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El parque de las gatas

Guadalajara fue fundada con base en la segregación.

Por Ángel Melgoza, publicado en Territorio, julio 15, 2015

La ciudad es una máquina de discriminación aceitada y puesta en operación por sus


ciudadanos. Miles de migrantes llegan a la ciudad para buscar empleo en la urbe y
son sistemáticamente expulsados hacia la periferia. En el imaginario urbano se
construyen conceptos de ciudad y de sus habitantes; diversas lógicas culturales
coexisten, pero hay una cosmovisión histórica que se ha formado desde el poder
(clase adinerada, Iglesia católica, funcionarios públicos, medios de comunicación,
etcétera), en donde Guadalajara es una ciudad de origen puramente español
relacionada con costumbres europeas y con influencias estadounidenses, en donde
el indígena, la pobreza y la marginación simplemente no existen.

Patrón de segregación

Son las ocho de la mañana y unas treinta personas hacen ejercicio en los senderos
que cruzan el parque Rubén Darío, ubicado en la colonia Providencia de
Guadalajara. Unos caminan junto a sus perros y otros practican danza. Hay dos
empleados del ayuntamiento barriendo banquetas y arreglando los jardines. En la
lona en donde está escrito el reglamento del parque se lee: “Queda prohibido causar
escándalos que molesten a los vecinos en lugares públicos o privados”. Hace más
de diez años, en este parque, ubicado entre la avenida Rubén Darío y las calles
Ontario, Ostia y Nápoles, se hizo evidente un conflicto histórico entre dos culturas
que divide, define y permanece en la ciudad.

La historia de la fundación de Guadalajara, adoptada como la oficial, promueve la


idealización de los españoles cuya división del territorio ha marcado la pauta del
crecimiento urbano hasta nuestros días. En tres ocasiones se cambió el lugar en el
que se ubicaba la ciudad de Guadalajara a causa de las continuas masacres que
sufrían los españoles por parte de los grupos nómadas indígenas que habitaban la
región, como los caxcanes. Al igual que la mayor parte de las ciudades fundadas
por españoles en América, Guadalajara tuvo un patrón de segregación urbano y
social muy definido: al poniente del río San Juan de Dios, cuyo cauce dividía a la
ciudad, se encontraban los ricos, y al oriente, los pobres, junto con las comunidades
indígenas. La barrera natural del río se convirtió además en una barrera simbólica.
Tiempo después, el río se entubó y se construyó sobre él una avenida llamada
Paseo Porfirio Díaz, que con el paso del tiempo se convertiría en la Calzada
Independencia.

“Una veta para estudiar los imaginarios urbanos son las frases”, dice Ulises B.
Zarazúa, académico del Departamento de Estudios Socio Urbanos de la
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Universidad de Guadalajara (UdeG); “Estás al otro lado de la Calzada, donde se
paga la renta con chayotes”, o “donde da vuelta el aire”, o “de la Calzada pa’ allá o
pa’ acá”. Normalmente el “acá” es referido como el occidente, históricamente la zona
de las clases adineradas, desde donde se afirma un grado de superioridad. El grado
de marginación en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), según el análisis
por áreas geoestadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi),
indica que la metrópoli está dividida por la Calzada Independencia: el oriente sigue
siendo un área mucho más pobre que el poniente.

“La ciudad ya no es tan sencilla”, dice Zarazúa, refiriéndose a las “dos


Guadalajaras”, la rica y la pobre. “La infraestructura urbana sigue siendo de mejor
calidad al poniente, pero también ahí tenemos barrios marginales”. En este sentido,
las colonias surgen con un discurso de diferenciación del barrio tradicional, en éstas
se promueve la modernidad y la limpieza, ya que los barrios fueron concebidos
como representaciones de lo sucio, lo pobre y lo anticuado.

De la mano de desarrolladores extranjeros, se hicieron colonias como la Francesa


(1898-1906), la Americana (1903), la Reforma (1906-1908) y la West End. A
diferencia de la barriada tradicional, estas colonias eran zonas cuya única función
era habitacional; no había talleres, ni mercados. Más tarde, a partir de 1950, la
demanda de un sector acaudalado de la sociedad por habitar espacios residenciales
al margen de la antigua ciudad colonial, provocaron un enorme crecimiento de la
ciudad hacia el municipio de Zapopan. Un claro ejemplo de dicha expansión es la
colonia Providencia, cuya primera sección se comenzó a construir en 1957. La
colonia Providencia es un espacio habitacional de amplias calles y avenidas,
jardines y parques, que desde su creación promovía un estilo de vida en sociedad.
Es decir, las amas de casa necesitaban más tiempo para la vida social, por ello en
los sesenta se hace más popular entre las clases altas el empleo doméstico. El
modelo de empleo doméstico en el que la trabajadora vive en la casa a la que sirve,
data de aquellos años. “El empleo doméstico en Guadalajara fue un mercado de
trabajo acaparado durante los cincuenta y sesenta por mujeres campesinas,
primordialmente mestizas”, sin embargo, el aumento de la migración indígena en
los setenta produjo que mujeres de distintas etnias fueran ocupando espacios en
las colonias residenciales de Guadalajara como trabajadoras domésticas.

Mientras la ciudad crecía y se nutría de una riqueza cultural muy valiosa, los hábitos
de un sector de la ciudad se podían interpretar como la radiografía de una sociedad
marcada por la desigualdad, la inequidad, la injusticia social y la indiferencia frente
al otro. Era una ciudad que tenía poco que presumir junto a una creciente base de
trabajadoras sin prestaciones y vistas como de segunda categoría.

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Empleo doméstico, al menor precio

Después de la tormenta, el aire es fresco en el parque Rubén Darío y el agua rodea


todo lo que tocó. Parece que vuelve la lluvia cuando el aire mueve los grandes
árboles, y el señor que barre el agua estancada se recarga sobre su escoba para
compartir su punto de vista: “somos como 60 (trabajadores) temporales, del
programa Mano con Mano; nomás han de ser cuatro los de planta, ‘ora que perdió
el PRI, a ver cómo nos va”, dice con una actitud de resignación más que de angustia.
Me confiesa que ni con el “gastadero” de dinero, ni con la demanda de llevar a todos
sus conocidos a votar por el PRI, se pudo evitar la derrota en las elecciones del
pasado 7 de junio.

En la ZMG, la población femenina indígena está en zonas muy focalizadas. Las


mujeres de tres años o más que hablan una lengua indígena (para fines
estadísticos, ésta es la forma como comúnmente se identificaba a la población
indígena) se concentra en la colonia Ferrocarril (una zona con un muy alto grado de
marginación), y en el norponiente de la ciudad, en donde se ubican colonias de alto
nivel económico como Colinas de San Javier, Providencia, Colomos, Country Club,
Jardines del Bosque, Chapalita y Terranova, entre otras.

La presencia de este grupo social en las zonas más exclusivas de la ciudad se


explica a partir del empleo doméstico en que se ha arropado la migración temporal
de estas jóvenes mujeres indígenas. Cuando se construyó la carretera que
comunica Huejutla (cabecera de la Huasteca hidalguense) con Guadalajara, en los
ochenta, el flujo migratorio de nahuas de la Huasteca aumentó en la ciudad.

Los vínculos naturales entre los miembros de comunidades indígenas que habitan
en la ciudad se ven moldeados e influenciados por ésta. La relación de
subordinación y explotación en las relaciones laborales hacia las empleadas
domésticas ha sido ampliamente documentada. La investigadora Erika J. Vázquez
observó durante varios años las relaciones de las indígenas nahuas con el entorno
urbano. De las 66 entrevistas que realizó a mujeres indígenas y que hacían trabajo
doméstico, el 30% no comía lo mismo que sus patrones. “Algunas me decían ‘no
quieren que hable lengua náhuatl cuando estoy en la casa’, o [la señora] ‘no quiere
que use mi ropa tradicional’, o ‘no quiere que coma en la mesa en que ella come, o
vaya al baño al que ella va’, prácticamente era un limpia y bórrate”. Eran
servidumbre de día e invisibles de noche. Como dice María Roa Borja, presidenta
del sindicato de empleadas del servicio doméstico de Medellín: “Somos nosotras,
las trabajadoras de lo doméstico, de aquéllo que por siglos se ha invisibilizado y que
hoy se enmarca en la denominada Economía del Cuidado, las que nacemos con
una historia marcada por el desarraigo, la pérdida no sólo de nuestras tierras y
nuestros territorios, sino también la de nuestros seres amados”.

El arquitecto Arturo Ortiz Struck ha escrito sobre el reflejo de las relaciones sociales
de discriminación con las empleadas domésticas, evidenciadas en la construcción
del cuarto de servicio, donde las clases adineradas suelen hospedar a la
trabajadora. Ortiz menciona que los “cuartos de servicio son húmedos, no tienen
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buena iluminación natural, que su vista es ridícula (un lavadero, por ejemplo), una
recámara fría y gris, que no tienen buena ventilación y que además de todo están,
literalmente, en el peor lugar de la casa, ya que en ocasiones están junto al
estacionamiento, o el cuarto de máquinas, o detrás de los tinacos, o en un sótano
oscuro.”

Si pensamos la ciudad como la casa, ¿cuál sería ese cuarto de servicio?

El parque de las gatas

Desde finales de los años noventa cada domingo el parque Rubén Darío fue
ocupado por la comunidad nahua proveniente del estado de Hidalgo. Muchas
mujeres indígenas hacían trabajo doméstico en la zona y aprovechaban el parque
para encontrarse con sus familias y amigos. El Rubén Darío era un lugar para pasar
su día de descanso. Mientras los vecinos lo abandonaron, ellos lo fueron
reconfigurando como un espacio para fortalecer sus nexos y reafirmar su sentido de
pertenencia.

Las familias eran las primeras en llegar al parque, después aparecían las mujeres y
al final los hombres más jóvenes. A partir de las cuatro de la tarde, el flujo de
personas aumentaba. Se sentaban en círculos a compartir la comida y a platicar;
escuchaban música ranchera, de banda y baladas; los jóvenes caminaban en
círculo por el parque, buscando pareja, en un sentido las mujeres y los hombres del
otro; muchos portaban atuendos tradicionales, hablaban náhuatl, comían sobre el
pasto y algunos bebían cerveza; un auto adaptado como tienda ofrecía tamales de
Huejutla. En una ciudad que los condenaba constantemente a la marginación, el
parque era un espacio para expresar sus culturas, según Erika Vázquez.

Sin embargo, desde 2003, el rechazo que algunos vecinos ejercían sobre los
visitantes fue en aumento; exigían a la policía que actuara en contra de su
presencia. Los vecinos alegaban que había violaciones al Reglamento de Policía y
Buen Gobierno tales como tener relaciones sexuales, consumir alcohol, tirar basura,
orinar en el parque e iniciar peleas.

En octubre de 2003, los medios locales registraron el abuso e intimidación que


miembros de la policía municipal de Guadalajara llevaron a cabo sobre las personas
que se reunían en el parque Rubén Darío, motivados por las quejas de vecinos de
la colonia Providencia. El domingo 21 de septiembre detuvieron a 10 personas. El
19 de octubre habían sido detenidos 13 indígenas, nueve de ellos por supuesto
consumo de alcohol, razón que fue desmentida por el médico que los revisó. El
lunes 20 de octubre del 2003, según el periódico Público, la cifra aumentó a 21
personas. El hecho estuvo registrado en una nota titulada “Para ‘poner orden’, 21
indígenas detenidos en Providencia”. Llamaba la atención el aumento y velocidad
con la que se hizo la detención de indígenas. A pesar de ello, la policía rechazó que
existiera un operativo especial contra indígenas, pero la constante vigilancia de una
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patrulla que rodeaba el parque y que se estacionaba sobre la avenida Rubén Darío
por intervalos de hasta 15 minutos por las tardes de los domingos evidenciaba lo
contrario.

La periodista Alicia Calderón, que cubrió los eventos del parque Rubén Darío,
cuenta que al periódico llamaron algunos vecinos exigiendo que se diera cobertura
a lo que sucedía en el parque porque “se estaba poniendo muy feo”. Los vecinos
reclamaban, entre otras cosas, que la policía no estaba atendiendo sus denuncias
en contra de los abusos que cometían los visitantes.

La vigilancia en patrullas a los alrededores aumentó al punto de que los policías


junto a sus perros cruzaban el parque y se paseaban entre los visitantes buscando
pretextos para detenerlos. “La violencia latente de estar ahí como si fueran unos
delincuentes”, dice Erika Velázquez.

A través de llamadas anónimas y presión directa de vecinas de Providencia Sur, el


gobierno municipal del panista Fernando Garza y la policía a su cargo, dirigida por
Luis Carlos Nájera, realizaron detenciones arbitrarias. Cuadras antes de llegar al
parque, había policías que retenían a personas de aspecto indígena, a quienes
hacían quitarse los zapatos para hacerles una revisión. Se volvió común la
detención de jóvenes indígenas, a los que se “paseaba” en la patrulla hasta alejarse
del parque para extorsionarlos. Mientras los jóvenes caminaban, los policías los
detenían y cuando tenían aliento alcohólico los subían a la patrulla.

Cerca del parque Rubén Darío, al que muchos conocían como el parque de las
chachas, hay una tienda Oxxo, cuyas empleadas declararon que los indígenas
llegaban a comprar con sus billetes escondidos entre los calcetines, como
precaución por si los detenían los policías; en la tienda, las vecinas de la zona les
pedían a las cajeras hacer dos filas, una para indígenas y otra para los vecinos.

La vecina Esmeralda Urzúa Salgado, que encabezaba un sector de los quejosos de


la colonia Providencia Sur, se molestaba, según declaraciones que hizo en la
prensa, porque a su parecer, el parque lucía como mercado, con venta de tamales,
joyería, ropa usada y helados; también le molestaban los letreros que colocaban
sobre los árboles, mismos que eran instalados por personas que buscaban una
trabajadora doméstica. La junta de colonos llegó a proponer que se cercara el
parque, o se colocaran aspersores de agua para evitar la presencia de indígena los
domingos.

Otros vecinos y ciudadanos también enviaron misivas a los diarios locales para
apoyar la libre asociación de cualquier persona en el parque, así como para mostrar
su repudio contra las acciones vecinales que buscaban desalojar a las personas
indígenas.

La comunidad de huicholes se solidarizó con los nahuas y organizaron una


manifestación como muestra de apoyo el domingo 26 de octubre del 2003; también
acudieron mixtecos, purépechas, vecinos de la colonia Providencia, ciudadanos,
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investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y un visitador
de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ).

El entonces regidor priísta, Aristóteles Sandoval, declaró: “intimidación y extorsión


son algunas de las denuncias que los indígenas hacen contra la policía, la cual se
ha caracterizado en no pocas ocasiones por actuar con prepotencia y abuso de
autoridad contra los grupos vulnerables”.

En voz de Luis Carlos Nájera, la policía negó que las detenciones estuvieran ligadas
a “condición social, económica o el simple aspecto de las personas”. En la cámara
de diputados, legisladores federales priístas de Jalisco y de Hidalgo exigieron una
“urgente y obvia resolución” por estar violando “las garantías individuales de los
afectados”.

La CEDHJ inició una investigación de oficio el 20 de octubre de 2003, misma que


se convirtió en queja cuando uno de los agraviados se acercó a denunciar los
hechos. Uno de los detenidos relató los golpes que cinco de sus compañeros
recibieron por parte de la policía municipal de Guadalajara, quienes los patearon
antes de presentarlos ante el juez municipal, además de amenazarlos con llevarlos
“hasta el penal”. Hubo domingos en que se detuvieron hasta 23 personas. El
organismo terminó trivializando lo ocurrido y declinó la competencia en el asunto
(queja 2424/03).

Hasta octubre de 2003, la policía municipal de Guadalajara había hecho al menos


74 arrestos de indígenas, principalmente provenientes del estado de Hidalgo,
Puebla y Tlaxcala. A pesar de la resistencia y la indignación que levantó el caso, el
parque se fue vaciando y desde 2013 la presencia de indígenas en el parque Rubén
Darío es casi nula. Muchos de ellos ahora se reúnen los domingos en la Plaza de
las Américas Juan Pablo II, frente a la basílica de la virgen de Zapopan.

En abril del 2013, la asociación vecinal de la colonia Providencia Sur envió una
circular donde daba aviso a los vecinos sobre las acciones que llevaría a cabo para
“exigir mayor seguridad”, entre ellas pedir cita con el Comisionado de Seguridad de
la ZMG, con el procurador de la ZMG, con el diputado presidente de la Comisión de
Seguridad, con el diputado de su distrito; realizar mapas delictivos, pedir a los
vecinos que siguieran pagando sus cuotas “para comprar a crédito o alquilar un
vehículo coadyuvante de seguridad”, entre otras cosas.

Racismo

Según Teun A. van Dijik, lingüista y profesor de Estudios del Discurso, el racismo
puede ser entendido como un complejo entramado de discursos, acciones y
omisiones que conservan prácticas sociales de discriminación, exclusión y
marginación que derivan en la desigualdad social.

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El racismo es construido desde distintas percepciones sociales del color de la piel,
los rasgos físicos, el lenguaje, la religión o las costumbres de distintos grupos
humanos, y tiene sus raíces en el colonialismo europeo. Éste se refiere a la
conquista, la explotación y el genocidio de los pueblos indígenas. La superioridad
se ostenta desde sistemas de dominio étnico-raciales, donde lo étnico son aspectos
culturales de un grupo humano, y la referencia racial es en términos de estudio
social (blanco, negro, indígena, mestizo, mulato, etcétera), ya que biológicamente
no existen diferencias entre grupos humanos, por lo que las “razas” no existen.

En México, los aspectos culturales dominantes no están relacionados con las


culturas indígenas. Una muestra de esto son los máximos exponentes de la “cultura
mexicana”, como el tequila, la charrería y el mariachi, aspectos culturales gestados
en Jalisco y el occidente de México que están íntimamente ligados a la cultura
española.

A pesar de que América Latina presume en el contexto internacional el mote “latino”,


que goza de gran atractivo comercial, la ideología del racismo asocia el hecho de
tener una mayor apariencia europea con “unas cualidades y unos valores más
positivos, como la inteligencia, la habilidad, la educación, la belleza, la honradez, la
amabilidad, etcétera. Por el contrario, un aspecto físico menos europeo se asocia
con la fealdad, la pereza, la delincuencia, la irresponsabilidad, la incultura, la
necedad, etcétera”, según van Dijik.

En Latinoamérica se vincula, confunde y excusa el racismo con la idea de clase


social. La jerarquía de estatus, poder material o simbólico se asocia directamente al
escalafón de “razas”, porque existe una tendencia que identifica entre los más
pobres a los indígenas.

Cuando la tendencia general no se cumple, existe un proceso de “blanqueamiento”.


“En la sociedad mexicana”, dice Celia Magaña, “tiene mucha importancia la
pigmentación de la piel, pero en el momento en que alguien llegue a tener dinero,
se blanquea. Es como si se desracializara, y se blanqueara, entonces ya pasa a ser
‘güerito’, aunque su piel no sea necesariamente blanca.”

Para los grupos humanos que sufren discriminación racial es limitado el acceso al
capital, la tierra, el trabajo, la vivienda, la educación, la información, el estatus, el
respeto, y en general a los recursos sociales, que son todos aquéllos con los que
una sociedad se provee a sí misma para hacer frente a las necesidades individuales,
grupales o de comunidad.

Hoy hay importantes corrientes antirracismo y procesos de reconocimiento e


integración por parte de organizaciones formadas tanto por personas que sufren la
discriminación, como por miembros de la “clase dominante”. La tendencia general
impulsa un cambio en las actitudes respecto a la protección de los derechos
humanos, la equidad y la democracia; esta tendencia, dice van Dijik, hace que el
racismo se perciba de forma menos obvia, más sutil, y es un factor que dificulta
combatirlo.
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Yo no discrimino

En el parque Rubén Darío, un grupo de 20 personas son literalmente cargadas en


un camión en donde la dependencia de Parques y Jardines del ayuntamiento local
recoge ramas y basura, ‘ni un camión para transportar personal, ¿verdad?’ le
pregunto al viejo que barre el agua del parque, mientras ríe al escuchar mi pregunta
y responde: “ahí los llevan como animales”.

Los migrantes indígenas no son los únicos que sufren discriminación. En la sociedad
tenemos presentes elementos de un discurso que discrimina, que normaliza muchos
prejuicios y termina por perpetuar la situación de marginación y discriminación. En
la cultura se va robusteciendo la idea de que la discriminación ‘no es tanta’, la
percepción de que nadie discrimina, y si a alguien se le escucha diciendo algo que
resulta discriminatorio, siempre se puede excusar de sus comentarios
clasificándolos de “jocosos, poco afortunados”, tal como lo hizo el consejero
presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello, cuando
en una conversación privada que filtraron a los medios hizo mofa de un líder
indígena.

Así como Ulises Zarazúa indica que las frases pueden ser una vía para identificar
el imaginario urbano, asimismo la popularización digital de imágenes como los
memes puede ser otro camino. Como los controversiales y ampliamente difundidos
memes que hacen mofa de indígenas y de la lengua náhuatl agregando un “tl” a
frases en español con el trasfondo de una foto de algún(os) miembro(s) de un grupo
étnico.

La percepción de que la discriminación no es grave, se extiende. En Jalisco no hay


una ley para prevenir o eliminar la discriminación; “llevamos diez años peleando en
el Congreso, han habido muchos decretos e iniciativas, pero muchas terminan en la
congeladora”, no es un tema prioritario, explica el licenciado en Derecho y miembro
fundador del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), Gerardo Moya:
“hasta que no se entienda culturalmente que es un tema grave e importante que hay
que regular, prevenir y difundir, no va a haber una legislación con estándares
internacionales de Derechos Humanos”.

Gerardo Moya ha señalado en reiteradas ocasiones la doble victimización que


sufren las personas que han sido discriminadas, en la primera ocasión porque han
sido víctimas de un acto discriminatorio, y después porque los servidores públicos
no atienden las denuncias; “con un sistema de justicia impune como el que tenemos,
con el grado de impunidad que tenemos, con el trabajo de con los resultados de los
ministerios públicos, con la carga de trabajo… si atenderte es darte una cita para
dentro de dos meses tomarte la declaración, decimos eso no es atender. Es doble
victimizar.”

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Indígenas de ornato

En el sitio en Internet del Gobierno del Estado de Jalisco, donde se promociona


explorar y planear tu viaje a Jalisco, se brinda información sobre los grupos étnicos
que habitan el estado. En las imágenes aparecen indígenas huicholes en escenarios
rurales, con impresionantes paisajes de la Sierra Madre Occidental. “El indígena,
iconográficamente, suele aparecer en zonas rurales: vemos a un huichol en la
sierra, no en la ciudad de Guadalajara, no estudiando en el ITESO o la UdeG, hay
una adjudicación del indígena al espacio rural”, dice Ulises Zarazúa.

En la interacción diaria se enmarcan relaciones de poder: en Guadalajara hay


otomíes vendiendo papas fritas y artesanías en el centro histórico, purépechas que
fabrican y venden muebles de madera en tianguis y avenidas; mixtecas que
comercializan artesanías y algunas piden limosna en los semáforos; huicholes que
ofrecen sus artesanías en espacios públicos.

Existe otra característica en la metrópoli que sirve como veta para asegurar que la
clase de alto nivel económico en Guadalajara construye un discurso clasista: los
nombres de calles y avenidas, de zonas residenciales exclusivas y centros
comerciales. El fraccionamiento Puerta de Hierro, Zotogrande, Valle Real, Jardín
Real, La Toscana, son sólo algunas muestras de las referencias españolas, de
realeza o nombres europeos en los nombres de residenciales. Las calles y avenidas
comúnmente rememoran ciudades europeas en las zonas más ricas. También el
efecto se encuentra en áreas comerciales, como la Plaza las Ramblas debajo de
los departamentos que se ubican en avenida Chapultepec y la calle Mexicaltzingo.
Una pretensión de emparentarse con lo europeo que viene desde el porfiriato.

En el espacio metropolitano también existen lógicas de exclusión, incluso desde la


arquitectura. Por ejemplo en los centros comerciales, explica Zarazúa: “a Andares
(lujoso centro comercial) en teoría puede entrar cualquiera, pero para llegar como
peatón es difícil: hay una parte donde no hay banqueta*, tienes que entrar por
Palacio de Hierro, y luego entrar a una cosa de cristal inmensa y siempre hay
guardias armados. A veces estos controles sociales no son tan evidentes”.

Reconocimiento mutuo

Un ejercicio que no es novedoso, pero sigue sin ser tan practicado, es el


reconocimiento de la diversidad. “Somos una nación multicultural donde existen
relaciones de poder, que siempre han sido marcadas por esas diferencias, y hay
que reconocernos y reconocerlos, todos somos parte de la mezcla”, dice Celia
Magaña.

Es indispensable reflexionar sobre las causas que provocan la discriminación, nos


dice Gerardo Moya: “Nos vamos a los efectos y pensamos en atajarlos, olvidamos

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la causa; nunca se genera un cambio. ¿Qué es lo que está provocando la
discriminación en la sociedad donde nos estamos moviendo?”

Margarita Robertson, quien dirigió durante seis años la Unidad de Apoyo para
Comunidades Indígenas de la UdeG, cree que hace falta “una educación
verdaderamente intercultural”. En una entrevista que le hizo a un joven universitario
indígena, éste le dijo: “‘la educación intercultural la necesitan más ustedes’. Él creía
que la necesitábamos más nosotros los mestizos que los indígenas, que ellos
siempre han tenido relaciones interculturales”, dice Margarita. “Si los ingenieros
fueran formados interculturalmente, no llegarían a Temacapulín a querer sacar al
pueblo; si los ingenieros fueran formados en el respeto a los pueblos, y en entender
la historia de una comunidad, jamás se les ocurriría poner una presa ahí”.

A pesar de que muchas personas son conscientes de la marginación histórica a las


minorías, en gran parte de la sociedad mexicana seguimos reproduciendo prácticas
de explotación, y lo confirma la situación de las trabajadoras domésticas, la
marginación a los migrantes, las pésimas condiciones de vida en las periferias, las
palabras y frases que empleamos a diario, el contenido digital que compartimos, y
hasta nuestra arquitectura.

Tal vez a los habitantes de nuestra ciudad nos falta poner más atención en los
significados detrás de los nombres de nuestras calles o de nuestros parques, porque
algo pueden decir sobre el lugar en donde vivimos. El poeta Rubén Darío, por
ejemplo, escribió hace tiempo:

“Época espantosa en verdad más que ninguna otra de la historia del hombre. El
corazón del mundo está enfermo; la vida hace daño. La Gloria está amenazada de
muerte, como el viejo Honor que agoniza, y el Pudor, y la Caridad. Los reyes se van
y los pueblos no saben adónde ir. Desde el momento en que el dinero suple hoy los
antiguos ideales, la disputa de la tierra y de la riqueza se hace más enconada, y el
crack de la moral trae el más absoluto desastre. Jamás el ser humano ha sido más
bestia.”

*Un mes después de la publicación de este artículo, el centro comercial Andares


construyó una banqueta sobre la calle por donde la gente solía caminar.

BIBLIOGRAFÍA

1. Luis Felipe Cabrales, “Divide y venderás: promoción inmobiliaria del barrio de Artesanos de
Guadalajara, 1898-1908”, Un mundo de ciudades. Procesos de urbanización en México en
tiempos de globalización, coord. Aurora García Ballesteros y María Luis García Amaral
(Barcelona: GeoForum).
2. Erika Julieta Vázquez Flores, Migración, resistencia y recreación cultural, coord. Erika Julieta
Vázquez Flores y Horacio Hernández Casillas. (México D.F.: INAH) 96.
3. Celia Magaña García, Mujeres. Diversas modalidades de migración en Guadalajara, col.
Ofelia Woo Morales. (Guadalajara: IMMG) 34.

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4. Maria Roa Borja. (2015). Panel Women and Work for Peace Building. 9/07/2015, de
Colombian Conference panel on Transitional Justice Sitio web:
https://youtu.be/kSqt6NrvmfQ?t=3525
5. Oscar González Garí, y Oscar Morales Pelayo, “Manual contra la tortura en Jalisco” (Jalisco:
Red Jalisciense de Derechos Humanos) 280.
6. Las ideas de esta sección están inspiradas y tomadas del libro de Teun A. van Dijik,
“Dominación étnica y racismo discursivo en España y Amércia Latina” (Barcelona: Editorial
Gedisa, 2003)
7. Erika Julieta Vázquez Flores, Migración, resistencia y recreación cultural, coord. Erika Julieta
Vázquez Flores y Horacio Hernández Casillas. (México D.F.: INAH) 101.
8. Extracto de El hipogrifo, en Parisiana [1908]: pp. 1345-1351.

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