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V. El delito de omisión
1. Prohibiciones y mandatos. Acciones y omisiones
2. Fundamento de la omisión
3. Omisión
4. El delito de omisión propia
5. El delito de omisión impropia o comisión por omisión
6. Regulación legal de la omisión impropia
7. Cláusula de equiparación
8. El deber de garante
9. Clasificación de los deberes de garante
10. El error sobre el propio deber de garante
11. La justificación del comportamiento omisivo
12. La exigibilidad en la omisión
13. Tentativa de omisión. El desistimiento de la omisión
14. Autoría y participación en la omisión. Participación por omisión y participación en la
omisión
15. Omisión imprudente
16. Comisión y omisión simultáneas
17. ¿Omisión por comisión?
C. Teoría de la pena
I. La pena
1. Concepto de pena
2. Tipos de penas
3. Principios informadores del sistema de penas
4. Clasificación de las penas
5. El sistema de penas de la Unión Europea
6. La responsabilidad penal de las personas jurídicas y su incidencia en el sistema de penas
7. La pena de muerte
Créditos
PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN
Jamás se legisló en materia penal con tan poco consenso como se acaba
de hacer con la reforma 1/2015 (Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por
la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del
Código Penal). Nunca se concitó acuerdo tan amplio para derogar una ley
en el momento en el que el grupo parlamentario que la ha promulgado
pierda la mayoría absoluta.
Y todo por atraerse un puñado de votos de los sectores más reaccionarios
de la sociedad aún a riesgo de espantar a otros votantes más liberales a los
que repugna el populismo penal, caracterizado por demandar que la justicia
penal se limite a un «ajuste de cuentas», como en los viejos tiempos —que
creíamos superados— del más puro retribucionismo.
La «estrella» de la reforma es la prisión permanente revisable (de la otra
«estrella» de la frustrada reforma Gallardón, la medida de seguridad
indeterminada, se han olvidado, para no eclipsar el «éxito» de la PPR), una
modalidad de la prisión cuya característica principal no es la duración (¿qué
puede llamar la atención después de los cuarenta años de prisión que
contempla al CP español desde hace mucho tiempo?), sino la ausencia
absoluta de criterios con los que determinar si debe o no ser suspendida tras
los veinticinco primeros años de cumplimiento efectivo, es decir, la
vulneración del principio de seguridad jurídica que supone una
indeterminación tan grande de su duración.
No es cierto, en contra de lo que pretende la Exposición de Motivos (II)
de la Ley 1/2015, que la introducción de la PPR deje intacta la orientación
de la pena a la reinserción del condenado, como prescribe el artículo 25.2
CE, sino que esa innovación, después de la introducida por la reforma
5/2010, del cumplimiento íntegro de la pena de prisión (y ya antes con la
rebaja a tres meses del límite mínimo de su cumplimiento: reforma 7/2003),
junto a las reticencias a suspenderla y sustituirla por otra pena no privativa
de libertad, que también ahora se acentúa, es una prueba más de la clara
tendencia —instalada de un tiempo a esta parte entre nosotros— de
desmantelar el sistema de la resocialización, la humanidad de las penas y el
respeto a los Derecho Humanos.
La tendencia es tan evidente que incluso la libertad condicional, que era
un grado, el último, de la ejecución de la pena privativa de libertad, se ha
convertido en un supuesto más, sometido a las mismas cicaterías, que la
suspensión y la sustitución, dando al traste con el sistema progresivo de
cumplimiento (otra manifestación esencial de la resocialización) que ni el
franquismo osó nunca alterar.
Tampoco es cierto que la reforma haya suprimido el libro de las faltas y
convertido sólo a algunas en delitos leves (EM I), sino que más bien ha
convertido a la mayor parte de las faltas (las más frecuentes además) en
delito, algunas de ellas, las más características, en delito menos grave,
castigado con prisión, en virtud de la mera concurrencia de la agravante
más cuestionada y opuesta al principio de reosocialización, como es la
reincidencia, con lo que se vulnera el principio de intervención mínima.
De los errores técnicos de la reforma …… mejor no hablar.
¡Ojalá que dentro de un año tengamos que presentar una nueva edición
en la que podamos recordar este prólogo y la reforma que lo motiva como
una pesadilla del pasado!
Hemos aprovechado la ocasión para corregir erratas detectadas en la
anterior edición, procurando simplificar su texto para facilitar el fin docente
con el que ha sido concebida la obra.
LOS AUTORES
1. EL CONFLICTO SOCIAL
2. LA PENA
BIBLIOGRAFÍA: CID MOLINÉ, ¿Pena justa o pena útil?, 1994; CUERDA RIEZU, La cadena
perpetua y las penas muy largas de prisión. Por qué son inconstitucionales en España, 2011;
FEIJOO SÁNCHEZ, Retribución y prevención general, 2007; GARCÍA-PABLOS DE MOLINA,
«La prevención del delito en un Estado social y democrático de Derecho», EPC, XV, 1992, 81 ss.;
JAKOBS, «Culpablidad y prevención», Estudios, 73 ss.; JAKOBS, «Sobre la teoría de la pena», PJ,
47, 1997, 145 ss.; JAKOBS, La pena estatal: significado y finalidad, 2006; KAUFMANN, «La
misión del Derecho penal», en MIR PUIG (ed.), Reforma del Derecho penal, II, 1981, 9 ss.; LESCH,
La función de la pena, 1999; MIR PUIG, «Función fundamentadora y función limitadora de la
prevención general positiva», ADP, 1986, 49 ss.; MORSELLI, «Neo-retribucionismo y prevención
general integradora en la teoría de la pena», ADP, 1995, 265 ss.; ROTMANN, «El concepto de
prevención del delito», APen, 1998, 839 ss.; ROXIN, Culpabilidad y prevención en Derecho penal,
1981; SCHÜNEMANN, «Sobre la crítica a la teoría de la prevención general positiva», LH-Roxin, II,
89 ss.; STRATENWERTH, ¿Qué aportan las teorías de los fines de la pena?, 1996; ZUGALDÍA
ESPINAR, «La prevención general en la individualización judicial de la pena», ADP, 1981, 869 ss.
3. EL BIEN JURÍDICO
BIBLIOGRAFÍA: ÁLVAREZ GARCÍA, Bien jurídico y Constitución, 1991, 5 ss.; CUELLO
CONTRERAS, «La definición de “criminalidad”. Competencias del Derecho penal y de las Ciencias
sociales», CPCr, 1981, 427 ss.; HASSEMER, «Lineamientos de una teoría personal del bien
jurídico», DP, 1989, 275 ss.; HEFENDEHL (ed.), La teoría del bien jurídico, 2007;
HORMAZÁBAL MALARÉE, Bien jurídico y Estado social y democrático de Derecho, 1991; MIR
PUIG, «Bien jurídico y bien jurídico-penal como límite del ius puniendi», EPC, XIV, 1991, 205 ss.;
RUDOLPHI, «Los diferentes aspectos del concepto de bien jurídico», NPP, 1975, 73 ss.;
TERRADILLOS BASOCO y otros, «La función simbólica del Derecho penal. Pena y Estado»,
Revista Hispanolatinoamericana, 1, 1991.
C) SISTEMAS DE MEDIDAS
5. LA REPARACIÓN
BIBLIOGRAFÍA: VARONA MARTÍNEZ, La mediación reparadora como estrategia de control
social, 1998.
LA LEY PENAL
3. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
Tres son los criterios que se han venido utilizando para justificar la
importancia del principio de legalidad en materia penal:
Puede ocurrir, cada vez con más frecuencia, que el CP obligue a imponer
penas a conductas descritas total (p. ej., art. 563: tenencia ilícita de armas) o
parcialmente (p. ej., art. 325: delito ecológico) en leyes no penales, con lo
que bastará que la ley de remisión cambie (o incluso el reglamento
administrativo que la desarrolla: v. SAP Barcelona de 20 de febrero 1988)
para que el comportamiento llegue a o deje de estar prohibido.
El TC (STC 127/1990, de 5 de julio, y en muchas más ocasiones) tiene
establecido que —para que no haya ninguna objeción constitucional—
basta con que la ley penal contenga el núcleo esencial de la conducta típica,
limitándose la remisión a ayudar a formularlo, lo que asegura el artículo
325 y no en cambio el artículo 563 (del que la STC 24/2004 hizo una
interpretación correctora; insuficiente, incluso, según algunos votos
particulares).
En realidad, tanto la ley penal como la ley de remisión deben definir
bien el ámbito esencial de lo regulado (acudiendo si es preciso a valores
promedio, como el que cifra la pureza del agua entre el 6 y el 8 del PH, a
efectos de la infracción o el delito ecológicos), no dejándolo al arbitrio de la
Administración a través de reglamentos siempre interesados. Los
comportamientos más graves en ese ámbito clara y legalmente definido,
serían los punibles.
6. INTERPRETACIÓN DE LA LEY PENAL. PROHIBICIÓN DE
LA ANALOGÍA
BIBLIOGRAFÍA: ENGISCH, Introducción al pensamiento jurídico, 1967; GIMBERNAT ORDEIG,
Concepto y método de la Ciencia del Derecho penal, 1999.
La ley penal no consiste en un mero recetario que se pueda aplicar sin
más. Para subsumir el caso concreto en la ley los tribunales tienen que
hacer un esfuerzo encaminado a demostrar que ese caso se ajusta
perfectamente a los regulados por la ley que se pretende aplicar.
A) CRITERIOS DE INTERPRETACIÓN
a) Interpretación gramatical
Se orienta al tenor literal del lenguaje empleado por la ley, que suele ser
el común, aunque a veces no excluye la presencia de un lenguaje
especializado.
Ejemplo: En el lenguaje común un animal no es una cosa, pero a los
efectos del delito de daños (art. 263) matar a un animal de compañía ajeno
(p. ej., un perro de raza) constituirá la «propiedad ajena» objeto de ese
delito.
b) Interpretación lógico-sistemática
c) Interpretación histórica
d) Interpretación teleológica
Lo que importa, para ella, es averiguar para qué puede servir la ley en el
momento en que ha de ser aplicada, independizándose del legislador y
adaptándose a la situación actual (interpretación objetiva). Por eso presta
atención a la finalidad de la ley en sí misma.
Ejemplo: Para determinar la consumación en el hurto (art. 234) hay
varias teorías: 1. Según la teoría de la contrectatio basta el contacto con la
cosa. 2. Según la teoría de la aprehensio basta con haberla tomado. 3.
Según la teoría de la illatio hace falta haber salvado definitivamente
cualquier posibilidad de que su legítimo dueño la recupere. 4. Según la
teoría de la ablatio es necesario que el autor pueda disponer libremente de
la cosa. De ellas, se entiende que para las cosas fáciles de mover
(pequeñas), se debe seguir la teoría de la aprehensio (en el supermercado, el
ladrón la oculta entre su ropa), en tanto que respecto a los objetos difíciles
de mover se debe seguir la teoría de la ablatio. Y ello atendiendo al fin de
protección de la norma del hurto.
La ley penal nace con su promulgación. Pero para que entre en vigor
(sea aplicable) es necesario que sea publicada, pudiendo además estar
sometida a un período de vacatio legis (p. ej., el CP de 1995 se promulgó
con una vacatio legis de un año) (art. 91 CE, art. 2.I CC). Y muere con su
derogación (art. 2.2 CC), salvo que antes sea declarada inconstitucional por
el TC (art. 164 CE y art. 40 LOTC).
a) Concepto
1) Fundamento
El fundamento de la retroactividad de la ley penal favorable está en que
si la sociedad ya no ve tan grave el delito cometido, de ahí que introduzca
una regulación más favorable, sería injusto castigar de una forma que ya no
convence aquellos delitos cometidos antes de estar vigente la nueva
regulación.
Puede suceder incluso que la nueva ley penal sea más favorable en
algunos aspectos y menos en otro, en cuyo caso no habrá inconveniente en
aplicar lo más favorable de cada una de ellas, en contra de lo que dice la
doctrina mayoritaria, partidaria de aplicar la ley penal «en bloque» (v., no
obstante, p. 250).
Ejemplo: El delito de impago de pensiones en casos de nulidad,
separación o divorcio, introducido en 1989, consideraba delito el
incumplimiento de tres mensualidades seguidas o seis no seguidas,
castigando con la pena de arresto de fin de semana y multa. En 1995, se
agrava el delito en cuanto al número de incumplimientos: dos seguidos o
cuatro no seguidos, pero se atenúa la pena: arresto fin de semana. Luego el
delito cometido antes de 1995 y después de 1989, debe ser castigado
cuando los incumplimientos son tres o seis y con la pena de arresto.
Determinar cuál es la ley más favorable resulta a veces muy difícil, hasta
el punto de que el artículo 2.1 CP establece que en caso de sucesión de
leyes se debe oír al reo.
Como criterios orientativos básicos, valgan los siguientes:
C) LEYES TEMPORALES
A) PRINCIPIO DE TERRITORIALIDAD
a) Principio de personalidad
Con este principio se trata del compromiso de todos los Estados para
perseguir delitos que o bien se suelen cometer por encima de las fronteras
nacionales o bien se dirigen contra los derechos fundamentales y contra los
principios más elementales de humanidad, cualquiera que haya sido el lugar
de comisión, la nacionalidad del autor o el país de su detención. Los delitos
sometidos a este principio se encuentran recogidos en el artículo 23.4 LOPJ
y entre ellos se encuentran: genocidio, terrorismo, piratería, tráfico de
drogas, prostitución, tráfico ilegal o inmigración clandestina de personas,
etc., y cuantos sean sometidos a ese principio en virtud de acuerdos
internacionales suscritos por España.
Una reciente reforma de la LOPJ, la 1/2009, incluye entre los delitos
sometidos a este principio los de lesa humanidad, en tanto que especifica
dentro de los Convenios internacionales los de Derecho internacional
humanitario y de protección de Derechos humanos. Pero, de otro lado,
exige que el presunto responsable se encuentre en España, la víctima sea
española o el delito tenga conexión con España y no se haya iniciado
procedimiento en otro país o ante tribunal internacional. Restricciones que
hacen prácticamente irreconocible al principio.
BIBLIOGRAFÍA: AMBOS, La Parte general del Derecho penal internacional, 2005; GIL GIL,
Derecho penal internacional, 1999; WERLE, Tratado de Derecho penal internacional, 2005.
A) INVIOLABILIDAD
B) INMUNIDAD
La inmunidad significa que el afectado, por ejemplo, el parlamentario,
no podrá ser detenido por la presunta comisión de un delito (salvo que sea
flagrante) y que para procesarle por cualquier delito es necesario obtener el
suplicatorio (autorización) de la cámara a que pertenece. Esas restricciones
cesan cuando el parlamentario deja de ocupar el cargo.
La inmunidad de Diputados y Senadores está recogida en el artículo 71.2
CE.
Un caso especial de inmunidad es la del Presidente del Gobierno y sus
Ministros, ya que el artículo 102.2 CE exige que para procesarlos la
iniciativa parta de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y que se
apruebe por mayoría absoluta, siempre que se trate de delitos cometidos
realizando funciones de gobierno y afecten a la seguridad del Estado.
B. TEORÍA DEL DELITO
I
PANORÁMICA
LA ACCIÓN
BIBLIOGRAFÍA: BORJA JIMÉNEZ, «Funcionalismo y acción», EPC, XVII, 1994, 9 ss.; CEREZO
MIR, «El finalismo, hoy», ADP, 1993, 5 ss.; JAÉN VALLEJO, El concepto de acción en la
Dogmática penal, 1994; SILVA SÁNCHEZ, «La función negativa del concepto de acción», ADP,
1986, 905 ss.
Según el artículo 138, «el que matare a otro será castigado, como reo de
homicidio, con la pena de prisión de diez a quince años». Al igual que el
tipo de homicidio, del artículo 138, la mayor parte de los restantes tipos de
delito del CP contienen un sujeto, un verbo de acción y un resultado.
1. TEORÍAS DE LA ACCIÓN
Contienen penas para las personas jurídicas los siguientes delitos del
libro II CP: artículos 177 bis.7, 189.8, 197.3.II, 264.4, 288.II, 310 bis, 318
bis.4.III, 319.4, 327.I, 430.II, 445.2.
1. LA TIPICIDAD
A) FUNCIONES DE LA TIPICIDAD
BIBLIOGRAFÍA: CEREZO MIR, «Lo injusto de los delitos dolosos en el Derecho penal español»,
ADP, 1961, 55 ss.; FEIJOO SÁNCHEZ, El injusto penal y su prevención ante el nuevo CP de 1995,
1997; LAURENZO COPELLO, El resultado en Derecho penal, 1992; MIR PUIG, «Sobre lo
objetivo y lo subjetivo en el injusto», ADP, 1988, 661 ss.; SANCINETTI, Teoría del delito y disvalor
de acción, 1991; SOLA RECHE, «La peligrosidad de la conducta como fundamento de lo injusto
penal», ADP, 1994, 167 ss.; STRATENWERTH, Acción y resultado en Derecho penal, 1991;
ZIELINSKI, Disvalor de acción y disvalor de resultado en el concepto de ilícito, 1990.
3.1) Delitos con elementos subjetivos específicos además del dolo; con
varias modalidades:
3.1.a) Delitos de intención
Como el hurto, que contiene un ánimo de disponer de la cosa como
propia en el futuro.
3.1.b) Delitos de tendencia
En los que es decisivo el sentido que el autor da a sus actos: el mismo
acto puede ser una exploración ginecológica o unos abusos sexuales según
el propósito del autor.
3.1.c) Delitos de expresión
En los que basta que el autor exprese verbal o concluyentemente algo
que en su opinión no se ajuste a la realidad, como el falso testimonio del
artículo 458.1.
BIBLIOGRAFÍA: CANCIO MELIÁ, «La teoría de la adecuación social en Welzel», ADP, 1993, 697
ss.; PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo permitido en Derecho penal, 1995; ROLDÁN BARBERO,
Adecuación social y teoría jurídica del delito, 1992.
E) TIPO OBJETIVO
a) Causalidad
b) Imputación objetiva
BIBLIOGRAFÍA: CANCIO MELIÁ, Conducta de la víctima e imputación objetiva en Derecho
penal, 1998; CUELLO CONTRERAS, «Ámbito y límites de la doctrina de la imputación objetiva»,
CPCr, 2006, 5 ss.; FRISCH, Tipo penal e imputación objetiva, 1995; GIMBERNAT ORDEIG,
«¿Qué es la imputación objetiva?», EPC, X, 1987, 169 ss.; GIMBERNAT ORDEIG, «Fin de
protección de la norma e imputación objetiva», ADP, LXI, 2008, 5 ss.; GIMBERNAT ORDEIG,
Cursos causales irregulares e imputación objetiva, 2011; HASSEMER, «Exención de
responsabilidad por comportamiento de tercero», en HASSEMER, Persona, mundo y
responsabilidad, 215 ss.; JAKOBS, La imputación objetiva en Derecho penal, 1994; JAKOBS, «La
prohibición de regreso en el delito de resultado», Estudios, 241 ss.; JAKOBS, «Concurrencia de
riegos», ADP, 1989, 1005 ss.; KAUFMANN, «¿Atribución objetiva en el delito doloso?», ADP,
1987, 807 ss.; MARTÍNEZ ESCAMILLA, La imputación objetiva del resultado, 1992; REYES
ALVARADO, Imputación objetiva, 2.ª ed., 1996; ROXIN, Reflexiones sobre la problemática de la
imputación objetiva. Problemas básicos, 128 ss.; ROXIN, «La problemática de la imputación
objetiva», CPCr, 1989, 749 ss.; SILVA SÁNCHEZ, «Límites en la responsabilidad por
imprudencia», LL, 1984, 1040 ss.
1) Concepto
Para seleccionar de entre los muchos resultados que una acción puede
causar aquellos que realmente están desaprobados por el Derecho, surge la
doctrina de la imputación objetiva, según la cual el resultado típico causado
sólo se imputa cuando además haya tenido su origen en la creación por
parte del autor de uno de los riesgos de lesión del bien jurídico en que
pensó el legislador al promulgar la norma que contiene el tipo objetivo del
delito en cuestión y al mismo tiempo ha sido ese riesgo el que se ha
concretado en el resultado.
2) Criterios de imputación
F) TIPO SUBJETIVO
a) Dolo
1) Concepto
BIBLIOGRAFÍA: CUELLO CONTRERAS, «Dolo e imprudencia como magnitudes graduales de
injusto», RDPC, 3.ª época, 2, 2009, 37 SS.; HASSEMER, «Los elementos característicos del dolo»,
ADP, 1990, 909 ss.; LAURENZO COPELLO, Dolo y conocimiento, 1999; RAGUÉS I VALLÉS, El
dolo y su prueba en el proceso penal, 1999; SANZ-DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH, Dolo e
imprudencia en el CP español, 2007.
El dolo es conocimiento y voluntad de realizar las circunstancias
constitutivas del tipo de injusto a través de la acción que el autor ejecuta.
Ejemplo: El autor que conscientemente dispara en dirección a un hombre
se representa y quiere realizar las circunstancias constitutivas del tipo de
homicidio.
El CP no define en ningún lugar el dolo (tampoco la imprudencia). La
única forma de hacerlo, al menos en su aspecto intelectivo, es acudiendo al
artículo 14, donde se dice que el error sobre hecho constitutivo de la
infracción excluye la responsabilidad, para concluir que a sensu contrario
el dolo es conocimiento de los elementos de la infracción penal.
2) Clases de dolo
Con todo, hasta ahora no hemos llegado a los casos más complicados (y
frecuentes) de dolo. El caso más frecuente ante los tribunales es aquel en el
que el sujeto ha querido una acción muy peligrosa desentendiéndose de sus
probables consecuencias.
Ejemplo: La STS de 24 de noviembre de 1995 se ocupó de una madre y
una abuela que siguieron obligando a comer a un bebé a pesar de que éste
venía sangrando varios días como consecuencia de la herida abierta en la
boca. El bebé murió por asfixia a causa de la propia sangre que tragó.
Otro ejemplo: La STS alemán de 15 de noviembre de 1987 se ocupó de
un padre que golpeó en la cabeza a su bebé porque le estaba creando
problemas al darle de comer. Como consecuencia del golpe el bebé murió.
En ambos casos, los hechos han de ser calificados de homicidio con dolo
eventual. Casos de este tenor son los que más frecuentemente ocupan a los
tribunales y bajo el nombre de dolo eventual obligan a distinguir entre el
dolo y la imprudencia. Cuando se ha disparado a la cabeza, se han
producido numerosísimas heridas por arma blanca en todas las partes del
cuerpo, se han producido golpes brutales con o contra superficies muy
compactas, la víctima era un bebé, etc., se ha querido también su efecto, es
decir, la muerte.
Aunque la doctrina ha querido perfilar el dolo eventual conforme a
teorías intelectivas y volitivas [según que el autor se hubiese representado
muchas posibilidades del resultado (dolo eventual) o no (imprudencia
consciente) o lo haya aceptado (dolo eventual) o no (imprudencia
consciente)], la cuestión puede reducirse a la representación de riesgos
elevados. Mientras mayores sean los creados conscientemente por el autor,
más difícil será evitar la calificación de dolo (eventual).
Luego, por tanto, la distinción entre el dolo (forma más grave de
imputación penal: art. 138: homicidio doloso) e imprudencia (forma menos
grave: art. 142.1: homicidio imprudente), es más cuantitativa que
cualitativa. Peligros muy elevados de lesión darán lugar a la calificación de
dolo, peligros menores a los anteriores, a la calificación de imprudencia.
Estructuralmente no hay diferencia entre el delito doloso y el
imprudente; también el imprudente contiene un tipo subjetivo referido a
peligros para el bien jurídico, lo que ocurre asimismo con el dolo,
excepción hecha de directo de primer grado o intencionalidad (presente en
un número pequeño de casos).
Por eso, en el capítulo correspondiente al delito imprudente (v. pp. 181
ss.) veremos los restantes casos de imputación subjetiva y la continuidad
que existe en la escala que va desde la intencionalidad a la imprudencia
inconsciente con los escalones intermedios del dolo eventual y la
imprudencia temeraria y consciente.
2) Dolus generalis
3) Aberratio ictus
A) CONSENTIMIENTO
f) Capacidad de consentimiento
1) Engaño
2) Error
Cuando el titular ha consentido por error (quiso decir que no en una nota
y dijo que sí), hay que distinguir: si el beneficiario del consentimiento es
consciente del error, el consentimiento es irrelevante; en el caso de no
saberlo, relevante. Si además el error ha venido precedido de
incumplimiento del deber de informar, es motivo adicional para no
otorgarle relevancia.
3) Amenaza o coacción
B) CONSENTIMIENTO PRESUNTO
1) Concepto y naturaleza
3. LA ANTIJURIDICIDAD
B) EL TIPO DE AUTORIZACIÓN
a) Elemento subjetivo
b) Elemento objetivo
Está constituido por los elementos del tipo delictivo realizado (en el
ejemplo anterior, el delito de daño en las cosas: art. 263), por el peligro de
que se lesione el bien jurídico al que la norma de autorización otorga
preferencia (situación de justificante) y por la idoneidad del
comportamiento típico realizado para evitar la lesión.
Ejemplo: El elemento objetivo de la norma de autorización en el ejemplo
anterior estaría constituido por los elementos del delito de daños, por el
peligro de muerte por asfixia que amenaza la vida del vecino y por la
idoneidad de la rotura del cristal para evitar la asfixia.
El elemento objetivo también concurre cuando existan dudas acerca de
la magnitud del peligro o de la idoneidad del medio, siempre que se trate de
dudas que sufriría cualquiera en la misma situación. Ejemplo: Quien es
amenazado con un arma de fuego en un atraco está autorizado por la
legítima defensa a matar al agresor aunque quizá el arma del atracador no
esté cargada.
E) LEGÍTIMA DEFENSA
a) Concepto
b) Fundamento
c) Elementos
3) ¿Culpabilidad de la agresión?
Basta con que la agresión sea antijurídica para que quepa la legítima
defensa, no siendo necesaria la culpabilidad. También frente a la agresión
ilegítima de un niño o un enajenado cabe la legítima defensa. Cuestión
distinta son las restricciones a la legítima defensa frente a estos ataques
basadas en razones de humanidad (v. p. 114).
F) ESTADO DE NECESIDAD
BIBLIOGRAFÍA: BALDÓ LAVILLA, Estado de necesidad y legítima defensa, 1994; GIMBERNAT
ORDEIG, «El estado de necesidad», Estudios, 3.ª ed., 218 ss.; PAREDES CASTAÑÓN,
«Subsidiariedad y proporcionalidad de los males en el estado de necesidad», PJ, 2.ª época, 13, 1989,
115 ss.; ROLDÁN BARBERO, La naturaleza jurídica del estado de necesidad en el Código penal
español, 1980; ROLDÁN BARBERO, «Estado de necesidad y colisión de intereses», CPCr, 1983,
469 ss.; SILVA SÁNCHEZ, «Sobre el estado de necesidad en el Derecho penal español», ADP, 1982,
663 ss.
a) Jerarquía legal
b) Colisión de deberes
BIBLIOGRAFÍA: CUERDA RIEZU, La colisión de deberes en Derecho penal, 1984.
1) Concepto
2) Fundamento
BIBLIOGRAFÍA: CARBONELL MATEU, «El uso de la violencia por la autoridad pública o sus
agentes», LL, 1983, 1025 ss.; GÓMEZ BENÍTEZ, El ejercicio legítimo del cargo, 1980; MORILLA
CUEVAS, La obediencia debida, 1984; PAREDES CASTAÑÓN, «Consentimiento y riesgo en las
actividades deportivas», ADP, 1990, II, 633 ss.; PAREDES CASTAÑÓN, «Reflexiones críticas
sobre el alcance de la exención por “obediencia debida” en un Derecho penal liberal», APen, 15,
1997, 319 ss.; PÉREZ ALONSO, «La causa de justificación de cumplimiento de un deber o ejercicio
de un derecho, oficio o cargo», CPCr, 56, 1995, 623 ss.; PORTILLA CONTRERAS, «El ejercicio
legítimo del cargo como manifestación del cumplimiento del deber», H-Sainz Cantero, II, 147 ss.;
QUERALT I JIMÉNEZ, La obediencia debida en el Código penal, 1986; QUINTERO OLIVARES,
«El delito de desobediencia y la desobediencia justificada», CPCr, 12, 1980, 59 ss.; SÁNCHEZ
GARCÍA DE PAZ, Ejercicio legítimo del cargo y uso de armas por la autoridad, 1995.
a) Modalidades
b) Supuestos
c) Requisitos de la eximente
4. LA CULPABILIDAD
1.1) Psicosis
1.1.a) Psicosis exógena
Así denominada [exógeno = el efecto (la incapacidad de comprender el
sentido) es causado por la alteración del organismo (la propia enfermedad
somática)] porque la anomalía psíquica es «causada» por el daño
(perceptible) del sistema nervioso (central o periférico). El sistema
nervioso, a su vez, puede verse dañado por las más diversas circunstancias.
A este grupo pertenecen: el delirium, entendido como descenso de la
conciencia, a consecuencia de la fiebre, infecciones, insuficiencia renal,
etc.; las demencias, derivadas de enfermedades diversas que van desde el
Alzheimer y la esclerosis o atrofia cerebral como consecuencia del
envejecimiento hasta la demencia inducida por traumatismo craneal con
daño en la estructura encefálica; la epilepsia, que es una enfermedad
derivada de la lesión del sistema nervioso central (el cerebro dañado, no
controla la inhibición de los centros motores: convulsiones en fase crítica) y
la psicosis por intoxicación, ocasionada por la ingestión de alcohol u otra
sustancia tóxica (que el CP regula separadamente en el art. 20.2).
1.1.b) Psicosis endógena
Como enfermedad mental se ha considerado también de un tiempo a esta
parte la llamada psicosis endógena (endógeno = lo que no puede ser
retrotraído a una causa, en el caso: la incomprensión del sentido no puede
ser retrotraída a un daño orgánico como explicación y causa de la
enfermedad mental), en la que a pesar de no constar daño orgánico sí existe
una pérdida de la orientación por el sentido. Los supuestos más
importantes de psicosis endógenas son la esquizofrenia o dementia precox
(así llamada por contraposición a la demencia senil) y la psicosis maníaco-
depresiva.
1.3) Neurosis
Un tercer gran grupo de trastornos es el englobado bajo el nombre
común de neurosis, que por su vaguedad y amplitud viene siendo sustituido
por otros más específicos, como los de: trastornos de ansiedad, trastornos
somatomorfos, trastornos disociativos, trastornos del control de los
impulsos, trastornos de la identidad sexual, y, sobre todo los trastornos de la
personalidad, de entre cuyas numerosas variedades (trastorno paranoide de
la personalidad, trastorno esquizoide de la personalidad, trastorno
esquizotípico de la personalidad, trastorno límite de la personalidad,
trastorno histriónico de la personalidad, trastorno narcisista de la
personalidad, trastorno de la personalidad por evitación, trastorno de la
personalidad por dependencia, trastorno obsesivo de la personalidad,
trastorno pasivo-agresivo de la personalidad) destaca el trastorno antisocial
de la personalidad (la antigua figura del psicópata, luego denominado
sociópata), por sus especiales y frecuentes repercusiones forenses.
1.4) Intoxicación
Entre los trastornos o anomalías del artículo 20.1.I podría incluirse la
intoxicación por alcohol o sustancia, pues si es elevada produce alteración
profunda de la conciencia (psicosis); lo que ocurre es que por sus
peculiaridades forenses, el legislador la ha trasladado a una norma separada
(art. 20.2) (v. pp. 130 ss.).
a) Conocimiento de la antijuridicidad
BIBLIOGRAFÍA: NIETO MARTÍN, El conocimiento del Derecho, 1999; PÉREZ ALONSO, «La
duda sobre la prohibición», ADP, 1995, 71 ss.; SILVA SÁNCHEZ, «Observaciones sobre el
conocimiento “eventual” de la antijuridicidad», ADP, 1987, 647 ss.
1) Concepto
b) Error de prohibición
BIBLIOGRAFÍA: BACIGALUPO, «La evitabilidad o inevitabilidad del error de prohibición», CDJ,
1993, XVIII-XX, 217 ss.; DÍAZ Y GARCÍA CONLLEDO, «El error de prohibición», LH-Torío
López, 335 ss.; HUERTA TOCILDO, «Problemática del error sobre los presupuestos de hecho de una
causa de justificación», CDJ, XVIII- XX, 1983, 251 ss.; JOSHI JUBERT, «El error sobre los
presupuestos objetivos de una causa de justificación en la actual jurisprudencia del Tribunal
Supremo», ADP, 1987, 697 ss.; MUÑOZ CONDE, El error en Derecho penal, 1989; QUINTANAR
DÍAZ, «Vencibilidad e invencibilidad del error sobre la prohibición», CPCr, 54, 1994, 1407 ss.
1) Concepto
2) Regulación legal
Según el artículo 14.3, «el error invencible sobre la ilicitud del hecho
constitutivo de la infracción penal excluye la responsabilidad criminal»; y
añade: «si el error fuera vencible, se aplicará la pena inferior en uno o dos
grados».
Completando lo dicho supra acerca del error sobre el tipo regulado en el
artículo 14.1 y 2 (v. p. 97; v. también pp. 189 s.), lo que el artículo 14.3
establece es lo siguiente:
El autor del delito doloso (que ha conocido los elementos constitutivos
de la infracción) y el autor del delito imprudente (que no los ha conocido,
pero pudo haberlos conocido: el automovilista no sabía que con su
maniobra arriesgada mataría a otro automovilista con cuyo coche colisionó,
pero pudo evitar su error ya que sí sabía que conducía muy
arriesgadamente) sufren un error de prohibición cuando ignoran que su
comportamiento está prohibido, es decir, creen que están actuando
lícitamente o no saben que lo hacen ilícitamente.
Ejemplos: El propietario de una tienda se cree autorizado a matar al
ladrón aun en el caso de que la cuantía de lo hurtado sea muy pequeña. El
conductor de una ambulancia cree que trasladar a un enfermo grave autoriza
a poner en grave peligro la vida de los transeúntes. En ambos casos, el autor
es consciente de los elementos de la infracción: matar = dolo, en el primer
caso, poner en peligro = imprudencia, en el segundo, errando sobre la
prohibición y amenaza penal de la infracción realizada.
3) Clases
1. Hace falta, en primer lugar, que el autor haya tenido un motivo para
comprobar que su comportamiento era antijurídico. Por eso ya se decía que
la duda puede constituir ese motivo necesario. Pero incluso aunque el autor
no dude, puede existir el motivo si, por ejemplo, tiene conocimiento de
circunstancias lo suficientemente serias como para obligar a cerciorarse. No
basta pues con la convicción íntima de lo contrario.
2. Hace falta, en segundo lugar, que haya dispuesto de medios
adecuados para cerciorarse de la antijuridicidad del comportamiento, lo que
no será el caso si por más que lo hubiese intentado habría persistido la duda,
porque, por ejemplo, las opiniones sobre una ley nueva están muy dividas o
sobre el asunto reina una gran confusión doctrinal y jurisprudencial. A su
vez, la pluralidad de medios al alcance puede obstruirse cuando aquel al que
acudió el sujeto, por ejemplo, un abogado afamado, le proporcionó lo que él
consideró una información fidedigna, que le impidió seguir indagando: lo
exigible debe tener un límite, salvo que existan indicios que obliguen a
desconfiar.
3. Sucede, en tercer lugar, que si el autor no ha utilizado ninguno de los
medios a su disposición pero de haberlos utilizado tampoco se habría
disipado la duda, el error sigue siendo inevitable.
1) Motivos de conciencia
BIBLIOGRAFÍA: MUÑOZ CONDE, «La objeción de conciencia en Derecho penal», LH-Roxin, II,
279 ss.; PÉREZ DEL VALLE, Conciencia y Derecho penal, 1994; TAMARIT SUMALLA, La
libertad ideológica en el Derecho penal, 1999.
BIBLIOGRAFÍA: ALONSO ÁLAMO, «El error sobre los presupuestos de las causas de exclusión
de la culpabilidad», EDPCH-Rodríguez Devesa, I, 59 ss.; AYALA GÓMEZ, «El concepto de miedo
en la circunstancia 10.ª del artículo 8 CP», PCRPH-del Rosal, 91 ss.; CUERDA ARNAU, El miedo
insuperable, 1997; VARONA GÓMEZ, «El miedo insuperable», APen, 1996, 743 ss.
B) EXCUSAS ABSOLUTORIAS
C) PRESUPUESTOS DE PROCEDIBILIDAD
B) TENTATIVA
a) Concepto y requisitos
BIBLIOGRAFÍA: ALCÁCER GUIRAO, ¿Está bien lo que bien acaba?, 2002; ÁLVAREZ
VIZCAYA, «El desistimiento idóneo fracasado», ADP, 1996, 875 ss.; GIMBERNAT ORDEIG, «El
desistimiento en la tentativa acabada», ADP, LIX, 2006, 25 ss.; GÓMEZ RIVERO, «La eficacia del
desistimiento del conspirador», APen, XV, 1995, 201 ss.; JAKOBS, «El desistimiento como
modificación del hecho», Estudios, 325 ss.; JAKOBS, «La conducta de desistimiento», H-Rodríguez
Mourullo, 549 ss.; MARTÍNEZ ESCAMILLA, El desistimiento en Derecho penal, 1994; MUÑOZ
CONDE, El desistimiento voluntario de consumar el delito, 1972; «Sobre el fundamento del
desistimiento de la tentativa inacabada», Problemas básicos, 23 ss.; SANCINETTI, Fundamentación
subjetiva del ilícito y desistimiento de la tentativa, 1993; SERRANO GONZÁLEZ DE MURILLO,
«El desistimiento fallido en el delito comisivo», CPCr, 86, 2005, 65 ss.
a) Definición legal
7. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
A) FUNDAMENTO DE LA AUTORÍA
B) AUTOR ÚNICO
C) AUTORÍA MEDIATA
a) Concepto
Según el artículo 28.I, «son autores quienes realizan el hecho [...] por
medio de otro del que se sirven como instrumento». El autor mediato debe
realizar todos los elementos del tipo no de propia mano sino a través de
otro que aparece como su instrumento, lo que aquél debe saber.
La autoría mediata es posible en los delitos que tipifican una acción
aunque se exija un elemento subjetivo especial, pero no en los delitos de
propia mano.
Ejemplo: Alguien se finge cliente del hotel y le encarga al botones que le
baje el reloj de oro de una habitación ajena [hurto (art. 234) en autoría
mediata].
b) Fundamento
3) Supuestos especiales
D) COAUTORÍA
a) Fundamento
b) El tipo de coautoría
1) Apoyo legal
Para responder como coautor no hace falta que cada autor realice todos
los elementos del tipo, aunque sí alguno.
Ejemplo: A, B y C que han planificado el atraco a un banco, lo han
realizado de tal manera que mientras C esperaba fuera con un coche en
marcha, A y B entraban en el banco y mientras A apuntaba con una pistola
al cajero, C extraía el dinero de la caja fuerte: coautoría de todos en el robo.
D, en cambio, que se limitó a proporcionar información a los demás sobre
el funcionamiento del banco, actuando sólo en la fase previa a la comisión
del delito, no.
No es posible la coautoría en los delitos de propia mano, por la misma
razón de que en ellos no cabe la autoría mediata, que a su vez sí cabe en la
coautoría (coautoría mediata) en los restantes delitos.
3) Plan conjunto
4) ¿Inducción mutua?
6) Coautoría sucesiva
E) COOPERACIÓN NECESARIA
H) FUNDAMENTO DE LA PARTICIPACIÓN
I) INDUCCIÓN
a) Fundamento
b) Tipo objetivo
1) Definición legal
2) Consecuencia
2.1) Coinducción
Es posible la coinducción (obsérvese la analogía con la coautoría)
cuando varios por la suma de influencias lo hacen directamente sobre el
inducido; cuando no es así (coinducción accesoria), no cabe hablar de
coinducción y sí a lo sumo de complicidad psicológica; cuando se produce
coinducción sucesiva, la plena inducción del primer inductor excluye ya la
inducción de los demás.
c) Tipo subjetivo
d) Penalidad
J) COMPLICIDAD
a) Fundamento
c) El tipo de complicidad
Según el artículo 29, «son cómplices los que, no hallándose
comprendidos en el artículo anterior [autores: incluidos los inductores
(autoría moral)], cooperan a la ejecución del hecho con actos anteriores o
simultáneos».
La complicidad es causación del resultado a través de la conducta
principal del autor consistente en hacer posible, intensificar o facilitar la
producción del resultado por parte del autor (SAMSON).
1) Tipo objetivo
2) Tipo subjetivo
d) Complicidad sucesiva
BIBLIOGRAFÍA: GÓMEZ MARTÍN, «La actuación por otro y la participación del extranei en
delitos especiales», EPH-Cobo del Rosal, 421 ss.; ZUGALDÍA ESPINAR, «La punición del
partícipe no cualificado en los delitos especiales propios e impropios», EPH-Cobo del Rosal, 965 ss.
BIBLIOGRAFÍA: BARBER BURUSCO, Los actos preparatorios del delito, 2004; CUELLO
CONTRERAS, La conspiración para cometer el delito, 1978; MIRA BENAVENT, «¿Ha
despenalizado el Código penal de 1995 la inducción frustrada?», EPM-Valle Muñiz, 507 ss.; DEL
ROSAL BLASCO, La provocación para cometer delito en el Derecho penal español, 1986.
b) Proposición
c) Tentativa de inducción
La provocación (el género) y la apología (la especie) del delito (art. 18)
no constituyen formas preparatorias de la participación en un delito, sino
actos constitutivos de un delito específico de expresión (v. p. 81) atentatorio
contra la paz social, por el vertido de expresiones que, exaltando el delito,
inviten genéricamente a cometerlo. Su estudio corresponde a la PE.
IV
EL DELITO IMPRUDENTE
A) IMPRUDENCIA TEMERARIA
B) IMPRUDENCIA CONSCIENTE
C) IMPRUDENCIA INCONSCIENTE
D) RIESGO PERMITIDO
Puesto que no hay nada que no habría sido evitable poniendo todavía
mayor cuidado, es decir, no actuando hasta haber conocido más nexos
causales concurrentes en el caso de los que se conocieron cuando se actuó,
en algún momento debe cesar la imputación. Se explica, así, que el ámbito
de protección de la norma sea el primer criterio decisivo de imputación en
Derecho penal (v. p. 90), sobre todo en la imprudencia (v. p. 186).
Ejemplo: A ha dejado lejía en la encimera de su cocina. En el momento
de ausentarse de la misma, su hijo de corta edad, que ha entrado en la
cocina y por su estatura no alcanza a la encimera, jugando, ha colocado un
taburete a través del cual ha llegado a la altura de ésta, cogiendo en sus
manos y llevándose a la boca la botella de lejía, lo que le ha producido unas
lesiones graves en el esófago.
A) TIPO OBJETIVO
a) El resultado
b) Imputación objetiva
1) Principio de confianza
e) La relación de antijuridicidad
BIBLIOGRAFÍA: JOSHI JUBERT, «Concurrencia de culpas y conducción bajo la influencia de
bebidas alcohólicas», ADP, XLII, 198-II, 731 ss.; LUZÓN PEÑA, «Concurrencia de culpas y autoría
o participación en los delitos imprudentes», Derecho penal de la circulación, 73 ss.; TORÍO LÓPEZ,
«Significado dogmático de la “compensación de culpas” en Derecho penal», EPM-Fdez. Albor, 709
ss.; ROSO CAÑADILLAS, «La concurrencia de imprudencias», PJ, 3.ª época, 496, 1997, 273 ss.;
SERRANO MAÍLLO, La compensación en Derecho penal, 1996.
B) TIPO SUBJETIVO
D) CULPABILIDAD
a) Error
2) Error de prohibición
b) Inexigibilidad
F) AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
BIBLIOGRAFÍA: FEIJOO SÁNCHEZ, «La imprudencia en el Código penal de 1995», CPCr, 62,
1997, 303 ss.
EL DELITO DE OMISIÓN
Las normas jurídicas primarias, las que determinan prima facie cómo ha
de comportarse el ciudadano, pueden consistir en prohibiciones o mandatos
en atención a su contenido: que se abstenga de realizar algo (prohibición) o
que realice algo (mandato). El delito de omisión consiste en la infracción
de un mandato (de hacer algo).
2. FUNDAMENTO DE LA OMISIÓN
3. OMISIÓN
A) CONCEPTO DE OMISIÓN
a) Capacidad de acción
c) Capacidad de tentativa
7. CLÁUSULA DE EQUIPARACIÓN
8. EL DEBER DE GARANTE
BIBLIOGRAFÍA: CUADRADO RUIZ, «La posición de garante», RDPC, 2.ª época, 6, 2000, 11 ss.;
GIMBERNAT ORDEIG, «La omisión impropia en la dogmática penal alemana», ADP, L, 1997, 5 ss.
CIRCUNSTANCIAS MODIFICATIVAS DE LA
RESPONSABILIDAD DENTRO DEL MARCO
PENAL CORRESPONDIENTE AL INJUSTO Y LA
CULPABILIDAD TÍPICOS
1. REGULACIÓN LEGAL
BIBLIOGRAFÍA: ALONSO ÁLAMO, «Circunstancias del delito e inseguridad jurídica», CDJ, VII,
1995, 41 ss.; CHOCLÁN MONTALVO, Individualización judicial de la pena, 1997; DEMETRIO
CRESPO, Prevención general e individualización judicial de la pena, 1999; GALLEGO DÍAZ, El
sistema español de determinación de la pena, 1985; GARCÍA ARÁN, Los criterios de
determinación de la pena en Derecho español, 1982; LUZÓN PEÑA, Medición de la pena y
sustitutivos penales, 1979; OBREGÓN GARCÍA, La atenuación de la pena, 1998; QUINTERO
OLIVARES, «Determinación de la pena y política criminal», CPCr, 1978, 49 ss.; ZIPF, «Principios
fundamentales de determinación de la pena», CPCr, 16, 1982, 189 ss.
a) Adicción a sustancia
Como ya se vio al estudiar todo lo relacionado con la eximente de
intoxicación por sustancia y síndrome de abstinencia (v. pp. 130 ss.), que
cuando operan como eximentes dan lugar a una auténtica psicosis y que
ciertamente cuando no alcanzan ese grado pueden operar como atenuantes,
en caso de que el grado de sustancia en sangre no llegue a eximir
plenamente, el legislador ha tenido a bien regular como atenuante
específica, y no como eximente incompleta (sencillamente porque no lo es),
lo que sería un grado insuficiente de síndrome de abstinencia eximente, no
otorgándole un régimen tan benigno como el de las eximentes incompletas.
b) Estado pasional
a) Confesión
El acto de confesión (antes de que el proceso se dirija contra él)
representa junto al posterior, de reparación, las manifestaciones más
elocuentes de lo que hasta hace poco se conocía en el propio CP como
«arrepentimiento espontáneo», y que no es otra cosa que la forma más
directa y convincente de demostrar que quien cometió el delito quiere
paliar al máximo, ya que no puede anular lo irreparable, los efectos del
delito que cometió.
La confesión, en este sentido, en cuanto supone facilitar la tarea del
Estado una vez que el delito ha tenido lugar, ahorra a aquél la indagación
para su esclarecimiento y lo coloca ya en condiciones de establecer las
responsabilidades penales y civiles derivadas del mismo, con lo que el
propio delincuente contribuye al máximo a la labor de pacificación social
que persigue el Estado después de que se cometió un delito.
Esta atenuante está llamada a ser tenida en cuenta como muy cualificada.
d) Dilaciones indebidas
BIBLIOGRAFÍA: LOZANO MIRALLES, «Análisis de la atenuante analógica por dilaciones
indebidas», LAH-González-Cuéllar García, 339 ss.; MORENO Y BRAVO, «El principio de
culpabilidad. Las dilaciones indebidas en el proceso penal y su incidencia en la determinación de la
pena», LH-Bacigalupo, I, 549 ss.
A) ALEVOSÍA
BIBLIOGRAFÍA: ALTÉS MARTÍ, La alevosía, 1982; GÓMEZ RIVERO, «Presupuestos y límites
de la alevosía y el ensañamiento en el Código penal», RDPP, 4, 2000, 35 ss.; MARTÍN
GONZÁLEZ, La alevosía en el Derecho español, 1988.
a) Disfraz
b) Abuso de superioridad
c) Lugar
d) Tiempo
BIBLIOGRAFÍA: GONZÁLEZ CUSSAC, «La circunstancia agravante de nocturnidad en la
jurisprudencia del Tribunal Supremo», CPCr, 26 y 27, 1985, 213 ss. y 431 ss.
e) Auxilio de persona
D) DISCRIMINACIÓN
Todas las circunstancias que dan lugar a esta agravante, desde las
relacionadas con la raza hasta las sociales, pasando por las ideológicas,
tienen en común dentro de su especificidad en la realidad, muy
contradictoria, de la vida actual, basarse en el atentado al fundamental
principio de igualdad entre todos los seres humanos, que en nuestro país,
como en tantos otros, tiene también rango constitucional (art. 9.2 CE).
La agravante, por tanto, contempla un móvil; contempla la gravedad que
supone el odio hacia las personas, por cualquier razón de las aludidas por la
agravante, le lleve al sujeto a atentar contra ella, es decir, que a la gravedad
intrínseca del hecho delictivo, por ejemplo, injurias, vejaciones, etc., se
añade la vileza del motivo, contrario a la igualdad entre los seres humanos y
la dignidad de todos.
E) ENSAÑAMIENTO
BIBLIOGRAFÍA: GONZÁLEZ CUSSAC, «Prevalimiento de cargo público», NEJ, XX, 1993, 452
ss.; VÁZQUEZ-PORTOMEÑE SEIJAS, La circunstancia agravante de prevalimiento del carácter
público, 2001.
Basta con que de cualquier forma, actuando de oficio o no, el autor haga
valer, y la víctima lo conozca, su cualidad de funcionario o persona
investida de autoridad pública, para que se dé la agravante.
A diferencia de lo que ocurre con el abuso de superioridad, además de
que allí la superioridad no se circunscribe sólo a lo público, aquí no se
contempla tanto la utilización que el autor haga de su situación de
hegemonía como la mera existencia de la hegemonía que, ciertamente,
agrava porque se presupone, con carácter general, que quien ostenta
carácter público y lo hace valer, aunque sea de forma sólo concluyente (no
necesariamente activa), verá facilitado su propósito de cometer el delito,
además del deterioro que eso supone para la imagen del Estado a través de
sus servidores.
Aunque parezca lo contrario, su naturaleza es objetiva, no personal.
H) REINCIDENCIA
a) Concepto y requisitos
b) Fundamento
1) abuso de superioridad;
2) precio, recompensa o promesa;
3) discriminación;
4) abuso de confianza;
5) reincidencia;
6) parentesco.
1) alevosía;
2) disfraz, lugar, tiempo y auxilio de persona;
3) ensañamiento;
4) prevalimiento del carácter público.
a) Principio de la acumulación
b) Principio de la absorción
c) Principio de la exasperación
d) Principio de la combinación
A) UNIDAD DE DELITO
c) Delito continuado
2) Elementos constitutivos
Varias acciones en sentido natural cada una de las cuales realiza por sí
misma el tipo delictivo pueden convertirse en un delito continuado bajo las
siguientes condiciones:
3) Determinación de la pena
d) Delito masa
BIBLIOGRAFÍA: AYALA GÓMEZ, «El delito masa», CDJ, 1995, II, 271 ss.; SAINZ CANTERO,
«El delito masa», ADP, XXIV, 1971, 649 ss.
Como una submodalidad del delito continuado (art. 74.1, in fine) aparece
esta figura que, circunscrita a los delitos contra el patrimonio, permite que
en los casos de pluralidad de acciones, en el sentido del delito continuado
anterior, se considere un único delito con la particularidad, específica frente
al delito continuado, de que su resultado estará constituido por la suma total
del daño patrimonial ocasionado (con lo que, a la postre, mientras que el
delito continuado favorece al reo, el delito masa le perjudica).
B) EL CONCURSO DE LEYES
a) Concepto
BIBLIOGRAFÍA: CASTELLÓ NICÁS, El concurso de normas penales, 2000; ESCUCHURI AISA,
Teoría del concurso de leyes y de delitos, 2004; GARCÍA ALBERO, «Non bis in idem» material y
concurso de leyes penales, 1994; KLUG, «Sobre el concepto de concurso de leyes», Problemas de la
Filosofía y de la Pragmática del Derecho, 1989, 55 ss.
1) Relación de especialidad
2) Relación de subsidiariedad
Existe esta relación cuando cada uno de los tipos penales posee algún o
algunos elementos comunes pero también otros que no comparten.
La subsidiariedad es expresa cuando la ley establece el repliegue de uno
de los tipos en favor del otro que automáticamente deja de aplicarse.
Ejemplo: Según el artículo 18.2.II, la provocación al delito, si el delito se ha
comenzado a perpetrar, se convierte en inducción, castigándose como tal
(art. 28), momento a partir del cual deja de castigarse ya como provocación.
La subsidiariedad es tácita cuando distintos tipos penales protegen el
mismo bien jurídico en distintos estadios o comprenden ataques de diversa
gravedad contra el mismo bien jurídico, en cuyo caso, sin necesidad de que
lo diga expresamente la ley, se supone que el ataque en un estadio posterior
y el más grave absorben al anterior y menos grave, que son subsidiarios de
los primeros, es decir, que sólo se aplican si no se produce el ataque
posterior más intenso ni el más grave.
Ejemplos de subsidiariedad por constituir protección del mismo bien
jurídico en distintos estadios: El acto preparatorio de la participación, de
proposición, es subsidiario del acto preparatorio de la conspiración (art. 17),
y éste a su vez del acto ejecutivo de la coautoría (art. 28). Las lesiones de
que prácticamente va precedido todo homicidio constituyen ley subsidiaria
respecto al homicidio.
Ejemplos de subsidiaridad por constituir grados distintos de intensidad
del ataque al mismo bien jurídico: Quien ha inducido a un homicidio y ha
proporcionado el arma homicida, realiza los tipos de inducción y de
complicidad, pero entonces la norma de la complicidad es subsidiaria
respecto a la de la inducción. Quien ha lesionado con propósito homicida y
antes de que sobrevenga la muerte no hace nada para salvar a las víctimas,
en principio cumple los tipos de homicidio activo y homicidio por omisión,
pero sólo responde por el activo. Caso problemático: Quien induce a un
homicidio activo y mata (autor) por omisión responde por inducción
(activa).
BIBLIOGRAFÍA: GUINARTE CABADA, «El concurso medial de delitos», EPC, XIII, 1990, 159
ss.; JOSHI JUBERT, «Unidad de hecho y concurso medial de delitos», ADP, 1992, 613 ss.
a) Modalidades
2) La relación medio-fin
El artículo 77.1, segundo inciso, alude a esta relación: «uno de ellos (de
los delitos) sea medio necesario para cometer el otro».
Característica de este supuesto de concurso ideal es que las acciones
delictivas realizadas se superponen en parte.
Ejemplo: Alguien falsifica primero un documento (art. 395), que después
utiliza para realizar una estafa (art. 248).
3) Concurso de concursos
BIBLIOGRAFÍA: CUERDA RIEZU, «El rotundo fracaso legislativo del llamado “cumplimiento
efectivo” de las penas y otros aspectos del concurso de delitos», LL, 1997, 1806 ss.; SUÁREZ
LÓPEZ, El concurso real de delitos, 2001.
LA PENA
1. CONCEPTO DE PENA
2. TIPOS DE PENAS
A tenor del bien jurídico afectado las penas pueden ser personales —
prisión— o patrimoniales —multa—. En un Estado democrático de
Derecho la restricción de los bienes jurídicos personalísimos —vida,
integridad física, honor, etc.— no pueden ser el objeto esencial de las penas,
salvo la libertad ambulatoria. Si pueden, en cambio, verse afectados otros
bienes personales o civiles como la participación en asuntos públicos o el
ejercicio de la función pública (art. 23 CE) o el derecho al trabajo (art. 35
CE).
Conforme a la relación con el delito castigado, las penas pueden ser
homogéneas y heterogéneas. Las homogéneas tienen la misma o similar
naturaleza que la del bien jurídico atacado por la infracción penal. Las
heterogéneas, por su parte, no participan de esa misma naturaleza. En las
culturas jurídicas primitivas abundan las penas homogéneas (ojo por ojo,
diente por diente), respondiendo a las exigencias de una comprensión casi
física del retribucionismo. Hoy se emplean también penas homogéneas en
algunos casos de justicia restaurativa, si bien, sólo con el fin de neutralizar
los daños que ha sufrido la víctima del delito (p. ej., TBC. Art. 49.1 CP).
De acuerdo con la relación que guardan entre ellas, determinadas penas
—v. gr. inhabilitaciones— pueden funcionar como principales o accesorias.
Operan como principales cuando están directamente previstas para castigar
las infracciones penales (art. 54 CP). Las penas son accesorias, en cambio,
si para su imposición dependen de sus correspondientes penas principales,
si se aplican automáticamente con ellas, tienen la misma extensión temporal
(art. 33.6 CP) y se ejecutan a la par —por ejemplo, la inhabilitación
absoluta es accesoria de la prisión superior a los diez años (art. 55 CP)—. A
pesar de que son automáticas, como tales penas deben ser expresamente
objeto de mención en la sentencia (art. 79 CP). En la actualidad el CP ha
desvirtuado estas características originarias de las penas accesorias,
permitiendo que se establezcan nuevas relaciones punitivas que pueden
denominarse de accesoriedad impropia o penas coprincipales, impuestas
mediante cláusulas generales.
Distintas de las penas accesorias son las penas compuestas y las penas
alternativas. Las primeras se originan cuando una determinada infracción
es sancionada con más de una pena y corresponde aplicarlas todas,
procediéndose de forma individualizada a determinar la magnitud de cada
una de ellas. Las penas compuestas son todas ellas principales. Por otra
parte, son penas alternativas aquellas penas principales que se ofrecen en
una relación disyuntiva para sancionar un delito, de forma que eligiéndose
una de ellas la otra queda desplazada (p. ej., arts. 244, 334, 336). Con
carácter general en los supuestos de penas alternativas el órgano judicial
debe emplear como criterios los de prevención especial.
También es conveniente distinguir entre las penas originarias y las penas
sustitutivas. Las primeras son aquellas con las que el CP castiga cada
infracción penal; mientras que llamamos penas sustitutivas a las que, en
determinadas circunstancias, vienen a reemplazar a las penas inicialmente
impuestas. Las penas sustitutivas tienen unas reglas de determinación
específicas a partir de un canon de convertibilidad previsto por el legislador
en cada caso. En ocasiones, el quebrantamiento de las penas sustitutivas se
regula también de forma específica. Las sustituciones responden a muy
diversas razones con distinta naturaleza jurídica y, en consecuencia, pueden
agravar la pena originaria, si se deben al quebrantamiento de ésta (art. 53
CP), o, atenuarla, cuando se aplica un beneficio penal o penitenciario (art.
84 CP).
La incorporación a nuestro CP de la pena de trabajo en beneficio de la
comunidad nos permite introducir un nuevo criterio de diferenciación en
razón del contenido de las penas. La mayoría de ellas son impeditivas
porque restringen o anulan el ejercicio de un derecho, pero otras son
impositivas y obligan al condenado a hacer. Estas últimas están en el
nacimiento de la prisión, que fue concebida, originariamente, como centro
de trabajo forzado y hoy han recibido un fuerte impulso en los códigos
penales modernos gracias a las medidas reparatorias, muchas de las cuales
obligan al condenado a realizar ciertas actividades, unas de carácter
restaurativo y otras de sometimiento a control, como comparecencias
personales, participación en programas, etc.
La ampliación de la responsabilidad penal a las personas jurídicas ha
despejado las dudas sobre la naturaleza jurídica de una serie de sanciones
que en el CP anterior aparecían bajo la confusa denominación de
consecuencias accesorias y que ahora han venido a engrosar el catálogo de
las penas. En este nuevo escenario normativo es posible diferenciar entre
penas comunes y específicas. Son comunes aquellas penas que pueden ser
aplicadas indistintamente a personas jurídicas y físicas, tales como las penas
patrimoniales. Son, en cambio, específicas aquellas penas que sólo son de
aplicación, bien a las personas físicas —v. gr., la prisión—, bien a las
personas jurídicas —v. gr., la disolución de la persona jurídica o el cierre de
un establecimiento—.
Dentro de las penas previstas para las personas jurídicas aún es posible
distinguir entre las temporales y las definitivas. Son estas últimas las que no
tienen un plazo de extinción y, consiguientemente, tampoco están sometidas
a las reglas de determinación [p. ej., disolución de la persona jurídica (art.
33.7.b) CP]. Por su irreversibilidad las penas definitivas se han entendido
poco coherentes con los fines preventivos. No obstante, las privaciones de
los permisos de conducir y de armas se tornan definitivas cuando superan
los dos años (art. 47 CP).
Todas las penas vigentes en nuestro código pueden ser cuantificadas, lo
que nos permite distinguir entre penas determinadas o indeterminadas. La
determinación puede verse desde distintas perspectivas. Podemos hablar de
indeterminación en la duración e indeterminación en los contenidos. Desde
esta última perspectiva, todas las penas presentan un cierto grado de
indeterminación, si bien en algunas resulta particularmente acentuada esta
característica. La multa o la inhabilitación profesional son ejemplos de
penas determinadas, por lo que los condenados a ellas pueden conocer con
bastante precisión sus contenidos antes de su cumplimiento. Otras penas, en
cambio, se determinan en un proceso interactivo en el que influyen un
número importante y diverso de circunstancias de carácter subjetivo y
objetivo. Esto sucede, por ejemplo, con las penas que prohíben acercarse o
comunicarse con determinadas personas.
Por último, y atendiendo al proceso de determinación, todas las penas
presentan dos momentos en los que suelen aparecer con magnitudes
diferentes. El primero de ellos denominado pena en abstracto y, el segundo,
pena en concreto o nominal. La pena en abstracto coincide con la pena
originaria, es decir, la pena tal como aparece asociada a cada delito y se
presenta en unos marcos máximos y mínimos para que pueda someterse al
proceso de determinación. Como resultado de este proceso encontramos las
penas concretas o nominales así llamadas porque presentan magnitudes
precisas, es la pena que aparece en el fallo de la sentencia. Todavía es
posible diferenciar un estadio intermedio en ese proceso, que da lugar a las
penas semideterminadas, cuando tan sólo resta para concluirlo la valoración
de las circunstancias genéricas concurrentes. La pena nominal, tal como
aparece en la sentencia firme, no suele coincidir con la pena real, es decir,
con la que efectivamente cumple el condenado. Los beneficios penales o
penitenciarios o la propia pena da lugar a que el tiempo material de
cumplimiento sea menor que el de la pena nominal. Esta última operación
se denomina liquidación de condena. La liquidación no produce el efecto de
cosa juzgada, de forma que pueden producirse más de una (STS 502/2014).
A) PRINCIPIO DE LEGALIDAD
B) PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD
La doctrina penal española coincide en la opinión de que el principio de
proporcionalidad tiene rango constitucional, pero discrepa a la hora de
determinar con cuál de los principios constitucionales se embrida. Para unos
se encuentra en la declaración del Estado, como Estado de Derecho (art. 1
CE), para otros en la prohibición de los tratos inhumanos y degradantes
(art. 15 CE), otros entienden que guarda relación con el derecho a la
igualdad (art. 9 CE) y, finalmente, el TC lo vincula con la exigencia de que
la dignidad de la persona humana y los derechos que le son inherentes
constituyan el fundamento del orden político y de la paz social (art. 10 CE).
La proporcionalidad informa todo el sistema punitivo, no sólo en relación
con la pena, sino que también en los contenidos y modos de ejecución, los
cuales deben ser los justos para alcanzar los fines preventivos del sistema.
El principio de proporcionalidad adquiere una considerable relevancia en
la modulación del sistema de penas, apreciándose su incidencia en
numerosos pasajes de su regulación. Su aplicación exige ciertos márgenes
de discrecionalidad. Mientras que la legalidad es estricta y no pueden
tomarse decisiones que no se ajusten formalmente a la ley, cuando
hablamos de proporcionalidad las soluciones pueden ser varias y tienen que
aceptarse márgenes de estimación. La cláusula «en atención a las
circunstancias personales del delincuente y a la mayor o menor gravedad
del acto» del artículo 66.6 sintetiza este principio en su función rectora para
determinar la sanción (v. p. 211).
C) PRINCIPIO DE RESOCIALIZACIÓN
Con carácter general puede afirmarse que la mayoría de los países del
continente europeo cuentan con unos sistemas de penas, aceptablemente
racionales y humanitarios, concebidos restrictivamente y orientados a las
ideas de prevención especial. No obstante, existen diferencias muy
sustanciales entre unos y otros, más marcadas entre el norte escandinavo y
el sur latino, lo que va en detrimento de alcanzar el deseado espacio penal
europeo, como parte del espacio de libertad, seguridad y justicia (Tratado
de Ámsterdam). Por esta razón, en los últimos años se observa un interés
creciente por parte de las autoridades europeas en reducir estas diferencias
—proceso de armonización (v. pp. 48 s.)—.
El Tratado de Lisboa representa un avance respecto del Tratado de la
Unión, mucho más impreciso en esta materia. El artículo 83 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) contempla en sus dos
primeros apartados las bases jurídicas para la armonización de las
infracciones y sanciones penales, bien en ámbitos delictivos concretos, que
sean de especial gravedad y tengan una dimensión transfronteriza
(terrorismo; trata de seres humanos; explotación sexual de mujeres y niños;
tráfico ilícito de drogas; armas; blanqueo; corrupción; falsificación de
medios de pago; delincuencia informática y delincuencia organizada), bien
en aquellos ámbitos que resulten imprescindibles para garantizar la
ejecución eficaz de una política de la Unión. La aproximación constituye
una condición indispensable para facilitar la —cooperación judicial penal,
especialmente, en lo que se refiere a la fase de ejecución de las penas—. El
mejor de los ejemplos de cooperación en materia penal sigue siendo el de
los Estados nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia)
que, tras los Acuerdos de Helsinki de 1962, lograron una legislación penal
nacional prácticamente idéntica entre todos ellos, a partir de la cual la
colaboración ha sido eficaz e intensa. Alcanzar ciertos hitos de
homogenización permite además un sentimiento común de justicia y de
valoración de los bienes jurídicos que merecen ser protegidos —medio
ambiente, migraciones fraudulentas, explotación sexual, etc.— y permite la
adaptación del espacio común europeo a las nuevas tipologías criminales de
carácter transnacional. Mientras que presenten un panorama diverso, los
sistemas de penas seguirán teniendo graves dificultades para hacer ágiles
los traslados de condenados, la euro-orden, o el reconocimiento mutuo de
sentencias penales de otros países y, consiguientemente, los delincuentes
alcanzarán la impunidad mediante estrategias de deslocalización.
Estas ideas siguen estando subyacentes en las actuales políticas, si bien
en lo que respecta a las sanciones y los modos de ejecución se mantiene una
actitud cauta con un bajo nivel de incidencia, como se aprecia en la
siguiente declaración de principios de la Comisión: «Por lo que respecta a
las sanciones, el Derecho penal de la UE puede exigir a los Estados
miembros que adopten sanciones penales efectivas, proporcionadas y
disuasorias para una determinada conducta. La efectividad exige que la
sanción sea adecuada para alcanzar el objetivo deseado, es decir, el
respeto de las normas; la proporcionalidad exige que la sanción sea
proporcionada a la gravedad de la conducta y sus efectos, y no ir más allá
de lo necesario para lograr el objetivo; y el efecto disuasorio exige que las
sanciones disuadan a los potenciales futuros autores de delitos» [COM
(2011) 573 final, de 20 de septiembre de 2011].
El proceso de homogenización de los sistemas de sanciones está
resultando bastante complejo y lento. Se enfrenta, por una parte, con unas
penas enraizadas en la cultura jurídica de cada país y, por otra, con la
dificultad técnica de que, si no se quiere correr el riesgo de caer en
contradicciones normativas, el cambio de un sistema de penas tiene que
producirse en el marco de una reforma integral del conjunto del sistema
penal nacional.
Tanto el Tratado de Niza (2003) como el Consejo Europeo de Tampere
(1999) y el Plan de Acción de Viena contemplaban la armonización de
penas, pero referidas siempre a determinados grupos de delitos y es, sobre
esto, sobre lo que se ha desarrollado una mayor aproximación. La
Declaración del Consejo anexa a la DM sobre la orden de detención
europea y los procedimientos de entrega entre Estados miembros (2002)
destaca la necesidad de seguir en esta línea de armonización por tipos de
delitos. No obstante, los últimos pronunciamientos, en cambio, muestran un
esfuerzo en priorizar los instrumentos para avanzar en la idea del
reconocimiento de las resoluciones judiciales con independencia de los
delitos cometidos [v. Comunicación de la Comisión al Consejo y al
Parlamento (COM 2006)].
En el año 2002 se establecieron unas conclusiones de cara a la
armonización de los grados de la pena privativa de libertad, de forma que
ésta, de acuerdo con su extensión, podía quedar inserta en cuatro grados que
tenían, como límite inferior de la pena máxima, uno, dos, cinco y diez años,
respectivamente. Sólo en circunstancias muy especiales —como puede ser,
el caso del terrorismo, para el que se permiten penas de prisión no inferiores
a los quince años, en los supuestos más graves (DM 2002/475)— se pueden
superar estos grados.
A nuestro juicio, el proceso de armonización tiene necesariamente que
incluir la unificación de los siguientes aspectos: catálogo de penas, reglas
de determinación y modelos de ejecución.
Sin embargo, la armonización de las legislaciones nacionales es un
proceso necesario pero no suficiente, por lo que, en paralelo, es acertado
que los órganos europeos siguán empeñados en elaborar a nivel comunitario
unos instrumentos que permitan un tránsito fluido de decisiones judiciales.
En este sentido, el Tratado de Lisboa dispone que la «cooperación judicial
en materia penal en la Unión se basará en el principio de reconocimiento
mutuo de las sentencias y resoluciones judiciales…» (art. 82.2 TFUE). La
Comisión ha propiciado un debate para analizar el alcance de esta
colaboración mediante un Libro Verde sobre el reconocimiento mutuo de
las —medidas de control no privativas de libertad [COM (2004 562)]— y el
Consejo, por su parte, cuenta con un nuevo instrumento para favorecer el
intercambio de información de los registros de antecedentes penales con la
DM 2008/315/JAI del Consejo, de 26 de febrero de 2009, completada con
la Decisión 2009/316/JAI del Consejo, de 6 de abril de 2009, con esta
última se creó el Sistema Europeo de Información de Antecedentes Penales
(ECRIS), que es un sistema de interconexión de las bases de datos de todos
los registros de antecedentes penales de los Estados miembros al servicio de
jueces y fiscales. La LO 7/2014, de 12 de noviembre, regula el régimen
jurídico y las garantías aplicables al intercambio de información sobre
antecedentes penales.
En cuanto al reconocimiento de decisiones judiciales que implican
privaciones de libertad se han dictado tres resoluciones destacadas. Una de
ellas regula el reconocimiento mutuo de resoluciones sobre medidas de
vigilancia como sustitución de la prisión provisional (DM 2009/829/JAI, de
23 de octubre), plantea como objetivo la promoción de alternativas menos
graves a la prisión preventiva. Su aplicación está prevista para los
residentes de un Estado que tiene una causa penal pendiente en otro en base
a la cual se ha dictado un auto de prisión preventiva. En un importante
número de delitos no es necesario contar con el consentimiento del
imputado, ni tampoco con la doble incriminación. Las medidas alternativas
previstas son muy diversas (obligación de residir, prohibición de acudir a
determinados lugares o comunicarse con determinadas personas,
personación temporal, etc.) y pueden ser adaptadas a la legislación del
Estado de ejecución y modificadas. En caso de incumplimiento está prevista
la devolución del procesado al Estado de emisión.
La segunda DM tiene como objetivo el reconocimiento mutuo de
sentencias y resoluciones de libertad vigilada (DM 2008/947/JAI del
Consejo, de 27 de noviembre de 2008), de forma que el Estado de ejecución
desarrollará los controles precisos de vigilancia impuestos por otro Estado
—de emisión—. Ya en el año 1964 el propio Consejo de Europa había
dictado un Convenio sobre este tema, suscrito tan sólo por doce países, por
lo que tuvo una incidencia poco significativa. Ahora en el ámbito de una
DM se alcanza un mayor compromiso por parte de los Estados miembros.
El objetivo es favorecer las políticas de reinserción social de los
condenados, haciendo compatibles la ejecución de las penas y el
mantenimiento de sus lazos familiares, laborales y sociales. Por esta razón
está previsto sólo para residentes del Estado que asume la ejecución de la
libertad vigilada o de la pena sustitutiva de la prisión. El Estado de
ejecución se obliga no sólo a vigilar a los condenados, sino a desplegar los
recursos necesarios cuando la condena implica otras obligaciones o deberes
(programas laborales, de educación o de tratamiento).
La tercera DM (208/909/JAI del Consejo, de 27 de noviembre) avanza
en el reconocimiento mutuo de sentencias en materia penal por las que se
imponen penas u otras medidas privativas de libertad a efectos de su
ejecución en la Unión Europea. Su importancia está en que supone un
cambio sustancial sobre lo anterior. En efecto, desde el año 1983 se contaba
ya con un Convenio para el traslado de personas condenadas con el objetivo
de que puedan cumplir la condena de prisión en sus países de origen. Pero
este traslado se veía condicionado por el consentimiento del condenado. El
Protocolo Adicional al Convenio de 19 de diciembre de 1997 limitó la
incidencia del consentimiento pero no fue ratificado por todos los Estados.
Ahora la DM, como el propio texto señala, establece la obligación básica de
hacerse cargo de los condenados con vistas a la ejecución u orden judicial
de una condena de privación de libertad. El consentimiento no será preciso
cuando el condenado se encuentre en su país o vaya a ser expulsado a su
país o esté fugado por motivo de la condena. Tampoco es precisa la doble
incriminación en un número importante de delitos.
También se ha avanzado en relación con otras penas, como las penas
pecuniarias, previstas en algunas decisiones marcos, como la relativa a la
contaminación de buques (2004), que establecía dos grados dentro de una
escala: el primero hasta el 10 por 100 del volumen del negocio delictivo y,
el segundo, del 10 al 20 por 100. No obstante, el Tribunal de Justicia anuló
esta resolución (Sentencia asunto Comisión c. Consejo, as. C-440/05, de 27
de octubre de 2007), porque no se había utilizado la base jurídica apropiada.
La Decisión marco fue sustituida por la Directiva 2005/35/CE, enmendada
por la Directiva 2009/123/CE, que se limita a reiterar la obligación de los
Estados a establecer «sanciones efectivas, proporcionadas y disuasorias»
(arts. 8 y 8 bis de la Directiva). Mayor alcance tienen las DM del Consejo
2005/214/JAI, de 24 de febrero, y 2006/783/JAI, de 6 de octubre. La
primera permite el reconocimiento mutuo tanto de sanciones pecuniarias
como de las costas procesales o de otras cantidades procedentes de
compensaciones, cuando el condenado posee patrimonio en el país al que se
solicita la ejecución y, la segunda, se refiere al decomiso.
El decomiso constituye uno de los objetivos prioritarios de la política
penológica comunitaria. Ya en el 2002 el Consejo alcanzó un acuerdo por el
que, potestativamente, podía ampliarse el decomiso a otros delitos aun
cuando no estuvieran castigados con penas de prisión superiores a un año, y
la DM de 24 de febrero de 2005 (incorporada a nuestro ordenamiento
jurídico mediante la Disposición Final Sexta de la Reforma del CP 4/2010),
conmina a los Estados miembros a desarrollar ampliamente el decomiso
para convertirlo en el instrumento nuclear en la lucha contra las
organizaciones criminales. La precitada DM tiene un doble objetivo: por
una parte, ampliar la potestad del decomiso cuando se actuó en el seno de
una organización criminal y el delito guarda relación con la falsificación de
moneda, el blanqueo de capital, la trata de seres humanos, las migraciones
ilegales, la pornografía infantil o el tráfico de drogas; y, por otra, mitigar la
carga de la prueba posibilitando que el órgano judicial pueda decomisar
cuando considere razonable que los bienes en posesión del condenado o de
sus allegados proceden del delito por el que se le condena o de otros
similares.
Por su parte, la Directiva 2014/42/UE sigue profundizando en esta
tendencia expansiva del decomiso. Ahora se insta a los países miembros
para que incluyan en sus legislaciones nacionales nuevas modalidades de
comiso, como es el caso del decomiso de documentos (art. 12), el decomiso
sin sentencia (art. 15), el decomiso de bienes transferidos (art. 6) o el
decomiso ampliado (art. 5) que permite decomisar bienes, que no guardan
proporción con los ingresos, de una persona que ha cometido un delito que
ha producido ganancias sin necesidad de probar que dichos bienes
provienen de la actividad delictiva juzgada (art. 5).
La Ley 23/2014 viene a recoger todas las DM anteriores y a
positivizarlas en nuestro derecho nacional. En ella se regula el
reconocimiento mutuo de resoluciones penales en la Unión Europea que
permite que nuestras autoridades judiciales dicten una resolución para su
reconocimiento y ejecución en otro Estado miembro, con avances muy
significativos como el hecho de que no tenga que darse la doble
incriminación en un importante número de delitos o que en algunos
supuestos no sea preciso que medie el consentimiento del condenado, ni
que sea extranjero.
En relación con las penas privativas de derechos se han generado dos
grupos de instrumentos. Por una parte, están los que tienen como objetivo
aproximar las legislaciones nacionales (p. ej., DM 2004/68/JAI, DM
2003/568/JAI) y, por otra, están aquellos que se refieren a los efectos que la
privación de derechos, impuesta como pena por un Estado miembro, puede
provocar en los demás (p. ej., Directivas 94/80/CE, 96/30/CE, 93/109/CE).
Respecto del reconocimiento mutuo sobre este tipo de pena la Comisión
recomienda al Consejo y al Parlamento trabajar sectorialmente donde exista
una base común entre los Estados, por ejemplo, en la pena de privación del
derecho a conducir (COM/73/2006, de 21 de febrero).
7. LA PENA DE MUERTE
3. LA PENA DE PRISIÓN
4. LA LOCALIZACIÓN PERMANENTE
A) INTRODUCCIÓN
C) CUESTIONES DE PROCEDIMIENTO
1. DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
4. ESTABLECIMIENTOS PENITENCIARIOS
6. LA LIBERTAD CONDICIONAL
A) CUESTIONES GENERALES
A) Régimen general.
Los requisitos exigidos con carácter general para poder obtener la
libertad condicional son los siguientes: 1. Ha de tratarse de una persona que
se encuentre cumpliendo una pena de prisión. 2. Ha de estar clasificada en
tercer grado de tratamiento. 3. Tiene que haber extinguido las tres cuartas
partes de la condena. 4. Debe haber observado buena conducta. 5. Por
último, debe haber satisfecho la responsabilidad civil derivada del delito,
especialmente, en cuando se dan las circunstancias del artículo 72.5 y 6
LOGP. Y se denegará si se han eludido en los delitos contra la
Administración las responsabilidades pecuniarias y de responsabilidad civil.
Aun concurriendo estos requisitos el JVP a los efectos de conceder o no
el beneficio valorará la personalidad del penado, sus antecedentes, las
circunstancias del delito cometido, la relevancia de los bienes jurídicos que
podrían verse afectados por una reiteración en el delito, su conducta durante
el cumplimiento de la pena, sus circunstancias familiares y sociales y los
efectos que quepa esperar de la propia suspensión de la ejecución y del
cumplimiento de las medidas que fueren impuestas.
B) Régimen privilegiado.
Lo determinante de este otro régimen es que se adelanta el beneficio al
término de las 2/3 partes de la pena cumplida. El resto de los requisitos son
comunes al régimen general. Se concede este supuesto privilegiado cuando
durante el cumplimiento de la pena se han desarrollado actividades
laborales, culturales u ocupacionales, bien de forma continuada, bien con un
aprovechamiento del que se haya derivado una modificación relevante y
favorable de aquéllas de sus circunstancias personales relacionadas con su
actividad delictiva previa.
C) Régimen extraordinario.
En las mismas condiciones que el anterior se constituye un régimen
extraordinario porque añade como ventaja que al cumplirse la mitad de la
pena por cada año se restan hasta noventa días para anticipar el momento en
que se alcanza las 2/3. El texto legal se muestra absolutamente impreciso al
abordar las razones que deben de concurrir, tan sólo se dice que a las del
régimen anterior han de añadirse la participación efectiva y favorable en
programas de reparación a las víctimas o programas de tratamiento o
desintoxicación, en su caso. Si no hay ni víctimas ni problemas de drogas
todo es igual al caso anterior, salvo la posibilidad de restar esos días.
II. En los casos en los que concurren dos o más penas y una de ellas es la
PPR la progresión del condenado al tercer grado se produce con las
siguientes limitaciones:
Tratándose de delitos de terrorismo (lib. II, tít. XXII, cap. VII CP) o
cometidos en el seno de organizaciones criminales o grupos terroristas los
límites mínimo de cumplimiento para acceder al tercer grado pasaran a ser
de veinticuatro años para los supuestos a) y b), y treinta y dos años para el
supuesto c) y para acceder a la libertad condicional el mínimo de
cumplimiento será de veintiocho años en los supuestos a) y b) y treinta y
cinco años en el caso c).
IV
1. INTRODUCCIÓN
La multa tiende a utilizarse cada vez más como pena principal y única.
El Consejo de la Unión Europea se ha comprometido a través de la DM
2005/214/JAI con una política de fomento de la misma mediante un sistema
ágil de colaboración entre los Estados miembros que asegura el efectivo
cumplimiento de la multa, sin necesidad de la duplicidad sancionatoria y
permitiendo que el dinero obtenido pase al Estado encargado de su
ejecución. Sin embargo, entre nosotros aún no se ha desarrollado
plenamente como alternativa a la prisión de corta duración, sino que
seguimos aferrados a la idea clásica de que la multa carece de entidad
propia y el mejor uso que puede hacerse de la misma es como pena
complementaria junto con otra más grave —normalmente, la prisión—,
para agravar determinados delitos o tipos dependientes cualificados
(CHACÓN CÁDENAS/CID MOLINÉ).
La incorporación de las personas jurídicas como posibles destinatarias
de las sanciones penales permite prever un nuevo impulso en la evolución
expansiva de la pena de multa, la cual aparece dentro del artículo 33 CP en
un destacado primer lugar dentro del catálogo de penas previstas para ellas.
Entre las razones que mueven a cometer delitos dentro del mundo
empresarial no hay emociones ni impulsos irracionales, sino sólo razones de
carácter económico, de manera que el efecto preventivo general está
asegurado cuando la multa resulte de tal magnitud que en términos de
rendimientos económicos no justifique la comisión del delito. A esta labor
preventiva se ha sumado el decomiso, cuya presencia cada vez más
destacada se explica precisamente, porque a diferencia de la multa que es de
naturaleza punitiva y que se vincula a la gravedad del injusto, el decomiso
parece no tener fronteras.
4. FORMAS DE PAGO
OTRAS PENAS
1. INTRODUCCIÓN
A) INTRODUCCIÓN
C) CONTENIDOS
A) INTRODUCCIÓN
C) EL QUEBRANTAMIENTO
4. INHABILITACIONES Y SUSPENSIONES
Se incorpora como pena con la Reforma 5/2010 para asegurar que en los
delitos de corrupción y prostitución de menores el condenado quedaba
privado de la patria potestad por siempre (art. 192 CP). No sólo es
indefinida, sino que es siempre pena grave. No obstante, mediante un
procedimiento civil el condenado a esta pena puede recuperar la patria
potestad cuando se entienda que han desaparecido las causas que motivaron
la privación. La pérdida de la patria potestad no afecta a los derechos del
menor respecto de quien la ejerce, en la medida la preservación de los
mismos le favorece.
BIBLIOGRAFÍA (además de la citada supra pp. 31, 211 y 229): AGUADO LÓPEZ, La
multirreincidencia y la conversión de las faltas en delitos: problemáticas constitucionales y
alternativas político-criminales, 2008; ARIAS EIBE, «Las reglas de determinación de la pena y las
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal tras las últimas reformas del Código
penal», LL, 6.741, XXVIII, 22 de junio de 2007; AYO FERNÁNDEZ, Las penas, medidas de
seguridad y consecuencias accesorias. Manual de determinación de las penas y de las demás
consecuencias jurídico-penales del delito, 1997; CAMPOS SÁNCHEZ, La determinación de la pena
en el Código penal, 2005; CASTELLÓ NICÁS, Arbitrio judicial y determinación de la pena en los
delitos dolosos, 2007; DE LA MATA BARRANCO, «El proceso de determinismo de la pena en el
Código penal vigente: síntesis de la nueva normativa», EH-Serrano Gómez, 895 ss.; DEMETRIO
CRESPO, «Notas sobre la dogmática de la individualización judicial de la pena», RJCLM, 35, 2003,
9 ss.; GALLEGO DÍAZ, «El sistema general de reglas para la aplicación de las penas del Código
penal de 1995 y las últimas reformas», EPR-Ruiz Antón, 321 ss.; LLORCA ORTEGA, Manual de
determinación de la pena, 2005; MAGRO SERVET, «Esquemas sobre la individualización judicial
de la pena», LL, RDPPP, 12, 2005, 95 ss.; MOLINA BLÁZQUEZ, La aplicación de la pena, 2002;
NISTAL BURÓN, «La interpretación jurisprudencial de la “conexidad” en el concurso real de
delitos», RDP, 29, 2010, 103 ss.; PALACIO SÁNCHEZ-IZQUIERDO, «Novedades introducidas en
el artículo 66 del Código penal por la Ley de 29 de septiembre de 2003», en Las recientes reformas
penales: algunas cuestiones, 2004, 157 ss.; PÉREZ DEL VALLE, «La individualización de la pena y
su revisión», en Estudios sobre el nuevo Código penal de 1995 (coord. del Rosal Blasco), 1997, 41
ss.; RUIZ DE ERENCHUN ARTECHE, El sistema de penas y las reglas de determinación de la
pena tras las reformas de 2003, 2005.
A) CONSIDERACIONES GENERALES
A) CONSIDERACIONES PREVIAS
A) INTRODUCCIÓN
B) LA SIMULTANEIDAD
C) EL CONCURSO REAL
I. Con la creación de la figura del delito continuado (v. pp. 234 ss.) el
legislador pretendía extender a este supuesto los privilegios del concurso
ideal —delito más grave en su mitad superior—, a pesar de que no hay una
sola acción, sino varias, que se veía compensada, sin embargo, por un «dolo
unitario» (STS de 10 de julio de 2000). De manera que la diferencia con el
concurso ideal trascurre en el plano subjetivo, por lo que, en caso de
constatarse una sola acción, no se aplicaría esta figura (SSTS de 17 de
febrero de 1997, 19 de junio de 1999, 18 de julio de 2000 y 26 de octubre
de 2001). Además con el delito continuado se daba una solución a las
dificultades probatorias que se presentan cuando se juzgan delitos idénticos
o similares cometidos por una misma persona contra otra, aprovechando
idéntica ocasión en un período más o menos prolongado de tiempo (p. ej.,
agresiones sexuales menores en el seno de las relaciones familiares o
laborales).
En cambio, con el delito masa (v. p. 236) se pretende todo lo contrario,
evitar el privilegio injustificado al aplicar a los delitos patrimoniales las
reglas del concurso real. Tras la desaparición de las faltas con la reforma
1/2015 esta figura ha perdido gran parte de su utilidad ya que, convertidas
las faltas patrimoniales en delitos leves, en la gran mayoría de ellas en las
que se producen infracciones masivas —hurto, estafas, daños— no hay
ningún problema para hacerles extensivas las circunstancias específicas
agravantes y asegurarse una pena más ajustada a la proporcionalidad del
daño.
Para apreciar el delito continuado deben darse estos requisitos: a)
ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión; b)
realización de una pluralidad de acciones u omisiones que ofendan a uno o
varios sujetos e infrinjan el mismo precepto penal o preceptos de igual o
semejante (art. 74 CP). Esta figura no es de aplicación cuando se trata de
delitos contra bienes eminentemente personales, salvo las infracciones
contra el honor o la libertad sexual. En estos últimos casos se aplicará o no
la continuidad delictiva atendiendo a la naturaleza del hecho y el precepto
infringido. Cuando el órgano judicial aprecia delito continuado aplicará
obligatoriamente la pena correspondiente a la infracción más grave en su
mitad superior y, potestativamente, podrá llegar «hasta la mitad inferior de
la pena superior en grado». No se señalan los criterios para fundamentar
esta agravación.
II. Por su parte, el delito masa ha evolucionado desde sus orígenes hacia
el delito continuado con el que ha llegado prácticamente a confundirse,
manteniendo en la actualidad, como única nota diferenciadora, que afecta a
delitos patrimoniales y, por supuesto, diferenciándose en su tratamiento.
En los aspectos penológicos el delito masa, es decir, aquel que aparece
regulado en el párrafo 2.º del artículo 74 CP, se resuelve sumando la
totalidad del perjuicio causado y aplicando la pena o las circunstancias
agravantes correspondientes a la infracción que resulte de considerar
globalmente la cantidad sustraída. Además está previsto que la pena pueda
elevarse en uno o dos grados si el hecho revistiere notoria gravedad y
hubiere perjudicado a una generalidad de personas.
VII
1. INTRODUCCIÓN
A finales del siglo XIX, pero, sobre todo, en las primeras décadas del
siglo XX, los sistemas penales de la mayoría de los países fueron
incorporando junto a las penas una nueva consecuencia jurídica del delito
que se conocería comúnmente con el nombre de medidas de seguridad.
Aunque aparecen de forma embrionaria en los trabajos de FEUERBACH y de
KLEIN, los orígenes más recientes y ciertos de las medidas hay que situarlos
en la Scuola positiva italiana. Las medidas de seguridad nacen de la
necesidad de control de aquellas personas que, habiendo cometido un
delito, no se les puede castigar con una pena por no ser culpables. Su
diferencia nuclear respecto de otras consecuencias del delito, de la que
irradian todas sus características, está en que las medidas se imponen a
ciertos individuos que no son culpables, pero sí son peligrosos.
Siguiendo la definición de BERISTAIN son medidas de seguridad los
medios asistenciales y de control, que se aplican por los órganos judiciales
como consecuencia de la comisión de un hecho tipificado en el Código
penal a tenor de la ley a las personas criminalmente peligrosas para lograr
la prevención especial. No le falta razón a CUELLO CONTRERAS cuando
afirma que lo único cierto que caracteriza hoy a las medidas es un déficit
respecto de las penas, porque éstas siempre tienen como presupuesto la
culpabilidad, de forma que las notas diferenciales que históricamente se han
utilizado para diferenciar ambas están cada vez más compartidas.
2. SISTEMA VICARIAL
A) PRINCIPIO DE LEGALIDAD
B) PRINCIPIO DE NECESIDAD
C) PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD
Sin duda el más cuestionado y cuestionable de los tres principios. Su
incorporación tuvo lugar con el Código de 1995, con anterioridad las
medidas se caracterizaban precisamente por la ausencia de límites
temporales. El artículo 6.1 CP señala, a modo de principio general, que «las
medidas no pueden ser ni más gravosas, ni de mayor duración que la pena
abstractamente aplicable al hecho cometido». La proporcionalidad en
cuanto a la gravosidad se limita a restringir el empleo de las medidas de
seguridad privativas de libertad a los supuestos en los que el sujeto cometió
un delito castigado también con pena privativa de libertad; en caso
contrario, sólo se le podrán imponer algunas de las recogidas en el catálogo
del artículo 96.3 CP. Llevado este principio a sus últimas consecuencias
carece de justificación tomar como referencia la pena en abstracto y no la
pena en concreto, al menos, debiera considerarse si hubo tentativa o no o si
el sujeto era autor o cómplice.
El legislador ha ensayado una nueva fórmula para mantener la vigencia
de la proporcionalidad en la aplicación de la medida de seguridad de
libertad vigilada, aplicada a los condenados imputables que han extinguido
su condena. En estos casos se establecen dos tramos temporales. El primero
de ellos comprendido entre el año y los cinco años para cuando el delito
cometido hubiera sido menos grave, y el segundo, entre los cinco y los diez
años, si hubiera sido grave (arts. 192 y 579 bis.2 CP). Una vez más vemos
que de las posibles soluciones se elige aquella que asegura unos márgenes
temporales más amplios. En esta ocasión no hubiera habido ningún
inconveniente en tomar como referencia la pena que efectivamente se
impuso en la sentencia, puesto que nos encontramos con personas que han
sido condenadas en firme.
5. PRESUPUESTOS
6. CLASES DE MEDIDAS
1. La inhabilitación profesional.
2. La expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes
legalmente en España.
3. La libertad vigilada (v. pp. 363 s.). Conforme a su nueva formulación
la libertad vigilada se ha concebido más que como una medida con
contornos propios, como un registro punitivo bajo el cual se recogen
numerosas formas de restringir el ejercicio de derechos bajo el control
judicial. La seguridad jurídica y el principio de legalidad obligan al juez a
ceñirse a aplicar sólo algunas de las siguientes formas de libertad vigilada:
2. EL DECOMISO
B) PRESUPUESTOS
C) CONSECUENCIAS DE SU APLICACIÓN
D) TIPOS DE DECOMISO
g) Decomiso preventivo
4. LA IDENTIFICACIÓN BIOMÉTRICA
EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
CRIMINAL
2. ASPECTOS GENERALES
4. EL CUMPLIMIENTO DE LA CONDENA
6. EL DERECHO DE GRACIA
A) LA AMNISTÍA
8. LA PRESCRIPCIÓN
A) CONSIDERACIONES PREVIAS
Los delitos leves, sea cual sea su pena, prescriben a los seis meses. Nada
se indica sobre los delitos castigados con PPR lo que, en absoluto, permite
concluir que son imprescriptibles. Por analogía se aplicará el plazo más
largo.
A resulta de la aplicación de las reglas de determinación de las penas, un
delito puede, eventualmente, merecer una pena inferior a su categoría (art.
71.1 CP) y, a pesar de esto no perderá dicha categoría a los efectos de los
plazos de prescripción, porque la pena se tomará siempre en abstracto (en el
mismo sentido, SSTS de 30 de junio de 2000 y 10 de julio de 2001).
Como regla general los plazos comenzarán a computarse «desde el día
en que se haya cometido la infracción punible» (art. 132.1 CP). Nada hay
que objetar a este criterio salvo que pueden darse casos —con un dilatado
espacio entre la acción y el resultado— en los que, cuando se produce éste,
el delito puede estar ya prescrito. En cambio, nuestra jurisprudencia se
inclina por tomar en cuenta el momento en que se produce el resultado,
argumentando que forma parte del tipo y sin él no habría delito cometido
(STS de 9 de julio de 1999). No nos parece válido el argumento, porque
también la tentativa y los delitos sin resultado son delitos. La única razón
que puede justificar considerar el resultado, en vez de la acción típica, es de
política criminal, pero semejante interpretación carece de cobertura legal.
Cuando la sanción señalada por la ley para el delito sea compuesta, es
decir, hay previstas dos o más, se tendrá en cuenta el plazo de mayor
duración (art. 131.2 CP). La misma regla de optar por el plazo más largo
—«el delito más grave», dice el CP— se seguirá en los casos de concursos
de sanciones o de delitos conexos. En cambio, cuando se trate de penas
alternativas, ante el silencio del Código, habrá que hacer la interpretación
más favorable al reo y tomar como punto de referencia la pena menos
grave.
Para asegurar los intereses de los menores víctimas de delitos con bienes
jurídicos personales —v. gr., tentativa de homicidio, aborto no consentido,
lesiones, trata de seres humanos, delitos contra la libertad, de torturas,
contra la integridad moral, la libertad y la indemnidad sexuales, la
intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio—
los plazos de prescripción comenzarán a computarse desde que éstos
alcanzan la mayoría de edad o, en caso de fallecimiento, desde que se
produce el óbito (art. 132.1 CP).
Una de las cuestiones más controvertidas en relación con el instituto de
la prescripción es la interrupción de los plazos, hasta el extremo de que ha
sido objeto de una extensa y profunda revisión con la Reforma 5/2010. El
objeto de la reforma era buscar un equilibrio entre la fuerza interruptora de
los plazos de la querella y la necesidad de evitar que se emplee
fraudulentamente esa cualidad para impedir sine die la prescripción. De
manera que se entiende ahora que el plazo se interrumpe cuando el
procedimiento se dirija contra la persona indiciariamente responsable del
delito, es decir, cuando se ha dictado una resolución judicial motivada en la
que se le atribuya su presunta colaboración en el delito, quedando sin efecto
el tiempo transcurrido; el plazo vuelve a contar desde que se paraliza dicho
procedimiento o concluye sin condena. Por su parte, la interposición de una
querella o denuncia, que sea admitida y en la que aparezca suficientemente
identificada la persona, suspenderá el cómputo por seis meses, contados
desde la misma fecha de interposición. Si la querella da lugar a una
resolución judicial se interrumpe el plazo, retrotrayéndolo al momento de
la interposición de aquélla (art. 132.2.2 CP).
C) LA PRESCRIPCIÓN DE LAS PENAS
Las penas impuestas por sentencia firme, de acuerdo con el artículo 133
CP, prescriben de acuerdo con los siguientes plazos:
1. CONSIDERACIONES GENERALES
B) NATURALEZA JURÍDICA
B) LA REPARACIÓN
C) LA INDEMNIZACIÓN
B) COMPENSACIÓN DE CULPAS
A pesar de que la compensación por culpas aparece por vez primera en
la legislación penal con el Código de 1995 —fuera del ámbito penal se
utilizaba en relación con la circulación de vehículos de motor (art. 1 D.
632/1968, de 21 de marzo)—, también en esta ocasión el legislador no hizo
sino dar rango legal a lo que venía siendo una práctica frecuente por los
tribunales de justicia. Es precisamente en los ámbitos de los delitos
relacionados con los vehículos de motor en los que surge con más
frecuencia la necesidad de acudir a esta figura, la cual no sólo responde a
razones de equidad y proporcionalidad, sino también de prevención
especial, en la medida en que la víctima contribuyó positivamente a
ocasionar el daño o perjuicio. En el ámbito civil dicha compensación se
fundamenta en el artículo 1.103 CC, que permite, de acuerdo con las
circunstancias de los hechos, moderar la responsabilidad procedente de la
culpa.
Si la intervención de la víctima es de tal naturaleza que merece ser
también castigada, la obligación de indemnizar por los perjuicios ya no
surge de la compensación de culpas, sino de su propia responsabilidad. La
compensación por culpa procede, a tenor del artículo 114 CP, cuando la
víctima hubiere contribuido con su conducta a la producción del daño o el
perjuicio causado. Salvo en la restitución, para la que no está prevista, la
compensación puede aplicarse en relación con la reparación y la
indemnización. No es posible dar entrada a través de esta figura a la
compensación de obligaciones opuestas predelictivas, «puesto que sólo de
la comisión del delito surge como fuente la obligación de indemnizar»
(ATS de 14 de febrero de 2001; STS de 21 de noviembre de 1998).
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