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EVAPORACION DE LA GASOLINA

La gasolina, como todos los líquidos, tienden a evaporarse, es decir a pasar del
estado líquido al de vapor, incluso por debajo de su temperatura de ebullición. Eso
sucede cuando la gasolina se halla en un recipiente abierto, o bien cerrado, pero de
volumen muy superior al del líquido que contiene, de modo que exista un espacio para
acoger los vapores que tienden a formarse espontáneamente.
La velocidad de evaporación es proporcional a una característica del líquido,
denominada tensión de vapor. La tensión de vapor aumenta en todos los líquidos al
incrementar la temperatura, hasta alcanzar la presión atmosférica, momento en que
se produce la ebullición.
La tensión de vapor de la gasolina es bastante elevada a la temperatura ambiente
(alrededor de 0,7 kg/cm2; el agua alcanza ese valor a 90 °C), por lo que se tiene un
notable y continuo desprendimiento de vapores en los recipientes abiertos. Por este
motivo se dice que la gasolina es un líquido volátil.
En recipientes cerrados la gasolina se evapora hasta que los vapores formados,
acumulándose sobre la superficie del líquido, alcanzan una presión igual a la tensión
de vapor de la gasolina a esa temperatura; en ese momento la evaporación cesa.
En el automóvil existen órganos en contacto directo con la atmósfera, tales como el
depósito y el carburador, en los que la evaporación es continua. No obstante, los
orificios de comunicación son pequeños y no provocan pérdidas de consideración. Las
normas contra la contaminación prevén también un límite para la emisión de vapores
de la gasolina.
Esta precaución se ha dictado en realidad más con el propósito de evitar riesgos de
explosión (los vapores de gasolina y el aire forman mezclas explosivas) que por la
toxicidad apreciable de esas emanaciones.

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