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Bojorge Maria
Bojorge Maria
ría en los Evangelios. Este segundo ca- ¿Y nos habríamos de extrañar de que
mino que queremos seguir es en cambio las diversas perspectivas con que los cua-
el de la figura, o más propiamente, las tro evangelistas nos narran los mismos
figuras, los retratos de María a través hechos y nos presentan a Jesús dieran
de los evangelistas. lugar a cuatro presentaciones distintas de
Por supuesto, bien lo sabemos, hay un María?
solo Evangelio: el Evangelio de Nuestro Dado que el misterio de María es un
Señor Jesucristo. Pero el mismo Dios aspecto del misterio de Cristo, todo líci-
que dispuso que hubiera un solo mensa- to cambio de enfoque del misterio de
je de salvación, dispuso también que se Cristo –que como misterio divino es sus-
nos conservaran cuatro presentaciones ceptible de un número inagotable de en-
del mismo. foques diversos, aunque jamás puedan
El único Evangelio es, pues, un evan- ser divergentes–, comporta sus cambios
gelio cuadriforme, como bien observa ya de armónicos y de enfoque en el miste-
San Ireneo, refutando los errores de los rio de María.
herejes que esgrimían los dichos de un Hay pues un solo Jesucristo en cuadri-
evangelista en contra de los dichos de forme presentación, y hay también un
otro (Adv. Hæreses III,11). solo misterio de María en presentación
Esta presentación cuadriforme de un cuadriforme. Y hay, además, una cohe-
único Evangelio es la que nos da la pro- rencia muy especial y significativa, en-
fundidad, la perspectiva, el relieve de las tre el modo cómo cada evangelista nos
miradas convergentes. Una sola visión muestra a Jesús y el modo cómo nos
estereofónica o estereofotográfica de muestra a María, al servicio de su pre-
Jesús. Un solo Jesús y una sola obra sal- sentación propia de Jesús.
vadora, pero cuatro perspectivas y cua- Dejémonos guiar sucesivamente de la
tro modos de presentarlo –a Él y a su mano de los cuatro evangelistas. Y a tra-
obra–. Cada uno de los evangelistas tie- vés de su manera de presentarnos la fi-
ne su manera propia de dibujar la figura gura de María, tratemos de penetrar más
de Jesucristo. Y todo lo que dice cada profundamente en su comprensión del
uno de ellos está al servicio de esa pin- Señor. La máxima A Jesús por María
tura que nos hace de Jesús. no es una invención moderna; hunde sus
¿Hay que extrañarse de que, conse- raíces en la bimilenaria tradición de
cuentemente, seleccione los rasgos his- nuestra Santa Iglesia. Arraiga en los
tóricos, narre los acontecimientos, alte- evangelios; y, en cuanto podemos ras-
re a veces el orden cronológico o pres- trearlo valiéndonos de ellos, incluso en
cinda de él, para seguir el orden de su una tradición oral anterior a los evange-
propia lógica teológica, y subordine el lios, y de la cual ellos son las primeras
modo de presentación de los hechos y plasmaciones escritas.
personas al fin de mostrar de manera efi- Dejemos, pues, que los evangelistas nos
caz a Jesús y su mensaje, según su ins- lleven a través de María a un mayor co-
piración divina y las circunstancias de nocimiento del Señor que viene y que
oyentes, tiempo y lugar? esperamos.
Horacio Bojorge, S. J. 3
Sagradas Escrituras, de manera que la San Marcos tiene pues dos aspectos que
vida de Jesús las ilumina y es iluminada lo caracterizan: a) historia, y b) interpre-
a su vez por ellas, mostrando sus co- tación de fe.
rrespondencias». Ambos aspectos están enlazados de
El evangelio según San Marcos tiene tal manera que se sirven el uno al otro
pues valor histórico, porque narra he- sin traicionarse ni anularse: la interpre-
chos. Tiene valor biográfico porque re- tación no falsea la verdad histórica, y la
lata dichos y hechos de Jesús. Pero es historia corrobora la interpretación. Los
más que una crónica histórica y más que hechos narrados iluminan la Escritura y
una mera biografía. Porque además del la Escritura ilumina los hechos.
relato de hechos, como pueden hacerlo Veamos algo acerca de cada uno de
las crónicas, y de la narración de la vida esos dos aspectos:
de una persona, como lo hacen las bio-
grafías, el evangelio según San Marcos
3.1.- El valor histórico del Evangelio
viene de la fe y apunta a despertar la fe.
En la Constitución Dei Verbum, la Igle-
Por eso el evangelio según San Mar-
sia afirma, una vez más, el carácter his-
cos incluye un alegato acerca de la iden-
tórico de los Evangelios:
tidad de Jesús, de quién es Jesús. Su tex-
to argumenta desde las Sagradas Escri- «La Santa Madre Iglesia firme y constan-
turas, alegando que en Jesús se cum- temente ha creído y cree que los cuatro refe-
plen las Promesas del Antiguo Testamen- ridos Evangelios, cuya historicidad afirma
sin vacilar, comunican fielmente lo que Je-
to. sús, Hijo de Dios, viviendo entre los hom-
bres, hizo y enseñó realmente para salva-
3.- Historia interpretada ción de ellos, hasta el día en que fue levan-
Prosiguiendo en el intento de compren- tado al cielo (Cfr. Hech. 1,1-2).
der el género literario al que pertenece Los Apóstoles, ciertamente, después de
el evangelio según San Marcos, podría- la ascensión del Señor predicaron a sus
mos decir que es: oyentes lo que Él había dicho y obrado, con
aquella crecida inteligencia de que ellos go-
narración de hechos zaban, enseñados por los acontecimientos
e interpretación de los mismos gloriosos de Cristo, y por la luz del Espíritu
a la luz de las Sagradas Escrituras de verdad.
desde la fe Los autores sagrados escribieron los cua-
para suscitar la fe. tro Evangelios, escogiendo algunas cosas
Podríamos llamarle por lo tanto histo- de las muchas que ya se trasmitían de pala-
ria teológica, o historia creyente, o his- bra o por escrito, sintetizando otras, o expli-
toria predicada, o historia kerygmática, cándolas atendiendo a la condición de las
o quizás lo más ajustado sea definirlo Iglesias, usando por fin la forma de la predi-
cación, de manera que siempre nos comuni-
como historia profética, puesto que los caban la verdad sincera acerca de Jesús.
profetas comunican una interpretación re-
ligiosa de los acontecimientos: el sentido Escribieron pues, sacándolo ya de su pro-
que tienen según Dios. pia memoria o recuerdos, ya del testimonio
de quienes “desde el principio fueron testi-
El género literario del evangelio según gos oculares y ministros de la palabra” para
Horacio Bojorge, S. J. 5
No la entienden los que se niegan a interesar a los parientes para que retira-
creer en él y con los que se enfrenta en sen a un consanguíneo que podría
polémicas y a los que les habla en pará- implicarlo en sus locuras y traerles pro-
bolas. De esta incomprensión de los in- blemas. Que este método intimidatorio
crédulos no hay que admirarse. Pero sí de los parientes –que fue usado contra
de que tampoco lo comprendan ni en- Jesús y los suyos– era un método usual,
tiendan sus propios discípulos. Incluso nos lo demuestra el episodio del ciego
en la privilegiada confesión de la fe de de nacimiento, en el evangelio según San
Pedro, con la que culmina la primera Juan, a cuyos padres llamaron a decla-
parte del evangelio, se entrevé al mismo rar ante el tribunal (9, 18-23).
tiempo un abismo de ignorancia y de re- Habiendo oído que Jesús estaba fuera
sistencia al aspecto doloroso de la iden- de sí, y movidos quizás por temores y
tidad de Jesús Mesías. veladas amenazas, los parientes de Je-
Nada más comenzar la carrera de Je- sús acuden a dominarlo. Arrastran a
sús con un sábado en Cafarnaúm, con su madre, a cuyas instancias esperan
su enseñanza en la sinagoga y con nu- que Jesús no pueda resistir. Entre tanto,
merosas curaciones de enfermos y ex- Marcos registra el crescendo de las acu-
pulsiones de demonios, en cuanto han saciones contra Jesús. Jesús es más que
empezado a seguirle sus primeros discí- un loco; es un endemoniado: «Está po-
pulos y se ha encendido el fervor popu- seído por un espíritu inmundo» (3, 22).
lar, ya apuntan la oposición y las críti- En medio de esta tormenta, de hostili-
cas: Jesús cura en sábado, come con pe- dad por un lado y de entusiasmo popular
cadores; sus discípulos no ayunan y por otro, es cuando relata Marcos con
arrancan espigas en sábado. Y ya des- laconismo de cronista:
de el comienzo del capítulo tercero, los
«Llegan su madre y sus hermanos y, que-
fariseos se confabulan con los herodia- dándose fuera, le envían a llamar».
nos para ver cómo eliminarlo, pero ello
se hace difícil, porque una muchedum- Se trata de arreglar un problema fa-
bre sigue a Jesús. Éste elige de entre miliar. Los aldeanos galileos no quieren
ella a sus numerosos discípulos. Uno de discutir de teologías. Por humildad, mo-
los primeros pasos de la confabulación destia o prudencia, no entran. Según Lu-
se advierte en 3, 20-21. Jesús vuelve a cas, no entran simplemente porque la
su tierra. Se aglomera otra vez la mu- muchedumbre les impide acercarse.
chedumbre de modo que ni siquiera po- «Estaba mucha gente sentada a su alre-
dían comer. dedor»
«Se enteraron sus parientes y fueron a El odiado doctor está rodeado de una
hacerse cargo de él, pues decían: “Está fue- audiencia entusiasta que siente arder el
ra de sí”». corazón con su palabra, «porque les en-
señaba como quien tiene autoridad y no
como los escribas», ha registrado Mar-
3. La oposición al Mesías cos (1, 22). Algún malévolo infiltrado
entre la audiencia se complace en anun-
El primer paso de la confabulación con-
ciar en voz alta a Jesús:
tra Jesús consiste en declararlo loco y en
Horacio Bojorge, S. J. 9
«¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus her- Así como habrá un ¡Ecce homo! que
manas están fuera y te buscan». escarnece a Jesús en su pasión, hay aquí
Es a Jesús a quien lo dice, pero indi- un adelanto del mismo, que envuelve a
rectamente éstá diciendo a su auditorio: María en el mismo insulto de desprecio
«Ved de qué familia viene vuestro doc- –Ecce mulier, ecce Mater eius (he aquí
tor». Marcos registra más adelante, en a la mujer, vean quién es su madre)–.
el capítulo sexto que esta malévola ci-
zaña ha prendido: «¿No es éste el car- 4. El testimonio de Jesús
pintero, el hijo de María, y no conoce- A este lanzazo polémico, oculto en el
mos a toda su parentela?». Y se escan- comedimiento de aquellos que le anun-
dalizaban de él. cian la presencia de los suyos allí afue-
La humildad de María y de los parien- ra, responde el contrapunto también po-
tes de Jesús es esgrimida para humillar- lémico de Jesús:
lo, para empequeñecerlo delante de su –«¿Quién es mi madre y mis hermanos?».
auditorio: ¡Qué candidato a Rey Mesías!
–«Y mirando en torno a los que estaban
¡Qué candidato a doctor y salvador! He sentados a su alrededor –Mateo precisa en
aquí la parentela del profeta. Es el mis- el lugar paralelo que son sus discípulos–,
mo argumento que nos relata también dice: “Éstos son mi madre y mis hermanos”».
San Juan:
Frecuentemente Jesús habla en los
«Pero los judíos murmuraban de él, por- evangelios de sus discípulos como de sus
que había dicho: “Yo soy el pan que ha baja- hermanos, o de «estos hermanos míos
do del cielo”.
más pequeños», o simplemente de «los
«Y decían: “¿No es éste Jesús, hijo de José, pequeños». Se trata de aquellos que oyen
cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo a Jesús con fe aunque no lo entiendan
puede decir ahora: He bajado del Cielo?”»
perfectamente. Se trata de los que no
(6, 42).
se le oponen, sino que le siguen y le es-
Y registra además San Juan que mu- cuchan. Esta es la familia de Jesús, por-
chos de sus discípulos se apartaron de que es la familia del Padre, cuyo vínculo
él con aquella ocasión: familiar no es la sangre, sino la Nueva
«Es duro este lenguaje, ¿quién puede es- Alianza en la Sangre de Jesús, o sea, la
cucharlo?» (Jn 6, 61). fe en él.
«Y ni siquiera sus parientes creían en él» Como explicita San Juan: «A los que
(Jn 7, 5). creen en su nombre les dio el poder de
«Y los judíos asombrados decían: “¿cómo llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1, 12).
entiende de letras sin haber estudiado?”» Por eso termina Jesús con una expli-
(Jn 7,15). cación de por qué son esos sus auténti-
Marcos nos hace oír a los que hablan cos familiares:
de María, la madre de Jesús, desde su «Quien cumpla la voluntad de Dios, ese
profunda hostilidad al Hijo. Sus palabras es mi hermano, mi hermana y mi madre».
subrayan los humildes orígenes huma-
nos de Jesús, que es tácita negación de O en la versión de Lucas:
su origen y calidad divina. «El que oye la palabra de Dios y la guar-
10 La Virgen María en los Evangelios
da, ese es mi hermano y mi hermana y mi «Mi doctrina no es mía, sino del que me
madre» (Lc 8, 21). ha enviado, y el que quiera cumplir su vo-
La misteriosa y quizás para muchos luntad verá si mi doctrina es de Dios o ha-
blo yo por mi cuenta» (Jn 7, 16-17).
no muy evidente ecuación entre «cum-
plir la voluntad de Dios» o «escuchar Parientes de Jesús son, pues, los que
sus Palabras y cumplirlas», y creer en por creer en él entran en la corriente del
Jesucristo, nos la revela explícitamente vínculo de complacencia que une al Pa-
San Juan en su primera carta: dre con el Hijo y al Hijo con el Padre.
«Guardamos sus mandamientos y hace- Por eso, su respuesta a los que lo en-
mos lo que le agrada. Y éste es su manda- vuelven a él y a su madre en un mismo
miento y lo que le agrada: que creamos en el rechazo y vilipendio es una seria adver-
nombre de su Hijo Jesucristo y que nos ame- tencia. Equivale a distanciarse de ellos
mos unos a otros, tal como nos lo mandó» y negarles cualquier otra posibilidad de
(1Jn 3, 22-23). entrar en comunión con Dios que no sea
Hacer la voluntad del Padre no es a través de la fe en él.
doblegarse a un oscuro querer, sino com- Pero esta palabra de Jesús tiene dos
placerse en hacer lo que a Dios le com- filos. Y el segundo filo es el de una ala-
place; es regocijarse en el gozo de Dios. banza, el de una declaración de Alianza
Y si nos pregunta en qué se deleita y de parentesco –el único real y más fuer-
regocija nuestro Dios, que como Ser om- te que el de sangre– entre el creyente y
nipotente puede parecer muy difícil de él. Y en la medida en que María mere-
contentar, sabemos qué responder por- ció ser su Madre por haber creído es
que ese Ser inaccesible nos ha revelado éste el más valioso testimonio que po-
qué es lo que le complace: día ofrecernos Marcos acerca de Ma-
«Éste es mi Hijo, a quien amo y en quien ría. Jesús declara que la razón última y
me complazco: escuchadle…» (Mt 17, 1-8; única por la cual María pudo llegar a
Mc 9, 7; Lc 9, 35). ser su Madre era la fe en él.
Nuestro Dios se revela como el Pa- 5. María, Madre de Jesús por la fe
dre que ama a su Hijo Jesucristo, y se
deleita en él, y no pide otra cosa de no- María no estuvo unida a Jesús solo ni
sotros sino que lo escuchemos llenos de primariamente por un vínculo de san-
fe y lo sigamos como discípulos. gre. Para que ese vínculo de sangre pu-
diera llegar a tener lugar, tuvo que ha-
Entendemos quizás ahora por qué Lu- ber previamente un vínculo que Jesús
cas traduce el «cumplir la voluntad de estima como mucho más importante.
Dios», de que hablan Mateo y Marcos,
con una frase equivalente: escuchar su Pero todo esto Marco no lo explicita,
Palabra, que es escuchar a su Hijo, y ni el Señor ltampoco lo hace sin duda
guardarla, que es seguirlo como discí- en aquella ocasión. Es por otros cami-
pulo. nos por donde hemos llegado a com-
prender lo que hay implícito en el vela-
Y similar identificación de la voluntad do testimonio de Jesús que Marcos nos
de Dios con la Palabra de Jesús nos ofre- relata. Que María creyó en Jesús antes
ce un texto del evangelio de Juan: de que Jesús fuera Jesús. Y que solo por-
Horacio Bojorge, S. J. 11
a su vez en íntima conexión con la filia- Estos dos textos de Pablo nos mues-
ción davídica y el carácter humano del tran la presencia, en el estado más pri-
Mesías. mitivo de la tradición, de tres elementos
Jesús, el Mesías, es, por tanto, Hijo esenciales que vamos a encontrar en los
de Dios por el misterio de la virginidad pasajes marianos de Mateo.
de su Madre, e Hijo de David por el no El primero consiste en que lo que se
menos misterioso matrimonio con José, dice de Jesucristo se presenta como su-
hijo de David. cedido según las Escrituras, como cum-
pliendo las Escrituras, como la realiza-
3. El origen humano-divino ción de lo predicho por los profetas, que
del Mesías, Hijo de David, hablaron en nombre de Dios e ilustra-
hecho hijo de mujer dos por el Espíritu.
Es inmensa la galería de pintores cris- El segundo elemento es la doble fija-
tianos que nos presenta a la Madre con ción de Jesús, Hijo de Dios y al mismo
el Niño. De esa larga galería, nos pare- tiempo hijo de David. Pablo ve en Jesús
ce Mateo el precursor y pionero. Y sin dos filiaciones: una filiación espiritual, por
embargo, el texto más antiguo que po- la cual es Hijo de Dios por obra del Es-
seemos de Jesús y su Madre es muy píritu que nos permite clamar ¡Abba!,
probablemente de San Pablo. Padre; y una filiación según la carne, por
la cual es hijo de David.
La concisa parquedad mariológica de
Pablo merece aquí, aunque sea lateral- Y notemos –tercer elemento a tener
mente y de paso, el homenaje de nues- en cuenta– que no especifica el cómo
tra atención. Hacia el año 51 de nuestra de dicha descendencia davídica dicién-
era, o sea unos veinte años antes de la donos: «engendrado por José» o «naci-
fecha probable de composición del evan- do de varón», sino diciéndonos: «hecho
gelio de Mateo, escribe Pablo a los Gála- hijo de mujer».
tas: He aquí los elementos constitutivos de
«Pero al llegar la plenitud de los tiempos, uno de los problemas al que va a res-
envió Dios a su Hijo, hecho hijo de mujer, ponder Mateo en su evangelio.
puesto bajo la ley para rescatar a los que se Es el mismo problema del origen del
hallaban bajo la ley y para que recibiéramos Mesías que se trata en los textos de Mar-
la filiación adoptiva» (Gál 4, 4-5). cos, que ya vimos. Pero no ya plantea-
Y entre diez y doce años más tarde, do en términos de objeción en boca de
entre el 61-63 de nuestra era, escribe el los enemigos, sino en términos de res-
mismo Pablo desde su primera cautivi- puesta a la objeción. Respuesta que se
dad a los fieles de Roma: inspira, sin duda, en la que el mismo Je-
«Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por sús había dado en los tiempos de su car-
vocación, escogido para el Evangelio de Dios, ne mortal y que los tres sinópticos nos
quien había ya prometido por medio de sus narran en sus evangelios (Mt 22, 41ss.
profetas en las Sagradas Escrituras a su Hijo, y paralelos).
nacido del linaje de David según la carne,
constituido Hijo de Dios con poder» (Rom «Estando reunidos los fariseos le propuso
1, 1-3). Jesús esta cuestión: “¿Qué pensáis acerca del
14 La Virgen María en los Evangelios
Mesías? ¿De quién es Hijo?” nombra a una madre, dice: Judá engen-
«Dícenle: “De David”. dró de Tamar a Fares; David engendró
«Replicó: “Pues ¿cómo David, movido por de la que fue mujer de Urías a
el Espíritu le llama Señor, cuando dice: `Dijo el Salomón… Jacob engendró a José, el
Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta esposo de María.
que ponga a tus enemigos debajo de tus pies?´ José es el último de los «engendra-
(Sal 110, 1). Si, pues David le llama Señor, cómo dos». De Jesús ya no se dice que haya
puede ser Hijo suyo?”. sido engendrado por José de María, sino
«Nadie es capaz de contestarle nada; des- que José es el esposo de María de la
de ese día ninguno se atrevió a preguntarle cual nació Jesús.
más».
Se abre, pues, para cualquier lector ju-
Ya Jesús había alertado, por lo tanto, dío avezado en el estilo genealógico, un
a sus oyentes contra el peligro de juz- interrogante al que Mateo va a dar res-
garlo exclusivamente según la carne. No puesta versículos más abajo:
es que rechazara el origen davídico del
Mesías, pero señalaba que ese origen «El nacimiento de Jesucristo fue de esta
davídico encerraba un misterio, y que el manera: Su madre, María, estaba desposada
con José y, antes de empezar a convivir ellos,
misterio de la personalidad del Mesías se encontró encinta por obra del Espíritu
no se explicaba exclusivamente por su Santo».
ascendencia davídica, sino por una raíz
que lo hacía superior a su antepasado He aquí la revelación de la virginidad
según la carne y que abría espacio, en de María. Nos asombra la sobriedad, ca-
el misterio de su origen, a la interven- si frialdad de Mateo al referirse a este
ción divina, pues, «Señor» era título re- portento. No hay ningún énfasis, ningu-
servado a Dios. na consideración encomiosa ni apologé-
tica, ninguna apreciación que exceda el
Y precisamente en esta filiación doble mero anunciado del hecho. Mateo está
y compleja del Mesías, en la convergen- más preocupado por su significación teo-
cia de estos dos títulos –Hijo de Dios e lógica que por su rareza, más preocupa-
hijo de David–, es donde Mateo ve en- do por el problema de interpretación que
clavado el misterio de María. plantea al justo José que el que puede
plantear a todas las generaciones huma-
4. La revelación de nas después de él.
la virginidad de María
¿Qué significa –teológicamente hablan-
Al finalizar su genealogía de Jesús, do– la maternidad virginal de María?
Mateo nos dice: y Jacob engendró a José,
el esposo de María, de la que nació Je- A Mateo no le interesa dar aquí argu-
sús, llamado Cristo. La fórmula es ya mentos que la hagan creíble o acepta-
intrigante. A lo largo de toda la genealo- ble. Y no pensemos que sus contempo-
gía con la que comienza su evangelio, ráneos fueran más crédulos que los
Mateo ha hablado empleando el verbo nuestros ni más proclives a aceptar sin
engendrar: Abraham engendró a Isaac, más este misterio de la madre virgen.
Isaac engendró a Jacob. Y cuando, con- Hemos visto las dificultades que levan-
tra lo usual en las genealogías hebreas, taban contra un Jesús reputado hijo car-
Horacio Bojorge, S. J. 15
nada menos que madre de Salomón, hijo Alianza. Una alianza matrimonial, que no
de la promesa. se explica tampoco por mera decisión o
¿Dónde queda lugar para el orgullo ra- elección humana, sino por dos consenti-
cial, para gloriarse en la pureza de la san- mientos de fe a la voluntad divina y que,
gre o en los méritos de los antepasados? por tanto, a la vez que alianza matrimo-
No están escritas en el linaje del Me- nial entre dos criaturas, es alianza de fe
sías, en cuanto provienen de David, ni la entre dos criaturas y Dios.
impoluta pureza de la sangre ni la justi- El Mesías no es Hijo de David por vo-
cia sin mancha. Más bien, por el contra- luntad ni por obra de varón ni por ge-
rio, si el Mesías se debe a sus antepasa- nealogía, sino que entra en la genealo-
dos, se debe también a los extranjeros y gía en virtud de un asentimiento de fe
a los pecadores, y también los extranje- que da José, hijo de David, a lo que se le
ros y pecadores tienen títulos de paren- revela como operado por Dios en Ma-
tesco que alegar sobre el Mesías. ría.
Mateo se complace en señalar así la El Mesías no es Hijo de Dios por vo-
verdadera lógica genealógica inscrita en luntad ni obra de varón, sino en virtud
la historia del linaje davídico del Mesías de un asentimiento de fe que da María a
y en contradecir con ella el orgullo car- la obra del Espíritu en ella.
nal y el culto al linaje. Para que el Mesías, Hijo de Dios e
Aquellas mujeres extranjeras, a las Hijo de David, viniera al mundo y entra-
cuales se debió la perpetuación del lina- ra en la descendencia davídica, se ne-
je de David, son prefiguración de Ma- cesitaron, pues, dos asentimientos de fe:
ría: ajena también al linaje de David se- el de María y el de José. Ambos fundan
gún la carne, despreciable por los que el verdadero Israel, la verdadera des-
se gloriaban en sus genealogías. María, cendencia de Abraham, que nace, se
aunque eternamente extranjera al linaje propaga y perpetúa no por los medios
de mujeres que conciben por obra de de la generación humana, sino por la fe.
varón, es la madre del nuevo linaje de Mateo subraya que la filiación davídica
hombres que nace de Dios por la fe. de Jesús-Mesías no es signo genealógico
que pueda ser leído, rectamente com-
7. Hijo de David e Hijo de Dios prendido ni interpretado al margen de la
fe. No es un signo que Dios haya dado
María Virgen y María esposa de José en el campo de la generación humana,
no son rasgos que se yuxtaponen, sino accediendo a la carnalidad de los judíos
que se articulan y dan lugar a una expli- que pedían signos para creer.
cación teológica: iluminan cómo debe
entenderse el título mesiánico Hijo de Parece más bien anti-signo, porque, en
David. La pertenencia del Mesías al li- realidad, el Mesías existió anterior e inde-
naje de David no se anuda a través de pendientemente a su incorporación en el
un vínculo de sangre, pues José, hijo de linaje de David a través del matrimonio
David, no tiene parte física en su con- de su Madre con un varón de ese linaje.
cepción. La pertenencia del Mesías a la Los hechos, que Mateo no elude, más
casa de David se anuda a través de una bien contradicen los modos concretos de
Horacio Bojorge, S. J. 19
han transmitido los que presenciaron per- sonificación de los paganos instruidos que
sonalmente desde el comienzo mismo y que como Lucas se habían acercado a enterar-
fueron hechos servidores del Mensaje, tam- se de la fe cristiana–, Lucas emprende su
bién a mí, que he investigado todo diligen- obra, que es a la vez historia de la fe y
temente desde sus comienzos, me pareció teología de la historia. Y como buen his-
bien escribirlos ordenadamente para ti –ilus-
tre Teófilo–, para que conocieras la certeza toriador griego, se funda en testigos pre-
de las informaciones que has recibido». senciales y fidedignos.
Lucas es plenamente consciente de su Su escrúpulo se refleja, entre otras co-
condición de testigo secundario y tar- sas, en que sitúa los acontecimientos que
dío. No es apóstol ni testigo presencial relata en relación con ciertas coordena-
de los orígenes del milagro cristiano. Se das o hitos de la historia.
ha incorporado a la Iglesia, y ha sido den- Teófilo ha recibido información o ins-
tro de ella una figura relativamente os- trucción en una de aquellas comunida-
cura y de segundo rango. Pero no es des contemporáneas, suyas y de Lucas,
judío; y se ha aproximado a esta nueva en la que ha visto las obras del Espíritu.
«secta», nacida del judaísmo, desde su Lucas parte de allí hacia atrás, explicán-
cultura y mentalidad griega, como hijo dolo todo desde el comienzo como obra
ilustrado de ella, amante de claridades y del Espíritu Santo. Esta centralidad del
certezas, de orden y de examen crítico Espíritu Santo en la obra de Lucas se
de hechos y testigos. desprende del prólogo de los Hechos de
En su prólogo distingue claramente: los Apóstoles, segundo tomo de su obra:
1º– Los testigos presenciales (autop- «En mi primer libro, oh Teófilo, hablé de lo
que Jesús hizo y enseñó desde el principio,
tai: los que vieron por sí mismos) y des- hasta el día en que, después de haber ense-
de los comienzos (ap’arjés) y que con- ñado a los Apóstoles que El había elegido
vertidos en servidores de ese mensaje, por obra del Espíritu Santo, fue llevado al
lo transmitieron (paredosan). Ellos son cielo».
la fuente de la tradición.
El Espíritu Santo ha presidido e inspira-
2º– Otros que se dieron a la tarea (epe- do la elección de los Apóstoles y es el vín-
jéiresan: pusieron la mano, escribieron) culo divino entre Jesús y la Misión eclesial
de repetir por escrito, en el mismo or- que comienza.
den que la tradición oral, las narracio-
Lucas, que escribe a gentiles o cris-
nes de los testigos –¿Marcos, por ejem-
tianos provenientes de la gentilidad, no
plo?–. Ellos son los que fijaron por es-
puede contentarse con el recurso al An-
crito esas antiguas tradiciones.
tiguo Testamento y a la prueba del cum-
3º– El, Lucas, que adopta un orden plimiento de las Escrituras. Para su pú-
propio. Orden que, fundado en una in- blico es necesario integrar estos elemen-
vestigación diligente de los hechos, tiene tos en un nuevo marco significativo.
por fin hacer resaltar en ellos su cohe- Lucas debe atender a la solidez y cer-
rencia interior y, por lo tanto, su credibi- teza, y estas deben demostrarse a par-
lidad. tir de hechos actuales, visibles en la Igle-
Desde su relación catequístico-apolo- sia. Desde estos hechos puede ya re-
gética con Teófilo –personaje real o per- montarse al pasado bíblico, que no ofre-
Horacio Bojorge, S. J. 21
ce para su público pagano interés por sí Lucas cuando parece referirse al testi-
mismo. monio de vecinos y parientes:
Cuando Lucas nos narra la infancia de «Invadió el temor a todos sus vecinos –
Jesús, trata la materia más lejana al pre- viendo lo sucedido a Zacarías– y en toda la
sente, toca la parte más remota de su montaña de Judea se comentaban todas es-
historia. Lucas podía haberlo omitido tas cosas; todos los que las oían las guarda-
ban en su corazón» (1,66).
como Marcos y Juan. Era materia espe-
cialmente espinosa para explicar a gen- «Oyeron sus vecinos y parientes que el
tiles. Mateo en cambio, podía mostrar Señor le había hecho gran misericordia»
más fácilmente a su público, judío, cómo (1,58).
a través de los hechos de la infancia de «Se volvieron glorificando a Dios por todo
Jesús se cumplían las Escrituras. Pero lo que habían visto y oído» (2, 20).
para el público de Lucas, el argumento Algunos de estos testimonios, que di-
de Escritura adquiría fuerza si se pre- fícilmente ha podido recoger Lucas di-
sentaba integrado en el testimonio de un rectamente de los testigos presenciales,
testigo, dirigido históricamente y clara- deben haberle llegado a través de Ma-
mente vinculado a la explicación del pre- ría o de familiares de Jesús que –como
sente eclesial. sabemos– integraban la comunidad pri-
mitiva y guardarían tradiciones familia-
2. María como testigo res, de las cuales, sin embargo, la fuen-
Y ese testigo de la infancia de Jesús te última debió de ser María.
es María. A Lucas debemos una serie
3. Cualidades de María como testigo
de rasgos de María, un enriquecimiento
de detalles de su figura, que proviene Lucas pone especial cuidado en cua-
precisamente de un interés por ella como lificarla como testigo: María es una per-
testigo privilegiado no solo de la vida de sona llena de gracia de Dios, como lo
Jesús, sino también del significado teo- dice el Ángel. Instruida en las Escritu-
lógico de esa vida. ras, como se desprende del lenguaje bí-
blico del Magníficat; como lo presupone
Si todo el evangelio de Lucas se fun-
la profunda reflexión bíblica sobre los he-
da en un testimonio de testigos oculares
chos, que se entreteje de manera inse-
y si Lucas se atreve hablar de la infan-
parable con su narración; y como se ex-
cia de Jesús es porque cuenta con el tes-
plica también por el parentesco levítico
timonio de María acerca de ella. Lucas
de María, relacionada con Isabel, su pri-
evoca por dos veces en su narración de
ma, descendiente del linaje sacerdotal de
la infancia los recuerdos de María: «Ma-
Aarón y esposa del sacerdote Zacarías.
ría por su parte, guardaba todas estas
cosas y las meditaba en su corazón» (2, Nos detenemos a subrayar esto, por-
19); «Su Madre conservaba cuidadosa- que hay quienes con cierta facilidad se
mente todas las cosas en su corazón» inclinan a atribuir los relatos de la infan-
(2, 51). Estas fórmulas recuerdan la cia de Jesús a la imaginación de los
manera como San Juan invoca su pro- evangelistas, como si estos los hubieran
pio testimonio en su evangelio y los tér- inventado libremente, inspirándose en los
minos análogos usados por el mismo relatos que el Antiguo Testamento suele
22 La Virgen María en los Evangelios
María ocupa, pues, un puesto muy hu- pectivas identidades y misiones, sus in-
milde como testigo, y cede ese puesto fancias y su crecimiento. De este díptico
provisional apenas otros asumen su mi- de textos resalta una cierta semejanza
sión, pero no deja de ser imprescindible. pero también la radical diferencia de
Su testimonio permanece como eterna- ambas figuras: Juan-precursor y Jesús-
mente válido e irreemplazable para aquél Mesías. Juan, último profeta del Anti-
período de la concepción e infancia del guo Orden y Jesús, Hijo de Dios.
Señor que ella presenció y en cuyas Lucas se complace en leer ya desde
modestas y oscuras prominencias supo la infancia, más aún, desde antes del na-
leer con fe, ilustrada por Dios y antes cimiento del Bautista, su destino de he-
que nadie, el cumplimiento de las profe- raldo del Mesías. El niño Juan salta de
cías. gozo en el seno de su madre. Y ésta se
El contenido del testimonio de María llena del Espíritu Santo. Es el mismo
en los relatos de la infancia según Lu- Espíritu a cuya intervención se debe la
cas está polarizado en la persona de Je- milagrosa inauguración de la plenitud de
sús, protagonista de todo el evangelio, los tiempos en el seno de María. El Es-
alrededor del cual se mueven muchas píritu que asegura la continuidad de una
figuras: Zacarías, Isabel, Juan el Bautis- misma obra divina a través de la discon-
ta, parientes y vecinos, pastores de Be- tinuidad de los tiempos, de uno que se
lén, Simeón y Ana la profetisa, doctores extingue y de otro que se inaugura.
del templo, María y José.
5. Una nube de testigos
4. La plenitud de los tiempos Alrededor de la cuna de Jesús, Lucas,
Lucas, discípulo de Pablo, refleja en único evangelista que nos narra su naci-
su obra una idea muy paulina. Idea que miento, agrupa a sus testigos. Todos ha-
ya hemos visto en aquél pasaje de la car- blan de él:
ta a los Gálatas que citábamos hablando Zacarías da testimonio incluso con su
de Mateo: «Pero al llegar la plenitud mudez. Es el testimonio negativo de la
de los tiempos envió Dios a su Hijo, mudez de la Antigua Ley –de la cual es
hecho hijo de mujer» (Gál 4,4). La ple- sacerdote– para explicar lo que sucede.
nitud de los tiempos ha llegado, y ella Dios no necesita de su testimonio ni de
comienza y consiste en la vida de Cris- su palabra para llevar adelante su obra.
to, pues en Él está el centro de la histo- A pesar del enmudecimiento de la Anti-
ria de la salvación. gua Ley, de la Antigua Liturgia, del Anti-
El oculto período de la infancia del Se- guo Templo, de los cuales Zacarías es
ñor es el filo crítico en que comienza esa ministro, Dios suscita un testigo y pre-
plenitud y termina lo antiguo. Juan el Bau- cursor: Juan Bautista. Y cuando éste –
tista es el último personaje del Antiguo mudo todavía también él– en el seno de
Orden. Jesús es el primero del Nuevo. su madre se estremece de gozo y co-
De ahí que Lucas coloque en paralelo munica a la estéril anciana convertida
sus milagrosas concepciones, el anun- milagrosamente en madre fecunda para
cio angélico a sus padres de sus nom- concebir al último fruto del Antiguo Is-
bres simbólicos, reveladores de sus res- rael, el testimonio acerca del que viene:
24 La Virgen María en los Evangelios
«¿Quién soy yo para que me visite la Es lo que muchos pintores han expre-
madre de mi Señor?» (1.43). sado con verdad plástica en sus telas,
Isabel presta su voz, no está sola como haciendo del Niño la fuente de luz que
testigo del Señor que viene. Y esto de- ilumina a los personajes del nacimiento.
bemos tenerlo en cuenta cuando consi- Lucas es su precursor literario.
deramos la figura de María según San
Lucas. En la tela de Lucas, María no se 6. Midrásh Pésher
dibuja aislada, solitaria figura de un re- Pero Lucas recoge y usa también una
trato, sino en un grupo. Y es por con- técnica que podríamos llamar impre-
traste y por reflejo, por reflejado aire sionista. Su estilo literario, sobre todo
familiar y por contrastante genio propio, en estos relatos de la infancia, está cua-
como resaltan sus rasgos. Por un lado jado de referencias implícitas al Antiguo
Zacarías e Isabel. Por otro José y Ma- Testamento, de alusiones que son –cada
ría. Allí es el padre el destinatario del una– evocación y sugerencia de un mun-
mensaje angélico, aquí María, la madre. do de antiguos textos, convocados ellos
Aquél pregunta sin fe y es reducido al también como testigos. ¿No había invo-
silencio. Ésta pregunta llena de fe y se cado acaso Jesús en su vida terrena, el
le da la voz para un asentimiento tras- testimonio de las Escrituras: «Escudri-
cendente. ñad las Escrituras, ya que creéis tener
En este grupo de testigos que Lucas en ella vida eterna; ellas son las que dan
nos pinta, sólo José está mudo. Al mis- testimonio de mí»? (Jn 5,39).
mo Zacarías le es devuelta al fin su voz Esa investigación mediadora de la Es-
para que imponga al niño su nombre – critura no la inventa Lucas. Era un que-
según mandato del Ángel– y para ento- hacer de la sabiduría de Israel; y al que
nar el Benedictus, testimonio del origen lo practica, lo declara el salmo primero
davídico de Jesús y de la misión precur- bienaventurado. Obedece a ciertas nor-
sora de Juan. También Isabel, Simeón y mas y tenía su nombre: Midrash (bús-
Ana se llenan del Espíritu Santo y dan queda) Este derivado del verbo darash
testimonio acerca del Niño. Y es tam- (buscar, investigar) denomina el esfuer-
bién por reflejo y por contraste con to- zo de meditación y de penetración cre-
das estas voces como Lucas presenta yente del texto sagrado, para encontrar
el contenido del cántico de María, el su explicación profunda y su aplicación
Magnificat, una ventana no sólo hacia práctica. Ese estudio puede estar dirigi-
el alma del personaje, sino hacia el pai- do a buscar en el texto bíblico inspira-
saje interior, hacia el corazón que medi- ción de la conducta (y entonces se llama
taba todas estas cosas guardándolas ce- Halakháh: derivado de halakh caminar),
losamente. o es meditación del sentido salvador de
Las miradas del grupo de testigos con- un acontecimiento narrado en la Escri-
vergen en Jesús, pero la luz que ilumina tura. Sentido oculto que el texto le mani-
sus rostros viene del Niño. Y así con la fiesta al que lo medita e investiga, co-
luz de su divinidad de la que ellos nos municándole el sentido divino de la his-
hablan, vemos iluminados sus rostros y toria. Y entonces se llama Hagga-dáh:
entre ellos el gozoso de María. narración, relato, anuncio de hechos.
Horacio Bojorge, S. J. 25
en el profeta Miqueas (1, 13; 4, 10ss.). David (2 Sam 7); ni nos detenemos en
Decir «Hija» era una manera corriente las demás alusiones a otros textos bíbli-
en la antigüedad de referirse a la pobla- cos que encierra el breve –o abrevia-
ción de una ciudad. Hija de Sión desig- do– mensaje del Angel. Pero sí es rela-
naba también el barrio nuevo de Jerusa- tivo a María el paralelo entre Exodo 40,
lén al norte de la ciudad de David, don- 35 y lo que el Angel le anuncia sobre el
de, después del desastre de Samaría y modo misterioso de su concepción. Este
antes de la caída de Jerusalén se había paralelo nos permite invocar a María
refugiado la población del norte: el Res- piadosa y místicamente en la letanía
to de Israel. mariana como Foederis Arca (Arca de
¿Qué significa su identificación con la Alianza) con toda verosimilitud, por-
María? que también sobre ella se posa la som-
bra de la Nube de Dios, donde Él está
La Hija de Sión, como expresión teo- presente actuando a favor de su Pue-
lógica, significa en la Escritura el Is- blo.
rael ideal y fiel, el pueblo de Dios en lo
que tiene de más genuino y puro, y pue- La Nube
de encontrar su expresión ocasional en cubrió con su sombra
el tabernáculo.
grupos determinados, pero permanece Y la gloria de Yahvé
abierta al futuro y también a una perso- colmó la morada.
na. El Midrash es capaz, así, de refle-
jar sutilmente los misterios para los cua- El poder del Altísimo
les está abierto, con particular habilidad. te cubrirá con su sombra.
A lo largo de la historia teológica de la Por eso lo que nacerá
expresión Hija de Sión, ha habido un de ti será llamado Santo,
proceso desde la parte hacia el todo, que Hijo de Dios.
ahora el Angel reinvierte, volviendo del La concepción virginal de María se
todo a una parte, a una persona, a Ma- describe aquí mediante la Epifanía de
ría. El barrio de Jerusalén pasó a cobijar Dios en el Arca de la Alianza. La Nube
bajo su nombre a la ciudad entera y al de Dios aparece sobre ambas y sus con-
pueblo entero como portadores de una secuencias son análogas. El Arca es col-
promesa de salvación. Ahora es una mada de la Gloria; María es colmada de
persona, María, la que se revela como la presencia de un ser que merece el
la Hija de Sión por excelencia y el punto nombre de Santo y de Hijo de Dios.
diminuto del cosmos en que esa magní-
fica promesa se hace realidad. Pero la acción del Espíritu Santo que
se manifiesta como Nube alumbradora
8. María y el Arca de la Alianza no se limita a reposar sobre María. Esta
manifestación está señalando hacia de-
No nos detenemos a mostrar –intere- lante en la obra de Lucas: hacia la esce-
sados como estamos principalmente en na del Bautismo, hacia la Transfigura-
la figura de María– cómo la segunda ción, textos en los que la voz del cielo da
parte del mensaje de Gabriel, la refe- testimonio de su Santidad y de su Filia-
rente a Jesús, glosa también, aludiéndolo ción divina: «Éste es mi Hijo amado, en
al texto capital de la promesa hecha a quien me complazco. Escuchadlo».
Horacio Bojorge, S. J. 27
siempre a ella como la Madre de Jesús En esta hipótesis, por lo tanto, Juan, al
o, más brevemente su Madre. Y es pre- evitar llamarla María, y al decirle siem-
cisamente este discípulo, el que entre to- pre la Madre de Jesús, su Madre, le-
dos podía haber tenido mayores títulos jos de silenciar el nombre propio de aque-
para referirse a la Madre de Jesús como lla mujer, nos estaría revelando su nom-
«mi Madre», quien insiste en reservarle bre verdadero, el que mejor expresa su
–con una exclusividad que ya convierte razón de ser y su existir. Pero tratemos
en nombre propio lo que es un epíteto– de ir más lejos y más hondo en las posi-
el título «Madre de Jesús». bles intenciones de San Juan.
Juan no ignoraba el nombre de María
y, si de hecho lo omite es con alguna 2. Otro hecho: Diálogos distantes
deliberada intención. Una intención que Analicemos un segundo hecho que lla-
no es fácil detectar a primera vista, pero ma la atención al estudiar la imagen de
que vale la pena esforzarse por com- María tal como se desprende de los dos
prender. únicos pasajes de este evangelio en que
ella aparece: las bodas de Caná y la Cru-
Una hipótesis cifixión.
Y una primera hipótesis explicativa po- Como sabemos, Juan, al igual que Mar-
dría ser la siguiente. Quizás San Juan cos, no nos ofrece relatos de la infancia
evita usar el nombre de María como de Jesús. Podemos además desechar la
nombre propio de la Madre de Jesús referencia –que hacen sus opositores–
porque le parece un nombre demasiado a su padre y a su madre, y que Juan, al
común para poder aplicárselo como pro- igual que los sinópticos nos ha conser-
pio. Si el nombre propio es para noso- vado (Jn 6, 42). Ya vimos, al tratar de
tros el que distingue a una persona, a Marcos, qué figura de María revela este
un individuo de todos los demás; sí –ade- enfoque de la tradición preevangélica.
más– para la mentalidad israelita el nom- Y por eso no volvemos a insistir aquí en
bre revela la esencia de una persona y ese aspecto, que no es propio de Juan.
enuncia su misión en la historia salvífica,
entonces Juan tenía razón: María no es El material estrictamente joánico acer-
un nombre suficientemente propio como ca de la Madre de Jesús –desgraciada-
para designar de manera adecuada o in- mente para nuestra piadosa curiosidad,
confundible a la Madre de Jesús. Es un pero afortunadamente para quien, como
nombre demasiado común para ser pro- nosotros, ha de considerarlo en un bre-
pio suyo. Marías hay muchas en los ve lapso– se reduce a esas dos escenas,
evangelios y sin duda eran muchísimas que juntas no pasan de catorce versículos:
en el pueblo y en el tiempo de Jesús, las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) y la Cru-
como lo son aún hoy entre nosotros. Si cifixión (Jn 19, 25-27). Si no fuera por
Juan buscaba un nombre único, un título el evangelio de Juan, no sabríamos que
que le señalara la unicidad irrepetible del Jesús había asistido con su Madre y con
destino de aquella mujer, eligió bien: sus discípulos a aquellas bodas en Caná
Madre de Jesús fue ella y sólo ella, en de Galilea. Ni sabríamos tampoco que la
todos los siglos. Madre de Jesús siguió de cerca su Pa-
sión y fue de los muy pocos que se ha-
30 La Virgen María en los Evangelios
y yo somos uno» (Jn 10, 30). «Felipe: el es mi Hijo amado, en quien me com-
que me ha visto a mí ha visto al Padre» plazco».
(Jn 14, 9). En el Bautismo, la finalidad de esta
Es en paralelo, y por analogía con esos voz –que se revela como la del Padre–
–en San Juan ubicuos– mi Padre, el Pa- es credencial de la identidad mesiánica
dre de Jesús, como creo debemos com- y de la filiación divina de Jesús, y suena
prender la insistencia de Juan en refe- como solemne decreto de entronización
rirse a María sola y exclusivamente co- pública en su misión de Hijo y en su des-
mo su Madre, la Madre de Jesús. tino de Mesías. En la Transfiguración,
Así como Dios es para Jesús el Pa- la finalidad de esta voz es dar confirma-
dre, omnipresente en su vida y en sus ción y garantía de autenticidad mesiánica
labios –mi Padre, el Padre que me en- a la vía dolorosa que Jesús anuncia –
vió, voy al Padre, mi Padre y vuestro con ternaria solemnidad– a sus discípu-
Padre, el Padre que me ama, la casa de los. Y la voz celestial completa su men-
mi Padre–, así también y para señalar saje con un segundo miembro de la fra-
una mística analogía, para subrayar una se: Escuchadle.
paralela realidad espiritual, Juan llama a San Juan, a diferencia de los sinópticos,
aquella que es como un eco de la divina no nos relata la escena del Bautismo.
figura paterna –no sólo a través de una Tampoco hace referencia a la voz ce-
maternidad física, sino principalmente a lestial que –según los sinópticos– se dejó
través de una comunión en el mismo oír en el Bautismo. Ha puesto en su lu-
Espíritu Santo– la Madre de Jesús. gar no sólo más profuso y explícito tes-
Y una de las principales finalidades de timonio del Bautista, sino también –nos
la escena de Caná nos parece que es – parece– la voz de María: «Haced todo
en la intención de Juan–la de mostrar lo que os diga», que equivale al «escu-
hasta qué punto la Madre de Jesús está chadle» de la voz divina en la Transfigu-
identificada en su espíritu con el Espíri- ración, pero adelantada aquí al comien-
tu del Padre de Jesús. zo del ministerio de Jesús.
En la escena de Caná, en efecto, pa- Antes de la escena de Caná, Jesús no
recería que Juan se complace en subra- ha nombrado ni una sola vez a su Padre,
yar la coincidencia del velado testimo- lo hará por primera vez en la escena de
nio que de Jesús da María ante los hom- la purificación del templo, que sigue in-
bres, con el testimonio que de Jesús da mediatamente a la de Caná. Es a través
su Padre: «Haced todo cuanto os diga», de su Madre como le llega a Jesús ya en
dice la Madre. «Escuchadle», dice el Pa- Caná, como a través de un eco fide-
dre; que es lo mismo que decir: «obe- lísimo, la voz de su Padre. No, como en
decedle». Sabemos, en efecto, por el tes- los sinópticos, a través de una voz del
timonio de los sinópticos, que en los dos cielo ni como más adelante, en el mismo
momentos decisivos del Bautismo y de evangelio de Juan con un estruendo –
la Transfiguración se abren los cielos que los circundantes, a quienes va des-
sobre Jesús y desciende una voz –la voz tinado, se dividen en atribuir a trueno o
de Dios– que proclama, con pequeñas a la voz de un ángel-, sino como una
variantes según cada evangelista: «Este sencilla frase de mujer cuyo carácter pro-
32 La Virgen María en los Evangelios
tancia y frialdad descortés del Hijo: Mu- responde a una pregunta inteligente.
jer, ¿qué hay entre tú y yo? Aún no ha La frase de Jesús «Mujer, ¿qué hay
llegado mi hora. entre tú y yo? Aún no ha llegado mi
Con ocasión de una fiesta de alianza hora», antes que negar una relación con
matrimonial, Madre e Hijo tocan en su María es una adelantada referencia a
conversación el tema de la Alianza. La que, una vez llegada la hora de Jesús,
Antigua y la Nueva. Vino viejo y vino se creará entre Él y su Madre el víncu-
nuevo. Vino ordinario y vino excelente lo perfecto, último y definitivo ante el
que Dios ha guardado para servir al fi- cual, palidecen los ya fuertes que lo unen
nal. Antigua Alianza es agua de purifi- con su Madre en la carne y el Espíritu.
cación ritual, que sale de la piedra de la Un vínculo tan fuerte que, como vere-
incredulidad y sólo lava lo exterior. Nue- mos, se podrá decir que la hora de Je-
va Alianza que brota inexplicablemente sús es a la vez la hora de María, la hora
por la fuerza de la palabra de Cristo, de un alumbramiento escatológico, en la
como buen vino, como sangre brotando que el Crucificado le muestra en Juan al
de su interior por su costado abierto y hijo de sus dolores, primogénito de la
que alegra desde lo interior. Iglesia.
La observación de la Madre –no tie- Y si la Madre pregunta indirectamen-
nen vino– encierra una discreta alusión te acerca de la alegría simbolizada por
midráshica a la alegría de la Alianza el vino –no hay fiesta si no hay vino,
Mesiánica, aún por venir, y de la cual el dice el refrán judío–, Jesús alude a una
vino es símbolo de la Escritura. alegría que viene en el dolor de su hora,
Sabemos por San Lucas que no sólo de su Pasión, alegría que Jesús anun-
Jesús sino también María, habla y en- ciará oportunamente a su Madre, desde
tiende aquel estilo midráshico, que en- la Cruz, como la dolorosa alegría del
treteje Escritura y vida cotidiana. En el alumbramiento.
evangelio de San Juan, Jesús aparece
como Maestro en este estilo, que estri- 4. La escena en el Calvario
ba en realidades materiales y las hace Y con esto hemos iniciado nuestra res-
proverbio cargado de sentido divino: ha- puesta al segundo hecho sorprendente:
blaba del Templo… de su Cuerpo; como el de la frialdad y distancia que parece
el viento… es todo lo que nace del Espí- interponer Jesús en sus diálogos con su
ritu; el que beba de esta agua volverá a Madre. Acabamos de insinuar el sentido
tener sed… pero el que beba del agua de la segunda escena mariana en el evan-
que yo le daré…; mi carne es verdadera gelio de Juan: la del Calvario. Tomémosla
comida… en consideración con más detenimiento:
Y si la observación de María hay que «Junto a la cruz de Jesús estaban su Ma-
entenderla como el núcleo de un diálogo dre, la hermana de su Madre, María, mujer
más amplio, que San Juan abrevia y re- de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, vien-
produce sólo en su esencia, también la do a su Madre y junto a ella al discípulo a
arcana respuesta de Jesús hemos de in- quien amaba, dice a su Madre: “Mujer, ahí
terpretarla no como la de alguien que en- tienes a tu Hijo”. Luego dice al discípulo:
seña al ignorante, sino como la de quien “Ahí tienes a tu Madre”. Y desde aquella
34 La Virgen María en los Evangelios
hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn rra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 31-32).
19, 25-27).
Por ser la hora de la Pasión una hora
Nos parece que podemos partir para dolorosa pero victoriosa a la vez, está
interpretar el sentido de este pasaje, de para San Juan íntimamente unida a la
las palabras «desde aquella hora». Juan gloria, a la gloriosa victoria de Jesús. Y
ama las frases aparentemente comunes, esa gloria se manifiesta por primera vez
pero cargadas de sentido. Y ésta es una en Caná. Es la misma con la que el Pa-
de ellas. Porque aquella hora es nada dre glorificará a su Hijo en la cruz. Y
menos que la hora de Jesús; de la cual María es testigo de esta gloria en am-
él dijo: bas escenas.
«ha llegado la hora…, ¿y qué voy a decir? Esa coexistencia de sufrimiento y glo-
¿Padre, líbrame de esta hora? Pero, ¡si para ria que hay en la hora se expresa parti-
esto he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica cularmente en una imagen que Jesús usa
tu nombre!» (Jn 12, 23-27). en la Ultima Cena y que compara su
Para San Juan la hora de alguien es hora con la de la mujer que va a ser
el tiempo en que este cumple la obra madre:
para la cual está particularmente desti- «La mujer, cuando da a luz, está triste por-
nado. La hora de los judíos incrédulos que ha llegado su hora, la del alumbramien-
es el tiempo en que Dios les permite per- to, pero cuando le ha nacido el niño ya no se
petrar el crimen en la persona de Cristo acuerda del aprieto, por el gozo de que ha
o de sus discípulos: nacido un hombre en el mundo» (Jn 16, 21).
«Incluso llegará la hora en que todo el que Me parece que esta imagen no acudió
os mate piense que da culto a Dios. Y lo casualmente a la cabeza de Jesús en
harán. Porque no han conocido ni al Padre aquella víspera de su Pasión. Creo más
ni a mí. Os lo he dicho para que cuando lle- bien que es como una explicación ade-
gue la hora os acordéis…» (16, 3-4). lantada de la escena que meditamos. Y
Y esta expresión la hora, posiblemen- que, a la luz de esta explicación Juan
te se remonta a Jesús mismo, fuera de habrá podido comprender la profundidad
los numerosos pasajes de San Juan, tam- del gesto y de las últimas palabras de
bién Lucas, nos guarda un dicho del Se- Jesús agonizantes a él y a María.
ñor que habla de su Pasión como de la ¿Habrán recordado Jesús, Juan, Ma-
hora: ría, el oráculo profético de Jeremías o
«Pero ésta es vuestra hora y el poder de algún otro semejante?:
las tinieblas» (Lc 22, 53). «Y entonces oí una voz como de partu-
La hora de Jesús es aquél momento rienta, gritos como de primeriza. Era la voz
en que se realiza definitivamente la obra de la Hija de Sión, que gimiendo extendía
para la cual fue enviado el Padre a este sus manos: “Ay, pobre de mí, que mi alma
mundo. Es la hora de su victoria sobre desfallece a manos de asesinos”» (Jer 4, 31).
Satanás, sobre el pecado y la muerte: Al pie de la cruz, la Hija de Sión gime
«Ahora es el juicio de este mundo, aho- y siente desfallecer su alma a causa de
ra el Príncipe de este mundo será derri- los asesinos de su Hijo. Y Jesús, que la
bado; cuando yo sea levantado de la tie- ve afligida, comparable a una parturien-
Horacio Bojorge, S. J. 35
en ella a la Nueva Eva que nace del cos- tampoco hay Evangelio. Y ella no falta
tado del Nuevo Adán, abierto en la cruz en ninguno de los cuatro.
por la lanza del soldado. Como nueva Ella no sólo es necesaria para envol-
Eva ella celebra a los pies de la cruz un ver a Jesús en pañales y lavarlos... No
misterioso desposorio con el Nuevo sólo es necesaria para sostener los pri-
Adán, que la hace Esposa del Mesías meros pasos vacilantes de su niño sobre
en las Bodas del Cordero. Allí por fin, nuestra tierra de hombres. Su misión no
Jesús la hace y proclama Madre, partu- sólo es contemporanea a la del Jesús te-
rienta por los mismos dolores de la re- rreno, sino que va más allá de su muerte
dención que fundan su título de corre- en la Cruz: acompaña su resurrección y
dentora. Madre de una nueva humani- el surgimiento de su Iglesia.
dad, de la cual Juan será el primogénito
y el representante de todos los creyen- Vestida de sol, coronada de estrellas,
tes. de pie sobre la luna, María, como su Hijo,
permanece. Y aunque el mundo y los as-
tros se desgasten como un vestido viejo,
para confusión de los que en estas cosas
pusieron su seguridad y vanagloria, Ma-
ría permanecerá, como la Palabra de
Dios de la que es Eco.
María, Madre de Jesús, pertenece al
acervo de los bienes comunes a Jesús y
a sus discípulos. Su Padre es nuestro Pa-
7 dre. Su hora, nuestra hora. Su gloria,
nuestra gloria. Su Madre, nuestra Ma-
Conclusión dre.
Su Madre, nuestra Madre