en Len-
gua y Literaturas Hispánicas, en la Universidad Na-
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de su autoría, como son microcuentos, cuentos bre-
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LD
El Corpus Christi. El espacio sagrado de una
fiesta teatral, de Juan Manuel Pérez García, se
terminó el mes de septiembre de 2021 en los es-
tudios de Lemnos Drawing. Primera edición. Su
composición se realizó en tipo Georgia en 12:00,
14:00 y 16:00 puntos. La edición es exclusiva-
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