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En los versículos 18 y 19 dice: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo
del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de
recaudadores de impuestos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus obras”. Juan, quien vino
para llevar a los hombres al arrepentimiento (Mr. 1:4) y para hacer que se lamentaran por el pecado, no tenía
interés en la comida ni en la bebida (Lc. 1:15-17); mientras que Cristo, quien vino para traer salvación a los
pecadores y lograr que se regocijaran en ella, tenía el gozo de comer y beber con ellos (Mt. 9:10-11). Los
ciudadanos del reino, que no están bajo ninguna regla, siguen la sabiduría divina, centrados en el Cristo que
mora en ellos, quien es su sabiduría (1 Co. 1:30), y no en el modo exterior de vivir.
Debido a que Juan vivió de una manera extraña, sin comer ni beber de la manera habitual, los opositores
dijeron: “Demonio tiene”, o sea, que estaba endemoniado; y a Cristo llamaron un hombre glotón y bebedor de
vino, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Cristo no sólo es el Salvador, sino también el amigo
de los pecadores, compadeciéndose de sus problemas y participando de sus penas.
En el versículo 19 el Señor dijo: “Pero la sabiduría es justificada por sus obras”. La sabiduría es Cristo (1 Co.
1:24, 30). Cristo lo hizo todo por la sabiduría de Dios, la cual es Cristo mismo. Esta sabiduría fue justificada y
vindicada por Sus sabias obras, Sus sabios hechos. Algunos manuscritos antiguos dicen “hijos” en vez de
“obras”. Los ciudadanos del reino son hijos de la sabiduría; y como tales justifican a Cristo y Sus obras, y lo
siguen, tomándole como su sabiduría. Los ciudadanos del reino, quienes saben cuándo comer y cuándo no
hacerlo, y reconocen el sonido de la flauta y el de la endecha, sabiendo cuándo regocijarse y cuándo
arrepentirse, son los que justifican a Cristo. Nosotros, los ciudadanos del reino, los hijos de la sabiduría,
tenemos la sabiduría para discernir cuándo arrepentirnos y cuándo regocijarnos. Pero la generación que
rechaza a Cristo es del todo insensata. Si alguien les toca una canción, no responden. Si los guían a lamentarse
por sus pecados, tampoco responden. Son obstinados y carecen de sabiduría.
Mientras el Señor reprendía a las ciudades, un tercer participante estaba presente. El Señor era el primer
participante, las ciudades eran el segundo y el Padre, quien estaba con El, era el tercero. Mientras el Señor
estaba reprendiendo a Corazín, Betsaida y Capernaum, el Padre pudo haberle preguntado: “¿Estás conforme
acerca de esto?” Entonces el Señor respondió y dijo: “Te enaltezco, Padre”. El Padre pudo haber dicho al Hijo:
“Tú estás reprendiendo a estas ciudades porque te han rechazado: “¿Te sientes bien acerca de esto?” El Señor
inmediatamente respondió y enalteció al Padre, Señor del cielo y de la tierra.
En ocasiones, un tercer participante está presente cuando usted está hablando con su esposa. Usted es el
primer participante, su esposa es el segundo y el Señor es el tercero. Tal vez usted le diga a su esposa: “Ayer
no me trataste muy bien; tu actitud fue inadecuada”. Mientras está diciendo estas palabras, el tercer
participante, el Señor tal vez pregunte: “¿Y qué acerca de esto? ¿Te parece bien? Sí, es verdad que tu esposa
no te trató bien ayer”. En tal momento, ¿podría usted decir: “Te enaltezco, Padre”? No es tan fácil para
nosotros hacer esto. Sin embargo, el Señor Jesús sí pudo decir: “Te enaltezco, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, reconozco Tu autoridad. Si esto no fuera permitido por Ti, ninguna de estas ciudades me hubiera
rechazado. Aun su rechazo es permitido por Ti. Padre, estoy de acuerdo contigo, esta situación es muy
beneficiosa; en verdad me siento bien acerca de esto, y puedo enaltecerte por ello”.
En las alabanzas ofrecidas por el Señor, al dirigirse al “Padre” alude a la relación que Dios el Padre tiene con El,
Su Hijo; mientras que al llamarlo “Señor del cielo y de la tierra” alude a la relación que Dios tiene con el
universo. Cuando el pueblo de Dios era derrotado por Su enemigo, Dios era llamado “el Dios del cielo” (Esd.
5:11-12; Dn. 2:18, 37). Pero cuando había un hombre que se había entregado a los intereses del Señor, Dios
era llamado “dueño del cielo y de la tierra” (Gn. 14: 19, 22). Aquí el Señor como Hijo del Hombre llamó al
Padre “Señor del cielo y de la tierra”, lo cual indica que el Señor estaba en la tierra cuidando de los intereses
de Dios.
2. Aprender de El
Finalmente, en el versículo 29 el Señor nos dice que aprendamos de El, porque El es manso y humilde de
corazón. Ser manso, o dócil, significa no ofrecer resistencia, y ser humilde significa no tener amor propio.
Durante toda la oposición que el Señor enfrentó, El fue manso, y durante todo el rechazo, fue humilde de
corazón. Se sometió completamente a la voluntad de Su Padre sin desear hacer nada para Su propio bien y sin
esperar ganar algo para Sí. Así que, no importa cuál fuera la situación, El tenía descanso en Su corazón y
estaba plenamente satisfecho con la voluntad de Su Padre.
El Señor dijo que si tomamos Su yEugo sobre nosotros y aprendemos de El, encontraremos descanso para
nuestras almas. El descanso que encontramos al tomar el yugo del Señor y aprender de El, es descanso para
nuestras almas. Es un descanso interior y no es algo meramente externo en nuestra naturaleza.
Si cuando ministramos encontramos oposición y nos resistimos, no tendremos paz. Pero si en lugar de
resistirnos nos sometemos a la voluntad del Padre, dando testimonio de que tal oposición es permitida por El,
encontraremos descanso para nuestras almas. Juan el Bautista no consideró su encarcelamiento como algo
permitido por el Padre; por lo tanto, no tenía descanso. Si hubiera comprendido que su encarcelamiento se
debía a la voluntad del Padre, habría tenido descanso aún en la prisión. Cristo, el Rey celestial, siempre se
sometió a la voluntad del Padre, tomando esta voluntad como Su porción sin resistirse a nada. Por esto, El
estaba siempre descansando. Debemos aprender de El y ver las cosas como El las ve. Si hacemos esto
tendremos descanso en nuestras almas.