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Casos Que Hicieron Doctrina en Derecho Penal
Casos Que Hicieron Doctrina en Derecho Penal
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PABLO
SÁNCHEZ-OSTIZ
GUTIÉRREZ
8. LA LEY
grupo Wolters Kluwer
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Edita: LA LEY
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ISBN Edición Gráfica: 978-84-8126-847-8
ISBN Edición Digital: 978-84-8126-848-5
Depósito Legal: M. 14.276-2011
Printed in Spain
Impreso en España por: Gráficas Muriel, S.A.
a
Investigación, 9 - Poi. lnd. Los Olivos
28906 Getafe (Madrid)
ÍNDICE SISTEMÁTICO
l. PLANTEAMIENTO ................................................................ 46
11. EL CASO EN LA OPERACIÓN DE DETERMINACIÓN DEL
DERECHO ............................................................................. 51
111. EL CASO, ENTRE LA TÓPICA Y EL SISTEMA ....................... .. 54
IV. SENTIDO DEL SISTEMA ........................................................ 56
V. SOBRE EL TRABAJO CON CASOS ........................................ 58
©LA LEY 7
fndice Sistemático
8 e LA LEY
Índice Sistemático
e LA LEY 9
Índice Sistemático
10 ©LA LEY
Índice Sistemático
©LA LEY 11
Índice Sistemático
12 ©LA LEY
fndice Sistemático
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 279
11. POSICIÓN DEL BGH ........................................................... 279
111. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO ................................ 281
111.1. Posturas a favor de la autoría mediata ......................... 282
111.2. Posturas en contra de la autoría mediata..................... 285
©LA LEY 13
fndice Sistemático
14 ©LA LEY
fndice Sistemático
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 375
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS............... 377
111.RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL.... 377
IV. LA COAUTORÍA, LA TEORÍA OBJETIVO-FORMAL Y LA TEO-
RÍA DEL DOMINIO FUNCIONAL DEL HECHO: CRÍTICA.... 378
V. LA DISTINCIÓN ENTRE COOPERADOR NECESARIO Y
CÓMPLICE............................................................................ 384
VI. CONCLUSIÓN...................................................................... 388
21. CASO •El NANh, por M.ª Ángeles Rueda Martín..................... 391
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 392
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS ............... 393
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL
EN TORNO A LOS DELITOS DE DETENCIONES ILEGALES... 395
22. CASO DEL CHAPISTA, por María Martín Lorenzo .... ............ ... .. 405
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 407
11. PLANTEAMIENTO DE LOS PROBLEMAS: LA DIFERENTE
VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DE LA AUDIENCIA
PROVINCIAL DE SEVILLA Y DEL TRIBUNAL SUPREMO...... 408
111. LA IN IMPUTABILIDAD Y LA ALIC DOLOSA EIMPRUDENTE ... 409
©LA LEY 15
fndice Sistemático
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 442
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DELTS............... 443
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL... 445
16 ©LA LEY
fndice Sistemático
©LA LEY 17
Índice Sistemático
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 542
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL
SUPREMO............................................................................ 542
111. ANÁLISIS DE LA DECISIÓN.................................................. 544
18 ©LA LEY
Índice Sistemático
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 557
11. ANTECEDENTES DEL CASO. EL DEBATE SOBRE LAS FALSE-
DADES EN DOCUMENTO MERCANTIL COMETIDAS POR
PARTICULARES ANTES Y TRAS LA ENTRADA EN VIGOR
DEL CÓDIGO PENAL DE 1995............................................. 558
111. LA DOCTRINA SENTADA EN LA STS DE 28 DE OCTUBRE
DE 1997; PONENTE, DE VEGA RUIZ.................................... 560
V. CONCLUSIÓN...................................................................... 569
e LA LEY 19
Índice Sistemático
IV.1. Los riesgos unidos a una justicia global de transición ... 605
IV.2. La conformidad al sistema de los crímenes globales.... 607
IV.3. La nota diferencial de la justicia internacional penal: el
estado de excepción.................................................... 608
IV.4. ¿Qué función tiene la justicia global humanitaria?....... 609
34. CASO «ARGENTIA TRUST», por Carlos Gómez-Jara Díez ......... 633
l. INTRODUCCIÓN................................................................. 634
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS............... 635
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL ... 636
20 ©LA LEY
Índice Sistemático
36. CASO DEL ASESOR FISCAL, por Víctor Gómez Martín ............. . 669
e LA LEY 21
fndice Sistemático
38. CASO URRALBURU, por Eduardo Ruiz de Erenchun Arteche .... 705
39. CASO FRANZESE, por Gabriele Fornasari y Emanuele Corn ...... . 717
40. CASO DE LOS DISPAROS SIN BALA, por Esteban Sola Reche ... . 731
22 ©LA LEY
Índice Sistemático
©LA LEY 23
Índice Sistemático
43. CASO DE «LOS ALBERTOS», por Miguel Ángel Iglesias Río....... 781
44. CASO DEL INCENDIO EN EL PATIO, por Paul Yowell .............. 823
24 ©LA LEY
Índice Sistemático
e LA LEY 25
Índice Sistemático
26 ©LA LEY
Índice Sistemático
©LA LEY 27
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Sólo me queda confiar en que la obra cumpla el fin para el que fue pen-
sada: ofrecer aquellos temas sobre los que la doctrina penal lleva tratando
desde hace años. Al lector corresponde ahora continuar esa labor académi-
ca de discusión de casos.
Pablo SANCHEz-OsTIZ
Catedrático de Derecho Penal. Universidad de Navarra.
Pamplona, 12 de octubre de 201 O
44 ©LA LEY
INTRODUCCIÓN
SUMARIO:
l. PLANTEAMIENTO
11. EL CASO EN LA OPERACIÓN DE DETERMINACIÓN DEL DERECHO
111. EL CASO, ENTRE LA TÓPICA Y EL SISTEMA
IV. SENTIDO DEL SISTEMA
V. SOBRE EL TRABAJO CON CASOS
Este libro trata de Derecho penal en casos. En casos, por lo demás, bas-
tante singulares: no se trata sólo de leading cases, que han sentado prece-
dente, dando origen a una línea jurisprudencia! homogénea. Se trata, más
aún, de una sucesión de complejos «problema-solución» que han alcanza-
do un status doctrinal, marcando la evolución de la discusión en Derecho
penal. Por eso puede afirmarse que han hecho historia o, en los términos
finalmente elegidos para la portada de esta obra, que han hecho doctrina.
Expresado de otro modo: han trascendido su condición de meras manifes-
taciones de una justicia del caso (case law) alcanzando una mayor o menor
generalización.
©LA LEY 45
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
pio del common law y, por el lo, de una cultura consuetudinaria y judicialis-
ta como la anglosajona. En cambio, la cultura codificadora continental eu-
ropea tendría en la ley su piedra angular. Sin embargo, la ley no es ajena a
la moderna cultura jurídica anglosajona, sino todo lo contrario. Y tampoco
puede sostenerse que la actividad jurisprudencia! resulta, en el continente,
irrelevante en cuanto a la constitución del Derecho. De hecho, incluso ya
cabe observar en diversos lugares manifestaciones de signo contrario, aun-
que quizá no todas tan osadas como la que sigue: «La jurisprudencia es la
dueña del Derecho positivo. No sólo la Constitución sino cualquier ley es
lo que la Jurisprudencia hace de ella»(l).
l. PLANTEAMIENTO
El libro se dirige a abogados, jueces y fiscales, a estudiantes de todos los
niveles, a juristas que quieren saber de dónde vienen y hacia dónde van a
ir buena parte de las instituciones centrales del Derecho penal. Sabido es
que el «caso» ha dado un nombre a un método para la docencia del Dere-
cho: el case-method, un método orientado a formar abogados, que también
han sido a lo largo de su vida buenos jueces y fiscales. No se trata, pues,
del caso como mero «ejemplo» ilustrador, sino como elemento configu-
rador de una forma de pensar. Desde que, en otoño de 1870, el Prof. CC
LANGDELL empezara así su curso de contratos en la Harvard Law SchooPl
'
no ha cesado el prestigio de este modo de enseñar, comprender, argumen-
tar y aplicar el Derecho, al que este libro quiere contribuir. Ello, de modo
transparente. Es sabido que el método del caso guarda relación con un de-
(1) «Die Rechtsprechung ist Herrin des positiven Rechtes. Nicht nur die Verfassung, jedes
Gesetz ist das, was die Rechtsprechung daraus macht»: RoELLECKE, «Kann Rechtsprechung
Politik ersetzen?», DRil 1996, pág. 175.
(2) «Señor Fox ¿le importaría exponer los hechos del caso Payne v. Cave?»: LAv1LLA RuBIRA,
«Sobre el "case-method" para la enseñanza del Derecho: la experiencia de la "Harvard
Law School"», RAP 1988, núm. 117, pág. 433.
46 ©LA LEY
Introducción
(3) LAv1LLA RUBIRA, RAP 1988, núm. 117, págs. 436, 439.
(4) LAv1LLA RuB1RA, RAP 1988, núm. 117, págs. 439, 440.
(5) LAv1LLA RuBIRA, RAP 1988, núm. 117, pág. 441.
(6) No faltan en nuestra doctrina obras recopilatorias de casos con esta función didáctica (de
parte tanto general como especial). En tiempos ya lejanos, la obra de J1MÉNEZ DE AsúA (jun-
to con CARDO v CRESPO y RODRÍGUEZ MuÑoz), Casos de Derecho penal para uso de los estu-
diantes, Madrid, 1923; 2.ª ed., Madrid, 1929, impulsa el estilo docente basado en ccasos
ejemplares»; también entre las primeras obras de casos: SANCHEZ ÜRDÓÑEZ, Soluciones a
casos prácticos de Derecho penal, Madrid, 1952; fERNÁNDEZ MARríNEZ, Casos prácticos de
Derecho penal, Oviedo, 1954. En la actualidad, véanse, entre otras, SERRANO GóMEZ, Ca-
sos prácticos de Derecho penal, Madrid, 1985; 5.ª ed., Madrid, 1994; GARCÍA ARAN!HoR-
MAZABAL MALARÉE, Supuestos prácticos de Derecho penal. Parte general, Barcelona, 1985;
ROMERO, Casos de Derecho penal. Partes general y especial, Madrid, 1986; S1LvA SANCHEZ et
al., Prácticas de Derecho penal. Parte especial, Barcelona, 1988; BELTRÁN BALLESTER, Casos
prácticos de Derecho penal, Valencia, 1988; CASTILLO SEVILLA, Cien casos de Derecho penal
con soluciones, Madrid, 1990; SILVA SANCHEZ!BALDó LAv1u.AIC0Rcov B1DASOLO, Casos prác-
ticos de Derecho penal (parte genera/), Madrid, 1991; 2.ª ed., Barcelona, 1997; SERRANO
©LA LEY 47
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
BUTRAGUEÑO, Prácticas de Derecho penal, Madrid, 1991; ZUGALDIA ESPINAR (junto con
MAQUEDA ABREU y LAURENZO CoPELLO), Derecho penal en casos. Parte general, Valencia,
1993; ALONSO PÉREZ, 50 casos prácticos de Derecho penal, Madrid, 1998; lo., 120 ca-
sos prácticos de Derecho penal, Madrid, 2001; MORILLAS CuEvAICASTELLó N1cAs/ÜLMEDO
CARDENETE, Casos prácticos de Derecho penal con jurisprudencia. Parte General, Granada,
1998; Bo1x REIG (coord.), Casos prácticos de Derecho penal (parte especia/), Valencia,
1998; CoRcoY B10ASOLO (dir.), Sistema de casos prácticos. Derecho penal. Parte especial,
Valencia, 1999; MAQUEDA ABREu/LAURENZO ComLO, Derecho penal en casos. Parte gene-
ral, Valencia, 2000; 2.ª ed., Valencia, 2005; Coso DEL RosALIQu1NTANAR DIEZ, Selección
de casos prácticos de Derecho penal, Valencia, 2001; CUADRADO Ru1z/MoNGE FERNÁNDEZ,
Casos prácticos de Derecho penal. Parte especial, Sevilla, 2001; CUERDA ARNAU, (coord.),
Derecho penal. Parte general. Casos prácticos, Valencia, 2004; GóMEZ R1vERO, Casos prác-
ticos de Derecho penal. Parte especial, Valencia, 2007; GóMEZ R1vERo/MENDOZA CALDERÓN,
Casos prácticos de Derecho penal. Parte general, Madrid, 2009. A su vez, particular
mención merecen las obras elaboradas para la preparación de oposiciones que inclu-
yen pruebas de resolución de casos prácticos: vid., por ejemplo, MORAL GARcfAIMoRENO
VERDEJO, Supuestos prácticos de Derecho penal (resolución de los casos propuestos en
las oposiciones para acceso a las carreras judicial y fiscal), Granada, 1991. En el ámbi-
to alemán, abundan las obras de casos y de técnica de su resolución, orientadas a las
«Klausuren» de los «exámenes de Estado»: al respecto, vid. HASSEMER, Fundamentos del,
Derecho penal (trad., Muñoz Conde/Arroyo Zapatero), Barcelona, 1984, págs. 17-28.
(7) También existen obras que recopilan resoluciones judiciales ordenadamente, con fines
didácticos o expositivos. Así, entre otros, Rox1N, Hochstrichterliche Rechtsprechung zum
Allgemeinen Teil des Strafrechts. 100 Entscheidungen für Studium und Referendariat mit
Fragen und Antworten, Múnich, 1998.
(8) Se entiende así que como parte de la función del jurista se cuente la labor de resolución
de casos: vid. BACIGALUPO, La técnica de resolución de casos penales, Madrid, 1988;
2.ª ed., Madrid, 1995. Es curioso así el interés de una obra como la de GmoscHMIDT,
Metodología jurídico-penal. Guía para la solución de casos prácticos de Derecho penal,
Madrid, 1935.
48 ©LA LEY
Introducción
(9) Hay obras que han ejercido esta labor: en concreto, el género académico de los comen-
tarios de jurisprudencia, en los que sobre la base de una resolución doctrinal, se analiza
la decisión y su argumentación, para proponer a menudo una motivación y solución
diversas. Vid., por ejemplo, la obra de M1R Pu1G et al., Comentarios a la jurisprudencia
penal del Tribunal Supremo, Barcelona, 1992. En ocasiones, ha sido esta labor doctrinal
la que ha abierto camino a la jurisprudencia y legislación: así, en lo referente al caso
del homicidio preterintencional o el concurso de tráfico de drogas y contrabando. Que
la propuesta inicial se haya plasmado en ley o en una solución unitaria (incluso en un
pleno no jurisdiccional) confirma la idea de que han consolidado una solución.
(1 O) Sobre dichos plenos no jurisdiccionales que han proliferado en la actividad de la Sala 11
de nuestro Tribunal Supremo, vid. fÑIGO CoRRoZAIRu1z DE ERENCHUN ARTECHE, Los acuerdos
de la Sala Penal del Tribunal Supremo: naturaleza jurídica y contenido (1991-2007),
Barcelona, 2007. La indudable eficacia unificadora (al menos provisionalmente) de la
jurisprudencia que ejercen dichos acuerdos obliga a plantearse su naturaleza y la de su
vinculatoriedad: ibídem, págs. 23-40, 95-121.
©LA LEY 49
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(11) Una vez más hay que referirse aquí, indudablemente, a los libros de Cases and Materials
del ámbito académico angloamericano. En cierta manera, participa de esta idea la obra
de EsER!BuRKHARDT, Derecho penal. Cuestiones fundamentales de la teoría del delito sobre
la base de casos de sentencias (trads., S. Bacigalupo/Cancio Meliá), Madrid, 1995.
(12) Vid. supra, nota 1O.
(13) Sobre tal flexibilidad, vid. DERNBACH et al., A Practica/ Cuide to Legal Writing & legal Me-
thod, 4.ª ed., Nueva York, 201 O, pág. 44.
(14) Ha de mencionarse aquí, por su peculiar fisonomía, la obra de HRUSCHKA, Strafrecht
nach logisch-analytischer Methode, i.a ed., Berlín, Nueva York, 1988, que es más que
50 ©LA LEY
Introducción
éstos a otros nuevos, como sucede con los de la depresión reactiva, los dos
psiquiatras o el pago de rescates por secuestros. Siguiendo con las expre-
siones ahora empleadas, operan así para perfilar el sistema o contexto en el
que idear soluciones consistentes.
una recopilación de casos y a la vez algo distinto de un manual usual. Se trata de una
exposición académica completa de la teoría del delito construida a partir de un conjunto
de casos ordenados progresiva y sistemáticamente. En cierta manera, la obra de S1LvA
SANcHEZIBALoó LAv1LLAIC0Rcov B1DASOLO, citada supra, en nota 6, participa de esa peculiar
configuración (vid. ed. de 1993). Por lo demás, sobre el papel del sistema, vid. la aporta-
ción de HRUSCHKA, c¿Puede y debería ser sistemática la doctrina jurídico-penal?», en lo.,
Imputación y Derecho penal. Estudios sobre la teoría de la imputación, Pamplona, 2005,
págs. 251-275.
(15) Sobre el modo de proceder del juez como portavoz del legislador, vid., crítico,
ENGISCH, la idea de concreción en el Derecho y en la ciencia jurídica actuales (trad., GIL
(REMADES), Pamplona, 1968, págs. 328-333 (con referencia en particular a la crítica de
BüLOW, 1885), 357-362.
©LA LEY 51
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(16) Vid. MüLLERICHRISTENSEN, Juristische Methodik, 8.ª ed., vol. 1, Grundlagen; Óffentliches
Rechts, Berlín, 2002, passim, núm. 471; tras su 1.ª ed., 1971, se ha venido dedicando
MüLLER a presentar su concepción sobre la metodología jurídica (a partir de la 7.ª ed.,
1997, se ocupa (HRISTENSEN de algunos epígrafes adicionados). Que así la importancia
de los cánones clásicos de interpretación se relativiza o devienen en ficticios es fácil de
percibir (núm. 239).
(17) A pesar de ello, ha de comenzarse por el texto de la norma, que «proporciona un marco
dentro del cual puede lograrse la determinación de una prescripción jurídica» (MüLLERI
CHRISTENSEN, Juristische Methodik, vol. 1, núms. 177, 305). En segundo lugar, desde el tex-
52 ©LA LEY
Introducción
norma jurídica no surge "del" texto de la norma; sino que se mide con arre-
glo a éste y ha de acreditarse en relación a éste» (núm. 479).
Se entiende así que el interés del penalista por los casos esté más allá de
idear ejemplos para ilustrar los conceptos. Los casos tocan el núcleo mis-
mo de nuestro objeto de estudio, porque exigen enfrentarse al problema e
idear una solución. La norma legal es sin duda relevante, porque permite
idear una solución al problema; pero también es relevante la solución dada
a otras situaciones previas con esa misma norma. La decisión judicial ad-
C> LA LEY 53
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
quiere así una función ejemplar, como línea directriz o guideline a seguir 19l.
Los casos recopilados en esta obra constituyen otros tantos supuestos con-
cretos en los que se planteó un conflicto y fue resuelto por los tribunales.
Todos ponen de manifiesto la distancia que media entre la realidad social
concreta y la previsión normativa. Y obligan por tanto a plantearse el papel
del aplicador del Derecho.
(19) De nuevo es preciso llamar la atención sobre una adecuada comprensión del caso co-
mo precedente. Cuando el caso opera como guideline es porque expresa un criterio de
decisión, el cual puede estar más o menos estrictamente plasmado. Sea como fuere, se
requiere abstraer del caso el criterio. De nuevo, no estamos en un nivel abstracto máxi-
mo (el de la norma), ni en uno concreto máximo (el de los hechos), sino en ese ámbito
intermedio (entre el tipo y el supuesto de hecho, en la terminología de Arthur KAuFMANN
acabada de mencionar). Como exponen DERNBACH et al., A Practica/ Cuide, págs. 44-45
(citando la obra de LLEWELLYN, The Bramble Bush, Nueva York, 1930, págs. 66-69), la
función del precedente puede ser estricta pero también débil. En su función débil, el
precedente sirve de punto de partida para el análisis del caso.
(20) Ya SAVIGNY, De la vocación de nuestro siglo para la legislación y para la ciencia del De-
recho (trad., A. Posada), Granada, 2008, pág. 27, destacaba en la elaboración de los
juristas romanos el mérito de haber sabido combinar tanto la construcción teórica como
la orientación práctica.
S4 ©LA LEY
Introducción
Sea como fuere, la opción por la prioridad del sistema (y por tanto por
el método deductivo) no puede verse como alternativa excluyente frente al
pensamiento tópico (y por tanto frente al método inductivo). El primer mé-
todo partiría, al menos idealmente, del sistema, desde donde descendería
implacablemente a los múltiples casos. El segundo, partiría de la variedad
de los casos e iría ascendiendo hacia los conceptos, sus conexiones y, final-
mente, daría con el sistema. Es posible que lo razonable sea una adecuada
complementariedad entre el pensamiento sistemático y el modo de proce-
der tópico. Es más, cabe pensar que los pretendidos modelos deductivos,
en realidad son menos sistemáticos de lo que se enuncia, y asumen tam-
bién los problemas tópicos que los casos plantean. Lo mismo: que trabajar
con casos se etiquete como un modo de proceder tópico constituye una
simplificación que pasa por alto cómo aquéllos sirven para conformar y
completar el sistemalrn.
C> LA LEY SS
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
56 ©LA LEY
Introducción
Más allá del mero recurso al caso como ejemplo y sentencia, destacan
las funciones de ser arquetipos (e pre-textos»), precedentes («textos») y ele-
mentos para el sistema (partes del «contexto»). Estas tres operan de forma
eficaz en el modo de determinar el Derecho. A menudo el caso sirve de
punto de comienzo para descubrir el problema o una nueva faceta de éste:
partimos así del caso histórico, real y concreto. Se trata de un ámbito en
el que tiene mucho que decir la abducción (anticipación de la conclu-
sión) como vía para indagar la solución, como ha puesto de relieve Arthur
l<AuFMANN, con ideas propuestas pOr Peirce124l. Puede así suceder que la so-
lución se anticipe al razonamiento (como «pre-texto»), lo cual -dicho sea
de paso- no siempre será errado, sino una forma de acceder a aquélla(25J.
Problemática sería, sin embargo, una generalización del procedimiento
abductivo sin someterlo a racionalidad, que puede acabar conduciendo
al modelo de aplicación intuicionista de la justicia del cadí. Debe recono-
cerse que, en ocasiones, los casos despliegan una fuerza fáctica sobre el
sistema, se adelantan a éste.
(24) Vid. también Tuzrr, La prima inferenza. L'abductione di C.S. Peirce fra scienza e diritto,
Turín, 2006, passim. La referencia a Peirce, en Arthur l<AuFMANN, Das Verfahren der Re-
chtsgewinnung, págs. 57-58.
(25) Según Arthur l<AuFMANN, Das Verfahren der Rechtsgewinnung, pág. 57, es lo que realiza
quien instruye o investiga policialmente el caso.
(26) Vid. ENGISCH, La idea de concreción en el Derecho, pág. 41 O.
t> LA LEY 57
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
de sistemas de casos a partir de uno y sus variantes, sus opuestos ... , puede
revelarse de gran ayuda (es el «Contexto» de los casos como vía para racio-
nalizar soluciones). En buena medida, la inducción aporta entonces mu-
cha ayuda, pero sometida a la racionalidad que proporcionan instrumentos
como la lógica formal, la lógica de clases o la combinatoria, por ejemplo,
los cuales pueden acabar descubriendo un orden interno que vertebra el
sistema<27i, Si antes nos referíamos a la fuerza fáctica que despliegan los
casos, aquí se trataría de un cierto efecto normativo que despliega cada
uno de ellos. Se trata ahora de ver la realidad desde la «razón del sistema».
Predomina entonces una actividad inductiva, pero no lla mera arbitrariedad
de generalizar desde cierto número de casos<28l.
Y operamos también de manera deductiva. Se trél.tél1 de lo que hacemos
cuando nos servimos de los casos como concretas soluciones trasladables
a otras situaciones, por medio del criterio establecido en la decisión previa
que opera como guideline. El caso actúa entonces como «texto», como
solución-tipo a proyectar en sucesivos conflictos. Procedemos aquí desde
un sistema ya conformado que vamos aplicando, por vía deductiva129i, a
situaciones históricas concretas. Obviamente no se tra:ta de una deducción
implacable y neutra, sino de un curioso modo de proceder en el que se
entrelazan prejuicios y preconcepciones con la riqueza de matices de la
realidad. Se trata de la fuerza normativa del sistema ya configurado sobre
las situaciones que se planteen.
58 ©LA LEY
Introducción
C> LA LEY 59
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
60 ©LA LEY
1
SUMARIO:
l. LAS SENTENCIAS DEL TRIBUNAL DEL JURADO DE HALLE Y DEL
TRIBUNAL SUPREMO DE PRUSIA DE 18 DE FEBRERO Y 5 DE MAYO
DE 1859
11. LA INFLUENCIA DE UN ERROR «IN PERSONA» POR PARTE DEL
AUTOR EN LA RESPONSABILIDAD DEL INDUCTOR: EL ESTADO DE
LA CUESTIÓN
e> LA LEY 61
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
60 ©LA LEY
1
SUMARIO:
l. LAS SENTENCIAS DEL TRIBUNAL DEL JURADO DE HALLE Y DEL
TRIBUNAL SUPREMO DE PRUSIA DE 18 DE FEBRERO Y 5 DE MAYO
DE 1859
11. LA INFLUENCIA DE UN ERROR «IN PERSONA» POR PARTE DEL
AUTOR EN LA RESPONSABILIDAD DEL INDUCTOR: EL ESTADO DE
LA CUESTIÓN
11.1. La evolución de la doctrina alemana
11.2. Rose-Rosahl «redivivus»
11.3. Breve referencia a la doctrina y la jurisprudencia españolas
e LA LEY 61
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) Versión resumida de los hechos juzgados en la sentencia de 5 de mayo de 1859 del
Tribunal Supremo de Prusia (Preu~isches Obertribunal), íntegramente publicada en CA
62 ©LA LEY
1. Caso Rose-Rosahl
7 (1859), págs. 322 ss., con el título cÜber den Einflu~ des lrrthums im Objekte beim
Morde und bei der Anstiftung zu diesem Verbrechen•.
(2) Cfr. en este sentido PuPPE, cAnmerkung zu BGH, Urt. v. 25.10.1990-4 StR 371/1990 (LG
Bielefeld)•, NStZ 1991, pág. 124.
(3) El § 175 Código Penal prusiano (PrStGB) de 1851 establecía que cquien mata dolosa-
mente y con premeditación a una persona comete asesinato».
(4) Cfr. CA 7 (1859), págs. 323-325.
C> LA LEY 63
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(5) Para ello habría faltado el «nexo causal» necesario entre la premeditación y el dolo res-
pecto de la muerte de Harnisch: vid. CA 7 (1859), págs. 325 ss.
(6) Cfr. CA 7 (1859), págs. 326-328.
(7) Sobre ello dr. PEÑARANDA RAMOS, la participación en el delito y el principio de accesorie-
dad, Madrid, 1990, págs. 216 ss. (acerca del concepto de accesoriedad bajo el Código
Penal prusiano de 1851), págs. 231 y 245 ss. (respecto de la evolución posterior de la
noción de accesoriedad en relación con este problema).
(8) CA 7 (1859), págs. 332 ss. No se puede pasar por alto la importancia de esta última consi-
deración, pues desde tal entendimiento Rosahl habría tenido que quedar exento en aquel
momento de toda responsabilidad por su instigación, ya que el PrStGB de 1851 -al igual
que el Código Penal del Imperio alemán (RStGB), en su redacción inicial de 1871- no
preveía el castigo de la inducción intentada. Su punición se introdujo en Alemania años
más tarde -con la reforma de 26 de febrero de 1876 del RStGB (en su § 49a, antecedente
del actual § 30 StGB)-. Sobre la historia de este precepto (el llamado cDuchesne-Paragra-
ph» ), cfr. JOECKS, MünchKommStCB, Múnich, 2003, § 30, núm. marg. 5.
64 ©LA LEY
1. Caso Rose-Rosahl
(9) Un completo resumen y una crítica de tales argumentos se puede leer en BEMMANN, «Zum
Fall Rose-Rosahl•, MOR 1958, págs. 817 ss.
(10) Entre otros, sostuvieron la irrelevancia del error in persona del inducido para el induc-
tor: HALscHNER, cDer Kriminalprozep gegen Rose und Rosahl. Ein Beitrag zur Lehre vom
lrrthum•, CA 7 (1859), págs. 433 ss.; B1RKMEYER, Die Lehre von der Teilnahme und die
Rechtsprechung des Deutschen Reichsgerichts, Berlín, 1890, pág. 165; KOHLER, Studien
aus dem Strafrecht /, Mannheim, 1890, pág. 141; BERNER, Lehrbuch des deutschen Stra-
frechtes, 18.ª ed., Leipzig, 1898, pág. 165; F1NGER, Lehrbuch des deutschen Strafrechts /,
Berlín, 1904, pág. 348; BeuNG, Die lehre vom Verbrechen, Tubinga, 1906, pág. 428; VON
BAR, Cesetz und Schuld im Strafrecht, tomo 11, Berlín, 1907, pág. 679; IBACH, Die Ans-
tiftung, Breslau, 1912, págs. 79 ss.; FRANK, Das Strafgesetzbuch für das deutsche Reich,
18.a ed., Tubinga, 1931, pág. 123; VON LISZT-ScHMIDT, Lehrbuch des deutschen Strafrechts,
26.ª ed., Berlín, 1932, pág. 343, n. 6; MEZGER, Tratado de Derecho Penal 11 (traducción
de la 2.ª ed. alemana de 1933), 3.ª ed., Madrid, 1957, págs. 330 ss.; MEYER-ALLFELD, le-
hrbuch des deutschen Strafrechts, 9.ª ed., Leipzig, 1934, pág. 225; KOHLRAUSCH-lANGE,
Strafgesetzbuch, 43.ª ed., Berlín, 1961, § 48, núm. VII; LOEWENHEIM, e Error in objecto und
aberratio ictus•, JuS 1966, págs. 31 O ss., 314 ss.; y WELZEL, Das deutsche Strafrecht, 11.ª
ed., Berlín, 1969, págs. 75 y 117. Sobre la posición de PuPPE, vid. infra nota 19.
(11) Así ya, por ejemplo, VON HIPPEL, Deutsches Strafrecht, tomo 11, Berlín, 1930, pág. 464,
nota 1.
(12) En este sentido ya ScHWARZE, Die nothwendige Tei/nahme am Verbrechen, Leipzig, 1869,
págs. 265 ss.; y B1NDING, Die Normen und ihre Übertretung, tomo 111, Leipzig, 1918, págs.
210 SS.
(13) Vid. Rox1N, cRose-Rosahl redivivus», en Seeaooe (ed.), Festschrift für Cünther Spendel zum
70. Ceburtstag am 11. /u/i 1992, Berlín-Nueva York, 1992, pág. 300.
~LALEY 65
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(14) Así, entre otros, voN HrPPEL, Deutsches Strafrecht, pág. 464, n. 1; ScHMIOHAUSER, Strafrecht.
AT (Lehrbuch), 2.ª ed., Tubinga, 1975, 14/123 (vid., sin embargo, la nota siguiente); STRA-
TENWERTH, «Objektsirrtum und Tatbeteiligung», en ARZT et al. (eds.), Festschrift für Jürgen
Baumannn zum 70. Geburtstag, Bielefeld, 1992, págs. 57 ss.; lo., Derecho Penal. Parte
General l. El hecho punible (trad., CANC10/SANC1Nm1 de la 4.ª ed. alemana, Cizur Menor
[Navarra], 2005), § 8, núm. marg. 98; SAMSON, Systematischer Kommentar zum StGB, 6.ª
ed., fráncfort d.M., 1992, núm. marg. 56 antes del § 26; y JoECKS, MünchKommStGB, §
26, núm. marg. 72 s.
(15) Así, por ejemplo, BEMMANN, MOR 1958, PÁG. 821; lo., «Objektsverwechselung des Taters
in ihrer Bedeutung für den Anstifter», en KOPERIWELP (eds.), Beitrage zur Rechtswissens-
chaft. Festschrift für Walter Stree und Johannes Wessels zum 70. Geburtstag, Heidelberg,
1993, págs. 397 ss.; HrLLENKAMP, Die Bedeutung der Vorsatzkonkretisierungen bei abwei-
chendem Tatverlauf, Gotinga, 1971, págs. 63 ss.; Lmcus, Vorstufen der Beteiligung, Ber-
lín, 1972, págs. 54 ss.; ALWART, «Der praktische Fall», JuS 1979, págs. 351 ss.; ScHMID-
HAUSER, Strafrecht. AT (Studienbuch), Tubinga, 1982, 10/126 (adhiriéndose a ALWART y
modificando así su opinión anterior); RoxrN, JZ 1991, págs. 680 ss.; lo., en Spendel-FS,
págs. 289 ss.; lo., en Ji.HNKEILAUFHünEIOoERSKY (eds.), LK, 11.ª ed., Berlín, Nueva York,
1993, § 26, núm. marg. 90 ss.; lo., Strafrecht. Allgemeiner Teil, tomo 11, Múnich, 2003,
§ 26, núm. marg. 116 ss.; RuooLPHI, SK, 6.ª ed., § 16, núm. marg. 30; y ScHONEMANN, en
LAuFHürrEIRrssrNG-VAN SAANITIEDEMANN (eds.), LK, 1V ed., Berlín, 2009, § 26, núm. marg.
84 ss., con más referencias.
(16) De acuerdo en ese punto, pese a defender por lo demás tesis opuestas, JoECKS, Mün-
chKommStGB, § 26, núm. marg. 67 ss.; y CRAMERIHErNE, en SCHONKEIScHROOER, StGB-Kom-
mentar, 27.ª ed., Múnich, 2006, § 26, núm. marg. 23.
(17) Así por ejemplo ScHüNEMANN, LK, 12.ª ed., § 26, núm. marg. 85.
(18) PuPPE, NK, 2.ª ed., Baden-Baden, 2005, § 16, núm. marg. 108.
66 ©LA LEY
i
1. Caso Rose-Rosahl
(19) Son fundamentales a este respecto las obras de PuPPE, cZur Revision der Lehre vom
"konkretem" Vorsatz und der Beachtlichkeit der aberratio ictus», CA 1981, págs. 1 ss.;
cOer objektive Tatbestand der Anstiftung», CA 1984, págs. 101 ss., 120 ss.; NStZ 1991,
págs. 124 ss.; cDer gemeinsame Tatplan der Mittater», en CouRAK1s (ed.), Die Strafre-
chtswissenschaften im 21. Jahrhundert, Festschrift für Professor Dr. Dionysios Spinellis,
Atenas, 2001, págs. 911 ss. (= Z/5 6/2007, págs. 234 ss.); y NK, 2.ª ed., § 16, núm. marg.
93SS.y107 SS.
(20) Así el título del artículo de RoxrN, en Spendel-FS, 1992, págs. 280 ss.
(21) BGHSt 37, págs. 214 ss. (Hoferbenfall). Este caso se desarrolló en dos fases separadas en el
tiempo por casi dos años. F., a causa de desavenencias que tenía con K., hijo suyo-habido
en su primer matrimonio-y heredero único de la mencionada explotación, decidió matarlo
y para ello se puso en contacto con S., al que ofreció dinero por ejecutar su muerte en un es-
tablo por el que K. acostumbraba a pasar cada tarde al regresar a su casa. Para asegurarse de
que no sufriera daño cualquier otra persona, f. informó a S. de los hábitos y de la apariencia
física de su hijo y le entregó una fotografía de éste. El 21.5.1985, S. llegó por la tarde hasta
el mencionado establo, donde se encontró por casualidad, pues no lo habían así convenido,
con F., que le hizo algunas preguntas para confirmar que S. sería capaz de reconocer a su
hijo. f. se ausentó entonces del establo, mientras que S. permaneció en él a la espera de que
llegase K. Entretanto se fue haciendo la oscuridad y a eso de las siete llegó al establo B., un
vecino de parecida estatura a la de K. y que, como éste solía hacer, llevaba una bolsa en la
mano. S. supuso entonces que aquél a quien tenía ante sí era K. y, en esta creencia, disparó
C> LA LEY 67
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
68 ©LA LEY
1. Caso Rose-Rosahl
(25) Aparte de Pum (supra, nota 19), se han pronunciado a favor de este criterio, entre otros,
GEPPERT, cZum ,,error in persona vel obiectou und zur ,,aberratio ictusu», Jura 1992, págs.
163 ss.; GROPP, cDer Zufall als Merkmal der aberratio ictus•, en EsERIScHITTENHELM'ScHu-
MANN (eds.), Festschrift für Th. Lenckner zum 70. Ceburtstag, Múnich, 1998, págs. 55 ss.;
STRENG, e Die Strafbarkeit des Anstifters bei error in persona des Taters (und verwandte Fa-
lle) -BGHSt 37, 214•, JuS 1991, págs. 910, 914 ss.; lo., cDer lrrtum beim Versuch---ein
lrrtum?•, ZStW 109 (1997), págs. 862, 896, con n. 115; FRISTER, Strafrecht. Allgemeiner
Tei/. fin Studienbuch, 3.ª ed., Múnich, 2008, § 28, núm. marg. 27; y CRAMERIHEINE, en
ScHONKEIScHROOER, StCB, 27.ª ed., § 26, núm. marg. 23. Cfr. también WESSLAU, •Der Ex-
zess des Angestifteten•, ZStW 104 (1992), págs. 105 ss. y 130.
(26) Sobre ellas dr. Rox1N, AT //, Múnich, 2003, § 26, núm. marg. 127 ss.; y ScHONEMANN, LK,
12.ª ed., § 26, núm. marg. 86 ss. y 90.
(27) No faltan sin embargo algunas tomas de posición al respecto. Un importante sector de la
doctrina española tiende a proclamar la irrelevancia del error in persona del autor para
el inductor (que lo sería por tanto, en un caso como el de Rose y Rosahl, de un asesinato
consumado): así, en referencia sólo a los casos de error in persona, ROORfGuEZ MouRULLO,
en CóRDC>BA Roo.VRODRfGUEZ MouRuuo, Comentarios al Código Penal, tomo 1, Barcelona,
1972, pág. 857; y sin distinguir entre los casos de error in persona y de aberratio ictus
por parte del inducido, FERRER SAMA, Comentarios al Código Penal, tomo 11, Murcia, 1947,
pág. 53; GóMEz BENfrEz, Teoría jurídica del delito. Parte general, Madrid, 1984, págs. 524
ss.; (lo que es coherente con su posición general acerca del tratamiento de la aberratio
ictus para el propio autor: vid. ibidem, pág. 229); y OLMEDO ÚRDENITT, La inducción como
forma de participación accesoria, Madrid, 1999, pág. 786. Consideran en cambio que el
error in persona del autor constituye una (relevante) aberratio ictus para el inductor (con
la consecuencia de una responsabilidad meramente por inducción intentada, concurrente
en su caso con una autoría imprudente), DEL ROSAL BLASCo, La provocación para cometer
delito en el derecho español, Madrid, 1986, pág. 386; CEREZO M1R, Curso de Derecho penal
español. Parte general 11, Teoría jurídica del delito, 6.ª ed., Madrid, 1998, pág. 144, núm.
86; L6PEZ BARJA DE Qu1ROGA, Autoría y participación, Madrid, 1996, pág. 145; GóMEz RMRO,
La inducción a cometer el delito, Valencia, 1995, págs. 515 ss., 522 ss. (salvo que el autor
ese atenga• a las indicaciones del inductor para la identificación de la víctima); y BLANCO
CORDERO, cEI error in persona del inducido y su relevancia para la responsabilidad penal
del inductor•, en ARROYCV'BERDUGO (dirs.), Homenaje al Dr. M. Barbero Santos, vol. 1, Cuen-
ca, 2001, págs. 845 ss. (salvo que fuese objetivamente imputable y previsible al inductor
el error del inducido). Apuntan la solución de la inducción a una tentativa de homicidio o
asesinato, al menos para ciertos casos (aunque sin tomar una clara posición al respecto),
~LA LEY 69
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
70 ©LA LEY
'
'"
1. Caso Rose-Rosahl
to del baño de sangre, adaptado al delito de detención ilegal, y una respuesta al mismo
en la línea que, entre otros, ha sugerido PuPPE: vid. infra págs. 38 s.
(32) De un tercer caso sólo dispongo una referencia incompleta: en la SAN de 12 de febrero
de 1981, se condenó al parecer a un palestino reclutado para matar a un ccapitalista
sionista• residente en España, que disparó mortalmente contra una persona a la que
confundió con aquél a quien se le había encargado matar (a pesar de las instrucciones
y la fotografía que se le habían dado para facilitar la correcta identificación de la vícti-
ma). La referencia procede de S1LvAIC0RcovlBALoó, Casos de la jurisprudencia, pág. 404,
que no dicen si, aparte del autor material, llegó a ser juzgado algún otro interviniente
en los hechos.
(33) Se trata del caso de la STS 791/1998, de 13 de noviembre: José R. quería acabar con
la vida de Santiago, que trabajaba como taxista en Ibiza, y para ello contactó con dos
individuos, José B. y Francisco, que se mostraron dispuestos a matarlo por una determi-
nada cantidad de dinero. José R. con la ayuda de su hija, Susana, instruyó a ambos de
los hábitos de Santiago y de los lugares que éste solía frecuentar: en uno de estos lugares,
un bar, llegó a presentarse Susana acompañada de José B. para indicarle la persona a
la que debía matar. El día previsto, Francisco y José B. dejaron una motocicleta en un
monte próximo a la ciudad. Francisco se dirigió después a la parada de taxis en la que
habitualmente se detenía Santiago con su taxi, el número 38 de los de Ibiza, y cuando lo
vio llegar avisó de ello a José B., que acto seguido tornó ese taxi y pidió a su conductor
que lo llevara hasta aquel paraje. En algún punto del recorrido, José B. se percató sin
embargo de que el conductor del taxi no era Santiago (éste había notado días antes que
estaba siendo seguido y dejó por ello su trabajo), pero decidió continuar y matar pese a
todo al taxista para no renunciar a la recompensa que se le había prometido. Así lo hizo,
disparando en la cabeza a quien conducía el vehículo, que resultó ser José C., al que
produjo de inmediato la muerte. Después de esto, prendió fuego al taxi con el cadáver
de José C. en su interior, empleando para ello el bidón de gasolina que había quedado
allí dispuesto y huyó en la motocicleta preparada al efecto. La Audiencia Provincial
de Palma de Mallorca condenó a José B. como autor de un asesinato por precio con la
agravante de alevosía del art. 406 CP 1973 (los hechos enjuiciados habían ocurrido en
1994); a José R. por provocación al mismo delito de asesinato cualificado por precio; y
a Francisco por conspiración también para cometer ese delito; y absolvió a Susana de
cualquier responsabilidad, por considerar que su conducta habría quedado en una mera
tentativa de complicidad, en cuanto tal impune. El TS confirmó en todos estos aspectos
la decisión de la AP y rechazó que, como pretendía la acusación particular, José R.,
C> LA LEY 71
"
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
72 ©LA LEY
'
1. Caso Rose-Rosahl
(35) B1ND1NG, Die Normen, 111, pág. 214, nota 9. De hecho tanto S1EGEL, Verwechslungsfiille
bei Anstiftung, Gotinga, 1895, pág. 40, de quien B1NDING tomó el ejemplo sobre el que
se construye este argumento, como el BGH, en su sentencia sobre el cHoferbenfall»,
entendieron que ésta sería o podría ser la consecuencia de su propio planteamiento.
(36) PuPPE, NK, Ved., § 16, núm. marg. 112. De acuerdo en este aspecto se muestran, más
recientemente, DEHNE-NIEMANNIWEBER, cÜber den Einflu~ des lrrthums im Objekte beim
Morde und bei der Anstiftung zu diesem Verbrechen.» - Zum 150-jahrigen Jubilaum des
Falls Rose-Rosahl1, Jura 2009, pág. 377.
(37) B1NDING, Die Normen, 111, pág. 214.
©LA LEY 73
rt
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(38) Otra cosa sería si en el caso propuesto la acción de Rose se pudiera entender también
como la tentativa de matar a un tercero. Esta cuestión se ha discutido vivamente en
Alemania a raíz del «caso del perseguidor» juzgado por el BGH en su sentencia de 23
de enero de 1958: sobre ello vid. por ejemplo DEHNE-NIEMANN, «Zum fünfzigjahrigen
Jubilaum des "Verfolgerfalls" (BGHSt 11, 268). Beteiligung des Tatopfers an einem gegen
das Tatopfer gerichteten Mordversuch?11, ZJS 4 (2008), págs. 351 ss.
(39) Así, nuevamente, PuPPE, NK, i.a ed., § 16, núm. marg. 111; y DEHNE-NIEMANNIWEBER, Jura
2009, págs. 377 SS.
(40) Cfr. en este sentido PEÑARANDA RAMos, La. participación, págs. 247 ss., con otras referen-
cias. Vid. también DEHNE-NIEMANNIWEBER, Jura 2009, págs. 375 ss.
(41) Como suponen, entre otros, BACKMANN, e Die Rechtsfolgen der aberratio ictus11, JuS 1971,
págs. 113 ss. y 119 ss.; y MüLLER-D1ETZIBACKMANN, «Der praktische Fall: "Der 'mi{3glückte'
74 ©LA LEY
~
rt
1. Caso Rose-Rosahl
Überfall"•, JuS 1971, págs. 412 ss., 416. Cfr. también WESsLAu, ZStW 104 (1992), págs.
112 ss.; y GóMEZ RrVERO, La inducción, págs. 524 ss.
(42) Así sin embargo PuPPE, CA 1984, págs. 120 ss. En contra de lo que esta autora sostiene,
no se entiende bien cómo se podría superar mejor esa visión puramente mecanicista
exigiendo simplemente un requisito -el de que la acción del inducido y su resultado
estén subjetivamente motivados por el «pacto de injusto• (o e plan común del hecho»)
concertado con el inductor- que es, por cierto, imprescindible también desde la pers-
pectiva opuesta (pues en otro caso se daría un «exceso doloso•, que excluiría sin duda
una inducción «Consumada•), y conformándose, en lo demás, con que el curso ulterior
de los acontecimientos no sea para el inductor completamente imprevisible.
(43) Cfr. PuPPE, Z/5 6 (2007), págs. 243 ss.
(44) Vid. ya en este sentido BEMMANN, MOR 1958, pág. 820; y RoxrN, AT 11, §26, núm. marg.
116 ss. (e exceso no doloso•). Cfr. también últimamente DEHNE-NIEMANNIWEBER, Jura 2009,
pág. 378. Que en tal caso (como suponen aquí estos autores) se dé una situación al
menos estructuralmente equivalente a la de aquellos casos de aberratio ictus en los que
no procede la imputación del resultado a título de dolo es más dudoso. Rox1N, que parte
también de esa equivalencia, reconocía ya sin embargo, en Spendel-FS, págs. 291 ss.,
que es dudosa la calificación como error in persona o aberratio ictus de aquellos supues-
tos, como los de la colocación de bombas con dispositivos automáticos de accionamien-
©LA LEY 75
rf
,
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
to o el clásico caso del envío de la botella de licor de genciana envenenado, en los que
falta al autor una percepción visual del objeto material que habría de ser alcanzado, aun-
que en definitiva terminase por rechazar el «argumento de la visibilidad» empleado en
BGHSt 37, pág. 219. Más abiertamente admite ahora la importancia de la «percepción
óptica» del objeto Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Tei/, tomo l. Grundlagen. Der Aufbau der
Verbrechenslehre, 4.ª ed., Múnich, 2006, § 12, núm. marg. 197. Sobre ello vid. también
N1No, Los límites de la responsabilidad penal. Una teoría liberal del delito, Buenos Aires,
1980, pág. 406.
(45) Así ya RuooLPHI, SK, 6.ª ed., § 16, núm. marg. 30; y Rox1N, en Spendel-FS, pág. 301. Esta
es también, en definitiva, la opinión de ToEPEL, «Aspekte der 'Rose-Rosahl'-Problematik:
Zurechnungsstrukturen und lrrtumsfolgen bei mehreren Beteiligten», JA 1997, págs. 248
ss., 344 ss. (348 ss.), porque considera siempre decisiva (para imputar al inductor no sólo
el hecho consumado, sino también la tentativa) la descripción del objeto efectuada ex
post (en el momento de juzgar el hecho el tribunal competente) y no la que se pudiese
efectuar ex ante (en el momento de la acción del autor). Ésta era, por cierto, la opinión
del Tribunal Supremo de Prusia en 1859 (vid. supra nota 8).
(46) Así sin embargo ALWART, /uS 1979, pág. 354. Cfr. También Rox1N, Spendel-FS, pág. 301; y
ScHüNEMANN, LK, 12.ª ed., § 26, núm. marg. 90.
(47) Hasta aquí es correcta la crítica de PuPPE, NK, 2.ª ed., § 16, núm. marg. 11 O, a la «Cuenta
de la lechera» que supone confundir distintas descripciones de un mismo objeto con una
pluralidad de objetos distintos.
76 ©LA LEY
~
~
rf
,,
1. Caso Rose-Rosahl
bilidad como ejecutor (porque la primera -la que se revela ex post facto
como acertada- resulta suficiente para imputarle a é/ un asesinato con-
sumado), no implica que tenga que ser irrelevante también para Ja respon-
sabilidad del inductor (si a él no es imputable la consumación de dicho
delito): la accesoriedad de la participación es -como sabemos- sólo
relativa y resulta por tanto compatible con que sobre un mismo hecho re-
caigan valoraciones diferenciadas respecto de distintos intervinientes<4si.
Por lo demás, tiene razón STRATENWERTH cuando afirma que la imputación
al inductor de la tentativa cometida por el autor no se puede hacer de-
pender de que en ella finalmente se cumplan de un modo objetivo todas
las expectativas que aquél tuviese acerca del hecho, pues si se extrema-
sen hasta ese punto las cosas habría de decaer la posibilidad misma de
imputar al inductor cualquier tentativa y, en todo caso, las tentativas que
se revelen (ex post) como inidóneas por ausencia de un objeto adecua-
do!49l. No obstante, se exige demasiado poco para imputar la tentativa al
inductor cuando se considera suficiente a tal efecto la simple creencia
del autor de estar llevando a cabo el hecho que el inductor le había en-
comendado ejecutarl 50i. Si así fuese, no importaría ciertamente el grado
de discrepancia existente entre el hecho real izado por el autor y el que el
(48) Así SrRATENWERTH, Baumannn-FS, pág. 68, que advierte con razón contra las falacias a
las que puede conducir «Cosificar significados•. El reparo de Rox1N, AT 11, § 26, núm.
marg. 122, de que aquella «valoración• alternativa del hecho principal respecto del
inductor sería incompatible con el principio de la accesoriedad de la participación,
ya que «ésta requiere para una inducción a un asesinato la existencia real de una
tentativa» (sin cursivas en el original), incurre de lleno precisamente en esa visión
ccosificadora• del delito (y su tentativa), al atribuirle indebidamente un modo de
existencia idéntico al que tienen los fenómenos de la naturaleza: vid. al respecto
PEÑARANDA RAMOS, Concurso de leyes, error y participación en el delito, Madrid, 1991,
págs. 25 ss. (30 ss.); y también PuPPE, Z/5 6 (2007), pág. 246 (cla imputación no es
un proceso natural [ ... ] es un juicio sobre un acontecimiento»), aunque esta autora
incurra en el mismo tipo de «equívoco naturalista• que critica cuando afirma -por
ejemplo en NK, 2.ª ed., § 16, núm. marg. 109- que csi se imputa la tentativa del
autor al inductor y esa tentativa conduce a un resultado que al autor se ha de impu-
tar como consumación de su tentativa, la imputación de este resultado también al
inductor resulta de las reglas de la accesoriedad».
(49) STRATENWERTH, Baumannn-FS, pág. 68. Cfr. también JmcKs, MünchKommStGB, § 26,
núm. marg. 72.
(50) Así sin embargo STRENG, ZStW 109 (1997), pág. 889 (respecto de los coautores) y 894 ss.
(respecto de los partícipes). Cfr. en este sentido también SrRATENWERTH, Baumannn-FS, 68;
y PuPPE, NK, 2.ª ed., § 16, núm. marg. 109 y 113.
e> LA LEY 77
~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
78 ©LA LEY
r
l
1. Caso Rose-Rosahl
(53) Sólo es posible efectuar unas breves referencias a la solución diferenciadora que aquí
se propone. a) Cuando el autor se atiene exactamente a las indicaciones recibidas del
inductor respecto de la identificación de la persona sobre la que habría de recaer la ac-
ción no se puede hablar ya de exceso y lo que procede es castigar a ambos por el delito
consumado en su caso: si se hubiese dado un error en esa identificación -como el del
Conde de Saverne en la famosa balada de Schiller «Der Gang nach dem Eisenhammer»
(vid. BEMMANN, MOR 1958, pág. 820, núm. 62) o, en una versión modificada del caso
de la STS de 13 de noviembre de 1998 (supra, nota 33 ), el de José R. al instigar simple-
mente a matar al •conductor del taxi número 38 de Ibiza• -se trataría de un error en la
persona del propio inductor, que desde luego habría de considerarse tan irrelevante para
él como para el ejecutor. En ello tiende a coincidir un sector cada vez más amplio de
la doctrina: vid. por ejemplo ya JAKoes, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 2.ª ed., Berlín, 1991,
22/29; y ahora ScHüNEMANN, LK, 12.ª ed., § 26, núm. marg. 89, con otras referencias. b)
Por el contrario, si el autor -por más que crea aún sujetarse a las pautas establecidas
por el inductor para la identificación de la víctima- se aparta por completo de ellas (v.
gr., en otra variante del caso del taxista de Ibiza, el ejecutor entiende que ha de matar
al conductor del taxi número 48, en lugar de al del número 38, o al taxista del número
correcto, pero de una ciudad equivocada), el hecho que aquél cometa no puede ser
ya objetivamente imputado al inductor ni siquiera como tentativa y sólo cabría hacerle
responder, en su caso, por una •tentativa de inducción• (cuyo tratamiento en el Derecho
español es por lo demás discutido: dr. por ejemplo M1R Pu1c, Derecho penal. Parte gene-
ral, 8.ª ed., Barcelona, 2008, 13/37 ss. y 1511966 ss., que la considera como proposición
del art. 17.2 CP). c) En cambio, cuando el autor, sin apartarse absolutamente de las
instrucciones recibidas, las desarrolla o completa por su cuenta, se da a la vez, desde la
perspectiva en que se sitúa el autor en el momento de la ejecución, la posibilidad de que
el hecho que éste cometa termine por coincidir con el que le fue encargado o de que, por
una defectuosa concreción de tales" instrucciones, difiera del mismo. En esas hipótesis,
que podrían ser las que se dieron realmente en el caso Rose-Rosahl o en el Hoferbenfall
o las que se habrían dado en el caso del taxista de Ibiza si el ejecutor no se hubiese dado
cuenta de su error (o hasta el momento en que se apercibiera del mismo), la solución
dependerá de cuál de aquellas posibilidades finalmente se realice: en el primer caso, se
debería también imputar al inductor el homicidio o asesinato consumado; en el segundo,
no procedería imputarle más (pero tampoco menos) que una tentativa de ese delito. Esta
última solución sería también adecuada para el caso de que el propio hecho principal
quede en tentativa (como en el del opositor guineano: supra, nota 34).
C> LA LEY 79
l
•
2
CASO DEL ABORTIVO INOCUO r>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA DISCUSIÓN EN LA ÉPOCA DE LA SENTENCIA
l C> LA LEY 81
•
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. INTRODUCCIÓN
La Sentencia del «Reichsgericht» de 24 de mayo de 1880 constituyó un
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(1) Por cuanto expresamente describe la tentativa como los actos que «objetivamente debe-
rían producir el resultado», frente a regulaciones basadas en la representación del autor
como la alemana, que en el § 22 StGB la define a partir de la representación del hecho
que tenga el autor y que castiga la tentativa «burdamente insensata» (§ 23 StGB).
82 ©LA LEY
~
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2. Caso del abortivo inocuo
(2) Cfr., más detalladamente sobre ello y lo que a continuación se dirá, con referencias
bibliográficas de los trabajos del citado autor, ALCÁCER Gu1RAO, La tentativa inidónea: fun-
damento de punición y configuración del injusto, Granada, 2000, pág. 18 s., y nota 6.
Además de la citada, como bibliografía de referencia sobre la tentativa inidónea y las
diferentes concepciones doctrinales al respecto, pueden verse las siguientes obras es-
pañolas: FARR~ TREPAT, La tentativa de delito. Doctrina y jurisprudencia, Barcelona, 1986;
SoLA RECHE, La llamada «tentativa inidónea» de delito. Aspectos básicos, Granada, 1996;
MoRENO-ToRRES HERRERA, Tentativa de delito y delito irreal, Valencia, 1999; MuÑOZ LOREN-
TE, La tentativa inidónea en el Código Penal de 1995, Valencia, 2003; NúÑEZ PAZ, El delito
intentado: (fundamentos de su punición, concepto, naturaleza y elementos, la llamada
tentativa inidónea, el desestimiento en la tentativa), Madrid, 2003.
(3) B1ND1NG, Die Normen und ihre Übertretung, Leipzig, 1914 (2.ª ed.), I, pág. 374, lo con-
sideró como una argumentación cpropia de una sabiduría de taberna, sólo válida para
quienes nunca han estado en peligro». En igual sentido afirmaba VON HIPPEL Deutsches
Strafrecht, Berlín, 1930, pág. 442, que cel peligro objetivo, no se juzga desde la acción
realizada, cuando somos inteligentes y sabios, sino que se juzga desde el momento en
que se realiza la situación de peligro».
()LA LEY 83
'
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
'
t
1
trinal había venido sometiendo a profundas críticas las posiciones «obje-
tivas», que pretendían limitar el castigo a la tentativa idónea, o limitarlo a
las «relativamente inidóneas», tanto por las dificultades de delimitación
como especialmente por considerar que muchos casos de tentativas no
peligrosas, excluidas del marco de punición por dichas concepciones, eran
merecedores de reproche penal, por expresar una rebelión contra el or-
denamiento jurídicd4l. Para este sector doctrinal el ámbito de lo punible
se situaba en el dolus ex re: en una manifestación externa de la voluntad
contraria a las normas, porque ello erosionaba ya la autoridad del orde-
namiento jurídico -tal como la misma sentencia comentada manifestaba
(RG 1, 443)-. Por ejemplo, un autor como KoHLER, de raigambre hegeliana,
afirmaba que con doctrina de FEUERBACH y su continuación por M1mRMAIER
se «subestima el peligro social que conlleva el delito», no tiene en cuenta
factores como «la intranquilización social, el pánico, la alteración de la
seguridad, el mal ejemplo». Y añadía: «el ordenamiento en sí es algo tan
sagrado que un atentado contra el mismo se hace merecedor de represión,
sin que sea preciso que la acción haya puesto en peligro una cosa o una
persona determinada»(5).
11.2. La tentativa irreal y el caso de la invocación del demonio (RG 33, 321)
(4) Sobre ello, remito a ALcACER Gu1RA0, La tentativa inidónea, págs. 33-36.
(5) KoHLER, Studien aus dem Strafrecht, Mannheim, 1890, págs. 20-23.
(6) Sobre tal noción de tentativa irreal puede verse, por ejemplo MoRENO-ToRRES HERRERA,
Tentativa de delito, págs. 343 ss. También FARRnREPAT, La tentativa, págs. 337 ss.
(7) GERMANN, Über den Grund des Strafbarkeits des Versuchs, Zúrich, 1914, pág. 60. En la
misma línea, autores como DELAQurs, Der untaugliche Versuch, Zúrich, 1904, pág. 215;
ScHOLER, Der Mangel am Tatbestand, Breslau, 1914, págs. 93 ss.
84 ©LA LEY
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1-
2. Caso del abortivo inocuo
(8) El mismo VON BuR1 sostuvo ese criterio, negando el dolo en la tentativa supersticiosa por
considerar (al igual que después WELZEL) que sólo puede querer un resultado quien se ha
~LA LEY 85
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal f
....
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representado un curso causal realmente existente en la naturaleza (dr. «Ueber die sog.
UntauglichenVersuch», ZStW1 [1881), pág. 205).
(9) Sobre algunas causas de tal orientación, puede verse FARRÉ TREPAT, La tentativa, pág. 316,
que destaca la enorme influencia del finalismo y la ubicación del dolo en el injusto;
o ScHONEMANN, «Introducción al razonamiento sistemático», en lo. (comp.), el Sistema
moderno de Derecho penal: cuestiones fundamentales, 1991, págs. 47 ss., quien men-
ciona la influencia del naturalismo causalista -que como hemos visto está detrás de la
concepción subjetivista del RG-.
(1 O) Una interesante perspectiva comparada sobre las distintas regulaciones europeas aporta
CANCIO MeuA, «Consideraciones sobre una regulación común europea de la tentativa»,
en T1EDEMANN (dir.), Eurodelitos: el Derecho penal económico de la Unión Europea, Cuen-
ca, 2003, págs. 53 ss.
(11) Así, por ejemplo, Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Band 11, Múnich, 2003, 29/372.
(12) Cfr. Rox1N, AT 11, 29/363, quien expresamente incluye el caso resuelto en la RG 1, 439,
bajo el ámbito de punición del § 23.3 StGB.
86 ©LA LEY ;_
l
f 2. Caso del abortivo inocuo
(13) Sobre ella, ampliamente, Rox1N, AT 11, 29/46 ss., quien la considera doctrina dominante.
Vid. también, sobre los orígenes, desarrollo doctrinal y crítica, AtciaR Gu1RAO, La tenta-
tiva inidónea, págs. 247 ss. Similar es el punto de vista de JAKOBS, Strafrecht. Allgemeiner
Teil, 2.ª ed., Berlín, 1991, 25/15, 21 ss.
(14) Esa concepción se encuentra ya en KOHLER, Studien, págs. 1O ss. y su Plantheorie; fue
desarrollada por GRAF zu DoHNA, F1NGER v FRANK, y recogida en la actualidad por STRUEN-
SEE, «Dolo de causar y causalidad putativa•, ADPCP 1990, págs. 933 ss., o ~n Espa-
ña- por GRACIA MARTfN, «El "iter criminis" en el Código Penal español•, en DIEZ R1POLLÉS
(dir.), El sistema de responsabilidad en el nuevo Código Penal, 1996, págs. 259 ss., y por
Cumo CONTRERAS, «Conceptos fundamentales de la responsabilidad por tentativa•, ADP-
CP 2007, págs. 39 ss., 71 ss. Ampliamente sobre dicha concepción y sus objeciones,
AtcicER Gu1RAO, La tentativa inidónea, págs. 83 ss.
(15) ROXJN, AT //, 29/371.
(16) Vid., entre otros, Rox1N, AT 11, 291376 ss.; STRATENWERTH, Strafrecht. Allgemeiner Teil /, 4.ª
edición, 2000, 11 /58 SS., 61.
()LA LEY 87
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
f f
t
j.
(17) Sobre tales aspectos conceptuales me permito remitir a ALcACER Gu1RA0, La tentativa ini-
dónea, págs. 6-14. También MuÑoz LoRENTE, La tentativa inidónea, págs. 24 ss.
.
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(18) Partidarios de esta concepción son, entre otros, CoBo DEL RosALN1VEs ANTóN, Derecho pe-
nal. Parte general, Madrid, 1996, págs. 655-656; Qu1NTERO OuvARES, Manual de Derecho
penal. Parte general, 2002, págs. 602 ss.; GONZÁLEZ CussAc, «Principio de ofensividad,
aplicación del Derecho y reforma penal», PI 1992, pág. 21; BERDUGO GóMEZ DE LA ToRRE/
ARROYO ZAPATERolf ERR~ OuvUSERRANO PIEDECASAS.IGARCÍA RIVAS, Lecciones de Derecho penal.
Parte general, 2.ª ed., Barcelona, 1999, págs. 276 ss.; SERRANO P1EDECASAS, «Fundamenta-
ción objetiva del injusto de la tentativa en el Código Penal», ADPCP 1998. Ampliamente
sobre ella, por ejemplo, MORENO TORRES HERRERA, Tentativa de delito, págs. 293 ss.
88 ©LA LEY
l
f
t
2. Caso del abortivo inocuo
(19) Para una amplia crítica a esta concepción remito a ALcACER Gu1RA0, La tentativa inidónea,
págs. 136-143, donde se menciona el ejemplo citado.
(20) Vid. en este sentido, por ejemplo, Rox1N, AT 11, 29/11, pág. 27. Ampliamente: ALcAaR
Gu1RAO, La tentativa inidónea, pág. 192 ss.
~LA LEY 89
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal r
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un espectador medio situado en el lugar en que actuaría el autor y con los 1
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conocimientos especiales de éste, apareciera como probable la producción !
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del resultado. Esta «prognosis posterior objetiva» (voN Lrszr), cuyas bases J
del juicio son coincidentes con las que conforman el primer nivel de la
teoría de la imputación objetiva<21 l, no incluye todo lo objetivamente exis-
j
tente en el momento en que el autor se dispone a actuar<22 l, sino que para f
formular el juicio de peligro incluye exclusivamente los datos que, en una fi
ficción cognitiva, percibiría ese espectador medio. Por ello, supuestos de j
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«inidoneidad absoluta» como disparar a lo que ex post resulta ser un cadá- Í
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ver o meter la mano en un bolsillo que ex post se revela vacío, podrían ser i
considerados peligrosos según esta concepción<23 l. t·
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~
V. POSICIÓN PERSONAL
1. Ciertamente, esta concepción amplía, por lo general, el marco de
punición de la tentativa inidónea, aproximándose a los resultados que arro-
jaría la concepción subjetiva que, distinguiendo entre error ontológico y
nomológico, propone el castigo de los primeros casos y la absolución (fa-
cultativa y excepcional en el § 23.3 StGB, como hemos visto) de los errores
nomológicos. Aunque conviene resaltar las diferencias entre ambas con-
cepciones: para la concepción subjetiva, todo error ontológico supone una
tentativa punible, aun cuando fuera éste evidente y, con ello, vencible para
(21)
$
Así, Rox1N, AT 11, 29127. Sobre ello me permito remitir a ALCÁCER Gu1RA0, «El juicio de
adecuación de la conducta. Consideraciones sobre la teoría de la imputación objetiva y
(22)
sobre la tentativa», ADPCP 1996, págs. 473 ss.
Debe enfatizarse esta cuestión, porque existe cierta confusión doctrinal. Por perspectiva
ex ante no debe entenderse sólo una referencia al momento en que se realiza el juicio
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a actuar el agente. Una concepción «ontológica» de esa perspectiva ex ante (que toma
en cuenta todo lo existente en ese momento -independientemente de las capacida-
des de percepción del espectador medio-) es la que, por ejemplo, asumieron NúÑEZ
BARBERO, El delito imposible, Salamanca, 1963, y SPENDEL, «Zur Neubegründung der obje-
ktiven Versuchslehre», en Festschrift für Ulrich Stock, Berlín, 1966, págs. 89 ss.
(23) Partidarios de la misma son, entre otros, M1R Pu1c, Derecho penal. Parte general, 8.ª ed.,
Barcelona, 2008, 13/84 ss.; FARRt TREPART, La tentativa, págs. 32 SS., 389 ss.; SOLA RECHE,
Tentativa inidónea, págs. 68 ss., 212 ss., y passim; ALcAcER Gu1RA0, La tentativa inidónea, l
¡
págs. 466 SS., 473 ss.; MORENO TORRES-HERRERA, La tentativa de delito, pág. 336; SILVA SÁN- !
CHEZ, «La regulación del iter criminis», en lo., El nuevo Código Penal: cinco cuestiones
fundamentales, 1996; MuÑoz LORENTE, La tentativa inidónea, págs. 205 ss.
90 ©LA LEY
•
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f
2. Caso del abortivo inocuo
(24) Un análisis de la tentativa iniclónea desde su caracterización como error inverso de tipo puede
encontrarse en BALDÓ LAVIUA, Estado de necesidad y legítima defensa, 1994, págs. 177 ss.
(25) Vid. Rox1N, AT 11, 29/13 ss., págs. 363 ss.; lo., «Zur strafbarkeit des untauglichen
Versuchs•, en Festschrift für Heike /ung, Baden-Baden, 2007, passim. Las referencias
bibliográficas a los autores previamente citados pueden encontrarse en estas obras.
C> LA LEY 91
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(26) Z1euNSK1, Handlungs- und Erfolgsunwert im Unrechtsbegriff, Berlín, 1973, pág. 122.
(27) Sobre esta argumentación en contra del finalismo, in extenso, ALCÁCER Gu1RA0, La tentati-
va inidónea, págs. 73 ss. Vid., además, la contundente crítica de JAKOBS, e Representación
del autor e imputación objetiva», en JAKOBS, Estudios de Derecho Penal, 1997, passim.
Otra opinión, MouNA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad penal y sistema del delito, 2001, págs.
811 ss., quien argumenta la necesidad de una configuración del contenido de la norma
basado en la representación del autor.
(28) Más ampliamente sobre la complementariedad entre el fin de protección de bienes jurí-
dicos y el fin de protección de la vigencia de la norma, en ALCÁCER Gu1RA0, e los fines del
Derecho penal», ADPCP 1998, págs. 365 ss., págs. 539 ss.
92 ©LA LEY
2. Caso del abortivo inocuo
(29) Como afirma SILVA SANCHEZ, La regulación del iter criminis, pág. 138, clos supuestos en
que un hombre medio, en la posición del autor, advierte peligro para el bien jurídico
tienen una evidente dimensión social de sentido (virtualidad de desestabilización de la
norma)•.
(30) Ello, por lo demás, podría fundamentarse desde las afirmaciones del mismo JAKOBS, La
autoría mediata con instrumentos que actúan por error como problema de imputación
objetiva, Bogotá, 1996, pág. 9, cuando pone de manifiesto por qué la imputación de
responsabilidad penal ha de ser cobjetiva»: «porque para la valoración de la situación
típica no son decisivas las opiniones individuales del autor, de la víctima o del tercero
acerca del significado del comportamiento, sino que lo decisivo está en lo que una per-
sona racional en el rol respectivo tomaría como significado• de quebrantamiento de la
vigencia de la norma.
©LA LEY
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CASO LA MIGNONITTE<º>
CHrEsA, Luis E.
Associate Professor of Law. Pace University
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL «QUEEN'S BENCH»
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL ENTORNO
AL ALCANCE DEL ESTADO DE NECESIDAD
111.1. ¿Puede invocarse el estado de necesidad como causa de
justificación cuando el delito imputado es asesinato?
(*) Sentencia del Queen's Bench de Inglaterra en Regina v. Dudley and Stephens [1884] 14
QBD 273
C> LA LEY 95
l
f,
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal l
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(1) Resumen extraído de los hechos probados de la sentencia: cfr. nota anterior.
96 ©LA LEY
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3. Caso la Mignonette
l. INTRODUCCIÓN
Dudley y Stephens fueron procesados por el delito de asesinato. Según
los principios generalmente aceptados del common /aw, el delito de asesi-
nato consistía en «dar muerte a un ser humano con malicia premeditada»m.
El jurado no logró llegar a un acuerdo acerca de si los procesados debían
ser condenados por el delito imputado. Sin embargo, éste rindió un infor-
me especial en el cual hizo constar que no existían razones de peso para
sacrificar a Parker en lugar de a otro de los náufragos. En vista de que el
jurado no logró ponerse de acuerdo en cuanto a la procedencia de una
convicción, el caso fue referido al «Queen's Bench». Escribiendo a nombre
del tribunal, el Juez Presidente Lord Coleridge condenó a los acusados por
asesinato y los sentenció a cumplir la pena de muerte. En la sentencia, el
tribunal rechazó el argumento esgrimido por los procesados de que «para
salvar la vida propia es permisible legalmente quitarle la vida a otro aunque
el otro no represente una amenaza para la vida del que lo pretende matar».
Por ende, concluyó que no se podía invocar al estado de necesidad como
causa de exclusión de responsabilidad cuando el delito imputado consiste
en intencionalmente causarle la muerte a un ser humano. Posteriormente,
la corona inglesa conmutó la sentencia impuesta a los procesados a seis
meses de reclusión.
(2) Vid., por ejemplo, CoKE, lnstitutes of the Laws of England, Philadelphia, 1853, pág. 47.
(3) En el ejemplo propuesto por Carnéades, dos náufragos -X y Y- nadan hacia una tabla
que solamente puede usarse para mantener a flote a uno de ellos. X llega a la tabla pri-
mero. Sin embargo, Y le arrebata la tabla a Xpara salvar su propia vida. X muere ahoga-
do. Poco tiempo después Yes rescatado. ¿Debe castigarse a Y por haber matado a X?
C> LA LEY 97
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
j
¡
En cuanto a este punto, el tribunal concluyó que «la tentación que [llevó ¡
a los procesados] a actuar en este caso no se considera jurídicamente cons-
titutiva de estado de necesidad». El tribunal defendió su posición señalando t
f
que eximir de responsabilidad penal a los procesados en este caso tendría i
«Consecuencias fatales» ya que diluiría el valor de la vida humana y fomen- lj.:
taría que individuos que se enfrenten a situaciones similares actuaran de f
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igual manera que los procesados. Citando con aprobación al comentarista
""
Hale, se expresó que la conducta de los procesados debe castigarse, ya que
«si un hombre en peligro de muerte [ ... ] solamente puede salvarse matando
a un inocente, el miedo que le tiene a la muerte no lo absolverá de respon- ~
¡¡
sabilidad por asesinato [... ] pues debería primero sacrificar su propia vida
antes de matar a un inocente».
98 ©LA LEY i
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¡
3. Caso la Mignonette
caso fue que los más fuertes sacrificaron al más indefenso. Esto le parece
inaceptable, pues, como señaló el jurado en su informe especial, no es más
necesario matar al indefenso que matar al fuerte.
¡ A pesar de que el tribunal condenó a los procesados, al final de la sen-
t tencia hizo constar que las circunstancias que los llevó a matar a Parker
crearon una situación en la que era muy difícil «mantener un juicio recto
y la conducta pura». Sin embargo, sostuvo que la compasión que se sien-
te por los que se encuentran en una situación como la enfrentada por los
procesados no puede generar una absolución en este caso. Finalmente, el
tribunal sugirió que si el castigo que según la ley procedía imponer en este
caso parecía muy severo, la corona tenía la prerrogativa de modificar la
pena si lo estimaba adecuado.
()LA LEY 99
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal 1
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~
Bench» decidió en el caso La Mignonette que el estado de necesidad no $
f
podía justificar la comisión de un asesinato. El caso marcó el comienzo de i
f
una corriente doctrinal que poco a poco iría ganando adeptos hasta que ya í
a principios del s. xx podía decirse con seguridad que la posición acerca í
de que el estado de necesidad no puede justificar la causación intencional ~
de la muerte de un ser humano se había convertido en mayoritaria en los ~
países del common law. El juez Benjamin CARDozo, por ejemplo, sostenía f
ya para el 1930 que «cuando dos o más se enfrenten a un desastre, no hay
un derecho de parte de uno de salvar la vida de algunos mediante el sacri- ~
ficio de otro», ya que el ordenamiento jurídico «no reconoce una regla que J-
(8) M1R Pu1G, Derecho penal. Parte general, 7.ª ed., Buenos Aires, 2004, pág. 465.
(9) M1R Pu1G, DP. PG, pág. 465.
(10) Vid. ibidem.
(11) BVerfG 15 febrero 2006 (en este mismo volumen: Caso de la Luftsicherheitsgesetz).
(12) MPC, Sección 3.02, comentario 3, págs. 14-15 (1980).
fJ LA LEY 101
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Casos que hicieron doctrina en Derecho penal t
~
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tes de las que se causan. Los redactores del MPC señalan, además, que
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si el propósito del delito de homicidio es prevenir muertes, sería absurdo
castigar por homicidio a quien sacrifica una o más vidas cuando ello es
necesario para salvar más vidas que las sacrificadas, ya que quien así actúa
reduce las muertes que se producirían como consecuencia de las circuns-
tancias que generan la situación de necesidad. Si se toma este argumento
como punto de arranque, los argumentos a favor de justificar la conducta
de los procesados en el caso de La Mignonette se tornan más poderosos,
pues éstos sacrificaron una vida (la de Parker) para salvar tres (sus propias
vidas y la de Brooks).
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t 3. Caso la Mignonette
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Casos que hicieron doctrina en Derecho penal ¡<
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< 3. Caso la Mignonette
~
(17) MooRE, Placing Blame: A General Theory of the Criminal Law, Cambridge, 1997, pág.
719.
(18) Noz1cK, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, 1974, pág. 30.
(19) NAGEL, Mortal Questions, Cambridge, 1979, pág. 53.
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3. Caso la Mignonette
(21) Vid., en general, a DRESSLER, Understanding Criminal Law, 4.ª ed., Newark, 2006, pág.
341. Debe señalarse, sin embargo, que previo a la redacción del MPC el entendido
general en las jurisdicciones del common law era que la eximente de duress no podía
invocarse en casos de homicidio. Vid., en general, a HALL, Genera/ Principies of Criminal
Law, 2.ª ed., Nueva Jersey, 1960, pág. 448.
(22) DRESSLER, Understanding, págs. 340-343.
de un ser humano más no a quien sucumbe ante una amenaza similar que
se origina en una amenaza proveniente de la naturaleza. Por ende, FmcHER
considera que junto al estado de necesidad justificante se debe reconocer 1
un estado de necesidad exculpante que debe poder invocar quien reaccio-
na a una situación de extrema necesidad causando un mal igual o mayor
que el evitado'23 l. DRESSLER, por su parte, propone extender el ámbito de
aplicación de la causa de exculpación de duress de modo que ésta pueda
invocarse independientemente de si la amenaza que genera la situación
de necesidad proviene de un ser humano o de la naturaleza<24 >. Tanto la
posición de FLETCHER como la de DRESSLER llevarían a concederle una causa
de exculpación a los procesados en el caso de La Mignonette, siempre que
se concluya que una persona de razonable firmeza en la posición de los
procesados también hubiese optado por matar para salvar su vida.
(23) fLETCHER, Rethinking Criminal Law, Nueva York, 2000, págs. 833-834.
(24) DRESSLER, Understanding, págs. 336-337.
(25) Vid., por todos, a JEscHECKM!E1GEND, Tratado de Derecho penal. Parte general, 5.ª ed.,
Granada, 2002, págs. 516-525.
(26) Suele decirse, con razón, que resulta exigible que la tripulación de una embarcación
sacrifique sus intereses para salvar los intereses de los pasajeros de la embarcación. Este
asunto no fue abordado por el «Queen's Bench» en el caso La Mignonette, probablemen-
te debido a que los náufragos eran todos miembros de la tripulación. Por ende, no se trata
del supuesto clásico en el que la tripulación tiene un deber de sacrificarse para salvar a
los pasajeros.
(27) Regina v. Dudley and Stephens [1884] 14 QBD 273 .
l
1
l
4
CASO DEL LEINENFANGER <*>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA DOCTRINA DE LA INEXIGIBILIDAD: RECONOCIMIENTO,
SISTEMÁTICA, FUNDAMENTO
111. EL CASO DEL LEINENFANGER Y EL ALCANCE DE LA DOCTRINA DE
LA INEXIGIBILIDAD
l. INTRODUCCIÓN
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Í-
1. El 23 de marzo de 1897 el Tribunal del Reich (RGSt. 30, 25) dictó i
~
r
sentencia confirmando la sentencia absolutoria del Tribunal del Land de i;
apreciar una imprudencia era necesario que concurriera algo más, a saber, i
«que la realización de la acción en el caso concreto implicara un incum-
plimiento de la atención y consideración a la generalidad cuya prestación
pudiera ser adecuadamente exigida al agente». Considerar que en este caso
el acusado tenía el deber de negarse a conducir el carruaje implicaba deci-
dir si se le podría exigir como deber sustraerse a la orden de su empleador
antes que disponer conscientemente una posibilidad de lesionar a otro o
bien si la consideración de esa posibilidad podría retroceder ante el temor
de perder su puesto de trabajo. El Tribunal del Reich finalmente se decantó
por la segunda opción.
2. No debe extrañar que esta sentencia alemana sea una de las más cita- "
~
(2) Así, MArwALD, cDie Unzumutbarkeit - strafbarkeitsbegrenzendes Prinzip bei den Fahr-
lassigkeitsdelikten?•, en Schüler-Springorum-FS, Colonia, 1993, pág. 483; entendiendo
abiertamente que concurre dolo eventual en este caso, AcHENBACH, e Die klassische Ents-
cheidung: Fahrlassigkeit, Schuld und Unzumutbarkeit normgemaBen Verhaltens - Das
Leinenfanger-Urteil (RGSt. 30, 25)•, Jura, 1997, pág. 636.
(3) Imputación que también procedería analizar si el empleado mismo hubiera sufrido con-
secuencias lesivas.
(4) Cfr, por ejemplo, JAKOBS, AT, 2.ª ed., Berlín, 1991, 20/38; Rox1N, AT /, Múnich, 1992, § 24,
núm. marg. 115 y ss.; JESCHECKIWEJGEND, AT, Berlín, 1996, § 57 IV.
a
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal f
~
01
SISTEMÁTICA, FUNDAMENTO
f
1. Probablemente sin ser consciente del alcance de sus afirmaciones la ~
~-
(5) Vid., las sentencias recogidas en AcHENBACH, Jura 1997, pág. 632.
(6) fRANK, « Über den Aufbau des Schuldbegriffes», Festschrift für die Juristische Fakultat Gies-
sen, Giessen, 1907, pág. 529 ss.
(7) fREUDENTHAL, Schuld und Vorwurf im geltenden Strafrecht, Tubinga, 1922.
(8) V. L1szr!ScHMIDT, Lehrbuch des Deutschen Strafrechts I, 26.ª ed., Berlín, 1932, págs. 224 ss.
f_
114 )
©LA LEY
1
f
~
1' 4. Caso del Leinenfanger
CLALEY 115
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
i
t
se halla fuertemente disminuida por estar ante una situación motivacional
excepcional. Es entonces cuando se habla de inexigibilidad como causa de í1
exculpación que posibilita renunciar al reproche de culpabilidad. La esen-
cia de la doctrina de la inexigibilidad radica, pues, en la renuncia al cas-
tigo de un autor -se le «disculpa»- pese a tener la posibilidad de actuar
conforme a Derecho. Las razones en virtud de las cuales cabe fundamentar f
l'
i
esta impunidad siguen siendo objeto de intenso debate, lo que determi-
na a su vez una cierta inseguridad sobre el alcance de estas situaciones f
disculpantes. En la actualidad no se sostiene una concepción puramente i
psicológica de la inexigibilidad que contemple únicamente el fundamento f
de la impunidad en la situación psicológica excepcional del autor, de for- ~
~
ma que le haga imposible comportarse conforme a la norma<13l. La propia ;
l
redacción objetivizante de preceptos como el § 35 StGB habla en contra *
~
i
de ello. Ni las previsiones contenidas en tal precepto quedan explicadas ~
f
con la referencia a la situación de presión psicológica del autor, ni tampoco l
}-
sería preciso entonces acudir a la inexigibilidad para exculpar, pues sería
suficiente con apelar a la inimputabilidad. Más bien la doctrina dominante
llega a la conclusión de que en la exculpación se da una suerte de doble
disminución de la responsabilidadn 4i. Por un lado, del injusto operando
de forma similar a la justificación: la conducta en cuestión no sólo lesiona
bienes jurídicos, sino que también sirve a la protección de intereses (cuasi-
,
justificación). Ello, por otro lado, unido a la situación excepcional en la que ,"
g
obra el autor, próxima a la inimputabilidad, caracterizada por una presión ~
~·
K
motivacional extraordinaria, representarían «buenas razones» para renun-
i
ciar a mantener el reproche de culpabilidadnsi. Lo anterior también se in- JJ..
tenta explicar por otro sector y desde un concepto instrumental de culpabi-
lidad recurriendo a consideraciones preventivas< 16i. Así, por ejemplo, Rox1N i
J
~·
sostiene que no es necesario castigar al autor desde el punto de vista de la
prevención especial por hallarse socialmente integrado y, desde el punto
1f
de vista de la prevención general, tampoco dado el carácter extraordina- t
t
"
~
t
f~-
(13) Cfr. BERNSMANN, Entschuldigung durch Notstand, Colonia et al., 1989, págs. 179 ss.
(14) Así, ya, l<AUFMANN, Die Dogmatik der Unterlassungsdelikte, Gotinga, 1959, págs. 156 ss. t
~¿-
(15) Vid., por todos, LENCKNER, en SCHóNKf!ScHRóDER, StGB-Kommentar, 24.ª ed., Múnich, .~
(16)
1991, previo al §§ 32 ss., núm. marg. 111.
Rox1N, AT /, 4.ª ed., Múnich, 2006, 22/6 ss.; similar JAKOBS, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 2.ª i
~:
·~
ed., 1991, 20/4. En general al respecto, vid., últimamente, MoMSEN, Die Zumutbarkeit als
~
Begrenzung strafrechtlicher Pflichten, Baden-Baden, 2005, págs. 526 ss.
J
f~-
116 ©LA LEY
1
1 4. Caso del Leinenfanger
(17) Sobre ello, críticamente, vid., MARTfN LORENZO, la exculpación penal, Valencia, 2009,
págs. 45 SS. y FEIJÓO SANCHEZ, RDPC 3.ª época, 2 (2009), pág. 244.
1 (18) Ello se enmarca en procesos de revisión de los fundamentos del concepto de culpabi-
lidad en Derecho penal desde la filosofía política o desde la teoría de la acción comu-
nicativa. Así, desde el primer punto de vista, VARONA GóMEZ, El miedo insuperable: una
reconstrucción de la eximente desde una teoría de la justicia, Granada, 2000; MOMSEN,
" Die Zumutbarkeit als Begrenzung strafrecht/icher pffichten, Baden-Baden, 2005; y desde
el segundo (apoyándose en la obra de KLAus GüNTHER, Schuld und kummunikative Frei-
- heit, Frándurt, 2005) la importante aportación de MARTfN LORENZO, la exculpación penal,
Valencia, 2009: «competencia comunicativa• como presupuesto de la culpabilidad. No
es posible en este lugar un análisis de estos trabajos con la profundidad que merecen. En
particular, sobre el libro de Martín Lorenzo, vid. el interesante estudio que efectúa fEIJóo
SANCHEZ, RDPC 2 (2009), págs. 229 ss. Además, sobre los fundamentos y evolución, vid.,
MELENDO PARDOS, El concepto material de culpabilidad y el principio de inexigibilidad:
sobre el nacimiento y evolución de las concepciones normativas, Granada, 2002.
J
-
~LALEY 117
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
i
Ello, en realidad, comportaría reconocer un significado a la exigibilidad
fuera del ámbito de la culpabilidad. Así, desde una concepción normativo-
personal del injusto, podría concederse que no infringe norma de conducta
alguna aquel autor al cual el Derecho no puede exigirle que se comporte
conforme a sus normas por hallarse ante determinadas situaciones en las
que el ordenamiento jurídico no puede regular «normalmente» las rela-
1
ciones intersubjetivas, imponiendo una pauta de comportamiento válida r
desde el punto de vista general. En tales casos, pues, habría que recono-
cer que el Derecho .no puede ga·rantizar penalmente las esferas jurídicas t
~
¡
en conflicto mediante un criterio asumible de modo general por todas las t
partes, de manera que la injerencia de uno sobre la del otro tampoco cons- i
~
tituirá un injusto penaf2°l. Estas afirmaciones -sin que en estos momentos
pueda profundizarse en el las- entroncan con la conocida discusión sobre
si las situaciones de necesidad operan siempre excluyendo el injusto<21 i o
i·
bien si debe distinguirse entre justificantes y exculpantes como propone la
doctrina mayoritaria acogiendo la denominada teoría de la diferenciación. I
La controversia halla su razón de ser en una diferente concepción acerca
del concepto de injusto penal y, por ende, de las relaciones entre injusto y t
culpabilidad. La posición aquí apuntada -que coincide en buena medida
con la corriente minoritaria- toma por base un concepto de injusto sus- it
;
'li
antijuricidad penal (vid. infra, apartado. 4).
(19) En parecidos términos el planteamiento de KOHLER, AT, Berlín et al., 1997, pág. 331.
(20) Naturalmente, de ello no se derivaría un correlativo deber de tolerancia.
(21) Así, un sector minoritario, por ejemplo, GIMBERNAT ÜRDEIG, Welzel-FS, Berlín, 1974, págs.
490 y ss.; FREUND, AT, Berlín et al., 2.ª ed., 2009, § 4/53; KOHLER, AT, 1997, págs. 329 ss.
e-
~>
118 ©LA LEY
1
1
.
1
4. Caso del Leinenfanger
el del miedo insuperable del art. 20.6 CP, aunque, por otro lado, regula
separadamente el estado de necesidad justificante y el exculpante. En el
Código Penal español, por tanto, la inexigibilidad podría tener cabida tanto
dentro de la regla que regula el estado de necesidad del art. 20.5 CP, como
1
del miedo insuperable del art. 20.6 CP. Al respecto todo depende de si se
entiende que el art. 20.5 sólo abarca casos de estado de necesidad justifi-
cante y, más aún, si el estado de necesidad como causa de exención de la
r responsabilidad (con independencia de si todos los casos que comprende
tienen cabida en el art. 20.5 CP) opera siempre como causa que elimina la
t antijuricidad penal, o bien si se entiende que en el art. 20.5 tienen cabida
tanto supuestos de justificación como de exculpación. El miedo insupera-
ble quedaría, en cualquier caso, reducido al ámbito de la culpabilidad, si
bien para la primera opción el art. 20.6 recogería todos los supuestos de
estado de necesidad exculpante, mientras que para la segunda, algunos ya
quedarían abarcados por el art. 20.5 CP.
(22) LENCKNER en ScHONKEIScHRODER, StGB, 24.ª ed., 1991, previo a los §§ 32 ss., núm. marg.
122; FRISTER, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 3.ª ed., Múnich, 2008, 20/19 ss.
-
~LA LEY 119
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal J
i
f
t
sobre ciertos tipos delictivos de la parte especial frente a peligros distintos a
los expresamente previstos en el§ 35 StGB. Por lo menos, así lo ha recogido
el legislador expresamente al regular ciertas causas de exclusión personal de
fJ
la pena. Al margen de ello, lo cierto es que de forma absolutamente mayo- l
trina alemana llega a soluciones exculpatorias. Por otro lado, en los delitos
de omisión y en los delitos imprudentes está ampliamente extendido acudir
ª
}
al pensamiento de la inexigibilidad como causa supralegal de exculpación i
(véase lo que sigue en el texto).
(23) Lo reconoce, FRISTER, AT, 3.ª ed., 2008, 20/26 ss. Por todos, NEUMANN, NK, 3.ª ed., 2006,
§ 35, núm. marg. 54, con ulteriores referencias. Vid. infra nota 31.
(24) Los pormenores son muy discutidos, véase, por todos, RóNNAU, LK, 12.ª ed., 2006, pre-
vio al § 32, núm. marg. 342 ss.; LENCKNER, en ScHóNKEIScHRóDER, StGB, 24.ª ed., Múnich,
1991, previo a los§§ 32 ss., núm. marg. 116; FRISTER, AT, 3.ª ed., 2008, 20/27 y 28.
(25) Así, KAUFMANN, Unterlassungsdelikte, pág. 158 s.; K1NDHAUSER, AT, 36137; KüHL, AT, 18/33;
Rox1N, AT 11, 31/233; Z1ESCHANG, LK, 12.ª ed., 2006, § 35, núm. marg. 80.
(26) Así, LENCKNER, en ScHóNKEIScHRóDER, StGB, 24.ª ed., 1991, previo al § 32 ss., núm. marg.
125; FREUND, AT, 2.ª ed., 2009, 6/95; WoHLERS, NK, 3.ª ed., 2010, § 13, núm. marg. 18;
STRATENWERTHIKUHLEN, AT, 13/63.
(27) Así, KüPPER, pf/ichtenkollision, págs. 97 ss.
i
8. Lo anterior por lo menos es así para la regulación alemana del § 35 ~
StGB. Quizás -podría argumentarse- en el código penal español las co- i
sas podrían ser parcialmente distintas, en la medida en que el art. 20.6 CP
alude al «miedo insuperable» para excluir la responsabilidad penal, lo que
1
1
~
l
parecería estar más en la línea con la exclusión de la responsabilidad penal
por factores motivacionales. Sin embargo, ya el desarrollo jurisprudencia!
del miedo insuperable deja entrever que no se ha estimado como una cau-
sa vinculada estrictamente a la incapacidad del sujeto de motivarse por
las normas, sino a situaciones objetivas de conflicto en las que el Derecho
exigiría al sujeto a comportarse de un determinado modo.
ti
De hecho, preceptos como el§ 35 StGB o el art. 20.6 CP pueden con- 1
templarse como auténticos cuerpos extraños en un sistema de atribución
de responsabilidad penal, puesto que una determinada interpretación desde
1
i
la noción de inexigibilidad conduciría a considerarlas como cláusulas de
extrema individualización del juicio de responsabilidad que impedirían
prácticamente todo castigo y, por consiguiente, implicarían la disolución
1
del Derecho penal. En la medida en que el significado de la inexigibilidad
l
122 ©LA LEY
l
4. Caso del Leinenfünger
l si cabe con más fuerza. Por un lado, el art. 20.5 CP permite acoger ciertos
supuestos de inexigibilidad que se sometan al criterio objetivo de que «el
mal causado no sea mayor del que se pretende evitar», sin mayores exi-
gencias (y con independencia de su ubicación en la culpabilidad o en la
antijuricidad). Por otro lado, el art. 20.6 no parece someterse a la ponde-
ración de males, sino a un juicio individual o intersubjetiva pero referido
l C LA LEY 123
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
~
3. La segunda de las cuestiones también ha sido abordada ya en abstrac-
to anteriormente. No es necesaria argumentación adicional alguna para t
justificar que para la doctrina dominante alemana en la actualidad estaría- ~
caría la pérdida del puesto de trabajo como bien protegible. El art. 20.5 CP f¡
tampoco podría contemplar un supuesto como el del Leinenfünger, puesto !
que difícilmente el mal evitado puede entenderse como mayor que el que ~
causado. El art. 20.6, en cambio, podría contemplar situaciones como la t
~
presente, siempre y cuando se interpretara en un sentido lo suficientemen-
te amplio y normativo, no siempre acorde con las interpretaciones habi-
i
tuales ni probablemente con una interpretación incluso lingüísticamente t
í
~~
(29) Ello, como se ha afirmado, es ya objeto de viva polémica, pues no todos los autores están
i
l
de acuerdo en dejar un margen para la inexigibilidad como causa supralegal de exculpa-
ción más allá de dos supuestos más o menos indiscutidos: los casos de colisión de debe- f
res que no tienen solución en el § 35 StGB (a tratar entonces como un -el único- tipo
de estado de necesidad exculpante supralegal) y los supuestos de delitos cometidos por
razones de conciencia.
t
:F
(30) Así, LENCKNER en ScHONKE!ScHRODER, StGB, 24.ª ed., previo al § 32, núm. marg. 126. l':
!
124 ©LA LEY
!
~
1
4. Caso del Leinenfanger
1
1.
Sin embargo, no se alcanza a comprender por qué razón el transitado ca-
mino de la atenuación analógica de responsabilidad no se ha llevado hasta
sus últimas consecuencias en la jurisprudencia española, considerando, al
I igual que la jurisprudencia alemana lo hizo con el Leinenfünger y en otros
muchos supuestos, que si la analogía con la exculpación legalmente reco-
-
-· nocida es realmente relevante, no sólo debería atenuar la responsabilidad,
~ sino eximirla(3ll.
~
habría posibilidad de eximir de responsabilidad a quien lo dispone para
t evitar la pérdida de su empleo. Sobre ello reina acuerdo<32l. En este sentido,
hay quien se ha cuestionado, no sin parte de razón, por qué el Tribunal del
~ Reich excluyó ex ante el peligro para la vida de los demás en el acto de
1
~ sacar a pasear a un caballo con tendencia de desbocarse<rn. Por otro lado,
f aún admitiendo que el peligro ex ante lo fuera sólo para la integridad física,
~
t
~
{31) Así también la solución que ofrecen S1LvAIBALoólC0Rcov, Casos de la Jurisprudencia
i penal con comentarios doctrinales, 2.ª ed., Barcelona, 1997, págs. 347-348. En rea-
t lidad, cabe llamar la atención sobre la escasa acogida que ha tenido en la doctrina
española el pensamiento de la exención de responsabilidad supralegal (especialmente
~
con efectos exculpantes), si se compara con su admisión generalizada por parte de
i la doctrina alemana, véase, por todos, PAEFFGEN, NK, 3.ª ed., 2010, previo al § 32 y
ss., núm. marg. 292 ss. y NEUMANN, NK, 3.ª ed., 201 O, § 35, núm. marg. 54: e hoy está
ampliamente reconocida la posibilidad de una situación de necesidad exculpante más
f allá de los límites dispuestos en el§ 35 StGB» (con ulteriores referencias). La referencia
a la existencia en el CP español del art. 20.6 (miedo insuperable) no parece que dé una
t
F (32)
respuesta a este interrogante teniendo en cuenta la interpretación del mismo que viene
efectuando nuestra doctrina.
Cfr. MAIWALD, Schüler-Springorum-FS, pág. 483.
:
(33) MArwALo, Schüler-Springorum-FS, pág. 483.
!
! CLALEY 125
~
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
i
También aquí las opiniones se dividen. Algún autor, en la línea de lo aca-
bado de afirmar, considera que no procedía la exclusión de responsabili-
dad en este caso o en alguno similar en el que por razones económicas
se ponga en peligro la integridad física de los otros. Sin embargo, otro
sector, más atento a la idea de inexigibilidad, rompe una lanza a favor de
la impunidad argumentando que las relaciones sociales de aquel momen-
f
~
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©LA LEY
4. Caso del Leinenfünger
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5
1 SUMARIO:
l. ITINERARIO PROCESAL
11. LOS ARGUMENTOS DE LA DECISIÓN DEL «REICHSGERICHT»
' 111.
IV.
LA RELEVANCIA DE LA DECISIÓN
POSICIÓN PERSONAL
CLALEY 129
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
1
él mismo, que existía en Rosa S. un peligro actual y serio de suicidio 1
como consecuencia de una «depresión reactiva» provocada por el 1
embarazo, por lo que convenció al Dr. W. para que éste interrumpiera I
!!,
el embarazo y desvanecer así el peligro de suicidio. Apoyado en el i.~
dictamen especializado del Dr. St., el Dr. W., quien no era especialista
en el campo de la psiquiatría, provocó el aborto mediante la extrac- f
¡.
ción de la matriz(1l. ~
t
~·
.?:
t
l. ITINERARIO PROCESAL
Los hechos descritos dieron lugar a la interposición de una denuncia pe- .
nal contra Rosa S. por el delito de aborto, contra el Dr. W. por el delito de
i
¡~,
__.-¡,;
-Íf:'_i'
aborto remunerado y contra el Dr. St. como inductor de este último delito. ~-
médica, los cuales habían sido dados a conocer por un decreto ministerial
de 1917. Por su parte, Rosa S. habría estado en el convencimiento de que
se encontraba en un estado de necesidad a consecuencia de lo informado "
~
por los médicos. ~-
~
A raíz de la impugnación hecha por el Ministerio Público, el «Oberlan- ~
:;
desgericht» abrió un proceso penal contra el Dr. St. y contra Rosa S. Si bien ...
¡.
este tribunal reconoció que para castigar a ambos médicos era necesaria la -t
'
antijuridicidad de su conducta y el conocimiento de dicha antijuridicidad,
partió de la hipótesis de incriminación de que el aborto no se hizo para ~
"')¡
preservar la vida de Rosa S., de lo que fueron conscientes tanto ésta como ..
j
i~
i
J
(1) Vid., sobre este caso, con mayores referencias, SüFKE, «Arztliche Erkenntnis» und die Pflicht ~
!
zur sorgfaltigen Prüfung im Rahmen des § 218 a StGB, Baden-Baden, 1995, págs. 30 ss. ~
(2) Tal como lo indica EsER, en ScHóNKEIScHRóDER, StGB-Kommentar, 26.ª ed., Múnich, 2001, !
-\:_
previo al§ 218, núm. marg. 2, la regulación primigenia del§ 218 del StGB sancionaba
penalmente sin excepción toda conducta de auto o heteroaborto desde el momento de t
la concepción. t
i1
130 ©LA LEY
j
1
1 5. Caso de la depresión reactiva
1
1 el Dr. St. En cuanto al Dr. W., se le consideró un instrumento, en situación
1 de error, del Dr. St., por lo que a este último se le atribuyó la calidad de
, autor mediato del delito de aborto.
.
~
El tribunal de escabinos («Schoffengericht» )13 l absolvió al Dr. St. y a Rosa
f S., fundamentando su decisión en que la injerencia sobre intereses jurídi-
~
camente protegidos no puede ser antijurídica, si es que se muestra como
· el medio adecuado para alcanzar una finalidad estatalmente reconocida
(teoría del fin)14l. Dado que el Estado reconoce y fomenta la conservación
(3) El tribunal de escabinos es una variedad del jurado instituido por primera vez por la
~
Constitutio Criminales Carolina. Este tribunal está conformado por un juez profesional y
dos jueces ciudadanos. Como nota distintiva, el «Schoffengericht» no decide, como la
~ figura clásica del jurado, solamente sobre la culpabilidad del procesado, sino también
sobre la pena.
(4) Vid., como el criterio decisivo en estos casos, en escritos doctrinales antiguos como
HENKEL, Der Notsatnd nach gegenwartigem und künftigem Recht, Múnich, 1932, pág. 88;
t Eb. ScHMIDT, «Das Reichsgericht und der uübergesetzlichen Notstand"», ZStW 49 (1929),
pág. 375.
1
objetivamente antijurídico y que solamente podría ser disculpado dentro
de los límites del estado de necesidad, lo que difícilmente podría alcanzar
este profesional de la salud.
11
1
La Primera Sala Penal del «Reichsgericht» afirmó que el aborto realiza-
do por el Dr. W. reunía los elementos típicos del delito de aborto, por lo i
f
l
que el Dr. St. podía ser considerado autor mediato o inductor del delito, ¡
en función de si se calificaba al Dr. W. como un instrumento o un sujeto t
responsable. Sin embargo, negó la antijuridicidad del aborto, en la medida
que fue practicado con la finalidad de evitar el peligro de suicidio de la t
-~
embarazada. Para sustentar su decisión, la Primera SaJa Penal esbozó la ..'.f
~'
idea de un «estado de necesidad supralegal», en el que, a diferencia del
estado de necesidad regulado en ese entonces en el StGB, no se excluía la
culpabilidad, sino la antijuridicidad de la conducta típicaisi.
dicidad de una conducta típica. Las proposiciones jurídicas que sirven para
determinar si una conducta típica se encuentra justificada, pueden estar ·;
~
positivizadas o no. En este último caso, la proposición jurídica se puede ~
~
médica -esto es, cuando el aborto es el único medio para poder salvar la :li
1
132 ©LA LEY
1
¡ 5. Caso de la depresión reactiva
1
11 en 1917 por una delegación médica prusiana en relación con un proyecto
de ley contra la esterilización y el aborto presentado en el «Reichstag».
En estas directrices los médicos consideraron indicada la interrupción del
1 embarazo solamente si se trataba del único medio para preservar la vida o
i la salud de la madre por una enfermedad preexistente. Por el contrario, se
rechazó la interrupción del embarazo por razones sociales o eugenésicas.
¡ Las referidas directrices fueron puestas en conocimiento de los médicos de
t las diversas regiones de Alemania por parte de los órganos de gobierno co-
t~
rrespondientes, por lo que el «Reichsgericht» concluyó que habrían tenido
cierto reconocimiento oficial.
.
.f
'
Además, resulta necesario que el aborto sea el único medio para liberar a ~$
'
indicación médica lleva a la preponderancia de los bienes jurídicos de la
madre respecto de los bienes jurídicos del concebido.
!
¡
~
~
(7) En este sentido, LENCKNER, Der rechtsfertigende Notstand, Tubinga, 1965, pág. 232. Por I
lo tanto, rechazó la teoría del fin utilizada por el tribunal a quo (vid. así, Rox1N, Derecho i
Penal, Parte General, 1 [trad., Luzón et al.], Madrid, 1997, § 16, núm. marg. 4). í
'r
(8) Vid. la referencia en EsER, Derecho penal, medicina y genética, Lima, 1998, pág. 95. f
t
t
J
134 ©LA LEY
i
5. Caso de la depresión reactiva
1
l
justificar la práctica del aborto.
i
g~
dusión de la antijuridicidad no debía aplicarse solamente al caso de au-
toaborto, sino también al practicado por un tercero capaz de valorar los
presupuestos de la situación de necesidad. Lo que sí se consideró un re-
~
~ quisito necesario en el aborto médicamente indicado y practicado por un
$ profesional de la salud fue el consentimiento expreso o concluyente de la
embarazada, pues la interrupción del embarazo implicaba una injerencia
i
en el cuerpo de la embarazada.
'
!:
¡
~
~
I
i
í
r;.
el delito de aborto dio lugar a importantes cambios doctrinales y legales.
En el plano doctrinal, la exposición que hizo de la categoría de la antiju-
ridicidad marcó la consolidación de una interpretación de esta categoría
dogmática del delito como una categoría que no se rige por la legalidad
(leyes escritas que autorizan expresamente la realización justificada de una
f conducta típica), sino por principios, dentro de los cuales el principio de
t
t
J
135
i
C> LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal Jl
1
ponderación de bienes jurídicos ocupa sin duda un lugar preponderante(9l.
En este sentido, pese a la falta de una disposición jurídica explícita que re-
gulase en ese entonces un estado de necesidad con efectos justificantesl10i,
1
•~
el «Reichsgericht» reconoció su existencia para el Derecho penal alemán. j
'
En el plano legislativo, el planteamiento jurisprudencia! referido a la
existencia supralegal de un estado de necesidad justificante0 n, fue un claro
estímulo para un cambio sustancial en la regulación positiva de esta causa
1
de exclusión de la responsabilidad penal. En efecto, en ese entonces la 11
regulación del estado de necesidad se hacía en una única disposición del ~
(9) Esta idea se aprecia actualmente como uno de los principales criterios de distinción entre
tipicidad y antijuridicidad. Vid., en este sentido, Rox1N, DP. PG, 1, § 1O, núm. marg. 20.
(1 O) Si acaso solamente existían disposiciones en el código civil (§§ 228 y 904 BGB) sumamen- t
""""
Í:_
~
te incompletas y llenas de lagunas, como lo indica Rox1N, DP. PG, 1, § 16, núm. marg. 2. ~-
(11) Aunque debe indicarse que el término «estado de necesidad supralegal• se emplea por i
primera vez en la RGSt 62, 35 y en el caso de aborto se hace en la RGSt 62, 137 (vid., al
respecto, Rox1N, DP. PG, 1, § 16, núm. marg. 5). f
(12) Si bien en el tema de las indicaciones, este supuesto de estado de necesidad dejó de ser
supralegal con la ley de esterilización de 1933 (§ 14). Vid., en este sentido, WELZEL, Das
Deutsche Strafrecht, Berlín, 1969, pág. 91.
(13) El sistema de plazos se incorporó en el Derecho penal alemán en 1974, siguiéndose la
propuesta más radical de las ofrecidas en el proyecto alternativo de 1966. Sin embargo,
el Tribunal Constitucional vetó la ley antes de que entrara en vigor, alegando que la
Constitución protegía también la vida del feto y que el modelo de plazos propuesto no
ofrecía una protección a la vida del feto. La nueva regulación del aborto asumió un siste-
ma complejo en el que se mezclaron aspectos de plazo (las primeras cuatro semanas y la
madre hasta la semana 22), indicaciones y de asesoramiento (vid., con mayores detalles,
EsER, Derecho penal, medicina, págs. 143 ss.). ~-:
'
1
11
~
putación penal que no se predica en los mismos términos cuando se trata
de conflictos con el bien jurídico «vida humana extrauterina».
:
f Si se analiza el fallo del «Reichsgericht» desde la solución a la que llegó,
podrá afirmarse con cierto grado de certeza que la aceptación de un estado
~
de necesidad (supralegal) justificante en el caso de aborto por indicación
médica estuvo dirigida fundamentalmente a abrir la posibilidad dogmática
de dejar sin castigo al médico que lo practica. Parece coherente que, si es
el médico la persona más idónea para detectar la situación de peligro en
un embarazo, también sea él al que se le autorice a llevar a cabo el aborto
médicamente indicado. Sin embargo, la pregunta que cabe hacerse no es
si resulta razonable admitir un estado de necesidad justificante además del
estado de necesidad exculpante regulado en aquel entonces en el StGB,
sino si el llamado aborto terapéutico es realmente un caso de estado de
necesidad justificante.
f
(14) Si bien en este país se ha discutido sobre el aborto de manera intensa y polémica,
como lo destaca ESER, Derecho penal, medicina, pág. 138, con mayores referencias
bibliográficas.
(15) Cfr., sobre este parecer EsER, en ScHóNKEIScHROOER, StGB, 26.ª ed., § 218 a, núm. marg.
22, en el Derecho penal alemán; LAuRENZO COPELLO, El aborto no punible, Barcelona,
1990, pág. 4, nota 5, en el Derecho penal español.
(16) Así, expresamente desde valoraciones constitucionales, LAuRENZO CoPELLO, El aborto no
punible, pág. 139. Este parecer resulta más discutible, desde la propia lógica de la pon-
deración de bienes, en relación con la salud de la madre, como lo pone manifiesto
PmRS, •Die Abtreibung in der Schau des Juristen•, en BAUMEISTERISMm (Hrsg.), Das Le-
:
bensrecht des Ungeborenen, Mainz, 1955, págs. 50 ss.
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4
i
i;
¡
(17) En este sentido, Arthur KAUFMANN, «Rechtsfreier Raum und eigenverantwortliche Entschei- ~
~
dung. Darstellung am Problem des Schwangerschaftsabbruchs», Festschrift für Reinhart
Maurach, Karlsruhe, 1972, pág. 340; LESCH, «Nothilfe gegen die nach § 21 Ba Abs. 1 StGB
(18)
tatbestandslose AbtOtung der Leibesfrucht?», Zfl 1 (2001 ), pág. 2.
Asílo hace, por ejemplo, FRISTER, «Spatabtreibung», /ahrbuch der Heinrich-Heine-Univer-
sitat-Oüsseldorf, 2003, pág. 389.
'
!
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~
138 ©LA LEY
1
5. Caso de la depresión reactiva
1
1
El planteamiento político-criminal acabado de reseñar tiene, sin embar-
go, ciertos puntos débiles. En primer lugar, hace un análisis completamente
~ económico del aborto sin tener en cuenta que matar a un feto es, de por
J
~
sí, una conducta injusta que no puede ser considerado un simple factor en
un análisis global de mayor rentabilidad. Si este proceder resulta legítimo,
entonces cabría hacer lo mismo con la legalización del tráfico de drogas:
1t;
~
Mejor es que los consumidores consuman dosis controladas en situacio-
~ nes de aislamiento para que no sean un peligro para la sociedad y para sí
1
.- mismos. Pero, lo que es peor, este planteamiento político-criminal parte de
una premisa falsa, a saber: que una conducta ilícita se pueda volver lícita
::
,, para evitar que el autor del hecho salga lesionado por su accionar ilegal. Si
se aceptase esta premisa como válida, entonces habría que admitir como
lícita la conducta de los que roban cables de alta tensión sólo porque de
esta manera se conseguiría que lo hagan con la ayuda de electricistas e in-
fraestructura adecuada que excluyan todo tipo de riesgo para sus vidas.
<
t (19) Así lo reconoce, LAuRENZO CoPELLO, El aborto no punible, págs. 143 ss.
(20) En este punto, resulta conveniente precisar que por aborto terapéutico se hace alusión a
;
la acción que directamente está dirigida a eliminar la vida del feto. Por el contrario, los
~ casos en los que el médico emprende una conducta salvadora de la vida de la madre,
~
pero que produce indirectamente la muerte del feto, se estará claramente ante una coli-
sión de deberes justificante.
'
~
(21) Similarmente, TRóNDLEIF1scHER, StGB-Kommentar, 51.ª ed., Múnich, 2003, previo a los§§
218-219b, núm. marg. 7. Por su parte, ESER, Derecho penal, medicina, pág. 56, reconoce
que el principio de exigibilidad se encuentra en la base de las indicaciones.
~
C LA LEY 139
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
gibilidad, se evita que la excesiva vaguedad y amplitud que tienen las indi-
caciones en la legislación penal de muchos países<22 i, termine autorizando,
en los hechos, una libre interrupción del embarazo, pues se requiere que
el peligro ponga efectivamente en riesgo bienes jurídicos existenciales y no
simplemente una vida más cómoda o sin mayores complicaciones.
l
¡
propuesta de interpretación del aborto terapéutico, por lo que voy a abor- !
darlos, cuando menos en términos elementales.
i
~
~
En primer lugar, queda claro que la lectura del aborto terapéutico como
una causa de inexigibilidad implica aceptar una flexibilización del deber
de tolerancia de la gestante, pues en la medida que ésta causó el peligro i
~~
(al quedar embarazada) o tiene una relación jurídica particular<23 J (es la ~
madre), tendría que soportar los riesgos del embarazo. Esta flexibilización ~
~
140 ©LA LEY ¡
l
5. Caso de la depresión reactiva
~
¡ C> LA LEY
141
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal l1
sentaba como la única alternativa posible (situación que hoy, a la luz del
desarrollo de la ciencia médica -hay que decirlo- es muy excepcional).
11
~
Sin embargo, la indicación se ha flexibilizado tanto que, en la actualidad, i
se abre no sólo a la discutible salud mental de la madre, que da pie a darle ~
}
1
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~
(28) Situación que se presenta en la regulación alemana actual, como lo pone de manifiesto,
EsER, Estudios, pág. 245.
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1
! 6
! CASO DE LOS PELOS DE CABRA<·>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL SUPREMO
~ IMPERIAL ALEMÁN
111. IMPORTANCIA DEL CASO PARA LA DISCUSIÓN DOCTRINAL SOBRE
LA RELEVANCIA DE LOS COMPORTAMIENTOS ALTERNATIVOS
ADECUADOS A DERECHO PARA LA IMPUTACIÓN DEL RESULTADO
EN EL DELITO IMPRUDENTE
l
f
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
t
i
<
l. INTRODUCCIÓN
En primera instancia el fabricante de pinceles es condenado mientras en
segunda resulta absuelto. La absolución se basa en que, a pesar de que el
empresario infringió la normativa extrapenal y su deber de cuidado, no se
pudo constatar con la probabilidad rayana en la seguridad que es precisa
para formar la convicción judicial que en ese caso una desinfección de
los pelos de cabra empleados excluyera la presencia de los bacilos y el
correspondiente contagio. Mediante la prueba pericial no se pudo saber
con certeza si alguna de las tres modalidades de desinfectantes que el em-
presario tenía la obligación de haber utilizado habrían conseguido hacerlo.
Se trataba de procedimientos que no ofrecían una total seguridad. Es decir,
no se pudo excluir que el contagio de las cinco personas se hubiera produ-
cido igual con el empleo de alguno de los tres procedimientos pertinentes
para la desinfección, por lo que el Tribunal de instancia entendió que «no
se había probado con la necesaria seguridad la relación causal entre la im-
prudencia del acusado y el resultado producido». La fiscalía recurrió ante
el Tribunal Supremo del imperio la absolución.
j
f
1 6. Caso de los pelos de cabra
i
<l
currida se parte como hecho probado de que el tratamiento de los pelos
1
~
;
de cabra importados infectados con el carbunco no habría podido evitar
el contagio con ninguno de los tres procedimientos adecuados de desin-
~
~ fección y que existía una probabilidad rayana en la seguridad de que el
!
~ contagio del carbunco sin la conducta culpable del imputado se habría
- producido igual, se debería haber probado, además, si lo mismo se puede
~ afirmar con respecto a las graves consecuencias de la enfermedad y los des-
~ -enlaces mortales en la medida en la que dicha enfermedad no siempre es
~
~ mortal (en el caso concreto el hombre contagiado no falleció). El Tribunal
Supremo expone que la sentencia absolutoria no ha tenido suficientemente
en consideración el hecho de que si, a pesar de que con la desinfección no
se habrían podido eliminar completamente los bacilos y evitar el contagio
de los trabajadores, la cantidad y capacidad de contagio se podría haber
mitigado de tal manera que la enfermedad resultara más leve y no desem-
bocara en las muertes. La sentencia considera que la mera posibilidad de
que el resultado también se hubiera producido con alguno de los compor-
tamientos alternativos adecuados a Derecho no es suficiente, no habiendo
quedado constatado con seguridad o una probabilidad rayana en la certeza
que con el comportamiento correcto se habría producido el mismo resul-
tado. En virtud de estas consideraciones anula la sentencia absolutoria y
establece que el Tribunal de instancia debe escuchar la opinión del perito
sobre estos aspectos, tomando partido sobre los mismos en sus fundamen-
tos de Derecho. En sentencias posteriores el empresario es absuelto por
otras razones que excluyen ya la infracción del deber de cuidado.
(1) Vid., CORCOY B10ASOLO, El delito imprudente. Criterios de imputación del resultado, Bar-
celona, 1989, págs. 451 ss., específicamente pág. 460; FEUDO SANCHEZ, Resultado lesivo e
imprudencia. Estudio sobre los límites de la responsabilidad penal por imprudencia y el
alemana:
· a) Caso del ciclista o del camionero (BGHSt 11, pp. 1 ss.): El conductor
de un camión adelanta a un ciclista sin guardar la distancia de seguri-
dad prevista en el precepto correspondiente (realiza el adelantamiento a
una distancia de 75 cms. en lugar de los 100 a 150 cms. preceptuados).
Durante el adelantamiento el ciclista, en estado de embriaguez (con una
concentración de alcohol en sangre de 1, 96 %), debido a una reacción
en cortocircuito, gira la bicicleta hacia la izquierda y cae bajo las ruedas
del remolque del camión (no del tractor o cabeza), falleciendo como con-
secuencia del accidente. Se prueba que aunque se hubiera mantenido la
distancia de seguridad, el resultado mortal se habría realizado igualmente,
casi con completa seguridad, debido al estado de embriaguez del ciclista.
criterio del «fin de protección de la norma de cuidado», Barcelona, 2001, págs. 127 ss.,
específicamente pág. 129; GIL GrL, El delito imprudente. Fundamentos para la determina-
ción de lo injusto imprudente en los delitos .activos de resultado, Barcelona, 2007, págs.
347 ss., específicamente pág. 366; MARTfNEZ EsCAMILLA, La imputación objetiva del resulta-
do, Madrid, 1992, págs. 193 ss., específicamente pág. 194; Rms ALVARADO, Imputación
objetiva, Santa Fé de Bogotá, 1994, págs. 231 ss., específicamente pág. 247.
(2) Vid., por todos, el clásico trabajo de ULSENHEIMER, Das Verhaltnis zwischen Pílichtwidri-
gkeit und Erfolg bei den Fahrlassigkeitsdelikten, Bonn, 1965, págs. 152 ss.
(3) ExNER, «Fahrlassiges Zusammenwirken», en Festgabe für Reinhard von Frank zum 70,
Geburtstag, Tubinga, 1930 (reimpr., 1969), págs. 587 ss.
1
1 6. Caso de los pelos de cabra
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal 1
_.
1
f
!
resultado o, dicho con mayor exactitud, se probaba que el comportamiento
alternativo correcto también habría causado el resultado (la mal denomi-
nada «relación de causalidad»). Esta es la posición defendida precisamente
t
¡¡
por el Tribunal Supremo imperial en el presente caso de los pelos de cabra ~
¡
(RGSt 63, pág. 214, de acuerdo con la posición sostenida también en RGSt
15, pág. 153 -caso del farmacéutico-). Desde la pionera contribución de
i
~
ExNER, la doctrina ha criticado con buenas razones que con esta teoría se in- i
~
~
vierte la carga de la prueba infringiendo el principio in dubio pro red6l. Para }~
superar dichos inconvenientes esta teoría ha cambiado de orientación y en
su versión moderna defiende que el resultado no se puede imputar cuando
la lesión era inevitable o mientras no se pruebe con probabilidad rayana
en la certeza que se podía haber evitado con una conducta alternativa ade-
cuada a Derecho. De esta manera se evita la presunción iuris tantum de
culpabilidad. Esta segunda versión se asentó en la Jurisprudencia alemana
a partir de la sentencia del camionero o del ciclista.
(6) Vid., ExNER, en Festgabe für Reinhard von Frank, págs. 588 ss. Vid. por todos, DunGE,
MünchKommStGB, Múnich, 2003, § 15, núm. marg. 174.
(7) Vid., FEIJOO SANCHEZ, Resultado lesivo e imprudencia, págs. 162 ss.; GIL G1L, El delito im-
prudente, págs. 367 ss., ambos con ulteriores referencias y en sentido crítico.
~
148 ©LA LEY
.l
1
.,.
1
6. Caso de los pelos de cabra
f
Rox1N propone para estos casos de duda la teoría del incremento del riesgo
t
¡
que ha sufrido diversas reformulaciones por parte de otros autores, que
aquí no pueden ser expuestas.
~
¡
2. El método que propone para la resolución de estos casos es el siguien-
i
~ te: comparar una hipotética conducta que observe el riesgo permitido con
i
~
ta conducta realizada por el autor. Si la conducta del autor incrementa la
~ probabilidad de lesión con respecto a la hipotética permitida, la lesión del
~
deber encaja en el tipo y, por tanto, tendremos un tipo imprudente consu-
mado. Por el contrario, si no se incrementa el riesgo no se puede imputar
el resultado. Es decir, en caso de duda sobre si el riesgo no permitido se ha
realizado en el resultado, éste se imputa si se constata que el autor ha crea-
do un riesgo no permitido. El autor carga con la duda si no se puede probar
que el resultado es realización de otro riesgo que sea irrelevante para el
tipo. Cuando se crea un riesgo desaprobado se imputa el resultado al autor
si ese riesgo no se evidencia (se prueba) como explicación sustitutiva del
resultado debido a que otro riesgo lo sobrepasa, lo adelanta o lo desplaza.
~
fJLALEY 149
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
mento del riesgo, conclusiones que son más extensivas desde un punto de
vista punitivo que la posición mantenida por el Tribunal Supremo alemán
desde la sentencia del camionero o del ciclista (BGHSt 11, pp. 1 ss.)191 •
i1!
mático. Además, la teoría del incremento del riesgo adolece de otro defecto ¡
l
riesgo no permitido «practica todos los actos que objetivamente deberían
producir el resultado» (art. 16.1 CP español), pero no mata o no causa una
lesión. Por lo menos, no se prueba que mate o cause una lesión. Es decir,
1
-j
..,
~
ij
l
~
(9) En este sentido, CRAMERISTERNBERG-LIEBEN, en ScHONKEIScHRODER, StGB-Kommentar, 26.ª i·~
ed., Múnich, 2001, § 15, núm. marg. 177-179a; VoGEL, LK StGB, Tomo 1, 12.ª ed., Berlín,
2007, § 15, núm. marg. 193.
f
.,.
'!
realiza una conducta que se puede calificar como tentativa (acabada), pero
que no se sabe si se ha consumado como homicidio o lesiones. El art. 142
CP español (homicidio por imprudencia grave) no desvalora aumentar la
probabilidad de lesión para la vida de otros o reducir sus oportunidades de
supervivencia, sino que desvalora la efectiva lesión de ese bien jurídico. Si
en nuestro ordenamiento la tentativa acabada imprudente es impune, se
debe respetar esa decisión del legislador. No se puede aceptar que debido
a esa impunidad se quiera convertir toda tentativa dudosa de haberse con-
1 ría del incremento del riesgo es una «manipulación dogmática» para poder
punir ciertas «tentativas imprudentes», sobre todo en ámbitos no cubiertos
por los delitos de riesgo, como puede ser el médico-quirúrgico, donde la
mayoría de las veces es complejo dilucidar si el resultado es consecuencia
de la conducta imprudente del médico o del riesgo natural de la enfer-
'f medad. Supone un avance frente a las teorías causales puras para las que
era suficiente la relación de causalidad, pero acaba pervirtiendo el sentido
de los tipos de resultado. Mediante la teoría del incremento del riesgo se
convierten en tipos consumados «tentativas acabadas imprudentes» que se
sospecha que se pueden haber consumado. Es decir, no se desvaloraría la
t
. producción típica (mediante un riesgo típico) de un resultado, sino generar
1 riesgos determinados estadísticamente, pero que no se sabe si se han reali-
zado en el resultado. En estos casos de duda en los que no se puede saber si
el riesgo típico se realizó en el resultado RoxrN incurre en la idea versarista
i de que no es posible diferenciar en una conducta una parte permitida y
1 otra prohibida, y, por tanto, el autor responde de todo lo que sea conse-
1
,
i
que, como hemos visto, no es admitida por el propio RoxrN, que sólo aplica
la teoría del incremento del riesgo cuando existen dudas, pero no cuando
~ existe certeza. La norma penal no protege los bienes jurídicos frente a todo
i tipo de riesgos. Ni siquiera aunque ciertos riesgos no desvalorados se creen
~ mediante una conducta antijurídica. Los tipos exigen causar un resultado
i
~
por imprudencia, mientras la teoría de este autor se conforma con que el
resultado se produzca «con ocasión» del riesgo creado imprudentemente.
f
,.
!\
151
~ ()LA LEY
i
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
En este sentido, hay que entender la crítica de que se trata a los delitos
imprudentes de lesión como si fueran delitos de peligro concreto. Existe
un acuerdo doctrinal sobre que la creación de un riesgo no permitido, de
un riesgo jurídicamente desaprobado o de un riesgo típico es un elemento
indispensable para la consumación de los tipos puros de resultado; pero de
ahí a que se convierta en un elemento suficiente hay un salto cualitativo
j
sobre el que la teoría del incremento del riesgo no puede convencer dog-
máticamente, sino sólo aludiendo a razones político-criminales atendibles t
en todo caso de lege ferenda pero no de lege data.
1
1//.3.1. Diferencias de planteamiento con la teoría del incremento del 1
t
riesgo i
i
1. Cada vez es más evidente para la doctrina dominante que lo relevan- i
!
i:
te no es sólo que el resultado sea una realización del riesgo creado por el ?
autor mientras infringía su deber de cuidado, sino más bien que se trate l.
~
precisamente de una concreción del riesgo creado de forma no permitida. ~
i
152 ©LA LEY t
í
6. Caso de los pelos de cabra
impunidad, tiene que ver con los instrumentos de prevención general que
puede ofrecer el ordenamiento, pero no con la problemática de la imputa-
ción de un homicidio o unas lesiones a una persona.
'
ñante. Por ejemplo, si alguien no respeta un límite de velocidad, pero el re-
.
1
sultado no es consecuencia de ese aumento de riesgo, sino que se realiza el
i riesgo general de conducir, no se puede imputar el resultado. Los principios
~
1 dogmáticos del incremento del riesgo y del ámbito o fin de protección de
1
1 la norma no resultan compatibles ya que parten de premisas opuestas. En
este punto reside una de las cuestiones centrales de la moderna teoría del
tipo imprudente de resultado: o se admite la idea de que se pueden delimi-
tar ex post los riesgos permitidos de los no permitidos o no se admite, pero
? no caben caminos intermedios como aceptar los dos principios. Decir que
. el criterio del fin de protección de la norma sólo se aplica cuando no hay
dudas sobre que el resultado es consecuencia de un riesgo no permitido,
y el principio del incremento del riesgo cuando existen dudas en ámbitos
con riesgos generales elevados, supone una continua contradicción. Esta
contradicción permanente no es apreciada por un gran sector de la doctri-
na que utiliza uno u otro de los criterios según le convenga. El propio Rox1N
! ha adoptado ambos criterios<10i. El criterio del fin de protección de la norma
parte del principio de que en supuestos de concurrencia de riesgos típicos
y permitidos, es preciso constatar que el resultado es realización del riesgo
típico. Este crit~rio tiene como principio básico la idea de que la norma de
conducta (norma de cuidado) sólo está referida a determinados riesgos, no
teniendo que evitarse la realización de riesgos permitidos o, lo que es lo
1
mismo, de todo tipo de riesgos. La opinión contraria, que considera que en
ciertos supuestos no se crean con una conducta varios riesgos, sino un sólo
riesgo que no se puede partir en una parte permitida y otra desvalorada,
incurre en una contradicción: al autor se le reprocha crear un peligro para
ún bien jurídico mayor que el permitido, pero no se puede determinar cuál
1 es el riesgo permitido en ese caso.
í
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
ejemplo deja claro como esta teoría no permite explicar el resultado como
concreción del riesgo imprudente (saltarse el semáforo en un cruce). Puede
1
::
que en otros casos la hipótesis tenga que ver con la finalidad de la norma
l
de cuidado, pero no existe ningún elemento en la teoría que lo garantice. 1
El resultado que se podría haber evitado puede no ser consecuencia de la t
1
(11)
154
Vid., FEuoo SANCHEZ, Resultado lesivo e imprudencia, págs. 142 ss.
'
©LA LEY
j
6. Caso de los pelos de cabra
e LA LEY
j 155
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
ción fáctica para dilucidar una dudosa relación de riesgo entre una persona
y un resultado por razones estrictamente limitadas al caso concreto (sobre
todo en determinados ámbitos como el del tráfico rodado o el de la activi-
dad médico-quirúrgica).
(13)
y passim.
Vid., «La causalidad en Derecho penal», ADPCP 1962, págs. 544 ss.; lo., Delitos cualifi-
cados por el resultado y causalidad, págs. 140 ss.; lo., «Infracción del deber de diligencia
1
1
y fin de la norma en los delitos culposos», RDC, 1965, págs. 676 ss. En tiempos recientes
ha vuelto a defender en «Fin de protección de la norma e imputación objetiva•, ADPCP
61 (2008), págs. 5 ss., que «el fin de protección de la norma es el único método inter-
pretativo que permite alcanzar una solución razonable y fundamentada en numerosos
supuestos de hecho» (pág. 6). Como señala este autor, con razón, a pesar del rechazo
inicial de FR1SCH por este criterio, en su monumental obra de obligada referencia Tatbes-
tandsmassiges Verhalten und Zurechnung des Erfolgs de 1988 (sobre la teoría de este
autor en sentido crítico DEGENER, Die Lehre, págs. 97 ss., 481 ss.; fEIJOO SANCHEZ, Resul-
tado lesivo e imprudencia, págs. 232 ss.; lo., RDPC 17 (2006), págs. 424 ss.), «Cuando
se enfrenta con casos concretos, continuamente acude a ese criterio para alcanzar una
solución» (pág. 5). Eso es porque materialmente lo que defienden FRISCH y los partidarios
de este criterio es lo mismo: que sea precisamente la dimensión no permitida del riesgo
creado por el autor y no el riesgo residual permitido el que se realice o concrete en el
resultado o permita explicarlo. La terminología que se quiera utilizar para dejar clara
esta característica de la estructura típica de los delitos de resultado es una cuestión de
relevancia menor.
1
l
l
156 ©LA LEY
6. Caso de los pelos de cabra
1• serie de ejemplos en los que una persona crea un riesgo no permitido, pero
el resultado es consecuencia del riesgo permitido que acompaña siempre
¡ a cierto tipo de actividades (circulación viaria o ferroviaria). Así, si un con-
ductor no respeta los límites de velocidad cuando entran o salen alumnos
de los colegios y se arroja un suicida ante el vehículo, argumenta que sería
absurdo afirmar «que el mandato de disminuir la velocidad en las cercanías
de escuelas persigue proteger, además de a los niños, a los suicidas. Son
1
1
imágenes de niños las que figuran en las señales de peligro, no de personas
apuntándose con una pistola en la sien».
1 (14) DEGENER, Die Lehre, págs. 14 ss., específicamente sobre el caso de los pelos de cabra,
l
págs. 108 ss., con ulteriores referencias.
l
C> LA LEY 157
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
158 ©LA LEY
l
6. Caso de los pelos de cabra
IV. CONCLUSIONES
1. El criterio básico de imputación del resultado en el delito imprudente
11 es el del fin de protección de la norma de cuidado, entendido éste como
la exigencia de que el resultado sea precisamente una concreción o reali-
l zación del riesgo no permitido o creado mediante la infracción del deber
de cuidado y no de otro riesgo. En caso de duda, a diferencia de lo que
1
l C> LA LEY 159
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
idónea para evitar el resultado lesivo (o, al menos, cabe la duda sobre la
idoneidad). Si, en sentido contrario, se llegara a constatar que la desinfec-
i
ción representaba un medio idóneo para conseguir, al menos, que la enfer-
medad no tuviera un carácter letal, se deberían imputar los fallecimientos
1
de las cuatro trabajadoras. En todo caso, en el marco del Derecho vigente, t
el empresario debería responder por la conducta tipificada en el art. 316 f
CP si existen normas de prevención de riesgos laborales que obliguen a la
desinfección.
l!
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i
1
i
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i
160 ©LA LEY l
l
7
LOS PROCESOS DE NÚREMBERG <·>
t
SAFFERUNG, Christoph
Catedrático de Derecho Penal. Philipps-Universitat, Marburg
i
l SUMARIO:
1 l. FUNDAMENTO JURÍDICO-MATERIAL
l!
vencedores?
111. DERECHO PROCESAL PENAL
IV. DESPUÉS DE NÚREMBERG
IV.1 . La posguerra
IV.2. El camino hacia La Haya
t
1
i (*) Sentencia del Tribunal Militar Internacional de 30 de septiembre y 1 de octubre de 1946.
:~ Traducción a cargo de Juan Pablo MoNTIEL, Profesor de Derecho penal, Universidad de
los Andes (Colombia).
t
i
l C> LA LEY 161
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
162 ©LA LEY
l
7. Los procesos de Núremberg
1 bierno del Reich, el Cuerpo Directivo del Partido nazi, las SS, el Servi-
cio de Seguridad, la Policía Secreta de Estado, las SA, el Estado Mayor
(1) El acusado Ley se sustrajo del proceso al haberse suicidado; se consideró que Krupp
tenía una edad muy avanzada; Bormann estuvo desaparecido. Respecto a los demás, el
proceso se llevó adelante en rebeldía.
{2) Güring, von Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher, Sauc-
kel, Jodl, SeyfS-lnquart, Bormann.
(3) Hess, Funk, DOnitz, Raeder, von Schirach, Speer, von Neurath.
(4) Fritzsche, Schacht, von Papen.
1
l 'C> LA LEY 163
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. FUNDAMENTO JURÍDICO-MATERIAL
El proceso de Núremberg contra los principales criminales de guerra ale-
manes fue el primer proceso penal verdaderamente internacional en la histo-
ria de la humanidad. Con sustento en el Acuerdo de Londres del 8 de agosto
li
de 1945 que, tras duras negociaciones, concluyeron las potencias aliadas y
que fue firmado por otros 18 Estados<si, se constituyó precisamente un Tri-
1
i
bunal Militar conformado por cuatro jueces titulares y 4 suplentes, dos de
cada uno de ellos de los Estados aliados. Cada una de las cuatro potencias
vencedoras envió equipos de fiscales con ámbitos de trabajo diferenciados
,
í
"
para cada uno de ellos. Claramente los EE. UU. tuvieron un gran peso, tan-
i
to en lo material como en lo personal. Todo el proceso estuvo fuertemente 1
J
marcado por el Fiscal Jefe estadounidense, el juez de la Corte Suprema (Su-
preme Court) de los EE. UU., Robert H. Jackson. Sobre todo, encontró las
palabras con las que atribuyó una legitimidad moral absoluta al Tribunal, en
un discurso de apertura muy refinado desde el punto de vista retórico: «The ;
·~
wrongs which we seek to condemn and punish have been so calculated, so
malignant, and so devastating, that civilization cannot tolerate their being ig-
nored, because it cannot survive their being repeated. That four great nations, t
i
flushed with victory and stung with injury stay the hand of vengeance and f
t
voluntarily submit their captive enemies to the judgment of the law is one of 1
the most significant tributes that Power has ever paid to Reason»!6l. t
i
Naturalmente, esta novedad en la historia del Derecho generó una gran t
cantidad de problemas jurídicos que no podrán ser analizados aquí en su
totalidad. Con todo, la importancia del proceso de Núremberg puede verse
il
}
principalmente en la elaboración de una lista de crímenes internacionales,
en la ruptura del postulado del Derecho internacional de la soberanía esta-
tal y del principio de la prohibición de retroactividad.
i
f
(5) Ellos fueron: Grecia, Dinamarca, Yugoslavia, Holanda, Checoslovaquia, Polonia, Bélgi- 1
f
ca, Etiopía, Australia, Honduras, Noruega, Panamá, Luxemburgo, Haití, Nueva Zelanda,
India, Venezuela, Uruguay y Paraguay. f
1
(6) TMI, Colección Oficial, Núremberg, 1947, Tomo 2, págs. 115 y 118. f
1
164 ©LA LEY
1
l
7. Los procesos de Núremberg
,
í
" tad, nombrado en primer término. Precisamente, se había acordado en el
denominado Pacto Briand-Kellogg de 1928 el fundamento para la erradica-
ción de la guerra en la política internacional; sin embargo, ninguna prohi-
bición jurídico-penal aparecía conectada con ello. En comparación con lo
J
anterior, el segundo tipo, el de los crímenes de guerra, fue discutido sólo de
un modo relativo. Sobre la base de las diferentes Convenciones de Ginebra,
como así también de la Convención de la Haya de 1907, existían realmente
ciertas acciones que, como medio y método de conducir la guerra, esta-
; ban prohibidas bajo amenaza de pena. Al contrario, los crímenes de lesa
~
humanidad constituyeron una creación absolutamente novedosa. Este tipo
delictivo representó el intento de verter en un concepto y también en un
t tipo penal una crueldad y un sistema de exterminio de la vida humana, que
i
f
t hasta aquel momento resultaba inimaginable. Los ilícitos que caían bajo
1
aquél, como el homicidio, la tortura, la esclavitud, el exterminio y otros se-
t
i
mejantes, son reconocidos indudablemente en todos los países civilizados
del mundo como acciones punibles. Sin embargo, puede indicarse que lo
t
que resulta cuestionable es que estos «delitos comunes» han ocurrido en el
il contexto de una agresión que afectaba a toda la humanidad. Frente a esta
} categoría se mantuvo una cierta cautela en el proceso de Núremberg, de
i modo que el tipo solamente encontró aplicación en relación con una ac-
ción de guerra. Dicho tratamiento restrictivo tuvo un resultado lamentable:
f los delitos contra el pueblo alemán no fueron sometidos a discusión en el
1
f
f
1
(7) Al respecto, dr. detalladamente SAFFERUNG, cDie Strafbarkeit wegen "Conspiracy" in
Nürnberg und ihre Bedeutung für die Gegenwart», KritV 201 O, vol. 1.
f
1
165
1 ©LA LEY
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1.2. Genocidio
;
Llama la atención que el genocidio no esté presente en esta lista de
crímenes internacionales. El tipo de genocidio no existía jurídicamente en
el año 1945. Justo tres años después, el 8 de diciembre de 1948, se logró 3-
t
i
(8) En el discurso de apertura, en el que Robert H. JACKSON puso especial énfasis en la «cons- ~
piración», la «Noche de los cristales rotos» encontró serias objeciones, aunque no así en
la sentencia; dr. TMI, Núremberg, 1947, Tomo 2, pág. 120.
1
;!
~
(9) Detalladamente respecto a esto último, K1RSCH, «Zweierlei Unrecht - Zum Begehungs-
j
zusammenhang der Verbrechen gegen die Menschlichkeit», en M1cHALKEIKORBERERIPAULY/
(1 O)
K1RSCH (dir.), Festschrift für Rainer Hamm, Berlín, 2008, págs. 269-288.
Reafirmados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 11 de diciembre de f
1
1946 como principios de Derecho internacional, bajo el título de «Principios de Núrem-
(11)
berg» (Resolución de la Asamblea General núm. 95 [I]).
Vid. también, GIL GIL, «Die Tatbestande der Verbrechen gegen die Menschlichkeit und
t
1
des Volkermordes im Romischen Statut des IStGH», ZStW 112 (2000), pág. 381.
ti
166 ©LA LEY
i
7. Los procesos de Núremberg
t
i
En el proceso de Núremberg contra los principales criminales de guerra
se dejó de lado, por primera vez en la historia de la humanidad, la sobera-
~ nía estatal, el fundamento de la inmunidad de los jefes de Estado y de los
1
!'
~
f
1 (12) Sobre la biografía poco investigada de Raphael Lemkin, CooPER, Raphael Lemkin and the
Struggle for the Genocide Convention, Nueva York, 2008.
t
1
(13) Vid. BARRITT, John, rRaphael Lemkin and ªGenocide" at Nuremberg, 1945-1946», en
SAFFERUNc/CoNzE (dir.), The Genocide Convention 60 Years after its Adoption, La Haya,
201 O, pág. XX.
ti
(18)
en sentido estricto; vid. HASSEL, Kriegsverbrechen vor Gericht, Baden-Baden, 2009, pág. 55.
Esta relación fue claramente expresada por Robert H. JACKSON, Fiscal Jefe de los EE.UU.,
J'
{-
con motivo de su discurso de apertura en Núremberg, vid. TMI, Núremberg, 1947, Tomo
Por esta razón, recién tras la victoria sobre la Alemania nazi es que los
aliados se comprometieron en la Declaración de Moscú de 1943 a la per-
secución penal de los peores criminales del nacionalsocialismo. La perse-
cución penal debía realizarse en diferentes niveles y, especialmente, allí
donde no existía ninguna referencia territorial explícita debía establecerse
una persecución penal internacional coordinada. De ahí que tras la rendi-
ción incondicional del 8 de mayo de 1945, se haya comenzado a trabajar
en la persecución penal internacional de los principales criminales de gue-
rra, al mismo tiempo que se organizaban administrativamente las Zonas de
Ocupación. Incluso cuando Hitler, Goebbels y otras significativas figuras
y representantes del nacionalsocialismo se habían sustraído al proceso al
haberse suicidado, todavía estaban a disposición, especialmente, G6ring,
j Rudolf HeB como sustituto de Hitler en el partido, Donitz como sucesor de
j Hitler, otros generales del Ejército alemán como Keitel y Jodl, diferentes mi-
1 nistros del Reich como von Ribbentrop y Albert Speer, como también otros
f representantes de este régimen ilegal. Dado que también fueron acusados
i. los niveles más altos de la conducción política de la Alemania nazi, se ex-
t
presó que el fundamento de la inmunidad de los hechos cometidos en ejer-
l cicio de un cargo público dejaba de tener validez frente a los graves críme-
nes de lesa humanidad. La acusación de los altos militares impidió invocar
J la «obediencia debida» como eximente de responsabilidad individual<19l.
1
~ 11.2. La prohibición de retroactividad
1 Desde entonces la punibilidad rige como tal incluso cuando el respec-
1
¡
tivo Derecho nacional se encuentra conformado de tal manera que los he-
chos no representan ninguna infracción a la ley. Incluso cuando, según los
principios generales del Estado de Derecho, no se permite una aplicación
1
t
retroactiva del Derecho penal, ello deja de ser válido cuando los funda-
mentos mismos del mundo civilizado se vieron afectados por las personas
acusadas. Esta tesis, que en principio resulta contraria a una dogmática
J jurídica fuertemente positivista, se basa principalmente en una profunda
2, pág. 100; cfr. también JuNG, Die Rechtsprobleme der Nürnberger Prozesse, Tubinga,
1992, págs. 96-106.
J (19) Ambas eximentes fueron caracterizadas por Robert H. jACKSON en su discurso de apertura
como anacrónicas y contrarias al principio de responsabilidad individual, vid. TMI, Nú-
remberg, 1947, Tomo 2, pág. 149.
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(20) Vid. HARRIS, Tyrannen vor Gericht, Berlín, 2009, pág. 502. i.
(21) AMsos, lnternationa/es Strafrecht, 2. ed., Múnich, 2008, § 10, núm. marg. 67.
(22) Vid. Sexto Informe del Gobierno Alemán sobre los Derechos Humanos en su Política
t
Exterior y en otros Ámbitos de la Política (Human Rights Report), 2000/02, 36, en www.
bmj.bund.de!media/archive/267.pdf. Al producirse la unificación alemana la cuestión
de la prohibición de la retroactividad cobró nuevamente actualidad, por lo que tam-
bién se hizo necesario el retiro. Así lo muestra especialmente el caso del TEDH Streletz,
Kessler, Krenz vs. Alemania del 22 de marzo de 2001, Reports 2001-11; con anterioridad,
BVerfGE 95, 96; también al respecto WERLE, «Rückwirkungsverbot und Staatskriminali-
tat», NJW 2001, pág. 3001; PmRs, Einführung in die EMRK, Múnich, 2003, pág. 6.
1
7. Los procesos de Núremberg
i
1
t
En 1977 se logró un nuevo avance a partir de los Protocolos Adicionales.
Lo mismo sucedió a nivel de Derechos humanos. No sólo se alcanzaron
importantes progresos con el Consejo de Europa y la Convención Europea
de Derechos Humanos sino que también a nivel internacional se celebró un
gran avance en materia de Derechos humanos con la aprobación del Pacto
1 Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Como ya se apuntó, en 1948
se adoptó concretamente un nuevo tipo penal con la aprobación de la Con-
· vención contra el Genocidio. Todo ello es consecuencia de Núremberg. No
1 obstante, no tuvo lugar una persecución penal internacional, incluso cuando
no habrían faltado oportunidades para ello.
(23) Al respecto, vid. EsER, «Das lnternationale Militartribunal von Nürnberg aus deutscher
Perspektive11, en REGINBOG1N!SAFFERLING (Hrsg.), Die Nürnberger Prozesse: Volkerstrafrecht
seit 1945, págs. 53-59.
171
1
()LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Más allá de las críticas, este principio fue tomado en serio en el proceso
de Núremberg contra los principales criminales de guerra, lo cual puede
evidenciarse en que con von Papen, Fritzsche y von Neurath fueron, en
definitiva, solamente tres las personas absueltas, en contra de la fuerte re-
sistencia de los jueces soviéticos. El Estatuto estuvo fuertemente orientado
al modelo adversatorio del Derecho procesal norteamericano. Ello obligó a
real izar algunos esfuerzos por parte de los defensores alemanes para enten-
derse con un Derecho procesal desconocido por ellos(26J. Pese a que desde
la perspectiva actual el proceso penal de Núremberg dejó que desear en
cuanto a la imparcialidad, no obstante, debe tenerse en cuenta que cada
(24) Se ofrece una visión general relativa a las diversas dificultades en SAFFERLING, Towards an
lnternational Criminal Procedure, Oxford, 2003.
(25) Vid. Robert H. JACKSON, 14 de abril de 1945, Washington o.e. American Society of lnter-
national Law.
(26) Vid. KRANZBÜHLER, Rückblick auf Nürnberg, Gotinga, 1949.
uno de los acusados estuvo asistido por un defensor al que le fue otorgado
¡: suficiente tiempo y oportunidades como para aportar pruebas desincrimi-
natorias, del mismo modo que un costoso sistema de intérpretes garantizó
la comprensión.
1
1
IV. DESPUÉS DE NÚREMBERG
Sin embargo, con el proceso de Núremberg contra los principales cri-
1:
$
minales de guerra no concluyó, ni mucho menos, la superación de los
violentos crímenes del nacionalsocialismo mediante el Derecho penal. No
F.
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obstante, el proceso de Núremberg tiene hasta nuestros días una notable
"i importancia.
{
~
~
IV.1. La posguerra
f
Como consecuencia de «Núremberg» otros criminales del nacionalso-
cialismo fueron perseguidos y condenados por tribunales nacionales. Los
juicios, que quedaron en la historia como los «Procesos posteriores de Núr-
emberg», fueron procesos que estuvieron bajo la exclusiva responsabilidad
estadounidense, según la Ley núm. 1O del Consejo de Controll27l. Parale-
lamente, tanto en las Zonas de Ocupación francesal25J como británica<29 l,
aunque también en la soviétical30J, se llevaron adelante procesos contra
los criminales de guerra que, sin embargo, no tuvieron la misma atención
ni importancia que aquellos otros doce procesos posteriores realizados en
(27) Otros juicios fueron llevados adelante en Dachau bajo responsabilidad estadounidense.
Vid. LESSING, Dererste Dachauer Prozess (1945/46), Baden-Baden, 1993; BRYANT, «Dachau
Trials-Die rechtlichen und historischen Grundlagen der US-amerikanischen Kriegsverbre-
cherprozesse, 1942-1947111, en RAom/ROSSNER!ScH1LLERIFORM (Hrsg.), Historische Dimen-
sionen von Kriegsverbrecherprozessen nach dem Zweiten Weltkrieg, Baden-Baden, 2007,
págs. 111-122, y la recopilación de E1BER/S1m (Hrsg.), «Dachauer Prozesse111, NS-Verbre-
chen vor amerikanischen Militargerichten in Dachau 1945-1948, Gotinga, 2007.
(28) Vid. Mo1SEL, Frankreich und die deutschen Kriegsverbrecher, Gotinga, 2004. Los juicios
han sido hasta ahora poco investigados.
(29) En relación a los procesos bajo la Royal Warrant de 18 de junio de 1945, vid. HASSEL,
supra, nota 17.
(30) Vid. ROPING, «Zwischen Recht und Politik: Die Ahndung von NS-Taten in beiden deuts-
chen Staaten nach 1945», en Die Nürnberger Prozesse. Volkerstrafrecht seit 1945, págs.
186-195; WE1NKE, Die Nürnberger Prozesse, Múnich, 2006, págs. 112-115.
e LA LEY 173
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
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penales (en este punto se habla de un total de más de 10.000 juicios pena- ~
les), sino que ha realizado enormes esfuerzos por castigar penalmente los ¡"
~í
peores crímenes, con independencia del tiempo y el espacio, si se piensa ~~
en los espectaculares procesos posteriores, como por ejemplo, el proceso -J
de los grupos de tareas de Ulm, el denominado «proceso de AusschwitZ»
en Alemania, el «proceso de Eichmann» en Jerusalén, el «juicio contra Pa-
pin» o «Trouvier» en Francia y algunos otros. Estos juicios forman parte de
la cultura de la memoria colectiva en Europa. !
~
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¡-
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IV.2. El camino hacia La Haya t
~
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Incluso cuando durante la «Guerra Fría» no fue posible un desarrollo !~
posterior de la Justicia penal internacional, con el ese fin apareció nueva-
mente el recuerdo de «Núremberg». El Estatuto del Tribunal para Yugoslavia %
i
i
~
(31) Ofreciendo un panorama general, l<AsrNER, Von den Siegern zur Rechenschaft gezogen, Núr- ~
(32)
emberg, 2001, págs. 227-283; HARRIS, Tyrannen vor Gericht, Berlín, 2008, págs. 532-550.
Hasta ahora éste es el único proceso posterior documentado completamente, vid. j
EBBINGHAus/DORNER et al., Der Nürnberger Arzteprozess 1946147. Wortprotokol/e, Ankla- ·~
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¡
(Hrsg.), Baden-Baden, 1996.
(34) Especialmente respecto al Caso V, el proceso contra Flick, entre otros, vid. juNG, Die
Rechtsprobleme der Nürnberger Prozesse, Tubinga, 1992.
(35) Cfr. Bw1us, «Caso 11: Der WilhelmstaBen-Prozess», en UEBERSCHAR (Hrsg.), Der National- ~
sozialismus vor Gericht, 2.ª ed., Fráncfort d.M., 2000, pág. 190. ¡
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174
1
©LA LEY
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1
7. Los procesos de Núremberg
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también es vinculante para cada gobernante y de que el principio de la
soberanía estatal también debe ceder frente a la protección jurídico-penal
de los Derecho humanos, puede considerarse en principio como universal-
mente conocido'38 l.
¡"
i Secretario General de las Naciones Unidas de aquel entonces, Butros-Butros GHAL1, hizo
en varias ocasiones claras referencias al Tribunal Penal Militar de Núremberg, vid. Report
of the Secretary-General Pursuant to Para.2 of Security Council Reso/ution, 808 (1993), 3
de mayo de 1993, pág. 25704, §§ 35, 47.
j (37) Respecto a la comparación del Estatuto del Tribunal Penal Militar con el Estatuto de
Roma, dr. Z1MMERMANN, «Das juristische Erbe von Nürnberg-das Statut des lnternationa-
len Militartribunals und des lnternationalen Strafgerichtshofs», en REGINBOG1NISAFFERL1NG
(Hrsg.), Die Nürnberger Prozesse: VÓ/kerstrafrecht seit 1945, págs. 247-258.
(38) En cualquier caso, el principio de inmunidad de los delitos cometidos por los gobernan-
175
1
©LA LEY
1
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1
11 0Rnz DE URSINA G1MEN0, Íñigo
Profesor Contratado-Doctor de Derecho Penal
f Universidad Pompeu Fabra
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN: LO QUE ESTÁ EN JUEGO
1 11. UN POCO DE HISTORIA
11.1. La sentencia
J 11.2. La reacción doctrinal ante la sentencia
1 111. UNA PROPUESTA DE SOLUCIÓN: LA APLICACIÓN DEL ESTADO DE
NECESIDAD JUSTIFICANTE
1 111.1. La vaguedad del estado de necesidad y su relación con el
1 consecuencia! ismo
111.2. ¿Es posible comparar vidas humanas?
t (*) Sentencia del Oberster Gerichtshof für die Britische Zone de 5 de marzo de 1949 (OGHSt
19-49).
1
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(1) Los hechos y la parte más relevante de los fundamentos jurídicos de la resolución pueden
consultarse en MOR, 1949, págs. 370-373. La decisión fue comentada por WELZEL en ese
mismo lugar (págs. 373-376), así como por ScHMIDT, cZurTOtung von Geisteskranken auf
Grund des Hitlererlasses v. 1939 und zur Frage des arztlichen Widerstandes gegen ein
1t
j
~
solches Massenverbrechen», SJZ 1949, cols. 659-670, PETERS, «Zur Lehre von den persón- 1'
~
lichen Strafausschliessungsgründen», JR 1949, págs. 496-500; y KLEFISCH, «Die nat.-soz. i
t"
Euthanasie im Blickfeld der Rechtsprechung und Rechtslehre», MOR 1950, págs. 258-
~
265. El caso ha sido asimismo ampliamente utilizado por la doctrina para discutir cues- 1
tiones relativas a la distinción entre justificación y exculpación, la colisión de deberes y
las situaciones de necesidad en las que entran en conflicto vidas humanas.
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1
¡
178 ©LA LEY ~
i
8. Caso de los dos psiquiatras en el 111 Reich
1 (2) KLEFISCH, MOR 1950, recoge sentencias sobre casos semejantes que se dictaron en Ale-
'
1
rios de selección de casos judiciales por los académicos, vid. las reflexiones de ScHAUER,
Thinking Like a Lawyer, Cambridge, 2009, págs. 20-23 y 140-141.
i
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
En realidad, cuando existen!4l, los anteriores efectos tienen que ver con la
distinta calificación deóntica de los comportamientos justificados y los excul-
pados: mientras que la existencia de una causa de justificación califica la con-
ducta corno permitida, la existencia de una excusa no modifica la calificación
de la conducta corno prohibida (u obligatoria), aunque evita que el sujeto sea
considerado personalmente responsable. Siguiendo una fórmula debida al fi- j
lósofo del lenguaje oxoniense John Ausr1N!5i, «En un caso [justificación], dicho 1
sea con brevedad, aceptarnos la responsabilidad pero negarnos que se trate i
de un hecho erróneo; en el otro [excusa], admitirnos que estuvo mal, pero no 1
aceptarnos toda la responsabilidad, e incluso no aceptarnos ninguna». '
,j
l
8. Caso de los dos psiquiatras en el 111 Reich
jurado (a), pero concedió a los acusados una causa personal de exclusión
de la pena en atención al móvil ético que guió su conducta (b).
i1 la integridad física. Por el contrario, y con total justicia, valora por igual la
vida humana. Cualquier otro baremo sería degradante e intolerable».
l e LA LEY 181
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
t
182 ©LA LEY i
~'
l
8. Caso de los dos psiquiatras en el 111 Reich
1
i
ante el Derecho. ScHMIDT (565-566) añade además dos razones, una de
carácter ético y otra de carácter aparentemente dogmático que en realidad
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l
(1 O) Es precisa una matización: con toda seguridad los psiquiatras tenían un deber de garantía
respecto de sus pacientes derivado del ejercicio de su profesión, y lo cumplieron con
aquellos a los que salvaron. El problema es que este deber cumplido colisiona con otro,
que se infringe, respecto de los que perecieron, de modo que el caso no puede resolverse
l
limpiamente a través del art. 20.7. En lo que sigue, por razones de espacio y dado que
existe acuerdo sustancial en la calificación de la colisión de deberes como estado de 1
necesidad, me referiré de modo general a esta última eximente.
(11) De acuerdo, MARTÍN LORENZO «La ajenidad del autor respecto a la situación como requisi-
to del estado de necesidad exculpante», en CUERDA R1ezu (dir.), La respuesta del Derecho
penal ante los nuevos retos, Madrid, 2006, págs. 310-311, con numerosas referencias 1
sobre los partidarios de una y otra posición en España. En cuanto a la discrepancia his-
pano-germana, no debe pasarse por alto la importancia decisiva de la regulación legal: i
!:
f
mientras que en España un solo artículo se refiere expresamente al estado de necesidad
(art. 20.5 CP) y admite expresamente la exención en caso de «males iguales», en Alema- i
t
nia los §§ 34 y 35 del StGB se refieren, expresamente puesto que así se titulan, al estado
de necesidad justificante y al estado de necesidad disculpante, exigiendo el primero que
t
el interés salvado «sobrepase esencialmente» al lesionado y limitando el segundo su
campo de actuación a los conflictos que involucran bienes especialmente importantes
del sujeto que actúa o de sus allegados.
1-,
t
f
186 ©LA LEY
l
8. Caso de los dos psiquiatras en el 111 Reich
l mayor»). El reverso de estas ventajas viene constituido por la poca guía que
esta regla ofrece a quien tiene que aplicarla a los concretos casos conflicti-
vos. En realidad, más allá de restricciones como las contenidas en las reglas
l segunda (relativa a la falta de provocación intencional de la situación de
necesidad) y tercera (falta de obligación de sacrificio) del art. 20.5, lo único
1 que dice la regla es, si se me permite el atentado al castellano, «mejor más
bueno que menos bueno». En esto coincide la regulación jurídica del esta-
do de necesidad con la premisa básica del consecuencialismo ético.
1 Es usual definir el consecuencialismo como una teoría que define lo
i
:
correcto en términos de lo bueno: lo correcto, aquello que debe hacerse,
es aquello que maximiza lo bueno. Toda teoría consecuencialista precisa
dar dos pasos: en primer lugar, ha de definir qué es bueno, en el sentido
t
t de valioso, y en segundo lugar ha de prescribir la maximización de aquello
que se ha definido como bueno. La propuesta parece racional y a simple
1 vista inobjetable. Pero este inicial atractivo puede resultar francamente en-
gañoso. En realidad, todo depende de cómo se defina «lo bueno»: una
t
f
compararla con la de otra/s?), hacen que el utilitarismo sea hoy en día una
teoría ética minoritaria y que quienes todavía la sostienen lo hagan en ver-
siones edulcoradas, como el utilitarismo de reglas( 13 J.
Frente al abrazo del bienestar como valor supremo por parte del utilita-
rismo, la mayoría de las perspectivas consecuencialistas defienden catálo-
gos y jerarquías de intereses similares a los de otras teorías éticas (y a los
contenidos en el Derecho penal nuclear): la vida en lo más alto, seguida
por la integridad física, la libertad en sus diversas formas y la propiedad.
Lo que diferencia el consecuencialismo de las teorías éticas deontológicas
.con las que usualmente se le contrapone! 14J y que se definen como teorías
que evalúan la conducta por sus propiedades intrínsecas (por ejemplo, si
es dolosa, imprudente o diligente, o si se llevó a cabo en error vencible
o invencible), y no por sus consecuencias, es que el consecuencia! ismo
110 puede admitir que por razones de principio se excluya la existencia
de situaciones en las que la lesión de ciertos bienes, por importantes que
sean, sea la conducta más adecuada. El contraste con las teorías que ad-
miten la restricción del cálculo no es tan extremo como suele pensarse. En
(13) Según éste, la maximización de la utilidad no debe buscarse en cada acto concreto, sino
en el establecimiento de reglas: habrán de adoptarse aquellas reglas que maximicen la
·utilidad social. El problema de este enfoque es que parece imposible desarrollarlo sin
acabar en el utilitarismo del acto mediante el establecimiento de reglas cada vez más
específicas. Sobre el tema, vid. MACKIE, Ética. la invención de lo bueno y lo malo, Barce-
lona, 1990, págs. 155-156.
{14) Las teorías éticas no se agotan en deontológicas y consecuencialistas: la contraposición
no abarca teorías como las contractualistas, o las éticas de la virtud, que han tenido un
inesperado resurgir en los últimos treinta años. Para un panorama de la cuestión, vid. DRI-
VER, «Normative Ethics», en JAcKSONISMITH (eds.), The Oxford Handbook of Contemporary
Phi/osophy, Oxford, 2005, págs. 31-62.
Estamos pues ante un conflicto entre bienes de igual valor, todos ellos
condenados a perecer por la puesta en marcha de un letal curso causal por 1
completo ajeno a la voluntad de los acusados y no controlable por éstos. La i
decisión de participar en dicho curso causal para salvar el mayor número
de estos bienes supone un mal menor que la omisión de tal participación,
que habría desembocado en el perecimiento de todos o la inmensa mayor
parte de ellos. Estamos ante una situación de necesidad en la que se opta
por el mal menor. Un caso de justificación.
(16) En este sentido, KLEFISCH, MOR 1950, págs. 258-265. No es casual que este autor sea el
único comentarista de la sentencia en la temprana posguerra que admite el estado de
necesidad justificante en el caso.
1
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. EL ESTADO DE LA DISCUSIÓN HASTA 1955
111. LOS ARGUMENTOS DEL TRIBUNAL SUPREMO FEDERAL
IV. CONSECUENCIAS DE LA RESOLUCIÓN
IV.1. El planteamiento de las teorías cognitivas
IV.2. Los planteamientos volitivos
V. BALANCE Y PERSPECTIVAS
~LALEY 193
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
194 ©LA LEY
t
9. Caso del cinturón
{3) Puede encontrarse un resumen del estado de la cuestión acerca del concepto de dolo
con anterioridad al ccaso del cinturón• en RAGUÉS 1VALLEs, El dolo y su prueba en el pro-
ceso penal, Barcelona, 1999, págs. 53-81.
1
t C> LA LEY 195
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
«fórmulas» que debían auxiliar al juez para decidir en cada caso acerca de
la presencia del elemento volitivo en las citadas modalidades de aproba-
ción o consentimiento. Entre las propuestas de este autor la más extendida
era aquella según la cual el juez debía preguntarse qué habría hecho el
acusado en el caso de haber sabido con seguridad que el resultado lesivo
iba a producirse: si llegaba a la conclusión de que el sujeto habría actuado
igualmente, debía sostenerse que aprobó el resultado y, por tanto, actuó
con .dolo; en caso de pensarse que habría desistido de su conducta, en
cambio, sólo cabía sostener la realización de una conducta imprudente<4i,
origen -donde había sido acogida primero por el Tribunal del «Reich» y
s
l
más tarde por el BGH- sino en otros países, entre ellos España, donde el
Tribunal Supremo la continuó aplicando hasta bien entrada la década de
it
~
(6)
lo eventual», en lo., Estudios de Derecho penal, 3.ª ed., Madrid, 1990, págs. 252-254.
Cfr. por ejemplo la STS de 16 de noviembre de 1987 (ponente, Barbero Santos): cla cues- 1
tión a resolver para afirmar el dolo eventual es otra ¿habría actuado el procesado de la
misma forma si se hubiera representado el resultado mortal como seguro? Tan sólo si se
responde positivamente a esta pregunta, se puede afirmar que Luis Alberto C. cometió el
parricidio con la concurrencia de dolo eventual».
i
9. Caso del cinturón
l
1,.1
nos en que lo había hecho hasta entonces la jurisprudencia, parecía llevar
inevitablemente a condenar por un mero homicidio imprudente, al faltar
en los sujetos la aprobación interna con que se había caracterizado hasta
entonces el dolo eventualm.
s
l!
'
ponía en peligro la vida de M., como bien demostraba la circunstancia de
que inicialmente hubieran descartado dicho método para evitar tal resulta-
do. El elemento cognitivo del dolo quedaba, por tanto, acreditado. Prosigue
el BGH:
1 «Es cierto que el conocimiento de las posibles consecuencias de una
determinada acción y el consentimiento sobre dichas consecuencias son
1
(7) De acuerdo con esta idea, Rox1N, JuS 1964, pág. 54. El callejón sin salida al que llega
1~
la teoría del consentimiento en los supuestos que presentan la estructura del clederrie-
menfall• (el sujeto crea un notable riesgo pero el resultado le desagrada) es puesta gráfi-
camente de manifiesto por GIMBERNAT ÜRDEIG, cAlgunos aspectos de la reciente doctrina
i
¡~
jurisprudencia! sobre los delitos contra la vida•, ADPCP 1990, pág. 424, a propósito de
la STS de 28 de noviembre de 1986 (ponente, Soto Nieto), que resolvió el denominado
í «caso Bultó».
i.~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Tribunal del Jurado. Con esta afirmación no se parte de que el autor quiera
en sentido jurídico un resultado cuando solamente lo haya advertido como
posible [...]. De las circunstancias reseñadas se puede deducir sin lugar a
'
i¡
1""
dudas que /os acusados no deseaban en modo alguno la muerte de M. [... ].
El consentimiento del resultado, que según la jurisprudencia del Tribunal del
"Reich" y del BGH constituye el elemento decisivo para distinguir el dolo 1
1
eventual de la culpa consciente, no significa que el resultado deba satisfacer 1
los deseos del autor. Puede darse dolo eventual incluso cuando el acaeci- 1
miento del resultado sea algo que resulte indeseable para dicho autor. Sin í
embargo, éste aprueba el resultado en sentido jurídico cuando, de acuerdo 1
con el objetivo que persigue, necesariamente, esto es, por no poder alcan-
zar dicho objetivo de otra manera, se conforma con que su acción cause el r
resultado en sí mismo no deseado y, por todo ello, para el caso concreto, lo l!.
quiere» 18>. ~
¡
}
Continúa la sentencia:
«También en el dolo incondicionado ["unbedingterVorsatz", esto es, do-
lo directo de segundo grado] el resultado puede resultar desagradable al
l
autor, lo que ocurre, en todo caso, cuando alguien que quiere conseguir t
un determinado objetivo emplea de mala gana un método, porque sabe
l
que sólo mediante ese método puede alcanzar el resultado que persigue. El ~
dolo eventual se diferencia del no eventual en que el resultado indeseado t
no se prevé como necesario, sino tan sólo como posible. Se diferencia de la ¡
imprudencia consciente en que el autor que actúa con imprudencia cons- t
ciente confía en que el resultado previsto como posible no va a acaecer y
por ello acepta el peligro, mientras que el autor que actúa con dolo eventual i
acepta precisamente dicho peligro porque, en la medida en que no puede l'
conseguir su objetivo de otra manera, no renuncia a conseguirlo mediante
el método indeseado». 1
1l
(8) En lengua alemana «Billigung» puede emplearse tanto en el sentido de •consentir» co-
mo en el de e aprobar», expresiones que en castellano distan mucho de tener un mismo t
significado. Tradicionalmente la doctrina española ha traducido la expresión cBilligungs-
theorie» (así como «Einwilligunstheorie») por «teoría del consentimiento•. Sin embargo,
en el «Lederriemenfall» se opta por traducir la expresión •Billigung in Rechtssinne• co-
j
mo «aprobar en sentido jurídico», pues buena parte de la doctrina germánica entiende
que cuando en la dogmática del dolo eventual se emplean el verbo cbilligen» y deriva-
dos, se hace como sinónimo de «gutheiBen», verbo que puede traducirse por «aprobar»,
pero no por •consentir». En este ámbito pueden resultar ilustrativas las consideraciones
de FRrscH, Vorsatz und Risiko, Colonia, 1983, pág. 269.
1
1
i
1
198 ©LA LEY
'
i¡
1
9.
1 (9) Vid., por ejemplo, STRATENWERTH, cOolus eventualis und bewuBte Fahrlassigkeib, ZStW
1
i
71 (1959), pág. 52. En el mismo sentido RAGuB rVALLB, El dolo, pág. 25.
(12)
mantenerse los elementos voluntativos del dolo».
l<AuFMANN, Strafrechtsdogmatik zwischen Sein und Wert, Colonia, 1982, pág. 75. Cfr.
f
igualmente, las observaciones de SANC1Nm1, Teoría del delito y disvalor de la acción, Bue-
nos Aires, 1991, págs. 155-157. Este autor (ibídem, pág. 157) manifiesta, sin embargo,
que históricamente «no existe ninguna adscripción automática entre finalistas y repre-
ti
(13)
sentacionistas, por un lado, y causalistas y consensualistas o motivacionistas, por otro».
FR1scH, Vorsatz und Risiko, págs. 324-326, expone cómo el consentimiento desempeñaba
1
i
el papel de filtro que permitía excluir de lo doloso los casos de conductas valoradas posi-
t
200 ©LA LEY
l
f1 9. Caso del cinturón
1
1
«aprobar en sentido jurídico», con independencia de lo que diga el BGH,
carece de contenido propio, de tal modo que quien actúa voluntariamen-
!~ te siendo consciente de la posible realización del tipo/ necesariamente la
«aprueba en sentido jurídico». Esta afirmación puede hacerse extensiva a
fC
~
t
otros requisitos pretendidamente volitivos con los que la jurisprudencia
*i suele caracterizar también el dolo eventual, como son el «aceptar», «resig-
Jo narse» o «conformarse» con la realización típica< 14i, La deducción automá-
1 tica de estos elementos a partir del hecho de que un sujeto haya actuado
pese a contar con un determinado nivel de representación del riesgo hace
1
que éstos dejen de tener un sentido autónomo y, en tal medida, puede pres-
l
f. cindirse de ellos sin que las soluciones cambien(1 5>. En todo caso/ los parti-
darios de esta teoría sólo lamentan que no acabe de darse el último paso y
! en el plano terminológico se prescinda definitivamente de un elemento que
ha perdido todo su contenido.
i
i Por lo que respecta al tratamiento que merecen aquellos casos en los que,
li pese a ser consciente de la concurrencia de un riesgo importante, el sujeto
obra en la confianza de que el resultado no acabará produciéndose, los par-
l tidarios de estas teorías consideran que dicha confianza ha de excluir el dolo,
*f pero no por eliminación del elemento volitivo, sino porque quien confía en
f
i (14)
tivamente pero creadoras de peligro que hoy se reconducen a categorías como el riesgo
permitido o la adecuación social.
Así, Ross, Über den Vorsatz, Baden-Baden, 1979, pág. 90, considera que cla fórmula
del conformarse está vacía y sólo es el circunloquio de una acción pese a la previsión
1 de un daño como posible». Tal vez las críticas más duras contra la argumentación del
BGH hayan sido las dirigidas por HERZBERG, «Die Abgrenzung von Vorsatz und bewuBter
Fahrlassigkeit-ein Problem des objektives Tatbestandes11, JuS 1986, pág. 251: cla forzada
f inversión del sentido del lenguaje propició la introducción del concepto "aprobar en
sentido jurídico", ya desde entonces ampliamente ridiculizado: aquello que los acusa-
ti (15)
dos, según el sentido del lenguaje, habían desaprobado, lo habrían aprobado en sentido
jurídico» (cursiva en el original).
Así, WEIGEND, cZwischen Vorsatz und Fahrlassigkeit», ZStW 93 (1981), pág. 670, para
1 quien la teoría de la voluntad y la teoría de la posibilidad no se hallan alejadas, «puesto
que el autor "quiere" todas las consecuencias accesorias que prevé como posibles y que
está dispuesto a aceptar al querer otro objetivo».
t
l ()LA LEY 201
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
t¿
202 ©LA LEY
t
9. Caso del cinturón
l
~
V. BALANCE Y PERSPECTIVAS
4 Las divergencias expuestas en el curso de los subapartados anteriores
i no deben impedir que siga afirmándose que a partir del «Lederriemenfall»
1 existe un auténtico consenso de fondo acerca del alcance del dolo even-
1
! (18) Un resumen de estos planteamientos, con las oportunas referencias, en RAcuÉS 1VALLEs, El
1, (19)
dolo, pág. 103 ss.
Cfr. JESCHECK, cAufbau und Stellung des bedingten Vorsatzes im Verbrechensbegriff»,
i Wolf-FS, Frándort d.M., 1962, pág. 486: «"conformarse" y "actuar en la confianza" son
ff conceptos complementarios del aspecto anímico: quien no actúa en la confianza de la
· ausencia del resultado se conforma con él; quien se conforma con la producción del
resultado, no actúa confiando en su ausencia». En la doctrina italiana, por ejemplo,
{
MANTovANI, Diritto pena/e. Parte genera/e, 3.ª ed., Padua, 1992, pág. 320, entiende que el
~ dolo eventual, además del conocimiento, requiere que el sujeto «acepte» el resultado.
1
~
(20) Vid., por ejemplo, las críticas de HERZBERG, e Das Wollen beim Vorsatzdelikt und dessen
Unterscheidung vom bewuBt fahrlassigen Verhalten», JZ 1988, pág. 575.
t¿
t ~LALEY 203
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
tual. Por ello los principales puntos problemáticos que se plantean a todas
estas teorías son a grandes rasgos los mismos: en primer lugar, no resulta 1
sencillo decidir qué tratamiento conviene dar a determinadas situaciones
caracterizadas como de confianza irracional, ya sea porque el sujeto tiene
la expectativa totalmente infundada de que un resultado no va a acaecer,
o bien porque no aprecia riesgo alguno allí donde cualquier persona mí-
nimamente juiciosa lo habría visto; y, en segundo término, otro problema
común es que todos estos planteamientos hacen depender el dolo de la
existencia de un cierto grado de representación sobre los elementos del
tipo objetivo, quedando fuera del ámbito doloso los casos de desconoci-
miento provocado, que en la discusión angloamericana se caracterizan con
la expresión «willful blindness» y cuyo merecimiento de pena parece más
cercano al del dolo que al de la imprudencia<21 i.
Con todo, el principal problema de las teorías del dolo eventual hoy ma-
yoritarias es, seguramente, que acaban legitimando la imposición de conse-
cuencias jurídicas de muy distinta gravedad en función de la concurrencia
de una serie de elementos psíquicos de realidad muy dudosa y compleja
acreditación procesal, haciendo depender a menudo la imposición de mu-
chos años de prisión de variaciones prácticamente imperceptibles en la
psique del acusado. Una complicada situación de la que las principales
responsables no son tales teorías, sino la propia ley, que contempla un
sistema de imputación subjetiva que sólo es capaz de distinguir entre dolo
e imprudencia y que pasa por alto las muy diversas configuraciones psí-
quicas -desde la intención hasta la inconsciencia absoluta- que pueden
presentarse en el sujeto activo en el momento de llevar a cabo su conducta,
así como la distinta valoración que deberían merecer todas ellas!22 i.
(21) Sobre esta cuestión RAGUÉS 1VALLES, La ignorancia deliberada en Derecho penal, Barcelo-
na, 2007.
(22) Una interesante crítica a los sistemas continentales de imputación subjetiva desde la
perspectiva del common law, que cuenta con un sistema mucho más elaborado de im-
putación subjetiva, puede encontrarse en TAYLOR, «Concepts of lntention in German Cri-
minal Law», OJLS 24 (2004), págs. 99-127.
1
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1
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1
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10
CASO CONTERGAN <*>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. EL AUTO DEL LG MCHEN DE 18 DE DICIEMBRE DE 1970
111. DOS PROBLEMAS CENTRALES DEL CASO Y SUS REPERCUSIONES
(*) El auto del tribunal competente -el Landgericht de la ciudad de Aachen (Aquisgrán),
similar a una Audiencia Provincial española- que puso fin al proceso penal en el que
se enjuició el caso Contergan (auto LG Aachen de 18 de febrero de 1970; JZ 1971, págs.
507 y ss.) sólo se publicó parcialmente, recogiendo los fundamentos jurídicos sobre el
fondo y la terminación del proceso, pero no los hechos probados; los aquí recogidos han
sido extraídos de la argumentación jurídica de la resolución y de diversos artículos del
semanario Der Spiegel, de www.WDR.de (Westdeutscher Rundfunk, emisora pública
con sede en Colonia) y de www.avite.org (Asociación de Víctimas de la Talidomida en
España).
t>LALEY 207
i
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
í
distribuía el medicamento, Chemie-Grünenthal. La empresa puso en i
marcha en el año 1955 diversos ensayos clínicos, llevados a cabo en 1
1
varios hospitales universitarios; los informes de los médicos responsa-
bles fueron positivos. No se realizaron ensayos en mujeres embaraza-
das. En julio de 1956, el departamento de sanidad del ministerio del
•
l
.¡
¡
1O. Caso Contergan
'
La empresa introduce una advertencia en el prospecto respecto del
uso prolongado de la sustancia, afirmando que los efectos secunda-
1! rios serían reversibles, y solicita la obligatoriedad de prescripción
1 médica para el medicamento en varios Estados federados. En verano
1
1
se publica el primer artículo científico que alerta sobre un aumento
significativo de la tasa de malformaciones. El día 15 de noviembre
•
l
¡
de 1961, el pediatra y genetista Lenz comunica por teléfono al je-
fe del departamento de investigación de Grünenthal que sospecha
que la ingestión de Contergan durante el embarazo puede producir
malformaciones, y exige a la empresa que retire del mercado in-
mediatamente todos los medicamentos que contengan talidomida;
esta exigencia también se formula en una reunión en el ministerio
del interior de Renania del Norte-Westfalia, que la empresa rechaza
-amenazando con interponer una demanda para ser indemnizada
t de los perjuicios ocasionados-. El día 26 de noviembre, el perió-
dico Welt am Sonntag publica un artículo sobre las sospechas de
Lenz. Al día siguiente, Grünenthal paraliza la comercialización del
medicamento.
l. INTRODUCCIÓN
(1) Son numerosísimos los trabajos jurídico-penales que se han ocupado del caso Conter-
gan; a continuación sólo se ofrece una selección de textos que contienen posiciones
especialmente relevantes, exponen la problemática con especial claridad o facilitan el
acceso a ulterior bibliografía: Armin l<AuFMANN, «TatbestandsmaBigkeit undVerursachung
im Contergan-Verfahren. Folgerungen für das geltende Recht und für die Gesetzgebung»,
JZ 1971, págs. 569 ss.; MAIWALD, Kausalitat und Strafrecht. Studien zum Verha/tnis von
Naturwissenschaft und Jurisprudenz, 1980; GóMEZ BENfTEZ, Causalidad, imputación y
cualificación por el resultado, Madrid, 1988, págs. 40 ss., 70 ss., 73 ss.; KuHLEN, Fragen
einer strafrecht/ichen Produkthaftung, Heidelberg, 1989, págs. 63 ss.; HILGENDORF, Stra-
frechtliche Produzentenhaftung in der «Risikogesellschaft», Berlín, 1993, págs. 115 ss.;
PuPPE, «'Naturgesetze' vor Gericht. Die sogenannte generelle Kausalitat und ihr Beweis,
dargestellt an Fallen strafrechtlicher Produkthaftung», JZ 1994, págs.1147 ss.; HASSEMER,
Produktverantwortung im modernen Strafrecht, 2.ª ed., Heidelberg, 1996, págs. 27 ss.,
31 ss., 38 ss.; ÍÑ1Go CoRROZA, La responsabilidad penal del fabricante por defectos de sus
productos, Barcelona, 2001, págs. 58 ss., 96 ss., 100 ss.
(2) JZ 1971, págs. 507 ss.; vid. la traducción parcial de los fundamentos jurídicos del auto
(punto 11: causalidad) en GóMEZ BENfTEZ, Causalidad, imputación, págs. 123 ss.
(3) Bajo el rótulo «tipicidad»; JZ 1971, págs. 507-51 O; incluyendo expresamente también el
homicidio imprudente en caso de que el sujeto afectado, una vez nacido, muriera por
consecuencia de las lesiones prenatales.
(4) Bajo el rótulo «causalidad»; JZ 1971, págs. 510-514.
1
j
En lo que se refiere a la primera de las cuestiones -la tipicidad co-
mo lesiones de las malformaciones causadas por actuaciones en la fase
prenatal-, el LG parte en su razonamiento de la base de que los delitos
l.
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
ésta podría desplegarse, esto es, una vez que ha nacido el sujeto'9l. En opi-
nión del tribunal, las consideraciones sistemáticas (la ausencia de una nor-
ma análoga al delito de aborto para las lesiones al feto) de los dictámenes
contrarios a la afirmación de la tipicidad «sólo explican la impunidad de
aquellas lesiones del fruto de la concepción que se agotan en dicha lesión.
Pero si la lesión que el producto de la concepción sufre no se queda limi-
tada a éste, sino que, más allá de ello, causa también una lesión corporal
en el ser humano [nacido], una misma cadena causal afecta sucesivamente
a diferentes objetos jurídico-penales de acción. No hay razón alguna para
pensar que la impunidad de la afectación del primer objeto deba implicar ~
J
también la impunidad de la afectación al segundo de los objetos.»! 10l
1
~-
i
Para la segunda cuestión -la relación de causalidad- la Cámara reser- -1
1
j
habrían acabado la gestación en abortos naturales. Dicho de otro modo:
la talidomida no habría causado malformaciones, sino habría protegido a
t
~-
(9)
(10)
Ibídem, págs. 509 ss.
Ibídem, pág. 510. i
(11) Ibídem, págs. 51 O, 514.
¡
212 ©LA LEY
iL
1O. Caso Contergan
i los países en los que hubo distribución de la talidomida, como, por fin, la
constatación de una exacta coincidencia temporal, en numerosos casos,
de la toma del medicamento por la gestante con el período del embarazo
! en el que se produce -como ya entonces formaba parte del conocimiento
científico- la formación en el feto precisamente de las estructuras físicas
1
t
que resultan afectadas por las malformaciones! 14i. Frente a la fuerza expli-
cativa combinada de estos tres factores, que establecen una correlación
.
l
i
- (12) Ibídem.
(13) En este ámbito, el pasaje acabado de reproducir es el más citado del auto del LG
J~ Aachen; en muchas ocasiones, la cita aislada de esta conclusión anticipada saca de con-
texto (así lo señalan, por ejemplo, GóMEZ BENfTEZ, Causalidad, imputación, págs. 43, 45;
1
f HILGENDORF, Strafrechtliche Produzentenhaftung, págs. 120 ss.) la formulación concreta,
tado desde ella hacia fuera, no satisface los requisitos que deben plantear
a un fabricante de medicamentos ordenado y cuidadoso»nai. El tribunal l
¡¡
l
1O. Caso Contergan
1
1 (19) Vid. sólo MENDOZA BuERGO, cEI Derecho penal ante la globalización: el papel del princi-
pio de precaución•, en BAOGALUPOICANao MELIÁ, Derecho penal y política transnacional,
Barcelona, 2005, págs. 319 ss., 334.
JZ 1971, págs. 514-517.
t"
~
(20)
(21) Sobre todo, en Alemania; en los EE. UU., sólo se produjeron algo más de una docena
de víctimas (en la fase de ensayos clínicos); aún así, es este país el único en el que hubo
un proceso judicial que acabó en sentencia, condenando a la empresa a indemnizar. En
1
¡ España, a pesar de que hubo un número muy considerable de víctimas (se estima que
l
~
unas 3000), en lo que se alcanza a ver, no se inició ninguna actuación judicial, y los me-
dicamentos se retiraron sólo en 1963 - una buena muestra de los niveles de eficacia de los
'
sistemas administrativo y judicial de la dictadura (vid. las tablas IV y V en www.avite.org).
l
¡
La recepción técnico-jurídica del debate alemán tuvo lugar sobre todo después del caso de
la colza (vid. infra en el texto), una vez restaurado un régimen político legítimo.
(22) En el plano legislativo, el caso motivó en Alemania una completa revisión de la Ley
federal del Medicamento (Arzneimittelgesetz: AMG), que acababa de entrar en vigor
J (vid. FREUND, en MünchKommStGB, Múnich, 2007, cAMG», previo a los§§ 1 ss., núm.
marg. 5 y s.). En este país ha revivido la atención de la opinión pública sobre la cuestión
en los últimos años; así, en 2006 se inició un escándalo mediático-judicial en torno a la
emisión de una película elaborada por la primera cadena pública de televisión (ARO),
que mostraba una versión de los hechos crítica con Grünenthal y algunos abogados de
1 la acusación accesoria; en julio de ese año fue prohibida su difusión en virtud de una
demanda de protección del honor interpuesta por Grünenthal y uno de los abogados de
los afectados ante el LG Hamburg; sin embargo, posteriormente el Oberlandesgericht (=
Tribunal Superior de Justicia de un Lancf) Hamburg y el Tribunal Constitucional Federal
t -al que habían recurrido los demandantes- permitieron su emisión, que tuvo lugar
í en 2007 (Der Spiegel 8.11.2007); en ese mismo año, un grupo de afectados británicos
planteó una nueva demanda de indemnización (Der Spiegel 12.11.2007); en 2008 se
produjo una huelga de hambre de afectados alemanes para reclamar indemnizaciones
!
ello a presos de campos de concentración (Oer Spiegel 16.2.2009). Por otra parte, en
España muy recientemente se está discutiendo la posibilidad de que el Gobierno indem-
nice a las personas afectadas (El PAÍS 22.3.201 O).
l
l ©LA LEY 215
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
por un lado, los dos problemas centrales para el Derecho penal material
planteados en el auto que antes se han sintetizado, y, por otro, se hace
referencia a la evolución que ha seguido la jurisprudencia y doctrina -ale-
mana y española- en las materias planteadas.
terior discusión del caso, cuál es el delito que podría integrar la conducta fj
de los miembros de la empresa farmacéutica en caso de que las malforma- t
:t
ciones producidas resultaran objetiva y subjetivamente imputables. Como :¡
:_;;
i
(23) l<AuFMANN, JZ 1971, pág. 569; su artículo fue, en lo que se alcanza a ver, el primer trabajo
¡
i.
jurídico-penal publicado sobre la resolución -KAUFMANN había actuado como perito de j
'4
la defensa en el proceso.
(24) A pesar de que desde el punto de vista actual, probablemente haya consenso en consi- i
derar que lo más importante en este ámbito es la definición de los deberes de cuidado 1
~
;¡¡
(niveles de riesgo permitido, como parte de la teoría de la imputación objetiva) y la de-
í
terminación de las responsabilidades individuales dentro de estructuras empresariales,
y el auto, como antes se ha indicado, contenía una original elaboración respecto de la
primera de las cuestiones (que, sin embargo, no son trasladables a la actualidad, ya que l
i
faltan -en la terminología de FRISCH [TatbestandsmaBiges Verhalten und Zurechnung des -1
il
Erfolgs, Heidelberg, 1988)- los ordenamientos primarios -en normas administrativas--
que hoy disciplinan el sector de actividad de la producción farmacéutica).
(25)
(26)
También en Deutsches Strafrecht. Besonderer Teil, 5.ª ed., Karlsruhe, 1969, pág. 76.
l<AUFMANN, /Z 1971, págs. 569-572; vid. también LüTTGER, cDer Beginn der Geburt und
das Strafrecht», JR 1971, págs. 133 ss., 139, y las referencias en el texto de l<AUFMANN, /Z
1
t
~
1971, pág. 570, texto correspondiente a la nota 7. ~
~
~
l
1O. Caso Contergan
1
t
deberes de cuidado, supondría una intolerable intromisión en la esfera de
libertad de las gestantes y de quienes se relacionen con ellas. En este sen-
tt tido, aparecería la posibilidad de inmiscuirse en el estilo de vida (esfuerzos
1 excesivos, consumo de sustancias tóxicas, realización de otras actividades de
f riesgo) de la mujer en cuestión por la existencia de esa protección penal del
producto de la concepción.
t
t
¡
;
b) En este punto, la posición defendida por el LG quedó en vía muerta.
~
En Alemania, la doctrina completamente dominante comparte desde enton-
ces el punto de vista expresado por Armin KAuFMANN<25 l, En España!29l, como
11 es sabido, el legislador ha tipificado expresamente en 1995 -asumiendo
así materialmente el contenido de esa argumentación- las lesiones al feto,
'
~
y ha excluido la responsabilidad a título de imprudencia de la mujer em-
¡ barazada tanto para el delito de aborto como para el de lesiones al feto.
.
La posición contraria, defendida en alguna ocasión por el TS -antes de la
1 (27) Así dice PEÑARANDA RAMos (•la protección de la vida y la salud humanas entre sus fases
prenatal y postnatal de desarrollo•, RDPC 11 [2003], pág. 235) que la argumentación de
l<AuFMANN en este punto•[ ... ) no ha sido hasta ahora, en lo que alcanzo a ver, razonable-
l (28)
mente desmentida. A mi juicio, porque no puede serlo».
Vid. sólo las referencias reunidas por PEÑARANDA RAMos, RDPC 11 (2003), pág. 228, nota
179; vid. también págs. 172 ss.; y MENOOZA BuERGO, •La delimitación del delito de le-
siones al feto en el sistema del Código Penal de protección de la vida y de la salud•, en
1 (29)
BAJO FERNÁNDEZIJoRGE BARRE1Ro/SuAREZ GONZÁLEZ (ed.), libro homenaje a Gonzalo Rodrí-
guez Mourul/o, Cizur Menor (Navarra), 2005, págs. 1579 ss., 1605 ss., nota 62.
Vid. PEÑARANDA RAMos, RDPC 11 (2003), pág. 228 con nota 180 y MENOOZA BuERGO, en
LH-Rodríguez Mourullo, págs.1579 y ss., nota 62, en cuanto a las referencias de la doc-
trina mayoritaria en España, que coincide con la alemana.
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l
10. Caso Contergan
1
~
{36) l<AUFMANN, }l 1971, págs. 572 SS.
{37) l<AUFMANN, }Z 1971, págs. 572-575.
•
l e LA LEY 219
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(38) «Puede decirse, sin exagerar, que el proceso y los problemas en él planteados han influi-
do de modo determinante toda la discusión reciente sobre la causalidad jurídico-penal»
(HrLGENDORF, Strafrechtliche Produzentenhaftung, pág. 115).
(39) Asumiendo la selección hecha por PuPPE, /Z 1994, pág. 1148; vid. supuestos italianos
próximos en GóMEZ BENfTEZ, Causalidad, imputación, págs. 43 y ss., 51 y ss.
(40) Que presentan, sin embargo, diferencias muy importantes entre sí, en las que aquí no es
posible entrar.
(41) BGHSt 37, págs. 106 y ss.
(42) LG Frankfurt, NStZ 1990, págs. 592 y ss.
(43) STS de 23 de abril de 1992; resolución que cita varios pasajes del auto del LG Aachen en
esta cuestión.
(44) Vid. las referencias en KuHLEN, Produkthaftung, págs. 63 ss., 66 ss.; ÍÑ1Go CoRROZA, La
responsabilidad penal, págs. 95 ss., y, por ejemplo -con diversas argumentaciones--
los análisis críticos de MAIWALD, Kausalitat und Strafrecht. Studien zum Verhaltnis von
Naturwissenschaft und /urisprudenz, Gotinga, 1980, págs. 106 ss., 109; HrLGENDORF,
Strafrechtliche Produzentenhaftung, págs. 114 ss., 119 ss., 121 ss.; PuPPE, /Z 1994, págs.
. 1147 ss., 1149 ss.; Rms ALVARADO, Imputación objetiva, Bogotá, 1994, pág. 41; HAS-
SEMER, Produktverantwortlichkeit, págs. 36 SS., 41 SS., 49 ss.; PAREDES CASTAÑÓN, en PAREDES
CASTAÑóN/RooRfGUEZ MoNTAÑ~s, El caso de la colza: responsabilidad penal por productos
adulterados o defectuosos, Valencia, 1995, págs. 49 ss., 70 ss., 118 ss., 128 ss.
(45) Vid. posiciones favorables a afirmar la relación de causalidad en estas constelaciones
-aunque con argumentaciones en parte incompatibles- sólo KuHLEN, Produkthaftung,
págs. 69 ss.; entre los manuales alemanes más recientes FRISTER, Strafrecht. Allgemeiner
Teil, Múnich, 2.ª ed., 2007, 9/34 ss., 36; cfr. también MuÑoz CONDE, en HASSEMERIMuÑoz
~LALEY 221
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
SUMARIO:
l. CONTENIDO DEL FALLO
11. UNA PECULIARIDAD DEL FALLO: SU INAPLICABILIDAD
CONCRETA
111. ANÁLISIS CRÍTICO DEL FALLO
IV. LA HERENCIA DE ROE V. WADE
V. POLÍTICA E INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL: LA MAYORÍA
DE ROE V. WADE Y LA EVOLUCIÓN DE LA INTEGRACIÓN DE LA
CORTE SUPREMA
~LALEY 223
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) McCoRVEY/MEISLER, I Am Roe: My Life, Roe v. Wade, and Freedom of Choice, Nueva York,
1994.
(2) Su verdadera identidad no sería revelada hasta bien entrada la década de los ochenta.
(3) McCoRVEY ha reconocido en diversas oportunidades la falsedad de esas declaraciones
y probablemente por ello en su declaración jurada de hechos -Affidavit- no se hace
mención alguna a la violación. Vid. Affidavit de Norma McCoRVEY, The United States
District Court, Northern District of Texas, Dallas Division, Civil Action No. 3-3690-B y
No. 3-3691-C.
(4) En la demanda presentada Jane Roe actuaba por sí y por «todas aquellas mujeres que se
encontraran en igual situación».
(5) Es decir, no fundándose én consideraciones de forma o de jurisdicción.
(6) Vid. infra, nota 8.
(7) De entre la copiosa literatura acerca de esta discusión vid. Elv, e The Wages of the Crying
Wolf: A Comment on Roe v. Wade•, YLJ 82 (1973), págs. 920-949; GLENDON, Abortion
and Divorce in Western Law, Cambridge (Mass.), 1987, págs. 10-62; EAo., Rights Ta-
lk: The lmpoverishment of Política/ Discourse, Nueva York, 1991; TRIBE, Abortion: The
Clash of Absolutes, Nueva York, 1991; DwoRKIN, Life's Dominion, Nueva York, 1993,
págs. 1-178; lo., Freedom's Law, Cambridge (Mass.), 1996, págs. 39-129. ScHROEDELIF1eERI
SNYDER, cWomen's Rights and Fetal Personhood in Criminal Law», DJGLP 7 (2000), págs.
89 ss.; PAULSEN, cAbrogating Stare Decisis by Statute: May congress Remove the prece-
dential Effect of Roe and Casey?•, YLJ 109 (2000), págs. 1535 ss.; CRuz, •''The Sexual
Freedom Cases"? Contraception, Abortion, Abstinence, and the Constitution•, Harvard
Civil Rights-Civil Liberties Law Review 35 (2000), págs. 299 ss.; BELSKY, cPrivacy: The
Rehnquist Court's Unmentionable "Right"», TLR 36 (2000), págs. 43 ss.; MARQUIS, cWhy
Abortion is lmmorali1' Journal of Philosophy 183 (1989), pág. 86; lAzARUS, e The Lingering
Problems of Roe v. Wade•, Findlaw's Writ, 3 de octubre de 2002, disponible en http://
writ.findlaw.com/lazarus/20021003.html; LEV1N, Men in Black: How the Supreme Court
Is Destroying America, Washington, 2005; ARKEs, Natural Rights and the Right to Choose,
Cambridge, U.K., 2002.
(8) Griswold v. Connecticut 381 U.S. 479 (1965). El fallo declaró inconstitucional una ley
del Estado de Connecticut que penalizaban la utilización de dispositivos contraceptivos
(fuera en forma de drogas, instrumentos o dispositivos médicos).
C) LA LEY 225
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(9) Eisenstadt v. Baird 405 U.S. 438 (1972) que declaro inconstitucional una ley de Mas-
sachusetts que prohibía la entrega de anticonceptivos salvo por prescripción médica a
parejas casadas.
(1 O) En ese momento universalizó el derecho a la intimidad a través de la cláusula de igual
protección, declarándolo un derecho individual. Vid. BASCUÑAN RooRfGUEZ, «Límites a
la prohibición y autorización legal del aborto consentido en el derecho constitucional
comparado», RDP 63 (2001 ), pág. 215.
(11) Harold Andrew Blackmun (1908-1999) fue Juez asociado de la Corte Suprema de los
Estados Unidos entre 1970 y 1994.
(12) El fallo consta de doce secciones numeradas con números romanos que serán citadas en
lo sucesivo.
(13) Según la doctrina constitucional del debido proceso sustantivo (Subst.antive due process of
law), un interés legítimo cualquiera puede justificar una afectación de un interés general de li-
bertad. Para las restricciones de un derecho fundamental específico es necesaria la existencia
de un compelling interest. Sobre esto vid. BASCUÑAN RODRfGUEZ, RDP 63 (2001 ), pág. 217.
(14) «No necesitamos resolver la difícil cuestión acerca de cuándo comienza la vida. Cuan-
do los versados en las respectivas disciplinas de la medicina, filosofía y teología son
incapaces de alcanzar consenso alguno, la judicatura en este punto del desarrollo del
conocimiento humano, no está en posición de especular una respuesta» (sección IX).
sobrepasar la mayoría de las leyes estatales sobre aborto». Y aún más, dice
expresamente al recordar que este derecho no se encuentra consagrado
expresamente en la Constitución que «la consecuencia es que personas de
los cincuenta estados están desautorizadas constitucionalmente para sope-
sar la importancia relativa de la continua existencia y desarrollo del feto,
por una parte, frente a un espectro de impactos posibles en la madre, por
la otra. Como un ejercicio de poder judicial puro ("raw"), la Corte tal vez
tenga la potestad para hacer lo que hace hoy, pero, desde mi punto de vista,
su resolución es un improvisado y extravagante ejercicio del poder de rev_i-
sión judicial que la Constitución le confiere». Precisamente el tenor de esta
crítica acerca de la legitimidad del fallo lo hacía cuestionar muy especial-
mente la existencia de alguna «justificación constitucional para imponer
un orden de prioridades como ese [el que daba preferencia a la "privacy"]
a las personas y legislaturas de los estados»!161 •
(18) Sobre esto vid. el completo sumario de jurisprudencia posterior tributaria de Roe v. Wade
recopilado en 8ASCUÑÁN RooRIGuEZ, RDP 63 (2001 ), págs. 218 ss.
O LA LEY 231
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(19) Ibídem.
(20) Sandra Day O'Connor (1930) fue designada por el Presidente Ronald Reagan en 1981 en
reemplazo del juez Potter Stewart.
(21) City of Akron v. Akron Center for Reproductive health, lnc., 462 U.S. 416, 452-474
(1983); Planned Parenthood Association of Kansas City, Missouri lnc. v. Ashcroft, 462
U.S. 476, 505 (1983); Thornburgh v. American College of Obstetricians and Gynecolo-
gists, 476 U.S. 747, 814-833 (1986).
1
232 ©LA LEY
l
11 . Caso Roe v. Wade
(22) Webster v. Reproductive Health Services 492 U.S. 490 (1989). Fue una decisión de 5
contra 4 en que Rehnquist en la voz de la corte declinó negar el holding de Roe v. Wade
puesto que «ninguna de las provisiones de la ley de Missouri puestas a prueba genera
conflicto con la Constitución». En el mismo fallo, con una opinión concurrente la jueza
O'Connor declinó reconsiderar Roe. Scalia criticó a la corte por no superar Roe. Por su
parte Blackmun tuvo palabras muy severas para los jueces White, Kennedy y Rehnquist
(dijo que eran «indolentes, [ca//ous] y «engañosos• [deceptive] y que fomentaban con
sus votos la desconsideración de la ley).
(23) Rehnquist, White, Scalia y Kennedy.
(24) Blackmun, Brennan, Marshall y Stevens.
(25) O'Connor.
(27) Los jueces Brennan y Marshall serían reemplazados por los jueces Souter (1990-2009) y
Thomas (1991 ). Con ello no sólo se consolidó la mayoría contraria a Roe v. Wade, sino
que además se hizo superflua la bisagra que venía constituyendo la pragmática posición
de la Jueza O'Connor.
(28) 505 u.s. 833 (1992).
(29) Estas tres limitaciones no se aplicaban a los casos de abortos de emergencia.
(30) Este ya había sido anticipado anteriormente en los votos particulares de la Jueza
O'Connor.
del feto. Probablemente dos sean las premisas en que puede resumirse este
planteamiento. Por una parte, la afirmación de que los efectos que puede
tener el embarazo en una mujer pueden implicar un sufrimiento demasiado
íntimo y personal como para que el Estado pueda imponer la obligación
de tolerarlo en razón de una determinada concepción de la mujer y de la
maternidad (debe primar por tanto su derecho a la «privacy» ). Por la otra, la
negación de que el Estado no tenga interés legítimo alguno de protección
del feto aun no viable (aunque la entidad de ese interés sea menor que el
del derecho constitucional de la mujer a abortar). Este último aspecto es el
que permite afirmar la constitucionalidad de una serie de procedimientos y
medidas que hagan más gravoso el acceso al aborto o que implique hacer
presente a la mujer las buenas razones para perseverar en el embarazo in-
cluyendo las asistencias estatales ofrecidas para su maternidad.
(31) Este test permitió en Casey la declaración de constitucionalidad de las tres primeras
medidas y la de inconstitucionalidad de la notificación al cónyuge. En el razonamiento
del fallo esa exigencia podía implicar un obstáculo sustancial a la mujer. Antecedentes
relativos a prácticas frecuentes de abuso marital (así como la afirmación de que el interés
del cónyuge en el embarazo no era comparable con el gravamen que debía soportar la
mujer) se sirvieron también de los votos concurrentes de los partidarios de mantener la
regla de los trimestres (alcanzando un precario 5 a 4).
(32) Especialmente las designaciones de los jueces Ginsburg (que reemplazó a White) y Bre-
yer en el mandato del presidente Clinton.
1
1
(33) Por eso, como afirma BASCUÑÁN RODRÍGUEZ, durante la década final del s. xx sólo se discu-
tieron ante la Corte aspectos colaterales pero no hubo grandes cuestionamientos acerca
del holding. Vid. BASCUÑÁN RODRÍGUEZ, ROP 63 (2001 ), pág. 230 en nota 69.
(34) 530 u.s. 914 (2000).
(35) Vid. ibidem, pág. 921.
1
236 ©LA LEY
ti
.l.
12
1 SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. VALORACIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. LAS OMISIONES TRAS CONDUCTA PELIGROSA EN DERECHO
PENAL
111.1. El problema: ¿comisión por omisión u omisión de socorro
1 agravada?
111.2. Un problema doctrinal, no jurisprudencia!
111.3. Orígenes del debate en España
(*) Relato fáctico reconstruido a partir de los considerandos tercero y octavo de la Sentencia
del Tribunal Supremo de 21 de diciembre de 1977. Si no yerro, el primer análisis de esta
sentencia es el de GóMEZ BENfTEZ, en Teoría Jurídica del Delito. Derecho Penal, Parte Ge-
neral, Madrid, 1984, págs. 586-587.
1 237
i ©LA LEY
.,
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l1.:'-•-•
.--
12. Caso del cobertizo
con otorragia y fractura del tercio medio del fémur derecho, lesiones
de las que la niña hubiera curado de seguir un tratamiento médico
adecuado de manera inmediata.
l. INTRODUCCIÓN
Esta es la única sentencia de «atropello y huida» («hit-&-run») en la que
:
el Tribunal Supremo ha apreciado un homicidio en comisión por omisión,
derivando la responsabilidad del omitente de una conducta precedente
peligrosa (injerencia).
El análisis de este supuesto nos permitirá ilustrar el debate doctrinal
acerca de los límites entre la comisión por omisión derivada de «creación
precedente del riesgo» (art. 11.b CP) y la figura de la omisión de socorro
tras accidente (art. 195.3).
e LA LEY 239
l
•._---_-_-
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Considerando tercero:
Considerando octavo:
1 (1) En la doctrina reciente, HUERTA Tomoo, Principales novedades de los delitos de omisión
en e/ Código Penal de 1995, Valencia, 1997, págs. 40-46, ha desarrollado este argumento;
ver también ÚRBONELL MATEu/GoNzALEZ CUSSAC, en VMS ANróN et al., Derecho Penal. Parte
1 Especial, 3.ª ed., Valencia, 201 O, pág. 317-318. Llega a sostener esta posición, aunque no
como ratio decidendi sino obiter dictum incluso una sentencia absolutamente aislada del
Tribunal Supremo (STS de 23 de marzo de 1988, ponente, Bacigalupo Zapater).
1 (2) Además, se trataría de una quiebra valorativa de difícil justificación entre la tentativa •ac-
tiva• y la comisiva•. Por ejemplo: Xquiere matar a su enemigo, que duerme entre la mies,
atropellándole con su cosechadora, pero finalmente alguien avisa al durmiente, que se
levanta sobresaltado y se salva. Si la conducta de atropellar fue •activa» (acelerando), la
pena sería la del homicidio (1 Oa 15 años de prisión) rebajada en uno o dos grados. Pero si
fue comisiva• (después de arrancar la cosechadora descubre a su enemigo durmiendo en
la mies y decide no frenar ni eludirle), ¡la pena sería de seis meses a cuatro años!
de socorro agravada y nunca comisión por omisión («Problemas del tipo de omisión del
deber de socorro [Comentario a la STS de 27 de abril de 1987, ponente Sr. Díaz Palos]»,
ADPCP 1988, págs. 573 ss.).
(5) Las analizo en detalle en DoP1CO GóMEZ-ALLER, Omisión e injerencia en Derecho penal,
Valencia, 2006, págs. 708 ss.
(6) RooRfGUEZ MouRULLO, en lo. (dir.)/JORGE BARREIRO (coord.), Comentarios al Código Penal,
t Madrid, 1997, pág. 59, págs. 557-558. Usa este argumento, pero con claves para señalar
cuándo cabe imputar ese resultado a la omisión GóMEZ BENfTEZ, Teoría jurídica del delito,
1 pág. 599; también MuÑoz CONDE, Derecho Penal. Parte Especial, 18.ª ed., págs. 343-
344, concretándolo con un criterio similar al de la solución neocausal (vid. infra, en el
texto).
t
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
t
12. Caso del cobertizo
11/.4.3. Si la omisión se realiza con dolo del resultado, art. 11.b) CP; si se
realiza con dolo de peligro pero confiando en que éste no llegue a
acaecer, art. 195.3 CP
Para esta línea, el precepto del art. 195.3 se dedicaría a los casos en los
que hay «dolo de peligro» pero no existe auténtico «dolo de resultado»:
cuando «por las circunstancias en las que se desarrolla el hecho, el omi-
tente confíe en la no producción del resultado» y que posteriormente «no
haya resultado lesivo, o, habiéndolo, (... ) no pueda acreditarse que éste
sea precisamente la concreción del riesgo inherente a la omisión, o que el
resultado sea inferior al que amenazaba la situación de peligro»< 10i.
i
En opinión de GóMEZ R1vERo, la diferencia debe establecerse analizando
la causa (en sentido científico-natural) de la muerte:
1
1
~
los que el cinjerente» conscientemente priva al bien jurídico de su protección y después
omite dolosamente protegerlo.
1 (10) MouNA FERNÁNDEZ, en BAJO (dir.), Compendio de Derecho penal. Parte especial, vol. 11,
Madrid, 1998, págs. 172-173; actualiza su posición en MouNA FERNÁNDEZ, «Comentario
11 (11)
al art. 195>, en lo. (dir.), Memento penal, 2011, págs. 851-854.
SANCHEZ ToMAs, Comisión por omisión, págs. 193-194.
t Cl LA LEY 245
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
ocasión de riesgo
(12) GóMEZ R1vERo, «La producción del resultado muerte o lesiones en relación al supuesto
agravado del art. 489 ter», LL 1995-3, págs. 794-795.
(13) Vid., similar, GóMEZ BENITEZ, Teoría jurídica del delito, pág. 598.
(14) Vid., por todos, Armin KAUFMANN, Die Dogmatik der Unter/assungsdelikte, 2.ª ed. inalte-
rada. Gotinga, 1988, págs. 252 y ss.
t
246 ©LA LEY
l
12. Caso del cobertizo
t
l e LA LEY 247
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
111.5.2. La tríada «ley -contrato- creación previa del riesgo» como crite-
rio formal («fuente» de la posición de garante)
Mediante el criterio formal, el art. 11 exige que el deber especial de
actuar halle su fuente en la ley, en un contrato o en la creación previa del
riesgo.
Cualquiera de los dos deberes de garante (el de control de un foco de
peligro o el de protección de un bien jurídico} puede imponerse legalmen-
te, asumirse contractualmente o derivarse de la creación previa de una 1
ocasión de riesgo. El siguiente cuadro sinóptico ilustra esta afirmación.
(19) Se trata del leit motiv de la posición de S1LVA SANCHEZ, El delito de omisión: concepto
y sistema, Barcelona, 1986, pág. 371; lo., ADPCP 1988, pág. 573; lo., «"Comisión" y
"omisión". Criterios de distinción», en GIMSERNAT (dir.), La comisión por omisión, Madrid,
1994, pág. 14; lo., en Coso DEL RosAL (dir.), Comentarios al Código Penal, vol. /, págs.
455-456, 463, 464, 471-472, 475; lo., «Zur Dreiteilung der Unterlassungsdelikte•, en
Festschrift für Claus Roxin, Berlín, Nueva York, 2001, págs. 644, 646.
(20) Lo aquí expuesto es una reformulación de la clásica distinción entre garante de control
de un bien jurídico (Überwachungsgarant) y garante de protección de un bien jurídico
(Obhutsgarant), que popularizara Armin KAuFMANN; pero desde el concepto material de
dominio o gestión, que ha sido el eje de la mejor doctrina española sobre la materia:
S1LVA SANCHEZ, CPC 1989, págs. 388, 397; lo., en Coso DEL RosAL (dir.), Comentarios al
Código Penal, vol./, pág. 455; lo., Roxin-FS, pág. 644; similar, GARCfAALSERO, en Qu1NTERO
OLIVARES (dir.)/MoRALES PRATS (coord.), Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal,
8.ª ed., Pamplona, 2009, págs. 393 ss.; lo formula en términos más restrictivos, como
«estar a cargo de un foco de peligro» G1MSERNAT ÜRDEIG, Ensayos Penales, págs. 231-232;
lo., RDPC 4 (1999), págs. 544-545; lo., en Coso DEL ROSAL (dir.), Comentarios al Código
Penal, vol. /, págs. 428-430. Partiendo de las tesis de ScHONEMANN, desarrolla un concepto
de «dominio social» GRACIA MARTÍN, «La comisión por omisión en el Derecho penal espa-
ñol», AP 1995, pág. 701.
REFERENCIA JURISPRUDENCIAL
Omisión:
Conducta peligrosa: Consecuencia:
Resolución no controlar el foco
crear o descontrolar acaecimiento
de peligro para que no
un foco de peligro del resultado
dañe
- SAP Salamanca
(secc. 1.ª) 63/2006,
Dejar obstáculos
de26 mayo.
en la calzada
- SAP Sevilla (secc.
(grava, un montón No señalizar el peligro Accidente:
1.ª) 254/2002,
de arena, objetos en ese carri 1 lesionesc21 >. muerte
de 5 junio
grandes, un vehículo
- SAP Las Palmas
inmovilizado ... )
(secc. 2.ª) 419/2006,
de 17 nov.
- STS 25-9-1970 Encender un fuego No apagarlo Incendio
- SAP Córdoba
(secc. 2.ª) 80/2000,
No fortificar la zanja Desprendimiento
de 24 julio Abrir una zanja para
para la contención que sepulta y mata
- SAP Barcelona hacer obras
de las tierras a unos obreros
(secc. 2.ª) 974/2002,
de 4 noviembre
Cargar en un camión No fijarla debidamente La carga cae,
- STS 3-5-1980 una gran pieza para que no resbale matando a una
de hormigón y caiga persona
Abrir puertas No bloquearlas Visitante muere
- SAP Vizcaya
del hueco ni señalizar que el al caer al vacío
(secc. V) 934/2002,
del ascensor para ascensor está fuera de intentando entrar
de 21 noviembre
hacer reparación servicio para evitar en el ascensor
- SAP Valencia
(secc. 2 .ª) 222/2002, Un transeúnte
Abrir una zanja No vallarla
de 9 mayo cae y se produce
en la calle ni señalizarla
- SAP León (secc. 2 .ª) lesiones
39/1998, de 4 mayo
(21) La SAP Salamanca de 25 de mayo de 2006 no condenó al omitente por estimar que,
dadas las circunstancias del accidente, la señalización no habría podido evitarlo.
(22) Para un análisis en profundidad de este punto, me remito a DoPICo G6MEZ-ALLER, Omisión
e injerencia, págs. 764 ss., 805 ss.
(23) LuzóN PEÑA, Derecho Penal de la Orculación, 2.ª ed., Barcelona, 1990, págs. 166 ss., págs.
179 ss.; lo., «la participación por omisión en la jurisprudencia reciente del TS•, PJ (V
época, 1986), núm. 2, págs. 73 ss.; SILVA SANCHEZ, El delito de omisión, pág. 344 ss.; lo.,
«Entre la omisión de socorro y la comisión por omisión. Las estructuras de los arts. 195.3
y 196 del Código Penal•, en AA.W., Problemas espeet1icos de la aplicación del Código
Penal, Madrid, 1999, págs. 166-167; GIMBERNAT ÜROEIG, «Recensión al libro de Enrique
Bacigalupo, Delitos impropios de omisión», ADPCP 1970, pág. 726; lo., RDPC 4 (1999),
pág. 530; GRACIA MARTIN, AP 1995, págs. 703 ss., 711-713; lo., cLos delitos de comisión
por omisión (Una exposición crítica de la doctrina dominante)», en AA.W., Modernas ten-
dencias en la ciencia del Derecho penal y en la criminología, Madrid, 2001, págs. 461, 462
-nota 206-, 472, 478; GARCÍA ALBERO, en Qu1NTERO OuvARES (dir.)/MoRALES PRATS (coord.),
Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal, 8.ª ed., págs. 393 ss.; MORALES PRArs, en
Qu1NTERO OLIVARES (dir.)/lo. (coord.), Comentarios al Nuevo Código Penal, 4.ª ed. Pamplona,
2005, pág. 99; se adhiere a esta corriente restrictiva RoDRfGUEZ MESA, La atribución de res-
ponsabilidad, págs. 117 ss. (con importantes matices: págs. 103 ss.).
De gran influencia en los autores citados es la obra de ScHONEMANN, Grund und Grenzen
der unechten Unterlassungsde/ikte, Gotinga, 1971, págs. 316-317, 322-323; lo., «Zur
Kritik der lngerenz-Garantenstellung», CA 1974, págs. 231 ss., págs. 235-236. En la
doctrina italiana, adaptando las tesis de ScHONEMANN, ver FtANDACA, /1 reato commissivo
mediante omissione, Milán, 1979, págs. 204 ss. (homicidio imprudente en concurso real
con omisión propia agravada); F1ANDACA!Musco, Derecho Penal. Parte General (trad., L.F.
Niño), Bogotá, 2006, pág. 609; llega a la misma solución desde planteamientos distintos
GRASso, /1 reato omissivo improprio. La struttura obiettiva della fattispecie, Milán, 1983,
págs. 282-284. En la doctrina portuguesa, también F1cuEtREDO D1AS limita la comisión por
omisión tras injerencia a los supuestos de cdeveres de vigiláncia e seguran~a face una
fonte de perigos» (Direito penal. Parte Cera/, vol. 1, Coimbra, 2004, págs. 709 ss:), sin
incluir los omisos salvamentos tras accidente (incluidos en la omisión de socorro agrava-
da, art. 200.2 CP portugués).
Sin embargo, las cosas son distintas en relación con estos «riesgos espe-
ciales», porque con los permisos para desarrollar actividades especialmen-
_te peligrosas, lo que en otro caso serían riesgos no permitidos pasan a ser
·riesgos permitidos. Por ello, si ese riesgo se concreta en un resultado lesivo,
(24) Propone, lege ferenda, PORTILLA CoNTRERAS («La omisión del deber de socorro», en El
nuevo Derecho penal español. Estudios penales en memoria del Prof. fosé Manuel Valle
Muñiz, Pamplona, 2000, pág. 1682) que la comisión imprudente debería absorber el
omiso salvamento doloso.
(25) Las soluciones que afirman que el art. 195.3 es una modalidad especial de la comisión
por omisión suelen desatender este importante dato: la estructura del art. 195.3 no es la
de una omisión a la que se le impute un resultado.
(26) Desarrollo este extremo en Omisión e injerencia, págs. 818 ss.
(27) MouNA FERNÁNDEZ, Compendio de Derecho, 11, págs. 164 ss.; en relación con el precepto
correspondiente del StGB austríaco, HAUPTMANNIJERABEK, en Wiener Kommentar zum Stra-
fgesetzbuch, § 94, núm. marg. 13).
(28) JAKoes, «La competencia por organización en el delito omisivo. Consideraciones sobre
la superficialidad de la distinción entre comisión y omisión» (trad., PEÑARANDA), en lo.,
Estudios de Derecho penal, Madrid, 1997, pág. 356.
e LA LEY 253
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(29) No se entra aquí en la cuestión de los deberes de salvamento por parte de garantes de
protección (monitor de piscina, por ejemplo). Esos deberes de salvamento tienen una
función y relevancia distinta: suelen ser conductas ofrecidas con antelación por el ga-
rante, que permiten a quienes confían en él exponerse a riesgos específicos. El deber de
garante de los padres, por su parte, abarca también deberes de salvamento de los hijos
pequeños, pero su carácter omnímodo no permite parangón con ningún otro deber (es
una relación jurídica absolutamente única: en ningún otro caso el ordenamiento pone
de modo total los bienes jurídicos de un titular en manos de un garante).
(31) Sme, en SCHóNKEIScHRóDER, StGB-Kommentar, 27 .ª ed., Múnich, 2006, § 13, núm. marg.
64; Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Teil, vol. 2 (Besondere Erscheinungsformen der Straf-
tat), Múnich, 2003, § 31/236 y SS. Vid., también DENCKER, cdngerenz: Die defizitare Ta-
thandlung», en Beitrage zur Rechtswissenschaft. Festschrift für Walter Stree und Johannes
Wessels, Heidelberg, 1993, págs. 167-168, 169.
e LA LEY 257
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(34) Vid. PEÑARANDA RAMos, en BAJO (dir.), Compendio de Derecho Penal. Parte Especial, vol./,
Madrid, 2003, págs. 230-231.
SUMARIO:
l. LOS PRONUNCIAMIENTOS JUDICIALES
11. SOLUCIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO DESDE LA CAUSALIDAD;
JUICIO CRÍTICO
111. SOLUCIÓN DESDE LA DOCTRINA DE LA NO PUNICIÓN, «PER SE»,
DE LA PARTICIPACIÓN IMPRUDENTE
IV. SOLUCIÓN DESDE LA AFIRMACIÓN DE LA POSIBILIDAD DE
PARTICIPACIÓN IMPRUDENTE Y EL ANÁLISIS DE LA IMPUTACIÓN
OBJETIVA
V. «DESIDERATA»
C LA LEY 259
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
e LA LEY 261
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(3) Por ello, también por lo que a la cita bibliográfica se refiere, la misma se limitará preci-
samente en aquellos autores que de forma expresa han ejemplificado de la mano de este
supuesto de hecho, teniendo que renunciar a la amplísima bibliografía en general sobre
la participación imprudente, la prohibición de regreso, etc.
(4) Por todos, el entonces Magistrado del Tribunal Supremo, Ru1z VADILLO, en M.W., e Re-
lación de causalidad en la exigencia de responsabilidades penales con motivo del ejer-
cicio del derecho a la libre expresión de las ideas», en Ubertad de expresión y Derecho
penal, Madrid, 1985, págs. 73 ss., 98 ss.
(5) Cfr. MARTINEZ EsCAMILLA, La imputación objetiva del resultado, Madrid 1992, págs. 350 ss.
con nota 469, quien, por lo demás, parece favorecer la postura de distinguir entre autor
y partícipe también en la imprudencia, págs. 346 ss. nota 452, cuestión ésta que aborda-
remos inmediatamente.
(6) Voz crítica tan temprana, que dicha conferencia fue pronunciada el 1 de diciembre de
1982 dentro del ciclo «Libertad de expresión y Derecho Penal•, organizada por el CGPJ
y el Instituto de Criminología de la UCM, tras la sentencia de primera instancia pero an-
tes de la confirmatoria del Tribunal Supremo. Vid., la reproducción de dicha conferencia
-entre otros lugares- en G1MBERNAT ÜRDEIG, Estudios de Derecho Penal, 3.ª ed., Madrid
1990, págs. 92 ss., págs. 96; del mismo modo, últimamente, la magnífica exposición de
PoLA1No NAVARRrnlPOLAINO-ÜRTS, Cometer delitos con palabras. Teoría de los actos del
habla y funcionalismo jurídico-penal, Madrid, 2004, págs. 89 ss., 95.
(7) Cfr. GóMEZ BENfTEZ, Causalidad, imputación y cualificación por el resultado, Madrid, 1988,
nota 78 en pág. 58, sobre el «caso Vinader».
(8) Así, CHOCLAN MoNTALVO, Deber de cuidado y delito imprudente, Barcelona, 1998, págs.
130 ss., con nota 83, afirmando para el «caso Vinader», pues, la relación causal.
(9) Entre otros en LuzóN PEÑA, la determinación objetiva del hecho. Observaciones sobre la
autoría en los delitos dolosos e imprudentes de resultado, ADPCP 1989, págs. 889 ss.,
págs. 904 SS.
(10) Vid. LuzóN PEÑAIDIAZ v GARCfA CoNLLEDO, entre otros trabajos en el conjunto «Determina-
ción objetiva y positiva del hecho y realización típica como criterios de autoría», Anuario
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Alcalá de Henares VIII, 2000 (número
extraordinario en homenaje al Prof. Dr. D. Luís García San Miguel), págs. 53 ss., 86 ss.
(11) Vid. Roso CAÑADILLAS, Autoría y participación imprudente, Granada, 2002, págs. 491 ss.,
497, 602 55.
C LA LEY 267
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
3. Pues bien, así las cosas, tras la anterior afirmación el análisis debe
avanzar, y debe hacerlo, como ya apuntase en su momento la doctrina para
este caso concreto Vinader [«ámbito de protección de la norma»( 17l] en el
(13) Vid. Gun~RREZ RoDRIGuEZ, la responsabilidad penal del coautor, Valencia, 2001, págs.
209 SS., 300 SS.
(14) Cfr. SANCHEZ-VERA GóMEZ-TRELLES, e Intervención omisiva, posición de garante y prohibición
de sobrevaloración del aporte•, ADPCP 1995, págs. 187 ss., 246 ss. (caso Vinader).
(15) En contra, para el caso Vinader, GóMEZ R1veRo, la inducción a cometer delito, Valencia,
1995, págs. 356 SS.
(16) Cfr. ROBLES PLANAS, e Participación en el delito e imprudencia», RDPC 9 (2002), págs. 223
ss., 239 ss.; en contra (autoría), LóPEZ PEREGRIN, la complicidad en el delito, Valencia,
1997, págs. 273 ss. nota 79.
(17) BARREIRO, Jorge, «La imprudencia profesional», en la imprudencia, CD/, Madrid, 1993,
págs. 221 ss., págs. 250 ss.; crítico con la aplicación hecha al caso Vinader de la teoría de
la imputación objetiva: Cosos GóMEZ m LINARES, e Imputación objetiva y sentencia penal»,
en Causalidad e imputación objetiva, CD/, Madrid, 1994, págs. 11 ss., págs. 30 ss.
270 CLALEY
13. Caso Vinader
(19). Entre otros: SArAOLAUA LóPEz, eJurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre la libertad
·· · de expresión: una valoración•, RAP 128(mayo-agosto1992), págs. 185 ss., pág. 194: en
·el caso Vinader la cdefendida (por el propio TQ prioridad o primacía de la libertad de
información ha sido ignorada olímpicamente•.
(20) Así, 5ÁNCHEZ LÁZARO, Intervención delictiva e imprudencia, Granada, 2004, págs. 417
t.. . ss., por lo demás con una exposición sobre el caso Vinader que no puede dejar de ser
· consultada.
·(21) · ·fe,JÓO SÁNCHEZ, cla imprudencia en el Código Penal de 1995 (cuestiones de lege lata y de
. ·lege ferenda)•, CPC 62 (1997), págs. 325 ss.; lo., cUna polémica doctrinal interminable:
: :: zSOn típicas en el Derecho penal español la participación imprudente y Ja participación
· ·en el delito imprudente?•, U 2000, pág. 5 de www.laleydigital.es: cel periodista noma-
. · ta• y cno crea el riesgo que explica el resultado de muerte• y sobre la participación
'·imprudente en general.
CLALEY 271
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Los hechos probados están redactados -lo fueron por una Sala que
condenó-de una forma que prácticamente obligan a afirmar que el riesgo
,concretado es uno más de los riesgos creados [«como consecuencia directa
e inmediata de la publicidad dada a los hechos(. .. ) ETA mató a(. .. )»], co-
mo mucho -tal y como se expuso- un mero fallo incidental del primero
(en todo caso: imputación). Sin embargo, esa misma redacción apunta a
que lo esencial en la infracción del deber de cuidado -<:uando no del do-
lo- es la parte omisiva del suceso -Vinader pudo intentar evitar, y nada
hizo-, pero ello conduce a que sea muy comprometido afirmar que el
periodista, con una posibilidad rayana en la certeza -<:orno es exigido-,
de todas formas hubiera impedido el resultado en caso de haber rectificado
la noticia. Desde esta perspectiva, el resultado podría no ser imputado, o,
fo que es lo mismo, la calificación jurídica debería permanecer en la figura
de la tentativa. Como es sabido, el omitente tiene que tener tal posibilidad
de impedir el resultado, para que pueda ser punible en grado de consu-
mación su comisión por omisión. -Como tantas veces sucede, ahora ya,
V. «DESIDERATA>
1. Lo políticamente correcto -si es que tales términos caben en el pre-
sente contexto- parece ser concluir que el periodista no responde. Sin
embargo, desde la perspectiva que acabamos de exponer, ello no es tan
seguro y se echa de menos en la discusión doctrinal un fundamento real-
mente convincente al respecto; más bien, parece presuponerse su ausencia
de responsabilidad -¿«justicia material»?- y, a partir de ahí, se inicia la
discusión sobre si lo correcto es afirmarla desde la ausencia de causalidad,
desde la doctrina de la participación imprudente y sus implicaciones, etc.
(22) Cosa distinta es la crítica que merezca el hecho de que se haya llegado a tal conclusión
probatoria.
hacer nada, incluso tras el primer asesinato-, una publicación sin com-
probación alguna, y un aspecto subjetivo de menos a más, todo ello según
hubiesen sido aquilatados los hechos probados de haberse planteado la
Sala a quo todas estas cuestiones.
3. Sean las anteriores reflexiones tomadas como nuevas posibilidades de
solución del «caso Vinaden>, al hilo de la evolución de la dogmática penal
que ha ido haciendo variar la forma de abordar el supuesto de hecho: des-
de la simple causalidad naturalista hasta la normativista posición de garan-
te en la acción u omisión y los deberes de impedir junto a sus posibilidades
de cumplimiento. Con ello estas líneas tocan a su fin, según lo anunciado:
repasar las distintas opiniones del «Caso Vinader» (//, 111 y IV.1 a 3) y dejar
puertas abiertas para la futura discusión científica que haya de encontrar la
mejor solución (IV.4 a 5 y \!).
e LA LEY 275
~
14
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. POSICIÓN DEL BGH
111. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
111.1. Posturas a favor de la autoría mediata
111.2. Posturas en contra de la autoría mediata
IV. OPINIÓN PERSONAL
V. OTROS CASOS RELACIONADOS
(*) Sentencia del Bundesgerichtshof de 5 de julio de 1983 (BGHSt 32, 38) = NJW 1983,
2579, de donde se extrae el resumen de los hechos probados.
l. INTRODUCCIÓN
(2) Cfr., en este sentido, Rox1N, cAnmerkung zu BGHSt 32, 38», NZSt 1984-2, pág. 71;
FREUND, Strafrecht. AT, 2.ª ed., Berlín, 2009, § 1O, núm. marg. 94, pág. 400; NEUMANN,
cAbgrenzung von Teilnahme am Selbstmord undTOtung in mittelbarerTaterschaft-BGHSt
32, 38», JuS 1985, pág. 678; EsER, en 5CHóNKEl5cHRóDER, StGB-Kommentar, previo al§ 35,
núm. marg. 211.
(3) Cfr. SILVA SANCHEZ, cCausación de la propia muerte y responsabilidad penal de terceros»,
ADPCP 1987, pág. 461: e En Alemania, dado que la alternativa a la autoría mediata es la
impunidad, razones político-criminales vienen conduciendo a un sector de la doctrina,
de incidencia creciente, a considerar que el uerror en los motivos", en la medida que
afecte al usentido de la acción", o sea "referido al bien jurídico", elimina la "libre respon-
sabilidad" del suicida, convirtiendo al hombre de detrás en autor mediato» (con cursiva
en el original).
(4) La pena prevista en el art. 143.1 CP (inducción al suicidio) es de cuatro a ocho años,
mientras que el art. 138 CP establece una pena de diez a quince años para el autor de un
homicidio. También se decantan por prever expresamente el castigo de la participación
en el suicidio de otro las legislaciones de otros países de nuestro entorno cultural. Así,
por ejemplo, el StGB suizo en su art. 115 establece: «Inducción y auxilio al suicidio».
Quien por motivos egoístas induce a otro a cometer un suicidio o le presta ayuda para
llevarlo a cabo, será castigado con una pena de prisión de hasta cinco años o una pena
de multa, si el suicidio ha sido ejecutado o intentado.
(5) Vid. NEUMANN, JuS 1985-9, págs. 680 ss.; ScHMIDHAUSER, «Anmerkung zu BGHSt 32, 38»,
fl 1984, págs. 195 ss.
(6) Sobre el desarrollo de dicha categoría, vid. Rox1N, Taterschaft und Tatherrschaft, 7.ª
ed., Berlín, 2000, págs. 212 ss. (especialmente, págs. 215 ss., donde se alude a la im-
posibilidad de castigar por inducción o por complicidad, y pág. 229, donde se afirma
que el engañar a otro sobre el sentido individual de su muerte conduce a la autoría
mediata del de detrás); lo., «Bemerkungen zum "Tiiter hinter dem Ta.ter''•, en Lange-FS,
1976, págs. 184-186.
(7) En este sentido, dr. HERZBERG, Taterschaft und Teilnahme, Múnich, 1977, págs. 23 ss.;
SAMMSON, en SK-StGB, AT 1, 5.ª ed. (actualizada a 1993), § 25, núm. marg. 104, pág.
27; BOCKEMANNNOLK, Strafrecht. AT, 4.ª ed., Múnich, 1987, pág. 182; STRATENWERTH,
Strafrecht. AT /, 3.ª ed., Colonia, 1981, núm. marg. 785, pág. 225; RENZIKOWSKI, Restricti-
ver Taterbegriff und fahrlassige Beteiligung, Tubinga, 1997, pág. 84. En España, advierte
Fe1Jóo SANCHEZ, Resultado lesivo e imprudencia, Barcelona, 2001, pág. 373, nota 1070,
que Rox1N no puede diferenciar en su exposición de forma clara entre el error sobre el
sentido concreto de la acción y el error sobre los motivos.
(8) En contra de su anterior concepción, supuestos como el del que provoca a otro a lesionar
a un tercero bajo la falsa acusación de haber mantenido aquél relaciones con su mujer,
actualmente no se incluyen por Rox1N en la categoría del error sobre el concreto sentido
de la acción, con lo que ya no se resuelven a través de la autoría mediata, sino acudiendo
a la inducción (vid. Rox1N, AT 11, 2003, § 25, núm. marg. 94, pág. 41).
(9) Rox1N, AT 11, 2003, § 25, núm. marg. 70, pág. 32.
(10} Rox1N, NZSt 1984-2, pág. 72.
(11} lbidem.
En relación con la segunda variante del caso planteada por el BGH (la
víctima sabía que ponía fin a su vida pero creía que inmediatamente des-
pués iniciaba una nueva vida), son pocos los autores dispuestos a admitir
la postura defendida por el Tribuna1n 2l. La mayoría rechaza la solución de
la autoría mediata113 l. El propio Rox1N, sin llegar a negar la autoría mediata,
se separa actualmente de la fundamentación que sigue el BGH. De hecho,
este autor reconoce abiertamente haber cambiado de opinión respecto a su
concepción anterior y admite que el engaño sobre el sentido y las conse-
cuencias de la propia muerte no es suficiente para apreciar autoría mediata,
calificándolo de un simple error en los motivos que no puede fundamentar
el dominio del hombre de detrás( 14i, Sin embargo, pese a admitir que dar el
mismo tratamiento a ambos supuestos es problemático, sigue manteniendo
la solución de la autoría mediata, alegando ahora que la mujer incurre en
un error de subsunción al haber interpretado el concepto de muerte inco-
rrectamente. Dice textualmente que «quien quiere seguir viviendo en la
tierra (aunque sea como un nuevo ser humano) no quiere cometer ningún
suicidio». En definitiva, Rox1N acaba sosteniendo que siempre que se ocul-
ta al ejecutor material el hecho de que se está matando concurre autoría
mediatans¡.
(12) Cfr. HovER, SK-StGB, 7.ª ed., 2000, § 25, núm. marg. 80, y JoEKS, en MünchKommStGB,
2003, § 25, núm. marg. 113-117, quienes se muestran partidarios de la autoría mediata
en la versión original del caso «Sirius», rechazándola respecto a la versión modificada
por entender que, a diferencia del que se quita la vida creyendo que va a seguir vivien-
do en este mundo, quien lo hace en la creencia de otra vida tras la muerte comete un
suicidio. En España, MuÑoz CONDE, «Provocación al suicidio mediante engaño: un caso
límite entre autoría mediata y ayuda al suicidio», ADPCP 1987, págs. 314 ss., admite la
autoría mediata del hombre en la versión original del «caso sirius», pero no así respecto a
la segunda versión por entender que «ya no es tan claro que pueda hablarse de asesinato
cuando la mujer sabe de todos modos que tiene que morir para poder seguir viviendo en
otro cuerpo, en otro planeta»; HERNÁNDEZ PLASENCIA, La autoría mediata en Derecho penal,
Granada, 1996, pág. 253, acepta la calificación del BGH en la versión original del ca~o,
por versar el error sobre la cualidad lesiva de la acción, pero parece descartarla en la
versión modificada, entendiendo que se trata de un error sobre el sentido de su acción.
(13) Plenamente a favor de la solución del BGH respecto a la versión modificada del «caso
sirius», se manifiesta en la doctrina alemana NEUMANN, JuS 1985, pág. 682, basando la
autoría mediata en «Un error sobre el concreto sentido de la acción en el límite con un
cuasi-error de tipo».
(14) Rox1N, LK-StGB, 11.ª ed., § 25, núm. marg. 11 O.
(15) Rox1N, LK-StGB, 11.ª ed., § 25, núm. marg. 111.
(20) lbidem.
(21) lbidem.
(22) FREUND, Strafrecht. AT, 2.ª ed., Berlín, Heidelberg, 2009, § 1O, núm. marg. 60, pág. 388.
(23) FREUND, Strafrecht. AT, 2.ª ed., § 10, núm. marg. 61, pág. 389. No obstante, acaba afir-
mando la autoría (directa) del hombre de detrás partiendo de la siguiente consideración:
«En realidad, desde una perspectiva normativa se trata de actuación suicida que no es
libre y responsable, cuya determinación debe ser concebida como una conducta típica
de homicidio» (§ 1O, núm. marg. 61, pág. 389). Y añade que independientemente de si
la mujer es considerada psíquicamente sana, en cualquier caso necesita de protección
frente a la influencia manipuladora del iniciador de su actuación. Partiendo del conven-
cimiento de que la mujer no hubiera emprendido la acción suicida de saber los verdade-
ros detalles del caso, llega a afirmar que hablar de un suicidio libre y responsable resulta
hasta cierto punto cínico (§ 1O, núm. marg. 98, págs. 401 y ss.).
(27) Vid., por todos, JAKOBS, AT, 2.ª ed., § 21, núm. marg. 77, págs. 636 y ss.
(28) En este sentido, KUBICIEL, JA 2007, págs. 729 SS.
(29) Así, JAKOBS, AT, 2.ª ed., § 21, núm. marg. 77, pág. 636, nota 142.
(30) MERKEL, JZ 1999, pág. 505. Para este autor (pág. 505, nota 12), conceptualmente 1tsólo
se puede decir de una persona que ha sobrevivido cuando (de algún modo) continúa
existiendo como ella misma» (con cursiva el original).
(31) FEIJóo SANCHEZ, Resultado lesivo, pág. 371. Según este autor, cel hecho de matar (se)
depende de una determinación objetiva y no de una visión religiosa, trascendente o
cosmológica que el autor tenga de ese hecho o quiera darle•.
(32) Así, jAKOBS, AT, 2.ª ed., § 21, núm. marg. 77, pág. 636, nota 142.
(33) Considérese el ejemplo del médico que engaña a su paciente, quien manifiesta tenden-
cias suicidas, sobre el hecho de padecer una enfermedad irreversible que le va a producir
dolores insoportables y una muerte larga y angustiosa, siendo todo ello falso. Ante dicha
situación, el paciente opta por el suicidio. El médico ha colocado a su paciente en una
situación de cuasi estado de necesidad coactivo, en la que las alternativas de conducta
se ven tan recortadas que es posible atribuir la decisión de quitarse la vida al médico co-
mo obra suya. Del mismo modo, en el caso Sirius hubiera sido más fácil fundamentar la
autoría del hombre de detrás de haberse apreciado por parte del Tribunal algún defecto
de imputabilidad en la mujer.
(34) A favor de solucionar esta cuestión a través de una normativa específica respecto de la
participación en el suicidio, STRATENWERTH, AT, 4.ª ed., § 12, núm. marg. 60-64, págs. 314
y ss.; el propio Rox1N apunta últimamente esta solución (vid. LK-StCB, 11.ª ed., § 25,
núm. marg. 11 O).
~LALEY
289
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Entre los supuestos que deberían atender a los mismos criterios de reso-
lución que el analizado porque presentan evidentes similitudes, cabe des-
tacar: a) «Caso de la doble muerte simulada» 135l. Se trata de una mujer que
mantiene relaciones adúlteras y que propone a su marido cometer juntos
un suicidio con la finalidad de librarse de él. De modo que le prepara una
bebida mezclada con veneno. El marido se la bebe y ella, tal como tenía
planeado, se niega a beber. El marido muere. El BGH condena a la mujer
como autora mediata de un homicidio. b) «Caso del Rey de los Gatos» 136l.
En este supuesto H se entera de la boda de su ex-novio con N y, por celos,
decide aprovecharse de su poder sobre R para conseguir que éste diera
muerte a la esposa N. Como R era sumamente influenciable por H, debido
al profundo amor no satisfecho que sentía hacia ella, ésta consiguió que
creyera, a través de misticismos, en un «Rey de los gatos» que personifica-
ba la maldad y que amenazaba a la humanidad. Le convenció de que el
«rey de los gatos» exigía el sacrificio de una víctima humana con las ca-
racterísticas de N, y que le había escogido a él para llevar a cabo el hecho.
Equipado con un cuchillo de excursionista y siguiendo el plan trazado por
H y P, R buscó a N en su tienda de flores y le clavó una serie de puñaladas
en el cuello, cara y cuerpo para matarla. No obstante, N sobrevivió a las
graves lesiones. El BGH admite la autoría mediata, partiendo de la existen-
cia de un error de prohibición vencible en el ejecutor material.
(35) BGHSt de 3 de diciembre de 1985, CA 1986, pág. 508 =JZ 1987, pág. 474.
(36) BGHSt de 15 de setiembre de 1988 = NZSt 1989, págs. 176-178.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. VALORACIÓN DE LA SENTENCIA. EL TRATAMIENTO JURISPRUDEN-
CIAL DE LA DENOMINADA «PRETERINTENCIONALIDAD»
111.1. Introducción
111.2. Apunte histórico
· 111.3. Análisis crítico de la solución dominante
111.4. Perspectiva de lege ferenda
1*) Sentencia del Tribunal Supremo 1579/2002, de 2 de octubre. Este trabajo se concluye en
enero de 201 O.
(35) BGHSt de 3 de diciembre de 1985, GA 1986, pág. 508 = JZ 1987, pág. 474.
(36) BGHSt de 15 de setiembre de 1988 = NZSt 1989, págs. 176-178.
SUMARIO:
t. INTRODUCCIÓN
11. VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. VALORACIÓN DE LA SENTENCIA. EL TRATAMIENTO JURISPRUDEN-
CIAL DE LA DENOMINADA «PRETERINTENCIONALIDAD»
111.1. Introducción
111.2. Apunte histórico
111.3. Análisis crítico de la solución dominante
111.4. Perspectiva de lege ferenda
'(•) ·Sentencia del Tribunal Supremo 1579/2002, de 2 de octubre. Este trabajo se concluye en
enero de 201 O.
CLALEY 291
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. INTRODUCCIÓN
te. Está demostrado que no es imposible, pero que, por regla, un puñetazo
de las características del probado en esta causa, no genera un peligro con-
creto de la producción de la muerte. Por lo tanto, en la medida en que el
dolo consiste en el conocimiento de este peligro concreto, es evidente que
de la consciencia de dar un puñetazo no se puede deducir que el autor
obró con dolo de matar».
111. 1. lntroductión
(1) La afirmación recogida en el texto produce cierta sorpresa pues, por un lado, incurre en
la misma incorrección -que, como hemos visto, imputa la sentencia que comentamos
al recurso planteado por la acusación particular-, de confundir los planos de la causa-
lidad y la imputación subjetiva; y, por otra parte, se conforma en el plano causal con la
aplicación de la fórmula de la conditio sine qua non, sin tomar en consideración criterios
de imputación objetiva. Volveremos más adelante sobre esta cuestión.
(2) Entre las sentencias del Tribunal Supremo que, en estos últimos años, se han ocupado
del problema de la «preterintencionalidad», citemos sólo las siguientes: 866/2000, de
23 de mayo (ponente, García-Calvo y Montiel); 1140/2002, de 19 de junio (ponente,
Conde-Pumpido Tourón); 1253/2005, de 26 de octubre (ponente, Berdugo Gómez de la
Torre); 513/2006, de 5 de mayo (ponente, Colmenero Menéndez de Luarca); 887/2006,
de 25 de septiembre (ponente, Andrés lbáñez); 1278/2006, de 22 de diciembre (ponen-
te, Delgado García); 239/2007, de 20 de marzo (ponente, Jiménez García); 140/2008,
de 31 de enero (ponente, Varela Castro); 160/2008, de 9 de abril (ponente, Saavedra
Ruiz); 168/2008, de 29 de abril (ponente, Berdugo Gómez de la Torre); 706/2008, de
11 de noviembre (ponente, Prego de OliverTolivar) y 769/2009, de 9 de julio (ponente,
Martínez Arrieta).
(3) Un amplio tratamiento del problema encontramos en PERIS RIERA, La preterintencionali-
dad. Planteamiento, desarrollo y estado actual, Valencia, 1994. De la literatura española
más reciente, destaquemos sólo QUINTERO OuvARES, «Las vicisitudes del dolo y la subsis-
tencia de la preterintencionalidad», en Constitución, derechos fundamentales y sistema
penal. Semblanzas y estudios con motivo del setenta aniversario del Profesor Tomás Sal-
vador Vives Antón, tomo 11, Valencia, 2009, págs. 1573-1603.
(4) Nos remitimos a las contribuciones de PAREDES CAsTAÑóN, RAGUÉS 1VALLES y SANCHEZ-Osnz
Gur1ÉRREZ, en este mismo volumen, que abordan el problema de la imputación subjetiva.
Baste recordar que la STS de 23 de abril de 1992 (ponente, Bacigalupo Zapater), el ccaso
de la colza•, comentada por el primero de estos autores, supone un cambio de rumbo
en la doctrina jurisprudencia! relativa a la comprensión del dolo eventual.
(5) Permítasenos remitir a SANZ MORAN, «Las reglas relativas a la unidad y pluralidad de deli-
tos en el Código Penal de 1995•, en El nuevo Código Penal: Presupuestos y fundamentos.
Libro Homenaje al Profesor Doctor Don Ángel Torío López, Granada, 1999, págs. 505-
520 (pág. 515). De las sentencias recogidas en la nota 2, admite también un concurso
ideal entre delito y falta la 239/2007, de 20 de marzo, si bien se trata aquí de un supuesto
de «preterintencionalidad homogénea•, a la que aludiremos en el texto más adelante.
(6) Para lo que sigue, vid. especialmente: ALONSO ÁLAMO, «El nuevo tratamiento de la preter-
intencionalidad. Consecuencias de la derogación del art. 50 del Código Penal•, LL de
23 de septiembre de 1983, págs. 1-7, donde se recoge de manera precisa el estado. de
debate en aquel momento.
(7) Cuyo párrafo primero establecía que «en los casos en que el delito ejecutado
fuera distinto del que se había propuesto ejecutar el culpable, se impondrá a és-
te la pena correspondiente al delito de menor gravedad en su grado máximo».
(8) Para el sentido histórico de este principio y su plasmación en el derecho positivo enton-
ces vigente, vid. sólo ToRfo LóPEZ, «Versari in re illicita y delito culposo. El denominado
caso fortuito impropio», ADPCP 1976, págs. 17-43.
(9) Así, entre otras, las sentencias de 9 de febrero de 1984, comentada por SILVA SANCHEZ (en
«Preterintencionalidad y otras cuestiones de la nueva jurisprudencia del Tribunal Supre-
mo», ADPCP 1985, págs. 194-205); y de 28 de marzo de 1984, comentada por HUERTA
Tomoo (en «Adiós al homicidio preterintencional», LL 1984-4, págs. 191-202).
(10) Vid., por todas, ya bajo la vigencia del CP de 1995, la STS 1140/2002, de 19 de junio:
e Resulta muy difícil sostener que cuando se golpea a alguien en el rostro con intención
de lesionarle, pueda diferenciarse entre un dolo de lesionar y otro también de lesionar,
pero un poco menos•;[ ... ] •quien conoce suficientemente el peligro concreto generado
por su acción, que pone en riesgo específico a otro, y sin embargo actúa conscientemen-
te, obra con dolo pues sabe lo que hace, y de dicho conocimiento y actuación puede
inferirse racionalmente su aceptación del resultado [... ]». Además de la comprensión
ccognitiva• del dolo eventual que subyace a estas afirmaciones -sobre lo que volvere-
mos después en el texto-, no cabe desconocer lo arraigada que está en nuestra jurispru-
dencia una concepción de las lesiones como delito cdeterminado• por el resultado, en
afortunada expresión de ANTÓN ÜNECA.
(11) Cfr. al respecto, entre otras, las STS 887/2006, de 25 de septiembre; 1278/2006, de 22 de
diciembre; 239/2007, de 20 de marzo; 16012008, de 9 de abril; 168/2008, de 29 de abril
y 769/2009, de 9 de julio. Como veremos a continuación, aunque se trata de supuestos
próximos, no en todos ellos se admite la solución concursa!.
micidio culposo»( 12i. Dado que este punto de vista es hoy absolutamente
dominanté 13 l, no vamos a detenernos en este aspecto del problema. De
manera muy clara, señala la STS 866/2000, de 23 de mayo, que «la sanción
exclusiva del resultado de muerte ocasionado por imprudencia, equipa-
rando estos supuestos en que existe una agresión voluntaria y querida con
ánimo de lesionar en mayor o menor medida a la víctima, con la muerte
producida a consecuencia de un acto imprudente, supondría prescindir del
desvalor de la lesión dolosa intentada y ocasionada como resultado inter-
medio previo al fallecimiento, dando igual tratamiento penal a conductas
muy diferentes»(14l.
(12)
(13)
Vid. ALONSO ÁLAMO, LL de 23 de septiembre de 1983, págs. 5-7 (lo entrecomillado en el
texto, en pág. 7).
Vid., por todos, GRACIA MARTIN, en DIEZ R1POLLB.IGRACIA MARTIN (Coords.), Comentarios al
Código Penal. Parte especial, tomo 1, Valencia, 1997, págs. 157 ss., con ulteriores refe-
1
1
rencias bibliográficas y jurisprudenciales.
(14) En el mismo sentido, entre otras muchas, Ja STS 1253/2005, de 26 de octubre, don-
de se analiza de manera muy completa el problema de la preterintencionalidad y su
tratamiento.
(15) Cfr. las recogidas en las contribuciones de ALONSO ÁLAMO y GRACIA MARTIN, citadas en
las notas 6 y 13, respectivamente. Además, MARTOS NúÑEZ, «La preterintencionalidad»,
RDPC 3 (1993), págs. 553-601 (págs. 585 ss.) y PERIS RIERA, la preterintencionalidad,
(16)
págs. 197 SS.
Así, en la STS 1253/2005, de 26 de octubre, ya mencionada, tras estudiar con detenimien-
to el significado de la teoría de la imputación objetiva, concluye que en el caso concreto
1
(un supuesto de preterintencionalidad homogénea), el resultado lesivo más grave no es
imputable objetivamente a la acción del sujeto. Una aportación muy importante sobre el
modo en que el paradigma de la imputación objetiva incide en el tratamiento de las hipó-
tesis del denominado «error impropio» ofreció tempranamente, en nuestra doctrina, SILVA
tl
SANCHEZ, «Aberratio ictus e imputación objetiva», ADPCP 1984, págs. 347-386.
1
298 ©LA LEY
,
,
15. Caso del homicidio preterintencional
1
i
el dolo eventual [ ... ] resultará imposible hablar de preterintencionalidad y
de concurso de delitos entre una infracción dolosa y una imprudente: todo
} será dolo eventua1»<21l. La cuestión se plantea sobre todo en el ámbito de la
1
1
(17)
(18)
(19)
Cfr. supra, apartado 11 (y allí, la nota 1).
También, como ya vimos (supra, apartado 11), en la sentencia que estamos comentando.
Baste mencionar, en este sentido, la opinión de MONER MuÑoz, e lesiones. Análisis de la
nueva doctrina jurisprudencial•, PJ 2003, núm. 72, págs. 89-122, para quien admitir la
solución concursa! en el ámbito de las denominadas lesiones preterintencionales, csería
contrario a una doctrina consolidada del Tribunal Supremo [... ],que venía generalmente
estimando que quien conoce suficientemente el peligro concreto generado por su acción
que pone en riesgo específico a otro, y sin embargo actúa conscientemente, obra en
dolo, pues sabe lo que hace y de dicho conocimiento y actuación puede inferirse racio-
nalmente su aceptación del resultado» (pág. 107).
1 (20)
(21)
Vid. nota 3, pág. 1581.
Vid. nota 3, pág. 1587 (y nuevamente, en pág. 1601 ). Muy interesante también lo expre-
sado en la pág. 1588, apuntando a un enlace entre la concepción «cognitiva» del dolo
tl
eventual y la vieja idea del versari in re illicita: cloque ahora se discute no es [... ], sino
si una reducción excesiva del dolo al estricto elemento cognoscitivo no puede tener co-
mo consecuencia la imposibilidad de tratar como imprudente el resultado más grave no
querido, con lo cual en cierta medida volveremos a la época en la que se entendía que
la imprudencia solamente se podía producir a partir de un acto lícito» (cursivas allO. En
1
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C> LA LEY
299
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
sentido próximo, cita QUINTERO un trabajo de su discípulo GARCÍA ALBERO, e Dolo eventual,
preterintencionalidad homogénea y delitos de lesiones (A propósito de la sentencia de
30 de mayo de 2008 de la Audiencia Provincial de Pontevedra)», Revista Jurídica Galega,
que lamentablemente no hemos logrado contrastar.
(22) Vid., por ejemplo, las STS 887/2006, de 25 de septiembre; 1287/2006, de 22 de diciem-
bre; 239/2007, de 20 de marzo; y 168/2008, de 29 de abril (que casa la de la Sala de
Instancia, que condenaba por lesiones graves con dolo eventual), donde encontramos
una cumplida argumentación al respecto.
(23) Vid., por ejemplo, las STS 1140/2002, de 19 de junio; 160/2008, de 9 de abril (aquí la
conclusión de considerar un delito único de lesiones graves con dolo eventual se obtiene
del dato de que, en el caso enjuiciado, el puñetazo al rostro se produjo portando el suje- ·
to activo un anillo con una gran piedra incrustada) y 769/2009, de 9 de julio (lanzamien-
to, con gran fuerza, de una botella que impacta en el rostro de la víctima, produciéndole
la pérdida de la visión de un ojo).
(24) Resultan ilustrativas, en este sentido, las STS 140/2008, de 31 de enero y 706/2008, de
11 de noviembre, relativas a sendos episodios de violencia de género, donde el varón
propina un bofetón a la mujer que origina la muerte de ésta; en ambos casos, el Ministe-
rio Fiscal proponía la condena por homicidio doloso (con dolo eventual), inclinándose,
sin embargo, el Tribunal Supremo por entender presente un concurso de delitos.
(32) Vid., por todos, SuAREZ MONTES, «Art. 5», en Coso DEL RosAL (dir.), Comentarios a/ Código
1t
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Penal, tomo I (arts. 1a18), Madrid, 1999, págs. 165-206. ·~,
1 per /'emanazione de un nuevo Codice pena/e, publicado en L'Jndice Pena/e 1992, págs.
579-672, cuyo art. 59.5, letra c), proponía, junto a la supresión del e homicidio preterin-
tencional», la creación de una modalidad agravada del homicidio y de las lesiones im-
prudentes, cuando procedieran de una conducta violenta y dolosa contra las personas,
con una pena que en ningún caso podría ser inferior a la resultante de las reglas sobre el
concurso de delitos.
(36) Cfr. sólo la aguda crítica de SuAREZ MONTES, cla preterintencionalidad en el Proyecto de
Código Penal de 1980», ADPCP 1981, págs. 795-824.
1
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16
1 SUMARIO:
l. LA SOLUCIÓN DEL CASO
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.
(*) Sentencia de la tercera Sala Penal (3 StR 226/1986) del Bundesgerichtshof de 22 de oc-
tubre de 1986 {BGHSt 34, 199).
l - e LA LEY 307
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) Gesetz über den unlauteren Wettbewerb (Ley sobre la competencia desleal).
(2) Gesetz über den Verkehr mit Arzneimitteln (Ley sobre la circulación de fármacos).
de estafa. El Fiscal consideró que esto último constituía una infracción del
Derecho material y recurrió la sentencia.
El Tribunal aclara que, con todo, no existe una respuesta generalmente váli-
da sobre la influencia del derecho de devolución en la concurrencia de perjui-
cio patrimonial. Así, en los casos en los que el engañado todavía no ha hecho
entrega de un valor económico de su patrimonio, de manera que este último
solamente queda sujeto a un derecho contractual del autor, la jurisprudencia
alemana considera que no concurre un peligro para el patrimonio que equi-
310
t
l
©LA LEY
16. Caso de las pastillas adelgazantes
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(5) STS de 29 de octubre de 1998 (ponente, Jiménez Villarejo). Sobre estos casos, víd. con
detalle PASTOR MuÑoz, La determinación del engaño típico en el delito de estafa/Madrid,
2004, págs. 149 SS.
(6) Cfr., por ejemplo, el planteamiento de PAWLIK, Das unerlaubte Verhalten beim Betrug,
Colonia, 1999, págs. 162 ss. Un resumen de la evolución doctrinal hasta llegar a esta
idea, desde la teoría de la adecuación y la victimodogmática a los planteamientos más
convincentes de K1NDHAUSER («Tauschung und Wahrheitsanspruch beim Betrug», ZStW
103 [1991 ], págs. 399 ss.) y PAWLIK, en PASTOR MuÑOZ, La determinación del engaño típico
en el delito de estafa, Madrid, 2003, págs. 119 ss.
(7) Cfr. al respecto, BAJO FERNÁNDEZIP~REZ MANZANO en BAJO FERNÁNDEZIP~REZ MANZANo/SuAREZ
GoNZÁLEZ, Manual de Derecho penal. Parte especial. Delitos patrimoniales y económicos,
2.ª ed., Madrid, 1993, págs. 275 ss.; CHOCLÁN MoNTALVO, El delito de estafa, Barcelona,
2000, págs. 133 ss., entre otros.
(8) Especialmente interesante resulta el planteamiento de PAWLIK, Betrug, págs. 180 ss.; sobre la
estafa de •víctima débil•, cfr. PASTOR MuÑOZ, La determinación del engaño, págs. 243 ss.
(9) STS de 19 de enero de 1976 (ponente, Huerta y Álvarez de Lara).
(10) ARZT, cBemerkung zum Überzeugungsopfer - insbesondere zum Betrug durch Verkauf
von !Ilusionen•, en WEIGENDIKOPPER (Hrsg.), Festschrift für Hans /oachim Hirsch zum 70.
Geburtstag, Berlín-Nueva York, 1999, págs. 431 ss., pág. 444.
(11) PASTOR MuÑoz, La determinación del engaño, pág. 249.
(15) Cfr. el concepto dominante de acto de disposición en ANTÓN ÜNECA, «Estafa», NEJ 1957,
págs. 57 SS., 66; BAJO FERNÁNDEzfPÉREZ MANZANO, en BAJO FERNÁNDEzlPÉREZ MANZANolSUÁ-
REZ GoNZÁLEZ, PE, pág. 283; VALLE MuÑ1z, El delito de estafa. Delimitación jurídico-penal
con el fraude civil, Barcelona, 1987, págs. 213 ss.; CRAMER, en ScHONKE!ScHRODER, StGB-
Kommentar, 25.ª ed., Múnich, 1997, § 263, núm. marg. 55; LACKNER, LK-StGB, 1O.ª ed.;
Berlín, Nueva York, 1988, § 263, núm. marg. 96; TIEDEMANN, LK-StCB, 11.ª ed., Berlín-
Nueva York, 2000, 11.ª ed., § 263, núm. marg. 97. Sobre el concepto económico de
patrimonio, dr., por ejemplo, ANTÓN ÜNECA, NE), pág. 68; BAJO FERNÁNDEzlPÉREZ MANZANO
en BAJO FERNÁNDEzlPÉREZ MANZANo/SuAREZ GoNZÁLEZ, PE, pág. 268; CHOCLAN MoNTALvo, Es-
tafa, págs. 57 ss.; CRAMER, en ScHONKE!ScHRODER, StCB-Kommentar, § 263, núm. marg. 80;
K1NDHAUSER, Strafrecht. Besonderer Teil 11. Straftaten gegen Vermogensrechte. Teilband 1.
Eigentumsdelikte, i.a ed., Baden-Baden, 1999, § 1, núm. marg. 14; LAcKNER, LK-StCB,
10.ª ed., § 263, núm. marg. 122, entre otros.
(16) PASTOR MuÑoz, La determinación del engaño típico, pág. 173, pág. 178.
©lALEY 317
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
De los dos comportamientos del autor nos interesa el primero, sobre todo
porque el Tribunal Supremo consideró sorprendentemente que se trataba de un
comportamiento constitutivo de estafa: «Tal falsedad fue creída por los herma-
nos en ese ambiente que tan hábiles son para crear estos profesionales y tan
eficaz es para obtener el lucro pretendido, precisamente porque la actuación
se realiza respecto de personas que creen en la verdad de esos procedimientos
y por eso acuden a esta clase de profesionales para averiguar su porvenir. Y
hemos de calificar de «bastante» el engaño referido por la condición especial
de quienes acuden a esa clase de personas con una ignorancia bien inclinada
a creer lo que les diga aquel a quien consideran dotado de poderes especia-
les». Realmente, resulta difícil admitir la solución defendida en este caso por
el Tribunal Supremo. En principio, por lo menos en el caso de víctimas con
«Capacidades normales», se debe considerar que el comportamiento del au-
tor es atípico -la decisión con base en motivos supersticiosos no se ajusta al
modelo de racionalidad vigente en el mercado, así que quien actúa con esos
parámetros lo hace por su cuenta y riesgo--< 17i. Además, por otra parte, si el Tri-
bunal Supremo admite la protección en este caso, ¿cómo demuestra, a efectos
de afirmar la concurrencia de perjuicio, que el autor no realizó las prestaciones
prometidas de liberar en el más allá a los padres de Sergio y Marina, así como
de evitar que la enfermedad amenazante no se produjera? El caso sería distinto
si el autor hubiera prometido una prestación cuya comprobación en este mun-
do es posible; en tal supuesto, estaríamos ante una estructura semejante a la de
las pastillas adelgazantes, cuyo tratamiento también ha de ser, cuando el desti-
natario del mensaje no es una «víctima débil», el de la impunidad. Ahora bien,
estos supuestos de pago de prestaciones por motivos supersticiosos merecen,
al igual que ocurría en la venta de ilusiones, una consideración distinta si la
víctima es una víctima débil (por ejemplo, si Sergio y Marina sufrieran algun~
carencia intelectual o cultural), de manera que percibe la oferta del acusado
como burda; en tal caso, sí tendría sentido ver en el comportamiento del autor
un comportamiento típico.
SUMARIO:
l. POSICIÓN DEL TRIBUNAL
11. OTROS CASOS RELACIONADOS
111. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
IV. POSICIÓN PERSONAL Y OTRAS SOLUCIONES
(•) Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de noviembre de 1990, de cuyos hechos se han
resumido los aquí incluidos (procedente del Sumario 12/85, del Juzgado de Instrucción
de Berga, conocido por la Audiencia Provincial de Barcelona, Secc. 3.ª, en su Sentencia
de 20 de febrero de 1988).
situar en una situación de garante para que el peligro para las personas,
animales o cosas no hubiera llegado a producirse». Entiende, en relación
con ello, que la «modalidad comisiva no se agota, desde un punto de vista
naturalístico, en el período de tiempo abarcado por la sentencia, sino que
se continúa y perpetúa durante todo el tiempo en que se permanezca en
esa situación», de modo tal que si «en ningún momento se pusieron en
marcha los mecanismos necesarios para interrumpir la emisión contami-
nante o reducir su intensidad a módulos tolerados por el entorno afectado,
instalando aparatos correctores», «el período de tiempo enjuiciado ha de
abarcar desde la entrada en vigor» del precepto correspondiente (en el caso
de la Sentencia, y del art. 347 bis hoy sustituido por el art. 325 del Código
Penal de 1995, el 12 de agosto de 1983) -y, en su caso, de la normativa
extrapenal aplicable, habría que añadir- «hasta la fecha de la calificación
de las partes acusadoras» (FD 11.º).
e LA LEY 323
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Entre los delitos de corte socioeconómico de los Títulos XIII, XIV e in-
cluso XV y los delitos contra la seguridad colectiva del Título XVII se ubi-
can los preceptos del Título XVI, dedicados a la ordenación del territorio,
la protección del patrimonio histórico y la tutela del ambiente, sectores
normativos hoy en día ya claramente autónomos, pero vinculados con el
mundo empresarial y con el conjunto de delitos relacionados con la idea
de riesgo para la sociedad.
(1) Véanse, por todos, DE LA CuESTA ARZAMENDI, cla reciente historia del delito ecológico: del
art. 347 bis al Proyecto de Nuevo Código Penal de 1994», en la protección jurídica del
medio ambiente, Pamplona, 1997, págs. 185 ss.; y PRATS CANUT, e Observaciones críticas
sobre la configuración del delito ecológico en el Proyecto del Código Penal de 1980»,
en Estudios en Honor del Profesor Pérez-Vitoria, Barcelona, 1983, págs. 743 ss.
e LA LEY 325
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
El primer art. 325 del Capítulo 111, heredero de lo que fue el art. 347 bis
it
objeto de atención en 1990, recoge hoy lo que es propiamente el tipo de
atentado genérico al medio ambiente, del que ahora ya sí existen importan-
tes pronunciamientos jurisprudenciales<3l, con una regulación en la que hay
que destacar, en primer lugar, esta vinculación entre tutela penal y tutela
administrativa al exigir la plena realización del tipo una contravención de
leyes u otras disposiciones generales protectoras del medio ambiente.
1
La conducta de provocar o realizar directa o indirectamente, emisiones,
vertidos, radiaciones, extracciones, etc. -en profusa enumeración de lo
(2) Sobre el bien a tutelar, entre otros, Busros RAMfREZ, «Necesidad de la pena, función sim-
bólica y bien jurídico del medio ambiente», PyE 1991, págs. 101 ss.; CoRcov B10ASOLO,
«Protección penal del medio ambiente: legitimidad y alcance. Competencia penal y
administrativa en materia de medio ambiente», Derecho penal de la empresa, Pamplona,
1992, págs. 613 ss.; DE LA MATA BARRANCO/DE LA MATA BARRANCO, «El ambiente como ob-
jeto específico de tutela penal», en Estudios Jurídicos en Memoria de José María Lidón,
Bilbao, 2002, págs. 331 ss.; y SILVA SANCHEZ, «¿Protección penal del medio ambiente?
Texto y contexto del art. 325 del Código Penal», LL 1997-3, págs. 1714 ss.
(3) Específicamente, PéREZ DE GREGORIO, «Jurisprudencia medioambiental», LL 1995-4, págs.
965 ss. y LL 1996-2, págs. 1678 ss.; y «Jurisprudencia penal del medio ambiente», LL
1997-4, págs. 1203 ss.; PERIS RIERA, «La primera sentencia por delito ecológico ¿Una reso-
lución histórica?», PJ 1988, 11, págs. 95 ss.; y VERCHER NOGUERA, eVisión jurisprudencia!
sobre la protección penal del medio ambiente», AP 1995, págs. 905 ss.
1
17. Caso de la Central de Cercs
(4) Sobre la complejidad probatoria en este punto, DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad de los
delitos contra el medio ambiente, 2.ª ed., Valencia, 1999, págs. 1 ss.
(5) Para un estuaio completo de los tres elementos, BLANCO LOZANO, La protección del medio
ambiente en el Derecho penal español y comparado, Granada, 1997, págs. 1 ss.; DE
LA CuESTA ARZAMENDI, «Delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente•, AP
1998-2, págs. 287 ss. y «Cuestiones dogmáticas relativas al delito de contaminación
ambiental•, RP 4 (1999), págs. 30 ss.; GARCÍA R1vAS, Delito ecológico: estructura y aplica-
ción judicial, Barcelona, 1998, págs. 1 ss.; MAnos RooRIGUEZ-ARIAS, Los delitos relativos a
la protección del medio ambiente, Madrid, 1992, págs. 1 ss.; PERIS RIERA, Delitos contra
e/ medio ambiente, Valencia, 1984, págs. 1 ss.; SILVA SANCHEZ, Delitos contra el medio
ambiente, Valencia, 2000, págs. 1 ss.; yTERRADILLOS BASOCo, «Protección penal del medio
ambiente en el nuevo Código Penal español. Luces y sombras», AP 1996, págs. 289 ss.
(6) Véanse, con planteamientos diferentes, MORALES PRATS, •La estructura del delito de con-
taminación ambiental. Dos cuestiones básicas: ley penal en blanco y concepto de pe-
ligro•, en La protección jurídica del medio ambiente, Pamplona, 1997, págs. 233 ss.; y
PAREDES CASTAÑóN, e Responsabilidad penal y nuevos riesgos: el caso de los delitos contra
el medio ambiente», AP 1997-1, págs. 217 ss.
1 Al tipo básico del art. 325, el art. 326 incorpora una serie de cualifi-
caciones -a varias de ellas aluden los recursos presentados por defensa
y acusaciones contra la Sentencia de la Audiencia de Barcelona- que
dan lugar a los tipos cualificados de sus apartados a) a f), referidos a la
clandestinidad de la actuación -inexistente en el caso de Autos, dado
el conocimiento que de la actividad desarrollada tenía la Administra-
ción-, la desobediencia frente a órdenes de corrección de la actividad
contaminante -también inexistente, porque aun cuando ciertamente no
se cumplieron totalmente los requerimientos de aquélla se alegaron ra-
zones que incluso llevaron a elevar administrativamente los límites de
emisión permitidos-, la falsedad de datos ofrecidos para poder llevar a
cabo dicha actividad, la obstaculización de la función inspectora de la
Administración -que nunca se produjo, como se acreditó en los hechos
probados-, el riesgo de deterioro irreversible -que como bien expli-
có ta sentencia, referente en esta cuestión desde entonces, se produce
cuando en relación de causalidad con el comportamiento se alcance un
el LA LEY 329
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(11) En este ámbito, entre otros, AwruEv BoDóN, «El ámbito de aplicación del art. 329 del
Código Penal», RDPC 2001, págs. 11 ss.; DE V1cENTE MARTINEZ, Responsabilidad penal
del funcionario público por delitos contra el medio ambiente, Madrid, 1993, págs. 1 ss.; 1
GóMEZ R1vERO, «Algunos aspectos de la responsabilidad de los funcionarios en materia
ambiental», LL 1996-4, págs. 1239 ss.; MATELLANES RODRÍGUEZ, Medio ambiente y funcio- lf
narios públicos: análisis del tipo objetivo del art. 329 del Código Penal, Barcelona, 2000, Í
págs. 1 ss.; OcrAv10 DE ToLEDO v Us1rro, «Un ejemplo de norma jeroglífica, el art. 329
del Código Penal», RDPP 2000, págs. 13 ss.; yTERRADILLOS BASoco, «Responsabilidad del
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funcionario público en delitos relativos a la ordenación del territorio y a la protección
penal del patrimonio histórico y del medio ambiente», EPC 20 (1997), págs. 311 ss.
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17. Caso de la Central de Cercs
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tos de las primeras emisiones; es que se constataron nuevas emisiones con
los efectos referidos. De ahí que no haya tampoco que entrar en la conside-
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332 ©LA LEY 1
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17. Caso de la Central de Cercs
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1 ©LA LEY 333
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Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Si los nuevos límites se entendieran válidos, sin duda los mismos benefi-
ciarían, aplicándose retroactivamente, a las emisiones de la Central, por
más que la tutela ambiental quedara menoscabada. En caso contrario -y
es ésta una cuestión a decidir desde criterios administrativos, aun en sede
penal-, los mismos -como así entendió el Tribunal-, al igual que la
tolerancia de la Administración, no podrían evitar la condena de quien se
sabe vulnerador de la normativa administrativa ambiental.
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SUMARIO:
l. SENTENCIA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL NÚM. 364/1988:
~ CUARENTA AÑOS DE «CASOS» SIMILARES DE LA LLAMADA «BUE-
.
NA FE EN LAS CONTRAVENCIONES»
11. LAS RAÍCES ARGUMENTATIVAS DE LA SENTENCIA
i 11.1. De carácter exegético-constitucional
11.2. De carácter sistemático
1 11.3. De carácter político criminal
.
>_ (*) Sentencia de la Corte Constituzionale núm. 364/1988, de 23-24 de marzo. Traducción a
cargo de Raúl ÚRNEVALI RooRfGUEZ, Centro de Estudios de Derecho Penal, Universidad de
Talca (Chile).
f
t1~ C> LA LEY 335
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
•
18. El caso de la ignorancia invencible
(4) El código penal italiano distingue los crímenes, según la pena impuesta a éstos, en delitos y
1f contravenciones, conforme al art. 42 CP it. Los delitos son sancionados con presidio perpe-
tuo, reclusión o multa, las contravenciones con arresto o enmienda [ammenda]. Para una
exhaustiva ilustración de estos aspectos fonnales, vid. MAR!Nuca!Dot.0N1, Corso di diritto
t
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pena/e, 1, 3.ª ed., Milán, 2001, 402 ss. En todo caso, existen criterios sustanciales que el le-
gislador sigue o debería seguir para construir las contravenciones, además para adoptar en
el futuro soluciones de distribución entre el Derecho penal y el administrativo, abandonan-
do el modelo de las contravenciones. Al respecto, cfr., ÜON1N1, // delitto contravvenziona/e.
«Culpa iuris» e oggetto del dolo nei reati a condotta neutra, Milán, 1993, págs. XIII ss., 359
ss. y passim; lo., Modelli di illecito pena/e minore, en ÜON1Nv'CA5TR0Nuovo (dirs.), la. riforma
i..
"t
dei reati contro la salute pubblica. Sicurezza del /avoro, sicurezza alimentare, sicurezza dei
prodotti, Padua, 2007, en especial, págs. 243-264.
~ (5) Vid. ahora el art. 44, lett. b), d.p.r. de 6 de junio de 2001, núm. 360.
i:
J
1~- ©LA LEY 337
i
••
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
t
.f
cho más allá de las motivaciones contenidas en las ordenanzas de remisión
r~
y también de la orientación jurisprudencia! sobre la buena fe en las con- .
travenciones. La sentencia núm. 364/1988, de hecho, tomando nota de la
pasividad del Parlamento italiano, ha reescrito las bases epistemológicas i
;
~
de la imputación subjetiva del crimen en general, de los delitos y de las
i
338 ©LA LEY
l
18. El caso de la ignorancia invencible
1
f
·· En las mismas páginas, sin embargo, se abría camino a una clave de lec-
tura del art. 27.3 de la Constitución capaz de imponer, en poco tiempo, un
replanteamiento completo de la constitucionalización del nullum crimen
lt sine culpa.
1
1
Emergía, de hecho, una implícita desarmonía entre el «alcance» del art.
27.1 de la Constitución (restrictivamente entendido conforme al significado
señalado) y aquél del inciso 3: si la tendencia reeducativa que la Consti-
1 tución prescribe a la pena («debe tender a la reeducación»: así, el citado
1
~-? inciso 3) impone una personalización de la sanción impuestam, una verda-
t
feº dera personalización de la pena no puede nunca acontecer, en caso de que
r~
.
i~
;;
(6)
(7)
BRICOLA,
BRtCOLA,
La discreziona/ita ne/ diritto pena/e, Milán, 1965, págs. 353 ss.
La discrezionalita, págs. 356 ss.; para un cuadro actual de la problemática, ver,
~
por todos, F1ANDACA, cll 3.º comma dell'art. 27», en Commentario della Costituzione, a
i
l f> LA LEY 339
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
cura di BRANCA-P1zz0Russo, Bolonia, 1991, págs. 222 ss. y passim; ROMANO, en lo./GRASso,
'
ij
(8)
(9)
Commentario sistematico del codice pena/e, vol. 11, 3.ª ed., Milán, 2005, art. 133/23 ss.
Así ya BRICOLA, La discreziona/ita, págs. 358 ss., nota 295.
Op. loe. ult. cit.
1
(1 O) AMAro G., Individuo e autorita ne/la disciplina della liberta persona/e, Milán, 1967, reimpreso
1975, págs. 454-469; PuuTANó, <<lgnoranza (dir. pen.)», en Enciclopedia del diritto, XX, Milán,
1970, págs. 36 ss.; lo., «11 principio di colpevolezza e il Progettodi riforma penale»,Ju51974,
1
1
j
págs. 501 ss.; BRICOLA, voz «Teoria generale del reato», en Novissimo Digesto Italiano, 1973, 1
págs. 53 ss.; argumentando ex art. 27, inciso 1 de la Constitución, GRosso, voz «Responsabi- i
:
lira penale», en Novissimo Digesto Italiano, XV, 1968, págs. 713 ss.
¡
340 ©LA LEY t~
18. El caso de la ignorancia invencible
f
~·
de nuestro sistema constitucional, dada la grave instrumentalización que
sufriría la persona humana) podría configurarse como legítima una respon-
!
sabilidad penal por hechos no reconducibles (además de cuanto se dirá en
~
materia de ignorancia inevitable de la ley penal) a la ya señalada culpa del
j-
s agente, conforme la previsibilidad o evitabilidad del resultado» 02 l.
t
-\
t Sobre el plano sistemático, por otra parte, la Corte sigue una formula-
l ción bastante distante de aquella afirmada por los autores mencionados
~.
,- supra. En la medida en que se refería al nexo entre culpabilidad normativa
l
i
y principio de culpabilidad para afirmar el nullum crimen sine culpa y la
~xigencia de excusar formas de ignorancia inevitable de la ley penal, la
literatura italiana que había enunciado estas soluciones no había aceptado
'
i·j una suerte de constitucionalización, pero tampoco una recepción pura-
mente científica o doctrinal de la «culpabilidad» como
ca, sino sólo del
categoría dogmáti-
principio de culpabilidad. La culpabilidad como categoría
1 era sólo el contenedor de todo lo subjetivo'rn.
1
1
j
(11)
(12)
C. Const. núm. 364/1988, RIDPP 1988, pág. 700, § 9.
RIDPP 1988, pág. 706, § 11.
1 (13) Para una reconstrucción crítica de este status quo ante, DoN1N1, 11/ecito e co/pevo/ezza
i
:r nell'imputazione del reato, Milán, 1991, págs. 552 ss., que es el primer estudio que ha
¡ replanteado la sistemática del delito después de la sentencia 364/1988.
l
guirla verdaderamente de la culpabilidad como categoría), BRICOLA, voz Teoría genera/e
del reato, págs. 53 ss.; D. PuuTANó, L'errore ne/la teoria del reato, Milán, 1976, passim.
Para la distinción, DoN1N1, 11/ecito e colpevolezza, págs. 554 ss.
(15) Entre las excepciones, cfr. las posiciones de la llamada escuela napolitana, de SANTAMARIA
y LATAGLIATA, y después aquellas más personales de PAGLIARO y de GALLO. Vid. además el !
libro de MAR1Nucc1, /1 reato come azione. Critica di un dogma, Milán, 1971 (con acogida
de una formulación sistemática postwelzeliana, como Rox1N, pero de la que después se
1f
retracta el autor).
'~
l
18. El caso de la ignorancia invencible
1
~··
ii
tivamente «revolucionaria» respecto a muchas concepciones de la culpa-
bilidad psicológicas o normativas «corrientes» en Italia aún en los años
i ochenta. Una idea, en realidad, largamente difundida en otras experiencias
1 jurídicas, como en la cultura penal alemanaºªl, y que estaba contenida in
1 nuce en las elaboraciones originarias de la misma concepción normativa
l
!;::
1f:
(16)
(17)
(18)
C. Const. núm. 364/1988, RIDPP 1988, págs. 709 ss., § 13.
Ibídem, 710, § 13.
Para una exposición crítica de los orígenes históricos de la culpabilidad normativa, vid.
PADOVANI, cAppunti sull'evoluzione del concetto di colpevolezza», RIDPP 1973, págs.
'
554 ss., 566 ss.; ÜOLC1N1, La commisurazione della pena. La pena detentiva, Padua, 1979,
~¿-
~·
págs. 260 ss.; FoRNASARI, JI principio di inesigibilita ne/ diritto pena/e, Padua, 1990, págs.
53 SS., 163 SS.
(19) Ampliamente, para la ilustración de la distancia de esta especial conclusión respecto a
la communis opinio (de la época) de la literatura italiana, que aún seguía concepciones
«normativas» de la culpabilidad, DoN1N1, 11/ecito e co/pevolezza, Milán, 1991, págs. 552-
574; lo., JI delitto contravvenzionale, págs. 1 ss.; lo., Teoria del reato. Una introduzione,
Padua, 1996, págs. 379-397.
(20) C. Const. núm. 364/1988, RIDPP 1988, pág. 71 O, § 13.
i
(21) lbidem, pág. 711.
l
18. El caso de la ignorancia invencible
1
l
11.3. De carácter político criminal
(23) lbidem, pág. 714, § 17. Sobre el principio de «reconocibilidad» de la ley penal, vid. DE
FRANcesco, «11 principio della personalita della responsabilita penale nel quadro delle
scelte di criminalizzazione», RIDPP 1996, págs. 32 ss., 48 ss.
(24) Sobre la ética de la responsabilidad como base política de la cSchuldtheorie», dr. DoN1-
N1, JI delitto contravvenziona/e, cap. l.
l
18. El caso de la ignorancia invencible
l e LA LEY 347
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Otra lectura crítica ha sido propuesta por quien escribe, en función tanto
dogmática, como directamente práctica y correctiva respecto a los límites de
la Schuldtheorie acogida por la Corte Constitucional. La «teoría de la culpa-
bilidad» entra en conflicto con el principio mismo de culpabilidad allá don-
de los hechos tipificados por la ley sean «Una conducta neutra», donde no
sea posible querer el mismo hecho típico si no se conoce la ilicitud jurídica.
Lo anterior, con motivo de la artificialidad de la descripción, de la dificultad
de percibir la misma antisociabilidad o la lesividad respecto de un determi-
(26) STORTONI, «L'introduzione nel sistema penale dell'errore scusabile di diritto: significati e
prospettive», RIDPP 1988, págs. 1313 ss., 1347 ss.; fERRAJou, Quattro proposte di riforma
del/e pene, en BoRRÉ/PALOMBARINI (dirs.), /1 sistema sanzionatorio pena/e e le a/ternative di
tutela, Milán, 1998, pág. 50; fERRAJOLI, Lo stato di diritto tra passato e futuro, en CosrA/
ZoLO (dirs.), Lo stato di diritto. Storia, teoria, critica, Milán, 2002, pág. 364. Cfr. también
DE fRANCEsco, RIDPP 1996, págs. 32 ss., 48 ss., 50, 55, 66 ss.
(27) fERRAJou, Quattro proposte, p. 50.
(28) DoN1N1, /1 delitto contravvenziona/e, págs. 17 ss. (cap. 1), 293 ss., 326 ss. y passim; lo.,
cDolo e prevenzione generale nei reati economici», RTDPE 1999, págs. 27 ss. En este
sentido, f1ANDACA!Musco, Diritto pena/e. PG, 6.ª ed., Bolonia, 2009, pág. 407; DE S1MONE,
en CANESTRARllCORNACCHWDE S1MONE, Diritto pena/e. PG, Bolonia, 2008, págs. 629 ss. Vid.
también BELFIORE, Contributo al/a teoria dell'errore in diritto pena/e, Turín, 1997, págs.
129 ss.; ÚLABRIA, cDelitti naturali, delitti artificiali ed ignoranza della legge penale»,
/:Indice Pena/e, 1991, págs. 35 ss.
(29) Para una reproposición integral de la cSchuldtheorie» a todo el sector penal sin excep-
ciones, dr. PuUTANO, voz lgnoranza della Jegge (Diritto pena/e), en Enciclopedia del Di-
ritto, Aggiornamento, I, 1997, págs. 614 ss.; además, aunque con muchas perplejidades
y dificultades en términos de justicia sustancial de frente a los delitos artificiales, VALLINI,
Antiche e nuove tensioni tra colpevolezza e diritto pena/e artificiale, Turín, 2003, págs.
223 SS., 335 SS.
e LA LEY 349
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(30) Cfr. B1NDA, Art. 5/1964 ss., en DoLC1Nl!MAR1Nucc1 (dirs.), Codice pena/e commentato, vol.
1, Milán, 2006, págs. 134 ss.
(31) Hemos contabilizado hasta 1999, 5431 normas-precepto contenidas en la legislación
penal complementaria (con la exclusión de los códigos penales militares). De éstas, 4557
son contravenciones, esto es, el 84% de la legislación llamada especial. Se trata del re-
sultado de una investigación MURST iniciada en 1999 y cuyos resultados han sido pre-
sentados en un congreso realizado en Módena del 14-15 de diciembre de 2001. Cfr. los
Actos relativos publicados en DoN1N1, Modelli ed esperienze di riforma del diritto pena/e
complementare, Milán, 2003; siempre como conclusión de la señalada investigación,
véase, BERTACCINllPAVARINI, L'altro diritto pena/e, Turín, 2004. Sobre el argumento dr. tam-
bién el precedente estudio comparado DoNINI (dir.), La riforma della Jegislazione pena/e
complementare. Studi di diritto comparato, Padua, 2000. Como se ha explicado en este
trabajo, permanecen algunas fundadas perplejidades hacia un acogimiento integral del
modelo español de código penal que concentra en pocos centenares de artículos, sólo
del código, casi todo el derecho penal (con sólo poquísimas leyes complementarias);
porque para realizar tal empresa, el legislador penal está constreñido a utilizar demasia-
das cláusulas generales, normas en blanco y elementos normativos. Un código construi-
do así no sanciona poco, sino sólo de modo más escondido, comportamientos que otros
sistemas describen de manera más puntual a través de un número más consistente de
incriminaciones, distribuidas entre código y leyes complementarias. Cfr. sobre tal mode-
lo, FoFFANllP1FARR~ DE MoNER, «La legislazione penale speciale in Spagna», en La riforma
della legislazione pena/e complementare, págs. 189 ss.; MuÑOZ CONDE, cluci e ombre del
modello spagnolo», en DoN1N1 (dir.), Modelli ed esperienze di riforma del diritto pena/e
complementare, Atti del Convegno di Modena del 14-15 dicembre 2001, Milán, 2003,
págs. 101 ss.; TERRADILLos BASoco, Per un modello pancodicistico: /'esperienza spagno/a,
del Estado. En los tiempos de google, la falta de cultura jurídica, esto es, la
culpa que concierne al derecho, ¡es ya prueba del dolo!
Bajo el perfil de la realización del principio de culpabilidad, hay que
distinguir entre jurisprudencia y Parlamento.
La jurisprudencia constitucional primero, y la ordinaria después, han aco-
gido el nullum crimen, nul/a poena sine Jege respecto a la mayor parte de los
sectores dominados por la responsabilidad objetiva en el código de 1930. No
ha sido pues el legislador el que lo ha hecho, tampoco después de 1988, sal-
vo una excepción. El legislador sólo ha introducido, en 1990, la imputación
subjetiva de las circunstancias agravantes (ver la reforma del art. 59, inc. 2 CP
it, por obra de la ley núm. 19/1990), adscritas ahora al menos a la culpa. Ha
dejado en cambio «sobrevivir en el papel», hasta hoy, todos los principales
casos de responsabilidad objetiva por los resultados agravantes no queridos
diseminados sobre todo en el Código Penal(32l. Sí a la culpa para elementos
accidentales, por tanto (las circunstancias), pero no respecto de los diversos
elementos esenciales (los resultados de muchos delitos). Y no sólo esto. El le-
gislador incluso ha vuelto a introducir deliberadamente una forma de respon-
sabilidad objetiva pura constituida por la irrelevancia del error (también si es
inculpable) sobre la edad de la persona ofendida en los delitos sexuales (art
609 sexies CP it, que forma parte de la reforma de los delitos sexuales de 1996
y corresponde, por lo demás, al previgente art. 539 CP it.).
, Sólo en los últimos tiempos, al respecto, se ha consolidado en la juris-
prudencia una nueva dirección que realiza verdaderamente la sentencia
364/1988: prescindiendo completamente de que haya un pronunciamien-
to de la Corte Constitucional, el intérprete, también frente a una voluntad
seguramente contraria del legislador ordinario y teniendo la obligación de
ibídem, págs. 113 ss. Además, lo observado en DoNINI, cla riforma della legislazione
penale complementare: il suo valore costituente perla riforma del codice>, en La riforma
della legis/azione pena/e complementare, págs. 33-37; INSOLERA, /1 diritto pena/e comple-
mentare, en Modelli ed esperienze di riforma, págs. 92 ss.
(32) Por ejemplo, delito doloso seguido de lesiones o muerte (art. 586 CP it.) y más específica-
mente maltratos seguidos de lesiones o muerte (art. 372 CP it.), riña seguida de lesiones
o muerte (art. 588 cpv. CP it.), omisión de medidas de protección contra accidentes
laborales seguidos de lesiones o muerte (art. 437 inciso inicial. CP it.), robo seguido de
lesiones o muerte (art. 628 CP it.), secuestro de persona con objeto de extorsión seguidos
de lesiones o muerte (art. 630 CP it.), etc.
C>LALEY 351
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(33) En Diritto pena/e e processo, 2007, págs. 146 ss., con nota de R1s1CATO.
(34) En FI 2009, 11, págs. 448 ss., con nota de TESAURO.
(35) Sobre el tema de la culpa en contexto ilícito, vid. por todos y con posiciones no coin-
cidentes, BASILE, La colpa in attivita il/ecita, Milán, 2005; DoN1N1, Teoría del reato, 1996,
págs. 369 ss.; CANESTRARI, voz «Preterintenzione», en DDP IX, 1995, págs. 694 ss.
(36) A nivel de manual, adheridos a posturas modernas, en cuanto a la concepción del «ilíci-
to», también PALAZZO, Corso di diritto pena/e. PG, 3.ª ed., Turín, 2008, págs. 204 ss., 214
SS., 355 ss.; (ANESTRARl/CORNACCHIAIDE SIMONE, Manua/e di diritto pena/e, págs. 275-281;
F10REIF10RE, Diritto pena/e. PG, 3.ª ed., Turín, 2008, págs. 155 ss.; NAPPJ, Guida al codice
pena/e. PG, 2.ª ed., Milán, 2008, págs. 165 ss. Vid. también FIANDAcAIMusco, Diritto pe-
na/e. PG, 6.ª ed., págs. 195 ss., 213 ss.; CADOPPl!VENEZIANI, Elementi di diritto pena/e. PG,
..l:
Padua, 2007, págs. 163 ss.
(37) G.B. IMPALLOMENI, lstituzioni di diritto pena/e, Torino, 1908, pág. 245.
.
352 ©LA LEY
¿
19
CASO HIPERCOR<*>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN: ETAPAS DEL CASO
11. LA POSICIÓN DE LOS TRIBUNALES EN SUS SENTENCIAS: DOLO,
DESISTIMIENTO Y RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
111. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
111.1. ¿Obraron sin dolo?
111.2. ¿Desistieron de su conducta?
111.3. ¿Responsabilidad patrimonial del Estado?
IV. CONCLUSIÓN
:.l.
(*) Sentencias de la Audiencia Nacional (secc. 1.ª de lo Penal) 14 de octubre de
1989 y 23 de julio de 2003, y del Tribunal Supremo 848/2004, de 2 de julio .
~-
¿
c.C·. e LA LEY 353
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) Vid. GIMBERNAT ÜRDEIG, cConsideraciones sobre la sentencia de Hipercor• (orig., 1989),
en lo., Estudios de Derecho penal, 3.ª ed., Madrid, 1990, págs. 39-42; lo., «Algunos
aspectos de la reciente dOctrina jurisprudencia! sobre los delitos contra la vida (dolo
eventual, relación parricidio-asesinato)•, ADPCP 43 (1990), págs. 422-441. El trabajo
de RODRÍGUEZ GARCÍA, cActo terrorista. Actuación judicial, protección de la víctima. Ac-
tuaciones legislativas. Examen del caso uatentado de Hipercor''», en Cuerpo de Secre-
tarios Judiciales, Estudios Jurídicos, 1-2000, págs. 327-370, aporta algunos datos sobre
la instrucción del procedimiento, sin centrarse en el contenido de la sentencia (p. 369);
el trabajo de Rfos, cCaso Hipercor•, /uris. Actualidad y práctica del Derecho 14 (1998),
págs. 12-15, traza una sinopsis de la reclamación de indemnizaciones por parte de los
perjudicados. Vid. además el comentario citado infra, en nota 4.
Cl LA LEY 355
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
En las diversas sentencias de este caso plantean interés, entre otras, las
cuestiones referidas al contenido y prueba del dolo, así como a las exigen-
cias del desistimiento en casos de tentativa. Además, el caso es relevante
porque supone un hito al reconocer en algunas de sus sentencias la res-
ponsabilidad patrimonial del Estado por un hecho terrorista, con base en la
(valorada como insuficiente) actuación que llevaron a cabo las fuerzas de
seguridad y la insolvencia de los condenados.
(5) Vid. Ríos, luris 14 (1998), págs. 12-15. Vid. STS (Sala 3.ª) 31 de enero de 1996 (ponente,
Mateos García) y STS (Sala 3.ª) 18 de julio de 1997 (ponente, Sieira Míguez). Con la
interesante cuestión, entre otras, de qué efectos dañinos son indemnizables como con-
secuencia del hecho: así, por ejemplo, ya en la SAN 23 de julio de 2003, se consideró
como •víctima independiente• a quien nació tras el delito padeciendo sordera, siendo
que su madre sufrió el accidente estando embarazada (FJ 9).
(6) Vid. Ríos, luris 14 (1998), p 15.
(7) Así, se expresa: cel dolo contempla la previsión efectiva del resultado y su aceptación in-
telectual, dejando al margen cuestiones emocionales de cualquier tipo y en este sentido
la previsión de las muertes, era perfectamente clara, habida cuenta del medio empleado,
absolutamente apto para producir este resultado. Todo ello coincide con criterios lógicos,
perfectamente asumidos por la opinión general, consistente en que si no se hubiera querido
el resultado letal, no se hubiera utilizado el explosivo y los autores del crimen no pueden
excluir su responsabilidad con una pretendida voluntad de no desear que las muertes se hu-
bieran producido. En segundo lugar, en la cadena causal, el explosivo fue causa directa del
resultado típico y solamente se objeta por los acusados, que ésta podría haber sido rota por el
desalojo del local, sin embargo, el resultado se produjo y se había aceptado por los acusados
subsidiariamente para el supuesto, por otra parte, nada excepcional, de la no evacuación, y
e LA LEY 357
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
aún así de haber dado credibilidad a la amenaza, aceptando a efectos polémicos la posibi-
lidad de un desalojo efectivo, se hubiera producido la muerte de los policías artificieros que
previsiblemente hubieran quedado dentro» (sic): SAN 14 de octubre de 1989, FD l.
(8) «En la escala de culpabilidad, al menos el dolo eventual nos parece patente: el artefacto
instalado no podía ser más apto para producir un resultado letal múltiple y, de no querer-
se así, tampoco se habría puesto semejante carga, y menos dentro del horario de apertura
al público del establecimiento. El dispositivo se ocultó en el maletero de un vehículo
para que no pudiera ser localizado. Los protagonistas del hecho no garantizaron que no
iban a producirse muertes: incluso en el caso de un desalojo inmediato, éste podía no
ser completo y además quedar en las proximidades del "parking" personal de seguridad
del centro comercial y artificieros. Por otro lado, es obvio que el conjunto formado por
el mecanismo iniciador y las sustancias explosivas incendiarias fue la causa directa del
resultado típico»: SAN 23 de julio de 2003, FJ 4.
(9) Así, en la STS 2 de julio de 2004, FD 3: «Se dice que no existe ni siquiera dolo eventual
y se funda en el hecho de las diferentes llamadas telefónicas hechas para avisar de la co-
locación del artefacto explosivo[. .. ]. Ciertamente, como bien dice la sentencia recurrida
[se. SAN 23 de julio de 2003], hubo al menos dolo eventual respecto de tales asesinatos
y lesiones: A) Hay dolo eventual cuando, como aquí ocurrido [sic], varias personas co-
nocen, que con su actuación puede producirse un determinado resultado constitutivo de
infracción penal y con tal conocimiento actúan sin haber adoptado medida alguna de
precaución, suficiente para evitar ese resultado contra la vida o integridad de las perso-
nas. No se puede negar tal dolo, al menos eventual cuando concurrieron las circunstan-
cias siguientes que ponen de manifiesto del Ministerio Fiscal y la acusación particular
[sic]: -Los hechos se producen en horario de apertura al público en un viernes por la
tarde, aunque fuera a primera hora de la tarde, es decir, en un momento en el que hay
dentro un importante número de personas en un establecimiento público tan frecuen-
tado como lo era el Hipercor de Barcelona. -La explosión estaba programada para esa
hora de las 16.1 Omediante la colocación de un temporizador. -Aunque fueron tres las
llamadas efectuadas para avisar de la colocación del artefacto explosivo, éste, colocado
en la maleta de un coche debidamente aparcado y cerrado, no era fácil de localizar,
como de hecho no lo localizaron las fuerzas de policía que actuaron en tal ocasión.»
(10) Vid. SAN 14 de octubre de 1989, FD 1, partiendo de la base de que los hechos constitu-
yeran delitos de asesinato en grado de tentativa. Vid. supra, nota 7.
(11) Así, la segunda sentencia: SAN 23 de julio de 2003, FJ 4. Vid. supra, nota 8.
(12) Vid. STS 2 de julio de 2004, FD 3. Vid. supra, nota 9.
(13) Además, como expone G1MBERNAT ÜRDEIG, en Estudios de Derecho penal, págs. 40-41, el
Ministerio Fiscal solicitó que fueran reclamados al Estado francés los 700 millones de
pesetas que, dirigidos al pago de la liberación del secuestro de Emiliano Revilla, habían
sido interceptados por la policía de dicho país. De este modo, ante la insolvencia de los
condenados, se pretendía dar cumplimiento a las responsabilidades civiles derivadas
del delito. Como bien criticó en su momento Gimbernat, tal pretensión, aun siendo
chumanamente comprensible», resulta «jurídicamente insostenible», dado que cno ha
existido una transmisión de la propiedad del rescate [... ] ese dinero jamás ha dejado de
pertenecer a Emiliano Revilla; y el día en que sean juzgados los autores de su secuestro,
el industrial tendrá derecho a reclamar, como responsabilidad civil derivada del delito de
que fue objeto, los perjuicios que ese delito le ha irrogado• (vid. ibidem, pág. 40). La vía
para la indemnización era la prevista en el RD 1311/1988, de 28 de octubre, que regula
los resarcimientos por daños corporales a las víctimas de bandas armadas y elementos
terroristas (vid. ibidem, págs. 40-41).
e LA LEY 359
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(14) Vid. RAGUÉS 1VALLES, El dolo y su prueba en el proceso penal, Barcelona, 1999, págs. 44-
52, 177-186.
(15) Es más, la exigencia de intención no es necesariamente predicable del dolo en la previ-
sión de delitos del CP: vid. GIMBERNAT ÜRDEIG, ADPCP 43 (1990), p. 429.
(16) A reservas de una atenuación que no consta expresamente en la Ley (vid., al respecto,
RAGUÉS 1VALLES, El dolo, págs. 185-186).
l
19. Caso Hipercor
STS 2 de julio de 2004 la situación en la que los autores «conocen, que con
su actuación puede producirse un determinado resultado constitutivo de
infracción penal y con tal conocimiento actúan sin haber adoptado medida
alguna de precaución, suficiente para evitar ese resultado contra la vida o
integridad de las personas» (FD 3. 0 , r.a.). Sobre tal base, debe concluirse
que ese fue el modo de actuación de los procesados. Se basa por tanto en
el conocimiento propio de la conducta y en la carencia de medidas de pre-
caución para evitar el resultado. A continuación la propia sentencia men-
ciona tres datos para abonar su opción por el dolo eventual: lo concurrido
de la hora, la programación del tiempo de explosión y la ocultación del
dispositivo. La sentencia, aun optando por un concepto de dolo de carácter
psicológico, concretamente de orden cognoscitivo, en realidad se inclina
por un concepto objetivo, basado en el riesgo de la conducta<17l. Porque
peligrosa es la conducta de disponer un artefacto, de colocarlo, accionarlo
en tales horas, en tal lugar poblado de personas, en sitio de difícil hallazgo,
accionado a distancia, con temporizador. Es más, cabría decir que se afir-
ma emplear un concepto de dolo de orden psicológico, cuando en realidad
se ha objetivado por el peligro de la conducta. De ahí la insistencia en los
datos que vienen a abonar el riesgo de tal proceder.
(17) Vid. así respecto a la tesis de la probabilidad, por él defendida para identificar el dolo
eventual, G1MBERNAT ÜRDEIG, ADPCP 43 (1990), págs. 424-426. Sobre el dolo eventual,
se había pronunciado mucho tiempo antes dicho autor por la tesis de la probabilidad:
concretamente, GIMBERNAT ÜRDEIG, «¿Cuándo se "conoce" la existencia de una víctima en
la omisión del deber de socorro del último párrafo del art. 489 bis del Código Penal?»,
RDC 1969, págs. 1-23 (recogido después como «Acerca del dolo eventual», en Estudios
de Derecho penal, págs. 240-265).
(18) «Cuanto mayor sea el peligro para el bien jurídico, mayor pena (la pena del delito dolo-
so) habrá que aplicar para tratar de evitar en lo posible, la realización de esos comporta-
mientos; si el riesgo no es tan elevado, la conducta tampoco es tan merecedora de san-
l e LA LEY 361
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
ción y, por ello, debe ser reprimida con una pena menor (con la del delito imprudente)»:
GtMBERNAT ÜRDEIG, en Estudios de Derecho penal, págs. 39-40. Vid. lo., ADPCP 43 (1990),
págs. 421-441, quien afirmaba entonces: «en realidad y de hecho, la teoría que aplican
nuestros tribunales es la de la probabilidad» (r.t.), encubierta por el ropaje psicológico de
exigencias como consentimiento, aprobación, conformarse ... Vid. nota 17.
(19) Que es a la que dirige GtMBERNAT ÜRDEtG, ADPCP 43 (1990), págs. 424-426, sus conside-
raciones críticas referidas a la determinación del dolo.
(20) Pero «la existencia de dolo eventual en el caso de Hipercor está fuera de discusión; pues
la colocación de un artefacto explosivo en un aparcamiento de un concurrido super-
mercado supone un gravísimo riesgo para la vida y la integridad física [... ]»: GtMBERNAT
ÜRDEIG, ADPCP 43 (1990), pág. 426.
una conducta del mismo agente (por ejemplo, un curso de riesgo que es
parcialmente abarcado por el dolo pero en parte también no abarcado aun-
que sí previsible). Este planteamiento aleja el dolo de la imprudencia por
razones cualitativas; de tal modo que no pueden tratarse como escalas su-
cesivas de lo psicológico del hecho. A mi modo de ver, se trata más bien de
formas de imputación al agente: una ordinaria, basada en el conocimiento
(dolo) y otra extraordinaria, basada en la infracción de lo que incumbe al
sujeto conocer (imprudencia, como error vencible).
(23) Cabe apreciar que existe tal error, puesto que hay divergencia entre el momento de la
hora anunciada («que tendría lugar una explosión en el establecimiento entre las 15,30
y las 15,40») y el de la explosión efectiva («A las 16, 1O actuó el temporizador y se pro-
dujo el estallido»). De este modo, los terroristas equivocaron el momento exacto de la
explosión. Pero el retraso no llega a interrumpir la imputación, por un motivo objetivo (el
enorme riesgo desplegado) y uno subjetivo (los minutos de dilación respecto a lo previsto
no serían relevantes a estos efectos). Tampoco si hubiera estallado antes de lo previsto.
Obviamente, no considero la posibilidad de que tal divergencia fuera expresión de un
t
364 ©LA LEY
l
19. Caso Hipercor
engaño dirigido a producir una masacre, lo cual excluiría tal error y nos facilitaría la
imputación del hecho como doloso.
(24) Vid. lugar citado supra, en nota 1O.
(25) Vid. TAMARJT SuMALLA, cla tentativa con dolo eventual», ADPCP 45 (1992), págs. 515-560,
partidario (frente a las posiciones doctrinales mayoritarias en sentido afirmativo, págs.
516-524) de exigir para la tentativa la voluntad de consumación (p. 539), la cual faltaría
en el dolo eventual (p. 539): como el concepto de éste se compadece mal con el de
tentativa, se defiende la irrelevancia del supuesto de coincidencia de ambos conceptos
(págs. 548-551 ), no sin antes proponer una previsión legislativa expresa para los casos
problemáticos de creación de peligros relevantes sin voluntad clara de producción de su
resultado: la colocación y remisión de explosivos, en concreto (p. 553).
t
l ©LA LEY 365
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Parece, sin embargo, más acorde con los elementos que se requiere para
imputar responsabilidad que de igual modo exijamos también, en lo que
hace al desistimiento, la convergencia de lo subjetivo (el dolo o represen-
tación) con lo objetivo (el riesgo). Es decir, un momento de desistimiento,
tanto subjetivo como objetivo, con arreglo a los criterios de referencia y
simultaneidad que rigen para el dolo del hecho!26l. De este modo, la con-
ducta podría entenderse como desistimiento si reviste en lo objetivo tal
carácter y así ha sido racionalmente representado en ese momento por el
sujeto (agente) que desiste. Para este elemento subjetivo podría requerirse,
como para el dolo, el conocimiento de lo realizado, de la conducta de
neutralización; es decir, el correlato del dolo. Y para el elemento objetivo,
o desistir, podría exigirse la neutralización del riesgo iniciado en térmi-
nos suficientes como para evitar que se plasme en el resultado; es decir,
el correlato del riesgo. Pero no es eso lo aquí sucedido. Los terroristas no
desplegaron un curso de neutralización, ya ex ante, del riesgo por ellos
mismos desplegado; además, tampoco ex ante se podían representar de
forma racional aceptable la posibilidad de que su llamada fuera exitosa en
cuanto a dicha finalidad. Por el contrario, las llamadas pretendían (deseos)
la producción del efecto explosivo «a su medida», sin base racional sufi-
ciente para lograrlo!27l (es decir, deseos irracionales por infundados). Por lo
.
19. Caso Hipercor
posibles.[... ]. La cual, además, cumulativamente, cdeberá ser adecuada, desde una pers-
pectiva objetiva ex ante, para la salvación del bien jurídico» (p. 79).
(28) Vid. LLOVERAS, clndemnizaciones a las víctimas del terrorismo. Evolución normativa y
aplicación jurisprudencia!», lnDret 312002, págs. 1-25. Hasta llegar a la Ley 32/1999,
de 8 de octubre, de solidaridad con las víctimas del terrorismo, la previsión legislativa
de vías de indemnización a los perjudicados por actos terroristas pasa por diversas vici-
situdes, si bien, como afirma LLOVERAS, ibidem, pág. 3, «[IJas víctimas del terrorismo[ ... ]
han tenido algún tipo de cobertura indemnizatoria desde los inicios mismos de la actual
democracia española•. Sobre la evolución normativa del régimen de indemnizaciones,
vid. ibidem, págs. 7-13 (obviamente, sólo hasta el tiempo de su publicación). Para la
legislación posterior, que concreta o reforma aquélla, vid. Ministerio del Interior [en
línea, citado 29 marzo 2010]. Disponible en World Wide Web: <http://extranjeros.mir.
es/SGACAVT/indeyayu/ayudasvictimasterrorismo /normativa.html>
.l•.
-·
©LA LEY 367
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
(30) Así, la indemnización por funcionamiento anormal de los servicios públicos no resulta
incompatible, según esta jurisprudencia (y de acuerdo con lo establecido en otra sen-
t tencia de la misma sala: STS 21 de mayo de 1987; ponente, Rodríguez García), con la
derivada por otro título, en particular, con la prevista por razones de solidaridad («tienen
f por finalidad aminorar, en lo que cabe, las graves perturbaciones sociales que los hechos
t
~
de esta naturaleza ocasionan a la convivencia ciudadana, como muestra de solidaridad
de la sociedad con las víctimas del terrorismo• (STS 27 de diciembre de 1988, FD 2;
ponente, Cancer Lalanne), de acuerdo con lo previsto en el Decreto-Ley 3/1979 (art. 7),
. lo cual no impide sea compatible con la indemnización por otro concepto, e como puede
ser el determinado por el anormal funcionamiento del servicio policial•, ibidem, FD 2,
de acuerdo con lo previsto en el Decreto 484/1982 (art. 1.3).
(31) Vid. LLOVERAS, lnDret 312002, pág. 6. Lo cual debería llevar a que, en general, para dicho
régimen se pueda hablar, más que de indemnizaciones, de cayudas públicas• (idem,
pág. 14), compatible con la responsabilidad basada en funcionamiento anormal de los
1 (32)
servicios públicos.
Vid., en cambio, DOMINGUEZ Luis, REDA 1996, págs. 293-294; DE AHUMADA RAMos, La res-
ponsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas, Cizur Menor (Navarra), 2004,
págs. 327-328.
(33) Lo cual no quita que en la responsabilidad patrimonial de la Administración haya des-
¡
f
plegado su influencia el cambio en el contexto socio-político español en los últimos
50 años. Sobre su relevancia en la materia, vid. M1R PutGPELAT, La responsabilidad patri-
monial de la Administración. Hacia un nuevo sistema, Madrid, 2002, págs. 37-65, con
1
l
referencias.
1i e LA LEY 369
~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
La indemnización, por otra parte, no procede sino tras una conducta cla-
ramente antijurídica de autores culpables, previamente determinada, pero
'
de sujetos cuya solvencia, aun siendo parcial, resulta insuficiente a todas
luces para aproximarse a la cuantía total de los daños causados'35 l. Obvia-
mente, no se trata de que el Estado subsidie la acción sumamente agresiva 1
de grupos terroristas, sino de que se contribuya a paliar el daño por razones i
~
de solidaridad, dejando abierta la posibilidad de la acción indemnizatoria 1-
t.
(34) Vid. así DE AHUMADA RAMos, La responsabilidad patrimonial, pág. 327, que sitúa el vínculo
l
jurídico de responsabilidad de la Administración en la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Se-
guridad del Estado (y art. 104.1 CE), en «donde se encontraba el fundamento normativo
sobre el que apoyar sólidamente la existencia del nexo causal jurídico entre el compor-
tamiento seguido por la Administración y la lesión de los derechos de las víctimas» (r.t.);
1f
semejante, DoMfNGUEZ Luis, REDA 1996, pág. 297. t
(35) Salvando las distancias, en el caso del aceite de colza (vid. en esta misma obra, el co- j
mentario de Paredes Castañón, nota 4) se procedió contra dos cargos de la Administra-
ción, responsables del control aduanero del aceite. Vid. STS 26 de septiembre de 1997,
Sala 2.ª; ponente, García Ancas: la «"solidaridad" social que en el caso que nos ocupa
ha de ser tenida muy en cuenta a esos efectos indemnizatorios dadas las circunstancias
antecedentes que concurrieron en lo sucedido. En efecto, nos hallamos ante un supuesto
de catástrofe nacional (más de 30.000 afectados entre muertes, invalideces y lesiones de
todo tipo) en que el Estado pudo y debió afrontar con las consecuencias indemnizatorias
suficientes para compensar y resarcir a los afectados de sus consecuencias, como en
1
1
múltiples ocasiones ha venido haciendo en supuestos, por ejemplo, de inundaciones, i
sequías, etc., sin esperar a que los Tribunales decidan sobre posibles responsabilidades
penales. (... ). Por ello, más que nunca, el Estado, aparte su obligación jurídica, no puede
(36)
evitar su obligación moral de indemnizar a los afectados( ... ) en su totalidad» (FO 4).
Vid. GóMEZ PbMAR, «Responsabilidad extracontractual y otras fuentes de reparación de
daños: «Collateral Source Rule» y afines», lnDret 1100, pág. 4.
1
1
370 ©LA LEY l
1
19. Caso Hipercor
IV. CONCLUSIÓN
1 Las diversas resoluciones que conforman el denominado «caso Hiper-
i cor» encierran indudable interés por materias como la argumentación del
dolo del hecho y las exigencias del desistimiento en casos de tentativa.
Pero, sobre todo, son relevantes porque marcan un hito al determinar la
1f
t
j
1
1
(37) Vid. LLOVERAS, JnDret 312002, pág. 6 (art. 8 de la Ley 32/1999), quien lo destaca como
1 (38)
principal novedad de esta Ley respecto al régimen anterior.
Pero para entonces ya se había abierto la vía de la Ley 32/1999, de 8 de octubre.
1
l ©LA LEY 371
1._
í
11
jl
20
CASO DEL VIGILANTE-CONDUCTOR<*>
SUMARIO:
í
1 l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS
111.RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL
IV. LA COAUTORÍA, LA TEORÍA OBJETIVO-FORMAL Y LA TEORÍA DEL
DOMINIO FUNCIONAL DEL HECHO: CRÍTICA
V. LA DISTINCIÓN ENTRE COOPERADOR NECESARIO Y CÓMPLICE
VI. CONCLUSIÓN
(*) Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de febrero de 1989, de la que se recogen sólo los
antecedentes de hecho más interesantes para este trabajo.
(**) El presente trabajo se enmarca en los proyectos de investigación SEJ2007-60312 (Minis-
terio de Educación y Ciencia, ahora Ministerio de Ciencia e Innovación, en parte con
fondos FEDER), DER2010-16558 (Ministerio de Ciencia e Innovación, en parte con fon-
dos FEDER), LE017 A08 Ounta de Castilla y León), LE066A 11-1 Ounta de Castilla y León),
de los que soy investigador principal, e indirectamente en otro del Gobierno de Navarra,
del que es investigadora principal la Prof. Dra. Inés Olaizola Nogales y de cuyo equipo
investigador formo parte.
l. INTRODUCCIÓN
Frente a la alegación del recurrente, Juan, de que su conducta «de per-
manecer al volante del vehículo mientras se comete el robo, proporcio-
nando asimismo el medio que permite la fuga y consumación del mismo,
no es constitutiva de autoría, o más precisamente de coautoría», apoyan-
do esto en que Juan «no ha tomado parte en la intimidación» (si bien no
indica qué calificación habría sido la correcta), la STS de 21 de febrero
~fo 1989, que nos ocupa, desestima el recurso, explicando que la con-
cepción de la autoría del recurrente sólo admitiría la individual, lo que
ya contradiría el propio art. 14.1 CP de la época(l), que hacía referencia a
sujetos plurales y tenía como finalidad «sancionar de una manera deter-
(1) Según el cual, «Se consideran autores: 1. Los que tomen parte directa en la ejecución del
hecho».
C9 LA LEY 375
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
La STS que nos ocupa es una de las que fue consolidando, en buena me-
dida gracias a la influencia de su ponente, el también profesor BACIGALUPO
lAPATER, la adscripción del TS a la teoría del dominio funcional del hecho
como elemento caracterizador de la coautoría12 >. Se esté de acuerdo o no
con tal caracterización (personalmente no lo estoy), hay que reconocer que
ha supuesto un avance en la jurisprudencia del TS, al superar en buena me-
dida argumentaciones anteriores bastante difusas y a menudo mezcolanza
1 de criterios para revestir una decisión intuitiva previamente adoptada.
(2) Sobre la evolución posterior de la jurisprudencia española en las dos materias clave de
este trabajo, la coautoría y la cooperación necesaria y su distinción de la complicidad,
puede verse, por ejemplo, la obra de BOLEA BAROON, La cooperación necesaria: Análisis
dogmático y jurisprudencia/, Barcelona, 2004, y otras obras recientes, por lo que omitiré,
por mor de la brevedad, la cita de ulteriores sentencias.
Pues bien, aquí nos centraremos por tanto en los dos primeros aspectos.
La brevedad del espacio disponible nos obliga a sintetizar y a reducir al
mínimo las citas.
(3) Sobre estas cuestiones, vid., con ulteriores referencias, DíAZ v GARCÍA CoNLLEDO, la autoría
en Derecho penal, Barcelona, 1991, págs. 707 ss.; sobre la autoría en el vigente CP, DíAZ
v GARCÍA CoNLLEDO, «Autoría y participación», LL 1996-2, págs. 1283 ss.; resumidamente,
en Autoría, en LuzóN PEJi;iA (dir.), EPB, 2002, págs. 148 s.
(4) Al respecto, mi opinión en DíAZ v GARCÍA CoNLLEDO, LL 1996-2, págs. 1285 ss., entre otros
lugares.
(5) Publicado como BALDÓ LAVILWÜTROS, «Autoría o participación en determinados supues-
tos de Hvigilancia" (Comentarios a la STS de 21 de febrero de 1989) (ponente, Bacigalu-
po Zapater)», PI 1992, núm. 27, págs. 189 ss.; en concreto se trata de los comentarios de
GoNzALEZ CussAdM1RA BENAVENT, págs. 191 ss., PEÑARANDA RAMos/SuAREZ GoNzALEZ, págs.
196 SS., DfAZ Y GARCÍA (ONLLEDO/DE VICENTE REMESAL, págs. 203 SS., y BALOÓ lAVILWSILVA
SÁNCHEZ, págs. 212 ss.
(6) BACIGALUPO ZAPATER, «Notas sobre el fundamento de la coautoría en el Derecho penal», PJ
1993, núm. 31, págs. 31 ss.
tibie desde luego con nuestro CP (que podría haber sido sin embargo más
claro), es el que mejor se adapta a los presupuestos del Derecho penal de
un Estado de Derecho. Por el lo, en el desarrollo de ese concepto de autor
hay que ser lo más consecuente posible.
Para empezar, hay que reconocer como mérito de la teoría objetivo-for-
mal el haber puesto de relieve la conexión entre autoría y tipo<7l. Sin embar-
go, la STS que nos ocupa rechaza esta teoría como incapaz de explicar la
coautoría y la autoría mediata. Entiendo que nada de ello es asrªl. En lo que
se refiere a la coautoría, que aquí interesa más, lo que sucede es que tanto
la versión de la teoría objetivo-formal que exige en el coautor la realización
de algún acto ejecutivo, como en la que exige subsunción de la conducta
en el correspondiente tipo de la parte especial, conducen a un concepto de
coautoría distinto y más estrecho que el de la teoría del dominio funcional
del hecho, pero ello no significa que no puedan explicar la coautoría.
Es más, en el caso que nos ocupa, contra lo que señala la STS, diversos
autores coincidieron en señalar que si la coautoría fuera realización de ac-
ciones ejecutivas, en el caso, no la vigilancia, pero sí la conducción en la
fuga, formaría parte de los actos ejecutivos del robo y constituiría ya coau-
toría<9l, dada la opinión común en doctrina y jurisprudencia de que el robo
no se consuma hasta la disposición y, por lo tanto, en la fuga todavía hay
ejecución<10l. Sin embargo, en mi opinión, tal calificación no es acertada,
en primer lugar, porque conducir en la fuga de los autores no es un acto
11
ejecutivo del robo, sino un acto (importante) de apoyo a su ejecución< l. Y,
(7) Así, desde fuera de esa teoría, Rox1N, Taterschaft und Tatherrschaft, 8.ª ed., Berlín, 2006
(1.ª, 1963), pág. 35 (también en Autoría y dominio del hecho, 2.ª ed. española, trad. de la
7.ª ed. alemana -1999-, de Cumo CoNTRERASISERRANO GoNZÁLEZ DE MuRILLO, Madrid, 2000,
pág. 55); DfAz v GARCÍA CoNLLEDO, La autoría, 1991, págs. 451 ss.
(8) Ampliamente al respecto, con ulteriores referencias, DfAZ v GARCÍA CoNLLEDO, la autoría,
1991, págs. 466 ss., entre otros trabajos míos y entre otros autores.
(9) Así PEÑARANDA RAMos/SuAREZ GoNZÁLEZ, PJ 1992, núm. 27, pág. 202, desde la perspectiva
de la propia teoría objetivo-formal; BALDó LAvtLLA!S1LvA SÁNCHEZ, págs. 214 s., si bien estos
últimos remarcan que, además, comparten un concepto más amplio de coautoría, simi-
lar al de la STS (aunque ni siquiera sería necesario acudir a él para calificar de coautor al
sujeto).
(10) Por todos, MuÑoz CONDE, Derecho penal, Parte especial, 17.ª ed., Valencia, 2009, pág.
374, pág. 351.
(11) Así lo maticé en DfAZ v GARdA CoNLLEDO c"Coautoría" alternativa y "coautoría" aditiva:
¿autoría o participación? Reflexiones sobre el concepto de coautoría», en S1LvA SANCHEZ
(ed.), Política criminal y nuevo Derecho penal. Libro Homenaje a Claus Roxin, Barcelona,
1997, págs. 326 s., nota 163.
(12) Al respecto, entre otros lugares, DIAZ v GARCÍA CoNLLEDO, La autoría, 1991, págs. 715 ss.,
719 s.; LL 199672, págs. 1285 s.
(13) Vid. los distintos supuestos que señalan BALDó LAv1LLAIS1LvA SANCHEZ PJ 1992, núm. 27, pág.
213. Vid. también DIAZ v GARCÍA CoNLLEDO, La autoría, 1991, págs. 681 s., 681 nota 474.
(14) Parece que hay acuerdo en ello entre todos los comentaristas de la STS en PJ 1992, núm.
27, págs. 189 SS.
(15) Rox1N, Taterschaft, 8.ª ed., 2006, pág. 280 (también en Autoría, 2 .ª ed., 2000, págs. 31 O s.
-aunque ofrezco mi propia traducción del pasaje citado-).
se basa en las ideas del autor como figura central del acontecer típico, de
ia división del trabajo y de que, en la manera señalada, cada sujeto no sólo
domina su propia aportación, sino que participa en el dominio conjunto
del hecho! 16l. Los elementos de este dominio funcional, como destaca la
propia STS que tomamos como guía, serían:
17
1) El acuerdo o plan común con división del trabajo! i (habría que aña-
dir o acumulación de esfuerzos), que hace posible hablar de una acción
conjunta. Mientras se entienda este acuerdo o plan en sentido amplio, es
probablemente un requisito necesario de la coautoría, pero no suficiente,
pues en el acuerdo pueden intervenir incluso todos los que toman alguna
parte en el hecho, por pequeña que sea su contribución.
2) La esencialidad de la contribución, que es elemento clave en esta
construcción, entendida de tal modo que, si el sujeto deja de prestar su
contribución, todo el plan común se viene abajo y fracasa (es decir, enten-
dido como algo más que poder de interrupción, que también poseería un
18
tercero mediante actuaciones positivas como la de acudir a la policía)< l.
Al respecto es preciso hacer diversas consideraciones. En primer lugar, que
a menudo esta teoría no explica cómo medir la esencialidad de la contri-
bución con algún criterio practicable. En segundo lugar, que la STS tam-
poco se esfuerza en fundamentar tal esencialidad en el caso concreto. Y,
en tercer lugar y más destacable, que, ciertamente, esa esencialidad da
cierto grado importante de dominio del hecho conjunto al sujeto, pero se
trata de un dominio meramente negativo (hacer caer la empresa criminal
retirando la aportación), mientras que otros sujetos (en este caso quienes
realizan hechos típicos) poseen un grado superior de dominio (que tampo-
co corresponde a quienes realizan actos ejecutivos no típicos), un dominio
positivd 19l. Conviene hacer dos precisiones, que expondré de un modo
(16) Vid., por ejemplo, Rox1N, Taterschaft, 8.ª ed., 2006, págs. 278 s. (también en Autoría, 2.ª
ed., 2000, págs. 308 s.).
(17) Vid., por ejemplo, ibidem.
{18) Rox1N, Taterschaft, 8.ª ed., 2006, págs. 278 ss., pág. 283 (también en Autoría, 2.ª ed.,
2000, págs. 309 ss., 313 s.), entre otros lugares.
(19) De dominio insuficiente habla por ejemplo G1MBERNAT ÜRDEIG, cGedanken zum Taterbe-
griff und zur Teilnahmelehre. Eine rechtsvergleichende Abhandlung auf der Grundlage des
deutschen und des spanischen Strafrechtsio, ZStW 80 (1968), págs. 933 s. De dominio ne-
gativo LuzóN PEÑA, cla determinación objetiva del hecho. Observaciones sobre la autoría
en delitos dolosos e imprudentes de resultado», ADPCP 1989, págs. 895 s., pág. 896 nota
()LA LEY
381
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
23 (también en Estudios Penales, 1991, págs. 205 s., 206 nota 23) (entre otros trabajos),
a quien nos hemos adherido diversos autores. Contra esta crítica, que me parece central,
BACIGALUPO lAPATER, PJ 1993, núm. 31, págs. 37 ss.; PÉREZ ALONSO, La coautoría y la com-
plicidad (necesaria) en derecho penal, 1998, págs. 247 s., 263 ss., entre otras págs.; y el
propio Rox1N, Taterschaft, 8.ª ed., 2006, pág. 721 (también en Autoría, 2.ª ed., 2000, pág.
732). Vid. también, para algunos tipos de actuaciones, contra Rox1N y a favor mío, SANCHEZ
LÁZARO, Intervención delictiva e imprudencia, Granada, 2004, pág. 410 nota 267.
(20) No todos, puesVALDAGúA, «Versuchsbeginn des Mittaters bei den Herrschaftsdelikten», ZStW
98 (1986), pág. 871, reconoce el carácter negativo del dominio funcional del hecho.
(21) Sobre las consecuencias concretas de considerar a un sujeto coautor o cooperador ne-
cesario, ha llevado a cabo un interesante análisis DuRAN SECO, La coautoría en Derecho
penal: aspectos esenciales, 2003, págs. 423 ss.
(22) Todo esto lo he ido explicando en diversos trabajos, aunque citaré sólo D!Az v GARCÍA
CoNLLEOO, «¿Es necesaria la cooperación necesaria?», en La ciencia del Derecho penal ante
el nuevo siglo. libro homenaje al Profesor Doctor Don José Cerezo Mir, Madrid, 2002, pág.
653, de donde tomo la explicación del texto. Naturalmente, éste y otros aspectos de la so-
lución que, siguiendo una idea inicial de LuzóN PEÑA, ADPCP 1989, págs. 889 ss. (también
en Estudios Penales, 1991, págs. 197 ss.) (entre otros lugares, en que ha desarrollado su
influyente tesis, en ocasiones en trabajos conjuntos conmigo), propongo (vid. ampliamente
la fundamentación y explicación de mi concepto de autor a lo largo de mi obra: D!Az v
GARcfA CoNLLEDO, La autoría, 1991 -en relación con la coautoría, especialmente, conclu-
yendo, págs. 677 ss.-, entre otros trabajos) han sido y son objeto de crítica y de adhesión,
aunque aquí es imposible la cita y la discusión. Baste decir que diversos monografistas
recientes en materia de coautoría o autoría critican aspectos de ella: así, por ejemplo y
sin ánimo de exhaustividad, PéREZ ALONSO, La coautoría, 1998, págs. 263 ss.; mostrando
simpatía por nuestra concepción, sin embargo, la critica por estrecha en materia de coau-
toría GunéRREZ RooRfGUEZ, La responsabilidad penal del coautor, Valencia, 2001, págs. 460
ss.; GARCÍA DEL BLANCO, La coautoría en Derecho penal, Valencia, 2006, págs. 296 ss., con
ulteriores referencias (si bien centra buena parte de la crítica, como otros autores, en un
aspecto de mi construcción que nunca consideré central y que he procurado aclarar pos-
teriormente); GóAAIZ ROYO, El concepto de autor en Derecho penal, Valencia, 2008, págs.
393 ss. (centrándose también mucho en ese aspecto).
(23) Rox1N, Taterschaft, 8.ª ed., 2006, págs. 294 ss. (también en Autoría, 2000, págs. 325 ss.),
entre otros trabajos.
(24) Así ya G1MBERNAT ÜRDEIG, Autor y cómplice en Derecho penal, Madrid, 1966, págs. 149 s.
e LA LEY 383
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
;
V. LA DISTINCIÓN ENTRE COOPERADOR NECESARIO Y CÓMPLICE ~
l
20. Caso del vigilante-conductor
i
cuando ninguno de los que tuvo intervención en el hecho habría podido
sustituir al que la prestó<30>. El criterio resulta incorrecto, entre otras cosas,
porque reduce, sin explicar satisfactoriamente por qué, la posibilidad de
; sustitución a los intervinientes en el delito, cuando resulta sencillo imaginar
~
,,
;?
g
~
(30)
Código Penal /, Barcelona, 1972, págs. 872 ss., al que han seguido otros.
RODRÍGUEZ ÜEVESA, Derecho penal español, Parte general, 14.ª ed., revisada y puesta al día
por SERRANO GóMEZ, Madrid, 1991, pág. 817; RoDRfGuEZ DEVESAISERRANO G6MEZ, Derecho
penal español, Parte general, 18.ª ed., Madrid, 1995, pág. 817.
í
!
el delito, eso sí, siempre y cuando no exista una inducción!31 1• Sin rechazar
la importancia de la fuerza motivadora de la contribución del sujeto, creo
que el criterio es incompleto, pues no hay razón para dejar fuera otros fun-
damentos posibles de la esencialidad de la contribución. 5. Mucho éxito ha
tenido la propuesta de evitar juicios hipotéticos, entendiendo que acto sin
el cual no se habría efectuado la ejecución es aquél sin el cual ésta habría
sido muy difícil, lo que sucedería cuando la aportación del sujeto consis-
tiera en un bien o actividad escasos, lo que caracterizaría la cooperación
necesaria, frente a la prestación de bienes o actividades abundantes en la
complicidad 1321 • La aparente vaguedad del criteriol33 l no es tanta, pues se
completa con determinaciones que aquí no es posible detallar'34l. No obs-
tante, creo que este criterio, aceptable, no debe ser exclusivo. 6. Interesante
es la posición que de combinar los criterios expuestos en los números 2 y 5,
alegando que se refieren a aspectos distintos del problema: el del número
2 (que, al contrario de lo afirmado por sus defensores, no debe referirse al
resultado, sino al hecho, para comprender los delitos de mera actividad)
indicaría para qué debe ser necesaria la contribución (para el sí y no para
el cómo del hecho, entendido este «cómo» como conjunto de circunstan-
cias irrelevantes para la individualización del tipo), mientras que el criterio
del número 5 explicaría qué se entiende por necesidad de la cooperación,
aportando una perspectiva ex ante (alejada en lo posible de juicios hipotéti-
cos) y un criterio auxiliar muy importante (el de la escasez) para determinar
la necesidad o no de la conducta, si bien no tiene por qué ser el único'351 •
7. Tesis más recientes consideran cooperador necesario a quien, sin reali-
zar actos típicos, incrementa ex ante sustancialmente el riesgo de lesión o
puesta en peligro del bien jurídico por el autor, de manera que la retirada
de su aportación pueda desbaratar el plan delictivo (cosa que no sucede
con la aportación del cómplice), siempre y cuando ex post resulte efectiva-
mente causal para el resultado'361, o, sin estar demasiado lejos de esta pro-
(31 ) Coso DEL RosALNIVES ANTÓN, Derecho penal, Parte general, 5. a ed., Valencia, 1999' pág.
759; GONZÁLEZ CussAdMrRA BENAVENT, PJ 1992, núm. 2 7, pág. 196.
(32) GrMBERNAT ÜRDEIG, Autor y cómplice, 1966, págs. 151 ss., con múltiples seguidores.
(33) Que critican, por ejemplo, GoNZÁLEZ CussAdMrRA BENAVENT, PJ 1992, núm. 27, págs. 195 s.
(34) Vid. GrMBERNAT ÜRDEIG, Autor y cómplice, 1966, págs. 155 ss., 167 ss.
(35) MrR Purc, Derecho penal, Parte general, 8.ª ed., Barcelona, 2008, pág. 414, con diferen-
tes seguidores (desde ediciones anteriores).
(36) LóPEZ PEREGRIN, La complicidad en el delito, Valencia, 1997, págs. 435 ss.
puesta, establecen factores tasados, sin valor absoluto por separado, para
decidir cuándo existe cooperación necesaria: especial peligrosidad para el
bien jurídico, especial lesividad para el bien jurídico, situación de especial
accesibilidad al bien jurídico y especial capacidad decisoria1371 • Estas opi-
niones, matices al margen que aquí no cabe discutir, apuntan en el sentido
correcto de apreciar la esencialidad de la cooperación para la afectación
del bien jurídico y, por lo tanto, para la realización típica (la primera posi-
ción recurre incluso, como aquí, a la idea del dominio negativo del hecho
y a la teoría de los bienes y actividades escasos)1381, aportando interesantes
criterios materiales para medir la esencialidad de la contribución.
(37) SANCHEZ l.AzARo, Intervención delictiva e imprudencia, 2004, págs. 402 ss.
(38) LóPEZ PEREGRIN, La complicidad, 1997, págs. 440 SS.
(39) Vid., entre otros, mi trabajo: DIAZ v GARdA CoNLLEDO, LH-Cerezo, 2002, págs. 657 ss.
{40) Críticos, al menos, LóPEZ PEREGRIN, La complicidad, 1997, págs. 444 s. (desde una posi-
ción, por lo demás, bastante coincidente con la mía); DIEZ RrPOLL~s, «Una interpretación
provisional del concepto de autor en el nuevo Código Penal», RDPC 1 (1998), pág. 44
nota 60; P~REZ ALONSO, La coautoría, 1998, pág. 252, págs. 338 ss. (en principio en rela-
ción con la tesis del núm. 4 del texto, aunque incluyendo este aspecto de mi opinión en
la crítica). Sin embargo (y al margen de la similitud sólo parcial con el criterio señalado
e LA LEY 387
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
en el texto con el núm. 4, que sus defensores consideran el único decisivo y yo no),
plantean algo similar a lo que propongo o no lo descartan del todo autores como MIR
Pu1c, DP. PG, 8.ª ed., 2008, pág. 416 nota 65; o SANCHEZ LAzARo, Intervención delictiva e
imprudencia, 2004, pág. 411.
(41) A la misma conclusión llegábamos en nuestro comentario a la STS en DíAZ v GARCÍA
CoNLLEoo/DEVtcENTE REMESAL, PJ 1992, núm. 27, pág. 212.
(42) Cuestión distinta, abierta al debate, igual que en el caso de la inducción, es si la pena
debe ser idéntica a la del autor o podría ser algo menor.
l
388 ©LA LEY
20. Caso del vigilante-conductor
(43) No me parece buena una supresión sin más, ni una rebaja o aumento de pena al cóm-
plice de manera potestativa, obligatoria o excepcional, pues, aunque la redacción actual
de la letra b del segundo inciso del art. 28 CP deja que desear y debería mejorarse, al
menos apunta algún criterio. Por la supresión de la figura del cooperador necesario, en
diversos sentidos, se pronuncian al menos, CEREZO M1R, «Informe sobre el Anteproyecto
de Bases del Libro 1 del Código Penal», en Problemas fundamentales del Derecho penal,
Madrid, 1982, pág. 316; lo., «Observaciones críticas al Proyecto de Ley Orgánica de
Código Penal», en Problemas, 1982, págs. 351 s.; lo., Curso de Derecho penal español,
Parte general 111. Teoría jurídica del delito/2, Madrid, 2001, págs. 247 s., entre otros traba-
jos; BACIGALUPO lAPATER, e Notas sobre la Propuesta de anteproyecto de Código Penal», en
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL ENTORNO
A LOS DELITOS DE DETENCIONES ILEGALES
111.1. Necesidad de delimitar distintos tipos en las detenciones ilegales
policiales
111.2. La constitucionalidad o inconstitucionalidad del delito de
detención ilegal con desaparición forzada: ¿estamos ante un
delito de sospecha?
l
©LA LEY 391
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. INTRODUCCIÓN
ilegal con desaparición forzada, recogido en el art. 483 del CP de 1973 que
establecía que «El reo de detención ilegal que no diere razón del paradero
de la persona detenida, o no acreditare haberla dejado en libertad, será
castigado con la pena de reclusión mayor». En dicha sentencia el TS abrió
una nueva línea jurisprudencia! al estimar, por un lado, que sujeto activo
del delito tipificado en el art. 483 también podía serlo el funcionario públi-
co. Por otro lado, el TS rechazó Ja concepción del aludido precepto como
un delito de sospecha y concluyó que configuraba un tipo agravado de las
detenciones ilegales que se fundamentaba en la desaparición de la persona
y en la duración de la detención.
elALEY 393
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) Vid. por ejemplo, la STC 124/1983, de 21 de diciembre (ponente, Tomás y Valiente). 1
394 ©LA LEY
l
21. Caso cEI Nani»
Los dos aspectos que hemos destacado de la STS sobre el caso «El Nani»
repercutieron en las discusiones doctrinales en torno a la regulación penal
1 del delito de detención ilegal en el CP de 1973, tal y como vamos a expo-
ner resumidamente.
1 tivo de las detenciones ilegales de los arts. 480 y ss. podía ser también un
funcionario público que actuase como particular y no en el ejercicio de
(2) Vid. una breve reseña de este sector doctrinal mayoritario y de otros con referencias
bibliográficas en DIEZ R1POLLÉS, Delitos contra bienes jurídicos fundamentales, Valencia,
1993, págs. 329-330 y PORTILLA CoNTRERAS, El delito de práctica ilegal de detención por
funcionario público, Madrid, 1990, págs. 139 ss.
(3) Vid. por ejemplo, MuÑoz SANCHEZ, El delito de detención, Madrid, 1992, pág. 98. En este
trabajo se recogen sentencias hasta el mes de diciembre de 1988.
(4) Vid. la posición de la jurisprudencia indicada y las sentencias citadas por DIEZ R1POLLÉS,
Delitos, pág. 330; y por MuÑoz SANCHEZ, El delito de detención, págs. 97, 98 y 99. Vid.
también las SSTS de 20 de octubre de 1987 (ponente, Morenilla Rodríguez) y de 27 de
mayo de 1981 (ponente, García Miguel).
1¡
1
l
396 ©LA LEY
21. Caso cEI Nani»
contenida en los arts. 480 y ss. del aludido cuerpo legal, y permitió de
este modo la aplicación de la agravación extraordinaria recogida en el art.
483 a tres funcionarios públicos que detuvieron ilegalmente a una persona,
Santiago C. «El Nani», y que desapareció seguidamente sin acreditar haber-
lo dejado en libertad. Ahora bien, si atendemos al criterio mantenido por
la doctrina mayoritaria y el TS la detención de «El Nani» debería haberse
subsumido en el art. 184 del CP de 1973: los tres procesados actuaron en
el ejercicio de sus funciones ya que Santiago C. fue reconocido fotográfi-
camente por un testigo presencial del atraco y ello motivó su detención,
aunque algunos aspectos de dicha detención, su posterior incomunicación
y desaparición supuso una infracción grave de las garantías legales que de-
ben presidir las detenciones policiales, por lo que el criterio que diferencia-
ba las detenciones ilegales de un funcionario público basado en si se efec-
tuaban en el ejercicio de sus funciones o no, resultaba insatisfactorio -eon
la regulación del anterior CP. Desde mi punto de vista, este caso puso de
relieve la corrección de la tesis de Busms RAMíREZ que estimaba que sujeto
t activo de los arts. 480 y ss. del CP podían serlo tanto los particulares como
1 los funcionarios públicos, y la diferencia entre la detención de los arts. 480
(5) Vid. BusTOs RAMIREZ, Manual de Derecho penal, Parte especial, 2.ª ed., Barcelona, 1991,
-pág. 104. Ambos preceptos entrarían en concurso ideal (pág. 159).
1¡ (6)
(7)
Vid. BUSTOS RAMIREZ, PE, pág. 159.
Vid. la definición de GARCIA PÉREZ, «Delitos de sospecha: principio de culpabilidad y de-
recho a la presunción de inocencia. Los arts. 483 y 485 CP», ADPCP 1992, pág. 630.
1
l ©LA LEY 397
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
f!
~
(8) La pena de reclusión mayor prevista en el art. 483 del anterior CP tenía una duración de
veinte años y un día a treinta años. El delito de asesinato tenía prevista la pena de reclu-
l
~·
sión mayor en su grado máximo, es decir, entre los veintiséis años, ocho meses y un día t
a treinta años. El delito de homicidio se encontraba castigado en el art. 407 con la pena i
~·
de reclusión menor, cuya duración comprendía desde los doce años y un día a veinte !.
años. La pena del art. 483 coincidía, en parte, con la pena recogida en el asesinato y era 1
l:
superior a la pena establecida en el homicidio. Estimaba, sin embargo, que en este art.
(9)
había una presunción de homicidio por ejemplo, DfEZ R1POLLÉS, Delitos, pág. 361.
Vid. por ejemplo, RoDRfGUEZ RAMOS, «Posible inconstitucionalidad del art. 483 del Código
f
1
Penal», Criminología y Derecho penal al servicio de la persona, Libro-Homenaje al Pro-
fesor Antonio Beristain, San Sebastián, 1989, págs. 891 ss.; DíEZ R1POLLÉS, Delitos, págs. i
360 ss.; GARCÍA PÉREZ, ADPCP 1992, págs. 662 ss., con sus referencias bibliográficas en
relación con el anterior CP.
1
l.'.
j
Con anterioridad al caso «El Nani» BuSTos RAMíREZ se había pronunciado en contra de la opi- t
nión doctrinal mayoritaria. Vid. su postura en BUSTOS RAMfREZ, PE, 2.ª ed., págs. 158 y 159. 1
(10) Vid. la exposición realizada por GARCÍA PÉREZ, ADPCP 1992, pág. 633, quien añade ade- 1
más la vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo.
~
J.
398 ©LA LEY i
l
21. Caso «El Nani»
<Je la persona detenida, y que ni siquiera requiere, como otras figuras ... la
cualificación por el resultado, al superarla, actuando sobre meros indicios
artificiosos y no justos, por aventurados, dando una vez más, entrada al
objetivismo, del versari in re illicita, y conculcando el principio dogmático
de la culpabilidad personal, en tan amplia y vaga fórmula, ya que no exige
.un resultado material, sino que se contenta, con la mera ignorancia sobre
el paradero de la persona desaparecida, para presumir, haberse cometido
el asesinato, pues equipara la pena de este delito de simple sospecha, con
fa del 406 de tan citado cuerpo legal, fijando idéntica punición, a pesar de
la diferencia que los separa, en orden a la comprobación del resultado de
f muerte asesina». En esta STS se reafirmó la vigencia del principio de legali-
i dad y de plena sumisión del Juez a la norma y dictó una condena conforme
i al art. 483 del CP de 1973. Como no existía aún una Constitución ni un
~
control de constitucionalidad, sólo el legislador podía solucionar la quie-
i
t
;
bra de la inocencia producida por la sospecha que incorporaba el citado
tipo penal(lll.
~
Sin embargo, a partir de la Constitución de 1978 se reconoció expre-
samente el derecho a la presunción de inocencia en el art. 24.2 y se esta-
bleció un sistema de control de la constitucionalidad de las normas, por lo
que mantener los mismos argumentos expresados en la STS de 11 de marzo
de 1974 en torno al art. 483 del anterior CP avocaba irremediablemente a
f" la inconstitucionalidad del mencionado precepto, por lesionar el derecho
a la presunción de inocencia. Para evitar esta consecuencia a partir de la
f
sentencia que enjuició el caso «El Nani» el TS modificó radicalmente sus
~
argumentos al interpretar conforme a nuestra Constitución el art. 483 del
l
· CP de 1973, según el principio de la conservación de las disposiciones
i·
legales al que tantas veces ha hecho alusión el TC, en virtud del cual debe
prevalecer la interpretación y la aplicación de las mismas de conformidad
.
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
r
1
1
!!
~
Otro caso que presenta alguna similitud con el de «El Nani» y que tuvo
gran repercusión en la opinión pública a mediados de los años noventa fue
el secuestro del empresario Publio Cordón por miembros de la banda terro-
21. Caso cEI Nani»
'
1
1~
cEI reo de detención ilegal o secuestro que no dé razón del paradero de
la persona detenida será castigado, según los casos, con las penas superio-
res en grado a las señaladas en los artículos anteriores de este capítulo, salvo
que la haya dejado en libertad».
La redacción de este precepto presenta una diferencia respecto del art.
483 del CP de 1973, porque a través de la expresión «salvo que la haya
~ dejado en libertad» parece que la carga de la prueba de la no puesta en
; Hbertad del detenido ilegalmente incumbe a la acusación( 1si. Sin embargo,
vió este caso indicando que de los hechos probados se deduce inequívocamente no sólo
que los condenados detuvieron ilegalmente al Nani, sino que además son responsables
de las circunstancias que han originado su desaparición, simulando una huida que está
demostrado que no tuvo lugar y trasladándole a un lugar que se niegan a revelar, por
lo cual, a juicio de este autor, la Audiencia imputa unos hechos demostrados y cons-
titutivos de una gravísima modalidad de detención ilegal. Vid. además MARTfN PALLfN,
«Desaparición forzada de personas: de la sospecha al reproche penal•, AP 19 (1989),
págs. 1001 ss.; MuÑAGORRI LAcufA, «La uconstrucción" del delito de detención ilegal con
desaparición forzada. La jurisprudencia constitucional y el art. 483 del Código Pena 1»,
PJ 27 (1992), págs. 139-140.
{14) Los procesados miembros del GRAPO por el secuestro de Publio Cordón fueron conde-
f
1
nados a una pena de veintisiete años de reclusión mayor por el delito de detención ilegal
con desaparición forzada tipificado en el art. 483 del CP de 1973. Se aplicó la indicada ley
penal en vigor en el momento de la comisión del hecho al considerarse más favorable por
la aplicación del beneficio penitenciario consistente en la redención ordinaria de penas
l (15)
por el trabajo. Vid. las SSAN de 24 de noviembre de 1998 y de 13 de diciembre de 2007.
Vid. en este sentido, por ejemplo, la SAN de 13 de diciembre de 2007. QuERALT J1M~NEZ,
Derecho penal español, Parte especial, 5.ª ed., Barcelona, 2008, págs. 177-178 y LóPEZ
GARR1oo/GARcfA ARAN, El Código Penal de 1995 y la voluntad del legislador. Comentario
al texto y al debate parlamentario, Madrid, 1996, pág. 102, indican que la desaparición
del detenido por el sujeto activo ha de ser probado por la acusación y no por la defensa.
BAJO FERNÁNDEZ, Compendio de Derecho penal, Parte especial, Volumen 11, Madrid, 1998,
! pág. 52, señala que con esta expresión el legislador penal pretende invertir la carga de
la prueba. Estima, no obstante, que del tenor literal del art. 166 del CP no se deduce que
i
r
t
~-t
elALEY 401
1~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
la acusación tenga que probar no puesta en libertad del detenido, QutNTANAR DIEZ, Co-
mentarios al Código Penal, Tomo VI, Madrid, 1999, pág. 59. DIEZ R1POLLÉS, Comentarios,
págs. 756-757 y lANDROVE DIAZ, Detenciones ilegales, pág. 185, concluyen asimismo
que la única forma razonable de entender dicha fórmula es considerar que compete a la
defensa, esto es, al acusado, probar que ha dejado en libertad a la persona detenida.
(16) Apuntan la idea de la sospecha que late en este precepto por lo elevado de las penas
previstas, BAJO FERNANDEZ, Compendio de Derecho penal, págs. 51-52; DIEZ RtPOLLÉS, Co-
mentarios, pág. 758, aunque reconoce que la presunción de la muerte del detenido sólo
está parcialmente vigente; PoLA1No NAVARRETE, Voz «Detención ilegal y secuestro», en
LuzóN PEÑA (dir.), EPB, Granada, 2002, pág. 611.
(17) Vid. LóPEZ GARR100/GARCfA ARAN, El Código Penal de 1995 y la voluntad del legislador,
págs. 101-102; de forma similar QUERALT JIMÉNEZ, PE, 5.ª ed., pág. 177; MuÑoz CONDE,
Derecho penal, Parte especial, 17.ª ed., Valencia, págs. 160 y 161. DIEZ RtPOLLÉS estima
que el art. 166 no exige que la acusación pruebe la desaparición de la víctima y conclu-
ye que la desaparición tampoco reúne las cualidades necesarias para ser objeto de una
prueba sobre la concurrencia o no de un hecho. En su opinión tal desaparición significa
el desconocimiento del lugar donde se encuentra algo o alguien al no hallarse en su
espacio habitual o previsto. Ese desconocimiento sólo refleja las limitaciones de la Ad-
ministración de Justicia en el esclarecimiento de los delitos. DfEZ RtPOLLÉS, Comentarios,
pág. 757. No podemos estar de acuerdo con la opinión de este autor porque, como se ha
indicado en el texto la desaparición física y sus consecuencias jurídicas es lo que añade
lesividad a la privación de libertad y fundamenta el incremento de pena.
(18) Vid. DfEz R1POLLÉS, Comentarios, pág. 755; QuERALT J1MÉNEZ, PE, 5.ª ed., pág. 177; lANDROVE
DIAZ, Detenciones ilegales, pág. 186. PRATS CANUT, Comentarios al Código Penal, Tomo 11,
Parte especial (arts. 138 a 318), Qu1NTERO OLIVARES (dir.), 5.ª ed., Cizur Menor, 2008, pág.
1
~
l-
En mi opinión podemos convenir que la protección penal de la libertad
ambulatoria se debe llevar a cabo en función de la incidencia del compor-
tamiento centrado en la privación de libertad en la lesión del bien jurídico
~
libertad ambulatoria, lo que nos conduce a un análisis sobre el fundamento
de las agravaciones y atenuaciones previstas en el delito de detenciones
ilegales. A mi juicio, el fundamento de ambas, tanto en el anterior CP como
más claramente en el CP de 1995, radica en que la menor o mayor dura-
ción en el encierro o detención incrementa o disminuye el menoscabo al
bien jurídico protegido en la fase del agotamiento del delito, en la medida
en que o bien no se continúa o bien se continúa con la realización de un
delito ya consumado120l. El fundamento de la agravación prevista en los arts.
483 del CP de 1973 o 166 del vigente CP estriba en la intensificación en la
lesión del bien jurídico que implica una privación de libertad de duración
indefinida con la consiguiente desaparición forzada de la víctima(21l, que se
manifiesta cuando el reo no da razón del paradero de la persona detenida
226 señala que nada impide que el art. 166 del CP se aplique a un supuesto de privación
de libertad inferior a quince días. Sin embargo, si tras una detención se desconoce el
paradero de la víctima, la privación de libertad excederá siempre de los quince días.
(19) Vid. asimismo el Auto de 18 de noviembre de 2008 del Juzgado Central de Instrucción.
(20) Vid. sobre este fundamento para el tipo atenuado de las detenciones ilegales en el CP de
1995 DIEZ RtPOLLÉS, Comentarios, pág. 750, y en el anterior CP, vid. DIEZ R1POLLÉS, Delitos,
págs. 351-352. Para otros autores, sin embargo, el fundamento de la atenuación en el ante-
rior CP se equiparaba a un caso especial de arrepentimiento espontáneo que coincidía en
algunos aspectos con la circunstancia atenuante recogida en el art. 9.9.ª del CP de 1973:
MuÑoz CONDE, Derecho penal, Parte especial, 7.ª ed., Valencia, 1988, pág. 143; BAIO FER-
NANoEZIDfAZ-MARom v V1LLAREJO, Manual de Derecho penal. Parte especial, Delitos contra la
libertad y seguridad, libertad sexual, honor y estado civil, 3.ª ed., 1995, pág. 22.
(21) En relación con el fundamento de la agravación un sector doctrinal estima que responde
a un mayor contenido de injusto derivado de la continuidad de la acción y resultados
típicos más allá de cierto periodo de tiempo. Vid. respecto del anterior CP, DfEZ R1POLLÉS,
Delitos, pág. 357; respecto del vigente CP, lo., Comentarios, pág. 751.
1
J
(22) Las condiciones objetivas de punibilidad son elementos que se encuentran en relación
directa con el hecho aunque no guardan relación con lo injusto específico de la conduc-
ta delictiva y no pertenecen, por lo tanto, al tipo de lo injusto, ni guardan relación con
la reprochabilidad personal de la acción u omisión típica y antijurídica. Vid. JESCHECKI
WEIGEND, lehrbuch des Strafrechts. Allgemeiner Teil, 5.ª ed., Berlín, 1996, pág. 555.
(23) Vid. con carácter general JESCHECKIWEIGEND, lehrbuch, AT, 5.ª ed., págs. 557-558.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. PLANTEAMIENTO DE LOS PROBLEMAS: LA DIFERENTE VALORA-
CIÓN DEL CASO POR PARTE DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE
SEVILLA Y DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. LA INIMPUTABILIDAD Y LA ALIC DOLOSA E IMPRUDENTE
111.1. La inimputabilidad: ¿constituye la agresión una conducta
realizada en situación de imputabilidad?
111.2. Afie: ¿puede imputarse responsabilidad a pesar de que el sujeto
actuó en situación de inimputabilidad en el momento de la
agresión?
111.2.1. La afie: modelos de fundamentación
1
lt
l. INTRODUCCIÓN
i
1
1
De estos hechos conoció en primera instancia la Audiencia Provincial
de Sevilla, que en su Sentencia de 29 de junio de 1991 condenó a Antonio
a la pena de tres años y seis meses de prisión menor como autor de un
~
delito de homicidio doloso concurriendo la eximente incompleta de tras-
i torno mental transitorio, conforme a los arts. 407 y 8.1 en relación con el
i 9.1 del Código Penal de 1973, decretando su internamiento en estableci-
1
~
ft
miento psiquiátrico por un tiempo máximo de tres años y seis meses. En su
sentencia de 14 de abril de 1993 el Tribunal Supremo estimó parcialmente
1 el recurso de casación interpuesto por la representación del acusado, con-
1 denándolo por la comisión de un delito de homicidio imprudente, concu-
1
~
rriendo la eximente incompleta de trastorno mental transitorio (arts. 407 y
565 en relación con los arts. 8.1 y 9.1, todos ellos del CP 1973) a la pena
de seis meses de arresto mayor, ordenando su internamiento por el tiempo
de duración de la pena.
1
>f
homicidio imprudente al tiempo que aprecia una situación de semiimpu-
tabilidad. Sin tratarse de una sentencia que haya marcado un punto de
inflexión en el tratamiento jurisprudencia! de la imputabilidad y la afie o
en el debate doctrinal sobre esas figuras, los hechos y las sucesivas califica-
e LA LEY 409
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
(1) Cfr. sobre el surgimiento del concepto de imputabilidad, MARTINEZ GARAY, la imputabili-
dad penal, Valencia, 2005, págs. 25 ss.; lo., «Aproximación histórica al surgimiento del
concepto de imputabilidad subjetiva en la doctrina penal alemana», RDPC 8 (2001),
págs. 34-126; cfr. sobre la naturaleza jurídica de la imputabilidad y las diversas posicio-
nes en que se le ha colocado en la teoría del delito, MARTfNEZ GARAY, la imputabilidad
penal, págs. 77 ss. Junto a esta monografía se sitúa como otra obra de referencia sobre
la imputabilidad en español, URRUELA MoRA, Imputabilidad penal y anomalía o alteración
psíquica, Bilbao-Granada, 2004.
(2) Más dudas se plantean respecto a la eximente de alteraciones en la percepción prevista en
el número 3 del art. 20 CP, que algunos especialistas consideran un supuesto próximo al
error de prohibición. Vid. CARMONA SALGADO, «Las alteraciones en la percepción dentro del
marco general de la teoría de la imputabilidad», en Coso DEL ROSAL (dir.), Comentarios a la
legislación penal, tomo V, vol. 1, Madrid, 1985, págs. 187-222; MORALES PRArs, cLa altera-
ción en la percepción: contenido y límites (art. 8.3 CP)», CPC 40 (1980), págs. 71-96.
(3) Cfr. sobre este concepto, URRUELA MORA, Imputabilidad penal, págs. 156-158, con ulterio-
res referencias a la literatura en español y en alemán.
i trastorno mental, que hoy se contempla en el art. 20.1 CP con una fórmula
mixta (psiquiátrico-psicológica} que exige un elemento psiquiátrico, esto
es, una anomalía o alteración psíquica, de substrato biológico o no, transi-
toria o no, y un elemento psicológico-normativo, cual es que ese trastorno
1
(4) Vid. M1R Pu1c, Derecho penal. Parte general, 8.ª ed., Barcelona, 2008, págs. 540, 564;
MuÑoz CONDE, Derecho penal. Parte general, 7 .ª ed., Valencia, 2007, págs. 358, 361;
ÜCTAVIO DE TOLEDO v UB1ETolHUERTA ToCILoo, Derecho penal. Parte general, 2.ª ed., Madrid,
1986, págs. 335, 341.
(5) MARTfNEZ GARAv, la imputabilidad penal, págs. 122-125, y pág. 365. El fundamento de
las exenciones vinculadas a la inimputabilidad lo sitúa en el principio de igualdad como
exigencia de tratar de modo diferente lo que es diferente. Resulta, a su juicio, inexigible
la adecuación de la conducta a la norma si la persona carece de las habilidades psíqui-
cas que le permiten tener acceso al contenido de las normas y a su significado en rela-
ción con la conducta propia y ajena (págs. 390-391 ). Habilidades que la autora identifica
con un sistema cognitivo (conjunto de facultades psíquicas) suficientemente desarrollado
y no perturbado y una capacidad afectiva que permita percibir el significado social y la
importancia para uno mismo y los demás de las conductas y de los valores (/oc. cit., as-
pectos desarrollados en el capítulo 3 de la obra, págs. 348-358 y resumen en pág. 364).
(6) Vid., MARTÍN LORENZO, la exculpación penal, Valencia, 2009, págs. 318-322.
(7) Vid. URRUELA MoRA Imputabilidad penal, pág. 178, quien pone de manifiesto la ruptura que
la actual redacción legal supone frente a fórmulas empleadas anteriormente que apelaban
al «enajenado» (págs. 208-218), lo que dificultaba incluir en el ámbito de las causas lega-
les de inimputabilidad trastornos mentales como las psicopatías o neurosis; Dfu R1POLLÉS,
Derecho penal español. Parte general en esquemas, Valencia, 2007, pág. 407.
(8) Vid. por todos, M1R Pu1G, DP. PG, 2008, pág. 581.
(9) Cfr. por ejemplo, STS de 22 de abril de 1991; STS de 30 de septiembre de 1993; STS de
6 de mayo de 1997; STS de 15 de abril de 1998; ATS 1491/2001, de 6 de julio.
(1 O) Cfr. M1R Pu1G, DP. PG, 2008, pág. 583, aludiendo a la demanda tradicional del TS de
total ausencia de capacidad intelectual y volitiva, que, a la luz de los pronunciamientos
referidos en el texto, no se ha visto modificada en los últimos tiempos.
(11) Cfr. estas dos formulaciones en las obras de referencia manejadas -URRUELA MoRA, Im-
putabilidad penal, pág. 178; MARTfNEZ GARAY, La imputabilidad penal, págs. 365 y 371-,
partidarias de dos conceptos diversos de imputabilidad.
(12) Si, por el contrario, como recogen los hechos probados respecto a los instantes previos
a la agresión, sólo se pudiera afirmar que sus facultades se hallaban determinadas y su
conciencia y voluntad disminuidas pero no anuladas, sólo cabría plantear una eximente
incompleta del art. 20.1 en relación con el art. 21.1 CP. En este hipotético caso, afirmada
la presencia de una acción homicida dolosa, habida cuenta del instrumento empleado,
la reiteración de los ataques y la zona afectada, la responsabilidad se atenuaría por el
estado de semiimputabilidad en que habría actuado el sujeto.
(13) Sobre tal concepto amplio de afie, cfr., JosH1 JueERT, La doctrina de la «Actio libera in
causa» en Derecho penal, Barcelona, 1992, págs. 13, 117; o ALCÁCER Gu1RA0, Actio libera
in causa dolosa e imprudente, Barcelona, pág. 21. Esta misma estructura la comparten
además de los supuestos específicos tradicionalmente tratados bajo la denominación de
afie, provocación de la ausencia de acción o imputabilidad, otras constelaciones como la
autoría mediata, la imprudencia por asunción, la provocación de la situación exculpante
o, genéricamente, la vencibilidad del error. Afinidad que, sin embargo, como se ha insis-
tido con frecuencia, en absoluto imponer una común solución OosH1 JueERT, La doctrina;
ALCÁCER Gu1RA0, Actio libera in causa, pág. 23). Cfr. sobre la institución de la afie en la
doctrina española, además de las dos obras mencionadas, la monografía de DIAZ PITA,
Actio libera in causa, culpabilidad y Estado de Derecho, Valencia, 2002.
Más allá de la previsión legal del art. 20.1 CP, o de la ausencia de pre-
visión como en la legislación alemana, la exigencia de responsabilidad
por la provocación de la ausencia de inimputabilidad se fundamenta por
la doctrina básicamente en dos modelos: el modelo de la excepción y el
modelo de la tipicidad, que ponen el acento, respectivamente, en la actio
subsequens y en la actio praecedens05i.
(14) Cfr. los análisis de JosH1 JueERT, La doctrina, págs. 333-350; y ALCÁCER Gu1RA0, Actio libera
in causa, págs. 24-29.
(15) Se habla en ocasiones de un tercer modelo, el modelo de la ampliación o de la exten-
sión, bajo cuya denominación se incluyen las propuestas de varios autores que desde
diversos presupuestos proponen terceras vías más o menos próximas a los modelos an-
teriores en un intento de eludir sus deficiencias. Obviando por razones de espacio las
necesarias matizaciones, cabe caracterizar este modelo por su entendimiento amplio
del término hecho que aúna los dos momentos estructurales de la afie, la acción previa
(16)
en este trabajo se considera mejor encuadrada en el modelo de la tipicidad.
Entre los numerosos trabajos de este autor donde desarrolla con gran brillantez el mode- 1
lo de la excepción cabe destacar en español: «La imputación ordinaria y extraordinaria
en Pufendorf» (trad., Pastor Muñoz) y «Actio libera in causa y autoría mediata» (trads.
Joshi Jubert/Bolea Bardon), ambos en HRuscHKA, Imputación y Derecho penal. Estudios
1
sobre la teoría de la imputación, edición a cargo de SANCHEZ-ÜSTIZ, Cizur Menor (Nava-
rra), 2005, págs. 55 ss. y 157 ss., respectivamente. Una panorámica se obtiene de su obra 1
t
general Strafrecht nach logischer-analytischer Methode, 2.ª ed., Berlín-Nueva York, 1988;
y de los artículos «Die actio libera in causa-speziell bei § 20 StGB mit zwei Vorschlagen 1
für die Gesetzgebung», JZ 1996, págs. 64-72; y «Der actio libera in causa bei Vorsatzta-
ten und bei Fahrlassigkeitstaten», JZ 1997, págs. 22-27.
1
~
1
416 ©LA LEY
l
22. Caso del chapista
1
(17) HRUSCHKA, fl 1996, pág. 68; lo., fl 1997, pág. 24.
1 (18) Cfr. desde diversas posiciones y con recurso a argumentos normológicos como los de
HRuscHKA y estrictamente dogmáticos, entre otros, ALONSO ÁLAMO, cla acción libera in
1 causa•, ADPCP 1989, págs. 55-107, págs. 61 ss.; SILVA SANCHEZ, cla embriaguez atenuan-
te o eximente en el delitos del 340 bis a) 1.0 (A la vez algunas observaciones sobre la
doctrina de la cactio libera in causa•)•, RDC 1988, págs. 168-175, pág. 172; RooRfGUEZ
(19) Así ya, Coso DEL RosAtN1vEs ANTóN, Derecho penal. Parte general, 5.ª ed., Valencia, 1999,
pág. 608.
(20) En opinión de ALcACER Gu1RA0, Actio libera in causa, pág. 52, estas dificultades eviden-
cian que si bien este modelo quizá pueda dar razones sobre por qué debe sancionarse en
estos casos, no ofrece criterios para sancionar ignorando los presupuestos conceptuales
y estructurales de la imputación y, sobre todo, el principio de coincidencia.
(21) En la literatura española, vid. Coso DEL RosAtN1vES ANTóN, DP. PG, pág. 609; DEMETR10
CRESPO, la tentativa en la autoría y en la actio libera in causa, Granada, 2003, págs. 127,
132, 137; ALcACER Gu1RA0, Actio libera in causa, págs. 105 ss. También podría incluirse
aquí el modelo de la «provocación relevante» que propone JosH1 JusERT, la doctrina, págs.
281-284, 377-360, en cuanto entiende que es la acción de provocación la que infringe
la norma penal de conducta, si bien exige un resultado consistente en un comienzo de
ejecución para sancionar. Entre los autores alemanes cabe destacar, por la accesibilidad
de sus obras en castellano, Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 1, 4.ª ed., Múnich, 2006,
§ 20, núm. marg. 56 ss., y núm. marg. 59; JAKoss, Strafrecht. Allgemeiner Teil, i.a ed.,
Berlín-Nueva York, 17/57 ss., 64, por supuesto con ulteriores referencias.
t>LALEY 419
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
castigara aun cuando ni siquiera llega a salir de casa, por ejemplo, porque
se queda dormidd25 l.
Al margen de la opción que pueda tomarse por uno u otro modelo, con-
viene tenerlos presentes a la hora de analizar la respuesta penal que debe-
ría tener la conducta agresiva del acusado y valorar, a modo de conclusión,
el acierto de la calificación de la Audiencia y el TS, pues optan por modelos
distintos, reproduciendo el binomio doctrinal.
(25) Vid. por todos NEUMANN, Zurechnung und ccVorverschulden», Berlín, 1985, págs. 39 ss.
J
22. Caso del chapista
(26) Cfr. ampliamente, ALCÁCER Gu1RAO, Actio libera in causa, págs. 137 ss.
(27) Precisamente esta es la posición defendida en una sentencia del BGH de 1996 (BGHSt,
42, 235), auténtico revulsivo en la discusión sobre la afie, que ha desencadenó innu-
merables comentarios doctrinales (vid. las referencias en ALCÁCER Gu1RA0, Actio libera in
causa, pág. 137, nota 453). El BGH afirmó que en los tipos imprudentes no es precisa la
afie, pues el reproche penal en los delitos imprudentes (en el caso, un homicidio) tiene
por objeto cualquier conducta del sujeto contraria al deber de cuidado en relación con
el resultado típico (causal del mismo), de modo que basta con que, además de acciones
contrarias al deber de cuidado realizadas en situación de inimputabilidad, existan accio-
nes anteriores a ese estado igualmente negligentes (y causales). Imputa responsabilidad
no por el accidente en estado de ebriedad, sino por la ingesta de alcohol previa y la
provocación de la falta de capacidad siendo previsible y evitable el accidente. Cfr. sobre
la sentencia, la exposición de DfAZ PITA, Actio libera in causa, págs. 21-23.
(28) A mi entender, hay motivos para dudar de la premisa de que parte el TS para afirmar la
imprudencia, esto es, de que el sujeto podía prever el alcance final de su conducta bajo
la situación de trastorno.
423
©LA LEY
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23
CASO DEL ACEITE DE COLZA<*>
1 SUMARIO:
1
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l.
11.
INTRODUCCIÓN
RESOLUCIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS
IV. CONCLUSIÓN
1 (*)
virtud de los síntomas advertidos, se inclinaron por diagnosticar una
l. INTRODUCCIÓN
El TS resolvió, en su STS de 23 de abril de 1992, los recursos de casación
interpuestos contra la Sentencia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Na-
cional de 20 de mayo de 198912 ) que había condenado por delitos de homi-
cidio y de lesiones imprudentes («imprudencia con resultado de muerte y
de lesiones», en la terminología entonces usual en la jurisprudencia) a los
sujetos encausados en este caso. La sentencia del TS casa la de instancia,
para apreciar la presencia de dolo eventual en los principales imputados y
condenar, en consecuencia, por delitos dolosos de homicidio y de lesiones,
con la correspondiente elevación de las penas. Más exactamente: les vino
aplicar a título de dolo, un delito cualificado por el resultado, el del art. 348
CP (en la redacción vigente en el momento de la comisión de los hechos),
en relación con el art. 346 CP(3), que castigaba con la pena de reclusión
(1) Dada la extensión y extremada complejidad de los hechos probados que figuran en la
sentencia, en vez de entresacar algunos párrafos de los mismos, he preferido recurrir al
cuidadoso (y más completo) resumen que figuraba en PAREDES ÚSTAÑÓN, cla relación de
causalidad entre la adulteración del producto y los resultados lesivos: aspectos sustanti-
vos y procesales•, en lolRooRIGUEZ MoNTAÑB, El caso de Ja colza: responsabilidad penal
por productos adulterados o defectuosos, Valencia, 1995, págs. 49-52.
(2) AP 1989, págs. 1391 ss.
(3) •Quien, con cualquier mezcla nociva a la salud, alterase las bebidas o comestibles des-
1
i
(4) Posteriormente, la STS 895/1997, 26 de setiembre (ponente, García Ancos) resolvió los
recursos de casación contra la SAN de 24 de abril de 1996, condenando por sendos de-
litos imprudentes en relación con estos hechos a dos cargos de la Administración Pública
que en el momento de los hechos ocupaban cargos con competencias en materia de
control de importaciones del aceite de colza. Vid., al respecto, PAREDES CASTAÑóN, «Fun- J!
ción de control de riesgos y responsabilidad penal por imprudencia: la responsabilidad 1
personal de altos cargos de la Administración en el "caso de la colza"», en Sentencias
de Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias Provinciales y otros tribunales, V (1998),
(5)
págs. 431 ss.; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, «El caso de la colza: la responsabilidad de la Admi-
nistración», RDPC 3 (1999), págs. 361 ss., ambos con ulteriores referencias.
Vid., por todos, MENDOZA BuERGO, El Derecho Penal en la sociedad del riesgo, Madrid, 2001.
1
1
428 ©LA LEY
l
23. Caso del aceite de colza
1
1
conceptos de causalidad manejados en la ciencia.
4. º Sobre esta base teórica, la STS establece ya un criterio concreto para
i afirmar la validez de un proposición afirmativa de causalidad: existe una ley
causal natural (y, por lo tanto, pueden emitirse legítimamente juicios afirma-
tivos de causalidad sobre tal base) «cuando, comprobado un hecho en un
número muy considerable de casos similares, sea posible descartar que el
1 suceso haya sido producido por otras causas».
i
!
1
llevadas a cabo por el Tribunal de instancia y expuestas en la SAN se revelan
como suficientes para dar paso a una proposición afirmativa acerca de la
existencia de una relación de causalidad entre las acciones de adulteración
del aceite y los resultados finalmente producidos, de muertes y de lesiones.
1
1
Por lo que se refiere a la cuestión de si los acusados debían ser condena-
dos por dolo o simplemente por imprudencia, el TS se inclina, como se ha
2.ª) «( ... )tampoco asiste razón a la Defensa cuando afirma que el dolo
se debería excluir, pues la Audiencia misma ha reconocido que el procesa-
t1
do confiaba en que el aceite llegara a los consumidores ya regenerado. Sin $
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430
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©LA LEY f
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23. Caso del aceite de colza
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generado un error sobre el peligro real y concreto de su acción, dado que,
en tales casos, habrá carecido del conocimiento de dicho peligro. Pero nada
de esto alega la Defensa. En su argumentación, por el contrario, no existe el
1
e
menor punto de apoyo que pudiera demostrar que el procesado tomó a con-
ciencia medidas serias que hubieran podido generarle la creencia errónea
l de la eliminación del peligro que encerraba su acción. Consecuentemente,
1l su indiferencia respecto de los resultados está plenamente acreditada».
!-:
3.ª) cla jurisprudencia de esta Sala, sin embargo, permite admitir la exis-
?
tencia del dolo cuando el autor somete a la víctima a situaciones peligro-
sas que no tiene la seguridad de controlar, aunque no persiga el resultado
típico. El dolo eventual, por lo tanto, no se excluye simplemente por la
«esperanza» de que no se producirá el resultado o porque éste no haya sido
i deseado por el autor».
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111. DISCUSIÓN CRITICA
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···.
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
i
A este respecto, naturalmente, la primera cuestión que ha de ser consi- J
ít
derada (cuestión que la sentencia no se plantea explícitamente, pero que
está flotando todo el tiempo, de un modo implícito, en su argumentación)
es la de si razones político-criminales o de índole similar (quiero decir:
razones no estrictamente dogmáticas) pueden autorizar al apl icador del 1
Derecho a cambiar los criterios de prueba de algún elemento del delito,
para recortar los requisitos necesarios para el fallo condenatorio. Pues, si i
~-
1
432 ©LA LEY
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23. Caso del aceite de colza
te», veda igualmente tener por causalidad algo que no lo sea en realidad.
La comparación no es gratuita: tanto en un caso como en el otro, el juez
solamente respeta verdaderamente el principio de legalidad si, a la vez,
respeta los conocimientos científicos que permiten definir atinadamente
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(7) De otra opinión, ÍÑIGO CoRROZA, la responsabilidad penal del fabricante por defectos de
sus productos, Barcelona, 2001, págs. 102-106.
(8) Vid., la polémica al respecto entre, de una parte, G1MBERNAT ÜRDEIG, cla omisión impropia
en la Dogmática penal alemana», en lo., Ensayos penales, Madrid, 1999, págs. 257 ss.,
esp. págs. 324-325; lo., «¿Las exigencias dogmáticas fundamentales hasta ahora vigentes
de una Parte General son idóneas para satisfacer la actual situación de la criminalidad,
de la medición de la pena y del sistema de sanciones?», ADPCP 1999, pág. 54, nota 6;
y, de otra, PAREDES CAsTAÑóN, «De nuevo sobre el "caso de la colza": una réplica», RDPC
5 (2000), págs. 88 SS.
434 fHALEY
23. Caso del aceite de colza
(9) En sentido similar, ToRfo l6PEz, «Relación de causalidad. Indicaciones para una actuali-
zación», en Estudios jurídicos en memoria del Profesor Dr. D. José Ramón Casabó Ruiz,
11, Valencia, 1997, págs. 922-923; DfAz PrrA, c¿Qué queda de la causalidad?», RDPC 4
(1999), págs. 516-520; Curuo CoN'rRERAs, El Derecho Penal español. Parte General, I, 3.ª
ed., Madrid, 2002, págs. 584-592.
C-LALEY 435
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(10) Vid., al respecto, por todos, Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Teil, 1, 4.ª ed., Múnich, 2006, ~
págs. 445 ss., con ulteriores referencias. f
(11) Sobre mi posición a este respecto, vid., sintéticamente, PAREDES CASTAÑóN!DfAZ v GARCÍA ~
(ONLLEDo/DE VICENTE REMESAL, «Argumentación y prueba en la determinación del dolo», ·
RDPC 8 (2001 ), págs. 330 ss.
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436 ©LA LEY
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23. Caso del aceite de colza
~
f (12) Vid., RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, cEI delito de peligro del art. 346 CP. Dolo de peligro y dolo de
~ lesión», en PAREDES ÚSTAÑóNIEAD., El caso de la colza, 1995, págs. 203 ss.
·~ (13) Vid., al respecto, PAREDES CASTAÑóN, «Problemas metodológicos en la prueba del dolo»,
AFD 2001, págs. 67 ss., con ulteriores referencias.
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IV. CONCLUSIÓN !
i
Las dos grandes novedades de la sentencia comentada (prueba de la 1
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no empleado) de las categorías dogmáticas en el marco del «Derecho Penal 1
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del riesgo», que -así reza la tesis de fondo- no admitiría una aplicación
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estricta de la tradicional teoría general del delito, sino que exigiría cambios i
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significativos en su contenido. En este sentido, la sentencia comentada es ~
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1. (15) Vid., sobre todo ello, resumidamente, PAREDES (ASTAÑóN, «Ambigüedades e insuficiencias
del concepto de "Derecho Penal del riesgo"•, RDPC 11 (2003), págs. 383 ss.
1J
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1
24
(1) Concretamente el alcalde y los concejales fueron condenados por un delito continuado de
revelación de secretos a las penas de seis años de suspensión y 60.000 pesetas de multa. El
alcalde además, por un delito de denegación de auxilio a la autoridad a la pena de un año
de suspensión de cargo público y 30.000 pesetas de multa. El promotor de la inmobiliaria
fue condenado también por un delito continuado de falsedad en documentos públicos y
privados a la pena de seis años de prisión menor y 300.000 pesetas de multa.
La STS afirmó que si bien era evidente que por el art. 358.1 -delito de
~ prevaricación conforme al CP anterior- no podía imputarse un delito
de prevaricación a quien no fuera funcionario público, la solución debía
ser distinta en los supuestos de inducción y de cooperación necesaria. Es
decir, aquel sujeto que, conociendo la condición de funcionario del sujeto
activo llamado a decidir, le inclina decisivamente a dictar una resolución
manifiestamente injusta, induce a prevaricar y es autor por el núm. 2 del
art. 14 del correspondiente delito; lo mismo que el que presta su colabo-
ración indispensable a la realización de tal delito comete, como autor del
núm. 3 del art. 14, tal figura penal. En el caso que nos ocupa el TS condenó
al promotor de la inmobiliaria como inductor de un delito continuado de
prevaricación al entender que dicho sujeto tomó la iniciativa y desplegó
e LA LEY 443
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
una constante actividad tendente a que las personas, que podían decidir
sobre sus intereses, lo hicieran a su favor. No obstante, ante el recurso de
Antonio Miguel M.P. en el que alegaba que no se daban los requisitos pro-
pios de la inducción, el TS afirmó que en todo caso podía ser considerado
como un cooperador necesario, puesto que su actuación, presentando es-
critos y actuando como lo hizo, resultó indispensable para que los delitos
pudieran cometerse.
-e LA LEY 445
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
GtMBERNAT critica las tesis expuestas. En primer lugar, considera que la teo-
ría que defiende la aplicación del art. 60 CP 1944/1973 se inventa una ate-
nuante que no existe: la de no ser pariente, y no sólo se inventa la atenuante,
sino que la hace operar de tal forma que, en virtud de ella, impone la pena
inferior en grado. En segundo lugar, en cuanto a la tesis de RODRÍGUEZ MouRu-
LLo, argumenta GIMBERNAT que no parece lo mismo contribuir al «hecho» pa-
rricidio donde el desvalor que ya lleva en sí la acción de matar se añade el
del desprecio del vínculo parental que contribuir al «hecho» del homicidio,
(5) RoDRfGUEZ MouRULLO, en Coso DEL RosAúRoDRíGUEZ MouRULLO, Derecho penal español
Parte especial. Delitos contra las personas, Madrid, 1962, págs. 182 ss.
(6) PEÑARANDA RAMos, Concurso de leyes, error y participación en el delito, Madrid, 1991,
pág. 350. Este autor utiliza toda una serie de categorías dogmáticas (sobre el concurso
de delitos, la estructura de los tipos, los sentidos positivo y negativo de la accesoriedad y
el principio de que cada uno debe responder por su propio hecho y por su propia culpa-
bilidad) que le lleva a defender (en los delitos de parricidio e infanticidio) la ruptura del
título de imputación (págs. 182 ss.).
(7) GrMBERNAT ÜRDEIG, Autor y cómplice en Derecho penal, Madrid, 1966, págs. 276 ss. Si-
guen esta tesis, QurNTERO OuvARES, Los delitos especiales y la teoría de la participación,
Barcelona, 1974, págs. 65 ss.; DíAZ v GARCÍA CoNLLEDO, La autoría en Derecho penal,
Barcelona, 1991, págs. 166 ss.; G6MEZ RrvERO, La inducción a cometer el delito, Valencia,
1995, págs. 163 ss.; LuzóN PEÑA, Curso de Derecho penal. Parte general, 1, Madrid, 1996
págs. 195 ss.; ÜLAIZOLA NOGALES, El delito de cohecho, Valencia, 1999, págs. 182 ss.;
GóMEZ MARTfN, Los delitos especiales, Madrid-Buenos Aires, 2006, págs. 415 ss.; MrR Purc,
Derecho penal. Parte general, 8.ª ed., Barcelona, 2008, págs. 405 ss. Este último autor
utiliza en su razonamiento la tesis del instrumento doloso no cualificado como posible
forma de autoría mediata.
(8) En la doctrina española RoeLES PLANAS, La participación en el delito: fundamento y límites,
Madrid, 2003, págs. 244 ss. ha defendido la impunidad del partícipe extraño afirmando
que los delitos especiales en sentido estricto se caracterizan porque en ellos el círculo de
posibles autores se encuentra limitado a aquellos sujetos sobre los que recae un deber
jurídico especial. En esta clase de delitos no bastaría para la responsabilidad penal la
intervención en el hecho, sino que dicha responsabilidad presupondría la concurrencia
en cada uno de los intervinientes de la situación de obligación especial característica
de tales delitos. Ello sería predicable tanto para el autor como para los partícipes. Los
delitos especiales de deber más importantes son los delitos de funcionarios. En ellos el
legislador dirigiría contra el funcionario especiales deberes jurídicos de lealtad frente a la
Administración Pública. ROBLES reconoce que en ocasiones la participación del extraño
en esta clase de delitos podría ser merecedora de pena. Sin embargo, conforme al prin-
cipio de legalidad, sólo se podría castigar aquellos casos en los que dicho merecimiento
de pena se encontrase refrendado por la ley. Así el delito de nombramientos ilegales (art.
406), infidelidad en la custodia de documentos (art. 418), cohecho (art. 423) o tráfico
de influencias (art. 429). Yo no comparto esta tesis. Si bien es cierto que el partícipe res-
ponde por su propio injusto, dicho injusto consiste, en mi opinión, en haber favorecido
la realización antijurídica del tipo por parte del autor. Por tanto, entiendo que el objeto
l
24. Caso de la construcción de Burgos
(.1 O) GóMEZ MARTIN, EH-Cobo, pág. 448; lo. Los delitos especiales, pág. 539; M1R Pu1c, DP. PG,
8.ª, 2008, pág. 406.
(11) DfAZ v GARCÍA (OLLENDO, La autoría, págs. 166 ss.; RuEDA MARTIN, e Reflexiones sobre la par-
ticipación de extraños en los delitos contra la Administración Pública•, RDPC 8 (2001 ),
pág. 164. En contra de la introducción de este precepto se manifiesta ROBLES PLANAS,
Garantes y cómplices. La intervención por omisión y en los delitos especiales, Barcelona,
2007, pág. 150. Sobre los argumentos de este autor volveré más adelante.
(12) G1MBERNAT ÜRDEIG, Autor y cómplice, págs. 252 s: e Delito especial impropio es aquel que
tiene su correspondencia en un delito común, es aquel que consiste en un delito común
especialmente cualificado [ ... ]. Se llama delito especial propio a aquel que no tiene
correspondencia con un delito común. En los delitos especiales propios la cualidad per-
sonal no modifica la pena de un delito común (que no existe), sino que es esta cualidad
la que fundamenta la pena»; Qu1NTERO OuvARES, Delitos especiales, págs. 31 ss.
(13) RUEDA MARTIN, RDPC 8 (2001 ), pág. 164.
por ejemplo, los delitos contra la Administración Pública. La pena del ex-
-traneus en este caso debe atenuarse, porque es el funcionario el que inter-
viene en el hecho con mayor facilidad de ejecución y/o mayor control de
los riesgos típicos; 2) Delitos en los que se incumple una función social
no institucionalizada, dimanante de una posición social no institucional.
Aquí se incluyen, entre otros, los delitos societarios. En este caso también
procede la atenuación del extraño, porque, a diferencia del autor, no se en-
cuentra en una posición de dominio especial respecto del bien jurídico; 3)
Delitos en los que la limitación no viene por ninguna función institucional
ni social. Aquí se incluye, por ejemplo, el delito de alzamiento de bienes.
En este caso el extraño merece la misma pena que el autor<17J.
Matiza esta posición M1R, quien considera que debe distinguirse cuándo
.estamos ante una agravación puramente personal y cuando estamos ante
un delito especial impropio (distinto). Así, afirma este autor, aunque en
Jos delitos contra la Administración Pública es natural que la condición
de funcionario de lugar a delitos especiales, la misma condición no tiene
por qué tener el mismo efecto como regla en toda clase de delitos. En los
delitos contra la Administración Pública el carácter de funcionario afecta a
fa propia esencia del injusto, porque condiciona el ataque al bien jurídico
-central en tales tipos; pero ello no sucede cuando se agrava la intervención
del funcionario en delitos que atacan bienes jurídicos distintos (tráfico de
'drogas, libertad, patrimonio). Estas agravaciones no afectan a la esencia
del delito transformándolo en otro distinto, sino que tienen un carácter
-estrictamente personal: configuran elementos típicos accidentales, que no
determinan un cambio de delitd 18l.
Por su parte, RurnA, acepta la diferencia entre los delitos especiales pro-
pios e impropios, pero considera que la participación del extraneus en am-
bas clases de delitos debe ser tratada de la misma manera, puesto que,
afirma esta autora, si bien es cierto que en los delitos especiales impropios
se protegen bienes jurídicos accesibles, en principio, al dominio de todos,
cuando el bien jurídico ha entrado circunstancialmente en una determi-
nada estructura social dominada por cierta clase de sujetos definidos, el
Derecho penal, dada la especial exposición del bien jurídico y su especial
(17) GóMEZ MARTÍN, EH-Cobo, págs. 452 ss.; ID. Los delitos especiales, págs. 520 ss.
(18) MIR, DP. PG, 8.ª, 2008, pág. 407.
e LA LEY 451
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(23) ROBLES pone como ejemplo el delito de detenciones ilegales cometido por funcionario
público (art. 167 CP). La cuestión es si este autor opinaría lo mismo, por ejemplo, res-
pecto del delito de malversación.
(24) ROBLES PLANAS, Garantes y cómplices, págs. 125 ss.
que consideran estos delitos como delitos de infracción del deber, y, mucho
menos, aquellas que consideran que tal infracción supone el fundamento
del injusto. Estas tesis suponen una visión del funcionario solamente en
interés del Estado, de la Administración, olvidando que la Administración
justifica su existencia por la actividad que despliega en beneficio de los
ciudadanos, de la sociedad a la que sirve. El «deber» que auténticamente
es relevante para el Derecho penal es el deber de la Administración y, por
tanto, de las personas físicas que la componen, de servir a los que adminis-
tran. Es decir, estos delitos no existen simplemente por la infracción de un
deber, sino por el ataque a un bien jurídico. La obediencia en sí misma no
es un bien, sino todo lo contrario, es un ataque a la libertad del que obe-
dece, por eso la obediencia en sí misma no merece ser algo jurídicamente
protegido, lo que se protege es aquello cuya realización depende de que
se obedezca, y de ahí que nazca la obligación de obedecer, se trata de
una situación del sujeto frente a determinados bienes jurídicos(25 l. Dicho
esto, no obstante, incluso si se considera que estos delitos son delitos de
infracción del deber, no puedo compartir la tesis de RoBLEs, conforme a
la cual el partícipe no merece sanción penal, puesto que el partícipe que
induce o coopera a dicha infracción también merecerá sanción penal. Es
decir, si se considera que la infracción del deber es tan importante en sí
misma como para castigarla penalmente no veo cuál es fundamento para
negar que la ayuda a dicha infracción no merezca también sanción penal.
En todo caso, yo creo que la clave para delimitar los supuestos estará en la
atención al bien jurídico protegido, y, en este sentido, comparto la tesis de
M1R, cuando afirma que deberá distinguirse aquellos delitos en los que la
condición de funcionario suponga una agravación personal, en cuyo caso,
la pena agravada sólo corresponderá al sujeto que ostente dicha condición
de aquellos que la condición implica la existencia de un delito distinto.
Para deslindar los supuestos acude M1R al criterio del bien jurídico prote-
gido. Concretamente, en los delitos contra la Administración Pública, el
carácter de funcionario condiciona el ataque al bien jurídico central en
tales tipos. Sin embargo, ello no sucede cuando se agrava la intervención
del funcionario en delitos que atacan bienes jurídicos completamente dis-
(25) Sigo la tesis de ÜCTAVIO DE Totmo v Ue1rro, La prevaricación del funcionario público,
Madrid, 1980, págs. 238 ss.
2) La segunda observación que cabe hacer al art. 65.3 es que sólo men-
ciona como sujetos de la atenuación al inductor y al cooperador necesario,
pero no al cómplice. Ello puede llevar a que el cómplice pueda tener la
misma pena que los partícipes más importantes(28l. Esta cuestión planteará
problemas acerca de si el cómplice puede o no obtener una doble ate-
nuación. Una por su carácter de cómplice, con la rebaja obligatoria que
establece para él el art. 29 CP en relación con el art. 63 CP, y otra por su
carácter de extraño en el delito especial. En mi opinión, desde un punto de
vista material, no veo razón alguna para no aplicar la doble atenuación. Es
decir, si el fundamento del art. 65.3 CP puede verse en que los sujetos que
no cumplen la cualificación exigida en los tipos especiales para ser autores
merecen menor pena porque tienen una mayor dificultad de ejecución o
menor control sobre los riesgos típicos, ello será trasladable también a los
cómplices y por lo tanto les sería aplicable dicha atenuación además de la
exigida por los arts. 29/1963 CP(29i. No obstante, en contra de esta tesis se
puede argumentar que el tenor literal del art. 65.3 CP menciona sólo y ex-
presamente al cooperador necesario y al inductor y que a la crítica de que
entonces el cómplice podría tener la misma pena que los partícipes más
importantes se le podría oponer el argumento de que la rebaja del art. 65.3
CP es potestativa, y por tanto, no en todo caso dichos sujetos obtendrán la
atenuación, sino sólo cuando realmente merezcan menor pena. Desde lue-
go esta cuestión generará polémica. Habrá que esperar a ver qué resuelven
los tribunales al respectd3ºl.
3) La tercera cuestión importante, y que enlaza con la anterior, es pre-
cisamente que la rebaja de pena regulada por el art. 65.3 CP, a diferencia ~
de lo que preveía el Proyecto, es facultativa. En mi opinión este carácter
potestativo de la rebaja debe ser considerado de forma positiva, puesto que
permitirá valorar cada caso y analizar si la cualificación otorga, a quien la
ostenta, una mayor facilidad para la ejecución del hecho, un mayor control
sobre los riesgos típicos que acechan al bien jurídico o una mayor capaci-
dad funcional de lesionar el bien jurídico. Es decir, si la cualificación exigi-
da al autor es esencial para dotar de contenido al injusto. A favor del carác-
(31) GóMEZ MARTÍN, EH-Cobo, págs. 451 ss.; lo. Los delitos especiales, 2006, págs. 520 ss.
También en el informe de 26 de marzo de 2003 al Anteproyecto de la LO 15/2003 del
CGPJ se abogó por la atenuación facultativa atendiendo a si la contribución del extra-
neus al hecho está próxima al dominio de la situación que permite el cumplimiento del
deber especial al que se refiere el tipo.
(32) Otra observación, señalada por todos los autores, es la referencia que el precepto hace
a la culpabilidad y que puede llevar a equívocos. GóMEZ MARTfN afirma que hubiera sido
preferible que el art. hubiera hecho referencia a las condiciones, cualidades o relaciones
que fundamentan la autoría en los delitos especiales, en EH-Cobo, pág. 451; también
critica la mención a la culpabilidad ZucALDíA EsPINAR, EH-Cobo, págs. 970 ss., quien
considera un error conceptual dicha referencia, puesto que las condiciones, cualidades
o relaciones en los delitos especiales afectan a la ilicitud del hecho. Comparto la tesis
que en algunas conversaciones me ha sugerido DfAZ v GARCÍA CoNLLEDO, en el sentido de
que por culpabilidad puede entenderse responsabilidad y no la categoría dogmática.
(33) Aunque considero que en los delitos contra la Administración Pública la condición de
funcionario que actúa en el ejercicio de su cargo supone en todo caso el fundamento del
injusto. No obstante, una redacción como la propuesta en el texto hubiera dejado claro
el ámbito de aplicación del precepto.
1
1
1
25
CASO NÉCORA<·>
l SUMARIO:
1
l. LA HISTORIA DEL CASO NÉCORA
11. LAS INTERCEPTACIONES TELEFÓNICAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL
1 DELITO. CONDICIONES PARA SU VALIDEZ PROBATORIA
1
11.1. La invalidación de las escuchas en el caso Nécora
11.2. El vacío normativo y la jurisprudencia constitucional
11.3. Declaraciones incriminatorias de coimputados
'
t
~
riendo grandes cantidades de cocaína que posteriormente distribuía,
contando siempre con la colaboración de L, ciudadano colombiano,
siendo ambos residentes en Madrid. Los envíos procedían de Gali-
cia, previos contactos con N, y con otra serie de personas -9 perso-
nas- que también fueron procesadas por los hechos. En el curso del
transporte de la droga, fueron detectados por la Vigilancia Aduanera
varios vehículos sospechosos, y tras una persecución se logró detener
a sus ocupantes, procediendo a la incautación de paquetes de cocaí-
na por una cantidad cercana a 400 kg., de pureza entre el 75% y el
95%. Asimismo se interceptó un camión frigorífico que transportaba
125 kg. Conductas similares de distribución realizadas por otro grupo
de procesados fueron detectadas policialmente con descubrimiento
de cantidades importantes de cocaína. El procesado M, detenido en
¡
Madrid el día 9 de julio, comparece a petición propia ante el Juzgado
instructor, para dar cuenta de la existencia de 1000 kg. de cocaína
procedentes de un alijo que en parte había sido ya aprehendido por
la policía, cantidad que fue efectivamente localizada conforme a su
relato. A la vez, facilita información sobre un próximo transporte de
otra partida, que dio lugar a la ocupación de un cargamento de 1.108
kg. de cocaína que se encontraba en una camioneta.
con beneficios derivados del tráfico de drogas y por delito contable. La acu-
sación contra alguno de los procesados se extendía al delito de tenencia
ilícita de armas, o al de falsificación de matrícula.
i
1
y su esposa T, situados en el centro del interés mediático por su llamativo
incremento de patrimonio y de negocios de dudosa actividad, resultaron
condenados únicamente por receptación habitual específica conforme art.
'
546 bis f) del CP 1973 (blanqueo de bienes), y por dos delitos contra la
j Hacienda Pública.
1
i1
(1) SAN, Sala de lo Penal, secc. 3.ª, de 27 de septiembre de 1994; ponente, la magistrada
Murillo Bordillo (Referencia Id. CENDOJ 28079220031994100001 ).
(2) Los hechos se enjuiciaron conforme al código vigente en aquel momento -CP de
1973-, que no contemplaba un precepto análogo al actual art. 376, de rebaja de la pe-
na por abandono de actividades delictivas y colaboración con la justicia, figura entonces
1
JI
reservada para los delitos de terrorismo. Por ello, el reflejo de tales conductas quedaba
necesariamente enmarcado en el ámbito de la atenuante genérica de arrepentimiento
(art. 9.9.ª).
t
le e LA LEY 463
1
&
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(4) Además, otra parte de las investigaciones sobre la llamada «operación Nécora» fueron
't
objeto del sumario núm. 8/1992 del mismo Juzgado Central de Instrucción de la AN ¡
-como causa desgajada del referido sumario núm. 13/1990- y resuelto en la Sentencia
de la secc. 2.ª de la AN, de 26 de junio de 1993, y en casación por sentencia del TS de
31 de octubre de 1994 (Id. CENDOJ: 28079120011994108364). En relación al blanqueo
1
de bienes -receptación específica- se condena a las personas que conformaron junto 4
con laureano Oubiña y su esposa Esther lago el complejo de sociedades comerciales :r
~
a través de las que se lavaba el dinero procedente del narcotráfico; por participación en
delito de alzamiento de bienes son condenados dos abogados asesores y se decreta el
comiso del famoso Pazo Bayón, reputada referencia del narcotráfico gallego de aquellos
f
I
años. ,t
r
1 En cuanto a los aspectos sustantivos de la calificación jurídico-penal'5l,
no es objeto de discusión la tipificación del grueso de las conductas como
J delitos de tráfico de estupefacientes de notoria cantidad; ni la aplicación
del tipo agravado por pertenencia a organización criminal, aspecto éste
1 cuyo debate en el juicio afectaba sustancialmente a los hechos probados.
Puede discutirse el concepto y alcance de la cualificación de segundo gra-
l do referida a la «extrema gravedad de las conductas», en particular cuando
se aprecia para el estadio previo de «conspiración» delictiva. Como «no-
vedad» destaca la condena por delito fiscal en base a las ocultaciones de
ganancias ilícitas que en la sentencia de instancia concurre con la condena
por receptación de beneficios procedentes de narcotráfico. Al resultar am-
bos procesados absueltos en casación respecto a la receptación, el TS no
entra a tratar la problemática del concurso entre ambos delitos, pero una
vez abierta la vía del delito fiscal en relación a ganancias ilícitas, quedó
1 planteada la cuestión que adquiere especial relevancia en posteriores cau-
sas famosas como los casos Roldán y Urralburu [Casos que son objeto de
.
;
comentario por Ru1z DE ERENCHUN en el presente libro].
1 (5) Calificación conforme a los arts. 344 ss. del CP de 1973, que sustancialmente se man-
tiene en los mismos términos en los arts. 368 ss. del CP de 1995. La reforma por LO
4- 15/2003 introdujo como nueva agravación -art. 369.1.1 O.ª- la importación o exporta-
:r ción ilegales de sustancias estupefacientes, con lo que se neutraliza o «corrige» el Acuer-
~
do del TS de 27 de noviembre de 1997 que rechazó el concurso de delitos entre tráfico
f
It
de estupefacientes y contrabando, por la identidad sustancial del objeto de tutela; hasta
entonces la jurisprudencia mayoritaria apreciaba concurso de delitos, como se apreció
para varios de los condenados en el caso Nécora.
i
'~2
~:
C> LA LEY 465
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
medidas pero que tenían derecho a conocerlo para que pudieran alegar lo í
que tuvieran por conveniente». 12
;
§
El déficit de motivación resulta «más sombrío» -dice el tribunal- en las -
prórrogas de las intervenciones: no se explica la razón de la petición de las ;
prórrogas, que en algún caso afectan a 14 teléfonos; en todos los supuestos
los autos del instructor se dictan en completa conformidad con la petición
policial, muchas veces se dictan un alto número de autorizaciones en el
i
.lt
466 ©LA LEY
25. Caso Nécora
;)
Todo un cúmulo de falta de control, difícilmente compatible con las ga-
i rantías de la defensa (art. 24.2 CE) y con el respeto al derecho fundamental
9 del secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE). A la luz de la doctrina
1 jurisprudencia! que los tribunales empezaban a perfilar, y en particular de
~
j los criterios sentados en el Auto del TS de 12 de junio de 1992 del «Caso
i
~
Naseiro»<6>, la sentencia contiene un repaso a los requisitos que condicio-
nan la legalidad de las interceptaciones telefónicas (FJ 7), desde la fase
~
~ inicial -Auto motivado, proporcionalidad de la medida con su finalidad,
" precisión de hechos y de sujetos, condiciones para autorizar prórrogas-,
f
f pasando por la fase intermedia que debe estar presidida por la supervisión
judicial del desarrollo de la medida, hasta la fase del cese final de ésta:
iii comunicación a los afectados de la práctica y contenido de las grabacio-
1'
nes, la audición por éstos y sus alegaciones, así como la selección y cotejo
1 y las ratificaciones pertinentes en el juicio oral. Un elenco de exigencias
f'.
~ que completan la exigua previsión del art. 579 LECr7> que operara como
i
(6) ATS de 18 de junio de 1992; ponente, el magistrado Ruiz Vadillo (Repertorio Jurispru-
~ dencia lirant on Line TOL940.469 SANC 3265). El Auto declaró la nulidad de las escu-
l
~~
1-
chas a través de las que se descubrieron conversaciones reveladoras de una trama de
corrupción que implicaba a Naseiro, administrador del Partido Popular valenciano y a
otros políticos, incluido un diputado, y a un empresario. Los datos sobre esta presunta
corrupción fueron detectados casualmente en el curso de la interceptación autorizada
para la investigación de los indicios de un tráfico de drogas, en el teléfono del hermano
í de uno de los políticos referidos. La tardanza en comunicar al juez el hallazgo, a la vez
12\ que éste concedía prórrogas de la primera autorización sin constatar que de hecho se
;~
§-¡:, estaban investigando otros hechos y a otros sujetos, conduce a la nulidad radical de
-~~
-1 las intervenciones telefónicas respecto a los citados hechos. Ante la ausencia de otros
;¡_ indicios autónomos -no derivados directa o indirectamente de la prueba nula (art. 11.1
i
LOPJ)- sobre los presuntos delitos, las Acusaciones retiraron sus cargos, y se procedió a
dictar la libre absolución de los procesados en STS 15 de julio de 1992.
(7) Art. 579. c2. Asimismo el Juez podrá acordar, en resolución motivada, la intervención de
las comunicaciones telefónicas del procesado, si hubiere indicios de obtener por estos
puesto que los autos judiciales explicitaban las pautas de entrega periódica
de las transcripciones, y la exigencia de aportación de las cintas grabadas 1
para su cotejo judicial, como requisito para petición de prórroga: 1i
«Conviene poner de manifiesto que a pesar de todas las irregularidades i
que presentan, ninguna de ellas puede tacharse de ilícita, al estar todas
ellas respaldadas por resoluciones judiciales, cumpliéndose así el requisito
~
establecido en nuestra Constitución en su art. 18.3, sin cuya presencia pro- !3
cedería sin lugar a dudas la nulidad de todo lo actuado, conforme a los arts. t
11.1 y 238.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, y de igual manera habría ~
¡;
lugar a depurar las responsabilidades penales que pudieran derivarse a tenor ~
bilidad criminal, así como de las comunicaciones de las que se sirvan para sus fines
delictivos». 1
1
En el núm. 4 se recoge la excepción prevista para el terrorismo que permite la interven-
ción policial en casos de urgencia, con la obligación de ponerla en conocimiento de la 1
autoridad judicial en el plazo máximo de 72 horas, para su revocación o su confirmación
motivada.
1
1l
1
!
1
25. Caso Nécora
t (8) Cfr. el ATS de 18 junio de 1992 citado, FJ 1O, donde recoge el conjunto de elementos
constitutivos del «sistema normativo general» respecto a las intervenciones telefónicas:
1
;
las previsiones de la CE arts. 9.3, 10.1 y 2, 14, 18.3, 24. 1y2. e) 55.2 y 96.1; la CEDH
en especial el art. 8; la Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 12; el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; el art. 579 LECr; los arts. 11.2, 238 y 240
1
1 (9)
LOPJ; y la jurisprudencia del TEDH, del TC y del TS.
ATS de 18 de junio de 1992, FJ 4.º, donde se expresa que si bien cen abstracto» pudiera ser
proporcional la medida de intervención ante un presunto delito de cohecho, «en concre-
1 to» no puede afirmarse la necesaria proporcionalidad porque la motivación requerida no
1
l
pudo contener «la exteriorización razonada de los criterios en los que se apoya la decisión
judicial», dada la forma en que se adoptó el acuerdo y su efectiva realización y control.
1
1
lf
l
470 ©LA LEY
'
25. Caso Nécora
(13) FD 64, u.p. donde se reconoce que la referida intervención telefónica fue cen parte ilí-
cita, por carecer de la oportuna resolución habilitante, y en el resto adolece de control
judicial•.
(14) Cfr. MORALES PRATS, cArt. 53611 1 en Qu1NTERO OuvARES (dir.), Comentarios a la Parte Especial
de Derecho Penal, 8.ª ed. Cizur Menor (Navarra), 2009, pág. 2041.
(15) Caso Valenzuela Contreras (STEDH de 30 de abril de 1998) y caso Prado Bugallo (STEDH
de 18 de febrero de 2003), este último referido intervenciones realizadas tras la reforma
del art. 579 LECr. por LO 4/1988, tímido avance, según expresa el TEDH, pero insufi-
ciente para considerar debidamente garantizada la tutela del secreto de comunicaciones
frente a injerencias arbitrarias de los órganos de los poderes públicos.
(16) Sobre la jurisprudencia del TEDH, ampliamente, MuÑoz DE MORALES ROMERO, cHacia la
cobertura legal de las intervenciones telefónicas en el Ordenamiento Jurídico Español:
la reforma del art. 579 LECr11, Boletín de la Facultad de Derecho de la UNED 27 (2005),
pág. 47 SS.
l e LA LEY 471
. '
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(STC 184/1983, FJ 6), que sólo el legislador puede remediarl 17l. No obstan-
te, desde la decisiva sentencia del Pleno del TC de 1999 (STC 49/1999) se
reitera que esa vulneración -estructural podría decirse- no contagia de
ilegitimidad a las concretas actuaciones de los órganos judiciales. La auto-
rización de la interceptación telefónica no vulnera el derecho fundamental
si va acompañada de la motivación adecuada conforme a los parámetros
de proporcionalidad y necesidad requeridos por el TEDH y por la propia
jurisprudencia constitucional que vincula a todos los tribunalesnªl.
i sin cuestionar la licitud del acto limitativo del derechd22 l, pero cuando las
irregularidades afecten a los derechos de la defensa, acarrean la declara-
'
1 ción de invalidez probatoria de los datos obtenidos.
(20) Cfr. las sentencias del Pleno STC 49/199 y STC 184/2003, que sentaron los pilares de la
doctrina constitucional en esta materia. Ulteriores referencias en RooRIGUEZ MoNTAÑES, en
Comentarios, pág. 444 ss.
(21) Sobre los efectos de la prueba ilícita y la «Conexión de antijuricidad» en la jurispruden-
cia, PAZ Rue10, RGDP 1 (2004), págs. 13 ss.; GIMENO SENDRA, LL 1996-2, págs. 1320 ss.
(22) Así, entre otras, la STC 122/2000 reitera que a efectos de considerar lesionado el art. 18
de la CE, «como tiene declarado este Tribunal, no pueden confundirse, en este sentido,
los defectos producidos en la ejecución de una medida limitativa de derechos y aquellos
otros que acaezcan al documentar o incorporar a las actuaciones el resultado de dicha
medida limitativa, ni cabe pretender que uno y otros produzcan las mismas consecuen-
cias». En la misma línea la reciente STC 220/2009.
e LA LEY 473
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(28) Cfr. DfAZ PrrA, e Declaración inculpatoria del coimputado en el proceso penal y derecho
de presunción de inocencia: examen de su tratamiento jurisprudencia! en España en
relación con la doctrina del TEDH», en CARRASCO DuRAN/P~REZ RO'l'O (coords.) et a/., De-
recho constitucional para el siglo XXI, Cizur Menor (Navarra), vol. 1, 2006, págs. 2044
ss.; MIRANDA EsrAMPES, e La declaración del coimputado como prueba de cargo suficiente:
e LA LEY 475
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
del TC del pasado año (SSTC 56 y 5712009) han vuelto a considerar sufi-
ciente el canon de la «mínima corroboración», retrocediendo al modelo
anterior32 i.
'()LAlEY 477
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(35) Cfr. MORILLAS CUEVA, e El delito de tráfico de drogas en sentido estricto• en Estudios jurí-
dico-penales y político-criminales sobre tráfico de drogas y figuras afines, Madrid, 2003,
págs. 31 SS.
C LA LEY 479
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(36) Cfr. sobre esta problemática, CoNDE-PuMPIDO TouRóN, c:Una cuestión problemática en el
delito fiscal: zresponsabilidad penal por defraudación fiscal en supuestos de ganancias
ilícitas?», en CGPJ, Derecho penal económico, CD) 2 (2003), págs. 243 ss.; BAC1GALuPO,
Ganancias ilícitas y Derecho penal, Madrid, 2002, págs. 61 ss.
(39) Voto particular en la STC 122/2000, en relación a otras condenas por narcotráfico que
derivaron de las investigaciones de la Operación Nécora.
SUMARIO:
l. OTROS HECHOS RELACIONADOS
(*) Sentencias del Tribunal Supremo 2021 /1994, de 17 de noviembre. Otros casos relacio-
nados, vid. passim.
'
En realidad traslada al ámbito procesal las propias dudas de la doctrina
i sobre cuál sea la correcta solución en estos casos, que afectan a cuestiones
clave de la teoría de la justificación y la exculpación.
1
!
11. iPUEDE PAGARSE EL PRECIO DEL RESCATE SIN INCURRIR EN
RESPONSABILIDAD PENAU
f
11.1. Una respuesta categórica
j
t
Si la pregunta es si puede hacerse 1ícitamente, la respuesta es dudosa, y
de ello me ocupo en los siguientes apartados, pero si se pregunta si puede
1f pagarse el precio sin incurrir con ello en responsabilidad penal, la respuesta
hoy es que, al menos algunas personas, sí pueden hacerlo. Aunque el hecho
1
i (2) El tratamiento de los delitos contra el honor, con la exigencia de un animus injuriandi
que se utilizaba por los tribunales como puerta falsa para escamotear el conflicto con la
l
libertad de expresión, es un ejemplo suficientemente conocido de esta tendencia, que
muy adecuadamente denunció el Tribunal Constitucional en su STC 107/1988. Es cierto
que esta forma de proceder arroja resultados materialmente correctos en muchos casos,
porque la presencia de una situación justificante suele ir acompañada de la ausencia del
elemento subjetivo específico que caracteriza al dolo de primer grado o intencional (que
es lo que finalmente viene a exigir la jurisprudencia para la tipicidad en estos delitos),
1
¡
~
pero no siempre es así: nada impide que concurra este elemento subjetivo y sin embargo
el hecho merezca ser justificado, o a la inversa, que no concurra y el hecho merezca ser
castigado. Por ello, el catajo• de acudir a los elementos subjetivos es inadecuado; la jus-
tificación debe mantenerse en el ámbito de la ponderación de intereses. Los elementos
subjetivos específicos sólo deben tenerse en cuenta en aquellos tipos en los que la propia
lesividad está condicionada a la presencia de tales elementos, lo que, sin duda, es más
bien excepcional, y no se da en la colaboración con banda armada -detalladamente,
1 sobre esta cuestión-, MouNA FERNÁNDEZ, cError de tipo derivado de anomalías o altera-
ciones psíquicas: Un difícil desafío para la teoría del delito•, en M.W., Estudios penales
f
¡
en homenaje a Enrique Gimbernat, Tomo 11, Madrid, 2008, págs. 1354 ss., esp. 1360 ss.
del pago a una organización terrorista del rescate en éste y otros casos está
perfectamente acreditado, no se inician nunca acciones penales contra la fa-
milia. Y si se hiciera, apoyándose para ello en la presencia de un hecho típico
cuya justificación o exculpación hubiera de ser verificada por el tribunal, di-
fícilmente alguien lo entendería. Tampoco se inician acciones penales contra
los mediadores que actúan ostensiblemente de parte de la víctima, aunque
no tengan una relación familiar o afectiva con ella. Éstos son datos sociológi-
cos que no deben pasarse por alto si se quiere que las soluciones jurídicas no
se alejen demasiado de la percepción social de lo justo e injusto.
Pero bastaría con cambiar algo la condición del secuestro para que la
respuesta se hiciera mucho más dudosa. Si la condición consistiera, por
ejemplo, en causar una lesión o la muerte a un tercero, cometer falso tes-
timonio, o prevaricar, nadie dudaría de que el hecho debería ser al menos
evaluado por un tribunal para determinar si estaba justificado o exculpado.
ll
Por el contrario, en los casos en los que la condición consiste en el pago de !
un rescate, la posición de los familiares que lo hacen parece tan obviamen- ii
te aceptable que todo el mundo, incluidos los jueces, da por bueno este f
hecho, y seguramente la familia que no lo hiciera se haría sospechosa de
albergar las peores intenciones. !
Sin embargo, tal solución no es fácil de justificar desde la doctrina penal
mayoritaria. El sistema teórico del delito hoy dominante en la doctrina,
mantenido con coherencia, obligaría no sólo a evaluar estos hechos, que
ello es correcto e indicativo de buen quehacer científico, sino seguramente 1
!
a calificarlos de jurídicamente prohibidos (antijurídicos), aunque no culpa- f
bles. El desfase entre lo que se desprende de la teoría y lo que notoriamente
se hace en la práctica obliga a revisar las respuestas ofrecidas.
sea la propia víctima, en los casos en los que pueda hacerlo -por ejemplo,
haciendo una transferencia desde el ordenador que le suministra el secues-
trador-, ya un tercero de su entorno familiar o afectivo, ya, por último,
un tercero ajeno al hecho que pueda intervenir como mero mediador, lu-
crativo o no, o como pagador-éste sería el caso del pago de rescates por
gobiernos, el intercambio de rehenes, etc.-.
Y aquí hay dos posibles situaciones, de las que una no plantea apenas
dudas, pero la otra sí. La primera sería que la condición cumplida fuera, en
sí misma, delictiva -matar o lesionar a un tercero; cometer falso testimonio,
! etc.-. La segunda, que la condición sea, aisladamente considerada, lícita, o
i
al menos atípica, aunque pueda no serlo en el contexto del propio delito.
f
! Si la acción que el secuestrador reclama entraña la lesión o puesta en
peligro penalmente relevante de algún bien jurídico, el hecho será típico,
sin perjuicio de valorar después si concurre una causa de justificación o de
exclusión de la culpabilidad. Ello no debería plantear dudas, y es válido no
sólo para los mediadores, sino exactamente igual para la familia del secues-
1
!
trado o para éste. Si la condición consiste, por ejemplo, en matar o lesionar
a otro, en prevaricar (juez al que se amenaza, secuestrando a su hijo, para
f que dicte una resolución injusta), en dar falso testimonio (secuestro de un
familiar de un testigo de cargo), o en cualquier otra conducta de este tenor,
estamos ante un hecho sin duda típico.
1 Distinto puede ser el caso cuando la condición consiste en el pago de
1 una cantidad, como en los tres hechos enjuiciados, porque dar dinero a
l otro puede ser un acto atípico. Pero no lo es siempre. Dejando al margen
1 los casos en los que el amenazado no dispone de la cantidad exigida y
comete un delito para obtenerla, en los que lo típico no es la entrega de
f la cantidad, sino la forma de obtenerla, el propio hecho de la entrega será
1
1
típico si puede encuadrarse en alguna modalidad de intervención en he-
chos delictivos ajenos. Se enjuicia, entonces, la posible contribución del
pago a la financiación de otros delitos. Y aquí al legislador se le ofrecen
t'
1 ©LA LEY 491
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
f
(3) Por ello no puede compartirse el análisis de quienes, como CAMPO MORENO, Represión i
penal del terrorismo. Una visión jurisprudencia/, Valencia, 1997, pág. 94; o (APITA REME-
ZAL, Análisis de la legislación penal antiterrorista, Madrid, 2008, pág. 146, quieren excluir
ya la propia tipicidad de los hechos de mediación sobre la base de la ausencia de un
il
i·
pretendido elemento subjetivo consistente en el ánimo de colaborar con el terrorismo
(mucho más matizada, en relación con la posible atipicidad, es la posición de lAMARCA i
PéREZ, «La mediación en detención ilegal: ¿una conducta atípica o justificada?•, JpD 20
(1993), págs. 51 ss., que se mueve entre la atipicidad y la justificación). El único elemen-
to necesario en este delito es el dolo, esto es, el conocimiento de que se está contribu-
yendo a los fines de la organización terrorista suministrándole fondos, elemento que está
siempre presente aquí, al margen de que el hecho pueda estar justificado. Y ello vale
incluso para el propio secuestrado o amenazado que paga, por lo que la afirmación de
1
CAMPO MORENO de que en este caso «nadie discute la atipicidad de tal comportamiento»,
ob cit. pág. 94, es inexacta. Crítico, acertadamente, con la tesis de la atipicidad, APARICIO
DIAZ, El delito de colaboración con organización terrorista (Tesis Doctoral), Granada,
1f
.~
2009 (http://digibug.ugr.es/bitstream/10481/2109/1 /17715799.pdf), págs. 375 ss.
l
~
~
492 ©LA LEY
t
26. Caso de los intermediarios en secuestros
tendrá que ser por una causa situada en un momento posterior en el anál i-
sis del delito.
1f (4) Sobre ello, detalladamente, MouNA FERNÁNDEZ, «El estado de necesidad como ley general.
(Aproximación a un sistema de causas de justificación)», RDPC 1 (2.ª época, 2000), núm.
~
extraordinario, págs. 199-260.
l
~
~
negar el carácter típico del pago del rescate para cualquier implicado, lo
cierto es que ni siquiera se planteó la posibilidad de imputar a los familiares
o a los intermediarios inequívocamente situados del lado de la víctima. De
1
1
ahí parece deducirse que, al menos para ellos, el hecho se estimaba justi-
ficado y en una medida suficiente como para no tener que apreciarlo en 1
juicio, sino darlo por evidente.
Es cierto que hay un factor emocional que juega en este caso a favor de
la impunidad sin juido, y es la trágica situación anímica de los familiares, 1
1
pero esto no lo explica todo. Si la condición hubiera sido causar lesiones f
a un tercero, o dar falso testimonio en un proceso penal, habría habido
juicio. Si en este caso no lo hubo, y parece casi descabellado que lo hu-
t
í
biera, es porque la justificación de su comportamiento es, para muchos, ~
:&
26. Caso de los intermediarios en secuestros
1
1
mediarios que intervienen de su parte, se dan los requisitos objetivos del
estado de necesidad del art. 20,5 CP -situación de peligro; causación de
un mal menor para evitar otro mayor; falta de provocación y ausencia de
1 un deber de soportar el riesgo-l5l, y casi con seguridad ésta sería también
la conclusión unánime del hombre de la calle. Pero la respuesta no es tan
fácil como sugiere la primera aproximación, y no está de más recordar que
en muchas situaciones en las que aparentemente la solución de un conflic-
1
1
to es clara se acaban resolviendo por el Derecho en la dirección contraria
a la previsible<6i.
f
En el caso de los pagos para liberar a secuestrados, la afirmación de que
t se trata de un mal menor debe, al menos, someterse a examen. Si realmente
í
~ lo fuera, no sólo se podría hacer, sino que, pudiendo, se debería, ya que
t lo que está en juego es la vida o la libertad de una persona. Y como a la
t
f
justificación se le atribuye doctrinalmente un alcance general, intersubjeti-
f
J
(5) Entre otros, consideran la actuación justificada por estado de necesidad, GIMBERNAT
l
~
ÜRDEIG, «Colaboración con banda armada y estado de necesidad1, Diario El Mundo, 9
de marzo de 1994, y cPiratas sin pata de palo1, Diario El Mundo, 24 de noviembre de
i 2009; MuÑoz CONDE, Derecho penal. Parte especial, 16.ª ecl., Valencia, 2007, pág. 169;
LANDROVE DIAZ, Detenciones ilegales y secuestros, Valencia, 1999, pág. 146; LLOBfT ANGLf,
! Derecho penal del terrorismo. Límites de su punición en un Estado democrático, Madrid,
i
201 O, pág. 425 ss. Por su parte, lAMARCA PéREZ, también acepta la justificación, aunque
i plantea si no debería excluirse incluso la propia tipicidad, en JpD 20 (1993), págs. 62
ss. La sentencia del caso Elosúa y Arrátibel es especialmente clara en la admisión de un
estado de necesidad en las intermediaciones de parte de la víctima. Se inclina por la
exculpación por inexigibilidad, SoRIANO SORIANO, cEI terrorismo y el Tribunal Supremo»,
en GóMEZ CoLOMER!GoNZÁLEZ CussAc (coords.), Terrorismo y proceso penal acusatorio,
Valencia, 2006. pág. 191.
(6) El ejemplo de la tortura es muy apropiado. Aunque probablemente una parte sustancial de
la población, puesta en el dilema de tolerar una tortura policial para descubrir dónde se
ha instalado una bomba que va a explotar, consideraría tal tortura justificada, la Conven-
ción de ONU contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes,
de 1984 y la Constitución española establecen una prohibición absoluta de la tortura en
cualquier circunstancia. Sobre este polémico conflicto y su resolución, véase Rox1N, «Kann
Staatliche Folter in Ausnahmenfallen zulassig oder wenigstens straflos sein?», en ARNOLD
et al. (coords.), Festschrift für Albín Eser, Múnich, 2005, págs. 461 ss.; MOLINA fERNANDEZ,
«La ponderación de intereses en condiciones de necesidad extrema: ¿es justificable la
tortura?», en CUERDA R1uu (coord.), La. respuesta del Derecho penal ante los nuevos retos,
~ Madrid, 2006, págs. 265-284; GRECO, «Die Regeln hinter der Ausnahme. Geclanken zur
Folter in sog. Tickingbomb-Konstellationen», GA 154 (2007); AMeos, Terrorismo, tortura y
Derecho penal. Respuesta en situaciones de emergencia, Barcelona, 2009.
&
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
vo, esa conducta debería ser correcta y debida para todosm, especialmente
para los órganos del Estado encargados de la seguridad. Y, sin embargo, una
constante en hechos de esta naturaleza es que las soluciones son cualquier
cosa menos claras(8l. Es cierto que en algunos casos puede llegar a pagarse
un rescate, o incluso a cumplirse otras condiciones, como liberar presos,
concederles beneficios, etc., pero normalmente trata de ocultarse este he-
cho, o incluso se niega abiertamente, como en los recientes secuestros de
buques por piratas en las costas de Somalia(9l. Y en los casos de terrorismo,
al menos por lo que se refiere a los poderes públicos, la situación es mar-
cadamente contraria al cumplimiento de sus condiciones: el Gobierno no
f
paga el precio del secuestro (sino que intenta evitar que se pague)Oºl, ni
libera presos, ni siquiera cumple otras condiciones menos graves (como,
en el caso de terrorista de ETA, su acercamiento a prisiones próximas al t
País Vasco) aunque ello pudiera entrañar la muerte del secuestrado (que fue t
desgraciadamente lo que sucedió en el caso del concejal del Partido Popu-
lar de Ermua, Miguel Ángel Blanco), lo que hace especialmente ostensible
f
~
cos debería serlo también para cualquiera, JAKOBS, Derecho penal. Parte general, 2.ª ed.,
Madrid, 1995, § 13, núm. marg. 42, pág. 518.
(8) Un buen ejemplo de estos problemas es la intensa polémica que se planteó en Alemania
en relación con la posibilidad de que el Estado liberara presos para conseguir a su vez
la liberación de personas secuestradas (casos Lorenz y Schleyer), por todos, l<REY, «Der
Fall Peter Lorenz - Problem des rerchtfertigenden Notstandes bei der Auslossung von
Geiseln», ZR 1995, págs. 97 ss. Detalladamente, con referencias adicionales, MARTINEZ
1~
CANTÓN, La ponderación en el estado de necesidad, León, 2006, págs. 443 ss. r~
(9) Este es el caso, todavía pendiente de resolución judicial, del secuestro del Alakrana. t
Sobre la problemática de la piratería en las costas de Somalia, puede verse M. W., Crisis
(10)
somalí, piratería e intervención internacional, Madrid, 2009.
Así lo reconoce LANDROVE DIAZ, Detenciones ilegales y secuestros, pág. 145. En el caso
l
i
Elosúa y Arrátibel un primer intento de pago fue frustrado por la policía francesa. t
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~
26. Caso de los intermediarios en secuestros
estos casos hay un factor lesivo adicional, y es que el precio del rescate va
a utilizarse precisamente para financiar nuevos atentados terroristas, con
!o que se convierte en una actividad de colaboración con el terrorismo.
Permitir que ETA ingrese grandes cantidades de dinero por un secuestro
supone darle instrumentos para cometer otros delitos extraordinariamente
graves en el futuro.
(11) Por todos, puede verse el excelente y exhaustivo trabajo de MARTIN LORENZO, La exculpa-
l ción penal. Bases para una atribución legítima de responsabilidad penal, Valencia, 2009.
Veánse también los comentarios a los casos 3 (Mignonette), 4 (Leinenfanger), 8 (dos
{ psiquiatras en el 111 Reich), y 50 (Luftsicherheitsgesetz), de este volumen.
.,
_
~~ -
C> LA LEY 497
~
A esta objeción de fondo se añade otra que tiene que ver con el objeto
de los juicios de antijuridicidad y culpabilidad. En el primero se valora el
hecho por su lesividad atendiendo a lo que está en juego, mientras que en
el segundo se analiza la imputación subjetiva del hecho ya valorado a su
autor. Si podemos distinguir casos de inexigibilidad, en los que el sujeto va
a quedar exento de sanción pese a haber actuado supuestamente mal, de
otros en los que vamos a condenar, y que además no se distinguen de los
anteriores por las circunstancias subjetivas de inimputabilidad o error, es
porque en el primer caso, pero no en el segundo, hay razones atendibles
para la exención, referidas a la situación anormal a la que se enfrenta el
sujeto, y no parece lógico no evaluar esas razones en el escalón sistemático
en el que la ponderación de intereses tiene lugar, que es precisamente la
justificación, y diferirlo a un nivel posterior, la culpabilidad, en el que lo
relevante no es el hecho lesivo, sino la imputación al autor.
Con ello esta figura resulta doblemente insatisfactoria en las dos grandes
categorías del concepto de delito: en la antijuridicidad, porque atribuye al
derecho un nivel de exigencia impropio de sus destinatarios, y. en la cul-
(12) Así, muy acertadamente, APAR1c10 DfAZ, El delito de colaboración con organización terro-
rista, pág. 375.
rr
~
pabilidad, porque ubica un elemento que no tiene relación directa con la
imputación al autor de un hecho lesivo sino con la situación de conflicto.
~
Es dudoso, por otro lado, que el esquema defendido mayoritariamente
.J
~ se acompase con el derecho real. También es valorativamente malo desde
1
:
cuada absolución o incluso a la condena de un inocente, pero si el que
miente o guarda silencio es el propio culpable, tiene derecho a hacerlo.
· Derecho, y no sólo exculpación. La existencia del derecho constitucional
r a no declarar contra uno mismo contradice frontalmente la idea básica de
la exculpación tal y como es defendida habitualmente. Y tampoco es muy
distinta la situación cuando se trata de declarar contra familiares. Según el
art. 416 LECr, los familiares próximos están dispensados de la obligación
de declarar. No tienen una obligación cuyo cumplimiento les exculpamos,
sino que no tienen tal obligación jurídica<13 l.
(13) El art. 418 LECr refuerza esta idea, y a la vez corrobora el planteamiento que aquí se
defiende, de que esto es un problema de ponderación de intereses. Los testigos no tienen
obligación de contestar a preguntas que pueden afectar negativamente a familiares, salvo
en los delitos más graves contra la seguridad pública. La limitación podrá discutirse, pero
indica claramente que detrás hay una ponderación.
(14) Vid. en este mismo volumen los comentarios a los casos Luftsicherheitsgesetz (50) y los fi
dos psiquiatras en el 111 Reich (8). t
(15) Vid. en este mismo volumenel comentario a los casos Mignonette (3) y Leinenfünger (4). "
~
~
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l
500 ©LA LEY
26. Caso de los intermediarios en secuestros
'
cesariamente afirmar a la vez que está prohibido, que es contrario a un
1 deber jurídico, y ello entraña como es lógico que seamos capaces de hacer
ese juicio, algo que precisamente está ausente en estas situaciones. Si una
1 opción trágica tiene solución, entonces las valoraciones de sus dos alter-
1
~
nativas están lógicamente conectadas. Si A es preferible, B es rechazable, y
viceversa. El problema de la teoría de la exculpación penal, en este primer
J
grupo de casos, es que pretende a la vez afirmar que A es malo -antijurídi-
~ ccr- sin tomar partido sobre el valor de B. De hecho es muy característico
de este tipo de situaciones que nadie se atreve a decir con claridad cuál
es la solución correcta. Se niega la justificación al sacrificar una vida para
salvar otra u otras, pero a la vez no se afirma que lo correcto sea dejar que
todos mueran.
!.
; (16) Esto es lo que sucede en la llamada colisión de deberes iguales en el estado de nece-
i sidad, que, habitualmente son examinados en sede de justificación, aunque los males
t sean iguales. Ésta es una solución tan correcta, como incompatible con la concepción
" habitual de la inexigibilidad que se maneja.
~
~
'
l
©LA LEY 501
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
~~ (17) Otras ventajas de este planteamiento son que permite explicar sin distorsiones por qué
el error sobre la situación de inexigibilidad es relevante: lo es porque es un error sobre
;}
f presupuestos objetivos de una causa de justificación, y no un error sobre presupuestos de
¡ la culpabilidad, que resulta intrascendente. La tesis de la exculpación, por el contrario,
tiene dificultades prácticamente insalvables para explicar y clasificar sistemáticamente
este tipo de error (al que alude expresamente el § 35.11 StGB), al que se acaba convir-
1
t;
tiendo en una modalidad de error sui generis, ni de tipo ni de prohibición -así Rox1N,
Strafrecht. Allgemeiner Teil, Band, l. Crundlagen. Der Aufbau der Verbrechenslehre, 4.ª
1 tificación personal: en ciertos conflictos graves, que afectan a los propios intereses o a los
de personas próximas, el ordenamiento reconoce el derecho del sujeto a una elección
i1 (18)
parcial, aunque diverja de la que idealmente se desearía.
Pero puede haber casos en los que no sea así, y ello hace razonable otorgar a los poderes
públicos un margen de discrecionalidad suficiente para afrontar el problema.
(19) La naturaleza de la exención de pena en el encubrimiento entre parientes del art. 454
CP es muy debatida, inclinándose una parte importante de la doctrina por considerarla
una causa de exculpación -sobre ello, por todos, SANCHEZ-Osrtz, El encubrimiento como
delito, Valencia, 1998, págs. 140 ss., que se muestra crítico con esta posición y también
con la que se inclina por la atipicidad o la justificación, optando en su caso por conside-
rarla causa personal de exención de pena -pág. 143-. En el esquema aquí propuesto,
el encubrimiento entre parientes en los casos legalmente definidos está justificado, así
que no es delito encubrir a su vez al encubridor -de otra opinión, SANCHEZ-ÜSTIZ, El
encubrimiento, pág. 144, núm. 204-. Sobre el encubrimiento entre parientes en-delitos
de terrorismo, vid., LLOBET ANGLf, Derecho penal del terrorismo, págs. 419 ss.
(20) En el caso De la Hoz Uranga la condena fue por detención ilegal agravada del CP TR
1973, así que el Tribunal estimó que no era un mero mediador, sino que había contribui-
do al mantenimiento de la detención ilegal, lo que, a la vista de las pruebas, no parece
muy verosímil.
(21) En este sentido, la invocación para los intermediarios de una eximente de ejercicio de
derecho, oficio o cargo puede ser adecuada. Las sentencias examinadas lo descartan,
pero ayudar profesionalmente a los familiares, que a su vez operan lícitamente, parece
una solución jurídicamente correcta.
(22) En este sentido, detalladamente, vid., VALLE MuÑ1z, «Colaboración con banda armada y
eximente de estado de necesidad (Comentario a la STS de 5 de diciembre de 1994)»,
AJA núm. 180, 1995, págs. 1 ss. G1MBERNAT ÜRDEIG, «Colaboración con banda armada y
estado de necesidad», e Piratas sin pata de palo» (como en nota 5); LLOBET ANGLf, Derecho
penal del terrorismo, págs. 426 ss., en especial la pág. 430.
©LA LEY
507
27
SUMARIO:
l. ANTECEDENTES
Las condenas por los siguientes hechos fueron objeto del trascen-
dental fallo del Tribunal Constitucional Federal Alemán (Bundesver-
fassungsgericht, BVerfG) de 24 de octubre de 1996, conocida como
(1) BVerfGE, tomo 95, pág. 96 (= NJW 1997, pág. 929 y también http://www.servat.unibe.
ch/law/dfr/ bv095096.html -última visita el 1 de marzo de 2010-). Existe una traduc-
ción inglesa de la resolución publicada en HRLJ 18 (1997), pág. 65 y una versión en
español, ligeramente abreviada, de SoBERO, en V1GO, La injusticia extrema no es Derecho.
De Radbruch a Alexy, Buenos Aires, 2004, pág. 73. Un extenso análisis de la sentencia y
de la problemática que suscita en materia de error de prohibición en FEuP 1 SABORIT, Error
Juris, El conocimiento de la antijuricidad y el art. 14 del Código Penal, Barcelona, 2000,
págs. 209-253. En castellano, vid. también ALEXY, «Derecho injusto, retroactividad y prin-
cipio de legalidad penal» (trad., Oliver-Lalana), Doxa 23 (2000), págs. 197 ss. y AMeos,
«Acerca de la antijuridicidad de los disparos mortales en el muro» (trad., López), Bogotá,
1999 y JAKOBS, «Crímenes del Estado-Ilegalidad del Estado» (trad., Giménez Alcoberro),
Doxa 17-18 (1995), págs. 445 ss.
(2) Por extensión, el término Mauerschützen se ha utilizado para referirse a cualquiera del
centenar largo de procesos que, desde las primeras instancias de la jurisdicción penal
alemana hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), se han ocupado de
las muertes de las personas que intentaban huir a Occidente durante la división del país
(1945-1989).
(3) Presentaron recurso ante el Tribunal Constitucional los siguientes miembros del CND:
Ke~ler, quien ocupó además altos cargos en el Ejército y llegó a ser Ministro de Defensa
l. ANTECEDENTES
de la RDA (condenado a siete años y seis meses de prisión por inducción al homicidio),
Streletz, que llegó a ser también Viceministro de Defensa (condenado a cinco años y seis
meses de prisión también por inducción al homicidio) y Albrecht, miembro asimismo
del Comité Central del Partido (condenado a cuatro años y seis meses por cooperación
al asesinato).
t
27. Caso de los tiradores del muro (Mauerschützen)
(4) Cfr. una panorámica de dicha normativa en el FJ A.I de la BVerfGE 24 de octubre de 1996
(nota 1).
(5) Una circular interna de 1967, que continuó rigiendo incluso tras la ley de 1982, se
aproxima bastante a la práctica real. Según esta circular, el uso de armas de fuego era
preceptivo para proceder a la detención de las personas que no acataran las órdenes del
puesto fronterizo tras aviso oral o disparo de advertencia. Cuando no existiera ninguna
otra posibilidad para evitar la huida, los disparos debían tender, si era posible, a la inmo-
vilización del sujeto para proceder a su detención.
(6) Vid. una visión general en paralelo a la persecución del nazismo en AMeos/MEYER-Ae1CH,
«La superación jurídico-penal de las injusticias y actos antijurídicos nacionalsocialistas y
realsocialistas en Alemania», RP 24 (2009), págs. 3 ss. Una reseña de las sentencias del
Tribunal Territorial de Berlín y del Tribunal Supremo Federal Alemán objeto de la decisión
del BVerfG en ALEXY, Doxa 23 (2000), págs. 199-205. Pueden consultarse las referencias
de las principales sentencias en FEuP, Error luris, pág. 211, nota 581. La primera y una de
las más importantes sentencias del Tribunal Supremo Federal Alemán (BGH) al respecto
(BGHSt 39, 1 = NJW 1993, págs. 141 ss.) ha sido traducida al inglés (lnternational Law
directamente en las muertes. A los dirigentes se les juzgó por dar cobertura
legal e impartir las órdenes organizativas que permitían que las muertes se
produjeran, llegando a ser considerados «autores mediatos» de alguna de
esas muertes. Por lo que se refiere a los guardias de fronteras en la mayoría
de juicios, décadas después, se consideró probado que, al menos, se dispa-
raba aceptando la posibilidad de producir la muerte a los fugitivos, es decir,
que eran responsables de homicidio por dolo eventual.
(7) Vid., por todas, BGH 3 de noviembre de 1992 (nota 6) y el resumen y referencias ulterio-
res en fEUP, Error luris, págs. 215 ss.
(8) En palabras de Alexv, Mauerschützen: zum Verhaltnis von Recht, Moral und Strafbarkeit,
Gotinga, 1993, pág. 4.
(9) Vid. las matizaciones sobre el iusnaturalismo de RAoeRUCH de Arthur l<AuFMANN, cDie
Radbruchsche Forrnel vorn gesetzlichen Unrecht und vorn übergesetzlichen Recht in der
Diskussion urn das im Narnen der DDR begangene Unrechb, NJW 1995, págs. 85-86,
que entiende que no se trata exactamente de encontrar la respuesta en el Derecho supra-
positivo, en el sentido de la antigua idea del Derecho natural supranacional e intempo-
ral, sino simplemente de un Derecho supra o rnetalegal.
(10) Referencias de las sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo alema-
nes sobre la materia durante la postguerra en ALEXY, El concepto y la validez del Derecho
(trad., Seña), Barcelona, 1994, pág. 35.
(11) RAoeRUCH, cGesetzliches Unrecht und übergesetzliches Recht• (1946) en Gustav Rad-
bruch Gesamtausgabe, Torno 111, 1990, pág. 89 e Introducción a la filosofía del Derecho
(trad., Roces), Méjico, 1974, págs. 31 ss., 51-52y178-180.
(12) Vid., por todas, BGH 20 de marzo de 1995, NJW 1995, pág. 2730.
(13) Cfr. FEUP, Error luris, págs. 237 ss.
l
27. Caso de los tiradores del muro (Mauerschützen)
L
27. Caso de los tiradores del muro (Mauerschützen)
(19) Para un análisis de esta jurisprudencia, con múltiples referencias, vid. ARNOLDIKARsTENI
KREICKER, «The German Border Guard Cases before the European Court of Human Rights»,
EJCCLCJ 1 (2003), págs. 67 ss. Interesante la visión de NAUKE, cBürgeliche Kriminalitat,
Staatskriminalirat und Rückwirkungsverbot», en Trechsel-FS, 2002, pág. 513 ss, que in-
cardina reivindicativamente la sentencia en la tradición liberal europea de un Derecho
1
Ji (20)
natural •crítico» protector de los ciudadanos·frente a la violencia estatal.
Además de la bibliografía citada hasta ahora, una sugerencia para dogmáticos: ÜRTIZ DE
i URSINA, La excusa del positivismo, Madrid, 2007.
~
:.
27. Caso de los tiradores del muro (Mauerschützen)
:l.,_--_
--
-.4
e LA LEY 521
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(24) Más extensamente y con múltiples referencias, FEUP, Error luris, págs. 227-228 y 237-238.
i
(25) Vid. una referencia crítica en ALEXY, Mauerschützen: zum Verha/tnis, pág. 31, nota 71.
Para muchos positivistas el problema no es tanto que no se puedan castigar retroactiva-
mente supuestos de injusto extremo cuanto que no se reconozca abiertamente que esta
es la única vía de castigo. Cfr. la discusión en ALEXY, El concepto, págs. 64 ss.
(26) El propio ALEXY, Mauerschützen: zum Verhaltnis, págs. 34-36, partidario de la fórmula de
RADBRUCH, admite la existencia de este conflicto si bien entiende que puede superarse
mediante una interpretación teleológica restrictiva del principio /ex scripta de forma pa-
recida a lo que hará el BVerfG respecto a la prohibición de retroactividad.
(27) Arthur l<AuFMANN, NJW 1995, pág. 86; la fórmula de RADBRUCH por sí sola no ofrecería
suficientes elementos para colmar la laguna normativa producida, atendiendo a las limi-
taciones que imponen el mandato de determinación y la prohibición de retroactividad
1
~
'
en materia penal.
(28)
(29)
BVerfG 24 de octubre de 1996 (vid. nota 1), FJ C.11.2.d).
JAKOBS, Derecho penal. Parte general, 2.ª ed., (trad., Cuello/Serrano) Madrid, núm. marg. 5!29.
1
i..
~
L
27. Caso de los tiradores del muro (Mauerschützen)
(30) En un caso de prolongación ex ¡x>st facto de los plazos de prescripción para el delito de
asesinato cometido durante el periodo nacionalsocialista, resultó decisivo que no se tra-
1
~
tase de un supuesto amparado por el principio de legalidad penal sino simplemente por
el principio de seguridad jurídica y, por tanto, susceptible de ponderación directa con
'
1
i.
~
el principio de justicia material; dr. BVerfGE 25, 269 (NJW, 1969, pág. 1059); vid. un
extracto de la misma en EseRIBuRKHARDT, Cuestiones fundamentales de la teoría del delito
(trad., Cancio/Bacigalupo), Madrid, 1996, pág. 47.
l
28
CASO DEL LEVANTAMIENTO DEL VELO DE LAS PERSONAS JURfDICAS <->
BACIGALUPO, Silvina
Catedrática de Derecho Penal. Universidad Autónoma de Madrid
1
t
r SUMARIO:
!
t l. INTRODUCCIÓN
r 11. VALORACIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. RELEVANCIA DEL CASO PARA LA DISCUSIÓN DOCTRINAL Y EVO-
J LUCIÓN JURISPRUDENCIAL SOBRE LA AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
'
za con José Felipe B. d. C., asimismo mayor de edad sin antecedentes
f
penales, era el encargado por éste de la gestión financiera de las em-
f presas del sector agropecuario cuya titularidad era del segundo, y que
l eran conocidas en los medios bancarios y financieros como «Grupo
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f B» o «Grupo B-A».
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i Con el propósito de mantener oculto a la Hacienda Pública y elu-
dir así el pago de los impuestos a que estaba obligado José Felipe B.
1 d. C., Timoteo R. C., con conocimiento y en connivencia con aquél,
525
l
©LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
fesión pescador y residente en Huelva, -que nada tenía que ver con
tales inversiones y cuyo DNI había sido utilizado en la forma descri-
ta- el rendimiento generado por una de aquellas, a efectos de la de-
claración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, lo que
motivó que dicho Manuel O.P. se asesorara y efectuara gestiones para
modificar su declaración de dicho impuesto, en la que había incluido
indebidamente los mencionados supuestos rendimientos. Al conocer
que Manuel D.P. había iniciado gestiones a fin de dejar constancia
de que no tenía nada que ver con dicha inversión, y con la finalidad
de que no se descubriera el sistema utilizado, José Felipe B. d. C. se
puso en contacto con José María X. L., Consejero Delegado del citado
Banco y Director de Zona de Banesto, y le indicó que llamara a una
tercera persona a fin de que ésta se disculpase en nombre del referi-
do Banco por el error cometido, así como que éste debía corregirse
sin precisar el cómo. De acuerdo con dichas instrucciones, persona
o personas no identificadas se pusieron en contacto con Manuel T.
B., mayor de edad sin antecedentes penales, quien era apoderado de
la sociedad S., formalmente existente pero carente de toda actividad
real a fin de aparentar que la inversión a nombre de Manuel D.P. se
debía a un rerror», pretendiendo asumir en nombre de la sociedad
S. la titularidad de dicha inversión. Manuel T. B., conociendo dicha
inactividad y, por tanto, que la sociedad no era titular de dichas in-
versiones, presentó a la referida entidad bancaria un documento por
él suscrito, en calidad de apoderado, asumiendo dicha inversión que
inicialmente se había hecho figurar a nombre de Manuel D.P. a tra-
vés de BENKERS y de La Caixa de Pensions, que se detallarán más
adelante, y sin que, en ninguno de los casos, se consiguiera hacer las
rectificaciones pretendidas.
l. INTRODUCCIÓN
(1) los demás intervinientes fueron condenados o absueltos, según el caso, por diversos
delitos de falsedad en documento mercantil.
(2) Se trataba de un grupo de sociedades constituidas en el aquél entonces vigente régimen
de transparencia fiscal, por el cual las ganancias obtenidas por la sociedad podían tribu-
tar en concepto de Impuesto de Renta de las Personas físicas. De tal manera que si las
inversiones del capital del «Grupo B-A» se invertía a nombre de personas físicas de es-
casos recursos que no tributaban, dejaba de tributar dichas inversiones de las sociedades
del «Grupo B-A».
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Todas estas cuestiones, sin duda, revisten aún en la actualidad temas no
cerrados en la discusión doctrinal y jurisprudencia! penal. Aquí nos deten-
dremos exclusivamente en los tres primeros puntos, toda vez que fueron los
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f-_ dos motivos estimados por el Tribunal Supremo y cuestiones que conlleva-
l ron una considerable reducción de la pena de prisión a la que habían sido
1 condenados dos de los intervinientes en el caso.
(3) En los delitos especiales propios el legislador no ha previsto la punibilidad de una con-
ducta idéntica para quien no reúne las características de la autoría (ser obligado tributa-
rio, deudor, juez, etc.). Por el contrario, en los delitos especiales impropios el legislador
contempla la punibilidad de una misma conducta tanto para un autor determinado como
para quien no reúna dicha cualificación, como por ejemplo, en el delito de detención
ilegal donde encontramos un tipo penal que prohíbe la conducta para cualquiera y un
tipo penal agravado para quien en su condición de autoridad realizara dicha conducta.
(4) El Proyecto de Reforma del Código Penal de 2009, vid. BOCG de 27 de noviembre de
2009, Serie A: Proyectos de Ley, núm. 52-1, introduce en el art. 31 bis la responsabilidad
penal de las personas jurídicas. Vid. RooRfGUEZ RAMOS, «Societas delinquere potest (Críti-
ca al prelegislador penal)», Otrosí, ICAM núm. 1/2010, págs. 38 ss.
(5) Extensamente, S. BACIGALUPO, la responsabilidad penal de las personas jurídicas, Barcelo-
na, 1998, págs. 126 ss. La doctrina, sobre todo al principio de esta discusión, creyó que
el originario art. 15 bis (hoy art. 31) CP venía a llenar la laguna existente en relación a la
responsabilidad penal de las personas jurídicas, cuando sólo se refiere a una problemáti-
ca muy específica: la de los delitos especiales propios. Vid., también, EAD., «Las personas
jurídicas como sujetos del Derecho penal (Insuficiencia del "levantamiento del velo")»,
en AA.W., El levantamiento del velo, Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid,
monográfico 22, 3.ª época, septiembre 2002, págs. 85 ss.
(6) NAGLER, Die Teilnahme am Sonderverbrechen, Leipzi~ 1903, págs. 18 ss. En el mismo
sentido, BAMBACH, Die Straflosigkeit der Teilnahme am Sonderdelikt, Frándort d.M., 1963,
pág. 1. BAUMBACH v. KAIMBERG, e Das Wesen des Sonderverbrechens, insbesondere die Teil-
nahme am Sonderverbrechen», JuS 1963, pág. 9. DrESELBERG, Taterschaft und Teilnahme
am Sonderverbrechen de lege lata et ferenda, Tubinga, 1931, pág. 5; RoEDER, cExklusiver
Taterbegriff und Mitwirkung am Sonderdelikt», ZStW 69 (1957), págs. 239 ss.
(7) Cfr. lANGER, Das Sondervebrerchen, Berlín, 1972, págs. 26 ss.
{8) Vid. NAGLER, Die Teilnahme am Sonderverbrechen, págs. 18 ss.; SruRM, Die Entwicklung
des Sonderverbrechens in Wissenschaft und Rechtsprechung seit dem 19. Jahrhundert,
Friburgo d.B., 1939, págs. 63 y 101 ss.
(9) lANGER, Das Sonderverbrechen, págs. 23 ss. Vid. S. BACIGALUPO, Autoría y participación en
delitos de infracción de deber, Madrid, 2007, págs. 33 ss.
(1 O) Armin KAUFMANN, Lebendiges und Totes im Bindingsnormentheorie, Gotinga, 1954,
págs. 32 SS.
(11) Vid. v. Lrszr/ScHMIDT, Lehrbuch des deutschen Strafrechts, Bd. 1, 26.ª ed., Berlín, Leipzi~
1932, § 48, págs. 331 y 333; MAYER, Der Allgemeine Teil des deutschen Strafrechts, 2.ª
derados como tales los tipos penales en los que el fundamento de la punibi-
lidad se encuentra en características o relaciones personales del autor<12i.
l
28. Caso del levantamiento del velo de las personas jurídicas
290 ss. CP). En todos estos casos, se trata de supuestos en los que al
legislador le importa subrayar que la ilicitud depende sobre todo de la
vinculación personal del autor con la norma de deber, independiente-
mente de la forma concreta que asuma exteriormente la acción<14i, A la
ley penal las intenciones, el ánimo u otros estados psíquicos del autor,
sus circunstancias y relaciones personales le resultan aquí secundarios< 15 l
en la caracterización o definición del tipo objetivo de estos delitos espe-
ciales. Esos elementos subjetivos -se puede decir, que son especiales
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elementos subjetivos de la autoría, como proponía WELZEL-< 161 también
delimitan -aunque desde otro punto de vista- el círculo de autores po-
sibles, pero son elementos especiales que no apuntan a la infracción de
f un deber especial, sino -como se dijo- al establecimiento de autores
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con especiales notas subjetivas.
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(14) Rox1N, Kriminalpolitik und Strafrechtssystem, Múnich, 1970, pág. 17.
Armin l<AuFMANN, Lebendiges und Tates an Bindings Normentheorie, passim. En otro sen-
i (15)
tido, TRONDLE, «Zur Frage der Teilnahme an unvorsatzlicher Haupttat», GA 1956, pág.
f 146.
t. (16) WELZEL, Das Deutsche Strafrecht, 11.ª ed., Berlín, 1969, pág. 1OO.
1 (17) Que haya una persona jurídica que «realice» el hecho y una persona física que lo «Co-
i meta» es una contradicción sólo aparente derivada de la «duplicidad de planos propia
de esta materia» (RooRfGuEZ MouRULLO, Derecho penal. Parte general, Madrid, 1984 pág.
213), ya que la persona jurídica «realiza» acciones jurídicamente relevantes (contrato,
l.:·..
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l ©LA LEY 533
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1 nerse sentencia condenatoria, pese a cumplirse los requisitos del art. 305
del CP, porque la pena no se puede imponer a persona distinta del «deudor
j tributario» y la cualidad de tal sólo la ostenta un sujeto no responsable: la
i persona jurídica.
1
~
l El legislador soluciona algunos de los problemas de imputación ocasio-
(21) Cfr. MuÑoz (ONDE, e La responsabilidad penal de los órganos de las personas jurídicas en
el ámbito de las insolvencias punibles», pág. 154.
(22) RODRÍGUEZ MouRULLO, Derecho penal. Parte general, pág. 229; MuÑoz CONDE, e La respon-
sabilidad penal de los órganos de las personas jurídicas en el ámbito de las insolvencias
punibles», págs. 155 ss.
(23) l<AuFMANN, lebendiges und Totes an Bindings Normentheorie, págs. 138 ss. y págs. 141 ss.
tancial de la cláusula del art. 31 que coincide con la interpretación que ju- t
~
sentante legal o voluntario de otro (como dispone el actual art. 31 CP), sino
que además su comportamiento debe revestir las características necesarias
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para que se considere equivalente a la del autor idóneo. La exigencia por
parte de la jurisprudencia de que el sujeto actúe (realice la acción típica), a iI
la vez que ostente cargos directivos o de responsabilidad en el ente social, f
no era más que una forma de exigir los requisitos de la equivalencia a que
se hace referencia. Como ya sostuviera GRACIA MARTÍN, la característica que i
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hace equivalente el comportamiento de quien actúa en nombre de otro es
el ejercicio del dominio social típico en el sentido de ejercicio del dominio
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sol idada128l en este aspecto. En efecto, en particular, desde la STS de 20 de
mayo de 1996 que estamos comentando, se admitió la punibilidad del ex-
lt traneus a título de partícipe aplicándose en tales casos una pena atenuada
(atenuante analógica)129l, por entender que el partícipe no infringía ningún
¡
deber del contribuyente, pero habría llevado a cabo un hecho sin el cual
iI: no hubiera podido cometerse el delito. Dicha doctrina jurisprudencia! ha
f' sido trasladada al Código Penal a través de la incorporación del art. 65.3
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del Código Penal, introducido por la reforma de la LO 15/2003, según el
cual «cuando en el inductor o en el cooperador necesario no concurran
r--L- las condiciones o relaciones personales que fundamenta la culpabilidad
del autor, los jueces o tribunales podrán imponer la inferior en grado a la
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señalada por la ley para la infracción de que se trate».
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e LA LEY 537
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
El texto del art. 65.3 CP es, desde un punto de vista técnico, muy defi-
ciente. Da un tratamiento específico a la punibilidad del partícipe extraneus,
pero refiriéndose a «las condiciones, cualidades o relaciones personales
que fundamenten la culpabilidad del autor». Hubiese sido más correcto ha-
Por último, obsérvese, por otra parte, que el art. 65.3 CP no se refiere al
cómplice, sino sólo al inductor o al cooperador necesario lo que plantea
una cuestión de difícil solución. En efecto, pareciera que el cómplice de
un delito especial propio, que no reúna las cualidades exigidas en el tipo,
queda impune porque sería absurdo castigar la complicidad, comporta-
miento de menor entidad que la inducción o cooperación necesaria con
pena igual como resultaría de la aplicación de la regla del art. 65.3 CP.
1 Téngase en cuenta que mientras el inductor y el cooperador necesario de
1
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i
cualquier delito son autores y merecen la pena del autor, el cómplice es
castigado con la pena inferior en grado (art. 63 ). Si frente a un delito es-
pecial el legislador quiere imponer también la pena inferior en grado a los
inductores y cooperadores necesarios (art. 65.3) sin disponer nada sobre
los cómplices de esta clase de delitos, no es razonable se aplique éstos el
art. 63, pensado para los delitos comunes, que conduciría a la misma pena.
Ante este dilema caben dos soluciones, o rebajar la pena en dos grados al
cómplice en delito especial, como propone la Fiscalía General del Estado
o dejarlo impune. La Circular 2/2004 de la Fiscalía General del Estado,
apunta que «debe entenderse que en caso de intervención de un extraneus
en calidad de cómplice, a la rebaja de un grado que le corresponda por su
participación secundaria (art. 63 CP), habrá que añadirse la posible rebaja
conforme al art. 65.3 CP por no infringir el deber específico del autor intra-
neus. Habrá en estos casos que permitirse una doble atenuación penal, por
cómplice y por extraneus».
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL SUPREMO
Jll. ANÁLISIS DE LA DECISIÓN
111.1. La ruptura con la comprensión mayoritaria hasta entonces
111.1.1. La comprensión previa de las ayudas sociales como
posible objeto del fraude de subvenciones
111.1.2. La comprensión previa de la relación entre el delito de
fraude de subvenciones y la estafa común
l. INTRODUCCIÓN
(1) En este sentido puede citarse, entre otros, a ARROYO ZAPATERO, Delitos contra la Hacienda
Pública en materia de subvenciones, Madrid, 1987, pág. 137 ss.; AsúA 8ATARRITAIDE LA
MATA BARRANCO, «La regulación penal del fraude de subvenciones en los Estados miem-
bros de la Comunidad Europea», CPC 1994, pág. 20; AsúA BATARRITA, «El daño patrimo-
nial en la estafa de prestaciones unilaterales (subvenciones, donaciones, gratificaciones).
La teoría de la frustración del fin», ADPCP 46 (1993), pág. 166.
·importe de la defraudación superase los 80.000 euros (el art. 308 prevé una
pena de cuatro a ocho años de prisión)<2l.
(2) Paran salvar esta incoherencia se había propuesto en la doctrina reconocer un ámbito
de aplicación propio al fraude de subvenciones frente a la estafa común. En este senti-
do, MARTfNEZ-Bu¡AN PtREZ, consideraba que el art. 308 habría de aplicarse a los casos en
que cpese a falsear u ocultar las condiciones requeridas para la concesión de la ayuda,
el beneficiario emplea después los fondos obtenidos en la actividad subvencionada en
consonancia con el fin previsto•. Por su parte, el delito de estafa sería de aplicación a los
casos en que cel perjuicio causado por el agente aparece completamente desconectado
de los fines de la subvención, hasta el punto que puede asegurarse que verdaderamen-
te lo que ha hecho el beneficiario es utilizar el mecanismo de ayudas públicas como
un simple instrumento engañoso para llevar a cabo una defraudación•, MARTfNEZ-BuJAN
PtREZ, cDelitos contra la Hacienda Pública•, en Comentarios a la legislación penal, Tomo
VII, Madrid, 1986, pág. 352. Sólo esta comprensión podría explicar la mayor pena asig-
nada a la estafa en comparación con la que se prevé para el fraude de subvenciones.
(3) Vid. con más referencias doctrinales GóMEZ R1vERO, El fraude de subvenciones, 2.ª ed.,
Valencia, 2005, págs. 197 ss.
(4) Por sólo citar los inmediatamente posteriores a dicho Acuerdo de Pleno, valga de cita
la STS 435/2002, de 1 de marzo (ponente, Puerta Luis) o la 126/2003, de 29 de enero
(ponente, Ramos Gancedo).
pretendían repoblar para así obtener una subvención mayor a la que tenían
derecho. La aplicación de la estafa común a este supuesto la fundamentó el
Tribunal en el dato de la identidad estructural del tipo objetivo de la estafa
y del fraude de subvenciones, radicando la única diferencia en el perjuicio
patrimonial, que en el delito de fraude de subvenciones no debe ser efec-
tivo. Por su parte, la STS de 19 de marzo de 2001, relativa a un caso de
alteración de datos en una solicitud de ayudas al cultivo de olivo, castigó
los hechos conforme al delito de estafa, tras descartar la posibilidad de
aplicar el delito de fraude de subvenciones por no concurrir sus elementos
típicos.
Frente a esta situación, la Sentencia que comentamos marcó la línea que
actualmente se acepta y se anticipó al criterio que después consagraría el
importante Acuerdo de Pleno no jurisdiccional de Sala del Tribunal Supre-
mo de 15 de febrero de 2002. Este Acuerdo, que como ya vimos se pronun-
ció sobre la aplicación del delito de fraude de subvenciones a las prestacio-
nes por desempleo, estableció igualmente que el fraude de subvenciones
excluye, por su especialidad, la aplicación del delito de estafa<5l.
Muy poco tiempo después de dicho Acuerdo, el TS tendría ocasión de
1
invocarlo ya en la Sentencia de 1 de marzo de 2002, que reconoció que los
fraudes de subvenciones «suponen una especie de estafa privilegiada y por 1
consiguiente, debe ser el precepto antes citado (cfr. el relativo al fraude de
subvenciones) el que ha de ser aplicado en estos supuestos por razón del
principio de especialidad (art. 8.1 ). Ello quiere decir, por tanto, que cuando
este tipo de conductas antisociales no supere la cuantía de los diez millo-
nes de pesetas que en dicho precepto se señala como condición objetiva
de penalidad, la respuesta del Estado frente a las mismas ha de ser la del
derecho administrativo sancionador».
Como ya sostuve en otro lugar<6i, este régimen de la relación concur-
sa! entre ambas calificaciones es digno de aplauso por varias razones. En
primer lugar, porque la solución de relegar a la sanción administrativa los
(5) Sobre este Acuerdo vid. JAéN VALLEJO, «Nota sobre el fraude de subvenciones. A propósito
del Acuerdo de Pleno no jurisdiccional de la Sala 2.ª del TS de 15 de febrero de 2002, y
la Sentencia de la misma sala de 1 de marzo de 2002», AJA núm. 551, 2002, págs. 4-6.
En la misma línea, puede citarse también la STS de 29 de enero de 2003.
(6) GóMEZ R1vERo, El fraude de subvenciones, págs. 302 ss.
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29. Caso de los fraudes al PER
1
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.
©LA LEY 553
1
1
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~.
30
CASO FILESA<*>
1 SUMARIO:
1
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l.
11.
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES DEL CASO. EL DEBATE SOBRE LAS FALSEDADES EN
i DOCUMENTO MERCANTIL COMETIDAS POR PARTICULARES ANTES
Y TRAS LA ENTRADA EN VIGOR DEL CÓDIGO PENAL DE 1995
111. LA DOCTRINA SENTADA EN LA STS DE 28 DE OCTUBRE DE 1997;
PONENTE, DE VEGA RUIZ
111.1. Una implícita disconformidad con la «voluntas legislatoris»
111.2. La distinción entre falsedades ideológicas y falsedades
despenalizadas
111.3. El recurso al art. 390.1.2.º CP y su tenor literal
1
Í~ ©LA LEY 555
.l.
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
v. CONCLUSIÓN
L
30. Caso Filesa
1
1
it (2)
beres de veracidad. Derecho civil y Derecho penal: dos estudios de dogmática jurídica,
Madrid, 1999, págs. 75-145.
Sobre esta sentencia, dr. RooRíGUEZ RAMos, «falsedades documentales de particulares:
t
1
dos interpretaciones del Tribunal Supremo (sentencias de 28 de octubre de 1997 y 26 de
febrero de 1998)», lL 1999-2, págs. 1980-1985; MORENO-TORRES HERRERA, clas falsedades
I' documentales en el código penal de 1995. A propósito de las sentencias del Tribunal
i
557
L ©LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(3) Al respecto, véase V1LLACAMPA EsnARTE, La. falsedad documental. Análisis jurídico-penal,
Barcelona, 1999, pág. 547, con referencias.
1
f
Ja de determinar si existe algún subtipo del art. 390.1 CP en el que puedan
subsumirse esas conductas cometidas por particulares y que la sentencia
entiende merecedoras de pena. Citando como precedentes las SSTS de 14
~ de abril de 1992, de 18 de septiembre y 26 de noviembre de 1993, y de 13
de junio de 1997, la sentencia halla dicho subtipo en el art. 390.1.2.º CP
i (art. 302.9.º del Código derogado, precepto introducido en éste en 1944).
l El tenor literal del art. 390.1.2.º contempla, como punible también para los
(4) Véase supra, nota 2 y el comentario en este mismo volumen, a cargo de GóMEZ-JARA.
()lALEY 561
r
~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
j
del Código Penal de 1995. La doctrina acogida en esta nueva sentencia era,
sin embargo, diametralmente opuesta a la sentada en la anterior. En la sen-
jr
tencia Argentia Trust (FJ 1O.º) pasaba a subrayarse que la regulación del Có- f
digo de 1995 pretendía distinguir «entre el deber de veracidad documental
que incumbe al funcionario público en el ejercicio de su cargo y el que es
exigible al particular». La exclusión de las falsedades ideológicas («faltar
a la verdad en la narración de los hechos») de particulares del ámbito de 1
las conductas punibles se mostraba, por lo demás, como una consagración
de la doctrina mantenida por la Sala: la de que «la simple mentira, por el
mero hecho de que se escriba o documente, no se convierte en delito de
f
~
I
¡
falsedad». El bien jurídico protegido en los delitos de falsedades no es, por
tanto, la verdad(5l, sino «la función que los documentos están llamados a
desempeñar en la vida jurídica, que son la de perpetuación de las decla-
raciones de voluntad, la de identificación de sus autores y la estrictamente
probatoria del negocio jurídico que el documento refleja». Yde lo dispuesto 1
¡
en los arts. 1218, 1225 y 122 7 ce cabría inferir que las faltas de veracidad
cometidas por los particulares, sea cual sea la naturaleza del documento en
el que se contienen, no pueden constituir falsedad punible.
La sentencia ponía de relieve, por lo demás (FJ 11.º y FJ 12.º), la «tenta-
ción» en que podría incurrir el aplicador del derecho, consistente en seguir
teniendo por punible una conducta despenalizada, tratando de sancionarla
mediante su subsunción en un precepto análogo. Dicha tentación, siempre
según la sentencia, podría venir propiciada por la confusión tradicional-
mente existente en nuestro Derecho, entre ciertas modalidades de falsedad
material y de falsedad ideológica. Es interesante subrayar que la sentencia,
en implícita crítica a la doctrina sentada en el caso Filesa, indicaba de
modo explícito que la subsunción de conductas consistentes en faltar a
la verdad en la narración de los hechos en el art. 390.1.2.º CP («simular
en todo o en parte un documento de manera que induzca a error sobre su
autenticidad») supone «volver a penalizar una falsedad ideológica convir-
tiéndola a tal efecto en falsedad material».
(5) Sobre el tema, véase GARCÍA CANTIZANO, Falsedades documentales (en el código penal de
1995), Valencia, 1997, págs. 21-43, en págs. 41-43; BowovA PASAMAR, Estudio del bien
jurídico protegido en las falsedades documentales, Granada, 2000, págs. 132-165.
(6) Véase J1M~NEZ V1LLAREJO, «La discriminación de la falsedad ideológica cometida por parti-
culares. Un debate en la jurisprudencia», PJ 59 (2000-111), págs. 169-183.
i
Lo que sí es cierto es que una serie de sentencias de comienzos de lapa-
f sada década pasaron a acoger el concepto laxo de autenticidad, esto es, no
t
~
ceñido a la propiedad del documento de identificar a sus otorgantes como
~
e
otorgantes reales, patrocinado por la doctrina Filesa. Así, fue consolidándo-
se una posición jurisprudencia! que distinguía entre dos grados de invera-
~
~;. cidad: por un lado, la alteración del contenido veraz de algunos extremos
del documento; por otro lado, el caso del documento «Íntegramente falso»
i
~
por reflejar «una realidad o situación jurídica absolutamente inexistente».
i
1 De ellos, sólo el primer grado de inveracidad habría quedado despena-
~ lizado. La evidencia de esta línea jurisprudencia! mayoritaria la certifica
la STS de 29 de enero de 2003 (ponente, Conde-Pumpido Tourón) para
desacreditar a «algunas opiniones doctrinales (que) mantienen el criterio
restrictivo de autenticidad como si constituyese doctrina jurisprudencia!».
En esta sentencia se citan como favorables a su punto de vista las SSTS de
18 de noviembre de 1998, 28 de enero y 14 de diciembre de 1999, la de
~ 28 de octubre de 2000 y la de 29 de mayo de 2002.
1
~
Sea como fuere, la cita de estas sentencias pone de relieve que la cuestión
trasciende al tenor literal de la ley, para afectar al problema del bien jurídico
~ protegido en los delitos de falsedad documental. Para la jurisprudencia ma-
t yoritaria, en estos delitos se protege la fe y la seguridad en el tráfico jurídico,
la funcionalidad social del documento «que va más allá de su consideración
1' procesal como medio de prueba». Así, se pasaba a distinguir entre falta de
genuinidad (inautenticidad en sentido estricto o subjetivo) y falta de autenti-
cidad objetiva (inveracidad absoluta) incluyéndose ambos casos en el tenor
del art. 390.1.2.º CP. Algo que, en realidad ya había llevado a cabo la STS de
(9) Así lo entiende la STS de 22 de mayo de 2006 (ponente, Delgado García): •tras un am-
plio debate, se votó una determinada propuesta que quedó rechazada por ocho votos
frente a siete, sin que llegara a adoptarse resolución alguna».
(1 O) STS de 14 de octubre de 2005 (ponente, Giménez García).
(11) STS de 16 de marzo de 2004 (ponente, Monterde Ferrer), que cita, entre otras, las de 2
de febrero y 11 de marzo del mismo año.
(12) STS de 14 de octubre de 2005 (ponente, Giménez García), entre otras.
IV.6. Crítica
La línea jurisprudencia! incoada en el caso Filesa, una de cuyas preocu-
paciones era evitar el «absurdo» de que el art. 390.1.2.º CP quedara sin
contenido, al poder subsumirse todas las conductas punibles en los tipos
del art. 390.1.1.º y 390.1.3.º CP, no dejaba de plantear problemas. Singu-
larmente, en los casos de simulación parcial del negocio subyacente (así,
por ejemplo, en los casos en que se faltara a la verdad en cuanto al importe
del precio de un contrato efectivamente realizado). En éstos, en efecto, no
podría hablarse de que el documento reflejara una relación jurídica abso-
lutamente inexistente. Sin embargo, la conversión de hechos de simulación
i!; total en hechos de simulación parcial resulta sumamente sencillo, lo que,
según la línea doctrinal mayoritaria, habría de conducir a la impunidad.
1
i
Por ejemplo, una donación de un millón de euros que se documenta como
un contrato de prestación de servicios (realmente no prestados) por ese im-
i
1
porte sería subsumible en el art. 390.1.2.º CP. En cambio, no podría subsu-
mirse en él el caso en que se prestan realmente unos servicios por importe
i& de cien mil euros, se pretende donar además un millón de euros y ello se
~
documenta como un contrato de prestación de servicios por valor de un
i millón cien mil euros; pues en tal caso no puede hablarse de un documento
í «totalmente falso».
1 Por otro lado, y en sentido opuesto a lo que se acaba de señalar, sucede
que el art. 390.1.2.º CP incluye los casos de simulación del documento
t «en todo», pero también «en parte»; algo que la doctrina jurisprudencia!
mayoritaria parecía haber olvidado. Dicho tenor literal resultaba absolu-
tamente razonable si su objetivo era sancionar conductas que indujeran
1 a error sobre la autenticidad en sentido estricto (genuidad o autenticidad
subjetiva, en la terminología jurisprudencial); pero no lo era tanto si, con la
jurisprudencia mayoritaria, se pretendía incluir en él inveracidades (faltas
objetivas de autenticidad, en la misma terminología). En efecto, en tal caso
tendría lugar una subsunción en él de supuestos de relaciones jurídicas no
totalmente inexistentes, esto es, documentos no totalmente inveraces. Pero
ello conduciría a la absurda consecuencia de que lo derogado sería la re-
misión del art. 392 al art. 390 CP: pues la tendencia sería de nuevo, como
en el Código de 1973, que todas las inveracidades de los particulares (ex-
presión de relaciones jurídicas tanto total como parcialmente inexistentes)
resulten típicas.
V. CONCLUSIÓN
La doctrina Fi/esa surgió con la finalidad de limitar el alcance de la des-
penalización de las falsedades de particulares pretendida por el legislador
de 1995 mediante la remisión del art. 392 a los apartados l.º, 2. 0 y 3.º del
art. 390.1, excluyendo el art. 390.1.4.º CP. Para ello, recurrió al dudoso
camino del art. 390.1.2.º, ignorando de entrada que su literalidad impedía
un recurso matizado a tal instrumento. De ahí que la apelación a que sólo
serían típicas las conductas en las que el documento reflejara una relación
jurídica absolutamente inexistente se haya visto poco a poco debilitada. En
efecto, si «autenticidad» en el texto del art. 390.1.2.º significa (también)
«veracidad» y dicho texto caracteriza como típicas tanto las simulaciones
1
%!
~
totales como las parciales, entonces cualquier inveracidad (simulación par-
cial del contenido del documento) por definición puede inducir a error
1 sobre la veracidad de éste. Ello supone que todos y cada uno de los hechos
contemplados en el art. 390.1.4.º como punibles para los funcionarios pú-
1
~ blicos (y despenalizados por el art. 392 para los particulares) pueden pasar
a ser punibles para los mismos particulares en virtud del art. 390.1.2.º CP.
1 Lo que resulta, esto sí, un sinsentido.
1
~
Claro es que ello, como efecto colateral, debería conducir a la juris-
ij prudencia a reflexionar sobre qué conductas de funcionarios públicos
i
considera punibles en virtud del art. 390.1.4.º y cuáles en virtud del art.
í
390.1.2.º CP. No me consta que la jurisprudencia haya procedido a la
realización de este ejercicio, que sería sin duda muy útil y arrojaría luz
sobre lo fundado de la pretensión de recurrir al art. 390.1.2.º para san-
cionar falsedades ideológicas de particulares. En efecto, las conductas de
SUMARIO:
l. POSICIÓN DEL TRIBUNAL
11. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
111. OTROS CASOS RELACIONADOS
IV. POSICIÓN PERSONAL, OTRAS SOLUCIONES
(*) Sentencia del Tribunal Supremo 2/1997, de 29 de noviembre, casada por la Sentencia
del Tribunal Constitucional 136/1999, de 20 de julio.
(1) Como principales referencias doctrinales, vid. AsúA BATARRITA, e Apología del terrorismo
y colaboración con banda armada: delimitación de los respectivos ámbitos típicos (Co-
mentario a la sentencia de 29 de noviembre de la Sala penal del Tribunal Supremo)•,
LL 1998-3, págs. 1638-1646; BILBAO Ue1LLOS, cla excarcelación tenía un precio: el tribu-
nal enmienda la plana al legislador (Comentario de la STC 136/1999, en el caso de la
Mesa Nacional de HB)», REDC 58 (2000), págs. 277-342; CuERDA R1EZu, cProporciona-
lidad, efecto desaliento y algunos silencios en la Sentencia del Tribunal Constitucional
136/1999, que otorgó el amparo a los dirigentes de Herri Batasuna», en DrEZ R1POLLB et
al. (eds.), La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo. Ubro homenaje al Profesor
Doctor Don José Cerezo Mir, Madrid, 2002, págs. 237-255; GUTIÉRREZ GIL, cla participa-
ción por colaboración en el delito de terrorismo•, en GRANADOS PÉREZ (dir.), CGPJ, CDJ,
La criminalidad organizada. Aspectos sustantivos, procesales y orgánicos, 2001, págs.
13-69; J1MÉNEZ VILLAREJO, cDos breves apuntes acerca de la STC "caso mesa HB">, AJA
núm. 406 (1999), págs. 1-6; PERIS R1ERAICuESTA PASTOR, «Comentario a la Sentencia del
Tribunal Constitucional de 20 de julio de 1999 (Proporcionalidad de los sacrificios en la
aplicación de las penas)», LL 2000-1, págs. 1580-1584.
banda armada según las previsiones contenidas en el art. 174 bis a) del
Código Penal de 1973, por considerarlo más beneficioso para los encausa-
dos que el art. 576 CP, vigente en el momento del juicio. Posteriormente,
el Tribunal Constitucional concedió el amparo a los recurrentes en la con-
trovertida Sentencia 136/1999, de 20 de julio, al entender que el art. 174
bis a) CP 1973 contenía una pena desproporcionada para el caso concre-
to, aunque no para otros, en la medida en que el mismo no incorporaba
previsión alguna que hubiese permitido «atemperar» la sanción penal a la
entidad de los actos de colaboración con banda armada.
(2) «Tolerantismo» contra el que el maestro ToMAs v VALIENTE se había pronunciado en los
últimos escritos en los que los miserables asesinos de ETA le dejaron trabajar. El anterior
Presidente del TC se manifestaba inequívocamente partidario de la fortaleza del Estado
de Derecho y de la defensa de los derechos fundamentales y en contra de las concesio-
nes a los fanatismos. Basta reparar en el título de uno de sus últimos artículos: «Contra
ciertas formas de tolerancia», o en la cita de VoLTAIRE que empleaba como divisa: «Es
preciso que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia».
Vid. ampliamente ToMAs vVAUENTE, A orillas del Estado, Madrid, 1996, págs. 223 ss. Una
primera versión del artículo citado se publicó en el Diario El País, 30 de mayo de 1995.
(8) El art. 174 bis a) CP 1973 establecía en su apartado segundo lo siguiente: «En todo caso,
son actos de colaboración la información o vigilancia de personas, bienes o instalacio-
nes, la construcción, cesión o utilización de alojamientos o depósitos, la ocultación o
traslados de personas integradas o vinculadas a bandas armadas o elementos terroristas
o rebeldes, la organización o asistencia a prácticas de entrenamiento y cualquier otra
forma de cooperación, ayuda o mediación, económica o de otro género, con las activi-
dades de las citadas bandas armadas o elementos».
dichas actividades (FJ 5, párrafo 12). Es decir, lo que según la STS podía de-
ducirse con claridad es que con dicha cláusula el legislador había querido
dar entrada a cualquier género de ayuda, aun cuando la misma no fuera
estrictamente equiparable a las que se describían de forma específica en el
derogado art. 174 bis a) CP 1973.
Los condenados recurrieron en amparo ante el TC, articulando el recur-
so en torno a la vulneración de una serie de derechos fundamentales, entre
los que se encontraban el derecho a la libertad de expresión e información
(art. 20 CE), a la libertad ideológica (art. 16 CE), a la participación en los
asuntos públicos (art. 23 CE), así como -desde una perspectiva proce-
sal- el derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) y el princi-
pio de legalidad (art. 25.1 CE). Con respecto a este último, los recurrentes
realizaron un doble reproche al pronunciamiento dictado en sede del TS.
Por un lado, alegaban que el tipo aplicado por la Sala 2.ª, a saber, el art.
174 bis a) CP 1973, no respetaba los principios de taxatividad, certeza· y
previsibilidad; además, en su opinión la sanción resultaba desproporcio-
nada, al ser innecesaria la reacción penal y excesiva la pena impuesta. En
realidad, lo que alegaban los recurrentes en este caso es que la Sala 2.ª del
TS había efectuado una aplicación extensiva in malam partem del art. 174
bis a) CP 1973, vigente en el momento de ocurrir los hechos, con la consi-
guiente vulneración de la garantía nullum crimen sine /ege. Por otro lado,
la vulneración del art. 25.1 CE se había producido en su opinión por la no
aplicación retroactiva del art. 576.2 CP, norma que los demandantes de
amparo consideraban más favorable al limitar la misma el posible elenco
de conductas de colaboración con banda armada a aquéllas que son «equi-
valentes» a actos de auxilio personal o material de semejante gravedad a
los expresamente relacionados en esta última disposición(9l.
Como es sabido, el TC concedió el amparo en la sentencia 136/1999, de
20 de julio, por entender que el art. 174 bis a) CP 1973 contenía una pena
(9) El párrafo 2 del vigente art. 576 CP establece lo siguiente: «Son actos de colaboración la
información o vigilancia de personas, bienes o instalaciones; la construcción, el acon-
dicionamiento, la cesión o la utilización de alojamientos o depósitos; la ocultación o
traslado de personas vinculadas a las bandas armadas, organizaciones o grupos terroris-
tas; la organización de prácticas de entrenamiento o la asistencia a ellas, y, en general,
cualquier otra forma equivalente de cooperación, ayuda o mediación, económica o de
otro género, con las actividades de las citadas organizaciones o grupos terroristas».
(14) La STS de 29 de noviembre de 1997 había dado lugar también a otras serias críticas en
sede doctrinal que pusieron en entredicho la calificación de los hechos llevada a cabo
por el Alto Tribunal. Además de los aspectos sugeridos en el texto, una línea crítica a la
STS 2/1997 provenía de quienes entendían que cabía haber calificado los hechos como
una tentativa de colaboración, ya que hay que recordar que el contenido de las cintas
y las cuñas no llegó a difundirse al ser intervenidas judicialmente. Otra argumentación
discrepante sostenía que la STS de 29 de noviembre de 1997 vulneraba la delimitación
entre el delito de apología y el delito de colaboración con banda armada. Vid. AsúA
BATARRITA, «Apología del terrorismo y colaboración con banda armada: delimitación de
los respectivos ámbitos típicos (Comentario a la sentencia de 29 de noviembre de la Sala
penal del Tribunal Supremo)», ll 1998-3, págs. 1638 ss.
1 (16) Vid. ORTEGA DfAz-AMl!RONA, «Ironías constitucionales•, diario ABC, 28 de julio 1999, pág. 3.
(17) No obstante, cualquiera que conozca un poco el día a día de la (in)admisión de recursos
de amparo por el TC, antes y después de esta discutida decisión, sabe bien que (a estos
efectos también) la sentencia comentada fue tan sólo una raya en el agua.
(18) En parecidos términos: STC 15011991, de 4 de julio; 55/1996, de 28 de marzo; y
161/1997, de 2 de octubre, la cual mantiene que el TC no puede «arrogarse un papel de
legislador imaginario que no le corresponde».
1
1
(19) De la misma opinión, entre otros: BILBAO UB1LLOS, REDC 58 (2000), pág. 340, para quien
el principio de proporcionalidad, aunque se conciba generalmente como un límite frente
a la actividad !imitadora de los derechos fundamentales, tiene su campo de aplicación
natural no en el momento de la creación de las normas, sino más bien en el instante en
que son aplicadas a un caso concreto. Por su parte, GIMBERNAT ÜRDEIG considera que con
la sentencia 136/1999, el TC se arrogó por primera vez en su historia el derecho de deter-
minar no sólo qué conductas deben ser consideradas punibles y cuáles no, sino también
el de establecer con qué pena concreta han de ser sancionadas. Competencias que la
CE atribuye «exclusiva y excluyentemente» al Poder Legislativo. Vid. GIMBERNAT ÜRDEIG,
«El Tribunal Constitucional y el principio de proporcionalidad», Diario El Mundo, 22 de
julio de 1999.
(20) El efecto de desaliento o «chilling effect» procede de la Jurisprudencia norteamericana,
en relación con la libertad de expresión, para justificar la declaratoria de inconstitucio-
nalidad de aquellas normas que proscriben ciertas formas ilegítimas de expresión, pero
que por su «amplitud excesiva» («overbreadth») o por la vaguedad («vagueness») de los
términos que definen la prohibición, pueden inhibir a los individuos para el ejercicio de
formas de expresión legítima, ante el temor a ser sancionados por infringir una norma
prohibitiva cuyo alcance es incierto y que pende sobre su libertad como una especie
de espada de Damocles. Vid. en este sentido, ampliamente: LoPERA MESA, Principio de
proporcionalidad, pág. 507. Vid. también: CUERDA R1uu, en La ciencia del Derecho penal
ante el nuevo siglo, págs. 251 ss.
ocurría con los hechos objeto del recurso de amparo<rn. En este sentido, el
Magistrado CONDE volvió a mostrar una lucidez que ciertamente se echó en
falta en algunos de sus compañeros, cuando en su Voto particular afirmó
que el denominado «efecto desaliento» no tenía por qué extenderse a con-
ductas lícitas ajenas a un hecho típico. Para CONDE, el «efecto desaliento»
derivado, por ejemplo, de un delito de estafa se proyectaría sobre ulteriores
conductas estafadoras, pero no tendría por qué perturbar la lícita actividad
mercantil de un ciudadano honrado.
(21) En los mismos términos: Gun~RREZ GIL, en CDJ, La criminalidad organizada. Aspectos
sustantivos, procesales y orgánicos, pág. 63. Como atinadamente expone al respecto
BILBAO UB1LLOS, para que se generara efectivamente el mencionado efecto de desaliento
sería preciso que los ciudadanos que aspiran a ejercer legítimamente tales libertades se
identificaran con quienes, como los acusados, no las habían ejercido de manera legíti-
ma, algo que desde luego no parece probable. Vid. BILBAO UBILLOS, REDC 58 (2000), pág.
322, nota 59.
(22) De la misma opinión: Gur1~RREZ GIL, en CD}, La criminalidad organizada. Aspectos sus-
tantivos, procesales y orgánicos, pág. 67; MANJóN-ÚBEZA OLMEDA, «Apología del terroris-
mo», en ÜCTAVlO DE ToLEoo v Ue1rro et al., (coord.), Estudios penales en recuerdo del Pro-
fesor Ruiz Antón, Valencia, 2004, pág. 573; PRATS ÚNUT, cDe los delitos de terrorismo»,
en Qu1NTERO OuvARES!MORALES PRATS (coord.), Comentarios al nuevo Código Penal, 2.ª ed.,
Elcano (Navarra), 2001, pág. 2317.
(23) Para un análisis exhaustivo de la STC 159/1986, de 12 de diciembre, vid. M1RA BENAVENT,
«El caso del diario 'Egin': Comentario a la Sentencia del Tribunal Constitucional de 12 de
diciembre de 1986», ADPCP 40 (1987), págs. 507 ss.
(26) De la misma opinión: BILBAO Ue1LLOS, REDC 58 (2000), pág. 31 O, nota 42; GIMBERNAT
ÜRDEIG, Ensayos penales, Madrid, 1999, págs. 64-65.
CoRNACCHIA, Luigi
Professore Associato di Diritto Pena/e. Universita del Salento.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. CUESTIONES FUNDAMENTALES
(*) Sentencia del Tribunal Internacional de la Antigua Yugoslavia (Segundo Tribunal de Pri-
mera Instancia, por remisión del Tribunal de Apelación), de 5 de marzo de 1998. Traduc-
ción a cargo de Beatriz Romero Flores, Doctora europea en Derecho. Este artículo está
dedicado a la memoria de Hans-Heinrich Jescheck.
L
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. INTRODUCCIÓN
(2) Por otra parte, tampoco la misma legislación de la ex-Yugoslavia contemplaba los crí-
menes de lesa humanidad, mientras que preveía el genocidio y los crímenes de guerra
contra las poblaciones civiles.
(3) Suscitando la opinión discrepante del juez Mohamed Shahabuddeen, que no encontraba
ninguna razón convincente que justificara la disminución de pena por los mismos actos
cometidos (homicidio de varias personas) por un crimen de guerra, en vez de por un
crimen contra la humanidad: vid. «Separate Opinion of Judge Shahabuddeen», págs. 7
ss., en http://www.icty.org/case/erdemovid4.
(4) Para una visión general vid. K1NclLA RosA, cJurisprudence of the lntemational Criminal
Tribunal for the Former Jugoslavia», EJIL 9 (1998), págs. 757 ss.; BERESDORF, cUnshackling
the Paper liger - The Sentencing Practices of the ad hoc lntemational Criminal Tribunals
for the Former Jugoslavia and Rwanda», ICLR 1 (2002), pág. 33; MOLLER, Volkerstrafrecht
und lnternationaler Strafgerichtshof - Kriminologische, straftheoretische und rechtspoli-
tische Aspekte, Münster et al., 2003, págs. 170 ss., 443 ss., 562 ss.; NEUBACHER, Krimi-
nologische Grundlagen einer internationalen Strafgerichtsbarkeit. Politische Ideen- und
Dogmengeschichte, kriminalwissenschaftliche Legitimation, strafrechtliche Perspektiven,
Tubinga, 2005, págs. 387 ss.; ScHABAS, The UN lnternational Criminal Tribunals: The For-
mer Yugoslavia, Rwanda and Sierra Leone, Cambridge, 2006.
Las cuestiones problemáticas más relevantes tratadas por las dos sen-
tencias que han condenado a Erdemovié han sido la configurabilidad de
la circunstancia eximente de la orden del superior, de la coacción física o
moral y sus interconexiones.
Veamos, pues, cuáles son las soluciones que han adoptado los jueces
internacionales.
(5) CAv1ccH1ou, /1 costringimento psichico come causa di esclusione della colpevolezza nei
crimini contra /'umanita: il caso Erdemovié, RO/ 1997, pág. 373.
11.2. «Duress»
Erdemovié, en su declaración de culpabilidad, afirma que se ha visto
obligado a perpetrar los hechos bajo la amenaza de ser asesinado, él mis-
mo y sus familiares, junto con las demás víctimas.
(6) Por ejemplo, en el caso Celebici: TPJ, Delialic et alia, IT-95-21, Pretrial-Chamber,
25.9.1996.
(7) GAITA, «The defence of Superior Orders; The Statute of the lnternational Criminal Court
versus customary international law», EJIL 1O (1999), págs. 172 ss.
(8) El crimen de agresión ha recibido una definición después de la Conferencia de Revisión
de Kampala (31 de mayo a 11 de junio de 2010): ahora se encuentra en el art. 8 bis.
(9) RAGUÉS 1VALLES, «¿Debe el miedo insuperable exculpar a un soldado acusado de crímenes
de lesa humanidad? Drazen Erdemovic ante el Tribunal Internacional para la ex Yugosla-
via)), RDPC 7 (2.ª época, 2001), págs. 95-137.
Además, parece que el Tribunal dice que uno nunca está obligado a
llevar a cabo crímenes contra la humanidad. El requisito de la proporción
respectó a los core-crimes (crímenes de guerra y crímenes contra la hu-
manidad), no se puede fusionar, dado que la ofensa no ha causado una o
diversas víctimas relevantes de manera individual, sino masas de víctimas,
a menudo no identificables, y por lo tanto, precisamente por ello, podría
afectar a toda la humanidad.
(12) GARAPON, Crimini che non si possono né punire né perdonare. L'emergere di una giustizia
internaziona/e, Bolonia, 2004 (Crimes qu'on ne peut ni punir ni pardonner. Pour une
justice internationale, París, 2002), pág. 46.
(13) En esta línea KóHLER, «Zum Begriff des Volkerstrafrechts», Jahrbuch für Recht und Etik · Cri-
minal Law and Legal Philosophy, 11 (2003), págs. 440 ss., en particular pág. 444: el autor,
incluso, llega a tachar de connotación «fascista» la idea de una consideración jurídica
especial para ataques a grupos (ibidem, pág. 469, nota 125) y ve en los crímenes contra la
humanidad una extravagancia, resultado de los extraordinarios masacres del s. xx.
(14) CRvER, «Üne Appeal, Two Philosophies, Four Opinions and a Remittal: The Erdemovié
Case At The ICTY Appeals Chamber», JCSL 2 (1997), págs. 193 ss.
años después, tal orientación tan rigurosa ha sido denegada por el art. 31,
apartado 1, let. d) del Estatuto de Roma, que prevé una figura extremada-
mente compleja del estado de necesidad, en clave claramente eximente y,
por ese motivo, carente del mismo requisito de la proporción<15l.
(15) Sin perjuicio de las demás circunstancias eximentes de responsabilidad penal estable-
cidas en el presente Estatuto, no será penalmente responsable quien, en el momento de
incurrir en una conducta: Hubiere incurrido en una conducta que presuntamente cons-
tituya un crimen de la competencia de la Corte como consecuencia de coacción dima-
nante de una amenaza de muerte inminente o de lesiones corporales graves continuadas
o inminentes para él u otra persona, y en que se vea compelido a actuar necesaria y
razonablemente para evitar esa amenaza, siempre que no tuviera la intención de causar
un daño mayor que el que se proponía evitar. Esa amenaza podrá: i) Haber sido hecha
por otras personas; o ii) estar constituida por otras circunstancias ajenas a su control.
{16) TRIFITTRER, e The Preventive and the Repressive Function of the lnternational Criminal
Court», in Poun/NES1 (ed.), The Rome Statute of the lnternational Criminal Court, Al-
dershot (R.U.), págs. 137 ss., 163 ss.; ROGGEMANN, Die lnternationalen StrafgerichtshOfe
- Einführung, Rechtsgrundlagen, Dokumente, 2.ª ed., Berlín, 1998, págs. 210 ss.; BAGA-
R1dMoRSs, lnternational Sentencing Law: In Search of a Justification and Coherent Fra-
mework, ICLR 6 (2006), págs. 248 ss., 253 ss.
(17) Sobre el tema de las finalidades de la pena y de su justificación en el contexto de la jus-
ticia internacional vid. también HENHAM, e The Philosophical Foundations of lntemational
Sentencingio, JICJ 1/1 (2003), págs. 64 ss.; F1NDLAYIHENHAM, Transforming lnternational Cri-
minal Justice. Retributive and Restorative Justice in the Tria/ Process, Cullompton-Devon,
2005; DuFF, cAuthority and Responsibility in lntemational Criminal Lawio, in BESsoN!fA-
s1ouLAS (ed.), The Phi/osophy of lnternational Law, Oxford, 201 O, págs. 589 ss. Nos per-
mitimos la remisión a CoRNACCHIA, Funzione della pena ne/lo Statuto della Corte Pena/e
lnternazionale, Milán, 2009, págs. 72 ss. y passim.
Estos son los crudos resultados del lnternational Criminal Tribunal for the
former Yugoslaviaº 9l.
(18) JovcE, The Historical Function of lnternational Criminal Trials: Re-thinking lnternational
Criminal Law, NJJL 7314 (2004), págs. 461 ss.
(19) Mientras, como se sabe, el trabajo del Tribunal Penal Internacional, fundado con el Es-
tatuto de Roma de 1998, que entró en vigor en el 2002, aún no ha producido ninguna
sentencia definitiva.
(20) PASTOR, El poder penal internacional. Una aproximación jurídica crítica a Jos fundamentos
del Estatuto de Roma, Barcelona, 2006, págs. 134 ss., 138.
(21) Cfr. BOHNERT, «Kant in Jugoslawien, Der lnternationale Strafgerichtshof und der Rechts-
frieden», en DurrcE/GEILENIMEYER-GossNERIWARDA, Gedachtnisschrift für E/len Schlüchter,
Colonia-Berlín-Bonn-Múnich, 2002, págs. 763 ss., en particular pág. 771.
(22) La primera generación normalmente se individualiza en el derecho internacional penal
de las potencias vencedoras en Versalles, Núremberg y Tokio; mientras que la segunda
generación sería la del Consejo de Seguridad de la ONU que ha originado los Tribunales
ad hoc, determinada por la aspiración de e restaurar la paz y seguridad internacionales».
La justicia de tercera generación es, obviamente, la del Estatuto de Roma y el Tribunal
Penal Internacional, independiente de poderes estatales y del mismo Consejo de Segu-
ridad de la ONU, universal (en el sentido que no está limitada a situaciones específicas,
sino que se extiende potencialmente a todo el globo y a toda la historia sucesiva a 2002).
Por tanto, se podría decir, «infinita y eterna», aunque sea una justicia complementaria
y no universal. Totalmente peculiar, y quizás no encuadrable en ninguno de los niveles
descritos, es el derecho internacional penal de los Tribunales híbridos, nacionales/inter-
nacionales: Sierra Leona, Líbano, Camboya.
Perfiles con implicaciones que son incluso inquietantes, que focal izan la
cuestión fundamental de la misma legitimidad de la justicia internacional,
o de algunas de sus expresiones históricas<23 i,
Otra cuestión emerge del caso Erdemovié, así como de los informes de
los procesos más famosos celebrados ante los Tribunales internacionales.
(23) No nos ocupamos en este escrito del complejo y atormentado problema del fundamen-
to de tal legitimación: basado en un pacto, originario, quizás de derecho natural. Ni
tampoco de la cuestión de si las vistosas derogaciones al principio de soberanía y el de
no injerencia tradicionalmente entendidos, puedan justificarse con el argumento de la
exigencia de garantizar la efectividad de los derechos humanos; o con el principio caut
dedere aut judicare• del Derecho internacional penal consuetudinario, y consagrado
por la Convención de Ginebra. Nos permitimos la remisión a CORNACCHIA, Funzione della
pena, págs. 1 SS., 5 SS., 12 SS.
(24) Ya desde el punto de vista de la reserva de ley: el Estatuto para la exYugoslavia no es acto
legislativo de un órgano soberano elegido democráticamente de tipo parlamentario, sino
el producto de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (Resolución 827, de
25 de mayo de 1993).
C>LALEY 607
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
º'
Un Derecho penal orientado a edificaf'.3 in situ un modelo de justicia
arraigado en el respeto de los derechos humanos.
(30) Vid. JAKOBS, «Bürgerstrafrecht und Feindstrafrecht», HRRS 3 (2004), págs. 94 ss.; PAWUK,
«Strafe oder Gefahrenbekampfung? Die Prinzipien des deutschen lnternationalen Strafre-
chts vor dem Forum der Straftheorie», en HovER/MOLLER!PAwuKM'oLTER (Hrsg.), Festschrift
für F.C. Schroeder, Heidelberg, 2006, pág. 382.
(31) Vid., por ejemplo, BLUMENSON, «The Challenge of a Global Standard of Justice: Peace, Plu-
ralism, and Punishment at the lnternational Criminal Court», CJTL 44 (2006), págs. 871 ss.;
SUMARIO:
l. ITINERARIO PROCESAL DEL CASO
11. INTRODUCCIÓN
111. VALORACIÓN JURISPRUDENCIAL DE LOS HECHOS Y SU
CALIFICACIÓN
IV. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO. SOBRE LA CONVENIENCIA
Y LICITUD DE LA REGULACIÓN PENAL DE LOS DELITOS DE
EXPRESIÓN O DELITOS DE CLIMA
IV.1. Antecedentes históricos de estos delitos
IV.2. Los delitos de provocación al odio y la discriminación y la
apología del genocidio
- V. CONCLUSIONES ANTE LA DECISIÓN DEL CASO LIBRERÍA
EUROPA
(*) Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 3 de Barcelona de 16 de noviembre de 1998; Au-
to del Tribunal Constitucional de 18 enero de 2000; Auto de la Audiencia Provincial de
Barcelona, secc. 3.ª, de 14 de septiembre de 2000; Sentencia del Tribunal Constitucional
235/2007, de 7 de noviembre; Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, secc.
3.ª, de 5 de marzo de 2008; Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 11 de Barcelona de
5 de marzo de 201 O.
(1) Aunque también se vendían publicaciones de Arte, Historia y Mitología religiosa, pero
estas suponían un número mucho menor que las obras dedicadas al revisionismo histó-
rico. De un total de 21.584 libros, vídeos, carteles y cintas incautados, tan sólo 232 no
guardan relación con este tema. Así lo pone de manifiesto el juez en su FJ VIII.
(2) Conocido por su larga trayectoria en los círculos de extrema derecha. Había sido líder
de CEDADE hasta su disolución (Círculo Español de Amigos de Europa, grupo nacional-
socialista creado en Barcelona en 1966 y disuelto en 1993) y había sido procesado en
Austria por elogiar la figura de Hitler.
(3) Aunque la primera vez, la cuestión se planteó prematuramente y fue inadmitida por ex-
temporánea (ATC de 18 enero de 2000).
(4) La Sentencia da por buena la expresión «apología del genocidio» a la hora de definir
el tipo penal del art. 607.2, que parece más adecuada para distinguir la conducta del
párrafo 2 del art. 607 que la del párrafo 1, que sería la conducta propiamente dicha de
genocidio.
(5) Se condenó a Pedro Varela Geiss a una pena de dos años de prisión por el delito conti-
nuado de genocidio y tres años de prisión y doce meses-multa por el delito continuado
de provocación a la discriminación, odio o violencia. Las penas impuestas son las máxi-
mas posibles de acuerdo con el marco penológico que establece el código penal. Ambos
delitos fueron considerados en concurso real, aunque esta cuestión ha sido objeto de
algunas críticas por entender que en la sentencia no queda argumentado suficiente ni
convincentemente por qué. Sobre esta cuestión, entre otras, vid. LANDA GoRoSTIZA, «La
llamada «mentira de Auschwitz» (art. 607.2.º CP) y el «delito de provocación» (art. 510
CP) a la luz del ccaso Varela•: una oportunidad perdida para la «cuestión de inconstitu-
cionalidad» (Comentario a la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 3 de Barcelona de
16 de noviembre de 1998)», AP 36 (1999), págs. 691-692.
(6) FJ 111.
(7) FJ IV.
(8) FJ IV. La sentencia declara que «la punición de las conductas en ellos descritas consti-
tuyen una limitación necesaria, razonada y coherente del derecho a la liberta de expre-
sión» y que «esta nueva normativa protectora ha sido introducida en nuestro ordena-
miento jurídico interno mediante ley de rango orgánico» razones que permiten eludir las
dudas de constitucionalidad (FJ V).
(9) El Ministerio Fiscal y las acusaciones particulares que eran la Comunidad israelita de
Barcelona y SOS Racismo, se opusieron al recurso y solicitaron la confirmación de la
Sentencia.
(1 O) En este Auto la Audiencia entiende que no basta con expresar una determinada opinión
sobre un hecho histórico, sino que tiene que ponerse en peligro, aunque sea de manera
abstracta, bienes jurídicos esenciales.
(11) Esta conducta no ha sido eliminada por una Ley Orgánica que modifique el precepto,
por lo que todavía aparece en la redacción del apartado 2 del art. 607, pero es inaplica-
ble por haber sido declarada inconstitucional.
(12) Un estudio detallado sobre las distintas cuestiones tratadas en la sentencia del Tribunal
Constitucional (posiciones de las partes que intervienen en el proceso, análisis del con-
tenido de la sentencia y estudio de los votos particulares) en BILBAO Ua1LLOS, e La negación
de un genocidio no es una conducta punible (comentario de la STC 235/2007)•, REDC
85 (2009), págs. 328-349. Sobre esta sentencia del Tribunal Constitucional véanse tam-
bién, TAJADURA TEJADA, «Libertad de expresión y negación del genocidio: Comentario crí-
tico a la STC de 7 de noviembre de 2007•, RVAP 2008 (núm. 80), págs. 233-255; ToRREs
PéREZ, cLa negación del genocidio ante la libertad de expresión: las inconsistencias de
la STC 235/2007 al descubierto•, RVAP 2007 (núm. 79), págs. 163-199; SuAREZ EsP1No,
cComentario a la STC 235/2007, de 7 de novfembre, por la que se declara la inconstitu-
cionalidad del delito de negación del genocidio», lndret 2/2008.
(13) Los hechos imputados son similares a los que dieron lugar a la sentencia anterior. Se le
acusa de vender y difundir de forma habitual y continuada, en la sede física de la libre-
ría, a través de catálogos enviados por correo postal y a través de distintas páginas web,
libros y publicaciones que enaltecen y justifican el genocidio del /11 Reich, y otras pu-
blicaciones que menosprecian a otras razas o etnias, mujeres, homosexuales y personas
con alguna discapacidad.
11. INTRODUCCIÓN
(14) Hay algunos otros temas interesantes en la calificación jurídica de los hechos que hace
la sentencia como por qué se califican estos delitos como continuados, o por qué no
sanciona también por el tipo penal del art. 510. 2.º, aunque no vamos a entrar en estas
cuestiones.
(15) FDVll.
(16) FDVI.
(17) Que es la misma calificación jurídica de los hechos que hizo el Juzgado de lo Penal núm.
3 de Barcelona y que fue corregida en apelación por la AP.
(18) El discurso cnegacionista• niega la política de exterminio nazi contra los judíos, ponien-
do en tela de juicio la existencia de cámaras de gas, el número de muertos y haciendo
hincapié en que el genocidio es invención de la propaganda aliada, principalmente
sionista.
(19) Sobre esto LANDA GOROSTIZA, AP 1999, pág. 690; LAuRENZO CoPELLO, «Marco de protección
jurídico-penal del derecho a no ser discriminado. Racismo y xenofobia•, CDJ 1996, 1,
págs. 219 ss. Son plasmación de esta tendencia, además de los ya citados 510 y 607.2,
el art. 515.5.º, relativo a las asociaciones ilícitas, o el 22.4 que prevé la agravante de
racismo. Estos responderían a lo que LAuRENZO CoPELLO, ibídem, pág. 224, ha llamado
medidas antidiscriminación genéricas. Por otro lado, los delitos del 314 (discriminación
en el empleo) y 511 y 512 dentro de las medidas antidiscriminación específica, según la
denominación empleada por esta autora. En la misma línea el Código Penal recoge en el
art. 197 .5.º una agravación específica para el caso que se descubran o revelen datos rela-
tivos a la ideología, religión, creencias, salud, origen racial o vida sexual. Por su parte, el
art. 170 castiga las amenazas dirigidas a un grupo étnico, cultural o religioso y el 161.2
que castiga la clonación o de otros procedimientos dirigidos a la selección de la raza.
Por su parte, BERNAL DEL CASTILLO, La discriminación en Derecho penal, Granada, 1998,
págs. 56, 57, 133 ss., clasifica las medidas penales antidiscriminatorias según otorguen
protección directa (arts. 22.4.º, 510, 411, 512 y 515.5.º) o indirecta (arts, 159.1.º, 161.1.º
y 2.º, 170, 197.5.0 , 607, 611.6.º), incluyendo entre estos últimos los delitos contra la
libertad de conciencia, los sentimientos religiosos y el respeto a los difuntos.
(20) Las razones de esta medida de política criminal tienen su origen en el contexto inter-
nacional, en el que se están celebrando importantes reuniones para adoptar medidas
conjuntas de lucha contra este género de conductas. Lo ocurrido en Alemania potencia
la persecución internacional de estas actuaciones intentando evitar que algún país pueda
convertirse en refugio y base logística para grupos que ensalcen las ideologías derrotadas
en la Segunda Guerra Mundial. Se manifiesta de manera crítica sobre las necesidades
reales de sancionar estas conductas, BILBAO UB1uos, REDC 85 (2009), pág. 315.
(21) Sobre estas cuestiones SSTC 214/1991, de 11 de noviembre (ponente, Gimeno Sendra) y
176/1995, de 11 de diciembre (ponente, Mendizábal Allende).
(22) No son nuevas en el Derecho germano. Sobre esta cuestión LANDA GoROSTIZA, AP 1999,
pág. 690, nota 3.
(23) Aunque este artículo tenía un precedente en el código anterior, el art. 165 ter. La regula-
ción actual deriva del art. 20.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de
1966, que declara: «Toda apología del odio nacional, racial o religioso, que constituya
incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia, estará prohibida por la ley».
(24) En Alemania la regulación penal en esta materia está recogida en el § 130.3 StGB. Esta
regulación es consecuencia en parte del impacto social y político que se produjo con un
caso muy similar al de la sentencia objeto de nuestro estudio, el caso «Deckert». Sobre
los hechos de este caso, vid. LANDA GoROSTIZA, AP 1999, págs. 693-696.
(25) Así se hizo constar en la Exposición de motivos de la LO 8/1983, de 25 de junio, por la
que se incluyeron estos artículos.
(26) En este Convenio se establece que los actos de genocidio se caracterizan por tener un
dolo específico, ya que se cometen para intentar destruir, en todo o en parte, un grupo
nacional, étnico, racial o religioso.
(27) Entendiendo por tal el discurso que consiste en cuestionar o negar la realidad del genoci-
dio cometido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Comprende la negación
o puesta en duda tanto de la realidad del genocidio, como de su amplitud y conductas
realizadas.
(28} Los orígenes de estas conductas se sitúan obviamente en Alemania. El § 130 del StGB
(Volksverhetzung} sanciona la llamada «mentira de Auschwitz». Con la primera inclusión
de este precepto en el StGB en 1960 se pretendió hacer frente a una ola antisemita que se
inició en Alemania y que se propagó por Europa. La redacción se modificó el 28 de octu-
bre de 1994 e incluye como conductas típicas la aprobación, la negación o banalización
pública del genocidio nazi cuando resulte adecuada para perturbar la paz pública. Sobre
este desarrollo, de manera muy detallada, LANDA GoROSTIZA, «La regulación penal alemana
sobre la discriminación racial y la xenofobia tras la nueva "Ley de lucha contra la crimi-
nalidad"», ADPCP 49 (1996), págs. 529-591. Este autor distingue entre la llamada mentira
de Auschwitz «Simple» y la «Cualificada». En la primera redacción del tipo del § 130 se
castigaba únicamente la mentira de Auschwitz cualificada, exigiendo que se supusiera un
ataque a la dignidad humana. Este elemento venía siendo interpretado por la jurispruden-
cia como la necesidad de que la provocación fuera de tal clase que la conducta afectara al
mismo núcleo de la personalidad. La pura negación del holocausto no lesionaba este re-
quisito legal. En cambio, la actual redacción incluye tanto la mentira de Auschwitz simple
como la cualificada. En esta situación tiene gran importancia la decisión jurisprudencia! en
el «Caso Deckert» en el que los jueces entendieron que la mera negación del holocausto
nazi cumple el tipo del § 130. Sobre esta cuestión de manera más detallada y recogiendo
las críticas de esta nueva regulación por la doctrina penal alemana, vid. LANDA GoROSTIZA,
AP 1999, págs. 692 ss. Sobre la delimitación de esta figura en Derecho comparado, vid.
BtLBAO UBtLLos, REDC 85 (2009}, págs. 302 ss.
(29) Sobre los antecedentes de estos delitos del 51 O y 607, véanse entre otros, CUERDA ARNAU,
«El denominado delito de apología del genocidio. Consideraciones constitucionales»,
PJ 1999, págs. 69-73; GóMEZ NAVAJAS, «Apología del genocidio y provocación a la dis-
criminación en el Código Penal de 1995 (Algunas reflexiones al hilo de la sentencia del
Juzgado de lo Penal núm. 3 de Barcelona, de 16 de noviembre de 1998)», La Ley 1999-3,
págs. 1840-1845; BILBAO UBILLos, REDC 85 (2009), págs. 314-318.
(30) Sin duda, en estos antecedentes legislativos tuvo gran importancia la STC 214/1991, de
11 de noviembre, caso Violeta Friedman, en la que se concedió amparo a una mujer ju-
día que había interpuesto demanda de protección civil del derecho al honor por estimar
que el suyo y el de todos los judíos que padecieron horrores de los campos de concen-
tración resultaba lesionado por las declaraciones de León Degrelle en las que negaba la
realidad del holocausto y manifestaba su deseo de que surgiera un nuevo Führer. Sobre
este caso, vid. BILBAO Ue1LLos, REDC 85 (2009), págs. 306-309.
ción del 510.1, se pretendía dar armas al ordenamiento jurídico para luchar
contra conductas que en ese contexto histórico se entienden y perciben
como altamente peligrosas por crear un abierto clima de hostilidad hacia
un determinado grupo humano.
adecuado para que proliferen las conductas a las que se incita, generándose «potenciales
de violencia».
(34) Entre otros LAURENZO CoPELLO, «La discriminación en el Código Penal de 1995», EPC
1996, págs. 236 ss. desde una posición más colectiva y BERNAL DEL CASTILLO, La discrimi-
nación, págs. 76 ss, atendiendo más al aspecto individual de la discriminación.
(35) La sentencia del juzgado de Barcelona de 16 de noviembre recoge que, aunque el art.
51 O es un delito autónomo, tiene relación con el art. 18.
(36) Aunque hay que señalar que, si bien es cierto que la discriminación y violencia pueden
ser constitutivos de delito, no ocurre lo mismo con el odio, que es otro de los elementos
del tipo del art. 510.1.
(37) Ya que el legislador ha establecido como concreción a la figura de la apología del art. 18
que «la apología sólo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y
circunstancias constituye una incitación directa a cometer delito».
(38) Así la citada sentencia del Tribunal Constitucional dice «resulta constitucionalmente le-
gítimo castigar penalmente conductas que, aun cuando no resulten claramente idóneas
para incitar directamente a la comisión de delitos contra el derecho de gentes como el
genocidio, sí suponen una incitación indirecta a la misma o provocan de modo mediato
a la discriminación, al odio o a la violencia». Se muestra crítico BILBAO Ue1LLOS, REDC 85
(2009), pág. 344, sobre todo porque si este es el criterio, debería ser también aplicado al
otro tipo autónomo de apología que se recoge en nuestro código penal, el art. 578, sobre
terrorismo, que no es precisamente la línea jurisprudencia! actual.
(39) Vid. SILVA SANCHEZ, El nuevo Código Penal: cinco cuestiones fundamentales, Barcelona,
1997,pág. 157.
(40) Esta interpretación de acuerdo a lo establecido en el art. 18.2 CP sería más adecuado
desde la perspectiva de la protección de bienes jurídicos. Así lo señalan CARBONELL MArw/
VIVES ANTóN, Comentarios al Código Penal, Valencia, 1996, pág. 2158. Ahora bien, hay
que tener en cuenta que el legislador ha tipificado expresamente la provocación a la
figura del genocidio en el art. 615, lo que parece poner de manifiesto que la conducta
del art. 607 .2 no es provocación al genocidio en el sentido de acto preparatorio a ese
delito. Por su parte BILBAO Ue1LLOS, REDC 85 (2009), págs. 337-338, dice que si este delito
se entiende como la sanción de una fase anterior a la comisión de un delito concreto, en
este caso el genocidio, sería ilegítima su punición por su alejamiento del bien jurídico,
ya que esta figura ni siquiera exige peligro potencial.
(41) Vid. JAKoes, en Estudios de Derecho penal, pág. 314.
(42) También la regulación de los actos preparatorios es, en este sentido, excepcional. Por
eso, el legislador no sanciona todos los actos preparatorios, y en todo caso, sólo de algu-
nos delitos, los que considera especialmente graves. Esto pone de manifiesto el carácter
excepcional de la sanción del estadio previo a la lesión del bien jurídico.
3. En este sentido, entiendo que cabría una interpretación del tipo del
510.1 acorde con este planteamientd44i. Estas conductas consideradas co-
mo provocadoras al odio, a la discriminación y a la violencia, son especial-
mente peligrosas por suponer el paso previo a una serie de del itas graves que
además se dirigen a colectivos especialmente afectos a ataques generando
la expectativa de una puesta en peligro inmediata de su integridad como
grupo. Ahora bien, teniendo en cuenta el carácter excepcional de una re-
gulación así parece también claro que no basta con cualquier provocación,
sino que tienen que darse ciertos requisitos de idoneidad(4si. Así, como todo
tipo penal habrá que exigir que la conducta cree un riesgo típicamente
relevante, en el sentido de que despliegue un efecto intimidante coactivo
real e idóneo para generar inseguridad en el grupo de víctimas. Además, no
bastaría con este riesgo si no fuera dirigido a un grupo perfectamente iden-
tificable y «sensible» por las razones que señala el legislador46). Esta inter-
pretación más restrictiva del tipo permite que no se convierta el tipo penal
en un «delito de clima». Esto es, en un delito de opinión en el que se san-
cionaran conductas, más o menos afortunadas, o más o menos aceptadas.
De no ser así, estaríamos ante un puro delito de expresión, en el sentido de
criminalización de las ideas, donde lo que se sanciona es la opinión sobre
un determinado grupo de personas, algo claramente inconstitucional.
(43) Vid. JAKOBS, en Estudios de Derecho penal, págs. 313-320, considera ilícitos estos delitos
por ser incompatibles con un «Estado de Libertades», aunque cree que podrían ser acep-
tados en tiempos de crisis de legitimación.
(44) La provocación en sentido individual a ciertos hechos delictivos relacionados con estos
grupos podrá ser también susceptible de calificación como provocación a concretos
delitos de lesiones, de discriminación, etc.
(45) Así, lo ya señalado por LANDA GoROSTIZA AP 1999, pág. 708, que señala que «no toda
provocación respecto del vasto fenómeno discriminatorio resulta susceptible de repro-
che penal, sino sólo aquel conjunto de actuaciones que tengan la virtualidad de afectar
de forma más intensa y grave al principio de igualdad material o efectiva hasta el extremo
de poner en peligro la pacífica convivencia entre grupos». Sobre los requisitos que deben
tener estas conductas, véanse notas 9 y 1O.
(46) Así también lo señala LANDA G0Rosr1ZA, AP 1999, pág. 712.
(47) Vid. SANCHEZ-Osr1z GUTIÉRREZ, «La apología del delito», PyD 2006 (núm. 55), págs. 642
ss., distingue entre apología-acto preparatorio y apología-hecho enaltecido haciendo re-
ferencia a los dos sentidos de la apología. En realidad, ambos aspectos podrían ir unidos.
Así, este autor dice: «si en el Código la apología encuentra sentido especialmente por
el delito a que puede dar lugar( ... ), no es menos cierto que también el delito ensalzado
(. .. ),puede constituir la mejor vía para incitar a cometer delitos» (p. 643). En el mismo
sentido, antes SILVA SANCHEZ, El nuevo Código Penal, pág. 154.
(48) De manera crítica sobre esta otra función de la apología, REBOLLO VARGAS, La interpretación
y la apología: la exteriorización de la voluntad delictiva, Valencia, 1997, págs. 125-126.
(49) Sobre esta cuestión utiliza una argumentación interesante, SANCHEz-Osr1z GUT1ÉRREZ, PyD
2006 (núm. 55), págs. 645 ss. Sostiene que tanto el entendimiento de la apología como
una forma de sanción de la ratificación del delito cometido (ratihabitio), como el de mo-
dalidad de provocación incitadora, suponen una explicación causal de este concepto,
eso sí, una mira hacia el pasado y la otra hacia el futuro. Este autor recoge otro modo de
entender la apología que «resalta la eficacia negativa para la prevención del delito( ... ).
Se trata de una explicación de la apología como medio que hace peligrar la prevención
general de delitos al poner en duda la norma cuya infracción se enaltece, que no sería
de carácter causal, sino que destacaría el aspecto simbólico» (p. 645).
Cumo/SERRANO), Madrid, 1997, § 2, núm. 25c, por constituir un «injusto parcial derivable
del delito anunciado» (cursiva en el original).
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TS
111. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL
111.1. Posturas a favor de la solución del caso «Argentia Trust»
111.2. Posturas en contra de la solución del caso «Argentia Trust»
111.3. Toma de postura
l. INTRODUCCIÓN
(1) STS de 29 de julio de 2002 (ponente, Martín Pallín): caso Banesto; y STS de 2 de febrero
de 2004 (ponente, Saavedra Ruiz): caso KIO.
(3) En este sentido resulta fundamental la temprana obra en España de ZuGALDfA ESPI-
NAR, Delitos contra la propiedad y delitos contra el patrimonio, 1988, págs. 21 ss.
fundamentalmente.
(4) Vid., S1LVA CASTAÑO, El delito de apropiación indebida y la administración desleal del
dinero ajeno, Madrid, 1997, págs. 71 ss., 124 ss.; P~REZ DEL VALLE, e El tipo subjetivo en la
administración desleal», en 8ACIGALUPO lAPATER (dir.), CGPJ, CDJ, La administración des-
leal, 1999, pág. 52; BACIGALUPO lAPATER, cla administración desleal en el nuevo Código
Penal•, ibídem, pág. 200. Extrayendo importantes consecuencias de esta distinción se-
ñala SANCHEZ-VERA G6MEZ-TRELLES, •Administración desleal y apropiación indebida: Con-
secuencias de la distinción jurisprudencia!», en ZuGALDfA EsPINARILóPEZ BARJA DE Qu1ROGA,
Dogmática y ley penal, LH-Bacigalupo, Madrid, Barcelona, 2004, pág. 1215 que «el
delito de administración desleal es un delito contra el patrimonio -a diferencia del de
apropiación indebida, que lo es contra la propiedad-, de tal modo que aunque el mis-
mo se consuma para el autor principal cuando él quebranta su especial deber positivo
de fomento del patrimonio ajeno, lo cierto es que ni dicho delito -ni dicho momento
consumativo-- se encuentra terminado cuando el autor distrae, sino cuando los fondos,
finalmente, desaparecen [... ].Y es que -como sostiene la doctrina unánimemente en
Alemania-, en el delito de administración desleal, como delito contra el patrimonio que
es [... ], el inicio y el fin de la consumación no tienen por qué producirse en un mismo
instante -como en la apropiación indebida- sino que es posible distinguir entre un
momento inicial y otro final o terminación de la consumación, siendo posible la partici-
pación entre ese momento inicial y el final -durante todo ese periodo-».
(5) BACIGALUPO, en CD/, Administración desleal, pág. 199. O dicho con las elocuentes palabras
de SANCHEZ-VERA, en LH-Bacigalupo, pág. 1209: cdel irrefutable carácter fungible del dinero
se inferiría que el delito de apropiación indebida contenido en el art. 252 del CP no cubre
el supuesto del administrador que gestiona de forma desleal el patrimonio ajeno».
(6) Esta teoría puede denominarse, en palabras de uno de sus valedores (SANCHEZ-VERA, en LH-
Bacigalupo, págs. 1207 ss., 1221) como tesis monista de la apropiación indebida frente a
una pretendida «tesis dualista». De acuerdo con el planteamiento de considerar incluido
en el art. 252 CP un delito genérico de administración desleal, si bien no referido exclu-
sivamente al dinero se muestra MAYO CAi.DERóN, La tutela de un bien jurídico colectivo por
el delito societario de administración fraudulenta, Granada, 2005, págs. 293 ss., autora
que, sin embargo, no sigue la estricta separación entre delitos contra la propiedad y delitos
contra el patrimonio que se apuntaba anteriormente, sino que considera que cla diferencia,
repito, entre ambos tipos reside en la forma de ataque al bien jurídico «patrimonio»: en el
caso de la apropiación indebida la lesión del bien jurídico se produce mediante la apro-
piación de la cosa, es decir, mediante la realización de un acto dominical ilícito, y en el
caso de la administración fraudulenta mediante el abuso de las facultades dominicales que
lícitamente tiene otorgadas el sujeto activo». Vid., asimismo ALONSO P~REZ, Delitos contra el
patrimonio y contra el orden socioeconómico: aspectos penales y criminológicos, legisla-
ción, comentarios, jurisprudencia, Madrid, 2003, pág. 277.
(7) BACIGALUPO, en CD/, Administración desleal, pág. 201 . Como se adverará más adelante,
no sólo la jurisprudencia, sino el propio BACIGALUPO ha rectificado esta posición y ha
considerado que el tipo de administración desleal del art. 252 CP es el tipo de abuso y
no el tipo de infidelidad.
(8) SILVA ÚSTAÑO, El delito de apropiación indebida, pág. 71.
(9) lbidem, pág. 72.
(10) lbidem, pág. 72.
(11) /bidem, pág. 72: e No se puede extender indebidamente la significación de un comporta-
miento delictivo [... J. los motivos de política criminal que fueron apuntados no justifican
la extensión del tipo penal».
(12) Como es sabido, en su importante aportación a esta discusión a finales de los años
ochenta, BAJO fERNANDEZ consideró que la punición de las conductas lesivas del derecho
de crédito en la forma prescrita por la apropiación indebida viene dada por la forma
en la que se lesiona dicho derecho: la deslealtad y la irregularidad del comportamiento
causante de la insolvencia. Es precisamente la concurrencia conjunta de ambos criterios
la que determina que no se esté en presencia de una verdadera prisión por deudas (BAJO
FERNÁNDEZ, Manual de Derecho penal. Parte especial 11, Madrid, 1987, págs. 277 ss.: «el
peligroso acercamiento a la prisión por deudas, tan repudiada por el moderno jurista
liberal, puede ser compensado con la observación de que una situación de insolvencia
fortuitamente obtenida excluye, o podría excluir, no sólo los delitos de insolvencia pro-
piamente dichos, sino también el de apropiación indebida de dinero»).
(13) SANCHEZ-VERA, LH-Bacigalupo, págs. 1219 SS.
(14) MARTfNEZ-BuJAN PÉREZ, El delito societario de administración desleal, Valencia, 2001, pág.
103; FERNÁNDEZTERUELO, Estudios de Derecho penal económico, Madrid, 2003, pág. 105;
ya N1ETO MARTÍN, El delito de administración fraudulenta, Barcelona, 1996, pág. 220, ha-
ciendo referencia a la necesidad de recalcar la vigencia del principio de interpretación
restrictiva en nuestro ordenamiento; RooRíGUEZ MONTAÑÉS, «Administración societaria
fraudulenta y Derecho penal (comentario a la Sentencia de la Audiencia Nacional de 31
de marzo de 2000), "Caso Banesto"», RDPC 9 (2002), págs. 258 ss.
(15) Entre otros muchos MARTfNEZ-BuJAN PÉREZ, Administración, pág. 104; GóMEZ BENITEZ, Curso
de Derecho penal de los negocios a través de casos: reflexiones sobre el desorden legal,
Madrid, 2001, pág. 140; FERNÁNDEZ TERUELO, Estudios, págs. 123 ss.
(16) FERNÁNDEZ TERUELO, Estudios, págs. 114 SS.
(17) Vid., por ejemplo, las consideraciones críticas de RooRíGUEZ MONTAÑÉS, RDPC 9 (2002),
pág. 258 s., o de Ríos CORBACHO, «Aspectos controvertidos del delito de administración
fraudulenta del patrimonio social (art. 295 CP)», RDPP 16 (2006), págs. 150 ss. con ulte-
riores referencias.
(18) Vid., las SSTS de 26 de febrero de 1998 y 2 de noviembre de 2006 entre otras muchas.
Vid., por todos las críticas de G6MEZ BENITEZ, Curso, págs. 142 ss. Vid., de manera recien-
te, sobre las diversas relaciones concursales entre ambos preceptos LuzóN PEÑA/Roso
CAÑADILLAS, rConcurso entre apropiación indebida y administración desleal», en Bo1x
RE1G (dir.)/LLORIA GARCÍA (coord.), Diccionario de Derecho penal económico, 2008, págs.
181 ss.; MAvo CALDERÓN, La tutela, págs. 282 ss. con múltiples referencias. En cualquier
caso, para quienes sostengan que los supuestos de administración desleal (art. 295 CP)
ya están cubiertos por la apropiación indebida (art. 252 CP), resulta un tanto difícil de
sostener la aplicación de esta última sin recurrir a la aplicación de la mentada regla con-
cursa!. Cuestión diferente se plantea para quienes sostienen_ una separación absoluta de
las acciones típicas de ambos delitos, donde parecería lógico la aplicación del concurso
ideal, pero por motivos diversos a los sostenidos por BACIGALUPO, Falsedad documenta/,
estafa y administración desleal, Madrid, 2007, pág. 202.
para tratar de cubrir las lagunas de punibilidad que iban surgiendo ante la
ausencia de tipos penales específicos» 09i.
(19) MARTfNEz-BuJAN, El delito societario de administración desleal, pág. 106, nota 192, aña-
diendo a continuación que «sin embargo, desde el momento en que estos últimos tipos
se han incorporado al CP (como es el caso de la administración desleal) aquella función
histórica ha decaído». Precisamente por ello, como se explicitará más adelante, aquí se
considera que la interpretación que se ha venido haciendo de la apropiación indebida
tras la entrada en vigor del Código Penal de 1995, en gran medida heredera de la antigua
jurisprudencia que trataba de solventar lagunas de política criminal, resulta incorrecta
en la actualidad. La apropiación indebida debe ceñirse a lo que le es propio y no tratar
de incluir elementos característicos de la administración desleal.
(20) Vid., por todos CASTRO MORENO, El delito societario de administración desleal (art. 295
CPJ, Madrid, 1998, págs. 189 ss.
(21) Vid., fERNÁNDEZ TERUELO, Estudios, págs. 108 ss. No obstante, dicha discusión parece ha-
ber quedado zanjada desde el Auto del Tribunal Constitucional 146/1998, de 25 de junio
1998, al permitir dicha valoración probatoria por parte del Tribunal Supremo.
(22) Cfr. no obstante, MAvo CALDERÓN, la tutela, pág. 298 haciendo referencia a que, en pu-
ridad, se están escogiendo términos que se encuentran en el propio tenor literal del
precepto. Sin embargo, ello no convence puesto que, en última instancia, toda interpre-
tación extensiva comienza por la selección de determinados vocablos del tenor literal
y la propia autora lleva a cabo el mismo proceder que el Tribunal Supremo al escoger
salteadamente «[ ... ]distrajeren [... ]en [... ]administración».
(23) LK-ScHONEMANN, 11.ª ed., § 266, núm. marg. 1. Vid., de manera contundente LESCH, e§
266 StGB - Tatbestand ist schlechthin unbestimmb, DRiZ 2004, pág. 135 ss. En general
los calificativos que la doctrina para este tipo, resultan sumamente esclarecedores de la
amplitud interpretativa que genera: comenzando por las conocidas palabras de HELMUT
MAYER en el sentido, de que cen tanto que no concurra uno de los antiguos casos clásicos
de administración desleal, ningún Tribunal ni ninguna Acusación sabe si concurre o no
el§ 266» (MAYER, Materia/en zur Strafrechtsreform, Bd. 1, 1954, pág. 337, abogando, pre-
cisamente, por introducir una apropiación indebida de dinero para dotar de contornos
más estables a este tipo de conductas); ese confunde el Derecho con la moral• [MAn,
cMissverstandnisse zur Untreue - Eine Betrachtung auch zum Verhaltnis von (Straf-) Recht
und Moral•, NJW 2005, pág. 389; también SALIGER, cWider die_ Ausweitung des Untreue-
tatbestandes•, ZStW 112 (2000), pág. 600], o, en fin, resumiendo, csiempre cabe el §
266 StGB• [RANSIEK, cRisiko, pflichtwidrigkeit und Vermügensnachteil bei der Untreue»,
ZStW 116 (2004), pág. 634].
(24) Decididamente en contra MAYO CALDERÓN, la tutela, págs. 293 ss. quien considera que el
delito genérico del art. 252 CP no se refiere únicamente a la administración desleal del
dinero ajeno, considerando que cuando se trata de dinero, «todavía es más claro que en
relación con otros elementos patrimoniales».
(25) Vid., en este sentido ya, FERNÁNDEZ TERUELO, Estudios, págs. 104 ss.: «cuando de la admi-
nistración de sociedades se trata, la aludida transferencia de la propiedad al administra-
dor realmente no se produce, ya que la propia naturaleza del contrato de administración
de sociedades lo impide».
(26) Cierto es que resulta discutida el tipo de relación que existe entre los miembros del con-
sejo de administración y la sociedad, pero parece poder afirmarse que siempre concurre
algún elemento orgánico (vid., las referencias contenidas en PoLO SANCHEZ, clos admi-
nistradores y el consejo de administración de la sociedad anónima», en URfA MEN~NDEZI
OuvENCIA, Comentario al régimen legal de las sociedades mercantiles, VI, Madrid, 1992,
págs. 48 ss.). Ello resulta aún más evidente en el caso de la legislación alemana donde
la relación con los miembros del Consejo de Vigilancia se califica exclusivamente corno
orgánica por mor del§ 113.1 AktC (HuBER, AktC, § 113.1, núm. marg. 1 ss.).
si ello resulta válido para los administradores de derecho, aún más para
los administradores de hecho!27i, puesto que éstos no reciben dinero con
la obligación de entrega o devolución, sino que gozan de un conjunto de
facultades fácticas de disposición genéricas.
(27) Por ello, como se refirió con anterioridad, el Tribunal Supremo en el caso BBVA, hacía
referencia a los administradores de derecho, y no a los de hecho. Sobre esta cuestión
vid., por todos, la reciente monografía de Rfos CORBACHO, El administrador de hecho en
Jos delitos societarios, Cádiz, 2005, págs. 153 ss. y passim; FERNÁNDEZ BAUTISTA, «Aproxi-
mación al delito de administración fraudulenta (art. 295 CP)•, en CORcov 81DASOLO (dir.)/
LARA GoNZÁLEZ (coord.), Derecho penal de la empresa, Pamplona, 2002, págs. 118 ss.
(28) Sobre el particular, extensamente, MORALES GARCfA, Los delitos de malversación. Apro-
piación, utilización temporal y administración desleal de caudales públicos, Pamplona,
1999, págs. 202 SS., 238 SS., 246 SS.
SUMARIO:
l. VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DE TS
11. RELEVANCIA DEL CASO EN LA DISCUSIÓN DOCTRINAL ENTORNO
AL ÁMBITO DE RESPONSABILIDAD DE LA VÍCTIMA EN EL MARCO
DE LA TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA
111. COMENTARIO: RELEVANCIA TÍPICA DE LA ACTUACIÓN DE LA
VÍCTIMA EN EL MARCO DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL RESUL-
TADO PRODUCIDO A LA CONDUCTA DEL AUTOR (CASOS DE
AUTOPUESTA EN PELIGRO DE LA VÍCTIMA O EXPOSICIÓN VOLUN-
TARIA AL PELIGRO QUE PROVIENE DE LA ACCIÓN DE OTRO)
anterior (golpe propinado al acusado), provocó que éste cogiera una silla
de plástico, que podía ser considerada peligrosa para aquélla. Es también
por propia decisión que la víctima comienza el forcejeo que determinó su
caída, continuando de esa manera en la situación peligrosa. A ello se debe
agregar que la previa provocación excluía el derecho a la legítima defensa
del perjudicado, quien, en todo caso, hubiera debido eludir la respuesta
del otro por cualquier medio que no fuera el de responder a la agresión pro-
vocada mediante una reacción defensiva contra el acusado. Resulta claro,
por lo tanto, que evitar la conducta del agresor no estaba en el ámbito de
la responsabilidad del recurrente y que consecuentemente el resultado pro-
ducido no puede serle atribuido en su totalidad. A ello se debe agregar que
el perjudicado podía calcular el peligro de su caída de la misma manera
que el recurrente. En suma: hubo provocación del riesgo por el perjudica-
do, quien al decidir su actuación podía y pudo tener conciencia del peligro
que asumía».
(3) Vid. en este mismo sentido CANCIO MELIÁ, Conducta de la víctima, pág. 122.
(4) Vid. los rasgos generales de esta paulatina evolución en CANCIO MELIÁ, Conducta de la
víctima, págs. 122-123; vid. también BoNET ESTEVA, La víctima del delito, págs. 156 ss.
Pero una cosa es lo que dice que hace el TS y otra muy distinta es lo que
realmente hace. Como veremos a continuación, la STS de 17 de septiembre
de 1999 se encuentra todavía muy lastrada por las tradicionales (y critica-
bles) soluciones que el TS ha venido otorgando a la relevancia jurídico-
penal del comportamiento de la víctima. Pues aunque se proclame solem-
nemente que nos encontramos ante un problema de imputación objetiva,
después no se aprecian en la argumentación del TS los criterios materiales
de atribución que permitan fundamentar normativamente, en primer lugar,
por qué el resultado es objetivamente imputable a la conducta de la vícti-
ma y no a la del autor; y en segundo lugar, por qué nos encontramos ante
una situación susceptible de ser calificada como de autopuesta en peligro
de la víctima que permita atribuir el resultado lesivo de sus propios bienes
jurídicos a su propio ámbito de responsabilidad y no al del autor.
para que no queden dudas, vuelve a aclarar que «[... ] es la víctima la que,
con su comportamiento anterior (golpe propinado al acusado), provocó
que éste cogiera una silla de plástico, que podía ser considerada peligrosa
para aquélla»; y finalmente remacha la cuestión considerando incluso que
«a ello se debe agregar que la previa provocación excluía el derecho a
la legítima defensa del perjudicado, quien, en todo caso, hubiera debido
eludir la respuesta del otro por cualquier otro medio que no fuera el de
responder a la agresión provocada mediante una reacción defensiva contra
el acusado». Es cierto que la Sentencia también valora para excluir la im-
putación del resultado al autor la circunstancia de que es « [ ... ] por propia
decisión que la víctima comienza el forcejeo que determinó su caída [... ] »,
lo que parece dar a entender que tiene en cuenta el criterio de la autopues-
ta en peligro de la víctima para llegar a la conclusión que finalmente se
adopta16i; pero incluso desde esta última perspectiva, el TS sigue insistiendo
en que esa decisión de la víctima es la que le permite permanecer en la
situación peligrosa que creó con su primera agresión(«[ ... ] continuando de
esa manera [por la decisión aludida] en la situación peligrosa»).
(6) Luego veremos si se trata de una auténtica autopuesta en peligro voluntaria de la víctima
o si, por el contrario, los hechos se deben interpretar como una situación de peligro
impuesta por el autor a la víctima ante la cual ésta no tenía más opción que enfrentarse
al autor para la defensa de sus propios bienes jurídicos. De momento, conviene analizar
con un poco más de detalle el carácter «causal» que el TS confiere en esta sentencia a la
primera agresión de la víctima.
todas las condiciones del resultado son equivalentes; por eso, elegir una
de estas condiciones como la causa única o eficiente a la que imputar el
resultado es arbitrario e injusto, al tener que depender dicha elección de la
pura decisión del juzgador fundada necesariamente en criterios meramente
intuitivos, personales o subjetivos.
(7) Vid., por todos, Rox1N, Strafrecht Allgemeiner Tei/, Band I (Grundlagen. Der Aufbau der
Verbrechenslehre), 3.ª ed., Múnich, 1997, § 11/ núm. marg. 63.
obliga a«[ ... ] eludir la respuesta del otro por cualquier medio que no fuera
el de responder a la agresión provocada mediante una reacción defensiva
contra el acusado». En suma: «hubo provocación del riesgo por el perju-
dicado, quien al decidir su actuación podía y pudo tener conciencia del
peligro que asumía». Sin embargo, entendemos que el resultado lesivo no
aparece aquí como la materialización del peligro inicial creado en este ca-
so por la primera agresión de la víctima, sino sólo en conexión causal con
el mismo. La sentencia habla de la «Situación peligrosa que él mismo [la
víctima] provocó con su primera agresión». Podemos admitir en principio
que la agresión inicial de la víctima creó un riesgo jurídico-penalmente
desaprobado; pero para comprobar si dicho riesgo se ha realizado o no en
el resultado es necesario efectuar un juicio de peligro que hay que formu-
lar después de finalizada la agresión inicial de la víctima, y en el que un
espectador objetivo situado ex ante se tendría que preguntar si la acción
de propinar una bofetada a otra persona aumenta de forma jurídicamente
relevante el peligro de que el sujeto que llevó a cabo dicha conducta sufra
una fractura subcapital del hombro derecho. Y como dicha cuestión debe
contestarse de forma negativa, pues del hecho de dar una bofetada no se
sigue necesariamente una fractura del hombro derecho del que la propinó,
tendremos que concluir que dicho peligro no se realizó en el resultado des-
crito y que, por tanto, no es procedente imputar el resultado al ámbito de
responsabilidad de la víctima!ªl. Es más: se puede considerar que el riesgo
creado por la víctima con su agresión inicial se ha agotado totalmente, sin
que pueda proyectarse más allá, en la misma conducta consistente en pro-
pinar la bofetada, merecedora por sí sola de la calificación penal de falta
consumada del art. 617.2 del CP (golpear a otro sin causarle lesión). En los
hechos que estamos comentando, el peligro para el bien jurídico protegido
de la víctima finalmente lesionado procede directamente de la acción del
autor consistente en coger una silla de plástico. Es a partir de esta acción
cuando puede hablarse de un peligro jurídico-penalmente relevante para
los bienes de la víctima, ya que tras la acción de coger la silla el autor, tal
y como se deduce de los hechos, origina una situación en la que parece
inminente la realización de una agresión contra la integridad física de la
víctima. El que dicho peligro creado por el autor se materialice después en
una lesión de la víctima causada mediante un golpe directo con la silla o a
(8) Para todo lo anterior, cfr. Rox1N, Strafrecht. AT, § 11/ núm. marg. 63 ss.
(9) Vid. Rox1N, «Zum Schutzzweck der Norm bei fahrlassigen Delikten», en Festschrift für
Wilhelm Callas zum 70. Ceburtstag, Berlín-Nueva York, 1973, págs. 241-259, 249 ss. Vid.
la traducción y notas de LuzóN PEÑA, «Sobre el fin de protección de la norma en los delitos
imprudentes», en Rox1N, Problemas del Derecho penal, Madrid, 1976, págs. 181-199.
(10) Vid. RoxrN, Strafrecht. AT, § 11/ núm. marg. 90 ss.
4. Sin embargo, no parece que los hechos de esta Sentencia deban ser
interpretados como una autopuesta en peligro voluntaria de la víctima que
permita la imputación objetiva del resultado a su ámbito de responsabi-
lidad y no al del autor. Y ello por varias razones: en primer lugar, porque
«[... ] resulta más complejo el recurso automático a una definición del he-
cho como autolesión o autopuesta en peligro cuando un tercero ha creado
un riesgo para los bienes jurídicos de otra persona»(11 l; y ya hemos visto
que en este caso es el autor, y no la víctima, el que crea el peligro que
aquí interesa desde el momento en que coge la silla en las circunstancias
descritas; en segundo lugar, porque, por ello mismo, parece que los hechos
de la sentencia de 17 de septiembre de 1999 deben ser interpretados más
bien como un supuesto de los que Rox1N denomina «puesta en peligro de
un tercero aceptada por éste o heteropuesta en peligro consentida» (ein-
Así pues, para saber si nos encontramos o no ante una autopuesta en pe-
1igro voluntaria es preciso tener en cuenta, cosa que no hace el TS en esta
Sentencia, aquel los supuestos en los que, como acertadamente dice (ANCio
MEuA, «la falta de responsabilidad de la víctima -y la posibilidad de impu-
tar el suceso al autor- puede generarse también porque ésta se encuentre
en una situación en la que se ve compelida a la realización de la conducta
arriesgada en virtud de una conducta del autor que de algún modo -di-
cho, de momento, en términos aproximativos- la fuerza a ello»(1 81 • Y en el
mismo sentido ha insistido más recientemente FErJóo SANCHEZ, al considerar
que «no existirá una autolesión o una autopuesta en peligro en sentido
propio cuando alguien se "autolesiona" o "autopone en peligro" porque un
tercero ha creado o le es imputable una situación de necesidad en la que
Pero con independencia de las críticas que pueda merecer esta senten-
cia, creemos que en cualquier caso el estado de necesidad justificante no
puede constituir el paradigma adecuado para resolver los supuestos en los
que se tiene que determinar hasta qué punto la víctima se ve forzada por el
autor a realizar una conducta peligrosa para sus propios bienes jurídicos. Y
ello fundamentalmente por tres razones:
(23) Privación de libertad de movimientos que sí valoró de alguna manera el TS en el «Caso del
salto del camión», en el que el resultado lesivo se imputó al conductor del vehículo.
Y en tercer lugar, no hay que perder de vista que lo que estamos tratan-
do de hacer es determinar aquellos casos en los que la conducta del autor
fuerza o constituye la base explicativa de la conducta de la víctima que
decide asumir una situación de peligro para sus propios bienes de forma
responsable o irresponsable. Y nada se opone en principio a que poda-
mos recurrir, como propone CANCIO MELIA, a criterios tales como el del
estado de necesidad exculpante, a través de los cuales el ordenamiento
jurídico ha fijado el umbral de presión psíquica que se espera que pueda
resistir un sujeto (constitucionalmente) imputable'25 l; o a criterios como el
del miedo insuperable, que vendría a ser aplicable, como estima CUERDA
ARNAU, precisamente a casos que no son incardinables en el estado de
necesidad si faltan determinados requisitos de este últimd26l. Cualquiera
de estos dos criterios, y no sólo el del estado de necesidad justificante,
que también, pueden explicar perfectamente en nuestra opinión los casos
(27) Vid. en este sentido FE1Jóo SANCHEZ, RDPC 5 (2000), pág. 328, donde desde su punto de
vista llega a la misma conclusión que nosotros: imputación del resultado en este caso al
ámbito de responsabilidad del autor y no al de la víctima.
(28) Sobre estos supuestos, vid. CANCJO MELJA, Conducta de la víctima, págs. 332 ss.
(29) FEJJóo SANCHEZ, RDPC 5 (2000), págs. 328-329.
(30) En este caso, un vehículo se saltó un control de la Guardia Civil, iniciándose a conti-
nuación una persecución. En el transcurso de la misma, el guardia civil acusado realizó
hasta cinco disparos con su arma reglamentaria, dos de los cuales impactaron en el ve-
hículo; como a pesar de esto el coche no se detenía, el acusado realizó un sexto disparo
que alcanzó al ocupante que iba sentado en la parte delantera junto al conductor y que
era el que dirigía la huida por ser buen conocedor del terreno, causándole lesiones de
diversa consideración. La persecución acabó cuando el propietario del vehículo, que iba
en la parte posterior del coche, a la vista de lo acontecido abrió la puerta y se arrojó del
coche en marcha.
un peligro sobre la víctima hasta ese momento inexistente. Por otra parte, la
conducta de la víctima [... ] no tenía porqué generar el uso de armas dado
que no reunía las condiciones para ello». Es evidente que aquí el autor creó
un riesgo sobre la víctima al comenzar a disparar en el transcurso de la per-
secución, y ello con independencia de que estuviera legitimado o no para
usar armas en este contexto (lo que constituye por otra parte una cuestión
de justificación y no de tipicidad, como parece entender esta resolución
al tratar esta cuestión en el ámbito del riesgo permitido); pero también es
evidente que la víctima pudo neutralizar el peligro, y evitar así la lesión de
su integridad física, con algo tan fácil y a su alcance como hubiera sido de-
tener el vehículo en el momento en el que el autor realizó el primer disparo
(al menos el primero que impactó en el vehículo) sin causar todavía ningún
resultado lesivo en la integridad física de la víctima. La omisión por parte
de la víctima de esta elemental medida de prevención o neutralización
incide sin duda sobre el riesgo creado sobre sus bienes por el autor, razón
por la cual esta circunstancia tendría que haberse tenido en cuenta en el
momento de la imputación del resultadd 31 l.
SUMARIO:
l. ITINERARIO PROCESAL DEL CASO
11. FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA DE LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
SUPREMO 1231/1999, DE 26 DE JULIO
111. LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL ASESOR FISCAL
IV. CONCLUSIONES
(1) De esta opinión APARICIO PÉREZ, El delito fiscal a través de la jurisprudencia, Pamplona,
1997, págs. 64 ss., en especial pág. 68.
(2) MAGALDI PATERNOSTRO, en CóRDOBA RoDAIGARdA ARAN (dirs.), Comentarios al Código Penal,
PE, /, Madrid, 2004, págs. 1181 ss.; (ONDE-PUMPIDO TouRóN, en CoNDE-PUMPIDO FERRE1Ro
(dir.), Código Penal comentado, /, 2.ª ed., Barcelona, 2004, pág. 919; MARTINEZ-BUJÁN
PÉREZ, Derecho penal económico y de la empresa, PE, 2.ª ed., Valencia, 2005, pág. 568;
CALDERÓN ÜREZo!CHOCLÁN MONTALVO, Código Penal comentado, Bilbao, 2005, pág. 649;
MORILLAS FERNÁNDEZ, en Coso DEL RosAL, M. (dir.), Comentarios al Código Penal, 2.ª época,
X (1), Madrid, 2006, págs. 24 y 43; RoDRíGuEZ-RAMOs lANDARIA, en RoDRíGuEZ RAMos, Có-
digo Penal, 2.ª ed., Madrid, 2007, pág. 744; MESTRE DELGADO, en lAMARCA P~REZ (coord.),
Derecho penal, PE, 4.ª ed., Madrid, 2008, págs. 408 ss.; QuERALT J1MÉNEZ, Derecho penal
español, PE, 5.ª ed., Barcelona, 2008, pág. 742; SERRANO GóMEZISERRANO MAíLLO, Derecho
penal, PE, 14.ª ed., Madrid, 2009, pág. 574. En la jurisprudencia, véanse, entre otras,
las SSTS 1940/2000, de 18 de diciembre (ponente, Saavedra Ruiz); 2403/2001, de 19
de diciembre (ponente, Bacigalupo Zapater); 2069/2002, de 5 de diciembre (ponente,
Colmenero Menéndez de Luarca); 1027/2003, de 14 de julio (ponente, Delgado García);
751/2003, de 28 de noviembre (ponente, Conde-Pumpido Tourón); 774/2005, de 2 de
junio (ponente, Monterde Ferrer); 1505/2005, de 25 de noviembre (ponente, Colmenero
Menéndez de Luarca); SAP Madrid (secc. 1.ª) 668/2008, de 21 de noviembre; Cádiz
(secc. 8.ª), 308/2006, de 28 de septiembre.
(3) SILVA SANCHEZ, Nuevo escenario del delito fiscal en España, Barcelona, 2005, págs. 53-54,
nota 42. Considera, en cambio, que el verbo «eludir» carece de un sentido necesaria-
mente personal APARICIO PéREZ, El delito fiscal, págs. 64 ss., en especial pág. 68.
(4) Defiende este punto de vista MART!NEZ-BUJÁN PéREZ, Derecho penal económico, pág. 570;
y en la jurisprudencia las SSTS 1940/2000, de 18 de diciembre; 2069/2002, de 5 de
diciembre, 1505/2005, de 25 de noviembre.
(5) CHOCLÁN MoNTALVO, Responsabilidad de auditores de cuentas y asesores fiscales. Tra-
tamiento de la información societaria inveraz, Barcelona, 2003, págs. 175 ss.; ROBLES
PLANAS, Garantes y cómplices. La intervención por omisión y en Jos delitos especiales,
Barcelona, 2007, pág. 132.
(6) SILVA SANCHEZ, Nuevo escenario del delito fiscal, pág. 69; HADWA, «El sujeto activo en los
delitos tributarios y los problemas relativos a la participación criminal», PC 3 (2007),
págs. 6y17.
tipo, concluyen que cualquier sujeto ajeno a la esfera de los obligados tri-
butarios tendrá vedada, por principio, la posibilidad de ser autor del delito.
Este sería el caso, por ejemplo, del asesor fiscal. Pese a ello, se acepta co-
múnmente la posibilidad de que el extraneus responda como partícipe en
el delito especial, ya que en tal dase de delitos la necesaria concurrencia
de los elementos, cualidades o relaciones exigidos por el tipo sólo es pre-
dicable para los autores, no para los partícipesm.
(7) MAGALDI PATERNOSTRO, Comentarios al Código, pág. 1184; CoNoE-PUMPIDO TouRóN, Código
Penal comentado, pág. 920; MARTINEZ-BUJÁN PéREZ, Derecho penal económico, pág. 570;
RooRIGuEZ-RAMOs lANDARIA, Código Penal, págs. 744 ss.; QuERALT J1MfNEZ, Derecho penal
español, pág. 742. Por lo que hace a la jurisprudencia, basten como muestra de la idea
que acaba de ser expuesta, entre un amplísimo número de resoluciones judiciales es-
pañolas, STC 41/1998, de 24 de febrero (ponente, CruzVillalón); SSTS 1312/1994, de
24 de junio (ponente, Ruiz Vadillo); 1826/1994, de 18 de octubre (ponente, Delgado
García); 7/1996, de 16 de febrero (Sala 5.ª) (ponente, Mayor Bordes); 274/1996, de 20
de mayo (ponente, Bacigalupo Zapater); 164/1997, de 12 de febrero (ponente, Baciga-
lupo Zapater); 1493/1999, de 21 de diciembre (caso Roldán) (ponente, Conde-Pumpido
Tourón); 20/2001, de 28 de marzo (caso Urralburu) (ponente, Conde-Pumpido Tourón);
776/2001, de 8 de mayo (ponente, Conde-Pumpido Tourón); 1078/2002, de 11 de junio
(ponente, Conde-Pumpido Tourón); las SSAP Madrid de 25 de enero de 2000, Ponteve-
dra de 25 de enero de 2001, Madrid de 26 de febrero de 2001, Toledo de 2 de mayo de
2001, Barcelona de 21 de diciembre de 2001, de 22 de marzo de 2002, de 5 de julio de
2006, de 21 de junio de 2006, Cantabria de 7 de julio de 2003, Asturias de 29 de marzo
de 2004; y el AAP Lugo de 2 de mayo de 2003.
(8) GRACIA MARTfN, El actuar en lugar de otro en Derecho penal, l. Teoría General, Zaragoza,
1985, págs. 355 SS.
(9) Vid., a este respecto, entre otras muchas resoluciones, la STC 50/1995, de 23 de fe-
brero (ponente, Mendizábal Allende) y la STS de 12 de marzo de 1986 (ponente, Vivas
Marzal).
(10) En términos parecidos, refiriéndose ya concretamente a aquellos elementos que ocupa-
rían un estatus intermedio entre los puramente personales y los completamente imper-
sonales como ámbito natural de aplicación del art. 65.3 CP, en atención al fundamento
material de este precepto, PEÑARANDA RAMos, cSobre el alcance del art. 65.3 CP. Al mismo
tiempo: una contribución a la crítica de los delitos de infracción de deber», en M.W.,
Estudios penales en homenaje a Enrique Gimbernat, Tomo 11, 2008, pág. 1449.
111.2. iDebe ser atenuada la pena del extraneus que participa en un de-
lito especial?
1. En los delitos especiales impropios la discusión doctrinal sobre la
responsabilidad del extraneus se centra, fundamentalmente, en torno a si
éste debe responder por el delito especial o por el común paralelo. En los
delitos especiales propios, en los que, como es sabido, no existen delitos
comunes paralelos, la atención del debate se encuentra focal izada, por una
parte, en torno a si la conducta del extraneus debe ser castigada o debe
quedar impune; y, por otra, a si, en caso de optar por la responsabilidad del
extraneus, ésta debe ser, o no, atenuada. Como ya se ha mencionado supra,
en la actualidad existe consenso acerca de que la participación del asesor
fiscal en el delito contra la Hacienda Pública cometido por su cliente no es,
por principio, atípica. De este modo, la problemática relativa a su respon-
sabilidad penal debe quedar circunscrita a si ha de responder con la misma
pena que el obligado tributario o con una pena menor.
(11) Gráfico es, a este respecto, el art. 19 LGT: «La obligación tributaria principal tiene por
objeto el pago de la cuota tributaria».
(12) En este sentido S1LVA SANCHEZ, Nuevo escenario del delito fiscal, págs. 70 ss.; HADWA, PC
3 (2007), págs. 6 y 17. Sobre la obligación tributaria y su infracción como elemento del
delito fiscal véanse, además, las SSTS 1940/2000, de 18 de diciembre, 2069/2002, de 5
de diciembre y 1505/2005, de 25 de noviembre.
(13) MAGALDI PATERNOSTRO, Comentarios al Código, pág. 1184. En la jurisprudencia, esta idea
se encuentra, por ejemplo, en la STS 274/1996, de 20 de mayo, caso Beltrán de Queralt
(ponente, Bacigalupo Zapater).
(14) Esta solución ha sido defendida por BACIGALUPO ZAPATER, PG, 4.ª ed., 1997, pág. 382. MA-
RIN DE ESPINOSA CEBAnos, «La atenuación de la pena al partícipe no cualificado en delitos
especiales (comentario a las sentencias del Tribunal Supremo de 18 de enero de 1994
y 24 de junio de 1994)», AP 1996, págs. 19 ss.; CHOCLAN MONTALVO, Individualización
judicial de la pena. Función de la culpabilidad y la prevención en la determinación de
la sanción penal, Madrid, 1997, pág. 125; SANCHEZ-VERA, Delito de infracción de deber
y participación delictiva, Madrid, 2002, págs. 271 ss., en la doctrina; y por las SSTS
263/1992, de 12 de febrero (ponente, Carrero Ramos); de 21 de marzo de 1992 (ponen-
te, Bacigalupo Zapater); 21/1993, de 18 de enero (ponente, García Miguel); 168/1994,
de 2 de febrero (ponente, Móner Muñoz); 1312/1994, de 24 de junio (ponente, Ruiz
Vadillo); 274/1996, de 20 de mayo (ponente, Bacigalupo Zapater); 164/1997, de 12 de
febrero (ponente, Bacigalupo Zapater); 1203/1999, de 12 de julio (ponente, Móner
Muñoz); de 21 de diciembre de 1999 (caso Roldán); de 28 de marzo de 2001; de 8 de
mayo de 2001; 2052/2001, de 7 de noviembre (ponente, Conde-Pumpido Tourón) y de
11 de junio de 2002, en la jurisprudencia.
(15) Vid. CHOCLÁN MoNTALVO, «La atenuación de la pena del partícipe en el delito especial
propio•, AP 1995, págs. 103 ss.
(16) Vid. P~REZ ALONSO, Teoría general de las circunstancias, Madrid, 1995, págs. 240 ss. Una
visión crítica de tales soluciones se encuentra, por ejemplo, en G6MEZ MARTfN, Los de-
litos especiales, Madrid, 2006, págs. 527 ss.; RuEDA MARTfN, •Recensión a Sánchez-Vera
Gómez-Trelles, Delito de infracción de deber y participación delictiva•, RDPC 13 (2.ª
época, 2004), pág. 522.
(17) Así lo declara expresamente, por ejemplo, la STS 1074/2004, de 18 de octubre (ponente,
Soriano Soriano).
(18) Vid. ROBLES PLANAS, Garantes y cómplices, pág. 148; R1cc1, «El nuevo art. 65.3 del Código
Penal: entre el debate dogmático y las consecuencias político-criminales», RDP 2005,
págs. 19, 23 y 28 SS.
(19) Vid. PEÑARANDA RAMos, en EH-Gimbernat, 11, pág. 1429; ROBLES PLANAS!RIGGI, «El extraño
art. 65.3 del Código Penal. Un diálogo con Enrique Peñaranda sobre sus presupuestos
dogmáticos y su ámbito de aplicación», lndret 412008, pág. 15.
(20) De esta opinión SILVA SANCHEZ, Nuevo escenario del delito fiscal, págs. 75 ss.
A tal efecto, es preciso recordar que no todos los delitos especiales tie-
nen la misma naturaleza121 i. Así, puede distinguirse entre delitos especiales
en sentido estricto y delitos especiales en sentido amplio. Los primeros
se caracterizan porque, en el los, sólo podrán ser autores del delito aque-
llos sujetos que se encuentren en una posición especial con respecto al
bien jurídico protegido, mientras que, en los segundos, la restricción del
círculo de posibles autores obedece, fundamentalmente, a razones de mera
tipificación de una determinada realidad fenomenológica habitual. Según
entiendo, en los delitos especiales en sentido estricto, esto es, los delitos es-
peciales de posición, la atenuación de la pena del extraneus puede encon-
trarse, en principio, justificada, porque el sujeto no cualificado se halla más
alejado que en los delitos comunes del dominio del riesgo típico ostentado
por el intraneus122 i. Ello no se cumple, en cambio, en los delitos especiales
en sentido amplio.
(21) En este sentido ibidem, págs. 75 ss. SILVA se pregunta si la atenuación facultativa de la
pena del extraneus prevista en el art. 65.3 CP significa que el Juez o Tribunal es libre de
decidir atenuar o no la pena del sujeto no cualificado caso por caso, o bien debe tener
en cuenta que no todos los delitos especiales tienen la misma naturaleza, y atender a
ésta para decidir al respecto. SILVA entiende, acertadamente, que la proscripción de la
inseguridad jurídica debe conducir a acoger la segunda opción.
(22) De la misma opinión RuEDA MARTfN, «Reflexiones sobre la participación de extraños en
los delitos contra la Administración pública•, RDPC 8 (2001 ), págs. 159 ss.
(23) De otra opinión PEÑARANDA RAMos, en EH-Gimbernat, 11, pág. 1428.
(24) HERZBERG, «Grundfülle zur Lehre von Taterschaft und Teilnahme», JuS 1975, págs. 647
ss.; lo., ZStW 88 (1976), págs. 68 ss.; lo., Taterschaft und Teilnahme. fine systematische
Darstel/ung anhand von Grundfallen, Múnich, 1977, págs. 126 ss.; lo., «Der agent provo-
cateur und die "besonderen personlichen Merkmale"» (§ 28 StGB)», JuS 1983, pág. 738;
lo., «Akzesorietat derTeilnahme und personliche Merkmale», CA 1991, págs. 168 ss.
Si, como creo, el extraneus que participa en un delito especial (por ejem-
plo, de deber) debe responder con pena, no se entiende por qué precisa-
mente en esta clase de delitos debe defenderse, por principio, la impunidad
del cómplice, y no la del inductor o el cooperador necesario. A este respec-
to, no me parece convincente el argumento según el cual «la virtualidad
de la mención a los inductores y los cooperadores necesarios sería, pues,
simplemente la de excluir los ataques menos importantes del ámbito de las
conductas punibles»c271 • En mi opinión, no existe una sola razón para soste-
ner, por principio, la falta de relevancia penal de la conducta del cómplice
en los delitos especiales de deber y no, cambio, en las restantes clases de
del itoscia¡.
(25) S1LvA SANCHEZ, Nuevo escenario del delito fiscal, págs. 77 ss.; R1cc1, RDP 2005, pág. 33;
ROBLES PLANAS, Garantes y cómplices, pág. 149.
(26) De otra opinión, R1GG1, RDP 2005, pág. 33.
(27) RoBLEs PLANAS, Garantes y cómplices, pág. 149.
(28) Como tampoco resulta defendible la impunidad del cómplice en los delitos especiales
propios (por ejemplo, en un delito de prevaricación judicial) y, al mismo tiempo, la
responsabilidad penal del cómplice (por el delito común subyacente) en los delitos espe-
ciales impropios, como sostiene R1cc1, RDP 2005, pág. 36.
(29) Advierte también de tal circunstancia, por ejemplo, ibídem, pág. 19.
IV. CONCLUSIONES
1. Como delito especial, el delito fiscal es, desde mi punto de vista, un
delito de posición de naturaleza mixta con una doble dimensión objetivo-
personal. Por una parte, objetiva, esto es, comunicable a todo aquel inter-
viniente en el hecho que la conozca. Por otra, personal, es decir, incomuni-
cable al extraneus, de tal modo que la ausencia en éste puede descargarle
de una parte de su responsabilidad por la intervención en el hecho.
1
1 3. En cuanto al extraneus cómplice, lo que revela la ausencia de toda
referencia a la complicidad no es, desde mi punto de vista, que el extraneus
que interviene como cómplice en un delito especial no deba responder
con pena, sino precisamente todo lo contrario: que la atenuación de la
pena prevista para el inductor y el cooperador necesario extraneus no se le
puede hacer extensiva.
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1 ©LA LEY 685
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37
CASO GUATEMALA<*>
Los hechos que dan lugar al «caso Guatemala», según los fundamen-
tos de hecho del MN de 27 de marzo de 2000, «Se circunscriben al
tiempo de «guerra que azotó durante treinta y seis años a Guatemala» y
más concretamente, al período investigado por la «Comisión para el Es-
clarecimiento Histórico» (CEH), creada en el ámbito de los Acuerdos de
Paz de Oslo en 1994, período que comprende los años 1962 a 1996.
Pero, sobre todo, hay que incluir aquí el genocidio del pueblo ma-
ya, pues fueron asesinadas 200.000 personas y hubo 45.000 desapa-
riciones forzadas, estimándose que el 83 % de las víctimas eran de
etnia maya y que el 1O% de la población fue desplazada, llegando a
erradicarse comunidades indígenas enteras. Por ello -señala el auto
referido- «de la detenida lectura de la extensa e intensa documenta-
ción presentada por los denunciantes se infiere con total claridad que
los hechos pretendidamente ejecutados por los denunciados se enca-
minaron al exterminio del pueblo maya en su realidad étnica, racial
y social, en su pretextada calidad de favorecedor o encubridor -y
aún de originador- de la insurgencia o revolución en Guatemala, así
como a la eliminación de todo obstáculo ideológico -encarnado en
sujetos individuales o colectivos- que pudiese representar un riesgo
de fracaso de la prevalerte finalidad genocida, todo ello por medio de
la muerte, la tortura y el terror como métodos de ejecución muchas
l. INTRODUCCIÓN
Por otro lado, señala que una parte de «la doctrina y algunos Tribunales
nacionales se han inclinado por reconocer la relevancia que a estos efectos
pudiera tener la existencia de una conexión con un interés nacional como
elemento legitimador, en el marco del principio de justicia universal, mo-
dulando su extensión con arreglo a criterios de racionalidad y con respeto
al principio de no intervención. En estos casos podría apreciarse una rele-
vancia mínima del interés nacional cuando el hecho con el que se conecte
alcance una significación equivalente a la reconocida a otros hechos que,
según la ley interna y los tratados, dan lugar a la aplicación de los demás
criterios de atribución extraterritorial de la jurisdicción penal» (FO 10.0 ).
De este modo el TS exige una conexión con un interés nacional, como la
nacionalidad de las víctimas u otro interés relevante, para la aplicación del
principio de justicia universal.
Por otra parte, pese a que la resolución mayoritaria del pleno comparte
esta improcedencia, al no estimar dicho motivo casacional, incurre en refor-
matio in peius, pues la sentencia perjudica la posición previa al recurso de
los querellantes (únicos recurrentes) en cuanto a la base esencial de su pre-
tensión, que es la querella por delito de genocidio supuestamente cometido
en Guatemala contra la población de etnia maya. «El fallo, aunque estima
parcialmente el recurso, limita la admisión de la querella exclusivamente al
ámbito de los delitos de tortura y solamente contra ciudadanos españoles,
por lo que en lo que se refiere al crimen internacional de genocidio contra la
población maya, base de la querella, la resolución del recurso desestima la
posibilidad de aplicación de la jurisdicción española no sólo Npor el momen-
to'; como decía el auto recurrido, sino de forma definitiva». Por tanto, la sen-
tencia «aprovecha la oportunidad que le concede el recurso para sentar una
nueva doctrina, más restrictiva en la aplicación de la Jurisdicción Universal
que la sostenida en el auto recurrido. En consecuencia, se utiliza el recurso
en perjuicio de los propios recurrentes» (FO 5.º).
t
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
d) El «Caso Falun Gong» ha sido objeto de dos resoluciones del TS, de-
bido a que se presentaron varias querellas en distintos momentos contra di-
versos cargos del gobierno y el partido comunista chino por la persecución
del movimiento religioso Falun Gong. En este momento, interesa destacar
que la primera querella interpuesta por delitos de genocidio y torturas con-
tra el ex presidente chino, Jiang Zemin, se resolvió mediante la STS de 18
de marzo de 2005, denegando la competencia de nuestros tribunales.
698
©LA LEY
37. Caso Guatemala
(2) Cuando se habla de los requisitos exigidos por el ordenamiento jurídico interno, el
Acuerdo señala que cel art. 23.4 LOPJ no puede ser interpretado de modo que conduz-
ca en la práctica a la apertura de diligencias penales ante la noticia de la comisión de
hechos susceptibles de ser calificados como algunos de los delitos a los que se refiere,
cualquiera que fuera el lugar de comisión y la nacionalidad del autor o víctima, pues no
le corresponde a ningún Estado en particular ocuparse unilateralmente de estabilizar el
orden, recurriendo al Derecho Penal, contra todos y en todo el mundo».
(3) Sobre este conflicto institucional, vid. LLOBET ANGLf, «El alcance del principio de jurisdic-
ción universal según el Tribunal Constitucional. Una discutible interpretación en la STS
de 20 de junio de 2006», lndret 412006 (consultable en www.indret.com).
(4) Vid. al respecto, por todos, REMIRO BROTóNs, El caso Pinochet. Los límites de la impunidad,
Madrid, 1999; GARdA ARANILóPEZ GARRIDO (coords.) et al., Crimen internacional y juris-
dicción universa/. El caso Pinochet, Valencia, 2000; SANCHEZ LEGIDO, Jurisdicción universal
penal y derecho internacional, Valencia, 2004; GARCfA SANCHEZ, Umites a la ley penal en
e/ espacio, Barcelona, 2004; ÜLL~ Ses~, Justicia universal para crímenes internacionales,
Madrid, 2008.
(5) Vid. G1L GIL, «Informes nacionales. España», en AA.W., Persecución penal nacional de
crímenes internacionales en América Latina y España, Montevideo, 2003, págs. 358 ss.;
EAo., e La sentencia de la Audiencia Nacional en el caso Scilingo», RECPC 2005, pág. 11;
701
~LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
702
©LA LEY
37. Caso Guatemala
VI. EPfLOGO
La «reforma» del art. 23.4 LOPJ de 2009 será aplicable a los casos judi-
ciales que estén en curso en la actualidad, dado que se trata de una norma
de carácter procesal no sujeta a la irretroactividad de la ley penal. Pero, in-
cluso, aunque se considerara de naturaleza penal, que no lo es, se aplicaría
la excepción de la retroactividad de la ley penal más favorable. Lo dicho
significa que los procesos ya iniciados en la AN y pendientes de resolución
(6) Vid. al respecto, BLANCO CORDERO, «Sobre la muerte de la jurisdicción universal», RGDP 12
(2009); CHINCHÓN ÁLVAREZ, •Análisis formal y material de la reforma del principio de juris-
dicción universal en la legislación española: de la "abrogación de facto" a la "derogación
de iure"•, LL núm. 7211, 6 de julio de 2009; DEL CARPIO DELGADO, cEI principio de justicia
universal en España tras la reforma de 2009», U núm. 7307, 21 de diciembre de 2009.
(7) Así, vid. BLANCO CORDERO, RGDP 12 (2009), págs. 14 ss.; CHINCHÓN ÁLVAREZ, LL núm. 7211
de 6 de julio de 2009, pág. 14.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. PRECEDENTES Y POSICIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO
111. RELEVANCIA JURISPRUDENCIAL DEL CASO
IV. CONSIDERACIONES CRÍTICAS
705
©LA LEY
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
l. INTRODUCCIÓN
Los anteriores hechos son una versión sumamente resumida de los que
dieron lugar a la Sentencia del Tribunal Supremo español de 28 de marzo de
2
2001 <i conocida, doctrinal y jurisprudencialmente, como caso Urralburu.
(1)
Téngase en cuenta que, al tiempo de comisión de los hechos, la cuantía típica del delito
fiscal era de 5 millones de pesetas (art. 349 del CP/1973) que se incrementó a 15 millo-
nes de pesetas (aproximadamente, unos 90.000 euros) por LO 6/1995, de 29 de junio y
LO 10/1995, de 23 de noviembre, que aprobó el nuevo Código Penal (art. 305).
(2) Sentencia 20/2001 (ponente, Conde-Pumpido Tourón).
706
©LA LEY
38. Caso Urralburu
(3) El resto de condenas a los demás acusados y responsables civiles son irrelevantes a los
efectos que aquí interesan.
(4) Sobre el deber de tributar por los ingresos ilícitos, en general, y sobre el caso Urralburu,
en particular, dr. APAR100 PÉREZ, El delito fiscal a través de la jurisprudencia, Pamplona,
1997; lo., «El tratamiento fiscal de actividades ilícitas y fondos de origen ilegal•, Cróni-
ca Tributaria 1995 (núm. 76), págs. 9-12; S. BAOGALUPO, «Delito fiscal y tributación de
ganancias ilícitamente obtenidas•, LL núm. 5394, 11 de octubre de 2001; EAo., Ganan-
cias ilícitas y Derecho penal, Madrid, 2002; CAsrRo MORENO, Efusiones fiscales atípicas,
Barcelona, 2008; CH1co DE LA (AMARA, «La tributación de los actos ilícitos•, Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 1996, núm. extraordinario 20, Es-
tudios de Derecho Financiero y Tributario: homenaje al profesor Fernando Vicente-Arche
(5) Cfr. SoLER RocH, «La tributación», CREDF 1995 (núm. 85), pág. 10: «todos (pero sólo los
ciudadanos honrados) contribuirán al sostenimiento público de acuerdo con su capaci-
dad económica>, calificándolo de «discriminación intolerable• y •agravio comparativo»
(pág. 21 ). Parece argumentar en términos similares, BERL1R1, Principios de Derecho Tribu-
tario, vol. 11, págs. 338-339: «Muy a menudo una actividad ilegítima rinde más que una
actividad legalmente ejercitada, lo que significa que, en igualdad de capacidad y de
trabajo, la primera da una renta de cien, mientras la segunda la da sólo de ochenta o de
cincuenta, e incluso de diez[ ... ]>.
(6) Vid. S. BACIGALUPO, por ejemplo, critica la «receptación> del Estado desde la perspectiva
de la igualdad: e En efecto, si el Estado, aunque sea bajo el pretexto de respetar el prin-
cipio de igualdad, considera que las ganancias derivadas del delito deben quedar some-
tidas a los deberes del art. 31 de la Constitución, debería explicar qué diferencia existe
entre su pretensión y la receptación o el blanqueo de capitales realizados por cualquier
ciudadano> («Delito fiscal y tributación>, LL núm. 5394, 11 de octubre de 2001, pág.
3 y Ganancias ilícitas, pág. 22), destacando que clos defensores de la imposición del
deber de tributar por las ganancias provenientes de un delito basada en el argumento
de la igualdad deberían explicar cómo se explica que el Estado pueda satisfacer dicha
igualdad mediante la comisión de delitos graves> (LL núm. 5394, 11 de octubre de 2001,
nota 15 y Ganancias ilícitas, nota 24).
(7) Ponente, Conde-Pumpido Tourón.
710
©LA LEY
38. Caso Urralburu
en ese caso concreto no había ninguna condena por un delito previo ge-
nerador de los ingresos, rechazando de la misma forma que la ocultación
de los ingresos pudiera estar en alguna medida justificada por el derecho
fundamental a no declararse culpable y a no declarar contra sí mismo. La
SAP de Barcelona de 12 de febrero de 2008 reconoce la vigencia de dicha
doctrina, si bien alcanza la solución absolutoria por otra serie de razonadas
consideraciones. También la STS de 30 de octubre de 2008 reitera la doc-
trina ante los recursos del Ministerio Fiscal y la Abogacía del Estado pese al
sugerente argumento del Ministerio Fiscal de que la condena por el delito
previo no era firme. El TS responde -además de que la anterior condena
si ha devenido firme- que «no se encuentra razón para sostener que la
normal demora en ser dictada la sentencia confirmatoria de la condena, en
un recurso de casación, haya de ser ponderada en contra de los acusados
para excluir el caso del supuesto contemplado por la jurisprudencia que
les favorece, lo que será contrario a la seguridad jurídica que proclama el
art. 9 .3 CE».
(9) Sobre esta cuestión, más ampliamente, R1ses R1ses, «El derecho a no declarar contra sí
mismo en el ámbito penal tributario: reflexiones a la luz de la jurisprudencia norteame-
ricana», CREDF 2000 (núm. 105), págs. 105-119. Sobre la jurisprudencia del TEDH en
esta materia, cfr. SoLER RoCH, «La tributación», CREDF 1995 (núm. 85), pág. 30; CH1co
DE LA (AMARA, «La tributación», RFDUC, 1996, págs. 91-93 y S. BACIGALUPO, Ganancias
ilícitas, págs. 26-28. Vid. también Ru1z DE ERENCHUN ARTECHE, en ¿Libertad económica o
fraudes punibles?, 2003, págs. 227-234.
discusión. Sólo si se entiende que las rentas ilícitas están sujetas a tributa-
ción, puede abordarse la incidencia de este principio. Conviene distinguir
la proyección formal y material del principio. La primera se halla recogida,
fundamentalmente, en el art. 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y
surge desde el momento en el que a un ciudadano se le imputan hechos
que revisten caracteres de delito. Y significa que quien no declara, no con-
testa a alguna de las preguntas que se le formulan o incluso quien falta a
la verdad en su declaración, no puede ser objeto de ninguna sanción. En
su vertiente material la cuestión podría plantearse en un doble plano: por
un lado, si el incumplimiento del deber de tributar resulta justificado por el
derecho a no confesarse culpable; por otro lado, de no resultar justificado,
si puede excluirse la sanción sobre la base de la inexigibilidad de otra con-
ducta. Entiendo que la respuesta a ambas cuestiones es negativa, sin perjui-
cio de la incidencia que el derecho a no declarar contra uno mismo pue-
da tener en el derecho tributario. Las dificultades que presenta la colisión
entre el deber de contribuir y el derecho a no declarar contra uno mismo
han sido puestas de manifiesto por diversos autores, si bien con relación a
la obtención de la prueba 00i. El aspecto nuclear de la cuestión reside en la
imprescindible distinción entre la diferente naturaleza de los dos deberes
que -en lo que aquí interesa- coexisten en el ámbito tributario: por un
lado, el deber de contribuir al sostenimiento del gasto público, mediante
la correspondiente tributación y, por otro, el deber de colaborar con la Ad-
ministración tributaria en determinadas circunstancias. El incumplimiento
de cualquiera de los deberes tiene como consecuencia la aplicación de su
correspondiente sanción. Así, por ejemplo, constituye una infracción grave
«dejar de ingresar dentro de los plazos reglamentariamente señalados, la
totalidad o parte de la deuda tributaria (... )», mientras que constituye una
infracción simple «la resistencia, excusa o negativa a las actuaciones de
la Administración tributaria ya sea en fase de gestión, inspección o recau-
dación». El derecho a no declarar contra uno mismo podrá afectar, en su
caso, a la infracción de los deberes de colaboración° 1i existentes y no al
(10) Por todos, dr. DfEZ-PICAZO G1MÉNEZ, «Art. 24: garantías procesales», en ALZAGA V1LLAAMIL
(dir.), Comentarios a la Constitución española, t. 111, Madrid, 1996, págs. 106-11 O.
(11) Cfr. COLLADO YuRRITA, La actuación de la inspección financiera y tributaria en la instrucción
del proceso por delito fiscal, Valencia, 1996, págs. 130-135, con una completa recopila-
ción de las normas que regulan los diferentes deberes así como de trabajos relacionados
con la materia (vid. ibidem, nota 174).
(12) Cfr. S. BACIGALUPO, «Delito fiscal y tributación», lL núm. 5394, 11 de octubre de 2001,
pág. 7, nota 65 y EAD., Ganancias ilícitas, pág. 115, nota 193.
714
©LA LEY
38. Caso Urralburu
ción de tributar por los ingresos de tal naturaleza. La prohibición del bis in
ídem permite explicar por qué no se sanciona a quien defrauda mediante
la no tributación de las ganancias ilícitas, pero no permite explicar la exis-
tencia del deber (de tributar) por cuya infracción se aplica (o no) la sanción.
Por tanto, decidir no sancionar sobre la base del non bis in ídem implica
reconocer la existencia de un deber y su infracción. Todo concurso de nor-
mas exige la existencia de dos normas (deberes) aplicables.
(13) Sobre esto, más ampliamente, Ru1z DE ERENCHUN ARTECHE, en ¿Ubertad económica o frau-
des punibles?, 2003, págs. 235 a 260. Vid., en el mismo sentido, (ASTRO MORENO, Efusio-
nes fiscales, 2008, págs. 130-140.
FoRNASARI, Gabriele
Professore Ordinario di Diritto Pena/e. Universitá degli Studi di Trento
CoRN, Emanuele
Becario de investigación en Derecho Penal. Universitá degli Studi di Trento
SUMARIO:
l. ITINERARIO PROCESAL DEL CASO
11. RAZONES DE INTERÉS DEL CASO Y POSTURA DE LA JURISPRU-
DENCIA ANTES DE LA SENTENCIA FRANZESE
111. TESIS DE LA SENTENCIA
IV. DISCUSIÓN GENERADA POR LA SENTENCIA FRANZESE
V. LAS LUCES MARCADAS POR LA SENTENCIA FRANZESE Y SUS
DESAFÍOS
(*) Sentencia de la Corte di Cassazione, Sezioni Unite Penali, de 1Ode julio de 2001. Los
dos autores son responsables y comparten todo el contenido de este artículo; sin embar-
go, la redacción de los párrafos se realizó de esta forma: Gabriele Fornasari, párrafos 11 y
111; Emanuele Corn, párrafos introductorio, I, IV y V.
©LA LEY
717
¡¡
111
~
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
El juez definió con precisión la posición apical del doctor Franzese con
respecto a su división hospitalaria y reconoció precisas notas de impruden-
cia e impericia en los comportamientos omisivos del médico y en el hecho
de dar de alta anticipadamente al paciente.
(1) Art. 40 apartado 11 CP it.: «No impedir un resultado, que se tiene la obligación jurídica
de evitar, equivale a ocasionarlo».
Art. 589 apartado 1CP it.: cEI que por imprudencia causare la muerte de otro será casti
gado con la pena de reclusione de seis meses a cinco años».
(2) Corte di Cassazione, Sezioni Unite Penali, Sentencia de 1O de julio de 2002, pres. Mar-
vulli; est. Canzio; ric. Franzese; publicada integralmente en la revista JI Foro Italiano
2002, 11, pág. 601; y en RIDPP 2002, pág. 1133. El Regio Decreto, 30 de enero de 1941,
núm. 12 in materia di ordinamento giudiziario establece (arts. 65-67) que la Suprema
Corte di Cassazione se divide en Sezioni y se compone por un Primo Presidente, por los
presidentes de las diferentes secciones y por los Consiglieri. El Primo presidente preside
las audiencias de las Sezioni Unite. Toda sección de la Corte di Cassazione juzga por me-
dio de cinco jueces. Las Sezioni Unite trabajan por medio de nueve jueces seleccionados
en cada caso entre los jueces de las secciones civiles o penales.
Desde hace varios años -ya más de diez- las cuestiones relativas a
la relación causal entre conducta omisiva y resultado eran objeto de un
intenso debate en la doctrina penal italiana, con considerables repercusio-
nes en la actividad jurisprudencia!, sobre todo, con respecto al sector de la
responsabilidad del médico.
(3) Así, por todos, SrELLA, en «La nozione penalmente rilevante di causa», RIDPP 1988, pág.
1249; M. ROMANO, en Commentario sistematico del codice pena/e, vol. 1, 3.ª ed., Milán,
2004, pág. 376.
(4) En este sentido, ex plurimis, GRASso, /1 reato omissivo improprio, Milán, 1983, pág. 384;
F1ANDAc:AI Musco, Diritto pena/e. Parte genera/e, 6.ª ed., Bolonia, 2009, pág. 599.
(5) Se sigue el esquema de análisis marcado por D' ALESSANDRO, en DoLC1Nl!MARINucc1, Codice
pena/e commentato, vol. 1, 2.ª ed., Milán, 2006, sub «art. 40», pág. 336, que a su vez
(11) Como última, antes de la intervención de las Sezioni Unite, Cass. 2.7 .1999 (Giannitrapani),
FI, 2000, pág. 260.
(12) Justo en aquellos años una formulación de este tipo se adoptó en el «Progetto Grosso»,
un proyecto estimulado por el Gobierno para reformar la parte general del código penal,
que sin embargo no se presentó en el Parlamento a causa del fin de la legislatura.
del criterio de la condicio sine qua non referido a las leyes científicas de
cobertura que sean fruto de la mejor ciencia y experiencia del momento
histórico y que hagan de fundamento del razonamiento controfattuale del
juez.
Pasando a examinar las específicas cuestiones de la causalidad en la
omisión, y aún más en particular en el caso de conductas omisivas re-
conducibles al sector de la actividad médico-quirúrgica, las Sezioni Unite
empezaron criticando los intentos de la jurisprudencia y de la doctrina de
«normativizar» el juicio acerca de la causalidad remitiendo éste, no a una
puntual averiguación del nexo condicional en el caso concreto, sino a la
simple constatación del aumento o de la falta de disminución del riesgo
sufrido por el bien tutelado, prescindiendo del todo de la existencia de
adecuados coeficientes de probabilidad de salvación del comportamiento
debido.
(13) Cass., sez. un., 10.07.2002, considerato in diritto núm. 4, RIDPP, 2002, pág. 1137.
(14) De esta opinión por ejemplo: F1ANDACA, Causa/ita (rapporto di), en Dig. Disc. pen, vol.//,
Turín, 1988, pág. 127.
(15) Hasta este punto de la sentencia, las Sezioni Unite llaman la atención sobre tres pronuncia-
mientos de la sección IV de poco tiempo anteriores, que ya habían «cambiado de rumbo»
con respecto a las orientaciones tradicionales: se trata de las sentencias Cass. 28 de sep-
(17) Véase, RoNco, «La dimensione oggettiva del fatto tipico. 11 nesso causale tra condotta ed
evento», en lo. (dir.) et al., 11 reato. Struttura del fatto tipico. Presupposti oggettivi e soggettivi
del/'imputazione penale.11 requisito dell'offensivita del fatto, Bolonia, 2007, pág. 249; CA-
DOPPllVENEZIANI, Elementi di diritto pena/e. Parte genera/e, 3.ª ed., Padua, 2007, pág. 226.
(18) Véase, BLAIOTTA, La causa/ita ne/la responsabilita professionale. Tra teoría e prassi, Milán,
2004, pág. 73, quien habla de «Un nuevo comienzo».
(19) Para una substancial adhesión a los principios enunciados se pueden ver: STELLA, «Etica e
razionalita del processo penale nella recente sentenza sulla causal ita delle Sezioni Unite
della Suprema Corte di Cassazione», RIDPP 2002, pág. 815, quien, aun después algunas
aclaraciones personales, define la sentencia como «la despedida definitiva, en el sector
de la causalidad, desde las concepciones autoritarias del proceso penal»; 01 G1ov1NE, «La
causalita omissiva in campo medico-chirurgico al vaglio delle sezioni unite», FI 2002, 11,
pág. 608; B. ROMANO, Cuida alfa parte genera/e del diritto pena/e, Padua, 2009, pág. 250;
PAGLIARO, Principi di diritto pena/e. Parte genera/e, 8.ª ed., Milán, 2003, pág. 361 (nota
21 ), que por su parte declara preferir un distinto uso terminológico. No hacen falta, sin
embargo, algunas voces parcialmente no acordes: por ejemplo, en la opinión de MANNA,
Corso di diritto pena/e, vol. 1, Padua, 2007, pág. 224, las Sezioni Unite se han desajustado
a favor del respecto de las exigencias de la prueba en el proceso; denuncia, por su parte,
una falta de equilibrio en la otra dirección PuurANó, Diritto pena/e, 2.ª ed., Turín, 2007,
pág. 243; comparte el punto de vista general de la sentencia, pero opina que se ajuste
solo a los delitos comisivos y no a aquellos omisivos VENEZIANI, <di nesso tra omissione ed
evento nel settore medico: struttura sostanziale ed accertamento processuale», en Studi
in onore di Marinucci, vol. 11, Milán, 2006, pág. 1989.
(20) Así ya BLAIOTTA, en La causa/ita.
Las razones de esta imposibilidad son varias. La principal es, sin em-
bargo, la imposibilidad por parte de los penalistas de utilizar sus comunes
esquemas de investigación. Cada caso debería estudiarse no simplemente
fijándose en las motivaciones abstractas escritas por los jueces, sino obser-
vando los resultados de las pruebas, siendo a veces necesario para ello no
sólo leer íntegramente las sentencias sino también estudiar las otras actas
contenidas en los expedientes.
La sentencia Franzese dio lugar a un debate tan intenso que todo juez
que se ocupe de casos similares siente hoy el deber de citarla y afirma res-
petar los principios en ella contenidos. Sin embargo, la «infidelidad subs-
tancial» de una serie de pronunciamientos ha sido denunciada por varios
autores(22 J y hasta la propia Corte di Cassazione ha confirmado la existencia
de esta postura<rn.
Con esto no se quiere decir que se trate de una «infidelidad» de mala fe.
La causalidad en la responsabilidad profesional padece de una intrínseca
indeterminación y además (esto es otro factor de complicación) todavía no
existe un acuerdo pleno sobre los principios efectivamente afirmados por
la sentencia Franzese<24i_ Se trata ni más ni menos que de la otra cara de la
(25) Emblemático en este sentido: D' ALESSANDRO, «Le frequenze medio-basse e il nesso causa-
le tra omissione ed evento», Cass. Pen., 2007, pág. 4812.
(26) Se trata de la posición, que toma como referencia la solución adoptada por el legislador
francés, de: C. F10RE/S. F10RE, Diritto pena/e. Parte genera/e, 3.ª ed., Turín, 2008, pág.
230; y de PumANó, Diritto pena/e, 2007, pág. 243; Hay quien, aun más radicalmente,
propone, para sobrepasar este impasse, de ponerse en el camino alternativo de la res-
ponsabilidad civil, cuya afirmación podría fundarse ya simplemente en la disminución
de las chances de salvación, determinada por la omisión del comportamiento debido: en
este sentido CANESTRAR1/CoRNACCH1A!DE S1MONE, Manuale di diritto pena/e. Parte genera/e,
Bolonia, 2007, pág. 367. Se trata también de la postura de STELLA, Giustizia e modernita,
3.ª ed., Milán, 2003.
(2 7) Se hace referencia a D' ALESSANDRO, en CRESPVfoRr1/ZucCALA (coords.), Commentario breve,
2008, sub «art. 40», pág. 139. Vid. también RONCO, en /1 reato, págs. 215 y ss. y 250. En-
tre las sentencias citadas mírense: Cass. 9 de febrero de 2006 (en Guida al diritto, 2006,
núm. 23, 99); Cass. 2 de marzo de 2005 (en CEO Cass., rv. 231356); Cass. 25 de mayo
de 2005 (en Cass. Pen., 2006, 2393).
(28) Vid. VENEZIANI, en Studi in onore di Marinucci, vol. 11, pág. 1989.
(29) Vid. D1 Glov1NE, cProbabilita statistica e probabilita logica nell'accertamento del nesso di
causalita», Cass. Pen., 2008, pág. 2180.
Los desafíos que el «modelo Franzese» tiene todavía por delante y a los
que no ofrece una respuesta satisfactoria son, finalmente, los desafíos de
todo discurso contemporáneo sobre la causalidad en Derecho penal; es
decir: la causalidad múltiple, los daños masivos y los que se manifiestan a
distancia de tiempo desde el momento en que se produjo la acción u omi-
sión causalmente determinante.
Quizás una respuesta aun más satisfactoria para estos casos tan comple-
jos no se encuentre desarrollando el pensamiento de aquellos autores que,
partiendo desde las investigaciones sobre la causalidad, proponen fijar la
atención sobre tipos genéricos de casos, siendo conscientes de que las ca-
tegorías jurídicas toman fisonomías parcialmente diferentes en los distintos
sectores de la experiencia y que por esto no es más posible pensar en redu-
cir toda la realidad a una sola categoría!30.
(30) Se comparte aquí el razonamiento de D1 Glov1NE, Cass. Pen., 2008, págs. 2181-2183.
(31) Así todavía: D1 G1ov1NE, Cass. Pen., 2008, págs. 2183 ss. Véase también: F1ANDACA, «Di-
ritto penale giurisprudenziale e ruolo della Cassazione», en Cass. Pen., 2005, pág. 1722,
DoN1N1, lmputazione oggettiva dell'evento; «nesso di rischio» e responsabilita per fatto pro-
prio, Turín, 2006, págs. 37 ss. y 101 ss.; y, haciendo referencia al método general de análi-
sis, FoRNASARI, /1 principio di inesigibilita ne/ diritto pena/e, Padua, 1990, págs. 207 ss.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. FUNDAMENTOS DE LA STS
111. LA SUBSUNCIÓN DE LOS HECHOS EN EL CONCEPTO DE TEN-
TATIVA DEL ARTÍCULO 16.1
IV. IMPLICACIONES DOCTRINALES RELATIVAS A LA PUNICIÓN DE LA
TENTATIVA INIDÓNEA
V. CONCLUSIONES
l. INTRODUCCIÓN
Lo interesante de este caso, para esta ocasión, se reduce a la valoración
que merecen las acciones del acusado al intentar matar a dos agentes de
la Guardia Civil disparando con el arma que creyó cargada cuando en
realidad no lo estaba. El TS resuelve sobre la cuestión del castigo o la impu-
nidad de la denominada tentativa inidónea con arreglo a la definición de
tentativa (punible) que se extrae del art. 16.1 del CP(2). Aunque la resolución
deberían producir el resultado, y sin embargo éste no se produce por causas indepen-
dientes de la voluntad del autor.
(3) Art. 62.- A los autores de tentativa de delito se les impondrá la pena inferior en uno
o dos grados a la señalada por la Ley para el delito consumado, en la extensión que se
estime adecuada, atendiendo al peligro inherente al intento y el grado de ejecución
alcanzado.
(4) Durante la vigencia del ACP se consideraba menos discutible la punición de la tenta-
tiva inidónea con arreglo a sus arts. 3 y 52, sobre todo por la mención en éste último
sin dejar de ser tentativa punible de los casos de «imposibilidad de ejecución o de
producción del delito».
ciar que se trata de una inidoneidad relativa, esto es, no absoluta, que sí
cabe en la definición de tentativa punible del art. 16.1.
(5) STS 2122/2002, FD 1.0 , A). Ambas se refieren a la mención del art. 16 de la posibilidad
de producir el resultado. Sorprende sin embargo, que ambas conocen de delitos que no
son de resultado (se trata de tráfico de drogas), esto es, en los que su estructura típica no
contiene un elemento diferenciado separable de la acción reconocible como resultado
material. Por eso reiteradamente la STS 1000/1999 transcribe la expresa referencia a
que los actos «deberían producir el resultado» por la de que «deberían conducir al fin».
Sobre ello, vid. también infra nota 13.
(6) SSTS 1000/1999, FD 3. 0 , y 37912000, FFDD 1.0 , 5. 0 •
Sin embargo, esta sentencia, que como la anterior también confirma la con-
dena conforme al art. 16.1 por una tentativa de delito contra la salud pública,
aclara expresamente que este caso «no se trata de una tentativa inidónea>F1•
2. Considera así de aplicación el art. 16.1 porque «no limita los casos
de las tentativas punibles a las idóneas». Ya que «la introducción del tér-
mino «objetivamente» en la definición de la tentativa del art. 16, (. .. ) por
el contrario( ... ) quiere significar que el plan o actuación del autor(. .. ) son
racionalmente aptos para ocasionar el resultado».
(8) Ni siquiera cuando en el art. 52 del ACP se hacía referencia a la «imposibilidad de reali-
zación o de producción del delito». Tampoco contiene la expresión (in)idoneidad el CP
alemán en la regulación de la tentativa en los§§ 22 y 23. En cambio el CP italiano, en
su art. 49 excluye la punibilidad expresamente por inidoneidad de la acción, y en el art.
(11) CEREZO MIR, PG, 2008, pág. 917; DIEZ RIPOLLÉS, Derecho penal español. Parte General (en
esquemas), i.a ed., Valencia, 2009, pág. 483; GRACIA MARTÍN, RDPC 3 (1999), págs. 350 ss.;
SOLA RECHE, La llamada tentativa, págs. 176 SS.
(12) Sobre eso ya WELZEL, Fahr/assigkeit und Verkehrsdelikte, Heidelberg, 1961, págs. 22 ss.;
lo., Das deutsche Strafrecht, 11.ª ed., Berlín, 1969, págs. 47 y 137. Igualmente CEREZO
MIR, PG, págs. 419 ss.; GRACIA MARTfN, 1999, págs. 346 ss. Más detenidamente HIRSCH,
«Peligro y peligrosidad», ADPCP 1996, págs. 509 ss. (passim).
(13) Adviértase que, conscientemente, no se dice: que debería producir el resultado, que es
la fórmula utilizada en la definición de tentativa del art. 16.1. Con ello se evita prejuzgar
la posibilidad de tentativa (típica) respecto a los delitos tipo penales (consumados) no
conformados en su estructura típica con un resultado [como ocurre en los delitos de
mera actividad y en los (prototípicos) de simple omisión].
(14) En este punto existe una discrepancia notable respecto a la apreciación de si la conducta
que se describe en el conocido caso propuesto por THYRÉN es o no peligrosa: sujeto com-
l
mo demuestra el que no haya alcanzado la consumación del delito.
pletamente inexperto en el uso de armas que con dolo de matar dispara contra quien
se encuentra a una distancia a la que incluso a un excelente tirador le sería dificilísimo
acertar; no-obstante acierta y lo mata. Tanto CEREZO M1R, PG, 2008, págs. 409 ss., como
GRACIA MARTfN, RDPC 3 (1999), págs. 353 y 358 ss., consideran que por cuanto cla pro-
ducción del resultado aparece ex ante como una consecuencia absolutamente impro-
bable» la conducta no es peligrosa, dando lugar a una tentativa inidónea; deduzco que
como igual tentativa inidónea tratarían el caso aun cuando el disparo no acertase mor-
talmente a su destinatario. Como ya sostuve (50!..A RECHE, La llamada tentativa, págs. 199
ss.), en mi opinión se trata de una conducta (por más que sea mínimamente) peligrosa, y
por tanto de un delito consumado, y de una tentativa peligrosa si no se llega a producir el
resultado, siendo decisiva la existencia de dolo. Lo que claramente no significa que toda
conducta por el solo hecho de ser (mínimamente) peligrosa deba ser reputada delictiva.
(15) La rotundidad de esta conclusión es igualmente discutible: la víctima de un disparo mor-
tal que finalmente se salva gracias a una operación de urgencia no tendría que dejar de
serlo de una tentativa idónea, ya que no cabe introducir en el juicio sobre la peligrosidad
de la conducta indiscriminadamente todo cuanto sobreviene a su completa ejecución,
como por ejemplo un incidental curso causal ajeno salvador.
(16) Así, ya GRACIA MARTÍN, RDPC 3 (1999), pág. 349, que, a mi juicio correctamente, pone
también como ejemplo de tentativa absolutamente inidónea (en el contexto en que esto
se plantea) disparar con un arma que estaba descargada, puesto que se utiliza la perspec-
tiva ex post para distinguir entre tentativas in idóneas.
(17) No extraña así el rechazo doctrinal prácticamente unánime de la distinción entre tenta-
tivas absoluta y relativamente inidóneas; GRACIA MARTÍN, RDPC 3 (1999), pág. 349; M1R
Pu1G, RECPC 03-06 (2001 ), pág. 9; Rox1N, Jung-FS, 2007, págs. 832 ss.; SILVA SANCHEZ,
El nuevo código penal, págs. 133 ss.; SoLA RECHE, La llamada tentativa, págs. 230 ss. En
cambio, por la Jurisprudencia del TS español frecuentemente se recurre, todavía, a esta
criticada distinción, precisamente para fundamentar un dispar tratamiento entre tentati-
vas (sólo) ex ante peligrosas; como por ejemplo hace la STS que venimos analizando.
(18) HIRSCH, ADPCP 1996, págs. 518 ss.; M1R Pu1G, RECPC 03-06 (2001 ), pág. 8; Rox1N, Jung-FS,
2007, págs. 831 y 834. Cfr. de otra opinión GRACIA MARTÍN, RDPC 3 (1999), pág. 346.
(19) A esa misma conclusión se llega por alguna interpretación que aun basada en el enjui-
ciamiento ex ante de la peligrosidad de la conducta, sin embargo, ésta se concibe como
la (casi) improbabilidad de producción del resultado; vid. supra nota 14, en relación con
1
740 ©LA LEY
1
40. Caso de los disparos sin bala
el análisis del caso THYR~N en el que el resultado de muerte tendrían que considerarse ob-
jetivamente no imputable (como consecuencia de considerar la conducta no peligrosa).
(20) HIRSCH, Roxin-FS, 2001, págs. 720 ss.; M1R Pu1G, RECPC 03-06 (2001 ), págs. 1Oss.; Rox1N,
}ung-FS, 2007, págs. 833 SS.
(21) HIRSCH, Roxin-FS, 2001, pág. 711; M1R Pu1G, RECPC 03-06 (2001 ), pág. 8; Rox1N, AT 11,
2003, págs. 336 SS.
(22) § 22.- Determinación del concepto (de tentativa).- Intenta un delito quien según su
representación del hecho inicia directamente la realización del tipo.
(23) No obstante, vid. infra IV.2, especialmente nota 26.
1
©LA LEY 741
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(24) Por ejemplo, M1R Pu1G, 1999, 5 s.; Rox1N, AT 11, 2003, pág. 466. Este paralelismo entre
tentativa y error de tipo al revés es frecuentemente traído por la Jurisprudencia; así,
por ejemplo, la ya referida STS 379/2000, FO A.4.b). A mi juicio este proceder tiene la
utilidad de mantener la congruencia entre los diferentes criterios de valoración objetiva
(aquí: vencibilidad y peligrosidad), cuando nos vemos en la necesidad de reclamar la hi-
potética posición de un experto medio; véase, al respecto, SILVA SANCHEZ, El nuevo código
penal, págs. 13 7 ss.
(25) Es característica de la tentativa irreal que el propósito del autor se pretende realizar me-
diante una conducta absolutamente incompatible con el tipo penal; ya sea por basarse
en la superstición, o en una burda falta de comprensión. Sobre ello, específicamente,
véase en esta misma obra el caso 2 (del abortivo inocuo).
(26) Respecto a los§§ 22 y 23 del StGB alemán, una deducción análoga tiene importantes com-
plicaciones. Ya se indicó cómo el concepto de tentativa (típica) se basa en la representación
del autor; y que conforme al texto del § 23.111 no sólo no se descarta sino que se permite la
punición (y la impunidad) de la tentativa irreal. No obstante, son cada vez más numerosos
los argumentos que ofrece la doctrina alemana incluso con arreglo a tales disposiciones
para excluir la punibilidad de las tentativas no peligrosas, y de entre ellas con mayor rotun-
didad la tentativa irreal; vid. al respecto HIRSCH, Roxin-FS, 2001, págs. 725 ss. (negando ya
la existencia de tentativa en esos casos); Rox1N, Jung-FS, 2007, págs. 837 ss., que, por una
parte, coincide con HIRSCH en que algunos casos dejan de ser tentativa, y por otra, apunta
la conveniencia político-criminal de castigar sólo las tentativas peligrosas, propugnando la
derogación del § 23.111.
(27) Vid. CEREZO M1R, PG, 2008, págs. 923 ss., deduce de la nueva definición de la tentativa
daba en el art. 16 excluye con tal requisito los supuestos de tentativa inidónea (recuér-
dese que este autor, a estos efectos, identifica peligrosidad e idoneidad), basada en una
decisión político-criminal que le parece equivocada (págs. 410 ss.).
(28) Sol.A REOiE, la llamada tentativa, págs. 142 ss.; DIEZ R1f'Ol.ÚS, Derecho penal español, pág. 475.
V. CONCLUSIONES
1. a) Entre las diferentes concepciones sobre la tentativa punible, el ma-
yor grado de consenso se obtiene en que: 1) las tentativas ex ante peligrosas
son punibles; y 2) la tentativa irreal es impune.
(29) GRACIA MARTIN, RDPC 3 (1999), pág. 356, siguiendo a BACIGALUPO lAPATER: «lo decisivo (... )
es si el autor obró o no según un juicio racional, es decir, expresando desde su perspectiva
un proceder que racionalmente hubiera podido vulnerar la norma dado que si el autor
no se hubiera equivocado hubiera podido realizar su propósito». El mismo argumento lo
recogen las SSTS 379/2000 y 100011999. Vid. CEREZO MIR, PG, 2008, págs. 923 ss.
(30) Con todo, creo oportuno advertir que, al menos en mi opinión, ninguno de los casos por
los que el TS ha condenado hasta ahora como tentativa inidónea aplicando el art. 16.1
serían de tentativa ex ante no peligrosa.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN: EL PORQUÉ DE TRES VALORACIONES JUDICIA-
LES DISTINTAS DE UN MISMO CASO
11. CONSIDERACIONES DOGMÁTICAS DERIVADAS DEL CASO
MOTASSADEQ
111. CONCLUSIONES
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(1) Más información sobre aspectos procesales e internacionales del Caso Motassadeq:
SAFFERLING, «Terror and Law - Is the German Legal System able to deal with Terrorism? - The
Bundesgerichtshof (Federal Court of Justice) decision in the case against El Motassadeq»,
GLJ 5 (2004), pág. 515 (consultado el 14 de enero de 2010); BLAAuw-WoLF, «The Ham-
burg Terror Trials - American Political Poker and German Legal Procedure: An Unlikely
Combination to Fight lnternational Terrorism», CLJ 5 (2004), pág. 791; KosT, «Mounir El
Motassadeq-A Missed Chance for Weltinnenpo/ik?», GLJ 8 (2007), pág. 443, (consultado
el 14 de enero de 2010).
(2) Sentencia del OLG de Hamburgo de 19 de febrero de 2003 (núm. 3 StR 218/03).
(3) Sentencia del OLG de 19 de agosto de 2005.
(4) El BGH resolvió en sentencia de 16 de noviembre de 2006, (3 StR 139/06, NJW 384,
2007) con la consiguiente devolución del caso al OLG de Hamburgo que dictó sentencia
definitiva de condena a 15 años de prisión el 8 de enero de 2007.
tassadeq cuando llevaba a cabo unos hechos que, en todos los hechos
probados, se reconocen de forma idéntica. Parece ser el conocimiento que
se atribuye al interviniente o, incluso la valoración que del mismo lleva a
cabo el juzgador, lo único que les lleva a condenarle o absolverle de la
participación en 3066 asesinatos. Las argumentaciones de las sentencias
así lo corroboran 15 l.
(5) El tratamiento judicial del caso Motassadeq en Alemania y de los casos Zohuier y Suárez
Trashorras en relación con los atentados del 11-M en Madrid ha inspirado mi reciente
monografía sobre la participación delictiva: MiRó LUNARES, Conocimiento e imputación en
la participación delictiva. Aproximación a una teoría de la intervención como partícipe en
el delito, Barcelona, 2009. Me remito a él para todo aquello imposible de desarrollar en
este espacio.
(6) El conocimiento que Motassadeq pudiera tener lo argumenta el Tribunal, además de en
lo anteriormente declarado, en las declaraciones que realizó Alshehhi en la primavera
1999 en la biblioteca del centro de computación de la Universidad de Hamburgo, en las
que, refiriéndose al «World Trade Center», y tras insultar a los EE. UU. y sus presidentes,
anunció: «cuando veáis miles de muertos, entonces pensaréis en mí». También se decla-
ra como probado que el imputado se manifestó en el primer semestre de 1999 diciendo
que «va a ser algo muy grande. Al final bailaremos en sus tumbas, las tumbas de los
judíos». En otra ocasión, y pasando al lado de Marwan Alshehhi, le dijo a un vecino de
residencia: «Ése es nuestro piloto».
11 de septiembre, pues para ello «tendría que haber conocido» que los te-
rroristas formados como pilotos pretendían estrellar aviones para matar per-
sonas, y, sin embargo, el imputado no pudo conocer ni el tipo exacto de los
atentados, ni el lugar, ni el momento en el que se ejecutarían los hechos, ni
las enormes dimensiones de los atentados planeados, ni, particularmente,
el volumen de la destrucción de vidas humanas, por lo que actuaba sin do-
lo y no se le podía imputar la complicidad en los asesinatosm. ¿Incremento
de riesgo igual a conocimiento del hecho?
(7) Fundamento núm. 37 (todos los citados proceden de la sentencia del BGH).
(8) Fundamento núm. 9.
(9) Fundamento núm. 45.
por Motassadeq, sino que le basta con afirmar que el imputado sabía que
facilitaba la realización del comportamiento del autor principa1° 0l. Por ello
Motassadeq es cómplice, pero sólo del asesinato de los pasajeros y tripu-
lantes de los aviones pilotados por sus compañeros(lll, dado que, afirma
el Tribunal, no se puede aseverar que el acusado tuviera conocimiento de
esas posibles víctimas del atentado en el que él colabora!12l. Motassadeq,
para el Tribunal, sabía lo suficiente para ser imputado como cómplice de
algunos de los asesinados (los de los aviones), pero no lo suficiente para
imputarle otros (los de las Torres Gemelas).
(13) Vid., en este sentido, Rox1N, Derecho penal. Parte general. Tomo/, Madrid, 2001, págs.
302 SS.
(14) De ahí la oposición del finalismo a tal teoría. Al respecto, WOLTER, «Adaquanz- und
Relevanztheorie. Zugleich ein Beitrag zur objektiven Erkennbarkeit beim Fahrlassigkeits-
delikt», CA 1977, págs. 269 ss.
(15) Arm. KAUFMANN, «"Objektive Zurechnung" beim Vorsatzdelikt?», en VOGLERIHERMANN
(Hrsg.), Jescheck-FS, Berlín, 1985, págs. 251 ss.; y STRUENSEE, «Der subjektive Tatbestand
des fahrlassigen Delikts», JZ 1987, págs. 53 ss.
(16) ZIEUNSKI, Dolo e imprudencia, Buenos Aires, 2003. Vid., también GRACIA MARTÍN, «El fi-
nalismo como método sintético real-normativo para la construcción de la Teoría del de-
lito», RECPC 6 (2004), pág. 14 señalando que «la cuestión de la creación de un peligro
penalmente relevante no puede resolverse de modo independiente en el tipo objetivo,
pues es absolutamente dependiente de la voluntad de realización del autor, y, por lo
tanto, del dolo».
(17) Así en Rox1N, «Finalitat und objektive Zurechnung», en DoRSEIFER et al. (Hrsg.), Cedacht-
nisschrift für Armin Kaufmann, Colonia et al., 1989, págs. 250 ss.; lo., «Die Lehre von
der objektiven Zurechnung», CheLR 50 (1994), págs. 233 ss., en los cuales considera del
todo legítimo que incluso determinados factores subjetivos tengan trascendencia en la
imputación objetiva.
(18) Vid., por todos, y con la más depurada fundamentación de porqué se puede, entonces,
seguir hablando de imputación objetiva, FRISCH, «La teoría de la imputación objetiva del
resultado: lo fascinante, lo acertado y lo problemático» (trad., Robles Planas), en FR1so·tl
ROBLES PLANAS, Desvalorar e imputar, Barcelona, 2006 págs. 155 ss.
(19) Al menos, añade el autor, si no se pretende que el Derecho se convierta en una institución
total QAKOBS, «Indiferencia como dolo indirecto», en JAKOBS, Dogmática de Derecho penal
y la configuración normativa de la sociedad, Madrid, 2004, pág. 193); JAKOBS, «Tater-
vorstellung und objektive Zurechnung», en DoRSEIFER et al. (Hrsg.), Cedachtnisschrift für
Armin Kaufmann, Colonia et al., 1989, págs. 23 7 ss.; y en JAKOBS, en lo., Estudios de
Derecho Penal [trad., Peñaranda Ramos/Suárez González/Cancio Melia], Madrid, 1997,
págs. 223 ss.). Señala el profesor de Bonn que «el conocimiento del que el Derecho nada
espera no puede ser indicativo de la infidelidad al Derecho, tal como sucede en el caso
de los conocimientos especiales (conocimiento que no corresponde al rol del autor) o
del conocimiento basado en un escrúpulo excesivo, al menos en todo caso en tanto el
Derecho no deba transformase en una institución total» QAKOBS, e Indiferencia como dolo
indirecto», en lo., Dogmática de Derecho penal, pág. 193). De tal forma que «quien
ejecuta algo estereotipado-socialmente adecuado no responde, con independencia de lo
que piense y sepa, mientras que aquél que se adecua a un plan delictivo, da una razón
para imputarle la ejecución».
(20) Vid. JAKOBS, «Regressverbot beim erfoigsdelikt. Zugleich eine Untersuchung zum Grund
der strafrechtlichen Haftung für Begehung», ZStW 89 (1977), págs. 1 ss.
(21) VoN BAR, Gesetz und Schuld im Strafrech, 11, Die Schuld nach dem Strafgesetze, Berlín,
1907, págs. 750 SS.
(22) Vid. sobre la misma el profuso desarrollo de la obra más reciente al respecto: RAcKow,
Neutra/e Hand/ungen als Problem des Strafrechts, Fráncfurt d.M., 2008.
sólo puede ser hecho responsable por lo que él mismo realice. Así, quienes
fundamentan únicamente en el hecho del partícipe el injusto de éste, olvi-
dan que el mismo no puede consistir en la realización de un riesgo propio
(separado del comportamiento del autor) para el bien jurídico, sino en la
realización de un comportamiento que adquiere su sentido de antinorma-
tividad al estar unido a otro ejecutado por un autor; y quienes señalan que
es la conducta del partícipe, independiente de la del autor, la que da lugar
a su responsabilidad, no tienen en cuenta que sin el hecho del autor no hay
participación punible. Sin embargo, es posible cohonestar accesoriedad y
autorresponsabilidad: bajo la premisa de que el partícipe ni realiza él sólo
un injusto diferente al del autor, ni colabora en la realización por éste del
injusto, sino que ca-realiza, con y a través del autor, el único injusto, el de-
finido por el tipo penal específico de que se trate, mediante su integración
en el injusto del autor que, desde ese momento, ya no le pertenece sólo al
autor sino a ambos.
111. CONCLUSIONES
El caso Motassadeq muestra lo importante que sigue siendo el desarrollo
dogmático de la teoría del delito. Por mucho que sea cierto que la ciencia
penal no debe limitarse a la más pura dogmática, es indudable, y este caso
así lo deja ver, que la teoría del delito no puede considerarse agotada, y
que exige aún mayor debate y puesta en duda de sus categorías y estruc-
turas sistemáticas en aras de su continua mejora. No puede entenderse
finalizado, en primer lugar, el debate en torno a la teoría de la intervención
en el delito, la fundamentación y definición de las formas de autoría y de
participación, pues su relevancia práctica sigue siendo inmensa y sus con-
tornos, como prueba el caso Motassadeq, aun son imprecisos. Tampoco
podemos considerar definitiva la construcción sistemática de la teoría del
(26) Vid. HRUSCHKA, Imputación y Derecho penal (ed., Sánchez-Ostiz), Cizur Menor (Navarra),
2005.
(2 7) Vid. SANCHEz-Osr1z Gur1ÉRREZ, Imputación y Teoría del delito. La doctrina kantiana de la
imputación, Buenos Aires/Montevideo, 2008.
SUMARIO:
l. EL PROCESO: CONDENA PRIMERO, ABSOLUCIÓN DEFINITIVA
DESPUÉS Y MÁS EXPLICACIONES EN NULIDAD
(*) Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Mataró 116/2003, de 20 de mayo; Senten-
cia de la Audiencia Provincial de Barcelona, secc. 2.ª, 665/2003, de 2 de septiembre;
Auto de la Audiencia Provincial de Barcelona, secc. 2.ª, de 9 de marzo de 2004.
(1) La Audiencia se refiere sólo al empresario porque es su recurso el que está resolviendo.
Criticablemente, pues no va de suyo que la conducta de éste haya de tener la misma
vinculación con el resultado que la del arquitecto técnico, aprecia que la estimación del
primer recurso hace innecesario el examen del recurso de éste.
1
i
766 ©LA LEY 1
1
42. Caso del trabajador imprudente
de todos los trabajadores allí presentes y, dos, la integridad física del que
eventualmente hubiera resultado lesionado), lo que conduce necesaria-
mente a afirmar que en estos casos debe apreciarse la comisión de dos
delitos, uno doloso (el de peligro) y otro imprudente (el de lesión), por
lo que debía haberse acusado por los dos delitos en concurso ideal y no
aplicar erróneamente un concurso de normas (principio de la consun-
ción), que por su propia naturaleza solo hubiera procedido si el riesgo
creado por la omisión de las medidas de seguridad hubiera afectado,
única y exclusivamente, al trabajador después lesionado y no también a
los demás trabajadores».
Al hilo de esta respuesta aclara cuál fue el nervio argumental de su de-
cisión absolutoria: «Si bien la conducta de los acusados había vulnerado
la normativa en materia de riesgos en el trabajo y no habían adoptado, o
cuando menos al día de autos, las medidas de seguridad exigibles, [... ]
el concreto resultado lesivo producido en la persona del recurrente, que
llevó a cabo una conducta imprudente, no era directamente imputable
a aquella omisión, sino, única y exclusivamente, a su propia conducta,
concretada en la acción que llevó a cabo, ajena a, como se dijo, elemen-
tales normas de precaución y cautela, y ello en aplicación de un principio
de la victimodogmática, el de autorresponsabilidad, conforme al cual el
~ sistema penal no puede otorgar protección a quien no se protege a sí mis-
mo». Se constató así que «la relación de riesgo (el creado por la inexisten-
l
1
cia de medidas el día de autos) no podía afirmarse por haberse expuesto
voluntariamente al mismo el después lesionado, procediendo, además, a
llevar a cabo el trabajo en la forma y circunstancias en que lo hizo, sin
1 que constara probada la existencia de coacción directa o indirecta alguna
-hecho imposible de presumir contra reo-, obviando los más elemen-
t tales mecanismos de autotutela y autoprotección, exigibles a cualquier
i trabajador medio en sus mismas circunstancias (las probadas)-principio
i
de autorresponsabilidad-, y sin que ello pueda resultar desvirtuado por
alegaciones genéricas de la coacción general que pesa sobre el colectivo
1 de trabajadores de la construcción, que se ven compelidos a trabajar en
situaciones de riesgo so pena de ser despedidos, puesto que en un pro-
ceso penal no cabe presunción alguna contra reo, debiendo todos los
hechos y circunstancias que fundamenten la responsabilidad penal del
acusado estar probados más allá de toda duda razonable» (FO 5).
1
i
1 ©LA LEY 767
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
1
(2) Vid., al respecto, CANCIO MELIA, Conducta de la víctima e imputación objetiva en Derecho
penal, 2.ª ed., Barcelona, 2001, págs. 278 ss.
1
,
l
768 ©LA LEY
42. Caso del trabajador imprudente
3. Los intereses vitales en juego, el origen de los riesgos para los traba-
jadores, el fuerte condicionamiento de la autonomía de los trabajadores y
la notoria desigualdad que se concita en la negociación del contrato indi-
vidual del trabajo conducen a dos estrategias normativas razonables desde
el sustrato axiológico del sistema.
(3) Vid., por todos, ARROYO ZAPATERO, Manual de Derecho Penal del trabajo, Barcelona, 1988,
1 págs. 90 SS.
(4) Al respecto, MARTÍN LORENZo/ÜRTIZ DE URBINA, «LOS delitos contra la seguridad de los tra-
bajadores en el ámbito de la construcción>, en PozuELO PÉREZ (coord.), Derecho penal de
la construcción, Granada, 2006, pág. 346.
1
,
l
©LA LEY 769
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(5) Vid., N1No, «La autonomía constitucional», en M.W., La autonomía personal, Madrid,
1992, pág. 74.
(6) Así, respecto al salario mínimo obligatorio, N1No, en M.W., La autonomía personal,
pág. 74. Como afirma DoP1co GóMEZ-ALLER, «en cierto tipo de mercados desequilibrados,
como notablemente el laboral o el de los arrendamientos urbanos, si no existiese una
específica protección jurídica, la «parte débil» podría ser forzada a consentir condicio-
nes inaceptables» («Del riesgo al resultado. Homicidio y lesiones imprudentes en la
construcción», en Derecho penal de la construcción, pág. 534).
(7) Sobre la justificación de la imposición de deberes de garantía, vid. LASCURAfN 5ÁNCHEZ, Los
delitos de omisión: fundamento de los deberes de garantía, Madrid, 2002, págs. 53 ss.;
sobre el fundamento de la posición de garantía del empresario respecto a la seguridad
en el trabajo, La protección penal de la seguridad e higiene en el trabajo, Madrid, 1994,
págs. 234 SS.
1
42. Caso del trabajador imprudente
(8) Destaca la identidad estructural de ambos supuestos (la víctima es otro trabajador; la víc-
tima es el trabajador agente), DoP1co GóMEZ-ALLER, en Derecho penal de la construcción,
pág. 525.
(9) Vid. lAScuRAfN 5ÁNCHEZ, La protección penal, págs. 260 y ss.
(10) El art. 17.2 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales dispone que c[e]I empresario
deberá proporcionar a sus trabajadores equipos de protección individual adecuados para
el desempeño de sus funciones y velar por el uso efectivo de los mismos cuando, por la
naturaleza de los trabajos realizados, sean necesarios».
(11) «Es un principio definitivamente adquirido en el ámbito de las relaciones laborales el de
la protección del trabajador frente a sus propias imprudencias profesionales, principio
que inspira toda la legislación en materia de accidentes de trabajo» (STS 1329/2001, de
5 de septiembre; ponente, Delgado García, FO 6). Vid., al respecto, DoP1co GóMEZ-ALLER,
en Derecho penal de la construcción, págs. 525, 531.
(12) A este hecho quiere referirse el art. 15.4 de la ley de Prevención de Riesgos Laborales
cuando afirma que c[l]a efectividad de las medidas preventivas deberá prever las distrac-
ciones o imprudencias no temerarias que pudiera cometer el trabajador». No parece en
todo caso que lo relevante sea en sí la temeridad sino la imprevisibilidad (así, DoP1co
GóMEZ-ALLER, en Derecho penal de la construcción, pág. 530): por ejemplo, el empresa-
rio o su delegado que contemplan la escena deberán evitar que el trabajador abra con un
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
i
42. Caso del trabajador imprudente
(15) Sobre la justificación de esta limitación, vid. LAscuRAIN SANCHEZ, La protección penal,
págs. 233 SS.
(16) Así, DoP1co GóMEZ-ALLER, quien añade que cuando el «Suceso es evitable mediante una
diligencia más básica del trabajador, el deber del empresario es de menor entidad• (en
Derecho penal de fa construcción, pág. 543). Vid. también CoRcov B1DASOLO, «Delitos
laborales», en CoNoE-PUMPIDO TouRóN (dir.), Derecho penal económico, Madrid, 2003,
pág. 104.
(17) CAsr1ÑEIRA PALOU!LLOBET ANGLr/MoNTANER FERNÁNDEZ consideran que «como hay impruden-
1 cia de ambos, se trata de un caso de concurrencia de culpas y no es posible atribuir la
responsabilidad de modo exclusivo a una de las dos partes» y proponen la apreciación
de una atenuante analógica que valore la disminución del injusto («Concurrencia de
culpas en accidentes laborales», ADPCP 58 [2005], págs. 250 ss.).
1
'
i ©LA LEY 773
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
sabilidad penal por accidentes laborales», Economist & Jurist, abril 2004, pág. 67. Señala
GIMBERNAT ÜRDEIG que «[l]as normas que regulan el comportamiento del garante que tiene
a su cargo un foco de peligro son imperativas, y no existe ninguna disposición ni princi-
pio jurídicos que limite ese deber a los supuestos en que la víctima se está comportando
correctamente, pudiendo desentenderse el garante de su obligación cuando la conducta
de aquélla tiene un carácter imprudente» («Imputación objetiva, participación en una au-
topuesta en peligro y heteropuesta en peligro consentida», en M.W. Estudios penales en
recuerdo del Profesor Ruiz Antón, Valencia, 2004, págs. 455 s.).
CoRCOY 81DASOLolCARDENAL MONTRAVETAIHORTAL IBARRA admiten, en cambio, que «puede
hablarse de autopuesta en peligro cuando el trabajador conoce exactamente el riesgo y
no ha sido "obligado" a llevar a efecto la actividad de esa forma arriesgada» («Protección
penal de los accidentes laborales», PJ 2003 [núm. 71], pág. 58; también, pág. 66).
(20) (ANCio MEUA, Conducta de la víctima, pág. 282.
(21) Vid. DoP1co GóMEZ-ALLER, en Derecho penal de la construcción, pág. 537.
(22) Y al que este comentario pretende sumarse. Vid. DoP1co GóMEZ-ALLER, en Derecho penal
de la construcción, págs. 535, 537, 541; ÍÑIGO CoRROZA, «Sobre la sentencia absolutoria
de empresarios de la construcción por las lesiones de un trabajador fundamentada en
la imprudencia del propio trabajador», Aranzadi Social 2003, núm. 5, págs. 458-463;
CASTIÑEIRA PALou/LLOBET ANGLí!MoNTANER FERNÁNDEZ, ADPCP 58 (2005), pág. 113; Coso
DEL RosAL!SANCHEZ-VERA GóMEZ-TRELLES, Economist & )urist, págs. 67 s; Gu1SASOLA LERMA, La
imprudencia profesional, Valencia, 2005, pág. 251.
cia del riesgo que está asumiendo el trabajador y el dicho riesgo se asuma
libremente» {FD 2).
(25) Para la recepción de esta doctrina en las sentencias de las Audiencias Provinciales, véase,
MARTÍN LoRENzo/ORnz DE URBINA, «Guía lnDret de la jurisprudencia sobre responsabilidad
por riesgos laborales», lnDret 212009, págs. 51 ss.
(26) Para las referencias, vid. MARTÍN LoRENzo/ORTIZ DE URBINA, en Derecho penal de la cons-
trucción, págs. 462 ss.
(27) Las incisivas objeciones de MARTfN LoRENzo/ORTIZ DE URBINA a este planteamiento (en De-
recho penal de la construcción, págs. 479 ss.) no me parecen determinantes. Por un lado,
la finalidad de estos delitos de peligro no es sancionar más ciertos homicidios y lesiones
imprudentes, sino sancionar ciertas conductas gravemente imprudentes sin resultado le-
sivo. Por otro, la sanción de la lesión ya toma en cuenta el esencial desvalor de peligro-
sidad al sancionar el peligro grave para uno o varios trabajadores; la consideración del
número de trabajadores puestos en peligro-accesoria en el sentido indicado de que no
es un factor que condicione ni la pluralidad delictiva ni necesariamente la pena-puede
seguir apreciándose en la valoración de la gravedad de la imprudencia que condujo al
resultado lesivo.
SUMARIO:
l. REFLEXIONES PREVIAS EN TORNO AL INSTITUTO DE LA PRESCRIP-
CIÓN
11. REGULACIÓN LEGAL DE LA PRESCRIPCIÓN. APROXIMACIÓN GE-
NERAL A SU TRATAMIENTO DOCTRINAL Y JURISPRUDENCIAL
(3) la STC 29/2008 declara que el día 6 de enero de 1993 se presenta «un escrito que no re-
unía los requisitos de una querella», cuya autenticidad no fue corroborada por todos los
interesados hasta seis meses después. En el mismo sentido se había manifestado la SAP
Madrid 29 de diciembre de 2000, al entender que el registro del Juzgado de Instrucción
sólo tenía «efectos estadísticos», sin que se pudiera proceder a su (in)admisión en tanto
no se subsanaran las deficiencias esenciales mencionadas; de ahí, argumenta la SAP que,
aunque el Juez hubiera actuado de un modo inmediato, el mismo día 6 de enero, no
habría podido admitir a trámite una querella absolutamente ineficaz.
(4) Resulta difícil ubicar técnicamente estos periodos de tiempo transcurridos como de «Si-
tuación en espera», porque ello podría significar, en cierto modo, dejar en manos del
propio sujeto interesado -el querellante- el cómputo de los plazos y la posibilidad
abierta de que el procedimiento permanezca abierto indefinidamente hacia el futuro. La
SAP de Madrid, apelada en casación en el caso que nos ocupa, hace alusión a ello. Ha
de tenerse en cuenta, además, que no toda inactividad procesal o de espera tiene capa-
cidad para provocar la paralización del procedimiento y el avance de la prescripción,
especialmente cuando la inactividad es imputable a la persona capaz de impulsarlo; en
parte, en el caso que nos ocupa, se debió a la negligencia del propio querellante, al pre-
sentar una querella incumpliendo las formalidades legalmente exigidas. Sería diferente,
en cambio, el tratamiento que merece una situación como la que da lugar al Acuerdo
del Pleno no jurisdiccional del TS de 30 de enero de 2007, resolviendo que «no cabe
computar, a efectos de prescripción del delito, los periodos de inactividad producidos
por el tiempo transcurrido mientras se tramita una cuestión de inconstitucionalidad».
(5) Anticipamos, desde ahora, que parece inminente y, desde luego, muy oportuna lamo-
dificación legislativa incluida en el proceso de reforma penal iniciado desde el Antepro-
yecto de 27 de octubre de 2008 hasta la última versión del Proyecto de 2009, que a con-
tinuación reproducimos en lo esencial, cuyo contenido, aunque no exento de críticas,
mejora indudablemente la regulación actual. Cfr. Proyecto de Ley Orgánica por la que
se modifica el CP, publicado en el Boletín Oficial de las Cortes Generales. Congreso de
Jos Diputados. IX Legislatura, 28 de abril de 201 O, Serie A, núms. 52-11. Respecto del art.
131 se eleva el plazo de prescripción de 3 a 5 años; se mantiene el mismo régimen de
imprescriptibilidad que el aún vigente, pero exduye expresamente «los delitos castiga-
dos en el art. 614» (y, en coherencia con ello, se declara en el art. 133.2, respecto de la
(im)prescriptibilidad de las penas). Añade, además, un último núm. 5 al art. 131, según
el cual en «los supuestos de concurso de infracciones o de infracciones conexas, el plazo
de prescripción será el que corresponda al delito más grave».
El art. 132.2 es el que mayor transformación experimenta y, desde luego, se perfecciona
notablemente. Su contenido es el siguiente: «Art. 132.2. La prescripción se interrumpirá,
quedando sin efecto el tiempo transcurrido, cuando el procedimiento se dirija contra la
persona indiciariamente responsable del delito o falta, comenzando a correr de nuevo
desde que se paralice el procedimiento o termine sin condena de acuerdo con las reglas
siguientes:
1. ª Se entenderá dirigido el procedimiento contra una persona determinada desde el
momento en que, al incoar la causa o con posterioridad, se dicte resolución judicial
motivada en la que se le atribuya su presunta participación en un hecho que pueda ser
constitutivo de delito o falta.
2. ª No obstante lo anterior, la presentación de querella o denuncia formulada ante un
órgano judicial, en la que se atribuya a una persona determinada su presunta participa-
ción en un hecho que pueda ser constitutivo de delito o falta, suspenderá el cómputo de
la prescripción por un plazo máximo de seis meses para el caso de delito y de dos meses
para el caso de falta, a contar desde la misma fecha de presentación de Ja querella o de
formulación de la denuncia.
Si dentro de dicho plazo se dicta contra el querellado o denunciado, o contra cualquier
otra persona implicada en los hechos, alguna de las resoluciones judiciales mencionadas
en el apartado anterior, la interrupción de la prescripción se entenderá retroactivamente
producida, a todos los efectos, en la fecha de presentación de la querella o denuncia.
Por el contrario, el cómputp del término de prescripción continuará desde la fecha de
presentación de la querella o denuncia si, dentro del plazo de seis o dos meses, en los
respectivos supuestos de. delito o falta, recae resolución judicial firme de inadmisión a
trámite de la querella o denuncia o por la que se acuerde no dirigir el procedimiento
contra la persona querellada o denunciada. La continuación del cómputo se producirá
también si, dentro de dichos plazos, el Juez de Instrucción no adoptara ninguna de las
resoluciones previstas en este artículo.
3.ª A los efectos de este artículo, la persona contra la que se dirige el procedimiento
deberá quedar suficientemente determinada en la resolución judicial, ya sea median-
te su identificación directa o mediante datos que permitan concretar posteriormente
1
1999; BAENA Acu1LARICuGAT MAURI, e Efectos del nuevo plazo de prescripción de la deuda
tributaria sobre el plazo de prescripción del delito fiscal•, RDPP 2 (1999); SILVA SÁNCHEZI
RAcuB 1VALL~s, cla determinación del hecho a efectos de prescripción del delito fiscal»,
AJA núm. 507 (2001 ); AVALA GóMEZ, «Delito de defraudación tributaria y prescripción
de la facultad de exigir el pago de la deuda•, en ÜCTAv10 DE ToLEOO v UB1ETO (dir.) et al.,
Estudios penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón, Valencia, 2004; G6MEZ-JARA DrEZ,
1
«Prescripción y fraude de ley en el delito fiscal: in dubio pro reo o in dubio pro fisco?•,
en Política fiscal y Delitos contra la Hacienda Pública, Madrid, 2007; HUERTA ToaLDo,
«A vueltas con la prescripción penal•, en BAJO FERNÁNDEZ (dir.) et al., libro Homenaje al
Prof. Dr. C. Rodríguez Mourullo, Madrid, 2005; EAo., «Dos cuestiones constitucionales
relacionadas con el delito fiscal: su distinción del fraude de ley tributaria y el momento
de su prescripción», en OcrAv10 DE TOLEDO v Us1ETO (dir.), Delitos e infracciones contra la
Hacienda Pública, Valencia, 2009, págs. 167-194; RooRfGuEZ MouRULLO, «Prescripción
del delito: una reforma necesaria», en Estudios de Derecho Penal Económico, Pamplona,
2009, págs. 165-192; lo., en Derecho y Justicia penal en el siglo XXI. Liber Amicorum.
Homenaje al Prof. Antonio González-Cuéllar García, Madrid 2006, págs. 431-451.
(8) GRISCH, Die strafrechtliche Verjahrung der Wirtschaftskriminalitiit a/s Ausdruck von K/as-
senjustiz (Dissertation), Zurich, 2006, passim.
(9) De hecho, recuerda esta autora que, aunque tras la reforma penal suiza en 2001 se am-
pliaron los plazos de prescripción en los delitos económicos, con una media que oscila
entre 7 y 15 años, en ese país el Derecho administrativo sancionador ha previsto plazos
más largos que el CP para las infracciones económicas, lo que parece un síntoma de
que desde el Derecho administrativo se consideran muy breves los plazos penales, cfr.
GRISCH, Die strafrechtliche Verjahrung, págs. 27 y 128. Por el contrario, otros plantea-
mientos sostienen -desde luego de modo un tanto singular- que precisamente la po-
CLALEY 789
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
muy compatibles entre sí<12l. Pero, en todo caso, resultará difícil vincular el
fundamento de un instituto como el de la prescripción a las singularidades
coyunturales (ahora más que nunca) que determina el Derecho positivo en
esta materia.
(12) El propio TS alude a e poderosas razones de política criminal y utilidad social [... ) sub-
jetivas, objetivas, éticas y prácticas», que resume en cel aquietamiento que el transcurso
del tiempo produce en la conciencia humana, la aminoración, cuando no eliminación
de la alarma social producida, el palidecimiento de la resonancia antijurídica del hecho
ante el efecto invalidador del tiempo sobre los acontecimientos humanos, dificultades
de acumulación y reproducción del material probatorio, y hasta grave impedimento en
el acusado para hacer posible su justificación» (STS 937/1995, de 22 de septiembre; po-
nente, Vega Ruiz; 908/1996, de 20 de noviembre; ponente, Móner Muñoz; 548/2005, de
9 de marzo; 1224/2006, de 7 de diciembre; ponente, Colmenero Menéndez de Luarca;
50812007, de 13 de junio; ponente, Berdugo y Gómez de la Torre; Auto AP Sevilla de
22 de junio de 2009). Las tesis que se han decantado por una solución mixta pretenden
articular una explicación unitaria tanto para la prescripción de la «infracción penal»
como de la «pena», identificando este instituto, simultáneamente, como causa de ex-
tinción de la responsabilidad criminal (vertiente sustantiva) y como artículo de previo
pronunciamiento (vertiente procesal). Consideran que ambas perspectivas -material y
procesal- son, en gran medida, inseparables y se implican necesariamente, especial-
mente si se parte de una concepción del Derecho penal sustantivo y el Derecho procesal
penal como manifestaciones de un único ius puniendi, animado por idénticos principios
rectores y político criminales, vinculados todos ellos al postulado material de necesidad
de pena, ausente o muy aminorada cuando transcurre un apreciable lapso de tiempo. En
este sentido, concluye RAGUÉS que la prescripción es una «institución limítrofe», a caballo
entre el Derecho penal y el procesal, incluyéndose en el denominado «sistema integral
del Derecho penal» (compuesto por el Derecho penal, el Derecho de la determinación
1 de la pena y el Derecho procesal penal), de modo que la tradicional disputa sobre la
naturaleza material o procesal de esta figura se reduce prácticamente a una cuestión de
etiquetas sin apenas trascendencia y, en todo caso, si de ello se quiere extraer alguna
consecuencia, como podría ser una eventual aplicación retroactiva favorable ante la
previsible reforma legal, ello no dependerá de la naturaleza jurídica de la prescripción,
1 sino más bien de su vinculación a los fines garantistas y de seguridad jurídica a favor del
l
ciudadano, que se desprenden del principio de legalidad, dr. RAcuÉs 1VALLES, La prescrip-
ción penal, págs. 75 ss., 89.
(13) Precisamente, considera G1u PASCUAL que el fundamento de la prescripción no ha experi-
mentado significativas variaciones a lo largo del tiempo, a salvo de la apelación al texto
constitucional en torno al derecho fundamental a un proceso sin dilaciones indebidas y
respetuoso con el principio de seguridad jurídica (art. 9.3 CE); aunque este autor sostiene
1 que la prescripción y estos derechos fundamentales descansan en consideraciones dife-
debidas (art. 24.2 CE) 04i y a la seguridad jurídica (art. 9.3 CE) 05 i. Sobre este
argumento temporal, en base al desideratum programático de «efectividad
de la justicia y de las funciones que cumplen las sanciones penales» (STC
35/1994, de 31 de enero, ponente, Díaz Eimil), descansa precisamente la
orientación del trabajo de PEDREIRA GoNzALEZ, apelando a la «exigencia de
que no se prolongue de forma indefinida la incertidumbre de la amenaza
penal» del Estado frente a un sujeto, a efectos de alcanzar los fines de certe-
za y seguridad jurídica, dado que no es admisible que un sujeto pueda ver-
se subyugado a un proceso judicial -esto es, a un poder punitivo- duran-
te un periodo muy amplio o incluso sin una limitación temporal definitiva
en la que se mueve la prescripción que es, ciertamente, lo que «configura
un escudo protector de la libertad y de la dignidad humana, frente al uso
arbitrario o abusivo del poder del Estado»l 16l. No hay duda de que el factor
temporal se alza como una institución social que forma parte inherente de
nuestro ordenamiento jurídico y de la naturaleza humana, de manera que
en el pretérito no sólo mantiene en movimiento el avance del tiempo sino
que, teniendo además en cuenta la propia relatividad de las cosas y la con-
tingencia histórica que acompaña a las dimensiones y fenómenos tempora-
les, también se relativizan y han de encauzarse restrictivamente (salvo, por
lo que se ve legislativamente, en la imprescriptibilidad) entre los dos polos
sin dilaciones indebidas y el derecho a una pena encaminada a la reinserción social, cfr. f
t
en Código Penal comentado y con jurisprudencia, 3.ª ed., Madrid, 2009, comentario
al art. 132. Planteamiento el de las dilaciones que, sin embargo, no puede explicar los
casos de rebeldía o cuando la prolongación excesiva del proceso se debe a una perma-
nente actitud procesal de obstaculización del acusado. Lógicamente, tampoco este fun-
damento es trasladable a los delitos imprescriptibles, cfr. RAGU~s 1VALLES, La prescripción 1
penal, pág. 24.
(15) Entre la seguridad jurídica y la idea de justicia, sitúa el BGH alemán la prescripción;
sobre ello, recientemente, NAZARIAN, Der Beginn der Strafverfolgungsverjahrung - § 78 a)
StGB, Fráncfort d.M., 201 O, passim. De hecho, el pensamiento de la seguridad jurídica y
la contribución a la paz social, fueron las bases teóricas esenciales de la prescripción en
el Derecho civil trasladadas, en parte, al Derecho penal. 1
(16) PEDREIRA GoNZÁLEZ, «La prescripción de las infracciones penales tras la reforma introduci-
da por la LO 15/2003, de 25 de noviembre», LL núm. 6249, mayo de 2005; ampliamente,
en su monografía, La prescripción de los delitos y de las faltas. Doctrina y jurisprudencia,
Barcelona, 2004. 1
792 ©LA LEY l
l
k
43. Caso de cLos Albertos»
cronológicos -desde [... ] hasta- las pretensiones penales del Estado fren-
te a los delitos cometidos y su deber de tutela de los bienes jurídicos( 171 •
(17) Estas reflexiones asociadas a la prescripción, con detenimiento, cfr. (APus, Ewig still steht
die Vergangenheit? Der unvergangliche Strafverfolgungsanspruch nach schweizerischen
Recht, Berna, 2006, págs. 2 y 1O. También, G1 HONG, Zeitablauf als Grenze des staatli-
chen Strafanspruchs. Eine Studie über den rechtsphilosophischen Grundlagen der Ver-
jahrungsbarkeit, Fráncfort d.M., 201 O, págs. 146 y 150.
(18) DEL ToRo MARZAL, Comentarios al Código Penal, arts. 112 a 116, tomo 11, CóROOBA RoDA
{dir.) et al., Barcelona, 1972, págs. 699 ss.; MORILLAS CUEVA, Acerca de la prescripción
f de los delitos y de las penas, Granada, 1980, págs. 12-14; BoLDOVA PASAMAR, en GRACIA
MARTfN (coord.), Lecciones de consecuencias jurídicas del delito, 2.ª ed., Valencia, 2000,
pág. 289.
(19) Esta posición doctrinal alemana ha estado fuertemente condicionada por las sucesivas
reformas legislativas que ampliaron los plazos de prescripción, declarando imprescripti-
bles -con carácter retroactivo-- los crímenes cometidos durante el régimen nacional-
1 socialista. El propio Bundesverfassungsgericht avaló esta decisión, argumentando que los
plazos de prescripción sólo afectan a cuestiones estrictamente procedimentales, relativas
a la posibilidad de persecución de los hechos, sin capacidad para decidir directamente
en el destino de la punibilidad, por lo que esta cuestión queda completamente al mar-
gen de la prohibición de una aplicación retroactiva de la ley. El BVerfG liberó, así, a la
1 doctrina de tener que realizar una interpretación forzada para legitimar dogmáticamente
la posibilidad de aplicar estas reformas legales retroactivamente y sin límite hacia el fu-
turo, en perjuicio de los posibles imputados. Sobre ello, con detenimiento, SAMBALE, Die
Verjahrungsdiskussion im Deutschen Bundestag. Ein Beitrag zur juristischen Vergangen-
1 heitsbewaltigung, Hamburgo, 2002, passim.
l
l
k
©LA LEY 793
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Sin duda, esta perspectiva práctica parece incorporarse a las últimas pro-
puestas de reforma del CP, al ampliarse a cinco años el plazo de prescrip-
ción en determinados ámbitos delictivos, entre otros, los delitos de estafa,
urbanísticos o contra la Hacienda Pública y la Seguridad Social(2oi. Esta op-
ción de política legislativa se aparta, excepcional y puntualmente, del crite-
rio de la gravedad de la infracción y de la penalidad asignada como criterio
rector de la prescripción (a excepción de los crímenes imprescriptibles).
Con todo, podría incluso resultar acertado introducir otros parámetros adi-
cionales como, por ejemplo, la complejidad y naturaleza de determinados
ámbitos delictivos, el grado de sofisticación comisiva y su consiguiente di-
ficultad de investigación, la pertenencia o no al reo a organizaciones crimi-
nales estables, etc.(21 l.
(20) Vid. nota 5; en la Exposición de Motivos del Proyecto aprobado el 28 de abril de 201 O,
se alude a que en muchos casos su «descubrimiento e investigación pueden resultar
extremadamente complejos y dilatados», lo que provoca su prescripción «redundando
en descrédito del sistema judicial y en directo perjuicio de las víctimas» (80 Congreso,
28 de abril de 2010, Serie A, núms. 52-11, pág. 4). Aunque en la redacción originaria del
Proyecto de la Ley de Modificación del CP de 15 de enero de 2007 (BOCG núm. 119-
1) y, posteriormente, el Anteproyecto de reforma de 27 de octubre de 2008 se proponía
elevar de 5 a 1O años la prescripción de los delitos contra la Hacienda Pública y la Se-
guridad Social; según la EM de la reforma de 2007, en base a «la necesidad de evitar la
impunidad», así como en la «imposibilidad técnica de detectar y comprobar el delito en
ese periodo de tiempo».
(21) Así, GoNzALEZ GARCÍA, «La prescripción penal, cuestión abierta», LL núm. 3873, septiem-
bre de 2008. Sin embargo, entiendo que estos criterios pueden generar inseguridad jurí-
dica si se formulan con carácter general en los preceptos de la Parte general que regulan
la prescripción, sin vincularlos individualizadamente a cada figura delictiva que se esti-
me excepcionalmente pertinente.
En todo caso, los argumentos procesales más que alzarse como fun-
damento vienen a advertir de las consecuencias que puede entrañar la
prescripción.
(22) Así, REY GoNZÁLEZ, La prescripción de la infracción penal (en el Código de 1995), 2.ª ed.,
Madrid-Barcelona, 1999, págs. 53 ss. Este argumento ha sido objeto de numerosas críti-
cas; se opone que, en todo caso, el inculpado goza del derecho fundamental a la presun-
ción de inocencia (art. 24.2 CE), por lo que ante un hipotético supuesto de incertidumbre
en la autoría e insuficiencia probatoria, la sentencia será inequívocamente absolutoria,
sin que exista necesariamente riesgo de una decisión judicial errónea en perjuicio del
reo. Por otro lado, no siempre se dará el caso de desaparición de pruebas, por largo que
haya sido el tiempo transcurrido. Cfr. RAcu~s 1VALLB, La prescripción penal, págs. 30-31;
también GoNZÁLEZTAPIA, La prescripción en el Derecho penal, Madrid, 2003, pág. 52, y
ÁLVAREZ GARCÍA, arts. 112 a 117, en LóPEZ BARJA DE Qu1RocAIR00RíGuEz RAMos (coords.),
Código Penal comentado, Madrid, 1990, págs. 290 ss. Naturalmente, el fundamento pro-
cesal tampoco está en condiciones de explicar la imprescriptibilidad de ciertos delitos ni
la prescripción de la pena, vid. G1u PASCUAL, La prescripción, págs. 66-67.
(23) GIMBERNAT ÜRDEIG, «La prescripción del delito y el "caso Alierta"», Diario El Mundo, sec-
ción Tribunales/Derecho, 30 de julio de 2009.
(24) G1u PASCUAL, viene a considerar que la prescripción produce una metamorfosis cualitativa
en el apartado del injusto y fija el límite temporal en el que desaparece definitivamente
la antijuricidad material del hecho, cfr. G1u PASCUAL, La prescripción, pág. 91.
(25) El Derecho penal contemporáneo, en base a distintas consideraciones, ha desarrollado
una serie de figuras dogmáticas conducentes a sostener que no toda infracción debe ser
obligatoriamente neutralizada con la imposición de una pena, ni resulta imprescindible
su castigo efectivo cuando, por razones de injusto o de culpabilidad o en conexión con
las finalidades preventivas de la pena, ya no resulta ésta necesaria o no es eficaz en
términos utilitarios (aun cuando no se discuta su abstracto «merecimiento»). La pres-
cripción, aunque con un singular perfil, se integraría, así, dentro de aquellas figuras que
permiten renunciar al castigo de una infracción en base a la ausencia de necesidad de
pena (causas de levantamiento de la pena, amnistía, indulto, etc.), sin que ello implique
una quiebra de los pilares del Estado de Derecho por no hacer frente a la obligación
absoluta de persecución del injusto. Cfr. BLov, Die dogmatische Bedeutung der Stra-
fausschliessungs- und Strafaufhebungsgründe, Berlín, 1976, passim. Entre nosotros, de
forma destacada, vid. las monografías de GARCÍA PÉREZ, La punibilidad en el Derecho
penal, Pamplona, 1997, págs. 287 ss., y FARALDO (ABANA, Las causas de levantamiento de
la pena, Valencia, 2000, passim.
(26) Este parece ser el fundamento del legislador español de la reforma penal, al indicar ex-
presamente en la Exposición de Motivos al Proyecto de 2009 que «el fundamento de la
prescripción se halla vinculado en gran medida a la falta de necesidad de aplicación de
la pena tras el transcurso de cierto tiempo» (aunque tal premisa no puede aplicarse a los
delitos de terrorismo que hayan causado la muerte de una persona), 80 Congreso de 28
de abril de 10, Serie 52-11, VIII, pág. 4. Idéntico fundamento suele adjudicarse a la pres-
cripción de la pena y de las medidas de seguridad por ausencia de necesidad de ejecutar
la pena o la aminoración del juicio de peligrosidad; dr. G1u PASCUAL, La prescripción,
pág. 74, y RAGuÉs 1VALLES, la prescripción penal, págs. 195 ss.
(27) Así, por ejemplo, OcrAv10 DE ToLEDO v Ue1rro, Sobre el concepto de Derecho penal, Ma-
drid, 1981, pág. 201. A no ser que se adopte una teoría de la expiación, si se reconoce
suficientemente compensada la culpabilidad del sujeto por la angustia sufrida durante
todo el tiempo que puede sentirse amenazado por la acción de la justicia, lo cual resulta
de difícil comprobación.
(28) Precisamente, y tal vez ante la escasa confianza que en la actualidad puede despertar
el discurso, en cierto modo inconsistente, que rodea a estas tesis de ausencia de necesi-
dad de pena, dado que no deja de quedar argumentativamente en el evanescente plano
de la especulación, nuestra cautelosa jurisprudencia suele proceder, normalmente, a
una interpretación y aplicación restrictiva y excepcional, tanto a efectos de no facilitar
escandalosos pretextos de impunidad como para garantizar el mantenimiento de la con-
vivencia comunitaria en baremos socialmente tolerables, sin producir, al mismo tiempo,
una desconfianza o descrédito de la opinión pública en la justicia ni alarma social.
(29) Vid., por todos, Glu PASCUAL, la prescripción, pág. 78, y RAGuÉs 1VALLES, la prescripción
penal, págs. 36-39.
(30) De esta opinión, PEDREIRA GoNZÁLEZ, LL núm. 6249, mayo de 2005.
paso del tiempo, cuando los fraudes repercuten sobre ciudadanos de clase
media, pequeños ahorradores y modestos trabajadores.
prescripción, y si el plazo prescriptivo no llegase a dos años, hayan pasado al menos dos
años», dr. PEDREIRA GoNzALEZ, en Consideraciones a propósito, págs. 181 y 183.
(35) Que el Anteproyecto de LO de 27 de octubre de 2008 y la versión del Proyecto de 2009
(vid. nota 5, 80 Congreso de 28 de abril de 2010) concretan mejor en sus propuestas
para los arts. 131.4 y 133.2, en la referencia a las manifestaciones más graves de delitos
de lesa humanidad, genocidio y terrorismo.
(36) En todo caso, esta tendencia a incrementar plazos, a juicio de PEDREIRA GoNzALEZ, no deja
de ser sorprendente desde el punto de vista preventivo general, tratándose de una época,
como la actual, en la que «todo se sucede con extraordinaria rapidez y la alarma social
es más fugaz que nunca». Por otra parte, si esto se debiera a la necesidad de «ajustar el
CP a la lentitud de la justicia», no duda en afirmar que contribuirá a aumentar los pro-
blemas; recuerda nuestro autor, en este sentido, que la STC 157/1990, de 18 de octubre
(ponente, Rodríguez-Piñeiro y Bravo-Ferrer), ya advirtió que ello «podría cristalizar en la
desidia o el retraso en el funcionamiento de los órganos judiciales», entendiendo también
que «sería cuestionable constitucionalmente un sistema jurídico-penal que consagrase
la imprescriptibilidad de los delitos y faltas• dr. PEDREIRA GoNzALEZ, en Consideraciones
a propósito, pág. 182, lo cual, por ejemplo, podría replantear la decisión del legislador
respecto de los delitos dé terrorismo.
(37) Sobre todo ello, con amplitud, la citada monografía de Gi HONG, Zeitablauf, especial-
mente, págs. 42 ss. Pone de relieve esta autora el cambio de paradigma histórico expe-
rimentado hasta el presente, pues hasta finales del s x1x la regulación de la mayoría de
los ordenamientos jurídicos ponía razonablemente en tela de juicio el hecho de que tan
solo el paso del tiempo pudiera ser suficiente para fundamentar la imprescriptibilidad,
dado que se exigían presupuestos adicionales (no cometer nuevos delitos, reparar el
daño), aunque posteriormente algunas posiciones, no mayoritarias, defendían la eficacia
absoluta del paso del tiempo, pero con una fuerza comparablemente menor que el mo-
vimiento actual a favor de la imprescriptibilidad.
l
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(38) Así lo viene destacando la Exposición de Motivos de la reforma penal española (en sus
distintas versiones desde enero de 2007) sobre la incertidumbre en torno a las causas
de interrupción de la prescripción o al cómputo del inicio de plazo. Pretende así el
Anteproyecto «zanjar» la «insoportable» y «permanente» duda, no resuelta aún «pese a
muchos años de jurisprudencia no siempre unánime». Y, en la última versión, el Proyecto
de 2009 (80 Congreso, núms. 52-11 de 28 de abril de 2010) la Exposición de Motivos
alude al «objetivo de aumentar la seguridad jurídica» para poner «fin a las diferencias
interpretativas surgidas en los últimos tiempos» (VIII, pág. 4). A título de ejemplo, y co-
mo «claro exponente de los vaivenes e incertidumbres», señala RODRÍGUEZ MouRULLO la
posición divergente entre las STS 905/2004, de 12 de julio (ponente, Soriano Soriano) y
643/2005, de 19 de mayo (ponente, Martín Pallín), cfr. 2009, págs. 165 ss.
1
43. Caso de «Los Albertos»
(39) La reforma penal de 2009 no modifica esta cuestión. PEDREIRA GoNzALEZ propone distin-
guir entre delitos consumados y formas imperfectas de ejecución cpara evitar problemas
interpretativos» y determinar que el plazo de prescripción comience a correr cdesde el
día en que se hubiera consumado. Si el delito fuere intentado, desde el momento en
que se realizó el último acto de ejecución», cfr. PEDREIRA GoNZÁLEZ, en Consideraciones a
propósito, pág. 180.
Por lo que respecta al caso alemán, el § 78a StGB parece adoptar una solución similar
a la fórmula española, a cuyo tenor, cLa prescripción se inicia desde el momento en
que haya terminado el hecho. Si se produce posteriormente un resultado que pertenece
al tipo penal, la prescripción comenzará a partir de ese momento•. Sin embargo, este
precepto ha sido calificado también de norma insatisfactoria y técnicamente defectuosa,
porque en su apartado 1.0 se habla de terminación de la conducta (der Abschluss des
Taterverhalten) y en el apartado 2.º de la producción del resultado (Erfolgseintritt). Ha
generado disparidad de interpretaciones; para un sector, el apartado 1.º se refiere a los
delitos de acción y el 2. 0 a los de resultado. Otros sostienen que ha de atenderse no sólo
al momento de la terminación del comportamiento del sujeto sino al de la actividad
total. La jurisprudencia dominante toma en cuenta el criterio de la terminación de la
acción y no al resultado, cfr. NAZARIAN, Der Beginn, pág. 96.
(40) Ello parece deducirse también de las específicas reglas del art. 132.1 CP, inciso segun-
do, para los casos de delito permanente, continuado o los que exijan habitualidad -el
momento de la última infracción (así, STS 101612005, de 12 de septiembre, ponente,
Delgado García)- que, fruto de las demandas doctrinales, fue asumido por el legislador
tras la reforma penal por medio de LO 14/1999; lAscuRAíN SANCHEZ critica, sin embargo,
que se dé la misma solución a estas situaciones, porque en casos de delito continuado,
el legislador caplaza la prescripción de un delito en función del dato, irrelevante a estos
efectos, de su relación concursa! con otros posteriores»: art. 132, en RODRÍGUEZ MouRULLO
(dir.), Comentarios al Código Penal, Madrid, 1997, pág. 373. El Acuerdo del Pleno no
jurisdiccional del TS de 25 de abril de 2006 considera que, en caso de concurso medial,
no puede apreciarse la prescripción de una de las infracciones mientras no lo haga la
otra. El CP nada dice respecto de casos de concurso medial o ideal; el Proyecto de 2009
(vid. nota 5), introduce un último núm. 5 al art. 131 en el que expresamente indica que
«en los supuestos de concurso de infracciones o de infracciones conexas, el plazo de
prescripción será el que corresponda al delito más grave». Quizás hubiera sido preferible
que, en estos supuestos de conexidad delictiva, cada infracción se rigiera por su propio
plazo de prescripción.
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(41) De esta opinión, GoNzALEZ TAPIA, La prescripción, págs. 158-159, y RAGU~s 1 VALLES, La
prescripción penal, PÁG. 147.
(42) Expresión introducida en el CP de 1995, de la que la doctrina deduce la consciente opción
legislativa por este criterio abstracto. Se entiende más compatible con lo dispuesto en el art.
666.3 LECr que incluye la prescripción como artículo de previo pronunciamiento (cuestión
previa a los escritos de calificación), pues en ese momento no puede conocer el juez datos
concretos y significativos para determinar con precisión una correcta calificación delic-
tiva de los hechos; por otra parte, acudir al marco penal concreto obligaría a la apertura
del juicio oral en muchos asuntos. Entre nosotros, siguen esta posición, entre otros, Mu-
ÑOZ (ONDE, GARCÍA ARAN, MORILLAS, MAPELLlfTERRADILLOS, MARTÍNEZ-BUJÁN, BOLOOVA, lAscURAÍN
SANCHEZ. En el mismo sentido, el Acuerdo adoptado en Junta General del TS 29 de abril de
1997 (cuyo contenido ha sido declarado plenamente vigente por el reciente Acuerdo no
jurisdiccional del TS de 16 de diciembre de 2008): «en resumen, la gravedad se determina
por la pena abstracta independientemente de las vicisitudes a las que pueda llevarnos la
estimación de formas imperfectas de ejecución o los efectos de las circunstancias modi-
ficativas de la responsabilidad criminal» (reproduciendo la STS 509/1997, de 12 de abril;
ponente, Berdugo y Gómez de la Torre). En esta misma línea, STS 26 de octubre de 2001;
2 de febrero de 2004; 29 de mayo de 2005; 19 de junio de 2007; 7 de julio de 2008; 30
de diciembre de 2008 y la SAP Madrid de 17 de julio de 2009. En cambio, valorando los
distintos factores concurrentes la STS 15 de febrero de 2002.
y Gómez de la Torre), así como los supuestos de delito continuadd 431, pe-
ro paradójica y contradictoriamente con este tratamiento diferencial, no
encuentra suficiente justificación que posteriormente desatienda, a estos
efectos, la posible concurrencia de circunstancias modificativas de la res-
ponsabilidad criminal, eximentes incompletas, ni tampoco las genéricas
agravaciones o atenuaciones, ni los grados de intervención del sujeto a
título de autoría o participación ni, finalmente, considere las formas imper-
fectas de ejecución(44 l.
(43) También la citada junta General del TS de 29 de abril de 1997 estableció que csi se apre-
cia continuidad delictiva, las acciones [... ] pierden sustantividad propia con lo que la
pena es agravada (la que resultara de la posibilidad de aumentarla hasta el grado medio
de la pena superior)»; así mismo, SSTS 521/1996, de 13 de marzo (ponente, Martínez-
Rueda Rodríguez); 834/2005, de 15 de junio (ponente, Monterde Ferrer); 535/2007, de 8
de junio (ponente, Andrés lbáñez).
(44) De esta opinión, MORALES PRArs, art. 131, en Qu1NTERO OuvARES (dir.), Comentarios al nue-
vo Código Penal, Pamplona, 2004, pág. 1342; PRIETO RooRfGUEZ, cHacia una reinterpre-
tación de la prescripción», AP 1998 (núm. 20), págs. 395-396; Giu PASCUAL, La prescrip-
ción, págs. 115-117. Con respecto a la reforma penal, PEDREIRA GoNZÁLEZ, piensa que «lo
más acorde con la exigencia de proporcionalidad sería el establecimiento de un sistema
de plazos proporcional» y propone la siguiente fórmula alternativa al Proyecto: cA tal
efecto se ponderará la tentativa, la participación y las demás circunstancias de obligato-
ria apreciación que supongan una ampliación o reducción del marco temporal genérico
previsto en los tipos de los Libros 11 y 111 de este Código, teniendo en cuenta el aumento
máximo de la pena establecida por las circunstancias que determinen una ampliación de
dicho marco y la disminución mínima de la pena establecida por las que determinen una
reducción del mismo. En ningún caso se valorarán aquellas circunstancias cuya aprecia-
ción dependa de una decisión discrecional del órgano judicial»: dr. PEDREIRA GoNzALEZ,
en Consideraciones a propósito, pág. 180.
(45) De entrada, aunque esto no sea lo más grave, resulta inadecuado hablar de «culpable»
en un estadio en el que el sujeto goza aún del derecho fundamental a la presunción de
inocencia, por lo que resultan más pertinentes las locuciones imputado, acusado o pro-
cesado, según la fase del procedimiento en la que nos encontremos o, sencillamente, de
acuerdo con la propuesta legislativa de la inminente reforma penal de 2009, optar por
la expresión «persona indiciariamente responsable del delito o falta». Vid. nota 5 de este
trabajo; Qu1NTERO prefiere la de«[ ... ] que se le atribuya su presunta participación en un
hecho que pueda ser constitutivo de delito o falta», básicamente coincidente con la de
PEDREIRA GoNzALEZ: dr. en Consideraciones a propósito, págs. 174 y 181.
(46) De ahí quizás la conveniencia de sustituir directamente el término «procedimiento» por
el de «proceso penal», cfr. PEDREIRA GoNzALEZ, en Consideraciones a propósito, pág. 183.
(47) El TS declara que «Únicamente [... ] puede entenderse interrumpida la prescripción [... ]
por resoluciones que ofrecen un contenido sustancial, propio de una puesta en marcha y
prosecución del procedimiento[ ... ] superando la inactividad y parálisis[ ... ] cuando los
actos procesales están dotados de auténtico contenido material» (STS 907/1995, de 22
de septiembre; ponente, Soto Nieto; 1146/2006, de 22 de noviembre; ponente, Berdugo
y Gómez de la Torre). En coherencia con ello, el Acuerdo de la Sala General del TS de
1
43. Caso de «Los Albertos»
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
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43. Caso de clos AlbertOS»
mayor o menor celeridad judicial en las tareas de reparto o del volumen o acumulación
de trabajo que soporte un juzgado. Siguiendo de fonna prácticamente literal estos argu-
mentos, la STS de 19 de mayo de 2005. Sin embargo, considera paradójico R.AGuÉS que
la jurisprudencia pretenda otorgar seguridad jurídica ca costa de apartarse del texto de la
ley•, al anticipar el inicio de la interrupción de la prescripción pues, además, e las inter-
pretaciones gramaticales del art. 132.2 CP no están en condiciones de aportar respuestas
incontrovertidas», R.AGuÉS 1VALLEs, La prescripción penal, PÁG. 174.
(51) Curiosamente, y por el contrario, el TC considera que la interpretación del TS genera,
entre otras consecuencias, inseguridad jurídica. Así puede leerse en el FJ 12 de la STC
29/2008 (caso de los Albertos): «[ ... ] solo aparentemente la referencia al momento del
registro del escrito de querella, denuncia o cualquier otro que incorpore una notitia
criminis sin la exigencia de un acto de interposición judicial puede dotar de certeza y
seguridad al cómputo de los plazos de prescripción de las infracciones penales, en cuan-
to abre la posibilidad de consecuencias lesivas de otros derechos fundamentales y a la
postre puede conducir a mayor inseguridad que la que pretende evitar. Yes que admitir
la interrupción de que aquí se trata por la mera presentación y registro de una querella
o denuncia significa tanto como dar pie a la posibilidad de que, mediante querellas o
denuncias carentes de fundamentación, y por tanto rechazables liminarmente, puede
impedirse la prescripción de una infracción penal o se dilaten indefinidamente los plazos
legales establecidos. Yello a voluntad no del órgano que tiene atribuido el ejercicio del
ius puniendi del Estado, sino del particular interesado en que así ocurra y con una clara
incidencia, potencialmente lesiva, sobre derechos fundamentales del querellado o del
denunciado, singularmente el de defensa».
(52) SILVA SANCHEZ, LL 1999-6, pág. 1828; REY GoNzALEZ, La prescripción, pág. 174; CHOCLAN
MONTALVO cConsumación y prescripción del delito fiscal», AP 2000 (núm. 10), pág. 235;
BANACLOCHE PALAO, cAlgunas reflexiones críticas en tomo a la prescripción penal», RDP 2
(1997), pág. 317; BOLDOVA PASAMAR, Lecciones de consecuencias, págs. 295-296; G1u PAS-
CUAL, La prescripción, pág. 186; GoNzALEZ TAPIA, La prescripción, pág. 127; SERRANO GóMEZ,
La prescripción del delito (Tres cuestiones), Madrid, 2003, págs. 39 ss. y 50 ss.; RAcuÉS 1
VALLEs, La prescripción penal, PÁG. 163; PEDREIRA GoNzALEZ, La prescripción, pág. 12 9.
(53) Algunas versiones anteriores a ésta del Proyecto de 2009, contemplaban expresamente
la posibilidad de que la actuación material pudiera ser sustanciada no sólo por el Juez
de Instrucción sino también por el Ministerio Fiscal, ordenando «a la Policía Judicial la
práctica de diligencias orientadas a la detención» (del presunto culpable); opción que
rechaza RODRÍGUEZ MouRULLO dado que esa actuación puede ser efectuada con una na-
turaleza prejurisdiccional, antes de cualquier decisión del órgano judicial, cfr. RODRÍGUEZ
MouRULLO, en Estudios de Derecho penal económico, pág. 169. Por su parte, advierte
QUINTERO OuvARES de que quizás en una futura reforma procesal se llegue a encomendar
al Ministerio Fiscal la investigación de los delitos con lo que, si se le diera ahora entrada
en el art. 132 CP, dispondría de una hipotética capacidad interruptora de la prescripción,
cfr. QUINTERO OLIVARES en Consideraciones a propósito, pág. 171.
(54) «El traslado al órgano judicial, por cualquier medio, de la notitia criminis constituye sólo un
derecho (coordinado y limitado) a la "apertura del procedimiento", siendo aquel el único
legitimado para, admitiendo o inadmitiendo a trámite esta solicitud, poder decretar o no el
"inicio" (la "incoación") del procedimiento tal como se deriva, así mismo, del tenor literal
del art. 269 LECr, en el que se dispone inequívocamente que no es el denunciante, sino el 1
juez, quien, una vez recibida la denuncia "manda proceder'' o "se abstiene de todo proce-
dimiento"», cfr. G1MBERNAT ÜRDEIG, en Diario El Mundo, sección Tribunales/Derecho, 30 de
julio de 2009; de la misma opinión, RODRÍGUEZ MouRULLO, en Estudios de Derecho penal
1
económico, págs. 169-171: «El acto jurisdiccional marca la frontera entre lo que todavía
no es procedimiento y lo que supone ya comienzo del mismo». 1
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810 ©LA LEY
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43. Caso de e Los AlbertOS»
legal de procedimiento, de la lógica y del tenor legal del art. 132-2 CP»,
porque no se puede dirigir el procedimiento contra alguien si previamente
no existe tal procedimiento<55 l.
(55) RooRíGUEZ MouRULLO, en Estudios de Derecho penal económico, págs. 168, 172 y 187-
188. Le parece que la posición jurisprudencia! en materia de prescripción sería coheren-
te si partiera de un fundamento procesal -prescripción del ejercicio de la acción- y no
como causa extintiva del delito y autolimitación del ius puniendi que es, paradójicamen-
te, lo que el TS afirma de forma constante.
(56) Esta STC 63/2005 resuelve un recurso de amparo interpuesto contra la SAP de Ourense
1 de 31 de octubre de 2002, que absolvía a los cuatro acusados de un delito de alzamiento
de bienes al considerarlo prescrito, transcurridos más de cinco años entre la comisión del
presunto delito y el auto de admisión a trámite de la querella presentada, considerando
1 el juez de lo penal irrelevante que antes del vencimiento del plazo de los 5 años de
prescripción se presentara querella (en marzo de 1998) que, sin embargo, había perma-
1 necido extraviada o dormida en el Juzgado durante dos años.
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©LA LEY 811
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(57) Por eso considera GoNZÁLEZ GARCÍA que esta STC «no solamente es acertada, sino acorde
con la función que dicho Tribunal tiene encomendada de velar por el cumplimiento de
la Constitución»: LL 26 de julio de 2005.
(58) En efecto, dependiendo de la vía interpretativa que se utilice para determinar el alcance
y contenido del art. 132 CP, el acusado del delito podrá verse liberado de persecución o,
por el contrario, amenazado de pena. Vid. también el contenido de la nota 51.
(59) HUERTA Toc1wo, en BAJO FERNÁNDEZ (dir.) et al., Ubro Homenaje al Prof. Dr. C. Rodríguez
Mourullo, págs. 521-522. En su FJ 7, la STC 29/2008 indica que ceste plus de motiva-
ción que supone la tutela judicial reforzada en casos de implicación de un derecho
fundamental hace referencia a exigencias de orden cualitativo y no cuantitativo, al ser
perfectamente posible que existan resoluciones judiciales que satisfagan las exigencias
del meritado art. 24.1 CE, pues expresen las razones de hecho y de derecho que funda-
menten la medida acordada, pero que, desde la perspectiva del libre ejercicio de los de-
rechos fundamentales, no expresen de modo constitucionalmente adecuado las razones
justificativas de las decisiones adoptadas».
(60) Así, además del Acuerdo de la Junta General del TS de 12 de mayo de 2005 (con motivo
de la STC 63/2005), reiterado en el Acuerdo del Pleno del TS de 25 de abril de 2006 y
26 de febrero de 2008 (a raíz de la STC 29/2008 que declara nula la STS 14 de marzo
de 2003), también las STS de 21 de junio de 2005; 8 de marzo de 2006; 24 de julio de
2006; 26 de octubre de 2006; por reproducir un apartado literal, en la STS de 19 de mayo
de 2009 los Magistrados se atrincheran en la tesis de que no creen «que se pueda man-
tener, en estos tiempos, que la única forma de dirigir el procedimiento contra el culpable
pase necesariamente por un procesamiento o por su imputación formal en el momento
de la calificación de los hechos». Por otra parte, esta reticencia del TS a cambiar de posi-
(61)
ción era algo que parecía presumir SILVA SANCHEZ en el elocuente título de su trabajo «Sin
novedad en el TS: la interrupción de la prescripción del delito en la STS de 19 de mayo
de 2005», AJA núm. 678 (2005).
Esta actitud del TS ha merecido el rechazo doctrinal más contundente. Vid. sobre ello,
l
SILVA SANCHEZ, AJA núm. 678 (2005); REY GoNzALEZ, LL núm. 6303, 26 de julio de 2005;
RAGUÉS 1VALL~s, «La STC 63/2005: ¿una revolución en materia de prescripción penal?», LL
1
núm. 6269, 7 de junio de 2009, págs. 1-6; RODRÍGUEZ MouRULLO, en Estudios de Derecho
penal económico, pág. 182: «el TS ha seguido con una doctrina que va en contra de toda
la doctrina penal y procesal».
1
(62) Considera el TS que, según el art. 5.1 LOPJ, la STC 63/2005 no actúa implacablemente
porque se trataba de un precedente aislado (no dictado por el Pleno del TC y con dos vo-
tos discrepantes) y en un caso muy excepcional de presentación de querella que perma-
nece dormida en el juzgado durante dos años sin adoptar ninguna resolución judicial.
(63) Este es el argumento sobre el que descansa el voto particular de los Magistrados Conde i
Martín de Hijas y de Rodríguez Arribas, a la STC 63/2005; y el de este último a la STC
29/2008.
1
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814 ©LA LEY ~
1
43. Caso de «Los Albertos»
l
tados a los que llega el TC en materia de prescripción. No obstante, en mi
opinión, algunos apartados de la sentencia resultan discutibles, pues la to-
ma de posición que se adopte en este punto, dependerá en gran medida de
1
(64) En este sentido, HUERTA Tomoo, en BAJO fERNÁNDEZ {dir.) et al., Ubro Homenaje al Prof. Dr.
1 G. Rodríguez Mouru/lo, pág. 520; BACIGALUPO, LL 6265, 1 de junio de 2005; REY GoNzALEZ,
LL núm. 6303, 26 de julio de 2005. También RODRÍGUEZ MouRULLO recordando, además,
que el propio art. 123 CE contempla la excepción de «salvo lo dispuesto en materia de
garantías jurisdiccionales» y, puesto que en el ámbito de la jurisdicción de amparo no
existe ninguna materia que sea «de mera legalidad ordinaria», tampoco pueden excluir-
se de su control las sentencias del TS, dr. RODRÍGUEZ MouRULLO, en Estudios de Derecho
i (65)
penal económico, págs. 181-184.
A salvo, eso sí, del derecho fundamental a la legalidad penal {art. 25 CE) que, por mi
parte, sí creo que vulnera claramente la interpretación del TS.
1
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
Por último, y por lo que respecta a este apartado, no hay duda, sin em-
bargo, de que la interpretación doctrinal (y la posición del TC) plantea(rá)
algunos problemas de índole práctica, especialmente cuando la querella
se presenta en el umbral cronológico del plazo final de la prescripción del
delitd67l. Precisamente, esto es lo que aconteció en el caso Urbanor, que la
(66) Ciertamente, no puede decirse que el TS dejara de motivar su decisión en esta materia
pero, a juicio del TC, lo hizo de un modo «irrazonable» en atención a los derechos
fundamentales en juego, cfr. GoNZÁLEZ GARCÍA, LL 26 de julio de 2005. La propia STC
29/2008, precisamente por ello, considera que los preceptos de la prescripción «han de
ser interpretados con particular rigor en tanto perjudican al reo» (FJ 10).
(67) La STC 63/2005, de 14 de marzo, tras sus conclusiones en orden al cómputo de plazos
de la prescripción, advierte que «Se impone así, pues, en ciertos casos deber de diligen- 1
cia a las partes», sin esperar a interponer la denuncia o querella al final del plazo; y,
precisamente, de ello se hace eco también la Instrucción de la FGE núm. 5/2005, de 15
de junio, sobre interrupción de la prescripción que, a partir de la STC citada, aconseja a
'i
1
816 ©LA LEY
¡
43. Caso de clos AlbertOS»
los Fiscales que traten de «evitar apurar plazos, de manera que las denuncias y querellas
se presenten con antelación suficiente para dar tiempo a que el órgano instructor pueda
resolver sobre la admisión a trámite antes del agotamiento de los plazos de prescrip-
ción•. Ironiza, de algún modo, REY GoNZÁLEZ cuando plantea que el TS traslada la respon-
sabilidad de la persecución al denunciante o querellante, evitando que pueda aparecer
el juez como responsable de la prescripción. Tal es así, prosigue, que el TS acude a la
inconstitucional interpretación (interrupción de la prescripción con la simple presenta-
ción de denuncia o querella) cuando el delito le ha prescrito al juez, porque cuando ha
1 iniciado procedimiento en plazo, en sus fundamentos jurídicos siempre alude a que ha
quedado interrumpida la prescripción tras el Auto de admisión a trámite o de incoación
'i
1
de diligencias, etc. (citando ejemplos de varias resoluciones), en LL núm. 6303, 26 de
julio de 2005.
afecta de igual manera a todos los que están en relación directa con la empresa criminal,
teniendo en cuenta que la verdadera responsable, no está en la base sino en el vértice
que tiene capacidad de decisión. Por lo que es suficiente con hacer referencia innomi-
nada a un tercero que recibió el pago del dinero apropiado, para que se entienda que
el procedimiento y la investigación se dirige contra la persona enmascarada detrás de
toda la trama delictiva». Sin embargo, son numerosas las sentencias que, normalmente,
fuera del ámbito del crimen organizado o en supuestos que no presentaban especiales
interrogantes de autoría, continúan exigiendo en el momento inicial del procedimiento
(el de presentación de la denuncia) una •suficiente identificación de la persona contra la
que se dirige» o una e mención [... ],concreta o no, directa o indirecta, de la persona que,
ulteriormente, es imputable, aunque se tratase de una simple referencia genérica a per-
sonas que [... ] no resultan fáciles de identificar o concretar en esos momentos iniciales
de la investigación»; son expresiones habituales, dr. STS de 23 de diciembre de 2004; 3
de febrero de 2005; 9 de marzo de 2005; 24 de julio de 2006; 24 de julio de 2008; 4 de
noviembre de 2008.
(69) Cfr. G1u PASCUAL, La prescripción, págs. 189 ss.; RooRíGUEZ RAMos «La prescripción y la
estafa en el •caso de los Albertos» (STS 14-3-03). ¿Derecho penal figurativo, abstracto o
surrealista?», AJA núm. 597 (2003); RooRfGUEZ MouRULLO, en Estudios de Derecho penal
económico, págs. 180 y 183. Como colofón a las cuestiones expuestas aquí, estos dos
últimos autores entienden que estamos ante una interpretación doblemente extensiva
y prohibida, tanto respecto del momento del inicio del procedimiento como por el del
instante de dirigirse contra el culpable; hasta el punto de que RooRfGUEZ RAMos habla de
una «orgía de interpretación extensiva (o analogía in malam partem)» y •apoteosis de
la dislatación», dr. en clnconstitucionalidad de algunas interpretaciones del plazo de
prescripción del delito», AJA núm. 669 (2005), con relación a las STS de 17 de febrero
de 2002 y 14 de marzo de 2003. En el resultado, REY GoNzALEZ, «La STC 63/2005, de
14 de marzo, y la interrupción del plazo de prescripción: una sentencia esperada», LL
núm. 6303, 26 de julio de 2005; dr. lo., La prescripción, págs. 196-199; BotoovA PA-
SAMAR, en Lecciones de consecuencias, pág. 339; CHOCLÁN MoNTALVO, «Prescripción de la
acción penal y criminalidad organizada ¿un modelo de excepción?», AJA 488 (2001 ),
pág. 6; BACIGALUPO lAPATER, LL 6265, 1 de junio de 2005, piensa que, ante la inseguridad
jurídica que en sí mismo genera el art. 132.2 CP, contraria a las exigencias del principio
Recuérdese que el art. 132.2, apartado 2.º del Proyecto de 2009 con-
templa la suspensión del cómputo de prescripción por un máximo de seis
o de dos meses, según se trate de delitos o faltas; si dentro de ese plazo el
Juez de Instrucción no adopta ninguna resolución de admisión a trámite o,
simplemente, no dirige el procedimiento contra el denunciado o querella-
do, continúa el cómputo de prescripción desde la fecha de presentación
(vid. nota 5).
9.ª Previsión de la interrupción y cómputo de plazos en casos de rebel-
día, extradición o de ejecución de la euroorden (así, Qu1NTERO, Considera-
ciones, 201 O).
10.ª Contemplar los supuestos de suspensión en la prescripción de la
ejecución de la pena.
YowELL, Paul
Lecturer in Law. New College, University of Oxford
SUMARIO:
l. CONTENIDO Y ANTECEDENTES DEL CASO
11. ANÁLISIS
(*) Regina v. G & R (2004) 1 A.C. 1034. Traducción a cargo de Ignacio URBINA, Profesor
Instructor de Derecho natural, Pontificia Universidad Católica de Chile. Se ha optado
por utilizar a menudo el término original en inglés tanto para «recklessness» como para
«negligence», en lugar de utilizar palabras castellanas que, a pesar de las semejanzas,
pueden inducer a confusion («imprudencia» y «negligencia»). Los mentados conceptos
anglosajones no son, sin más, el equivalente de nuestros conceptos de imprudencia y
negligencia. «Reck/essness», por ejemplo, puede incluir también lo que denominamos
«dolo eventual». Algo similar ocurre con «neglingence». Este artículo muestra la ambi-
güedad en el alcance de dichos conceptos, en particular de «recklessness» (N. del T.).
del juez de primera instancia [tria/ judge] respecto del significado de ese
término. Antes de considerar cómo el juez de primera instancia instruyó al
jurado, y la resolución de la apelación de Regina v. G & R en la Cámara de
los Lores, conviene revisar dos casos ingleses anteriores, que influyeron en
el desarrollo del concepto de recklessness en el Derecho inglés.
11. ANÁLISIS
En Inglaterra el Derecho penal ha reconocido desde antiguo el princi-
pio actus non facit reum nisi mens sit rea, traducido en un caso moderno
así: «Un acto no hace a un hombre culpable de un delito, a menos que su
mente también sea culpable»(ll. La modalidad central de la mens rea<"'> es la
intention. Una persona pretende [intent] todas las partes de un plan de ac-
ción (tanto fines como medios) que libremente elige y persigue. La persona
que envenena a su abuelo para cobrar una póliza de seguros podrá tener
como su motivo último el dinero que podrá obtener, o las cosas en que
lo gastará (quizás cosas buenas, como una casa para sus hijos u obras de
caridad). Puede que tenga un remordimiento emocional profundo respec-
to a la muerte de su abuelo y desear que hubiese habido otra alternativa.
Sin embargo, independientemente de todo ello, pretende la muerte como
parte de los medios para su fin elegido. Este ejemplo ilustra que los efectos
pretendidos de un plan de acción no se limitan a aquellos que son emo-
cionalmente deseados o queridos. Uno pretende todas las partes constitu-
tivas de una propuesta de acción, de un plan de acción, que se ha elegido
seguir. Esto, empero, no significa que uno pretenda todo efecto causado
por su acción. Cabe prever que ciertos efectos que se siguen de un curso
de una acción son probables, o incluso seguros, y sin embargo esos efec-
tos no constituyen parte del fin o propósito para elegir dicha acción. Un
corredor sabe que correr causará gradualmente el desgaste de sus zapatos,
pero él no pretende que así ocurra. Usted está conduciendo en la carretera
cuando dos personas repentinamente se cruzan en la calzada, por lo que
usted se desvía bruscamente al costado de la carretera donde una persona
se encuentra de pie, sabiendo que es probable que el impacto lo mate.
Cuando usted lo golpea, causándole la muerte, eso no es algo que usted
haya pretendido, pese a que usted lo previó como un resultado probable
o seguro de su acción voluntaria. La muerte no fue parte de su fin (ni tam-
poco un medio para su fin) al elegir desviarse bruscamente de la carretera.
(2) F1NN1s, •lntention and Side-Effects», en FREY/MoRRIS (eds.), Uability and Responsibility:
Essays in Law and Morals, Cambridge, Nueva York, 1991.
(3) R v. Cunningham (1957) QB 396, 399.
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830 ©LA LEY
1
44. Caso del incendio en el patio
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©LA LEY 831
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Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(9) Vid. KIMEL, clnadvertent Recklessness in Criminal Law», LQR 120 (2004), pág. 548.
(1 O) En HART, Punishment and Responsibility, Oxford, 1968, págs. 13 6-15 7.
(18) Vid. D.P.P. v. Morgan (1976) A.C. 182, que adoptó un criterio objetivo con respecto a
la consciencia del acusado del consentimiento de la víctima; la Sexual Offences Act de
2003, sin embargo, efectivamente revoca ese caso al incluir como elemento del deli-
to de violación el requisito de que el acusado no crea razonablemente que la víctima
consiente.
(19) En «Caldwell and Lawrence: The Retreat From Subjectivism», OJLS 3 (1983 ), págs. 77, 98.
(d) Negligentemente.
(21) Vid. HoRDER, «Gross Neg/igence and Criminal Culpability», UTLJ 47 (1997), pág. 495.
SUMARIO:
l. ANTECEDENTES PREVIOS
11. LA DISCUSIÓN SOBRE UN DERECHO PENAL EUROPEO. RELEVAN-
CIA DEL CASO
11.1. Influencia del Derecho comunitario sobre los derechos
nacionales
11.2. Derecho penal dentro del primer pilar. Sentencia del TJCE de
13 de septiembre de 2005
11.2.1. Repercusiones desde la perspectiva del principio de
legalidad
l. ANTECEDENTES PREVIOS<1l
(1) Debo hacer presente que la exposición se fundamenta principalmente en las disposicio-
nes del Tratado de Ámsterdam. Como se verá en el apartado IV, el Tratado de Lisboa ha
introducido cambios importantes, incluso institucionales.
(3) Decisión Marco 2003/80 OAI), publicada en DO N.º L 029 de 5 de febrero de 2003,
págs. 55 SS.
(4) COM (2001) 139 final, publicada en DO N.º C 180 de 26 de junio de 2001; propuesta modi-
ficada COM (2002) 544 final, publicada en DON.º C 020 de 28 de enero de 2003.
(5) AvGERINOPOULOU, CJEL 13, 2006-2007, pág. 751.
(6) Recurso interpuesto por la Comisión contra el Consejo de la Unión Europea, publicado
en DO N. º C 135 de 7 de junio de 2003, pág. 21.
(7) APPS, CJEL 12, 2005-2006, pág. 632.
Diversas eran las razones esgrimidas para negar el traspaso de tales compe-
tencias por parte de los Estados. Así, se señalaban motivos de orden poi ítico'9J.
(8) Cfr., entre otros, GRASso, Comunidades europeas y Derecho penal, (trad., N. García Ri-
vas), Ed. de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1993; CUERDA R1uu, «¿Ostentan ius
puniendi las Comunidades Europeas?», en M.W., Hacia un Derecho penal económico
europeo, Jornadas en honor del Prof. Klaus Tiedemann, Madrid, 1995, págs. 621 ss.;
N1rro MARTÍN, Fraudes comunitarios, Barcelona, 1996; CARNEVALI RoDRfGUEZ, Derecho pe-
nal y Derecho sancionador de la Unión Europea, Granada, 2001.
(9) Para R10NDATO, cProfili di rapporti tra Diritto comunitario e Diritto penale dell'economia
(éinfluenza', poteri del giudice penale, questione pregiudiziale ex art. 177TCE, quiestioni
di costituzionalita)», RTDPE 1997, pág. 1159, los Estados no estarían dispuestos a acep-
tar el éxito de un Derecho penal comunitario, que dentro de la esfera de la criminalidad
económica, pudiera involucrar a quienes tienen cargos políticos estatales; T1EDEMANN,
cDie Europaisierung des Strafrechts», en KREUZERIScHEU1Nc/S1EBER (Hrsg.), Die Europai-
sierung der mitgliedstaatlichen Rechtordnungen in der Europaischen Union, Baden-Ba-
den, 1997, pág. 134, afirma que el Derecho penal expresa de modo más intenso que
otras materias jurídicas la soberanía nacional, pues para amplios sectores, se presenta
como un Derecho político con una fuerte vinculación a la tradición y a la conciencia de
valores, así como, a emociones y temores fundamentales. El Derecho penal, sólo en una
parte es técnica jurídica, y por tanto, reducidos son los ámbitos objetos de negociación.
Afirma que la Parte especial se presenta como un espejo en negativo, en el que se reflejan
los valores de una sociedad; BACIGALUPO ZAPATER, «El Corpus Juris y la tradición de la cul-
tura jurídico-penal de los Estados miembros de la Unión Europea», en BACIGALUPO (dir.),
Curso de Derecho penal económico, Madrid, 1998, págs. 397-398, señala la relevancia
del factor identidad nacional como el obstáculo que impide una armonización del De-
recho penal comunitario. Los Derechos penales nacionales no podrían ser armonizados
por cuanto son expresión de la cultura y la especificidad de cada Estado.
(1 O) JESCHECK, Tratado de Derecho penal (trads., Muñoz Conde/Mir Puig), Vol. 1, Barcelona,
1981, pág. 16; cfr. asimismo, TERRADILLOS BASoco, «Política y Derecho penal en Europa»,
RP 3 (1999), pág. 74.
(11) Al respecto, CARNEVALI RoDRíGuEz, Derecho penal y Derecho sancionador, págs. 150 ss.;
para PAGLIARO, «límites a la unificación del Derecho penal europeo», (trad., Suárez Gon-
zález), en W.AA., Hacia un Derecho penal económico europeo. Jornadas en honor del
Prof. Klaus Tiedemann, Madrid, 1995, págs. 690-693, los puntos de discusión que difi-
cultarían un proceso de formación de un Derecho penal comunitario son: el principio
de legalidad, la validez de la ley penal en el espacio, la relevancia del error de derecho,
el tratamiento de la participación, la configuración de las penas. Sin embargo, el gran
obstáculo -pues los mencionados son superables- sigue siendo la consideración de
que la pena -por su incisividad y carácter estigmatizador- es un reflejo inmediato de
la soberanía.
(12) CoRSTENS, EJCCLCJ, 2003, pág. 132; BERNARDI, «11 ruolo del terzo pilastra UE nella euro-
peizzazione del diritto penale: un sintetico bilancio alla vigilia della riforma dei Tratatti»,
RIDPC 6 (2007), págs. 1161 y ss., expone las razones del proceso de europeización del
Derecho penal.
(13) Cabe destacar que la Comisión, para fundamentar su posición frente al TJCE en el caso
objeto de este comentario, citó algunas de estas sentencias. APPS, CJEL 12, 2005-2006,
págs. 629-630.
(14) Cfr. HuGGER, «The European Community's competence to prescribe national criminal
sanctions•, EJCCLCJ 1995, pág. 246; FRANa, e The influence of European Community Law
on the Criminal Law of the Member Status•, EJCCLCJ 1994, pág. 348.
(15) Para MANNozzl/CoNsuucH, RTDPE 2006, pág. 909, tanto el caso del maíz griego como la
sentencia C-176/03 pueden ser consideradas como sentencias de vanguardia en la de-
terminación de las relaciones entre los derechos nacionales y el comentario en materia
sancionatoria.
(16) Respecto a la técnica de asimilación, cfr. CARNEVALI RODRÍGUEZ, Derecho penal y Derecho
sancionador, págs. 270 ss.; CUERDA R1EZu, en Hacia un Derecho penal económico euro-
peo, págs. 628 ss.
(17) Cfr. R10NDATO, Competenza pena/e della Comunita europea, Padua, 1996, pág. 33; HuG-
GER, EJCCLCJ 1995, pág. 247; FRANCE, EJCCLCJ 1994, pág. 349.
(18) CARNEVALI RODRÍGUEZ, Derecho penal y Derecho sancionador, pág. 291 ss.; CUERDA R1EZu,
en Hacia un Derecho penal económico europeo, págs. 630-632; GRASso, Comunidades,
págs. 197 ss.; NIETO MARTÍN, Fraudes, págs. 335 ss.; SEVENSTER, «Criminal law and EC law»,
CMLR 1992, págs. 35 ss.
(19) Publicado en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas (DOCE) núm. L 334 de 18
de noviembre de 1989, págs. 30 ss.
(20) Publicado en el DOCE núm. L 166 de 28 de junio de 1991, págs. 77 ss.
(21) BLANCO CORDERO, RECPC 06-05, 2004, págs. 3-4.
(22) BERNARDI, RIDPC 6 (2007), págs. 1166 ss.
11.2. Derecho penal dentro del primer pilar. Sentencia del TJCE de 13 de
septiembre de 2005
La sentencia que se examina ha supuesto un serio cuestionamiento a lo
expuesto precedentemente, pues supone preguntarse derechamente si ya
es posible hablar de un Derecho penal comunitario, esto es, situarlo dentro
del primer pilar. En todo caso, cabe advertir que la distinción entre pilares
cumple hoy más bien una función explicativa, pues, como se verá infra,
con el Tratado de Lisboa desaparecen.
con el parecer del TJCP25 l y del Parlamento Europeo<26l, puede dar lugar a un
verdadero desarrollo de una política criminal europea(27l.
(34) Se ha señalado que los parlamentos nacionales son «lacayos de Bruselas». Así lo destaca,
PÉREZ DEL VALLE, In Dret 412 008, pág. 12.
(35) Así lo afirman, MANNOZZl/CoNsuucH, RTDPE 2006, pág. 928.
(36) Frente a esta particularidad, PÉREZ DEL VALLE, lnDret 412008, pág. 16, estima que es posi-
ble que una Directiva ordene a los Estados tipificar delitos de peligro, incluso abstractos
-tan discutidos en cuanto a su legitimidad-, siempre que se trate de una materia de
competencia exclusiva europea.
(3 7) Así, MANNozz1/CoNsuucH, RTDPE 2006, pág. 941.
(38) Comentan MANNOZZl/CoNsuucH, RTDPE 2006, pág. 914 que al menos en Italia no ne-
césariamente la participación de los Parlamentos nacionales aseguran el componente
democrático, en cuanto se trate de normas que representen la voluntad popular.
(39) En este sentido, SILVA SANCHEZ, Aproximación al Derecho penal contemporáneo, Barcelo-
na, 1992, págs. 252-253, señala que la dimensión política del principio de legalidad se
refiere precisamente a la vinculación entre las decisiones incriminadoras y la represen-
tación básica de los ciudadanos. Tiene por objeto fundamental atender a la legitimación
democrática de las disposiciones definitorias de los delitos y de las penas; MARINuccl/
Dmc1N1, Manuale di Diritto pena/e. Parte Genera/e, Milán, 2004, pág. 29: «Con la afir-
mación del Estado democrático y por tanto, con la introducción del sufragio universal, el
Parlamento llega a ser expresión de la voluntad de todo el pueblo: se afirma que atribuir-
les el monopolio de la producción de las normas penales significa asegurar -garantía
de la libertad de los ciudadanos- una más fuerte legitimación política de las decisiones
políticas del Estado, y una todavía más acentuada exclusión de las intervenciones del
Poder ejecutivo y del Poder judicial» (destacado en el original).
(40) SILVA SANCHEZ, «Constitución Europea, legalidad y Derecho penal económico», en BAJO
FERNÁNDEZ (dir.)/BACIGALUPO/GóMEZ-JARA DíEZ (coord.), Constitución europea y Derecho pe-
nal económico, 2006, Madrid, pág. 263. Asimismo y en apoyo a lo expuesto, SILVA SAN-
CHEZ, «Los principios inspiradores de las propuestas de un Derecho penal europeo. Una
aproximación crítica», RP 13 (2004), pág. 139, afirma que aún no puede hablarse de una
sociedad civil europea y lo que domina es el discurso selectivo de expertos e intereses o
un modelo burocrático de conducción legislativa.
(41) SILVA SANCHEZ, RP 13 (2004), pág. 142.
(42) SILVA SANCHEZ, RP 13 (2004), pág. 147.
(43) Sor1s, «La novita in tema di diritto penale europeo», en B1LANc1A/D'AM1co (coord.), La
nuova Europa dopo il Tratatto di Lisbona, Milán, 2009, págs. 145 ss.
(44) APR1LEISP1EZ1A, Cooperazione giudiziaria, págs. 45 ss.
(45) ÁLVAREZ Rus10, «El tratado de Lisboa y la plena comunitarización del espacio de libertad,
seguridad y justicia», REEI 15 (2008), pág. 12 (disponible en www.reei.org, consultado el
12 de enero de 201 O).
(46) GuERINI (coord.), JI diritto pena/e dell'Unione Europea, Turín, 2008, pág. XIX.
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
11. CALIFICACIÓN DE LOS HECHOS REALIZADA POR LA AUDIENCIA
NACIONAL
111. CALIFICACIÓN DE LOS HECHOS REALIZADA POR EL
TRIBUNAL SUPREMO. LA COMPLICIDAD Y LA «DOCTRINA DEL
FAVORECIMIENTO»
IV. CONCLUSIÓN: RELEVANCIA DE LA DOCTRINA DE LAS ACCIONES
NEUTRALES EN LA JURISPRUDENCIA RECIENTE
No es este un tema nuevo; hace más de un siglo fue objeto de estudio por
la doctrina alemana en relación con la participación criminal. En efecto, el
debate fue planteado a principios del siglo pasado por V. BAR, tanto en el
ámbito de la intervención posterior al delito-esto es, de lo que se conoce
como encubrimiento--, como de la intervención previa o simultáneam. Por
aquellos años se preguntaba V. BAR(4> al analizar el encubrimiento, qué com-
(3) Cfr. VON BAR, Gesetz und Schuld im Strafrecht. Fragen des geltenden deutschen Strafrechts
und seiner Reform. Band 11: Die Schuld nach dem Strafgesetze, Berlín, 1907, pág. 750/1.
(4) Cfr. VON BAR, Gesetz und Schuld im Strafrecht, pág. 750/1.
t
46. Caso de la mujer que lava la ropa del secuestrado
t
Casos que hicieron doctrina en Derecho penal
(17) Sobre esta cuestión, a propósito del encubrimiento, dr. nuestro trabajo BLANCO CORDERO,
«El encubrimiento personal: contribución a la delimitación del tipo del art. 451 n. 3 del
Código Penal», RDPC 2 (1998), págs. 11 ss.
(18) Cfr. nuestro trabajo BLANCO CORDERO, e Negocios socialmente adecuados y delito de blan-
queo de capitales», ADPCP 50 (1997), págs. 263 ss.; BLANCO CORDERO, El delito de blan-
queo de capitales, 2. ª ed., Cizur Menor (Navarra), 2002.
(19) Cfr. fEIJOO SANCHEZ, límites a la participación criminal, Granada, 1999, págs. 74 ss.
(20) Cfr. el análisis de GóMEZTOMILLO, libertad de información y teoría de la codelincuencia,
págs. 401 SS.
(21) SAN 17/2004 (Sala de lo Penal, Secc. 1.ª), de 28 abril.
(22) En el juicio se discutió si realmente Trinidad había o no lavado ropa, o si había conocido
o no el secuestro por parte de ETA. Existían declaraciones contradictorias, e incluso prue-
bas dactiloscópicas que apuntaban que Trinidad había estado en el lugar del secuestro.
(23) SAN núm. 22/2002 (Sala de lo Penal, Secc. 2.ª), de 7 junio.
(24) STS 185/2005, de 21 febrero.
(25) El mero conocimiento de la comisión del delito y la pasividad ante ello, excepto en los
concretos supuestos de responsabilidad derivada de la ocupación de una específica po-
sición de garante legalmente prevista, no alcanza a constituir una forma de participación
típica en esa comisión.
Existe un voto particular de dos magistrados que califican los hechos co-
mo complicidad en el secuestro. Parten de que la aportación del partícipe
debe ser causal al hecho proyectado por el autor, en los términos que son
diseñados por éste. Por lo que constituye un acto de participación punible
(26) En cuanto a la conducta de Trinidad consistente en prestar el vehículo para que los au-
tores pudieran liberar al secuestrado, el TS manifiesta sus dudas sobre la redacción de
los hechos probados, esencialmente en lo relacionado con la existencia o no de autori-
zación para dicho uso. En cualquier caso, concluye el Tribunal que dicha conducta tam-
poco puede calificarse como complicidad, pues con ella no se facilitaba la comisión de
la infracción sino, precisamente, el término de la situación delictiva a la que se hallaba
sometido la víctima. «Favorecer la liberación no es cooperar en la detención», concluye
el TS. Mejorar la situación de un bien jurídico no debe ser castigado como la lesión del
mismo. Se trata de un supuesto de disminución del riesgo (quien desvía una piedra diri-
gida hacia la cabeza de alguien, que no puede neutralizarla, hacia otra parte del cuerpo
menos peligrosa, realiza una conducta causal de unas lesiones, pero no comete delito
de lesiones) que se cierne sobre el bien jurídico libertad ambulatoria. Sería absurdo que
el Derecho prohibiese acciones que no empeoran, sino que mejoran el estado del bien
jurídico.
(28) Alguna defensa ha llegado incluso a proponer como acto neutral el hecho de viajar a
África y transportar cocaína, alegando que el sujeto desconocía lo que transportaba.
Evidentemente, el hecho de viajar es un comportamiento neutral, pero encaja en el tipo
objetivo en el momento en el que el viaje se hace transportando droga. Aquí el problema
sí es de tipo subjetivo, de la determinación de si el sujeto conoce o no lo que transporta,
y no tanto una cuestión relacionada con los actos neutrales. Cfr. STS 1119/2009, de 6
noviembre.
(29) STS 1119/2009, de 6 noviembre.
(30) STS 797/2006, de 20 julio.
(31) STS 189/2007 de 6 marzo. Añade asimismo que «el secretario de un atestado policial no
es garante de que las personas que declaran en su presencia lo hagan verazmente».
(32) STS 928/2006 de 5 octubre.
(33) STS de 1 de febrero de 2007.
(34) De acuerdo con el Alto Tribunal, sólo es penalmente relevante la acción que favorezca
el hecho principal en el que el autor exteriorice un fin delictivo manifiesto, o que revele
una relación de sentido delictivo, o que supere los límites del papel social profesional
del cooperante, de tal forma que ya no puedan ser consideradas como profesionalmente
adecuadas, o que se adapte al plan delictivo del autor, o que implique un aumento del
riesgo, etc.
(35) Carece de esta relación de sentido delictivo, y por lo tanto son actos neutrales, la consti-
tución de una sociedad, o la aparición, como titulares o apoderados, en algunas cuentas
SATZGER, Helmut
Catedrático de Derecho Penal. Ludwig-Maximilians-Universitat, Múnich
SUMARIO:
l. RELEVANCIA DOCTRINAL
11. SENTENCIA DEL TRIBUNAL DE JUSTICIA DE LA UE
111. CONCLUSIONES DE LA ABOGADO GENERAL
IV. CRÍTICA Y TOMA DE POSICIÓN
(*) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 3 de mayo 2005,
Berlusconi y otros, C-387102, C-391/02 y C-403/02, Rec. p. 1-3565.
antiguo art. 2621 del Código Civil italiano (CC it.), según el cual dichos
hechos constituían delito. Después de la entrada en vigor del Decreto
legislativo 61/2002 -bajo el mandato del propio Berlusconi como Pre-
sidente del Gobierno-- el inculpado reclamó que eran de aplicación a
la causa abierta en su contra los nuevos arts. 2621 y 2622 CC it. Según
éstos los hechos cometidos por el inculpado ya no eran perseguibles
penalmente. Conforme a la legislación italiana, Berlusconi debía ser
juzgado con base en la norma más favorable, en su caso los nuevos
arts. 2621 y 2622. Este principio, llamado /ex mitior, está regulado en
los arts. 2.2 y 2.4 del CP it., que establecen que:
«Nadie puede ser castigado por hechos que no estén penados con
arreglo a una norma posterior. En caso de condena, cesarán la ejecu-
ción de la pena y las consecuencias penales.
Si existe discrepancia entre la norma vigente en el momento de co-
misión de la infracción y la norma posterior, se aplicará aquella cuyas
disposiciones sean más favorables al reo, salvo que se haya dictado
una sentencia irrevocable».
Aplicando los nuevos arts. 2621 y 2622 CC it. en la valoración
jurídica de los hechos, se producían unas diferencias significantes se-
gún el Tribunal y la Fiscalía correspondiente al caso.
l. RELEVANCIA DOCTRINAL
(1) Desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el procedimiento de la cuestión prejudi-
cial está previsto en el art. 267 TFUE.
(2) Vid. ÜANNECKER, Das intertemporale Strafrecht, Tubinga, 1993, págs. 407 y ss.; 5oMMER,
Das mildeste Gesetz iSd §2 111 StGB, Koenigstein, 1979, págs. 34 y ss.
(3) Vid. ÜANNECKER, cDer zeitliche Geltungsbereich von Strafgesetzen und der Vorrang des
Gemeinschaftsrechts•, ZIS 2006, pág. 309 (págs. 314 ss.); vid., por ejemplo, art. 2.2 CP
casos este principio está regulado con rango de ley (y no en las respectivas
constituciones), no existe consenso en la doctrina sobre la cuestión de si
este principio emana directamente del Estado de Derecho (art. 1.1 CE, art.
20.3 Constitución alemana)(4) o si se fundamenta simplemente en motivos
de equidad(5l. La configuración del principio en cuestión tiene efectos en
el peso de éste, así como en su valoración en relación con otros principios
del Derecho.
español, arts. 2.2 y 2.4 CP it., § 2.3 StGB, art. 112.1 CP francés; rango constitucional por
ejemplo en el art. 29.4 Constitución portuguesa. Vid., además, GRoss, «Zum Fall Silvia
Berlusconi», EuZW 2005, 371 (pág. 372).
(4) T1EDEMANN, Wirtschaftsstrafrecht, Allgemeiner Tei/, 2.ª ed., Colonia, 2007, núm. 160;
DANNECKER, l/5 2006, pág. 309 (p. 315).
(5) Vid. GRoss, EuZW2005, pág. 371 (p. 373), ESER, en SCHONKE!ScHRODER, StGB-Kommentar,
27.ª ed., Múnich, 2006, § 2, núm. marg. 16.
(6) Sentencia del TJ de 15 de julio de 1964, Costa/EN EL, 6/1964, Rec. pág. 1251.
(7) Vid. la Sentencia del TJ de 8 de octubre de 1987, Kolpinghuis Nijmegen, 80/1986, Rec.
pág. 3969, núm. 13; Sentencia del TJUE de 11 de noviembre de 2004, Niselli, C-457102,
Rec. pág. 1-10853, núm. 29.
(8) Vid. la Sentencia del TJ de 4 diciembre de 1974, van Duyn, 41/1974, Rec. pág. 1337,
núm. 12; Sentencia del TJ de 5 de abril 1979, Ratti, 148/1978, Rec. pág. 1629, núm. 18
y ss.; STREINZ, Europarecht, 8.ª ed., Heidelberg, 2008, núm 443 y ss.
(9) Sentencia (vid. nota *), núm. 67; el 1 de diciembre de 2009 la carta de derechos fun-
damentales de la UE ha entrado en vigor. Según su art. 49.1 el principio de la /ex mitior
forma parte del Derecho Europeo.
(lO) A partir del 1 de diciembre de 2009 esta disposición se encuentra en el art. 6.3 TUE.
(11) Sentencia (vid. nota *), núm. 73; vid. también nota 7.
Como la ley posterior en este caso no se podía considerar una ley pos-
terior más favorable aplicable, debido a que era contraria al Derecho co-
munitario, la sentencia debía basarse en la norma nacional anterior, y los
Tribunales estaban obligados a dejar sin aplicación las leyes incompatibles
con el marco jurídico europeo. Esto se justificaba con el deber de los Tri-
bunales de garantizar la efectiva aplicación de las normas previstas en las
Di rectivasn sJ.
(16) Vid. HECKER, Europaisches Strafrecht, 2.ª ed., Berlín, 2007, § 9, núm. 19; SATZGER, «EuGH,
3.5.2005 - Rs. C-387/02, C-391/02 u. C-403/02 Berlusconi u. a. Zum Lex-mitior-
Grundsatz im Gemeinschaftsrecht», JZ 2005, pág. 998 (p. 1000).
(17) Desde el 1 de diciembre de 2009 esta disposición está recogida en el art. 4.3.3 TUE.
(18) Vid. SATZGER, Die Europaisierung des Strafrechts, Colonia et al., 2001, págs. 38 ss.; STREINZ,
Europarecht, núm. 451.
IV.3. Consecuencias
De lo dicho resulta que los tribunales italianos han de aplicar las normas
más favorables para los inculpados siguiendo el principio de la /ex mitior.
Por supuesto el art. 1OTCE (ahora: art. 4.3.3 TFUE) requiere que interpreten
su Derecho estatal conforme al Derecho europed23 i, pero excluye traspasar
(19) HECKER, Europaisches Strafrecht, 2.ª ed., Berlín, 2007, § 9, núm. 15.
(20) Vid. 5ATZGER, }l 2005, pág. 998 (p. 1001 ).
(21) Vid. SATZGER, JZ 2005, pág. 998 (p. 1001 ); HECKER, Europaisches Strafrecht, 2.ª ed., Berlín,
2007, § 9, núm. 15.
(22) Vid. SATZGER, JZ 2005, pág. 998 (p. 1001 ).
(23) Vid. SATZGER, Die Europaisierung des Strafrechts, págs. 518 ss.; HECKER, Europaisches Stra-
frecht, 2.ª ed., Berlín, 2007, § 9, núm. 15.
el límite del texto literal de los arts. 2621 y 2622 CC it. En consecuencia,
los tribunales italianos han de juzgar a favor de Silvia Berlusconi aunque
este resultado no pueda satisfacer teniendo en cuenta que él mismo fue
Presidente del Gobierno durante la modificación del Código civil. Por otro
lado, hay que considerar que había otros inculpados en Italia confrontados
con los mismos reproches penales, que nunca formaron parte de la clase
política italiana.
CASO CASALr>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. EL FALLO DE LA CORTE
111. ANÁLISIS DEL FALLO
IV. CONCLUSIÓN
l. INTRODUCCIÓN
(1) En Argentina, cada provincia, y el fuero federal por su parte, tiene su propio ordena-
miento procesal penal, y en consecuencia su propio tribunal de casación. La Cámara
Nacional de Casación Penal es el tribunal casatorio para el fuero penal federal de todo
el país y para el llamado cfuero penal nacional•, que está constituido básicamente por
la justicia penal ordinaria -es decir: no federal- de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires (o Capital Federal). En cada provincia funciona, por lo tanto, un fuero penal or-
dinario, con su propio tribunal de casación, y un fuero penal federal, cuyo tribunal de
casación es la mencionada Cámara Nacional de Casación Penal, con sede en la ciudad
de Buenos Aires y constituida por cuatro salas. Hasta el fallo cCasal•, las cuatro salas de
este tribunal mantenían una jurisprudencia uniforme en materia de apertura del recurso,
y lo mismo cabe decir de los demás tribunales de casación de las provincias argentinas.
Respecto del tribunal de casación de la provincia de Córdoba, sin embargo, cabe aclarar
que, ya antes del fallo cCasal•, en muchos casos controlaba prácticamente todo lo que,
a partir de cCasal», se ordenó controlar, pero dentro del puro margen de discreciona-
lidad del tribunal, que en consecuencia cerraba toda posibilidad de control cuando lo
consideraba oportuno. Sobre esto último dr. PéREZ BARBERN'Bouv1ER, «Casación, lógica y
valoración de la prueba. Un análisis de la argumentación sobre hechos en las sentencias
de los tribunales casatorios», NDP 2004/B, págs. 527 ss.
(2) Cfr. al respecto la ley nacional núm. 48, art. 14 ss. La doctrina argentina sobre el concep-
to de ccuestión federal» en este contexto es inabarcable: dr., por todos, CARR1ólCARR1ó, El
recurso extraordinario por sentencia arbitraria, 3.ª ed., Buenos Aires, 1995, págs. 21 ss.
que no le interesan (certiorari negativo: art. 280 del Código Procesal Civil y
Comercial argentino)(3). Pero en ese mismo caso sostuvo que el recurso de
casación sí era idóneo para satisfacer el derecho en cuestión(4l.
(3) Vid. al respecto CSJN, caso «Giroldi», sentencia de 7 de abril de 1995, en Fallos, 318:514,
considerando núm. 8.
(4) CSJN, Fallos, 318:514, considerandos núm. 9 y 13.
(5) Cfr. CIDH, caso «Herrera Ulloa vs. Costa Rica», sentencia Serie C, núm. 107, de 2 de
julio de 2004.
(6) La doctrina que fija la CSJN en sus fallos rige sólo para el caso y por lo tanto no es de se-
guimiento obligatorio para los tribunales inferiores. Pero éstos de todas formas la siguen,
por razones de economía procesal (sobre la obligatoriedad vertical de la jurisprudencia
de los tribunales superiores cf., entre otros, BACIGALUPO, Hacia el nuevo Derecho penal,
Buenos Aires, 2006, págs. 114 ss.). Por este motivo, este fallo -al igual que todos los
de la Corte- ha sido respetado acabadamente por todos los tribunales de casación del
país, que en consecuencia ampliaron en forma notable su competencia real. En cuanto
a la doctrina, los siguientes trabajos ofrecen una muestra -no exhaustiva pero sí repre-
sentativa- de su repercusión: PERRACHIONE, «A partir de la doctrina «Casal» establecida
por la Corte, ¿el condenado en el proceso penal cuenta con un recurso de casación o de
apelación?», Zeus 181 (2005), págs. 673 ss.; CHIARA DíAz/OsuGADO, La nueva casación
penal. Consecuencias del fallo «Casal», Rosario, 2005; PÉREZ BARBERA, «La casación penal
y la llamada "capacidad de rendimiento". Con motivo del fallo "Casal"», La Ley, Buenos
Aires, 2006, págs. 1306 ss.; PASTOR, «Apostillas al futuro de la casación penal», Casación,
CDJP 5 (2006), págs. 15 ss.; WAGNER, «Tras los pasos del derecho al recurso garantizado
por los tratados sobre derechos humanos. Comentario al fallo "Casal"», Casación, CDJP
5 (2006), págs. 55 ss.; CAFFERATA NoRES, «¿Un nuevo recurso de casación? Reflexiones
sobre el fallo "Casal" de la CSJN», en M.VV., Proceso Penal, Córdoba, 2008.
(7) Para el Derecho procesal penal español, alemán, italiano y francés cfr., por todos, LuzóN
CUESTA, El recurso de casación penal, 2.ª ed., Madrid, 2000; KRAusE, Die Revision im Stra-
fverfahren, 4.ª ed., Colonia et a/., 1995; IACOVIELLO, La motivazione della sentenza pena/e
e il suo control/o in _cassazione, Milán, 1997; BoRÉ, La cassation en matiere pena/e, 2.ª
ed., París, 2004, respectivamente. Acerca de la casación penal en Argentina antes del
fallo c(asal» cfr., por todos, DE LA RúA, La casación penal, 2.ª ed. actualizada por DíAZ
(ANTÓN, Buenos Aires, 1994.
(8) Se ha preferido esta traducción de la expresión alemana correspondiente, pues el verbo
alemán /eisten, en esta designación, es empleado en el sentido específico de «poder ha-
cer», que es una de sus acepciones, emparentada con el significado de la forma reflexiva
del verbo (sich leisten): permitirse hacer -un sujeto- lo que está dentro sus posibilida-
des. Fuera de ello, que no es lo más importante, en este contexto se trata específicamente
de aquello que un tribunal de casación puede -epistémicamente- controlar {«posibi-
lidad fáctica»). Vid. al respecto, con más detalles, PÉREZ BARBERA, LA LEY 2006.
«Nada impide que el art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación
sea leído en la forma en que exegéticamente se impone y que, por ende,
esta lectura proporcione un resultado análogo al consagrado en la doctrina
y jurisprudencia alemanas con la llamada teoría de la Leistungsfahigkeit, que
sería el agotamiento de la capacidad de revisión [... ],con lo cual se quiere
significar en esa doctrina que el tribunal de casación debe agotar el esfuer-
zo por revisar todo lo que pueda revisar, o sea, por agotar la revisión de lo
revisable» (considerando 23). «Formulada esta teoría, se impone preguntar
qué es lo no revisable. Conforme a lo expuesto, lo único no revisable es lo
que surja directa y únicamente de la inmediación [... ]» (considerando 24).
«Se plantea como objeción que esta revisión es incompatible con el juicio
oral, por parte del sector doctrinario que magnifica lo que es puro produc-
to de la inmediación. Si bien esto sólo puede establecerse en cada caso,
lo cierto es que, en general, no es mucho lo que presenta la característica
de conocimiento exclusivamente proveniente de la inmediación [... ]. Lo no
controlable es la impresión personal que los testigos pueden causar en el
tribunal. .. En modo alguno existe una incompatibilidad entre el juicio oral
y la revisión amplia en casación. Ambos son compatibles en la medida en
que no se quiera magnificar el producto de la inmediación, es decir, en la
medida en que se real iza el máximo de esfuerzo revisor, o sea, en que se
agote la revisión de lo que de hecho sea posible revisar [... ] » (considerando
25). «Con el texto del art. 456 [del CPP de la Nación] entendido exegética-
mente y en armonía con los arts. 8.2.h) de la Convención Americana y 14.5
del Pacto Internacional, resulta aplicable en nuestro derecho la teoría que
en la doctrina alemana se conoce como del agotamiento de la capacidad de
revisión o de la capacidad de rendimiento (Leistungsfahigkeit), y con ello se
¿Son suficientes estas pautas dadas por la Corte para que realmente los
tribunales casatorios no magnifiquen las cuestiones reservadas a la inmedia-
ción? A nuestro entender, no. Con esas pautas lo único que queda claro es
la pretensión ampliatoria de la Corte. Pero lo cierto es que, si además de es-
clarecerse una pretensión se pretende ofrecer criterios específicos de control
que sean conformes a ella, resulta entonces necesaria una pauta general que
posibilite comprender en qué radica el significado !imitador real e infran-
queable del principio de inmediación para el control en casación. Sólo una
vez establecido ello será factible poder determinar (caso por caso, ciertamen-
te, pero conforme a un criterio claro y estable) si el tribunal de casación no
ha exagerado la importancia restrictiva de la inmediación y, por lo tanto, si
ha realizado el máximo esfuerzo por controlar lo que se le pide.
Básicamente, dos son los interrogantes a los que debe darse respuesta:
en primer lugar ¿qué significa concretamente que las facultades de control
de los tribunales casatorios relativas a cuestiones de hecho tienen que ser
amplias? Y en segundo lugar, ¿qué es concretamente lo que la Corte quiere
que los tribunales de casación controlen en función de esa «amplitud»? La
primera pregunta puede responderse desde el texto del fallo de la Corte,
pues ella deja en claro que «amplitud» significa, simplemente, revisión
integral de la sentencia impugnada. Que la revisión sea «integral», por su
parte, importa garantizar al condenado un derecho eficaz a que su caso
sea examinado «una vez más» en todos los puntos que hayan sido objeto
de su interés recursivo, en tanto no sea imposible revisarlos112i. La segunda
pregunta, en cambio, es la que no puede responderse satisfactoriamente
sólo a partir de los argumentos de la Corte. Aquí resulta necesaria una re-
construcción analítica del concepto de «inmediación» en tanto delimitador
de lo recurrible en casación.
(12) Cfr. al respecto PASTOR, La nueva imagen de la casación penal, Buenos Aires, 2001, pág.
131; FERRANTE, «La garantía de impugnabilidad de la sentencia penal condenatoria•, en
SANCINmllFERRANTE, Límites del recurso de casación según la gravedad de la sentencia pe-
nal condenatoria, Buenos Aires, 1995, págs. 15 ss.; MAIER, Derecho procesal penal, vol.
/: Fundamentos, 2.ª ed., Buenos Aires, 1996, págs. 713 ss.; y, especialmente, el voto de
la Dra. Argibay en «Casal» (en particular considerando 12).
(13) Cfr. al respecto PÉREZ BARBERA, La Ley 2006.
Ahora bien, ¿qué aporta esta distinción para que, con base en ella, pue-
da decirse que las consecuencias de «Casal» son realmente aperturistas,
y que en tal sentido se corresponden con la pretensión ampliatoria de la
Corte respecto al recurso de casación? La respuesta es esta: en general, los
tribunales de casación tratan a muchos enunciados inferenciales como si
fueran enunciados de inmediación. Y ello ocurre porque, por razones aten-
dibles de economía argumental, muchos enunciados (que en determinado
momento del contexto aparecen como conclusiones) se apoyan en pre-
misas implícitas, esto es, en otros enunciados que el tribunal no explicita,
pero que tácitamente presupone para construir su argumento'19i. Un argu-
mento o razonamiento cuya conclusión se apoya en premisas implícitas es
(16) lbidem.
(17) lbidem.
(18) lbidem.
(19) lbidem, pág. 539. Sería de hecho poco práctico -además de poco factible-- exigir que
los jueces expliciten todas las premisas en las que basan sus conclusiones en los innume-
rables argumentos que contiene una sentencia: ante la enorme recarga argumental que
ello implicaría, posiblemente sentencias así serían incluso menos claras.
Interesante es, además, que ello se logra sin salirse en absoluto del mar-
co establecido por el estándar tradicional del respeto al principio de razón
suficiente!22 i. Pues sólo se trata de llevar a cabo un control acerca de la co-
(20) Cfr. al respecto DIEZ/MouuNES, Fundamentos de filosofía de la ciencia, 2.ª ed., Barcelona,
1999, págs. 49 ss.; PÉREZ BARBERÁIBOuvtER, NDP 2004/B, págs. 538 ss.
(21) PÉREZ BARBERÁIBOUVIER, NDP 2004/B, págs. 538 ss.
(22) Conforme a jurisprudencia constante de todos los tribunales casatorios argentinos, es
posible controlar en casación, en materia de agravio procesal, los errores de fundamen-
tación de la sentencia por parte del tribunal de juicio, por no adecuarse la motivación
a las reglas de la lógica o de la experiencia. Y entre las reglas de la lógica cuentan
principios de lógica formal o deductiva (como el de no contradicción), y principios de
lógica inductiva (como el llamado principio de razón suficiente). Conforme a este último
se controla si las conclusiones fácticas de las sentencias están apoyadas en premisas
(igualmente fácticas) suficientes. Ya en un artículo de 1995 sostuve que ello importaba
ingresar a valorar cuestiones de hecho, y que eso era lo que en definitiva hacían los tri-
bunales casatorios argentinos, pese a que mantenían como fórmula básica para rechazar
recursos aquella según la cual se afirmaba que en casación no es posible ingresar a la
valoración de las cuestiones de hecho (dr. PÉREZ BARBERÁ, cla prueba por indicios según
los distintos sistemas de enjuiciamiento penal. Su repercusión en la casación por agravio
formal», Semanario Jurídico Comercio y Justicia, 1995, núm. 1047, págs. 85 ss., publi-
cado también en CDJP, 4-5 (1997). Y esto es también aplicable al tribunal de casación
penal de España (Tribunal Supremo) y al de Alemania (Tribunal Supremo Federal): todos
estos tribunales de casación controlan en la realidad mucho más de lo que admiten
en sus sintéticas fórmulas jurisprudenciales para rechazar recursos (así lo demostré en
mi informe al Tribunal Superior de Justicia de Córdoba titulado «La casación penal en
Estas son, pues, las distinciones que permiten, por decirlo de alguna
manera, colocar a la inmediación «en su justo lugar». Para -como dice la
Corte- no «magnificar» en el ámbito casatorio las consecuencias de este
principio propio del juicio oral, resulta necesario distinguir con precisión
no sólo qué es un enunciado de inmediación, sino también, entre los enun-
ciados que no lo son (por ejemplo, los enunciados inferenciales), precisar
cuáles de estos últimos pueden ser confundidos fácilmente con enunciados
de inmediación.
la actualidad», 2006, inédito, que contiene una vasta investigación empírica respecto,
fundamentalmente, a la jurisprudencia casatoria alemana). Por eso sostuve allí que, para
saber qué controla realmente un tribunal de casación, es necesario revisar el contenido
completo de sus fallos, y no sólo sus fórmulas sintéticas. Y sostuve también que España
fue injustamente condenada en los casos «Sineiro Fernández» y cGómezVásquez», pues
la condena se basó en esas fórmulas sintéticas -y no en la actividad real, reflejada en
sus fallos completos- del Tribunal Supremo.
(23) lbidem, pág. 545.
(24) Cfr. considerandos 23, 26, 32, etc. Diferente en este sentido, sin embargo, la opinión de
la Dra. Highton de Nolasco en su voto particular (considerando 10).
Con esto no se quiere decir que el fiscal no tendría derecho a casar; ello
debe ser objeto de una discusión específica, que excede los límites del pre-
sente trabajo. Se quiere decir únicamente que, por lo pronto, nada impide
mantener las tradicionales restricciones formales del recurso de casación
para los representantes del ministerio públicol25 l. Esto no afecta la igualdad
de armas entre imputado y acusador sino que, por el contrario, la garantiza,
atento la posición procesal necesariamente más débil que ostenta el impu-
tado con respecto al fiscal en función de las características del proceso
penal.
IV. CONCLUSIÓN
Más allá de las críticas efectuadas, debe destacarse que la doctrina sen-
tada por el fallo «Casal» resulta muy auspiciosa y merece, por lo tanto,
recibo. En la praxis, lo dicho por la Corte ha sido suficiente para cam-
biar de modo drástico (y conforme con la jurisprudencia interamericana
de derechos humanos) la comprensión del recurso previsto en los códigos
procesal-penales argentinos en contra de la sentencia de mérito dictada por
(25) Sobre la discusión al respecto en Argentina dr. FERRANTE, cla garantía de impugnabili-
dad», págs. 17 ss.; MAIER, Derecho procesal penal, vol./, 2.ª ed., págs. 708 ss.; PASTOR,
la nueva imagen de la casación penal, págs. 133 ss.; DfAZ CANTÓN, la motivación de la
sentencia penal y otros estudios, Buenos Aires, 2005, págs. 159 ss., entre muchos otros.
Es verdad que, antes del fallo «Casal», algunos tribunales casatorios ar-
gentinos llevaban a cabo una tarea encomiable, en tanto, en la realidad,
por intermedio del recurso de casación controlaban mucho más de lo que
estaban dispuestos a admitir en la fijación de sus estándares!26l. Pero no
es menos cierto que esa decisión de mayor control dependía únicamente
de su discrecionalidad, y que por lo tanto también quedaba en exclusivas
manos del tribunal casatorio la decisión de cuándo no controlar. A partir
de «Casal», los tribunales de casación argentinos son conscientes de que la
CSJN revocará sus fallos si no examinan todo lo que les sea posible, y tam-
bién si son demasiado exiguos en determinar lo que les es posible revisar. Y
ello ha redundado, en los hechos, en una notable apertura y flexibilización
del recurso del condenado penalmente, que es lo que importa, más allá de
lo poco o mucho que haya quedado vigente de la tradicional casación. Este
cambio, por lo demás, no ha derivado en caos judicial alguno, al menos
en la mayoría de las jurisdicciones, por lo que no existen tampoco razo-
nes empíricas que lo desaconsejen. Su reproducción en otros países es, en
consecuencia, no sólo deseable en términos normativos, sino realizable en
tanto se dote a los tribunales casatorios de las previsiones presupuestarias
indispensables.
(26) Esto vale especialmente para el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba
(Argentina). Y exactamente lo mismo cabe decir del Tribunal Supremo español y del Tri-
bunal Supremo Federal alemán (vid. al respecto el informe citado en nota 22, accesible
en el mencionado tribunal cordobés).
CASO PARQT<·>
SUMARIO:
l. INTRODUCCIÓN
11. LA VALORACIÓN DEL CASO POR PARTE DEL TRIBUNAL SUPREMO
l. INTRODUCCIÓN
La representación de Henri Parot solicitó la aplicación de la regla 2.ª
in fine del art. 70 CP 73(2). Según este artículo, los límites máximos de
cumplimiento de condena también eran (y son) aplicables sobre las penas
impuestas en diferentes procesos si los hechos, por su conexión, pudieran
haberse enjuiciado en uno solo, lo que daría lugar a una única pena priva-
tiva de libertad de 30 años. Es decir, se solicitó la denominada acumulación
o refundición de condenas en una sola pena(3).
(4) Por ejemplo, dr. la Sentencia de 12 de marzo de 2004 (ponente, Giménez García).
(5) Cfr. MANZANARES SAMANIEGO, «Apuntes de urgencia sobre la Sentencia del Tribunal Supre-
mo en relación con el denominado caso Parot», U 2006-2, págs. 1325-132 7.
(6) Por ejemplo, STS de 13 de noviembre de 2006 (ponente, Delgado García) con ulteriores
referencias.
(7) Por ejemplo, ATS de 11 de octubre de 2006 (ponente, Soriano Soriano) con ulteriores
referencias.
(8) CoNDE-PUMPIOO FERREIRO (dir.), Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal y otras
leyes del proceso penal (jurado, extradición pasiva, habeas corpus y asistencia jurídica
gratuita), vol. 1, Arts. 1 a 258 LECr, Valencia, 2004, págs. 192-193.
(9) GIMENO SENoRA!CoNoE-PUMPIOO TouRóNIGARBERf LLOBREGAT, Los procesos penales. Cometa-
rios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal con formularios y jurisprudencia, Tomo 1, Arts. 1
a 99 LECr, Barcelona, 2000, págs. 391-392.
(1 O) Por aplicación indebida del art. 70.2 CP 73 en relación con los arts. 17 .5 y 988 LECr.
(11) Y, además, como indica ZABALA LóPEZ-GóMEZ, «La "nueva" refundición o acumulación de
condenas: el olvido lamentable del principio de legalidad», CPC 89 (2006), pág. 148, aun-
que hubiera sido alegada esta cuestión no podría haber sido resuelta por la Sala Segunda.
(12) Cuestión que, según se ha puesto de relieve, plantea problemas desde la perspectiva de
la reformatio in peius, con afectación al derecho de defensa, puesto que el recurrente no
pudo defenderse de este criterio emergente (en este sentido, dr. el voto particular a la
Sentencia del «caso Parot» ). Por su parte, en la doctrina, indica MANZANARES SAMANIEGO,
LL 2006-2, págs. 1325-1327; del mismo autor, «Acumulación de penas, individualiza-
ción científica y aplicación de beneficios penitenciarios (con una referencia especial al
"Caso Parot")», LLP 29 (julio/agosto 2006), pág. 12, que esta resolución es difícilmente
compatible-con el art. 24.1 CE que proscribe la indefensión. En este sentido, a juicio de
CUERDA R1EZu, e El concurso real y la acumulación de penas en la sentencia del Tribunal
Supremo 197/2006, de 28 de febrero, relativa al caso Henri Parot Observaciones legales
y constitucionales•, en Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Madrid, 2006,
pág. 290, en dicha Sentencia no hubo reformatio in peius, pero sí indefensión para el re-
currente ya que no pudo contradecir el novedoso criterio del Tribunal Supremo. También
GARCfA-PABLOS, «Relevancia de los cambios de criterio de la doctrina jurisprudencia! y los
plenos no jurisdiccionales del Tribunal Supremo», en Nuevas posiciones de la dogmática
jurídica penal, Madrid, 2006, pág. 207, considera que el punto débil de la sentencia
reside en la afectación del contenido material del derecho de defensa.
(13) Vigente art. 76.1.
(14) O de 40 años según lo dispuesto en el actual art. 76.1 d) CP, desde la reforma operada
por la LO 7/2003, de cumplimiento íntegro y efectivo de las penas.
(15) Sobre otros razonamientos de orden constitucional vid. CUERDA R1EZu, en Nuevas posicio-
nes de la dogmática jurídica penal, Madrid, 2006, págs. 243 ss.
la redacción del art. 100 CP 73 establecía que los reclusos podían redimir
con su trabajo la «pena» que les hubiera sido impuesta mientras que el art.
70.2.ª CP 73 se refería a los años de privación de libertad que resultaban
de la aplicación de las normas del concurso real con el término «condena»,
por lo que no conformaban propiamente una «pena». Por tanto, concluyó
que la redención por el trabajo sólo puede restarse de la «pena o penas»
individualmente impuesta o impuestas, pero no sobre la «condena» final,
que como máximo era de 30 años hasta 2003 y es de 40 desde entonces< 16>.
En otras palabras, y resumidamente, según la Sala Segunda, de las normas
del concurso real no surge una nueva pena que sea diferente a aquellas
impuestas anteriormente al reo por todas las infracciones cometidas (sino
una condena), y que esto conlleva que se tenga que computar la redención
sobre cada una de las penas impuestas individualmente(17>.
(16) También usa argumentos de índole sistemáticos comparando el régimen del concurso
real con el del concurso ideal, el delito continuado, el indulto, y teleológico: la acumu-
lación no pretende igualar al autor de un solo delito con el condenado a multitud de
ellos (véanse CUERDA R1EZu, en Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Madrid,
2006, pág. 248; y Ríos MARTÍN, «La libertad condicional. Límites en el concurso real de
delitos: especial referencia a la sentencia Parot», en Derecho penitenciario: incidencia de
las nuevas modificaciones, Madrid, 2006, págs. 247-248).
(17) Es crítico con esta interpretación V1vEs ANTÓN, «Una sentencia discutible», en Diario El
País de 11 de marzo de 2006 (www.elpais.com), para quien, según el texto del art. 70.11
CP 73, «determinado el cúmulo punitivo, las demás penas impuestas en sentencia ha-
bían de dejarse extinguir, sin que ningún otro precepto de aquel Código permitiese vol-
ver a tomarlas en consideración». Y, en general, véanse las críticas de HERNÁNDEZ GARCÍA,
«Método decisional y vinculación al propio precedente. Notas de urgencia a propósito
de la Sentencia del Pleno de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 20 de febrero
de 2006», JpD 2006 (núm. 55), págs. 5 ss.
(18) En este sentido CUERDA R1EZu, en Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Ma-
drid, 2006, pág. 279, afirma que la STS de 24 de diciembre de 1999 (ponente, Martín
Pallín) mantiene la individualidad de cada pena en el ámbito penal, sin que se mencio-
nen las consecuencias para los beneficios en el ámbito penitenciario.
(19) Y, a la pena de 4 meses de arresto mayor por un quinto delito también de robo.
(20) En virtud del art. 76.1 CP, ninguna pena puede superar el triple de la más grave, y ésta no
puede sobrepasar los 20 años (o, excepcionalmente, 25, 30 ó 40).
(21) Aunque el Tribunal Supremo se equivocó y acumuló las condenas en 7 años porque par-
tió de que la condena más grave era de 2 años y 4 meses (parece que alternó los números
de los años y los meses).
(22) La STS de 8 de marzo de 1994 (ponente, Martínez-Pereda Rodríguez).
(23) Como pone de relieve QuERALT, «Período de seguridad, cumplimiento íntegro y doctrina
Parot», en M1R Pu1dQuERALT, La seguridad pública ante el Derecho penal, Madrid et al.,
201 O, pág. 146, el Tribunal Supremo se aparta de todos sus precedentes.
(24) Cfr., por ejemplo, las SSTS de 15 de septiembre de 2005 y de 14 de octubre de 2005
(ponente, Berdugo y Gómez de la Torre). En este sentido, a juicio de CUERDA R1EZu, en
Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Madrid, 2006, pág. 283, es mayori-
taria, e incluso unánime, «la doctrina del Tribunal Supremo consistente en considerar
como una unidad las penas que entran dentro de los límites, a efectos exclusivamente
penitenciarios».
(25) Vid. el voto particular a la STS ccaso Parot». También GRANADOS P~REZ, Acuerdos del Pleno
de la Sala Penal del T.S. para unificación de la Jurisprudencia, Valencia, 2000, pág. 69,
pone de relieve que la primera Sentencia del Tribunal Supremo que recoge el criterio
acogido en el Acuerdo del Pleno de la Sala Segunda de 18 de julio de 1996 es de ese
mismo día. Y, esta resolución, para determinar la norma penal más favorable, exige que
se haga el cálculo de comparación partiendo de que al tope de los 30 años previsto en
el Código Penal de 1973 se le tiene que deducir el tiempo de redención. En este sentido,
RMRA BEIRAS, La cuestión carcelaria: historia, epistemología, derecho y política peniten-
ciaria, Buenos Aires, 2006, págs. 720 y 721, explica que era doctrina pacífica hasta la
resolución del •caso Parot» que el cálculo para aplicar la redención debía ser el máximo
de los 30 años. Por último, también los autores que habían escrito sobre esta cuestión
consideraban que en los supuestos de concursos de delitos, debía «tomarse como punto
de partida la pena resultante de los criterios de acumulación» previstos en los arts. 70
y 71 CP 73 (vid. TAMARIT SuMAu.Al'SAPENA GRAu/GARCfA ALBERO, Curso de Derecho Peniten-
ciario [Adaptado al Nuevo Reglamento Penitenciario de 1996], Barcelona, 1996, pág.
140 y págs. 145-146, y pág. 192 en la 2 .ª ed. a cargo de TAMARJT SuMALLAIGARcfA ALBERO/
RoDRfGUEZ PumAISAPENA GRAu).
(26) También lo pone de relieve el voto particular a la STS •caso Parot».
(27) Según CUERDA R1EZu, en Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Madrid, 2006,
pág. 250, los argumentos para descartar las posibles vulneraciones del principio de
(32) Ya lo han puesto de relieve MANZANARES SAMANIEGO, LL 2006-2, págs. 1325-1327; y CUERDA
R1EZu, en Nuevas posiciones de /a dogmática jurídica penal, Madrid, 2006, pág. 267.
(33) El voto particular a la STS «Caso Parot» considera que se está aplicando retroactivamente
el art. 78 CP en su redacción a partir de la LO 7/2003. Sin embargo, ya antes de la citada
reforma, y desde 1995, dicho precepto hacía referencia a los beneficios penitenciarios.
En este mismo sentido, vid. VIVES ANTÓN, cUna sentencia discutible•, en El País de 11
de marzo de 2006 (www.elpais.com); y RMRA 8E1RAS, La cuestión carcelaria, pág. 720
ss. Por su parte, VARONA MARTfNEZ, «Evolución jurisprudencia! en la interpretación de los
diversos elementos integrantes de los principales tipos delictivos aplicados respecto del
terrorismo de ETA», en DE LA CumA/MuÑAGORRI (dirs.), Aplicación de /a normativa an-
titerrorista. IVC 2008, http://www.ivac.ehu.es/p278-content/es/contenidoslinformacion/
ivckei_libro_online/es_libro/normativa. html, pág. 91, pone de relieve que el art. 78 CP,
en su redacción dada por la LO 7/2003, sólo puede aplicarse a los hechos que se come-
tan a partir de la entrada en vigor de dicha Ley. Sin embargo, añade que e los tribunales
sí pueden aplicar la denominada doctrina Parot, con efecto similar». Por tanto, obsérvese
como por vía jurisprudencia! se logra la aplicación del contenido de un precepto penal
perjudicial para el reo que no estaba vigente en el momento de los hechos. También
N1sTAL BuRóN, LL núm. 7071, 5 diciembre 2008 (D-354, www.laley.net), pone de relieve
que la solución arbitrada por el Tribunal Supremo en el «caso Parot» se ha equiparado en
sus consecuencias materiales a la aplicación del art. 78 CP. En ambos casos el reo podrá
cumplir la pena máxima prevista legalmente -30 años en el CP de 1973 y/o 40 años en
el CP de 1995-. En el mismo sentido, GóMEZ-EscoLAR MAZUELA, «Tratamiento penal de la
delincuencia habitual grave», LL 16 de enero de 2009, n.º 7094, D-13 (www.laley.net).
(34) Son de la misma opinión V1vEs ANTÓN, «Una sentencia discutible», en El País de 11 de
marzo de 2006 (www.elpais.com), quien añade que esta Sentencia representa «una re-
nuncia singular de la sumisión de los jueces a la ley»; SANZ MoRAN, RDP 2006 (núm. 18),
pág. 34; QuERALT, «Período de seguridad, cumplimiento íntegro y doctrina Parot», pág.
148; y RoDRfGuEZYAGüE, «El modelo penitenciario español frente al terrorismo», LLP 65
(noviembre 2009).
(35) La Sentencia del «caso Parot» alega que la prohibición de retroactividad no afecta a la
jurisprudencia. Sobre esta cuestión véanse CUERDA R1EZu, en Nuevas posiciones de la dog-
mática jurídica penal, CDJ, Madrid, 2006, págs. 286-287; y, muy especialmente, SANZ
MORAN, RDP 2006 (núm. 18), págs. 34 ss. Ciertamente, la Sala Segunda considera que
la prohibición de retroactividad no afecta a sus resoluciones: cel principio de legalidad
(art. 25.1 CE) no garantiza la irretroactividad de la jurisprudencia, sino la de las Leyes»
(SSTS de 11 de mayo de 1994, ponente, Bacigalupo Zapater; y 1 de octubre de 1998; po-
nente, Conde-Pumpido Tourón), aunque la doctrina es más crítica [véanse Vives ANTÓN,
«Una sentencia discutible», en El País de 11 de marzo de 2006 (www.elpais.com); y SANZ
MORAN, RDP 2006 (núm. 18), págs. 34 ss].
(36) Es por esta razón que a juicio de CUERDA R1EZu, en Nuevas posiciones de la dogmática jurí-
dica penal, CDJ, Madrid, 2006, págs. 287-288, no se da el presupuesto legal de aplicación
retroactividad e una ley posterior a hechos cometidos antes de su entrada en vigor.
(37) En el mismo sentido, FERNÁNDEZ ARÉVALO, «Máximo de cumplimiento: terminología, natu-
raleza jurídica y consecuencias de su reinterpretación jurisprudencia!», SEPIN-Práctica
penal 23 (mayo, 2006), pág. 17.
111.3. iPrevaricación?
La STC 202/1999, de 28 de octubre (ponente, Cachón Villar) conside-
ra que un cambio jurisprudencia! sólo es legítimo «cuando es razonado,
razonable y con vocación de futuro, esto es, destinado a ser mantenido
con cierta continuidad con fundamento en razones jurídicas objetivas que
excluyan todo significado de resolución ad personam». Sin embargo, como
pone de relieve el voto particular a la Sentencia del «caso Parot», «tal giro
interpretativo tiene que ver con la llamativa singularidad del caso concreto,
es decir, con el sanguinario historial del recurrente y su cruel autocom-
placencia en lo realizado»' 42 i. Además, hay que indicar la influencia de
(38) Como indica MONTERO HERNANZ, cOtros efectos de la "doctrina Parot"», LL 18 de mayo de
2009, núm. 7176, D-176 (www.laley.net), en su momento, la Fiscalía General del Estado
se decantó por comparar el Código Penal derogado y el nuevo de forma global, esto es,
«atendiendo al resultado final, y no de forma individualizada». Además, el TS declaró en
los Plenos no jurisdiccionales de 18 de julio de 1996 y de 12 de febrero de 1999 quepa-
ra determinar la ley penal más beneficiosa habían de tenerse en cuenta las redenciones
de pena por el trabajo.
(39) GóMEZ-EscoLAR MAZUELA, LL 16 de enero de 2009, núm. 7094, D-13 (www.laley.net); y
FERNÁNDEZ ARÉVALO, SEPJN-Práctica penal 23 (mayo, 2006), pág. 17.
(40) Sobre los problemas de dicha revisión, vid. FERNÁNDEZ ARÉVALO, SEP/N-Práctica penal 23
(mayo, 2006), págs. 18-19 [así como el debate recogido en la revista SEPIN-Práctica
penal 23 (mayo 2006), págs. 4-14, en la que participan distintos operadores jurídicos].
(41) Es de esta opinión MONTERO HERNANZ, LL 18 de mayo de 2009, núm. 7176, D-176 (www.
laley.net).
(42) Y, añade: lo «que tampoco es ajeno al comprensible eco de ambos factores en los medios
de comunicación y en la opinión».
(43) CUERDA R1Ezu, en Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal, Madrid, 2006, pág.
252. En general, sobre esta cuestión, vid. LLOBET ANGLf, «La ficticia realidad modificada
por la Ley de Cumplimiento Íntegro y Efectivo de las Penas y sus perversas consecuen-
cias», lnDret 1/2007 (www.indret.es), págs. 22 ss.
(44) En el mismo sentido, REDONDO HERMIDA, «El cambio jurisprudencia! en materia de reden-
ción de penas. Comentario a la STS de 29 de febrero de 2006 (Caso Parot)», LLP 27 (ma-
yo, 2006), págs. 3-4, considera que la política criminal no es un principio hermenéutico
jurídico-penal, siendo más bien la orientación del legislador -tal y como lo entiende el
Tribunal Supremo en numerosas sentencias-. También SANZ MoRAN, RDP 2006 (núm.
18), pág. 43, pone de relieve que la argumentación de la Sala Segunda en este caso con-
siste en criticar la situación legislativa existente. Sin embargo, como este autor indica, la
solución de ello compete al legislador, no al juez.
(45) Cfr. BENLLOCH Prnr, «¿Prevarica el juez que se aparta de la «doctrina consolidada del
Tribunal Supremo»? Comentario crítico a la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal
Supremo de 11 de diciembre de 2001 («caso Santiago Raposo»)», RDPC 11 (2003), págs.
308-309.
Además, con este caso se ha puesto de relieve, una vez más(47l, que
cuando se trata de combatir el terrorismo o condenar a miembros de ban-
das armadas de tal naturaleza se vulneran los principios constitucionales
básicos que configuran nuestro modelo de Estado y se intentan soluciones
ad hoc48 l. En definitiva, con tal manera de combatir el terrorismo desde la
legitimidad democrática, se cohesiona lo que tal sistema dice combatir y se
niegan en la práctica los principios que dice profesar49 i.
(46) Cfr. la crítica que realiza BENLLOCH Prm, RDPC 11 (2003), págs. 310 ss.
(47) Como ejemplos recientes pueden citarse los pronunciamientos de la AP (Sentencia de
8 de noviembre de 2006; ponente, Echarri Casi) y del TS (Sentencia de 26 de febrero
de 2007; ponente, Delgado García), en el «Caso De Juana» (vid. LLOBET ANGLf, c¿EI fin
justifica los medios? Comentario a las resoluciones dictadas por la Audiencia Nacional
y el Tribunal Supremo en el "caso De Juana Chaos"», ADPCP 60 (2007), págs. 497 ss.) y
la regulación en materia de ejecución penitenciaria introducida por la LO 7/2003 (vid.
LLOBET ANGLf, lnDret 1/2007, págs. 1 SS.).
(48) SANZ MoRAN, RDP 2006 (núm. 18), pág. 42.
(49) SoRIANO SoRIANO, «El terrorismo y el Tribunal Supremo», en GóMEZ CmoMER/GoNzALEZ
CussAc (coords.), Terrorismo y proceso penal acusatorio, Valencia, 2006, pág. 180.
(50) GoNzALEZ FRANCo!RAGUÉS 1VALLEs, LLP 39 (junio 2007) (www.laley.net).
El Fiscal General del Estado ha señalado que esta sentencia puede afec-
tar a 912 internos, de los que 225 pertenecen a bandas arrnadas(s 1i. Entre
ellos: el violador del ascensor, el violador de la Vall d'Hebrón o el caso de
las niñas de Alcáser(s 2i. Por tanto, obsérvese corno este es buen ejemplo de
la expansión (por vía jurisprudencia!) del denominado «Derecho penal del
enemigo» a otros sectores del ordenamiento jurídico -de modo que la
contaminación de aquél sobre este parece inevitable-(53 l.
CASO DE LA LUFTSICHERHEITSGESETzc•i
SUMARIO:
l. POSICIÓN DEL TRIBUNAL
11. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
111. OTROS CASOS RELACIONADOS
IV. CONCLUSIONES
(1) MERKEL, en Die Zeit, 8 de julio 2004, pág. 33. De hecho, ya el propio Presidente de la
República alemana, Horst Kohler, mostró sus reservas en torno a la constitucionalidad
de la LuftSiG a la hora de sancionarla, llegando incluso a sugerir la presentación de un
recurso de inconstitucionalidad contra el mencionado § 14 párrafo 3 LuftSiG.
(2) Para un análisis exhaustivo del caso, desde la vertiente doctrinal, vid. BALDUS, «Strei-
tkrafteeinsatz zur Gefahrenabwehr im Luftraum», NZV2004, págs. 1278-1285; HARTLEB,
«Der neue § 14111 LuftSiG und das Grundrecht auf Leben», NJW2005, págs. 1397-1401;
HIRSCH, «Defensiver Notstand gegenüber ohnehin Verlorenen», en Hm1NGER et al. (eds.),
Festschrift für Wilfried Küper zum 70. Geburtstag, Heidelberg, 2007, págs. 149-172; J.4.-
GER, «Folter und Flugzeugabschuss- rechtsstaatliche Tabubrüche oder rechtsguterhaltende
Notwendigkeiten? - zugleich ein Beitrag zur Entscheidung des EGMR im Fall Gafgen
gegen Deutschland», Jura 2008, págs. 678-684; KERSTEN, «Die TOtung van Unbeteiligten.
Zum verfassungsrechtlichen Grundkonflikt des§ 14111 LuftSiG», NZV 2005, págs. 661-
663; MERKEL, en Die Zeit, 8 de julio 2004, págs. 33-34; M1rscH, o:Luftsicherheitsgesetz -
DieAntwort des Rechts auf den "11. September 2001 "», JR 2005, págs. 274-279; PAWUK,
«§ 14 Abs. 3 des Luftsicherheitsgesetzes - ein Tabubruch?», JZ 2004, págs. 1045-1055;
P1ERorHIHARTMANN, «Der Abschuss eines Zivilflugzeugs auf Anordnung des Bundesminis-
ters für Verteidigung», Jura 2005, págs. 729-734; ROGALL, clst der Abschuss gekaperter
Flugzeuge widerrechtlich?», NStZ 2008, págs. 1-5; ScHUNK, «An der Grenze des Rechts»,
en Der Spiegel 2005 (núm. 3), págs. 34-36; S1NN, «TOtung Unschuldiger auf Grund § 14
111 Luftsicherheitsgesetz - rechtmaBig?», NStZ 2004, págs. 585-593; WELDING, «lst das
Luftsicherheitsgesetz fragwürdig?», RuP 41 (2005), págs. 165-168; W1LKESMANN, «Terroris-
tische Angriffe auf die Sicherheit des Luftverkehrs», NZV 2002, págs. 1316-1322.
(3) Así, el Alto Tribunal declaró que el § 14 párrafo 3 LuftSiG no era acorde con el ordena-
miento constitucional desde un punto de vista formal, ya que dicha disposición otorgaba
al Estado federal la posibilidad de utilizar medios de carácter militar para hacer frente a
una determinada situación catastrófica, sin que la Constitución previera expresamente
dicha atribución competencia!. Véase BVerfGE 1 BvR 357/05, núm. 89 ss.
Para llegar a dicho resultado estimatorio del recurso, el BVerfG procedió pre-
viamente a realizar un claro y en general convincente análisis del§ 14 párrafo 3
LuftSiG, delimitando de forma paralela el contenido y alcance de los derechos
fundamentales recogidos en las dos primeras disposiciones de la GG.
(6) BVerfGE, 1 BvR 357105, núm. 121 y 124. Esta interpretación ya había sido defendida por
el Tribunal Constitucional alemán en otras decisiones precedentes. Así, en la BVerfGE
39, 1 (59) se señalaba entre otras cosas que no podía renunciarse a la protección de la
vida individual por el hecho de que con ello se persiguiese la loable finalidad de salvar
otras vidas. «Cada vida humana ostenta de por sí un valor absoluto igual, por lo que no
puede ser sometida a una distinta valoración o a una especie de ponderación de carácter
numérico».
sición antes y después del fallo constitucional que, como se sabe, declaró
la inconstitucionalidad y consiguiente nulidad del precepto en cuestión.
(17) Vid. en este sentido BALDUS, NZV 2004, pág. 1285; WELDING, RuP 41 (2005), pág. 165;
W1LKESMANN, NZV 2002, pág. 1322. Dicha postura fue incluso defendida por el entonces
Ministro del Interior y en la década de 1970 abogado defensor de los terroristas de la
RAE Vid. así ScHILY, e Das Notstandsrecht des Grundgesetzes und die Herausforderungen
der Zeib, EuGRZ, 2005, pág. 293.
(18) Vid. por todos KERSTEN, NZV 2005, pág. 663, con bibliografía complementaria.
(19) ScHUNK, en Der Spiegel 2005 (núm. 3), pág. 36.
(20) P1EROTHIHARTMANN, Jura 2005, pág. 729.
(21) Ibídem, pág. 730. En este sentido, ambos autores señalaban acertadamente que, desde
una perspectiva de ponderación cualitativa, no podía afirmarse con absoluta seguridad
que los pasajeros de la aeronave estuviesen predestinados a una muerte segura, ya que
podía producirse por ejemplo un motín a bordo que diese lugar a la reducción y neutrali-
zación de los secuestradores. De hecho, y aunque en este sentido todo son conjeturas, se
piensa que algo así se produjo en el interior de la aeronave que a la postre se estrelló en
un descampado en las cercanías de Pittsburg durante los fatídicos atentados del 11-5.
(22) Vid. JAGER, Jura 2008, pág. 684. MlrsCH, JR 2005, pág. 276; RoGALL, NZSt 2008, pág. 1.
(26) MITSCH, JR 2005, pág. 274-275; PAWLIK, JZ 2004, pág. 1049. De la misma opinión KERSTEN,
NZV 2005, pág. 662; MERKEL, en Die Zeit, 8 de julio 2004, pág. 33.
(27) MlrscH, JR 2005, pág. 277. En los mismos términos: J.A.GER, Jura 2008, pág. 684; MERKEL,
en Die Zeit, 8 de julio 2004, pág. 34; PAWLIK, /Z 2004, pág. 1050; S1NN, NStZ 2004, pág.
588. En opinión de este último, la inevitabilidad de la muerte de los pasajeros del avión
suponía en gran medida una mera presunción que en muchos casos podía carecer de
una base fáctica. Utilizando para ello una argumentación semejante a la de sus colegas
constitucionalistas, S1NN afirmaba que la/s persona/s encargada/s de decidir el derribo de
(29) Sobre este concreto caso y otros de naturaleza similar vid. JESCHECKIWEIGEND, Lehrbuch
des Strafrechts. Allgemeiner Tei/, 5.ª ed., Berlín, 1996, pág. 502.
(30) JESCHECKM'EIGEND, AT, pág. 502; PAWLIK, /Z 2004, pág. 1051, con bibliografía complemen-
taria. Por su parte, Rox1N considera que en éste y otros casos semejantes, y aun partiendo
de la culpabilidad de la conducta, no obstante, la impunidad de la misma se basa en la
exclusión de la responsabilidad por una falta de necesidad de la pena desde el punto de
vista de prevención general y especial. Vid. Rox1N, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Vol./, 3.ª
ed., Múnich, 1997, págs. 888-889.
(31) PAWLIK, fl 2004, pág. 1051.
(32) Así se posicionaban, entre otros, JAGER, fura 2008, pág. 684; S1NN, NStZ 2004, pág. 587.
Por su parte, PAWLIK exoneraba de responsabilidad penal únicamente al soldado que
llevaba a cabo el derribo de la aeronave, sin que por el contrario pudiera legitimarse por
esta vía la norma que facultaba a llevar a cabo dicha acción, es decir, el § 14 párrafo 3
LuftSiG. Vid. PAWUK, /Z 2004, pág. 1051.
(33) El tenor literal de la citada disposición reza de la siguiente manera: «El que como fun-
cionario que está llamado a la colaboración en el proceso penal [... ] maltrate a otro
físicamente o de otra manera utilice contra él violencia, le amenace con violencia, o le
atormente psíquicamente, para constreñirlo a afirmar o declarar algo o para omitir algo,
será castigado con pena privativa de libertad de uno a diez años».
(34) Rox1N, «Kann staatliche Folter in Ausnahmefallen zulassig oder wenigstens straflos sein?»,
en ARNOLD et a/., (eds.), Menschengerechtes Strafrecht. Festschrift für Albin Eser zum 70.
Geburtstag, Múnich, 2005, pág. 464.
(35) Rox1N, Eser-FS, pág. 464.
(36) lbidem, pág. 465.
(37) lbidem, pág. 465. En el polo opuesto, ERB considera correcto el recurso a las causas de
justificación recogidas en los parágrafos§§ 32 y 34 StGB. Para ello utiliza el sorprendente
argumento de que el Derecho policial afecta a la actuación del funcionario de policía
en tanto que autoridad pública, mientras que las causas de justificación contenidas en
el StGB deben alcanzar también al sujeto que está detrás de esa actuación de carácter
soberano, para con ello no situarlo en una posición de inferioridad con respecto al resto
de ciudadanos. Vid. ERa, «Nothilfe durch Folter>>, Jura 2005, págs. 24 ss. Hay que decir
que un extracto de este trabajo fue publicado por el propio ERB en forma de ensayo en el
semanario Die Zeit el 9 de diciembre de 2004, lo cual trajo consigo una oleada de cartas
en las que los lectores mostraban su perplejidad ante semejante postura defendida por
un académico del Derecho.
(38) Rox1N, Eser-FS, pág. 468.
(39) Dicho ejemplo fue puesto sobre la mesa por el profesor de filosofía norteamericano Mi-
chael LEVIN en un famoso ensayo que bajo el título« The Case for Torture», fue publicado
el 7 de junio de 1982 en el semanario Newsweek.
de salvaguarda del bien amenazado. Pese a ello, Rox1N considera que este
planteamiento no podría servir para fundamentar la eventual concurrencia
de una causa de exculpación supralegal en el caso «Jakob von-Metzler»( 4oJ.
Para el maestro alemán, la amenaza de tortura por parte del funcionario
policial no aseguraba espec;ialmente el éxito ni era tampoco el único medio
que quedaba para salvar la vida del muchacho. Según Rox1N, ya desde un
principio era improbable que el pequeño Jakob pudiera estar todavía con
vida. Si hubiera sido así, resulta indudable que el autor del secuestro hu-
biera tenido-incluso sin ser sometido a coacción alguna- gran interés en
revelar el lugar del escondite, para con ello mejorar su situación procesal y
escapar así de una pena ejemplar. Su negativa a dar a conocer el lugar en
el que se encontraba el niño podía explicarse mucho mejor si se tiene en
cuenta que lo contrario hubiera supuesto sin duda el reconocimiento de su
homicidio y que eso es precisamente lo que quería evitar41 i. Todo ello lleva
a Rox1N a concluir que el vicepresidente de la policía de Frankfurt debía ser
castigado en todo caso por la comisión de un delito de amenaza de torturas
en los términos del § 343 StGB, si bien era acreedor de alguna causa de
atenuación de la pena, como lo era el hecho de creer encontrarse en una
situación de conflicto grave donde habían dos valores jurídicos superiores
enfrentados: la vida del pequeño y la dignidad humana del detenido<42 J.
(43) Vid. en lo sucesivo BRUGGER, «Vom unbedingten Verbot der Folter zur bedingten Recht auf
Folter?», /Z 2000, págs. 165 ss.
(44) También hay que tener aquí en cuenta el art. 104 párrafo 1 inciso segundo GG, el cual
supone la plasmación procesal de la dignidad de la persona. Según la mencionada dispo-
sición, las personas detenidas «no pueden ser maltratadas ni física ni psíquicamente».
(45) BRUGGER, /Z 2000, pág. 167.
(46) Vid. entre otros ELLBOGEN, «Zur Unzulassigkeit von Folter (auch) im praventiven Bereich -
Zugleich Besprechung des Urteils des Landegerichts Frankfurt am Main vom 20.12.2004»,
fura 2005, pp 342-343; K1NZIG, ZStW 115 (2003), págs. 791 ss.; LüoERSSEN, cDie Folter
bleibt tabu - Kein Paradigmawechsel ist geboten», en ROGALL et al., (eds.), Festschrift für
Hans-/oachim Rudo/phi zum 70. Geburtstag, Neuwied, 2004, págs. 691 ss.; PR1nwirz,
«Strafwürdigkeit und Strafbarkeit von Folter und Folterandrohung im Rechtsstaat», en
PurZKE et al. (eds.), Strafrecht zwischen System und Te/os. Festschrift für Rolf Dietrich
Herzberg zum siebzigsten Geburtstag am 14. Februar 2008, Tubinga, 2008, págs. 531
IV. CONCLUSIONES
Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en los Estados
Unidos de América no sólo cambiaron el curso de la historia, sino también
la percepción del propio fenómeno terrorista, pasando el mismo de ser un
acontecimiento regional a convertirse en una amenaza mundial, desatando
al mismo tiempo una profunda sensación de inseguridad a nivel planeta-
rio, un miedo generalizado y una confusión sobre la forma de afrontar una
amenaza cuantitativa y cualitativamente distinta.
Con todo, el histerismo que sin duda provoca la nueva amenaza terro-
rista no puede llevar al legislador a desprenderse de una actuación acorde
con los principios constitucionales los cuales, en todo caso, deben servir
de base a su actuación. En este sentido, el § 14 párrafo 3 LuftSiG constituye
un ejemplo palmario de un accionismo legislativo destinado a satisfacer
las necesidades de protección reclamada por un amplio sector de la po-
blación, aunque ello traiga consigo eliminar de un plumazo la protección
ss.; Rox1N, Eser-FS, pág. 465; ScHROEDER, «Meinungen zur Folterdiskussion», ZRP 5 (2003),
pág. 180. Hay que decir que en sede judicial se adoptó la misma postura, ya que tanto
el OLG Fránkfort, el BVerfG e incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, los
cuales se ocuparon del caso •Jakob von-Metzler», llegaron a la conclusión de que la
amenaza con torturar al presunto autor de un delito no sólo suponía contravenir las dis-
posiciones de derecho interno, sino también el Art. 3 CEDH, incluso en el caso de que
dicha amenaza tuviera como objetivo conseguir información con vistas a salvar la vida
de un ser humano.
WARDLAw, Grant
CASO DE ÓSCAR<*l
SUMARIO:
l. RELEVANCIA PRÁCTICA Y DOGMÁTICA DE LA MEDIACIÓN PENAL
11. EL PAPEL DE LAS PARTES EN EL PROCESO PENAL: HACIA UN MAYOR
PROTAGONISMO
111. ¿MEDIACIÓN «VERSUS» PREVENCIÓN GENERAL?
(*) Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 20 de Madrid, de 7 de abril de 2006, AP 48/2006.
Buscando un nombre para designar el caso objeto de comentario, pregunté a la entonces
Secretaria Judicial del órgano que lo enjuició, Dña. Concepción Sáez Rodríguez. Con su
permiso transcribo la respuesta: ces uno de los casos que más gratamente recordamos,
quizá por el comportamiento del acusado -sinceramente abrumado por las consecuen-
cias de su conducta y muy arrepentido-, pero especialmente por el de la víctima, cuya
humildad, sensatez y generosidad se venían intuyendo durante el proceso de mediación
pero se evidenciaron clamorosamente en la Sala de Vistas. Este caso siempre fue llamado
entre nosotros "el juicio de óscar" (el nombre del acusado) y yo no soy capaz de ponerle
otro título». El presente trabajo se realiza en el marco del proyecto de investigación e Jus-
ticia restaurativa, mediación y sistema penal» (DER 2008-01764/JURI).
(1) Según definición propuesta por MARÍA MouNER, Diccionario de uso del español, Madrid,
1988.
(2) La legislación europea comunitaria en materia de justicia restaurativa en el ámbito penal
se concreta por orden cronológico en: 1.0 ) Recomendación núm. 12/1986 sobre arbitraje
y mediación; 2. 0 ) Recomendación 1999/19 sobre líneas maestras en materia de media-
ción penal; !l.°) Decisión Marco (2001/220/JAI) del Consejo de la Unión Europea sobre el
Desarrollo del estatuto de la víctima en el proceso penal; 4.0 ) Directiva Europea de 22 de
octubre de 2004 estableciendo la mediación como un medio complementario al sistema
de justicia.
(3) Vid., entre otros, en SAEZ VALCÁRCEL (dir.), CGPJ, EDJ núm. 11, Alternativas a la judicializa-
ción de los conflictos: la mediación, 2006; GoNzALEZ-CUELLAR, Mediación: un método de
conflictos. Estudio interdisciplinar, Madrid, 201 O; BARONA V1LAR (dir.), La mediación penal
para adultos, una realidad en los ordenamientos jurídicos, Valencia, 2009.
falta como por delito, y en estos casos, en todas las fases del proceso penal:
instrucción, enjuiciamiento y ejecuciónl4l. En las fechas de redactar estas
líneas, ochenta y siete juzgados y Audiencias en nuestro país estaban uti-
lizando la mediación en el marco del proceso penal, sin que ello suponga
la más mínima quiebra del principio de legalidad, pues el acercamiento, el
diálogo y la reparación son tenidas en·cuenta a través de los instrumentos
que proporciona el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Si
durante la fase de instrucción se llega a un acuerdo, el Ministerio Fiscal
puede tenerlo en cuenta en la calificación y petición de pena de su escrito
de acusación, pudiéndose llegar a la conformidad según lo establecido en
el art. 738.4 LECr. A través de la conformidad también es posible canalizar
el acuerdo de reparación adoptado tras el auto de apertura del juicio oral
(art. 787 LECr), que es lo que sucedió en la resolución que analizamos. Asi-
mismo, la mediación y el eventual acuerdo pueden ser tenidos en cuenta
a través de la atenuante de reparación del daño, aplicable como atenuante
simple o muy cualificada. En fase de ejecución, la mediación puede ser va-
lorada de cara a la suspensión o sustitución de la pena, pudiéndose impo-
ner el cumplimiento del acuerdo al que se hubiera llegado como condición
a cumplir durante el periodo de suspensión. También puede ser tomada en
consideración a los efectos de emitir informes favorables al indulto. En el
proceso por faltas si se llega a un acuerdo con anterioridad al juicio oral, las
partes pueden no acudir a juicio, siendo igualmente valorable por el juez
en los términos del art. 638 del Código Penal. Estas son las principales vías
que ofrece la legislación vigente para la introducción de la mediación(5l. En
la sentencia comentada, el acusado y su defensa llegaron a un acuerdo con
la acusación pública sobre el relato de los hechos, proponiendo su califi-
(4) Vid., Justicia restaurativa y mediación penal. Análisis de una experiencia (2005-2008).
En http://www.mediacionypacificacion.es/images/stories/experienc. ..pdf se encuentra
el Informe relativo a la experiencia en Madrid. Los Informes relativos a las experien-
cias desarrolladas en todo el Estado al amparo del Servicio de Planificación y Análisis
de la Actividad Judicial y las diversas actividades, encuentros y cursos sobre media-
ción en el Consejo General del Poder Judicial en www.poderjudicial.es. La experien-
cia en mediación penal del Gobierno Vasco en http://www.justizia.net/smp/default.
asp?idioma=sp&opcionWeb=smp. Una referencia al ámbito europeo puede encontrarse
en http://www.euforumrj.org
(5) En detalle, sobre las posibilidades de implantación de la mediación con la legalidad vi-
gente, vid. Ríos MARTÍN/PASCUAL RooRíGuEZIB1s1ANO Gu1LLÉNISEGOV1A BERNABÉ, La mediación
penal y penitenciaria. Experiencias de diálogo en el sistema penal para la reducción de la
violencia y el sufrimiento humano, 2.ª ed., Madrid, 2008.
cación como un delito de robo con fuerza en las cosas del art. 238.2 y 240
del Código Penal, solicitando que se dictara sentencia de conformidad en
la que se apreciara la atenuante muy cualificada de reparación del daño y
mostrándose favorables a la aplicación de la suspensión de la pena.
Existe consenso en afirmar que el trato que obtiene la víctima por el sis-
tema de justicia penal dista mucho de ser positivo, sin que se atiendan con-
venientemente sus necesidades, resultando más bien instrumentalizada,
como dice la sentencia, como mero «medio de prueba». Su tránsito por las
distintas fases de la maquinaria penal no haría sino ahondar y acrecentar el
trauma generado por el delito, generando lo que se conoce como victimi-
zación secundaria(6l. Parte de estos efectos podrían evitarse mediante una
(6) Existen ilustrativas descripciones del paso de la víctima por el proceso penal: de su paso
por la comisaría, de la repetición de la declaración ante el Juez de Instrucción, de cómo,
tras transcurrir a veces demasiado tiempo, recibe una notificación del Juzgado en la que
se la conmina a presentarse a juicio, de cómo ha de soportar retrasos compartiendo pa-
sillos con el acusado y los familiares de éste y de cómo en muchas ocasiones, tras una
larga espera, el funcionario le comunica, sin mayor explicación, que puede marcharse
porque las partes han conformado. En caso de celebrarse el juicio oral la víctima tendrá
que volver a narrar lo sucedido y someterse a las preguntas de la defensa. Aparte de in-
crementar su inseguridad, todo ello le genera unos contratiempos y gastos económicos
que en modo alguno son saldados, siendo realmente escasas sus expectativas de ver
satisfecha la responsabilidad civil. Vid. las descripciones de MARTfNEZ ARRIETA, «La vícti-
ma en el proceso penal», AP 1990, núm. marg. 49 y ss.; lARRAURI P110AN, «Victimología:
¿Quiénes son las víctimas? ¿Cuáles son sus derechos? ¿Cuáles sus necesidades?», JpD
1992 (núm. 15), págs. 26-27, entre otros.
(7) Si bien es justo reconocer que algunos esfuerzos se han hecho en cuanto a la oferta
asistencial y ayudas económicas a las víctimas (vid. L 35/1995, de 11 de diciembre, de
Ayudas y asistencia a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual).
(8) CRISTIE, BJC 17, núm. l. Está traducido al español con el título «El conflicto como per-
tenencia», en J. MAIER (comp.), De los delitos y de las víctimas, Buenos Aires, 1992. Si
bien LARRAURI P110AN, «La reparación», en CID MOUN&'lARRAURI P110AN, Penas alternativas a
la prisión, Barcelona, 1997, págs. 169 ss., pág. 172, nota 6, cita un artículo de B1ANCH1,
«Hacia un Derecho penal privado», de 1975, en el que, a pesar de ser más antiguo y más
desconocido que el de CHRISTIE, podría encontrarse ya la idea de devolver el conflicto a
las partes.
(9) Para una pormenorizada descripción de los efectos emocionales del delito, vid. La me-
diación penal, págs. 58 ss.; FERREIRO BMMONDE, La víctima en el sistema penal, Madrid,
2005, págs. 152 ss., entre otros. Como indica este último autor, sin restar importancia a
las consecuencias en la víctima, tampoco conviene dramatizar en términos absolutos,
pues en general los delitos no tienen consecuencias graves para éstas: «Por regla general,
las víctimas de delitos no definen éstos como uno de los sucesos más trascendentes de su
vida, sino que piensan primero en otros eventos como muertes, accidentes, matrimonios,
cambios de trabajo, etc. [... ]. Los delitos violentos y los realmente traumáticos, aunque
son más frecuentes de lo señalado por las estadísticas policiales, no son realmente un
suceso común [... ]. Con estas afirmaciones no se busca menospreciar la gravedad que
puede tener un evento delictivo para la situación concreta de víctimas particulares. Sim-
plemente se trata de situar la importancia social objetiva del delito en sus límites rea-
les, sin caer en consideraciones alarmistas o emocionales, que impidan un tratamiento
sereno y científico del mismo, sin por ello negar la injusticia insita que éste supone y
los derechos e intereses que deben ser reconocidos a quien se convierta en víctima del
delito» (pág. 146).
(1 O) SILVA SÁNCHEZ, «Sobre la relevancia jurídico-penal de la realización de actos de "repara-
ción"», PI 1997 (núm. 45), pág. 188.
Por supuesto que resultan necesarias una serie de precauciones para evi-
tar que la víctima sea instrumental izada a través del proceso de mediación,
estando ésta desaconsejada cuando entre ambos exista un desequilibrio de
poder que impida un espacio de libertad, pero en casos como el presente
no se alcanza a ver qué problemas puede existir en propiciar un especia
donde la víctima y el autor se puedan comunicar. Es evidente que el autor
puede obtener beneficios con ello, pero la víctima también. Además de
con los 120 euros que el autor de los hechos le abonó por el importe de los
daños, que muy probablemente no hubiera cobrado, y que generosamente
donó a una entidad dedicada a la desintoxicación, creo que no cabe la
menor duda de que don D. R. P. salió del Juzgado núm. 20 de Madrid con
muchas más cosas de las que entró.
(11) Sobre estos aspectos, vid. M.W., Desenmascarando mitos que sostienen el sistema pe-
nal, en http://www.otroderechopenal.aldeasocial.org.
(12) En este sentido, por ejemplo, TAMARIT SuMALLA, «El Derecho penal, con todo su potencial
simbólico, expresa de esta forma el punto más álgido del refinamiento punitivo, la auto-
penalización, la penetración del castigo hasta la propia voluntad de sujeto sometido», en
La reparación a la víctima en el Derecho penal. Estudio y crítica de las nuevas tendencias
político-criminales, Barcelona, 1994, pág. 176. También, Ro1G TORRES, La reparación del da-
ño causado por el delito, Valencia, 2000, pág. 544; Qu1NTERO OuvARES, «La responsabilidad
civil y la reparación en la política criminal contemporánea», en MARQUEZ DE PRADO Pérez
(dir.), CGPJ, Responsabilidad civil «ex delicto», CD/ XVI (2004), pág. 36, entre otros.
(13) Lo cual puede requiere algunas prevenciones de cara a salvaguardar el principio de pre-
sunción de inocencia, aspecto éste de la mediación que en este espacio no estamos en
condiciones de abordar.
(14) Ello no implica desconocer que la realidad nos enseña que cno son pocas las personas
que cumpliendo condena se encuentran emocionalmente y moralmente con su culpa.
El sistema legal impide la petición de perdón y no tiene cauces de elaboración personal;
algunas se quitan la vida, otros sobreviven con ella, como pueden y, otros, la mayoría,
la esconden entre la violencia para poder sobrevivir•, en Ríos MARTfNIPASCuAL RooRfGuEZI
BIBIANO GUILLÉNISEGOVIA BERNABÉ, La mediación penal y penitenciaria, págs. 58 SS. Es im-
portante hacer un esfuerzo y evitar prejuicios terminológicos que nos impidan captar la
realidad y, en este sentido, la culpa no es sino un sentimiento, un fenómeno que se pro-
duce en el interior del ser humano cuando considera que ha vulnerado algún principio
rector.
(15) Cuestión diferente es que se entienda que, además del resultado reparador, sea necesario
una especie de cvalor de acción• en el sentido de que la participación en la mediación y
la reparación que se lleve a efecto puedan ser interpretadas como un reconocimiento de
la norma. En este sentido, respecto de la atenuante quinta del art. 25 CP, ALcACER Gu1RA0,
cLa reparación en Derecho penal y la atenuante del art. 21.5. Reparación y desistimiento
como actos de revocación», PI 2001 (núm. 63), págs. 105 ss. También, GARRO CARRERA, si
bien esta autora entiende que de lege lata no puede exigirse un especial cvalor de la ac-
ción• como requisito ineludible para la aplicación del acuerdo aunque puede valorarse
para su aplicación como muy cualificada, en Reparación del daño e individualización de
la pena. Derecho comparado y regulación española (art. 21.5 del Código Penal), Leioa,
2006, págs. 316-317.
En este sentido, resulta interesante poner de manifiesto que el § 46a StGB, cuando la re-
paración no es el resultado de un proceso de mediación («Shadenswiedergutmachung»),
requiere que la indemnización total o parcial haya exigido del autor importantes presta-
ciones o sacrificios personales (apartado segundo). En el caso de la conciliación («Tater-
Opfer Ausgleich»), exige un esfuerzo por parte del autor para reparar a la víctima (apar-
tado primero).
(16) Rox1N, «Die Wiedergutmachung im System der Strafzwecke», en ScHOCH (Hrsg.), Wie-
dergutmachung und Strafrecht. Neue kriminologische Studien, vol. 4, Múnich, 1987,
pág. 51. Además, como señala HERRERA MORENO, la «reeducación es incontrolable por el
Estado: éste sólo tendrá como indicio de la misma el imprescindible cumplimiento del
pacto o compromiso conciliador. Más allá, será inviable la exigencia o la supervisión,
pues lo contrario comportaría un efecto de intolerable extensión del control penal», en
«Introducción a la problemática de la conciliación víctima-ofensor. Hacia la paz social
por la conciliación», HERRERA MORENO, RDPC 6 (1996), págs. 394-395. Por otra parte, sin
llegar a tener una visión beatífica del ser humano, en absoluto se comparte una descon-
fianza antropológica que parece negar cualquier posibilidad de cambio, ni tampoco que,
en los hechos dolosos, la reparación, más que un indicio de reconciliación con el or-
denamiento, haya de interpretarse como una simple artimaña del autor para librarse del
castigo, pudiendo tener, en último extremo, un efecto incentivador de la reincidencia. En
este sentido, se manifiestan GRACIA MARTfN/BoLDOVA PASAMAR/ALTASUEY DoBóN, Tratado de
las consecuencias jurídicas del delito, Valencia, 2006, págs. 50-51, quienes consideran
que sólo en los delitos imprudentes con escasas consecuencias podrá afirmarse que la
reparación por parte del infractor pueda dar muestra de su disposición favorable hacia el
ordenamiento jurídico.
(17) Es esta una crítica esgrimida con gran frecuencia y a la que se le atribuye un gran poder
de convicción. Vid., por todos, Ro1c, la. reparación, págs. 522 ss.
(18) Como es bien es sabido, la prevención general positiva no constituye una tesis unitaria,
sino que en su seno conviven muy diferentes explicaciones. Como característica común
a ellas, apunta ALCÁCER Gu1RAO que, a diferencia de la prevención de intimidación, diri-
gida a los potenciales delincuentes, cla prevención general positiva, tienen sus destina-
tarios esencialmente en el conjunto de la sociedad, pero considerados, generalmente,
como ciudadanos fieles a Derecho o potenciales víctimas, y el cometido principal no es
la disuasión coactiva: negativa, sino que el mensaje que emite la pena tiene, como ya
mencioné, carácter "positivo": mantenimiento del valor ético-social en la conciencia de
la colectividad, restablecimiento de la paz social o confirmación de la vigencia de la nor-
ma», en ALCÁCER Gu1RA0, Los fines del Derecho penal, Buenos Aires, 2001, p 23. cA este
respecto, que sea la prevención general positiva la que se haya vinculado a la reparación
no puede extrañar si se atiende al hecho de que, mientras la prevención especial y la pre-
vención de intimidación parten de una contemplación exclusiva de los delincuentes, ya
actuales, ya potenciales, la prevención general positiva, en su vertiente de confirmación
de la vigencia de la confianza en el respeto de las normas, comprende a la sociedad, en
tanto destinatario del mensaje comunicativo de la pena, como un conjunto de potencia-
les víctimas»: PJ 2001 (núm. 63), págs. 105 ss., pág. 87.
entre víctima y autor como forma de resolución de los conflictos que com-
peten al Derecho penal.
(20) Según LARRAURI estas serían las características de la justicia restauradora: en Penas alter-
nativas a la prisión, pág. 173.
(21) La Exposición de Motivos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es paradigma de la con-
cepción adversaria! y pública del proceso penal: «En materia penal hay siempre dos
intereses rivales y contrapuestos: el de la sociedad, que tiene el derecho a castigar, y el
del acusado, que tiene el derecho de defenderse».
(22) PÉREZ SANZBERRO, Reparación y conciliación en el sistema penal: apertura de una nueva
vía, Granada, 1999, pág. 236.
(23) Así, por ejemplo, una de las conclusiones de la investigación Encuesta a víctimas en
España, es que mientras los resultados de la encuesta muestran que entre 1989 y 2005 la
delincuencia ha disminuido, el 88% de los encuestados piensan que la delincuencia ha
aumentado mucho o bastante, en DfEZ RIPOLLÉs/ GARCÍA ESPAÑA (Dirs.), Encuesta a víctimas
en España, Málaga, 2009, pág. 167.
(24) ALASTUEY DosóN, La reparación a la víctima en el marco de las sanciones penales, Valen-
cia, 2000, pág. 445.
(25) SEGOVIA BERNABÉ, «La mediación en el Derecho penal de adultos: análisis de una experien-
cia y propuestas de lege ferenda», pág. 3367 (publicado en la página web del Centro de
Estudios Fiscales, http://www.cej.justicia.es/pdf/publicaciones/fiscales/FISCAL74.pdf).
(26) «Resolutiva», en la terminología utilizada por GARCfA-PABLOS DE MoLINA, Tratado de Crimi-
nología, Valencia, 2003, pág. 183.
Soy consciente de que sobre la mediación penal, junto a sus luces, pla-
nean algunas sombras, aunque no tantas como a primera vista pudiera pa-
recer. Ahora bien la prudencia no puede paralizarnos en el intento de redu-
cir los elevados niveles de irracionalidad y de dolor innecesario de los que
adolece el actual sistema penal. «Otro derecho penal es posible».
SUMARIO:
l. POSICIÓN DE LOS TRIBUNALES
11. RELEVANCIA DOCTRINAL DEL CASO
11.1. Las causas de la caída
11.2. La respuesta gubernamental: la Sarbanes-Oxley Act, de 2002
11.3. La reacción de los agentes del mercado: el buen gobierno
corporativo
11.4. Otros casos similares
111. ¿CONCLUSIONES?
(*) Puede verse, por todas, la sentencia del caso Skilling v. United States (ref. 08-1394,
de 24 de junio de 2010, con los votos particulares de los magistrados Scalia, Alito y
Sotomayor).
(1) El 12 de febrero de 2001, el Chief Executive Officer de Enron, Jeffrey Skilling, era entre-
vistado en el programa Business Week Online, y explicaba que «la ventaja fundamental
de un sistema empresarial virtual frente un sistema empresarial físico es que necesitas
menos capital para proporcionar la misma confianza( ... ). Si, por ejemplo, estoy comen-
zando en el negocio del gas y me dedico a venderlo y transportarlo desde la central de
Kansas hasta la ciudad de Kansas, si un gasoducto explota, estoy fuera del negocio».
(2) Algunas de estas violaciones eran técnicas; entre ellas, por ejemplo, la infracción de la
regla que conmina a reunir, al menos, un 3% de inversión externa en el capital, en el
caso de las SPEs Chewco o Talon. Pero las más serias infracciones concernían al falso
fundamento de las transacciones relacionadas con LJM.
(3) Puede el lector acudir al texto íntegro de las acciones en cuestión, disponibles en la
página web oficial de la SEC: http://www.sec.gov/litigation/litreleases/litrelarchive. Con-
cretamente, la dirigida contra Fastow (2 de octubre de 2002), contra Lay (7 de noviembre
de 2003), y contra Causey, Skilling y Lay (8 de julio de 2004). Última visita: 28 de julio
de 2010.
(4) Sobre los procesos penales y las imputaciones puede el lector informarse con detalle
en los trabajos, altamente documentados, de BRICKEY, «Enron's Legacy», BCLR 8 (2004),
págs. 263-275; «From Enron to WorldCom and Beyond: Life and Crime After Sarbanes-
Oxley», WULQ 81 (2003), págs. 370-375; y «In Enron's Wake: Corporate Executives on
Trial», JCLC 96 (2006), págs. 397-434; aportando numerosas referencias a noticias en la
prensa, así como tablas relativas a los procesos judiciales abiertos contra distintas com-
pañías estadounidenses.
(5) Sobre el proceso penal de Andersen, BRICKEY, «Andersen's Fall from Grace», WULQ 81
(2003), págs. 917-960.
(6) Así lo advierten, por todos, Bo1EIRos1LE, «Enron whodunit?», Ephemera 2 (2002), págs.
315-327. Los autores llegan a sugerir en su estudio una posible vinculación entre los
atentados terroristas del 11-S y las actividades comerciales irregulares de Enron y otras
firmas norteamericanas (ExxonMobil, Texaco, Unocal, o BP Amoco) en el gasoducto de
CentGas de Afganistán.
(7) Las conocidas como «Las Siete Hermanas del Petróleo» eran Exxon, Mobil, Shell, British
Petroleum, Gulf, Texaco y Chevron. Más tarde, la fusión de Exxon y Mobil permite que
se hable de Enron como la nueva séptima hermana, en una nueva versión de las «Siete
Hermanas» de 1911, según apunta precisamente la séptima conjuración de Bo¡E/Ros1LE
en Ephemera 2 (2002), pág. 320. De la misma manera que en los años 80 del s. x1x el
petróleo era una nueva industria para John D. Rockefeller, en los años 80 del s. xx el gas
natural fue la nueva industria para Kenneth Lay. En 1911 el Gobierno de los Estados Unidos
desmembró la Standard Oil Company of New Jersey (conocida como «Jersey»). Ésta se
había convertido en una fundación que comprendía una red de 322 compañías asociadas
controladas por unos pocos ejecutivos. De esta manera, el estudio llevado a cabo por los
profesores BoJE y Ros1LE argumenta una analogía de los patrones de «Jersey» en el caso
Enron, esta vez con una red de 3.500 compañías subsidiarias y asociadas.
Enron, WorldCom, Tyco, Adelphia: ¿Qué fue lo que concentró los escán-
dalos financieros de las grandes compañías entre 2001 y 2002? Algunos au-
tores han apuntado a un canje desafortunado entre los principios de proxi-
midad y objetividad por parte de los altos directivos de las compañías'ª¡;
otros, más catastrofistas, sugieren un deterioro colectivo de la moralidad
comercial, alimentado por una legislación excesivamente permisiva'9 ). Por
último, hay quien ha preferido cargar contra la mala fe de una minoría
directiva no representativa del buen hacer común(lOJ. Con todo, para el pro-
fesor COFFEE, una de las máximas autoridades doctrinales en la materia, « [IJ
as deficiencias de cualquier Consejo directivo aislado no pueden explicar
el repentino surgimiento de fracasos de gobierno generalizados»' 11 i. Para
él, «las puestas a punto provocadas por el reconocimiento anticipado de
ingresos que tuvieron lugar entre 1997 y 2001 hicieron que los intereses de
los directivos y de los inversores se desalinearan cada vez más, y los audi-
tores quedaron atrapados en medio»< 12 >.
(8) Así, MACEY, en cEfficient Capital Markets, Corporate Disclosure, and Enron», CorlR 89
(2003-2004), págs. 394-422; confirmando esta línea, ELSON, en cEnron and the Necessity
of the Objective Proximate Monitor•, CorlR 89 (2003-2004), págs. 496-502.
(9) En este sentido, W1DEN, en cEnron at the Margin•, BLR 58 (2003), págs. 961-963.
(10) En esta línea se pronunció en 2002 un subcomité del Senado de los Estados Unidos para
atribuir el grueso de la responsabilidad en el caso Enrona su Junta directiva [vid., Perma-
nent Subcommitee On lnvestigations Of Comm. On Governmental Affairs, United States
Senate, The Role Of The Board Of Directors In Enron's Collapse, S. Rep. No. 107-170,
59 (2002)]. También, THORBURN, cCorporate Governance Practices in Europe: Antidote to
"Enron"?», Tuck School of Business 2003, págs. 887-907.
(11) Vid. Cmm, cWhat caused Enron? A Capsule Social and Economic History of the 1990s»,
CorlR 89 (2003-2004), págs. 269-309, 269.
(12) lbidem., pág. 285.
(13) Sobre esta forma de remuneración, a modo introductorio y por todos, puede verse el
trabajo de FRIED, cOption Backdating and lts lmplications», WLLR 65 (2008), págs. 853-
886; o el de BERNILf/)ARREúMuLCAHEY, 'The Effect of the Options Backdating Scandal on
(17) Tres eran las causas que apuntaba COFm: (1) el uso descontrolado de la compensación
con acciones, que llevó a los ejecutivos a manipular el mercado de cara a obtener re-
sultados que aumentaran sus honorarios dependientes; (2) un sistema inadecuado de
prevención frente a los auditores, a quienes compensaba consentir el fraude; y (3) un
fenómeno de burbuja de mercado que implicó tanto a inversores como a auditores (vid.
«What caused Enron? A Capsule Social and Economic History of the 1990s•, CorLR 89
(2003-2004), pág. 295).
(18) Sobre esta cuestión puede verse, más extensamente, el trabajo de BOJEIGARDNERISMITH,
«(Mis)Using Numbers in the Enron Story•, Organizational Research Methods 9 (2006),
págs. 456-474, 457 ss.; y el de BRYCE, Pipe Dreams: Creed, Ego, and the Death of Enron,
Nueva York, 2002. También BRATTON, TLR 76 (2002), págs. 1277y1278. Asimismo, sobre
el proceso de liberalización en cuestión puede consultarse el artículo periodístico de
WAYNE, «Enron, Preaching Deregulation, Worked the Statehouse Circuih, en The New
York Times, 9 de febrero de 2002. Sobre el sistema empleado por Enron para la estima-
ción de las probabilidades de pérdidas basado en el análisis estadístico de las tendencias
en los precios (sistema VaR), KAM1NsKllMARTfN, en «Transforming Enron Corporation: The
value of active managemenh, JACF 13 (2001 ), págs. 17-49. De gran interés, asimismo,
l<AHNEMANITVERSKY, en «Ün the Psychology of Prediction», PR 80 (1973), págs. 237-251,
donde los autores se proponen demostrar que los individuos, con cierta generalidad,
adoptan decisiones mediante el recurso a fórmulas heurísticas en lugar de hacerlo aten-
diendo al análisis de la información obtenible.
(19) El 2 de diciembre de 2001 Enron se acogió al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras y admi-
tió que sus informaciones financieras habían sobreestimado sus ganancias debido a un
fallo en el seguimiento de las reglas de cualificación de las SPEs y debido a incontesta-
bles, e incluso fraudulentas, relaciones comerciales con éstas. Como ya he apuntado al
comienzo de este trabajo, algunas de estas violaciones eran técnicas -entre ellas, por
ejemplo, la infracción de la regla que conmina a reunir, al menos, un 3% de inversión
externa en el capital, en el caso de las SPEs Chewco o Talon. Pero las más serias infrac-
bras, Enron se estaba emitiendo a sí misma su propio capital para cubrir sus
propias pérdidas.
ciones concernían al falso fundamento de las transacciones relacionadas con la SPE LJM.
Enron registró más de tres mil entidades afiliadas de distinta naturaleza. Cuando una
compañía posee la mayoría del capital de otra, las normas de contabilidad estadouni-
denses exigen que las declaraciones financieras de ambas se reflejen de forma unitaria.
De esta manera, una hipotética relación comercial entre ambas compañías no generaría
en ningún caso una declaración de ingresos en ninguna de ellas. El objetivo de Enron, en
cambio, pasaba por minimizar el montante de la deuda que aparecía en sus balances ofi-
ciales, de forma que su crédito no se viera afectado. Para ello, cuando quería invertir, lo
hacía por medio de alguna de sus filiales, que actuaba como entidad inversora, y Enron
se aseguraba de no participar en dicha entidad en ningún caso en más de un 50%. Así,
si Enron no poseía la mayoría del capital de la compañía inversora, los números de ésta
y, por consiguiente, sus deudas, no figuraban en los balances de la matriz. Al respecto,
y centrándose en las llamadas «Raptor SPEs» (Talon, limberwolf, Porcupine y Bobcat),
pueden verse los trabajos de CATANACHIRHOADES-(ATANACH, cEnron: A Financia! Reporting
Failure?», VLR 48 (2003), págs. 1057-1076; y COFFEE, cliquidityVersus Control: The lnsti-
tutional lnvestor as a Corporate Monitor», ColumbiaLR 91 (1991 ), págs. 1277-1368.
(20) A pesar de todo autores como BRATION han diagnosticado con gran acierto que «Enron
fue un fallo de auditoría, y no un caso en el que normas incompletas, ineficaces o co-
rruptas facilitaron el fraude» (en «Enron, Sarbanes-Oxley and Accounting: Rules Versus
Principies Versus Rents», VLR 48 (2003], págs. 1023-1053, 1053). En la misma línea,
ARONSON, al afirmar que «el auditor jefe de Arthur Andersen había advertido a la Junta de
Directivos de Enron de que la compañía estaba envuelta en prácticas contables abusivas,
aunque técnicamente acordes con los estándares de los principios contables general-
mente aceptados (GAAP)» (en «Preventing Future Enrons: lmplementing the Sarbanes-
Oxley Act of 2002», SJLB&F 8 (2002], págs. 127-154, 134). También BAZERMAN!LOEWENS-
TEIN/MooRE, en «Why Good Accountants Do Bad Audits», Harvard Business Review 80
(2002), págs. 96-104, 98-99, recogiendo el testimonio de Joseph Berardino en el que
el auditor de Arthur Andersen declaraba, en relación con el caso Enron, que «muchos
piensan que la contabilidad es una ciencia, donde un número, por ejemplo el valor por
acción, es el número, y es un número tan preciso que no puede ser dos peniques más o
menos. Yo vengo de una escuela en la que se predica que la contabilidad tiene más de
arte (que de ciencia)».
(21) Si bien entre los años 2001 y 2002 la compañía había tenido problemas de sobreesti-
mación de activos similares con otros clientes (estimada en total en más de dos billones
$), como Sunbeam, Waste Management, Peregrine Systems y WorldCom, por lo que se
había visto obligada a pagar a la SEC importantes cantidades para evitar la vía penal (más
extensamente al respecto, CHANEY/PHILIPICH, en o:Shredded Reputation: The Costo of Audit
Failure», Journal of Accounting Research 40 (2002), págs. 1221-1245, 1224-1226).
Algunos autores encuentran ilógico que una firma de primera línea co-
mo Andersen arriesgase su reputación sacrificando su juicio independiente
para satisfacer a un único cliente, como Enron<23l. Sin embargo, y como a
menudo ocurre en otros órdenes, la lógica y la experiencia colisionan. A
lo largo de los años noventa del pasado siglo la experiencia sugería que el
(22) Vid., más extensamente, el artículo de (HASE, «To shred or not to shred: Document re-
tention policies and federal obstruction of justice statutes», FJCFL 8 (2003 ), págs. 721-
763. También, en medios de prensa, WrnlBEHR, cLosses, conflicts threaten survival: CFO
Fastow ousted in probe of profits», en The Washington Post, 31 de Julio de 2002. Ese
mismo día, el equipo de auditores de Steve Duncan llenó más de dieciocho contene-
dores y otras treinta cajas de documentos. Como la trituradora de Andersen resultaba
insuficiente, tuvieron que contratar a una empresa trituradora llamada cShred-ih para
que destruyera dichos documentos. El lema de cShred-it» rezaba: Tus secretos están a
salvo con nosotros. Pero el meta-teatro de Enron era una red de escenarios, y ese mismo
día Lay se desplazó a otra reunión, en esta ocasión en el salón de baile de un Hyatt,
donde le esperaban varios miles de empleados como oyentes. Lay comenzó su discurso
diciendo: e De la misma manera que América está siendo atacada por el terrorismo, creo
que también nosotros estamos siendo atacados. Muchos de vosotros, más ricos hace seis
o nueve meses, estáis ahora preocupados por la educación de vuestros hijos, la hipoteca
de vuestra casa o vuestra jubilación, y estoy increíblemente triste por ello. Pero vamos a
recuperarnos».
(23) Durante los años noventa, muchos tribunales suscribieron esta lógica. Un sonado ejem-
plo fue el del caso DiLeo v. Ernst & Young, en el que el magistrado Easterbrook esbozó
la siguiente teoría: «La acusación no prueba que el demandado tuviera algún beneficio
que obtener al consentir el fraude de su cliente. El máximo activo de un contable es su
reputación de honestidad (... ). Los honorarios correspondientes a dos años de auditorías
no podrían acercarse a las pérdidas que [el auditor] sufriría en caso de encubrir el fraude
de un cliente (... ) Los auditores no compartían las ganancias de dichos fraudes y estaban
expuestos a importantes pérdidas. Habría sido irracional por su parte el haber participa-
do en la causa de sus clientes> [la referencia estadounidense de la sentencia es 901 F.2d
624 (7th Cir. 1990)].
Por otro lado, es oportuno advertir en este punto que ya a finales de los
años noventa las firmas auditoras adivinaron un mayor provecho en las ac-
tividades de consultoría que en las de auditoría y comenzaron a competir
entre sí empleando una estrategia de guerra de precios según la cual ofrecían
servicios de auditoría a precios que rondaban el coste marginal!25 l. La razón
de esta actuación es que los servicios de auditoría que ofrecían las firmas au-
ditoras eran sólo un «gancho» con el cual dichas firmas podrían después lo-
grar servicios más lucrativos!26l. Así, cabe diagnosticar que la combinación de
(24) En este sentido, ya KRMKMAN advertía que «la responsabilidad corporativa y el deber de
cuidado de los directivos pueden ser vistos como formas truncadas de responsabilidad de
los supervisores (gatekeepers)» en un contexto en el que, a pesar de la doble responsabili-
dad de corporaciones y directivos, también los supervisores externos (abogados, contables,
inversores, etc.) deberán cargar con las altas primas relativas a la valoración de los riesgos
ex ante (en «The Economic Functions of Corporate Liabilities», en (HoPT!fEUBNER, eds.),
Corporate Governance and Directors» Uabilities: Legal, Economic and Sociological Analy-
ses on Corporate Social Responsibility, Berlín, 1985, págs. 178-206, 200 y 202). En sentido
similar puede verse también el trabajo de STONE, «The Place of Eterprise Liability in the
Control of Corporate Conduct», YLJ 90 (1980), págs. 1-77, 39-41. Asimismo, centrado en la
perspectiva de los supervisors externos, es de interés el trabajo de BRUDNEY, «The lndepen-
dent Director- Heavenly City or Potemkin Village?», HLR 95 (1981), págs. 597-659, 632-
639. Sobre las funciones de gatekeeper del abogado, HAMDANI, en «Gatekeeper Liability»,
SCLR 77 (2003), págs. 53-118; CoFFEE, en «Gatekeeper Failure and Reform: The Challenge
of Fashioning Relevant Reforms», BULR 84 (2004), págs. 301-364; y en «The Attorney as
Gatekeeper: An Agenda for the SEC», ColumbiaLR 103 (2003), págs. 1293-1316; SALEM, en
«The New Mandate of the Corporate Lawyer After the Fall of Enron and the Enactment of
the Sarbanes-Oxley Act», FJCFL 8 (2003), págs. 765-787; o CRAMTON, en cEnron and the
Corporate Lawyer: A Primer on Legal and Ethical lssues», BLR 58 (2003), págs. 143-187.
Negando la existencia de tales funciones, F1scH/RoSEN, en «Is There a Role for Lawyers in
Preventing Future Enrons?», VLR 48 (2003), págs. 1097-1138.
(25) En este sentido, IMHOFF, en «Accounting Quality, Auditing and Corporat!=! Governance»,
Accounting Horizons 17 (2003), págs. 117-128.
(26) Una encuesta publicada en 2002 por el Chicago Tribune muestra que las cien mayores
compañías del área de Chicago pagaban a sus auditores por labores de consultoría, co-
mo media, el triple que por labores de auditoría (vid., K100 STEWART/CouNTRYMAN, «Local
Audit. Conflicts Add Up: Consulting Delas, Hiring Pratices in Question», Chicago Tribu-
ne, 24 de febrero de 2002).
(27) Así, por todos, IMHOFF, Accounting Horizons 17 (2003). También, BEASLEYICARCELLo/HER-
MANSON, «Lessons from Fraud Related SEC Cases: Top 1O Audit Deficiencies», Journal of
Accountancy 191 (2001 ), págs. 63-66.
{28) Vid., SIGNES DE MESA, «La Ley Sarbanes-Oxley y las sociedades cotizadas de menor tama-
ño: ¿Sirve un mismo modelo para todos los tipos de sociedades?», en E-Prints Complu-
tense, Documentos de Trabajo del Departamento de Derecho Mercantil 14 {2007), págs.
1-31, pág. 3. En esta línea también McLEAN, «Is Enron Overpriced?», Fortune, 5 de marzo
de 2001; y CARNEY, «The costs of being public after Sarbanes-Oxley: The irony of "going
to prívate"», ELJ 55 {2006), págs. 141-160.
(29) En este sentido, SIGNES DE MESA, en E-Prints Complutense, Documentos de Trabajo del
Departamento de Derecho Mercantil 14 (2007), pág. 6, quien ha definido la Sarbanes-
Oxley Act, a mi entender con acierto, como una «norma rígida de reacción» (p. 5); tam-
bién CoFFEE, CorLR 89 {2003-2004); o PALEPu/HEALv, «The Fall of Enron», JEP 17 {2003),
págs. 3-26, 1O.
(30) También conocida como Acta de Reforma de la Contabilidad Pública de Empresas y de
Protección del Inversor (referencia: Pub. L. No. 107-204, 116 Stat. 745).
(31) Así lo ha advertido, en la literatura española CORTIJO GALLEGO, en «Impacto de la Ley
Sarbanes-Oxley en la regulación del sistema financiero español», ICE - Boletín Econó-
mico 2907 {2007), págs. 43-51, 44, quien lo define como un «organismo de carácter
privado sin ánimo de lucro que se encarga de supervisar el trabajo realizado por las
firmas de auditoría». Sobre el PCAOB, extensamente, puede verse el trabajo de NAGY,
«Playing Peekaboo with Constitutional Law: The PCAOB and lts PublidPrivate Status»,
Notre Dame Law Review 80 (2005), págs. 975-1071, 983-1006. También puede consul-
tarse, a favor de la creación del PCAOB y resaltando los méritos de la Sección 404 de la
SOx, el trabajo de BROWN, «Criticizing the Critics: Sarbanes-Oxley as Quack Corporate
Governance», Marquette Law Review 90 {2006), págs. 309-335, 320-328.
(32) Vid., SMITH!WALTER, «Four Years After Enron - Assessing the Financial-Market Regulatory
Cleanup», The lndependent Review 11 {2006), págs. 53-66, pág. 58. Sobre el estado
actual del debate en torno a la ley, LANGEVOORT, en «The Social Construction of Sarbanes-
Oxley», Marquette Law Review 105 {2007), págs. 1817-1855. En la literatura española, a
modo introductorio, puede consultarse el trabajo de RODRÍGUEZ DE LAS HERAS BALLELL, e Las
nuevas normas norteamericanas sobre la transparencia de las sociedades cotizadas. La
2002 Sarbanes-Oxley Act», Derecho de los Negocios 13 {2002), págs. 1-18.
{33) Por todos, ScHONEMAN, «The Sarbanes-Oxley Act of 2002: A German Perspective», BCLR
8 {2004), págs. 35-50, 65 y 66. También, FAIRFAX, «The Sarbanes-Oxley Act as Confir-
mation of RecentTrends in Director and Officer Fiduciary Obligations», SJLR 76 (2002),
págs. 953-977.
{34) Sobre el desacierto de medidas legales anteriores, RocKNESs!ROCKNESS, «Legislated Ethics:
From Enron to Sarbanes-Oxley, the lmpact on Corporate America», JBE 57 (2005), págs.
31-54, 47 SS.
(35) Es por todos conocido el revelador eslogan que, en relación con la aprobación de la ley,
pronunció en su discurso el presidente de los Estados Unidos: No more easy money for
corporate criminals -just hard time! (recogido por HEFENDEHL, en cEnron, WorldCom,
and the Consequences: Business Criminal Law Between Doctrinal Requirements and the
Hopes of (rime Policy•, BCLR 8 (2004), págs. 51-88, 52). Sin embargo, no ha faltado
quien, crítico con la SOx, ha resaltado el espíritu retribucionista de la ley por defecto
(vid., CoFFEE, CorLR 89 {2003-2004), págs. 304-305, reconociendo también que la ley
fracasó en su intento de reducir los incentivos perversos creados por el uso ilimitado de
las opciones como forma de remuneración de directivos).
(40) En este sentido, vid. Boor/MACEY, cMonitoring Corporate Performance: The Role of Ob-
jectivity, Proximity, and Adaptability in Corporate Governance>, CorLR 89 (2004), págs.
357-360. Para los autores, la debacle de Enron derribó la creencia de que el sistema de
gobierno corporativo estadounidense es el más efectivo del mundo, y admiten que el co-
lapso de la compañía refleja un elemento natural de compensación entre un sistema de
control objetivo y un sistema de control aproximado por parte de directivos, auditores,
agencias de evaluación, analistas y otros.
(41) Así, WIDEN, BLR 58 (2003), págs. 961-963; y COFFEE, CorLR 89 (2003-2004), pág. 269, y
añade que dicho deterioro de la moralidad comercial se vio alimentado por una legisla-
ción excesivamente permisiva.
(42) Salvando el Informe COSO, elaborado por la Comisión Treadway en 1985, se acepta co-
múnmente que el Informe Cadbury británico de 1992 (publicado en España en el Boletín
del Instituto de Contabilidad y de Auditoría de Cuentas, BOICAC, el 18 de septiembre de
1994, págs. 93-139) es el precursor de los instrumentos en cuestión. Sobre el origen y
contenido de estos puede el lector acudir al brevísimo estudio que FuENZALIDA practica en
su artículo, «La auditoría interna y el Gobierno Corporativo», Informe Área de Negocios
14 (2004), págs. 4-7, 6. El lector puede encontrar también un amplio abanico de códigos
y demás normativa relativa al buen gobierno de sociedades a nivel internacional en el si-
tio web: http://www.ecgi.org/codes/all_codes.php (última visita: 28 de julio de 2010). En
la literatura española, por todos, puede verse ÜUVENCIA, «Los códigos de buen gobierno:
valoración», El Cronista (del Estado Social y Democrático de Derecho) 2008 (núm. 0),
págs. 26-31.
111. zCONCLUSIONES?
De cara a adelantar conclusiones, la adopción de cualquier dirección de
único sentido constituye, en todo caso y cuanto menos, algo aventurado.
Apartemos, pues, de nosotros -como dijera el filósofo-- el mal gusto de
querer coincidir con muchos. Mas sin perder de vista, por otro lado, que
Enron no es -como se ha pretendido hacer ver en ocasiones por algunos-
(46) Es oportuno recordar que Enron disponía de un Código ético en el que, entre otras mu-
chas previsiones, se aseguraba que los miembros de la compañía «son responsables de
la llevanza de su actividad empresarial de acuerdo con los más altos estándares éticos•
(recogido por ELSON/'GIVE5 en cThe Enron Failure and Corporate Governance Reform•,
Wake Forest Law Review 38 (2003), págs. 855-884, 860). De ahí que autores como S1Ms
y BRINKMAN, hayan argumentado que la compañía cultivaba una cultura corporativa esca-
paratista (en «Enron Ethics [Or: Culture Matters More than Codes]», JBE 45 (2003), págs.
243-256, 254).
(47) Por todos, ComE, CorLR 89 (2003-2004), pág. 302.
(48) Sobre estas crisis, a modo introductorio, puede consultarse el trabajo de CuNNINGHAM,
cSharing Accounting's Burden: Business Lawyers in Enron's Dark Shadow•, BLR 57
(2002), págs. 1421-1430.
(49) Algunos autores van más allá y llegan a adscribirse a la tesis catastrofista del fracaso del
capitalismo occidental, o acusan a las universidades y escuelas de negocios de adiestrar
a sus estudiantes en el arte de hacer lo posible por defraudar. Entre los primeros, por
ejemplo, BOJE, Ros1LE, o Come, en los trabajos citados anteriormente; entre los segundos,
y refiriéndose concretamente al papel de las escuelas de negocios en el caso Enron,
MANGAN, en «The Ethics of Business Schools», The Chronicle of Higher Education, 20 de
septiembre de 2002; o JANOSIK, en «Common lssues in Professional Behavior», NASPA
Journal 44 (2007), págs. 285-306.
(50) Así, por todos, SM1THIWALTER, The lndependent Review 11 (2006). Otros autores, y la propia
SOx, sugieren que el problema debe resolverse por la vía de la prevención negativa, incre-
mentando la amenaza de castigo (por todos, MACEY, CorLR 89 (2003-2004), pág. 415).
SUMARIO:
1 INTRODUCCIÓN
11. REACCIÓN LEGISLATIVA, DOCTRINAL Y SOCIAL: EL DERECHO
PENAL DEL ENEMIGO
11.1 . Precedentes
11.2. Legislación después del 11 de septiembre del 2000 en Nueva
York
11.2.1. Anti-Terrorism, Crime and Security Act 2001
11.2.2. Prevention on Terrorism Act 2005
11.3. Legislación después del 7 de julio de 2005 en Londres
A las 12:00 del día 7 julio de 2005 el Primer Ministro, Tony Blair,
que se encontraba en Glenagles (Escocia) representando a Reino Uni-
do<1) en la reunión del G8, confirmó que aquella mañana habían te-
nido lugar una serie de atentados terroristas en Londres(2). La capital
británica, que un día antes celebraba el triunfo de su candidatura para
los juegos olímpicos de 2012, se vio sumergida en el caos provoca-
do pot cuatro bombas que mataron a 56 personas (incluyendo a los
cuatro terroristas) e hirieron a más de setecientas. Las tres primeras
bombas explotaron en el metro y la cuarta, en un autobús urbano. Los
cuatro terroristas (Shehzad Tanweer, Mohamad Sidique Khan, Hassib
Hussain y Jermaine Lindsay), tenían nacionalidad británica y, a excep-
ción de Lindsay (nacido en Jamaica), eran ciudadanos británicos de
segunda generación, de origen pakistaní. «Fue la primera vez que un
ataque terrorista de tales características tuvo lugar en Europa»(3). Nin-
guno de los terroristas era conocido como delincuente para las auto-
ridades<4>. Hay constancia de que Khan yTanweer habían sido investi-
gados por Inteligencia con ocasión de sus viajes a Pakistán entre 2003
y 2005, pero aunque tenían sus datos no encontraron en ellos nada
sospechoso<5). Después del 7 de julio, las investigaciones revelaron
que los terroristas habían estado en contacto con grupos extremistas
islámicos<6>y de hecho Al Jazeera emitió dos vídeos en los que Khan
(1) En este comentario me centraré en el modo en que las leyes antiterroristas se aplican en
Inglaterra, por ser Londres la ciudad en la que tuvieron lugar los ataques del 7 de julio de
2005.
(2) Vid. House of Commons Report of the Official Account of the Bombings in London on
the 7ih July 2005, 11 de mayo de 2006, pág. 7, en http://www.security.homeoffice.gov.uk/
legislation/ (consultado: 20 de noviembre de 2009).
(3) DAN & W1LSON., «Suicide bombs potent tools of terrorists», THE WASHINGTON POST, 16
de julio de 2005, http://www.washington.post.com/wp-dyn/content/article/2005/07/16/
AR2005071601363.html (25 de noviembre de 2009). Los ataques del 11 de marzo de
2004 en España también fueron de carácter suicida a manos de islamistas radicales. Sin
embargo, parece que la nacionalidad de estos terroristas no era española (Vid. Audiencia
Nacional, Sala de lo Penal, Sentencia núm. 65/2007, de 31 de octubre). En el caso de las
bombas de Londres, los activistas eran ciudadanos ingleses de segunda generación y eso
convierte al caso del 7J en un ataque sin precedentes en Europa.
(4) Vid. House of Commons Report, págs. 13-18.
(5) Vid. lntelligence and Security Commitee Report into the London Terrorist Attacks on 7July
2005, mayo de 2006, pág. 20 (vid. Texto disponible en http://image.guardian.co.uk/sys-
files/Politics/documents/2006/05/11 /isc_7july_report.pdf) (consultado: 20 de noviembre
de 2009).
(6) Vid. ibidem, pág. 11.
Dado que los ataques del metro de Londres habían sido cometidos
a manos de terroristas suicidas, no fue fácil encontrar quien respon-
diese por los hechos. En 2007 las Autoridades detuvieron a Sadeer
Saleem, Mohammed Shaki 1 y Waheed Ali, por considerarlos sospe-
chosos de haber conspirado con los terroristas del 7J entre el 17 de
noviembre de 2004 y el 8 de julio de 2005. Los tres acusados cono-
cían a los terroristas del 7J. Habían estado con ellos en Londres el 16
y 17 de diciembre de 2004, en lo que calificaron de «Viaje turístico».
Además, tanto Saleem como Shakil habían estado con Khan en Pakis-
tán en 2001 y 2003, respectivamente.
l. INTRODUCCIÓN
(9) Vid. página oficial del Crown Prosecution Service, http://www.cps.gov.uk (consultado:
15 de octubre de 2010). «Waheed Ali, Sadeer Salim and Mohammed Shakil were char-
ged with conspiracy to cause an explosion, contrary to section 3(1 )(a) of the Explosive
Substances Act 1883. Waheed Ali and Mohammed Shakil were additionally charged with
conspiracy to attend a place used for terrorist training, contrary to section 1(1) of the Cri-
minal Law Act 1977 (the offence that the conspiracy charge refers to is section 8 of the Te-
rrorism Act 2006). This offence carries a maximum penalty of 1O years imprisonment».
(1 O) Vid. The Times, 16 de julio de 2005, Politics London Bombs, pág. 5.
(11) Vid. lbidem. De acuerdo con una encuesta publicada en el Diario The Times, realizada
por la empresa Populus (miembro del British Polling Council) entre los días 8 y 1O de
julio de 2005, una indiscutible mayoría de la sociedad británica estaba a favor de nuevas
medidas preventivas para reducir la amenaza de futuros ataques terroristas. Vid. THE
TIMES, 12 de julio de 2005, Politics London Bombs, pág. 9.
(12) Las propuestas preventivistas del Gobierno de Blair, que más tarde se concretarían en las
leyes analizadas en este trabajo, pueden sintetizarse de la siguiente forma: a) autorizar
las deportaciones de sospechosos de terrorismo, aunque fuese a Estados con pocas ga-
rantías en materia de Derechos Humanos; b) tipificar tres nuevos delitos de terrorismo:
los actos preparatorios de terrorismo (Acts preparatory to terrorism), la apología indi-
recta del terrorismo (lndirect incitement to commit terrorist acts), y el entrenamiento de
personas en técnicas y prácticas de propósitos terroristas; c) en tercer lugar, aumentar a
11.1. Precedentes
Las primeras leyes de terrorismo datan de 1922. Tenían efectos única-
mente en el Norte de lrlandans¡. Más tarde, en 1974, empezaron a aprobar-
se las primeras leyes antiterroristas con efectos en toda Gran Bretaña. Sin
embargo, a lo largo de los años 90, el Gobierno británico percibió la inca-
pacidad de sus leyes tanto para cumplir sus obligaciones de Derecho ln-
ternacional(16l, como para hacer frente a la amenaza de un terrorismo cada
vez más global. Se aprobó así la Terrorism Act 2000 (TA 2000), precedente
más directo de la actual legislación británica en materia de terrorismo.
90 días el plazo de las control orders o detenciones preventivas, introducidas por la ley
de terrorismo de marzo de 2005; d) reformar la Ley de Poderes de Investigación para
permitir el uso en juicio de pruebas secretas, como las escuchas telefónicas, con el fin de
perseguir a presuntos delincuentes de terrorismo; e) otorgar mayores poderes a la Policía
y a los servicios de Seguridad, con el fin de combatir el terrorismo. La más discutida fue
el poder del Shoot-to-kill (poder de disparar a quien se considerase sospechoso de ser un
terrorista suicida). Vid. The Times, 22 de julio de 2005, London Terror, pág. 11.
(13) Vid. The Times, 28 de julio de 2005, Terrorist Attacks, pág. 9.
(14) Vid. WAf».R, cTerrorism and Criminal Justice: Past, Present and Future», CLR 2004, pág. 325.
(15) Vid. BRANDOM, «Terrorism, Human Rights and the Rule of Law», CLR 2004, págs. 981-987
(16) A diferencia de España (que es un país de tradición monista), el Reino Unido es de tradi-
ción dualista, lo cual significa que los tratados internacionales no son directamente apli-
cables, sino que requieren de una ley que los trasponga a la legislación nacional. El Reino
Unido traspuso el CEDH a su legislación nacional en 1998, mediante la Human Rights
Act. Esta ley entró en vigor en el año 2000. Desde entonces, el CEDH tiene primacía
sobre las leyes nacionales, que en la medida de lo posible (•as far as possible»), deberán
interpretarse salvando los derechos del CEDH. (Vid. art 3 (1) Human Rights Act 1998). Vid.
ÜECHMICHEN, Terrorism and Anti-Terror Legislation: The Terrorised Legislator? A comparison
of Counter-terrorism Legislation and /ts lmplications on Human Rights in the Legal Systems
of the United Kingdom, Spain, Germany and France, Oxford, 2009, pág. 373.
Esta ley (PTA 2005), que entró en vigor el 14 de marzo de 2005, instauró
las control orders. Se trata de una serie de obligaciones impuestas a sujetos
(nacionales o no nacionales) sospechosos de estar relacionados con una
actividad de terrorismo, de cara a prevenir o limitar la participación en
dicha actividad terroristal20l. Cada control arder se impone valorando el
riesgo que representa el sujeto concreto. Las obligaciones que se imponen
incluyen, por ejemplo, posibilidad de ser fotografiado y vigilado, prohibi-
ciones de poseer ciertos objetos, restricciones de movimientos en determi-
nadas zonas y restricciones en las comunicaciones y asociaciones(21 l. La
ley distingue entre las derogating control orders y las no-derogating control
orders. Las primeras se refieren a las control orders que imponen obligacio-
nes que implican una posible contradicción con el art. 5 CEDH22 i, mientras
que las no-derogating control orders son compatibles con dicha norma.
Bajo el régimen de las control orders los derechos de defensa son mínimos.
Así se suprimen, entre otros, el principio de presunción de inocencia y el de-
recho a un juicio justo, tan propios de los sistemas democráticosª3l. Esto se
manifiesta, por ejemplo, en que el acusado no tiene derecho a saber cuáles son
los cargos que existen contra él; además, la carga de la prueba corresponde al
acusado, que deberá demostrar la invalidez de los materiales que lo presentan
como sospechoso de terrorismo, pero sin poder tener acceso directo a dichos
materiales; por último, la decisión de imponer una derogating control arder es
adoptada por el juez, sin que el acusado este presente(24l.
Es cierto que el art. 15 CEDH dispone que las obligaciones del CEDH pueden
ceder ante una situación de emergencia que amenace a la seguridad nacional.
Pero el problema es que en el marco de la war on terror prácticamente todo
se considera amenaza para la seguridad nacional. Así, medidas de emergencia
(tan indeseables) como las control orders acaban siendo permanentes(2si.
Después de que tuvieran lugar los atentados del 7J y los del 21J en Lon-
dres, fue promulgada esta ley que, además de recoger y reformar las medi-
das existentes en materia de terrorismo'27i, tipifica nuevos delitos(2si. Así, en
la parte 1 de la ley se crean una serie de delitos relativos al enaltecimiento
(encouragement of terrorism) del terrorismot29i y a la difusión de publica-
ciones terroristas (dissemination of terrorist publications)(3oi. También crea
nuevos delitos relativos a la preparación de actos terroristas (preparation of
terrorism acts) y al entrenamiento de terroristas(31J.
(26) BRowNISMITH, «Pursue, Prevent, Protect, Prepare: the UK's Strategy for Countering ln-
ternational Terrorismio, marzo 2009, pág. 13. (texto disponible en pdf http://security.ho-
meoffice.gov.uk/news-publications) (consultado: 9 de febrero de 2010).
(27) Las leyes vigentes eran: TA 2000, ATCSA 2001, PTA 2005. Sin derogar estas leyes, la
TA 2006 elevó el plazo de las detenciones sin cargo o juicio previo, de 14 a 28 días
para quienes fueran sospechosos de terrorismo. Además, reformó algunos de los poderes
existentes en relación con la investigación en casas, vehículos y cualquier tipo de esta-
blecimiento, así como poderes de actuación sobre publicaciones terroristas, poderes de
recabar información, etc.
(28) Vid. UK HOME OFF1a, «Explanatory Notes to the Terrorism Act 2006», 2006, Sección 1
(1-4), pág. 1, http://www.opsi.gov.uk/acts (consultado: 2 de febrero de 201 O).
(29) Vid. Terrorism Act 2006, Sección 1 (1-2), 2006, http://www.opsi.gov.uk/acts (consultado:
2 de febrero de 2010).
(30) . Vid. Terrorism Act 2006, Sección 2 (1-2).
(31) Vid. Terrorism Act 2006, Sección 5.
2.- La acción entra dentro de este artículo si: (a) comprende violencia
seria contra una persona; (b) comprende un perjuicio serio a la propiedad;
(c) pone en peligro la vida de una persona, distinta de la que comete la ac-
ción; (d) crea un riesgo serio para la salud o seguridad del público o de parte
del público o (e) está diseñado para interferir con o para alterar seriamente
un sistema electrónico»(37l.
(35) Vid. REES /MoLONEY, «The Latest Efforts to lnterrupt Terrorist Supply Unes: Schedule 7 to
Counter-Terrorism Act 2008», CLR, 2 (2010t pág. 127: Terrorism (United Nations Mea-
sures) Order 2006 (SI 2006/2657), The Al-Qaida and Taliban (United Nations Measures)
Order 2002 (SI 2002/111 ), The Al-Qaida and Taliban (United Nations Measures) Order
2006 (SI 2006/2952), and The North Korea (United Nations Measures) Order 2006 (SI
2006/2958).
(36) Vid. REES/MOLONEY, CLR 2 (201 O), pág. 135.
(37) Vid. Counter-Terrorism Act 2008, Part 5, Sección 74.
(38) BRowN/SMITH, cPursue, Prevent, Protect, Prepare: the UK's Strategy for Countering lnter-
national Terrorism» (supra, nota 26), pág. 69.
(39) BRowN/SMITH, «Pursue, Prevent, Protect, Prepare: the UK's Strategy for Countering lnter-
national Terrorism» (supra, nota 26), pág. 62.
(40) Vid. UK HOME ÜFFICE «What perceptions do the UK public have concerning the impact of
counter- terrorism legislation implemented since 2000?», marzo de 201 O, pág. 44. (Texto
disponible en http://www.homeoffice.gov.uk/). Se trata de un documento en el que el
Ministerio del Interior analiza el apoyo popular a las medidas antiterroristas británicas,
empleando estadísticas, etc. Por ejemplo, se pregunta sobre la duración de las detencio-
nes sin juicio previo y sobre las control orders. El 60% de la sociedad está a favor. Entre
la comunidad musulmana, un 80% se muestra en contra, por considerar o que deberían
eliminarse o que deberían dar derecho a juicio ante un juez (vid. pág. 22).
(41) El 70% de la población se muestra a favor de las medidas adoptadas en la legislación an-
titerrorista aunque ello suponga renunciar a determinados derechos y libertades: «Üpi-
nion polls and surveys seeking to be representative of the UK general population tend
to show majority agreement, or support for, certain CT measures even though they may
erode civil liberties». (Cursiva añadida por la autora). Vid. UK HOME ÜFFICE, «What percep-
tions do the UK public have», pág. 32 y pág. 40.
En la práctica se hace cada vez más patente que frente a las conductas
más gravemente antisociales, la capacidad preventiva del Derecho penal es
muy limitada(4&l. Así lo pone de manifiesto BLACKBOURN en relación con la
legislación antiterrorista británica. Este autor explica que la legislación an-
titerrorista británica no es sólo ilegítima, sino que además, tal y como ocu-
rrió con las leyes del Norte de Irlanda, está sirviendo para dar continuidad
al terrorismo y no para prevenirld47l. También AsHWORTH y ZEDNER critican la
(42) SILVA SANCHEZ, La. expansión del Derecho penal, 2.ª ed., Madrid, 2001, pág. 21.
(43) lbidem, pág. 74.
(44) lbidem, pág. 82.
(45) Que no se trata propiamente de Derecho es la posición defendida por CANCIO MELIA en
JAKOBsllo., Derecho penal del enemigo, págs. 59 ss.
(46) Así, LLOBET ANGLf, Derecho penal del terrorismo: límites de su punición en un Estado de-
mocrático, Madrid, 2010, pág. 272.
(47) Vid. BLACKBOURN, cCounter Terrorism and Civil Liberties: The United Kingdom Experience
1968-2008», The Journal of the /nstitute of Justice & lnternationa/ Studies 8 (2008), págs.
61-74.
difícil justificación de medidas como las control orders por las necesidades
preventivas(4ai. El caso del metro de Londres es un ejemplo de la dudosa
eficacia del Derecho penal del enemigo para perseguir los delitos más gra-
ves. De acuerdo con el diario Daily Telegraph en una noticia publicada al
día siguiente del juicio contra Shakil y Ali, las medidas de stop and share
orders se han mostrado inútiles para atacar el terrorismo<49i. De hecho, es
paradójico que los ataques del 7 de julio tuvieran lugar cuando estaban
en vigor la TA 2000 y la PTA 2005 (ambas leyes con importantes medidas
preventivas) sin que nadie fuera capaz de anticiparlos. ¿Dónde está lama-
yor eficacia que se anunciaba para medidas tan invasivas? Si se da poderes
tan sumamente titánicos a la Policía para perseguir los delitos más graves
pueden tener lugar sucesos tan trágicos como el del 22 de julio de 2005,
en que agentes de la Policía británica dispararon a un ciudadano brasileño
que resultó ser inocente, ante la sospecha de que fuera un terrorista(soJ.
(48) Vid. AsHWORTH &ZEDNER, «Defending the Criminal Law: Reflections on the Changing Charac-
ter of Crime, Procedure, and Sanctions», Criminal law and Philosophy; 2008, págs. 40-41 .
(49) Así, la cifra de 41.924 orders del año 2006/07, ascendió en 2007/08 a 124.687. De todas
ellas, sólo 1.271 terminaron en arresto y únicamente 73 en arresto por terrorismo. Vid.
DAILYTELEGRAPH, 1 de mayo de 2009, pág. 8.
(50) Vid. THE TIMES, 23 de julio de 2005, pág. 1.
(51) Vid. SILVA SANCHEZ, Aproximación, pág. 54.
(52) Vid. BRANDOM, CLR 2004, págs. 986-987.
(53) Vid. SILVA SANCHEZ, la expansión, págs. 166-167.
(54) Vid. CANc10 MELIA, «Terrorismo y Derecho penal: sueño de la prevención, pesadilla del
Estado de Derecho», en loJPozuELO PÉREZ (coords.), Política criminal en vanguardia: inmi-
gración clandestina, terrorismo, criminalidad organizada, 2008, págs. 325-375. En rela-
ción con esta idea, vid. SERRAN0-P1EDECASAS!DEMETR10 CRESPO (dirs.), Terrorismo y Estado de
Derecho, Madrid, 201 O, passim (en especial, ibidem, SANZ HERMIDA, «Medidas procesales