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San Francisco de Asís dijo una vez que si se encontraba con un santo y
con un sacerdote en el camino, respetaría al santo, pero besaría las manos
del sacerdote, porque en estas manos recibimos y compartimos los
misterios del amor de Dios. Cuando los sacerdotes creemos que el
ministerio se trata de nuestra propia ambición y nuestro logro, que la gente
está ahí para servirnos y no al revés, entonces somos la causa de un grave
escándalo y sobre todo de un daño grave en el Cuerpo de Cristo.
Te invito a que no dejes nunca de dar gracias por el don del sacerdocio,
porque el sacerdocio no es tu propiedad, sino del Señor. Y haz como San
Juan, ama mucho, mucho, mucho a la Madre del Señor, acogiéndola en tu
corazón. Ella te enseñará a amar mucho mucho a su Hijo, a su Iglesia y la
cruz del sacerdocio. Que Santa María de Guadalupe sea siempre tu
estandarte misionero, de servir a todos con alegría y con santa paz. Amén
y gloria a Dios.