Está en la página 1de 5

TOMÁS MORO, UN HUMANISTA EN EL CADALSO

GRANDES JUICIOS
Azote intelectual de la Reforma, fue decapitado por oponerse al matrimonio de
Enrique VIII con Ana Bolena, que acabó con el cisma de la Iglesia de Inglaterra

Tomás Moro choca con Enrique VIII


El gran problema de Enrique VIII

“El encuentro de sir Tomás Moro con su hija tras su sentencia de muerte”,

LOS ANTECEDENTES

Apasionado por las letras y la política, formado en estudios jurídicos


en Oxford y Londres y con una vocación religiosa cultivada al amparo del
cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury, Tomás Moro pronto se vio
llamado a ser el gran referente británico del humanismo del siglo XVI. Sobre
todo, cuando la publicación y difusión por toda Europa de su obra poética y,
especialmente, de su ensayo Utopía (1516) lo convirtió en una reconocida figura.

Miembro del cuerpo jurídico, integrante del Parlamento de Londres, portavoz de


la Cámara de los Comunes y embajador en los Países Bajos, donde estableció
una duradera amistad con Erasmo de Rotterdam, Moro se ganó el afecto del
rey Enrique VIII,quien le otorgó el título de caballero y otros beneficios
académicos por su destacada producción literaria contra la Reforma luterana.
Incluso contribuyó a la redacción de Defensa de los siete sacramentos, un texto
firmado por el propio monarca.

Su reconocimiento y rectitud le llevaron en 1529 a ser designado por el rey gran


canciller en sustitución del cardenal Thomas Wolsey, al tratarse de un cargo
tradicionalmente ocupado por religiosos. Moro aceptó, aún a sabiendas que su
primer cometido no iba a ser otro que tratar con los tribunales eclesiásticos la
anulación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, hija de
los Reyes Católicos.

El propio rey era conocedor del rechazo de su súbdito a lo que la Iglesia inglesa
consideraba un atentado a un santo sacramento por la simple voluntad del
monarca de formalizar su relación con su amante, Ana Bolena, pero también
sabía que sólo un hombre como Moro, azote intelectual de la herejía luterana,
podía conseguir la anulación matrimonial.

Tomás Moro retratado en 1527 por su coetáneo Hans Holbein el Joven, pintor de
la corte de Enrique VIII
 Dominio público
No fue el caso. Tomás Moro se opuso desde el primer momento a los deseos
reales y rechazó firmar una carta en la que destacados nobles y prelados
solicitaban al pontífice la anulación del matrimonio. Ante la negativa del
papa Clemente VII en un momento en el que España y el Sacro Imperio
Romano Germánico suponían una amenaza mucho más real que Inglaterra,
Enrique VIII encontró en el trono terrenal del papa el argumento perfecto para
negarle la obligada obediencia de la Iglesia inglesa.

Así fue como instó a todo el clero de Inglaterra y Gales a someterse al poder de
su monarca, quien desde ese instante se convertía en el principal referente de
la Iglesia de Cristo en Inglaterra en comunión con el arzobispo de Canterbury.
Su nuevo titular, Thomas Cramner, dictó la sentencia de nulidad matrimonial
que pretendía el rey y dio acta de validez eclesiástica al matrimonio entre Enrique
VIII y Ana Bolena, que se convirtió en reina de Inglaterra en 1533.

Antes de eso, Moro renunció a su cargo de canciller y en 1534 se negó a firmar la


denominada Acta de Supremacía, que suponía el rechazo a la supremacía papal.
El Acta, sin embargo, establecía el delito de quienes no la aceptaran y el 17 de
abril de ese mismo año el humanista fue encarcelado en la Torre de Londres.

EL JUICIO

Acusado de traición, Tomás Moro tuvo que esperar más de un año en prisión antes
de su procesamiento a que se resolviesen otras denuncias contra él. Entre ellas, la
presentada por el propio padre de Ana Bolena por lo que en la tradición jurídica
romana se conocería como cohecho. El hecho denunciado fue que el acusado
habría recibido una copa de oro por haber decidido en un juicio a favor del
encausado, aunque se determinó que Moro devolvió el regalo tras aceptar hacer
un brindis.

También fue acusado de haber escrito y publicado contra el rey y de haber


difundido los mensajes de una monja de Kent que dijo haber recibido mensajes
divinos que aseguraban que el rey de Inglaterra dejaría de serlo si desposaba a
Ana Bolena. Moro pudo probar documentalmente la falsedad de ambas
acusaciones.

Procesado finalmente por traición junto al cardenal Juan Fisher, obispo


de Rochester, quien también rechazó la anulación matrimonial y acatar el Acta de
Supremacía, Moro fue juzgado por el Parlamento, que condenó a ambos a
cadena perpetua y usurpación de todos sus bienes. Sin embargo, el propio Enrique
VIII instó al Tribunal Supremo Real a que procesara al condenado por el delito
alta traición recogido en la ley de traiciones aprobada tras la ruptura de Londres y
Roma y penado en este caso con la muerte.
Para ello, los jueces instructores de Westminster se basaron en el testimonio
de Richard Rich, fiscal general del Reino, quien aseguró haber hablado con Moro
y haber recibido de él mensajes condenatorios. Otros dos testigos presentes en la
supuesta conversación, sin embargo, no testificaron en la causa. Los cargos contra
el acusado se basaron en la presunta negativa del acusado de reconocer al rey
como cabeza de la Iglesia de Inglaterra y conspiración con Juan Fisher. El
procedimiento del alto tribunal impedía al acusado tener abogado defensor ni
presentar pruebas o testigos a su favor.

En la vista, Tomás Moro rechazó una vez más a aceptar el Acta de Supremacía,
apelando a que ya se le había juzgado y sentenciado por ello. Asimismo negó
haber pronunciado declaración alguna contra el matrimonio de Enrique VIII y Ana
Bolena. Rechazó también una conspiración con el cardenal Fisher que no pudo ser
probada por el tribunal. Los jueces, sin embargo, dieron plena validez al
testimonio de Rich al estar así dispuesto en el procedimiento procesal.

En su defensa, Moro aseguró que “de la misma forma en que un niño no podría
rechazar la obediencia a su padre, tampoco el Reino de Inglaterra podría
rechazar su obediencia a la autoridad de Roma, y la Iglesia es una sola, íntegra e
indivisa en toda la cristiandad”. “Vosotros no tenéis autoridad, sin el
consentimiento de los otros cristianos, para aprobar una ley o declaración
parlamentaria contra dicha unión”, concluyó.

EL FALLO

El jurado –compuesto por 12 miembros entre los que figuraban Thomas


Cromwell, secretario de Estado y máxima autoridad de Asuntos Espirituales, y un
cuñado del rey– se retiró a deliberar por un período de apenas 15 minutos volvió a
la sala y dictó sentencia: Tomás Moro era culpable de alta traición por haberse
referido maliciosamente a la autoridad del rey sobre la Iglesia de Inglaterra”.

El tribunal dio oportunidad al reo de hablar tras conocer el fallo para pedir la
clemencia real, aunque Moro aprovechó para manifestar lo que no había podido
decir durante el juicio: “Yo sé bien por qué causa me habéis condenado, y es
porque nunca he querido consentir en la material del matrimonio del rey”.
La condena era a muerte después de ser arrastrado hasta el patíbulo y
permanecer colgado hasta estar medio muerto. En ese momento debía ser
desmembrado y desviscerado en presencia de su familia. La cabeza, arrancada del
cuerpo, debía exponerse en un lugar público. Aunque Enrique VIII concedió la
última gracia al condenado a ser decapitado y a que su cabeza estuviese expuesta
un mes en el puente de Londres.

De poco sirvieron las peticiones de clemencia de Carlos I de España y de


Clemente VII, la pena se cumplió el 6 de julio de 1535, cuando el reo contaba
57 años. Paradójicamente, menos de un año después Ana Bolena también era
decapitada, en su caso por adulterio, incesto y alta traición tras otro juicio parcial.

Tomás Moro es reconocido actualmente como santo tanto por la Iglesia católica
como por la anglicana. El papa León XIII lo beatificó junto a Juan Fisher
en 1886 como mártir de la Iglesia y Pío XI lo beatificó en 1935. Juan Pablo
II lo proclamó en el 2000 santo patrón de los políticos y los gobernantes.

También podría gustarte