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Presentación............................................................................... 1
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V. Derecho de consumo
El consentimiento en la contratación electrónica y
en particular en lo relativo a las cláusulas sobre uso
y tratamiento de datos personales. Cuestiones pre-
liminares. ..................................................................................... 961
Rodrigo Momberg Uribe
La inaptitud parcial como presupuesto de la garan-
tía legal en la Ley Nº 19.496..................................................... 973
Erika M. Isler Soto
¿Garantía por incumplimiento? Una mirada a la natu-
raleza del sistema remedial a favor del consumidor
en caso de venta por disconformidad material.................. 991
Alfredo Ferrante
Repensando el control de forma de los contratos por
adhesión: una mirada a su aplicación actual y la in-
troducción de la transparencia. ........................................... 1001
Francisca Barrientos Camus
Ley de estacionamientos: un retroceso en responsabi-
lidad civil y protección de los consumidores. ................... 1019
Mauricio Tapia Rodríguez
*
Licenciado en Derecho, Universidad Católica de la Santísima Concepción. Magíster en Derecho
Privado, Université Grenoble 2, Pierre Mendès France. Doctor en Derecho, Université Grenoble Alpes.
Profesor investigador, Universidad del Desarrollo. Dirección postal: Ainavillo 456, 5° piso, Concepción
(Facultad de Derecho, Universidad del Desarrollo). Correo electrónico: renzomunita@udd.cl.
1
Alessandri (2011), p. 174.
2
Corral (2013), p. 175.
3
Ibid.
4
Ruz (2011), p. 470.
5
Ibid.
738 Renzo Esteban Munita Marambio
6
Araya (2003), p. 7.
7
Barros (2006), p. 373.
8
Rodríguez (2010), p. 369.
9
Fisco de Chile con Podlech Romero y otra (1999).
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 739
10
Domínguez (2001), p. 7.
11
Domínguez, op. cit., p. 8.
12
Así, Domínguez, op. cit.; Araya, op. cit.; Corral (2013), pp. 179 y ss.; Barros op. cit.; Vargas
(editora) et al. (2008); Cárdenas (2006), pp. 167 y ss.; Barcia (2010), pp. 85 y ss.; De la Maza (2010
a) y (2010 b); Barría (2011), pp. 151 y ss.; Munita (2014), pp. 209 y ss.; Larroucau (2014).
13
Barros, op. cit., p. 374.
14
Ibid.
740 Renzo Esteban Munita Marambio
desde la óptica de toxic torts. Decíamos que la primera “no se refiere al daño
sufrido por la víctima en su especificidad, sino más bien, a la acreditación que
una substancia, por ejemplo, esté en condiciones de producir el daño cuyo re-
sarcimiento es alegado. En términos simples: que un determinado contaminante
tenga el poder suficiente para generar un cáncer al pulmón o una esclerosis
múltiple. En este ámbito, la prueba producida será basada principalmente
en estadísticas, análisis o estudios epidemiológicos. Luego, una vez verificada
la prueba de la causalidad abstracta el tribunal deberá detenerse en si dicha
substancia efectivamente ha causado el daño cuyo resarcimiento es solicitado,
es decir, en la determinación de la causalidad particular”15.
Sin perjuicio de lo anterior, debemos reconocer que el asunto es bastante
más profundo. Es en este sentido, que tanto en el ámbito de la concepción
empírica como normativa de la causalidad intervienen múltiples teorías que
se ocupan de explicar el fenómeno. En palabras del profesor Corral Talciani:
“Las primeras intentan localizar el momento causal observando los fenómenos
empíricos o naturales, y emplazando la conducta humana dentro del cortejo
de acontecimientos que ocurren en la naturaleza según las leyes físicas. Las
segundas, si bien parten de la observación del suceder causal empírico, estiman
imprescindible, para asignar el rol de causa, efectuar valoraciones normativas
que superen el marco de las previsiones y conexiones de la mera causalidad
fáctica”16. Aquellas podrán ser defendidas aisladamente, como suficientes para
explicar la dificultad causal, o conjuntamente, lo cual nos parece acertado.
Partidario de esta última postura es el antes citado profesor, quien ha dicho:
“[A] nuestro entender, la relación de causalidad como elemento fundante de
la responsabilidad no puede ser analizada desde una perspectiva ni meramente
naturalística ni meramente normativa”17.
Nuestro propósito no persigue ingresar en el examen detallado de cada
una de las teorías, éste pretende asumir más bien un carácter pragmático que
dogmático. Seguimos en ello la tendencia jurisprudencial chilena para la cual
“la causalidad presenta un problema complejo sólo en casos más bien excep-
cionales (…). Así y todo, plantea preguntas límites en la responsabilidad civil,
que tradicionalmente han sido escondidas bajo la alfombra de ideas generales,
15
Munita, op. cit., pp. 212-213.
16
Corral, op. cit., p. 178.
17
Corral, op. cit., p. 185.
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 741
como es que el daño debe ser una “consecuencia necesaria y directa” del hecho
que genera la responsabilidad”18.
El fenómeno indicado permite ser analizado desde la perspectiva de las difi-
cultades que afectan a la víctima de un daño, a la hora de probar la causalidad
del mismo. En este sentido, bien es sabido que para que pueda ser declarada
la responsabilidad civil de un agente, es necesario que el demandante pruebe
que el daño presenta una conexión causal con el hecho generador que lo ha
provocado. Con todo, la referida prueba de la causalidad puede significar un
verdadero “imposible”. Es en línea con lo expuesto que el profesor español Luis
Medina, enseña: “Esto es lo que ocurre en muchos asuntos de responsabilidad
civil, en relación con la causalidad, donde, a veces, la imposibilidad de acredi-
tarla no elimina la sospecha de que pudo verificarse en el mundo real”19. Y es
que no es novedad que respecto de especiales supuestos el tribunal flexibilice
las cargas probatorias en atención a la incerteza que gobierna los supuestos de
hecho que rodean a los infortunios. Lo anterior permite ser apreciado en la
argumentación pretoriana relativa a la existencia de la causalidad, dictadas a
propósito de litigios de índole sanitaria y últimamente también en materia de
catástrofes naturales. En ellas sobresalen criterios de probabilidad evidente, o
de sentido común si se quiere, en el reconocimiento de la vinculación jurídica
entre el hecho generador o negligencia y el daño padecido. En otros términos,
la causalidad se traduce a una afirmación del tribunal, fundada en la negligencia
demostrada y en su rol de condición sine qua non del daño sufrido.
En este sentido, la Corte Suprema en el considerando 17º de un fallo
de reemplazo pronunciado el 25 de abril de 201720, ordenó: “constituye
un hecho no discutido que, con motivo de la complicación del embarazo
tubario la paciente sufrió la rotura de la trompa de Falopio que determinó
que en la intervención quirúrgica se le extirparan ambas trompas, quedando
la actora, a los 26 años de edad, con una esterilidad secundaria./ Así, las
18
Barros, op. cit., p. 375.
Medina (2009), p. 35.
19
20
Campos Jiménez con Servicio de Salud del Maule (2017). Una situación similar se aprecia en el
considerando 16º de otro precedente pronunciado por el mismo tribunal, el 3 de enero de 2017, en los
siguientes términos: “Que asentado el marco conceptual y doctrinario relacionado con el requisito de
causalidad en materia de responsabilidad, se debe señalar que si bien en materia sanitaria el vínculo causal
presenta matices de incertidumbre, lo cierto es que en el caso concreto, existe meridiana claridad respecto
que la nula vigilancia profesional de la paciente, es la circunstancia que permitió que se desarrollaron los
nefastos hechos que finalmente culminaron con la muerte de la parturienta y con el nacimiento de su
hija con hipoxia” [Wuillans Valdivia con Servicio de Salud de Coquimbo (1994)].
742 Renzo Esteban Munita Marambio
El recurso a las presunciones no puede ser entendido al margen del principio de la normalidad. De
22
aquí que los profesores E. Vergès, G. Vial y O. Leclerc, reconozcan en las presunciones, una aplicación
de la máxima latina praesumptio sumitur de eo quod plerumque fit, es decir, “la presunción se infiere de
lo que sucede más a menudo” (Vergès et al. (2015), p. 233). Sin perjuicio de lo anterior, el criterio de
interpretación antes señalado debe ser complementado, ya que la normalidad, antes indicada, también
puede obedecer a una “representación mental de lo que significa el curso normal de los acontecimientos”
(Vergès et al., op. cit, loc. cit.), desvinculándose de la probabilidad estadística y recurriéndose a visiones
subjetivas respecto de los sucesos.
Es del caso hacer presente que el tratamiento jurídico que el Código de Napoléon asignó a las
23
presunciones era en apariencia armónico. Así, el artículo 1349, definía el señalado mecanismo, como
las “consecuencias que la ley o el magistrado extrae de un hecho conocido para deducir un hecho
desconocido”. De aquí que a primera vista, podían ser distinguidas dos categorías de presunciones: las
legales (por ser aquellas “establecidas por la ley”) y las judiciales. Sin perjuicio de lo anterior, la distinción
expuesta es susceptible de ser criticada, por dos razones. Por un lado, creemos que tanto la ley como
el juez, pueden constituir la fuente de un mismo grupo de presunciones, las que en justicia admiten el
calificativo de “presunciones de derecho”. De aquí que existan presunciones que aun cuando obedezcan
al resultado de una aproximación pretoriana, presentan una marcada fuerza de ley, en atención a la
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 745
formulación general y abstracta del vínculo existente entre un hecho conocido y otro desconocido. En
el ejercicio de defender la existencia de este tipo de presunciones, los profesores antes citados (Vergès
et al., op. cit., p. 243-244), desarrollan su argumentación recuperando los razonamientos de François
Gény (“Science et technique en droit privé positif ”, 3e partie, 1921, Sirey, Nº 235) y de Pierre Mimin
(“Les présomptions quasi-légales”, JCP G, 1946, I, Nº 578), reconociendo además su aplicación a la
luz de lo formulado por el Informe de la Corte de Casación del año 2012, sobre la “La preuve dans la
jurisprudence de la Cour de cassation”, a los cuales adherimos. Por otra parte, parece desprenderse de la
citada disposición legal, que en ambos casos, la víctima es liberada o dispensada de su carga probatoria.
Sin embargo, ello no es así. Por cuanto en la órbita de las presunciones de hecho, es la misma víctima
la que aporta los indicios –su prueba– con los cuales pretende justificar su pretensión, y que el juez
debe apreciar libremente. De aquí que se afirme, que: “(…) la unidad entre presunción de hecho y de
derecho, no es más que aparente. Ella es una consecuencia de la presentación confusa considerada por el
Código Civil, enumerando sucesivamente los artículos 1350-1353 y asignando una definición falsamente
unitaria al art. 1349” (Vergès et al., op. cit., p. 245). Con todo, la ordenanza Nº 2016-131 del 10 de
febrero de 2016, con vigencia a partir del 1 de octubre de 2016, que reformó el derecho de los contratos
y el régimen general de la prueba de las obligaciones, optó por prescindir de la distinción semántica
entre presunciones legales y de hecho. Así, las presunciones legales fueron incorporadas en la noción de
la carga de la prueba (a la luz del art. 1354: “La presunción que la ley establece respecto de actos o de
hechos particulares, estableciéndolos como ciertos, exime a aquél en cuyo beneficio puede ser invocada,
de rendir prueba. Se dice que es simple, cuando la ley se reserva la prueba contraria, y luego puede ser
controvertida por cualquier medio de prueba; se llama mixta, cuando la ley limita los medios por los
cuales se puede controvertir o el objeto sobre el cual se puede controvertir; se dice que es irrefragable
cuando no se puede controvertir” que compendió los antiguos artículos 1350 y1352), mientras que las
presunciones de hecho reconocidas por el artículo 1353, fueron abordadas a título de modos de prueba
por el artículo 1382: “Las presunciones que no están establecidas por la ley, se dejan a la discreción del
juez, quien debe admitirlas sólo si son serias, precisas y concordantes, y en casos donde la ley admite la
prueba por cualquier medio”). Siguiendo el Informe remitido al Presidente de la República relativo a la
ordenanza Nº 2016-131(Rapport au Président de la République relatif à l’ordonnance Nº 2016-131 du
10.02.2016, portant réforme du droit des contrats, du régime général et de la preuve des obligations,
JORF Nº 0035 du 11.02.2016, p. 52), las presunciones legales tienen por objeto dispensar de prueba,
pero no de toda prueba, puesto que ellas, pueden perseguir exclusivamente el efecto de alterar el objeto
de la prueba, y no de dispensar totalmente al demandante”. Cabe destacar que en este punto, la reforma
sigue las observaciones formuladas por el profesor Etienne Vergès en un trabajo publicado en el año
2014, en el que justamente defendió la idea relativa a que no es suficiente entender que las presunciones
legales cumplen con el objetivo de dispensar de prueba a la víctima. De aquí que el concepto deba ser
modernizado. Expone el citado profesor: “El efecto de estas presunciones no puede ser reducido a una
“dispensa probatoria”, tal como prevé el proyecto de reforma. Así, una presunción que altera el objeto
de la prueba no constituye una dispensa probatoria. Por ejemplo, quien prueba que está inscrito en un
registro de comercio y de sociedades, permita que se presuma su calidad de comerciante. Luego, no está
dispensado de prueba, sino que la prueba que le corresponde no tiene el mismo objeto de su alegación”
(Vergès (2014), p. 617). Por su parte, respecto de las presunciones de hecho, la reforma no adopta esta
terminología, y se refiere a ellas a título de “prueba por presunción judicial”. Es del caso manifestar
nuestra disconformidad con esta denominación, pues como vimos más arriba, el juez puede formular
presunciones de derecho (cuestión que podemos abordar en un posterior trabajo).
746 Renzo Esteban Munita Marambio
24
X. con Fonds d’indemnisation des transfusés et hémophiles (FITH) (2008).
25
S. con Fonds d’indemnisation des transfusés et hémophiles contaminés par le VIH (FITH) (2005).
26
Fonds d’indemnisation des victimes de l’amiante con Meniere (2006).
27
Sarian con Fonds d’indemnisation des victimes de l’amiante (2007).
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 747
28
Vansteenkiste con Fonds d’indemnisation des victimes de l’amiante (2009).
Fabisiak con S.A. Pasteur Vaccins; Boubaa con S.A. Pasteur Vaccins; Grolleau con S.A. Pasteur Vaccins
29
(2003).
30
SAS Smithkline Beecham con Morice (2001); SNC Aventis Pasteur MSD con Colona (2003).
31
En efecto, la Corte de Casación por sentencia de 23 de septiembre de 2003, impugna lo decidido por
la Corte de Apelaciones de Versalles, en sentencia de 2 de mayo de 2001, en la que se retuvo que entre el
hecho de una vacuna contra la hepatitis B y la esclerosis en placas diagnosticada al demandante, bien podía
ser reconocido jurídicamente el vínculo causal [SAS Smithkline Beecham con Morice (2003)]. Con todo, la
citada sentencia de la Corte de Casación, fue objeto de críticas por parte de la doctrina francesa [Cfr., Radé
(2003)], en el sentido en que de la apreciación de los indicios involucrados a la aplicación de la vacuna y a
los daños constatados, era esperable del alto tribunal una respuesta favorable a las víctimas. Manifestamos
nuestra adherencia por este argumento, ya que estimamos que no debe ser el dañado quien asuma los riesgos
de inseguridad de los productos; postura que pareció ser adoptada posteriormente por el alto tribunal.
32
Separándose del criterio antes establecido, la Corte de Casación [Abdelkrim X con Pierre Y y
otros (2008)], aplicó un criterio favorable a las víctimas en la determinación de la causalidad y de la
defectuosidad del producto (en este punto, la Corte de Casación se inclina por retener la defectuosidad
intrínseca del producto –esto es: relativa a defectos de concepción o de composición de éste– la cual no es
valorada con base en pruebas científicas efectivas, sino que mediante el recurso a presunciones de hecho,
interpretadas en relación a un análisis amplio del ejercicio relativo riesgos y beneficios de la vacuna, según
criterios empíricos y de evidencia. [Cfr., Radé, (2016)], recurriendo al camino de las presunciones de
hecho, rechazando el criterio observado por el tribunal inferior respectivo. El impacto de las sentencias
que ordenaron en definitiva la indemnización de las víctimas, provocó planteamientos contradictorios.
Desde la perspectiva de los cuestionamientos a la línea jurisprudencial, se desprende de lo defendido por
Mme. B. Daille-Duclos, que los razonamientos de la Corte de Casación, pueden fomentar un estado de
inseguridad jurídica, por cuanto mediante el recurso a las presunciones graves, precisas y concordantes, se
instala el concepto de juicio en equidad, el cual primaría por sobre las reglas básicas de la responsabilidad
748 Renzo Esteban Munita Marambio
civil. De conformidad a lo expuesto, la presunción del vínculo, impone al productor de la vacuna una
prueba de su no responsabilidad, lo cual parece desvirtuar el espíritu de varias disposiciones legales. En
síntesis, lo que se declararía implícitamente mediante las sentencias en referencia, es que la duda en la
causalidad científica aprovecha al demandante, pudiendo el demandado evitar su condena, mediante
la demostración de su ausencia de injerencia en la enfermedad, del producto médico fabricado por él
[(Daille-Duclos (2008)]. Una posición contraria es asumida por el profesor Ch. Radé, quien valida el
recurso a las presunciones de hecho para efectos de demostrar la causalidad entre el hecho de la vacuna
y la enfermedad [(Radé (2008)]. De aquí que el autor considere el fin del dogmatismo científico, en
atención al pragmatismo judiciare, expuesto en la sentencia de la Corte de Casación, constituye una
esperanza para resolver el drama padecido por las víctimas de esclerosis en placas. Sin perjuicio de lo
anterior, manifiesta que las decisiones deben ser valoradas con cautela, por cuanto si bien el recurso a las
presunciones graves, precisas y concordantes, corresponde a un mecanismo efectivo, éste se aprecia más
factible de ser aplicado respecto de la demostración de la causalidad del daño, y menos probable como
mecanismo de establecimiento de la defectuosidad del producto.
La Corte de Casación [Lavoisier con SAS Laboratoire Glaxosmithkline (2009)], confirmó el criterio
33
34
Améaume y otros con caisse primaire d’assurance maladie (CPAM) des Hauts-de-Seine y otros (2015).
Cfr., Viney (2016).
35
N. W y otros con Sanofi Pasteur MSD SNC y otros (2017).
750 Renzo Esteban Munita Marambio
36
Sernac con Braun Medical S.A (2010).
37
Société Inter Hannover y otro con X (2013).
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 751
ción de la tesis de la more probable than not propia del derecho anglosajón.
En definitiva, se condenó al anestesista, por cuanto actuó “en oposición a las
buenas prácticas de su especialidad”. En rigor: “se efectuó una punción a nivel
muy elevado respecto del nervio raquídeo, utilizando una dosis de producto
superior a la recomendada”. Lo anterior, “explicaba de una forma sintética y
objetiva la verificación de una raquianestesia total, la cual según los expertos,
correspondió a la causa más probable del accidente cardio circulatorio” (…). A
su turno, “la única otra explicación, la verificación de una embolia amniótica,
era una hipótesis imprevisible, excepcional y considerada por los expertos como
menos probable” (…). Así, “de estas constataciones y apreciaciones, constitutivas
de presunciones graves, precisas y concordantes, se ha inferido el vínculo de
causalidad entre la culpa del anestesista y el accidente verificado”. Lo expuesto,
permite entender la facultad discrecional que cabe al juez para que valorando
los antecedentes, aplique flexiblemente la tesis de la more probable than not, en
un sistema en que los estándares de prueba del nexo causal son bastante más
elevados que los del anglosajón. La paradoja, sin embargo, obedece a percibir
que en sistemas gobernados por el common law, la aplicación de la misma tesis
causal, parece ser aplicada con menor discrecionalidad38.
b) La experiencia chilena. En nuestro país, el mecanismo procesal puede
ser analizado bajo un prisma crítico, desde la perspectiva de la sentencia pro-
nunciada por la Corte Suprema el 8 de octubre de 2015, en el pleito “Briceño
con Servicio de Salud Iquique”39. En la especie, habrían concurrido tanto
una falta de servicio de parte de la administración –en particular– la falta de
vigilancia de sus dependientes y la prestación tardía de atención posoperatoria
a la víctima, como la culpa cometida por el médico quien habría delegado la
intervención quirúrgica en su hijo menor de edad. El recurrente de casación
en el fondo, manifestó su disconformidad con que se tuvo por acreditada la
falta de servicio y la respectiva relación de causalidad, en atención a un hecho
que no resultó probado, cuál es la participación e intervención activa del hijo
del facultativo encargado de la operación quirúrgica. Respecto de este punto,
la Corte Suprema en el considerando 16º de la sentencia, estableció: “Que la
infracción al artículo 42 de la Ley Nº 18.575 la hace consistir el recurrente en
que no se demostró la participación directa del hijo menor del doctor Valencia
en la intervención quirúrgica a la cual fue sometida la demandante, que aun
38
Cfr., Munita (2017), p. 526.
39
Briceño Montaño con Servicio de Salud de Iquique (2015).
752 Renzo Esteban Munita Marambio
siendo un único hecho, lo considera como base de una presunción judicial, para
deducir otro hecho respecto a la relación de causalidad entre la conducta de la
administración y el perjuicio, que no aparecen acreditados por ningún medio
probatorio”. Más abajo, la Corte hizo referencia a la Resolución Nº 3981 de
25 de noviembre de 2008 por la que se puso término al sumario instruido en
contra del médico Valencia Lemos, aplicándosele una medida disciplinaria de
suspensión de empleo por el plazo de tres meses por su responsabilidad admi-
nistrativa, debido al hecho de haber efectuado la intervención quirúrgica de
Miriam Briceño Montaño en presencia de su hijo menor de edad. En mérito de
lo expuesto, ordenó el alto tribunal: “Con lo anterior, se dio por establecida la
falta de servicio, determinándose la existencia de la relación de causalidad entre
aquella y el daño provocado, por cuanto se dejó asentado que el traumatólogo
debió realizar la intervención sin la participación de su hijo menor de edad
(…)”. Más allá de lo indicado, nos parece interesante lo señalado en el voto
de minoría, de los ministros Pierry y Sandoval, en cuanto a la determinación
de la causalidad del daño, derivada de la presencia y eventual participación del
hijo del médico en la intervención. En este sentido, en su considerando 2º se
lee: “Que consignado lo anterior, es preciso dejar establecido que se encuentra
acreditado que el hijo menor del médico ingresó a las dependencias en las
cuales se realizó el procedimiento a la demandante, más de la prueba rendida
en autos no ha resultado acreditado que el niño intervino en la operación, toda
vez si bien al facultativo se le aplicó una medida disciplinaria de suspensión
del empleo por el plazo de tres meses por su responsabilidad administrativa,
debido a que efectuó la intervención quirúrgica en presencia de su hijo, en
ningún caso lo fue por que éste último haya ejecutado la intervención (…)”.
De conformidad a lo anterior, “de lo único en que las personas presentes en el
pabellón están contestes, fue que el niño estaba en el lugar, mas no cuál habría
sido su participación en la operación, por lo que correspondía a la demandante
acreditar dicha circunstancia”.
Por nuestra parte, estimamos que si bien “si está probada la negligencia y el
daño es de aquellos que usualmente se producen a consecuencia de una falta
de cuidado, se puede tener prima facie por probada la relación causal”40, cree-
mos que en el caso concreto, la causalidad debería ser establecida limitándola
al tratamiento posoperatorio, mas no al hecho de una eventual participación
del menor en la intervención, cuestión que se sentó sobre antecedentes no
40
Barros, op. cit., p. 688.
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 753
41
Barros, op. cit., p. 376.
42
Cury (2011), p. 294.
43
Alessandri, op. cit., p. 159.
754 Renzo Esteban Munita Marambio
44
Cfr., Chabas (1991), 140; Ríos y Silva (2014), (2015); Tapia (2015-2016).
45
Viney y Jourdain (2006).
46
Ruellan (1999), Nº 26.
47
Williatte-Pelliteri (2009), Nº 412.
48
Lambert-Faivre (2004), Nº 582-2.
49
Corral (2003), p. 142.
50
Domínguez (1990), p. 150.
51
Tapia (2003).
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 755
Cabe destacar que este daño autónomo, coexiste con otro agravio, que pode-
mos denominar final, el cual no es indemnizable, precisamente en razón de su
defecto de causalidad con el hecho generador. Así, por ejemplo, la negligencia
del médico verificada al examinar al paciente no causó la enfermedad que lo
aquejaba, mas, significó para él, la pérdida de las chances de ser sometido
oportunamente al tratamiento o a la intervención. En otros términos, no es
lo mismo tratar un cáncer seis meses antes que seis meses después. Luego, al
médico no se le condena por el cáncer sufrido por el paciente, sino que por
el daño identificado con el inicio tardío en las quimioterapias. En relación
con el denominado daño final, es que otros tipos de cuestionamientos se han
formulado al concepto. Estos dicen relación con considerar que la figura no es
más que un razonamiento jurídico que intenta evitar que las víctimas se vean
privadas de toda indemnización, en razón de insuficiencias en la demostración
causal entre la culpa y el desafortunado desenlace definitivo52, obteniendo
mediante este artificio jurídico, una indemnización de carácter parcial, que
vendría a reparar un daño intermedio. Lo mencionado ha llevado a sostener
que se está en presencia de una desviación53 en la calificación de la institución,
atribuyéndole una función de paliativo de incertidumbre causal.
En nuestro entender, la pérdida de la que hablamos –ya se indicó– obe-
dece a un daño autónomo, identificado por el desaparecimiento imputable
de probabilidades, cuya causalidad es efectiva respecto de la acción u omisión
negligente que lo genera. Es por lo anterior, precisamente, que el quantum
indemnizatorio de las chances distraídas debe ser acorde con el agravio. Así,
mal podría ser condenado el médico entendiéndosele como responsable de la
muerte del paciente, cuestión insostenible causalmente, ni siquiera mediante
el recurso a las presunciones judiciales.
Ahora bien, ¿cómo valoramos entonces el daño? La cuestión no puede desa-
tenderse del daño final. Y es que, en definitiva, la entidad de la indemnización
dirá relación con la incidencia que la negligencia del médico ha tenido en el
infortunio padecido por el paciente: su muerte o su agravación. La determi-
nación de dicha participación equivaldrá luego a las chances que el paciente
perdió: ésta es la forma de valorar pecuniariamente las oportunidades. En este
entendido, la estructura del perjuicio, requiere para efectos de su determina-
52
Martins-Casals (2012), p. 32; Ataz (1985), pp. 343-345; Yzquierdo (2001), p. 214; Weiss
(2008), p. 2; Koch (2010), p. 598.
53
Ruellan, op. cit., p. 744.
756 Renzo Esteban Munita Marambio
54
Tapia (2015-2016), p. 247.
55
Cfr., Vergès (2011), p. 127.
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 757
56
Tapia, op. cit., p. 246.
57
Vásquez Contreras y otros con Hospital Carlos van Buren (2015).
758 Renzo Esteban Munita Marambio
Stuard con SA UCB Pharma (2009); Ferrero con SA UCB Pharma (2009).
58
la doctrina francesa. Así, se ha hablado de una culpa colectiva cometida por los miembros del grupo
(Cass. Civ. 5 juin 1957, Dalloz, 1957, p. 493, nota Savatier), de una presunción de causalidad (Viney
y Jourdain, op. cit., Nº 380), y de una ficción (Quézel-Ambrunaz (2010), p. 1162).
Por otra parte, supuestos de causalidad alternativa y sus soluciones, no deben conducir a una
60
61
Cabe destacar que el silencio legislativo que sobre este punto impera hasta el día de hoy en
Francia, difiere del trabajo de la doctrina para abordar el problema de la indeterminación del agente.
Cfr., Mazeaud y Tunc (1961), pp. 578 y ss., y Mazeaud (1950), pp. 191 y ss.; Marion y Fontenille
(2014), (quienes atribuyen a los estudios de George Ripert el carácter de precursores en el estudio de la
problemática; Demarez (1967), p. 129 (quien hace alusión a la aplicación de la equidad en la condena
in solidum en materia de causalidad alternativa a propósito de juicios de caza).
62
El origen de la figura data del 20 de marzo de 1980, fecha en que la Corte Suprema de California
la consagró con el objeto de fundar su decisión en el conocido litigio Sindell v. Abbott Laboratories
[Sindell con Abbott (1980)]. Tal como expresa el profesor R. Barría, la “market share liability”, cumpliría
una doble función: “por una parte, se trata de un mecanismo de imputación causal, una presunción,
a través de la cual vincula el daño con la actividad de los laboratorios demandados; por otra, es una
regla de distribución proporcional de la indemnización entre los diversos demandados, asignándole a
cada uno la obligación de responder frente a las víctimas, no por el total, como en la responsabilidad
colectiva, sino que en función de un novedoso criterio, la participación de cada uno en el mercado en
que operan y en el que tienen influencia” (Barría (2008), p. 300). Por otra parte, la doctrina francesa ha
considerado que la tesis en referencia es poco concluyente, así: Borghetti (2014), p. 1434, fundándose
en G’Sell, La preuve du lien de causalité: comparaisons franco-américaines à propos des arrêts Distilbène,
LPA 2010, Nº 216, pp. 6-7. Cuestión que es posible también ser apreciada, a la luz de la redacción del
Tercer Restatement Liability for Physical and Emotional Harm ya citado (2010 § 28 c), el cual enuncia
que conviene: “dejar al desarrollo del Derecho la cuestión relativa a, si dados los factores apropiados,
una regla de responsabilidad proporcional debería adoptarse” (Cfr., Oliphant (2011), p. 1604. También
J.-S. Borghetti (“Le tribunal de Nanterre consacre…”), quien además hace referencia Restatement
(Third) of Torts: Apportionment of Liability, § 26, texto que sin rechazar expresamente la regla de
responsabilidad proporcional, tampoco la reconoce formalmente como mecanismo de resolución de la
indeterminación del agente en casos de causalidad alternativa), sin inclinarse expresamente por validar
o rechazar la postura doctrinaria y pretoriana. Lo indicado lo consideramos lógico, ya que siguiendo
al citado profesor Borghetti, establecer una regla única de resolución de la alternativa causal sería
conflictivo, en razón de la gran cantidad de laboratorios fabricantes de la molécula. Sin perjuicio de lo
anterior, se hace presente que en otras latitudes, concretamente en Francia, su aplicación es razonable
por cuanto el indicado país, “ofrece un cuadro extraordinariamente propicio para la aplicación de
una responsabilidad por cuotas de mercado, sobre todo en el estadio de la contribución a la deuda:
no solamente habían dos laboratorios que comercializaron el DES, sino que existen todavía y sus
cuotas de mercado son aproximadamente conocidas” (“Le tribunal de Nanterre consacre …”). Por
otra parte, el cuestionamiento a la comentada tesis de causalidad proporcional también ha alcanzado
otras latitudes, así puede verse: Ruda (2003), p. 10. Disponible en línea: http://dialnet.unirioja.es/
servlet/articulo?codigo=640118; o, Corral (2011), p. 87.
760 Renzo Esteban Munita Marambio
63
Así, la CA de París, por fallo del 26 de octubre de 2012, dispuso la contribución a la deuda por
partes iguales entre los laboratorios involucrados, aun cuando la participación en el mercado de Novartis
no representaba más que el 2,3% [S.A. UCB Pharma con S.A.S. Novartis Santé Familiale y otros (2012)].
En contra del razonamiento del tribunal, puede verse: Ferey y G’Sell (2013), p. 2709; Quétand-Finet
(2012), p. 2859; Bloch (2013), p. 484.
Elisabeth D. y otros con SA USB Pharma; Annie M. con SA UCB Pharma (2014). Cfr., Dubarry
64
66
Cfr., Quézel-Ambrunaz, op. cit., Nº 47 (quien se apoya en lo expuesto por P. Malaurie, L. Aynès
y P. Stoffel-Munck, Les obligations, 4ª edición, Defrénois, París, Nº 95).
67
Cfr., Vergès (2012), p. 371.
68
Cfr., Barría (2008).
69
Cfr., Barros, op. cit., p. 426.
762 Renzo Esteban Munita Marambio
de dichas normas no resulta del todo satisfactorio para la víctima, por cuanto
no podría demandar a un agente en particular por la integridad de los daños.
Dicha alternativa solo podría ser verificada en razón del artículo 2317, pero
exclusivamente en el evento en que el ilícito se hubiere cometido por dos o
más conjuntamente, supuesto que tampoco favorece al afectado inmerso en
una situación de causalidad alternativa.
En razón de lo expuesto estimamos que un derecho de la responsabilidad
moderno requiere de normas que regulen esta materia de manera efectiva.
A su turno, la ausencia de derecho positivo, exige las reformas pertinentes.
Un esquema que nos satisface es el que ha sido incorporado en el Código
Civil y Comercial argentino (con vigencia desde el 1º de agosto de 2015), el
cual además de contener una norma relativa a los daños provocados por la
cosa suspendida o arrojada (art. 1760: Si de una parte de un edificio cae una
cosa, o si ésta es arrojada, los dueños y ocupantes de dicha parte responden
solidariamente por el daño que cause. Sólo se libera quien demuestre que no
participó en su producción), dispone de una norma de aplicación particular
a los daños causados por un “autor anónimo” (art. 1761: “Si el daño pro-
viene de un miembro no identificado de un grupo determinado responden
solidariamente todos sus integrantes, excepto aquel que demuestre que no ha
contribuido a su producción”). Un espíritu normativo equivalente puede ser
apreciado en el citado proyecto de reforma de la responsabilidad civil francés,
que en su artículo 1240, enuncia: “Cuando un daño (corporal) es causado por
un miembro indeterminado de un grupo de personas identificadas que actúan
de concierto o por motivos similares, cada una responde por el todo, salvo si
demuestra que no podría haberlo causado”.
Notas conclusivas
70
Domínguez (1990), p. 154.
Causalidad incierta, alternativa y flexibilidad probatoria 763
que sienten las bases de una presunción judicial; por cierto, salvo en aquellas
materias, en que el legislador, consciente de la dificultad probatoria, haya
habilitado expresamente el recurso a una presunción de carácter legal. Sin
perjuicio de lo anterior, el reconocimiento de parte del tribunal de fondo
de las condiciones requeridas por el artículo 1712 del Código Civil, impide
procesalmente a la Corte Suprema pronunciarse sobre las circunstancias que
envuelven al litigio. De aquí que sea tan importante que, el juez, a la hora
de inferir la causalidad, razone sobre la base de aquello que efectivamente
ha sido probado. Luego, no puede ser estimada como participación, la
prueba de la presencia del menor en el box operatorio, tal como se expu-
so más arriba. Por otra parte, la pérdida de una chance ha sido objeto de
cuestionamientos en orden a que vendría a ser un subterfugio tendiente a
evitar que la víctima de un daño final incierto pierda su acceso a un resar-
cimiento efectivo. Consideramos que ello no es así. Existe un daño cierto,
autónomo, consistente en la pérdida de las oportunidades reales y concretas
de obtener un beneficio esperado o de evitar un daño. El problema consiste,
sin embargo, en la valoración de este daño, el cual no puede desvincularse
del final materializado. Ésta es una de las particularidades más atractivas de
la figura en cuestión, por cuanto su valoración corresponde precisamente
al porcentaje de incidencia que ha tenido la negligencia del médico, por
ejemplo, en el daño final. Finalmente, es un hecho que nuestro sistema no
brinda respuestas generales a problemas de causalidad alternativa. De aquí
que estimemos razonable instar por una reforma a nuestro articulado civil,
en esta línea.
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