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P. He aquí un texto que ha servido de tropiezo a los neófitos e inconstantes, y del cual han abusado
ciertos maestros para desacreditar la Escritura, si posible fuese, y aun para culpar a Dios de autor de todo mal
y responsable de toda desgracia que aflige a la humanidad. Y no falta quien pretende que este texto enseña
que Dios es autor del bien como también del pecado, debiendo el hombre «resignarse a ambas cosas». ¿Qué
quiere decir, pues, la expresión: «Crío el mal»?
El mejor de los dicciones hebreos, responde: adversidad, aflicción, mal, calamidad. Tales son los
significados primordiales de esta palabra, no denotando ninguna de ellas pecado. De consiguiente, que no
pretenda ser buen conocedor del hebreo quien afirme que este texto declara que Dios es autor del pecado.
Por otra parte, no se necesita ser filólogo para sacar en claro el significado verdadero de esta palabra.
Tomémonos sólo el trabajo de fijarnos en el lenguaje profético y poético del capítulo; en el consiguiente
paralelismo del texto y en la idea general del contexto.
Así es que la verdadera enseñanza del texto es que proporciona paz a los hombres, como también
produce el mal que llamamos inquietud, turbación, o si quiere remordimiento cuando esto sea necesario.
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