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¿TODAS LAS RELIGIONES SON BUENAS?

¿TODAS LAS RELIGIONES NOS


CONDUCEN A DIOS?

Sor Clotilde Gacía Espejel.

NIHIL OBSTAT

Petrus Ma. Galván, M.J.

Censor

IMPRIMATUR

+Fr. Philipus a Jesu Cueto, O.F.M.

Episcopus Tlanepantlanus

A quienes han perdido la Esperanza víctimas de este mundo materialista;

Sobre la autora:
Sor Clotilde, nació en la ciudad de Puebla de los ángeles el 7 de agosto de 1939.
Tiene estudios en Filosofía, Psicología y Teología, además de diplomados en
Pedagogía, Ciencias de la Educación, Historia de México y de España, Logoterapia y
Misionología. Ingresó a la Comunidad de Hermanas Josefinas en 1956, hasta el inicio
de la Fundación. Cofundadora de la Comunidad Hermanas Eremitas de Dios.

Ha asistido a varios Congresos y dictado Conferencias entre las que destacan: "La
mística de santa Teresa", "La mística española en la edad media", "La identidad
mexicana a través de la evangelización", "El moderno Agustín" (Maestro Vasconcelos).

Es miembro activa de la Sociedad Mexicana de Filosofía, socia Reyes Católicos y


socia de la Academia de Cortés.

Entre sus escritos destacan los siguientes libros publicados: La triple génesis del
hombre, El temperamento, La influencia de la psicología racional sobre la psicología
experimental, El árbol de la educación, Los falsos ángeles de la Nueva Era, entre
otros.
¿Todas las Religiones son Buenas? ¿Todas las Religiones nos
conducen a Dios?

PRIMERA PARTE

Entre los innumerables errores que ha provocado en los católicos de nuestro tiempo,
la falsa interpretación de "LA LIBERTAD RELIGIOSA", está el creer y enseñar, "QUE
TODAS LAS RELIGIONES SON BUENAS; QUE TODAS LAS RELIGIONES NOS
CONDUCEN A DIOS".

Esto proclaman personas incrédulas o medio creyentes, aunque también y seguido,


para dolor y confusión nuestra lo escuchamos con tristeza y decepción de labios de
católicos, incluso de aquellos que frecuentan la Comunión Sacramental y que rezan
diariamente el Santo Rosario. Añadiendo que son católicos con cierta preparación
religiosa. En cambio, no se escucha tal error en los integrantes de otras "religiones",
pues, increíblemente, los que están en el error, son más celosos de él, que nosotros
de la Verdad Eterna.

Con gran sorpresa, hemos descubierto católicos que se asocian a sectas protestantes,
para "conocer mejor a Dios". ¿A cuál dios? Mientras tanto, los hijos de Lutero, ya sean
directos, ya de los divididos por el libre examen, aprovechan esta situación para
llevarse de la luz a las tinieblas a nuestros frágiles católicos.

Según lo expuesto, el mundo inverso y confuso de hoy, concibe por libertad religiosa el
derecho absoluto de escoger, de seguir cualquier religión que le convenga, y asocia
ese derecho a la seguridad de la salvación eterna -eso si aún cree en la existencia de
las postrimerías-. Por consiguiente, el que intente disuadirlo del error, es calificado de
falto de respeto a la persona humana y a la libertad religiosa.

¡Espantosa y grave concepción, quizá una de las más trascendentes de nuestra era,
pues es, por su importancia, una de las que más trastornan el criterio y la fe del
hombre de nuestro tiempo!

Empecemos por entender que no hay libertad absoluta. Absoluto sólo dios, pues el
Absoluto que usamos para lo creado y en lo creado, sólo es figura, analogía o
relatividad.

La perfección de la libertad reside en que ésta goza de derechos y tiene deberes que
cumplir. La libertad no se obstaculiza o limita con los deberes, ni se hace omnímoda
con los derechos... repito: estos deberes y derechos la conducen a la perfección y a
una gran elevación que, lógicamente, enaltece y perfecciona al hombre. Por tanto, la
libertad religiosa, para ser auténtica, necesita surgir de la luz y tender hacia ella y no
emerger de la obscuridad buscando en las tinieblas la luz; ir en busca de la verdad y
no de la mentira y la ambigüedad. El hombre únicamente se realiza, llega a su fin, en
la consecución del bien y de la verdad. ¿y dónde mejor ha de encontrar el auténtico
Bien y la eterna verdad, sino en la Religión Católica fundada por N.S Jesucristo?

La verdad religiosa, indudablemente que lleva a la libertad, no absoluta, pero sí


proporcionalmente plena. Decimos no absoluta, en cuanto que, como creaturas, no
tenemos capacidad de asimilar lo eterno plenamente; pero sí proporcionalmente
absoluta, porque, siendo creaturas, participamos por analogía de la Única Doctrina de
la Verdad Absoluta, que es Dios.

A mayor esclavitud, menor libertad; y si cualquier dependencia o pasión coarta la


libertad, ¿cuánto más lo hará el ser esclavo del error, que contradice a la verdad
fundamental, la cual lleva al hombre a la plenitud de su realización concibiendo la
Verdad Eterna?

Ciertamente, no podemos, no debemos obligar a nadie, en ninguna forma a practicar


alguna religión o la verdadera Religión, porque simplemente no la practicaría; ya que si
exteriormente se manifestara religioso, interiormente carecería de intención y, por
tanto, todo sería ficticio. Incluso, una falsa motivación en la cual no se usa la fuerza,
pero sí la coacción moral, el chantaje que compromete al sujeto haciéndole ceder ante
una situación embarazosa, no es lícita. Con esto aludimos a los protestantes, quienes
son mercaderes de la fe, negociantes de una falsa religión, en cuyo proselitismo van
creando apóstatas, herejes, fanáticos, amargados y fariseos.

Sí, en cambio, es obligación seria, enseñar, instruir, probar, convencer, cuál es la


verdadera fe y dónde se halla. ¡Gozar de nuestra excelsa Religión y no luchar y
trabajar porque nuestros hermanos gocen de ella, es no tener la verdadera caridad
que nace de la Fuente Divina del Corazón de Jesús y que debe trascender hasta el
más pequeño de nuestros hermanos; es carecer del celo de la gloria de Dios y de la 
salvación de las almas! ¡Considerar que es respeto a la persona humana el no
ayudarlo a saborear la dulzura de nuestra Religión Católica y dejarlo que pierda la
felicidad temporal y quizá la eterna, es no entender el Evangelio!

La concepción que el hombre actual tiene de la "libertad religiosa" le relaja la


conciencia, lo convierte en inestable e inseguro, relaja la conciencia porque si todas
las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios, puedo escoger la que me
convenga, aquella cuya ley me acomode mejor en esta vida moderna, y puedo llegar a
Él por el camino que me parezca más fácil y, por tanto, habría que preguntarme: ¿qué
vida llevo con respecto a Dios, a mi prójimo y a mí mismo?

Lo hace inestable e inseguro: si dios se contradice y en una religión tiene un dogma,


una moral y un culto y en otra cambia mediana o plenamente, entonces, no es un dios
seguro, es un dios que se contradice; y si la verdad no existe, ¿entonces qué existe?
Esta comprensión equivocada de la libertad religiosa es fruto de falsas predicaciones,
de pésimos ejemplos, de equivocadas interpretaciones, de conveniencias muy
especiales y, sobre todo, del deseo de vivir relajada y libertinamente, lo que ha traído
un indiferentismo religioso que, encerrado en un círculo vicioso, es a veces causa y a
veces efecto y en ese flujo y reflujo el hombre, aún el más ignorante o el más pecador,
cree hablar sensatamente, con gran actualización, cuando exclama: "TODAS LAS
RELIGIONES SON BUENAS,TODAS CONDUCEN A DIOS".

La indiferencia religiosa ha llegado al "yo", suplantando el "YO" a Dios: Primero el


hombre, luego dios; por lo mismo, el hombre se ha vuelto "abierto", "comprensivo",
"humano", capaz de aceptar todo error y toda inmoralidad con el pretexto de no
contradecir a su "hermano".

¡Cuánta falsedad! ¡Terrible equivocación!. Deja a su prójimo que camine por donde
sea -aunque eso le cueste su felicidad terrena y su vida eterna-; respeta sus devaneos
y languideces; ¡Ah! Pero que no pretenda tocar sus propiedades, porque se olvida del
gran respeto y lo deshace. ¡Qué equivocado está el mundo desde que hizo su propia
religión! No hemos de guiarlo a la verdadera luz, porque eso es faltarle al respeto: que
tenga al Dios verdadero o uno falso es cosa suya; pero sí se le "honra", se le
"dignifica" corrompiéndolo con la asquerosa televisión cuyos programas y noveluchas
plagadas de sexo degenerado, crimen, asaltos, secuestros, intrigas ... logran que
abuelos, padres y nietos contemplen y escuchen ávidos esta ensarta de pecados que
no sólo rompen la Ley Positiva (mandamientos de la Ley de Dios) y la Ley Natural
inserta en el hombre que suplen con un criterio no sólo equivocado, sino abiertamente
oscuro y pecaminoso ... o los antros inundados de drogas, de toda clase de vicios
donde adultos y jóvenes pierden lo poco que pudieran tener de bueno y positivo y los
niños alguna sombra de inocencia que pudiera quedarles en este mundo soez y crudo,
advirtiendo que la mayoría de padres y maestros habiendo perdido ya el sentido
cristiano, la decencia y la más elemental responsabilidad aprueban para sus hijos esa
clase de lugares donde se vuelve a clavar a Jesucristo. Pierden todo valor y se
complacen con el mundo olvidando la salvación eterna de su propia alma... basta que
dichos antros paguen sus impuestos, que el crimen y el pecado a la autoridad no le
importa.

Ahora, y ¿qué decir del internet? Fruto de la tecnología y que pudiendo hacer mucho
bien no sólo ha limitado inteligencias, capacidades humanas, sino ha desvirtuado todo
valor moral, toda virtud, todo empeño por el bien y miles de veces peor que la misma
televisión, ha dividido familias. Ya no hay comunicación entre esposos, padres e hijos,
hermanos, amigos, pues el amigo del hombre es uno virtual, que encuentra a través
del internet y que lo conduce al adulterio, a una falsa vanidad, a una vida pública aún
de lo más secreto de su cuerpo y de su alma. Pendiendo del amor universal auténtico
y sus propios frutos. 
La equivocada utilización de toda la tecnología, pero especialmente del internet, ha
conducido al hombre a tal estado que ya no es hombre, pero tampoco animal, queda
en un término medio, usar de sus facultades superiores para hacer reinar los sentidos.

A los pecadores se les respeta, dejándolos en su error y su pecado, pero no se


considera el alma nacida para el Cielo y se destruye el hombre con el alcohol, la
lujuria, la drogadicción y otras cosas que me daría vergüenza pronunciar.

Época de calumnias, de fraudes, de injusticias, de agresiones, de luchas en todos los


niveles, en todos los lugares, desde las más grandes empresas, hasta lo más
recóndito y miserable y, no digo todo lo que quisiera decir.

¿Nosotros somos, ante este panorama, los que respetamos a nuestros hermanos y a
su libertad? ¡Mentira! Lo que sucede es que ya no nos importa DIOS, sino "mi dios",
no amamos al prójimo ni esperamos una vida después de ésta.

Pobres, pobres de fe y faltos de la auténtica caridad, vivimos una gran indiferencia


religiosa.

"Todas las religiones son buenas, todas las religiones nos llevan a Dios".

Esta clase de católicos de nombre, me parece que ya han dejado de serlo, pues sin
conocimientos ni reflexión identifican la verdad con el error y niegan la existencia del
mal reuniendo la luz con las tinieblas; han obscurecido los conceptos básicos en la
formación del verdadero católico, que se esfuerza en conocer, amar y servir a Dios y
así llegar al Cielo.

Ahora hagamos este necesario distingo: Es verdad que, quienes han nacido en una
falsa religión, y son fieles a la Ley Natural y a las leyes de su religión que sean
realmente morales, y viven haciendo el bien y evitando el mal, no han tenido
oportunidad de encontrarse con la Verdad, alcanzarán la Vida Eterna. Pero advirtamos
que no es esa falsa religión por sí misma la que ofrece y da la salvación; sino que es
nuestro Dios misericordiosísimo, quien, conociendo determinadas circunstancias,
acepta el esfuerzo, hace eficaces los deseos y otorga la salvación. Conste que en esto
operan el mismo Dios y el débil esfuerzo del hombre, que es elevado por la
misericordia divina; pero esa salvación no debe ser atribuida a la falsa religión.

Pero esta misericordia que -salva reverencia- pudiéramos llamar elemental, no la


aplica Dios a quienes llamó al pleno conocimiento de la verdad, pues "al que mucho se
le dio, mucho se le exigirá" (Lc. XII-48), y será juzgado conforme a la exigencia de la
Gracia Santificante, tasándose de ingratitud y traición el desperdicio y la indiferencia
que se hace de la verdadera Religión.
Están comprendidos en este contexto los que, por su mala vida, han perdido la Fe; los
que han hecho convenientemente su religión a su manera creyéndose hijos predilectos
de Dios porque "van a evangelizar" a antros de vicio. Los que, en aras de su salud,
esbeltez y belleza, de una pseudo-paz, buscan ejercicios y filosofías orientales, en
lugar de encontrar la paz auténtica ante el Sagrario, en el Santo Sacrificio de la Misa y
en la Gracia Santificante: el que ama el peligro, en él perece. Los que encienden una
veladora a Dios y otra al diablo cuando recurren a los brujos, hechiceros y espiritistas,
plagados de supersticiones y trato indirecto con el diablo, a fin de conseguir salud,
dinero y amor. Los que consultan el horóscopo, la baraja, el café, la arena y toda clase
de supercherías impropias de este "tiempo de superación", y altamente ofensivas a Su
Divina Majestad. Frutos primero ocultos y ahora ya desde hace algún tiempo
propagados de manera agresiva y cínica por la diabólica "Nueva Era" con toda su
ensarta de mentiras diabólica, pues Satanás es el padre de la mentira.

No es ciencia, no es religión, no es una filosofía, es un enjambre de enredos y


mentiras conformadas por la Teosofía o Teosofismo. El Teosofismo es una mezcla
informe y vacía de pseudo-ciencia, pseudo-filosofía y pseudo-religión, con base en el
panteísmo y en el ocultismo.

Igualmente los que, confundiendo lo sensible con lo místico y, deseosos más de sus
caprichos que de vivir con Dios, andan en busca de milagros patentes, de carismas
que los hagan notables y de una salud más corporal que espiritual. Los católicos
modernos autosuficientes que comulgan sin confesarse, tienen discretos adulterios,
calumnian, difaman, roban "decentemente" y llevan un catolicismo hipócrita.

Todos los antes citados, caen fácilmente en el error, porque habiendo nacido en la
Verdad, andan buscando la verdad en la mentira, se desarrollan en apariencias, y eso
ya no es permisión divina de circunstancias no culpables, sino medios puestos por
ellos mismos, que al final resbalan a los abismos de otras religiones.

¿TODAS LAS RELIGIONES SON BUENAS; TODAS LAS RELIGIONES NOS


LLEVANA DIOS?

Reflexionemos: ¿Acaso todas las cosas tienen el mismo valor? ¿Con la misma
cantidad de dinero podríamos comprar objetos diferentes? ¿Todas las profesiones nos
llevan a curar enfermos? ¿Todos los caminos nos conducen al mismo sitio?
¡IMPOSIBLE! Pues si en estas cosas tan secundarias y tan insulsas, la Lógica
perecería, antes que aceptarlas, desvirtuando así su exactitud; ¿qué diremos de
nuestra Religión Católica fundada por Nuestro Señor Jesucristo, donde no sólo la
Lógica protestaría, sino la excelsa Teología dejaría de ser antes que identificarse con
ese falso concepto, de que todas las religiones son buenas, todas nos llevan a Dios;
cuando muchas no sólo no nos llevan a Dios, sino que nos desvían y son fuente de
corrupción y condenación eterna?.
SEGUNDA PARTE

La fuerza, la solidez, la firmeza, la ecuanimidad, se gestan y nacen sólo


fundamentados en una verdad inconmovible. Por tanto, una cosa es que
comprendamos a quienes sin culpa propia no poseen la luz de la verdad, y otra que
justifiquemos la mezcolanza del error con la verdad y queramos, además, exaltar el
error, restándole autenticidad a la verdad, con el fin de complacer a los que de buena
o mala fe persisten en vivir a obscuras.

La Religión Católica es expresión perenne de la Santa Madre Iglesia fundada por


Nuestro señor Jesucristo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mat
XVI-18) Ella nos ofrece la estabilidad, la seguridad, ya que está fundamentada en la
Verdad de las verdades, Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero: "Yo soy
el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn XIV-6) y esa inconmovilidad y seguridad se fundan
en sus tres columnas: Revelación, Iglesia y Magisterio. Estas tres columnas hacen
inconmovible e irrefutable que la Única Religión Verdadera es la Religión Católica y,
por ser la Verdadera, es el único camino, la única luz que puede conducirnos
directamente a Dios, a nuestro fin temporal y eterno.

¿Qué es la Revelación? Es la manifestación que Dios hace a los hombres de lo


sobrenatural, para que alcancen el fin para el que fueron creados, que es la gloria de
Dios y su salvación eterna; mediante la perfección propia y universal de su naturaleza
humana, elevada por la Gracia a lo sobrenatural y a su perfección personal según su
propia vocación.

"Cuando Dios habla saliendo de su arcano, entonces nos manifiesta El su secreto;


esto se llama Revelación divina Pública"

La divina revelación la encontramos en las fuentes llenas por el manantial divino: La


Biblia y la Tradición Apostólica; la Biblia o Sagrada Escritura, es palabra de Dios
revelada a través de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles y Nuestro Señor Jesucristo y
llegada hasta nosotros por escrito a través del Magisterio Eclesiástico.

La Tradición Apostólica llegó hasta nosotros transmitida de boca a oído, de generación


en generación, de la cual pasando por los Padres Apostólicos, Concilios y Doctores de
la Iglesia, la encontramos resumida bellamente en el Credo, en el cual, de manera
explícita e implícita, hallamos esta fuente de revelación: La Tradición Apostólica.

Así se comprueba que el Espíritu Santo es quien ha conservado dentro de la Iglesia, lo


que los apóstoles entregaron de palabra.
Ahora ¿Qué es la Iglesia? Es la Sociedad Espiritual y a la vez visible, de todos los
bautizados que profesan la fe de Cristo, bajo su Autoridad ejercida en la tierra por San
Pedro y sus Sucesores.

Uso estas definiciones, porque en ellas descubrimos la visibilidad indisolublemente


unida a la invisibilidad de fines y medios espirituales.

Las condiciones para pertenecer a la Iglesia son: ser bautizado, profesar por la fe y las
obras la doctrina de Cristo y reconocer al Papa como Vicario de Cristo.

Sabemos que esta Iglesia es verdadera, porque además de ser fundada por el mismo
redentor del Mundo, "tú eres Pedro..." posee cuatro notas que la hacen veraz, única e
insustituible. Estas notas son: UNIDAD, SANTIDAD, CATOLICIDAD y
APOSTOLICIDAD; advirtiendo que estas Notas las señaló el mismo Espíritu Santo en
el Sagrado Libro del Apocalipsis (Cap. XXI Unidad: Versículos 2; 9-10, Santidad: 10-
11-27, Catolicidad: 12,24-36, Apostolicidad: 14).

Así que la Iglesia ha de ser Una, Santa, Católica y Apostólica:

Es UNA, porque Jesucristo no quiso formar sino una sola Iglesia con una sola doctrina
y un solo Jefe. El mismo prometió a San Pedro que sobre él edificaría su Iglesia; no
sus Iglesias. Expresa su deseo de que todos los hombres formen "un solo rebaño bajo
un solo Pastor" (Jn X-16) y manifiesta que todo reino dividido en facciones contrarias
será desolado (Mt XII-25).

Y San Pablo, recomendando a los fieles de Éfeso una estricta unidad, escribe: "Un
solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo" (IV-5); de donde se infiere el triple aspecto
de la unidad: el de la doctrina (= una sola fe); el del gobierno (= un solo Señor) y el del
culto (= un solo bautismo).

Es SANTA, porque su fundador Jesucristo, es Santísimo y fundó su Iglesia para


Santificar a los hombres. Jesucristo manifestó la fuerza unificadora de su doctrina: "Yo
les he comunicado tu palabra ... santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad" (Jn
XVII-17) "Jesucristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por Ella para santificarla
purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de hacer comparecer ante Sí,
gloriosa a la Iglesia, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea
santa e inmaculada" (Ef V-25-27); a pesar de las miserias de los que indignamente
conformamos el cuerpo místico de Cristo.

CATOLICA, porque Cristo la estableció para todos los pueblos y para todos los
tiempos. "Id y enseñad a todas las naciones" (Mt XXVIII-19); "Yo estaré con vosotros
todos los días hasta la consumación de los siglos" (XXVIII-20); "Seréis mis
testigos...hasta los confines del mundo" (He I-8).
APOSTOLICA, porque sólo a los apóstoles y a sus legítimos Sucesores confió Cristo
poder enseñar, santificar y gobernar. "Como mi padre me envió, así yo os envío a
vosotros" (Jn XX-21) "Quien a vosotros oye, a Mí me oye" (Lc X-16) y San Pablo:
"Estáis edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la Piedra
Angular el mismo Cristo Jesús" (Ef II-20).

La Iglesia Católica Romana, y sólo Ella, es quien por institución posee estas cuatro
notas distintivas. Luego es la UNICA VERDADERA, pero no sólo posee esas ricas
notas, sino que además Jesucristo su Fundador la adornó con cuatro espléndidas
cualidades: Visible, Perpetua, Invariable e Infalible.

Estas cuatro cualidades dan a la Iglesia, en sus relaciones, comunicabilidad,


perennidad, seguridad y estabilidad.

VISIBLE

A pesar de ser una Sociedad fundada para llevar al hombre al Cielo y ser depositaria
de los más altos y sublimes Misterios, posee la cualidad de ser patente y perceptible a
los sentidos. Por esta cualidad de la Iglesia, el hombre es llevado, de lo visible a lo
invisible, y por medios visibles trasciende a las realidades invisibles y sobrenaturales.

Los siete Sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, son manantiales de
Gracia que nos elevan en esta vida natural al orden sobrenatural y nos hacen
trascender, después de esta vida, a la Eterna Gloria. Ellos son, no digo trasparentes,
sino visibles. Pues ¿qué son los Sacramentos, sino medios visibles instituidos por
Nuestro Señor Jesucristo para darnos la Gracia?

Con la Fe gozamos del misterio traspasando lo físico y hasta lo metafísico, con base
en los sentidos apoyados por la razón.

Estos nos hacen palpar la forma exterior de cada Sacramento: vemos al ministro que
lo aplica, al sujeto a quien se le administra, percibimos la materia y la forma,
necesarias para la realización de este Sacramento.

En el Bautismo, el Ministro es el Sacerdote; el sujeto es el bautizado, la materia es el


agua y la forma son las palabras intencionadas, indispensables para que sea
Sacramento y surta sus efectos sobrenaturales.

La Santa Misa, que en su esencia es el mismo Sacrificio de Cristo en al Calvario, pero


incruento, y que, además, une a la tierra con el Cielo y permite que el hombre, unido a
Cristo, tenga comunicación con el Padre Celestial en el Espíritu Santo, es
eminentemente visible: vemos, sentimos, palpamos y, si recibimos la Comunión
gustamos; solo que todo ese conjunto de percepciones sensoriales, son elevadas por
la razón, iluminadas por la Fe e impulsadas por la Gracia a regiones sobrenaturales.
No vemos el misterio, pero presenciamos toda la belleza exterior del Santo Sacrificio
de la Misa y la riqueza embelesadora de la Liturgia, cuyos ritos hacen lo que significan.

La Iglesia es visible; pero ¡ay de quien sólo se quedara en la visibilidad y no se


transportara con la Gracia y la Fe al fondo y a la altura del misterio sobrenatural!

Somos criaturas visibles, compuestas de cuerpo y alma: materia y espíritu unidos


substancialmente, y creados para llegar al Cielo. Por tanto, nuestra Iglesia es
sobrenatural, y a la vez visible.

PERPETUA

La perpetuidad de la Iglesia consiste en que sus elementos esenciales y constitutivos,


su Fe, su Jerarquía, su autoridad y Misión, su realidad social, deben durar hasta el fin
del mundo.

La Iglesia es el Reino de Cristo en la tierra -anticipo y medio del que gozaremos


eternamente con El- donde todos los bautizados beben de su fuente el conocimiento
de Dios y son transformados por la Gracia para vivir vida sobrenatural. En ella se da
gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

La Iglesia tiene por cabeza en el Cielo, a su mismo Fundador Jesucristo, y es


vitalizada e impulsada por el Espíritu Santo, que a manera de alma o principio vital, la
informa. En nombre de Cristo y como cabeza visible, el Papa estructura a la Iglesia,
que con todos los bautizados es el cuerpo Místico de Cristo.

Así se convierte en Sacramento de salvación, como afirma el Concilio, pues siendo


visible, entraña realidades invisibles y quien a Ella se acoge, encuentra una barca
segura, la única garantía de salvación.

Es el Templo universal, majestuoso, donde conociendo, amando y obedeciendo a


Dios, el hombre logra la paz en esta vida y después la bienaventuranza eterna.

La Iglesia existe para la salvación de los hombres; por tanto, es necesario que perdure
mientras el hombre exista y haya de salvarse; pues Cristo, Cabeza y Fundador de la
Iglesia, "es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn
1-9). El mismo que, al retornar al Padre, aseguró a los Apóstoles: "Yo estaré con
vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos" (Mt XXVIII-20).

Sí. Permanecerá como cabeza invisible de la Iglesia, asistiéndola para que no yerre,
consolando e irradiando luz en este pequeño Gran Sagrario; sufriendo mística pero
realmente, todos los días, en todas partes del mundo en el Santo Sacrificio de la Misa,
santificando con su Gracia a los hombres, perdonando los pecados a través del
Sacerdote en el extraordinario Sacramento de la Confesión, dándose a los hombres en
la Sagrada Comunión con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

Evidente es la perpetuidad de la Iglesia ... perpetuidad que suena a tiempo, pero que
se antoja a eternidad ... que suena a Cielo, pero que sabe anticipadamente a
Bienaventuranza...

Esta perpetuidad trascenderá hasta el Reino del Padre cuando, terminado el universo,
concluyan los aspectos militante y purgante de la Iglesia y persista para siempre su
aspecto triunfante, para cantar eternamente en el Cielo: Gloria a la Augusta Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

No sé si los católicos de hoy, incluso aquellos que, al estilo bastante protestante, no


cejan en "La Biblia y solo la Biblia" olvidándose de la Tradición Apostólica; no sé si
sepan lo que es la Comunión de los Santos. Es un Dogma de nuestra Fe, y consiste
en la comunicación de bienes espirituales que recíprocamente fluyen entre la Iglesia
Militante, la Purgante y la Triunfante.

Ahora bien, quienes forman la Iglesia Triunfante son los Bienaventurados; la Iglesia
Purgante, las almas de aquellos que se purifican en el Purgatorio, y la Iglesia Militante
la formamos nosotros los vivos, que aún luchamos, militamos dentro de la Santa
Iglesia Católica, Apostólica, Romana.

Según esto, ¿no será perpetua la Iglesia que trasciende hasta la Eternidad?

INVARIABLE.

La Iglesia es estable, no estática; es invariable, no rutinaria. Su invariabilidad consiste


en la conservación perenne del Dogma, la Moral y el Culto y de su estructura interna.

No cambian los dogmas, es decir, las verdades de la Fe, ni los Misterios, no digo en su
esencia; ni siquiera en la forma o expresión, si el cambio, aunque fuera accidental,
pudiera inducir a error o confusión.

Los principales Misterios, como el de la Santísima Trinidad (Tres Personas en una sola
Esencia Divina); la Encarnación (El Verbo que, mediante la Unión Hipostática se hace
Hombre en el Seno Virginal de María); la Redención (Dios-Hombre que sufre y muere
en la Cruz para redimir al género humano); la Transubstanciación (cambio de las
substancias de pan y vino por el Cuerpo y la Sangre de Cristo en fuerza de las
palabras consagratorias en la Misa ...) Estos Misterios, como otros, son inconmovibles
e irrefutables, y el que se atreva a negarlos o a desviar su sentido, es hereje e impío.

Las Verdades Dogmáticas, como la Presencia Real de Jesucristo en el Sagrario, la


Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, su Asunción en cuerpo y alma,
la existencia del Purgatorio, la realidad y eternidad del infierno, entre otros muchos,
son irrefutables; inadmisibles de negarlos o variarlos. Advirtiendo que siempre han
existido en el depósito de la Revelación, y la Iglesia los ha proclamado en el momento
oportuno.

La Moral, que contiene preceptos, no puede interpretarse según los tiempos. Dios en
la Revelación y la Iglesia en Nombre de Dios, nos presenta los Mandamientos, los
cuáles son de ayer, de hoy y de siempre. Decir que ya no es pecado lo que antes sí
fue, es un craso error. ¡Irreparable sorpresa llevarán al llegar a la eternidad, aquellos
que aseveran que por ser otros tiempos, ya podemos pecar!

La Ley de Dios y de la Iglesia se hicieron para el hombre, tomando en cuenta su


naturaleza; sólo que el hombre dejara de serlo, se libraría de la obligación de cumplir
los Mandamientos. Pero como es imposible lo primero, resulta imposible lo segundo.

Los Sacramentos, como que fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo, son de
derecho Divino; y serán siempre los mismos hasta el fin del mundo, sin cambiar en su
esencia o en su finalidad.

La Santa Misa fué, es y será el mismo Único Sacrificio de Cristo en el Calvario, pero
de manera incruenta, y nada de que ahora ya es "la Palabra de Dios", "la Asamblea",
"la Comida", "el Banquete", "la Fiesta" ... No, señores. Eso denuncia ignorancia de la
intención redentora de Cristo, y ansia irreprimible de novedades.

¿Qué sucedería con una Iglesia cambiante y tornadiza? Que, además de no ser
verdadera, nos llevaría a la más espantosa confusión, debilidad, revolución y anarquía.

Es verdad, como antes dije, que la Iglesia admite desenvolvimiento en el Dogma y en


su expresión, pero tal desenvolvimiento no consiste en que se admitan verdades
nuevas o extrañas, o que haya cambiado la esencia o el sentido de los Dogmas,
contenidos en la revelación, o de su práctica o expresión; sino que se han ido
enseñando y expresando en forma cada vez más clara y explícita. En todo esto no hay
negación o contradicción.

Por ejemplo: La Sagrada Escritura enseña que existe el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, y sin ser tres dioses, son el mismo Dios. La Teología se fue desenvolviendo
hasta encontrar la fórmula adecuada para enseñar que en Dios hay tres Personas
distintas, inconfundibles, pero consubstanciales; es decir: Uno en Esencia y Trino en
Personas, lo mismo que se ha enseñado en todos los siglos.

Esa invariabilidad, que es estabilidad, es lo que dá al Católico alegría y seguridad. Sin


embargo, al hombre de hoy no le importa la verdad. Lo mismo le da ser Católico que
budista o mahometano; lo mismo le da probar cualquier secta del mediocre
protestantismo, y hasta llega a ver con indiferencia los mayúsculos engaños de los
Testigos de Jehová, secta que expresa el colmo de los dislates de un protestantismo
judaizante.

A esta frialdad e indiferencia se le llama "respeto" hacia los demás y poco importa la
moralidad -ya no digo inmoralidad- de nuestros tiempos, sociedad aburguesada, muy
ajena a la Doctrina del Verdadero Dios.

No busquemos el remedio a nuestros males en falsas apreciaciones o en ciertos


medios. El origen de todos los derrumbes de la humanidad está en haber roto con las
columnas que nos sostenían: el Bien y la Verdad. Que el mundo busque a Dios -no a
"su dios"- verá que todo se transforma y endereza.

INFALIBLE.

¿En qué consiste la infalibilidad de la Iglesia? En que la Iglesia jamás puede


equivocarse cuando enseña las verdades que hay que creer, los deberes que hay que
cumplir, y el culto que hay que dar a Dios.

La Doctrina de la Iglesia, en lo que concierne al Dogma, a la Moral y al Culto, como es


Revelación Divina, es perfecta en sí misma e infalible, Jesucristo, infalible por
naturaleza, participa de su infalibilidad a su Iglesia, y en Ella, directamente al sumo
Pontífice su Vicario, pero con las debidas condiciones.

Cuando el Papa habla en nombre de Dios y de la Iglesia, no como maestro común,


sino como Doctor Universal, sobre asuntos de Fe y Costumbres, se dice que entonces
habla "Ex-Cáthedra" (Desde la Cátedra por excelencia).

En otras cosas, y aún en las de Fe y Costumbres, si habla como persona particular,


podría equivocarse, sin más trascendencia que no fuera la demostración de la miseria
humana.

Tengamos presente que esta infalibilidad "Ex-Cáthedra" es participada por Jesucristo y


siempre con la asistencia del Espíritu Santo; y se hace necesaria porque de ello
depende la credibilidad de la Iglesia y la salvación de las almas. Va en ello la
veracidad del mismo Dios, que prometió ratificar en el Cielo cuanto su Vicario en la
tierra atara o desatara.

De igual prerrogativa gozan los Obispos reunidos en Concilio Ecuménico bajo la


presidencia del Papa.

Por tanto, Obispos, Sacerdotes, Religiosos y todos los fieles en general, están
obligados a  no salirse de la auténtica doctrina, y se han de sujetar a las definiciones
dogmáticas y enseñanzas "Ex-Cáthedra" del sumo Pontífice y de los Concilios
Ecuménicos.
Manchando la historia de la Iglesia está Martín Lutero, Sacerdote regular de la Orden
Agustina, quien rompió con la Doctrina Infalible, con la Autoridad Papal, y cayó en
espantosas herejías y se hizo una nueva religión a su gusto, la Luterana.

Nadie se pierde, repito, si vive conforme a las enseñanzas de ayer, de hoy y de


siempre, de la Iglesia Infalible, Una, Santa, Católica y Apostólica.

Jesucristo ha entregado a la Iglesia el Depósito de la Revelación para que la transmita


en su integridad a todas las generaciones; pero Ella no la podrá transmitir si está
expuesta a engaños. Por esto, una de sus cualidades o propiedades es la infalibilidad,
ya que ha de ser siempre fiel custodia del Sagrado Depósito de la Fe.

Si existe otra Iglesia que sea Una, Santa, Católica y Apostólica y que, además posea
en sí y en su religión las propiedades de Visible, Perpetua, Invariable e Infalible, que
me la muestren y luego me la demuestren. Pero como esto es imposible, me quedo
con mi Iglesia, la única que fundó Jesucristo, amándola entrañablemente.

La Iglesia, además de ser Madre y custodia de nuestra Doctrina, es Maestra


entregándonos mediante el Magisterio Eclesiástico, la Revelación divina Pública.

¿Qué es el Magisterio Eclesiástico? El Magisterio Eclesiástico es la misión


encomendada y la capacidad infundida por Cristo a los Apóstoles y sus sucesores, de
enseñar con autoridad suprema la verdadera Doctrina y las prácticas conducentes a la
salvación eterna.
TERCERA PARTE.

Después de haber probado que la Iglesia Católica es una de las tres grandes
columnas de la Religión Católica, entre las otras dos: Revelación y Magisterio;
probaremos ahora, que la Religión Católica es la única por verdadera, y en verdadera
porque es Divina y lo avalan sus milagros y sus profecías.

El milagro y la profecía son como la firma de Dios que dice: esta es mi Religión,
estructurada para los hombres, para que en ella alcancen su fin para el que Yo los he
creado.

El milagro es un hecho sensible y extraordinario, que supera las fuerzas de la


naturaleza y no podemos negar los milagros obrados por nuestro Salvador durante su
vida. Ejemplo: la Resurrección de Lázaro entre otros muchos y el más grande milagro
que hizo Nuestro Señor Jesucristo fue el de su propia Resurrección. El milagro no
destruye las leyes de la naturaleza, sino que las suspende.

Profecía es la predicción cierta de un hecho futuro que no se puede conocer


naturalmente y que se realiza en la forma anunciada. Al ponderar esta definición,
comprendemos que esto es de origen Divino, pues no existe hombre que pueda sin la
asistencia y voluntad de Dios, profetizar.

Tanto el milagro como la profecía prueban la intervención divina, pues sólo Dios, Autor
de la naturaleza, tiene poder para suspender sus leyes y sólo Dios puede con absoluta
certeza conocer los hechos que dependen de la libre voluntad de Dios o del hombre.

En el Antiguo Testamento se profetiza la llegada de Cristo, cumpliéndose


infaliblemente en el Nuevo Testamento: "He aquí que una Virgen concebirá y dará a
luz un Hijo que será llamado Emmanuel, es decir Dios con nosotros" (Isaías VII-14,
Mat I-23).

Miqueas anuncia que el Mesías nacerá en Belén y en Belén precisamente nació Jesús
y este nacimiento lo consigna incluso la historia profana (V-2) "Una estrella saldrá de
Jacob, un cetro se levantará de Israel" (Num XXIV-17).

"No temas María, concebirás y darás a luz un Hijo y lo llamarás Jesús. El será grande
y será llamado Hijo del Altísimo y Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en
la casa de Jacob, para siempre y su Reino no tendrá fin (Lc I-30-33).

"Dios mismo vendrá y os salvará. Entonces, los ojos de los ciegos serán abiertos, los
sordos oirán, el cojo saltará como un ciervo, y la lengua de los mudos será desatada
(lsaías XXXV, 4-6; Zac IX-9; XI-13) en esos textos encontrarían las predicciones de
Zacarías en el Antiguo Testamento sobre su entrada triunfal en Jerusalén y sobre el
dinero entregado a Judas y encontrando su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Y
así, la Pasión, Muerte y Resurrección, las encontramos profetizadas en el A.T y
realizadas en el N.T.

El mismo Jesucristo profetizó acerca de Sí mismo, de sus discípulos, de los judíos, de


su Iglesia...

El Establecimiento de la Religión Cristiana es un hecho irrefutable, con todos sus


triunfos y lágrimas, encontrando su presencia perenne a pesar de todos los embates
de los enemigos.

Cuántas almas, sobre todo en los primeros tiempos, dieron la vida por Cristo, por su
Iglesia, por su Religión.

¡Qué diremos de tanto Santo, de tantos hombres y mujeres que en distintas edades y
circunstancias se han entregado a Dios para cumplir el "ser perfectos como vuestro
Padre Celestial es perfecto" y cuántos, no sólo santos, sino sabios, Lumbreras no sólo
vistos dentro de la Iglesia, sino admirados y reconocidos por el mundo!

¡Y la excelencia de la Doctrina Cristiana, incomparable que mejora a los hombres, los


hace dichosos, los ilumina! Doctrina cuyo Dogma eleva y enaltece, cuya moral es pura
y equilibra al hombre y cuyo culto es excelso y Divino.

En fin, ¡cuántas cosas podríamos decir, cuántas contemplar, cuántas probar!

Ahora, ¿después de tanta consideración, seguirán repitiendo: "que todas las religiones
son buenas, que todas nos conducen a Dios"?

Si insisten les contestaré: ¿Conque todas las religiones son buenas y todas nos llevan
a Dios? ¿A Dios? ¿A cuál dios? ¡Pues qué dios tan pluralista y tan falsamente
universal! Oír "Dogma", es pensar sin reparo en algo perenne, inmutable. Dogma,
decimos, es la revelación de una verdad; es la parte de la ciencia de la Religión que
nos enseña a Dios eterno, justo, inmutable, infinito, omnisciente, sapientísimo, veraz,
fiel, omnipotente, inmenso, uno y con El toda la verdad revelada.

Y Dios inmutable, sabio, veraz, fiel, que es por esencia, no por accidente, por no ser
cualidades que se le atribuyan, sino perfecciones de su Esencia Divina ¿Es El quien
ha permitido un maremágnum de religiones, y quien garantiza que cualquiera de ellas
conduce a El? ¿Dónde quedó el Único Camino, la Única Verdad, la Única Vida, si se
convierte en varios caminos, verdades y vidas?

¿Dónde está el Dios veraz, con varias y contradictorias verdades sobre su propia
esencia, su creación y su palabra? ¿Dónde está el Dios Inmutable si varía, y promete
lo mismo para la Religión fundada por El y las que por error, malicia, soberbia, espíritu
de contradicción o maldad, han estructurado los hombres?
El Dios fiel a su palabra, ¿así jugará con los conceptos?

Si así fuera, ¿qué objeto tendría luchar por la Verdad, si aparte existiera otra "verdad",
la que cada religión se adjudica para sí?

Lo mismo daría ser 'Testigo de Jehová" negando el fundamental, extraordinario y


embelesador Misterio de la Santísima Trinidad, que vivir en Gracia gozando de la
Inhabitación de la Santísima Trinidad.

Lo mismo daría creer en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre


verdadero, que decir que fue el primer comunista, que fue otro profeta como Mahoma,
que es superhombre pero no Dios... Lo mismo sería afirmar que iría al Cielo el hombre
casto santamente casado con su única esposa, igualmente que el degenerado
Mormón con su harem. Llegaríamos a nuestro fin último adorando a Jesús
Sacramentado; tanto como si negáramos rabiosamente su Presencia Real en la
Santísima Eucaristía; y sería lo mismo prender una veladora al repugnante ídolo de
Suda, que adorar al Padre en Espíritu y en Verdad.

¡Ay...! ¡Qué horror perder la identidad católica para naufragar en un sincretismo


religioso o para ser un solapador servil de todas las que se dicen "religiones"!

Y de otras, que ni siquiera pueden autonombrarse religiones, pues son nidos de ateos
(no de los que dan "gracias a dios" de serlo, sino de verdaderos ateos), entre los
cuáles hay feroces perseguidores de nuestra Santa Fe católica, que usan hoy de su
astucia y sutileza. Pero hoy, negando la caridad para los propios, la prodigamos a los
extraños y nos convertimos en cómplices y camaradas de todo hombre aunque éste
vuelva la espalda a Dios.

Reflexionemos, por estos contrastes y contradicciones, si serán de buena fe los que


dicen que todas las religiones son buenas y todas nos llevan a Dios.

Es insólito que el mundo de hoy pueda ver con indiferencia la confusión que muchos
propician entre la verdad objetiva y la verdad subjetiva, y peor aún, entre la verdad y la
mentira. Tratar de conciliar estos términos y vivir en aparente paz, es desconocer el
principio, la naturaleza y el fin del hombre, cuya felicidad sólo puede vivirla en el
encuentro con la Verdad y en el abrazo con el Bien.

Que el Espíritu Santo, unido al Padre Eterno y a Jesucristo Nuestro Señor, nos guarde
de perder la Fe, aunque todos crean que tenemos perdida la cabeza.

Sor Clotilde García Espejel, E.D.


STAT CRUX DUM VOLVITUR ORBIS (LA CRUZ PERMANECE EN PIE MIENTRAS
EL MUNDO SE CAMBIA)
La comunidad de Hermanas Eremitas de Dios de la
Arquidiócesis de Tlalnepantla

Invita a toda joven que se sienta llamada a una vida plena de inmolación por la gloria
de Dios y la salvación de las almas, a ingresar a este Instituto Religioso.

Condiciones de Admisión:

1. Una verdadera vocación, demostrada por una incondicional entrega, sin


más interés que la gloria de Dios y la salvación de las almas.
2. Permiso expreso de los papás.
3. Haber cumplido 16 años de edad.
4. Otras condiciones se pedirán con oportunidad.

No se pide dote ni mensualidad

Escribe a:
Hermanas Eremitas de Dios
Apartado Postal No. 616
54000 Tlalnepantla, Edo de Mex
Tel: 3-61-01-53

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