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“Estado de bienestar” y “Estado del Bienestar” suelen utilizarse hoy de forma indistinta, pero mientras
del primer rótulo hay usos en español ya en 1852, el segundo no aparece sino cien años después. “Estado del
Bienestar”, “Welfare State”, “État-providence” / “Société du Bien-être”, “Wohlfahrtsstaat”, &c., no son
conceptos claros y distintos, pues van envueltos en nebulosas nematologías, orientadas durante tres décadas
por cierto contexto antisoviético común –1960-1990–, pero mucho más dispersas en las tres décadas
postsoviéticas transcurridas.
Desde una perspectiva filosófico doctrinal, los usos que se puedan hacer del rótulo “Estado del
Bienestar” en su aspecto técnico o tecnológico, no tendrían, en general, que provocar escrúpulos. Los
especialistas en pastoreo democrático, gestión de personal y procesos, seguridad del estado, salud e
instrucción pública, burócratas, economistas, actuarios, juristas, estadísticos, policías, periodistas,
sociólogos, psicólogos o educadores, mediante discretos ajustes prudenciales, deberán mantener la eutaxia
de la nación miembro de la ONU a la que sirven, del estado del que son funcionarios, empleados o
contratados, para lograr la perpetuación de tal sociedad política en el tiempo.
Pero, en su aspecto ideológico o nematológico, cuanto se diga del “Estado del Bienestar”, deberá ser
sometido necesariamente a la crítica. ¿Tiene acaso sentido hablar de “Estado del Bienestar” en abstracto,
sin precisar parámetros positivos precisos, históricos, temporales, nacionales? ¿Cabe decir algo del “Estado
del Bienestar” desde posiciones políticamente indefinidas con respecto al Estado, en nombre de la
Humanidad o de alguna Iglesia de pretensiones ecuménicas? ¿Cabe teorizar sobre el “Estado del Bienestar”
ignorando no solo la dialéctica de clases sino sobre todo la dialéctica de Estados? ¿Acaso se ha constituido
históricamente algún “Estado de Malestar”?
Como es natural los aspectos técnicos o tecnológicos siempre estarán de alguna manera cruzados con
aspectos nematológicos cuando el referente sea un concepto tan vaporoso e impreciso como “Estado del
Bienestar”, en general, sin precisar otros parámetros. ¿Son intercambiables los planes y programas de
“Estado del Bienestar” aplicados a naciones que históricamente han sido cabeceras de imperios,
generadores o depredadores, a naciones de tradición católica, protestante, islámica, budista o confuciana?
¿Cómo afecta al “Estado del Bienestar” respectivo que en España el 84% de sus habitantes sean
propietarios de su vivienda, frente al 63% en Inglaterra, el 60% en Estados Unidos, el 58% en Francia, o el
53% en Alemania? ¿Y el hecho de que España sea después de Japón (86 años) la nación con más esperanza
de vida media (84 años), mientras que Francia es el sexto (82,9 años), Estados Unidos el 20 (81,5 años),
Reino Unido el 22 (81,4 años), Alemania el 26 (81 años), México el 48 (76,6 años) o Rusia el 105 (71,9
años)? (según la OMS, abril de 2019).
Como ejemplo de lo que puede suceder cuando un autor, catedrático en este caso de historia e
instituciones económicas en una universidad española, parte de que existe el “Estado del Bienestar”, sirva
este párrafo (que procede de un artículo que ocupa 62 páginas):
«El discreto papel de las ideologías. Al hablar de las causas, lo primero que hay que advertir es
que, en contra de la visión más generalizada, el Estado del Bienestar no surgió por obra de una
ideología o de un partido político concretos, ni tampoco fue el resultado de procesos políticos
revolucionarios que pretendieran implantar una sociedad comunista. El Estado del Bienestar es un
concepto que, como hemos dicho, engloba múltiples funciones, facetas e instrumentos de la
intervención del Estado, cada uno de los cuales tuvo unos orígenes distintos. Por tanto, la
formación del Estado del Bienestar ha resultado de múltiples factores históricos y ha tenido
manifestaciones muy distintas por períodos, por países y por continentes. Frente a la pureza teórica
y el rigor formal de conceptos como el capitalismo y el socialismo, las economías actuales son, en
realidad, economías capitalistas mixtas, en las que el mercado y el Estado se complementan. Al
contrario de lo que ha sucedido con las corrientes políticas liberales o socialistas, el Estado del
Bienestar no ha contado con grandes pensadores que hayan abanderado un pensamiento político en
torno al Estado del Bienestar. No hay ningún gran libro sobre el Estado del Bienestar que se haya
difundido y estudiado en las universidades del mundo tanto como los que han tratado teóricamente
el capitalismo o el socialismo, como fue el caso de las obras de Adam Smith o Carlos Marx. Para
hablar de textos influyentes en la formación del Estado del Bienestar, se suelen citar, como mucho,
el Informe Beveridge. Por otro lado, no hay ningún “ismo” particular que pueda asociarse al
Estado del Bienestar, al contrario de lo que sucede con el liberalismo, el socialismo o el fascismo.
No hay ninguna “filosofía” o “doctrina” asociada al Estado providencia; ni tampoco, frente a la
abundancia de partidos liberales, socialistas o comunistas, puede hallarse en la historia un
“Partido del Estado del Bienestar”. Quienes han propuesto las ideas y han creado los organismos
encargados de configurar el Estado del Bienestar han sido autores y políticos menos prolíficos y
menos famosos que los filósofos del liberalismo, del socialismo y del fascismo. Al contrario que los
liberales, que compartían un sustrato ideológico común (otro tanto puede decirse de los
socialistas), los creadores del Estado providencia han sido personajes de creencias, mentalidades y
posiciones políticas muy distintas, cuando no crudamente enfrentadas entre sí. Esto no significa
negar la existencia de pensadores que hayan propuesto medidas que hayan llevado a la
transformación del Estado liberal, sino la existencia de un cuerpo doctrinal sobre el Estado
providencia. Existieron, desde luego, los economistas y políticos, en Inglaterra y en Alemania, que
propusieron esa vía de reforma del Estado liberal, pero sus escritos quedaron eclipsados por los
economistas clásicos y marxistas. No obstante, es innegable que las ideologías influyeron
indirectamente en el surgimiento del Estado providencia; sobre todo como una forma de reacción
frente a las instituciones e ideologías existentes (a los seguidores del liberalismo más radical) y a
las propuestas revolucionarias presentadas por las doctrinas socialistas. De hecho, puede decirse
que, de una forma pragmática y sin grandes “acontecimientos revolucionarios“ con la formación
del Estado benefactor se ha conseguido que el desarrollo del capitalismo se apartase de la
hipotética, y peligrosa para su supervivencia, senda que hubiese seguido de mantenerse las
políticas liberales del siglo XIX. El surgimiento del Estado providencia explica, entre otras cosas,
que no se cumpliesen las sombrías predicciones de Carlos Marx sobre la evolución del capitalismo
(su colapso y sustitución por el socialismo) y de la suerte de las clases trabajadoras.» (Francisco
Comín Comín [1952], “El surgimiento y desarrollo del Estado del Bienestar (1883-1980)”, en el
colectivo El Estado del Bienestar en la encrucijada, Universidad de Alicante 2007, págs. 77-78.)
“Estado del Bienestar” es rótulo que, en español, comienza a propagarse desde 1960 de manera
organizada, de la mano del Congreso por la Libertad de la Cultura , instrumento ideológico anticomunista
durante la Guerra Fría, con sede en París, tutelado y financiado desde Langley, a diez millas del Pentágono,
por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos del Norte de América. Así, el Congreso por la
Libertad de la Cultura organiza en Copenhague, del 9 al 13 de septiembre de 1960, un “coloquio literario
internacional” (“El escritor y el Estado del Bienestar” “The Writer and the Welfare State” “Les écrivains et
la société du Bien-être”), al que asisten, por ejemplo, los ideólogos atlantistas españoles Julián Marías,
Esteban Pinilla de las Heras, José María Castellet y Lorenzo Gomis, entre otros.
Los primeros usos en español del rótulo “estado de bienestar” se documentan ya mediado el siglo XIX,
una década más tarde de que Jaime Balmes utilizase “estado de malestar” en 1844. Los primeros usos de
“estado de malestar” se refieren a España (según Balmes, resignada a tal estado de malestar y agitaciones,
inquietudes y revueltas que se mantendrán mientras no se restaure la “verdadera monarquía”), a Irlanda
(preocupada la cámara de los comunes por el estado de malestar y de hambre de tal parte de Inglaterra), a
la clase de los españoles pobres, a los pueblos de la provincia de Teruel, y a Francia (donde Luis Napoleón
Bonaparte, entonces presidente de la República, en la famosa proclama donde va preparando, con la
complicidad de la grandeur de su pueblo, su cercano reconocimiento como emperador de un imperio, se
presenta como única solución para dejar atrás “este estado de malestar que nos degrada y que compromete
nuestro porvenir”).
“Estado” es término que en español tiene, desde los inicios de la lengua, muchos usos, sentidos y matices.
Tanto puede referirse a cosas –‘el ser actual y condicional en que se halla y considera alguna cosa’ [RAE
1732] → ‘el ser actual y circunstancias en que alguna cosa se halla o considera. Rei status’ [RAE 1852]–,
como a territorios, sociedades y realidades histórico políticas, en sus todos y en sus partes –‘País y dominio
de un Rey, República o Señor de vasallos’ [RAE 1732] → ‘El cuerpo político de una nación. Respublica. ||
El país o dominio de algún príncipe o señor de vasallos. Ditio, regnum’ [RAE 1852]. Partes bien definidas
en usos clásicos: ‘ESTADOS DEL REINO. Son los tres que llaman también Brazos dél, y tienen voto en Cortes,
llamados para los negocios graves: el primero el Eclesiástico, que se compone de los Prelados y Dignidades
Eclesiásticas, el segundo de los Grandes y Nobles, y el tercero de las Ciudades que tienen esta regalía.
Lat. Regni Ordines” [RAE 1732] → ‘ESTADO COMÚN. Estado general. Plebejus ordo. || ESTADO GENERAL.
ESTADO LLANO. Plebejus ordo. || ESTADO LLANO. El común de los vecinos de que se compone algún pueblo a
excepción de los nobles. Plebs, plebejus ordo’ [RAE 1852]–, &c.
“Bienestar” es término ya bien presente en el español escrito del siglo XIII, que Cervantes utiliza, una
vez, en la segunda parte del Quijote (1615, capítulo L: «…y escríbame largo, avisándome de su salud y de su
bienestar; y si hubiere menester alguna cosa, no tiene que hacer más que boquear, que su boca será medida,
y Dios me la guarde»), pero que aún tardará dos siglos más en llamar la atención de los académicos, que no
lo sepultan en su diccionario hasta bien entrado el siglo XIX: ‘Bienestar. s. m. fam. Comodidad,
conveniencia para pasar la vida’ [RAE 1817], ‘Bienestar. s. m. Comodidad, conveniencia. Vitae commoda’
[RAE 1822], ‘Bienestar. m. Comodidad, conveniencia. Vitae commoda. || Vida cómoda o abastecida de
cuanto conduce a pasarlo bien’ [RAE 1832], ‘Bienestar. m. Comodidad, conveniencia. Vitae commoda. ||
Vida cómoda o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien. Rerum omnium quae in vita desiderantur
copia’ [RAE 1837], ‘Bienestar. m. Comodidad, conveniencia. || Vida cómoda o abastecida de cuanto
conduce a pasarlo bien’ [RAE 1869], ‘Bienestar. m. Comodidad, 2ª acep. || Vida holgada o abastecida de
cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad’ [RAE 1884].
Si por “Estado” entendemos la sociedad política histórica en la que, a partir de la evolución de dos o
más sociedades políticas primarias (uniarquías, protoestados), se pueden ya distinguir las tres capas
características del cuerpo de una sociedad política organizada a partir de la apropiación de un territorio –
capa basal, capa conjuntiva y capa cortical–, sociedad política estatal que se conforma frente a otras
sociedades políticas primarias o ya estatales, todo Estado lo será necesariamente por haber alcanzado
cierta eutaxia política, “buen orden” necesario para su cristalización y cierta persistencia en el tiempo. Por
tanto, que por su génesis histórica, todo estado ha de ser considerado “estado de bienestar” (en sentido
político). No tiene sentido imaginar, por su génesis, ningún “estado de malestar”. Otra cosa será que la
distaxia de una sociedad política estatal pueda determinar su corrupción, transformación, desaparición,
absorción, &c. ¿Cabe acaso imaginar una constitución política que propugne entre sus principios la
distaxia, el malestar o la infelicidad de esa sociedad?
«Por ejemplo, quienes encuentran un modo de prestigiar el Principio de felicidad recordando
que la Constitución de Estados Unidos, la potencia más influyente de nuestro mundo, lo recoge
en los preámbulos de sus textos constitucionales, no suele tener en cuenta (como ya hemos
advertido) que “felicidad” traduce no sólo el happiness del Acta de Independencia, sino también
el welfare de la propia Constitución, por lo que resulta que este principio, así interpretado, viene
a ser prácticamente una apología del “Estado de bienestar”, vinculado al american way of life.»
(Gustavo Bueno, El mito de la felicidad, Ediciones B, Barcelona 2005, págs. 309-310.)
Que Estado y bienestar van unidos no es, obviamente, novedad extravagante. Así por ejemplo, por los
años de la primera república, cualquiera podía ya leer en español textos clásicos que antes eran de hecho
poco accesibles, merced al empeño de Patricio de Azcárate, gobernador civil jubilado, traductor y editor por
su cuenta de las obras de Platón y de Aristóteles:
«En todo Estado en que la observancia de las leyes mantiene el bienestar general, estos
ancianos son queridos por los hijos de sus hijos, que tienen el mayor placer en vivir a su lado;
ancianos que conservan aún toda la integridad de sus sentidos para oír y ver de qué manera se
trata a los huérfanos; y persuadidos de que estos son el más importante y sagrado de todos los
depósitos, se manifiestan llenos de benevolencia para con los que cumplen este deber con
justicia, y de indignación para con los que insultan la debilidad y el abandono de estos
desgraciados. Todo tutor y todo magistrado, que conserve una chispa de razón, fijándose en
todo esto, cuidará puntualmente del alimento y de la educación de los huérfanos, y les prestarán
todos los servicios que estén en su mano, como si fuera un préstamo, cuyo fruto él mismo y sus
hijos habrán de recoger un día.» (Platón, Las Leyes, «Libro undécimo», versión Patricio de
Azcárate, tomo 10, Madrid 1872, pág. 227.)
«Todo Estado es una asociación, y sólo en vista de algún bien las asociaciones se forman, puesto
que lo único que a los hombres mueve es la esperanza de algo que les parece bueno. Todas las
asociaciones tienden sin duda a un bien determinado, y el más importante de todos los bienes
debe ser objeto de la más importante asociación, de la que comprende a todas las demás, y
puede llamarse asociación política, ciudad, o, más propiamente, Estado.»
(Aristóteles, Política, libro primero, capítulo primero: «Origen del Estado y de la sociedad»,
versión Patricio de Azcárate, tomo 3, Madrid 1873, pág. 17.)
«El amigo sincero del pueblo tratará de evitar que éste caiga en la extrema miseria, que
pervierte siempre a la democracia, y pondrá el mayor cuidado en hacer que el bienestar sea
permanente. Es bueno, hasta en interés de los ricos, acumular los sobrantes de las rentas
públicas para repartirlos de una sola vez entre los pobres, sobre todo si las porciones
individuales, que se habrán de distribuir, bastan para la compra de una pequeña finca, o por lo
menos para el establecimiento de un comercio o de una explotación agrícola. Si no pueden
alcanzar a la vez a todas estas distribuciones, se procederá por tribus o conforme a cualquier
otra división. Los ricos deben necesariamente en este caso contribuir al sostenimiento de las
cargas precisas del Estado; pero que se renuncie a exigir de ellos gastos que no reportan
utilidad.» (Aristóteles, Política, libro séptimo, capítulo III: «Continuación de lo relativo a la
organización del poder en la democracia».)
«Sin embargo, en el hecho mismo de ser hombre es necesario para ser dichoso cierto bienestar
exterior. La naturaleza del hombre, tomada en sí misma, no basta para el acto de la
contemplación. Es preciso además que el cuerpo se mantenga sano, que tome los alimentos
indispensables y que se tengan con él todos los cuidados que de suyo exige. Sin embargo, no se
crea que el hombre, para ser dichoso, tenga necesidad de muchas cosas ni de grandes recursos,
aunque realmente no pueda ser completamente dichoso sin estos bienes exteriores. La
suficiencia del hombre está muy lejos de exigir un exceso, ni en el uso de los bienes que posee, ni
respecto a su actividad. Se pueden hacer las acciones más bellas sin ser el dominador de la
tierra y de los mares, puesto que puede el hombre obrar según pide la virtud por muy modesta
que sea su condición.» (Aristóteles, Moral a Nicómaco, libro décimo, capítulo IX: «Relación de
la felicidad con el bienestar exterior».)
No debe resultar extraño, por tanto, que el rótulo “estado de malestar” aparezca en español antes que el
rótulo “estado de bienestar”, cualidad del estado dada por supuesta. Debemos al presbítero católico Jaime
Balmes Urpía (1810-1848) el primer uso conocido de aquel rótulo. Le habían llamado a la Corte quienes
promovían el periódico El Pensamiento de la Nación (1844-1846), carlistas que buscaban neutralizar la
temida deriva liberal de la joven reina Isabel II postulando su matrimonio con Carlos Luis de Borbón (su
padre, Carlos V para los carlistas, ya había abdicado en él sus presuntos derechos sucesorios), buscando la
restauración de un antiguo régimen que, como mucho, por eso de la imposibilidad de dar marcha atrás a la
rueda de la historia, no pasaba de ser la voluntad de una derecha primaria frente a una izquierda
liberal que, además, estaba en trance de pasar a convertirse en derecha liberal… El “estado de malestar y
agitaciones que tantos años há nos lleva inquietos y revueltos” desaparecerá, para el pensamiento
carlista, cuando se restaure la verdadera monarquía:
1844 «Dañoso en extremo fuera que las ideas, sentimientos y costumbres de la sociedad española se
opusiesen de tal modo a la verdadera monarquía, pues que desde luego sería menester renunciar a
toda esperanza de establecer un gobierno sólido, y resignarse por tiempo indefinido a ese estado de
malestar y agitaciones que tantos años há nos lleva inquietos y revueltos.» (Jaime Balmes, “La
monarquía y la unidad gubernativa en la sociedad española”, El Pensamiento de la Nación, nº 4,
miércoles 28 de febrero de 1844, pág. 49.)
Mientras que los primeros usos de “estado de malestar” se refieren a sociedades políticas en general
(España, Irlanda, Teruel), “estado de bienestar” comienza a utilizarse aplicado a partes suyas: habitantes
del campo, que debiera procurarse que fueran felices para descargar a las ciudades de los pobres que las
embarazan, a niños cuya serenidad de rostro prueba un estado de bienestar físico completo , a presos de las
penitenciarías de los Estados Unidos que, según un informante peruano, gozarían satisfactorio estado de
bienestar mental:
1852 «Si se quiere que el pauperismo no aflija a los habitantes de un país, es preciso hacer de modo que
los que crean o hacen crear la riqueza para ellos, la distribuyan en salarios en el mismo país; si se
quiere que los habitantes del campo sean felices, y que este estado de bienestar atraiga a ellos a los
pobres que embarazan las ciudades, es preciso hacer que los ricos propietarios del terreno vivan la
mayor parte del tiempo en el campo, al que enriquecerán con sus gastos, y cuyos productos
aumentarán por las mejoras agrícolas que de seguro intentarán.» (“Economía política o
social”, Diccionario de agricultura práctica y economía rural, Madrid 1852, tomo II, pág. 368.)
1853 «Los dos niños que me han sido confiados tienen hoy el uno diez años y el otro trece. Aun se les
conoce por medio de la auscultación un ruido con silbido musical. Los movimientos bruscos y las
emociones del espíritu, hacen aun su respiración corta, pero nunca experimentan accesos de
sofocación. La lividez de la piel ha desaparecido, la serenidad de su rostro y el calor natural de su
cuerpo indican que se encuentran en un estado de bienestar físico completo.» (F.
Hartmann, Terapeutica homeopática de las enfermedades de los niños, Madrid 1853, pág. 103.)
«No es menos satisfactorio que la condición física el estado de bienestar mental de los presos.»
(Mariano Felipe Paz Soldau, Examen de las penitenciarías de los Estados Unidos. Informe... al
gobierno del Perú, Nueva York 1853, pág. 180.)
Aunque muy poco después, en la misma década, ya mediado el siglo XIX, “estado de bienestar” se aplica
al todo España, a la nación política española que ya en 1812 ha decretado una “Constitución política para
el buen gobierno y recta administración del Estado”:
1858 «Cualquiera que para juzgar de la situación de España no tenga más datos que lo que públicamente
se dice y se hace en las regiones oficiales, casi se convencerá de que nos hallamos en la época más
floreciente de nuestra historia, de que hemos alcanzado la meta de la prosperidad y del progreso.
[…] ¡Dichosa nación! que ninguna ley necesita dictar ni reformar; ¡dichosa nación! cuyo estado de
bienestar es tal que no necesita ya que se elabore proyecto alguno para mejorar su situación.» ( La
Corona, periódico liberal, Barcelona, jueves 4 marzo 1857, pág. 1.)
1859 «Abraza el consulado de España en Guayaquil, las provincias de Esmeralda, Manabi y Guayaquil,
esto es, todo el litoral, desde las márgenes del Mira, a las del Túmber, y por consiguiente, los tres
puertos del Pailón(*), Manta y Guayaquil. (*) Este puerto, aunque habilitado para el comercio de
importación, y quizá el más natural para proveer las provincias de León, Pichincha y Imbabura, si
estuviera comunicado con ellas por un camino, fácil de abrir, no presenta hoy aliciente que
estimule a ser frecuentado; pues la población que habita sus cercanías, está reducida a
proporciones muy exiguas y a un estado de bienestar muy poco satisfactorio para que expediciones
directas puedan hallar en él una salida que compense las pérdidas de tiempo y gastos de
navegación.» (Joaquín de Avendaño, “Memoria sobre el comercio y la navegación del
Ecuador”, La América. Crónica Hispano-Americana, Madrid, 24 mayo 1859, pág. 5.)
1860 «El distinguido jurisconsulto Martou, ha dicho: “el ahorro es la palanca más enérgica del
movimiento ascensional de las masas hacia un estado de bienestar e independencia”.» (Antonio
Bachiller Morales, Memoria sobre los trabajos de la Caja de Ahorros, Descuentos y Depósitos de
La Habana, durante el año económico de 1859 a 1860, Habana 1860, pág. 7.)
Es habitual entre los autores que rebañan en la historia buscando una génesis, anacrónica, del “estado
del bienestar”, remontarse a las medidas adoptadas en Alemania por Bismarck en 1883 (una década después
de haber declarado la guerra a la Iglesia romana con la Kulturkampf), o a las propuestas del algún pastor
protestante británico. La mayor parte de los autores hispanos, bien colocadas las orejeras, se dejan llevar
comodamente del ramal por esa bibliografía europea y suelen ignorar, en su indolencia, que, por ejemplo, la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas premió, en el concurso de 1860, la memoria que presentó
doña Concepción Arenal de García Carrasco sobre “La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad”. El
opúsculo de 123 páginas publicado en Madrid con fecha 1861 (cuyo texto fue recuperado en 2009 por el
proyecto Filosofía en español), lleva en portada este significativo lema: “La Beneficencia manda al enfermo
una camilla. La Filantropía se acerca a él. La Caridad le da la mano”. En esa memoria, por ejemplo, ofrece
Concepción Arenal un “Cuadro cronológico de los principales establecimientos de beneficencia en España”,
desde el Hospital de San Juan fundado por Alfonso VI en Oviedo el año 1058, hasta el Hospital de hombres
incurables fundado en Madrid por el gobernador Melchor Ordóñez en 1852.
«El filósofo ve en la caridad un elemento de bienestar, el político un elemento de orden, el artista
un tipo de belleza, el creyente la sublime expresión de la voluntad de Dios. Es como la aurora, cada
viviente la saluda en su lenguaje, pero no hay ninguno que deje de saludarla.» (Concepción
Arenal, La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, Madrid 1861, pág. 44.)
(En 1871, el mismo año en el que, tras la Comuna de París, se establece el yerno de Carlos Marx,
Lafargue, en Madrid, comienza a publicar Concepción Arenal, en La Voz de la Caridad, el periódico que
dirige, sus famosas “Cartas a un obrero”… que pertenece a La Internacional…)
Recopilemos algunos otros ejemplos de usos del rótulo “estado de bienestar” durante las siguientes
décadas, aunque solo sea para rebatir a quienes ingenuamente defienden convencidos que la idea de
un estado de bienestar es una gran novedad surgida tras la Gran Depresión, durante la Segunda Guerra
Mundial o en los albores de la Guerra Fría, tanto fuera por la bondad de los planes de gobernantes
acertados o como programas estratégicos tendentes a neutralizar peligrosas situaciones prerrevolucionarias
en sociedades capitalistas.
1862 «La Homeopatía lleva otro fin al establecer esta cuestión, que nada tiene de común con la que
precede, pero que encierra dos puntos que ejercen una acción decisiva en la elección del remedio;
estos son: 1.º La aparición periódica de síntomas morbosos, después de un estado de bienestar más
o menos grande. 2.º Las agravaciones o mejorías que dependen de la hora del día.» (C. de
Boenninghausen, “Algunas consideraciones sobre el valor característico de los síntomas”, cap.
X, Anuario de medicina homeopática, Madrid 1862, página 194.)
1867 «El estado de bienestar se indica diciendo que, ya en 1859, había 69.766 ciudadanos que tenían
derecho de votar para elegir la Asamblea legislativa colonial; y en el mismo año se crearon 13
nuevos municipios, por haber completado la evaluación de propiedad requerida por la ley.»
(Francisco Javier de Bona, “Nueva Gales del Sur (Australia)”, Gaceta de los Caminos de
Hierro, Madrid, 7 septiembre 1867, pág. 567.)
«Si se rompe el dique de las prescripciones legales y se lleva el movimiento de los negocios más
allá de la prudencia en el cálculo, pásase entonces rápidamente de un estado de bienestar y
confianza a otro de intranquilidad y descrédito, como ha acontecido a ese Banco.» (Manuel García
Barzanallana, Ministerio de Hacienda, Real Orden, Madrid 22 noviembre 1867, en El Pabellón
Nacional, Madrid, 28 diciembre 1867, pág. 1.)
1868 «¡Llevar a las Antillas la revolución, tal como allí puede esta entenderse! ¿Saben los que tal dicen
cuáles serían los desastrosos e ineludibles resultados que produciría? ¿Qué brazo, por poderoso
que fuera, sería capaz de contener los 700.000 negros libres y esclavos que allí existen, medio
salvajes, hostiles a la raza blanca, ansiosos de una libertad cuyos límites arrostraría su fuerza
brutal para entregarse a toda suerte de venganzas y depredaciones? En España pudo ser necesaria
la revolución: y aunque remedio heroico, al que solo se apela en casos extremos, se acepta como un
mal inevitable, con la esperanza de obtener un gobierno que conduzca a la nación a un estado de
bienestar que no ha podido conseguirse por otro camino.» (La Época, Madrid, 26 noviembre 1868,
pág. 3.)
1872 «Verdad es que tenemos un teatro magnífico; una plaza de toros de bellas proporciones; un casino
lujosamente montado; cafés públicos que rivalizan entre sí en elegancia; baños de mar excelentes y
gran número de edificios de nueva construcción, que dan a las calles el más agradable aspecto;
pero todo esto aunque es mucho, no basta para que nuestra capital pueda llegar al estado de
bienestar material a que deben aspirar todos los pueblos.» (“Lo que a Alicante interesa”, El
Constitucional, diario liberal, Alicante, domingo 25 febrero 1872, pág. 2.)
1872 «Consolados anticipadamente de cuanto pudiera afligirnos respecto a la situación de América, por
el movimiento de progreso moral y material que notamos en toda la extensión del continente, por
ese estado de bienestar y tranquilidad perfectos, que es en todas partes el mismo, y que nos señala
una nueva era en la marcha general de nuestras Repúblicas, los detalles de la situación en algunas
de ellas, por dolorosos que sean, no bastarán a debilitar nuestra fe ni a disminuir nuestro legítimo
entusiasmo.» (Héctor F. Varela, “El movimiento americano”, El Americano, París, 21 septiembre
1873, nº 27, pág. 419)
1874 «Felipe III espiró en brazos del P. Jerónimo Florencia con el ánimo atribulado por hondos
remordimientos, y deplorando no haber sabido aprovecharse en el gobierno de aquella propicia
coyuntura que le ofreciera el reposo general, y la opinión de todos culpaba de los males que se
preveían tras aquel aparente estado de bienestar público, al abandono de las armas.» (Juan Pérez
de Guzmán, “La caída de un valido”, La Ilustración Española y Americana, Madrid, 30 agosto
1874, año XVIII, nº XXXII, pág. 502.)
1875 «Los efectos narcóticos del haschisch son mucho menos funestos que los del opio. El fumador o
masticador de haschisch se halla a menudo transportado en sueños a un mundo encantado y su
cuerpo se encuentra en un estado de bienestar indecible, sin que su organismo resulte tan afectado
como con el opio.» (K., “Los fumadores de opio y de haschich”, El Bien Público, Mahón, martes 6
julio 1875, págs. 2.)
1877 «El engrandecimiento material; la calma política; el estado floreciente de la industria; el desarrollo
de la riqueza, forman un estado de bienestar general, en el cual brotan y se desarrollan con vigor
admirable las obras del genio, que en la atmósfera abrasada de las revoluciones, en la oscilación
constante de las convulsiones públicas, si bien nacen obedeciendo a la ley eterna de la vida, mueren
empobrecidas, sin haber podido brindar con sus frutos de consuelo; abrasadas bajo el soplo
ardiente de las ambiciones materiales, de los viles egoísmos, de los pequeños cálculos que se
deshacen en mezquinos desengaños.» (Patrocinio de Biedma, “La primera piedra”, Cádiz, Cádiz,
10 mayo 1877, año I, nº 1, pág. 1.)
«Nadie admite como cosa formal la idea de una civilización primitiva, de un estado de bienestar
originario, ilusión nacida al calor de las leyendas religiosas y de los códigos sagrados, o bien de la
tradición que siempre relega a una época anterior el malestar que se siente en la presente, lo cual
con tanta precisión expresa nuestro Jorge Manrique con aquella copla de pie quebrado: Porque a
nuestro parecer / Cualquier tiempo pasado / Fue mejor.» (Pedro Estasen [1855-1913], “Walter
Bagehot”, Revista Contemporánea, tomo XI, vol. 2, 30 septiembre 1877, pág. 169.)
1878 «No es necesario esforzarse mucho para demostrar lo que la experiencia nos enseña diariamente,
no sólo en España, sino en los demás países, en los cuales los trabajos agrícolas se verifican con
mayor acierto, es a saber, que el cultivador rico, pero con escasos conocimientos, camine
inevitablemente a su ruina, al paso que el agricultor inteligente, con un escaso capital, llega
muchas veces a fuerza de tiempo y laboriosidad a un estado de bienestar superior a lo que podría
esperarse, dados sus exiguos recursos.» (Manuel G. Llanas, “Enseñanza de la agricultura en las
escuelas primarias”, El Campo, Agricultura, Jardinería y Sport, nº 21, 1 octubre 1878, pág. 331.)
1881 «Esto no obstante, aún falta mucho que hacer en Aragón y Cataluña, aún no se ha alcanzado, como
algunos creen, el estado de bienestar a que todo pueblo debe aspirar; para esto es necesario que la
Agricultura adelante, y ésta, si bien mejora, todavía encuéntrase en un estado de atraso relativo.»
(Luis Álvarez Alvistur, “La producción en España”, Almanaque de La Ilustración para 1882, año
IX, Madrid 1881, pág. 109.)
1882 «Hoy vivo retirado. Desde hace cuatro meses he abandonado la prensa, y pienso no volver a ella,
aunque todavía no quiero empeñar un juramento solemne para lo futuro. Es un estado de bienestar
profundo este alejamiento de la actualidad, esta calma del espíritu aplicada por entero a una obra
única, sobre todo al salir del periodismo militante después de diez y seis años de lucha.» (Emilio
Zola, en el prefacio a su recopilación de artículos titulada Una campaña, reproducido por La
Iberia, Madrid, 5 marzo 1882, pág. 2.)
1883 «Si en todos los países se siguiese una marcha tan acertada y enérgica como la que vienen
sosteniendo los ministros de Hacienda italianos, seguramente que como en aquella nación se
llegaría en breve a un estado de bienestar y desahogo que hoy ven todavía muy lejos países que si
no tienen menos elementos, no han conseguido en cambio tan acertada dirección.» (“Revista
económica”, El Guadalete, Jerez de la Frontera, jueves 25 octubre 1883, pág. 1.)
1887 «El día en que Italia, bajo el cetro de la gloriosa dinastía de Saboya, esté indisolublemente
fortalecida con la bendición paternal de Vuestra Santidad, podrá sin necesidad de otro apoyo y con
una libertad saludable, consagrarse al desarrollo de su industria y de su comercio. Por ella
únicamente nuestra patria podrá asegurar este estado de bienestar positivo que, extendiéndose
desde la morada real hasta la más humilde choza, pondrá fin al periodo excesivamente largo de
sectas y mistificaciones.» (“Carta de Aquiles Fazzari al Papa”, La Unión Católica, Madrid, 12
diciembre 1887, nº 156, pág. 1.)
«La palabra rentas, no es por sí sola para carabineros lo que significa lo que produce el tabaco y
aduanas, sin más que la venta que se verifica en los estancos y recaudación de aduanas, significa
comprender los medios que la fuerza debe adoptar en cada una de las localidades, para que
produzca la mayor renta posible; conocimientos que son la base del servicio y al propio tiempo
debe inquirir el estado de bienestar o pobreza de los pueblos, poner en conocimiento de la
superioridad los medios más hacederos y necesarios para que la venta aumente como base que se
ha de experimentar en el alza de valores.» (B. F., “Espíritu del Ejército. Necesidades del Cuerpo de
Carabineros”, El Correo Militar, Madrid, 16 diciembre 1887, nº 3661, pág. 1.)
1888 «Asiento de una Audiencia de lo criminal, no carece Manresa de las profesiones auxiliares y
relacionadas con la administración de justicia; hay, pues, buen número de abogados y
procuradores; como hay diversos casinos y centros de recreo e instrucción, templos donde a la
cultura popular se rindo acatamiento fervoroso y envidiable. Es, indudablemente, una de las
ciudades del viejo Principado llamadas a más brillante y permanente estado de bienestar y
riqueza.» (J. de U., La región catalana, Las Regiones, periódico federal, Madrid, 2 de junio de
1888, pág. 2.)
1894 «[Un diputado provincial de Navarra llegado a Madrid decía:] Hace pocos años la provincia de
Navarra, como tantas otras que tenían gran riqueza agrícola, vivían en un estado de bienestar
considerable; después, vino la crisis vinícola, y aquella provincia sufrió inmensos perjuicios.»
(“Ecos políticos”, Diario de Burgos, miércoles 14 febrero 1894, pág. 1.)
«Toda esa serie interminable de hombres, mal llamados de talento, que no han hecho más que
inventar cosas inútiles y perjudiciales, son los que han impedido a la humanidad llegar a ese estado
de bienestar que tanto necesita.» (E. C. O., “De domingo a domingo”, La Atalaya, Santander, lunes
12 marzo 1894, pág. 1.)
1895 «Luego, emprender lo que se llama una verdadera campaña moralizadora sin contemplaciones ni
titubeos. En el orden de las costumbres, la pobre moralidad anda por los suelos; la blasfemia está a
la orden del día; la lujuria con su acompañamiento de horrores causa verdaderos estragos; los
ataques a la religión y a sus ministros es comidilla de la que muchos andan acostumbrándose; la
usura es el termómetro con que puede medirse el estado del bienestar individual; la mistificación
en todo constituye ya una segunda naturaleza y, sobre todo, ese vicio nefando, asquerosa gangrena
social, ruina de las familias, degradación de quien le rinde culto y ganzúa infernal que abre las
puertas del suicidio o conduce al presidio y siempre a la infamia, el juego, para terminar pronto y
decirlo de una vez, tiene tantas y tantas raíces echadas en los corazones asequibles a esa pasión
funesta, que es preciso, indispensable, sin reparo alguno perseguirlo de muerte, echándolo de todas
las madrigueras sin distinción, porque eso de que se persiga en los cafés y tabernas y se consienta
en casinos y en sociedades privilegiadas, constituye un irritante privilegio que da lugar a opuestos
resultados.» (“Lo que conviene”, La Lucha, Geona, martes 9 abril 1895, pág. 1.)
«¡Para cuatro plazas de escribientes noventa y un aspirantes, entre legos y doctores! ¡Buen
termómetro para graduar el estado de bienestar a que nos han conducido los gobiernos turnantes!»
(“Pinceladas políticas”, El Cantábrico, Santander, 3 agosto 1895, pág. 1. La Región Extremeña,
diario republicano, Badajoz, viernes 16 agosto 1895, pág. 2.)
1899 «Sin embargo, la fe que puso la nación española en el Gobierno conservador es grande, y se lo
demostró dándole unas mayorías de su completa confianza, como pocos gobiernos las tuvieron, y
con las cuales, sabiendo mantener el espíritu de unión, podrá cumplir el Sr. Silvela cuanto prometió
al subir al Poder, cuanto España desea y cuanto le es necesario al país para entrar en un estado de
bienestar y progreso.» (“Eterna espera”, El Porvenir Segoviano, lunes 5 junio 1899, pág. 1.)
«Al mísero hambriento, para regenerarle, para ponerle en estado de bienestar, de progreso físico,
es necesario primero alimentarle, restablecer sus fuerzas, pues la camisa limpia no quita el dolor
de muelas.» (Benedicto Mollá, “El progreso”, Semanario Católico, Alicante, 25 noviembre 1899,
pág. 630.)
1901 «Comparad ahora el estado de bienestar y felicidad que produce la paz de Cristo con el estado de
malestar y agitación en que vive el mundo moderno, y comprenderéis las inmensas ventajas y el
bien inapreciable que encierra el beneficio de la verdadera paz. Ved el individuo, víctima de la
fiebre ardiente de sus pasiones, aspirando siempre a una felicidad ilusoria que siempre se le escapa
como una sombra, y llevado al fin a un estado de abatimiento y desesperación que le hace triste o
insoportable la vida. Ved cómo se va disolviendo la vida de familia, desterrada de su seno la
felicidad conyugal, abandonados los hijos por sus padres, quienes pusieron su Dios en la
adquisición de fabulosas fortunas o en los azares de la política. Y, sobre todo, contemplad el estado
de la cosa pública, colocada poco menos que en la anarquía más espantosa. ¿Es que acaso
exageramos? ¡Ah! ¡Ojalá que no fuese realidad, tanta desventura! ¡Ojalá que a lo menos fuera
posible evitar o disminuir tan funestas desgracias! Pero no, no es posible; porque son justísimos los
juicios de Dios, y de Dios nadie se burla impunemente. La sociedad moderna ha querido separarse
de Dios, y, mal que le pese, ha de sufrir los castigos, que son legítima consecuencia de sus extravíos
y delirios. Quisieran paz, separada de Dios la sociedad y constituida sobre los principios
disolventes de la civilización moderna, y para ella no habrá paz; no puede haber sino
anarquía: Non est pax impiis (Isai., LVIII, 22), pax, pax, et non erat pax (Jerem., VI, 14).»
(Salvador Casañas, “Carta pastoral de entrada que dirige a sus diocesanos el eminentísimo señor
Cardenal Casañas, Obispo de Barcelona”, El Siglo Futuro, diario católico, Madrid, 16 de octubre
de 1901, pág. 2.)
1906 «Nadie pone en duda ya, que el estado económico del país ha mejorado notablemente; que nuestro
crédito injustamente sometido a entredicho antes, ha recobrado el lugar que siempre le perteneció;
el desenvolvimiento de nuestros presupuestos con una norma tan recta como precisa para
conseguir, no sólo el destierro del déficit, sino un excelente superávit, resultados debidos al insigne
Villaverde y al inteligentísimo Urzáiz, que han sido los dos puntos cardinales de donde arrancan
las consecuencias que hoy tocamos como tangible beneficio financiero; el descubrimiento del abuso
en el estampillado, que llevando el temor a los conculcadores de la ley, les ha hecho desprenderse
de un valor que les estaba prohibido; el buen acuerdo de llevar a la bolsa de París la Deuda
interior, en donde ha sido tan bien acogida y aun ha de serlo mucho más; el augurio de cosechas
excelentes; el desarrollo de nuevas industrias por la llegada de capitales acumulados en nuestras
antiguas colonias; la confianza que se ha despertado en todos y cada uno de los ciudadanos en el
propio valer aguijoneado por la necesidad de trabajar en beneficio general y particular para
conseguir el resurgimiento de una nacionalidad que debe ser grande en el porvenir, porque lo ha
sido mucho por su historia, todo esto ha contribuido al estado de bienestar que sentimos.»
(Francisco Cortés, “Revista financiera”, Gaceta de los caminos de hierro, Madrid 24 mayo 1906,
pág. 229.)
1908 «IX. La verdadera cultura. Ahora bien, tal estado de bienestar y prosperidad ético y material de los
pueblos, constitutivo de la cultura, supone como precedente у es hijo de la educación у de la
instrucción, у como no existe aquélla faltando la moral, que tiene por base la Religión, deduzco en
forma que Religión y moral son el fundamento y sostén de la positiva cultura.» (“La Cultura”, Los
Jueves de ‘El Correo Español”, hoja semanal redactada por las Juventudes Carlistas, Madrid, 5
marzo 1908, hoja 173.)
1915 «El error del general Porfirio Díaz, y con él de casi todos sus compatriotas, estribaba en suponer
que el yanqui no extendería la mano codiciosa y rapaz sino cuando estallase el movimiento de
rebelión, y en creer que las rebeliones quedaban abolidas para siempre, después de instaurada la
paz en 1876. Muchos veían que Méjico no tiene cimentación económica, y que sostenía una paz
precaria; pero los espejismos de la paz, su extraordinaria persistencia, fascinaban no sólo al
gobierno sino a algunos de los observadores más imparciales. Bien se conocía, es verdad, que el
progreso material no correspondía al progreso moral, o mejor dicho, que el progreso material no
era sino una fachada, y que no se convertiría en un verdadero estado de bienestar público sin la
transformación agrícola del país y sin la nacionalización de los grandes monopolios. Este era el
tormento, la angustiosa pesadilla de los más perspicaces.» (Carlos Pereyra, “El crimen de
Woodrow Wilson”, Nuestro Tiempo, Madrid, octubre de 1915, pág. 21.)
1921 «El hombre, como ser material, en medio del Universo es muy poco, es inmensamente pequeño.
Pero el hombre en la vida, como ser activo, es mucho, es quizá inmensamente grande. Piensa,
reflexiona, se eleva a las más altas cumbres del pensamiento, se asoma a los ventanales del cielo
del amor, crea la ciencia y empuja el débil esquife de su vida hacia las riberas florecidas, aún
lejanas, de una moralidad exquisita. Sin embargo, todavía arrastra detrás de sí la repugnante piel
del hombre-fiera, y con ella se cubre algunas veces. Cuando esto sucede, sólo piensa en destruir, en
aplastar, en esclavizar; en su roja pupila, entonces, sólo hay visiones pavorosas de angustia, de
dolor, de muerte. Pero la Humanidad terminará, al fin, después de grandes oscilaciones, por
marchar, serena y firme, por la ancha vía del trabajo y del amor hacia los espléndidos y
perfumados jardines de la libertad y de la felicidad. Hoy atraviesa uno de esos períodos de angustia
y de incertidumbre formidables. Si pudiera medir el área inmensa de sus dolores, perdería toda
esperanza de redimirse. Despierta, después del gran crimen de los directores de las naciones, con
la mente llena de sombras horribles que la llevan a tremendas luchas sociales. ¿Y hacia dónde va,
aturdida? ¿Qué desea? Es seguro que, tardando más o menos, llegará el hombre a un estado de
bienestar general; que subirá algunos metros, llevando en su alta frente el sello de la cultura, por
la áspera y empinada cuesta del progreso. Y es seguro que llegará a la extensa y desconocida
meseta donde la paz y la libertad imperan. Ahora es preciso que todos, como células del gran
cuerpo de la Humanidad, trabajemos para alcanzar la cima excelsa. En la actualidad, pueblos,
colectividades, individuos, van atolondrados hacia un punto del horizonte social donde parece
verse escrita, entre arreboles de aurora, esta palabra fulminatriz: LIBERTAD.» (Luis C. Ramos,
“La libertad y la escuela”, La Escuela Moderna, Madrid, mayo de 1921, nº 356, págs. 390-391.)
1926 «Si el progreso es un estado de bienestar material, de abundancia de dinero, de próvido comercio,
de bastante compra y venta, de riqueza particular y pública, los países anglosajones, Inglaterra y
los Estados Unidos, son buenos ejemplos. En Inglaterra, concretando el caso, los comerciantes, los
industriales, los agricultores, todos aquellos a quienes la libertad les interesa particularmente en
sus aspectos materiales, viven bien, ganan dinero y adquieren el mayor provecho posible de sus
esfuerzos. No es preciso hablar ahora de las crisis y los contratiempos económicos, porque éstos
son fenómenos de la evolución de las formas liberales. Antes de llegar a ellos hay un estado social
indiscutible: las riquezas y las comodidades del inglés con respecto al hombre de otros países
menos liberales. Un mesócrata o un obrero español pueden deslumbrarse con las comodidades y el
lujo de un terrateniente rico. Pero las comodidades y el lujo de este terrateniente, aunque sea de los
más ricos, no pueden compararse ni de lejos con las comodidades y el lujo de un comerciante inglés
medianamente acomodado o de un pequeño industrial. La proporción es la misma en todas las
esferas de la sociedad. Los mineros están sosteniendo en estos días una huelga de veinte semanas
para impedir la rebaja de sus salarios. Pero sus casas, de las cuales se quejan por miserables,
podrían hacer la felicidad en España de la clase media pobre. Esta situación colectiva de evidente
holgura –siempre con relación a otros países– no ha surgido espontáneamente en Inglaterra ni ha
existido siempre. Hace dos siglos la vida era tan pobre en Inglaterra como en cualquier país pobre.
Vivían bien, muy bien, los señores. Pero quienes no eran señores vivían, como en todos los países
feudales, muy mal, y si disfrutaban una vida mejor a la correspondiente a su clase, era por merced
de los señores.» (César Falcón, “Panoramas ingleses. Formas de la libertad”, El Sol, Madrid, 15
septiembre 1926, pág. 1.)
Adolfo Hitler sobre el Estado y el bienestar (Mi Lucha, 1925-1927)
Adolfo Hitler utiliza el término “Wohlfahrt”, referido al Estado, en la primera parte de Mi Lucha (1925)
y en su segunda parte (1927).
2.4
«Der Völkische Staat hat für die Wohlfahrt seiner Bürger zu sorgen, indem er in allem und jedem die
Bedeutung des Wertes der Person anerkennt und so auf allen Gebieten jenes Höchstmaß produktiver
Leistungsfähigkeit einleitet, die dem einzelnen auch ein Höchstmaß an Anteil gewährt.» (Adolf
Hitler, Mein Kampf, Tomo II, 1927 [edición de 1943], cap. IV, pág. 500.)
«El Estado popular es responsable del bienestar de sus ciudadanos, y debe reconocer la importancia
del valor de la persona en todos los aspectos, y al hacerlo iniciar en cada campo la máxima capacidad
productiva que otorga al individuo la mayor participación posible.»
«The folkish State has to care for the welfare of its citizens by acknowledging the significance of the
value of the person in all and everything and thus introducing in all domains that highest degree of
productive efficiency which grants the individual also the highest degree of participation.» (Adolf
Hitler, Mein Kampf [versión en inglés de 1939: Houghton Mifflin Company, Boston, Massachusetts],
Reynal & Hitchcock, 19ª reimpresión, Nueva York 1941, pág. 669.)
Existen versiones en español de Mi lucha que vierten “Der Völkische Staat” como “El Estado
nacionalsocialista” o como “El Estado Racista”:
«El Estado nacionalsocialista / El Estado Racista tiene que velar por el bienestar de sus ciudadanos
reconociendo, en todos los aspectos, la significación que encarna la personalidad y fomentando así en
cada dominio de la actividad humana aquel grado máximo de capacidad productiva que, a su vez, le
permite al individuo un máximo grado de beneficio.»
En diciembre de 1927, ante el XV Congreso del PCU(b), presenta Stalin, victorioso sobre la oposición
trotsquista y en plena lucha contra la crisis económica soviética, el minucioso primer plan quinquenal de la
URSS, que había de activarse el 1º de octubre de 1928, una vez celebrado el VI Congreso de la
Komintern (Moscú, julio-septiembre 1928), donde se lanza la consigna “clase contra clase” y se prepara la
definición de la socialdemocracia como “socialfascismo”. Los planes quinquenales supusieron la
industrialización, auge y consolidación de la Unión Soviética, pero no son incorporados a su relato por los
ideólogos del “Estado del Bienestar”.
El jueves negro 24 de octubre de 1929 comienza su desplome la Bolsa de Nueva York dando pronto paso
a otra gran depresión… Mientras el comite Gosplán diseña y planifica el Segundo plan quinquenal (1933-
1937), que asume como una de sus tareas “un avance más rápido en el bienestar de los trabajadores y
campesinos, y al mismo tiempo una mejora decisiva en todas las viviendas”, tras los necesarios desajustes
durante la colectivización de la tierra y los inicios de la industrialización, el presidente norteamericano
Roosevelt (marzo 1933-abril 1945) impulsa el New Deal, un “nuevo trato” que inicia con los “Cien días de
Roosevelt” (marzo-junio 1933), antecedente del “segundo New Deal” (entre 1935 y 1938) que, como era de
esperar, es tenido como pilar del “Estado del Bienestar”.
«The New Deal uses the mechanics of Italian Fascism to combat the spirit of Fascism in
American business. “What America needs is a Mussolini!” many an American business man has
declared with fervor. […] The Red Network, that all-embracing who's who of American
“radicalism,” is a little volume of extraordinary interest to students of hysteria. It is violently
anti-liberal, and takes a Fascist tone regarding pacifism, birth control, social welfare and
movements for colonial independence. Yet, despite its admiration for Mussolini Fascism, it
heartily condemns the NRA, the advisers of the President and those putting actual Fascist
measures into effect at Washington. Mrs. Roosevelt, Mayor La Guardia, Mahatma Gandhi,
Edouard Herriot, Jane Addams, Glenn Frank, Margaret Sanger and the Fosdicks are names
taken at random from this book's long listing of the damned. Here is another contradictory case
of Fascists of the spirit attacking Fascists of the flesh –patriotic societies versus the New Dealers
and all their works… Fascism is, in many respects, the most significant political and social
development of the entire post-War period. Marxism in its various forms has existed since the
hectic days of the Communist Manifesto in 1848; but the Italian Black Shirt movement, which
evolved into the march on Rome of 1922, was a brand-new phenomenon and one which was at
first but hazily understood. Fascism, in the beginning, was simply interpreted as a militant anti-
Communism intended to combat the Marxist heresies of the Russian revolution; just as the
Jesuits of Loyola had fought the Protestant reformation four centuries earlier by counter-
revolutionary means. Fascism defeated Marxism in Italy decisively, as the Jesuits had once
broken Protestantism in Poland and Bohemia.» (Roger Shaw, “Fascism and the New Deal”, The
North American Reviewm, vol. 238, nº 4, diciembre 1934, págs. 559-560.)
Nombrado Hitler canciller de Alemania en enero de 1933, en mayo se activa la organización de
asistencia social NSV Nationalsozialistische Volkswohlfahrt –Bienestar social nacional socialista–, que
operaba desde un complejo de edificios propios construidos en Berlín, y se convierte en motor del estado de
bienestar nazi: en 1939 prestaba ayuda a 17 millones de alemanes, mantenía 8.000 guarderías infantiles,
gestionaba seguros de vejez, ayudas para el alquiler, subsidios a desempleados y discapacitados, asilos, y
desde 1941 un seguro médico obligatorio. Como es natural la NSV suele ser ignorada por quienes historian
los antecedentes del “Estado del Bienestar”.
En noviembre de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, presenta Sir William Beveridge (1879-1963)
al Parlamento británico, por encargo de Su Majestad, el informe Social Insurance and Allied Services , que
será tenido después por tantos como sillar del “Estado del Bienestar”, y que en su momento fue bendecido
por William Temple (1881-1944), anglicano arzobispo de Canterbury, hijo de arzobispo de Canterbury, nada
menos que como “la primera vez que alguien encarna todo el espíritu de la ética Cristiana en un documento
parlamentario”. A este pastor protestante atribuyen algunos el británico rótulo “welfare state” contrapuesto
al presunto “warfare state” germánico.
«Las palabras del Papa proponen un plan en el orden social como no se ha propuesto
absolutamente nunca. El mismo plan inglés de Beveridge, que está ya en manos del Gobierno, y
con el que se pretende que ningún inglés, cualquiera que sea, no pueda no solamente morir de
hambre, sino dejar de estar asegurado en todos los riesgos que la vida le pueda traer, es menor
que este del Papa, porque el Papa se fija no solamente en el individuo, sino en la familia,
enseñando que el hombre, en el organismo social, es un ser social; se fija en la mujer y en los
niños del trabajador, porque todos por él están al propio tiempo asegurados.» (Joaquín Azpiazu
SJ [1887-1953], La elevación del proletariado, Colección popular Fomento Social, nº 3,
Barcelona [septiembre] 1945.)
La Conferencia de Bretton Woods (1 a 22 de julio de 1944) decide el nuevo orden capitalista que se
implantará tras la guerra, aunque todavía Stalin, Roosevelt y Churchill tengan que reunirse en Yalta en
febrero de 1945. La Carta de las Naciones Unidas se firma el 26 de junio de 1945; Stalin, Truman y
Churchill se reunen en Potsdam en julio, Hiroshima y Nagasaki son arrasadas los días 6 y 9 de agosto, y la
UNESCO queda constituida el 16 de noviembre de 1945 (ausente la URSS, que debe esperar a 1956 para
poder incorporarse), &c.
Marzo de 1946: Sir William Beveridge inaugura en Madrid una “cátedra de Seguridad Social”
«Sir William Beveridge vendrá a España. Inaugurará la cátedra de Seguridad Social en Madrid. A últimos
de este mes pronunciará tres conferencias. Madrid.– Sir William Beveridge, el famoso autor del plan de
seguridad social publicado en 1942, y sobre el cual se basa la política social adoptada por Inglaterra en su
postguerra, llegará a Madrid por vía aérea el día 22 del mes actual, acompañado por el director general del
Instituto Nacional de Previsión, don Luis Jordana Pozas. El especialista ingles en política social, y cuyos
planes han ejercido tan gran influencia en el mundo entero, viene a Madrid invitado por la Facultad de
Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid para que inaugure la cátedra de seguridad
social fundada en esta Facultad por el Instituto Nacional de Previsión. En la semana última de Marzo, el
profesor Beveridge pronunciará tres conferencias, dos de las cuales estarán dedicadas a exponer su doctrina
sobre “Full employment” que constituye un plan económico que evite la crisis del empleo y el paro forzoso, y
la tercera en que desarrollará el tema “seguridad social”. Con ocasión de su estancia en España, el señor
Beveridge visitará algunas de las instituciones sociales españolas y estudiará el funcionamiento de nuetros
seguros sociales. La visita tiene carácter exclusivamente científico.– Cifra.» ( Diario de Burgos, 13 marzo
1946, pág. 1.)
«Mr. Beveridge, en Madrid. Madrid.– Esta tarde, a las cuatro, en el avión correo procedente de Londres, ha
llegado a Madrid Mr. Beveridge, destacado economista inglés y autor del famoso plan que lleva su nombre,
que, invitado por la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, se propone dar varias conferencias en
dicha Facultad. Le acompañó en su viaje el comisario del Instituto Nacional de Previsión, señor Jordana de
Pozas. Le esperaban en el aeropuerto el director del Instituto Británico, Mr. Starkie, y varios altos cargos
del Instituto Nacional de Previsión y profesores de Ciencias Políticas y Económicas. (Logos.)» ( El
Adelanto, Salamanca, 26 marzo 1946, pág. 4.)
«Visitas de Sir William Beveridge. El sociólogo inglés sir William Beveridge ha visitado esta mañana el
Museo del Prado, en compañía de don Mariano Madrazo. El ilustre sociólogo mostró su admiración
principalmente ante las obras de Velázquez, Goya y el Greco. A mediodía el señor Beveridge hizo una visita
de cortesía al embajador de su país, sir Víctor Mallet. Por la tarde en la embajada se dio una recepción en
su honor. Cifra.» (Diario de Burgos, 27 marzo 1946, pág. 3.)
«Conferencia del sociólogo británico Sr. Beveridge en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El
acto fue presidido por los ministros de Justicia e Industria. Madrid.– En el salón de actor del Consejo
Superior de Investigaciones Científica, pronunció anoche su anunciada conferencia el prestigioso sociólogo
inglés señor William Beveridge, siendo presidido el acto por los ministros de Justicia y de Industria,
embajador británico y numerosas personalidades y diplomáticos, llenándose por completo el salón. Presentó
al conferenciante el señor Castiella y tuvo un cálido elogio para el señor Beveridge, el señor Jordana de
Pozas. El disertante fue largamente ovacionado al final de su conferencia. (Logos.)» ( El
Adelanto, Salamanca, 29 marzo 1946, pág. 1.)
«“Debe mantenerse la comunicación de ideas entre los hombres de ciencia de todo el Mundo” Sir Willian
Beveridge pronuncia la primera de sus conferencias en la Facultad de Ciencias Políticas y
Económicas. Madrid.– Bajo la presidencia de los ministros de Industria y Comercio, de Justicia y del
embajador de la Gran Bretaña y con asistencia de numerosísimo auditorio, sir William Beveridge ha
pronunciado una conferencia sobre el tema “La ocupación total”. Antes que el orador, hizo uso de la
palabra el decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, don Fernando María Castiella, quien
habló primero en inglés y luego en español. Sus primeras palabras fueron de agradecimiento a Sir William
Beveridge por su visita a la pacífica España, en la que el heroísmo de sus juventudes ha permitido las
premisas para el orden y para la justicia social. Declaró también que la juventud de la victoria siente ansias
de una mayor justicia social y que no será nuestro pueblo quien se rezague bajo la sombra de la Cruz a crear
un mundo más justo. Después hizo uso de la palabra el presidente del Instituto Nacional de Previsión, señor
Jordana de Pozas, que pronunció unas palabras sobre la obra y la biografía de Sir William Beveridge. Este
habló a continuación en inglés, pero pronunció en castellano las siguientes palabras: “He venido aquí por
invitación de la Universidad de Madrid con carácter estrictamente particular. No puedo ostentar ninguna
otra representación ya que dejé mi cargo en la Universidad de Oxford para poder ser miembro del
Parlamento. A consecuencia de las últimas elecciones generales ya no estoy en éste y soy solamente escritor
y no tengo ningún género de relaciones con el Gobierno. Opino que independientemente de lo que los
Gobiernos hagan o dejan de hacer es deseable mantener abierta la comunicación de ideas entre las
universidades y los hombres de ciencia de las diferentes naciones siempre y cuando todos disfruten de la
libertad que yo disfruto hoy para hablar sin temor de parcialidad, para decir exactamente lo que pienso.
Agradezco a la Universidad de Madrid la oportunidad que me ha brindado para realizar este propósito.
Creo también que los hombres de todas las naciones son hermanos y tienen intereses comunes. Tres cosas
necesitan ante todo: Primero, paz, ausencia de temor a la violencia y a la guerra, sea internacional o civil;
segundo, ocupación, oportunidad para trabajar y ganarse la vida honradamente; tercero, seguridad social,
certidumbre de una renta para adquirir las cosas necesarias para la vida de ellos y de sus familiares, tanto
cuando pueden trabajar como en el caso que por edad, enfermedad u otras causas no puedan hacerlo. Opino
que los hombres de las diferentes naciones deberían consultarse constantemente sobre el modo de atender a
estas universales necesidades. Yo vine a exponer libremente algunas de mis opiniones sobre esta materia. He
venido también a aprender vuestro modo de abordar estos problemas”. Después de su conferencia en inglés,
sir William Beveildge resumió todo su contenido en los siguientes cinco puntos: Primero: Una sociedad sólo
es satisfactoria cuando todos los hombres que quieran trabajar y ganarse la vida puedan hallar oportunidad
para hacerlo. Tiene que haber tantas ocupaciones retribuidas por lo menos como personas que aspiren a
ellas. Este es el sentido de la ocupación total. Segundo: El individuo no puede crearse su propia oportunidad
para encontrar trabajo. La ocupación total no puede llegar a producirse automáticamente. Tercero: La
ocupación total debe convertirse en una nueva responsabilidad del Estado. Cuarto: Puesto que la ocupación
total depende de que el gasto total sea adecuado, el Estado debe asumir la responsabilidad de que esto
suceda. Quinto: El instrumento del Estado para todo gasto es el presupuesto. Para confeccionar los
presupuestos se precisa un criterio nuevo, no el de equilibrar gastos e ingresos del Estado, sino el de
conseguir un gasto total adecuado. El ministro de Hacienda debe acometer su tarea con un espíritu nuevo,
considerando la totalidad del gasto y no solamente el que realiza el Estado. Sir William Beveridge fue
aplaudidísimo y después de su conferencia una gran cantidad de personas, especialmente del bello sexo,
acudieron a que les firmara autógrafos. Cifra.» (Diario de Burgos, 28 marzo 1946, págs. 1-4.)
→ “William Beveridge: En España se puede hablar claro” (El Español, 6 abril 1946.)
→ Juan Alberti, “Mister Beveridge y el señor Jordana retornan a sus lares” (El Español, 20 abril 1946.)
→ Germán Bernacer, “Sir William Beveridge y el paro. Apostillas a unas conferencias” (El Español, 20
abril 1946.)
Uno de los principales teóricos de la planificación del Welfare State al servicio de los Estados Unidos fue
el aristocrático economista alemán Herbert von Beckerath (1886-1966), perteneciente a una familia muy
unida por su condición de fundamentalistas menonitas, que perseguidos por otras bandas de fanáticos
cristianos reformados habían encontrado en 1694 su bienestar en Krefeld, Renania del Norte, la “ciudad de
la seda”, donde prosperaron como industriales textiles. Profesor en Karlsruhe y en Tubinga, desde 1925
ejercía en el Instituto de Ciencias Sociales y Económicas de Bonn. Diez años después, opuesto a los nazis, se
desplaza en 1935 a los Estados Unidos, donde gracias a los auspicios de la Fundación Rockefeller logra
asentarse en la universidad privada Duke, en Durham, Carolina del Norte, en la que se jubila en 1955. En
1949 publica, en inglés, el artículo “Economic Planning in the Welfare State”, que aparece en el volumen 63
(1949) de la revista alemana Weltwirtschaftliches Archiv (fundada en 1913, más adelante
rebautizada Review of World Economics). Tiene su interés, para conocer de primera mano de qué estaban
entonces hablando, recuperar sus primeros párrafos:
The welfare state as here El estado de bienestar, tal
understood is that democratic como aquí se entiende, es la
political organization of organización política democrática
society which relies for de la sociedad que se basa
economic production and principalmente en la producción y
distribution primarily on distribución mediante actividades
competitive private activities, económicas privadas
but undertakes to influence competitivas, pero se compromete
the operations of the private a influir en las operaciones del
business system in order to sistema empresarial para lograr
achieve certain results which ciertos resultados que se
are considered socially consideran socialmente
desirable, and which are not deseables, y que no son
necessarily forthcoming as necesariamente producto
the spontaneous product of espontáneo de las operaciones del
the operations of the business sistema empresarial. Los
system. The most important of objetivos más importantes son el
such goals are development desarrollo y el uso completo y
and full and economical use económico de los recursos, la
of resources, equitable distribución equitativa de los
distribution of incomes, ingresos, el mantenimiento de la
maintenance of competition, competencia y el funcionamiento
steady operation of the estable del sistema económico con
economic system with un empleo razonablemente pleno.
reasonably full employment.
We defined the welfare Definimos el estado del
state as a democratic (1. bienestar como un sistema
Meaning government by político democrático (1. En el
periodically elected means sentido de gobiernos elegidos
under the control of equally periódicamente bajo el control de
elected parliaments, parlamentos, igualmente electos,
representing all classes of que representen a todas las clases
people) planning political de personas) que planean
organization pursuing certain determinadas política económicas
economic policies, with con tendencias igualitarias.
egalitarian tendencies.
This is the currently Este es el tipo de estado de
prevalent type of welfare bienestar que prevalece
state, with characteristics actualmente, con características
shared by most western compartidas por la mayoría de
countries, outside of the los países occidentales, fuera de
Russian orbit (where only la órbita rusa (a excepción de
Finland might be so Finlandia, pues los demás
considered, the other miembros de ese grupo son más o
members of that group being menos socialistas totalitarios),
more or less totalitarian pero no el único posible.
socialistic), but not the only
possible one.
En 1950 el papa Pío XII advierte del falso estado de bienestar que prometen los comunistas en sus
maquinaciones:
«Porque no faltan actualmente quienes, frente a las maquinaciones de los comunistas, que, al
prometer un perfecto bienestar temporal, intentan arrancar la fe a aquellos mismos a quienes
prometen la plena felicidad temporal, no sólo se muestran temerosos sino que se hallan agitados;
pero esta Sede Apostólica, en muy recientes documentos, ha indicado con toda claridad el camino
que todos han de seguir y del que nadie puede apartarse, si no quiere faltar a la conciencia de su
deber. Pero otros se muestran no menos temerosos e inciertos ante aquel sistema económico que se
llama capitalismo; cuyas graves consecuencias la Iglesia repetidas veces ha denunciado
claramente. La Iglesia, en efecto, ha indicado no sólo los abusos del capital y del exagerado
derecho de propiedad que semejante sistema promueve y defiende, sino que ha enseñado también
que el capital y la propiedad han de ser instrumentos adecuados de la producción en beneficio así
de toda la sociedad como del sostenimiento y defensa de la libertad y dignidad humanas. Los daños
consiguientes a ambos sistemas económicos deben persuadir a todos, pero singularmente a los
sacerdotes, a que se mantengan siempre fieles a la doctrina social enseñada por la Iglesia, y a que
la propaguen entre los demás y la lleven por todos los medios a la práctica. En efecto; esta doctrina
es la única que puede curar los males que cada día crecen en mayor extensión; porque ella sola es
la que une y perfecciona conjuntamente las exigencias todas de la justicia junto con los deberes de
la caridad y promueve un orden social que ni oprime a los individuos, ni los separa mutuamente
por los exagerados afanes de las propias ventajas, antes bien los une en admirable armonía de
relaciones y con el vínculo de la caridad fraternal.» (Pío XII, Menti Nostrae, exhortación apostólica
de su santidad sobre la santidad de la vida sacerdotal, Roma 23 septiembre 1950.)
1955 Esteban Elorriaga, Medida de valor y supresión total de impuestos, para que sea aplicada por los
gobernantes de todo el mundo, al servicio y bienestar del Estado, capital y trabajo, prólogo de J.
Zubizarreta [Jesús María Cristóbal Zubizarreta], Ediciones Castilla, Madrid 1955, 96 págs.
En marzo de 1958 William H. Beveridge, honorable miembro de la Cámara de los Lores, responde así a
las primeras preguntas de la entrevista titulada “Individual Welfare and The Welfare State” ( Challenge, vol.
6, nº 6, págs. 54-59):
«Como autor del Plan Beveridge, se supone que es usted uno de los principales arquitectos del
estado del bienestar. ¿Toma esto como un cumplido? Por supuesto, creo que el estado debería
preocuparse por el bienestar de sus ciudadanos. Y en mi tiempo, supongo que hice algo para
ampliar la cantidad de cosas que el estado hace en este campo.
Es consciente, por supuesto, que el término “estado de bienestar” tiene connotaciones
desfavorables en algunos sectores. Nunca utilizo el término “estado de bienestar” porque sugiere,
a todo el mundo, que todo lo que una persona debe hacer para lograr bienestar es obtenerlo del
estado. En mi opinión, eso es bastante malo. Por supuesto, creo que el bienestar del hombre
depende en parte de ciertas cosas que el estado puede hacer por él, pero depende mucho más de lo
que haga por sí mismo y también de lo que haga para ayudar a su prójimo.»
Congreso por la Libertad de la Cultura · Copenhague, 9 al 13 de septiembre de 1960
“El escritor y el Estado del Bienestar” “The Writer and the Welfare State” “Les écrivains et la société du
Bien-être”
Españoles en Copenhague 1960 a cuenta del Congreso por la Libertad de la Cultura: Esteban Pinilla de las
Heras, José María Castellet & Isabel Mirete, Julián Marías, Lorenzo Gomis y Francisco Ferreras Valentí &
Nuria Casanovas.
El Congreso por la Libertad de la Cultura organiza en Dinamarca, en septiembre de 1960, un coloquio
literario internacional sobre El escritor y el Estado del Bienestar, dirigido por Pierre Emmanuel. (“The
Writer and the Welfare State”, Copenhagen, 9-13 september 1960; “Les écrivains et la société du Bien-
être”; crónica «oficial» de Michel Deguy en Preuves, cahiers mensuels du Congrès pour la liberté de la
culture, Paris, décembre 1960, nº 118, págs. 53-58). Intervienen, entre otros, el novelista sueco Eyvind
Johnson (1900-1976), el escritor irlandés Frank O'Connor (1903-1966), el ensayista danés Jens Kruuse
(1908-1978), el filósofo sueco Ingemar Hedenius (1908-1982), el psicoanalista austriaco Igor Caruso (1914-
1981), el filósofo católico español Julián Marías (1914-2005), el escritor norteamericano de origen judío
Saul Bellow (1915-2005), la filósofa irlandesa Iris Murdoch (1919-1999), el escritor personalista católico
francés Jean-Marie Domenach (1922-1997), el “escritor americano negro” James Baldwin (1924-1987),
&c.
Asisten, invitados por el Congreso por la Libertad de la Cultura, varios españoles, y se dedica la tarde del
10 de septiembre a España. Además de la ponencia de Julián Marías ( Le bon usage de la pauvreté et des
richesses), ofrece una subponencia Lorenzo Gomis (Le chant de la pauvreté). Carlos Barral, también
presente, recuerda en sus memorias, Cuando las horas veloces (1988), su encontronazo con Julián Marías:
«Comenzó en la sala de conferencias, en una réplica muy agresiva que me tocó pronunciar –me había
pasado la pelota Castellet escudándose en mi mejor francés– tras dos lamentables discursos de Lorenzo
Gomis y de Marías que venían a ser un elogio cristiano de la pobreza. La izquierda española allí presente –
Castellet, el sociólogo Esteban Pinilla y yo– no podía pasarlo por alto. Arremetí en tono volteriano contra el
solemne heredero de Ortega y se produjo una gran crispación» (págs. 55-56). También asisten el poeta
Jaime Ferrán Camps (1928-2016), Francisco Farreras (que ya estaba en nómina del CLC), &c.
1961 «Todo esto desmiente una vez más las falsas afirmaciones de los ideólogos burgueses y de los
revisionistas de que el capitalismo contemporáneo se ha convertido en “capitalismo popular”, ha
creado el llamado “Estado del bienestar general”, capaz de superar la anarquía de la producción
y las crisis económicas y de garantizar el bienestar de todos los trabajadores.» (“Declaración de la
Conferencia de Representantes de los Partidos Comunistas y Obreros” [de los Países Socialistas,
Moscú, noviembre de 1960], Nuestra Bandera, revista teórica y política del Partido Comunista de
España, nº 29, enero 1961, pág. 83.)
«¿Qué queda, después de esta confesión, de los miles de toneladas de tinta y papel, de emisiones
radiofónicas y televisadas, de películas y discursos, de folletos de propaganda y de respetables
tratados “científicos”, dedicados a demostrar que el marxismo se ha equivocado, que el
capitalismo se ha convertido en ciertos países desarrollados en “capitalismo popular”, en el
“estado del bienestar”, sin clases explotadas ni explotadoras, sin paro, sin crisis, &c.? En las
próximas ediciones de los manuales de economía política marxista el discurso de Kennedy del 30 de
enero de 1961 deberá ocupar un lugar preferente para ilustrar cómo actúan las leyes del
capitalismo, descubiertas y explicadas por el marxismo.» (“Dos mensajes, dos mundos”, Mundo
Obrero, órgano del Comité Central del Partido Comunista de España , año XXXI, nº 5, febrero
1961, pág. 4.)
El mito capitalista del “Estado de bienestar” en el Diccionario soviético de filosofía de 1963