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F. M. Renard Casevitz Th. Saignes A.C.

Taylor
as investigaciones aquí desarrolladas responden a la necesidad de romper el F. M. Renard Casevitz
encasillamiento epistemológico y académico que separa, en los estudios
americanistas, el análisis de las sociedades serranas (cordilleras andinas de las
latitudes intertropicales) de la de las sociedades selváticas amazónicas. Así, de
Th. Saignes
acuerdo a la división fantasmal de los trabajos teóricos, retomando incluso aquella de las
atenciones enfocadas hacia las sociedades amerindias por los europeos. Las primeras
estarán principalmente dedicadas a los discursos históricos, las segundas; a los discursos
A.C. Taylor
antropológicos. Aquellos que sacudieron esta pesada armazón, lo hicieron generalmente
por la vía de nuevos métodos aplicados a estos dominios preestablecidos.

En estas páginas consideramos el lapso de historia que va del siglo XV al XVII, marcado por
dos conquistas, la inca y luego la española. Seguiremos sus diversos aspectos a lo largo de
la frontera ecológica, desde los Jívaro ecuatorianos hasta los Chiriguano bolivianos gracias
a análisis regionales, los únicos aptos para deshacer una uniformidad reductora. Sin
embargo, hay que lamentar una discontinuidad, a nivel del bajo y medio río Huallaga,
debido a la ausencia (provisional) de estudios locales.

En el primer tomo, el estudio efectuado por F.M. Renard-Casevitz y Th. Saignes concierne a
los piedemontes orientales de los Andes centrales y meridionales y cubre las regiones que
van desde los Panatagua del Perú central hasta los Chiriguano del sur de Bolivia. Se arraiga
en una evocación de muy antiguas relaciones transandinas desveladas por la arqueología y
la de un Imperio Inca todavía íntimamente vinculado a su “mitad” salvaje. Puede, entonces
dedicarse al análisis de las relaciones de los Incas con el piedemonte y luego, las relaciones
hispanas con el piedemonte, y por región para poder desplegar mejor el abanico de sus
variaciones.

En el segundo tomo, A.C. Taylor analiza la evolución de las sociedades del piedemonte,
principalmente jívaro, del norte del Perú y del sur ecuatoriano. La atención se lleva a los
Relaciones entre las sociedades
amazónicas y andinas
comienzos de la colonización por el hecho de la penetración hispánica más fuerte así como
por la presencia inca menos antigua. Para llevar a cabo esta antropología histórica de los
inicios de la época colonial, se dedica una primera parte al estudio de las situaciones
anteriores, es decir, a los horizontes arqueológicos y luego a los efectos de la invasión inca
en las tierras altas, efectos incluso allí variados según las regiones. entre los siglos
Finalmente un epílogo abre el campo a nuevas investigaciones que respondan a problemas
apenas evocados, sacrificados de alguna manera a una tarea más urgente a la que nos
hemos dedicado y que condiciona su estudio. XV y XVII
AL ESTE DE LOS ANDES
Relaciones entre las sociedades amazónicas
y andinas entre los siglos XV y XVII
AL ESTE DE LOS ANDES
Relaciones entre las sociedades amazónicas
y andinas entre los siglos XV y XVII

F. M. Renard Casevitz - Th. Saignes y


A. C. Taylor
Traducido por: Juan Carrera Colin
Revisado por: Gonzalo Flores y Olinda Celestino

Este libro es el Segundo que Ed. ABYA-YALA, publica en Coedición con el Instituto de Estudios Andinos

Corresponde al Tomo XXXI de la Colección


Travaux de l’IFEA

1ra. edición en francés:


L’Inca, l’Espagnol, et les Sauvages. Editions Rechercher sur les Civilisations Paris 1986, “Sinthése” nº 21

1ra. edición en español: Coedición 1988

• Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA)


Casilla 278 - Lima 18. PERÚ

1ra. Edición en Ediciones Abya-Yala


dos tomos
2da. Edición Ediciones Abya-Yala
en español: Av. 12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla 17-12-719
Telfs.: 2562-633 / 2506-267
Fax: 2506-255 / 2506-267
E-mail: editorial@abyayala.org
Quito-Ecuador

ISBN: 9978-04-259-8
INDICE

Prefacio.......................................................................................................................................... 9

LOS PIEDEMONTES ORIENTALES DE LOS ANDES CENTRALES Y MERIDIONALES:


DESDE LOS PATAGUA HASTA LOS CHIRIGUANO

PARTE 1
Los horizontes andinos y amazónicos

Introducción .................................................................................................................................. 17

Capítulo I
La herencia .................................................................................................................................... 19
1. El arcacio ................................................................................................................................... 19
2. Cerámica ................................................................................................................................... 21
3. Urbanización ............................................................................................................................. 25

Capítulo II
El piedemonte oriental de los Andes .............................................................................................. 35

Capítulo III
Los incas y la creación de la frontera oriental ................................................................................ 43

Parte 2
El inca y los “SALVAJES”
Análisis regionales

Capítulo IV
La montaña de Huánuco y Guamanga........................................................................................... 59
1. Huánuco-Tarma y su piedemonte oriental ................................................................................ 59
2. Tarma-Jauja-Guamanga y su piedemonte .................................................................................. 71

Capítulo V
De la montaña de Vilcabamba al madre de Dios ........................................................................... 81
1. La fuerza de la representación: confusiones geográficas secualres ............................................. 81
2. Alto Madre de Dios y Vilcabamba la conquista ........................................................................ 85
3. Los protagonistas del piedemonte y sus relaciones con el imperio............................................. 89

Capítulo VI
Los Andes orientales del sur del Cusco .......................................................................................... 101
1. Carabaya y Apolo: la penetración Inca ...................................................................................... 101
2. El ordenamiento inca de los valles de los Yungas de Larecaja o Cochabamba .......................... 104
3. El sureste entre la conquista Inca y la invasión Chiriguana ........................................................ 107
6 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Parte 3
El español y los salvajes
Evoluciones regionales durante el Primer siglo de colonización hispánica

Introducción .................................................................................................................................. 119

Capítulo VII
Los Andes orientales de Huánuco .................................................................................................. 123
1. La difícil “Paz Española” ............................................................................................................ 123
2. La entrada de Gómez Arias entre los Panatagua su fracaso ....................................................... 124
3. La nueva frontera, la fuerza del vallado y la fuerza de la cerca piedemontes............................. 129

Capítulo VIII
El cinturón piedemonte de la provincia de Vilcabamba ................................................................. 133
1. Fracaso y confusión en el Alto-Madre de Dios........................................................................... 133
2. El Neo-Imperio de Vilcabamba: 1536-1572 .............................................................................. 133
3. Los piedemontes de Vilcabamba ............................................................................................... 136
4. El enfrentamiento colonos-piemonteses ..................................................................................... 140
5. La frontera colonial y las estrategias políticas de los Anti........................................................... 145

Capítulo IX
La frontera colonial del alto Beni al Mamoré ................................................................................. 151
1. Alto Beni: la retirada andina ...................................................................................................... 153
2. El Alto Chapare: la entrada imposible ........................................................................................ 157
3. Sabanas del Mamoré: la búsqueda del Paytiti ............................................................................ 161

Capítulo X
El sur andino bajo la presión Chiriguana........................................................................................ 167
1. La expansión Chiriguana y la lucha contra las étnias andinas .................................................... 167
2. La sujeción de los “naturales” y el tráfico de esclavos ............................................................... 169
3. Las alianzas chiriguano con el mundo andino ........................................................................... 172
4. Retroceso colonial y petición del piedemonte ........................................................................... 175

Conclusiones ................................................................................................................................. 181

LAS VERTIENTES ORIENTALES DE LOS ANDES SEPTENTRIONALES:


DE LOS BRACAMOROS A LOS QUIJOS

PARTE 1
El oriente de los Anades septentrionales hasta la conquista hispánica:
norte de Perú y sur del Ecuador

Introducción .................................................................................................................................. 193


1. El propósito ................................................................................................................................ 193
2. El paisaje.................................................................................................................................... 195
AL ESTE DE LOS ANDES 7

Capítulo XI
El piedemonte Sud-Ecuatorial en la época prehispánica................................................................. 199
1. El período Preincaico ................................................................................................................. 199
2. El período Inca........................................................................................................................... 206

Capítulo XII
La conquista hispánica de piedemonte Sud-Ecuatorial ................................................................... 223

Parte 2
El español y los “SALVAJES” en el oriente ecuatorial

Capítulo XIII
La zona sur-occidental ................................................................................................................... 233
1. La cuenca de Chinchipe ............................................................................................................ 233
2. El valle de Zamora ..................................................................................................................... 235

Capítulo XIV
La zona merional ........................................................................................................................... 241
1. Primeras exploraciones .............................................................................................................. 241
2. Los grupos étnicos de la zona meriodional ............................................................................... 243

Capítulo XV
La zona oriental ............................................................................................................................. 249
1. Las etapas de penetración española ........................................................................................... 249
2. Identificación y localización de las etnias de la zona oriental ................................................... 252

Capítulo XVI
La zona septentrional ..................................................................................................................... 265
1. Las exploraciones jesuitas .......................................................................................................... 266
2. Localización e identificación de las etinias de la zona septentrional ......................................... 268

Capítulo XVII
La zona noroccidental.................................................................................................................... 279
1. Expediciones e implantaciones españolas .................................................................................. 281
2. El repliegue colonial .................................................................................................................. 288
3. Identificación y localización de las etnias de la zona noroccidental .......................................... 290

Conclusiones.................................................................................................................................. 295

Epílogo
Del uso de la simetría al invento de la frontera ............................................................................ 307

Glosario ......................................................................................................................................... 319

Abreviaciones ................................................................................................................................ 321

Bibliografía .................................................................................................................................... 323


8 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Indice de mapas

1. Frontera ecológica al este de los Andes, según Troll. Principales sitios arqueológico ................ 23
2. Cuzco y las provincias vecinas .................................................................................................. 40
3. La región del Cuzco .................................................................................................................. 46
4. Los Andes centrales de Huánuco a Madre de Dios y la frontera inca ....................................... 60
5. El este de Huánuco ................................................................................................................... 62
6. El este del Reino Huanca .......................................................................................................... 70
7. Al norte de Guamanga-Cuzco: grupos anti del norte en el siglo XVI.......................................... 76
8. Paucartambo-Alto Madre de Dios: los grupos anti del noreste en el siglo XVI .......................... 82
9. Las etnias del sur andino y de la Alta Amazonía en la época preincaica ................................... 96
10. Organización del Alto Beni ..................................................................................................... 103
11. El control inca de los Andes. Desde los Yungas de Zongo hasta Chapare................................. 105
12. El sud-este inca desde Pocona a Omaguaca ............................................................................ 108
13. El Alto Beni hispánico ............................................................................................................. 156
14. El Alto Mamoré hispánico ........................................................................................................ 162
15. El sudeste andino bajo la presión chiriguano ........................................................................... 173
16. Coordillera Chiriguano en 1950............................................................................................... 174
17. La frontera oriental de los Andes centrales y meridionales desde 1530 a 1630........................ 178
18. El conjunto jívaro en la época contemporánea ....................................................................... 196
19. Principales sitios arquelógicos de los Andes ecuatoriales australes ......................................... 201
20. Área aproximada de las etnias de la zona andina ecuatoriana en la época pre-incaica .......... 208
21. Relaciones verticales en las estribaciones orientales ............................................................... 219
22. Análisis regionales: separación por zonas ................................................................................ 229
23. Exploraciones españolas del Alto Amazonas 1535-1620 ......................................................... 230
24. Zona sud-occidental: etnias .................................................................................................... 238
25. Zona meridional: .................................................................................................................... 245
26. Zona oriental: el conjunto Andoas .......................................................................................... 254
27. Zona oriental: reducciones jesuitas fundadas entre 1650 y 1760 en la región Pastaza-Tigre ... 258
28. Zona oriental: Los Roamaina y sus vecinos.............................................................................. 259
29. Zona oriental y septentrional: los Oas–Colorados y sus migraciones ...................................... 260
30. Zona septentrional: exploraciones jesuitas en la región Bobonaza-Curaray 1640-1680 .......... 269
31. Zona septentrional: etnias y migraciones ................................................................................. 271
32. Zona noroccidental: establecimientos españoles en la región Upano - Pastaza 1540 - 1600 .. 280
33. Zona noroccidental: etnias....................................................................................................... 285
34. Conjuntos lingüísticos en el Alto Amazonas en el siglo XVI .................................................... 300

Indice de tablas

1. Sinóptica de la expansión Inca hacia el este según diferentes fuentes........................................ 54


2. Cronología de las Entradas desde las provincias centrales.......................................................... 122
3. Cronologeía de los contactos con el Alto Beni........................................................................... 152
4. Cronología de los contactos en el Alto Beni............................................................................... 158
5. Expedición ................................................................................................................................. 163
6. Exploración ................................................................................................................................ 167
7. Hitos cronológicos: la penetración española en la Alta Amazonia ............................................. 228
8. Zona Sur-occidental, 1580-1582: síntesis de datos demográficos ............................................. 239
9. Zona Meridional: síntesis de los datos demográficos.................................................................. 246
10. El conjunto jívaro-candoa en el siglo XVI ............................................................................... 298
PREFACIO

d
Las investigaciones aquí desarrolladas res- cas ricas de enseñanzas que ilustran los tres con-
ponden a la necesidad de romper el encasillamien- juntos -Jívaro, “Campa” y Chiriguano-, ubicados
to epistemológico y académico que separa, en los en el centro de estas páginas, ella sólo ha sido con-
estudios americanistas, el análisis de las sociedades siderada en su mera marginalidad con relación a
serranas (cordilleras andinas de las latitudes inter- las perspectivas andinas y amazónicas y no por su
tropicales) de la de las sociedades selváticas ama- originalidad y su posición mediadora.
zónicas. Así, de acuerdo a la división fantasmal de Este reexamen acerca de las sociedades que
los trabajos teóricos, retomando incluso aquella de se yuxtaponen en las vertientes orientales de los
las atenciones enfocadas hacia las sociedades ame- Andes apunta a nuevos objetivos, no las tierras al-
rindias por los europeos, las primeras estarán prin- tas ni la Amazonia, sino a sus relaciones en los
cipalmente dedicadas a los discursos históricos, las múltiples niveles donde se anudan y sus represen-
segundas, a los discursos antropológicos. Aquellos taciones tanto de sí misma como de las otras en las
que sacudieron esta pesada armazón, lo hicieron coyunturas históricas del frente a frente. Debe de-
generalmente por la vía de nuevos métodos aplica- sembocar tanto en el análisis de las múltiples for-
dos a estos dominios preestablecidos. mas sociopolíticas que han adoptado las socieda-
Por otra parte, cuando se efectuaban víncu- des del piedemonte en respuesta a las presiones
los entre estos tipos de sociedades en las obras pa- andinas como en su empuje sobre los frentes pio-
sadas o en estudios científicos más recientes, era neros y más allá sobre las instituciones y represen-
generalmente desde un punto de vista andino-cen- taciones andinas.
trista que equivalía a postular la influencia unilate- Sobre más de tres mil kilómetros, los Andes
ral de las sociedades serranas, más “avanzadas”, orientales han conocido una confrontación plurise-
sobre los pueblos de las tierras bajas constreñidos cular entre los estados andinos -de los que el Impe-
a “progresar” o a reaccionar negativamente (asimi- rio Inca era el heredero antes de desarrollar formas
lación, huida hacia adelante, extinción). Ahora innovadoras y sucumbir en el camino- y las socie-
bien, la historia de los habitantes del piedemonte dades amazónicas caracterizadas por la indivisión
amazónico nos revela implantaciones seculares, social; desde este punto de vista, ellas representan
incluso milenarias, una presencia viviente y asimi- un formidable campo de experiencias socio-histó-
laciones por lo menos inconclusas actualmente, al ricas del cual intentaremos establecer las orienta-
mismo tiempo que variaciones en los frentes pio- ciones, las elecciones y los modelos a través de la
neros regionales. Existía, con evidencia, un profun- evolución histórica de los mundos en presencia.
do desconocimiento de las posibles imbricaciones En estas páginas consideramos el lapso de
entre los pueblos de las tierras altas y bajas. historia que va del siglo XV al XVII, marcado por
En cuanto a esta área intermedia entre los dos conquistas, la inca y luego la española. Segui-
dos universos de los Andes y de la Amazonia, es remos sus diversos aspectos a lo largo de la fronte-
decir los piedemontes de las vertientes externas de ra ecológica, desde los Jívaro ecuatorianos hasta
los Andes orientales y las colinas de la Amazonia los Chiriguano bolivianos gracias a análisis regio-
occidental (de los 2 500 a los 500 m de altitud), es- nales, los únicos aptos para deshacer una uniformi-
ta implícito que ella fue muy poco estudiada por dad reductora. Sin embargo, hay que lamentar una
estas mismas razones. discontinuidad, a nivel del bajo y medio río Hua-
Aunque en realidad haya sido la sede, du- llaga, debido a la ausencia (provisional) de estu-
rante largo tiempo, de experiencias socio-históri- dios locales.
10 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

En el primer tomo, el estudio efectuado por Finalmente un epílogo abre el campo a nue-
F.M. Renard-Casevitz y Th. Saignes concierne a los vas investigaciones que respondan a problemas
piedemontes orientales de los Andes centrales y apenas evocados, sacrificados de alguna manera a
meridionales y cubre las regiones que van desde una tarea más urgente a la que nos hemos dedica-
los Panatagua del Perú central hasta los Chirigua- do y que condiciona su estudio.
no del sur de Bolivia. Se arraiga en una evocación Antes de cerrar estas líneas, debemos agra-
de muy antiguas relaciones transandinas desvela- decer aquí a la Sous-Direction des Sciences Socia-
das por la arqueología y la de un Imperio Inca to- les et Humaines du Ministere des Relationes Exte-
davía íntimamente vinculado a su “mitad” salvaje. rieures y particularmente a M.P. Guillemin gracias
Puede, entonces dedicarse al análisis de las rela- a los cuales ha sido posible esta publicación y al
ciones de los Incas con el piedemonte y luego, las (C.N.R.S.) Centre National de la Recherche Scien-
relaciones hispanas con el piedemonte, y por re- tifique, al crear el grupo de trabajo (R.C.P.) Ama-
gión para poder desplegar mejor el abanico de sus zand, que no solamente nos ha permitido lograr
variaciones. acabar esta obra en un tiempo razonable, sino que
En el segundo tomo, A.C. Taylor analiza la nos ha autorizado así mismo a proseguir y a desa-
evolución de las sociedades del piedemonte, prin- rrollar las investigaciones emprendidas. También
cipalmente jívaro, del norte del Perú y del sur nuestra gratitud va a nuestros huéspedes Achuar y
ecuatoriano. La atención se lleva a los comienzos Matsiguenga, a los universitarios, archivistas y bi-
de la colonización por el hecho de la penetración bliotecarios de Ecuador, Perú y Bolivia; al editor de
hispánica más fuerte así como por la presencia in- la edición en español, el R.P. Bottasso, al escrupu-
ca menos antigua. Para llevar a cabo esta antropo- loso traductor Juan Carrera Colin y los revisores
logía histórica de los inicios de la época colonial, Gonzalo Flores y Olinda Celestino. Igualmente al
se dedica una primera parte al estudio de las situa- Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) por el
ciones anteriores, es decir, a los horizontes arqueo- auspicio brindado.
lógicos y luego a los efectos de la invasión inca en
las tierras altas, efectos incluso allí variados según
las regiones.
AL ESTE DE LOS ANDES 11

Carta General
LOS PIEDEMONTES ORIENTALES DE LOS ANDES
CENTRALES Y MERIDIONALES: DESDE LOS PATAGUA
HASTA LOS CHIRIGUANO

F. M. RENARD-CASEVITZ & TH. SAIGNES

d
Primera Parte
LOS HORIZONTES ANDINOS Y AMAZÓNICOS
d
I NTRODUCCIÓN

d
Hasta una época reciente historiadores, geó- convertido en lugares comunes por su banalidad
grafos o antropólogos americanistas apenas se ha- más que por su buena fundamentación; entre ellas,
bían interesado en los bajos Andes orientales. Ex- se cuestionará la afirmación contradictoria que
cepto algunas incursiones limitadas y rápidas, par- proclama la ruptura entre la sierra y la selva de los
ticularmente de los naturalistas en el siglo XIX, ha Andes orientales, entre la civilización y la barbarie,
sido solo en los últimos decenios que el piedemon- pero que proyecta lejos, hacia adentro de estos
te suscitó algunos trabajos. Su situación doblemen- bosques, el dominio imperial –y civilizador- de los
te periférica, en las fronteras de las sociedades de Incas. Se tratará a la vez de interrogar una de las lí-
las altas tierras andinas y de las bajas tierras ama- neas de discontinuidad geográfico-cultural más no-
zónicas, en una selva de montaña, explicaría en tables que haya mostrado la historia de la humani-
parte esta casi indiferencia mostrada por los espe- dad y estudiar su configuración, sus eventuales pe-
cialistas tanto al mundo andino como a las tierras netraciones y brechas; se tratará de escudriñar a las
amazónicas y a las pampas. sociedades a ambos lados de esta línea, la presen-
En los años 30 del presente siglo, el geógra- cia o ausencia de un tejido de relaciones interre-
fo alemán Karl Troll se asomaba al estudio de estas gionales sin presuponer las modalidades de estas
regiones medias y ponía en evidencia una frontera relaciones, ni siquiera una expansión en sentido
de notable continuidad entre la alta y baja Améri- único. En esta óptica, el principio que nos guiará
ca: el límite superior de la vegetación forestal vie- será el de investigar, región por región, donde se si-
ne, dice, a limitar la extensión de la civilización de túan las fronteras, qué pugnas y qué relaciones las
suerte que la frontera política “civilizada” adopta conformaron, cuáles son sus características.
los altos contornos forestales y forma un trazado Al mismo tiempo nos esforzaremos en hacer
único con la frontera ecológica. Más allá de su mu- que nuestra estrecha colaboración cuestione y des-
tua coincidencia, empieza el salvajismo natural y vele lo implícito o los presupuestos ya sea del an-
cultural: tierras insalubres de los cronistas, relieves tropólogo o del historiador, mediante la confronta-
atormentados, enmarañados de plantas exuberan- ción de nuestras gestiones; además de estas partes
tes compartidos por un hervidero de insectos, ani- tratadas en común, nuestro estudio versará, en
males extraños o feroces y nativos “salvajes” o efecto, acerca de fenómenos sin duda diversos pe-
“bárbaros”. Adecuación de los hombres a su me- ro comparables en cuanto que son contemporá-
dio o influencia recíproca de un medio sobre una neos, todos contiguos al Imperio Inca y luego a la
sociedad, de una sociedad sobre un medio. colonización española, y que se manifiestan en re-
El estudio cuidadoso de estas comarcas giones que se prolongan las unas a las otras con
orientales vecinas al Tawantinsuyu (el Imperio de una zona de superposición, al nivel del complejo
las cuatro regiones) proveerá, sin duda, la mejor hidrográfico del Madre de Dios.
contraprueba a los viejos debates del evolucionis- El horizonte tardío, etapa de la expansión
mo y del determinismo geográfico. Nuestro propó- inca, no es más que el último episodio de una muy
sito no consiste en reavivar una querella obsoleta, antigua historia autóctona. Estudiaremos algunas
ni de insertarnos en la discusión contemporánea fases de este pasado de gran profundidad prehistó-
que la prolonga entre los seguidores de un determi- rica y desconocido en lo esencial. Esta evocación
nismo ecológico, biológico e incluso genético. retendrá solamente los datos arqueológicos que
Nuestra finalidad es la de desentrañar una maraña conciernen, en la vasta región estudiada, a los pro-
de datos para verificar algunas tesis que se han blemas de interacción entre diferentes entornos.
18 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Tales datos son aún escasos y discontinuos en el para el Imperio el piedemonte oriental y sus pue-
piedemonte oriental, aunque todos subrayen el ar- blos. Entonces estudiaremos los esfuerzos desple-
caísmo y la creciente complejidad de los intercam- gados por los Incas y sus vecinos para penetrar en
bios efectuados entre los tres medios geográficos el territorio del otro, abrir, estabilizar o romper re-
de los Andes: costa-sierra-selva, luego la existencia laciones establecidas a diferentes niveles de la rea-
de redes de comunicación y su progresivo alarga- lidad social. Finalmente nos asomaremos al deve-
miento a medida de la amplificación de las dife- nir de estas relaciones interétnicas en la Conquista
renciaciones culturales regionales. Esto nos permi- y bajo la administración española en las primeras
tirá destacar la herencia inca y lo que representan décadas de la colonización.
Capítulo I
LA HERENCIA

d
1. El arcaico locidad de difusión implica probablemente una
muy débil densidad de población. Los movimien-
Mientras que los lazos que unían la costa y tos de población se llevan a cabo en territorios
la sierra eran conocidos desde la Conquista, el ter- prácticamente vacíos, donde ningún avance es im-
cer medio geográfico propio de los países andinos pedido por ocupantes más antiguos” (Laming-Em-
permanecía, desde este punto de vista, en el mejor peraire, 1980: 144). Ahora bien, esta rapidez de di-
de los casos periférico y la mayoría de las veces ig- fusión de objetos o ideas y de migraciones se vol-
norado. Recientes investigaciones sobre el origen verá muy a menudo a encontrar, en contra de las
de las plantas cultivadas y de la cerámica, algunas ideas admitidas, a través de vastas regiones.
excavaciones arqueológicas en el medio amazóni- Más ricas en enseñanzas son las excavacio-
co así como la renovación de los métodos históri- nes micro regionales, entre las cuales hay que evo-
cos y antropológicos, revelan hasta qué punto esta car los sitios de la cuenca de Ayacucho, estudiados
separación y este aislamiento eran artificiales. De- por el equipo de Mac Neish: ellos ofrecen la más
muestran la importancia de los bosques tropicales larga secuencia conocida de Sudamérica (mapa 1).
para los países andinos y subrayan su participación Ahora bien, desde la segunda fase denominada
en los intercambios transversales (costa-sierra-sel- Ayacucho (15 000-11 000 a.C.) “existe suficiente
va) de objetos e ideas. No obstante, debemos de- material proveniente de varias regiones del Perú
plorar con el arqueólogo Lumbreras (1981: 31) que central… para obtener indicaciones de interaccio-
“este reconocimiento (sea) muy por debajo de la nes entre diferentes esferas del área” (Mac Neish,
realidad”: por el momento, solamente dispone de 1977: 766). Estas interacciones a corta escala son
los datos de investigaciones preliminares y esporá- imputables a un desplazamiento de gentes que ex-
dicas. plotan pisos vecinos, pero desde la siguiente fase y
Por nuestra parte expondremos algunos epi- luego de manera creciente, la presencia de obsi-
sodios destacados del pasado suramericano que diana, en cada región de la cuenca de Ayacucho,
conciernen el piedemonte de los Andes orientales, y más allá, indica “un comercio” de este producto
ya que esclarecen las evoluciones y las herencias (fase Huanta: 11 000-9 300 y fase Puente: 9 300 -
arcaicas e incluso, la importancia de las interaccio- 7 700; solar time/9 000-7 100, C-14). Esta movili-
nes regionales. dad de materiales entre ecosistemas diferentes
Si el período de finales del Pleistoceno que aunque contiguos –sin duda a falta de datos más
contempla el poblamiento de América del Sur y el precisos- va a ampliarse a la fase siguiente llamada
del Holoceno permanecen confusos,1 es notable Jaywa, para la región de Ayacucho-Huanta (7 700-
constatar, a partir de esta época arcaica, la rapidez 6 700 a.C., solar time/ 7 100-5 800 a.C., C-14). Pri-
de difusión de la técnica bifacial: “algunas fechas mero los componentes de esta fase, mejor docu-
escogidas entre las más antiguas manifestaciones mentados están cinco de los seis microambientes
de esta técnica para cada región, muestran una cu- considerados por el equipo de Mac Neish y pare-
riosa homogeneidad cronológica. Encontramos es- cen atestiguar ciertos desplazamientos periódicos
ta técnica bifacial hace 14 500 años en Wilson entre la puna y la floresta húmeda alta; y después
Burt Cave en Idaho, entre los 14 150 y 10.400 en -lo que es lo más importante en la óptica de este
Huanta, Perú, entre los 14 400 y 11 860 en Taima- estudio-, unos granos de achiote (bixa orellana)
Taima, Venezuela, hace 14 000 años en Alicia han sido hallados en un nicho de esta fase, granos
Boer en el estado de Sao Paulo en el Brasil. Esta ve- que provienen de las florestas bajas o de la monta-
20 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ña cercana (piedemonte oriental de los Aucas, cu- maíz se difunde por la costa y luego por la sierra,
biertos de selva amazónica, hasta 1 800 ó 2 000 m procedente sin duda de Mesoamérica.
de altura en esta región). A falta de datos igualmen- Los últimos descubrimientos relativos al ori-
te antiguos, provenientes de la misma montaña y gen del maíz sudamericano son por lo demás no-
de la selva, nosotros tenemos allí, la ubicación, tables: excavaciones efectuadas en la cueva de
anota Mac Neish, de un comercio de una zona a la Huachichocana en Jujuy, en los confines norocci-
otra y la prueba de que alguien se dedicaba a la re- dentales de Argentina (ecosistema de las tierras ba-
colección de plantas en la selva tropical. Por otro jas selváticas), han puesto en evidencia la presen-
lado, la calabaza fue introducida por la misma cia de “Phaseolus vulgaris”, maíz y una variedad
época en la costa peruana, mientras que la obsi- de ají (dotación C-14 de la capa: 7 500-6 200 a.C)
diana está presente en todas partes. Todos estos he- asociada a un contexto típico de los cazadores-re-
chos adicionales atestiguan las relaciones precoces colectores conocidos en esta región. Además de
entre diferentes regiones andinas. que se trataría del maíz más antiguo actualmente
Las fases siguientes pondrán de relieve un conocido en Sudamérica, es “según Galbinat, sin
desarrollo casi continuo de las relaciones interre- duda de tipo sudamericano y aun chileno” (Lum-
gionales -costa, sierra, selva y paralelo a otros fe- breras, 1981: 148-9) a diferencia del maíz -mesoa-
nómenos de diferenciación regional, que indican mericano- de la costa y de la Cordillera de los An-
una adaptación humana más avanzada a los eco- des centrales. Esta datación quizá no es absoluta-
sistemas. mente fiable, sin embargo, otros testimonios con-
Estas relaciones aparecen en adelante como firman la presencia muy antigua del maíz en los
una característica de los Andes centrales y del nor- Andes meridionales de Argentina (Fase Morillos II
te, e incluso del sur como tienden a demostrarlo de San Juan, 3 460 a.C), presencia anterior a la de
las investigaciones y descubrimientos más recien- los Andes centrales.
tes; mientras cada región desarrolla los medios de Es un argumento más en favor de la hipóte-
subsistencia y la economía divergen cada vez más, sis de un origen múltiple de las plantas cultivadas.
los desplazamientos a lo largo de los ejes transver- También es una nueva incitación a salir de los ca-
sales se extienden y las relaciones e intercambios minos trillados y a emprender el estudio de regio-
en vastas escalas se afirman y comienzan a formar nes geográficas por mucho tiempo desdeñadas. Al
redes; “ideas o conceptos útiles y adaptados de igual que los Andes del norte y del centro, los An-
una región... se difunden a otras”2 (Mac Neish, des meridionales han sido recorridos por relacio-
1977: 744). nes transversales: así se han sacado a la luz huellas
Es así como en el curso de las dos fases si- de agricultura que databan de 2 750 a.C. en San
guientes que contemplan los comienzos de domes- Pedro Viejo en Chile (valle del Hurtado) y, más tar-
ticación de los animales y de las plantas en la díamente, en otras regiones costeras que algunos
cuenca de Ayacucho y en los Andes centrales (Aya- pensaban pobladas desde el “origen” por cazado-
cucho: Fase Piki, 6 700-5 000 solar time / 5 800 - res-recolectores basándose en su poblamiento
4 400 a.C.) y su desarrollo (fase Chihua, 5 000 - post-conquista.
4 000 solar time / 4 400-3 300-c. 14 a.C), “las lí- Para las poblaciones de la Cordillera, el in-
neas generales de la agricultura andina nos hablan cremento de la agricultura, de la domesticación de
de conexiones intensivas entre la cordillera y la los camélidos y “cuy” (conejillos de Indias) favore-
selva” (Lumbreras, 1981: 140), y entre la cordille- cía una fuerte progresión demográfica y la apari-
ra y la Costa (Cohen, 1977). M. Cohen (op. cit: ción de aldeas durante la Fase Cachi de Ayacucho
158) subraya los vínculos tecnológicos y culturales (3 900-2 200 solar time / 3 000-1 750 C-14 a.C.).
entre el complejo Canario de las lomas costeras En el bosque no existen testimonios arqueológicos
del Perú central (7 000-6 200 a.C) y la fase Piki de tan precoces concernientes a la domesticación de
Ayacucho. En la cuenca de Ayacucho, desde la fa- las plantas, sin embargo, las diversas investigacio-
se Chihua, están presentes el ají, el achiote, la lu- nes sobre el origen de la yuca y/o mandioca dulce
cuma y la coca de origen selvático al mismo tiem- (Manihot esculenta)3 teniendo en cuenta las se-
po que las calabazas de origen costero. La lucuma cuencias de aclimatación que transforman una
y el maní también de origen selvático, aparecen en planta silvestre en planta cultivada y luego en cul-
la costa durante la fase siguiente mientras que el tígeno seleccionado, sitúan esta domesticación du-
AL ESTE DE LOS ANDES 21

rante el sexto milenio, o como máximo en el co- pecta al complejo ejemplar de la cuenca de Aya-
mienzo del quinto milenio a.C., es decir, en la épo- cucho, en los bajos valles del Apurímac y del Man-
ca en que aparecen, en la cuenca de Ayacucho, taro. Así mismo hay que suponer que los habitan-
plantas tropicales como el achiote, el ají, el maní y tes de estos valles mantenían ya intercambios con
otras. Estas demuestran que se había iniciado un sus vecinos serranos en una época en la que la di-
proceso de domesticación de las plantas en la sel- ferenciación regional es visible en los restos ar-
va, al menos en los valles de la montaña. En cuan- queológicos (Mac Neish, 1977: 783 sq.). Sin duda
to a la hipótesis de la domesticación de la yuca, es- es en esta época que las cuencas de Tingo María y
tá corroborada, en la región andina, por la apari- del bajo Marañón esbozan relaciones cuya impor-
ción de la planta cultivada en la costa peruana du- tancia y desarrollo podrán verse durante las fases
rante el cuarto milenio, por difusión o migración. siguientes.
Lathrap que se basa en sus propias investi- Curiosamente, faltan así mismo datos ar-
gaciones, en las de C. Sauer sobre la yuca y en las queológicos antiguos de la región del Titicaca y del
de K. Noble sobre la familia lingüística arawak, Cusco: no se tienen datos más allá del 1 220 a.C.
avanza la hipótesis de que la difusión de la yuca en la región circunlacustre, es decir, en el naci-
tiene su origen en las escisiones, y las migraciones miento de fenómenos de urbanización religiosa y
consecutivas, del tronco lingüístico proto-arawak. solo se conocen para el Cusco épocas con cerámi-
Sin embargo, es en el curso del cuarto milenio que ca. L. Lumbreras estima que la región circunlacus-
Noble sitúa esta dispersión, en el momento de la tre con su riqueza agropastoral debió ser “uno de
aparición de la yuca en la costa pacífica; para una los centros de domesticación original de plantas
mejor concordancia habría que suponer migracio- (quinua, por ejemplo) y animales” y añade:
nes más precoces o atribuir la difusión de la yuca “Uno de los aspectos poco explorados de su ba-
a los proto-ecuatorianos, tronco del cual, según K. se de desarrollo es el de su íntima relación con la
Noble, surgen los proto-chapakura, los proto-ara- selva. Un buen indicador de dicha relación es la
wak y los proto-tupi si se quiere retener esta hipó- presencia presumiblemente del sistema de culti-
vo por inundación mediante la construcción de
tesis. En cuanto a nuestra posición, hemos decidi-
campos de ‘camellones’, tan propio de las zonas
do mencionarla ya que por una parte algunos au- tropicales sudamericanas” (1981: 199).
tores la han tenido en cuenta y vinculado sobrema-
nera al problema del origen de la cerámica, y por Si Lumbreras incita al estudio de las relacio-
otra porque volveremos a encontrar con frecuencia nes transversales entre las altas y bajas tierras
a estos grupos arawak en el transcurso de estas pá- orientales de los Andes, las excavaciones cusque-
ginas. Como quiera que sea, recordemos que, de ñas por su parte han demostrado su realidad, para
estas lejanas épocas, no tenemos datos arqueológi- las fases de cerámica, revelando productos coste-
cos de la selva y que si bien el lazo mandioca (la ños y objetos silvestres.
amarga, Manihot utilissima; planta de reproduc-
ción puramente vegetativa, se derivaría y sería pos- 2. Cerámica
terior a la yuca) -cerámica-proto-arawak está mejor
testificado, el problema del origen o de los oríge- Con la aparición de la cerámica, las interac-
nes de la yuca permanece abierto, tanto más cuan- ciones entre la costa, la cordillera y la selva, pre-
do la agricultura ha precedido a la cerámica en to- sentan un nuevo interés en el sentido de que, en
da América. adelante, son detectables: se puede seguir su tra-
En cambio, se puede afirmar que la domes- yectoria y descubrir sus polos de influencia.
ticación de las plantas en el bosque tropical alcan- Proveniente sin duda del norte, la cerámica
zaba un cierto nivel durante el quinto milenio; en aparece primero en la Costa ecuatoriana (Pre-Val-
la montaña de los Andes centrales, comprendía el divia de San Pedro, 3 500 a.C. y Valdivia de Santa
ají (Capsicum sp.), la patata dulce, el maní, el Elena, 3 000 a.C.) luego, más tarde, en la costa
achiote, la lucuma y tal vez la coca, planta por su central del Perú (Período Colinas de Ancón-Chi-
parte meso y macrotérmica. Debemos por tanto llón, en Cohen M., 1977); poco después, con data-
suponer la presencia de cazadores-pescadores- ciones contemporáneas, en la región de Ayacucho
horticultores incipientes en los valles bajos de los (estilo Andamarka, 2 213-1 870 a.C., estilo Wich-
Andes orientales, particularmente en lo que res- qana, 1 670-1 100 a.C.) y en el Ucayali Medio en
22 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

la selva (Tutishcainyo temprano, 2 200 a.C., Lath- cientes elementos como para establecer una des-
rap, 1970: 13-14), finalmente en la costa sur del cendencia entre Tutishcainyo (temprano, 2 200 -
Perú (2 100 a.C. en Ica-Paracas, en Rowe & Men- 1 700 a.C., tardío 1 300-1 000 a.C.) y las formas
zel). modernas de la cerámica amuesha a través de di-
Sin perdernos en el espinoso problema del versas evoluciones. Ahora bien, para K. Noble,
origen de la cerámica, solo retendremos los datos fueron las primeras migraciones proto-arawak
que interesan nuestro propósito. En todas las regio- quienes establecieron a los lejanos ancestros de los
nes citadas, los arqueólogos generalmente consta- Amuesha en esta región del Ucayali antes de ser
tan que la cerámica recuperada demuestra un do- rechazados hacia la montaña como consecuencia
minio suficiente como para excluir la posibilidad de la llegada de los que formarían el vasto grupo
de que fuera incipiente; ya sea en la costa y la cor- campa-matsiguenga también de lengua arawak.
dillera que sería el producto de difusiones y prés- Lo más notable para nosotros es la demos-
tamos, o bien en la selva, que atestiguaría la llega- tración, ya desde esta época, de grandes movi-
da de migrantes horticultores-alfareros. mientos de objetos, de ideas por ejemplo de deco-
En el Tutishcainyo temprano (laguna de Ya- raciones, formas o colores a través de vastas regio-
rinacocha, Cuenca central del Ucayali) así como nes y la presencia de interconexiones. Por primera
en la capa más antigua de la costa sur y en la fase vez se comprueba una red de relaciones longitudi-
Wichqana (Ayacucho-Huanta) de la sierra central, nales y transversales que perdurará a través de los
se han descubierto botellas con dos golletes y asa- siglos, entre la selva, los Andes centrales y la costa
puente. Esta forma pertenece igualmente a las ce- del Perú: Tutishcainyo temprano, la fase Waira-Jir-
rámicas Barrancas, complejo muy elaborado del ca de Kotosh (región de Huánuco, 1 850 + 110
bajo Orinoco y también fue encontrada en los a.C) y la fase Chira, primera fase de cerámica del
complejos más antiguos del norte de Colombia. centro norte de la costa peruana (Lanning), ofrecen
Razón por la cual varios arqueólogos emiten la hi- similitudes demasiado importantes como para que
pótesis de una difusión de la cerámica a partir del sean efecto del azar. La cerámica Waira-Jirca, por
extremo norte del continente sudamericano donde ejemplo, es el resultado de la fusión de dos tradi-
fueron descubiertos los pocos vestigios conocidos ciones: una que viene de Chira, la otra de Tutish-
de una cerámica incipiente (Barlovento, Puerto cainyo temprano a través de conexiones todavía
Hormiga, en Reichel-Dolmatoff G., 1965). Algu- desconocidas. Una de ellas, la del este, pertenecía
nos, como L. Lumbreras, suponen la existencia de a los predecesores inmediatos de las gentes que
dos grandes movimientos, el uno progresando a lo dejaron, en la Cueva de los Búhos (Tingo María),
largo de la costa del norte al sur, el otro subiendo una cerámica también doblemente marcada: pro-
los valles fluviales del complejo hidrográfico ama- longa el estilo Waira-Jirca y se asemeja al Tutish-
zónico (Orinoco, Amazonas, Madeira, Marañón, cainyo tardío. Aquí las conexiones están tanto me-
Ucayali...). M. Sanoja, por su parte, vuelve a tomar jor establecidas cuando en la Cueva de los Búhos
la hipótesis de Lathrap y de otros autores: vincula se han encontrado dos muestras de cerámica Wai-
la dispersión de la cerámica con la de la yuca y so- ra-Jirca “probablemente manufacturadas cerca de
lo retiene el segundo movimiento de surcada de Huánuco más bien que en Tingo María” (Lathrap,
los ríos a partir de un origen situado en el Orino- 1970: 103), mientras que las formas corrientes, los
co. Para Lathrap, las formas de ciertos recipientes modelados y aplicados están bajo influencia del
de Tutishcainyo temprano sugieren claramente su Tutishcainyo tardío.
utilización como jarras de cerveza (de yuca), por Finalmente, Kotosh añadía a las relaciones
lo tanto fabricados por horticultores, y Lumbreras con la costa central-norte y con el oriente selváti-
señala a este respecto que yuca y cerámica apare- co, las de Paracas en la costa sur, mientras que Tu-
cen al mismo tiempo en los Andes centrales; “aun- tishcainyo tardío estaba implicado en intercambios
que esto solo constituya una casualidad”, escribe a muy vasta escala: el paralelismo notorio de las
el autor antes de adoptar una opinión mucho más innovaciones de formas y decoraciones desarrolla-
matizada (op. cit., 1981: 151). das en su fase reciente y en la cultura Machalilla,
Si D. Lathrap va más lejos que M. Sanoja y que sucede a la cultura Valdivia en la Costa ecua-
vincula la difusión de la cerámica a las migracio- toriana, conduce a Lathrap a afirmar que no puede
nes proto-arawak, es porque considera poseer sufi- tratarse de convergencias fortuitas (mapa 1). Ade-
AL ESTE DE LOS ANDES 23

Mapa 1
Frontera ecológica al este de los Andes, según Troll. Principales sitios arqueológicos
24 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

más, la realidad de una vasta red de intercambios fluye para todas, frente a la historia frecuentemen-
está confirmada: más del 5% de las cerámicas des- te común y a las innovaciones, hay reacciones di-
cubiertas en Tutishcainyo tardío son importadas ferentes: las de un orden social que admite en su
“desde una distancia considerable” (Lathrap, 1970: seno la incertidumbre de un futuro abierto y las
90). Uno de los componentes todavía desconoci- reacciones de aquel que lo niega y lo rechaza. Dos
dos de esta red señala su presencia con la intro- posiciones distintas frente a la historia humana y
ducción de cerámica que incluye materiales de social, una que tiene memoria, la otra que borra
origen volcánico (“cristales frescos”) en una arcilla los cambios y evoluciones que las sociedades han
químicamente distinta de la de Tutishcainyo. conocido antes de alcanzar los puntos de equili-
En el Marañón, la presencia de un grupo de brio que hoy conocemos de ellas.
alfareros, posible componente de esta red, está Estas redes de relaciones que se establecen
igualmente confirmada gracias a las excavaciones en torno a ejes transversales, a través de los tres
que Rojas Ponce condujo en Huayurco, cerca de la medios andinos, y longitudinales, a lo largo de los
confluencia del Chinchipe y del Tabaconas. Una valles fluviales o de la costa, se afirman en los es-
de las capas más antiguas de ocupación ha arroja- tudios sobre la cultura Chavín al norte de los An-
do trompetas y collares de concha marina, ponien- des centrales pero se encuentran difuminadas en
do en evidencia una relación precoz costa-selva los de la cultura Tiahuanaco (Tiwanaku) al sur (re-
(para las ramificaciones de la red septentrional, ver gión circunlacustre). A partir de la aparición del
cap. VI, t. II). Imperio Huari (Wari) en el centro (noreste de Aya-
Si damos mayor atención de la normal a es- cucho), las relaciones con el oriente desaparecen
tos datos, es porque contradicen una vieja teoría en la mayoría de los estudios, salvo en los más re-
que todavía tiene numerosos defensores. Así Kauf- cientes. Por eso, las múltiples relaciones de los ba-
man Doig, al estudiar estas mismas regiones, pone jos valles orientales permanecen frecuentemente
en duda por razones teóricas los resultados por en el campo de las hipótesis aunque parcialmente
otro lado concordantes de las excavaciones con- verificadas, mientras que los circuitos occidentales
ducidas por el equipo japonés de Seichi Izumi y K. de intercambios e interconexiones son cada vez
Terada en Kotosh, por D. Lathrap en el Ucayali me- mejor analizados a partir del horizonte Chavín. De
dio, por W. Allen en el Alto Pachitea (complejo aquí sólo retendremos aquellos elementos que evi-
Cobichaniqui, cerámica anterior a 1 500 a.C.) y dencian una participación de la selva y de la mon-
corroborados desde entonces, a diversos niveles, taña en estas relaciones interregionales.
por nuevas investigaciones, tales como las de R. El horizonte y cultura Chavín, en continua
MacNeish y su equipo en Ayacucho o de P. Rojas relación, con la cultura Cupisnique de la costa nor-
Ponce en el Marañón. El argumento que él presen- te del Perú, extendieron su influencia a través de la
ta nos parece tan simple como falaz: es difícil de cuenca de Huánuco (fase Kotosh-Kotosh, 1 200-
900 a.C. y Kotosh-Chavín, 900-700 a.C.) hasta la
pensar que regiones de culturas contemporáneas
región de Ayacucho y luego, a través de ella, has-
llamadas “primitivas” hayan podido “adelantarse”
ta Ica-Nazca. Es una cultura que se extendió en el
a aquellas que han desarrollado centros urbanos y
piso quechua (cerca a los 3 000 m de altitud) sin
civilizaciones. El oriente andino no podía dominar
penetrar la puna (a los 4 000 m de altitud) y cuyas
la alfarería al mismo tiempo o antes que la costa y
relaciones interregionales están orientadas hacia
la sierra: “le tocó seguir estancado al margen de la
las tierras bajas, yungas costeros y selvas orienta-
alta cultura que prosperaba en zonas vecinas”
les. Si ignoramos totalmente una posible influencia
(1969; 5a. ed. 1973: 147 ss.). Volvemos a encon-
de Chavín sobre el bajo Apurímac-Ené integrado a
trar aquí un viejo evolucionismo lineal que, más
una eventual red Ica-Ayacucho-piedemonte (Man-
que en otra parte, ha marcado los estudios suda-
taro-Apurímac), la fase Shakimu temprana de Yari-
mericanistas.
nacocha (650 + 200 a.C., Ucayali central).
Queríamos exponer las múltiples y lejanas
relaciones que se establecían ya hacia 3 500 años “represent a people still in the Tutishcainyo cul-
en el continente sudamericano y que desde enton- tural tradition but strongly influenced by the
spread of decorative technique, vessel shapes
ces no han dejado de desarrollarse. No existen so-
and iconography wich is know as the Chavin Ho-
ciedades fijadas en un estadio de evolución unívo- rizon” (Lathrap, 1970: 94).
co, en suma “detenidas”, pero frente al tiempo que
AL ESTE DE LOS ANDES 25

Aunque no poseemos ningún testimonio di- 3. Urbanización


recto, debieron existir relaciones transversales en-
tre Yarinacocha (Ucayali) y Huánuco (Huallaga) a No evocaremos los fenómenos de urbaniza-
través de la cuenca del Tingo María, prolongando ción sucesivamente desarrollados en los Andes.
las evidencias en fases anteriores. En cambio, la fa- Solamente nos interesan los ligados con el oriente.
se Shakimu permite identificar algunos de los con- Otros centros religiosos importantes, tales como
temporáneos que participan en el circuito de inter- Chavín o Kotosh, habían prosperado y declinado,
cambios centrado en la red hidrográfica: uno de mientras que en el Ucayali algunas aldeas podero-
ellos es Huayurco citado anteriormente (Marañón) sas de varios cientos de individuos, incluso de al-
y cuyos cuencos de piedra ofrecen decoraciones gunos millares, habían desaparecido tras haberse
excisas semejantes a las de uno de los conjuntos mantenido durante siglos en el mismo lugar. Pero
de cerámica shakimu, tanto uno como otro bajo la la ciudad aparece más tarde y aquí solo menciona-
influencia de Chavín (Lathrap, 1970: 92-94). remos las culturas Tiahuanaco y Huari cuyos vín-
Desde esta época, podemos comenzar a se- culos con el oriente son evidentes aun cuando se
guir el circuito de las conchas marinas: Guayas- sustraigan al análisis.
Cañar (Ecuador) - Marañón con una probable pro- El milenio que precede a la llegada de los
longación hacia el Ucayali; circuito que aporta a Incas al sur y al este del lago Titicaca estuvo mar-
los Andes centrales el gran caracol Strombus (trom- cado por la existencia de un doble foco cultural,
peta o pututu) y el bivalvo Spondylus (el mullu) a nacido en las cuencas del Collao en las tierras al-
partir de las costas ecuatorianas donde son recogi- tas (altiplano interandino) y del río Mamoré (saba-
das. Estudiando la muy antigua especialización de na de Mojos) en la alta amazonia boliviana (mapa
los pescadores de conchas y de sus buhoneros, los 1, pág. 23). Desgraciadamente las secuencias ar-
mindalaes, J. Marcos anota que: queológicas (“horizontes”) trazadas para los Andes
meridionales, que corresponden a la región “cen-
“el uso temprano de Spondylus en el nuevo mun-
tro-sur andino”, según el perfil de Lumbreras
do estaba en la sierra sur-ecuatoriana y en las
vertientes orientales de los Andes y que luego (1981), conceden poca atención a las relaciones
apareció en el Perú” (ver en Lumbreras, 1981). entre el altiplano central y las tierras bajas amazó-
nicas.5
El tráfico se realiza por el Marañón de una No conocemos bien el origen de la urbani-
parte y el cabotaje costero por otra. Al entregar zación en los Andes meridionales. En efecto, una
Huayurco collares y conchas marinas y pututu ruptura evidente separa los centros ceremoniales
muy anteriores a Chavín atestiguaba así anticipa- del período Formativo o aldeano (1 500 a.C.) alre-
damente el papel tan importante desempeñado por dedor del lago Titicaca, y la eclosión urbana de co-
las gentes de los bosques orientales y el lugar estra- mienzos de nuestra era; los sitios de Wankarani,
tégico del Marañón en estos intercambios, tanto si Chiripa o la primera fase de Tiahuanaco llevan el
las conchas marinas han circulado de mano a ma- testimonio de una sociedad poco diferenciada y
no o que “proto-mindalaes” las hayan comerciali- cuya cerámica se asemeja a la de Chavín-Kotosh y
zado a través de grandes distancias. En cuanto a las la de las sabanas de Mojos. Habrían de pasar dos
relaciones Marañón-Ucayali, éstas serán cada vez siglos de “vacío” testimonial para que en la ribera
más claramente confirmadas hasta el punto de ha- meridional del Titicaca, se desarrolle la fase urba-
ber encontrado en el nivel más tardío de las exca- na de Tiahuanaco, gran centro ceremonial que, se-
vaciones de Huayurco, cerámicas semejantes a las gún ciertos investigadores, manifestaría una neta
del complejo Cumancaya (850-1 000 d.C.) del estratificación social y una organización dualista.
Ucayali central, complejo que Lathrap atribuye, Recientes excavaciones revelan como, justo antes,
por numerosas razones, a los antepasados de los un centro no menos importante se había desarro-
grupos pano actuales (Shipibo, Conibo, Setebo, llado en la ribera septentrional: Pucará. En la se-
etc...) llegados en sucesivas oleadas, a partir de los gunda mitad del milenio (700-1 100: “horizonte
siglos III y IV hasta el “horizonte medio”, de Boli- medio”), se había desplegado la fase denominada
via oriental.4 “imperial” que, en los Andes del sur, asocia el cen-
26 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tro de ahuanaco con los valles laterales hasta Tucu- ce así mismo inexplicable. Conjuntamente con las
mán y, en el centro y sur peruanos actuales,. el de hipótesis evocando una crisis climática del ecosis-
Huari con la costa Pacífica. Su expansión se habría tema de altura, se puede atribuir el derrumbe de la
producido durante una colonización mediante estructura estatal a una simple fase de lo que se ha
“enclaves”, prefigurando probablemente el “archi- denominado “ciclo tribal”: las estructuras segmen-
piélago” andino de colonización, por una comuni- tarias de las deferías constitutivas de la “confedera-
dad, de diferentes pisos ecológicos de los que solo ción religiosa” y política se encuentran, al cabo de
ocupa y cultiva ciertos sectores o “islas” (J. Murra). una larga fase de centralización, como “desembri-
Los motivos zoomorfos de la decoración Tiahuana- cadas”, y entablan una nueva fase de escisiones
co, los huesos de animales: jaguares, serpientes, cuyas razones inmediatas y coyunturales se ig-
monos, loros o granos de achiote y de plantas fo- noran.8
restales hallados en las tumbas, evidencian el vigor Mientras que Tiahuanaco se desarrollaba y
de las relaciones con el mundo amazónico sin que luego se derrumbaba en los Andes centrales del
podamos precisar su marco político: intercambios, sur, los Andes vecinos del centro-norte, según la
migraciones o colonias. Si para los arqueólogos configuración de L. Lumbreras, se hallaban bajo la
bolivianos, los habitantes del Tiahuanaco imperial influencia de otro foco cultural importante, como
eran aymaráfonos, para el lingüista peruano A. To- era el Imperio Huari (región de Ayacucho), aun
rero, habrían hablado el pukina, lengua que tiene cuando algunos estudios recientes hayan impugna-
cierto parentesco con el arawak, lo cual favorece- do el carácter imperial de esta cultura. Desarro-
ría la hipótesis de oleadas de poblamiento amazó- llándose a partir del tercer siglo después de Cristo,
nico llegadas en esta época.6 la cultura Huari llega a su apogeo entre el 600 y el
En las tierras bajas, las sabanas inundables 900 para luego declinar al mismo tiempo que los
del Mamoré fueron drenadas para permitir el culti- centros urbanos que controlaba e inspiraba, dejan-
vo de la yuca y del maíz, de gran productividad. do progresivamente el campo a señoríos, reinos o
Los vestigios de estas importantes obras hidráuli- confederaciones regionales. Constituyó el foco de
cas, tales como la red de camellones elevados, de un proceso de desarrollo urbano que se extendió
calzadas y terraplenes largos de varios kilómetros, hasta Cajamarca y Lambayeque al norte, hasta las
así como las colinas artificiales (mounds), hacen puertas del futuro Cusco al sur con Pikillaqta, has-
suponer que sus constructores pertenecían a socie- ta la costa del Pacífico, particularmente con la cer-
dades centralizadas y estratificadas del tipo “jefería cana a Lima Cajamarquilla (más de 10 000 habi-
selvática” o cacicato, aun cuando las innovaciones tantes según Lanning). Sin embargo, Huari, aunque
agrícolas no tienen que implicar necesariamente la los complejos ceremoniales evolucionaran bajo su
emergencia de una instancia estatal. La declina- influencia hacia la Urbs e incluso inspirará a un
ción y luego abandono de semejante empresa re- gran número de regiones costeras y serranas, en
presentaron, a su vez, un problema. W. Denevan, realidad solo conquistó el área andina del centro-
el primero en estudiar estas obras,7 los ha relacio- norte, quizá también algunas colonias internadas
nado con otros complejos agrícolas semejantes en los valles y las tierras calientes de la montaña
efectuados en las llanuras del Orinoco, en la isla de central.
Marajó, en el Gran Pajonal campa del Perú y en las Si tenemos en cuenta los estudios andinistas
Guayanas; él prefiere atribuir esta crisis de cultura antiguos, es con el Imperio Huari que se consuma-
Mojo a la conquista hispánica y particularmente al ba, en éstos, la ruptura que, por el hecho de la ur-
impacto microbiano. Otras explicaciones recientes banización, alejaba la montaña del mundo andino,
evocan más bien cambios climáticos y ecológicos representado a partir de entonces únicamente por
anteriores. También podemos relacionar esta crisis la costa y la sierra. Las interconexiones transversa-
con el fin de las grandes migraciones pano que sa- les son el objeto de investigaciones y estudios que
lieron de Bolivia oriental en esta misma época del se detienen brutalmente en el umbral tan cercano
horizonte medio, según K. Noble (1965), o con el de la selva, por ejemplo Ica/Nazca-Huari… Sin
comienzo de movimientos de poblaciones despla- embargo, Huari terminó careciendo de tierras agrí-
zadas por migrantes orientales que huían de con- colas y madera al final de su apogeo y tuvo que
quistadores, fueran Tupi-Guarani u otros. buscarlas por diversos medios en las montañas ve-
La repentina caída de Tiahuanaco permane- cinas; algunos indicios previos como iconografías,
AL ESTE DE LOS ANDES 27

objetos, testimonian que la selva tenía un papel ac- material textil procedía de la costa. Algunos bone-
tivo tanto en las representaciones del Imperio co- tes huari de Ayacucho testimonian sea la regulari-
mo en los intercambios económicos. Plumas, pie- dad de estos intercambios, una colonizacion o
les, algodón, madera, plantas, cascabeles y granos conquistas en la montaña: en un gorro de lana, al-
suben a la sierra, mientras que el metal, tal vez pie- godón y fibras vegetales, está montada una verda-
dras semi-preciosas, tejidos y lana bajan a la selva. dera peluca de plumas de paucar color de oro
La iconografía sigue tomando prestadas sus figuras (“orioles”, oropéndolas sp., Icterocephalus sp. Ila-
del bestiario selvático: el jaguar está omnipresente, mados también “caciques”, ver “crested oropendo-
remitiendo a otras funciones al nivel de la parábo- la” o Psarocolius decurnanus). Ahora bien, estas
la, de los mitos y los ritos. Para Lanning, “solo pu- aves silvestres, negras o pardas, sólo poseen seis
do haberse importado de la montaña el mono tan plumas amarillas oro, tres de cada lado de la cola,
frecuente en el arte de Nazca”, según la vieja red mientras que la confección de un solo bonete ne-
de relaciones Ica-Ayacucho-montaña, aunque pu- cesita varios cientos de plumas.9 Y quizá habría
do haber seguido otras vías o haber sido introduci- que hacer extensivo al piedemonte lo que L. Lum-
do localmente (1967: 125). Los tejidos huari, de breras dice de los Andes del norte: “esta imagen
sorprendentes y preciosas composiciones abstrac- borrosa que se ha confundido bastante con la bar-
tas, mezclan el algodón y la lana; en el semi-figu- barie debido a la ausencia de ciudades” (1981:
rativo, reproducen hasta la saciedad el jaguar, mu- 254).
cho más que al puma, los monos y los loros. La Abajo, en la montaña, numerosas hachas de
abundancia de los tejidos mixtos, de lana y algo- bronce recobradas en las excavaciones arqueoló-
dón, hace pensar que las fibras o el hilo de algo- gicas de la región del Chanchamayo, del Bajo Pa-
dón representaran un importante componente en chitea y del río Pichis, demuestran a su vez la im-
los intercambios o las relaciones con el oriente sel- portancia y lo permanente de estos intercambios,
vático muy cercano, aun si un porcentaje de este por su edad y número. Solo podemos imaginar la

1. Kotosh, cerca de Huanuco; zona quichua sierra: medio “abierto”.


28 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

competencia y las transformaciones introducidas gencia regional de señoríos y centros autónomos,


con la llegada del metal a la amazonia occidental. en toda la sierra, encontrarán un frente de socieda-
En las regiones que nos conciernen, su relativa des emparentadas y semejantes a lo largo de las
abundancia pudo favorecer, en el Gran Pajonal, provincias centrales, sociedades de pequeñas co-
esfuerzos de concentración o en las vertientes munidades desparramadas en el monte.
abruptas, movimientos centrífugos y las escisiones, Fue en la misma época, cuando profundos
disminuyendo la demanda de brazos masculinos cambios trastornaron la fisonomía de la montaña
para las talas, pese a la limitada eficacia de las ha- central y de la cuenca del Ucayali. En efecto, du-
chas. En cambio, varios indicios muestran que, en rante los siglos VIII y IX d.C., los ancestros de los
la montaña y en los Andes, al mismo tiempo que grupos pano actuales (fase Cumancaya) se habían
los bienes y nombres, también se intercambiaban instalado en el Ucayali al final de sus migraciones;
mitos, figuras heroicas,10 sin duda habilidades y en el transcurso de oleadas sucesivas, habían em-
con toda seguridad el saber curativo y mágico con pujado en los valles interiores y en las bajas estri-
sus elementos rituales. baciones del piedemonte a los antiguos ocupantes
No obstante, con el desarrollo de los seño- arawak de las llanuras aluviales del Ucayali. Las
ríos andinos, de centros urbanos (Lanning, 1967: viejas relaciones que unían el Ucayali central y
133-134) y de un imperio, las relaciones entre la Huánuco se vieron por ello afectadas. Grupos ara-
sierra y el bosque debieron modificarse. El Imperio wak, expulsados por los conquistadores pano, mi-
Huari se desarrolló a partir de una federación ines- graron en búsqueda de nuevas tierras: unos pudie-
table de ciudades de la cuenca del Mantaro cuyos ron encontrar refugio entre aliados occidentales
conflictos fueron a menudo resueltos por la fuerza. igualmente arawak; otros o la mayoría tuvieron
Entonces conoció una fase de expansión militar, que conquistar su nuevo territorio, rechazando
aunque limitada al piso quechua de los Andes cen- más arriba grupos de la montaña que a su vez no
trales. El nuevo tipo de sociedad que proponía sus tuvieron otra alternativa que instalarse manu mili-
conquistas y su dominio hasta el umbral de la sel- tari o como vasallos en el piso quechua y en su
va, y quizá más allá en enclaves coloniales, debía frontera. La historia mítica inca se hace eco de ta-
replantear la naturaleza de las relaciones de inter- les movimientos de población (cf. cap. II). En este
cambio y de alianza con los vecinos de las tierras contexto, nos permitimos pensar que, tras sucesi-
bajas. Debieron haber incluso intentos de impo- vas crisis, las relaciones de intercambio entre la
nerles un tributo o de transformarlos en vasallos, sierra y la montaña se reanudaron afanosamente,
sobre todo cuando el rendimiento de las altas tie- incluso se intensificaron localmente, a fin de com-
rras deforestadas y cultivadas por Huari fue insufi- pensar aquello que perdieron en extensión, encon-
ciente para alimentar su población (de 50 a trándose en adelante los antiguos aliados en vecin-
100000 habitantes en la misma Huari, cf. Mac dad los unos de los otros incluso y a veces libres o
Neish, 1980). Cualesquiera que sean las formas de sujetos, a ambos lados de la frontera ecológica. Sin
las sociedades del piedemonte de la época: caci- embargo, desposeídos de las ricas tierras aluviales
catos centrípetos o comunidades acéfalas centrífu- orientales en su mayor parte, arrinconados por el
gas, estando enfrentadas a una política expansio- empujón pano en los valles interiores del Palcazu-
nista que intentaba anexar territorios vitales para la Pichis y Pachitea, del Chanchamayo-Perene-Ene y
supervivencia del Imperio y sin duda la mano de Urubamba, los antepasados de los Amuesha,
obra adaptada, tuvieron que contemplar diversas “Campa”, Matsiguenga y, en menor grado, Piro se
respuestas, alianza, sumisión, rapiñas, y guerra; así vieron obligados a reordenar unas redes de inter-
mismo tuvieron que replantear su modo de resi- cambio cuyas salidas longitudinales a lo largo del
dencia, aldeas importantes, objetos de codicia, o Ucayali ya no controlaban, cuyo funcionamiento
pueblecitos aislados ofreciendo posibilidades de era más delicado al oeste debajo a la proximidad
esconderse y escaparse, en definitiva de defender- de Huari ya en su declive y luego de sus sucesores
se mejor. Ignoramos todo de esta época y de la in- Huanca al norte Chanca al sur.
fluencia del Imperio Huari en la reorganización Con la época turbulenta que contempla el
política y social de los habitantes del piedemonte, derrumbe de este Imperio, las ciudades decaen y
salvo que la experiencia no se perdió. Cuando los son abandonadas; resurgen múltiples señoríos lo-
Incas suceden a los Huari, tras un período de resur- cales, luchando unos contra otros. Algunas confe-
AL ESTE DE LOS ANDES 29

deraciones regionales, tales como la de los Huan- siglos, los que dejaron una capa virgen en las ex-
ca del valle del Mantaro (Huancayo) aparecen y cavaciones arqueológicas, para que los Pano, que
aseguran a sus miembros una relativa paz interior. suceden a los Arawak en el Ucayali, lleguen a
epoca de violencia y de incesantes hostilidades en- constituir las villas de varios miles de habitantes
tre feudatarios, según los Quipucamayos, poco que recorrerá Salinas Loyola en la época de la con-
propicia para el almacenamiento de excedentes quista española. En cuanto a los Arawak de la
importantes y mantenimiento de vastas redes de montaña que permanecen en vecindad con los se-
intercambio permanentes pero que permitía rela- rranos, en lo sucesivo estarán privados de los luga-
ciones interregionales a modesta escala y con ca- res favorables para la instalación de comunidades
racterísticas diferenciales. Así entre los Chupacho importantes en el contexto sociocultural que man-
de Huánuco y las gentes del Huallaga medio, exis- tienen o adoptan.
tía una simbiosis o una continuidad de poblamien- “El papel de los Arawak en el desarrollo de
to de suerte que pese a la conquista inca y más tar- la civilización en América del Sur ha sido conside-
de española, la sociedad chupacho guardaba nu- rable. Desgraciadamente, a falta de cualquier tra-
merosas características selváticas. Entre los Huan- bajo de síntesis, es difícil apreciar este esfuerzo ci-
ca y los “Campa”, vecinos desde el Chanchamayo vilizador”, escribía con clarividencia A. Metraux
hasta el Mantaro, nada indica, en las excavaciones (1929/1930: 46) y proseguía recordando la influen-
arqueológicas selváticas (sitio Naranjal), una rup- cia de diversos grupos arawak de los Andes orien-
tura de los intercambios que habría interrumpido tales sobre sus vecinos andinos, como el tipo cla-
la introducción de útiles metálicos; a más de ello ramente arawak de la cultura propia de los came-
tendremos una mejor confirmación en el estudio llones de Bolivia oriental (provincia de Mojos).
profundizado de las abundantes ruinas huanca - Ahora bien, de los siglos XII al XV (el hori-
preinca- entre Jauja y Huancayo. A la inversa, las zonte intermedio tardío de los arqueólogos), dispo-
relaciones interregionales parecen haberse, si no nemos ya de las primeras evocaciones escritas
interrumpido, al menos disminuido mucho entre acerca de combates incesantes y escarnizados que
los Chanca y sus vecinos del Apurímac, entre las opusieron estos grupos del piedemonte andino
zonas aparentemente poco pobladas del Alto Pau- oriental a sus vecinos de las altas tierras entre el
cartambo y los Chuncho. Tal vez hubo en estas re- Cuzco y el Chaco.11 Del mismo modo que en el
giones fenómenos comparables a los que afectaron norte, estos serranos conocerían una fase de frag-
a la región de Ayacucho (Chanca). Al final del Im- mentación y dispersión, marcada por un recrudeci-
perio Huari “contemplaba un gran despoblamien- miento de las guerras internas debido a preocupa-
to y nuevos tipos de establecimientos, aldeas forti- ciones tanto políticas como materiales... efectiva-
ficadas sucedían a las ciudades abandonadas” mente, aquí se unían la voluntad de mantener la
(Mac Neish, 1980; v.3: 15), el gran centro metro- fragmentación, la autonomía local y la competen-
politano era reemplazado por pequeños feudos en- cia por el control de los recursos foráneos. Por otra
cerrados en sí mismos. parte, nuevos inmigrantes lograron llegar, tales co-
A la imagen de las escisiones regionales de mo los pastores de lengua aymara que habrían he-
la época guerrera en la sierra y a la del éxodo de cho retroceder a los antiguos ocupantes de las tie-
los Arawak preandinos lanzados a la búsqueda o a rras centrales hacia las zonas acuáticas (grupos
la conquista de nuevas tierras bajo el empuje pa- uru) y los valles orientales (grupos de lengua puki-
no, en función de modos de producción y de orga- na). El recrudecimiento de los conflictos armados
nización social profundamente perturbadas por llevó a la preocupación de los sitios encumbrados
migraciones, guerras, caídas demográficas o nue- y fortificados. Para los cronistas es la época de los
vos datos ecológicos, vastas redes de intercambio aucaruna, de los “guerreros”.12 Aun es demasiado
se desplomaron temporalmente, siendo reempla- prematuro determinar si el modo original de acce-
zadas por relaciones restringidas y “privatizadas” so a recursos complementarios escalonados en las
en el seno de micro-regiones. Tanto arriba como vertientes andinas mediante el envío de “colonos”
abajo, el clima sociopolítico no ofrece ya las con- (mitmaqkuna), con el que se forma un territorio ét-
diciones requeridas para las grandes concentracio- nico alargado, fraccionado y a menudo disconti-
nes urbanas o aldeanas (cf. Hupa-iya en Lathrap nuo (imagen del archipiélago vertical), se trata de
para el Ucayali). Sin duda se necesitarán algunos una herencia del antiguo Imperio de Tiahuanaco,
30 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

una creación de esta época de cacicazgos regiona- la cultura Mollo? No debe excluirse esta hipótesis,
les o aun la sistematización posterior, por los Incas, pero la compartimentación geográfica de los ejes
de algunas experiencias locales limitadas.13 transversales en nada favorecía la intercomunica-
En cualquiera de los casos, parece que asis- ción entre estos valles internos aislados entre sí por
timos en los valles occidentales y orientales a la el relieve. En cuanto a los indios Yunga, podrían
coexistencia de establecimientos autóctonos para- muy bien proceder de la costa del Pacífico y haber
lelamente a “colonias” dependientes de centros de sido instalados ahí por los Incas.18
altura. Por otro lado, al este, desde Carabaya hasta Una caracterización más precisa de la cultu-
el río Guapay, volvemos a encontrar las huellas de ra Mollo debe ser una prioridad de investigación
una “cultura regional” cuya cerámica, heredera del ya que, por su situación mediana controla u orga-
estilo tiahuanaco y las fortificaciones militares, edi- niza las relaciones entre los señoríos de altura y las
ficadas a media ladera en los grandes cañones sociedades del piedemonte. El único señorío de al-
transversales que cortan las cadenas forestales, son tura conocido al momento es el de los Kallawaya
los rasgos más revelantes. Según los arqueólogos cuyo rol, fundamental para la conquista de la alta
bolivianos, esta cultura que bautizaron con el amazonia, será estudiado más adelante; este seño-
nombre de Mollo, caracteriza una unidad política río cubría una parte importante de los valles orien-
específica que logró colonizar parcialmente el sur tales. ¿Sería la expresión política de la cultura Mo-
e incluso la costa del Pacífico.14 Ciertamente pare- llo? El topónimo Ari aportaría una muy modesta su-
ce difícil aceptar semejante autonomía de las po- gerencia en este sentido: es del siglo XV el nombre
blaciones de los valles y con mayor razón su ex- de un kuraka mayor (jefe principal) de los Kallawa-
pansión cuando ellas mismas debían hacer frente a ya; también es, en el compuesto Aricaja, el nom-
la presión de los señoríos de altura. Sin embargo, bre colectivo de los valles orientales. En cuanto a
la existencia autónoma de algunos conjuntos étni- las culturas de lengua pukina, pueden aparecer co-
cos está bien comprobada en el siglo XVI, aunque mo resultado de una antigua ola de ocupación
todavía se desconozca la amplitud de la interven- amazónica, tal vez arawak por su parentesco lin-
ción inca y la reestructuración de los grupos de la güístico señalado más anteriormente, su conoci-
vertiente oriental. Al norte se encontraba el “seño- miento de la botánica tropical y su reputación de
río” dualista (curacazgo) de los Kallawaya que chamanes y de magos eficaces.
controlaban aparentemente toda la vertiente desde A estas hipótesis sobre el poblamiento de la
las punas de las cordilleras de Carabaya y de Apo- vertiente oriental, vendría a añadirse la emitida por
lobamba.15 Vecinas inmediatas, las cuencas de los Th. Bouysse a propósito de una bipartición del te-
ríos Copani y Llica soportaban una doble ocupa- rritorio aymara. En efecto, bajo el dualismo gene-
ción: en las cabeceras de los valles de clima tem- ralizado por la oleada inca/quechua (Huanan Urin:
perado, colonias de la puna, y en los fondos cáli- mitad Alto/Bajo) aparece una antigua bipartición
dos y secos, grupos de indios “naturales” llamados del altiplano central (Kollao) probablemente de
Yunga, nombre aymara que designa así mismo los origen aymara. En este sector oriental del altiplano,
valles encajonados y cálidos. Los valles yungas del predominaría la antigua capa de población uru-pu-
centro y del sur, atravesados por los afluentes supe- kina, orientada más bien hacia la agricultura y cu-
riores del Alto Beni (ríos Challana, Zongo, Coroico, yas comarcas se extenderían continuamente desde
Chulumani, Bopi, Cotacajes), en gran parte priva- la ribera del lago (Umasuyu) hasta las cabeceras de
dos del piso temperado hasta el punto de pasar di- los valles (Larecaja). Al mismo tiempo, este sector
rectamente de las punas al piso forestal, también formaría la “mitad inferior”, uma, de los tres gran-
estaban poblados de indios yunga, quizá asignados des señoríos lacustres (Kolla, Lupaqa, Pacasa) cuya
a un grupo local denominado quirua. Este nombre “mitad superior”, urco, poseería un poder preemi-
significa en aymara “mercaderes de coca”, y no sa- nente sobre el conjunto étnico. Así, la oposición
bemos si se refiere a una etnia particular o a una urco uma connotaría distinciones simbólicas (que
actividad profesional.16 Finalmente, más al sur, el volvemos a encontrar en el esquema KupilChec’a,
valle de Cochabamba estaba dividido en tres gru- “derecha”/“izquierda”, generalizado por el Inca
pos locales, los Cota, los Chui y los Sipe Sipe cuyo bajo la forma “Alto”/“Bajo”), lingüísticas y étnicas
origen se desconoce.17 ¿Todos estos grupos de las (aymara/pukina-uru), climáticas (seco/húmedo),
vertientes y de las laderas orientales pertenecían a agrícolas (crianza de ganado/cultivos) pero tam-
AL ESTE DE LOS ANDES 31

2. Pachacamac, en la costa central del Perú. Templo de la Luna.

3. Bosque tropical de laderas 4. Río abajo del Pongo Macmike, ribera izquierda.
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bién la complementariedad de las dos regiones de los Huancas y Tayacaxa del río Mantaro, de los
geográficas. La pirámide segmentaria representada Ancara, Sora, Chanca y Aymara de la región Ayacu-
por el embricamiento de los ayllu (unidades de pa- cho-Andahuaylas, sin hablar de los pueblos de Vil-
rentesco basadas en la descendencia) según el es- cabamba y del Alto Paucartambo. En los Andes
quema binario, motor de la dinámica política, pu- centrales del sur, estas relaciones están en manos
do haber desembocado a veces en la creación de de las poblaciones de los valles que se habían in-
confederaciones suprarregionales.19 sertado entre sociedades que tenían al menos afini-
Uno de estos señoríos, los Pacasa, es citado dades arawak (de lengua pukina y antiguos Mojo).
en varias ocasiones por informantes tardíos, por No hemos podido evocar las numerosas ra-
haber tenido relaciones particularmente belicosas mificaciones orientales de las interconexiones: ci-
con los grupos del piedemonte amazónico. Pero temos aquellas que ponían en contacto, por medio
no se sabe si se trata de una confrontación directa de sucesivos intermediarios, los llanos de Bolivia y
con los Pacasa del altiplano o con Pacasa huidos el Amazonas, luego el Orinoco y tal vez incluso la
de los Andes (por temor al Inca o a los españoles) costa colombiana vía el Beni y el Madeira, como
o transferidos (por el Inca) al piedemonte.20 lo atestiguan los parentescos arqueológicos y la
Más al sur (de la línea actual Cochabam- utilización de técnicas agrícolas semejantes o tes-
ba/Oruro), la oposición urcoluma no parece ser tan timonios post-conquistas (jesuitas...); ramificacio-
pertinente. Pero las etnias meridionales ya estaban nes que habría que estudiar paralelamente con los
sometidas, antes de su incorporación al Tahuantin- ejes de migración revelados por seguras filiaciones
suyo, a la presión de los pueblos orientales que lingüísticas: por ejemplo, la pertenencia al mismo
multiplicaban sus incursiones de pillaje en las subconjunto arawak de las lenguas mojo de Boli-
fronteras andinas. Por esta razón, los “señores” via, maipure del Alto Orinoco y preandinas de la
yampara y charka tuvieron que fortificar las partes montaña peruana, con posible excepción de los
más altas entre los ríos Guapay y Pilcomayo, con Amuesha que procederían de una escisión más ar-
las características de las ciudadelas mollo.21 Razo- caica, según K. Noble. En realidad, esa posibilidad
nablemente podemos considerar a los Tupi-Guara- parece más bien especulativa. Por una parte K. No-
ni como uno de los pueblos que amenazaban a las ble no basa su hipótesis a este respecto sobre sufi-
etnias meridionales.22 cientes elementos lingüísticos como para obtener y
Hemos retenido, en este sobrevuelo arqueo- asegurar nuestra convicción; tampoco prevé otra
lógico y prehistórico de los Andes centrales, todo lo hipótesis en la que solamente el examen y el re-
que permitía revelar la presencia activa de la selva chazo documentados fundarían sus conclusiones.
en los complejos intercambios y movimientos de Efectivamente, la diferencia lingüística entre los
población que cruzaban las regiones naturales de Amuesha y los otros Arawak preandinos podría ser
este original medio geográfico. La parte de los pro- testimonio de fenómenos translingüísticos y trans-
to-arawak y de sus descendientes es particularmen- culturales entre los antepasados de estos Amuesha
te determinante a todo lo largo de las vertientes y sus vecinos serranos, Huanca, Chupacho, etc.,
centrales del piedemonte oriental pero no es la úni- de acuerdo a antiguas relaciones descubiertas lo-
ca, como lo ha demostrado la extensión de las re- calmente por la arqueología. En resumen, en lugar
des de interconexiones que van de las costas ecua- de un mayor arcaísmo se trataría de un mestizaje,
torianas y peruanas hasta el Ucayali central y el como fenómeno parecido al que caracteriza la cul-
Marañón. Los grupos pano que, venidos del sur, se tura y la lengua piro, otro subconjunto arawak
habían apoderado poco a poco, en los siglos IV al fronterizo, en este caso al este y profundamente
IX de todo el valle del Ucayali, antes que fueran de- marcado por la influencia pano.
salojados de su curso bajo por una migración tupi, De esta manera hemos intentado mostrar
restablecen por su cuenta antiguas redes que si- que los Arawak preandinos, que durante largo
guen el curso de los ríos. No obstante, en los Andes tiempo han bordeado la frontera ecológica subra-
centrales del norte, las relaciones transversales sie- yada por Troll, y sin duda franqueado por algunos
rra-selva permanecen en su mayor parte en manos lugares, se hallan implicados desde la prehistoria
de los antepasados de los Amuesha y “Campa” en en intercambios tan intensivos como numerosos;
el sentido más general del término, vecinos de los que lejos de ser unos marginados de la historia co-
Chupachos, Yacha y Yarush del valle de Huánuco, mo a veces se los ha considerado, fueron unos par-
AL ESTE DE LOS ANDES 33

ticipantes activos, particularmente vinculados con bordearon, durante siglos, ciudades, reinos, impe-
aquellos vecinos que, para sí mismo y el ocidente, rios o estados de la sierra y estaban familiarizados,
habrían de representar la civilización. Su aparente como veremos mejor más adelante, con su organi-
obstinación en ciertas formas de identidad cultural zación social jerarquizada y centralizada. Todavía
no es el fruto ni de un “vegetar primitivo” a causa más, fueron objeto de conquista, adversarios o
del aislamiento -como si el clausuramiento de un aliados. Pero pertenecen a aquellas sociedades,
espacio natural pudiera detener el tiempo y ence- cálidas en el plano vivencial, que son considera-
rrar las sociedades humanas- ni de una inferioridad das “frías”, ya que “se niegan a la historia y se es-
ontológica: precisémoslo, ya que resurgen tesis ra- fuerzan por esterilizar en su propio seno todo
cistas o de un determinismo biológico extremista, aquello que podría constituir el esbozo de un de-
que las sociedades arawak han desarrollado siste- venir histórico” (Lévi-Strauss, 1973: 376). Esta ne-
mas sociales muy variados y heterogéneos desde el gación de orden estructural se prolonga aquí con
punto de vista de la antigua clasificación basada una negación de orden político que la expresa y
en un recorte ecológico a menudo teñido de evo- combina con préstamos, aperturas e innovaciones
lucionismo. Tampoco se trata, como creemos ha- prácticas que formarán el telar de las relaciones de
berlo suficientemente evocado, de una falta de los del piedemonte con los Incas y luego con los
presiones externas y de modelos. Los preandinos españoles.

Notas

1 Salvo algunas fechas muy antiguas, aun inciertas, la data- plánicos y transalti-plánicos a las costas del norte de Chi-
ción de los objetos líticos de Paccaicasa (Ayacucho - Perú) le”, CHUNGARA n°5, Arica, 1975, p. 7-31.
asociados a restos de fauna del Pleistoceno, es bastante 6 Ver los trabajos de Crequi-Montfort & G. de y Rivet P.,
precisa: 20 000 años a.C. A propósito de este tema, cf. 1925: 212, 241-242; Lathrap D., 1970:72-74; Torero A.,
Mac Neish, 1977-1980; Laming-Emperaire, 1980; Whieler 1974; Ponce Sangines, C., 1978: 61 62; Bustos, V., “Una
-Pires Ferreira J., Kaulicke P., 1976... En el artículo de 1977 hipótesis de relaciones culturales entre el altiplano y la
y en la obra colectiva de 1980, Mac Neish, Viera, Nelken, vertiente oriental de los Andes”, Doc. mimeo., p. 13, pre-
Terner, las fechas son proporcionadas según dos tablas de sentado en la Segunda Reunión de las Jornadas Perú-Boli-
cálculo: tiempo solar y carbono 14. Por tanto presentare- via..., La Paz, 1978.
mos esta doble datación en nuestras citas. 7 Denevan W., 1966, traducción española, La Paz, 1980:
2 A propósito de la presencia de una misma idea y mismos 191-236. Ya A. Metraux había evocado un parentesco po-
objetos en las Tierras Altas y Bajas o de su permanencia sible entre la región que bordea el lago Titicaca y la zona
adaptativa, uno no puede sino asombrarse de las plaque- Mojo, debido probablemente a un poblamiento arawak,
tas óseas descubiertas en Telarmachay por el equipo de D. cf. infra.
Lavallec (5 000 a 4 500 a.C. ). En la actualidad, plaquetas 8 Jonathan Friedman, a partir del ciclo Katchin (Fases gum-
de una misma forma pero finamente talladas y grabadas sa/gumlao) de Bimmania meridional, descritos por Leach,
con motivos abstractos pintados con achiote (urucu, Bixa propone un análisis sistémico de la “dinámica tribal”
orellana) adornan muchos cargadores de bebé en el vasto (L’Homme: 1975: 63-98).
conjunto de los Arawak pre-andinos (cf. infra) Julien, Lava- 9 Puede encontrarse una reproducción en color en el her-
llee, Dietz, 1981. Bull l.F.E.A., t.x. nº 1-2:85-100, ver Pl. m moso libro Arte Precolombino, 1977. Colección dirigida
y IV y comparar con Renard-Casevitz, 1980-1981. Journal por J.A. Lavallee y Wemer Lang, Museo Nacional de An-
de la Ste’ des Americanistes, t. LXVII: 261-295. tropología y Arqueología Lima Primera parte: Arte Textil y
3 Cf. Específicamente Sauer C., 1952; Rogers D.J., 1963, Adornos, Banco de Crédito del Perú: 82-83.
1965; Lathrap D.W., 1970; Reed C. Ed., 1977; Ravines R., 10 Es así como Pachakamui poderoso “trickster” gracias al
1978; Lumbreras L.G., 1981. poder de un “cargado”, niño-piedra colocado a horcajadas
4 A lo largo de los cursos medios y superiores del Marañón, en su nuca, parece confirmar el vínculo Pachakamac (cos-
del Huallaga, del Urubamba y del Madre de Dios, rocas, ta) Ayacucho-selva. Aquí se trata de un héroe matsiguenga
paredes y cavernas presentan grabados y pinturas rupes- cuyos poderes son considerablemente aumentados por la
tres. Este arte parietal no ha sido aun estudiado y frecuen- presencia de su “hijo”, el niño-piedra (ver el ídolo “guao-
temente no puede ser datado (rocas descubiertas en el es- qui” de los Incas, o la piedra “jhanca” intérprete de la hua-
tío). Algunos autores como B. Fleurnoy (1955-56, Travaux ca y todo lo que concierne a la dualidad masculina). El
de l’I.F.E.A. n° 5) se pronuncian por una influencia amazó- “cargado” es un hablador cuyas palabras imprudentes
nica cierta. Previo a toda hipótesis fundada, sería necesa- transforman humanos en los animales que pueblan hoy día
rio trazar un mapa de aquellos sitios y detentar una tipolo- la selva. La hermana de Pachakamui, la todopoderosa Pa-
gía de acuerdo a los estilos. reni (Cerro de la Sal), terminará con sus hazañas al separar
5 Con la excepción de Mario Rivera quien ha manejado di- definitivamente su hermano del niño-piedra. Entonces él
versas hipótesis sobre los movimientos poblacionales entre encuentra una función del héroe homónimo de la costa:
el Altiplano, la Amazonia y la costa Pacífica en su artícu- Pareni le hizo clavar en un árbol, con chonta, río arriba del
lo: “Una hipótesis sobre movimientos poblacionales alti- Urubamba. Desde entonces esta es la causa de los temblo-
34 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

res de tierra yendo en sentido sur-norte, provocándolos ca- 15 Ver un análisis detallado en T. Saignes “¿Quiénes son los
da vez que trata de liberarse y reunirse con su “hijo” cla- Kallawaya? Nota acerca de un enigma etnohistórico” en
vado por su parte río abajo y origen de los terremotos en Revista Andina. n° 3, Cusco, 1984.
sentido norte-sur. Recordemos también el punto de vista 16 L. Bertonio, Vocabulario de la lengua aymara, Lima, 1612
convergente de María. Rostworoski (1977: 204):... “aun en (ed. facsímil, La Paz 1984) art. quiru (p. 298) y qheura (p.
la selva se extendió la influencia de Pachacamac... en la 294). Los valles quirua en sentido estricto son aquellos si-
doctrina de Santiago de Comas, en un juicio seguido con- tuados cerca de la ciudad de La Paz, al pie del macizo de
tra los hechiceros, se nombra la doctrina de Cochangara el Illimani (un “camino del inca” los pone en contacto con
en la floresta, donde adoraban a un pájaro que dixeron los yungas).
auerle embiado para el dicho efecto el dios Pachacamac 17 Ver el testimonio de los caciques de Paria (en 1556) en Re-
que es a quien adoran los yndios Andes’ . Esta autora aña- partimiento de Tierras por el Inca Huayna Cápac, Cocha-
de que la difusión del prestigio de Pachakamac fue sin du- bamba, 1977: 25.
da concomitante con la expansión Wari. Precisemos que 18 Sobre los Yungas de la vertiente del Pacífico, ver los tra-
el este de Comas es el territorio de los “campas”, es decir, bajos de M . Rostworowski de Diez Canseco, en particular
de los Arawak preandinos. Para los huauqui o “guaoqui” y Etnia y Sociedad, Lima 1977. Sobre los yungas orientales,
los huanca o “jhanca”, ver Duviols, 1978: 359-364. algunas alusiones en Saignes, 1985: Capítulo 3.
11 En los valles orientales (región de Italaque en el área Kalla- 19 Sobre la organización del espacio aymara, ver los trabajos
waya) el topónimo de Cariquina (nombre de una propie- inmovadores de T.Bouysse-Cassagne, 1978 y su tesis edi-
dad en el siglo 19) evoca, según la tradición oral, el paso tada en La Paz, 1987. En esa perspectiva, el análisis de la
del gran “Señor” Lupaqa Qhari, quien al mando de las tro- “dinámica tribal” (ver nota 8 es sugestiva).
pas de Collao, habríase dirigido a presentar batalla a los 20 Cf. Los testimonios recogidos por el Capitán Diego de An-
Chuncho del Alto Beni (dato de Rigoberto Paredes, “Mo- gulo sobre los combates entre Pacaj y Mojo (1588 en
nografía de la Provincia de Muñecas” Boletín de la Socie- Maúrtua, IX: 91) o citados por el padre M. Múrua (1613:
dad Geográfica de la Paz, t.I,n° 2, La Paz, 1898: 7). Otras Madrid, 1964, 2: 17). La tendencia actual es la de adoptar
referencias en la nota 20. “Cari” era el nombre dinástico el término pacasa para este grupo.
de los jefes lupaqa y se ignora si el episodio concierne a la 21 En la probanza de los “señores” yampara, los Aymoro, un
época pre-inca, inca o post-inca, pese a ello los enfrenta- testigo, Don Francisco Rimache, “natural” del Cusco, de-
mientos son indiscutibles. clara: “Don Francisco Aymoro estando husando el dicho
12 “‘Edad” o época descrita por la mayoría de cronistas como oficio a cargo de tal governador de esta provincia o caci-
Cieza (1533), “Anónimo de Yucay” hacia 1570, Garcilaso que de los yamparaes tenía unas fortalezas en Dilava o
(1609), Guamán Poma (1613), Santacruz Pachacuti (1613) otra en Conima o otra en Cuscotoro...” (La Plata, l.X. 1568,
entre otros. Menos conocida es la alusión de Polo de On- A.G. I., Charcas 44, f°. 151). Aun cuando este cargo exis-
degardo; “antes que Topa Ynga los conquistase no había tía ya bajo la dominación inca, hay que suponer que esas
señor general ni particular sino que cada uno era señor de fortalezas fueron construidas antes y el Inca se encargó de
su casa y heredad... de manera que era como behetrías”. reforzarlas (como lo hizo Huayna-Cápac, cf. infra. cap. IX).
Recordando luego los jefes de guerra, los Cinchecona, pre- En lo que se refiere a los señores Qhara qhara (miembros
cisa: “esto todo su poder era en orden de la guerra y no de la confederación Charka), la probanza de sus sucesores
más de suerte que acabando la guerra no había más reco- afirma: “Ayra Canchi cacique y señor absoluto que fue del
nocimiento a otro” (Del linaje de los incas, CLDRHP, t. IV, pueblo de Macha y de Chaqui... fue tan valeroso capitán
1567; 1916: 117-118). en aquellos tiempos que no había quien se le opusiese y
13 Murra, J.V., 1972, 1978; Elias Mujica B., “Nueva hipótesis sugeto hasta los Chuyes y corrió las tierras de Pilaya y Pas-
sobre el desarrollo temprano del altiplano del Titicaca y de paya donde puso algunas fortalezas cuyas memorias duran
sus áreas de interacción”, Arte y Arqueología, nº 5-6, La hasta hoy en día...” Y todo ello mucho antes de la integra-
Paz, 1978: 285-308). ción en el Tahuantinsuyo. (La Plata, 11.IX. 1637, A.G.I.,
14 Luis G. Lumbreras, “Los reinos post-Tiwanaku en el área Charcas 56).
altiplánica”. Revista del Museo Nacional, t. XL, Lima, 22 Ver los trabajos de Riester r., 1972 (versión española, La
1974: 55-86 y en especial p. 68; Jorge Arellano L., “La cul- Paz 1977: 29-33) y de Susnik, B., Asunción, 1975 y 1978.
tura mollo: ensayo de síntesis arqueológica”. Pumapunku,
n° 12, La Paz, 1978.
Capítulo II
E L PIEDEMONTE ORIENTAL DE LOS ANDES
Realidades geográficas y representaciones incaicas

d
Hemos retomado lo poco que se sabe toda- Vilcabamba. Más tarde se aplicó a las selvas ama-
vía de las relaciones continuas que atravesaron las zónicas que dominaban estas cordilleras, a sus ha-
cordilleras y las tierras bajas, tanto del lado amazó- bitantes y de ahí a toda la vertiente oriental y a sus
nico como del Pacífico. Una vez establecidas, no pueblos. Es en este sentido que las crónicas em-
se puede sino sorprender por la imagen negativa plean este término y que, fieles traductores, lo uti-
que dan los cronistas andinos de la vertiente selvá- lizaremos por nuestra parte, bajo su forma que-
tica oriental. Los diferentes autores de los siglos chua menos equívoca, anti, en concurrencia con
XVI y XVII, se trata de indígenas, mestizos o espa- sus dos sinónimos, montaña en el Perú y yungas en
ñoles, insisten en el carácter extraño y hostil del Bolivia.
piedemonte amazónico. El título del capítulo que Bajo la dominación hispánica, el término
le consagra Cieza de León en la Crónica del Perú “andes” se extendió progresivamente por toda la
(1550), una de las primeras que fue impresa (Sevi- cordillera oriental, luego al conjunto de las cordi-
lla, 1553), es muy revelador: lleras, y por último a los países del Pacífico, toman-
do en este momento su acepción moderna2 dife-
De las montañas de los Antis y de su gran espe-
rente de la que tenía bajo los Incas y a los comien-
sura, y de las grandes culebras que en ella se
crían, y de las malas costumbres de los indios zos de la colonización. Para mejor comprender los
que viven en lo interior de la montaña (cap. XCV, análisis regionales que emprenderemos, resumire-
en B.A.E. 26: 439). mos aquí los datos geográficos que conciernen a
esta montaña y les yuxtapondremos las representa-
En él encontramos dos vocablos geográficos
ciones que se suscitaron en el imaginario inca.
que conocieron, en el contexto americano, una
Si exceptuamos la región de las cuencas del
fortuna singular. El primero, montaña,1 es de ori-
Huallaga y de Tingo María, las vertientes y el pie-
gen hispánico pero recibió un sentido preciso y
demonte orientales de los Andes centrales son ge-
restringido que no varió: designa los piedemontes
neralmente abruptos y profundamente cortados
amazónicos de la cordillera andina oriental y, to-
por estrechos valles como los del Apurímac, del
davía, de modo más limitado, el piso inferior del
Mantaro, del Alto Urubamba, del Paucartambo y
bosque de 400/500 a 1 800 m de altitud. En cuan-
por las cabeceras del Alto Madre de Dios. Cubier-
to a la franja superior, “entre 1 800 y 3 000 m, ca-
tas de una densa vegetación de bosque lluvioso
racterizada por una red casi impenetrable de bam-
luego tropical, estas vertientes ilustran bien aque-
búes, helechos arborescentes, dominada por algu-
llo que llamábamos un medio cerrado (1981): a la
nos árboles grandes”, más fresca, más húmeda, se
vista, a la penetración o a la implantación de in-
denomina “ceja de montaña” o bosque lluvioso
fraestructuras importantes urbanas o de comunica-
(Dollfus, 1967: 18). La montaña se diferencia por
ción. Los únicos pasos naturales estuvieron consti-
lo tanto claramente de la sierra que concierne las
tuidos por la red fluvial densa si no fuera cortada
regiones elevadas de las cadenas y los altos valles
por torrentes y saltos a veces infranqueables, si los
centrales (internos a las cordilleras) del mundo an-
ríos no se abismaran en gargantas vertiginosas y
dino. El término anti en su forma quechua, anota-
desmesuradas, tales como en el río Vilcanota-Uru-
da como “andes” por los españoles, originalmente
bamba, las de Machu Picchu, y todavía más lejos,
solo designaba las regiones este, noreste y norte
aguas abajo, las del Pongo Maenike, garganta fan-
del Cuzco (cf. infra, cap. V) y concretamente las
tástica por sus paredes verticales cubiertas de epí-
cordilleras (y nudo) de Carabaya-Vilcanota y de
36 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

fitas y de orquídeas, goteantes de cascadas y por su nia, de suerte que se forman en su valle verdade-
puerta erigida con pilares de rocas cúbicas tan re- ros yungas internos: secos, de vegetación espinosa
gulares que alimentan los mitos matsiguenga, el y rala. En cuanto a las colinas (montaña propia-
folklor regional y una literatura esotérica. mente dicha) que se extienden al pie de la cadena
Es en esta montaña de relieves atormentados de Apolo entre los Madre de Dios y Beni, un explo-
donde se desenvolvieron, en buena parte, las rela- rador del siglo XVI distingue en ellas dos tipos de
ciones de los Incas con sus vecinos antis. Las for- bosque: “cerrado y espantoso de una parte, y
mas de interacción desarrolladas entre las socieda- abierto del otro”.4 Distinción importante ya que la
des de las tierras altas y bajas se basan en diversos conquista inca aprovechará estos sectores despeja-
conjuntos de factores y no concedemos ningún dos para franquear la montaña, sumiéndose en es-
privilegio de principio al de los ecosistemas. Sin tos espacios abiertos más familiares.
embargo, no por ello aceptamos el caso contrario Puesto que este calificativo de familiar nos
e ignoramos los límites o modificación que el me- invita a serlo, tratemos de destacar mejor las imá-
dio impone a diversas variables sociales. Las dife- genes de la selva que nos entrega la sociedad Inca
rencias que condensábamos en la oposición mon- a través de las crónicas. Los autores andinos ade-
taña, espacio cerrado/sierra, espacio abierto, como lantan un triple carácter: calor, humedad y lluvias
veremos, son pertinentes a varios niveles del análi- permanentes que contrastan con los períodos de
sis con bastantes matices regionales. Al norte, las sequía fría de las tierras altas. Luego insisten en el
cuencas alargadas del Huallaga y de Tingo María, aspecto denso e impenetrable de una vegetación
alternan con profundos valles; nos ofrecen densi- superabundante que, añadido el encajonamiento
dades de población mucho más altas que las de las del relieve, hace de la montaña un mundo oscuro
montañas vecinas. En el centro, hay una zona de y asfixiante, lleno de amenazas para los pueblos de
montaña recortada “en una serie de crestas agu- arriba.
das... que dominan profundos valles en V, tallados Si para ellos la flora es temible por su exu-
por una red hidrográfica muy densa con funciona- berancia, la fauna les parece tan monstruosa como
miento torrencial”; está “caracterizada por una la descrita en el Inventario de la Naturaleza, obra
morfogénesis muy activa... que muestra las nume- inspirada de Plinio el Anciano, y realmente fasci-
rosas irregularidades de las vertientes acarreadas nante. Guacamayos, loros, tangaras multicolores,
por el chorreo, los deslizamientos y los desprendi- cotorras, tucanes y otros pájaros tanto como los
mientos”3 (Usselmann, 1977). Medio cerrado o monos tienen gracia a sus ojos; pero los insectos,
“selva sucia” como se la ha caracterizado local- la araña (migala), las serpientes como el amaru
mente para subrayar la dificultad de penetración; (anaconda o gran boa) y los felinos, entre los cua-
estrechez de los valles o terrazas y suelos frágiles les el otorongo (jaguar, “tigre”) de numerosas fun-
ofreciendo menores disponibilidades de tierras ciones rituales y simbólicas, alimentan de terror sa-
hortícolas o agrícolas. grado mitos y visiones alucinantes (ver, por ejem-
Más al sur, hay que seguir las observaciones plo, las sesiones nocturnas de “brujería” en Arria-
apropiadas del geógrafo Karl Troll que recorrió los ga, B.A.E. 209: 206, 208, 226, 228...) y más prosai-
Andes orientales entre el Cusco y Cochabamba en camente, esperan a los condenados en las mazmo-
los años 1927-1929. Troll muestra cabalmente la rras. Incluso Cieza de León y Sarmiento, autores
importancia de los cañones transversales formados circunspectos, hablan sobre la intervención de una
por los numerosos afluentes superiores de los ríos “vieja encantadora” (Cieza, B.A.E. 26: 439), la úni-
Tuiche y Beni que entallan, muy aguas arriba, la ca capaz de apaciguar enormes boas que se opo-
cordillera oriental. Tanto los valles encajonados de nían al avance de las tropas andinas en la selva, o
aguas arriba, llamados yungas entre 2 500 y 1 500 la presencia de un gran hechicero local transfor-
m de altitud, como las colinas forestales presentan mándose a su antojo en formas de animales.
abajo una topografía escarpada cubierta de un Se subraya un medio tropical malsano, tórri-
bosque (nubenwald) que deja sectores “natural- do y húmedo que abriga a seres extraños y amena-
mente” despejados. Por su longitud y sinuosidad, zantes en el intermedio de la humanidad y la bes-
las profundas gargantas que atraviesan los flancos tialidad, lo sobrenatural y lo infernal (ver las rela-
de la cordillera oriental se hallan fuera de alcance ciones hombres/monas gigantescas en Cieza). La
de las masas lluviosas provenientes de la amazo- confrontación de estas visiones fantasmagóricas
AL ESTE DE LOS ANDES 37

con la riqueza y la profundidad de las relaciones al comienzo de esta época. Es lo que evocan a su
prehistóricas entre las tierras altas y bajas orienta- manera, entre la leyenda y la memoria confusa de
les plantea diversos problemas de orden cultural o los hechos históricos, los relatos acerca de los
histórico como el siguiente: ¿esta imagen de un tiempos preincas, sean aymara, chanca o inca.
medio poderoso y espantado particularmente opa- Mas no hay que olvidar que si los acontecimientos
co y cerrado se formó en el pensamiento andino en antiguos se inscriben en ellos, es menos para servir
una época que puede fijarse? la memoria colectiva que como elementos de un
Cambios climáticos alrededor del año mil y discurso de estructura mítica donde se elabora una
ecocidos provocaron crisis, migraciones o disloca- imagen justificadora, positiva y valorizante de la
ciones sociales y una competencia reactivada para sociedad inca frente a ella misma, luego a los es-
el acceso a los recursos. Mac Neish sugiere, para pañoles. Por otra parte, tales crisis y movimientos
explicar la diversidad de las capas descubiertas en migratorios favorecían el escalonamiento y un me-
Huari, que la ciudad destruyó todos los bosques de jor conocimiento de medios tan diferentes como la
su medioambiente para cultivar nuevas tierras. Su sierra y la selva. Por eso, al mismo tiempo que
rendimiento decreciente acarrearía una extensión atestiguan movimientos engendrados por crisis cli-
de las colonias y su rebelión final contra un Impe- máticas, demográficas y culturales, la ruptura y la
rio demográfica y políticamente debilitado. Des- lejanía considerable puestas, en las representacio-
mantelamiento de un Imperio que imputaríamos nes incas, entre la sierra y la selva, variaciones sin
no solamente a las causas internas subrayadas por equivalentes en la vertiente occidental y costera,
Mac Neish, sino también al efecto concomitante son de orden simbólico, social y político. Se sitúan
de la presión de los Arawak en busca de tierras. De tal vez en uno de esos momentos en que una so-
un lado, el alargamiento de un Imperio “que comió ciedad estatal naciente se erige como dominante y
su selva”, debilitaba los lazos entre el centro y la reconstruye sus relaciones con las otras en su vi-
periferia, las colonias alejadas siendo las primeras sión teocrática y hegemónica.
a desembricarse dentro de una nueva fase de esci- Para situar esta ruptura en las representacio-
siones (ver cap. I, 3-Urbanización); del otro, esas nes, seguiremos primero a Montesinos, autor ima-
tentativas de descentralización fueron reforzadas o ginativo que mezcla tradiciones diversas que no
aceleradas, quizá iniciadas, según los lugares, por podemos situar pero que no por ello son menos in-
la llegada de Arawak que rechazaron o conquista- teresantes. En su fabulosa genealogía real que ins-
ron colonias periféricas o se sometieron a ellas sin taura cuatro dinastías y cuenta con no menos de
sujetarse al centro. Los movimientos de población cien reyes por donde se desborda la fantasía de es-
arawak bajo presión pano generaban en su desa- te autor, retendremos que las nupcias de un Man-
rrollo trastornos socio-económicos y demográfi- co Cápac, segundo rey de la primera dinastía Pi-
cos, incursiones y guerras. El repliegue, la destruc- rua, son perturbadas por una invasión proveniente
ción o la rebelión de los establecimientos periféri- del sureste (Memorias... cap. III). Bajo el 8º rey, Ti-
cos chocados de frente se precipitaron y probable- ni Cápac Yupanqui, una sequía acompañada de
mente un proceso de “ensalvajamiento” empezó epidemias arrasa durante varios años las provincias
en las fronteras del Imperio, tal como el que se de- cusqueñas; el rey se refugia el tiempo necesario en
sarrollara a la Conquista hispánica en el oriente la montaña, guardiana de la cultura, la fecundidad
boliviano (ver infra). Así Huari se habría encontra- y la salud, mientras que arriba se disgregan y se co-
do tanto minado del interior como desquiciado del rrompen la ciudad y su región. A su regreso las en-
exterior. contrará entregadas a la “barbarie” y su reinado no
Inmediatamente después de Huari, el “hori- bastará para devolver la civilización (op. cit.: 42).
zonte intermedio tardío” (siglos X-XV) se manifes- Bajo el 54° rey, Huillacanota Amauta (2a. Dinastía,
tó, habíamos dicho, por incesantes guerras entre Amauta: 61).
cacicazgos regionales y sin duda con el piedemon-
“vinieron por los Andes mucho número de gen-
te amazónico en el cual se habían acabado las in- tes y se rindieron con partido de que se les diese
vasiones pano mientras que, al norte, comenzaban tierras para sembrar” porque “los habían echado
las invasiones tupi. Llegadas de migrantes pacíficos de sus tierras. Dieron noticia que habiendo pasa-
o guerreros, venidos de la sierra en la montaña o a do los llanos donde habitaban, tierra muy regala-
la inversa de la montaña en la sierra, se sucedieron da y rica, habían pasado para venir allí por muy
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grandes pantanos y arboleadas espesas, llenas de marca distintiva de sociedades rivales o diferentes.
fieros animales…” (inmigración que había veni- Sin recurrir a sucesiones tan dilatadas, otros cronis-
do del sureste, de la provincia de Chiquitos o de
tas nos reportan en efecto, historias parecidas don-
los Mojos).
de los desórdenes pasan de un eje temporal, inter-
Mas he aquí que el feudo cusqueño se ex- no a la sociedad y que ilustran las generaciones de
tiende y se convierte en reino que no es amenaza- los primeros Incas y primeras coyas, a un eje espa-
do ya del interior mientras que su esplendor, sus cial que ilustran las sociedades vecinas, reinos, ca-
proyectos y su debilidad relativa lo someten a las cicazgos o gentes sin gobierno. Así es como al co-
codicias externas, o inspiran a reinos más antiguos. mienzo del reino inca, una coya (reina) debe pro-
En este juego de espejo donde la sociedad se re- hibir la sodomía que ha tomado tales proporciones
presenta a sí misma, la imagen de los Anti y de la que amenaza la reproducción de la sociedad cus-
montaña hasta el momento más bien positiva se va queña. Otra coya, perdiéndose en la locura, des-
a invertir: de refugio contra la sequía, la enferme- cubre su inclinación por carne humana y se com-
dad y la barbarie, o de lejana cuna de agricultores place en banquetes caníbales cada vez más fre-
pacíficos, se convierte en la fuente de numerosos cuentes antes de ser destituida de su rango por su
desórdenes. Prosiguiendo la lectura de Montesi- esposo: fue, en Guaman Poma, la quinta coya,
nos, es con el 62º rey, Titu Yupanqui Pachacuti, de- Chimbo Mama Caua (cf. f° 101) de la que en otras
rrotado y muerto por los Anti que destruyen su rei- versiones, se precisa su locura puesto que, Kronos
no en una victoria inútil puesto que son aniquila- hembra, son sus hijos, herederos del trono, que de-
dos por una epidemia (pp. 63-65), luego con Aran- vora. Es, con Murúa, el cuarto Inca, Mayta Cápac,
tial, el 78º rey, incapaz de resistir a feroces ejérci- quien, tras de una estadía en los “Andes” huyendo
tos que irrumpen desde los Antis (montaña), de Pa- de las guerras civiles, debe devolver el orden al
namá y de Brasil, que vemos a las gentes de la sel- Cusco y particularmente prohibir la homosexuali-
va recibir el carácter de salvajes irreductibles que dad (“pecado nefando”, “sodomía”... T.I, cap. 7) y
en adelante será el suyo. ahí otra vez, los bosques cálidos de la montaña
son, para los cinco primeros matrimonios reales, el
“en tiempo de este rey, entraron grandes bandas
refugio contra las convulsiones internas de la so-
de gentes de Panamá y por los Andes y llegaron
al Cuzco y otros pueblos de aquellas provin- ciedad Inca en gestación, y todavía “salvaje”, es
cias... Vivían como bestias, muy dados a la sodo- decir sodomita y caníbal; de nuevo ahí, una vez
mía, sin policía ni gobierno, comían carne huma- emprendido el ascenso inca hacia el Imperio,
na” (op. cit.: 69). acontecimiento imputado en estos dos autores al
sexto Inca, Inga Roca, la imagen de los Anti se in-
Representan la perversión extrema, porque
vierte y acumula poco a poco las variaciones má-
son la amenaza imparable al orden y la reproduc-
ximas y las características negativas, trabajo facili-
ción social nuevamente instauradas, aquí Amauta;
tado por oposiciones naturales y culturales entre
intolerable desafió al poder que se desarrolla (cf.
los Incas serranos y los Anti del piedemonte.
también el enfrentamiento españoles/anti) y que
Pasando del eje temporal (Montesinos) a un
erige sus fortalezas y ciudadelas contra ellos, ima-
eje espacio/temporal (otros cronistas), el presente
gen tentadora de un paraíso abandonado, los Anti
se convierte en el centro: ambos expresan la socie-
se convierten en el desorden contraproductivo y
dad Inca, mientras que el pasado (o el futuro) y la
contracultural: sodomitas y caníbales.
exterioridad son equivalentes, convirtiéndose los
Hemos subrayado en diferentes ocasiones
no-Incas en signos o seres de épocas pasadas.
que no debíamos confiar en esta cronología que
Cuanto más antiguas son estas épocas, más lejanos
no es sino réplica de aquella de la era cristiana vis-
y diferentes son aquellos que los simbolizan. Los
ta en el siglo XVI. Lo que nos interesa del relato de
Anti no forman únicamente las sociedades más
Montesinos es otro aspecto que volvemos a encon-
alejadas del Estado Inca, sino que también son los
trar en varias crónicas; los desórdenes son imputa-
descendientes de la primera humanidad que, todo-
dos, en un primer momento, a disensiones internas
poderosa pero nocturna, tuvo que huir del mundo
en el Cusco y en su región viniendo la salvación
abierto de la sierra cuando emergió el sol. Gran
del exterior, precisamente de la montaña, luego
parte de estos seres primordiales, descritos en dife-
son expulsados de la ciudad y se convierten en la
rentes ocasiones con rasgos de gigantes, pereció
AL ESTE DE LOS ANDES 39

bajo el fuego del astro, aunque algunos pudieron sión, tenía la figura de un dragón alado. De regre-
encontrar refugio bajo las oscuras frondosidades so a la corte imperial, desposó una princesa de ra-
del bosque donde sus descendientes, en cierto mo- ra belleza, mama Curi Yllpay Coia, pero “con todo
do los grandes antepasados, perpetúan sus pode- eso nunca hizo vida con ella ni se le conoció otra
res. La visión inca de los Anti no se limitó, pues, a mujer”. En cambio “se salía del Cusco y se embar-
su distanciamiento y a su negación. Estado hege- caba por las montañas de los Andes” (pp. 20-41,
mónico, colocado en una relación dialéctica con 42-45). Este relato insinúa en estas dos anotaciones
las sociedades vecinas, soporte real o potencial de precisas, abstinencia sexual y ermita en el bosque,
su dominación, el mundo inca se abre igualmente que se trata de un rey-sacerdote, de un rey-shamán
al otro que integra a su universo mediante una iniciado por un amaru, blasón inca y símbolo del
ideología en parte totalizante, aun cuando la geo- oriente; ahora bien, esta quimera tiene capacida-
política le infligía desmentidos. Así el Antisuyu, re- des y funciones muy diferentes frente a los solda-
gión noreste del Cusco y del Imperio, en realidad dos incas que devora en historias de serpientes ca-
es la montaña, lugar nocturno, pero de donde níbales en las variantes difundidas desde el Cunti-
emerge cada mañana el sol: una nueva “revolu- suyu (la región suroeste del Cusco y del Imperio)
ción del mundo” -Pachacuti- podría retenerlo co- hasta el Chaco (entre los Ayore, por ejemplo, cf. C.
mo prisionero. La montaña es todavía el origen de Bernand, 1977: 227-228).
las lluvias y por esto controla la abundancia vege- En cuanto a Chuntauachu, el relato que le
tal y agrícola de la sierra en búsqueda constante de concierne vale la pena contarlo puesto que forma
un equilibrio entre lo seco y lo podrido.5 parte de estas historias de serpientes voraces de las
En cuanto a los Anti, debido a la extensión que encontraremos eco, en plano diferente, en un
de sus territorios, la variedad de sus sociedades, su relato amuesha:
amistad altiva o su enemistad, preservan en gran
“Enviado a descubrir las tierras amazónicas, del
parte su autonomía y su misterio; de alguna mane- otro lado de la cordillera oriental por Huayna Cá-
ra desempeñan demasiado bien su papel confun- pac, el capitán Chuntauachu y sus soldados fue-
diéndose en su propia imagen, están a la vez ale- ron hechos prisioneros por la serpiente llamada
jados por su insubordinación y cercanos por el trá- Amaru que, a imagen ciclópea, los retenía en
fico de bienes y de poderes que les unen a los In- una cueva y los devoraba poco a poco. Último
cas. Lo que les es negado en tanto que “salvajes” a sobreviviente, Chuntauachu logró escapar de la
cueva y, poco antes de ser alcanzado por su per-
nivel de las técnicas, del orden social y de la civi-
seguidor, se convierte en palmera chonta alrede-
lidad, les es restituido a nivel de los poderes mági- dor de la cual, ‘a su presa atada’, se enrolló la
cos y “shamánicos”. Hemos dicho que los podero- serpiente. La palmera creció, así como sus defen-
sos hombres de la primera edad se retiraron a la sas naturales, de suerte que hizo reventar la ser-
montaña; llevaron consigo los poderes de la no- piente sobre sus duras espinas. Destripado el
che. Es en el sentido de esta montaña, lugar de ini- amuru dejó escapar los huesos y los esqueletos
del difunto ejército y este osario atestigua esta
ciación, y de estos Anti, fuente de poderes shamá-
historia”.6
nicos, que hay que interpretar las largas reclusio-
nes en los bosques “antis” de los infantes y prínci- Y una concepción nocturna y uterina del
pes: Tini Cápac Yupanqui ya citado (Montesinos), bosque, trampa que se cierra sobre los soldados y
Inca Roca y su hijo, Otorongo Achachi (Waman matriz caníbal que ingiere a los serranos a menos
Poma), e incluso el Inca Mayta Cápac Amaru, Ur- que vengan para ser paridos shamanes. En efecto,
co o Amaru Topa Inca, hermano mayor del Inca otros relatos nos hablan de iniciaciones shamáni-
Tupa Inca Yupanque (Santacruz Pachacuti) cuyo cas de sacerdotes incas entre los Anti, de poderes
nieto perecerá de mano española. de magos, de brujos, de herbolistas de las gentes
Hay que insistir en los pasajes que Anello de las tierras bajas, hombres y mujeres,7 de suerte
Oliva consagra a Mayta Cápac Amaru (pp. 42-43) que la montaña, confundidas tierra y gentes, sólo
y a Chuntauachu de nombre evocador (pp. 56-57). es acogedora y propicia a las estadías iniciáticas.
Fue durante una estadía en la montaña que Mayta Además, recordemos que las dos plantas sagradas,
Cápac adquirió sus poderes de gran cazador y de la coca y el tabaco, son para los Incas y otros pue-
gran guerrero, esto ocurrió en el transcurso de su blos de la sierra, plantas de las cálidas tierras ama-
enfrentamiento con un amaru que, en esta oca- zónicas. Aunque la fina coca de “chacchar” (de
40 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa 2
Cuzco y las provincias vecinas
a: El Cuzco durante el incario (según M. Chaves-Ballon)
b: Provincias actuales de los departamentos del Cuzco y Apurímac (Según la Fig. 10 del libro de J. Brissean-Loaiza)
AL ESTE DE LOS ANDES 41

mascar) crezca en la ceja de montaña, alrededor o sis que roe las carnes y desfigura como la lepra.
por encima de los 1 500 m de altitud. (cf. Renard- Finalmente otro elemento que hay que evo-
Casevitz, 1981), no por ello deja de pertenecer al car en la gama de las dificultades de adaptación
tupido bosque, y para los Incas al piedemonte económica y psicológica: la llama. Animal muy li-
oriental; la planta ritual más importante para los In- gado a la civilización andina, fue sin duda un fac-
cas es anti, en ello concuerdan tanto sus mitos co- tor de limitación en la ocupación humana de la
mo los de los selváticos.8 Finalmente agregaremos vertiente por las poblaciones de altura. Las había
que los dichos “salvajes”, a nivel de técnicas, pro- en Chavín y los conquistadores encontraron algu-
porcionaban una parte esencial del armamento im- nas de ellas, regalos del Inca, en los bosques del
perial, la que está labrada en las duras maderas de Marañón. Pero incapaces de pasar por los sectores
los bosques, de las que los Anti son “dueños” tan- escarpados, cada vez más frágiles a medida que la
to en la realidad como en las representaciones, en altura decrece, la llama no se adapta a las tierras
el triple sentido de propietarios, artesanos y maes- bajas y pierde sus cualidades de animal de carga,
tros de armas. solo soportando breves estadías en el bosque.10
Habrá que oponer a esta imagen serrana de Más tarde, los españoles, hombres de a caballo
las tierras bajas y de sus pueblos, la visión de los obligados a abandonarlo e internarse a pie, reac-
serranos elaborada por los piemonteses confundi- cionaron a su vez de un modo similar frente a la
dos bajo los términos de Anti y Chuncho; mostra- inextricable vegetación que recubre las rudas es-
remos algunos de sus rasgos a través de los mitos carpas del piedemonte central.
en uno de los cuales se enfrentan los poderes polí- He aquí, a grandes rasgos, cuáles eran las
tico-militares incas con los poderes sobrenaturales condiciones geográficas reales de los medios andi-
anti, perdiendo los primeros su soberbia al mismo nos orientales y las representaciones que suscitó
tiempo que la coca en un notable diálogo mitoló- entre los serranos una perspectiva a vista de pája-
gico. Por el momento retengamos que esta ambi- ro. La breve visión que hemos establecido de
valencia atribuida a las poblaciones vegetales, ani- acuerdo a las fuentes andinas se aproxima a la his-
males, humanas y sobrenaturales de la montaña toriografía oficial de los Incas, por consiguiente
muestra la fascinación y la repulsión que el bosque despojada de sus raíces regionales con todas sus
amazónico y sus pueblos no han dejado de ejercer variaciones. Habría que poder precisar el origen
sobre las sociedades de las tierras altas. de estas representaciones ya que no es lo mismo
A este respecto hay que evocar otros impe- que la imagen de los Anti reportada por los cronis-
dimentos, de orden biológico, que han pesado tas fuera elaborada en el Collao o entre los Huan-
igualmente en la elaboración de una imagen nega- ca, ni que fueran borradas las posibles inversiones
tiva del piedemonte amazónico. Conciernen a la provinciales de las que los Chupacho, por ejem-
adaptación fisiológica de las poblaciones de altura plo, tan cercanos a los Anti, eran posiblemente
a ecosistemas poco elevados y patógenos. Investi- portadores. También habría que establecer en base
gaciones recientes prueban que existe un “umbral a qué coyuntura climática, geográfica, histórica y
de adaptación” fisiológico alrededor de los 3 500 sociopolítica se forjaron estas visiones para mejor
m de altitud y que los autóctonos originarios de zo- establecer la división entre los datos reales e ima-
nas superiores están poco inmunizados contra las ginarios que ellas utilizan.
endemias que afectan las regiones bajas. Además, En la espera de futuros estudios que precisa-
pueden experimentar, después de una estadía pro- ran algunos de estos puntos, retengamos el enun-
longada mayor a tres meses, accidentes respirato- ciado de una ruptura imaginaria de la que veremos
rios al regresar a la altura (embolia). Desde este que en realidad no es exactamente adecuada a la
punto de vista, un nativo de las tierras bajas se frontera ecológica que separa la sierra del bosque
adapta mejor a las estadías en altura.9 Las enferme- y la emergencia de un mundo anti, fecunda antíte-
dades locales, propias de los medios calientes y sis del estado inca inserta simbólicamente en el co-
húmedos, no dejaban de reforzar el temor de los razón del Imperio. En lo que a nosotros concierne,
migrantes venidos de arriba: las fiebres, tal el chug- interrogaremos esta afirmación de una discontinui-
chu, “temblores” en quechua, por el cual se desig- dad creciente entre el universo de arriba y el de
naba quizá la malaria y sobre todo el temido “mal abajo para saber si se trata de una simple preten-
de los Andes” (= Anti), es decir la uta o leishmania- sión del Inca o la expresión de un trastorno real de
42 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

las relaciones entre las sociedades andinas y ama- o religiosos, está planteada una cuestión de orden
zónicas. Las imágenes de espejo que los unos y los cultural, se confrontan tipos de sociedades que se
otros se proyectan mutuamente, van a probar que, niegan entre sí: mutua negación que, sin embargo,
más allá de los intercambios económicos, militares se abre hacia el otro insertándolo en su seno.

Notas

1 Al sur del Cusco (Bolivia actual), el término de montaña 7 Para este texto como para las estadías en la montaña de
muchas veces reemplazado en los textos por el de “mon- príncipes incas, ver Anello Oliva, Montesinos, op. cit.: 89-
te” es menos usual. El mundo aymara prefiere el de yun- 94; Sarmiento, op. cit.: 112; Santa Crui Pachacuti en B.A.E.
gas, valles encerrados y cálidos, cf. Infra. 209: 289-291, 299,305, etc. y supra, texto y nota 5.
2 Debería realizarse una encuesta sobre el destino y la for- 8 Cf. Waman Poma, f° 103, f° 154: “El Capitán Otorongo
tuna singular de la palabra andes que se refiere al conjun- Achachi” –el Capitán “Abuelo jaguar”- (Otorongo, jaguar
to de las cordilleras al mismo tiempo que excluye las re- o tigre, achachi, abuelo). Durante su permanencia en la
giones de montaña, a pesar de que inicialmente las englo- montaña, este capitán y su padre Inga Roca, casados con
baba. Cuando andes será utilizado en referencia a textos “chunchas” y teniendo descendencia ahí, descubren la co-
de los siglos XVI y XVII y designará los flancos externos de ca que llevan al Cusco para darla a conocer a los Incas,
la cordillera oriental cubiertos de bosque así como a sus dejando sus hijos en la selva. Cf. infra, cap. IV, el mito
habitantes, se lo distinguirá, lo repetimos, por el uso de la Amuesha en el cual Pala, madre de la coca, la lleva de
palabra quichua anti traducida por montaña para evitar to- nuevo en la montaña cuando rompe su matrimonio con el
da confusión entre su significación primera y su sentido Inca. Desde el punto de vista histórico, ver el cap. I- Qui-
actual. rua, Mollo y Kallawaya.
3 P. Usselmann, ms, comunicación personal. Para una des- 9 Ver el conjunto de conferencias (específicamente las sec-
cripción geográfica del río Vilcanota-Urubamba, cf, I. ciones II, m y IV presentadas en el coloquio Antropología
Bowman, 1938: Los Andes del Sur del Perú (expedición de las poblaciones andinas (Toulouse, 1976) publicado en
Yale 1911). Ver mapa 7, p. 76. París en 1977 (ediciones del I.N.S.E.R.M).
4 “arboleada... cerrada y espantable... y clara”, 1569. Maúr- 10 Es así como rebaños de llamas continúan descendiendo
tua. VI: 60. desde Pelechuco (pasando por cumbres de 4 500 m de al-
5 Ver la retirada solicitaria de Tini Cápac Yupanqui en la titud), al valle de Apolo (de 8 a 10 días de marcha en la
montaña mientras que una sequía asolaba la región de montaña) o pasan desde las punas de Omasuyos a las mi-
Cusco, relato que hace eco a otros sobre el mismo tema: nas de Tipuani a 700 m de altitud (algunas horas en el des-
lluvias inmóviles sobre las chacras de un Inca durante una censo). Pero el regreso es inmediato. Al contrario, en una
sequía general o al revés: protección contra lluvias excesi- encuesta de 1 550, los grupos del altiplano afirman no po-
vas... Para el análisis de diversos caracteres del Antisuyu der descender con sus animales a las minas de la ceja de
en la representación inca, ver entre otros, Actas del XLII montaña del Alto Beni y deber transportar los alimentos a
C.l.A., vol. IV: Zuidema, pp. 347-357 y precisamente pp. “lomo de indio” (Potosí, 8.I. 1550, “Interrogatorio...”
351-355; Earls y Silverblatt, p. 308 ss. A.G.I. Justicia 667).
6 Otra versión de esta historia podrá encontrarse en Cieza
de León, El Señorío de los Incas. ed. 1967: 174.
Capítulo III
LOS INCAS Y LA CREACIÓN DE LA FRONTERA ORIENTAL

d
La expansión imperial entabla una nueva fa- cho demostrado o demostrable. Hay pues que ma-
se de las relaciones entre las sociedades de las tie- tizar, a veces corregir, estos datos unilaterales que
rras altas y bajas. Acabamos de evocar el reajuste debemos utilizar, confrontando no solamente los
de las representaciones que aleja el universo anti- autores entre sí, como los historiadores de las tie-
/chuncho en el mismo momento en que el Tahuan- rras altas, sino también las fuentes periféricas origi-
tinsuyu amplía su horizonte en una visión ideoló- nales que provienen ya sea de los antiguos testimo-
gico-política englobante. Nos preguntábamos si la nios escritos (manuscritos de los archivos españo-
transformación de una montaña fecunda y protec- les y de los fondos peruanos y bolivianos), ya sea
tora de una cultura Inca presa de convulsiones in- de tradiciones orales regionales de las que hay que
ternas en bosque, lugar de salvajismo anárquico, lamentar las muy escasas recolecciones y utiliza-
expresaría el cambio de la metrópoli regional en la ciones.
capital estatal. Sin embargo, aquello no bastaría A fin de ser más accesibles a los no especia-
para explicar la originalidad del Antisuyu con rela- listas, haremos preceder los análisis regionales de
ción a las otras tres regiones imperiales. Mientras una breve reseña sobre las diferentes versiones de
que al norte y al sur (Chinchaysuyu y Collasuyu), la historia dinástica en la cual se inscriben las ten-
el Imperio digería inmensas regiones, era detenido tativas incas por establecerse al este de los Andes.
al oeste y al este por dos fronteras: la una oceáni- Por cuanto la historiografía hispano-inca transcribe
ca, aunque a sus orillas obtendría sus más bellas el avance imperial en términos de conquista y de
victorias conquistando reinos más sofisticados que tributos, interrogaremos el sentido que hay que dar
él; la otra geopolítica donde elementos naturales y a estos conceptos en las fronteras orientales en un
gentes resistían mejor que en otros lados a la polí- contexto amazónico. Entonces, tomando en senti-
tica expansionista imperial. Y la aparición de la do contrario, en un primer momento, la progresión
asociación salvajes-Anti-Chuncho podría traducir de las conquistas incas para seguirla en un segun-
la inadaptación a este medio y los sinsabores de las do, abordaremos el estudio regional desde el norte
aventuras militares incurridas en las fronteras de las provincias centrales y bajando poco a poco
orientales. Los comentarios incas acerca de sus fra- hacia el sur, trataremos las comarcas que se extien-
casos suministran elementos de respuesta, desde den desde los Panatagua del Huallaga (Perú cen-
luego insuficientes para un análisis paralelo de la tral) hasta los Chiriguano de los Charcas sudorien-
ideología y de la historia mas no para el descifra- tales (Bolivia meridional). El trazado de este reco-
miento de esta última, despejado por los estudios rrido obedece a razones de redacción, abandona-
regionales de las geopolíticas. remos el estudio hasta aquí conducido conjunta-
No obstante, hay que recordar que las fuen- mente para encadenar los análisis de las regiones
tes escritas, desde entonces abundantes, suminis- con la que cada uno se ha familiarizado. Aunque
tran más datos sobre un marco “ritual de conquis- comience por hechos posteriores, una gestión se-
ta” acerca de la historia del avance inca, que estos mejante adquiere el mérito involuntario de evitar
datos están igualmente manipulados por la escritu- la trampa de ciclos de conquista repetitivos, al des-
ra y el orden hispánico cristiano y que por último, centrar la visión cusqueña y sus epopeyas.
para los que escudriñan la historia de las fronteras En el curso de estas últimas décadas, la his-
orientales del Tahuantinsuyo, deben separar si es toria y la organización social inca ha sido objeto
posible aquello que es discurso -inca y luego his- de una profunda revisión gracias a análisis más re-
pánico- sobre la montaña de aquello que es un he- finados y diversificados. En el resumen que sigue
44 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

no podemos citarlas todas, tanto más cuando que- (subdivisiones urbanas del Cusco), 12 meses repar-
remos exponer algunas observaciones que son tidos en mitades de seis unidades como los ceque.
otras tantas preguntas a los especialistas: la mayo- La lista de sucesión con más frecuencia encontra-
ría de estas observaciones provienen de una lectu- da se establece del modo siguiente:
ra “antropológica” de las crónicas y de los textos
antiguos, que fue influenciada, además, por la ex- 1. Manco Cápac
posición de C. Lévi-Strauss acerca de sus investiga- 2. Sinchi Roca
ciones sobre los sistemas de “casas”, en tanto ha- 3. Lloque
bía motivo para la comparación, particularmente 4. Mayta Cápac
en los primeros tiempos del Cusco. El estableci- 5. Cápac Yupanqui
miento de la “casa” inca luego del Imperio, la cro- 6. Inga Roca
nología de la historia imperial y los sistemas de or- 7. Yaguar Guaca
ganización pre-estatal y luego estatal, determinan 8. Viracocha
efectivamente las formas de control que los Incas 9.I. Y. Pachacuti
querían implantar en el piedemonte oriental y que 10. Topa I. Yupanqui
pesan sobre los tipos de relaciones que unen Antis 11. Huayna Cápac
y Chunchos con las provincias o el centro imperia- 12. Huáscar, el cusqueño o Atahualpa el quiteño.
les.
Del heroico rey fundador Manco Cápac (pri- Topa Inga Yupanqui habría muerto hacia
mero) al último Inca cusqueño Huáscar, la mayo- 1493 y Huayna Cápac hacia 1525, durante una
ría de las crónicas otorgan una sucesión de doce epidemia en Tumipampa.2
Cápac Apo Yngacona, “poderosos señores Incas” o Esta lista la damos para ayudar a situar los
“reyes” (Waman Poma, f 82, 118), pero esta corres- nombres citados seguidamente, pero recordemos
ponde más a una interpretación de la organización una vez más que el orden dinástico puede diferir
social y a su adaptación a las representaciones es- según los cronistas y que encadena dos series pa-
pañolas que al linaje donde el hijo habría sucedi- ralelas de sucesores para constituir un solo linaje
do al padre durante doce generaciones. Entre ellas, real de modelo europeo.
sólo las últimas cinco generaciones estarían a la Se estima que a principios del siglo XV, “el
vez aseguradas y memorizadas, cualquiera que grupo étnico de los Incas... tenía un tamaño com-
fuese su distancia de los ancestros fundadores mí- parable” al de los “Wanka del valle del Mantaro”,
ticos, Manco Cápac, sus tres hermanos y sus cua- es decir, según J. Murra entre 20 000 y 30 000 ca-
tro hermanas; en efecto, el modelo cusqueño de- sas (Annales, 1978: 928). Es hacia la mitad del si-
bió ser una diarquía y no una monarquía, manifes- glo XV que el Cusco efectúa el gran salto hacia
tándose los reyes en pares, cada uno a la cabeza adelante que asentará el Imperio y englobará pro-
de una mitad de la ciudad.1 Volvemos a encontrar gresivamente una población de varios millones de
aquí, donde menos se la esperaba, esta especifici- habitantes (Murra, ibid). Según diversos textos so-
dad de la mayoría de los sistemas de parentesco bre el origen y el desarrollo inicial de los Incas, ve-
sudamericanos que es un tiempo genealógico cor- mos a un señorío inca, cuyo pasado social tiene
to que ignora la apertura y acumulación ilimitada, parte de sus raíces en las culturas Tiahuanaco y
lo que confirma de algún modo la jerarquía de las Huari, formarse y fortalecerse mediante alianzas
momias imperiales que retroceden en rango en ca- estratégicas. Como en los sistemas estudiados en
da defunción. Siendo la última (Huayna Cápac, en Polinesia y África, los reyes incas son forasteros
la Conquista) la más prestigiosa y la que poseía el que conquistan el valle del Cusco y dentro del mi-
primer rango. En cuanto a esta retrogradación, rea- to de origen, la primera división social se estable-
firma la equivalencia del centro y del presente, de ce entre los forasteros, conquistadores y detentado-
la periferia y del pasado-futuro. res del poder político y los naturales del valle con-
Como quiera que sea, entre los quipucama- quistado. Al menos en los primeros tiempos del
yu (historiadores y contadores imperiales) y algu- Cusco, los Incas consolidan su poder y se legiti-
nos cronistas, parece que lo importante es enume- man como clase dominante por medio de esas
rar 12 Incas para que coincidan los espacios cultu- alianzas donde los matrimonios con los señoríos
rales, urbanos y temporales: 12 Incas, 12 ceque vecinos resumen toda una serie de derechos y de-
AL ESTE DE LOS ANDES 45

beres político-militares. Pero para asegurarse de la de León, Santacruz Pachacuti Yamqui y Anello
realidad de esas alianzas, es necesario primero in- Oliva (fuente de segunda mano) aportan datos se-
terrogarse sobre ciertas fórmulas rituales y sistemá- mejantes, salvo que las esposas están desplazadas
ticas, tomadas a menudo al pie de la letra, mien- respecto a su correspondiente cónyuge: Sinchi Ro-
tras que algunos textos o una lectura diferente des- ca esposa a Mama Coca, hija de Sutiguaman, se-
mienten su alcance. ñor de Saño;4 Lloque Yupanqui esposa a Mama
En efecto, tales alianzas políticas, efectua- Cava, hija del señor de Oma, Mayta Cápac, a Ma-
das mediante un matrimonio principesco, solo tie- ma Tacucaray de Tacucaray o de Tancar; Cápac
nen sentido si el incesto real de los Incas, por lo Yupanqui, a Curi Illpay, cusqueña o ayarmaca; In-
menos al inicio, no es lo que se interpreta general- ga Roca, a Mama Micay, hija del señor Soma Inga
mente bajo este término, a saber el desposamiento del valle de Pata Huayllacan; Yaguar lluacac, a
de un hermano y una hermana biológicos (“del Mama Chicuya, hija de Tocay Cápac, señor de los
mismo padre y de la misma madre” en el sentido Ayarmarca; Virachocha, a Mama Runducaya, hija
moderno) sino más bien, dentro del sistema de pa- del señor de Anta, nativa de Canto;5 Pachacuti, a
rentesco, el de hermanos “clasificatorios” que alia- su “hermana”, Mama Ana Huarque, nativa de Cho-
ban dos “casas” entre sí: la casa inca con la de los co; Topa Inga, a Mama Ocllo: “fue el primero de
señoríos vecinos, Sañu, Anta, Pata Huallacan, los ingas que tomo por mujer legítima a su herma-
etc... En esta perspectiva, destacaremos algunos na, porque sus antepasados nunca lo hicieron...”
hechos que guardan este sentido en las crónicas y (Quipucamayos de Vaca de Castro; seguramente
otros escritos, sin dejar de señalar al mismo tiem- “hermana” recibe aquí un sentido estrecho y mo-
po algunos de los problemas encontrados y la difi- derno, ya no inca pero español;6 Huayna Cápac
cultad de este debate en el que nos faltan todavía desposa a su hermana biológica, Chimbo Ocllo y
y quizá para siempre los datos necesarios cuando a otras varias “hermanas” y “sobrinas” (“hijas de
los que tenemos, autorizan hipótesis especulativas hermanos”), entre otras la madre de Manco Inca, el
y no siempre la solución efectiva. futuro Inca rebelde de Vilcabamba (ver mapa 3).
En primer lugar los sistemas de parentesco Ante estos datos, nos vemos obligados a
modernos, tal como el de los Quechua del valle de preguntarnos si el incesto real en el sentido estric-
Yucay, revelan que un mismo término de parentes- to sería una forma tardía que solo tendría efecto
co designa a la vez, para un hombre, la hermana una vez consolidado el Imperio, debido al estre-
biológica y las primas tanto paralelas (es decir, hi- chamiento extremo de los cónyuges potenciales
jas de hermanas de madre y de hermanos de pa- designados por el sistema tradicional; ateniéndo-
dre) como cruzadas (es decir, hijas de hermanos de nos a la hipótesis inicial de un sistema que conju-
madre y de hermanas de padre) en un sistema de gaba una endogamia de mitad y de status con una
nomenclatura que se aproxima al sistema “hawaia- exogamia local (un infante de la mitad Hanan del
no” (ver los seis tipos de sistema según Murdock), lugar x casándose con una infanta hanan de un lu-
sistema hawaiano que transparece ya en las defini- gar y), pasaríamos entonces a un sistema entera-
ciones de Holguín.3 De ahí entre otras factibilida- mente endogámico (un infante hanan de x despo-
des, surge la posibilidad que la hermana-esposa sando a una infanta hanan de x). Está claro que se-
del Inca (que por dos veces es la “madre-esposa” mejante sistema implicaba originalmente la pre-
en Guaman Poma: Mama Huaco y Cusi Chimbo sencia de cierto número de “casas” y feudos empa-
Mama Micay) sea una hermana “clasificatoria” de rentados y aliados, las indicaciones en este sentido
la misma mitad y del mismo rango que él, sin ser no faltan (cf. Guaman Poma, fº 85, supra e infra).
del mismo lugar o de la misma “casa”, es decir, se- Añadamos que otros datos plantean proble-
ñorío. mas parecidos o vinculados, y merecerían igual-
En segundo lugar, tanto las crónicas como mente atención. Citemos entre ellos: las disputas
los textos precisan cabalmente el origen y la ascen- de palacio en ocasión de ciertas sucesiones donde
dencia de la Coya, sea o no calificada de “herma- se enfrentan la Coya y sus hermanos que defienden
na del mismo padre y de la misma madre”, según los derechos del príncipe heredero, su sobrino ute-
la fórmula consagrada. Citaremos a título indicati- rino, y los hermanos del Inca, razón para suponer
vo los datos suministrados por Cabello de Balboa y que no se trata de los mismos y que la Coya no es
Sarmiento, recordando al mismo tiempo que Cieza más que una hermana clasificatoria del Inca (Cie-
46 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa 3
La región del Cuzco (con autorización de T. Zuidema)

za de León, Sarmiento, Garcilaso); algunas alusio- tes, evocación por lo mismo especulativa pero que
nes dispersas acerca del retorno de la momia del debe incitarnos, por los indicios que nos suminis-
Inca entre sus parientes maternos (fuera del Cus- tra, a comparar el señorío inca en marcha hacia el
co); el hecho de que a falta de heredero directo, “el Imperio con los numerosos modelos extraídos de
hijo de la hermana sea preferido al hijo del herma- otras partes del mundo al mismo tiempo que reem-
no”7 y otros datos que complican este cuadro en- plazando el sistema de parentesco inca en su con-
tre los cuales, los testimonios de una “descenden- texto suramericano.
cia materna para las mujeres, paterna para los Volviendo a la historia inca, provisional-
hombres”.8 Ciertamente esto no es más que una mente se podría situar las primicias del Imperio en
rápida evocación de hechos dispersos en las fuen- un mito histórico que cuenta el rapto de Mama Mi-
AL ESTE DE LOS ANDES 47

cay por el cusqueño Inga Roca; esta princesa gua- prenderse si se encuentran los mismos soberanos
llacan estaba prometida a Tocay Cápac, señor de como conquistadores de las diversas provincias es-
los Ayarmaca.9 Su rapto y sus nupcias con Inga Ro- tudiadas aquí, cuando no son centrales; en esta
ca desencadenan una serie de conflictos que cul- breve página de historia, la lógica y la espiral de la
minan con el secuestro del príncipe heredero Titu conquista llevaban a estos reyes a establecer su do-
Cusi, futuro Yuaguar Guaca; hijo de Mama Micay minio primeramente en provincias con estructuras
y de Inga Roca, es reivindicado como hijo por To- económico-políticas bastante similares a las suyas.
cay Cápac, el novio hurtado, y por el sustraído an- De este modo, se extendían por los Andes y la cos-
tes de ser salvado y “encerrado” por sus parientes ta atraídos por los feudos o reinos prestigiosos en
maternos que, más tarde, lo restituirán a su madre medios abiertos al avance de sus tropas, mientras
(el rey Ayarmaca, Tocay Cápac, afirma de este mo- que los flancos orientales cubiertos de bosques
do ser un hermano clasificatorio de Inga Roca co- presentaban problemas de un nuevo orden, afron-
mo padre del mismo hijo). La paz se instaurará en tados de modo discontinuo.
provecho del Inca mediante la alianza definitiva Es por tanto de un Imperio muy joven que
de los tres señores: Inga Roca da una hija en matri- los españoles van a apoderarse, con un centralis-
monio a un Tocay Cápac (el mismo o su sucesor) mo estatal desequilibrado por el mantenimiento de
cuya propia hija se casa con Yaguar Guaca (la bis- tradiciones incas o regionales de la época auca:
nieta de Tocay Cápac para Santacruz Pachacuti). apenas el estado inca había comenzado a digerir
En adelante, los cusqueños aliados a los Ayarmaca sus enormes conquistas y a sofocar, salvo en su pe-
y a los Pataguallacan, disponen de una fuerza sufi- riferia, los intentos de rebelión mediante destruc-
ciente para conquistar y absorber los señoríos ve- ciones ejemplares y deportaciones, que una bipar-
cinos (mapa 3, pág. 46). Lo cual emprende Viraco- tición interna, tanto política como ritual (combate
cha, “conquistador de Maras, Mullaca, Calca, To- de las mitades), amenazaba su unidad. Decíamos
cai, Cápac... hasta los Lucanas y los Soras”.10 Fue que las estructuras sociales llevaban aun la marca
entonces cuando comenzó el Imperio y una ex- de instituciones y de costumbres panandinas pre-
pansión apenas centenaria en el momento de la estatales: la sumisión de una provincia se ilustraba
conquista española y que se implantó gracias al por alianzas matrimoniales que confirmaban a los
aprovechamiento de experiencias seculares sumi- señores locales como “curacas” en la medida de su
nistradas por Chimu, Nazca, Tiahuanaco y Huari. adhesión y fidelidad; “las relaciones establecidas
T. Zuidema a este respecto muestra cabalmente la entre el Inca... y los sujetos que él gobernaba, es-
importancia del relato legendario acerca del ata- taban insertadas en una compleja red de deberes
que al Cusco por los Chancas bajo Viracocha; con recíprocos” (Morris, 1978: 940) y, al mismo tiem-
su victoria, los Incas cuyo “pasado social se enraí- po, remodeladas por el nuevo orden jerárquico y
za en la cultura huari” (Zuidema, 1973: 743 ss.) asimétrico del Imperio. Se comprenden entonces
pero que como migrantes venidos del sur según el los múltiples vaivenes entre la alianza y el divor-
mito y los Quipucamayu son desprovistos de lazos cio, la sumisión y la guerra o la sublevación que
político-matrimoniales con el norte, rechazan el lleva la denuncia o la negación de un sistema he-
fantasma del Imperio difunto y aseguran el naci- gemónico revestido de los colores de la reciproci-
miento, la independencia y la legitimidad del suyo dad. Es con los habitantes de los piedemonte
en gestación (cf. Guaman Poma, f° 303: “pues que orientales, la mayoría de ellos refractarios a las
habían señores descendientes de reyes antiguos nuevas reglas que quiere imponer su aliado impe-
que eran más que el ynga”). rial, que está plenamente ilustrada esta oscilación
Las conquistas imperiales aprovecharon de entre la alianza y su denuncia (cf. también a las nu-
las enemistades interétnicas tradicionales y de las merosas revueltas Kolla o Cuyo).
rivalidades entre señores vecinos; progresando a Al este de los Andes, entre los ríos Huallaga
saltos, contoneaban los fuertes núcleos de resisten- al norte y Benmejo al sur, la expansión inca la co-
cia para luego tomarlos en tenazas. nocemos, a falta de una mejor arqueología, por in-
“Según la tradición oral dinástica, fueron formaciones escritas relativamente confusas y con-
necesarios solamente tres reinados... para que el tradictorias. Dejando a un lado las afirmaciones
temor inspirado por el Cusco se expandiera por los detalladas de un Garcilaso de la Vega acerca de un
Andes” (Murra, 1978: 929). No hay pues que sor- pretendido éxito de las expediciones incas que lle-
48 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

garon hasta los límites del reino Moxo, la mayoría Otro cronista, a menudo discutido, es el
de los autores señala una detención o una progre- único en elaborar una periodización minuciosa de
sión dificultosa, mezclada de reveses y de fracasos las conquistas por ondas expansivas hacia las tie-
parciales; cuando confirman una dominación inca rras meridionales y orientales. En efecto, Garcilaso
sobre los grupos del piedemonte, mencionados ba- propone, a través de los valles, luego la montaña,
jo su denominación genérica: Anti, Chuncho, Mo- un doble recorrido paralelo pero escalonado en el
jo, sin embargo, no precisan ni su extensión geo- tiempo, de dirección meridiana desde el Cusco ha-
gráfica ni su amplitud demográfica, como tampoco cia un sur cada vez más alejado, más profundo y
las modalidades político-económicas del nuevo más oriental: circuito que puede inscribir a la vez
vínculo de dependencia “un ritual de conquista” y “el relato de los aconte-
Entre los historiadores actuales, la relación cimientos tal cual ocurrieron” (Pease, 1978: 41-
del Inca con los grupos amazónicos es poco estu- 42). Así, el segundo o tercer Inca conquista la ori-
diada. Roberto Levillier, uno de los historiadores lla oriental, omasuyu, del lago Titicaca, desciende
contemporáneos que más se ha preocupado por hacia los Anti hasta el río “Callabaya”, el actual
los problemas suscitados durante la dominación Tambopata, y ocupa las ciudades comprendidas
inca en el piedemonte de los Andes orientales, tras entre los Kallawaya y el camino real de Omasuyu.
de una crítica rigurosa de los cronistas, concluye El cuarto Inca prolonga la ruta del altiplano y ane-
que el intento fracasó. Mas, desde su ensayo que xiona los valles orientales de Larecaja y San Gaban
data de 1956, el descubrimiento de testimonios lo- (actual Carabaya). En el Altiplano, llega a Caraco-
cales obliga a matizar su afirmación; por otra par- llo y ocupa los valles contiguos y Caracoto que
te, su contenido nos lleva a discutir la noción de puebla de mitmaqkuna y luego va a observar la
conquista inca en el este de los Andes y a medir su “cadena nevada de los Antis” (probablemente
alcance y sus consecuencias. Quimsa Cruz). El quinto Inca alcanza los valles de
Se imponen algunas observaciones al cons- Chamuru que pueden situarse hoy en la región de
tatar los itinerarios y los resultados de las tentativas Inquisivi o en la de Pocona. Finalmente el sexto
llevadas a cabo por los Incas para anexionarse la vuelve a salir del Cusco y emprende la conquista
montaña. En primer término, la dirección seguida de la montaña propiamente dicha por el Alto Ma-
por las tropas andinas no deja de sorprender: estas dre de Dios. El príncipe Yaguar Huacac, enviado
últimas no tomaron el curso natural de los ríos por su padre Inga Roca, es quien la conduce (cf.
Apurímac y Urubamba que delimitan la región del también en Vázquez de Espinosa; para la mayoría
Cusco y se hunden hacia el norte para formar, con de las versiones, es Inga Roca en persona y/o su hi-
los ríos que vienen de Jauja y de Tarma, el Ucaya- jo Otorongo Achachi quienes van a la montaña):
alcanzan el río Paucartambo, de ahí pasan por las
li. El padre Cobo es uno de los pocos autores que
alturas del Pillcopata para apoderarse de las pro-
reporta un intento de Pachacuti para “entrar” en la
vincias de Avisca y de Tono, futuras zonas produc-
montaña por el valle de Yucay y seguir la vía más
toras de coca aunque en ese momento de escaso
directa si no la más corta, hacia el bosque:
valor pues según el autor:
“dio principio a sus conquistas por las provincias
de Viticos y Vilcabamba... estaban los caciques “en esta jornada aumentó el príncipe Yahuar
de Vilcabamba... en los llanos de Pampacona Huacac casi treinta lenguas de tierra a su imperio
que es antes de entrar en la montaña... no pasó aunque de poca gente y mal poblada (C.R. Iib. IV,
el Inca de los llanos de Pampacona...” (II, lib. XII, cap. 17).
cap. 12 in B.A.E. 92, 1956: 79-80).
Es Topa Inca Yupanqui quien lanza realmen-
Todos los intentos posteriores se efectuaron te sus ejércitos a la conquista del curso medio e in-
por el sureste a lo largo de las cabeceras del Madre ferior del Madre de Dios, denominado aguas aba-
de Dios. ¿Cómo interpretar este abandono del paso jo Amaru-Mayo. Hizo construir una flota de gran-
septentrional? La geografía tan accidentada y el es- des balsas en madera de maguey que descendió el
peso bosque que cubre la cuenca del Urubamba río y sometió a unas naciones ribereñas llamadas
añadidas a la resistencia de sus ocupantes arawak Chuncho. El contingente que llegó, en escaso nú-
pudieron ser tan decisivas como la época relativa- mero reconoce el autor, a la provincia de los Mu-
mente tardía de la conquista de Vilcabamba con- su o Moxos, se alió con éstos y se instaló donde
trolando los accesos a la montaña (cf. infra, cap. V). ellos (ibid., lib. VII, cap. 14).
AL ESTE DE LOS ANDES 49

Pero otros autores insistieron en las serias dar la importancia de ecosistemas locales que re-
dificultades y los reveses que sufrieron las tropas quieren, de parte de eventuales conquistadores de
imperiales. Así, los capitanes enviados por Yupan- origen externo, estrategias militares adecuadas, ti-
qui, según Cieza de León, se toparon con enormes pos de fundación y de colonización apropiados así
serpientes, obstáculo que fue levantado gracias a como una transformación de las técnicas agrícolas
la intervención de una bruja-parturienta (Crónica, y explotación de los suelos. Ya en las páginas de-
cap. LII, cf. supra, cap. II). Entonces el Inca “quiso dicadas a la arqueología, habíamos mencionado
ir en persona a los Andes adonde había enviado las variaciones adaptativas de la densidad demo-
sus adalides y escuchas” (Cieza, Señorío, cap. LII) gráfica en montaña; retengamos aquí aquellas del
mas, tuvo que abandonarlos precipitadamente pa- arte militar de los habitantes del piedemonte que
ra ir a sofocar una revuelta de los Kolla (Cieza oscila entre la escaramuza de algunas comunida-
(1553), caps. 52 y 53). Sarmiento habla de varias des fronterizas y la confederación multiétnica tem-
tentativas: bajo Yupanqui, un ejército de 5 000 poral con estrategas eminentes, disponiendo de
hombres salido de Charcas, desaparece en la mon- fortines, de reservas de armas, de espías y vigías,
taña; su hijo Topa Yupanqui organiza la entrada de en fin de compañías capaces por ejemplo, de ce-
tres ejércitos por tres vías diferentes y toma el man- rrar todos los accesos a la montaña de los departa-
do del tercer ejército y enterándose de la subleva- mentos de Junín, Cerro de Pasco y Huánuco (casos
ción kolla, deja a este último proseguir solo la con- muy documentados de los siglos XVII y XVIII).
quista de los Chuncho (Sarmiento, cap. 40, cf. in- Frente a esta flexibilidad estratégica que a
fra). Santacruz Pachancuti diverge sobre este pun- menudo utiliza métodos de guerrilla, los Incas así
to: él no atribuye el carácter inconcluso de la em- como sus sucesores españoles sufrirán la pesadez
presa inca a una revuelta kolla sino a la insubordi- de los modelos económicos y militares y del cen-
nación de uno de los comandantes que regresa tralismo estatal poco adaptados a este medio y a
inesperadamente al Cusco con su ejército a pedir sus sociedades. Al mismo tiempo los adversarios se
cuentas al soberano acerca de unas medidas juzga- beneficiaban, por así decirlo, de las cualidades de
das abusivas. Algunos grupos de la selva aprove- sus defectos; mientras los ejércitos incas permane-
chan enseguida para sublevarse (1968/1613/: 304- cían al alcance de auxilio y de refuerzos logísticos
305, cf. infra). Desorientación, obstáculos sobrena- y humanos, podían prolongar su tentativa, asegurar
turales, indisciplina vienen a limitar una empresa la conquista y la reducción de los grupos fronteri-
cuya amplitud geográfica y humana permanece zos. En cuanto a los Anti, la derrota y el alistamien-
confusa. to eventuales de comunidades fronterizas o captu-
Resumimos en un cuadro (cf. al final del ca- radas durante los avances incas, en nada compro-
pítulo) los indicios proporcionados por los cronis- metía la suerte de las comunidades vecinas, y to-
tas y los informantes locales sobre las etapas y los davía menos la de la etnia en su conjunto (concep-
resultados del avance inca al este de los Andes, de to por lo demás también variable y adaptándose a
acuerdo a tres rúbricas: reveses, éxitos militares, las situaciones históricas y a las explosiones demo-
alianzas con regalos. La anexión de una parte de la gráficas o políticas). Aplicando la estrategia de la
vertiente oriental dataría de la segunda mitad del respuesta proporcionada, los Anti dejaron a los
siglo XV bajo Pachacuti y su hijo Topa Inca Yupan- fronterizos, primeros beneficiarios de los intercam-
qui. Las divergencias conciernen a las vías por bios comerciales, el cuidado de mantener su posi-
donde se efectuaron las penetraciones de las tro- ción y de asegurar su defensa y su autonomía; más
pas andinas hacia la alta amazonia, tema que cuando el impulso expansionista, demasiado fuer-
abordaremos en las encuestas regionales: según las te para ser contenido por los fronterizos, amenaza-
vías de paso, encontramos diez menciones de fra- ba un vasto territorio o un centro vital, se unían
caso parcial, doce de victorias militares y siete de confederados interregionales e intertribales contra
tratados seguidos de regalos. el conquistador, dando nacimiento a una identidad
Mas, antes de estudiarlos en su marco regio- común y provisional de gentes de Abajo contra los
nal, es necesario aclarar el concepto de conquista de Arriba. Es el famoso caso del Cerro de la Sal
a propósito del cual, como acabamos de ver, es di- (“Pareni”) defendido y custodiado contra el ejérci-
fícil de encontrar un consenso entre los autores an- to peruano en el siglo XVIII según un esquema an-
teriormente citados. En primer lugar hay que recor- tiguo como lo atestigua en la mitad del siglo XVII,
50 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

la declinación, de las misiones franciscanas ante el acerca de la naturaleza misma de sus relaciones.
empuje de grupos confederados desde el Huallaga El término tributo vuelve repetidamente a la
y el Chanchamayo hasta el Ucayali. pluma de los cronistas y de los visitadores españo-
Que se piense en la impotencia o la vacila- les: para ellos refleja el tipo de contribuciones de
ción de los ejércitos modernos en los bosques viet- las poblaciones andinas a su administración local
namitas y se comprenderá en su dimensión los e imperial. Uno podría sorprenderse de la elección
problemas enfrentados por el Imperio Inca. En re- de este término obsoleto en el siglo XVI y que de-
sumen en parte hacemos nuestras las afirmaciones signaba en los siglos XII y XIII la renta feudal bajo
de V.A. Belaúnde (Mercurio Peruano, 1942): “las la forma de impuestos y de corveas o prestaciones
tentativas incas por conquistar la región amazóni- personales (según el latín tributum, “impuesto por
ca han sido infructuosas a causa del relieve y de la tribu” in Dictionnaire P. Robert). Pero este término
densa vegetación de la selva”, a lo cual hay que había guardado un sentido político-militar: contri-
añadir, las formas piemontesas de implantación y bución cobrada por el vencedor a un pueblo ven-
de guerrilla, y precisar que ellas tuvieron éxito ple- cido en concordancia, en una Europa monárquica,
no o parcial en las regiones más abiertas o en sus con el término rescate exigido a un pueblo para
fronteras inmediatas. Éxitos que pudieron obtener salvar a su rey (Francisco I, Atahualpa...) o un per-
también los serranos sacudiendo el yugo inca y sonaje preeminente. El tributo expresaba pues la
hundiéndose en el refugio boscoso por la fuerza o realidad de la Conquista; sin embargo, el manteni-
el compromiso. En cuanto a los Anti, éstos también miento de esta palabra, una vez implantada la ad-
supieron conducir rapiñas y guerras relámpago ministración española, es más ambiguo: ¿acaso tu-
contra fronteras y provincias incas cuando no eran, vo que ver la costumbre y una percepción confusa
como los Chiriguano, una amenaza permanente en de las relaciones estatales diferentes? Con toda se-
el flanco del Imperio. Por eso, en la mayoría de los guridad marcaba una voluntad de continuidad en-
casos, el término conquista en su aplicación orien- tre la nueva tutela y la antigua y su aprovecha-
tal no significa más que “expedición militar”, cua- miento y perpetuaba inconscientemente el estado
lesquiera que sean sus resultados. militar y el golpe de fuerza de la colonización his-
En los artículos precedentes (Renard-Case- pánica. Pero no por ello deja de ser este manteni-
vitz F.M. y Saignes T., 1981, Bul. I.F.E.A.), había- miento una fuente de confusiones ya que el “tribu-
mos abordado el examen crítico de los datos histó- to” inca es de naturaleza distinta al “tributo” co-
ricos con el fin de evaluar el alcance del dominio brado por los españoles acostumbrados a un siste-
inca en el piedemonte oriental. Esto nos llevaba a ma monetario y de mercado; utilizar el mismo tér-
subrayar la presencia o la ausencia de infraestruc- mino para una y otra institución y basarse en el pri-
turas incas: así en la región central, caminos, puen- mero para establecer la paridad y la “justicia” del
tes, tambos, templos y centros administrativos es- segundo, es sesgar o negar su diferencia.
tán ausentes por abajo de los 1 800 ó 2 000 m de Lo que van a exigir los españoles es una
altura. El desconocimiento de los lugares y de los cantidad fija de productos y de servicios, cualquie-
pueblos de la montaña tropical, a su vez venía a ra que sea el tiempo necesario para su obtención,
estrechar singularmente la amplitud de las fórmu- cualquiera sea el número de personas movilizadas
las en la forma incisiva de un Garcilaso de la Vega para producirla o requisadas para los servicios. El
o de un Titu Cusi y después de ellos de muchos valor mercantil es ley, aun cuando la moneda sólo
historiadores. Ahora podemos profundizar y am- entre muy parcialmente en el circuito de los inter-
pliar este primer análisis. Aquí retomamos los dife- cambios y de las transacciones. Ahora bien, era
rentes escritos sobre los intentos de penetración o prácticamente la inversa lo que prevalecía en el
de conquista inca de las fronteras orientales, intro- sistema inca que tomaba un número fijo de perso-
duciendo al mismo nuevos criterios y datos que nas para trabajar una cantidad dada de tierras o de
permiten precisar nuestro estudio. Se trata, por productos sin requisito de cantidad aun cuando la
ejemplo, el restituir al término “tributo” los senti- política expansionista debió incrementar los con-
dos que son suyos en el contexto imperial y ama- tingentes de hombres y de mujeres suministrados
zónico, sin lo cual uno podría equivocarse profun- por las provincias, particularmente para los ejérci-
damente en cuanto a las modalidades de los inter- tos. Hoy en día, los andinistas concuerdan en este
cambios entre los Incas y los vecinos del Imperio y hecho: “la mayor parte del tributo consistía en la
AL ESTE DE LOS ANDES 51

mita (turno de trabajo)” (Lorandi, 1978: 922), lo ras implantadas por el Estado para asegurar el con-
que expresaban cabalmente los Chupacho en la trol administrativo de la población local, no puede
Visita de la Provincia de León de Huonuco. haber sumisión a los tributos o a lo que sea, y en-
tonces debemos recurrir a una tercera interpreta-
“Los tributos los daban de su trabajo e industria”
ción de este término, a un tercer tipo de fenóme-
(t.I: 403), “al presente no tributan a su encomen-
dero como hacían al ynga porque ahora hacen la nos y a sus variantes, distinta del tributo inca y del
ropa de algodón y lo cogen de sus chararas y dan tributo español y adecuada a las relaciones Anti/In-
trigo que no solían dar el cual cogen donde se cas en las fronteras libres.
cogía el maíz...”.11 Con frecuencia las crónicas y las visitas
mencionan estas relaciones económicas bajo el
Por ejemplo, en el piso quechua del maíz en
término de “rescatar” (intercambiar) cuando ellas
los Andes, el encomendero exige un número fijo
matizan en sus análisis, sin por ello suprimir cual-
de costales de maíz por semana; el Inca, en las re-
quier ambigüedad. Por tanto se confunden dos ti-
giones conquistadas, designaba ciertas tierras co-
pos de intercambio: el que se realiza entre gentes
mo suyas y del Sol y era el producto de estos cam-
de una misma provincia imperial o de provincias
pos el que era vertido en los depósitos del Estado,
adyacentes que intercambian los productos de su
producto variable sometido a los azares de las bue-
nas y malas temporadas. Al mismo tiempo las co- terruño respectivo de zona puna, quechua o coste-
munidades guardaban el usufructo de los produc- ra en el seno del Imperio (cf. Chupacho…) y el de
tos suministrados por sus propios campos. Incluso los habitantes del piedemonte independientes y
en las minas, “las provincias daban el oro envian- autosuficientes con sus vecinos serranos e incas,
do el número de indios que se les prescribía y en- basado más en los lazos político-culturales y razo-
tregando el producto de su trabajo, poco o mucho, nes de prestigio que en la necesidad económica,
sin... obligación de suministrar una cantidad deter- con excepción, sin embargo, de los instrumentos
minada” (Polo de Ondegardo citado por Berthelot, de metal (hachas de cobre,...). Las modalidades de
1978). estos intercambios se disciernen mal en textos eva-
Ya que estamos considerando primero el pe- sivos: trueque y relaciones mercantiles o don y
ríodo Inca, tenemos que preguntarnos cuál habría contra-don que implican imbricaciones socio-cul-
sido el dominio del Estado que administrarían los turales entre los socios intercambistas.
habitantes del piedemonte de haber sido conquis- Lo que está atestiguado es la periodicidad
tados y si no, qué nuevo sentido habría que conce- de estos intercambios y su coincidencia con fiestas
der al término “tributo” en este contexto particular religiosas; en efecto, las gentes de la selva venían
de las fronteras orientales y de a “rescatar” en las tierras altas, una vez al año en-
tre julio y septiembre, y la llegada de sus delega-
“salvajes que no tienen casa ni maíz... no tienen
domicilio ni asiento conocido; hay grandísimos ciones a la metrópoli o a los centros regionales
ríos y es tierra tan inútil que pagaban todo el tri- ocurría en el momento de las festividades religio-
buto a los señores en plumas de papagayo” (San- sas y de celebraciones rituales en las que tomaban
cho de la Hoz P., /1534 1 1938 in Urteaga, la S., parte en tanto que gentes del Antisuyu. En este
t. 2).
contexto no debía haber relaciones estrictas y úni-
En efecto ¿cómo exigir mitas en tierras reser- camente comerciales y el valor de los objetos inter-
vadas y entrojar sus productos donde la gente es cambiados no era solamente mercantil sino que re-
incontrolada e incontrolable y que vive en tierras mitía a un conjunto más complejo de relaciones
desconocidas e insumisas? ¿Cómo pretender que (cf. infra, por ejemplo, el mito cashinahua y la opo-
paguen tributo en la ausencia de una implantación sición hombres de plumas/hombres de metal).
administrativa efectiva que se otorga tierras, empa- Comprometiendo los socios más allá del simple in-
drona las gentes y requiere anualmente un cierto tercambio de bienes, estas relaciones desembocan
porcentaje de mitmaqkuna? en la alianza matrimonial y política o en la ruptu-
Razón por la cual a las fuentes históricas y a ra y la guerra. En este sentido eran, para muchos
las tradiciones orales de las gentes de abajo, aña- aliados del piedemonte, “contractuales”, y los pro-
diremos cada vez que sea posible referencias a las longaban o denunciaban según los vaivenes de la
ruinas y a los vestigios inca para determinar la historia y de la política. Así mismo podían iniciar y
frontera oriental del Imperio. Sin las infraestructu- establecer relaciones de clientelismo creando una
52 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

deuda y por ello una dependencia insuperable, a Clientes o tributarios, actualmente podemos
veces en doble sentido. Ya que es posible que al- afirmar que los Incas habían logrado poner a traba-
gunas guarniciones inca de las fronteras coloniza- jar a grupos locales de la montaña.
doras fueran clientes de los cacicatos o comunida- Un último criterio en cuanto al grado de
des locales que les apoyan y secundaban, alivian- realidad del control inca sobre el piedemonte ama-
do de este modo sus propias deudas y reequili- zónico de los Andes reside en el envío de “colo-
brando sus posiciones como clientes. No existen nos” o mitmaqkuna (cuyo singular mitmaq se
testimonios directos sobre tentativas de los pueblos transformará en mitimaes de los textos españoles)
del piedemonte prehispánicas de este orden, aun- o su ausencia. La instalación de guarniciones mul-
que no podemos excluirlas: así la interpretación de tiétnicas, originarias de todo el Tahuantinsuyo, es
las relaciones Incas de Vilcabamba/Anti, después hoy en día mejor conocida, pero hay que examinar
de la Conquista. (cf. infra), parece indicar relacio- su implicación en la vertiente oriental.
nes recíprocas de clientelismo y una doble depen- La mayoría de los cronistas atribuyen a Topa
dencia. En cambio, diversos datos detallan una po- Inga Yupanqui el invento o la práctica sistemática
lítica similar conducida por el Imperio y desde es- de desplazamientos de población de una zona a
te punto de vista, las regiones del sureste suminis- otra. Por su parte, Garcilaso se remonta a la época
tran interesantes documentos. de Inga Roca cuyo hijo conquistó la montaña del
Así veremos cómo en los llanos del Guapay, Tono y de Avisca donde fueron establecidas las pri-
los indios habían sido obligados a suministrar pres- meras chacras de coca. En el vecino valle de Pill-
taciones de trabajo por cuenta del Inca. Las raras copata, el Inca hizo “poblar cuatro pueblos de
fuentes que hacen mención del “tributo” entrega- gente advenidiza” (R.C. / 1609 /, lib. IV, cap. XVI)
do por los grupos de la selva y del piedemonte, y es sin duda bajo la influencia de este texto que
mencionan el envío de productos ya sea de la re- Anello Oliva atribuye a Yahuar Huaca el estableci-
colección o bien fabricados. Los indios Yumo de la miento del sistema de mitmaq (op. cit.: 49-50). De
montaña de Cochabamba hecho, parece que los Andes orientales por su pro-
ximidad, su ocupación desigual y sus característi-
“servían al dicho ynga de guardar e sustenter una
puente de bejucos… y así entregaban al ynga
cas ecológicas variadas, desempeñaron un papel
plumas, arcos, flechas y macanas” (1588, in de primer plano en la preparación de la coloniza-
Maurtua, 9: 94). ción inca.
Cieza de León destaca una triple función
Y Garcilaso asegura que los Chunchos asignada a la instalación de los mitmaqkuna. Las
“Enviaron en reconocimiento de vasallaje mu- dos primeras, en sus modalidades, conciernen di-
chos presentes al rey Inca Yupanqui de papaga- rectamente a la vertiente amazónica; él distingue
yos, micos y guacamayas, miel y cera... Estos el envío de colonos encargados de difundir las nor-
presentes duraron hasta la muerte de Túpac Ama- mas andinas precisando que, en la montaña, la co-
ru” en 1572 (CR. / 1609 /, lib. VII, cap. 14).
lonización se inscribía en la complementaridad
Pero es otro ejemplo de estos textos impre- vertical tradicional (intercambios en el marco del
cisos donde el término “presentes” implica sin du- grupo étnico), y el envío de guarniciones fronteri-
da un “vasallaje” particular, diferente según las re- zas mantenidas por los depósitos imperiales ali-
giones y los grupos del piedemonte englobados mentados por los “tributos” recaudados entre los
bajo la designación de Chuncho. Un testimonio “naturales”, los grupos locales y los colonos. En to-
más tardío pero que no podemos descartar, provie- do este dispositivo, Cieza insiste en la búsqueda de
ne de los indios Araona de la montaña de Caraba- la disensión entre los colonos y los autóctonos cu-
ya. Ellos aseguran a los misioneros franciscanos, ya desconfianza y vigilancia recíprocas debían
de paso en 1677. bastar para neutralizar cualquier revuelta. En cuan-
to a la tercera función, concernía a la apertura y el
“fueron vasallos tributarios del Inca del Cuzco a trabajo en las minas y la valoración de nuevas zo-
donde llevaban el tributo de oro que llaman vio
nas conquistadas para la agricultura. En todos los
y de plata, cipiro, y plumas y otras cosas de valor
de esta tierra” (Carta 13. IX. 1677, Maúrtua, 12: casos, para que los colonos aceptaran mejor su
45). exilio forzado en tierras lejanas, el Inca los cubría
AL ESTE DE LOS ANDES 53

de regalos (mujeres, coca) y los dispensaba de tri- “con los indios Chunchos que salieron con la
buto durante el período de instalación (Cieza, embajada (llevando presentes, cf. supra) y otros
que vinieron luego, fue poblado un pueblo cerca
1553, / cap. 22; 1967: 74-78). Este texto está sin
de Tono, a 26 leguas de Cusco; ellos pidieron
duda teñido de etnocentrismo y según el comenta- permiso al Inca para poblar en este lugar para
rio (comunicación personal) de T. Zuidema, el aná- servirlo de más cerca y se quedaron allí hasta el
lisis de Cieza es “producto de su imaginación”, no día de hoy” (op. cit., Lib. VII, cap XIV, ed. 1968:
porque no pueda corresponder en ciertas partes a 552; comparar con la venida de agricultores pa-
situaciones reales sino porque es notoriamente in- cíficos, supra cap. 2 y el mito cashinahua, infra,
cap. V).
suficiente y fuera de contexto: el envío de los Ca-
ñar o Cayampi a las fronteras orientales, a 1 500 o Ciertas tradiciones orales dan detalles acer-
2 000 km de sus hogares, no puede ser analizado ca de estas transferencias, complementarias de las
ni como un envío de prosélitos, ni como una colo- pocas indicaciones documentales. También nos in-
nización vinculada a su etnia de origen y veremos triga el nombre de dos grupos llamados Moxos y
más adelante (el caso Pilcozuni-Amaybamba) có- situados en la montaña del Alto Beni, uno de ellos
mo una colonización puede responder a otros ob- sobre un afluente superior del río Tuiche, el otro
jetivos. Matienzo califica más crudamente el aleja- sobre el río Bopi; bien arriba de las llanuras y del
miento como una medida punitiva para con los famoso grupo homónimo citado sobre el curso me-
grupos contrarios o rebeldes, como fue el caso de dio del Mamoré. Su existencia está señalada en tí-
los Cañar, aunque también es una explicación par- tulos de encomienda que datan de mediados del
cial, tomando en cuenta un solo aspecto del siste- siglo XVII y está confirmada de manera muy preci-
ma, el de la deportación. sa en las descripciones de comienzos del siglo si-
Si estas motivaciones parecían verosímiles, guiente.12 Es difícil admitir la hipótesis de una in-
en un sentido, claras y evidentes para un europeo, tervención hispánica en una zona marginal donde,
en un marco estatal riguroso, los mecanismos y las en el mejor de los casos, se limitó a superponerse
implicaciones locales de esta política de transfe- a la obra inca. En estas condiciones, ¿cómo inter-
rencia sufren de muchas ambigüedades. En primer pretar la presencia de estos grupos mojo en un área
lugar ¿qué pasaría en los Andes orientales con la tan próxima de la sierra? Adelantemos varias posi-
famosa regla de conformidad ecológica avanzada bilidades: el nombre habría sido atribuido a un
por algunos? ¿Dónde encontraría el Inca suficien- grupo local encontrado por las tropas andinas que
tes recursos humanos para instalar colonos en el pensaban haber alcanzado su meta y designaría la
alto piedemonte amazónico, tan poco poblado y fundación de un establecimiento fronterizo (musuy
sometido a los ataques de los “salvajes”? ¿Tiene o mosox significa nuevo en quechua); también po-
Matienzo razón cuando niega, apoyándose en día tratarse de familias realmente mojo instaladas
ejemplos, toda validez a esta regla, citando las nu- más allá de la frontera inca como garantes de los
merosas etnias de las tierras altas representadas en tratados de alianzas concluidos con los grupos del
los cocales estatales? ¿Cómo se establecen las rela- Mamoré.
ciones entre los colonos y los autóctonos, entre los De nuevo es Garcilaso, autor en ocasiones
colonos y sus comunidades de origen? Finalmente, poco fiable, aunque al mismo tiempo sea comuni-
durante las revueltas en las tierras altas, a menudo cador de informaciones puntuales e inéditas, quien
mencionadas por ejemplo en la región del Collao nos permitiría ver en esta transferencia el resultado
¿cómo se aseguraba el abastecimiento, el envío de de un intercambio:
refuerzos y de guarniciones y de qué grado de au-
tonomía disponían estas regiones? Enfocaremos di- “Debajo de esta amistad dejaron los Musus a los
Incas poblar en su tierra, que eran pocos más de
versos aspectos de estos problemas en los análisis
mil cuando llegaron a ella; porque con las gue-
regionales. rras y largos caminos se habían gastado los de-
Menos conocida es la transferencia de gru- más, y los Musus les dieron sus hijas por mujeres
pos de abajo a los sectores más altos de la vertien- y holgaron con su parentesco...” (CR., lib. VII,
te, estuvieran conquistados o simplemente atraídos cap. XIV, ed. 1968: 553).
por la “generosidad” del Inca y el acceso al metal.
Después los Mojos delegaron una embajada
Garcilaso señala:
al Cusco para saludar al Inca y al Sol. Tendríamos
54 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

aquí un procedimiento algo diferente de las medi- tinciones y este tratamiento privilegiado se explica-
das que sancionan toda alianza de incorporación rían en razón de la distancia y de la independen-
concluida por el Inca con un nuevo grupo étnico: cia de los Mojo. Estamos en los confines del Impe-
matrimonios locales sin intercambio de mujeres rio, en el límite extremo del potencial andino y es
nobles, visitas periódicas de embajadas Mojo al más un tratamiento de igual a igual que la afirma-
Cusco sin la retención permanente en la capital de ción de una dominación real como sugiere Garci-
huéspedes-rehenes y, si nuestra hipótesis es correc- laso. Sigue sin respuesta el problema de la adapta-
ta, instalación de grupos en el seno del Imperio en ción del grupo andino perdido en las sabanas del
una zona ecológica similar a la original. Estas dis- Mamoré.13

TABLA Nº 1
Tabla sinóptica de la expansión Inca hacia el este según diferentes fuentes

Modos de conquista
Autores Datos Incas Áreas/etnias A B C

Discurso... a los Quipucamayos. (1544) Túpac Yupanqui Chuncho, Moxo, Andes +


Cieza de L., El Señorío... (1553) Pachacuti Yupanqui Andesuyos + +
Túpac Yupanqui Andes +
J. Álvarez M., Relación… (1570) Inca(?) Llanos del Paititi + +
Sarmiento de G., Historia.. (1572) Pachacuti Yupanqui Andes +
Túpac Yupanqui Beni par Camata +
Cabello B., Miscelánea... (1586) Túpac Y. “y sus capit.” Andesuyos +
F. de Angulo, Relación... (1588) Inca(?) Montaña de Chapare +
M. de Murúa, Historia... (1590) Túpac Y. “y sus…” Andes +
Anello Oliva (1598) Incas Chuncho, Moxo, Andes +
Lizárraga, Descripción.. (1605) Chuncho +
Garcilaso, Comentarios... (1604) Inca Yupanqui Moxo +
Chiriguano +
F. de Alcaya, Relación... (1605) Manco Inca montaña y cerro del
Paititi + +
Anónimo, Discurso... (debut Incas(?) Chuncho,
XVII) Moxo, Andes + +
S. C. Pachacuti, Relación.. (1613) Pachacuti Carabaya, Chaya
Yupanqui Andes de Opatari +
Túpac Yupanqui
Waman Poma de A. Nueva… (1613) Hijo de Inca Roca toda la montaña +
J.T. Coarete, (1618) Túpac Yupanqui Camata +
Información Huayna Cápac Apolobamba por las cumbres +
J. Recio de L., Relación... (1623) Inca(?) Toca el río Beni +
La Calancha, Crónica... (1638) Huayna Cápac Chuncho +
Montesinos, Anales... (1644) Antisuyo, Chuncho +
B. Cobo, Historia... (1653) Túpac Yupanqui Mojo
B. de Torres, (1657) Urco Waranqa Chuncho +

A = dificultades o derrotas militares


B = conquista por la fuerza
C = conquista por “donación”
datos en italica = inseguros.
AL ESTE DE LOS ANDES 55

Notas
1 Cf. La discusión de ese problema ligado a aquel de la or- Uiracocha porque su hermana del dicho su abuelo fue
ganización dualista en T. Zuidema, 1964. The Ceque Sys- mujer del dicho Uiracocha e madre del dicho pachacuti
tem of Cusco, Leiden; P. Duviols, 1979. Journal de Sté ynca”. O Urteaga, 2a S., t. III: 127. Cf. también M. Rostwo-
Americaniste, t. LXVI: 67-83 “La dinastía de los incas: rowski, 1970b, Rta del Museo Nacional, t. XXXVI: 58-101.
¿Monarquía o Diarquía? Ver mapa 2, p. 40, El Cusco inca, “Los Ayarmaca”.
p. 55. 6 Sarmiento de Gamboa, op. cit: 101, 166-167; por su par-
2 Cf. Betanzos, Cieza de León, Guamán Poma, Murúa, Sar- te Cabello Balboa habla de su “prima” (p. 224, op. cit.).
miento, Vaca de Castro... 7 Murúa, Historia General del Perú, t. II: 65; cf. también
3 Ver por ejemplo A. Molinie-Fioravanti, 1982: 112-113 y Anello Oliva. op. cit., cap. 2: 17: “indios deudos y parien-
comparar con Holguín, Vocabulario de la lengua Qui- tes suyos de quien se blasona por parte de madre”. Dos ci-
chua, (1608), 1952, Lima, artículos: “Pana, hermana del tas breves que plantean a su vez varios problemas.
varón o prima hermana o segunda o de su tierra o linaje o 8 Núñez de Prado, 1957 y Zuidema, 1967, Fénix, Lima: 42-
conocida”; “Churi”, hijos biológicos y de clasificación; 62 “Descendencia Paralela”. Ver igualmente en Murúa, la
“Huauqquey”, “hermanos” de un hombre; “Naña” “her- petición de matrimonio y los presentes hechos por el inca
manas” de una mujer, etc., y otros modelos por ejemplo en a la madre de la futura Coya que es una madre de clasifi-
Lounsbury F.G., Annales, 1978. cación o su propia madre tratada dentro de un sistema que
4 Cf. Cabello Balboa, (1586) 1951: 208, 268; Sarmiento de acentúa la descendencia paralela como en el caso de
G., ed. Levillier, 1942: 49; Cieza de León, 1967: 109, 111; Huáscar, t. II: 65.
Murúa, t. I: 26: “Cinchi Roca engendró a Manco Cápac en 9 Rostworowski M., 1970 b, op.cit., “Los Ayarmaca”; cf.,
Mama Coca, hija de su tía (sic. ¿por Suti?) Huaman del también una historia de ese rapto y de sus consecuencias
pueblo de Saño”. Por su parte, Cieza nos proporciona un en Sarmiento, op. cit: 56, 57-59 y Zuidema T., 1978, An-
dato interesante haciendo de los aliados maternales los ha- nales: 1049 y cursos 1983, E.P.H.E., París.
bitantes de la mitad hanan (alto) en Señorío..., 1967: 111: 10 Murra, op. cit., t. II: 5; Cieza de León, Señorío..1967, cap.
Lloque Yupanqui “rogó... a su suegro quisiese con todos XXXIII:
sus aliados y confederados pasarse a su ciudad... Zañu ha- 11 Ortiz de Zúñiga, Visita... en 1562, 1967-1972, t. I: 37. Cf.
ciéndolo así, se lo dio y señaló para su vivienda la parte también la nota de J. Murra, t. I: 403, “no hubo tributo en
más occidental de la ciudad, la cual, por estar en laderas... la economía del Tawantinsuyo. El término se usa... en ci-
se llamó Anancuzco: y en lo llano y más bajo quedóse el tas de fuentes europeas”; y t. II: 463. Ver Guamán Poma,
rey...” texto en el cual se diseña la refundación de una ca- f°. 338 in ed. 1936: “de como no pagaua tributo al ynga ni
sa real. En este caso, el nuevo agrupamiento afirma el ran- a la coya ni a los señores prencipales”; Urteaga, 2a S., t.
go superior de los dadores de coya que pueblan el lado III: Relación de Señores... p. 75.
más prestigioso, Chinchaysuyu (noroeste) de la mitad su- 12 Ver la fundación de S. Juan de Sahagún en el territorio de
perior, sin olvidar que el “incesto” es de clasificación, la los “indios moxos” en el valle afluente del alto Tuiche (ori-
esposa perteneciendo a la clase de las “hermanas” debido lla izquierda) descrito por Recio de León (1623, Maúrtua,
a los sistemas de nomenclatura y de parentesco. Para la su- VI: 242) y por B. de Torres (1657, 1974: 362). En 1566, un
cesión de los matrimonios incas, ver los mismos autores, español de La Paz recibe en encomienda “seis pueblos
páginas y capítulos siguientes. moxos” pero no puede percibir el tributo (AGI, Justicia
5 Cf. F. de Toledo, Levillier, 1940, t. II: 114: (en 1571) “testi- 605), debido a que no se habían sometido.
go Pedro Pongo xiue paucar, natural de Anta... 81 años e 13 Garcilaso (1609), libro vn, cap. XIV; 1960: 268.
que su abuelo fue tío de pachacuti ynga yupanqui hijo de
Segunda Parte
EL INCA Y LOS “SALVAJES”
Análisis regionales

d
Capítulo IV
LA MONTAÑA DE H UÁNUCO A GUAMANGA

d
1. Huánuco-Tarma y su piedemonte oriental Resumen y extractos de un relato legendario
amuesha
A la inversa de las regiones al este de Jauja,
Ayacucho y Cusco, el valle del Huallaga y la mon- Versión 1 recogida de un anciano amuesha
taña oriental de la actual Huánuco eran una zona por P.W. Fast, 1953 en Perú Indígena. Vol. V: 113-
densamente poblada y de manera casi continua. 112.
Por otra parte, de las tres visitas de que fueron ob- Versión 2 recogida de una mujer del río Pi-
jeto los Chupacho, dos están publicadas, la de chis por M. Duff, 1957. Intern. Jnal of American
1549 y la de 1562, así como numerosos otros tex- Linguistic. Vol. 23. Indiana Univ Rloomington:
tos entre los cuales la expedición de Alonso Mer- 171-178.
cadillo en 1538 o la “entrada” de Gómez Arias en
1557. Por tanto, disponemos de abundantes datos Inca se casa con nuestra madre Pala
sobre la región de Pillko, rebautizada Huánuco
cuando los españoles decidieron trasladar la ciu- v.1 Las mujeres tejieron la cushma (túnica); los
dad imperial, demasiado encaramada sobre el Ma- hombres buscaron aves con bellas plumas (5
rañón y demasiado fría, al más agradable valle del especies de pájaros)... Aquello demandó mu-
Huallaga (el Pillkomaqui de los Incas). Abandona- chos pájaros para hacer una bella cushma toda
da a una ventosa soledad, la ciudad inca se convir- tejida de plumas. Durante el tejido las tejedo-
tió en Huánuco viejo, término que conservaremos ras no tendrán relaciones sexuales... El Inca no
para distinguirla de su hermana menor española. podría saberlo, mas Pala lo sabría. Muchas
Para contrabalancear el peso de las crónicas y de gentes acompañaron al cacique Mopool para
las visitas, adjuntaremos un elemento regional de llevar la bella cushma (de nupcias). Le sentaba
tradición oral amazónica sobre los Incas. bien al Inca: él se acuesta sobre su lecho, se da
El interés de este relato legendario, cuyas la vuelta, se envuelve en ella, y luego se levan-
metáforas y humor político aconsejaría saborear, ta y la sacude; todas las plumas retoman su lu-
es el de ubicar la tentativa de las relaciones inca- gar, sin siquiera arrugarse ni desplazarse o
amuesha1 al nivel de la alianza político-matrimo- arrancarse. No ha habido relaciones sexuales.
nial y de renunciar a ello por intemperancia y abu- El cacique Mopool permanecerá cacique.
so de poder del nuevo aliado; incluso de ofrecer V.2 Inca es un hombre muy colérico y muy celoso.
una dialéctica geográfico-cultural de estas relacio- V.l & 2: él ha desposado Pala nuestra madre y
nes: la relación de dominación se invierte en cada loco por ella, no soportaba ni su libertad ni su
aliado cuando abandona su medio por el del otro. jovialidad. Durante las fiestas nupciales, él se
Es una dialéctica de lo irreconciliable, lo percibire- emborracha y golpea repetidamente a su mu-
mos mejor con una tradición matsiguenga en don- jer. Las gentes de Pala se burlan del Inca y su
de la conjunción de las alternativas se afirma como mala conducta se representa en sus cantos rit-
imposible por el hecho de la diferente esencia de mados por el tambor de Mopool. Entonces ha-
los seres y de las sociedades en presencia. ce decapitar a varios. De acuerdo con Mopool
que la seguirá con su gente, Pala regresa a ca-
sa de su padre,2 nuestro jefe y dios, V.1 llevan-
do consigo su bolsita de coca.3
60 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa N° 4
Los Andes centrales de Huánuco a Madre de Dios y la frontera inca.
AL ESTE DE LOS ANDES 61

V.2 Desesperado, el Inca intenta hacer regresar a Los Amuesha actuales se encuentran toda-
su esposa con la ayuda de una flauta mágica vía al este de la región de Huánuco-Tarma, en la
que toca demasiado mal para obtener el efec- zona del Pozuzo-Palcazu algo alejada y la del
to deseado. Chanchamayo-Perene. Se ignora la dimensión
V. 1 y 2 Entonces se lanza a una larga persecución, exacta de su extensión en los siglos XV y XVI y la
buscando primero en la sierra y provocando el existencia de caminos que unieran, como el que se
brote de los hombres blancos, luego descen- abrió en 1712, el río Santo Domingo, afluente del
diendo por los ríos y perdiéndose en la selva. Huallaga, al río Tuetani, afluente del Pozuzo.6
Es salvado por nubes de mantas blancas4 que Ninguna tentativa misionera o militar más precoz
le conducen allá donde está Pala. Ella le reci- tuvo lugar en esta dirección, que habría permitido
be y le advierte: “Ahora Inca debes ser humil- descubrir circuitos semejantes al viejo camino uti-
de. Padre está aquí en su casa y es poderoso, lizado, en 1635, por el padre Gerónimo Jiménez;
muy poderoso. Debes hacerte perdonar nues- este salía del Paucartambo7 y conducía por el alto
tras gentes difuntas, por ti decapitadas... pero valle del Huancabamba al del Chorobamba para
pide perdón a mi padre él te lo otorgará si no teminar en el Cerro de la Sal. Por él desde hace
mantienes ningún propósito malo”. El Inca se tiempo
mofa: “Ja, ja qué puede hacer mi suegro, no es
“acuden a ella (Huancabamba) algunos de los
más poderoso que yo”... Su suegro sale de su gentiles circunvecinos... y se vuelven a sus tierras
morada sin fasto -V.1: pobremente vestido5- e adonde no se atreven a entrar los sacerdotes por
invita al Inca a sentarse sobre un asiento de je- ser tan caribes” (AGI, Lima 301). En cuanto al pa-
fe -V.1: apolillado-. El Inca salta y salta sobre dre G. Jiménez, casi un siglo después, “se le ha-
él, queriendo romperlo: da fuertes golpes de bía informado que los indios de Huancabamba
(corregimiento de Tarma y Chinchaycocha) iban
anca, así lo quieres, aquí lo tienes, pero en va-
cómodamente en tres días al Cerro de la Sal (Iza-
no. Entonces su suegro habla: “…has venido guirre, I: 159-160 y Córdova Salinas / 1651 /
acá, Inca, entonces vas a pagar... por mi hija 1957: 447 sq-).
que has golpeado, por mis difuntos cuya san-
gre has vertido... No eran tus gentes las que Este testimonio del abastecimiento de sal ge-
has decapitado, no eran culpables y no tenían ma selvática por serranos fronterizos en cuya aldea
cuenta que rendirte… entonces vas a pagar, se mezclaban algunos Amuesha en el siglo XVII
vas a quedarte enraizado aquí tanto tiempo co- (Ortiz D., 1967, I: 63, 65, 69), debe ser destacado.
mo cabezas has hecho rodar allá, arriba”. El Cerro de la Sal, en manos de los Amuesha y
v.1 “Tú vas a mantener la tierra aquí, vas a mante- Campa de los siglos XVI al XX y seguramente an-
nerla para siempre, ella y toda las gentes que tes, era un importante centro de trueque y de rela-
han hecho surgir (los blancos)”. ciones interétnicas. Algunos grupos de la selva te-
v.1 y 2 En efecto, el Inca tomó raíces como un ár- nían acceso a él, otros debían limitarse a los depó-
bol, en todas las direcciones. Su suegro le ha- sitos sobre pilotes dispuestos a su alrededor y vigi-
bía castigado y el Inca gritaba, gritaba: “cómo lados (Renard-Casevitz, 1969). Hasta aquí sabe-
podría yo jamás volver a levantarme, ya algu- mos que concurrían al Cerro de la Sal representan-
nas raíces me salen del trasero...” Era verdad - tes de las tribus del Ucayali, del Urubamba y del
V.2: y nuestras gentes enviaron sobre él un Apurímac. Ahora vemos entrar al circuito de inter-
viento en torbellino, un viento violento de cambios, a cambio de sal y otros bienes, productos
suerte que el árbol no pudo ni desarrollarse ni andinos suministrados por serranos fronterizos.8 El
enderezarse… testimonio es tardío pero expresa una costumbre
antigua (cf. cap. I) que permite comprender la po-
Permítasenos una disgresión anticipadora sición aislada fuera del escudo protector inca de
que aclarará la elección de este mito como el aná- Huancabamba. Esclarece así mismo la importancia
lisis regional y que se excuse el recorrido sinuoso del vínculo entre los Huancas y Tarma (cf. infra) y
de estas páginas como la imagen de las “serpientes explicaría la abundancia regional de las hachas de
de oro” y de cobre rojo que nos abren el camino cobre en la hipótesis tan poco atrevida de la anti-
de la selva. güedad de estos vínculos perpetuados bajo el Im-
perio y luego bajo los españoles.
62 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 5
El este de Huánuco (provincias incas sombreadas).
AL ESTE DE LOS ANDES 63

Cieza, evocando la política de penetración arco, considerado igualmente por Castelnau y


oriental conducida por los Incas, remite indirecta- Marcoy, no-bia-ne = mi arco, i-bia-ne = su arco de
mente a parecidos comportamientos a nivel de Es- él). Por lo demás, otras palabras arawak preandi-
tado, aun cuando los motivos sean muy diferentes: nas parecen haber sido introducidas en la provin-
cia chupacho aunque por otra parte no se debe de
“Topa Ynga... hacia la parte de levante envió ore-
jones ... en hábito de mercaderes, para que mira-
olvidar la presencia tan cercana de los “Campa”
sen las tierras que hubiese y que gentes las man- del Perene, y para borrar toda duda, que la filia-
daban” (Señorío, ed. 1967: 205). ción de algunos vocablos depende de un análisis
plurilingüístico. En cuanto al padre Sala, todavía
Sin embargo, es de reconocer la existencia debía hallar motivo para su afirmación en la entra-
de relaciones comerciales con libre paso de los ne- da del padre Jiménez. Este franciscano, después de
gociantes que se distinguían por indumentaria par- tres años consagrados a los Panatagua y a los Tin-
ticular, tocado o vestido. El Imperio no ha conser- gane a comienzos del siglo XVII, intentó una expe-
vado memoria de sus transacciones, al menos ba- dición en la región de los Anti del Cerro de la Sal
jo esta forma. A la inversa de estos movimientos por Huancabamba, camino de fácil acceso (ver su-
descendientes, los Panatagua y Amuesha venían a pra), además, porque los Amuesha iban donde los
comerciar a Huánuco viejo, Pillko y Tarma donde Panatagua, a Coni y Huánuco. Una vez llegado a
los españoles los verán desde su llegada. la aldea de Quimiri, fundó una capilla
El padre Sala, que hablaba el idioma campa,
afirma a finales del siglo XIX que los Amuesha y los “con el beneplácito de su cacique D. Andrés
Zampati... Ies doctrinaba... en la lengua de ellos
Panatagua del medio Huallaga pertenecían a la
que hablaba bien” (Córdova Salinas, íbid.: 447).
misma etnia y que su lengua es un campa corrom-
pido (Izaguirre, t. XII: 19-20. 338). Sin duda mane- Es una forma de hacernos entender que los
jaba o había podido consultar, para elaborar sus Amuesha y “Campa” de Quimiri poseían la misma
propios textos, documentos en idioma panatagua lengua que la de los Panatagua, bien conocida por
hoy extraviados y redactados al comienzo de las el padre Jiménez o que estos Amuesha, los Panata-
misiones franciscanas de Huánuco y de Coni (el gua y los Moco (cf. infra) eran todos Amuesha o
padre Juan de Cabeza había compuesto un “arte” “Campa”.10 Del mismo modo Don Pedro Arias
y los padres Báez y Jiménez, un vocabulario). En su Mendoza, “vecino de la ciudad de Huánuco”,
ausencia, recordaremos el nombre “campa” del si- atestiguara en 1725, haber residido en la aldea de
tio de Malangallí (Renard-Casevitz, 1981: 139), Huancabamba, “conversión de indios panatagua”
término que significa “el río de las serpientes”. Se donde viven nueve familias de serranos y treinta de
trataba de cocales sin duda multiétnicos, explota- infieles. Ahora bien, estos infieles son colonos en-
dos por Chupacho y Anti (Helmer, 1955-56, Visita viados por los Amuesha y Campa de la región de
de 1549: 33) y situados en los confines nororienta- Quimiri y para este testigo, Panatagua y Amuesha
les de la provincia de Huánuco. son de nuevo idénticos. La presencia de diversos
Aun cuando sea peligroso, incluso tenden- grupos arawak en el medio Huallaga y en la región
cioso, sacar argumentos de nombres aislados, hay de Huánuco-Tarma no tiene nada de sorprendente
otro ejemplo demasiado hermoso para no ser men- en razón de los movimientos, en dirección oeste,
cionado, además, aporta un efecto acumulativo: de poblaciones que caracterizaron el final del Im-
cuando Gómez Arias entró en territorio panatagua perio Huari y la edad auca (ver cap. I).
en 1558, aparece Ipiane, intérprete del padre A. Ju- Independientemente de estas filiaciones lin-
rado O.F.M. y güísticas existe esta tradición oral que afirma la
“cacique del pueblo mocos, encomendado en
existencia de relaciones inca-amuesha y demues-
Garci Sánchez, que es junto a la provincia de los tra un buen conocimiento de costumbres imperia-
Panataguas e se entienden la lengua unos con les. Se podría pensar, no por los Amuesha, sino por
otros”.9 lejanas tribus, que estas tradiciones son prestadas y
remiten a un vínculo puramente imaginario; ahora
Ipiane, tanto en el vocabulario campa del
bien, varios testimonios atestiguan que numerosas
padre Touchaux como hoy entre los Matsiguenga
tribus, muy alejadas del Imperio, estaban conecta-
meridionales, significa “su arco” (Pia-mentsi = un
das a una de sus fronteras a través de los relevos de
64 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

grupos parentales, o aliados, incluso a través de serán reunificadas por Huayna Cápac y Huáscar, y
sus propios colonos. Es así cómo algunos Shipibo son introducidos los mitmaqkuna incas y que-
del Ucayali aparecen periódicamente en el Hualla- chuas. Lo atestigua Don Andrés Auquilluco:
ga y sin duda en Huánuco; hostiles a los misione-
“ynga mitimaes... de la parcialidad del Cusco...3.
ros y sobre todo a los soldados y otros españoles, En tiempo del ynga... eran 200 indios casados y
son ellos los que pondrán fin a las misiones pana- que están allí puestos por mitimaes desde el
tagua, con sus aliados locales, llevando la guerra a tiempo del Ynga Tupa Ynga Yupanqui...5... y les
300 km o más de sus propios centros territoriales. servían de guardar las tres fortalezas que se lla-
Sus tradiciones sobre el Inca, héroe cultural que les man Angar y Ocollupagua y Cochaipagua” (Or-
tiz de Z., op, cit., T. II: 33-34).
enseña a contar (Farrier R., 1967) o avaro al que
hay que robar el fuego y otros bienes (S. Waisbard, ¿Hubo intentos de rebelión en esta región
1958-59) no pueden tomarse como anexiones por periférica, presión de los vecinos panatagua o de-
rumores. Si los serranos se preocupaban de escalo- serciones importantes hacia refugios selváticos?
nar su territorio para variar sus recursos, los ama- Sin duda de todo hubo alternativarnente. Sin em-
zónicos y los habitantes del piedemonte de las re- bargo, la provincia Chupacho, que heredaron los
giones andinas tuvieron como preocupación el te- españoles, adquirió la configuración que vemos en
ner acceso a los valles andinos internos, como lo las Visitas bajo Huayna Cápac. Cuando el Inca vol-
demuestra el análisis arqueológico y su interés por vía de Cajamarca, entró con sus ejércitos en una
el metal, o la abundancia de joyas a lo largo del provincia perturbada, era la región de los Guanca-
Ucayali a la Conquista. chupacho.12
Es bajo Pachacuti Inca Yupanqui que los
ejércitos imperiales encabezados por el príncipe “y tuvo recia guerra, porque no del todo queda-
ron los naturales de allí en gracia de su padre y
heredero Topa Inca llegan al umbral de la región
conformidad... Io allanó y sojuzgó, poniendo go-
chupacho. Según la estrategia de conquista por bernadores y capitanes y eligiendo de los natura-
saltos, los Incas, nuevos dueños de las regiones de les señores... porque ellos, de antigüedad, no co-
Jauja, Tarma y Bombón, sin duda aprovecharon su nocían (por) señores a otros que los siendo más
ventaja y entraron en Huánuco viejo en el Alto poderosos, se levantaban y acaudillaban para ha-
cer guerra” (Cieza de L., 1967, cap. LXIV: 216).
Marañón, incluso por medio de intercambios o ca-
nales diplomáticos, en la región de los Chachapo- Por lo tanto se trata de una provincia sin
yas y más allá.11 Sin embargo, esta secuencia de otros jefes que los necesarios para hacer la guerra,
conquistas centrada sobre lo que habría de ser la que rechazan la dominación inca, en constante re-
gran vía imperial de la sierra, no llega al valle belión y fugas, por ello la creación de una frontera
oriental del Pillkomaqui-Huallaga. La conquista hecha de fortalezas responde tanto a las presiones
efectiva de los flancos laterales, es decir, de Pillko y problemas internos como a las agresiones exter-
y su región, y la implantación administrativa datan nas. La posibilidad de que hubo problemas en es-
del reinado de Topa Inca, en la segunda mitad del ta frontera oriental, especialmente en las zonas de
siglo XV. explotaciones interétnicas de tierras calientes, co-
“Tupac Ynca Yupanqui... pasó a Caxamarca y de mo por ejemplo en Chinchao, Mucheque, lo sugie-
allí fue a conquistar... Huacrachucu Chachapo- re el comentario del “principal Martín Cacay” que
yas... Chillaos, Pracamurus (Bracamoros), Muyu- segunda al cacique F. Masco.
bamba... se volvió a su corte... En la cual habien-
do asistido algunos años... juntó un grueso ejer- “Dijo que... tienen muchas tierras... Ias cuales les
cito para ir a conquistar las provincias de Guanu- dio el ynga cuando los pasó de dicho pueblo de
co y sus comarcas... que eran los indios belico- Uchec al de Mara donde los mandó estar por mi-
sos y salvajes” (Vázquez de E. in B.A.E. 231, cap. timaes porque su tierra estaba lejos y muy meti-
XCVIII: 385). da en la montaña...” (Ortiz de Z., I: 238).13

Fue cuando los Quero, los Yacha y en los Esta cita puede tener dos interpretaciones: o
confines orientales de la provincia, los Chupacho bien una expedición inca llevará por la fuerza a un
se convirtieron en vasallos del Imperio. grupo de la montaña hacia el interior de las fronte-
Bajo Topa Inca son organizados los cuatro ras del Imperio (cf. infra); o los Incas no pudieron
waranga (mil unidades domésticas) Chupacho que conservar las chacras abiertas en el monte por los
AL ESTE DE LOS ANDES 65

Chupacho, en tierra de sus aliados o parientes del construidos en torno a la palabra inca sobrenadan-
piedemonte al cual los Anti habían cerrado su ac- do en un relato más o menos incomprendido (cf.
ceso cuando los ejércitos imperiales invadieron la mitos amuesha y matsiguenga).
provincia vecina, lo que es más probable en este Al mismo tiempo que Huayna Cápac impo-
caso, ya que M. Cacay no menciona ni violencia ni nía la paz, aseguraba una mayor mezcla de pobla-
captura del mismo modo que no reivindica una ciones en el seno de la provincia de los Chupacho.
identidad piemontesa. Es entonces cuando reorganiza las cuatro waranga
Las crónicas no evocan intentos de conquis- fundadas por su padre, mezclando a los Quero y
ta en el este de Huánuco-Tarma; sin duda resisten- Yacha occidentales con los Chupacho orientales
cias larvadas, alternando con períodos más apaci- que exhiben caracteres o una gran influencia de
bles, movilizaban los esfuerzos de las guarniciones los habitantes del piedemonte amazónico. Un
incas por impedir las huidas o recuperar los fugiti- cuarto de los Chupacho fue enviado como mitmaq
vos y fundamentalmente para fortalecer unas fron- (colono) y yana cona (servidor) a la región del Cus-
teras inestables que Huáscar, después de Huayna co y el valle de Yucay,14 otro indicio de una paci-
Cápac, también tuvo que restablecer. Pero debie- ficación difícil, mientras que a los “mitimaes ingas
ron haber algunas expediciones para capturar co- orejones”, colonos nobles que representaban el
munidades vecinas y sus huéspedes y sobre todo poder central, les fueron adjudicados los deporta-
rechazar la presión piemontesa creando un no dos chachapoya, cayambi y palta (Helmer, op. cit.:
mans land que prolongaba las fortalezas. La me- 30). Las fronteras orientales, cercanas a Pillko-
moria popular parece que suple los silencios histo- Huánuco, fueron establecidas en el Huallaga
riográficos. Una tradición campa, recogida en una aguas abajo de Pillao, las “puertas del Inca” y tres
comunidad del Perene, dice que algunos de sus y cuatro fortalezas controlaban los desplazamien-
antepasados habían sido deportados por los Incas, tos de los fronterizos, la sumisión de los Chupacho
unos para cultivar la coca, otros para trabajar en y en parte las relaciones con los Anti.15
las minas de la sierra (Torre-López, 1965: 23). Por La imbricación de los Chupacho y de los
lo tanto hubo algunas expediciones en el oriente Moco, un grupo visiblemente avanzado de los Pa-
que al no poder colonizar las tierras piemontesas, natagua o de los Amuesha del río Tuetani (“río del
volvían con prisioneros y esto sería un ejemplo de floripondio”, Datura sp) cuyo status, libre o some-
las transferencias de grupos de las tierras bajas ha- tido, es incierto, y diversos aspectos de economía
cia la sierra o la ceja de la montaña, según los lla- y de su cultura permiten pensar en una coloniza-
mados “campa” fueran asignados a la extracción ción progresiva hacia las partes altas de los valles,
del metal o al cultivo de la coca. Así, los casos me- colonización que habría instalado a los Chupacho
jor documentados descubiertos por T. Saignes (cf. en la región de Pillo-Huánuco, o al menos en una
supra e infra) sin duda se reprodujeron en otras influencia piemontesa predominante y en relacio-
fronteras, el fracaso o el retraso de la colonización nes muy antiguas y activas que el Imperio sin du-
inca fue compensado por capturas de mano de da no pudo captar toda su extensión ni impedir las
obra instalada en las zonas poco pobladas de la formas clandestinas.
ceja de montaña. En el caso concreto de los “Cam- Las fuentes, siempre sedientas en detalles
pa”, no se puede dudar de la veracidad de esta tra- sobre el oriente, no hacen mención sino de algu-
dición ignorando al mismo tiempo su teatro y am- nas relaciones oficiales. Se cita la presencia de di-
plitud reales; había un número demasiado grande ferentes delegaciones anti en las grandes fiestas es-
de comunidades “campa” en todo lo largo de la tivales de Huánuco viejo, particularmente a partir
frontera central del Imperio para que algunas de de Corpus Cristi.16 Su presencia en esta época pa-
entre ellas no fuesen capturadas y trasladadas. Sin ra los fronterizos y los meses siguientes para los ha-
embargo, de paso señalamos hasta qué punto se bitantes del piedemonte más alejados se adapta al
debe guardar el espíritu crítico frente a semejantes calendario de las actividades estacionales. En esta
aseveraciones sobre todo cuando éstas son anti- latitud, junio, julio y agosto son en la selva el pe-
guas. En efecto, las versiones integrales de las tra- ríodo seco y el estío (agosto). Después de la pesa-
diciones orales recogidas estos últimos decenios da labor de las talas de junio, llegan el descanso y
son a menudo bastante diferentes de los pretendi- la distracción de las visitas y de los viajes. Entre los
dos resúmenes que de ellas se hicieron antaño, Anti es el momento en que se calman temporal-
66 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

mente las querellas, en que se concentran en las ri- con expediciones reales, la llegada de los habitan-
beras de los ríos y los brazos aislados por la decre- tes del piedemonte habría sido particularmente
cida para entregarse a la pesca con veneno; el mal acogida en esta época. Es cierto que si para las
abundante pescado ahumado permite hacer invita- gentes de las tierras altas esta fiesta indicaba el mo-
ciones colectivas y largos desplazamientos. Todos mento favorable para los preparativos de expedi-
se encontraban fuera de su territorio, en playas ciones hacia las tierras bajas, en razón del mismo
descubiertas por el estiaje: espacio no demarcado, calendario y de las talas anuales de junio, existían
congruente con una paralización estacional de los pocas posibilidades que las gentes de la montaña
conflictos abiertos. La “tregua”, de la que muy po- llegasen este mes al Cusco. En cambio, agosto, en-
cos se hallan excluidos como los Cashibo, es apro- tre los Incas, es uno de los dos momentos anuales
vechada para pasar de un territorio a otro e ir a donde cada cual debe hacer la paz con los suyos y
canjear, proveerse de sal o afirmar viejas alianzas sus vecinos (T. Zuidema, seminario 1983, París),
(Renard-Casevitz, 1969). Durante esta estación lar- cuando ni querellas ni discordias habrían de ex-
gos periplos conducían a lejanas delegaciones a presarse. Había pues en el curso de las fiestas de
las ciudades incas de Huánuco, Tarma, Jauja, Vil- este mes una especie de tregua tanto Arriba como
cas Guamán y hasta al Cusco; en cambio en sus Abajo y sin duda entre lo Alto y lo Bajo. Las rela-
tensiones y gérmenes de conflictos aquellos viajes ciones estrechadas por las delegaciones piemonte-
hacían los retornos azarosos, especialmente si iban sas en esta época debían permitir intercambios tan-
bien abastecidos. to más fructíferos que los Anti, sujetos potenciales
Al comienzo de la estación seca, entre ma- del Imperio, estaban convidados a las festividades
yo y junio, los Incas celebraban una fiesta “para ir y participaban activamente en ellas con sus pro-
a matar a los Chunchos” (T. Zuidema. Comunica- pios cantos y danzas. Sin embargo, estas relaciones
ción personal): que estos ritos se combinen o no permanecían peligrosas: los Anti representaban
muy concretamente un ejemplo pernicioso para

5. Danzantes “anti” (matriguenga)


En esta danza los hombre en fila india van delante de un grupo de mujeres con los brazos entrelazados.
AL ESTE DE LOS ANDES 67

“...las provincias anexadas, confederadas o tribu- cambio de bienes, servicios y personas (cf. el mito
tarias... pues estos habían aceptado ser amigos amuesha e infra el mito cashinahua, la pluma con-
de los Incas, manteniéndose a la vez libres y sin
tra el metal). El uno quiere la servidumbre, el otro
intromisiones en su tierra” (F. de Toledo, Levillier,
I: LI. Cf. también la fórmula general de Montesi- la independencia y la autonomía de los socios. El
nos: “si bien era un gobierno de cortesía, no de uno considera los servicios prestados como lo que
obediencia” -Memorias cap. XV: 70, o la de B. se le debe, mientras que para el otro son como una
Torres- 1971: 309: “Guaynacapac... hubo de elección en vista de una retribución evaluada en
contentarse con ganar por amigos a los que no función de la grandeza del Inca. Si ésta no se pro-
pudo por vasallos”).
duce, los Anti se retiran y se entregan a rapiñas o
Además, bastaba que coincidiera la llegada declaran la guerra; si una exigencia de servicios
de una delegación anti con alguna calamidad na- impuesta por el Inca queda sin respuesta, el Inca
tural para hacer manifiestos los poderes de estos envía contra estos “insumisos” expediciones puni-
pueblos que evocábamos anteriormente y su voca- tivas o conquistadoras. Este es exactamente el mar-
ción de víctimas expiatorias. Santacruz Pachacuti co dado a la expedición decretada por Topa Inca,
cuenta que bajo el reinado de Topa Inca, 300 Anti donde la negación de un servicio va a transformar
de Opatari llegaron al Cusco cargados de oro en a estos “amigos” en beligerantes.
polvo y pepitas en la época del año nuevo.17 La ¿En qué tipo de intercambio y servicios se
misma noche de su llegada hubo una helada larga basaban estas relaciones? Acabamos de evocarlo,
y terrible que destruyó las cosechas y las plantas. los Incas imputaban grandes poderes de magia y
De acuerdo con el dictamen de los ancianos que de brujería a los Anti, “grandes herboristas” (Ane-
constituían el consejo del Inca, los Anti fueron llo O., op. cit.: 45; Sarmiento, op. cit.: 112) y es
conducidos al monte Pachatusan (mapa 3, p. 46), probablemente a este nivel que hay que interpretar
al este del Cusco y allí todos fueron ejecutados y la introducción -real o imaginaria- de productos
enterrados con su oro (en B.A.E. 209: 305). inesperados en las transacciones inca-anti; al mis-
Historia o leyenda, este relato recuerda, co- mo tiempo el enunciado de semejante don consti-
mo el mito amuesha, a otras ejecuciones punitivas tuye ya la confesión de una originalidad irreducti-
o sacrificiales y expresa los peligros de la amistad ble de los habitantes del piedemonte en el seno o
con relación al vasallaje. No tardaban las represa- a los lados del Imperio:
lias suscitadas por semejantes actos, y en la con- “castigo de los señores grandes y principales des-
quista española, se guardaba fresca la memoria de de reyno... Ies dan bibo para que coma los yn-
“unas salidas de Antis contra el Inca”: ellos des- dios chunchos... castigo de las señoras principa-
truían chacras y casas a su paso antes de desapare- les y de coya y de nusta, pallaconas, si le hallan
cer de nuevo.18 Es en este contexto de amistad re- culpada le dan a comer a los yndios anti que lo
coma biba... (Wamán Poma, F° 312).19
celosa que hay que considerar el primer acto mili-
tar imputado bajo la forma ritual e iniciática a To- Regalo perverso que convierte al “salvaje”
pa Inca: en doblemente criminal por el hecho de su caniba-
“fue de convocar a los cinches... y la consecuen-
lismo desterrado de todo el Imperio y por la inges-
cia de tal reunión fue la guerra con los Antis” (F. tión de carne criminal que contamina a los comen-
de Toledo, ibid., Maúrtua, VI: 67, 253-254). sales; pero también reconocimiento subrepticio de
un parentesco puesto en la carne de este “carib”
Estas relaciones “amistosas” según el térmi- (caníbal) otorga identidad y sepultura vivientes a
no toledano, tejidas sobre un fondo de desconfian- parientes difuntos. Este canibalismo sería objeto de
za y de hostilidad latentes, parecen pertenecer, lo justicia en el texto de Waman Poma, del mismo
hemos dicho, por un lado a un proyecto de clien- modo que el contra-don anti: lagarto (caimán), ja-
telismo, luego de sumisión, y del otro a una espe- guar y serpiente, devoradores de hombres que es-
cie de “potlach” asimétrico donde el Inca recibe peraran en las mazmorras incas a los culpables de
un don que le constriñe a un contra-don en la me- menor envergadura sea por su falta o por su rango.
dida de su riqueza; el uno busca atraer, luego so- Pero también es cuestión de guerra (cf. infra, cap.
meter y anexar para captar nuevas fuerzas produc- V, cita de Wamán Poma sobre el 13º capitán); en
tivas, el otro quiere compartir mediante el inter- tanto que aliados o enemigos de los Incas, los
68 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

“Chuncho” devoraban a la nobleza cusqueña o a cultivan allí a pocas leguas de la futura Huánuco
sus enemigos. Que la fiesta para matar a los Chun- (1 a 3 leguas hasta 10 leguas, cf. Ortiz de Z., t.l
cho haga o no eco en esta función, su existencia y 228, t.2: 198...). Así, las visitas atestiguan sobre la
el carácter antropófago del Chuncho confirma su orientación amazónica de la economía chupacho,
aislamiento, respecto de los vasallos de las otras sin embargo, el maíz es aquí el cultivo dominante,
regiones, en el status único de una personalidad del mismo modo que en territorio quechua; de-
donde se confunden el hermano y el enemigo, el sempeña un papel muy secundario en una econo-
viviente y el muerto, el inca y el salvaje. mía de subsistencia basada en la yuca, omnipre-
Es menester recordar que en la práctica los sente desde el momento en que se franquea el
Anti y los Chuncho distaban de ser todos caníba- “puente de las termas”, abajo de Pillao sobre el
les; no era el caso ni de los Panatagua, ni de los Huallaga o sobre las riberas inferiores del río Chin-
Amuesha, como tampoco de los diversos grupos chao.
“campa” y matsiguenga que veremos más adelan- Entre los “tributos” entregados a los Incas
te. Sin embargo, todos los habitantes del piede- por los Chupacho, retendré los productos de las
monte son considerados como tales en su conjun- tierras calientes: ají, coca, miel, aves y plumas a las
to o separadamente (cf. cap. 2). A la inversa, si bien cuales se añaden quiza ciertas tinturas -¿vegeta-
algunos comieron del príncipe inca o del señor les?- para cuya obtención trabajan 40 Chupacho
destronado por los ejércitos imperiales, no existen (Helmer: 41). Debían entregar además “cumbi”, te-
ya tradiciones de las tierras bajas que aborden es- jidos de lana y algodón, para los cuales las reser-
te tema, mientras que la mayoría escenifica a un vas incas les suministraban la lana, cosechando
habitante del piedemonte, presa potencial o real ellos mismos el algodón en las chacras del Inca
del ogro inca. En efecto, en este diálogo entre los (Ortiz de Z., t.l: 29,37...). Por lo demás, los Chupa-
mitos de las tierras altas y bajas, los que habitan el cho de la región Pillko-Huánuco intercambiaban
piedemonte concuerdan todos en una respuesta (“rescatar”) con sus vecinos “yaros, de Chinchaco-
única sobre la identidad que se les atribuye: el In- na... guamalies, yachas y mitimaes” (íbid.: 68,
ca, ávaro y gran consumidor de hombres, ilustra la etc...) algodón, coca, maíz, ají a cambio de lana,
perversión social, el antijefe que pone a los otros a llamas o carne seca. Es además un rasgo de cultu-
trabajar y no redistribuye el producto de sus activi- ra que aboga por un origen o una fuerte influencia
dades (cf. Ios tres mitos citados). Es en el seno de amazónica de los Chupacho que no parecen parti-
estas representaciones que se destacan intercam- cipar de una explotación vertical de los pisos andi-
bios y transacciones económicas de los cuales nos nos y prefieren en su lugar el trueque para adquirir
facilitan en ocasiones un inventario bruto en los los productos propios de cada piso.
datos regionales; mudas sobre el contexto político, Un ejemplo precisara mejor las actividades
simbólico y ritual, estas fuentes omiten la amenaza chupacho realizadas al servicio del Estado. En
siempre presente de una revuelta de los objetos y Ucheque, los Chupacho
de sus dueños e ignoran las razones de las crisis y
“en tiempo del ynga tributaban en muchas cosas
las rupturas.
que eran... en coca y en plumas y oxotas... y co-
Según nuestros documentos los productos sas de madera... e indios que le daban... para
anti introducidos en el Imperio son animales, plu- buscar pajaros de colores... Ia ropa de cumbi la
mas y obras como “quitasoles, muy bien obrados y hacían en su tierra que cuando el ynga la pedía
muy finos” (Montesinos, op. cit.: 97), puntas de llevaban al Cusco los mismos que la hacían y lo
lanza, puntas de flechas y otras partes de armas en mismo hacían los oficiales de las plumas” (Ortiz
de Z, t.I: 239).
madera dura de chonta, ají, algodón, maní o nue-
ces del Brasil. Si la región chupacho nos da pocos Nos preguntamos sobre los productos que
detalles sobre estas relaciones comerciales con la podían introducir los Anti en esta región fuera en-
montaña en cambio tenemos abundantes datos so- tre los Chupacho, o entre los Incas puesto que la
bre sus producciones. Toda la parte oriental de la producción chupacho se identifica más o menos
región de Pillko está dirigida hacia producciones con la suya. Ellos debían proponer animales, resi-
de las tierras calientes, semejantes a las de los ha- nas, puntas de armas de chonta, plantas cuya pre-
bitantes del piedemonte vecinos: maíz, algodón, sencia o utilización son mencionadas sin que sean
ají, coca, frijol, patata dulce y cahuitas (frutas) se cultivadas in situ como el tabaco y sin duda el “cu-
AL ESTE DE LOS ANDES 69

mo”, veneno de pesca (barbasco): en efecto, los los Anti del este de Huánuco y de Tarma, es decir,
Chupacho suministraban pescados secos a Huánu- por los cotonadas panatagua y amuesha. Citado
co viejo y su región. Se puede suponer que al igual como testigo del martirio de los padres Jiménez y
que sus vecinos, practicaban la pesca con veneno Larios, evoca su larga práctica con los Amuesha de
en la decrecida y obtenían de los Anti una parte Quimiri que le suministraban tejidos (Córdova Sa-
del veneno necesario. Es igualmente probable que linas, op. cit.: 451). En cuanto a los franciscanos
entre los productos incluidos en el “tributo” chu- del Huallaga, además de las prestaciones en traba-
pacho a los Incas, aquellos que se hallaban espar- jo exigidas a sus feligreses, hacía pagar su santo
cidos en la naturaleza y escaseaban en las fronte- ministerio, a lo largo del siglo XVII, con la confec-
ras del Imperio, fueran solicitados a los Anti tanto ción de cushma y otras piezas de tejido adornadas
por los Chupacho como por los “Orejones” inca, con plumas que eran la admiración de la corte de
aliados o clientes: miel, plumas, aves, incluso qui- los virreyes hasta el punto de que los encargos
zá murciélagos bastante abundantes en las diversas afluían y, con ellos, las exigencias de motivos, flo-
cuevas de la región de Tingo María.20 Por último rales por ejemplo y de formas con vistas a servir de
hay que añadir al número de objetos intercambia- manteles y cubrecamas.
dos granos ornamentales, lúdicos o mágicos como Cuando cita este único don, el relato
el guairuru (género Ormosia), la huilca o el cuti, amuesha se inserta en una ideología panandina,
plantas shamánicas y curativas, objetos de culto anterior a los Incas pero cuya práctica difundieron
entre los cuales concreciones animales como las por todo el Imperio. Los tejidos estaban cargados
piedras bezoar descubiertas en gran número bajo de expresión y de valor simbólico; cubrían una im-
las huacas (Waka) particularmente en toda la re- portante función retributiva o sellaban fuera la
gión que va del Chinchay cocha a los Chanca: lealtad o la alianza. Así, los participantes de una
ahora bien, entre ellas las piedras de sachavaca expedición militar inca recibían de las reservas del
(Tapirus sp.) eran muy apreciadas.21 Estado tejidos cuya finura correspondía a sus res-
¿Es testimonio de un buen conocimiento de pectivos status y el príncipe o el general codiciosos
la administración inca o de una estrecha intimidad en este dominio podían ver a sus tropas rebelarse
con los Chupacho? El relato amuesha colocado co- y abandonarlos, mientras que a los cobardes se les
mo exergo nos muestra una similitud interesante ofrecía vestidos femeninos. El señor o el rey de una
con el texto recogido en el siglo XVI entre las gen- provincia que rendía pleitesía al Inca veía confir-
tes de Ucheque, en realidad retirados en Mara: a la mada su posición mediante un don de vestidos
persecución de aves con hermosas plumas, de cin- principescos o reales, reciba o no en matrimonio
co especies diferentes, sucede la confección de una iñaca, princesa o noble cusqueña.23 Por lo de-
una cushma ornamentada con las plumas inserta- más, será necesario que nos preguntemos sobre el
das en el tejido22 que los artesanos llevan ellos hecho de que sean los Chupachos en persona
mismos al Inca. Además, las tejedoras se convier- quienes lleven sus obras al Inca, en lugar de remi-
ten en vírgenes temporales para realizar este traba- tírselas a su representante provincial. Por una par-
jo de arte -del mismo modo que toda muchacha te- te, el objeto, precioso, colocado fuera del circuito,
je la cushma de su prometido durante la reclusión expresa una relación directa y reafirma la lealtad
de la pubertad en la selva y como las vírgenes del del vasallo; por otra parte, podría ocurrir que estos
Sol-. Igualmente revelador es el objeto del don que hechos fueran una de las fuentes que inspiran el
sella la alianza. mito amuesha.
Si bien no es necesario alabar el arte amazó- Elegir, como objeto de intercambio entre los
nico de la pluma, podemos pensar que las creacio- Incas y los Amuesha, una obra delicada de algo-
nes de los habitantes del piedemonte destinadas a dón y de plumas, vestido de muy alto valor, es
los Incas eran si no inigualables, al menos rivaliza- marcar la posición preeminente del aliado amues-
rían con los mejores productos de la costa tanto ha; ocupa el lugar del que ofrece más cuando ce-
más cuanto la materia prima era allí más variada. de una esposa divina y madre de la coca. Esta do-
A este respecto, se cita frecuentemente, a partir del ble inversión del sentido de la alianza y del don, la
siglo XVII, las magníficas obras mojo; pero Luis de una y la otra habitualmente centrífuga para el Inca
Ledesma da testimonio, a principios de este siglo, en este primer tiempo, plantea así al imaginario
del interés suscitado por los productos textiles de anti su grandeza y su autonomía irreductible, figu-
70 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 6
El este del Reino Huanca.
AL ESTE DE LOS ANDES 71

rando el Inca como yerno y vasallo comprometido sistencia y que su frontera rasgó un tejido de rela-
por una deuda insuperable que hace público su ciones intensas que unían los Chupacho con sus
atavío exótico de Chuncho. vecinos del piedemonte, antes de que con la paz
La historia inca no ha podido desmentir es- se permitiese a estos últimos reanudar los vínculos
te enfoque de las cosas, por cierto retrospectivo, y mantenidos subrepticiamente. Fortines, ciudadelas
algunos de sus terrores imaginarios: conquistando y puentes guardados militarmente atestiguan este
a los Chupacho, los Incas seguramente han reduci- pasado tumultoso propio de esta región de pobla-
do algunas comunidades anti vecinas pero al mis- ción densa y aparentemente homogénea.
mo tiempo también contrajeron una deuda de san-
gre que no pudieron extinguir, por no haber exten- 2. Tarma - Jauja - Guamanga y su piedemonte
dido su tutela a los muy cercanos Carapachos, Pa-
natagua, Amuesha y Campa. Las incursiones e im- A la inversa del poblamiento casi continuo
plantaciones en la montaña alta no tomaron el re- de los valles del Huallaga abajo de Huánuco, los
lieve de una conquista suficiente como para susti- habitantes del piedemonte de Cerro de Pasco y
tuir unas relaciones que oscilaban entre la vengan- Tarma prefiguran la situación que prevalecía en las
za y la alianza. Suponemos que los Anti que fue- fronteras del Tahuantinsuyo en todas las zonas de
ron conquistados favorecieron el mantenimiento montaña comprendidas desde el este de Jauja has-
de relaciones ora abiertas, ora secretas de una par- ta las cabeceras del Alto Madre de Dios. Los Andes
te y otra de la frontera, de la misma manera que los se ensanchan, profundamente entallados por una
Chupacho de fuerte orientación selvática, aliados red hidrográfica tupida y el hábitat de la gente del
de los Moco y los Panatagua.24 La conquista espa- piedemonte fronterizo, establecida por debajo de
ñola esclarecerá todos estos problemas de frontera los 1.500 metros de altitud, adopta la forma de pe-
cuando a su vez se vea confrontada a la huida de queñas comunidades dispersas protegidas por un
serranos hacia la selva refugio, a la búsqueda de no man’s land más importante que en el norte y
alianza pacífica abierta por los Anti, a las vendetlas formado por la ceja de montaña, explotada aun-
y guerras que resultarán de la codicia, la iniquidad que inhabitada: de tres a seis días de marcha sepa-
o de las tentativas de sometimiento. Retengamos ran las últimas aldeas o cocales imperiales de las
por el momento que, al conquistar el rico valle de primeras casas del piedemonte. En fin, mientras
Pillko-Huánuco, los Incas debieron encontrar en que fortalezas, puentes y caminos marcaban el do-
los bosques orientales muy cercanos una tenaz re- minio imperial y sus límites en la cuenca del Pill-

Foto 6
Tejedora matziguenga. Hilos de dar algodones cultivados, blanco y rojo; un hilo teñido de negro.
72 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ko-Huallaga, la frontera oriental aparece ahora co- rios, sometidos solamente a los deberes y obliga-
mo indecisa, sin fortines ni caminos para indicar su ciones prescritos por la alianza que están en liber-
trazado, sin historia ni definición en las crónicas y tad de romper para volver a internarse, clientes no
otros escritos. Por una paradoja ya señalada, cuan- sujetos a la prestación de trabajo por el hecho de
to más se acerca uno al corazón del Imperio y su no estar censados en las metrópolis regionales o
metrópoli, menos son las marcas tangibles y la sometidos únicamente a las mit’a del señor local,
frontera material de su avanzada en el piedemonte por último vasallos del Imperio. En efecto, la con-
amazónico, más se oscurecen las relaciones entre quista imperial engendró fugas por una parte y
las altas y bajas tierras, cuando precisamente el ce- fraudes de otra, como aquellas que florecieron ba-
rrojazo opuesto a la penetración inca parece ser jo la administración española. Todas estas aldeas
más eficaz. Entre los dos polos precisos de los Bra- excéntricas compartían importantes funciones de
camoro al norte (en el Hualiaga inferior, cf. a. C. tránsito de bienes y personas: por ellas pasaban las
Taylor: t. 2) y de los Mojo-Chiriguano al sureste (cf. delegaciones anti que iban a intercambiar en los
T. Saignes, infra), la historia de la montaña oriental centros provinciales. Igualmente eran un lugar de
se convierte en rumor cubierto por la voz de mitos observación y de información donde los habitantes
y ritos centrados en su mayor parte en el Alto Ma- del piedemonte, gracias a sus “colonos”, se mante-
dre de Dios, los nombres por una derivación des- nían al corriente de los proyectos y de la política
conocida se convierten en símbolos, tales como fronteriza del Imperio para preparar, en caso nece-
chuncho y sobre todo anti para designar la región sario, acciones concretas a mayor o menor gran es-
oriental del Imperio (Antisuyu), suplantando quizá cala (cf. infra la sublevación de los Iscaicinga, Ma-
una designación anterior oma (Omasuyu, ver Ane- nari y Opatari o bajo la administración española,
llo Oliva, op. cit.: 38-39). la consigna respetada por los Panatagua, los
Sin embargo, con la llegada de los españo- Amuesha, los Campa y diversos grupos Pano y la
les, el antiguo arraigo de ciertos nombres podrá ser destrucción de la Villa de Jesús fundada por Hurta-
precisado por el hecho de que en adelante serán do de Arbieto).
utilizados bajo su mero aspecto profano, lo que En otros lados, cuando faltan tales aldeas,
permite su localización e identificación. Al mismo parece que los cocales interétnicos, como los de
tiempo, diversos documentos revelarán antiguos Vitoc (BAE, 183, Henestrosa: 174. Provincia de
lazos insospechados; así al este de Tarma, de Jauja Jauja, jurisdicción de Tarma), del Mantaro por
y cerca de Matipampa, algunos lugares y gentes ejemplo los de curacas ancara cerca de Matipam-
ofrecen un modelo de relaciones tanto más intere- pa, los del Apurímac y del Urubamba, hayan juga-
sante que esclarece algunos hechos mencionados do este papel de lugares de cohabitación, de inter-
sobre el Apurímac, el Urubamba, el Paucartambo cambios y de observación (mapa 6, p. 70). Por es-
o las cabeceras del Madre de Dios. Se trata de es- to, los Manari, bajo su nombre local de Ninarua
tas aldeas casi “perdidas” en la historia inca: domi- (cf. Wamán Poma), aparecen en Matipampa. Aho-
nando la montaña, a la entrada de un valle, están ra bien estas aldeas en ceja de montaña o en sus
establecidas en zonas quechua, como Huanca- bordes y los campos multiétnicos de coca, algodón
bamba, Acobamba, Comas o Pillcozuni, la única y otros productos tropicales explotados por los va-
en ser pronto mencionada sin duda por su papel sallos del Imperio quedan relativamente cercanos
resonante en las luchas hispano-neo-imperiales. de los centros administrativos cuyo emplazamien-
Aunque estén situadas como mínimo a tres días de to recuerda generalmente la historia pre-inca y
camino y hasta seis días de las primeras casas en el donde se concentran los gobernadores inca y los
piedemonte, son establecimientos mixtos poblados dignatarios locales (ct: Renard-Casevitz, 1981: Co-
en proporción variable de serranos y de Anti y vin- ca). A la inversa de lo que se produce mucho más
culados a lugares de tierras bajas mediante inter- al sur, aldeas y campos no se presentan como las
cambios, particularmente matrimoniales. Según bases provisionales de un frente pionero y de una
que estos serranos aparezcan como fugitivos no expansión colonizadora sino como el resultado de
contabilizados, como colonos dependientes de un un antiguo statu quo (¿pre-inca?), la última avanza-
señor local, y no del Estado, o como vasallos del da de una frontera tácitamente admitida donde se
Imperio, sus co-aldeanos dependen a su vez de un diluye, si no termina, la presencia efectiva de la
status diferente: aliados no directamente tributa- administración inca. Concesiones hacia abajo,
AL ESTE DE LOS ANDES 73

equilibradas por la presencia de algunos colonos últimas provincias “todos o casi todos estaban con
arriba, estos campos parecen conservar bajo el Im- las armas en las manos para procurar su libertad
perio su posición anterior y representar el extremo los opresos, y los demás para se defender” (Sar-
oriente de las zonas de acción de las tierras altas, miento: 102); Pachacuti envió entonces al príncipe
escapando ya a la protección ofrecida por ciuda- heredero Topa Inca, aconsejado según las versio-
delas centrales. Concesión podría parecer un tér- nes, por un tío paterno o un hermano mayor bas-
mino demasiado fuerte para designar este tipo de tardo, para asegurar y ampliar la conquista del
implantación, pero ¿no es el caso de Uchec que Chinchaysuyu. Poderosamente ayudados por los
los Chupacho se ven obligados a abandonar cuan- Chancas, los ejércitos de Topa Inca se apoderan de
do se establece la frontera inca? tres fortalezas de la provincia quechua, Tohara,
Admirables ruinas abundan de ambas partes Cayara y Curamba (Sarmiento), vencen a los Anca-
de la vía central Huánuco-Jauja-Guamanga-Anda- raes fortificados en Urcocalla y Guayllapucara, sin
huaylas... Cusco, en cambio a partir de Jauja no combatir reciben la rendición y los presentes de
hay el menor fortín a lo largo de la frontera orien- los vecinos occidentales y se preparan para invadir
tal. Hay que recordar que la paz inca sucede al el reino Huanca (Cobo). Santacruz Pachacuti Yam-
tiempo de los guerreros y que las fortalezas y las qui describe esta conquista según un modelo trina-
ciudadelas se erguían en lugares elevados en el rio: tres ejércitos enviados por tres entradas y ras-
centro de su feudo25. Los Incas en la época de la treando todo a su paso hasta su punto de conver-
conquista de las tierras chanca, lucana, sora, anca- gencia, procedimiento que encontramos en otra
ra y huanca, se apoderan de los lugares fortificados parte, en particular en la descripción que hace Sar-
salvo de algunos centros chanca arrasados, e insta- miento de la conquista de los Anti por el mismo
lan en su interior o a un lado sus propias guarnicio- Topa Inca. Se trata más de una narración ritualiza-
nes. Del mismo modo, por añadidura en los para- da, de una gesta sin duda ligada a cantos y relatos
jes de los centros de culto erigen sus propios tem- épicos que de una crónica histórica26 y las tres en-
plos y palacios. En cuanto a la frontera oriental, és- tradas inscriben probablemente en el espacio una
ta permanece virgen de obras arquitectónicas inca, sucesión de combates iniciados, sin resultados de-
poseyendo una configuración indecisa entre apa- finitivos, por Pachacuti y terminados victoriosa-
rentes desiertos humanos y avances hacia las tie- mente por su hijo. Es con la toma de Siquilla puca-
rras bajas donde convergen los colonos de Arriba y rá, fortaleza próxima a Jauja27 que los Huanca re-
los clientes o residentes de Abajo y a los cuales res- conocen tanto su derrota como el señorío inca,
ponden los avances de los habitantes del piede- mientras que el ejército conquistador, aceptando al
monte hacia las primeras aldeas de altura mencio- paso el vasallaje de un grupo yauyo y de los Huan-
nadas anteriormente. La arqueología, todavía insu- ca de Tarma (Cieza de León), prosigue su avance,
ficiente, y la historia que vamos a abordar ahora como hemos visto, hasta Cajamarca por Huánuco.
convergen y hacen de este piedemonte un dominio La conquista bien asegurada y el rey huanca
ampliamente abierto hacia el Imperio del cual se destronado, Topa Inca divide el reino en tres saya
protege por un no man’s land importante. Es el ca- y, como en la región de Huánuco, Huayna Cápac
so particularmente de toda la ceja de montaña arreglará esta tripartición instalando mitmaqkuna
donde gentes de Arriba y gentes de Abajo se en- traídos del norte y enviados Huancas más al sur
cuentran para explotar distintamente o juntos los (ver cap. V).
recursos. Centrado en el curso superior del río Manta-
Es un ejército de 40 000 hombres, según ro, el reino Huanca tenía “como principales socios
Cieza de León y Santacruz Pachacuti, que el Inca comerciales Tarama (Tarma) y Chinchaycocha pa-
Yupanqui Pachacuti lanza a la conquista de las ra proveerse de sal… y probablemente la selva pa-
provincias del Chinchaysuyu (mapas 6 y 7, pp. 70 ra procurarse más ají y algodón” viene a decir W.
y 76); derrota a los Sora refugiados en la fortaleza Espinoza (1972, ACUCP, 1: 40). Ni los Incas ni los
de Chalcomarca (Cabello de B.: 216; Sarmiento de españoles cortaron los vínculos estrechos que
G.: 285) y los Lucana, luego obtiene victorias “so- unían Tarma y Jauja, aunque Tarma fue durante un
bre los Acos” (Sarmiento), “los Quichuas y los An- tiempo jurisdicción de Huánuco al final del siglo
garaes” (Cobo en BAE, 92, 2, libro 12, cap. XIII: XVI (BAE, 183; RGI: 168). Los Huanca y luego los
81). Pero a pesar de esta grave sacudida, en las tres Incas detentaban cocales en el bosque oriental de
74 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

altura: algunos fueron abiertos o tomados por el Es- (Bombón), pasó adelante reduciendo otras mu-
tado, otros quedaron en manos de los señores pro- chas provincias que hay al oriente, hacia los An-
ti, las cuales eran como behetrías... vivían como
vinciales y de los grupos étnicos que los explota-
bestias, derramados por los campos, sierras y va-
ban. Los había debajo de Huancayo, en Matipam- lles, matándose unos a otros... no reconocían se-
pa, cerca de Andamarca (Pillco suni), de Mano- ñor, y así no tuvieron nombre sus provincias”
pampa (¿futura Monobamba?), de Comas, en (CR. Iib. VI, cap. XI).
Uchubamba, Vitoc, Cochangara y Paucarbamba.
Estos cocales nos ayudan a medir la extensión Por tanto salvajes, además de una sutilería
oriental del Imperio puesto que marcan su límite y de escritura justificando la imposibilidad del autor
que “a los confines pasados seis jornadas de tierrra de nombrarlos. Sin duda hubo algunos intentos
muy asperísima y montaña, están los indios de gue- combinados de capturas de Anti, mas su beneficio
rra que llaman Andes” (Ibíd.). Con la excepción de fue escaso o nulo, su alcance demasiado restringi-
los cocales del Mantaro y de los de Paucarbamba y do como para dejar vestigios de su presencia tales
cualquiera que sea la importancia, a veces exage- como ruinas, topónimos, bilingüismo, etc..., salvo
rada por la descripción.28 del no man’s land, todos en el Chanchamayo donde algunos vestigios testi-
estos lugares llevan directamente por uno u otro moniarían de una asociación quechua-amuesha
valle al Cerro de la Sal, así como Tarma. Además, cuyas modalidades se ignoran. Tampoco trastorna-
la presencia de Antis está atestiguada no solamen- ron las representaciones inca de la montaña y no
te en Cochangara sino también en Vitoc, Comas y fueron memorizadas (cf. infra). Únicamente las tra-
Uchubamba y los intercambios de bienes y perso- diciones orales amuesha, “campa” y matsiguenga
nas debieron permitir a estas cabeceras de valles suplen las lagunas de la historiografía imperial,
vincularse, al igual que los huancabambeños (cf. mas entonces, mediante el mito, el destino de al-
supra), a las minas de sal gema. La relación privile- gunas comunidades fronterizas se ha convertido en
giada de Jauja y de los huanca con Tarma y el la herencia común a todos, el acontecimiento sin-
oriente responde entonces a una nueva necesidad: gular, en la historia general.29
en caso de conflicto con los reinos y señoríos cir- Sin embargo, algunos cronistas relacionan
cundantes, Tarma y los diversos establecimientos la conquista del reino Huanca a la de una provin-
de la frontera oriental ofrecían una solución de re- cia de Vilcabamba ampliada y entre ellos Murúa
cambio y la garantía de que el suministro de sal no que nos suministra incluso el único nombre preci-
se agotaría. No solamente el ají, el algodón, el ta- so de que disponemos para esta región, al mismo,
baco, la plumajería, la madera dura remontaban tiempo que plantean más interrogantes que los que
por los ríos Oxabamba, Palca y Tulumayo, sino ayuda a resolver (mapa 7 p. 76). Según Murúa (t. l:
también la sal para las necesidades de los Huanca 51) y Cabello de Balboa (MA: 318) Topa lnga fue
y de los Yauyo fronterizos en tiempos de paz, y las quien conquistó Amaybamba,30 al contrario de lo
de grupos más importantes en tiempos de crisis. Es- que refieren la mayoría de los cronistas (cf. infra,
to justificaría igualmente la importancia de los de- cap, siguiente):
pósitos incas de Tarma, subrayada por varios cro- “en vida de su padre Ynga Yupanqui, cuyo hijo
nistas (por ejemplo, Cieza de L., Crónica..., cap. mayor fue, conquistó el valle de Amaybamba y
83); a parte de las funciones internas del Imperio, echó a los naturales del, y llegó hasta Pilcosuni,
estas reservas habrían podido soportar un comercio cuyos descendientes están al presente en el valle
de Amaybamba”.
bastante regular con los habitantes del piedemonte
del Cerro de la Sal (Amuesha y Ashaninga) aña- Al igual que en los otros relatos de la con-
diendo la sal a los productos usuales propuestos. quista de Vilcabamba, a Topa Inga se le supone ha-
No existe mención alguna de expediciones ber cruzado la provincia de este a oeste, pero en
inca al este de Tarma hacia el Cerro de la Sal y el lugar de regresar una vez llegado a Pampacona,
Ucayali o por el Mantaro y el Ene. Sólo Garcilaso atravesaría el Apurímac; por su valle o por las altu-
de la Vega, según su costumbre, extiende el domi- ras que dominan el Mantaro medio, alcanzaría
nio inca sobre el oriente pero de una manera tan Pillco suni, región y aldea sea del alto valle del río
vaga que uno se queda bastante dubitativo: San Fernando (afluente del Bajo Mantaro) o de Pa-
“Habiendo ganado el Inca Cápac Yupanqui (un
riahuanca en las fronteras del reino Huanca. Retor-
hermano de Pachacutec) a Tarma y a Pumpu naría entonces al Cusco para seguidamente volver
AL ESTE DE LOS ANDES 75

a partir a la conquista de los Quechuas, Ancaraes mos una rara alusión a una expedición inca hacia
y Huancas. la montaña del noreste del Cusco, pero Murúa
Hay que preguntarse sobre este Pillco suni: omite precisamente este hecho, así como mencio-
¿es realmente aquél de las cercanías de la actual nar a los Manari forzosamente encontrados.
Andamarca o de Pariahuanca donde unos capita- Así como el Amaybamba controlaba la en-
nes anti invitaron a Manco Cápac a descansar y trada noreste de la provincia de Vilcabamba, así
cerca del cual, en Yenupai de acuerdo a Titu Cusi mismo la parte del Apurímac llamada Acobamba
(1973: 107), o en Yuramayo según Murúa (t. l: (AGI. Ind. Gen. 1240, fº 5; RGI en BAE. 183...) en-
219), el Inca se enfrentó victoriosamente a los es- tre los ríos Pampas y Pampacuna controlaba su ac-
pañoles? En efecto, la repetición de los topónimos ceso suroeste (mapa 7, p. 76). La frontera inca-ma-
es cosa usual y toma en la vasta región que nos nari pasaba por Espíritu-pampa cerca del cual to-
ocupa un giro particular: en una notable continui- davía hoy un grupo matsiguenga aislado y en vías
dad, la frontera inca que recorre desde los Chupa- de extinción33 recuerda la antigua ocupación ma-
cho hasta la región de Opatari separa en efecto el nari de una gran parte de la actual provincia de La
idioma quechua impuesto por el Imperio en la sie- Mar. Los “Manaries” tenían por vecinos a los “Pil-
rra de los “campa” (arawak preandinos), de suerte cozones” del Bajo Mantaro y a los Iscaicinga del
que a diversos Pillco y Pilcomaqui, Acobamba, Vil- Ene (cf. infra). La expedición de Topa Inca a Pillco
cabamba, Huánuco, Paucartambo, Chanchamayo suni debería ser la ocasión para mencionar uno u
o Chunchomayo31 corresponden otros tantos Pi- otro de estos nombres, hemos visto que esto no
cha (ri), “el río del Tucán”, Chirumbia(ri), “el río de ocurrió aunque los Manari sean citados poco des-
los Helechos”, Pangoa(ri), “Casa-confluente”, Ma- pués entre los Anti aliados o conquistados. Más
puia(ri), “el río de las piedras, etc... como si cada adelante veremos las razones de este silencio. Pe-
valle fuese codificado según dos macro-rejillas: las ro al omitir cualquier referencia a los Anti, Murúa
de los topónimos quechua arriba de los ríos, la de se priva de toda credibilidad cronológica: los ejér-
los topónimos arawak abajo. Pero en este contex- citos inca no tenían otra elección que la de pasar
to, la combinación Pillco suni es excepción y de- por tierras anti o sora, ancara y huanca todavía in-
signa, que sepamos, un solo lugar y la región San dependientes, habiendo descartado la segunda so-
Fernando Pariahuanca que domina. Por esto no lución como posterior, este texto no evoca por ello
puede haber una confusión frecuente entre topóni- a la primera que, como veremos, era extraña al sis-
mos del norte y del este del Cusco (cf. infra), aquí tema de representaciones inca; sólo queda enton-
entre el Urubamba y el Mantaro. ces la mera anotación de una conquista privada de
Además, Murúa, al contrario que otros auto- una cronología y de un espacio reales.
res, distingue cabalmente dos expediciones de To- Más interesante es la siguiente observación
pa Inga hacia o en la montaña: una de ellas, la que de Murúa quien describe un desplazamiento de
acabamos de hablar, habría amplificado la con- población de Pillco suni a Amaybamba zona fron-
quista de Vilcabamba anexando todo el valle del teriza despoblada por la conquista inca y confiada
Amaybanba dotando de esta manera la provincia a Apoc Aunqui, el general vencedor, por Topa In-
de un acceso noreste más cómodo que la vía direc- ca. Careciendo de brazos y, en una primera época,
ta, luego avanzando allende el Apurímac hasta enfrentados a las exacciones de los antiguos ocu-
Pillco suni al oeste;32 la otra considera a un Topa pantes, era menester o bien prolongar la conquista
Inca en plena tentativa de conquista hacia el Alto o pacificar la frontera. Parece que prevaleció la se-
Madre de Dios, cuando fue llamado de regreso al gunda solución. La cronología y las formas de la
Cusco, confiando los ejércitos a su hermano Oto- conquista de Pillco suni no interfieren ya y se pue-
rongo Achachi. Este debe esperar sus órdenes en de considerar esta afirmación en la medida en que
Paucartambo y en Pillco, fortaleza inca del Pillco- esta migración está relacionada a una de las reor-
maqui (t l: 59; Garcilaso, CR., libro VII, cap. 14. Es- ganizaciones del reino Huanca bajo Topa Inca o
te Pillcomaqui es el río Marcapata) o lugar homó- Huayna Cápac. Nada indica el origen étnico de las
nimo del río Pillcopata. Aquí de nuevo se evita la gentes desplazadas en estas circunstancias, y sería
confusión entre las expediciones lanzadas a lo lar- azaroso ver en ellos a los únicos abuelos de los ha-
go de los ríos que corren de sur a norte y a lo lar- bitantes del piedemonte pilcozonos aliados de
go de los que fluyen hacia el este. En suma tendría- Manco Inca. Los mitmaqkuna debían ser a la ima-
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F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa 7
Al norte de Guamanga-Cuzco: grupos anti del norte en el siglo XVI (provincias incas sombreadas).
AL ESTE DE LOS ANDES 77

gen de los habitantes de esta región, en la medida dad con otros matsiguenga. Lo tendría si lo que se
en que estaban contabilizados; Pillco suni, lo he- pretendiera fuera explotar ciertas relaciones privi-
mos dicho, era un sitio establecido en el piso que- legiadas para pacificar y mantener abierta una
chua del valle del San Fernando,34 pueblo donde frontera que daba acceso a Vilcabamba y al Cusco.
cohabitaban Huanca, Yauyo y Anti al menos du- Estos mitmaqkuna eran mediadores, vasallos del
rante los últimos años del Imperio y la conquista Inca, aliados del salvaje, prenda y garantía de bue-
española. En cambio son fronterizos de las tierras nas relaciones con las tierras bajas y promotores de
altas y bajas, que tienen relaciones estrechas y re- una penetración pacífica o de una infiltración pro-
gulares con los Anti del Mantaro (Matsiguenga lla- gresiva. Una posición semejante estaba sin duda
mados en esa época Manari, Ninarua...) y lazos combinada con el status de colono mimado por el
más distendidos con los de los ríos Ene, Sonomo- Imperio para que no estuviese tentado en pasar la
ro, Masari (todos “campa”, es decir, en su mayoría frontera, ayudar a las venganzas o fomentar rebe-
Nomatsiguenga). Entre los testimonios a propósito liones y otros hechos de armas. Otros ejemplos
de estos intercambios, retengamos el del padre van en el mismo sentido más allá de su especifici-
Font quien encontró un yerno andamarqués (alto dad propia, tal es el de los Mojo del Alto Beni (cf.
río San Fernando), viviendo desde hacía quince supra, cap. III) y de nuevo, en un contexto militar
años entre sus aliados, una comunidad anti esta- contrario, la situación privilegiada ofrecida a los
blecida cerca de la confluencia del San Fernando- Huancas enviados a la frontera chiriguano según el
Mantaro. mito resumido un poco más adelante.
La suerte de las gentes de Pillco suni aclara Se nos perdonará por habernos entregado a
la política de transferencia seguida por los Incas en esta explicación de texto. Estas cuatro líneas de
este caso: una vez instalados en el valle del Amay- Murúa constituyen uno de los pocos datos que
bamba, estos mitmaqkuna muy poco extrañados conciernen al alto Oriente de las provincias huan-
debieron asegurar el inicio y mantenimiento de re- ca y ancara bajo el Imperio. Al igual que el mutis-
laciones pacíficas y atractivas con los grupos anti mo de las otras crónicas, son síntomas de un siste-
vecinos, igualmente matsiguenga; algunos de entre ma de representaciones que ahora es necesario
ellos conocían la lengua y las costumbres de los abordar en su doble expresión, inca e hispánica;
Anti y eran sus aliados o parientes debido a la tran- tal sistema permite comprender porqué, en esta re-
sitividad de estas relaciones en sus sistemas de pa- gión central, los datos conciernen a las provincias
rentesco.35 de sierra y en muy escasa proporción la frontera
Es ahora cuando las afirmaciones de un Cie- oriental de altura (la actual Andamarca, por ejem-
za de León se revelan como parciales y cargadas plo, está a 2 560 metros de altitud) y son mudos
de etnocentrismo (cf. supra. cap. III): la instalación acerca de la montaña propiamente dicha.
de mitmaq podía responder a sutiles objetivos de En cuanto a la montaña de Guamanga,
buenas relaciones internacionales. Este ejemplo, constituida por el profundo valle del Apurímac,
corroborado por el de las gentes de Nazca estable- volveremos a hablar de ella por razones idénticas,
cidas en la región de Guamanga con la cual esta- en el curso del siguiente estudio regional. Notemos
ban tradicionalmente vinculados (cf. B.A.F. 231, solamente que al noreste de Guamanga, el arqueó-
cap. 83: 367, S 1. 484 y Garcilaso C.R,, lib. III, cap. logo D. Bonavia ha detectado tres sitios estableci-
19), es lo suficientemente sorprendente como para dos en el límite superior de la ceja de montaña
que se subraye. En estos dos casos, la política im- (3.500 metros de altitud) con caminos que descien-
perial organiza una colonización de regiones de- den hacia la selva. Lástima que no se haya podido
mográficamente empobrecidas, por pueblos alia- seguir su huella hasta el Mantaro o el Apurimac,
dos a los autóctonos (Nazca-Huari, Pillco suni-Ma- pues es por ellos que transitaron los Incas del
nari). No es pues la disensión lo que se busca sis- neoimperio para atacar a los españoles de Gua-
temáticamente según los comentarios de Cieza, si- manga y por donde antaño pasaba la frontera im-
no más bien el apaciguamiento y la apertura. En perial. Desde este pundo de vista Tambo viejo, al
efecto, en el marco fijado por Cieza, no tendría este de Huanta, ocupaba un lugar estratégico y sus
ningún sentido deportar, como en este caso, a gen- ruinas son hasta aquí los testigos más avanzados de
tes vecinas de Matsiguenga y tal vez incluso algún la ocupación inca, ausente de las alturas que domi-
matsiguenga, a un valle donde estarían en vecin- nan el Apurímac en esta latitud (mapa 7, p. 76).
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Notas
1 Auto-denominación Yanesha o Yamots. Serían los descen- 10 Para todos los montañeses, “Campa” es una designación
dientes de las primeras olas migratorias proto-arawak (cf. dada por extranjeros que los franciscanos difundieron,
cap. I) seguidas poco después por los ancestros de los aplicándola progresivamente a todos los Arawaks preandi-
“Campas”, es decir por sus principales grupos, los Asha- nos que descubrían: desde los Ashaninga del Gran Pajonal
ninga, Matsiguenga y Nomatsiguenga y los Yine, más co- hasta los Matsiguenga del Madre de Dios. A causa de su
nocidos como Piro. Todos juntos constituyen el conjunto notoriedad usaré ese término cuyo único mérito es el de
de los Arawak preandinos que representan actualmente al- evidenciar el parentesco de los Ashaninga, Matsiguenga y
rededor de 70 000 personas repartidas en la montaña de Nomatsiguenga, más allá de divergencias y de diferencia-
los ríos Piehis-Paleazu al norte hasta el Alto Madre de Dios ciones regionales.
al sur. Ver mapa 4, p. 60. A propósito del mito, ver el cap. 11 Cieza de León, Señorío..., 1967:166 i Cobo in B.A.E. 92,
II, Chuntauaehu y Sg. 2, lib. 12, cap. 12: 80; Cabello de Balboa, Miscelánea An-
2 Se trata de un regreso mágico a la inversa del largo viaje tártica: 219-220, etc.
de sus gentes guiadas por Mopool y de aquel en el que el 12 Hablando con propiedad los Guancachupachos poblaban
Inca partió a buscarlos. el noreste de Huánuco viejo, pero como se demuestra des-
3 Cf. cap. Il nota 3, p. 43, acerca de Otorongo Achachi, pués, los propósitos de Cieza incluyen también la región
abuelo jaguar y las Coya de Guamán Poma representadas aun marginal de Pillko, conquistada por Topa Inga, recon-
con una bolsita de coca, como Pala en ese mito. En algu- quistada por Huayna Cápac quien deportara a los Chupa-
nos fragmentos míticos, la coca es el medio de los poderes cho como mitmaqkunas y yanaconas al valle de Yucay.
shamánicos o sacerdotales. 13 Uchec o Mucheque eran unas “chacras de ají y de algo-
4 Mantas blancas. Plaga estacional que ocurre según los dón” preincas donde acudían los representantes de las et-
años en julio o agosto. Se trata de nubes de minúsculos nias regionales. Ortiz de Z., t. I: 243.
mosquitos agresivos que invaden los ríos durante unos 14 Vaca de Castro en Urteaga, 2a. S., t. m repetido en Levi-
quince días haciendo huir hasta a los peseadores más es- llier, F. de Toledo, t. II: 66 i cf. también Guamán Poma, f°.
toicos. Imagen irónica: los insectos sociales forman socie- 162: 10° capitán, conquista de los Chupaychos por Guay-
dades parecidas a las de los humanos en las cuales ellos na Cápac.
capturan almas, en general de niños, para proliferar. Son 15 Ortiz de Z., t. II: 197: “eran tres fortalezas que llamaban
pues como Amuesha metamorfoseados y Davides lilipu- una Colpagua... y otra Cocapaysa (o Catapayasa) y otra
tenses quienes persiguen al Inca que por su parte se inter- Cachaypagua y otra Angar” ...Io que parecería indicar la
na en la época del estío, la de las expediciones incas efec- presencia de cuatro fortalezas. Ver también más arriba, ci-
tivas en la selva. ta t. II: 33-34, p. 89.
5 Hay que relacionar esta aparente pobreza del jefe amues- 16 La fiesta-Dios coincidía aproximadamente con el solsticio
ha con el aspecto miserable de algunos héroes divinos, co- de invierno, junio, fiesta del Inti-Raymi, sobre todo en la
mo Kon Iraya, etc..., en los mitos de la costa y de la sierra. relación calendario juliano/calendario inca. Recordemos
6 Río Tuetani o Toetani: río de la Datura, floripondio, hierba que se llama “verano” la estación seca, sin lluvias o invier-
del diablo (nombre vernáculo, toe sería de origen qui- no austral en la montaña.
chua). 17 Sin duda junio. Cf. T. Zuidema, 1982: 204 “datos precoces
7 Pueblito al sur del Cerro de Pasco situado en el acceso su- de diferentes regiones peruanas ubican el comienzo del
perior de los ríos Paucartambo (no confundirlo con su ho- año cuando reaparecen Las Pleiades en junio”, pero la di-
mónimo, afluente del Urubamba) y Huancabamba. Este visión del año en dos períodos de seis meses produce otro
Paucartambo y el río Chanchamayo confluyen para formar nuevo año, cercano al nuestro (ibíd. curso 1983). Este re-
el río Perene; el uno y el otro, así como el bajo Huanca- lato legendario parece hacer coincidir la venida y la muer-
bamba, formador del Pozuzo, estaban habitados durante te de los Anti con la fiesta de guerra inca contra los Chun-
el siglo XVI por Amages (Amuesha) y por “Campa”. Cf. ma- cho y deja un buen lugar a los poderes de los montañeses
pas 5 y 6 de la montaña central. Ruinas en el Chanchama- sobre la meteorología (cf. cap. II, nota 5).
yo atestiguan la coexistencia prehispánica Amuesha-andi- 18 Cieza de León, 1967, op. cit. cap. XXII; Santacruz Pacha-
nos, ver Smith R. C., 1977: 35-36. cuti Y., op. cit.: 304; Polo de Ondegardo, op. cit.: 66 y le-
8 Para dar una idea del carácter centrífugo de esos intercam- villier, op. cit.: LII.
bios y la extensión de esas vinculaciones, recordaría que 19 Wamán Poma, ed. I. E., París, f°. 312; ed. Murra, y Adomo.
se encontraron en manos de los Chimore del Orinoco “dos f°. 312 (314): 286: Levillier, op. cit.: 140. Puede uno inte-
mantas pintadas” peruanas (B.A.E., 231: 49). rrogarse acerca de esta repartición, los hombres a los
9 Maurtúa, V: 142-143 y antes p. 120: varios Moco acompa- Chuncho, las mujeres a los Anti. ¿Tiene alguna relación
ñaron a A. de Chávez como intérpretes entre los Panata- con el hecho de que los Chuncho se llevan, si se puede de-
gua. Cf. también Córdova Salinas, (1651), 1957: 206. Se cir, la palma del salvajismo desde el punto de vista inca (cf.
nos precisa en la nota 4 que el nombre completo del jefe infra)? También acerca del género de “consumo” al cual
don A. Talancha es Talankamincha; talanka, es decir, ta- estaban destinadas las nobles damas entregadas a los Anti,
ranka, que significa derrumbe, hundimiento de tierra, po- término que en un sentido restringido, es sinónimo de
dría ser otra palabra arawak preandina. “campa”, conjunto no antropófago. ¿Sería, de acuerdo con
AL ESTE DE LOS ANDES 79

los mitos, un consumo matrimonial, como lo sugieren las mo fue llamada Guamanga, San Juan de la Frontera en la
palabras de Guamán Poma: “...que lo coma biba” y la época de los Incas rebeldes de Vilcabamba, San Juan de la
equivalencia muy general entre comer o tomar y el acto Victoria durante un corto intermedio después de la victo-
sexual? ria de los realistas frente a Diego de Almagro, el joven, y
20 La más delicada de las telas, reservada al Inca en persona mucho después Ayacucho.
era, según se dice, hecha a base de piel de murciélago. 26 No entraré en el detalle de las diferentes versiones de esta
21 Ver Urteaga, 2a S., t. V: 177: “Piedra Vezar... Ias de las vi- conquista. Quienes quiera que hubiesen sido los príncipes
cuñas las más finas... pero las mejores sin comparación que dirigían las armadas, todos los cronistas están de
son las de los Antas (tapir)”, [Vasco de Contreras]. Habría acuerdo para ubicarlos mientras vivía Pachacuti y atribu-
también que mencionar las piedras lisas, brillantes, a veces yen generalmente la organización estatal de las nuevas
translúcidas, acarreadas por las vísceras de los pescados provincias a Topa Inca.
de río. Es un tema apenas evocado en la literatura que me- 27 Asiclla Pucará, según Murúa, t. 1: 51 y Sisiquilla en Sar-
recería escudriñamientos. Cf. Arriaga in B.A. E. 209: 197 miento. Sujeto a comprobación, señalamos que diversos
ss. Yauyos, Tarma, Chinchaycocha... y p. 204. autores identifican esta fortaleza huanca con las ruinas de
22 Esta técnica se utiliza todavía para confeccionar coronas, Tunan-Marca.
diademas frontales y collares. La punta de plumitas o la ca- 28 Las distancias son completamente subjetivas en su estima-
ña de las más largas, rebajada longitudinalmente, son co- ción que depende de la dificultad para caminar (cf. padre
gidas en el tejido a escondidas. Font), de la topografía de vertientes ásperas, del tipo de ve-
23 Ver T. Zuidema “una teoría de alianza matrimonial y polí- getación, bosque “limpio” o bosque “sucio” que hay que
tica” (Curso en el colegio de Prancia, mayo de 1983 en el desbrozar con machete para abrirse paso. Los españoles
cuadro del seminario de Mme. F. Héritier) y La Civilisation contaban en horas de marcha.
Inca, 1987, París, P.U.F. En las crónicas, algunos textos ha- 29 Tuve la oportunidad de recoger en 1978, el relato de un
cen alusión a un matrimonio hipergámico de los primeros testigo de un episodio particularmente trágico de la época
incas que esposaban la hija de un señor con más títulos del caucho. Ya había recogido desde hacía largo tiempo
que ellos, de un reino más anciano o una “hermana ma- algunas versiones de una leyenda intitulada “Italiano” que
yor”. El intercambio de regalos nupciales ¿recuerda aque- narraba ese episodio. La comparación de esos relatos
llo? En todo caso, la Coya ofrece siempre al Inca un vesti- muestra claramente la transformación de una historia local
do regio, mientras que él la calza con sandalias de oro. En- en “mito”.
tre los Campa y los Matsiguenga, aun en la actualidad, el 30 El actual río Lucumayu que desemboca en el Vilcanota-
matrimonio se concluye por el presente al esposo de una Urubamba al final de la garganta del Machu-Picchu. La
cushma tejida por la joven durante la reclusión de puber- versión de Cabello Balboa, posterior, habla de un Pillasu-
tad, cf. supra y el mito amuesha. ni. Ver mapa 7.
24 No hemos podido abordar aquí el interesante problema de 31 Existen innumerables confusiones entre los términos Chan-
los Iscaicinga de la montaña central del Perú y de su ho- chamayo y Chunchomayo. Así el Chunchomayo, afluente
mónimo de la provincia Dorado (Ecuador). El nombre en del río Paucartambo-Yavero es llamado con frecuencia
sí mismo es interesante; de origen quechua y queriendo Chanchamayo, tal como sucede con una de las cabeceras
decir “nariz cortada”, su terminación ofrece un fenómeno vecinas del río Pilu-pim. Estos dos Chunchomayo tiene su
de convergencia con aquella de las auto-denominaciones origen en la región de los lagos en cuya parte inferior y
campa que favorecen sin duda la adopción de ese térmi- oriental se alza Opatari, pero descienden en dirección
no. En cuanto a la costumbre a la cual esa palabra remite, opuesta. El que baja la vertiente occidental hacia el Yave-
se trata aquí de la perforación del septum nasal para sus- ro es aun denominado “Chancamayo, Andes de Paucar-
pender una joya y de aquella más común de perforar los tambo” (Maúrtua, Xl: 373). Ver mapa 8, p. 82.
lados de la nariz. Cf.: La Jornada de Capitán Alonso Mer- 32 Agreguemos que si se trataba de un Pillco suni actualmen-
cadillo a los Chupachos e Iscaicingas; Santacruz Pachacu- te desconocido y situado en el valle del Amaybamba o en
ti en B.A.E. 209: 304; Maúrtua, t. vm 221, t. VI: 63; en los alrededores, entre el Urubamba y el Paucartambo, las
Guamán Poma, p. 177 (ed. Murra y Adomo): Ch’iqta’cin- objeciones serían todavía válidas porque se trata igual-
ca=nariz partida. Cf. infra Iscaicinga del río Ene (Yscay cin- mente de tierras manari.
ca, literalmente dos narices). 33 Por rechazo de matrimonios mixtos con los “puna-runa”
25 La elección de los lugares en los cuales fueron construidas (gente de la sierra o puna) y luego de una larga cuarente-
las ciudadelas de la época auca y luego del Imperio, no es- na de sus parientes y aliados de Kompirushiato. Ver Bing-
tá sin duda determinada por su sola posición defensiva. No ham, 1914, A.A., t. 16: 185-199; “The ruins of Espiritu
se puede olvidar que ya bajo el Imperio Wari faltaban las Pampa, Peru”, ruinas incas ocupadas por los Campa.
tierras cultivables y como en la costa, se debía tratar de li- 34 Ver a este propósito el camino seguido por los españoles
berar un máximo de tierras de buena calidad, ello explica cuando fueron a enfrentar a Manco Cápac cerca de Pillco
fundaciones en sitios frecuentemente ventosos y fríos que suni y más adelante la altitud de Andamarca.
los españoles abandonaron en la región central, por nue- 35 Una sola alianza basta para englobar toda la comunidad
vas fundaciones en el piso quechua. Así fue para Huánu- en el sistema de parentesco, convirtiéndose sus miembros
co, Jauja (1a y 2a fundaciones), Tambo y Vilcas Guamán en parientes o en aliados. Revisar igualmente cap. VIII, la
que, de fundación en fundación y de bautismo en bautis- nota 10 acerca de los Sati de Vilcabamba.
Capítulo V
DE LA MONTAÑA DE VILCABAMBA AL MADRE DE DIOS

d
1. La Fuerza de la Representación: Confusiones beceras del Madre de Dios fluyendo de oeste a es-
Geográficas Seculares te y del Paucartambo (fluyendo de sur a norte y
luego este a oeste) y de sus afluentes orientales. Es
Aun cuando se trate de dos regiones distin- al explorar el Paucartambo más allá de Lacco has-
tas, los caprichos de las concepciones geográficas ta el río Matoriato (pampa de Cahuide) que este re-
e históricas nos llevan a tratar el conjunto de estas ligioso descubre su desembocadura en el Urubam-
comarcas antes de cualquier análisis regional. Has- ba, con el nombre de Yavero. Sobre sus huellas,
ta principios del siglo XX y la búsqueda frenética von Hassel emprende la exploración del río que si-
de salidas cómodas durante el auge del caucho, gue primero por la orilla derecha: nota la presen-
varias opiniones se enfrentaron acerca del curso de cia de vestigios Inca hasta el río “Chunchumayo”
los ríos, dependiendo, sobre todo, del curso dado (cf. cap. 4, nota 31). Poco después, estando recu-
al río Paucartambo; sólo retendremos las dos co- biertas las riberas del Paucartambo de un bosque
rrientes principales. Para unos muy minoritarios y inextricable, abre una trocha para alcanzar la línea
más tardíos el Paucartambo es un afluente del de la cresta oriental y descubre sobre ésta las “hue-
“Marañón” por intermedio o no del Urubamba: sus llas de un largo camino cubierto de vegetación”;
diferentes trozos cuyas continuidades son a veces estos restos de camino se detienen poco antes del
fantasiosas, son conocidos bajo diversos nombres, volcán Chichi (“fuego” en matsiguenga) en activi-
Mapocho aguas arriba, Camisea aguas abajo (Rai- dad y que humea por tres bocas. J.M. von Hassel
mondi), por ejemplo. Para la enorme mayoría, el deja entonces las crestas, retorna al lecho del Ya-
Paucartambo es uno de los principales generado- vero que cruza para seguir por la ribera izquierda,
res del Madre de Dios y es confundido ya sea con desde aguas arriba de la pampa Cahuide hasta la
el Pantiacolla-Alto Madre de Dios, llamado tam- desembocadura (BSGL., t. 17-18, 3er trim. 1905:
bién Condeja, ya sea con el Manú.1 En la relación 302 ss).
de su expedición (1567-1569), J. Álvarez Maldona- Para entender una confusión secular, hay
do resume cabalmente las confusiones del siglo que recordar que el pueblo de Paucartambo no so-
XVI: lamente controlaba el acceso a su propio valle y a
“...abajo de Tono (es decir, aquí el Alto Madre de
las cabeceras septentrionales del Alto Madre de
Dios)... veinte y cinco leguas más abaxo, entra en Dios sino que también se hallaba en la línea más
este río el río de Paucarguambo por la mano iz- corta y más recta entre el Cusco y la montaña: Pau-
quierda que desciende de los Manaries, ques ha- cartambo, Challabamba, el sitio de las Tres Cruces
cia donde está el Ynga (Manco Inca en la provin- y su fantástico panorama sobre la selva, después la
cia de Vilcabamba); desde este río abaxo se lla-
famosa cuesta de Canac-huay. En ninguna otra par-
ma el río Magno” (Maúrtua, VI: 61-62).
te está la selva tan próxima del Cusco ni coincide
Así el Manú, el Paucartambo, incluso el mejor que aquí con la frontera oriental de la ciu-
Urubamba se confunden en este único Paucar- dad imperial. Las Tres Cruces, Canac-huay y los
guambo que viene a unirse al Madre de Dios (ver cocales de Avisca en el río Tono marcan los verda-
mapas 7 y 8, pp. 76 y 82). deros comienzos del Antisuyu en tanto que región
Fueron necesarios los viajes de exploración del Imperio, así como las fortalezas de Opatari y
del padre Zubieta en 1902 y luego, aconsejado por de Pillco; a este respecto, T. Zuidema recuerda que
él, de von Hassel en 1903 para que finalmente para Santillán “es en Avisca que comienza el Anti-
sean reconocidas las redes hidrográficas de las ca- suyu” (1978, 42 ° C.l.A., vol. IV: 347-357). De he-
82 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa N° 8
Paucartambo - Alto Madre de Dios: los grupos anti del noreste en el siglo XVI (provincias incas sombreadas).
AL ESTE DE LOS ANDES 83

los ríos Piffi-piffi, Tono, Cosnipata y Pillcopata, ca-


beceras del Alto Madre de Dios, el río que riega a
esta ciudad debe igualmente conducir a ellos por
rodeos inexplorados, y es así como llegó a mezclar
sus aguas a las del Madre de Dios bajo el nombre
de Paucarguambo, Pilcomayo, etc... en los relatos
españoles.
En cuanto a Cañac-huay, no es solamente el
vertiginoso descenso a “la noche de los infiernos”
verdes descrito por Garcilaso, sino también dos di-
vinidades, dos lugares sagrados, que guardan res-
pectivamente las fronteras metropolitanas del este
y del oeste. Es la “huaca Cafsacguay Yauirca” asen-
tada en la aldea de “Capacuyo hacia los Antis” y
vinculada a los vientos y a la noche, que enfrenta
el cuarto inca, Cápac Yupanqui (Santacruz Pacha-
cuti, B.A.E. 209: 292); es otra vez la “huaca de
Cafsacguay”, vinculada al fuego y a la serpiente
caníbal a la que debe vencer Pachacuti para con-
quistar el Cuntisuyu (región suroeste. Ibíd.: 300).
Reforzando el modelo dualista evocado (uma I ur-
co, ver arriba y en el cap. I), esta representación
yergue puertas simétricas en el Antisuyu y Cundsu-
yu y los confunde en un solo límite, aunque bipar-
tido, un único lugar sagrado y una sola denomina-
7. Afluente del Matoriato en el Paucartambo-Yavero ción: Cañac-huay relacionada como símbolo al
-época de estiaje-. oriente.
No volveremos sobre el universo simbólico
inca:2 lo que nos importa aquí es la carga de estas
cho estos lugares prolongan exactamente el barrio representaciones, el velo que arroja sobre la histo-
cusqueño homónimo orientado al noreste y es en ria y la geografía regionales. Muchas veces nos he-
esta dirección ideal que los Incas tuvieron sus más mos sorprendido de la ausencia de datos concer-
antiguos contactos con la selva y sus habitantes. Es nientes a los Anti, vecinos de las provincias Chu-
pues la montaña que servirá de modelo y de esce- pacho, Huanca, Ancara; mientras nos proponían el
nario para otros valles semejantes pero diferente- estudio de estos habitantes del piedemonte, tuvi-
mente orientados y sus ribereños descubiertos pos- mos que seguir las conquistas de todas las provin-
teriormente. Modelo que adaptaría el de los anti- cias altas limítrofes y no las de la montaña. A este
guos Incas que provenían, según los Quipucama- respecto, la provincia de Vilcabamba es tratada co-
yu, de un pequeño feudo andino meridional y por mo las precedentes. Las crónicas mencionan su
el cual, el Omasuyu habría sido lo que es el Anti- conquista, que Murua y Cabello de Balboa am-
suyu en el Cusco, si comparamos este origen de los plían un poco (cf. supra), pero ninguna suministra
Incas con el aserto de Anello Oliva (ver cap. IV, 2). un relato circunstanciado o alusivo a expediciones
Los españoles de la Conquista y los cronis- y anexiones exitosas o abortadas más adelante, a
tas, en estas tierras irregulares y difíciles, comete- lo largo del Apurímac y del Urubamba. En cambio,
rán muchas confusiones inducidas por el universo el río Paucartambo representa una región pivote
simbólico y religioso inca y a causa de su ignoran- donde, según nuestras fuentes, comienzan a jugar
cia respecto a estas regiones luego de algunos fra- -y a rechinar datos nuevos. Asociada al oriente, su
casos. Entre este universo y la realidad administra- ciudad homónima lleva a una región sobre la que
tiva imperial en las fronteras, había un desfase que se acumulan todos los relatos de conquista de las
los españoles no siempre parecen haber percibido. tierras bajas que rodean la metrópoli desde el no-
Si Paucartambo, puerta del Antisuyu, conduce a reste hasta el noroeste.
84 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Montaña cercana al corazón del Imperio, la -Túpac Yupanqui ofrece al señor huanca compar-
selva de las cabeceras del Madre de Dios movilizó tir con el reino e insignias de realeza si rechaza a
los Chiriguano y mantiene el orden en las fronte-
efectivamente los primeros esfuerzos incas de con-
ras de una comarca ingobernable por el hecho
quista selvática. Aquellos que suscitaron los inten- de su presencia irreductible. Enseguida el señor,
tos posteriores en la frontera del Chinchaysuyu son sus temibles y renombrados guerreros y, según su
en cierto modo reducidos, confundidos o engulli- costumbre, las esposas y las hijas, se ponen en
dos en esta primera epopeya oriental. Todo ocurre marcha. Hacen escala en el Cusco donde el Inca
como si la historiografía imperial y, bajo su impul- entrega el llautu y el cetro reales al señor huan-
ca, en adelante feudatario aliado y no ya vasallo.
so, muchos cronistas confundían el este de Huan-
Después de la travesía del Collao, los Huanca
cayo, el norte de Vilcabamba, los cocales del Pau- llegan a la quebrada de Pukarani (es decir el río
cartambo y los del Tono. Los Anti del norte y del de la fortaleza) infestada de Chiriguano, quienes,
noroeste (geográficos) del Cusco se convierten to- sin dejar a los recién llegados tiempo de respirar,
dos en habitantes indistintos de este pedazo para- los atacan. Pese a su valentía, los guerreros huan-
cas sorprendidos, sucumben en gran número y
digmático del Antisuyu prolongando hacia el no-
ya están derrotados cuando surgen, cuales diosas
reste el barrio metropolitano; es en el que se desa- de la guerra, las mujeres huanca que masacran y
rrollan historias superpuestas prestadas un poco de ponen en huida a los Chiriguano, haciendo cam-
todas partes (ver mapa 2, p. 40). No es sino con los biar la victoria de campo. Con los hombres so-
Incas rebeldes, Titu Cusi y Túpac Amaru, y todavía brevivientes, ellas fundan Huancane en los mis-
más “la información hecha contra Hurtado de Ar- mos lugares de la batalla y durante tres genera-
ciones, los Huanca supieron mantener la paz en
bieto” que se adquieren datos precisos y una cer-
esta frontera, antes de ser puestos de nuevo en di-
teza acerca de la localización de los Manari del ficultades por los Chiriguano en tiempos de
Apurímac y del Urubamba; hasta entonces estas Huáscar y de la conquista española. (Espinoza
gentes eran colocadas, junto con otras, en el “mil- Galarza M. 1979, Topónimos Quechuas del Pe-
hojas” anti y chuncho del Alto Madre de Dios, úni- rú: 29-30).
ca región en donde la realidad geográfica viene a
Los Huanca que, como vamos a ver, veían
concordar con la representación noreste del Anti-
oponerse y yuxtaponerse al norte de sus tierras la
suyu. En tanto que modelo de la historia inca en las
provincia del Chinchaycocha y de los Anti, pare-
fronteras orientales, los episodios ritualizados y
cen así adoptar las representaciones inca: ignoran-
épicos de las tentativas hechas en el norte, centro
y sur del Alto Madre de Dios, condensaban aque- do a sus vecinos, olvidando todo recuerdo de las
llas hechas en otras partes de las fronteras del Im- relaciones preincas que vinculaban a sus antepasa-
perio. Reducción acaso facilitada por la gran ho- dos a la selva, especialmente en el Chanchamayo,
mogeneidad de los habitantes del piedemonte que, se constituyeron una epopeya oriental lejana, es
de los Panatagua a los Mojo, formaban de modo cierto tras una intervención real contra los Chiri-
casi continuo un frente arawak estrechamente ad- guano, sin duda más defensiva que ofensiva. Esta
herido, hacia abajo, a un segundo frente pano, am- situación plantea una nueva paradoja al lado de
bos compuestos en su mayor parte por agricultores aquella que hace de las “provincias” anti del norte
expertos en tejer y alfarería. Con la enorme exten- y del noreste de Vilcabamba, unas “tierras desco-
sión del Imperio Inca en la sierra, otros dos nom- nocidas”.
bres étnicos vienen a su vez a llenar un papel pa- Las cuatro regiones (suyo) que constituían el
radigmático, los Bracamoro al norte y los Chirigua- Imperio tenían “nombres derivados de lejanas pro-
no al sur; enriquecen con dos nuevas identidades vincias” (Zuidema, 1978, op. cit.: 348). Ignoro con
a los habitantes del piedemonte reconocidos hasta precisión de dónde se derivan los nombres de
entonces como Anti o Chuncho y hacen estallar la Chinchay y de Anti que designaban a los dos ba-
unidad escénica representada por la región del Al- rrios hanan del Cusco. Para Garcilaso que suminis-
to Madre de Dios. tra varios orígenes contradictorios, el primer térmi-
Resulta notable, en este contexto, que los no provendría del reino costero “por cuya causa se
Huancas modernos hayan guardado un vínculo llamó Chinchaysuyu todo aquel distrito” (cf. C.R.
épico, no con los “Campa” vecinos, sino con los Iib. 2, cap. XI; lib. 1, cap. XVII y lib. 6, caps. XVII-
muy lejanos Chiriguano. Es la historia de Huanca- XVIII) o del lago Chinchay-cocha y su región. En
ne3 cuyo resumen presentamos: cuanto a Anti, en una acepción estrecha del térmi-
AL ESTE DE LOS ANDES 85

no, designa a dos cordilleras, la de Vilcabamba y la Razón por la cual el silencio de los historió-
de Vilcanota, y bajo la forma Antibamba, un río grafos incas sobre la política imperial en estas re-
que probablemente sea una parte del Paucartambo giones, al igual que la de los Huanca, es paradóji-
o el Marcachea: la confusión entre el este y el nor- co al mismo tiempo que revelador. Paradójico en
te se repite y desvela de nuevo su función simbó- cuanto a que tal adecuación al modelo en este
lica. ejemplo -o su fiel reproducción- crea las condicio-
Ahora bien, una región más septentrional nes para una nueva implantación o una amplifica-
nos ofrece una configuración sorprendentemente ción que no suceden. Revelador en cuanto que el
expresiva. Es la región de Bombón alrededor del modelo, suficiente y frágil, acumula y confunde
Chinchaycocha, hoy lago Junín. El Chinchaycocha sobre el Madre de Dios unos medios de expresión
es por su tamaño el tercer lago del Imperio, des- encontrados o desarrollados en otras partes, en
pués del Titicaca y Poopó. Su región tiene como cuanto que la representación supera a la historia y
frontera oriental las cabeceras del Perene con unos que el Antisuyu del noreste poblado en realidad de
pueblos denominados Paucartambo, Vilcabamba y Opatari, de Manupampa, de Cashinahua y de
Tarma en la sierra o en el umbral superior de la ce- Chuncho, encontraría a sus habitantes más ade-
ja de montaña, y los vestigios de antiguas relacio- cuados, los Anti, y según Wamán Poma su rey al
nes y una avanzada hasta el Chanchamayo (Smith, noreste. Podríamos ver aquí una debilidad del
1977: 36). Tiene por vecinos a los Chupacho al principio de realidad ya que en el Antisuyu, el do-
norte, los Huanca al sur. Si ahora recorremos la vo- minio inca no está repartido con tanta igualdad en-
luminosa literatura relativa a los “salvajes” Anti, tre lo imaginario y lo real como en las otras regio-
del Huallaga al Madre de Dios en las épocas colo- nes imperiales. Los intentos de anexiones logrados
niales y republicana, un solo conjunto es denomi- en la montaña (al este y sureste) refuerzan un mo-
nado con constancia y, al parecer para algunos, se delo periódicamente desajustado por limitaciones,
denomina el mismo anti: es el de los “Campa” del disgustos y fracasos (al norte y al sur lejano) regis-
Perene-Ene, establecidos al suroeste del Gran Pajo- trados en unos bosques que permanecen poco co-
nal y que confina con las regiones Chinchaycocha- nocidos y libres. Por eso, bajo las anotaciones ge-
Huanca. Basta con reportarse a los escritos de los nerales tocantes a los Anti y los Chuncho del este
padres Amich, Sala, Izaguirre o del viajero Marcoy, del Cusco, se sospecha y a veces es posible descu-
pseudónimo del marqués de Saint-Cricq: “Campa brir datos provenientes de otros lados y particular-
y Anti son términos sinónimos”, señala el padre mente de los Amuesha, de los Campa y otros Anti
Amich en el siglo XVIII. “El sur del Pajonal, escri- del norte y del noreste de la capital que continúan
be Marcoy, estaba ocupado por los Anti-Campa: evocando en sus mitos y en sus cantos las difíciles
los Pangoas, los Menearos... Ios Anapatis” (siglo relaciones con el Imperio.
XIX), mientras que el padre Izaguirre precisa a co- Apoyándonos en datos posteriores, nos es-
mienzos del siglo XX: “los Campas... en la región forzaremos por poner un cierto orden en la ficción
de Pangoa no sólo se llaman globalmente Antis o hidrográfica-etnográfica y restituiremos cada vez
Andes sino que se subdividen en Pangoas, Menea- que sea posible al norte, es decir, a las fronteras cá-
ros, Anapatis, Pilcosumis (sic), Satipos, Capiris...”.4 lidas de Vilcabamba, eso que está indebidamente
Volvemos a encontrar con estos Anti, muy cerca- englobado en la montaña del noreste del Cusco.
nos vecinos del Chinchaycocha, una configura- Búsqueda de identidad que puede parecer fastidio-
ción topográfica y toponímica que evoca, de forma sa pero que ella sola autoriza estudios posteriores
más condensada, a la vez la del Cusco y de su sobre los tipos de relaciones anudadas por los ha-
montaña oriental, y la del Titicaca con Larecaja- bitantes del piedemonte con las tierras altas y la or-
Carabaya. Pero sobre todo volvemos a encontrar ganización social inducidos por esta promiscuidad.
una configuración que ilustra la mitad hanan (alta)
del Cusco por la presencia, lado a lado, de los epó- 2. Alto Madre de Dios y Vilcabamba:
nimos de sus dos barrios: chinchay y anti,5 mien- La Conquista
tras que otros dobles refuezan estas analogías, co-
mo el del río Putumayo uno al este del Cusco, el Una primera tentativa imperial hacia el
otro de Tarma-Jauja. oriente amazónico habría tenido lugar, al menos
86 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

para cuatro cronistras, bajo el “5º Inca”, Cápac Yu- pac y la desolación de su provincia: “pasaron a cu-
panqui. Si para Santacruz Pachacuti, la victoria de chillo 900 yndios no perdonando a mujeres y ni-
Cápac Yupanqui que, como hemos visto, tiene lu- nos...” (ibíd: 300), mandándolo Inca Yupanqui y su
gar en Capacuyo, es religiosa por la derrota de la padre Viracocha (el 8º Inca), de suerte que el mis-
huaca Canachuay (cf. supra), la historia relatada mo episodio se repetiría cuatro “generaciones”
por B. Cobo es más evocadora y detallada: el ca- más tarde (¿paso sincrónico de una mitad a la otra
sus belli es una exigencia inca juzgada injuriosa y representación temporal de los cuatro suyu?). El
por los Cuyo que ven en ella un tributo camuflado. motivo de esta masacre es el gesto imprudente de
Ahora bien, volvemos a encontrar un motivo pare- un favorito de Virachocha, soberbio artesano de
cido en el origen de otra ruptura anti/inca y de la queros (vasos de madera) cedido por Cuyo Cápac.
guerra conducida por Topa Inca en el Antisuyu, De nuevo se señala el carácter anti, siendo el que-
cambiando sólo el objeto exigido y en el relato, de ro de madera dura de la montaña (cf. también al
manera premonitoria, la cabeza de lanza reempla- río Queros en la prolongación de la región Cuyo,
zando a la hermosa ave: mapa 8, p. 82).
Por otra parte, se acredita a un Cápac Yu-
“enviando el Inca (Cápac Yupanqui) a pedir al se-
ñor de la provincia de los Cuyos (es decir a Cá-
panqui, hijo mayor de Pachacuti y por tanto nieto
pac Cuyo) en los Andes, que le enviase ciertos de Viracocha (2 generaciones), una expedición en
pájaros de los que se crían en aquella tierra… la montaña al oriente del Cusco, al territorio de los
él… Ie envió por respuesta que en su tierra no se Chuyo (Chouies, Chubies o Choui...) vecinos de
criaban pájaros ni otros animales para que otros los Cuyo y diversos testimonios atribuyen a su her-
se sirviesen dellos”. Ultrajado, el Inca “apodero-
mano menor, Topa Inca, la conquista de estas tie-
se... de aquellos pueblos y... se hizo justicia del
cacique principal... Puso en el gobierno de aque- rras.7 Algunas confusiones son pues posibles. No
lla provincia a su hermano Tarco Huaman, el obstante, la provincia de Quispicanchis que ofrece
cual... Ie envió mil jaulas de pájaros…” (B.A.E. un acceso rápido a la selva y Cuyotambo, al sures-
92, cap. VIII: 71). te de Pisac, están lo suficientemente cercanas a la
metrópoli como para haber sido conquistadas en
En realidad, los Cuyos estaban establecidos
los inicios del Imperio y para favorecer, como Pau-
en la provincia de Quispicanchis en cuyo centro se
cartambo-Challabamba, los primeros intentos
erguía la cordillera de Vilcanota y que tiene por ve-
orientales. Además, los Cuyo parecen haber estado
cinas al norte la provincia de Paucartambo y al sur
estrechamente asociados a los Chuyo; quizá se tra-
la de Carabaya. Por el abra de Pirhuayani y el pa-
taba de una sola etnia cuyos subconjuntos estaban
so de Hualla-Hualla, disponía de un acceso direc-
escalonados desde la selva hasta la sierra. De to-
to y rápido a la montaña del Marcapata y del Inam-
dos modos suscitaron la envidia inca por su rique-
bari (ver mapa 2, p. 39, provincias). Sobre este
za en productos selváticos: queros, armas de chon-
punto, Cabello de Balboa es explícito:
ta o pájaros.
los Cuyo que él llama erróneamente Suyos, son Son más numerosos los cronistas que re-
“ciertas naciones rebeldes cercanas... a el Cus- montan los primeros vínculos directos entre Cusco
co... que por verse avecindados a las asperezas y y la montaña ya a Inca Roca, o todavía en vida de
por montañas de los Andes, creieron conservarse
en su libertad” (M.A., 1951: 290).
éste, a uno de sus hijos, Otorongo Achachi, o Ya-
huar Huacac. Para Wamán Poma, se trata de rela-
Viviendo en la “cordillera de los Antis” (Vil- ciones de alianza: Inca Roca y Otorongo Achachi
canota) y relacionados con la montaña vecina, es- (“Abuelo Jaguar”) tienen esposas chuncho e inclu-
tos serranos son por tanto clasificados en la catego- so fundan una “casta” entre sus aliados (fº 103,
ría anti al igual que su huaca Canac-huay (¿sería su 154-55). Sólo el término de Chuncho, con todas
escalonamiento desde la sierra hasta la montaña el sus ambigüedades, precisa, en este autor, el lugar
origen de la concepción inca del término anti?). de este matrimonio. Garcilaso y Cobo sitúan estas
Fue persiguiéndolos que Cápac Yupangui y su ejér- primeras expediciones al noreste del Cusco:
cito entraría en el bosque oriental. A decir verdad,
Inca Roca “envió a su hijo... Yahuar Huacac pa-
esta entrada precoz e involuntaria está sujeta a ra que hiciese guerra a las provincias de los An-
cuestionamiento. El mismo Cabello de Balboa na- des, el cual conquistó a Paucartambo con los
rra un poco más adelante el asesinato de Cuyo Cá-
AL ESTE DE LOS ANDES 87

pueblos circunvecinos y no pasó adelante por la dos el valle de Amaybamba y sin duda lo que
gran espesura y maleza de aquellas montañas y constituye hoy la provincia de Calca y Lares por su
arcabucos” (Cobo, BAE 92, VIII: 73). Garcilaso y
general Apoc Auqui y su hijo adolescente Topa In-
Vásquez de Espinoza, dan la lista de estas aldeas:
Challapampa, Pillcopata, Havisca y Tono (C.R.,
ca (cf. supra la cita de Murúa y Cabello de B. op.
lib. IV, cap. 16; Vásquez de E., en BAE 231: 381). cit.: 318). Desde entonces, el Cusco se anexiona,
tanto al norte como al este, todas las provincias de
Estos datos, desde el punto de vista históri- sierra y su nueva frontera corre grosso modo a lo
co, permanecen más que inseguros a causa de la largo de la ceja de montaña con algunos enclaves
repetición de los nombres y del sistema represen- en la alta montaña del Madre de Dios y del Pau-
tativo. Así como hay varios Cápac Yupanqui, del cartambo.
mismo modo volvemos a encontrar un Otorongo Es sólo entonces cuando pueden comenzar
Achachi, general y hermano de Topa Inca, estre- al norte y al noroeste del Cusco, los intentos de pe-
chamente mezclado a las conquistas orientales (cf. netración en los territorios anti y chuncho. Mien-
infra), como si otra vez las dos épocas se repitiesen tras que las regiones interfluviales, de Paucartam-
una y otra (tanto más cuando volvemos a encontrar bo-Vilcabamba escaparan al control inca, lo mis-
a un Inca Roca) o que una misma época se divide mo ocurriría con su acceso a las tierras bajas y las
en dos edades o generaciones, a imagen de las mi- vías de comunicación de un valle al otro. Cada
tades (cf. cap. 3) conservando al mismo tiempo un avanzada hacia la montaña se vería sujeta a los
escenario único. Por esto, lo más revelador es el ataques laterales, a la demora sin una retaguardia
contexto socio-político dado a estas relaciones In- asegurada y a la aventura desastrosa que describen
ca/Anti: conquista de aldeas y de lugares de altura los relatos de ejércitos aniquilados y los mitos de
que dominan la montaña o establecidos en su um- serpientes caníbales, guardianes de la selva.
bral (Cobo, Garcilaso), matrimonio “matrilocal” o Emprendidos sin duda bajo Pachacuti, desa-
“uxorilocal” del Inca y de su hijo que se desposan rrollados bajo Tupu Inca Yupanqui y Huayna Cá-
en el bosque y dejan su descendencia, en lugar de pac, Ios caminos de altura siguieron las crestas que
llevar al Cusco unas cónyuges-rehenes y sus fami- dominan la montaña y unieron los valles de Vilca-
lias, a cambio del “don” de la coca.8 bamba, del Amaybamba, del Ocobamba, del Ya-
El joven Imperio detenta unos cocales al no- natile y del Paucartambo a los de las cabeceras del
reste del Cusco, en la región de Paucartambo-To- Madre de Dios. Son los utilizados en la época co-
no-Marcapata, pero es sólo con las grandes con- lonial por Manco Cápac, entre Viticos y Marcapa-
quistas emprendidas por Viracocha y considerable- ta, en un intento de desenclavamiento y en la bús-
mente desarrolladas por Pachacuti y su hijo, que queda de una región propicia para la resistencia
va a encontrar por doquier, salvo en el sur, unas armada. La conquista de la región Vilcabamba-
montañas orientales.9 Cieza de León atribuye a Pa- Amaybamba-Yanatile había hecho posible la
chacuti un intento de conquista de los Anti: “los unión entre las tierras cálidas del este cusqueño y
que quisieron serle vasallos enviáronle mensaje- las del norte. A este respecto el trazado del camino
ros, los que no, desampararon sus pueblos y metié- inca levantado por von Hassel (cf. supra) es impor-
ronse con sus mujeres en la espesura de la monta- tante: no solamente mide el avance aucartambo si-
ña”, escribe (Señorío... op. cit.: 177), y Sarmiento no que atestigua una de las mallas de la red insta-
lo confirma incidentalmente (cf. infra) pero aban- lada o retomada y ampliada por los Incas. Los tra-
donando la entrada el Inca vuelve precipitadamen- yectos seguidos por Manco Cápac (cf. infra) mues-
te al Cusco a causa de disensiones civiles. En cam- tran por ejemplo que el actual camino que va de
bio Pachacuti, tras su intronización, ha hecho pre-
Lacco en el Paucartambo a Chanchamayo en el
ceder una nueva serie de conquistas en el Chin-
Yanatile probablemente sigue un recorrido muy
chasuyu (cf. supra) por la “de Viticos y de Vilca-
antiguo que se prolonga al oeste hacia Vilcabamba
bamba” (Cobo, op. cit.: 77-79). Para Murúa (t. 1:
y al este hacia Opatari. Estos caminos, a la inversa
45-46) y Cabello Balboa (M.A.: 300) después las
de lo que ocurre en el sur, se hunden poco en la
masacres y la desolación perpetradas en la provin-
montaña (cf. T. Saignes, infra): ciñen su límite su-
cia nuevamente rebelde de Cuyo Cápac Chachuar
perior, utilizan las líneas de cresta para avanzar,
Chuchuca, es cuando Pachacuti llega a Yucay y
con algunas vías radiantes de poco alcance, hacia
desde ahí a Viticos. Poco después serán conquista-
abajo. Así mismo, ninguna construcción inca yer-
88 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

gue sus vestigios en los valles, mientras que esca- los Chunchos. Y por el río de Tono abajo... Ilegó
sas ruinas (¿incaicas, pre-incaicas?) montan una hasta los Chiponauas” (ed. Levillier: 111-113).
guardia solitaria sobre algunas cumbres que domi-
Entonces fue cuando Topa Inga, llamado al
nan las tierras matsiguenga: ruinas del Chirumbia
Cusco por una sublevación Kolla, dejó a Otorongo
en los confines de Calca y Lares o en las alturas
Achachi proseguir la “conquista”.
frías de la sierra del bajo Mantaro (orilla derecha,
Según Sarmiento, este general sale con su
¿Pillco suni?), ruinas de una aldea considerada
ejército, los despojos y los trofeos al pueblo de
“campa” y probablemente sati con casas redondas,
Paucartambo tras haber pasado tres años en la sel-
en el alto valle del Concebidaycoc-Kompirushiato
va. Para Santacruz Pachacuti, el mismo Otorongo,
(provincia de Vilcabamba).
abandonado por el general Apoquibacta, se mues-
Una vez conquistadas, sometidas y organi-
tra incompetente, lo cual es aprovechado ensegui-
zadas las altas provincias del este y del norte, se
da por “los Escayuyas y Opataries y Manaries”
podrán lanzar verdaderos intentos de penetración, quienes, volviendo a tomar las armas, aniquilan to-
a lo cual se dedicó Tupa Inca, según las crónicas y dos los esfuerzos de una “conquista” que se exten-
los testimonios recogidos a instigación del virrey F. día “hasta los confines de Guancavillca y hacia
de Toledo. Dejemos a Sarmiento el cuidado de re- arriba... hasta en derecho de Carabaya” (B.A.E.
latarnos el motivo y la forma dadas a esta conquis- 209: 304-305). Habíamos dicho que el soplo épi-
ta del Antisuyu: co da una unidad de lugar y de tiempo a un con-
“Muerto Pachacuti Inga Yupangui,...Topa Inga... junto de tentativas tal vez concertadas, en todo ca-
hizo llamamiento de los cinches y principales de so en direcciones diametralmente opuestas al pun-
las provincias que habían subjetado.... (con ellos) to de la unión imposible citada, Opatari (ver Iscai-
vinieron... Ios indios de la provincia de Andesu- cinga, mapa 7 y Opatari, mapa 8). Unas entradas
yo... al levante del Cusco... conquistados en
intentaban avanzar hacia el Madre de Dios orien-
tiempos de Pachacuti.... Y como mandasen a los
indios Andes que trajesen de su tierra unas astas tal y luego hacia los Mojo por el sureste de la ciu-
de lanzas de palma... Ios Andes, como no servían dad imperial; otras se dirigían al norte y noroeste
de su voluntad, parecióles manera de título que del Cusco -al oeste de Opatari-, a lo largo del Pau-
los imponían de servidumbre, y... se huyeron del cartambo, del Urubamba y del Apurímac. Además,
Cusco y se fueron a sus tierras y alzaron la tierra todas estas “conquistas” no podían hacerse al mis-
de los Andes apellidando libertad. De lo cual se
mo tiempo. Era necesario tener en cuenta la tem-
indignó Topa Inga Yupanqui y hizo un poderoso
ejército, el cual dividió en tres partes. La una to- porada de lluvias, renovar al cabo de algunos me-
mó él y con ella entró en los Andes por Aguato- ses a los hombres agotados por el medio y que pro-
na, y la otra dio a un capitán llamado Otorongo gresaban al ritmo de caminos que ellos abrían, ca-
Achachi, el cual entró... por un pueblo o valle minos-laberintos trazados según las indicaciones
que dicen Amaro, y la tercera parte dio al Chal- “de soldados trepados a los árboles altos” a la bús-
co Yupangui... que entró por un pueblo llamado
Pilcopata. Todas estas entradas eran cerca las
queda de humo, hasta el punto que el Inca se pier-
unas de las otras... y se juntaron tres leguas la de. Y esto para unas conquistas inconclusas debi-
montana dentro, en un asiento llamado Opatari, do a la estructura acéfala de estas sociedades del
desde donde comenzaban entonces las poblacio- piedemonte. Ya no se trataba, como en la sierra, de
nes de los Andes. Los habitadores destas comar- vencer a un señor y a sus capitanes para apoderar-
cas eran ya Andes llamados Opataries, que fue-
se de su feudo y de añadir los dioses vencedores a
ron los primeros que conquistaron. Mas como la
montaña de arboleda era espesísima y llena de la figura dominante del panteón local, capturada y
maleza, no podían romperla, ni sabían por don- llevada al Cusco. Había que reducir, comunidad
de habían de caminar... enfermó la gente de gue- tras comunidad, a un conjunto fluido como el azo-
rra de Topa Inga y murió mucha. Y el mesmo To- gue, dividido en fragmentos autónomos, capaces
pa Inga con el tercio de la gente quel tomo... an- de unirse contra un enemigo agotado, después de
duvieron mucho tiempo perdidos en las monta-
atomizarse aun más para mejor desorientarlo o
ñas... hasta que Otorongo Achachi (se) encontró
con él y lo encaminó. Conquistó Topa Inga y sus bien admitir unas relaciones originales para poner
capitanes desta vez cuatro grandes naciones... Ia un término a unos esfuerzos infinitos, cuando las
de los indios... Opataries y la otra llamada Mano- conquistas en la sierra o en la costa movilizaban
suyo y la tercera se dice de los Manaries o Yana- todas las energías.
ximes... y la provincia del Río y la provincia de
AL ESTE DE LOS ANDES 89

3. Los protagonistas del piedemonte y sus relacio- ceras del Alto Madre de Dios “por la aspereza y
nes con el Imperio grima de las montañas... y la aspereza del río de
Opotari” (sic. Maúrtua, VI y C.D.I.I..., op. cit.:
Al citar “tres etnias”, Santacruz Pachacuti 480), tras la desastrosa expedición de Maldonado
quizá obedece al mismo paradigma que hace con- y el desinterés por esta región, parece que los es-
quistar la montaña en “tres años” (estadía de Oto- pañoles hayan designado con este nombre a diver-
rongo), por “tres ejércitos” entrando por “tres vías” sas fortalezas de la provincia de Opatari que iba
y recorriendo “tres leguas” para unirse (ver la cita del río Callanga, quizá incluso del Pantiacolla,
de Sarmiento). En cambio, el vínculo desacostum- hasta el sur del Marcapata14 y comprendía por tan-
brado y preciso que él establece entre estos tres to a los representantes de diversos grupos anti y
grupos aporta un testimonio etnográfico poco co- chuncho.
mún: en efecto, todos estos nombres se refieren a Cualquiera que haya sido la localización
un continuo “anti”, campa o matsiguenga del mis- exacta de la ciudadela de Opatari, un texto de
mo idioma y de misma cultura perfectamente loca- Acosta parece asimilar los “Opataries” que desapa-
lizable gracias a datos posteriores (XVIº siglo). Los recen como grupo étnico con los Manari:
“Escayuyas” o Iscaicinga son los ribereños del río
“Es aquel un puesto a vista de todos los indios de
Ene, vecinos de los Pilcozones en el Bajo Mantaro
guerra que en los Andes ay. A la mano derecha
y de los Manari del Apurímac,10 (cf. infra. cap. tiene a media legua caxnauas; a la izquierda, los
VIIl). manaries; frontero el río abajo los Manopam-
La provincia de Manari es la montaña deli- pas... gente bellicosíssima... que han desbaratado
mitada, a la caída del neoimperio de Vilcabamba, dos veces a los españoles en dos entradas con el
por los dos ríos rodeando a este último, el Bajo capitán Maldonado”.15
Apurímac y el Urubamba; bajo el Imperio, debió Los Cashinahua, como nos lo precisa uno
designar primero el medio Paucartambo y luego el de sus mitos, eran mitmaqkuna, voluntarios o for-
nombre se extendió y la provincia se amplió un zados. Pertenecientes a la familia lingüística pano,
poco al este, mucho más al oeste a medida que la viven hoy en el Alto Purus, cerca de la frontera bra-
frontera imperial se topaba con territorios matsi- sileña y se estima su antiguo territorio cerca de es-
guenga. ta región, al norte del Madre de Dios y del Beniló.
Finalmente, los Opatari, “Opatari Suyo, In- Fue durante estas grandes expediciones inca hacia
dios Antis” como los calificará Murúa (t. 1: 57), se los Mojo, que habrían sido conquistados o “invita-
encontraban en las cabeceras septentrionales del dos” (cf. infra, T Saignes), a menos que emigraran
Alto Madre de Dios, particularmente a lo largo del por su propia voluntad. Uno de sus mitos cuenta
Piffi-piffi y tal vez en el Pilcomayo-Paucartambo, si que:
hemos de atenernos al sentido restringido de este
término y no al de la provincia de Opatari y sus ha- “-Los antepasados emigraron en búsqueda del
metal. Algunos pudieron franquear un gran río y
bitantes.11 alcanzaron la tierra del metal, son los antepasa-
Se puede ver en la región de los lagos del dos de los Incas y de los Blancos. Los otros, obli-
cerro Apu-Tinti,12 aguas arriba del Mameria y do- gados a quedarse en sus riberas, son los antepa-
minando las fuentes del Chunchumayo y del Hua- sados de los Cashinahua; ellos recibieron como
nanay, las ruinas de una ciudadela Asquaruni. Es- herencia los dientes de los animales por útiles,
las plumas para adornarse (cf. supra el origen del
tas corresponden a ciertas definiciones antiguas de
conflicto Cuyo-Inca). Entre las gentes de pluma y
Opatari: las del metal”, siempre hay guerra... El jefe de los
Incas, continúa, nos había invitado a vivir en su
“el sitio de Opatari está en trece grados... está
gran aldea... para compartir las riquezas del me-
Opatari tres leguas de Tono y treinta del Cus-
tal. Habíamos dejado todas nuestras tierras. Mas
co”.13
para comer, tuvimos que trabajar para ellos. Ellos
Mas otras fuentes, como Sarmiento (cf. su- no trabajaban ya y no nos daban nada de sus ri-
quezas. Entonces nuestro jefe dice: “...hemos vis-
pra), sitúan el lago y la fortaleza más abajo, sobre to los Incas. Hemos entendido sus palabras. Aho-
un río, ora el Piffi-piffi, ora otro, suficientemente ra sabemos que no se puede vivir con esas gen-
importante para que haya un embarcadero. Tras la tes. Vamos a matarlos y regresar a vivir tranquilos
renuncia de Candia a una expedición por las cabe- en la tierra de nuestros antepasados... Las muje-
90 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

res y los niños partirán con las canoas apenas Huayna Cápac en la conquista de Quito. Guamán
anochezca. Nosotros los hombres, haremos una Poma que se complace en subrayar la especifici-
fiesta; bailaremos para los Incas. Cuando su vigi-
dad de los Antisuyu, asigna a sus capitanes un pa-
lancia este dormida, sacaremos nuestras armas y
los mataremos a todos hasta el último”.17 pel muy particular, al menos a “los desnudos”, al
acompañar a Huayna Cápac, ellos testimonian “de
Subyugados por las armas o el deseo del su grandeza... sirviendo sólo para que los comiese
metal, algunos cashinahua estuvieron un tiempo a los yndios rreveldes y aci comió esta gente a mu-
bajo la tutela inca e instalados por ellos en las in- chos prencipales” (fº 168). En este caso como en
mediaciones de Opatari, según la carta de Acosta otros, el Inca pudo dejar algunos de entre ellos en
que testimonia una notable convergencia entre un las fronteras orientales de las nuevas provincias
dato histórico y una tradición oral. Es posible que imperiales.
los Cashinahua huyeran del Imperio, sin embargo, La existencia de grupos arawak está atesti-
a finales del siglo XVI todavía habían algunos en la guada en toda la región del Madre de Dios desde
frontera del ex-imperio y estas gentes, a diferencia antes la penetración inca pero los movimientos au-
de los Manopampa, no estaban con las armas en la tóctonos o forzosos de estos grupos, su localiza-
mano ni eran hostiles a los españoles, en este tiem- ción exacta y sus vinculaciones mutuas nos son
po de mutuo descubrimiento cuando el blanco no desconocidos en gran parte y hemos dicho cuán
era aun el hijo del Inca (ibíd. nota 17). difícil era desentrañar la maraña de crónicas que
En cuanto a los “Opataries”, nombre apa- confunden el este y el norte. Sin embargo, en lo
rentemente de origen arawak, es probable que que concierne a los “Opataries” y los “Manaries”,
sean, en el sentido étnico y no provincial de este la frecuente asociación de los dos nombres tanto
término, los Manari de Acosta.18 Se requiere una uno como el otro de provincias anti cuando son di-
gran prudencia cuando se recuerda todas las difi- ferenciados Chuncho y Anti, o su substitución ha-
cultades de identificación, algunas de las más im- cen plausible la hipótesis de que representan gru-
portantes evocaré. No se puede inferir por la situa- pos locales de una misma etnia. A este respecto,
ción actual de los Matsiguenga que se extienden las citas de Santacruz Pachacuti, de Sarmiento y de
desde el Apurímac al Manu, Pantiacolla y Alto Ma- Acosta (cf. supra) son convergentes y encuentran
dre de Dios, una idéntica ocupación antigua. Al eco en otros textos.19 Añadiré que una de las po-
margen de los trastornos debidos a la historia mo- cas palabras opatari de que disponemos y favorece
derna, deberíamos tener en cuenta los introduci- esta hipótesis puesto que es matsiguenga: “salió un
dos por los Incas en sus fronteras. T. Saignes ha de- principal, llamado Abinagua, de los Opataries, de
sarrollado el caso de los Mojo fronterizos y yo he paz al Cusco...; en señal de paz y amistad firme, le
evocado aquel otro algo diferente, de las gentes de dejó al Governador un hijo que él mucho quería,20
Pillco suni instaladas en Amaybamba. Gentes del llamado Puchari”, es decir, “rico”, bien salado o
valle sagrado (el Vilcanota de Pisac a Ollantaytam- azucarado (Maúrtua, VI: 67).
bo) venían a trabajar cada año a los cocales de la En cambio, ignoramos todo sobre el origen
región Paucartambo-Tono (Renard-Casevitz, 1981: de estos Opatari, grupo local vasallo o mitmaqku-
coca), mientras que otros eran asignados en resi- na desplazados del Paucartambo o de más lejos en
dencia. Algunos habitantes del piedemonte vasa- esta frontera para atraer y controlar a parientes del
llos, es el caso de los Cashinahua o aliados tam- interior, para mantener a distancia o combatir co-
bién fueron desplazados. Incluso la homogeneidad mo puesto avanzado con la ayuda inca, a grupos
de la frontera central puede ser el resultado de un enemigos, saqueadores ocasionales, tales como los
lento remodelamiento político iniciado antes de Manopampa o los Chiponahua que se extendían
los Incas y proseguido bajo su reinado por ellos y hasta el Paucartambo-Urubamba, detrás del frente
los grupos fronterizos arawak. En fin, mientras que manari.
mitmaqkuna y yanakuna descienden a la selva, al- Hemos visto a los Cashinahua presentarse
gunos Anti y Chuncho suben al menos hasta el um- como unos invitados que, reducidos a servicios,
bral de la ceja de montaña, a veces mucho más le- optan por la huida. De hecho, ellos mismos y los
jos. Así, algunos habitantes del piedemonte partici- Opatari, esta vez en el sentido amplio y provincial
pan en expediciones militares incas y algunos del término, han sido empleados como cocacama-
“Chunchos, Mojos, Chichas y Chubies” siguen a yoc, residiendo permanentemente cerca de los co-
AL ESTE DE LOS ANDES 91

cales a diferencia de los serranos de Yucay que so- cidos de un mosaico de colonos originarios de to-
lo van a cosechar, y son señalados como tales, al do el Imperio (cf. infra, T. Saignes, cap. VI).
comienzo mismo de la conquista hispánica, en To- En el norte, pudo ser que algunos Anti y
no, Toayma y Avisca. Atraídos por el metal en el Chuncho de la provincia de Opatari aprovecharan
mito, debieron dedicarse a la extracción fluvial del de un menor control y una montaña cómplice por
oro por cuenta de los Incas y recordemos, a este su dificultad, para huir masiva o progresivamente
propósito, la llegada de “Opataries Antis” cargados de la administración inca, en la Conquista, cuando
de oro al Cusco (cf. supra, cap. III) Ia indicación no los españoles se apoderan de estas regiones, los
es muy segura y puede indicar un relato que se de- Anti y Chuncho se manifiestan muy poco numero-
be a la fuerza de las representaciones, más bien sos. Las aldeas y los cocales están mal poblados
que a la veracidad histórica. No obstante, sin po- con una mayoría de camayoc y de mitmaq prove-
seer la riqueza de la región de Carabaya (Tambo- nientes del interior del Imperio (cf. Matienzo,
pata, cf. infra, T. Saignes), las cabeceras del Alto (1567) 1967, cap. XLVI,… Rostworowski, 1970;
Madre de Dios acarreaban arenas y pepitas de oro Renard-Casevitz, 1981: coca). Algunos Manari,
y toda la provincia de Opatari, de los Manari del Cashinahua y otros Anti o Chuncho están aun pre-
norte a los Araona del sur, tenían actividades de sentes en torno a las fortalezas y los cocales, pero
extracción cuyo producto entraba en el “tributo” amigables o belicosos todos muestran la misma in-
inca. En fin, y es el casus belli bajo Topa Inca Yu- sumisión a la servidumbre y desaparecen rápida-
panqui, ellos proveían al Imperio de puntas de lan- mente del número de los tributarios o vasallos de
za y de flecha o de jabalinas, de diversos produc- la Corona. De nuevo se plantea la cuestión acerca
tos regionales y entregaban sin duda su cuota de del status de las gentes de abajo en el seno del Im-
conscriptos conducidos por su propio capitán. Re- perio, ya que si fueron puestos a trabajar por el In-
sumiendo, sujetos al Imperio sin que aparentemen- ca y por tanto tributarios, su libertad de acción y de
te nada les distinga de los demás, salvo que son comportamiento en la Conquista española plantea
gentes de selva tan difícilmente controlables como un problema en cuanto a la duración y a la efica-
la montaña en cuyo umbral se hallan establecidos. cia de su sumisión o en cuanto a las modalidades
La región de Opatari fue progresivamente de su subordinación al Imperio.
abandonada por las expediciones incas cuando Para unos, conquistados durante una expe-
descubrieron más al sur pasos menos costosos. dición aguas abajo de los ríos, ante la imposibili-
Después de la conquista de Topa Inca reportada dad de éxodos masivos, la huida en pequeños gru-
anteriormente, no se mencionan ya expediciones a pos debió agotar poco a poco a las comunidades
esta región septentrional del Madre de Dios, los capturadas cuando se las pretendía esclavizar. Hay
otros intentos buscan un acceso cada vez más ha- que recordar a este respecto la imposibilidad expe-
cia el sur, Marcapata (cf. Cieza de L., Señorío..., ed rimentada por las conquistas lusitanas e hispánicas
1967, cap. 53), Sangaban Inambari, etc... De este a la hora de hacer trabajar de forma permanente a
modo Topa Inca envía a su hermano Cápac Yupan- los amazónicos (de modo continuo y dependiente
qui a conquistar a los Choui (cf. supra, vecinos de al servicio de un amo). Mucho más tarde a pesar
los Cuyo) y más tarde bajo Huayna Cápac, es por de su salvajismo insostenible, la época del caucho
Carabaya, Larecaja y Cochabamba que pasarán los tampoco tendrá mejor éxito en crear una mano de
ejércitos para llegar a las tierras de los Chuncho y obra estable, revelando una constancia ante la
Mojo, así como la expedición conducida por Urcu cual habían chocado generaciones de misioneros
Huaranca (Maurtua, VI: 210, carta del príncipe clamando por la inconstancia de estas gentes en
Fco. de Borja, 1618; B. de Torres, 1971: 309) o la un magistral contrasentido sociológico. Por no ci-
emprendida para ir a defender la frontera contra tar más que un ejemplo, sea el caso de los Matsi-
los Chiriguano. Sería legítimo pensar que el avan- guenga capturados durante el auge del oro negro,
ce inca hacia el sureste contó con el apoyo de una escapaban a sus raptores mediante huidas en las
parte de las poblaciones fronterizas del noreste, en que tendrían que recorrer durante, uno, dos y a ve-
primer lugar como guías y guerreros, luego en tan- ces tres meses de marchas nocturnas cientos de ki-
to que mitmaqkuna instalados en las nuevas fron- lómetros y, cuando éstas eran imposibles, median-
teras, de más fácil acceso y explotación, y enrique- te suicidios colectivos que aniquilaban cada vez el
92 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

fruto de las mortíferas correrías.21 No se trata de El término manari es todavía hoy entre
comparar dos épocas muy diferentes sino de iden- otros, patronímico matsiguenga.23 La identifica-
tificar, a la manera de los mitos anti y chuncho, ción de los Manari no admite dudas gracias a los
una perversión común a estos mundos distintos: datos lingüísticos (nombres, topónimos, etc...) y
poner a los otros a trabajar para apropiarse de su culturales que abundan particularmente en las pie-
producto sin ninguna reciprocidad ni redistribu- zas de la “información contra M. Hurtado de Ar-
ción (cf. mito cashinahua) y la alternativa resultan- bieto” (AGI. Ind. Gen., 1240); recordemos sin em-
te: integrar este fermento contra-cultural y destruc- bargo, que no se trata de la autodenominación de
tor o afirmar una imposible convivencia y denun- los Matsiguenga, sino de un patronímico que co-
ciar los pactos de lealtad o de alianza. Evidente- noció una singular fortuna cuando fue aplicado a
mente, la segunda opción prevalece en los testi- todos los grupos vecinos de Vilcabamba. A diferen-
monios porque crea un problema tanto a los Incas cia de los “Campa” del norte, y de los Cashinahua,
como a los españoles, y además porque solamente los Matsiguenga apenas poseen tradiciones de
aquellos que la han escogido, todavía hoy pueden conquista en sus mitos y sus cantos consagrados a
hablar. Por este hecho el análisis puede exagerar la los Incas. Mas al igual que los Amuesha y Cashina-
amplitud de un fenómeno ya muy compartido co- hua, destacan una diferencia fundamental entre los
mo lo atestigua la historia, y cuando unos vasallos universos inca y blanco por una parte, y matsi-
de las tierras bajas desaparecen de las memorias guenga de otra, una diferencia ontológica mediati-
del Imperio o de la Corona, no siempre es a causa zada por la yuca (y recientemente en contraposi-
de una deserción sino a veces por el de una posi- ción la cebolla). La yuca (mandioca dulce), de la
ble asimilación o inserción. que los Matsiguenga son dueños gracias al dios Lu-
Para los otros, cuyas tierras bordean las pro- na, humaniza el blanco -mientras que la cebolla
vincias inca, y es el caso de los Manari en el senti- tendría tendencia a convertirlos en demonios.24
do amplio y de cierto número de Opatari, parece Como complemento de los fragmentos de tradi-
prevalecer lo que llamaría la estrategia del relevo. ción oral ya expuestos, agregaremos el extracto
En lugar de una provincia conquistada cuyos lími- que concierne al origen de los serranos y de los
tes e infraestructuras administrativas no se ven, hay blancos en un mito de creación matsiguenga. Este
un vaivén incesante de jefes y comunidades que mito maniqueo opone las creaciones del Tasorintsi
suben a las ciudadelas inca y a los campos interét- enokiitapiaro, dios de los cielos, a las de Kyentiba-
nicos a trabajar durante un tiempo y que se suce- kori, el maligno o bajo su nombre deletreable, Ta-
den, de manera casi continua asegurando una sorintsi sabinirira, dios de los infiernos (Tasorintsi
suerte de representación permanente de delegados significa “el ser de soplo todopoderoso”).
renovados incesantemente, aquellos que han obte-
“-Los Punaruna (quechua, = gentes de la puna,
nido los beneficios buscados por el aporte de bie- de las tierras altas) fueron creados por el Maligno
nes y pagando con su persona desaparecen siendo en los infiernos donde ellos vivían... No existían
reemplazados a su vez por otros empujados por los en la tierra. Un día que un niño matsiguenga es-
mismos intereses. Sin duda, es lo que dicen los re- carbaba en el suelo para divertirse, unos punaru-
latos inca que hacen de los Anti unos amigos, epi- na salieron por el hueco que había hecho. Asus-
tado el niño corrió a dar la noticia, diciendo:
sódicamente sujetos a trabajos impuestos pero re-
¿quién será el que aparece? Luego volviendo so-
beldes a toda idea de tributo, a toda exigencia de bre sus pasos se esforzó en tapar el hueco pero
servidumbre. Es en todo caso el ejemplo que nos no lo logró, pues eran numerosos los que empu-
da la provincia de Vilcabamba bajo la administra- jaban y emergían. El Soplo Todopoderoso de
ción de su primer gobernador, Martín Hurtado de Arriba no quería punaruna sobre la tierra... Los
Arbieto. Hacia abajo no hay provincia anexada o viracocha (= blancos, término quechua) fueron
igualmente creados en los Infiernos por el Soplo
aldeas tributarias ni huellas de penetración colo- Todopoderoso de Abajo y antaño no existían en
nial inca; en cambio, en la misma Vilcabamba hay la tierra. Los Inkakuna (= los Incas) hicieron agu-
una presencia regular de jefes y de grupos Manari jeros a la búsqueda de metales preciosos y un
y Pilcozones que se relevan.22 No existen pueblos día, mientras se entregaban a esta ocupación, los
conquistados sino la lealtad provisional y rotativa viracocha aparecieron en un agujero de la cueva.
Aterrorizados, los inkakuna arrojaron tierra en el
de diversas comunidades presentes en su mayoría
hueco para volverlo a tapar e impedirles salir,
por voluntad propia. Hay una clientela móvil. mas los blancos empujaban tan fuerte que no pu-
AL ESTE DE LOS ANDES 93

dieron contenerles y salieron en gran número. El tua, XII: 156). La frontera pasa por el valle de Qui-
Soplo Todopoderoso de Arriba no quería viraco- llabamba sin que nada la señale, así como por el
cha sobre la tierra; sopló desde el cielo y una nu-
Apurímac, un camino inca conduce a un embarca-
be de flechas se abatió sobre ellos, matándolos a
casi todos... Advirtió a los inkakuna de no seguir
dero manari. Esto parece indicar una situación y
cavando a fin de evitar la llegada de nuevos in- unas relaciones particulares, que se traducen en
trusos y éstos, sumisos, se retiraron de la cueva, los hechos por una frontera abierta, sin fortines ni
pero por el agujero abierto otros blancos logra- otros medios de defensa y vigilancia pero con ca-
ron salir y proliferar. Sin embargo, los punaruna y minos cortos y “puertos” según la expresión espa-
los viracocha que están en la tierra, son mucho
ñola de la época donde los Manari y los Incas se
menos numerosos que aquellos, innumerables,
que permanecieron en los Infiernos. Son demo- codean, van y vienen. Se podría pensar que la his-
nios... Aquellos que salieron y viven ahora en la toria de esta región es semejante a la del Alto Ma-
tierra, antaño eran unos demonios; desde que co- dre de Dios, lo que la concierne siendo desplaza-
menzaron a comer yuca, se convirtieron en gen- do hacia la escena del Alto Madre de Dios por las
tes ciertamente malvadas, pero ya no son demo- representaciones inca, mas la provincia de Opata-
nios.25
ri atestigua con sus ruinas actividades inca, aquí
Volvemos a encontrar los leit motive presen- solamente las tierras altas de Vilcabamba y los ca-
tes en las tradiciones anti y chuncho: el metal co- minos de altura suministran un testimonio pareci-
mo fuente de una desgracia segura, el “parto” de do. Cualesquiera que hayan sido las tentativas in-
los blancos por los Incas y la incompatibilidad de ca en estas tierras bajas, y sin duda las hubo, no
seres y de culturas opuestos. Bajo esta óptica, la dejaron huella material alguna y no acarrearon co-
alianza es siempre de condición inferior, puente mo en el este de Huánuco, en Opatari y al sur, la
frágil tendido entre mundos y personas inconcilia- implantación de una infraestructura. Apoyándonos
bles y es la moraleja del mito amuesha (cf. supra). en el peso de las palabras, arguíamos para sostener
Y como el humor jamás pierde sus derechos entre la tesis de un estatuto propio de estos habitantes de
los Matsiguenga, sus cantos, mudos sobre eventua- piedemonte, algunos de cuyos grupos matsiguenga
les conquistas, narran la desazón de visitantes in- o “campa” reciben una identificación precoz y ra-
cas desempeñando el papel de “preciosos ridícu- ra en el seno de los Anti: Manari, Ninarua, Iscai-
los”, cuyos ornamentos de plumas toman la apa- cinga... Formaban parte de esos “amigos de los In-
riencia de blandos malvaviscos entre sus huéspe- cas”, ni conquistados ni tributarios en el sentido
des, expertos en este arte. Argumento que desarro- usual de estos términos en el Imperio, mas en rela-
llan de manera diferente los Campa en sus descrip- ciones sostenidas con él, clientes potenciales o
ciones de los demonios Mankoite (de Manco y del reales.
sufijo -ite, ser invisible), el jefe de éstos se adorna Según la vieja moraleja de la fábula sobre
de una corona hecha de estolones rojos de la plan- las uvas demasiado verdes, el rápido deterioro de
ta parásita “ananta”. Parecidos a las penas del gua- las relaciones alto/bajo después de la llegada de
camayo pero que marchitan pronto una vez corta- los españoles no basta para explicar la unanimidad
das (ver Weiss, 1969: 165-66). Vemos la oposición que caracteriza como “por conquistar” estas tierras
plumas/metal, bajo diversos tratamientos, como te- y pueblos o naciones de montaña. Además, al con-
ma ampliamente extendido a lo largo de la fronte- siderar a los Manari como amigos y aliados del In-
ra inca; traduce la oposición “behetría”/Imperio o ca, los españoles reconocen que no supieron pre-
Estado. servar estas relaciones apacibles y la frontera hasta
Hemos evocado varias veces la paradoja de entonces abierta, se cierra temporalmente para
una frontera inmaterial que parece separar a los In- convertirse en un lugar de rapiñas y de guerrillas.
cas de los Matsiguenga del Apurímac, del Urubam- Estos movimientos y los que les sucederán en la
ba26 y del Paucartambo, así hallamos la tardía in- época de las tentativas misioneras, ilustran lo que
dicación de que el sitio de Guananay es la última debieron ser las relaciones inca/anti. Mientras se
aldea de serranos en el valle de Santa Ana (amplia- tratase de intercambios comerciales, matrimonia-
ción del valle del Vilcanota-Urubamba a la salida les, religiosos, complementados con prestaciones
del cañón del Machu-Picchu) a 38 leguas del Cus- militares o de servicio temporal, estos Anti mante-
co y solamente a cuatro leguas abajo, en la futura nían un acuerdo cordial con el Imperio, rindiendo
Cocabambilla, comienza el territorio anti (Maúr- frecuentes visitas a las tierras altas fronterizas.
94 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Cuando el Imperio trataba de romper el statu quo, infra). Es así como los fundadores de la ciudad de
por ejemplo, mediante la implantación de colonos Jesús se verán obligados a huir a causa de sus hués-
más allá de la frontera tácitamente admitida, los pedes reconciliados con sus enemigos. Los Incas
Anti se unían para expulsar a los intrusos. En todo debieron sin duda conocer parecidos sinsabores y
caso, los primeros tiempos hispánicos demuestran es en este sentido que hay que interpretar el texto
por doquier esta política, particularmente ilustrada de Santacruz Pachacuti. A falta de datos sobre el
por la fundación efímera de la ciudad de Jesús en norte y el noroeste, no sabemos si hubo un intento
límite con los territorios pilcozones e iscaicinga de conquista o de transformación de una presencia
(cf. infra). Al contrario de los Chiriguano o en un en colonización. La respuesta es el acuerdo entre
primer tiempo, de los Panatagua, los Manari y grupos parientes, campa y matsiguenga o bajo su
otros Anti de estas regiones, al margen de algunas antiguo nombre, Iscaicinga, Manari y Opatari, pa-
venganzas, preferían tener a las provincias fronte- ra impedir la implantación inca. Tampoco sabre-
rizas como aliadas y socias antes que como enemi- mos más si la contraofensiva recibió verdadera-
gas. A ello eran inducidos por su situación territo- mente la amplitud implícita en los comentarios de
rial y por muy antiguas tradiciones de intercambios Santacruz Pachacuti y que se extiende del Ene al
de todo tipo, muy anteriores al Imperio como he- Alto Madre de Dios, pero no se puede dudar de la
mos visto. Comprimidos entre una comarca inte- unión general de los habitantes de vastas regiones
rior, hoy aliada y mañana hostil, como los grupos ni de su resistencia sucesiva a eventuales intentos
pano o “panoisado” (los Piro) del Bajo Urubamba de conquista, por lo demás numerosos puesto que
y del Ucayali, y la frontera inca, debían hacer res- pudieron desarrollarse más que bajo los dos reina-
petar su territorio y su autonomía mediante un jue- dos, por otra parte muy ocupados, de Topa Inca y
go de alianzas tendido entre los vecinos de Arriba de Huayna Cápac.
y los de Abajo. Guamán Poma al proponer una lista de ca-
Hemos visto aparecer unos anti en los ejér- pitanes antisuyo permite volver a encontrar algu-
citos inca. Acaban incluso formando el último es- nos grupos campa-matsiguenga aliados a los Incas.
cuadrón de los Incas rebeldes de Vilcabamba. Hay Hay que recordar que este cronista considera la re-
que interrogarse sobre la posibilidad inversa, la gión de Huánucopampa como cuna de sus antepa-
ayuda militar de los Incas a sus aliados de las tie- sados maternos. Es seguro que él privilegia los
rras bajas para mantener la paz en las fronteras, de- nombres anti, en detrimento de los Chuncho,
rrotar a unos enemigos atraídos por su riqueza en cuando habla del Antisuyu. Transmite una familia-
metal, hachas de cobre, joyas y otros objetos obte- ridad de las provincias Chinchasuyu (Huánuco-
nidos del Imperio. No se trata simplemente de ima- Jauja) con sus vecinos del piedemonte arawak.
ginación. La llegada de los españoles muestra có-
-“El Treze Capitán Cápac Apo Ninarua, Andesu-
mo en las tierras altas estos juegos de alianza faci- yo:
litan su conquista del mismo modo que habían fa-
vorecido la de los Incas. Si en las tierras bajas los Los dichos capitanes que fueron con Guayna Cá-
términos del mercado cambian algo, encontramos pac Ynga a la conquista de Tomi (pampa), Qui-
to...: Otorongo (jaguar), Ucu Mari, Rumi Songo,
varios ejemplos de ellos en algunas iniciativas anti Anti Cucillo, Anti Nina, Quiro Amaro, Anti Zupa,
y chuncho para con los españoles. Una lealtad Chupayoc Anti, Yscay Cinca Anti, Llanta Anti”.
temporal en las tierras altas o una hospitalidad (f° 168, subrayado por nosotros).
combinada con prestaciones de servicios limitadas
en el tiempo en tierras bajas son propuestas a cam- La mayoría de estos nombres designa de he-
bio de una ayuda militar o una expedición puniti- cho comunidades anti (arawak) sean fronterizas
va. El pacto es menos peligroso de lo que aparen- como los Anti Nina del río Pieni (Apurímac) y del
ta en cuanto a la futura suerte de estos clientes. Mantaro (cerca de Matipampa). Quizás se trata de
Con el tiempo, las tropas convenidas se convertían los futuros grupos pilcozones, (término no emplea-
en rehenes de sus aliados, fue la suerte de diversas do por Wamán Poma) o estén más alejados como
tropas españolas que prestando oído complaciente los Iscaicinga. Son designados por un rasgo carac-
a alianzas militares en vista de una conquista fácil, terístico, es el caso de los Iscaicinga o “nariz per-
al ser derrotadas, pagaron un pesado tributo en forada”, por un topónimo, un patronímico u otra
muertos y en enfermedades, menos en rehenes (cf. palabra quechua: Nina, zupa... El caso de Nina o
AL ESTE DE LOS ANDES 95

Ninarua merece nuestra atención. Difundiendo el ba suplementaria de ello pues correctamente escri-
error o el lapsus calamni del padre Font, los fran- ta en matsiguenga, tendríamos... Ios demonios Ka-
ciscanos los llaman “Minarvas”27 y se sorprenden magarini (lamagari), el poderoso espíritu Mare-
que algunos persistan en denominarlos Ninarua: nantsite (Marinanchi), las divinas tribus de los
“actualmente no se conoce ninguna tribu con ese Atentaríite y de los Atengaríite, en fin río abajo y el
nombre que en quechua significa hombres de fue- lugar de los muertos, Kamatikya (Gamatequia) (cf.
go, ni ellos mismos se llamaban así, pues no habla- Renard-Casevitz, 1982. op. cit.: 145-176). Por lo
ban quechua”. El padre Ortiz hizo este razona- demás, veremos aparecer estos mismos grupos al
miento tomando citas de varias obras franciscanas momento de la captura de Túpac Amaru.
y señala que los carácteres que el cronista Váquez Habíamos dicho que se detectaban en el es-
(sic) atribuye a estos “Minarvas” son demasiado cenario del Alto Madre de Dios actores que no le
generales para ser útiles. Como prueba, esta cita de pertenecían. Las sinuosidades que hemos seguido
Vásquez: en la frontera imperial, del noroeste del Cusco al
noreste, permiten ya hacer estallar la hermosa uni-
“...amorales, cobardes... sin ninguna clase de
dad épica. Murúa, siguiendo las huellas de Sar-
culto, a no ser el que tributan a los demonios La-
magari (el principal), Marinanchi, Atentari, Aten- miento, escribe que Topa Inga:
garite, Gamatequia y Asenquiri; muy dados a los
“conquistó allá dentro, en los Andes, quatro pro-
tatuajes y pinturas con bijao (bixines)... vestían
vincias llamadas Opatari Suyo andes y otra Ma-
una cushma tejida por ellos mismos...”.
nan Suyo, y otra Manari Suyo y otra de Chun-
chos, y passó hasta los Chipanahuas y Mano
Es verdad que Minarvas no significa nada en
pampa” (t. I: 57).
quechua y que “hombres de fuego” se traduciría
exactamente por Ninaruna.28 Por doquier en las Estas cuatro provincias que remiten a seis
fronteras imperiales, encontramos la terminación grupos como en Sarmiento, en realidad se dividen
huas, guas o uas para designar a diversos grupos en dos grupos de tres: al norte del Cusco de oeste
del piedemonte, terminación que no tiene sentido a este, Manari suyo, Manan suyo (no identificado,
en quechua (ibid), que los españoles omiten a ve- probable grupo manari) y Opatari suyo, provincia
ces, escribiendo lo mismo Chiponas como Chipo- pivote como el Paucartambo que la bordea; al es-
naguas y donde habría que suprimir ya la s, plural te, de norte a sur, los Chiponahua, los Manopam-
hispánica. Guamán Poma en nada nos ayuda en pa (Alto Madre de Dios propiamente dicho) y los
este aspecto, no utiliza el sufijo “wa” en sus desig- Chuncho. Solamente los Opatari y los Manopam-
naciones étnicas y en el caso de Ninarua, no se tra- pa se encuentran en la dirección ideal, el noreste,
ta tampoco de un lapsus calamni (Ninaruna). Entre concretizado por las cabeceras del Alto Madre de
los testigos de la veracidad de su crónica, cita al fi- Dios. Los Chunchos propiamente dichos, al este y
nal de su obra (fº 1079) a Don Pedro Ninarua, ca- al sureste, y los Manari e Iscaicinga al norte-nores-
cique principal de Manari Anti, 70 años, apare- te, dependían de los valles alejados a los que acce-
ciendo de nuevo el mismo nombre.29 Al menos
dían por otras vías tanto para expediciones milita-
desde el comienzo del siglo XVIII, las alturas que
res como para relaciones más pacíficas. Los espa-
dominan el río Pieni se llaman Ninabamba, al
ñoles se desengañaron cuando, basándose en el
igual que un monte vecino y no se puede excluir
imaginario inca, trataron de englobar en sus con-
el préstamo toponímico para designar a este grupo.
quistas a las “vastas provincias” y las “grandes na-
No obstante me queda una duda, pues Ninaruna
ciones” de ese Antisuyu del noreste y seguir los pa-
es la traducción exacta en quechua de Matsiguen-
sos de los Incas, pero sus sucesivas desilusiones,
ga, “los seres de fuego” (cf. Renard-Casevitz, 1982:
pese a su desconocimiento geográfico, aclararán la
155, 1.40).
historia de este piedemonte.
No solamente las aventuras del padre Font
Hemos visto las principales características
sino también varias otras referencias, comenzando
de las relaciones de estos Anti con el Imperio, re-
por el testigo de Guamán Poma, permiten en efec-
laciones de intercambio y de alianza donde los
to identificar estos Ninarua o Anti Nina como gru-
unos prestan durante un tiempo su presencia y su
pos Manari-Matsiguenga de la región Apurímac-
fuerza de trabajo antes de ser relevados por otros.
Mantaro y la cita, de Vásquez, desgraciadamente
sin referencia en la obra del P. Ortiz, es una prue- Entre ellos y el Imperio, debía interponerse, cerca
96 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Regiones
bajo los
3000m

Salinas o pantanos

Mapa Nº 9
Las etnias del sur andino y de la Alta Amazonia en la época preincaica.
AL ESTE DE LOS ANDES 97

de la frontera, un frente de aldeas a menudo mix- ca automáticamente en el papel del mejor postor
tas, aliadas o ligias (gentes de Pillco Suni, una co- que alimenta esta grandeza y su reconocimiento.
munidad Ninarua de la región de Mayomarca, el Riqueza y pobreza, conceptos vacíos de sentido en
embarcadero de Manari, etc…) manteniendo sus sociedades, modulan sus relaciones con el In-
alianzas matrimoniales con sus vecinos, relaciones ca y riman respectivamente con metal y plumas.
de clientelismo que sin embargo, no los habían Que el Inca desee invertir los datos para ser el que
transformado aun en vasallos. Relaciones que de- más recibe, y pierde preeminencia y prestigio en el
bieron ayudar a los Arawak a mantener y quizá momento mismo en que cree asegurar su autori-
ampliar su presencia a todo lo largo de la frontera dad. Se quiere en cierto modo obligarlo a repetir
inca contra los embates de las sociedades amazó- los dones iniciales, él para quien esto no era más
nicas vecinas, particularmente de los Pano que los que el prólogo atrayente de una próxima obedien-
rodeaban por todas partes, pero relaciones amena- cia (sistema que funcionará plenamente con los
zadas de ruptura cuando el intercambio toma cariz misioneros y las rivalidades entre sus órdenes).
de tributo, la fluidez del don, el de la periodicidad Hay en estas gestiones opuestas un contrasentido
de lo adeudado, la alianza de la anexión. Final- que aparentemente mantuvieron los aliados incas
mente relaciones generadoras de rivalidades inter- y anti y que contrariaron a sus sucesores españo-
nas entre Anti, aliados o parientes, y de conflictos les. Es que entre los Incas, lo económico y el nego-
externos con aquellos menos provistos pero tam- cio todavía no forman una esfera separada de los
bién fermento de cohesión, forzando a los rivales a otros dominios socio-culturales, las relaciones de
confederarse frente a la amenaza precisa que pro- intercambio multiformes funcionan en doble senti-
venía del Imperio. Frente a este, los habitantes del do a nivel de prácticas rituales, shamánicas, tera-
piedemonte parecen haber desarrollado una estra- péuticas incluso matrimoniales. De este modo, la
tegia político-económica como contrapunto de las ruptura que introduce el Imperio inca entre las tie-
miras expansionistas inca, se basa en un intercam- rras altas y la “behetría” selvática se ve ampliada y
bio asimétrico donde la grandeza del otro le colo- luego consumida por la representación hispánica.

Notas

1 En el siglo XVI, Manú podía designar el Madre de Dios, el guano. Sin embargo, tradiciones orales se refieren a un ata-
Alto Madre de Dios o uno de sus afluentes. Citemos como que del pueblo por los Chiriguano, (documentos de Th.
ejemplo de confusiones hidrográficas, J. Recio de León Saignes).
(Maúrtua, VI: 244) que hace confluir todos los ríos que se 4 Amich J.O.F.M., 1854, Compendio histórico... en la Mon-
dirigen al este y el Paucartambo, el Urubamba (“Yucay, taña de los Andes, París, 2 T., nueva ed, 1975, bajo el títu-
Bilcabamba”) y otros ríos para formar el “Magno” (Madre lo Historia de las Misiones del Convento de Santa Rosa de
de Dios) en el cual confluyen el Toyche y el Diabeni. Mu- Ocapa, ed., Milla Batres, Lima; Izaguirre B., O.F.M., 1922-
cho más tarde Samanez escribió (Larrabure i Correa, XI: 1926, Historia de las Misiones Franciscanas, 1619-1921,
339-340): “es opinión generalmente admitida... que este 14 vol. Lima; Marcoy P., 1862-1866 en Le Tour du Monde.
río (el Camisea) es el mismo Mapocho que pasa por la po- Citas: 1864, lr sem: 210 (en ese texto Marcoy parece ins-
blación de Paucartambo”. Si por su parte rechazó esa opi- pirarse mucho en el padre Amich). Sala G., O.F.M., 1897,
nión, en cambio creía tener suficientes pruebas para afir- Lima y en Izaguirre, X: 413-603. Cita de Izaguirre, t. XII:
mar “que el Mapocho, Mano o Río de Combate es uno 455. Revisar también Córdova Salinas, op. cit.: p. 462, los
mismo”. En general los diferentes ríos de la cordillera de Ossos e Ipillas de la “Nación Andes” y p. 477 “Andes y Pa-
Vilcabamba son considerados como afluentes del Madre natagua”.
de Dios para los más orientales y como afluentes del “Ma- 5 De la misma manera que se habla de Anti-Campa, se ha-
rañón” (Apurímac-Mantaro) para los occidentales. Ver ma- bla de Campa-Muisca para los diversos grupos del Ucaya-
pa 8. li, o de Campa-Amuesha para los de la región Pozuzo-Pal-
2 Para análisis detallados, hay que referirse a las obras de P. cazu (cf. Larraburei y Correa, XI: 302, 469, 540, 549,
Duviols, M. Rostworowski, T. Zuidema y a los diferentes 552...); cada uno de entre ellos formaba un vasto sub-con-
estudios citados en el capítulo 2. junto. Los Amuesha se extendían del este de Huánuco al
3 ¿Es Huancane, la ciudad del noreste del Titicaca, o una for- Chanchamayo y otras cabeceras del río Perene (deforma-
taleza de los yungas orientales? Vásquez de E. nos habla ción de Pareni, ver cap. I, nota 10), los Anti-Campa, igual-
de los vínculos del pueblo con “el río de Anambari donde mente a lo largo de estos ríos, se extendían del este de Tar-
se lava y saca cantidad de oro” (sic, por Inambari, B.A.E. ma hasta el Apurímac, al menos para los franciscanos; co-
231: 399), pero nos encontramos lejos de las tierras chiri- mo los Amuesha del norte, eran vecinos del Chinchayco-
98 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

cha y del Chinchaysuyu (ver por ejemplo Santacruz Pacha- Dorado... en donde halló un reyno grande llamado Esca-
cuti Yamqui, B.A.E., 209: 305, “Collacchaguay curaca de yoya...” (B.A.E. 209: 304), remitiendo entonces a los ho-
Tarama de los Chinchaysuyos”). Recordemos finalmente mónimos del norte del Perú y sur del Ecuador, ver mapas
que chinchay, préstamo o palabra autóctona, significa 6 y 7, pp. 70, 76.
usualmente en “campa” matsiguenga ocelote y con más 11 De norte a sur, las cabeceras del Piñi-piñi son los ríos: Ca-
exactitud el raro gato margay (Leopardus tigrinus). Se trata llanga engrosado por el Mameria, Chunchosmayo, (ver
de un gato salvaje que tiene la misma apariencia del oce- cap. IV, nota 31, Chunchomayo) Huananay y Toma que
lote del cual se distingue por su tamaño más pequeño, los nacen en el cerro Apu-Tinti. El Toma corresponde al Toay-
dibujos del pelo en el rabo y la cola y el color de sus ojos ma de las crónicas (cf. Maurtua, VI: 61), cl Piñi-piñi, con
azulados, al menos en esa región. un lago cerca de su nacimiento, al río de Opatari de cier-
6 B. Cobo, Santacruz Pachacuti Y., Anello Oliva, Cabello de tos textos. En cuanto a las cabeceras del Alto Madre de
Balboa. Recordemos que las indicaciones de linaje no se Dios, siempre de norte a sur, son el Piñi-piñi, el Tono, el
deben tomar al pie de la letra, cf. supra, cap. III. Su evoca- Cosnipata, el Pillcopata y el Marcachea engrosado por el
ción tiene por solo objetivo subrayar las diferencias de una Queros. Según Maúrtua, VI: 62-67, las provincias de los
a otra crónica. Manari, “de los Yanagimes de las bocas negras” y de los
7 Levillier, t. II, Lib. 1:65 ss: ”don Francisco Antigualpa... go- Opatari se siguen desde Vilcabamba hasta el Madre de
vernador de la provincia de los andesuyos... (testigo) l-To- Dios, pasando por el Manu y el Alto Madre de Dios. Ver
pa-ynga yupanqui conquistó toda la tierra”. Y ver más aba- mapa 8.
jo, p. 74: “...Joan Piçarro nynantava prencipal de la parcia- 12 Apu-Tinti: apu = señor en quechua; tinti, sin pronunciarme
lidad de byllilli... don Alonso Cóndor prencipal del rrepar- sobre el origen lingüístico de esa palabra, su existencia y
timiento de Cuyo... ques en la provincia de los Andes”. En su sentido en otra lengua, debo señalar, de paso, que sig-
cuanto a los Chui, Chuyo... no hemos podido hasta ahora, nifica “Papaya” en matsiguenga. En cuanto al río Mameria
descubrir un solo vínculo con sus homónimos del sur, los de la nota precedente, es una palabra compuesta de ma-
Chui y Cota de Cochabamba transferidos a los ríos Mizque meri - nada o nadie, y de -a- agua, lo que significa el río
y Chunguri de los cuales habla Th. Saignes, cf. infra. sin nada ni nadie. Ver mapa 8, p. 82.
8 Con Inga Roca y Otorongo Achachi, encontramos un con- 13 C.D.I.I., la S., t. V. Anon: 478-480; ver también Maúrtua,
texto similar a aquel de los sobrevivientes incas estableci- VI: 61. En ese texto, las posiciones están cambiadas de un
dos entre sus huéspedes y aliados mojo. El mito amuesha, medio grado; la latitud aquí presentada corresponde a la
en cuanto a él, escenificaba el fracaso de una alianza pa- del río Tono que corre a lo largo del paralelo 13, pero
trilocal o virilocal, de la residencia de una esposa y de sus aquel recibe algo más lejos una latitud de 13 grados 1/2
parientes en donde su yerno-aliado. Notamos al pasar que (cf. p. 484). Ello situaría Opatari al norte del río Piñi-piñi.
los grupos “campa” y matsiguenga practican la uxoriloca- Al principio del siglo XX, un opatari hacía parte de la ha-
lidad que, los primeros años de matrimonio, es una matri- cienda Patamarca, Dep. de Cusco provincia de Paucartam-
localidad: una mujer deja a su madre cuando su hija ma- bo, distrito de Challabamba. Hay que deplorar que las rui-
yor, nubil, esta en edad de atraer pretendientes, pero su nas más orientales de esta región sirven en la actualidad
nueva casa esta establecida en territorio materno. para mantener el mito de Paytiti y lanzar operaciones pu-
9 Al oriente de las provincias de Quispicanchis y de Paucar- blicitarias, sobre todo, a propósito de Asquaruni. Espere-
tambo, van ahora a añadirse las montañas del norte de mos que los arqueólogos tomen este asunto bajo su res-
Calca y Lares, de Vilcabamba, luego y gracias a las con- ponsabilidad para finalizar con una historia paralela de sa-
quistas, las montañas orientales del reino Huanca, de bor dudoso.
Chinchaycocha, de Huanuco Viejo, etc., montañas situa- 14 Los estudios contemporáneos y las expediciones desde la
das al noreste del Cusco. Conquista hasta el fin del boom cauchero han demostrado
10 B. de Ocampo en Urteaga, 2a, S., t. VII: 181: “esta provin- las enormes dificultades que existían cuando se quería
cia de los Pilcozones e Iscaicingas”; cf. infra. citas A.C.I. descender el Alto Madre de Dios a partir de sus cabeceras.
Ind. Gen. 1240, P. 4, f° 26, etc. He señalado en el cap. IV, A causa de la topografía, con un acumulamiento de malos
nota 24, que Iscaicinga designaba dos grupos bastante ale- pasos, remolinos y pongos, había, para poder llegar a esa
jados pero confundidos aun más porque estaban asentados región, que abrir un camino hasta río abajo del pongo Co-
en las riberas de dos ríos homónimos para entonces: Ma- nec o surcar todo el Madre de Dios desde el río Inambari.
rañón, (suponiendo que Alonso Mercadillo no hizo la mis- Protegidos río arriba por el cúmulo de dificultades hasta el
ma confusión como permitirían pensarlo su título y la au- pongo Coñec y río abajo por la extensión de un trayecto
sencia de precisiones en su relato). El grupo que nos preo- fluvial cada vez más penoso, los grupos de esta zona inter-
cupa es “campa” y se llama “Escayoya”, “Iscayolla”, “Is- mediaria (Alto Madre de Dios, Manopampa) han defendi-
caicinga” o “Yscay Cinca Anti” (Wamán Poma, f° 168). Se do su territorio hasta el siglo XX contra toda tentativa de
trata de la gente ribereña del bajo Apurímac y del Ene, los colonización. Cf. Portillo, 1914: 140-143; Plane, 1903, Le
dos llamados en primer lugar, así como el bajo Mantaro, Perou, París; von Hassel, cartas a La Junta de las Vías Flu-
Marañón y más tarde Marañón antiguo. En su texto, Santa- viales en Arc. Min. Rel. Ext., Torretagle, Lima; Lyon, 1975,
cruz Pachacuti confunde los dos grupos en uno solo por lo in XXXIX C.I.A., v. 5. Lima, etc.
cual se produce una sorprendente afirmación: después de 15 Acosta en Mon. Peruana, carta de 15/2/1577: 249. Quiero
haber situado perfectamente ese grupo al este de Huanca- aquí agradecer a M. Casevitz por su traducción de pasajes
velica -y del Mantaro- el agrega: “a esta provincia se llama importantísimos en latín. Para P. Lyon, el término Manu
AL ESTE DE LOS ANDES 99

(Mano, etc.) proviene de Manukia, nombre dado en Hate - 22 Este breve análisis no conviene sino a las sociedades de es-
o Mashco- al Alto Madre de Dios y al Madre de Dios ta región, repartidas en muchas comunidades generalmen-
(1975, op. cit.: 199). te acéfalas y autónomas tienen una docena de miembros o
16 Por la situación actual de los diferentes grupos de la Ama- máximo algunos centenares y en su seno se expresan fuer-
zonia peruana, reportarse al Atlas de las Comunidades Na- zas centrífugas a través de mecanismos de escisiones no
tivas. A. Cherif. y C. Mora, 1977, Lima. Acerca de los Cas- violentas que limitan en el tiempo y en el espacio las fuer-
hinahua, cf. Kensinger K., 1977. Actas del 42 C.l A., vol. n zas de coalición y los efectos centralizadores.
y 1975, The Cashinahua of Eastern Peru, Boston. 23 Informante Marcial Shivitierori Shimaishi. Siendo los pa-
17 Deshayes P. y Keifenheim B., ficha técnica de la película tronímicos “tabúes” en presencia de las personas interesa-
“Kape el cocodrilo o la historia al modo indio”, pp. 3-5, das, la mayor parte de los apellidos presentados en las cró-
acompañando una tesis de tercer ciclo, París, 1982, Le nicas son sobrenombres o el resultado de equívocos; así
concept de l’Autre chez les Cashinahua: “Los blancos, se- “Biri” (e.d. “tu padre”) que sería el nombre de la esposa del
ñalan ellos... son los descendientes de los incas. Son ellos jefe Timana (“yo que vivo” en ACI, Ind gen., 1240, fº. 62 o
los que quieren esclavizar a los indios”. aun el divertido Notangari = “yo lo aplasto” o “yo lo pico”;
18 Opatari, si en realidad se tratara de una palabra matsiguen- en efecto en el texto de Murúa (I, 57 ss) Tupa Yupanqui ad-
ga se traduciría por “lugar que produce el agua”: todos los quiere una gran reputación porque logra agarrar, en una de
topónimos hidrográficos tienen los sufijos compuestos: -ari sus conquistas, a un cacique que afirma llamarse “Notan-
o -ato en matsiguenga. Los Manari de Acosta pueden huari”.
igualmente englobar aquellos del Paucartambo medio si la 24 Al contrario de los Matsiguenga que son gentes del cielo y
fortaleza es Asquaruni muy cercana del divortium aqua- dueños de la yuca, nosotros somos gentes del infierno y
rum. Recordemos que en esa zona nacen los dos Chun- dueños de la cebolla, que como otros bienes blancos, es
chomayo (o Chanchamayo) que se desliza en dirección muy apetecida, salvo por los shamanes. Aquella, dicen és-
opuesta. tos, produce un aliento blanco y marca sin duda muchos
19 Cf. el acercamiento hecho por Vásquez de E. (B.A.E. 231: otros pasos del mundo matsiguenga hacia los blancos.
393) “...Pizarro le dio en renta (a Paullu Inca) las provin- 25 Versiones: S. García en M.P.D., 1935: 40, F. Pereira, ms y
cias de... Mohina, Callanga, Manaries, Guajobamba, Gua- versión recogida en 1970, Monte Carmelo, Urubamba.
lua y otros muchos pueblos”. Recordemos los textos que Otras versiones recogidas en el río Picha, 1978.
conciernen a Álvarez Maldonado reunidos por Maúrtua (t. 26 Es en principio, en la desembocadura del Yanatile que el
VI) y especialmente aquellos citados en la nota 11 e infra Vilcanota toma el nombre de Urubamba. En el siglo XVI y
(tercera parte). XVII el Urubamba fue llamado el río Grande, el río de Qui-
20 En esta época los niños rehenes confiados a los españoles llabamba, el Vilcamayo, el Ene (en Matsiguenga), el Yami
aparecían como “queridos” por sus padres. A partir del si- (en Piro), el río de Santa Ana y el Magno cuando se lo con-
glo XVII, este género de epítetos desaparece por sus con- funde con el Paucartambo y el Madre de Dios. Ver mapa
trarios, lo que es rico en enseñanzas sobre los fracasos po- 7, pág. 76.
líticos, las nuevas estrategias de los misioneros y el etno- 27 Minarvas, cf. Ortiz D. O.F.M., 1981. La Montaña de Aya-
centrismo. cucho, Lima: 41 45. En esas páginas él cita entre otras, el
Puchari al sur, pochari al norte significa por extensión, ac- “cronista Vásquez”. En el padre Font, se encuentra Mina-
tualmente, bombones, chicles... ¡Qué se permitan las fre- rua (B.A.E. 185: 270). Se trata, en efecto, de Juan T. Vás-
cuentes traducciones! Su objetivo es el de precisar datos o quez (1672-1736) Crónica de la Provincia Agustiniana del
someterlos a una importante revisión. Muchos nombres y Perú, I. cap. VI: 179-184. O ver en Amazonía Peruana, vol.
topónimos resultan evocadores comenzando por Anti, Pa- V. Nº 10: 143-150, versión paleográfica de M. del Carmen
nitica Anti (el rey de los Antisuyos en Wamán Poma, f°. 76- Urbano D.
77), el río Paranti, Abina en Abinagua, etc.; pero con la ex- 28 Comunicación personal de G. Taylor: nina=fuego, runa-
cepción de Opatari no hemos traducido sino las palabras =gente; el sufijo -wa no tiene ningún sentido en quichua
o fórmulas idénticas que se utilizan todavía en las regiones mientras que -rua significa animal estéril
que conocernos. Así “anti” es un radical que significa nota 6, - la traducción del sufijo -nawa (idioma pano).
grande en campa (ver Weiss, op. cit.. 62, nota 13) y una 29 A propósito de Ninarua, encontramos en Guamán Poma
raíz vinculada en matsiguenga: antari = adulto, -antarite- = una indicación de camino dirigiéndose a las alturas que
crecer. dominan la montaña y pasando por Anti Gualla, Ayna,
21 Aun niños de entre 6 y 12 años, separados de sus padres y Mayun Marca (Mayoc?) yunga de coca. Es un camino se-
vendidos como esclavos en Atalaya o en el Ucayali, burla- guido por Manco Inga para atacar a los españoles y quizás
ban todas las vigilancias y, organizando pequeños grupos aquel al que quería llegar Topa Amaru cuando fue captu-
fugitivos, volvían en tres o cuatro meses de marchas noc- rado. Pasando al norte de Guamanga por Tambo viejo, ese
turnas río arriba de su región natal donde vivían en el camino dominaba las tierras de los Marlari Ninarua (f°.
monte con parientes (testimonios de Maricusa, Benjamín, 1074), ver mapa 7, p. 76.
Pedro o de Shirongama, durante un tiempo mercenario de
los blancos en contra de los suyos).
Capítulo VI
LOS ANDES ORIENTALES DEL SUR DEL C USCO

d
Al sur del Cusco, las condiciones ecológicas 1. Carabaya y Apolo: la penetración Inca
cambian poco a poco, lo cual no deja de influen-
ciar la progresión inca a lo largo de los Andes Sobre toda la vertiente oriental del Collao,
orientales. Desafortunadamente, no disponemos entre los ríos Huari-Huari y Llica /Mapiri (ribera iz-
de ningún dato preciso sobre el estado de pobla- quierda del Beni), se extendía la “provincia de los
miento local (densidad, distribución) a la víspera Calabayas”. Este grupo étnico conforma un cura-
de la conquista inca (ver mapa 9, p. 96). cazgo dualista cuyo origen se ignora (las dos “mi-
Recordemos que hacia arriba se suceden al- tades”, separadas en la época hispánica, tomaron
tos valles como otros tantos alvéolos dispuestos en nombres diferentes, Carabaya al norte y Callahua-
anfiteatro que franquean la cordillera oriental sea ya -la región de Charazani- al sur). La lengua era
por gargantas encajonadas, sinuosas y sobrecalen- seguramente el Pukina mientras que el kallawaya,
tadas (yungas de Larecaja y de Inquisivi), o me- utilizado por los curanderos, sería una lengua arti-
diante largos surcos ensanchados en suave pen- ficial elaborada tardíamente (T. Saignes, 1985). Se
diente hacia el sureste (Cochabamba, cuenca del desconocen las modalidades de su incorporación
Pilcomayo) para alcanzar las sabanas inundables al Tahuantinsuyo, como garantía de su sujeción, la
(Moxos) o secas (Chiquitos) de la Alta Amazonia y provincia al igual que otras, remitió su ídolo, Chu-
la estepa del Chaco. La sequía aumenta con la la- quichinchay, “animal muy colorado que pasaba
titud, de tal suerte que el sector de Samaipata/San- por amo de los tigres (apo de los otorongos)”, al
ta Cruz, sobre el paralelo 18 sur, constituye una templo principal de Cusco (Santacruz Pachacuti,
verdadera frontera bio-climática entre el piede- 1968: 299).
monte muy irrigado al norte y la zona meridional Un siglo y medio después de la penetración
que tiene una estación seca rigurosa (abril-octubre) inca hacia la Alta Amazonia, el cacique goberna-
y una vegetación xerofítica. dor de Charazani explica cómo sus antepasados
Hemos visto cómo Garcilaso suministraba jugaron en ella un papel decisivo. Su tatarabuelo
un esquema de la expansión inca en ondas parale- Ari Capacquiqui fue encargado por Túpak Yupan-
las y progresivas hacia un sureste cada vez más qui
profundo. Apoyándonos en una documentación “...buscar la mejor entrada que pudiese saver pa-
más local, examinaremos su amplitud e impacto ra las provincias de los chunchos... el qual abrió
desde la región de Carabaya hasta el macizo de Tu- por el dicho pueblo de Characane y Camata ha-
cumán. Pero a medida que se establece la frontera ciendo puentes en los ríos más caudalosos por
inca, va precisándose, llegada de ese mismo sures- donde entraron los primeros exércitos y por no
poderse comunicar todos los ybiernos por los
te, la amenaza de las expediciones tupi-guaraní
crecidos ríos que ay por el dho camino de Cama-
que logran apoderarse de las fortificaciones y ter- ta mandó Guayna Cápac a Ayana hijo del dho
minan instalándose en el piedemonte, bajo el Arecapaquiqui buscase mejor camino por donde
nombre de Chiriguanaes (convertido en Chirigua- no ympidiesen la entrada los dhos ríos el qual
no), de estos invasores mezclados a las poblacio- abrió por las cuchillas y lomas... hasta el valle de
nes locales. Este episodio, que se desarrolla en los Apolo sin ningún río...” (20- X-1618, ANB E
1657-5 f° 54). El Inca recompensó semejante
años que preceden al desembarco español en la proeza otorgando a los Kuraka Kallawaya el pri-
costa peruana marca un giro radical en la larga du- vilegio de desplazarse en andas, como el mismo1
ración histórica de los Andes orientales.
102 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Este testimonio contradice a los cronistas quistador fracasado según los agustinos habría sido
agustinos que subrayaron el fracaso inca por con- uno de los titulares.4 Volvemos a encontrar su
quistar militarmente esta región del Alto Beni (B. nombre a la cabeza del “pueblo chuncho charisa-
de Torres, 1657; Lima, 1974, t. 2: 343-344). En ne” entre los caciques locales adjudicados a un en-
cambio confirma a otras fuentes escritas. Así los comendero español desde 1535 (AGI, Justicia 405,
Quipucamayo reunidos por Vaca de Castro en f° 7). Otro nombre enigmático que atestiguaría una
1542-1544 reportaron que Tupak Inca Yupanqui administración directa de la “provincia chuncho”
“trajo a sí... a las provincias de los Chuncho, Mo- por un representante cusqueño es el de Ayaviri-Za-
xo y Anti hasta el río Paititi donde erigió unas for- ma que designa un importante pueblo atravesado
talezas” (B.N. Madrid, ms. 2010, fº 53; Lima, 1974: en varias ocasiones por las primeras expediciones
23). El río Paititi designaría el Beni o el Mamore, a españolas entre 1537 y 1570. Coronando la cima
la altura de su confluencia con los ríos Madre de de una cadena montañosa en el centro del semi
Dios y Guapore. ¿EI ejército inca penetró tan lejos círculo formado por los ríos Tuiche y Beni, este
en las sabanas para establecer los hitos imperiales pueblo parece haber constituido la “capital” de la
a varios centenares de kilómetros de la cordillera? nueva jurisdicción inca y aparecía, aun en 1560,
Pruebas materiales lo atestiguarían: unas fortalezas como el límite nororiental oficial de la Audiencia
son señaladas por Juan Álvarez Maldonado (1569, de Charcas. Más tarde ya no se lo evoca, pero hay
Maúrtua, VI: 64), por los Yumo de la montaña del que recordar la similitud del topónimo con el de
Chapare que indican incluso su nombre, Characa un pueblo Kolla (al norte del lago Titicaca), célebre
y Opote (1588, Maúrtua, IX: 102), y fueron visita- por el castigo que el Inca infligió a sus habitantes
das por Juan Recio de León a comienzo del siglo deportados a las guarniciones fronterizas y con
XVII.2 En 1961, el geógrafo W. Denevan reconoció bastante plausibilidad en esta región.5
sobre la ribera izquierda del Beni, poco antes de Más allá de la presencia de un camino real,
confluencia del Madre de Dios, las ruinas de un de un gobernador y de un centro administrativo,
“fuerte inca muy conocido” en la región y le fue- ¿en qué dominio se ejerce el control inca? Los in-
ron mostradas otras ruinas a lo largo del río Beni dicios, poco numerosos, indican una explotación
(1980: 51). Recientemente un conjunto fortificado económica avanzada. Volvemos a encontrar insta-
descubierto entre los paralelos 14 y 13 Sur, en Ixia- lados mitmaqkuna cultivando coca en las colinas
mas, ha sido objeto de un primer examen sin que entre Pelechuco y Apolo. El Inca poseía importan-
se haya podido datarlo todavía con precisión (Gi- tes minas de oro en la orilla izquierda del Huari-
rault, 1975), pero sabemos que una “amplia calza- Huari pero también en Mapulio (en el Alto Tuiche),
da real de los Incas” llegaba hasta él. Misioneros en Tipuani y Oyapi (en el Mapiri). En estas últimas
franciscanos la recorrieron en 1681 (Maúrtua, XII: trabajaban “chunchos mineros” que hablaban una
70) y el padre Armentia reconoció sus restos aun lengua mixta de aymara y de chuncho6 (ver mapa
visibles entre Apolo e Ixiamas dos siglos más tarde 10, p. 103).
(1890: 9). Más que los fuertes, indicios de una pre- Las informaciones, suministradas por los es-
sencia puntual, la vía adoquinada atestigua una pañoles que exploraron la región delimitada por
ocupación en profundidad del espacio conquista- los ríos Madre de Dios y Beni en la segunda mitad
do. Conviene examinar sus modalidades, distintas del siglo XVI y primera del siglo XVII, tratan a las
según el piso ecológico. secuelas de la ocupación inca, aunque es difícil
En los templados valles de la vertiente, el distinguir los movimientos de población debidos a
antiguo señorío Kallawaya convertido en “provin- ésta (instalación de mitmaqkuna andinos pero tam-
cia” recibió a mitmaqkuna chachapoya, kana, kan- bién desplazamientos de poblaciones amazónicas)
chi, kolla y lupaqa entre otros. Pero no sabemos si de los efectos posteriores que pudieron ser mante-
trabajaban directamente para el Estado, para la no- nidos, acelerados o interrumpidos por la coloniza-
bleza o para la etnia de origen, el tributo consistía ción ibérica. Así los Toromona, situados en la con-
en oro, maíz y coca.3 fluencia de estos dos ríos, serían “mitimaes o ex-
Las colinas del piedemonte propiamente di- tranjeros” (1569, Maúrtua, VI: 63) y los Omapalca,
cho parecen haber constituido una especie de en la confluencia del Bopi y del Mapiri, “descen-
marca fronteriza confiada a un gobernador militar: dientes o servidores del Inca” (1628, id.: 215). Pa-
Urcu Waranca, hermano de Huayna Cápac, y con- ra J. Recio de L. “los Chunchos, Menicos y Taranos
minas
fortalezas
aldea
camino inca
grupo yunga
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 10
Organización inca del Alto Beni.
103
104 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tienen los mismos ritos y ceremonias que los del (plumas) o de prestaciones de trabajo en las minas
Perú ya que descienden de guarniciones puestas locales.8
por el Inca” (1623, id.: 217). En cambio, para Mu-
rúa, “los abachires, curiamunas y piriamunas pro- 2. El ordenamiento inca de los valles y de los Yun-
vienen de los Pacajes” (y de otros grupos del Co- gas de Larecaja a Cochabamba
llao) se habrían opuesto a un capitán inca (1613;
1964: 17). Para los misioneros del siglo XVII, los Entre el Alto Beni y el Alto Chapare, el pie-
Leko del Alto Beni serían unos prófugos andinos demonte andino adopta una conformación rectili-
llegados del Perú (Torres, 1657; 1974: 440) o del nea, más o menos meridiana, sobre la cual se
Collao (Ojeada, 1681; Maúrtua, XII: 98). La duda adapta la frontera inca (sin desbordar por las coli-
acerca del origen de los Moxo del Alto Tuichi (ha- nas selváticas). Los numerosos afluentes superiores
bitantes de las sabanas del Mamore instalados del Beni y del Mamore la recortan transversalmen-
aguas arriba por el Inca a titulo de ¿“aliados- rehe- te en otras tantas cuencas superiores (Larecaja,
nes”?) ha sido ya manifestada (ver nota 12, cap. III). Quirua, Inquisivi, Ayopaya) y franquean las abrup-
Si examinamos las prácticas culturales del tas pendientes de las cordilleras (Real, Moxos y Tu-
piedemonte, éstas nos remiten a las mismas incer- nari) por unas gargantas encajonadas o yungas que
tidumbres sobre su origen: imposición inca o cre- comprenden unos sectores secos (ya que en posi-
ciente influencia de antiguos mitmaqkuna y fugiti- ción abrigada, así las de los ríos Llica o Chunguri)
vos que habían abandonado los Andes hispánicos. y unos sectores húmedos expuestos a las precipita-
Es así como en el plano lingüístico, si los grupos ciones amazónicas (Zongo, Chapi, Aripucho, Chu-
chuncho stricto sensu (Eparamona, Uchupiamona, quiuma). Solamente el valle de Cochabamba esca-
Araona) debían hablar el takana, lengua emparen- pa a esta orientación y corre paralelamente a la
tada al arawak, mientras que Leko y Aguachile de- cordillera (que la separa del piedemonte externo)
bian tener lenguas distintas, el conjunto de los ha- hacia el sur.
bitantes del piedemonte del Alto Beni pasan por La empresa inca se desarrolló en dos fases:
utilizar el “aymara chuncho” de acuerdo a los in- la anexión y el reordenamiento de los valles inte-
formantes jesuitas (Anua de 1596, RGI II: 113), que riores y de los yungas, luego la tentativa de con-
podría ser una lengua vehicular (lengua general). quista del piedemonte amazónico hacia el Chapa-
El culto del ídolo Tulili (representado por un esque- re y las sabanas del Mamore. Sobre esta larga fran-
leto de pájaro lacustre) difiere de los ritos funera- ja de cerca de un millar de kilómetros no dispone-
rios o del shamanismo más cercanos a las creen- mos de información alguna relativa a la ocupación
cias andinas.7 inca, excepto un testimonio sobre la puesta en va-
El status y los comportamientos de los jefes lor de un sector del alto valle de Cochabamba.9
locales son los que quizá revelan las influencias Los problemas de identificación de etnias y de to-
más significativas del medioambiente andino. Así, pónimos abundan y nuestra aproximación perma-
los caciques aguachile “se hacen llevar en andas nece lagunar y provisional (ver mapa 11, p. 105).
de un lugar al otro” (Anua de 1597, MP, VI: 44), Garcilaso atribuye al cuarto inca, Mayta, la
práctica característica de los “señores” andinos anexión del sector omasuyo del Collao meridional
(ver los Kallawaya, y supra, nota 1). Medio siglo (hasta Caracollo) y la instalación de mitmaqkuna
después de la ocupación hispánica del Cusco en los valles orientales (de Caracatu) al pie de la
(1535), importantes jefes regionales, como Arapo, “sierra nevada de los Antis” (seguramente Quimsa
“curaca principal de los indios chuncho” (Epara- Cruz, que Sarmiento llama “cordillera de Moxos”).
mona), o Tarano (jefe de los Araona), se alían toda- Su sucesor ocupa los yungas con coca de Chamu-
vía con españoles de paso, lo cual podría denotar ru que podemos situar en el Alto Cotacaxas o bien
su costumbre de recurrir al apoyo de poderosos al sureste de Cochabamba. Túpac Inca Yupanqui
“protectores” extranjeros y a los productos manu- anexa la región de Cochabamba-Pocona y la forti-
facturados andinos (cf. infra, cap. IX). En cuanto a fican pero es su sucesor, Huayna Cápac, quien
las redes de intercambio, éstas debieron ser par- procede al gigantesco ordenamiento de este con-
cialmente absorbidas en los circuitos estatales in- junto de valles.
cas, bajo la forma de rentas en “tributos-dones” Una primera incógnita concierne el origen y
el status de los indios yunga que ocupan los valles
cordillera

camino inca

región
aldea
territorio bajo
control inca
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 11
El control inca al este de los Andes. Desde los Yungas de Zongo hasta Chapare.
105
106 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

encajonados tallados por los afluentes superiores (Mendoza, 1665: 117). Los Quirua que controla-
del Mapiri (ribera derecha) y del Bopi (cuya con- ban los accesos de la ruta de la coca podían haber
fluencia forma el Beni). Los habitantes del Collao estado especializados en su transporte hacia las
distinguían bastante bien a los habitantes de los tierras altas.
yungas de la vertiente occidental hacia el Pacífico El río Cotacaxas constituía una especie de
de aquellos establecidos en la vertiente oriental frontera entre los Quirua de la ribera izquierda, al
hacia la Amazonia (Bouysse, 1978: 1065). ¿Encon- norte, y los Cota de la ribera derecha, al sur. Estos
tró el Inca a estos últimos en ese lugar o los insta- últimos recibieron del Inca un tratamiento diferen-
ló en estos mismos cañones para desarrollar el cul- te, puesto que fueron trasladados de la cuenca al-
tivo de la coca? No lo sabemos, y el único docu- ta de Cochabamba, junto con los Chui, otro grupo
mento estadístico del siglo XVI relativo a uno de étnico de esta cuenca, a la frontera de los ríos Miz-
sus grupos (la doble “visita” de Zongo, 1568-69) que y Chunguri. En su lugar, Huayna Cápac, llega-
no es explícito a este respecto: deja entender a lo do en persona, instaló unos mitmaqkuna origina-
sumo que el grupo (unas 200 unidades domésticas) rios de todo el Tawantinsuyu bajo la dirección de
constituía una “colonia” que trabajaba directa- dos gobernadores incas y organizó turnos de traba-
mente para el Estado cusqueño.10 jo para labrar los campos de maíz estatales que
A los lados de estos grupos locales “yunga” afectaban a 14 000 mitayos llegados periódica-
establecidos en los valles del Copani y de Llica (o mente de las tierras altas. Recientemente han sido
Aricaxa, convertido en Larecaja, nombre extendi- descubiertos centenares de silos subterráneos, dis-
do al conjunto de los valles al este del lago Titica- puestos en dos hileras paralelas, donde estaba de-
ca), de Challana, Chacapa y de Zongo, de Peri (ac- positado el maíz destinado al ejército y a la clase
tual Coripata) y de Chapi yungas (actual sector de dirigente.14
Chulumani), se encontraban unos mitmaqkuna ori- Estas reservas debían probablemente abaste-
ginarios de las etnias de idioma aymara del Collao cer la expedición de conquista que, en la vertiente
colocados o reconocidos por el Inca: los menos exterior, intentaba penosamente abrirse camino
numerosos trabajaban para sus caciques de altura por los afluentes superiores del Chapare hacia las
pero la mayoría para los graneros imperiales.11 sabanas de Moxos. Algunos testimonios recogidos
Respecto a los mitmaqkuna chincha, chanca, en 1588 en esta región del Alto Chapare explican
huanca o charca, su presencia no puede deberse las dificultades a las que se enfrentaron. El Inca
sino a una intervención inca, cuyo antiguo nombre abrió un camino y “cada día enviaba indios para la
de Inquisivi, Incasivi, confirmaría la amplitud.12 dicha conquista”; uno de los informantes declara
La misma incertidumbre incide en los gru- que los indios
pos quirua cuya identidad y suerte parecen ligadas “puestos por guardar un puente de crizneja... da-
a las de los grupos yunga. El término “quirua” de- ban al dicho Inca plumas, arcos, flechas y maca-
signa a los habitantes de los valles superiores del nas” y “el orden que dava a sus capitanes que los
Bopi (región actual de La Paz) y puede tener en ay- indios que se diesen de paz los regalasen e los
mara un doble significado: qheura, los valles tem- amparasen debajo de su amparo y los que no le
obedesciesen que los matasen a todos sin que
plados o qirua, mercader de coca. Este señorío que
quedase hombre”.
tenía por capital Uyuni (abajo de La Paz, a 3 200
metros de altitud) controlaba un cruce ecológico Pero la suerte de los combates no le era
excepcional, las altas pendientes de la cordillera siempre favorable, es así como un comandante in-
real, los valles de maíz de la ribera derecha del Al- ca fue muerto durante una batalla sangrienta
to Bopi y los Chapi Yungas. Una calzada adoqui- (“grandes arroyos de sangre corrían”) por un jefe
nada-denominada hoy “camino del Inca” (o cami- local quien conservó su cuerpo (¿momificado?) y
no del Takesi)- unia Uyuni (y por lo tanto el altipla- tomó su nombre; más tarde, uno de los informan-
no del Collao) en algunas horas de marcha (por un tes “capitán del Inca” y dependiente del “cacique
paso a 4 600 metros) a los Chapi Yungas (a 1 500 de Sacaba”, sirvió de mensajero a los Incas del
metros de altitud) de Chulumani.13 Sabemos que Cusco ante los jefes de guerra (particularmente el
otra vía inca bajaba de Inquisivi a los Chapi Yngas “cacique Ari, muy importante y a quien el Inca ha-
tomando por el valle del río Suri hasta el Bopi cia gran caso”) para comunicarles la venida de la
AL ESTE DE LOS ANDES 107

invencible expedición española: “se pusieron en- labones paralelos con dirección NE/SE y con altu-
tonces de acuerdo con los de la tierra y permane- ra descendiente hacia el Chaco soportan una vege-
cieron donde ellos”.15 tación seca cada vez más espinosa.
Otra versión de este intento inca, transmiti- En este amplio cuadrilátero, entre Pocona y
da a los fundadores españoles (venidos del Para- el Guapay superior al norte, Humahuaca y el Ber-
guay) de Santa Cruz (1560), afirma su éxito militar: mejo superior al sur, el dominio inca se traduce
Manco Cápac, que la dirigía, llegó a las sabanas de por la fortificación de una frontera sometida a la
Moxos, y al enterarse de la conquista española del amenaza de los pueblos orientales, que llegan del
Perú, se quedó allí para fundar el reino del Paititi, Paraguay y del Brasil. Los datos tardíos de estas dos
cuya capital se situaría en la confluencia del Ma- empresas, defensa del limes y asaltos de los pue-
more y del Guapore.16 blos no andinos, que se desarrollan en el primer
Hay que conceder más crédito al primer tercio del siglo XVI, hacen que las memorias estu-
conjunto de testimonios, suministrado por infor- viesen particularmente frescas cuando los españo-
mantes más al tanto de la historia local. La segun- les y algunos jefes indígenas establecidos en la re-
da versión sufre ya la influencia deformante de las gión emprendieron su recolección. Luego de la es-
quimeras de El Dorado reactivadas por las tradicio- casez de documentación que caracterizaba a los
nes andinas sobre la riqueza de los Moxos y por los valles y a los yungas de la vertiente exterior que
mitos guaraníes del Kandire.17 daba hacia el Alto Amazonas, la multiplicación de
Desgraciadamente, las informaciones sobre las fuentes toma aquí un aire de abundancia relati-
la situación de los grupos del piedemonte son es- va. Para mejor analizar la conquista inca y luego
casas y confusas. A. Metraux piensa que los infor- su retroceso, se divide esta faja limítrofe en tres
mantes de 1588, llamados Amo o Yumo, eran Mo- sectores geográficos: Guapay al norte, Pilcomayo
setene (su hábitat principal se encuentra entre los al centro, Bemejo al sur (ver mapa 12, p. 108).
ríos Bopi e Isiboro) lo que parece plausible.18 Más
abajo, en los llanos, se extenderían ricas y populo- a) El valle del Chunguri y la llanura del Guapay
sas provincias como la de los indios Pacaxa o Co-
rocoro (cuyo pueblo principal tendría más habitan- Es una crónica local la que describe con mi-
tes que todas las provincias de Cochabamba y de nucioso detalle el proceso de anexión de este pie-
Pocona) cuyos tres “grandes señores” son Mayna- demonte y explicita sus mecanismos. En los años
re, Unura y Aruru.19 Es difícil volver a encontrar en de 1500, un “pariente” de Huayna Cápac, Guaca-
estas menciones los rasgos que definían a las gran- ne, que ha dejado a su hermano Condori en el
des culturas de las sabanas inundables, llamadas Cusco (en cierto modo como “rehén”) explora las
genéricamente Moxos, sin embargo, todos los tes- riberas de los ríos Mizque y Chunguri. Descubre la
timonios concuerdan acerca de la existencia de colina de Samaypata (altitud: 1 950 metros), última
grandes aldeas (a veces con centenares de malo- cresta andina que domina la llanura del Guapay.
cas) disponiendo de abundantes cosechas de maíz La fortifica, se instala en ella y emprende la explo-
y yuca e instrumentos de oro y de plata.20 tación agrícola de las cabeceras de valle vecinas.
Después de algunos años, decide emprender la
3. El sureste entre la conquista Inca y la invasión conquista de la llanura vecina (actual región de
Chiriguana Santa Cruz), poblada de agricultores sujetos al jefe
local Grigota.
El valle de Cochambaba no llega directa-
“...llevó gran suma de preseas, de vestidos de
mente a la vertiente amazónica sino que se prolon- cumbi, cocos y media lunas de plata y escoplos
ga en el del río Chunguri que corre hacia el sures- y hachuelas de cobre para presentar al gran caci-
te, unido con el del Mizque, desemboca en la lla- que Grigota y a sus vasallos con el fin de traerlos
nura donde su curso, bajo el nombre de río Gua- a su devoción...” -luego “Continuando su con-
pay emprende un amplio meandro en dirección quista, ya como rey y Señor de los llanos, entró a
ver su gente, que con firme fe le respetaban y ser-
del norte, y se arroja en el Mamore. Es este mismo
vían sin ninguna condición, porque este Señor
sector de la confluencia, a la altura del paralelo 18 les hacía grandes dádivas, a fin de que su nom-
sur, el que, recordémoslo, forma un límite biogeo- bre corriese la tierra adentro entre las demás na-
gráfico, los contrafuertes andinos alineados en es- ciones, que toda ella estaba encadenada de dife-
108 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

fortaleza
aldea
mina

etnia andina
etnias incas
etnia del pie de monte

Mapa 12
El sud-este inca desde Pocona a Omaguaca.
AL ESTE DE LOS ANDES 109

rentes provincias, y a cada paso hallaban grandes chando el relajamiento de las guarniciones incas
poblaciones, toda gente bruta y desnuda y nada se apoderaron de las minas luego del fuerte de Sa-
belicosa. El cual tuvo el suceso deseado a medi-
maypata y capturaron a los dos hermanos. Un ge-
da suya. Y para más atraerlos a su servidumbre,
los ocupaba poco a poco en labrar chacaras de neral de la nobleza cusqueña, Lucurmayo, envia-
maíz y de cosas de la tierra, cebándolos con las do para castigarlos, a su vez es derrotado y muer-
cazas de los venados y pescas en los caudalosos to. Es entonces cuando el jefe local, aliado de los
ríos, porque no echasen de ver que los metía en andinos, Grigota, captura por sorpresa a doscien-
trabajos y nuevas labores, y acompañábalos en tos enemigos que festejaban su victoria y les envía
correr avestruces y en la caza de pavas y liebres
al Inca que los hace matar exponiéndolos a las ci-
a aquellos que son bien inclinados”. (F. de Alca-
ya, hacia 1605, AGI, Charcas 21; CC, 1961: 47- mas nevadas (acontecimiento que explicaría, se-
68). gún el cronista, su nombre de chiriguanaes “muer-
to por el frío”, chiri significando en kechua frío). En
Aquí notamos cómo los habitantes de las cuanto al resto de las tropas andinas, éstas se reti-
llanuras, seguramente Tomacoci emparentados a ran a los poblados fortificados de la retaguardia, a
los Chane-arawak, vieron que se les imponía una 150 ó 200 kilómetros hacia arriba. Esta arremetida
lenta y progresiva conversión de sus actividades guaraní habría tenido lugar en 1526.22
predadoras y agrícolas en prestaciones de trabajo Esta fecha plantea el problema de la crono-
en beneficio del nuevo y “pródigo” amo. Puede logía de las invasiones guaraníes hacia los Andes
admitirse que el Inca se apropió de los campos de (donde los invasores, mestizados con las poblacio-
maíz y que reclutó a la mano de obra local, ya en nes locales encontradas durante las migraciones,
situación obligada -no olvidemos los regalos ini- se convirtieron en chiriguano) sobre la cual diver-
ciales a sus jefes. El suministro de los alimentos ri- gen los cronistas. Dos de ellos hacen retrotraer su
cos (en proteínas) que connotan el carácter festivo presencia en este linde desde la época de Túpac
de las labores para el Inca debía provenir de la ac- Inca Yupanqui. Santacruz Pachacuti evoca un cu-
tividad colectiva, bajo el aspecto de una partida de rioso incidente que opuso el Inca al general del
cacería o de pesca, de estos mismos agricultores. ejército kolla enviado a la vertiente oriental contra
Notemos la polisemia del verbo cebar: “alimentar, los “salvajes” amazónicos, enterándose de su nom-
tanto para hacer engordar como para engañar”.21 bramiento, considerado como un “exilio”, en la
“Colmar”, “engordar”, “cebar”: ¿no estamos aquí frontera chiriguana, este último abandona precipi-
ante el origen mismo (semánticamente desvelado) tadamente su conquista y regresa al Cusco para
del proceso de dependencia? La prodigalidad ge- exigir explicaciones al Inca que, entonces, revoca
nera la deuda, deuda infinitamente engendrada y la sanción (1968: 304). ¿Cómo interpretar esta ne-
para siempre insaldable. En cuanto a los grupos ve- gativa de ir a defender el sureste andino? La ame-
cinos, éstos sufrían ya una atracción similar hacia naza guaraní era ya tan oprimente. Garcilaso, a su
el futuro sujetamiento: el Inca otorgaba grandes vez, da cuenta de un intento del mismo Túpac In-
dones a fin de que su nombre corriese el interior de ca Yupanqui de someter la “provincia” de los Chi-
las tierras entre las otras etnias. riguano: sus exploradores reportaron que los “na-
La crónica cuenta luego cómo Guacane hi- turales eran unos crasos brutos peores que las bes-
zo venir a Condori para confiarle la vigilancia de tias feroces” y durante dos años el ejército imperial
las llanuras y la explotación de las minas de plata se batió en vano contra ellos. De este episodio se
en la colina de Saypuru, en los confines del Chaco dedujo que una primera invasión había inducido a
(a medio camino entre los ríos Guapay y Parapiti). los Chiriguano a establecerse en los contrafuertes
Cinco mil mitmaqkuna instalados por el Inca en andinos desde el último tercio del siglo XV. Pero la
los valles superiores (bajo su control directo, estan- descripción de su territorio pantanoso y cubierto
do Guacane establecido en Samaypata) debían de espesuras (montaña brava, pantanos y ciéna-
abastecer a los trabajadores de estas minas. Obser- gas), por lo tanto difícilmente penetrable, al que se
vamos cómo está asegurada la autonomía econó- imputa el fracaso inca, no corresponde a la ecolo-
mica de la nueva frontera imperial (id. CC: 50). gía de la vertiente andina; en cambio, podría apli-
Es en los años siguientes cuando se produjo carse a la región del Alto Paraguay, una de las vías
el asalto de los indios guaraníes: atraídos por la ri- de paso privilegiadas para las expediciones guara-
queza de esta frontera cruzaron el Chaco y aprove- níes hacia el noroeste.23 Pese a la distancia (unos
110 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

500 kilómetros), semejante intento inca, a partir do rebeliones y que el Inca se viera obligado a “re-
del piedemonte andino, no es inconcebible. conquistar provincias” demasiado rápidamente in-
Si bien no puede indicarse, para esta época, tegradas.27 La presencia de Moyo-Moyo, atestigua-
el grado de proximidad geográfica de las bases da en las guarniciones fronterizas del Chaco, prue-
guaraníes, el peligro que representaban y el desen- ba el empleo de grupos del piedemonte, con una
cadenamiento episódico de las incursiones relám- bien establecida reputación de “salvajismo”, para
pago contra el mundo andino no eran menos rea- a la vez someter y vigilar a las etnias del interior de
les. Cuando el sucesor de Túpac Yupanqui vino en fidelidad siempre vacilante, e impedirles estable-
persona a colonizar el valle de Cochabamba, puso cer eventuales alianzas con enemigos exteriores y
a los “naturales (Chui y Cota) en las fronteras de los defender la frontera contra “bárbaros” igualmente
indios chiriguano”. Algunos cronistas añaden que peligrosos. A ambos lados de los Moyo-Moyo, sa-
envió a unos capitanes contra ellos, otros que se bemos que se encontraban en las guarniciones de
negó, considerándoles demasiado atrasados -este este sector unos mitmaqkuna churumata y lacaxa
desprecio podía encubrir un fracaso imperial.24 cuyo origen es incierto así como otros venidos del
Podemos ver por tanto que entre el relato de Condesuyu y del Collao.28 Es un verdadero glacis
la crónica local, partidaria de una fecha tardía de multiétnico lo que separaba los pueblos meridio-
la expansión inca y de los asaltos guaraníes (primer nales de sus agresores orientales.
tercio del siglo XVI) y las aseveraciones de los cro- ¿Quiénes eran estos agresores orientales y
nistas andinos relativas a enfrentamientos directos de dónde venían? En ausencia de toda investiga-
anteriores, es toda una interpretación del estableci- ción arqueológica sería, no podemos hacer sino
miento chiriguano en el piedemonte andino la que conjeturas. Su amenaza parece ser antigua pero no
está en juego. Conviene examinar nuevas piezas se puede determinar su origen con precisión. Hay
del expediente. que remitirse a los interrogatorios recogidos con
los informantes indígenas del Alto Paraguay por las
b) El piedemonte del Chaco (entre los ríos Guapay primeras expediciones españolas en 1542-44 y en
y Pilcomayo) 1558-59. Los informantes guaraníes, chane, guaja-
rapo y xaraye evocan los antiguos intentos fomen-
Al sur del río Guapay, los grandes señoríos tados en el Paraguay para alcanzar el país de Kan-
regionales habían fortificado su periferia oriental dire y aprovisionarse de metal. Sabemos así de la
antes de su incorporación al Tahuantinsuyo. Los existencia de toda una red de intercambios de
“señores” yampara y qhara-qhara, indican el nom- “placas metálicas” intercambiadas entre las etnias
bre de varios de estos fuertes y, a pedido de los pri- “generaciones” desde los Andes hasta el litoral
meros, el inca Huayna Cápac “envió allí a nume- atlántico. Los grupos en posesión del precioso me-
rosos indios para defenderlos de los Chiriguano”. tal (oro, plata y también cobre) son designados co-
La presión guaraní -confirmación de su vigor des- mo “Carcaraes” y sus vecinos “Chane” y “Chi-
de el fin del siglo XV- pudo actuar como favorece- meo”. Los primeros designan verosímilmente a los
dora de la alianza de las etnias meridionales con el Qhara-qhara de la región de Potosí mientras que
poderoso conquistador inca. Es así como sus diri- los segundos forman unos grupos de origen arawak
gentes recibieron, en retribución, prestigiosos rega- instalados en los últimos eslabones y la llanura del
los en vestimentas.25 Aunque otras fuentes evocan Chaco. Es posible que las guarniciones incas les
una anexión mucho más ruda. Los opositores de hayan dejado en esta zona contentándose con pro-
todo el sur andino, se atrincheraron, según Cobo, teger las alturas y levantar un tributo -intercambio
en la fortaleza natural de Oroncota sobre el Pilco- con los “naturales”-. Los Chane serán empujados
mayo que conquistaron los sitiadores incas gracias al interior del Chaco en la segunda mitad del siglo
a una estratagema (1656; 1964: 85). El “libro de la XVI por los invasores guaraní en cuyo límite vivi-
descripción del Perú” afirma que el Inca recurrió a rán en una relación de vasallaje. En cuanto a los
los “Indios de guerra” (Chuncho, Anti, Moxo) para Chimeo, no se encuentran rastros de ellos en la do-
someter a los “Chui, los Chicha, los Churumata y cumentación, sólo el topónimo de una aldea chiri-
toda la provincia de los Charca, indios flecheros guana al sur del Pilcomayo recordaría a este grupo.
como los de la montaña”.26 De hecho, es posible Los informantes paraguayos evocan a otro grupo
que a la lealtad de los jefes étnicos hayan sucedi- no lejos del piedemonte, los Paycuno, que juegan
AL ESTE DE LOS ANDES 111

un papel de intermediarios importantes pero la in- tirada de las guarniciones fronterizas. Las fuentes
formación andina no les menciona. Señala, en andinas sólo mencionan la incursión enemiga y las
cambio, en la misma región, entre Guapay y Pilco- medidas reparadoras del Inca. Un único autor, el
mayo, a unos grupos de lengua “copore y comi- cronista de origen paraguayo Rui Díaz de Guz-
che” de los que ignoramos todo.29 Todos estos gru- mán, hace intervenir a los protagonistas extranje-
pos intercambian con los Tupi-Guaraní objetos ros: se trata del portugués Alejo García y de varios
metálicos contra esclavos, plumas, arcos o vesti- de sus compañeros que, náufragos de una carave-
mentas. Hay que suponer que las invasiones gua- la que pertenecía a la armada de Juan de Solís en-
raní (y chiriguano) se proponían abastecerse direc- callaron en la costa brasileña en 1516. Pasados al
tamente de la fuente de los bienes preciosos. La Paraguay, reunieron unos dos mil guaraníes -que
defensa inca de la frontera bloqueó su avance. apodan a A. García de Marayta- con los cuales
¿Hasta dónde se extendía exactamente este atraviesan las llanuras que los separaban de los
control inca entre los ríos Guapay y Pilcomayo? Andes. Tras varios combates contra las “naciones”
Las ruinas actuales de las ciudadelas permiten pre- halladas en el camino, la expedición logra pene-
cisarlo. El sistema defensivo ha podido asociar dos trar en el Imperio entre los valles de Tomina y Miz-
imponentes plazas fuertes -piezas clave del dispo- que y saquear las fortalezas y los depósitos incas.
sitivo fronterizo-, la una construida en posición de Al regreso sufren un contraataque de los indios
retirada, la otra, sobre la cresta más elevada de la Charka a la altura de Tarabuco pero logran reple-
vertiente exterior: a la pareja Pocona (actual Inka- garse. En el Paraguay, estallan disensiones y los in-
llacta) -Samaipata al norte del río Guapay- corres- dios matan a García. Deciden entonces regresar
pondería al sur la pareja Oroncota (en la ribera de- hacia los Andes donde se establecen poco a poco
recha del Pilcomayo) -Cuscotuyo (o -toro, actual- bajo el nombre de Chiriguano (1612; cap. V; 1974:
mente llamado Incahuasi) dominando la sierra de 67-70).
Inkawasi.30 Se completaba con una densa red de Esta versión se pronuncia por una instala-
fortines emplazados en sectores estratégicos (pa- ción tardía de los migrantes en el piedemonte. En
sos, confluencia de valles), precedidos hacia abajo un texto posterior, redactado en pleno territorio
con puestos avanzados ubicados en la llanura del chiriguano, Rui Díaz precisa cómo lo lograron:
Chaco, que los españoles hallaron durante sus re- “los Guaraníes, aniquilados y agotados por los
conocimientos posteriores. Polo de Ondegardo los sufrimientos del camino y por los combates que
calcula precisamente en cuarenta y cuatro y R. sostuvieron contra las otras naciones” son acogi-
Díaz de Guzmán en unos cincuenta.31 Estas forti- dos sin desconfianza por los jefes militares incas
a los cuales fingen someterse; una vez recupera-
ficaciones testimonian a la vez la agudeza de la
das sus fuerzas, se apoderan por sorpresa y suce-
amenaza guaraní y de una incontestable presencia sivamente de todos los fuertes de la región.32
inca en las bajas tierras inmediatas, lo que pone en
tela de juicio la famosa coincidencia entre los lími- Estos acontecimientos que se habrían desa-
tes ecológicos y las fronteras políticas del mundo rrollado dos o tres años después de la muerte de
andino. García, muestran que las incursiones paraguayas
Este impresionante dispositivo defensivo fue no cobraron tantos triunfos como reporta la cróni-
sin embargo puesto en jaque por la invasión gua- ca. Podemos sorprendernos de la imprudencia de
raní. Cuando se encontraba en plena conquista del las guarniciones andinas. Su buena acogida se ex-
Ecuador, Huayna Cápac supo que su frontera me- plicaría por una tradición de contactos y de inter-
ridional acababa de ser derribada por los asaltos cambios con los grupos orientales. Las expedicio-
chiriguano. La tradición historiográfica es unánime nes guaraníes debían tener un carácter comercial y
sobre esta espectacular hazaña militar y acerca de guerrero y la práctica de los intercambios a larga
su ocurrencia entre 1520 y 1525, pero los autores distancia entre el mundo andino y las sabanas
difieren en cuanto a las circunstancias. Hay que orientales parece antigua.33
desentrañar los diferentes escenarios de la con- Los autores andinos, a diferencia de otros
quista guaraní para comprender semejante ruptura. testimonios paraguayos, no hacen alusión alguna a
Hemos visto anteriormente cómo una cróni- la epopeya de García, primer europeo que penetró
ca local describía una irrupción guaraní, en 1526, en el Tahuantinsuyo diez años antes que Pizarro y
en la cuenca del Guapay, que terminaba con la re- no se sabe si la invasión guaraní que ellos reportan
112 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

corresponde a ésta o a aquella de que fueron vícti- (en el Pilcomayo) y en el valle de Tarija, los Moyo-
mas los hermanos Condori y Guacane. En todo ca- moyo en las ciudadelas de la cadena de Tarija (en-
so, Huayna Cápac, muy preocupado, envió desde tre el Pilcomayo y su afluente, el Pilaya), algunos
Quito, a su mejor capitán, Yasca, quien vuelve al Chicha en el río S.J. de Oro/Comblaya, unos Juri en
Cusco con un ejército del Perú septentrional. De los pueblos de Pomaguaca y Chaguaya (región de
paso por el Collao, reclutó tropas adicionales (al- Tarija); en la misma comarca de Tarija, unos mit-
gunas de las cuales eran lupaqa). Los combates maqkuna karanka ocupaban tres pueblos y la for-
con los Chiriguano son inciertos. Pero logra expul- taleza de Aquilcha. En cuanto a la gran fortaleza
sarlos del piedemonte. En el curso de un contraa- regional de Esquila considerada como guarnición
taque habría incluso capturado algunos enemigos inca, podría ser identificada por el topónimo Inca-
que envió como “presente” al Inca, luego reedificó wasi coronando el extremo meridional de la cade-
las fortalezas destruidas. Según otras fuentes, los na de Tajsara.36 El geógrafo O. Schmieder, quien
refuerzos incas fueron derrotados de nuevo.34 recorrió esta región en 1924, señala otras ruinas
Los nombres cambian y los relatos pueden
importantes de fuertes incas: Escapana y Taraya en
remitir a varias operaciones militares distintas en el
la ribera izquierda del S.J. de Oro y, sobre todo, en
Guapay o más al sur. Retengamos que se desarro-
la ribera opuesta, a 4 000 m de altitud, Cóndor
llan entre 1525 y 1530 y que los Incas lograron
Huasi (cuyo antiguo nombre se ignora). Y conclu-
más o menos bien restaurar la frontera.35
ye: “The Incas had to fortify this frontier for protec-
tion rather than as a base for expansion” (1926:
c) Cuencas de los ríos Pilcornayo y Bermejo
90). Testimonios del final del siglo XVI confirma-
Al sur del Pilcomayo, la información de rían esta aseveración: los Chiriguano han “despo-
nuevo es escasa. El límite oriental de los territorios blado numerosos lugares como Camataqui (actual
étnicos qhara-qhara, quillaqa y chicha parece estar V. Abecia en la confluencia de los ríos Camargo y
muy arriba de los últimos contrafuertes andinos. San Juan) y Cinti encima del río San Juan donde es-
Una serie de amplios valles (Cinti y Tarija), de ca- te testigo vio grandiosas fortalezas y numerosos
ñones encajonados (gargantas de los ríos S.J. de pueblos (...) hoy destruidos…”.37
Oro/Camblaya/Pilaya y Pilcomayo) y de eslabones Encontramos de nuevo en este sector un im-
alargados lo separa del Chaco. Al igual que al nor- portante dispositivo defensivo provocado por la
te del Pilcomayo, es en este lindero intermedio misma amenaza de los Guaraní que habrían re-
donde el Inca puso las guarniciones multiétnicas. montado, desde el Paraguay, las vías del Pilcoma-
Esta vasta comarca fronteriza entre el Pilco- yo y del Bermejo. La identificación de ciertos gru-
mayo y el Tucumán permanece casi desconocida pos asignados a la vigilancia de esta frontera es un
históricamente. Ni la arqueología prehispánica ni problema. Los mitmaqkuna Karanka o Chicha per-
la historiografía colonial ni los trabajos contempo- tenecen a las poderosas etnias aymara-hablantes
ráneos han suministrado apreciaciones explícitas (del mismo nombre) y provienen del sur andino,
acerca del poblamiento indígena de esta región. pero no se sabe quiénes son los Churumata, los To-
Hay que recurrir a listas tardías de caciques asigna- mata y los Juri ni de dónde provienen. La termina-
dos en encomienda por Pizarro o implicados en un ción mata de los dos primeros nombres -es difícil
largo litigio sobre la identidad y posesión de mit- ver en ellos el sufijo hata que designa en aymara el
maqkuna moyo-moyo replegados luego de un ayllu- sugeriría un origen regional común. Unos
asalto chiriguano. Estas informaciones son sumi- autores la sitúan en el Chinchaysuyu pero un do-
nistradas en un contexto belicoso durante el último cumento agrario de fines del siglo XVI asocia los
tercio del XVI, cuando algunos grupos son despla- Tomata del valle de Canasmoro con los Copiapó
zados a raíz de la expansión chiriguano y de la de la costa chilena.38 En cuanto a los Juri, pudie-
fundación de Tarija (1574) y que varios están en ron haberse desplazado desde la región de Córdo-
guerra abierta contra la colonización española. No ba entre Tucumán y el Chaco meridional.39
obstante, nos permiten esbozar un primer recono- Más al sur, las relaciones étnicas con los
cimiento de los establecimientos étnicos de la grupos de la quebrada de Omaguaca y de las pu-
frontera meridional. nas de Atacama, se hacen bastante difíciles de pre-
Según estos documentos, volvemos a en- cisar. Los documentos del último tercio del siglo
contrar unos Churumata instalados en Oroncota XVI señalan la agitación permanente de los “indios
AL ESTE DE LOS ANDES 113

omaguaca, pomanata, churumata, apanata, oclo- mo incluir el envío de bienes selváticos (plumas,
ya, cochinoca y casabinbo” (así como sus fuertes esencias raras, pieles de animales). Más allá de la
conexiones con los Chiriguano), grupos que habla- esfera del control directo, ciertas relaciones de
ban quizá el diaguita pero no se conoce qué status clientelismo debieron establecerse con los veci-
y qué rol poseían en el marco del Tahuantinsuyo.40 nos, así mismo, los fortines limítrofes (Chaco, Beni)
A pesar de fuentes de información parcimo- debieron servir de plazas de intercambio.
niosas y desiguales regionalmente -además, ningu- Otra característica común es la instalación
na suministra el propio punto de vista de los gru- de un glacis de mitmaqkuna entre las etnias andi-
pos del piedemonte-, podemos recoger algunos nas periféricas (Kallawaya, Yampara, Qhara-Qha-
rasgos originales de la reorganización inca de la ra) y los grupos exteriores no andinos, como si,
vertiente oriental al sur del Cusco. ocupando este no man’s land intermedio, el Inca
Contrariamente al norte del Cusco, la ex- quisiese prohibir una comunicación directa entre
pansión inca no se detuvo en el piso superior de la los vecinos fronterizos. Estos mitmaqkuna plantean
selva. Al menos en tres sectores, alcanzó allende múltiples problemas: su adaptación a las condicio-
las colinas boscosas, la llanura de la cuenca ama- nes biológicas y fisiológicas de las tierras bajas, sus
zónica y del Chaco, la región de Apolo/Ixiamas posibilidades reales de periódica renovación, sus
(confirmando aquí la aseveración del cronista tole- condiciones de subsistencia, su actitud frente a las
dano Sarmiento de Gamboa), la llanura del Gua- revueltas de las provincias interiores, luego frente a
pay (llamada también llanos de Grigota) y la pene- la guerra civil que marcó el fin del Tahuantinsuyo.
llanura del Chaco entre el Guapay y el Pilcomayo. Cieza afirma que el abastecimiento de las guarni-
En estos tres casos, la penetración andina segura- ciones colocadas en “la frontera de los andes, co-
mente se benefició de zonas ecológicamente más mo son Chunchos y Moxos Cheriguanaes... gentes
“abiertas” (los tropiezos en la vertiente del Chapa- bárbaras y muy belicosas” consistía “en maíz y
re suministrarían un caso a contrario). Igualmente, otras cosas de comida” que eran sacadas de los tri-
se trata de una avanzada tardía (primer cuarto del butos suministrados por los grupos locales “comar-
siglo XVI), conducida brevemente, la construcción canos” (1553; 1967: 76).
de la vía adoquinada hasta Ixiamas (y tal vez más En el Guapay, por el contrario, vemos que
allá), la sumisión “pacífica” del Guapay (por per- son unos mitmaqkuna instalados en los valles río
suasión), la fortificación del piedemonte meridio- arriba quienes abastecen a los trabajadores locales
nal fueron efectuadas en pocos años. Así mismo utilizados en las minas del piedemonte (debiendo
notable es la utilización de grupos “salvajes” del el Inca alimentarlos y vestirlos durante la mit’a).
piedemonte (como los Moyo-Moyo) en la conquis- Por lo demás, los grupos locales no siempre dispo-
ta de los grupos meridionales (como los Chui o los nen de excedentes agrícolas (sea por sometimiento
Chicha) y la defensa fronteriza del Chaco. reciente o bien debido a la ocupación de zonas
Desconocemos en detalle la organización ecológicamente poco favorables). En todos los ca-
de las regiones conquistadas pero en los dos secto- sos, el cierre de antiguos circuitos de intercambios
res documentados, Apolo y Guapay, se efectúa en interecológicos o la instauración de nuevos me-
el marco de una marcha militar confiada a unos diante la inserción de mitmaqkuna multiétnicos
gobernadores -“parientes” del Inca (Urcu Waran- merecen estudios más profundos a partir de docu-
qa, Condori y Guacane), que debían disponer de mentos más explícitos (ver mapas).
una fuerte autonomía. Algunos indicios evocan un La relativa facilidad con la que centenares
corte dualista: para Apolo, la capital Ayaviri-Zama de guerreros llegados del este vencieron las defen-
era también nombrada Hatun-Zama (lo que deja sas fronterizas pone de relieve la fragilidad del sis-
suponer la existencia de un Zama “inferior”), en el tema imperial. Recordemos que si la amenaza gua-
Guapay, la situación de los dos hermanos, el uno raní parece ser antigua -quizá hay que remontarla
en la vertiente (capital Samaypata), el otro en la lla- al siglo XV, por flujos migratorios iniciados en el
nura (fuerte de Guanaco Pampa). Paraguay desde los siglos XIII o XIV-, la verdadera
La relación con los grupos locales parece ruptura, históricamente atestiguada, al menos en el
establecerse en torno al tributo en trabajo, algunos sector situado entre los ríos Guapay y Pilcomayo,
Chuncho trabajan en las minas del Alto Beni, unos data del tercer decenio del siglo XVI. Esta penetra-
arawak en las de Saypuru. El tributo podía así mis- ción, que se la atribuye o no a la intervención eu-
114 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ropea (la dirección de las operaciones por los náu- negligencia de las guarniciones o por incuria de
fragos portugueses habría así asegurado la cohe- los gobernadores, por cansancio de los mitmaqku-
sión de las tropas indígenas poco disciplinadas al na o por pasividad de las poblaciones locales, el
mismo tiempo que revelado la vulnerabilidad de deterioro de las fronteras meridionales muestra las
las fronteras andinas), testimonia a la vez las debi- contradicciones de una dominación inca demasia-
lidades estructurales y la crisis de crecimiento de do rápida y superficial donde los incesantes des-
un Tahuantinsuyo preso de las luchas de facciones plazamientos de poblaciones no aseguran necesa-
y llegado a los límites de sus capacidades ecológi- riamente la mejor eficacia del control estatal.
cas, políticas y militares de control espacial. Por

Notas

1 Declaración de Don Juan Tome Coarete al gobernador P. de Ayaviri en el Collao). El conocimiento geográfico del al-
de Leagui, S.J. de Sohagún, 20. IX. 1618, ANB. Expediente, to Beni y el examen de mapas antiguos permiten situar con
1657-5 f° 54. mucha precisión ese centro inca sobre la cadena media
2 Durante una expedición hacia 1618, relato impreso en (“cerros de Atuncama” en el Mapa General de la Repúbli-
AGI, Lima 159, publicado en Maúrtua, VI: 253. ca de Bolivia por Luis García Meza, 7a. edición, 1908) en
3 Sus descendientes se encuentran en las cédulas de enco- el corazón del cuadrilátero formado por los ríos Tuiche,
miendas del XVI (fondos del AGI) y aun en los nombres de Beni y Mapiri. En una encuesta en Madrid (3. vm. 1563)
ayllus registrados en el censo de La Patata, Virrey del Perú sobre los límites de la Audiencia de Charcas, se pregunta
(1683-84, fondos del AGN/Buenos Aires). Por ejemplo los “si la provincia de los Mojos y la provincia de los Chun-
mimaqkuna Kolla (originarios de Orurillo, Azangaro, Asi- chos y la de Ayabiricama, según la dispuzición en que es-
llo y Quipa) ubicados en Moco-Moco (actual comunidad tán, si les estara más comodo a los vecinos, moradores y
Ingas) en la llanura de Copani habían sido ofrecidos, así naturales aver de yr con sus negocios a la audiencia de los
como sus parientes de altitud, por Tupak Inca Yupanqui a Charcas que no a la de los Reyes” (AGI. Patronato publi-
uno de sus hijos por su victoria en el juego de los ayllus cado por R. Mujía, Bolivia-Paraguay Anexos, t. 1, La Paz,
(anécdota referida por el P.B. Cobo y analizada por T. Zui- 1912: 343). En cuanto al “gran pueblo de Ayavire” situado
dema, 1967, en J.S.A., 56). Así, ellos pertenecen a un do- en el Collao y diezmado por el Inca, ver Cieza de León,
minio de príncipes (panaca) privado, distinto de las pose- 1553, cap. 52, 1967: 173-175. Es posible que los sobrevi-
siones del Estado Inca. En lo que se refiere a las minas, ver vientes hayan sido enviados como mitmaqkuna a la fron-
Berthelot, 1978. tera chuncho. Otro topónimo llama la atención, aquel de
4 Orco Uaranca “se contentó con ganar con amistad lo que Zama, nombre de un valle que desemboca sobre el litoral
no pudo por vasallaje” (Torres, 1974: 343-344). Tom Zui- del Océano Pacífico (cerca de Arica) en una posición si-
dema a publicado una serie de documentos (títulos, privi- métrica (en relación al altiplano central) frente al Cama (o
legios, que concernían a los sucesores y herederos de Or- Zama) Chuncho.
cororo Cayo Uaranca, “gobernador y descubridor que fue 6 Un cacique Aguachile señala en 1618 los descendientes
de los indios chunchos de Paz”, Provisión de Toledo, Are- de los “coqueros del Inca” en el Tuiche (AGI, Lima 152, f°.
quipa, 20.X. 1. 1574 en AGN/LIMA) lo que abogaría en fa- 151). Las minas de oro de Mapulio y de plata en el cerro
vor de una “conquista pacífica” (por oposición a los Chun- de Chipulizani (Chipullizani según los agustinos, ver To-
chos “de guerra”). Urcu Waranka era descendiente de Tu- rres, 1974: 395) cerca de Apolo son indicadas por Recio
pak Inca Yupanqui. (T. Zuidema, “Descendencia paralela de León (1632, Maúrtua, VI: 246:) “Y este asiento de Oya-
en una familia noble indígena del Cuzco”. Fénix, Revista pe (en la confluencia del Mapiri y del Bopi para formar el
de la Biblioteca Nacional, Lima 1967: 39-62). Beni) en tiempo de los yngas fue pueblo poblado de yn-
5 Sobre las dos entradas de P. Candia hacia el Alto Madre de dios chunchos mineros”. Discurso de la sucesión y gobier-
Dios (regreso por Yanaoca/Cana) en 1538 y de P. Anzures no de los Yngas (ms. anónimo, escrito ciertamente por un
hacia el Beni por Carabaya (regreso por Larecaja) en 1538- vecino de La Paz en el último cuarto, de siglo en el XVI),
39, ver los relatos, poco precisos sobre los itinerarios de B.N. Madrid, ms 2010, f°42 (publicado en Maúrtua, vm:
Cieza de León (Guerras Civiles del Perú 1, Las Salinas, s.f., 163). Sobre la lengua, ver texto infra.
Madrid) y de P. Pizarro (Relación del descubrimiento... 7 Los Aguachile practicaban el culto de Tulili en una caba-
1571, cap. 25, Lima, 1978, pp. 184-186) y de muchas pro- ña reservada para ese efecto, lo que mostraría un comien-
banzas de participación en la desdichada expedición do- zo de diferenciación religiosa (y política) en relación a las
ble, que reposan en el AGI y han sido en parte publicadas sociedades “acéfalas”. El más antiguo testimonio es el de
por Toribio Medina en la colección Documentos inéditos un jesuita M. de Urrea: “De un adoratorio que ellos tenían
para la Historia de Chile, Santiago 1898, varios tomos. quité yo una como figura de ave hecha de plumas pinta-
Hasta hoy todos los historiadores se preguntaban la locali- das que adoravan” (28. vm. 1596, MP. VI: 436). El cronis-
zación exacta de Ayaviri-zama (a veces confundida con la ta agustino describe el “templo” de Tulili (en las cercanías
AL ESTE DE LOS ANDES 115

de las ruinas de la capilla fundada por el padre Urrea) que pedición de G. Solis H. a los Torococi, A.G.I., Lima 166,
guarda el “ara altar de Tulili con un doselillo de lana de publicadas en Maúrtua, IX.
colores donde se veía pendiente un esqueleto de un pato 21 Cebar en C. Oudin, Tesoro de las dos lenguas española y
ave lacustre a quien adoravan por Dios” (Torres, 1974: francesa, 1675, ed. fasimil. París, 1968: 246.
426). Acerca de los ritos funerarios, ver las evocaciones 22 Relación del P. Diego Felipe de Alcayaga..., CC: 51-56. El
del padre Urrea (MPD, VI.: 440-44I) o de Recio de León trayecto atribuido a los invasores guaraníes (por el Pilco-
(Maúrtua, VI: 250). Sobre el shamanismo ver Torres, 1974: mayo, llegando donde los Jaraye del Alto Paraguay) es in-
343. verosímil. Son más plausibles las tres rutas propuestas por
8 Acerca de los tributos, las alusiones son tardías y hay que R. D. de Guzmán (1612, 1974: 70-71). El envío de Chiri-
preguntarse si no se trata de intercambios rituales (ver cap. guanos cautivos al Inca, es señalado también por Sarmien-
m. supra) en los recintos fronterizos y fortaleza de reta- to de Gamboa (1572, 1947: 248). La fecha 1526 se dedu-
guardia (como Iskanwaya) que debían servir de sitios de ce de la encuesta realizada por el adelantado H. de Ayo-
intercambio. La presencia de “chunchos mineros” en las las, poco después de la fundación de Asunción (1537) en
minas del río Mapiri podría significar una contribución al el Paraguay: “y por las lunas que contaron parecio haber
trabajo de la gente de ceja de montaña (ver supra nota 76). once años (que los invasores guaraníes) mataron a esos In-
9 Ver las declaraciones de los caciques de Paria (1556) so- gas (= Condori y Guacane)” (Alcayaga, CC: 64). Esta im-
bre el “repartimiento de las tierras por Huayna Cápac” pu- portante crónica local del P. Alcayaga parece haber sido
blicado por la Universidad S. Simón de Cochabamba escrita por su padre, el capitán Martín Sánchez Alcayaga,
(1975) y analizado por N. Wachtel (1980). uno de los fundadores de Santa Cruz de la Sierra (1560) y
10 Sobre los coqueros de Zongo (o Songo), ver los estudios de compilada por el hijo, que era entonces párroco de Mata-
J. Golte (1970) y de J. Murra, 1972 (reeditado en 1975: ca, un valle cerca de Potosí, en los años 1604-1607 (la ex-
101-108. La “visita” se encuentra en el AGI, Justicia 1651. pedición en las tierras de los Mojo de 160g no es señala-
11 El nombre de los grupos locales yunga (Mollo, Palla) de da, y el ingreso del Virrey Marqués de Montesclaros, al
Larecaja es establecido en el mapa por T. Saignes, 1985: cual esta crónica está dedicada, en su cargo, fue en 1607.
103 y aquel de los mitmaqkuna del Collao instalados en Por otra parte, la mención de una expedición del Gober-
las yungas es proporcionado por T. Bouysse, 1978: 1067. nador cruceño L. Suárez de F. realizada en 1582 “hace 22
Sobre los mitmaqkuna lupaqa en Chicanoma (chapi yun- años” (id: p. 59) nos da una indicación de redacción de
ga), ver T. Saignes, 1981: 157. Sobre los Chapi Yunga, ver 1604.
una corta visita (1545) en AGI., Justicia 650. 23 Garcilaso, 1609, libro VII, cap. XVII; 1960: 354. Pero su
12 Una carta de Domingo de Santo Tomás, reclamando el pa- descripción del hábitat salvaje no es más que una narra-
go del salario del cura de los valles de “Incasivi” (llamado ción convencional, porque en un texto del mismo autor, a
más tarde Inquisivi) a los encomenderos de las aldeas in- propósito de los Anti, se encuentra la evocación de “la ma-
dígenas del altiplano, quienes delegan a unos mitimaes, da leza de montes, ciénegas y pantanos” (id.: libro 4, cap.
la lista de esto. (1563-1568, doc. no clasif. en A.H.L.P.). XVI, XVII, 1960: 241). Sobre la región del Alto Paraguay,
13 Sobre de Quirua, véase cap. I, nota 16 y p. 156 del presen- en particular las ciénegas de Xarayes, ver las descripciones
te texto y el ensayo de R. Romano y G. Tranchand sobre de A. Núñez Cabeza de Vaca (Comentarios, 1555, cap.
las cuentas de la encomienda quirua del Mariscal Alvara- 59-71).
do (1983). La antigua “capital” Uyani, viene a ser, hoy la 24 Sobre la nueva demarcación fronteriza, ver las declaracio-
estancia Huni de los mapas del Estado Mayor. El “camino nes de los caciques de Paria (1556), documento mencio-
del Inca” que une los valles quirua a las yungas donde vi- nado (supra, nota 9). Las alusiones a una nueva expedición
ven unos mitimaes quirua Ocobaya), fue estudiado por Ka- inca contra los Chiriguano, se encuentran en Sarmiento de
ren Stothert S., Pre-colonial highways of Bolivia, part. 1: La Gamboa (1572, 1947: 248) y Cabello Balboa (1586, libro
Paz-Yungas, La Paz, 1967, 53 páginas. 3, cap. 21; 1951: 362). Murúa describe también esta ofen-
14 Véanse las fuentes citadas anteriormente y la comunica- siva de un capitán de Huayna Cápac (1613, cap. 36; 1962:
ción personal de los arqueólogos de la Universidad S. Si- 99-100), pero en un capítulo anterior de su Historia del
món (verano de 1982). Perú, habla del desprecio de los Incas por estos Salvajes,
15 “Informaciones hechas por el capitán F. de Angulo...”, VIII. seguido por la negativa a conquistarles (1613, cap. 30;
1588, en A.G.I., Lima 166, 1 cuaderno, f° 30-60, publica- 1962: 77). La “relación histórica... del río de la Plata”
do (con numerosas faltas) en Maúrtua, IX: 89-104. (anónimo, slnd) habla, en cambio, de una vergonzosa re-
16 “Relación... del P. F. de Alcayaga”, slnd, mismo lugar, pu- tirada (A.G.I., Patronato 28, r 61, f° 1) probablemente de
blicado en CC: 57 los años 1580 y siguientes: este dato fue publicado en Do-
17 Sobre las deformaciones y reinterpretaciones de estas tra- cumentos relativos a la Historia y Geografía de la Conquis-
diciones orales, véase el número del Bulletin de 1’ I.F.EA., ta y Colonización del Río de la Plata, Buenos Aires, 1941,
X, 3-4, 1981: 142-149. t. V. p. 333).
18 A. Metraux, 1942: 17. El dominico J. Meléndez habla en cambio de una conquis-
19 Declaración del cacique Naje, 13-VIII- 1588, in Maúrtua, ta abandonada por desprecio: “abiéndolos conquistado
IX: 91. El nombre Coroeoro es confirmado por J. Álvarez los reyes incas del Cusco los despreciaron como a salva-
Maldonado, 1570, Maúrtua, VI: 64. jes...” (Tesoro verdadero de las Indias, Roma, 1681, f°.
20 Véanse las declaraciones de 1588, Maúrtua, IX: 96. Ver 564b 565a). Estas sencillas variaciones sobre el mismo te-
también los testimonios de los que participaron en la ex- ma, que -no lo olvidemos- pueden aludir a otros episodios
116 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

del enfrentamiento Chiriguano Inca, demuestran hasta qué el P. Alcayaga (cerca de 1605, CC: 48); sobre Cuseotoro,
punto la historiografía incaica refleja, antes de nada, la la probanza de Aymoro (1586, ver nota 25 y R. Díaz de G.,
ideología cusqueña. 1612: 1974: 68). Las ubicaciones propuestas por F. Pease
25 Así, los Aymoro “tenían una fortaleza en dilava e otra en son todas erróneas. El geógrafo Osear Sehmieder, que re-
coyma e otra en cuscotoro”. Otro testigo confirma: “tenía corrió el sur-este boliviano en 1924, nombra varias forta-
unos pucaraes en conima e cuscotoro e lialia” (La Plata, lezas que dominaban las orillas del río S. Juan de Oro (Es-
l.X. 1586, A.G.I., Charcas 44). Cuscotoro, mencionado por capana, Taraya, Condorhuasi, Palqui, Noquera); véase su
varios cronistas es, verosímilmente, el actual Incahuasi, artículo, 1926: 85-210. E. Nordenskjold estudió Inkallajta
cuyas ruinas se encuentran en la cumbre de la cordillera en un artículo publicado en 1915 (versión española en
del mismo nombre, entre las ciudades de Montcagudo y Khana, n. 21-24, La Paz, 1956-57: 6-22) y J. Lara, en una
Camiri, a plomo sobre las últimas pequeñas estribaciones obra publicada en 1927 y reeditada en 1967 en Cocha-
cerca del Chaco infra, nota 30. Los presentes a los “seño- bamba. Sobre Samaipata, véase Leo Pucher (Sucre, 1945)
res” regionales eran tres “camisas” (= túnicas) finamente y Ponce Sanjines (Khana, n. 39, La Paz, 1967). Según P. V.
bordadas con oro, plata y plumas; v. Ias probanzas men- Domínguez Canete, estas cuatro grandes fortalezas fueron
cionadas en el cap. X. nota 7. probablemente destruidas por los Chiriguano (ver Guía de
26 B.N. Madrid, ms. 2010 f°. 38v. Parece que este relato, atri- la provincia de Potosí, 1787, cap. XIII (Potosí 1951).
buido a J. Bautista Salazar, repite el Discurso de la suce- 31 Polo, Relación.., 1574 (A.G.I., Patronato 235 r 2) y R. Días
sión y gobierno de los Yngas (anónimo, slnd, mismo lugar, de G., Relación... 1617 (B.N. París, en español nº 175
publicado por Maúrtua, VIII: 156). publ. 1979: 72).
27 Sobre las insurrecciones, ver las alusiones en la misma 32 1979: 72.
crónica (id.: 154) y los textos de J. V. Murra, ANNALES, 33 Ver los textos de B. Susnik: Dispersión tupi-guaraní prehis-
1978: 927-935, y de F. Pease G. Y, Del Tawantinsuyu a la tórica Ensayo analítico, Asunción 1975, cap. 4, y Los abo-
Historia del Perú, Lima, 1978: 95. rígenes del Paraguay I Etnología del Chaco boreal y su pe-
28 Un importante proceso sobre la atribución de grupos mo- riferia (siglos XVI y XVIII), Asunción 1978; este conjunto
yo-moyo entre varios encomenderos de Charcas, da varias de obras es bien informado, aunque un poco difícil de leer.
noticias sobre estos pequeños grupos fronterizos dispersa- 34 Ver las citas dadas en la nota nº 24. Sarmiento (1572), Ca-
dos por las agresiones de los guaraníes (véase A.G.I., Justi- bello Balboa (1586) y Murúa (1613), hablan de una con-
cia 658 y 1125). La instalación de mitmaqkuna fronterizos traofensiva inca victoriosa, y en cambio Cieza (1553) y la
en el sur este, es mencionada por muchos cronistas (por ej. Relación... del Río de la Plata (más o menos 1570-80)
Lizárraga, por el año 1600, cap. 108; 1968: 92); según mencionan una retirada humillante.
Santacruz Pachacuti (968: 310), ellos provendrían del 35 Esta es la idea que da del argumento el siempre bien infor-
Chinchaysuyu. Sarmiento dice que el capitán del Inca en- mado Polo Ondegardo (1571; 1916: 162) quien, por otra
cargado de reforzar la frontera, reclutó numerosas tropas parte, aplaude esta intervención del Inca, que supo evitar
en el Collao (1572; 1947: 248). En efecto, la lista de las al- lo peor para el conjunto de gentes de la frontera del Char-
deas que todavía existían a finales del siglo XVI, revela la cas meridional (1974, A.G.I., Pat. 235 r. 2, in Mujía, BPA,
presencia de mitmaqkuna lupaqa, cana y canchi, konde, II: 86).
kolla, karanka (véase cédulas de encomienda y censos 36 Ver las diferentes declaraciones de este complejo litigio
parciales, A.G.I.). sobre la posesión en encomienda, de Moyo-moyo, AGI,
Según los informadores, estos defensores de las fronteras Justicia 1125. Sobre los Karanqa, ver otra disputa de enco-
hubieran tenido unos efectivos entre mil mitmaqkuna (P. menderos en AGI Justicia 658. Esquila podría ser el anti-
Alcayaga, op. cit.), dos mil (Polo, 1574. A.G.I., Patronato guo nombre de Condorhuasi.
235 rl), incluso cuatro mil (P. de Segura, carta de 1582, 37 Testimonio del Cap. Juan Rodríguez Durán, La Plata, 24-
A.G.I., Patronato 235r9, publicado por R. Mujía, B.PA., 2: IX-1604, en la probanza del cap. Luis de Fuentes, AGI, Pa-
630). tronato 137 n 1 r 2, fº. 96.
29 Los informadores guaraníes y chaneses (de origen arawak) 38 Esta es la afirmación de B. Susnik (1969: 174) “según algu-
contestan las preguntas de los capitanes al mando de A. nas versiones” (?; ver Santacruz Pachacuti, 1613; 1968:
Núñez Cabeza de Vaca (1555, cap. 54-60 y 70; 1971: 310). Una disposición real menciona al cacique “principal
179-191, sobre todo las págs. 182, 204 y 230). Las infor- de los Yndios tomatas copiapoie” (La Plata, 20-I-15-96) en
maciones de los de 1558-9, interrogados por N. de Chá- Pleito sobre las tierras de Canasmoro, ANB, E 1601-3, f°.
vez, fueron publicadas en RGI, 1: 96-101. Los Copore y Sv.
Comiche son mencionados en una lista de aldeas indíge- 39 Ver la “Relación en suma de la tierra y poblazones que d.
nas presuntamente dadas en encomienda por el Cap. An- Gerónimo L. de Cabrera gobernador de la provincia de los
dres Manso (La Plata, 27.IV.1563, ANB, registros de escri- Juries...” (cerca de Córdoba de Tucumán, 1573 más o me-
turas públicas t. 5, notario Aguila, f°. 652), matado poco nos, in AGI, publicada en RGI, 1: 388-389).
después por los Chaneses y Chiriguanos de Parapiti. 40 Ver las probanzas del fundador de S. Salvador de Jujuy
30 Sobre Pocona, reforzado por Huayna Cápac, ver numero- (1592 en AGI, Charcas 98), y del corregidor de Atacama
sos cronistas (Cieza, 1550; Polo, 1571; Sarmiento de G., (1596 in AGI, Charcas 80). La historia de toda esta región
1572; Santacruz P., 1613; Cobo, 1653); sobre Samaipata, fronteriza es prácticamente desconocida.
Tercera Parte
EL ESPAÑOL Y LOS SALVAJES
Evoluciones regionales durante
el Primer Siglo de la Colonización Hispánica

“Quien estima un poco a los Indios, y juzga que con la ventaja que tie-
nen los españoles de sus personas y caballos, y armas ofensivas y defen-
sivas, podrán conquistar cualquier tierra y nación de indios, mucho, se
engaña. Ahí está Chile, o por mejor decir Arauco y Tucapel... que con pe-
lear cada año, y hacer todo su posible, no les han podido ganar nuestros
españoles cuasi un pie de tierra... ¿Pues los Chunchos, Chiriguanas, y Pil-
cozones y los demás de los Andes? ¿No fue la flor del Perú llevando tan
grande aparato de armas y gente como vimos? ¿Qué hizó? ¿Con qué ga-
nancia volvió? Volvió no poco contenta de haber escapado con la vida,
perdido el bagaje, y caballos cuasi todos. No piense nadie, que diciendo
indios, ha de entender hombre de tronchos, y si no llegue y pruebe”.

José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias occidentales,


in BAE 123: 245-46.
I NTRODUCCIÓN

d
De la Conquista hispánica del Imperio se ha ca… Ios Cañaris, los Huancas se aliaban unos tras
recordado la rapidez y la facilidad. Para nosotros otros a los españoles con el fin -fracasado- de res-
que vamos a estudiar sus modalidades y sus efec- tauración para los primeros, de liberación para los
tos sobre la frontera oriental, ella presentará unos demás, y en vista a conseguir ventajas, lo que logra-
rasgos distintos, perceptibles en otras regiones con- ron mejor. Los españoles se implantaban rápida-
quistadas pero apagados por unos fracasos sucesi- mente en estas provincias aliadas (Jauja, Cusco, Li-
vos. De hecho, desde sus primicias, la Conquista ma... mientras Francisco Pizarro empezaba a repar-
genera sublevaciones, los caciques de la isla de tir por cantidad los indios a los conquistadores: por
Puna que acogieron con hospitalidad, a fines de ejemplo, su hermano Gonzalo recibe los Charcas
1531, a los españoles en búsqueda del Perú (“Bi- en bloque, A de Alvarado, la provincia de Chacha-
ru”, primer contrasentido que dara su nombre al poyas y otros reciben unos tres a cuatro mil indios
Tahuantinsuyo) no demoraron en sublevarse contra en encomienda, es decir, tantos hombres adultos
esos amos no previstos. Fue más por la ayuda de la sin contar mujeres y niños.
gente de Túmbez que por la superioridad de sus ar- Ya habían empezado las guerras civiles opo-
mas que los españoles salieron de aquel mal paso. niendo Pizarristas1 y Almagristas, y en este contex-
En cuanto a los aliados de Túmbez, ante los exce- to se produce la primera y mayor sublevación de
sos de la soldadesca en la isla, quebraron en segui- las provincias imperiales unidas bajo la bandera del
da la alianza y mataron a los primeros enviados a nuevo Inca Manco Cápac II, reconocido por Fran-
sus tierras, “acusándoles de codiciosos y avarien- cisco Pizarro pero tratado ignominiosamente por
tos de oro y plata... fornicarios, y adúlteros” (Gar- sus hermanos. Numerosos cusqueños, aliados de la
cilaso de la Vega, H.G.P., Lib. 1, cap. 16). Con primera hora, y las provincias del Sur se vuelven
aquellas primicias arranca el destino del joven Im- contra el invasor y se hallan juntos al lado del Inca
perio derrotado más por el resurgimiento de ene- para poner cerco a Cusco, retomar el Valle Sagra-
mistades entre provincias y reinos que sucesiva- do, castigar a los Huancas pro-hispánicos o atacar
mente vinieron a dar la mano a los conquistadores, a Lima, así como Topa que encontraremos de nue-
que por el poder militar de éstos. vo encabezando una rebelión aislada en Huánuco.
Cuando los españoles llegan al suelo perua- Finalmente vencido, Manco Cápac se repliega pro-
no en 1532, hallan el gran enfrentamiento ritual, gresivamente a la provincia de Vilcabamba donde
militar y político, surgido con la muerte de Huayna él y sus hijos resistieron hasta el año 1572.
Cópac (1525): la lucha entre Atahualpa y Huáscar, Apenas se han liberado del cerco indígena
los quiteños y los cusqueños. Varias provincias ha- en Cusco, vienen las rivalidades españolas a recru-
bían tomado posición por el uno o el otro de los decer hasta provocar una sucesión de guerras civi-
bandos, por ejemplo, los Cañaris a favor de los le- les: batalla de Salinas, 1538 en la que murieron
janos cusqueños, los Huancas “fundamentalmente 100 ó 200 españoles de ambos bandos y los Alma-
autonomistas y anti-cusqueños” a favor de Atahual- gristas son vencidos por Hernando Pizarro quien
pa (Pease, 1972: 113). Los españoles tuvieron una hace decapitar al Gobernador; batalla de Chupas,
comprensión rápida de la situación y supieron 1542 y la victoria de Vaca de Castro sobre Diego
aprovecharla de inmediato. Atahualpa victorioso y de Almagro-hijo; numerosos combates de Gonzalo
sus generales en Cusco representaban la mayor Pizarro y de su “alma maldita”, el viejo Francisco
amenaza a la empresa española. El Inca fue ejecu- de Carvajal, hasta la batalla de Quito, 1546, en la
tado mientras los cusqueños, entre los cuales Man- que muere el virrey Blasco Núñez, el encargado de
go Inga, futuro Mango Cápac, Illa Topa, Paullu In- hacer cumplir las nuevas ordenanzas suprimiendo
120 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

los repartimientos.2 Hasta el año 1548, cuando estas primeras entradas es una gran inestabilidad
Gonzalo Pizarro será decapitado, o mejor dicho provocada más por anhelos decepcionados y las
hasta diciembre de 1554, fecha de la ejecución de dificultades del medio, que por razones políticas.
Francisco Hernández Girón, el país no conoce si- Los primeros conquistadores y gobernadores nom-
no cortos períodos de calma: está siempre recorri- brados por Francisco o Gonzalo Pizarro vienen en
do por cuadrillas españolas enemigas entre sí y cu- efecto de hacerse confirmar sus provisiones por los
yos integrantes cambian constantemente de ban- sucesores de éstos; unos están ligados a uno de los
do, por lo menos quienes han salvado su vida.3 bandos, rebelde o legalista, y le traen su tropa por
Por cierto, durante este período, la produc- miedo a ser olvidados en el nuevo reparto de los
ción de dos sectores económicos, minas y coca, ha despojos, otros necesitan rehacerse en hombres y
conocido un desarrollo considerable, pero cuando víveres. Por eso se les ve organizar expediciones
la calma y el orden administrativo estaban verda- peligrosas en casi toda la montaña oriental, luego
deramente establecidos, bajo el virrey Hurtado de dejar colonias recién fundadas a riesgo de verlas
Mendoza marqués de Canete (1556-1559), veinti- periclitar, o abreviar entradas muy costosas en per-
cinco años de guerras, rapiñas y destrucciones sonal y en medios, para encontrarlos de regreso en
arrasaron el país,4 agotaron las reservas estatales, Quito, Lima, Jauja o Cusco.
acabaron con los rebaños y la cacería.5 En cuanto Además, la dominación de las provincias
a las poblaciones locales, ellas pagaron los esfuer- fronterizas y los intentos de penetración oriental no
zos económicos y militares. Ellas fueron alistadas presentan ninguna uniformidad. La frontera de las
en las tropas españolas, y por ejemplo, citaré sola- provincias centrales escapa a los españoles entre
mente los 6 000 indios de carga acarreando los ca- Jauja y el Paucartambo por el hecho de la resisten-
ñones y las municiones de Gonzalo Pizarro cuan- cia durante 35 años de los Incas de Vilcabamba.
do él entró triunfante en Lima como gobernador, y No se podrá realizar ningún intento colonial en
los centenares de indios requeridos en cada “entra- aquellas regiones y más allá, antes de que muera el
da” a las selvas orientales. Ellos fueron puestos al último de ellos, Túpac Amaru. En cuanto a los in-
servicio particular de los colonos y de los solda- tentos por las demás vías, ellos serán la réplica, -lo
dos, enviados por sus encomenderos a las minas hemos dicho ya- de las tentativas incaicas en lo de
de oro y plata o a la producción de coca, los dos abandonar muy rápidamente las zonas de acceso
únicos sectores que -lo hemos señalado ya- cono- más difíciles para multiplicarse en el sur por Cama-
cen un enorme desarrollo a expensas de las pro- ta y Santa Cruz e, innovando sobre el Imperio, en
ducciones agropecuarias tradicionales (cf. Matien- el norte desde Quito o el Marañón. Un cuadro cro-
zo) en estos primeros tiempos de la Conquista.6 nológico de las entradas efectuadas en las provin-
Para estos pueblos, como para Méjico, ha- cias centrales (ver infra) enseña inmediatamente es-
bía empezado el otro aspecto de la conquista del tas diferencias, si lo comparamos con los cuadros
continente, el genocidio más notable de la historia de las entradas múltiples del norte y del sur. Éste re-
humana. Al tributo pagado en las guerras, las rebe- vela también que, una vez establecida la adminis-
liones y la resistencia, con los esfuerzos económi- tración hispánica sobre todas las provincias centra-
cos más onerosos, con las entradas, así como a la les del altiplano, un desinterés general sucede a los
rapacidad y a la intolerancia, se añadía el tributo primeros intentos realizados desde ellas. El resulta-
más pesado aun, en vidas humanas, cobrado por do de las expediciones de Gómez Arias de Ávila
las enfermedades europeas e impuestos antes aun desde Huánuco (1558), de Álvarez Maldonado por
que un solo pie español haya hollado el suelo del Opatari (1568-1569), de Hurtado de Arbieto desde
Tahuantinsuyo. Vilcabamba (1582, 1583), congela todo intento ul-
En este ruido y este furor se inscriben la im- terior. El piedemonte oriental de las provincias de
plantación española sobre la frontera oriental, las Huánuco, Jauja, Guamanga y Vilcabamba recibe
numerosas “entradas” en búsqueda, ya, de El Do- rápidamente la mala fama dada al Alto Madre de
rado y del Paytiti como las primeras huidas de es- Dios, se describe las tierras y los ríos como desani-
pañoles amenazados en su vida por una facción mando todo intento de penetración, la población
adversa. Aquellos se refugian un tiempo entre los sin ningún interés, unos salvajes sin oro ni plata ni
Anti o los Chuncho y varios desaparecen allí para ganado, numerosos o no pero ingobernables y te-
siempre.8 Por consiguiente, el carácter general de mibles guerreros. Fracaso que asombra si se lo
AL ESTE DE LOS ANDES 121

compara al amplitud y a la audacia de entradas lle- ne en primer lugar de parte de la administración li-
vadas por otras partes, por el Ecuador hacia la meña preocupada del orden y que, para las regio-
Amazonia o muy al sur hacia el río de la Plata. nes centrales, ya no otorga provisiones de conquis-
Para muchos lectores, estas páginas parece- ta. Por otra parte, el carácter de estas entradas in-
rán privilegiar demasiado los aspectos negativos de fluirá sobre las relaciones entre la Corona y los sal-
la Conquista, al fin y al cabo limitados a un perío- vajes, que inconquistables representan su fracaso.
do inicial secundario en relación a los resultados, En efecto, apenas se conoce al español en las Tie-
pero ellos van a desplazarse y, siguiendo la im- rras Bajas y se penetra sus intenciones, que se ve
plantación administrativa hispánica, van a marcar en él al hijo del Inca en el sentido peyorativo de
la historia de la colonización en las fronteras orien- esa descendencia (ver supra: mitología piemonte-
tales. Cuando la Corona impone el orden y hace sa) en el momento mismo en que empieza a cons-
callar las ambiciones individuales, éstas encuen- tituirse la figura mesiánica del Inca. Movimiento
tran todavía incentivos y un derivativo en el piede- esquistoideo donde se desdobla la representación
monte amazónico “por conquistar”: violencia y del Inca: por un lado el Inca histórico, monarca ab-
anarquía se conjugan más tiempo allí que por otras soluto inaceptable para las sociedades anti y desti-
partes. Por ejemplo, R. Tinoco, maestro de campo tuido por su sucesor español y por otra parte, el In-
de Gómez Arias, pretende hacerse llamar, como ca heroico, el resistente a quien ellas apoyaron, fu-
Aguirre, “papa” y “rey”. Eso es la anécdota, pero al turo jefe de la “Tierra sin mal”, que restituirá a
lado hay los problemas fronterizos creados por es- aquellas sociedades unidas tras él, un mundo libre
tas “entradas” de tal manera que el desinterés vie- de Blancos (y de Incas).

Notas

1 Los Pizarristas son los partidarios de Francisco Pizarro y de más para tener una idea de los saqueos que las tropas es-
los cuatro hermanos traídos de España con su título de Go- pañolas hacín a sus rebaños, se puede consultar las Visitas,
bernador: Hernando, más tarde encarcelado en España, en las cuales los contadores regionales enumeran lo que
Juan, matado en el cerco de Cusco, Gonzalo y Francisco ha sido dado o tomado.
Martín de Alcántara. 6 Ver N. Wachtel, 1971; recordemos el ejemplo que él nos
2 En estas ordenanzas (1542) la abolición del sistema de re- cita: en Manchac, en la provincia de Huánuco, de 1540 a
partimientos venía a suprimir la atribución de indios a los 1550 la producción de coca aumenta de más de mil por
colonos, punto sensible que provocó las rebeliones hispa- ciento, lo que es de poner en relación con el despobla-
no-americanas. miento y con los disturbios para tener una idea de los per-
3 La lista de muertos españoles es espantosa por la violencia jucios causados a las demás producciones. Ver también
que expresa, citamos los más notorios: Almagro, conquis- Renard-Casevits, 1981, Coca e infra.
tador, compañero de Pizarro, ahorcado y decapitado por 7 Epidemias de sarampión y de viruela cruzan la América
Hernando Pizarro (1538); Francisco Pizarro y su hermano del Sur mucho más rápidamente que los conquistadores.
Francisco Martín de Alcántara, asesinados (1547) por Al- Una de ellas habría llegado al Cusco en 1525; también se
magro-hijo; C. de Sotelo, García de Alcántara, Illen Suárez les imputa la muerte de Huayna Cápac en Quito. Luego,
de Carvajal, Gómez de Luna y F. de Almendras, asesina- bajo la administración hispánica, se citan las epidemias
dos; Puelles, decapitado por Carvajal, Saavedra y Lerma, generales de 1558 (Huánuco-Cusco), de 1579 (provincias
ahorcados; Gonzado Pizarro, Francisco de Carvajal, J. de del Sury Arequipa), de 1592-1595 en todo el altiplano.
Acosta, E. de Guzmán, Hernández Girón, todos decapita- Posteriormente, en las “reducciones” misioneras, tenemos
dos... unos censos, por ejemplo, en dos años del siglo XVII, la
4 Solamente en cuanto a la infraestructura, la mayoría de los misión payanso pierde más de 600 neófitos en una epide-
cronistas lamentan la destrucción de los puentes y de los mia y Amich escribe de las misiones panatagua: “por la
caminos; el deterioro de la agricultura tradicional (ver es- peste pasaron al cielo más de 30 000 bien dispuestos”.
pecialmente Matienzo) y de la ganadería (llama, alpaca...) (Cap. 3: 49, Izaguirre t.1; 134... visita general del padre F.
acarrea problemas. Bajo Pedro de la Gasca se instaura la Andrade, 1662), cf. Infra. Por desgracia, esta cita precisa y
verdadera toma en mano administrativa del ex-imperio otros datos parecidos desaparecen de la edición de 1975.
muy ampliado, excepto en los linderos orientales, por Hur- 8 Por ejemplo, la huida de López de Mendoza entre los
tado de Mendoza, virrey bajo cuya administración se acu- Charcas (Garcilaso de la Vega H.G.P. Iib. 4, cap. 38) o los
nó la primera moneda de plata (con la efigie de Felipe II y “ocho” españoles refugiados donde Manco Cápac en Vil-
de María-Tudor “la sanguinaria”). Esta organización admi- cabamba. Los españoles no son los únicos en huir los dis-
nistrativa será generalizada y consolidada por F. de Toledo. turbios y serranos se exilan por las selvas. Por ejemplo,
5 Ver por ejemplo, la ordenanza promulgada por el Consejo “más de 8 000 indios” de Chucuito salen hacia los Chun-
Municipal de Guamanga, en 1554, prohibiendo la cacería cho, “indios de guerra, de donde han enviado a decir no
a las vicuñas y a los venados, en razón de su casi extinción volverán a sus tierras mientras así los trataren” (Lizárraga,
en la provincia (Libro de cabildo de... Guamanga 1539- BAE. 216: Ver infra cap. 9, sección 1. 137. Ver infra Illa
1547, Casa de la Cultura del Perú, Nº 3, 1966, Lima). Ade- Topa).
122 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

TABLA N° 2
Cronología de las Entradas desde las provincias centrales

Noroeste de Vilcabamba Norte de Vilcabamba Noreste de Vilcambamba


Huánuco (centro) Alto Madre-de-Dios

1538 A. de Mercadillo. Entrada P. de Candia. Entrada


por Huánuco viejo. “Marañón” por Avisca hacia el
río abajo. “Exploración”. Tono -de-Dios.
Alto Madre. Fracaso.

1543 P. de Puelles. Provisión de la entrada


por Pillku Huánuco. No ejecutada.

1545 Pérez de Guevara. Desde


Moyobamba: valle de Huallaga
río arriba, por las montañas.
Llega a Huánuco. “Exploración”
sin continuación.

1544-58 Gómez Arias. Entrada


por Huánuco a Rupa-rupa
(Huallaga). Fracaso.

1567-69 Álvarez Maldonado


por Opatari hacia el Alto
Madre de Dios: 2
fundaciones. Lucha con
Gómez de Tordoya. Retreta
de los sobrevivientes.
Abandonado.

(1575) (Persecución de Túpac


Amaru. Conquista de
Vilcabamba). (Embajada
Manari y Pilcozones a
Francisco de Toledo, virrey).

1582 Hurtado de Arbieto por


Quillabamba, siguiendo el
Urubamba. Fracaso.

1583 -El mismo, al Oeste


de Vilcabamba, siguiendo el
Apurímac. Fundación
de Jesús sobre el Apurímac
o sobre el Ene. Fracaso.

1596 Padre Font por Angamarca


hacia Pilcozones del
Mantaro. Fracaso.

1602 Padre Font por Cintihuaylas


hacia Pilcozones. Fracaso.

1628 Entrada de los franciscanos


entre los Panatagua del
Huallaga. Éxito temporario.

1685 Intento de misión en


el Apurímac. Fracaso.

1702 Ibid.

1737 Ibid.

1743 Intento de misión en el


Urubamba. Fracaso.

1768 Intento solitario de


un Dominico por Calca,
Lares y Paucartambo.
Sin continuación.

1802 Ibid.
Capítulo VII
LOS ANDES ORIENTALES DE H UÁNUCO:
La contracción de la frontera

d
1. La difícil “Paz Española” Huánuco, arruinada poco después de fundada. Pa-
ra eso, le entrega la encomienda de los Chupacho
Después de la sublevación de 1536 que lle- y una provisión de exploración y de conquista de
vó hasta las puertas de Lima a Quizo Yupanqui, el Rupa-rupa. Puelles toma el tiempo de hacerse con-
general jefe muerto en el combate, Illa Topa y Pu- firmar sus títulos y provisiones por el virrey Blasco
yo Vilca, los dos capitanes sobrevivientes, se re- Núñez Vela que le encarga, además, de reintegrar
pliegan en Jauja (Murúa, II: 207). Otra victoria his- a la Corona los vecinos de Huánuco. Después de
pano-huanca hace imposible cualquier junción haber pacificado la región de Pillku, refundado
entre las tropas de Illa Topa y las de Manco Cápac. León de Huánuco un poco más abajo en el valle,
En adelante él dirigirá una rebelión aislada en la confiscando así otras tierras chupacho, y ganado
provincia de Huánuco. Entre 1537 y 1539, Huánu- victorias no decisivas sobre Illa Topa, Puelles mu-
co viejo pasa alternativamente de las manos del In- da de partido y se adhiere a Gonzalo Pizarro.
ca a las de los españoles. Illa Topa da trabajo a Mientras persuade a varios vecinos a unirse con él
Francisco Martín de Alcántara encargado de paci- y constituye tropas, saquea, buscando oro, tem-
ficar y colonizar la región. Gómez de Alvarado, el plos, huacas y aldeas como la de Cali aniquilada,
viejo, consigue en 1539 conquistar definitivamen- pero no hará ningún intento de entrada.
te Huánuco viejo, mediante la victoria decisiva de Su cambio es tal vez consecutivo a la sen-
Taquibamba. Sin embargo, Illa Topa sigue resistien- tencia limeña (1544) restituyendo a la viuda de
do en las demás regiones de la provincia. F.M. de Alcántara, la encomienda de los Chupa-
En 1540, Huánuco es transferido en la re- cho, codiciada por su nuevo esposo A. de Ribera.
gión de Pillku por P. Barroso; la instalación de la Éste, apenas pronunciada la sentencia, anexa ade-
nueva ciudad y de los colonos usurpando tierras más, en la frontera oriental, unos indios mitimaes
sin indemnizarlas provoca la primera huida proba- atribuidos a Juan Sánchez Falcón y ligados con los
da de Chupacho y de vecinos piemonteses, Pana- piemonteses. Divididos, los vecinos de Huánuco
tahua, Sisimpari, Tulumayo, presentes en esta zona salen los unos tras Puelles a reunirse con G. Piza-
(Maúrtua 1918: 199 sq). A principios de 1541, rro, los demás al servicio del Rey, siguiendo a Saa-
Francisco Pizarro divide en encomiendas la parte vedra, dejando la ciudad. No sólo Huánuco se su-
meridional de la provincia de Huánuco, es decir, el bleva de nuevo y la pequeña tropa enviada por G.
valle del Huallaga: su hermano F.M. de Alcántara Pizarro no logra penetrar en ella, vencida por la re-
recibe los Chupacho y Jorge de Salcedo, por dele- sistencia indígena (Zárate B.A.E. 26: 555-556), si-
gación, toma posesión de los 3 000 indios (4 000 no que Illa Topa aprovecha la situación para man-
en la Conquista) atribuidos a Francisco Martín. És- dar a unos Chupacho avisar al Virrey de la traición
te, asesinado poco después (cf. introducción, 3a. de Puelles (ibíd. p. 514). Habrá también propuesto
parte, nota 3), nunca vendrá a su encomienda. su sumisión a la Corona y su alianza, pero su ten-
Falta mucho para que la región esté pacifi- tativa aborta ya que está seguida por la llegada a
cada e Illa Topa sigue llevando una resistencia apa- Huánuco de Barrionuevo el Viejo y de sus cin-
rentemente bien acogida entre los Chupacho1 cuenta negros. Este español se granjea rápidamen-
exasperados por varias exacciones españolas. Co- te una fama tan mala como la que tenía A. de Mer-
gido preso, él logra escaparse y en 1543 Vaca de cadillo, quien abusivamente había exigido rescate,
Castro envía al capitán P. de Puelles a someter la puesto en esclavitud y cadenas a los Wamali cerca
región de Pillku y repoblar la ciudad de León de de Huánuco viejo (en 1538, Actas del Consejo de
124 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Lima 7/1/1539). Barrionuevo y sus negros no tie- gular y dos clases son muy poco representadas: los
nen más ocupación que la de buscar oro. Aquel sa- 50-56 años (20-26 años durante la Conquista) y los
queo, posterior a varios, no da los resultados espe- 11-21 años que debían haber nacido los años si-
rados, y la tortura como los malos tratos se multi- guiendo la Conquista. Se puede imputar al fraude
plican para los Chupacho. En aquella época desa- una parte de esta repentina disminución demográ-
parece Illa Topa, matado o refugiado en la selva fica pero la parte más importante debe ser atribui-
con sus capitanes inca y fugitivos chupacho. da a las muertes y las huidas; unas y otras no cons-
Un siglo más tarde (1643), los franciscanos tituían factores positivos para una acogida favora-
encontraron a los descendientes de aquellos incas ble a los españoles por parte de los “Anti” vecinos,
en la orilla izquierda del Huallaga medio, en la re- vinculados desde tiempos a los Chupacho. En
gión del río Monzón (ver mapa Nº 5, p. 62). En la aquella época, lo que más atraía a los piemonteses
época, ellos son aliados de los Tepqui vecinos y de donde los españoles era el metal, un metal nue-
parecen ser apreciados por varios grupos del valle vo y mucho más eficaz que el cobre, y delegacio-
del Huallaga. “Dieron noticia... de dos ingas, nom- nes mercantiles tomaban el camino de Huánuco,
brándolos por sus nombres... vinieron dando la aunque las relaciones entre españoles y piemonte-
paz al uso del Inga, mochando... tomaron la hier- ses eran tensas, como lo prueba, antes de la entra-
ba coca, como los indios del Cusco... su trato, sus da de Gómez Arias, el eco de ofensivas panatagua
casas, sus chacaras como nuestros fronterizos, mu- sobre la frontera.
chas armas de flechas de dos géneros y fuertes ma-
canas. El cacique... pidió un asiento y un indio le 2. La entrada de Gómez Arias entre los Panatagua:
puso uno labrado al modo del Inga, y asentando su fracaso
comenzó a entonar un canto triste en que nombró
los ingas del Perú y la muerte que los españoles En 1557 el virrey Hurtado de Mendoza or-
dieron al rey Atahualpa Inga... Prosiguió con otros dena una serie de entradas para las cuales confir-
cánticos del Inga” (Córdova Salinas, 1957: 222, ma o da provisiones a J. de Salinas, Juan Cortez o
215 y Amazonia Peruana, Nº 1, 1976: 148-49; Nº A. Aznago. Gómez Arias es confirmado en sus títu-
2, final). Pero sus medios de subsistencia y de vida los y debe efectuar la entrada y la conquista de Ru-
parecen calcados sobre los de sus vecinos piemon- pa-rupa (provisión del 221211557) empezando a
teses, si bien su estructura social queda dualista y 30 leguas río abajo de Huánuco, todos los gastos
bicefálica, el mayor de los dos incas llamándose corriendo de su cuenta, lo que debía agravar toda-
Carancayma Inca. vía el “tributo” chupacho (cf. sus reivindicaciones
Gonzalo Pizarro y los facciosos muertos o sobre el alivio del tributo). Enfoquemos varias fases
sometidos, Pedro de la Gasca atribuye en 1548 la de esta tentativa para evocar algunos rasgos comu-
encomienda de los Chupacho a Gómez Arias y res- nes a esas entradas.
tituye a Sánchez Falcón los indios que Ribera se La tentativa de Gómez Arias dura unos tres
había adjudicado. El año siguiente se verificará la meses, durante los cuales él busca un paso que le
primera “visita” de la provincia por dos colonos permita dar la vuelta a los Panatagua para descu-
vecinos, J. de Mori y A. Malpartida. El orden ya no brir el “Cerro de Oro” (de Jalpay). Se estanca a lo
será perturbado sino por los problemas debidos a largo de la frontera, primero en las tierras de Gar-
los intentos de conquista oriental. Pero ¿en qué es- cía Sánchez incluyendo la aldea Moco (Huallaga),
tado se encuentra la provincia y qué fue de las cua- luego en las de A. Malpartida (¿Chinchao?) que in-
tro waranqa organizadas por Huayna Cápac? cluyen una aldea Sisimpasi alterando sumisión y
rebelión. Cuando, por fin, adelanta algo hasta el
“La despoblación es manifiesta: quedan 30% de
valle de Pacay, los jefes de esta región que él ha-
los hombres: 2 800 tributarios (sobre 4 000) de-
saparecieron entre 1532 y 1549. La tercera parte
bía hecho encadenar cuando habían venido a visi-
de las casas son vacías; cuatro aldeas han sido tarle a su campamento, le prometen cargadores y
abandonadas” (Hélmer, visita de 1549: 12). guías para llevarlo a la provincia y al cerro de Cu-
xipata (Curipata = lugar de oro): once días en
Viene a corroborarlo el estudio demográfico deambular por una selva densa sobre pendientes
hecho a partir de la “Visita” de 1562 por R. Mella- vertiginosas agobian la tropa que da la vuelta y re-
fe (T.I.: 341), la pirámide de las edades es muy irre- gresa a Huánuco, deshecha por completo.
AL ESTE DE LOS ANDES 125

Sus oficiales, sus soldados -él dice una vez “VIII- auían rrespondido... que... no querían paz,
140 (Maúrtua, V: 181), otra vez 160 (p. 213)- y él sino que fuesen allá los christianos que los mata-
rían a ellos y les comerían los cauallos, como
mismo, reclutan a la fuerza unos indios estableci-
avían hecho a otro Capitán christiano que auía
dos en los distintos repartimientos de esta frontera. pasado por allí otra bez... antes que se comen,
Después de una queja de los vecinos de Huánuco case a hazer la dicha entrada.
privados de sus gentes, el Virrey le ordena acabar
con su tentativa. H.A. Malpartida, en quien uno es- IX- Los dichos yndios Panataguas avían muerto a
un hijo del dicho Hernan Alonso Malpartida”
peraría encontrar un defensor de los más encona- (Maúrtua, V: 119-120).
dos de Gómez Arias, -la expedición dándole los
medios de vengarse de la muerte de su hijo (cf. in- La identidad étnica de los Sisimpari no pue-
fra)-, se hizo en cambio uno de sus detractores en de ser determinada por falta de datos, pero la res-
el proceso que se le entabló en 1559 por malos tra- puesta panatagua a los Moco comprueba que, pa-
tos a los indios. En vez de someter una frontera en ra los Panatagua, la frontera sisimpari coincide con
efervescencia, aquel intento de penetración hizo la suya. Se podría atribuirles el razonamiento que
volcarse al campo enemigo a los Sisimpari y unos B. de Torres pone en la boca de los Chuncho: per-
Tulumayo, antes unidos a los españoles. mitir la instalación de españoles en esta aldea si-
Poco después de haber recibido su reparti- tuada más allá de la frontera de arriba, es permitir-
miento y su título de gobernador en 1548, Gómez les acumular allí fuerzas, y desde allí penetrar y
Arias había mandado unos delegados a pedir a los conquistar progresivamente sus tierras (C.A.P. II:
jefes de todas las provincias limítrofes la reducción 331...). En todo caso, no sólo pararon, sino que hi-
a la fe católica y la sumisión a la Corona. Matimi- cieron retroceder la progresión española, llevando
ra, jefe de la aldea Sisimpari,2 y algunos jefes pa- la guerra al mismo Guamancoto. Aparentemente
rientes más habían venido a Huánuco a jurar fide- los Sisimpari de Matimira se habían quedado en el
lidad y habían regresado “cubiertos de regalos”. bando español y pagaron con algunos muertos los
Habría sucedido lo mismo con los jefes de los Mo- asaltos panatagua, pues en los años siguientes se
co que no aprovecharon los disturbios para esca- manifiesta su venganza, los Sisimpari haciendo dos
parse. H.A. Malpartida, uno de los visitadores de expediciones contra los Panatagua.
1549, detenía en encomienda el repartimiento de No hay ninguna indicación sobre las repre-
Guamancoto, fronterizo con los Sisimpari. La ad- salias que hicieron los colonos después del saqueo
hesión de este jefe le permitió colonizar tierras de Guamancoto, pero sus exigencias fueron lo su-
hasta su aldea. ficientemente pesadas para que los Sisimpari se re-
Al principio de los años 50, este reparti- belen, recuperando su libertad en 1556 y 1557, y
miento, en expansión hacia las tierras cálidas, es no se manifiesten sino en rapiñas contra el gana-
atacado por los Panatagua que matan a 6 ó 7 espa- do.4 Colocados entre los españoles y los Panata-
ñoles, de los cuales el hijo de Hernando Alonso gua provisionalmente enemigos, ellos obtienen la
Malpartida, unos caciques y más de 80 indios se- ayuda de sus aliados Tulumayo contra los Panata-
rranos (Maúrtua, V: 106...). Parece ésta una de las gua durante una primera expedición. Mientras tan-
formas clásicas de conflictos entre fronterizos y sus to, Gómez Arias, que hacía sus preparativos de en-
parientes o aliados de adentro. Los grupos más trada, intenta hacer volver a los Sisimpari a la obe-
adelantados sobre una frontera son garantes de la diencia, pero tres requerimientos no bastan para
integridad del territorio y de las intenciones pacífi- eliminar los temores y las dudas de una población
cas de las personas que ellos dejan pasar.3 que quería negociar una alianza pero no someter-
Si este contrato tácito no es respetado, una se. Solamente en 1558, Gómez Arias, confrontado
llamada al orden y luego la guerra sancionan el li- con la resistencia panatagua y bloqueado en su
tigio político, sea cual sea el bando al cual los fron- primera aldea, les propone esta alianza, rota poco
terizos se han adherido. Las palabras de los Pana- después con el encarcelamiento y la muerte de
tagua a los Moco, mandados en embajadas por Matimira.
Gómez Arias cuando éste hizo su “entrada” son El proceso entablado contra Gómez Arias
claras: permite precisar los caracteres de esas expedicio-
nes, aunque la suya se haga sin capitanes ni tropas
126 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

incas. A los 100 ó 200 soldados que las integran, ción” y, como lo vimos, rechazan el requerimiento
se añaden los esclavos negros de los oficiales y un español traducido por intérpretes moco de los cua-
gran número de indios reclutados en el reparti- les Ipiane (ver cap. IV). Ellos hasta niegan toda po-
miento del gobernador y en los de sus vecinos, co- sibilidad de discusión, se ríen del padre y de los es-
mo aquí. Estos abren los caminos, cargan los caño- pañoles: “alçaron las aldas de tras y les amostrauan
nes -hubo uno rápidamente abandonado en esta sus vergüenças, deziendo que no les tenían miedo,
entrada-, las municiones, los víveres y otras cargas, que los avían de matar a todos; y azian burla de los
y aseguran la intendencia sin recibir en la mayor dichos requerimientos” (ibíd: 121, 106-107,...).
parte del tiempo ni indemnización ni salario. Ellos Luego se dispersan y, dando un rodeo, cercan la
son también las primeras víctimas de las expedi- tropa española “en tal manera que tres yndios de
ciones y de los combates. El acta de acusación en los dichos Panataguas acometieron a tres españo-
el proceso en contra de R. Tinoco, maestro de les...”. Después de algunas víctimas más y daños,
campo de Gómez Arias en aquella expedición de los Panatagua vuelven a casa con esa respuesta sin
Rupa-rupa, es elocuente en cuanto al número de ambigüedad. Gómez Arias, con todos sus solda-
personas reclutadas, al desorden y a los conflictos dos, acude en ayuda y decide avanzar. Tras una
provocados. Se pregunta a los testigos si saben y lenta progresión para abrirse camino, llega a las
han visto que: primeras aldeas y las encuentra totalmente quema-
das, los campos devastados, los Panataguas desa-
“III... Rodrigo Tinoco, a la yda e buelta de la di-
cha entrada, fue en hamaca en braços de yndios,
parecidos con sus reservas de alimentos. Sin em-
con lo qual los yndios rreçibieron grande y exce- bargo, él establece allí su campamento y no podrá
sivo travajo... progresar más, tal vez sin haber logrado pasar el
punto inicial fijado por el Virrey para su entrada
IV-... R. Tinoco... Ilevó más de ochenta yndios
cargados con cargas excesivas de comida e vino
(30 leguas de Huánuco). Invisibles, escondidos en
e rropa e otras cosas... y murió alguno ó algunos los alrededores “en partes muy ásperas”, los Pana-
yndios del trabajo de las dichas cargas... tagua atacan sin parar, matando a todos los man-
dados por agua o leña: “e ansi matauan e mataron
VI-...llegado R. Tinoco al asiento de Sisimpar, tu-
ciertos yanaconas e indios christianos...y rrobaron
bo en prisión al dicho caçique Matimira, con dos
colleras y dos cadenas; y un negro suyo por su cantidad de cauaballos e yeguas...vacas, puercos e
mandado, le dava cada día muy crudos acotes; e cabras...” (ibíd.: 125).
le dezia el dicho R. Tinoco que no dixese que Entonces Gómez Arias, buscando otra vía
Hernando Alonso (Mal partida) era su encomen- de penetración, manda a J. de Quiñones a conven-
dero, sino él...
cer a los Sisimpari y a los Tulumayo de aliarse con
X-... visto quel el dicho Gómez Arias se salía de él. Los primeros contestan favorablemente y el
la dicha entrada,... R. Tinoco tomó al dicho caci- campo viene a implantarse a la frontera entre Gua-
que Matimira y lo traxo en collera por fuerça y mancoto y Sisimpari (ibíd. p. 163). Apoyados con
por vengarse del y que no sirviese al dicho Her- los españoles en retaguardia, los Sisimpari van de
nando Alonso le embió a los yndios de guerra,
sus contrarios, los quales lo mataron...”
noche a atacar una aldea Panatagua (probable-
mente en la zona Chinchao-Huallaga), matan a al-
(Maúrtua V: 156-157). gunos y regresan. Para darse ánimo, ellos habían
“robado” más de doscientos caballos y mulas, y
Gómez Arias, para llevar su expedición, es-
habían celebrado un largo banquete, sus casas re-
tableció su primera base adelantada en Pillao
bosando en carne.
(ibíd.: 16C ss: 146, sq.) desde donde manda al pa-
Eso fue una nueva nota de discordia, los es-
dre Jurado, acompañado de 60 españoles, al
pañoles no podían entender esta repartición de
“puente de los Términos” (cf. supra: cap. IV) o de
bienes sellando la alianza cuando sus propias exi-
la Posición (variando con Posesión), puente que
gencias en productos agrícolas se hacían cada vez
hubo que construir de nuevo. A veinte leguas de
más apremiantes. Así que al regresar de su expedi-
Huánuco, este puente marca la antigua frontera in-
ción, los Sisimpari no tuvieron una recepción
ca-panatagua. Avisados de aquellos preparativos y
triunfal sino las críticas, y cuando llegó Tinoco, fue
de la venida del padre, 500 Panatagua armados se
el encarcelamiento y la flagelación de su jefe.
adelantan hasta allá, “a cinco leguas de su pobla-
AL ESTE DE LOS ANDES 127

Una leitmotiv de los testigos de la defensa rios grupos del interior, sea lo que sea el estado de
en el proceso en contra de Gómez Arias es la com- las relaciones mantenidas con aquellos grupos. En
probación de la pobreza en maíz de aquella gente, los grandes conjuntos étnicos de estas regiones
producto mucho más apreciado que la yuca, y el existe una costumbre aparentemente ligada a unas
epílogo de aquella entrada es que: tendencias confederativas y permitiendo a cada
uno permanecer sano y salvo en medio de una al-
“son yndios tan pobres que no poseen oro ni pla-
dea enemiga: se trata de un compañerismo, una
ta, ni rropa ni ganado e muy pocas chacarillas de
maíz e cantitad de yuca y algunas otras rrayzes, amistad designada por una palabra particular indi-
e andan desnudos, en cueros, salvo unos sacos á cando estrecha relación institucional, fuera del sis-
manera de costales... de cabuya e algodón que tema de parentesco. Cada hombre, durante sus pe-
para ninguna cosa aprovecha.../ni para yndios- regrinaciones, traba amistad con compañeros de
...ni para negros/, sino fuese para limpiar los lugares lejanos, sea de su grupo étnico o de otro,
cauallos” (ibíd.: 110, 127...).
mediante una relación que supere la de germani-
Pero, por pobres que sean, ellos hubieran dad ya que excluye todo conflicto. Ese compañe-
podido servir si no hubieran demostrado una liber- rismo implica la hospitalidad y la seguridad, en la
tad insostenible, tomando de sus aliados lo que ne- casa del huésped, para el viajero y sus parientes,
cesitaban o anhelaban, ofreciendo a los colonos con un derecho de asilo inviolable, unos intercam-
españoles, para decirlo así, la imagen inversa de bios de regalos y la ayuda mutua durante el tiem-
colonos indios. Por eso, en el robo de caballos y po de residencia; comprende una prohibición de
ganado, hay más que una anécdota. La reciproci- alianza directa entre los contrayentes, por ejemplo,
dad entablada por los Sisimpari cuando entregan con un intercambio de hermanas, pero no entre sus
el producto de sus chacra y utilizan la carne que es descendientes directos. No es excepcional que un
para ellos ganado y caballos, no es solamente eco- hombre escoja exilarse donde un compañero con
nómica sino también política: afirma la alianza, la el fin de acabar sus días juntos. Entonces él sale
sumisión y todo tipo de dependencia. El rechazo con dos o tres hijos para establecerse en el grupo
de esta reciprocidad, las vejaciones diarias y el en- de su compañero y cuando uno de ellos se casa,
carcelamiento de su jefe, consuman la ruptura y por esa alianza, el padre adquiere un derecho per-
los Sisimpari desaparecen de nuevo. H.A. Malpar- manente a la residencia; tales relaciones favorecen
tida reprochará a Gómez Arias aquella pérdida de así las migraciones y los matrimonios inter-étni-
“tributarios” voluntarios así como una frontera re- cos.5
tractada y peligrosa (cf. condenación). Sabemos que Amuesha, Panatagua, Moco, Si-
En cuanto a los Tulumayo, ya habían pasado simpari, Tulumayo, “Campa” y muchos grupos más
al bando enemigo. Aliados de los Sisimpari duran- del Huallaga, de los formadores del Pachitea y aun del
te su primera expedición, en represalias de las Ucayali (Shipibo, Conibo) mantenían relaciones que
muertes de Guamancoto (ver op- los llevaban mutuamente a las aldeas de unos y de
. cit.: 87), ellos se unen a los Panatagua al primer otros, durante sus grandes viajes de “verano” (estiaje).
intento español de penetración y se encuentran en- Si bien los datos sobre este compañerismo son nece-
tre los atacantes, impidiendo todo movimiento al sariamente más tardíos, existía desde mucho tiempo
primer campamento de Gómez Arias (p. 123, etc.). según las tradiciones orales y los comentarios que ven
Su presencia, como el plural utilizado por los tes- en la sedentarización -y la pacificación- una progresi-
tigos para designar las aldeas quemadas y la di- va pérdida de aquellos nexos muy estimados. Este
mensión restringida que éstas tenían, como lo ase- compañerismo o amistad institucional constituía una
veraron más tarde los franciscanos, confirman que red extensa de alianzas afectivas que hacían que un
los 500 Panatagua del Puente de los Términos y los grupo momentáneamente enemigo nunca lo fuera por
que asediaron al gobernador, representan una es- completo, permitiendo así una salida política a los
pecie de confederación intra o inter-étnica de va- conflictos; esta red se entretejía con las que realizaban
rias comunidades. las alianzas matrimoniales y políticas entre jefes.6
Las alianzas, las apariciones y desaparicio- Frente a amenazas mayores, el consenso prima sobre
nes fluctuantes de los Sisimpari, su establecimien- los conflictos particulares, reactiva cada red y conjuga
to en los límites de Guamancoto, hacen pensar sus efectos para promover alianzas intertribales,
que entre ellos debían vivir representantes de va- uniendo entre sí los piemonteses de una inmensa re-
128 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

gión, en defensa de sus tierras o en la ofensiva. nas, lib. II, cap. XXXII: 462; Ortiz, 1974, I: 39-44).
Bajo el Inca como bajo el español, la atrac- La consigna dada por el conjunto de los jefes fue
ción del metal orientaba los movimientos de los tan bien guardada que con la excepción mencio-
piemonteses hacia el oeste. Las aldeas fronterizas, nada arriba ni los Amuesha ni los “Campa” ni los
aquí Moco, Sisimpari y otras caídas en olvido, las Panatagua ni los Payanso... Ia quebraron, cuando
más favorecidas en esa competición al mismo los dos últimos grupos citados, desde hacía unos
tiempo que las más expuestas, eran los puntos de diez años vivían en grandes aldeas misioneras (re-
convergencia de esas redes, los lugares en los cua- ducciones). Hubo que esperar el establecimiento
les se concentraban los aliados y compañeros de efímero de la primera misión franciscana entre los
todo el interior. No se han relatado estos fenóme- Conibo (1686) para que relaten como los Shipibo
nos en la frontera del siglo XVI, a lo más se han se- atacaron la expedición del padre Illesca y mataron
ñalado unas sucesiones de delegaciones, pero más a todos sus miembros cuando llegaron a la desem-
tarde, cuando los franciscanos llegaran al Cerro de bocadura del Aguaytia. En la época de los hechos
la Sal, otro gran polo de convergencia, se aprecian (1641), los Panatagua de las misiones eran el blan-
todos esos tipos de relaciones, regulando el abas- co de los Shipibo quienes atacaban sus aldeas,
tecimiento en sal de una región inmensa (Urubam- probablemente porque se habían negado a aniqui-
ba-Ucayali). lar esas reducciones, a pesar de las epidemias que
Hemos visto, en la entrada de Gómez Arias, causaban estragos y que se propagaban por todas
luchas y cambios de alianza entre piemonteses ve- partes. A despecho de la presencia de Panatagua
cinos. Acabamos de citar el compañerismo que cristianizados, de conflictos y de rapiñas, la ley del
mantiene nexos personales pacíficos y aperturas silencio fue la más fuerte en una región tan exten-
entre individuos perteneciendo a veces a grupos sa desde el norte de Huánuco y el este de Tarma,
enemigos. Finalmente hay algunas alusiones a reu- hasta Tambo-Ucayali: muestra que la extensión de
niones y consejos de jefes. Más explícitos que esas redes permitía oponer un frente unido a la
aquellas anotaciones generales, hay relatos reve- gente de arriba, y atestigua por lo menos conciliá-
lando que para la gente de abajo existe tal vez una bulos de jefes (políticos o familiares), de una forma
identidad común, por lo menos intereses comunes u otra: visitas personales de uno a otro o amplia
más fuertes que sus particularidades. Citaremos so- asamblea. Todos estos hechos permiten entender
lamente uno de esos relatos, ya que todos tratan de que se pueda presentar unos Sisimpari, Tulumayo
los esfuerzos de penetración misionera durante los y Panatagua a la vez como enemigos y, para algu-
siglos XVII o XVIII. nos, como co-residentes, o movidos por rivalida-
En 1641, una expedición llevada por el pa- des entre ellos y en seguida todos aliados, en los
dre Illesca sigue el Perene río abajo y el Tambo, testimonios confusos de los textos citados.
luego desaparece. Solamente una familia “amage” Hemos dejado a Gómez Arias entre los Si-
de Huancabamba deja entender que todos murie- simpari en el momento en que sus relaciones se
ron: todos los demás indios interrogados aquí o allí deterioran. Allí, él recibe una delegación de la pro-
los dicen vivos, lejos hacia abajo. Tres años des- vincia de Pacay. ¿Se trata de Panatagua, de Tinga-
pués, el oficial de Huancabamba escribe que, con- nes o de Chusco, hasta de Amuesha del Pozuzo?7
ducido por unos anti, se fue, arriesgando su vida, Nada indica su situación geográfica ni su parentes-
donde los Ossos y los Ipillos de la nación Anti (en co étnico. Gómez Arias los recibe dignamente, les
el Perene o el Tambo, ver cap. 5, nota 4); él en- brinda regalos contra promesa de entregarle ali-
cuentra allí indios del interior llamados “Abiticas” mentos, pero dos días después de su llegada hace
(apite = otro, otros) venidos en busca de sal. Esta encadenar a todos los jefes para asegurarse guías.
gente le informa “con certeza” del lugar donde es- Es un hecho constante de la conquista hispánica el
tán “los dichos religiosos ocupados en la conver- apoderarse de las primeras personas encontradas
sión”. No se había dicho nada todo aquel tiempo susceptibles de servir de guías o intérpretes y enca-
“por orden y mandado de todos los caciques de denarlas para evitar toda huida. Encarcelados, es-
aquella tierra que ninguno descubriese ni avisase a tos jefes van a hacer frente por la astucia y propo-
los de la tierra afuera porque no concurriesen es- nen a Gómez Arias llevarlo a Cuxipata, “tierra muy
pañoles que les hicieran agravios imponiéndoles rrica e de mucha gente” (Maúrtua V: 129-130).
graves penas a los que lo dijesen” (Córdova Sali-
AL ESTE DE LOS ANDES 129

“se concertaron de llebarlos (Gómez Arias y sus la pérdida de las plantaciones, del ganado y de los
soldados) por montañas e rríos e despoblados sin caballos, no sólo diezmados durante la expedición
camino, porque todos peresçiesen de anbre 6
de Gómez Arias, sino objetivo de muchas salidas
ahogados en los rríos” (Maúrtua, V: 129-130).
posteriores de piemonteses en una época de esca-
Así empezó un vagabundeo de once días, sez. Eso explica en parte la larga prudencia de los
después de los cuales echaron los guías a los pe- colonos que disponían además, más acá de la fron-
rros y las tentativas de entradas se acabaron. tera, de tierras dejadas vacías por la caída demo-
gráfica chupacho y la desaparición total de algu-
3. La nueva frontera, la fuerza del vallado y la nas aldeas.
fuerza de la cerca piedemontes La fecha de las reducciones panatagua es
demasiada tardía para tratar el asunto aquí, pero
Cuando los franciscanos, cerca de un siglo señalaré los elementos significativos para nosotros.
más tarde, establecieron a las reducciones panata- El primer intento franciscano sigue el Chinchao,
gua (1631-1647), dos de ellos, el padre Cabezas río abajo, y poco después, los misioneros estable-
Acontiel y el hermano Jiménez atestiguaron que: cen en la orilla, en Tonua, la primera reducción pa-
“Los yndios Panataguas y comarcanos tubieron natagua (reconocimiento del padre Bolívar, 1628,
muy en la memoria lo que sucedió entonces... y fundación 1631). Luego, siguen el valle del Hua-
contaron 5 estos rreligiosos que quando los espa- llaga y notan que la provincia Panatagua y su pri-
ñoles de Gómez Arias lo dejaron, quedó con muy mera aldea se encuentran a 20 leguas de León de
pocos, y que escondió las barretas para volver 5 la Huánuco, lo que demuestra una extraordinaria es-
entrada y muchas acadas y hachas y que un indio tabilidad de la frontera, ya que es la distancia que
halló un hacha descubierta y que la estimaba en había entre el puente de los Términos y la metró-
tanto que... Ia enterraban de noche por aver tenido poli regional cuando Gómez Arias hizo su entrada.
noticia de que los indios Pocanaguas querían venir Los datos que proporcionan sobre la región Chin-
de propósito a hurtarles la hacha” (Montesinos, chao-Tarma enseñan por otra parte una estabilidad
1642 (1906), t. 1: 256). general de la frontera heredada de los Incas con,
Entre el intento fracasado de Gómez Arias y sin embargo, una menor presión serrana y hasta un
la penetración misionera del segundo cuarto del si- retroceso por Huancabamba.
glo XVII, esas fronteras ya no son objeto de aten- Esta frontera perdurará de modo impresio-
ción oficial e ignoramos lo que ocurre allí, fuera de nante después de la enorme caída demográfica de-
que “comerciantes” piemonteses vuelven rápida- bida a las epidemias que matan las tres cuartas par-
mente a utilizar los caminos antiguos para efectuar tes de los Panatagua reducidos (más de 30 000
trueque en tierras españolas. Ni los cronistas ni los muertos, cf. N. 2, introducción 3a. Parte) dejando
Panatagua recuerdan otras expediciones en el pie- en unos 25 años, solamente dos pequeñas aldeas
demonte: el fracaso de Gómez Arias parece haber de las siete reducciones iniciales. En efecto, “Cos-
disuadido a los “vecinos” de semejante empresa. me Bueno escribía en la segunda mitad del siglo
En efecto, el fracaso llevaba una doble sanción XVIII..: “estos cuatros pueblos últimos -Pillao,
económica: la desaparición de una mano de obra Chinchao, Acomayo y Panao están contiguos a los
episódica y la disminución considerable de la ga- Panataguas, indios infieles, en donde hubo unas
nadería. La presencia de una mano de obra, aun buenas conversiones que se perdieron por haberse
temporaria y consentida casi de modo contractual retirado los indios, matando a los religiosos” (Cór-
por las comunidades piemontesas, remediaba las dova Salinas, lib. I, cap. XXIX, nota p. 244).
graves deficiencias demográficas de la provincia A más de dos siglos después de la Conquis-
Chupacho en las zonas donde la colonización his- ta, encontraremos las mismas aldeas fronterizas, o
pánica aumentaba la producción (coca). Los espa- puestos avanzados hacia la montaña que en tiem-
ñoles experimentaron fuertemente su ausencia, pos del Imperio. La colonización española no ga-
privados, además, de sus plantaciones más adelan- nó nada hacia abajo desde la frontera inca, en
tadas en el piedemonte (Chinchao bajo) y someti- cambio, perdió algunos campos y perturbó profun-
dos algún tiempo a las rapiñas. La segunda sanción damente las relaciones entre el altiplano y las tie-
era representada por un retroceso de la frontera co- rras bajas durante las tres primeras décadas que si-
lonial río arriba de las tierras sisimpari y añadía a guieron a su intervención. Los Chupacho, muy re-
130 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ducidos en número y empobrecidos, veían el su- cuyas sociedades, sin embargo, quedan abiertas a
plemento de recursos adquiridos en sus transaccio- los intercambios comerciales, políticos y religio-
nes regulares con los piemonteses, disminuir o sos, y con la guerra que de vez en cuando viene a
agotarse después de la desaparición de algunos de suplantarlos, forma alterna de aquellas relaciones.
éstos de las encomiendas y la transformación de La fuerza que anima esos intercambios, es-
todos en beligerantes. Éstos, conociendo muy bien pecialmente el deseo del metal, es demasiado po-
el significado de la colonización hispánica por la derosa entre los piemonteses para impedirles res-
historia de la provincia chupacho cuyos fugitivos taurar poco a poco el antiguo sistema de relacio-
habían engrosado sus propias filas, estaban dis- nes mercantiles.8 Allí se manifiesta su victoria más
puestos a resistir la conquista de sus tierras. Lo que duradera sobre el conquistador y luego sobre el
sorprende es que su éxito, en lo inmediato, se de- colono, obligados a aceptar al final unas redes de
be en parte al español quien, con sus caballos y su intercambios en vez de una sumisión: ellos traen a
ganado, les brinda él mismo los medios de realizar piemonteses a los puestos fronterizos, Coni, Pillao,
una presión constante y un cerco permanente. De y hasta Huánuco, “sin intromisión en sus tierras”,
esta manera, ellos devuelven otra vez a los colonos excepto para los comerciantes españoles gozando
su propia imagen, lo que no habían sabido hacer en reciprocidad de un paso libre, por ejemplo, Luis
los pueblos en parte pastores del altiplano. Lo que de Ledesma (cf. supra). Gracias a las relaciones re-
sorprende más no es la negación obstinada en gulares que los Panatagua y los Amuesha estable-
aceptar “dueños” y un Estado, sino su éxito duran- cieron con los franciscanos de Huánuco y de Co-
te decenas de años o durante siglos, es el manteni- ni, éstos proyectarán y realizarán sus primeras re-
miento en la independencia de esos piemonteses ducciones.

Notas

1 Al respecto, la Visita de 1562 es reveladora: algunos indios dad demográfica del Huallaga medio. Aumentada de los
hablan de sus nexos con Illa Topa. Por ejemplo, uno reci- fugitivos chupacho, inca y otros, la población de esta re-
bió de él cuatro de sus esposas... gión había tal vez alcanzado un nivel crítico en cuanto a
2 Debemos interrogarnos sobre las relaciones entre esta al- su alimentación, y tenía dificultades en resolver este creci-
dea y la de Marankari, donde vivían juntos Chupacho y miento rápido. El resultado inmediato es que caballos y
Anti “encomendados a H.A. Malpartida” (Visita de 1549) bovinos alimentaron su resistencia, los españoles abaste-
y de la cual no se habla más. Debía pertenecer a Guaman- ciendo así a los guerreros que los cercaban, cf, infra.
coto (cf. Renard-Casevitz, 1981: 139). 5 Por ejemplo, varios Ashaninga del Tambo y del Ene viven
3 Una de las entradas más reveladoras al respecto es la de hoy entre Matsiguenga del Urubamba medio y del Picha.
Salinas sobre el río Ucayali: en cada frontera étnica, com- Sus padres “campa” han venido a vivir donde sus “yiom-
bates se oponen a su paso; luego, hecha la paz, él recorre pari”. El matrimonio de migrantes de la segunda genera-
todo el territorio tribal sin dificultad hasta la frontera si- ción provoca perturbaciones en el sistema de parentesco:
guiente. Las tentativas misioneras del siglo XVII serán por ejemplo, de tres hermanos biológicos, dos quedaron
igualmente significativas. Citamos UD sólo ejemplo: cuan- “hermanos” desposando hermanas clasificatorias, al terce-
do en 1673 los franciscanos harán una expedición de Co- ro se ha vuelto cuñado mientras todos siguen llamando a
mas a Angamarca y la montaña (ex-Pilcozones), serán aco- su padre, que vive en Pto. Huallana, apa (padre). Ver Re-
gidos por un jefe Tonte en la primera aldea Anti, cuyos ve- nard-Casevitz: “Guerre, violence, identite” Cahiers Ors-
cinos orientales “tres veces enviaron embajada al cacique tom. Serie Sciences Humaines, vol. XXI, Nº 1, 1985: 81-
Tonte, con crueles amenazas para que echase de sus tierras 98.
a los viracochas, y úItimamente enviaron cuarenta indios 6 Durante la expedición sisimpari contra unos panatagua, se
fieros, robustos, pintados y armados mandando al curaca señala la presencia en su aldea de algunos panatagua: po-
Tonte que matase aquellos padres”, lo que él hará con la dían ser parientes o compañeros. Las relaciones con los
ayuda de ellos un poco más tarde. (Amich, 1854 (1975): gobernadores provinciales habrán sido muchas veces
54). Cada vez se distingue entre los viajeros, a quienes se fuente de equívocos: el padrinazgo de un bautizo o de un
deja pasar una vez conocidas sus intenciones y los colo- matrimonio podía ser interpretado por los Anti como un
nos. pacto de compañerismo, y por el Gobernador como un
4 La voracidad de los piemonteses por el ganado europeo primer paso hacia el vasallaje. Notemos al paso que el ahi-
asombra en varios aspectos. En todo caso, ella muestra que jado anti recibía generalmente por nombre español el de
para esta gente, sin tradición pastoril, el caballo había per- su padrino.
dido todo misterio, y se le trataba como el enemigo mis- 7 Curiosamente, Montesinos hace salir una de las tentativas
mo. Tal vez ella siga antiguas depredaciones sobre los re- de entrada desde Tarma, la otra desde Huanuco. Es posi-
baños inca. Finalmente, plantea el problema de la densi- ble que buscando un paso, Gómez Arias haya tomado la
AL ESTE DE LOS ANDES 131

dirección del Toetani-Pozuzo cuyos moradores ribereños las cabezas unos bonetes de lo mesmo con un martinete
venían hasta Pillao (1642, ed. 1906: 255-256). Muy tem- de plumas de varios y hermosos colores, atravesada una
prano los españoles buscaron un cerro aurífero llamado banda de conchas, y en los molledos cenidos unos cintos
Jalpay por Montesinos y que pensaban encontrar en el va- de lo mesmo... En la garganta rodean muchas sartas de
lle de Pacay. chaquiras, conchillas blancas y a trechos de colores...”
8 Los adornos panatagua son una prueba de esos intercam- (Córdova Salinas, lib. 1, XXV: 210 y R. Tena, op. cit.). Evo-
bios: “…una gola redonda de conchas blancas y peque- can los actuales adornos en chaquiras de los “Campa”. Ver
ñas, bien juntas y asentadas sobre un tejido de algodón, en también cap. I, El tráfico de las conchas por el Marañón.
Capítulo VIII
E L CINTURÓN PIEDEMONTE
DE LA PROVINCIA DE VILCABAMBA
Desde el neo-imperio hasta la ruptura hispánica

d
1. Fracaso y confusión en el Alto-Madre de Dios tudiamos aquí, serán apenas mencionados, aun-
que hayan sido el campo de varias entradas. Estas
tienen forma y conclusiones diversas que merece-
Este estudio mostró ya que no existía un rían ser examinadas; la extrema multiplicidad de
“salvaje” sino reflejando cierta impericia de los los nombres étnicos y topográficos, las relaciones
discursos inca y más aun hispánicos frente a los de esta región con los intentos de conquista y de
piemonteses. Por eso nos esforzamos en determi- colonización venidos del sur (cf. T. Saignes, 1981
nar la situación geográfica verdadera de los grupos e infra), y finalmente la larga deserción de aquellos
mencionados y descubrir si es posible su identidad ríos que siguió, por una parte requieren un estudio
étnica: una y otra llevan a diversos tipos de com- específico, por otra, nos dejan pesimistas sobre las
portamiento, de acción o de respuestas, frente al posibilidades de su éxito, por la falta de continui-
Inca y luego la Corona. Solamente después de un dad en los datos y de puntos de referencia suficien-
estudio pormenorizado de los textos para contestar tes.
a preguntas tan sencillas en apariencia como ¿dón-
de? y ¿quiénes?, se puede corregir la reducción 2. El Neo-Imperio de Vilcabamba: 1536-1572
uniformista operada en los términos anti, chuncho
o su nuevo competidor, carib, tratados como sinó- Después del cerco del Cusco (1536), donde
nimos por los españoles, y empezar un análisis de aparecen al lado de capitanes incas unos indios
las relaciones entre tierras altas y tierras bajas. Sati y Anti abrasando con sus flechas incendiarias
los techos cusqueños, Manco Inca se retira progre-
Citamos las confusiones españolas sobre la
sivamente siguiendo el Vilnacota. Durante comba-
geografía de las regiones situadas entre el Apurí-
tes dados por ambas orillas del río, hace diez pri-
mac y el Alto-Madre de Dios. Durante las décadas
sioneros españoles que entrega “a unos indios mo-
siguientes a la Conquista, ellas se explican cuanto
yo moyo andes para que despedaçados los comie-
más fácilmente que los españoles no tuvieron ac-
sen” (Titu-Cusi, 1973: 92). Hemos subrayado ya lo
ceso a esas provincias, sino episódicamente, antes
que significaba tal regalo: alianza, más que sumi-
del año 1572. Los conocimientos que tenían pro-
sión, de poblaciones ofreciendo al Inca su valor
venían de oídas, excepto en el este, y se fundaban
militar sin renunciar a su independencia cultural
esencialmente sobre el sistema representativo inca
expresada en el canibalismo (1981, op. cit.). De-
(cf. supra). En cuanto a las relaciones entre tierras
masiado amenazado y muy al estrecho en Ollan-
altas y tierras bajas, ellas seguían actuando entre
taytambo, Manco Inca con una parte de sus tropas,
los piemonteses y los Incas de la provincia neo-im-
se dirige al valle del Amaybamba, y de allí hacia el
perial. La historia de este Estado-colchón entre los
este para alcanzar
conquistadores y la selva se debe evocar por sus
relaciones con los Anti, luego se iniciará el estudio “la provincia de los chuis, porque le auían dicho
de las relaciones hispano-anti en las regiones ex- que allí auía una fortaleza que auía hecho Topa
Inga Yupanqui, su abuelo, llamado Vro Coto (un
tendidas entre el este de Jauja hasta el Paucartam-
Pillco o un Opatari español)... fuese por los lares
bo medio. a Hualla y de allí vino a Pilco, donde halló mu-
El Alto-Madre de Dios y el Madre de Dios chos negros e yndios de Nicaragua del Marques”,
en el extremo oriente del conjunto regional que es- Francisco Pizarro (Murúa, I:209).
134 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

8. El valle sagrado de Vilcanota a la altura de Yucay y Urubamba.

9. Ollantaytambo, río abajo del valle sagrado.


AL ESTE DE LOS ANDES 135

Él aniquila la colonia y tal vez estimando es- 1980: 83, cita del Anónimo almagrista). Los estra-
tar en un callejón sin salida entre el occidente es- gos causados en la zona oriental por la guerra y los
pañol y el oriente silvestre, regresa por el mismo incendios llevan a Manco Cápac a la ciudad de
camino de Hualla1 a Amaybamba. Importunado Vilcabamba y la zona occidental. Desde allí inicia
desde mucho tiempo atrás por los Anti para que se la conquista de las regiones vecinas del sur y del
refugie donde ellos, “decide de partir... a la tierra oeste: pasando por el río Pampas, Huanta, Huan-
de los Andes” (Titu-Cusi, 1973: 93-94, 99, 100) y cayo, lleva hasta Jauja para atacar los Huanca alia-
pasando el puente de Chuquichaca, alcanza Vitcos dos de los españoles. Los Cayambi de Matipampa
internándose más, va en “las bravas montañas de y los Pilcozones del Mantaro sostienen su lucha y
los Antis, a un sitio que llaman Uillcapampa” (Gar- hasta el final se encontrará a unos mitimaes a los
cilaso de la Vega, H.G.P., lib. 2, cap. XXIX). Des- lados de los Incas del neo-imperio (ver mapas 6 y
pués de seguir el camino periférico que une entre 7, pp. 70 y 76). Después de su victoria sobre los
sí los distintos valles del este y del norte, Manco Huanca y los españoles, Manco Cápac descansa
Cápac se refugia así en una provincia meramente en Acostambo; luego, sobre la insistencia de capi-
“anti” cuyo carácter geográfico es de pertenecer, tanes anti de los cuales algunos deben ser piemon-
exactamente como el Quispicanchi, a las tierras al- teses del Mantaro y del Apurímac, él va a las tierras
tas. Al igual que para los Pilcozones antes, tene- y la aldea de Pillco suni dominando la montaña.
mos aquí una ambigüedad por el hecho que Anti Los españoles mandados por Lima para auxiliar a
designa a la vez los serranos ocupando la provin- Jauja, van a llegar en este sector saliendo de Rupa-
cia de Vilcabamba y los piemonteses que la bor- rupa. El enfrentamiento se verifica en Yenupai (Ti-
dean en los hondos valles del norte de la provin- tu-Cusi) o en Yuramayo (Cobo, Murúa), en el trián-
cia. Por eso el padre Acosta puede escribir (Mon. gulo delimitado por Comas, Andamarca y el alto
Per., II: 150). río Pariahuanca. A su vez, los Yauyo, mitimaes
ocupando las cabezas de valles orientales y de los
“los manaries, que es gente muy poblada, vinie-
ron avía un mes, a pedir al governador Arbieto-
cuales unos parecen ser los propiamente dichos
...les embiase quien les enseñase la ley del verda- Pilcozones, y probablemente algunos grupos cam-
dero Dios...y an salido a los Andes de paz”. pa vecinos habiendo seguido los movimientos del
ejército de auxilio por sus tierras, se han unido al
Confundidos a menudo bajo una misma de- Inca; avisado precisamente de la ruta seguida por
nominación, Anti de tierras bajas y Anti de Vilca- los españoles y sus amigos, el ejército de éste sor-
bamba se vuelven semejantes: o los primeros pier- prende y diezma las tropas enemigas.
den su carácter salvaje para ser “civilizados” como Durante algún tiempo, la frontera neo-impe-
sus homónimos del Altiplano, o los Anti serranos rial se extendía desde el este de Jauja, seguía todo
son unos “salvajes” al igual que los piemonteses y, el Mantaro y el río Huarpa, amenazaba Guamanga
mera hipótesis en el estado actual, de posibles pa- -llamada entonces San Juan de la Frontera-, y se es-
rientes que antaño colonizaron esta región (ver no- tiraba según Murúa (1: 219) frente a Andahuaylas,
ta 17, infra). Abancay, Curahuasi y Limatambo. Además de los
Mientras al este, Candia intenta una expedi- Cusqueños, Yauyo, Cayambi, Collao, Moyo-moyo,
ción (1538) sobre el Alto-Madre de Dios, y renun- Manco-Cápac disponía de Sora y de Ancara captu-
cia por falta de caminos, lo que muestra el desin- rados o venidos por su propia voluntad, de Huan-
terés inca por las tierras bajas de esta región, Gon- ca traídos presos y, al este, de mitimaes de los va-
zalo Pizarro intenta derrotar a Manco Inca en Vit- lles del Amaybamba y del Ocobamba; en fin “acu-
cos. Queda vencido al principio, luego Villacastin dían a él los Chunchos, yndios de la otra parte del
le proporciona una victoria indecisa, pues arrastra- río grande dicho comúnmente Marañón (Mantaro-
do por el retiro inca en ciudades cuyos depósitos Apurímac), y de otras provincias” (Murúa, I: 226)
habían sido incendiados, G. Pizarro tiene que salir cuyos nombres veremos asomar poco a poco.
de la provincia de Vilcabamba ni tenía víveres pa- Regresado a Vilcabamba, Manco-Cápac or-
ra sostener a sus tropas. El relato de aquellos com- ganiza su nuevo Estado, restaura, edifica y em-
bates nota la presencia de arqueros “caribes... que prende muchas salidas entre Andahuaylas, Gua-
no saben qué cosa es huir porque están muriéndo- manga y Jauja para abastecerse en caballos, gana-
se y todavía pelean con las flechas” (en J.J. Vega, do y bienes varios. En la misma época, ofrece la
136 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

hospitalidad a siete españoles almagristas (trece, pacíficas con Titu Cusi, el nuevo virrey, J. de Velas-
según otras fuentes) huyendo de la justicia después co, empieza con estas palabras.
de la derrota de Chupas (1542). Los años pasando,
“a Nos ha sido fecha relación que Topaamaro
para negociar con ventaja su regreso a Cusco, uno Ynga y Tito cuxi Yupangue, su hermano, y los de-
de ellos, Diego Méndez, hiere mortalmente al Inca más capitanes e yndios que con ellos tienen de
durante un juego (en 1545 para la mayoría de au- guerra, questan revelados contra nuestro servicio
tores y 1548 para algunos): todos escapándose, en en el valle de Bilcabamba... han salido... y que-
seguida, pero todos alcanzados, los unos por los mado y asolado todas las casas de los yndios del
rrepartimiento de Amaybamba y Picha, enco-
orejones, los demás por “unos andes que a la sa-
mendado en Arias Maldonado... y que llevaron
zón llegaron” (Titu-Cusi, 1973: 113) probablemen- presos ochenta yndios e yndias... y... que han en-
te por los movimientos que los hacen turnarse en viado otros capitanes suyo por otras partes para
las tierras altas. que roben e hagan el daño que pudieran” (Maúr-
Esta muerte coincide con la rebelión de tua, VIII: 68-69).
Gonzalo Pizarro. La desaparición del Inca dejando
Las negociaciones se dilatan pero Titu-Cusi
cuatro hijos todavía jóvenes (y varios más según
autoriza la presencia de padres agustinos, y más
fuentes diversas, sin que se sepa si ellos eran hijos
tarde unos manari evocarán ante Hurtado de Ar-
de esposas secundarias de Manco o si eran hijos
bieto, al padre Ortiz que habían visto durante una
clasificatorios) y la presencia de tropas españolas
temporada en Vilcabamba (Murúa, I: 242-43). Re-
recorriendo durante sus enfrentamientos las regio-
sulta una gran desconfianza por parte de los Incas
nes de Jauja, Guamanga, Andahuaylas y Limatam-
y de los caciques exasperados por la destrucción
bo, contribuyen al retroceso del control inca en es-
de sus huacas y las incesantes diatribas en contra
ta frontera. Antes de morir, Manco Cápac ha desig-
de su poliginia, desconfianza reforzada por una
nado como sucesor a Sayri Tupa colocado bajo la
carta del doctor Cuenca, insultante para el Inca y
tutela de Apo Suto. Durante unos diez años, los
contraria a sus consignas.4 Por eso, cuando recibe
problemas planteados por el contra-poder inca se
una embajada española, Titu-Cusi enseña su fuer-
quedan en segundo plano, luego el virrey Hurtado
za, hablando de sus dos mil soldados y haciendo
de Mendoza (1556-1559) entabla negociaciones
desfilar a guerreros anti, 600 ó 700, de los cuales
con el Inca. Meses de tratos llevan a Sayri Tupa,
pregona el canibalismo, real o supuesto. Durante
acompañado de “300 orejones, capitanes incas y
una entrevista con Matienzo, había afirmado igual-
caciques” a abandonar Vilcabamba (1558) pero
mente poseer “muchas tierras y mucha gente”, o
poco después el Inca muere en Yucay (1561) don-
sea “las provincias de Viticos, de Manari, de Sicua-
de lo habría envenenado Chilche, cacique cañari
ne y de Chacumanchay, de Niguas, y de Opatari y
poco dispuesto a encontrarse otra vez bajo tutela
Paucarmayo... y de Pilcozuni, Guaranipu, Peati,
inca.2
Chiranaua y Chiponaua” (Matienzo, 1967: 294-95,
Titu-Cusi se había quedado en Vilcabamba,
306).
asegurando la perennidad de un poder inca debili-
tado por la sumisión de Sayri-Tupa. A la muerte del 3. Los piedemontes de Vilcabamba
Inca, el joven Tupa-Amaru es nombrado como su-
cesor: encontramos, parece, un poder bicefal re- Como lo hicimos notar (1981, op. cit.), esta
partido entre dos incas representando uno la mitad afirmación no es de tomar al pie de la letra ni des-
hanan, el otro, la mitad hurin, reafirmado a la de el punto de vista demográfico, ya que la mano
muerte de Titu-Cusi por la nominación de Quespi de obra falta, acabamos de verlo, ni desde el pun-
Tipu al lado de Tupa Amaru.3 Indios de la frontera to de vista geográfico: Viticos domina el valle del
hispánica huyen de sus encomenderos españoles río Vilcabamba; Chacumanchay y tal vez Sicuane
para refugiarse en Vilcabamba, así los de Nuno de (no-identificado) se refieren al sur-oeste de la pro-
Mendoza en la región del río Pampas, mientras vincia y a la región al norte del río Pampas. Pilco-
razzias permiten a los Incas rebeldes completar zuni, Manari, Chiranahua y Chiponahua son los
una mano de obra insuficiente. En el documento nombres de comunidades fronterizas o representa-
dando comisión al doctor Cuenca, corregidor del das ante el Inca, pero como elementos de amplios
Cusco, a que establezca relaciones amigables y conjuntos étnicos no sometidos ni controlados por
AL ESTE DE LOS ANDES 137

el Inca. La región de Opatari está en manos de los rro de la Sal, la famosa Pareni que clava, río arri-
españoles. En cuanto a la provincia de Guaranipu, ba, a su hermano Pachakama (cf. nota 10, cap. I).
como la de los Chirana (y quizá la de Peati no- Encontraban a sus parientes campa o a sus primos
identificada), representa una región demasiado amuesha, unos y otros vecinos de los Panatagua y
apartada para poder “servir” al Inca, pero podía es- en relación con Tarma y Huánuco. Independiente-
tar lista para sublevarse a la menor señal, gracias a mente de los mensajeros mandados por los Incas
concertaciones secretas cruzando la montaña en de Vilcabamba en vista a alianzas y sublevaciones
una escala amplia. Recordemos que en la época concertadas, ellos se mantenían informados me-
(1564-1566) los españoles atribuyen a Titu-Cusi diante las cadenas de alianzas y de amistad, sobre
trataciones con los Chiriguano y Calchaqui, jefe de los acontecimientos ocurridos en esta amplia fron-
los Diaguites chilenos.5 La afirmación del Inca tera. De hecho, desde la Conquista, un inmenso
también es interesante por otro motivo: nos permi- rumor había recorrido la montaña oriental, confir-
te identificar los Anti representados en Vilcabamba mando relatos extraños provenientes del oriente
y ligados al neo-imperio. Sin embargo, cuando rei- brasileño. Luego la historia de las luchas contra
vindica una amplia sujeción sobre la selva, no es Gómez Arias y su fracaso, con toda probabilidad
creíble, ya que los Incas faltaban de mano de obra, se habían propagado por el piemonte de Huánuco,
por una parte, y concentraban sus fuerzas militares de Vilcabamba o de Opatari, y hasta las orillas del
sobre las fronteras hispánicas o en las ciudadelas, Ucayali, así como el relato de la expedición de J.
por otra. Pues es la época en que Titu-Cusi mismo de Salinas por aquel Ucayali, río arriba (1557-
se queja de “la miseria que afectaba (a los Incas) en 1559). Ya que estamos en la década 1560-1570, la
Vitcos”. Además, estas fuerzas son compuestas de progresión de Álvarez Maldonado por el Alto-Ma-
una fuerte representación anti que difícilmente po- dre de Dios debía ser seguida y comentada en la
día volverse contra sí misma, y vital para los Incas Selva como en Vilcabamba.
que no pueden permitirse abrir un frente inca-pie- Entre los Anti que cita Titu-Cusi, aparecen
montés. unos Chipona y Chirana. Los Chirana dejan una in-
Si se analiza el comportamiento Anti-Pilco- terrogante ya que podrían ser un grupo chiriapona
zones y Manari, los mejores conocidos gracias a cuya provincia se situaba al norte del Madre de
las tentativas posteriores de Hurtado de Arbieto, Dios o un grupo chitana establecido en el sureste
debemos afirmar lo contrario: no es el Inca quien de Huánuco (Maúrtua, VIII: 220 y Córdova Salinas:
asienta un imperio sobre la montaña y la selva, si- 209), dos regiones diametralmente opuestas y muy
no los piemonteses quienes se entrometen en el al- distantes de Vilcabamba, por lo cual se confirman
tiplano de Vilcabamba y aseguran su implantación de todos modos unos contactos y relaciones a gran
en esta provincia. Tomando en parte a su cargo la escala y se informa un control inca real (ver al ais-
defensa de las ciudadelas o las rapiñas en contra lamiento de Illa Topa). Vamos a resumir aquí datos
de los españoles, ellos reciben una parte del botín sobre los Chipona (ellos también un grupo chiria-
y se aparentan a unos mercenarios o aliados, indis- pona probable, llamados Chiponahua, Chipanaua,
pensables a la permanencia del neo-imperio, y li- etc...). Según las crónicas, algunos de sus grupos
bres de renovar o no su contrato de asistencia. vivían más arriba de los Manopampa del río Alto-
Desde el punto de vista de las tierras bajas, esa Madre de Dios, siendo los últimos probablemente
alianza reforzada no tiene solamente un interés unos Mashco; en cambio de lo que pasó con los
económico: defendiendo las fronteras neo-impe- Manupampa, los Chipona habían sido primero
riales, los piemonteses de las regiones vecinas blo- “conquistados”, luego habían tenido relaciones
quean a los españoles lejos, río arriba, de sus pro- pacíficas con el Imperio (Murúa, I: 57, sq., Sar-
pias tierras y difieren el plazo del careo y del en- miento: 111-113; Cabello de B.: 335...). Álvarez
frentamiento directo (cf. infra). Maldonado no menciona sino a los Manupampa,
Las numerosas entradas en el norte y el sur quienes se le resisten, en nombre de los grupos en-
de esas regiones son ya demasiado conocidas por contrados; pero un poco más tarde (1582), halla-
los piemonteses para no constituir un factor impor- mos unos Chipona establecidos detrás de los Ma-
tante en su apoyo activo. Los Anti, Pilcozones, Ma- nari de Lares y del Paucartambo.6 Como lo hacían
nari, Opatari del norte del Cusco, todos “Campa” y siguen haciéndolo todos los pueblos de la orilla
o Matsiguenga, se aprovisionaban de sal en el Ce- derecha del Urubamba, las comunidades chipona
138 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

debían extenderse por ambos lados de la línea de plena conquista de Vilcabamba. La muerte de Titu-
separación de las aguas y repartirse desde la región Cusi, sustituido por Quespi Titu, las epidemias y el
del Pongo Maenique hasta la del Alto-Madre de hambre llevan a los Anti a abandonar progresiva-
Dios y del Manu.7 Los Manari los tratan de pillado- mente Vilcabamba y si Puma Inga, al momento de
res y hablan de ellos a los españoles bajo el nom- su rendición, menciona su presencia a los lados de
bre de Kogapakori (es decir los “matadores”). los últimos Incas resistentes, los españoles no se
A pesar de las tensiones creadas por la coe- enfrentan con ellos en ninguna parte en su progre-
xistencia en Vilcabamba de grupos hostiles entre sión por la provincia.
sí, cada grupo venía a tener sus propios represen- Ignorando la muerte de Titu-Cusi, F. de Tole-
tantes ante Titu-Cusi, así los Chipona, como lo in- do le manda una embajada dirigida por Atilano de
dican a los españoles durante un contacto efímero Anaya, éste y su escolta son matados en el puente
en la frontera de Lares. Por los Manari, y luego por de Chuquichaca por Curi Paucar y otros capitanes
ellos, los Incas debían ser informados constante- inca encargados del puente y queriendo guardar
mente de la progresión de J. Álvarez Maldonado secreta la muerte del Inca. Para castigar este cri-
en el Madre de Dios, de su encuentro desastroso men, el Virrey decide someter la provincia y nom-
con Gómez de Tordoya y de la retirada final de los bra a Hurtado de Arbieto comandante general y a
sobrevivientes hostigados por los ribereños del Ma- Álvarez Maldonado, maestro de campo de las fuer-
dre de Dios. El argumento desarrollado por Titu- zas de invasión. El cuerpo principal del ejército en-
Cusi ante Matienzo o los embajadores quiere no tra por Chuquichaca al noreste, mientras una tropa
sólo embaucar sobre su grandeza presente, que él confiada a Arias de Sotelo penetra por Curahuasi y
mismo contradice, sino también utiliza de modo Abancay (Ocampo: 165) o Cochacaxa y Curabam-
maquiavélico los fracasos de las entradas (Candia, ba (Curahuasi probablemente, Murúa, I: 249) para
Per Anzures, Gómez Arias, Mendoza, Nieto, Ale- cortar una posible retirada por los caminos que lle-
man, etc.); subrayando por un lado el canibalismo van a Andahuaylas, Tambo y desde allí a Mayoc y
y la ferocidad de los Anti que le acompañan, y por a la provincia vecina de los Pilcozones (Ocampo,
otro la sumisión de sus provincias, incita a los es- ibíd.).
pañoles a preferir la conciliación a unos combates La defensa de Vilcabamba yuxtapone técni-
inseguros que los llevarían a regiones donde cono- cas incaicas y selváticas. En los fuertes construidos
cieron sus únicos fracasos. El mismo no tenía más en las lomas, montículos de piedras y de bloques
medio de presión sobre la constancia de sus alia- están listos para ser descargados sobre los enemi-
dos piemonteses, fuera de su prestigio y de su ge- gos. A la salida de los cañones y delante de las ciu-
nerosidad. Pilcozones, Manari y Chipona no te- dadelas “muchas puntas de palmas, y sembradas
nían nada que temer de una introducción inca en muy espesas... y muchos lazos de vejucos” o “mu-
sus tierras, ya que las fuerzas de origen serrano del chas púas de palmas hincadas en el suelo” con
Inca no bastaban para defender los puentes, los ca- “yerua ponçoñosa en las puntas” (Murúa, I: 250 y
minos y las ciudadelas de la provincia imperial. 254) impiden a hombres y caballos lanzarse, obli-
Desde su llegada, el virrey F. de Toledo gándolos a dividirse para utilizar los pocos pasos.
(1568-1581) reanuda y acelera las negociaciones A decir verdad, una sola gran batalla oponen Incas
con Titu-Cusi y, según B. de Ocampo (op. cit.: 156) y españoles al inicio de esta última conquista, cer-
ambos incas, Titu-Cusi y Amaru Topa, vienen al ca de Choquelluca, en la orilla del río Vilcabamba.
Cusco y presencian, a principios de 1571, el bau- Según lo reconoció García de Loyola, los españo-
tizo del hijo de Carlos Inga, hijo este de Paullu In- les no tenían ya ninguna posibilidad de salvarse,
ga, con Francisco de Toledo por padrino. Regre- cuando los Incas renunciaron de súbito al comba-
sando de aquellas fiestas, Titu-Cusi muere después te a la muerte de Maras Inga y de Parinango, gene-
de una corta enfermedad que coincide con los ral de los Cayambi, arcabuceados. La progresión
principios de una “pestilencia, hambre y mortan- española se hace entonces en una provincia extra-
dad” extendiéndose a toda la provincia de Vilca- ñamente desierta cuyas ciudadelas parecían haber
bamba (Murúa, I: 242). Sin duda fue el sarampión sido abandonadas desde algún tiempo; en la pri-
que el año siguiente afectó a los soldados españo- mera ciudad poblada y defendida, Tumichaca en
les (1572) obligando al campo real a quedarse tre- el oeste, el capitán Puma Inga comandante de la
ce días en Pampacona para curar a los enfermos en plaza fuerte, sale a recibir a los españoles y “en
AL ESTE DE LOS ANDES 139

nombre de los ingas Topa Amaro y Quispi Tito” (afluente del Urubamba; Potosí. 10. II. 1570.,
rinde homenaje a Hurtado de Arbieto, alegando A.G.I. Charcas 80 y B. de Ocampo, op. cit.:
que la muerte de Anaya como la guerra actual era 167sq.). Todos le hacen saciarse con sus soldados
imputable a Curi Paucar y los demás capitanes, re- de las deliciosas alosas (mamori en matsiguenga)
beldes a sus Incas deseosos de la paz (Murúa, 1: en la amplia casa del grupo “momori” o “memori”,
254-55). Historia repetitiva que enlaza la conquis- cuyo jefe Ispaca aparecerá un poco más tarde (To-
ta de Vilcabamba con problemas de sucesión ledo, A.G.I., Lima, 199; Murúa, I: 253-254). He-
abiertos por la muerte de Titu-Cusi. Sobre las indi- mos dicho en otra parte cuál equívoco habrá trans-
caciones de Puma Inga, el ejército sale a destruir el formado la alosa “mamori” en topónimo y en nom-
último foco de resistencia en Huayna Pucará, for- bre del grupo (Renard-Casevitiz, 1981). Queda un
taleza cuya parte posterior dominando un río, esta- término utilizado durante la década en los docu-
ba guardada según Puma Inca por “quinientos yn- mentos: designa un sitio manari situado en el Apu-
dios chunchos de los Andes, flecheros” (ibíd.: rímac para los mejor informados.8 Desde Vilca-
256). Sabiendo las defensas conocidas de la forta- bamba, Tupa Amaru había llegado al Apurímac,
leza, el cuadro de los últimos resistentes inca se re- entrando, a partir de la desembocadura del Pam-
tira y se dispersa, precedido por los Anti que no pacona, en territorio manari, “Indios de guerra y
aparecerán ni entre los prisioneros que hicieron los amigos” de los Incas (Ocampo); probablemente él
españoles lanzados tras los capitanes inca, ni entre quería cruzar el Apurímac cerca de los ríos Simari-
los indios encomendados a exclusión de algunos ba o Pieni para llegar a los caminos de sierra con-
Sati. duciendo al Mantaro (península de Tayacaxa) y de
¿Habían unos incas tomado el camino de la allí a Pillco suni, caminos hacia los cuales, más tar-
selva para escapar a las persecuciones? Lo afirma de, los Manari guiarán la tropa perdida de Hurtado
una leyenda matsiguenga, semejante a muchas de Arbieto. Una fuente coloca la captura del Inca
más: el pongo Maenique y sobre todo los pilares cerca de un “Picha” que podría ser el actual río Pi-
de megalitos cúbicos a la salida de sus cañones, chari: en ese caso el Inca hubiera querido seguir el
son las cargas y los tesoros incas, petrificados en Acon, río arriba, después de cruzar el Apurímac.
tierra matsiguenga hasta la vuelta de los desterra- Pero, además de la existencia de numerosos ríos
dos. Desquite de una leyenda, construida a partir Picha desde el Apurímac hasta el Paucartambo,
de un mito más antiguo, sobre el episodio de la ca- parece muy difícil ir caminando o a contra-co-
sa manari del Apurímac (cf. infra). rriente desde el actual Pichari hasta Vilcabamba
En cuanto a los dos incas activamente bus- grande en tres días como lo hicieron Loyola y sus
cados, ambos serán capturados, igualmente retar- prisioneros (ver mapa Nº 7, p. 76).
dados en su huida por una esposa a punto de dar El comportamiento y la estrategia de esos
a luz (Murúa: 259 y 264). Quespi Titu, dirigiéndo- manari frente a los perseguidos y a los perseguido-
se hacia los Pilcozones, es alcanzado por J. de Bal- res son muy reveladores. La gente de “momori”
sa a dos días de camino de Vilcabamba, “y con él dieron la hospitalidad temporaria al Inca cuyos
onze yndios y yndias que le servían”; Topa Amaru servidores han dejado más de treinta cargas de de-
será alcanzado más lejos, en tierra manari, por pósito en su casa; en cambio, no lo escoltan ni pa-
García de Loyola, quien insiste sobre lo impenetra- ra facilitarle la ruta por aquellas selvas impenetra-
ble de la selva y la ausencia de todo camino. El In- bles según las palabras de Loyola, ni para asegurar-
ca iba a embarcarse para llegar a las tierras pilco- le una protección, y tampoco le sirven. Tupa Ama-
zones con Hualpa Yupanqui, su general, su mujer ru y su mujer son alcanzados cuando estaban des-
y cinco o seis personas más. cansando al lado de una fogata acompañados so-
Desarrollada en la selva, esta captura pre- lamente con un puñado de fieles incas (Murúa, I:
senta muchas confusiones y contradicciones de un 263 sq.). Los Manari, sorprendidos por los españo-
texto a otro, según los unos, García de Loyola in- les pescando y preparando pescado no ofrecen
tenta embarcarse sobre una balsa en el embarcade- mucha resistencia y consienten en traer su “jefe”
ro de Guambo (Acobamba, Apurímac); para los Ispaca quien debía residir en otra casa según el ti-
demás que parecen confundir esta persecución po de hábitat disperso propio a esas regiones mon-
con la de Curi Paucar, se hubiera dirigido por los tañosas. Cuando los españoles se apoderan de los
cerros Panque y Sapacati hacia el río Simaponte bienes del Inca, Ispaca se contenta en rechazar la
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parte del botín que le otorga García de Loyola, pe- Manari y Pilcozones mandan una delegación al Vi-
ro indica sin dificultad la dirección tomada por el rrey, mantenido en el Cusco por la prisión y la eje-
Inca. Sin embargo, él no acompaña a los persegui- cución de Topa Amaru. Le pide mandarles “sola-
dores. Al fin y al cabo, esos manari ya juegan la in- mente Padres, porque otros ningunos españoles de
diferencia de los que no se declaran, abstrayéndo- ninguna manera quieren que entren allá” (R.G.I. in
se del conflicto y reservándose el porvenir, obser- B.A.E. 184: 102; Acosta in M.P., Il: 226,...). Táctica
vando frente a todos las reglas de la hospitalidad y o costumbre, reiterarán muchas veces esa petición
de la neutralidad. Poco después, el mismo Ispaca, donde jesuitas y agustinos de Cusco y Vilcabamba,
“curaca de Momori”, irá a visitar a los españoles como si el mantener buenas relaciones iba a la par
de Vilcabamba, nuevos señores del altiplano veci- con la presencia de sacerdotes -rehenes y garantes-
no (A.G.I. Ind. Gen. 1240: f° 70 v). en sus comunidades (Ibíd. y Arriaga in B.A.E. 209,
Montoya in M.P. II y III).
4. El enfrentamiento colonos-piemonteses Cada año, San Francisco de la Victoria ve
acudir grupos manari y pilcozones. Durante su pri-
Los útimos Incas encadenados y llevados al mera salida, “los caciques y otros principales” son
Cusco donde Topa Amaru es decapitado (1572) y acogidos con gran pompa por el Gobernador
de donde Quespi Titu es desterrado a Lima, el go- quien los lleva al Cusco, “bistiéndolos e dándoles
bernador Hurtado de Arbieto recibe la orden de las cosas que apetecen” (f 62), según sus testigos.
pacificar definitivamente la provincia y de fundar Parece que cada delegación no sea sino represen-
allí una ciudad: será San Francisco de la Victoria, tando una mera comunidad (familia ampliada) cu-
la futura Vilcabamba (bis), en el este de la provin- yos los dichos “principales” son los hombres adul-
cia. Él tiene también una provisión para conquistar tos mismos, jefes de familia. La acogida dada a los
las tierras bajas y de fundar allí otras ciudades, pe- primeros incita a los demás seguir el ejemplo, y es
ro tiene casi los sesenta años y se le reprochará el un verdadero desfile, cada temporada seca trayen-
preferir la vida cusqueña a su fundación y a las do su contingente de caciques o haciendo regresar
aventuras de una expedición que su trato con Ál- a quienes estiman haber contraído una deuda.
varez Maldonado le dejaba prever, con duplicidad Siempre según los testigos de Hurtado de Arbieto,
por parte de éste, costosa y funesta. Los testigos de el gobernador ve la lista de sus regalos y de sus
la información llevada en 1590 sobre la gestión del obligaciones aumentarse (A.G.I. Ind. Gen. 1240 f°
Gobernador repiten todos que era imposible llevar 62 sq. Respuestas a las preguntas 4,5,6,7).
una expedición sin mucha gente si se quería evitar Después de Timana, “cacique principal”
un desastre comparable al que Álvarez Maldonado que se hará bautizar bajo el nombre de Francisco
había sufrido en el Madre de Dios. El Gobernador de Toledo y su mujer “Biri” (cf. supra cap. V. nota
necesitará diez años, unas llamadas al orden, y so- 2, ella se vuelve doña Juana de Figueroa), se pre-
bre todo, los preparativos de entrada del mismo Ál- senta, otro año, Guarinquiraue “otro cacique prin-
varez Maldonado, para que se decida a realizar cipal” con su madre, sus hermanos, etc., en total
dos intentos de conquista sucesivos, el primero en unos cuarenta indios de los cuales varios curacas.
el Urubamba (1582), el segundo a lo largo del Reciben el bautismo, se les ofrece la visita de Cus-
Apurímac (1583). co y “todas las cosas que deseaban”. Luego ven-
De 1536 a 1572, hemos visto intervenir va- drán un principal Sauara con diez manari, un caci-
rios grupos anti o chuncho donde los Incas. Si el que Luisaco y su gente, el curaca Yspaca de “mo-
origen y el destino ulterior de los Moyo-moyo que- mori” (f° 67, cf. supra) y también el cacique princi-
dan en el misterio, aunque se trata aparentemente pal Quinonte de los Pilcozones (f° 62) y sus cole-
de mitmaqkuna chuncho utilizados como merce- gas Cayao (f° 62) y Oparo (f° 65), otros caciques
narios, la mayoría de los demás grupos representa- principales de los Pilcozones. De tal manera que
dos en el neo-imperio, Pilcozones, Manari, Sati, varios testigos ante aquellos movimientos incesan-
Chiponahua, entrarán en contacto con los españo- tes, afirman que “después que el dicho señor go-
les o, retirados de sus tierras, serán divisados al vernador enbió al dicho principal Opa con ciertos
azar por una expedición. En efecto los piemonte- presentes... a la provincia de los Pilcozones... (y
ses de esta región no pierden tiempo para estable- Manaries)... an venido a esta ciudad... y van unos
cer relaciones amistosas y pacíficas, desde 1572, y vienen otros” (cf. fº 65-71, contesta 7 y 8). Se es-
AL ESTE DE LOS ANDES 141

pera a algunos que no aparecen más, aunque se les sus propios contra-regalos por los españoles. Por
hayan confiado algunas tareas, mientras otros lle- eso, su sistema de trueque y de evaluación queda
gan a quienes no se esperaba. impenetrable para los colonos, y para nosotros por
Estos testimonios inéditos, yuxtapuestos a consecuencia, pero una vez devuelto en bienes y
las descripciones de Murúa, de Guamán Poma, de servicios lo que ellos estiman deber, desaparecen,
Acosta, del padre Font y de sus compañeros, a las dejando agraviados y de humor belicoso a españo-
de los encomenderos fronterizos en las Visitas, per- les habiendo acrecentado su encomienda a esos
miten precisar los tipos de relaciones establecidas nuevos súbditos. Además, y es un hecho constante
entre el Imperio y los Anti, quienes, en la mirada que merece ser notado, los piemonteses buscan
echada al Salvaje, representan, escribe el padre también intercambios religiosos (cf. M.P. para los
Egaña, “los civilizados de los salvajes chuncho”, jesuitas, Córdova Salinas para los franciscanos).
por lo menos sí son Panatagua, Amuesha, Campa Desconociendo de modo evidente la disimetría de
o Matsiguenga.9 Se trata de relaciones de inter- las relaciones instauradas por los misioneros, úni-
cambio, establecidas comunidad por comunidad cos poseedores de la Buena Palabra, y la confusión
de cuenta propia y de iniciativa privada, sin com- entre ellos de los poderes temporales y espiritua-
promiso y sin involucrar globalmente el conjunto les, ellos buscaban probablemente prolongar anti-
étnico, admiten además variaciones, la proximidad guos nexos que traían categorías de sacerdotes o
de la frontera influyendo sobre el seguimiento de de curanderos incas a pasar temporadas en la sel-
esas relaciones, y la distancia favoreciendo una va. En esta época, los conventos son unos podero-
mayor flexibilidad. Así, el grupo fronterizo de Ys- sos encomenderos cuya estrategia oriental se ca-
paca está presente cada año en Vilcabamba hasta racteriza por la reducción (el agrupamiento) para
la ruina de la fundación de Jesús y despliega acti- facilitar la evangelización y la servidumbre. Pero
vidades de trasporte o portuarias por cuenta de los los Anti, y muchos otros piemonteses, rechazan de
españoles, en cambio la importante delegación de buenas a primeras toda forma de colonia española
Guarinquiraue no aparece sino una vez, quedán- en sus tierras (cf. su solicitud ante Toledo); la re-
dose unos meses. ducción que se parecía mucho a ella, es denuncia-
Ya que la muerte de Titu Cusi, las perturba- da pronto y es fuente de conflictos y de guerras. Fi-
ciones que siguieron, el hambre y las epidemias nalmente, algunas comunidades, jefes buscan tam-
habían vaciado la provincia de Vilcabamba de sus bién una alianza militar, así Sauara que no la ob-
piemonteses, los vemos rápidamente tomar la ini- tendrá o para testigos del Gobernador, unos Pilco-
ciativa de las relaciones hispano-anti, se empeñan zones en pleito con sus vecinos Iscaicinga y que si
en esto apenas la victoria española está asegurada no los llamaron, por cierto aceptaron refuerzos es-
y la mayor parte de las tropas regresadas al Cusco. pañoles (cf. infra). En resumidas palabras, ellos in-
No todos buscan en lo inmediato tales relaciones, tentan establecer de nuevo la gama de relaciones
entre ellos los Sati, serranos de origen piemontés y que tenían con el Imperio, asignando los mismo lí-
arawak venidos en una colonización pre-inca o mites.
como mitmaqkuna pilcozones10 se abstienen de La impresión dejada en San Francisco de la
hacerlo, así como los chirinaua y los misteriosos Victoria por los visitantes Manari y Pilcozones es
Moyo-moyo antropófagos cuyo nombre desapare- buena,12 y Hurtado de Arbieto manda a dos capi-
ce para siempre de la región. Pero los Manari y los tanes, J. de Arbieto y A. Suárez, reconocer sus tie-
Pilcozones, es decir, los Matsiguenga fronterizos, rras, en 1578, con regalos para atraerlos. En efec-
privados de su implantación en el altiplano por la to, éstos regresan, escoltados con Guarinquiraue y
derrota inca, se empeñan en establecer una nueva su séquito. Por el camino, descubrieron una “pro-
alianza, semejante a la anterior. Las condiciones vincia” vecina de los Manari, la de los Chipona, -
son claramente expresadas, esperan buenas rela- quienes los reciben pacíficamente- y redactan una
ciones de intercambio para lo cual prestan algunos descripción (¿perdida?) de su viaje. En aquel tiem-
servicios durante el tiempo de su presencia, por po el gobernador prepara su entrada, no sin difi-
ejemplo, construyen canoas o balsas, envían rega- cultades de reclutamiento, la región siendo –como
los o mensajes a grupos más abajo, proporcionan lo he subrayado- muy marcada por las desventuras
maderas finas,11 sin contar los bienes y productos de Álvarez en el Madre de Dios;13 sin embargo,
que traen para su trueque, llamados regalos como consigue reunir 50 a 70 soldados según los testi-
142 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

gos, y se hace acompañar por los padres jesuitas gresar con 44 Manari a Vilcabamba. No podemos
Montoya y Cartagena, con los cuales los Manari hacernos una idea de su periplo: en perfecta ilus-
habían tomado contacto. tración de la nota anterior, Gudiño (f° 17) afirma
La expedición sale de Vilcabamba (San haber recorrido “400 leguas” (más de 2 000 km en
Francisco de la V.) en julio y se embarca el 2 de leguas castellanas) en “15 ó 20 días”, aunque no
agosto en Quillabamba, a 8 leguas de distancia. evoque ninguna “nación” del Ucayali menos aun
Pero el río impracticable los inmoviliza. La súplica el Amazonas, ni la imposible surcada en tan poco
fechada “en el río de Simaponte a 18 del mes de tiempo (excluyendo la época de lluvias innavega-
septiembre de 1582” y dirigida al gobernador por ble).
los soldados y los padres para que renuncie a ir Al momento de la llegada de éstos a Vilca-
más allá y recuerda todas las dificultades sobrelle- bamba, el gobernador estaba por salir a su nueva
vadas, he aquí las primeras semejantes a las si- expedición de “conquista de Manaries, Pilcozones
guientes: e Escaicingas” (f° 83). Una parte de los Matsiguen-
ga recién llegados del Urubamba van a acompa-
“El primero día que nos embarcamos en el puer-
to de Quillabamba, en el primer rraudal se tras- ñarlo como piragueros y balseros hacia los del
tomaron tres balsas en que se perdió la comida Apurímac que a su vez desaparecieron del Altipla-
que llevavan la rropa14... que yba en ellas, y la no durante los preparativos. Desde aquí los testi-
gente se vió en peligro de muerte;... no camina- monios difieren: para los unos, de los cuales Wa-
mos este día más de media legua y luego el día
mán Poma y los jesuitas que notan sobre esta re-
siguiente se perdieron otras dos balsas... y la ca-
noa grande envistió con la popa en una pefia en gión que los españoles van a la selva solamente
que se quebró toda la dicha popa... aviandose para encontrar oro y plata, los Pilcozones se ha-
entendido la maleza grande del rrío... mandó V. bían sublevado y era preciso reducirlos; según los
Sa que se embarcasen todos e... tres balsas que demás, en conflicto con sus vecinos Iscaicinga,
yban delante se bolcaron... y se perdió toda la
ellos habían venido a pedir ayuda a los españoles.
comida...hasta que a seis de agosto... pasando
por un caudal, la canoa capitana se quedó atra- Las dos versiones no son contradictorias, pues la
vesada en un peñasco donde se ahogó el capitán que da Guamán Poma es necesariamente anterior
Miguel de Andueca... y en todo este tiempo no se de siete u ocho años a la entrada de Hurtado de Ar-
anduvieron çinco leguas o cuatro” (A.G.l., Ind. bieto, sin embargo, ella desmedra de modo singu-
Gen., 1240, fº 82).
lar la política de atracción pacífica llevada por el
Su tentativa fracasa por el Urubamba, la to- gobernador y pregonada por sus testigos.
pografía y el clima, apenas empezada. Tal docu- Pilcozones es una palabra que Guamán Po-
mento es precioso en cuanto al análisis de las fuen- ma no utiliza. Para él, los quechuafonos y los Mat-
tes. El agobio de los soldados puede hacerles me- siguenga del Apurímac como los ribereños del
norar las distancias recorridas, aquí apenas 20 le- Mantaro bajo pertenecen al grupo de los Manari
guas en todo Quillabamba-Simaponte, por un mes Anti, como también el grupo Ninarua. Él relata así
y medio de expedición y 15 días de progresión real una sublevación de estos Manari Anti (fº 461).
hacia abajo, pero proporciona un sólido correctivo
“Martín Arbieto y don Tomás Topaynga Yupanqui
a las exageraciones estupefactivas de las distancias y el padre Gaspar de Suniga entraron ala con-
que se nos indica en muchos relatos de expedicio- quista de los andesuyos y chunchos y la conquis-
nes. Entre estos soldados, algunos serán testigos de tó a Manari Anti y le obedeció y serbió y se dio
la defensa en la información de 1590, 8 años des- de paz alos cristianos; antes abiendo de engaña-
pués de los hechos; el olvido ayudando, ellos dan lle y hazerle cristianos15, luego le apremió y co-
mensó a mal tratarle y pedirle oro y plata: por
un tinte de hazaña a las dos entradas del goberna-
ello le quemó a su cacique prencipal y señor Ca-
dor, multiplicando por 2, por 5 y hasta por 10 las pac Apo Tampulla Apo, viendo esto se enojaron
distancias declaradas en este testimonio directo so- y se rrevelaron y se alçaron todos ellos y açi lo
bre los hechos. Antes de dejar Simaponte, el gober- mató a todos los cristianos el qual el dho ermano
nador manda a cuatro soldados (V. Gudino y A. de del autor, padre Martin de Ayala, abía entrado
la Cueva, testigos en 1590, J. Álvarez y C. de Sua- con ellos por morir martir...” (sale indemne de la
aventura pero no de la selva, habiendo contraído
zo) reconocer la región y los Manari hacia abajo.
la leichmaniasis).
Ellos permanecen cerca de 10 meses en la selva
entre unos manari y unos paaramayo antes de re- El padre de Zúñiga muere en Cusco en 1577
AL ESTE DE LOS ANDES 143

y la sublevación de los Manari Anti señalada por nador escoge el valle de Manille, cerca de la de-
Guamán Poma tiene que ser anterior, si se verificó. sembocadura del Mantaro en el Apurímac y en tie-
Es probable que hubo un intento de expansión co- rras pilcozones, para construir allí un fuerte y fun-
lonial y de dominación sobre los Manari y Pilcozo- dar la ciudad de Jesús. Todos los testigos concuer-
nes limítrofes (Yspaca y otros, Ninarua, Hatun y dan en la acogida pacífica que les hacen los Pilco-
Hanan Pilcozones), y que acabó en hostilidades zones solicitando su ayuda contra los Iscaicinga.
manari. Es lo que confirman testigos en la informa- Durante seis meses, los ocupantes no en-
ción abierta de 1590 (fº 3, 14, 21): los Pilcozones, cuentran ningún problema aparente, mantienen re-
dicen, se habían sublevado mucho antes de la en- laciones “tranquilas” con los Pilcozones y no ven
trada presentada como una expedición punitiva, a ningún Iscaicinga. Luego el gobernador manda a
sin que precisen los motivos de esta sublevación o un destacamento reconocer otro valle río abajo.
las exacciones de los Pilcozones. “Los yndios de la Este es atacado y todos sus miembros matados
provincia de los Pilcozones estavan de guerra”, (cuatro españoles y una docena de indios serranos
afirman aquellos testigos, y era menester “que se escoltándoles). La mayoría de los testigos recono-
rreduxen a la Sancta Fe católica y a la corona Real” ce haber sospechado a los Pilcozones de haber lle-
(fº 21 y 4), entonces el gobernador “salió a con- vado doble juego, especialmente su jefe Oparo
quistar nuevamente los yndios Pilcozones (fº 10- (Ocampo, op. cit. 182-183); otros piensan que la
11). Hemos visto aquellos grupos del Apurímac en- acción viene solamente de los Iscaicingal. A la luz
tablar relaciones con los españoles desde su insta- de los acontecimientos posteriores, aparece que
lación en Vilcabamba y pedir padres. Durante la aquellos dos grupos ya habían callado su discordia
década 72-82, algunos habían respondido de mo- y concertado la evección de la colonia, de tal ma-
do positivo a aquella petición; habían pasado unas nera que los Iscaicinga, avisados por los Pilcozo-
temporadas cortas de información y Hurtado de nes, habían preparado la emboscada donde su-
Arbieto recuerda, en su justificación de 1578, ha- cumbiría el destacamento. Los dos meses siguien-
ber pedido a los Pilcozones y Manari poblar Mapa- tes a esa ejecución son dedicados por los indios de
caro, aldea a mitad del camino entre Vilcabamba la región a “reformarse de armas y otras cossas ne-
(San Francisco), al este de la provincia, y el embar- cessarias” (fº 14) según la interpretación de la pe-
cadero de Momori, al oeste, “donde hagan escala queña colonia y sobre todo a recorrer la selva pa-
los sacerdotes y gente que allá fueren” (fº 62). No ra reunir guerreros y constituir una tropa importan-
obedecieron, dicen los testigos, o vinieron y, según te. Luego, una mañana,
la costumbre, algunos fueron encadenados para
“los dichos Indios, que serían mas de quinientes,
servir más tarde de guías e intérpretes, otros mal- vinieron armados con mucha suma de arcos, fle-
tratados para que trayeran metales preciosos. En chas y dardos y macanas,... y con grande guasa-
efecto la obligación que se les hacía de cambiar de vara y alarido, los cercaron por cuatro partes en
residencia bastaba para su retiro; si además uno de las cassas y fuerte adonde estauan y començaron
sus jefes fue quemado, como lo relata Guamán Po- a tirar muchas flechas, atado en ellas algodón en-
cendido con fuego para quemar las cassas con lo
ma, para que su gente devuelva al céntuplo los re-
qual las quemaron... que no quedaron más de
galos iniciales del gobernador, un ciclo de vengan- tres abiendo más de veinte...”.
za empezaba que iba a concluir en la matanza de
los soldados y de la gente que acompañaba a los Unos soldados debilitados por las fiebres y
padres Zúñiga y Ayala. la disentería no pueden combatir. El gobernador,
Fuerte de 50 a 70 soldados, de tres religio- los españoles válidos e indios amigos defienden el
sos, de negros, de 150 “indios amigos”, incas y fuerte, pero durante las cuatro horas que dura el
gente serrana, y de 34 Manari del Urubamba, la ataque, él mismo y 18 soldados son heridos, sin
expedición de 1583 sigue el Apurímac, prefiriendo contar los muertos (serranos) mencionados en una
generalmente la apertura de caminos y una lenta carta del padre Binas (M.P. III) y por Ocampo, ni
progresión pedestre a una navegación peligrosa. los “indios amigos” heridos. Por eso, cuando los
Una primera vez perdida, sale de la selva bajo la atacantes se retiraron, los soldados y los padres, en
guía de Manari, utiliza un camino de altura llevan- los escombros de la ciudad de Jesús, suplicaron al
do hacia Pillco suni, luego baja hacia la orilla del gobernador que abandone la fundación condena-
Apurímac -o del Mantaro- y se embarca El gober- da al próximo asalto (fº 4, 5, 6). Durante la retira-
144 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

da, la tropa macilenta y agotada, se pierde otra vez y la ignorancia de la suerte de sus mensajes.
por aquellas selvas cerradas y debe a los Manari Después de este tiempo de guerra de los
ser conducida al camino del Inca que, dominando nervios y de desgaste, viene el ataque-sorpresa.
el valle del río Pampas, lleva a Guamanga. Como todos los que se llevan en esas regiones, no
Sean cuales sean los motivos más antiguos dura mucho tiempo, cuatro horas aquí, un día o
de conflicto, los motivos inmediatos son dados por dos en otros casos (especialmente en el siglo
la transformación de aliados temporarios en colo- XVIII), seguida de una retirada rápida, deja enten-
nos instalados en la selva y desarrollando proyec- der que los atacantes están listos para repetir este
tos de expansión; provocan el desarrollo paralelo tipo de acciones después de un nuevo tiempo de
de un amplio mecanismo de defensa que explica guerra de desgaste, creando la sicosis del hostiga-
los fracasos pasados (inca) y futuros (coloniales y miento por enemigos invisibles y una selva hostil
misioneros). Hemos visto a cuatro soldados residir (ver el ejemplo de los Panatagua, cap. VII, 2) estra-
durante diez meses sin problema entre los Manari, tegia no será desarrollada esta vez, la colonia re-
la relación de las fuerzas siendo claramente del la- nunciando a su fundación desde el primer choque,
do de sus huéspedes. Aquí es lo inverso, es un for- pero muchos ejemplos más tardíos ilustrarán su
tín donde están establecidas unas 200 personas y fuerza.
cuyos colonos imponen su ley sobre la región, En cuanto al número de los atacantes, mere-
amenazando el porvenir de todas las zonas circun- ce que nos detengamos y lo pongamos en relación
dantes. Los colonos son primero bien acogidos por con el tipo de ocupación territorial propio de los
los Pilcozones para que les ayuden a deshacerse relieves escabrosos de esta región y con las estruc-
de los Iscaicinga, enemigos momentáneos, y quizá turas socio-políticas. La cifra propuesta varía entre
por falta de la fuerza necesaria para oponerse in- “más de 300” para la estimación más baja, y la de
mediatamente al gobernador. Por esa acogida, los 500 o más, como en el relato citado. Como lo he
Pilcozones sellaban un pacto tácito que les com- subrayado, el hábitat “pilcozones” se amolda a las
prometía más tarde a dar un servicio igual. Pero los posibilidades que ofrece una región de economía
españoles en seis meses no hacen ninguna salida de agricultura de tala y quema, cacería y pesca; en
contra los Iscaicinga, más bien someten a los Pil- consecuencia está muy disperso en este piemonte
cozones de los alrededores, exigen mano de obra abrupto, desprovisto de amplios valles con suelo
y agotan el producto de las chacras. Su permanen- enriquecido de legamo. La casa y sus dependen-
cia se vuelve fuente de conflictos y de sublevación cias podía alojar una familia ampliada de unos
para los Pilcozones, además, presionados por sus quince a cincuenta personas o más con un jefe im-
vecinos a expulsar al extranjero. Cuando la colo- portante o generalmente una parte de la familia, la
nia proyecta enjambrar, ofrece no sólo un pretexto comunidad viviendo en sitios fragmentados dentro
sino una posibilidad de éxito al iniciar las hostili- del territorio común.
dades con un doble efecto: parar todo intento de Las expediciones del padre Font en esta re-
prospección en vista a la enjambrazón y encerrar a gión (1595 en el Mantaro, 1602 en el Apurímac) le
los colonos en la defensiva en su fuerte. En el mis- llevan de establecimiento en establecimiento para
mo tiempo la colonia, aunque moderadamente fundar una reducción. Estas caminatas, con meta a
alejada de las metrópolis provinciales (Jauja, Gua- conocer entre otras cosas la densidad demográfica
manga, Vilcabamba), es mantenida aislada, las so- de los Pilcozones y de los Cintiguailas (ex-Manari
licitudes de abastecimiento y de hombres dispues- y Ninarua), llevan al padre y sus compañeros a un
tos, luego de auxilio no tienen resultado. El tiempo primer sitio teniendo “tres casas17... diez personas
necesario a la “fabricación de muchas flechas”, se- con un niño”; en otro “asiento... con siete o ocho
gún la interpretación de los testigos, y más aun pa- personas”, en un tercero donde hay “seis perso-
ra reunir voluntarios, constituir tropas, finalmente nas”, en el cuarto vecino hay “cinco personas”, en
para organizar un ataque, juega ahora en favor de el quinto “dos casas con seis personas y una cria-
los asaltantes. Dedican en eso dos meses que son, tura” (B.A.E. 185: 271). Una distancia de una legua
para el adversario colocado bajo una vigilancia a seis leguas o más separa los asientos.18 Es una
impalpable, dos meses de confinamiento en el descripción aparentemente exacta del hábitat ca-
fuerte, debilitando física y moralmente a unos co- racterístico de los Matsiguenga y de los “Campa”
lonos afectados ya por la temporada de las lluvias establecidos en unos valles encajonándose en el
AL ESTE DE LOS ANDES 145

piedemonte por razones ecológicas, económicas y sin los cuales cesa la convivencia. En tal contexto,
socio-políticas, conjugándose para provocar la en- reunir un total de trescientos a quinientos guerre-
jambrazón dinámica de los miembros de una fami- ros es hacer intervenir las comunidades o familias
lia ampliada en cada generación, dentro de su te- ampliadas de una región extensa y reactivar las re-
rritorio. Mientras los sitios donde se establecen las des de parentesco, de alianza y de compañerismo.
fracciones de una misma familia quedan cercanos En esas comunidades, no se puede exigir a ningún
unos de otros (ahora de uno a dos kilómetros), las hombre que participe en una guerra, aun si él per-
distancias se alargan para alcanzar el conjunto de tenece a un grupo particularmente amenazado o a
los fundados por otra familia ampliada.19 Los testi- un conjunto de comunidades unidas provisional-
monios del padre Font y de sus compañeros con- mente en torno a un jefe político pronunciándose
firman la antigüedad de este modo de ocupación por la guerra. Es una adhesión individual, motiva-
territorial ya que los padres Bivar y Mastrillo con- da por la ideología, el estatus y la clase de edad
cluyen igualmente que los indios “están en toda la por una parte, la distancia al epicentro del conflic-
tierra... por no estar reducidos...” y que exageran- to y las relaciones socio-políticas entretejidas con
do las distancias según la costumbre, en “24 leguas los iniciadores de la lucha, por otra parte. Hay que
de largo, y de ancho... más de cincuenta... no hay tener en cuenta a la vez cierto número de gente
ciento y cincuenta indios varones” (p. 270). En las que no sale, el poco número de guerreros que ca-
mismas páginas, los padres notan la fluidez del po- da comunidad pueda proporcionar y la dilatación
der político y algunos rasgos más haciendo muy de la ocupación territorial en este medio particular,
difícil todo proyecto de reducción: para apreciar la amplitud de los territorios y el nú-
mero de las familias ampliadas envueltos en seme-
“No hay sujeción entrellos a caciques, aunque
les llaman caciques, pues casi no les obedecen
jante conflicto. En el caso presente, varios centena-
en cosa ni les sirven; y así como en las demás tie- res de guerreros debían presentar la alianza de la
rras de montaña, no hay en aquella cabeza ni su- mayoría de los grupos regionales, matsiguenga y
perior” (p. 270). Peor aun, “en caso que hubiese campa, es decir, bajo su nombre antiguo, Pilcozo-
camino abierto” y una reducción, habría que ir nes del Mantaro Bajo, Manari del Apurímac Bajo e
“sin llevar cosa ninguna más que sus personas, (o
Iscaicinga del Ene.
cargando uno mismo) porque los indios andes en
ninguna manera se quieren cargar”. Al fin última
nota etnológica, “mirando la libertad de los natu- 5. La frontera colonial y las estrategias políticas de
rales... no reducidos, sin pulicia ni cabeza, sin los Anti
usarse castigo entrellos... los padres no encuen-
tran quien les obedece” y no pueden ir más allá Los dos intentos con sus fracasos bien distin-
porque estos naturales rehusan dar guías “para tos de Hurtado de Arbieto pararon las veleidades
pasar adelante...” temerosos “los primeros no los
de entrada en todas las regiones situadas entre el
maten los de más dentro por llevarles españoles”
(B.A.E.185: 270-273). Apurímac y el Paucartambo. La Audiencia por una
parte y los jesuitas por otra, se opusieron desde en-
Tantos rasgos que diferencian esta gente de tonces a los proyectos sobre esas selvas. No hubo
los pueblos sometidos por los Incas, por eso indi- más espacio que para tentativas solitarias como las
caba yo anteriormente que los caciques, los cura- del padre Font, jesuita algo francotirador quien fra-
cas y los principales que enumeran los españoles casó en sus proyectos de reducción en el Apurí-
de Vilcabamba corresponden más a una represen- mac; estos fracasos apoyaron los argumentos desa-
tación hispánica y andina del orden de cosas, que rrollados por su Orden en vista a una política de
a la realidad socio-política de los Manari y de los no-intervención en esas regiones. Las fronteras re-
Pilcozones. Por cierto hay, en las tierras bajas, je- cibían el contragolpe de aquellos fracasos, al igual
fes que tienen una superficie social más o menos de lo que pasó en el norte (Chanchamayo) y en el
amplia, pero el cacicato nunca les otorga un esta- este (Madre de Dios). Pilcozones, Iscaicinga y
tus más que aleatorio, variable y provisional; es otros Manari o Anti habían contribuido a relegar
una posición de prestigio medida según las capaci- durante varios decenios cualquier proyecto de co-
dades de distribución de bienes, producidos en lonización adentro o de sujeción de sus comunida-
gran parte por el jefe mismo, y su núcleo familiar, des. Los movimientos de los españoles hasta el
y sustentada mediante su carisma y su diplomacia, puerto de “Momori” cuyo nombre incluso desapa-
146 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

rece, y hasta el embarcadero de Quillabamba, ce- de Toledo tuvo que tomar medidas para que los
saban y las fronteras de Vilcabamba al oeste y al “vecinos” residieran allí en vez de vivir en el Cus-
este quedaban más o menos por donde entraron co. Los colonos se concentran entonces en tres si-
los españoles para conquistar la provincia im- tios bastante cercanos: San Francisco, la “comuna
perial: real de Guamaní”, centro minero, y el pueblito de
San Juan de Lucma,20 todos en la parte este, en la
“los confines de la dicha real audiencia solamen-
te era hasta la puente de Chuquichaca que es el
prolongación del solo camino conocido llevando
camino que biene del Cuzco sobre el Río Gran- al Cusco: Chuquichaca, Amaybamba y Ollantay-
de que entra a Quillabamba y por la parte del ca- tambo. Las regiones periféricas, unos valles y unas
mino como se biene de Lima, eran confines has- zonas internas protegidas por el relieve y la Igno-
ta el río Grande llamado acobamba que es de los rancia de los caminos inca llevando allá, son inex-
Ríos abancay y apurima que entran en el río ma-
plorados o sub-explotados, por ejemplo, en el oes-
rañón” (A.G.I., Ind., Gen: 1240 fº 5, 8, 22...).
te, los valles inferiores tropicales de los ríos Huac-
Estas fronteras se hallaban en retroceso cla- chac y Chamaya o en el este la zona de Machu
ro frente a las de la provincia neo-imperial. La par- Picchu. Probablemente Álvarez cruzó esos dos ríos
te septentrional de Vilcabamba es desconocida; la durante su gira de reconocimiento, pero demasia-
zona de los cerros Panque y Sapacati del altiplano do alto para descubrir los Incas que se han refugia-
donde Curi Paucar y otros capitanes fueron cogi- do allí; en los siglos XVII y XVIII, bajo el nombre
dos presos, es desamparada. Los caminos septen- de Anti-Inca, quedarán autónomos y vendrán regu-
trionales llevando al río Simaponte o uniendo de larmente a Guamanga para tratos comerciales, mas
oeste en este Pampacona a Simaponte, redescu- manteniendo cuidadosamente su leyenda.
biertos por A. de Álvarez, sin embargo, no son fre- Renunciando a conquistar y a someter hacia
cuentados, y la región sirve de refugio a unos ci- abajo, faltando mano de obra ya que, recordémos-
marrones (fugitivos). Dos expediciones lanzadas lo, los españoles conquistaron una región muy dis-
en su persecución permiten traer a algunos, mien- minuida demográficamente, los colonos instalan
tras otros siguen viviendo escondidos en aquellos un gran número de negros en unas plantaciones re-
cerros fríos. Durante la expedición encabezada por convertidas a la coca y la caña de azúcar del Aco-
A. Álvarez, se descubre a los indios de Guanuco- bamba-Apurímac, del Urubamba y de Calca y La-
marca “que en su lengua son satis” (f° 72, 66, 69). res, plantaciones establecidas sobre las antiguas
Todo indica que esos antiguos colonos vivían en chacras inca de productos tropicales: en Hondara,
los alrededores de la actual Vilcabamba chica ubi- probablemente la Huaquiña moderna, en los valles
cada cerca de las fuentes de la quebrada San Mi- de Santa Ana, arriba de Quillabamba, y en los de
guel -río Kiteni, pues poco después del encuentro, Lares progresando lentamente hacia la antigua
un camino llevó a Álvarez hasta las orillas del río frontera, luego las tierras francas. Mesías o agitador
Vilcabamba, pero la región que controlaba este político sagaz, un indio “Pilcozón”, Francisco Chi-
“Guanuco” (probablemente Vilcabamba-chica chima (incendiario en Matsiguenga) encabeza, en
misma) debía extenderse al río Chuyape (af. del 1603, un movimiento de sublevacióon negra. Ga-
Urubamba, a la altura de Quillabamba) y a los na a la causa de la liberación a todos los plantado-
confines norte de Lares (cf. cap. VIII, supra, nota res de caña, “negros esclavos... que están en los
10). Mientras los Incas habían controlado todas es- valles de Juillabamba, Hondara, Amaybamba y
tas cabezas de valles incluyendo los dos ríos Con- Huayobamba”, luego la agitación capta a “todos
cebidayoc y la quebrada San Miguel que daba un los negros del Cusco, Arequipa y Guamanga”, lla-
acceso rápido a la montaña, los españoles los ig- mados a refugiarse en estos valles cálidos para
noran al punto de intentar bajar el Urubamba des- crear allí un estado libre. Las plantaciones y las ins-
de Quillabamba en vez de seguir el Kiteni (San Mi- talaciones son saqueadas y quemadas y, más grave
guel) o por un trayecto más difícil, el Concebida- económicamente, los tres trapiches regionales
yoc-Kompirushiato para embarcarse a su desem- (Apurímac, Urubamba, Lares) son destruidos. Fi-
bocadura. nalmente se reprimirá la sedición y solamente Chi-
Aislada por la cordillera de Vilcabamba, la chima y diez líderes negros serán ejecutados, la
provincia del mismo nombre y San Francisco de la falta de mano de obra es preocupante, por lo cual
Victoria retienen poco a los españoles. El virrey F. se ordena la clemencia (Ocampo, op. cit. 185-
AL ESTE DE LOS ANDES 147

187). teses manifiestan hacia los negros un menosprecio


Lo que sorprende más a los españoles es igual al de ellos, en cada una de esas crisis mesiá-
que un indio pilcozón sea “el jefe y el capitán” de nicas obtienen la sublevación y la alianza de ellos,
esta rebelión, pues “siendo generalmente los yn- desorganizan el frente colonial e interponen entre
dios subpeditados de los negros, con malos trata- ellos y los colonos una primera línea rebelde, qui-
mientos assi de palabra como de obra... Fue tanto zá sobre el antiguo modelo de la provincia neo-im-
su valor deste Francisco Chichima que siendo solo perial. La sublevación de Chichima nos instala en
y los negros tantos, fue su Capitán y Caudillo, obe- el siglo XVII: prolongando una historia muy recien-
deciéndole todos y temiéndole como a la muerte” te, centrada en las fechas de 1572 y de 1582-83,
(Ocampo, op. cit.: 187-88). Para nosotros, lo más inaugura un tipo de estrategia político-guerrera
notable es que, conscientemente o no, Chichima que resurgirá en cada período crítico de las rela-
por su acción intentaba recrear entre la selva y el ciones hispano-piemontesas.
español un estado intermediario; el saldo positivo Sin embargo, los empujes misionales y pio-
de su acción es la estabilización del frente colo- neros se reanudan solamente al final del siglo, y
nial, obligado a reparar las ruinas de su franja sep- son demasiado tardíos para ser tratados en este
tentrional alrededor de la provincia de Vilcabam- marco histórico como lo enseña el cuadro crono-
ba. Poco después, movimientos mesiánicos, ya lógico de las entradas y de las tentativas de misio-
presentes en la sierra, alcanzarán la selva. Para los nes (ver al fin de la introducción, 3ª parte). Mien-
Amuesha, los Campa y los Matsiguenga, no se tra- tras tanto, los piemonteses siguen con su viaje
tará de salir hacia la “tierra sin mal” como en las anual hacia las tierras altas y las ciudades para rea-
migraciones Tupi-Guaraní, sino de restablecer la lizar allí intercambios pacíficos, acompañados
tierra sin blancos, de tal manera que esos movi- eventualmente de servicios, y reclamar de vez en
mientos se expresarán cada vez mediante acciones cuando la venida a sus tierras de padres sin más es-
concretas y guerras de expulsión; no sólo harán re- pañoles ni militares.
troceder la colonización, sino que llevarán la rui-
na a las altas tierras vecinas. Mientras los piemon-

Notas

1 Existen dos Hualla en esta región del norte: el paso de 3 Varias crónicas hablan de Titu Cusi como usurpador, Sayri
Hualla (hoy Huallapata) permitiendo pasar de un afluyen- Tupa (es decir, “Tabaco Resplandeciente”) habiendo nom-
te de la orilla derecha del Lucumayu-Amaybamba a uno brado a Tupa Amaru como sucesor. Pero los Incas de Vil-
de los formadores del Ocobamba y Hualla en el río Pau- cabamba parecen haber mantenido esa dinarquía imperial
cartambo. Ver por ej. Maúrtua, XI: 141, “corregimientos de que había rematado un dualismo institucional mucho más
Yucay... Laris... y Gualla”. No se debe confundirlos con su amplio: Hanan-Hurin en la sierra, Derecha-lzquierda por
homónimo de la cordillera de Vilcanota, el paso de Hua- otras partes. Titu Cusi parece tener todos los atributos de
lla-hualla, los tres recordando la iteración de los topóni- un rey guerrero, abierto hacia el exterior, mientras Tupa
mos en esas regiones anti. Manco Cápac sigue un camino Amaru, encerrado joven en un templo, tendría los de un
periférico, costeando la frontera imperial entre Amaybam- rey-sacerdote. Los Quipucamayu atribuyen cuatro hijos a
ba y Marcapata. Según los Quipucamayu, el Inca conocía Manco-lnca: Sayri Topa, Titu Cusi, Topa Amaru y Huallpa
bien esta región ya que cuando hubo la matanza de Quis- Titu. Para Murúa 1: 226, Hualpa Yupangui (si es el mismo)
quis y Challcochima, generales de Atahualpa, en Cusco, sería un tío de Topa Amaru y Quispi Titu un sobrino. Pero
“Mango Inga se metió en los Andes de Gualla” (Urteaga, en unas pruebas de descendencia, otros hijos de Manco
2a. S., 111: 27 y comparar con la otra tradición transcrita Cápac aparecen cf. por ejemplo, Guillén Guillén E. 1982,
por T. Saignes, irfra). F. Pizarro, quien se había adjudicado Rev. Museo Nacional T. 46: 545-566.
“todo el valle de Yucai”, beneficia así de los cocales impe- 4 En medio de cartas apaciguadoras y de promesas sobre un
riales del Piai-pini/Tono donde cada año venían mitimaes destino digno de su rango, el Dr. Cuenca manda -no se sa-
del Valle Sagrado para efectuar la cosecha (Rostworovski, be por qué- una misiva injuriosa a Titu Cusi, a quien trata,
1970 d: 159). Cf. también cap. V, nota 29: Anti Gualla. entre otras cosas, de “perro borracho salteador” (Matienzo,
2 Chilche fue encarcelado un año y luego liberado por falta op. cit: 296, nota 2).
de pruebas. Ayudó a los españoles a conquistar Vilcabam- 5 Ver al respecto la serie de cartas del licenciado Castro,
ba. Según otros autores, Sayri Tupa habría sido víctima de quien asegura el interín entre los virreyes Velasco y Tole-
una epidemia. Recordemos que en 1558, “ubo peste gene- do. Maúrtua 11: 60 sq, 92; en una carta fechada 6/3/1565,
ral de viruelas y sarampión” en las regiones centrales sospecha que Titu Cusi se haya aliado a sus antiguos ene-
(Montesinos, Anales...: 254). migos Huanca, sorprendidos cuando habían hecho secre-
148 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tamente por orden de él, más de 3 000 picas. En otra car- pilcozones ya habían caído desde tiempo en desuso y se
ta del 10/6/1566, Castro relata los rumores de una confe- llama a la gente del Apurímac “Catongo Satis” (Katongo =
deración entre el Inca, Calchaqui y los Chiriguanaes, y el río arriba) y a los Nomatsiguenga del Ene “Queringasates”
envío de mensajeros “que andavan persuadiendo a los ca- (Larrabure i Correa, XI: 293; kiringa = río abajo). En el si-
ciques de todo el reino para que se alçasen”. glo XVIII se halla a “chunchos Guanocaguas” en los valles
6 “Información en contra de Martín Hurtado de Arbieto”. bajos del Yanatile, del Conec y del Chanchamayo (Lares).
1590, A.G.I. Ind. Gen., 1240. Agradezco de modo muy es- Se trata probablemente de descendientes de los Sati o in-
pecial a Th. Saignes por los numerosos documentos sobre dios de Guanucomarca encontrados en el norte de la pro-
estas regiones que él descubrió en los archivos y de los vincia de Vilcabamba por A. de Álvarez. Los documentos
cuales me ha proporcionado fotocopias, así la importante eclesiásticos los tratan de idólatras; tienen, dicen, un rey
carpeta en la cual se encuentra esta información. El sufijo Mataguari (patronímico matsiguenga) y designan a sus ve-
o colectivo -nawa significa “gente” en el idioma pano (Ma- cinos con la palabra Apitire (“los demás”). Tenemos así la
dre de Dios, Purus, Ucayali). Ver también nota 28, cap. V). prueba de un grupo de habla arawak que podemos seguir
7 Hoy día, la región del divortium aquarum es un importan- y que vivía en el altiplano de Vilcabamba en la época de
te lugar de pasos y de encuentros, a veces hostiles, para los la conquista. Venía probablemente del Apurímac vecino o
Piro, los Matsiguenga, los Amahuaca, los Yaminahua y del Ene. Tres hipótesis explicarían esta implantación, bas-
otros grupos pano. Algunos documentos hacen suponer la tante antigua para que las tropas de Manco Cápac presen-
antigüedad de esos movimientos. En Maúrtua, Xl: 373- ten arqueros sati durante el cerco del Cusco. Podrían ser
375, se nos dice que “los fronterisos de los Andes de Pau- mitmaqkuna campa, originarios del este de Huánuco-Tar-
cartambo... muy caribes e inconstantes... salen a las acien- ma, o de una fracción de los Pilcozones transferidos hacia
das de coca de los Andes de Tono”; ver también el T.XII: el Amaybamba y eso probaría que entre ellos había efecti-
“Misiones del Cusco”: durante las tentativas de 1743 y lue- vamente gente de las tierras bajas. Los Incas habían logra-
go de 1802-1807, las comunicaciones entre el Urabamba, do por clientelismo o por conquista, fijarlos más arriba de
el Ocabamba-Yanatile, el Conex y el Paurtambo están sus tierras nativas, en las fronteras de Vilcabamba. Tam-
puestas de realce. bién puede tratarse de un grupo implantado allí antes de la
8 Las “entradas” de Hurtado de Arbieto son capitales para época inca (¿a la época Huari?). Entonces habrían sido in-
ordenar el fárrago geográfico en lo relacionado a la fronte- tegrados al Imperio en el momento de la conquista de es-
ra piemontesa de Vilcabamba en las crónicas y otros docu- ta provincia “anti” y se les habría dejado en el lugar, dán-
mentos del siglo XVI. Para la localización de Momori en- doles un trato de favor para que mantuvieran estas fronte-
contramos, en la información citada, que este puerto se ras en paz y abiertas. Su situación geográfica controlando
halla cerca del embarcadero de los Manari y sobre el ca- los accesos a los dos valles ensanchados del Apurímac ba-
mino que seguirán los sacerdotes para ir donde los Pilco- jo y del Urubamba apoya esta última hipótesis y explica al-
zones (f° 62, etc.). En cuanto a la lista de los puertos o em- gunos aspectos del poblamiento “anti” de la provincia de
barcaderos del Urubamba, ella comprende Quillabamba, Vilcabamba y la tradición de ruinas (casas redondas) cam-
Yuqua y Simaponte. Por eso debemos seguir los documen- pa en esta zona (ver cap. V). Fuera de un grupo pequeño
tos que colocan la persecución de Túpac Amaru en el tomado al paso por A. de Álvarez, los demás Sati desapa-
Apurímac, y no los otros textos, conforme a las numerosas recen, escapando a la Corona escondiéndose o bajando
confirmaciones entre las cuales el embarcamiento de Gar- hacia las selvas.
cía de Loyola y de sus hombres en Guambo en el Acobam- 11 La ausencia de madera en el Cusco hacía que fueran a
ba y su viaje rápido a Vilcabamba vieja. buscarla muy lejos en ceja de montaña. Así en el conven-
9 Egaña, Monumenta Peruana, 11: 248, nota 163. En aque- to franciscano de Cusco, “esta toda la enmaderación de la
lla nota el padre Egaña identifica como Campa a los indios yglesia, puertas y ventanas y las capillas, de cedro finísi-
del Manu que vienen a atacar unos cocales españoles de mo, traído de la provincia de Villcapampa” (Ocampo, op.
la región de Opatari, matando a un negro y 14 indios de cit.: 167). Así mismo para el colegio y la iglesia de los Je-
los cuales dos curacas y raptando a una mujer y dos niños; suitas: “todo el cuerpo de la iglesia con maderamiento, ti-
se les llama Chuncho o Anti, escribe el padre, prosiguien- rantes y tablazón de madera de cedro incorruptible, traída
do con una cita de Espinoza Pérez (1955): “con el nombre por cerros y valles y por laderas y caminos ásperos, a hom-
de antis se hace referencia al sitio de su habitación que es bros de indios de 18 a 20 leguas de aquí, de la provincia
en la parte oriental de los Andes, a continuación de los de los Andes y de unas quebradas del valle de Amaybam-
quichuas con los cuales están relacionados desde muy an- ba” (M.P., 111: 428). En cuanto a las relaciones hispano-
tiguo. Con el de Chunchos se designa a los que se encuen- anti, varios testimonios hablan de las iniciativas piemonte-
tran en estado más salvaje”. sas. Así Murúa escribe: “los indios de guerra infieles...sa-
10 En Matsiguenga, existe una raíz ligada -sati = brillante, ar- lían cada año con muchos regalos, como fue por Huayllas
diente. En Nomatsiguenga, B.A. Snell y M.R. Wise dan por Lares y también por Andahuaylas” (in Urteaga, 2I s., V: 23).
-sati esta definición: “sufijo nominalizador significando 12 M.P. 11: 226: “Los Manaries... eran indios dispuestos, blan-
“gente de”, ej. Magasamarisati, “gente de Magasamari (río cos y de buena razón...”; Ocampo, op. cit.: 180, añade: “la
Mazamari)” (ibíd. in Weiss, 1969: 67, 81, 82, 84,...). Es provincia de los yndios Manaries... es de yndios amigos...
también posible que se trate de un mismo morfema. Los gente muy dispuesta y blanca, amorosos de suyos, así
Nomatsiguenga del Ene se mezclan a los Matsiguenga en hombres como mugeres las quales son muy hermosas, to-
el Apurímac bajo. En el siglo XIX, los términos manari y dos bien vestidos y honrrosamente traídos...”. No olvide-
AL ESTE DE LOS ANDES 149

mos que las tierras de Ocampo, fronterizas, confinaban pel entre los Pilcozones a quienes caracteriza como “ha-
con las de los Manari de los cuales él debía tener visitas tun Pilcozones”, pareciendo “gente de Sierra”, “cercanos a
frecuentes. la jurisdicción de Guamanga”. Su memoria falla mucho.
13 Ver por ejemplo el testimonio de A. Suárez (A.G.I., Ind. En cambio habiendo vivido en esta región varias décadas,
Gen. 1240, f 72): afirma que no se puede contentar con su nota sobre los Hatun Pilcozones es interesante, restitu-
mandar una tropa de 30 ó 40 españoles: “por los yndios yendo una diferencia entre los Pilcozones serranos y los
ser gente de montaña muy belicozos e mucha gente con Pilcozones piemonteses que fueron la meta de la conquis-
facilidad los desbaratarán e matarán como lo hizieron a los ta pero de los cuales él no habla. Hasta el final del siglo
que el governador Juan Maldonado tenya... y fuera suse- XIX y bajo otros nombres, encontramos en aquella zona
diendo desgracia... y mal hera dar avilantes a los yndios... unos “serranos” rebeldes a la administración; esos posibles
y perder de su crédito los españoles...”. El concluye dicien- descendientes de los “Hatun Pilcozones”, de los Cayampi
do que atraerlos pacíficamente como lo hace el goberna- o de los Aymara de la región son descritos como dueños
dor es de mucho la mejor solución. de las yungas (sic) que constituyen los afluentes de la ori-
14 Ver M.P. 111: 617 sq. texto que resume las dos expedicio- lla izquierda del Apurímac. Ver por ejemplo en Samanez y
nes del padre Montoya y de sus compañeros a los lados de Ocampo, las páginas (28, 30, 41, 45...) dedicadas a la gen-
Hurtado de Arbieto. La descripción del Urubamba por los te de los distritos de Chungui, Ancco e Iquicha: campesi-
padres corresponde a la de la petición hecha en Simapon- nos salteadores de los viajeros y colonos (ed. 1980, Lima).
te; el padre Pinas la resume y añade: “...soldados murieron 17 La mayoría de los sitios matsiguenga ofrece hoy varias ca-
de hambre, otros en los ríos... gracias a Dios (los nuestros) sas aun cuando reside una sola familia biológica. Si el si-
escaparon a las garras de la muerte...”. En cuanto al regre- tio es el de un jefe de familia ampliada, comprende ade-
so de la fundación entre los Pilcozones, escribe… “los so- más una grande casa social destinada a las fiestas y a los
brevivientes tocando retreta, trajeron a los padres, muy en- visitantes (cf. Renard-Casevitz, 1972, Jnal Ste. Americanis-
fermos, cargados en los hombros de los indios, desfigura- tas, T. 61: 215-253).
dos en su flacura…” etc. (traducido del Latín por Michel H. 18 No se debe otorgar crédito a los valores absolutos de las
Casevitz cf. también pp. 101, 385). distancias indicadas por el padre Font, muy malo para ca-
15 Guamán Poma utiliza varias veces este tipo de fórmulas minar y siempre retardando a sus compañeros. Solas las
denunciando la hipocresía española: los principios mora- distancias relativas permiten distinguir, entre las pocas co-
les que ellos inculcan quedan sin efecto sobre ellos; cf por munidades visitadas, los sitios emparentados y los de otra
ej. fº 76-77 sobre los Antisuyu, “yndios de guerra que no comunidad.
se puede venserse de puro montaña” pero a quienes se 19 La repartición territorial es organizada a partir de la red hi-
puede hacer cristianos “por engaño, no se puede con la drográfica y en función de la importancia de los ríos regio-
codicia”. nales.
16 Tenemos aquí un flagrante delito de “reconstrucción” his- 20 En el momento de la fundación de San Francisco de la Vic-
tórica. B. Conejero de Ocampo es testigo en 1590 (A.G.I. toria, los padres de Nuestra Señora de la Merced vienen a
Ind. Gen.: 1240, f° 19-23): dice haber sido maestro de fundar allí un convento; 15 años más tarde, abandonan y
campo de Hurtado de A. en su primera expedición y ha- regresan a Cusco porque “no tenían servicio de yanaconas
berse quedado como Alguacil Mayor en Vilcabamba du- ni mitayos para el beneficio de las tierras, ni quien les die-
rante la segunda. Recibe además uno de los pocos mensa- se un jarro de agua” (Ocampo, op. cit.: 188). Ver también
jes llegados a destino anunciando la acogida amistosa de la información abierta en contra de Hurtado de A. que
los Pilcozones. Unos 20 años más tarde, y 30 años después enumera el pequeño núcleo de colonos implantados en
de los hechos, en su Descripción... entregada en 1611, él Vilcabamba.
confunde las dos entradas en una sola y se atribuye un pa-
10. El jefe de Payentimari enseñándo a utilizar el arco
(fotos 1 a 10: FM. Renard-Casevitz).
Capítulo IX
LA FRONTERA COLONIAL DEL ALTO B ENI AL MAMORE:
Hacia el pudrimiento

d
¿Constituye la captura de Atawallpa por los la “provincia de Charcas” a poca distancia de la
españoles en noviembre de 1532 y su muerte a los “frontera chiriguana”. El año 1538 marca entonces
ocho meses, una ruptura histórica para los Andes un hito en la historia colonial del sur andino.
orientales del Collao y de Charcas? El Imperio es- ¿Cómo evolucionó la frontera oriental du-
taba desgarrado por la guerra civil desde hacía va- rante aquellos acontecimientos? Según los cronis-
rios años y la aristocracia cusqueña diezmada y tas, los mitmaqkuna abandonaron su puesto y re-
traumatizada por la matanza realizada por los ge- gresaron a sus centros de origen. Las informacio-
nerales de Atawallpa decidió colaborar con los in- nes en nuestra posesión afirman tal movimiento,
vasores europeos. Recordemos que el Inca (Huás- señalando a fines del siglo XVI esos mitmaqkuna
car probablemente) envió mensajeros al cuerpo en las zonas fronterizas. Se puede admitir que los
expedicionario en el piedemonte del Chapare y le trastornos debidos a la invasión europea pero tam-
anunció la invulnerabilidad de los conquistadores bién a las guerras civiles incas o españolas hayan
españoles. Manco Cápac, quien según la crónica hecho difíciles tales regresos (venganzas inter-étni-
local cusqueña lo comandaba, se fue entonces al cas, inseguridad de los caminos) o que los grupos
Cusco y encontró en noviembre 1533 a Pizarro más alejados o separados desde más tiempo no ha-
que se dirigía allá. Recibió los insignos imperiales yan podido mantener el contacto con los ayllu de
y los dos años siguientes fueron marcados por una origen. Por otra parte, algunos perdieron sus tierras
activa colaboración. El conjunto de las etnias del de origen, tales como los Moyo-moyo, los Chui o
Collasuyu siendo favorables a los hijos cusqueños los Cota, condenados a quedarse en la frontera
de Huayna Cápac (Huáscar, luego Manco Cápac y meridional, luego, frente a la agresión chiriguano,
Paullu Topa) y la infraestructura estatal mantenién- fueron reinstalados en los valles internos. El marco
dose, debemos suponer una continuidad de la ad- de la encomienda contribuyó también a fijar los
ministración imperial en el suyu meridional y su grupos en el lugar.
frontera oriental. Desde 1535, Pizarro adjudicaba De hecho, no hay una respuesta única en
en encomienda grupos con los cuales los españo- cuanto a los procesos históricos que afectaron las
les todavía no habían tomado contacto, así los poblaciones del piedemonte amazónico y del Cha-
Chuncho de Apolo. Pero la sublevación de Manco co. Las coyunturas regionales son más determinan-
Cápac, el año siguiente, hace replantear esas atri- tes. Así, en la región del Allo Beni, los españoles
buciones y en 1538 es un verdadero ejército de circulan fácilmente todavía medio siglo después de
conquista que los hermanos del Marqués condu- Cajamarca (1532) y su cierre no intervendrá sino a
cen hacia el Sur. El cruce del Collao es brutal y la fines del siglo. En el Chapare, éste se produce des-
mayoría de los grandes “señores” étnicos (mallku) de el anuncio de la invasión española. En el Sur, en
son ejecutados. Pero en el valle de Cochabamba, cambio, la ruptura verdadera se produce algunos
la expedición española es asediada por los guerre- años antes marcada por la instalación de una cabe-
ros confederados del Sur. El cerco es roto por los za de puente chiriguano en los últimos contrafuer-
auxilios mandados del Cusco, los grandes mallku tes andinos. Al este de los Andes, la cronología clá-
meridionales vienen uno tras otro a negociar con sica de la historiografía colonial no funciona. Con-
el invasor, contrayendo un pacto de reconocimien- tinuidades y rupturas se sitúan más acá o más allá
to mutuo y aceptando la fundación de una ciudad de las periodizaciones admitidas actualmente.
española (La Plata, actual Sucre) en el corazón de
152 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Por lo tanto, este estudio quiere efectuar una nes agotadoras y vanas lanzadas -y eso a pesar de
revisión de esta historia de los bordes orientales la prohibición real- para alcanzar quiméricos El
del Collasuyu en la época colonial. En un análisis Dorado amazónico, tenían el mérito de “descargar
anterior hemos discutido la pertinencia de las la tierra”, liberando periódicamente los Andes co-
fuentes de información, la identificación de algu- loniales de su exceso de turbulentos españoles y
nos grupos (Chuncho, Moxo, Chiriguano), el im- mestizos, excluidos del reparto colonial.
pacto de los mitos indígenas sobre los intentos his- Después de aquel estudio (redactado en la
pánicos de conquistar el Alto Amazonas, la situa- primavera de 1981), nuevos documentos (de los
ción de los grupos del piedemonte a fines del siglo archivos españoles en especial) se han añadido,
XVI y al principio del siglo XVII (Saignes, 1981). corrigiendo, precisando la historia de estas mar-
Se concluía, para el período estudiado chas orientales que están sólo en sus inicios. Este
(1535-1645) la falta de medios y de determinación nuevo análisis enfoca la etno-historia colonial del
política por parte de las autoridades españolas pa- piedemonte en sus distintos aspectos regionales,
ra colonizar el piedemonte oriental. Las expedicio- prolongado así el recorte realizado para estudiar el

TABLA Nº 3
Cronología de los contactos con el Alto Beni

1538: P. de Candia (E.M) Madre de Dios superior; fracaso completo y regreso en la provincia Canchi don-
de se enfrenta con disensiones internas (Cieza. 1553).
1538-39: Pero Anzures (E.M.) con restos de la expedición anterior, entra por Carabaya, Ayaviri-Zama y Apo-
lo, hasta Beni, pérdida de camino y hambre, regreso de los sobrevivientes por Larecaja (Cieza,
1553, y probanzas).
1550: P. de Arana (sólo con dos misioneros) S. Juan de Oro-Araona-Carabaya, lluvia y hambre (probanza,
1551; Maúrtua, VIII: 49-52).
1554: A. de Mendoza (corregidor de la Paz) Yungas de Zongo-minas de Tipuani; expulsión por los indios
(relación anon., s.l.n.d.; Maúrtua VIII: 162).
1561-63: J. Nieto (E.M.) Carabaya - Apolo (donde funda un puesto) -regresó a Carabaya por orden del Virrey
(Probanzas, 1563,1578; Maúrtua VIII: 120-139).
1567-68: J. Álvarez Maldonado (E.M.) Cusco -Opatari- Madre de Dios-Chuncho, problemas de abastecimien-
to, regresó a Cusco dejando un grupo; G. de Tordoya reivindica los derechos sobre esta conquista
(por anterioridad de un decreto real) y con compañeros entra por Camata: después de varios enfren-
tamientos armados con los españoles e indios, es muerto.
1568-69: J. Álvarez M., vuelto donde los Chuncho, es expulsado por aquellos; regresó por Carabaya (Lima,
1570; Maúrtua, VI: 17-68).
1575: Visita de jefes chuncho al virrey Toledo en la Paz (AGI, Contad. 1785).
1588-? J. Álvarez M., corregidor de Larecaja, funda un puesto en Apolo (Maúrtua: 189-190).
1594-95: M. Cabello Balboa (G.M.) Camata - Apolo -Chuncho (Maúrtua, VIII: 140-146).
1595-96: M. Urrea, S.J. (G.M.) Camata- Aguachile donde es muerto (M.P. 6).
1603: Incursiones “chuncho” entre los yungas de Coroico y de Suri (ANB C 855).
1609: Incursiones “chuncho” en el valle de Larecaja (ANB C 1136).
1613: Proyecto de alianza chuncho-pacasa contra La Paz (AGI, Charcas 19).
1615: P. de Leagui (E.M.) Camata- Apolo, fundación que fracasó (1623; AGI. Lima 159).
1616: P. de Leagui (E.M.) Pelechuco –fundac. S.J. de Sahagún de Mojos (id).
1618: Visita de jefes aguachile al corregidor de Larecaja (AGI, Lima 152).
1620: Recio de León (E.M.) Apolo-Beni, exploraciones (AGI, Lima 159).
1620-21: G. de Bolívar, O.F.M. (G.M.) Zongo -Alto Beni (1628; Maúrtua, VIII: 170-246).
1620: Misioneros agustinos (G.M.) entre los Chuncho (Torres, 1657; 1974: 371-380).
1622: Misioneros franciscanos (G.M) Camata-Leko (Mendoza, 1665; 1976: 93-99).
1624: Misioneros franciscanos (G.M.) Pacificación sublevación de los Yunga de Zongo (y proyectos de
alianza con los Chunchos y los grupos del Collao contra La Paz) (Mendoza, 1665; 1976: 99-109).
1629: Misioneros agustinos (G.M.) entre los Chunchos, asesinados (Torres, 1657; 1974: 393-404).
1635: Misioneros agustinos (G.M.) entre los Aguachile (Torres, 1657; 1974: 419-429).
AL ESTE DE LOS ANDES 153

período Inca. Este análisis se propone, en los tres provisionales (Santa María de Nieva, 1562-63; San
sectores delimitados, Alto Beni, Alto Mamore y Sur Miguel de Apolo (1588-?); Nuestra Señora de Gua-
andino, establecer las nuevas modalidades del dalupe, 1620?; misión franciscana a fines del siglo
contacto entre mundo andino y mundo amazónico XVII).
(y chiriguano) examinando de modo especial las Más estable, otro establecimiento consigue
relaciones políticas, los circuitos de intercambio y mantenerse durante el siglo XVII: San Juan de Sa-
los fenómenos de refugio. hagún es fundado en 1616 en un valle afluente (a
unos 2 000 m de altura) del Alto Tuiche, donde el
1. Alto Beni: la retirada andina Inca había instalado unos mitmakuna moxo (de allí
el nombre actual de aquella antigua fundación).
Tres hechos marcan esta región: el número Recordemos que estos mismos moxo habían sido
elevado de expediciones españolas durante el se- atribuidos nominalmente en encomienda desde
gundo tercio del siglo XVI fracasando todas, la dis- 1535 sin que su titular pueda ejercer un derecho
minución progresiva del control andino y el empu- alguno sobre ellos. La expedición de 1616 utiliza
je agresivo de grupos del piedemonte, la multipli- unos guías chachapoya instalados por el Inca en
cación de giras misioneras sin seguimiento, desde esta misma región y unos “indios de servicio” (ya-
1595. nacona) de la provincia vecina de Larecaja. La úni-
Expediciones militares y giras misioneras ca fundación importante regionalmente, pero que
son oportunidades de relatos abundantes y superfi- declina muy rápidamente, es la del pueblo minero
ciales sobre los grupos del piedemonte cuya iden- de San Juan de Oro (1538) donde se explotaba el
tificación queda delicada: los nombres de etnias, oro en la orilla izquierda del Carabaya. De hecho,
aldeas, jefes y regiones, muchas veces confundidos aquellas fundaciones coloniales quedan al límite
bajo el término genérico de chuncho, quedan inex- de los territorios étnicos del piedemonte: aprove-
tricablemente entremezclados, pero dejan entrever chan el espacio dejado por los mitmaqkuna inca y
la petición del piedemonte de contactos e inter- se colocan en la especie de no man’s land creado
cambios con el mundo andino colonial y las rivali- por la retirada de éstos.
dades incesantes que oponen los grupos entre sí. La colaboración de los grupos locales es in-
Antes de tratar estos dos puntos, conviene - dispensable para asegurar la permanencia de esos
dado el carácter inédito y mal conocido de esta establecimientos. Se desarrolla al ritmo de “rega-
historia de las marchas- precisar la cronología de los” y “contra-regalos”. Así, el jefe eparamona,
los contactos realizados en este piedemonte, así Arapo, viene a visitar al capitán J. Nieto, instalado
como nuestras fuentes de información. En el breve en Apolo en 1562, “y trajo hasta doce fanegas de
cuadro siguiente, la clase de expediciones españo- maíz... y el capitán dio agujas, tijeras y hachas cu-
las (entradas) es indicada entre paréntesis, después yo valor era desproporcionado con el maíz entre-
del nombre del responsable, por las siglas E.M., si gado” (Maúrtua, VIII: 130). Las alianzas individua-
se trata de una expedición militar, G.M. para las gi- les no eran escasas sino apremiantes: “Juan de Ve-
ras misioneras: el recorrido y el desenlace son re- ga no pudo salir nunca por haberse casado con
sumidos y el paréntesis final indica la fuente que una hija del cacique Arapo quien no le permitió
alude a la bibliografía final. nunca ausentarse” (Torres, 1657; 1974: 347). En
De esta masa de acontecimientos que susci- 1568, un teniente de Álvarez M. intercambia con
taron aquellos contactos intermitentes y cuyo rela- el jefe de Caravana (entre el Madre de Dios y el
to es muchas veces confuso y tendencioso (ver crí- Beni) treinta fanegas de maíz contra collares de
tica de las fuentes en el Bulletin I.F.E.A., 1981 3-4: perlas y herramientas de labranza “de las cuales
142-155), podemos sacar las constantes siguientes: los Indios necesitan mucho” (Maúrtua VIII: 31). Los
Allá donde la presencia inca fue la más mar- misioneros están obligados a efectuar los mismos
cada (colonización por mitmaqkuna, camino em- intercambios desiguales, a favor de los jefes loca-
pedrado), los españoles consiguen asentar unos es- les (ver el caso de los Agustinos con los Aguachile,
tablecimientos, muchas veces precarios y rudi- en Torres 1667; 1974: 372, 390, 397).
mentarios pero repetidos: así en el valle de Apolo, Apenas los españoles intentan transformar
en frontera con los territorios leco, aguachile y esas relaciones de ayuda circunstancial (y muy
chuncho, donde se suceden varias fundaciones bien “remuneradas”) en faenas rutinarias, los gru-
154 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

pos del piedemonte se retiran o los expulsan de la gira donde los Aguachile, deben contentarse de
región. Por ejemplo, cuando el corregidor de La “raíces silvestres y de hierbas que son el alimento
Paz, encomendero de Larecaja, intentó reabrir las ordinario de aquella gente tan pobre, y a veces, co-
minas de oro de Simaco, Tipuani y Oyapi, más mo regalo, un puñado de maíz cocido; cuando los
abajo de los Yungas de Zongo, los Yunga y Chun- jefes querían festejar, ofrecían un pequeño mono
cho simularon una emboscada nocturna y la expe- (mico) cocinado todo entero con su pelaje”.2 Los
dición se retiró precipitadamente (Maúrtua VIII; Leko “se alimentan de yuca dulce y de otras raíces,
62). El “soldado Juan Flores, quien pasó ocho años de frutas silvestres, de cacería y de pescados de los
entre los Indios de guerra, hecho amigo de Arapo cuales los ríos y las lagunas abundan (Mendoza,
señor de los Chuncho”, siguió el Beni río arriba, 1665: 94). Los jefes aguachile dicen que “siembran
con una escolta india, pero las lluvias le impiden maíz y yuca (que entre ellos llaman lomos), camo-
llegar a las minas de Oyapi (en el confluente con te y plátano, y los ríos son muy abundantes en pe-
el Mapiri) y cuando quiere regresar, el estado de ces”, pero reconocen que “en su tierra faltan de
tensión regional, creado por los enfrentamientos muchas cosas necesarias para su mantención”.
entre J. Álvarez M. y G. de Tordoya, provoca su ex- (Charazani, 1618 en A.G.I., Lima 152, f° 151).
pulsión de la zona por los nativos (id.: 163-165). En esta perspectiva, las visitas intermitentes
Así mismo, la consigna general difundida entre los de jefes del piedemonte a las autoridades colonia-
grupos del piedemonte es no revelar a los españo- les y a la petición de misioneros traducirían la ne-
les el sitio de las minas de oro abiertas por el Inca cesidad de proveerse en bienes materiales, espe-
(id: 246). Otro ejemplo más claro: durante un in- cialmente en herramientas de metal. Ellas recuer-
tento español de instalación en el valle de Apolo dan las antiguas venidas al Cusco donde el Inca
en 1615, ya que amenaza el hambre, un misione- entregaba en cambio de “regalos-tributos” unos
ro propone “a los Leko venderle víveres a cual- bienes muy apreciados como objetos en oro, plata
quier precio (...); apenas lo oyeron... quisieron qui- o cobre y aleaciones. Recio de León cuenta el ca-
tarle la vida, acusándole de hacerles morir de ham- so de un jefe anciano eparamona (del Tuiche Bajo)
bre para abastecer a sus españoles”, en cuanto a que vino al Cusco en tiempos de Toledo y a su
los que construían las cabañas, “no estaban acos- vuelta adjuró a sus hijos y sobrinos convertirse al
tumbrados a ese rigor (del trabajo) y vivían en el cristianismo; él mismo tuvo que esperar la llegada
miedo de la opresión que ya iban sufriendo”. Ellos de los misioneros agustinos en 1620 y murió a las
se sublevan poco después, matan a varios españo- 24 horas que siguieron su bautismo.3 La contabili-
les y la expedición debe marcharse (Torres, 1657; dad toledana relata también el desembolso de 50
1974: 358-360). pesos para comprar “cuchillos y tijeras” más 15
Parece que las colinas selváticas, la monta- pesos a gastar en ferretería y vestidos destinados a
ña propiamente dicha, no ofrecen enormes exce- una delegación chuncho conducida por los jefes
dentes agrícolas o, por lo menos, que sus habitan- Moreo y Churiri venidos a encontrar al Virrey en La
tes -después de conyunturas climáticas desfavora- Paz.4 La llegada, en 1618, de ocho “principales
bles- conocen serios problemas para empalmar aguachile” de los cuales Abio Marani -nombre
con la nueva cosecha. Las expediciones españolas “que significa en su lengua, persona importante” y
padecieron ante todo del hambre que diezmó las reclamar el envío de un sacerdote, se inscribe en
de 1538-39 y afectó la de J. Álvarez (1568-69). Las esta búsqueda de alianzas e intercambios privile-
informaciones son contradictorias sobre el poten- giados.5
cial agrícola del piedemonte. Algunas evocan la Las expediciones de trueque se efectúan ca-
“feracidad muy grande” de ciertos sectores, dando da año durante el estiaje, las canoas chuncho su-
rendimientos de tres o cuatro por uno, hasta de tres biendo el río: en Carabaya, traen nueces de Brasil
cosechas de maíz anuales.1 El cronista Cabello (Maúrtua, VIII: 165); “los que salen por Chuquia-
Balboa saca las conclusiones prácticas: “si... du- bo/La Paz/ y por Paucartambo, vanilla, mucho in-
rante todo el año se puede sembrar y cosechar mu- cienso, monos y loros” (Mendoza, 1665: 93). Del
cho maíz, no se fíen ustedes de la paz; si hay una intercambio negociado a la rapiña y a las incursio-
sola cosecha al año..., los naturales serán más fir- nes mortíferas, el paso es frecuente. Los indios co-
mes y perseverantes en la paz” (R.G.I., 2: 114). Pe- queros de los Yungas de Zongo o de Inquisivi de-
ro los misioneros jesuitas, en la misma época, en nuncian periódicamente las incursiones chuncho;6
AL ESTE DE LOS ANDES 155

en 1609, éstas alcanzan la cabecera del valle Hila- “cantidad de fugitivos… que no se oponen a la lle-
baya, cerca del lago Titicaca, y deben cruzar pasos gada de los españoles”. (1623, Maúrtua VI: 246).
de más de 4 000 m de altura; por las lluvias, los es- Un jefe aguachile afirma haber visto, durante los
pañoles no pudieron reprimirlas.7 Podemos ver diez días de camino que separan su territorio de
aquí un ciclo anual de las actividades en el piede- Peluchuco, “algunos indios vueltos en libertad (ci-
monte, en temporada seca sobresalía al tráfico co- marrones), unos coqueros colocados por el Inca”
mercial y durante la estación de las lluvias las in- (1618, A.G.I., Lima 152). Así mismo, se sospecha
cursiones guerreras. de que los autores de una incursión en Coroico y
Esas expediciones guerreras o comerciales Suri... sean unos “fugitivos e indios cimarrones
están en relación con el potencial demográfico de más que unos chuncho”.10 Habría en este caso
los grupos del piedemonte. La mayoría de los ob- conjunción entre varias olas de fugitivos.
servadores comprueba un hábitat disperso, cuyas Es probable que los fugitivos andinos del sis-
aldeas, asentadas a intervalos regulares (un día de tema colonial encuentren en este piedemonte el
camino), tienen pocos habitantes: según Cabello, camino de los antiguos mitmaqkuna inca y a veces
“la más importante no tienen cien indios en edad se mezclen con sus descendientes. Sin embargo, es
de guerrear” y la “provincia de los chuncho tendrá imposible evaluar la importancia política y numé-
unos mil indios” -lo que confirman J. Recio y el P. rica de este movimiento marginal en lo que con-
G. de Bolívar en gira por el Alto Beni por los años viene llamar el refugio del piedemonte. Las rela-
1620. Este último da la cifra de sesenta familias pa- ciones españolas que lo invocan sacan pretexto de
ra los Leko8 y, según un jefe aguachile, las tres al- él para apoyar sus programas de reforma (arbitrio,
deas que le son sujetas tienen respectivamente 40, memorial) o arrancar la autorización de una expe-
30 y 10 indios (1618, A.G.I., Lima 152). Estas esti- dición en tierra oriental.11 Por voluntad propia, tal
maciones numéricas son bajas, pero los testimo- población escapa al control colonial y por conse-
nios, que no relatan ninguna epidemia, concuer- cuencia a nuestra documentación.
dan y señalan la robustez física de la población. Sin embargo, un indicio de las relaciones
Las guerras frecuentes entre los grupos podrían ex- trasandinas que se traban en la vertiente del Alto
plicar su dispersión y su pequeño número (ver ma- Beni es el proyecto o la realización de alianzas
pa Nº 13, p. 156). ofensivas anti-españolas entre los “Chuncho”, los
Esta disponibilidad de las tierras en el piede- Yunga y las etnias del Collao: en 1613, un ataque
monte, debida también a la retirada de algunos común sobre la ciudad de La Paz es previsto para
mitmaqkuna, explicaría el número importante de el día de Pascuas floridas, luego, de Corpus Chris-
fugitivos que vienen de los Andes centrales y meri- ti (A.G.I., Charcas 25); en 1624, cuando se rebelan
dionales para instalarse allí. Hemos evocado ya las los Yunga de Zongo, la conjuración india implica a
hipótesis emitidas por los españoles, de que algu- los Lupaqa y a los Chuncho, los moradores de la
nos grupos de “naturales” del piedemonte, como Paz temiendo una incursión relámpago de ellos
los Leko, serían los descendientes de los indios es- para las mismas fechas.12 En este caso, los fugiti-
capados de los Andes antes de la conquista inca o vos Lupaqa del Alto Beni habrían desempeñado un
de guarniciones colocadas por el Inca en la región papel de intermediarios. Otro ejemplo de esos
(ver supra cap. VII). Estos observadores comprue- contactos entre ambos lados de la “frontera” es la
ban ahora la afluencia de “Indios cristianos veni- información comunicada, en 1629, por los caci-
dos de los reinos del Perú”. Así el P. Cabello Bal- ques de Pelechuco a los Uchupiamona de la llega-
boa señala la existencia de dos aldeas cerca del da de misioneros que caen entonces en una em-
confluente de los ríos Pelechuco y Moxos cuyos boscada y son muertos por los indios así avisados
habitantes evitan todo contacto con sus vecinos y (Torres, 1657; 1974: 394-396). Quedan muchas
el P. Ayanz estima que son los Lupaqa huidos del zonas oscuras en relaciones que asociaban serra-
Collao para escapar de la mita de Potosí: viven nos (moradores del altiplano colonial o fugitivos),
aparte (separados por un ramal montañoso), culti- grupos del piedemonte y selváticos, especialmente
van maíz, fréjoles, maní, camote, yuca y muchas en lo referente a la recolección de plantas medici-
frutas; al menor ruido, se retiran en la selva tupida nales y a la iniciación de los shamanes, saber ama-
“como en una fortaleza”.9 Un cuarto de siglo más zónico de donde los curanderos Kallawaya debían
tarde, J. Recio recorre la misma región y encuentra sacar muchos secretos.
156
minas
aldea
fundación española
(entradas misioneras)
1594-96
(Cabello B.- Urrea
G de Bolívar
1619-21
Agustinos
1620-1640
F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa 13
El Alto Beni hispánico.
AL ESTE DE LOS ANDES 157

Durante este primer siglo de dominación Andes, de la montaña a las punas y constar de pro-
hispánica en los Andes, desde 1535, fecha de la ductos locales (plantas utilizadas en los rituales,
primera atribución documentada en encomienda, entre otros productos), explicaría así las reticencias
hasta 1634 fecha de una última tentativa de evan- en el piedemonte frente a los establecimientos pio-
gelización por los agustinos, los grupos del piede- neros que los españoles intentaron implantar en la
monte del Alto Beni-Leko, Aguachile y Chuncho región -desconfianza que no prohíbe los contactos
stricto sensu de la cuenca del Tuiche (Arabaona, directos: unos jefes aguachile visitan al virrey Tole-
Uchupiamona, Eparamona)- han rechazado todo do o el hijo de un jefe local leko va a hacerse bau-
control colonial. Dejaron a los españoles estable- tizar en Lima, en el año 1621.14
cerse periódicamente en la antigua franja anterior- Por otra parte, los habitantes del piedemon-
mente colonizada por el Inca, al lado de su propio te aseguran tener intercambios periódicos con los
territorio étnico. Pidieron periódicamente la veni- grupos de las llanuras, establecidos más abajo, a
da de misioneros, ante todo para iniciar un flujo de fin de abastecerse especialmente en sal y en oro.
intercambios materiales y de protección mágica en Proporcionan así algunas informaciones sobre las
una situación de rivalidades regionales, sin dejarse sociedades del Beni medio e inferior, y sobre todo
encerrar, por lo menos durante este período, en la del Mamore donde viven los famosos Mojo y unos
reducción evangélica (las famosas misiones de “Incas retirados del Perú”. Estos grupos constituyen
Apolobamba, a cargo de los franciscanos, datan de el principal interés y el punto de convergencia de
fines del siglo XVII). múltiples expediciones españolas organizadas des-
Para dar razón de esa irreductibilidad, las de los centros urbanos de los Andes orientales (de
relaciones hispánicas no revelan nada preciso en Cusco a Santa-Cruz de la Sierra), les dedicamos un
cuanto a la organización política y social de los análisis global (ver infra, sección 3).
“bárbaros infieles”: los exploradores se contentan
con visiones fragmentarias y los cronistas de con- 2. El Alto Chapare: la entrada imposible
vento, añadiendo la rabia, con una descripción ge-
nérica marcada con el sello del “salvajismo”: pe- En la vertiente del Chapare, entre los ríos
queños grupos ocupados por guerras incesantes y Cotacaxas y Yapacani, la retirada del control hispá-
“borracheras solemnes”, poliginia de los jefes, sha- nico-andino es más expediciones españolas dejan
manismo importante. Más instructivo es el acento el valle de Cochabamba, trepan la cordillera, lue-
puesto en el prestigio de los “grandes señores” por- go se meten en la espesa montaña húmeda y en-
tados en litera y a quienes acompañan en la muer- marañada; a lo mejor, encuentran a descendientes
te “algunas de sus mujeres y de sus servidores” -la de los mitmaqkuna inca refugiados en el piede-
del jefe arabaona, Tarano, es seguida por la disper- monte quienes les informan sobre las ricas tribus
sión de los grupos locales, indicio tal vez del final de las sabanas, cerca de las cuales ellos logran lle-
de un “ciclo tribal”- o en el culto regional a una gar, luego tienen que regresar por falta de víveres y
ave palustre cuyo esqueleto orna unos santuarios, de armamento suficiente, pero muchas de ellas son
tantos rasgos que reflejarían una fuerte influencia diezmadas en los enfrentamientos o se pierden.
andina.13 Otras se contentan con unas breves incursiones de
El factor más favorable a esta independencia represalias contra los pequeños grupos del piede-
sería a la final la continuidad de las relaciones di- monte, llamados Yuroma, Yumo, Rache y Yurakare,
rectas, más allá de la frontera colonial, entre los que viven de rapiñas en la frontera. Pero, como en
mundos andino, del piedemonte y amazónico. Por el Alto Beni se supone un intenso tráfico indígena
un doble movimiento de abajo hacia arriba (expe- que une el mundo de las sabanas al de los valles
diciones esporádicas) y de arriba hacia abajo (refu- internos.
gio), las redes de intercambio multiplican y asegu- Establecemos la cronología de las expedi-
ran a los habitantes del piedemonte un abasteci- ciones españolas hacia el este, que son el origen
miento mínimo (especialmente en herramientas de de nuestra información.
metal) lo que les evita padecer el monopolio de las Estos dos últimos interrogatorios, prolijos y
transacciones que impondrían colonos y misione- circunstanciados, añadidos a los establecidos en
ros. El funcionamiento de esos circuitos indígenas, 1588 (además reproducidos como documentos en
que deben cruzar toda la vertiente oriental de los el expediente constituido en 1644) proporcionan
158 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Tabla Nº 4
Cronología de los contactos en el Alto Beni

1562: Exploración de la vertiente por Antón de Gatos, sin resultado (señalado por Sarmiento de G., Re-
lacion...1570, en Maúrtua, IX: 37-42).
1564: D. Alemán baja hasta los Mojo donde lo matan. La relación sobre la jornada de los Llanos” des-
cribe los grupos de sabana (R.G.I., 3: 276-278) pero el resumen de Sarmiento difiere (id.).
1565: Exploración minera de la vertiente por A. de Lujan, todos muertos (id.).
1569: Exploración de la vertiente por Cuéllar y Ortega, ningún resultado (id).
1582: Expedición interrumpida (conflictos internos) del Gral. P. de Hinojosa (su breve relato en R.G.I. 3:
278-279).
1588: Exploración del cap. D. de Angulo e interrogatorio entre los Yumo (publicado en Maúrtua IX: 89-
104).
1617: Represalias locales contra los Yurakare (probanza de F. Rodríguez Peinado, 1629, en A.C.I. Char-
cas 54).
1619-20: Represalias contra los Yumo (“Información del cap. J. de Aguilera” Mizque, 1622 en A.N.B., Miz-
que 1622-2).
1629: Represalias contra los Yurakare (prob. F. Rodríguez P., doc. cit.).
1630-31: Gira misionera de G. de Bolívar O.F.M. que habría llegado a las sabanas donde es muerto (inf. Io-
cal en 1644, A.G.I, Lima 166 y D. de Mendoza, 1665).
1632-36 y 1644: Grandes encuestas regionales sobre la situación de los grupos del piedemonte oriental y de las sa-
banas de Mojos y sobre las antiguas expediciones españolas para llegar allá (A.GI., Lima 166, pu-
blicado en Maúrtua IX: 150-212).

lo esencial de las informaciones sobre los grupos Pero uno de los responsables militares de
del piedemonte pero los problemas de identifica- Mizque, interrogado en 1644, relata su participa-
ción subsisten: con cada serie nueva de testigos, ción hacia 1600 en una expedición de represalias
los topónimos y los nombres de grupos cambian, contra un pueblo yumo (donde capturaron “90
las coyunturas sobre su origen se modifican y la piezas repartidas entre los soldados”) cuyos mora-
memoria colectiva sobre la epopeya inca se enma- dores dijeron:
raña.15
“que ellos y los Rache eran unos intrusos en esta
El primer problema es la identificación de
provincia por haberse retirado allí cuando llega-
los grupos Yumo y Rache, siempre asociados. Se- ron los españoles y que vivían en el valle de Sa-
gun Alfred Metraux, los Rache o Amo, Chunipa y caba; la mayoría de los indios retirados se habían
Cunana, términos distintos para designar el mismo instalado entre los Rache con los cuales habían
grupo, alcanzado por D. de Angulo en 1588 y por pasado conjuntamente”.
G. de Bolívar en 1630 (1942: 15-17) son los Mose-
tene del Bopi. Es difícil verificarlo. Los informado- disensiones estallaron entre los dos grupos y los
res de 1644, a pesar de la fecha tardía, ayudan a Rache más numerosos mataron a los Yumo cuyos
reconstituir los itinerarios de penetración y las vici- sobrevivientes se retiraron en la ceja de montaña
situdes de los grupos del piedemonte: Angulo y donde viven ahora (A.G.I., Lima 166: fº 91). Esos
dos relatos, que se confirman, plantean múltiples
Bolívar utilizaron el mismo camino que, después
problemas de interpretación. Concuerdan sobre
de la estancia de Colomi, cruza la cordillera y si-
los nexos estrechos entre los Amo o Yumo y los
gue el Paracti, uno de los afluentes formadores del
ocupantes incaicos de Sacaba cuyo origen étnico
Chapare, después del pueblo de Chunipa, llegaron
se desconoce. El informador de 1588 podría apa-
a la “provincia de los Amo” o Umo o Yumo cuyo
recer como el responsable de los mitmaqkuna en-
pueblo principal agrupaba a “300 indios” en 1630,
viados por esos mismos ocupantes a la vertiente
Uno de los jefes amo afirma en 1588.
externa, pero su afirmación sobre la desaparición
“que él era sujeto, bajo el Inca, de un cacique de de estos mitmaqkuna cuando quisieron refugiarse
Sacaba, cuyos moradores pasaron a la coordille- allí debe ponerse en duda la encuesta, destinada a
ra en tiempo de los españoles, y donde todos mu- recuperar todos los fugitivos andinos venidos a es-
rieron” (Maúrtua, IX: 101). conderse en la montaña, ha podido llevarle a ne-
AL ESTE DE LOS ANDES 159

gar cualquier parentesco con los huidos medio-si- more. Todos estos grupos circulan sin dificultad
glo antes (Maúrtua IX: 101). En cuanto a los nom- por la vertiente, y se señala su visita en los puebli-
bres mismos de Yumo y de Rache que designan tos indígenas del valle de Cochabamba, especial-
esos grupos, se desconoce si son propios o impues- mente en Pocona (id). El otro medio de abastecer-
tos por unos vecinos.16 se en bienes materiales venidos de los Andes colo-
Otro informante, Lorenzo de Quiñones, niales consistía en asaltar a los que bajaban a los
“nacido en esta tierra” e instalado en Mizque, par- yungas de coca situados en la vertiente (especial-
ticipó en dos expediciones contra los Yumo. En mente en el sector meridional). Tenemos la impre-
1622, en compañía del capitán J. de Aguilera, en- sión de cierto parasitismo fronterizo de esos gru-
contraron seis ranchos de los cuales uno contenía pos, especialmente de los Yumo más próximos, cu-
vestidos, machetes y cuchillos robados a los indios yas condiciones de instalación y de adaptación a
de Pocona, el otro un adoratorio (mochadero) don- un medio tropical húmedo nos escapan por com-
de unos arcos y flechas, tazas (keros), flautas y ca- pleto. En cuanto al pequeño grupo de los Yuroma,
bezas de víboras, entre otras cosas, estaban colo- ocupando la montaña de Ayopaya (hacia el Cota-
cados sobre un altar pintado; una de las mujeres caxas), todos los informantes concuerdan en des-
cautivas les pidió sal, afirmando que no la podía cribirles como pacíficos, sin precisar su origen.
obtener sino por rapiña (a hurtadillas) en salinas si- La misma vertiente acogería muchos fugiti-
tuadas a tres días de camino y “guardadas por mu- vos, venidos de los valles y del altiplano, para es-
chos indios”.17 Diez años más tarde, otra expedi- capar a la mita de Potosí. En este campo también,
ción en los Yungas de Aripucho llega a un puebli- los testimonios son demasiado impresionistas y no
to de un centenar de habitantes cuyo jefe confirma pueden determinar la amplitud de este movimien-
el antiguo hábitat compartido con los Rache y la to de huida por las marchas selváticas. El único ca-
“guerra” posterior intervenida a la muerte de su pa- so documentado es el paso de 50 indios de Puca-
dre que obligó a los indios sobrevivientes a refu- rani (en la orilla meridional del Titicaca) “con mu-
giarse más arriba (A.G.I., Lima 166). Finalmente, jeres y niños” entre los Yuruma de la montaña de
un “curaca yumo” que acompañaba a una de las Ayopaya donde se les encontrará más tarde “repar-
expediciones de F. Rodríguez P. contra los Yuraka- tidos en sus aldeas”.18 Los grupitos del piedemon-
re, evoca los mismos acontecimientos, describien- te tenían interés en reforzar su potencial demográ-
do al cacique rache “gordo, corpulento, moreno”; fico, pero las modalidades de la acogida de fugiti-
él tenía la frente adornada con una media-luna de vos andinos, facilitadas por el posible origen andi-
oro “que deslumbraba” y se hacía llevar en litera no de estos mismos habitantes del piedemonte,
por “más de 200 indios” (declaración de don G. de quedan misteriosas. En el campo fisiológico y sani-
Abreu, Mizque, 19/1/1644, A.G.I., Lima 166, f° tario, esta llegada de poblaciones con organismos
47). adaptados al ecosistema del Altiplano, plantean
Tales son las cuantas informaciones que po- muchas interrogantes.
seemos sobre los Yumo y los Rache, testimonios Sobre los Yurakare, otro grupo del piede-
que convenía colocar en su contexto, pues son monte inrreductible, nuestras informaciones son
proporcionados por los Yumo mismo y retransmiti- pocas. Es difícil situarlos con precisión en la am-
dos por los participantes en distintas expediciones plia semi-luna entre los ríos Corani (al este de Co-
represivas: los Yumo intentan desviar la codicia es- chabamba) y Yapacani, y durante todo el siglo XVII
pañola hacia grupos más alejados en la vertiente, y ellos no cesan de amenazar el “camino real” entre
los españoles a suscitar el interés oficial para lan- Cochabamba y Santa-Cruz. De su origen y de su
zar una fuerte expedición al este de los Andes. Yu- forma de organización política y social en aquella
mo y Rache constituyen grupos distintos que ocu- época, ignoramos todo.19 Sin embargo, un episo-
paban anteriormente el valle de Sacaba, cerca de dio de su historia es muy interesante: su alianza
Cochabamba. Al llegar los españoles, ellos pasa- con los Chui instalados en el valle de Misque y con
ron a la franja selvática dejada por el ejército inca: los Chiriguano del Guapay.
a la final, los Yumo se fijaron no muy lejos de las Recordemos que los Chui ocupaban ante-
yungas donde los Cota instalados en Pocona po- riormente el valle de Cochabamba y habían sido
seían sus campos de coca, mientras los Rache, más transferidos por Hayna Cápac en las fortalezas del
abajo, controlaban el acceso a las sabanas del Ma- sureste del valle. Eran también, como miembros de
160 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

la “confederación charka”, guerreros profesionales los cuales debemos asociar los Xore y los Tomaco-
del Inca, que manejaban arco y flechas.20 A la caí- ci -pequeños grupos de origen arawak establecidos
da del Inca, ellos se quedaron en el lugar para de- entre los ríos Guapay e Ichilo- no carecen de reti-
fender la frontera contra el avance chiriguano que cencias y de antagonismos latentes cuyos motivos
tenía su base regional en Samaypata. Nuflo de precisos ignoramos. A pesar del fracaso final, ellos
Chávez, viniendo del Paraguay y cruzando la re- nos muestran la existencia de relaciones “vertica-
gión en 1548, habría disuadido a los Chiriguano les” entre las etnias de los valles internos y del pie-
de hacerles la guerra, reconciliando así a esos dos demonte amazónico, y la capacidad de apertura
protagonistas: los Chiriguano dieron “en prenda” política manifestada por unos enemigos tradicio-
un “cacique principal” y una prima del gran jefe nales que buscan liberarse juntos de un mismo ad-
regional Vitupue, luego vinieron con frecuencia a versario.
visitar a sus nuevos amigos en Poxo y hasta algu- ¿Es una alianza circunstancial y excepcional
nos se hicieron bautizar.21 Bajo Toledo, los Chui la que une Chui y Yurakare? La ausencia de docu-
fueron “reducidos” en el valle de Mizque: en 1573 mentos prohíbe toda conclusión sobre la continui-
se censó a 227 tributarios sobre 1 403 habitantes dad o no-continuidad de tal solidaridad. Durante
(Toledo, 1575, 1975: 32). el siglo XVII los Yurakare mantienen la inseguridad
Diez años después, negociaban con los Chi- en la ruta Mizque Santa-Cruz mientras atacan pe-
riguano del Guapay y los Yurakare una subleva- riódicamente a los que bajan a las yungas de coca:
ción de implicaciones complejas. Intercambios en 1615, en 1617, en 1620 y en 1629 matan a
unen estos tres grupos a beneficio, parece, de los unos cuantos viajeros y deben a su vez aguantar
Chiriguano: los Chui los “abastecen en pólvora, sa- severas represalias. En 1617, los de Samuro son
litre, silex, azufre, hachas, coronas, tijeras, cuchi- muertos y sus mujeres y niños llevados por los es-
llos y otros objetos, les avisan también de lo que pañoles; en 1620, unos yurakare son perseguidos
sucede en el Perú”; los Yurakare proporcionan co- hasta donde sus aliados rache y el jefe Caligua es
ca, plumas de pavos y madera de la palmera chon- ahorcado; en 1629, es el “cacique principal” Mo-
ta para hacer flechas. Los Chui habían previsto ir a yo quien es ahorcado, las aldeas y los víveres son
vivir donde los Chiriguano, los cuales por dos ve- quemados.24
ces, y en vano, habían mandado secretamente un En resumidas cuentas, el siglo XVI y el pri-
millar de guerreros a Mizque, con la intención de mer tercio del siglo XVII son marcados en la ver-
atacar a los españoles y de ayudar a los Chui a tiente del Chapare por importantes movimientos
huir, pero éstos no se deciden todavía. Cada mes de población que debemos relacionar con los que
vienen a ver a los del Guapay “bajo el pretexto de afectan los valles internos de los ríos Chunguri y
adquirir loros y esclavos”, especialmente un caci- Mizque. Por ejemplo, los Cota y los Chui, después
que chui casado con la hermana de un jefe chiri- de sus desplazamientos sucesivos y de su instala-
guano y otro del cual cinco sujetos viven entre los ción definitiva en Pocona y en Mizque respectiva-
Yurakare. Por otra parte, un grupo chiriguano se ha mente, parecen haber mantenido relaciones com-
ido al norte “en la provincia de Ciriti”, para prepa- plejas con los grupos del piedemonte de los cua-
rar un refugio destinado a los Chui, pero disensio- les, en la época hispánica, habrán alimentado el
nes internas hacen aplazar la realización del pro- potencial demográfico. Testigos señalan los nexos
yecto.22 fuertes entre los habitantes de Pocona y los Rache,
De hecho, la doble campaña represiva del hasta el punto que algunos habían ido juntos clan-
Gobernador de Santa-Cruz, en 1584 y en 1585, destinamente hasta el lindero de las ricas aldeas
acaba con las dilaciones indias. El refugio de Ciri- moxo de las sabanas (1644, A.C.I., Lima 166). En
ti es destruido, el gran jefe regional chiriguano ase- cuanto a los mismos Rache y a los Yumo, muy po-
sinado, y hasta los Yurakare hicieron lo mismo con co numerosos en comparación con los de las saba-
los pocos chiriguano sobrevivientes. Sin embargo, nas según testigos, el problema de su origen -andi-
Chui y Yurakare prepararían todavía un refugio en no según los textos mencionados- y de su identifi-
los yungas de coca en el piedemonte amazóni- cación étnica y lingüística, queda entero. Ocupan-
co.23 do la vertiente selvática conquistada por el Inca,
Vemos que esos tratos entre los tres grupos, en ese no man’s land movedizo entre los mundos
ellos mismos sometidos a disensiones internas, a andino y amazónico, ellos parecen vivir de suposi-
AL ESTE DE LOS ANDES 161

ción de intermediarios, y hasta de parásitos, entre Desde Cochabamba parece que solamente
esos dos mundos (ver mapa Nº 14, p. 162). dos expediciones españolas hayan logrado cruzar
Los grupos de sabanas prefieren evocar lo la montaña para acabar trágicamente en las saba-
que les parece constituir la riqueza de los habitan- nas. Los relatos recogidos posteriormente son des-
tes del piedemonte. Cuando, a fines del siglo XVI y graciadamente muy sucintos y a veces contradicto-
principios del siglo XVII, varias expediciones espa- rios. En 1564, Diego de Alemán había, según una
ñolas bajan el Guapay hasta su confluente con el relación de la época, seguido “el camino del Inca”
Mamore, encuentran “numerosos pueblos por am- hasta “la provincia de Machari” -donde le mata-
bos lados del río” que les señalan la existencia de ron- vecina a las de Cipiria y de Camaniguani; más
los Meriquiono hacia la cordillera: allá hacia el este sucederían las de Turiguani “pri-
mera provincia de los llanos”, de Pacaxas y de
“los indios meriquiono eran numerosos y poseían
mucha plata. Miriqui significa piedra y así, a los Paytiti (R.GI., 3: 277). Sarmiento escribe en 1570
Indios de las Sierras o montañas, los denominan que le mataron “en el primer pueblo de Cauma de
“los que tienen piedras”.25 los Pomainos” (Maúrtua: IX; 42). Pero en 1588, el
indio (¿yumo?) llamado Onda afirma que el pue-
Este término genérico muestra a la vez la blo, donde murió Alemán, de gran dimension (más
importancia de los movimientos de intercambio a que Pocona) y situado en los Llanos, se llama Co-
larga distancia que unen el piedemonte andino a la maniguana. El cadáver fue desollado, disecado y
Amazonia (mediante el comercio de piedras y de colgado en la cabaña del cacique. Comaniguana
objetos de metal) y la manera distinta con la cual sería cercana a Corocoro, pueblo rico y opulento,
los habitantes del piedemonte son percibidos por capital de la provincia del mismo nombre (Maúr-
sus vecinos de arriba y de abajo. tua IX: 95-96). Los nombres de ambos topónimos
se encuentran entre los transmitidos por J. Álvarez
3. Sabanas del Mamoré: la búsqueda del Paytiti
cuando habla de los pueblos del Beni: Corocoro
Es preciso señalar aquí los intentos hispáni- designaría a los habitantes de los llanos y Pamay-
cos de exploración y de conquista de las sabanas nos a los de la montaña. (Maúrtua VI: 64). Se en-
inundables del Mamoré, ya que ellos son nuestras tiende la dificultad de identificar los itinerarios y
fuentes de información sobre la situación de las et- las etnias.
nias del piedemonte y amazónicas, pero teniendo La segunda tentativa es la gira misionera del
en cuenta el contexto y la finalidad de esas infor- franciscano ya evocado, G. Bolívar: los cronistas
maciones a fines del siglo XVI y principios del si- de la época, lamentando la ausencia de noticias,
glo XVII. En un artículo anterior se analizó la con- concluyeron su asesinato por los nativos (D. de
fusión de los distintos mitos indígenas que, colo- Mendoza, 1665: 113-115). Cuando hubo la en-
cando todos la existencia de un rico reino en el cuesta de 1644, B. de Chávez Tupa Yupangui, “in-
centro del Mamore, hicieron de él el punto de con- dio natural del Cusco, descendiente de los Incas”,
vergencia de las tentativas españolas desde el Pa- dice haber acompañado al padre y a dos misione-
raguay hasta el Cusco (Saignes, 1981: 149-152). Es ros más, siguiendo siempre el mismo camino del
probable que la expedición de Anzures (1538) cru- Inca (el de 1588) por los Yumo hasta el “río gran-
zara el río Beni y lograra llegar a aquellas sabanas. de” (probablemente el Chapore) desde donde re-
J. Álvarez M. treinta años después, se dirige allá y gresó, dejándoles salir en piragua acompañados de
da una descripción que compara sus poblaciones gente local. En 1642, dos indios piemonteses (pro-
a las del Perú inca (Maúrtua, VI: 60-66). En 1595, bablemente Rache) vinieron a Pocona: el uno “que
Cabello B. en gira por el Beni, fue invitado a pasar sabía rezar en quichua” afirma haber sido bautiza-
allí y, según sus informantes locales, evoca esta lla- do en su tierra por misioneros que fueron después
nura como un “archipiélago de islas muy pobla- víctimas (flechados) por otros indios durante una
das” (R.GI., 2. 115), comparación que retoma Re- misa, su vestido fue encontrado colgado de un ár-
cio de León, explorando el río Beni en 1620 (y bol (A.CI, Lima- 166). Estos son los datos propor-
ciertamente ignorando el texto de Cabello), descri- cionados del lado de Cochabamba.
biendo los ocupantes de aquellos islotes provistos Es interesante comprobar que a pesar del
de cerbatanas y de flechas envenenadas (Maúrtua, descrédito que afecta a esos rumores aparentemen-
VI, 251). te poco realistas sobre el misterioso reino del Ma-
162

Territorio dominado
por las etnias del
piedemonte
expediciones crucinas
el lugar llamado
aldea
fundación española
traslados sucesivos de
Santa Cruz de la Sierra
F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 14
El Alto Mamoré hispánico.
AL ESTE DE LOS ANDES 163

more, llamado en el siglo XVI Moxos, Paytiti o ber esos intentos (especialmente después de la de
Candire, ellos provienen de tres fuentes regionales 1617), unos habitantes de Pocona señalan a los es-
en parte independientes entre sí: las proporciona- pañoles que la ruta directa por la montaña del
das desde la orilla izquierda del Beni (venimos de Chapare evita perderse en los pantanos. (A.G.I., Li-
evocarlas), las que circulan por el valle de Cocha- ma 166).
bamba y sobre todo las más abundantes que pro- Aparece, sobre todo, lo que la mayoría de
vienen de informantes guaraní y chiriguano, pro- estas expediciones (en principio prohibidas por la
vocando la salida de expediciones paraguayas, Corona) han sido montadas sobre la confianza en
luego cruceffas en dirección al Mamore. Vamos a las proclamaciones guaraní y chiriguano que han
analizar estas últimas, ayudándonos de documen- sido recogidas en fecha y lugares tan distintos co-
tos inéditos de los cuales los trabajos anteriores (en mo el Alto-Paraguay (1543-44), el espacio interme-
particular A. Métraux, 1942 y W. Denevan, 1966), dio con el Guapay (1559-60) y el Norte-Chiquitos
no pudieron aprovechar. (1617): señalan las tentativas guaraní efectuadas
Conviene en primer lugar establecer su cro- durante todo el siglo XVI para alcanzar el Mamo-
nología y recordar el contexto en que se recogie- re. Su fracaso determina la dispersión de los sobre-
ron las informaciones. vivientes, los cuales, encontrados por los españo-
No se trata aquí de analizar en detalle esos les, les comunican su inquietud febril de llegar a
relatos enmarañados y delicados de interpretar, lle- las riquezas codiciadas. Esa primicia del discurso
vando más sobre las etnias del Mamore que sobre chiriguano se explica en gran parte por su recu-
las de las vertientes -por lo tanto fuera de nuestro rrencia, la búsqueda de la “rica noticia” movilizan-
campo de investigación etno-histórica si no de se- do la energía pionera desde el descubrimiento del
ñalar en que intervienen sobre nuestras fuentes de Paraguay, y porque los exploradores cruceños ha-
conocimientos y en que esas expediciones nos in- blan ante todo el guaraní. Cuando los españoles
forman sobre los movimientos de población que encuentran grupos desconocidos, el intercambio
afectan esta región del Alto Amazonas y por con- de signos no puede dar otra respuesta que la espe-
secuencia la vertiente andina oriental-. rada por los españoles, así unos torococi captura-
Tres expediciones, las de 1595, 1603-04 y dos en 1617 no hablaban ninguna de las lenguas
1617, penetran lejos en el Guapay/Mamore, efec- conocidas por los acompañantes indígenas de la
tuando así una amplia curva hacia el noreste, in- expedición, mediante la utilización de muchos
tentando alcanzar desde abajo unos grupos de la gestos, se mencionaron los nombres de “provin-
vertiente poseedores de oro y plata; por ejemplo, cias” que los preguntados designaban, método
los Miriquiono o “serrano” notados en dirección al muy rudimentario que suscitó todos los malenten-
río Secure en 1595 y alcanzados en 1603.26 Al sa- didos posibles (Maúrtua, IX: 144).

TABLA N° 5

1559-60: Expedición de N. de Chávez del Alto Paraguay al Guapay; numerosos testimonios de Chiriguano
dispersos en camino hacia las sabanas del Mamore (copia de los interrogatorios en Carta Anua je-
suita de 1596, M.P. VI).
1582: Expedición del Gobernador de Santa-Cruz (en adelante G.S.C.) entre los Timbu (relato por un par-
ticipante dado en 1644, A.G.I. Lima 166).
1592: Expedición del G.S.C. en el Guapay inferior, no hay detalles.
1595: Expedición del G.S.C. en el Guapay y el Mamore entre los Torococi, relato del P. Andión S.I. (Car-
ta Anual de 1596, M.P. IV: 30-39 y 426-433).
1598: Expedición del G.S.C. hacia el Alto Paraguay entre los Jaraye, a la vuelta intento entre los Mojo
(probanza Lomas Portocarrero. A.G.I., Charcas 91 y testimonios de 1635-36).
1603: Expedición G.S.C. entre los Paressi, no hay detalles.
1603-04: G.S.C. hacia Guapay y Mamore, fundación de un fortín; numerosas disputas internas, relato por
G.S.C. (B.N., París, ms. español 175).
1617: Expediciones G.S.C. en Guapay y Mamore entre los Torococi: extractos de los informantes indí-
genas de 1617 copiados en la encuesta de 1636 (Maúrtua, IV); relatos de algunos participantes,
recogidos por el G.S.C. sucesor (y desconfiado) en 1620 (A.G.I., Charcas, 27); relatos de otros par-
ticipantes recogidos por orden del Presidente de la Audiencia de Charcas en 1635-36 (Maúrtua
IX), y 1644 (A.G.l., Lima 166).
1624: Nuevo intento del mismo G.S.C. sin éxito, no hay detalles.
164 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Las declaraciones de los distintos grupos muy lejos. En 1603, en el Mamore medio, los cru-
guaraní dan una visión más clara de ese movi- ceños descubren los Hiriono o Xiriono, futuros Si-
miento migratorio formidable que los llevó a aban- riono, a quienes remiten hachas y azuelas.28 El
donar el Paraguay para meterse en la ruta del nor- conjunto de este sector del Alto Amazonas sufre las
te noreste. A fines del siglo XVL los Chuncho del repercusiones de esa gigantesca diáspora, tras la
Beni se quejan de las agresiones cometidas por los cual se lanzaron las expediciones españoles provo-
Guarayu situados hacia el confluente del Beni Ma- cando nuevos impactos (epidemias, aporte tecno-
dre de Dios, hostilidades señaladas todavía en lógico) cuyos efectos desconocemos.
1623 y 1627,27 indicios de un desplazamiento

Notas

1 “…una fanega de maíz da 300 a 400 según, y yo mismo r 33, in Maúrtua, Vlll: 130). En una carta escrita en tierra
he cosechado más de 450...” (probablemente fanegas, ese aguachile, el jesuita M. de Urrea da el nombre del jefe del
grado de rendimiento encontrándose en otras regiones an- pueblo Zabaiana: “un buen viejo por nombre Churili”
dinas), J. Recio, 1623 (Maúrtua Vl: 246). Para G. de Bolí- (28/8/1596, M.P., Vl: 437). Si se trata del mismo jefe veni-
var, hay “tres cosechas, una en la sierra, dos en los panta- do a La Paz en 1575, se podría ver una rivalidad del jefe
nos” lo que supone terruños escalonados (1628, Maúrtua, aguachile con el “chuncho” Arapo (ver nota anterior)
Vlll: 210). quien encontró a Toledo en Cusco (probablemente con an-
2 El P.M. de Urrea está de gira durante todo el año 1595, y terioridad ya que Toledo dejó Cusco para Charcas en
muere en 1596 (ver sus cartas en Anua 1596, R.G.I. 2 y 1572).
Anua 1597, M.P. Vl). El relato de su gira en H.G.C.J.P. (Cró- 5 Charazani, 13/9/1618, A.G.I., Lima 152, f° 151. El corregi-
nica anónima, 1600), Madrid, t. 2, 1964: 418. dor de Larecaja se pregunta por qué la delegación agua-
3 Según el testimonio del J. Recio, 1623, A.G.I., Lima 159) chile no se dirige a P. de Leagui, nuevo gobernador de la
in Maúrtua, Vl: 249. Es probable que este jefe anciano era frontera chuncho: ella le contesta que la autoridad del co-
el mismo Pedro Arapo, ya señalado en la expedición de J. rregidor parece más antigua y más segura (id). Pero se sa-
Nieto (“gran curaca de los chuncho”, 1563, in Maúrtua, be, según los agustinos, que en julio de 1617, los jefes
Vlll: 130), y en la de J. Álvarez M. (1569, Maúrtua, Vl, 35). chuncho (de los tres grupos Uchupiamona, Eparamona y
El hermano mercedario D. de Porres debe también evocar- Araona) visitaron a P. de Leagui, a S.J. de Sahagún (funda-
lo cuando afirma en su probanza: “en los chunchos... bap- da en julio de 1616) para negociar una alianza (regalos y
tice... Harapo que se llamó don Pedro...” (1586, in Barri- envío de misioneros), ver Torres, 1657; 1974: 368-370. Se
ga, Mercedarios del Perú., t. 11, 1949: 227), bautismo que destaca la perspectiva de una rivalidad entre los jefes re-
pudo producirse en el Cusco cuando pasó Toledo (1571- gionales. Por otra parte, el jefe aguachile Abio Marani (en
72). Los Agustinos dan una versión un poco diferente, pre- arawak preandino, marani = “grande” y designa también
sentándole como “don Pedro Arapo, natural del Cusco, el dedo “mayor”) recuerda que su hermano mayor Yuba-
que años antes se avía entrado por aquellas montañas a vi- puri gobierna su pueblo, nombre ya citado como Yabapu-
vir entre los chunchos”, como si el paso por Cusco confe- ri en 1596 (M.P. Vl: 436). Notamos la fuerte continuidad
ría una nueva legitimidad al título (por otra parte, el episo- de las trayectorias de los jefes piemonteses en sus relacio-
dio de la enfermedad en 1620 no le afecta a él sino a su nes con el mundo andino colonial.
hija o nuera, in Torres, 1657; 1974: 374-376). M. Cabello 6 “Y biben con gran temor al tiempo de yr a coger sus cha-
B. hace alusión también a cierto “curaca Arapuri”, man- caras porque los yndios chunchos les an hecho mucho da-
dando a serranos y habitando en Inarama (R.G.I., 2: 110), ño y muerto yndios y robado...”, Visita de Songo, interro-
lo que corresponde al mismo grupo de los Eparanoma y gatorio de los caciques 19/8/1568. A.G.I., Justicia 651, f°
entonces es por cierto el mismo personaje. Lo pinta como 72v (ver también f° 143v, 197). Una reivindicación espa-
autor de “crueldades bárbaras” (1602, A.G.I., Lima 34, in ñola de tierras cerca de Suri y Cajuata (yungas de Inquisi-
R.G.I, 2: 115), lo que muestra la variación de las actitudes vi) les declara “las más convecinas a los dhos yndios de
y de las relaciones entre Arapo y el mundo español en es- guerra las quales dhas tierras son yncognitas no tratables ni
te medio-siglo piemontés (1570-1620). avitadas de christianos por el temor que siempre se a teni-
4 Cuentas de la Visita General, La Paz, 29/6/1575, A.G.I. do a los dhos yndios de guerra que son los más que los an
Contaduría 1785 f° 462. La delegación chuncho parece poseydo asta agora...” (Sica Sica, 26/3/1619, A.H.L.P., fon-
haber seguido al virrey Toledo entre La Paz y Arequipa dos S.G.L.P., no clasificado, proceso Uribe f° 6)
(¿viaje destinado a mostrar el poderío del mundo hispano- 7 “Los indios chunchos de la jurisdicción salieron a hacer
colonial?). En esta última ciudad, “Moreo y Churiri, yndios daño en la gente del pueblo de hilavaya donde mataron al-
chunchos por sí y en nombre de los demás yndios chun- guna gente e hicieron otros estragos...”, auto Sorata,
chos, se dieron por contentos y pagados” (Arequipa, 25/12/1609, A.N.B., C 1136.
4/10/1575, id.: f° 501 v). J. Nieto evocaría este mismo tex- 8 Cabello B. se extrañaba además del “número de niños tier-
to cuando afirma: “haber dado carne a los indios venidos nos en cada pueblo” (1594, Maúrtua, VIII: 142). Las aldeas
a esta ciudad” (Arequipa, 1578, A.G.I., Patronato 1 NQ 5 Leko agrupan de cien a doscientos habitantes (según D. de
AL ESTE DE LOS ANDES 165

Mendoza, 1665: 94). “Los naturales no forman grandes Mamore) en 1617 según los testimonios recibidos diecio-
aglomeraciones”, Recio (1623, Maúrtua, VI: 247) y G. de cho y veinticinco años después, son muy instructivas sobre
Bolívar (1628, Maúrtua, VIII: 215). las contaminaciones e interpretaciones usuales en las des-
9 Cabello B., según el capítulo de una obra desaparecida cripciones de las regiones selváticas del Alto Amazonas .
(copia manuscrita en A.G.I., Lima 34, doc. Nº 40, f° 177v, 16 Los errores de transcripción en la anotación de los nom-
publicada por Jiménez de la E.R.G.I., 2: 113, datándolo de bres indígenas y en las copias manuscritas (luego impresas)
1602/3, datación confusa que rechaza L. Valcarcel para posteriores, limitan todo análisis toponímico u onomástico
1595, ver su introducción a Miscelánea Antártica, Lima, serio. Sobre el nombre de Yumo, señalemos sin embargo,
1951: XXII. Pero Cabello se refiere a una expedición a Mo- la existencia de un valle Yunno mencionado en la “Visita
jos ordenada por el gobernador cruceno B. de Otazu y de Pocona” como yunga de coca (Pocona, 17/6/1556,
Guevara: tal expedición se verificó en 1598, ver infra nota A.G.I., Justicia 428, f° 70, publicada en Historia y Cultura
26, lo que apoyaría una fecha posterior). Proporcionamos 4, Lima 1970: 307). Notemos también la indicación que
los datos siguientes sobre las últimas parroquias rurales un “curaca yumo -se expresó- en lengua cerrada aymara”
donde el cronista Cabello B. acabó su vida: Italaque (19/1/1644, A.G.I. Lima 166). Sobre los Rache, los datos
(1596), Charazani (1601), Camata (1604), es decir, la zona son escasos: se les llamaría también Poxoro (17/1/1644, id.
del antiguo grupo callawaya lindando con el mundo chun- f° 25) y hablarían quechua (id. f° 5).
cho. 17 La expedición es relatada en la probanza del cap. J. de
10 “Por cartas e informaciones que a esta audiencia se enbia- Aguilera G., Misque, 24/11/1622, AlV.B. E 1622-2. La sal
ron del valle de coroyco frontera de los chunchos en el co- enseñada por la captiva (de origen yumo) “era como ceni-
rregimiento de caracollo se entendió en esta real audien- za quemada” (19/1/1644, A.G.I., Lima 166, f° 52). Los gru-
cia avían salido los yndios y muertos otros cinco o seis ya- pos piemonteses parecen no tener sal (gema). Cabello B.
naconas... y a un español y después en otra salida que hi- recomienda en su plan de sujeción de los Chuncho: “si tu-
cieron mataron a un cacique del pueblo de suri... se en- viera el capitán (español) noticia que la provincia donde
tiende ser huidos y cimarrones más que chunchos...”, car- llevan puesta la mira alcanza salinas o agua de que suelen
ta de la Audiencia de Charcas, 1/11/1603, A.N.B., C 855. hacer y cocer sal procuren con toda diligencia ocuparlas y
11 Así la expedición del cap. D. de Angulo en el Chapare te- tenerlas por suyas porque hará esta diligencia venir al yu-
nía por meta “sacar todos los yndios cimarrones que ay en go de la obediencia a los naturales” (1602, R.G.I. 2: 114).
esta montaña” (1588, Maurtua IX: 103). El mestizo D. Ra- 18 La huida hubiera ocurrido hacia 1580 (¿reacción a la re-
mírez empieza una petición por: “abiendo entrando en la ducción toledana?) “Relación y advertimiento del P. Do
provincia de Larecaja en busca de un esclabo halle que en Felipe de Alcayaga”, cura de Ayopaya en aquella época
las fronteras de la dicha provincia e yndios chunchos de (lugar próximo a la montaña de Cotacaxas), La Plata
guerra avía mucha cantidad dellos yndios y eran yndios 31/6tl612, A.D.I., Montes claros, vol. 38, doc. 66). Sobre
del Collao y provincia de la puna...” (La Paz, 17/5/1/619, los Yuroma (quienes podrían ser un grupo local yumo), leer
Maúrtua, VIII: 173). esta indicación de un hacendado cercano: “gente apacible
12 Relato en D. de Mendoza, 1665: lib. 1, cap. 16-17. Ver T. y no guerrera”, Cochabamba 25/2/1644, A.G.I., Lima 166,
Saignes, “Los movimientos étnicos en Charcas (siglo f° 25v.
XVII)”, Revista Andina 111/2, Cusco, 1985. 19 Los Yurakare (que constituyen con los Chimane un grupo
13 Ver las referencias dadas (supra nota 4, en especial la car- lingüístico aparte, según Metraux, 1942) son muy mal co-
ta anual de 1597 M.P. Vl: 440-441). La dispersión de los nocidos. Las informaciones se multiplican a fines del siglo
Arabaona (futuros Araona) es indicada por Cabello B. XVIII (misioneros franciscanos de Tarata, relación de T.
(2/1/1595, R.G.I., 2: 110). Haenke en 1796 publicado en Cochabamba, 1974) y en el
14 Ver supra. La historia del joven Leko Cusabandi, llevado a siglo XIX (D’Orbigny). Un jefe yumo afirma que eran
Lima por D. Ramírez en 1621 y presentado a la corte del “gente desdichada y pobre” (19/1/1644, A.G.I., Lima 166
Virrey como “el hijo del gran Chuncho, muy rico y pode- fº 47v).
roso rey”, luego bautizado (el virrey fue su padrino), es re- 20 Ver supra, cap. I nota 17 y cap. VI nota 9. La fuente se en-
latada por D. de Mendoza (1665: 95-98). El cronista agus- cuentra en el Archivo Histórico Municipal de Cochabam-
tino proporciona una versión (oída en tierra chuncho) algo ba, legajo 1570.
diferente: el joven Leko era hijo de “un Indio particular” (y 21 Testimonio de D. Francisco Paniagua, encomendero de los
no de un jefe) y fue presentado en La Paz y luego en Lima; Chui de Misque, 1583, publicado por R. Mujía, B.PA. II,
a su regreso, desgarró sus vestidos españoles e intentó ma- 278.
tar al misionero B. de Cárdenas quien le acompañaba (To- 22 Declaración del esclavo negro Blas, quien vivió varios
rres, 1657, 1974: 383-386). años en cautividad donde los Chiriguano, La Plata
15 Las principales informaciones sobre las tentativas inca ha- 5/8/1585 in Mujía B.PA., 11: 679-688.
cia el Mamore son recogidas a fines del siglo XVI por Mar- 23 Idem. Ciriti puede localizarse en el piedemonte norte de
tín Sánchez Alcayaga (uno de los fundadores de Santa- Samaipata; esta región ya es señalada en la encuesta tole-
Cruz) luego completados y transmitidos por su hijo Diego dana sobre la aparición de Santiago a los Chiriguano
Felipe (copia en A.G.I., Lima 166) pero otros españoles (1573, A.G.I., Patronato 235r 3, f° 7). B. Susnik relaciona
que declaran en 1635 y en 1644 atribuyen la penetración este topónimo con Ziribe (de Ziri = chonta, madera de pal-
inca a Sayre Túpac, hasta a Atahualpa. Las deformaciones mera).
en la rememoración de la expedición a los Torococi (en el
166 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

24 Estas distintas expediciones están censadas en los docu- 27 Los Guarayu, “gente desnuda, cruel y caribe” (= caníbal)
mentos siguientes: carta de P. de Menegas (Misque, 2, 111. son ciertamente unos migrantes guaraníes originarios del
1615, AN.B. A.M. 1202), probanza de Fco. Rodríguez Pei- Paraguay o del Brasil. Pero se ignora la fecha de su insta-
nado (Copia de títulos entre 1595 y 1625, La Plata, 12 VIII, lación en la orilla izquierda del Madre de Dios / Beni. Son
1629; A.G.I. Charcas 54 o bien Charcas 90), y en A.N.B. E. señalados por Cabello B. (1595, Maúrtua, VI: 250). Medio
1622-2. Samuro, pueblo yurakare, podría ser localizado siglo más tarde un jefe local declara a un misionero fran-
en los yungas de Chamoro que pertenecían a los Chui de ciscano de paso que sus abuelos padecieron sus agresio-
Misque según la “Visita de Pocona” (17/6/1556, 1970: nes por ser mercenarios del Inca (¿refugiado en el Paytiti?)
305; ver también Chamuru en Garcilaso de la Vega 1609; viniendo a percibir un “tributo” sobre los grupos piemon-
1960: 108). teses (J. de Ojeda, 16/12/1677: 59-60).
25 El relato del P.G. de Andión es transmitido por cl P. Sama- 28 Esta corta misiva (dos páginas) es importante ya que es la
niego (1. IV. 1596, in Anua 1957, M.P. Vl: 430-431). primera, a nuestro conocimiento, en evocar la existencia
26 Sobre la tentativa de 1595, ver nota anterior. Otro intento de los Hiriono, presentado como “pueblo hiriono provin-
se verificó en 1598 hacia los Mojo al regresar de la expe- cia de los moxos” o “provincia de los indios herionoes”
dición de H. Loma Portacarro hacia los Jaraye: su carácter (AN.B., Cartas 831). Debe tratarse de los Siriono, otros mi-
clandestino (prohibición oficial) hace que no haya sido no- grantes de origen guaraní (con los cuales comparten la fa-
tado por los historiadores (relato Soleto Pierna, 1635, ma de agresivos), instalados en el Mamore en los siglos
A.G.I., Lima 166, f° 73, in Maúrtua IX: 198-202 o C.C.: XVII (ver Metraux, 1942 y A. Holmberg, The nomads of
132-136). Sobre la expedición de 1603, poseemos el do- long bow, 1950). Sinono y Chiriguano tendrían el mismo
ble testimonio siguiente: el relato del gobernador cruceño origen etimológico: su nombre remitiría en guaraní a su
(24/8/1602/6/2/1604) con los incidentes (motines, ataques calidad de “mestizos expatriados” (mezclados durante su
indios) de todas clases (B.N. París, ms. esp. 175 f° 92-101), migración hacia el noroeste amazónico).
y el de una expedición de auxilio (4/7/1603, A.N.B. C
831).
Capítulo X
E L SUR ANDINO BAJO LA PRESIÓN C HIRIGUANA

d
La historia de las útimas estribaciones andi- y las cartas de misioneros (principalmente los je-
nas y de la llanura inmediata, extendidas entre los suitas establecidos en Santa-Cruz desde 1587). Por
ríos Guapay y Bermejo, presentan una documenta- su proveniencia, debemos recordar la cronología
ción más voluminosa. Ésta se debe directamente a de las expediciones españolas.
la amenaza que hacen pesar los invasores chiri-
guano sobre los Andes meridionales entre 1540 y 1. La expansión Chiriguana y la lucha contra las
1620 y crece fuertemente cuando éstos, por los etnias andinas
años 1570, atacaron directamente a los españoles.
Estas fuentes restituyen bien la serie de aconteci- Los núcleos chiriguano agarrados en 1530
mientos de la expansión chiriguano y de la retira- de las primeras pendientes entre las cumbres forti-
da andina o arawak consecutiva, pero quedan muy ficadas de Samaypata y de Incahuasi, empiezan
insuficientes sobre la naturaleza de las sociedades una lenta progresión hacia el oeste y el sur. Debe-
y de los cambios que las afectan. No se estudia mos suponer que esta progresión se efectúa prime-
aquí el mundo chiriguano como tal, tema tratado ro según el modo de la escisión, cierto número de
en otra parte, sino sus relaciones (conflictuales) familias dejando su maloca de origen para estable-
con los grupos del piedemonte vecinos y periféri- cerse sobre nuevas cumbres. Pero la llegada de
cos que se establecen sobre el modo de la domina- nuevos refuerzos guaraní en 1548 y en 1553 (co-
ción pero también, más extraño, de la alianza es- mo acompañantes de las expediciones de Iralda)
tratégica anti-hispánica. es la que permite, según Rui Díaz de Guzman, una
La documentación, muy dispersa, se funda ocupación en profundidad de este borde andino
sobre las “informaciones de mérito” (probanzas) de que los textos españoles van a designar por “Cor-
los “colonos” (vecinos, soldados) españoles y de dillera Chiriguano”.1
los responsables fronterizos, ex-combatientes de Estos invasores van a hacer huir a las guar-
las guerras chiriguano (especialmente de la campa- niciones inca, sabemos por ejemplo, que hacia el
ña toledana de 1574, el último gran acontecimien- año 1540, los Moyo-moyo, después de violentos
to militar del siglo XVI en los Andes meridionales) combates donde pierden su jefe, abandonan los

Tabla N° 6

1539-40: Exploración de la región de Tarija y del Chaco por P. de Candía y D. de Rojas; ningún detalle.
1547-49: Irala y N. de Chaves siguen el Paraguay río arriba y llegan a Charcas. Relato por el lansquenete
alemán U. Schmidl (Frankfurt, 1567).
1557-61: N. de Chaves explora el Alto Paraguay, llega al Perú y funda Santa-Cruz que será desplazada en
1603, luego en 1622 en la orilla izquierda del Guapay, después de tentativas chiriguano de apo-
derarse de ella.
1561-64 A. Manso funda un pueblito en el río Parapiti (destruido por los Chiriguano).
1574: Fracaso de la campaña toledana contra los Chiriguano y fundación de dos pueblitos fronterizos
(futuros corregimientos), Tomina y Tarija.
1584-85: Triple campaña militar de las milicias fronterizas contra los Chiriguano (después, no habrá más
coordinación entre los tres frentes).
1616-21: Último intento español (R. Díaz de G.) de instalarse en el territorio chiriguano. Fracaso militar y
retirada.
168 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

11. Río de la Plata, Paraguay y Chaco a finales del siglo XVI


(Mapa antiguo de l’A.G.I. Sevilla).

“valles de Payquito, Gualope y Sibaya... que se en- to de sus ataques, deben refugiarse más hacia el in-
cuentran... a diez días de Tominaii para refugiarse terior, para a la final ser “reducidos”, así como los
más al sur en las fortalezas de Tarabuco y de Pres- Churumata, en los valles vecinos de La Plata.
to, a 50/60 km de Sucre.2 Pero más allá del territorio verdaderamente
A mediados del siglo XVI, los Chiriguano ocupado por los Chiriguano, se multiplican contra
parecen haber alcanzado su expansión máxima los establecimientos fronterizos incursiones arma-
hacia el oeste (cortando la línea del 64° W. del me- das que tienden a crear una esfera de dominación
ridiano de París). En el sur del Pilcomayo, la fecha indirecta. Por una especie de soberanía feudal,
de su infiltración es controvertida: en la década unas aldeas andinas son sometidas a un saqueo pe-
1540/50 según Lizárraga, en los años 1570 según riódico que toman el aspecto de “visitas de tasa-
Polo Ondegardo.3 Los Moyo-moyo, otra vez obje- ción” a provecho de los dueños de la cordillera.
AL ESTE DE LOS ANDES 169

Los Chicha del sur andino -una etnia que sin em- rrilla que opuso el enemigo y unos quinientos a
bargo, tiene fama de guerrera- experimentan de seiscientos de los suyos desaparecieron, muertos o
modo más apremiante aquellas contribuciones for- capturados, durante la campaña (julio-septiembre
zadas que duplican el tributo colonial. de 1574), lo que Toledo imputó a su indisciplina.7
Así, el hermano mercedario Diego de Porres Posteriormente, el establecimiento de una
cuenta que los moradores de un pueblito de la red de asentamientos fronterizos bloqueando la
punta sur son despojados de sus vestidos (hasta los cordillera chiriguano y “cerrando las puertas prin-
que llevan puestos) tres veces al año: su miedo es cipales” disminuye notablemente las incursiones
“tan grande que... sólo seis chiriguanos bastan pa- chiriguano contra las aldeas andinas periféricas.
ra mantener en respeto a toda la población”. El Las etnias meridionales así separadas de sus ene-
“cacique-gobernador” de los Chicha confirma que migos se encuentran protegidas. En cambio, los ya-
sus sujetos “daban vestidos de cumbi, platos de nacona andinos que trabajan en las estancias fron-
plata, hachas y anzuelos de hierro, y con todo eso terizas soportan ahora todo el peso. Durante el úti-
no lograban contentarles (a los Chiriguano)...”. El mo cuarto del siglo XVI y durante el primer tercio
resultado fue que muchos abandonaron las regio- del siglo XVII, es frecuente que se les mate o se les
nes más expuestas a las incursiones. Otro testigo lleve presos, para ser comidos o servir a sus nuevos
estima que la región situada entre el valle del río amos en la cordillera. No se trata ya de enfrenta-
San Juan de Oro y el Pilcomayo, donde “vio gran- miento colectivo oponiendo a etnias entre sí, pero
diosas fortalezas y populosas poblaciones” fue des- esos destinos individuales no reflejan siempre la
truida y abandonada.4 Más al norte, es toda la re- mera pasividad, muchos yanacona huyen por la
gión de S. Lucas de Pahacollo, ocupada por miti- cordillera a ofrecer sus competencias a los “salva-
maes Killaka y Qhara qhara, que está sometida pe- jes”, algunos de ellos llegando a ser líderes muy
riódicamente a sus incursiones de saqueo.5 apreciados (ver infra, el 3).
Esas incursiones no siempre eran triunfan-
tes. A veces, arcabuces españoles intervenían, a 2. La sujeción de los “naturales” y el tráfico de es-
veces también las víctimas usaban subterfugios. clavos
Toledo relata cómo unos chicha invitaron a sus
enemigos a un banquete y después de emborra- La expansión chiriguano en la cordillera se
charles los mataron. Tal vez a este episodio se re- acompaña de una tala organizada de sus morado-
fiere otro testigo español, atribuye la iniciativa a res indígenas (naturales). Matienzo reprocha a los
Viltipuco, cacique de los Omahuaca. invasores haber expulsado a los indígenas de sus
“Cuando llegaron unos cuarenta indios chi- “valles excelentes y fértiles” alargados entre los ra-
riguano a tres leguas de Talima para percibir el tri- males de la cordillera hacia las llanuras desérticas
buto que estaban acostumbrados a darles los in- cerca del Chaco. Pero una relación anónima de
dios ganaderos en lana y rebaños, se encontraba Santa-Cruz dice con más verdad que los “natura-
en aquel momento... Viltipuco... quien los invitó a les” ocupaban el piedemonte propiamente dicho,
beber, él, sus pastores y sus dos mujeres, los embo- es decir, la primera fila de valles al borde de las lla-
rracharon y luego los mataron”.6 nuras del Guapay y del Parapiti donde fueron
Un útimo aspecto de esta lucha contra los echados más tarde. De hecho, Matienzo olvida
invasores de la cordillera y sus vecinos andinos in- que los valles feraces cercanos a Charcas habían
mediatos considera la ayuda que proporcionaron sido colonizados por los mitmaqkuna andinos a su
éstos a la empresa militar del virrey Toledo, nuevo vez desalojados por los recién llegados del este.8
episodio de esa antigua hostilidad entre pueblos ¿Quiénes son esos “naturales”? Los datos
serranos y pueblos de las sabanas orientales. Esta son escasos. Los de la orilla izquierda del Guay-
contribución andina, hasta ahora desconocida por pay, cuyo jefe regional se llamaba Grigota, aliado
la historiografía colonial, consistió en proporcionar de los Incas y luego de A. Manso, no son identifi-
alimentos, llamas y soldados. Los “señores” Killa- cados pero su número y su especialización en
ka, Qhara Qhara y Yampara acompañaron así sus maíz los asimilarían a grupos arawak muy numero-
propias tropas, reanudando con la tradición gue- sos en todo este sector.9 Del mismo origen sus ve-
rrera de la Confederación Charka. Pero estas tropas cinos de la orilla derecha (oriental) llamados Tama-
fueron las principales víctimas de la táctica de gue- coci, a quienes los Chiriguano imponen una alian-
170 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

12. Bautismo de indios itati (1578), inmigrantes guaraníes, futuros guanayo/Pansevna (censo que se encuentra en el AGI, Sevilla).
AL ESTE DE LOS ANDES 171

za asimétrica. Más hacia el sur, en el piedemonte Pero la acción más notable de toda esta pe-
entre los ríos Guapay y Pilcomayo, se trata de Cha- riferia, enorme rodeo entre el Guapay y los panta-
ne de origen arawak comprobado (probablemente nos del Parapiti (bañados del Izozog), consiste en
venido durante migraciones desde el Madeira, ver las multiplicadas cazas de esclavos que efectuaron
Susnik, 1978: cap. 7). los Chiriguano durante el útimo tercio del siglo XVI
Los Chane recibieron de los Chiriguano un y el primero del siglo XVII. Esas expediciones es-
trato distinto. Fueron víctimas de incursiones pe- clavistas eran muy mortíferas –“para coger vivo a
riódicas, siendo los adultos muertos (como blanco uno, tienen que matar a muchos”- y se intensifican
de entrenamiento para los jóvenes guerreros o du- a medida que los Chiriguano arraigan en la cordi-
rante sacrificios rituales) para ser comidos, y los llera y aumenta la demanda colonial. En efecto,
más jóvenes integrados en las malocas como servi- desde 1560-70, las autoridades de Charcas y de
dores y adoptados, ellos y sus descendientes, se Santa-Cruz denuncian la complicidad de los colo-
volvían Chiriguanos por el rodeo de las cofradías nos fronterizos quienes “rescatan” esclavos a los
guerreras o por los sistemas de alianza o de paren- Chiriguano a cambio de objetos de metal y tam-
tesco. bién dándoles armas (pólvora) para aumentar sus
Pero las grandes aldeas rechazadas hacia los capturas. Los “esclavos” son destinados a las estan-
confines del Chaco lograron mantenerse, aguan- cias de los valles fronterizos de Charcas (Tomina,
tando los saqueos y tasaciones periódicas de sus Vallegrande) a las haciendas de los valles de Chu-
amos-protectores. Llamados “tapi” (“esclavos” en quisaca, Mizque y Cochabamba que, desarrollán-
guaraní) los más aislados sobrevivirán en los pan- dose según la expansión del mercado minero de
tanos del Parapiti como tapuya o tapiete que los Potosí necesitan cada vez brazos suplementarios,
encontraran los etnógrafos del siglo XIX. Repetidas el problema haciéndose más agudo con las epide-
veces, buscan la alianza de los españoles, solici- mias de fines del siglo XVI.12
tando misioneros o aceptando ser reagrupados en En las encuestas oficiales, unos cautivos ha-
“presidios” durante tentativas de instalación pione- biendo vivido en la cordillera explican cómo son
ra en la cordillera. Después del intento de Rui Díaz organizadas esas razas esclavistas, los jóvenes mu-
de Guzmán, su sobrino estima que de los 80 000 chas veces son quienes toman la iniciativa y salen
“naturales chane” censados en 1560, quedan unos solos o acompañados, con los lazos preparados,
15 000 sesenta años después. Pero un gran núme- esperando capturar un máximo de esclavos para
ro se ha integrado en el borde del piedemonte a los ofrecerlos a sus futuros suegros o aumentar su pres-
grupos locales chiriguanos de los cuales unos jefes tigio de guerreros afortunados. Las convocatorias
son de origen chane.10 reúnen a veces a varios grupos locales, hasta una
Más hacia el norte, los Chiriguano han im- “provincia” entera. Los objetivos eran principal-
puesto a las pequeñas etnias del piedemonte, los mente las poblaciones del noroeste entre la cordi-
Tomacoci, los Xore y los Yurakare, una alianza cu- llera y el país de los Chiquitos (llamados también
yas condiciones les son desfavorables, deben en- Tobacicosi y por los Chiriguano Tapuymiri, “los es-
tregar niños, loros, cacería, arcos y flechas o la ma- clavos de la casita”, nombre que se les quedó, tra-
teria prima para fabricarlos (madera de palmera ducido y abreviado en Chiquito).
chonta, plumas de aves) y deben prestar la mano Los cronistas pusieron a la cuenta de las in-
contra los españoles. Apenas estas etnias pueden cursiones chiriguano el despoblamiento de esta re-
deshacerse de semejante tutela, no dudan en vol- gión. Pero los jesuitas, más objetivos, reconocen:
verse en contra de los Chiriguano, por ejemplo, en
“Sucedieron dos epidemias y se llevaron las dos
1584-85, aprovechando las represalias coloniales terceras partes de los Indios pacificados... ade-
victoriosas, los Yurakare mataron a los sobrevivien- más hubo años estériles en los cuales se padeció
tes de uno de los grupos situados en la punta nor- mucho del hambre y de la sed... y así, entre las
te en la “provincia de Ciriti”.11 Las fundaciones pestes (pestilencias) y las hambrunas se consu-
pioneras de San Lorenzo (1590) y Vallegrande mieron mucha gente. Al llegar, los españoles
censaron a más de treinta mil Indios, cuando no-
(1615), que expulsan a los Chiriguano del noroes-
sotros llegamos (= 1587) quedaban como unos
te, van a contribuir a romper esas relaciones de tri- doce mil y ahora ( = 1601) no llegan a cuatro mil,
butaciones. digo los conquistados…”.13
172 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Sabemos que hubo una hambruna por los caban periódicarnente los grupos serranos con el
años 1560 y una epidemia de viruelas y de varice- fin de procurarse objetos de metal, luego la ane-
la hacia 1590, en ambos casos afectando igual- xión inca permitió a éstos fortificar el piedemonte
mente a los Andes, por una parte, y a los valles y oriental y aun establecer sobre los grupos arawak
llanuras orientales, por otra. Para estas regiones vecinos. Entonces, la invasión guaraní determinó
debemos señalar todavía una epidemia de bron- un retroceso del control andino sobre sus bordes
quitis (catarro) en 1604 y una de varicela y de gri- orientales.
pe en 1621.14 Confrontando los datos estadísticos Ahora, por intermedio chiriguano, el mundo
de los jesuitas con otros testimonios, obtenemos andino ejerce, a fines del siglo XVI y durante una
una evolución aproximativa. No podemos olvidar gran parte del siglo XVII, una fuerte sangría sobre
que entre los años 1520 y 1560, cuando desem- las etnias de las llanuras, ya que saca parte de su
barcaron los ibéricos en las costas del Brasil y del potencial demográfico para utilizarlo en los cen-
Pacífico, las epidemias se propagaron al interior tros de producción agrícola de Charcas. La inter-
del continente y contribuyeron, en proporciones vención de los jesuitas a fines del siglo XVII pon-
imposibles de calcular a la extinción y a la desor- drá -parcialmente- fin a esos tráficos, contribuyen-
ganización de los grupos: do a disociar otra vez la historia de esos distintos
conjuntos humanos (ver mapa 15, p. 173).
1560: 60 000, 40 000 ó 30 000 indios estimados
entra la cordillera y Santa-Cruz de la Sierra
(la mayoría atribuidos en encomienda); 3. Las alianzas chiriguano con el mundo andino
1587: 8 000 a 10 000 ó 12 000;
1600: 3 000 a 4 000; El tercer impacto que provocó la presencia
1613: “no son mil doscientos”; chiriguano sobre el piedemonte sur-oriental es más
1635: “apenas llegan a quinientos” sorprendente, consiste en las tentativas de alianza
1678: “la población indígena no llega a la cifra
con algunos grupos fronterizos inmediatos o más
de doscientos”.
lejanos, pero siempre en los Andes orientales. He-
mos analizado ya el proyecto complejo de suble-
Es igualmente significativo el reconocimien-
to por las autoridades cruceñas que sus propios co- vación común arreglado por los Chiriguano del
lonos venden sus indios “a los españoles del Perú” Guapay con los Chui de Mizque y los Yuracare en
y llevan a los Chiriguano a realizar asaltos para po- los años 1580, proyecto aplazado después de vaci-
der comprar sus prisioneros (sucar piezas). De esa laciones y luego abortado por el hecho de la repre-
manera los Chiriguano, según una relación de sión cruceña.
1623, vendían anualmente más de dos mil “escla- Desgraciadamente las demás tentativas no
vos” a los traficantes fronterizos.15 Frente a la caí- son tan bien documentadas, sabemos de ellas a
da vertiginosa de los efectivos indígenas sometidos través de los rumores transmitidos por las autorida-
(de paz) no quedaba sino reclutar a la fuerza nue- des españolas, debemos notar en ellas cierta exa-
vos brazos entre las etnias independientes -a eso se geración debido tanto a miedos como a la volun-
dedican regularmente los colonos cruceños me- tad de alertar al virrey para obtener su apoyo jurí-
diante correrías y los Chiriguano-, especialmente dico y una ayuda material.
para los colonos de Tomina. De hecho los Chiri- Las informaciones más alarmantes atañen al
guano, como los Mundurucu del Tapajos medio año 1566, dos años después de la masacre chiri-
durante el siglo XIX, sirven de cazadores de escla- guano de los pioneros de dos asentamientos y en
vos a cuenta de las haciendas de los valles de el momento en que la insurrección el taqui ongoy
Charcas, apareciendo algo como intermediarios o sacude los Andes centrales y amenaza la coloniza-
hasta mercenarios. ción española en el Perú. Los auditores de la Au-
La etno-historia colonial de esta franja meri- diencia de Charcas comentan al gobernador Castro
dional andina se nos presenta con una luz nueva, en Lima la sublevación de los Diaguita de Tucu-
el papel fundamental de los Chiriguano como pro- mán bajo la dirección de don Juan Calchaqui en
veedores de indios de las llanuras para provecho estos términos.
de los valles andinos modifica el sentido de las re-
“los Indios se han vuelto muy hábiles y matan a
laciones entre el mundo andino y el de las tierras muchos españoles, uniéndose a los Chiriguano y
bajas. Recordemos que los pueblos orientales ata- a los Omaguaca, los Apatama, los Casavindo y
AL ESTE DE LOS ANDES 173

Fundación española
(fecha de fundación)
Aldea indígena andina
Caminos coloniales
Grupo local chiriguano
Compañía del Virrey
Territorio chiriguano Toledo
Expansión indígena Itinerario de Ruiz díaz
de los chiriguano

Mapa Nº 15
El sudeste andino bajo la presión chiriguano.
174 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

13. Coordillera Chiriguano en 1950 (161, Sevilla).


AL ESTE DE LOS ANDES 175

con una parcialidad de Chichas (…) y se difundió ba su manejo a los guerreros de Yarapo en el nor-
la noticia de que el Inca estaba confederándose te. Faltan datos necesarios para apreciar las moti-
con Calchaqui y con los Chiriguano…”.16
vaciones individuales y las condiciones de acogida
¿Qué ocurre exactamente? en la cordillera y para entender cómo los fugitivos
En concreto no se señala ninguna operación andinos han podido superar su miedo frente a los
común militar y parece extraña una alianza de es- recién llegados, “crueles enemigos del género hu-
te tipo de los Chiriguano con el Estado neo-inca de mano”.20
Vilcabamba o con los Chicha, ya que tal alianza Todas esas tentativas y esos pasos individua-
reuniría a antiguos adversarios muy ensañados, pe- les no alcanzaron a cambiar el curso de la historia
ro el ejemplo más tardío de los Chui, que se efec- colonial, pero la preservación de la independencia
tuó entre antiguos beligerantes fronterizos, muestra chiriguano ofrecía la perspectiva de una alternati-
retrospectivamente que tal coalición no es imposi- va.
ble. Quizá se limitó a meros contactos. Probable-
4. Retroceso colonial y petición del piedemonte
mente no conoceremos nunca su amplitud exacta.
En cuanto a las relaciones con las etnias meridio-
Al sur de Cusco, después de un siglo de do-
nales, ellas son más plausibles, la región entre los
minación hispánica (1535-1635), debemos reco-
Chichas y Tucumán queda poco segura durante la
nocer que el mundo andino no tiene ya dominio
segunda mitad del siglo XVI, constituyendo aun
político directo sobre sus bordes orientales inme-
una especie de “frontera de guerra interna”; ade-
diatos. No sólo no ha extendido el control inca, si-
más, la ruta entre Potosí, Tarija y Salta era muchas
no que perdió territorios enteros que constituían,
veces cortada. Emisarios chiriguano han podido
cada uno de ellos, unas bases de expansión (futu-
circular aprovechando la complicidad de grupos
ra) para el Tahuantinsuyo, por ejemplo, las colinas
insumisos y llevarlos a la guerra abierta.17
de Apolo (del Tuiche al Beni) o los últimos ramales
Otras alianzas eran para casos más restringi-
montañosos cercanos al Chaco entre los ríos Gua-
dos. Por ejemplo, los Lacaja, grupo de origen des-
pay y Bermejo.
conocido -probablemente antiguos mitmaqkuna
En efecto, en estos dos bordes del piede-
fronterizos y vueltos cimarrones después del des-
monte -recordemos este hecho poco conocido de
moronamiento del aparato estatal- viven de rapi-
la historiografía actual-, los dirigentes inca habían
ñas en la región de Pilcomayo. En 1583, durante
conseguido implantar verdaderas cabezas de
una encuesta que siguió una incursión chiriguana
en una estancia charka de la misma región, un ca- puentes en vista a someter grupos tan lejanos co-
cique visisa (ayllu miembro de los Qhara qhara) mo los del Beni interior o del Chaco septentrional.
denunció a los Lacaja como si fueran “espías de En el norte, el dominio andino sobre los
los Chiriguano” a los cuales ellos comunicarían Chuncho que ocupaban ambas orillas del Tuiche
datos sobre los objetivos que atacar.18 Un corregi- así como sobre los Aguachile y los Leko implanta-
dor afirma haber reducido los Lacaja a la paz, pe- dos en las colinas más arriba, se había acompaña-
ro uno de sus sucesores dice que “muchos Lacaja, do de una verdadera colonización, trasplantación
Churumata y otros fronterizos se habían huido y de mitmaqkuna, apertura de una vía empedrada,
sublevado... y que los alcanzó en el río grande cer- hacia el Beni inferior, el hacer trabajar las pobla-
ca de los Chiriguano y pacificó la región de esos ciones locales en las minas de oro y de plata, y se-
Indios cimarrones…”.19 guramente el envío de tributos (¿bajo forma de re-
Finalmente debemos señalar el caso de indi- galos?). Una vez decapitado el Imperio cusqueño,
viduos que abandonan las aldeas andinas para pa- la tutela andina en estos bordes desapareció. Esta
sar al bando chiriguano. Lizarraga cuenta que Bal- ruptura se efectuó conforme a modalidades muy
tazarillo, yanacona chicha del mayordomo de las distintas según las regiones. El pueblo de Ayaviri-
haciendas de Pizarro, llegó a ser líder de guerra de Zama, fundado en el centro del cuadrilátero deli-
los Chiriguano a quienes conducía contra los de mitado por los ríos Tuiche, Beni y Mapiri, a uno o
“su propia nación”. Más tarde, formó parte de la dos días de camino de Apolo, no fue reocupado
embajada chiriguano que vino a encontrarse con por las etnias locales después de abandonada por
Toledo en La Plata, en 1574. Otro, llamado Maldo- las autoridades incas, y constituyó una especie de
nillo, indio ladino, manejaba el arcabuz y enseña- no man’s land central, cruzado por efímeras expe-
176 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

diciones españolas, militares o religiosas. Debe- brutalmente con el dispositivo de cierre fronterizo,
mos suponer que las antiguas “colonias” andinas establecido progresivamente por los caciques de
regresaron a su etnia de origen cuando pudieron, Charcas con la ayuda decisiva de los dirigentes
mientras otras habrían preferido quedarse en el cusqueños.
piedemonte, reforzadas a los pocos tiempos por los Desalojando a las guarniciones andinas, so-
fugitivos del sistema colonial. Ignoramos la actitud metiendo a los grupos locales (Chane especial-
que manifestaron frente a ellos los grupos locales, mente), robando a los grupos vecinos (desde los
otra vez abandonados. Yurakare de la montaña de Pocona hasta los Chi-
En todos los casos, el derrumbamiento del cha de los valles del Charcas meridional), destru-
control andino no parece haber ocurrido inmedia- yendo los pocos establecimientos pioneros que se
tamente ya que medio-siglo después de la caída arriesgaron allí (1564-1620), los Chiriguano provo-
del Cusco, los españoles circulan todavía en el pie- caron un retroceso de cien a trescientos kilómetros
demonte, hasta intentan establecerse allí (en 1588, de ancho (según los sectores) de la “frontera” andi-
el adelantado Álvarez Maldonado, infortunado na. Habrá que esperar el empuje de la franja pio-
protagonista de una expedición (1567-70) con mu- nera durante el siglo XIX, acompañado de la masa-
chas peripecias, -verdadera película del Oeste tro- cre de los guerreros chiriguano, para asistir a la re-
pical-, funda un puesto en Apolo, que abandona, cuperación de los valles fértiles periféricos que los
no se sabe porqué, poco tiempo después). cronistas coloniales describen con codicia.
Después de todos los desengaños del siglo Una excepción, pero importante, a ese re-
XVI debidos al rechazo por los Chuncho de una troceso hispánico -iniciado desde los últimos años
nueva tutela, el único logro colonial en esta región del Tahuantinsuyo- en el sureste andino, la funda-
fue la fundación con mucha dificultad y muy reti- ción, de origen paraguayo, del centro pionero de
rado, de un pueblo fronterizo en el piedemonte de Santa-Cruz de la Sierra. Por su agresividad, los co-
Pelechuco en el valle ocupado por unos indios lonos cruceños, en su mayoría unos mestizos his-
“mojo” cuyo origen es desconocido (señalamos sin pano-guaraní, (ver Saignes 1982) logran parar de
embargo la ironía del destino -en aquella época-, modo durable el expansionismo chiriguano y pe-
El Dorado se situaba donde los Mojo del Mamore- riódicamente asestar duros golpes al potencial be-
para todos los conquistadores apasionados). Una licoso indio. Pero también, durante el período es-
vez acabado el impulso de los inicios, este puesto tudiado, intereses considerables unen colonos
aislado vegeta, y la decadencia se acelera por la fronterizos y chiriguano en el tráfico de esclavos,
muerte de su fundador en 1638 y las disputas de los Chiriguano “cazan” a los indios de las tierras
sus sucesores, pretendientes alucinados a títulos bajas inmediatas para venderlos a los traficantes
cada vez más quiméricos a medida que se desva- españoles, quienes vuelven a venderlos a los ha-
necía la posibilidad de la conquista amazónica. cendados de los valles de Cochabambas y de Chu-
Más hacia el sur, no se trata de un abando- quisaca. Podemos ver que los intercambios huma-
no ni de una declinación, sino de una verdadera nos y los procesos étnicos entre los Andes y el
invasión de conquistadores venidos de las tierras oriente chaqueño y amazónico revisten una colo-
bajas y que trastornan el conjunto del sur andino. ración compleja.
Se desconocen las fechas de las primeras salidas El papel de toda la montaña está aquí en
desde el Paraguay o el litoral brasileño, en todos juego, en las relaciones entre el mundo andino y el
los casos el impacto de las migraciones tupi-guara- mundo amazónico. Generalmente se lo ha consi-
ní afecta tanto la alta Amazonia como los Andes. derado bajo su aspecto de barrera, ese cierre “na-
No conocemos los procesos humanos en las saba- turaI” oponiéndose a la expansión de las “altas”
nas durante el siglo XVI, pero debemos suponer culturas andinas (ver por ejemplo la obra de Troll).
fuertes presiones por parte de esos migrantes que Pero debemos reconocer unos contrastes bio-geo-
van formando los grupos llamados Guarayu y Si- gráficos importantes (como lo subrayó el mismo
riono, señalados a principios del siglo XVII y cuya Troll) y procesos históricos cuestionando ese corte,
agresividad afecta por choques sucesivos, toda la esa disociación entre las sociedades de Arriba y las
zona del Alto Madeira (entre los ríos Guapore y de Abajo.
Madre de Dios). En cuanto al piedemonte andino El contraste entre un piedemonte selvático
mismo, invasores llamados chiriguanaes acabaron denso (como en el este de Cochabamba) y colinas
AL ESTE DE LOS ANDES 177

de copertura de arbustos menos tupida ya explicó bre apuestas ambiguas. Por ejemplo, la utilización
suficientemente las posibilidades de un avance an- de subterfugios que engañaron a las más altas ins-
dino hacia el este en estos sectores. Durante el re- tancias españolas, hasta los mismos virreyes, al in-
troceso del control directo, fenómenos de mezcla y tervalo de medio-siglo, muestra el imposible en-
de refugio parecen haberse multiplicado, afectan- cuentro entre “salvajes” y europeos. En 1574, en-
do tanto a los sectores “abiertos” al tránsito como a terados del proyecto de campaña militar de Toledo
los sectores “cerrados”. En efecto, desde el Alto en contra de ellos, los Chiriguano le mandan una
Tuiche en el norte hasta los yungas de Pocona (Al- delegación para apaciguarlo (en realidad para pos-
to Mamore), se halla una doble fila de intermedios tergar el inicio de la campaña), dejándole el hijo
cuya identificación y cuyas relaciones son difíciles de un gran jefe regional probando así su buena fe.
de determinar, en primer lugar los grupos yunga Este hijo, bautizado y recibiendo por padrino al Vi-
que podemos seguir de los Yungas de Pelechuco a rrey, interviene en el engaño; luego, después del
los de Aripucho y, más abajo, los Leko y Aguachi- fracaso de la expedición española, sigue a Toledo
le del Alto Beni, los Amu/Yumo/Rache/Mosetene hasta Lima y aun a Panamá (de donde regresa a la
del Alto Cotacajes y los Yurakare del Alto Mamore. cordillera chiriguano para dedicarse al tráfico de
Todos son grupos poco numerosos, ofrecen una si- esclavos). En 1620, el Príncipe de Esquilache reci-
tuación de contactos en borde del mundo colonial be con honores a un joven Leko presentado por su
de los cuales ignoramos todo. Los Yunga denun- acompañante mestizo como hijo de un “gran rey
cian las agresiones de estos grupos que se asimilan chuncho”. El Príncipe se hace su padrino, lo despi-
a la vez a unos “salvajes andinizados” y parasita- de con regalos, la operación no sirve sino a la es-
rios, y a unos fugitivos andinos “salvajizados” tratagema del mestizo que se presenta entre los ha-
(“chunchoizados”), mendigando por la frontera. bitantes del piedemonte como el sucesor del Inca
De las visitas de trueque a las incursiones las mo- (G. de Bolívar, 1628, Murtúa, VI). Toda la sociedad
dalidades de las relaciones que esos marginados colonial queda fascinada por la perspectiva de una
establecen con el mundo andino colonial dejan su- reducción de los “bárbaros” fronterizos (indios de
poner una dependencia de las más equívocas. guerra), y está dispuesta a creer las ficciones de la
Dado lo escaso de datos arqueológicos o alianza del piedemonte inventadas por unos me-
lingüísticos, nos es casi imposible, actualmente, diadores inescrupulosos.
determinar el grado de entrelazamiento, mestizaje La venida periódica de esos habitantes del
o hibridación que ese tránsito marginal habrá ge- piedemonte a los centros andinos no debe ocultar
nerado, si no hubo fenómenos de huida y refugio la existencia de otras redes de intercambio directo
llevando a meras yuxtaposiciones étnicas y cultu- que escapan a la documentación, como el circuito
rales, en este caso cada grupo alojado en un rincón de la sal o los de la iniciación shamánica (así co-
(quebrada) del piedemonte prefiriendo un huraño mo el tráfico de plantas y esencias estimadas por
aislamiento. Si el modo de coexistencia entre to- su valor curativo y mágico). El fracaso de un con-
dos estos grupos de orígenes y trayectorias enma- trol político directo del mundo andino sobre el pie-
rañadas nos queda mal conocido, en cambio en- demonte oriental no debe hacernos olvidar nume-
tendemos mejor la petición que ellos formulan a rosas modalidades distintas de relaciones materia-
sus vecinos de arriba. les y culturales directas, testimonios fragmentarios
La dependencia en bienes materiales (en ge- de cierta continuidad y ocupación étnica desde los
neral herramientas metálicas) se acompaña de un tiempos pre-inca (el nexo kallawaya-takana atesti-
rechazo explícito a la sujeción política. Pero las vi- guaría el antiguo fondo pukina-arawak) que cons-
sitas oficiales de alianza pueden servir a unos inte- tituyen uno de los futuros capítulos de investiga-
reses locales muy diversos. ciones andinas y amazónicas más urgentes de es-
La intromisión de intermediarios (muchas clarecer (ver mapa Nº 16, p. 178).
veces mestizos) viene a aumentar la confusión so-
178

Límite de expansión
F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

máximo durante el Incario

Frontera española (hacia 1620)

Pueblo inca
Aldea inca
Fundación colonial

Mapa Nº 16
La frontera oriental de los Andes centrales y meridionales desde 1530 a 1630.
AL ESTE DE LOS ANDES 179

Notas

1 Rui Díaz de G. 1617 (B.N., París, ms. esp. 175, f 61v) pu- fue presentada en toda probabilidad a Toledo en Yucay en
blicado 1979: 74. Según Polo, el poblamiento se hizo por 1571, durante una consulta sobre el peligro chiriguano
“grupos sucesivos y según itinerarios distintos, el carácter (A.G.I., Patronato, id.) y puede ser atribuida a H. de Sala-
de esa nación queriendo que cada uno abra itinerarios zar, compañero de N. de Chávez.
nuevos y se instale en los distintos sectores de estas mon- 9 La mención más antigua de Grigota se halla en la crónica
tañas” (Relación... 1574, A.C.I., Patronato 235, r 2, publi- de Pedro López “soldado” de numerosas expediciones
cado por Mujía B.P.A. 11, 83). americanas de las cuales la del cap. A. Manso (1560-64) y
2 “Los indios moyos moyos y churumatas y los mitimaes se que relata cómo éste, después de una caza con halcón
despoblaron por las guerras que los chiriguanaes les ha- (probando el poderío español sobre las aves), pudo con-
cían... y vino a poblar a Tarabuco y dentro de Sibaya...”, vencer al jefe indígena a que colabore con él (el encuen-
M. de Almendras, La Plata, 20/2/1551, A.G.I, Justicia 1125 tro entre la tropa española y unos diez mil indios es fasci-
f° 93. Presto y Tarabuco, reducciones fundadas en 1574, nante). Su manuscrito (encontrado en la Lilly Library, Uni-
incluían unos mitimaes del Collao (Lupaqa, Kolla, Pacasa, versidad de Indiana), fue publicado por J. Friede (P. López,
Kana y Kanchi) como lo atestigua un censo de 1592 Rutas de Cartagena... 1540-70, edit. Atlas Madrid, 1970:
(A.GN., Buenos Aires), El corregidor de Tomina señala que 86-87). La otra mención es hecha por los Alcayagas, don-
el valle de Tacopaya (Zudanez actual, a dos días de cami- de 1605, op. cit, CC: 49, 53.
no de Sucre), abandonado por los mitimaes (por miedo a 10 Ver R. Díaz de G. (1612 y 1617) y su sobrino Riquelme de
las agresiones chiriguanas) fue ocupado por los españoles Guzmán, Relación: Lima, 2/10/1623 (Biblioteca Universi-
desde 1548 (Relación de Tomina..., 1608, B.N., Madrid, taria de Sevilla, col. Marqués del Risco, varios 330/122, f°
ms. 3064). 48-54). Sobre los Chane, ver H. Sanabría F., “Los Chanes.
3 Lizárraga (hacia 1600, 1968: 92), Polo (1574, Mujía, Apuntes para el estudio de un incipiente cultura aborigen
B.P.A., 11: 96). prehispánica en el oriente boliviano”, Boletín de la Socie-
4 D. de Porres, Yucay, 1571 (Mujía, B.PA., 11: 62) 1573 (id. dad de Estudios Históricos y Geográficos, Nº 29-30, Santa-
62). Lizárraga, hacia 1600 (1968: 93). Ver también las de- Cruz, 1949 y Susnik, 1969, 1975 y 1978.
posiciones en probanza de L. de Fuentes, 1604, A.G.I., Pa- 11 Ver los relatos del antiguo cautivo Blas (1585) y del Gober-
tronato 137 Nº 1 r 2, f° 96. nador de Santa Cruz (1584-85) en A.G.I., Patronato 135 in
5 Más al norte, es la región de S. Lucas de… Ver la encues- Mujía, B.P.A., 11: 410, 417, 427, 659, 678 y 684.
ta sobre una incursión contra la estancia de Pototala, 12 Ver las numerosas denuncias emitidas por las autoridades
1583, A.G.I., Patronato, 235 r 9, in Mujía, B.P.A, 11: 531- cruceñas del siglo XVI (in Relaciones Geográficas 1) y del
537. El ganadero Alanis también es sometido a las tasacio- siglo XVII por los jesuitas (M.P., Vl) y por los funcionarios
nes forzadas (Lizárraga, op. cit.). de la Audiencia de Charcas (A.G.I. Charcas 16).
6 Cap. J. de Rodríguez, 1604, G.l., Patronato 137 Nº 1 r 2 f° 13 Carta del P.D. Martínez, La Plata, 1601, in H.G.C.J.P. (cró-
96. nica anónima, 1600) Madrid, 1964: 492.
7 Ver la probanza de los Colque Guarachi, uno de ellos, 14 Sobre la “esterilidad y falta de comida” en el Charcas me-
nombrado “capitán mayor de los yndios de guerra” por To- ridional en 1560, ver la declaración de D. de Pantoja (en
ledo (2417/1574) proporciona 250 fanegas de maíz y 500 Visita de la Audiencia del Lic. Castro, 1576, A.G.I. E.C.
llamas (La Plata, 1575-77, A.G.I., Quito 30). En las quejas 862, f° 89) y sus efectos en la cordillera chiriguana (anéc-
de los jefes charka y qhara qhara, se dice que “Toledo nos dota del misionero carmelita transmitida por Lizárraga,
mando juntar para la carga de los españoles y gente de 1968: 145); sobre “la peste de viruelas y sarampión” de
guerra más de mil indios de esta provincia de los charcas 1589-91, ver H.G.C.J.P., id.: 475, luego la Carta Anua de
y más de dos mil carneros de la tierra para la carga y hato 1604 (Archivo Provincial de Toledo, Alcalá de Henares,
de los españoles... y ansí casi la mitad de los yndios se mu- leg. 113) la epidemia de 1621 habría hecho estragos en el
rieron en la dha. jornada y todo el ganado de los dhos dos Oriente cruceño (carta del gobernador, 26/1/1621, A.G.I.,
mil y tantos carneros...” 1582, A.G.I., Charcas 45, publica- Charcas 276 Carta Anua de 1621, Biblioteca de la Real
do por W. Espinosa S., El memorial de Charcas, Lima, Academia, Madrid, Jesuitas 87, doc. 90).
1969: 22-23. Pero según el virrey,... “como venían muchos 15 Riquelme de Guzmán, Lima, 1623 doc. cit. ver supra nota
/ indios/ y son gente desconcertada y sin género de gobier- 10.
no metíanse por las montañas o quedávanse atrás, atre- 16 Carta del 30/10/1564, A.G.I. Charcas 216, Nº 28, f° 1v (ver
víanse algunos mocuelos (chiriguanos = guerreros por ini- también la del 10/6/1566 publicada en Maúrtua, 11: 83).
ciación especial) a dar en ellos y flecharon y mataron al- 17 El análisis de los contactos entre esos grupos insumisos
gunos y prendieron otros…”, Relación… de la jornada… a queda por hacer: la actitud de un Viltipoco, cacique huma-
los Chiriguanos, 1574, A.G.I., Patronato 235 r 4, in Mujía, huaca, necesita muchos esclarecimientos.
B.PA., II: 187-188. 18 A.G.I., Patronato 235 r 9 in Mujía, B.P.A. 11: 537.
8 Matienzo, carta al Rey, La Plata 20/10/1561. A.G.I., Lima 19 Probanza del cap. D. Quintela S., 1604, A.G.I., Charcas
92, cuyo texto es parcialmente integrado al cap. IX (segun- 83.
da parte) de su Crónica Gobierno del Perú, 1567, París-Li- 20 Lizárraga (1968: 143); Blas (1585), Mujía, B.P.A., II: 679.
ma, 1967: 256-257. La relación anónima de Santa-Cruz Sobre estos aspectos, ver T. Saignes 1982 b.
CONCLUSIONES

d
Al sur de Cusco, de Carabaya al Guapay, la xar las colinas de Apolobamba, creando allí una
vertiente exterior de la Cordillera Oriental caía “provincia chuncho”. Es probable que esta con-
abruptamente de unos millares de metros de altura quista, como en la zona de los Chupacho, haya ro-
sobre la selva densa y húmeda. Los Incas intenta- to la profunda continuidad cultural que unía las
ron en vano dar el rodeo a esta poderosa muralla poblaciones pukináfonas de las orillas orientales
rectilínea por el noreste, utilizando el tumultuoso del lago Titicaca a los grupos “chuncho” de lengua
corredor fluvial del Madre de Dios que llevaba di- takana (arawak) del piedemonte, continuum étnico
rectamente al corazón de las sabanas del Mamore. del que los Kallawaya debían constituir una parte
Tuvieron que acudir a un cacique de la ver- esencial. No se sabe la modalidad de la coexisten-
tiente para encontrar una vía de acceso transversal cia de los numerosos mitmaqkuna (entre los cuales
(por las cumbres y no ya por los ríos) del Altiplano los Chachapoya originarios del Perú septentrional)
a las colinas de Apolobamba, mientras en el sur, afectos a los cultivos de coca y a las minas de oro
aprovechando la frontera bio-climática con los An- y plata, y los grupos locales, sin duda en situación
des tropicales secos, lograron instalarse directa- de clientelismo. Desde el retroceso de los prime-
mente en la llanura del Guapay medio. Pero en to- ros, el espacio intermediario fue abandonado, cru-
da la zona central del Alto Beni a Sarnaipata, ellos zado de 1538 a 1570 por algunas expediciones es-
no pudieron vencer la resistencia de los grupos del pañolas cuyo problema fundamental fue el abaste-
piedemonte. En cuanto a las cumbres dominando cimiento (indicio de que no existía ya la infraes-
el Chaco, ellos establecieron allí una línea defensi- tructura logística inca), expediciones armadas que
va para impedir las infiltraciones de los pueblos los grupos del piedemonte rechazaron formalmen-
orientales. Dos tipos de frontera se suceden así de te después de 1570. Estos, como en el Alto Madre
norte a sur, en Carabaya y en el Guapay, dos fren- de Dios, acostumbrados a relaciones de visita y de
tes abiertos, bases de expansión continua hacia el intercambio río arriba, volvieron a las aldeas fron-
este; en el centro, una línea de detención en la Ce- terizas o a los centros andinos como Cusco y La
ja de montaña (1 500-1 000 m) nacida de la resis- Paz, para negociar la reanudación de intercambios
tencia de los habitantes del piedemonte, mientras materiales y rituales (iniciaciones, envío de misio-
en el sur son los Incas mismos quienes en las cum- neros) por circuitos más difusos y personalizados.
bres impiden el paso a las sociedades de montaña. Esta región es caracterizada por un doble movi-
A pesar de esa línea de defensa, el frente miento apertura/cierre siguiéndose en dos fases cu-
meridional entre Guapay y Pilcomayo es el que yos promotores son antagónicos: en una red abier-
cae bajo el empuje guaraní, acontecimiento mayor ta, los Incas provocan un cierre durante el primer
para la historia de esta región cuyas huellas toda- tercio del siglo XVI; la llegada española rehace fun-
vía quedan visibles en la singularidad actual del cionar los circuitos étnicos directos, ahora los ha-
sureste boliviano. Los españoles no lograron con- bitantes del piedemonte rechazan toda interven-
trolar este inmenso espacio oriental, después de un ción armada hispánica (sólo subsiste arriba el
breve ciclo aurífero y algunas expediciones de ex- puesto de S. Juan de Sahagún de Mojos que vege-
ploración, lo abandonaron a su suerte, contentán- ta durante todo el siglo XVII).
dose con parar la expansión guaraní por estableci- Desde la unión de los ríos Camata y Mapiri
mientos agrícolas pioneros mucho más acá del li- hasta los ríos Ichilo y Guapay, los Incas no pudie-
mes inca. ron pasar el obstáculo de las colinas sub-andinas.
Volviendo a las distintas modalidades regio- Ellos se contentaron con acondicionar los cañones
nales, notamos que en el norte, la intervención de o yungas y explotar allí el oro aluvionario y la co-
los enigmáticos Kallawaya permite a los Incas ane- ca. Más arriba, recuperaron los imponentes recin-
182 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tos urbanos de la época mollo que cerraban los ca- dose aquí, mientras grupos piemonteses que antes
ñones en la desembocadura de los valles superio- habían sufrido influencias andinas han podido des-
res (Larecaja, Inquisivi, Pocona). En tiempos de los culturizarse coexistiendo así de modo parasitario y
Incas como en los de los españoles, las sociedades aprovechando su función de intermediarios entre
del piedemonte leko, mosetene, chimane o yura- el mundo andino y amazónico. Durante el siglo
kare, de identificaciones todavía imprecisas, some- XVII, agustinos y franciscanos fundaron en esta
tieron a los habitantes de esos yungas (de Consata franja tapón las misiones de Apolobamba.
a Chuquiuma y Aripucho) a incursiones periódi- Al sur del río Guapay, entre Charcas y el
cas. Solamente en el siglo XX el frente pionero Chaco, después de haber incorporado los grupos
abrirá esta zona a la colonización venida de los locales (Chane entre otros), y desalojado las guar-
Andes. niciones, los Chiriguano imponen un enfrenta-
Siguiendo hacia el sur, el río nacido en el miento directo con el frente pionero, instalado más
valle de Cochabamba, los Incas se parapetaron en acá del antiguo limes inca y separado por un espa-
las últimas colinas andinas (Samapata), de donde cio de seguridad vacío de habitantes. Pero, bor-
lograron dominar, sin conquista militar, la pobla- deando contra el Chaco, los Chiriguano se hallan
ción arawak y la llanura vecina del Guapay medio. atrapados en el reducto donde el adversario espa-
Como en Apolobamba, siguieron enviando mit- ñol les contiene por el sur y el oeste; en el norte
maqkuna con una relación de vasallaje sobre los ellos reciben los ataques del centro pionero de
grupos locales. Al sur de Guapay fortificaron todas Santa Cruz, aquel centro que ellos habían obliga-
las últimas estribaciones que separaban los seño- do a replegarse sobre la orilla izquierda del Gua-
ríos de Charcas de la llanura oriental, por donde pay (1603-1620): cortándole definitivamenle de su
transitaba un comercio a larga distancia de objetos base paraguaya, ellos contribuyen a su propio en-
metálicos hacia el litoral atlántico. Apenas ocupa- cierre. Y desde este puesto español, aislado, ines-
do y fortificado, este sector cayó brutalmente a ma- table y muy agresivo, vendrán las represalias más
nos de los invasores guaraníes, mestizados por el devastadoras, una vez arrasado todo el país inte-
camino y llamados Chiriguano. Los españoles he- rior indígena, hasta el Alto Paraguay, provocando
radaron una frontera enferma por el empuje guara- en el siglo XIX el repliegue y la agonía del mundo
ní, que recibió paradójicamente el refuerzo de chiriguano.
nuevas expediciones venidas del Paraguay. Los Santa-Cruz constituye así la única ciudad
Guaraní integraron el refugio chiriguano mientras hispánica fundada cuesta abajo de los Andes, que
los españoles y los mestizos hispano-guaraní fun- haya logrado mantenerse durablemente y durante
daron un centro pionero intermedio, Santa-Cruz de la época colonial (sin embargo, es significativo que
la Sierra. ella sea de origen atlántico-paraguayo y no pacífi-
Entonces una cronología distinta ritma aquí co-andino). En las demás regiones, se produce un
la historia del sureste andino. De 1520 a 1560 se retroceso, y hacía cuesta arriba del control andino,
suceden las expediciones venidas de Paraguay, por instaurando así una línea muy notable de disconti-
consecuencia, de 1540 a 1570, las guarniciones nuidad cultural y política en la historia de los gran-
andinas multiétnicas retroceden y se reinstalan en des focos civilizatorios.
los valles andinos, el medio siglo siguiente, los es- Sin embargo, las sociedades piemontesas
pañoles intentan vanamente echar a los Chiriguano mientras provocaban el reflujo de la presencia an-
del piedemonte oriental, donde éstos arraigan y se dina, no dejaron de seguir pidiendo bienes mate-
multiplican, integrando grupos locales y vecinos. riales y simbólicos. Esos intercambios tomaron for-
El retroceso colonial en el piedemonte andi- mas distintas, pero tanto en la época prehispánica
no inmediato (montaña) se opera así bajo dos mo- como durante el período colonial, ellos se realiza-
dalidades regionales muy distintas. ban según un doble movimiento: de río abajo ha-
En el norte, de Carabaya al río Ichilo, la an- cia arriba y de río arriba hacia abajo.
tigua frontera inca se transforma en no man’s land, Los piemonteses suben la vertiente oriental
espacio de recorrido discontinuo en ambos senti- en tres circunstancias distintas y complementarias:
dos, los intercambios efectuándose río arriba. Pue- durante la temporada seca, por los ríos, y lo hacen
de recibir a antiguos mitmaqkuna o a fugitivos ve- bajo la forma de expediciones comerciales hacia
nidos de los Andes coloniales y que van asimilán- los pueblitos fronterizos (productos de recolección
AL ESTE DE LOS ANDES 183

a cambio de metal), durante la temporada de las esperanza de recibir apoyo de ellos para emanci-
lluvias, para evitar represalias inmediatas bajo for- parse de los amos españoles), y la incapacidad de
ma de incursiones de saqueo; y por una duración superar el desprecio, hasta la repulsión, ante las
mayor, bajo la forma de visitas oficiales realizadas elecciones culturales motivadas por el rechazo
por los jefes piemonteses a las ciudades andinas, “salvaje” de la división social entre “dueños” y
sea a la corte del Inca (vasallaje formal e intercam- “sujetos”.
bio de “regalos tributos”, sea a los virreyes perua- Paralelamente en la actitud andina de in-
nos (en particular a Toledo, quien recibe y guarda cluir la humanidad piemontesa en el orden de la
durante varios meses a grandes jefes chuncho y naturaleza, incluso en la animalidad, se proyectó
chiriguano entre 1571 y 1575). sobre el interior amazónico, Ia existencia de reinos
Los intercambios en el piedemonte mismo fabulosos. Vino a cristalizarse allí un complejo mí-
se realizan alrededor de las fortalezas (bajo el Inca) tico, nacido de una simbiosis de quimeras prehis-
o de los puestos misioneros (época hispánica): no- pánicas de origen a la vez andino (Moxo) y guara-
tamos para los principios del siglo XVII, tanto en el ní (Kandire), y luego las coloniales que agregaron
caso chuncho como en el chiriguano, que los gru- y envolvieron la idea del refugio neo-inca y la es-
pos más lejanos de la frontera colonial son los que peranza, continental de El Dorado. Así nació el mi-
vienen a pedir giras de misioneros por sus tierras to del Paytiti, formidable contrasentido histórico,
(una vez agotada la cantidad de regalos que distri- del cual fueron víctimas los colonos de los Andes
buían u obtenido el apoyo militar español que es- meridionales y muchos europeos más, hasta el día
tos misioneros garantizaban despiden cortésmente de hoy.
a los religiosos y les ruegan volver a sus casas). En Considerar salvaje al piedemonte meridio-
la frontera meridional se añade la llegada de trafi- nal y mitificar al interior amazónico es darle dos
cantes mestizos para “rescatar” armas con indios caras a un mismo proceso y prolongar aun más el
capturados por los Chiriguano y luego revenderlos desconocimiento radical de los Andes orientales y
a las haciendas de los valles fronterizos, esta forma del Alto Amazonas.
de esclavitud ejecutada por intermediarios contri- Un mismo desconocimiento radical pero
buyó al despoblamiento del Chaco septentrional con una perennización de la situación anterior y
durante los siglos XVI y XVII. una menor mitificación, son los rasgos sobresalien-
Finalmente debemos reconocer nuestra ig- tes de la historia del piedemonte central. No po-
norancia en cuanto al restablecimiento, -una vez díamos dejar de subrayar la paradoja de la margi-
desaparecido el filtro de la colonización inca-, de nalización y de la desincronización muy propia a
circuitos indígenas de intercambio directo a lo lar- la historia de la montaña limítrofe con las provin-
go de la vertiente externa de los Andes orientales cias centrales del Tahuantinsuyo, tanto en tiempos
durante el período hispánico. Tenemos pruebas de de los incas como en los de los españoles. Los pri-
un tránsito individual (así como la presencia de meros, en sus tempranas tentativas habían estable-
“salvajes” piemonteses en el valle de Cochabam- cido una línea de ciudadelas y de fortines domi-
ba), además, los Chiriguano obtienen de grupos nando, en el noreste del Cusco, las pendientes
fronterizos, como los Chui de Misque o los Lacaja abruptas del Alto-Madre de Dios, lo que nos pro-
(más marginalizados), informaciones sobre los mo- porciona para estas regiones una de las pocas con-
vimientos españoles. En la parte norte, esa compli- cordancias entre la realidad y la periodización ge-
cidad se hace más evidente, tanto en las redes sha- neralmente admitida por las reconstrucciones his-
mánicas uniendo Kallawaya y Takana, como en las tóricas clásicas. Más tarde, la conquista de los
conjuraciones llevadas a principios del siglo XVII Chupachos al norte de estas provincias centrales,
por líderes aymara, yunga y chuncho para apode- determinaba a su vez el establecimiento de una
rarse de la ciudad de La Paz, pero los guerreros frontera muy bien delimitada por construcciones
chuncho no llegaron nunca y la sublevación no es- defensivas, por caminos y puentes. Pero en la zo-
talló (excepto una rebelión local de los Yunga de na intermediaria, un no man’s land aparentemente
Songo, reducida por la negociación en 1625). Tal amorfo separa el Imperio Inca de los Anti y todos
proyecto abortado puede ser atribuido al movi- los testimonios concuerdan en indicar a Pampaco-
miento contrario de la actitud andina, la fascina- na, situada en las altas tierras occidentales de Vil-
ción por la independencia de los “salvajes” (y la cabamba, como punto extremo de la implantación
184 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

inca. Solamente después de tentativas efectuadas mineros y rápidamente despoblada. El despobla-


hacia las tierras bajas del Este y del sureste del Cus- miento, empezado por la destrucción de la peque-
co, se menciona un intento hacia la montaña sep- ña colonia nicaragüense bajo Manco Cápac, fue
tentrional cercana a la capital, y en términos tan prolongado y agravado por las huidas hacia las tie-
ambiguos como es preciso leer entre líneas para rras bajas, no sólo de los vasallos del Inca oriundos
identificar los lugares verdaderos donde se desa- de la selva, sino también probablemente de los mi-
rrolló. Su extensión mal determinada y su fracaso timaes venidos de la sierra. Por lo tanto, las ciuda-
final no modificaron durablemente los caracteres delas más excéntricas, como Asquaruni, caen en el
de esta abierta y difusa frontera. olvido antes de resurgir como Paytiti y, la selva al-
En el Alto-Madre de Dios, la instalación de ta se apodera otra vez de los caminos y cocales
ciudadelas corresponde en primer lugar a funda- adelantados.
ciones coloniales implantando y manteniendo un En la cuenca de Huanuco, hemos visto que
frente pionero en una zona muy poco poblada a la las fundaciones fronterizas tenían caracteres y fun-
altura de la frontera inca (ceja de montaña), más ciones diferentes: cortaron en lo vivo un tejido hu-
tarde, con los intentos directos más o menos exito- mano que iba de los conquistados Chupacho a los
sos de penetración y de conquista en la selva, esta Panatagua, Sisimpari, Amuesha y otros grupos de
frontera marcada por fortines, cocales, puestos selva, que se mantenían en situación de a veces in-
adelantados y embarcaderos, se vuelve una base dómitos clientes, a veces enemigos. La hipótesis de
estratégica de ofensivas y repliegues; luego ella re- una inmigración chupacho desde abajo que, para
cula para estabilizarse al nivel de su primera im- nosotros es la más probable, podrá algún día ser
plantación, a medida que el Imperio va extendién- contradicha por nuevos datos, mas quedará el tes-
dose hacia el sur y descubre pasos más fáciles e in- timonio muy antiguo de estrechos nexos entre los
teresantes. Con la caída del Imperio, las tierras ba- Chupacho y la gente de la región Pozuzo-Perene y
jas del río Alto-Madre de Dios, abandonadas por del Huallaga medio, de relaciones más flojas con
los Incas, no presentan huella de integración si- la cuenca de Tingo María y del Ucayali. Los Incas,
quiera parcial. Sin embargo, por encontrarse en el que encontraron obstáculos insuperables para una
noreste del Cusco, representan en el sistema sim- colonización duradera en la montaña cuando con-
bólico inca un papel ejemplar probablemente re- quistas más atractivas en la sierra y la costa los so-
forzado por la posición del Iejano reino Moxo. Los licitaban, limitaron su administración al piso que-
españoles, muy rápidamente implantados en la al- chua del valle de Huánuco y establecieron hacia el
tura, en los cocales fronterizos de Avisca y de To- oriente una frontera en primer lugar defensiva. Así
no, descubrían hacia abajo tierras indómitas y pa- es una situación inversa a la encontrada en el Alto
liaban hacia arriba la falta de población estable Madre de Dios. Allá, una frontera colonial atracti-
mediante la implantación de una colonia de indios va evoluciona hacia una frontera defensiva. Aquí
de Nicaragua, rasgo que diferencia claramente es- una frontera defensiva, creada en tiempos de la
ta región de los valles bolivianos de poblaciones conquista y de la pacificación de los Chupacho,
comparativamente fuertes y establecidas de mane- separaba pueblos geográfica y culturalmente cer-
ra escalonada. En cuanto a las dos tentativas espa- canos, ella se establecía tanto en contra de las hui-
ñolas de penetración, realizadas aquí como en las das de los conquistados como en contra de las in-
demás partes durante las cuatro primeras décadas cursiones de los insumisos antes de transformarse
coloniales, acabaron en fracasos rotundos, sean progresivamente en frontera atractiva. Las plazas
cuales hayan sido los motivos que los suscitaron, fuertes y las ciudades se volvían lugares de inter-
especialmente una autodestrucción parcial provo- cambios comerciales, culturales y rituales pero la
cada por una lucha de facciones. Este desperdicio parte visible de esas relaciones ya era canalizada
de hombres, bienes y esfuerzos modificó profunda- por los administradores incas.
mente la política del virreinato y llevó a congelar Los conquistadores españoles perturbaron
esas fronteras. Colocadas desde entonces en la de- otra vez las imbricaciones regionales entre gente
fensiva, ellas se retractaban progresivamente bajo de selva y gente de sierra. La conquista larga y di-
los ataques episódicos de los de los montañeses y fícil de esta provincia agitada por una resistencia
por la marginalización creciente de esa zona de inca que encontró apoyo en la población local,
ceja de montaña alejada de los centros agrícolas y unas expediciones sin resultados y unos fracasos
AL ESTE DE LOS ANDES 185

provocaban una ligera retracción de la frontera así lle del Apurímac hasta la altura de Tambo viejo y
como el abandono de las tierras y de los fortines de Pampacona, subían hasta la hoya de Quilla-
inca más adelantados cuya localización desapare- bamba en el Urubamba y alcanzaban las proximi-
ce de las memorias. Un despoblamiento rápido y dades del Chunchomayo en la cuenca del Paucar-
más intenso que en otras partes de la provincia tambo Yavero. En sentido inverso, unos antiguos
Chupacho, un rechazo intransigente e inmediato caminos inca o pre-inca bajaban, a una altura si-
por parte de los Panatagua y de sus vecinos de dar milar, hacia las orillas del Apurímac y de algunas
un paso libre a cualquier penetración hispánica, playas llamadas embarcaderos o hacia el Urubam-
contribuyeron fuertemente a un estancamiento ba y el “puerto” de Quillabamba, mientras otros
marcado por algunos retrocesos. En otros casos he- caminos seguían las cumbres dominando el Yana-
mos visto que una parte importante de esta despo- tile y el Paucartambo medio; todos se paraban al lí-
blación provenía de las huidas de grupos enteros mite de tierras desprovistas de infraestructuras in-
hacia la montaña vecina. Tal vez éstas habían em- ca, llamadas “anti” o “manari” y reconocidas co-
pezado en tiempos de las guerras de sucesión inca, mo tales. Las ciudadelas fortalezas, lejos de brin-
más se aceleraban con la llegada de Mercadillo y dar una vista amplia y directa sobre la selva como
de Puelles y terminaron con el retiro de Illa Topa y las del Alto-Madre de Dios o de adelantarse en los
de su gente en la selva. La historia regional y la valles como en Bolivia, estaban edificadas en la re-
presencia de esos refugiados en las tierras bajas taguardia de las alturas fronterizas incas: Tambo
fundamentan probablemente la resistencia inme- viejo en el este de Huanta, Vilcabamba (probable-
diata de los montañeses que, contrariamente a lo mente Choquequiray) en la provincia homónima,
que sucede en el norte y en el sur del ex-Imperio, Vitcos en el Alto Vilcabamba o Machu Picchu en
cierran la frontera antes de cualquier intrusión y el Vilcanota, bastan para evocar esta diferencia en
llevan la guerra donde los españoles a cada inten- su implantación frente a las muy periféricas de As-
to de franquearla. quaruni, de Uro Coto, de Oparati y otros Pillco de
A principios de la época colonial, se produ- la región del Alto-Madre de Dios. Solamente el an-
ce un movimiento inverso del que había llevado, tiguo Pilcozuni en el Mantaro tiene una situación
bajo los últimos incas unos sisimpari y moco a es- fronteriza, pero se trataba de un establecimiento
tablecerse en las marcas del Imperio, a la vez co- de casas probablemente muy dispersas y las ruinas
mo colonos adelantados y representantes de la sel- que existen en la zona se yerguen en la sierra, no
va y como vasallos del Inca. No solamente la fron- en el piso quechua o al límite de la ceja de monta-
tera está cerrada por completo, sino que los pie- ña. Basándose en la documentación del siglo XVI,
monteses determinan en su borde superior, en tie- había que establecer la originalidad de esa fronte-
rras hispánicas, un no man’s land garantizando así ra intangible abierta en todas sus partes y sin em-
la seguridad y la independencia de sus territorios bargo, infranqueable al punto que el frente pione-
plenamente recuperados, en efecto, ellos obligan a ro, de avanzadas en retrocesos, no pudo empujar-
los españoles mediante incursiones, guerrillas y la desde el siglo XVI hasta la mitad del siglo XIX.
destrucciones a abandonar las tierras más orienta- Sería interesante explicar la estabilidad de esta
les y lindantes con las suyas. Además, la ausencia frontera pero el tema, dada su extensión, necesita-
de yacimientos mineros o de placeres como en el ría un largo análisis antropológico sobre aquellas
Alto-Madre de Dios, y la vocación agropecuaria sociedades y excepto unos cuantos puntos tratados
del valle de Huánuco contribuían a un real desin- brevemente más abajo y en el epílogo, tendremos
terés por parte de la administración central para que desarrollarlo en otra obra. Por eso, nos hemos
efectuar expediciones o conquistas en tierras bajas, contentado con presentar los elementos disconti-
aun los colonos a nivel regional mostraron pronto nuos proporcionados por la documentación del si-
un desencanto prudente de modo que la leyenda glo XVI, con algunas excepciones indispensables.
del Cerro de Oro se esfumó apenas nació por ca- Sin embargo, podemos señalar de antemano que la
rencia del menor indicio de realidad. historia del siglo XVI al siglo XX y el estudio de los
La región central, desde el oriente de Jauja sistemas sociales peculiares de esas regiones mues-
hasta el Paucartambo medio, se caracteriza por un tran cómo los montañeses pudieron oponerse y ce-
espacio casi vacío entre el piso quechua y la mon- rrar eficazmente la montaña a los intentos de pene-
taña. Las tierras matsiguenga se extendían en el va- tración inca y luego española.
186 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Influenciada por una larga vecindad con las conocían las técnicas metalúrgicas adquiridas por
civilizaciones de la sierra y amenazada por las pre- experiencia directa o indirecta. Recordemos al res-
siones que venían tanto de la selva baja como de pecto que cuando el Gran Pajonal se abrió al co-
la región andina, la cultura de los Arawak preandi- mercio de los blancos en el siglo XIX, los primeros
nos presenta unos caracteres netamente pacíficos viajeros descubrieron fraguas campa en plena acti-
si uno la compara con las de los Chiriguano o de vidad, eran del tipo catalán del siglo XVI. La dis-
los Jívaro. La guerra es para ellos “el desenlace de tancia que separa esta región de las fronteras inca
transacciones desafortunadas” como lo escribió C. y luego hispánicas supone una serie de difusiones
Lévi-Srtauss, y se sustituye momentáneamente a re- o de transmisiones a partir de Campa mineros,
laciones complejas donde el aspecto comercial, cautivos, fugitivos o colonos.
percibido mejor por los españoles, no es el único. Finalmente, otros anti, y entre ellos proba-
Es también la respuesta a las tentativas de someti- blemente los Pilcozones de Amaybamba y unos
miento y de colonización, respuesta capaz de le- opatari, fueron instalados en la sierra o en los va-
vantar en contra de los invasores provisionales lles fronterizos, por los Incas. El desplazamiento de
confederaciones étnicas o interétnicas las cuales se estos grupos, como vasallos o como aliados, con-
mantenían en estado latente mediante una red de tribuía a establecer un frente arawak continuo en
relaciones múltiples. En caso de crisis, la eficacia las marcas de las provincias centrales. Esta franja
del cierre fronterizo proviene de la unión para la de grupos sumisos o clientes, establecida en los lí-
guerra de los pueblos de selva: Arawak y Pano, no mites con la sierra, prolongaba en inmenso tejido
todos juntos, sino entre varios. Ellos se reconocen de los grupos parientes e insumisos de las tierras
una complementariedad y una identidad común bajas mediadora en muchos aspectos, ella ofrecía
mínima suficiente para una amplia movilización a éstos un polo atractivo y una garantía de relacio-
defensiva que liga batallones interétnicos en con- nes “amicales” y pacificadas. Entonces se percibe,
tra del enemigo común. Unión temporaria e ines- subyacente a esta situación, cierta “colonización al
table pero siempre factible gracias a las redes de revés”, desde abajo hacia arriba, lograda en la me-
relaciones establecidas entre parientes, aliados, je- dida en que no hay pérdida alguna de identidad en
fes, amigos y compañeros de trueque; redes fijas y esos Anti ni ruptura con los suyos. La franja alta de
codificadas en cuanto a sus formas, y fluctuantes colonos y de vasallos arawak aparece como el re-
en cuanto a sus participantes. Unión eficaz tam- sultado de un doble juego, de un doble control in-
bién en cuanto explotaba un aliado natural, topo- ca-anti en su frontera común, asienta la presencia
gráfico y climático, utilizando técnicas de guerrilla arawak en ambos lados del no man’s land que se-
muy apropiadas para despistar a sus invasores po- para las tierras andinas de montaña. Es el precio vi-
tenciales. siblemente pagado por la paz española, tardía en
Por otra parte, los productos de la sierra, es- la parte central por el hecho del neo-imperio, y en
pecialmente el metal, han atraído desde mucho una inferencia suficientemente fundada, por la paz
tiempo atrás a los montañeses hacia los pueblos inca. En efecto, esta larga frontera se deja fran-
andinos, quienes eran consumidores de productos quear en ambos sentidos por comerciantes, sacer-
de selva. Existía por lo tanto una muy antigua tra- dotes o shamanes solitarios, soldados aislados, pe-
dición de intercambios, claramente atestiguada ro se abre en vía única de abajo hacia arriba, a las
por la arqueología y en las ocasionales crisis en tie- delegaciones importantes, en caso contrario es la
rras altas o bajas los unos o los otros estaban obli- guerra.
gados a buscar refugio donde sus vecinos. Varios Como en Huánuco, el lugar de los grandes
indicios dejan pensar, por ejemplo, que los Anti de encuentros y de los principales intercambios se ha-
Vilcabamba, gente de sierra incluían, cuando fue- lla en tierras serranas que no tienen control direc-
ron conquistados por los ejércitos imperiales, un to sobre los productos amazónicos. Además de
buen número de inmigrados y de colonos de la esos bienes que llevaban a la sierra, las delegacio-
montaña en calidad de estables o temporarios (ver nes de selva venían a alquilarse ocasionalmente
las hipótesis sobre los Sati); fueron llevados por como mano de obra, durante los meses de verano
movimientos de población que probablemente re- (período seco: de julio a septiembre) y luego desa-
montan hasta Huari y trabajaban algunos en las parecían. En garantía de esas relaciones “amica-
minas de Guamaní. En efecto, varios grupos anti les”, después de haber participado ellas mismas en
AL ESTE DE LOS ANDES 187

las fiestas y los ritos inca y luego españoles y haber El intercambio de las cosas iba a la par con
dejado a unos de los suyos como representantes, un intercambio del conocimiento sobre las cosas,
ellas regresaban con algunos aliados y algunos im- no sólo el saber técnico sino también el que atañe
petrantes en las artes shamánicas y terapéuticas de a su ser y su origen. Mitos y ritos incas y montañe-
la montaña, para formarlos en el conocimiento de ses que “ofrecen una imagen inversa los unos de
las plantas y de las técnicas curativas como de los los otros” (Lévi-Strauss, 1971: 101) atestiguan que
ritos. Así debemos interpretar, lo hemos señalado, más allá de la ruptura político-estatal ahondada
los bautizos masivos de las primeras delegaciones por el Imperio, esas sociedades dialogaban y en-
en Vilcabamba o en el Cusco y la petición de sa- contraron “en un determinado uso de la simetría
cerdotes hecha a Toledo, apenas caído el neo-im- los medios de superar la antinomía que resultaba
perio, por parte de los Manari y otros Anti, petición de su proximidad geográfica” (ibíd.: 100) y de su
muchas veces reiterada después. distancia sociológica.
LAS VERTIENTES ORIENTALES
DE LOS ANDES SEPTENTRIONALES:
de los Bracamoros a los Quijos

A. C. Taylor

d
Segunda Parte
EL ORIENTE DE LOS ANDES SEPTENTRIONALES
HASTA LA CONQUISTA HISPÁNICA:
norte de Perú y sur del Ecuador

d
I NTRODUCCIÓN

d
1. El propósito intra-andinas a los bajos valles del piedemonte
oriental. Además, la famosa barrera fisiológica de
En Quito como en Lima o La Paz, se ha con- los 3500 m, aquí no es pertinente, ya que la mayor
siderado durante mucho tiempo a las sociedades parte de las zonas andinas habitadas, sobre todo
indígenas del oriente como abandonadas por un para el sector que nos concierne, se sitúa a altitu-
desarrollo histórico que en lo esencial se habría des inferiores a este límite. Las reducidas distancias
hecho sin ellas, y del cual habrían sido incapaces y la ausencia de constreñimientos biológicos han
de inspirarse, sea por determinación geográfica, podido entonces favorecer los movimientos de po-
como por inferioridad natural. Al igual que en el blación de un área ecológica a la otra, tanto más
Perú o en Bolivia, el Ecuador no llegó a asimilar, que la llama -elemento clave de las civilizaciones
en la construcción de su identidad nacional, su andinas centrales- ha desempeñado un papel se-
componente selvático, todavía percibido como cundario en el desarrollo de las culturas de la sie-
irreductiblemente heterogéneo a las tradiciones rra septentrional, y por lo tanto no ha impedido por
que alimentan la ecuatorianidad. sus propias exigencias adaptativas, eventuales des-
Sin embargo, la antinomia ideológica entre plazamientos de los habitantes de la sierra hacia
sociedades andinas “civilizadas” y poblaciones sel- las tierras bajas. Por último la conquista inca fue
váticas salvajes, entre las nobles tierras de altura, aquí tardía y de poca duración, de suerte que la
propicias a todas las aventuras históricas, y el in- imagen negativa de los selváticos difundida por los
fierno verde del piedemonte que condena a sus ha- incas, y el tipo de relaciones que pretendieron im-
bitantes a un irremediable estancamiento, antino- poner entre zonas altas y bajas, no siempre y en to-
mia de la que los capítulos precedentes han de- das partes tuvieron éxito a la hora de suplantar los
mostrado la fuerza y la antigüedad en los Andes modelos de relaciones y de representaciones pree-
centrales y meridionales, es sin duda menos tajan- xistentes. En definitiva son los conquistadores
te y de origen más reciente en los Andes septentrio- quienes establecieron la diferencia entre los Andes
nales. Mientras que en el sur el corte entre las zo- y la montaña, y que llevaron a cabo la colocación
nas bajas y las altas parece iniciarse desde el surgi- de esta frontera social, económica e ideológica tra-
miento de los grandes centros urbanos preincaicos, zada más no siempre realizada por los invasores
en la region andina ecuatorial habrá que esperar la incas.
invasión inca para ver esbozarse una real disconti- Por tanto, el objeto de este trabajo es el de
nuidad entre la sierra y el piedemonte amazónico. reconstruir, a grandes rasgos, la configuración del
Por cierto, los datos disponibles sobre las relacio- paisaje cultural, étnico y socio-político del piede-
nes entre sierra y selva ecuatoriales en la época monte andino ecuatorial (aproximadamente del 6º
preincaica son todavía muy fragmentarios, no obs- al 1º paralelo sur), y de exponer su evolución has-
tante parecen atestiguar una notable continuidad ta el fin del siglo XVI. Después de una presentación
cultural entre poblaciones andinas y poblaciones geográfica muy sumaria de esta vasta región, rese-
del piedemonte, sin evidencia de una jerarquiza- ñaré los principales datos arqueológicos e historio-
ción política que haya asignado a los selváticos un gráficos relativos al período prehispánico, y eva-
status de inferioridad claramente marcado. luaré las hipótesis que estos materiales sugieren en
A este respecto existen varias razones, tanto cuanto a la naturaleza de las relaciones entre so-
de orden geográfico como histórico. En primer lu- ciedades de la sierra y sociedades de la selva, an-
gar, la muy grande proximidad física, en esta zona, tes de estudiar detalladamente y por zonas las eta-
entre los pisos ecológicos, muy a menudo, bastan pas de la penetración española, para más tarde
dos o tres jornadas de camino para ir de las hoyas abordar la identidad, la localización y los destinos
194 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

particulares de las sociedades indígenas que sufrie- un vasto cuadro que abarca todo el medio socio-
ron sus efectos. Una síntesis final ofrecerá una vi- cultural del mundo jívaro y los profundos movi-
sión de la arquitectura étnica de la montaña sud- mientos que lo han animado. El resultado es un ob-
ecuatorial a fines del siglo XVI, con el fin de poner jeto paradójico en ciertos sentidos, a saber una to-
en evidencia la erosión masiva y los trastornos que talidad -el conjunto de las culturas del piedemon-
ésta experimentó debido a la colonización. Final- te oriental- percibida bajo el ángulo de sus relacio-
mente, intentaré, a modo de conclusión, exponer nes con uno solo de sus elementos -el bloque jíva-
la creación y las transformaciones de esta frontera ro, vale decir que la luz arrojada sobre la historia
que, desde los Incas, opone y une las gentes de de las otras poblaciones que componen esta totali-
abajo y las gentes de arriba. dad es necesariamente oblicua, y que incumbirá a
Este ensayo de antropología histórica, o si se otros investigadores completar el análisis a partir
quiere de historia antropológica, está particular- de diferentes focos, con el fin de llenar las lagunas
mente centrado en el destino del grupo lingüístico inherentes a una aproximación “jívaro-centrada”.
jívaro, situado antaño a caballo sobre la sierra y el Además, la trayectoria que he seguido supo-
piedemonte oriental. La elección de esta perspec- nía un minucioso trabajo de identificación cultural
tiva y por lo tanto la orientación global que ella im- y de localización espacial de todas las poblaciones
prime a este trabajo, se desprende naturalmente de circum jívaro, así como un estudio profundizado
la encuesta etnográfica que llevé a cabo, de 1976 de las interrelaciones entre estas unidades. Se reco-
a 1979, entre los Achuar del Ecuador, un grupo nocerá de buena gana que la lectura de los resul-
dialectal perteneciente a este conjunto. Incluso el tados de esta investigación es a menudo muy in-
análisis de estos datos etnológicos es previo, meto- grata y fastidiosa. Es que también, aun nos hacen
dológica y analíticamente, con relación a investi- falta los conocimientos más elementales sobre la
gaciones históricas como ésta ya que -y es en esto historia amazónica, y que antes de abordar las sín-
que mi gestión es más la de un etnólogo que la de tesis y las hipótesis de orden general, primero con-
un historiador en el sentido clásico del término- es viene consolidar los marcos del conocimiento y
a partir de una reflexión sobre el estado contempo- acumular la indispensable base historiográfica en
ráneo de un sistema que trató de esclarecer los ca- la que se enraíza toda empresa de análisis diacró-
minos de la diacronía. Por lo demás, me parece nico. Este trabajo se inscribe por tanto en la conti-
evidente que sólo un conocimiento directo de la nuidad de una investigación en curso, de la cual
disposición estructural actual de las formaciones sólo resume una etapa. Completa, afina y corrige
sociales amazónicas permite captar el carácter es- ciertas hipótesis desarrolladas en un artículo ante-
pecífico de la evolución histórica de estas pobla- rior (Taylor y Descola, 1981), pero sobre todo co-
ciones, así como la del sistema de relaciones que loca los fundamentos de publicaciones ulteriores
les asocia a las culturas de la sierra. destinadas a tratar, en una perspectiva esta vez sin-
Por otro lado, por razones que tienen que tética, los trastornos más importantes que han afec-
ver a la vez con el estado de los conocimientos so- tado el mundo alto-amazónico de los siglos XVII y
bre la historia amazónica, con las características XVIII; y será en estos futuros trabajos que la mayo-
de la documentación sobre el pasado de la socie- ría de las cuestiones planteadas en este texto en-
dad jívara así como con la naturaleza singular de contrarán su conclusión.
la relación que éstas mantienen con la historici- Puesto que la etnia Jívaro conforma el cen-
dad, me he visto obligada, en mi intento de recons- tro de este estudio, será útil recordar someramente
truir la historia jívara, a adoptar una aproximación su composición y localización actuales, tanto más
macro-regional o macro-étnica, desbordando así que las fronteras culturales de este grupo son toda-
ampliamente las fronteras de la unidad considera- vía hoy objeto de controversias. Generalmente hay
da, como modo de despejar las variaciones signifi- consenso en distinguir, en el seno de un conjunto
cativas, las dinámicas particulares, indistinguibles lingüístico que agrupa actualmente cerca de
desde una perspectiva monográfica, aun cuando 70000 personas, cuatro subgrupos dialectales -o
fuera a la escala de un conjunto tan vasto como el tribus principales: los Shuar (abusivamente califi-
bloque jívaro. Para poder captar en su especifici- cados por algunos de “jívaro proper”), los Achuar,
dad diferencial, la trayectoria histórica de una et- los Aguaruna y los Huambisa; a -éstos hay que
nia singular, he tenido que levantar previamente añadir algunos grupos pequeños y aislados conoci-
AL ESTE DE LOS ANDES 195

dos bajo el nombre de Maina y de “Jivaro del Ti- lias, los Jívaro propiamente dichos (Shuar, Achuar,
gre-Corrientes” cuya afiliación tribal es incierta, Maina, Aguaruna, Huambisa) y los Candoa, agru-
aunque sus dialectos respectivos sean próximos al pando a los Shapra y Kandoshi-Murato.1
achuar. También pertenecerían al bloque jívaro -
pero aquí es donde desaparece el consenso- las 2. El paisaje
poblaciones de lengua llamada candoa, actual-
mente sólo representadas por los Kandoshi y Sha- La región andina ecuatorial ofrece, en el
pra del Perú (referirse al Mapa Nº 17, p. 196, para plano geográfico, un contraste notable en cuanto a
la localización precisa de todos estos grupos). las zonas meridionales y centrales evocadas en los
El debate relativo a la pertenencia cultural capítulos precedentes. Mientras que en Bolivia y al
de los grupos candoa se remite a lo siguiente: en el sur del Perú la montaña se extiende de 500 a 600
plano de la cultura material e ideal, las semejanzas km de ancho, y las distancias a recorrer para acce-
entre tribus Jívaro y Candoa son, de acuerdo a la der de una gran zona ecológica a otra son general-
opinión general, muy sorprendentes, y han sido mente considerables, la zona ecuatorial se caracte-
evidenciadas desde hace bastante tiempo; por el riza por una sorprendente reducción de escala en
contrario, en el plano lingüístico, los dos grupos el imbricamiento de los paisajes, aquí el macizo
son muy heterogéneos, y los especialistas todavía sólo se extiende sobre 150 km de ancho y a veces
no son unánimes a la hora de reconocer la existen- menos, de manera que “el tiempo de desplaza-
cia de un lazo genético entre las dos familias de miento entre las cuencas agrícolas y los páramos”
dialectos. Además, actualmente se sabe que el sis- -estas altas praderas rumorosas y anegadas en bru-
tema de parentesco de los Candoa contemporá- mas, situadas entre 3 200 y 4 500 mts, que tanto
neos es muy diferente de aquel de las cuatro gran- contrastan con la puna luminosa y lapidaria del
des tribus jívaras, (cf. Amadio y d’ Emilio, 1982), y sur- “es del orden de un día de camino, a veces
que su organización socio-territorial se diferencia menos, y se puede acceder en dos o tres días des-
en parte. He discutido en otros escritos (Taylor, de las hoyas intra-andinas a los piedemontes exte-
1986) las razones que me han llevado, a pesar de riores” (O. Dollfus, 1978: 897). Por otra parte,
las objeciones formuladas arriba, a incluir a los mientras que en el sur la vertiente árida occidental
Candoa en el conjunto cultural jívaro, y remito a contrasta claramente con la vertiente amazónica
este trabajo al lector preocupado en profundizar húmeda, lo mismo que la estación seca con la es-
esta cuestión, en resumen las investigaciones lin- tación lluviosa, en Ecuador las dos vertientes son
güísticas efectuadas hasta el momento (cf. Nota 1, igualmente abruptas y húmedas,2 y el contraste es-
infra) sin ser definitivas, me parecen de todos mo- tacional es mucho menos notable.
dos abogar en favor de un parentesco entre las dos En términos generales, los Andes ecuatoria-
familias de dialectos, y creo haber demostrado que les se presentan bajo la forma de dos barreras pa-
las divergencias notables entre los dos sistemas de ralelas estrechas,3 cuyos picos culminan a alturas
parentesco remitían en última instancia a una for- que varían de más de 6 000 mts, (al norte de Alau-
ma única susceptible, por medio de una transfor- sí) (cf. mapa Nº 18, p. 201), a 3 500 metros (al sur
mación simple y localizada, de actualizarse bajo de Alausí), delimitando cuencas (hoyas) netamente
dos formas empíricamente distintas pero estructu- separadas las unas de las otras por pasos elevados
ralmente homogéneas. En cuanto a las diferencias de origen volcánico, recubiertos de páramo, llama-
en el plano de la organización social y territorial, dos nudos. Conviene, sin embargo, distinguir bien
se desprenderían lógicamente de las transforma- entre las “tierras frías” andinas al norte del Nudo
ciones del sistema de parentesco (Taylor, op. cit. del Azuay y la región meridional de la cual nos
154-168). A condición de admitir lo bien funda- ocuparemos aquí. En efecto, ésta presenta marca-
mentado de estas demostraciones, nada se opone das particularidades que han jugado un papel muy
pues a una asimilación jívaro-candoa, corroborada importante en el plano histórico. Aquí desaparecen
por lo demás por tantas otras homologías. Vale de- los grandes volcanes, la cordillera se ensancha y se
cir, en definitiva, que retomo por mi cuenta (una aplana, las dos barreras pierden sus contornos rec-
vez que no es costumbre) la clasificación elabora- tilíneos y no forman más que un intrincamiento de
da por el Summer Institute of Linguistics (SIL), el macizos redondeados de alturas que varían entre
mismo que divide el conjunto jívaro en dos fami- 3600 y 4 700 metros (entre Alausí y Zaruma), ro-
196 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 17
El conjunto jívaro en la época contemporánea.
AL ESTE DE LOS ANDES 197

deando cuencas onduladas, orientadas en sentido norte del Upano y las pendientes boscosas todavía
NE/SO; y en la depresión lojana al sur de Zaruma, vírgenes, están todas recubiertas de una espesa ca-
las elevaciones descienden a 2 000-3 500 metros, pa de cenizas volcánicas; sin embargo, estos sue-
mientras que el macizo es recorrido por dos gran- los son frágiles y muy sensibles a la erosión.
des valles transversales, (Catamayo-Puyango), que A medida que se desciende hacia el sur, el
drenan una serie de depresiones separadas por pe- oriente occidental cambia de fisonomía; la pluvio-
queñas cordilleras achatadas sin orientación bien sidad es cada vez menos elevada, caen menos de
definida. (A. Collin-Delavaud et al., 1982: 9). 2 000 m anuales al sur del río Paute, mientras las
Al igual que la sierra, muy diferente según temperaturas permanecen más o menos iguales.
se lo aborde a la altura de Riobamba o en los alre- Por otro lado, la distribución temporal de las llu-
dedores de Loja, el piedemonte oriental no consti- vias se modifica ligeramente: cuanto más se de-
tuye un medio homogéneo, las diferencias climáti- ciende hacia el sur, más coincide el período de
cas, topográficas, pedológicas, botánicas y zooló- pluviosidad máxima con el inicio del año.
gicas son considerables entre la zona del Upano y Estas modificaciones con relación a las re-
las tierras bajas del Morona o incluso entre la re- giones septentrionales se explicarían por una parte
gión subandina al norte del Pastaza y la del orien- debido al relieve exclusivamente montañoso de es-
te lojano. A grandes rasgos podemos ordenar a lo ta región, el hábitat característico de los antiguos
largo de dos ejes, las variaciones ecológicas en el grupos Jívaro, Bracamoro o Rabona (cf. infra p. 85)
interior de esta región: en primer lugar, el grado de y por otra, a causa de una eventual influencia del
proximidad a la barrera de los Andes, es decir, una flujo pacífico, debido a la depresión de la cordille-
línea este-oeste, y el grado de proximidad a la lí- ra andina en la región de Loja; además, y de acuer-
nea ecuatorial, en segundo lugar, o sea una línea do a ciertos autores, el clima del sur-oriente ecua-
norte-sur. toriano se habría transformado, desde el siglo XVI,
A lo largo del eje este-oeste se puede esta- en el sentido de una creciente aridez y de una
blecer una clara distinción entre lo que Tschopp acentuación del contraste estacional, debido a la
llama el “oriente occidental”, que comprende las disminución de las superficies boscosas en prove-
cadenas y las colinas subandinas y sus valles, si- cho de los pastizales (cf. Sourdat y Custode, 1980).
tuadas por encima de 900 m de altitud, y el “orien- El relieve en esta zona, hasta el valle del Marañón,
te oriental”, las tierras bajas que descienden gra- es aun más accidentado que al Norte, formando un
dualmente hasta los aguajales del Morona-Pastaza enmarañamiento de elevadas colinas, desprovisto
(Tschopp, 1953). El corte entre los dos “orientes” se de llanuras o valles anchos, incluso de terrazas; los
expresa morfológicamente por la serie de fallas depósitos aluviales son mínimos y la capa de ceni-
abruptas, orientadas hacia el este, que se observa zas de origen volcánico espesa y continua caracte-
muy claramente desde el avión, especialmente po- rística de la zona norte del Upano, es aquí inexis-
co al este del río Macuma. tente.
El oriente occidental, hábitat tradicional de En definitiva, la depresión muy marcada de
los “Xíbaros” y antaño de ciertos grupos -proto- la cordillera en el sur de la zona andina ecuatorial,
achuar, se caracteriza en su parte septentrional por la presencia de grandes valles transversales, la del
una muy fuerte pluviosidad (cerca de 5 000 m río Catamayo y la del río Puyango, por último la re-
anuales en Pastaza-Shell), que disminuye a medida ducida distancia que separa aquí la costa pacífica
que uno se aleja hacia el sur,4 con temperaturas de la cuenca amazónica, por la escotadura del
medias de 20°; un relieve muy accidentado, recor- Chinchipe, hace de esta región una zona privile-
tado por cañones profundos, dotado, sin embargo, giada para los contactos culturales y los flujos de
de un sistema de terrazas aluviales a veces bastan- población, y se puede concebir difícilmente que
te importantes a lo largo de los principales ríos. Es- los arqueólogos atribuyan una gran importancia a
tas terrazas, así como la gran meseta sedimentaria su estudio.
que se extiende desde el Pastaza hasta la curva
198 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Notas

1 Precisemos, sin embargo, que este conjunto lingüístico 3 En realidad, al sur del 29 paralelo sur hay tres cordilleras
aun depende globalmente de la categoría de las “lenguas alineadas: aquellas propiamente dichas de los Andes, lue-
amerindias no clasificadas” tan extendida en las taxono- go, al este de los valles profundos del Upano, del Zamora
mías de los lingüistas americanistas. (cf. sobre la clasifica- y del Nangaritza (600 metros de altitud promedio) una es-
ción moderna de las lenguas jívaro/candoa: Greenberg, trecha franja discontinua de montañas abruptas, culminan-
1960; Loukotka, 1968; McQuown, 1955; HSI 6: 222 y ss.; do a más de 2 000 metros en la sierra del Cutucú (al este
para investigaciones recientes sobre los dialectos candoa, de Macas) y la sierra del Cóndor (al este de Zamora).
cf. Tuggy, 1966; Wise, Shell, Olive, 1971 y Payne 1976). 4 De acuerdo a los archivos del Instituto Nacional de Meteo-
2 La relativa sequía de la vertiente pacífica y de la llanura rología e Hidrología del Ecuador, Shell recibe en promedio
costera ecuatoriana al sur del Golfo de Guayaquil, y sobre 4938 mm, Puyo 4 412 mm, Macas 2 668 mm, Méndez
todo al sur de Macará, es un fenómeno reciente, iniciado 2350 mm (Sourdat y Custode 1980).
después de la conquista hispánica.

14. Jívaro achuar del Pastaza (Foto A. L. Taylor)


Capítulo XI
E L PIEDEMONTE SUD-ECUATORIAL
EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA

d
1. El período Preincaico federaciones étnicas”, asociadas a culturas re-
gionales y asentamientos ecológicos relativa-
Acerca del rol capital que ha desempeñado mente homogéneos. Por otra parte, este perío-
la región andina sur-ecuatorial en el lejano génesis do contempla la intensificación de los flujos de
del mundo andino, nadie está en desacuerdo; de población entre la costa y el callejón interandi-
manera general como dice una especialista, la pre- no, de un lado, y entre el oriente y las tierras
historia ecuatoriana será sin duda en el futuro “una altas, de otro.
de las más reveladoras en cuanto al pasado cultu- - El período de Integración, de 500 d. C., hasta
ral del continente sudamericano” (D. Lavallee, la conquista hispánica, período durante el cual
1978: 79). Sin embargo, sigue siendo hasta hoy se desarrollan formaciones complejas y estrati-
muy mal conocida. Si las culturas costeras han si- ficadas, asociadas o no a una dinámica de ur-
do relativamente bien estudiadas, la zona andina banización, desbordando ampliamente por en-
al sur de Cuenca es casi una tierra incógnita desde tonces las áreas ecológicas a las que inicial-
el punto de vista arqueológico, en cuanto al orien- mente se hallaban circunscritas (Meggers,
te, aunque los vestigios son abundantes, no está en 1966; Porras, 1973; Deler, 1981: 31-39).
mejor situación ya que aun se ignora casi todo
acerca de las poblaciones que han dejado estos La antigüedad e intensidad de los intercam-
vestigios y de las civilizaciones que han cons- bios Selva-Costa, y el papel activo de las culturas
truido. selváticas en la génesis de las civilizaciones andi-
Antes de abordar el examen de los sitios de nas preincaicas han sido suficientemente demos-
la sierra y de piedemonte que nos interesan, recor- trados en el primer capítulo de este libro, por lo
demos la periodización utilizada por los arqueólo- cual me limitaré aquí a describir brevemente la
gos para definir las grandes etapas de la evolución configuración local de estas vastas redes de inte-
cultural de la zona ecuatorial en su conjunto. Los racciones, y a subrayar algunos de los rasgos que
especialistas distinguen cuatro horizontes princi- diferencian los procesos que actúan en esta región
pales en la prehistoria de esta área: de aquellos que hemos podido observar en los An-
des meridionales y centrales.
- El Precerámico (o paleoindio), hasta 3 500 a. En la sierra, dos conjuntos de yacimientos
C. revisten una importancia particular en el contexto
- El Formativo que se extiende de 3 500 a 500 a. de este trabajo: los de la civilización Narrio,1 situa-
C. marcado por un progresivo desenclaustra- dos en el corazón del país Cañari, y los del sur lo-
miento de los nichos ecológicos y una crecien- jano, recientemente descubiertos por un equipo
te difusión de los grupos humanos, particular- franco-ecuatoriano de arqueólogos.
mente hacia la sierra, y sobre todo por el desa- Los sitios de Narrío nos interesan por dos ra-
rrollo importante de las culturas costeras, don- zones: en primer lugar, por la notable continuidad
de aparecen desde el tercer milenio la cerámi- que caracteriza la secuencia Narrío desde el For-
ca y la agricultura, especialmente en Valdivia. mativo hasta la invasión inca, se admite general-
- El período de Desarrollo Regional, de 500 a. C. mente que los “Cañaris” históricos -localizados
a 500 d. C., caracterizado por la cristalización precisamente en esta área- son los herederos direc-
de lo que la historiografía local llama las “con- tos de la civilización Narrío, y por lo tanto de una
200 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tradición cultural ininterrumpida desde el segundo nológica de la cultura selvática (Cosanga) sobre
milenio antes de J.C. En segundo lugar, estos sitios aquella, homóloga, de la sierra (Píllaro), la cual se-
son testimonio de importantes y continuos contac- ría correlativa de una migración de abajo hacia
tos entre las culturas costeras, las poblaciones an- arriba acaecida hacia el año 700 de nuestra era
dinas y las del oriente, la cultura Narrío se mani- (Porras, 1979: XLI).
fiesta particularmente como un vínculo esencial En resumen, los vestigios del Narrío antiguo
para la difusión hacia el este de la cultura costera y “moderno” indican que estas poblaciones andi-
de Chorrera (contemporáneo del Narrío Antiguo), nas, antecesoras de los Cañaris, constituían un fo-
ya que se encuentra en sitios del oriente tanto en co cultural muy importante, ampliamente abierto
Chiguaza, cerca del Pastaza, como en la Cueva de hacia otras civilizaciones, particularmente coste-
los Tayos (mucho más al sur, cerca del Zamora) (cf. ñas, puesto que es a través de él que han radiado
Mapa Nº 2) una cerámica que data de la era forma- en toda la región austral y oriental los elementos
tiva muy influenciada por el estilo Chorrera. Según de las culturas Chorrera y Machalilla. Además, pa-
P. Porras, también a partir de Chorrera se habría di- rece que la civilización Narrío estuvo siempre muy
fundido hacia los Andes el cultivo del maíz, y es vinculada a las culturas del piedemonte oriental; es
gracias a los contactos entre Chorrera y las pobla- posible, que ella misma se haya extendido hacia
ciones del oriente que la yuca habría hecho su las tierras bajas donde habría desarrollado una va-
aparición en la gama de las plantas cultivadas en riante cultural específica, la cual se habría más tar-
la costa (H. Crespo Toral, s.f., citado por Deler, op. de redifundido hacia la sierra poco tiempo antes
cit.: 33). También, la zona de influencia de la civi- de la ocupación inca.
lización Narrío -y de las culturas costeras de las Las investigaciones efectuadas en los sitios
cuales era el vector- se extendía muy lejos al sur, del Azuay y del Cañar estaban centradas principal-
ya que se detectan rastros evidentes de ella en la mente en las secuencias cerámicas y su evolución
cuenca sur-lojana hacia el fin del Formativo (1100- estilística, y desafortunadamente nos enseñan po-
800 a. C.). co sobre los esquemas de ocupación y la organiza-
Mucho más tarde, al final del período de In- ción socio-política de los habitantes de la región.
tegración, poco antes de la conquista inca, halla- Desde este punto de vista, los datos resultantes de
mos de nuevo un testimonio sorprendente de los las excavaciones efectuadas en el sur de Loja son
vínculos estrechos que unían las poblaciones del más sugestivos tanto más cuando estos sitios están
piedemonte oriental y la civilización Narrío Tardío. localizados a lo largo de uno de los grandes ejes
Los vestigios de los sitios andinos del Azuay estu- transversales -el valle del Catamayo- cuya impor-
diados por Collier y Murra (1943) ofrecen en efec- tancia ya hemos subrayado. Esta zona, hasta en-
to un notable parecido con aquellos encontrados tonces totalmente desconocida por la arqueología,
en el valle medio del Upano, en la montaña orien- ha sido el objeto de una campaña de excavaciones
tal. La analogía es tanto más interesante que repre- efectuadas por investigadores franceses y ecuato-
sentaría, eventualmente, la influencia de una cul- rianos en el marco de un programa del Instituto
tura de las tierras bajas sobre un complejo andino; Francés de Estudios Andinos, de 1980 a 1982 (cf.
según Collier y Murra, la cerámica del tipo “red- Boletín del IFEA, T. 11, Nº 34, 1982). Los yacimien-
banded incised”, característica de la región del tos estudiados se sitúan todos al suroeste de Loja,
Upano aparece bruscamente en el horizonte Na- en el valle del Catamayo, en Catacocha, Caria-
rrío Tardío, y este hecho sería el indicio de una sú- manga y cerca del Macará (cf. Mapa Nº 2, p. 40).
bita intrusión en la sierra de poblaciones del piede- Resumamos los frutos de este trabajo, a partir de la
monte, o al menos de una cultura elaborada en las síntesis que de él han presentado los arqueólogos,
tierras bajas (aunque no necesariamente por pobla- con el propósito de señalar sus implicaciones en
ciones de origen selvático). Por lo demás, la hipó- cuanto a las relaciones entre las tierras altas y las
tesis de la ascensión hacia los Andes de un com- tierras bajas orientales.
plejo desarrollado en la montaña no tiene nada de El período Formativo contempla aquí cuatro
improbable, y la región andina septentrional pro- tradiciones homogéneas (con excepción de la últi-
porciona incluso un ejemplo evidenciado, según ma) en toda la región considerada. La primera, Ca-
Porras, el análisis de las fases Cosanga-Píllaro I y II tamayo A (1 800-1 500 a. C.), se asemeja a las cul-
(400 a. C. 950 d. C.) demuestra la anterioridad cro- turas del sur y del sur-este (Kotosh Waira-Jirca), cu-
AL ESTE DE LOS ANDES 201

Sitio arqueológico

Mapa Nº 18
Principales sitios arqueológicos en los Andes ecuatoriales australes.
202 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ya influencia se ha difundido por el valle del Chin- dente a los ojos de los arqueólogos. Es al comien-
chipe. La transición entre Catamayo A y Catamayo zo de este período, hacia el siglo V de nuestra era,
B, orientada más bien hacia las culturas costeñas que se habría difundido en los Andes australes es-
del norte del Perú, es súbita, y ciertos sitios están ta nueva población que los investigadores identifi-
abandonados. Por otra parte, aparecen ya huellas can en definitiva como los Paltajívaro históricos,
de una influencia de Narrío, entre 1 500 y 1 100 a. aun cuando la datación relativa de esta migración
C., influencia que se acentuará muy claramente en sea difícil de establecer ya que la mayoría de los
el período siguiente (Catamayo C, 1 100-800 a. C), vestigios palta estudiados provienen de hecho del
cuyos vestigios evidencian estrechas relaciones período Preincaico tardío. Por lo demás, la dispa-
con las civilizaciones de Narrío y de Chorrera, sin ridad cultural entre la región de Macará y el valle
duda a través de los valles del Paute y del Jubones. del Catamayo desaparece en la época de la ocupa-
Además, se notará que el tráfico del spondylus, ción inca, lo que atestigua una “rehomogeniza-
vinculado a las macro-redes de intecambio, está ción” de todo el sur lojano. Por otro lado, la inva-
evidenciado desde el horizonte Catamayo B. En sión inca comporta la afluencia de grupos alóge-
cuanto a la última tradición (Catamayo D, 800-500 nos, muy probablemente mitimaes instalados por
a.C.), se detecta en ella una evidente influencia es- el Tahuantinsuyo (cf. Almeida, 1982: 29-37, y Guf-
tilística Kotosh-Paucartambo-Chavin (Guffroy, froy, 1982: 3949).
1982: 3 011). Mientras que los sitios de Narrío-Cashaloma
Las culturas del período de Desarrollo Re- manifiestan la continuidad y la permanencia de
gional permanecen todavía muy homogéneas en una tradición cultural por cierto ampliamente
todo el sur lojano, aunque ciertos sitios (Cataco- abierta a otras civilizaciones, los sitios del sur loja-
cha) pobres en material lítico, evidencian una agri- no evidencian, al contrario, una historia hecha de
cultura incipiente o ya formada, mientras que otros rupturas, marcada hasta el final del período de De-
atestiguan la presencia de grupos todavía orienta- sarrollo Regional por la sucesión rápida de hori-
dos hacia actividades de caza y recolección. Los zontes estilísticos y de poblaciones de diversos orí-
esquemas de ocupación, en la época de Desarro- genes. Además de confluencia de influencias cul-
llo Regional, se caracterizan por un movimiento de turales, el sur lojano también ha sido, con toda
los fondos del valle hacia las pendientes y las me- probabilidad, el escenario de repetidas invasiones
setas, quizá por una preocupación defensiva nue- provenientes sea de la región andina o costeña me-
vas poblaciones venidas del sur y del suroeste, ridional, de la cuenca amazónica, o tal vez del
irrumpen en este momento y se extienden lejos ha- norte,2 hasta la llegada de los Palta, cuya civiliza-
cia el norte, hasta cien kilómetros al norte de Cata- ción parece luego desarrollarse sin interrupción
mayo, aunque su impulso se interrumpe brusca- hasta mediados del siglo XV. A esta discontinuidad
mente. Algunas piezas procedentes del sitio de Ca- temporal se opone en cambio, una gran homoge-
tamayo manifiestan influencias estilísticas prove- neidad espacial, ocupando cada una de las tradi-
nientes a la vez del noreste peruano y del Narrío ciones que se suceden el conjunto de la región
Tardío, y evidencian también contactos directos considerada (con excepción de la zona de Macará,
con la cultura Jambelí, en la Costa sur-ecuatorial durante el período Palta), aun cuando los límites
(Lecoq, 1982: 13-27). precisos de esta área cultural, en los cuatro puntos
En la época de Integración, la notable ho- cardinales, no hayan sido hasta el momento clara-
mogeneidad de las tradiciones locales se pierde sú- mente definidos.
bitamente: la región de Macará se distingue enton- Las investigaciones arqueológicas efectua-
ces claramente del resto de la zona, por la ausen- das en la zona andina austral testifican el constan-
cia de estilos encontrados en otras partes de la mis- te movimiento de flujos migratorios e influencias
ma época, se encuentra, en cambio, un material culturales de origen amazónico, conviene pues
muy burdo, característico de las fases antiguas de que volvamos ahora al estudio del piedemonte
Catamayo-Catacocha-Cariamanga. Este hecho se- oriental, cuyos vestigios arqueológicos permitirán
ría sintomático del repliegue de una población quizá dilucidar los procesos de interacción entre
portadora de las tradiciones establecidas antaño en selva y sierra en la época preincaica.
toda la zona sureste, ante la llegada de un nuevo
grupo étnico, cuya filiación amazónica parece evi-
AL ESTE DE LOS ANDES 203

Los vestigios prehistóricos son abundantes Porras también ha descubierto y excavado


en toda la región oriental, particularmente en los otros dos yacimientos situados en las inmediacio-
valles de piedemonte de la cordillera y en los va- nes de las vertientes orientales de la cordillera, el
lles aluviales de los ríos importantes. Lamentable- primero en Chiguaza (cerca del curso superior del
mente, hasta el momento se han practicado pocas Pastaza), el segundo al oeste del río Zamora, en la
excavaciones científicas, y los datos recogidos to- Cueva de los Tayos (cf. Mapa Nº 18, p. 201). El si-
davía no han sido confrontados y sintetizados. Pe- tio Chiguaza aun no posee datación absoluta. Po-
se a algunos indicios sugestivos, los materiales pro- rras asigna los vestigios encontrados al fin del For-
vistos por la arqueología aun no permiten invalidar mativo, hacia 1000-500 a. C.; descubre en ellos
o confirmar algunas de las hipótesis que se oponen elementos del Tutishcainyo tardío, y sobre todo, de
en cuanto a los orígenes de las poblaciones de la las culturas costeñas Chorrera-Machalilla, cronoló-
zona y su prehistoria. gicamente más antiguas. Como quiera que sea, es-
Los pocos sitios que han atraído hasta el tos materiales son completamente distintos de los
momento el interés de los investigadores se en- que provienen del valle del Huasaga, aunque los
cuentran en dos regiones claramente definidas: el dos sitios pertenecen a un biotipo similar, y sus
piedemonte propiamente dicho, o sea los valles vestigios son similares en el plano cronológico; así,
del Upano y del Zamora, donde han sido descu- el sitio Chiguaza remite a una tradición “del piede-
biertos cuatro sitios diferentes, situados todos a una monte”, que se vuelve a encontrar en el valle del
altura oscilando entre 800 y 1 000 metros; y, las Upano y del Zamora, más bien que a una tradición
tierras de la hylea al norte y al este, en los valles “amazónica” ilustrada por los vestigios del Huasa-
del Huasaga y del Pastaza, donde han sido detec- ga. En cuanto a la Cueva de los Tayos (el sitio del
tados cuatro conjuntos de vestigios a cerca de 600 Zamora), sus restos, fechados por Porras en 1600-
y 300 metros de altitud. 100 a. C., manifiestan un parecido muy notable
M. Harner, el etnógrafo de los Shuar del con los del Narrío antiguo, y sobre todo, con los de
Ecuador, ha efectuado dos sondeos en 1957 en el la civilización costeña de Machalilla.
valle del Upano. En el primer sitio bautizado Ipla- Sin embargo, los yacimientos más importan-
mals, ubicado al sureste de Huambi (cf. Mapa Nº tes del Formativo, en el oriente, no se encuentran
17, p. 196), se encontraron restos que fueron fe- en la montaña, sino en la hylea propiamente di-
chados (con C-14) en el 609 a. C. más o menos cha, y particularmente en el valle del Huasaga (cf.
440 años. El conjunto está asociado a terrazas arti- Mapa Nº 18, p. 201). Uno de estos sitios ha sido
ficiales y camellones, indicios de un poblamiento también excavado por el infatigable Porras, a
denso y estructuras políticas-religiosas elaboradas quien debemos por otra parte, que sepamos, la
(Harner, 1972: 13). El segundo sitio, llamado Yaun- única estratigrafía de que disponemos para toda la
chu, cerca de Macas, y fechado en 1041 d. C. más región en cuestión. Los vestigios provenientes de
o menos 160, se caracteriza por la predominancia dos niveles de este yacimiento del Huasaga han si-
de una variedad de cerámica muy similar y aun do datados con precisión: las primeras en el 2 205
idéntica a la descubierta por Collier y Murra (1944) a. C., (nivel 70-80 cm) / 2 050 a. C., (nivel 60-70
en la vecina provincia del Azuay andino; según cm); las más recientes -que llevan la huella de in-
Harner, estos vestigios evidencian estrechos con- fluencia andina muy marcada- en el 1 140-1 316
tactos con las culturas de la sierra (Herod, 1970; d. C., (nivel 10-20 cm). Los dos niveles se caracte-
Harner, op. cit.: 13-14). El estudio de un nuevo si- rizan por el dominio de formas y decoraciones ce-
tio en el valle del Upano -un importante conjunto rámicas distintas, aunque el conjunto de las formas
de terrazas artificiales, situado a una decena de ki- y estilos decorativos utilizados se vuelven a encon-
lómetros al norte de Macas- ha sido emprendido trar, en proporciones variables, en todos los niveles
hace algunos años por el arqueólogo ecuatoriano del yacimiento, este hecho puede considerarse co-
P. Porras. Los resultados de estas excavaciones son mo el indicio de una relativa estabilidad o conti-
todavía inéditos pero ya se puede establecer cier- nuidad de las poblaciones y culturas prehistóricas
tas similitudes entre este complejo y el conjunto de esta región. Como quiera que sea, los materia-
Iplamals descubierto por Harner y Herod (Porras, les de cerámica recogidos por Porras le llevaron a
1981). establecer una periodización en cuatro épocas -es-
204 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

calonándose desde 2 000-1 000 a. C., hasta 800-1 ción al conjunto de la serie costeña, un carácter a
600 d. C.- para el conjunto de la secuencia, global- la vez súbito y relativamente fugaz que sería indi-
mente bautizada “Fase Pastaza” (Porras, 1975). cio de una intrusión estilística de origen foráneo.
Este mismo sitio del Huasaga ofrece una no- DeBoer y sus colegas -que se sitúan en la huella de
table particularidad, que es la de ser excepcional- D. Lathrap más bien que en la de Meggers y Evans-
mente pobre en material lítico (en total 22 frag- estiman que esta tradición intrusiva, tan parecida
mentos, contra 5 800 tiestos de cerámica). Las ca- al inciso punteado del Huasaga, podría ser bien de
pas profundas del yacimiento ni siquiera contienen origen amazónico.
vestigios lícitos y los pocos restos de piedra -espe- Algunas piezas de la fase Kamijun también
cialmente hachas de piedra pulida- se encuentran son muy similares a ciertos artefactos Narrío cro-
más bien en la superficie. nológicamente posteriores, especialmente aquellos
Por otra parte aquí no se encuentra rastro de de la fase IIIb del Narrío Antiguo (Braun, 1971), fe-
los morteros de piedra que se hallan con tanta fre- chadas en 1500-1350 a. C. Estos hechos tenderían
cuencia en la zona jívaro ecuatoriana. Sin embar- pues a confirmar la impresión que se desprendía
go, aunque los morteros están ausentes de las ca- de las investigaciones efectuadas en la depresión
pas profundas de la estratigrafía de Porras, estos lojana, a saber que el Alto Amazonas ha sido, du-
objetos -demasiados macizos- para el uso al cual rante el período Formativo Temprano, un foco muy
están destinados actualmente3 son lo suficiente- importante de influencias culturales, difundidas de
mente abundantes en la superficie como para que este a oeste a lo largo de los valles transversales de
un arqueólogo (Athens, 1977) haya considerado los Andes ecuatoriales australes.
recientemente la posibilidad de un cultivo preco- El tercer sitio del Huasaga, localizado cerca
lombino del maíz, por lo demás, los documentos del lago Anático, no lejos de la desembocadura
españoles del siglo XVI señalan frecuentemente la del río, sólo ha provisto un artefacto -los restos de
importancia de este cultígeno para las poblaciones una olla similar tanto por su forma como por su de-
de la montaña y de las tierras bajas en el momen- coración a la cerámica llamada “del río Napo”. El
to de la conquista. De otra parte, la mitología shuar objeto parece pertenecer a la tradición policroma4
y achuar es congruente con la hipótesis de una ex- que Lathrap (1970) asocia a las poblaciones Tupi
tensión tardía del cultivo de maíz (cf. sobre este (Cocamilla y Omagua) en expansión en el Alto
punto Taylor, 1986: 95). Amazonas entre los siglos XII y XIII (DeBoer y co-
La pobreza del material lítico tiende, en to- legas, op. cit.). Sin embargo, la influencia Tupi es
do caso, a sugerir que las poblaciones de esta zo- muy marginal en las fases tardías del Pastaza-Hua-
na eran ya esencialmente hortícolas desde el co- saga, y la migración de estos grupos, que se llevó
mienzo del Formativo, lo cual no sería nada sor- a cabo principalmente por el valle del Napo, no
prendente puesto que ya poseían una cerámica parece haber provocado mayores trastornos en la
técnicamente refinada. región que nos ocupa.
Un equipo norteamericano (DeBoer, Ross, Conviene notar ahora que la cerámica en-
Ross y Veale, 1977) ha encontrado así mismo en contrada en estos sitios -sea de la montaña o de la
superficie, en el curso inferior del Huasaga, en el llanura amazónica- no se asemeja en nada a la al-
Perú (cf. Mapa Nº 2), restos de cerámica -del esti- farería actualmente fabricada (es decir, al menos
lo Kamijun, según su terminología pertenecientes desde hace dos siglos) por los Achuar y los Shuar,
casi todos ellos a la variedad Pastaza Inciso pun- que es de técnica más rústica y de factura mucho
teado definida por Porras, particularmente abun- menos refinada que la cerámica hallada por los ar-
dante en las capas fechadas en 2 205-2 050 a. C. queólogos. Según Porras, una cerámica de tipo “jí-
A continuación de Porras, los arqueólogos nortea- varo” sólo comienza a aparecer, muy progresiva-
mericanos han destacado las similitudes sorpren- mente, a partir de 800 d. C., en el período cuarto
dentes que existen entre la cerámica Kamijun/inci- de la “fase Pastaza”, y coexiste largo tiempo con
so punteado y ciertas fases de la alfarería Valdivia tradiciones bastante diferentes. ¿Hay que ver en es-
(región costera del Guayas), particularmente la se- te hecho, como lo sugiere Porras, el síntoma de
cuencia definida por el estilo “fine llne incised” una lenta y pacífica infiltración de los grupos jíva-
que data de mediados del tercer milenio a. C. Aho- ro en el interior de una cultura distinta, finalmente
ra bien, esta secuencia Valdivia presenta, con rela- suplantada por ellos, o hay que suponer que po-
AL ESTE DE LOS ANDES 205

blaciones jívaro locales, implantadas desde hace materiales arqueológicos amazónicos ofrecen no
mucho tiempo, simplemente han asimilado y lue- obstante algunas indicaciones sugestivas. Se notará
go completamente adoptado, una tradición alfare- particularmente el desarrollo paralelo, en el orien-
ra heterogénea en apariencia “involutiva”? ¿Son las te, de dos tradiciones muy distintas -una claramen-
poblaciones jívaro selváticas de origen muy anti- te amazónica, la otra emparentada estrechamente
guo (teniendo en cuenta la notable continuidad de con las culturas de la sierra- tradiciones cuya in-
la “fase Pastaza”), o más bien de origen reciente e fluencia recíproca, hasta el período de Integración,
incluso posterior a la migración palta-jívaro hacia parece relativamente débil. Sin embargo, cada una
la sierra, como parecerían indicar las secuencias de estas dos tradiciones está vinculada a focos cul-
cerámicas del Pastaza -a condición, por supuesto, turales andinos o costeños bastante alejados, si los
de admitir la hipótesis de una estrecha coinciden- vestigios del Pastaza antiguo se distinguen clara-
cia entre etnias y horizontes cerámicos, un cambio mente de aquellos de los sitios del piedemonte, en
de estilo o de tradición implicando necesariamen- cambio se asemejan a los de la costa ecuatorial
te la llegada de una población nueva? A falta de (Valdivia), y los materiales del piedemonte nos re-
comparaciones entre los vestigios del Pastaza tar- miten a culturas andinas y costeñas (Narrío antiguo
dío, los de los sitios palta de la sierra y los de la re- y Chorrera-Machalilla) cuyo impacto apenas afecta
gión del Alto Marañón, sobre todo, de Chachapo- a las culturas de la hylea. De manera general, se
yas, me parece imposible, en el estado actual de tiene la impresión que durante el Formativo Tem-
los conocimientos, zanjar esta cuestión.5 prano (y de nuevo al final del período de Desarro-
Lo que sí podemos considerar cierto, es que llo Regional) los flujos de influencias culturales, y
existían en la zona actualmente ocupada por los tal vez de poblamiento, están más bien orientados
grupos jívaro poblaciones alfareras y hortícolas, del este hacia el oeste (hylea amazónica-Valdivia,
probablemente orientadas hacia el cultivo de la hylea Narrío-temprano), mientras que en el Forma-
yuca, al menos hace 4 000 años, y que estas po- tivo medio y tardío la dirección de los flujos se in-
blaciones estaban integradas a macro-redes de in- vierte, del oeste hacia el este (Machalilla, Narrío-
tercambio y de integración que se extendían desde Upano, Zamora), sin llegar a extenderse hacia la
la Costa hacia la selva, y finalmente, que fueron hylea; la tradición cultural del Pastaza-Huasaga se
sometidas en una época más reciente (siglos XI-XIII desarrolla efectivamente de modo autónomo, y
d. C.) a una influencia andina muy marcada cuyo continúa emparentándose más bien con las civili-
foco de origen parece ser las provincias del Azuay- zaciones del piedemonte oriental peruano (Tutish-
Cañar, influencia quizá concomitante con una ex- cainyo tardío). Es sólo a partir del segundo milenio
tensión hacia las tierras bajas del cultivo del maíz. de nuestra era (entre 1 000 y 1 500 d. C.) que se ob-
Por último, se notará que la mayoría de los serva una cierta convergencia entre las dos tradi-
sitios arqueológicos conocidos hasta el momento ciones orientales, más exactamente una fuerte in-
estan localizados en biotipos de tipo ribereño con fluencia de la tradición “andino-montañesa” sobre
suelos negros de origen volcánico, sumamente fér- la tradición “amazónica” jívaro selvática. Esta in-
tiles; ahora bien, los documentos españoles tien- fluencia parece directamente ligada al desarrollo
den a corroborar el carácter esencialmente ribere- de la civilización Narrío tardía, y sobre todo, a la
ño de los grupos jívaro de las tierras bajas en el expansión de la cultura yaunchu del Upano, muy
momento de la conquista. Sin embargo, sería peli- estrechamente vinculada, como hemos visto, a los
groso concluir que la zona interfluvial en esta re- focos andinos de la cultura Narrío, por otra parte,
gión haya estado completamente desierta en la la expansión de esta hipotética “variante montañe-
época precolombina mientras investigaciones ar- sa” de Narrío se realizó igualmente en dirección de
queológicas extensivas no hayan confirmado la au- la sierra, al final del período de Integración, sin que
sencia de vestigios en las mesas. sepamos si este doble movimiento este-oeste ha
Los datos suministrados por los sitios del coincidido cronológicamente.
oriente dan testimonio en definitiva de una evolu- Resulta pues claro que no se puede tratar la
ción histórica muy larga, compleja y diferenciada. prehistoria de la región ecuatorial sin tener en
Aunque en la ausencia de investigaciones compa- cuenta los desarrollos culturales del piedemonte y
rativas profundizadas, incluso las grandes líneas de de la hylea amazónica, desde el Formativo, son
esta historia permanecen todavía muy oscuras. Los múltiples las relaciones que unen las poblaciones
206 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

costeñas, selváticas y montañosas, y la historia de según la tradición) y difíciles; así, aunque los Incas
las civilizaciones que han florecido en las grandes llevaron a cabo incursiones en las regiones septen-
zonas ecológicas remite a la evidencia a procesos trionales desde los tiempos del reinado de Túpac
de integración complejos y multiformes entre tradi- Yupanqui, la región de Quito no fue realmente so-
ciones selváticas, andinas y costeñas. La existencia metida, en el plano militar, hasta la última década
precoz de grandes redes de intercambio y de im- del siglo XV. En cuanto a los Puruhá de la región
portantes movimientos de población, tanto de la central, éstos sucumbieron probablemente hacia la
sierra hacia las tierras bajas, como de abajo hacia mitad de la segunda campaña, en efecto, cuando
arriba, está claramente evidenciada. También sa- las tropas de Huayna Cápac atravesaron el país, sin
bemos -y es una de las originalidades de la zona ser inquietadas por la población local, en el curso
andina ecuatorial-, que se han desarrollado cultu- de la tercera y cuarta campañas, se beneficiaban
ras homogéneas, simultánea o sucesivamente, a la ya de una importante infraestructura incaica, que
vez en la sierra y en la selva: el complejo Narrío- consistía en caminos, aposentos e instalaciones
Cañar, englobando los altos valles de la cuenca ca- militares (Salomón, op. cit.: 282).
ñari y el valle tropical del Upano, ofrece un ejem- Por tanto las sociedades andinas del norte
plo. Es cierto que la tesis de una cultura Cañari de sólo conocieron treinta o cuarenta años de ocupa-
las tierras bajas queda por verificar, pero veremos ción inca permanente, mientras que la zona palta-
seguidamente que numerosos indicios atestiguan cañar había soportado casi un siglo de presencia
la presencia de grupos cañari en el valle del Upa- inca a la llegada de los españoles. Este desfase cro-
no en la época de la conquista hispánica, hecho nológico se percibe en las notables diferencias en
que tiende a corroborar una hipótesis hasta el mo- el grado de aculturación incaica de las poblacio-
mento solamente fundamentada en los datos ar- nes australes y septentrionales, diferencias clara-
queológicos. Por lo demás, volvemos a encontrar mente reflejadas en la naturaleza de los vestigios
un fenómeno idéntico en la zona andina septen- arqueológicos encontrados en el norte y sur: mien-
trional, específicamente en la región Panzaleo tras que la hoya de Cuenca es rica en construccio-
(cuenca de Ambato-Latacunga). Porras ha estable- nes civiles y ceremoniales, la zona de Quito está
cido con claridad la homología de las culturas Co- constelada de fortalezas y guarniciones y no se ven
sanga (Alto Napo) y Píllaro (andino), y se sabe que en ella edificios de carácter civil o religioso (Me-
en la época de la conquista inca estrechas relacio- yers, op. cit.: 134 yss.).
nes económicas, políticas y matrimoniales, unían Los relatos de los cronistas divergen sobre el
las poblaciones Quijos del piedemonte oriental tema de la conquista de los Palta andinos. Según
con los Panzaleos de Latacunga, de quienes Cieza Garcilaso (de quien se inspira Murra, en la sección
dice con precisión que eran similares “a las pobla- del HSAI dedicada a este grupo), estas poblaciones
ciones llamadas Quixo, pobladas de indios de la se sometieron sin mayor resistencia a los invasores
manera y costumbres destos” (1962: 133; cf. tam- incas. Cieza de León, en cambio, afirma que Tú-
bién Meyers, 1976: 124; y, Oberem, 1971). pac Yupanqui tuvo muchas dificultades en con-
quistarlas (El Señorío de los Incas, 1977: 199), y
2. El período Inca que su hijo Huayna Cápac tuvo que luchar de nue-
vo para restablecer el control del Inca sobre los
Las investigaciones arqueológicas e históri- Paltas, nuevamente rebeldes. Es cierto, y sobre ello
cas más recientes concuerdan en situar el inicio de volveremos que el tema de la “doble conquista”
la conquista inca de los Andes septentrionales ha- es, como lo subraya F. Salomón, un estereotipo de
cia 1450 o poco después (cf. Meyers, 1976: 183 y los relatos incas, y sería un error tomarlo al pie de
Salomón, 1980: passim). La expansión del Tahuan- la letra (op, cit.: 217 ). Pero si los Paltas fueron tan
tinsuyo aquí se realizó en tres tiempos. Los Incas se dóciles como lo pretende Garcilaso, difícilmente
anexaron primero a toda la zona andina hasta el podemos ver las razones por las cuales habrían si-
nudo del Azuay, y consolidaron su asentamiento do deportados por miles hacia el Callao, y reem-
en este sector antes de lanzarse al asalto de las re- plazados por mitimaes del imperio, por ejemplo,
giones centrales (puruhá-panzaleo) y luego las sep- en la región de Macará o en Saraguro, cuya pobla-
tentrionales (caranqui y pasto). Estas campañas del ción actual sería originaria -según la tradición lo-
norte o “guerras caranqui” fueron largas (17 años, cal- de una colonia de mitimaes del aitiplano boli-
AL ESTE DE LOS ANDES 207

viano, o aun en el valle de Loja, donde los miti- por ejemplo, en el valle del Cuyes (Eckstrom,
maes, de acuerdo al testimonio de Salinas Loyola, 1981) y al este de Loja (RGI 2: 299).
eran mucho más numerosos que los autóctonos Poco tiempo después de los Paltas, los Ca-
(RGI 2: 302).6 Por lo demás, F. de Auncibay, el au- ñaris sucumbieron a su vez a los ejércitos de Túpac
tor de la “Relación del sitio del Cerro de Zaruma”, Yupanqui, a los que sin embargo, lograron recha-
afirma que esta región, antaño poblada de Paltas, zar, en un primer tiempo, hasta Saraguro (Murra,
ya estaba abandonada a la llegada de los españo- HSAI, II:801). Como lo subraya Oberem (1974-76:
les (hecho, por otra parte, confirmado), “porque los 263), es probable que el grupo no fuera totalmen-
Incas hicieron cruel guerra en la conquista, y por te conquistado de un golpe y que hubieran resis-
ser gente de tierra áspera y belicosa, los mudó, tencias locales, y más tarde sublevaciones, contra
despobló y castigó; y así quedó desierta...” (RGI 2: los Incas; las instalaciones de mitimaes en territo-
322-323). rio cañari (por ejemplo, en Coxitambo y Chuquipa-
Siempre según Cieza, Túpac Yupanqui, du- ta), y el desplazamiento de grupos cañaris hacia
rante su campaña contra los Paltas andinos, habría Cusco y Quito sin duda no es ajeno a este hecho.
igualmente hecho una breve incursión a la región Sin embargo, parece evidente que desde el co-
de los Paltas-Bracamoro en el piedemonte oriental mienzo del reinado de Huayna Cápac, los Cañaris
(“Por los Bracamoros entró y volvió huyendo, por- no representaban ya una amenaza militar para los
que es mala tierra aquella de montaña...”) (op. cit.: Incas. Tomebamba incluso se convirtió en la resi-
199). Huayna Cápac, atraído por la perspectiva de dencia preferida de Huayna Cápac, y la nobleza
conquistar una región reputada fértil y densamen- incaica se apropió de numerosas tierras en la veci-
te poblada, intentó a su vez someter a los Braca- na campiña, en fin, la naturaleza de las ruinas in-
moros. La empresa, como se sabe, se saldó con es- caicas que marcan el país Cañari -la única región
truendoso fracaso: de los Andes septentrionales donde existe una ar-
“Público es entre muchos naturales de estas quitectura de tipo realmente cusqueño- atestiguan
partes que Guayna Capa entró por la tierra que lia- suficientemente el dominio del Tahuantinsuyo so-
mamos Bracamoros y que volvió huyendo de la fu- bre esta zona y su población.
ria de los hombres que en ellas moran... Los natu- Las relaciones pacíficas y aparentemente ar-
rales por muchas partes puestos en sus fuertes le moniosas entre los Cañaris y los Incas se hicieron,
estaban aguardando, desde donde le mostraban sin embargo, mucho más conflictivas a la muerte
sus vergüenzas, afeándole su venida; y comenza- de Huayna Cápac; los Cañaris, para su desgracia,
ron la guerra unos y otros y tantos de los bárbaros optaron (de buen grado o por la fuerza) por el ban-
se juntaron, los mas desnudos sin traer ropas, a lo do de Huáscar, y el Inca quiteño les hizo pagar
que se afirmaba, que el Inca determinó de se reti- muy caro este error. De hecho, las masacres perpe-
rar y lo hizo sin ganar nada en aquella tierra. Y los tradas por los generales de Atahualpa provocaron,
naturales que lo sintieron, le dieron tal priesa que al parecer, un traumatismo demográfico considera-
a paso largo, a veces haciendo rostro, a veces en- ble (Oberem, op. cit.: 271), lo que explica la pron-
viando presentes, se descabulio dellos y volvió hu- ta alianza de los Cañaris con los conquistadores
yendo a su reino, afirmando que se había de ven- españoles. Se sabe que estos indios combatieron
gar de los rabudos...” (op. cit.: 228-229). en las huestes de Benalcázar contra las fuerzas de
La encarnizada resistencia de estos grupos Rumiñahui, contra los “Saraguros”, y también con-
del piedemonte y la derrota que infligieron al Inca, tra los Paltas-Bracamoros, y “los indios de Yasnes
se hizo legendaria en toda la región septentrional, que adelante de Caruma, y en otras partes” (Bistan-
de tal modo que los Bracamoros se unieron a los cela, 1594, citado por Oberem, op. cit.: 269).
Chunchos en el “bestiario” inca de bárbaros indig- La hostilidad manifiesta de los Cañaris hacia
nos de anexión. Además, estas poblaciones invic- los grupos implantados en territorio Palta, nos lle-
tas del oriente estaban muy cercanas y estrechas va a interrogarnos sobre la situación de éstos du-
relaciones les unían a los Paltas integrados al im- rante las guerras de sucesión dinástica. Los hechos
perio; de ahí la instalación de mitimaes en la parte que acabamos de invocar sugerirían que a la inver-
superior de los valles que dominan la Amazonia, y sa de los Cañaris, los Paltas permanecieron fieles a
la edificación por los Incas de una estrecha cade- Atahualpa puesto que éste los perdonó, o al menos
na de fortificaciones sobre su frontera montañosa, lograron darle esta impresión. Sin embargo, el he-
208 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 19
Área aproximada de las etnias de la zona andina ecuatoriana en la época pre-incaica. (Según Deler, 1981: 37).
AL ESTE DE LOS ANDES 209

cho es nada seguro. Se observará en primer lugar Loxa (RGI 2: 301 y ss.) señala que hay en la región
que los enviados de Huáscar y luego sus tropas, “tres diferencias de gentes, naciones o lenguas: ca-
atravesaron sin obstáculos la región de los Paltas, ñar, palta y malacato, questas dos últimas, aunque
quienes no exhibían abiertamente sus eventuales difieren algo, se entienden”. Esta precisión permite
preferencias por Atahualpa. Por otra parte, los “Sa- inferir el carácter jívaro del malacato, parentesco
raguro” y los indios de la región minera de Zaru- por lo demás confirmado por el célebre relato de
ma, lejos de ser Palta, eran probablemente mayo- Benavente de su encuentro con los “Xibaros”: “...
ritaria sino exclusivamente mitimae (no autócto- se tomaron ciertas indias (i.e, cerca del Paute, en la
nos), y la actitud de estos grupos no es necesaria- zona Xíbaro) que la lengua y habla dellos era co-
mente representativa de aquella de los Paltas abo- mo la de los Malacatos que están cabe los Paltas,
rígenes. En cuanto a los Bracamoros del Zamora- porque unos indios que iban consigo les enten-
Chinchipe, el hecho de que los Cañaris hayan ayu- dían” (RGI 3: 174).7 En cuanto a la filiación jívaro
dado a los españoles a conquistarlos no significa de los Paltas propiamente dichos, veremos en el
que estos habitantes del piedemonte hayan sido curso de nuestros análisis regionales como nume-
“pro Atahualpistas” ni siquiera que hayan jugado rosos indicios que complementan los escasos datos
papel alguno en este asunto. En definitiva, se tiene utilizados antaño por Jijón y Rivet (los primeros en
la impresión que los Paltas no constituían un obje- postular un origen jívaro de los Paltas) autorizan en
tivo importante ni para Huáscar ni para Atahualpa, adelante a considerarla cierta.
fuera porque en la época eran poco numerosos, o Los Paltas de las tierras altas, divididos al
porque sus estructuras políticas estaban demasiado menos en dos grupos dialectales, formaban un con-
atomizadas como para permitir la emergencia de junto distinto de los Paltas-Bracamoros de la mon-
una “confederación” poderosa, como la de los Ca- taña oriental. Las dos tribus, Paltas andinos y Bra-
ñaris, que hubiese representado una ventaja o una camoros, eran muy próximas lingüísticamente, y
amenaza para el uno o para el otro bando en pre- quizá también culturalmente, puesto que los Incas
sencia. y a su zaga los españoles, los designaban general-
Si bien conocemos, a grandes rasgos, las pe- mente por el mismo término; no obstante, Cieza los
ripecias de la conquista incaica de los Andes ecua- distingue claramente cuando evoca las campañas
toriales australes, en cambio sabemos muy poco de Túpac Yupanqui y de Huayna Cápac, y los con-
acerca de la naturaleza de las sociedades aboríge- quistadores no dejan de señalar las diferencias so-
nes instaladas en estas regiones. cioculturales entre las dos poblaciones, los Braca-
Los datos sobre los Paltas en particular, son moros asignados a la behetría mientras que los Pal-
extraordinariamente limitados. Y esto por dos razo- tas, además de ser mucho más dóciles que los pie-
nes: en primer lugar, los cronistas del Tahuantinsu- demonteses, poseían un cacicato cristalizado, así
yo, juzgándolos sin duda demasiado salvaje para como “ritos y sacrificios” de un tipo andino fami-
merecer una descripción detallada, no ofrecen de liar para los españoles. Se recordará sin embargo
los Paltas más que una visión muy sumaria; en se- que los Paltas andinos habían sufrido ochenta años
gundo lugar, estos indios, en tanto que etnia o cul- de aculturación inca, y este hecho ha ampliado sin
tura específica, parecen haber estado en vías de duda la distancia probablemente reducida que an-
extinción a la llegada de los españoles; en efecto, taño separaba, en el plano sociopolítico, los dos
los documentos coloniales los mencionan rara vez conjuntos. En suma, en el estado actual de conoci-
y desde el final del siglo XVI ya no se habla prácti- mientos, lo único que se puede avanzar es que
camente más de ellos. Nuestro conocimiento de existían, en el momento de la conquista inca de los
esta sociedad fantasmática está pues destinado a Andes ecuatoriales australes, tres grandes unidades
permanecer muy fragmentado. tribales distintas, los Palta, los Malacato y los Bra-
De manera general los cronistas no conce- camoro, pertenecientes a un vasto conjunto jívaro
dían atención alguna a los compartimentos tribales montañés relativamente homogéneo en el plano
al interior de los grandes bloques étnicos, y reagru- lingüístico, pero cuyo grado de diferenciación in-
paron bajo el mismo término -el de Palta- y en el terna, en el plano cultural, es imposible de precisar.
mismo oprobio, a unidades cuya relativa heteroge- Si la filiación lingüística de los Paltas y de
neidad está no obstante demostrada por los docu- los Malacatos es fácil de determinar, la localiza-
mentos hispánicos. Así, la Relación de la ciudad de ción de sus territorios es más problemática. De
210 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

acuerdo a las fuentes del siglo XVI, la zona palta se varo” en general (Gnerre, 1976: 306-307). Esta hi-
extendía desde el río Jubones (o al menos de la re- pótesis, señalémoslo, es perfectamente congruente
gión comprendida entre el Jubones y el río Pie- con las prácticas de denominación social en uso
dras), al norte, hasta cerca de Ayabaca, al sur; las en las sociedades jívaro modernas, y contribuye a
fuentes de los ríos Quiroz y Canchis marcan sin explicar la confusión que deriva de la aplicación
duda el límite meridional de la región ocupada por del término palta en las crónicas incaicas y los do-
esta etnia.8 En cuanto a los Malacatos, Murra (y cumentos coloniales.
luego Steward y Metraux, en el HSAI 3: 618) los si- Al igual que todas las culturas jívaras, los
túa entre los Paltas propiamente dichos, al oeste, Paltas andinos tenían un hábitat muy disperso (“no
los Cañaris, al norte, y los “Zamoranos” (por tanto solían vivir sino derramados...” en: Salinas Loyola,
los Bracamoros del Zamora), al este. Habrían pues RGI 2: 302), y practicaban con mucha frecuencia
habitado las alturas del nudo de Sabanilla, no lejos la guerra intra e intertribal: “tienen en mucho el ser
de los Bracamoros del Chinchipe, mientras que los valientes, que hayan señalado en guerras (RGI 2:
diferentes grupos “Palta” ocupaban en su mayor 305)... ya no hay guerra entrellos, porque no las
parte una faja altitudinal menos elevada. Sin em- osan tener después que se conquistaron... han de
bargo, los límites orientales y occidentales9 del te- vivir como hermanos, y ni se han de matar y robar
rritorio de los Paltas y de los Malacatos son desco- como solían...” (RGI 2: 303, ver también 299-300);
nocidos, hay indicios de un grupo Palta-andino, estas acciones guerreras se efectuaban bajo las ór-
llamado Xiroa, (cf. infra p. 85) en las fuentes del río denes de jefes de guerra (“capitanes”), por medio
Yacuambi, un afluente del margen izquierdo del de “hondas...estólicas, y hachuelas de cobre y ro-
Zamora, y se los encuentra también en el Alto delas y lanzas” (op. cit.: 304). Entre estas armas, las
Chinchipe, en la región del Valladolid (cf. infra p. lanzas y las rodelas, las hachas de cobre y tal vez
81), compartiendo el mismo territorio con los Bra- los propulsores (estólicas) eran aborígenes, puesto
camoros, dominantes en este sector. Parecería que que también eran utilizadas por los Bracamoros
la cota de los 2 000 metros, más o menos, consti- (cf. infra p. 82).
tuyó, al menos en la vertiente oriental, el límite in- La cuestión de las estructuras políticas
ferior de su hábitat (cf. Mapa 19, p. 208). preincaicas de los Paltas plantea numerosas difi-
Acerca de los Paltas, Murra se limita a decir cultades. Se sabe que los Bracamoros constituían
que practicaban la deformación fronto-occipital y una sociedad acéfala, como todos los grupos jíva-
que eran manifiestamente de origen amazónico, ro contemporáneos; en otros términos, estaban do-
tardíamente instalados en la sierra (HSAI 2: 801). tados de jefes de guerra desprovistos de todo poder
Pero actualmente sabemos que la inmigración Pal- institucional salvo en momentos de expedición
ta es mucho más antigua de lo que la imaginaba guerrera (cf. infra, p. 82, ss.). En cambio los Paltas
Murra, y que la hipótesis (tomada de Jijón) de un andinos tenían a la llegada de los españoles un ca-
substrato cañari para el conjunto de la región ulte- cicato perfectamente cristalizado, capaz de impo-
riormente ocupada por los Jívaro-montañeses, es ner un tributo en trabajo o en bienes de uso. Pero
insostenible en vista de los resultados de recientes este cacicato, a juzgar por el testimonio de Salinas
descubrimientos arqueológicos. En cuanto a la de- Loyola, coincidía en todos los puntos con un mo-
formación craneana, ésta es efectivamente men- delo típicamente centroandino, manifiestamente
cionada por Garcilaso, el cual ve en su práctica el de origen incaico:
origen del etnónimo Palta (Palta-uma = “cabeza
“La orden del gobierno, un pueblo que tenía mil
plana”, en quichua, según su etimología), pero no indios tenían su cacique a quien respetaban y co-
es confirmada ni por Cieza ni por otros cronistas, y nocian por señor; y este tenía diez principales
jamás es mencionada en los documentos hispáni- que cada uno mandaba cien indios; y cada uno
cos. El origen del término palta10 queda pues oscu- de los principales dichos de cien indios tenía
ro. Gnerre ha propuesto, no sin verosimilitud, ver diez principalejos o cinco, repartidos a diez in-
dios o veinte cada uno... El cacique y señor man-
en él una metátesis del término patal, forma arcai-
daba a los principales lo que habían de hacer, así
ca de patan, un vocablo que todavía hoy designa en cosas de trabajo como en juntar tributos, de
entre los Achuar y Aguaruna del Perú, el conjunto manera que el trabajo y contribución era igual...
de los “parientes próximos”, por oposición al tér- Tenían todo reconocimiento a sus caciques y res-
mino shuar que denota “las gentes” o “personas jí- pecto que se puede imaginar, y así hacían todo lo
AL ESTE DE LOS ANDES 211

que les mandaban... haciéndoles sus casas y se- incompatible con el orden social e ideal incaico, y
menteras de todo género, y que texían y hacían que constituía un límite estructural insuperable en
ropa y ganaderos y todo el servicio personal que
el proceso de “recuperación” de los “señoríos étni-
para sustentarse en aquel trono de cacique era
necesario…” (R.G.I., 2: 304).
cos” sobre el cual se fundaba la expansión del Ta-
huantinsuyo. Incluso reorientándolo como se ha-
Se buscaría en vano en este andamiaje pira- cía en otras partes con los “señoríos étnicos”, era
midal con base decimal el rastro de un elemento imposible hacer funcionar un cacicato de guerra
que no fuera de esencia incaica. Pero está aquí de tipo jívaro en el marco del esquema piramidal
precisamente el quid del asunto. Cuando los Incas incaico, había entonces que importar con todas sus
incorporaban una nueva etnia a su imperio, no su- piezas un encuadramiento político, puesto que el
primían su organización social y política tradicio- modelo indígena no podía ofrecer una base sólida
nal, la mayoría de las veces se contentaban -y ésta para los objetivos hegemónicos del Imperio.
es la clave de su formidable expansión- con reo- Al evocar la situación de los Paltas durante
rientarla a fin de insertarla en un esquema unifica- las guerras de sucesión incaicas, habíamos sugeri-
dor, respetando al mismo tiempo las particularida- do que estos indios nunca habían formado una
des locales (Wachtel, 1971: 104). Es la razón por la confederación poderosa, como la de los Cañaris,
cual se puede, en la mayoría de los casos, recons- capaz de oponer a los invasores una estrategia
truir al menos parcialmente el sistema aborigen de concertada e importantes efectivos. Se nos podrá
las sociedades que fueron conquistadas en el cur- objetar ahora que los Bracamoros, a pesar de ser
so de la segunda mitad del siglo XV, testimonio de una sociedad acéfala, habían logrado unirse en
ello son las investigaciones de F. Salomón sobre los bloque contra los Incas, como los Jívaros en 1599
Andes septentrionales, o las de U. Oberem sobre contra los españoles (cf. infra p. 173). Pero aquí
los Cañaris. hay que tener en cuenta una diferencia fundamen-
La ausencia total de un substrato preincaico tal. La sublevación de los Bracamoros respondía a
entre los Paltas (cuando existen entre sus vecinos una voluntad declarada de conquista militar, radi-
cañaris, conquistados casi al mismo tiempo, ele- calmente distinta de las modalidades de penetra-
mentos de la organización autóctona) es pues sor- ción utilizadas en las tierras altas. Al principio és-
prendente. Evidentemente, se puede pensar que tas no tomaban necesariamente, como veremos, el
los Paltas se caracterizaban, incluso antes de la aspecto de una simple conquista por las armas. Si
conquista inca, por una organización en ayllu, con bien los Paltas andinos se doblegaron ante los In-
curacas, a la manera centroandina, pero esta hipó- cas, mientras que los Bracamoros les resistieron,
tesis, además de ser históricamente poco verosímil, esto no se debe en absoluto a diferencias en la or-
está en contradicción con otros aspectos de la re- ganización política de las dos tribus, sino más bien
lación de Salinas, y con la inexistencia de otros a diferencias esenciales en la estrategia de implan-
rasgos característicos de las culturas centroandi- tación del Tahuantinsuyo; a la inversa de los Bra-
nas, como el dualismo jerarquizado y el control camoros, los Paltas probablemente no se encontra-
vertical en archipiélagos (Murra,1972). En definiti- ron de súbito confrontados a un ejército cuyos ob-
va, nos inclinamos a pensar que la adquisición ma- jetivos eran perfectamente explícitos, sino a una
siva del modelo inca, por los Paltas, se explica sim- forma de penetración mucho más sutil ante la cual
plemente por el carácter débilmente institucionali- la atomización de sus estructuras políticas tradicio-
zado de sus estructuras y de sus estatus políticos nales, precisamente, les hacían particularmente
aborígenes. Como los Bracamoros, los Paltas andi- vulnerables.
nos sin duda sólo tenían “great-men”, jefes de gue- De modo generaI, los Incas consideraban a
rra que controlaban parentelas locales fluctuantes, los Paltas como gentes más toscas y menos civili-
más o menos extendidas en función del prestigio zadas que los Cañaris. Cieza (aunque tal vez ha-
del líder en torno al cual gravitaban; y no sería na- blaba de los Bracamoro) pretendía ver en ellos un
da sorprendente que tal sistema se hiciera rigurosa- parecido a los indígenas de Popayán, a causa de su
mente invisible detrás del aparato inca, puesto que desnudez, de su nomadismo, de su tribalidad beli-
ya lo era en cierta manera anteriormente. Por otra cosa, e incluso sospechaba que eran antropófagos
parte, está claro que una organización política tan (La Crónica del Perú, 1962: 154); sospecha que
débil y empíricamente amorfa era absolutamente volveremos a encontrar en la pluma de un vecino
212 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

español de Zamora, a propósito de los Paltas “Xi- cambio, las reglas de sucesión del cacicazgo dife-
roa” de la región de Gonzaval (v.infra. p. 87). Sali- rían en función de las regiones: unas veces hereda-
nas Loyola expresa una opinión similar, cuando ban los sobrinos, otras los hijos o los hermanos.
afirma que sus vecinos Cañaris “...en todo hacen Los datos demográficos relativos a los Paltas
ventaja... la nación Palta no (es) de tanta razón y son inciertos y en algunos aspectos sorprendentes.
policía como los Cañaris, ni de tanta habilidad e Salinas Loyola (hacia 1573, aparentemente) da la
ingenio para cualquier cosa” (RGI 2: 302). De he- cifra de 15 000 a 16 000 habitantes para el conjun-
cho, no existían entre los Paltas cuerpos de artesa- to de la provincia de Loja, agrupadas todas las po-
nos especializados (“solamente entre ellos tenían blaciones (Paltas, Cañaris y Mitimaes); afirma ade-
repartidos los oficios que eran necesarios para sus- más, que la población va en aumento (RGI 2: 302).
tentar la vida humana”) (op. cit.: 303); el tejido de Esta estimación se acerca mucho a la dada en
la lana y del algodón era practicado por todos (co- 1586 por Canales Albarran: 16 000 para Loja, 8
mo en las sociedades jívaro contemporáneas) en 100 para Zamora (citado por Wachtel, op. cit.:
telares aborígenes. La cultura material de los Paltas 325). Sin embargo, se puede dudar de la afirma-
era igualmente menos refinada que la de los Caña- ción de Loyola en cuanto a la expansión de la po-
ris: “no es gente de alaxes (sic), ni adornan las ca- blación: las estimaciones posteriores (1591) son en
sas sino de muchas vasijas de ollas y cántaros gran- efecto claramente inferiores a las cifras de 1573-
des y pequeños para hacer el brebaje de maíz que 1586, pues sólo cuentan 2 849 tributarios para Lo-
llaman chicha; y también dentro de sus casas tie- ja y 685 para Zamora (Morales Figuero, citado por
nen sus comidas y algodón y lana ques todo su Wachtel, op. cit.: 325). Tendremos una idea más
ajuar” (op. cit.: 303). Las unidades domésticas eran exacta de la curva demográfica de las poblaciones
autosuficientes, pues producían lo esencial de lo locales si se considera que en 1560, según López
que consumían, excepto la sal; los intercambios se de Velasco, aun se contaban 6 000 tributarios en
hacían de individuo a individuo, sin pasar por un Loja (aunque solamente 3 647 de acuerdo al ma-
mercado (“tiangués”, i.e. tiangueces), localmente nuscrito de la colección Muñoz, casi contemporá-
muy poco desarrollado. neo al de Velazco) y 5 000 en Zamora (6 093, se-
El texto de Salinas, como ya hemos señala- gún el manuscrito Muñoz); el autor de este último
do, testimonia una incaización muy adelantada de texto cifra la población total de Loja en 9 493 per-
la sociedad Palta. Si bien el hábitat se mantiene sonas y la de Zamora en 11 272.
disperso, la organización sociopolítica ha sido pro- El conjunto de estos datos testimonia elo-
fundamente transformada a fin de integrar estas po- cuentemente la despoblación catastrófica que
blaciones en un sistema de unidades decimales im- afectó, desde la época de la conquista hispánica, a
bricadas las unas en las otras. El tributo exigido por la región Bracamoro de Zamora. Por lo demás, el
los caciques consistía en trabajar sus tierras, hacer hecho está ampliamente confirmado por el autor
sus casas, tejer para ellos y oficiar de pastores pa- de las “Relaciones de Zaruma” (RGI 2: 307-320);
ra sus rebaños. A eso se añadía el trabajo en bene- aun si tenemos en cuenta la evidente hostilidad
ficio del Inca, según un esquema clásico, una por- que manifiesta al gobernador de la provincia, Sali-
ción de las tierras estaba reservada al Inca y al Sol, nas Loyola, el testimonio del visitador sigue siendo
respectivamente; las cosechas del Inca estaban abrumador:
destinadas a alimentar los depósitos o tambos,
Entre las epidemias y las exacciones de los Espa-
mientras que las cosechas del Sol iban a las “vacas ñoles, 20 000 indios habrían muerto en la región
(sic: huacas) y doratorios”, así como a “las muge- minera de Zamora-Nambija, que al presente se
res que tenían costumbre de recoger en casas seña- encuentra totalmente desprovista de mano de
ladas ofrescidas al sol, las cuales llamaban mama- obra; y sólo quedan 20 Españoles en Zamora.
conas” (op, cit.: 304). Las prácticas rituales son así “No ha habido mayores crueldades hechas a na-
turales que en esta gobernación” (i.e. Ia de Ya-
mismo incaizadas: culto del sol y de la luna, a los
guarzongo-Pacamurus, de la que dependía Za-
cuales se ofrecían sacrificios de ganado y de cuyes, mora); los encomenderos no tienen más de diez
ritos del maíz, adoración de las huacas a las que se o viente indios cada uno, y en Zamora sólo que-
hacían ofrendas de oro y de coca. El uso del qui- dan en total 500 indios; en la región de Nambija
chua estaba ampliamente difundido, sobre todo, (a dos días de marcha de Zamora) sólo subsisten
entre los caciques “y sus hijos y principales”; en 1 500 personas, dispersas en una veintena de
AL ESTE DE LOS ANDES 213

grupos locales. En cuanto a la región de Zaruma, de relaciones que mantenía con las sociedades del
casi desierta, la mayoría de los indios paltas y ca- piedemonte, por otro lado muy mal conocidas.
ñaris que fueron enviados allí han muerto, y los
En 1450, el territorio cañari se extendía
encomenderos de Loja y de Cuenca rehúsan en-
viar a sus indios a la mina, por temor a perder el aproximadamente desde una línea imaginaria que
tributo y la mano de obra; de modo que sólo que- unía los valles del Jubones y del Cuyes al Sur, has-
dan 150 ó 200 indios a proximidad del cerro. ta los límites septentrionales del nudo del Azuay, al
norte. Al oeste del nudo, la cuenca de Alausí pare-
La caída demográfica en las tierras altas es ce haber sido una región mixta, donde coexistían
un poco menos acusada, al menos hasta 1580, pe- poblaciones cañaris y puruháes, probablemente
ro luego parece acelerarse brutalmente, si acepta- bilingües. En la medida en que este valle ofrecía un
mos las cifras de Salinas y Albarrán, se observa un acceso privilegiado a la costa del Pacífico (particu-
descenso de alrededor del 35% entre 1573-80 y larmente para los Puruhá), también se puede pen-
1591. Esto dicho, las estimaciones relativamente sar que se trataba de una especie de “zona franca”
concordantes de Salinas Loyola, López de Velasco donde se mezclaban colonias de diverso origen ét-
y el manuscrito Muñoz, para la provincia de Loja, nico, especializadas en el transporte y el comercio
son sorprendentemente bajas, resulta singular que de larga distancia (RGI 2: 286). En cambio, como
se cuenten muchos más habitantes en la región del veremos más adelante, el páramo del nudo situado
Zamora, una zona de montaña accidentada, de va- hacia las fuentes del Cebadas, del Upano y del
lles estrechos e incómodos, que en la fértil cuenca Abanico parece haber sido ocupado exclusiva-
de Loja, de la cual los encomenderos son unánimes mente por grupos cañaris. Confiando en los datos
al quejarse de la pobreza de sus efectivos. Estos he- toponímicos, se consideró en otro tiempo que la
chos sugieren varias hipótesis. O bien los Paltas an- etnia Cañari se extendía antiguamente sobre toda
dinos fueron deportados masivamente por los espa- la provincia de Loja, de donde habría sido expul-
ñoles hacia la zona minera montañosa de Zamora- sada por la intrusión de los Paltas jívaro. Esta hipó-
Nambija, lo que explicaría la inflación local de la tesis está en contradicción con los datos arqueoló-
población constatada en los censos de 1560 y gicos, pero no es del todo imposible que los Caña-
1586. O bien la región palta andina estuvo ya fuer- ris se extendieran hacia el sur, particularmente ha-
temente despoblada a la llegada de los españoles cia el cerro de Zaruma, durante y después de la
(lo sugiere también la “Relación de Zaruma”: “...es ocupación inca, a medida que desaparecía la po-
tierra despoblada, porque los Incas hicieron gue- blación palta autóctona.
rra... los mudó y despobló y castigó, y así quedo Respecto a los límites occidentales y orien-
desierta...”), o bien la población palta siempre es- tales del conjunto cañari, por ahora se los ignora;
tuvo diseminada, quizás porque estos indios se hu- Oberem (1974-1976) piensa que su territorio in-
bieran refugiado en masa en la montaña para esca- cluía al menos la parte superior de los declives y
par de la tutela de los Incas, o debido a que los In- valles de la vertiente pacífica, y tenemos razones
cas los hayan deportado o masacrado en gran nú- para pensar que englobaba tambien una zona de
mero. En el estado actual de los conocimientos, es montaña oriental, especialmente el valle del Upa-
imposible escoger entre todas estas causas, sin du- no, hasta su confluencia con el del Paute (cf. infra
da cada una lleva su parte de verdad, aunque el p. 168).
comportamiento de los españoles, en la evolución Como lo subraya además Oberem, los Ca-
demográfica de esta región, me parezca determi- ñaris formaban una unidad lingüística y cultural,
nante.11 (Para una visión de conjunto de la situa- mas no política (op. cit.: 263). Existían problable-
ción demográfica, ver las tablas 2 y 3 p. 89 infra.). mente divisiones tribales y/o dialectales en el seno
La civilización y el destino de los Cañaris en del conjunto, particularmente -la arqueología pa-
la época incaica son algo más conocidos que la de rece demostrarlo- entre los grupos del valle del Ca-
los Paltas: los cronistas del imperio son más explí- ñar (Narrío), y los de la hoya de Cuenca (Tacalsha-
citos sobre ellos que no de los Jívaro montañeses, pa), incluyendo la zona Gualaceo-Chordeleg-Sig-
y la documentación colonial relativa a la zona ca- sig; de hecho, las tradiciones cerámicas de esta úl-
ñari es también más abundante que la del sur loja- tima región son algo diferentes de aquellas de Na-
no. No obstante, algunos aspectos de esta cultura rrío (Meyers, op. cit.: 110-117). Por último, las po-
permanecen enigmáticos, particularmente el tipo blaciones del nudo y del valle del Upano parecen
214 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

haber constituido, ellas también, una o varias enti- rra de behetna, que peleaban unos con otros...”)
dades tribales distintas. (RGI 2: 272), pero estas relaciones de hostilidad no
Estas unidades regionales estaban divididas excluían la creación de redes de alianza a veces
a su vez en una multitud de cacicatos indepen- extensivas, capaces de engendrar provisionalmen-
dientes más o menos extensos: te conjuntos importantes, unidos militarmente e in-
cluso políticamente, se sabe por ejemplo, que un
…“cada parcialidad tenía señorío un cacique
que sobre sus vasallos, cuales tenían más y otros
cacique cañari llamado Dumma, señor de Sig-Sig,
menos; y que en comarca deste pueblo estaban había solicitado la alianza del lejano cacicato de
otros caciques y señores, unas tres leguas de Macas (la actual Pindilig, cerca de Azogues) para
aquí; y otros dos, y otros cuatro; y questos y los luchar contra los Incas (Montesinos, 1882: caps.
otros tenían siempre sus guerras y peleas unos 23 y 26: González Suárez, 1882: 8).
con otros, porque cada parcialidad tenía un caci-
La civilización material de los Cañaris era
que principal y estaban poblados en diversas par-
tes como agora lo están en esta provincia, aun- mucho más elaborada que la de los Paltas, las dos
que todos son cañares, y esto era antes que vinie- producciones más importantes, la metalurgia y la
se el Inga...” (R.G.I., 2: 275). cerámica, eran objeto de una especialización re-
gional y quizá estatutaria; la arqueología ha mos-
Estos caciques no recibían “tributo” en el trado particularmente que la vocación orfebre y al-
mismo sentido que lo entendían los Incas y los es- farera de las poblaciones de Gualaceo y Chorde-
pañoles, “más de que por el reconocimiento y el leg, importante todavía en la actualidad, se remon-
señorío le daban a sus caciques de comer y de be- ta a la época preincaica (cf. Meyers, op. cit.: 114).
ber y le hacían sus sementeras a sus tiempos, y sus Los Incas sin duda reordenaron la formación
casas...” (ibíd. 275). Volvemos a encontrar en este cañari aborigen, al mismo tiempo que se apoyaron
cuadro los elementos que caracterizaban, según F. sobre sus estructuras tradicionales, así, los cacica-
Salomón, los señoríos étnicos septentrionales: al tos locales fueron a la vez consolidados y jerarqui-
igual que entre los Chibchas, la unidad política zados, al menos idealmente con el fin de ser inte-
consistía aquí ya sea de una sola “parcialidad” re- grados a la estructura piramidal instalada por el Ta-
gida por un cacique, o bien de una asociación de huantinsuyo. Que esta jerarquización haya sido di-
varias parcialidades una de las cuales tenía al fren- fícil de imponer, podemos inferirlo por el hecho de
te de ella un cacique, mientras que las otras eran que los Incas instalaron por doquier tucruicuc, en-
gobernadas por “principales” (1980: 194). Proba- cargados de “duplicar” el señorío local y de velar
blemente el cacicazgo descansaba, además, sobre por el buen funcionamiento de las instituciones es-
la misma combinación de rasgos que en el norte, tatales: “...el Inga... puso en cada parcialidad y
autoridad personal muy acentuada, generosidad pueblo un teniente para que ejecutase lo que él
institucionalizada (basada en la redistribución de mandase; y a esto le llamaban tucros, que quiere
los productos del tributo en trabajo y en bienes de decir tanto como teniente...” (RGI 2: 275). Por otra
consumo de los que se beneficiaba el jefe), impor- parte, los Incas desarrollaron la producción local,
tancia otorgada a la morada señorial en tanto que y probablemente intensificaron las especializacio-
símbolo del orden político y cósmico (Salomón, nes regionales y profesionales. Los pueblos del Cu-
op. cit.: 196-197). De paso, se podrá medir la dife- yes-Zangorima, por ejemplo, asociados a los cen-
rencia entre este cacicazgo cañari muy cristalizado tros metalúrgicos del Gualaceo-Chordeleg, fueron
y el que hipotéticamente hemos atribuido a los encargados de la búsqueda de oro en los ríos y de
Paltas, análogo al de los Bracamoros, donde no la extracción minera (RGI 2: 275), mientras que los
aparecen ni el poder personal explícito y reconoci- habitantes de Pueleusi (la actual Azogues) produ-
do ni los medios de practicar una magnanimidad cían tejidos de algodón muy apreciados.
ceremonial ni el rol simbólico de la casa señorial, De las múltiples redes de intercambio que
sino de forma embrionaria, quizá imputable a la asociaban las culturas de las tierras altas con las de
imposición incaica de un modelo utilizado en una las tierras bajas, tanto los datos arqueológicos co-
etnia adyacente. mo las primeras descripciones hispánicas prueban
Los cronistas son por lo demás unánimes claramente la existencia, testimonio de ello el uso,
cuando dicen que estos cacicatos independientes entre los Paltas andinos, de materiales provenien-
guerreaban incesantemente entre ellos (…“era tie- tes de los pisos calientes y húmedos tales como el
AL ESTE DE LOS ANDES 215

algodón, la madera de palma de las lanzas y natu- particulares: los intercambios económicos y ma-
ralmente la sal; igualmente la utilización entre los trimoniales entre unidades domésticas eran alen-
tadas, pero además los caciques practicaban una
Bracamoros de la montaña y los Jívaros de la hy-
política de colonización, implicando la instala-
lea, de hachas de cobre (una especialidad cañari), ción, en el grupo huésped, de varias unidades
de cuyes e incluso, si hemos de creer a Salinas, de domésticas, las cuales se integraban entonces a
algunas llamas. En lo que se refiere a los Cañaris, la población local y abandonaban sus costum-
se sabe que obtenían plumas ornamentales del pie- bres y sus instituciones “andinas”, manteniendo
demonte, así como algodón en las tierras calientes, al mismo tiempo relaciones con su grupo de ori-
gen. Estas “colonias” se fusionaban tan bien con
y sal tanto en la costa como en la montaña orien-
su medio receptor que generalmente fueron tra-
tal, entre los Bracamoros del Zamora. Citemos a tadas como selváticos autóctonos por la adminis-
este respecto la Relación de F.D. de los Ángeles so- tración colonial. Ellas estaban encargadas de su-
bre Pagcha y Arocxapa, en la que aflora la natura- ministrar a su comunidad diversos productos
leza particular de las relaciones -a la vez de inter- exóticos, aunque no lo hicieran del transporte y
de la circulación de estos géneros, esta tarea in-
casamiento y de guerra- que unían los Cañaris a
cumbía fuera a las unidades domésticas de visita,
sus vecinos selváticos: “La guerra que tenían antes o bien a un cuerpo especializado de comercian-
(de la ocupación inca, nda.)... era con los indios tes asignados al señorío, los famosos mindalaes.
Xíbaros, por les quitar sus mugeres, y con los Za- En realidad, la función de estos mindalaes era
moranos, sobre y en razón de defender las sali- esencialmente política: servían de agentes para
nas...” (RGI 2: 270). Pero permanece la interrogan- iniciar y mantener las alianzas con los jefes sel-
váticos, y el tipo de comercio que practicaban
te acerca del contexto en el cual se inscribían estas
era sobre todo, como lo subraya F. Salomón,
relaciones de intercambio, así como desentrañar “una actividad política de redistribución econó-
las mutaciones que sufrieron por el hecho de la mica en un medio de fronteras fluidas y de pe-
presencia inca. queñas jefaturas rivales, más bien que una activi-
Los brillantes trabajos de F. Salomón han dad puramente mercantil” (1980: passim y 1978:
975).
permitido poner en evidencia los caracteres espe-
cíficos de las relaciones interzonales en los Andes F. Salomón ha expuesto la idea de que el
septentrionales, y la originalidad de estas relacio- modelo de relaciones sumariamente descrito con
nes respecto a los sistemas verticales típicos de los anterioridad, a pesar de estar basado en materiales
Andes centrales.12 provenientes esencialmente de la región Quito-
En los Andes ecuatoriales la red de relaciones Otavalo, era probablemente común a toda la zona
verticales era a la vez compleja y diversificada, andina ecuatorial, si no desde la región de los pal-
en función de la distancia entre los pisos ecoló- tas, al menos desde la cañari hasta el norte de Pas-
gicos implicados. En primer lugar, los cacicatos to. Sin embargo, subraya que su modelo se aplica
locales explotaban recursos diversificados en el ante todo a la vertiente occidental de los Andes, y
marco de un control “micro-vertical” implicando
que la situación en la vertiente oriental es mucho
diferencias de altitud del orden de 350 a 800 me-
tros como máximo, o sea una franja que engloba- menos clara. Por tanto se plantea la cuestión de sa-
ba los páramos, el corredor interandino y la por- ber si el sistema de relaciones interzonales prein-
ción superior de los valles del piedemonte. Obe- caicas expuesto por Salomón se extendía a las so-
rem propone como ejemplo de esta “micro-verti- ciedades de los Andes ecuatoriales australes, y en
calidad” las asociaciones Pelileo-Pingila o Tisa- particular si caracterizaba las relaciones entre los
leo-Guache, en el país Puruhá-Panzaleo (1976:
grupos paltas y cañaris de las altas tierras y las po-
55).
blaciones del piedemonte oriental. Precisemos que
Sin embargo, los jefes étnicos mantenían también se trata de un problema muy difícil de zanjar, pri-
estrechas relaciones con poblaciones del piede- mero porque el esquema incaico, mucho más en-
monte que escapaban a su control político inme- raizado aquí que en el norte, ha obliterado amplia-
diato, pero cuya lealtad buscaban asegurarse.
mente las redes aborígenes -es incluso en este do-
Como en la Colombia preincaica, entre los caci-
catos chibchas, estas alianzas con los grupos de minio que las transformaciones impuestas por el
abajo eran objeto de feroces rivalidades entre los imperio han sido sin lugar a dudas las más radica-
cacicatos andinos autónomos. Estas relaciones les- y luego porque el material documental sobre
de clientelismo, inestables y móviles, se inscri- esta zona es menos abundante, o menos conocido,
bían dentro de relaciones socio-políticas muy que el relativo a las provincias del norte.
216 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

En la región palta, las condiciones ecológi- más desembocaban en un control reconocido e


cas eran evidentemente muy diferentes de las del institucionalizado de las prácticas de intercam-
norte del Azuay; así, en una región de altura limi- bio individuales.
tada, más o menos uniformemente cubierta de bos-
En definitiva, no se encuentra ningún rastro
ques, desprovista de páramos y desnivelaciones
en los primeros documentos hispánicos sobre los
abruptas, sería absurdo hablar de “micro-verticali-
Paltas acerca de instituciones verticales típicas de
dad”, en el sentido entendido por Oberem; de ma- los cacicazgos étnicos del norte (particularmente
nera que la base ecológica de las unidades políti- de mindalaes), un hecho que tiende a corroborar
cas locales era completamente distinta de la de los nuestra hipótesis de una sociedad Jívaro andina
señoríos étnicos septentrionales. Por otra parte, si fundamentalmente
nuestra hipótesis relativa a las estructuras políticas Pero, tampoco hay en la vertiente oriental
de los Paltas andinos es correcta, las relaciones indicios claros de una verticalidad centroandina
que mantenían estas poblaciones con las socieda- del tipo archipiélago. Teniendo en cuenta la incai-
des del piedemonte escapaban necesariamente al zación muy desarrollada de la zona palta, esta au-
modelo propuesto por Salomón, puesto que éste es sencia es bastante singular.
correlativo de una organización política cuya au-
sencia entre los Paltas cabalmente postulamos. Se La única indicación que tenemos concerniente a
puede pensar que las relaciones interzonales se las relaciones entre los Paltas andinos y el piede-
acercaban aquí a los sistemas de intercambio típi- monte amazónico en la época incaica se recoge
en dos frases crípticas de Salinas Loyola: a propó-
cos de las culturas jívaro de la hylea y de la mon-
sito de la región de Valladolid en el alto Chinchi-
taña, en las cuales el tráfico de bienes materiales e
pe, poblada de Paltas Bracamoros, dice que
inmateriales se efectuaba, fuera de todo control “...en los términos desta ciudad (i.e. Valladolid)
político, en el seno de una red difusa, no centrali- hay dos generaciones de naturales, y casi cada
zada, análoga a las cadenas diádicas de tipo ami- uno tiene su lengua muy diferente...”; y más ade-
gri, especie de “amistad” económica ritualizada lante señala que en el valle del río Vergel, un
que se encuentra en las sociedades jívaro contem- afluente izquierdo del alto Chinchipe, habitado
poráneas . por gentes “de la misma lengua y costumbres de
Resumiendo, si tenemos en cuenta la estruc- Valladolid... hay en el dicho valle algunas pobla-
tura política de los Paltas andinos, es poco proba- ciones y pueblos de diferentes lenguas” (RGI 3:
ble que los jefes de guerra o “great-men” locales, 197 y ss.). Añadamos a esto un detalle tomado de
la relación hecha en 1582 por J. de Aldrete sobre
hayan desarrollado estrategias de alianza con los
la región de Valladolid, luego de haber precisado
grupos del piedemonte comparables a las imple-
que los habitantes de la zona:
mentadas por los verdaderos “señores étnicos”, im-
plicando prácticas de acumulación y de redistribu- “según dicen desbarataron muchas veces a los
ción, y un control estrecho sobre los canales de in- capitanes del Inga que a subjetallos entraron” -lo
tercambio. cual tendería a confirmar su identidad bracamo-
ro más bien que palta andina- Aldrete añade “la-
Entre los Paltas, la esfera de intercambios y la es- braban sus tierras con arados (tacllas) y el que era
fera de lo político quedaban probablemente diso- más rico hacía mayor chacra porque se juntaban
ciadas, excepto naturalmente en el plano matri- a arar unos cien indios y cien indias que le vol-
monial: entonces como ahora, los jefes de guerra vían la tierra” (RGI 3: 152).
multiplicaban sin duda sus alianzas, y construían
su poder, o su prestigio, manipulando las estruc- Este conjunto de observaciones no es fácil
turas de parentesco, sobre todo acumulando pa- de interpretar. Nos veríamos primero tentados de
rientes afines. Pero estas alianzas políticas de asimilar estos núcleos de población alógena a co-
matrimonio, seguramente extendidas a los gru- lonias de mitimaes, o incluso a Kamayug origina-
pos Bracomoros del piedemonte, se traducían en
rios de la Sierra. Sin poder descartarla definitiva-
solidaridades efímeras, débiles, constantemente
mente, esta hipótesis tropieza sin embargo, con
cuestionadas por los azares de la guerra intertri-
bal sin dejar de depender de ellas, puesto que es cierto número de objeciones. Implica que la región
sólo en y por la guerra que los “grandes hom- del Alto Chinchipe y del río Vergel fue efectiva-
bres” logran crearse una parentela extendida y mente conquistada por los Incas e integrada al Ta-
forjarse una precaria y transitoria autoridad; ja- huantinsuyo, aunque los cronistas parecen unáni-
AL ESTE DE LOS ANDES 217

mes al declarar que las poblaciones del Chinchipe pañoles, tendríamos quizá la explicación de las
quedaron fuera de las fronteras del imperio. Por “dos generaciones de naturales” evocados por Sa-
otra parte, la organización social de los grupos del linas. Pero entonces el problema se plantea en la
río Vergel, gentes de behetría dedicadas a la caza coexistencia de estos dos grupos, uno de los cua-
de cabezas, parece incompatible con la hipótesis les era enemigo de los Incas; a menos que admita-
de una incorporación de estas poblaciones al Im- mos, hipótesis la más probable, que estas colonias
perio Inca. Los españoles estaban familiarizados de apariencia andina eran de refugiados paltas, es-
con la institución de los mitimaes y la de los kama- capados de la tutela inca y conservando al mismo
yuq, y cuando encontraban a grupos que pertene- tiempo sus características. La precoz desaparición
cían a estas estructuras, los definían generalmente de los Paltas andinos sugiere en efecto la eventua-
como tales; sin embargo, estos términos no apare- lidad de una fuga masiva hacia zonas de refugio, y
cen en ningún momento en los documentos hispá- nada tendría de sorprendente encontrarlos de nue-
nicos sobre el piedemonte amazónico austral. En vo instalados en territorio bracamoro.
fin, aun cuando detalla cuidadosamente las pro- Si consideramos las descripciones que nos
ducciones locales, Salinas no menciona ninguna han dejado los conquistadores, resulta en definiti-
producción específica, como la coca o la búsque- va poco probable que el Tahuantinsuyo haya in-
da de oro fluvial, que pudiera justificar la presen- corporado estas poblaciones del Chinchipe que
cia de kamayuq; los aborígenes se contentan con tanto problema causaron a los colonos españoles;
cultivar tubérculos, un poco de maíz, poquísimo por ello, los núcleos de población alógenos descri-
algodón y algunas frutas (cf. infra pp. 80-82). tos por Salinas eran sin duda de andinos refugia-
El problema de la identificación de estos dos, establecidos en el seno de grupos jívaro no in-
grupos alógenos está por supuesto estrechamente caizados, a los que originalmente habían estado
ligado al de la naturaleza real de las poblaciones muy próximos en el plano cultural. El hecho que
locales dominantes. O bien estos habitantes del los Incas hayan renunciado a desarrollar, en su
Chinchipe, considerados como Bracamoros, eran frontera oriental, instituciones de control vertical
Paltas andinos, sujetos al imperio, lo que explica- análogas al modelo de archipiélago se explicaría
ría el tributo en trabajo (señalémoslo, sobre una tanto por la hostilidad continua de los Bracamoros,
base decimal), del cual se beneficiaba “el hombre y el recuerdo de la dolorosa derrota que éstos ha-
más rico” (expresión por lo demás bastante extra- bían infligido a las tropas imperiales, como por la
ña: ¿por qué no llamarlo cacique o principal?); en similitud ecológica de la vertiente occidentaI, apta
cuanto a los aspectos “salvajes” de estas poblacio- para proveer de los mismos recursos que el piede-
nes (belicismo, caza de cabezas), éstos se explica- monte amazónico y, al contrario que esta última
rían por un fenómeno de “devolución”, de retorno región, aparentemente libre de poblaciones hosti-
a las costumbres preincaicas, correlativo a la diso- les; además, los valles calientes, primero secos y
lución de los aparatos de control estatales. O eran luego húmedos, del Catamayo y del Puyango ofre-
Bracamoros, y no Paltas andinos, en cuyo caso ha- cían un acceso a las tierras bajas mucho más favo-
bría que admitir que una fracción de este grupo rable que el entreveramiento de colinas que domi-
hubiera sido conquistada por los Incas, los cuales na la vertiente oriental.
habrían implantado entre ellos mitimaes encarga- Los datos relativos a los cacicatos cañaris,
dos de civilizarlos y vigilarlos. O quizás, la región autónomos y rivales, concuerdan mejor que aque-
del Chinchipe era ocupada por una población mix- llos de los Paltas con el modelo elaborado por Sa-
ta de Paltas andinos incaizados y de Bracamoros lomón; no obstante, la naturaleza de las relaciones
autóctonos, estos últimos practicando la caza de que mantenían estos cacicatos con los grupos del
cabezas bajo las órdenes de simples jefes de gue- piedemonte oriental permanece poco clara. En
rra, aquellos sometidos en apariencia a la paz in- ciertas zonas del territorio cañari, particularmente
caica; suponiendo que los andinos y los habitantes en la región del Alto río Cuyes y del Alto Zangori-
del piedemonte hayan estado suficientemente dife- ma (antaño, zona aurífera), hay rastros de un mo-
renciados por el grado de incaización de los pri- delo de relaciones verticales algo semejante al sis-
meros, hasta el punto de aparecer como dos “ge- tema de archipiélagos incas: por ejemplo, la aldea
neraciones” o etnias distintas a los ojos de los es- de Arocxapa explotaba los recursos de varios pisos
218 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ecológicos, en el marco de un cacicazgo único (la ros rebeldes, los cuales se procuraban por este ses-
de Pagcha-Arocxapa) cubriendo varias unidades go útiles de metal, intercambiados con pepitas y
secundarias (RGI 2: 271): polvo de oro.
En cambio, en otras partes, y particularmen-
Arocxapa estaba situada sobre las márgenes
te sobre los flancos orientales del nudo, en el alto
orientales de la hoya de Cuenca, en la altura, “en
valle del Upano, la configuración de las relaciones
tierras algo frías”; la comunidad poseía tierras en
las márgenes del río Zangorima, a una media le- verticales es completamente diferente. Es cierto
gua de Arocxapa, “y en la vega y por la vera des- que aquí también encontramos la huella de una
te río hacen los naturales sus sementeras de maíz micro verticalidad, en el sentido de que la comu-
y tienen árboles de fruta, duraznos, membrillos, nidad de Zuña, por ejemplo, poseía (hasta inicios
higueras y hortalizas; y todo lo dicho se da en de este siglo) establecimientos temporales a algu-
mucha abundancia, mediante la humedad y ca- nas horas de camino en la parte baja del valle,
lor que hace”. Un sistema de irrigación recorría donde cultivaba maíz. Pero, más allá de estas al-
estos huertos. Los habitantes de Arocxapa explo- deas secundarias que dependían de Zuña, hacia
taban además los recursos halieúticos del Zango-
abajo, existían comunidades permanentes, a veces
rima y del Paute y cazaban en el páramo; los pro-
de dimensiones considerables, y políticamente in-
ductos de estas actividades de predación eran in-
tercambiados con algodón y coca provenientes dependientes de las aldeas de altura. Volveremos
de las yungas (probablemente occidentales). sobre estas comunidades de montaña en el curso
de nuestros análisis regionales (cf. infra capítulo
Pero también existían establecimientos satélites XVII), pero su identidad cañari parece estar ya con-
situados mucho más lejos, al otro lado de la Cor- firmada. La vertiente oriental del nudo presenta en-
dillera Oriental, en los valles del piedemonte: al-
tonces un sistema diferente a la vez de los pseudo-
gunos de los habitantes de Arocxapa vivían anti-
archipiélagos de la zona meridional cañari, y del
guamente “en la montaña, once leguas del dicho
pueblo de San Bartolome (Arocxapa). Estaban de modelo vertical descrito por Salomón, ya que no
la otra banda de la cordillera general del Pirú y se trata de colonias establecidas por un cacicato
se llaman Cuyes, a causa de que en su tierra hay andino en el seno de una etnia de la montaña dis-
muchos cuyes. Los demás son traídos de Bolo, tinta, sino de comunidades, incluso de cacicatos
que estaban poblados junto al dicho río de Bolo, independientes y rivales, pertenecientes a un mis-
cuatro leguas del pueblo de San Bartolomé. Su mo conjunto cultural, escalonado en varios pisos
cacique principal de los cuyes y bolos es don An- ecológicos.
dres Ataribana, y la cabeza que gobierna así a los La suerte de estos grupos cañaris de tierras
indios de... Pagcha como a los deste San Bartolo-
bajas durante la ocupación inca es difícil de preci-
mé se dice don Luis Xuca” (RGI 2: 271). (cf. tam-
sar, la aparente ausencia de material arqueológico
bién infra p. 88) (Mapa Nº 20, p. 219).
inca en estas regiones (particularmente de cerámi-
Lamentablemente, se ignora todo de la orga- ca “incaizada”), el carácter muy “primitivo” de es-
nización y de las actividades económicas de estas tas poblaciones, tal como se desprende de los do-
comunidades del piedemonte, que por otra parte cumentos hispánicos, la ignorancia del quichua
no parecen haber sido multiétnicas, se dedicaban que parecen testimoniar estas poblaciones, fuera
probablemente a la búsqueda de oro fluvial (se sa- de raras excepciones, por último la estructura polí-
be que los Incas habían asignado esta tarea a las tica de estas comunidades, nos permite pensar que
gentes de Xima, una aldea también asociada a es- estos cañaris del bajo piedemonte quedaron al
tablecimientos situados en el valle del Cuyes), y sin margen del imperio, cortados de sus vecinos andi-
duda producían también algodón (cf. infra p. 88). nos y considerados por los Incas bárbaros selváti-
Estos Cañaris del piedemonte mantenían estrechas cos como los Xíbaros y los Bracamoro. Sin embar-
relaciones de intercambio con sus vecinos “Xíba- go, estos grupos mantenían probablemente, abier-
ros”, los documentos que datan del comienzo de ta o clandestinamente, relaciones de alianza y de
la Colonia evocan una intensa actividad de resca- intercambio con los cacicatos del nudo que, por lo
te en este sector, y más tarde los españoles tendrán demás, estaban a veces bastante aisladas y al mar-
muchas dificultades en poner fin a las relaciones gen de los centros de civilización y de administra-
de intercambio entre los indios de esta región (co- ción incaicas establecidos en el corredor intramon-
mo los de Taday-Pindilig, más al norte) y los Xíba- tano.
AL ESTE DE LOS ANDES 219

Cumbres
Límites aproximados de los
grupos de cacicazgos asociados

conjunto

conjunto

nombres de etnias subraydos

Mapa Nº 20
Relaciones verticales en las estribaciones orientales.
220 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

El motivo de la doble conquista “como una taño por las redes interétnicas indígenas. A esta úl-
secuencia de un contacto inicial de rebeliones y tima etapa correspondería por supuesto la “segun-
retiradas de los ejércitos incas, seguidas por la re- da conquista” de los relatos incas, la que efectuó
conquista y la consolidación efectuadas por un so- Huayna Cápac (Salomón, op. cit.: 986).
berano posterior” debe ser interpretado, según F. Aislando los cacicatos locales, privándoles
Salomón, como la “reseña ideal de eventos orde- de las relaciones exteriores que eran la condición
nados de acuerdo a criterios políticos conscientes” de su existencia, minando el tejido político de los
(1978: 986). Es decir, que resume y traduce a su intercambios interzonales, más que atacando de
manera un proceso repetido, relativamente unifor- golpe y directamente con la sola fuerza de las ar-
me, un encadenamiento de hechos provocados mas a los “señores étnicos”, el Tahuantinsuyo logró
por una estrategia deliberada que probablemente así digerir una tras otra las sociedades andinas sep-
rigió las modalidades de la penetración inca en los tentrionales. Que un fenómeno de esta índole se
Andes ecuatoriales australes. haya desarrollado en la zona austral permite expli-
En esta perspectiva, la “primera conquista”, car la paradoja relativa a la supuesta docilidad de
la que llevó a cabo Túpac Yupanqui, corresponde- los Paltas frente a los invasores, y a la facilidad de
ría en realidad a una fase inicial de discreta im- someter una sociedad que, por otro lado, los cro-
plantación limitada a la vecindad o al seno de un nistas son unánimes en describir como particular-
cacicato local, combinada con una alianza en apa- mente belicosa. Así, como hoy día los grupos jíva-
riencia “igualitaria” concertada con uno o varios ro tienen dificultad en defenderse contra las infil-
“señores étnicos”. Estos núcleos de colonización traciones territoriales insidiosas (como la de los pri-
incaica se dedicaban entonces, progresiva e insi- meros colonos mestizos al comienzo de este siglo,
diosamente, a desmantelar, o más exactamente a o la contemporánea de los indios quichuafonos li-
desviar en su provecho, las redes de intercambio y mítrofes, portadores de superabundancia de bienes
de alianzas intertribales de las que dependía, en exógenos aureolados de un gran prestigio), mien-
amplia medida, el poder de los caciques locales. A tras que corren a las armas a la primera amenaza
este respecto, los Incas se comportaban exacta- de agresión militar, así mismo, ante una estrategia
mente como unos “señores étnicos” autóctonos, de ocupación como la de los Incas, los jefes de
buscando asegurarse, a fuerza de regalos, inter- guerra palta debieron hallarse mucho más despro-
cambios matrimoniales y promesas de apoyo mili- tegidos que sus vecinos Bracamoros confrontados
tar, en detrimento de los señoríos rivales, la lealtad con una operación de carácter abiertamente mili-
de los grupos sociales que escapaban a su control tar. En este sentido, la conquista inca de los Jívaro
político inmediato. Esta segunda fase tendría como andinos (como toda la historia subsecuente del
reflejo, en el estereotipo narrativo inca, el período conjunto jívaro) demuestra claramente que la ca-
intermedio de “revueltas y disturbios”, período du- pacidad de resistencia -convertida en legendaria-
rante el cual las colonias incas, fingiendo ser una de este pueblo, no está en función de la idea del
tribu entre las tribus, participaban, como cualquier Estado como tal (como pretendía P. Clastres, por e-
cacicato local, en las incesantes venganzas y gue- jemplo) sino a formas específicas de sujeción y do-
rras intertribales, características de estas socieda- minación: que el Estado asuma otras formas de pe-
des andinas septentrionales. Se recordará que el netración que no sean la conquista por las armas,
objeto y el pretexto de estos conflictos era precisa- la coerción declarada, la reducción o la concentra-
mente la captación de los vínculos de alianza esta- ción del hábitat, y tendrá todas las probabilidades
blecidos con grupos del piedemonte occidental y de encontrar, inicialmente, un terreno favorable.
oriental. Al término de este proceso, los cacicatos En definitiva, la dominación inca estaba ba-
acababan divorciados de las redes de relaciones sada aquí en la clausura de los cacicatos locales,
exteriores que formaban su soporte, y a partir de con el Estado subvertiendo y luego reemplazando
ese momento resultaba fácil incorporarlas a la es- la exterioridad que antes servía de fundamento a
tructura del imperio, tanto más que esta aparecía estas unidades socio-políticas; y es bastante lógico
desde entonces como un “aliado” muy superior a que el trabajo de aculturación y de control incaico
los socios aborígenes tradicionales, y que los bene- fuera dirigido primero hacia los sistemas de rela-
ficios materiales e ideales que traía consigo, com- ciones interétnicas e interzonales, antes que a la
pensaban la pérdida de recursos suministrados an- estructura interna de los señoríos étnicos. Los es-
AL ESTE DE LOS ANDES 221

fuerzos desplegados por los Incas para instalar un en los Andes, de una sociedad acéfala, desprovista
modelo de archipiélagos verticales, o algo que se de instituciones políticas cristalizadas, muy alejada
le pareciera, respondían seguramente a una racio- de la idea que uno se hace habitualmente de las
nalidad económica, pero más aun, sin duda, a una culturas andinas tradicionales; si nuestras hipótesis
preocupaci6n de encuadramiento político; y allí respecto a los Paltas son exactas, esta población
donde era imposible o inútil imponer este modelo representaba en suma la penetración de un tipo de
de verticalidad, ya sea por razones ecológicas, o a formación social típicamente “amazónica” en el
causa de la hostilidad de las poblaciones del pie- corazón de la sierra.
demonte, los Incas cerraron pura y simplemente la Ahora bien, a veces se ha dicho que el Im-
frontera. Es así que con la posible excepción de perio Inca se había mostrado impotente a la hora
una fracción del alto valle del Chinchipe, y con la de asimilar sociedades selváticas, precisamente
excepción así mismo de algunas penetraciones li- porque para enraizarse debía encontrar un terreno
mitadas de control vertical en la cuenca del Cuyes- que presentará estructuras (sociales, económicas, y
Zangorima, la montaña sur-ecuatorial permaneció sobre todo, ideológicas) análogas a las de su pro-
casi totalmente cerrada a los ocupantes, separada pia conformación, es sólo con esta condición que
del imperio por un limes político que pasaba sin podía ejercer su dominio, en la medida en que, le-
duda a gran altitud en la Cordillera Oriental. De jos de trastomar a fondo las culturas que incorpo-
hecho, lo esencial de sus esfuerzos ha sido dedica- raba, debía aparecer como una simple prolonga-
do al ordenamiento de la vertiente pacífica, ecoló- ción o un desarrollo de las estructuras políticas lo-
gicamente muy similar a la vertiente amazónica, y cales. Si el Imperio ha fracasado en la conquista de
por ello encontramos en los flancos exteriores de las sociedades del piedemonte, sería pues debido a
la Cordillera Occidental rastros evidentes de ver- la radical divergencia de naturaleza o de esencia,
daderos archipiélagos verticales (cf. Oberem, que existiría entre las formaciones andinas y ama-
1979; y, Salomón, 1980: 281 y ss.). zónicas. Pero, esto es olvidar en primer lugar que
Pero sin duda alguna el límite político ins- los Incas sí lograron someter buen número de so-
taurado por el Imperio no terminó realmente con ciedades selváticas del piedemonte (particular-
los intercambios entre sociedades andinas y socie- mente en los Andes meridionales). También es su-
dades amazónicas. Muchos indicios atestiguan la bestimar la gran diversidad de las culturas domina-
persistencia de los contactos entre las poblaciones das, larga o brevemente, por el Imperio. Finalmen-
de las partes altas y las bajas, y nada indica que los te, es no tener en cuenta la eficacia de los meca-
Incas hayan intentado suprimirlos. Por el contrario, nismos de conquista y asimilación puestos en fun-
parecen haberlos alentado, incluso desarrollado, cionamiento por los Incas, para imponerse a socie-
tanto que estas relaciones se limitaban a intercam- dades tan heterogéneas era necesario que estos
bios individuales sin implicaciones políticas. El mecanismos fueran de una gran flexibilidad en su
mantenimiento de las relaciones de rescate en la aplicación concreta, incluso si los Incas los presen-
vertiente oriental, en oposición a la economía de taban bajo la forma de un proceso uniforme, inmu-
archipiélagos de la vertiente occidental, incluso table y perfectamente regulado. En definitiva, los
constituye, según F. Salomón, un rasgo recurrente, fracasos del imperio, como el que le infligieron los
y seguramente deliberado, de la organización im- Bracamoros, son más imputables a “faltas estraté-
perial en los Andes septentrionales (op, cit.: 293). gicas” que a una oposición sociológica o ideológi-
Por otro lado, no es imposible que hayan sido ca irreductible por parte de los rebeldes selváticos,
reactivados antiguos esquemas verticales en la si los Incas fallaron en conquistar esos grupos, es
época de las guerras de sucesión dinásticas, y que porque sus propios resortes ideológicos, particular-
aprovechando los disturbios acontecidos en los úl- mente el desprecio que manifestaban hacia los
timos años del Imperio, se hayan reanudado alian- “bárbaros selváticos”, les condujo a adoptar respe-
zas políticas tradicionales, particularmente entre to a estas poblaciones tácticas militares rara vez
los cacicatos de los páramos del nudo del Azuay, y coronadas con éxito, en lugar de aplicarles técni-
aquellos del valle del Upano. cas de asimilación ya probadas en las tierras altas.
El caso de los Jívaro andinos es importante Aunque, también es verdad, como lo subrayara T.
en otro aspecto. Estos grupos constituían, a mi mo- Saignes, que la brutal disgregación del Tahuantin-
do de ver, un ejemplo si no único, al menos raro suyo, la rapidez con la que las formaciones socia-
222 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

les incaizadas retomaron su autonomía, a veces 1532, y demuestran harto que había llegado a los
reanudando con su antigua organización étnica, límites de su crecimiento y de su capacidad de
manifiestan claramente las formidables contradic- control.
ciones y tensiones que obraban en el imperio en

Notas

1 Pertenecen a esta civilización los objetos del estilo llama- costa. Cerca de Jipijapa existía durante la Colonia una tri-
do “Cashaloma” descubierto por Collier y Murra en 1943 bu de este nombre que fue reducida gracias al auxillo que
(cerca de la ciudad de Cañar), y los del estilo Tacalshapa prestó a los españoles el cacique de Guayaquil” (1946:
provenientes de los sitios de la hoya de Cuenca (cf. Collier 11). Sin embargo, parece poco verosímil que haya habido
y Murra, 1943; Braun, 1971; Myers, 1976). un grupo jívaro en una zona tan alejada de su hogar origi-
2 Se pensaba antaño que el área Narrío-Cañar se extendía nal, a menos que el Jipijapa en cuestión sea distinto de la
antiguamente sobre toda la provincia de Loja (cf. Murra, ciudad de la provincia de Manabí, actualmente conocida
HSAI 2: 799). bajo este nombre. Es más razonable suponer, que se trata-
3 Hoy en día los morteros sirven para triturar pimiento con ba de una etnia rebelde desconocida que los españoles
sal, para preparar un condimento (el ajaimp) utilizado por bautizaron de oficio “jívaro” a causa de su intratabilidad.
todos los grupos jívaro. En efecto, la expresión jívaro servía desde el siglo XVII pa-
4 También pertenecería a esta “tradición polícroma” la ad- ra designar de modo genérico a todos los grupos indígenas
mirable alfarería de los Canelos contemporáneos, vecinos de las tienas bajas que se negaban a someterse a los espa-
septentrionales de los Jívaro (cf. Metraux, 1984: 695-96; y, ñoles.
Whitten, 1976: 30n). 10 Siempre según Garcilaso (libro 8, capítulo 5 de los Comen-
5 Incluso se ha expuesto recientemente la hipótesis de un tarios Reales) el término palta que designa al aguacate en
origen transpacífico para el grupo lingüístico jívaro. Por toda el área peruana (aguacate, en el Ecuador) sería justa-
sorprendente que parezca esta idea, propuesta por un lin- mente de origen palta; es Túpac Yupanqui quien habría
güista especialista de las lenguas jívaro, y sólidamente do- importado esta fruta al Perú, y bautizado con este nombre
cumentada, suscita un vivo interés entre los “jivarólogos”; a la etnia donde descubrió la fruta (cf. Gnene, 1973, para
sin embargo, todavía es demasiado frágil como para desa- una discusión sobre este punto).
rrollarla aquí. Recordemos que Betty Meggers emitiera una 11 Datos recientes obligan a matizar estas proposiciones. Si
idea análoga a propósito de ciertas secuencias de la alfa- bien es cierto que la zona de Loja, y sobre todo, de Zaru-
rería Valdivia, para las cuales ella proponía un origen ja- ma parece subpoblada en el siglo XVI, la despoblación y
ponés (Jomon) (Meggers, 1976). la “desindianización” del conjunto de la región de Loja ha
6 Recientemente Chantal Caillavet ha demostrado la presen- sido quizá menos acentuada y más reciente que lo que se
cia de numerosos grupos de mitimaes en el alto valle del pensaba hasta aquí; M. Minchom ha podido demostrar, en
Catamayo (cf. Caillavet, en Guffroy, “Loja prehispánica”, efecto, que existían todavía en la zona importantes comu-
próxima a publicarse en las Ediciones ADPF, 1984-85). nidades definidas como “indias” al fin del siglo XVIII (Min-
7 Cf. infra pp. 161-162, el relato completo de la expedición chom, 1983).
de Benavente. 12 Conviene, sin embargo, señalar que algunos historiadores
8 Chantal Caillavet, a partir de fuentes inéditas, ha podido ecuatorianos han emitido sus reservas respecto a las hipó-
localizar con precisión varios sitios paltas en el valle del tesis elaboradas por Salomón; en particular le reprochan
Catamayo y al sur de este río; para datos más precisos que haber generalizado abusivamente a partir del estudio de
los presentados aquí, habrá que reportarse a su trabajo (en un solo caso, (Quito-Chillos), que nada indica que haya si-
Guffroy, op. cit, de próxima aparición). do representativo de la situación en el conjunto de los An-
9 Rumazo González, retomando una idea ya planteada por des septentrionales ecuatoriales.
González Suárez, escribe: “Hasta los Jívaros llegaban a la
Capítulo XII
LA CONQUISTA HISPÁNICA
DEL PIEDEMONTE SUD-ECUATORIAL

d
Se distinguen, a grandes rasgos, dos fases De 1550 (y quizá incluso antes) a 1599, el
principales en la historia de la implantación colo- oriente ecuatorial, desde Baeza hasta Jaén, está
nial en el piedemonte andino ecuatorial del siglo consagrado al oro y al cortejo de aberraciones que
XVI. Una primera fase, bajo el signo del oro, está conlleva este tipo de industria. Algunos hechos
marcada por una importante ola de colonización bastarán para dar una idea de la amplitud del fenó-
europea, con una afluencia masiva de toda clase meno: -las primeras ordenanzas de minas se re-
de aventureros y de serranos deportados, y la ex- montan aquí a 1537, o sea apenas dos años des-
plotación desenfrenada de las poblaciones indias pués de la conquista, -desde 1544 miles de indios
locales. Luego, a partir de 1580 aproximadamente Cañaris y Paltas son empleados en esta actividad-
esta población foránea volvió hacia los Andes, y en 1592, la región de Zaruma está ya totalmente
los asentamientos que habían surgido medio siglo despoblada, el trabajo de la mina había liquidado
antes caen en una decadencia y una marginaliza- literalmente la población local. Durante el segun-
ción duraderas. Como contrapartido, la Compañía do tercio del siglo XVI, es del río de donde se saca
de Jesús extiende progresivamente su dominio (por la mayor parte de la producción del mineral extraí-
lo demás frágil) sobre una inmensa parte de la Al- do en la provincia de Quito; sin embargo, como lo
ta Amazonia. La misión jesuita de Maynas conoce subraya J. P. Deler (1981: 48), “la explotación de
su apogeo a finales del siglo XVII, luego pierde po- las minas del Zamora, pronto relegó a un segundo
co a poco el control de esta región y de los grupos plano la búsqueda de oro fluvial, suministrando
que la ocupan, tanto es así que en el momento de cerca de las tres cuartas partes de este mineral fun-
su expulsión en 1767, su capacidad real de inter- dido en Quito entre 1558 y 1562”; se supone que
vención en el mundo indígena -para la zona que los asentamientos como la villa de Mendoza, y tal
nos ocupa, y haciendo abstracción de la parte de vez el primer Macas, fundado como consecuencia
la misión situada aguas abajo de la desembocadu- de la explotación de los placeres auríferos a lo lar-
ra del río Tigre- se ha vuelto si no desdeñable, al go de los ríos, desaparecieron hacia 1560, a medi-
menos muy reducida. No obstante, a partir de da que el frente de explotación aurífera se despla-
1638, el destino de los colonos españoles estable- zaba hacia el sur. A partir del último cuarto de si-
cidos en las tierras bajas, en las proximidades del glo el resto del oriente prácticamente ya no pro-
Marañón, se verá estrechamente relacionado a la veía oro, y su producción fue sustituida por la de
misión, enquistadas en el corazón del estado jesui- las minas de Zamora o de Almaguer, cerca de Po-
ta, unidas a él en una simbiosis ambigua, las villas payan.
de Borja, Nieva y Santiago de las Montañas, sobre-
Más tarde, y hasta el siglo XX la búsqueda de oro
viven hasta el siglo XVIII sólo gracias a la implan- fluvial, convertida en una activida menor efec-
tación misionera. En cambio, las villas que habían tuada por los indios, subsistió en una escala muy
surgido en el piedemonte propiamente dicho, tales reducida o bien bajo el control de los encomen-
como Valladolid, Logroño, Sevilla del Oro, Zamo- deros (cf. infra. Ia historia de Canelos pp. 151-
ra, Macas, la mayoría (a excepción de la última) 154) y más tarde de los patrones, o bien de ma-
nera independiente y clandestina por algunos
instaladas en territorio Jívaro-Bracamoro, margina-
grupos indígenas como los Jívaro del Paute-San-
do de la jurisdicción de Maynas, desaparecerán tiago. Sin embargo, el embrujo del oro nunca
casi todas antes del fin del siglo XVI. abandonó a los colonos españoles, ni más tarde
224 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

a los criollos. Las decenas de tentativas de con- nas Loyola, da una cifra global de 73 encomende-
quista y de colonización del territorio Jívaro me- ros, a ello se añaden una docena de hombres en
ridional y occidental fueron todas, explícita o im-
Logroño, y una treintena en Sevilla de Oro (RGI 3:
plícitamente engendradas por la leyenda tenaz,
según la cual se hallaban importantes yacimien-
216 y ss.), sin contar los españoles establecidos en
tos auríferos en su zona, tanto que se volvió casi la provincia de Quijos al norte del Pastaza, en
obligatorio para cada gobernador recién desem- 1577, 19 encomenderos en Baeza, 12 en Ávila,
barcado en Borja, armar una expedición contra una cifra comparable en Archidona, (Oberem,
los Jívaro con el fin de apoderarse finalmente de 1971: 71), o sea un total, hacia 1580, de 158 en-
estas míticas riquezas. Por otro lado, la cuestión
comendados. Estos datos traducen bien la impor-
del oro explica en parte la encarnizada resisten-
cia de los Jívaro a cualquier tentativa de penetra- tancia de las fundaciones españolas, pero no tie-
ción misionera y de reducción durante los siglos nen en cuenta una imigración “oficiosa” evidente-
XVI y XVII, y esto por dos razones: primero por- mente considerable, oblación flotante de andinos
que los Jívaro rápidamente comprendieron que deportados o huyendo de las encomiendas de la
en lo que a ellos concernía, los jesuitas eran ne- sierra, de soldados de fortuna y de proscriptos,
cesariamente la vanguardia, -si no los perros
atraídos tanto por el oro como por la debilidad del
guardianes- de los colonos que hubieran afluido
tan pronto “pacificada” la región, luego porque encuadramiento gubernamental. La historia del
al lograr mantener el control de los recursos au- campamento de Rosario, convertido en 1570 en
ríferos en su territorio, disponían de los medios refugio de bandidos desafiando abiertamente a las
de obtener por intercambio con los indios de la autoridades locales (cf. infra p. 167), lo atestigua
región cañari las herramientas que constituían cabalmente. En cuanto a los serranos, muchos de
una de las principales armas de los misioneros en
ellos murieron y otros volvieron a la montaña, pe-
su empresa de reducción.
ro también se sabe que quedaron en el lugar en
Como quiera que sea, este primer ciclo del buen número, unos refugiados en las tribus selváti-
oro, por efímero que haya sido, dio lugar, según J. cas (como los “oyaricos” cañaris entre los Jívaros),
P. Deler de quien tomamos aquí las conclusiones, otros transculturados en las villas o finalmente ba-
“al esbozo de una organización bastante adelanta- jo la forma de pequeños núcleos autóctonos como
da en los confines andinos del espacio amazóni- los Huamboyas y los refugiados de Barrancas Ba-
co”. Esta organización se tradujo por una parte, en ños, aislados en el fondo del bosque (cf. infra p.
una implantación urbana considerable -entre 1541 151 ss.). En fin, me imagino que los caseríos de ga-
y 1560, hubo doce fundaciones de “ciudades” en rimpeiros del Brasil moderno dan una imagen bas-
el oriente, contra solamente ocho en los Andes y el tante fidedigna de lo que pudo ser a la vez el tipo
Litoral- y, de otra, por la multiplicación de circuns- de población y la apariencia material de los asen-
cripciones administrativas de primera importancia, tamientos en el piedemonte andino en la época de
mientras que el Gobierno de Quito agrupaba todo este primer auge aurífero.
el macizo andino y su litoral sobre aproximada- Por otra parte, el fenómeno de urbanización
mente cinco grados de latitud, no menos de cinco precoz en la Amazonia no debe hacer perder de
gobiernos parcelaban -de manera por lo demás vista el carácter extraordinariamente móvil de la
bastante vaga- una Amazonia todavía relativamen- población colonizadora. Un modelo de hábitat
te desconocida (resumen de Deler, op. cit.: 46-47). concentrado, la dinámica centrípeta que habitual-
Sin embargo, no hay que sobreestimar la im- mente se asocia al nacimiento y desarrollo de una
portancia de esta impresionante red urbana: la ex- ciudad, no impide a los inmigrantes un vagabundo
presión de “ciudades” con la que se calificaba a devastador a través de toda la región, pese a la hos-
estos asentamientos, si bien refleja el peso cultural tilidad del medio. Razón por la cual estas villas y
del modelo urbano entre los españoles, traduce sus ocupantes tuvieron en las poblaciones indíge-
muy mal en cambio la realidad física de estas “tris- nas locales, un efecto desproporcionado con rela-
tes villas”, conjunto geométrico de efímeras casu- ción a su importancia demográfica y económica.
chas sumidas en el lodo y las basuras. Se comprenderá la dimensión de esta movilidad
En cuanto a la población que se concentra- si se considera que en 1629, o sea apenas diez
ba en estas villas, es muy difícil de estimarla. El años después de la fundación de Borja, los colo-
censo de los encomenderos hecho en 1582 por Al- nos lugareños se habían lanzado ya al pillaje de
las riberas del Pastaza hasta su curso superior:
drete para todas las villas del Gobierno de J. Sali-
AL ESTE DE LOS ANDES 225

“...(los borjeños) andan a los descubrimientos de bierno de Salinas, y de acuerdo al censo de Lemus,
otras muchas provincias comarcanas que están en 1608, Baeza, Ávila, Archidona y Sevilla en su
pobladas a las orillas del río que baja de la Ta-
conjunto, no representaban más que 55 encomen-
cunga... según la descripción que hace un caudi-
llo que fue al dicho descubrimiento con gente y deros (en: Cornejo-Osma, III: anexo 74), y aun así,
mano armado...” (en Cornejo-Osma, 3: 211). muchos de estos encomenderos eran ausentistas.
(Leddy Phelan, 1967: cap. 2). En suma, al espejis-
Inmediatamente después del oro, la princi- mo del oro y del textil sigue rápidamente la triste
pal riqueza de esta zona, a los ojos de los españo- realidad de un universo económico indigente,
les fue el algodón, que constituyó lo esencial del mezquino y ya, subdesarrollado. El reflujo de los
tributo exigido a los indios, tanto en Quijos como colonos del “centro” dejó en su estela un mundo
en el valle del Upano; los mismos borjeños, duran- compuesto de europeos miserables, todavía por un
te la fundación de la villa a comienzos del siglo tiempo atrapados a sus fantasías raciales e hidal-
XVII, se imaginaban que iban a instalar en el Ma- guescas, de mestizos, de negros cimarrones y de
rañón obrajes sobre el modelo de Moyobamba, campesinos andinos desarraigados, una sociedad
utilizando el algodón y la mano de obra de los in- cuyos destinos, costumbres y lenguaje habrían de
dios Mayna. Pero, al igual que el oro, el algodón desligarse cada vez más de lo que era corriente en
tampoco bastó para asegurar -ni mucho menos- la los centros coloniales andinos. Esta cohorte de me-
prosperidad de los colonos amazónicos ya sea por- nesterosos abandonados en el bosque tras el hun-
que la producción indígena fuera insuficiente, o dimiento de la primera ola de ocupación, va a de-
bien, porque los problemas de transporte -a falta sarrollar, en el pobre decorado instalado apresura-
de suficientes inversiones- hayan sido insupera- damente por los antiguos colonos, una sociedad
bles, el algodón jamás se convirtió en un importan- única, a la vez semi-urbana y semi-tribal, viviendo
te producto de exportación. del pillaje brutal de un mundo selvático que, aun-
En cambio, el algodón jugó un papel esencial en que aborrecido, constituye su única posibilidad de
la economía local; en efecto, la “vara” de algo- supervivencia.
dón bruto, (unidad de medida, de 40 cm aproxi- Es difícil imaginar hasta qué punto esta so-
madamente) se convirtió rápida y por mucho ciedad fue patológicamente parasitaria. Es cierto
tiempo, tanto en la Alta Amazonia como en Para, que todas las sociedades coloniales lo son, pero
al otro extremo del continente, en la unidad de
moneda usual con la que se “pagaba” el trabajo
pocas de ellas nos enfrentan, de manera tan aguda,
de los indios... Aunque jamás haya habido real- a la paradoja que caracteriza el universo colonial
mente una “demanda” indígena para estos pro- amazónico: la de ser una economía esclavista de
ductos -no se les pedía su opinión-, la obligación subsistencia, e incluso de supervivencia. Pocas so-
impuesta a los indios por los misioneros de ves- ciedades habrán sido a la vez tan consumidoras de
tirse “decentemente”, unida a la imposición de
esclavos -proporcionalmente al número de usua-
este medio de intercambio unilateral, por lo de-
más elaborada por los indios, acabó por engen- rios- y tan poco generadoras de riqueza. En efecto,
drar transformaciones en la indumentaria indíge- al contrario de las colonias brasileñas, particular-
na y ratificar su dependencia con respecto a las mente las de Pará, la Alta Amazonia jamás cono-
fuentes de aprovisionamiento de la tela. cerá el régimen de plantaciones, y lo esencial del
trabajo exigido a los esclavos, excepto la colecta
Sin embargo, a finales del siglo -entre 1580
de productos selváticos, era de orden puramente
y 1625, en función de la fecha de implantación de
los asentamientos- esta frontera de colonización doméstico: construir casas, hacer y mantener las
comenzó a decaer muy rápidamente; las villas per- chacras, suministrar carne, en pocas palabras ha-
dieron una gran parte de sus efectivos, e incluso al- cer vivir -mezquinamente- a un puñado de colonos
gunas desaparecieron completamente; los prime- para quienes, en definitiva, la única manera de di-
ros colonos, sí tenían suficiente fortuna, se retira- ferenciarse de los “salvajes” era la de no trabajar,
ban a la sierra, sin perder sus encomiendas en el al igual que los moradores de Pará, los colonos” ...
oriente (sobre todo en Quijos), los demás sobrevi- held as a matter of the fundamental human rights
vían como quiera que fuera en el lugar. En 1592, of europeans in the tropics that other men and wo-
no quedaban ni siquiera sesenta españoles en el men should do the work for them, and maintain
conjunto de las cuatro villas que subsistían del go- them in the style to which they hoped (for the main
part in vain, as things turned out) to become accus-
226 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

tomed” (Sweet, 1976: 2: 112). Así, además de la rece casi por completo, el segundo, logra mante-
producción (indígena) del algodón para uso local, nerse gracias a la implantación misionera que se
la única fuente de riqueza -si así podemos llamar- desarrolla a partir de 1640. Este desfase a la vez
la- será el bosque y sus recursos naturales: cacao, cronológico y geográfico en el proceso de penetra-
copal, “canela” (verdadera y falsa) zarzaparrilla, ción colonial en la Alta Amazonia tiene como co-
quinina, etc. Desde finales del siglo XVI, se instala rolario una considerable diferencia temporal en la
pues un tipo de extracción o de “recolección ma- documentación relativa a estas zonas. Razón por la
siva” de riquezas forestales, más o menos intensiva cual los análisis regionales siguientes no dependen
y destructora según las épocas, sin que jamás sur- todos del mismo marco cronológico: acerca del
giera la idea de una gestión racional ni la preocu- piedemonte, casi todo está dicho en el siglo XVI, y
pación por el posible agotamiento de las especies son muy escasos los documentos que tratan de es-
codiciadas, aproximación puramente expoliadora ta región en los siglos XVII y XVIII; por el contrario,
de una naturaleza siempre considerada como ene- las fuentes del siglo XVI que conciernen al valle
miga, que no cesa ni siquiera actualmente, de ca- del Alto Marañón y sus grandes afluentes son casi
racterizar la relación de los amazónicos no indíge- inexistentes, aparte de los relatos de Salinas Loyo-
nas con el entorno selvático. la, si bien vuelven a ser abundantes, gracias a los
jesuitas, en el siglo XVII y XVIII.
Esta actitud, subrayémoslo, no fue la de los pri- El objeto de los siguientes capítulos es iden-
meros conquistadores. Además de que estos ig-
tificar y ubicar los conjuntos étnicos del piedemon-
noraban todo de los recursos del bosque, ellos
razonaban todavía en términos de agricultura, y te y de la hylea sur-ecuatorial en el siglo XVI, y de-
percibían entonces el bosque bajo el ángulo de tectar en particular los principales subgrupos cons-
su productividad agrícola, que imaginaban ilimi- titutivos del bloque jívaro, con el fin de presentar-
tada; para estas gentes frecuentemente venidas los a modo de conclusión en un cuadro general, a
de las áridas campiñas de Extremadura, tanta
agua y verdor no podían dejar de manifestarse
partir de los datos etnográficos y demográficos re-
como las premisas de una maravillosa abundan- cogidos por los españoles en el momento de los
cia. En suma, no fue una relación a priori inamis- primeros contactos.
tosa con la naturaleza, como habría de ser la de Si la definición empírica del conjunto jívaro
los colonos venidos a la zaga de los capitanes. parece relativamente fácil hoy en día, por cuanto
Así mismo, los colonos tenían respecto a la manifiesta a la vez una homogeneidad interna y
mano de obra indígena (de la que dependían ente- marcadas variaciones diferenciales con relación a
ramente) la misma actitud que la que tenían res- las culturas vecinas, en cambio la delimitación y
pecto al bosque y sus recursos. Para los Borjeños, reconstrucción de este conjunto, tal como se pre-
los Macabeos, las gentes de Lamas, de Moyabam- sentaba en el siglo XVI, plantea problemas consi-
ba y de Chachapoyas, los indios eran exactamente derables.
como productos de recolección, bastaba ir a bus- Las dificultades de la investigación se de-
carlos, siempre se encontraría la manera de reem- ben, primeramente, a la naturaleza de las fuentes.
plazar los muertos. Aunque fuesen objeto de una Efectivamente, los documentos españoles están
demanda crónica, ya que a los colonos siempre les muy desigualmente repartidos, ya que son casi ine-
faltaba mano de obra, los esclavos indios estaban xistentes los de las regiones orientales, septentrio-
totalmente desvalorizados incluso como instru- nales e interfluviales del área que nos concierne, al
mento (se consideraba que un esclavo negro valía mismo tiempo que relativamente abundantes para
5 a 6 indios) y ninguna inquietud de conservación la zona de los valles del piedemonte. Por lo demás,
o de “racionalidad económica” moderaba la feroz estos documentos son muy imprecisos en cuanto a
explotación de la que eran víctimas. los elementos diacríticos que permiten identificar
En resumen la implantación colonial espa- las configuraciones culturales específicas, los capi-
ñola en el oriente sur-ecuatorial se hizo en dos tanes españoles se muestran ciertamente atentos a
tiempos: primero en la vertiente amazónica de la los recursos y a las producciones materiales de las
Cordillera, entre 1540 y 1580, luego, a partir de poblaciones indígenas, pero en cambio son inca-
1580, en la hylea, mucho más al sur, en las márge- paces, la mayoría de las veces, de percibir formas
nes del Alto Marañón y sus grandes afluentes. de organización social indígena más que en fun-
Mientras el primer frente de colonización desapa- ción del grado de permeabilidad o de aproxima-
AL ESTE DE LOS ANDES 227

ción de estas sociedades a la idea de “gobierno”. dades que se observan actualmente. Inversamente,
Ahora bien, ni la etiqueta de behetría -que designa el grupo lingüístico jívaro parece presentar en el si-
a toda sociedad desprovista de instituciones políti- glo XVI un grado de diferenciación interna más
cas supralocales visibles, y sintetiza un estado de pronunciado que en el siglo XX, particularmente
anarquía y de asocialidad (del cual los Jívaros se en el abanico de ecosistemas explotados, ya que
volvieron precisamente el exasperante símbolo)- ni éstos se escalonan desde la gran hylea amazónica
la configuración general de la cultura material ni la hasta los altos valles de la sierra, pasando por to-
ausencia, por último, de “ritos y sacrificios” autori- das las zonas intermedias. Se comprende entonces
zan a hacer, de manera convincente, distinciones la dificultad en localizar, a partir de las fuentes es-
culturales pertinentes. pañolas, unidades discretas en el seno de esta área
En efecto, las técnicas de subsistencia, la di- que se adivina como globalmente “cromática” pe-
visión del trabajo, los utensilios y el armamento, el ro en la que cada familia lingüística parece admi-
conjunto de plantas cultivadas, parecen haber sido tir una extensa gama de variaciones endógenas.
casi idénticas en todas estas culturas de la Alta En definitiva, la inclusión de tal o cual so-
Amazonia. Por otra parte, la ausencia de cacicato ciedad en el conjunto jívaro del siglo XVI no des-
cristalizado, así como de prácticas rituales espec- cansa en criterios inmutables, sino en el cúmulo y,
taculares (los españoles no podían, evidentemente, sobre todo, en la forma combinatoria de indicios,
concebir que las “borracheras” asociadas a la gue- la mayoría de las veces ínfimos, relacionados con
rra y a la caza de cabezas tuvieron carácter religio- la lengua, la organización sociopolítica, la cultura
so), eran en estas sociedades la regla más que la material, las técnicas de guerra, las relaciones inte-
excepción. rétnicas, etc. Es decir, que se llega a probabilidades
En cuanto al resto, los conquistadores se li- más que a certezas, y que las hipótesis que aquí se
mitan a señalar variaciones culturales mediante la adelantaran necesitan imperativamente investiga-
fórmula ritual “eran diferentes de lengua, traje y ciones complementarias para comprobarlas o in-
costumbres de los de atrás”, tanto es así que una validarlas.
vez evaluadas estas sociedades indígenas tanto en Por razones de comodidad he dividido esta
el plano militar como a nivel de las riquezas que vasta región geográfica en cinco zonas (ver Mapa
podían ofrecer, los españoles se preocupaban po- Nº 21, p. 229) que corresponden a grosso modo a
co por las diferencias étnicas que les caracteriza- las diferentes vías de penetración seguidas por los
ban, en los documentos del siglo XVI posteriores a conquistadores y los misioneros. La división por
la penetración inicial, estas diferencias apenas son zonas responde a problemas empíricos e historio-
mencionadas, y los conquistadores parecen haber gráficos, y en modo alguno es el reflejo de una di-
agotado en el relato de sus primeras confrontacio- visión propiamente etnolingüística. Este procedi-
nes con los indios toda sensibilidad etnográfica, las miento, por molesto que sea, impide el recurso im-
variaciones -inicialmente percibidas- en el seno de plícito a un modelo interpretativo fijado de ante-
una diferencia general se vieron rápidamente ab- mano, y en cambio permite al lector seguir el hilo
sorbidas en una serie de burdas categorías -noso- a veces enredado de la demostración, así como lo-
tros y los indios, los indios de arriba y los de aba- calizar sus puntos débiles, y finalmente construir,
jo, los dóciles y los rebeldes- que obliteran todos con los datos en la mano, interpretaciones alterna-
los matices. tivas, a riesgo de una cierta confusión inicial, estas
Más allá del carácter homogeneizante de las demostraciones locales harán necesaria una consi-
fuentes, es difícil de escapar a la impresión -de la derable masa de datos, a menudo contradictorios,
cual es sin embargo, imposible de determinar si se y se apoyarán en abundantes citas. Es a partir de
debe a un efecto de perspectiva o si refleja de cer- los hechos puestos en evidencia en el curso de es-
ca o de lejos una situación objetiva- que la Alta tos análisis regionales que se elaborara, en conclu-
Amazonia ofrecía en el siglo XVI una unidad cul- sión, un cuadro general del grupo jívaro-candoa en
tural más marcada que hoy, como si la historia co- el siglo XVI, y se presentará una síntesis etnográfi-
lonial, al acentuar, mediante la eliminación de la ca de las tribus que la componían en la época.
mayoría de las sociedades de esta región, variacio- La zona sur-occidental comprende la cuen-
nes antes menos marcadas, hubiera introducido en ca de río Chinchipe y el valle del Alto Zamora, co-
el seno de esta área cultural las fuertes discontinui- rresponde a la antigua provincia de Yaguarzongo
228 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

(cf. Mapa Nº 22. p. 230). En razón de la extrema nientes a esta región y la descripción de las etnias
complejidad étnica y geográfica de esta zona, así que habitaban en ella ha sido abreviada. Acerca de
como de su carácter periférico con relación a las este tema, se encontrará en un artículo anterior
regiones más septentrionales, objeto privilegiado (Taylor-Descola, 1981) un tratamiento más detalla-
de este trabajo, el análisis de las fuentes concer- do.

Tabla Nº 7
Hitos cronológicos. La penetración española en la Alta Amazonia 1530-1700

1532: Pizarro en Cajamarca.


1535: Expedición de Alonso de Alvarado, de Chachapoyas a Bracamoros (desembocadura del Chinchi-
pe).
——-: ¿Primeros contactos con los “Macas” y los “Huamboyas”?
1538: Expedición de Alonso de Mercadillo hasta el Marañón: ¿primeros contactos con los Mayna orien-
tales?
1540: Expedición de Núñez de Bonilla a Quizne y Macas (Pindilig) en la Cordillera Oriental.
1541: Expedición de Pedro de Vergara a los “Bracamoros” del Zamora.
1542: Expedición de Diego de Torres hacia Quizne y Macas (Pindilig), en la Cordillera Oriental.
1. Hipotética expedición de Pedro de Vergara a la región de Quizne y Macas (Pindilig).
1543: Díaz de Pineda reduce a los Cañaris y Paltas de la sierra.
1546: Mercadillo funda Loja:
——-: Juan Porcel funda Nueva Jerez de la Frontera, en la provincia de Chuquimayo (o Bracamoros).
1548: La Gasca divide el oriente de Quito en cuatro “conquistas”: Bracamoros, Yaguarzongo, Macas y
Quijos.
1549: Expedición de Diego Palomino a la provincia de Bracamoros, y fundación de Jaén.
——-: Expedición de Hernando de Benavente al valle del Upano y hacia la provincia de los Xíbaros.
1550: Fundación de Zamora de los Alcaldes por Mercadillo y tal vez por Benavente.
1553: Exploración del Bajo Zamoray del Alto Santiago ¿por Pedro de Ibarra y Hernando de Baraona?
1556: Primera expedición de Juan de Salinas Loyola: pacificación de la zona del Chinchipe y del Bajo
Santiago, fundación de Valladolid (1557) y de Santiago de la Montañas (1558).
1557: Después de Benavente, Gil Ramírez Dávalos pacífica Sumagalli, Guallapa, Paira, Zangay (zona sep-
tentrional de valle del Upano) y Gonzaval, en la región de Zamora.
1560: Salinas recibe la “conquista” de Yaguarzongo y Bracamoros reunidas, con franquicias por cinco
años sobre las villas de Loja, Jaén, Cuenca y Piura.
1563: Fundación por Salinas Guinea de Nuestra Señora del Rosario de Macas, probablemente en el valle
medio del Upano.
1564: Segunda expedición de Juan Salinas Loyola, nueva fundación de Valladolid y de Santiago, funda-
ción de Loyola (valle del río Vergel-Cumbinamba), de Santa María de Nieva (río Nieva) y de Logro-
ño (valle del Paute).
1576: Jose Villanueva Maldonado funda Sevilla del Oro (valle del Upano); restablecimiento de Logroño
por Bernardo de Loyola.
1580-99: Expedición de Pérez Vivero en territorio Mayna, a partir de Santiago de las Montañas
——-: Sublevaciones indígenas puntuales en toda la región oriental.
1599: Una sublevación indígena destruye totalmente Logroño y parcialmente Sevilla de Oro.
—-: Salida de Santiago, una expedición dirigida por Pérez de Vivero fracasa en una tentativa por repo-
blar Logroño.
1600-16: Fracaso de todas las expediciones por restablecer la villa de Logroño y pacificar la región del Alto
y Bajo Zamora.
1616: Expedición de Diego Vaca de Vega al Marañón.
1619: Fundación de la villa de Borja, sobre el Marañón, por Vaca de 1616: 1619: Vega.
1624: Fundación de la primera misión de Canelos por los Dominicos.
1638: Llegada de los jesuitas a Maynas.
1654-58: Primera ola de exploraciones jesuitas en la región Corrientes-Tigre; primeras reducciones en el río
Pastaza.
1658-68: Exploraciones jesuitas en la región Bobonaza-Curaray.
1680-1700: Segunda ola de exploraciones jesuitas en la región Corrientes-Tigre.
AL ESTE DE LOS ANDES 229

Mapa Nº 21
Análisis regionales: separación por zonas.
230 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 22
Exploraciones españolas del Alto Amazonas 1535-1620.
Tercera Parte
EL ESPAÑOL Y LOS “SALVAJES”
EN EL ORIENTE ECUATORIAL

d
Capítulo XIII
LA ZONA SUR-OCCIDENTAL

d
1. La cuenca del Chinchipe mos las primeras informaciones sustanciales sobre
las poblaciones indígenas del Chinchipe.
a) Las primeras exploraciones
b) Las “Relaciones” de Palomino
El primer europeo en arribar a las inmedia-
ciones de esta zona fue Alonso de Alvarado en La “Relación” de Palomino, completada por
1535.1 Aunque Ulloa sostiene que este conquista- la “Relación de la Tierra de Jaén” (RGI 3: 153 ss.)
dor llegó hasta el río Paute (Ulloa, 1913: 29), Jimé- menos detallada en el plano etnográfico, pero más
nez de la Espada, que se apoya en la “Relación” de exacta en cuanto a los datos topográficos, permite
Juan de Alvarado (“Memoria de las cosas prime- establecer un mapa étnico bastante preciso de la
ras...”, RGI 3: 164-198), sin duda tiene razón al es- región.3
timar que Alvarado no sobrepasó la desembocadu-
Después de los Patagones-Pericos (grupos de len-
ra del Chinchipe, siguiendo probablemente una ru- gua Caribe, según Rivet (1924: 664) y el HSAI (3:
ta orientada del suroeste hacia el noreste a partir 615), Palomino nos describe un grupo lingüístico
de Chachapoyas (cf. Mapa Nº 23, p. 238). (“es lengua por sí”, RGI 3: 187) situado en el va-
Se dice, de este capitán, que descubrió “la lle del Chirinos, a siete leguas aguas arriba de Pe-
ricos; son “gente de behetría”, muy belicosos, sin
tierra dentro que se llamaba Bracamoros” (RGI 3:
“señores” fuera de los jefes de guerra escogidos
165). Sin embargo, es poco probable que se hubie- al momento de las expediciones. El valle, muy
ra aventurado muy aguas arriba del Chinchipe, accidentado, esta densamente poblado, y agrupa
hasta el territorio bracamoro propiamente dicho, y cuatro “parcialidades” (grupos locales); cada ca-
es seguramente porque lo oyó nombrar así que sa abrigaba dos o tres “moradores” es decir jefes
bautizó como “Bracamoros” a toda la zona al no- de familias nucleares. Estos Chirinos estaban ves-
tidos de lana, criaban llamas y armados de “lan-
roeste de Tomependa (por lo tanto todo el valle del zas de 30 palmas, dardos, maracas, tiredas, rode-
Chinchipe y su comarca), sin saber dónde se situa- los de palo”, dormían sobre camas-plataformas,
ba exactamente el territorio de este grupo étnico, “camas de barbacoa”. Los cultivos predominan-
por otro lado, conocido en el mundo inca por las tes eran el maíz y las “papas, yucas, camotes,
derrotas que había infligido a los ejércitos de maní y frutas” (RGI 3: 187).
Huayna Cápac algunas décadas antes.2 Es así co- La “Relación de la Tierra de Jaén” añade que la
mo toda la cuenca del Chinchipe fue posterior- zona montañosa al este del valle de Chirinos es-
mente conocida bajo el nombre de provincia de tá habitada por la misma etnia (particularmente
los Bracamoros, aun cuando estos últimos sólo en un lugar llamado Cumbaraza, topónimo de
consonancia claramente jívara). Los Chirinos de
ocuparan la zona al norte del 5º paralelo sur. esta región son tan belicosos como los del valle
Diez años después, otro capitán español, principal, y las cuatro encomiendas de la zona
Juan Porcel, exploró el curso inferior del Chinchi- son con toda evidencia meramente nominales
pe y la margen izquierda del Marañón (conocido (RGI 3: 142).
en esa época bajo el nombre de río de Chuquima-
Basándose en una lista de cuatro palabras
yo) donde fundó en 1546 la efímera cuidad de
provista por esta “Relación” -yungo (“agua”); yuga-
Nueva Jerez de la Frontera (RGI 3: 165, y ss). La vi-
to (“maíz”), xumas (“madera”), paxquiro (“hierba”)
lla desapareció sin dejar rastro, y la hazaña de Por-
Rívet postula una filiación Murato-Shapra (por lo
cel cayó en el olvido. En definitiva es a la expedi-
tanto Candoa). Para el Chirino (Rívet, 1934: 245-
ción de Diego Palomino -el cual recibió en 1548
247), clasificación utilizada por el HSAI (3: 615).
la “conquista” antes atribuida a Porcel- que debe-
234 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

La palabra xumas es probablemente una transcrip- una tierra de valles de muy alegre vista y buen
ción de sumas, según Tessmann (1930: 294-298), temple, poblada de gente bien agestada... indó-
mitos y belicosos... era behetría... cada pueblo
somasí significa “madera de combustión” en mura-
(tenía) a su cacique o capitán; debaxo de su obe-
to-kandoshi, la estrecha semejanza entre los dos diencia... vivían y peleaban; y así tenían unos
términos tiende así a corroborar la clasificación pueblos con otros continuas guerras y diferen-
Candoa del chirino propuesta por Rívet (cf. Gnerre, cias... y a esta causa la tierra no estaba muy po-
1972: 80, sobre este punto). blada... es gente de pocos ritos, y así no tienen
que hay más que nacer y morir... hablan en ge-
Según la misma “Relación de la Tierra de Jaén”, neral casi una lengua que llaman palta” (RGI 3:
a 6 leguas al oeste del valle de Chirinos, en la 197). Salinas fundó en este valle, en el margen
parte alta del Chinchipe, se encuentra una zona derecho del río Chinchipe, la villa de Valladolid
muy montañosa, la provincia de Xoroca, cuyos “que ha sido bien trabajoso de sustentar, por ser
habitantes hablan la lengua palta (RGI 3: 143) (cf. los naturales muy belicosos, amigos de guerra y
Mapa Nº 23, p. 238); “toda gente de sierra, y ca- de cortar cabezas” (RGI 3: 198), y distribuye se-
si de traje de los Chirinosi” (RGI 3: 188), los “Xo- guidamente 30 encomiendas.
rocas” no son menos belicosos que sus vecinos Salinas nos dice, de estos Paltas de Valladolid,
meridionales, y las 3 encomiendas de la provin- que estaban armados de “lanzas de 20 palmas,
cia no debieron beneficiar mucho a sus enco- rodelas y hondas y hachuelas de cobre”; criaban
menderos. conejillos de indias y llamas, y cultivaban maíz,
“papas, frijoles, ñames, yuca bonita, a diferencia
A 10 ó 12 leguas de Xoroca hacia arriba se sitúa de la caribe de las islas, camote y maní” así co-
por último el valle de Cumbinamba (sin duda el mo una gran variedad de frutas: “piñas, guaya-
valle del río Vergel, un afluente izquierdo del bas, guabas, caimitos, paltas o por otro nombre
Chinchipe, volveremos a hablar abundantemen- aguacates, anonas, granadillas...” (RGI 3: 204-
te de él en las páginas siguientes), igualmente po- 205). Finalmente puntualiza que “en los términos
blado de Paltas. desta ciudad (Valladolid) hay dos generaciones
de naturales, y casi cada uno tiene su lengua muy
El autor de la “Relación de Jaén” nos ha diferente...”
transmitido cuatro palabras palta: yume (agua), let
(madera), xeme (maíz), capal (fuego). Es en base a La “Relación de la gobernación de Yahuar-
este vocabulario que Rívet (1911) clasificó el palta zongo y Pacamurus” una serie de relaciones fecha-
como lengua jívaro, aunque, de estas palabras, so- das en 1582 y compiladas por Juan de Aldrete,
lo la de yume es incontestablemente jivaro.4 Afor- cuando era gobernador interino en ausencia de Sa-
tunadamente, los datos que permiten considerar el linas Loyola, nos aporta precisiones fundamentales
palta como una lengua jívaro son más sólidos que sobre esta región, tal como era cerca de 25 años
lo que aparece aquí, pues disponemos en las RGI después de las primeras expediciones de conquis-
de una abundante lista de antropónimos y topóni- ta de Salinas (cf. RGI 3: 147, ss.).
mos cuyo origen jívaro esta fuera de duda; volve-
Estos textos nos enseñan que la villa de Vallado-
remos sobre esta cuestión a propósito de las expe- lid, fundada efectivamente en 1557, fue abando-
diciones de Juan de Salinas Loyola. nada poco después en razón de la hostilidad de
los indígenas, y debió ser repoblada en 1564. Al-
c) Las descripciones de Juan de Salinas Loyola y de drete precisa que estos belicosos Paltas “...según
Aldrete dicen desbarataron muchas veces a los capitanes
del Inga que a subjetallos entraron”; prueba su-
La región del Alto Chinchipe al norte del 5º plementaria, si fuera necesaria, de que estos Pal-
tas del Chinchipe eran efectivamente los rabudos
paralelo, todavía mal conocida en la época de Pa- que pusieron en fuga a los ejércitos de Huayna
lomino, será 10 años más tarde explorada, nomi- Cápac.
nalmente pacificada, y descrita por Juan de Salinas
Loyola, cuya primera expedición remonta a 1557- El texto aporta un detalle interesante: “labraban
sus tierras con arados (tacllas) y el que era más ri-
58, y la segunda a 1564. Salinas escribió, a partir
co hacia mayor chacra, porque se juntaban a arar
de 1571, una serie de cartas donde cuenta detalla- unos cien indios y cien indias que les volvían la
damente sus exploraciones. (RGI 3: 197 y ss.). tierra”; estas minkas eran también la ocasión de
grandes fiestas de bebida (RGI 3: 152).
Salido de Loja con dirección al sur, Salinas atra-
vesó la cordillera, y a 20 leguas de Loja “... di en
AL ESTE DE LOS ANDES 235

La lista de topónimos de la región de Valla- binama tanto por los Bracamoros como por los in-
dolid incluida en el censo de las encomiendas5 dios (jívaros) de los ríos Meva y Santiago, y Prieto
atestigua muy claramente la filiación jívaro del pal- (Compte, 1885, 2: 64), aporta también él un mito
ta-bracamoro. En efecto, las terminaciones en -na- de Cumbinama recogido a comienzos del siglo XIX
ma -num y -nam (sufijos locativos comunes a los entre los Jívaros del Paute-Zamora. En fin, el mis-
cuatro dialectos jívaro actualmente hablados) son mo personaje aparece frecuentemente en la mito-
muy frecuentes, así como las terminaciones en -sa, logía achuar y shuar contemporánea.
contracción de entsa, “curso de agua”, finalmente
en él se descubren numerosas raíces lexicales to- 2. El valle del Zamora
davía corrientes hoy en día.6 (Para el conjunto de
datos relativos a la demografía y a la estructura de a) Las primeras exploraciones
los grupos locales para la zona suroccidental, ver
el cuadro sintético p. 89 ss. infra.). Algunos años antes de que La Gasca atribu-
yera a Alonso de Mercadillo la “conquista” de Ya-
Prosiguiendo su camino en dirección este, (cf. guarzongo, el capitán Pedro de Vergara recibió de
Mapa Nº 23, p. 238), Salinas atraviesa una serra- Pizarro en persona la conquista de los “Bracamo-
nía y descubre un hermoso valle “grande y bien
ros”, según Ulloa en 1538, (1913: T. 29), en 1541
poblado... llámase Cumbinamba” (con toda se-
guridad el valle del Vergel, un afluente izquierdo de acuerdo a Jiménez de la Espada, (RGI 3: 189) y
del Chinchipe), cuyos habitantes son “de misma Rumazo González, (op. cit.: 156).
lengua y costumbres del Valladolid, aunque hay
en el dicho valle algunas poblaciones y pueblos Pocas cosas se saben de las expediciones de este
de diferentes lenguas”. capitán; según Jiménez de la Espada, Vergara ex-
ploró durante 2 ó 3 años la ceja oriental de Loja
Aquí Salinas funda la villa de Loyola, situada a y allí fundó una “villa” cuyo nombre y lugar son
17 leguas de Valladolid, y distribuye 31 enco- desconocidos.7 Los escasos datos relativos a esta
miendas. Según Aldrete, los habitantes de Cum- expedición indican que Vergara se sirvió de auxi-
binama “...hacían (sus poblaciones)... en el lugar liares cañaris (como lo hará Benavente algunos
más fuerte (a causa de las guerras intratribales in- años más tarde), y que recorrió ya sea una parte
cesantes, nda)... hasta que agora están reducidos del territorio cañari,8 o al menos una zona limí-
a pueblos firmados por los visitadores”. Al con- trofe con este. Además, Lope de Gamboa (RGI 3:
trario que en la región de Valladolid, estos indios 192) indica que en esta región de Bracamoros “se
del Cumbinama practicaban exclusivamente la pobló la ciudad de Zamora”.
horticultura de quema, esencialmente dedicada
al cultivo del maíz; también criaban llamas, Estos indicios convergentes permiten pensar
“criados por las piedras de bezoar”. tanto a Jiménez de la Espada como a Rumazo Gon-
zález (RGI 3: 192, y op cit.: 157) que Vergara ex-
Aunque hostiles, los Bracamoros de Loyola pare-
cen haber aterrorizado menos a los colonos es- ploró la zona del Zamora,9 y no el territorio palta
pañoles que los de Valladolid; en efecto, de las del Chinchipe que generalmente se asocia a los
31 encomiendas distribuidas en 1557, todavía Bracamoros.
quedan 24 en 1580. Por otra parte, la población
india es mucho más densa que en Valladolid, b) Las poblaciones del Zamora
puesto que Aldrete censa 6.689 habitantes,y los
grupos locales parecen haber sido mucho más La villa de Zamora de los Alcaldes fue fun-
importantes que en el Alto Chinchipe; por lo de-
más, dice claramente que el hábitat había sido
dada en 1549 ó 1550 por Mercadillo y Benaven-
disperso antes del reagrupamiento en aldea im- te,10 probablemente en la confluencia del Yana-
puesto por los españoles. jambi y del Zamora, frente a la desembocadura del
Nangaritsa11 (cf. Mapa Nº 23, p. 238). Sobre el
La lista de topónimos que aporta el censo de conjunto de esta región, conocida bajo el nombre
las encomiendas de Loyola confirma el carácter jí- de provincia de “Nambija” disponemos de una se-
varo del dialecto palta de Cumbinama, incluso el rie de documentos publicados por Jiménez de la
nombre del valle -transcripción de Kumpanam- de- Espada: “La Relación de la Ciudad de Zamora de
signa una figura muy clásica en el corpus mitológi- los Alcaldes” firmada por Salinas y fechada en
co jívaro; Figueroa (1904: 236) subraya por otra 1582 (RGI 3 125 y ss.), y dos textos redactados por
parte la importancia acordada a la figura de Cum- un encomendero de Zamora, Álvaro Núñez, que
236 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

pertenecen a la misma serie de informes de 1582 Además, se sabe, gracias a este documento,
(RGI: 136-139 y 139-142). que el Bomboisa, formado en la confluencia del
Cuchipamba y del Cuyes (ver Mapa Nº 7, p. 76)
Según Salinas, la región se llama Zamora o Poro-
marcaba el límite sur del territorio de los “Xíbaros”.
Auca; estima en cerca de 8 000 la población in-
dígena de la región, “todos de una misma na- a/ Rabonas: los Rabonas vivían en una región cá-
ción... era gente muy bárbara andaban desnu-
lida y húmeda, muy cerca a la villa de Zamora, y
dos... gente de pocos ritos y sacrificios”; estos in-
su lengua “es la más general, que hasta Santiago
dios se entregaban a grandes fiestas de libaciones
(chicha de maíz o de yuca), sobre todo después y Jaén se entienden”. Núñez censa siete “pue-
de las expediciones de guerra “cuando traían blos” rabona: Quirato, Apangoza, Chinoriza,
cortadas cabezas”... Criaban cuyes y llamas, y Tontamaza, Nandoya y Ximbanga, distantes entre
cultivaban con la ayuda de simples “palos de sí de una o dos leguas.
palma”, maíz, yuca, patatas dulces y ñames; es-
taban armados de lanzas, rodelas, hachas de co- Los datos lingüísticos (los topónimos son ca-
bre y cerbatanas. Desprovistos de “gobierno”, si todos jívaros), sociológicos y topográficos sumi-
obedecían a jefes de guerra “a quienes no paga- nistrados por este texto permiten inferir que estos
ban tributo, ayudándoles solamente a cultivar sus Rabona formaban un subgrupo bracamoro muy si-
chacras” (RGI 3: 132-133).
milar a las poblaciones vecinas del Alto Chinchipe,
Este informe sumario es completado, y a me- ocupando un ecotipo similar. Se sabe por otra par-
nudo contradicho, por los textos de Álvaro Núñez: te que el etnómino Rabona (o Rabudo) correspon-
El primer texto de Núñez (Relación de Za- de a la traducción española de un término quichua
mora, RGI 3: 136 y ss.) dice en efecto lo siguiente: de origen incaico que designaba cabalmente a los
“Bracamoros” (Pacamurus) del Alto Chinchipe. Es-
“...los pueblos de indios que hay en términos des-
tos “Rabonas” daban, al igual que los indios de Lo-
ta dicha ciudad... son 26 pueblos por todos, en los
yola, una gran importancia a la figura de Cumbina-
cuales habrá 1 500 indios tributarios... hay tres di-
ma. La identidad entre los Rabonas del Zamora y
ferencias de lenguas, que la una llaman Rabona,
los Bracamoros del Chinchipe explicaría, por lo
otra Xiroa, otro Bolona y los más hablan la rabona
demás, la confusión relativa a la expedición de Pe-
y todos entienden algo de la general... del Ynga
dro de Vergara en territorio “Bracamoro”.
que antes no se sabían (Relación de Zamora, RGI
3: 136-137). b/. Los Palta o Xiroa: este grupo vivía en una re-
El segundo texto de Núñez (Relación de la gión fría y lluviosa, la “provincia de Gonzava-
Doctrina y Beneficio... de Nambija”, RGI 3: 139 y lez”12, del nombre de la principal aldea Xiroa.
Esta provincia estaba sin duda situada entre el
ss.) es más interesante, ya que describe con detalle
nacimiento de los ríos Yancuambí y Cuyes; a 14
los tres grupos de población que ocupan esta re- leguas de los Bolonas del río Chungata (este
gión: Rabona, Bolona, y Palta (y no Xiroa como en nombre designa sin duda igualmente el Cuchi-
el primer texto). pamba, también conocido en la época como río
Estos tres grupos eran en general “gente de Zangorima). Núñez censa 4 “pueblos” Xiroa
behetría”. “No conocían cabeza más de cuando (Gonzavález, Turocapi, Yunchique, Zapolanga)
distantes entre sí de 2 leguas en promedio.
duraba la guerra... la guerra que tenían eran unos
con otros, los de una banda del río con los de la Esta población Palta de la alta ceja de mon-
otra, aunque era todo una lengua. Cortaban cabe- taña, claramente diferenciada de los Paltas-Braca-
zas... no tenían mas gobierno de lo dicho... De cul- moros o Rabonas, me parece que debe asignarse al
tivos, son maíz, aunque poco y entiendo que el grupo de los Paltas andinos. El etnónimo Xiroa uti-
maíz no les dura tres meses, el sustento ordinario lizado en el primer informe de Núñez para desig-
es yuca y camotes y ñames... no les duran más de narlos, seguramente como transcripción de Sirwa,
cinco o seis meses; frutos como son caimitos, gua- metatesis de Siwar (“gentes”, en todos los dialectos
vas, papayas... y plátanos. Se crían cuyes... y éstos jívaro contemporáneos) corrobora la filiación jíva-
mal... si no es en la provincia de Gonsaval ques ro de estos Paltas de la Sierra (cf. Gnerre. op. cit.:
tierra fría”... “no tienen ningún trato entre ellos si 88).13
no son con los indios cañar y paltas, que traen pan
y algunos rescates como son queso, cabras y obe- c/. Los Bolonas: en cuanto a éstos, vivían en una
jas”. región cálida y húmeda, y hablaban una lengua
AL ESTE DE LOS ANDES 237

distinta tanto de la Rabona como del Palta-Xi- cañaris, y no jívaras. En cuanto a la apariencia jí-
roa... “no se los ritos que tienen” dice Núñez, “en vara de ciertos topónimos de la región bolona, po-
seis años que estoy en esta tierra, no he podido dría explicarse por el hecho de que los españoles
aprender la lengua bolona” (RGI 3: 141). Este emplearan topónimos paltajívara más bien que ca-
grupo parece haber ocupado el curso medio del
ñaris para ciertas localidades (las cuales tenían tal
río Cuyes y/o del Cuchipamba- por lo demás,
vez nombres cañaris), en la medida en que el rabo-
eran muy pocos, puesto que sólo se censan 121
indígenas (cf. tabla Nº 2, p. 89), distribuidos en na servía de lengua vehicular en todo el valle del
tres “aldeas” (Tingajapan, Chungata y Chamato) Zamora. Por lo demás, ciertos autores han emitido
distantes entre sí de aproximadamente 2 leguas. la hipótesis de que uno de los dialectos jívaros (el
Por pocos que hayan sido, estos Bolona no deja- bracamoro, a juzgar por estos textos), o quizá una
ban por ello de hacer la guerra a los grupos más especie de pidgin jívaro, servía de lengua franca en
numerosos (manifiestamente Rabonas), de Tonta- toda la zona sur-ecuatoriana, hasta la Costa pacífi-
naza, Jariza y Cangaroza, situados cerca de la vi- ca, antes de la imposición incaica del quichua (cf.
lla de Zamora. Whitten, 1976: 20, quien desarrolla una idea ya
avanzada por Karsten); y no es del todo imposible
Este punto nos lleva a interrogarnos acerca
que el uso de esta lengua jívaro reapareciera du-
de la identidad de los misteriosos Bolonas. Estos
rante el siglo XVI, en el momento del resurgimien-
probablemente constituían un grupo lingüístico
to generalizado de las lenguas vernaculares conco-
muy diferente tanto de los Paltas andinos como de
mitantes a la caída del Imperio Inca, y antes de la
los Rabona, y este hecho, a priori, milita contra la
segunda ofensiva del quichua durante el siglo XVII
identificación jívaro del bolona propuesto por Lou-
(cf. Gnerre, 1976: 307).
kotka y Gnerre.14 Por otro lado, estos Bolonas es-
Este censo de los Paltas-Bracamoros no tie-
taban situados muy cerca del territorio cañari, en
ne en cuenta ni a los Paltas de Xoroca (Chinchipe)
las pendientes orientales de la cordillera de Sig-sig;
sobre los cuales no poseemos ningún dato demo-
ahora bien, se sabe, por la “Relación de la Ciudad
gráfico ni la estimación avanzada por Salinas y
de Cuenca” (RGI 3- 265-290), que los Cañaris
Núñez para el conjunto de la población indígena
mantenían relaciones de intercambio comercial
de Zamora, (y cuya mayoría era sin duda Palta), o
(rescates) con unos indios llamados “Cuyes” y “Bo-
sea de 7 a 8 000 personas, por los demás, existían
los”, diferentes, de acuerdo al contexto de la “Re-
sin duda grupos bracamoro aislados que habían es-
lación”, de los Paltas y de los Rabona, que les su-
capado a la reducción y a los repartimientos, y que
ministraban algodón a cambio de conejillos de in-
por lo tanto no aparecen en los censos españoles.
dia y puercos; además, se recordará que a propósi-
La cifra global de 10 200 Bracamoros que propo-
to de los caciques que fueron amonestados por los
nemos constituye pues una estimación mínima.
españoles en 1578 por sus veleidades de rebelión,
Una estimación, incluso aproximativa, de la
Udo Oberem señala: “...entre estos caciques (ca- población global Palta-Xiroa-Malacato es muy difí-
ñaris) se encontraban algunos ... del pueblo de los cil de establecer: la “Relación de Loxa” da la cifra
Cuyes” (1974-76: 272; una nota a pie de página de 15 a 16 000 indios para toda la zona, Cañar,
con igual referencia, confirma el carácter cañari de Palta y Malacato incluidos.
los “Cuyes’).15 Por último recordaremos que el va-
lle del río Cuyes constituye todavía hoy una zona Código
de colonización para los indios andinos de la al-
dea de Jima, situada en zona cañari, al sur del Sig-
1. Población global
sig y, de acuerdo a las investigaciones arqueológi-
2. Porcentaje de niños de menos de 13 años
cas y etnohistóricas efectuadas por P. Ekstrom
3. Porcentaje de la población masculina
(1975: 30-32 y 1981: 338), existen buenas razones
para creer que este valle fue utilizado (particular- 4. Número de encomiendas o de “pueblos”
mente por sus yacimientos auríferos) por poblacio- 5. Número de topónimos censados
nes andinas ya en la época precolombina. 6. Dimensión de los grupos locales
En resumen, el conjunto de estos datos indi- a: min, b: max, c: media, por encomienda
ca que estas poblaciones “bolonas” y “cuyes” eran 7. Dimensión de los grupos locales
probablemente núcleos de población o colonias a: min, b: max, c: media, por topónimo
238 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 23
Zona sud-occidental: etnias.
AL ESTE DE LOS ANDES 239

Tabla Nº 8
Zona sur-occidental, 1580-1582: Síntesis de Datos Demográficos

1. Palta-Bracamoro

1. 2. 3. 4. 5. a b c a b c

Valladolid 2749 - 56.7 14 35 96 340 196 102 230 178


Loyola 6689 - 56.6 24 32 91 460 278 91 434 209
Rabona 751 21.5 56.1 7 min-. 72 max: 159 med: 107
(Zamora) “pueblo” (por “pueblos”)

2. Palta Andino (Xiroa)


1. 2. 3. 4. Dimensión de los grupos locales por “pueblo”

586 43.3 51.1 4 min: 87 max:238 med: 146

3. Bolona
1. 2. 3. 4. dimensión de los grupos locales por “pueblo”
121 26.4 60 3 min: 39 max:82 med:60

Comentarios a la tabla N° 2 más, el censo precisa el número de niños (por se-


xo) estos datos no aparecen en la “Relación” de Al-
1. Las informaciones de orden demográfico drete.
presentados en la tabla Nº 2 están extraídas de la 3. A este respecto, se habrá notado el sor-
“Relación” de Aldrete (RGI 3: 147, ss.) y de la “Re- prendente desequilibrio de la sex-ratio en todos los
lación de la doctrina... de Nambija” redactada por censos, en efecto la proporción de hombres sobre
A. Núñez (RGI 3: 139). Las cifras de población a la población total se sitúa alrededor del 55% y
las que hemos llegado, después de haber sumado puede llegar hasta el 60%. Análogos porcentajes,
cuidadosamente la población de cada encomienda como veremos, caracterizan los censos relativos a
y de cada topónimo, corresponden rara vez a los las poblaciones de las tierras bajas. Se explica mal
resultados presentados por la “Relación” de Aldre- un desequilibrio tan marcado tratándose de socie-
te. O bien el escribano de Aldrete se equivocó en dades guerreras, donde la mortalidad masculina
sus cálculos o Jiménez de la Espada (el compilador adulta debería ser, lógicamente, más elevada que
de las RGI) transcribió mal el documento original. la mortalidad femenina. Esta extraña sex-ratio tra-
No obstante, las diferencias entre nuestras cifras y duce posiblemente una deformación sistemática
las de Aldrete son poco importantes en el conjun- de la realidad vinculada a los métodos de censa-
to. miento o quizás una incapacidad de nuestra parte
2. Por otra parte, el censo de Aldrete da el de interpretarlos correctamente. La hipótesis de un
número de habitantes por encomienda y por topó- infanticidio femenino drástico parece poco verosí-
nimo en el seno de cada encomienda, cada enco- mil, tan pronunciado es el desequilibrio entre los
mienda agrupaba, en efecto, varios núcleos de po- sexos en las sociedades que practican este tipo de
blación, señalados cada uno por un topónimo es- regulación demográfica, el porcentaje de hombres
pecífico, y se puede suponer que estos topónimos con relación a las mujeres nunca muestra diferen-
correspondían a grupos locales de tipo tradicional, cias tan importantes. Por lo demás, parece excluir-
en todos los casos en que la población no había si- se que indios sometidos al régimen de la enco-
do artificialmente reagrupada en aldeas. El censo mienda hayan podido esconder a sus mujeres, o
de Núñez, en cambio, presenta el número de habi- mentir a los visitadores, de modo tan sistemático.
tantes por “pueblo” y no por encomienda. Ade-
240 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Notas

1 De acuerdo a Garcilaso, Juan Porcel habría recibido en 10 La participación de Benavente en la fundación de Zamora
1535 la “conquista” de los Bracamoros; esta atribución sin no ha sido definitivamente establecida; H. de Barahona
embargo, no se halla confirmada en ninguna parte (Ruma- afirma en su “Información de méritos” (RGI 3: 179) que
zo-González, 1946: 152; RGI 3: 189). De otra parte, la ex- Mercadillo y Benavente se cruzaron en camino, se asocia-
pedición en 1541 de P. de Vergara donde los “Bracamo- ron y fundaron conjuntamente la villa, y luego se marcha-
ros” concierne, como veremos, el valle del Zamora y no la ron dejando a Barahona en el lugar con sesenta soldados;
cuenca del Chinchipe que nos ocupa aquí. ahora, si bien Benavente dice que ha juntado sus fuerzas
2 “…público es entre muchos naturales de estas partes que con las de Mercadillo, no menciona su participación en la
Guanay Cápac entró por la tierra que llamamos Bracamo- fundación de Zamora en su “Carta Relación” (RGI 3: 174-
ros y que volvió huyendo de la furia de los hombres que 184). Por lo demás, H. de Barahona afirma haber explora-
en ellas moran” (1977: Cieza de León: 228). do en esta ocasión todo el valle del Zamora y el alto San-
3 Contraviniendo en esto a las reglas metodológicas expues- tiago, en compañía de Pedro de Ibarra, y haber informado
tas en la introducción de este capítulo, no retomaré aquí de ello a Salinas al comienzo de la década de 1550. Estas
los datos relativos a grupos étnicos como las poblaciones exploraciones en las tierras bajas desafortunadamente no
del piedemonte y de la sierra de los ríos Tabaconas, Chon- han sido confirmadas en ninguna otra parte.
tali y Huancabamba, la mayoría de lengua y cultura qui- 11 El sitio de la fundación de Zamora nunca ha sido determi-
chua, o aun grupos del Marañón y de sus afluentes orien- nado exactamente. Relacionando las hipótesis contradic-
tales como los “Baguas”, los habitantes de Copallen, de torias de Velasco, Villavicencio, Ulloa, Slirling, etc..., y
Lomas del Viento, etc., ...cuya descripción nos llevaría de- confrontándolas con los indicios provistos por las fuentes
masiado lejos. En efecto, a falta de análisis o de datos nue- primarias, es como llegamos a la localización aquí pro-
vos, nada me permite poner en tela de juicio (ni de probar, puesta. Los placeres auríferos eran, se nos dice, muy abun-
por lo demás) la clasificación adoptada, para estas pobla- dantes cerca de la villa: pues sabemos que el Nangaritsa
ciones, por el HSAI (III: 616, ss.). Para informaciones com- era un río antaño aurífero.
plementarias sobre estos grupos no jívaros del Chinchipe, 12 Los Palta de esta región son probablemente los mismos
habrá que reportarse pues a las RGI 3: 185 y ss., y a Tay- que encontró Gil Ramírez Dávalos en 1557; éste, en efec-
lor-Descola, 1981: 4-5. to, pacificó a “los de Soporanga” (Capolanga) y Gonsaval,
4 Un lingüista especialista del shuar ha sugerido sin embar- del distrito de Zamora” (Rumazo, op. cit: 149).
go que xeme y kapal serían transcripciones de las palabras 13 Núñez pretende, de estos Paltas de Gonsaval, que fueron
himpi “cabellos blancos”. Y kapant, “rojo”, metáfora y me- antaño caníbales (RGI 3: 142), pero esta información pare-
tonimia, respectivamente, del maíz y del fuego. Let, en ce sospechosa, ningún dato complementario confirma la
cambio, permanece incomprensible. (Gnerre, 1972: 82). existencia de tales prácticas entre los Paltas, como tampo-
5 Señal de la continua hostilidad de los indígenas y sin du- co entre otros grupos jívaros (cf. también nota 12 p. 167).
da de su elevada mortalidad, de las 30 encomiendas ini- 14 Loukotka clasifica el bolona como una lengua jívaro
cialmente distribuidas por Salinas, sólo quedan 14 en (1968: 158), sin la sombra de una prueba, como lo subra-
1580. ya Gnerre. Este último (op. cit.: 84) admite sin embargo la
6 Sobre este punto ver el trabajo de M. Gnerre, 1972: 83. clasificación jívaro de los Bolonas, fundándose en la pre-
7 La villa de Bilboa en el valle del Mirocajas, según Costales sencia del topónimo Chungata en la lista de las encomien-
(1977 I: 6). das bracomoro de Loyola.
8 Ver Jiménez de la Espada, RGI 3: 192; y U. Oberem (1974- 15 Se recordará que a propósito de las “colonias orientales”
76: 269 ss.). de la comunidad cañari de Arocxapa, evocadas supra p.
9 Otros indicios que se tratarán más adelante (cf. infra pp. 56 del capítulo XI, se hace mención de un lugar llamado
160) sugieren que Vergara se aventuró durante estos años bolo y de un río de Bolo, situado a cuatro leguas de Aroc-
hasta el valle del Alto Upano, bastante más allá de la ac- xapa; prueba suplementaria, de ser necesaria, que estos
tual Macas. “bolonas” eran seguramente indios cañaris de la sierra
(RGI 2: 271).
Capítulo XIV
LA ZONA MERIDIONAL

d
Esta zona corresponde, aproximadamente, a dirigió hacia el sur, atravesó el río de Jaén o Cha-
la región delimitada en latitud por los 4º y 5º para- chapoyas (i.e., el Marañón) y “...se dio una pro-
vincia que dicen de los Cungarapas, gente...
lelos sur, y en longitud por la cuenca del Chinchi-
(que)... aunque difieren algo en la lengua, se en-
pe, al oeste, y la desembocadura del río Nucaray, tienden con los de atrás de Santiago, porque es
al este. casi toda una”. Esta región de los Cungarapas se
situaba en el valle del río Meva, y es allí, a 28 ó
1. Primeras exploraciones 30 leguas de Santiago, que Salinas funda la villa
de Santa María de Nieva, donde distribuye una
a) Los viajes de Salinas Loyola quincena de encomiendas. Luego regresó a San-
tiago de las Montañas, se embarcó en el río, lo
descendió, cruzó el temible Pongo de Manseri-
La expedición en 1557 de Juan Salinas Lo-
che y, a proximidad de la desembocadura del
yola, a quien hemos seguido ya en sus peregrina- Santiago en el Marañón, “se dio en una pobla-
ciones a través de la cuenca del Chinchipe, cons- ción de gente diferente de lengua y traje de la
tituye la primera fuente de informaciones detalla- que atrás dejaba”, población que Salinas llama
das sobre la región meridional1 (RGI 3: 197 y ss.). “Cipitacona”.3 Luego, a 25 leguas aguas abajo
de los Cipitaconas, sobre el Marañón, encuentra
Después de haber fundado la villa de Loyola, en “una provincia que se dice de los Maynas... era
el valle del río Vergel, Salinas prosiguió su cami- diferente lengua que los de atrás, gente muy gue-
no en dirección este (cf. Mapa Nº 22, p. 230) y rrera... y temidos por los comarcanos”, permane-
atravesó primeramente “...unas serranías despo- ce poco tiempo entre estos Maynas, “por enten-
bladas que duran 20 leguas”, donde encuentra, der mal la lengua, que era muy oscura”. Prosi-
sin embargo, algunos núcleos de una población guiendo su decenso del Marañón de 10 a 12 le-
diferente a la de Loyola. Estas montañas son pro- guas, descubrió la desembocadura de un gran río
bablemente los piedemontes meridionales de la (el Pastaza) que remontó hasta la laguna de Mar-
Cordillera del Cóndor, y los indios que encontró cayo (Rimachi), región densamente poblada por
fueron sin duda Chirinos; en efecto, se sabe por gentes “diferente en la lengua de las de atrás,
las Relaciones de Palomino, (cf. supra p. 78 ss.) aunque con intérprete se entendían”. Salinas na-
que el territorio de este grupo se extendía bastan- vegó luego hacia el Huallaga, pero esta parte de
te lejos al noreste del río Chirino. Habiendo fran- su viaje ahora no nos concierne.
queado la cordillera, Salinas llega a un valle fér-
til, llamado Coraguana, “cuyos naturales son di- b) El viaje de Vaca de Vega
ferentes en lengua, traje, y costumbres de los de
Valladolid y Loyola”. De acuerdo a las precisio- Después de las expediciones de Salinas, en
nes topográficas suministradas por Salinas, el to-
1557 y en 1564, no hubo ya más entradas docu-
pónimo Coraguana designaba posiblemente el
valle del Cenepa o del bajo Numpatacaime. De mentadas en esta región hasta el viaje de Diego
Coraguana continuó su camino, siempre en di- Vaca de Vega en 1616. Este nos dejó un relato de-
rección este, hacia el valle denominado Giuarra, tallado de su viaje (RGI, 3: 249 y ss.).
“cual era de la misma gente y lengua” que los ha-
bitantes de Coraguana. La región dicha “Giuarra” Partiendo de la villa de Santiago de las Monta-
corresponde sin duda a la porción del valle del ñas, (situada entonces a 10 leguas aguas arriba
Santiago comprendida entre el río Yutupis y la del Pongo de Manseriche), Vaca de Vega encon-
desembocadura del Santiago. En este valle, a 40 tró un primer grupo de Mayna sobre el Marañón,
leguas de Loyola, Salinas funda en 1558 la villa apenas tres leguas pasando el pongo, por lo tan-
de Santiago de las Montañas2 y distribuye en ella to mucho más hacia el oeste que los primeros
una veintena de encomiendas. Seguidamente, se Mayna vistos por Salinas; veremos más adelante
242 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

las razones de esta migración (ver infra p. 97). Es ran, no titubeaban a la hora de lanzar expediciones
en este lugar que Vaca funda la villa de Borja, “y de envergadura, particularmente entre los Mayna,
con ella quedan reparadas las ciudades de San-
por todo el Santiago, y tal vez incluso hasta el Ba-
tiago y ... Nieva de los continuos asaltos que los
indios infieles les solían dar”. Según Vaca, los jo Huasaga, muy aguas arriba del Pastaza.
Mayna ocupaban en 1616 las riberas del Mara- Vaca de Vega, por ejemplo, nos informa (RGI 3:
ñón, la desembocadura del Morona, y el curso 243) que un cierto Pérez de Vivero, teniente de
inferior del Pastaza. Al igual que Salinas, Vaca re- Aldrete en Santiago, intentó, sin exito, establecer
montó el Pastaza hasta la laguna de Rimachi.4 una colonia en “el estero de Maynas” (desembo-
donde descubrió en sus riberas otro grupo May- cadura del Pastaza) en 1580; también se sabe por
na, que vivía antaño en “el estero de Mainas” (la los informes de servicio de Simón de Carvajal
desembocadura del Pastaza), pero debió reple- (RGI, 3: 251 y ss.) que este mismo Vivero organi-
garse hacia el norte debido a la guerra intertribal; zó diversas expediciones punitivas para castigar
150 hombres de este grupo y 6 caciques vinieron a los Mayna que “...salen de sus tierras... y se re-
a prestar obediencia al conquistador. Prosiguien- parten unos por la provincia de Nieva, y otras
do su ruta aguas abajo, Vaca precisa que “...des- partes, y hacen mucho daño...”. También se sabe
de la entrada deste río de Sumatara (Pastaza) en que incluso antes de la fundación de Borja, los
el Marañón, caminando por él abajo cuatro le- españoles de Santiago y de Nieva realizaban in-
guas a la mano de derecha, hay otro río que lla- cursiones en territorio Mayna “para sacar piezas
man los indios Cachumaya... hay noticia que es- (esclavos)... y reprimir los Maynas” (Figueroa,
tá poblada de gente. Y deste se va a la tierra de 1904: 14) que atacaban estas villas. En suma, es-
Nieva, a las poblaciones que antiguamente te- tos documentos, y otros que trataremos en la sec-
nían los indios dellas, que por darles continuas ción siguiente, atestiguan claramente la extraor-
guerras los de la provincia de Maynas se muda- dinaria movilidad de los colonos españoles y la
ron a la parte donde está ahora la ciudad de Nie- extensión de su radio de acción.
va, y en las poblaciones antiguas están retirados
los indios que llaman del Potro y Chayavitas... y De cualquier modo, de estos datos se desprende
se va a los dichos naturales indios en 4 días...” que los Mayna fueron en gran parte “pacifica-
(RGI 3: 249 y ss.). Intentaremos en un párrafo ul- dos” antes de la llegada de Vaca de Vega. Este,
terior esclarecer el sentido de esta enigmática por lo demás, “halló que mucha parte de los
afirmación (cf. infra, p. 99). Maynas estaban poblados en este Marañón por
solicitud de un indio de Nieva... el cual, con oca-
De este relato, retendremos por el momento sión de que estaban de paz (los Maynas y los
que un primer grupo de Mayna ocupaba en 1616 Nievas), y estar casado con una india hija de un
las riberas del Marañón desde la desembocadura cacique mayna, de los que habían cautivado los
del Pastaza hasta cerca del Pongo de Manseriche, españoles y llevado a Nieva, tuvo mucho mano...
con los Maynas para sacarlos de sus ríos y que-
concentrado, sobre todo, entre el Morona y el Pas-
bradas, a que poblasen el Marañón” (Figueroa,
taza, y un segundo grupo, aparentemente muy nu- op. cit.: 14-15).
meroso, la zona de la laguna de Rimachi. Además,
varios detalles de este texto (que hemos resumido Además de permitirnos comprender por qué Va-
ca de Vega encontró Maynas a sólo tres leguas
considerablemente) nos permiten pensar que algu-
del Pongo en 1616 (cuando en 1557 se hallaban
nos Mayna habitaban igualmente la ribera sur del bastante aguas abajo del Marañón), este breve
Marañón y el curso inferior de ciertos de sus extracto del libro de Figueroa confirma los tras-
afluentes de derecha. tornos provocados por la presencia española, y
Por otra parte, la ausencia de documentos subraya la existencia de estrechas relaciones -a la
relativos a eventuales expediciones en la región del vez de hostilidad e intercambio matrimonial en-
tre Nieva y Mayna.
Alto Marañón entre el segundo viaje de Juan Sali-
nas Loyola y el de Vaca de Vega ciertamente no sig- En resumen, gracias a los informes5 de Vaca
nifica que los españoles hayan estado ausentes de de Vega, sabemos que en 1620 los españoles ha-
esta zona durante las últimas décadas del siglo XVI. bían “reducido” los grupos giuarra del Santiago,
Muy por el contrario, se adivina por ciertos indicios del Cenepa y del Nieva, los Mayna del Marañón,
que la presencia permanente de colonos en las vi- del Pastaza y del bajo Morona, y finalmente los Xe-
llas de Santiago y Nieva tuvo un considerable im- veros, que posteriormente serán los principales
pacto sobre las poblaciones indígenas de la región, “colaboradores” de los españoles.
ya que los españoles, por poco numerosos que fue-
AL ESTE DE LOS ANDES 243

2. Los grupos étnicos de la zona meridional corresponden a grupos aborígenes locales, en la


medida en que al menos una parte de la población
Los Giuarra parece haber sido reagrupada artificialmente en
pueblos. Aldrete precisa más adelante que una
Es difícil juzgar a partir del relato de Salinas fracción indígena, “los de río abajo” no han podi-
si la población del valle de Coraguana (Numpata- do ser censados “por ser rebeldes”. (cf. tabla Nº 3,
caime-Cenepa) era idéntica, dialectal y cultural- para una síntesis de datos demográficos).
mente, a los “Giuarra” del Santiago, o si consti- No hay duda de que tanto los indios de Co-
tuían un subgrupo distinto. raguana como los Giuarra del Santiago pertene-
Según la “Relación” de Aldrete, parecería que los cían al grupo jívaro, además de ser jívaro los topó-
colonos de Santiago tenían encomiendas hasta nimos suministrados por la Relación de Aldrete y
en esta zona de Santiago, por lo tanto bastante que el término giuarra es comprobadamente la
alejadas de la villa, puesto que figuran en el cen- transcripción del vocablo suara, los datos relativos
so de encomiendas de Santiago los nombres de
a la cultura de estas poblaciones lo atestiguan cla-
Coraguana, Cenupa, Ceniza y Canga, designan-
do estos dos últimos unos cursos de agua de la ramente, por otro lado, estas zonas del Santiago y
zona Cenepa-Numpatacaime. Las tres encomien- del Cenepa estuvieron hasta una época reciente
das de Coraguana agrupaban un total de 1449 ocupadas por Aguaruna y “Antipas”.6
personas, de las cuales el 56.5% eran hombres;
la media de los grupos locales (por topónimos) Los Nieva
era de 362 personas.
En cuanto a los Nieva (o Cungarapa), según
Acerca de los Giuarra del Santiago, Salinas
Salinas7 formaban un grupo algo diferente de los
no nos informa demasiado, aparte de que eran
Giuarra, aunque muy cercano lingüísticamente a
muy numerosos, “gente de behetría”, dedicados a
estos últimos.
la guerra aunque bastante “dóciles” hacia los espa-
ñoles, que criaban algunas llamas y conejillos de Como en el río Santiago, las salinas eran aquí
indias (información dudosa, teniendo en cuenta el muy numerosas, y existía incluso “una sierra…
hábitat usual de estos animales) y que poseían ha- que todo es sal”. La tierra era muy fértil y produ-
cía mucho maíz “que sembran cortando la mon-
chas de cobre, rodelas de piel de tapir y lanzas de
taña”. Los Nieva practicaban intensamente la
madera de palma. Aldrete, en cambio, es más elo- guerra intertribal, y “han padecido mucho con
cuente: las guerras que les hacen los indios comarcanos
de río abajo”8 (Aldrete, RGI 3: 154). (cf. tabla Nº
Describe una población manifiestamente ribere- 3 para los datos demográficos).
ña, que se desplaza preferentemente en grandes
piraguas, que explota salinas cuya producción El oscuro párrafo de Vaca de Vega (citado
seguramente alimentaba un comercio intertribal,
supra pp. 95-96) respecto a la antigua ubicación
y quizá servía para la adquisición de las hachas
de cobre fabricadas por los Cañaris. La horticul- de los Nieva parece indicar que al menos una par-
tura giuarra estaba muy desarrollada, centrada en te de este grupo vivía antes en el sitio alto del río
el cultivo del maíz, del algodón y de una multi- Punay o de algún otro río que desemboca cerca de
tud de otras “raíces y frutas”. La caza y el pesca- la laguna de Papa-Yacu; este territorio fue ocupado
do eran muy abundantes. Aunque “gente de be- más tarde por “los indios del Potro y Chayavitas”,
hetría”, los Giuarra estaban “sujetos cada parcia-
lidad a su cacique, con el cual se solían juntar
los cuales emigraron a su vez hacia el sureste9 (cf.
para hacer guerra... y cortar cabezas de los que Mapa Nº 24, p. 245). Teniendo en cuenta el carác-
eran sus enemigos... el cacique no es por heren- ter indudablemente jívaro de los Nievas-Cungara-
cia, sino el indio más cruel, muerte el que los pas (de nuevo aquí, los topónimos son elocuentes,
acaudillaba... andan mucho, y dando de noche por no citar otros datos muy claros, suministrados
en una población, no se escapaba sino el que se
por Salinas) esta información plantea un problema,
huía al monte...” (RGI 3: 148).
ya que sugiere, tomado al pie de la letra, que gru-
Aldrete menciona 27 topónimos para el pos jívaro vivían antaño muy al este del hábitat
conjunto de la región Giuarra (24, si excluimos las que generalmente se les atribuye. Lo que por otra
hipotéticas encomiendas del Cenepa), sin embar- parte es posible, se sabe que grupos Aguaruna (al-
go, es difícil determinar si todos estos topónimos gunos de los cuales han migrado hacia el Alto Ma-
244 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

yo antes de 1940 (Brown, 1982; 14) antiguamente del primer grupo de Maynas de las riberas del Ma-
vivían en el Potro, el Cahauapana y el Apiaga. (cf. rañón, que son “800 reducidos, sin contar muchos
Mapa Nº 8, p. 82). Además, según G. Taylor (co- que cada día se ofrecen y salen de los ríos”; seña-
municación personal), la región de Chachapoyas la además 3000 Maynas en todo el contorno del
es muy rica en topónimos jívaro, y la tradición oral Rimachi. En 1618, se cuentan 1500 “reducidos”
de los indios de la región evoca una lejana ascen- del conjunto de la población Mayna (RGI 3: 253),
dencia jívaro. No está pues excluido que el con- y poco después, el hijo de Diego Vaca de Vega hi-
junto jívaro se hubiera extendido en el pasado mu- zo venir 4000 Maynas del Rimachi para instalarlos
cho más al este y al sur que lo admitido general- cerca de Borja. Según Figueroa (1904: 14), habían
mente. Sin embargo, se puede suponer igualmente 3500 Maynas alrededor de la villa en 1620;12 15
que los Nieva formaban un grupo heterogéneo, ba- años después, siempre según la misma fuente, so-
sado sobre la asimilación, por parte de poblacio- lo quedaban 2000. Por último, según el Libro de
nes jívaro, que vivían ya en el Nieva, de un ele- Bautismo de Borja (en P. de Mercado, 1683)
mento étnico alógeno (Xevero, Mayna u otro), ve- (1957), se contaban en 1680, en total 3300 May-
nido del este. nas, todos cristianizados, es decir, 1500 niños na-
cidos desde la llegada de los españoles, y 1800
El conjunto Mayna adultos.
Benavente, está claro que la población may-
Los Mayna ocupaban un territorio inmen- na era muy numerosa en el momento de los prime-
so;10 toda la zona ribereña del Marañón,11 del Mo- ros contactos, pero que comenzó a decrecer de
rona hasta el Nucuray, tal vez incluso hasta el forma catastrófica a partir de 1620, e incluso antes.
Chambira (según Jiménez de la Espada, (RGI 3: A juzgar por la descripción de Saabedra, los
202), el curso inferior del Pastaza y la región del la- Mayna tenían un gran parecido con sus vecinos jí-
go Rimachi, eventualmente también la zona situa- varo ribereños,13 tanto por su cultura material co-
da entre el Potro y el Apaga al sur del Marañón (ver mo por las modalidades de su organización social.
nota supra p. 95, y Vaca de Vega, RGI, 3: 244). Por lo demás, las similitudes entre los dos grupos
Cristóbal de Saabedra, un miembro de la expedi- están confirmadas en las descripciones que nos ha
ción de Vaca de Vega, nos ha legado una descrip- dejado Figueroa (en 1665) de las técnicas de gue-
ción etnográfica de los Mayna de una rara preci- rra, de la forma de reducir las cabezas-trofeo y de
sión (RGI 3: 245 y ss.). Los Mayna, según esta los ritos asociados a estos despojos, tal y como
fuente, vivían en hábitat disperso, “cada parciali-
eran practicados entre los Mayna (op. cit. passim):
dad a legua o dos los unos de los otros”, en gran-
des casas cerradas, cada una albergando 1 a 3 estas descripciones podrían aplicarse literalmente
parentelas; la poliginia estaba generalizada, cada a los Jívaro contemporáneos.
hombre tenía en promedio 2 ó 3 esposas. La di- Los datos lingüísticos sobre los Mayna en el
visión sexual del trabajo era muy marcada: las siglo XVI desgraciadamente son muy limitados: ex-
mujeres se ocupaban de la horticultura, del teji- cepto los nombres de dos o tres animales, sólo te-
do y de alfarería, los hombres de la caza, de la
pesca y desde luego de la guerra. Estaban arma-
nemos algunos antropónimos: “Xamara y la mujer
dos de lanzas, rodelas, cerbatanas y “estólicas”. Marato” (RGI. 3: 245), “Muchupela” y “Tabiche-
chuma”, (Lucas de la Cueva, 1638, en Maroni, 28:
Los hombres cazaban con perros, “que crían en 396). Esta ausencia de datos constituye obviamen-
abundancia”. Cultivaban “...sapotes, platanales,
papayas, chontas, piñas, maíz en cantidad” frijo-
te un serio obstáculo a la clasificación lingüística y
les, maní, calabazas y yuca, patatas dulces y cultural de los Mayna. Hervas y Panduro, después
otros tubérculos. Bebían chicha de yuca, de maíz de Velasco, clasifica el mayna como una “lengua
o de chonta y de llantén. Fabricaban una bella matriz” que incluye el chapa, el coronado, el hu-
cerámica polícroma, “y las mantas que tejen así marano y el roamaina14 (1880, vol I: 262-263), ca-
como los cachibangos (petates, esteras) les sirven
tegorización posteriormente adoptada por Brinton
de moneda”. Disponían ya de útiles europeos.
(1891 a) y Chamberlain (1913 a). Ahora bien, se-
En cambio, los datos demográficos sobre los gún A. Mason, el conjunto Mayna de Hervas, Brin-
Mayna son muy reducidos. Salinas se contenta con ton y Chamberlain equivale al moderno Cahuapa-
señalar que la región de Rimachi era “muy pobla- no; Loukotka, sin embargo, vuelve a la taxonomía
da”, mientras que Vaca de Vega dice a propósito de Velasco ya que ordena en el conjunto Mayna
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 24
Zona meridional: etnias (1558-1640). Migraciones y movimientos de población.
El nombre de los pueblos españoles está subrayado; el nombre de las etnias estea seguido de la fecha de su primera localización.
Mayna I: Primer subgrupo (Marañón-Morona).
Mayna II: Segundo subgrupo (Rimachi).
245
246 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Tabla Nº 9
Zona Meridional: Síntesis de los Datos Demográficos

1. “Giuarra”

1. 2. 3. 4. 5. a b c a b c

Coraguana 1449 56.5 - 3 4 308 408 362 Ibidem


Giurra 8710 56 - 16 23 90 1645 544 90 360 et al. 378
Santiago 10159 56.3 - 19 27 90 1645 544 90 543 (total) 376

2. “Cungarapas”

Nieva 3328 55 - 15 19 103 369 221 118 341 175

Estimación total mínima para los grupos jívaro de la zona meridional: 13.487
Fuentes: Aldrete, Relación...RGI 3: 147 ss.

Código

1. Población total
2. Porcentaje de niños de menos de 13 años
3. Porcentaje de hombres
4. Número de encomiendas
5. Número de topónimos
6. Dimensión de los grupos locales por encomiendas (Min. Max. Med.).
7. Dimensión de los grupos locales por topónimos (Min. Max. Med.).

3. “Mayna”

1616: 800 “reducidos” para el primer grupo (riberas del Marañón), 3000 estimados en la región del se-
gundo grupo (Rimachi) (Vaca de Vega).
1620: 3.500 “Mainas” alrededor de Borja, incluyendo los 4.000 “Mainas” del Rimachi deportados por Pe-
dro Vaca de Vega en 1618-1619 (Figueroa).
1630: Población Mayna total estimada en 8000 (cifra probablemente exagerada) (en: Cornejo-Osma, 3:
210).
1635: Población Mayna circunvecina de Borja: 2000 (Figueroa).
1683: Población Mayna total nominalmente cristianizada: 3.300, incluyendo 1.500 niños (P. de Mercado).

(diferente del Jívaro) el maina o rimachi, y el omu- taciones del HSAI), teniendo en cuenta las afinida-
rana o humurana del Nucuruy (op. cit.: 156). Por des culturales que hemos señalado entre los May-
último, sabemos que Steward y Metraux (HSAI, 3: na y los Jívaro, así como también la clasificación
629) decidieron incluir a los Mayna históricos en de Velasco y Hervas y Panduro.15
el conjunto záparo, sin embargo, los criterios utili-
Tessmann distingue dos subgrupos en el conjun-
zados para justificar esta asimilación nos parecen to Kandoshi: los Murato y los Shapra, siendo
tan contestables como las razones expuestas por Ji- idénticos estos últimos según él, a los antiguos
ménez de la Espada a la hora de establecer la filia- Maynas del Rimachi. De hecho las pocas infor-
ción “Caribe” de este mismo grupo (RGI 3: 201). maciones que disponemos sobre los Kandoshi
Por otra parte, la hipótesis de Tessmann, según la contemporáneos y sus migraciones testimonian
una gran afinidad con los Mayna históricos, tan-
cual los Mayna del Rimachi serían los antepasados
to del punto de vista de su cultura material (espe-
de los Kandoshi, merece nuestra atención (a pesar cialmente la división del trabajo) y de su organi-
de los notorios errores de este autor, y de las refu-
AL ESTE DE LOS ANDES 247

zación social, como de su mitología (por ejem- grupo jívaro muy particular, los Maina del Maku-
plo, comparar Saabedra, Figueroa y Brentano sar, compuesto en parte por refugiados Kandoshi
(RGI 3: 201), con los fragmentos de mitos aporta-
lingüísticamente “achuarizados”, ahora bien, nu-
dos por Von Hassel (1905), los datos de Tess-
mann (1930), de Wallis (1965 passim) y de Ross merosos grupúsculos candoa, sea aborígenes de la
(1976). La cultura de los Kandoshi contemporá- región como los Muratos o refugiados como los
neos, al igual que la de los Mayna de los siglos “Guallpayos” (cf. sección siguiente), han nomadi-
XVI y XVII, apenas corresponde a la de los gru- zado desde la mitad del siglo XVII en el hinterland
pos incuestionablemente zápara como los Gae, del valle del Pastaza, entre la desembocadura del
los Semigae y los Zápara propiamente dichos.
Bobonaza
En resumen, sugerimos que la hipótesis de En definitiva, si nuestra interpretación de los
una filiación candoa para los grupos Maynas del textos es exacta, la composición étnica de la zona
siglo XVI es más congruente con los datos que po- meridional, tal cual la hemos definido, se presen-
seemos actualmente, y desde cualquier punto de taba de la siguiente manera. Dos grandes conjun-
vista más verosímil, que la filiación zápara general- tos emparentados compartían este vasto territorio:
mente admitida. Añadiría que el nombre del grupo los Jívaro propiamente dichos, de una parte, com-
constituye ya un indicio suplementario de su per- prendiendo dos subgrupos claramente diferencia-
tenencia al conjunto jívaro en el sentido amplio, se dos, los Giuarra del Santiago y del Cenepa (supo-
sabe que el término main o amain es corriente- niendo que se trata de la misma tribu) y los Nieva
mente empleado por grupos jívaro modernos para o Cungarapas de los afluentes meridionales del
designar un subgrupo vecino, “de la otra ribera” o Marañón; los Candoa, de otra parte, incluyendo así
“del otro lado” (como efectivamente eran los May- mismo dos tribus distintas, a saber los Mayna del
na en relación con sus vecinos Giuarra del Santia- Rimachi y los Mayna del Marañón. (cf. Mapa Nº
go...). También, en la actualidad se aplica a un sub- 24, pág. 245).

Notas

1 Mercadillo se aventuró quizá hasta la franja oriental del te- Debo agradecer a Chantal Caillavet quien me envió de
rritorio mayna en 1538, pero dejó pocas informaciones so- Quito una copia de este documento.
bre este grupo (RGI 3: 206; Jiménez de la Espada, 1895). 6 Se sabe también, por Maroni (1889, 26: 213), que el nom-
Por otra parte, H. de Barahona y Pedro de Ibarra preten- bre indígena del Santiago en los siglos XVI y XVII era Pa-
den, en sus informes de servicio, haber explorado el curso rossa, término todavía utilizado hoy por los Shuar para de-
del Santiago a comienzos de los años 1550; sin embargo, signar el Upano y el Santiago.
no dejaron relato alguno de esta exploración, de la que no 7 El término cungarapa designa en shuar y en achuar una va-
poseemos ninguna confirmación. riedad de tortuga acuática.
2 Posteriormente, sin duda durante su segundo viaje en 8 De acuerdo con el contexto, sin duda los Mayna del Ma-
1564, Salinas cambió de lugar su “ciudad”, y la reubicó a rañón.
orillas del Santiago, en un lugar llamado Masquisinango, 9 Renunciaremos en estas páginas a determinar la filiación
con el fin -dijo- de estar más cerca de los centros de pobla- lingüística y cultural de los Potros y de los Chayavitas,
ción indígena (RGI 3: 214). pues la resolución de este problema nos llevaría a una lar-
3 Los Cipitaconas habían ya desaparecido en la época de la ga disgresión acerca del estatus y los orígenes del grupo
expedición de Vaca de Vega, cincuenta años más tarde, lingüístico llamado Cahuapano. En suma, me inclino a
diezmados sin duda por las epidemias y las incursiones es- creer que estos Potros-Chayavitas constituían ya sea un
clavistas de los colonos de Santiago. subgrupo Mayna, o bien un grupo xevero. Además, todo lo
4 Sin embargo, encontró en la desembocadura del Pastaza que se sabe, histórica y etnográficamente, de los Xeberos,
un grupo del río Potro, venido con sus caciques para pres- permite poner en duda, si no su filiación lingüística en el
tar obediencia a los españoles; estos indios del Potro eran siglo XVI, al menos su filiación cultural, en efecto, los Xe-
o bien Xeveros o quizas un subgrupo Mayna distinto de los beros presentan muchas más similaridades, desde el pun-
grupos del Marañón y del Rimachi (cf. infra p. 99). to de vista cultural, con los Mayna y los Jívaro que con los
5 Una carta inédita de Vaca de Vega (1620, AGI Audiencia otros grupos del bloque Cahuapano. Quizá se trate de un
de Quito, leg. 10, ff. 259-261) prueba que los españoles grupo originalmente Jívaro o Mayna, que conoció en el si-
habían ya conquistado al menos una parte de los Xeveros glo XVI un proceso de transculturación, alejándolo de sus
en 1620... “tengo reducidas cuatro provincias: Maynas, raíces Jívaro para acercarlo a los grupos Cahuapano, los
Pastazas, Moronas y Xeveros”. Según la carta, fue el hijo cuales gozaban, en razón de su docilidad, de un trata-
de Diego Vaca quien efectuó la conquista de este grupo. miento priviligiado por parte de los misioneros. Veremos
248 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

que este tipo de fenómeno era por lo demás muy común con reserva: el modo de distribución de las encomiendas
en la alta Amazonia. inducía a los españoles a ver cacicatos hereditarios ahí
10 Según Jiménez de la Espada (RGI 3: 202) y los datos sumi- donde no siempre existían (cf. para detalles suplementa-
nistrados por Salinas, Vaca de Vega y Veigl (1785 b: 29). rios, infra p. 169 ss.).
11 Es posible que los Mayna habitaran originalmente sólo las 14 En la clasificación de Velasco, el Mayna incluye el Hu-
zonas ribereñas; y al igual que todos los grupos ribereños marsna, Rimachuma (de Rimachi), la lengua de los Sima-
de la región, se replegaran posteriormente hacia el hinter- rrones (sic), de los Ungumanas, Imaschachuas y de los Ipa-
land interfluvial. pizas (nombre dado por los Mayna a los Coronados del
12 Es decir, 700 tributarios; la cifra de 3500 corresponde al Pastaza).
cálculo adoptado por W. Grohs (1974, passim) de un tri- 15 No olvidemos que Velasco tenía acceso a documentos je-
butario por cada cinco personas. suitas procedentes de la misión de Maynas, cuyo personal
13 Si se exceptúa la presencia eventual entre los Mayna de un conocía de primera mano las poblaciones del Alto Mara-
cacicato cristalizado y hereditario que no existía entre los ñón, y particularmente los Mayna. En cuanto a Hervas y
Jívaro. No obstante, los datos relativos a las estructuras po- Panduro, él se apoyó amplia -y explícitamente- en el tra-
líticas, en los documentos del siglo XVI, deben ser tratados bajo del ilustre historiador ecuatoriano.
Capítulo XV
LA ZONA ORIENTAL

d
1. Las etapas de la penetración española Es muy difícil determinar la extensión y la fre-
cuencia de las epidemias en el Alto Marañón an-
Defino como “zona oriental” el valle del Ba- tes de la llegada de los Jesuitas, pero es seguro
que las grandes epidemias de 1642 y de 1660 no
jo y Medio Pastaza y su hinterland interfluvial, des-
fueron las primeras en la región. Borja y Santiago
de la laguna del Rimachi hasta la desembocadura constituían un importante foco de propagación,
del río Bobonaza, aproximadamente. particularmente para los Mayna, cuya tasa de
Existen muy pocos documentos publicados mortalidad parece haber sido espantosa, la ex-
que datan del siglo XVI, y que conciernen directa- tensión de las incursiones esclavistas hacia el es-
mente a la zona oriental, en efecto, es solamente a te y el norte fue, por lo demás, en gran parte pro-
vocada por la aniquilación de las poblaciones
partir de 1640, que el curso medio y superior del mayna vecinas a los centros de colonización es-
Pastaza y sus afluentes fueron sino explorados, al pañola. Por otra parte, se sabe que las epidemias
menos descritos. Este silencio de los archivos, de eran frecuentes al norte de la provincia de Qui-
ningún modo significa que los españoles hayan es- jos, en el Alto Napo, durante la segunda mitad
tado ausentes de esta región en el siglo XVI, sin ha- del siglo XVI (cf. Oberem, 1971: 34-42) y hay ra-
zones para pensar que la región de Macas, don-
blar de las epidemias, muda y mortífera vanguardia
de las explotaciones auríferas atraían una pobla-
de la presencia colonial, diversos testimonios indi- ción flotante considerable, constituía así mismo
can que los habitantes de Santiago de las Monta- un importante foco de propagación. Nuestras zo-
ñas, e incluso los del valle del Upano, realizaban nas oriental y septentrional estuvieron pues con
desde esta época incursiones a la zona del curso toda claridad sujetas a epidemias incluso antes
superior del Pastaza, con el objeto de perseguir a de estar en contacto permanente o aun episódico
con los españoles, rodeadas como lo estaban
indios cimarrones y capturar nuevos esclavos. tanto al norte (Quijos) como al sur (Borja) por po-
Sin embargo, las informaciones que atesti- los de infección.
guan esta presencia son reducidas en los docu-
mentos publicados del siglo XVI, y es imposible es- Estas enfermedades contagiosas de origen
bozar un mapa, aun somero, de las etnias de la re- occidental provocaron evidentemente entre las po-
gión oriental en la época, sin recurrir a las crónicas blaciones indígenas todavía independientes, un
jesuitas del siglo XVII. Una iniciativa de este tipo descenso demográfico imposible de estimar pero
plantea sin embargo problemas metodológicos sin duda brutal. Sin embargo, es verosímil que la
considerables:1 deducir la identidad y la localiza- caída demográfica de estos grupos fuera menos
ción de grupos étnicos en el siglo XVI a partir de dramática que la de los grupos reducidos o reagru-
fuentes del XVII, y a veces incluso del siglo XVIII, pados, ya que el carácter tan disperso del hábitat,2
supone evaluar con precisión, para tenerlos en les preservaba en cierta medida de un contagio de-
cuenta, la amplitud y la naturaleza de los trastor- masiado fulminante.
nos provocados por un siglo o más de implanta- En cuanto a las expediciones esclavistas, co-
ción colonial en los márgenes de esta zona. Efecti- nocemos que eran frecuentes en la zona oriental
vamente, es lógico pensar, que cien años de epide- en el siglo XVII.
mias y de incursiones esclavistas debieron afectar
Según Figueroa, los colonos de Borja y de Macas
profundamente la demografía y la movilidad de las organizaban correrías en el Pastaza (op. cit.:
poblaciones indígenas, la naturaleza de su territo- 138), y Maroni nos informa que los Coronados,
rialidad y el sistema de relaciones interétnicas que un grupo situado en la desembocadura del Bobo-
las ordenan. naza sobre el Pastaza, reducidos por los Jesuitas
250 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

15. Indios y misioneros: la conversión por las herramientas (Ms. J. Prieto 1805, AHBC-Quito, (Fondo Jijón y Caamaño).

en 1651, habían sido desde hacía tiempo “con- Por último, los mismos jesuitas no desdeñaban,
sumidos por los españoles de Borja que antigua- para familiarizarse con la región y sus habitantes,
mente sacaron mucha gente y mucha chusma y participar en las expediciones esclavistas de los
también los de Macas, que han hecho las mismas borjeños, durante los primeros años de su perma-
facciones...” (op. cit.: 29:88). Otro texto de 1629 nencia (entre 1638 y 1641); así el padre Cugía
(citado por Cornejo-Osma, 3: 211) dice también acompañó una expedición en el Alto Marañón,
que los borjeños... “andan a los descubiertos de el Santiago y el Mayalico, a la búsqueda de oro y
otras muchas provincias comarcanas, que están esclavos, en el curso de la cual fueron captura-
pobladas a las orillas de el río que baja de la Ta- dos 20 Jívaros y vendidos en Santiago. Lucas de
cunga hasta la cordillera de Macas (i.e. el Pasta- la Cueva, por otro lado, acompañó varias corre-
za)...según la descripción que hace un caudillo rías sobre el Pastaza, de las cuales una, en 1642,
que fue al dicho descubrimiento con gente y ma- llegó hasta la desembocadura del Copataza
no armada...” A este respecto, la Relación de Va- (Jouanen, I: 353).
ca de Vega aporta un interesante indicio. Vaca
nos dice, a propósito del Pastaza -llamado Cori- Por lo tanto, podemos pensar que esta situa-
no por las gentes de Macas3 que... “juntase con ción no tenía nada de inédito, y que las incursio-
el otro que llaman en tierra de Macas, Quebe- nes esclavistas en el valle del Pastaza eran ya fre-
no,4 por el que arriba hay, a más de quince días cuentes en el siglo XVI. En efecto, si se tiene en
de camino” (i.e. desde su desembocadura en el cuenta que, posterior a 1599, el número de colo-
Pastaza, Nda) “gente de Macas retirada por el río
nos en Macas y Sevilla de Oro había disminuido
y tierra, y della a la población hay 60 leguas…”
considerablemente en razón de los levantamientos
(RGI 3: 244).
indígenas, que el belicismo de los indios hacía pe-
Ni el Palora -conocido ya bajo este nombre en el ligrosos los desplazamientos en esta región, y que
siglo XVI- ni el Bobonaza o “Bohon”, correspon- a despecho de estas condiciones adversas los Ma-
den a las precisiones topográficas suministradas cabeos no titubeaban en recorrer comarcas muy
por Vaca; deduzco que este enigmático río Que- alejadas de sus bases, se puede suponer que las ex-
beno debía ser el Huasaga, cuyo curso superior pediciones esclavistas fueron mucho más frecuen-
formaba justamente un lugar estratégico para em-
tes en el siglo anterior, en la época del gran auge
prender correrías entre los Gae, víctimas privile-
aurífero, cuando los colonos eran más numerosos
giadas, al parecer, de los esclavistas durante todo
el siglo XVII. Este texto de Vaca nos induce a pen-
y los indios menos hostiles.5
sar que los colonos de Borja conocían, fuera de Por otra parte, Maroni señala la presencia en Bor-
oído o por haberlo visitado ellos mismos, este ja, en el siglo XVII, de indios Guasagas o Andous
campamento de “Macabeos”. del Guasuga, asi denominados porque eran origi-
AL ESTE DE LOS ANDES 251

narios de la región del bajo Huasaga (Maroni, op. mos que el curso inferior del Pastaza y sin duda del
cit., 29: 261-262). Ahora bien, ya en el siglo XVI Huasaga, habían sido explorados por los españo-
encontramos indicios de este grupo; Aldrete
les, desde Borja, a partir de las últimas décadas del
menciona en varias ocasiones el nombre de An-
doas en su lista de las encomiendas de Santiago siglo XVI. Entre las poblaciones de esta región, las
(RGI, 3: 147).6 Un texto de 1589 (por lo tanto primeras afectadas por las incursiones españolas
posterior al censo de Aldrete) nos aporta algunas fueron los Mayna del Rimachi y los Andoas, cuyo
aclaraciones suplementarias acerca de estos An- territorio parece haber sido limítrofe (al Sur) con el
doas, según el acta de donación de una enco-
de los Mayna. Sin embargo, a medida que los en-
mienda a Simón de Carvajal (quien habría descu-
bierto las minas de oro del Cangasa), “vos encon- comenderos del Santiago, y luego de Borja, per-
mienda en la Provincia de los Andoas, en el Be- dían su mano de obra, huida o diezmada por las
nerica, 50 indios, con el Principal Camindux... y enfermedades de origen blanco, y que los grupos
más os encomienda en la dicha provincia de los mayna y andoas que les servían de reseña de escla-
Andoas7 25 indios, con el principal Tanguba... vos se replegaban hacia las zonas más inaccesibles
otro Pubnidama...” (Cornejo-Osma: 5: 86). Desa-
fortunadamente, ignoramos el emplazamiento
de sus territorios, los españoles llevaban cada vez
del Benerica y de la provincia en cuestión, y no más lejos sus expediciones a fin de desalojar nue-
tenemos modo alguno de saber si estos Andoas vas poblaciones para su sometimiento. Es así como
son los mismos que los del Huasaga. Sin embar- remontaron el Pastaza, sin duda hasta la desembo-
go, podemos creerlo, en la medida en que no ha- cadura del Bobonaza e incluso quizá más lejos (el
llamos indicio alguno de Andoas en otra parte,
río es navegable, para canoeros indígenas, hasta la
durante el siglo XVI (cf. infra, p. 119).
desembocadura del Copataza, salvo durante perío-
El conjunto de estos datos fragmentarios pa- dos de crecida intensa8 durante las primeras déca-
rece demostrarnos, en definitiva, que los españoles das del siglo XVII (cf. Mapa Nº 6 y 9, pp. 70 y 76).
recorrían -y asolaban- la zona del Huasaga y del Como quiera que sea, desde 1641 tenemos men-
medio Pastaza desde los años de 1570, antes de ción de un nuevo grupo de indios codiciados por
que los misioneros jesuitas penetrasen en ella, y los españoles, los Roamaina, probablemente insta-
que estos últimos evangelizaron en el siglo XVII, lados originalmente en las riberas del Pastaza.
poblaciones ya considerablemente afectadas -aun- Aunque los Zapa nunca sean mencionados en los
que indirectamente- por la colonización de los va- primeros documentos que conciernen a los Roa-
lles del Upano y del Alto Marañón. En cuanto al maina, más tarde, (después de la reducción de los
efecto de estas múltiples agresiones sobre la terri- Roamaina por los jesuitas) los dos grupos siempre
torialidad y localización de los grupos indígenas fueron asimilados y tratados como dos parcialida-
de la zona oriental (o de otras partes), volveremos des de una misma nación. Aunque conocidos y sin
ampliamente sobre este tema en un trabajo poste- duda hostigados ya por los españoles a partir de
rior. Me limitaré aquí a indicar que la respuesta in- 1620 ó 1630, los Roamaina-Zapa sólo fueron ofi-
dígena a estos factores se caracterizó, de modo ge- cialmente “reducidos” por los jesuitas en 1654. En
neral, por un repliegue rápido y masivo hacia el fin, los últimos grupos citados que habitaron el va-
hinterland interfluvial de difícil acceso, por una lle del Pastaza son los Oas y los Coronados; en
dispersión mayor de los grupos locales y una ace- cuanto a estos últimos, todo nos permite pensar
leración del ciclo nomádico, facilitado en ciertos que eran objeto de correrías de los españoles, so-
casos, por la desaparición de etnias enteras a ma- bre todo a partir de Macas, desde 1600, a pesar de
no de los españoles y por la deserción de sus terri- que es sólo en 1650 que fueron reagrupados en un
torios. A condición de tener en cuenta estos he- reducto jesuita. Una segunda etapa de “descubri-
chos, nada pues impide aprovechar de los docu- mientos” y de reducciones comenzó a principios
mentos jesuitas posteriores al siglo XVI para inten- del siglo XVIII, después de que las poblaciones
tar precisar la localización y la identidad de las po- contactadas entre 1570 y 1640 fueran aniquiladas
blaciones indígenas que habitaban la zona oriental por las epidemias, fue en esta época que de nuevo
y septentrional al momento de la llegada de los es- se intentó trasladar al Pastaza algunos grupos refu-
pañoles. giados en las zonas interfluviales, tales como los
Recapitulemos ahora las principales etapas Pinches, los Pavas, los Arazas, los Uspas (asimila-
de la penetración española en la zona oriental y el dos a los Roamaina) y más tarde los Muratos, asi-
nombre de las etnias que ahí encontramos. Sabe- milados a los Andoas.
252 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

En resumen, aun cuando las primeras reduc- Bobonaza, Nda)...” en el sitio que llaman hoy día
ciones jesuitas en el Pastaza fueran fundadas a par- Tomás Santos”, aguas abajo de la confluencia del
Rotuno y del Bobonaza (cf. Mapa Nº 25, p. 254),
tir de la segunda mitad del siglo XVII, es evidente
por lo tanto muy al norte del lugar donde los An-
que la región ya había sido bastante afectada por doas habían sido localizados en el siglo XVI. De
la colonización española, y sus poblaciones -sobre hecho hallamos en la lista de las reducciones je-
todo las ribereñas- sometidas a una doble agresión suitas del obispo De la Peña, una reducción de-
microbiana y esclavista. En pocas palabras, los je- nominada “de los Tocureos”, que reagrupaba, en
suitas llegaron a tiempo para recoger los restos de 1686, a 150 bautizados (Jouanen, 1: 488); esta
reducción es sin duda aquella que fue fundada
sociedades que habían abandonado ya las zonas
por Santos en el Bobonaza, puesto que no se ha-
ribereñas, y que se encontraban desmoralizadas y ce mención alguna de un reducto llamado “To-
disminuidas; la aparente facilidad con la que los más Santos” en la lista del obispo.
misioneros lograron la conversión y el reagrupa-
Por otra parte, ciertos Andoas se habían unido a
miento de ciertas de estas poblaciones debe atri-
la reducción de los Gayes de San Javier, que fue
buirse, en gran parte, a estas circunstancias. creada hacia 1670; se ignora la época en la que
los Andoas comenzaron a gravitar hacia los gru-
2. Identificación y localización de las etnias de la pos Zápara (Gayes), pero es seguro que estos
zona oriental eran ya numerosos aquí a finales del siglo XVII:
de cualquier modo formaban un sector reconoci-
El conjunto Andoa do en la reducción al momento de la muerte del
P. Durango, en 1707. Este mismo Durango ha-
bría, por otra parte, fundado en 1696 ó 97 (es de-
Curiosamente, respecto a los Andoas care-
cir unos diez años después de Santos) un “pueblo
cemos prácticamente de informacion desde finales de Andoas... en las riberas de un no llamado
del siglo XVI hasta finales del XVII. Inicialmente se Guaizaga (Huasaga)... esta reducción se llamó
les localizó en las proximidades del Bajo Huasaga. Santo Tomás de Andoas. Ubicada primero en el
Es un jesuita de la misión de Mainas, el padre To- Bobonaza e reinstalada luego en el Huasaga, no
más Santos, quien nos provee sobre ellos los pri- quedó ya nada de esta reducción al cabo de al-
gunos años; los pocos Andoas que todavía per-
meros datos posteriores al siglo XVI. manecían se unieron entonces a la reducción
Tomás Santos habría fundado hacía 1688 una al- Gayes de San Javier, pero a la muerte del padre
dea llamada Santa María de Andoas, en una isla Durango (asesinado por los Gayes), todos huye-
en el Marañón próxima de Borja. Se trata segura- ron por temor a las represalias españolas y a los
mente de la reducción llamada también Nuestra ataques de los Gayes rebeldes (Maroni, 29: 258).
Señora de las Nieves de Andoas, que reunía a los
Se sabe por último que un número considerable
indios antiguamente asignados a las encomien-
de Andoas del Huasaga propiamente dicho fue-
das de Nieva, los cuales pasaron a la jurisdicción
ron deportados entre 1691 y 1695 para ser insta-
de los Jesuitas y desde entonces tuvieron el esta-
lados en la efímera reducción jívaro de Los Na-
tus de indios libres (Maroni, op. cit., 28: 203).
ranjos, fundada por el padre Viva, cerca de la de-
Otra “división” de los Andoas, los Guallpayos o sembocadura del Santiago. Esta deportación co-
Tocureos, aparece en los documentos a partir de rrespondía a la técnica habitual de los Jesuitas,
1683; estos indios son mencionados en el relato que se servían de una etnia ya cristianizada y “ci-
de Tomás Santos, que en esta época exploraba la vilizada” (como lo eran entonces los Andoas) pa-
región comprendida entre el Pastaza y el río Ti- ra estabilizar nuevas reducciones y enseñar a los
gre (cf. Mapa Nº 25, p. 254), a la búsqueda de fu- neófitos el modo de vida tan particular impuesto
gitivos Roamaina (Maroni, 32: 129). Estos Tocu- por los misioneros. La mayoría de estos Andoas
reos eran Andoas del Huasaga refugiados en el murió en breve plazo.
Alto Tigre, muy temidos por sus vecinos Zápara a
los que atacaban frecuentemente. Siempre según Hasta aquí hemos localizado cuatro focos
Santos, en 1684, los Zápara-Gayes de la reduc- de población Andoas en el siglo XVII: un primer
ción de San Javier, en el Bobonaza, capturaron núcleo, muy reducido, en el Marañón a proximi-
una decena de estos Tocureos y los condujeron a dad de Borja; otro grupo disperso en la región Ti-
su poblado para luego utilizarlos como trazame- gre-Bobonaza (reagrupado unas veces de manera
nes (Maroani, 32: 139); y es sin duda gracias a es-
autónoma, otras en las reducciones záparo); una
tos intermediarios que Santos logró, en 1683 u
84... “dar principio a poblar los Andoas, algunas fracción ubicada en el Huasaga, allí donde estuvie-
jornadas más arriba (de la desembocadura del ron los Andoas en el siglo XVI; y, finalmente un úl-
AL ESTE DE LOS ANDES 253

timo grupúsculo deportado en el Marañón, cerca Después de la fundación de Andoas por W.


del Santiago, y asimilado a los Jívaro. Brayer, muchos Gayes, Záparas y Semigayes se ins-
Ahora bien, en 1708 un jesuita de la misión talaron en esta reducción. Sin embargo, debido a
de Maynas, el padre Wenceslao Breyer, emprendió una muy fuerte mortalidad... “toda la gente no pa-
un largo viaje de exploración sobre el Pastaza, a sa hoy día de 447 almas” (Maroni, ibíd.), en tanto
fin de restablecer la misión de San Javier, notoria a que etnia específica, los Andoas habían, pues, ca-
lo largo de Mainas por el orden y la disciplina que si desaparecido en la época de la redacción de las
reinaba en ella a finales del siglo XVII. Este jesuita “Noticias Auténticas”, y la reducción que llevaba
nos dejó de su expedición un relato detallado que su nombre reagrupaba una población heterogénea
aclara los confusos destinos de los Andoas. de origen esencialmente zápara.
Por otra parte, a estos diversos grupos An-
El padre Breyer “...se encaminó nuevamente...
doas, los jesuitas asimilaron más tarde otra pobla-
para Pastaza y Gayes, y antes de llegar a Bobo-
ción, la de los Muratos, “parcialidad de la nación
naza, en la boca de una hermosa quebrada, ha-
lló a los Andoas empeñados en hacer nueva po- Andoas, cuya lengua hablaban sin diversidad”
blación. Eran casi cien indios, parte Guasagas y (Chantre, 477). Estos Muratos seguramente ya eran
parte del Tigre, parcialidades distintas, pero de conocidos desde hacia largo tiempo, al menos de
una misma lengua... llamóse la nueva reducción oído, por los misioneros jesuitas, pero sólo llega-
Santo Tomás de los Andoas, advocación que se ron a ser reducidos en 1755. El relato de su some-
les señaló desde que algunos de ellos empezaron timiento (sintetizado según los trabajos de los dos
años ha poblar Bobonaza... Tocante al origen y principales historiadores de la Misión de Maynas,
algunas costumbres della, la nación principal los jesuitas Chantre y Herrera y José Jouanen) me-
que da el nombre a la reducción, es la de los An-
rece ser acotado en detalle, debido a los datos que
doas, parte Guasagas y parte del Tigre, que lla-
provee para la identificación étnica tanto de los
maron también en algún tiempo Guallpayos y
Andoas como de los Muratos.
Toquereos. Los Guasagas vivían antiguamente
cerca de un riacho deste nombre, que sale a Pas- De acuerdo a Jouanen, en 1748, algunos “An-
taza (i.e. el Huasaga)... Los Borjeños llevaron doas” de la reducción del mismo nombre descu-
muchos de ellos para el pueblo de Los Naran- bren, al azar, durante una expedición de caza en
jos... los que quedaban empezó a poblarles cer- el valle del Huasaga, una casa donde se amonto-
ca de sus tierras el P. Durango... De allí se pasa- naban sesenta cadáveres decapitados, un exa-
ron a Gaes, y después en donde viven al presen- men de las armas halladas en el lugar les conven-
te... Sus costumbres en la gentilidad pasaban de ce que no se trata, como al principio creían, de
bárbara, y contra toda ley mezclábanse con todo víctimas jívaro exterminadas por otra fracción de
la misma etnia, sino de gentes “emparentados
género de animales y pájaros, perdonando tan
con ellos” (con los Andoas). Chantre, en cambio,
sólo a tal cual especie de que usaban para el sus-
no menciona el episodio de la masacre. Según
tento. A la brutalidad juntaban la embriaguez,
sus fuentes, los Andoas veían en sus peregrina-
que era casi continua de todos los días. Parece ciones rastros de presencia humana, inquietos,
que Dios, en castigo de tan enormes delitos, per- deseaban ir a hacer la paz con estos misteriosos
mitió que se consumiesen casi por el todo... Por indios, por el temor de ser algún día sus víctimas.
el contrario, los Guallpayos aun en su gentilidad
tenían algunas costumbres muy loables y conoci- Como quiera que sea, a su regreso, los Andoas
miento del verdadero Dios, a quien llamaban en solicitan al misionero el permiso para ir a la bús-
sus necesidades con el nombre de Cumbanama. queda de estos supuestos “parientes”. El Jesuita
comienza por negarse, pensando que se trata
Aprendieron eso quizá de los vecinos de Santia-
probablemente de Jívaro, ahora bien, los intentos
go, en cuya cercanía dicen que vivieron en algún
de sometimiento o de entrada donde los Jívaro
tiempo. De allí pasando el Marañón y subiendo estaban formalmente prohibidos desde el co-
por el Tigre, fueron a parar cerca de la sierras de mienzo del siglo XVIII. Sin embargo, en 1753, los
los Gayes, quienes, siendo christianos, les sujeta- Andoas, habiendo finalmente obtenido el permi-
ron y trujeron a su pueblo, ejercitando con ellos so de ir en búsqueda de estos enigmáticos indios,
un género como de superioridad, conforme hoy caen sorpresivamente sobre una casa indígena
los Andoas la ejercitan con los Semigayes...” cuyos habitantes se defienden enérgicamente y
(Maroni, 29: 259-263). luego huyen; los Andoas fracasan en capturarlos.
Al regresar a la reducción, declaran a Franzen, el
254 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 25
Zona oriental: el conjunto Andoas.
AL ESTE DE LOS ANDES 255

Jesuita residente, que durante la escaramuza, doas -seguidos quizá por otros Andoas- que se
oyeron hablar su propia lengua a estos indios; ya quedaron en el Huasaga se refugían (sin duda du-
están pues seguros que se trata de “parientes”,
rante las primeras décadas del siglo XVII) al otro la-
Andoas y no Jívaros. De golpe, los misioneros,
tranquilizados acerca de la identidad de estos
do del Pastaza, en algún lugar entre el Pastaza, el
“Muratos”, se ponen en marcha para reducirlos. Tigre y el Bobonaza, en el vecindario de las pobla-
Franzen advierte a su superior, quien arma una ciones Gayes (cf. Mapa Nº 25, p. 254). A finales
expedición con los borjeños (incluyendo 250 in- del siglo XVI y al comienzo del siglo XVII, la na-
dios y 13 soldados españoles). La tropa remonta ción Andoas manifiesta pues estados muy diferen-
el Pastaza, luego el Huasaga que es explorado
tes: se compone de una fracción precozmente
aguas arriba durante 15 días, buscando por todas
partes a los Muratos de quienes no encuentran la “aculturada” o más bien “deculturada” -la del San-
menor huella. La expedición regresa con las ma- tiago-Nieva- y de una fracción todavía “tradicio-
nos vacías. Sin embargo, los Andoas persisten en nal” que quedó cerca del Huasaga. Una parte de la
querer encontrar estos Muratos y finalmente, en fracción deculturada, a su vez huye muy lejos ha-
compañía de su misionero, logran un día captu- cia el Tigre-Bobonaza, y forma durante algunas dé-
rar a algunos de ellos. Los Muratos aceptan en-
cadas una especie de “pseudo arcaísmo”, negán-
tonces, con sorprendente docilidad, establecerse
en las riberas del Huasaga. La nueva reducción, dose manifiestamente a cualquier contacto con los
formada por el padre Andrés Camacho en 1755, misioneros y el mundo indígena “reducido” (los je-
es bautizada Nuestra Señora de Dolores de Mu- suitas precisan que los Tocureos atacaban sobre to-
ratas. Allí se envían Andoas... “para que dirigie- do a los indios cristianos, los cuales les hostigaban
sen la construcción de la iglesia, de la casa del sin duda para capturarlos). En fin, un último sub-
misionero y de las demás del pueblo” (Jouanen,
grupo Andoas, que ha quedado aislado, vive reco-
2: 533). La reducción sufre de inmediato una pri-
mera epidemia; pese a todo, los Muratos perma- gido en los lugares más inaccesibles de su territo-
necen en ella. En ocasión de la tercera visita de rio original, próximo al Huasaga; Veigl señala efec-
Camacho (en 1757) este censa 500 Muratos, o tivamente la existencia, al norte de los Mayna del
sea, según él, la totalidad de la población, salvo Rimachi, de un grupo de Andoas situado en algún
una familia de 40 personas. Poco después una lugar entre el Pastaza y el Morona (1785 b: 47).
segunda epidemia provoca un centenar de vícti-
mas, pero pese a ello los Muratos sobrevivientes
Ahora bien, todo lleva a creer que estos Andoas re-
permanecen en el lugar de la reducción. zagados en el sector oeste del Huasaga (cf. Mapa
Nº 26, p.254) son en realidad esos famosos “Mura-
Jouanen aporta por su parte un detalle interesan- tos” que aparecen a mediados del siglo XVIII, y
te. Venganzas sangrientas provocadas por irregu-
que son reconocidos como “parientes” por los An-
laridades matrimoniales, oponían los Andoas a
los Muratos, a tal punto que los Muratos solicitan doas de la reducción de Santo Tomás, compuesta
su traslado más abajo del Huasaga a fin de esca- en esa época, recordémoslo, por algunos Guallpa-
par a los ataques de los Andoas y sobre todo a sus yos o Tocureos y por un pequeño grupo de indios
agresiones shamánicas. Pero Camacho se niega a del Huasaga ya fuertemente asimilados a los Zápa-
ello “porque era contrario este plan a otro que ra.
acariciaba, cual era la conquista de los Jívaros”
Debido a la gravitación de los Andoas hacia
(Jouanen, 2: 533); los Jesuitas sabían en efecto
que existían estrechas relaciones entre Ios Mura- los grupos Zápara, y a su larga cohabitación con
tos y los Jívaro, los cuales vivían en esa época, los Gayes y Semigayes (de lengua záparo), los his-
según Jouanen, en las márgenes del Morona, cer- toriadores jesuitas concluyeron que estas poblacio-
ca del Santiago, algunos en el Huasaga (aguas nes Andoas pertenecían, cultural y lingüísticamen-
arriba de los Muratos, según el contexto), y otros
te, al conjunto Záparo. Chantre, por ejemplo, afir-
más entre el Morona y el Pastaza.
ma que los Andoas están estrechamente emparen-
Pongamos en orden ahora toda esta maraña tados con los Gae y Semigae (op. cit.: 307). El tra-
de datos confusos y contradictorios, y tratemos de bajo de Velasco (y el reflejo que de él tenemos en
interpretarlos. En el siglo XVI, se descubren Andoas Hervas y Panduro) testifica por otra parte este acer-
cerca del curso inferior del Huasaga, estos Andoas camiento: en efecto el historiador quiteño clasifica
son deportados en parte a las encomiendas de San- el Andoas como “lengua matriz” incluyendo el
tiago y Nieva, y aquí seguirá, hasta el siglo XVIII, “Guasaga, Gae, Murato, Pabo (Pavas), Pinche, Se-
un pequeño núcleo de población andoas, localiza- migae y Bobonaza” (cf. Hervas y Panduro, 1807,
do cerca de Borja. Algunos de estos mismos An- vol. I: 262-263). Apoyándose en la clasificación je-
256 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

suita de estos cuatro grupos distintos -Andoas del a los Andoas como Záparas cercanos a los Gayes y
Huasaga, Guallpayos, Andoas del Morona, Pasta- Semigayes. Yo adelantaría la idea de que la confu-
za, y/o Muratos- Steward y Metraux han propuesto sión referente a la identidad cultural de los Mura-
una filiación zápara tanto para los Muratos como tos y de los grupos andoas en general, podría ex-
para los otros grupos Andoas, al mismo título que plicarse por la presencia, en el seno de estos gru-
los Gaes, los Semigae, etc... (HSAI, 3: 633). pos, de fenómenos más o menos marcados de bi-
No obstante, reexaminando las crónicas je- culturalismo y de transculturación. Brevemente, mi
suitas, se percibe que la clasificación zápara de los hipótesis es de que el conjunto de los grupos an-
Muratos, y de los Andoas en general, es mucho doas era originalmente candoa; lo atestiguarían los
menos evidente de lo que aparece. pocos datos de que se disponen sobre este grupo
Juan Magnin, por ejemplo, afirma en 1740 en el siglo XVI (particularmente los relativos a su
que los Andoas “son parcialidad de Ahuarunas, na- organización social y, sobre todo, los antropóni-
turales del río Santiago donde estuvieron los Tan- mos, de consonancia muy jívara), la constante asi-
gasanas, Pindaones, Chubassos, Iraonos, Mura- milación de los Andoas y de los Jívaro, primero en
tos...” (1940: 151-185), y por lo tanto los conside- las encomiendas y luego en las reducciones jesui-
ra como un grupo Jívaro. En cuanto a los Muratos, tas10 (en Nieva y en los Naranjos), la referencia a
Veigl los asimila ora a los Andoas propiamente di- Cumbinama a propósito de los Guallpayos, la ma-
cho -puesto que estos afirman que los Muratos les nera como los Andoas establecieron inmediata-
son emparentados- Ora a los Jívaro, que les eran li- mente relaciones de intercambio matrimoniales y
mítrofes; por lo demás, las relaciones de intercam- de venganza con los Muratos, en fin y, sobre todo,
bio y de alianza entre estas dos etnias eran tan ex- la identidad cultural y lingüística entre Andoas y
trechas que Camacho y Veigl contemplaban utili- Muratos, teniendo en cuenta el origen Jívaro-Can-
zar a los Muratos como intermediarios para la doa comprobado de estos últimos; y esta identi-
evangelización de los Jívaro (1785 a: 49 ss.). Este dad, no lo olvidemos, era confirmada por los mis-
proyecto fue por lo demás llevado a cabo algunos mos Andoas. Añadiría un último punto. Es verosí-
años más tarde por Camacho, quien logró conven- mil que la palabra andoas represente la transcrip-
cer en 1757, por intermedio de un Murato integra- ción española de la palabra anduash la cual si ex-
do a la reducción de Nuestra Señora de Dolores de ceptuamos la “K” se pronunciaría exactamente co-
Muratos, un grupo de 130 Jívaros de integrarse a la mo el término Kanduash utilizado actualmente pa-
reducción, donde vivieron hasta el abandono de la ra designar a los “Muratos”. Ahora bien, este térmi-
misión en 1776. no Kanduash, como lo señala Amadio (comunica-
Por otra parte, la filiación zápara de los Mu- ción personal), es de origen relativamente reciente
ratos ha sido implícitamente rechazada por la ma- -aparece en la literatura sólo a partir de comienzos
yoría de los autores de los siglos XIX y XX (cf. Rí- del siglo XX- pues se ignora cuál era el etnónimo
vet, 1911);9 Raimondi, 1862; Tessmann, 1930; exacto que designaba antaño a esta sociedad; y
Karsten, 1935; Ross, 1976), en provecho de una por lo tanto nada impide pensar que el etnónimo
asimilación al bloque jívaro. De hecho, actual- Kanduash deriva en realidad de un término más
mente parece confirmado que los Muratos -más antiguo, el de anduash, obliterado durante largo
propiamente llamados Kandoshi- pertenecen más tiempo por la difusión del etnónimo murato de ori-
bien al grupo lingüístico Candoa-Jívaro y no a la gen quichua.
familia Zápara. Por lo demás, informadores achuar A causa de su historia dramática y de los
del Pastaza nos han afirmado que el término “mu- múltiples desplazamientos que debió sufrir, este
rato”, utilizado exclusivamente por los Quichua, grupo candoa, originalmente homogéneo, habría
designaba más bien a los “Kanduas” o Kandoshi pues conocido, a partir de 1600, si no antes, el ini-
del Bajo-Huasaga y del Huito-yacu. cio de un proceso de transformación étnica o cul-
Si se admite la filiación candoa (por lo tanto tural que lo habría llevado paulatinamente a agre-
jívaro) de los Muratos, que hasta el momento pare- garse, y luego a autoidentificarse -al menos en
ce bien establecida, queda por desentrañar la iden- ciertos contextos- a poblaciones záparas; el itinera-
tidad de los otros grupos andoas, y comprender rio de los Andoas tal como lo hemos trazado, su in-
por qué los jesuitas, por lo demás excelentes lin- corporación a las poblaciones gayes en el curso
güistas y etnógrafos, consideraron a los Muratos y del siglo XVII, e inversamente el aflujo de Semiga-
AL ESTE DE LOS ANDES 257

yes a la reducción de Andoas a partir de 17,11 fi- ban de la (muy relativa) protección de los misione-
nalmente las confusiones en las taxonomías étni- ros, y en conjunto estaban menos expuestos a las
cas jesuitas, me parece que testifican ampliamente incursiones esclavistas que los grupos candoa, so-
este proceso. De suerte que en la segunda mitad bre todo a partir de 1660, cuando las relaciones de
del siglo XVIII, según nuestra hipótesis, el conjun- fuerza entre colonos y religiosos comenzaron a in-
to andoas se presentaba en realidad como un vas- clinarse a favor de estos últimos. Resumiendo, pa-
to grupo de transformación cultural, en el cual los ra las poblaciones indígenas de la región que ele-
Muratos -preservados durante mucho tiempo de gían temporalmente o permanentemente “colabo-
todo contacto con los blancos representaban el rar”, los grupos záparos reducidos ofrecían un mo-
punto de partida candoa, y los “Andoas” de Santo delo de adaptación y una identidad que les permi-
Tomás el colofón zápara. Esta situación postulada tía articularse a menos costo a la población domi-
permite dar cuenta de las contradicciones en las nante colonial. De este modo se explicaría el fenó-
crónicas de los jesuitas, los cuales debían tratar meno de “zaparoización” que parece caracterizar
con la misma población en todas partes, empero un conjunto de sociedades que originalmente son
bajo dos estados radicalmente distintos, el uno completamente distintas de los grupos záparas.11
“aborigen”, el otro ya profundamente transforma-
do y en gran parte transculturado. El conjunto Roamaina
Naturalmente, aun queda por explicar por
qué los grupos záparas formaban polos de atrac- Inicialmente, los Roamaina vivían sin duda
ción para las etnias vecinas, o más exactamente a orillas del Pastaza, pero ya estaban refugiados en
por qué la adopción de una identidad záparo po- el hinterland entre el Pastaza y el Tigre, en 1641,
día ser deseable. Sin pretender profundizar aquí un en el momento del primer contacto documentado.
análisis que nos llevaría demasiado lejos, y algu- En esta época, se estimaba el número de los Roa-
nos de cuyos elementos serán además retomados maina en 8 000. Varias fuentes (citadas en Joua-
posteriormente, señalaremos que algunos grupos nen, op. cit., vol. I: 354) testifican que el someti-
zápara gozaban a finales del siglo XVII de un esta- miento de los Roamaina se planificó e intentó en
tus privilegiado ante los misioneros, debido a su 1641, pero en realidad estas poblaciones debieron
aparente docilidad -recordemos que la misión de ser conocidas desde varias décadas atrás, y proba-
San Javier de los Gayes (cf. infra p. 148-149) cons- blemente localizadas durante alguna de las corre-
tituyó durante una veintena de años la “vitrina” de rías españolas en el Pastaza, a comienzos del siglo.
la misión de Maynas, una de las muy raras reduc- Las cartas citadas por Jouanen indican claramente
ciones que correspondía al modelo que los jesuitas que los Borjeños deseaban desde hacía tiempo so-
intentaban imponer doquier- y que voluntariamen- meter a los Roamaina, debido a la desaparición de
te servían de intermediarios para “domesticar” y los Mayna y a la ruina de las encomiendas por fal-
atraer hacia las reducciones las etnias más recaltri- ta de mano de obra; y los jesuitas, circunstancial-
zantes, éste era el precio a pagar para poder bene- mente aliados objetivos de los colonos (los misio-
ficiarse de una mayor libertad de movimiento que neros que no eran todavía lo suficientemente po-
la mayoría de sociedades indígenas radicadas en derosos como para oponerse a los abusos de los
las reducciones. españoles, aprovechaban a menudo de las corre-
Por otro lado, los Mayna habían sido some- rías esclavistas para contactar poblaciones no
tidos por los colonos y repartidos entre las enco- evangelizadas) los estimulaban en esta acción. Sin
miendas antes de la llegada de los jesuitas, y por embargo, sólo en 1654 fue finalmente “pacificada”
este hecho todos los grupos candoa parecidos, de la mayoría de los Roamaina, es decir, reagrupada
cerca o de lejos, a los Mayna, estaban amenazados en una reducción bajo tutela de los jesuitas.
por las correrías de los españoles, los cuales siem- En realidad, la expedición de 1654 que acabó en
pre podían afirmar que los indios capturados eran estos hechos, originalmente estaba dirigida con-
en realidad Mayna cimarrones; en pocas palabras, tra los Colorados del Alto Pastaza, víctimas acos-
una identidad candoa constituía a priori un riesgo tumbradas de los Borjeños. Pero, como estos in-
dios se habían escondido, los españoles, con el
de avasallamiento. En cambio, los Záparo cristiani-
fin de no regresar frustrados, decidieron ir en
zados por los jesuitas y por lo tanto “libres”, goza- busca de los Roamaina. A dos días de piragua
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F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 26
Zona oriental: reducciones jesuitas fundadas entre 1650 y 1760 en la región Pastaza-Tigre.
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 27
Zona oriental: los Roamaina y sus vecinos.
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Mapa Nº 28
Zona oriental: y septentrional: los Oas-Coronados y sus migraciones.

aguas abajo de los Colorados (es decir, de la de- es este mismo misionero quien habría fundado
sembocadura del Bobonaza), la partida abando- las reducciones “satélites” de San Salvador de
nó el río, y arrastró las embarcaciones hacia un Zapas y Jesús de los Coronados, una y otra a po-
varadero a través del bosque, hasta encontrar un cos días de distancia de Santos Ángeles de Roa-
afluente del río Tigre, el cual descendieron du- mainas; en efecto, los Roamaina y los Zapa, aun
rante varios días. Los españoles encontraron en- siendo, según los jesuitas, “de la misma nación”,
tonces a los Roamaina, capturaron un centenar soportaban mal la cohabitación.
de ellos, y aprovecharon para “hacer la paz” con
los Zapa, vecinos de los Roamaina que habita- No obstante, el genocidio consecutivo a la fun-
ban a varios días de distancia aguas abajo del dación frustrada de la villa de Santander en
mismo río. Los dos grupos aceptan instalarse en 1656, en la desembocadura del Pastaza -una de-
las márgenes del Pastaza, en una reducción lla- sastrosa iniciativa del gobernador de Borja-, el
mada Santos Ángeles de Roamainas. El jesuita Fi- incesante hostigamiento de los españoles faltos
gueroa visita el establecimiento en 1656, y esti- de mano de obra, y las repetidas oleadas de epi-
ma el conjunto de la población de estos dos gru- demias, provocaron una huida masiva fuera de
pos en cerca de 10000 personas. La nueva reduc- las reducciones; así pues, fue sólo a partir de
ción es afectada por una violenta epidemia; se ig- 1660 que los jesuitas lograron finalmente estabi-
nora cuántos indios vivían en el estacionamiento lizar la población Roamaina-Zapa sobre las ribe-
en 1656, pero se sabe que Figueroa, en cinco ras del Pastaza. En esa época, éstos no pasaban
meses, bautizó a 230 niños y 125 adultos, de los de 1500; veinte años más tarde, sólo quedaban
cuales murieron 70 antes de su partida. El jesuita unos treinta en la reducción... (Maroni, op. cit.,
L. Majano sucedió a Figueroa en 1657 ó 58; la 32: 128-143). La espantosa mortalidad que de-
reducción es, una vez más, asolada por una epi- vastaba estas reducciones Roamaina obligó al je-
demia durante su visita. De acuerdo a Jouanen, suita Tomás Santos (ya citado a propósito de los
Andoas) a volver hacer una entrada a fin de cap-
AL ESTE DE LOS ANDES 261

turar algunos Roamaina fugitivos y llevar de nue- diversos grupos, en 1730 sólo existía una, la de
vo otros indios para repoblar las reducciones del San Joseph de los Pinches, desplazada hacia las
Pastaza. Santos tomó el mismo camino que la ex- márgenes del Pastaza, donde aun vegetaban al-
pedición de 1656 (el varadero) y desembocó en gunas decenas de Arazas, Roamaina y Pinches.
el río Capiruna, el cual a su vez confluía en el río (Maroni, op.cit, 29: 264 ss.).
donde habitaban “en su gentilidad” los Roamai-
na, a juzgar por el relato de Santos (en Maroni, Antes de abordar el problema de la clasifica-
op. cit: 32: 128-143), este río era seguramente un ción lingüística y étnica de estas sociedades, trate-
afluente del Corrientes (que desemboca en el Ti- mos de sintetizar, con la ayuda de un mapa, los da-
gre), tal vez el Makusar o el Copal-yacu.
tos concernientes a la localización de todas estas
En este mismo río Santos encontró algunos Zapa, diferentes poblaciones. Los Roamaina propiamen-
le indicaron que numerosos cimarrones Maina y te dichos habían habitado, a partir del comienzo
Roamaina estaban refugiados en la región. Al ca- del siglo XVII, en la zona comprendida entre el
bo de un mes de viaje, Santos llega finalmente al
Pastaza y el río Corrientes, en el Makusar o bien a
río Tigre, visita entonces a los Asarunatoas, luego
a los Pinches y a los Habitoas, los cuales habita- lo largo del curso superior del Copal-Yacu.12 Los
ban en el mismo río (el Tigre) aguas arriba de los Zapa, a su vez, debían ocupar una región próxima
Asarunatoas, y finalmente a los Ushpas Aucas a la desembocadura de estos ríos en el Corrientes.
(“salvajes encenizados”), tras una resistencia ini- En cuanto a los Pinches, Pavas, Ushpas y Arazas,
cial más o menos enérgica, todos estos grupos -
habitaban en los pequeños afluentes del Tigre,
Zapa, Asarunatoas, Pinches, Habitoas, Ushpas-
aceptaron integrarse a la reducción de Santos An- “parte en las cabeceras del Chambira, parte hacia
geles de Roamainas. el Tigre”, es decir, entre el Chambira, el Alto Pato-
Yacu, y el curso inferior del Corrientes y del Tigre.
Sin embargo, tardan manifiestamente en obede- (cf. Mapa Nº 27, p. 259).
cer a los jesuitas, ya que el padre Durango se vio
obligado a llevarlos manu militari en 1698; como La clasificación cultural de los Roamaina es
en ese momento se negaban a ir al Pastaza, Du- tan controvertida como la de los Andoas. Steward
rango fundó dos reducciones en el lugar llamado y Metraux (HSAI, 3: 634-635) los consideran como
San José de los Pinches y Pavas. En 1700, estas un grupo de lengua zápara, del que los Pinches,
dos reducciones reagrupaban cerca de 500 “in- Pavas, Arazas y Ushpas constituían subdivisiones,
dios de lanza” (o sea varios millares de personas),
en 1708, los Pinches y los Pavas terminaron por
puesto que vivían todos en la misma región y eran,
aceptar instalarse en las márgenes del Pastaza. En de acuerdo a Maroni, “casi todos de una misma
mal momento, ya que la mayoría de ellos murió lengua que los Roamaina” (op.cit., 29: 264-266).
al poco tiempo. Los años siguientes ven suceder- Es decir, que los autores del Handbook rechazan la
se epidemias, huidas, entradas. En 1713, los so- clasificación Cahuapano antaño propuesta por
brevivientes de la reducción de Santos Ángeles
Beuchat y Rívet (1909: 602), ya que los Pinches -
huyen al producirse una epidemia; los Andoas
enviados en su persecución regresan diciendo subgrupo Roamaina, decían los jesuitas- según Ste-
que los Pinches han desaparecido, y que los Roa- ward y Metraux, eran indudablemente záparas;
mainas han sido todos devorados por los Urari- Beuchat y Rívet lo admiten. Además, los sabios
nas del río Chambira. franceses asimilan a los Roamaina otro grupo más,
Por lo tanto es el fin de la reducción de Santos el de los Chapas, del que Steward y Metraux afir-
Ángeles de Roamainas. En 1737, finalmente, se man no obstante, basándose en una sinonimia de-
descubre por casualidad, a 20 familias de Roa- cretada por M. Rodríguez en 1686, que es idéntico
maina refugiados en las proximidades del Capi- a los Zapa. Tessmann, en cambio, sostiene que los
runa, pero estas rechazan absolutamente ir a ins-
Chapas, una división de los Kandoshi, son comple-
talarse en el Pastaza. “Hoy día”, concluye Maro-
ni “no hay quien sepa dar razón de ellos...” En la tamente distintos de los Zapa, que según él son
época de la redacción de las Noticias Auténticas, más bien Roamaina (1930:380). Por si fuera nece-
todas estas poblaciones -Roamaina, Zapa, Pin- sario añadir algo más a la confusión reinante, pre-
ches, Pavas, etc.- habían prácticamente desapa- cisemos que Markham (1864: 154) decreta, a su
recido en tanto que etnias distintas, los sobrevi-
vez, que los Chapas son un subgrupo Roamaina,
vientes se habían integrado a otros grupos de la
cuenca del Tigre o habían sido asimilados en la mientras que Up de Graaf (1923 m: 315-316) seña-
reducción de Andoas, donde pasaban por zápa- la en el Alto Morona la presencia de Shapras, for-
ras. En cuanto a las cinco reducciones fundadas malmente clasificados como Kandoshi por Tess-
en el transcurso de los años para acoger a estos mann. La clasificación záparo de los Roarnaina-
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Zapa postulada por los autores del Handbook está y Chantre, dice que Roamaina y Zapa formaban
pues lejos de lograr un acuerdo unánime. Igual- “una misma nación”, en el sentido de que habla-
mente nos parece poco fundada la similitud pro- ban la misma lengua; pero, añade, estaban geográ-
puesta por M. Naranjo (1977: 11-126) entre Roa- ficamente distantes los unos de los otros y no acos-
maina, Oas y Coronados, en base a su coexisten- tumbrados a vivir juntos; razón por la cual se for-
cia pacífica en las mismas reducciones, por el he- maron inicialmente dos reducciones diferentes,
cho de sus migraciones forzadas y de su espantosa Santos Ángeles de los Roamainas y San Salvador
caída demográfica, los Roamaina-Zapa ya no se de los Zapas. Además, los dos grupos tenían cos-
hallaban en posición de afirmar su alteridad en la tumbres distintas: mientras que los Roamaina -
época en que fueron reagrupados con los Oas y los hombres y mujeres- llevaban “pampanillas” (tapa-
Coronados en las reducciones jesuitas del Pastaza. rrabos) de fibra de corteza, los Zapa andaban des-
Tratemos pues de replantear el problema a nudos, las mujeres portando una simple concha en
partir de los pocos datos suministrados por los je- lugar de cubresexo. El nombre Zapa (de origen es-
suitas. Primeramente, ¿qué se sabe de la cultura de pañol) tiene precisamente su origen ahí; los Roa-
los Roamaina? Estos indios, según Figueroa (op. maina, por su parte llamaban a los Zapa inuru (Ma-
cit.: 263), eran guerreros de mucho renombre y roni, 28: 444-453). Finalmente, un último indicio
mantenían relaciones de guerra y de rapto de mu- viene a subrayar la evidente disparidad cultural en-
jeres con los Mayna del Pastaza; sus ritos, tal como tre Zapa y Roamaina: en el marco de la “especiali-
nos son descritos por Figueroa, eran muy similares zación productiva”, retomada, amplificada y a ve-
a los de los Mayna, y practicaban, al igual que es- ces impuesta por la Misión, los jesuitas habían pro-
tos últimos, la caza de cabezas, práctica descono- movido entre los Roamaina la fabricación de estos
cida entre los Gayes y Semigayes záparo. Según “lienzos de cachibanco” (telas de fibra de corteza
Jouanen (citando fuentes jesuitas de la época), los teñidas) que usaban tradicionalmente para vestirse,
Roamaina estaban armados de lanzas y de rodelos como los Mayna que poseían la misma técnica y
(un arma defensiva desconocida por los Zápara que fueron también ellos, encargado de producir
que tenían jabalinas pero no escudos) y eran muy estos tejidos; a la inversa, los Zapa producían para
adictos a hacer la guerra intertribal, generalmente los misioneros hamacas de fibra de chambira; aho-
provocada por acusaciones de agresión shamáni- ra bien, Ias hamacas son más bien una especiali-
ca, su indumentaria consistía de taparrabos de fi- dad tradicional zápara, mientras que los grupos jí-
bra de corteza teñida, (lo que se llamaba en la épo- varo-candoa, que utilizan literas-plataforma o
ca cachibancos) y sus alimentos preferidos eran el duermen en el mismo suelo, sólo las fabrican para
maíz y el plátano, sin embargo, el maíz era al pa- los lactantes.
recer desconocido por los Záparas del siglo XVII. En definitiva, la similitud Roamaina-Zapa es-
En resumen, el conjunto de estas características tá basada en criterios puramente lingüísticos, y no
tiende a invalidar la filiación zápara de los Roa- es evidente en los datos sobre la cultura material de
maina, los cuales son mucho más próximos, si te- estos dos grupos; de hecho, las pocas informacio-
nemos en cuenta estos datos, a sus vecinos jívaro- nes de que disponemos parecen por el contrario,
candoa, los Mayna y los Andoas. Por confusas que indicar que los Roamaina por una parte, y los Za-
sean, las taxonomías suministradas por los lingüis- pa, Pinches, Arazas, etc... de otra, pertenecían a
tas parecen favorecer, por lo demás, la hipótesis de conjuntos étnicos originalmente heterogéneos. De
un estrecho parentesco entre Mayna y Roamaina; ahí que la clasificación zápara de los Roamaina,
Loukotka, en efecto, clasificó el omurana (asimila- basada en la identidad postulada entre este último
do al Roamaina por varios autores, entre los cuales grupo y los Zapa (los cuales eran indudablemente
Tessmann) con el Maina, para hacer de él una fa- zápara) ya no tiene justificación. Incluso las dificul-
milia independiente; Brinton (1891), siguiendo a tades taxonómicas que plantean en particular los
Hervas y Panduro, clasificó así mismo el “Humu- Roamaina remiten sin duda a ambigüedades cultu-
rano” y el Roamaina entre las lenguas Maina.13 rales objetivas, ligadas a un proceso de transcultu-
Ahora bien, es esencialmente debido a su si- ración o de camuflaje étnico -del mismo tipo que
militud a los Zapa que los Roamaina han sido tra- el postulado para los Andoas-, proceso donde se
tados como Zápara. ¿Qué podemos pensar enton- encontraban combinados elementos candoa aborí-
ces de esta asimilación? Maroni, y con el Jouanen genes, autorizando una asimilación a los Mayna-Jí-
AL ESTE DE LOS ANDES 263

varo, y rasgos zápara recientemente adquiridos dijeron les habían hecho relación en este puerto”
(particularmente la lengua), que indujeron a los je- (i.e. Canelos, en el Bobonaza, nda) “ni aun tales
nombres se conocen en él, ni tienen los menores
suitas, y luego a los etnógrafos, a tratar a los Roa-
rastros y noticias...” (carta de Cueva a Figueroa,
maina como un grupo zápara. en Maroni, op. cit., 31: 243).
Según las crónicas, los dos últimos grupos
situados en las márgenes o a proximidad del curso La identificación étnica y lingüística de los
medio e inferior del Pastaza, en la época de la con- Oas y de los Coronados no merece que nos deten-
quista, eran los Oas y los Coronados. Según Maro- gamos por mucho tiempo, puesto que los escasos
ni (op, cit., 29: 118-119), los Oas (también llama- datos que tenemos a este respecto hacen práctica-
dos Oaquis o Dequacas) eran “de la misma lengua mente imposible cualquier intento de este tipo. To-
y costumbres con los Coronados o Ipapiças de Pas- do lo que se sabe es que los Oas y los Coronados
taza”, así denominados por los Mayna en razón de vivían en maloca, en grupos locales muy disper-
su desnudez (ipapica = “mujer desnuda”, Maroni, sos;14 andaban desnudos y llevaban un tocado
op. cit., 29: 87). triangular similar a la de los de los “Coronados”
del Aguarico (éstos eran Siona-Secoya tukano);
Aunque fue en 1656 cuando se agruparon los
Oas-Coronado en una reducción (en la desembo-
muy dóciles y pacíficos, cultivaban maíz y maní.
cadura del Bobonaza, 5 días aguas arriba de San- Sin embargo, estos detalles nos bastan para afirmar
tos Ángeles de Roamainas, (cf. Mapa Nº 26, p. que no se trata de grupos jívaros, ni tan siquiera zá-
260) ya tenían una trágica historia de contactos paras, pese a lo que digan Steward y Metraux,
con los blancos. Víctimas desde hace varias dé- quienes les incluyen en el conjunto zápara a falta
cadas tanto de las correrías esclavistas españolas
de poder clasificarlos de otra manera. Maroni pun-
como de los belicosos Gayes, estas poblaciones
se habían retirado primero al río Arabina, (cerca- tualiza, por su parte, que los Oas-Coronados ha-
no, al parecer, de la confluencia del Pindo-Yacu blaban y entendían la lengua de los Encabellados
y del Conambo (cf. Mapa Nº 12); siempre perse- (Tukano) del Napo, y me inclino a creer que se tra-
guidos, una fracción de los Oas se refugió enton- ta más bien de un núcleo aislado de Tukano, que
ces hacia las “cabeceras del Tigre”, pero todavía había emigrado hacia el sur en el curso del siglo
sometidos a los ataques de los Gayes (y tal vez de
los Omagua, convertidos ellos también en escla-
XVI para huir de las correrías de los colonos de
vistas), esta fracción se replegó casi de inmedia- Quijos y de los Omagua, que huyen aprendido
to hacia el río Nushiño, a 21 días aguas arriba de luego un dialecto zápara no tendría nada de sor-
la desembocadura del Curaray en el Napo (cf. prendente, puesto que esta lengua, antes de la im-
Mapa Nº 12). En cuanto a los Oas-Coronados re- posición del quichua por la Misión, parece haber
zagados cerca del Pastaza, sólo quedaban 43, de
servido durante un tiempo de lengua vehicular en
los cuales 12 hombres adultos, al momento en
que el Jesuita Lucas de la Cueva los instaló en toda la zona oriental del Pastaza.
una reducción. Fue esta fracción del Pastaza que En resumen, consideramos que la mayoría
indicó a los jesuitas la existencia de un núcleo de de los grupos ribereños del Bajo y del Medio Pas-
Coronados refugiados a orillas del Nushiño, y taza descritos por los jesuitas, particularmente los
uno de estos Coronados del Pastaza sirvió de in- Andoas (Andoas, Guallpayos o Tocureos, Guasa-
térprete a Lucas de la Cueva cuando este entró a
evangelizar a las gentes del Nushiño en 1659, a
gas y Muratos) y los Roamaina, a excepción de los
partir del Napo. El jesuita fundó allí otra reduc- Zapa y de los otros grupos (Pinches, Pavas, Araza,
ción que más tarde fue trasladada al río Ansupi Ushpas, etc...) posteriormente integrados a las re-
(afluente derecho del Napo), y de ahí a Santa Ro- ducciones de Santos Ángeles de Roamainas y de
sa, en las orillas del Napo, donde subsistía aun San Joseph de los Pinches, con excepción también
un grupo de Oas en la época de Maroni.
de los Oas-Coronados probablemente tukano, eran
Más tarde, se incorporó al reducto Oas-Corona- en realidad de origen candoa, al mismo título que
dos del Pastaza (que se llamaba Jesús de Corona- los Mayna del Marañón y del Rimachi, aun cuan-
dos) un último grupo conocido bajo el nombre do se les hayan considerado hasta el momento co-
de Chudavinas, amigos de los Coronados y que
mo pertecientes al conjunto lingüístico y cultural
habitaban las orillas del alto-Bobonaza (Maroni,
op. cit., 29: 84-89), no obstante, estos Chudavi- zápara. Según nuestra hipótesis, esta clasificación
nas desaparecen de las crónicas jesuitas, y Lucas errónea sería imputable a un fenómeno de trans-
de la Cueva, en una carta fechada en 1659, di- culturación étnica que habría obligado a estas po-
ce... “Sutavinas y Xanones, de que los soldados blaciones jívaro, en el curso del siglo XVII, a aban-
264 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

donar paulatinamente su identidad candoa original vivencia tan difíciles a las que estaban enfrentadas
en provecho de una identidad zápara, percibida las sociedades indígenas de esta región en el siglo
como más ventajosa en las condiciones de super- XVII.

Notas

1 Sin hablar de los problemas de análisis textual: una lectura les como los Giuarras y los Mayna. Este detalle no es extra-
provechosa de las crónicas jesuitas exigiría dedicarse a de- ño a la clasificación lingüística y cultural de los grupos lla-
tectar los caracteres implícitos de su taxonomía étnica, mados Andoas que propondremos en las páginas siguien-
pues la selección de los grupos indios destinados a cohabi- tes (cf. infra, p. 115 ss.).
tar en la misma reducción nos provee a veces, más allá de 8 Para quienes se sorprendan de la movilidad de los españo-
los criterios lingüísticos, de indicadores útiles acerca de las les, recordaremos que éstos disponían de auxiliares indíge-
similaridades o afinidades culturales que de otro modo se nas -sobre todo, a partir aproximadamente de 1630, de los
nos escaparían. Por lo demás, sería la ocasión de consagrar Xeberos- los cuales gozaban de ventajas nada desprecia-
a la etnografía jesuita el estudio específico que merece; un bles (exención de tributo, etc...) a cambio de su “colabo-
análisis tal sobrepasa, sin embargo, el marco restringido de ración”. La mayoría de las expediciones españolas estaban
este capítulo. acompañadas de decenas, incluso centenares de estos in-
2 Lejos de generarse en un proceso de adaptación al avance dios auxiliares.
colonial, el hábitat disperso es manifiestamente de origen 9 En base de un vocabulario supuestamente murato, publica-
precolombino en la Alta Amazonia; los documentos del si- do en el Oriente Dominicano (3,1928: 87) Rívet cambió de
glo XVI ampliamente citados a lo largo de este capítulo lo opinión posteriormente acerca de la filiación Kandoshi-Jí-
atestiguan claramente. varo de los Murato, que antaño había defendido, y eligió
3 Una información confirmada por Maroni: cf. por ejemplo considerarlos como un grupo chibcha (Rivet, 1930: 5 ss.);
el relato de Lucas de La Cueva, vol. 31: 242-243. sin embargo tengo algunas dudas acerca del origen y vali-
4 Este río Quebeno manifiestamente no es el mismo que la dez de este vocabulario.
Quebrada de Quebeno, evocada por Maroni, donde esta- 10 Cuando los jesuitas reunían en el seno de la misma reduc-
ban establecidos los Omaguas; efectivamente vivían a pro- ción a etnias distintas, generalmente se esforzaban por rea-
ximidad del alto Napo, a varios cientos de kilómetros de la grupar en ella a sociedades que presentaban desde su pun-
zona a la que hacemos referencia (Maroni, 28: 184). to de vista afinidades o semejanzas marcadas. Ahora bien,
5 Se me objetará que los españoles no tenían quizá ninguna los misioneros reagruparon la mayor parte de las veces a
razón para lanzar incursiones esclavistas antes del levanta- los Andoas-Guasagas y a los Murato con los Jívaro. Este he-
miento de 1599, y que la población local satisfacía sus ne- cho tiende a corroborar la clasificación candoa de estos
cesidades; sin embargo, los archivos concernientes a la zo- grupos, pues los Candoa eran, como hemos visto, cultural-
na noroccidental (cf. infra. cap. XVII) nos muestran cómo mente muy similares a las sociedades jívaro.
los indios habían comenzado a desertar las encomiendas 11 Los Zápara jugaban en este sentido un papel comparable al
mucho antes de esta fecha, provocando entre los colonos que asumen los Canelos y los “Quijos” contemporáneos
una penuria de mano de obra desde el comienzo de los frente a los Achuar y los “Auca” Huaorani; para estos dos
años 1580, sino antes, particularmente para explotar los grupos de “indios bravos”, los Canelos-Quijos quichuafo-
placeres auríferos. nos representan una frontera de transculturación.
6 A la muerte del último encomendero de Nieva, el estable- 12 W. Grohs (op. cit.: 60-61) sitúa el “río de los Roamaina”
cimento pasó a manos de los jesuitas y fue rebautizado de mucho más abajo, en el bajo Pastaza, más o menos a la al-
nuevo “Nuestra Señora de Andoas”; esta reducción reagru- tura del Chambira. Sin embargo, las indicaciones muy pre-
paba en particular los restos de ciertos grupos indígenas cisas dadas en el relato de T. Santos a propósito del vara-
antaño asignados a las encomiendas de Santiago de las dero -de solamente 2 a 3 “leguas” de ancho- y la referen-
Montañas. cia reiterada a las “cabeceras del Tigre” me parecen más
7 Este texto es el único documento publicado del siglo XVI congruentes con la hipótesis del Makusar, o al menos al al-
en el cual los Andoas aparecen como un grupo específico; to Copal-Yacu.
en efecto, en las otras fuentes de la misma época, los An- 13 Es cierto que, según Mason (HSAI, 6), el stock Maina de
doas nunca son descritos como una etnia específica. Inclu- Hervas y Panduro (1800), Brinton (1891) y Chamberlain
so teniendo en cuenta la indiferencia de los españoles res- (1913) sería el equivalente del moderno Cahuapano; pero
pecto de las variaciones culturales, este hecho podría indi- se desconocen los datos en que se basa Mason para esta-
car o bien que los Andoas fueron poco numerosos (aunque blecer esta identidad.
sin embargo, figuren en 4 encomiendas de Santiago, agru- 14 En 1689, todavía existían siete grupos locales, situados a 1
pando un total de 4.258 pesonas), ya sea que no se distin- o 2 días de camino entre sí. (Carta del P. Arauz, fechada en
guían mucho de las otras etnias del Santiago-Marañón, ta- 1690, citada en Astrain, 1920, vol. 6: 618-19).
Capítulo XVI
LA ZONA SEPTENTRIONAL

d
Considero zona septentrional a la región in- del Coca. Lathrap (1972: 19) estima que los Oma-
cluida entre la ribera norte del río Pastaza (desde gua estaban instalados en estos lugares desde los
su salida de la cordillera andina hasta la desembo- siglos XII o XIII, y atribuye a la presión demográfi-
cadura del Bobonaza) y la ribera sur del río Coca, ca, en las zonas riberas, las escisiones y los despla-
y después, del Napo (cf. Mapa Nº 5, p. 62). Sin em- zamientos incesantes que caracterizan las pobla-
bargo, es sobre todo la franja meridional de esta ciones tupi. En cambio, J.P.- Chaumeil (1980: 80),
zona la que nos interesa, ya que limitamos nues- volviendo a las hipótesis de Metraux, piensa a su
tras investigaciones históricas al grupo jívaro y a vez, que las migraciones omagua son más recien-
sus vecinos inmediatos, y que un estudio profundi- tes, y que deben atribuirse, más que a factores eco-
zado de los grupos situados entre el río Cononaco lógico-demográficos, a la ola de mesianismo que
y el Napo -culturalmente muy distintos y geográfi- propulsó hacia el oeste todo un conjunto de pobla-
camente bastante alejados de los Jívaro- nos lleva- ciones tupi en el curso del siglo XVI.1 Como quie-
ría demasiado lejos de nuestro objetivo principal. ra que sea, la presencia tupi ciertamente tuvo efec-
La historia de la región noroccidental en el tos nada despreciables sobre las poblaciones de la
siglo XVII se la conoce mejor que la de la zona zona septentrional, y parece haber provocado im-
oriental, ya que la implantación colonial ha sido portantes desplazamientos de poblaciones en la re-
allá más precoz, más diversificada (se poseen in- gión del Napo, a juzgar por la situación de los “in-
cluso de otras fuentes que los relatos jesuitas) y dios del Coca” (sin duda Cofanes) que los españo-
más intensa que en la región precedentemente des- les encontraron en 1541 replegándose ante las in-
crita. En cambio, la franja sur de esta zona, es de- cursiones omagua.
cir, los valles del Pastaza y del Bobonaza, en la que Por otra parte, la región Quijos, situada di-
estamos más interesados, permanece mal conoci- rectamente al este de Quito, de acceso relativa-
da y, al igual que la zona oriental, hay que esperar mente fácil y bien conocida por los Incas, fue en el
la penetración jesuita en la segunda mitad del siglo Ecuador tal vez la primera región selvática en la
XVII para tener los primeros testimonios directos que penetraron los españoles. En 1538, Díaz de Pi-
acerca de las poblaciones de este sector. neda exploró el curso superior del Payamino y sus
Sin embargo, se sabe que el conjunto de la afluentes de la margen izquierda (cf. Mapa Nº 14),
zona llamada septentrional ha conocido en el siglo región que fue conocida posteriormente bajo el
XVI profundas mutaciones, a causa de una combi- nombre de “País de la Canela” (cf. Oberem, 1971:
nación de factores: primero las migraciones tupi 53-70). La célebre entrada de Pizarro, quien se hi-
(omagua) y el tipo de guerra intertribal que conlle- zo acompañar, en 1541, de varios centenares de
varon; luego, desde 1538, una intrusión colonial soldados españoles, de 4000 indios de la sierra, y
particularmente devastadora en alrededores del Al- de una jauría de perros de guerra, fue inmediata-
to Napo y en el territorio quijos; finalmente, las co- mente prolongada por una implantación colonial
rrerías esclavistas tanto en el sur -por el hecho de bastante fuerte.
las instalaciones españolas en el Alto Pastaza y el En cuanto a las correrías esclavistas, hemos
Alto Upano- como en el norte, debido a los centros evocado ya ampliamente su insistente presencia a
de la población española próximos al Napo. lo largo de los siglos XVI y XVII en las zonas meri-
Evoquemos, para comenzar, el problema dionales y orientales. Ahora bien, veremos en la
omagua. La presencia tupi se halla atestiguada des- sección siguiente que existen varias razones para
de comienzos del siglo XVI sobre el curso inferior pensar que algunos colonos españoles se instala-
266 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

ran muy tempranamente (probablemente desde Suárez, 1901, 6: 194-197). Sin embargo, estos in-
1540) en el Alto Pastaza y el Palora (cf. Mapa Nº dios de “Canelos” mantenían relaciones con sus
vecinos Gaes, y fue a partir de ellos que los do-
15), con el propósito de explotar sus yacimientos
minicos establecieron un primer contacto con es-
auríferos de superficie, y que estos colonos, aquí ta vasta tribu, sin duda hacia 1660, o sea, algu-
como en otras partes perpetuamente faltos de ma- nos años antes de los jesuitas. Efectivamente, es
no de obra, recorrían la región para capturar pie- a partir de 1669 que se encona el litigio que les
zas. opone a los padres de la compañía a propósito
En la misma época, la fundación de las “vi- del monopolio de la conquista espiritual de los
Gaes, litigio que se torna en provecho de los je-
llas” al norte, en la región “Quijos”, suscitó en es-
suitas en 1683. Paradójicamente, la prohibición
ta zona el desarrollo de prácticas esclavistas, a la hecha a los dominicos de evangelizar a los Gaes
vez “directas” -bajo la forma de correrías españo- contribuyó probablemente en el desarrollo de la
las- e “indirectas”, implicando poblaciones indíge- misión de Canelos, a partir de 1684, pues esta se
nas (tales como los Omagua) que capturaban in- benefició de un aflujo de Gaes refugiados, que
huían de las agresiones militares españolas y de
dios y los vendían a los colonos a cambio de he-
las reducciones jesuitas (cf. infM p. 151 ss.).
rramientas.
Resumiendo, aun cuando no poseamos tes- Pero los misioneros no fueron los únicos, ni
timonio alguno directo sobre la historia de la re- mucho menos, en recorrer esta región durante el
gión Pastaza-Bobonaza antes de mediados del si- siglo XVII: se sabe por ejemplo, gracias a una car-
glo XVII, podemos suponer que esta zona debió ta del dominico Quesada dirigida a Carlos II en
sufrir el contragolpe de los trastornos, bien docu- 1680, que “...han querido algunos españoles pre-
mentados éstos, que afectaron el sector Quijos-Na- tender derechos de encomenderos sobre estos in-
po en el siglo XVI. dios” (i. e. Ios de Canelos, nda)...” por decir están
circunvecinos a las provincias de los Quijos de
1. Las exploraciones jesuitas donde son encomenderos; y con efecto...” (atraí-
dos por los rumores de yacimientos auríferos en la
De las incursiones esclavistas durante el si-
región del Bobonaza, nda)” “entraron a dicha pro-
glo XVI, nada se sabe salvo que ocurrieron. Sin du-
vincia, y los molestaron, obligándolos a que apos-
da no faltarían aventureros que conocían bastante
tatasen y, dejando el pueblo, se retirasen a las
bien la región y las poblaciones que la habitaban,
montañas más ocultas, y costó grandísimo trabajo
pero este tipo de personas rara vez dejan huellas
a los religiosos buscarlos y reducirlos de nuevo...”
escritas de su presencia; los primeros europeos que
(en J. Vargas, O.D. 4/5: 113).
nos legaron testimonio de sus exploraciones en la
En cuanto a los jesuitas, si hemos de creer
zona del Alto Bobonaza son pues los misioneros
en el relato de Rodrigo Barnuevo (1642), éstos ha-
dominicos. Contrariamente a lo que se afirma en
brían explorado todo el curso del Pastaza desde
una leyenda muy difundida, propagada por el aba-
1635/1636, pero el hecho queda por confirmar. En
te Pierre, (el cual confundió la fecha de fundación
cambio, está comprobado que el jesuita Lucas de
de la misión de Baeza con la de Canelos), los do-
la Cueva remontó el Pastaza, a partir de Borja, en
minicos no entraron al Alto Pastaza en 1583, sino
1641 ó 42, en compañía de una partida de solda-
en 1624; los historiógrafos de la orden son los pri-
dos españoles, y que llegó no lejos de la cordille-
meros en admitirlo (cf. Jerves, en: Oriente Domini-
ra, en los límites de navegabilidad del río, posible-
cano, 4/5: 112). Además, la presencia de los domi-
mente hasta la altura de la desembocadura del Co-
nicos fue durante mucho tiempo esporádica, y su
pataza (según Rodrigo Barnuevo, en Maroni, op.
actividad misionera se desarrolló a una escala mu-
cit. 31: 240; cf., también una carta del mismo L. de
cho más modesta que la de los jesuitas.
Cueva, citada en Maroni 32: 242). Sin embargo,
Durante medio siglo, los dominicos se contenta- sólo habrá de ser en 1658 que los jesuitas empren-
ron con visitar de vez en cuando una minúscula dan una exploración sistemática de esta región, en
aglomeración de indios refugiados y nominal- el marco de sus esfuerzos por asegurarse, desde
mente convertidos, que vivían cerca del curso su-
Quito, una vía de acceso a la misión de Mainas
perior del Bobonaza. Los misioneros no estable-
cieron en él ni una reducción, ni siquiera una mi- menos larga y difícil que las rutas por el Napo o
sión permanente, al menos hasta 1648 (González por Loja y Jaen (cf. Mapa Nº 29, p. 269).
AL ESTE DE LOS ANDES 267

En 1658, el padre Santa Cruz es el primero en in- más tarde persuadir a los Gaes que acepten la re-
tentar hacer viable el enlace entre el Bobonaza y ducción (Maroni, op. cit., 29: 86-87).
el Napo. La expedición, salida de Borja, se divi-
de en dos, llegada a la desembocadura del Bobo- Entretanto, otros dos jesuitas (los padres Jiménez
naza uno de los grupos se dirige entonces hacia y Álvarez), residentes en Archidona a la espera
la Cordillera. En el camino encuentra a un Domi- de ser trasladados a Mainas, son informados por
nico “...que había venido a visitar a unos pocos boca de los Oas instalados en la vecindad, que
indios cimarrones que vivían en estas partes, y no existe un lugar de paso fácil del Napo al Bobona-
pasaban una docena” (Jouanen, I: 428). El otro za. Acompañados de algunos Oas-Coronados,
grupo, encabezado por Santa Cruz, se dirige ha- intentan la travesía; pero, llegados a las cercanías
cia el noreste y acaba dando con un río “... que del territorio de los Gaes, en las “fuentes” del Ti-
juzgó ser, por noticias habidas anteriormente, el gre, se ven obligados a desviarse hacia el norte,
río Curaray”; no encuentra ninguna población in- y sólo llegan al Bobonaza tras un viaje agotador.
dia en el camino, como tampoco el grupo que En 1662, Santa Cruz intenta por última vez en-
salió hacia la Cordillera, con excepción de los contrar el paso interandino, surcando el Bobona-
mencionados “cimarrones”; por lo demás, esta za; esta vez busca descubrir la salida de la “Boca
región parece totalmente desierta, incluso duran- del Dragón”, un paso situado detrás de Latacun-
te la primera travesía de Lucas de la Cueva por el ga. Sin embargo, desprovisto de víveres, se ve
Pastaza en 1641. Los dos grupos se ven pues obligado a regresar, y muere ahogado en el viaje;
obligados a regresar por falta de víveres. los Xeveros encargados de explorar la ruta vuel-
ven asegurando que es impracticable. Finalmen-
Basándose en el testimonio de los relatos propa- te, convencido de la imposibilidad de pasar por
gados por los soldados miembros de la expedi- las cabeceras del Bobonaza, Baños o Latacunga,
ción de Santa Cruz, Lucas de la Cueva decide a Lucas de la Cueva decide en 1664 concentrar sus
su vez intentar una penetración hacia la Cordille- esfuerzos en la zona del Napo, remontar el Cura-
ra, siguiendo el Bobonaza, un año después de la ray y luego bifurcar hacia el oeste para “someter”
expedición fracasada de Santa Cruz. Llegado con a los Gaes, y así asegurar el paso a pie entre el
su escolta a la altura de “La Canela” en el alto Bobonaza y Archidona, de manera a evitar el in-
Bobonaza, Lucas de la Cueva encuentra a un terminable trayecto por el Napo. Se embarca con
grupo de indios quichuafonos que (tal vez bajo un centenar de auxiliares indios, remonta prime-
las instrucciones de los dominicos), se las inge- ro el Napo, luego el Curaray, “pacífica” a los Abi-
nian para extraviarlo; no obstante, tras esfuerzos jiras que ocupan el curso inferior de este río, pro-
inauditos, logra atravesar la Cordillera Oriental y sigue aguas arriba, se topa con los Ardas, luego
desembocar cerca de Baños (en el alto Pastaza), con los Semigaes o “Soronatoas” y finalmente
donde es caritativamente socorrido por los domi- con los Záparas propiamente dichos. Llega así a
nicos. la desembocadura del Nushiño o “río de los
Oas”, donde estaba establecida una pequeña re-
A continuación de su expedición, pese a las difi- ducción jesuita. Remonta entonces hacia la de-
cultadades de la travesía por Baños (pese tam- sembocadura del Villano, y explora a pie el hin-
bién al hecho que el obispado asignará a los je- terland situado entre el Rotuño y el Villano (cf.
suitas la parroquia de Archidona en el Napo, que Mapa Nº 13), sin encontrar un alma, los Gaes,
podría servirles en adelante de enlace en el cami- aterrorizados por la expedición de 1661, se ocul-
no de Mainas), Cueva pide a las autoridades civi- taron todos “... No se vio ni pudo haber cosa fres-
les limpiar la región de los Gaes que “infestan” ca ni por todo aquel distrito ha pasado persona
las márgenes del Bobonaza, y atacan los convo- humana después del asalto que dieron los de
yes de indios cristianizados al servicio de los je- Borja quatro años ha, que es el que tan remonta-
suitas; así mismo, les pide abrir una trocha del la- dos los tiene, sin saber hacia donde...” (citado en
do de Ambato como del de Canelos, con el fin de Maroni, op. cit., 29: 235). Resumiendo, por lo
facilitar la travesía de los Andes hacia las tierras que atañe a la reducción de los Gaes, la expedi-
bajas. Sin embargo, a falta de recursos, esta obra ción termina en un fracaso.
jamás se emprendió. En cambio, la expedición
militar contra los Gaes, a la que se prestan con Algunos años más tarde (exactamente en 1668)
diligencia los españoles de Borja, es coronada Lucas de la Cueva, de paso por Archidona, se en-
con éxito: los Borjeños, acompañados de un cen- tera casualmente que una banda de Gaes “...me-
tenar de Xeberos (que aprovechan la oportunidad rodeaban en los contornos” (Jouanen, op. cit. I:
para decapitar un buen número de indios) entran 120), y que los colonos temerosos se disponían a
en 1661 “a fuego y sangre” en territorio Gae, al formar un ejército para exterminarlos. El jesuita
norte del Bobonaza, y capturan tres “lenguas”, decide acompañar la tropa, en compañía de
incluyendo el famoso Pascual que logrará años otros dos padres, Lucero y Hurtado, quienes de-
268 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

sean explorar de nuevo el paso entre el Napo y muy particularmente al cacicato de Latacunga; los
el Bobonaza, intentado ocho años antes por Al- dos conjuntos eran quizá de lengua y cultura chib-
varez y Jiménez. La tropa establece pues su cam-
cha. El territorio de esta población, ya lo dije, fue
pamento en el “Beleno” (Villano) y se lanza a la
búsqueda de los Gaes; tras un fracaso inicial, el invadido pronto por una oleada de colonos espa-
intermediario Pascual obtiene permiso para ir so- ñoles que sometieron a estos indios, relativamente
lo en búsqueda de sus compatriotas y efectiva- sedentarios y concentrados a un régimen de enco-
mente, seis semanas más tarde, regresa al campa- mienda particularmente duro; además, una serie
mento acompañado de 12 Gaes, a quienes se en- de epidemias devastadoras, y luego la represión
trega “...a todos un machete pequeño, que ellos
sangrienta que siguió a la revuelta de los “pen-
mismos con mucha admiración vieron fabricar a
la fragua, que ahí en Oas tenía el Padre Lucas” days” (chamanes) en 1578-79, cayeron sobre la
(Jouanen, op. cit., I: 462). Mientras tanto, Hurta- población; de 27 000 que eran en 1540, los Qui-
do y Lucero caminan, desde el Villano, hacia el jos no pasan de 12 000 en 1608, y a mediados del
Pastaza; primero se dirigen en piragua hacia el siglo XVIII -época del nadir demográfico de esta
Rotuño, luego cortan directamente hacia el este,
población- sólo quedan 2 000 (Oberem, op. cit.:
es decir hacia el Tigre (por el Pindo-yacu o Co-
nambo) (cf. Mapa Nº 29, p. 269), por el cual de- 3442). Hasta finales del siglo XVI, los Quijos tien-
cienden hasta el Marañón sin proseguir hacia el den a huir preferentemente hacia la sierra; es a par-
Bobonaza; entre el Tigre y el Villano, aparente- tir de 1600, época en que se consolida la presen-
mente, no encuentran a nadie en su camino. cia española en la sierra, que comienzan a huir ha-
cia el sur, en dirección al Bobonaza. Es así que van
Las exploraciones de Cueva, Lucero y Hur-
a formar, sobre todo en el siglo XVIII, uno de los
tado en 1668 marcan el final de los esfuerzos siste-
componentes esenciales de la etnia neocolonial
máticos emprendidos por los jesuitas para descu-
quichuafono llamado Canelos, que se forjó paula-
brir la ruta directa hacia Mainas a partir de la cor-
tinamente, a partir siglo XVII, en torno a la misión
dillera ecuatoriana central. Tras estos repetidos fra-
dominicana en el Alto Bobonaza (cf. infra p 151
casos, los misioneros de la Compañía se resignaron
ss.).
a utilizar, en adelante, las vías clásicas del Napo o
Los Omagua se situaban ellos también en la
de Jaén para llegar al asiento de su misión.2 Sin
frontera norte de la zona que nos interesa. Una pri-
embargo, estas expediciones permitieron a los je-
mera fracción de esta población, en el momento
suitas fundar varias reducciones (por lo demás efí-
de la expedición de Pizarro, ocupaba ambas ribe-
meras) en el sector Curaray-Bobonaza, y de este
ras del Napo aguas abajo de la confluencia del Co-
modo extender considerablemente la jurisdicción
ca, seguidamente al este del territorio Quijos. Una
de la misión de Mainas.
inmensa tierra de nadie separaba este primer nú-
cleo Omagua de la fracción siguiente, llamada
2. Localización e identificación de las etnias de la
Aparia Menor (también Irimara o Ymara), situada a
zona septentrional
su vez en las proximidades de la desembocadura
Tratemos ahora de identificar y localizar con del Curaray; otros grupos omagua habitaban aun
más precisión a los diferentes grupos que poblaban más lejos aguas abajo del Napo, hacia el Marañón.
esta zona, y de esbozar un resumen de su respec- En el siglo XVII, estos Omagua del Napo desapare-
tivos destinos históricos. cen casi completamente, y la inmensa extensión
que separa los Omagua del Coca de los Omagua
Los grupos del Napo “Irimara” se convierte en el territorio incontestado
de los Encabellados Tukano; el grueso de la pobla-
En el noroeste de la región que aquí nos ción Omagua parece haber migrado o bien hacia
ocupa, se encontraba el territorio de los Quijos. el Amazonas, hacia las colinas del oeste, o final-
Según U. Oberem (1971: 21-22) esta etnia se ex- mente hacia el Putumayo, donde habría constitui-
tendía en el siglo XVI por toda la región compren- do el germen del grupo conocido posteriormente
dida entre el curso superior del Napo y la ribera sur bajo el nombre de Pariana (Oberem, op. cit; 106).
del Coca, desde la curva de los 1 500 m., al oeste, En cambio, subsiste un pequeño núcleo de oma-
hasta la confluencia del Coca y del Napo al este, guas llamados Yetes en el curso superior del río Ti-
(cf. Mapa Nº 14, p. 162). Estos Quijos estaban es- putini (cf. Mapa Nº 30, p. 271); este grupúsculo es-
trechamente ligados a los Panzaleos andinos, y taba formado de los restos de una fracción omagua
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 29
269

Zona septentrional: exploraciones jesuitas en la región Bobonaza-Curaray 1640-1680.


270 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

antaño reagrupada en una reducción jesuita (San tactado ya en los años 1620, y los encomenderos
Juan de Omaguas), más tarde “suprimido” por los de Quijos trataban de someterlos desde 1622
(Maldonado, 1942: III, citado en W. Grohs, op.
encomenderos para utilizarlos como mano de obra
cit.: 30). Además, se sabe que los franciscanos
(en la búsqueda de oro fluvial) y que finalmente habían proyectado evangelizar a los Abijiras en
habían llegado al Tiputini para sumarse a un grupo 1636. El padre Laureano de la Cruz, quien los vi-
de refugiados Omagua del Coca. Este grupúsculo sitó en esta época, sitúa su territorio “en el gran
comprendía solamente 45 familias a finales del si- río de Napo yendo por el hacia abajo...a la van-
glo XVII, y parece haber desaparecido definitiva- da del sur, y tiene su principio en el mismo para-
je que la de los Encabellados...dicen que es pro-
mente en el curso del siglo XVIII.
vincia de mucha gente” (1885: 153-158). Breve-
Los Oas vivían en el Alto río Nushiño, pró- mente, en 1630 su territorio se había extendido
ximo al Napo, donde habían llegado tras una larga desde la desembocadura del Aguarico hasta el
migración cuyas etapas he expuesto al final de la Curaray, donde, 80 años atrás, se encontraban
sección precedente. Todavía entretejían relaciones precisamente los Omagua llamados Ymara, entre
tanto desaparecidos. Pero, en 1665, los Abijiras
episódicas con el grupúsculo Oas-Coronado situa-
ya no están en las riberas del Napo: se han inter-
do en la confluencia del Bobonaza y del Pastaza. nado por los pequeños afluentes del Curaray, a
Según Jouanen (op. cit., I: 43-7), el territorio de los menudo muy lejos aguas arriba (hasta 6 días de
Oas del Nushiño se extendía hasta el Villano (cf. piragua, dice Maroni, 29: 226), en todo caso muy
Mapa Nº 30, p. 271); ahora bien, un hábitat de es- lejos del Napo.
ta amplitud supone, como lo subraya W. Grohs
Estos datos reflejan en definitiva la trayecto-
(op. cit.: 64) o bien una población relativamente
ria siguiente: en el siglo XVI, los Aushiris habrían
importante (lo cual parece improbable, habida
habitado el hinterland de la ribera derecha del Na-
cuenta de las informaciones de que disponemos),
po, dejando a los Omagua las márgenes del gran
o que por el contrario toda esta zona haya sido
río; tal vez constituían entonces uno de los grupos
muy poco poblada, de suerte que grupos restringi-
del interior con los cuales los Omagua, según el
dos en el plano demográfico podían nomadizar so-
cronista Ortiguera (1909) habían estrechado rela-
bre inmensas extensiones.
ciones de intercambio y de guerra. Luego, a medi-
Los Oas fueron reagrupados en reducciones
da que los Omagua se retiraban del Napo, hacia el
en 1665, sin embargo, mantenían estrecho contac-
Amazonas, o hacia el Putumayo, los Abijira ha-
to con los centros de población blanca -y con las
brían venido, o más probablemente regresado, a
epidemias- mucho antes de esta fecha. La primera
las orillas mismas del Napo, al igual que sus veci-
reducción Oas, recordémoslo, estaba situada en el
nos, los Encabellados. De ahí, sin duda huyendo
Nushiño; luego fue desplazada hacia el río Ansupi,
de las correrías, y quizás también de los ataques de
más tarde en las márgenes mismas del Napo. Des-
los Encabellados (que volvemos a encontrar en el
pués del abandono por los jesuitas de la parroquia
siglo XVIII justo al norte del territorio abijira, inclu-
de Archidona, lo que quedaba de la población Oas
so en la orilla derecha del Napo), se habrían refu-
cayó, a finales del siglo XVII, en manos de los en-
giado primero en el valle mismo del Curaray, y lue-
comenderos, de suerte que en 1737, los Oas ha-
go en los afluentes y en el hinterland de este río.
bían prácticamente desaparecido, al menos en tan-
La importancia demográfica de este grupo
to que etnia específica (Maroni, 29: 119).
es difícil de estimar. El jesuita Lucero, en 1676,
Los grupos del Curaray-Bobonaza contaba ocho “caseríos” algunos de los cuales rea-
grupaban hasta ochocientas personas, posterior-
La primera población que encontraron los mente, se cuentan hasta 70 grupos locales (Maro-
jesuitas al remontar el Curaray, antes del enorme ni, 29: 246), comprendiendo cada uno (a partir de
bloque zápara, fue un grupo cuya filiación cultural la segunda mitad del siglo XVII), 4, 6 u 8 grupos
plantea, también ella, múltiples problemas: se tra- domésticos poligínicos, situados a una media le-
ta de los Abijiras o Abixiras (también Aushiris o gua entre sí. En resumen, a mediados del siglo
Agouis). XVII, los Abijira todavía constituían una importan-
te población de varios millares de personas.
En realidad, este grupo era conocido por los es-
pañoles mucho antes de las exploraciones de los Los AbiJira fueron particularmente rebeldes a la
Jesuitas de Mainas. El padre Ferrer lo había con- evangelización jesuita. Por cierto, una reducción
AL ESTE DE LOS ANDES

Mapa Nº 30
Zona Septentrional: etnias y migraciones.
271
272 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

(San Miguel de Abijira) fue instalada en 1661, ma que los Aushiri comprendían la lengua de los
aunque no incluía más que una fracción ínfima Gaes (zápara) y de los Coronados (no zápara, pe-
de la población, y desapareció muy rápidamen- ro probablemente políglotas) (HSAI, 3: 635); es
te: los Abijira, irritados por la actitud de los jesui- cierto, que en la época de la redacción del
tas respecto a la poliginia, mataron su misionero, “Handbook”, nada se sabía aun de los Huaorani.
en 1686, y se dispersaron en el bosque. Más tar- Teniendo en cuenta los criterios sobre los cuales
de, se señala la presencia de algunos Abijira en se basa la clasificación de Steward y Metraux no
las misiones pluriétnicas del Napo, particular-
merecería detenerlos en ella, si no fuera porque
mente en Tiputini, pero el grueso de la población
Tessmann recogió en 1925 un vocabulario su-
escapa a la tutela de las misiones, y a partir de
puestamente awishira, que es efectivamente zá-
1757 los Abijira desaparecen casi de la literatura.
En el siglo XIX, Osculati (1854: 183) y el abate para. Pero, el asunto se complica todavía más,
Pierre (1889: 90) los evocan brevemente, para por el hecho que Tessmann recogió también un
decir que están en guerra tanto con los Encabe- vocabulario sabela (por lo tanto, hipotéticamente
llados como con los blancos, localizándolos en Huaorani) que por otro lado no tiene nada de zá-
los afluentes del norte del Curaray (muy aguas para. Sin embargo, el etnohistoriador Costales
arriba), hacia el Yasuní y en el Cononaco. Un je- opta también por una filiación zápara de los
suita visitó brevemente, en 1892, a un grupo de Huaorani, considerándolos como descendientes
“Avishira” situado entre el Yasuní y el Icahuate; el de los Yameos (zápara) del río Nanay, pero de los
hábitat y la indumentaria de este grupo era idén- Abijira y de su relación con los Huaorani, Costa-
tico al descrito por Lucas de la Cueva en 1665 les no dice nada (op. cit.: 10-11).
(Tobia, en Cáceres, 1892: 81-82). Tessmann, fi-
nalmente, señala que en 1925 algunas decenas Rívet, por su parte, trató a los Abijira como Tuka-
de Abijira están instalados en el Tiputini, pero no, del mismo modo que los Encabellados, pre-
que la mayoría permanecen herméticamente re- cisamente basándose en las similitudes entre los
beldes a todo contacto; algunos otros, fuertemen- dos grupos en el plano del hábitat, y en un docu-
te aculturados, viven en una hacienda cerca del mento de 1755, donde se habla de un grupo de
bajo Curaray. Más tarde el término Abijira o Aus- “Abijira Encabellados” en una misión del Napo
hiri casi no es mencionado ya; en cambio, co-
(1924: 686).
mienza a aparecer en la literatura el de Waorani,
y el de Sabeia o incluso Auca, utilizado por los Teniendo en cuenta las investigaciones lin-
selváticos quichuafonos (Quijos y Canelos) para
güísticas del ILV, que demuestran claramente el ca-
designar a los “salvajes” que habitan la zona del
Tiputini.
rácter no-zápara del Huaorani contemporáneo, pa-
rece completamente ilusorio querer defender a to-
De ahí a concluir que los Aushiri o Abijira da costa una filiación zápara para los Huaorani así
son los antepasados directos de la población cono- como para los Abijira; y el hecho que Tessmann
cida hoy bajo el nombre de Waorani o “Auca”, no- haya recogido entre los Aushiri aculturados en vo-
toria por su “primitividad”, su hostilidad respecto a cabulario en realidad zápara, se explicaría fácil-
los blancos y su ferocidad frente a los intrusos que mente por los fenómenos de poliglotismo y de ca-
se aventuran en su territorio, no hay más que un muflaje étnico tan frecuentes en toda esta región.
paso, que se franqueará con mayor facilidad si te- Brevemente, aunque solo fuese en virtud de la na-
vaja de Occam, es mucho más razonable admitir
nemos presente los datos lingüísticos que parecen
que los “Auca” Huaorani son los Abijira de antaño;
corroborar esta filiación: en la lista de palabras abi-
después de todo, apenas 30 años separa las últimas
jira compilada por el etnohistoriador A. Costales a
alusiones a los “Abijira” de las primeras menciones
partir de fuentes misioneras de comienzos del siglo
de los Huaorani, los cuales exhiben, por lo demás,
(Costales, 1975) figura el término “wao”, traducido todos los rasgos característicos de un “pseudo ar-
por la expresión “persona humana”, que es exacta- caismo”. En esta hipótesis, los Huaorani constitui-
mente la raíz de la autodenominación contempo- rían un caso ejemplar, y por una vez relativamente
ránea de los Huaorani.3 bien documentado, de involución histórica: hu-
No obstante, la hipótesis de una filiación o yendo deliberadamente, a partir de 1686, de todo
de una identidad Abijira-Waorani está lejos de ser contacto no solamente con los blancos, sino tam-
unánime. bién con las sociedades indígenas vecinas someti-
das a la presencia de los misioneros o de los colo-
Steward y Metraux, por ejemplo, clasifican a los
nos, los Abijira-Waorani renuncian a la vez, y de-
Abijira en el conjunto Zápara, basándose en el
finitivamente, tanto a los bienes occidentales, al lu-
relato de J. Lucero (Maroni, 29: 246), el cual afir-
AL ESTE DE LOS ANDES 273

jo de un hábitat denso, ribereño y aldeano, como los bautiza finalmente como “Shimigay” y, de he-
a una cultura material que se percibe refinada. En cho, los jesuitas advierten más tarde que están in-
el espacio de aproximadamente 30 años, se trans- dudablemente emparentados con los Gae, aunque
forman en una típica sociedad interfluvial, tan distintos de estos últimos. En resumen, son los
igualitaria y atomizada como la de los Záparas o miembros más septentrionales del gran conjunto
de los Jívaros, replegada en grupos domésticos ais- záparo.
lados y diseminados en el seno de un territorio Es muy difícil localizar con precisión el te-
muy accidentado, sin técnicas ni medios de nave- rritorio de los diferentes subgrupos zápara, si en
gación, orientada hacia la caza, la recolección y realidad el conjunto estuvo dividido en tribus cla-
una horticultura rudimentaria. Protegidos durante ramente diferenciadas. Los Semigae (o Shimigay)
largo tiempo por una aterradora reputación -perió- se extendían desde la ribera sur del Curraray hasta
dicamente mantenida por el asesinato de un bus-
el Pindoyacu, y quizá incluso hasta el Conambo.
cador de oro, de un misionero o de algún cazador
La extensión oriental de su territorio es desconoci-
Quijos- mientras que ellos mismos han huido in-
da, pero parece que al oeste estaba limitado por la
cansablemente, durante tres siglos, de los esclavis-
curva de los 300 m de altitud. Los Gaes parecen
tas, los Omagua y los Quijos, los jesuitas, los cau-
cheros y los petroleros, los Aushiri/Auca serán fi- haber estado concentrados inicialmente en este
nalmente “pacificados”, en la década de 1960, por mismo río, es decir, al suroeste de los Shimigae.
el ILV y Rachel Saint, a excepción de un pequeño Posteriormente, debido seguramente a los ataques
núcleo de irreductibles que permanecen al margen perpetrados por los esclavistas y las milicias de
de las misiones protestantes. Borja, los Gae se retiran hacia el norte, en direc-
Como quiera que sea, en la época de la pe- ción del Villano y del Curatay, antes de regresar (al
netración jesuita, el Bajo Curaray (aproximada- menos algunos de ellos) hacia el Bobonaza, donde
mente hasta el Cononaco) es territorio del conjun- se instalarán las reducciones jesuitas. En cuanto a
to Abijira. El segundo grupo que encontraron los los Zápara propiamente dichos, aun cuando Lucas
Jesuitas al remontar el curso del río era, a la inver- de la Cueva haya encontrado un pequeño grupo
sa de los Abijira, totalmente desconocida hasta en- de éstos muy cerca a la desembocadura del Nushi-
tonces: se trataba de los Ardas. ño, todos los autores sitúan esta tribu mucho más
al este y al sur, hacia el río Tigre.
Desgraciadamente, no se sabe casi nada de este
Los Gaes parecen haber ocupado así un bio-
grupo, que nunca más aparece en la literatura
después del primer viaje de Lucas de la Cueva;
tipo más elevado y accidentado que los Simigae y
éste menciona dos aldeas arda, la primera de 5 los Zápara, los cuales vivían en regiones de altitud
casas, la segunda de 11, y estima su número en inferior a los 300 m. Sin embargo, el conjunto de
varios miles. Me inclino a pensar que estos Ardas estos Zápara, contrariamente a los Jívaro, parece
constituían en realidad un simple subgrupo del haber tenido siempre una vocación “interfluvial”
conjunto zápara, por cuanto nunca más son cita- más que ribereña; incluso en el momento de los
dos más tarde como entidad propia, aunque los primeros contactos, nunca se los encuentra en los
Jesuitas repitieron las exploraciones en esta re-
valles aluviales o en las riberas de los grandes ríos.
gión hasta 1686; por otra parte, es poco probable
Por lo demás, el etnónimo por el cual los Quijos y
que un grupo relativamente importante haya po-
dido desaparecer totalmente en el lapso de 15
los Canelos designaban a los Zápara -tahua auca,
años, sin que los Jesuitas lo mencionaran. taushiri, (o taushiro en jívaro)- es significativo, ta-
hua denotando las crestas, y tahua auca las “gen-
Cinco días aguas arriba de la última aldea tes de las crestas”.
arda, poco antes de la desembocadura del Nushiñ- Los datos etnográficos relativos a las pobla-
fo (o río de los Oas), la tropa de los jesuitas cae so- ciones zápara son muy pobres. Al margen de la tri-
bre un grupo de indios desconocidos, que se de- partición del conjunto en Gae, Semigae y Zápara
fienden enérgicamente antes de huir. Lucas de la propiamente dichos, (división corroborada por la
Cueva opina que debe tratarse de una “parciali- existencia de tres reducciones jesuitas distintas:
dad” Gae, pero los intérpretes gae que lo acompa- Santa Cruz de los Semigae, los Santos de Záparas y
ñan niegan este parentesco, piensan que estos in- San Javier de los Gayes), se sabe muy poco acerca
dios no son Gaes, sino Soronatoas (Asuranotoas)4 de la organización social de estas poblaciones, que
(Maroni, 29: 229). Ante la incertidumbre, Cueva vivían, al igual que los Jívaros, en hábitat disperso.
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Por otro lado, generalmente se distinguían varias la mayoría de la población de instalarse en reduc-
parcialidades en el seno de cada una de estas tri- ciones. La cultura material de estos grupos es ape-
bus; así los Semigae estaban divididos en “Araco- nas descrita en las crónicas jesuitas: se sabe que
hores, Mocosiores, Usicohores, Ichomohores, Ito- utilizaban lanzas, cerbatanas y curare, que dor-
morohores...” (Maroni, op. cit., 29: 261). También mían en hamacas, que no poseían piraguas, que
se cita a los “Mathiores” como un grupo Semigae los hombres andaban desnudos o con sólo un pe-
(Veigl, 1785: 50-51), mientras que en estrecha aso- queño taparrabo de corteza, mientras las mujeres
ciación con los Zápara aparecen los Nevas y los sólo llevaban un cinturón de conchas.
Comacores (Maroni, 26: 232), sin que sea posible
La primera reducción zápara fue San Javier de los
determinar si se trata de subgrupos internos a la tri- Gayes, establecida en 1669 en las riberas del Bo-
bu zápara, o de tribus zápara vecinas. El belicismo bonaza por el Padre Cedeño (Chantre, op. cit.,
de los grupos zápara es controvertido. Considera- 25). Tres años más tarde, la misión estuvo bajo la
dos al comienzo como salvajes irreductibles con- responsabilidad de Hurtado, y desplazado hacia
denados a una necesaria exterminación, los Gaes, un lugar localizado a cuatro días de la desembo-
cadura del Bobonaza, aguas arriba de un afluen-
en particular, han gozado más tarde de una reputa- te norte del mismo río (Maroni, op.cit., 29: 255).
ción de extraordinaria docilidad entre los jesuitas. Hurtado hizo así mismo venir a la reducción a un
Lo que es seguro es que las prácticas guerreras de contingente de Roamaina, a fin de que estos die-
estos grupos estaban orientadas hacia etnias veci- sen a los Gaes el ejemplo de una vida ordenada
nas (como los Andoas-Taroqueos o los Oas-Coro- tal como lo entendían los Jesuitas (Jouanen, 1:
464). La reducción prosperó hasta 1677, fecha en
nados) y no, como entre los Jívaro, hacia unidades
la que dos mestizos fueron a intalarse en la aldea
pertenecientes al mismo conjunto lingüístico. En bajo el pretexto de servir de auxiliares al jesuita
cuanto a la importancia numérica de estas tribus, y encargado de la reducción -práctica aparente-
del conjunto Zápara en general, a falta de informa- mente corriente en Mainas, y causa de bastantes
ción es muy difícil de estimar:5 J. Velasco estima la conflictos en las reducciones, a juzgar particular-
mente por el “Diario” del padre Uriarte (1952).
población Gae, en 1676, en 9 000 personas, una
Estos mestizos sembraron la discordia en la aldea,
cifra bastante cercana a la estimación hecha por y acabaron por asesinar a Hurtado. Sin embargo,
los dominicos en 1671, los cuales evaluaban los los Gaes no aprovecharon las circunstancias para
Gaes en 7 000. Es cierto que la lista de bautizos re- huir, y el padre Fernández, quien sucedió a Hur-
lativa a los Gaes sólo registra 4 030 personas, para tado en 1679, no escatima elogios acerca del
comportamiento de sus ovejas, mientras que se
un período de una quincena de años; pero se sabe
acusaba a los Gaes de canibalismo, de sembrar el
por otra parte que las reducciones zápara eran ge- terror allá donde iban, y se les consideraba como
neralmente pequeñas, (a menudo contaban con la nación india más temible de toda la región, el
menos de 100 indios) y que el grupo más impor- mismo Fernández declara... “es gente la mejor
tante de la población -los jesuitas no cesaban de que he hallado en todas las misiones, gente muy
apacible, muy queredora de los padres y españo-
repetirlo- vivía todavía disperso entre las colinas;
les, muy dóciles y deseosos de su bien eterno” (ci-
se puede suponer que una buena parte de esta tado en Chantre, op. cit.: 272); incluso trae consi-
fracción no reagrupada jamás fue directamente go a 50 Gaes a Quito, donde se los carga de pre-
contactada y evangelizada por los misioneros. sentes.6 Es también Fernández quien revela, en
En resumen, la estimación de Velasco no tie- una carta datada de 1681, que hay todavía muy
ne nada de improbable. En cambio, las fuentes no numerosos Gaes “remontados”; mientras que se
los creía poco numerosos, se descubre que cons-
ofrecen ninguna evaluación demográfica de los tituían en realidad una importante población
Zápara y de los Semigaes. Sin embargo, estos últi- (Chantre, op. cit.: 250). Otro testimonio de la fe-
mos debieron ser relativamente numerosos (varios liz colaboración entre Gaes y misoneros nos vie-
miles), habida cuenta de su aflujo a la reducción ne del padre Tomás Santos (encargado, después
de Andoas a partir de 1700. Además, algunos indi- de Fernández, del cuidado de la reducción de
San Javier) que se sirvió de auxiliares Gaes como
cios permiten creer que los Zápara sufrieron menos
“batidores” cuando su expedición de 1683 (cf.
de las epidemias que los grupos instalados en las supra, p. 115). “Lo más preciable”, dice Maroni
márgenes del Pastaza, y que en particular escapa- (op. cit., 29: 258) “...era que tomando ejemplo de
ron a la gran epidemia de 1680. Sin duda hay que su misionero, los indios parecían llenos de celo
atribuir este hecho al tipo de hábitat tan disperso cristiano en buscar y atraer gentiles del monte a
que se poblacen e hiciense Xianos...” Pero, es el
de los Zápara, asi como a la negativa por parte de
AL ESTE DE LOS ANDES 275

jesuita Nicolás Durango quien hizo conocer su migae” y que las dos lenguas fueron asimiladas;
apogeo a la misión de San Javier: “el orden y go- de ahí las confusiones que he intentado aclarar
bierno... causaban asombro a los que pasaban en la sección precedente. “Hoy día” concluye
por ahí...” Como sólo habían 70 indios en la al- Maroni a propósito de los Zápara, “viven todos
dea a su llegada, Durango rastreó los alrededores revueltos y muy disminuidos...” Más tarde, los
para hacer regresar a los neófitos: Andoas, Semi-
datos sobre las poblaciones Zápara en general, se
gaes, Mathiores y Nevas (unos subgrupos Zápara)
hacen sumamente escasas, hasta el siglo XIX,
vinieron entonces a integrarse a la reducción zá-
paro, los Santos de Zaparas, y a Santa Cruz de los cuando se los volverá a encontrar enfrentándose
Semigaes, ambas sobre el Bobonaza, a proximi- a los caucheros. Maroni (26: 232) menciona no
dad de la desembocadura del río. Un sistema de obstante que en 1731, en el Tiu-Yacu, un afluen-
“cargos” de una complejidad bizantina distribuía te del margen del Bobonaza “...vivían Nevas y
entre todos estos indios (incluyendo las mujeres) Comacores, y hoy viven en los bosques que me-
una multitud de tareas más o menos irrisorias, in- dían entre este riacho y el Curaray muchos Zápa-
fligiéndose severos castigos a quienes no cum- ras...”
plían correctamente con su oficio.
Nos quedan por sintetizar los datos relativos
Sin embargo, en 1707, para estupor de los jesui-
a los indios de las riberas del Bobonaza/Pastaza y
tas, estos convertidos ejemplares se rebelaron
brutalmente: cansados del celo maniaco y del de la misión dominicana de Canelos, que sirvió de
autoritarismo de Durango, los Gaes, como los marco a la gestación de una etnia quichuafona co-
Abijira, asesinan a su misionero, prenden fuego a nocida hoy bajo este mismo nombre.
la reducción y huyen en masa hacia el Curaray.
Se envía en su persecución una tropa de 200 in- Los orígenes del proceso de formación de esta tri-
dios (sobre todo Xeberos) y 18 soldados españo- bu permanecen en muchos aspectos oscuros. El
les. Los Gaes se retiran más allá del Curaray, relato de la fundación de la misión, tal como es
practicando una política de tierra quemada, se- narrado por los Dominicos, se resume así7: en
guidos por los Semigaes y los Zápara que destru- 1624 (1631, según Montalvo), el Padre S. Rose-
yen a su vez sus casas y sus huertos. La expedi- ro, cura de la aldea andina de Patate (o Pelileo,
ción punitiva logra aun así capturar a 70 Gaes, según algunas fuentes) visitó las cabeceras del
pero se ve obligada a regresar por falta de víve- Bobonaza, y convirtió a 35 (ó 45) familias de in-
res. Una segunda expedición, dos años más tar- dios reagrupados en torno a una capilla llamada
de, logra sin embargo capturar a casi todos los Santa Rosa del Penday. Otro dominico, el padre
Gaes fugitivos “...y en castigo de sus apostasía, Amaya, regresó a estos lugares en 1671, evange-
fueron repartiéndose en diferentes pueblos Xia- lizó a los “Canelos”, fundó un “pueblo” bautiza-
nos, en donde dentro de poco tiempo fueron do Santa Rosa y exploró una “segunda provin-
consumiéndose...” (Maroni, 29: 261); en cuanto cia”... “poblada de más de 7 000 indios Gaes, a
al “cacique” Gae, Maniri, instigador de la revuel- orillas del Río Bohono (Bobonaza)” (OD 4-5:
ta, se refugió entre los Nevas y los Zápara, don- 107); estos, aun cuando fuesen muy belicosos pi-
de acaba siendo asesinado, pues se obstinaba en dieron ser convertidos, y para tal ocasión fueron
imitar a los misioneros, exigiendo que los indios a visitar a los indios Canelos. Al padre Amaya su-
de los alrededores vinieran a saludarlo con un cedió en 1680 el padre Ochoa, que debió luchar
“alabado” todas las mañanas. para reagrupar a sus catecúmenes diseminados
por las colinas, a causa de las exacciones come-
Los esclavistas aprovecharon naturalmente la tidas por los encomenderos de Quijos, atraídos
ocasión: según Jouanen (op. cit., 2: 393), los Bor- hacia el Bobonaza por los rumores de un yaci-
jeños comenzaron a saquear sistemáticamente a miento aurífero.
los Gaes, a comienzos del siglo XVIII, para de-
portarlos hacia las encomiendas del Marañón. La El historiador González Suárez, quien tuvo a
misión de los Gaes fue así definitivamente aban- su disposición los documentos del litigio que opo-
donada en 1711; los Andoas y los Semigaes que nía los dominicos a los jesuitas, suministra con res-
habían regresado a ella después de la revuelta de pecto a la historia de Canelos precisiones suple-
Maniri fueron deportados hacia Andoas. En mentarias, algunas de las cuales son capitales. Se-
cuanto a los Gaes, éstos desaparecen de la litera- ñala en particular el hecho siguiente, que los do-
tura, y Veigl, en 1768, los suponía aniquilados. minicos no mencionan: si el cura de Pelileo bajó
Los Semigaes, a su vez, vinieron a sumarse pro- de la sierra hacia la cabecera del Bobonaza, fue
gresivamente a la reducción de Andoas, y termi-
porque había tenido noticias de la presencia en es-
naron por constituir la etnia dominante, al punto
tos parajes de indios cristianizados originarios de
que “Andoas” se convirtió en sinónimo de “Se-
276 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

las provincias andinas del Tungurahua y del Chim- margen derecho, y todos formaron conjuntamen-
borazo que, huyendo del tributo, se habían refu- te una aldea en Caninche, en las riberas del Pas-
taza. A estos se unieron los Santis10 del Poaya
giado en las tierras bajas cerca del lugar llamado
(probablemente la actual Puyo). Por otra parte,
“Canelos”. Es este mismo cura -probablemente el una epidemia de viruela atacó a los Inmundas,
padre Rosero- a quien el jesuita Lucas de la Cueva cuyos sobrevivientes vinieron así mismo a vivir a
encontró durante su periplo en 1659; y este men- la aldea de Caninche. Luego, expulsando a los
ciona efectivamente en su relato un lugar denomi- “infieles” (Gaes), estas gentes se instalaron cerca
del Rotuño, donde fundaron una aldea llamada
nado “Penday”... “ladronera infernal de cimarro-
Chontoa, sin embargo, volvieron algún tiempo
nes refinados, cuales son los que la habitan” (i.e., después al curso superior del Bobonaza, y como
la única casa de Penday). Lucas de la Cueva, por este lugar era malsano, los sobrevivientes -no pa-
lo demás, indica que excepto este pequeño grupo saban entonces de 24- se instalaron en Canelos,
de refugiados quichuafonos, la región esta total- donde siempre permanecieron, “porque es el
mente desierta: “los primeros gentiles con que se puerto de Andoas, de donde les llega la sal y el
veneno (curare) que les faltan” (citado también
topa son nuestros Coronados y Roamainas, sin que en Rumazo-González, 1905, 8: 163-164). De es-
de otra nación se tenga noticia ni la hay, pues todo ta aldea de Canelos, Maroni, que estuvo en ella
lo tengo ya visto en el viaje que hizo...más de vein- en 1731, dice algo que corrobora ciertos episo-
te años ha...” (citado por Maroni, 31: 242-243). dios de esta tradición: “las 8 ó 9 familias que la
habitan (Canelos) son los restos de los Pendays y
Siempre según González Suárez, en los años de otra aldea, a la altura de Canelos...”
1660, un segundo dominico visitó el estableci-
miento y lo encontró aumentado con un aflujo En definitiva, poco importan las discordan-
de refugiados de origen selvático, esta vez, y ya cias entre versiones, particularmente en cuanto a la
no andino (por lo tanto se tratará de Quijos o pro- cronología de los acontecimientos, respecto de las
bablemente Gayes). Sin embargo, los encomen-
deros de Quijos llegaron en esta época hasta la
conclusiones generales que pueden derivarse. En
aldea y “persuadieron” a los indios retirarse a las primer lugar, en lo que concierne al origen de la et-
colinas para buscar oro fluvial. En 1671, el Do- nia Canelos. El núcleo inicial de este grupo está
minico Amaya logró reagrupar a los fugitivos, y comprobadamente constituido por indios andinos
fundó entonces una verdadera aldea, nuevamen- fugitivos,11 a los que se sumaron, a partir de 1660,
te llamada Santa Rosa del Penday. Es en este mo-
un pequeño grupo Zápara, que sirvió probable-
mento que los Gaes, por intermedio de los “Ca-
nelos” a los cuales estaban vinculados, pidieron mente de polo de atracción para los Gaes vecinos
ser evangelizados por los dominicos. Llegó el pa- que huían de las reducciones jesuitas a partir de
dre D. de Ochoa, hacia 1680, quien estableció 1670. A estos dos componentes, conviene añadir
oficialmente (en 1684, exactamente) la misión de los emigrados Quijos, en número sin duda limita-
Canelos; pero está claro, según las fuentes, que la
do, pues lo esencial de la inmigración Quijos se
misión fue desplazada y reinstalada en varias
ocasiones, y que hubo escasez o ausencia de mi- verificará en el transcurso del siglo XVIII. Hasta
sioneros residentes hasta la segunda mitad del si- mediados del siglo XVII, estos diferentes grupúscu-
glo XVIII (González Suárez, 1901, 6: 194-197). los vivían seguramente en un hábitat disperso, sin
mayor relación entre sí, al margen de las vías de
A estos dos relatos históricos, a veces con- comunicación fluviales y terrestres conocidas por
tradictorios, debemos añadir la tradición oral de los misioneros y los colonos; además, es probable
los habitantes de Canelos, tal cual fue recogida en que el hábitat aldeano fomentado por los domini-
1776,8 por los datos que aporta sobre la la compo- cos a finales del siglo XVII nunca haya suplantado
sición étnica del grupo. totalmente el modelo residencial anterior, fuerte-
De acuerdo a esta tradición, el nombre de Cane- mente atomizado, y que los “Canelos” desde esta
los, proviene de cinco familias de infieles Gaes, época precoz adoptaran el patrón de residencia
que habitaban en la orilla derecha del Pastaza, dual tan característico de las sociedades selváticas
frente a la llanura de Barrrancas (donde queda quichuófonas contemporáneas.
ahora la aldea de Shell-Mera); en este mismo si-
Por otro lado, esta claro que la zona del Al-
tio había también varias familias dispersas de ori-
gen diverso. Fue el misionero Quintana quien to Bobonaza, y sobre todo el intríngulis de colinas
evangelizó a los Inmundas, que eran más de 40, situadas entre los valles del Pastaza y del Bobona-
así como a los Gualinga, que eran unos cincuen- za, han constituido a partir de 1600 (sino antes)
ta.9 A estos Gualingas se unieron los Gaes del una zona de refugio privilegiada. Paradójicamente,
AL ESTE DE LOS ANDES 277

es la implantación de la misión dominicana la que con las comunidades de las tierras altas, a las que
permitió que esta zona de refugio se perpetuara en vendían particularmente Ishpingo (flor de canela) y
tanto que tal a todo lo largo de los siglos XVII y seguramente también oro. Como los Jívaros, los
XVIII. Esto por dos razones. Prohibiendo práctica- Canelos lograron, en efecto, durante largo tiempo
mente a los jesuitas el acceso a la sierra por el va- esconder a los dominicos el emplazamiento de los
lle del Pastaza, con la complicidad de los indios placeres auríferos que explotaban. Los misioneros
refugiados, los dominicos impidieron de hecho conocían muy bien la existencia de estos yaci-
que la región se convirtiera en una provincia de la mientos, pero hasta el siglo XIX no insistieron para
misión de Mainas, sometida como las otras al terri- que los indios los revelasen, por temor de provocar
ble régimen de la reducción; y como por otro lado un aflujo de colonos y de buscadores de oro que
los dominicos eran mucho menos numerosos, y so- hubiesen arruinado su frágil misión.
bre todo menos eficientes y enérgicos que los je- Hay un hecho, en todo caso, que resalta con
suitas, los indios Canelos no tuvieron que sufrir de- bastante claridad de este conjunto de datos frag-
masiado de su celo apostólico. En cambio, los do- mentarios sobre la zona septentrional, es que no se
minicos eran suficientemente influyentes para pro- detecta ninguna huella de población jívaro en la ri-
hibir a los colonos “civiles” reducir a la esclavitud bera izquierda del Pastaza y más allá, a todo lo lar-
a los indios, y proteger a estos últimos, en cierta go de los siglos XVI y XVII. El conjunto de la región
medida, de los abusos cometidos por los encomen- comprendida entre el Pastaza y el Curaray es el
deros de Quijos. Es pues a la sombra de una situa- feudo incontestado de los grupos zápara, los Gaes
ción relativamente privilegiada que tomó cuerpo el formando el elemento más meridional de este con-
grupo “Canelos”, compuesto de elementos hetero- junto, mientras que los Shimigaes les son fronteri-
géneos cuyo único punto común, en definitiva, era zos al noroeste y los Zápara propiamente dicho al
su lealtad formal a la misión dominicana, la cual noreste. En cuanto a las zonas ribereñas, particu-
les aseguraba en contrapartida una protección mí- larmente las márgenes del Pastaza, se hallan de-
nima tanto contra los jesuitas como contra los en- siertas desde el comienzo del siglo XVII, y todo lle-
comenderos, seguramente también les proveía de va a creer que los Zápara siempre han preferido un
algunos útiles metálicos. Por otra parte, está esta- hábitat interfluvial, independientemente de los
blecido que los indios andinos refugiados mante- trastornos provocados por la implantación colo-
nían relaciones de intercambio clandestinamente nial.

Notas
1 La hipótesis de Chaumeil me parece más convincente que los años 1680. Las fuentes principales sobre la fundación
la de Lathrap, teniendo en cuenta la extensión considera- de Canelos son: la carta al Rey (1680) y el “Memorial”
ble de las “tierras de nadie” que separan las etnias en las (1692) de Quesada (OD, 4/5: 105 s.), y Ia “Epístola dedi-
zonas ribereñas en el siglo XVI, extensión atestiguada por catoria” de P. Montalvo en Milicia Angélica, Roma 1687;
todas las crónicas de la Conquista. citada en OD, 4/5: 106).
2 Lagunas, situada en el bajo Huailaga. 8 Este relato se encuentra consignado en el diario de P. de
3 Recordemos, a este respecto que el Huaorani todavía hoy Cevallos (Costales, 1978 d); fue retomado por el abate Pie-
es una lengua aislada, no clasificada, y completamente rre, en su “Voyage d’ exploration d’ un missionaire domi-
distinta del Zápara. nicain” (1889).
4 El etnónimo Asuranatoa ya designaba una población loca- 9 y 10 Todos estos nombres son evidentemente de origen qui-
lizada en el curso medio o inferior del río Tigre, evangeli- chua, probablemente andino. Por otro lado, los “nombres
zada por Tomás Santos durante los años 1680. de familia” Gualinga y Santi se vinculan todavía hoy a im-
5 Yo limito a la zona Pastaza-Napo el presente estudio, de- portantes grupos de parentela Canelos y por lo tanto, por
jando al margen los grupos Iquitos y Yameo tradicional- vía de compadrazgo, a parentelas achuar.
mente clasificados como zápara, situados muy lejos aguas 11 Es posible, e incluso probable, que la migración de los in-
abajo del Tigre, al sureste de la región que nos concierne. dios de la sierra hacia las tierras bajas, en particular hacia
6 Esta visita no carece de relación, se puede suponer, con el la montaña, haya sido anterior al siglo XVII; se dice que
litigio que opuso en esta época a jesuitas contra domini- una parte del ejército de Ruminahui se fugó hacia el orien-
cos. te como consecuencia de su derrota.
7 Se recordará que esta historia fue redactada por los domi-
nicos con ocasión del litigio que los opuso a los jesuitas en
Capítulo XVII
LA ZONA NOROCCIDENTAL

d
Se trata aquí de la región delimitada al sur los Huamboyas, fue exterminada casi toda
por el río Bomboiza y al norte por el Alto Pastaza la población española o fue expulsada de la
(cf. Mapa 31, p. 280). región.
La historia de las sociedades indígenas y la
de la implantación colonial en ese sector, plantea Algunas de estas afirmaciones tienen funda-
problemas metodológicos particulares debido, por mento, pero otras son más discutibles. Así, la idea
una parte, al carácter confuso, a veces contradicto- de una alianza establecida en 1535 entre los Ma-
rio, de la historiografía local y de otra parte, a las cas, los Huamboyas y los españoles es rechazada
dificultades de interpretación que presentan los por Jiménez de la Espada (R.G.I., 3. 183), quien
textos del siglo XVI en cuanto a la localización y a acusa a Velasco de confundir ese hipotético acuer-
la identificación de los grupos indígenas de la zo- do con el tratado efectivamente concluido en esta
na.1 época entre Benalcázar, Pizarro y los Cañar. Sin
La tradición ecuatoriana, inspirada sobre to- embargo, la afirmación de Velasco no tendría nada
do por la obra de Juan de Velasco (ver por ejemplo de absurda, si se verificaba que los Macas en cues-
Villavivencio, 1985; Vacas Galindo, 1985; Costa- tión eran en realidad Cañaris...
les, 1977: I) presenta, sin embargo, en el fondo, Esta hipótesis, que Jiménez de la Espada no
una interpretación bastante unitaria de la historia había imaginado, será examinada más tarde, Jimé-
de la región noroccidental, interpretación cuyos nez de la Espada refuta igualmente, con razón, los
puntos más importantes podrían resumirse así: planteamientos de la historiografía “velasquista”
relativos a los pseudo-descubrimientos de Díaz de
- El valle del Upano, y especialmente la re- Pineda, que proceden de una evidente confusión
gión de Macas, estuvo poblada al comienzo entre Canelos y el País de la Canela, el cual fue
de la conquista, por dos grupos indígenas, efectivamente explorado por ese Capitán en 1538,
los Macas y los Huamboyas, diferentes y pero se encuentra en el curso superior del Payami-
enemigos de los Jívaro. no y de sus afluentes, a varios centenares de kiló-
- Desde 1534 y 1535, Benalcázar y Pizarro metros al norte de Macas (R.G.I., 3: 183 y Oberem,
habían concluido una alianza con los Ma- 1971: 58). Sin embargo ni los errores manifiestos
cas y los Huamboyas, gracias a la cual los de Velasco y sus epígonos ni la ausencia de datos
españoles pudieron establecer algunos nú- que corroboren la existencia de eventuales villas
cleos poblacionales en la región a fin de ex- fundadas a finales de los años 1530 en el Alto Pas-
plotar el oro fluvial; Velasco precisa inclusi- taza, invalidan la idea de que núcleos de pobla-
ve que un tal Pedro de Villar funda, con gen- miento colonial hayan podido existir independien-
tes de Riobamba, dos villas situadas en el temente de la fundación “oficial” al final de los
Palora o el Alto Pastaza (cf. mapa 31, p. años 1560, de Rosario, de Sevilla de Oro y de Lo-
280), hacia 1538-1540. groño y mucho antes de esa época; al contrario,
- El primer conquistador que descubrió y ex- existen algunos índices -volveremos a hablar de
ploró la región de Macas y de Canelos fue ellos- que tienden a reforzar esta hipótesis. En
Díaz de Pineda en 1534. cuanto al levantamiento de 1599, es muy cierto
- En 1599, finalmente, en el transcurso de un que los Jívaro no fueron los únicos que se involu-
levantamiento organizado por los Jívaro, craron en el asunto (aun si la identidad real de sus
aliados en esta oportunidad a los Macas y a aliados queda por determinarse), pero por el con-
280 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Mapa Nº 31
Zona nor-occidental: establecimientos españoles en la región Upano-Pastaza 1540-1600.
AL ESTE DE LOS ANDES 281

trario es totalmente inexacto que la población es- ción de Cuenca, Gil Ramírez Dávalos pacificó las
pañola hubiese sido masivamente exterminada en provincias de “Sumagalli, Miro, Guallapa, Paira y
esta ocasión: en este caso una mitología típica de Zangay,2 de la Jurisdicción de Tomebamba)” (Ru-
frentes de colonización, que tiende a lo épico y a mazo González, 1946:149) y en esta ocasión dijo
una dicotomización indiscriminada, ha obscureci- el Virrey: “en lo que Quizme, Macas y Pomallacta
do una realidad más indecisa y menos espec- entenderéis los indios que estuvieron vacos... y ...
tacular. los encomendaréis a los vecinos de Cuenca”...
En una publicación anterior (Descola y Tay- (R.G.I.,3: LLVI, citado en Rumazo G. op. cit., 149).
lor, 1981), había defendido la hipótesis de que Esos fragmentos de texto, en definitiva, pare-
existía al momento de la conquista, una íntima vin- cen claramente atestiguar la existencia de estrechas
culación entre sierra y selva en la zona norocci- relaciones entre los habitantes de las tierras altas
dental, más específicamente entre las poblaciones (Quizne Pomallacta) y los habitantes del valle tro-
del valle tropical del Upano y aquellas de los pá- pical del Upano (Macas). Sin embargo, un detalle
ramos de la Cordillera Oriental situados entre el río toponímico que había pasado desapercibido, hu-
Cebadas y el río Jubal (cf. Mapa. 31, p. 280). biera debido incitarme, así como mis predecesores,
Esta idea, que ya había sido adelantada por a más cautela. En efecto, en los textos del siglo XVI
varios autores, entre los cuales el mismo Jiménez consagrados específicamente a las ciudades del va-
de la Espada, M. Sterling (1938: 4) y J. Murra lle del Upano, el nombre de Macas no figura casi
(H.S.A.I., 2:800), se sustenta, entre otras cosas, en nunca, si no es para señalar una ermita cercana a
un conjunto de referencias, extraídos de documen- Sevilla de Oro, conocida, según la tradición oral
tos administrativos españoles y de cronistas del Ta- andina, con el nombre de Nuestra Señora de la Vir-
huantinsuyo, relativos a “los indios de Macas” y a gen del Rosario de Macas3 (cf. Eckstrom,
los lazos que existían entre aquellos y las comuni- 1981:338-39 y Conde 1981:21 27); el Macas ac-
dades andinas de Quizne y Pomallacta. tual, caserío situado a las orillas mismas del Upa-
La región de Macas, mencionada frecuente- no, a 900 metros de altitud, no aparece con ese
mente en las crónicas del Tahuantinsuyo, es, en nombre sino en el siglo XVII.
efecto, citada casi siempre en relación con la “pro- Por otra parte, una lectura más atenta de las
vincia” de Quizme y otras localidades del páramo. fuentes que conciernen las altas tierras cañaris me
Sarmiento de Gamboa, por ejemplo, precisa que, habría permitido ver que existía un pueblo homó-
en el objetivo de someter a los Caranquis: “Huay- nimo en la sierra, muy cerca de Taday, añejo, co-
na Cápac... entró conquistando los indios Macas y mo ese último pueblo, del caserío de San Francis-
los confines de los Cañaris, y a la Quizna...” (1942: co de Pueleusi, actual Azogues, (R.G.I., 3:274, rú-
brica 11), muy alejado entonces del curso superior
144). Sabemos también que los espías de Túpac-
del Upano (cf. Mapa 31, p. 280); y hay lugar para
Yupanqui habían prevenido a éste de la fuerte re-
creer que el Macas al que se refieren los textos pre-
sistencia que iban a oponer los Cañaris, dirigidos
viamente citados era ese caserío cañari, y no el ca-
por su jefe Dumma,... “el cual había pedido auxi-
serío tropical conocido más tarde por ese nombre.
lio a los caciques de Macas, Quizne y Pomallac-
¿Hay que concluir entonces que la hipótesis de un
ta...” (Montesinos, 1906, cap. 23 y 26; González
sistema de relaciones entre Cañaris andinos y po-
Suárez, 1978:8). Garcilaso de la Vega añade que
blaciones de montaña no sea válida? Antes de re-
Túpac Yupanqui conquistó “Chanchán, Moca (Ma-
solver este asunto, retomemos las etapas de la pe-
cas), Quezna (Quisne) y Pomallacta”... (Garcilaso,
netración española en la Cordillera Oriental y vea-
1945:2:168) y Cieza de León escribe en fin: “Tiqui-
mos más de cerca la documentación relativa a este
zambi... que tiene a mano siniestra a Pomallacta y
episodio de la conquista4.
Quizne, y Macas...” (Cap 13, 1977). Se encuentra
la misma asociación en los documentos adminis- 1. Expediciones e implantaciones españolas
trativos coloniales; así en la Ordenanza de Minas
de 1549, se prevé una contribución de 40 hombres Las primeras expediciones a la Cordillera Oriental
-destinados al trabajo de las minas- por los indios
de Pomallacta, y de 40 hombres para “Çula, Quiz- En 1540, Pizarro entrega en encomienda a
ne y Macas” conjuntamente (cita en Haro Alvear, Núñez de Bonilla los indios de Quizne... “más la
1977:241). Por otra parte, al momento de la funda- provincia de Macas con 400 indios” (Rumazo
282 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

González, 1946: 133); pero, no sabemos nada de 20 leguas; allí sus hombres encontraron una pobla-
la expedición que precedió a esta donación a no ción de indios “desnudos” de aproximadamente
ser que Bonilla partió de Tomebamba con 150 2000 personas, que vivían dispersos a un cuarto o
hombres, entre los cuales se contaban auxiliares media legua los unos de los otros, alimentándose
cañaris (Rumazo, op. cit.,133; R.G.I., 3: 138). Des- de maíz y de pescado. Los soldados de Benavente
pués, debido a los desórdenes administrativos pro- tuvieron que enfrentar varias emboscadas de los
vocados por las luchas entre rebeldes y realistas, indios Chapicos, aparentemente muy rebeldes a la
de 1540 a 1547 (muerte de Pizarro), la misma con- presencia española, porque la tropa de J. Maldona-
quista parece haber sido atribuida a otros capitanes do, 25 años más tarde, tuvo igualmente que vencer
españoles; es así como Diego de Torres... “entró a la resistencia armada de los “Chapicos” (cf. infra,
la conquista y pacificación de las provincias de p. 168).
Quizna, Macas, Baha, Paira y Zangai...” Mientras tanto, en Zamagolli los indígenas
(R.G.I..,3:178), sin duda en 1542-435. Por otra par- hablaron a Benavente de otra “provincia”, la de
te, se encuentra en la edición Reyes y Reyes de la Guallapa, situada a seis leguas de su pueblo. En
Relación de Carvajal (Quito, 1934:185-191) citada Guallapa, en donde el cacique recibió pacífica-
por Haro Alvear, (op. cit., 1977: 244-245) una in- mente a los españoles, Benavente censó cerca de
formación según la cual P. de Vergara... “de Macas 800 indios que vivían ellos también en hábitat dis-
pasó a Quizne y finalmente a Tuña (Zuña), y Zan- perso. Desde Guallapa siguió “tierra adentro hacia
gay y otras... que estaban en su comarca, rebeladas otra provincia de nombre Xíbaro8 a 20 leguas de
por haber muerto ciertos españoles, los cuales se Guallapa. Un día de marcha lo conduce hasta el
castigaron por justicia y se apaciguaron”.6 Si ese Paute que cruzó, y a dos leguas del río...” se toma-
dato se verificaba, tendería a confirmar la presen-
ron ciertas indias... que la lengua y habla de ellos
cia de pequeños grupos de colonos españoles en el
era como la de los Malacatos... dijéronme que se
valle del Alto Upano y en los contrafuertes del San-
decía aquella tierra Xibaro”. Atravesando con gran
gay en una época muy remota. Otros índices, por
dificultad el accidentado territorio de los Xíbaros,
otra parte, refuerzan esta hipótesis: el acto de fun-
Benavente observó que sus casas estaban disper-
dación de Nuestra Señora del Rosario, por ejem-
sas, con distancia de más de una legua entre una y
plo, un pueblo situado en las tierras bajas no lejos
otra, y estimó la población Xíbaro en mil personas
del emplazamiento de la actual Macas, precisa que
en total. En una ocasión encontró un grupo de 50
los caciques del Alto Upano pedían explícitamen-
ó 60 indios desnudos que huyeron cuando él se
te ser protegidos en el futuro de los malos tratos
que les habían infligido... “los capitanes que en es- aproximó, incendiando sus casas; esos indígenas
tas provincias han entrado” (R.G.I., 3:181 ss.; cf. estaban armados de lanzas y de rodelas de made-
infra, p. 326; cf. Mapa 31, p. 280), para los itinera- ra de palma. Benavente logró capturar algunos in-
rios seguidos por esos capitanes). dios, los que por intermedio de un intérprete res-
pondieron a las preguntas con una insolencia que
La Expedición de Hernando de Benavente (1549- dejó estupefacto al conquistador.
1550) AI fin de un trecho de veinte leguas llegó a
un gran río que no pudo atravesar (probablemente
Debemos a la expedición de Hernando de el Bomboiza, o quizás el Zamora). En la otra orilla
Benavente -a quien La Gasca atribuyó la conquis- de ese río, vio indios con atuendos diferentes a los
ta de la zona que se extendía desde el río de Tun- de los Xíbaros, ya que eran vestidos de “mantas” y
gurahua7 hasta los “Paltas de Mercadillo”- las pri- de camisas cortas, se trataba sin duda de Rabonas,
meras informaciones sobre el valle del Upano. cuyo territorio se extendía efectivamente hasta el
Saliendo de Tomebamba (actual Cuenca), Bomboíza y que llevaban ropa de ese estilo. Bena-
Benavente siguió la ruta (ya conocida) por Zuna y vente decidió regresar a Guallapa donde descubrió
Paira, un pueblo situado a ocho o diez leguas de que los caciques de Vixique y de Zamagolli se ha-
Zuña que agrupaba una centena de casas; desde bían rebelado contra los españoles; los pacificó y
allí se dirigió a Zamagolli (Sumagualli) y Moy regresó a Tomebamba por el mismo camino que
(Emoy), en donde encontró muy pocos indios. Des- había seguido. Se prometió regresar más tarde a es-
de Zamogolli envió una expedición de reconoci- ta “conquista”, pese a los obstáculos naturales y a
miento a Chapicos, una “provincia” situada a unas la hostilidad de los Xíbaro, pero pasando esta vez
AL ESTE DE LOS ANDES 283

por el Zangorima o río Cuyes (cf. Mapa 30, p. 280), pa, suponiendo que este pueblo haya efectivamen-
y ya no por el Upano. te estado situado a un día de camino del Paute, co-
El relato de Benavente, por sumario y lacó- mo lo dice Benavente, debía encontrarse más o
nico que sea, ofrece algunos índices interesantes, menos en el lugar del actual caserío de Sucúa, en
sobre todo en el plano topográfico. el Upano.
En efecto, se conoce bien la ubicación de En síntesis, es claro que la mayoría de esas
Zuña (o Zuñac) porque ese pueblo existía todavía comunidades estaba localizada a pie de la vertien-
hacia los años 1950: se trataba de un conjunto de te oriental de la cordillera, en los bajíos. Se notará
chozas muy aisladas, situadas en los bajos del pá- que todos los topónimos citados por Benavente,
ramo de Ozogochi, en las fuentes mismas del Upa- hasta Guallapa incluido, son manifiestamente no
no, a la entrada de un valle profundo y encerrado jívaro; por otra parte, Benavente no hace alusión
que declina hacia el oriente, y que encierra hasta en ningún momento a dificultades de comunica-
hoy un conjunto de chozas minúsculas (o “ranche- ción con los indígenas (siempre hasta Guallapa).
rías”) de propiedad de las gentes de Zuña, las cua- Aparte de ello, los habitantes del Upano le parecen
les estaban estrechamente ligadas por vínculos de tan poco exóticos, que fuera de su poblamiento
parentesco y de intercambio económico, con el disperso, él no anota ninguna otra cosa, solamente
pueblo de Hatillo, situado al nor-este de Pomallac- a propósito de los “Xívaros” cita algunos detalles
ta, Zula y Totoras, cerca del lago de Ozogochi (cf. sobre la lengua indígena, y a través de ello se nota
Mapa 31, p. 280). El valle dominado por Zuña en el un cierto asombro, frente a las costumbres de
constituía por otra parte la ruta clásica hacia las los indios de la región. Este conjunto de hechos su-
ciudades del oriente, y hasta comienzos del siglo
XX era la sola vía de comunicación directa entre
Macas y las ciudades de la sierra, especialmente
Riobamba.
Conociendo el sitio de Zuña y sabiendo que
una legua terrestre equivalía aproximadamente a 5
kilómetros, se vuelve fácil localizar los otros pue-
blos que fueron recorridos por H. de Benavente,
teniendo en cuenta que esas comunidades no po-
dían situarse sino a lo largo del curso superior del
Upano; en efecto la topografía de las vertientes ex-
cluye una implantación de pueblos que no fuese
en el valle. Es cierto que hay que tratar con pru-
dencia las estimaciones proporcionadas por Bena-
vente, más aun debido a las dificultades que pre-
senta el terreno y que lo habrían llevado a exage-
rar inconscientemente la distancia real de las eta-
pas que él hacía. Se las puede sin embargo utilizar
para establecer localizaciones relativas. Si Paira y
Sumagualli se encontraban a 20 ó 30 kms de Zuña
(es decir, dos días de marcha), esos pueblos debían
estar establecidos ya en zona tropical cálida y hú-
meda y “Chapicos” -situado entre 40 y 60 kms de
Sumagualli (es decir, 4 ó 5 días de marcha, lo que
parece mucho)- correspondería entonces a la lla-
nura del río Palora, en la desembocadura del valle,
al pie del volcán Sangay, lo que es del todo con-
gruente con otros datos- (citados después) que con-
ciernen esta “provincia”, y se ajusta adecuadamen-
te con el biotipo sugerido por la alimentación ba- 16. Mapa de las ruinas de la antigua ciudad de Logroño.
sada en el maíz y el pescado. En cuanto a Gualla- (1804, AHBC, Fondo Jijón y Caamaño)
284 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

giere que los grupos del Upano situados al norte dos de sus enemigos los indios caribes del Palli-
del Paute se distinguían claramente de los “Xíva- que, que vienen a sus tierras y les destruyen y des-
ros” y que ellos hablaban una lengua familiar a la pueblan comiéndoselos... es así mismo de los in-
escolta de Benavente. En la medida en la cual és- dios caciques de Macas y Çuña (Zuña) que viven
te, según lo sabemos, estaba acompañado de auxi- con mano armado y los despueblan...” Esperaban
liares cañaris (cf. R.G.I., 3: 176) se puede entonces también que se los protegería a partir de ese mo-
con legítimo derecho preguntar si el idioma em- mento de las correrías de los españoles, que ve-
pleado en toda la zona entre Zuña y Guallapa no nían a capturarlos para obligarlos a trabajar en la
era justamente el cañari, o quizás el quichua incai- Sierra (R.G.I., 3: 181). En la fundación, Salinas
co. Se notará en efecto que esas localidades del Al- Guinea tomó también posesión, a nombre de la
to Upano, tanto como las comunidades andinas si- Corona... “de las provincias del término y de las de
tuadas en el prolongamiento occidental del valle- Pallica, Xibaracoano y Chapico” (R.G.I. ibid) (La
Zula, Pomallacta, Hatillo... parecen estar preferen- transcripción propuesta por Rumazo González tie-
temente orientadas hacia los centros de la cultura ne mayor credibilidad: “Pallica, Xíbaro, Coano y
cañari -Azogues, Tomebamba- que hacia las etnias Chapicos”; en efecto otros ducumentos prueban
y cacicatos puruhá que sin embargo estaban próxi- que Coano o Guano era una “provincia” aparte).
mos; los datos citados antes en la pp.158 -159, con (op. cit., 42).
respecto a la asociación Quizne-Macas-Pomallac- Este corto texto nos induce a algunas obser-
ta, confirman esta impresión y muestran bien que, vaciones. Se notará para comenzar que ni los topó-
el conjunto de esta región del nudo pertenecía al nimos (cf. mapa 31, p. 280 para su localización) ni
área cultural cañari. los antropónimos citados en la lista de los caciques
son de carácter jívaro; por otra parte, es claro que
La implantación española en la zona norocciden- al menos algunos de esos caciques eran quichua-
tal, de 1550 a 1600 hablantes o hablaban el cañari, así como lo testifi-
ca la alusión a Don Felipe Inga, “hijo del inca Ata-
La imprecisión de los límites asignados a las huallpac”, llevado por los españoles para que pu-
diferentes conquistas provocó, por supuesto, innu- diera entenderse con los indios de esa región. Es
merables litigios entre los capitanes españoles; en- igualmente evidente que los caciques que partici-
tre Benavente y Núñez de Bonilla, para comenzar, paron en la fundación de Rosario eran distintos (o
y luego sobre todo entre Salinas Loyola, goberna- querían diferenciarse) de los “caribes” del Pallique.
dor de la provincia de Yaguarzongo y Bracamoros, Si Pallique, como lo pensamos, designa un río si-
y Melchior Vásquez de Ávila, sucesor de Bonilla tuado entre Guallapa y el Paute11 esos “caribes”
en la gobernación de la provincia de Quijos (cf. serían un grupo localizado inmediatamente al nor-
R.G.I., 3: 180 ss. sobre el detalle de esos litigios). A te de los Xívaro del Paute-Bomboiza encontrados
fin de sentar sus derechos en esta región tan apete- por Benavente; y hay motivos para creer que se tra-
cida a causa de sus supuestas riquezas auríferas, taba en realidad de la misma etnia. En cuanto a la
Vásquez de Ávila ordenó la fundación, en 1563, antropofagia atribuida a los “caribes del Pallique”,
de la primera “ciudad” española en el valle del es probablemente de orden metafórico, como
Upano, Nuestra Señora del Rosario. Paradójica- aquella de los Xiroa de los que se habla en el rela-
mente, es el propio sobrino de Salinas Loyola to ya citado de Álbaro Núñez.12
quien fue encargado de la empresa. El acta de fun- En síntesis, ese documento, como el relato
dación de Rosario presenta algunos datos impor- de Benavente, distingue claramente dos conjuntos
tantes sobre la composición étnica de esta zona y de población, los “caribes” Xívaro-Pallique, de una
es muy útil para completar el relato de Benavente. parte, y los indígenas parcialmente quichuaha-
La villa fue fundada en el sitio mismo o muy blantes (o más probablemente familiarizados con
cerca de Camaucalli (Sumagalli)9 a doce leguas de el cañari) y dotados de caciques de las villas de Su-
Zuña. Los caciques indígenas10 presentes en el ac- magualli, Paira, Guallapa, Vexique, Cangay, etc.
ta de fundación declararon, por medio de los intér- Tiende por lo tanto a corroborar la hipótesis suge-
pretes Don Felipe Inga “hijo del Inca Atahuallpac” rida por el relato de Benavente de que todos los es-
y Conga, curaca de Paira, aceptar el establecimien- tablecimientos situados al norte del Paute, a excep-
to de una villa española “porque así serán ampara- ción de los de Chapicos, sobre los que volveremos,
AL ESTE DE LOS ANDES 285

Leyenda
Puruhá
proto-Achuar
Huamboyas
Cañar
Xíbaro de Pallique
Xíbaro
Rabona Bracamoro
Aldeas indígenas
Pueblos españoles

Mapa Nº 32
Zona Nor-occidental: etnias.
286 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

estaban poblados por indios cañaris. La frase del mos de una fuente valiosa sobre la composición ét-
acta de fundación relativa a los ataques de los ca- nica del valle del Upano a finales del siglo XVI. Ese
ciques de “Macas y Zaña” (probablemente Zuña) documento presenta el litigio que enfrentó a dos
se refiere, con seguridad, a conflictos intertribales, encomenderos, Acosta y Palomino, a propósito de
y no guerras interétnicas como las que oponían las la posesión de un indio principal llamado Lobopa.
gentes del Upano a los “Xívaro-Palliques”. El meollo del asunto reside en la manera de atri-
Según algunas fuentes (Montesinos, 1906, buir las encomiendas. Cada encomendero recibía,
vol. 2:12-13), Juan de Salinas Loyola fundó ya en no un territorio, sino uno o varios “jefes” indígenas
1564 (o sea un año después de Rosario) la ciudad (principales) y el o los grupos locales que supues-
de Logroño de los Caballeros; esta primera funda- tarnente controlaban. Ese sistema presentaba a
ción fue efímera porque la villa fue rápidamente ojos de los encomenderos, inconvenientes graves,
abandonada debido a los constantes ataques de in- porque los grupos locales variaban constantemen-
dios. En 1575 ó 1576, Logroño fue restablecida por te de tamaño en razón de las epidemias y de las es-
Bernardo de Loyola, un vecino de Santiago de las cisiones, y por otro lado, se desplazaban sin cesar,
Montañas (R.G.I, 3:216) La localización precisa de pasando de un “dominio” a otro, según las circuns-
la villa es aun motivo de controversia, aparente- tancias. Por otra parte, un sistema de ese tipo recla-
mente estaba asentada en la confluencia del Paute maba un principio de cacicato estable y heredita-
y del Upano, y en la unión del Zamora y del Upa- rio, a fin de asegurar la permanencia del grupo al-
no (cerca pues del territorio jívaro) (cf. mapa 31, p. rededor de los principales que habían sido atribui-
280). Al mismo tiempo, simulando creer que la re- dos en encomienda. Sin embargo, todo indica que
gión de Rosario pertenecía a su propia goberna- pese a los esfuerzos de los españoles para introdu-
ción, Salinas ordenó a José Maldonado fundar la cir una regla de sucesión patrilineal automática, la
villa de Sevilla de Oro. Esta fue establecida en “transmisión” del cacicato, suponiendo que esta
1576 con colonos venidos de Cuenca, y unas vein- existiera, no obedecía a normas institucionales
te encomiendas fueron distribuidas después de la cristalizadas; de hecho, el sistema de organización
“pacificación” de los indios Chapicos del Coropi- socio-política recordado en filigrana en ese docu-
no (“Autos y averiguaciones”, 1587, Costales, mento se aproxima mucho al modelo jívaro clási-
1978, V: 15-79) (cf. mapa 31, p. 280). Sin embar- co, el de grupos locales inestables, agrupados en
go ni Logroño ni Sevilla prosperaron y a comien- torno a un “greatman”, jefe de guerra desprovisto
zos de los años 1580 Logroño, así como Rosario de autoridad, salvo en período de guerra abierta.
algunos años antes, estuvo a punto de desaparecer Para tratar de contrabalancear los efectos negativos
luego de una rebelión fomentada por dos renega- de esa manera de distribuir encomiendas, los dos
dos aliados a los Jívaro de los alrededores. Sabe- litigantes invocan finalmente criterios territoriales,
mos por algunos informes de méritos (cf. por ejem- es decir buscan determinar el lugar en donde están
plo R.G.I.,3: 216 y 183 ss) que esas dos villas, así establecidos él o los grupos locales que les habían
como Valladolid y Loyola, estaban muy poco habi- sido atribuidos en encomienda. Acosta pretende
tadas y eran objeto de incesantes ataques de in- así haber recibido cuatro principales... “los tres en
dios. Su situación verdadera está bien resumida en esta provincia de Chapicos” (el uno en Coropino
la Relación de Zaruma (R.G.I., 2: 307-315) fecha- con 70 indios, el otro en Palora con 50 indios, el
da en 1592 según España... “no hay en toda esa tercero en Lopino con 60 indios)...” y uno en la
gobernación (ie. aquella de Salinas) quinientos in- provincia de Guano (con 80 indios). El otro litigan-
dios de todas edades (reducidos y tributarios)... es- te, Palomino, cuya encomienda estaba situada en
tas ciudades son toda de burla, que en cuatro que el “río de la Mano”, a un día de camino de Sevilla
hay, no se hallaron sesenta españoles...” El juicio de Oro, pretende que la encomienda de Acosta se
es quizás excesivamente severo, pero sin duda no encuentra a ocho leguas de la suya (aunque admi-
esta muy alejado de la realidad.13 te finalmente que no se encuentra sino a dos le-
Gracias a la publicación por Piedad y Alfre- guas) y que además hay varias otras encomiendas
do Costales de un documento hasta hoy inédito, entre la suya y la de Acosta. Afirma, por otra parte,
los “Autos y averiguaciones hechos sobre los in- que Salinas Loyola había claramente distinguido
dios de las encomiendas de Sevilla de Oro”, fecha- cuatro “provincias” (se sobreentiende: 4 principa-
do en 1587 (Costales, 1978, V: 15-79), dispone- les) o sea Lopino, Palora, La Mano y Coropino. Es-
AL ESTE DE LOS ANDES 287

ta declaración es furiosamente refutada por Acos- Se notará para comenzar que los topónimos
ta, quien pretende que los dos ríos se encuentran citados en esta lista no tienen en absoluto carácter
en la misma “provincia” y que además se hallan jívaro, si no más bien cañari, al menos si debemos
muy cerca el uno del otro (se sobreentiende que creer a Jijón y Caamaño (1919: 340-413) y H. Al-
los dos lugares pertenecen a su encomienda)... vear (1977:242), según los cuales el final en cay es
La interpretación de los datos topográficos y típico de los topónimos cañaris, que significarían
la localización precisa de los diferentes lugares “corriente de agua” como el sufijo -tsa o -entsa en
mencionados en ese texto son demasiado comple- jívaro. En cuanto a los antropónimos, muy pocos
jas para que aquí tratemos de hacerlo, limitémonos de entre ellos tienen apariencia jívaro, a excepción
por lo tanto a notar que la región de Sevilla de Oro de estos:
comprende dos provincias distintas, Guano y Cha- Lohoa (Lovopa, Obopa) podría ser una
picos, esta última incluyendo la unión del Palora y transcripción del nombre masculino Pujupat, To-
del Coropino.14 El texto proporciona, además, una hopi de Tukup; Tucuy de Taki, Telay de Tili, versión
larga lista de topónimos y de antropónimos que quichua del nombre jívaro Tii; Cumbanao de Kum-
permiten una determinación más precisa de la fi- panam, Charo de Sharup, Atinga de Atinia (nombre
liación lingüística de las poblaciones de la región: de mujer), Yrate de Irarit. Por otra parte, la propor-
ción de nombres eventualmente jívaro es mucho
Provincia de Chapicos más elevada en la región de Lopino, en el seno de
la provincia de Chapicos, que en los otros lugares
a. Coropino-Palora: “Lailategua, alias Yata, en de esa zona. El uso de un intérprete (Sebastián, Ien-
Cupacay (juntas del Coropino y Palora), gua de esta tierra) para interrogar los testigos indí-
principal con 60 indios; Ocarigua, alias Re- genas no es certificado sino por tres personas:
que, en Yngacay o Rebotocay (es el mismo Obo, Lailategua y Lobopa, (el cual presenta a su
lugar), principal con 50 indios” (Ocarigua es
hermana como Maru),15 lo que ayudaría a probar
frecuentemente calificado de “indio blanco”
que esos testigos hablaban una lengua distinta de
en el texto) “Lobopa y su hermana Laytao,
los otros indios convocados.
india blanca, hijos de Ocarigua; otra (?) her-
En síntesis, el análisis de ese texto, uno de
mana de Lobopa llamada Maru, Tacuy, Lum-
los pocos documentos sustanciales que tenemos
bay, Atinga, Uyana” Según Lailategua, “vi- sobre esta zona, indica claramente que la mayoría
vían en la casa del dicho principal Ocari- de los indios que habitaban la región de Sevilla de
gua: Caote, Ceje, Rebocale, Obota, Veque, Oro no eran jívaros sino cañaris (a no ser que se
Amlobala, Denlea, Ombarete, Lobopa, Chi- trate de indígenas “cañarizados”) con la excepción
gua, Yamba, Loho”. de un núcleo localizado en la “provincia” de Lopi-
b. La Mano: “Chiba, Yrate, Rebolata, Totoca” no, en Chapicos. Confirma así la hipótesis ya esbo-
(esos dos pertenecen, parece, al grupo de zada a partir de índices proporcionados por el re-
Lailategua) y “Atamba”. lato de Benavente y el acta de fundación de Rosa-
c. Lopino: “Tohopi, principal con 60 indios, rio, a saber, que todo el valle superior del Upano y
asociado a Gueyna, ambos del “pueblo” de las cejas de montaña situadas al norte del Paute es-
Bemacay; vivían allí también Telay, Cumba- taban ocupadas por una población de origen andi-
nao y Charo” no, o cuyo hogar, al menos, estaba localizado en
el corazón de la sierra sur. He aquí un primer pun-
Provincia de Guano
to que se puede tener por aclarado. Pero hay aun
otra cosa: todos los documentos que hemos reme-
“Principales: Querda y Guana, con 80 in-
morado en los precedentes párrafos muestran que
dios; otro indio llamado “Obo”
lejos de formar un bloque monolítico, integrado a
Provincia de Ytacono una estructura de poder piramidal, esos cañaris del
Alto Upano constituían pequeños grupos no sola-
Ignoramos si se trata de una “provincia” o mente autónomos sino activamente opuestos los
simplemente de una parcialidad de la provincia de unos a los otros en el cuadro de una hostilidad in-
Chapicos; el único indio mencionado para esta zo- tertribal marcadísima; la alusión hecha por las gen-
na es un tal Mara. tes de Sumagualli a los ataques de los “Macas” me
288 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

parece, desde este punto de vista, muy significati- masacraron 12 000 españoles en Logroño y apro-
va. Esos hechos sugieren un modelo de organiza- ximadamente 6 000 en Sevilla.17
ción socio-política del cual las fuentes relativas a No se trata de entrar aquí en una ardua dis-
los Cañaris-andinos (cf. R.G.I., 2: 266 y 272-275- cusión de los levantamientos indígenas en esta par-
276 por ejemplo) indican que antes de la imposi- te del oriente a fines del XVI, sino de simplemente
ción de la paz inca era característico del conjunto aclarar algunos aspectos significativos de esos su-
de la etnia Cañari. Estaríamos aquí en presencia de cesos.
la supervivencia, o del resurgimiento de un sistema Una carta escrita por Joseph de Herrera so-
de relaciones que parece haber desaparecido en bre la “Situación de la nación de los Jíbaros” en
todos los otros sitios del territorio cañari. En efec- 1776 (Costales, 1977, 3: 11- 18), es decir, en una
to, si se compara el continuum Hatillo-Upano con época marcada por la obsesión de redescubrir “la
el otro gran eje vertical que hemos descubierto, antigua ciudad de Logroño” y sus hipotéticos teso-
aquel del Cuyes-Zangorima (Jima-Bomboiza y Sig- ros, nos trae algunas informaciones sugestivas a es-
Sig-Bomboiza), se ve que aquel difiere radicalmen- te respecto. Logroño, según las investigaciones de
te del primero porque hay en ese caso una estruc- archivo de las cuales se informa en esta correspon-
tura piramidal y una asociación complementaria y dencia, fue efectivamente destruida en el transcur-
pacífica entre comunidades serranas y pueblos “de so de un levantamiento fomentado por un mestizo,
abajo”, o sea, un sistema que se aproxima mucho aliado a los Jívaro y a los “indios reducidos” de los
del “control vertical” de tipo centro-andino16 (cf. alrededores. La carta de Herrera se refiere a anti-
supra, p. 50 y R.G.I., 2: 271 ss). guos documentos reunidos en Cuenca (desgracia-
El eje Ozogochi-Upano aparece así como damente estos fueron quemados después), particu-
una anomalía en el contexto de las relaciones sie- larmente a una real provisión que permite esclare-
rra-montaña en la región cañari en la segunda mi- cer el origen y el estatus de esos “indios reduci-
tad del siglo XVI. En cuanto a saber si esta anoma- dos”. El texto en cuestión prevé en efecto que...
lía nos remite a un sistema “fósil” milagrosamente “los oyaricos, o servicios mensuales de indios de
salvado de la aculturación incaica, o a la efímera Gualaseo y Paute asignados a Cuenca, se entera-
resurgencia de un modelo de relaciones obliterado
sen... en Logroño”. Se sabe por otras fuentes que el
durante la ocupación del Tahuantinsuyo, compara-
trabajo del oro era efectivamente una de las cargas
ble al renacimiento generalizado de las lenguas
principales impuestas primero por el Inca y luego
vernáculas durante el período caótico del “reino
por los españoles a los Cañaris de los valles de la
intermedio”, entre la caída del Imperio Inca y la
Cordillera Oriental: se ha dicho, por ejemplo, de
consolidación del marco colonial, nadie lo sabe, y
los indios de Cuenca que aquellos que no quieren
dudo que podamos resolver definitivamente el pro-
servir de mitayos a los vecinos de la villa... “van en
blema.
las minas de Zaruma y Zamora y a los Xíbaros”
2. El repliegue colonial (R.G.I., 2: 269), y de las gentes de Taday y de Ma-
cas (en la sierra) que Huayna Cápac “les mandó
El levantamiento de 1599 con rigor a que buscasen oro y otros metales en to-
das partes” (R.G.I., 2: 275); en fin, según Eckstrom
La rebelión de 1599 no fue una explosión (1975: 30 32 y 1980: 338), los vestigios arqueoló-
excepcional e inesperada sino la culminación de gicos descubiertos en el valle de Cuyes dan testi-
una serie de pequeños levantamientos que dio el monio de una explotación precolombina de place-
golpe de gracia a unas “ciudades” españolas ya res auríferos, y la tradición oraI de los Jimeños in-
moribundas y casi despobladas. El relato que hace siste sobre la voracidad de los españoles por el pre-
Velasco de ese levantamiento (op. cit., III; 152 ss.), cioso mineral y sobre la agotadora labor en las
conferirá una dignidad historiográfica a una mito- “minas” que los colonos les imponían.
logía fronteriza (cuya huella se encuentra ya en los Se puede inferir que se encontraban cierta-
documentos de comienzos del siglo XVII; cf. Cor- mente, entre los “indios reducidos”, Cañaris de la
nejo-Osma, op. cit., 3:2/3-2/5), según la cual todos región de Paute enviados a Logroño para comple-
los Jívaro, bajo las órdenes de su gran jefe Quirru- tar y luego reemplazar la mano de obra jívara que
ba, se pusieron de acuerdo para terminar con la abandonaba el trabajo en los placeres, y de la cual
dominación española: es así como 20 000 Jívaros se puede inclusive dudar si alguna vez cumplió es-
AL ESTE DE LOS ANDES 289

te trabajo. La carta de Herrera precisa además que veces por mestizos o españoles que habían logra-
esos “indios reducidos” se dispersaron en las mon- do asegurarse el efímero soporte de un grupo de
tañas de los alrededores luego de la rebelión y se indios en la esperanza de ser los beneficiarios de
mezclaron a los “gentiles” jívaros hasta identificar- uno u otro yacimiento aurífero. A fin de cuentas si
se completamente con estos últimos. esta rebelión ha quedado en la historia es debido a
Parece, en resumen, que un importante gru- dos razones: de una parte parece haber reunido,
po de mitayos cañaris participó en este levanta- por una vez, el conjunto o al menos la mayoría de
miento18 ayudando a los Jívaro y que no les costó los Cañaris, sea por concentración o por contami-
mucho a los indios, aunando esfuerzos, terminar nación a lo largo de la ceja de montaña. Por otra
con las escasa población de Logroño. parte, dio el golpe de gracia a una villa, Logroño,
Velasco y sus herederos afirman también cuyo status, en la imaginación de los españoles,
que Sevilla de Oro fue destruida por los mismos re- era muy particular, aun cuando en realidad haya
beldes en la misma época. Sin embargo, un acta estado en un estado de descalabro casi total al fin
del Cabildo de Sevilla de Oro fechada en 1608 de siglo estaba situada en el corazón de una región
(Costales op. cit., 5: 82 ss) prueba que 9 años des- que los españoles imaginaban repleta de oro y que
pués del levantamiento aun existía una administra- se escapaba obstinadamente a su codicia, región
ción municipal en el caserío. Además, los primeros que se mantuvo en adelante completamente cerra-
documentos conocidos, relativos a la villa de Ma- da para ellos.
cas (aquella de las tierras bajas) no menciona una
destrucción total y masiva de Sevilla: El hundimiento del frente de colonización
Según Lucero (1892: 34) hubo una tentativa
para terminar con la existencia de la colonia; los La importancia acordada a la fundación y al
sobrevivientes de este ataque se refugiaron en el rol de las ciudades tanto por la historiografía tradi-
Upano, en donde fundaron la ciudad de Macas. cional como por la tradición oral popular, tiende
Los españoles trataron luego de regresar a los pla- en definitiva, a oscurecer las modalidades reales
ceres de Sevilla, pero las incursiones de los Jívaro de la implantación colonial en esas regiones. Lejos
se lo impidieron y es por ello que el sitio de Sevi- de manifestar el dominio creciente de un orden co-
lla y lo que quedaba de la “villa” fueron definitiva- lonial organizado y centralizado cuyo despliegue
mente abandonados. Por otra parte, la historia de habría sido brutalmente interrumpido por una re-
la villa de Macas, escrita por Gortaire en 1784 se- belión indígena a gran escala, todas las fuentes ci-
gún la tradición oral de los Macabeos, no hace tadas en el curso de las páginas anteriores demues-
ninguna alusión al levantamiento de 1599, lo que tran que la constitución de la red de establecimien-
parece sorprendente si Sevilla de Oro fue realmen- tos españoles se hizo aquí de manera totalmente
te el teatro de una masacre de la amplitud de la anárquica y que llevó desde su origen la promesa
que ha mencionado Velasco (cf. Costales, 1977, 3: de su fracaso.
33-39) El Legalismo exagerado y la manía pleitista
En definitiva, las fuentes conocidas dan tes- del cual dan testimonio los documentos del siglo
timonio de una historia mucho menos épica y mu- XVI no deben engañarnos, en verdad la primera
cho más confusa que la que nos quiere presentar la colonización de la ceja de montaña sur del Ecua-
historiografía tradicional. Lejos de ser el efecto de dor se efectúa al capricho de capitanes rivales muy
una armada jívaro masiva y organizada, el levanta- poco preocupados por los intereses de la Corona,
miento de 1599 agrupaba un conjunto compuesto encabezando bandas de aventureros establecidos
de indios andinos y selváticos y ni siquiera es se- en campamentos rudimentarios19 que escapan ca-
guro que la participación jívaro haya sido verdade- si por completo al poder de Quito; y lo cotidiano
ramenle decisiva en este asunto; además, esta re- así como las estructuras políticas de ese mundo se
belión se inscribe en la continuidad de una serie parecen mucho más a aquellas de las sociedades
incesante de ataques y de emboscadas perpetradas indígenas que combatían, manipulaban o explota-
a veces sólo por los Jívaro en el cuadro de una tác- ban, que a aquellas de la sociedad colonial de las
tica de “guerrilla” tradicional en esa sociedad, a tierras altas.
veces por los Cañaris de las tierras bajas probable- La historia de Macas es un buen ejemplo de
mente aliados a algunos grupos locales jívaros, o a la dinámica de los establecimientos coloniales de
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la montaña en el siglo XVI. Los primeros campa- que Sevilla de Oro y Macas, suponiendo que este
mentos de “Macabeos” (mejor dicho de aquellos pueblito existía ya independientemente de Sevilla.
que habrían de convertirse en Macabeos) estaban De otra parte, las vías de acceso hacia el
situados según parece a orillas del Palora, cerca Oriente desde Cuenca y Loja vía el Paute o el Za-
del Pastaza, de ahí se desplazaron hacia el río mora estaban casi cerradas y permanecieron estre-
Quegüena (probablemente el Kunkuim, cf. Mapa chamente controladas por los Cañaris y los Jívaro
15). En un sitio como en el otro, los colonos explo- hasta finales del siglo XVIII. A lo largo de toda la
taban los placeres auríferos con el trabajo forzado ceja de montaña sólo tres rutas -las menos directas
de los indios, los cuales eran sin duda los mismos y las más difíciles- quedaban abiertas; aquella de
Chapicos mencionados en los textos relativos a Se- Chachapoyas y del Alto Marañón al sur, la de Va-
villa de Oro. Esos sitios españoles estaban unidos a lladolid y del Chinchipe, y por fin la de Zuña y del
la sierra por el valle del Pastaza (que comienza en valle del Upano. La ruta del Pastaza por Baños, tal
Baños), y corresponden muy probablemente a las vez usada por los de Riobamba para acceder a sus
“ciudades” (Mendoza) fundadas por los “riobam- hipotéticas colonias al comienzo de la conquista y
beños”, según Velasco, al comienzo de la conquis- bloqueada por un terremoto, no fue abierta real-
ta. Habiendo agotado los depósitos auríferos alu- mente sino a finales del siglo XVIII aun cuando ha-
viales de la región, quizás acosados por los indios ya servido de vez en cuando a los pocos domini-
y desligados de la sierra por un terremoto (aquel de cos que iban a la misión de Canelos.
1582) que tornó intransitable el camino de Baños, En suma, la historia caótica de la primera
los colonos migraron de Queguena en dirección colonización del oriente aparece, a la vista de sus
sur, en busca de otra salida hacia la sierra y de es- resultados concretos, como un episodio singular-
te modo llegaron al valle del Upano, en donde fun- mente marginal en la génesis del mundo hispánico
daron la villa de Macas, y es ahí donde sin duda se andino. Sin embargo, sería equivocado descuidar-
replegaron y se instalaron los habitantes de Sevilla la, porque este obscuro paréntesis en la aventura
de Oro en 1599. Después la ciudad cambió varias colonial modificó profundamente la configuración
veces de sitio y no es sino en el curso del siglo XVII del mundo indígena del piedemonte, y marcó un
e inclusive del XVIII que se implanta definitiva- viraje decisivo en la historia de los habitantes au-
mente en su sitio actual (Gortaire, 1784, en Costa- tóctonos de esta región.
les, op. cit., 1977 3, 33-39).
La situación del frente de colonización en el 3. Identificación y localización de las etnias de la
sur oriente a finales del siglo XVI, se presentaba en- zona noroccidental
tonces de la manera siguiente: de las innumerables
De la presencia cañari en la ceja de monta-
encomiendas distribuidas formalmente por los
ña oriental a mediados del siglo XVI -específica-
conquistadores (Salinas Loyola otorgó más de cien
mente en el valle del Upano, y de manera residual
en el curso de sus primeras expediciones) no sub-
en el valle del Cuyes (“Bolos y Cuyes”)- creo haber
sistía ni un tercio en 1600, aun en Zamora y San-
aportado suficientes pruebas.20 Por otro lado he
tiago de las Montañas (entre las pocas ciudades
detallado la naturaleza de los establecimientos ca-
que sobrevivían en esa época) se observa una pér-
ñar, subrayando el contraste entre el eje Jima-Cu-
dida de un tercio, entre 1556-57 y 1582 en el nú-
yes, que nos remite a un modelo de “archipiélago”
mero de encomiendas censadas. En cuanto a las
de tipo inca aunque a una escala obviamente redu-
“ciudades”, Logroño había sido definitivamente
cida, y el eje Hatillo-Upano, de otra parte, que ma-
borrada del mapa, todos los esfuerzos emprendi-
nifiesta un estado arcaico de formas de implanta-
dos durante los siguientes 20 años para restable- ción vertical del mundo cañar, bajo la modalidad
cerla fracasaron lamentablemente Loyola y Valla- de un cuntinuum de pequeños grupos indepen-
dolid estaban exsangües y desaparecieron en la dientes, unidos entre ellos por relaciones de guerra
primera mitad del siglo XVII; Zamora, temporal- y de intercambio materiales, capaces de confede-
mente abandonada, logrará sobrevivir “en una rarse si el caso lo ameritaba, bajo la tutela de un
constante angustia tropical” según la fórmula de “señorío” más poderoso que los otros -en este ca-
Costales (op. cit., I: 79); Santiago y Nieva se veían so el de Macas-Pindilig- para resistir a invasores
reducidas a un puñado de habitantes, lo mismo como los incas.
AL ESTE DE LOS ANDES 291

La presencia de “colonias” cañaris en los Los “caribes de Pallique”, en primer lugar,


llanos nos lleva a plantear otro problema, sin que eran ciertamente una tribu jívaro, sin duda estre-
podamos todavía profundizarlo por falta de datos: chamente emparentada con o idéntica a los “Xíba-
es el del horizonte amazónico de los Puruhá, y de ros” del Paute. El hecho de que los españoles ha-
la presencia eventual al este de su territorio de una yan distinguido entre la provincia Xíbaro y la pro-
implantación análoga a aquella de sus vecinos in- vincia de Pallique no implica de ninguna manera
dígenas meridionales. Pese a que la región de Zu- que nos encontremos en presencia de grupos étni-
ña y el Alto Upano eran limítrofes de la zona Puru- cos diferentes; se puede cuando mucho admitir
há, como lo he indicado, no se encuentra a priori que los “Pallique”, quizás debido a los vínculos de
ninguna huella de una “colonización” Puruhá pró- vecindad con los Cañar del Upano, se distinguían
xima al Upano. Sin embargo, no es imposible que a ojos de los españoles de los “Xíbaros” de Paute,
haya existido un sistema de colonias o de estable- tal vez más estrechamente vinculados a los Cañaris
cimientos controlados por esta etnia en el sector del Cuyes -Zangorima y a los Bracamoro- Rabona.
del Sangay y de las fuentes del Palora (cf. mapa 31, Además, hasta ahora ningún índice permite
p. 285). Me parece que es en esta dirección que señalar la existencia de otro grupo de indios, dis-
hay que buscar el origen de los misteriosos Huarn- tinto a la vez de los Cañaris y de los Jívaro en la zo-
boyas, de quienes se dice que vivían en esta re- na muy limitada situada entre el Paute y el Tuta-
gión. Las escasas informaciones que conciernen a nangoza. Los “Xíbaros” de Paute y los “caribes”
este grupo, desaparecido durante la segunda mitad del Pallique constituían entonces, según todo pare-
del XVIII (a pesar de que haya estado lejos de las ce indicar, la misma etnia, germen del grupo cono-
presiones coloniales directas), son en efecto com- cido posteriormente con el nombre de Shuar (o
patibles con la hipótesis de una afiliación puruhá. untsuri shuar), cuyo límite norte en el siglo XVI era
Sabemos que los Puruhá de la región de Ba- el Tutanangoza. Esta población no comienza a mi-
ños controlaban el acceso al cañón del Pastaza, y grar hacia el curso superior del valle del Upano y
es bastante probable que hayan utilizado la región a ocuparla de manera permanente, sino en los úl-
del Alto Palora y del Alto Huitoyacu -de muy difí- timos años del siglo XVIII, a pesar de que efectua-
cil acceso- como zona de refugio para protegerse ba incursiones guerreras más allá del Tutanangoza
de los incas primero y de los españoles, después. desde finales del siglo XVI.
Algunos datos, citados en relación a la misión do- Subsiste el problema de los indios llamados
minicana de Canelos (cf. supra pp. 151-154) han Chapicos, particularmente aquellos de la provincia
permitido decubrir una migración serrana origina- de Lopino, que se pueden localizar, si nuestra re-
ria de las provincias puruhá de Tungurahua y de construcción topográfica es exacta, entre el Palora
Chimborazo en el valle bajo del Pastaza y en el y las fuentes del río Macuma (cf. Mapas 31 y 33,
Bobonaza, así como una red de intercambio vesti- pp. 280 y 300). Es verdad que los índices relativos
gial y clandestino entre esas “colonias” tropicales y a la identidad étnica de los Chapicos son muy te-
algunas comunidades andinas, especialmente Ba- nues: la diferencia, apuntada por los españoles,en-
ños, en los siglos XVII y XVIII; nadie impide pensar tre estos indios y los Cañar de tierras bajas, (desnu-
que esas relaciones se inscribían en la continuidad dez, belicosidad frente a los colonos, forma de vi-
de un sistema desmantelado -por razones y en cir- vienda...) y algunos topónimos y antropónimos de
cunstancias desconocidas- al comienzo de la Con- apariencia jívara. Algunos documentos posteriores
quista.21 al siglo XVI permiten, sin embargo, dar consisten-
En cuanto a los grupos jívaro propiamente cia a la hipótesis de una afiliación Jívaro para esta
dichos, Gnerre (op. cit.: 81) sostiene que el límite población.
septentrional de su territorio, al momento de la
conquista, era el río Paute, y que todos los demás - Un texto de 1630 (A.G.I., Ind. gen., 1268)22
grupos, del Paute al Pastaza, pertenecían a conjun- nos dice que “vacaron unos indios Xivaros
tos culturales y lingüísticos distintos. A esta afirma- montaracos repartidos en los montes de Da-
ción hay que tomarla con cuidado, porque parece vadaval, Bavapoco y Guacho... no pagan ta-
que hubo al norte del Paute al menos dos subgru- sa...”; los montes en cuestión están justa-
pos de origen jívaro, junto a grupos étnicos muy mente situados en las franjas orientales del
diferentes. territorio puruhá en las proximidades del
292 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Sangay y del Tungurahua, los dos volcanes localizaciones que tenemos para esos grupos no
que dominan la planicie del Palora, es decir, corresponden de ninguna manera a la zona de
la región de Chapicos-Guano. Chiguaza y del Alto Macuma. Nuestra hipótesis en
- Otro texto de 1639, señala que el goberna- definitiva, es que esos grupos Chapicos constituían
dor de Macas, F. Calzada, se prepara a orga- uno de los elementos en el origen de la tribu
nizar una expedición de represalias contra Achuar. De hecho, las primeras menciones de los
las “tribus salvajes de Macas” que atacan la Achuar como tales (o Achuales) en los años 1770,
villa; igual alerta en 1714 cuando se quejan sitúan esos indios en las riberas del Alto Pastaza, a
de una incursión “jívaro” (son claramente la altura aproximada del nacimiento del Macuma
citados) contra el pueblo de Sumagualli en (cf. por ejemplo Riofrío, en Jerves, Oriente Domi-
cuyo transcurso los indios agarraron una ca- nicano, 6-7, 1928, 143 ss y González Suárez,
beza- trofeo. 1969-70, 3: 203); además la tradición oral achuar
- En 1733 un franciscano pasa varios meses (según informantes del Pastaza) afirma que la zona
entre los “Xívaro” del río Chiguaza (situado del Chiguaza y de las cabeceras del Macuma, ac-
en el corazón de la provincia de Chapicos), tualmente habitada por los Shuar, era antaño una
los mismos que, según el misionero, atacan zona exclusivamente achuar.
los pueblitos del Upano “como lo hacen Esos hipotéticos “proto-achuar” parecen ha-
desde hace ya más de un siglo” (Bol. de Ac. ber estado estrechamente mezclados con los Caña-
Nac de Hist. 1739, en Compte, 1885, 2: 56- ris del Upano -los “autos y averiguaciones” de
63). 1587, citados arriba p. 169 ss.) sugieren inclusive
que algunos Cañaris se habían definitivamente in-
Ahora, esos Jívaro del Chiguaza y de los al- tegrado a la sociedad jívara, al igual que los oyari-
rededores de Macas no podían ser, al comienzo cos de Logroño- y quizás mantenían también rela-
del siglo XVIII, Shuar originarios del Paute-Zamo- ciones con los Puruhá de la Cordillera Oriental. En
ra, dado que la migración de estos últimos hacia el todo caso, son muy probablemente los primeros Jí-
norte no ocurre sino un siglo más tarde y ellos no varo de tierras bajas quienes fueron enfrentados al
se instalan en la región de Palora-Chiguaza sino a mundo blanco y que tuvieron que sufrir sus efectos.
1 Disponemos, para esta zona, de la breve “Relación” de
comienzos del siglo XX; no pueden ser tampoco Hernando de Benavente, pobre en detalles etnográficos y
Huambisa, Kandoshi o Gaes, porque las primeras topográficos, y de algunos documentos administrativos,

Notas

militares o jurídicos (relatos de juicios, informes de méri- cuentra en R.G.I.,3: 178 ss.
tos, etc.). 6 Si se trata del de Vergara de los Bracamoro, de lo cual se
2 Se trata, como lo veremos, de pueblos situados en el cur- habla ya, p. 83, esta información indicaría que él llevó su
so superior, todavía serrano, del río Upano, o en las cerca- expedición mucho más al norte de lo que hasta ahora se
nías de ese valle. había creído. Sin embargo, por no haber podido consultar
3 Esta ermita protegía un cuadro milagroso que, según una esta edición, no he podido verificar la cita de H. Alvear.
tradición oral aun existente en Jima, fue llevado a ese pue- 7 Es decir, el Pastaza y no el Napo como lo escribe Jiménez
blo de la sierra por españoles que huían del levantamien- de la Espada en los R.G.I.
to de 1599. La imagen se quedó luego en Jima y es objeto 8 No entramos aquí en el debate historiográfico que se refie-
de un culto anual. re a los resultados concretos de la expedición de Benaven-
4 Que el Macas al cual se refieren los textos citados sea te. Jiménez de la Espada, basándose en el Relato de Bena-
aquel de la sierra (el actual Pindilig), no resuelve todos los vente, piensa que él y Mercadillo fundaron juntos la ciu-
problemas; quedaría por explicar la constante asociación dad de Zamora; sin embargo, el relato ya mencionado de
entre Macas (o Taday) y las comunidades del páramo, que Barahona (R.G.I.3: 179) así como la Relación de Zamora
son sin embargo, muy distantes del valle del Paute. autorizan a plantearse algunas dudas a propósito de la par-
5 Acerca de la expedición de Torres, tenemos el testimonio ticipación de Benavente en la fundación de esta ciudad.
de Francisco de Arcos, un capitán que acompañó a Piza- 9 Por lo menos el acta fue firmada en Sumagalli; no es evi-
rro al “País de la Canela” en 1542, y participó luego de la dente que la villa de Rosario haya sido fundada en esos
expedición de Torres, antes de acompañar a Díaz de Pine- mismos lugares.
da en su campaña contra los Paltas y los Cañaris en 1543. 10 Hay diferencias entre la lista de caciques como ha sido
El informe de servicio de Arcos, y algunos datos suplemen- transcrita por Jiménez de la Espada y la que proporciona
tarios relativos a otras expediciones en la región, se en- Rumazo González:
AL ESTE DE LOS ANDES 293

J. de la Espada Rumazo lado izquierdo del Alto Upano bajo el nombre de Curum-
Toylla, cacique de Çangay Toylla-Sangay baino y Domon; de allí a encontrar “Coropino” y “la Ma-
Conga, de Paira Zanga-Paita no” no hay sino un paso. Pese a ello el problema continúa
Acaco, de Camaucalli Azaco-Zamaucaulli porque el Curumbaino es aun más alejado del Palora de lo
Ahusa, de Mihuacara Atuna-Mibucala que es el Upano. (cf. mapa 31 p. 280 para estos datos).
Cuaznari, de Guallapa Aguaznalli-Guallapa 15 “Maru” o “Maro” podría muy bien ser la transcripción de
Huayna, de Vexique Agauyno-Visique /umaru/, es decir, “mi hermana” (hombre hablando), en los
Paita de Cuipita y Abarico (Abanico) Paita Ciupita dialectos jívaro ecuatorianos.
Maichahua, de Colayghua Malichagua-Colaygua 16 La diferencia entre los dos ejes no es debida a variaciones
Tutuy, de Maqueta Ibíd. cronológicas entre los testimonios acerca de los dos valles.
Holay, de Itacono Ibíd. Es cierto que los datos acerca de Xima y Arocxapa, las dos
Lamano, de ? Ibíd . villas asociadas al valle de Cuyes, datan de 1582, en tanto
que aquellas del Upano se escalonan entre 1550 y 1587;
De los 4 últimos caciques, Rumazo precisa que venían de sin embargo, aun textos ulteriores acerca del Upano llevan
“Chamicos” (Chapicos)? Poco tiempo después otros caci- la marca del sistema atomizado que le caracterizaba en
ques vinieron a someterse a los españoles: “Los principa- 1570, mientras que en 1582, el “archipiélago” Xima-Cuyes
les Pasiga y Lupuno, con algunos indios de Chapicos, y había ya prácticamente desaparecido en su forma original.
Loorpa, cacique de Jacora, y Huataeme y Cullay de Naca- 17 Las cifras de Velasco son evidentemente absurdas: los in-
pai, pueblos también del partido de Chapicos; Seytua y formes de servicio de Villanueva Maldonado y de Bernar-
Buya, de Aluano; Pacipe, de Payano; Maqueta y Coachay do de Loyola (R.G.I.,3: 261 ss) indican bien que a comien-
de Palula y otro de Chapita” (R.G.I., 3; 181). zos del año 1580 no había más de una docena de españo-
11 En 1571, se envió a Rosario -ya decaída e infestada de re- les en Loyola y no más de treinta en Sevilla de Oro, habi-
negados- una expedición de “limpieza” comandada por da cuenta del estado de descalabro en el que se encontra-
Álvaro de Paz. El enviado de Quito no logró, inicialmente, ban todas esas villas españolas a fines del siglo, la pobla-
reprimir el levantamiento de los dos mestizos rebeldes, ción efectiva de Sevilla y Logroho debía ser aun más redu-
Landa y Bareto, y fue obligado a refugiarse en Vexique (o cida en 1599.
Uidique). El proyecto de los rebeldes era... “después de pa- 18 Se sabe que los cañaris, pese a su alianza inicial con los
sado el río de Pallica, situarse en la barranca de Tomebam- españoles, participaron en Ievantamientos indígenas en to-
ba (Paute)... para luego dar sobre Zamora...”Relación del do el oriente, especialmente en el de Quijos cn 1578; que
motín de Landa y Barreto; citado en Rumazo, p. 143 ss. y ellos se hayan sumado al Ievantamiento de los años 1590-
en R.G.I.,3:182). Las indicaciones topográficas presenta- 1599 en la provincia de Macas no sería nada improbable
das en esa Relación nos hacen pensar que el río Pallique (consultar sobre ese tema Oberem, 1974-76: 271) Costales
podría ser el Apotenoma (actual río Tutanangoza). cree también que los indios de la sierra han participado en
12 Aun en la actualidad, los Achuar usan corrientemente me- la rebelión de 1599 (cf. op. cit.,l: 11)
táforas antropofágicas para designar la muerte por brujería 19 Como bien lo dice Jiménez de la Espada, esas “ciudades”
o por decapitación en manos de los Shuar. orientales eran en realidad “grupos bien o mal delineados
13 La descripción de Sevilla y Logroño proporcionada por Al- de chozas, galpones o ranchos de guadua... que sin dejar
drete en 1584, siendo éste leal partidario de Salinas, no es hueso ni raspa devoraba el bosque a los pocos días de
más alentadora: en efecto, él precisa que hay muy pocos abandonarlos sus habitantes” (R.G.I., 3: 166).
habitantes en Sevilla y que los indígenas de la región “no 20 Por si fuera necesario, he aquí otras dos: en un documen-
son en la servidumbre y conocimiento que conviene”; en to de 1630 (acta de la toma de posesión de una encomien-
cuanto a Logroño, Aldrete dice que los indios: “por no ser- da) son citados como testigos los caciques de Chapicos, de
vir han matado cantidad de españoles y cada día les ma- Guano y “el de los indios Cañar de Sumagualli” “(Costales,
tan”. Ni siquiera presentar un censo de esos pueblos. 1977, I: 40). Además, el salesiano Barrueco ha publicado
14 La localización del Coropino constituye uno de los proble- (1959) una lista de topónimos recogidos desde fines del si-
mas de interpretación más espinosos de este texto. Según glo XIX en el Vicariato de Méndez: esos topónimos, como
Costales, el Coropino sería el Upano. Sin embargo, esta hi- lo señala Gnerre (op. cit. 85), no tienen nada de jívaro y al-
pótesis no permite explicar literalmente la fórmula “las gunos son idénticos a aquellos mencionados en los docu-
juntas del Palora y del Coropino” porque el Palora no se mentos del siglo XVI.
precipita en ningún momento en el Upano. Tres posibilida- 21 Las primeras, y según creo, las únicas informaciones sobre
des se presentan entonces: o bien el Coropino no es el los Huamboya datan del siglo XVIII; ver en particular la
Upano sino un desconocido afluente del Palora; o bien el carta de J. Paredes fechada en 1716, en Comple, 1885,
Palora mencionado en el texto no es el mismo que el río vol. 2: 273 ss., y la información de J. Basabe y Urquieta de
conocido hoy con ese nombre; o las “juntas del Palora y 1754, en Vacas Calindo, 1902, I: 70 ss.
del Coropino” designa simplemente la llanura situada en- 22 Gracias a T. Saignes conocí este texto; aprovecho la oca-
tre el Palora y el Upano. De otro lado, como ignoramos sión para agradecerlo.
igualmente el sitio exacto de Sevilla de Oro no podemos
servirnos de las indicaciones de distancias mencionadas.
En ciertos mapas reproducidos por Morales y Eloy (1942)
en su Atlas histórico geográfico, aparecen dos afluentes al
CONCLUSIONES

d
A mediados del siglo XV el bloque cultural nea, pero es muy posible que este conjunto haya
Jívaro-Candoa constituía un conjunto a la vez más reagrupado varias tribus distintas, por ejemplo, la
extenso y diferenciado de lo que representa hoy del valle del Zamora y la del Chinchipe; se pueden
día. Dentro de la familia jívaro, se distinguen cla- entrever otras particularidades internas, especial-
ramente dos grupos: por un lado las poblaciones mente en el plano de los biotipos explotados y de
de sierra y de montaña, por otro las poblaciones de los grados de permeabilidad a las influencias Palta
hylea, esencialmente ribereñas. o Cañar de la sierra. Los Bracamoro tenían una or-
Al menos dos tribus jívaro ocupaban en es- ganización socio-política muy similar a la de los
te período un piso ecológico claramente serrano: grupos jívaro contemporáneos: hábitat diseminado
los Palta propiamente dichos (también llamados (una a dos leguas entre cada unidad familiar o gru-
Xiroa), localizados en el corredor interandino y sus po de unidades familiares), elementos del relieve
valles occidentales, desde la estribación de Sabani- utilizados como factor defensivo, grupos locales
lla hasta el río Jubones, entre 1 500 y 2 000 metros fluidos de 80 a 200 personas repartidas en una de-
de altura, y los Malacatos situados en la falda y cena de unidades domésticas. Cada grupo local es-
parte alta del nudo de Sabanilla. Sabemos muy po- taba controlado por un jefe de guerra, sin privile-
co de esos Jívaro de la sierra, sólo que eran lingüís- gios económicos ni autoridad formal excepto en
ticamente próximos a los Palta-Bracamoro del pie- período de guerra abierta. Esas poblaciones eran
demonte, y que (al contrario que estos últimos), muy belicosas y decapitaban a sus enemigos para
presentaban en la época de la conquista española obtener cabezas-trofeos. Sin embargo, la naturale-
algunos rasgos culturales típicamente “andinos”, za de las unidades sociales que se enfrentaban en
tales como la agricultura de arado y un cacicato estos conflictos es difícil de precisar, al parecer
asociado a un tributo en fuerza de trabajo. Sin em- existía una combinación entre: por un lado un
bargo, en nuestra hipótesis, estos rasgos particula- complejo de vendetta que oponía entre sí a los gru-
res son el producto de una dominación incaica de pos locales vecinos y por otro lado, relaciones de
casi un siglo y no reflejan fielmente la situación guerra, donde se incluía la decapitación, entre sub-
aborigen pre-incaica. La única información demo- grupos muy distanciados que pertenecían al mis-
gráfica que tenemos de estas dos tribus indica que mo conjunto “dialectal” pero considerándose co-
los Palta y los Malacatos eran más de 10 000 en mo distintos (Rabona, Xoroca), y también entre
1580, pero esta cifra es probablemente inferior a la unidades tribales diferentes (por ejemplo, Rabona
realidad. Si se acepta la población xiroa de Gonza- contra “Xíbaros” o “Giuarra”). Este tipo de belicis-
val como representativa del conjuto Palta, se admi- mo, la asociación de la “vendetta” intratribal y la
tirá que las unidades domésticas estaban disemina- caza de cabezas intertribal, una característica de
das (un promedio de dos leguas españolas entre los grupos shuar, aguaruna y huambisa permanece
cada núcleo familiar) y que los grupos locales tota- como es sabido, hasta el siglo XX.
lizaban unas 100 a 200 personas. Los Bracamoro practicaban en horticultura
Estas poblaciones de altura se diferencian el sistema de corte y quema (a excepción de un pe-
claramente de los Palta-Bracamoro (también Rabo- queño núcleo de población en el Alto Chinchipe,
na, Xoroca, Pacamurus), que ocupaban un ecotipo quizás Palta andino, que cultivaba con arado) y los
de montaña situado entre los 600 y los 1 500 me- cultígenos enumerados por los españoles no difie-
tros y se extendían sobre todo el piedemonte orien- ren mucho de las plantas utilizadas por los Jívaro
tal desde el curso medio del Chinchipe hasta el ba- contemporáneos: yuca, ñame, camote, llanteen
jo Zamora. Los Bracamoros se presentan como una (en Zamora), frijoles y maní. La papa-china y el
unidad dialectal y cultural relativamente homogé- plátano-guineo, de consumo contemporáneo, eran
296 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

17. Misión achuar del Alto Pastaza (Foto A. C. Taylor).

todavía desconocidos en el siglo XVI. En cambio el Los “Xíbaros” del Paute constituían al pare-
maíz, especialmente en la cuenca del Chinchipe, cer, un grupo dialectal distinto tanto de los Palta
tenía un papel alimenticio mucho más importante andinos como de los Bracamoro, aunque ocupa-
en el siglo XVI que actualmente. La cría de llamas ban un piso ecológico similar al de los Rabona del
y conejillos de indias, también estaba muy difundi- Zamora. Los “Xibaros” se distinguían de sus veci-
da en la cuenca del Chinchipe, pero casi ausente nos meridionales por su indumentaria (no tenían ni
en el valle del Zamora, lo que podría indicar que llamas ni vestidos de lana) y por un modo de po-
la cría de estos animales era de origen relativamen- blamiento mucho más atomizado que el de los
te reciente entre los grupos Bracamoro, si bien di- Bracamoro, así como de grupos locales más pe-
ferencias climáticas contribuyeron en limitar la di- queños. Recordemos que Benavente estimaba en
fusión de esta práctica. Las herramientas y las ar- 1000 personas la población “Xibaro”, pero esta ci-
mas utilizadas por las poblaciones Bracamoro son fra resulta evidentemente muy aproximada.
las típicas de todos los grupos jívaros antes de la Todos los grupos jívaro de las tierras bajas,
introducción del hierro: palo de cavar, rodela, lan- al principio de la conquista española, parecen ha-
zas de madera de palma y cerbatanas. No se men- ber sido ribereños; sin embargo, no sabemos si, co-
cionan arcos ni flechas, que sin embargo, algunos mo los Aguaruna y los Achuar contemporáneos,
jívaro dicen haber conocido hace tiempo. Las ha- también ocupaban, y de modo simultáneo, las zo-
chas de cobre, que venían de la zona cañar a tra- nas interfluviales.
vés de redes de intercambio muy extensas, útiles Las poblaciones del Cenepa y del Santiago
valorizadas, de prestigio más que de uso, también probablemente constituían un conjunto dialectal y
eran comunes a todos los grupos jívaros de la mon- sociológico homogéneo. En cambio, el grupo lla-
taña y de las tierras bajas. La población global de mado Nieva, si bien antaño pudo integrar parcial-
los Bracamoro, en 1550, puede ser estimada alre- mente el mismo conjunto, progresivamente se fue
dedor de unas 10 000 personas por lo menos. diferenciando como consecuencia de migraciones
AL ESTE DE LOS ANDES 297

alógenas, si nuestras hipótesis sobre este grupo son rritorio, al momento de la conquista española, es
ciertas. Como quiera que fuese, algunos de estos imposible de establecer. Todo lo que se puede de-
grupos del Cenepa/Santiago y del río Nieva proba- cir es que ellas vivían en las llanuras situadas entre
blemente habrán constituido el núcleo de las tribus 600 y 1 200 m de altura, a la derecha del Pastaza,
contemporáneas Aguaruna y Huambisa situada la y que los grupos locales parecen haber sido allí
primera en las orillas del Marañón en el Alto Mayo más pequeños que en el valle del Marañón (60 In-
y en el Cenepa, y la segunda en la cuenca norte del dios por “principal” de promedio), pero no se sabe
Santiago y las faldas de la sierra de Campanquiz. si esta cifra corresponde a una situación pre-hispá-
Señalaremos que la densidad demográfica de los nica o no. Así mismo, las estimaciones demográfi-
grupos locales en estas sociedades era mucho más cas tienen tan pocos datos en los cuales apoyarse
elevada que entre los Jívaro de la montaña, lo que que mejor vale prescindir de ellas.
no es sorprendente en poblaciones ribereñas: en el Entre todas las culturas que nos parecen ha-
Santiago, la población media de los grupos locales ber pertenecido al conjunto candoa, sólo los Chi-
era de unas 350 personas, en el Nieva de unas rinos, si se admite la clasificación de Rívet, repre-
180. Estas cifras son similares a las existentes en la sentan una típica población de montaña, todas las
actualidad para los grupos jívaro meridionales. Pe- demás vivían en las tierras bajas y en su mayor par-
ro la organización socio-política y las formas de la te estaban establecidas en las zonas ribereñas.
guerra eran, entre los Giuarra y los Nieva, riguro- Concentrados en el río Chirino y en el Alto
samente idénticas a las de los Rabona, con excep- Numbatacaime, los Chirinos no se distinguían mu-
ción del tipo de desplazamiento, que entre los Jí- cho de los Rabona tanto desde el punto de vista del
varo de las tierras bajas se hacía en piragua, en lu- piso ecológico donde vivían como en lo que a su
gar de a pie, durante sus expediciones guerreras. cultura material se refiere. En cambio, su organiza-
Así mismo, la cultura material de estas tribus, y es- ción socio-territorial, al menos para lo que con-
pecialmente sus prácticas de desbroce tanto a ni- cierne a la población del valle del Chirino, era bas-
vel de técnicas hortícolas como de los cultígenos tante diferente: importante densidad demográfica,
utilizados, apenas se distinguían de la de los Jívaro un hábitat mucho más agrupado de lo normal en
de la montaña. Salinas menciona la presencia de las sociedades jívaro (cada uno de los cuatro gru-
llamas y de cuyes en estos grupos: información pos locales del valle formaba casi una aldea), y
más bien sospechosa cuando se consideran las exi- grandes casas pluri-familiares donde vivían dos o
gencias climáticas de esas especies. En cambio no tres células aliadas. Sin embargo, las estructuras
se puede dudar de sus observaciones sobre hachas políticas de los Chirinos eran similares a las de las
de cobre; prueban la existencia de relaciones de sociedades bracamoro, ya que tenían, como éstos,
intercambio que unían los grupos de la hylea, las jefes de guerra que ejercían su autoridad solamen-
sociedades de la montaña y de la sierra, relaciones te cuando se presentaban expediciones guerreras.
tal vez establecidas con el comercio de la sal, co- Los Mayna son el único grupo candoa de
mo lo sugiere Oberem (1966-67), ya que estos gru- tierra baja sobre el cual disponemos de informa-
pos explotaban yacimientos abundantes. La pobla- ciones relativamente pormenorizadas durante el si-
ción global de las regiones del Cenepa, Santiago y glo XVI y principios del siglo XVII. Los Mayna pro-
Nieva (conjunto “Giuarra” y “Cungarapas”) repre- bablemente constituían un amplio conjunto lun-
sentaba un mínimo de 13 500 personas en 1582. güístico y cultural, dividido en unidades dialecta-
En cuanto a los hipotéticos “proto-Achuar” les, territoriales y sociológicas diferenciadas. Entre
del Alto Pastaza, las informaciones (muy limitadas) esas unidades, dos son identificadas claramente
referentes a la provincia de Chapicos proporciona- por los españoles: los Mayna del Marañón/Moro-
das en el relato de Benavente, nos inducen a pen- na, y los de las riberas del Rimachi.
sar que esta población vivía también en un biotipo El tipo de poblamiento de estos grupos pare-
ribereño (alimentación basada en el maíz y el pes- ce haber sido idéntico al de los Jívaro ribereños,
cado); en todo caso los “Achuales” descritos por con grupos locales separados entre sí por una dis-
Riofrío en el siglo XVIII ocupaban efectivamente tancia de media legua a dos leguas; sin embargo,
un medio de ese tipo. Desgraciadamente no existe carecemos de datos sobre la dimensión habitual de
ningún otro dato más anterior al siglo XVIII sobre esas unidades de vecindad. La única información
estas sociedades, y la delimitación precisa de su te- proporcionada por las fuentes (según la cual 150
298 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

guerreros acompañados de seis “caciques” vinieron no sólo por el idioma sino por un cacicato tal vez
a jurar obediencia a los españoles) permite pensar más desarrollado y más cristalizado, así como por
que cada “capitán” controlaba un promedio de 30 la existencia entre ellos de una especie de “mone-
a 50 hombres adultos, lo que correspondería, ba- da primitiva”, los petates; por lo demás las hachas
sándonos en las estructuras demográficas y residen- de cobre desempeñaban quizá el mismo papel en-
ciales de los Jívaro, a grupos de 150 a 300 personas tre los grupos jívaros. Por último señalaremos que
al menos. Estas inferencias por especulativas que las herramientas de metal de origen europeo eran
sean, no están desprovistas de interés, si se consi- ya de uso corriente entre los Mayna a principios
dera el tamaño hoy muy restringido de las unidades del siglo XVII; hecho que testifica la difusión ex-
territoriales en las sociedades candoa sobrevivien- traordinariamente rápida de estos objetos.
tes. Además, los Mayna son los únicos indios de la Si las hipótesis que hemos expuesto a lo lar-
región de los que se ha dicho explícitamente que go de este trabajo son exactas, conviene incluir to-
practicaban una poliginia generalizada (dos a tres davía en la familia candoa otras dos tribus, o con-
esposas por hombre), pero podemos suponer, sin juntos de tribus, cuyo grado de proximidad lingüís-
riesgo de equivocarnos, que esta institución, tan tica y cultural al Mayna es imposible determinar:
común hoy entre todas esas sociedades, estaba los Andoas, inicialmente implantados en el valle
igualmente presente entre los Jívaro ribereños. del Huasaga y del Pastaza, al norte de los Mayna,
Además, la cultura material y la división se- y los Roamaina, originalmente establecidos en la
xual del trabajo (varones: caza/pesca/desbroce; orilla oriental del bajo Pastaza y en las tierras bajas
mujeres: horticultura/alfarería/tejido) eran idénti- situadas al este del dicho río. Más tarde, el conjun-
cas a la de los Jívaro ribereños, excepto en lo que to Andoas se fragmentó en varias unidades geográ-
al tejido se refiere, ya que en la mayoría de las tri- ficamente muy diseminadas (Andoas, Guasagas,
bus jívaras, exceptuando a los Achuar, esta prácti- Guallpayos, Tocureos, Muratos), los cuales se unie-
ca la efectúan los varones. Al igual que los Jívaro, ron progresivamente unas en el siglo XVII, otras so-
los Mayna hacían la guerra de modo permanente, lamente en el siglo XVIII, a las poblaciones záparo
guerra intra e intertribal, decapitando a sus enemi- vecinas, de las que adoptaron el idioma, la cultura
gos para reducir las cabezas, fue a propósito de los y finalmente la identidad. Un fenómeno compara-
Mayna que se hizo la primera referencia explícita ble de transculturación o de “zaparoización”, al
a tal práctica (Figueroa, 1665 (1904): 261-265). mismo tiempo que un descenso demográfico ex-
Por último, los datos relativos a las relaciones en- cepcionalmente importante, explicaría la desapari-
tre Mayna y Jívaro del Santiago indican que estas ción precoz de los Roamaina, un grupo inicialmen-
dos sociedades mantenían estrechas relaciones de te muy cercano a los Mayna en el campo culturaI y
guerra y de intercambio matrimonial. En cambio, probablemente lingüístico (en oposición a los Za-
los Mayna se diferenciaban de los Jívaro ribereños pa, a los cuales se los asimila abusivamente).

Tabla Nº 10
El conjunto Jívaro-Candoa en el siglo XVI

Jívaro Candoa

Sierra (2 000 m) Palta andinos, Xiroa, Malacatos

Montaña de altura Palta bracamoro, Chirinos


(600 a 1 500 m) Rabona, Xoroca

Montaña llana “Proto-Achuar del


(600-1 200 m) Chapicos

Selva alta “Giuarra”


(600 a 300 m)

Selva baja Nieva-Cungarapas Mayna, Roamaina Andoas, (Guasangas,


(-300 m) Tocureos, Guallpayos, Muratos)

Población total 35.000+ 20 000+


AL ESTE DE LOS ANDES 299

A falta de datos suficientes, las estimaciones ya profundamente desculturizados a finales del si-
demográficas de la población Candoa son muy im- glo XVI, e incluso probablemente antes.
precisas, se puede cifrar la población total de los En cuanto a los Bracamoro del piedemonte,
dos sub-grupos mayna en alrededor de 5 000 per- su desaparición fue más tardía, pero también más
sonas a finales del siglo XVI, a las cuales hay que brutal; si bien resistieron victoriosamente a los in-
añadir unos 8 000 Roamaina y un número indeter- tentos de conquista militar del Tahuantinsuyo, en
minado -quizás algunos millares- de Andoas; en cambio fueron vencidos por los efectos del boom
resumen, el conjunto de las tribus candoa -Chirino aurífero a principios de la Colonia, y las cifras de-
incluidos- reagrupaba seguramente un mínimo de mográficas que hemos evocado en este trabajo in-
20 000 individuos. dican la importancia del desastre que les afectó.
El conjunto cultural Jívaro-Candoa ofrecía Por otra parte, sabemos de fuentes que datan de
por lo tanto en el siglo XVI un aspecto muy diferen- principios del siglo XVII que la zona del piede-
te del que presenta en la actualidad: territorialmen- monte oriental entre Jaén y Zamora estaba ya casi
te más extendido, y en mucho, también era más di- desierta en aquella época y que los pocos indios
versificado, especialmente por la gama de medios sobrevivientes estaban irremediablemente descul-
ambientes que él ocupaba, ya que se extendía des- turizados. Además, las tradiciones orales permiten
de la vertiente occidental de los Andes hasta los inferir al resto de la población Bracamoro huyó ha-
aguajales de la llanura amazónica, pasando por to- cia el este en el hinterland de la orilla izquierda del
dos los pisos intermedios. Además, en el aspecto Marañón, donde probablemente constituyó el nú-
geográfico, los grupos propiamente jívaros estaban cleo del grupo jívaro conocido, a partir del final
situados más al oeste y al sur de lo que se encuen- del siglo XVIII, bajo el nombre de Antipa.
tran actualmente –su lenta expansión hacia el nor- En cambio, los “Xíbaros” del Paute, a pesar
te y el este, recién comenzó en el siglo XVIII- mien- de su evidente disminución han sobrevivido a la
tras el amplío territorio candoa se ha estrechado de vez física y culturalmente al choque de la coloni-
modo dramático en casi toda su periferia. Correla- zación incaica y más tarde hispánica, y han podi-
tivamente, el equilibrio demográfico entre las tri- do conservar más o menos su integridad territorial,
bus Jívaro-Candoa ha sido modificado de modo ra- especialmente gracias al cierre del valle del Paute
dical: los dos subgrupos ahora más importantes en por los indios Cañari de la región de Taday: en
cuanto a su población -los Shuar y los Aguaruna- efecto, señalaremos que los conquistadores del si-
eran en el siglo XVI (en la medida en que se pue- glo XVI casi nunca utilizaron este paso hacia el
de establecer una continuidad entre estas tribus oriente, aunque constituye la ruta más directa en-
modernas y, respectivamente, los “Xíbaros” y los tre la hoya de Cuenca y el valle del Upano.
“Giuarra-Nieva”), formaciones muy pequeñas al A la erosión de la parte andina del conjunto
lado de los grandes bloques Bracamoro o Candoa, jívaro durante el siglo XVI hace eco, un siglo más
hoy desaparecidos o reducidos a dos o tres mil in- tarde, la casi desaparición de la vertiente oriental
dividuos. candoa, reducida en 1 700 a unos cuantos Jirones.
De este inmenso conjunto étnico, los prime- El análisis pormenorizado del proceso de desinte-
ros en desaparecer fueron los Palta andinos, no gración de la sociedad Candoa no entra en el mar-
precisamente como población, sino como socie- co temporal fijado para este libro y lo reservamos
dad tribal dotada de un idioma y una cultura jíva- para un trabajo ulterior, dedicado a la ofensiva mi-
ro. Víctimas de una estrategia de asimilación a la sionera durante los siglos XVII y XVIII. Sin embar-
cual sus estructuras socio-políticas les hacían par- go, ya podemos notar que los factores que intervi-
ticularmente vulnerables, los Jívaro de las altas tie- nieron en ambos casos -el de los Jívaro andinos y
rras fueron sometidos primeramente durante casi el de los Candoa ribereños- así como los fenóme-
un siglo, a un proceso de aculturación incaica muy nos provocados por estos factores, fueron muy dis-
fuerte (y probablemente muy violento por momen- tintos. En el oeste, la aculturación incaica preparó
tos y en algunos lugares) antes de ser definitiva- el terreno a la colonización hispánica, eliminando
mente desarticulados por las epidemias y el traba- de la organización social palta todos los rasgos que
jo forzado en las minas bajo la dominación hispá- hubieran permitido a aquellas poblaciones resistir
nica. En resumen, a juzgar por la documentación - el dominio español, a saber la autonomía local, la
enjambrada de lagunas- los Palta andinos fueron fluidez y la flexibilidad de los grupos sociales y te-
300 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Leyenda: 1 = Mayna del Marañón a = Achuar


Z = Záparo 2 = Mayna del Pastaza x = xíbaro
C = Candoa 3 = Muratos-Kandoshi b = bracamoro
J = Jíbaro 4 = Roamaina p = palta
5 = Chirinos m = malacato
g = giuarra

Mapa Nº 33
Conjuntos lingüísticos en el Alto Amazonas en el siglo XVI.
AL ESTE DE LOS ANDES 301

rritoriales. En cuanto a los Bracamoro, se debe atri- chos etnógrafos modernos han subrayado, no
buir su desaparición a una ola brutal de epidemias, constituye un fenómeno reciente. Por último, la es-
a la presencia (efímera, por cierto) de un importan- tructura de las relaciones intratribales e intra-étni-
te contingente español y sin duda cañari, y final- cas no ha cambiado mucho, ya que encontramos
mente a una migración probablemente considera- en el siglo XVI como en el XX la misma asociación
ble. En el este, el desmoronamiento de las socieda- de vendetta intratribal y de guerra intertribal aun-
des Candoa es el resultado de la conjunción de va- que endo-étnica; lo que no excluye, si se presenta
rios factores, algunos de los cuales son propios de la oportunidad, acciones defensivas de guerrilla
esta zona de la Amazonia: las epidemias y los efec- (sin toma de cabezas) frente a poblaciones “exo-
tos tanto sociales como sicológicos que compor- polémicas” como los Tupi (Cocama), los Incas o
tan, sin duda, pero también la combinación fatal los españoles.
de una implantación misionera fundada en la re- Varios motivos explican la permanencia es-
ducción y de establecimientos “civiles” fundados tructural de la organización social jívara. Por el
sobre el esclavismo, combinación que fue apoya- momento trataremos solamente de las más decisi-
da por auxiliares indígenas provenientes de grupos vas. En primer lugar, estas culturas estaban muy
“colaboradores”; y sobre todo, un fenómeno masi- bien “preadaptadas” a las condiciones engendra-
vo de transculturación hacia la sociedad Zápara, das por la implantación colonial, mientras que los
mientras los fugitivos bracamoros han podido mez- Abijira, por no citar a otros, para sobrevivir debie-
clarse con poblaciones que les eran emparentadas ron transformar radicalmente las bases de su socie-
lingüística y culturalmente, como los Jívaro de la dad, los grupos jívaros no-incaizados estaban ar-
hylea. En cambio, los Jívaro de las tierras bajas, si mados de antemano, por su movilidad tradicional,
bien habrían padecido las epidemias como todas su atomización, la autonomía política, económica
las sociedades indígenas de la época, fueron me- y simbólica de sus unidades domésticas, para en-
nos afectados por la colonización que los Candoa. frentar en las mejores condiciones las epidemias,
Al igual que los “Xíbaros” de la montaña, pudieron las expediciones esclavistas y misioneras, en una
conservar su implantación territorial general y so- palabra, las nuevas exigencias de nomadismo y de
lamente dejaron las zonas ribereñas para replegar- dispersión inducidas por la presencia hispánica. En
se hacia el inter-río; por lo demás, el abandono de segundo lugar, los Jívaro lograron durante mucho
los grandes valles aluviales es un fenómeno muy tiempo guardar un acceso independiente a las he-
general en el siglo XVI. rramientas manufacturadas, gracias a las relacio-
Estas modificaciones en la configuración es- nes que mantenían con algunas comunidades an-
pacial y la composición tribal del conjunto jívaro dinas; de tal manera que los jesuitas, para quienes
hacen resaltar todavía más la continuidad y la es- regalar herramientas metálicas constituía uno de
tabilidad de los principios estructurales que la or- los medios primordiales de penetración, no logra-
ganizan. En efecto, es curioso constatar como las ron implantarse entre los Jívaro sino durante la se-
descripciones hechas en el siglo XVI de las socie- gunda mitad del siglo XVIII, poco tiempo antes de
dades Jívaras podrían aplicarse de igual manera a ser expulsados.
las tribus contemporáneas: la misma organización En definitiva, fue el entorno étnico y cultural
socio-territorial fluida y atomizada, la misma es- de los Jívaro lo que se transformó, y por consi-
tructura política, unidades domésticas y grupos lo- guiente todo su sistema de relaciones exteriores,
cales de dimensiones idénticas a las de hoy. La cul- aunque la configuración interna de esas socieda-
tura material tampoco ha cambiado mucho, si ex- des quedó preservada. Desde el siglo XVI se imple-
ceptuamos la introducción de herramientas metáli- menta, bajo formas todavía embrionarias, toda una
cas, de las gallinas y los perros, así como el aban- serie de mecanismos y de circuitos nuevos que irán
dono relativo del cultivo del maíz probablemente ampliándose y consolidándose durante el siglo
consecutivo a un repliegue hacia los suelos menos XVII y de los cuales muchos perduran todavía hoy.
fértiles del inter-río. Además, aunque debamos pre- Primero, los procesos de transculturación y de bi-
servarnos a este respecto de sacar conclusiones culturalismo, de cúmulo de identidades étnicas he-
precipitadas, los archivos antiguos parecen indicar terogéneas, procesos estrechamente asociados a la
que la relativa uniformidad de las tribus jívaras en formación de sociedades tribales neo-coloniales
cuanto a su cultura material, uniformidad que mu- de lengua, quichua, como los Canelos del Ecuador,
302 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

los Lamistas del Perú o los “Alamas” del Napo, encuentran o bien con una “moneda” que ellos
construidas en el marco de las reducciones jesuitas mismos han fabricado (tejidos de algodón) y que
a partir de vestigios de los conjuntos indígenas pre- funciona como tal únicamente dentro del mundo
hispánicos. El territorio jívaro se encontrará progre- indígena, o con bienes manufacturados que pagan,
sivamente cercado por esas tribus bifaciales, que en productos, el cuádruple de su valor monetario
funcionan a la vez como etnias-tampón y como in- real (sistema del enganche). En resumen, la lógica
termediarios, ver agentes del frente colonial o neo- del mercado viene a modificar, a veces de modo
colonial. Sutiles y complejas relaciones asocian los muy indirecto pero no menos decisivo, todo un
“mansos” de lengua quichua con los “aucas” indó- conjunto de prácticas que permanecen en aparien-
mitos, en la medida en que la existencia de grupos cia exclusivamente “indias”. Por último, señalare-
“domesticados” es una condición para la conser- mos que la articulación conflictual aunque simbió-
vación y la reproducción de las sociedades “salva- tica entre las misiones y los colonos “civiles” origi-
jes”, las cuales por su parte alimentan, a la vez de- nada en la Alta Amazonia durante el siglo XVII, si-
mográfica y simbólicamente, la identidad “india” guió hasta hace muy poco caracterizando el desa-
reivindicada por las etnias-tampón; es así como es- rrollo y el funcionamiento de los frentes de coloni-
tas últimas logran resistir una asimilación total, y zación nacionales.
conservar cierto margen de autonomía. En cuanto La evolución del conjunto jívaro desde el si-
al frente de colonización, en los límites de un cre- glo XV refleja así, según las modalidades que le
cimiento evidentemente reducido y de una repro- son peculiares y a una escala evidentemente redu-
ducción socio-económica sencilla, también apro- cida, uno de los acontecimientos sin duda primor-
vecha de tal sistema; en efecto, dispone de este diales de la historia del continente sudamericano:
modo, a condición de no obstaculizar los mecanis- el divorcio político, económico e ideológico entre
mos residenciales y territoriales de los grupos qui- el mundo andino y el amazónico. En los Andes
chua-hablantes, de un intermediario en apariencia septentrionales, esta ruptura se produjo en un lap-
dócil que le suministre con pocos gastos los pro- so relativamente corto, ya que apenas un siglo y
ductos de recolección o de extracción que le per- medio bastará para reducir a frágiles jirones el teji-
mite vivir, y que le proporcionará también, a partir do de las continuidades étnicas y culturales que
del final del siglo XVIII, un soporte de extensión antiguamente unían las poblaciones de la sierra y
geográfica y económica (para los pormenores de las del piedemonte oriental.
estos análisis, ver: Taylor 1985, cáp. 4 y 5). Si bien A mediados del siglo XV, poco antes de la
es cierto que este complejo tripolar (“aucas-man- invasión inca, varios conjuntos culturales, proba-
sos-racionales”) llega a su desarrollo máximo sola- blemente divididos en unidades tribales agrupando
mente a finales del siglo XVII o a principios del si- cada una numerosos cacicatos o grupos territoria-
glo XVIII, es evidente que las circunstancias que les autónomos, se extendían desde los valles inte-
permiten su formación deben ser buscadas en la randinos -incluso desde las pendientes occidenta-
historia del siglo XVI y especialmente en el ritmo o les de la Cordillera- hasta las tierras bajas de la lla-
la rapidez desigual de desmoronamiento de las for- nura amazónica: el bloque jívaro, en el extremo
maciones indígenas pre-hispánicas. sur; la población Cañari, entre el río Jubones y el
Por otra parte, la implantación de polos de valle de Alausí; hipotéticamente, el conjunto Pan-
economía mercantil en el Alto Amazonas, provoca zaleo-Quijos, a la altura de Ambato-Latacunga; y,
una transformación profunda de las estructuras finalmente quizá el de los Quillacingas, en el ex-
económicas indígenas; incluso si la moneda ape- tremo norte, (aunque la configuración de esta últi-
nas circula, y las formas sociales o tradicionales de ma sociedad es mal conocida). Estas continuidades
intercambio permanecen frecuentemente intactas, étnicas según las ocasiones eran sustituidas por o
el contenido de estos intercambios, los sistemas de asociadas a un sistema original de relaciones verti-
valores que les son asociados, y por consiguiente cales, probablemente bastante cercano al sistema
la orientación de los flujos, o la geografía comer- que se atribuye a las sociedades chibchas de Co-
cial de la región, serán modificados definitivamen- lombia. Se basaba en prácticas de intercambios
te a partir del siglo XVI. Toda la Amazonia desde económicos multiformes entre unidades domésti-
este momento se ve implicada en la red del “inter- cas, y en alianzas políticas inestables establecidas
cambio equívoco”, al final de la cual los indios se entre entidades políticas autónomas, repartidas en-
AL ESTE DE LOS ANDES 303

tre pisos ecológicos distintos. Señalaremos de paso Correlativamente, la ocupación inca no ha


como el modelo de relaciones verticales en la re- suscitado aquí la formación de un no man’s land
gión andina ecuatorial se aleja del esquema cen- que hubiera alejado físicamente a los grupos del
tro-andino de los archipiélagos (con pocas y dudo- piedemonte de sus vecinos andinos. Aunque ex-
sas excepciones), especialmente por la ausencia de cluidas del Imperio, las poblaciones selváticas de
colonias multi-étnicas en los extremos del sistema, la montaña no son expulsadas de sus territorios;
y por el carácter mucho más abierto y fluido de las siempre subsisten al lado de las etnias incaizadas y
unidades socio-políticas así conectadas, más que solamente les separa una línea de fortificaciones o
de archipiélagos, tendríamos que hablar aquí o de colonias mitmaqkuna destinadas a controlar y a
bien de franjas continuas, en el caso de conjuntos canalizar, más bien que a suprimir, los intercam-
homogéneos estratificados en pisos distintos, o aun bios entre los grupos del Imperio y sus vecinos bár-
de redes de comunicación, permanentes en su baros. Por otra parte, las continuidades étnicas y
principio pero muy hábiles en cuanto a los ele- culturales de antaño no se han disuelto por com-
mentos asociados. pleto, ya que todavía encontramos sus rastros a
La ocupación incaica, debido a las estrate- principios de la colonización hispánica, en algu-
gias de conquista, de asimilación o de encuadra- nos sectores aislados del país Cañari o del piede-
miento que ella emplea, provoca una transforma- monte jívaro. Es cierto que los grandes conjuntos
ción profunda de los sistemas verticales en las dos estratificados se hallan ahora divididos en dos frac-
vertientes de la Cordillera. Provoca una jerarquiza- ciones, la una incaizada, la otra todavía autónoma
ción piramidal y una supresión progresiva de los aunque destinada a una progresiva reabsorción en
cacicazgos de arriba (sean tradicionales o de ori- el universo de la barbarie selvática. En efecto la di-
gen inca), una ruptura de los lazos políticos entre visión política e ideológica impuesta por los Incas,
poblaciones de pisos ecológicos distintos, y la su- entre los grupos andinos y las poblaciones selváti-
presión concomitante de los mecanismos institu- cas, engendra condiciones que llevan las tribus a
cionales dentro de los cuales se realizaban ante- una nueva definición de su identidad, y abren así
riormente esas alianzas. También implica la relega- el camino a los fenómenos de polarización y trans-
ción de las poblaciones selváticas (cualquiera que culturización que en la segunda mitad del siglo
sea su origen étnico) a un estatus de barbarie e in- XVI, trastornarán el paisaje socio-cultural.
ferioridad cultural. Entre otros hechos, las técnicas En el transcurso de algunos decenios, los co-
de conquista que los Incas utilizaron frente a aque- lonos españoles acabaron definitivamente con las
llas poblaciones, demuestran esta marginalización; continuidades espaciales y económicas que los In-
mientras las sociedades andinas son gradualmente cas habían respetado. Al contrario de la ocupación
debilitadas, y más tarde absorbidas, tras una estra- inca, la colonización hispánica provocó de hecho
tegia de anexión sutil y velada, la gente del piede- una modificación decisiva en el paisaje humano.
monte generalmente es objeto de operaciones bru- El piedemonte se vio primero invadido por una
tales, puntuales y exclusivamente militares. oleada de colonos y de serranos deportados o de-
En este sentido, el período Inca marca indu- sarraigados, hasta tal punto que esta montaña in-
dablemente el nacimiento de una frontera política hóspita estuvo durante algún tiempo más densa-
y cultural entre las tierras de altura y la selva. Sin mente poblada que los feraces valles de la sierra
embargo, el corte instaurado por el Imperio permi- meridional. Pero, como consecuencia precisamen-
te que subsistan algunos aspectos de las relaciones te de esta invasión y de los estragos que produjo a
y de las continuidades preincaicas. Si bien las rela- su paso, el piedemonte se vació a continuación de
ciones políticas tradicionales entre Arriba y Abajo sus habitantes; los colonos regresan hacia las ciu-
están rotas, los intercambios sociales, económicos dades de las tierras altas, y los indios de la vertien-
o simbólicos entre unidades domésticas de pisos te regresan en masa hacia los Andes o huyen hacia
distintos no son en absoluto interrumpidas; al con- las tierras bajas orientales. Con la extensión de es-
trario, la administración incaica las ha autorizado te no man’s land las comunidades indígenas del al-
e incluso impulsado, con el fin de complementar to piedemonte, eslabones antaño en la cadena de
la economía vertical de archipiélagos que había relaciones tradicionales entre arriba y abajo, desa-
organizado en la vertiente occidental. parecen poco a poco, absorbidas en unos casos
304 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

por las aldeas del corredor interandino (como ocu- ciedades indígenas cuyo hábitat comparten.
rrió a los grupos del Cuyes-Zangorima que volvie- Ya que para el mundo indio, es necesario
ron a Arocxapa), en otros por las poblaciones sel- subrayarlo, la ruptura no está totalmente consuma-
váticas que quedaron fuera del alcance de los es- da. Efectivamente en los residuos de las antiguas
pañoles. redes se injertan, en algunos puntos-clave, siste-
Esta disyunción espacial y económica tiene mas de intercambio que no están bajo el control
como corolario una exagudización de los procesos hispánico. “Tadayes” y Jívaros, por ejemplo, siguen
de polarización étnica o cultural ya iniciados en visitándose y abasteciéndose de oro o herramien-
tiempo de los Incas: los Cañaris del piedemonte tas y, controlan la situación tan bien que las auto-
del Upano, por ejemplo, y muchos oyaricos andi- ridades coloniales están dispuestas a otorgar a los
nos enviados a la vertiente oriental, abandonan su Cañari de esta zona algunas concesiones nada des-
identidad original y se incorporan a las sociedades preciables (por ejemplo, la exención de tributo) pa-
jívaro en las cuales son asimiladas rápidamente. Es ra invitarles a abrir su valle al comercio, servir de
decir que a fines del siglo XVI no queda ya nada de guías y de cargadores, y así conseguir sacar de su
estos grandes bloques antes homogéneos, que cu- aislamiento al pueblito de Macas, en el valle del
brían los diferentes pisos, ya que la gente de arriba Upano. Un fenómeno comparable, aunque menos
y de abajo se encuentra desde ahora encerrada en espectacular, se observa en los valles altos del
identidades opuestas, inconciliables y jerarquiza- Upano y del Pastaza, en donde los viajeros son
das. Paradójicamente, incluso los españoles se en- unánimes al quejarse de la indocilidad y la “false-
cuentran presos de esta antinomía, con la separa- dad” de los indios locales encargados del transpor-
ción cada vez mayor entre tierras altas “civiliza- te de hombres y bienes, vicios atribuidos al hecho
das” y selva “salvaje”, los colonos que quedan en de que encuentran refugio, ayuda y riquezas entre
las tierras bajas, se hallan cada vez más marginali- los “salvajes” de Abajo.
zados, económica y socialmente, de tal manera Pero la frecuencia limitada y el carácter
que al final resultan más aislados aun que las so- clandestino de esas redes indígenas, confirman en

18. Casa achuar, Pastaza: el eknt, espacio doméstico donde están los fogones y las literas (Foto A. C. Taylor).
AL ESTE DE LOS ANDES 305

definitiva la amplitud de la frontera que en adelan- refugio para los dominados, todavía durante siglos
te separa las tierras altas de la selva amazónica. será concebida a veces como una carga inerte y
Desde ahora, en el imaginario histórico y socioló- ruinosa, vientre flácido imposible de defender aun-
gico de esta nación andina, la civilización se en- que reivindicado con furia, otras -o simultánea-
contrará asociada únicamente a las tierras de altu- mente- como un horizonte utópico preñado de un
ra, y es en la sierra (o bien, más tarde, en la costa), porvenir luminoso, por fin liberado de las crueles
donde se decidirán sus destinos económicos y po- tensiones propias de las sociedades dependientes
líticos. En cuanto a la Amazonia, tierra de confina- del Tercer Mundo.
miento para los dominantes, pero también zona de
Epílogo
DEL USO DE LA SIMETRÍA AL INVENTO DE LA FRONTERA
d
Estas páginas dedicadas al análisis de una que por el contrario sus formas y los términos de
documentación mal conocida por estar, como su sus oposiciones se alimentan por los intercambios
objeto, en la periferia de un estado imperial, lla- y vecindad mutuos. Y estos intercambios se inscri-
man a investigaciones posteriores que se hacen po- bían en campos tan diversos como el trueque, los
sibles; unas acerca de los órdenes culturales inca y dones y contradones, las alianzas matrimoniales y
piemontés, otras sobre las consecuencias teóricas, políticas, los ritos, y lo religioso.
región tras región, de la ruptura progresiva arri- ¿Por qué la historiografía inca restranscrita
ba/abajo, que representa la conquista hispánica por Guamán Poma, al tratar por ejemplo, del ori-
portadora de una civilización heterogénea. gen de la coca y de los poderes shamánicos, lo
La historia intersticial cuya índole hemos atribuye a una alianza matri o uxorilocal fecunda
trazado, revela que la frontera política inca, en el de Inga Roca y Otorongo Achachi con los Anti,
este, se detenía a grosso modo en el umbral de la donde su “casta”, mujeres e hijos, se queda? De los
montaña, con un solo paso amplio y notable en los varios elementos de respuesta, uno solo será men-
yungas bolivianos gracias a los cacicatos estableci- cionado. El relato de Guamán Poma invierte la si-
dos a media cuesta de la vertiente, entre las socie- tuación de la versión Amuesha en la cual el Inca
dades “naturales” o “behetrías” y los señoríos del pierde la coca y los poderes shamánicos que que-
Collasuyu, vasallos del Imperio. No serán única- dan en mano de los Anti cuando se deshace la
mente las diferencias y similitudes ecológicas de alianza patri o virilocal infecunda de Pala, la diosa
las regiones orientales las que permitirán dilucidar Amuesha. Se trata claramente de dos versiones
las fluctuaciones de una frontera defensiva u ofen- (arriba/abajo) de un mito o de un conjunto de
siva, cerrada o abierta, ni las desventuras de los In- transformaciones de las cuales debe ser posible en-
cas y luego su acantonamiento defensivo en la ce- contrar más elementos antiguos o contemporáneos
ja de montaña, en el norte y centro, y su avanzada en los pueblos andinos coqueros de la sierra del
meridional por lo demás desigual. La llegada de piedemonte. Otros rasgos familiares para el antro-
los Chiriguanos cuyas prácticas guerreras recuer- pólogo de las tierras bajas plantean interrogantes
dan otros sistemas, jívaro en un sentido e incluso en el mismo sentido; ¿no queda la ideología inca
inca en otro, trastorna la historia regional y con- en parte basada o animada por un orden “salvaje”
fronta dos tipos de conquistadores. Reafirma que lo y una simbología tanto amazónicos como andinos?
que importa es la naturaleza de las sociedades en- La parte derecha oriental del escudo imperial (ver
caradas: sociedades estatales, sin Estado o a veces Guamán Poma) lo afirma: presenta arriba (Hanan,
en este contexto, anti-estatales. Antisuyu, noreste) una palmera chonta y un oto-
Al escudriñar las diferencias y la ruptura en- rongo (tigre), y abajo (Hurin, Collasuyu, sureste, re-
tre el Inca y los “salvajes”, aparecía que éstas eran gión de donde, según los Quipucamayu, provie-
tan “perfectamente conocidas” que impedían ver nen los Incas), dos amaru anacondas, que según
sus rasgos de parentesco y la persistencia de siste- Guamán Poma, representan las primeras armas in-
mas del mismo orden en los dos tipos de formacio- cas. Estas preguntas sobrepasan el marco de nues-
nes sociales enfrentadas. Sin embargo, la antino- tra obra en la cual solamente unas pocas fueron
mia o la similitud de algunas estructuras sociales, tratadas de modo alusivo; quisiéramos indicar al
especialmente en sociedades que ya antes de la menos la perspectiva global a la cual pertenecen,y
emergencia del Imperio Inca, compartían una his- presentar algunos elementos significativos aunque
toria común, no se despliega por casualidad, sino parezcan arbitrarios en esta breve exposición.
310 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

A pesar de haber acontecido la idea de Esta- por la alianza, los “dones y contradones”, más tar-
do en los Andes, se trasladó, al parecer, de unos in- de, por el tributo, y en contraparte algunos dere-
tentos de desarrollo infructuosos en Tihuanaco, chos en la redistribución y en la seguridad. En la
Huari a un intento inacabado en el Cuzco. El Im- persona del Inca, el “jefe y aliado” debe todavía
perio se presenta de hecho como un estado en ca- devolver parcialmente lo que el Príncipe recauda a
mino hacia el Estado ni socialista ni unificado, sus sujetos.
cuajado de contradicciones estructurales nacidas A este nivel de generalidad, el reconoci-
de las dinámicas divergentes del orden salvaje y miento de una “estructura generalizada de paren-
del orden estatal. Mantiene en su seno lo que Sah- tesco” sólo asigna al Imperio un lugar en el “Res-
lins denomina “una única estructura de parentes- to” opuesto al occidente (Sahlins, Op. cit.). Ahora
co” para organizar “las acciones económicas, polí- bien, nuestro objetivo es detectar, bajo las formas
ticas y rituales” (1980: 264). Desde el nivel de la imperiales, el afloramiento de sistemas que organi-
producción, y sin evocar las relaciones de los zan modelos existentes en otras partes y especial-
hombres con el cuerpo materno de la tierra y las mente en la Amazonia. El ejemplo mítico citado
plantas, el modelo es más una transposición de la arriba no es excepcional, bajo sus diferentes for-
autarquía y la autosuficiencia en su variedad andi- mas, instituciones, ritos o mitos incas y amazóni-
na que su transformación económica. Aunque cos parece que provienen de grupos de transforma-
conquistado y dominado, el “hombre-orquesta” si- ciones cuya codificación y símbolos, en los Andes,
gue a sobrepujar el hombre dividido, la pertenen- pueden ser depurados, complicados o interferidos
cia étnica prevalece sobre el Imperio (carácter por el orden imperial.
donde se decidirá su destino) y el campesino es al- Ocurre lo mismo con la representación tan
ternativamente constructor, pastor, chasqui (corre- compleja y refinada del espacio-tiempo en el Cuz-
dor de correo), guerrero, constructor, técnico hi- co. Como en el sistema del Amaru-anaconda pro-
dráulico..., incluso shamán o brujo a través de una pio del conjunto tukano, el espacio y el tiempo,
combinatoria de división sexual del trabajo, de cla- categorías indisolublemente ligadas, forman una
ses de edad y de mita. Vive en la contradicción de combinatoria en la que el uno es la proyección del
una producción dividida y asignada a un sujeto in- otro. La sucesión temporal y la extensión en el es-
diviso, de superproducción estatal y de producción pacio coinciden, inscribiendo por medio de la ar-
autárquica con debilidades que el Inca tiene que quitectura o en la topografía la sucesión de las ge-
subsanar; vive con un idioma y una religión pro- neraciones, de las fiestas y las estaciones, median-
pia, un idioma y una religión oficiales. La depen- te una localización que corresponde con el rango
dencia política de un pueblo conquistado no se ex- social y las funciones rituales.
presa apenas por su transformación, su división y Ocurre también con la dualidad de la figura
su dilución en elementos orgánicos del Imperio, si soberana, del Cuzco y del Imperio. Dualidad espi-
no por su tutoría y yuxtaposición como totalidad, ritual del Inca y de su doble huauqui, dualidad po-
reorganizada pero indivisa, a veces desplazada, en lítico-religiosa de Incas hermanos encabezando
ocasiones desmembrada aunque ligada a su origen cada uno una mitad; en el mito de origen, dualidad
-de modo efectivo o ideal-, al lado de otros pue- -por pareja- primero de hermanos paralelos y des-
blos ya conquistados, de tal manera que Cusco pa- pués cruzados con Manco Cápac y Mama Huaco,
rece la cabeza de múltiples cuerpos siameses más constitutivos de la figura del Príncipe, dualidad
que la de un único organismo. Las relaciones de que se desarrolla aquí en tríada con la inserción de
parentesco que articulan las relaciones de los hom- la esposa-madre (ver también los dos amaru que
bres entre sí, con la tierra y con los dioses, sirven aparecen en el escudo imperial y los ídolos andró-
igualmente para expresar la similitud de los lazos ginos). Por lo demás, las distintas versiones del mi-
que unen cada uno de esos cuerpos a la cabeza; la to del origen de los Incas conserva, de forma vela-
conquista instituye simultáneamente los señores da, motivos panamericanos, como el del niño es-
conquistados -y su pueblo- como vasallos del Im- condido en la obra de Guamán Poma, o motivos
perio y sobrinos del Inca, mediante el regalo de regionales, como en las tierras altas la transforma-
nobles cusqueñas a los curacas. Como lo subraya- ción lítica de los humanos, que en las tierras bajas
ba A. Metraux, en el Inca coexisten el Príncipe y será una transformación vegetal de la cual vimos
un jefe de tipo amazónico. El vasallaje se expresa tres variantes con el Chuntahuachu inca, el Inca
AL ESTE DE LOS ANDES 311

Amuesha y el Pachakamol Matsiguenga. Sin em- mediante una violencia distintamente codificada y
bargo, la inscripción de los mitos en la historiogra- liberada, su coexistencia indisoluble y su imposi-
fía implica un empobrecimiento de los códigos y ble fusión.
motivos, especialmente zoológicos, que reapare- Tal vez es una de las explicaciones a los in-
cen en las versiones regionales (ver por ejemplo tentos de conquista oriental lanzados por el Impe-
Huarochiri), así como la modificación ideológica rio. Si los motivos españoles son bastante eviden-
de los contenidos. Todo análisis comparativo debe tes, en cambio es difícil captar lo que motiva la
tenerlo en cuenta y realizar un estudio detallado obstinación inca en las aventuras del piedemonte
previo de las versiones incas entre sí. En este as- antes de la penetración suroriental. El modelo que
pecto, lo hemos subrayado, es significativo que organiza la identidad inca en la oposición de las
Guamán Poma ofrezca una versión original, cuan- mitades arriba/abajo, concernía al Cusco, a su va-
do en las mismas páginas, insiste sobre la usurpa- lle y a su sierra. Por extensión, y el escudo inca lo
ción del poder inca. recuerda, parece haberse desarrollado hasta opo-
Pero preferimos volver sobre algunos ele- ner la sierra a la selva, los Incas a los Anti (y no a
mentos de un análisis efectuado en otro lugar. Se los Cuntisuyu que su huaca asocia a los Antisuyu).
trata de los canales institucionales de la violencia Algunos fragmentos de comparación dados aquí y
que intervienen en varios campos sociales y for- los estudios de otros autores (ver. V. Cereceda, A.
man un conjunto de sistemas complejos que orga- Molinie-Fioravanti...) evidencian esta bipartición;
nizan comportamientos tan variados como el sui- pero, por lo tanto es reconocer que la unidad y la
cidio y la guerra. Ahora bien, hablar de la violen- identidad inca dependen de su mitad obscura, cá-
cia y la guerra es reconocer inmediatamente una lida, húmeda, nocturna y femenina como la Pala
forma de dualismo, la de una alteridad social; es Amuesha o la Pareni matsiguenga-“campa” y que
cuestionar la definición del rival, del adversario, en le opone su complementariedad imprescindible. El
resumen del otro frente a uno mismo. Es un rasgo Inca serrano debe entonces conquistar esta mitad
común a sociedades amazónicas y andinas el ha- que le hace falta. Fiel a esta representación, Garci-
ber instituido en su seno miembros rivales o “ene- laso de la Vega la entrega sumisa a los pies de sus
migos”, de tal manera que aquel que establece una reyes del tiempo perdido, sin preocuparse de la ve-
frontera y una identidad, es una parte integrante de racidad histórica.
sí mismo puesta estructuralmente en oposición. Sin embargo, recordemos que este modelo
Instituciones diversas participan de este carácter, dualista que establece mitades hanan y hurin cada
desde las luchas rituales de mitades como entre los vez más ahondadas, ve su dinámica coaccionada
Bororo del Mato Grosso, entre los Cashinahua o por la del orden imperial. El centro y la clase de los
entre los Incas, luchas exigiendo en sus escasas nobles incas no pueden confundirse con las orga-
realizaciones hoy en el sierra uno o varios muer- nizaciones dualistas de los súbditos, autóctonas o
tos, hasta la guerra intertribal jívaro, yanomami o impuestas. Mientras el modelo, que agota sus posi-
chiriguano, aunque entre estos últimos se extiende bilidades lógicas, se alarga en la vertiente, parece
más allá del ámbito de enemigos preferenciales in- asignarse fronteras laterales. En este sentido, hemos
traétnicos. La identidad étnica será entonces al me- evocado cómo los señoríos provinciales, en lugar
nos dual como entre los Incas o los Bororo, o com- de integrarse al modelo central como elementos di-
puesta, como entre los Jívaro y los Chiriguano: se versificados y constituyentes, lo que hacían era re-
constituye en un lazo dialéctico entre un “ego” y producirlo. Las organizaciones dualistas provincia-
un otro (u otros), ambos continuamente reorgani- les llegan a ser unas copias o imágenes, y como ta-
zados y reproducidos por los intercambios guerre- les mantienen la distancia que les separa del origi-
ros, rituales, económicos y a veces matrimoniales. nal. Se ofrecen entonces como una serie de oposi-
Lazos y elementos mediante los cuales se afirma ciones paralelas al paradigma Inca/Anti; Colla-
una unidad segunda o a posteriori, siempre inaca- /Chuncho, Chachapoyas (Palta)/ Bracamoros, hasta
bada en sus polos y creada por ese vaiven del uno Huanca/Chiriguano, en vez de incluirse en una bi-
al otro que fundamenta la identidad y la reproduc- partición totalizante andinos-piemonteses (ver de
ción sociales. La rivalidad ritual de las mitades y la un lado el silencio significativo sobre una copia de-
guerra intratribal resultan ser dos modos de organi- masiado fiel Huanca/Anti y por el otro el sistema de
zación de la multiplicidad fundadora; articulan explotación vertical de los pisos andinos). Así el
312 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

modelo representativo conecta en la verticalidad lo bates shamánicos o unas “especializaciones técni-


que políticamente no está dominado y separa en el cas” encierran a uno en sí mismo y determinan al
horizontal, por el hecho de la jerarquización social otro como extranjero, enemigo o aliado.
imperial, lo que está conquistado. Es notabilísimo que los Anti, es decir, los
Situadas en otro contexto, las organizacio- Arawak preandinos, tuvieran sociedades de este ti-
nes dualistas de las tierras bajas como los sistemas po y que opusieran tanto a las luchas rituales de las
de guerra intratribal (¿variaciones quizás de un mitades inca, cashinahua u otra como a la guerra
mismo modelo?) presentan una tendencia a ence- intraétnica del conjunto Jíivaro y de los Chirigua-
rrar en sí mismo un conjunto étnico que encuentra nos, la prohibición de la violencia ritual y la gue-
su unidad y su equilibrio dinámico en la rivalidad rra institucional dentro de la comunidad o entre
interna de elementos isomorfos pero formalmente sus comunidades. Del mismo modo vale destacar
opuestos; claro que confían a otras instituciones la que organizaban, mediante una codificación por
apertura social, como son las relaciones económi- gremios, la diferenciación tribal entre sus grandes
cas y más aun shamánicas que unían los Jívaro a subconjuntos, -matsiguenga, nomatsiguenga, asha-
los serranos. ninga- y varios grupos pano, precisamente aque-
En cambio, la identidad étnica puede cons- llos que podían eventualmente confederarse con
tituirse ya no en la oposición interna de elementos ellos. Entre el suicidio (auto-sacrificio) o la ejecu-
solidarios o dependientes y rivales, sino en la simi- ción de un brujo por su comunidad y la guerra in-
litud de sus elementos; es decir, en la prohibición terétnica, establecen un distanciamiento máximo
de una rivalidad ritual o guerrera entre elementos de las formas de violencia que tienen por término
análogos desligados de un conjunto basado en una medio la actividad shamánica: en efecto, el sha-
multiplicidad formalmente homogénea. Al menos mán, protector de un grupo regional de elementos
las oposiciones, sexo, edad, son internas a cada y de varias comunidades, está continuamente en
elemento y éste, que depende de sus vecinos para guerra contra los espíritus demoníacos.
reproducirse, representa no obstante la totalidad Se canaliza así la violencia por un lado so-
social. Al contrario que en las sociedades de mita- bre el individuo, por otro, sobre unos seres carac-
des o de sistemas de guerra intratribal, que toman terizados por un gran alejamiento sea espacial o
de la diferencia y las oposiciones de sus elementos esencial, ontológico (ver el mito matsiguenga de
(jerarquía y complementaridad de las mitades, creación) o los dos juntos; espíritus malos que pue-
emergencia de próceres...) los medios de su repro- blan la montaña o extranjeros lejanos que son de-
ducción social, este tipo de sociedades fundamen- monios humanizados, mientras otras instituciones
ta su identidad en la equivalencia formal de ele- impiden la expresión de venganzas guerreras a ni-
mentos sometidos a biparticiones y conjunciones vel intra o intercomunitario.
cíclicas que aseguran su analogía. Aquí, por ser se- Parece entonces que estas sociedades hayan
mejante, el otro es objeto de asimilación o de ex- logrado un punto de equilibrio mediante la elabo-
clusión y este tipo de sociedad tiende a realizar en ración de un conjunto de variaciones enriquecidas
su entorno la homogeneización del extranjero, por su larga historia de gente medianera entre los
considerándolo como uno de los elementos asimi- pueblos de arriba y de abajo. En comparación con
lables. Los primeros sistemas organizan la cohe- los Incas y la imagen clásica -y tendenciosa- del
sión del conjunto por la oposición de elementos hombre amazónico, ofrecen un negativo curioso;
diferenciados, duales o múltiples, y la mantienen eminentes guerreros (ver la historia “campa”) no
mediante el juego alterno de la solidaridad y el en- practican ninguna forma de rivalidad interna, no
frentamiento; los segundos desbaratan las posibli- tienen ni trofeos ni sacrificios humanos, tampoco
dades de rivalidad entre sus elementos por medio una iniciación masculina mediante hazañas gue-
de su indiferenciación global que moderan, desde rreras ni práctica alguna de canibalismo. Por últi-
el punto de vista interno, las distancias y unas va- mo, sus únicos mitos guerreros tratan exclusiva-
riaciones regionales siempre descentradas. En los mente de actividades shamánicas, y en este senti-
confines de los territorios, unos mecanismos de do, podemos comparar el mito cashinahua donde
cierre, especialmente las prácticas guerreras (en los hombres se alzan en armas contra el soberano
contra de un extranjero por su “naturaleza”, su ori- y el de los Amuesha que opone el Inca a su jefe en
gen ontológico, su lengua o su hábitat..), los com- un combate shamánico.
AL ESTE DE LOS ANDES 313

Estas mismas sociedades, lo hemos dicho su singularidad en la historia original de socieda-


anteriormente, desarrollaban con los Pano del des intermedias que pertenecían al mundo amazó-
Ucayali una simbólica de relaciones intertribales nico y se consideraban de él, pero perpetuamente
donde las diferencias étnicas se expresaban me- asediadas por un mundo andino que soñaba con
diante la afiliación a un gremio; existía el grupo asimilarlas.
perito en alfarería, en tejido, en fabricación de pi- La llegada de los españoles establecerá un
raguas o de arcos. Objetos cotidianos se volvían de tipo diferente de ruptura en las tierra altas y bajas,
este modo exóticos, ya que se necesitaba la inter- y entre ellas, ruptura determinada por la imposi-
vención del otro para conseguir la forma más aca- ción de categorías simbólicas esta vez radicalmen-
bada. Esta configuración adquiere todo su relieve te heterogéneas. Pero la evidencia misma de esta
cuando se considera que en el conjunto jívaro no constatación de alteridad logró, de nuevo, disimu-
se encuentra casi ningún rastro de estas comple- lar la amplitud de nuestra ignorancia en cuanto a
mentariedades productivas, por el contrario, una los fundamentos ideológicos de esta ruptura y su
homogeneización profunda de la cultura material, génesis; y esto tanto más cuando, en la perspecti-
entre todos los grupos dialectales jívaros, y la au- va caballeresca, los españoles parecen simplemen-
sencia estricta de demarcación tribal en el sistema te repetir la experiencia inca, el mismo fracaso en
de los objetos usuales -excepto en el campo lin- los intentos por incorporar al Estado las zonas del
güístico-, son aquí la condición previa a la obra de piedemonte y similar rechazo en la barbarie de las
diferenciación realizada por la guerra intertribal y poblaciones selváticas. Se ha podido concluir, un
exclusivamente por ella. Sin embargo, la comple- poco apresuradamente, que en este campo tam-
mentariedad simbólica y comercial entre los Ara- bién los invasores habían heredado los prejuicios y
wak y los Pano iba a la par con el reconocimiento las estructuras incas, estructuras en las que, por
de una identidad común, o su esbozo ya que era una especie de aculturación retrospectiva, cayeron
parcial e inacabada: establecía a estos diversos atrapados sin saberlo.
grupos como gente de tierras bajas frente a los an- Sin embargo, debemos cuidarnos del ana-
dinos, Incas o españoles. En tiempo de paz promo- cronismo que se esconde tras esta falaciosa conti-
vía su unificación a través de un código basado so- nuidad. En realidad, la aparente simetría entre los
bre elementos de la cultura material que todos incas y los españoles en cuanto a su aventura ama-
compartían, y permitía a los aliados convertirse en zónica, y especialmente en sus respectivas actitu-
confederados provisionales cuando eran amenaza- des frente a las sociedades de la selva, no empieza
dos del exterior. Tal vez conviene ver este fenóme- a configurarse sino al final del proceso de conquis-
no como el producto de la historia inca/anti, la ta del piedemonte, en las últimas décadas del siglo
apertura al otro intentando consolidarse y ampliar- XVI; en cambio, no es de ninguna manera eviden-
se abajo, a medida que el Imperio se extendía arri- te si se examina el inicio de esta fase de coloniza-
ba, cuando este tipo de sociedad no jerarquizado ción.
hacía imposible, al menos sin cambios sociales Conviene observar primero que ni la selva,
profundos, el nacimiento de una confederación in- ni el piedemonte en su conjunto fueron percibidos,
terétnica estable. Así, los Anti parecen conformar- inicialmente, como entidades geográficas contras-
se al modelo inca: Hanan/Hurin y desarrollarlo por tadas con las tierras de altura y esencialmente dis-
el esbozo de su alargamiento horizontal. tintas de estas últimas, excepto en la zona del Cus-
Por lo tanto, parece que entre los Incas y los co, donde la importancia del modelo inca fue de-
Antis, el Imperio no había agotado todavía “el uso terminante desde el principio. De hecho, la pala-
de cierta simetría” que manifiestan las relaciones y bra “montaña” se aplicó durante mucho tiempo de
las reacciones de su historia y de sus sistemas cul- modo exclusivo a la zona anti; además, se la debe
turales. De modo más generaI, el orden “salvaje” a unos cronistas como Cieza y Garcilaso profunda-
sub-yacente en varias instituciones, ritos y mitos mente impregnados de prejuicios incas. En cam-
inca los plantea como variaciones de modelos bio, en las demás zonas y el especial en el norte,
compartidos con las tierras bajas, aunque algunos se encuentra apenas rastro, en las primeras cróni-
carácteres sean transformados o disueltos por el cas, de términos genéricos como selva, tierras ba-
desarrollo estatal. De modo recíproco, algunas ins- jas o incluso montaña, para designar la región del
tituciones de los Arawak preandinos han adquirido piedemonte o la selva amazónica como tales, por
314 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

oposición a la cordillera, a las hoyas interandinas y a sus moradores la dignidad de constituir una en-
o al altiplano. Las diferencias, cuando se citan, son tidad organizada, un mundo complementario y an-
principalmente de orden climático, se evoca regio- tinómico ligado al suyo mediante una connivencia
nes más o menos cálidas, o más exactamente profunda y secreta. Los españoles, por su parte, te-
“templadas”, pero el contraste es puramente relati- nían frente a las tierras bajas, en los primeros tiem-
vo, ya que el calificativo “de buen temple” carac- pos, una actitud mucho menos negativa y definida;
teriza tanto el valle de Loja como el curso inferior pero, el corolario de esta relativa neutralidad, a ve-
del Santiago... En resumen, en los inicios de la ces benevolente, es que el universo amazónico no
conquista hispánica de las fronteras selváticas, el formaba ni geográfica ni conceptualmente un con-
oriente, como totalidad conceptual, quedaba por junto coherente; por eso no podía representar para
inventar; su cristalización progresiva será por otra ellos una mitad oculta, una alteridad subterránea
parte concomitante a la aparición -bastante tardía constitutiva de su propio ser. En esa fase de la con-
y tan paradójica- del término Andes, para denomi- quista, la selva y sus sociedades no ocupaban to-
nar el conjunto de la cordillera. De la misma ma- davía ningún lugar en los fundamentos de la iden-
nera que no existían términos generales para nom- tidad hispánica colonial.
brar las regiones de montaña y de la hylea amazó- Sin embargo, la ruptura que realizaron los
nica, tampoco existían para designar de modo es- españoles entre tierras altas y bajas será más pro-
pecífico las poblaciones de la selva. La behetría, la funda y radical que la efectuada por los Incas. Las
ausencia de instituciones políticas y de “señores”, continuidades y las múltiples complementarieda-
de “ritos y sacrificios”, caracterizaban tanto a los des, inducidas, toleradas o simplemente ignoradas
grupos de las tierras altas, especialmente de los An- por los Incas serán, en el transcurso de algunas dé-
des septentrionales, como a las sociedades selváti- cadas, desmanteladas por completo, las poblacio-
cas; y progresivamente se fue constituyendo la sin- nes intermedias quitadas del medio, reabsorbidas
gularidad de los grupos de selva, como en contra- en la sierra o empujadas hacia el este, y por último
posición negativa, por una acumulación de caren- las poblaciones de arriba y las de abajo cada vez
cias más que por la atribución positiva de particu- más encerradas en identidades polarizadas. El cor-
laridades esencialmente distintas de las que carac- te físico y cultural entre ambas zonas llegara a ser
terizaban las etnias andinas. tan profundo que los colonos españoles arrojados
Por otra parte, la percepción hispánica de la en el piedemote por el gran movimiento inicial de
selva y de sus habitantes no fue siempre negativa, penetración en la selva, quedarán más aislados de
hostil y despreciativa; si para los Incas el piede- los centros andinos que nunca lo fueron las pobla-
monte representaba una especie de “infierno ver- ciones selváticas prehispánicas.
de”, poblado de monstruos, insectos, enfermeda- El fracaso español en el piedemonte se de-
des y serpientes gigantescas, por el contrario a los bió a causas estructurales que evocaremos más
ojos de muchos conquistadores tenía el aspecto de adelante, al mismo tiempo que recordaremos las
un lugar privilegiado por su abundancia y su fron- etapas principales del proceso de divorcio entre los
dosidad. Así, encontramos en Salinas Loyola, por mundos andinos y amazónicos. Por el momento
ejemplo, frecuentes ecos de la admiración de los subrayaremos que en la mentalidad de los prime-
viajeros mediterráneos del siglo XV ante el paraíso ros inmigrantes ibéricos no existía esa ruptura en-
insular del Caribe. Las sociedades amazónicas pro- tre arriba y abajo que encontramos, bajo modali-
vocaban entre los conquistadores incluso reaccio- dades muy particulares, en el imaginario inca. Pa-
nes de simpatía y de admiración, por su opulencia, ra esquematizar al máximo una distinción en reali-
su ingeniosidad técnica, la elegancia de sus ador- dad muy compleja, diremos que en el caso de los
nos, y aun su estado de “civilidad”. españoles la ruptura ideológica se constituye a
Vemos por lo tanto, que la continuidad pos- posteriori en el sentido que nació progresivamente
tulada entre Incas y españoles en el aspecto de su de un contingente encadenamiento de factores his-
experiencia amazónica, cubre en realidad una pa- tóricos; en cambio, para los Incas era un dato a
radoja singular. priori que permanecerá operatorio durante toda su
Los Incas desconsideraban a la selva y sus historia, como insensible a las oportunidades brin-
habitantes al mismo tiempo que temían sus pode- dadas por el tiempo. Es decir, que desde un punto
res ocultos; sin embargo, reconocían a este espacio de vista puramente “práctico”, la conquista de los
AL ESTE DE LOS ANDES 315

grupos del piedemonte no ofrecía para el Imperio unos campos de investigación todavía muy poco
obstáculos organizacionales mayores, algunos éxi- explorados; vamos a enumerar algunos de ellos.
tos concretos lo demuestran: eran factores ideoló- En primer lugar, la invención de la frontera
gicos los que hacían la empresa muy problemáti- amazónica lleva evidentemente al problema de la
ca, incluso realmente imposible. En cambio, para herencia intelectual e institucional de la Recon-
los españoles, la conquista de las zonas de monta- quista, especialmente entre los primeros inmigran-
ña era mucho más difícil de realizar, por el estilo tes. No olvidemos que España fue hasta 1492 una
de la colonización y los objetivos que la dirigían, sociedad de frontera, dotada de estrategias de con-
mientras que ideológicamente nada se oponía a la quista, de mecanismos de colonización, de reflejos
ocupación hispánica de aquellas regiones. ideológicos frente a la alteridad cultural, política y
Más allá de esta oposición tan esquemática, étnica, adquiridos poco a poco durante su enfren-
se perfila en definitiva el paso de una complemen- tamiento y su coexistencia secular con el mundo
taridad dialéctica a una asimetría abierta, el naci- árabe; y sería muy sorprendente que tal experien-
miento de una frontera -en todos los sentidos del cia histórica no haya dejado huellas profundas en
término- sobre los escombros de una secular anti- la elaboración y la representación de las nuevas
nomia; y más que la afinidad superficial entre las fronteras allende el Atlántico. Ahora bien, a pesar
oposiciones polares desarrolladas respectivamente de algunos conocimientos fragmentarios sobre la
por los incas y los españoles, queremos poner de existencia de tradiciones provenientes de la Re-
relieve aquí esta radical innovación histórica fren- conquista en la colonización y la hispanización de
te a las tierras altas hispánicas, la Amazonia cesa a las tierras altas americanas -pensemos por ejemplo
partir de este momento de constituir una mitad en las observaciones de N. Wachtel sobre la in-
fundadora de identidad para transformarse en un fluencia de las danzas de Moros y Cristianos en la
mundo de exclusiva virtualidad. En un sentido, es elaboración de los rituales de Conquista propios
claro que la ausencia misma de connivencia espe- del mundo indígena-, todavía ignoramos absoluta-
cular entre el universo colonial andino y el univer- mente los efectos específicos de esa herencia sobre
so selvático explica en parte la profundidad del las mentalidades y los comportamientos de los co-
abismo que los separa; desde el momento en que lonos en las regiones del piedemonte.
el fracaso de la colonización del piedemonte se Pero no intervienen únicamente las rema-
hace patente, la Amazonia no es más que una li- nencias del proceso de reconquista en la penínsu-
nea de horizonte indeterminada, un lugar de alter- la, de manera más inmediata y probablemente más
nativas históricas y sociológicas indefinidas. Llega decisiva, la experiencia adquirida durante la fase
a ser para los países andinos un vertedero social y “caribe” de la colonización hispánica habrá tenido
onírico en el cual vienen a codearse entre indios fuerte influencia en las modalidades de la conquis-
invisibles, los rechazados, los rebeldes y los reli- ta amazónica. En especial, la naturaleza de los jui-
giosos, en resumen los excluidos y los utopistas, cios -positivos o negativos- hechos por los españo-
todos aquellos que por motivos diferentes sueñan les sobre la selva amazónica y sus poblaciones, la
o han soñado otra cosa que lo que puede ofrecer- curiosa falta de asombro que manifiestan a veces
les la sociedad central andina. Entonces no es por los primeros exploradores -como si lo hubiesen
casualidad si la administración de estas regiones visto ya todo, en los relatos de otros, sino por sus
queda durante mucho tiempo atribuida a las misio- propios ojos- la ausencia inicial, ya indicada, de
nes, instituciones a caballo también ellas de una una dicotomización marcada entre el mundo de
frontera; tampoco es por azar si la Amazonia per- arriba y el de abajo, deben mucho a aquella prime-
manece hasta hoy víctima de proyectos faraónicos ra experiencia ibérica de la humanidad americana.
de gobiernos en crisis, ya que el papel de una fron- El asunto merece cuanto más atención que la im-
tera es colaborar para la perennidad de orden cen- plantación colonial en la montaña y los mecanis-
tral, sirviendo de espacio donde proyectar las esco- mos utilizados para explotar a sus moradores, re-
rias de las contradicciones que obren en el cora- flejan directamente instituciones y comportamien-
zón de la sociedad. tos desarrollados durante la “fase caribe”. Esta im-
Poco interés tendrían estas consideraciones plantación perpetúa así, durante largo tiempo, for-
tan especulativas, si no contribuyesen a sugerir mas arcaicas que van desapareciendo en las tierras
316 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

altas en el mismo momento en que se fijan abajo; El fracaso hispánico al este de los Andes re-
es el caso especialmente de la encomienda -espe- mite primero a los límites estructurales del Estado
cialistas de la historia colonial lo subrayaban re- inca para incorporar al sistema imperial la pobla-
cientemente (Lockhart y Schwartz, 1984)- ya que ción del piedemonte. En las tierras altas, no se pu-
esta institución permanecerá hasta el siglo XVIII en do continuar extrayendo la producción y la energía
la Amazonia, lo que fue durante los primeros años campesina si no con el consentimiento de los se-
del siglo XVI en Hispañola, a saber una especie de ñores étnicos regionales y de una parte de la no-
esclavitud reglamentada, basada en la captación bleza inca, encuadramiento demasiado superficial
de mano de obra más bien que en la extracción de y frágil para ser eficaz en la frontera amazónica.
tributo. Además, tanto para las etnias andinas como para
Por último, sería interesante, evocando ya las facciones españolas, la presencia en estas re-
las repercusiones en vez de los antecedentes del giones hostiles era considerada como un destierro,
mecanismo de creación de la frontera, examinar apenas envuelto en las miríficas promesas de enri-
las mutaciones ideológicas que experimenta la quecimiento rápido.
Amazonia, sus sociedades y el limes selvático en la El fracaso hispánico se inscribe además, en
época de las guerras de Independencia y de la for- las modalidades originales de la invasión europea
mación de los estados andinos modernos. En efec- en los Andes, y en las reticencias por parte de los
to, algunos indicios permiten pensar que en esta grupos del piedemonte, escarmentados por la ex-
época los indios de la selva desempeñaron un pa- periencia inca, a realizar trabajos en el provecho
pel activo, aunque secundario, en la constitución de los nuevos amos.
de las identidades nacionales andinas. Tenemos El interés español por los orientes amazóni-
por ejemplo en la mente, la ambivalencia que ad- cos obedece a una voluntad de rapiña marcada por
quiere la representación de lo Jívaro en el imagina- tres fases estrechamente ligadas, apropiación y ex-
rio político ecuatoriano a principios del siglo XIX: plotación de las riquezas metálicas, luchas civiles
todavía sinónimos de barbarie y de incivilidad, es- y traslado de los excluidos del reparto hacia fabu-
tos indios subversivos llegan sin embargo, por el losas empresas selváticas.
hecho de su resistencia feroz a la dominación es- Una primera etapa en la que se alternan dis-
pañola, a encarnar algunas virtudes de autonomía putas por los despojos y expediciones en los secto-
republicana, de patriotismo heroico y de individua- res fronterizos, nos conduce desde el episodio de
lismo machista, con los cuales la sociedad criolla Cajamarca en 1532 hasta mediados del siglo. Las
gusta adornarse. Un fenómeno idéntico, como es expediciones militares hacia Quito y el país Chib-
sabido, caracteriza la relación fantasmática de los cha (1533-38), Chile (1535-37 y en 1542-44),
blancos con los indios en América del Norte a fina- Charcas (1538) y Tucuman (1539-51) o hacia la
les del siglo XVIII, ahí también en el contexto de Amazonia equinoccial (154142) y el Beni (1538-
una guerra contra la tiranía metropolitana y al mis- 39) e incluso también, desde Paraguay hacia los
mo tiempo, contra algunos valores del antiguo Andes (1547-59), tienen como telón de fondo las
mundo hasta entonces ampliamente compartidos. guerras civiles tanto de los conquistadores entre sí
Así por un lado la frontera alimenta el inmovilismo como contra la Corona; y, los vencidos de cada
del centro, pero también constituye, a pesar de su facción, para salvar su cabeza, debieron alistarse
arcaismo social y económico y por el hecho mismo en exploraciones orientales tan arriesgadas como
de su marginalidad, una reserva inmensa de símbo- lejanas. En el piedemonte inmediato se abre tam-
los de alteridad socio-político, y por ello de inspi- bién, en los años 40, un doble frente minero, en
ración revolucionaria. Por cierto estas cuestiones torno al Upano- Zamora en el norte y Carabaya en
no entran en el cuadro temático y cronológico asig- el sur, comenzando un ciclo aurífero corto, acom-
nado a esta obra, pero encuentran su origen en el pañado de un frente secundario (algodón en el
proceso de formación y de invención del espacio norte, coca en el sur).
amazónico en el siglo XVI. En la segunda etapa, la explotación colonial
Finalmente, nos queda recordar en pocas lí- se estabiliza con el restablecimiento de la autori-
neas los principales factores estructurales subya- dad real y normalizando el funcionamiento de las
centes al fracaso de la colonización española en encomiendas. En 1548, las fundaciones de Loja y
las tierras bajas amazónicas. de La Paz agrupan a los españoles atraídos por las
AL ESTE DE LOS ANDES 317

riquezas del piedemonte oriental. Pero ya el descu- hasta Cochabamba constituían cabezas de puente
brimiento y la explotación de las minas de plata de para expediciones orientales más o menos autori-
Potosí abren un frente minero interno hacia el cual zadas; uno de los resultados más seguros era llevar
acuden todos los rechazados de las prebendas ofi- hacia el exterior la agresividad de una población
ciales, frente minero sin embargo interrumpido por inestable, en ocasiones mestiza, y sobre todo, mal
crisis cíclicas de origen tecnológico. Como alterna- integrada al orden colonial, lo que ha podido con-
tiva se presentan entonces las últimas grandes ex- tribuir, con la complicidad indígena, a la mitifica-
pediciones regionales hacia la Amazonia: J. de Sa- ción de los horizontes amazónicos.
linas en el Marañón (1556-64) y N. de Chaves No medimos todavía bien la dimensión de-
(desde el Parguay en este caso) hacia el Mamore mográfica del impacto español, ligado a los efectos
(1558-61); las dos siguientes, de fracasos rotundos, destructores de las epidemias entre las poblaciones
tomaron el colorido de un “western” en ambiente del piedemonte como entre los campesinos andi-
tropical: Orsua/Aguirre en el Marañón (1560-62) y nos; efectos agravados en estos últimos al ser re-
Álvarez Maldonado en el Madre de Dios (1567- clutados para expediciones, así como para la ex-
70). Las expediciones posteriores sólo tendrán una plotación de las minas orientales. En esta fase de
dimensión local. colapso demográfico, el rechazo de los habitantes
En 1570 la llegada del virrey Toledo respon- del piedemonte a servir de mano de obra precipitó
de a una triple finalidad: reorganizar la explotación el abandono de los frentes mineros en la segunda
colonial, contener la hemorragia humana en el es- mitad del siglo XVI. Este rechazo tomó, en los tres
te, y reducir los focos de agitación periférica. La casos estudiados en esta obra, distintas formas na-
reactivación del ciclo de la plata en Potosí y Huan- rradas por la historiografía colonial, cuyo aspecto
cavelica permite arrastrar otra vez a hombres y ri- anecdótico y épico refleja la aguda comprensión
quezas hacia las tierras altas centrales; la destruc- por parte de los habitantes del piedemonte de las
ción del refugio neo-inca de Vilcabamba acaba motivaciones españolas.
con las esperanzas indígenas de arrojar a los espa- En 1548, el gobernador de Paraguay, Do-
ñoles al mar. En cambio, el Virrey no logra hacer mingo de Irala, llegó al piedemonte andino, en la
retroceder a los Chiriguano y se contenta con cer- región del Guapay donde un jefe local (de origen
carlos con establecimientos pioneros. Los jesuitas, arawak) le indica la existencia de una mina de pla-
últimos en llegar a América del Sur, en el mismo ta inca, en la loma vecina de Zaipuru, entonces en
barco que Toledo, tendrán entonces como objetivo posesión de los Chiriguano. Estos vinieron a visitar-
en el siglo siguiente, el de extender el dominio co- le, acompañados de su prisionero Condori, el ex-
lonial en las tierras bajas americanas. Esta nueva gobernador inca de la región. Condori, debida-
etapa de las relaciones arriba-abajo compete sólo mente aleccionado por sus dueños, sólo atestigua
a los misioneros, y corresponderá a otro estudio la existencia de la mina inca de Porco (cerca de
determinar sus logros, sus fracasos y sus ambigüe- Potosí), perteneciente a los españoles del Perú. De-
dades. sanimada, la expedición paraguaya dio media
El fracaso español se debió en última instan- vuelta, y los Chiriguano evitaron una colonización
cia a las opciones económicas del sistema impe- minera que hubiera provocado su expulsión.
rial. En el siglo XVI, los Andes constituyen la “peri- A mediados de este siglo, el fundador de La
feria” de la “economía-mundo” dedicada a la ex- Paz quiso explotar las minas de oro del Alto Beni,
portación de metales preciosos. La colonización pero una conjuración yunga-chuncho le obligó a
europea en América estaba entonces vuelta hacia abandonar la región. El silencio recayó sobre todas
el mar y la metrópoli. Así, un doble eje longitudi- aquellas antiguas minas de oro del Inca (así como
nal de fundaciones coloniales se inscribía en la las de plata de Apolobamba) y los habitantes de es-
compartimentación de estilo meridiano de la geo- te piedemonte impidieron hasta el siglo XIX el flu-
grafía andina: a lo largo del litoral, puertos para jo de colonos.
asegurar la articulación con el sistema-mundo y, A finales del siglo XVI, los Jívaro hacen im-
en el corredor interandino, centros urbanos y mi- posible la explotación minera del Oriente ecuato-
neros para asegurar el control de las poblaciones, riano, obligando a los pueblitos pioneros a aislarse
la extracción y el transporte de la plata. Por otra y decaer. En la misma época, el traslado en el pie-
parte, todas la ciudades interandinas desde Quito demonte del asentamiento de Santa Cruz amena-
318 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

zado por los Chiriguano, le corta sus raíces para- la dependencia de los españoles; más tarde, se ro-
guayas. dearon poco a poco de una franja de etnias de len-
Una banda pionera residual se halla así en- gua quichua transculturadas. Los Arawak pre-andi-
cerrada, condenada a vegetar, o a huir hacia ade- nos se ocultaron, imponiendo la permanencia de
lante viviendo de rapiñas (razzias esclavistas en los un no man’s land protector. Los Chiriguano opta-
hinterlands amazónicos), en todos los casos al pa- ron por el enfrentamiento directo y permanente,
rasitismo. mientras mantenían una relación de competición
Durante este proceso de “ensalvajamiento” directa con los colonos cruceilos para el dominio
generalizado del oriente en la época hispánica, los y la captura de las etnias vecinas. Es signiticativo
conjuntos tribales estudiados han escogido solu- que hoy sean estos últimos quienes hayan desapa-
ciones distintas para contener los efectos destruc- recido (de hecho los sobrevivientes se convirtieron
tores de la presencia europea (epidemias, esclavi- en campesinado neo-tribal), mientras los dos pri-
tud). Los Jívaro del piedemonte primero huyeron meros conjuntos, tras el traumatismo de la época
hacia el este, excepto en algunas regiones donde la del caucho, conocen una nueva vitalidad fiel a sus
convivencia con los andinos les permitía quedarse opciones culturales profundas.
en el lugar sin estar en contacto inmediato o bajo
GLOSARIO

d
Aguajales tierras anegadizas
Amaru boa o anaconda en quichua
Apu señor, en quichua
Aucacuna, Aucaruna guerreros, enemigos, en quichua
Ayllu término quichua para indicar un grupo de parientes que tienen un antepasado en común.
Behetría comunidad independiente, sin poder central. Se usa este término para indicar las sociedades sin Estado.
Camayuc mayordomo, en quichua
Candire reino o paraíso terrestre donde se goza eternamente de la abundancia, según los Guaraníes.
Cápac poderoso, en quichua
Carbet o maloca casa común, en “lingua geral”
Carib ver caníbales
Ceja de montaña franja superior de la floresta (entre 1 500 y 2 500 m de altura)
Ceque tripartición de los cuatro barrios de Cusco (12 ceque) y sistema de líneas imaginarias que irradian del tem-
plo del sol de Cusco
Chacra campo, sembradío, claro abierto en la selva, para huerta
Chaupi quichua, zona intermediaria entre dos regiones cercanas
Chec’a izquierda, en aymara
Chinchay “Apu de los Otorongo”, es decir “señor de los jaguares”. En matsigüenga este término indica ocelote
Chonta diversas especies de palmeras con espinos
Cimarrones esclavos (negros o indios) fugitivos
Cocal plantación de coca
Coquero indio encargado de cultivar la coca
Corregimiento distrito regional español
Coya reina, en quichua
Cumbi tejido mixto, de algodón y lana, en quichua
Curaca jefe de la comunidad, en quichua
Cushma tejido de algodón, en forma de túnica
Encomendero titular de una encomienda
Encomienda delegación de la Corona a una persona privada para que perciba los tributos de un grupo indígena y ejerza
sólo él un tutelaje
Entrada expedición para exploración y conquista
Estancia propiedad agrícola, generalmente destinada a la cría de ganado
Estólica propulsor, para lanzar dardos
Hanan- Anan alto, en quichua
Huaca en quichua, lo que es sagrado: objeto, lugar, divinidad
Hurin-Urin bajo, en quichua
Hylea tierras bajas amazónicas
Inca etnia; el término se vuelve sinónimo de noble de la familia real y de la clase dirigente
Iñaca princesa, en quichua
Kandire ver Candire
Kero ver quero
Kupi derecha, en aimara
Kuraca ver curaca
Macana arma de madera dura
Mal de los Andes leishmaniasis
Mallku señor, jefe, en aimara
Maloca casa común, del tupi-guaraní mar-oca
Manioca yuca
Marani vocablo de origen arawak. Significa cacique
Mit’a turno de trabajo, en quichua
Mitayac aquel que toma parte de una mit’a
Mitima(es) españolización de mitmaq
Mitmaq migrantes instalados por el Inca, para vigilar zonas alejadas
Montaña estribaciones andinas, cubiertas de selva.
Obrajes taller de producción artesanal, generalmente textil
Oma ver Uma
320 F. M. RENARD-CASEVITZ, TH. SAIGNES Y A.C. TAYLOR

Orejones término que significa nobleza, en cuanto los varones de la nobleza inca llevaban grandes adornos en las ore-
jas
Otorongo jaguar, en quichua
Oyaricos servicio forzado de un mes, en las minas orientales
Pai padre, en guaraní
Paucar tipo de pájaro, en quichua (oropéndola)
Probanza información sobre los méritos de una persona
Pucará fortaleza, en quichua
Puna pajonal del altiplano
Pututu término quichua, trompeta construida con un caracol grande
Quero, qero vaso de madera dura, en quichua
Quipu en quichua, cordel con nudos, que sirve de registro o de memoria
Quipucamayoc contable o historiador
Repartimiento grupo indígena de una misma jurisdicción fiscal española
Rucu achiote (Bixa Orellana). Urucu en Brasil
Runa gente, en quichua
Saya circunscripción, en quichua
Sugu barrio, en quichua
Tambo, tampu estanco, en quichua
Taqui Ongoy
o Taqi Oncoy canto o danza de las Pléyades (movimiento mesiánico)
Taypi término aymara, que corresponde al quichua chaupi
Tianguecas mercado
Tucruicuc
o t’uqrikuq administrador, en quichua
Uchu ají, en quichua
Uma en aimara es agua, valle. Designa la parte baja, en la oposición alto-bajo y hembra en la oposición macho
hembra
Urco en aimara significa lo que es masculino y alto
Urin ver hurin
Vecinos habitantes permanentes de una orilla
Visita inspección administrativa, típica del régimen español
Waranga 1 000 unidades domésticas en la administración inca.
Yanacona,
yanakuna indios colocados en una dependencia personal, sin vínculos Yunga: valle caliente, en aimara
ABREVIACIONES

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