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5096
A P U N T E S

SOBRE

II EPIDEMIA DE CÓLERA DE 1886 • 87

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Е Р 0 8 1 С Ш D E L LíDííO U R U G U A Y O
! MADRID - C'.RCELGNA

D O N A C I Ó N D E LA ß i G L I O T E C A N A C I O N A L

D E M O N T E V I D E O A LA CE ^CRÍQ
P 12532;>

A P I X T KS

SOBEE

E P I D E M I A BE COLE]
DE

1886 - 87
POR EL

DOCTOR A N G E L B R I A N

MONTEVIDEO

. BAREEIEO Y RAMOS, EDITOR


25 de Mayo, osquina Camaras

1895
A l doctor clon P e d r o V i s c a , distinguido Profesor de
Clínica M é d i c a de la Facultad de Medicina en el
Hospital de Caridad.

Estimado colega y a m i g o :

D o s móviles me llevan tí dedicar á V d . estos lige-


ros apuntes.
El primero consiste en la manera decidida con que
V d . ha emprendido el estudio de los problemas de
higiene internacional, interviniendo en las d i s p o s i c i o -
nes de carácter sanitario que se han adoptado, en más
de una ocasión, en defensa de ios intereses de la sa-
lud pública; — el segundo responde á un sentimiento
de íntima gratitud que he guardado siempre hacia
V d . , en razón de la defensa calurosa que hizo de mis
procedimientos, cuando, siendo Director de Salubri-
dad Pública, me tocó afrontar las circunstancias ex-
cepcionales que originó la epidemia de cólera en los
años de 1886 y 87. Mientras la prensa de entonces
me tachaba de arbitrario y levantaba con su p r o p a -
ganda apasionada puebladas en oposición á las m e d i -
das salvadoras que se adoptaban, V d . me fortalecía
en. mi tarea y en mi empeño por el triunfo de la v e r -
0 LA E P I D E M I A D E CÓLERA

dad científica que puede más que las prevenciones do


la ignorancia y las calumnias de la malevolencia.
Estos apuntes, que me hago un placer en ofrecerle,
no tienen otro objeto, ni aspiran á otro fin sino á n a -
rrar breve y fielmente los hechos ocurridos, y en e s -
pecial m o d o los que cayeron directamente bajo mi
conocimiento, para que resalten las conclusiones de or-
den práctico que fluyen lógicamente de su narración.
L a epidemia de 1 8 8 6 - 8 7 lia ofrecido materiales
preciosos para hacer un "libro útil, aun cuando haya
de tropezar el que lo intente con la falta absoluta de
un archivo de las epidemias anteriores; de m o d o que
todo procedimiento analógico y comparativo resulta
p o c o menos que imposible.
V d . mismo, al dar en 1887 sus preciosas conferen-
cias sobre el cólera, las que me hice un honor en e d i -
tar, llegó á constatar tal vacío lamentable.
N o será, pues, de extrañar que estos apuntes a d o -
lezcan de muchas deficiencias, imputables unas á la
escasez de datos d o c u m é n t a n o s , y otras á la natura-
leza de mis ocupaciones presentes, que no me permiten
disponer de todo el tiempo que sería indispensable
para un trabajo de mayor extensión.
H a y , además, que tener en cuenta que las ideas y
procedimientos vertidos en estos apuntes han sufrido
modificaciones en el tiempo que nos separa de los
años 1S86 y 8 7 ; hay nuevas ideas que inducen á m o -
dificar particularmente los procedimientos que se r e -
fieren á la profilaxia, pero que no he debido referir
para no salir de los límites que me había impuesto.
KN MONTEVIDEO 7

A pesar de lo dicho, creo que estos apuntes puedan


prestar alguna utilidad para el archivo médico nacio-
nal.
Quiera V d . , pues, aceptarlos con las expresiones de
la consideración y aprecio más distinguido de éste su
colega y amigo.

ÁNGEL BKIÁN.

!Iont':vú¡ru, Octubre - tío ISHO.


OBSERVACIONES GENERALES
SOBRE

LA EPIDEMIA DEL CÓLERA DE 1886-S7

L o s estudios epidemiológicos tienen h o y una i m -


portancia verdaderamente útil y provechosa para t o -
dos los intereses humanos, no sólo porque representan
un adelanto en la investigación científica de las en-
fermedades epidémicas, de los medios apropiados
para preservarse de ellas y de los recursos para
combatirlas, sino también porque llevan al seno de
los gobiernos un código instructivo de conducta para
la solución de diversos problemas, particularmente
de los económicos y comerciales, que de otro m o d o
se comprometerían muy seriamente, dando origen á
graves perturbaciones, como ya las experimentamos
en nuestras relaciones comerciales con el Brasil, el
año 1887.
A estos motivos, que son generales á todos los
pueblos, agrégase otro que es peculiar á la medi-
cina nacional. M o n t e v i d e o ha pasado por diversas
10 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

epidemias de fiebre amarilla, cólera y otras de g é -


nero distinto, como viruela, difteria, etc.
Y b i e n : la medicina nacional no tiene en sus
anales la relación escrita de ninguna de esas epi-
demias, cuyo estudio, á la vez que representara para
sí un título honroso, hubiera aprovechado á los d e -
más, c o m o consecuencia de ese encadenamiento su-
cesivo y de ese beneficio solidario que se trasmiten
las generaciones unas á otras dentro de uua misma
nacionalidad y con proyecciones universales en el
escenario de la humanidad entera.
Necesitamos, pues, interesarnos en la preparación
de nuestro archivo médico nacional, lo mismo para
ampliar nuestros conocimientos como para rectifi-
carlos, y con ello habremos, á la vez que cumplido
un alto deber, aprovechado el presente y benefi-
ciado para el futuro.
L a humanidad entera está todavía periódicamente
pendiente, en cuanto á los intereses de su salud,
de los preceptos religiosos de la India, de cuyo
célebre río, el Ganges, se irradia á todas las latitu-
des del mundo el mortífero germen del cólera.
E l estudio, que de esa cuna pestífera han hecho
diversos y concienzudos observadores, ha enrique-
cido la ciencia y beneficiado á la humanidad en-
tera, porque es sobre esa base de enseñanzas que
pueblos y gobiernos han p o d i d o preservarse y de-
fenderse de aquel terrible mal.
Nuestra situación geográfica, la importancia de
nuestras relaciones comerciales, la facilidad y rapi-
EX MONTEVIDEO IL

dez de nuestras comunicaciones con la Europa, el


mismo estado de nuestra civilización, nos imponen d e -
beres c o m o á todos los demás pueblos, y por humilde
cpie sea nuestra esfera científica, debemos concurrir
á la labor común con nuestro grano de arena, o b -
servando y anotando, historiando y comentando aque-
llos sucesos que, en el orden de estos problemas,
sirvan de elementos de estudio á aquellos espíritus
destinados á sintetizar en fórmulas generales y su-
periores los principios fundamentales de esta rama
científica que se llama la epidcmioloijta.
Nada importa que nuestras observaciones no en-
trañen la solución de problemas fundamentales; no
importa que nuestra crónica no dé materia suficiente
para un libro de gran formato : no por eso debemos
desconocer que, dentro de la esfera de nuestra a c -
tividad, los datos que ofrezcamos carezcan de uti-
lidad verdadera y positiva. L a ciencia, en su ex-
presión superior, no es sino la síntesis de diversos
hechos particulares y aislados, cuyo estudio meto-
dizado da la clave de las soluciones definitivas.
Historiando la epidemia de cólera del 86 y 87,
en su expresión real de verdad, abrigamos la c o n -
vicción de que concurrimos á los fines universales
que tienen estos estudios, y que á la vez aprove-
chamos particularmente de ello en pro de nuestros
propios intereses, teniendo siempre á nuestro alcance
la crónica de lo que hicimos en presencia de aque-
llos sucesos, y de lo que podríamos hacer si éstos
desgraciadamente se reprodujeran.
12 I-A EPIDKMIA B E CÓLERA

L a reseña que va á leerse contiene, en mi sentir,


datos muy interesantes. En ella asistirá el lector
á una sucesión de hechos que son la manifestación
de otro primordial, eficiente; y podrá apreciar en
sus detalles la extensión é importancia de cada
uno. D e su observación atenta, deducirá aprecia-
ciones concordantes con los principios generales que
la ciencia lia fijado al curso, mecanismo, difusión
y demás motivos que son propios de una epidemia
de cólera, c o m o podrá también valorar toda la efi-
cacia que tuvieron las medidas que se implantaron, y
el mayor resultado que se hubiese obtenido si ellas
hubiesen sido adoptadas con el mismo rigor y uni-
formidad desde el primer momento. A s í verá t a m -
bién que el cólera que invadió el 8(3 y 87 á
Montevideo, fué el mismo de otras épocas, por
su procedencia y por su carácter, y lia seguido el
mismo itinerario.
D e la India va á Europa, y de allí llega hasta el
R í o de la Plata. En esta última ocasión t o c ó primero
en Buenos A i r e s , y v i n o luego hasta nosotros.
Esta ley de traslación, salvando grandes distan-
cias, es incontestable, porque está establecida por
los hechos, que son materiales, indiscutibles, c o m o
es igualmente evidente que ese fenómeno de tras-
misión puede verificarse en todos sentidos. L a an-
tigua teoría china, que daba á las epidemias de cólera
un rumbo de dirección fija del Oeste al Este, está
y a desvanecida.
Su vehículo de traslación es, c o m o en todas partes
EN MONTEVIDEO 13

y c o m o siempre, la masa humana puesta en movi-


miento. V a en su corriente á todas las latitudes, lo
mismo por mar que por tierra, y llega con tanta más
seguridad y rapidez cuanto más fáciles y frecuentes
son las comunicaciones. E s el viajero enfermo, por sí
mismo ó por sus ropas y equipajes infectos, quien
deposita el germen, y así se explica c ó m o en toda
epidemia se encuentra que él ha sido, ya sea directa
ó indirectamente, el vehículo más poderoso del p r i -
mer contagio y de sus efectos s u c e s i v o s ; ó en otros
términos, el hombre es el agente principal de esa
propagación en el espacio y en el tiempo.

L a acción vital y generatriz de tales gérmenes


es tanto más fecunda cuanto más apropiado á su
desenvolvimiento es el medio en que aparece.
A este respecto, la epidemia del 86 - 87 ofreció
demostraciones m u y elocuentes; la Unión, Maroñas
y el Barrio de la H u m e d a d , eran zonas apropiadas
para su incremento, c o m o lo fueron en el mismo
sentido, pero por otras causas, el A s i l o de M e n d i -
g o s , el Manicomio Nacional y el Cuartel del 3.° de
Cazadores.
En un medio higiénico y aislado, el germen q u e -
dará reducido en sus efectos á la acción inicial
que le es propia. N o irá más allá. E n un medio
insalubre, una sola simiente bastará para producir
14 LA. EPIDEMIA D E CÓLERA

una estruendosa explosión. L a s diferencias son, pues,


radicales.
H a y en estos hechos la misma analogía que en
el batallar de las pasiones políticas cuando la at-
mósfera social en que se agitan está recargada de
elementos estimulantes: un solo grito puede desatar
una tempestad, c o m o basta para producir un gran
incendio una chispa, por insignificante que sea.
L a relación de proporcionalidad entre el desastre
y la causa que le diera origen, no deberá buscarse
en la magnitud é intensidad de esta última, sino
en la proporción y calidad de los materiales aglo-
merados en el medio en que el suceso aparece y
la aptitud que tienen para secundar indefectible-
mente su acción.
L a Unión, Maroñas y el Barrio de la H u m e d a d ,
carecían, por una parte, de condiciones higiénicas,
consistentes en la falta de medios propios para el
arrojo de sus inmundicias; en sus sistemas primitivos
de letrinas, poderosos infiltradores del suelo; en sus
lagunas y pantanos; en sus aguas estancadas; en sus
zonas de terrenos p o r o s o s ; y por otra parte, en sus
fuentes de provisión de aguas potables, que fueron
inficionadas, y sirvieron de fácil y rápido vehículo
de propagación al mal. E l cólera encontraba, pues,
los medios más. apropiados de contagio é irradiación.
E n el M a n i c o m i o , el A s i l o de M e n d i g o s y el Cuar-
tel 3.° de Cazadores, las causas eran distintas, pero
capaces de producir iguales efectos.
Cada uno de ellos representaba una aglomeración
de personas dentro de un perímetro estrecho.
EN MONTEVIDEO 15

L a ciencia ha demostrado con conclusiones irrefu-


tables la influencia favorable de tales medios á la
propagación del mal: toda aglomeración de hombres,
en que se introduce el cólera, es una condición f a -
vorable á la extensión rápida de la enfermedad.
Ocurre un hecho muy particular respecto del cual
han deducido una ley los observadores más m o d e r -
n o s : la explosión es tanto más rápida y la mortalidad
tanto mayor, cuanto más virgen de influencia alguna
colérica esto la aglomeración humana en que el mal
estalla. E s decir, que en una aglomeración que haya
sufrido la influencia colérica, c o m o , por ejemplo, un
gran número de pasajeros procedentes de focos c o -
léricos y desembarcados en un lazareto, el mal no
tiene nunca ni un desenvolvimiento tan rápido ni
una intensidad tan violenta como en el otro caso.
A s í sucede eme, mientras un caso de cólera que e s -
talla entre los cuarentenarios de un lazareto produce
algunos accidentes, ese mismo caso determinará una
explosión formidable en una ciudad virgen.
Se d e d u c e de esta observación una consecuencia
muy interesante, y es, que el estallido del cólera den-
tro de un lazareto no representa en sí un peligro i n -
minente, mientras las ciudades ó territorios vecinos
se precavan de aquél; el peligro no existe sino
cuando de aquel medio pueda ser importado á la ciu-
dad virgen un caso de cólera ó su germen represen-
tativo : el microbio.
P o r otra parte, se nota otra particularidad respecto
del estallido del cólera dentro de ciertas agióme-
1G LA EPIDEMIA D E CÓLERA

raciones humanas, c o m o ser las que representa un


cuartel ó un asilo de beneficencia; y es que el e s -
tallido, si bien violento, dura breve tiempo y la
enfermedad desaparece bien pronto.
Entre nosotros, los hechos han pasado así, c o m o
el lector lo verá al ocuparse de los capítulos que
tratan de los establecimientos públicos que sufrie-
ron la epidemia.
Para mayor desgracia, las aguas del aljibe del
A s i l o de M e n d i g o s y el manantial que proveía al 3.°
de Cazadores en su campamento de Punta Carretas,
fueron también inficionados.

Caracterizados los primeros f o c o s , el lector obser-


vará que la difusión del mal se manifestó bien p r o n -
to, y ello consistió en no haberse querido observar
las medidas adoptadas, con el rigor que debiera ha-
cerse. L a s autoridades superiores profesaban en el
primer momento un extraviado criterio de política
sanitaria: era preciso ocultar los hechos, yorque su
denuncia •pública infundiría desastrosas alarmas.
Este sistema no es de nuestra i n v e n c i ó n : es un p r o -
pósito que ha dominado á los gobiernos de otros paí-
ses en casos análogos.
Este acto de conducta produjo sus efectos c o n s i -
guientes. E l germen del cólera pudo fácilmente p r o -
EN MONTEVIDEO 17

pagarse en muchas direcciones y nos l l e v ó á pagar


cara semejante imprudencia.
E n la narración del capítulo que trata ese punto,
podrán seguirse con claridad todos los extremos de
esa difusión, cuyo conocimiento se completará obser-
vando las cartas geográficas que amplían esa d e m o s -
tración.

L a época de la aparición del cólera entre nosotros


ha sido, esta vez c o m o en otras, concordante con la
estación de verano. Parece ser un hecho que se
cumple en todas partes: ordinariamente la violencia
de las epidemias se produce en esa estación, si bien
ocurren también en invierno, aunque más raramente,
pero no con tanta extensión y gravedad. L a s bajas
temperaturas dan cierta inmunidad. X o hay duda
alguna de que bajo la influencia de una atmósfera
caliente y húmeda, la proliferación de los gérmenes
se exalta y es más abundante.
L a historia de las epidemias, al tratar de las in-
fluencias atmosféricas, consagra á este respecto obser-
vaciones prácticas muy interesantes, expresando que
las tormentas, las grandes lluvias, c o m o los vientos
calientes, tienen muy seria influencia sobre la agra-
vación de una epidemia.
E l cuadro meteorológico referente á los meses en
que reinó el cólera entre nosotros, y que he c o n -
2
18 LA E P I D E M I A D E CÓLERA

sultado gracias á la obsequiosidad del señor D i r e c -


tor del Observatorio del Colegio P í o de V i l l a C o -
lón, no acusa ninguna particularidad especial al res-
pecto.

A l tratar de las medidas sanitarias de defensa para


el exterior, se presenta la cuestión tan debatida entre
dos sistemas: la clausura absoluta de puertos y el
régimen cuarentenario.
Estas dos ideas vivieron en lucha en aquella época.
Triunfaron en los acuerdos del Gobierno las ideas
del Consejo de Higiene que pedían la clausura,
mientras que la Junta de .Sanidad sostenía las c u a -
rentenas, aunadas á la desinfección. P e r o ese triunfo
resultó efímero c o m o m o t i v o científico y c o m o resul-
tado práctico, y fué altamente gravoso para el país,
por los intereses comerciales y económicos que c o m -
prometía. L a clausura era sólo una ficción, porque
si bien es cierto que ningún buque podía arribar á
nuestros puertos, la circunstancia de imposibilidad en
que estábamos para guardar nuestras extensas c o s -
tas, permitía un fácil acceso de personas al territo-
rio, y tanto más fácil, cuanto más cercano era el país
vecino infectado.
L a clausura quedaba defraudada; era realmente
un hecho en los puertos, pero no existía para el resto
de nuestras extensas zonas fluviales.
L a cuarentena en un punto dado, al cual debiera
EN MONTEVIDEO 19

converger todo viajero, era un principio científico más


racional y conveniente, pues nos daba la garantía
de que toda persona, antes de penetrar al territorio,
había sufrido el control de una observación sanita-
ria y de un expurgo perfecto de sus equipajes, g a -
rantía que no se cumplía en el caso contrario; á la
v e z que librábamos al país de los graves perjuicios
que le causó la clausura por sí misma y por ..la acción
de las represalias que el Brasil hizo pesar más tarde
al intercambio de nuestros productos, y en particular
sobre la carne tasajo, que tenía allí su mercado de
consumo más fuerte y conveniente.
E n razón de estos antecedentes, del sistema de
política sanitaria de los países vecinos, de nuestra
situación geográfica, del favor dispensado p o r la na-
turaleza, que nos ha dado una zona firme en pleno
mar, c o m o lo es el grupo de islas de Flores con
espaciosidad y disposiciones para constituir allí una
estación sanitaria de primer orden, por todos estos
motivos y otros que pueden exponerse, la clausura
de puertos debió ser rechazada de nuestra legisla-
ción y debe serlo siempre que se aconseje.
D e b e m o s , p o r consiguiente, atenernos al régimen
cuarentenario.
Este régimen comprende dos acepciones: la cua-
rentena de observación y la cuarentena de rigor.
A r m o n i z a n d o con esa legislación sanitaria, sancio-
nada y admitida por la ciencia, podemos, según nues-
tros medios y nuestros recursos, darle una interpre-
tación particular en cuanto al período de tiempo que
20 LA EPIDEMIA D E COLERA

á cada una de esas cuarentenas se estipula en d i -


versos países.
A s í , en algunos, la cuarentena de observación es
simplemente de 24 ó 48 horas, aun cuando el buque
venga de puertos infectados; y la cuarentena de rigor,
de 7 á 8 días, en los casos que el buque traiga casos
de cólera á su bordo. Nosotros hemos modificado,
y p o d e m o s , según las circunstancias, modificar esos
extremos.
U n buque procedente de puerto infectado, pero
sin enfermo alguno, puede sufrir 7 y 8 días de o b -
servación, ítem más el expurgo de ropas y equipajes.
E l procedente con casos de cólera á b o r d o , ya hayan
ocurrido en su trayecto ó bien que los contenga á
su arribo, sufrirá la cuarentena de rigor por 15 ó
20 días, ítem más las otras medidas del caso y previo
aislamiento de los enfermos en el lazareto sucio res-
pectivo.
Estos términos de tiempo en uno c o m o en otro
caso, dependen, por otra parte, de la distancia que
nos separe del puerto infectado del cual el buque
es procedente, pues es de tenerse en cuenta el tiempo
que ha necesitado para esa travesía.
Dentro de estos medios y recursos de defensa,
nada debemos temer, y p o d e m o s garantir la inmu-
nidad de nuestro territorio.
Respecto al caso de arribo á nuestro lazareto de
buques con coléricos, se ha emitido por diversos m é -
dicos la idea de que t o d o buque en tales condiciones
debe ser en absoluto rechazado.
EN MONTEVIDEO 21

Considero que semejante medida carece de todo


fundamento serio.
Si se considera un peligro el recibo de coléricos
en un lazareto c o m o el nuestro, que tiene su local
aislado para esos casos, no habría por qué e x c e p c i o -
nal del mismo rigor de medidas, á t o d o buque p r o c e -
-

dente de puertos infectados, porque no es posible


garantir que en sus pasajeros no puedan declararse
casos de cólera durante la observación sanitaria ;í que
se les somete. Y ocurrido esto, desde que el pasa-
jero afectado sea llevado al lazareto sucio, aislándo-
sele de los demás, ningún peligro puede ofrecer.
L u e g o , pues, si la observación de rechazo de todo
buque que tenga coléricos tiene como fundamento
primordial el preservar al lazareto de enfermos colé-
ricos, ese fundamento desaparece desde que, reci-
biendo pasajeros de puertos infectados, el cólera puede
declararse en el mismo lazareto después de recibidos
esos mismos pasajeros.
E n este caso, para hacer práctica la prescripción
del rechazo, tendríamos desde luego que tomar esos
enfermos, embarcarlos y arrojarlos lejos de nuestros
lazaretos, lo mismo que nos proponemos arrojar á
t o d o buque que traiga ya enfermos á bordo.
P o r q u e un caso de cólera, sea proveniente de los
pasajeros desembarcados, ó bien del buque que ya
directamente los contenga, no modifica la cuestión en
su alcance y consecuencias.
Correspondo todavía hacer una observación fun-
damental á la idea de que el rechazo de un buque
22 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

infectado es una garantía de inmunidad para nuestro


territorio.
P o r el contrario, y sin que sea paradoja, una p r e s -
cripción semejante, lejos de ofrecer tal garantía, puede
favorecer la importación del mal.
E s sabido que todo buque que llega al lazareto,
justifica su estado sanitario desde el día de su partida
al de su arribo, por medio de su libro clínico, y las
observaciones anotadas en ese libro, son un d o c u -
mento irrefutable.
Pues bien: un buque parte de un puerto infectado,
con necesidad de Hogar á M o n t e v i d e o , sabiendo de
antemano que será rechazado si tiene casos coléricos.
Supongamos que sobrevienen durante el viaje dos ó
tres defunciones de cólera, manifestación que de nin-
gún m o d o le conviene denunciar por ser contraria á
sus intereses. ¿ Q u é hace entonces para evitar el
rechazo ? Una operación muy sencilla que le pone
á salvo de tal medida. A n o t a y constata por su libro
clínico, que esas defunciones han ocurrido, una por
angina de pedio, otra por conijeslión cerebral, otra
por rotura de una aueurisma, y así sucesivamente,
t o d o lo cual no es inverosímil que ocurra.
¿ Q u é autoridad podría poner en duda semejantes
diagnósticos".'¿ quién podría desmentirlos, desde que
el médico en su libro clínico da la historia de cada
caso, y el capitán y demás personal administrativo
del buque confirman aquellas declaraciones?
P o r este mecanismo, que manejan muy bien y con
toda astucia los capitanes de buque, queda burlado el
EN MONTEVIDEO 23

rechazo, y por consiguiente la medida preventiva que


él implica, según los que sostienen aquella idea.
El buque que ha tenido defunciones de cólera
días ú horas antes de llegar al lazareto, será recibido
sencillamente y sin más prevención que si procediera
de un puerto infectado, y sin n o v e d a d sospechosa
durante su viaje.
Sin embargo, este buque, infectado por su p r o c e -
dencia y doblemente infectado por las defunciones
que ha tenido, desembarcará sus pasajeros, mu-
chos de ellos con la incubación del mal, con sus dia-
rreas premonitoras, etc., etc., que no será posible d e s -
cubrir, y que ocultarán tanto más, cuanto les c o n -
viene no ser descubiertos para no ser rechazados y
obligados, por consiguiente, á hacer una travesía de
veinte ó veinticinco días de regreso á E u r o p a .
Entonces, ¿ no resulta un absurdo el rechazo de
buques, analizando de un m o d o práctico los hechos,
c o m o acabo do hacerlo? ¿ S e habría'resuelto por v e n -
tura algún problema de profilaxia positiva, con seme-
jante p r o c e d e r ? liechazando buques, ¿ h a b r e m o s por
ventura dado mayores garantías, ó mayores satisfac-
ciones á los intereses de la salud pública ó á la in-
munidad de nuestro territorio?
E s dudoso que observador alguno, atento y j u i -
cioso, pueda deducir conclusiones opuestas.
N o se pretende sostener que entre un buque p r o -
cedente de puerto infectado, que no haya ofrecido n o -
vedad alguna durante su viaje, exista la misma igual-
dad que con otro el cual durante su travesía haya
24 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

tenido casos de cólera á b o r d o , ó bien los presente


á su arribo.
E s evidente que hay diferencia de categoría entre
ambos. E l primero es simplemente un buque s o s p e -
choso por su p r o c e d e n c i a ; el segundo, un buque in-
fectado. Y éste mismo decrecerá en su condición de
•infectado, cuando, habiendo tenido en los primeros
momentos de su partida ó algunos días después casos
de culera á b o r d o , hubiese sufrido durante aquel p e -
ríodo medidas de saneamiento que hubieran detenido
el desarrollo del mal, mostrándose á su arribo c o m o
no habiendo sufrido n o v e d a d después de algunos días
de los que señalan el límite ordinario de la incubación
del mal.
Resulta, pues, que un buque que se presenta con
casos de cólera á su arribo al lazareto, representa un
peligro muchísimo mayor que el simplemente califi-
cado de sospechoso.
P e r o estas diferencias tan fundamentales en la b r u -
talidad del hecho en sí, no imponen medidas tan e x -
tremas c o m o la que entonces sostuvieron algunos
miembros del Consejo de Higiene, es decir, que el b u -
que con coléricos á b o r d o , deba ser en absoluto re-
chazado del lazareto.
Ninguna legislación sanitaria establece tal rigor,
que, á la vez de ser contrario á lo preceptuado por la
ciencia, es horriblemente inhumano.
U n a legislación sabia no puede ni debe extremar
su rigor sino hasta límites racionales, que consisten
en sujetar á ese buque á una cuarentena de rigor
EN MONTEVIDEO 25

c u y o término se apreciará discrecionalmente según


las circunstancias y en cada caso particular. Y menos
puede extremar ese rigor, desde que el buque infec-
tado se presenta á un lazareto que puede recibir en
local independiente y aislado á sus enfermos, desem-
barcándolos sin pasar siquiera por el lazareto limpio,
ó bien cuando, teniendo un local de observación c o m o
el lazareto de la Isla de Flores, puede hacer el d e -
sembarco de todos los pasajeros que no están afec-
tados por el mal, y confinar entonces en el buque
mismo los enfermos que contenga, rodeándolos de
todos los medios de asistencia necesaria. D e s d e que
estos dos extremos de aislamiento son racionales y
posibles, no hay m o t i v o para que un buque que
contentra coléricos sea rechazado.
E s necesario convenir en que estas prácticas de c o n -
finación ó aislamiento, completadas con las medidas
de desinfección que juegan un papel tan importante,
han tenido en todas partes del mundo una experi-
mentación decisiva.
D a d a la posición estratégica de la Isla de Flores
que, c o m o estación sanitaria, es un [¡unto de defensa
tan importante para nosotros c o m o una estación sa-
nitaria en el Canal de Suez lo sería para la Europa,
no p o d e m o s menos que hacer efectivos los p r e c e p -
tos de la ciencia en tales casos, porque, procediendo
así, tenemos garantida la inmunidad por la vía marí-
tima.
26 LA EPIDEMIA D i : CÓLERA

E n todas partes, la vía terrestre siempre es de


más difícil defensa, y con todo resulta ser tal la
eficacia de las medidas que en tales casos se a d o p -
tan, basadas siempre sobre los mismos principios
de la o b s e r v a c i ó n : el aislamiento y la desinfección,
que sus resultados lian podido demostrarse siempre
en un grado de evidencia irrecusable.
Entre nosotros, la epidemia del 8 6 - 8 7 ha ofre-
cido comprobaciones indestructibles. Pero la elo-
cuencia de los hechos es todavía mayor cuando la
buscamos en otros m e d i o s : en el seno de grandes
masas humanas que se trasladan de un país á otro.
Se sabe que la última epidemia de cólera en E s -
paña produjo, según las cifras oficiales, 120,000
defunciones.
.Francia, en defensa de sus intereses sanitarios y
comerciales, fijó uno de sus objetivos principales en
la vía terrestre, que era la más difícil de defender.
Dividió la línea de los Pirineos en diversas esta-
ciones sanitarias, á las cuales debían converger todos
los pasajeros que se dirigiesen á Francia por esa
vía, y estableció, sobre ella, las medidas de que
hemos hablado: inspección, observación, desinfección
y aislamiento, pero sin llegar á ningún extremo ar-
bitrario ni vejatorio.
E l número de personas entradas á Francia por la
frontera fué de 110,000.
Pues b i e n : salvo algunos casos detenidos en la
frontera, que fueron confinados y asistidos en pe-
pequeños lazaretos, apenan dos casos- de cólera yene-
EN MONTEVIDEO

traron en territorio francés, IJ estos dos casos que-


daron aislados.
Semejante resultado no era otro sino la conse-
cuencia lógica, precisa, matemática, de las medidas
adoptadas.
Y la garantía de estos resultados sería sin duda
alguna tanto mayor, si las medidas que adoptáramos
en nuestro lazareto marítimo se completaran con la
estadía, á bordo de cada buque, de un médico de
sanidad ( c o m o lo prescribió la Convención de 1887),
el cual durante el viaje tuviera amplia intervención.
D e este m o d o nos pondríamos á cubierto de todo e n -
'gaño, obteniendo por otra parte la ventaja de que el al-
cance temporal de nuestro sistema cuarentenario p o -
dría modificarse entonces en sentido favorable, no
sólo para las personas, sino también para los inte-
reses del comercio y de la navegación.
D e b e m o s , por consiguiente, mantenernos dentro de
los límites racionales (pie la ciencia señala y que
los intereses internacionales aconsejan, y con ello
habremos dado las garantías suficientes que reclama
la salud pública.
Ka preciso tomar los hechos tal como son. Al
decir cólera morbus, no se trata de ningún genio
maligno, intangible, (pie invada por arte d i a b ó l i c o :
se trata de una entidad que conocemos tal como
es, que podemos precisar, aislar, limitar y contener
en sus pretensiones, desde que sepamos y queramos
combatirlo con energía, c o m o debe combatirse, y
como ya hemos sabido combatirlo en otra ocasión.
28 LA E P I D E M I A DE CÓLERA

G o b i e r n o , médicos y pueblo, todos sabemos que


salas pojrulí suprema lex; todos convenimos en que su
salvaguardia debe ser nuestro primero y más funda-
mental o b j e t i v o ; pero no por eso debemos extremar
nuestra acción hasta exigir á la navegación y á los
intereses comerciales y económicos del país sacrifi-
cios innecesarios, porque el límite de toda exigencia
racional debe concretarse á lo que es justo, útil y
necesario, y nada más.

E n el capítulo consagrado á las medidas de p o -


licía municipal que se adoptaron en aquella época,
el lector encontrará una exposición minuciosa de t o -
dos esos hechos, ya en cuanto se refiere á las m e -
didas en sí mismas, c o m o también á la resistencia
que la población opuso á algunas de ellas en los pri-
meros momentos.
P e r o la insistencia y energía con que se sostuvo
su cumplimiento, precisaron su efectividad.

C o m o noticia de interés, de que no he hablado en


el curso de la Memoria, y que es un punto de previ-
sión á tenerse en cuenta para lo futuro, recordaré las
alteraciones que sobrevinieron en la calidad de las
aguas corrientes que proveían la ciudad.
EN MONTEVIDEO 29

E n los primeros días del mes de Diciembre se n o -


taba un enturbamiento notable en aquellas aguas de
provisión. E l análisis denunció bien pronto un r e -
cargo excesivo de materia orgánica.
Buscándose el origen y la causa de este fenómeno,
se encontró que provenía del río mismo en que se
hacía la toma de agua, y que era producido por la
generación, en cantidad muy considerable, de una alga
en aquel río.
E l señor Arechavaleta, con fecha 31 de D i c i e m -
bre, m e comunicaba por escrito lo siguiente:
« P o n g o en su conocimiento, que la cantidad do
« materia orgánica contenida en el agua de Santa L u -
« cía ha aumentado desde el día 15 de este mes hasta
« la fecha, en dos miles irnos por litro.
« E l 15 de Diciembre arrojaba 0,020.
« E l 31 de Diciembre, 0,022.»
Y con fecha 10 de Enero, agregaba:
« H o y las aguas de Santa Lucía acusan 0,025 por
« litro de materia orgánica, 0,003 más que el 31 del
« mes pasado. Existen algunos microbios, pero son
« inofensivos. JSÍo lie constatado la existencia de nin-
« (juna especie de la familia patogénica. »
E l público fué prevenido de este suceso desde el
primer momento, aconsejándosele lo que era del caso.
E l señor Arechavaleta, con fecha 5 de Enero, expli-
caba así aquel f e n ó m e n o :
30 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

« Señor doctor don Á n g e l Pirlán, Director de Salu-


« bridad Pública.

« Después de las diversas conversaciones que h e -


<: mos tenido, y particularmente la de ayer, he s e -
<: guido investigando las causas del aumento de m a -
« ferias orgánicas que señalé anteriormente, y creo
<; haberlas encontrado en el hecho siguiente:
« Entre las plantas acuáticas que viven en el río
<; de Santa Lucía, figura una alga, Oladapliora fracta,
<; muy común y de desarrollo rápido. Adherida á
<: los tallos de otras plantas ó á las rocas de la orilla
« y del fondo, esta alga forma á veces selvas tnpi-
•;: das. E n las corrientes se la v e ondular al vaivén
c de las aguas, formando haces de 25 á 50 eentí-
<i metros de largo. A h o r a b i e n : esta alga, después
.. de haber alcanzado su desarrollo completo, fructifica,
« da lugar á zoosporos y luego muere ; y precisamente
<: ésta es la época de tal suceso para esta planta, s e -
« gún lo he constatado consultando mis colecciones.
« D e ahí la causa del aumento de materia, orgánica.
* E l olor y gusto .fiti ijairrix que hemos notado
<; estos días en el agua de Santa Lucía, es d e b i d o
• • al C'lado))l¡om fracta.
« Le envío una muestra para que se imponga del
vegetal y compare el olor que despide con el del
agua de estos días. A g r e g o otra, el Cladophora
« ¡lai/aas, que se halla en las mismas aguas y tiene
« los mismos caracteres, pero en período de muerte.
« Lo saluda.
•: J. AHECHAVALETA. »
EN MONTEVIDEO 31

Á objeto de moderar este fenómeno ó de extin-


guirlo, la D i r e c c i ó n de Salubridad prescribió fuera
protegido el caño de toma de agua en Santa Lucía,
por una red de alambre colocada á su alrededor, e s -
tableciendo á la vez pandillas de peones para re-
coger toda la cantidad de algas que se pudiera, par-
ticularmente cerca del punto de toma,, c o m o también
las que en las oscilaciones de la marea quedaban d e -
positadas sobre la margen del río.
Se ordenó también la limpieza del depósito de las
Piedras, que contenía en su fondo gran cantidad de
aquellas algas, y se recomendó á la Empresa de
A g u a s Corrientes duplicara la acción depurativa de
sus filtros.
Una vez terminadas las reparaciones del depósito
de las Piedras, el cual estaba al descubierto, las au-
toridades creyeron de su deber ordenar se cubriese y
á la vez, se preservase de cualquiera infección, para
cuyo efecto se constituyó en aquel paraje una guardia
militar destinada á aislarle de toda concurrencia.

E l lector encontrará bajo el título de Investiga-


ciones qtúmicas g bacteriológicas, todos los trabajos
que se. realizaron á objeto de precisar los elementos
de juicio que habían de servir para un diagnóstico
definitivo, á la vez que sirvieran de aviso para pre-
venir la difusión del mal y contribuir á su extin-
ción.
32 LA EPIDEMIA D E COLERA

A l terminar esta Memoria, el lector encontrará un


plan sanitario marítimo y terrestre que he creído del
caso bosquejar, considerando que llevado á la p r á c -
tica cuando las circunstancias lo impusieran, daría
una garantía de defensa eficacísima para nuestro t e -
rritorio.
M e parece que esas indicaciones son tanto más
oportunas, cuanto que, denunciada c o m o lo lia sido
la C o n v e n c i ó n sanitaria con el Brasil y la R e p ú b l i c a
Argentina, el G o b i e r n o resolvió decretar la reunión
de un Congreso en M o n t e v i d e o , destinado á ocuparse
de esos asuntos.
Considero que apuntar ideas al respecto, por s o -
meras que ellas sean, importa concurrir á la obra que
se proyecta, y que, de consiguiente, todo médico
tiene un deber en prestar decididamente su contin-
gente á tal realización.
MEDIDAS

ADOPTADAS PARA EL EXTERIOR

Exposición

D e s d e que se confirmó oficialmente la existencia


del cólera en ciertos puntos de Europa y luego en
otros del R í o de la Plata, la prudencia y el buen
tino módico debían haber hecho uso del mayor celo
y actividad para poner en práctica las precauciones
que evitaran la introducción del nial. Sin embargo,
no fué así; y las autoridades, en lugar de precaverse
antes que los hechos se produjeran, vinieron recién
á adoptar medidas después que el mal hubo tomado
asiento y desenvuelto su terrible influencia ; y aun
así, algunas veces se procedió con demora y otras
con marcada exageración en aquellas medidas que
se prescribieron.
L a s medidas adoptadas pueden dividirse en d o s
grupos principales: medidas de sanidad marítima r e -
lativas á puertos del exterior, y medidas de sanidad
terrestre, ó sea en el interior.
3
34 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

L a s primeras del primer grupo se refirieron á los


puertos de Italia, y consistieron en una observación
sanitaria prudencial, que se efectuaba en el lazareto
marítimo de la Isla de Flores.
Las segundas del primer grupo consistieron en la
clausura absoluta de puertos.
Dentro del rigor de las primeras medidas — o b -
servación sanitaria, — fueron comprendidos ciertos
puertos de Francia sobre el Mediterráneo y A t l á n -
tico, debido á las comunicaciones directas y sin
control alguno que mantenían con los pueblos i n f e c -
tados de Italia.

L a s medidas impuestas para las procedencias ar-


gentinas tuvieron la misma gradación que para las
de procedencias europeas; la primera disposición fué
de o b s e r v a c i ó n ; la segunda, de clausura absoluta de
puertos, dictadas por el Honorable Consejo de H i -
giene Pública.
Sufrieron el rigor de las primeras medidas los v a -
pores « V e n u s » y « Saturno » , que fueron sometidos á
cuarentena en la Isla de Flores. N o tuvieron novedad.
Esta interdicción se extendió hasta para la corres-
pondencia postal, no quedando otra forma de c o m u -
nicaciones que las telegráficas.
EN MONTEVIDEO 35

L a s medidas prescritas para los puertos del Pa-


raguay fueron: primero, observación sanitaria, y luego,
clausura absoluta. E l cólera apareció en la A s u n c i ó n
el 19 de N o v i e m b r e . Se declararon clausurados los
puertos para estas procedencias posteriores al 18 del
mismo m e s ; observación sanitaria para los buques
que hubiesen salido antes del 1 8 ; y quince días de
cuarentena para las procedencias de Matto G r o s s o ,
por ignorarse si se precavía de la Asunción (Pa-
raguay ).
E l tipo de las cuarentenas varió entre los términos
de 7 y 15 días, haciéndose efectiva en el lazareto
de la Isla de Flores, donde ¡í la observación ante-
dicha se agregaba la policía higiénica del buque, el
expurgo de los equipajes, correspondencia, etc., etc.
Agregaré que, para el fiel cumplimiento de la m e -
dida de clausura, se estableció un cordón sanitario
militar en las costas y fronteras de la República,
pero semejante servicio era sumamente insuficiente.

CRÍTICA DE ESTAS MEDIDAS

L o he dicho en la introducción de este capítulo:


obtenida la persuasión de que el cólera existía en
puertos con los cuales manteníamos relaciones, lo
l ó g i c o , lo científico, era precaverse.
P e r o estas precauciones tienen dentro de la cien-
cia gradaciones racionales, fuera de c u y o criterio lo
demás es absurdo y arbitrario.
3G LA EPIDEMIA D E CÓLERA

E n aquella época se extremó más de una vez lo


preceptuado por la ciencia, y de ahí lo injustificado
de ciertas medidas impuestas con t o d o rigor y con
notable perjuicio para los intereses de la Nación.
P o r eso la clausura absoluta de puertos fué con p r o -
piedad calificada de monstruosa, y en efecto lo era,
porque no se imponía por razón alguua justificada.
P e r o tal fué el sentir del Honorable Consejo de
Higiene Pública, cuyas conclusiones favorables á la
clausura se atendieron por el G o b i e r n o con prefe-
rencia á las de la Junta de Sanidad.
D e s d e que poseíamos un lazareto perfectamente
bien situado en plena mar, donde la observación
sanitaria podía efectuarse conjuntamente con el e x -
purgo de los equipajes, no había razón para que un
buque procedente de E u r o p a , con veinticinco días
de viaje y sin trastornos de salud á su bordo, fuera
rechazado y devuelto á su destino, porque semejante
proceder es no sólo inhumano, sino también i m p r o -
cedente, científicamente hablando.
Y ese proceder era doblemente inhumano y a b -
surdo, desde que, mientras clausurábamos nuestros
puertos á las procedencias de Italia, los mantenía-
mos abiertos á las procedencias de la República
Argentina.
Y si absurda era la clausura á los puertos eu-
ropeos, no lo era menos la que se impuso después
á los puertos argentinos.
Era de pública notoriedad que el c o r d ó n sanitario
establecido en el litoral era deficiente para guardar
EN MONTEVIDEO 37

rigurosamente el aislamiento, y desde luego tenía y


podía ser violado más de una v e z , c o m o en efecto
lo fué por acpiellos que, apremiados por penetrar al
territorio de la República, no tenían otro m e d i o para
efectuarlo.
V e r d a d es que se corría cierto riesgo en hacerlo;
pero la suprema necesidad que de penetrar al te-
rritorio tuvieran las gentes, por variados y diversos
m o t i v o s , las obligaba á desafiar aquel riesgo, i n g e -
niando la forma y medio para salvar impunemente
el cordón sanitario.
L u e g o , pues, la clausura absoluta no era una m e -
dida racional, ni en cuanto á la defensa de los in-
tereses del país se refería, ni tampoco en cuanto se
invocaba c o m o medida de buena profilaxia, capaz
de impedir la importación del cólera, puesto que
era pública la convicción de que no existían medios
de vigilancia suficientes para impedir el pasaje fur-
t i v o de personas desde los territorios vecinos in-
fectados.
A u n cuando de tales elementos se hubiera dis-
puesto, no quedaría p o r ello justificado que las m e -
didas de clausura absoluta fueran racionales.
Semejantes medidas están fuera de toda teoría y
de toda práctica científica, desde que c o n o c e m o s la
etiología del mal y el sistema profiláctico estable-
cido para defensa de las poblaciones.
En tal condición, lo racional y científico,—y lo que,
p o r otra parte, convenía á los intereses comerciales
y económicos del país, damnificados tan intensa-
3S LA EPIDEMIA D E CÓLERA

mente por la clausura, lo que por fin hubiera sido


juicioso establecer para garantir de un m o d o mejor
el territorio contra la invasión de personas de puer-
tos infectados, ya estuviesen éstos lejanos ó v e c i n o s , —
era mantener abierto el puerto de M o n t e v i d e o : esto
es, fijar el lazareto de Flores c o m o el único punto
de entrada á la República, á objeto de concretar en
este punto la inspección. Y esto fué precisamente
lo que la Junta de Sanidad propuso y lo que el G o -
bierno no aceptó, quedándose con lo aconsejado por
el Consejo de Higiene P ú b l i c a : la clausura absoluta
de los puertos.
L a tolerancia que libraba á los puertos argentinos
de todo control, se había trocado en otro absurdo,
pero opuesto. L o primero nos costó la clausura de
los puertos del Brasil con interdicción á nuestros
productos, cuestión de resultados económicos graves
para uno de los ramos más importantes de la p r o -
ducción nacional: el tasajo. L o segundo nos damni-
ficaba en otros sentidos, sin objeto alguno racional.
El plan de la Junta de Sanidad, por el contrario,
entrañaba un procedimiento que llenaba por entero
los medios de defensa que necesitábamos, y ponía en
otro sentido á salvo los valiosos intereses que la
clausura damnificaba. E n efecto, ese plan establecía
la observación sanitaria de siete, diez ó quince días
en el lazareto de Flores para todas las procedencias,
lo mismo para el que huía de los puertos infectados
á fin de asilarse en la República, c o m o para el que
buscaba de penetrar en su territorio por otros m o t i -
EN MONTEVIDEO 39

vos ó necesidades, y que, antes que aventurar la v i o -


lación del cordón sanitario, hubiera preferido, á buen
seguro, venir al lazareto de Flores, sabiendo que
allí no se exponía á riesgo alguno, sino á soportar
apenas una observación sanitaria prudencial.
¿ N o era, entonces, más racional, más científico,
más justo, más de buen sentido práctico en pro de
la salud pública y de los intereses de la riqueza na-
cional, establecerla observación sanitaria prudencial
en el lazareto de Flores, cpie no la clausura absoluta
de los puertos ? E s t o es indiscutible, y sólo por un
error incomprensible ó una exagerada precaución,
p u d o llegarse al caso extremo á que se l l e g ó : la fa-
mosa clausura de puertos, impuesta por el Honorable
Consejo de Higiene Pública.
L o repito: tales medidas no eran propias d é l o s
dictados de la ciencia; correspondían á tiempos m u y
lejanos.
Si justificada es la crítica respecto de la clausura
para las personas, ella resulta más justificada aún
cuando se refiere á la interdicción que sufrió la c o -
rrespondencia postal.
N i el año 1 8 7 1 , en medio de aquel inmenso desastre
de la fiebre amarilla que e n v o l v i ó por entero á B u e -
nos Aires, se llegó á tales extremos. Entonces la
correspondencia se transportaba por un buque e s p e -
cial hasta el lazareto, donde, después de sufrir el e x -
purgamiento, era permitida su admisión. E l 86, ni
eso se permitió, sino después que las protestas for-
muladas por el público en general fueron de tal
40 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

carácter que hubo que modificar aquella disposición,


levantando la interdicción absoluta y sustituyéndola
p o r la admisión de la correspondencia, p r e v i o trans-
porte por buque especial desde Buenos Aires al
lazareto de F l o r e s , donde se hacía su expurgo.

Tales son, en mi criterio, las justas observaciones


que merecen aquellas m e d i d a s ; y me es satisfactorio
declarar que de igual opinión participaron cuarenta
y cinco médicos de Montevideo, á quienes, en mi
carácter de D i r e c t o r de Salubridad Pública, consulté
por escrito en aquella ocasión, y cuyas declaraciones
al respecto hice publicar en la prensa de la Capital.
N o h u b o un solo médico en ese crecido número
citado, que no reputase la medida de clausura a b s o -
luta de puertos en contradicción con los preceptos que
la ciencia prescribe y aconseja en casos tales.
IMPORTACIÓN DEL MAL

E s sabido por todos que el cólera rio es una en-


fermedad cuya generación se manifieste espontánea-
mente en zona alguna de la República. Bajo esta
faz, su desenvolvimiento es ajeno completamente á
las condiciones de nuestro suelo, y por consiguiente,
su manifestación en él no puede hacerse sino impor-
tándose la materia infecta, que representa la causa
eficiente y generatriz de la enfermedad.
Este hecho tiene su comprobación, no sólo en el
conocimiento que la ciencia posee h o y respecto de la
cuna primitiva del mal, sino que también la encontra-
mos en los anales de la propia experiencia que nos
ha dejado la aparición del mal en otras épocas. E l 67
y el 68, M o n t e v i d e o y otras localidades de la R e p ú -
blica sufrieron la acción del flagelo, no por desarrollo
espontáneo, ó sea por causas locales originarias, sino
por importación directa. Y lo que en la actualidad ha
ocurrido no tiene otra filiación de procedencia.
L a cuestión de interés, pues, á dilucidar de este
punto de vista, es la de saber c ó m o se importó el
42 LA EPIDEMIA D E COLERA

germen colérico, cuándo y por cp-ié medios ello se


efectuó, si su cuna originaria fué primitiva y lejana,
ó si de sitio secundario é inmediato.
E l problema no es arduo de resolver, por cuanto
nos sobran elementos de absoluta certidumbre para
esclarecerlo con testimonios de autenticidad irrecu-
sable.
Si tomamos el punto capital á dilucidar, que es :
de dónde vino el cólera á la República, tenemos
un orden de antecedentes que, establecidos racional-
mente, pueden darnos la clave explicativa de estos
hechos. Estos antecedentes deben considerarse, en
primer término, o b s e r v a n d o :
1.° L o s puertos de Europa, que el año 18S6 se
encontraban infectados por contagio de la cuna pri-
mitiva ; estos puertos eran principalmente Genova y
Ñapóles, y luego ciertos puntos cercanos á éstos,
c o m o la Sper.ia y algunas provincias del interior.
Creo del caso incluir en estos antecedentes, pero
excluyéndolos del calificativo de puertos infectados,
ciertos puertos de Francia, en el Mediterráneo y en
el Atlántico, como Marsella, Burdeos, etc., por
cuanto, ofreciendo amplias facilidades al embarque
de procedencias terrestres de Italia, sin que s u -
frieran control alguno sanitario, fueron considerados
c o m o puertos sospechosos, cayendo bajo el rigor de
la legislación sanitaria de nuestras autoridades, que
los sometió, c o m o luego se verá, á una observación
prudencial por tales motivos.
2.° L o s puertos argentinos, que fueron declarados
EN MONTEVIDEO 43

c o m o infectados recién el 7 de N o v i e m b r e , á pesar


de haberse denunciado con anterioridad la existencia
del cólera en aquel territorio, y c u y o origen quedó
atribuido al arribo del « P e r s e o » , cerca de un mes
antes de aquella fecha (el 12 de O c t u b r e ) .
3.° L o s puertos paraguayos, cpie fueron decla-
rados primeramente sospechosos, con fecha 23 de N o -
viembre, y c o m o infectados, dos días después, el 25
del mismo.

Resulta, pues, que las fuentes de infección, ó sea


de procedencia, eran de dos órdenes : la lejana ó pri-
mitiva, E u r o p a ; la secundaria é inmediata, las R e p ú -
blicas Argentina y Paraguaya.
Establecidos estos antecedentes, el camino de la
investigación se allana para precisar de cuál de las
procedencias infectadas fué que directamente vino el
cólera hasta nosotros.
Si nos referimos á puntos lejanos ( E u r o p a ) , a p e -
nas puede señalarse un hecho ocurrido en el laza-
reto de la Isla de Flores, en los primeros días de
N o v i e m b r e . Entre los pasajeros desembarcados del
vapor « N o r d - A m é r i c a » , llegado un mes después del
«Perseo», se encontró una joven de diez y seis
años, que fué considerada por el médico de servi-
cio, d o c t o r Espíndola, c o m o caso sospechoso. Esta
enferma fué desde el primer instante llevada al la-
44 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

zareto sucio y aislada rigurosamente, d o n d e sucum-


b i ó en b r e v e tiempo.
C o m o el H o n o r a b l e Consejo de H i g i e n e y la Junta
de Sanidad Marítima requirieran mayores antece-
dentes que ratificaran las sospechas del médico in-
formante, éste llevó su examen hasta otras c o n c l u -
siones, practicando la autopsia del cadáver, después
de lo cual se confirmó en su primer sentir, expo-
niendo sus ideas en una historia clínica que dirigió
al H o n o r a b l e Consejo de Higiene Pública, de la
cual se dio cuenta en reunión con la Junta de S a -
nidad.
C o n t o d o , la casi mayoría absoluta do los m é d i -
cos allí reunidos opinó que no se trataba de un
caso de cólera.
Y esta conclusión reposaba sobre fundado razo-
namiento.
P o r otra parte, este suceso no tuvo repercusión
alguna en el lazareto. Todos los demás pasajeros
del buque, que allí sufrieron observación, gozaron
de completo bienestar, lo mismo que la tripulación
del buque. A pesar de esto, el buque no tuvo co-
municación con el puerto de M o n t e v i d e o ni aun
después de concluida su observación. E l «Xord-
A m é r i c a » no recibió otros pasajeros en M o n t e v i d e o
rpie el general Santos y las personas que con él
iban en viaje á E u r o p a : nadie más comunicó con
el b u q u e ; de m o d o que todas sus operaciones se
efectuaron en rigurosa cuarentena.
D e s p u é s de larga observación, bajaron los pasa-
EN MONTEVIDEO 45

jeros venidos de Europa, de lo cual tuvo aviso la


D i r e c c i ó n de Salubridad, que ordenó la vigilancia
de las personas en sus distintos domicilios, á pesar
de la larga observación sufrida ya en el lazareto,
donde fueron expurgados con cuidado todos sus equi-
pajes. C o m o resultado final, ningún accidente sobre-
vino á los dichos pasajeros.
Si por una parte tenemos en cuenta que con el
caso sospechoso ocurrido en el lazareto se llenaron
con toda rigurosidad, las prescripciones debidas, y
si por otra parte nos fijamos en que, antes de ese s u -
ceso, ya se denunciaba en B u e n o s Aires la existen-
cia del cólera, importado, según unos, por el « P e r -
seo » ( 1 2 de O c t u b r e ) , y según otros, con anterio-
ridad á la venida de éste, p o d e m o s con sano crite-
rio afirmar q u e : el cólera no fué directamente im-
portado de los puertos de Europa á la República,
opinión que se autoriza aun más en presencia de los
antecedentes de que vamos á dar cuenta al tratar
de los puertos argentinos. T o d o lo que á los puer-
tos de E u r o p a puede referirse, es de un m o d o indi-
recto.

Respecto de la importación del mal desde puer-


tos argentinos, los datos recogidos ofrecieron un
grado de certeza suficiente para establecer una o p i -
nión consciente al respecto.
E n primer término, debemos recordar que el « P e r -
46 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

seo» fué admitido sin medidas cuarentenarías en el


puerto de Buenos Aires,, y por otra parte, la impo-
sibilidad en que se encontraron en los primeros m o -
mentos aquellas autoridades por falta de lazaretos
apropiados, para dar cumplimiento inmediato y rigu-
roso á las prescripciones que en tales casos se i m -
ponen. L u e g o , es oportuno recordar las denuncias
sucesivas que las mismas autoridades argentinas hi-
cieron respecto de la aparición de casos de carácter
sospechoso en la ciudad y algunos de sus suburbios,
c o m o en el Riachuelo ( e n este punto, una isla lla-
mada R e c r e o ) , y las denuncias de igual índole r e -
ferentes á otras localidades, c o m o el Rosario, etc.,
todas ellas con anterioridad á la clausura de n u e s -
tros puertos para aquellas procedencias, la que re-
cién se operó el 7 de N o v i e m b r e ; resultando, c o m o
se v e , que era la República Argentina la única
excepcionada de medidas de observación, á pesar del
carácter formal que tenían las denuncias respecto
del desarrollo del cólera en ciertos puntos de su te-
rritorio.
Y si á estos datos se agrega que los primeros
enfermos que aparecieron en el territorio de la R e -
pública, eran procedentes de puertos argentinos, la
certidumbre de los hechos se afirma entonces sobre
una base de veracidad más incontestable.
L o s antecedentes, pues, respecto de los puertos
argentinos, son de tres ó r d e n e s :
1.° H a b e r sufrido la primitiva importación del mal
de puertos e u r o p e o s ;
EN MONTEVIDEO 47

2.° L a s condiciones de libre plática en que estu-


vieron los puertos de esta República para las p r o -
cedencias argentinas, las más frecuentes y cercanas
por otra p a r t e ;
3.° L a constatación auténtica de que los prime-
ros atacados en el territorio de la República, fueron
personas procedentes de puertos argentinos.
L u e g o , pues, puede deducirse c o m o conclusión d e -
finitiva, que: EL GERMEN COLÉRICO, IMPORTADO AL

TERRITORIO DEL URUGUAY, FUE DE PROCEDENCIA

DE PUERTOS ARGENTINOS.

P o r lo que á la República del Paraguay atañe,


no hay ni siquiera un dato sospechoso ni puede ha-
cerse deducción alguna fundada, que autorice atri-
buirle la importación del mal en el territorio del
Uruguay.
A la primera denuncia de haber ocurrido algunos
casos sospechosos en la Asunción, se estableció la
observación sanitaria, que apenas duró dos días;
pues, luego de confirmada la veracidad del hecho,
esto es, de tratarse de 'casos de cólera, se declaró
la clausura absoluta para sus procedencias, cayendo
bajo el rigor de tan descomunal medida el vapor
« R í o A p a » , que venía de M a t t o - G r o s s o , de paso
por la A s u n c i ó n , sin otra novedad á su b o r d o , que
el fallecimiento de un sujeto, por afección cardíaca
48 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

orgánica, defunción plenamente constatada por el


médico del buque y el doctor Candelón, miembro
del Consejo de Higiene del Paraguay, que venía á
bordo. P o r otra parte, las procedencias del Para-
guay eran de las menos frecuentes, y los casos d e -
nunciados en aquel país sólo alcanzaron á cuatro, y
éstos muy aislados. Después de esos casos, no se
produjeron otros allí.

Resulta de todo este examen:


1.° Q u e la importación primitiva del cólera al R í o
de la Plata, procedió de puntos lejanos: los puertos
de Italia;
2.° Q u e esa importación afectó en primer término
á los puertos argentinos;
3.° Q u e la importación á la República del U r u -
guay procedió de sitios secundarios é inmediatos, ta-
les c o m o los puerto» argentinos, que son los más v e -
cinos y de más recíproco tránsito, y contra los cuales
no nos precavimos sino en indebido tiempo.
NATURALEZA DEL MAL

O b l i g a d o á concretar estos ligeros apuntes á una


noticia narrativa de los hechos, debía evitarme este
capítulo, si no fuera que algunos médicos ( n o sé sino
de dos) no hubiesen pretendido desmentir todo cuanto
el Cuerpo médico de M o n t e v i d e o había afirmado res-
p e c t o de la naturaleza del mal que reinaba, e v i d e n -
ciado no sólo por una suposición suficientemente ra-
cional, desde que el cólera existía en la República
vecina, con cuyos puertos habíamos estado en libre
plática por mucho tiempo, sino demostrado más que
t o d o por la tangible realidad que ofrecía cada ata-
cado.
E n honor del prestigio médico profesional, es justo
declarar que el período de dudas de uno de aquellos
médicos, el doctor P. Regules, fué breve. L u e g o re-
c o n o c i ó su error, pues él mismo se encargó de denun-
ciar ca.so.s- de colera á la Dirección de Salubridad
Pública. H a y que convenir en que fué aquél un error
sincero.
N o pasó lo mismo con el otro colega. Para éste,
4
50 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

cuanta mayor era la evidencia de los hechos, mayor


era su insistencia en contra del diagnóstico establecido
por todos sus demás colegas. Se encontró en m e -
dio de uno de los f o c o s más activos y violentos, y
negaba sin embargo los hechos, calificándolos con la
expresión de diagnósticos los más extravagantes.
P o r m o t i v o de su insistencia, fué llamado ante el
Consejo de Higiene, á objeto de que expusiera sus
ideas. A q u e l colega, el doctor D e - F e o , defraudó
allí la creencia benévola cpie aun algunos abrigaban
de que su profesión de fe fuera hija de uu error sin-
cero de doctrina; quedó á todas luces evidenciado
que no había tal error, sino un propósito de con-
tradicción á secas, sin apoyo de razonamiento alguno;
propósito que alguien descifró en los fines que p e r -
seguía.
Fuera de esto, c o m o ya lo hemos dicho, todo el
Cuerpo médico de M o n t e v i d e o estuvo conteste, c o m o
no podía menos de ser, en la naturaleza del mal que
se había desarrollado.
L o s testimonios del hecho empezaron á ofrecerse,
diré así, de un m o d o gradual. E n primer término,
los casos que aparecieron aisladamente en la U n i ó n
y la c i u d a d ; luego, en conjunto, los que surgieron
en el A s i l o de M e n d i g o s , M a n i c o m i o Nacional, Cuar-
tel 3.° de Cazadores, Hospital, Casa de Aislamiento,
etc., etc.
L a calidad de esos testimonios fué de igual n a -
turaleza en todas las zonas. Primero, el examen clí-
nico del enfermo, suficiente en tesis general para esta-
EN MONTEVIDEO 51

blecer el diagnóstico; y mucho más tratándose de


casos t í p i c o s ; luego, la autopsia para confirmarlo á
beneficio de todo el conjunto de alteraciones que deja
tras de sí una enfermedad que, c o m o el cólera, abarca
bajo su acción de un m o d o tan general la economía
humana; y por fin, c o m o complemento de análisis
en el seno del organismo, el examen m i c r o b i o l ó g i c o
de ciertos líquidos recogidos durante la enfermedad
y otros obtenidos directamente del cadáver.
T o d o s estos extremos se enlazaban, ofreciendo por
su correlación una demostración perfecta.
Y c o m o si esto no bastara, el cuadro de la inves-
tigación, en el sentido de apreciar el carácter real de
la enfermedad reinante, se iluminó de lleno con el
análisis de las aguas potables, tales c o m o aquellas de
que se proveía el xlsilo de M e n d i g o s y ciertas fuen-
tes y manantiales de Maroñas y de otras localida-
des, que resultaron contener el agente específico, el
m i c r o b i o característico, que, recogido y cultivado,
pudo estudiarse detenidamente en todas sus fases.
Dentro de esta órbita de criterio, no surgieron dis-
crepancias, cualquiera fuese el sitio donde el mal
apareciera y se examinara; el cólera que reinó en
la U n i ó n y Maroñas era. el mismo del A s i l o de M e n -
digos, el mismo que invadió al M a n i c o m i o , al B a -
tallón 3.° de Cazadores, á la ciudad y sus alrededo-
res ; y los testimonios de diversas formas demostraron
y evidenciaron el hecho con la misma elocuencia por
todas partes.
P o r otra parte, todos los datos que en estos di-
52 LA E P I D E M I A D E COLERA

versos sentidos ofreció la Casa d e Aislamiento del


B u c e o , resultaron igualmente concordantes.
L a ciencia no cuenta otros procedimientos más r i -
g u r o s o s ; y cumplidos c o m o fueron, c o n inteligencia
y juiciosidad, dieron base suficiente para afirmar, o f r e -
ciendo pleno testimonio d e veracidad científica, q u e :
la enfermedad que reinaba en Montevideo y parte de
sus alrededores, era: E L CÓLEKA-JIORBUS ASIÁTICO.
MECANISMO

LA I M P O R T A C I Ó N D E L M A L

Descifrada la procedencia del cólera á la R e p ú -


blica, queda luego á dilucidar por qué" medio ó m e -
canismo se efectuó su importación, ó sea qué agentes,
entre los muchos que le son aptos, le sirvieron de
vehículo.
E n este caso, tenemos dos extremos que analizar:
1.° E l lazareto de la Isla de Flores, en virtud del
caso que allí fué denunciado y al cual ya he hecho
referencia;
2.° L o s puertos argentinos.
E n cuanto al primer punto, no quedaría descar-
tado de sospecha, si no se tuviese la absoluta s e g u -
ridad de c ó m o se procedió en el caso referido, á c u -
yas conclusiones clínicas, por otra parte, la mayoría
de las opiniones se declaró contraria. Fueron en
aquella circunstancia, á pesar de esto, satisfechas las
exigencias de la ciencia, hasta en lo cpie á los d e -
beres postumos con los fallecidos se aconseja en ta-
54 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

les casos. P o r otra ¡jarte, el aislamiento riguroso con


M o n t e v i d e o en que fué mantenido el lazareto en toda
aquella época, y el testimonio de no haber en el
tiempo subsiguiente ocurrido n o v e d a d alguna de aquel
género, son elementos de autenticidad suficientes para
afirmar que aquel local no ofreció medio alguno ó v e -
hículo de transmisión al germen para que se intro-
dujese en M o n t e v i d e o , desde que, aun cuando a c e p -
tado como fehaciente el caso denunciado, éste fué
extinguido totalmente, no dejando tras de sí nada
que pudiera originar el mal en otros sitios, y aun
menos en aquellos con los cuales estaba en absoluta
incomunicación.

E n cuanto al segundo punto, la exposición de cier-


tos hechos, á la vez que servirá para ratificar lo d i -
cho respecto del lazareto, nos dará la c l a v e de una
investigación perfecta, cuyo resultado final se extre-
ma en esta conclusión : el medio ó vehículo por el
cual se importo el cólera al territorio de la Repú-
blica, lo fué, en primer término, E L HOMBRE E X -
FEKMO.

Y en efecto, fueron individuos procedentes de


puertos argentinos, los primeros enfermos que apa-
recieron dentro del territorio de la República.
E l primer enfermo lo fué un individuo paisano R a -
món Castrillo, soldado cpie fué de la revolución del
EN MONTEVIDEO 55

Quebracho, procedente de Buenos A i r e s en el vapor


« Rivadavia » , el día 6 de N o v i e m b r e , y domiciliado
en la Unión, d o n d e sintió el primer ataque agudo el
día 14 del mismo mes.
Este individuo fué visto por tres facultativos y,
según su declaración, se trataba de un caso de có-
lera perfectamente constatado, sobre todo lo cual se
c o n v i n o guardar completa reserva para el público.
Investigando el hecho, el enfermo declaró qae había
hecho sus deyecciones en un sitio baldío próximo á
su casa. Este dato tan importante bastaría para expli-
car la facilidad con que pudo infectarse la Unión y
propagarse el mal rápidamente.
E l segundo caso denunciado fué el de un estiva-
dor, procedente de Buenos Aires, el que también se
manifestó enfermo en la Unión.
Estos casos ocurridos en la Unión, fueron la pri-
mera simiente derramada, la que luego fecundó y se
propagó en diversos sentidos, y con no poca inten-
sidad y rapidez, c o m o luego he de demostrarlo al
ocuparme de las irradiaciones que tuvo principal-
mente cu el Departamento de la Capital, en el puerto
de M o n t e v i d e o y en algunos otros puntos del terri-
torio de la República.
E n virtud, pues, de todos estos antecedentes, p e r -
fectamente auténticos, se justifica la conclusión e s -
tablecida q u e : fué el hombre enfermo quien sirvió
por sí mismo de vehículo á la importación del mal.
DIFUSIÓN DEL MAL

Si apreciamos el orden cronológico de la aparición


del cólera en el Departamento de la Capital, tene-
mos que, en primer término, su estallido primitivo
se efectuó cu la Unión. Fué en esa localidad, c o m o
ya hemos dejado ver al referirnos á su importación,
que se presentaron los primeros casos.
Este testimonio se corrobora por otra afirmación
irrefutable: fué en la U n i ó n donde se desenvolvie-
ron, después de los primeros casos aislados, los pri-
meros f o c o s más intensos y más perfectamente ca-
racterísticos, no sólo por el cortejo sintomático que
los médicos pudieron clínicamente apreciar, sino
también por la confirmación que dieron á estos he-
chos las revelaciones de la autopsia, el examen mi-
crobiologic© verificado sobre las deyecciones, c o m o
igualmente el análisis sobre las aguas que servían
de provisión al A s i l o de M e n d i g o s y á la región
de Maroñas.
Desarrollado primero el mal en la Unión, en esa
forma de casos aislados, que se pretendieron ocul-
53 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

tar al conocimiento de las gentes, á pretexto de no


producir públicas alarmas, el germen se trasmitió á
la zona de Maroñas, salpicando diversos puntos,
hasta que al fin, invadiendo el A s i l o de Mendigos,
en c u y o establecimiento se encontraban reunidos en
vida común c o m o 300 personas, estalló con v i o l e n -
cia el día 5 de D i c i e m b r e , iniciándose los primeros ca-
sos en las personas de los asilados Manuel J. M a r -
tínez, de nacionalidad española, y en la de Gualberto
Mostello, los que fueron fatales el mismo d í a ; si-
guiendo luego con mavor intensidad.
Invadida, pues, la U n i ó n y luego Maroñas, cuya
infección quedó perfectamente constatada, el foco
de propagación principal se irradió en el sentido
en que el tránsito y la comunicación de esas po-
blaciones eran más frecuentes y activos, esto es,
hacia M o n t e v i d e o , y tanto más, por su vía más di-
recta: el camino 8 de O c t u b r e y calle 18 de Julio.
A s í , en este último sentido, sale de la Unión y
aparece en la Figurita, Tres Cruces, calle A n t i g u o
Maldonado, camino G o c s , etc., etc. L u e g o , en otro
sentido, se irradia al R e d u c t o , al Cerrito, á los P o -
citos, á la Estanzuela, á Carrasco, al Peñarol, al
Paso del M o l i n o , al Pantanoso, al barrio de la H u -
medad, á la A g u a d a , al M a n i c o m i o , á la Playa Santa
A n a , Punta Carretas, etc., etc.: una perfecta irra-
diación en todos sentidos.
E n ese intervalo llega también á Montevideo,
apareciendo en la calle Ituzaingó número 225, en
la persona de P e d r o L l a n e s ; en la fonda calle C i u -
EN MONTEVIDEO 59

dadela, número 1 0 4 , en la persona de Manuel E c h e -


g a r a y ; luego en la calle Y a g u a r ó n , entre Miguelcte
y C e r r o - L a r g o , resultando todos estos casos fata-
les.
Si los testimonios auténticos expuestos no bas-
taran para precisar la difusión de los f o c o s de M a -
roñas y la Unión ;í Montevideo, en estos casos
tendríamos su comprobación más e x a c t a : Eehegaray
era procedente de Maroñas, d o n d e trabajaba en ca-
lidad de peón en un horno de ladrillos ( l o s focos
más intensos de aquella l o c a l i d a d ) ; el de la calle
Y a g u a r ó n era procedente de la Unión; la proce-
dencia del de la calle Ituzaingó no está plenamente
constatada p o r declaración del enfermo, si bien p o r
las averiguaciones practicadas, persona de la familia
afirmó que tal sujeto, de profesión marinero, pro-
cedente de B u e n o s A i r e s , había estado de paseo en
la U n i ó n cuatro días antes de enfermarse.
A estos casos se agregan otros de los que pri-
meros ocurrieron en la ciudad, c o m o el caso de G r e -
gorio M o n t e v i n o , procedente de la Unión, ya en-
fermo, y que buscó de asilarse en el Hospital de
Caridad, de c u y o hospicio fué rechazado y pasó á
la Casa de Aislamiento en el B u c e o ; el caso de la
calle M e r c e d e s número 339, en una sirvienta p r o c e -
dente de M a r o ñ a s ; los casos en el domicilio de don
V i c e n t e Costa, calle Sarandí, una señora y una sir-
vienta, procedentes de M a r o ñ a s ; y por fin, tantos
otros que pudieran citarse, en igual condición, y que
omito, pues considero suficiente con la cita de los
60 LA E P I D E M I A D E COLERA

primeros enfermos que, procedentes de aquellas l o -


calidades, aparecieron en la ciudad.
T a l fué el trayecto seguido por el cólera en esta
zona del Departamento de la Capital, trayecto tan
claro, tan preciso, que se le puede comprobar c o m o
por una escala, lo mismo en el sentido de la dis-
tancia que del tiempo ó la fecha de sus apariciones
en cada lugar.
Esta demostración se hará más sensible á los ojos
y á la inteligencia de t o d o s , fijándose en el gráfico
que se acompaña.
Fuera del Departamento de la Capital, debe se-
ñalarse la aparición del cólera en Isla de las H e r -
manas, R í o N e g r o , Paysandú, San José, Colonia, F l o -
rida, Canelones y Mercedes. E n ninguna de estas
localidades revistió carácter e p i d é m i c o : se trató sólo
de casos aislados, con excepción de R í o N e g r o .

R e s u m i e n d o , pues, él itinerario seguido, se esca-


lona en esta f o r m a :
Trazadas las líneas generales de expansibilidad,
sus líneas parciales más secundarias de difusión
dentro de grandes centros ó establecimientos ataca-
dos, c o m o ser el A s i l o de Mendigos, M a n i c o m i o y el
Cuartel 3.° de Cazadores, fueron c o m o signe:
E n el A s i l o de M e n d i g o s principió en el depar-
tamento de hombres, y de allí se expandió al de m u -
EX MONTEVIDEO 61

jeres, y por fin al de n i ñ a s ; en este último muy b e -


nignamente.
E n el M a n i c o m i o se inició en la sala del patio
bajo del departamento de mujeres y de allí al de-
partamento de hombres.
E n el Cuartel 3.° de Cazadores principió en el
cabo 2." de la 1. compañía, llamado Agustín V i e r a ;
a

siguió en la 2. a
compañía, generalizándose luego á
las demás fracciones del Cuerpo, c o m o se verá más
detalladamente en capítulos separados, en que his-
toriaré lo relativo á cada uno de esos establecimientos.
Iguales datos encontrará el lector en lo que atañe
al resto de la República.
MEDIDAS EN EL INTERIOR

N o obstante la restricción de las medidas para las


comunicaciones del exterior, las precauciones con res-
pecto á la parte interna del territorio, en lo c o n c e r -
niente á instruir aute todo á la población en el ré-
gimen preventivo que en tales ocasiones se aconseja,
se descuidaron por completo por ciertas autoridades,
y cuando se iniciaron por la D i r e c c i ó n de Salubridad,
fueron combatidas ardientemente, pero sin funda-
mento alguno serio.
Y , á la vez que en este sentido permanecía en
inercia completa cierta parte de las autoridades que
tenían las facultades más amplias para dictar me-
didas y aconsejar convenientemente á la población,
se hacía sentir la falta de acuerdo entre las diversas
corporaciones ó autoridades llamadas á dar c u m p l i -
miento á sus cometidos si el conflicto apareciese.
Faltaba seguramente ese vínculo de unión que, ar-
monizando las ideas y fijando á cada uno su campo
de acción, constituye el gran resorte de defensa en
ocasiones semejantes.
64 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

E n tal carencia de prescripciones, creí prudente,


c o m o Director de Salubridad Pública, armonizar en
primer término con la policía medidas convenientes
á la situación que pudiera surgir, desde que era
aquélla una de las autoridades destinada á obrar
ejecutivamente en ese c a s o ; y para el efecto indiqué
las medidas prccaucionales y preventivas que constan
en la nota siguiente:

<: D i c i e m b r e 6 de tSSü.

« Señor Jefe Político y de Policía de la Capital, don


Teófilo Díaz.

« E l que suscribe, en previsión de las medidas


que exige la conservación de la salud pública, con
m o t i v o de la epidemia del cólera que se ha dejado
sentir en varios puntos de la R e p ú b l i c a Argentina,
considera que el acuerdo entre la autoridad que ejerce
V . S. y la que esta D i r e c c i ó n desempeña, conviene
h o y más que nunca se establezca de la manera más
perfecta en cuanto á las medidas prccaucionales y
principalmente en las que hubieran de adoptarse en
el desgraciado caso que el cólera invadiera esta p o -
blación.
« C o n tal m o t i v o , cree conveniente el que suscribe
anticipar á V . S. las siguientes i n d i c a c i o n e s :
« E n el supuesto que ocurriera un caso de cólera,
c u y o atacado tuviese asistencia médica, c o n v i e n e que
V . S., al recibir el aviso del suceso ( e l que se le
dará, porque así está dispuesto y o r d e n a d o ) , se sirva
EN MONTEVIDEO 65

V . S. concretarse á trasmitirlo sin demora á esta


Dirección.
« En el supuesto de que se suscitara un caso d e -
nunciado c o m o sospechoso, ya por los delegados de
V . S. ó por cualquier persona del vecindario, se debe
ordenar á los primeros, que su primera medida debe
consistir en llamar inmediatamente al médico ve-
cinal.
« En cualquiera de los casos antedichos, simultá-
neamente á la denuncia del suceso, debo la autoridad
policial establecer, á la puerta de la casa en que
ocurra, una guardia de aislamiento, que prive rigu-
rosamente la entrada y salida de persona alguna de
aquel local, hasta entretanto esta D i r e c c i ó n lo d i s -
ponga, debiéndose entender que esto no reza con los
encargados del servicio sanitario.
« Estas instrucciones se fundan cu la conveniencia
de evitar la reunión de muchos médicos á la vez,
c o m o de otras personas en el local infectado, á fin
de que ese conjunto, después de esparcido, no lleve
el germen de la infección á los distintos puntos de
la ciudad en que habita ó se dirija.
« S i en el caso de un atacado la autoridad mé-
dica ordenase su traslación inmediata al lazareto de
aislamiento, V . S. debe prohibir que lo sea en otros
vehículos (pie los que se destinan expresamente con
este fin, prohibiendo todo acompañamiento.
« E n el supuesto de que el enfermo atacado falle-
ciera, V . S. debe prohibir que el cadáver perma-
nezca más tiempo del que el médico de asistencia
66 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

ordene, c o m o también que la conducción se haga


al sitio de inhumación sin acompañamiento alguno,
ni en otros vehículos que los que expresamente se
destinan.
« N i n g ú n cadáver puede ser llevado ni temporal-
mente á ningún otro sitio que no sea el destinado
para su inhumación.
« V . S. debe prohibir igualmente la colocación en
la casa de los fallecidos, de ornamento fúnebre al-
guno (colgaduras, paños, alfombras) de los que ha-
bitualmentc se usan, c o m o también los lazos en se-
ñal de duelo que se colocan en las puertas de calle.
L a vigilancia de aislamiento en los domicilios de
atacados corresponde no sólo al tiempo que per-
manezcan aquéllos en sus casas, sino por todo aquel
rpic la autoridad sanitaria indique como necesario,
advirtiéndose que en caso de seguir habitada, no
podrá admitir otros ocupantes, y si desocupada lo
fuere, no podrá tampoco ser habitada hasta tanto
la Dirección lo juzgue prudente.
« D e b e V . S. tratar de que el personal de esa
vigilancia, al hacer el relevo, no se transporte de
aquel sitio á su cuartel, sin haber antes sufrido la
desinfección conveniente, la que allí se le hará por
delegados de esta Dirección, evitando así que sir-
van de vehículo á la propagación del mal por los
sitios á que se dirijan.
« L a vigilancia que se establezca con el lazareto
ó casa de aislamiento, queda sujeta á las mismas
prescripciones.
EN MONTEVIDEO 67

« T o d o lo relativo á ropas, camas, colchones, etc.,


etc., que por orden de los facultativos deben ex-
traerse de las casas para ser quemados en el sitio
que se designe, y que será el de las inhumaciones,
V . S. no debe permitir que sean c o n d u c i d o s en otro
vehículo que el que expresamente se destine con
ese objeto, y sin que en él pueda ir otra persona
que su conductor.
« Esta. D i r e c c i ó n adjunta á V . S. una nómina de
todos los médicos vecinales, Comisiones vecinales,
Comisarios y Vigilantes de Salubridad, para lo que
á su cometido pueda interesarle, permitiéndose r e -
comendarle la importancia (pie habría, de ¡pie tu-
vieran conocimiento de ella t o d o s los delegados de
esa Jefatura.
« E l infrascrito aprovecha esta ocasión para salu-
dar á V . S. con la expresión de su mayor estima.

« ÁNGEL BPJÁN,
« Din-c-iui'.

«5. Baicé,
Secretario.»

Esta nota sufrió una interpretación errónea de


¡jarte del susceptible Ministro de G o b i e r n o de esa
época, porque se creyó que no respondía á otro
propósito que el de sembrar falsas alarmas, y las
prescripciones que establecía fueron tachadas de
atentatorias á los derechos del hogar ¡j origen de
G8 LA EPIDEMIA D E COLERA

trastornos é inquietudes para la población, y así


se expresó publicamente.
Esta conducta, tan extraña y tan p o c o armónica
con los propósitos que animaban á la Dirección de
Salubridad en beneficio de la salud pública, fué el
primer paso de resistencia que sirvió de germen
para que se produjesen otras más tarde contra las m e -
didas aconsejadas en aquella ocasión, y que el mismo
Consejo de Higiene prescribió más adelante en
forma análoga y con iguales fundamentos y alcan-
ces.
L a Dirección creyó del caso explicar los hechos,
y así lo hizo en términos irrefutables.
P e r o en tales condiciones, el lazo de unión que
la D i r e c c i ó n de Salubridad Pública buscaba de e s -
tablecer y de afianzar para la hora del peligro
cercano, se defraudaba en su primer anhelo, y por
consiguiente, le era necesario resignarse á esperar
confiando en el esfuerzo propio, organizando sola y
aisladamente cuanto había de ser necesario em-
plear más tarde en favor del bien c o m ú n ; y, sin pre-
tender más acuerdos con otras autoridades, ni b u s -
car asesoramientos, dilatorios siempre, la Dirección
instituyó sus servicios, creó el personal necesario
y lo organizó é instruyó en la materia que había
de ser objeto más tarde de sus tareas.
E n tales condiciones, la obra se hacía difícil y
afanosa, y no podía terminarse sin deficiencias;
pero la convicción íntima de que sería provechosa
y de que en mi condición de médico no hubiera
EN MONTEVIDEO 69

sido jamás excusa suficiente para atenuar mi res-


ponsabilidad el pretextar rpie nada se había hecho
porque otros no habían querido coad/juvar. me
decidió á proceder como procedí, sin auxilio de
nadie, por mi cuenta, bajo mi responsabilidad de
Director de la Salubridad Pública, y sin tener para
nada en cuenta la injusticia de los ataques infun-
dados que se me lanzaban.
T e n í a fe en la obra, porque tenía la conciencia
de mis procederes científicos, y antes del peligro,
c o m o en medio de él, tuve la grata satisfacción, tanto
más íntima para mí cuanto mayores habían sido los ata-
ques dirigidos, de ver que las previsiones y los
procederes de la Dirección de Salubridad dieron
resultados preciosos, y que más tarde así fué p ú -
blicamente reconocido por todos.
Si ocurrieron imprevisiones, si el sentido p ú -
blico flaqucó en algunos instantes, si los Poderes
Públicos ó alguno de sus delegados no supieron
en ciertas ocasiones disponer cuanto debió hacerse
ó aceptar lo que les fuera indicado como necesa-
rio y urgente, no era de ello culpable la D i r e c -
ción de Salubridad Pública, que con tiempo sufi-
ciente y razonada prudencia había advertido el
peligro y aconsejado los medios para su defensa.
Felizmente, las disidencias surgidas en el primor
momento se disiparon más tarde, y la tarca p u d o
ser, de consiguiente, fructífera y eficaz.
70 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

L a s medidas adoptadas y las instrucciones pre-


c a u c i o n a o s aconsejadas :í la población por la D i -
rección de Salubridad P ú b l i c a antes de la aparición
del mal, fueron las siguientes:
— Aumento de personal de vigilancia y limpieza
de las costas, calles, sitios baldíos, inspección de
aseo de las casas, establecimientos industriales, c a -
ballerizas, tambos, etc., etc.
— Cegamiento de los charcos, lagunas y pozos
que mantuvieran aguas estancadas.
— Revisación de todos los caños maestros que
sirven ¡í la población para el arrojo de inmundi-
cias, ;í fin de reconocer su perfecto estado de imper-
meabilidad y libre curso de los materiales que d e -
bían cruzar por ellos.
— Revisación de todas las letrinas sin comuni-
cación con los caños maestros, á objeto de i n v e s -
tigar su estado de servicio y de plenitud, desago-
tando las que estuviesen llenas, previa desinfección,
y reparando los desperfectos que tuvieran.
— Prescripción del arrojo de su contenido al
mar en la playa del B u c e o y á la altura de la más
baja marea.
— Desinfección diaria de las letrinas de los
conventillos, cuarteles, hospicios, colegios, con más
el riego constante de agua en sus depósitos y ori-
nales.
— Prescripción de extraer diariamente el estiér-
col y demás detritus de los tambos y caballerizas,
previa desinfección.
EN MONTEVIDEO 71

— A u m e n t o del servicio de extracción de basu-


ras de los domicilios, hoteles, fondas, etc.
— Inspección de todos los aljibes, para apreciar
su estado y calidad de las aguas.
— Quema diaria y rápida de las basuras.

C o n estas medidas preventivas de carácter pú-


blico, cpie son de uso en todo tiempo, y que deben
ejercerse con mayor empeño y rigor ante la a m e -
naza de un peligro, no sólo demostrábamos nuestro
celo por los intereses colectivos y satisfacíamos
nuestros deberes científicos, sino que despertába-
m o s en todos y cada uno de los habitantes de
Montevideo, un interés igualmente elevado por
t o d o cuanto concierne á las medidas preventivas
individuales, que tanto concurren á la defensa
común.
P o r q u e cuando autoridad y pueblo se penetran
de estos hechos, las calamidades públicas que e n -
traña una epidemia son menos profundas y más
llevaderas, porque entonces el buen sentido no Sa-
quea, sino que está prevenido contra las impresio-
nabilidades que le alteran, y la obra de la defensa
puede ejercerse con prudencia y con espíritu sereno.
72 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

L a s medidas decretadas por el H . Consejo de


Higiene fueron las siguientes:

INSTRUCCIONES PARA EVITAR LA PROPAGACIÓN"

DEL CÓLERA

1.° E l enfermo podrá ser tratado en su habita-


ción si se pueden llenar las indicaciones enumera-
das en estas instrucciones. En caso contrario, el
enfermo deberá ser transportado, en los vehículos
especiales, á la Cusa de Aislamiento.
2.° T o d o médico que sea llamado para asistir á
un colérico ó enfermo sospechoso de cólera, deberá
declarar, á la mayor brevedad posible, el caso á
la Dirección de Salubridad, directamente ó por
intermedio del Comisario de Policía de la S e c c i ó n
correspondiente.
3.° L o s vómitos y las deposiciones de los en-
fermos deben ser inmediatamente desinfectados, an-
tes de ser arrojados á las letrinas, con una. s o -
lución de bicloruro de mercurio á uno por mil, ó
de ácido fénico á cinco por ciento.
i.° L o s objetos de p o c o valor, que hubieran e s -
tado en contacto con el enfermo, lo mismo que
las ropas sucias de evacuaciones alvinas y vómi-
tos, serán incinerados lo más rápidamente p o s i b l e ;
todos los demás objetos que no pudieran incine-
rarse serán desinfectados de la manera siguiente:
Serán sumergidos en una solución de ácido fé-
EN MONTEVIDEO 73

nico al cinco por ciento, donde permanecerán por


lo menos doce horas, cuidando de que el líquido c u -
bra completamente los o b j e t o s á desinfectar.
L o s muebles, pisos, etc., serán desinfectados por
el lavado con una de las soluciones anteriores.
5.° T o d o médico que fuere llamado á asistir á
un colérico ó enfermo sospechoso de cólera, no
podrá salir de la habitación del enfermo antes de
desinfectarse prolijamente; esta desinfección deberá
practicarse de la siguiente m a n e r a :
Sumergir las manos en una solución de bicloruro
de mercurio á uno por mil, ó de ácido fénico á cinco
por ciento. Esta inmersión durará algunos minutos.
E n previsión de la dificultad de procurarse los l í -
quidos desinfectantes en los puntos alejados de una
farmacia, se aconseja al médico lleve consigo una
solución concentrada de cualquiera de los desinfec-
tantes enunciados, para poder practicar lo aconse-
jado y salir del f o c o en las condiciones requeridas.
Si las ropas del médico hubieran sido ensuciadas
por evacuaciones alvinas ó vómitos del enfermo, és-
tas deberán ser prolijamente lavadas y luego desin-
fectadas, antes de salir de la habitación. Si no fuere
posible practicar esta desinfección, deberá el médico
mandar buscar ropa limpia y dejar en el cuarto del
enfermo la que ha sido contaminada, para ser d e -
sinfectada inmediatamente.
Si se han pisado materias provenientes del en-
fermo, el calzado deberá ser prolijamente desinfec-
tado. A u n cuando sus ropas no hubieran sido man-
74 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

diadas, el médico deberá desinfectarlas con una p u l -


verización de ácido fénico ó sublimado corrosivo,
antes de visitar á otros enfermos.
6." L o s cadáveres de coléricos serán amortajados
con una sábana empapada en una solución de bi-
cloruro de mercurio al dos por mil, cubriendo c o m -
pletamente t o d o el cuerpo.
7.° El cadáver deberá permanecer lo menos po-
sible en la habitación, no d e b i e n d o ser trasladado al
Cementerio antes de la comprobación de la muerte real.
8.° Q u e d a absolutamente prohibido velar los c a -
dáveres de coléricos.
9." Q u e d a igualmente prohibido sepultar c a d á v e -
res de coléricos en nichos ó sepulcros, debiendo ser
inhumados en el suelo á 1 metro y 50 centímetros
de profundidad.
10. L a habitación donde hubiese habido un c o -
lérico, quedará inhabitada y clausurada por espacio
de siete días por lo menos, después de haber sido
desinfectada c o m o se ha establecido anteriormente,
y no volverá á ser habitada sino después de una
ventilación conveniente.
11. L o s contraventores á estas disposiciones, q u e -
darán sujetos á las penas establecidas por la ley de 1838.

Montevideo, Diciembre 24 de 1SSG.

TSABELIXO BOSCH,
Presidente.

E. Figari,
Secretario interino.
EN MONTEVIDEO 75

Una vez producido el cólera, estas medidas se hi-


cieron más rigurosas, se ampliaron en determinados
sentidos, á la v e z cpie se dictaron otras en armonía
con los sucesos.
L a Dirección de Salubridad, por su parte, dictó
las siguientes disposiciones de carácter sanitario y
de socorros públicos :
Se ordenó el desalojo de algunos conventillos y
barrios.
Se prescribió el análisis diario de las aguas de
Santa L u c í a á la ciudad.
Se prescribió una rigurosa inspección de los ma-
taderos públicos de Santa Lucía.
Se ordenó á los hoteles, fondas y casas amuebla-
das, la obligación de comunicar á la Dirección de
Salubridad todo caso de enfermedad sospechosa que
ocurriera. Igual prescripción se hizo extensiva á t o -
dos los médicos de la ciudad y suburbios.
Se prescribió que no se hiciera uso de aguas de
Santa L u c í a , c o m o de aljibes, sino después de her-
vidas, y se dejaran en desuso completo las p r o v e -
nientes de manantiales ó cachimbas.
Se prescribió que el estiércol de los tambos y
caballerizas fuese extraído dos v e c e s al día y d e -
sinfectado.
Se prescribió á los hoteles, fondas, cuarteles, c o n -
ventillos y demás establecimientos que permiten h a -
cinamiento de personas, establecer una guardia p e r -
manente en las letrinas, á objeto de poder denun-
ciar la repetida concurrencia á esos servicios de las
personas de la casa.
76 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

Se prescribió, á la vez, la colocación de inodoros


en todas las letrinas.
Se ordenó la clausura de todas las escuelas p ú -
blicas y particulares.
Se ordenó la supresión de todos los espectáculos
públicos que determinan reunión numerosa de per-
sonas.
Se ordenó á la Policía el decomiso de todas las
frutas que se vendieran en ambulancia y en los m e r -
cados y que no estuvieran perfectamente sazonadas.
Se instalaron servicios de aguas corrientes en
diversos puntos de la ciudad y alrededores.
Se ordenó la prohibición de la venta pública de
sorbetes.
Se prescribió la instalación central y permanente
de un servicio de médicos y practicantes en la D i -
rección de Salubridad.
Un servicio de desinfectadores y guardias sani-
tarios destinados al aislamiento de casas y habita-
ciones.
Instalación de un servicio de médicos seccio-
nales.
Instalación de una casa de aislamiento en la parte
Sur, en paraje apartado de la ciudad y de todo cen-
tro de población y movimiento, c o m o lo fué la lla-
mada Casa de Aislamiento, establecida en el B u c e o ,
c o n dotación de personal científico y de personal de
asistencia, practicantes, hermanas de San V i c e n t e de
Paul, sirvientes y sirvientas y un pequeño y sufi-
ciente laboratorio de análisis microbiológicos.
EX MONTEVIDEO 77

Establecimiento de un cordón sanitario por tropa


de línea que aislaba ese establecimiento.
Instalación de servicios fúnebres destinados e x c l u -
sivamente para las defunciones coléricas.
Instalación de servicios de vehículos para el trans-
porte de enfermos y personal para custodia de estos
vehículos c o m o do aquéllos, ;í fin de impedir toda
comunicación en el trayecto que .recorriesen.
Constitución de Comisiones vecinales de Salubri-
dad á objeto de inspeccionar sus diversas secciones.
Comisiones especiales para control de iuspeeción
en los mercados, tambos, caballerizas y casas de i n -
quilinato.
Comisión Central de socorros en la Dirección de
Salubridad, para provisión de desinfectantes, ropas,
colchones, alimentos, etc., etc.
Prohibición absoluta del lavado de ropas p r o c e -
dentes de enfermos sospechosos, en los lavaderos
públicos, P o c i t o s , Estanzuela, etc., etc.
Servicio de vigilancia en esos parajes, para inves-
tigar la procedencia de las ropas que iban :í lavarse.
Clausura de toda casa de comercio de comesti-
bles y frutas que estuviese en comunicación con ha-
bitaciones en que ocurriesen casos de cólera.
Prohibición absoluta de lavado de ropas en c o n -
ventillos, hoteles y casas amuebladas.
AISLAMIENTO Y DESINFECCIÓN

E l aislamiento se practicaba en toda casa en que


la infección se hubiese producido. Constatado el
hecho por la autoridad médica, se establecía el ais-
lamiento de la casa en general y de la habitación
del paciente en particular ( esto último, principal-
mente en las casas c o m o conventillos, hoteles, etc.,
etc.). E l servicio de aislamiento se hacía por guar-
dias sanitarios, coadyuvados por agentes policiales
en caso de requerirse su auxilio.
Estos procedimientos respondían á i m p e d i r l a tras-
misión del contagio do la habitación infecta á las
otras de la casa, y á prevenirlo igualmente con el
exterior. Aislada una casa, ninguno de sus habi-
tantes podía comunicarse con el exterior. Queda-
ban excepcionados el médico ó practicantes, que te-
nían libre entrada y salida, pero obligados á cumplir
rigurosamente las prescripciones de la desinfección.
T o d a habitación con enfermo colérico era provista
inmediatamente de la cantidad conveniente de d e -
sinfectante y útiles destinados al uso del enfermo,
80 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

consistentes en un recipiente donde debían d e p o s i -


tarse todas sus ropas sucias sumergidas en las s o -
luciones desinfectantes salvo otras destinadas á ser
antes de trasladarse fuera de la habitación, que-
madas.
El procedimiento de desinfección se hacía luego
extensivo á sus vasos de servicio para recibir las
deyecciones, en cuyo contenido debían éstas ser re-
cibidas.
Desinfección de los pisos, muebles, camas, muros,
puertas, etc., etc.
L a s copas, tazas y útiles de uso del enfermo, eran
igualmente sometidos p una desinfección por el agua
hirviendo.
Desprendimiento de todas las colgaduras que tu-
viera la habitación, alfombras, etc., para ser también
desinfectadas. En las letrinas, desinfección cons-
tante.
E n los casos en que la asistencia se hacía i m p o -
sible por diversas circunstancias, se trasladaba al
enfermo á la Casa de Aislamiento, pero quedando
la casa sujeta al aislamiento. Restablecido el en-
fermo, se quemaba todo cuanto hubiera directamente
servido á su uso.
E l aislamiento tenía c o m o tipo fijo el término de
siete días, siempre que en ese período no se pro-
dujeran nuevos casos en aquel d o m i c i l i o ; pues de
lo contrario se reproducía el término impuesto cuan-
tas veces fuera necesario.
Producido el aislamiento de una casa, se agregaban
EX MONTEVIDEO 81

á estos auxilios los de la beneficencia, á fin, no sólo


de hacer así más riguroso el aislamiento y más s e -
gura la asistencia, c o m o también de colocar á los
habitantes allí aislados en las mejores condiciones de
comodidad y alimentación.
E s o s auxilios, consistentes en medicinas, alimen-
tos, ropas, camas, colchones, etc., se hacía diariamente
por la Dirección de Salubridad y por intermedio de
los guardias sanitarios é inspectores especiales, que
los depositaban á la entrada de cada edificio, pero
sin penetrar en él, y de donde era recogido por el ser-
vicio del interior.
P o d e m o s decir, sin exageración, que hemos reali-
zado el aislamiento c o m o en parle alguna, por cuanto
hemos llegado para realizarlo en todo su rigor hasta
hacer la provisión de alimentos de los aislados.

6
2
CONTINGENCIAS DE ESTAS MEDIDAS

L a s proscripciones antedichas, al ser llevadas á la


práctica, encontraron, como era de preverse, muy mal
prevenida á la población, después de los calificati-
v o s p o c o prudentes que á su respecto se habían emi-
tido, y suficientes para despertar en el vulgo la s o s -
pecha y la desconfianza de que aquéllas, lejos de ser
útiles y salvadoras, no envolvían sino peligros p o -
sitivos y atentados inauditos.
Añádase á esto la frecuente prevención con que
se miran en todos los pueblos por el vulgo las m e -
didas de carácter extraordinario que la higiene i m -
pone en circunstancias tan especiales, y de las que
no puede ser posible prescindir, porque es cabalmen-
te en casos semejantes que su estricta observancia
produce los resultados más brillantes; las preocupa-
ciones que contra aquéllas formula la ignorancia, ya
sea atribuyendo á los médicos procederes atentato-
rios á la vida de los enfermos, ya imputando á la
autoridad atropellos á sus domicilios é intereses; la
atmósfera de desconcepto que levantan los que se
84 LA EPIDEMIA DE COLERA

empeñan por conveniencia particular en obscurecer


la realidad negando la existencia del mal; el c o n -
junto de conjeturas las más extravagantes que b r o -
tan de cerebros excitados, ya por las contrariedades
que sucesos tan extraordinarios determinan en sus
intereses, ya por el temor de ser víctimas del flagelo;
el pregonainionto opositor del curanderismo, en g u e -
rra abierta con la ciencia, invocando de que tiene
el secreto de una panacea infalible, que no es otra
cosa sino la especulación mercantil que aquél se p r o -
pone con sus llamados específicos; el comentarismo
de la prensa, no siempre juicioso y prudente; y con
todo este conjunto de circunstancias y de hechos, es
fácil calcular, y se tendrá explicado cu buena parte,
el valor de las resistencias que surgieron y el es-
fuerzo que fué necesario desplegar para disminuir-
las y vencerlas.
E l problema era arduo, porque surgían en la e s -
cena de los sucesos dos factores á c o m b a t i r : el mal
reinante v el mal moral generado por el pavor, las
aprensiones exageradas, las interpretaciones d é l a i g -
norancia, los intereses egoístas y bastardos; y á los
dos era igualmente necesario vencer.
N o fueron pequeñas las dificultades con que se
tropezó para conseguirlo: fué preciso una persistencia
tenazmente sostenida, para llevar á los ánimos la
persuasión de los beneficios que se perseguían, y la
solicitud y la bondad de los propósitos que la i n s -
piraban.
Y fué sólo después de arraigada en los ánimos
EN MONTEVIDEO 85

esta convicción, que la Dirección se vio secundada


por el p u e b l o en el sentido que las circunstancias
lo exigían.
L a Comisión que el Superior Gobierno nombró
por decreto de fecha 12 de Enero de 1887 para
auxiliar á la Dirección de Salubridad, tuvo la o c a -
sión de penetrarse de la naturaleza de las dificulta-
des enunciadas, viéndose obligada ;í dirigirse más
de una vez, por medio de manifiestos al público, á
objeto de desmentir las versiones calumniosas que
se propalaban contra la ejecución de las medidas
sanitarias que habían sido decretadas, las que eje-
cutadas rigurosamente, extinguirían el flagelo y sal-
varían la población.
l í e aquí uno de los manifiestos que en momentos
solemnes fué necesario dirigir al pueblo, á objeto
de demostrar el error que se padecía, robustecer el
principio de autoridad y poder llevar adelante con
tanta mayor energía y celo c o m o lo exigieran las
circunstancias, las medidas decretadas:
86 L A EPIDEMIA D E COLERA

MANIFIESTO

LA COMISIÓN DE SALUBRIDAD AL PUEBLO DE

MONTEVIDEO

Montevideo, Enero 15 de. 1 S S 7 .

E n posesión de su mandato oficial, la Comisión


de Salubridad debe una palabra al pueblo de M o n -
tevideo, para inspirarle confianza y á la vez des-
truir las noticias exageradas cpie se propalaron. Estas
noticias no alcanzan otro fin que el de desprestigiar
al país, ofreciéndolo presa de una epidemia que
asume proporciones alarmantes, y en presencia de
la cual las autoridades encargadas de velar por la
salud pública, no adoptan medidas que tiendan á
destruir el mal, ó las extreman á tal punto que
sólo contribuyen á infundir pánico en el pueblo.
Afirmaciones tales, son, á más de infundadas,
inexactas ; y así lo asevera la Comisión de Salubridad,
que sólo ve en las alarmas que • se producen, más
que un espíritu de rectitud que las incite, un p r o -
pósito que en definitiva puede aportar males ma-
yores á quienes se dejen seducir por tales propa-
gandas.
L a situación higiénica de Montevideo no es de
aquellas que pueden clasificarse de malas. Cierto
es que ha aparecido una enfermedad que requiere
EN MONTEVIDEO 87

p r e v i s i ó n ; pero esta misma previsión, que es ya un


hecho al haberse adoptado recientemente más a m -
plias medidas en consonancia, será ineficaz en al-
gunos casos, si el pueblo de M o n t e v i d e o , compren-
diendo cuánto importa la buena salud y consiguiente-
mente la vida, n o escucha las exhortaciones de su
autoridad, que tienden á librarle de un flagelo e p i -
démico.
M u c h o se lia inventado en el sentido de alarmar
á esta p o b l a c i ó n ; y así las cosas han llegado al
extremo de opie personas serias, obedeciendo á esa
alarma, hayanse convencido de que M o n t e v i d e o es
h o y por h o y presa de una epidemia que tiende á
devastarle.
Cuando la ofuscación abarca proporciones tales,
es natural que la Comisión de Salubridad dirija su
palabra al pueblo, para consignar la verdad de los
hechos ocurridos, hasta bajo la garantía personal de
todos y cada uno de sus miembros, pues que al
precio de engañar á la población de que también
forman parte ellos y sus familias, no se manten-
drían un momento más en los puestos honoríficos
que les fueron discernidos por el G o b i e r n o de la
República. D e esta decisión, puede y debe estar
segura la población de M o n t e v i d e o .
A h o r a bien, en el interés de afianzar la tranqui-
lidad pública, esta Comisión declara:
1.° Q u e la traslación de enfermos á las Casas
de Aislamiento, sólo tiene lugar en aquellos casos
de personas afectadas de cólera que absolutamente
8S LA EPIDEMIA D E CÓLERA

carezcan ele familia, amigos 6 personas que se en-


carguen de su asistencia.
2.° Q u e si el enfermo carece de recursos, la C o -
misión de Salubridad suministrará, c o m o lo lia h e -
cho hasta el presente, alimentos, medicinas y demás
que sea necesario en caso de enfermedad.
3.° Q u e tratándose de casas de inquilinato, se
procurará limitar el aislamiento actualmente estable-
cido, conciliando los intereses de las personas ais-
ladas con las exigencias de una buena higiene.
4.° Q u e siempre se ha considerado fuera de toda
discusión el derecho amplísimo que tiene toda per-
sona enferma, sea cual fuero el diagnóstico, de ha-
cerse asistir por el facultativo que más confianza
le merezca; y si los médicos oficiales de Policía ó
Salubridad tienen entrada en las casas d o n d e han
aparecido casos que infundían sospechas, ha sido
por la necesidad en que se encuentran las autori-
dades sanitarias de averiguar la verdad ó inexacti-
tud de esas denuncias, valiéndose de su personal
científico.
5.° Q u e en ningún caso se ha procedido á la
inhumación de los fallecidos sin la presentación p r e -
via del certificado de defunción, expedido por el
médico asistente, ó en su defecto, por el de Poli-
cía ó Salubridad.
6.° Q u e con el propósito de que la población c o -
nozca por intermedio de la prensa las determina-
ciones que lleva á cabo esta Comisión y los móviles
que la inducen, ha resuelto, con fecha de hoy, in-
EN MONTEVIDEO 89

vitar á los representantes de la prensa periódica


para que concurran ;í sus sesiones.
Y por último, á efecto de que todas las denuncias
relacionadas con nuestro cometido, se atiendan con
la brevedad posible, la Comisión de Salubridad c o n -
signa aquí los domicilios, tanto de la Oficina Central
c o m o el de cada uno de sus m i e m b r o s :

Á n g e l Brián, Presidente, Buenos Aires 171.


P e d r o E. Bauza, 1."' V i c e , Canelones 2 4 1 .
José Arcehavaleta, 2." V i c e , Soriano 53.
Francisco l í . G ó m e z , Tesorero, Colonia 444.
P e d r o Garavaguo, Contador, calle Colonia 11.

Vocales

D o c t o r P e d r o AL Castro, A r a p e y 116.
José Saavedra, Sarandí 11!).
Felipe M o n t e r o , Colonia 139.
Juan Cruz Costa, Cerrito 258.
P a b l o Bonavía, Florida 111.
L u i s Olivier, 1S de Julio 344.
D o c t o r Elias Piegules, Y í 176.
Eliseo Navajas, Soriano 213.
P a b l o Pareja, Cerro 92.
Carlos l í . H o n o r é , Caiguií 35.
D i o n i s i o Lastreto, 18 de Julio 516.
José A . Tavolara, Larrañaga 87.
L u i s M . Surraeo, 18 de Julio 216.
Secretario, Sebastnín Baice, Canelones 310.
Oficina Central, Zabala 163.
RAZONAMIENTOS DEL CASO

Interesadas en el primer momento las autoridades


superiores en la ocultación del mal, no fueron apli-
cadas las medidas de aislamiento y desinfección á
los casos iniciales y aislados que aparecieron en
la U n i ó n ; y de ahí su consiguiente propagación en
aquella villa y en la región cercana de Maroñas.
Este grave error se acentuó en otro sentido en
mayor grado, después que la Unión y Maroñas t o -
maron el carácter de grandes focos, pues además de
los casos aparecidos en la villa, el cólera había p e -
netrado en el A s i l o de M e n d i g o s , estallando allí con
intensa violencia.
M o n t e v i d e o estaba aún inmune, y todo aconsejaba,
teniendo en cuenta muy particularmente el c o m e r c i o
de relaciones y el tránsito de personas entre la C a -
pital y aquella zona, unidas por dos empresas de
tranvías, un ferrocarril y otros diversos medios de
comunicación, t o d o aconsejaba, decía, que M o n t e v i d e o
se precaviese de aquellos f o c o s .
A s í opinó la Dirección de Salubridad, y propuso
92 LA EPIDEMIA DE COLERA

á las autoridades las siguientes medidas, con cuya


ejecución la ciudad podría ser ventajosamente d e f e n -
dida:
1.° Un cordón sanitario militar que, extendiéndose
desde la costa Sur, llegase hasta el Norte, á objeto de
aislar toda comunicación entre M o n t e v i d e o y la Unión
y concentrar en este punto t o d a la acción defensiva.
(.) en su d e f e c t o :
2.° El mismo cordón sanitario, pero sin el rigor
de la absoluta incomunicación. Se establecerían e s -
taciones ó casillas de examen sobre los puntos más
frecuentes de las comunicaciones, á las cuales debía
converger toda persona que quisiera penetrar en M o n -
tevideo. Si las personas procedían de casas donde
hubiera enfermos y de las cuales hubiesen logrado
escapar, no serían admitidas de inmediato, sino d e s -
pués de una observación de aislamiento conveniente,
para lo cual se tendría dispuesto lo necesario á su
cumplimiento. En el caso contrario, las personas no
sufrirían sino un examen y la desinfección consi-
guiente.
En caso de personas enfermas, serían transportadas
ala Casa de Aislamiento del B u c e o (lazareto s u c i o ) .

Penetrado el G o b i e r n o de la bondad de estas m e -


didas, c o n v i n o en llevarlas á la práctica, pero luego
desistió de ese propósito, y la comunicación en
EN MONTEVIDEO 93

aquellos parajes, Unión y Maroñas, quedó en aliso-


luto libre de control alguno.
D e b o recordar que esta circunstancia se agravó
aún más con la tolerancia que durante cierto tiempo
tuvieron en la Unión las corridas de toros, á cuyo
espectáculo concurrían los días festivos dos ó tres
mil personas, que luego ¡'egresaban á Montevideo.
Con este m o t i v o , la Dirección de Salubridad e x -
puso al Gobierno repetidas v e c e s sus opiniones al
respecto, reclamando la clausura de tales espectáculos.
El Gobierno pidió asesoramiento al Honorable
Consejo de Higiene, pero éste entendió i¡iie no era
del caso tal medida-, á pesar de que esa concurrencia
se dirigía á una zona intensamente infectada, y l i -
mitó su acción coercitiva á decir en el Informe sus-
crito por su distinguido Presidente, que prohibiendo
hacer uso de bellidas alcohólicas 4 los concurrentes
á la Plaza de Toros, consideraba esta medida como
suficiente preservativo.
D e lo que se deducía que era más peligroso el
uso de bebidas alcohólicas, cpic el aso del agua de
consumo de una población, en algunos deeagos sur-
tidores principales se había constatado Ja existencia
del germen color ico!.'
X o es del caso examinar las consideraciones con
que el Superior Gobierno apreció el informe del
señor Presidente del Consejo, pero sí sabemos, que
resolvió que se suprimieran las corridas de toros,
c o m o así lo ofició á la Jefatura Política y de Po-
licía de la Capital con fecha E n e r o 24 de 1887.
94 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

D e s d e luego, resalta que esta liberalidad de dis-


posiciones del Honorable Consejo, no era, por cierto,
m u y concordante con su propio rigorismo, que en
tiempo reciente había hecho clausurar los puertos de
la República.
P e r o á pesar de todos estos inconvenientes, de-
claro, una vez más, que, bajo el rigor de las medidas
impuestas, M o n t e v i d e o se salvó del cólera, esto es,
no pereció la masa de población que hubiera f o r z o -
samente sucumbido sin aquellas medidas.
P o r otra parte, M o n t e v i d e o no estaba provisto de
estufas de desinfección, ni de una pavimentación
perfecta como en la actualidad, y algunas de sus
zonas, que comprendían establecimientos públicos de
importancia, estaban desprovistas de caño maestro.
D e b e m o s insistir en declarar que el aislamiento
que impedía el contacto de la casa infectada con el
resto de la ciudad, y el aislamiento particular de la
habitación del enfermo, sobre todo en las casas de
inquilinato, que impedía su comunicación con los que
habitaban en común el perímetro restante del edi-
ficio, fueron medidas de una eficacia decisiva.
Si desde que apareció el primer caso se hubieran
adoptado tales medidas, el mal hubiera abortado en
su primer f o c o . P e r o se vaciló en un principio, i m -
pidiendo aplicarse oportunamente esa acción eficaz,
á pretexto de que el público no se alarmase; y en-
tonces la semilla del mal pudo difundirse impune-
mente.
Felizmente, las indecisiones no se dilataron mayor
EN MONTEVIDEO 95

tiempo, y la Dirección de Salubridad pudo, desde


luego, poner en práctica todas las medidas, porque
desde el primer día luchó con un afán é interés, que
tantas injustas censuras le acarrearon.
H u b o al fin que convenir con la autoridad sani-
taria, en que era más conveniente denunciar públi-
camente el mal y combatirlo, que abandonarlo libre-
mente á su curso y ocultarlo.
A d o p t a d o este racional temperamento, el aisla-
miento y la desinfección se establecieron como f ó r -
mulas fundamentales contra el mal, cumpliéndose
con todo el rigor que nuestros recursos permitían.
L a bondad de este sistema pudo ser comprobada
en todo su alcance : en los domicilios que sufrieron
su influencia, se contuvo el m a l ; apenas se citan
tres domicilios en que éste se reprodujo después de
un primer caso. P u d o ser muy bien que no fueran
llenadas todas las prescripciones, ó bien que las per-
sonas sucesivamente afectadas, contrajeran el con-
tagio conjuntamente, diferenciándose su manifestación
en el tiempo por la idiosincrasia de cada uno.
P u e d e calcularse que la población de M o n t e v i d e o
ascendía en esos momentos á ciento diez mil almas.
T e n i e n d o en cuenta la diversidad de sitios en que
el mal se manifestó, no hay duda que, á no haberse
adoptado el aislamiento c o m o primera medida pre-
ventiva, cada caso hubiera constituido f o c o s intensos
de infección que hubieran interesado de un modo
general la ciudad y sus suburbios.
Representan estos hechos, una práctica que no d e -
96 L A EPIDEMIA D E COLERA

b c m o s olvidar si desgraciadamente se reprodujera


algún día la necesidad de su nueva aplicación, si es
que la ciencia en sus progresos futuros no nos diera
procedimientos más acertados. Su eficacia podrá en-
tonces medirse en más alto grado, tanto más cuanto
más perfectos sean particularmente los elementos de
la desinfección.
EL CÓLERA
EN LOS

ESTABLECIMIENTOS PÚBLICOS

C o m o antecedente que. pudiera interesar, voy á


dejar constatado en estos apuntes algunas particu-
laridades relativas :í cada uno de los Establecimien-
tos públicos que fueron invadidos por el cólera, ta-
les c o m o el Asilo de Mendigos, el Manicomio Na-
cional y el Cuartel «.General Artigas».
E n estos casos, el aislamiento comprendió sus dos
a c e p c i o n e s : esto es, la incomunicación del Estable-
cimiento con el resto de la población, lo que se prac-
ticaba por medio de cordones sanitarios, y el aisla-
miento parcial, que consistía en la confinación de
los enfermos en sala determinada, desde la cual eran
llevados á la Casa de Aislamiento por medio de
las ambulancias dispuestas para el efecto.
Este aislamiento parcial no siempre pudo efec-
tuarse de un m o d o absoluto, pues la difusión que
-el mal tuvo en algunos de esos Establecimientos, no
98 LA. EPIDEMIA D E CÓLERA

permitió practicar esa medida sino de un m o d o r e -


lativo.
D a d o el numero de asilados en cada uno de ellos,
la conveniencia general imponía que los atacados
fueran trasladados fuera de esos locales, con el o b -
jeto no sólo de atenuar la densidad del medio c o -
mún, alejando, por otra parte, las causas de contagio,
sumamente posibles en tales condiciones, sino tam-
bién de evitar todo peligro por estar situados aque-
llos Establecimientos en centros urbanos muy po-
blados. A no haberse procedido así, los hechos
ocurridos en cada uno de esos Establecimientos h u -
bieran tenido un carácter de agravación incalcula-
ble.
L a desinfección, tanto de un m o d o general c o m o
particular, fué usada en todos los Establecimientos.
L o s principales Establecimientos atacados por el
mal fueron :
El Asilo de Mendigos, sito en la Unión.
El Manicomio Nacional, sito en el camino de
V i l a r d e b ó , Sección del R e d u c t o .
El Hospital de Caridad, sito en M o n t e v i d e o , en
la calle 26 de M a y o .
El Cuartel « General Artigas», sito en la calle
Agraciada número 13.
EN MONTEVIDEO 99

ASILO DE MENDIGOS

L a población del Asilo de Mendigos era dé 300


personas.
E l mal apareció el 5 de D i c i e m b r e y terminó el
1.° de Enero. D e todos los datos adquiridos, nin-
guno me ha dado una explicación, comprobada en
absoluto, respecto del mecanismo de importación del
cólera en dicho A s i l o . Sólo sabemos que el caso de
Castrillo, procedente de B u e n o s Aires y que enfer-
m ó en la L nion, fué el primero en aquella
T
locali-
dad. Castrillo sembró sus deyecciones en un sitio
b a l d í o ; de allí la diseminación del germen ;í todas
partes y p o r diversos medios.
¡ Coincidencia f a t a l ! el primer caso de cólera que
penetró á la República venía á producirse en una
zona la más apropiada -para su desenvolvimiento.
L o s primeros enfermos fueron asilados antiguos
de la casa, á los cuales ignoro c ó m o fué llevado el
contagio.
E l número de atacados fué de 30 hombres y 23
m u j e r e s : total, 53 personas. L a s defunciones alcan-
zaron á 38 personas.
D e l servicio administrativo y médico de la casa,
n o sufrió la acción del mal sino el doctor Capde-
hourat, que era el m é d i c o titular, y cuyo caso fué
feliz. Fué reemplazado por los doctores León y
Bombardela.
100 LA EPIDEMIA D E COLERA

L o s practicantes de servicio fueron los señores


T e o d o r i e o N i c o l a y A l f r e d o V i d a l y Fuentes.
L a s aguas del aljibe que servían de provisión á
la casa, fueron inficionadas, c o m o pudo compro-
barse por el análisis que de ellas se hizo, lo que
determinó su clausura y desinfección.
El señor Arechavaleta, en carta que me dirigía
con fecha 21 de D i c i e m b r e , se expresaba así:
« L o s cultivos verificados hasta h o y han dado ya
« el resultado positivo que desde el principio e s p e -
« rábamos, y sobre lo cual usted con tanta razón i n -
« sistía. L a s colonias casi puras se presentaron con
« el carácter típico del badilas virgula, y las p r e -
« paraciones que he hecho lo demuestran - de la m a -
« ñ e r a más acabada. Sin embargo, deseo llevarlos
« más adelante, y con este objeto he preparado dos
« g l o b o s de v i d r i o , cerrados á la lámpara, para lle-
«narlos con agua del aljibe del Asilo. ¿Quiere
« usted, doctor Brián, tener la bondad de ayudarme
« en esa tarea ? D e s p u é s , podremos hacer de t o d o
« un folleto m u y interesante. »

MANICOMIO XACIOXAL

Iva importación del mal al Manicomio Nacional


se atribuyó á tres orígenes d i s t i n t o s :
1.° A ropas contaminadas del Hospital de Cari-
dad, d o n d e habían ocurrido casos de cólera, y que
fueron llevadas á su lavadero.
EN MONTEVIDEO

2.° A la mujer Mariana M i a r t e , que ingresó al


Hospital de Caridad el día 6 de D i c i e m b r e , y fué
remitida al M a n i c o m i o el día 29 del mismo y asij- (

lada en compañía de la morena Tsolina A l v a r c z , la


cual se enfermó el día 30 á las 6 a. m., falleciendo
luego.
3.° A una mujer, de profesión lavandera, d o m i -
ciliada en la calle de Aurora, que trabajaba en el
Manicomio, donde enfermó el 31 de D i c i e m b r e , f a -
lleciendo el mismo día.
R e s p e c t o de las ropas, se ha asegurado que el
Hospital había incinerado y desinfectado todas las
que sirvieron para los casos o c u r r i d o s ; pero pudiera
ser muy bien que, alguna hubiese escapado á esas
operaciones, y, comprendida luego con las del resto
del Establecimiento, fuese llevada al lavadero del
Manicomio.
E s menos probable que Mariana M i a r t e hubiese
llevado el contagio á la morena Isolina, sin que ella
hubiese, por su parte, e n f e r m a d o ; si bien esto p o -
dría también ser posible.
En cuanto á la mujer lavandera de la calle Au-
rora, las sospechas se hacen más fundadas, y por
mi parte, después de las seguridades absolutas da-
das por el Hospital, he creído que ella fué el ver-
dadero vehículo de importación. Esta mujer c o n c u -
rría diariamente al M a n i c o m i o , y lo más factible es
que fuera quien directa ó indirectamente contagiara
á Isolina A l v a r e z , c o m o también á muchas otras.
E s de notar la coincidencia que en ambas tiene el
102 LA EPIDEMIA D E COLERA

período de estallido manifiesto del mal, como igual-


mente la coincidencia de su defunción.
P e r o estas consideraciones no revisten, en su e x -
presión mas absoluta, carácter de irrefutables.
L a población del Jíanicon/io Nacional era de 619
personas.
El mal apareció en el departamento de mujeres,
en las salas situadas en la parte baja del edificio.
L o s primeros enfermos fueron pasados al primi-
t i v o edificio del M a n i c o m i o , contiguo al actual, con
el cual comunica por la parte interior.
El número de atacados fué de 62 hombres y 49
m u j e r e s ; total, 111 personas.
Las defunciones alcanzaron á 54.
El médico de asistencia lo fué el doctor Martí-
nez ( M a n u e l G. ), con los practicantes Felipe Ma-
clas y Feliciano P o r t o .
D e l servicio administrativo y de asistencia enfer-
maron dos hermanas de caridad y el capataz V i c e n t e
Pérez, los que salvaron felizmente.

HOSPITAL ' DE CARIDAD

En el Hospital de Caridad se produjeron 5 casos.


C o n excepción del cabo de la sala de militares,
R a m ó n Balado, los demás procedieron del exterior,
caracterizándose la enfermedad durante la asistencia.
T o d o s estos casos fueron fatales.
Estos enfermos fueron aislados en una sala e s -
EN MONTEVIDEO 103

pecial, y respecto de ellos se guardaron todas las


precauciones del caso. Según declaraciones recibi-
das del servicio de aquel hospicio, las ropas, col-
chones, etc., que sirvieron á esos enfermos, fueron
desinfectados unos é incinerados otros.
E l hospital contenía una población de 400 p e r s o -
nas, más ó menos.
Rechazó de su sala de entrada 11 casos s o s p e -
chosos que se remitieron, por intermedio de la D i -
rección de Salubridad, á la Casa de Aislamiento.

CUARTEL «GENERAL ARTIGAS»

Euc" un cuadro verdaderamente aterrador el que


ofreció la epidemia de cólera en el Batallón 3.° de
Cazadores.
Ocupaba ese cuerpo el cuartel situado en la calle
Agraciada, á la altura de la primera convergencia
de esta calle con la de Ibicuí.
H i z o el mal su primer estallido en la persona del
c a b o 2." Agustín V i e r a , de la 1." compañía. D e las
indagaciones producidas, resultó que V i e r a había e s -
tado días antes en la Unión, de m o d o que el c o n -
tagio fué adquirido en aquella región infecta. Este
enfermo apareció en la noche del 14 de E n e r o á las
9 p. ni., comunicándose aviso de este suceso á la
D i r e c c i ó n de Salubridad por el cirujano del cuerpo,
el doctor Fernández Espiro.
L l e g a d o al cuartel, p u d e constatar la veracidad del
104 LA EPIDEMIA D E CÓLEEA

hecho, y de acuerdo con aquel facultativo, resolvi-


mos la traslación del enfermo á la Casa de A i s l a -
miento del B u c e o , procediendo luego ¡í incinerar sus
ropas, c o m o también las de su cama, y á la desin-
fección de la habitación que ocupaba.
Ninguna otra n o v e d a d aparente se apreciaba en
el resto del batallón, pero era de sivponcr que aquel
caso, dadas las condiciones de la vida de cuartel,
hubiese dado margen á otras infecciones.
L a circunstancia de encontrarse el cuartel en un
punto malsano y tan central de la c i u d a d ; las d i -
ficultades con que se tropezaba para hacer efectivo
el aislamiento del edificio; el temor de la repetición
de nuevos casos dentro de una masa humana tan
crecida y obligada á una vida en común en períme-
tro tan estrecho, c o m o otras diversas circunstancias,
indujeron ;í las autoridades á la traslación del cuerpo
á un campamento fuera de la ciudad, y así se e f e c -
tuó el día 15 á las 4 a. m., instalándose en el palco
del H i p ó d r o m o de Punta Carretas.
A los siete días apareció un caso en el campa-
mento, en la persona del soldado E d u a r d o Pérez, de
la 2.' compañía. Este caso fué fulminante: sucum-
1

bió á las dos horas.


El mismo día 22, á las 7 p. m., el mal se declaró
en una proporción é intensidad tal que, durante
la noche, teníamos sesenta casos n u e v o s , que fueron
remitidos á la Casa de x\.islamiento.
E l día 2 3 , á las 3 a. m., el batallón se puso en
marcha, abandonando el campamento y refugiándose
EN MONTEVIDEO 105

en la Escuela de Artes y Oficios, á la sazón en c o n s -


trucción sobre la costa Sud.
El cirujano del cuerpo, doctor Fernández E s p i r o ,
que había luchado heroicamente, cayó atacado por el
mal, conjuntamente con uno de los practicantes, y
en tal condición, la situación se hizo más d e s e s p e -
rante.
L o s auxilios de toda clase llegaron luego á fin de
dar instalación y asistencia á aquel número de e n -
fermos, y proceder á las medidas preventivas res-
pecto de los sanos. Se desinfectó soldado por sol-
dado, su armamento y c o r r e a j e ; se incineraron t o -
das sus ropas, dándoles n u e v a s ; se estableció una
sala para los atacados, aislada de las demás, y se
completaron los servicios de ambulancias, unas des-
tinadas á la conducción de los enfermos á la Casa
de Aislamiento y otras para la c o n d u c c i ó n de los
fallecidos al Cementerio respectivo.
Después de rigurosa aplicación do tales medidas,
el mal declinó sensiblemente, dejando de producirse
nuevos casos el día 27.
Se encargaron del servicio médico, el que escribe
y el doctor I s o l a ; intervino también el doctor Sus-
viela Guarch, quien especializó su tarea en las au-
topsias é investigaciones bacteriológicas.
E n ningún f o c o c o m o éste se produjeron casos más
fulminantes, ni el mal tuvo desarrollo más rápido y
en mayor número de personas en tan breve tiempo.
L o s atacados alcanzaron al número de 197 sol-
dados, 4 oficiales y 1 practicante.
106 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

L o s casos fatales fueron 3 oficiales, 1 practicante,


1 sargento 2.°, 1 cabo 1.°, 3 cabos 2 . os
y 52 solda-
dos.
Felizmente el doctor Fernández Espiro pudo sal-
var, después de algunos días de gravísimo estado.
V i s i t a d a la región del H i p ó d r o m o , pudo consta-
tarse que los manantiales que habían servido para
la provisión de agua estaban inficionados del mi-
crobio característico del cólera inorbus, á cuya d e -
sinfección y cegamiento se procedió luego, como
también á la incineración de todos los despojos ( r o -
pas, cobijas, vestuarios y diversos útiles) que habían
quedado en aquel campamento.

Después de pasados los sucesos, ha p o d i d o cons-


tatarse, por datos oficiales que se habían reservado,
que en el Cuartel de Artillería (plaza Artola) o c u -
rrieron unos veinte casos, los cuales se atendieron
c o n éxito feliz en la enfermería de aquel cuartel.
Ocurrieron igualmente tres casos en el Parque N a -
cional, sito en la Unión, y cuatro en el cuartel « Treinta
y Tres Orientales» del Batallón 2° de Cazadores.
EL COLERA
EN' El,

PUERTO DE MONTEVIDEO Y EN LOS DEPARTAMENTOS

E l mal apareció á b o r d o de algunos buques en el


puerto de M o n t e v i d e o , por casos procedentes de la
ciudad.
L a importación del cólera á los Departamentos se
hizo en unos, como Colonia, R í o Negro y Paysandú,
por la vía fluvial, y en los demás, por la vía terrestre.
L a carta geográfica que encontrará el lector, i n -
dica esos trayectos de importación. E n todos ellos
fué el hombre enfermo quien sirvió de vehículo. L a
propagación careció de importancia, con excepción
de los Departamentos de Río Negro, San José y
Colonia, donde el mal tuvo una importancia apre-
ciable, particularmente en el primero. E n la C o l o -
nia y San José, los casos se manifestaron muy ais-
lados. Careciendo de otros datos esenciales que n o
fueron tomados, no puedo establecer por qué meca-
nismo se verificó esa difusión: si fué el hombre
IOS LA EPIDEMIA D E CÓLERA

mismo, ó bien sus ropas, ó por otros vehículos, que


tuvieron lugar los contagios sucesivos al primer caso
importado.
Instruidas las autoridades locales de cada una de
esas zonas de las medidas propias de estos casos,
supieron aplicarlas con tanto rigor c o m o eficacia.
E n Independencia, donde el desarrollo del mal
alcanzó una difusión mayor, fué que principalmente
la autoridad tuvo que desenvolver una acción más
rápida y decisiva. El coronel don Ricardo F l o r e s ,
que en esa época ejercía la Jefatura del Departa-
mento de R í o N e g r o y que organizó con rapidez ser-
v i c i o s apropiados, supo proceder con tanta j u i c i o s i -
dad c o m o acierto, empleando todos los elementos á
su alcance para combatir la epidemia.
T o d a s las localidades afectadas que requirieron
auxilios de la Capital, los obtuvieron, y éstos c o n -
sistieron particularmente en provisión de desinfec-
tantes.

PUERTO DE MONTEVIDEO

Ocurrieron tres casos, de los cuales uno fué fatal.


T u v i e r o n lugar, uno á b o r d o del vapor Raijo, en un
foguista; otro, en una barca noruega, y el último
en una goleta italiana, cuyo caso fué fatal.
Cada uno de estos buques fué aislado rigurosa-
mente: la barca en su fondeadero, y la goleta y el
vapor Raijo en el de la isla de Ratas.
EN MONTEVIDEO 109

SAN JOSÉ

En este Departamento ocurrieron 15 casos. El


primero apareció el 28 de Enero de 1886. L a epi-
•demia terminó el 28 de Febrero. D e esos casos, 12
fueron fatales. N o se conoce origen positivo de su
importación ni de su mecanismo.

MERCEDES

Ocurrieron dos casos de cólera en el mes de D i -


ciembre de 1886. Estos casos fueron procedentes
de F r a y - B e n t o s . L o s dos fueron felices.

CANELONES

Ocurrieron dos c a s o s : uno importado de M o n t e -


video, y otro local, por contagio. A m b o s resultaron
fatales.

PAYSANDÚ

Ocurrieron tres casos. Un caso fué importado


de V i l l a Colón ( E n t r e - R í o s , R e p ú b l i c a A r g e n t i n a ) ;
los otros dos, por contagio del primero, fueron f a -
tales.
FLORIDA

Ocurrieron cuatro c a s o s : tres resultaron fatales.


Su importación se atribuye á una persona proce-
dente de Santa Lucía.
110 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

RÍO NEGRO ( INDEPENDENCIA )

F u é el Departamento, después de la Capital, que


t u v o más número de casos, pero también más número
de casos leves. N o se tiene una estadística exacta,
pero según las cifras oficiales, se calcula que entre
los casos ocurridos en la población urbana, en el
Regimiento allí destacado y la población de la f á -
brica de Liebig, se produjeron unos cuatrocientos
enfermos. L a s defunciones alcanzaron á un número
de cincuenta. C o m o se ve, la proporción de mortali-
dad es baja, un 2 1/2 ° / .0 El cólera fué importado
p o r trabajadores que llegaron de Santa-Fe.

COLONIA

Ocurrieron en este Departamento veintiún casos.


Resultaron once fatales. L o s casos se distribuyeron
así: once en la Sección del R o s a r i o , ocho en la
Colonia, uno en la P a z , uno en San Juan.
E n la isla « D o s H e r m a n a s » , frente al Carmelo,
ocurrieron once casos. E l cólera fué importado p o r
picapedreros procedentes de B u e n o s A i r e s .
TRATAMIENTO

L o s tratamientos de una enfermedad como el c ó -


lera son tan numerosos c o m o distintos.
N o hay específico del cólera y, por otra parto,
su terapéutica varía según los períodos del mal.
L o s médicos en general han usado durante esta
epidemia diversos tratamientos. N o ha habido, por
decirlo así, un tratamiento oficial, único.
Dentro del cuadro que comprende el arsenal cien-
tífico, cada uno ha usado y variado el tratamiento
según las circunstancias y especialidad de cada caso.
E l más moderno en aquellos momentos era la
enterolisia del profesor Cantani, reputado médico
italiano, que se aplicó en algunos casos aislados y
también en la Casa de Aislamiento del Buceo.
Como tratamiento farmacológico preventivo, se
prescribió en general la solución clorhídrica, c o m o
indicación tomada de las prescripciones de K o c h y de
otros observadores, por cuyas experiencias se ha
confirmado la importancia del buen funcionamiento
del aparato digestivo en la defensa contra el cólera.
112 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

K o c h , Christmas, Gamaleia, Pteilíer y Haffkine han


llegado á la conclusión de que, basta acidular el
agua potable ó el estómago con ácido cítrico ó clor-
hídrico para evitar su i n f e c c i ó n ; de m o d o que la
vía digestiva quedaría prevenida contra el cólera
por ese medio. El hecho definitivo es que el bnci-
Uif-s muere en un medio ácido, mientras que su
vitalidad y su acción específica se favorece extensa-
mente en un medio preparado en condiciones o p u e s -
tas.
El tratamiento higiénico, que, c o m o ha dicho R o u s -
seau con inteligente previsión, más que una m e d i -
cina, es una virtud, se encuentra en el capítulo de
medidas internas ó municipales y en las disposi-
ciones del I ! . Consejo de Higiene Pública. Esas
prescripciones preventivas eran referentes unas á
la higiene pública, y otras á la higiene personal.
PRÁCTICAS POSTUMAS

En todo caso de defunción estaba prohibido el


enlutamiento de las habitaciones, que se practica
habitualinente en tales sucesos por los estableci-
mientos encargados de esos arreglos.
Esta medida respondía á una práctica preventiva
m u y esencial, pues los mismos ornamentos fúnebres
llevados á la casa de un colérico, servirían mañana
para el enlutamiento de otra casa donde hubieran
ocurrido defunciones de otro género, resultando así
que tales ornamentos podrían servir de vehículo
de propagación del mal.
L a velación del cadáver, c o m o su acompañamiento,
estaba igualmente prohibida.
El cadáver era amortajado inmediatamente en una
sábana empapada en bicloruro, tapándose sus aber-
turas naturales, y colocado luego en un ataúd i m -
permeable.
E l cadáver quedaba depositado en la misma ha-
bitación en que ocurriera el fallecimiento, la cual
sufría clausura absoluta.
8
114 LA E P I D E M I A D E CÓLERA

N o podía ser habitada sino después de tres m e -


ses, previa desinfección, blanqueo, etc., etc., ¡í más
de ;a incineración de cuanto hubiera servido á la
asistencia del fallecido.
Agregábase á esta práctica el desagote y desin-
fección de los aljibes, estanques ó manantiales de
aguas potables que existiesen.
E l fallecido era trasladado al Cementerio por el
servicio fúnebre especial para ese objeto, y mante-
nido en depósito por el tiempo que marean las
ordenanzas, y luego inhumado.
T o d a inhumación en nichos estaba rigurosamente
prohibida. Ésta se practicaba en fosos de 1 1/2
metros de profundidad, cubriéndose previamente el
ataúd con una capa de cal.
E l Cementerio destinado para las inhumaciones
fué el del B u c e o .
D e estas prácticas postumas aparece excluida la
cremación del cadáver, la más radical sin duda al-
guna, pero (pie no se practicó, porque carecíamos
de los aparatos apropiados para tales operaciones.
ESTADÍSTICA

L a epidemia terminó el 24 de Marzo de 1887.


El resumen estadístico que el lector encontrará al
final de este capítulo, acusa un total de casos que
llega á la cifra de 1,317 en todo el país.
Xo es posible establecer la proporcionalidad de
atacados con relación á la población general del país,
por cuanto la zona más extensa de su territorio
quedó inmune.
Dicha proporcionalidad sólo podría fijarse en cada
caso particular para cada pueblo ó ciudad que haya
sufrido el mal; pero esto misino no ofrecerá con-
clusiones de interés superior, por cuanto se trata en
la mayoría de los casos de hechos aislados que no
han revestido un carácter verdaderamente epidé-
mico.
P o r otra parte, hay que tener en cuenta que el
número más crecido de casos ocurrió dentro de ciertos
Establecimientos que, aislados desde el primer m o -
mento, no ejercieron acción sobre el resto de la pobla-
116 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

ción urbana, modificando, por consiguiente, la marcha


general de la epidemia.
L a proporcionalidad antedicha la fijaremos, pues,
en cada caso particular.
A s í resultará que, observadas las medidas de que
ya hemos hablado, t e n e m o s :
Montevideo, con una población de 130,000 habi-
tantes, tuvo 460 casos. P r o p o r c i ó n : 0.35 ° ¡ . 0

Asilo de Mendigos, con una población de 300, t u v o


53 casos. P r o p o r c i ó n : 17.6 °/ .
0

Manicomio Nacional, con una población de 619,


tuvo 111 casos. P r o p o r c i ó n : 18 %.
Cuartel 3." de Cazadores, con una población de
4-00 plazas, tuvo 201 casos. P r o p o r c i ó n : 50 0
/ .
o

L a s cifras de la mortalidad alcanzaron en t o d o el


país á 535 defunciones.
L a proporcionalidad de las defunciones, con re-
lación á los atacados, fué la siguiente:
Montevideo, 460 atacados, 297 defunciones; 64.7 ° / . 0

Asilo de Mendigos, 53 atacados, 38 d e f u n c i o n e s ;


73.5 %.
Manicomio, 111 atacados, 54 d e f u n c i o n e s ; 33 ° / . 0

Cuartel 3° de Cazadores, 201 atacados, 61 defun-


c i o n e s ; 30 ° / .
0

En toda, la República, 1,317 atacados, 535 defun-


ciones; 40.6 °/o-
EN MONTEVIDEO 117

E s del caso tenor en cuenta un número de cir-


cunstancias muy especiales, tales como las condi-
ciones individuales de los atacados en el A s i l o de
M e n d i g o s y en el Manicomio Nacional, cuya po-
blación se representa por sujetos de avanzada edad
debilitados por diversas enfermedades y trastornos
morales profundos. Eran elementos preparados por
estas causas individuales para sufrir hondamente
una crisis semejante, y tenían necesariamente que
sucumbir en una proporción relativa :í sus condi-
ciones de receptividad para el mal y de impotencia
para resistirlo.
H a y , por otra parte, que tener en cuenta que en
toda epidemia de cólera la asistencia de un gran
número de enfermos no se hace incontinenti á la
aparición de los primeros síntomas, sino en período
ya avanzado, y que de los atendidos á tiempo, las
defunciones pertenecen no sólo al ataque mismo, sino
también al período de reparación y ¡í las enferme-
dades consecutivas.
118 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

H e aquí un cuadro que resume los datos ante-


riores :

ocurridos
c ~

Casos
f't !
EPIDEMIA DEL CÓLERA 1S8U-S7 « li

DEPARTAMENTO DE MONTEVIDEO
i

i Radio Urbano: Unión y Maro fias 460 297 64.7 i


j
1
j ESTABLECIMIENTOS PÚBLICOS

' Manicomio 111 54 33.0 !


0 100.0
3.° de. Cazadores 201 61 31).(t
4 0-0 |
99 0.0
Parque ~3 0.0 •
Asilo Mendigos (Unión) 53 38 71.6 i

Sumas S59 455 40.0

DEPARTAMENTOS D E L INTERIOR
|
15 12 —
i Mercedes 2
Canelones 5 2
Paysandú 3 9 —
4 3
Colonia (ciudad) 21 11
Dos Hermanas 11
Río Negro , 400 50
12^5 j
1
Sumas 458 80 17.4 |

Total en la República 1,317 535 40.6


LA CASA DE AISLAMIENTO

L a Casa de Aislamiento para coléricos fué creada


por la Dirección de Salubridad y ocupada en la n o -
che del día 8 de D i c i e m b r e á las 12 p. m.
Se encontraba situada en el B u c e o , en la loma sa-
liente que se proyecta antes de llegar á la ribera del
mar.
Se componía de un edificio espacioso de un piso
bajo y dividido en dos departamentos por un muro.
El departamento al Sur fué destinado para enfer-
m o s ; y el que daba al Norte, para servicio adminis-
trativo y científico y casa de convalecientes.
La Casa de Aislamiento tenía contiguo por el
N o r t e un pequeño edificio ocupado por una escuela,
el que fué desalojado, c o m o lo fué igualmente otro
adyacente por el Oeste.
E l personal de asistencia se componía de :
Cuatro Hermanas de Caridad de San V i c e n t e de
Paul, procedentes del xisilo de M e n d i g o s , y el R d o .
Padre P r o v i s o r R i c a r d o Isasa.
D o s m é d i c o s : los doctores Caumont y Bombardella.
120 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

D o s practicantes : los estudiantes F o n s c c a , y V i d a l


y Fuentes.
D o s farmacéuticos: los señores Casal y Sánchez.
Enfermeros, sirvientes, etc., etc.
Para el servicio del Establecimiento se tenían : tres
vehículos para conducción de enfermos, y dos para
transporte de cadáveres.
Frente á la Casa de Aislamiento, y á distancia de
200 metros, fué instalada una estación militar, c o m -
puesta de un piquete de 40 hombres del Batallón
1.° de Infantería, al mando del Teniente D e L e ó n ,
y un piquete de Caballería de Policía de 10 hombres,
al mando del Teniente Rocha.
E l primero estaba destinado á formar el c o r d ó n
sanitario de aislamiento; el segundo desempeñaba el
servicio de vigilancia de los vehículos encargados de
la conducción de enfermos, c o m o también do aque-
llos que conducían cadáveres, á fin de evitar toda
comunicación con ellos en su tránsito.
Estos vehículos tenían su estación en un local c o n -
tiguo al A s i l o , y eran desinfectados constantemente
después de cada servicio.

L a Casa de Aislamiento recibió sus primeros en-


f e r m o s del A s i l o de M e n d i g o s .
Durante la época de su funcionamiento, recibió
de diversas procedencias 217 enfermos, y tuvo 127
defunciones.
EN MONTEVIDEO 121

Se practicaron en ella numerosas autopsias, c o m o


también otras en el Cementerio del B u c e o , á la v e z
que diversos análisis y cultivos bacteriológicos, dando
todos ellos un resultado de datos confirmativos sobre
la naturaleza del mal.
M u c h o s de los datos que figuran en el capítulo
Investigaciones bacteriológicas, proceden de traba-
jos del practicante señor Fonseca.

L a provisión de útiles, comestibles, etc., etc., á la


C a s a d o Aislamiento, se hacía del m o d o siguiente:
L o s vehículos conductores descargaban dentro del
límite de la zona del cordón sanitario, y de allí se hacía
el transporte al interior del edificio por el personal
del servicio. L o s carros, antes de su regreso, eran
desinfectados, á pesar de no haber comunicado con
persona alguna.

L a s novedades sanitarias en el personal de la Casa


de Aislamiento, consistieron en:
Una Hermana de San V i c e n t e de Paul, que e n -
fermó, salvando felizmente.
E l practicante V i d a l y Fuentes, con igual resul-
tado.
122 LA E P I D E M I A D E CÓLERA

Una sirvienta, llamada Eugenia, c u y o caso llamó


profundamente la atención, por la manera visible con
que se hizo la infección y la rapidez de su desenlace
fatal.
Como resultaron un día inficionadas las aguas
del aljibe, se efectuó su clausura. Eugenia, ator-
mentada, según ella, por un vivo deseo de tomar agua
fresca, violentó la clausura y burlando la vigilan-
cia extrajo de aquel recipiente, agua que bebió. D i e z
horas después había sucumbido, y conjuntamente con
ella uno de los guardias policiales que había hecho
igual uso de aquella agua.
INVESTIGACIONES

QUÍMICAS Y BACTERIOLÓGICAS

Creo cerrar con positiva utilidad la presente e x p o -


sición, completándola con las informaciones y datos
que van á leerse, y que son la ratificación detallada
y amplia de algunos de sus puntos más esenciales,
que en estos casos interesa sobremanera dejar per-
fectamente establecidos.
A l hablar de la naturaleza del mal que reinó con
carácter epidémico una parte de los años 8(3 y 87,
hemos establecido la conclusión de que se trataba
del cólera niorbus asid/ico. perfectamente constatado,
tanto por la observación clínica de los hechos, c o m o
también por la autopsia cadavérica y el examen
bacteriológico; deducciones corroboradas luego por
otro orden de investigaciones, hechas con igual
o b j e t i v o y operando sobre materiales distintos, c o m o
lo fué en primer término el agua potable que p r o -
veía á los habitantes de ciertas zonas del municipio
y de sus alrededores.
124 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

L a experiencia recogida en otros pueblos, en casos


análogos, y las consecuencias racionales que la cien-
cia ha deducido de estos hechos, instituyendo pro-
cedimientos claros y definidos de investigación, que
llevan á conclusiones tan seguras c o m o irrefutables,
tenían forzosamente que ser aplicadas y utilizadas
en esta ocasión, c o m o en efecto lo fueron; y para
tales resultados, la Dirección de Salubridad buscó
desde luego de proporcionarse el concurso de un
hombre dedicado especialmente á esos estudios é in-
vestigaciones, y lo o b t u v o en la persona del señor
don José Arechavaleta, c o n o c i d o favorablemente por
todos los que cultivan las ciencias naturales.
El señor Arechavaleta, con la dedicación y entu-
siasmo que le son habituales, tomó á su cargo esta
tarea, que le fué confiada por nombramiento directo
de la Dirección de Salubridad poco antes que la
epidemia apareciese.
L o que el lector va á encontrar en seguida de
estas líneas, es el resultado detallado de estos tra-
bajos, que por mi parte he expuesto sintéticamente
en algunos de los capítulos anteriores.
D e este m o d o , la confirmación de los hechos queda
más plenamente autentizada, pues no sólo los e x p o -
nemos con el carácter de verdad que tuvieron, sino
que también damos conocimiento detallado de los
medios de investigación de que hicimos uso y de
sus resultados más íntimos.
Penetrando en estos detalles, el lector va á rea-
nudar su memoria sobre el papel tan importante que,
EN MONTEVIDEO 125

según ya apuntamos, desempeñó el agua potable en


aquellos sucesos, sirviendo de vehículo en más de
una ocasión al temible germen del mal, y por c o n -
siguiente, dándole alcances de propagación v e r d a d e -
ramente sensibles.
E s sabido, en efecto, que el badilas del cólera
v i v e perfectamente en el agua, c o m o lo demostró
M e a d e Bolton, que pudo conservarlo así v i v o du-
rante siete meses, y c o m o lo comprobaron AVolffhü-
gel y K i e d e l en la Oficina Sanitaria de Berlín.
X o queremos entrar aquí á discutir si es el agua
el único vehículo del cólera, c o m o , según la Trin-
Icetrasser Titearle, generalmente adoptada en Francia
y en Inglaterra, lo sostienen escritores eminentes c o m o
Hochstellier, Pfeiffer, Straus, Dubarry, y o t r o s ; ó si,
c o m o opinan otros hombres de ciencia, siguiendo la
teoría del doctor Pettcnkofer, de Munich, el suelo
y el aire son también medios sumamente favorables
al desarrollo del germen infeccioso.
E s indudable que el agua puede ser contaminada
de varias maneras, y con especialidad por el arras-
tre de las aguas pluviales y por las filtraciones de
las materias fecales en el suelo; hecho que señaló
y sostuvo en 1849 el doctor Carlos Pcllarín, y que
sirvió de base á la teoría desarrollada por P e t t c n -
kofer en 1854, y que se c o n o c e bajo el nombre de
Oruucltvasser Theorie.
L a discusión de una y otra teoría estaría aquí
un tanto fuera de lugar para el objeto de esta breve
M e m o r i a ; basta el hecho, confirmado por la o b s e r -
126 LA E P I D E M i A D E CÓLERA

vación y la ciencia, de que el agua es un p o d e r o s o


vehículo de transmisión del m o r b o .
En su último trabajo sobre el cólera. D a r c m b e r g
refiere que el doctor K o c h encontró en Calcuta el
bacillns eolerígeno en un surtidor de agua empleado
por un grujió de indostanes que fueron atacados
por el cólera, y cpie Xicasi y Iviestsch hallaron el
mismo microbio en el agua del puerto de Mar-
sella.
H a c e tiempo, dice el citado escritor, que en I n -
glaterra se había notado que barrios enteros, pro-
vistos de agua por un manantial ó un río, se hallaban
atacados por el cólera, mientras otros barrios ali-
mentados por otros manantiales quedaban inmunes.
Observaciones análogas se hicieron en Francia
por Brouardcl, Marcy y Durand - Clave, respecto
de los barrios que recibían el agua del canal del
Oureq.
Trabajos científicos de eminentes hombres de cien-
cia han puesto de manifiesto que los gérmenes c o -
lerígenos pueden vivir más de un año en las aguas
potables, especialmente á una temperatura que no
baje de 15 á 20 grados, y esto explica el por qué
las epidemias son más intensas en los meses de
calor, y demuestra el peligro de tener aguas conta-
minadas en los aljibes de las habitaciones.
Esta circunstancia, confirmada centenares de v e -
ces por la ciencia, en otras localidades, alcanza tam-
bién su confirmación entre nosotros, robusteciendo
con ello la alta idea de que deben necesariamente
EX MONTEVIDEO 127

penetrarse, lo mismo los gobiernos c o m o las po-


blaciones, respecto de la gran influencia que aquel
elemento de uso diario ejerce en las funciones ge-
nerales de la vida humana y de la vida social.
E s así c o m o la provisión de agua potable de las
poblaciones, ha tomado la importancia de una c u e s -
tión trascendental c o m o problema de higiene pública
y c o m o asunto administrativo.
Podemos afirmar con toda propiedad, que las
cuestiones suscitadas con m o t i v o del análisis quí-
mico, microscópico y bacteriológico á ¡pie dio lugar
la epidemia del cólera del 86 y 87 en las aguas de
Santa Lucía, despertaron v i v o interés en nuestras
autoridades, y de entonces datan las importantes
iniciativas de reformas que se llevaron más tarde
á efecto en el Establecimiento de A g u a s Corrientes
de Santa L u c í a , — s i n qne esto quiera decir que ha-
yamos resuelto por entero el problema.
N o cabe duda que, sin la previsión de haber d e -
cretado aquellos análisis, que nos dieron luego tan
instructiva luz para exponer al público juiciosos
consejos al respecto y para proceder oponiendo en
tiempo una barrera poderosa á la propagación del
mal (desinfección de manantiales, aljibes, estanques,
etc., etc.), éste hubiera alcanzado proporciones in-
calculables, desde que no se removiera una de las
fuentes más vivas de infección.
Esta acción de examen y de purificación de las
aguas, fué llevada á efecto con todo rigor y se irra-
dió en diversos sentidos. N o quedó un solo aljibe
128 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

de casa, en la que hubiera ocurrido un caso de


cólera, ó en que se probara su incompatibilidad
para el uso, c o m o no quedó laguna, ni estanque,
ni p o z o , ni manantial en el radio urbano y sus al-
rededores, cuyo contenido no fuese inutilizado y
desinfectado prolijamente.
L a suma de recipientes de agua, que pasó por
este crisol de depuración, alcanzó á 2 1 0 ; suma r e s -
petable para testimoniar que se perseguía sin d e s -
canso un objetivo de vital importancia en f a v o r de
la salud del municipio, habiendo los análisis prac-
ticados alcanzado á 390.
E n las notas que van luego á leerse se encuentra
también la observación del cultivo y conservación
de baciMus en el barro, — hecho que tiene relación
perfecta con la moderna teoría de D a r e m b e r g á p r o -
pósito de la última epidemia de este año en los al-
rededores de París. Daremberg expresa que el c ó -
lera actual es d e b i d o á la reviviscencia de los g é r -
menes de epidemias anteriores. E s o s gérmenes han
sido esparcidos en diversos sitios irrigados por las
aguas de las cloacas conteniendo materias fecales de
enfermos coléricos.
P o r ese lado, dice, comienzan todas las epidemias
de cólera que llegan á París. E l cólera de 1892 no
ha sido importado recientemente del Asia. E s p r o -
ducido por esa reviviscencia de los gérmenes con-
tenidos en el s u e l o ; c o m o el cólera de 1884, fué
producido por la reviviscencia de los gérmenes c o n -
tenidos en las orillas del Sena después del cólera de
1873.
EN MONTEVIDEO 129

E s una nueva faz de las epidemias de cólera en


París, ésta de la reviviscencia de los gérmenes que
no han sido destruidos después de cada epidemia-
L a s experiencias sobre esa misma vitalidad del ba-
cillus en las ropas manchadas por d e y e c c i o n e s , han
tenido entre nosotros su reproducción, y vienen á
confirmar una vez más la propiedad de este otro
medio de contagio del cólera, admitido por la ciencia
desde tiempo muy lejano. C o m o el agua, las ropas
manchadas por materias fecales de un colérico re-
presentan una fuente de propagación del mal, m o s -
trándose en muchos casos que por sólo este medio
ha podido desenvolverse una epidemia dentro de una
familia y de un hospicio.
R e s p e c t o de esta vitalidad en las materias fecales,
c o m o en los cultivos en la tierra, los experimentos
del señor Areehavalcta concuerdan con el resultado
de los trabajos científicos más modernos.
Esta observación es digna de tomarse en cuenta,
y nunca estará de más tener fija nuestra atención
sobre aquellos parajes en que la epidemia del 8 6 - 8 7
t u v o mayor alcance, á objeto de aplicarles las m e -
jores disposiciones de salubridad, porque, á pesar del
saneamiento á que fueron sometidos, podría éste no
haber sido suficiente.
Sin entrar en mayores consideraciones, he aquí las
diversas notas que transcribimos de la exposición
presentada por el señor Arechavaleta á la D i r e c c i ó n
d e Salubridad P ú b l i c a :

9
130 L A EPIDEMIA D E COLERA

I. A g u a s «le aljibe. — II. A g u a s corrientes. — III.


A g u a s «le manantiales y estanques «le lílaroñas.
— IV. A g u a «le los estanques «le Punta Brava.

I. — AGUAS DE ALJIBES

Análisis químico. — Durante la epidemia se han


practicado en este Laboratorio 390 análisis de aguas
de aljibes de esta ciudad y villa de la Unión, c o n
el objeto de averiguar la cantidad de materias or-
gánicas que contenían en disolución, habiendo o b t e -
nido los siguientes resultados:

Aguas conteniendo do gr. 0,004 á 0,005 por litro- • 161


» » » » ' 0,005 á 0,009 • » . . 167
» » 0,006 á 0,010 » » • • 62

Total. 390

L a cantidad excesiva de substancias orgánicas de


la mayor parte de las muestras analizadas, tenía p o r
causa los detritus animales y vegetales que las aguas
de lluvia arrastran al caer de las azoteas á los a l -
jibes, las filtraciones p o r defectos de construcción
y vecindad c o n las letrinas y la falta de aire, sin
el cual no puede verificarse la combustión de esos
cuerpos.
L a dosificación de la materia orgánica se verificó
siguiendo rigurosamente el método de Pagnoul, o p e -
rando siempre sobre cantidades iguales y en i den-
EN MONTEVIDEO 131

ticas circunstancias: 100 gramos de agua, acidulada


con 20 gotas de ácido sulfúrico puro, sometida á la
ebullición durante 10 minutos, antes de agregar el
permanganato de potasa, deteniendo en todos los
casos la operación cuando el líquido adquiría un
tinte pajizo.
Análisis bacterioseópico. — E l día 10 de D i c i e m -
bre se recibió, de parte del Director de Salubridad,
doctor don Á n g e l Erián, una botella de agua p r o -
veniente del aljibe del A s i l o de M e n d i g o s , donde se
habían producido varios casos de epidemia colérica,
según la opinión de los facultativos que la habían o b -
servado.
E l aspecto de esta agua nada tenía de particular.
Transparente y clara, sin olor ni sabor, podía c o n -
siderársela á simple vista c o m o perfectamente pota-
ble. P e r o , mirada á través de un lente, se veían flo-
tar en su masa numerosas y muy pequeñas partícu-
las blanquecinas, que desde luego llamaron nuestra
atención.
Practicado el análisis químico, éste puso de ma-
nifiesto que un litro de esta agua contenía una can-
tidad excesiva de materia orgánica.
D e este primer resultado d i m o s cuenta al señor
Director de Salubridad, quien hizo clausurar inme-
diatamente aquel aljibe y otro más, situado en la
parte baja del Establecimiento.
U n a vez en el camino de las investigaciones, pro-
cedimos á cultivar estos organismos minúsculos en
gelatina extendida en chapas y en tubos de en-
132 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

sayo, hasta que conseguimos aislar el germen c o l e -


rígeno.
Para alcanzar este resultado se puso en un vaso
de precipitados una cantidad de esa agua, p r e v i a -
mente enriquecida con caldo de buey esterilizado, el
cual se cubrió con una campana de vidrio, para res-
guardarlo de las impurezas del aire. A las pocas
horas después, se veían subir, del f o n d o del vaso á
la superficie, pequeñas nubéculas blancas, que en la
masa líquida, atravesada por un rayo de sol, se d e s -
tacaban c o m o ciertos cirrus en un cielo azul.
Una gota que se tomó en el borde del vaso, o b -
servada con un fuerte aumento y luz condensada,
mostró que estaba plagada de bacilos encorvados. E n
seguida, con un hilo de platino, se pescó una p e -
queña cantidad del agua infectada, sumergiéndolo en
el borde, la que, mezclada con gelatine- - peptona y
extendida en chapas de vidrio, según el procedimiento
de K o c h , dio origen á numerosas colonias de mi-
c r o - o r g a n i s m o s , entre los cuales fácilmente se reco-
nocían algunos de bacillus vírgula, por su aspecto
característico. ( F i g . I — a, b, c.)
M á s tarde, cuando fué fácil pescar en las c o l o -
nias, se practicaron picaduras en tubos de ensayo.
E l desarrollo ulterior puso de manifiesto en algunos
de ellos la forma de e m b u d o tan notable del baci-
llus vírgula. ( F i g . I — d.)
Para poner en completa evidencia estos hechos y
no dar cabida á ninguna duda, se hicieron prepara-
ciones microscópicas coloreadas con fuchsina y m o n -
EN "MONTEVIDEO 133

tadas en bálsamo de Canadá, de las cuales se saca-


ron, con la cámara lúcida de Oberhauser y el o b -
jetivo de inmersión número 11 de Hartnack, los d i -
bujos reproducidos en la figura I.
Q u e d a b a demostrado con esto, de la manera más
evidente, que el agua del Asilo contenía los gérme-
nes considerados por K o c l i c o m o causas del cojera
moríais, y que el desarrollo de la epidemia que en
aquel Establecimiento de Caridad reinaba, era d e -
bido á ellos, según todos los datos. La clausura in-
mediata de los aljibes, ordenada por el Director de
Salubridad, dio, en consecuencia, resultados tan e x c e -
lentes c o m o positivos.

II.— AGUAS CORRIENTES

Análisis químico.—El análisis químico ordenado


por el Director de Salubridad, y que diariamente se
publicaba, hizo conocer que del 15 al 31 de D i c i e m -
bre se produjo un aumento de 2 milésimas de ma-
terias orgánicas por litro. Coincidía este fenómeno
con un olor fétido característico, que fué en aumento
hasta el 10 de Enero, así c o m o la cantidad de m a -
terias orgánicas.
Atribuimos este fenómeno ( y así lo hicimos saber
al D i r e c t o r de Salubridad) á la gran cantidad de
algas descompuestas que á la sazón abundaban en
las orillas del río Santa Lucía, en los remansos y
probablemente también en las cañerías y depósitos
situados en L a s Piedras.
134 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

Se consideró entonces oportuno tomar alguna m e -


dida al respecto por si se infestaban los depósitos,
y desde entonces se surtió de agua á la población
directamente del río (sin entrar en los depósitos).
A los pocos días, el descenso en la cantidad de
materia orgánica fué notable, desapareciendo al mismo
tiempo el olor fétido que hemos mencionado. De
3 milésimas que el 11 de Enero acusaba, bajó hasta
1,0, 1,8 y 1,5 finalmente, en cuyo estado permane-
ció hasta el 15 de Febrero. D e s d e esta fecha su-
b i ó rápidamente hasta 5 milésimas.
La Dirección de Salubridad aconsejó entonces (pie
se sometiera á la ebullición el agua antes de be-
bería.
L a s causas á que podía atribuirse este aumento
rápido de materia orgánica, están explicadas detalla-
damente en la comunicación que con fecha 5 de
E n e r o se elevó al doctor Brián, Director de Salu-
bridad.
Examen bacferfosrtipico. — Con el análisis quí-
m i c o de las aguas de Santa Lucía, se ha practicado
también el examen baetorioseópico, preparando cha-
pas de gelatina, para averiguar si se encontraba en
ellas el germen colcrígeno.
T o d a s las mañanas so mezclaba medio gramo de
agua tomada en la canilla de aguas corrientes, con
20 gramos de gelatino-peptona, y se extendía la
mezcla en tres chapas de vidrio, que se colocaban
en la cámara húmeda á la temperatura del ambiente,
para seguir el desenvolvimiento de los m i c r o - o r g a -
EX MONTEVIDEO 135

nismos contenidos en ella. Siguiendo este procedi-


miento, se hacían cinco series iguales, que sumaban
quince chapas en todo por día.
El estudio de las colonias cpie se desenvolvían, la
observación de su forma, color y relaciones con el
medio nutritivo, se verificaba diariamente con la
mayor prolijidad y esmero.
Cuando se presentaba alguna colonia sospechosa,
se procedía ¡í la observación microscópica, previa c o l o -
ración por los métodos ma's modernos que la cien-
cia aconsejaba. Cada una de las chapas se exami-
naba durante cuatro y hasta seis días seguidos, al
cabo de los cuales se destruían por orden de sucesión.
Si el agua de Santa L u c í a hubiera sido contami-
nada por el ¡jacillas eolerígeno, tenemos la firme
convicción de (pie antes de producir sus desastrosos
efectos en la población, hubiésemos dado el grito de
alarma para prevenir el peligro.
Eué un día de gran zozobra para nosotros el 23
de Enero, cuando creímos haber visto el enemigo en
una de las chapas.
L a forma y movimiento del microbio que o b s e r -
vábamos parecían semejantes á los del bacillus rír-
ijala.
Estábamos ocupados en el examen de este m i c r o -
bio, cuando los estudiantes Morelli y Solari nos h i -
cieron saber que en las chapas que ellos hacían en
la Facultad, siguiendo el mismo sistema que dejamos
apuntado, había aparecido un m i c r o - o r g a n i s m o muy
parecido al del cólera!
136 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

Felizmente, pronto v o l v i ó la tranquilidad á n u e s -


tro ánimo. U n examen prolijo nos hizo saber que
su tamaño era mayor que la especie típica y que
sus movimientos diferían también de los de ella.
L o s cultivos en tubos de gelatina que luego se h i c i e -
ron, no presentaron t a m p o c o sus caracteres. En v e z
de la forma embudada c o n la burbuja de aire, p r e -
sentaban la de calzón, licuando además m u c h o más
rápidamente la gelatina. T o d o , en fin, no pasó de
un gran susto.
Con el examen bacterioscópico se constató que el
número y cantidad de las especies de m i c r o - o r g a n i s -
mos en las aguas de Santa L u c í a aumentaba ó d e s -
cendía con el aumento ó descenso de las materias or-
gánicas.

I I I . — A G U A S DE. MANANTIALES Y ESTANQUES


DE MAROÑAS

Análisis químico.—La experiencia obtenida en


el aljibe del Asilo de M e n d i g o s , hizo que el d o c -
tor Brián, Director de Salubridad, persistiese en
su tarea de investigación sobre el estado de las
aguas potables de todas aquellas regiones invadidas
p o r el cólera; con tal m o t i v o , nos trasladamos, a c o m -
pañados de otras personas, á dichos parajes.
U n a vez allí, averiguamos con asombro, que en
todos los hornos de ladrillos se contaban 3 y hasta
5 víctimas, de manera que todos los trabajadores
ó casi t o d o s habían huido.
EN MONTEVIDEO 137

¿ D e qué manera aceptable se puede explicar este


hecho, cuando entre el resto muy numeroso de los
habitantes de los contornos, los atacados fueron p r o -
porcionalmente muy pocos?
E n el informe que sobre esta cuestión se pasó
á la Dirección el 16 de Enero, decía que á su jui-
cio la causa de la epidemia estaba en las aguas
putrefactas de los estanques y manantiales que se
hallan vecinos á las habitaciones de los trabajado-
res. E n efecto, los manantiales, cuyas aguas sirven
¡jara los usos domésticos, están colocados á poca
distancia de los pisaderos y estanques, y siempre
en la parte baja del terreno, de manera que las
aguas de lluvia, impregnadas de materiales orgáni-
cos que se encuentran en los pisaderos y en las
aguas corruptas de los manantiales, van á parar á
ellos necesariamente.
E l análisis químico que de las aguas de cinco
de estos manantiales se hizo, arrojó 7 y 9 milési-
mas de materia orgánica en disolución, habiéndose
constatado en un c a s ó l a presencia del amoníaco libre.
Examen baeterioscópico.—El examen bacterios-
c ó p i c o puso de manifiesto el bacíllus vírgula en el
agua del manantial del H o r n o Suizo, que tuvo 3
víctimas.
E n todos los demás nada pudimos constatar. Con
los cultivos puros que se obtuvieron, se practicaron
las experiencias en conejillos, de que ya se dio c o -
nocimiento al público, sobre los trabajos realizados
en el Laboratorio de la Universidad.
138 LA EPIDEMIA D E COLERA

IV. — AGUA DE LOS ESTANQUES DE PUNTA BRAVA

Examen bacteríoseópico.—El día que nos tras-


ladamos á Punta Brava, observamos varios estan-
ques ó cachimbas de aquella localidad, de las que se
surtía el Batallón 3.° de Cazadores, cuya agua era
cristalina y pura al parecer. Su análisis, en efecto,
nos revelaba 0.00 L2 de substancias orgánicas con
0.30 de sales. Preguntamos á los peones de las
quintas dónde se encontraban las cachimbas,, prin-
cipalmente aquella en que se tomaba agua para el
campamento y uso de los s o l d a d o s ; si, durante el
tiempo que permaneció el batallón allí, se había
producido algún caso de cólera entre ellos, y con-
testaron que no. P e r o llegados al campamento, es
decir, al circo mismo de las carreras, hallamos un
b o c o y de agua, que, c o m o otros que habían desa-
parecido, guardaba provisoriamente la que bebían
los soldados.
Estos b o c o y e s estaban descubiertos y expuestos á
los rayos del sol.
R e c o g i m o s esta agua en frascos previamente e s -
terilizados, y vueltos al Laboratorio procedimos á
su inmediato examen bactcrioscópico.
Inmediatamente, el 4 de Febrero, las colonias de
badilas vírgula desarrolladas en las placas de g e -
latina, nos daban á conocer el origen y causa de
la propagación colérica del batallón 3.° de Cazadores.
EN MONTEVIDEO 139

L o s hechos, por lo demás, estaban en un todo


de acuerdo. El batallón 3.° de Cazadores había
abandonado su cuartel de la A g u a d a desde el día
1G de Enero, después de haber tenido un caso de
cólera. E l segundo caso fué el 23 de Enero en el
circo de las carreras, ocho días después del pri-
mero.
U n o solo de los soldados contagiados por el pri-
mero, cuando uno solo hubiera sido, pudo llevar á
los b o c o y e s provisorios del circo la causa morbígena
del cólera rpie encontramos en ellos.
Estas aguas se tomaban sin precaución alguna, v
claro es que bastaron para la infección general o c u -
rrida.
A d e m á s de estos exámenes bacterioscópicos, he-
chos con resultado positivo, hemos verificado desde
este primer punto de vista, en el curso de la epi-
demia, aguas tomadas en diferentes puntos, sin que
hayamos encontrado el bucillns coma en ninguna de
ellas.
Creímos, por un momento, haber reconocido su
presencia en el A r r o y o Seco y en las de la bahía;
pero más tarde averiguamos que no era cierto. Estos
errores son explicables por la rapidez con que nos
veíamos obligados á proceder la mayor parte de las
veces, pero jamás nos ha sucedido de quedar en la
duda más del tiempo necesario para salir de ella, por
medio de exámenes perseguidos con ardor, al mismo
tiempo que con toda la rapidez de los métodos m o -
dernos.
140 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

E n la mayor parte de las muestras de agua de


aljibe de la Unión y de Maroñas examinadas, se
constató la presencia de diversas especies de b a c t e -
rios, entre los cuales mencionamos los bneülus coli
communis, y viridis liquefaciens.
E l coli communis se encontró también en el agua
del b o c o y de Punta Brava y en la del A r r o y o S e c o
arriba mencionada.
EXPERIENCIAS
SO lili n

LA VITALIDAD DEL « BACILLUS COMA »

Impulsado por el deseo de contribuir al conoci-


miento de las condiciones de vida del bacittus coma,
que habíamos obtenido — lo que importa tanto para
una profilaxia eficaz del cólera, — me propuse a p r o v e -
char todos los materiales que llegasen á mis manos
durante la epidemia, con el intento de realizar con
ellos, artificialmente, algunos de los fenómenos que
á mi juicio originan los sucesos naturales para la
conservación, el transporte y disminución del ele-
mento morbígeno asiático.
Para alcanzar hasta donde fuera posible este de-
siderátum, realicé en mi Laboratorio particular una
serie de experiencias durante los meses de Enero,
Febrero, M a r z o , M a y o y Junio, cuyos resultados paso
á relatar:
1. a
C o n deyecciones de coléricos se regaron abun-
dantemente:
142 LA ETCDEMIA D E CÓLERA

T r o z o s de calzoncillos en uso.
» » camisa.
» :> medias.
» » madera podrida.
» » bosta de vaca y de caballo.

Igual operación á ésta se hizo con jugo del in-


testino delgado de un colérico y con caldo de vaca
conteniendo bact'Htts en pleno desenvolvimiento.
T o d o s estos objetos fueron empaquetados separa-
damente y guardados en cajas de madera, bien cerra-
das, las que se depositaron en un sótano (paraje
sombrío y h ú m e d o ) rotulados a s í :

Serte A — objetos regados con deyecciones.


» B — » » » jugo intestinal.
» C— » » » caldo conteniendo
bacillus coma.

A los diez días los objetos de cada serie fueron


examinados bacterioscópicameute, para cuya opera-
ción se cortaron pequeños fragmentos de diferentes
puntos do cada uno de los trozos, haciéndolos m a -
cerar en seguida, por espacio de una hora, en caldo
neutro y esterilizado.
Este macerado se distribuyó en tubos de gelatino-
peptona, á cinco gotas cada uno, y correspondiendo
cinco tubos por cada objeto. L o s unos fueron exten-
didos en chapas, los otros rottlés (procedimiento E s -
march).
EN MONTEVIDEO 143

L a investigación bacterioscópica de las chapas y


de los tubos roidés, hecha durante seis días c o n s e -
cutivos con la más esmerada prolijidad, nos dio el
resultado siguiente:
Serie A— Temperatura media durante los diez
días, 22°. — Contenían badilas vírgula:— Calzon-
cillo y camisa.
L o s demás objetos no fueron examinados por e s -
tar cubiertos por mueedíneas.
Serie B— Temperatura media 23°. — Contenía
bacillus virgula: — Calzoncillo en uso.
L o s demás objetos no fueron examinados por las
mismas causas que sentamos en la serie A.
Serie C—Temperatura media, 21°.—Contenían
bacillus vírgula: — Calzoncillo de algodón en uso,
camisa y medias.
X o fueron examinados los demás objetos, por es-
tar cubiertos de mueedíneas.
Igual examen bacterioscópico se hizo otros diez
días después, y obtuvimos el siguiente resultado:
Serie A. — Temperatura media, 21°. — C o n t e n í a
bacillus vírgula:—Calzoncillo cu uso.
Serie B— Temperatura media, 20°.
X o se constató en ningún objeto la existencia del
bacillus vírgula, bien es cierto que se hallaban c u -
biertos de mueedíneas.
Serie C—Temperatura media, 22". — C o n t e n í a n
bacillus vírgula: — Calzoncillos y medias.
Otros diez días después, es decir, á los treinta
del riego, no constatamos la existencia del bacillus
144 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

vírgula en ninguno de los objetos do las diferentes


series. D e b e m o s declarar también que todos se h a -
bían cubierto de mucedíneas, de una manera tal, que
imposibilitó verdaderamente la investigación.
Con caldo de vírgulas en pleno desenvolvimiento
regué el 20 de M a r z o cinco tarros conteniendo barro
r e c o g i d o en un p o z o de los alrededores, que guardé
bajo campana de vidrio.
El examen verificado cinco, diez y quince días
después, nos dio el resultado siguiente: que ¡í pesar
del desarrollo de otros bacterios, el bacillus vírgula
v i v i ó en todos ellos por espacio de diez días, y en
dos, por espacio de quince.
LA COMISIÓN ADJUNTA
Á LA

D I R E C C I Ó N DE S A L U B R I D A D

Para coadyuvar á la tarea que tenía :í su cargo


el que suscribe c o m o D i r e c t o r de Salubridad P ú -
blica, y á objeto también de revestir de una sanción
más amplia las medidas que se adoptaban y á las
que tantas resistencias se oponían, el G o b i e r n o n o m -
bró el día 12 de Enero de 1887, á solicitud mía, una
Comisión compuesta de los siguientes señores:
Doctor don Pedro M. Castro, farmacéutico don
José Arcchavalcta, don P e d r o E. Bauza, don José
A . Tavolara, ingeniero don Carlos I I . I l o n o r é , don
E d u a r d o M a c - E a c h e n , don Francisco Martínez, don
U r b a n o Chucarro, don Dalmiro Egaña, don Juan C .
Costa, don José Saavcdra, don F e d e r i c o Cibils, don
Carlos S. Anavitarte, don F e l i p e M o n t e r o , don E l í -
seo Navajas, d o n Pablo Bonavú?, don Francisco R .
G ó m e z , don P e d r o Garavagno, doctor don Elias R e -
gules, don L u i s M . Surraco, don Carlos J: A r r ú e ,
10
146 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

don Dionisio Lastreto, don Guillermo L a f o n e y Q u e -


v e d o , don P a b l o Parejas y don L u i s Olivier Mon-
tero.
Esta Comisión se constituyó en la D i r e c c i ó n de S a -
lubridad el día 13 del mismo mes, actuando bajo mi
presidencia y nombrándose las Comisiones siguientes:
Para análisis q u í m i c o : el doctor don P e d r o Castro,
doctor Elias Regules y don José Arechavaleta.
Para la revisión de t a m b o s : Juan Cruz Costa, José
A n t o n i o Tavolara y P e d r o E. Bauza.
Para la de m e r c a d o s : P a b l o Parejas, Luis Olivier
y Felipe Montero.
Para casas de inquilinato: Carlos IT. l í o n o r é , P a -
blo Bonavía, Francisco R. G ó m e z .
Para vías públicas: L u i s M . Surraco, Dionisio L a s -
treto, Pedro Garavagno y José Saavedra.
Fueron confirmados los nombramientos de médi-
cos para la Dirección de Salubridad en las personas
de los doctores Lawrie y Elias Regidos, y como
practicantes los señores Ignacio R i v e r o Maza, José
B. Lagos, Francisco X i c o l a , Juan Servctti Larra va,
X o r b e r t o Barbot y José V i e r a .
Químicos: José Arechavaleta, R i c a r d o de Po-
wal é ingeniero Sebastián Martoreli.
Fueron igualmente confirmados los nombramientos
de médicos seccionales que desempeñaban los d o c t o -
res A l b e r i c o Isola, Juan Triani, Juan Esmoris y
García, Casimiro Soler y Rafael D e - F e o .
Conjuntamente con las Comisiones nombradas
para los diversos cometidos que hemos indicado, se
EN MONTEVIDEO 147

constituyeron dos más del mismo seno de la C o m i -


sión: una encargada de los suministros y auxilios á
las casas aisladas, y otra para la contabilidad de la
Comisión.

C o n este poderoso auxilio, la Dirección de Salu-


bridad afirmó su esfera de acción.
D e b o declarar, por mi parte, como un merecido
acto de justicia, cpic todos los miembros de aquella
distinguida Comisión supieron cumplir siempre con
altura y abnegación sus deberes.
T o d o s y cada uno de ellos se pusieron al nivel de
las graves circunstancias de aquellos momentos,
afrontándolas con energía y decidida espontaneidad
en favor de los intereses comunales, conquistando
con esa conducta un título á la consideración pública.
L o s momentos siguieron siendo de lucha.
Se había creado una atmósfera adversa contra las
medidas adoptadas y ejecutadas por la D i r e c c i ó n de
Salubridad, v una gran parte de los miembros do
aquella Comisión participaban de la creencia de rpic
los procederes no habían sido correctos ni acertados.
Estudiados de cerca los hechos, penetrando en
toda su realidad, esa impresión debía cambiar, c o m o
efectivamente cambió.
L o s mal prevenidos rectificaron su error, y un día
después de constituida, la Comisión creyó de su d e -
148 LA EPIDEMIA DE CÓLERA

ber publicar el manifiesto que hemos ya transcripto


y en que se aconsejaba á la población acatar las m e d i -
das dictadas por las autoridades sanitarias y se le p e -
día concurriera con su apoj'o á hacerlas efectivas.
Más tarde, la Comisión se vio obligada á producir
otros documentos, destinados á desmentirlas noticias
calumniosas" de algunos diarios, respecto de supues-
tos atentados que se denunciaban, y que nadie había
cometido.

E l título conquistado por los miembros de la C o -


misión corresponde en un grado superior á los m é -
dicos, Hermanas de Caridad, practicantes, y demás
personal que desempeñó funciones oficiales durante
estos sucesos.
E l doctor Elias Regules fué un incansable actor
en aquellas jornadas, c o m o lo fueron el doctor Isola y
el Inspector General de Salubridad señor Trías.
P e r o tratándose del personal científico, cabe hacer
una especial mención del doctor Fernández y E s -
piro, del que ya he tenido ocasión de hablar, al na-
rrar los hechos ocurridos en el 3.° de C a z a d o r e s ; de
los practicantes Fonseca, Vidal y Fuentes y X i c o l a ,
que se resolvieron espontáneamente y con una d e c i -
sión verdaderamente entusiasta, á confinarse en el
A s i l o de M e n d i g o s y luego en la Casa de Aislamiento
desde el momento que estalló el cólera, soportando
EN MONTEVIDEO 149

con energía y entereza toda esa jornada de dolor, de


privaciones y de inminentes peligros para sus vidas.
Incansables en la tarea, celosos en sus deberes,
dulces y compasivos por el dolor ajeno, serenos en
los momentos de prueba, sus servicios han sido de
un valor inestimable, y podrán ostentarlos con or-
gullo y vanagloriarse mañana de haber sabido c o n -
quistar dignos títulos á la consideración pública.
D e las Comunidades religiosas de Hermanas de C a -
ridad establecidas en M o n t e v i d e o , correspondió el
rol más importante durante la epidemia á las H e r -
manas de San V i c e n t e de Paul y á las Hermanas
Dominicas.
L a s primeras llenaron su deber en el A s i l o de
M c u d i g o s y luego en la Casa de Aislamiento, que e s -
tuvo á su cargo.
L a noche de traslación de los primeros enfermos
á la Casa de Aislamiento, el personal de enfermeros,
que había sido llevado por mí para recibirlos, huyó
de las puertas del Asilo. — M e vi obligado con ellas
á cargar los enfermos y colocarlos en las ambulan-
cias. L a misma noche ellas se hacían cargo de la Casa
de Aislamiento, instalaban los primeros enfermos, dis-
ponían cuanto era necesario para su cuidado, y t o d o
con una precisión, lo mismo en el conjunto que en
los detalles, y un interés tan solícito y piadoso, que
inspiraba tanta confianza de salvación al enfermo, c o m o
sentimiento de respeto y admiración hacia ellas.
Era la obra de sí mismas, espontánea, lejos de las
miradas del mundo, sin esperar aplauso de nadie, con
150 LA EPIDEMIA D E COLERA

sólo el estímulo del deber de su noble ministerio y


su caritativo afán tan incansable por el bieii de sus
semejantes.
T o c ó también á las Hermanas Dominicas un papel
muy saliente en acpiellos sucesos.
Se necesitaba para los enfermos de Marcñas y la
Unión, un personal de asistencia avezado al peligro,
animoso é inteligente, y ese concurso lo vinieron g e -
nerosamente á prestar las Hermanas Dominicas.
L a misma Madre Superiora se constituyó con v a -
rias Hermanas á la Unión, donde la D i r e c c i ó n de S a -
lubridad instaló una casa para Oficina Central de la
asistencia que habían de prestar.
Las Hermanas Dominicas se hicieron cargo del
cuidado de todos aquellos llegares que necesitaban
de sus auxilios.
A todas horas de la noche y del día, fuera bueno
ó inclemente el tiempo, los servicios de aquellas r e -
ligiosas no se hicieron esperar; nada pudo arredrar-
las, ni las distancias que tuvieran que recorrer, ni las
escabrosidades del camino, ni la soledad de los p a -
rajes, ni la falta absoluta de comodidades de muchos
hogares donde prestaban su asistencia, no sólo ya
c o m o enfermeras, sino también en t o d o cuanto c o n -
cierne á las tareas de una casa, y que en momentos
angustiosos, parece que se multiplican.
Penetradas de su alta misión, supieron cumplirla
debidamente, y M o n t e v i d e o tiene con ellas esta deuda
de gratitud.
A la institución Hermanas del Huerto, á c u y o
EN MONTEVIDEO 151

cargo estaba el Manicomio Nacional, le tocaron t a m -


bién días difíciles y azarosos.
E l estallido del mal en aquel establecimiento fué
de los más intensos. D e s d e los primeros momentos,
las Hermanas del Huerto apreciaron la gravedad de
las circunstancias; y, dispuestas á justificar una vez
más la bondad de los servicios con que han f a v o r e -
cido durante 35 anos los intereses de la beneficencia
pública, llenaron su cometido con la abnegación y
solicitud que les son características.
D e b o recordar también, c o m o motivo de merecido
homenaje, al distinguido sacerdote P í o Stella de la
Iglesia del C o r d ó n , á quien encontré en medio de
aquel afligente cuadro de dolor y de muerte que o f r e -
ció el Batallón 3.° de Cazadores, cuando vino á refu-
giarse en el edificio, en construcción entonces, de la
actual Escuela de Artes y Oficios.
A pesar de las observaciones que se le hicieron,
el digno sacerdote no quiso abandonar aquel recinto;
llenó sus deberes amparando con su apoyo á los e n -
fermos, animándolos con sus palabras tan espirituales
c o m o sentidas, y consolando con sus ruegos y oracio-
nes á los que caían.
E l o g i o altamente merecido corresponde también al
R e v e r e n d o padre provisor doctor Ricardo Isasa, que
desde el primer momento de la fundación de la Casa
de Aislamiento concurrió á prestar allí sus servicios
espirituales, mostrándose digno de su misión en t o -
dos los momentos, y conquistando desde luego el h o -
menaje público que le fué discernido por la abnega-
152 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

ción de sus sacrificios, su valor ante el peligro y su


piadosa solicitud en servicio de sus semejantes.
No era á él á quien competía haber afrontado
aquella situación; pero él se antepuso y quiso o c u -
par la plaza que á otro correspondía; y se encerró el
primero durante dos meses en la Casa de Aisla-
miento, para salir de los últimos, cuando todo peligro
se había extinguido.
LIGEROS APUNTES
SOBRE UX

PLAN GENERAL DE DEFENSA SANITARIA MARÍTIMA Y TERRESTRE

D e s d e tiempos remotos la humanidad ha profesado


la idea de la fácil transmisión de diversas enferme-
dades infecciosas por medio del contagio y ha
opuesto á este peligro distintos sistemas de defensa.
Autores célebres dicen que M o i s é s se ocupaba de
este problema en medio del desierto, confinando en
lugares apartados á los individuos víctimas de la l e -
pra y de otras enfermedades.
L a idea se presenta con más autenticidad histórica
y más carácter científico en épocas posteriores.
Se atribuye á V e n e c i a . en la época del apogeo de su
comercio y d e s ú s conquistas, la instalación del primer
Lazareto en defensa de una invasión de peste p r o c e -
dente del Levante. Este Lazareto será el que sirve de
modelo á la Europa y su utilidad se prestigiará por la
propaganda de escritores y estadistas célebres. Esta
conquista sufre más tarde un período de crisis ; ideas
154 LA EPIDEMIA DE COLERA

completamente opuestas se levantan y combaten


semejante sistema.
P e r o la idea antigua revive nuevamente, atesorada
de otros progresos, y penetra de lleno en todas las e s -
cuelas con el testimonio elocuente de conclusiones
eminentemente prácticas.
L a s enfermedades exóticas son c o n t a g i o s a s ; ese
contagio se produce de diversos m o d o s y por diver-
sos m e d i o s ; sus elementos específicos pueden ser
llevados á todas partes, lo mismo por mar que por
tierra, y producir donde se depositen el mismo mal que
en la cuna primitiva que les dio origen.
L a transmisibilidad es una tesis entonces fuera de
discusión : la ciencia sólo se detiene á este respecto
para acumular cada día mayor número de testimonios
prácticos que enriquezcan sus archivos de confirma-
ción de aquel h e c h o ; y cu otro sentido para estudiar
el perfeccionamiento de los medios y los sistemas de
aplicación que entraña el principio de defensa contra
esa transmisibilidad, cuyo estudio se representa por
el número y naturaleza de las medidas que se e x p r e -
san en los Códigos sanitarios de cada país.
L a confirmación de estos hechos la tenemos t a m -
bién nosotros en los archivos de nuestra experiencia,
formados por las observaciones que hemos recogido
en las epidemias cjuc ha sufrido el país.
A s í , tratándose, por ejemplo, del cólera, hemos visto
c ó m o se importa, sabemos c ó m o se propaga lo mismo
por tierra que por mar, c ó m o actúa y evoluciona d e n -
tro de las grandes localidades c o m o en las pequeñas,
EN MONTEVIDEO 155

dentro de un vasto hospicio c o m o en el perímetro de


una sala; y hemos visto y sabemos también c ó m o
se previene su importación por el principio de los
lazaretos y la desinfección, y c ó m o se contiene su
curso dentro de una ciudad ó de un barrio por la
aplicación de medios derivados de aquel mismo prin-
cipio que se llama aislamiento; principio que, p o d e -
mos decirlo con t o d o orgullo, nadie ha realizado con
más amplitud que nosotros.
P o r otra parte, para los (pie no están al corriente
de nuestros anales históricos en esa materia, esta idea
del aislamiento parecerá moderna entre nosotros.
Pero no es a s í : la idea del aislamiento es de re-
mota data en la práctica de nuestras ordenanzas h o s -
pitalarias, si bien pudiéramos haberla abandonado ú
olvidado en algún tiempo.
M u c h o s pueblos del viejo mundo no la habían aun
incorporado á sus usos, cuando ya nuestros antepasa-
dos, con un espíritu admirable de previsión y de
ciencia, discutían, legislaban é instituían prácticas á
su respecto.
H a c e 98 años que los miembros de la Hermandad
de Caridad discurrían sobre el contagio de ciertas
enfermedades y llevaban á la práctica el principio del
aislamiento.
E l acta del acuerdo celebrado el 21 de Julio de
1796 por la Junta de Hermandad de la Santa Cari-
dad de Nuestro Señor J e s u - C r i s t o — documento que
es posible nadie conozca y que obra en el A r c h i v o
del Hospital de Caridad, tan prolijamente ordenado
156 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

por el distinguido ciudadano don R a m ó n Escarza,—


dice a s í :
« E n la Ciudad de San Felipe y Santiago de M o n -
« tevideo á 21 días del mes de Julio de 1 7 0 6 : Estan-
« do en Junta do Hermandad de la Santa Caridad de
« Nuestro Señor Jcsu - Cristo, los Hermanos que la
« componen por sus oficios y nombramientos confor-
« mes á las constituciones que nos gobiernan, apro-
« bados por S. M., ¡í que asistió el señor Ministro de
« Hacienda don José Francisco de Sostoa, según está
« mandado, y para lo cual fueron todos citados el día
« anterior por el señor H e r m a n o Maior.
« Seda de Eticas. Q u e cada día es Maior la ue-
« cesidad de fabricar en el Hospital una sala para los
« É t i c o s y demás P o b r e s que acuden á él con enfer-
« medades contagiosas, porque es muy doloroso ver-
« los interpolados con los demás enfermos, con grave
« riesgo de infestarlos; Q u e las Salas de Enfermería,
« la ropa de las camas, y los catres, todo padece eon-
« siderablemente y resulta en grave perjuicio de los
« cortos fondos de la casa.

« Y habiéndose oído esta propuesta por todos los


« referidos Hermanos, y conferenciando lo conve-
< niente sobre, ellas con t o d o el amor, celo y unión,
« propio de su Instituto, acordaron por uniformidad
« de v o t o s : Que es urgentísima la necesidad de que
<Í se construía la expresada Sala para recoger en ella
« los P o b r e s Éticos, y demás de enfermedades c o n -
« tagiosas;
EN MONTEVIDEO 157

« Q u e ésta se construía en el f o n d o del Patio del


« Hospital, al rincón ele la mano izquierda de su e n -
« trada para que esté situada al Norte, y distante de
« las otras salas de enfermería que sea de diez v a -
« ras de largo, cinco de ancho, y epuatro y medio de
« alto ( t o d o de l u z ) , con dos Ventanas y una Puerta
« grande para que tenga mucha v e n t i l a c i ó n ; Q u e la-
« Puerta y Ventanas miren al Norte, poniéndose la
« Puerta en medio, y las Ventanas á sus lados, con
« i g u a l d a d ; Q u e la obra se haga toda de cal y la-
« drillo, y de azotea con los tirantes de Lapacho, para
« que así se consulte el alivio y c o m o d i d a d de los
« P o b r e s , y su eterna d u r a c i ó n ; Q u e concluida que
« sea, y en estado de avitarse, se colorpien en ella seis
« camas completas, las quales no han de servir más
<; que á los Enfermos de aquella Sala, á cuyo fin se
« pondrá también en ella una arca, donde se custodie
« toda la ropa que ha de servir á las referidas camas,
« sin que por ningún m o t i v o , ni aun para lavarse se
« mezcle con las demás.

« Y bajo los términos relacionados se concluid


« este acuerdo y firmaron los referidos Hermanos p o r
« ante mí el infrascrito Secretario de esta Junta, que
« lo extendí á f. 93 del L i b r o de A c u e r d o s de ellos
« en el día, mes y año de su fecha. — Joseph Francisco
« de Sostoa, Juan Joph. de Sostoa, Joachín de C h o -
« pitea, M a t h c o Magarifios, Francisco Antonio M a -
« ciel, Juan Joseph Ortiz, Matheo V i d a l , Manuel A n -
158 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

« tonio Argerich, Juan José Seco. — Manuel Valúe",


« Secretario. »
C o m o se v e , t o d o se preveía y disponía minuciosa-
mente con un espíritu teórico y práctico admirables.
Tan acertado era el criterio de estas medidas, que re-
sulta la capacidad de aire respirable calculada para la
sala de éticos concordante con lo que la ciencia
prescribe actualmente, como no lo es menos todo
cuanto se refiere á las precauciones sobre el lizo y
lavado de las ropas que hubiesen servido para tales
enfermos.
Ahora b i e n : sobre la base inmensa de estudio y
experiencia de todos los pueblos y de nosotros m i s -
mos, p o d e m o s obrar conscientemente; y á la altura en
que nos encontramos, la tarca del presente debe c o n -
cretarse á ampliar la esfera de nuestra defensa, c o n -
certando y disponiendo todos los medios que puedan
precavernos eficazmente.
Hasta ahora nuestra defensa por la vía de ultramar
es la que más se encuentra desenvuelta, pero no de
un m o d o completo en lo que concierne á la ampli-
tud y disposiciones de nuestro Lazareto.
T e n e m o s el de la isla de Flores para precavernos
de las procedencias de Cabos afuera y de algunas
del Plata y ríos afluentes. Este último extremo es
incompleto, porque constituida una gran parte de
frontera por la margen Oriental del R í o Uruguay,
carecemos de estaciones sanitarias en ese R í o para
defenderla de las procedencias de la otra margen,
á no hacer uso de cordones sanitarios por medio
EN MONTEVIDEO 159

de tropas, lo que representaría el sistema de clau-


sura, que tampoco por falta de elementos podríamos
establecer en tan vasta extensión.
Necesitamos, por consiguiente, la aplicación de
otros medios que subsanen estos inconvenientes.

Respecto de nuestra frontera terrestre nada tene-


mos estudiado, que y o sepa, ni por consiguiente ins-
tituido.
N o s encontramos, pues, absolutamente indefensos.
Si el cólera invadiese un día el territorio limítrofe,
tendría puerta franca á nuestro territorio, á no ser
que aplicáramos los medios del caso para impedirlo,
instituvendo lo que la ciencia prescribe en general, y
lo fpie nosotros con el conocimiento de la geografía y
topografía de nuestra línea divisoria indicáramos par-
ticularmente c o m o más apropiado y eficaz á esc re-
sultado.
E l plan general que comprende este asunto, no
puedo ser sino bosquejado en estos apuntes, en sus
lincamientos más importantes, de m o d o que no repre-
sentará por el momento más que el prólogo de una
obra, c u y o material debe ser explayado en todas sus
proyecciones, explicado, analizado y discutido con
detallada exposición en tiempo futuro.
C o m o quiera que sea, lo considero el primer paso
de una jornada, c o m o una cuestión de que todos los
ICO LA EPIDEMIA D E CÓLERA

hombres de pensamiento lian de preocuparse más


tarde, y la han de estudiar con ese entusiasmo y ese
interés solidario que inspiran las importantes cuestio-
nes que atañen á la salud pública, y que al afectar el
organismo físico, abarcan también la moral, la política,
la administración, la economía, todos los intereses, en
fin, más primordiales del cuerpo social.

VÍA MARÍTIMA

E l territorio de la República está limitado, en sus


diversos extremos, de una parte por el R í o de la
Plata y el R í o Uruguay, y en otros sentidos por la
línea terrestre fronteriza del Brasil.
L a defensa sanitaria debe, por consiguiente, c o m -
prender un doble mecanismo : la terrestre y la marí-
tima. Las procedencias marítimas pueden ser de
Ultramar y de los puertos de la R e p ú b l i c a Argen-
tina y del Paraguay; la terrestre, por las proceden-
cias de la frontera del Brasil.
L a defensa contra el Atlántico y las procedencias
Argentinas y del Paraguay, directas á M o n t e v i d e o ,
puede y debe hacerse en el Lazareto de la Isla de
Flores.
L a defensa del litoral Oriental sobre las márge-
nes del Uruguay, con respecto al litoral Argentino y
otras procedencias con las que tenga comunicaciones
directas por la vía fluvial, puede hacerse ya por m e -
dio de lazaretos firmes, ó bien por lazaretos flotantes;
pero con preferencia por los primeros.
EN MONTEVIDEO 161

E l lazareto de la Isla de Plores debe comprender


el limpio y el sucio.
A este respecto se han hecho objeciones, soste-
niendo que la Isla de Flores n o debe servir sino para
lazareto limpio, y que el sucio ha de buscar de si-
tuarse, bien en la Isla de Gorriti, bien en la de L o -
bos, ó bien recurriendo al sistema de lazaretos flo-
tantes.
Estas objeciones están destituidas de t o d o funda-
mento.
L a s Islas de Flores comprenden un perímetro de
150 hectómetros y están divididas en tres zonas.
L a primera zona está separada de la segunda por
su nivel más elevado, 45 pies sobre el del m a r ; la
segunda de la tercera por un riacho, el cual sólo
puede salvarse á pie en días de muy p o c a marea.
L a distancia desde el límite de la primera zona á
la tercera isla es próximamente de .12 hectómetros.
A n t e estas diversas ventajas naturales ¿ h a y razón
alguna que aconseje buscar fuera de la Isla de Flores,
la situación de nuestro lazareto, sea sucio ó l i m p i o ?
L a s consideraciones de orden científico que p u e -
den exponerse corroboran esta tesis.
Sabemos que una de las primeras condiciones de
todo lazareto debe ser su espaciosidad y su situación
de aislamiento; y en este caso las tenemos, por la
distancia y aislamiento que lo separa de las c o s t a s ;
está distante de M o n t e v i d e o 15 millas, y del punto
más cercano de costa, 7 y 1/2.
A h o r a , la distancia prescrita por las exigencias de
u
162 L A EPIDEMIA D E CÓLERA

la higiene para un lazareto sucio con respecto á uno


limpio, es de 200 metros.
Pues b i e n : la distancia, entre el grupo de las dos
primeras islas y la tercera, á la cual se atribuiría el
rol de lazareto sucio, ya hemos visto cpie excede con
mucho ese límite.
Resultaría así que el laxareto sucio no ofrecería
peligro alguno con el limpio, por cuanto, á más de
exceder la distancia exigida, su comunicación está
interrumpida por el agua y sólo es posible en m o -
mentos excepcionales; lo cual puede, por otra parte,
evitarse en absoluto, ya sea ahondando el canal que
separa la última isla de las otras, y a por medio de
una vigilancia especial y efectiva.
E l grupo de Islas de Flores es, pues, para nosotros
el ideal de un lazareto mixto. E s un territorio d e -
sierto, á distancia de todo centro de población, con
excelente composición de terreno, que es duro, c o n -
sistente, de naturaleza granítica, envuelto en una
atmósfera marina pura, con agua potable y con b u e -
nos embarcaderos que pueden mejorarse tanto en el
sentido de comodidad c o m o en el de abrigo.
N o es del caso detenerme á exponer las condicio-
nes que en el sentido de su disposición deben darse á
los edificios rpic ellí existen actualmente ó que p u e -
dan construirse en adelante, tales c o m o sistema p r e f e -
rible de desinfección, parte administrativa y técnica,
etc., porque eso constituye un motivo especial, ajeno al
objetivo inmediato, que por el momento consiste en
sostener que no d e b e m o s renunciar al lazareto Km-
EN MONTEVIDEO 163

pió que tenemos establecido en la Isla de F l o r e s , á


la vez que al lazareto sucio, á cuyo uso ha estado
siempre destinada la tercera de aquellas islas, sin que
haya ejemplo de haber producido inconveniente alguno.
Separar el lazareto sucio para llevarlo á Gorriti ó
á L o b o s , no responde á objetivo alguno científico ni
económico.
L a distancia de aislamiento en, que está la tercera
isla de las otras supera con mucho á lo que se p r e s -
cribe. X o sería, por otra parte, pequeño el i n c o n v e -
niente de tener que transportar desde Flores á L o b o s
los casos que pudieran ocurrir en el primero.
Y desde el punto de vista económico las ventajas
son bien apreciablcs. E l lazareto en Flores puede
ser fácil y cómodamente aprovisionado desde M o n t e -
video, mientras (pie en L o b o s ó Gorriti ocasionaría
serios inconvenientes y sensibles erogaciones.

E l problema de nuestra defensa de otras vías ma-


rítimas es más arduo.
C o m o Estaciones sanitarias por la vía marítima,
tenemos que fijarnos ahora en aquellas destinadas á
defender los demás puntos de la República que se
extienden desde la Colonia hasta el A l t o Uruguay.
L a defensa del Departamento de la Colonia para
todas las procedencias por la. vía fluvial se encontra-
ría en la isla del Juncal, isla situada frente á la b o c a
164 LA EPIDEMIA D E CÓLERA

del Guazá y sobre el mismo canal de navegación que


comprende los ríos Paraná y Uruguay.
L a Estación sanitaria de los Departamentos de S u -
riano y R í o N e g r o ( c o m p r e n d i e n d o todos sus puer-
t o s ) sería la Isla del V i z c a í n o .
La Estación sanitaria para el Departamento de
Paysandú sería la Isla de A l m i r ó n ; defendería A r r o y o
N e g r o , Farapos, etc., etc.
L a Estación sanitaria para el Departamento del
Salto sería la Isla de G u a v i y ú .
Fundadas estas Estaciones sanitarias, ellas repre-
sentarían el punto de espera para todo pasajero que,
proveniente de territorios infectados, quisiera p e n e -
trar por la vía ñu vial en los Departamentos del litoral.
A l l í debería someterse á las medidas de observación
y á las que fueran propias del caso así c o m o á los d e -
más requisitos que la legislación sanitaria estableciese.
Las extensiones intermedias entre una y otra E s t a -
ción sanitaria serían entonces guardadas fácilmente
por la vigilancia que se estableciera por los vapores
guardacostas que ordinariamente recorren esas ex-
tensiones.
P o r otra parte, es del caso pensar que no es facti-
ble que persona alguna que desee penetrar al territo-
rio, y sepa que puede hacerlo sin riesgo alguno diri-
giéndose al lazareto respectivo, se resuelva por el
contrario á desafiar, no sólo todos los peligros do una
violación semejante, sino las graves responsabilidades
que ese hecho le acarrearía.
EN MONTEVIDEO 165

E l plan antedicho puede ser simplificado, redu-


ciendo el número de Estaciones sanitarias. Así po-
dríamos establecer dos secciones fluviales sobre el
litoral.
L a primera cpie comprendiera los puertos del D e -
partamento de la Colonia y Soriano.
L a segunda que comprendiera los puertos de los
Departamentos de R í o N e g r o , Paysandú y Salto.
Esta primera sección tendría c o m o punto de obser-
vación sanitaria la Isla del Juncal.
L a segunda sección tendría c o m o punto de o b s e r -
vación sanitaria la Isla de Altniívn.
A cada uno de esos puntos tendrían rpic converger
todas las procedencias cpie se dirigiesen á los puertos
respectivos que dichas secciones comprendiesen.
P e r o á no adoptarse estos dos planes de defensa,
que serían los más positivos y eficaces, quedaría c o m o
último extremo la clausura de todos los puertos del
litoral para las procedencias infectadas ó sospecho-
sas, cuyos pasajeros no podrían ser recibidos en el
país sin antes hacer su observación sanitaria en el
lazareto de Flores.
Este recurso extremo fué expuesto ya cuando los
sucesos de los años 8 6 - 8 7 , y se puede hacer e f e c -
tivo, pero sería inmensamente gravoso para el público
y carecería de la eficacia de los precedentes.
166 LA E P I D E M I A D E COLERA

DEFENSA TERRESTRE

Estando Santa Rosa (Departamento de Artigas)


radicada en la barra del Uruguay y Cuareirn, y li-
gado este pueblo por el ferrocarril Noroeste con el
brasilero de Uruguagaua, habría que poner una esta-
ción sanitaria en la balsa que hay establecida en ese
río para el cambio de carga y pasajeros.
D e allí el río sigue su curso en una anchura no
menor ele cieu m e t r o s ; sus costas son bastante m o n -
tuosas hasta unas veinte leguas más arriba, d o n d e
viene á encontrarse, recién á esa distancia, con el
paso de Ramos del Cuareirn, lugar sólo vadeable en
la estación del verano. — E n este punto habría que
p o n e r otra estación sanitaria.
D e allí el río sigue siendo más angosto y fangoso
en una extensión de diez leguas, hasta llegar á San
Eugenio, cabeza del Departamento de Artigas, pueblo
inmediato al brasilero de San Bautista, al cual se
puede uno transportar por una balsa en el invierno y '
á caballo en el verano. E n este punto también se
puede colocar una estación sanitaria.
Sigue de San Eugenio el río Cuareirn unas 8 ó 10
leguas más arriba, internándose en el Brasil; quedan
veinte leguas más, de este último punto á Cuchilla
Negra (Departamento de Rivera), siendo esos parajes
de terrenos escabrosos. H a y en esa extensión r a d i -
cadas grandes estancias sobre la línea de frontera,
EN MONTEVIDEO 167

c u y o s campos están cercados por paredes de piedra,


lo que impide en mucho el pasaje á territorio uru-
g u a y o , á no ser en la Cuchilla Negra, casa de n e g o -
c i o de Francisco Marsoller, camino nacional que
conduce de San Eugenio y Salto á Rivera. Allí
convendría establecer otra estación sanitaria, áfin de
impedir el tránsito del Brasil sobre esa línea.
D e allí á Rivera hay c o m o 12 leguas, en c u y o tra-
y e c t o el camino se desvía en territorio oriental y entra
á la sierra de Cuñapirú, «pie conduce al citado pueblo,
donde se establecería también una estación sanitaria,
á fin de impedir su comunicación con el pueblo inme-
diato de Santa Ana do Libramento. E s de advertir
que las sierras de Cuñapirú y del Infiernillo son
una barrera muy importante c o m o cordón sanitario.
D e Rivera á San Luis, camino nacional entre Ta-
cuarembó y Bagó, hay 20 leguas próximamente, t e -
rreno éste escabroso hasta Cerro Cliato Dorado; de
allí se prolonga la cuchilla Santa Ana hasta el Rio
Negro lado Norte, cuchilla ésta llena de ojos de agua
y tembladerales, siendo su mejor pasaje por San
luis; aquí se puede colocar una estación sani-
taria.
Pasando el Río Negro al Sud, entramos al D e p a r -
tamento de Cerro-Largo, donde puede situarse otra
estación sanitaria en Aceguá, camino de Cerro-Largo
á Bagc; en este punto hay infinidad de leguas de
bañados y sigue la prolongación de la Sierra de
Aceguá, que dificulta el pasaje al Brasil. Del Río
Negro Sud al Cerro-Largo hay 20 leguas, y sobre
16S L A EPIDEMIA D E CÓLERA

esta frontera puede ponerse otra observación sanita-


ria en Centurión, camino que conduce al Brasil.
De Cerro-Largo á Artigas hay 24 leguas. Cru-
zando c o m o á tres leguas de la línea de fronteras, se
pasa p o r parajes de sierras en d o n d e se encuentra la
llamada de Ríos, c u y o tránsito es imposible, á no ser
por el camino de Cerro-Largo á Artigas. Dos le-
guas antes de llegar á este último pueblo del D e p a r -
tamento de Cerro-Largo, se encuentra el paso c o n o -
cido por el de Las Piedras del Yaguarún, donde el
río es vadeable, y allí es de conveniencia establecer
una estación sanitaria, lo mismo que en Artigas para
impedir el tránsito con la ciudad vecina de Yaguarón.
D e allí corre el río Yaguarón entre esterales y
bañados, y riega las costas en más de una legua de
extensión, hasta su desagüe en la Laguna Meríu.
Estando establecida una sub-receptoría de A d u a n a
á cinco leguas de la b o c a del Cebolla tí con la Laguna,
Merín y á 30 leguas de Yaguarón, y teniendo c o m u -
nicación estos puntos entre sí con el Brasil por m e -
dio de buques de cabotaje de aquella nación, c o n v e n -
dría establecer otra estación sanitaria, en ese punto,
para impedir la libre comunicación con tierra, pues
del Cebollatí á la cabeza del Departamento de Treinta
y T r e s , la distancia es sólo de 13 leguas.
Q u e d a , por último, para completar la vigilancia sa-
nitaria con el Brasil, situar otra observación en el
Chuy, Departamento de Rocha, á unas 16 leguas p o r
tierra del Cebollatí.
EN MONTEVIDEO 169

E s m u y común al norte de la R e p ú b l i c a y sobre la


frontera, usar la piedra para c e r c o s ; de manera, pues,
que hay estancias que tienen más de 12 leguas de
campos cercados. Esto por una parte, y por otra
parte los alambrados hechos y que se hacen al sud
del Río Negro y sobre la línea, obligan al viajero á
buscar los pasos reales y conocidos, á fin de no su-
frir contratiempo en su jornada. Por consiguiente,
estos cercos ó alambrados resguardan en parte la en-
trada al país y representan en cierto m o d o un auxi-
liar poderoso en estas circunstancias.
T o d o este número de estaciones sanitarias puede
reducirse según diversas circunstancias.
P e r o es sobre esta base de procedimientos que úni-
camente puede ser eficaz la defensa de la frontera
terrestre; pues para modificarla necesitamos realizar
una serie de reformas y de obras que todavía no he-
mos siquiera bosquejado.
E l tipo de los edificios, extensión y distribución
que ha de atribuirse á esas estaciones sanitarias, los
materiales de desinfección, el personal médico y admi-
nistrativo, son cuestiones de resolverse en cada caso.
Í N D I C E
Í N D I C E

PágS.

Dedicatoria 5

Observaciones generales sobre la epidemia del cólera de 1SSG-87 9

Medidas adoptadas para el exterior 33

Importación del mal 41

Naturaleza del mal 49

Mecanismo de la importación del mal

Difusión del nial ^7

Medidas en el exterior Í53

Aislamiento y desinfección 79

Contingencias de estas medidas 83

Razonamientos del caso • 91

El cólera en los establecimientos públicos 97

El cólera-en el Puerto de Montevideo y en los Departamentos 107

Tratamiento 111

Prácticas postumas 113

Estadística lió

La Casa de Aislamiento 119

Investigaciones químicas y bacteriológicas 123

I. — A g u a s de aljibes 130

I I . — A g u a s corrientes 133

III. — Aguas de manantiales y estanques de Maroñas 13(5

IV. — A g u a de los estanques de Punta Brava IBS

Experiencias sobre la vitalidad del Bacillus coma

La Comisión Adjunta á la D i r e c c i ó n de ¡Salubridad T15

Ligeros apuntes sobre un plan general de defensa sanitaria marítima

y terrestre 153
M O N T E V I D E O

A U T Ì S T I C A , D E D O R X A L E C H E Y R E Y E S

allo 18 do J u l i o , m'ims. 77 y 79
BIBLIOTECA NACIONAL
III

BN 11 i l III III
1000585090

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