Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
GRANDES JUICIOS
Azote intelectual de la Reforma, fue decapitado por oponerse al matrimonio de
Enrique VIII con Ana Bolena, que acabó con el cisma de la Iglesia de Inglaterra
“El encuentro de sir Tomás Moro con su hija tras su sentencia de muerte”,
LOS ANTECEDENTES
El propio rey era conocedor del rechazo de su súbdito a lo que la Iglesia inglesa
consideraba un atentado a un santo sacramento por la simple voluntad del
monarca de formalizar su relación con su amante, Ana Bolena, pero también
sabía que sólo un hombre como Moro, azote intelectual de la herejía luterana,
podía conseguir la anulación matrimonial.
Tomás Moro retratado en 1527 por su coetáneo Hans Holbein el Joven, pintor de
la corte de Enrique VIII
Dominio público
No fue el caso. Tomás Moro se opuso desde el primer momento a los deseos
reales y rechazó firmar una carta en la que destacados nobles y prelados
solicitaban al pontífice la anulación del matrimonio. Ante la negativa del
papa Clemente VII en un momento en el que España y el Sacro Imperio
Romano Germánico suponían una amenaza mucho más real que Inglaterra,
Enrique VIII encontró en el trono terrenal del papa el argumento perfecto para
negarle la obligada obediencia de la Iglesia inglesa.
Así fue como instó a todo el clero de Inglaterra y Gales a someterse al poder de
su monarca, quien desde ese instante se convertía en el principal referente de
la Iglesia de Cristo en Inglaterra en comunión con el arzobispo de Canterbury.
Su nuevo titular, Thomas Cramner, dictó la sentencia de nulidad matrimonial
que pretendía el rey y dio acta de validez eclesiástica al matrimonio entre Enrique
VIII y Ana Bolena, que se convirtió en reina de Inglaterra en 1533.
EL JUICIO
Acusado de traición, Tomás Moro tuvo que esperar más de un año en prisión antes
de su procesamiento a que se resolviesen otras denuncias contra él. Entre ellas, la
presentada por el propio padre de Ana Bolena por lo que en la tradición jurídica
romana se conocería como cohecho. El hecho denunciado fue que el acusado
habría recibido una copa de oro por haber decidido en un juicio a favor del
encausado, aunque se determinó que Moro devolvió el regalo tras aceptar hacer
un brindis.
En la vista, Tomás Moro rechazó una vez más a aceptar el Acta de Supremacía,
apelando a que ya se le había juzgado y sentenciado por ello. Asimismo negó
haber pronunciado declaración alguna contra el matrimonio de Enrique VIII y Ana
Bolena. Rechazó también una conspiración con el cardenal Fisher que no pudo ser
probada por el tribunal. Los jueces, sin embargo, dieron plena validez al
testimonio de Rich al estar así dispuesto en el procedimiento procesal.
En su defensa, Moro aseguró que “de la misma forma en que un niño no podría
rechazar la obediencia a su padre, tampoco el Reino de Inglaterra podría
rechazar su obediencia a la autoridad de Roma, y la Iglesia es una sola, íntegra e
indivisa en toda la cristiandad”. “Vosotros no tenéis autoridad, sin el
consentimiento de los otros cristianos, para aprobar una ley o declaración
parlamentaria contra dicha unión”, concluyó.
EL FALLO
El tribunal dio oportunidad al reo de hablar tras conocer el fallo para pedir la
clemencia real, aunque Moro aprovechó para manifestar lo que no había podido
decir durante el juicio: “Yo sé bien por qué causa me habéis condenado, y es
porque nunca he querido consentir en la material del matrimonio del rey”.
La condena era a muerte después de ser arrastrado hasta el patíbulo y
permanecer colgado hasta estar medio muerto. En ese momento debía ser
desmembrado y desviscerado en presencia de su familia. La cabeza, arrancada del
cuerpo, debía exponerse en un lugar público. Aunque Enrique VIII concedió la
última gracia al condenado a ser decapitado y a que su cabeza estuviese expuesta
un mes en el puente de Londres.
Tomás Moro es reconocido actualmente como santo tanto por la Iglesia católica
como por la anglicana. El papa León XIII lo beatificó junto a Juan Fisher
en 1886 como mártir de la Iglesia y Pío XI lo beatificó en 1935. Juan Pablo
II lo proclamó en el 2000 santo patrón de los políticos y los gobernantes.